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Relato erótico: “MI DON: Alba – El ave fénix (34)” (POR SAULILLO77)

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Estado de shock, es lo mas parecido al estado en que me encontré los días siguientes al momento en que se descubrió todo, y como no, el día siguiente a mi cumpleaños, le estaba cogiendo asco a esa fecha, se descubrió, si, que Eleonor me iba a chantajear, para que dejara a Ana, con el ático, que Ana se había “prostituido” por grandes cantidades de dinero ofrecido por Eleonor, solo para demostrarme que Ana no me amaba, y que Lili no era la hermana de Eleonor, si no una amiga de su hermana fallecida, caída en desgracia por las drogas, todo eso sumado a que yo lo sabia desde casi el principio, desde que mi madre me advirtió, y por puro instinto la creí aun sin aceptar lo que me decía, puse cámaras y micros, lo vi todo, enterarme de que Eleonor le compró a Ana el derecho a follar conmigo desde el 1º día, de su treta con Lili para generarme una dependencia a mi que me obligara a ocuparme de ellas, de tomar a su abogada para poder esta bien informado de todos sus pasos, cada día, viviendo bajo el mismo techo de 3 mentirosas, manipuladoras y egoístas mujeres. Las “Hermanas” colombianas me importaban una mierda, la verdad, salvo sexo no me aportaban nada, pero Ana……..Ana era otro tema, realmente la amaba, y solo por ella me mantuve en silencio, tenia las sartenes por el mango o todas las cartas en la mano, y aun así aguardé, manteniendo una fachada tan falsa e hipócrita como las suyas, en el fondo de mi corazón esperaba un final diferente, que Ana se derrumbara, que me lo contara, que fuera sincera y me pidiera perdón, pero cada día que pasaba la mentira se hacia mas fuerte, y a mi me dolía mas, hasta el punto en el que cuando nos fuimos al piso de NY, planeé revelarlo todo, contárselo a Ana y ver la reacción, tenia tanto miedo a perderla que estaba dispuesto a descubrir su mentira solo para que supiera que la perdonaría, que me daban igual sus infidelidades, que la quería hasta el punto de ser el calzonazos que la seguiría hasta el fin del mundo. Pero la rabia y el orgullo me había puesto un limite, el sonido de mi corazón al quebrarse viendo la 1º sesión de sexo con uno de los hombres maduros que Eleonor se traía a casa, y que no era la 1º vez que lo hacia, forzó una marca en mi mente por la que ella debía pasar, tenia que ser sincera y contármelo por propia voluntad, solo así podría volver a amarla sin reservas, pero no lo hizo, pese a mis intentos mas tenues u otros mas obvios, cuando regresó de Granada y tardé unos segundos en salir del coche en el aparcamiento, lloraba, al igual que cuando se lo pedí en la piscina horas antes de la llegada de la abogada, y me quedé fuera llorando al ver su tozudez. Guardaba silencio y con el paso del tiempo se me hizo fácil no quererla, como el final de una pila en una linterna encendida, parpadeaba hasta que se apagó, con todo perdido sabiendo que Eleonor me iba a enseñar su traición en unos instantes, se negó a decírmelo, prefería vivir en su mentira unos segundos mas que ser feliz conmigo con la verdad, y si esa era su decisión, yo no podría hacer nada, nada salvo intentar dejar de amarla.

No recuerdo bien del todo esos días, se que esa noche la pasé discutiendo, o mas bien siendo increpado por Ana, que mas que mostrarse avergonzada, era un volcán de rabia e ira, trataba de darle la vuelta a la situación, de mil maneras, buscando algún argumento lógico, o no, por el que yo estaba equivocado, al principio buscaba mi perdón, al final, cuando mi pasotismo la enfadó, me echaba la culpa de todo a mi, que la obligaba a ser mi novia y aceptar que follara con otras, y que no lo había soportado, visto ahora, quizá tuviera razón, no lo se, Lara, Alicia, Eleonor, Lili, todas las mujeres que iban detrás de mi…… y ella lo tenia que sobrellevar, pero cuando un hombre se fijó en ella, el profesor de la universidad, monté en cólera…….. si, es posible que hubiera sido injusto con ella y que no fueran las bases de una relación normal y saludable, pero tenia 19 años, y era el amor de mi vida, un millar de sensaciones me nublaban, no era del todo consciente de sus sentimientos, y puede que por el hecho de que me los ocultara, hubiéramos acabado así, de todas formas cuando la veía llorando y gritándome por la habitación, solo pensaba que era un berrinche, palabras vomitadas por la ira y la impotencia. Llegó a amenazarme, con no alejarse, con seguir cerca de mi y hacerme la vida imposible, manipularía, mentiría, no me dejaría vivir en paz, “si no res mío no serás de nadie” aseveró con frialdad, usaría a mi familia y a la suya, le daba igual todo, gritaba que me amaba tanto que no me dejaría nunca.

No se si me quería o era solo por arrebatarle algo que creía suyo, pero tuve que ponerme duro, sin alzar la voz ni ponerla una mano encima, mi tono se puso rudo y firme, la hice ver que no podía hacer otra cosa que hacerme caso, alejarse de mi, tenia videos de ella aceptando dinero por follar, aparte de ser un delito, nada me impedía, si me provocaba, subir los videos a Internet, y enseñárselo a todos sus amigos, amigas, la universidad, su familia….¿que opinarían sus parientes gitanos de aquello?, eso la derrumbó, soltó toda su rabia en un sollozo sin fin, comprendió que si quería, si me daba motivos, la destrozaría la vida, era una brillante estudiante, muy inteligente y con una gran carrera en lo que le diera la gana, pero un escándalo como ese la hundiría, mi interpretación fue colosal, se creyó que seria capaz de eso, y hasta puede que si Zeus aparecía, lo hiciera, pero no Raúl, no le haría eso, solo la dejaría pensar que si, desde ese momento Ana cambió su amor por odio, poco a poco, hasta que la apatía la envolvió.

Hay un dicho que circula a raíz de una serie, en el cual se dice “Las mujeres nunca se equivocan, incluso cuando se equivocan, llega un momento de la discusión en la que sorprendentemente vuelven a tener razón.”, mas o menos es lo que pasó esos días, si Ana era un volcán, Eleonor no os podéis hacer una idea, un agujero negro que absorbía todo a su alrededor, su mirada oscura parecía arrebatar la energía del universo, mientras Lili era como una planta, siempre en 2º plano sin abrir la boca, al 3º día me largué de esa casa, me estaba consumiendo y hasta me veía yo como el culpable de todo, quizá lo era, pero sentía que estaban logrando minarme la moral, y mi férreo carácter no lo permitió.

-YO: cuanto tiempo necesitáis para sacar vuestras cosas de mi casa.

-ELEONOR: ¿ya tiene prisa por echáramos a la calle?

-YO: si, pobrecilla, lo mismo os veo durmiendo en un cajero con unos cartones…- tenia al menos otras 2 casas en Madrid y 7 por el mundo, mas una cantidad de dinero que calculé, ente 500 y 700 millones de €, sin contar propiedades, su ex marido era muy hábil con los negocios y yo la di todo eso.

-ELEONOR: no se como puede hacernos esto, yo creía que nos quería……

-YO: yo solo quiero a Ana…..solo la quería a ella, siempre te lo dije, a ti solo te tenía aprecio, además follas bien.- mi tono era de sarcasmo hiriente.

-ELEONRO: desgraciado.- soltó una bofetada que me alcanzó de lleno en la cara.

-YO: si has terminado, quiero saber cuando os vais, me voy a ir unos días y no os quiero en mi casa al regresar.- las palabras “mi casa” le sacaban humo por las orejas.

-ELEONOR: en 1 semana se llevaran todo, y no tendré que volver a verte nunca, de tu niña no se nada, no me habla.

-YO: bien, pues ojalá no volvamos a vernos, por tu bien, ya hablaré yo con Ana, y recuerda nuestro trato – me miró con desesperación.

-ELEONOR: no te entiendo, te ofrecí el mundo…..- solo obtuvo una sonrisa y silencio.

Estoy seguro de que cometí un error monumental, sin Ana de por medio solo tenia que irme con Eleonor, y vivir quemando su dinero el resto de mi vida, y aun me sobraría para 3 vidas mas, el sueño de todos en realidad, vivir como un rey sin dar palo al agua, o ni siquiera eso, si detestaba a Eleonor no tenia que ir con ella, podría chantajearla de por vida, pero no me habían educado así, para lo bueno y para lo malo, tenia un estilo de vida, un carácter, un honor y un orgullo inamovibles, ”estúpidos ideales”, pensaba a menudo, mi padre tenia la culpa de eso, el y su educación clásica y férrea sobre la integridad y ser un buen hombre. Ahora no solo rechazaba una vida de lujo, si no que perdía a Ana por exactamente lo mismo, ¿los millones o el amor verdadero?, me las había apañado para que ahora perdiera a ambos por mi estúpido orgullo, y aun sabiendo que me arrepentiría, lo hice ¿y eso se supone que era ganar?

Por lo que se Eleonor y Lili se fueron un día sin despedirse, yo me fui al piso de la abogada unas semanas, me alojó encantada de tenerme entre sus piernas cada noche, pero tampoco recuerdo mucho de aquello, era una marioneta entre sus manos. Regresé al conocer la partida de Eleonor, vi las maletas y las cosas de Ana en la puerta del piso, siendo recogidas por uno de sus tíos de Granada, reconocí el coche abajo, aquel que con tanta ansia había estado esperando en la mudanza en mitad de la calle, ahora solo era la confirmación de nuestra ruptura, al verme su tío soltó las maletas y fue directo a por mi, me agarró de la pechera y me estampó contra uno de los armarios, si hubiera querido, creo que podría haberlo reducido, le sacaba media cabeza y al menos 15 kilos, pero solo me mantuve quieto, Ana apareció corriendo por las escaleras.

-ANA: no por favor, tío, déjale.

-TIO: este mierda te ha hecho daño, si estuviéramos en Granada la ley gitana de tu padre me daría derecho a hundir mi navaja en su vientre.- su acento cerrado era evidente, tenia parte gitana, y la verdad, sus ojos me asustaron, parecía dispuesto a hacerlo.

-ANA: pero no estamos allí, por favor, suéltalo.- no se muy bien si quería protegerme a mi de el, o a el de mi, si seguía azuzándome contra el armario no me quedaría quieto mientras me apuñalan, pero logró que me soltara, cogiera las maletas y saliera del piso amenazándome, por lo visto, si paso por Granada me puedo dar por muerto.

-YO: siento la molestia, creí que ya no habría nadie.

-ANA: por poco, me voy ya, mi abuela me ha dicho que puedo volver a casa, he logrado plaza en la universidad de Granada, por lo visto no hay tantas peticiones como aquí jejeje.

-YO: me alegro por ti, espero que se te de bien el cambio.

-ANA: yo también, no puedo permanecer en Madrid, no con mi familia sabiendo lo nuestro y ahora esto, es lo mejor para todos, ya me despedí de todos, Lara se queda en el piso de estudiantes.

-YO: ¿que es lo que tu familia sabe exactamente?

-ANA: que rompemos, sin mas, por que no me he aclimatado bien aquí, y pese a que he tratado de no echarte la culpa de nada por nuestra ruptura, ya ves que no se lo han tomado muy bien, no saben nada mas, y creo que no quieren saber mas.

-YO: y así será –sin decir nada mi amenaza quedó clara, “así será…..si cumples tu parte”- entonces esto es el adiós.- la abracé con puro sentimiento, sintiendo su cuerpo, sus senos y su olor a coco por última vez, ella me correspondió.

-ANA: no tendría por que serlo…..- susurró en un último intento.

-YO: lo es, mi pequeña, lo es.- nos dimos un último beso, su boca y la mía se juntaron con una ternura horrible, antaño esos carnosos y tentadores labios ahora me sabían a dolor y despedida.

-ANA: adiós amor.- sollozó antes de agacharse a coger su bolso, una mochila y se alejó por la puerta.

-YO: adiós peque…..- mascullé entre dientes al ver su figura desvanecerse por el pasillo por mis lágrimas.

Fue la ultima vez que la vi en persona, mantuvimos el contacto, al principio frío y por 3º personas, nuestras familias que ya no eran tan cercanas, dejaron de venir en Navidades y salvo momentos importantes nada nos unía, luego algo mas directo con las redes sociales, Ana siguió sus estudios, se sacó un doctorado en ciencias medicas, con algunas parejas eventuales, al par de años se fue de Erasmus por Europa, volvió con un novio Danés, por lo que presumía iba para genio de la medicina, pero que dejó sus estudios, su país y su familia para venirse a España con ella, y por lo que se, aun siguen juntos, desde luego, si fuera Danés o de otro planeta, y me encontrara a una mujer como Ana y lo bien que hacia el amor, también hubiera abandonado todo para ir tras ella, ¿Por qué, si pensaba así, la dejé irse?. Obligué a Eleonor a borrar todo lo que tenia en contra de Ana, como parte del pacto, y yo hice lo mismo, aunque obviamente ella no lo sabe, jamas le dije a nadie nada, ni a mi familia, que me arroparon lo que pudieron.

Huía de mi madre, que durante un tiempo me culpó o mas bien se vanaglorió como solo una madre sabe hacerlo después de que el tiempo la de la razón, “ya te lo dije, esto no era buena idea”, después de la fase en que se echaba flores a si misma, llegó el interrogatorio, me conocía lo suficiente como para saber que si me fui con Ana por encima hasta de ella, fue por un fuerte amor, y que si cortaba con ella, era por algo igual de importante, como es lógico no se tragó lo de la aclimatación, aunque de cara a los demás lo aceptaba, sobretodo de cara a la familia de Ana, pero sabia que algo había de fondo, no me molesté en tratar de mentirla, era inútil, así que solo la dije la verdad. “La quería, la quiero y la querré siempre, pero me he sentido traicionado, hasta el punto en que no puedo perdonarla.”, una verdad a medias era mejor que una mentira elaborada, como os dije, mi padre me enseñó eso de mi madre hacia mucho, si ella me conocía, yo igual a ella. Llegado a ese punto, mi madre ya sabia que no sacaría mas de mi, sabia que había pasado algo gordo, y sus teorías fueron evolucionando hasta que al final se convenció ella sola de que yo había empujado a Ana a engañarme, por duro que parezca oírselo decir a tu madre, tenia sentido, Ana de cara a todos era un sol de mujer, dulzura y cariño, mientras que a mi ya me había visto con muchas chicas y tenia cierta fama ganada a pulso, era fácil pensar que yo era un mujeriego y las mujeres siempre tienden a 1º pensar mal del hombre que de la mujer, así que yo, de algún modo, lo había provocado todo. La dejé pensar eso, incluso siendo recriminado con su mirada y sus palabras, a mis ojos era mejor que pensara eso, a saber la horrible verdad.

Pase una semana solo en la casa, no me importa reconocerlo, llorando de rabia, de dolor y de amor, me descubría sentado en el sofá con el móvil en la mano y el numero de Ana marcado, pasaba tiempo ausente, tan pronto era de mañana, como al alzar la vista era noche cerrada, dejé de hacer ejercicio y de salir de casa, la compra seguía puntual llegando cada 2 días, y Luz, la criada de Eleonor, fue sustituida por otra, Luz se fue con su señora y a mi me puso a una Rumana, rubia de ojos claros, de unos 30 años, no sabia hablar mucho el español y su nombre me sonaba impronunciable, así que al final acordamos que se llamaba “Dani”, una abreviatura de su nombre. No me molesté mas en ella, yo era un fantasma que vagaba por la casa, negando lo ocurrido, aquello no podía ser real, no podía estar pasando, incluso falté un par de días al trabajo, aludiendo un resfriado, pero en realidad estaba descompuesto por dentro, sentía un dolor agudo en la boca del estomago que subía hasta el pecho, apenas comía nada, y las pocas veces era cuando pasaba por casa de mi madre, obligado por ella, descuidé mi imagen, la barba era poblada y el pelo de mi pecho creció un poco. Al enterarse de la ruptura, sin mas detalles, Teo, Manu, Alicia o Lara acudieron a distraerme, Lara fue con intenciones claras de aprovechar la salida de Ana para ocupar su lugar en mi lecho, aun sentía algo por mi, pero al ver mi estado se le pasaron de golpe. Mi madre, preocupada, llamó a Irene, mi 1º novia, por alguna razón seguían manteniendo una buena relación entre ellas al margen de mi, fue agradable volver a verla, y fue de las pocas que entendió por lo que estaba pasando, incluso Teo o Alicia, que habían cortado una larga relación hacia poco, no terminaban de comprenderme, aquello había sido amistoso y de mutuo acuerdo, lo mío fue un corte de raíz obligado por mi parte. Hasta Eli me llamó consternada, ni sabia como se enteró, pero nada me consolaba, o me hacia reaccionar, pasaba los días recordando a Ana, si, el sexo había sido genial, la 1º vez en Navidades, desvirgarla, la larga espera a su regreso, volver a tomarla, el fin de semana en el hotel de la sierra, el vestido negro, los corpiños elásticos, follárme su culo, ver como cada día mejoraba en el sexo, la inclusión de Lara, Eleonor, los aceites, sus labios, su larga melena y el olor a coco, si, todo aquello me pasaba por la cabeza, pero eran aquellos momentos dulces los que me hacían temblar de emoción, las primeras veces que dormimos juntos haciéndome el dormido mientras ella, inocente, se metía mi polla entre los muslos para buscar mi calor, los paseos por el parque, sus abrazos largos al encontrarnos después de mucho tiempo, su forma de agarrarse a mi brazo cuando tenia frío, como me comprendía casi sin mirarla, como llegó a conocerme mejor que yo mismo, y yo a ella. Todo para nada, ahora apenas eran recuerdos a los que me aferraba, todo eso me enfadaba, tenia ataques de ira, destrocé un sofá a puñetazos y patadas, hasta que me hice daño en una pierna.

Pasados unos días volvía a negar la situación, pero ahora realmente calculaba y pensaba, si llamaba a Ana podría volver con ella, estaba seguro, si le ofrecía volver y seguir donde lo dejamos, o puede que si Eleonor aun estuviera enamorada de mi le pudiera negociar unas condiciones para volver a sus brazos, pero todo eran elucubraciones en mi mente, nada reales o plausibles, lo había tirado todo por la borda, cuando comprendí el fracaso de mis acciones, que bien o mal intencionadas, me habían llevado a ese punto, simplemente me desvanecí, como un azucarillo en el café, caí en una depresión tan estúpida como real, nunca entendí a los que se deprimían, mi carácter, pese a malos tiempos, siempre era en contra de esa afección tan inútil, pero allí estaba, sentado delante de una TV apagada viendo mi reflejo, el de un persona deprimida y sola, era yo, comprendiendo que había perdido al amor de mi vida por mi vanidad. Mi padre insistió en que acudiera a un psicólogo, pero no me hacia falta, sabía perfectamente que me pasaba, había leído suficiente como para saber que estaba pasando por las fases de de una situación sin control, negación – ira – negociación – depresión, solo me quedaba el ultimo paso, la aceptación, y no necesitaba a un charlatán que me cobrara 200€ la hora para saberlo.

1 mes desde que Ana se marchó, me di una ducha fría que reactivó mi cuerpo, me planté delante del espejo con la maquinilla de afeitar y me di un buen repaso a la barba, era larga y espesa, con restos de comida y sarpullidos que siempre me salen cuando me la dejo larga, herencia de mi querido padre, el after safe me hizo soltar un grito de escozor, me dejé el pelo del pecho, me gustó como quedaba, sin ser tupido me parecía atractivo. Me puse algo de ropa de deporte que me quedaba justa, había ganado volumen por la vida sedentaria que llevaba, y salí a correr, odio correr, incluso cuando lo hacia a diario llevado por la dopamina del cerebro, el simple hecho de dar vueltas corriendo sin un objetivo mas allá que el de correr, siempre me pareció estúpido, pero era mejor que quedarme en casa lamentándome de mi mierda de vida, lo hice sin cronometro, sin aparato de música, ni pulsómetro, ni mirando una ruta en el PC, no me marqué metas, ni puse un tope estudiado, simplemente, corrí, 1º mi calle, la manzana, acudí a un parque cercano, lo atravesé, llegué al Manzanares, lo crucé, seguí corriendo hasta llegar a la casa de campo, no se como, debería de estar echando los pulmones por la boca de la inactividad, pero me sentía muy pesado y solo seguir corriendo parecía hacerme ligero, cada vez que mi cuerpo se resentía me forzaba un poco mas, sentía que si paraba me volvería a encerrar, la oscuridad me seguía y si paraba me alcanzaría, tenia que soltarlo todo y seguir corriendo. Lo hice mas de 14 kilómetros, hasta llegar a las afueras de Madrid, temía acabar como el pobre Forrest Gump y dar vueltas por España con una legión de seguidores subnormales sin anda mejor que hacer, pero no, llegando a la zona militar de la carretera de Extremadura, mi cuerpo dijo basta, caí cobre una barandilla en un paso elevado de peatones y vomité varias veces, me ardía el pecho y mi estomago parecía de lava, me senté en el suelo tratando de no perder la consciencia, volví a vomitar, todo eran restos de pizza, hamburguesas y comida basura, todo de un color anaranjado de los ganchitos de queso en que se había basado mi dieta esos días, y me quedé así, tirado en el suelo al lado de un charco asqueroso de los restos de mi estomago, mirándolo atónito como si eso no fuera mío. Alcé la vista al ver como un coche militar se paraba a mi lado, y salían un par de hombres uniformados, al verme me atendieron amablemente, no lograba soltar palabra alguna, así que me metieron en el coche y me llevaron al interior de la casa del aire, ubicada por esa zona, me llevarían a la enfermería y me dejarían allí, lo imagino por que no lo recuerdo, me dormí, creo que me dieron algo, pasaron un par de horas hasta que me desperté en una camilla de la enfermería, estaba totalmente solo, oía de fondo algo de ruido y palabras entre susurros, al moverme tiré de un cable y una maquina empezó a pitar, el sonido era irritante, pero enseguida acudió una enfermera a apagarlo y ponerme la mano en el pecho.

-ENFERMERA: tranquilícese, no se mueva, aun esta muy débil.

-YO: ¿donde estoy?

-ENFERMERA: esta en la enfermería de la base de entrenamientos del ejército del aire, dígame, ¿como se llama?

YO: Raúl xxxxx xxxx

-ENFERMERA: y dígame a que día estamos.- dudé, realmente no lo sabia, llevaba semanas sin mirar el calendario, sin darme tiempo a responder me abrió los párpados y me enfocó con una luz.

-YO: mediados de septiembre, no lo se exactamente, ¿que me ha pasado?

-ENFERMERA: los del puesto de guardia de la entrada te vieron en el suelo, vomitando y desorientado, te han traído aquí, has sufrido una deshidratación grave, te hemos puesto un suero y algo para estabilizarte, tenias el corazón a punto de reventar.- me recosté ahora mas tranquilo.

-YO: dios, lo siento, estaba……- tenia la boca seca y no me salían las palabras.

-ENFERMERA: ¿corriendo?

-YO: huyendo más bien.

-ENFERMERA: ¿de que? si puede saberse

-YO: de mis propias decisiones….. –soltó una carcajada.

-ENFERMERA: eres demasiado joven como para tener decisiones de las que huir así.- por fin pude enfocar los ojos, vi a una enfermera rechoncha, morena y con un par de tetas que resaltaban debajo de la bata, con gafas y la cara redonda, ocultaba su mirada en unas gafas de contacto, no debería de pasar de los 28 años.

-YO: pues así es, ¿tienes algo de agua? Estoy seco.- cogió un vaso una jarra de una mesa al lado de la camilla, bebí tanto que hasta ella me quitó el vaso de la mano.

-ENFERMENRA: tranquilo, no te pases, no es bueno para tu estomago, ¿como te encuentras?- puso el dorso de una mano en mi frente, y luego me cogió de la muñeca mirando su reloj de pulsera.

-YO: bien, algo mareado y el estomago me ruge de hambre, pero mucho mejor, gracias.

-ENFERMERA: bien, eso es buena señal Raúl – sonrió mirándome a los ojos, eran de un avellana muy tenue- y si no es indiscreción, ¿que hace que un joven como tu salga corriendo para terminar aquí, hasta le punto de desvanecerte?

-YO: lo único que hace correr a un hombre, el mal de amores.- volvió a soltar una carcajada.

-ENFERMERA: no creo que ese problema te dure mucho – me acarició la pierna por encima de las sabanas antes de retirarse diciéndome que me quedara tumbado una hora mas, y quitándome un frasco de suero vacío.

Fue entonces cundo me di cuenta, levanté las sabanas y estaba con un bata de la enfermería, SOLO con la bata, sonreí al darme cuenta de que aquellas palabras de fondo y la carcajada de la enfermera tenían un nexo, ya me había visto desnudo y mi polla era demasiado reclamo, aquella enfermera se había mostrado demasiado gentil para ser un desconocido que ha ido a molestar a su trabajo, sonreí levemente, de nuevo me encontraba en la camilla de un hospital, y de nuevo una enfermera me había visto la polla y se mordía el labio cada vez que pasaba por mi lado para preguntarme como estaba, los giros que da la vida me habían devuelto a una situación familiar, desde la que poder renacer cual ave fénix, de golpe lo vi todo claro, como podía haber sido tan necio, no iba a dejar que mi vida se fuera al garete solo por que Ana me hubiera traicionado, fue ella la que decidió, me conocía lo suficiente como para saber que esto pasaría, así que en el fondo no me quería, o no lo suficiente, no merecía mas tiempo de luto.

-ENFERMERA: bueno, ¿como vas Raúl?- su contoneo era inusual, poco profesional.

-YO: mucho mejor, gracias a ti preciosa, perdona mi falta de modales, no se como te llamas……- sonrió de forma agradable.

-ENFERMENRA: soy Alba, encantada.- extendió su mano la cual apreté con dulzura, pero sin soltarla, dándome un enjuague a menta para el mal sabor de boca.

-YO: eres mi salvadora, Alba, muchas gracias.- se sonrojó mientras hacia gárgaras con la garganta.

-ALBA: no es nada, pero has de tener cuidado, no puedes salir a correr así, sin agua y ese moretón en la pierna- lo tenia desde que partí una tabla del sofá a patadas, irrelevante ahora, ella tampoco hacia ademan de apartar la mano.

-YO: si tengo que hacerlo cada día para que me traigan a tus manos, lo haré encantado.- su risa sonó sencilla y alegre, sentía el frescor a menta en mi boca al echarlo de nuevo en el vaso y secarme con una servilleta.

-ALBA: jajaja no seas bobo, te ha podio pasar algo.

-YO: pero no me ha pasado nada, además, así te he conocido, y te he dado algo de trabajo, ¿esto esta siempre tan animando?- miré alrededor, había otras 7 camas, todas vacías, y salvo alguna sombra tras las puertas del fondo, no había rastro de nadie más.

-ALBA: pues la verdad es que si, gracias a dios solo trato resacas y peleas de bar, y eso los fines de semana, entre semana esta así, estamos solos….- esa afirmación sin ser pedida, era clara, quería que lo supiera, y que me hubiera dado un enjuague era mas claro aun, no quería besarse con sabor a acetona en su acompañante.

-YO: pues una pena como se malgasta tu talento, eres una gran medico, yo ya estoy como un toro, mira.- salté de la camilla y me puse en pie con la bata cubriéndome desde el pecho hasta las rodillas, y mi polla haciéndose notar entre los dobleces.

-ALBA: jajjaj anda ten cuidado no te hagas daño.

-YO: me siento vivo, podría irme a correr hasta casa, ¿donde esta mi ropa?- sin ningún rubor bajé los brazos y dejé caer la bata al suelo, quedando desnudo ante ella, intentó taparse con una carpeta que tenia en la mano- no seas boba, alguien me ha tenido que quitar la ropa, ya me has visto desnudo, y eres mi medico.

-ALBA: bueno…ya…pero esto es otra cosa, tápate por dios que te vas a coger un resfriado, y de correr nada hasta que este segura……- me acerqué a ella y la abracé con fuerza de la cintura, la pegué a mi cuerpo de forma que apartó la carpeta, sus senos se elevaron por mi pecho y su mirada se alzó para admirar mi cara – ¿que…que haces?

-YO: ¿a ti que te parece?, si no me dejas salir a correr, en vez de un resfriado, te voy a coger a ti.- bajé mis labios para besarla, no apartó la cara ni por un segundo y al sentir mi boca abrió la suya con gusto, sentir su lengua en la mía me hizo vibrar, soltó la carpeta que cayó al suelo junto a sus gafas y me acaricio el pecho y los brazos.

-ALBA: esto no esta bien, no debería….- se calló al ver como mis manos desabrochaban su bata blanca y masajeaban sus senos por encima de una blusa gris, eran realmente grandes, al alzarlos y apretarlos sus labios se mordieron con fuerza.

-YO: te voy a hacer mía, aquí y ahora.- la besé con furia, a lo que respondió con pasión, cerrando los ojos y acompasando su cuello con cada embestida en sus labios.

Fui bajando hasta meter mis manos por debajo de la blusa, se abrieron paso hasta su sujetador y acariciaron con suavidad, oyendo sus jadeos, mi polla estaba como una piedra, casi 1 mes sin follar, en secreto temía por lo que iba a ocurrir, me palpitaba en su falda, era larga hasta por debajo de la rodilla, al acariciar su vientre sentía la presión de la tela en su ombligo, sin duda la prenda era una o dos tallas mas pequeñas que las que tenia que usar, le sobraban algunos quilos pero no era relevante para mi, era mi pistoletazo de salida. Se arrodilló besándome el cuello, el pecho y acariciando mi vientre marcado de músculos que vieron mejores tiempos, se quitó la bata blanca de medica y agarró mi polla entre las manos, no se sorprendió, sin duda ya la había sentido entre las manos, pero ahora estaba tiesa apuntándola, casi nerviosa le dio un 1º lametón al glande, tiró de la piel de mi polla hacia atrás para descubrirlo entero y ahora si chupar la punta, con mas maestría de la que esperaba, fue engullendo mi rabo con ritmo, sus manos permanecían quietas, soportando el peso, dando pequeños lengüetazos al tronco y jugando con mi glande golpeándose la mejilla, sonaba contundente, como un martillo contra un yunque, luego volvía a chupar.

-YO: que bien la chupas Alba.

-ALBA: lo mismo dice mi marido.- siguió chupando como si nada.

-YO: ¿estas casada?

-ALBA: claro, mi marido es militar de esta base- lamió mi glande mirándome a la cara.- ¿quieres que pare?- continuó chupándomela, la noticia me pilló en frío, si se enteraba su marido me podían pegar un tiro allí mismo, y mi conciencia no estaba tranquila, pero ya estaba harto de ser un niño bueno, eso me había costado demasiado, y la verdad, me la estaban comiendo de cine.

-YO: continua- sonrió golosa, se hartó de comer polla cuanto quiso, pero sin masturbación, ni siquiera 1 mes después de follar a la abogada por última vez, me sacó un gemido.

La puse en pie, y la volví a besar, la cogí de la blusa y se la saqué por la cabeza, atacando sus senos con la boca, eran enormes, incluso sujetados por la copa de su ropa intima, rebosaban, se las saqué sin desabrocharle el sujetador quedándole por debajo de ellos, y chupé sus enormes pezones rosados con lujuria, mientras mis manos levantaban su falda hasta alcanzar sus bragas, tiré de ellas hasta dejárselas por los tobillos, la agarré del culo y la levanté para sentarla en la camilla, me eché sobre ella trabajándole la tetas mientras ella me aferraba la cabeza contra sus senos, una mano fue a su coño, peludo , caliente y choreando, metí mis dedos en su vagina sin piedad, al sentirlo se estremeció, tiró de mi pelo, pero sonreía viciosa, la masturbé frotando su clítoris, haciendo que su cadera siguiera el ritmo de mi mano, gemía levemente mientras seguía comiendo de sus tetas, no daba para tanta carne, cuando 3 dedos la follaban, sentí que ya no aguantaba mas, jugué con mi glande en su coño, notando como ella temblaba ante la idea de que mi verga enorme apuntando a su cueva la ensartara. Sentir la punta abriéndose paso, la forzó a taparse la boca, y menos mal que lo hizo, noté como la iba abriendo las paredes vaginales y ella gritaba ahogada entre los dedos, casi sin poder contenerse, su mano apoyada en mi espalda clavó las uñas con fuerza, mordí ese brazo por que me hacia daño, de inmediato llevó la mano a mi pecho para pararme y luego se tapó la boca con ambas manos, se retorcía mirándome a los ojos con impresión. Yo reía al ver que solo le había metido media polla, pero me fue suficiente, agarrando de su cintura comencé a follarla de forma lenta y suave, sintiendo su calor y la presión en mi miembro cada vez se hacia menor y el ritmo aumentaba, los gritos ahogados pasaron a ser besos lascivos y palabras calientes, gemía de placer al sentirme dentro y cada vez entraba mas, sus anchas caderas fueron abriéndose hasta tenerme casi entero dentro de ella por completo, a un ritmo frenético que la tenia en silencio, conteniendo la respiración sujetándose con ambas manos a mi cuello mientras la follaba de forma calmada, a mi Ana o Eleonor eso le parecería un insulto, pero a esa mujer le estaba derritiendo, se puso roja como un tomate y aguantó el aire en sus pulmones hasta que los soltó con un bufido enorme, se corrió como creo que nunca había sentido, su rostro se dibujaba confuso y tenso, pero se arqueó de espaldas dejando que la oleada de sensaciones la llenara, descansé un poco, ella lo agradeció.

-ALBA: ¡¡¡madre mía!!! ¡¡¡Que bien follas!!! El imbécil de mi marido nunca me ha hecho correrme follándome- jadeaba como hablándose a si misma, jadeando sobre la camilla.

-YO: no te asustes, aun tengo más para ti, tengo la vasectomía hecha, así que cuando te llene el coño de mi semen, disfrútalo con gusto.- me besó casi sin haber prestado atención, con lengua y de forma voraz.

La saqué de ella, la di la vuelta y la dejé echada sobre la camilla con el culo ofrecido, levanté la falda de nuevo y la penetré el coño desde atrás, soltó un alarido leve, cogió la almohada y se tapó la cara con ella, la agarré de la cintura y la follé a mas velocidad que antes, sacándola varios orgasmos, se retorcía como una anguila al sentir su interior chorreando de sus emanaciones, mientras yo seguía bombeando hasta que 20 minutos después me corrí con una cantidad enorme de semen, el frenesí final la sacó 2 orgasmos seguidos mas que la hicieron gritar dándola igual quien oyera, sentía los latigazos de mi rabo llenándola, la saqué de ella y seguí corriéndome en su culo y su espalda, ella cayó a mis pies y logró chupar y meterse en la boca las ultimas gotas de mi semen, lamiendo mi ya flácida polla hasta dejarla seca, estaba como hipnotizada, con los ojos cerrados y acariciando la parte interna de mis piernas.

-YO: ¿que haría tu marido si te viera así?

-ALBA: nos mataría, seguro, pero me da igual.

-YO: ¿a que hora sales?

-ALBA: puedo irme cuando quiera, solo estaba aquí por ti, duermo en los barracones pero mi marido esta fuera desde hace meses y no vendrá en mas de un mes.- ahora comprendía su necesidad y lo sola que se debía de sentir.

-YO: ¿que te apetece si te invito a cenar?, tengo hambre, así me llevas a casa y allí terminamos esto.- estaba famélico realmente.

Asintió encantada, la ayudé a ponerse en pie y metiéndola mano por mil sitios nos dimos una ducha rápida y nos vestimos, cogió su coche y la llevé a un restaurante chino que conocía, cenamos y hablamos, nos conocimos un poco, pero ella no podía apartar de sus pensamientos mi polla, la acariciaba con un pie por debajo de la mesa, jugaba con cualquier elemento de la mesa o comía con una sensualidad hilarante, descubrí que el cerdo agridulce se puede comer de forma sexi. Fuimos dando un paseo hasta mi casa, que raro sonaba “mi casa”, al ver el edificio Alba reía, subiendo en el ascensor se atrevió a hablar.

-ALBA: ¿vives aquí?

-YO: claro, ¿donde te voy a llevar si no?- no entendía su incredulidad.

-ALBA: pero esto es carísimo.- su mirada me indignó, pero ciertamente mi forma de hablar y comportarme no eran las de un niño rico, no casaba con el lugar – ¿vives con ….?

-YO: ahora vivo solo, he tenido una ruptura dolorosa hace un tiempo.- al llegar arriba la dejé pasar por cortesía, abrí la puerta y encendí las luces, ver su cara fue un poema, admiraba asombrada, como si fuera una cría en una noria, al ver la piscina corrió hacia la terraza, se giró indicándomela- si, ya se que tenemos piscina, vivo aquí, ¿recuerdas?

-ALBA: pero……… ¿eres rico o algo así?

-YO: que va, solo he tenido algo de suerte con……una herencia.- se me escapó una carcajada al decirlo, ella ni lo notó, salió disparada a mis brazos, a besarme con pasión.

Me estaba desnudando y antes de darme cuenta la tenia comiéndome la polla, la miré extrañado, que facilidad para calentarla, hasta que mi mente quiso darse cuenta, un ático en el centro de Madrid de 2 pisos con piscina en la terraza………..era un “abrepiernas” yo podría ser el gordo de antaño que solo con la casa ya me follaría a la mitad de las mujeres que entraran allí, y no me había dado cuenta, puede sonar machista o retrogrado, pero comprendí que cualquier mujer que viera ese piso se abriría de piernas tan rápido como la velocidad del sonido, y si es conmigo desnudo, a la de la luz.

Se desnudó también, esta vez por completo, y me hizo una gran cubana con sus grandes tetas, cuando se cansó se puso en pie y agarrando de mi rabo como una correa me llevó a la piscina, aquel lugar tenia algo mágico, nos quedamos en la orilla conmigo masajeando sus ubres con tenacidad, con la polla tiesa de nuevo, se lanzó al agua, y yo la seguí, ya en el agua se pegó a mi cuerpo, sintiendo mi miembro aplastarse contra su vientre, y sus pechos húmedos fueron a mis labios, los chupé y mordí hasta sacarla un gemido de placer, sus manos acariciaban mi torso y mi vientre en busca de mi rabo, que alcanzó sin dificultades y masturbó levemente mientras echaba la cabeza hacia atrás, gimiendo al sentir mis dientes en sus rosados y erectos pezones, al dejarlo llevó sus labios a mi boca, besando con energía, casi me arranca un mechón de pelo de tan fuerte que tiraba, de un salto se acopló a mi cintura rodeándome con las piernas, la sujeté de las nalgas mientras daba vueltas por la piscina, danzábamos al son de una música imaginaria, besándonos con lengua, jugando a ver quien llegaba mas lejos.

-ALBA: siempre he querido que me follaran en una piscina.

-YO: pues estas de suerte.- agarró de mi cara para volver a besarme, se elevó usando mi cuerpo como ancla y con una mano dirigió mi polla a su coño, fue bajando lentamente hasta sentir como la volvía a abrir, esta vez fue mas rápido.

Fue bajando lentamente, aguantando el esfuerzo con una cara rígida y bañada en placer, le abrí bien las nalgas para que sintiera cada milímetro penetrándola, cuando casi llegando abajo di un golpe de cintura fuerte que hizo meterla toda dentro, se retorció como una gata salvaje, se abrió de piernas y arañó mi espalda allí donde tenia apoyadas sus manos, pero me volvió a besar y rodearme con sus extremidades.

-ALBA: eres un bestia, que pedazo de polla tienes, no se quien era pero si te dejó escapar es una imbécil.- sus palabras, queriendo ser de animo, me llenaron la mente de recuerdos, en esa misma piscina me había follado a Ana tantas veces que había perdido la cuenta.

De forma brusca la llevé a una de las paredes y apoyándola contra ella, inicié el vaivén típico, con furia en los ojos, ella acompañaba cada embestida elevando su cuerpo hasta casi sacar la cintura del agua, al bajar sus pechos quedaban sumergidos, al salir empapados con ríos de agua surcándolos los lamía, fue aumentando el ritmo hasta que su enormes tetas cedían a la inercia y botaban ante mi, hacían un sonido muy peculiar al golpearse contra el torso y el agua a la vez, pero ella ya no se movía, los pocos giros de cadera que había empezado se acabaron cuando mi continuidad la mató, se puso roja otra vez y rompió a gritar con un orgasmo brutal, se echó para atrás tanto que casi se tumbó en el borde de la piscina, yo besaba su vientre y acariciaba su clítoris, aun bajo el agua, sin parar de perforar una y otra vez, sentía recobrar el sentido de mi vida con cada bufido de Alba, cada salpicadura que la bañaba su cuerpo me hacia retomar el control, para cuando se volvió a correr yo ya era dueño de nuevo de mi destino, agarré sus tetas y aumenté el ritmo hasta correrme mas de 30 minutos después, ella gritaba y se movía inquieta al sentir cada orgasmo, se corrió hasta sentir un chorro que noté golpeando en el vientre, su cara de incredulidad me llevó a pensar que también era la 1º vez que alguien la hacia correrse así, y al sentir mi semen goteando en el interior del útero, golpeó a su vez mi pecho con fuerza.

-ALBA: dios santo, ¿es que tu no tienes fin?

-YO: no lo sabes tú bien………. todavía…….

La sujeté por la cintura, y aun rodeándome con los pies, la saqué del agua, con una fuerza enorme que la sobrepasó, la dejé en el suelo cuando se hartó de besarme, se dio la vuelta y se pegó de cara a la puerta de cristal corredera entreabierta.

-ALBA: se que me dolerá, pero……… ¿que te parece follarte mi culo?- se abría de nalgas contoneándose.

-YO: ¿que me parece?- me fui a por ella empotrándola contra el cristal, sus tetas mojadas hacían marcas en el vidrio.- que te voy ha hacer pedir piedad- la sobé por donde quise sin dejar de empujarla contra el cristal.

Cuando ya la tenia dura de nuevo ella se giró sorprendida ante mi recuperación, pero la empotré contra el cristal de nuevo, apunté a su ano con mis dedos y fui jugando con el hasta penetrarla con varios dedos, sin duda no era su 1º vez, pero eso no cambió que al sentir mis dedos se estremeciera de gozo. Al verla lista y sacando la cadera puse mi polla en su ano, parecía desorbitado que entrara, pero de un estoque el glande entró, ella coceó con fuerza y se mordió el puño, la tomé del pelo y tiré de el, forzando su ano poco a poco, sollozaba al verse impotente ante tamaño desafío, pero aguantó como una jabata hasta tener medio rabo dentro, se acariciaba el clítoris con lujuria, pero al dar el golpe de cintura final dio un salto y un grito a la vez, apoyada contra el férreo cristal blindado se fue deslizando hasta volver a posar los pies en el suelo y sentir toda mi verga abriéndola, fui gentil y la dejé así unos minutos, hasta que ella se movió, la presión era brutal, era como tenerla rodeada de 200 gomas elásticas, al sacarla se venció hacia mi, la tuve que sujetar para poder sacar media polla y sin piedad volver a meterla, tosió entre risas.

-ALBA: ¡¡OH DIOS…..QUE GUSTO……FOLLAME CABRON………….. ÁBREME EL CULO COMO MI MARIDO NO SE ATREVE!! – arañaba el cristal con las uñas.

No tardé en empezar a follarla a gran velocidad, sus movimientos acompasaban los míos hasta que el ruido de mi pelvis golpeando en sus nalgas parecía mezclarse, el final de uno con el comienzo del otro, ella gimoteaba cosas lascivas, muchas relacionadas de la comparativa con su marido, mientras no sabia si acariciarse el clítoris o abrirse las nalgas, tan fuerte golpeaba que se puso de puntillas para recibir mejor mis acometidas, sujetándola de las caderas fui desatándome hasta oírla balbucear, tenia la boca abierta y soltaba aire por puro instinto, un hilo de baba la caía desde la boca hasta los senos, y solo repetía “auhhh……… sigue………. auhhhh”, eran como los sollozos de un bebé antes de romper a llorar, y con los golpes de mi cintura era como oír hablar a una oveja, balaba mas que hablar. Con el paso de los minutos se puso roja entera, no solo la cara, aguantó la respiración y con unas embestidas brutales la saqué lo que era seguro su 1º orgasmo anal, estalló con voces estrepitosas golpeando con la palma la pesada puerta de cristal, taconeando en el suelo aun de puntillas, usaba la puerta como apoyo para tratar de zafarse de mi, se lo impedí, la agarré de las tetas y tiré de ella hasta dejarla de pie en mitad de la terraza, en mitad de la nada, conmigo percutiendo sin descanso en su trasero, levantaba una pierna buscando algo de comodidad pero gimiendo de gusto, hasta que alzó ambas piernas, teniéndola agarrada de la tetas presionando su espalda contra mi pecho y con mi cintura de palanca fue sencillo segur follándome su culo con ella colgada del aire, dando patadas al vació, cuando volvió a suelo se echó hacia delante al romper en el 2º orgasmo anal, sollozaba aun cuando la sujeté de los brazos y tiré de ellos hacia atrás, como asas, con ella inclinada hacia delante saqué a la bestia, estaba desatado, la tenia medio esposada con las manos atrás usando sus brazos de riendas y follándome su culo, rojo de los golpes de mi vientre, la azoté con fuerza en las nalgas para que sintiera mi poder, pero no hacia falta, estaba con la cara congestionada, la boca abierta y llenando el suelo de saliva, mientras gimoteaba, al 3º orgasmo anal se desvaneció en mi brazos, la mantuve en pie aferrándome del vientre y del cuello, pegándola a mi pecho, me miraba abstraída girando la cabeza, mientras sus tetas y sus mejillas rebotaban aun al ritmo de mis penetraciones.

-ALBA: por favor…..para……….por….por favor…..no soporto mas…..córrete….lléname en culo de tu leche.- eran ruegos, mas que peticiones.

Tuvo suerte de mi falta de sexo, en otras ocasiones sus 20 minutos mas no me los hubieran quitado, pero ahora sentía mi polla ponerse tersa y mis huevos empequeñecerse, aun así la bestia se cobró su víctima, con un grito continuo sintió mi semen llenándola el culo, con sacudidas que podrían haberla hecho salir disparada si no la tengo sujeta, la besé en los labios casi inertes al sentir mi polla flaquear. No podía soltarla, se iría al suelo, así que la cogí en brazos, apenas hizo un esfuerzo para aferrarse a mi cuello, la llevé dentro y la acosté en la habitación del piso de abajo, me di una ducha leve y me tumbé a su lado, abrazando y anclándome a sus tetas. Dormí, dormí como nunca, como hacia mucho que no dormía, del tirón y sin preocupaciones ni sobresaltos en mitad de la noche sudando pensando en Ana y ver la cama vacía, como hacia casi 1 mes que no dormía.

Me despertó Alba moviéndose, se levantó torpe al día siguiente, la vi entrar en el baño y asearse, al volver se tumbó sobre la cama y se abrazó a mi pecho, la apreté contra mí hasta que su cara surgió de la maraña de pelo para besarme.

-ALBA: tengo que volver al trabajo, si no podrían sospechar y decirle algo a mi marido.

-YO: pues vete, no queremos que se entere.- espeté burlón.

-ALBA: ¿nos….nos volveremos a ver?- fue una suplica, no una pregunta.

-YO: coge tú móvil y apunta mi número, llámame siempre que quieras verme, y yo haré lo mismo, nunca viene mal tener cerca de una medico.- le brillaron los ojos al darme otro beso, esta vez más caliente y vibrante.

La solté un azote cuando se iba a vestir, tenia un empalme mañanero enorme, así que la tiré a la cama, dejándola de espaldas a ella, la abrí de piernas, bajé mi cabeza y me comí su coño peludo con brío, luego y me la follé así mismo, metiéndola de golpe, tan sencillo como un cuchillo caliente en mantequilla, a los 10 minutos se sujetó las tetas para que dejaran de golpearla la barbilla, a los 20 minutos se corrió otra vez, dejé de follarla y la puse a 4 patas hundiendo mi cara entre sus nalgas, chupando o lamiendo su coño y su ano, el cual penetré con un dedo, la volví a follar por el coño un rato provocando varios orgasmos y para cuando se iba a correr otra vez la penetré el culo, rasgó las sabanas con las uñas al sentir mi verga partiéndola, desaté a la bestia hasta que un cuarto de hora después me corrí en su culo sin dejar de azotarla una nalga dejando mi mano marcada.

-YO: para que me recuerdes mientras tu marido te mal folla.- caí rendido a su lado, sudando, agitado y con una sonrisa enorme en el rostro.

-ALBA: dímelo y le dejo, dime que seré tuya así para siempre y le llamo ahora mismo.- la cogí el teléfono de las manos y la agarré del pelo con fuerza, que patética me pareció.

-YO: esto no va así, yo no soy de nadie, ya no, ahora soy libre, si quieres venir a follar perfecto pero no serás la única, serás una de tantas, no tendrás trato especial, estoy harto de preocuparme por todos, de ser el imbécil al que acuden y de resolver los problemas de los demás, si quieres dejar a tu marido hazlo, o no lo hagas, a mi me la suda, pero ten claro que tan pronto puedo querer follarte como me canse de ti y no me vuelvas a ver.- asintió.

-ALBA: lo…………. lo siento, no pretendida……

-YO: ahora lárgate, si quieres follar llámame, pero no te daré más que sexo, tenlo presente y no vuelvas a mencionar el tema delante de mí, o se acabó.

Salí convencido de mis palabras de esa habitación, me despedí de Alba besándola desnudo en la puerta de casa donde Dani, la sirvienta rumana que Eleonor me había puesto al llevarse a Luz, estaba esperando para entrar, al verme desnudo se dio la vuelta, pero la cogí de la mano y la hice pasar, la llevé a la cocina y sin llegar a mirarme directamente la hablé.

-YO: hola Dani, se que no hemos empezado con buen pie, bien, veras, he pasado un momento jodido, pero ahora estoy bien, y tienes que saber varias cosas.

-DANI: yo no querer, no saber.- la pobre nunca sabia conjugar bien los verbos y el nerviosismo de verme desnudo ante ella dificultaba sus expresiones, pero entendía bien si hablabas despacio.

-YO: 1º me vas a ver desnudo a diario, de echo es posible que me veas mas tiempo desnudo que vestido, y hasta follando, así que acostúmbrate.- guardo silencio- venga, mírame- se giró lentamente, para no hablar bien el idioma aveces parecía muy despierta, me miró de refilón, sus ojos fueron directos a mi polla, se tapó la boca con los ojos como platos.

-DANI: enorme……ohhhh.

-YO: si, eso me dicen, bien, 2º paso, vamos a follar, mas tarde o mas temprano tu y yo follaremos……..

-DANI: yo no….casada….- me señalo su anillo- …..no poder.

-YO: y la que se acaba de ir tiene un marido militar – abrió los ojos confundida- pasará, así que cuando quieras, me avisas, si por algún milagro no quieres, no pasa nada, tranquila tengo coños de sobra, no te perjudicara en nada, solo te advierto que casi ninguna mujer me ha visto la polla y no ha terminado atravesada por ella.

-DANI: estar bien.- pareció conforme, mi tono era firme pero amable y sincero.

-YO: 3º, voy a estar follando a diario, con muchas y diferentes chicas, tu ten la boca cerrada de todo lo que aquí pasa, solo sonríe, se gentil y dales lo que te pidan, bebidas, comida o lo que sea, si alguna se pasa contigo, me lo dices y la mando a la puta calle.

-DANI: ¿a mi mandar puta calle?- se asuntó.

-YO: no…- suspiré de exasperación – a ellas, tu eres mi ama de llaves, así que si alguien te molesta me lo dices y la mando a paseo, a ellas, ellos o quien sea. – asintió con felicidad incrédula.

-DANI: de acuerdo, ¿si?

-YO: bien, por último, si no vas a ser capaz de soportarlo, dilo ahora, y me busco a otra.

-DANI: no, no, señora de piso paga bien.- el tono, pese a sus dificultades, fue demasiado obvio, Eleonor la había puesto allí, y si pagaba bien no seria solo por limpiar y cocinar.

-YO: yo soy el dueño del piso, ella solo te paga, y si me jodes te echo, pero si te portas bien seré bueno contigo.- torció el gesto algo confusa.

-DANI: ¿si yo follar tu, bueno conmigo?- me sorprendió el gesto, mas como para aclararlo que ofendida.

-YO: jajaja no, yo seré bueno si tú no me enfadas, follar o no depende de ti, a mí me da igual, eres guapa y tienes un buen polvo, pero solo cuando tu quieras, yo solo te advierto que es solo sexo, no busques mas. ¿Todo claro?

-DANI: si – sonrío feliz y se giró a colocar unas bolsas, no sin repasar mi polla otra vez.

Dani era tan guapa que parecía mentirá que estuviera de chacha y no del brazo de algún futbolista o ricachón, rubia natural, ojos claros azules y un cuerpo bastante apetecible, muy tapada no disimulaba un trasero de 1º, delgada y fina como una modelo de cintura, supongo que a una mujer así en su país la llovería ofertas, así que me puse algo de ropa y la ayudé a limpiar mientras charlábamos, me di cuenta de lo desordenado y guarro que estaba todo, ¿como podía haber vivido así? Dani y yo tardamos al menos 2 horas en dejar el salón y el cuarto de abajo limpios y arreglados, en ese tiempo mi afabilidad perdida, y recuperada, la encandiló. Descubrí que la habían traído a los 13 años a España, unos familiares lejanos, la habían puesto a robar por las calles hasta los 18, cuando ya podían juzgarla, entonces, viendo su belleza, la “vendieron” a un proxeneta que controlaba a las rumanas e hizo la calle hasta los 27 años, lloró un poco al contarme la 1º vez, era virgen y por ello pagaron una gran suma de dinero, por lo visto 3 hombres de negocios alemanes follaron con ella hasta que se hartaron, en la misma noche la desvirgaron, la estrenaron el ano, la hicieron chupar pollas y todo lo que se les ocurrió, cuando cogió cierta edad y ya no atraía tanto, tuvo un aborto de un cliente, la quisieron mandar de vuelta a Rumania, pero una redada de la policía la sacó de aquel mundo, y un cliente embobado de ella la ayudó a conseguir papeles como chacha de su casa, por lo visto a la mujer del susodicho no le pareció tan buena idea, aun así lograron mantenerla en la agencia de limpieza y había ido rebotando de un trabajo a otro hasta llegar a mi casa. Se había casado con un español, y tenía un crío de apenas 1 año, me enseño fotos en el móvil y todo.

Se sintió feliz o aliviada, no se decir, de contarme toda su historia y ver que la escuchaba, a mi me encanta oír la vida de los demás, es increíble lo fascinante que puede ser la vida de una persona que en principio no tiene nada que aportar, al terminar nos salimos a la terraza a tomar unos refrescos y hablar con ella sobre su sueldo y las condiciones en que había quedado la casa. Eleonor la pagaba y le daba un extra para comprar comida para la casa, eso no era lo que la dije, yo podía pagarme mis cosas, pero ya que pagaba, le dije a Dani que se quedara con ese extra para ella y su crío, sonrío y me abrazó con fuerza, era casi duplicar su sueldo, y de nuevo me preguntó que si tenia que follar conmigo para que se lo diera, y de nuevo sonó como aclaración y no con pesar, siendo puta mas de 9 años no creo que fuera un problema para ella, tentando de decirla que si, la aseguré que no, solo cuando ella quisiera, solo la pedía discreción, lealtad, que en la nevera no faltaran muchas cosas y que si alguna vez necesitaba ayuda en la casa, se quedara alguna hora mas, soy bueno, no tonto, aun así accedió encantada, eran unas peticiones mínimas, tal era su felicidad que me confirmó lo que me olí antes, Eleonor la daba otro extra por informarla de mi a través de SMS, sonreí al ser consciente, Eleonor aun querría jugármela o tenerme en el radar, pero ahora tenia ganada a su única baza, el extra que le daba por informar era una minucia comparado con el que le daba para el piso y que yo le acababa de regalar, y ahora ambos eran para ella, así que hicimos el pacto de que la informaría, si , lo que yo la dijera, por ahora que siguieran contándola lo mal y hundido que estaba, como me señaló que ya le había escrito. Luego la pregunté como una mujer de 30 años y viviendo en España desde los 13, hablaba tan mal el español, su respuesta fue contundente.

-DANI: mi familia solo ensañar frases que necesitar, siempre hablar en rumano, solo enseñar “Soy menor, suélteme”, ”chupar 15€, completo 30€”, ”si, cariño, que bien me follas” y ”por el culo son 50€”.- nadie se había molestado en enseñarla nada, solo su marido, pero tampoco le molestaba aquello, me dejó sin palabras, cosa nada fácil.

La dije que si quería un baño en la piscina, para mi desgracia no accedió, el calor aun reinante en esa época le había hecho abrirse un poco la camisa que llevaba y un buen par de tetas asomaban apretadas por el delantal, con una falda larga hasta los gemelos, verla mojada o semi desnuda me hubiera alegrado la mañana, pero aun no me tenia tanta confianza, me quité las bermudas y la camiseta sucia ante sus ojos, que admiraron mi cuerpo y mi rabo colgando, me metí en el agua y me quedé allí flotando.

Pensado en las palabras que le había dicho a Alba en un arrebato de ira, si, pero reales, durante casi 2 años había mantenido una relación con Ana, y luego con Lara y Eleonor y Lili, o Carolina o como mierda se llamara, me había ocupado de ellas, había sido bueno, me había metido en líos y me usaban como tierra firme en sus turbulentas vidas, estaba cansado y agotado del peso que eso suponía, apenas me había follado 2 veces a Alba ¿y ya iba a dejar a su marido por mi?, supongo que yo solo seria la excusa final para convencerse, no creo que fuera feliz del todo, pero ahora me daba cuenta, eso, no es problema mío, si no suyo, no, no se volvería a repetir la historia, yo ya estaba exhausto de salir perdiendo por asumir los problemas de los demás, tenia 21 años, un enorme piso y un polla gigante, se acabó ir de responsable y de buen chico, ahora tocaba disfrutar, me iba a follar a todas las que quisiera, cuando quisiera y como quisiera, estuvieran casadas, con novio, solteras o en medio de una misa, ahora tocaba mirar por mi y mi moral se derrumbaba.

Salí del agua como el viento, casi atropello a Dani por el salón, fui a la habitación de abajo donde hasta hace nada compartía con Ana una vida ficticia, y entré, la oscuridad llenaba todo, solo la luz del sol que entraba por la puerta y se reflejaba en el espejo del mueble dejaba ver dentro las figuras de la cama o el armario, avancé con frialdad hacia el mueble, quedaría genial haber andado en cámara lenta con pasos firmes y música de batería de fondo, pero la realidad es que me di en el meñique del pie derecho en una de mis zapatillas, solté un grito de dolor momentáneo, y cojeé hasta el mueble, levanté el pie y apreté el dedo con fuerza, pero había llegado a mi destino. Si iba vivir la vida, necesitaba mujeres, y sabia donde buscar, abrí un cajón, y ante mi salieron decenas, casi un centenar, de papelitos, con números de teléfono, notas y nombres, todos los que había estado guardando, mas como respeto que como útiles en un futuro, pero ahora los tenia delante, y al mirarme vi mi rostro reflejado, con la luz del sol rebotando del espejo en mi mirada, dejándome ver una sonrisa malévola.

CONTINUARA……….
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Relato erótico: “Jane IX” (POR ALEX BLAME)

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todo queda en familia4Aquel hombre, con su mezcla de ferocidad e inocencia, le volvía loca. Sin títuloAhora se pasaba la mayor parte del día desnuda sólo para exhibirse y provocarle. Y a él le encantaba mirarla. Cuando Jane se movía Tarzán la miraba sin disimulo disfrutando del joven y elástico cuerpo de la mujer esquivando obstáculos o pegando pequeños saltos.

Tarzán no se separaba de ella y constantemente intentaba tocarla o acariciarla, al principio lo rechazaba pero poco a poco se iba excitando hasta que sus instintos más primarios se imponían y hacían el amor apasionadamente. Como con su salvaje familia, cualquier excusa era buena y Jane se veía follando varias veces al día en cualquier sitio y a cualquier hora. A veces Tarzán, en medio de la noche y sin dejar de abrazarla la penetraba y la follaba suavemente, ella se dejaba hacer y simulaba seguir durmiendo, soltando quedos gemidos que le volvían loco hasta que se corría en su interior llenándola con su calor y con su deseo.

La vida en Londres quedaba ahora muy lejos. Sabía que las posibilidades de volver a casa eran muy pocas y apenas pensaba ya en Patrick más que como un querido amigo. Deseaba con todas sus fuerzas que la olvidase y fuese feliz con otra mujer aunque conociendo el carácter ligeramente obsesivo de él, temía que esto nunca ocurriese. A quién echaba más de menos era a su padre. No podía imaginarse lo mucho que debía estar sufriendo. Esperaba que Mili le ayudase e hiciese su pérdida más soportable.

La temporada de lluvias estaba dando sus últimos coletazos. Por la mañana había caído un violento chaparrón pero a mediodía el viento arrastró las nubes lejos hacia el oeste dando paso a una tarde espléndida. Tarzán y Jane estaban jugando en la laguna salpicando a Idris y peleando con dos jóvenes chimpancés cuando en cuestión de segundos se vieron envueltos por un rio de mariposas que ascendían por el arroyo y desaparecía de su vista al remontar la cascada.

-¿Qué significa esto? -preguntó Jane asombrada por el espectáculo.

-Ocurrir todos los años por esta época. -respondió él -las mariposas necesitar campo despejado para poder exhibirse y aparearse y no poder hacerlo en la espesura de la jungla, así que remontar ríos y arroyos hasta que la tierra volverse roca donde arboles no poder crecer. En un pequeño claro juntarse más mariposas que gotas de agua haber en estanque.

Jane se quedó mirando las Mariposas maravillada. Eran bastante grandes y de color anaranjado con las nervaduras de las alas de un vivo color negro. No eran las más bonitas que había visto pero su número y su vuelo vacilante pero decidido la maravillaron.

-¿Queda muy lejos el claro? -Preguntó Jane.

-Si salimos ahora estar allí a media tarde. ¿Querer ir?

-Sí por favor…

La parte más difícil fue sortear la cascada luego se subieron a los arboles hasta que con la altura y la disminución del suelo fértil ralearon tanto que tuvieron que bajar y desplazarse por el suelo. Cada paso que daban y cada arroyo que se juntaba aumentaba el numero de Mariposas hasta que cuando llegaron a lo alto de la loma de piedra era tal la magnitud del numero que se sentía en medio de un torbellino aleteante.

Jane rió y bailó dando vueltas extasiada en medio de aquella nube de colores brillantes, que se le enredaba en el pelo, mientras Tarzán ajeno a todo aquello miraba moverse a la joven embobado. Poco a poco el marasmo fue calmándose a medida que las mariposas se posaban en el suelo para aparearse.

-¿No te parece maravilloso? -dijo Jane tumbándose al lado de Tarzán mientras apartaba un par de parejas de insectos que pretendían usarla como lecho nupcial.

-Sí, tu ser maravillosa -dijo el acariciándole un pecho con su mano callosa.

Jane detectó inmediatamente el deseo en los ojos del salvaje y no le hizo esperar. Incorporándose ligeramente se agarró a su cabellera y le besó dejándose llevar por la lujuria. El hombre reaccionó inmediatamente alargando sus brazos para acariciar su cuerpo pálido y turgente dejando marcas de fuego en su piel.

Con un brusco empujón que hizo levantar el vuelo a varios cientos de mariposas sorprendidas lo tumbó de espaldas y le sacó el taparrabos. Su polla ya estaba erguida y dura.

Con sorpresa Tarzán vio como Jane comenzaba a lamer y a chupar la punta de su polla. El salvaje gimió y se dejo hacer mirando a un cielo poblado de mariposas.

Jane agarró la verga de Tarzán y con suavidad fue metiéndosela poco a poco en la boca hasta que sólo los huevos asomaron de ella. Tarzán excitado comenzó a moverse con suavidad en la garganta de Jane soltando roncos gemidos hasta que ella no pudo más y se separó para coger aire jadeante. Tarzán tiró de Jane y la colocó sobre su regazo besando y recogiendo el hilo de saliva que había quedado conectando la boca de Jane con su polla.

Jane restregó su culo contra la polla que latía hambrienta bajo ella y dejó que el hombre magreara y chupase sus pechos y sus pezones hasta hacerla gritar, pero cuando él intentó penetrarla se separó y con sus labios fue recorriendo el cuerpo del hombre hasta llegar de nuevo a sus ingles. Desoyendo las torpes suplicas de Tarzán le cogió la polla y acariciándosela con suavidad comenzó a chuparle los huevos.

Cuando la respiración del hombre comenzó a hacerse más anhelante Jane levanto la cabeza un momento y le sonrió mientras le golpeaba la polla con sus pechos. Cuando la volvió a bajar se metió la polla en la boca y comenzó a subir y bajar por ella chupando con fuerza, deleitándose en el sabor del miembro de Tarzán que no tardo en correrse llenándole la boca con su semilla.

Cuando terminó se tumbó encima del salvaje exhausta y satisfecha sólo con el placer que había experimentado su hombre. Poco a poco sobre las dos figuras yacentes comenzaron a posarse mariposas buscando el sudor salado que exhalaban sus cuerpos hasta quedar cubiertos totalmente por una capa de insecto bullentes.

Cuando llegó a la cabaña con la hiena, no sabía cómo pero Subumba ya le estaba esperando. Había despegado la habitación principal y sólo persistía el hogar en el que estaba hirviendo el contenido de una olla. En el centro había dibujado una serie de tres círculos unidos en línea cada uno con otros dos círculos concéntricos en du interior. Sobre el suelo había dispuestas en las esquinas cuatro lámparas de aceite que iluminaban la sala con una luz cálida y vacilante.

Patrick depositó la hiena con delicadeza en el suelo y salió fuera para dejar la carretilla. Cuando volvió a entrar, Subumba le estaba esperando más majestuosa que nunca. Totalmente desnuda excepto por un minúsculo taparrabos su cuerpo brillaba con los afeites que se había aplicado como el bronce bruñido. Su pechos grandes y firmes, su fantástica figura en forma de reloj de arena y sus costillas marcándose en cada respiración excitaron a Patrick que casi inmediatamente se sintió culpable por verse seducido por una salvaje.

Subumba sonrió despectivamente al percibir la reacción de Patrick pero no dijo nada y se limitó a acercarse al hogar. Metió una cuchara de madera en la olla y olfateó su contenido haciendo un gesto de satisfacción.

-Acércate -dijo la hechicera con una voz ronca y sensual.

Patrick se aproximó a la olla y la mujer, le cogió la mano izquierda y con un movimiento rápido y fluido le dio un corte rápido en la palma con una daga de hueso. Patrick se quejó e intentó retirar la mano pero ella se la sujetó unos segundos dejando que la sangre escurriese y cayese dentro de la marmita borboteante.

Sin decirle nada mas cogió un pequeño tazón de arcilla y se puso a cantar mientras hacía también un pequeño corte en la pata de la hiena. Recogió la sangre en la taza y la añadió a la pócima.

Sin parar de cantar la salmodia le indicó a Patrick que colocase al animal a un lado del los tres círculos mientras que él se tuvo que tumbar desnudo en el otro.

En pocos minutos los cánticos se volvieron más sincopados y estridentes. Subumba se contorsionaba cubierta de sudor suplicando a los dioses que le ayudara a Patrick a controlar el alma indómita de la hiena.

Subumba cogió de nuevo el tazón de arcilla y bebió un pequeño sorbo. Luego le dio un poco a la hiena que permanecía inconsciente y finalmente le obligó a Patrick a apurar el resto.

El sabor era nauseabundo y el liquido hirviente le quemó la lengua. Con grande dificultades consiguió evitar vomitarlo justo antes de perder el conocimiento.

Patrick nunca supo cuanto tiempo permaneció inconsciente, las pesadillas febriles se sucedían casi sin solución de continuidad sólo interrumpidas por pequeños lapsos de agotada lucidez. Cuando finalmente despertó descubrió a la hiena despierta y alerta olfateándole. Un ruido desvió su atención y Subumba pudo constatar con satisfacción como hombre y animal movían la cabeza en su dirección totalmente sincronizados.

-Ella es Damu. Ahora es tu hermana. Aceptará todas tus órdenes y te será más fiel que cualquier ser humano. Nunca la traiciones y ella nunca lo hará.

Patrick hacia unos segundos que había dejado de escuchar a la hechicera, lo único que oía era el correr de su sangre apresurada y excitada por aquella mujer hermosa y brillante de sudor.

Ante la mirada atenta del animal, Patrick se abalanzó sobre la mujer que no pudo reaccionar sorprendida por lo fulgurante del ataque. La tumbó en el suelo y sujeto sus muñecas por encima de su cabeza. Le dio un beso salvaje y ávido. La mujer abrió la boca y la lengua de Patrick la exploró con violencia. Aún podía saborear el acre aroma de la poción que le había transformado. La mujer se mantuvo dócil y ni siquiera se quejó cuando Patrick le mordió el labio hasta hacerla sangrar.

El sabor de la sangre de la mujer inundó la boca enardeciendo aún más a Patrick que arrancó el taparrabos a Subumba de un tirón y la penetró.

Subumba no pudo reprimir el gemido cuando el miembro duro y caliente se alojó profundamente en su vagina. Con cada salvaje empujón, todo el cuerpo de Subumba se estremecía y ella se agarraba a aquel hombre disfrutando del poder que emanaba aquel hombre blanco que había sido capaz de domar a la jefa de un clan de hienas.

Patrick sentía como su lado animal le dominaba y mientras se follaba a la hechicera, cedía a la necesidad imperiosa de lamer pellizcar y morder su cuerpo. Subumba gemía y gritaba poseída por el mismo frenesí arañándole con sus largas y afiladas uñas.

Con dos últimos embates se corrió en el interior de la mujer, que se apretó contra él al sentir al hombre derramarse en su interior.

Patrick no se paró sino que siguió fallándosela tan duro como antes. Subumba jadeaba y clavaba sus ojos color miel en los de él incomodándole con su seguridad, demostrándole que no le tenía ningún miedo.

Con la polla aún dura y palpitante se separó contrariado. Subumba abrió sus piernas mostrándole su sexo húmedo y congestionado, mirándole sin miedo, con la vista cargada de deseo…

Con un grito de frustración la levantó en el aire y empujando su cuerpo contra la pared separó sus piernas y le hincó la polla en su culo.

Subumba pegó un gritó y todo su cuerpo se estremeció cuando Patrick le metió su miembro duro como la roca en su estrecho ano. Los primeros empujones casi no pudo resistirlos y gruesos lagrimones corrieron por su cara pero poco a poco el dolor empezó a ser acallado por el placer.

En pocos segundos notó como la joven separaba un poco más las piernas y se ponía de puntillas tensando su prodigioso culo. Patrick excitado la agarró por el cuello y sin poder contenerse más se corrió de nuevo en medio de los gemidos y gritos de placer de la mujer que se corrió a su vez al sentir el semen de Patrick inundando su culo.

Cuando finalmente se separó, Subumba se dejó caer jadeante, en posición fetal, acariciándose el pubis con sus manos y vertiendo finos hilillos de semen por sus aberturas.

Sin decir nada más Patrick se vistió y tiró unas monedas al lado de la mujer que yacía desnuda y desmadejada en el suelo y que le miraba con la misma seguridad y majestad con la que le había recibido.

Cuando salió, la luz del sol empezaba a insinuarse por el horizonte. La hiena soltó un corto aullido seguido de una risa. Patrick le dio unas palmadas en la cabeza y se llevó a su nueva amiga a casa.

5 meses después

El día era el típico de principios de verano en Inglaterra, húmedo, plomizo y oscuro, pero a Mili le parecía espléndido, estaba sentada en el comedor principal esperando a Avery para desayunar. Al descubrir su embarazo, Avery se había mostrado encantado y agradecido y no sólo le había proporcionado la seguridad que ella esperaba sino que, totalmente enamorado de ella compartía casi todos los aspectos de su vida con él como si fuese su esposa.

Sabía que nunca podría casarse con él, y sentía una pequeña punzada de insatisfacción pero era realista y se sentía feliz sabiendo que su hijo heredaría todo lo que le rodeaba.

Avery entró en el comedor con gesto serio y una carta en la mano.

-Hola querida. -dijo besando a Mili y acariciando su incipiente barriga.

-¿Qué ocurre querido? ¿Malas noticias?

-Me temo que sí. -dijo tendiéndole la carta a Mili.

Querido Amigo:

Espero que a la recepción de esta misiva te encuentres en buen estado de salud y recuperado en lo posible de la terrible perdida que has sufrido. Todos los días pienso en tu joven hija y rezo por su eterno descanso.

La temporada de lluvias a acabado este año antes de lo normal y creo que nos espera un año de sequia y privaciones, pero en fin no te he escrito para contarte mis problemas. Me dijiste que velara por Patrick y eso he tratado de hacer estos meses aunque confieso que sin demasiado éxito.

A los pocos días de irte tú, Patrick abandonó la mansión y se alojó en un hotel de Kampala, el resto de lo ocurrido lo conozco por medio de el señor Hart un funcionario de Kampala, viejo conocido que se vanagloria de estar al corriente de la vida de casi todos los habitantes de la ciudad.

Según parece Patrick ha abandonado el hotel y vive en una pequeña plantación arruinada a las afueras. No se relaciona con ninguno de los británicos de la colonia y se dedica a recorrer la sabana cazando, acompañado de una hiena gigantesca.

También me dijo que la única persona a la que visita con regularidad es un hechicera, según los nativos, la más poderosa de toda África. Los negros dicen que mantiene relaciones sexuales con ese súcubo.

Soy consciente de todo lo que has sufrido pero me temo que ese joven está perdiendo la razón y creo que tu eres el único que puede convencerle para que deje este ambiente malsano y vuelva a la civilización. Si aún le estimas como a un hijo debes venir y hablar con él.

Sé que es difícil pero creo que un alma está en juego. Espero tu respuesta y ya sabes que mi casa es tu casa.

Tu compañero y amigo:

Lord Farquar

-¿Vas a ir? -preguntó Mili temiendo la respuesta.

-No tengo más remedio, me siento responsable y no pienso consentir otra muerte en mi conciencia.

-Pero, ¿Y el bebe? -dijo Mili aterrada.

-Tú te quedarás y darás a luz aquí. Con un poco de suerte estaré de vuelta antes de que esto ocurra.

-No te vayas, por favor -dijo Mili tirándose a sus pies -tengo un mal presentimiento…

-Basta ya Mili, es mi deber de caballero. Ya lo he decidido y no pienso hablar más de ello, ahora desayunemos de una vez -repuso Avery untando una tostada.

 

“PROSTITUTO POR ERROR” LIBRO PARA DESCARGAR (POR GOLFO)

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Sinopsis:

Un caliente y divertido recorrido por las distintas formas de sexualidad a través de la vida de un joven que llegó a prostituto de manera casual. 
Alonso, nuestro protagonista llega a Nueva York y durante su primera noche en esa ciudad, se acuesta con una cuarentona. A la mañana siguiente descubre que le ha dejado dinero sobre la mesilla, pensando que es un hombre de alquiler. 
A partir de ahí junto con Johana, su madame, va conociendo a diferentes clientas y ellas le enseñaran que el sexo es variado e interesante. 
Narrado en capítulos independientes, el autor va desgranando los distintos modos de vivir la sexualidad con un sentido optimista que aun así hará al lector pensar mientras disfruta de su carga erótica. 

PARA QUE PODAÍS HACEROS UNA IDEA OS INCLUYO LOS DOS PRIMEROS CAPÍTULOS:

Capítulo 1     Ángela, la azafata buenorra.

La jodida vida da alegrías cuando menos te lo esperas. Acababa de terminar con mi novia de entonces, cuando me surgió un viaje a Nueva York. Ese día de otoño no me podía esperar que la casualidad me llevara a conocer una mujer que cambiaría mi existencia. Por el aquel entonces, tenía veintitrés años y aun siendo un puto crio, no veía límites a mi apetito por experimentar sensaciones nuevas. Con la irreflexiva alegría que da la juventud, me monté en ese avión sin ser consciente de cómo ese viaje iba a trastocar mi futuro.

Ya en mi asiento tuve que soportar los típicos avisos de seguridad que todas las aerolíneas están obligadas a realizar antes de cada vuelo. Ensimismado en mis problemas, no me percaté en ese momento de la preciosa azafata que, de pie en medio del pasillo, iba mecánicamente desgranando las aburridas instrucciones tantas veces repetidas. Deseaba llegar para desmadrarme, correrme una juerga de campeonato que  me hiciera olvidar a esa novia que sin ningún complejo ni sentimiento culpa me acababa de dejar. Quizás fue mi propia juventud lo que me impidió apreciar las cualidades de Ángela, la cuarentona que en mitad del pasillo gesticulaba mientras nadie del pasaje hacía caso a la mecánica voz que salía de los altavoces.

No comprendo cómo no valoré en ese instante la sensualidad que se escondía tras ese uniforme. Fue imperdonable que no atendiera sus explicaciones,  ningún chaval de mi edad hubiera dejado pasar la oportunidad de contemplar a esa dama y menos de disfrutar del culo que permanecía oculto bajo su minifalda.

Rubia de peluquería, maravillosamente conservada para su edad, esa criatura despedía sensualidad en cada zancada. Contra toda lógica debí de ser el único representante del género masculino que no ensuciara con sus babas la impersonal alfombra de business. Fue imperdonable que no estimara en su justa medida la rotundidad de sus nalgas y que tuviera que ser ella la, que al servirme las bebidas del bufet, se luciera moviendo ese pandero de película a escasos centímetros de mi cara.

« ¡Cojones con la vieja!», exclamé mentalmente cuando con verdadera admiración observé sus movimientos al servir los refrigerios a los presentes. Con una blusa una talla menor a la requerida, era la comidilla de todo el pasaje. Sin exceptuar a los pasajeros acompañados por sus esposas, todos los hombres de su sección se pusieron verracos al disfrutar del maravilloso escote que lucía  orgullosa esa hembra. Yo no pude ser menos. Aunque estaba en la inopia, cuando ese pedazo de mujer, poniendo una hipócrita sonrisa, me preguntó qué era lo que quería, estuve a un tris de contestarle que a ella.

No tenía puta madre lo buena que estaba. Era el sueño, la fantasía sexual de todos los que estábamos sentados en primera. Sus pechos no solo eran enormes sino que se les notaba que eran producto de largas horas de ejercicio y su cara, aún marcada por alguna arruga, era el morbo hecho mujer. Sus labios, quizás alterados por la mano de la cirugía estética, pedían a gritos ser mordidos.

Mi propio pene que se había mantenido aletargado hasta ese momento, no pudo evitar removerse inquieto bajo mi bragueta al contemplar como esa rubia, que me doblaba la edad, se contorneaba a cada paso por el avión.

« ¡Quién pudiera darle de comer a ese culo!», pensé sin poder retirar la mirada de su silueta mientras se alejaba de mí.

El vaivén que imprimía a sus nalgas en cada paso era hipnótico por lo que no fui capaz de retraer mi mirada de ese par de monumentos que decoraban sus piernas y ya completamente erecto, me tuve que tapar mi entrepierna cuando con una profesionalidad digna de admiración, me pidió que bajara la mesa extraíble del asiento frente a mí.

Cortado por la tremenda erección de mi sexo, obedecí sin rechistar, lo que no me esperaba fue que ella soltando una risita, me aconsejara que me calmase porque si seguía tan alborotado iba a tirar la  bandeja con la insípida comida.

― No te comprendo― respondí.

La cuarentona sonrió al ver mi cara y sin cortarse un pelo, al poner la comida rozó con su mano mi entrepierna mientras me decía al oído:

― Está claro que te pongo cachondo ― dejando patente que se había dado cuenta de la excitación que me dominaba.

― A mí y a todos― contesté con rubor, no en vano era un muchacho y ella todo una mujer.

Soltó una carcajada mientras pasaba la bandeja al tipo de mi izquierda. Descaradamente, esa diosa restregó sus pechos contra mi cara y sin darle importancia continuó repartiendo las raciones al resto del pasaje. Podréis comprender que no cabía en mí al haber sido objeto de las atenciones de semejante portento y por eso durante las siete horas del trayecto, intenté hacerme notar sin resultado. Esa mujer no me hizo ni puñetero caso. Ni siquiera tuve la oportunidad  de despedirme de ella al salir del avión porque era otra la azafata que esperaba en el finger de acceso a la terminal.

La realidad es que no me importó:

¡Estaba en Nueva York!.

Tampoco me afectó soportar durante casi tres cuartos de hora a los pesados de la aduana americana. Nada de lo que pasara cambiaba el hecho de estar, allí, en la ciudad de los rascacielos. Mi estancia era por una semana pero ya tenía decidido que si las cosas me iban bien, prolongaría el viaje hasta que se me terminara el dinero. Recién salido de la universidad, no me apetecía ponerme a trabajar y sabía que si permanecía en Madrid, mi viejo me iba a obligar al menos a buscar trabajo. Cargado de ilusión, cogí un taxi hacia Manhattan. Todo lo que veía a través del cristal me parecía conocido. Las calles y edificios que nos cruzábamos, tantas veces vistos en películas y series, eran parte de mi vida. Inmerso en una especie de “ deja vu” , la ciudad me resultaba familiar. Ese trayecto lejos de parecerme aburrido, fue una experiencia extraña donde se mezclaban mis propias experiencias con la de los personajes de cine. Me sentí Al Pacino en el Padrino, Jack Nicholson en Mejor Imposible e incluso me vi subiendo el Empire State como King Kong.

Los cincuenta y dos dólares que tuve que pagar al conductor me dolieron pero aun así, al entrar en el hotel que había reservado, estaba en la gloria. El Westin de Times Square me sorprendió y no solo por estar ubicado en mitad de esa plaza sino por su propia arquitectura. Parece en sí mismo una escultura cubista, formado por figuras geométricas de muchos colores, era el edificio más extraño que había visto en toda mi vida.

Ansioso por irme a dar una vuelta por la ciudad, me inscribí y nada más recibir las llaves de la habitación, dejé mi maleta y sin pararme a deshacerla, salí sin rumbo fijo. No os podéis imaginar lo que representó para mí esa caminata. A cada paso que daba, mis ojos no daban crédito a lo que veían. Brodway,  el Madison Square Garden, el edificio Chrysler… Esa urbe era la puñetera capital del mundo. Durante tres horas, fui deambulando por sus calles como hipnotizado. Me sentía un enano ante tamañas construcciones y sí, hice lo que todo turista, hace en Nueva York:

¡Me subí al Empire State!

Sera una horterada, un paletada pero me encantó contemplar todo Manhattan desde las alturas. A todo el que ha tenido la suerte de conocerlo le parece increíble que se hubiese construido en los años veinte del siglo pasado. Hasta su decoración art deco es maravillosa y por eso al salir, estaba con nuevos ánimos. Comí a base de Hotdogs en un puesto a la entrada del parque central y completamente agotado, llegué al hotel.

Tras una ducha relajante, salí de mi habitación. Aunque tenía ganas de marcha, el dolor de pies que me atenazaba me impidió salir a correrme una juerga. Contrariado, me senté en el bar del office a observar a la fauna allí reunida. No tengo ni idea de cuantas nacionalidades diferentes se congregaban en ese Hall. Blancos, negros, amarillos e incluso un par de tipos de aspecto extraterrestre alternaban sin importarles que ese españolito les observara desde la barra del local. Inmersos en sus propias vidas era entretenido el intentar averiguar de qué lugar del orbe habían llegado.  Ya iba por la segunda copa cuando vi entrar a la espectacular azafata de mi vuelo acompañada por el piloto. Sé que resulta un tópico pero al no perderlos de vista, comprendí que ese par compartían algo más que trabajo.

Lo que había empezado como una reunión de amantes, terminó a los gritos. La mujer le recriminaba que se hubiera enrollado con la miembro más joven de la tripulación a lo que él le contestó que, entre ellos, todo había terminado y sin más, levantándose de la mesa, tomó el ascensor.

«Menudo idiota», pensé al ver que había dejado tirada a ese mujerón.

La rubia estuvo llorando desconsoladamente hasta que el camarero le preguntó si quería algo de tomar. Disimulando, señaló un coctel de la extensa carta y mirando a su alrededor, me vio. Creí que me había reconocido porque tras pensarlo durante unos segundos, me hizo señas de que me acercara. Tardé en comprender que se refería a mí. Al ratificar que era yo el objeto de sus señas, me acerqué cortado y sentándome a su lado le pregunté qué quería.

― ¿Con quién vas a cenar?― me preguntó luciendo una espectacular sonrisa.

― Contigo― respondí sin creerme mi suerte.

Tras una breve presentación, me dijo al oído:

― Estoy seguro que has visto lo que acaba de ocurrir― asentí al escuchar sus palabras, tras lo cual la mujer prosiguió diciendo: ― Voy a usarte para darle celos a ese cabrón.

Quizás fueron las dos copas que llevaba ingeridas lo que me hizo contestar:

― Siendo tú, dejo que hasta me violes esta noche.

Ella soltó una carcajada al oír mi descarada respuesta y posando delicadamente sus labios en los míos, me contestó:

―No creo que lleguemos a tanto pero nunca se sabe― y cogiendo su bolso, me susurró: ― El sitio donde te voy a llevar es muy elegante, vamos a cambiarnos de ropa.

Completamente desolado le tuve que reconocer que no traía en mi maleta nada elegante. Ángela al ver mi turbación, sonrió y cogiéndome de la mano me llevó fuera del local, diciéndome:

― No te preocupes. Esta noche eres mi gigolo. Irás hecho un adonis.

Ni pude ni quise protestar, la mujer me llevó a una tienda sita en el hall del hotel y encantada de su papel, Ángela se puso a elegir la ropa que iba a llevar en nuestra cita. No escatimó en gastos, eligió no solo el traje sino la camisa, los zapatos, calcetines e incluso los calzoncillos de manera que en menos de cinco minutos, me volvió a coger del brazo y casi a empujones, me llevó al probador.

Sin saber cómo actuar cuando comprobé que entraba en el habitáculo conmigo, me quité la camiseta que llevaba. La azafata que para el aquel entonces se había sentado en una silla, no me quitaba ojo de encima y al ver que me ruborizaba, me comentó:

― Ya que voy a pagar, quiero ver la mercancía.

― Dime al menos si te gusta lo que ves― le respondí orgulloso de mis músculos, no en vano me machacaba diariamente en el gimnasio.

No me contestó pero al percatarme que bajo su blusa, sus pezones se marcaban, comprendí que al menos asco no era lo que le daba. Envalentonado por su reacción, me quité los zapatos, dando inicio a un lento striptease. Botón a botón fui desabrochándome el vaquero, sabiéndome objeto de un escrutinio nada profesional. La cuarentona seguía con sus ojos las maniobras de mis manos y no pudo evitar morderse los labios cuando me bajé el pantalón.

Dándole toda la parsimonia que me fue posible,  me lo saqué por los pies y acercándome a la mujer dejé que contemplara que bajo mis boxers, mi pene había salido de su letargo:

― ¿Quieres que siga?― le pregunté con recochineo al advertir  que mi interlocutora había cerrado sus piernas, tratando de evitar la calentura que la estaba poseyendo por momentos.

―Sí― respondió con mirada hambrienta.

Por su tono, supe que lo que había empezado como un juego para ella, se estaba volviendo peligrosamente excitante. No comprendo todavía como me atreví a decirle, mientras la acercaba a mi paquete:

―Desenvuelve tú, tu regalo.

La rubia que hasta ese momento se había mantenido expectante, me pidió que me diera la vuelta, tras lo cual, cogió con sus dos manos la tela de mis calzoncillos y lentamente empezó a bajármelos. Con satisfacción, la escuché decir al ver mis glúteos desnudos:

― ¡Qué maravilla!

Lo que no me esperaba era que llevando sus manos a mi trasero, lo empezara a acariciar y menos que venciendo cualquier reparo, lo empezara a besar. Si alguien me hubiera dicho que estaría con esa preciosidad de mujer en un probador nunca le hubiese creído pero, si además, me hubiese asegurado que iba ella a estar besando mis nalgas lo hubiera tildado de loco y por eso, tratando de no romper ese mágico instante, esperé sus órdenes. Ni que decir tiene que mi sexo había ya alcanzado una tremenda erección. Queriendo colaborar apoyé mis manos en la pared y abrí las piernas, dejando libre todo mi cuerpo a sus maniobras.  Por el ruido, supe que se había puesto en pie pero todavía no sabía lo que iba a ocurrir pero me lo imaginaba. La confirmación de sus deseos vino al advertir la humedad de su lengua recorriendo mi espalda, mientras se apoderaba de mi pene.

― No te muevas―  me pidió imprimiendo a la mano que tenía agarrado mi sexo de un suave movimiento.

Manteniéndome quieto, obedecí. La azafata, restregándose contra mi cuerpo, gimió en silencio. Poseída por un frenesí sin igual, me masturbaba mientras susurraba a mi oído lo cachonda que estaba. Cuando le informé que estaba a punto de correrme, me obligó a darme la vuelta y poniéndose de rodillas, se introdujo toda mi extensión hasta el fondo de su garganta. Fue alucinante, esa cuarentona no solo estaba buena sino que era toda una maestra haciendo mamadas y por eso, no pude evitar desparramarme dentro de su boca. Que no le avisara de mi eyaculación no le molestó, al contrario, demostrando una pasión incontrolada, se bebió todo mi semen sin escatimar ni una sola gota.

Si de por si eso ya era impresionante, más fue verla levantarse y que acomodándose su ropa, se volviera a sentar en la silla mientras decía:

― Ya no me acordaba lo que era una buena polla, llevo demasiado tiempo tirándome a cincuentones― y dirigiéndose a mí, exclamó: ― Vístete, quiero comprobar cómo le queda a ese cuerpo la ropa que he elegido.

A nadie le amarga un piropo de labios de una espectacular mujer y por eso no pude reprimir una sonrisa mientras me vestía. Ángela, ya sin ningún reparo, me ayudó a ponerme la ropa sin perder la oportunidad de volver a dar algún que otro magreo a mi pene, de manera que ya completamente vestido era evidente que me había vuelto a excitar. La azafata soltó una carcajada al comprobar mis problemas para acomodar mi miembro y poniendo cara de viciosa, me avisó que iba a cobrarme en carne los dólares que se había gastado conmigo.

― Soy esclavo de tu belleza― respondí cogiendo por primera vez uno de sus pechos entre mis manos y sin pedirle permiso, lo pellizqué con dulzura.

Ángela gimió al sentir la caricia sobre su pezón y separándose de mí, protestó diciendo que si seguía tendría que violarme nuevamente. Fue entonces cuando estrechándola entre mis brazos la besé. Su boca se abrió para permitir el paso de mi lengua en su interior mientras mis manos se apoderaban de ese trasero de ensueño. Dominado por la calentura, pose mi extensión en su vulva, dejándola saber que estaba dispuesto.

Tuvo que ser la cuarentona la que poniendo algo de cordura, se deshiciera de mi abrazo y abriendo la puerta, dijera:

―Tengo que cambiarme.

Al ir a pagar la cuenta, advirtió que la dependienta me miraba más allá de lo razonable y pasando su brazo por mi cintura, le dejó claro que el mozo que llevaba era su captura y que no estaba dispuesta a que nadie se la arrebatara. Creyendo que íbamos a continuar en su cuarto la acompañé hasta la puerta, pero cuando hice ademán de entrar, me contestó que le diera media hora y que la esperara en el hall. Comportándose como una clienta exigente, me ordenó que me volviera a duchar y que me afeitara porque no quería que mi barba de dos días le terminara rozando. Al ver mi cara de extrañeza, me aclaró:

―Esta noche tendrás que devolverme la mamada que te he hecho― y cerrando la puerta en mis narices, me dejó en mitad del pasillo, solo y alborotado.

Ya en mi cuarto, obedecí sus órdenes de forma que a la media hora, estaba esperándola en mitad del recibidor del hotel. Como la coqueta que era, tardó quince minutos más en aparecer pero cuando lo hizo no me quedé defraudado, venía embutida en un traje de raso rojo que  realzaba sus formas. Embobado con la visión de ese portento, disfruté de cada centímetro de su anatomía. Estaba preciosa por lo que nada más saludarme con un beso, la piropeé diciendo:

― Dios va a regañar a san Pedro por dejarse la puerta abierta, se le ha escapado un ángel.

Ruborizándose por completo, me contestó:

― Eso se lo dirás a todas tus clientas.

Fue entonces cuando la realidad de nuestra relación cayó sobre mí como una losa. Esa mujer creía que era un prostituto de hotel, dispuesto a hacer realidad las fantasías de las mujeres solas. No había reconocido en mí al pasajero sino que estaba convencida de que era un hombre de alquiler. Estuve a punto de sacarla de su error pero temiendo que si se lo decía no iba a pasar la noche con ella, decidí callarme y esperar a la mañana siguiente para aclarárselo. Y por eso, pasando mi brazo por su estrecha cintura le pregunté:

―¿Dónde quiere la señora ir a cenar?

―Al Sosa Borella.

Me quedé helado, había leído una crítica de ese restaurante italo―argentino y sabía que la cuenta no iba a bajar de los trescientos dólares. Cómo pagaba ella, no puse ningún reparo. Al preguntarle al botones por un taxi para ir,  me informó que estaba al lado del hotel por lo que no era necesario pedir uno ya que se podía ir andando. La perspectiva de ir luciendo esa estupenda pareja por las calles, me pareció buenísima y pegándola a mi cuerpo, le acaricié el trasero mientras andábamos.

Si me quedaba alguna duda de mi función en esa opereta, me la quitó al entrar en el local. Era un sitio pequeño de forma que no tardamos en ver que el piloto con el que había discutido estaba sentado en una mesa a escasos tres metros de la nuestra. Poniéndose nerviosa, me suplicó que si su ex amante se acercaba, le dijera que era un amigo de otros viajes a Nueva York.

― No te preocupes― le respondí. ―Somos amigos desde hace un par de años. Te parece que le diga que nos conocimos en el Metropolitan.

―Perfecto― suspiro aliviada y cambiando de tema, me preguntó que quería beber.

―Si te digo la verdad, lo que me apetece es beber champagne sobre tus pechos desnudos pero mientras tanto con un vino me conformo.

Mi ocurrencia le hizo gracia y pasando su mano por mis piernas, me aseguró que esa noche lo probaríamos. Sus caricias hicieron que mi pene se volviera a alborotar, cosa que no le pasó inadvertida y mostrando una genuina sonrisa de mujer en celo, llamó al camarero. El empleado tomó nota con profesionalidad, lo que me dio oportunidad de fijarme en la pareja del piloto. La muchacha aun siendo guapa no podía compararse con ella y así se lo comenté:

―Mentiroso― me contestó encantada.

―Es verdad― le aseguré. ―Si tuviera que elegir con quien irme a una isla desierta, no dudaría en ir contigo. Tienes un cuerpo precioso y unos pechos que son una locura.

―Tonto― me susurró dándome un beso en la mejilla.

Y recalcando su belleza, acaricié uno de sus pechos mientras le decía:

―Ese tipo es un cretino. Debe estar majara para no darse cuenta.

―Te lo agradezco― contestó y completamente nerviosa, me informó de la llegada del susodicho.

El inútil del cincuentón venía con una sonrisa de superioridad que me encabronó y por eso cuando sin pedir permiso se sentó en nuestra mesa, directamente le pregunté:

―Disculpe, ¿le conozco?

La fiereza de mi mirada le descolocó y ya bajado de su pedestal, me saludó con la mano mientras me decía:

― Soy Pascual, el compañero de Ángela.

Sabiendo que tenía que hundirle en su miseria, puse  un tono despectivo al contestarle:

― Ah, el chofer del avión― y dirigiéndome a mi pareja, le recriminé: ―No sabía cuándo me sacaste de la reunión del banco que íbamos a comer con más gente. Te dije que era importante y que solo dejaría mis asuntos si cenábamos solos.

Completamente indignado, el piloto se levantó de la mesa diciendo:

― Solo venía a saludar pero ya veo que no soy bien recibido.

―¡Coño! Has captado mi indirecta, tendré que cambiar mi opinión sobre tu gremio. Hasta hoy pensaba que estaba compuesto por ignorantes sin escrúpulos ni moral que no dudan en cambiar a sus parejas por carne más joven.

Mi intencionado insulto consiguió mi propósito y el tipejo al llegar a su asiento, agarró a la muchacha y tirándole del brazo, abandonó el local. Mientras eso ocurría, mi acompañante no levantó la cara del  plato. Creyendo que me había pasado, me disculpé con la mujer, la cual al percatarse de que se había ido, soltó una carcajada, diciendo:

―¡Que se joda! Menuda cara ha puesto el muy mamón. Se debe haber quedado acojonado que me haya repuesto tan pronto y que la misma noche de ser dejada, le haya sustituido por un modelo como tú.

―Siento haber sido tan despótico.

Su reacción fue besarme y pegando su pecho al mío, susurrarme:

―Esta noche, te dejo que lo seas. Me has puesto como una moto con ese papel de hombre dominante.

La cara de la azafata dejaba entrever que deseaba sexo duro y por eso, le ordené que se quitara la ropa interior. Sin comprender que era lo que quería exactamente, me miró indecisa por lo que tuve que aclarárselo diciendo:

―Sin levantarte, dame tus bragas. Quiero ponérmelas de pañuelo en la chaqueta.

No me cupo ninguna duda, del efecto de mis palabras. Los pezones de la mujer se pusieron duros al instante y mordiéndose el labio, disimulando se las quitó. La calentura que la embriagaba era patente y acomodándose en la silla, esperó a ver que hacía.

No dudé un instante, llevándome el tanga rojo a mi nariz, le dije:

―Estoy deseando comerte entera.

Con los ojos inyectados de lujuria, se removió inquieta mientras unas gotas de sudor hacían su aparición en su rotundo escote. Gotas que recogí con mis dedos y me llevé a la boca, diciendo:

―Abre tus piernas.

La mujer aterrada pero excitada, separó sus rodillas dándome libre acceso a su entrepierna. Al ver que mi mano empezaba a acariciar su sexo por encima del vestido, disimulando puso la servilleta, intentando que nadie se diera cuenta que la estaba masturbando. Imbuido en mi papel, no dejé de susurrarle lo bella que era y lo mucho que me apetecía disfrutar esa noche con ella. Ángela, dominada por mis toqueteos, se subió la falda dejando su sexo desnudo a mi alcance.  Pegó un quejido al sentir que me apoderaba de su clítoris y roja como un tomate, se entregó a mis maniobras. Era tal la calentura de esa azafata que no tardó en correrse silenciosamente entre mis dedos, tras lo cual, casi llorando, se levantó al baño.

Por segunda vez, creí que me había extralimitado y bastante nervioso, esperé que volviera temiendo no solo por la cuenta sino por perder la ocasión de disfrutar de ese pedazo de hembra. Afortunadamente, no tardó en regresar con una sonrisa en los labios y al sentarse en su silla, me recriminó mi comportamiento:

―Eres un bruto insensible. ¿No te da vergüenza haberme dado el mayor orgasmo de mi vida en la mesa de un restaurante? ¡Para eso están las habitaciones!.

Su respuesta hizo que mi maquiavélica mente se pusiera a funcionar y acariciándole la mejilla, le dijera:

―      ¿Has hecho el amor en el metro?

― No― respondió descompuesta, aunque en su fuero interno deseara ser tomada en un vagón.

― Pues esta noche, lo harás.

Mi determinación le impidió protestar y bajando su mirada, empezó a cenar. Yo por mi parte, supe que al salir nos montaríamos en uno. Tratando de relajarla, le pregunté por su vida. La mujer agradeciendo el cambio de tema, se explayó contándome que estaba divorciada con dos hijos.

― Y tu marido, ¿qué hace?

― Vive en Mónaco con su segunda mujer, una cría de veinticinco años―, contestó con un deje de amargura. Al ver mi cara de comprensión, sonrió, diciendo: ―No te preocupes, ese cabrón me pasa una buena mensualidad. Trabajo para salir de casa no porque lo necesite.

Durante el resto de la cena, no paró de hablar y solo cuando vino el camarero con la cuenta, se empezó a poner nerviosa.  Estaba horrorizada por mi amenaza pero a la vez, expectante de disfrutar si al final la cumplía. Al salir del local, no le di opción y cogiéndola por la cintura, nos metimos en el suburbano. La sensación de tenerla en mis manos era de por sí subyugante pero aún más al reparar en que mi pareja estaba completamente excitada con la idea. Mientras esperábamos en el andén la llegada del metro, pasé mi mano por su trasero. Ese sencillo gesto provocó que la rubia pegara su pubis a mi entrepierna y se empezara a restregar contra mi sexo. Se notaba a la legua que esa hembra estaba ansiosa de que rellenara su interior con mi extensión.

Afortunadamente para mis intenciones, el vagón estaba vacío por lo que sin esperar a que se arrepintiera la puse dándome la espalda sobre mis piernas y sin mediar más palabras empecé a acariciarle los pechos mientras le decía lo puta que era.  Al no haber público se relajó y llevando sus manos a mi bragueta, sacó mi pene de su encierro.  No tuve que decirle nada más, hecha una energúmena se levantó el vestido y de un solo golpe se incrustó todo mi aparato en su interior.

― ¿Te gusta?― pregunté mientras mis dedos pellizcaban  sus pezones.

― ¡Sí!― sollozó sin dejar de mover su cintura.

La calidez de su cueva me envolvió y forzando el movimiento de sus caderas con mis brazos, conseguí que mi estoque se clavara en su sexo a un ritmo infernal.

― ¡No puede ser!― aulló al sentir los primeros síntomas de su orgasmo.

Fue impresionante, berreando como cierva en celo, todo su cuerpo convulsionó sobre mis rodillas mientras no dejaba de gritar.

― ¡Qué gozada!― chilló liberándose por fin de la humillación del abandono y levantándose del asiento, se dio la vuelta y nuevamente encajó mi pene en su vagina mientras me suplicaba que le chupara los pechos.

No tuvo que pedírmelo dos veces, sacando uno de sus senos, llevé mi lengua a su pezón. Lo hallé más que duro y por eso cogiéndolo entre mis dientes, lo mordisqueé suavemente.

― Sigue, por favor― me pidió apabullada por el placer.

Ángela, desquiciada por entero, rogaba a voz en grito que continuara mamando mientras no dejaba de ejercer sobre mi sexo un meneo endemoniado. Con la cabeza hacia atrás, dejó que posara mi cara entre sus pechos y atrapándolos entre mis manos, los estrujé sus pechos sin piedad. Su segundo orgasmo coincidió con mi clímax. Su flujo y mi semen se juntaron mientras ella desfallecía agotada. La dejé descansar sobre mi pecho durante dos estaciones y entonces sacándola de su  ensueño, la levanté de mis piernas y acomodándome la ropa, le dije que teníamos que volver al hotel.

― ¿Te quedarás conmigo toda la noche? o ¿Tienes otro compromiso?― preguntó temiendo que diera por terminada la velada.

Me dio ternura su angustia y llevando sus labios a los míos, la besé dulcemente mientras le decía:

― Por nada del mundo me perdería una noche en tu compañía.

Casi llorando, la mujer me empezó a besar. Sus besos eran una demostración de su entrega y con ella entre los brazos, llegamos a nuestro hotel. Nada más entrar en su habitación se  arrodilló a mis pies con la intención de hacerme otra mamada pero levantándola del suelo, le llevé en brazos hasta la cama.

―Desnúdate― pedí.

Mi acompañante dejó caer su vestido sobre las sábanas. Casi me desmayo al ver por primera vez su cuerpo desnudo, era preciosa. Sus cuarenta y tres años no habían conseguido aminorar ni un ápice su belleza. Sin dejar de mirarla, me quité la chaqueta. Increíblemente la mujer suspiró de deseo al ver que empezaba a desabrochar los botones de mi camisa. Al advertir la avidez que sentía al disfrutar de mi striptease, lo ejecuté lentamente.

―Tócate para mí― ordené con dulzura al quitarme la camisa y quedarme con el torso al descubierto.

Ángela no se hizo de rogar y abriendo sus piernas de par en par, se empezó a masturbar sin dejar de observar cómo me deshacía del cinturón. La sensación de tener en mi poder a ese monumento, me excitó en demasía y bajándome la bragueta, busqué incrementar la lujuria de la mujer. Ella, indefensa, llevó una de sus manos a su pecho y lo pellizcó a la par que imprimía a su clítoris una tortura salvaje.

Al dejar deslizarse mi pantalón por mi piernas, la mujer no pudo más y chillando se corrió sin hacer falta que la tocase. Ver a su cuerpo cediendo al deseo de un modo  tan brutal, fue el aliciente que necesitaba para sentirme su dueño y terminando de desnudarme, me uní a ella en la cama. La cuarentona creyó que quería poseerla y cogiendo mi pene entre sus manos, intentó que la penetrara pero, separándola un instante, le dije:

―Te debo algo.

Incapaz de sobreponerse a la calentura que le envolvía, la mujer gritó al comprobar que le separaba las rodillas y me entretenía mirando su entrepierna. Su sexo brillaba encharcado de flujo, expandiendo el aroma a hembra en celo por la habitación. Pausadamente, cogí una de sus piernas y con la lengua fui recorriendo centímetro a centímetro la distancia que me separaba de su pubis. Fue una delicia advertir que Ángela se retorcía sobre las sábanas ante mi avance, de manera que todavía no había llegado a apoderarme de los labios de su sexo cuando ésta empezó a bramar como descosida por el placer que le estaba obsequiando.

― ¡Fóllame!― imploró con el sudor recorriendo su piel.

Haciendo caso omiso a sus ruegos, prolongué su hambruna  bordeando con la lengua los bordes de su clítoris. La necesidad de la mujer se hizo todavía más patente cuando tomé entre los dientes su ardiente botón y a base de ligeros mordiscos afiancé mi dominio. Moviendo sus caderas, buscó apaciguar el fuego que la consumía. Sin darle ni un segundo de tregua, introduje una de mis yemas en su cueva y dotándole de un suave giro, conseguí sacar de su cuerpo otro orgasmo pero esta vez, de su sexo empezó a manar una ingente cantidad de flujo que me confirmó lo que ya sabía, que no era otra cosa más que la dulce azafata era multi orgásmica.

La tremenda erección de mi pene me impelía a penetrarla y por eso dándole la vuelta, la puse a cuatro patas y de un solo empujón se lo clavé hasta el fondo. Entonces se desató la verdadera Ángela y comportándose como una perturbada me pidió que la tomara sin compasión. No tuvo que repetir su pedido y asiéndome de sus pechos, comencé a cabalgarla salvajemente. Sus gemidos se convirtieron en alaridos al poco de verse penetrada y cayendo sobre la almohada me pidió que la dejase descansar.

No la hice caso e incrementando el compás de mis incursiones, asolé todas sus defensas mientras a ella le costaba hasta respirar. Sometida a mis deseos, cogí su melena rubia y azuzándola con ella le obligué a seguir moviéndose. Para el aquel entonces, sus muslos estaban empapados del líquido que salía de su sexo y su cara empezaba a notar los efectos del cansancio. Afortunadamente para ella, no pude soportar más la excitación y dando un berrido, le informé de la cercanía de mi clímax. Mis palabras le sirvieron de acicate y convirtiendo sus caderas en una máquina de ordeñar, agitó su trasero en busca de mi liberación. La tensión acumulada por mi miembro explotó sonoramente, regando su vagina de mi simiente mientras la mujer no dejaba de gritar por el placer que había sentido.

Agotado, me desplomé a su lado y tras unos minutos, descansado abrazado a ella, le pregunté que le había parecido:

―Ha sido maravilloso― me contestó con una sonrisa en los labios, ―nadie nunca me había dado tanto placer.

Encantado por su respuesta, le di un beso en los labios y dándole un azote a ese trasero que me traía loco, solté una carcajada:

―Todavía me falta probar este culito― le solté.

Poniendo cara de pena, me rogó que la dejara descansar pero me prometió que a la mañana siguiente me lo daría y  acurrucándose en mi pecho se quedó dormida. Desgraciadamente, cuando amanecimos se nos hizo tarde y solo pudimos ducharnos juntos porque tenía prisa. Después de vestirnos me pidió que la acompañara a la recepción y mientras bajábamos por el ascensor me pidió mi teléfono, al decirle que todavía no tenía, le di mi email y ella encantada, puso un sobre en mis manos mientras se despedía.

― ¿Y esto?― pregunté.

― Tu pago por la noche más increíble de toda mi vida.

La llegada de sus compañeros de tripulación impidió que le aclarara que no era un prostituto y por eso, me despedí de ella pidiéndole que me escribiera.

―Lo haré― contestó con ilusión por poder volverme a ver.

Desde la puerta del hotel, observé su marcha y solo cuando el taxi donde se habían montado había desaparecido por la octava avenida, abrí el sobre para comprobar que esa mujer me había dejado dos mil dólares. Sin poderme creer la suerte de haber poseído a esa mujer y que encima me hubiese regalado tanta pasta, entré sonriendo en el hall.

Estaba todavía analizando lo ocurrido cuando desde la boutique de la noche anterior, la dependienta que nos había atendido me llamó con señas. Intrigado me acerqué a ver que quería. La muchacha llevándome a la trastienda, me dijo:

― He visto que te has quedado libre, anoche una de mis clientas se quedó prendada de ti. ¿Tienes algo que hacer hoy?

Asustado de la franqueza de la mujer, le contesté que estaba cansado pero ella insistiendo, me soltó:

―Te ofrece tres mil porque la acompañes a una cena.

« Joder», exclamé mentalmente y todavía indeciso, le pregunté a bocajarro:

― Y tú, ¿Qué ganas?

― Me llevo el veinte por ciento y quizás si hacemos más negocio, exigiré probar la mercancía.

Solté una carcajada y dándole la mano, cerré el trato.

Todo esto ocurrió hace dos años. Hoy en  día sigo viviendo en Nueva york pero ahora tengo un apartamento en la quinta avenida con vistas al Central Park. Gracias a Johana, he conseguido una clientela habitual formada por doce mujeres que mensualmente me hacen una visita. Conduzco un porche y como se ha corrido la voz, he tenido que subir mi tarifa, pero eso sí: Ángela sigue pagando lo mismo. Cada quince días voy a recogerla al avión y para sus compañeros soy su novio. Solo ella sabe que soy su chico de alquiler.

Capítulo 2      Helen, enculando a la gorda.

Los primero que hice después de irse mi primera clienta fue descansar, esa azafata cuarentona me había dejado agotado y confuso. Nunca me imaginé que me podría ganar la vida como prostituto y menos que me pagaran tanto por hacer algo que hubiera hecho gratis. Os tengo que reconocer que una parte de mí luchaba contra la idea de convertirme en un gigolo, pero el peso de los billetes en mi cartera fue razón suficiente para librarme de todos los prejuicios morales.

Me desperté sobre las doce y tras darme una ducha, decidí salir a visitar museos, no en vano la pintura era mi pasión favorita a la que no me pude dedicar por tener que estudiar una carrera que odiaba. Acababa de salir del MOMA cuando, caminando por la séptima avenida, me topé con una tienda de arte y sin pensármelo dos veces me compré un caballete, oleos y unos cuantos lienzos.

« Si me voy a dedicar a esto, voy a tener tiempo suficiente para practicar», me dije mientras pagaba doscientos cincuenta y tres putos dólares por mi capricho.

Era una pasta pero podía permitírmelo y por eso además, viendo que iba a necesitar un móvil, contraté uno en  una tienda de Sprint. Es misma noche, mi billetera iba a estar nuevamente repleta. Después de comer en un restaurante hindú, pasé por una farmacia y tras dar una “ propina” descomunal,  me agencié dos cajas de viagras. No es que lo necesitase, pero como no tenía ni idea de qué tipo de mujer tendría que tirarme esa noche, decidí que no era malo el poder confiar en una ayudita química por si la tía era horrorosa.

Al llegar a mi habitación, tenía una llamada de Johana, la dependienta de la tienda de ropa que me había conseguido la cita, por lo que nada más dejar mis compras sobre la cama, la llamé temiendo que la clienta se hubiese echado atrás. Afortunadamente mis temores resultaron infundados y lo que quería era decirme la habitación donde tenía que recoger a la mujer, así como avisarme que tenía que pasar por su local a probarme un traje de etiqueta. Queriendo saber a qué atenerme, le pregunté si sabía el porqué de esa vestimenta; la pelirroja muerta de risa me comentó que me tenía que hacer pasar por el novio buenorro de la clienta en una cena de antiguos alumnos de un instituto.

―Okay― le contesté ―ahora bajo a probarme el smoking.

Cinco minutos después estaba con ella en su tienda. Como no necesitaba tomarme medidas porque el día anterior Ángela me había comprado allí, pasé directamente al probador. Lo que no me esperaba fue que al igual que la azafata, mi nueva jefa se metiera conmigo a ver cómo me cambiaba.

« Me tendré que acostumbrar», pensé mirándola mientras me quitaba la camisa.

Johana era la típica pecosa americana. Con veintitantos años sin ser un monumento, tenía gracia. En otras palabras, no le diría que no a un buen polvo con ella, pero al contrario de lo que ocurrió el día anterior, esa tarde solo me observó sin tratar de hacer ningún acercamiento. Parcialmente desilusionado me terminé de vestir y digo parcialmente, porque aunque la muchacha no dejó translucir ningún tipo de excitación, cuando salimos del probador, me soltó:

― No me extraña que paguen tanto por una noche contigo: ¡Estás buenísimo!

Cortado por el piropo, le di las gracias y tratando de romper el silencio que se había instalado entre nosotros, le pregunté el nombre de mi cita.

― Helen. Verás que es diferente a la pantera de anoche. Es la clásica soltera a la que le da vergüenza que sus amigos de la infancia sepan que sigue sola.

― Y ¿cómo es?― pregunté interesado en su físico.

― Una mojigata, tendrás que esforzarte― contestó sin darme más detalles.

No sabiendo a qué atenerme y como me quedaba una hora para ir a recogerla, decidí ir a tomarme una coca cola al bar. Ya sentado en la barra, recapacité en las palabras de Johana y sacando una de las pastillitas azules de mi bolsillo, me la tomé temiéndome lo peor. Llevaba unos veinte minutos allí cuando se me acercaron dos cincuentonas con ganas de marcha.

«Joder, este sitio es una mina», sentencié al darme cuenta de las intenciones de ambas.

Dicho y hecho, esas mujeres tras una breve conversación, me insinuaron si me iba con ellas de farra. Poniendo cara de desconsolado, me disculpé aludiendo que tenía una cita pero previendo que podían ser futuras clientas, le dije que si querían nos veíamos al día siguiente.

― No puede ser― me contestó la más interesada, ―mañana  nos vamos.

Cómo no podía estar en dos sitios a la vez, les di mi recién estrenado teléfono para que la próxima vez que volvieran a Nueva York, me avisaran. Comprendí que al menos la más joven contactaría conmigo cuando al despedirme, la mujer rozó con disimulo mi entrepierna. Le debió de gustar lo que se encontró porque mordiéndose los labios, insistió en que me quedara con ellas:

―Lo siento, debo irme― susurré a su oído mientras le devolvía la caricia con un pellizco en su trasero. –Llámame y te haré pasar una noche de fantasía.

Con los ánimos repuestos, salí del bar y cogiendo el ascensor, me dirigí hacia la habitación 1511, donde me esperaba mi pareja por esa noche. Con los nervios de punta, llamé a la puerta. Al instante me abrió una mujer de unos treinta años, guapa pero con quince o veinte kilos de más. «Está jamona», dictaminé mientras la saludaba con un beso en la mejilla:

―Soy Alonso.

Sé que era un puto principiante, pero ni hoy en día que estoy curtido de todo, me hubiese dejado de sorprender que la mujer poniéndose a llorar se tumbara en la cama.

―¿Qué te ocurre?―, le dije sentándome a su lado.

Helen, completamente descompuesta, me dijo que había sido un error, que nadie se creería que yo era su novio.

―Y eso, ¿por qué?― respondí acariciándole la cabeza.

La muchacha, sin dejar de llorar, me contestó si no la había visto bien, que ella era una gorda asquerosa mientras yo era un modelo de revista. Comprendiendo que corrían peligro mis tres mil dólares, le di la vuelta y llevando su mano a mi pene, le contesté:

― Hagamos una cosa, si no se me levanta en medio minuto, me voy. Pero tengo que decirte que me pareces preciosa, siempre me han gustado las mujeres como tú y no las esqueléticas tan de moda últimamente.

Estoy convencido que no hubiera necesitado del viagra pero al habérmelo tomado, en segundos mi pene consiguió una dureza total. Helen al ver la reacción, se tranquilizó y dándome las gracias, insistió en que el vestido que había elegido le sentaba fatal.

―Levántate― ordené.

«Puta madre», exclamé mentalmente. Tenía razón, el vestido era horrible. Con él puesto, parecía un saco de patatas. Ese día comprendí que mi labor iba a ser cumplir las fantasías de las mujeres que me contrataran y por eso le pregunté:

―¿A qué hora es la cena?

―A partir de las ocho.

Mirando mi reloj, vi que nos quedaba dos horas. Analizando la situación decidí que esa muchacha necesitaba ayuda y aunque no fuese la función por la que me pagaba, le dije si confiaba en mí. Al ver que me contestaba afirmativamente, tomé el teléfono y llamé a Johana. Tras explicarle expliqué la situación, mi contacto me dio la dirección de una boutique al lado del hotel. Sin darle oportunidad de echarse atrás, cogí a Helen del brazo y la saqué de su habitación.

La gordita se quejó, diciendo que era imposible, pero acariciando su cara la convencí que se dejara hacer. Al llegar, todo estaba preparado. Mi jefa había hablado con la dependienta, de manera, que rápidamente me preguntó qué era lo que tenía en mente.

―Mi amiga necesita un vestido que realce su belleza. Debe ser escotado y elegante, que le marque bien los pechos.

Helen como convidada de piedra no se creía lo que estaba ocurriendo. La empleada resultó una experta y en menos de cinco minutos, nos trajo cinco vestidos a cada cual más sugerente. Mirando a los ojos a mi clienta, le pedí que se metiera en el probador con el primero. Al salir, no me gustó como le quedaba, por lo que le exigí que se pusiera el segundo. Este resultó ser un vestido rojo con un escoté brutal que le dotaba de un aspecto de femme fatal que me encantó y por eso, decidiendo por ella, dije que nos quedábamos con ese.

―Ahora necesitamos ropa interior acorde con el vestido y que sea sexy― insistí.

Nada más volver con las prendas supe que había acertado, en sus manos traía un coqueto body transparente que se complementaba con un minúsculo tanga negro.

― ¡Es perfecto!― sentencié nada más verlo.

La gordita protestó diciendo que parecería una fulana pero al ver que me mantenía firme, no tuvo más remedio que aceptar y llevándoselo al vestidor, se fue a cambiar. Mientras lo hacía le elegí unos zapatos de plataforma con un enorme tacón porque con ellos se disimularía esos kilos de más. Una vez seleccionados, la dependienta se los llevó y ya tranquilo esperé que saliera Helen ya transformada.

Cuando al cabo de cinco minutos se reunió conmigo, no pude evitar soltarle un piropo. La muchacha estaba impresionante. Elevada sobre esos taconazos y engalanada en ese vestido, era un pedazo de hembra que no dejaría a nadie indiferente. Sus enormes pechos que siempre llevaba escondidos,  se mostraban orgullosos, dándole el aspecto  de mujer sensual que quería conseguir y por eso, acariciándole su trasero, susurré a su oído:

― Estás para comerte.

Por la expresión que descubrí en su cara también mi clienta estaba encantada,  incluso la encargada de la boutique, estaba alucinada. La anodina muchacha se había convertido en una mujer de “ rompe y rasga” con la única ayuda de unos trapos. Mientras pagaba, le pregunté cómo íbamos a ir a la cena:

―Había pensado en coger un taxi― respondió avergonzada.

― De eso nada, quiero que dejes boquiabiertos a esos payasos. Vamos en limusina― le solté sabiendo que si se podía gasta tres mil  dólares en contratarme, ese pequeño gasto extra no le importaría.

Desde la propia tienda, llamaron a la empresa de ese tipo de vehículos y en menos de cuarto de hora, abriéndole la puerta a la gordita entramos en su interior. Nada más acomodarnos en el asiento, la besé. La muchacha me respondió con pasión y durante diez minutos, estuvimos magreándonos ante la mirada alucinada del chófer. Mi pene ayudado por la química se  alzó a lo bestia y sabiendo que si continuaba sobando a esa mujer, me iba a dar un dolor de huevos, separándome de ella, le comenté:

―Tenemos que planear nuestra actuación.

―No sé a qué te refieres― respondió.

Poniendo mi mano en sus rodillas, le expliqué que quería que esa noche triunfase y por eso, debíamos de pensar en cómo comportarnos frente a sus amigos.

― ¿Qué tienes pensado?― dijo avergonzada.

― Por lo que me has contado, en el instituto, tenías fama de empollona y ninguno de esos cretinos te pidió salir por lo que vas a comportarte conmigo como una autentica déspota. Quiero que todos ellos piensen  en lo que se han perdido.

― No sé si podré. Aunque en el trabajo soy así, con un hombre me veo incapaz.

― Podrás― le respondí y forzando su aceptación, le pedí que me comentara si tenía alguna fantasía.

Bajando su mirada y completamente colorada, me confesó que nadie le había hecho el sexo oral. Al oírla comprendí que esa mujer había disfrutado pocas veces de la compañía de un hombre. Cerrando la ventanilla que nos separaba del chófer, me puse de rodillas frente a ella y le solté:

―Pídemelo.

Creyendo que era parte de la actuación, Helen me dijo con voz sensual:

― ¡Cómeme!

― Sus deseos son órdenes― respondí mientras le separaba las rodillas y empezaba a recorrer con la lengua sus muslos.

Alucinada y completamente cortada, la mujer me miró y sin saber cómo reaccionar se quedó quieta en su asiento mientras yo subía por su piel. Tengo que reconocer que el morbo de hacerlo en mitad del tráfico de Manhattan, me afectó y con mi sexo pidiendo guerra, dejé un sendero húmedo por sus piernas mientras me acercaba a la meta que me había marcado.

Levantándola el vestido, metí mi cabeza bajo la tela y marcando mi territorio con pequeños mordiscos, me fui aproximando a su tanga. No tardé en escuchar los gemidos callados que salían de la garganta de la mujer, la cual deslizándose por el asiento, puso su pubis a mi disposición. Intentando no presionarla en demasía,  mordisqueé su sexo por encima del encaje antes de bajarle las bragas. Helen no cabía de gozo al ver que se las quitaba y volvía a acercarme con mi boca a su entrepierna. Supe que estaba excitada al sentir sus manos sobre mi cabeza y por eso, tanteé con mi lengua alrededor de su clítoris antes de decidirme a tomar posesión de mi feudo. El olor dulzón de su vulva me cautivó y ya sin ningún recato, di rienda libre a mi pasión apoderándome de su sexo.

La muchacha gritó al sentir que jugaba con su botón y separando aún más sus rodillas, facilitó mis  maniobras. Me encantó darme cuenta que se liberaba y continuando con mi labor, introduje mi lengua en el interior de su sexo mientras con mis dedos las masturbaba.

―No me lo puedo creer― aulló a sentir la invasión y agitándose sobre su asiento, se vio desbordada por las sensaciones.

Los gemidos de mi clienta me anticiparon su orgasmo y recreándome, con mis manos le pellizqué los pezones sin dejar de comerle su sexo. Helen pegando un chillido se corrió sonoramente, momento que aproveché para recoger con mi lengua en flujo que manaba de su cueva, no fuera a ser que se manchara el vestido y levantándome del suelo, la besé mientras le decía:

―Eres mi dueña. Haré todo lo que me digas.

Increíblemente mis palabras fueron el acicate que esa mujer necesitaba para terminárselo de creer. En ese preciso instante, el conductor nos informó que estábamos llegando. Helen, nerviosa,  se acomodó la ropa  y adoptando su papel, me ordenó:

―Cuando salgamos, ábreme la puerta.

Cumpliendo al pie de la letra sus órdenes, como el novio sumiso que habíamos acordado me bajé antes que ella, de manera, que todo los presentes en la entrada del polideportivo donde iba a tener lugar la cena se quedaron mirando tratando de adivinar quién era la pasajera de la limusina. Al salir Helen de su interior, escuché que comentaban entre ellos el cambio experimentado por mi clienta en los años que no la veían y sabiendo que debía de reforzar esa imagen le pedí que me tomara de la cintura.

La mujer hizo más, posó su mano en mi trasero y pegando un buen sobeteo a mis nalgas, me llevó a la sala donde estaban sirviendo el aperitivo. Nuestra espectacular entrada cumplió su función y tal como había planeado un nutrido grupo de ex alumnos vino a comprobar que, ese hembra, era la gordita callada de su curso. Tras un breve saludo, Helen me presentó a sus dos mejores amigas de la clase. Al observarla, comprendí que esas dos mujeres de seguro que la tenían de mascota, porque no solo estaban dotadas de un cuerpazo sino que se podía decir sin temor a equivocarse que eran las más guapas de la reunión.

Sabiendo que era su noche, le pregunté si quería algo de tomar.

―Tráeme un poco de ponche― me pidió con un sonoro azote.

Sus compañeras se quedaron alucinadas cuando en vez de indignarme por el modo con el que me trataba, con una sonrisa, le pedí perdón por anticipado ya que la barra estaba repleta.

―Vale, pero date prisa― respondió con voz altanera.

Como había previsto, tardé más de diez minutos en volver y cuando lo hice, Helen me regañó por haber tardado tanto. Actuando sumisamente, me excusé mientras sentía las miradas de sus dos amigas clavadas en mi cuerpo y mi clienta al percatarse,  me exigió que le diese un beso. Exagerando mi papel, la besé tímidamente. A lo que ella respondió restregando su sexo contra el mío y diciendo a sus conocidas:

― Si no fuera porque está bueno y es una fiera en la cama, lo mandaría a la mierda. Es demasiado vergonzoso―

― ¡Cómo te pasas!― soltó una de sus interlocutoras mientras daba un buen repaso a mi paquete, ―Yo lo tendría en palmitas.

― Si quieres cuando me canse de él, te lo paso― dijo muerta de risa mi clienta.

Su descaro provocó la risa de todos y mordiéndome un huevo, puse cara de pena.  En ese instante, pidieron que pasáramos a cenar. En la mesa que teníamos asignada, se sentaron sus amigas y dos de sus compañeros de clase con sus novias. Durante una hora tuve que soportar poniendo una sonrisa, las anécdotas de colegio de los presentes. Helen con su papel totalmente asumido, se comportó como una devora hombres, simpática y divertida mientras sus compañeros no daban crédito a su transformación.

Estábamos en el postre cuando me levanté al baño sin percatarme que tras de mí, Alice, una de las rubias macizorras me  seguía. Al no encontrar su ubicación, me giré topándome de frente con ella, le pedí me explicara cómo ir.  Entonces comprendí que al menos esa mujer se había creído a pies juntillas mi actuación, porque sin cortarse un pelo no solo me llevó hasta allí sino que abusando de mi teórico carácter sumiso, se metió conmigo en el baño, diciendo mientras me desabrochaba el pantalón:

―Vamos a ver si eres tan bueno como dice.

Esa loba no sabía dónde se metía, llevaba sobreexcitado más de dos horas y  por eso, agarrándola, le di la vuelta y pegándola contra la pared, le dije:

―Te equivocas conmigo. La razón por la que aguanto el carácter de Helen es porque estoy colado por ella pero una putita, como tú, está para servir no para ser servida. ¿Lo entiendes?.

Sin pedirle su opinión, le levanté la falda y tras bajarle sus bragas, la penetré salvajemente mientras me reía de ella. La mujer gritó al sentir su interior horadado por mi miembro y en contra de lo que había venido a buscar, se vio poseída con brutalidad mientras sus pechos eran estrujados por mis manos.

―Ves, así se trata a una zorra― le solté acelerando el ritmo de mis incursiones.

El modo tan brutal con el que la trataba, la excitó y berreando me gritó que la usara.   No hacía falta que me lo pidiera porque con el estímulo químico del viagra, necesitaba liberar mi tensión. Acuchillando repetidamente su interior con mi miembro, conseguí que esa puta se corriera. Abundando en su vergüenza, fui azotando su trasero siguiendo el compás de mis incursiones hasta que derramando mi simiente en su vagina, encontré el orgasmo que tanto necesitaba. Tras lo cual, me puse a mear y al terminar le exigí que me lo limpiara con su lengua.

Esa golfa nunca había sido maltratada de esa forma y comportándose como una sumisa se arrodilló y servilmente se introdujo mi miembro en su boca. Me encantó haberle bajado los ánimos a esa pretenciosa y por eso al terminar, volví a mi asiento contento tras decirle que era mejor que nadie supiera lo que había ocurrido. En la mesa, Helen estaba disfrutando de las atenciones de un par de tipos y sabiendo que no debía interponerme fui a por una copa. Desde la barra observé que esos dos hombres competían entre sí para ver quien conseguía los favores de mi clienta. Se la veía esplendida y por eso, unos minutos esperé antes de volver.

Cuando retorné, Alice me miró desde su silla con una mezcla de deseo y frustración que no le pasó inadvertida a la gordita que disimulando me preguntó qué había pasado:

―Tuve que bajarle los humos― susurré a su oído.

Comprendiendo lo ocurrido, soltó una carcajada y llevándome a la pista, me sacó a bailar. Durante dos horas, fuimos la pareja  a la que todos envidiaban y por eso al terminar la fiesta, Helen me comentó emocionada que había sido la mejor noche de su vida.

―Todavía no hemos terminado― contesté.

―Si quieres no hace falta que me acompañes a la habitación. Has hecho por mí suficiente―

Acariciando su trasero, le dije en voz baja:

―No puedes dejarme así― y señalando mi entrepierna,―solo y alborotado.

La muchacha soltó una carcajada al percibir que bajo mi pantalón, mi sexo estaba erecto y pasando su mano por la bragueta, me dijo mientras se apoderaba  de mi extensión:

―Tendré que hacer algo para consolarte.

Juro que estuve a punto de correrme con solo oír su tono meloso y por eso sacándola del lugar, la llevé hasta la limusina. No me había acomodado en el asiento cuando vi que ella se empezaba a desnudar. Ni siquiera había tenido la previsión de subir antes la ventanilla del conductor. Si a ella le daba morbo que nos vieran era su problema, yo estaba desesperado por acariciar esos enormes melones que sensualmente mi clienta me estaba poniendo en la boca. Con auténtica lujuria me así a sus pechos y mordisqueando sus pezones, empecé a mamar de ellos mientras Helen terminaba de liberar mi miembro de su encierro.

Fue la primera vez que la vi completamente desnuda. Siendo rolliza su cuerpo era enormemente atractivo y por eso no hizo falta mucha ayuda para ponerme verraco. Ella por su parte estaba como poseída y sin más dilación se puso a horcajadas sobre mí y se fue introduciendo mi sexo en su interior. La lentitud con la que se fue empalando, permitió que sintiera cada uno de los pliegues de su vulva recorriendo la piel de pene mientras se metía por el estrecho conducto que daba paso a su vagina.

― ¡Cómo me gusta!― la escuché decir al notar que mi glande rellenando su interior.

Lentamente, la mujer fue moviendo sus caderas dotando a su meneo de una sensualidad difícil de superar. No me podía creer que esa mojigata se hubiese deshecho de sus prejuicios y como por arte de magia se hubiera convertido en la desinhibida que en ese instante estaba poseyéndome.  Desde mi asiento me fijé que el chófer no perdía el tiempo y usando el retrovisor, disfrutaba de la escena que le estábamos brindando.

― Nos está viendo― susurré a mi clienta.

Sentirse observada, lejos de cortarla, incrementó su calentura y sin medir las consecuencias, empezó a gemir sonoramente mientras incrementaba la cadencia con la que se penetraba.

― Me excita que nos mire― confesó cogiendo uno de sus pechos.

Comprendí que era lo que quería y sin importarme ser observado, lo cogí entre mis dientes y ejerciendo una suave presión, lo mordisqueé. La mujer aulló al sentir los mordiscos y convirtiendo su trote en un desenfrenado galope, me rogó que no tuviera piedad. Cogiéndola de las caderas, forcé tanto la velocidad como la profundidad con la que se ensartaba, de manera que no tardé en escuchar los primeros síntomas de su orgasmo.

― ¡Córrete!― le ordené.

La gordita no se hizo de rogar y a voz en grito,  su cuerpo se licuó entre mis piernas. Agotada quiso zafarse pero reteniéndola entre mis piernas, le prohibí sacar mi pene de su interior hasta que me hubiese corrido. Mi orden le dio nuevos ímpetus y  buscando mi orgasmo, reanudó los movimientos de sus caderas. Su respuesta fue brutal, Helen convirtió su sexo en una ordeñadora y como si le fuera la vida con ello, se siguió empalando sin dejar de gemir.

Su entrega se maximizó cuando al irme a besar, inconscientemente, le mordí sus labios. El morbo de sentirse follada en público, la acción de mi miembro en su vagina y el dolor del mordisco, se aliaron provocando que mi cliente se volviera a sobre excitar y aullando me pidiera que regara su interior con mi simiente.

No pude seguir retrasando mi liberación. Como un tsunami, el placer asoló mis defensas y gritando, mi cuerpo convulsionó mientras explotaba llenando de semen su vagina. Ella al sentir mi orgasmo, se corrió desplomándose sobre mí.

― ¡Qué locura!― sentenció al comprobar que mi sexo seguía clavado en su vulva sin perder un ápice de dureza. – ¡No puedo más!

―Ves que no te mentía cuando te dije que estabas buenísima.

Satisfecha por mis palabras, mi clienta sonrió y bajando de mis piernas, mientras se empezaba a vestir, me contestó:

― Te juro que cuando por la mañana nos despidamos, no tendrás ganas de follar durante una semana.

Afortunadamente no tardamos en llegar al hotel y tras pagar al chófer, rápidamente subimos a su cuarto. Nada más entrar, la gordita me rogó que le dejara irse a cambiar al baño. Aprovechando su ausencia, me desvestí y poniéndome un albornoz, esperé que saliera. Estaba sirviendo unas copas del minibar, cuando escuché que se abría la puerta. Al darme la vuelta, me quedé sorprendido al verla vestida con un coqueto picardías de encaje negro.

― ¿Te gusta?

Sus curvas lejos de resultar desagradables me parecieron cautivadoras y por eso, babeando le contesté que estaba esplendida. Sonrió al escuchar mi piropo y poniendo cara de puta,  se dio la vuelta para que apreciara en justa medida el pedazo de mujer que iba  a volverme a follar. Al disfrutar de la visión de su trasero, como si de un resorte se tratara, mi pene se puso erecto, dejándose ver a través del albornoz.

« Menudo culo», exclamé mentalmente al observar sus dos nalgas.  Enormes pero sobre todo apetecibles, me parecieron un manjar que debía de catar y por eso, le pedí que se acercara. Lo que no me esperaba fue que esa mujer poniéndose de rodillas, viniera gateando mientras no dejaba de ronronear.

Al comprobar el cambio de actitud de esa mujer y que en menos de cuatro horas había pasado de ser una amargada a una hembra satisfecha, hizo que mi miembro se elevara aún más y le esperara totalmente tieso. Me pareció una eternidad los pocos segundos que tardó en llegar hasta mí. Helen se había transformado y nada quedaba de sus antiguos resquemores y por eso al verme a su alcance, no esperó que le diese nuevas instrucciones y cogiendo mi sexo entre sus manos, se lo llevó a su boca y sensualmente, lo empezó a besar mientras acariciaba mis testículos. De pie sobre la alfombra, sentí sus labios abrirse y cómo con una tranquilidad pasmosa, esa gordita lo iba introduciendo en su interior. Devorando dulcemente cada uno de los centímetros de mi piel, mi cliente fue absorbiendo mi extensión hasta que consiguió besar la base. Con él completamente embutido en su garganta, me miró como pidiendo permiso.

Al comprobar mi disposición, empezó a sacárselo lentamente para acto seguido volvérselo a meter con un secuencia in crescendo que me dejó maravillado. Esa mujer estaba utilizando su boca como si de su sexo se tratara y cada vez más rápido me estaba haciendo el amor sin usar ninguna otra parte de su cuerpo. No puedo describir su maestría. Su lengua presionando mi pene, conseguía que sintiera que era un estrecho coño, el orificio donde estaba metiéndolo y por eso, completamente absorto en su mamada, llevé mis manos a su cabeza y forzando el contacto, comencé un brutal mete―saca en su garganta. No me importó que mis maniobras, le provocaran arcadas. Estaba imbuido en mi placer y obsesionado por correrme, me olvidé que ella era la clienta y que debía satisfacerla.

Acojonada por el trato, clavó sus uñas en mi culo pero en vez de conseguir que parara, eso me dio alas y salvajemente seguí penetrando su garganta. Felizmente para ella,  mi orgasmo no tardó en llegar y al fin conseguí descargar en su boca la tensión acumulada, momento que aprovechó la gordita para recriminarme el modo en que la había usado.

        ―Perdona― le dije al comprender que me había pasado.

Helen soltó una carcajada al escuchar mis escusas y con un fulgor en sus ojos que no me pasó inadvertido, sonrió mientras me pedía que quería que cumpliera otra de sus fantasías:

― ¿Cuál?― pregunté.

― Quiero que me desvirgues el trasero― contestó poniéndose a cuatro patas sobre la cama.

Verla separándose los glúteos con sus manos mientras me exigía que tomara posesión de su ano, fue demasiado para mí y como un autómata, me acerqué y sacando la lengua empecé a recorrer los bordes de su ano mientras acariciaba su clítoris con mi mano. La muchacha no me había mentido, su entrada trasera estaba incólume, nadie la había hoyado y por eso se me mostró cerrada y rosada, dispuesta a que fuera yo quien la tomara por primera vez.

Sabiendo que podía desgarrarla y que eso no era bueno para el negocio, le pregunté si no tenía crema:

― Tengo algo mejor― contestó sacando del cajón de la mesilla un bote de lubricante anal.

Al ver la enorme sonrisa que iluminó su cara, comprendí que esa mujer había más que fantaseado y que al contratarme tenía previsto entregarme su culo. La disposición de Helen, me permitió no tener que convencerla de algo que deseaba desde que había visto su enorme pandero desnudo y por eso abriendo el bote, cogí una enorme cantidad entre mis dedos. Sin más preliminares,   le unté su ano con la mezcla y tranquilamente empecé a relajar su esfínter.

― ¡Me encanta!― chilló al sentir que uno de mis dedos se abría paso y reptando por la cama, apoyó su cabeza en la almohada mientras levantaba su trasero.

La nueva posición me permitió observar con tranquilidad que los muslos rollizos de la mujer temblaban cada vez que introducía mi falange en su interior y ya más seguro de mí mismo, decidí dar otro paso y dándole un azote a una de sus nalgas, metí las yemas de dos dedos dentro de su orificio.

― Ahhhh― gritó mordiéndose el labio.

Su gemido fue un aviso de que tenía que tener cuidado y por eso volví a lubricar su ano mientras esperaba a que se relajase. La gordita moviendo sus caderas me informó que estaba dispuesta. Esta vez, tuve cuidado y moviendo mis falanges alrededor de su cerrado músculo, fui dilatándolo mientras que con la otra mano, la empezaba a masturbar.

― ¡No puede ser!― aulló al sentir sus dos entradas siendo objeto de mi caricias.

La mujer se llevó las manos a sus pechos y pellizcando sus pezones, buscó agrandar su excitación. Increíblemente al terminar de meter los dos dedos, se corrió sonoramente mientras su cuerpo convulsionaba sobre las sábanas. Sin dejarla reposar, embadurné mi órgano con el lubricante y poniéndome detrás de ella, llevé mi glande ante su entrada:

― ¿Estás lista?― pregunté mientras jugueteaba con su esfínter.

Ni siquiera esperó a que terminara de hablar, llevando su cuerpo hacia atrás lentamente fue metiéndoselo, permitiéndome sentir cada rugosidad de su ano apartándose ante el avance de mi miembro. Sin gritar pero con un rictus de dolor en su cara, prosiguió con su labor hasta que sintió mi cuerpo chocando con su culo y entonces y solo entonces, se permitió quejarse del sufrimiento que había experimentado.

― ¡Cómo duele!― exclamó cayendo rendida sobre el colchón.

Venciendo las ganas que tenía de empezar a disfrutar de semejante culo, esperé que fuera ella quien decidiera el momento. Tratando que no se me enfriara, aceleré mis caricias sobre su clítoris, de manera que, en medio minuto, la muchacha se había relajado y levantando su cara de la almohada me rogó que comenzara a cabalgarla. Su expresión de deseo me terminó de convencer y con ritmo pausado, fui extrayendo mi sexo de su interior. Casi había terminado de sacarlo cuando Helen con un movimiento de sus caderas se lo volvió a introducir, dando inicio a un juego por el cual yo intentaba recuperarlo y ella lo impedía al volvérselo a embutir. Poco a poco, el compás con el que nos meneábamos se fue acelerando, convirtiendo nuestro tranquilo trotar en un desbocado galope, donde ella no dejaba de gritar y yo tuve que afianzarme cogiéndome de sus pechos para no descabalgar.

― ¡Sigue!― me ordenó cuando, para tomar aire, disminuí el ritmo de mis acometidas.

― ¡Serás puta!― le contesté molesto por su tono le di un fuerte azote.

― ¡Qué gusto!― gritó al sentir mi mano y comportándose como una puta, me imploró que quería más.

No tuvo que volver a decírmelo, alternando de una nalga a otra, le fui propinando sonoros cachetadas cada vez que sacaba mi pene de su interior de forma que dimos inicio a un extraño concierto de gemidos, azotes y suspiros que dotaron a la habitación de una peculiar armonía. Helen ya tenía el culo completamente rojo cuando cayendo sobre la cama, empezó a estremecerse al sentir los síntomas de un orgasmo brutal. Fue impresionante ver a esa gordita, temblando de dicha mientras de su garganta no dejaban de salir improperios y demás lindezas.

― ¡No dejes de follarme!, ¡Cabrón!― aulló al sentir que el placer desgarraba su interior.

Su actitud dominante fue el acicate que me faltaba y cogiendo sus pezones entre mis dedos, los pellizqué con dureza mientras usaba su enorme culo como frontón.  Al gritar de dolor, perdió el control y agitando sus caderas se corrió. De su sexo brotó un enorme caudal de flujo que empapó mis piernas.

Su actitud dominante fue el acicate que me faltaba y cogiendo sus pezones entre mis dedos, los pellizqué con dureza mientras usaba su enorme culo como frontón.  Al gritar de dolor, perdió el control y agitando sus caderas se corrió. De su sexo brotó un enorme caudal de flujo que empapó mis piernas.

Fue entonces cuando ya dándome igual ella, me concentré en mí y forzando su esfínter al máximo, empecé a usar mi miembro como si de un cuchillo de se tratara y cuchillada tras cuchillada, fui violando su intestino mientras la gordita no dejaba de aullar desesperada.

Mi orgasmo fue total, todas las células de mi cuerpo compartieron mi gozo mientras me vertía en el interior de sus intestinos. Agotado y exhausto, me tumbé al lado de Helen, la cual me recibió con las brazos abiertos. Mientras me besaba, no dejó de agradecerme el haberla liberado y en esa posición, se quedó dormida.

Os parecerá extraño pero estaba contento por el trabajo bien hecho. Esa mujer me había contratado para realizar una fantasía y no solo había cubierto sus expectativas sino que le había ayudado a desprenderse de los complejos que le habían maniatado desde niña.,

« Helen ha dejado atrás a la gorda», pensé mientras me levantaba al baño a limpiar mi pene.

Al volver a la cama y verla dormida, me percaté que nunca más la volvería a ver. Ya no me necesitaba y por eso, queriendo guardar un recuerdo, cogí mi teléfono y subrepticiamente, le saqué una foto. Estaba preciosa, con la cara relajada era una mujer feliz

A la mañana siguiente, me pagó y despidiéndose de mí, como de un viejo amigo, la vi marcharse de la habitación sin mirar atrás. Yo por mi parte, me fui a mi cuarto y tras darme una ducha, decidí ir a pagar a Johana su porcentaje. Cuando entré a la boutique, mi jefa dejó lo que estaba haciendo y se acercó a mí.

― Toma― le dije depositando un sobre con el veinte por ciento.

― No hace falta. No sé qué le has dado, pero esa gordita me ha dado una propina que duplica lo acordado. A este paso, dejó la tienda y me pongo a trabajar en exclusiva contigo― contestó. Y soltando una carcajada, me informó que ya me había conseguido una cita para el sábado, ―Tienes dos días libres, búscate un apartamento.

 

Relato erótico: “yo vampiro 2” (PUBLICADO POR VALEROSO32)

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Como le prometí al lector contínuo con mi historia. Como sabéis soy un vampiro, se sorprendería la gente si supiera las historias que oigo cuando me concentro ya que puedo oír a distancia historias de infidelidades o de engaños o de zorras que son algunas hijas con sus padres. Yo no soy un vampiro clásico de eso de las pelis que hay en el cine, visto según la moda y voy bastante elegante y buena ropa:
Como sabéis cambié bastante al ser vampiro y no soy aquel pobre chico que vivía en el campo con sus padres. Me gusta la marcha me gusta la disco y me encanta la noche.
Quería saber si era el único ser de mi especie o había más como yo pero primero me vengaría de cierta persona que descubrí que estaba casada y tenía una hija ya que ella se rio de mí primero por mi físico y segundo por no tener ni un duro.
No sabía lo que la esperaba no me costó mucho encontrarla ya que usé mis poderes de persuasión y me lo dijeron enseguida los funcionarios, luego les hice olvidar. Llegué a la ciudad donde vivía esa persona ya que como les he dicho soy muy rápido y puedo atravesar grandes distancias sin problema. Ella vivía en una zona moderna un piso bastante lujoso, un séptimo,
Estaba casada con un tío más viejo que ella pero forrado de dinero por lo que supe. Empecé a escalar sin problemas y me quede colgado en un balcón vecino cerca de ellos y escuche la conversación con su marido. El matrimonio no funcionaba nunca estaba en casa: Ella le acusaba de estar con unas y con otras él la dijo:
-Si no te interesa te vas pero me quedare con tu hija.
Ella se echó a llorar eso no lo consentiría jamás separarse de la hija.
Ella seguía estando buena. No estaba como antes cuando yo la conocí pero todavía estaba bien aunque los disgustos le habían hecho mella. Me di cuenta que el marido era un hijo de puta que le gustaban todas ni se preocupaba por su familia ni nada pero ella la estaba bien empleada por que buscó su dinero para vivir bien y me despreció por no tener un duro y vivir en una granja con mis padres.
Entro la hija al ver a la madre llorando y se puso a discutir con su padre, este les dijo que si no estaban contentas como vivían que se fueran. No las daría ni un duro y no las dejaría trabajar en ningún sitio ya que él era bastante poderoso.
La hija era una preciosidad con 17 años unas curvas de ensueño, se parecía a la madre cuando era joven. Yo me comprometería ayudarlas pero a cambio tendría las dos en mi cama cuando el padre harto de lloros de la hija y de la madre se fue. Ellas se quedaron llorando yo elabore un plan invitaría a la familia a un baile donde iría toda gente pudiente como ellos. No podrían negarse a conocerme ya que era el nuevo vecino rico, me rodee con gente de nobleza y dinero me hice llamar el barón Orlock.
Dinero no me faltaba solo tenía que doblegar la voluntad y me entregaban sus carteras y sus joyas y no recordaban nada. Me compré una mansión lujosísima y allí di una fiesta a mis invitados para conocerlos. Envié las invitaciones a gente de dinero y postín y nobles. Todos fueron con sus familias e hijas y mujeres a conocer a ese personaje que soy yo tan rico y por supuesto su marido y su hija y ella fueron. Todos con sus mejores galas, yo di un baile excepcional digno de un rey. Con comida de toda las clase de países, contraté a los mejores cocineros, camareros de todos ya que dinero tenia a espuertas .
Ellos se quedaron con la boca abierta cuando entraron todos en mi mansión y me presenté:
-Soy el barón Orlok, es un placer conocerles. Siéntense como en su casa.
Ella no me conocía aunque le parecía familiar mi cara. Todos empezaron a comer y a beber . Yo me disculpe diciendo que ya había comido pero que no se privaran que estaban en su casa. Las mujeres y las hijas de ellos estaban encantados conmigo, querían bailar todas conmigo pero yo soy un poco macabro sino no sería vampiro y después de la cena las puertas se cerraron y todos la servidumbre se fue sin recordar nada . Ni camareros ni cocineros.
Nadie podía salir de mi casa sin que yo quisiera entonces les dije:
-Voy a contarles una historia que les gustara. Se acuerdan de un joven del que todo el mundo se rio que vivía en el campo. En el que sus mujeres despreciaron y que su padre tuvo que irse a vivir al campo porque muchos de ustedes le arruinaron y tuvo que vivir plantando de la tierra para mantener a su familia.
Ellos se pusieron blancos no sabían que decir. Estaban pálidos.
-Bueno pues yo soy ese joven, que les parece. A partir de ahora sus mujeres y sus hijas me pertenecen a mí que les parece.
Ellos dijeron que estaba loco y quisieron largase. Pobre ilusos nadie podría salir de la mansión ya. Otros quisieron golpearme. Inútil también porque yo como vampiro, tengo la fuerza de 20 hombres y los tire como si fueran peleles y usando mi voluntad dije:
-Vosotras desnudaos.
Las hijas y las madres se desnudaron sin resistencia ninguna. Ellos estaban alucinados.
-Vosotros ataos unos a los otros y no podréis moveros. Mi venganza es esta: vosotros vais a haber cómo me follo a vuestras mujeres y a vuestras hijas delante de vosotros. En cuanto a ti que engañas a tu mujer y a tu hija como persona decente no me sirves. Suicídate.
Y se pegó un tiro. Que pena. Los hombres estaban aterrados sin poder moverse :
– vosotras follar y ser unas putas como dios manda.
Ellas empezaron a besarse y a chuparse entre ellas y a meterse mano y a follar, restregándose sus chochos
-Vosotros lo veréis pero no podréis hacer nada, solo pajearos mientras yo me follo a vuestras hijas y mujeres.
En cuanto a la mujer que ya sabéis que me hizo daño, la dije:
-Ven aquí con tu hija.
No la obligue y la dije:
-El dinero de tu marido será para ti y para tu hija, podéis comenzar una nueva vida y dejar esta que teníais.
Ella se echó a llorar y para agradecérmelo, se denudaron sin yo obligarla y me chuparon la poya y me dijeron que las follase que eran mías. Ella se acordó de mí y me pidió perdón por el daño que me había hecho. Me dijeron que querían ser para mí pero yo las dije:
-Yo tengo que recorrer un camino muy largo y tengo para toda la eternidad. Os follare pero quiero que mañana hagáis vuestra vida normal y que busquéis a un hombre que os merezca.
Me folle a la madre y a la hija. Las di por el culo a ambas e hicimos todas las posturas posibles. Hice que se follasen entre ellas y quedaron muy agotadas y felices En cuanto a las otras me las folle igual hice toda la clase de perversiones con ellas y luego las hice olvidar igual que a sus esposos.
Por la mañana puse la misión en venta y desaparecí como si no hubiera existido nada de lo que paso anoche. Mi venganza estaba completa pero yo quería saber si había más de mi especie y me dirigí a preparar el viaje para Rumania.
Transilvania como dicen allí es tierra de vampiros

  • : como sabeis me converti en vampiro por culpa de los vampiros murciélago y comenze a vengarme de la gente que me había echo daño sobre todo las mujeres
 

Relato erótico: “jane V” (POR ALEX BLAME)

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LA OBSESION 25

Sin títuloJane espero pacientemente en el agua hasta que Tarzán perdió momentáneamente el interés por ella y salió del estanque. La joven sólo tuvo unos instantes para admirar su cuerpo musculado e imaginar lo que escondía bajo el taparrabos. Se mordió el labio con un gesto de indecisión y se dirigió al arbusto donde había dejado la ropa. Cuando llegó descubrió a Idrís y otros dos colegas haciendo girones sus bloomers y poniéndose sus bragas de sombrero. Jane cogió el sujetador y se lo puso antes de que los chimpancés lo intentasen e intentó quitarle las bragas de la cabeza al compañero de Idrís, un joven macho, obviamente sin conseguirlo. El chimpancé la esquivó con facilidad y se subió al árbol más cercano sin dejar de hacerle muecas y tirándole pequeñas ramas y hojas. Afortunadamente Idrís estaba despistada observando las monerías de su compañero y se dejó arrebatar lo que quedaba de los bloomers con facilidad, de las botas no había ni rastro. Cuando se los puso, observó con desesperación que ambas perneras estaban rajadas y mordisqueadas y la izquierda estaba descosida casi hasta la cintura. Con un suspiro de resignación se puso la prenda y se arregló las perneras provisionalmente ciñéndoselas al muslo con los restos de la blusa. Con la cara roja de vergüenza se incorporó y buscó a Tarzán. Sorprendida vio como estaba peleando con un viejo gorila macho, bastante más grande que él. Tarzán lo azuzaba y le daba sonoros golpes en el pecho y la espalda mientras eludía los gigantescos puños del simio. Al principio se asustó, pero pronto se dio cuenta que tanto los golpes de uno como del otro eran controlados y no pretendían hacer daño de verdad. Tras unos minutos terminaron por abrazarse y espulgarse mutuamente ajenos a lo que pasaba a su alrededor.

Jane los observó largo rato, totalmente confundida, incapaz de asumir que la relación entre un hombre y un animal pudiese llegar a ser tan íntima. Jane había tenido perros y recordaba con especial afecto a Jack, un viejo terrier al que quería con locura. Era listo y parecía anticiparse a los pensamientos de su ama pero perro y ama sabían cuál era su lugar. Ella mandaba y el obedecía. Sin embargo, lo que estaba viendo en ese momento, era a dos individuos de especies distintas relacionándose en un plano de igualdad…

-¡Joder! –exclamo Jane por tercera vez en su vida dándose un golpe en el cuello.

Cuando se miró vio su mano decorada con los restos de un mosquito de considerables dimensiones. Tarzán levantó la cabeza y se acercó curioso a ella para ver lo que pasaba. Acercó su nariz al cuello de Jane y la olisqueó interesado. La joven notó como el suave vello que cubría su cuello se erizaba ante la sensual caricia del aliento del salvaje. Tras unos segundos Tarzán retiró su aliento y le indicó por señas que la siguiera hasta una zona fangosa cerca de la orilla sur del estanque donde estaban los elefantes. Con un gesto con los brazos y un par de gritos les hizo retirarse y acercó a Jane hasta el borde fangoso.

Cuando Tarzán cogió un buen montón de barro y se lo extendió por el cuello ella hizo el amago de protestar. El fango era de color claro, casi blanco y olía a vegetación en descomposición pero enseguida notó el frescor y un inmediato alivio de la picadura. El hombre no se limitó al cuello sino que empezó a untar el resto del cuerpo con el barro haciéndole entender a Jane mediante señas que evitaría la picadura de los mosquitos. Las manos de Tarzán acariciaron su cara dejando una fina capa de barro que rápidamente se endureció formando una costra impermeable a las picaduras de los insectos. Jane cerró los ojos disfrutando del cálido contacto de las manos del hombre. Tarzán cogió un poco más de barro y comenzó a bajar por el pecho untando sus hombros y sus clavículas y la parte del escote que dejaba al descubierto su sostén. Cuando Tarzán recorrió sus costillas y juntó sus manos en su vientre Jane no pudo contener un corto suspiro de placer. El salvaje pareció no advertirlo y siguió con su tarea lenta y metódicamente embadurnando su espalda hasta la cintura de los bloomers. A continuación continuó con sus pies. Untó su empeine y el puente, siguió con el talón y terminó en sus dedos donde se demoró acariciándolos uno a uno y recorriendo toda su longitud. Jane abrió los ojos respirando agitadamente. Tarzán la estaba mirando de una manera que la hacía temblar. Sin dejar de mirarla a los ojos comenzó a masajearle las pantorrillas y lentamente empezó a subir por las piernas arriba, electrizando todo su cuerpo, hasta introducirse en las perneras de los destrozados pantalones. Afortunadamente las manos chocaron contra el arreglo provisional que había hecho Jane y el hombre no pudo pasar de la parte baja de los muslos.

Contrariado, Tarzán intentó deshacer los nudos pero Jane se separó y cogió un puñado de fango con su mano –ahora me toca a mí –pensó mientras acercaba la mano al pecho del hombre.

Tarzán no se apartó y Jane pudo acariciar el pecho del salvaje. El pecho era amplio, duro y musculoso, mientras hacía dibujos en el con el barro que había cogido de la charca recordó el de Patrick más pálido, más blando y con más pelo y con una punzada de remordimiento apartó la mano y se retiró un par de metros confundida y arrepentida. Tarzán hizo el amago de acercarse pero pareció pensárselo mejor y terminó el sólo de cubrir su cuerpo de barro.

Avery se levantó tarde, la cabeza le estallaba y se sentía aún mareado por el efecto de los excesos de la noche anterior. Se dirigió al porche dónde ya le estaba esperando Henry con los restos de su desayuno, viendo como las nubes descargan sin piedad millones de litros de agua sobre la arrasada llanura.

-Dentro de un par de semanas, el paisaje habrá cambiado tanto que no lo reconocerías –dijo Lord Farquar con un deje de tristeza en la voz -¡ojalá estuviese Jane para verlo!

-¿Y Patrick? –preguntó Avery.

-Se levantó al amanecer y le dijo al mayordomo que iba a ver si encontraba algo de caza por los alrededores. Yo que las hienas me escondería, ese hombre está guardando mucha rabia en su interior.

-Me vuelvo a Inglaterra. Jane está muerta, no quiero saber nada más de este continente. En cuanto tenga listo el equipaje me iré.

-A la tarde sale un tren con dirección a la costa, me ocupare de que todo esté listo para que lo cojas.

-Gracias Henry. Patrick se quedará aquí, ¿Podrías hacerme el favor de acogerle en tu casa? –Preguntó Avery a su viejo amigo –necesito saber que hay alguien pendiente de él.

-Descuida, eso ya lo tenía en mente. –Respondió Henry –Lo que necesita Patrick es desahogarse. Los jóvenes son fuertes y poco a poco ese dolor se irá suavizando y podrá volver a su vida.

-Eso espero, Patrick estaba totalmente prendado de mi hija, pero su vida debe continuar, ya no puede hacer nada por… ella.

La visión de Mili con un traje oscuro y discreto pero incapaz de disimular sus generosas formas despertó en Avery vagos e inquietantes recuerdos de la noche anterior. Entre las brumas alcohólicas las imágenes de Mili desnuda cabalgando desaforadamente sobre él le provocaron una sensación de desazón. Por un momento se sintió un miserable pero la cara de Mili serena y su gesto de ternura hacia él le tranquilizaron un poco.

Intentando no pensar en todo lo que estaba ocurriendo, se inclinó sobre los huevos revueltos y el zumo de fruta y durante la siguiente media hora se dedicó a engullir comida sin decir absolutamente nada. Pasado un rato Henry se disculpó y los dejó solos y sólo entonces Avery se atrevió a apartar la vista de la comida y dirigirla a Mili.

-Respecto a lo que ocurrió anoche, espero no haber…

-Tranquilo –le interrumpió Mili aparentando serenidad –no ocurrió nada que yo no desease. Quizás te parezca un fresca al decir esto pero nunca comprendí eso que dicen de que la desgracia une a las personas hasta anoche.

-Me alegro, si te soy sincero anoche bebí demasiado y desde que apareciste por la puerta he empezado a recordar fragmentos de lo que pasó.Temí haber abusado de ti por la fuerza. Por experiencia sé lo que un hombre borracho puede llegar a hacer y temía haberme dejado llevar por mis impulsos más primitivos. –Replicó Avery aliviado –de todas formas este no es el lugar adecuado para hablar, durante el viaje tendremos intimidad suficiente y tiempo para pensar. Prepárate, nos vamos esta misma tarde.

Mili asintió sin decir nada pero obviamente parecía satisfecha. Probablemente esperaba que él la tratase como a una puta que le había seducido en un momento de debilidad con el cuerpo de su hija aún caliente pero Avery no era de esa clase de hombres. Si de algo estaba seguro era de que si se había cometido un error la noche pasada era un error compartido, una culpa compartida…

Avery apuró lo que quedaba del zumo y despidiéndose educadamente se retiró para ultimar su equipaje.

Afortunadamente Patrick ya estaba de vuelta de su excursión para el mediodía y pudieron despedirse. Llegó cansado y cubierto de barro pero con un aspecto más tranquilo después de haber abatido un par de impalas. Se despidieron con un abrazo no antes de recordarle que sus puertas siempre estarían abiertas para él. El joven lo agradeció educadamente pero sus ojos le decían a Avery que probablemente no lo volvería a ver.

La tarde empezaba a decaer cuando el tren llegó finalmente a la estación de Kampala con tan sólo un par de horas de retraso. Avery y Mili tomaron posesión del único vagón de primera clase que había en el tren y que estaba totalmente vacío.

Entraron en uno de los compartimentos y se sentaron uno frente el otro aliviados por estar al fin en movimiento. Protegida de los insectos y de la persistente lluvia, Mili se quitó la pesada capa que la cubría mostrando un vestido cómodo y sencillo de un discreto color beige. Avery intentó mirar el paisaje que se deslizaba ante él con desesperante lentitud pero no podía evitar mirar de vez en cuando a Mili con la que mantenía un incómodo silencio. Ella no demasiado incómoda se mantenía sentada en el asiento muy erguida mirando a través de la ventanilla. De vez en cuando una pequeña pela de sudor brotaba de detrás de su oreja y resbalaba despacio por su cuello abajo para terminar perdiéndose de vista entre los generosos pechos de la mujer.

En esos momentos Avery lamentaba no poder recordar nada más de la noche anterior, lamentaba no atreverse a seguir con sus labios el recorrido de la gota de sudor hasta que el escote de su vestido se lo impidiera…

Un camarero interrumpió sus pensamientos sirviéndoles una cena fría y poco apetitosa. Ambos comieron poco y en un obstinado silencio. El camarero terminó de servirlos rápidamente y se despidió deseándole que pasaran una buena noche. Ambos se recostaron en sus asientos y se acomodaron como pudieron para pasar la noche lo mejor posible. Con el rabillo del ojo vio como Mili metía la mano en su escote e intentaba aflojar un poco su corsé para estar un poco más cómoda.

Avery oyó un ligero suspiro de alivio y en pocos minutos la respiración de la mujer se tornó suave y acompasada. Cerró los ojos dejándose mecer por el movimiento del tren e intentando dormir, pero estaba demasiado turbado. Ahora que Jane no estaba con él su vida había perdido sentido. Al morir su esposa había dejado el ejército y se había dedicado en cuerpo y alma a la educación de su hija. Muchos de sus familiares le habían aconsejado que se casara con una mujer joven y guapa, y no le faltaron proposiciones de padres interesados por procurarle una buena situación a sus hijas, pero siempre se mostró reacio y al final le dejaron por imposible. Ahora que se había quedado sin ella, no se sentía con fuerzas para ir de fiesta en fiesta con una joven y activa esposa del brazo. Todo lo que deseaba era una tranquila vida en familia, pero lo único que le quedaba era un yerno loco de dolor y Mili. En cuanto pensó en ella los recuerdos de la noche le asaltaron, las imágenes del rostro de Mili crispado por el placer le excitaron y deseo tenerla de nuevo en sus brazos.

Cuando Jane alcanzó la adolescencia, Avery descubrió que había cosas de las que no podía hablar con su hija, así que habló con el padre de Mili un primo lejano que había arruinado a su familia con toda clase de excesos y le había sugerido que la joven, que tenía unos diez años más que Jane, fuese su dama de compañía. Las dos jóvenes congeniaron casi de inmediato. Mili resultó ser inteligente y avispada y constituyó una inestimable ayuda para Avery. Pero a pesar de su figura exuberante, sus ojos azules, su pelo negro y brillante, sus facciones suaves y su sonrisa dulce nunca había pensado en ella de manera lasciva.

Un relámpago sobresaltó a la mujer que abrió los ojos y descubrió a Avery observándola.

-¿No duermes? –Preguntó Mili.

-No puedo… -dijo Avery turbado sin saber que decir.

-Has estado muy callado durante el viaje.

-Sí, lo siento pero me temo que no soy una alegre compañía.

-Tranquilo, lo entiendo –dijo ella con dulzura –son demasiadas cosas en las que pensar. Quizás sea un buen momento para charlar sobre lo que te preocupa…

-Cómo traducir en palabras la confusión que se ha adueñado de mí. –replicó él – Hecho de menos a Jane y sé que hago bien en volver a Inglaterra pero a partir de aquí no sé qué más hacer. El futuro que tan claramente se mostraba hace unas semanas ahora es un vacío negro y turbador.

-Te entiendo perfectamente, yo he perdido a mi mejor amiga y confidente, ahora sólo me quedas tú –dijo Mili acercando su mano a la cara de Avery.

-Mili, no deberíamos… -dijo él sintiendo como todo su cuerpo respondía ante una sencilla caricia.

Mili se incorporó y sin hacer casó de la débil protesta del hombre deslizó su mano por su pecho mientras acercaba sus labios a los de él. El beso fue violento y húmedo, como la tormenta que había estallado en el exterior, pero mucho más placentero. Avery no podía apartar los ojos de los enormes pechos que se insinuaban bajo el escote del vestido. Mili se dio cuenta y desabrochándose la parte superior del vestido y aflojándose el corsé los liberó para que él pudiera admirarlos.

Avery los cogió entre sus manos y los estrujó con fuerza sin dejar de besarla, Mili gimió excitada, metió la mano por debajo de los pantalones de Avery y cogió su paquete. Está vez su polla se irguió inmediatamente. Mili le quitó los pantalones y los calzoncillos dejando el pene de Avery a la vista. Con una mirada traviesa lo agarró y lo enterró entre sus pechos. Su polla reaccionó palpitando con fuerza al sentir el calor y la blandura de los grandes pechos de Mili. Usando sus manos para apretarlos entorno a su verga comenzó a subir y bajar haciéndole estremecerse de placer. Mientras lo hacía, la mujer mantenía la vista baja con las mejillas arreboladas por el deseo y la vergüenza. Avery alargó el brazo y cogiéndola suavemente por la barbilla le hizo levantar la vista. Avery observó la cara de mujer, sus ojos azules y sus pestañas largas y rizadas unos segundos antes de besarla de nuevo. Con los ojos brillando de deseo, aparto sus labios y se concentró de nuevo en su miembro.

Empezó acariciarlo con sus manos y a besar la punta con sus labios. Avery gimió de placer y hundió sus manos en el largo y suave pelo de la mujer. Cuando Mili se metió el miembro en su boca creyó que su polla iba a estallar pero se contuvo y cerrando los ojos disfrutó de la boca y la lengua de la joven recorriendo su miembro con suavidad. Unos segundos después apartó a Mili con brusquedad y se derramó sobre sus pechos. Cuando abrió los ojos vio que Mili se estaba acariciando bajo el vestido. Sintiéndose un poco culpable por no haber pensado en él placer de la mujer le levantó la falda y apartándole la mano comenzó a acariciar su sexo por encima de las ligeras bragas de algodón. El tejido estaba empapado por una mezcla de flujos vaginales y sudor volviendo el tejido casi transparente. La visión del coño de la mujer junto con sus gemidos anhelantes hicieron que la polla de Avery se endureciese de nuevo. Con un movimiento rápido la levantó y la puso de cara contra el cristal. Apartando faldas y enaguas apresuradamente logro bajarle las bragas lo suficiente para poder penetrarla. Ante las súplicas de ella comenzó a penetrarla empujando con todas sus fuerzas y notando como llenaba su coño húmedo y caliente haciéndola vibrar. Mili apoyaba las manos en el cristal para aguantar las embestidas de Avery mientras observaba como la tormenta arrasaba la sabana. Avery levantó la falda de la mujer por encima de su cintura y hundiendo dos dedos en su ano le propinó dos salvajes empujones provocando que se corriese. El cuerpo de Mili tembló y ella gritó mientras Avery continuaba follándosela hasta correrse en su interior, llenando aquel coño ya rebosante de flujos con su leche. Con su polla aún en el interior de la joven tiro de su pelo para volverle la cabeza y le dio un largo beso mientras la luz de los relámpagos y el estruendo de los truenos les envolvía.

-Esta vez procuraré no olvidarlo –dijo Avery separándose jadeante.

 

Relato erótico: “Secreto de Familia: Javi” (POR MARQUESDUQUE)

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DE LOCA A LOCA PORTADA2-¿Puedo meterme en tu cama?

Sin título-Claro

Era una cama pequeña y mi hermana está muy buena. Allí ambos apretados no pude evitar excitarme. Ella lo notó y deslizó su mano hasta mi pene. Comenzó a masturbarme despacio.

-¿Te gusta?

-Me encanta

-¿Crees que la abuela se pondrá bien?

-Seguro

Precisamente mi abuela era la otra persona que me había masturbado en mi vida. Concretamente en la habitación de invitados. En esa ocasión fui yo quien se metió en su cama. Debo advertir dos cosas a quien le extrañe que mis primeras experiencias sexuales fueran con mi hermana y con mi abuela. Primero es que soy adoptado, así que no son mi hermana ni mi abuela en términos biológicos. Segundo que las dos son muy hermosas. De mi hermana ya lo he dicho, pero mi abuela, a pesar de su avanzada edad, también es una belleza. Sus tetas siempre han sido mi motivo de masturbación preferido. Además la relación entre los dos siempre ha sido muy especial, muy tierna. Precisamente nos acababan de dar la noticia de que estaba enferma. Esa era una de las razones de que Sandra, mi hermana, se metiera en mi cama. La otra, aunque ella no la quisiera reconocer, es que su novio acababa de tener un hijo con otra mujer. No es que le fuera infiel ni nada, ella lo sabía y había dado su aprobación, pero aún así se sentía… sino celosa, cuando menos desplazada. Al fin y al cabo su novio estaba compartiendo algo muy especial con alguien, que no era ella. Mis dedos buscaron sus braguitas y mi boca la suya mientras ella aceleraba el movimiento de su mano. Mi familia es muy rara, ya lo sé.

Desde muy pequeño mis padres me confesaron que era adoptado, pero preferí que mi hermana y mi primo, casi como un hermano porque siempre íbamos los tres juntos, no lo supieran. Ellos eran casi de la misma edad y yo un poco más joven, de modo que aunque siempre eran gentiles conmigo y procuraban incluirme en sus juegos y travesuras, inevitablemente quedaba desplazado de algunas de ellas. Aunque era obvio que era por la edad y que el hecho que yo fuera adoptado, que ellos desconocían, no tenía nada que ver, a mi me torturaba pensar lo contrario. Encontraba en el ADN que no compartíamos la causa de su especial complicidad, de la que me sentía excluido. Aun así José, mi primo, era uno de mis mejores amigos y, desde luego, adoraba a mi hermana, modelo de simpatía y belleza para mí. Lo de mi abuela era caso aparte. No parecía importarle la cuestión genética que ella sí conocía, yo era invariablemente su favorito y dejaba que todos lo supieran sin diplomacia alguna. Podía hablar con ella de cualquier cosa. A pesar de su edad era, y sigue siendo, una mujer elegante y atractiva, alta, morena y de pecho generoso que siempre lucía en abundantes escotes. Cuando llegué a la edad del despertar sexual, junto a modelos o actrices famosas, de las que salían en la tele, mi abuela y, concretamente, sus tetas, fueron iconos de mi deseo. Poco a poco fue cambiando mi actitud hacia ella. Aunque me daba vergüenza no podía evitar mirarle el escote, frotarme contra ella al cruzarnos o tratar de alargar el piquito con el que nos saludábamos, común en mi familia. Si ella noto algo raro, nunca lo dijo.

Lo de mi hermana llegó un poco más tarde. Debía tener unos 15 años, Sandra 17 y José 16. Habíamos visto una película un poco subidita de tono y José había decidido quedarse a dormir. En nuestra habitación había tres camas previendo esa eventualidad, bastante frecuente, así que después de acostarnos, estuvimos los tres hablando de sexo, de cómo sería practicarlo, etc. Los tres éramos vírgenes por aquel entonces. Finalmente nos callamos e intentamos dormir. No sé porque intuí que ocurriría algo, así que me hice el dormido. En seguida, José pasó a la cama de mi hermana y comenzaron a besarse. La luz estaba apagada, pero yo ya estaba acostumbrado a la penumbra y entraba algo de claridad por la ventana, así que distinguía perfectamente lo que ocurría. Sin querer me empalmé, así que comencé a cascármela imaginando que era yo y no mi primo quien me daba el lote con Sandra. Ellos estaban entretenidos con lo suyo y me daban por dormido, así que ni se enteraron. Me corrí mirándoles y me venció el sueño antes de que ellos dejaran de morrease. Desde entonces esos dos se pasaban la vida enrollándose a espaldas de todo el mundo. Como se suponía que yo tampoco lo sabía, y desde luego no pensaba decirles lo contrario, también se ocultaban de mí, lo que me hacía sentir aún más desplazado. Además desde aquella noche mi hermana me ponía a mil. Siempre me había parecido muy guapa, pero nunca la había visto de esa manera. Admiraba su belleza como algo estético, no propiamente sexual, pero desde que la había visto darse el lote con José, no podía quitármela de la cabeza. Intenté ser más simpático de lo habitual con ella, buscaba escusas para verla con poca ropa o para restregarme con ella en nuestros juegos. Como nuestra familia es bastante liberal, como ya he explicado, no me era difícil sorprenderla al salir de la ducha o, fingiendo despreocupación, observarla vistiéndose. Si de mi abuela me volvían loco sus tetas, de mi hermana era su culo el mayor objeto de mi admiración. Me parecía simplemente perfecto. Tampoco ella advirtió mi cambio de actitud, obsesionada como estaba con morrease con mi primo. Un día habían estado hablando de ir al cine. No tenía otra cosa que hacer así que pregunté de que película se trataba. Sandra puso una evidente cara de disgusto, porque lo que obviamente quería era quedarse a solas con José para otra de sus sesiones de intercambio de saliva. Me di cuenta y puse una escusa para no ir, pero mi hermanita debió notarme molesto, porque enseguida se me abrazó disculpándose y diciendo que quería que viniese. La verdad es que era maja. Siempre fue más popular y más simpática que yo, y siempre trató de ayudarme y de cuidarme como buena hermana mayor. El caso es que me tenía abrazado por detrás y sus tetas se estaban clavando en mi espalda. Me giré despacio y quedamos frente a frente. Para tratar de animarme me dio un piquito. Yo estaba como loco, tan empalmado que creía que iba a romper el pantalón. Luego me dio otro. Casi parecía que nos estuviéramos morreando como hacía habitualmente con José. Mi mano se deslizó hasta sus posaderas y acaricié ese culo perfecto. De repente se azoró y nos separamos. Debió notar mi excitación o algo así.

Semanas después se produjo el bombazo. José y Sandra anunciaron que salían juntos y que estaban enamorados. Les había costado tomar la decisión porque acababan de enterarse de que también eran hermanos. O medio- hermanos. Si, ya sé, es un poco raro, pero así es mi familia. Lo contaré más despacio: José nunca supo quién era su padre hasta entonces, y la verdad es que nunca lo preguntó. Su madre, mi tía, que es bisexual, vivía (y sigue viviendo) con otra mujer, Lorena, que por cierto es bastante guapa. Resulta que Rita, mi tía, quería tener un hijo y no tenía pareja. Además tanto mis padres como ella, eran muy liberales, practicaban el intercambio de parejas y esas cosas. Así que os podéis imaginar el resto. Julio, mi padre y el de Sandra era también el padre biológico de José. Esto no les impidió seguir con la relación, aunque les provocó una crisis bastante importante. A mí me jodía que Sandra me viera como “su hermanito”, cuando en realidad ni siquiera éramos hermanos, mientras que se enrollaba con José, que en realidad sí era su hermano. Bueno, se enrollaba y todo lo demás, porque después de hacer su relación pública empezaron a dormir juntos, incluso con el consentimiento de mis padres y mi tía. Son muy liberales ya os lo he dicho. Así que el mismo tabú del incesto que no significaba nada para ellos en cuanto a su relación, sí impedía que yo pudiera algún día tener algo con ella. Definitivamente no era justo. Además ahora que ellos no solo eran primos sino medio hermanos y yo que biológicamente no era nada de ninguno de los dos, entendía aún más su complicidad. Y no solo eso. Encima estaban enamorados. Lo que parecía un calentón había derivado en una relación de noviazgo en toda regla. Había que joderse.

Mi hermana me notó celoso. Ella creía que yo acababa de desayunarme con todo aquello y que temía quedar desplazado. En parte era cierto, pero solo en parte. Empezó a ser más cariñosa conmigo, como para compensar, pero eso solo conseguía empeorar las cosas, hacer que me pusiera más cachondo al verla. Un día que estaban viendo la tele empezaron a besarse. Ahora que ya era público no tenían porque esconderse. Como siempre en esos casos me ponía tan celoso como excitado. Algo molesto les grité que se fueran a un hotel, o algo parecido. Era un cachondeo que tenia con ellos a veces, pero en esta ocasión mi hermana me agarro y me atrajo para sí. Caí sobre ella y me besó también. ¿Ves? También te beso a ti, no te pongas celoso, dijo con guasa. José también cayó sobre nosotros y de nuevo se besaron. Luego Sandra me besó a mí de nuevo. Esta vez mi lengua se deslizó en su boca y tocó la suya. Ahora besaros entre vosotros, dijo de nuevo, riéndose. Les dije que no estaba para mariconadas y fui al baño a cascármela. Me iba a reventar.

Por aquellas fechas mi abuela vino a visitarnos. Eso quería decir que los dos objetos de mi deseo estarían juntas en la misma casa. En una de nuestras largas y habituales conversaciones cuando venía, le dije que envidiaba la experiencia sexual que sus otros nietos estaban adquiriendo, mientras que yo, prácticamente, ni siquiera había visto una teta. Ella sonrió y me besó muy cerca de los labios. Me dijo que eso era porque eran algo mayores, que a mi edad estaban igual que yo, que no me preocupase, que las cosas pasarían cuando tuvieran que pasar. No logró consolarme del todo, aunque nuestras charlas siempre me hacían mucho bien. Esa noche me deslicé sin ser visto a la habitación de invitados, para dormir con mi abuela, como cuando era más pequeño. Hacia un par de años que habíamos perdido esa costumbre, frecuente antes, pero esa noche estaba especialmente melancólico y sabia que Sofía, como se llamaba mi abuela, no podía negarme nada. Prometo que no albergaba ninguna intención sexual, sin embargo, en cuanto me metí entre las sabanas, abrace su cuerpo maduro pero atractivo, e inspiré su aroma, mi pene empezó a levantarse y apretarse contra su pierna irremediablemente. Temí que me despachara ofendida, pero en lugar de ello me preguntó si era verdad que no había visto nunca las tetas de una mujer. Balbuceé que no y antes de que me diera cuenta estaba viendo las suyas. Esos dos gloriosos melones que tantas de mis pajas habían motivado estaban ante mí, más hermosos de lo que habría imaginado. No recuerdo si pedí permiso para tocarlas o lo ofreció ella, pero pronto las estaba palpando sin creer lo que sucedía. Luego comencé a lamerlas, mi boca iba de una a otra mordiendo los pezones, besándolas. Noté la mano de mi abuela en mi polla. Fue una paja increíble. Corriéndome entre su mano y su pierna mientras chupaba su seno derecho fui inmensamente feliz y la quise aun más.

Poco después mi abuela volvió a su casa en una ciudad cercana y yo me quedé con las ganas de repetir lo que habíamos hecho esa noche, aunque me consolaba pensar que seguramente sería mejor así, que tener sexo regularmente con ella traería complicaciones. Pasaron los meses en los mismos términos, volviéndome loco con mi hermana y recordando la paja de mi abuela, cada vez que la veía en alguna reunión familiar. Cuando cumplí 16 mis padres me presionaron para contar a mi hermana y a mi primo que yo era adoptado. Por supuesto no me obligaron a hacerlo, pero dijeron que no les parecía bien ocultarles cosas después de darse a conocer el otro secreto de familia: que en realidad eran hermanastros. Tuve que darles la razón y accedí a que se lo contaran, qué más daba ya. Ambos estuvieron muy cariñosos conmigo, haciendo ver que no les importaba, pero a mí me daba vergüenza todo aquello. Sandra esperó a que nos quedáramos solos, después de la fiesta, me acarició el pelo y me dijo: Puede que el que seas adoptado no sea tan malo. Podemos hacer cosas que de la otra manera… y me plantó un morreo que me dejó sin aliento. Primero acercó sus labios a los míos y me besó despacio, después los abrió y sacó la lengua, que contactó con la mía. Luego se fue, dejándome empalmadísimo y consternado.

Aquel era un feliz giro de los acontecimientos. ¿Quería eso decir que ahora que sabía que no nos unía vinculo biológico alguno, algo podría ocurrir entre nosotros? Los días siguientes frenaron mi euforia. Su actitud hacia mí no había cambiado, ni tampoco lo acaramelada que estaba con mi primo. Finalmente, unas semanas después de mi cumpleaños en que no había habido ningún otro acercamiento entre nosotros, la encontré sola en casa y reuní el valor suficiente para hablarle sobre el beso. Ah, ¿aquello?, solo quería que te sintieras mejor, fue su respuesta. Tremendamente decepcionado me batí en retirada. Así que solo era eso, me había visto jodido y había intentado animarme. Me había metido la lengua en la garganta por lástima, en definitiva. Adivinando mis pensamientos me siguió y me derribó en el sofá. Ven aquí, tonto, dijo y comenzó a besarme de nuevo. Mi pene creció mientras nos comíamos las bocas. En un momento dado se paró y me dijo seria: Sabes que quiero a José. Eso no hace que te quiera menos a ti, eres mi hermanito y eso nunca cambiará, seas adoptado o no, pero de José estoy enamorada. También un día tendrás tu novia y eso no hará que me quieras menos. Mientras tanto puede que me atreva a hacer cosas que si tuviéramos un vínculo biológico no me atrevería. Bastante tuve con enterarme de que mi novio y yo teníamos el mismo padre. Los besos siguieron tras su discurso. Me palpó la entrepierna y me susurró al oído: la tienes muy dura, ¿eso es por mí? Asentí por respuesta y añadió: ¿quieres que te haga una pajita? Le dije que sí y me la sacó despacio. Continuamos besándonos mientras me la meneaba. En medio de la operación alargué la mano para toquetear ese venerado culo a placer. Luego llegué hasta sus braguitas para corresponderla. Nunca había masturbado a una mujer y no sabía muy bien cómo hacerlo, pero siguiendo las indicaciones de mi hermana pronto comencé a darle placer. Ella, por su parte, sabía lo que se hacía, se notaba que se la había cascado muchas veces a nuestro primo. Nos corrimos casi a la vez mientras nuestras lenguas jugaban.

Desde entonces la buscaba con frecuencia para masturbarnos, pero como andaba siempre con José, solo lo conseguía un par de veces a la semana o tres como mucho. No sabía si mi primo sabía lo que hacíamos, y desde luego, yo no se lo pensaba comentar. A veces eran pajillas rápidas que me hacía para que me callara y no la incordiara más, otras veces yo también se lo hacía a ella, como la primera vez, y tardábamos más, pero nunca me dejó pasar de ahí. Aunque la situación había mejorado desde hacía unos meses, y no me podía creer la suerte que tenía cuando me corría entre sus dedos, me seguía fastidiando pensar que ese cabrón se la tiraba y yo no podía pasar de los trabajos manuales. Pasaron varias semanas y recibí la noticia de que mi abuela venía a pasar unos días a mi casa de nuevo. Hacía más o menos un año desde la paja y, aunque nos habíamos visto en alguna ocasión y hablábamos por teléfono a menudo, nunca lo habíamos mencionado y, desde luego, no se había vuelto a repetir. En cuanto me enteré que venía, sin embargo, se me puso dura. Empecé a pensar que tal vez Sofía fuera la persona adecuada con la que perder la virginidad. Tenía experiencia y seguro que me trataría bien. Con ella no tendría que ponerme nervioso, seguro que saldría todo perfecto. Es cierto que era mayor, pero a mí me parecía enormemente atractiva. Otra cosa, claro, era que ella accediera. Decidí preparar el terreno quejándome en nuestras conversaciones de mi falta de experiencia en comparación con mi hermana y mi primo. En parte era verdad que eso me molestaba, pero insistirle a mi abuela en el tema, como si me obsesionara, era una estrategia. Esperaba poder repetir la paja y quién sabe si conseguir algo más. El día que llegó estaba nervioso y creo que ella también. Esa noche, de nuevo me escabullí a la habitación de invitados en la que se alojaba mi abuela en cuanto calculé que no había peligro. Nada más verme abrió las sabanas invitándome a entrar. Animado por eso me lancé a besarla como un amante apasionado. No puede ser que quieras algo más que una paja, dijo ella, tengo más de sesenta años. Esta confesión, lejos de desmotivarme me enardeció. Ya nada podía frenarme. No sé lo que le dije exactamente para convencerla pero funcionó. Traté de explicarle que ella era la mujer ideal con la que tener mi primera vez, que me parecía preciosa y todo eso. Como digo no recuerdo exactamente mis palabras pero fui del todo sincero. Cuando me quise dar cuenta estábamos haciendo el amor. Lo hicimos dos veces esa noche y una más a la mañana siguiente al despertar. Nos besamos, nos mordimos, me la chupó, le comí el coño, cosa que hacía también por primera vez, practicamos varias posturas… fue perfecto, tal y como había imaginado.

Los días siguientes traté por todos los medios de que nos quedáramos a solas para repetir la mayor cantidad de veces posible, aparte de deslizarme a su habitación todas las noches. En conjunto lo hacíamos 2 o 3 veces al día. Cuando regresó a su casa no me conformé con la situación y pasaba por 2 horas de autobús de ida y otros dos de vuelta todos los días para ir a verla. Nada más llegar a su casa me lanzaba sobre ella y la besaba, le chupaba las tetas, la desnudaba y me la follaba con todas mis fuerzas. Nunca tenía bastante. Ella se quejaba: me vas a matar de gusto, tengo el coño escocido. Continuamos unas semanas con esta luna de miel. Mi hermana notó que ya no la buscaba y ahora era ella la que me lo pedía a mi cuando José no estaba. ¿Te has echado una novia por ahí que yo no sepa? Preguntaba intrigada. Yo lo negaba, pero ella estaba con la mosca detrás de la oreja. La cosa siguió así hasta que mi abuela tuvo que hacer un viaje de varias semanas. Durante ese tiempo me consolé con mi hermana, que parecía contenta de tener de nuevo mi atención. Cuando mi abuela volvió, empecé otra vez a visitarla, pero ya no con tanta frecuencia como antes. Fue por esas fechas que me enteré de la noticia bomba. José se estaba acostando con Lorena, la amante lesbiana (quizá ya no tan lesbiana) de su madre, con el consentimiento de Sandra y de mi tía, con la intención de dejarla embarazada. Estas cosas solo pasan en mi familia. Ahora entendía que mi hermana estuviera tan cariñosa conmigo. Por mucho que dijera que estaba de acuerdo con lo de su novio y su madrastra, Lorena era un bombón y tenía que estar celosa por fuerza. A aquellas alturas ya había cumplido 19 años y estaba yendo a la universidad, José tenía 18 y yo estaba a punto de cumplir 17.

Pasaron los meses y en poco tiempo recibimos dos noticias desiguales. Por una parte a mi abuela le habían encontrado un bultito en el pecho y se iba a una clínica de Estados Unidos a que le hicieran unas pruebas, y por otro, Lorena finalmente se había quedado embarazada. José estaba muy pendiente de la futura madre de su hijo y eso hacía que Sandra se quedara más tiempo sola, lo que hacía que estuviera más cariñosa conmigo. Como yo ya no tenía a mi abuela para hacer el amor, me venía bien el cariño de mi hermana y compartíamos sesiones de masturbaciones mutuas casi a diario. Cuando llegó mi 17 cumpleaños mi hermana me hizo un regalo especial. Cuando todos se fueron me llevó al baño, me bajo la bragueta, coló la naricilla por mis calzoncillos y, cuando ya creía que me la iba a machacar, como siempre, se la metió en la boca. No podía creerlo, mi hermana me estaba haciendo la mejor mamada de mi vida. Besó la punta, la lamió de arriba abajo y la volvió a rodear con sus labios. La abuela la chupaba bien, pero Sandra era una experta. Mi pene había crecido en su boca y ahora me lo estaba devorando. No necesitó tocarla con las manos, la succionó de tal manera que me acabé corriendo mientras me acariciaba la base de la polla con la lengua. Había soñado tanto con ella cuando la veía con mi primo y ahora se estaba bebiendo todos mis jugos. Desde entonces hacíamos el 69 casi a diario. Yo ya le había chupado el coño a mi abuela y sabía lo que me hacía, así que ella se corría en mi boca con facilidad. Pasaron los meses, Lorena tuvo el niño y nos informaron que a mi abuela la iban a operar en Nueva York. Y así llegamos a mi hermana metida en mi cama. Seguíamos besándonos y tocándonos por todas partes. Te quiero mucho, hermanito, me dijo. Yo a ti también, respondí sincero. ¿Quieres que hagamos el amor? Me soltó de golpe. A penas pude tartamudear una respuesta de sorpresa. Tenía asumido que ese día no llegaría nunca. Sé que somos hermanos, y no me creía capaz de esto, pero últimamente hemos estado muy unidos… desde el punto de vista sexual y, bueno, si puedo hacerlo con José que es mi medio hermano de verdad… no es que tú seas mi hermano de mentira…

Tranquila, la interrumpí, te entiendo. Sí quiero que hagamos el amor. Que tengamos esto juntos. Sé que nunca seré tan importante para ti como él, pero tú sí que eres la mujer más importante para mí y sé que me quieres. Siempre me has tratado de un modo inmejorable. Aprecio cada segundo que estoy contigo. Quiero que follemos.

No es que seas menos importante para mí, dijo ella, son importancias distintas. Sigo queriendo a José a pesar de que no estoy encajando lo que tiene con Lorena tan bien como creía, pero también la quiero a ella y a la criatura que han tenido y sé que somos una familia y lo superaremos, pero eso no hace que te quiera menos a ti. Eres muy especial para mí y yo también quiero compartir esto contigo.

Volvimos a besarnos, esta vez con más pasión. Poco a poco le fui metiendo mi pene entre las piernas. La última barrera que había entre nosotros se estaba derribando. Lo que tantas veces había soñado estaba sucediendo. Antes de que me diera cuenta estábamos follando. Estaba sobre ella, la tenia abrazada como si temiera que escapase, nos besábamos y mientras tanto mi polla entraba en su coño y salía lenta pero inexorable. Me erguí un poco y aceleré el ritmo. Habíamos estado mucho rato masturbándonos así que no tardamos mucho en corrernos. Fue muy bonito. ¿Soy la primera?, preguntó intrigada sobre si le había regalado mi virginidad. La segunda. Lo hice con la abuela antes. Me miró con incredulidad. ¿Con la abuela? Pero… es mucho mayor que tu. Sí, le respondí, pero es preciosa. ¿No te parece? Desde luego, dijo ella. Así que con la abuela. Ya decía yo que a veces me buscabas menos. Espero que los dos disfrutarais. Lo hicimos, le dije yo. Entonces me alegro por los dos. Estuvimos un rato sin hablar, mirando al techo. Me sentía increíblemente feliz. Javí, rompió el silencio mi hermana, cuando lo hacías con la abuela, ¿alguna vez se la metiste por el culo? La pregunta me sorprendió un poco. No, respondí sincero, nunca. Entonces, ¿nunca lo has hecho por ahí? No, claro que no. No me importaría probar, pero nunca se nos ocurrió. Yo tampoco lo he hecho nunca. Soy virgen por el culo, añadió con unas risitas. Si me la metieras por detrás… sería la primera vez para los dos. No importaría lo que ocurriese luego, mi culito sería tuyo para siempre. Algo entre los dos que no nos podrían quitar. Un vínculo eterno. Eso te compensaría por todo lo que te haya hecho sufrir sin querer todos estos años. ¿Te gustaría darme por culo?

Los ojos se me llenaron de lágrimas. ¡Adoraba a mi hermana! Siempre había sido tan buena conmigo y ahora esto… Me lancé sobre ella y la besé despacio. Mordí sus labios, chupé su lengua, le besé el cuello y bajé la boca hasta sus tetas. Eran más pequeñas que las de mi abuela pero estaban más tiesecitas. Bajé mi lengua por su vientre, la besé en el ombligo, finamente colé la naricilla por su entrepierna y moví la lengua de un lado a otro, cosa que había comprobado que le encantaba. Se la metí otra vez. No me cansaba de estar dentro de ella. Le di la vuelta y la puse a 4 patas. Notaba su culo contra mi pelvis. Giró su cabeza y nos besamos mientras le estrujaba las tetas. En un momento dado me paré y acerque mi boca a su culo en pompa. Besé los labios de su vagina y le metí un dedo. Luego otro. Cuando rocé su clítoris con la lengua se estremeció. Entonces aproveché sus propios jugos para lubricarle el culo. Le metí un dedo, dos, tres, la lengua. Cuando me pareció que estaba a punto intenté meterla. Primero solo la puntita. Cuando vi que se dilataba mi miembro entero. Ella no decía nada pero se notaba que le dolía y a la vez, que estaba disfrutando. Empecé a moverla despacio, luego más rápido. Ella comenzó a gritar, me pedía que acelerase, que la partiera en dos. Embestí con toda la fuerza que fui capaz hasta que derramé mi semilla en sus entrañas. Le agarré las tetas y nuestras lenguas se juntaron mientras seguía corriéndome. Ella empezó a correrse también, con mi polla en su culo. Quedamos rendidos y nos dormimos juntos entre besos y caricias.

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jomabou@alumni.uv.es

 

Relato erótico: “Mi prima preñada y su dinero, mis mejores afrodisiacos 7 y final” (POR GOLFO)

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herederas3Mi prima preñada y su dinero, mis mejores afrodisiacos 7

«Me queda una hora para que Ana llegue», pensé al abrir el agua caliente.
Acababa de despedirme de Teresa, dándole instrucciones precisas de cómo tenía que comportarse esa noche durante la cena. Asumiendo que esa noche, mi prima no podría evitar abrirse de piernas ante mí, decidí forzar su sumisión con un pequeño juego.
«Se quedará de piedra cuando vea lo que le tengo preparado», me dije muerto de risa al recordar que años atrás, aunque en ese momento no hubiera sido consciente, había sido yo el que la había desvirgado durante una fiesta de disfraces.
«Esa zorrita no tiene ni idea que sé que se escondió bajo una máscara para acostarse conmigo pero hoy si quiere ser mía, tendrá que trabajárselo», concluí mientras me metía bajo la ducha.
Bastante excitado por la perspectiva de disfrutar de esos pechos, mi pene se mantenía semi-erecto y no queriendo desperdiciar las fuerzas que sin duda iba a necesitar, tuve que hacer un esfuerzo sobrehumano para no masturbarme. Por ello, decidí que no alargar en exceso esa ducha y tras un rápido duchazo, estaba saliendo cuando un ruido me hizo saber que la filipina ya estaba de vuelta. Al girarme, vi que se había cambiado y que tal esa morenita venía caracterizada como le había ordenado.
-¿Le has hecho llegar la ropa que quiero que se ponga a tu jefa?.
Teresa me confirmó que había cumplido mis órdenes, entonces, pregunté:
-¿Qué te ha dicho?
Luciendo una sonrisa de oreja a oreja, contestó:
-Nada, la pobre ha empezado a temblar al comprender que lo sabes todo.
Su respuesta me satisfizo y todavía mojado, la ordené que me secara. Lo que no se esperó esa muchacha fue que una vez seco, me sentará en una silla y le pidiera que me secara. Teresa dudó unos instantes pero viendo mi resolución, cogió el bote de crema de afeitar y me la empezó a extender por la cara. Cuando terminó de hacerlo, cogió con aprensión la cuchilla de afeitar y con bastantes dudas, acercó la maquinilla a mi cuello.
-Confío en mi minina- le dije tranquilo mientras con una de mis manos acariciaba el estupendo culo con el que la naturaleza la había dotado.
Mis caricias no tardaron en afectarle y bajo su blusa, sus pezones se endurecieron al notar mis dedos tomando posesión de ese culete. Ella, asumiendo que era mía, no se quejó y sumisamente, separó un poco las piernas para facilitar que las caricias de mis yemas. Aleccionada de lo que me gustaba, tampoco puso reparo en que estas recorrieran la abertura de su sexo.
Al separar los pliegues de su coño, me encontré con que lo tenía empapado y decidido a putearla, apoderándome de su clítoris, la empecé a masturbar mientras le decía:
-Espero que no me cortes o tendré que castigarte.
Toda ella tembló al oírme pero no queriéndome fallar, siguió rasurándome al tiempo que sentía como su vulva era penetrada. No debe de extrañaros que el morbo de saber que me estaba jugando una buena herida al masturbarla mientras me afeitaba, provocó que bajo la toalla mi pene empezara a endurecerse.
-Me gusta tu entrega, mi minina- dije mostrando a la muchacha el tamaño que había adquirido mi sexo.
Teresa se estremeció al ver mi extensión totalmente erecta y mordiéndose los labios, soltó un gemido mientras se agachaba a adorarla. Descojonado por que creyera que deseaba una mamada, la agarré de la cintura y la obligué a ponerse encima de mí. Al no llevar bragas, la cría sollozó de placer al sentir cómo mi falo iba llenando su cavidad lentamente.
-No sea malo. Tengo miedo de cortarle- protestó al notar que la tenía completamente dentro.
Aun comprendiendo que tenía razón, clavé todavía más profundamente mi estoque en su interior y le ordené que siguiera afeitándome. La filipina estaba claramente excitada y a pesar de que lo que realmente deseaba era dejarse llevar conmigo en su interior, reinició el afeitado.
Por mi parte tengo que deciros que estaba encantado al observar su completa obediencia y por eso premiándola le pellizqué un pezón, mientras murmuraba en su oído:
-Eres una minina muy obediente…- Teresa, que para entonces ya estaba hirviendo, no se atrevió a moverse por miedo a cortarme como a mi reacción pero no pudo evitar que supiera de su calentura cuando el flujo que manaba de su sexo recorrió mis muslos- …y muy puta.
-Lo sé- respondió presa del deseo.
Afianzando mi poder sobre ella, usé mis dos manos para sus nalgas con mis dos manos y viendo su disposición, usé un par de dedos para acariciar su entrada trasera. La morenita, al notar que estaba haciendo uso de sus dos agujeros, no pudo reprimir un jadeo e involuntariamente, empezó a retorcerse encima de mis piernas.
-Mi bella cachorrita está bruta- susurré en su oreja.
Intentando evitar el orgasmo que le pedía el cuerpo, solo se le ocurrió cerrar los músculos de su pubis y lejos de apaciguar su calentura, aceleró su clímax.
-Termina de afeitarme.
Deseando moverse pero sabiendo que no se lo iba a permitir hasta que hubiese terminado, se dedicó a cumplir mi mandato. Al cabo de un minuto y dejando la maquinilla sobre el lavabo, me hizo saber que había acabado con una sonrisa.
-¿Mi futuro esposo desea algo más?
Soltando una carcajada, respondí:
-¡Que te muevas!

Os juro que de no haber quedado con Ana, hubiera hecho uso de ella nuevamente pero sabiendo que mi visita no tardaría en llegar, la obligué a vestirme. Teresa no sintió como un desaire esa orden y con cara de felicidad, me ayudó con la ropa. Al sentirla tan dispuesta, exacerbó mi fantasía y por eso al terminar, sacando de un cajón dos de mis corbatas, anudé una alrededor de su cuello como si fuera un collar mientras usé la otra a modo de correa. La oriental comprendió mis deseos y cayendo de rodillas, comenzó a maullar mientras rozaba con su lomo mis piernas.
-Tu compañera de gatera debe estar a punto de llegar- muerto de risa, dije al tiempo que tiraba de ella rumbo al pasillo.
Comportándose como una mascota a la que sacan a pasear, me siguió hasta el salón y una vez allí, esperó a que me sirviera una copa para acurrucarse a mis pies al ver que me sentaba.
-¿Estás seguro que quieres que nos vea así?- preguntó sin un deje de molestia en su voz al comprender que esas eran mis intenciones.
-Así es. Quiero que sepa que te he aceptado como “minina”.
Increíblemente, maulló de gozo al oírme y restregándose contra mí, contestó:
-Desde que Ana me habló de ti, he deseado oírte decir eso.
Fue entonces cuando desde la puerta, mi prima preguntó:
-¿Qué es lo que te ha dicho?
Su tono enfadado me hizo darme la vuelta y os reconozco que al verla con el disfraz de felina, me quedé sin habla. Mi embarazada prima estaba preciosa con ese conjunto de cuero totalmente pegado que magnificaba tanto sus pechos como su hinchado vientre. Por ello, tardé en reaccionar y tuvo que ser Teresa la que le contestara:
-Que me acepta como su minina.
La que teóricamente solo era su jefa, se puso roja de ira al escuchar la respuesta de esa cría y acercándose hasta ella, intentó soltarle un tortazo pero se lo impedí agarrándola el brazo. Al forcejear conmigo, su boca quedó a pocos centímetros de la mía y olvidándome de mis planes iniciales, la besé. La tersura de sus labios me cautivó y forzándolos con mi lengua, conseguí que los abriera. Durante unos segundos, Ana intentó liberarse de mi ataque pero poco a poco, su reticencia fue disminuyendo hasta que, ya sin reparo alguno, colaboró conmigo pegando su germinado vientre a mí.
-Mi gatita está preciosa con la máscara- comenté al notar su entrega y que aunque la había soltado, mi deseada prima no hacía ninguna tentativa de separarse.
A través del antifaz comprobé que sus ojos reaccionaron a mis palabras brillando con un extraño fulgor y deseando certificar su entrega, nuevamente la besé mientras mis manos tomaban al asalto su culo. La dureza de sus nalgas terminó de decidirme y pegando mi sexo a ella, le demostré que me excitaba. Ana, al notar la presión de mi verga contra su entrepierna, gimió derrotada y dejando a un lado su enfado, comenzó a restregarse con desesperación.
Durante un minuto dejé que lo hiciera hasta que siendo consciente de su claudicación, llevé mis manos hasta la cremallera de su traje y lentamente la bajé, disfrutando de cada porción del escote que iba liberando. Ella no pudo reprimir un sollozo al sentir la caricia de mi mirada y con la respiración entrecortada, me pidió que parara. Su queja fue el aliciente que necesitaba para apoderarme de esos hinchados pechos y sacándolos de su encierro, los llevé hasta mis labios.
-Por favor, soy tu prima- murmuró descompuesta al experimentar mi húmeda caricia sobre sus ya erectos pezones.
Sabiendo que nuestro parentesco no había sido impedimento para que me deseara y soñara con ser mía, lo pasé por alto y mediante un gesto, llamé a Teresa mientras mordisqueaba sin parar sus rosadas areolas. La morena entendió mis deseos y levantándose del suelo, se apoderó del otro seno.
-No quiero- protestó con voz inaudible nuestra victima al sentir una lengua jugando en cada uno de sus pezones.
Su secretaria acalló sus protestas con un lésbico beso pero entonces forcé su rendición, diciendo:
-Déjala, si no quiere ser mía, no puedo forzarla- y separándola de su amante, sustituí a mi prima con Teresa.
La filipina no hizo ascos a mi boca y completamente excitada, se olvidó de mi prima concentrándose en mí. De reojo, descubrí que Ana estaba desconcertada por nuestra retirada y recreándome con mis manos en el espectacular cuerpo de la morena, incrementé su confusión.
-Yo no he dicho que no quiera ser tuya- se quejó al verse relegada por mí, sin darse cuenta que con esa frase estaba implícitamente aceptando la atracción que sentía.
Sonriendo mentalmente, seguí besuqueando a la filipina mientras ella se iba poniendo cada vez más nerviosa al creer que íbamos a dejarla de lado.
-¿No me has oído? Te he dicho que no es verdad que no quiera ser tuya- repitió alterada mi prima al ser testigo que mis caricias iban dirigidas solamente a su amante.
El nerviosismo de la embarazada me dio alas y mientras en su presencia empezaba a masturbar a la morena, le respondí sin mirarla:
-Entonces, ¿qué es lo que quieres?
La rubia supo que la estaba forzando a reconocer que me deseaba y tras unos segundos en los que no tenía claro que decir, me contestó:
-Quiero que me aceptes como tu gatita.
Soltando una carcajada, me zafé de Teresa y ante su extrañeza, las dejé solas y me fui a la cocina a recoger los elementos que necesitaba para certificar su entrega. Al volver las mujeres seguían donde las había dejado sin que ninguna de las dos hubiera hecho el intento de hablar con la otra. Mientras la filipina estaba tranquila, Ana parecía expectante.
En silencio, dejé un plato sopero en el suelo y tras rellenarlo de leche, mirando a mi prima, le solté:
-Demuestra que quieres ser mi gatita.
Sin títuloLa preñada sonrió al oírlo y de inmediato se puso de rodillas y sin dejar de maullar, se acercó gateando a donde había dejado ese recipiente. Admito que me encantó observar la obediencia de esa preciosidad y por eso me senté a disfrutar de esa seductora imagen.
«Es preciosa», pensé al admirar su belleza germinada tras el disfraz.
Su lento gatear me recordó al de una pantera al acecho. Transmutada en una felina, Ana se contorneó dotando a sus movimientos de una sensual ferocidad. A pesar de que en teoría estaba rubricando su sumisión a mí, no me cupo duda que me encontraba ante una cazadora cuya presa última era yo.
-Miauuu- maulló y sin dejar de mirarme a los ojos, fue recorriendo centímetro a centímetro la distancia que le separaba de su objetivo mientras desde el sofá mi pene empezaba a reaccionar.
«¡Es una diosa!», maldije mentalmente al darme cuenta que no podía separar mis ojos del bamboleo de sus pechos llenos de leche y que me encontraba ya excitado solo con los preliminares.
Lo siguiente fue indescriptible, mi prima al llegar a su meta, agachó la cabeza y como si fuera un cachorrito, se puso a beber directamente del plato. Os confieso que jamás había visto algo tan erótico. Por ello me quedé helado al observar a esa mujer sacando una y otra vez su lengua para recolectar en cada movimiento un poco de la leche que le había dejado. Reconozco que tuve que hacer un esfuerzo sobrehumano para no levantarme y tomarla ahí mismo.
«Está buenísima», sentencié al observar como unas blancas gotas caían por su barbilla. Nuevamente me costó permanecer sentado porque todo mi ser me pedía imitarla y lamer su rostro pero Teresa que se había mantenido callada cuando vio que estaba a punto de terminar, se me adelantó y arrodillándose junto a ella, recogió con un par de lametazos los restos de leche.
-Tienes a nuestro hombre cardiaco- susurró la morena, señalando el bulto que lucía entre mis piernas.
Ana, sonriendo de par en par, contestó mientras se aproximaba a mi sofá:
-Esta gatita tiene hambre, ¿mi amo no tendrá más leché?
Comportándose como requería el papel que estaba interpretando, mi prima recorrió los metros que nos separaban con su nariz pegada al suelo, haciendo como si olisqueara en busca de su sustento. Al llegar hasta mí, acercó su cara a mi entrepierna y frunciendo la nariz me hizo saber que había encontrado lo que buscaba.
-Minina, está fría. ¿Te importa ayudarme a calentarla?
-¿Cómo quieres que lo hagamos?- respondió muerta de risa su amante.
Usando todo su arsenal, la rubia le pidió que la ayudara a desnudarse. Teresa no puso ninguna pega y por eso os he de reconocer que cuando esas dos quedaron desnudas ante mis ojos, mi corazón bombeaba a toda velocidad. Si de por sí esa visión era ya suficientemente excitante, confieso que me quedé paralizado cuando esas arpías empezaron a frotar su cuerpo contra mis piernas.
No contenta con ello, Ana se sentó encima de mis rodillas y poniendo sus pechos a escasos centímetros de mi boca, me los ofreció diciendo:
-Llevo deseando años ser tuya.
Aunque desde que retomé el contacto con ella, había soñado muchas veces con sus pezones, tengo que admitir que al tenerlos a mi disposición, me parecieron aún más maravillosos. Producto de su embarazo, los tenía enormes y de un color rosado claro. Ya estaban suficientemente duros cuando buscando que la aceptara, mi prima rozó con ellos mis labios sin dejar de ronronear.
Sabiendo que debía mostrarme como su dueño, retuve mis ganas de abrir la boca y con los dientes apoderarme de sus areolas. Aleccionada por las enseñanzas del que había sido mi padre, mi ausencia de reacción, lejos de molestarle, azuzó su calentura y sin parar de gemir, buscó que mamara de sus pechos.
-Tu gatita está bruta- maulló en mi oreja.
Como le hubiera ocurrido a cualquiera de vosotros, para entonces mi pene lucía una brutal erección y comprimiéndome el pantalón, me imploraba que terminara con su tortura y lo liberara para follarse a esa mujer. Pero decidido a afianzar mi dominio sobre ella, reteniendo el dictado de mis hormonas, permanecí inmóvil.
Teresa decidió ayudar a su amante y colocándose en mi espalda, comenzó a acariciar mi pecho mientras posaba sus pequeñas tetas en mi cuello. No me cupo duda que no iba a durar mucho con esa pose cuando note que Ana, imprimiendo a sus caderas un suave movimiento, empezó a frotar su sexo contra mi entrepierna.
-Amor mío, fóllate a tu gatita- comentó en mi oído la oriental al ver que mi prima había colocado mi miembro entre los pliegues de su vulva y que comenzaba a masturbarse rozando su clítoris contra mi verga aún oculta.
Para entonces, Ana ya movía sus a una velocidad pasmosa. Dominada por un deseo tantos años reprimido, se restregaba sin parar mientras sus ojos brillaban de lujuria. Era tanta la calentura que demostró que por eso no me extrañó que lo que en un inicio eran débiles gemidos se hubieran convertido en aullidos de pasión.
-Qué me lo pida ella…- respondí impertérrito- …si quiere.
-¡Si quiero!- gritó al sentir que, convulsionando sobre mis muslos, su sexo vibraba dejando salir su placer.
Forzando su entrega, me apoderé nuevamente de uno de sus pezones y regalándole un duro mordisco, insistí:
-¿Qué es lo que quieres?
Mi brasileñita exteriorizo con un chillido su gozo y mientras empapaba con su flujo todo mi pantalón, respondió:
-Tu gatita necesita ser tuya.
Durante un minuto, no dije nada. Ana desesperada, siguió frotando su pubis contra mi verga hasta que dejándose caer sobre mi pecho se echó a llorar diciendo:
-El hijo que espero es tuyo. Te amo desde niña y por eso quiero ser tu mujer.
Su confesión me satisfizo y buscando su boca, introduje mi lengua en su interior, mientras con mis manos intentaba liberar mi polla de su encierro. Ana que hasta entonces pensaba que había perdido la oportunidad de estar conmigo, me miró plena de felicidad y con una sonrisa:
-¿Me dejas ayudarte?
Sin esperar mi permiso, se arrodilló frente a mí y poniendo cara de zorrón, llevó su mano a mi pantalón y desabrochándolo, me lo bajó hasta los pies.
-¡Es todavía más bello de lo que recordaba!- exclamó en voz baja al librar a mi pene de su cárcel, sin darse cuenta que con ello se descubría.
Al oírla pensé en preguntarle cuando lo había visto pero, viendo su urgencia, no hice ningún intento por pararla cuando acercando su cara a mi miembro, sacó su lengua y se puso a recorrer con ella los bordes de mi glande.
-Dame tus tetas- ordené a la filipina mientras separaba mis rodillas y me acomodaba en el sofá.
Teresa saltó por encima de mí y me ofreció sus pechos como ofrenda mientras a mis pies, besando mi pene, Ana me empezó a masturbar. Convencido que a partir de esa noche, debíamos formar una familia sin fisuras, con tono autoritario, le ordené que usara su otra mano para masturbar a la oriental.
-Tus deseos son órdenes- contestó y sin dejar de frotar mi miembro, llevó la palma que le sobraba entre las piernas de la morena y cogiendo su clítoris entre sus dedos, lo empezó a magrear con fiereza.
Os juro que no sé cómo no me corrí al ver a esa preciosidad postrada ante mí mientras alegremente nos masturbaba a ambos. Lo que sí sé es que me calentó de sobre manera el observar como volvía a alcanzar un segundo clímax sin necesidad de que yo la tocara.
-¡Quiero tu leche!- sumida en el orgasmo me gritó de viva voz, al tiempo que entre sus piernas su sexo se licuaba.
A mi lado, la morena rezongó también excitada y acudiendo en su ayuda, se hizo un hueco entre mis piernas. Aceptando que ambas anhelaban saborear el producto de mis huevos, cerré mis ojos para abstraerme de esa forma en lo que estaba mi cuerpo experimentando. Ana al ver que su compañera de cama buscaba con sus labios mi glande, en plan celosa, se vio forzada a buscar ella mi pene y abriendo sus propios labios, se lo introdujo hasta el fondo.
La acción de las dos bocas y las cuatro manos hizo que la espera fuese corta y cuando ya creía que no iba a aguantar más, se los anticipé. Mi prima recibió mi aviso con alegría y forzando su garganta con mi pene mientras Teresa relamía con placer mis huevos, demandó mi placer con más ahínco si cabe.
-¡Qué delicia!- exclamó al sentir que explosionando contra su paladar, empezaba a descargar el semen que llevaba acumulado.
La filipina queriendo su parte, agarró mi verga y sacándola de la boca de su amada, esparció mi simiente sobre los pechos de Ana mientras le decía:
-¡Ahora me toca a mí!
Tal y como había anticipado, al terminar de ordeñar mi miembro, la obligó a tumbarse sobre la alfombra y mientras se dedicaba a recoger mi lefa a base de lengüetazos, me dijo:
-Amado mío, ¡Fóllate a esta puta!
Aunque suene perverso, me recreé con la mirada al descubrir que Ana se retorcía de placer al sentir la lengua de la morena recogiendo mi semen sobre su piel. Antes que pudiera hacer nada por evitarlo, mi prima volvió a correrse por tercera vez ante mis ojos.
«¡Coño con mi primita!», pensé viendo que frente a mí, Ana se veía sacudida por una serie continua de clímax : «¡Es multi-orgásmica!».
Con la experiencia que me dan mis cuarenta y dos años, os tengo que confesar que considero que hay pocas cosas se pueden comparar a una mujer berreando cómo una cierva en celo y gritando tu nombre mientras tú eres testigo mudo desde el sofá.
Emocionado con ese descubrimiento, aguardé a que se tranquilizaran, tras lo cual, levantándolas del suelo, las llevé hasta mi cama. Ninguna puso impedimento y con ellas desnudas sobre las sábanas de mi cama, me terminé de desvestir. Sin perderse detalle, mi prima espió mi striptease y con una sonrisa en los labios, me dijo:
-¿Entonces me aceptas como tu gatita?
-Sí, preciosa.
Dando un grito demostró su alegría y levantándose de la cama, me obligó a tumbarme junto a Teresa mientras susurraba en mi oído:
-No te vas a arrepentir.
Reconozco que tuvo razón y que no me arrepentí porque nada más dejar claras sus intenciones, se subió sobre mí y colocando mi glande entre sus pliegues, se fue ensartando lentamente hasta que su vagina consiguió absorber todo mi miembro.
-¡Necesito sentir tu polla! Me urge ser tuya.
Creo que ni siquiera la oí, mi mente estaba ensimismada mirando la curvatura de su germinado vientre y la rotundidad de sus hinchados pechos. Ana comprendiendo la inutilidad de sus palabras, comenzó a moverse usando mi miembro como apoyo.
-No seas malo, ¡fóllatela de una vez!- rugió Teresa mientras se apoderaba de las ubres de la rubia- ¡Lo está deseando!
Ya convencido, usé mis manos para, de un solo arreón, rellenar su conducto con mi pene. Mi prima, al sentirlo chocando contra la pared de su vagina, gritó presa del deseo y retorciéndose como posesa, me pidió que la usara sin contemplaciones. Obedeciendo me apoderé de sus nalgas y presionándolas contra mí, me afiancé con ellas, antes de comenzar un suave vaivén con nuestros cuerpos.
Fue entonces su cuando, berreando entre gemidos, gritó:
-Júrame que vas a ser el padre de nuestro hijo. Quiero pertenecerte y que tú seas mío.
Interviniendo, la filipina protestó al considerarse olvidada. Muerto de risa, incrementé la velocidad de mis penetraciones mientras contestaba a ambas:
-Sois unas putas pero no me importa porque sois mis putas.
Tras lo cual cambié de posición a mi prima y poniéndola a cuatro patas, la volví a ensartar. Ana respondió a la nueva postura con lujuria y sin parar de gemir, me chilló que no parara. El sonido de la cama chirriando se mezcló con sus gemidos y completamente entregada a mí, no puso reparo alguno cuando la oriental presionó su cabeza contra su coño. Lo creáis o no, la rubia sacó su lengua y se dedicó a lamer los pliegues de la oriental con un ansia tan impresionante que la morena no tardó en correrse.
Con mi dos felinas parcialmente saciadas, convertí mi galope en una desenfrenada carrera que tenía como único objetivo mi propio placer pero, mientras alcanzaba mi meta, mis amantes se vieron inmersas en una sucesión de ruidosos orgasmos.
-Sois un par de guarras- exclamé al comprobar que la lujuria de ambas no tenía límite.
Descojonada, Ana me contestó:
-Lo sabemos pero recuerda que somos y seremos de por vida, ¡tus guarras!
Su completa entrega me terminó de enamorar y por eso viendo que estaba a punto de explotar, la informé. Ella al oírlo, contrajo los músculos de su vagina y con una presión desconocida por mí, obligó a mi pene a vaciarse en su vagina. Agotado por el esfuerzo, me desplomé a entre ellas. Mientras Teresa me abrazaba, Ana se nos quedó mirando y fue entonces cuando me percaté que un par de lágrimas recorrían sus mejillas. Extrañado, le pregunté que le ocurría:
-Nunca creí que pudiera ser tan feliz. Me siento completa.
-No te entiendo- respondí.
Con una enorme sonrisa, me aclaró mis dudas diciendo:
-No has aceptado a las dos como tus mujeres y para mayor felicidad puedo por fin decirte que fuiste tú quién me desvirgó y que llevo a tu hijo en mi vientre.
Haciéndome el ofendido, pregunté cómo era posible. Casi histérica, Ana me confesó que aprovechando que estaba borracho en una fiesta se había acostado conmigo.
-Eso no es nuevo, te reconocí bajo tu máscara. Por ello quise que hoy llevaras otra porque sabía que hoy serías nuevamente mía- contesté.
Todavía más nerviosa, me informó del acuerdo que había llegado con Aurelio y que sin que yo lo supiera se había inseminado con mi semen. Durante unos segundos, me quedé callado. Tras una pausa que le pareció eterna, le pregunté cuando iba a dar a luz.
-En tres meses- respondió y temiéndose lo peor, me pidió que no la echara de mi lado.
Soltando una carcajada, la atraje hacia mí y mordiendo su oreja, dije:
-No es eso. Quería saber cuánto tiempo tendría que pasar para volverte a embarazar pero esta vez por un método más tradicional- tras lo cual, acercando a la morena, muerto de risa, espeté a las dos: -Mientras tanto, ¡preñaré a la minina!…

 

 

Relato erótico: “se completa mi harén” (PUBLICADO POR VALEROSO32)

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Como les prometí a los lectores escribir sobre Blanca, la última profesora que había en mi escuela. Con esta historia termino mi saga de mis profesoras.
No hace falta que diga que mis profesoras y yo follábamos sin parar y que Charo cambió hasta su forma de vestirse parecía otra. No la mojigata que era antes. Estaba hasta buena. Claro esos cambios se notaron en el colegio y claro no se lo explicaban.
Incluso Blanca que muchas veces la hacía bromas de mal gusto y se reía de ella, lo notó. Por cierto voy hablar de Blanca. Ella tiene 45 años, esta buena la cabrona y lo sabe. Viste muy moderna. Es de media melena morena, tiene un genio de cojones y pobres de los alumnos a quien le pille fumando o tenga problemas con ella.
Pero sigamos ella había notado lo que había cambiado Charo como dije antes, se reía de ella y la hacía toda las clase de bromas de mal gusto mientras Charo no la decía nada y lloraba y se lo guardaba para ella.
-Que te ha pasado para cambiar, se te ha parecido tu príncipe o algo por el estilo- la dijo la cabrona a Charo- porque ese cambio no es propio de ti. Vamos cuéntame que pasa.
-No puedo cambiar- dijo Charo déjame en paz.
-Lo averiguare quieras o no -dijo la muy puta.
Charo en una de nuestras orgias cuando estábamos follando nos lo comento lo mala persona que era y bicho. No me parecía mal la idea y la gustaría vengarse ya que ella le había mucho sufrir. A mí me parecía bien ya que aparte de hija de puta que era Blanca, estaba bastante buena. Yo ya había tenido problemas con ella alguna vez pero como lo haríamos.
Solo se me había ocurrido una cosa hacerla chantaje, yo conseguiría unas papelinas de coca y se la metería en su bolso y las filmaríamos con las cámara y si nos denunciaba estaría perdida. La dije a Charo que quedara con ella en casa de Maricarmen y nosotros la ayudaríamos.
Blanca no sabía que nos reuníamos para tomar algo y al decírselo Charo acepto encantada y Charo la dijo que la contaría todo. Pero sigamos quedo como las otras en casa de Maricarmen y bueno llego allí y vio a todas las profesoras, las saludo y empezaron hablar.
Yo estaba escondido por supuesto, sin que nadie me viera en otra habitación secreta que solo sabían las otras. Después de varias copas ella dijo:
-Lo estoy pasando muy bien pero eso no implica nada porque has cambiado.
Como dejaron los abrigos y los bolsos en el perchero y en otra habitación, yo aproveche para meterla en el bolso las papelinas de coca.
-De verdad quieres saberlo.
-Pues claro, a qué viene tanto misterio.
– Veras- la dijeron las otras- nosotras nos reunimos aparte de beber y comer para follar.
-Que dices estáis de broma- dijo Blanca.
-No es ninguna broma mira esos videos.
Puso los videos ya que nosotros nos grabábamos algunas veces y se quedó de piedra. Allí se veían auténticas guarradas follando conmigo y chupando poyas.
-Todas estáis locas, yo me voy. S lo diré a todas a la dirección, os echara del colegio.
-No creo mira en el bolso.
Ella salió y cogió el bolso, lo abrió y había varias papelinas de coca.
-Estas siendo grabada, la casa está llena de cámaras y si dices algo o no te unes a nosotras, llegara un video a la dirección del colegio. Eso te pasa por zorra y querer saber todo sobre nosotras y hacer daño a Charo. Tú decides.
-No os saldréis con la vuestra.
-Cállate zorra- dije yo saliendo de la habitación.
Ella aunque me conocía, no se lo esperaba y entre mis profesoras y yo la cogimos y la desnudamos y la atamos.
-Grita todo lo que quieras, aquí no te va oír nadie ya.
Como sabéis la casa estaba insonorizada y empezamos a meterla mano:
-Déjadme cerdos.
La hicimos esnifar una raya de coca y poco a poco empezó a desinhibirse mientras Charo la comía el chocho.
-Ahora me voy a vengar de ti cuando te reías de mí.
-No por favor- lloraba- perdona.
-Nada cabrona, todo el mundo está hasta la poya de ti. Te vas a enterar.
Yo me saque la poya y las otras se desnudaron.
-Cómeme la poya.
-Ni hablar- dijo.
-Ya lo harás.
Cada vez estaba más desinhibida y se reía.
-Que me pasa.
-Cariño con lo que te has esnifado vas a ser un zorra de primera como nosotras- dijo Nuria.
Estaba ya como ida y se reía. La coca empezaba hacer efecto, yo la metí la poya en la boca y ya me dijo:
-Dame más biberón – y empezó a mamar mientras las cámaras de video grababan todo menos a nosotros.
La grababan a ella chupando polla y que un tío sin ver mi rostro la daba coca y ella lo aceptaba sin ver que estaba atada y obligada. Ya no podía resistirse, todas empezaron a chuparse el chichi y a meterse los consoladores. Nuria la metió a Charo un consolador por el culo y Maricarmen le comía el chocho a Nuria mientras Pili me chupaba a mí la poya.
Eso al ver a nosotros follando y la coca que la habíamos dado, la puso a mil.
-Por favor desatarme me uniré a vosotros, seguro si hare lo que decís.
-Si nos mientes habrá consecuencias, ya que estas siendo grabada con cocaína y esnifándote una papelina.
-No lo juro además estoy muy caliente, cabronas.
-Fóllatela a esa zorra Carlos mientras nosotros la follamos el ojete a esta guarra.
La metí la poya hasta los huevos, ella se volvió loca de gusto mientras las otras la chupaban el culo o la metían un consolador. Ella nunca había follado así, estaba en la gloria.
-Ahahahaha, me muero de gusto- decía ella,
Estaba tan caliente que ya no hacía falta obligarla. Charo quería chuparla el chocho y ella también se lo permitió ya que para ella era una experiencia nueva ya que ella con el genio que tenía no salía con nadie y se veía que estaba a falta de poya. Luego la prepararon el ojete para que yo la diera por culo.
-Va a ser una zorra como nosotras, ya verás que gusto vas a tener cuando te abra Carlos el culo.
-Sisissi, quiero probar todo.
Total que se la metí poco a poco hasta los huevos, no la hice mucho daño ya que como estaba esnifada no se enteraba del dolor toma hasta los cojones mientras las otras la comieron las tetas y el chocho.
-Si quieres que te siga follando y dándote gusto, dime que eres-
-Soy vuestra puta, no paréis por favor –decía.
-Y que quieren las putas.
-Mucha poya- decía ella.
-Pues toma poya, zorra.
-No pensaba que esto era así, que gusto, no paréis. No quiero parar, quiero ser una de vosotras- dijo la muy puta.
Se veía que era una tía sin una poya que llevarse a la boca, por eso de su mala leche y el genio que tenía.
Charo dijo:
-Quiero follármela yo.
Blanca la pidió perdón por lo mal que se había portado con ella y se pusieron a follar como leonas mientras las otras me chupaban el rabo o se metían mano entre ellas. Hicimos de todo y todas con todas y conmigo. Yo estaba feliz tenía mi harén y cuando quedaba follábamos como leones pero lo bueno no dura eternamente y el colegio se terminó. Lo cerraron y todas las profesoras y los alumnos fuimos a la calle, ellas tuvieron que buscase la vida en otro sitio e hicimos la ultima orgia para despedirnos, ya que no nos volveríamos a ver.
Fue apoteósico.
Tengo un video grabado, todavía recuerdo todas con todas, follando entre ellas, follando conmigo. Maricarmen vendió el piso y se cambió de lugar, ya no la volví a haber igual que a las otra. Fue el mejor recuerdo de mi juventud y así termina mi historia espero que a los lectores les haya gustado.

 

 

  • : mis profesoras me ayudan a tirarme a blanca la profesora de tercero que tiene mucha mala leche y un genio de narices y es una bicho
 

Relato erótico: “Rompiéndole el culo a Mili (11)” (POR ADRIANRELOAD)

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verano inolvidable2Deambule algunos minutos, sumido en recuerdos, tal vez en remordimientos por haber Sin títulodejado a una estupenda chica. Había terminado con Viviana y no tenia nada definido con Mili, prácticamente había saltado al vacío… en fin… me di cuenta que no llegaría a mi casa caminando, además en mi errático andar prácticamente me había perdido.

Tome un taxi a casa, me sumía en mil y un pensamientos, esperanzadores por momentos, y funestos después… hasta que:

¿Te conosco?… si… me pregunto el taxista.

¿A mi?… no creo… repuse sin darle mucha atención.

Si… ya me acorde… tu eres el muchacho que estaba con ese mujeron el otro día…

Mundo pequeño. Al parecer este era taxista el que ayer nos llevo a Mili y a mí desde la universidad a mi casa. Intente hacerme el desentendido pero:

Por la cara que traes, seguro que ya te corto… ah verdad me dijiste que otro era su novio… dijo riendo sonoramente.

Si, si, algo así… dije intentando cortar la platica.

¿Qué paso?… seguro regreso con su enamorado…

No exactamente… repuse, pero para que entrar en explicaciones con un tipo que ni siquiera conocía.

Uhmmm… exclamo el pensativamente y luego dio su veredicto: No te preocupes, hay mujeres así, esas que nacen para no tener dueño, alégrate mas bien de haber disfrutado de una hembra como esa…

Si, bueno… dije para no contrariarlo y no extender la platica.

Aunque si yo tuviera una mujer así, tampoco dormiría tranquilo, hay muchos lobos sueltos… jajaja… yo he sido uno de esos… jajaja…

Sin preguntarle me contó algunas de sus pillerías, por suerte, llegamos rápido a mi casa. A pesar de no prestarle mucha atención al taxista, a esa tonta y burda conversación, al bajar del taxi me dejo con una sensación de desolación peor… sensación que se agudizaría al conversar con mi padre, al que encontré bebiendo en la sala:

¿Te apetece una cerveza?.

Bueno… dije, después de lo pasado un trago no me caería mal pensé.

¿Ya lo hiciste?

¿Hacer que…?… pregunte extrañado luego de un largo sorbo.

Terminar con Viviana…

¿Qué? ¿Como lo sabes? ¿Acaso llamo ella?…

Sonrió burlonamente, al parecer se reía de mi ingenuidad.

No soy tonto… dijo simplemente.

No creí ser tan evidente… dije de mala gana.

Suspiro largo, y destapo otra cerveza… al parecer se venia el sermón:

Hijo… tienes que aprender a diferenciar las chicas que son para divertirse y las que son para formar una relación seria, un hogar.

Créeme… se la diferencia… pero ¿Por qué me dices esto ahora?…

Soy tu padre y me fastidia ver que sigas cometiendo errores en tus relaciones…

Ese reproche iba mas allá de mi situación actual con Mili, abarcaba también una fallida relación que tuve hace un tiempo con una prima… eso dolió…

Viejo, solo para ti han sido errores mis decisiones… dije y sin esperar respuesta deje la cerveza y me fui a mi cuarto.

Me eche en mi cama y busque respuestas en el techo. Tal vez mi viejo podía tener razón: Viviana era una chica amorosa, seria y responsable en nuestra relación, a pesar de que yo era su primer enamorado, demostraba cierta madurez. En cambio Mili a pesar de su experiencia aun parecía estar en la etapa de los enamoramientos, un poco voluble, quizás susceptible a quien la enamore de la manera adecuada… y había una larga lista de pretendientes… sin mayor ánimo de ahondar mas en esos pensamientos pesimistas, me quede dormido

Al día siguiente en el aula había un cartel en la puerta que nos avisaba que se suspendía la clase, al parecer el profesor estaba enfermo. Espere un rato, busque en los alrededores y no vi a Mili.

¡Diablos!, seguro se habrá reconciliado con Javier… ¡que estupido he sido!… No debí apresurarme a terminar con Viviana… me reprochaba. Así, con el ánimo por los suelos me fui a la biblioteca, intentaría estudiar algo, quizás lograría distraer mi mente.

Me senté solitario en una mesa, al poco rato se fue llenando el lugar, los murmullos iban creciendo y no me podía concentrar, repasaba la misma hoja una y otra vez. De cuando en cuando levantaba la vista y buscaba a Mili o al menos a Javier, para saber como iban las cosas entre ellos. El barullo se me hacia insoportable. Quería estar solo.

En la biblioteca de mi facultad existen unos cubículos, son pequeños cuartos (de unos 2m por 2m y 2.5m de alto), con un par de sillas y una mesa pegada a la pared. Generalmente están ocupados, pero por suerte vi a un par de estudiantes abandonando uno y me abalance sobre ese cubículo. Cerré la puerta.

Lance mi mochila sobre la mesa y me senté, la situación al interior no cambio, seguía ojeando mi libro sin entender lo que leía. En el exterior el murmullo fue disminuyendo, se acercaba la hora de almuerzo. Simplemente me recosté sobre la mesa y continué maldiciendo mi suerte… hasta que escuche el ruido de la puerta abriéndose…

El cubículo esta ocupado… dije de mal humor sin levantar la cabeza.

¿Hay espacio para alguien mas?… me pregunto una voz femenina.

¿Mili?… dije levantado el rostro y volteando.

Si era ella… ¿estaría soñando?… ¡Maldición! Esta para comérsela… pensé: traía un top blanco que apenas contenían sus senos y una minifalda suelta de color naranja… Vaya, por ella deje a Viviana, me dije y mi expresión se nublo nuevamente.

¿Estas bien?… tienes una carita de desolación… me dijo apenada.

Si, es solo que… ayer fui a ver a Viviana… dije, y note como se incomodaba ¿Celos?.

¿Si? ¿Y que paso?… pregunto curiosa, sentándose a mi lado.

Pues… terminamos… suspire, creí ver algún halo de alegría en su rostro, que disimulo rápido y adopto una diplomática expresión.

Oye… si es por lo que te pedí… pensé que habíamos quedado en no hacer nada hasta terminar el ciclo…

No es por eso… es solo que… ella hizo las preguntas correctas… y yo no pude darle las respuestas erradas.

Ay… pobrecito, debe haber sido difícil… me dijo acariciando mis cabellos.

No sabia si llorar o alegrarme, no sabia si Mili actuaba como amiga sincera o si lo hacia para disimular, es decir, si es que en realmente le dolía ver a un amigo así (amigo por el cual no sentía mas que amistad y una calentura de vez en cuando) o si es que intentaba aparentar y en el fondo sentía que esta era una oportunidad para al fin estar juntos…

No dijo nada, solo me abrazo, luego apego mi cabeza en su regazo, mi tristeza se fue perdiendo entre sus senos. Me apoye mas sobre su pecho, mis manos abrazaron su cintura, después de horas de angustia y soledad, necesitaba sentirme querido…

Los terribles recuerdos de la noche anterior, los fatídicos comentarios del taxista y de mi padre se diluían en su escote, en la generosa silueta de sus senos, en el delineado de sus pezones…

Quise volver a mi infancia, la época donde todo era seguro y no había mayores problemas sentimentales… sin embargo retrocedí mas y cual recién nacido mis manos se prendieron de sus senos… mis labios besaron sus senos…

Uhmm… ¿Qué haces?…. pregunto sorprendida.

Quiso reclamar más, pero mis deseosas manos ya habían liberado un seno y mi boca engullía un pezón como un niño lactante. Necesitaba sentirme amado, sentir el calor de su cuerpo, el morbo que me incitaba…

No Danny… no hagas esto… ¿estas loco?… me recrimino sin rechazarme, sus manos no me alejaban, solo acariciaban mi cabello.

Si… estoy loco… loco por ti…

Uhmmm… gimió al sentir un beso mió en su cuello.

Mis palabras, el efusivo beso en su punto débil y mis caricias en sus senos terminaron por redimirla, sabia que no tenia escapatoria, me dejaría hacerla mía, como todo el fin semana anterior… no importaba que estuviéramos en una biblioteca…

Seguí besando su cuello, ella no podía esgrimir ninguna palabra, su pecho subía y bajaba agitado, su garganta contenía sonoros gemidos. En una rápida maniobra mi mano izquierda que acariciaba sus senos y mi manos derecha que apresaba su cintura, ladearon sus caderas, yo prácticamente me puse frente a ella y de un solo envión la levante.

Oh… Dios no… Danny no… uhmmm… musitaba.

Sus desnudos senos a la altura de mis labios fueron presa de una terrible succión que la dejo sin argumentos. Con su cuerpo a cuestas, la lleve sobre la mesa. Mis labios por fin encontraron los suyos, entre jadeos y con su lengua me devolvía con vehemencia toda la excitación producida por este alocado acto.

Mis manos tomaron su diminuta falda y la levantaron hasta su abdomen, mis dedos tantearon su pequeña ropa interior, solo tuve que hacerla a un lado… Mili por su parte ya me había bajado el cierre y su dedos encontraron el tieso miembro que siempre la satisfacía… una tibia sonrisa se perdió entre sus besos al sentir mi duro instrumento listo para la acción.

No tuvo que pedirlo, solo pensarlo y mi verga ya se perdía entre sus húmedos labios vaginales, era el primer orificio disponible en aquella accidentada posición…

Solo tuvo que sentirlo ingresar unos centímetros y ella se aferro a mi, jalando mi cuerpo contra ella, sus piernas abrazaron mi cintura y terminaron por clavar completamente mi pene en su extasiado ser…

Ahhh… Exclamo abrazándome, mordiéndose un puño para no ser escuchada afuera.

Podría jurar que aquello le provoco un orgasmo, la sentí relajarse, suspirar profundamente, sus senos rebotaban en mi pecho.

¿Por qué solo contigo siento esto?… me pregunto besándome cariñosamente.

La memoria puede ser un gran aliado en los estudios, pero puede ser un enemigo cuando invade los dominios corazón… se me vino a la mente una frase similar que un momento de ternura me prodigo Viviana:

Solo contigo he sentido esto… me dijo Viviana.

¿Qué?… pregunte curioso

Lo que es el amor… replico ella.

Luego rememore la frase de mi padre: Debes aprender a diferenciar las chicas que son para divertirse de las que son para una relación seria…. ¡Diablos! ¿Por qué ahora me atormentan estos recuerdos?

No quería recordar eso… maquinalmente empecé a penetrar a Mili, con rabia, con vehemencia, quería borrar con lujuria lo que mi mente recordaba.

Ayyy… Danny un poco más suave… auu… uhmmm… se quejaba a media voz Mili.

No mi viejo no tenia razón, no podía tenerla… menos aun la tendría ese estupido taxista… mi pene como poseído entraba y salía rápidamente de su vagina que empezaba a secarse… era de esperarse, lo que inicialmente la excito, ahora parecía asustarla…

Aleje mi rostro que había permanecido sobre su hombro y la vi, una expresión un poco temerosa se cernía en su rostro, sin embargo me sonrió… coquetamente… luego mi vista se poso en sus generosos melones, su pezones que rebotaban con mi furia, su cintura era una maraña entre su top y su minifalda, su pequeña tanga removida a un lado, casi rota, su lampiño pubis y mi verga saliendo y entrando rápidamente.

Ouch… uhmm… au…

Su cuerpo era un manjar, sus voluptuosas carnes abultadas en los lugares precisos… si tal vez era una chica solo para coger… solo para divertirse… Para satisfacer los mas morbosos instintos de un hombre… si tal vez ella nunca tendría dueño, pero podría tenerla al menos por esta vez…

Jalonee su cintura, su espalda resbalo en la pared, se encorvo mas, sus nalgas se deslizaron en la mesa… deje su pequeño agujero en una posición mas asequible para mi verga.

No Danny… por favor… basta…

Tu eres una perra y lo sabes… le recrimine, en ese momento ella era la culpable de todos mis errores, ella tenia que pagar.

Me miro sorprendida, aproveche su desconcierto y le empuje mi verga por su ano… se mordió los labios para no soltar un grito, una maldición… sus ojos inicialmente desorbitados se fueron llenando de lagrimas.

Era tarde para cualquier reproche, mi verga ya estaba instalada en su ano, una mano mía sujetaba su cintura manteniéndola en su posición para que me dejara penetrarla y la otra mano jaloneaba bruscamente sus senos…

Danny… detente… Que me estas asustando… ayyy.…

Hice caso omiso a su pedido continué penetrando con furia su áspero ano, la fricción, el ardor no me importaba… estaba enloquecido con la idea que me infundieron, ella era solo una chica para eso… para una buena cogida, su voluptuoso cuerpo, sus deliciosas curvas solo servían para provocar placer, nunca tendría dueño… solo amos ocasionales…

Si, la estupida y romántica idea que tuve de una relación con ella se iba desvaneciendo… solo podía aprovecharme de su monumental cuerpo mientras lo tuviera a la mano… luego ella regresaría con Javier… ese imbecil…

Ouch… ayyy… ouuu… no ya nooo… auuu…

Resiste puta… ¿no es esto lo que te gusta?… ¿no era esto lo que querías?… le increpe exaltado, sin importarme el lugar en que estábamos.

No… yo solo… yo solo te quería a ti… me dijo cariñosamente, con su rostro enrojecido por haber soportado mis bestiales embates, con sus mejillas húmedas por algunas lagrimas de dolor.

Solo entonces vi una luz al final del túnel… mis forzados y torpes movimientos cesaron… quizás no era solo eso lo que buscaba en mi… en esa nube confusa que era mi cabeza sentí que alguien me extendía la mano… mejor dicho sus manos jalaron la solapa de mi camisa y me atrajeron hacia ella…

Un efusivo beso termino por apaciguar el demonio de la soledad, de los remordimientos, de la frustración… todo aquello que se había apoderado de mi alma en las últimas horas…

Oye… lo siento… me disculpe.

No esta bien… no importa… además la que lo siente soy yo… ay mi pobre anito… me dijo algo risueña.

Sonreímos, a pesar de todo era benigna conmigo, comprendía el tormento que había pasado, el desorden en mi cabeza y no me reprochaba la brutal cogida que le estaba dando, ni siquiera los groseros comentarios que le hice.

Espera que lo saco… dije alejándome, al verle una mueca de dolor.

No dejalo ahí un ratito… que me pase un poco el dolor…

Esta bien… respondí y le inserté los centímetros perdidos.

Se contrajo un poco, pero se acomodo mejor, nos miramos y nos reímos…

Eres un tonto… me dijo riendo.

Tu eres mas tonta por estar con un tonto… replique.

No dijo nada, solo me beso tiernamente, tras unos segundo sentía su lengua, nuevamente el candor de su respiración, tras unos minutos la lujuria de su boca, solo tuve que pasar disimuladamente mis dedos por sus labios vaginales para saber que la humedad nuevamente la había invadido. Un temblorcillo recorrió su cuerpo al sentir mi tacto en su vagina.

Uhmmm… suspiro en mi oído.

Mi verga latía nuevamente ansiosa dentro de su ano, las paredes de su pequeño agujero no se contraían como antes, más bien se relajaban…

Continua por favor… hazme tuya… me susurro excitada al oído.

Así lo hice, había menos oposición de su cuerpo a mis pausadas penetraciones, fui aumentando el ritmo y no escuche quejas, más bien placenteros gemidos…

Así… así… mas fuerte… métemelo mas… me suplicaba extasiada.

Sus piernas nuevamente apresaban mi cintura… sin embargo a los pocos minutos, presa del cansancio y del esfuerzo comenzaron a temblar…

No… por favor no pares… falta poco… ahhh…

Nunca la había visto desfallecer de esa forma, el placer de aquella forzada posición le propiciaba era inaudito o tal vez era por lo poco usual del lugar… la adrenalina de poder ser atrapados in fraganti.

Esta bien… esta bien… pero no hables tan alto… le pedí.

Lo que quieras… pero no me dejes así… me suplico.

Me compadecí de sus piernas, así que mis manos se apoyaron en el borde de la mesita, ahora mis brazos contenían sus piernas que prácticamente estaban sobre mis hombros… el cubículo comenzaba a retumbar y no nos importaba.

Asi esta mejor…Ohhh.. uhmmm… se morida los labios para no gritar.

Nos besamos unos instantes, luego aleje mi rostro para apreciarla, era hermosa, así la vi. a pesar de la difícil posición en la que estaba, sus senos al aire, subiendo y bajando por su agitada respiración y por el ritmo de mis penetraciones

Ella me miraba extasiada, con ojos de ternura por momentos, de lujuria en otros… hasta que sin quererlo, al sentir como retumbaba la mesita en la que sus generosas nalgas se apoyaban, decidió bajar la vista… solo entonces pudo apreciar como mi verga se perdía en su interior con un ritmo endemoniado…

Ohh diosss… uhmmm … ohhh…

Callate…

Me miro con la boca abierta, no podía creer que mi verga entrara con tal facilidad en su hasta hace poco virgen ano, la morbosidad que esto le genero era evidente, así como la prolongada fricción de nuestros cuerpos… nuevamente bajo la vista… sus gemidos eran mas sonoros…

Ahhhh… uhmmmm… uhmmmm….

Mili por favor que nos van a escuchar… le rogué.

Nuevamente absorta casi poseída, me miro, ella misma se tapo la boca con una mano y con la otras se dedico a estrujar sus henchido senos… parecía que se iba ahogar… luego vi a sus ojos prácticamente salirse de sus orbitas… en ese momento le descargaba un torrente de semen en sus cavidades anales…

ohhh… ufff… resople satisfecho, cansado.

Ella apenas respiraba, mi verga escupía su leche y su maltrecho cuerpo se contraía extasiado con cada borbotón que la invadía.

¿Lo vas a dejar?… era mi momento de devolverle la pregunta.

Si… lo… haré… me dijo sin pensarlo, con el poco aliento que le quedaba.

Esta vez yo busque sus labios, a pesar de su fatigada respiración, no me rechazo… en cambio, su cuerpo empezaba a rechazar mi esperma, su ano escurría mi leche, mi verga ya flácida no podía retenerla…

Heyyy… uyyy cuidado… dije y me aleje.

Mi leche ya caía sobre la mesita, casi me mancha el pantalón.

Límpiame, por favor… me pidió con carita de niña.

Era lo menos que podía hacer luego de aquella sufrida y gratificante muestra de afecto que me dio en aquel inusual lugar. Saque un pañuelo y la limpie lo mejor que pude, así como mi verga… solo después pudo salir de su incomoda posición, de esa prisión, de esa pared y esa mesita donde la había arrinconado

Se bajo de la mesa comprensiblemente adolorida, y antes que arreglarse se me acerco y me abrazo. El calor de su cuerpo, lo amoroso de su abrazo disiparon las dudas del afecto que tenía hacia mí.

No me dijo nada, pero el latir de su corazón se aunaba al mió… así yo mismo le fui acomodando su ropa. Sentí su sonrisa ante mi torpe esfuerzo por acomodarle el brassiere.

Así no… me dijo riendo.

No alejo mis manos para hacerlo ella, mas bien guió las mías, como dando a entender que tenían derecho a escudriñar en su cuerpo, que ya eran también mis dominios, aunque la idea suene machista. Al mismo tiempo Mili tenia cabida en la zona baja de mi cintura, ella abrocho mi pantalón.

¿Oye por que no hay ruido afuera?… pregunto curiosa.

En serio… con el ruido que hicimos estarán esperando que salgamos seguramente… dije medio en broma medio en serio.

Ay… no… dijo preocupada.

Asome la cabeza por la puerta, la biblioteca estaba vacía… ¿Qué habrá pasado?… bueno la bibliotecaria tenia como sagrada su hora de almuerzo, desaparecía y nadie la molestaba, pero los demás, los estudiantes ¿Dónde estaban?…

Al parecer mi mente trajo a uno… un estudiante… el menos indicado… Javier… pensé que se iría de largo, pero entro a la biblioteca, lo vi aproximarse…

Maldición…

¿Qué pasa?

Es Javier… esta afuera…

Mili palideció, una cosa era cortar con el en una conversación y otra muy diferente era enterándose que era un carnudo. Personalmente me daba igual liarme a golpes con Javier, eso era lo de menos… el problema era armar un escándalo en la facultad, la reputación de Mili iba a terminar en solo en una gran putación, es decir quedaría como una puta, y yo como el apestado, el quita novias, etc,…

Pero tal vez, solo tal vez, podria tener buena suerte… quizas no me vio…

Hey Danny… escuche llamarme jovialmente, era el.

Se iba a armar una buena en esa silenciosa y hasta ahora pacifica biblioteca.

Continuara.

Para contactar con el autor:

AdrianReload@mail.com

 

 

Relato erótico: “Destructo II Dóblame, rómpeme; soy la desesperanza” (POR VIERI32)

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herederas3I

Sin títuloFrente a la Capitana se encontraba un adversario sin parangón. Cualquiera pensaría, viéndola con un ligero temblor en las manos y piernas, que la mujer estaba poseída por el miedo y la desesperación. Después de todo al Serafín lo rodeaban incontables soldados yacidos en el suelo, entre el fuego y la destrucción. El ángel, además, era imponente en su físico, amenazante en su porte, con las seis alas extendidas y sosteniendo aquel tridente dorado.

Pero, en realidad, Ámbar temblaba de emoción. Y sonreía porque ahora tendría una batalla digna, una batalla que había que pelear porque había algo importante que debía proteger.

—Aquí y ahora no hay asunto que concierna a los mortales —advirtió el Serafín—. Retírate.

—No me subestimes, pichón.

—Desearía no matar a ningún mortal.

—Demasiado tarde —Ámbar cabeceó hacia los helicópteros, tras el gran ángel, que se consumían por el fuego.

Rigel giró la cabeza hacia un lado y entendió que, cuando bajó de los cielos, entorpeció de alguna manera los artefactos de los mortales y aquello terminó sesgándoles la vida. Suspiró. Él venía a cazar a Destructo, el ángel de la desesperanza que traería el Apocalipsis y se rebelaría a los dioses. En cierta forma, él venía a proteger a los “débiles mortales del reino humano”.

Ámbar activó su espada y disparó al suelo, levantando al aire una pared de polvo y pedazos del pavimento. Cuando el Serafín volvió su mirada, notó que la mujer, de un brinco, se abrió paso a través de la cortina de humareda para abalanzarse a por él.

Hundió la filosa hoja en el hombro derecho del ser celestial. Apretó los dientes porque aquello parecía ser más bien una roca que un cuerpo de carne y hueso. Activó la descarga eléctrica, pero al no percibir nada más que impasibilidad en el rostro de su víctima, temió por un momento que su rival fuera una suerte de ser divino e invencible.

Rigel apartó la espada con un movimiento del brazo y rápidamente agarró a la mujer de la muñeca, lanzándola lejos, hacia un grupo de escombros amontonados a un costado de la avenida, donde impactó con violencia y desperdigando pedazos de pavimento al aire. Se tocó el hombro; pese a la línea de sangre encharcándole la túnica, no era una herida grave. No para un Serafín. Sonrió, mirando hacia la humana ahora despatarrada sobre los escombros; se trató de una estrategia sencilla pero efectiva, pensó. Además, jamás pasó por su cabeza que un mortal pudiera llegar a hacerle un rasguño a él, al ángel más fuerte de los cielos.

Por otro lado, a la Querubín le resultaba tan difícil actuar. Se había dicho que ya no volvería a congelarse o dejarse vencer por el miedo, pero parecía que el destino la ponía a prueba con situaciones más complicadas. Quería ir junto a la humana, aunque ahora había un enemigo entre ellas. Un enemigo que durante toda una vida fue un amigo.

El Serafín empuñó el tridente y la joven retrocedió varios pasos.

—¡Titán! ¡No soy Destructo!

—La profecía que vimos fue clara. Un destino te aguarda y he concluido que seré yo quien lo impida. Eres Destructo.

La joven negó vivamente con la cabeza.

—¡Soy Perla!

—¡Suficiente con los llantos!

Alejada de la discusión, la Capitana yacía boca arriba sobre el montón de escombros y restos de equipos tecnológicos que chispeaban. Miraba el cielo negro, esperando que pronto se le pasara el terrible dolor que sentía hasta los huesos. Era un enemigo fuerte, pensó, y debía tener precaución. Aún sostenía la empuñadura de su espada y la levantó para mirar la hoja.

Su dispositivo coclear emitió un sonido.

—¿Ámbar?

—Sigo aquí, Johan.

—Dijiste que tiene seis alas. Podría tratarse de un Serafín. Es decir… un ángel de seis alas coloridas que utiliza para cubrirse el rostro y el cuerpo, pues solo los dioses tienen derecho a verlos. Según la Angelología Cristiana son los seres más cercanos a los dioses, por lo tanto, los más fuertes de su linaje.

—¿Alas coloridas? Las tiene blancas—resopló la mujer—. ¿No dirá por ahí cómo matar a uno?

—No, no dice cómo matar a uno. Estamos hablando de un nuevo biotipo de Éxtimus que no conocíamos. ¿Se te ha pasado por la cabeza la posibilidad de que sea un ente divino? Podría ser invencible.

—No es un ser divino —respondió mirando la sangre que adornaba la hoja de su espada—. El pichón sangra.

—Si sangra, estará cabreado.

—Si sangra, puede morir.

Apretando los dientes, la Capitana se levantó con dificultad. Se sacudió el polvo de encima y contempló con una mezcla de fascinación y miedo hasta qué distancia había sido arrojada por el ángel. Si no fuera por su traje táctico, no sobreviviría el impacto, concluyó.

—Voy a probar con una bomba de neutrinos.

—Pero para eso tendrías que acercarte a él.

—¿Por qué tengo la sensación —clavó su espada en el suelo— de que todos me están subestimando?

Levantó la mano y presionó el pequeño dispositivo que sostenía, activando la bomba que había logrado colocar entre las alas del Serafín antes de que este la lanzara. Una gigantesca esfera de luz blanquecina surgió en medio de la destrozada avenida, engullendo en su interior al titánico ángel. Incontables líneas azuladas surgieron de adentro para girar velozmente alrededor de la esfera; era un auténtico espectáculo visual, aunque de naturaleza destructiva y un sonido atronador que todo lo hacía vibrar.

Cuando la explosión fue apaciguándose, la mujer levantó la mirada con esperanzas de encontrar al ángel en el suelo, sufriendo espasmos musculares y convulsiones antes de su muerte, al menos así estaría un ser humano, pero el Serafín seguía allí, firme en su posición, rodeado, eso sí, de varias plumas que revoloteaban a su alrededor.

La Capitana gruñó, en parte por decepción, en parte por el dolor.

—Tal vez debería atraerlo hasta uno de los motores de fusión de los helicópteros —calculó la mujer.

—Le estoy hablando a una condenada pared… —se quejó el muchacho.

—Entiendo que eres una guerrera —dijo el Serafín—. No te midas por tu fuerza o tu valentía, sino por tu inteligencia a la hora de elegir batallas. Es mi última advertencia, esta no es tu lucha, mortal.

—¡Niña! —Ámbar levantó su espada al aire, haciendo caso omiso al ultimátum del Serafín—. Te ganaré tiempo para que puedas huir.

Pero Perla negó con la cabeza. Se repetía una situación idéntica a cuando el Trono murió tratando de protegerla. Y no deseaba permitirlo, que más gente se sacrificase por ella, que más gente muriese por ella. Se preguntó entonces si ese era el destino que le aguardaba como Destructo; que todo a su alrededor se marchitase inexorablemente.

Tal vez, después de todo, sí era el ángel de las profecías. El ángel de la desesperanza.

Ámbar partió rumbo al Serafín. Sonreía, aún con un hilo de sangre cayéndole de la frente y otro adornándole la comisura de los labios. Aún con el cuerpo doliéndole hasta los huesos. Para ella, el peligro y el olor a muerte ya eran viejos conocidos, qué menos que ponerles buena cara.

II

Johan suspiró al ponerse la chaqueta de cuero y miró a los lados del callejón para comprobar que nadie estuviera acechando; sabía que el tiempo apremiaba y no conseguiría salvar a Ámbar de una muerte segura solo manipulando los sistemas informáticos desde su departamento. Después de todo, él era “Égida”, su escudo; quedarse sentado a lamentarse no era opción.

Más de la mitad de la ciudad estaba sumida en un apagón y sospechó que el caos en la Jefatura de seguro era de órdago al haberse perdido el contacto con el escuadrón que persiguió a la Capitana. Debía aprovechar la situación y evitar que la mujer fuera capturada: podría ajustar el sistema del Estado de tal manera que la milicia pensara que Ámbar había escapado de la ciudad, provocando que el ejército se dispersara por toda la nación. ¿Pero quién creería que la mujer consiguió escapar tan rápidamente? Solo levantaría sospechas por lo inverosímil de aquello. No le quedó otra que modificar el software de manera que toda la milicia se presentara en su propio departamento pensando que tanto la mujer como el Éxtimus estarían allí.

En realidad, la milicia se encontraría con una pila de bombas electromagnéticas que inutilizarían su tecnología nada más abrir la puerta.

Acarició las curvaturas de su motocicleta, una auténtica bestia a base de energía de fusión de una rueda trasera y dos delanteras que, según convenía, se separaban o unían para dar una mayor velocidad. Tenía una fijación por las más antiguas, las que funcionaban a base de petróleo, ruidosas como ellas solas, aunque nunca pudo encontrar una desde que las últimas petroleras cerraran.

Subió al vehículo y encendió el motor. Cerró los ojos y vació los pulmones. Estaba casi convencido de que sería su último viaje. Cuánto deseaba invitar a Ámbar a montarlo rumbo a un destino indefinido, aunque sonrió prediciendo que probablemente la mujer se rehusaría a subir. Pero era justamente aquello, la esperanza de luchar por unos recuerdos que aún quedaban por construir, lo que lo motivó a ir en su rescate.

Cuando levantó la mirada, presto a arrancar, su alma cayó al suelo: tres ángeles, a contraluz, cerraban el paso del callejón.

Aegis dio un par de golpecitos al trapezoedro. No entendía. El punto que le indicaba dónde se encontraba Perla había variado una decena de veces los últimos minutos, zigzagueaba en el mapa holográfico y las hembras empezaban a ponerse nerviosas. Pero, ahora que por fin se encontraban en el punto exacto, no veían a su amiga por ningún lado.

—No está aquí —concluyó abrazando el artefacto contra sus pechos. Levantó la mirada y sintió un ligero vértigo al ver todos esos altos edificios a su alrededor. Desde arriba no se veían tan imponentes—. Y extraño Paraisópolis.

—Tal vez ese aparato no funciona —Dione se cruzó de brazos—. A ver si ese mortal no nos la ha jugado.

—Imposible —meneó la cabeza—. Me lo prometió.

—Ah, ¿quince minutos a solas y ya lo conoces? Pues ya ves lo que pasa por confiar en un completo desconocido…

Zadekiel avanzó un par de pasos y miró detenidamente al humano frente a ellas. Perla no estaba allí, pero él sí. El tiempo apremiaba y no dudó en exigir respuestas, aunque fuera a la desesperada.

—¡Tú! —clamó la maestra—. ¡Sé un buen mortal y dinos dónde está mi alumna!

—¿Alumna? ¿Pero de qué…? Tiene que ser una puta broma… —se lamentó el chico. Ya no era solo la presencia de un Serafín en la ciudad, sino ahora de otros tres ángeles más. La sola idea de una invasión angelical lo ensimismó, pero de nuevo se armó de valor y arrancó el vehículo.

Intentó embestirlas para abrirse paso, pero las tres levantaron vuelo para esquivarlo. La rubia estiró el brazo y lo tomó del cuello, tumbándolo al suelo mientras la motocicleta se daba de bruces contra un grupo de basureros apilados a un costado.

Johan gruñó de dolor. La hembra montó sobre él y lo tomó del cuello de su chaqueta.

—No es manera de saludar, mortal —protestó Zadekiel—. Y pensar que desde aquí parecías tan manso.

El muchacho no lograba articular palabra alguna. No podía tener tanta mala suerte, pensó. De reojo vio a la otra ángel, quien abrazaba una portátil trapezoédrica contra sus pechos. Desconocía cómo lo había conseguido, pero sospechaba que el aparato las había dirigido directo hacia su departamento, tal y como había modificado el sistema para confundir a la policía militarizada. Pero no esperaba que unos ángeles se valieran de los sistemas de navegación para llegar hasta allí.

—¡Realmente no tengo tiempo para esta mierda! —gritó forcejando, pero simplemente no podía competir contra la fuerza de un ser celestial. Cuánto deseaba al menos vestir su traje táctico.

—Entiendo que estés asombrado, pasa a menudo —dijo la maestra, quien usó sus alas para abrazar al muchacho e intentar apaciguarlo—. Perverso mortal, ¿sabías que con un Arcángel no es pecado?

—¡Zadekiel! —gruñó Dione—. ¡No es momento!

—¡Ya, ya! —sacudió su mano al aire—. No temas, humano. Si me dices dónde está Perla, tal vez no te arranque la cabeza.

—¿Perla? —preguntó el joven—. ¿El Éxtimus? Quiero decir… “Perla”, ¿te refieres al ángel de nombre Perla? Mierda, ¡sé dónde está ella! ¡Sé dónde está ella!

—¿Lo dices en serio? —la maestra enarcó las cejas—. Pues más te vale. Como me mientas, te arrepentirás de haber nacido.

Tomó del brazo del chico y lo lanzó por los aires. Cayó sobre la espalda de Dione, entre sus alas, pues esta se había agachado para recibirlo.

—¡Sujétate bien, mortal! —ordenó Zadekiel—. Contemplarás la cara del mundo como solo los ángeles pueden hacerlo.

—Comprenderás que estamos en un apuro —Dione acomodó al muchacho sobre su espalda—. ¡Guíanos, humano!

III

La Querubín estaba en sus horas más bajas. El Serafín había extendido sus seis alas y, con un fuerte batir, lanzó violentamente a la Capitana por varios metros hacia otro amontonamiento de escombros donde terminó impactando. La mortal estaba sacrificándose por ella para que pudiera huir. “¿Y luego qué?”, pensó la joven. ¿Qué sentido tenía seguir viviendo si todo a su alrededor se marchitaba? Uno de sus mayores aliados bajó de los cielos para darle caza, la humana por quien sentía apego estaba sufriendo y ahora tenía la sospecha de que sus dos ángeles guardianes ya no estaban vivos.

El solo respirar se le estaba volviendo doloroso. Tal vez, pensó, sí era Destructo, un ángel que solo deja muerte y terror a su paso. Tal vez, concluyó agobiada, solo había una manera de traer el consuelo a la legión y detener esa sensación de desesperanza que la angustiaba.

Con los ojos humedeciéndose, extendió brazos y alas en cruz. Ofreciéndose. Sacrificándose. Por primera vez Perla perdió todo deseo de vivir.

—¡Basta! —chilló—. ¡Es a mí a quien buscas, Rigel!… ¡Hazlo! ¡Mátame, si es así como la legión lo desea!

Aunque el Serafín no revelara su estado de ánimo, por dentro luchaba contra su propia conciencia. Siempre había tenido la idea de que derrotar al ángel destructor le sería difícil, pero no imaginó cuánto. ¿Cómo iba a asesinar a la niña que creció ante sus ojos?, se preguntaba una y otra vez, pero bajó de los cielos porque sabía que era lo que tenía que hacer.

Empuñó su tridente.

—La profecía te dicta un destino cruel. Matarte es un acto de piedad —dijo el guerrero, vaciando sus pulmones antes de lanzar el arma.

La Querubín, como único acto, cerró los ojos tan fuerte como le fue posible. Tan fuerte, que ni siquiera se percató del relámpago plateado que cayó del cielo.

El Serafín observó atónito cómo dos sables fueron clavados en el pavimento, de tal manera que detuvieron el avance del tridente justo en el espacio entre los dientes del arma, a pocos metros de impactar contra la Querubín.

Bajó suavemente un ángel de alas plateadas, sirviéndose de las empuñaduras de los sables para posar sus pies. Se acuclilló, observando con curiosidad el arma dorada que aún repicaba en el suelo. Luego levantó su mirada hacia el Serafín. Era una mirada salvaje. Una mirada impropia de un Dominio que fuera creado como una mera herramienta.

Era la mirada de alguien que tenía algo importante que proteger.

Perla, tras el ángel plateado, bajó los brazos y alas al reconocer al recién llegado.

—¿“Fomalaut”? —preguntó.

IV

Antes de la llegada de la Querubín a los Campos Elíseos, el Dominio Fomalhaut solía patrullar el jardín adyacente al Gran Templo, muy a diferencia de las otras Dominaciones, quienes solían montar guardia en la entrada principal o en los pasillos del pomposo Santuario. Su jornada consistía en un ir y venir constante, a veces caminando en el mar de pétalos del extenso patio, a veces en vuelo, curioseando las actividades de las hembras del coro, pues era usual verlas practicando en las inmediaciones.

Por más que nunca sucediera nada por la que mereciera la pena ponerlo en alerta, vigilar la retaguardia era lo que se esperaba de él, su único objetivo desde que fuera creado por los dioses. De hecho, en la lejana guerra contra Lucifer no tuvo una actuación muy destacada, limitándose a guardar las espaldas del Trono y no viéndose involucrado en la sangrienta primera línea.

Pero al menos estaba en tensión. Cuando vino la paz también sobrevino un inusitado aburrimiento. A veces creía firmemente que, terminada la guerra, ya no tenía utilidad alguna; el hecho de vigilar un apacible jardín lo decía todo. Entonces, para paliar el hastío, se elevaba en el cielo y volaba en círculos, arremolinando y deformando las nubes para luego caer en picado hasta el mar de pétalos del jardín donde, con un veloz vuelo rasante, los hacía revolotear a su paso.

Algunas hembras, que de vez en cuando se internaban en los jardines para recolectar flores, lo miraban fascinadas pues su velocidad era asombrosa. Era, según los que lo veían, un relámpago plateado; sin dudas el ángel más veloz de la legión.

Una tarde que patrullaba a pie decidió sentarse sobre una roca de considerable tamaño que sobresalía del mar de pétalos. Retiró los dos sables enfundados en su espalda y los arrojó a un lado. Llevando sus manos tras la cabeza, se tumbó y miró aquellas nubes lejanas que rompían la monotonía del cielo.

Pronto subiría para deformarlas, pensó para sí, mientras cerraba lentamente los ojos.

—“Fomalaut” —dijo una voz torpe y aniñada.

Abrió los ojos, algo cansado, y giró su cabeza para mirar a quien había pronunciado su nombre de manera equivocada. Era una niña, de cabellera roja y alas diminutas, quien lo miraba boquiabierta. Era tan pequeña que el mar de pétalos le llegaba hasta las rodillas.

Sostenía entre sus manitas una hoja de lino. Solo se conseguía algo así en los aposentos del Trono.

—Tus alas. Las tienes plateadas —continuó ella, revelando el motivo de su asombro. Pero luego sonrió, destacando sus graciosos mofletes—. Y además tienes el nombre más feo de todos.

El Dominio se repuso y miró para todos lados antes de volver a fijarse en ella. Nunca había visto una niña en persona y ya ni decir una con alas. “¿Vino con alguien?”, pensó, pero no había nadie en las inmediaciones. Se rascó la barbilla y cotejó posibilidades. ¿Tal vez los dioses volvieron y crearon un nuevo prototipo de ángel? ¿Y por qué crear una tan pequeña? ¿Qué clase de hacedor crearía una niña con alitas tan diminutas que de seguro no le servían ni para volar? Tenía que ser un error propio de un dios sumido en una borrachera, como Dionisio.

Se encogió de hombros y decidió charlar con la niña.

—Fomal-“jaut” —corrigió.

La pequeña vio sus apuntes y meneó la cabeza:

—Aquí dice Fomalaut.

—Esa “jet” no es muda —señaló el símbolo sumerio de su nombre—. Fomal-“jaut”.

—Sigue siendo un nombre feo.

Le arrebató los apuntes. Estaban escritos los nombres de varios ángeles. Al menos, los más importantes: las Virtudes, los Principados, los Serafines, las Potestades, las Dominaciones, el Trono e incluso algunos ángeles de menor rango. Fomalhaut estaba allí, entre los nombres de sus compañeros Dominios.

Miró seriamente a la pequeña. “Podría ser una lista de asesinatos”, pensó achinando los ojos.

—El Trono quiere que aprenda algunos nombres —dijo ella reclamando su hoja—. Hoy me tocan las Dominaciones.

—Ya veo. Entonces ya sabes el mío.

La pequeña volvió a reír torpemente y asintió:

—Sí, “Fomalaut”.

Cuando la niña se alejó para volver al Templo, el guerrero se dispuso a continuar su descanso. Antes de cerrar los ojos miró de nuevo a aquellas lejanas nubes y esbozó una sonrisa, pensando en cómo las arremolinaría cuando volara hacia ellas.

Era el único divertimento del ángel más solitario de la legión.

Si no eran vuelos rasantes o si no practicaban las hembras del coro en las inmediaciones, se entretenía viendo a las jardineras recolectar las infinidades de flores dispersas en el prado. Entraban al lugar cada tres días para renovar las flores que adornaban las calles de Paraisópolis. Nunca se acercaba a ellas, solitario como era, pero le resultaba imposible no escudriñar cómo creaban los ramos y hacían contrastes con los colores de dichas flores.

Sentado sobre la roca de siempre, espiaba a las jardineras. Unas conversaban, otras reían, incluso había una con el rostro alicaído. Esta última fue consolada por otra hembra que la rodeó con sus alas y le susurró algo para que sonriera. El Dominio se preguntaba constantemente el motivo de aquel desfile de emociones: qué causaba el decaimiento, la risa, pero, sobre todo, le intrigaba el poder que podían ejercer unas palabras o algunos gestos en el ánimo de los demás.

Y es que, aunque desconociera de emociones o sentimientos, no podía negarse a su naturaleza curiosa.

Dio un respingo cuando alguien tiró de su ala para llamarle la atención. Se giró y vio a la niña de la otra tarde, ahora con el ceño fruncido.

—¿Estás espiando?

—Tú de nuevo —el Dominio se acomodó sobre la roca—. Y no, no espío. Vigilo.

—Ya….

—¿A qué has venido?

—Tus sables —dijo ella, señalándolos—. Están aplastando los gladiolos.

El Dominio retiró las armas y rápidamente la niña se agachó para arrancar las flores blancas que crecían allí. Notó que, en la otra mano, ella ya había acumulado una variedad de gladiolos de distintos colores. De seguro entró al prado con las demás jardineras y ahora se dedicaba a imitarlas, aunque no con la pericia ni delicadeza de ellas.

La niña se levantó manipulando los tallos recogidos, amasándolos torpemente. Se hacía evidente que la pequeña no tenía mucho futuro como floricultora de la legión. “Si las flores hablasen”, pensó él, “estarían gritando…”.

—¿Las vas a llevar a Paraisópolis?

—No. Son para el Trono —levantó el improvisado ramo—. Se cabrea cuando no hago los deberes, pero he notado que le gusta cuando le llevo las flores.

—¿Y consigues tranquilizarlo con eso?

La niña asintió. Fomalhaut silbó suavemente para sí; desde luego que ganarse el beneplácito del Trono no era un logro al alcance de cualquiera, por lo general el líder era bastante severo con los demás ángeles si estos incurrían en alguna falta. La niña podría ser un auténtico despropósito como jardinera, pero no podía negar su inteligencia y viveza.

—Te admiro. Pero ese ramo…

Se sentó sobre una rodilla y, cogiendo las flores que la pequeña había recolectado, empezó a trabajar con ellas. De tanto mirar a las jardineras el Dominio sabía cómo debía lucir un ramo, con qué suavidad tratar las flores, cómo agruparlas para que se viera pomposo, cómo liarlas con unas tiras de césped que crecía en el terreno.

Colocó el ramo sobre la roca. Desenvainó uno de sus sables presto a cortar los tallos con la filosa hoja; la pequeña respingó y tensó sus alitas, yendo detrás del Dominio, ocultándose tras sus grandes y radiantes alas, asomándose apenas.

—¿Y ahora qué te pasa?

—¡Ten cuidado! —gruñó apretando las alas plateadas—. Parece un arma peligrosa…

El Dominio achinó los ojos al notarla asustada; levantó sus alas y la cubrió con ellas. Había visto a las demás hembras hacer algo similar para calmar a las otras y esperaba que funcionara. Sonrió al ver que surtía efecto; la pequeña se aferró a las plumas, tratándolas como si fuera un manto con el que cubrirse completamente, lo suficiente como para solo asomar la mirada.

—Tranquila. Es peligrosa solo si no sabes manejarla.

Una pequeña amistad había surgido entre el revoloteo de las flores. A la niña le convenía. No lo iba a admitir, pero el guerrero tenía mucho mejor gusto que ella a la hora de elegir las flores que harían contraste con los gladiolos. Por más que ella luchara por terminar un ramo, no le quedaba otra que refunfuñar por ayuda. Como su fuerte no eran precisamente los estudios, los regaños de parte de su guardián y del Trono eran una constante, por lo que entrar al jardín en búsqueda de ramos se había convertido prácticamente una obligación.

Sentada sobre los hombros del Dominio, la pequeña Perla observaba con fascinación cómo este cortaba los tallos con uno de sus sables sobre la misma roca de siempre. Ya no sentía miedo y, es más, en un par de ocasiones solicitó ser ella quien maniobrara las armas, aunque terminaba recibiendo una negativa de parte del ángel plateado.

Se bajó cuando él terminó con la manualidad y procedió a sentarse sobre la roca para atar los tallos. Entonces se fijó en el guerrero, que envainaba su sable. Hasta ese momento no lo había pensado mucho, pero aquel Dominio era el único ángel de la legión que manejaba dos armas por lo que concluyó que debía ser habilidoso como ninguno.

—“Fomalaut” —dijo—. ¿Conoces la profecía de Destructo?

—He oído algo.

—Bueno… —continuó atando los tallos—. El día que venga espero que estés cerca de mí.

—Ya veo. Trataré.

—No, no trates —dijo mirándolo fijamente—. Es una orden.

El Dominio asintió. Después de todo ya estaba al tanto de que ella era una Querubín, el ser superior de la angelología. Sus caprichos los tomaba como órdenes. “Cómo negarme”, concluyó, justo en el momento que la pequeña terminaba de formar su primer ramo.

El guerrero silbó suavemente, agachándose para admirar el ramo:

—Luce bien.

—Lo sé. Es para ti.

—Es un honor —lo tomó del tallo, ladeándolo. Lo cierto es que no tenía idea de qué iba a hacer con el regalo, pero cómo iba a rechazarlo. Le buscaría un lugar en su casona para perfumar el lugar.

—Claro que es un honor —la pequeña achinó los ojos—. Te la renovaré de tanto en tanto.

Ahora, tras el fin de la lejana guerra, el Dominio por fin volvía a estar en alerta. Y se sentía útil. Importante. Se sentía vivo. Porque, ¿quién sabría cuándo aparecería Destructo? ¿O qué tan fuerte sería? A veces, durante sus guardias en el jardín, friccionaba sus sables entre sí; si el ángel de las profecías se presentara él tendría que estar preparado. No le importaba que ella, a esa altura, ya tuviera dos guardianes; era el mismo caso el del Trono quien siempre tuvo guardianes que vigilaran la línea de frente.

Él era el ángel que cuidaba la retaguardia.

Con el paso del tiempo aquella niña se veía tan joven como los demás ángeles de la legión. Y ahora entrenaba con su propio maestro particular. Era usual que Perla, luego de sus entrenamientos, se bañara en un arroyuelo que atravesaba el bosque, muy cerca de la cala del Río Aqueronte.

El Dominio descendió suavemente sobre la rama de un árbol cerca del arroyuelo. Se acuclilló y se fijó en ella. Perla se había recogido la cabellera sobre la nuca, con unas horquillas. Brillaban con intensidad los cientos de gotitas de agua que pasaban por su cuerpo mientras ella se limpiaba las manchas ocasionadas por sus entrenamientos. Un par de hojas de nenúfares se pegaron en la cara interna de sus muslos y otro sobre un ala.

El Dominio sonrió contemplando aquel atlético y desnudo cuerpo repleto de pecas. No había deseo carnal en su sangre debido a su naturaleza; simplemente analizaba las diferencias de cómo esa niña de alitas pequeñas y mofletes marcados se había transformado con el paso del tiempo en una hembra de curvas sinuosas, de radiantes alas y de movimientos refinados.

La Querubín musitaba una canción. Fomalhaut conocía la letra de tanto que la oía cuando ella practicaba con las hembras del coro. “Imperio de Ángeles”. Se le había hecho usual ir a los cánticos nocturnos para vigilarla y de paso escucharla; no podía negar que su voz tenía encanto y lograba animarlo.

Pero no había tiempo que perder. Se acuclilló sobre la rama y carraspeó.

—Tu guardián —dijo—. Está aleteando por media Paraisópolis en tu búsqueda.

—¡Ah, ah, ah! ¡Ah!

Perla y sus alas dieron varios respingos del susto. La Querubín cubrió sus senos con un brazo mientras que con las puntas de sus alas se tapó el sexo. Luego recordó que en la legión de ángeles no existía el pudor. En el lago cerca de Paraisópolis era común ver tanto a varones como hembras bañándose sin problema alguno, por lo que, temblando y presa de vergüenza, se dejó de cubrir, no fuera que el Dominio sospechara que ella empezaba a experimentar deseos carnales de tanto espiar a sus guardianes.

Enrojeció visiblemente. Por más que era evidente que el Dominio, con su ausencia de emociones, no la viera con otros ojos, no se sentía muy cómoda.

—¿Q-qué pasa? —preguntó, girándose para buscar su túnica. Se encargó de que sus alas cubrieran su trasero de manera disimulada.

—Que tus guardianes están buscándote.

—¡Hmm! —gruñó, avanzando por el riachuelo mientras se quitaba la hoja pegada al ala—. Pues que sigan buscando.

El Dominio ladeó el rostro. Que Perla mantuviera rifirrafes con su guardián Curasán no era precisamente un secreto en los Campos Elíseos. Aunque al final terminaban haciendo las paces, tenía la sensación de que esa tarde había algo distinto.

—¿Es por tu mudanza?

—¡Tengo mis razones para mudarme! —se giró; ahora ya no le importaba revelarle su desnudez porque había una cuestión más importante. Su mirada se había vuelto feroz—. ¡Y él piensa que es una tontería!

La mudanza de casona era algo que Perla lo había deseado desde hacía tiempo a pesar de las negativas de sus guardianes: alejarse de la ciudadela y estar más cerca de los bosques y, por ende, más cerca del Río Aqueronte donde entrenaba. Para ella representaba no solo su deseo de independizarse del ángel con quien vivió toda su vida, sino también alejarse de aquellas miradas de los habitantes de Paraisópolis, quienes buscaban en ella consuelo o respuestas acerca de los dioses desaparecidos. Después de todo, ella era la Querubín, la enviada por los hacedores.

Una enviada rota que no podía dar ningún tipo de consuelo.

Perla se volvió a girar para hacerse con sus botas en movimientos rápidos y torpes, dejando entrever su nerviosismo.

—Diles que no hay nada de qué preocuparse porque volveré enseguida. Pero… —agarró su túnica y la llevó contra sus pechos—. “Fomalaut”, ya que estás aquí, ¿me ayudarías?

—¿En qué?

—En la mudanza, claro. Dudo que Curasán mueva una mano. Y mis amigas son muy chillonas, la verdad —tensó sus alas y se volvió a girar para mirarlo a los ojos. Concluyó que Fomalhaut, severo, serio, con su ausencia de emociones o sentimientos, era el ángel ideal para afrontar la mudanza.

Se retiró las horquillas, meneando la cabeza para sacudir la cabellera.

—¿Qué me dices?

El sol se ocultaba y pocas nubes flotaban sobre el cielo naranja de los Campos Elíseos. Perla estaba sentada sobre el techo de su recién estrenada casona, en las fronteras de Paraisópolis. Se encontraba pensativa, abrazando sus rodillas. Apretaba los dientes recordando lo que un irritado Curasán le había dicho durante la mudanza: “¿Ya te vas? Espero que aún no temas a la oscuridad, ¡las velas terminan apagándose, enana!”.

—¡Hmm! —gruñó la Querubín, meneando la cabeza para olvidarse del amargo recuerdo de despedida.

—¿Qué te sucede? —preguntó Fomalhaut, sentado a su lado.

—Nada, no pasa nada —respondió alicaída.

La muchacha rememoró la última frase que lanzó su guardián. “¿Y ya pensaste en quién te lavará las túnicas? ¿O acaso lo vas a hacer tú? Me río solo de imaginarte lavando ropas a orillas del lago, ¡oh, ser superior de la angelología!”.

—¡Hmm! —volvió a gruñir, torciendo las puntas de sus alas.

—¿Es cierto lo que dijo tu guardián? ¿Le temes a la oscuridad?

—¿También lo escuchaste? ¡Pues n-no es verdad!

Pero era fácil para él detectar los estados de ánimo, tan observador como era. La Querubín se encontraba desanimada, se le notaba en la mirada y, sobre todo, en el tono de su voz. Cayó en la cuenta de que ella pasaría su primera noche sola y que tal vez necesitaba de algún tipo de apoyo.

Levantó sus alas y rodeó a la joven, esperando confortarla como cuando era mucho más pequeña, pero esta las apartó con un movimiento de manos.

—No. Ya no soy una niña.

El ángel plateado silbó suavemente para sí; realmente no sabía cómo lidiar con la nueva Perla. Se levantó, extendiendo las alas.

—¿Adónde vas? —preguntó ella—. No quería que te molestaras.

Fomalhaut se elevó y con su veloz vuelo se volvió un auténtico relámpago plateado que se abalanzaba una y otra vez a por una nube, dándole golpes con sus alas para deformarla, giraba en el aire y volvía para hacer y deshacer formas con su sola velocidad.

Perla lo miró con curiosidad, realmente era un ángel rápido; acomodó sus alas, pensando que algún día debería no solo aprender a volar, sino a ser tan veloz como él.

“Me llamarán relámpago rojo”, sonrió con los labios apretados, apartándose un mechón de la frente.

El Dominio bajó suavemente sobre una terraza frente a ella. La muchacha levantó la mirada y contempló boquiabierta lo que el ángel había hecho. Se trataba de una nube con forma de flor, de largas hojas lanceoladas dibujadas sobre el marco naranja del cielo. Por primera vez en todo el día, sonrió.

—Gladiolos —dijo ella sin apartar la mirada de la nube. Desde niña eran sus preferidas.

—Por las noches no tengo ninguna rutina. Podría vigilar por aquí hasta el amanecer.

—¿Lo harías? No quiero ser molestia, “Fomalaut”.

—No es molestia, pero no te saldrá gratis. Quiero que renueves mi ramo de flores cada tres días.

—¡Ja! —la Querubín meneó la cabeza—. Lo había olvidado. Desde que empecé el coro que no te la renuevo con asiduidad. Pero —apretó los puños—, desearía pasar la noche sola. Es un paso que me gustaría dar sola, ¿me entiendes? Se lo pedí a Curasán. Se lo pedí a Celes. Tengo que pedírtelo a ti también.

El Dominio simuló alejarse al ocultarse el sol, aunque no tardó en volver, aterrizando sobre una terraza cercana para sentarse en el borde. Luego de apagarse las velas de la casona de la Querubín, la notó asomándose por el marco de la ventana de su habitación.

Perla suspiró al ver que él estaba allí, vigilándola. Aunque, lejos de regañarlo, decidió saludarlo con un tímido gesto de manos. Fomalhaut asintió como saludo.

Cuando la muchacha se volvió a su cama, el ángel plateado miró el cielo, allí donde la nube poco a poco perdía forma. Vigilarla era la orden irrevocable que juró cumplir. Sonrió para sí porque por fin, desde que fuera creado por los dioses, sentía firmemente que servía para algo.

Era el ángel que cuidaba la retaguardia.

Y era bueno en ello.

V

En medio de la destrozada avenida de Nueva San Pablo, un inesperado aliado había caído del cielo. Bajó tan rápido que los mortales que lograron observarlo desde la distancia solo vieron un borroso relámpago plateado.

Fomalhaut miraba fijamente al Serafín:

—Realmente no te entiendo. Lo he pensado varias veces y sigo sin entender por qué has tenido que ordenarnos que matáramos a Perla.

El Serafín no esperaba que un Dominio se presentara para proteger a la joven. Había enviado a tres de ellos para la misión de buscarla y esperaba un reporte, pero la impaciencia ganó terreno y decidió que él mismo bajaría para finiquitar la misión que les encomendó en secreto: “Buscar y asesinar al ángel destructor”.

—Te di una orden que debías cumplir —respondió el Serafín—. Quienes no cumplen las órdenes son traidores a la legión.

—Seré traidor a tu juicio. Prefiero serlo a ser carroña.

—¿Dónde están tus compañeros?

—Los maté —el Dominio sacudió sus alas presumiendo de su proeza—. Y planeo matarte a ti también.

Ámbar, a lo lejos, suspiró aliviada ante la llegada de un nuevo e inesperado aliado. Se sentó a duras penas sobre los escombros y dio golpecitos al lóbulo.

—Johan, ¿estás allí? Contesta.

No hubo respuesta y temió lo peor. Intentó levantarse, pero las fuerzas se le habían agotado. No se percató, hasta muy tarde, que alguien se había sentado a su lado, imitando el gesto de los golpecitos al lóbulo. Se trataba del Teniente Santos, quien también se retiró el casco, lanzándolo hacia un lado pues también estaba incomunicado.

—Toda la parvada está aquí —dijo harto—. Eres la culpable directa. Si no fuera por vuestro ataque al sistema, los hubiéramos detectado a tiempo.

—No me eches la culpa, iban a venir de todos modos. Detectarlos a tiempo no iba a ayudar en lo más mínimo. Lo que sí creo es que nada de esto habría sucedido si hubiéramos devuelto a la niña donde pertenece.

—“Niña”, dices… Me apena decírtelo, pero las noticias corren rápido. Todos están al tanto de que liberaste al Éxtimus.

—¿Y entonces? ¿Vas a arrestarme? —rio Ámbar.

—Ya no trabajo para el Estado, así que haré la vista gorda —pasó la mano por su cabellera—. Pero no cambiará nada. Irán a por ti. Reykō irá a por ti.

—Si ahora trabajas para Reykō, ¿significa que algún día vendrás a por mí?

Santos meneó la cabeza con una sonrisa y se repuso. Solo Ámbar podría tocar temas incómodos como si se trataran de una broma. Ayudó a la Capitana a levantarse; la mujer rodeó los hombros de su camarada con un brazo, en tanto que con la mano libre aún sostenía su espada. El ambiente era extrañamente distendido, agotados como estaban ambos.

—Si ni siquiera uno de estos pajarracos pudo matarte, ¿cómo voy a conseguirlo yo? —suspiró acomodándola a su lado.

El veloz ángel plateado partió hacia el Serafín. Levantó ambos sables, presto a hundir las hojas en el cuerpo del enemigo, pero este invocó de nuevo su tridente para desviar el rumbo de las filosas armas con la fuerza de un solo brazo. Con la mano libre hundió su puño en el estómago del sorprendido Fomalhaut, tan fuerte que terminó arrojándolo varios metros sobre el pavimento.

No había lugar para el dolor; se repuso rápidamente. Y de nuevo comenzó la mortal lucha. El Dominio era veloz, esquivaba con destreza los golpes del tridente, pero carecía de la fuerza del Serafín por lo que los sablazos, cuando los daba, no rompían la defensa del enemigo. Refulgían una y otra vez los destellos de color plateado y dorado que resonaban por la destrozada avenida, una auténtica lucha de otro mundo, entre las plumas que parecían danzar al son de los gráciles movimientos de los combatientes.

Pero el cansancio se apoderó poco a poco del Dominio. Su largo y agotador viaje estaba pasándole factura: tras cruzar el mar Tirreno, había bordeado el continente africano para luego atravesar el océano Atlántico sin descanso alguno. Además, tenía la sospecha de que el Serafín solo jugaba con él para agotarlo y, tal vez, rematarlo cuando la ocasión se presentara.

Ya no era tan veloz. Ya no era tan ágil y la destreza con la que manejaba sus sables disminuía paulatinamente. En el último intercambio de golpes consiguió rasgar el pecho del titánico ángel, pero un puñetazo terminó arrojándolo lejos, con saña, dejando un rastro de sangre sobre el suelo.

Fomalhaut estaba débil. Intentó levantarse, pero su legendario estado físico se agotaba. Miró las nubes en el cielo del reino humano y deseó por un momento elevarse y dibujar algo para Perla. La notó sufriendo y quería hacer algo para cambiarle el rostro.

La pelirroja se arrodilló cerca del Dominio; tomó su cabeza y lo acostó sobre sus muslos. Lo peinó con sus trémulos dedos, rodeándolo con sus alas. Hundió su rostro en el pecho del varón y susurró que ya nada valía la pena; se preguntó una y otra vez por qué tuvo que venir hasta el reino de los humanos para salvarla, a ella, el ángel de la desesperanza y la destrucción. Todo aquel que la ayudara terminaba muerto y ya no deseaba ver a sus más cercanos caer.

—¿Por qué? —preguntó ella.

—Mi ramo —dijo el herido ángel plateado—. Vine porque aún tienes que renovarlo.

Perla cerró fuerte los ojos y susurró:

—Los gladiolos, ¿no es así? Me temo que eso ya no se puede hacer.

El Dominio tenía tanto por decirle. Que debía acatar la orden del Trono, aquella fatídica noche que ella huyó, de acompañar a los demás ángeles guerreros en el bosque y por lo tanto no pudo cumplir su promesa de vigilarla. Que vio la profecía de Destructo junto con los demás, pero cuando el deseo de cazarla se extendió en la legión, él simplemente deseaba protegerla del peligro que se cernía. Tanto se arremolinó en la cabeza del Dominio más solitario de la legión que simplemente no pudo decir más que un simple:

—Perdón.

Levantó la mano y acarició la mejilla de la que, a sus ojos, seguía siendo la dulce Querubín.

—Te he visto extendiendo brazos y alas, sacrificándote. Aférrate a la vida. Honra a los que han luchado para que sigas viva.

—Todos están muertos —Había amargura en la voz de la Querubín—. Y pronto lo estaremos tú y yo. ¿Lo entiendes, “Fomalaut”? Soy la desesperanza.

—Desmoronarse es fácil. Pero tus guardianes te han dejado bajo mi protección antes de venir aquí, y no deseo rendirme.

—¿Qué has dicho? —dio un respingo—. ¿E-están vivos?

Asintió, incapaz de comprender lo que eso significaba para ella.

“Están vivos”, se repitió una y otra vez. Sus guardianes, “hermanos”, estaban vivos. Y la esperaban. Recordó lo que ella misma se había dicho; que ya no sería una niña. Meneó la cabeza para librarse aquellos pensamientos derrotistas, de ese deseo de sacrificarse porque todo le dolía. No podía, viendo al herido ángel plateado, destruir aquello por lo que tanto lucharon ellos.

Había que aferrarse a la vida. Había que luchar por el sendero que ella misma juró proteger.

—Hasta que no te conocí, no entendía el significado de mi existencia —sonrió el Dominio—. Para mí, tú eres el ángel de la esperanza.

Sobre la cabina de un destruido helicóptero que era consumido por el fuego, Perla sostenía su sable. Lo había invocado y las inscripciones allí talladas refulgían. Miraba al imponente Serafín quien la esperaba con su tridente: el ángel estaba herido, ensangrentado, pero impaciente por finiquitar su misión de asesinato.

Había algo en los ojos verdes de la Querubín; un brillo, una intensidad. Era una mirada que de niña ya había conseguido estremecer a quien la viera. Había ferocidad y decisión en su semblante. Era la mirada de alguien que se vuelve peligrosa porque busca defender lo que ama o lo que considera sagrado.

Tal vez, después de todo, la muchacha sí era un destructor. El ser que venía a destruir, no el reino de los ángeles o el de los mortales, sino a destruir el orden impuesto por los dioses. Tal vez, pensó ella, Destructo no era sino el ángel de la esperanza.

Cambió el aire en el reino de los humanos. Se había vuelto frío, fuerte. Había un punto de sangre en el ambiente. Era como si los dioses, si es que aún existían, temblasen de miedo ante el hecho de que el temido ángel de las profecías había despertado y tomara conciencia de su verdadera naturaleza.

Fue así como comenzó la batalla entre el Serafín más fuerte de los cielos y Destructo.

Continuará.

 

Relato erótico: “La chica de la curva 9” (POR ALEX BLAME)

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NUERA1Amanecí con una ligera resaca. La noche anterior nos pasamos un poco y acabé bebiendo Sin títulomás de lo que pensaba. A Brooke le pasó lo mismo, pero en ese momento estaba dormida como una piedra. Me levanté en silencio y me dirigí a la cocina. Desayuné y fui al salón para ver la tele un rato mientras esperaba que ella se levantase.

Poco más de media hora después apareció anudándose descuidadamente una bata de raso para a continuación sujetarse la cabeza con las manos.

—Si vuelvo a beber, mátame. —se quejó lastimera mientras se acurrucaba a mi lado en el sofá.

—¿Quieres que te haga algo de desayunar? —le pregunté.

—No, gracias cariño. si tomase algo ahora estoy segura de que lo volvería a echar todo. —respondió suspirando y agarrándose a mi brazo.

Nos quedamos abrazados en el sofá, incapaces de hacer nada más que ver la telenovela y dormitar a ratos hasta que una suave brisa proveniente del mar empezó a colarse por la puerta de la terraza y consiguió despejarnos.

—Bien ¿Has decidido algo después de verme actuar? —me preguntó Brooke cogiendo el toro por los cuernos

—Antes de decir nada me gustaría saber qué perspectivas tienes en este trabajo.

—Supongo que más o menos como todas, hacer el mayor número posible de películas bien pagadas y cuando acabe con las deudas retirarme y seguir en esta industria haciendo películas, escribiendo libros o algo parecido, este es el único mundo que conozco.

—No parece que sepas muy bien qué hacer. Lo que me da miedo es que digamos, dentro de unos años, decidas que no lo ves claro y empieces a ponerte y quitarte cosas para poder seguir haciendo pelis hasta que te jubiles. —le dije yo.

—En realidad creo que quiero dirigir películas, pero aun no estoy preparada para hacerlo. Incluso he escrito un guión. —dijo abriendo un archivo en su portátil para demostrármelo.

—¿Puedo leerlo? —le pregunté sorprendido.

Sin responder Brooke me tendió el ordenador y comenzó a morderse la uñas mientras me observaba leer el guión.

El argumento comenzaba sencillo, como todas las pelis de ese tipo. La primera escena era en una habitación en la que tocaba el despertador, el marido se levanta un poco bajo de moral y la esposa decide hacerle una mamada para animarlo. El hombre le deja hacer mientras la mujer se aplica a fondo, esperando que su marido le corresponda, pero se corre en su boca y se aleja camino del baño con la protagonista triste y caliente como una sartén masturbándose en la cama.

El marido es dueño de una constructora en crisis, al mediodía su secretaria entra en su despacho y él se la folla, entre tanto la esposa quiere darle una sorpresa a su marido trayéndole el almuerzo y lo sorprende en pleno trajín.

Se produce una pelea cuando él vuelve a casa y ella le pide el divorcio, pero entonces es cuando él le dice que esta prácticamente en la quiebra y que si no cierra un último trato con un empresario japonés se arruinará . La protagonista, a pesar de que no tiene otro oficio que cuidar la casa, no es tonta y sabe que si se divorcia en ese momento no recibirá nada.

Finalmente la esposa accede a prepararle la cena al japonés y a su mujer. Justo antes de que lleguen, su marido insiste en que tienen que ser extremadamente complacientes con la pareja.

Hace la cena y les recibe con su mejor vestido y su mejor sonrisa. El hombre es bajito, de mediana edad y rostro impenetrable. La mujer es joven, más alta, muy hermosa y con unos pechos enormes.

Durante la comida el japonés habla de negocios con él mientras desliza su mano por debajo del vestido de la esposa.

La protagonista no tiene otro remedio que dejarse hacer. Finalmente, cuando terminan de cenar, el japonés propone un intercambio de parejas a lo que su marido responde entusiasmado. La protagonista abre la boca para protestar pero el japonés aprovecha para explorársela con sus dedos y luego besarla. La protagonista se separa intentando decirle algo a su marido, pero este ya está con la cabeza entre las piernas de la japonesa comiéndole el coño.

La protagonista explota y decide enseñarle al oriental lo que es follar. Se remanga la falda del vestido y abre las piernas para él intentando no vomitar de asco. Mientras el oriental resopla y disfruta de su cuerpo ella exagera sus gemidos y sus gritos y mira como su marido se folla a la japonesa que se limita a dejarse hacer soltando pequeños grititos.

Cuando logra que su marido le haga caso, se separa y se da la vuelta ofreciéndole el culo virgen al oriental que la sodomiza con evidentes muestras de placer. La protagonista gime y grita extasiada mientras mira a su marido con desprecio. El esposo se corre, pero no disfruta ya que ve como su esposa se corre al ser sodomizada por el japonés. Por primera vez siente celos de lo que hace su mujer.

La “reunión” termina, los japoneses se van y ellos se acuestan. El marido intenta abrazar a la protagonista, pero ella le rechaza mientras una lágrima escurre por su mejilla.

Al día siguiente su marido se levanta y se va a trabajar. Su secretaría le hace una mamada y aunque logra correrse ya no disfruta, solo piensa en su mujer.

Tiene la reunión final con el hombre de negocios japonés, pero este dice que no firma si la protagonista no está presente.

El marido le llama, pero ella se niega a menos que le haga socia en su negocio y le firme los papeles del divorcio dándole la casa para ella.

Después de llamarla de todo, su marido atrapado entre la espada y la pared accede. La protagonista se presenta y salvan la empresa.


En la última escena, se ve a la protagonista con su ex reunidos con dos hombres hablando de negocios y porcentajes hasta que en determinado momento su ex se ve obligado a marcharse mientras la protagonista tiene una escena de sexo salvaje, con doble penetración incluida, con los dos hombres.

—¿Qué opinas? —pregunta ella.

—Que es un guion interesante pero que necesitarías unos actores que sepan actuar además de follar y un director que sepa llevarlos.

—¿No piensas que pueda hacerlo yo? —dice ella acercándose un poco más.

—No sé —respondo intentando hacerme el interesante— podríamos hacer una escena para ver como la plantearías.

—Ya veo, te has puesto más caliente que un burro.

—¡Qué va! Es puro interés cinematográfico. —digo yo metiendo mano bajo su bata.

Antes de que pudiera rechazarme, la había acorralado en el sofá y la estaba besando. Brooke sonrió y hurgó bajo la cintura de mis bermudas buscando mi polla.

—¿De veras crees que voy a renunciar a esto trabajes en lo que trabajes? —dije yo ahogando un gemido cuando sus dedos encontraron por fin mi miembro.

—Eres la mujer más dulce y sensual que he conocido jamás y encima eres mía. Todo lo demás pueden ser problemas, pero contigo los problemas no importan. —dije enterrando mi cabeza en su cuello y aspirando el delicioso aroma de su pelo.

La joven gimió no supe muy bien si por efecto de mis palabras o mis besos. Acariciando sus caderas con suavidad le besé el cuello y mordisqueé el borde de su mandíbula.

Brooke ronroneó y tiró de mis bermudas, yo acerqué mi mano y aparté el pelo de su cara para poder observar sus ojos azules. Deseé poder expresar en ese momento todo lo que sentía, pero no soy un hombre hábil con las palabras, así que me quedé quieto, mirando fijamente sus iris azules, observando las vetas verdes y las más grisáceas hasta que ella me interrumpió con un beso. En ese momento se desató una especie de frenesí, mi lengua se introdujo en su boca con brusquedad, buscando su lengua y saboreándola a la vez que manoseaba sus pechos y sus caderas disfrutando del suave contacto de su piel.

Brooke me recibió con la misma fiereza mordiendo mi lengua y mis labios y estrujando mi polla con sus manos justo antes de guiarla a su interior. Cogiéndola por el cuello la tumbé y comencé a follarla con golpes duros y secos mientras Brooke arañaba mi pecho y gemía estremecida.

Rompimos nuestro beso y me inclinéé sobre ella sin dejar de empujar en su interior, haciendo de los dos cuerpos uno solo. Brooke me abrazó y enlazó sus piernas en torno a mis caderas mientras yo seguía empujando cada vez más rápido. Tras unos minutos me separé y sin cambiar de postura guie mi polla al interior de su culo.

Brooke sonrió y abrazándome me mordió el hombro ahogando un quejido. Seguí empujando hasta que tuve mi polla entera en su interior y a continuación comencé a moverme suavemente, procurando que mi pubis chocase contra su Monte de Venus con cada empujón.

Nos separamos un poco y Brooke aprovecho para bajar la mirada y observar como mi polla entraba en su interior una y otra vez. Poco a poco aumente el ritmo, disfrutando del culo estrecho y caliente de la joven hasta que no pude aguantar más y me corrí con un ronco gemido. Brooke me abrazó jadeante y se quedó quieta disfrutando del peso de mi cuerpo.

Consciente de que ella no había llegado al clímax me separé y le acaricié el sexo con suavidad. Brooke gimió y se retorció. Metí mis dedos en su sexo y comencé alternar el mete saca con movimientos circulares a la vez que lamía y mordisqueaba su clítoris, cuando noté que su respiración se hacía más rápida aumenté la violencia de mis caricias hasta que estalló en un orgasmo, yo seguí penetrándola con mis dedos lo más fuerte que pude hasta que noté como con una segunda oleada de placer inundaba mis manos con una prodigiosa cantidad de jugos.

Saque mis dedos de su interior y paladeé el líquido claro mientras Brooke jadeaba y se retorcía asaltada por los últimos espasmos de placer.

Pasamos el resto de la mañana arrebujados en el sofá hasta que Brooke tuvo que irse. Aquella tarde tenía que presentarse en el trabajo para rodar las últimas escenas de la película, sin sexo afortunadamente, como dijo ella al salir de casa.

Mientras Brooke salía de casa yo me dirigí a la cocina y me preparé unos espaguetis, tenía un hambre atroz.

Estaba acabando con el postre cuando el timbre de la puerta me interrumpió. Miré por el cristal de la puerta y allí estaba Mark, con unas bermudas que no podían ocultar su enorme paquete y una camiseta dos tallas más pequeña.

—Pasa —le dije franqueándole el paso — Brooke no está.

—Lo sé —dijo Mark pasando y poniéndose cómodo en el sofá—en realidad era contigo con quién quería hablar.

—No sé porque, pero me lo imaginaba… —dije yo— ¿Quieres tomar algo?

Sin esperar la respuesta saqué una botella de bourbon de un armario y dos vasos y serví dos generosas raciones.

—Verás, he venido porque creo que estás cometiendo un error. —dijo Mark cogiendo el vaso y olfateando el Whisky con aire entendido antes de pegar un trago.

—Ya veo…

—Creo que Brooke no te conviene. Es demasiado joven, demasiado vital para alguien como tú. Tarde o temprano te partirá el corazón. —dijo intentando parecer comprensivo.

—Ajá y ahora es cuando me dices que tú eres el hombre que le conviene, ¿O me equivoco?

—Yo le puedo dar muchas cosas que tú no puedes…

—Sí, más longitud y más grosor. —le interrumpes— Perdona que te sea sincero. Pero tú mismo lo has dicho, soy suficientemente mayorcito para saber lo que más me conviene.

—Quizás no te has parado a pensarlo, tener una novia que se cepilla a hombres más jóvenes y atractivos que tú por dinero… no creo que puedas aguantar mucho. A largo plazo, no creo que consigáis nada más que sufrimiento.

—Cada vez estoy más convencido de que debo pedirle el matrimonio. —dije bebiendo un trago de licor y apoyándome en el armario.

—Yo no estaría tan seguro. Un chicano en un país que no es el suyo. Este lugar es muy bonito para pasar unas vacaciones, pero puede ser muy duro para un extranjero. —dijo Mark haciendo sonar sus nudillos amenazador.

—Mira Mark. No te ofendas, pero no soy ningún espalda mojada analfabeto y soy demasiado viejo para saber de sobra que la forma en la que estás llevando este asunto puede llevarte muchos sitios, pero no a la cama de Brooke y menos con amenazas.

—Yo no…

—Escucha y deja que este viejo te de un par de consejos que te pueden ser muy útiles en el futuro. —le vuelvo a interrumpir rellenando su vaso— Si me haces algún daño y sé que en este momento desearías partirme la cara, Brooke jamás te volvería a hablar. En cuanto lo de intentar demostrar tu virilidad, has tenido tiempo de sobra para demostrárselo, no creo que un numerito nuevo le convenza.

—¡Joder! —exclamó posando el vaso vacio sobre la mesa mesándose el cabello— ¿Se puede saber que tengo de malo con las mujeres? Siempre me pasa lo mismo.

—Te voy a contar un secreto, a las mujeres les encantan las pollas grandes y gordas, pero nada de eso les divierte durante mucho tiempo si no hay nada más. La egolatría y la violencia no son las características que más le atraen a una mujer. Ahora deberías irte antes de que vuelva. Te prometo que nunca sabrá de esta conversación.

Con cara comprensiva le ayudé a levantarse, le di unas palmadas en la espalda y le acompañé a la puerta. Antes de largarse me dio un abrazo y se despidió entre lágrimas.

Apenas había terminado de cerrar la puerta cuando el ruido de una Harley haciendo vibrar los cristales me anunció una nueva visita. Poniendo los ojos en blanco me dirigí a la puerta y abrí al segundo timbrazo.

En el umbral esperaba un tipo de casi dos metros de alto y con un bigotazo similar al de Hulk Hogan. Vestía unos vaqueros desgastados, una camiseta blanca y un chaleco de cuero negro que dejaban a la vista los numerosos tatuajes que cubrían sus brazos.

—Hola —dije a modo de saludo—¿Desea algo?

—Hola, soy el padre de Brooke, —dijo el desconocido quitándose las gafas de sol, mostrando unos ojos asombrosamente parecidos a los de mi novia.

—Discúlpame, no dudo que seas quién dices, pero yo no te conozco de nada y Brooke no llegará hasta dentro de un rato.

—Yo tampoco te conozco, así que, ¿Qué vas a hacer? ¿Me vas a dejar entrar?

—¿Te importa si llamo antes a Brooke para asegurarme?

—No hace falta que la molestes. En el salón, en la librería de la izquierda, hay un portarretratos de plata con una foto en la que aparecemos los dos. —respondió el hombre con cara de estar empezando a cansarse.

Tras disculparme un segundo fui al salón, recogí el portarretratos y le eché un vistazo comprobando que aquel hombre era quién decía ser, no había duda posible.

—Discúlpame, pero comprenderás que esta no es mi casa y no estoy dispuesto a meter ningún extraño en ella. —dije abriendo de nuevo la puerta y dejándole pasar.

—Tranquilo me hago cargo. —dijo el hombre pasando al salón.

—Brooke no me dijo nada de que vendrías. —dije yo sirviéndole un bourbon al hombre y poniendo de nuevo un par de dedos en mi vaso.

—Quiero darle una sorpresa. —dijo el hombre aceptando el vaso

—Soy Juan Olmos, el novio de Brooke, —dije tendiéndole la mano.

—Yo soy James. —replicó el hombre estrechándome la mano con fuerza—Tienes un acento raro, no parece mejicano, ¿De dónde eres?

—Soy español.

—¡Ah! Tú eres el tipo que le tenía tan preocupada estos meses de atrás.

—¿Preocupada? —pregunté yo.

—Ya sabes ausente, irritable, malhumorada…

—Supongo que en aquella época ninguno de los dos sabía muy bien lo que quería. —dije yo intentando justificarme.

—¡Oh! Créeme, mi niña sabe siempre lo que quiere. —dijo James apurando el vaso de un trago y sirviéndose otro Whisky.

—Bueno señor Olmos. La verdad es que Brooke me ha hablado algo de ti y quería tener una conversación a solas contigo, ya sabes…

—¿Quieres saber mis intenciones? —dije yo sin poder evitar una sonrisa.

—¡Eh! tío, que esto no es cosa de broma.

—Está bien lo siento, es que me ha parecido un poco gracioso. La verdad es que estoy enamorado de ella y voy a venirme a vivir aquí.

—Entiendo y ¿Qué perspectivas tienes para el futuro?

—Aun no lo he pensado mucho, pero soy enólogo y había pensado en trabajar en el valle de Napa o incluso comprar una pequeña bodega. Aun no sé muy bien, lo estoy valorando. ¿Y usted a que se dedica? —le pregunté yo intentando cambiar la conversación.

En ese momento oímos el coche de Brooke acercarse y nos levantamos para recibirla.

—Solo una cosa más —dijo el padre de Brooke acercándose a mí— Sí le haces daño a mi hijita te desollare vivo como a un ardilla.

Brooke entró en ese momento por la puerta un poco despistada, pero en cuanto vio a su padre se lanzó sobre él como una bala.

—Papá ¿Qué haces aquí? —preguntó subida a su regazo.

—¿Qué pasa?¿No te alegras de ver a tu viejo?

—Claro que sí estúpido, lo que no me gusta es que vengas a montar el numerito delante de mi novio. —dijo Brooke fingiendo estar enfadada.

—Solo hemos estado charlando un poco y tomando una copa. —dijo James un pelín compungido— ¿Verdad Juan?

—Y veo que os habéis divertido. —dijo Brooke levantando la botella de Bourbon medio vacía.

—El caso es que hoy tuve otra visita, no vayas a creer que nos la hemos bebido toda nosotros. —dije yo consciente de que tras cuatro copas de whisky estaba un poco piripi.

—Por lo menos podíais servirme uno —dijo ella.

Le serví una copa a Brooke y nos sentamos en el salón cada uno con su vaso. Charlamos un rato sobre el tiempo y el trabajo de Brooke hasta que su padre volvió a la carga:

—¿Y no eres un poco mayor para ella? —dijo James como si Brooke no estuviera.

—Papá, tú eres el menos indicado para hacer esa pregunta. ¿Cuántos años le llevas a mi madre? —dijo Brooke impidiendo que yo contestara.

—Y mira como terminó lo nuestro.

—Perdona, pero sabes perfectamente que la razón por la que mamá te dejó fue porque le querías más a la Harley que a ella.

—Mujeres, —replicó él mirándome— siempre tienen respuesta para todo.

Estaba a punto de asentir automáticamente cuando ella me miró. En los siguientes minutos se impuso un incómodo silencio que interrumpí preguntando que les apetecía cenar. Al final nos decantamos por pedir unas pizzas aunque James me hizo prometer, no sabía sí en broma o en serio que al día siguiente le haría una paella.

Las pizzas vinieron rápido y cenamos en el salón mientras padre e hija intercambiaban noticias y arrumacos. Nunca pensé que un tiarrón tan grande y duro en apariencia, pudiese ser tan cariñoso.

Cuando terminamos de cenar salimos a dar un paseo por la playa a la luz de la luna. Caminamos sobre la arena disfrutando de la brisa nocturna con Brooke entre los dos cogiéndonos las manos.

Llegamos a casa media hora después y nos fuimos a la cama mientras James veía un rato la tele antes de dormir.

—¿Te ha molestado mucho? —me preguntó Brooke mientras se desnudaba y se metía en la cama.

—¡Qué va! Parece un buen tío.

—Te ha contado lo de la ardilla. —dijo ella sin necesidad de que se lo confirmase— No te preocupes en realidad es un pedazo de pan.

—Un pedazo bien grande —dije yo abrazándola y disponiéndome a dormir.

Brooke sin embargo no estaba dispuesta y poniéndose sobre mí comenzó a darme besos y mordisquitos en la cara y en el cuello.

—Para, cariño. Tu padre está ahí fuera. —le susurré un poco intimidado.

—No seas rollo. Quiero hacerte el amor. —dijo Brooke restregando su sexo contra el mío hasta conseguir una erección.

—¿Y si nos pilla?

—Vamos, cariño. —dijo ella suspirando de deseo— Además esto me recuerda a la primera vez que hice el amor con un hombre. Mi padre también estaba en el salón. ¿Nunca te lo he contado?

—La verdad es que nooooo —respondí yo justo cuando Brooke cogía mi polla y se la metía hasta el fondo de su coño.

—Pues sí. Mmm aún estaba en el instituto y salía con el quarterback del equipo. —empezó Brooke meciéndose sobre mi y relamiéndose como una gata satisfecha—Eran casi las ocho de la tarde cuando subió por la enredadera y se coló por la ventana de mi habitación. Uf, Uf, así, sigue así.

Yo no sabía muy bien a que atender, si a la historia de Brooke o a su delicioso coñito e intenté hacer las dos cosas a la vez.

—El caso es que nos tumbamos en la cama y nos pusimos a charlar. En pocos minutos… —Dijo Brooke interrumpiendo la historia para morderse la mano y así evitar soltar un par de gemidos de placer— estábamos besándonos. Tom intentaba desabotonarme el camisón pero yo se lo impedía así que para animarme se desnudo el primero.

Durante unos segundos Brooke siguió cabalgándome erguida hasta que, a punto de correrse se paró y se tumbó sobre mí, dejando que la acariciara y la besara. Yo aproveché para acariciar y besar sus pechos y su cuello mientras ella seguía hablando con la voz entrecortada por el placer.

—Tenía un cuerpo sensacional, esbelto y robusto y yo me dejé llevar, lo acaricié, lo besé y lo inspeccioné. Cuando le bajé los calzoncillos y vi su aparato, grande y duro como una piedra creí que me moría de miedo. —Continuó Brooke mordiéndose los labios de vez en cuando para no gemir.

Yo la separé de un empujón y me tumbé sobre ella comenzando a penetrarla con más fuerza. Brooke abrió las piernas acogiéndome pero siguió con la historia como pudo entre gemido y gemido.

—Tom me vio a la vez fascinada e intimidada por su falo y aprovechó para quitarme el camisón y las bragas dejándome igualmente desnuda. Me acarició con brusquedad y mi cuerpo respondió incendiándose inmediatamente, de forma que cuando metió los dedos en mi coño lo encontró totalmente mojado.

—Igual que lo estás ahora —dije yo dándole dos empujones realmente fuertes.

—Mmm ¡Bruto! Con una sonrisa que exudaba seguridad en sí mismo me tumbó sobre la cama y abriéndome las piernas se echó sobre mí. En ese momento estaba aterrada. Notaba como su polla dura y caliente estaba pegada contra mi vientre superando la línea de mi ombligo. Como iba a ser capaz de meterme todo eso sin abrirme en canal. Tom no percibió mis dudas y se dedicó a sopesar y pellizcar mis pechos haciendo que tuviese que morderme el labio para no gritaar…

—Más o menos como ahora. —dije yo que me había incorporado y seguía follándomela con una de sus piernas en cada hombro.

—Cuando creyó que estaba preparada guio su polla a mi interior y me desvirgo de un solo empujón.

—Que envidia. —dije yo imaginando que era yo el que estaba encima de Brooke desvirgándola.

—Sentí un tirón y un escozor y luego noté como las paredes de mi vagina se dilataban para acoger la polla de Tom liberando relámpagos de un placer que nunca había conocido. Cuando empecé a gemir él comenzó a follarme cada vez más rápido hasta que se corrió.

—¿Y?

—Nada más. Se vistió y se largó despidiéndose con una sonrisa.

—¿Quieres que haga lo mismo para recordar viejos tiempos? —le pregunté.

— Ni se te ocurra, cabrón. —dijo levantándose de la cama y poniéndose de cara a la pared.

Me acerqué y acaricié su cuerpo cálido y palpitante. Sus piernas temblaron un segundo cuando acaricie su sexo y Brooke me llamó cabrón de nuevo urgiéndome para que la penetrara.

No me hice de rogar y la penetré acariciando su culo y metiendo un dedo en su ano.

—¡Oh! Sí, como me gusta. —susurro entre gemidos—Dame más.

Sin decir nada obedecí y la follé cada vez más rápido acariciando y recorriendo todos sus recovecos con mis mano hasta que no pude más y me corrí. Sin darme descanso continué penetrándola hasta que Brooke llegó al orgasmo. Sujetando su cuerpo aun tembloroso aparté su melena rubia y besé su cuello mientras le susurraba todas esas tonterías que los hombres decimos cuando perdemos la cabeza.

A continuación la cogí en brazos y la llevé de nuevo a la cama dónde quedamos casi inmediatamente dormidos.

 

Relato erótico: “Mas allá de la Historia” (PUBLICADO POR ROZAS).

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DE LOCA A LOCA PORTADA2Un señor de su castillo
Sin títuloMe debería introducir adecuadamente, mi nombre es Alberto Russa. Durante la gran mayoría de mi vida he vivido lo que se podría considerar la “Bonna Vida”, mi padre arranco hace cincuenta años con una pequeña empresa de camiones, que fue poco a poco adueñándose del mercado a medida que el resto iba a quebrando, gracias a su falta de intermediarios, y con el desmantelamiento de trenes en la Argentina de los 90’ nos volvimos los principales proveedores de transporte del centro del país.
O sea, nos volvimos asquerosamente ricos. Pero ese fue el trabajo de mi padre. Yo, como segundo hijo de una familia de tradición italiana, estaba condenado a ser olvidado en un puesto secundario. Pero no me rendí y a los diecinueve, en vez de ir a la UCA como pretendía mi padre, hice mi camino por el contratismo puerta a puerta. Allí durante cinco años construí una red de contactos mucho más poderosas que cualquier tradición familiar.
Logre formar lazos y negocios con diversas organizaciones sindicales de tanto construcción y transportes, así como políticos de los diversos partidos nacientes después del “reinicio” del 2003. Con mis viejos amigos que estudiaron Derecho conseguí hacer contactos con jueces y policías de varias provincias.
Pero eso no importaba a mis 25 años, en el 2007, después de haber sacado de cincuenta lios a la compañía, tantos verdaderos como falsos, y de haber aprendido idiomas para negociar con los chinos y de haber estudiado leyes. Mi padre dio la herencia a su primogénito. No era mi hermano, me había criado con él, pero no lo era. A mi hermanastro, el drogadicto y negligente le había dado la presidencia.
Yo no llore en el funeral de mi padre, nunca fue uno para mí, pero si llore cuando me entere que no era tampoco un hijo para él. Si algo aprendí después de vivir en “el mundo real” es que la peor forma de rendirse es cuando uno sigue las reglas. Y yo no estaba dispuesto a perder así.
Soy muy aficionado al paint-ball y a la caza. Aunque difícilmente llego al metro setenta logre hacerme de un cuerpo atlético y ágil. Tengo la piel ligeramente oscura y el pelo y los ojos negros. Todo eso contribuyo a mi sigilo.
Invite a mí hermano a una partida de caza en un bosque chaqueño, allí le dije que nos separemos. A los diez minutos pude encontrarme con un “chancho del monte” y vi que estaba cerca de mi hermano. Le dispare, y corrió contra mi hermano. Lo tumbo, yo salte sobre él y con mi facón lo descuelle en el acto. Lo arrastre en el rio y se lo tire a los yacarés.
El tipo fue tan idiota como para no escribir ningún testamento, yo lo herede todo.
Gracias a mis contactos, y que a los yacarés les gustaba la carne demasiado, no se sospecho de mi. Mi hermano era un cocainómano, un accidente en medio del bosque era inevitable. No hubo sospechas, los medios ya se estaban peleando con el gobierno para darle manija a lo mío.

Claudia aparece
A partir de ahí todo fue más fácil de lo que creía. La mayoría no sabía usar “el poder” y yo sí, negocie sin problema y mi éxito se hizo oír en las familias más importantes del país. Los odiaba, eran brutos y caprichosos, se odiaban entre si y eran estúpidamente católico.
Si, no “muy católicos” estúpidamente católicos. La mitad estaba en el opus dei pero eran bastante faloperos y eso me caía mal. Yo casi estaba decidido a vivir como un monje, pero una consulta en el doctor me hizo cambiar de idea.
-Bueno señor Russo, ¿usted mantiene relaciones sexuales frecuentes? ¿Tiene familia?
-¿Eh? ¿Eso por qué?
-Bueno, sus exámenes demuestran que si usted tuviese cincuenta años estaría ideal…pero tiene treinta y tres, señor. Sus niveles de estrés podrían traerles serias repercusiones en un futuro cercano. Sin mencionar su otra vida secreta…
-Vamos desde los estándares de mi clase soy alguien bastante moral.
-Touche. Aun así, ¿ha mantenido relaciones sexuales?
-Bueno, maestro, ya que entramos en confianza, debute con mi prima a los diecisiete, y de ahí todo se fue a la mierda nos separaron y no nos volvimos a ver. Después alguna puta a cada muerte de obispo.
-Bueno, eso tendrá que cambiar. Necesita estabilidad, alguien con quien dormir tranquilo o podrá implotar en un futuro cercano.
Con un medico no se jode. A mis treinta y tantos necesitaba una mujer, y que sea de mi circulo pero no había ninguna vuelta. Hasta que conocí a Claudia.
Yo estaba en una reunión con unos chinos, no los empresarios, unos de la triada y estábamos haciendo unos contratos para contrabandear ciertas cosas no muy mencionables de las autopartes hacia Brasil. Allí ellos en un gesto de buena fe me invitaron a una partida de caza en la helada Patagonia.
Yo ya tenía fama de mutilar a mis animales con un machete, así que ellos a conciencia decidieron que si yo iba nadie que no quisiera realmente el encuentro iría. Cuando llegamos hacia Neuquén se hizo un almuerzo por los buenos negocios. Prácticamente no había nadie, más allá de los chinos, hasta que se apareció una mujer vestida de rojo.
Le pregunte a los chinos quien era.
-¿No la conoces? Esa es Claudia Ajmatov. Esa mujer heredo de su marido negocios con procesadoras de petróleo.
-¿Una viuda tan joven?
-De un marido bastante crecido, uno de esos locos que se creían señores feudales y esa cosa. La diferencia era de cerca de veinte años de edad. Treinta y ocho años ahora tiene ella.
-Mira, Xi-Ping, ¿le vas a seguir hablando de mí mientras estoy acá?
Ella apareció, simplemente. El chino se dio vuelta asustado. Yo la pude ver detenidamente, era una mujer que llegaba al metro setenta. Tenía el pelo al estilo cleopatra, marrón, y una piel bastante rosada. Sus anteojos de sol lograban hacer que se vea mejor su sonrisa. Parecía más joven de lo que era, pero era más que una apariencia, daba esa sensación. Tenía guantes de seda negros, medias largas negras y un vestido rojo.
-Claudia, encantada.- Me dio la mano.
-Alberto.- Le agarre la mano como un saludo cualquiera, odio los caballerismos.- ¿Vas a participar en la caza?
-Mira nene, acá en el sur no es como el centro. Allá cazan por diversión, pero acá es tradición.
La mire con algo de cara de ojete, ¿ella se pensaba que yo era un boludo más? ¿Un boludo porteño más delicado de mierda?
Yo me fui a fumar en el techo, estuve hasta tarde, allí se apareció ella. Traía un mate y un termo. Hacía mucho que no chupaba un “amargo” con nadie. Me alcanzo y le eche un sorbo sin hablar.
-Perdona, decirle “nene” a un tipo como vos parece inadecuado.
-¿Cómo yo?
Ella sonrió, se saco los anteojos de sol. Los ojos tenían un amarillento color miel que hacia juego con en el pelo castaño.
-Veni, sentate.- Dijo mientras se apoyaba en una reposera. Se saco los zapatos de tacon. Tenía unas piernas largas y unos muslos bastante apetecibles. Me senté al lado de ella.
-¿Qué averiguaste de mi?
-Nada…excepto que sos el hombre… no, el joven más poderoso del centro del país.
-Exageras.
-Y casi por tu propio nombre, muy admirable.
-Me considero un empresario “a la antigua”. Señor de mi castillo.
-¿Le decís castillo a una casa de hace cien años del conurbano?
-¿Cómo?
-Acá en el sur también tenemos contactos, nene. Ahora nos están apretando bastante, pero seguimos teniendo contactos en Inteligencia. En este país la invisibilidad es poder.
-¿Queres algo de mí?
Volvió a cebar el mate, tomo un poco y después me lo dio. Se recostó un poco, le pude ver por l escote los senos blancos que tenia ella. Tendrían el tamaño de unos melones bien apretados en ese vestido.
-Tengo un nuero, es una basura. Sé que el tipo me va a tratar de sacar un cacho de la herencia de mi marido, en realidad yo se que está caliente conmigo y que me quiere forzar a casarse conmigo…
-¿Estamos hablando de un asesinato?- Ella sonrió.
-¿Así de rápido sos? No me sorprende que seas tan importante…y misterioso.
-Yo no me meto en los quilombos ajenos, ese es mi lema. Así sobreviví.
-Te daré más de lo que te podrías imaginar. Contactos en el sur, y además de varias casas para que puedas alquilar. Solo necesito que hagas una llamada.
Ella sonaba que me rogaba.
-Después me vas a inculpar y será como si no hubiese pasado nada.- Suspire.- Teniendo los contactos que tengo no creo que me ocurra nada, pero saldré público y más de un político me pedirá o apretara por favores y se volverá insoportable
Me fui caminando mientras ella atrás estaba llorando, no sabía si me estaba mintiendo o no. De cualquier forma le saque una foto con el celular. Llame a uno de mis amigos del servicio de inteligencia para que la investigue.
-¿Sabes que por facebook se hace la mitad de este trabajo, no?
-No solo quiero que revises eso, si tiene una notebook quiero que la conectes a la mía. También quiero que interceptes su teléfono en cuanto puedas.
-Entendido.
Tardo dos horas en realizarse. Revise todo su documento, al parecer si es viuda. Desde hace seis años. Su marido murió misteriosamente después de haber renunciado a los acuerdos prenupciales, y de haber tenido una causa por lavado de dinero. La historia personal de ella era casi tele novelesca, chica de clase media, huérfana a los diecinueve, que estudia en universidad historia y artes, y que la levanta, o se deja levantar, por un heredero rico y viejo, que ni termino el secundario. Dura doce años de “feliz matrimonio” (Suegra “estrictamente católica” y suegro muerto) Reuniones que la van apartando de su familia original, bla bla bla.
La vieja estira la pata en el doceavo viaje al sur de Francia, (¿para qué? Si ya tenemos playas en Buenos Aires) El viejo heredero se trata de patinar la plata, pero la salva su hermano mayor (el viejo que dijo la mina), mientras que la mina esta ya harta. Finalmente muere (¿o lo matan?) el viejo heredero, y el primogénito y la mina se quieren repartir en partes iguales. Pero claro que nadie las respeta, ahora uno está acusando al otro para meterlo en cana. La mina por talleres esclavos (curiosamente los señalados se incendiaron al momento de la acusación) y el viejo a ella por asociación ilícita.
Claro que las diferencias es que, mientras que la mina tiene contactos con jueces y pruebas disponibles. El otro tiene a la policía de su parte y a un juez lo suficientemente corrupto para hacer lo que sea.
Cuando me enviaron el facebook me di cuenta que solo era de trabajo, de la universidad de Rawson. Ella es profesora. Ni familiares ni nada.
-¿Tiene hijos la mina esta?
-Y, el facebook no dice nada. Ella está usando su apellido de soltera. Y eso que si tiene hijos deben estar inscriptos con el apellido del padre. A lo mejor para evitar que la cana los busque.
La cosa era pasada, me puse a revisar mi habitación. Me encontré con lo peor, había un micrófono en mi teléfono.
A la mañana siguiente al día de la caza pude notar algo raro. Vino un cana.
-¿Dónde están sus documentos?
-No llevo, voy de caza.
-Me parece que voy a tener que llevarlo detenido.- El tipo mediría dos metros, pesaría noventa kilos. Al momento que me agarro el brazo cruze miradas con Claudia. Sabia como venia la mano, y yo también.
Soy inapretable. Le saque la macana de un tiron y le di en la cara. El me pego una piña que me saco sangre de la nariz, yo le escupí y le volvi a dar en la cara.
El por reflejo agarro su pistola, pero la patee, fue disparo en el aire. Y ahí le di en las piernas con la macana. Lo puse de rodillas y le hice una llave en el cuello con la macana.
-Escúchame basura, ¿Quién soy?- Le patee la espalda, Goliath escupió sangre, la ira puede hacer mucho- Deci mi nombre.
-N-no lo sé.
-¿Entonces quién soy?- Tardo un segundo en responder, lo acogote un segundo. -¡¿Quién soy?!
-Nadie. – Dijo asustado.
-¿Y ella?
-¡Nadie!
-Ferpecto.- Le saque la billetera mientras le apuntaba la nuca con mi escopeta. Agarre sus documentos.- Pero YO si se quien sos. Y si no decís que perdiste los documentos, y que había demasiados testigos, entonces te tendre que conocer mejor y ahí nadie recordara de vos o de quien amas NADA. ¿Estamos?
-¡S-si!
Lo solte y se fue corriendo. Claudia me paso un pañuelo para limpiarme la nariz. Me descargue dándole machetazos al ciervo que cazamos esa mañana.
A la mañana siguiente hice una llamada, en doce horas el viejo de mierda estaba tan lleno de cianuro que lo podrían haber usado como esponja para limpiar oro. A su vez decidí intervenir en las llamadas de Claudia. Me dedique a escuchar en todo ese rato como hablaba con una colega de la universidad.
– Si, es el indicado. No está confirmado, te voy a enviar una muestra. Pero estoy segura que se trata del que nosotros necesitamos. Tal vez la humanidad al fin podrá encontrar la gran cura a sus problemas.
Yo estaba bastante enganchado con lo que estaba diciendo hasta que…
– Para que tengo una llamada en espera.
Cortó y atendió.
-Hola, Cami. ¿Cómo van las cosas allá?
-Bien, ma. Acá estamos preparando las cosas para la Pascua. Muchos nenes van a recibir huevos este año.
-¿Ya rezaste?
-Claro ma, ¿y vos?
-Estoy en eso. ¿Y tú hermana? ¿Cómo le está yendo en la facu?
-Bien, Caro se perdió la misa de la otra vez. Pero promete que vendrá la próxima.
¿Ahora tenía hijas la mina? Definitivamente había algo de los documentos que no se terminaban de mostrar. Pero su voz, ella parecía estar tratando de tapar algo. Escucho que tocan la puerta, me dedico a hackear las cámaras del hotel. Es una mujer, le daría treinta años. Piel oscura, petisa, ojos y pello marrón enrulado. No tengo tiempo para esto. Voy a ir a matar algo. En tanto prendí las cámaras que le encargue al botones poner.
Recibo a Malena.
Después de hablar con mis hijas le abrí a Malena.
-Vine a buscar lo que se me encargo.
Le cerré la puerta detrás. Hablar con mis hijas siempre me pone echa una catarata.
-Hola, querida. Toma.- Le entregue el pañuelo.
-Gracias. Ahora si me disculpe.
-No te vayas aun.- Ella me vio con una cara de miedo, típico, me conoce. Le apoye los brazos contra la puerta.
-Por favor, yo…
-Cállate. Afuera nevo, ¿te olvidas? Te tendrás que quedar toda la noche conmigo. Ahora anda a prepararme un baño.
-Pero si solo hay una ducha.
-Bueno, deberemos compartir.
Pobre estaba mojada con nieve de arriba abajo, pero eso me importaba poco. La empuje hacia la ducha.
-No lo hagas más difícil de lo necesario.- Le dije.
Sumisamente se quito toda la ropa, era un palito. Pero un bastante sensual palito. La lleve a la ducha completamente desnuda, abrí la ducha caliente y le comencé a enjabonar los hombros.
-No quiero.
-Eso va a cambiar.
Le seguí masajeando los omóplatos, haciendo que ella se relaje. Le comencé a aflojar los brazos, y me apoye, apretando mis pezones parados en su espalda. Finalmente por mi peso esa muñequita tuvo que aflojarse contra una pared. Mire a mi espalda, allá estaba la cámara y le sonreí. Comencé a bajar la lengua por su espalda, hasta llegar al culo, allí le di vuelta y comencé a apoyarme sus piernas sobre los hombros.
-¡No, no!- No le di importancia. Le comencé a pasar el dedo por la raja hasta ver como lentamente se abría por completo. Finalmente comencé a lamérselo pasando por toda la zona hasta que quedo húmeda. Ella en un intento de sacarme de encima me agarro su cabeza solo hundiendo mi cabeza aun mas en sus piernas. Poco a pocos sus quejidos se volvieron gemidos, y sus gemidos en ruegos de que siga. Hasta que convulsiono y libro toda su humedad sobre mi rostro y mis senos. La baje y le bese los labios hasta dejarla incapaz de respirar.
Entonces le fui acariciando el clítoris hasta que ella se volvió a venir en mis manos, sin duda esta fiestecita me permitirá acercarme un poco más a Alberto. Lo cierto es que aquel individuo se merecía esto y un poco más. Ahora chupa Malena, le doy mis dedos para chupar, te lo tenes bien merecido.
¿Cómo apretar a “un inapretable”?
Debía conseguir que Alberto se quedase conmigo, él por su cuenta nunca podrá descubrir su autentico potencial. Así que a la noche previa a conocerlo decidí que la mejor forma de llegar a conocer el valor de un hombre es retándolo. Sabía que era algo moral, para su clase bastante moral. Y contarle como un tipo tan hijo de puta lo amenace iba a jugar a mi favor.
Pero era más, era joven, muy poderoso y bastante agresivo. Sin mencionar que los análisis de laboratorio demuestran lo que sospechaba. Y yo necesitaba arrastrarlo conmigo.
Ya me había librado de mi gran problema, ahora podría ser más libre de lo que hubiese creído. No necesito tener a ese viejo asqueroso diciéndome que hacer ni porque. Y yo me iba a encargar de asegurarme de que el no solamente se quedase conmigo. Sino que hiciese lo que la humanidad necesitaba
-¿Ya te vas?- Le dije a Alberto mientras veía que se estaba comenzando a ir con la valija. A la tarde.
-Me quedan dos semanas de vacaciones, voy a tomar un avión a Bolivia.
-¿Negocios?
-Festival de golpes.- Saco sus cadenas y se envolvió los puños.- Creo que voy a tener oportunidad de probar mi destreza.
-No creo que se pueda hacer.
-¿Eh?
-Pararon los vuelos. Está nevando.
-¡Carajo! ¡Ahora me van a echar a la mierda!
-Podes esperar e irte a casa después.
-No puedo, cada vez que me muevo obligo a todos a clausurar todo. Si volví antes de tiempo es posible que busquen información por alguna irregularidad en la reunión con los chinos.
-O sea que mentiste para irte a ese festival.- Para ser tan listo, regalaba su información intima como si nada. Él me miro con un poco de bronca.- Y no queres enfrentarte al resto y decir que mentiste para verte débil. Y tampoco podes comprar otro boleto porque ese lo preparaste para que no lo rastreen.
-¿Sabes que irritante que sos? ¿Estás proponiéndome algo?
-Vos me salvaste, yo te salvo. Podes venirte a mi casa estas dos semanas.- Me sostuvo una mirada de sospecha.- No seas así, ya sabes que en cuanto recursos me ganas por goleada. Matarte me sirve de muy poco, solamente conseguiría que venga una patota mucho peor.
-Bueno. Pero si intentas algo raro…
-No lo voy a hacer.
Llegamos a casa.
Al llegar me pregunto porque la casa estaba desocupada.
-El uso como escape, no es fácil tener que lidiar con nadie en estos tiempos.- Dije mientras me quitaba el abrigo. Lo tire sobre la mesa llena de mis viejos libros de historia.
El agarro uno de ellos.
-¿Las primeras dinastías egipcias? Interesante, ¿antropóloga, verdad?
-Yo escuche que no tenes título universitario, ¿verdad?- La pregunta era para provocarlo.
-Me considero un autodidacta. No un ignorante, hay miles de personas con un título que nunca aprendieron nada.- Espero un segundo.- Me voy a fumar un porro afuera, no me esperes.
Él también sabia provocar, me gustaba eso. Se volvió a poner la chaqueta, se nota que tenia frio. Encendí la estufa, afuera se podía contemplar como el desierto helado patagónico tenía poco que enviarle al desierto árabe. Nadie a kilómetros, y se formaban estalactitas en las ventanas. Saque un poco de licor de la despensa y un par de vasos. En menos de cinco minutos volvió tiritando por completo.
-H-hace un frio de cagarse.
-Chupa un toque que se te calma.- Le estire el vaso.
-No tomo alcohol.- Dijo serio, pero después se lo bajo de un trago.- Demasiado frio. ¿Porro?
Yo lo tome con mis labios, lo fume un poco.
Al cabo de diez minutos estábamos tan en pedo y tan fumados que el plan marcho por su cuenta.
-Y si mi viejo andaba siempre con esqueletos de aborígenes por la casa, yo le pregunte en un punto si se los cogía.- Nos cagamos de risa.
-Sí, y el mío con grasa por todos lados. Yo decía que era “vaselina de auto” para el “motorto”
Me reí como no me había reído en años. Yo estaba bastante llena de humo, me levante y pedí irme al baño. Hacía demasiado frio y quería un buen baño caliente.
-¿Para qué tenes esta casa en primer lugar?
-Ah, el hijo de puta de mi marido muerto ni me dejaba ver a mi vieja. Le molestaba mucho su forma de ser, no iba con esa estupidez hiper-paternalistas hipócrita. Así que siempre que puedo la veo acá. Ahora que ese choto de mi cuñado está muerto, seguro la podre traer a mi casa.
-De nada.
-Sí.
Me fui al baño, me di una larga ducha. Comencé a sentir como mi coñito ardía, me lo tuve que masajear hasta apoyarme contra la puerta del baño. Mierda que lo necesitaba. Me derrame en mi mano. Salí con un camisón transparente, me acerque detrás de él y le cubrí los ojos. Se los seguí cubriendo, y me fui bajando hasta su bragueta. Saque un cálido miembro, que deje que se acostumbre a la atmosfera mientras se endurecía lentamente.
Le masaje las bolas lentamente hasta que el pene se fuso duro y recto. Allí le comencé a lamer el tronco, mientras el glande se descubría pude apreciar como ya el liquido pre seminal lo cubría por completo, llegando hasta derramarse sobre el tronco. Ahí bese con dulzura el glande, esparciendo por todo su pene la liquidez necesaria.
Yo por otro lado ya estaba sintiendo como se me estaban quemando las partecitas, me juntaba las piernas en un intento de poder quitarme la calentura. Finalmente cuando ya sentía que me estaba derramando hasta llegar al final de los muslos era que debía arremeter de una vez.
Me senté sobre su regazo y me abrí el camisón hasta que mis pezones le hicieron visible. El me agarro el culo con tanta fuerza que iba a reventar. Sentí como su lengua me recorría mis pezones ardientes hasta estar tan duros que los pudo morder, gemí, gemí como la puta que necesito ser. Como soy en realidad. Alce las nalgas y deje caer mi choca sobre su polla.
Era inmenso, recorría hasta el final de mis fauces. Mi vagina solamente trataba de exprimirlo, y mis caderas se movieron por sí mismas lo cabalgaba con fuerza. Se estaba comenzando a llegar al límite. Me estaba obligando a presionar la concha.
Finalmente lo abrace y me vine con fuerza sobre su pija. Pero antes de poder relajarme sentí que sus dos manos se apoyaban en mis hombros. Y bruscamente me tiro contra la ventana, me agarro del pelo y me lo alzo. Chocándome la cara contra la ventana.
-Esto no acaba acá, puta.
Me apoyo los senos contra la fría ventana. Comenzaron a endurecerse rápidamente, y me metió de golpe la pija con una fuerza brutal. Me comenzó a sacudir mi cuerpo, agarrándome mis manos mientras se me caian las lagrimas por la fuerza que ejercía en mi anatomía. Me volvió a agarrar mi cuello y apoyo todo mi torso, contra el frio vidrio de la ventana.
El contraste de frio y calor era brutal, mi clítoris estaba frotándose contra la helada venta. Ardiendo y helándose al mismo tiempo. Mis pezones se apretaban y mis tetas se hundían. Cada movimiento era un gemido, una nueva lluvia de sensaciones dentro de mi cueva. Mi cueva se llenaba de jugos hasta hacer que me llegasen a la rodilla. La contracción, dolor y placer, se estaba acelerando. Finalmente comencé a sentir como la electricidad me invadía. Cosquillas en la panza, y como todo mi sistema se sobrecargaba.
-¡No puedo más!
Me mordió el cuello, y ahí me vine de nuevo. Y él me lleno por completo la vagina, sentía como mi cuerpo seguía sensible y se iba bajando con el frio. Me dio vuelta, aun con su miembro dentro.
A partir de ahí fue delicado, me acaricio la cara con la mano. Me dio un beso en la mejilla, y me acaricio los hombros. El calor me volvió invadir al cuerpo. Lo agarre de la nuca y lo bese de nuevo.
Ahí… comenzaría todo.

  • : Alberto es un joven empresario que acumulo poder a lo largo de su existencia. Carecerá de cualquier tipo de lazo humano hasta que una misteriosa mujer mayor que él podrá darle un nuevo encuentro con algo cerca a una conexión estable. Pero esta mujer también lo buscara por razones desconocidas.
 

Relato erótico: “El profesor le rompe el culo a su alumno” (PUBLICADO POR SERGIOTV)

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Sin títuloMi nombre es Manuel y tengo 20 años lo que os voy a contar ocurrió cuando iba al instituto.

Un día cualquiera después de clase siempre iba al baño a mansturbarme pero ese día me pillo mi profe

de educación física jorge el cual me dijo:

-Jorge:Que se supone que haces manuel.

-Manuel: Nada profesor.

-Jorge:Mentira te estas mansturbando a si que tengo que castigarte.

En ese momento jorge con las cuerdas que tenia en la mano me ata por las manos al lava manos y se baja

los pantalones y me hace chuparle la polla y entonce me dice:

-Jorge:Te gusta e pues esta polla mía te va a penetrar todo tu culo.

-Manuel: No profe no .

-Jorge:Si manuel si te boy a penetrar.

En ese momento y sin prebio aviso me baja los pantalones y me penetra salvaje mente y seguidamente

durante 30 minutos asta que se corre .

Después de eso se viste y me amenaza con hacerme daño si lo cuento a si que no lo cuento

y cada uno sigue por su lado y así es la historia de como me violaron mi culito.

fin.

 

 

 

  • : Mi profesor me pilla mansturvandome en el baño y para castigarme me rompe el culo.
 

“MI NUERA SE CONVIERTE EN MI MUJER” Libro para descargar (POR GOLFO)

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NUERA4Sinopsis:
 

Al morir mi hijo, tengo que hacerme responsable de su mujer e intentar que salga de su depresión. Tomo esa decisión sin saber que Jimena desarrollará una fijación por mí e intentará llevarme a la cama. Con el tiempo, se va afianzando mi relación con ella a pesar que mi nuera no deja de mostrar síntomas de desequilibrio mental.

Bájatelo pinchando en el banner o en el siguiente enlace:
 

Para que podías echarle un vistazo, os anexo los dos primeros capítulos:

 

Capítulo 1.

Con cuarenta y nueve inviernos creía que mi vida ya no tenía sentido. Y cuando digo inviernos y no primaveras se debe a que después de tantos años trabajando con único propósito de crear un patrimonio con el que pasar mi vejez con mi mujer y tantos esfuerzos para criar a mi único hijo, resulta que por un desgraciado accidente me vi solo. A raíz de ese suceso, estaba hundido. Cada mañana me resultaba un suplicio el tener que levantarme de la cama y enfrentar un nuevo día sin sentido.
Con dinero en el banco, la casa pagada y un negocio que marchaba a las mil maravillas todo era insuficiente para mirar hacia adelante. Por mucho que mis amigos me trataban de animar diciendo que me quedaban al menos otros cuarenta años y que la vida me podía dar una nueva oportunidad, no les creía. Para mí, el futuro no existía y por eso decidí vivir peligrosamente. Asqueado de la rutina comencé a practicar actividades de riesgo, quizás deseando que un percance me llevara al otro barrio y así unirme a María y a José.
¡Dios! ¡Cómo los echaba de menos!
Nada era suficientemente peligroso. Me compré una moto de gran cilindrada, me uní a un grupo de Ala Delta donde aprendí a surcar los aires, viajé a zonas en guerra buscando que la angustia de esa gente me hiciera ver que era un afortunado… Desgraciadamente la adrenalina no me sirvió para encontrar un motivo por el que vivir y cada día estaba más abatido.
Pero curiosamente cuando ya había tocado fondo y mi depresión era tan profunda que me había llevado a comprar una pistola en el mercado negro para acabar con mi vida, la enésima desgracia me dio un nuevo aliciente por el que luchar. Hoy me da vergüenza reconocer que estaba sondeando el quitarme de en medio cuando recibí la llamada de Juan, el mejor amigo de mi hijo:
―Don Felipe disculpe que le llame a estas horas pero debe saber que Jimena ha intentado suicidarse. Se ha tomado un bote de pastillas y si no llega a ser porque llamó a mi mujer para despedirse, ahora estaría muerta.
Confieso que, aunque había estado coqueteando con esa idea, el que mi nuera hubiese intentado acabar con su vida me pareció inconcebible porque al contrario de mí, ella era joven y tenía un futuro por delante. Sé que era una postura ridícula el escandalizarse cuando yo estaba de tonteando con lo mismo pero aun así pregunté dónde estaba y saliendo de casa, fui a visitarla al hospital.
Durante el trayecto, rememoré con dolor el día que mi chaval nos la había presentado como su novia y como esa cría nos había parecido encantadora. La ilusión de ambos con su relación confirmó tanto a mi mujer como a mí que nuestro retoño no tardaría en salir del nido. Y así fue, en menos de un año se casaron. Su matrimonio fue feliz pero corto y desde que la desgracia truncara nuestras vidas, no había vuelto a verla porque era un doloroso recordatorio de lo que había perdido.
Sabiendo a lo que me enfrentaría, llegué hasta su habitación. Desde la puerta, comprobé que estaba acompañada por la mujer de Juan y eso me dio los arrestos suficientes para entrar en el cuarto. Al hacerlo certifiqué la tristeza de mi nuera al ver lo delgadísima que estaba y observar las ojeras que surcaban sus anteriormente bellos ojos.
« Está hecha una pena», pensé mientras me acercaba hasta su cama.
Jimena al verme, sonrió dulcemente pero no pudo evitar que dos lagrimones surcaran sus mejillas al decirme:
―Don Felipe, siento causarle otra molestia. Suficiente tiene con lo suyo para que llegue con esta tontería.
El dolor de sus palabras me enterneció y cogiendo su mano, contesté:
―No es una tontería. Comprendo tu tristeza pero debes pasar página y seguir viviendo.
Cómo eran los mismos argumentos que tantas veces me había dicho y que no habían conseguido sacarme de mi depresión, no creí que a ella le sirvieran pero aun así no me quedó más remedio que intentarlo.
―Lo sé, suegro, lo sé. Pero no puedo. Sin su hijo mi vida no tiene sentido.
Su dolor era el mío y no por escucharlo de unos labios ajenos, me pareció menos sangrante:
« Mi nuera compartía mi pena y mi angustia».
María, su amiga, que desconocía que mi depresión era semejante a la de ella, creyó oportuno decirle:
―Lo ves Jimena. Don Felipe sabe que la vida siempre da segundas oportunidades y que siendo tan joven podrás encontrar el amor en otra persona.
La buena intención del discurso de esa mujer no aminoró mi cabreo al pensar por un instante que Jimena se olvidara de mi hijo con otro. Sabía que estaba intentando animar a mi nuera y que quería que yo la apoyara pero no pude ni hacerlo y hundiéndome en un cruel mutismo, me senté en una silla mientras ella comenzaba a llorar.
Durante una hora, me quedé ahí callado, observando el duelo de esa muchacha y reconcomiéndome con su dolor.
“¿Por qué no he tenido el valor de Jimena?”, pensé mirando a la que hasta hacía unos meses había sido una monada y feliz criatura.
Fue Juan quien me sacó del círculo autodestructivo en que me había sumergido al pedirme que le acompañara a tomar un café. Sin nada mejor que hacer le acompañé hasta el bar del hospital sin saber que eso cambiaría mi vida para siempre.
―Don Felipe― dijo el muchacho nada más buscar acomodo en la barra: ―Cómo habrá comprobado Jimena está destrozada y sin ganas de seguir viviendo. Su mundo ha desaparecido y necesita de su ayuda…
―¿Mi ayuda?― interrumpí escandalizado sin ser capaz de decirle que era yo el que necesitaba auxilio.
―Sí― contestó ese chaval que había visto crecer,― su ayuda. Usted es el único referente que le queda a Jimena. No tengo que recordarle qué clase de padres le tocaron ni que desde que cumplió los dieciocho, huyó de su casa para no volver…
Era verdad, ¡No hacía falta! Conocía a la perfección que su padre era un alcohólico que había abusado de ella y que su madre era una hija de perra que, sabiéndolo, había mirado hacia otra parte al no querer perder su privilegiada posición. Aun así todos los vellos de mi cuerpo se erizaron al oír que seguía diciendo:
―Jimena, siempre envidió la relación que tenía con su hijo y vio en usted un ejemplo al que seguir. Por eso quiero pedirle un favor… Aunque sea por el recuerdo de José, ¡Usted debe ayudarla!
―No comprendo― respondí asustado por la responsabilidad que estaba colocando sobre mis hombros:― ¿Qué cojones quieres que haga?
Mi exabrupto no hizo que el amigo de mi hijo se quedará callado y con tono monótono, me soltó:
―Fíjese. Mientras usted ha enfrentado con valentía su desgracia, su nuera se ha dejado llevar, ha perdido su trabajo, la han echado del piso que tenía alquilado y para colmo, ¡Se ha intentado suicidar! Si usted no se ocupa de ella, me temo que pronto iremos a otro entierro.
Me sentí fatal al no saber las penurias que había estado pasando mi nuera y con sentimiento de culpa, pregunté al chaval cómo podía arrimar el hombro:
―Mi esposa y yo hemos pensado que: ¡Debería irse a vivir con usted!
En ese momento esa propuesta me pareció un sinsentido y así se lo hice saber, pero el muchacho insistió tanto que al final, creyendo que mi nuera no aceptaría esa solución, acepté diciendo:
―Solo pongo una condición. Jimena debe de estar de acuerdo.

Capítulo 2.

No preví que mi nuera aceptara irse a vivir conmigo pero su situación anímica y económica era tan penosa que vio en mi ofrecimiento un mal menor y por eso al salir del hospital, se mudó a mi casa. Todavía recuerdo con espeluznante precisión esos primeros días en los que Jimena no hacía otra cosa que llorar tumbada en la cama. No le deseo ni a mi mayor enemigo que algún día sufra lo que sufrí yo viéndola apagarse consumida por el dolor.
Era tan profunda su depresión que llamé a Manolo, un amigo psiquiatra para que me recomendara qué hacer.
―Lo primero es obligarla a levantarse, no puede estar acostada. Y lo segundo tráemela para que yo la evalúe.
Ni que decir tiene que seguí sus instrucciones al pie de la letra y aunque se negó en un principio tras mucho insistir conseguí que fuera a ver a ese loquero. Mi conocido después de verla le diagnosticó una severa depresión cercana a la neurosis y después de mandarle una serie de antidepresivos, me dio una serie de pautas que debía seguir. Pautas que básicamente era mantener una permanente supervisión y forzarla a ocupar sus horas para que no tuviera tiempo de pensar.
Por eso conseguí convencerla de inscribirse en unas clases de dibujo y acudir después al gimnasio. A partir de entonces me convertí en una especie de niñero que todas las mañanas la despertaba, la llevaba hasta la academia y al salir del trabajo tenía que pasar por el local donde hacía aerobic. De esa forma, muy lentamente, mi nuera fue mejorando pero sin recuperar su estado previo al accidente donde murieron mi hijo y mi mujer. Pequeños pasos que hablaban de mejoría pero a todas luces insuficientes. Una pregunta con la que salió un día de su encierro, una sonrisa al día siguiente por un comentario… Aun así era raro el día que la veía en mitad del salón llorando al recordar a su marido.
« Tengo que darle tiempo», repetía cada vez que retrocedía hundiéndose nuevamente en la tristeza.
Otros detalles como su insistencia en que saliéramos a cenar a un restaurante o que en vez de en coche la llevara en moto, me iban confirmando su recuperación sin que yo los advirtiera a penas. Pero al cabo de dos meses, un día me llegó con una extraña petición del psiquiatra que me dejó muy confuso:
―Suegro, Don Manuel me ha pedido que tiene que ir a verle. Me ha dicho que quiere hablar con usted.
Que mi amigo usara a mi nuera como vehículo, me resultó cuando menos curioso y por eso aproveché un momento que me quedé solo para llamarle.
―Manolo, ¿Qué ocurre?
Advirtió en el tono de mi pregunta mi preocupación y por eso me aseguró que no debía preocuparme pero insistió en verme. Porque lo que tenía que plantearme era largo y que prefería hacerlo en persona. Cómo comprenderéis su respuesta no me satisfizo y por eso al día siguiente cuando me presenté en su consulta, estaba francamente nervioso.
Al sentarme, mi amigo decidió que de nada servía andarse con circunloquios y tras describirme los avances de mi nuera durante esas semanas, me soltó:
―Todo va bien, mucho mejor de lo que había vaticinado pero hay un problema y quiero ponerte en guardia…
―¡Tú dirás!― respondí más tranquilo.
―Tu nuera ha tenido una infancia terrible y cuando ya se veía feliz con tu hijo, sufrió un revés…
―Lo sé― interrumpí molesto por que lo me recordara: ― ¡Dime algo que no sepa!
Manolo comprendió que mi propio dolor era quien había hablado y por eso sin darle mayor importancia, prosiguió diciendo:
―Gracias a tu apoyo, ha descubierto que tiene un futuro y por eso te aviso: ¡No puedes fallarle! Porque de hacerlo tendría unas consecuencias que no quiero ni imaginar― la seriedad de su semblante, me hizo permanecer callado. – Para Jimena eres única persona en la que confía y de perder esa confianza, se desmoronaría.
―Comprendo― mascullé.
―¡Qué vas a comprender!― indignado protestó: ―En estos momentos, eres su sostén, su padre, su amigo, su compañero e incluso su pareja. De sentir que la rechazas, entraría en una espiral de la que nunca podría salir.
―¡Tú estás loco! Para mi nuera solo soy su suegro.
―Te equivocas. Aunque no lo ha exteriorizado, Jimena está enamorada de ti y temo el día que se dé cuenta porque no sé cómo va a reaccionar.
―Me he perdido― reconocí sin llegármelo a creer pero sobretodo confundido porque yo la veía como a una hija y no albergaba otro sentimiento.
―Cuando Jimena se percate del amor que te tiene, si no conseguimos que focalice ese cariño bien, buscará en ti esos mismos sentimientos.
―¿Me estás diciendo que intentará seducirme?
―Desgraciadamente, no. Jimena considerará un hecho que tú también la amas y se considerara tu mujer antes de qué tú te des cuenta.
―No te creo― contesté riendo aunque asustado en mi interior y tratando de dar argumentos en contra, le solté: ―Coño, Manolo, ¡Si me sigue tratando de usted!
―Tu ríete. Yo ya he cumplido avisándote.
El cabreo de mi amigo incrementó mi turbación de forma que al despedirme de él, le dije:
―Gracias, tomaré en cuenta lo que me has dicho pero te aseguro que te equivocas.
―Eso espero― contestó mientras me acompañaba a la puerta.
Al salir de su consulta, os tengo que confesar que estaba acojonado porque me sentía responsable de lo que le ocurriera a esa cría.
El resto del día me lo pasé en la oficina dando vueltas a la advertencia de Manuel. Por más que lo negara algo me decía que mi amigo tenía razón y por eso estuve durante horas tratando de encontrar si había sido yo el culpable de la supuesta atracción de la que hablaba, pero no hallé en mi actuación nada que hubiese alentado a mi nuera a verme como hombre.
Más tranquilo, me auto convencí que el psiquiatra había errado con su diagnóstico y cerrando mi ordenador, decidí volver a casa. Ya en ella, Jimena me esperaba con una sonrisa y nada más verme, me dio un beso en la mejilla mientras me decía:
―He pensado que me llevaras al Pardo.
Esa petición no era rara en ella porque como ya os he dicho solíamos salir frecuentemente a cenar a un restaurante pero esa tarde me sonó diferente y por eso quise negarme pero ella insistió diciendo:
―Llevo todo el día encerrada, creo que me merezco que me saques a dar una vuelta.
Esa respuesta me puso la piel de gallina porque bien podría haber sido lo que me dijera mi difunta mujer si le apetecía algo y yo no la complacía. Asustado accedí. De forma que tuve que esperar media hora a que Jimena se arreglara.
Me quedé de piedra al verla bajar las escaleras enfundada en un traje de cuero totalmente pegado pero más cuando con una alegría desbordante, me lo modeló diciendo:
―¿Te gusta cómo me queda? He pensado que como siempre vamos en moto, me vendría bien comprarme un buzo de motorista.
Aunque cualquier otro hombre hubiese babeado viendo a esa muñeca vestida así pero no fue mi caso. La perfección de sus formas dejadas al descubierto por ese tejido tan ceñido, lejos de excitarme me hizo sudar al ver en ello una muestra de lo que me habían vaticinado.
« Estoy exagerando», pensé mientras encendía la Ducatí, « no tiene nada que ver».
Desgraciadamente al subirse de paquete, se incrementó mi turbación al notar que se abrazaba a mí dejando que sus pechos presionaran mi espalda de un modo tal que me hizo comprender que bajo ese traje, mi nuera no llevaba sujetador.
« ¡Estoy viendo moros con trinchetes!», maldije tratando de quitar hierro al asunto. « Todo es producto de mi imaginación».
Los diez kilómetros que tuve que recorrer hasta llegar al restaurante fueron un suplicio por que a cada frenazo sentía sus pezones contra mi piel y en cada acelerón, mi nuera me abrazaba con fuerza para no caer.
Una vez en el local fue peor porque Jimena insistió en que no sentáramos en la terraza lejos del aire acondicionado y debido al calor de esa noche de verano, no tardó en tener calor por lo que sin pensar en mi reacción, abrió un poco su traje dejándome vislumbrar a través de su escote que tenía unos pechos de ensueño.
Durante unos instantes, no pude retirar la mirada de ese canalillo pero al advertir que mi acompañante se podía percatar de mi indiscreción llamé al camarero y le pedí una copa.
«La chica es mona», admití pero rápidamente me repuse al pensar en quien era, tras lo cual le pregunté por su día.
Mi nuera ajena a mi momento de flaqueza me contó sin darle mayor importancia que en sus clases la profesora les había pedido que dibujaran un boceto sobre sus vacaciones ideales y que ella nos había pintado a nosotros dos recorriendo Europa en moto.
Os juro que al escucharla me quedé helado porque involuntariamente estaba confirmando las palabras de su psiquiatra:
―Será normal para ella el veros como pareja.
La premura con la que se estaba cumpliendo esa profecía, me hizo palidecer y por eso me quedé callado mientras Jimena me describía el cuadro:
―Pinté la moto llena de polvo y a nuestra ropa manchada de sudor porque en mi imaginación llevábamos un mes recorriendo las carreteras sin apenas equipaje.
Sus palabras confirmaron mis temores pero Jimena ajena a lo que me estaba atormentando, se mostraba feliz y por eso siguió narrando sin parar ese supuesto viaje, diciendo:
―Me encantaría descubrir nuevos paisajes y conocer diferentes países contigo. No levantaríamos al amanecer y cogeríamos carretera hasta que ya cansados llegáramos a un hotel a dormir.
El tono tan entusiasta con el que lo contaba, no me permitió intervenir y en silencio cada vez más preocupado, esperé que terminara. Desgraciadamente cuando lo hizo, me preguntó mientras agarraba mi mano entre las suyas:
―¿Verdad que sería alucinante? ¡Tú y yo solos durante todo un verano!
Recordando que según su doctor no podía fallarle, respondí:
―Me encantaría.
La sonrisa de alegría con la que recibió mi respuesta fue total pero justo cuando ya creía que nada podía ir peor, me soltó:
―Entonces, ¿Este verano me llevas?
«Mierda», exclamé mentalmente al darme cuenta que había caído en su juego y con sentimiento de derrota, le aseguré que lo pensaría mientras cogía una de las croquetas que nos habían puesto de aperitivo. Mi claudicación le satisfizo y zanjando de tema, llamó al camarero y pidió la cena.
El resto de esa velada transcurrió con normalidad y habiendo terminado de cenar, como si fuera algo pactado ninguno sacó a colación el puñetero verano. Con un sentimiento de desolación, llegué a casa y casi sin despedirme, cerré mi habitación bajo llave temiendo que esa cría quisiera entrar en ella como si fuera ella mi mujer y yo su marido. La realidad es que eso no ocurrió y al cabo de media hora me quedé dormido. Mi sueño era intermitente y en él no paraba de sufrir el acoso de mi nuera exigiendo que la tomara como mujer. Os juro que aunque llevara sin estar con una mujer desde que muriera mi esposa para mí fue una pesadilla imaginarme a mi nuera llegando hasta mi cama desnuda y sin pedir mi opinión, que usara mi sexo para satisfacer su deseos. En cambio ella parecía en la gloria cada vez que mi glande chocaba contra la pared de su vagina. Sus gemidos eran puñales que se clavaban en mi mente pero que ella recibía gustosa con una lujuria sin igual.
Justo cuando derramé mi angustia sobre las sabanas un chillido atroz me despertó y sabiendo que provenía de su habitación sin pensar en que solo llevaba puesto el pantalón de mi pijama, corrí en su auxilio. Al llegar, me encontré a Jimena medio desnuda llorando desconsolada. Ni siquiera lo pensé, acudiendo a su lado, la abracé tratando de consolarla mientras le preguntaba qué pasaba:
―He soñado que me dejabas― consiguió decir con su respiración entrecortada.
―Tranquila, era solo un sueño― respondí sin importarme que ella llevara únicamente puesto un picardías casi transparente que me permitía admirar la belleza de sus senos.
Mi nuera posando su melena sobre mi pecho sin dejar de llorar y con una angustia atroz en su voz, me preguntó:
―¿Verdad que nunca me vas a echar de tu lado?
―Claro que no, princesa― contesté como un autómata aunque en mi mente estaba espantado por la dependencia de esa niña.
Mis palabras consiguieron tranquilizarla y tumbándola sobre el colchón esperé a que dejara de llorar manteniendo mi brazo alrededor de su cintura. Una vez su respiración se había normalizado creí llegado el momento de volver a mi cama pero cuando me quise levantar, con voz triste, Jimena me rogó:
―No te vayas. ¡Quédate conmigo!
Su tono venció mis reticencias a quedarme con ella y accediendo me metí entre las sábanas por primera vez. En cuanto posé mi cabeza sobre la almohada, mi nuera se abrazó a mí sin importarle que al hacerlo su gran escote permitiera sentir sobre mi piel sus pechos.
« Pobrecilla. Está necesitada de cariño», pensé sin albergar ninguna atracción por mi nuera pero francamente preocupado.
Mis temores se incrementaron cuando medio dormida, escuché que suspiraba diciendo:
―Gracias, mi amor…

 

Relato erótico: “Destructo II Sus labios esbozan la destrucción” (POR VIERI32)

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herederas3I

Sin títuloLa Serafín Irisiel levantó la mirada y vio cómo las estrellas se fueron ocultando tras los oscuros nubarrones. Sintió un par de gotas cayendo sobre sus alas y se preguntó si todo aquello no era sino un mal presagio de lo que podría ocurrir.

Frente a ella, miles de los guerreros del Serafín Rigel vigilaban la cala del Río Aqueronte; las antorchas a lo largo y ancho chisporroteaban y arrojaban una pálida luz amarillenta sobre los ángeles. Se le hizo extraño todo aquello; las líneas habían engrosado y muchos se habían armado con picas, lanzas y escudos. Si Durandal no había levantado sospechas de huir al reino de los mortales no había motivo para reforzar la seguridad.

A su lado descendieron suavemente dos Dominios. Uno se acercó para comunicarle la situación: el Serafín Rigel no se encontraba en los Campos Elíseos pues no lo percibían. Irisiel cerró los ojos y echó a suspirar.

Luego se fijó en los guerreros frente a ella y vio a Cursa, uno de los estudiantes prodigio del titánico Serafín. Sostenía una lanza con un lazo dorado que flameaba al viento, ataviado a la punta.

—¿Dónde está vuestro maestro?

El guerrero prefería mantener silencio, pero Irisiel no era precisamente una desconocida en el rango angelical. Su voz era firme, como era de esperar de alguien que fuera honrado con el cargo de líder mientras Rigel no estuviera presente.

—Volverá al amanecer.

Irisiel apretó la mandíbula.

—¿Hay secretos entre nosotros, Cursa? Ocultármelo no sirve de nada si tengo a los Dominios conmigo. Me acaban de informar que no está aquí, por lo que solo puede estar en el reino de los mortales.

Y era verdad. El joven ángel sabía que no tenía sentido seguir escondiéndolo y, es más, sintió que un gran peso de encima fue liberado. Miró a la Serafín con un gesto que revelaba su inquietud.

—Nos encontramos preocupados por nuestro maestro, pero estamos aquí para cumplir su orden. Nadie irá al reino de los mortales hasta que él vuelva.

—Rigel estará orgulloso de contar con guerreros tan disciplinados. Pero es el más fuerte de los cielos y no deberíais temer por él. ¿Qué es lo que tanto os preocupa?

—Destructo —dijo sosteniendo su mirada, y tras él los guerreros murmuraron—. Si es verdad que Perla es el ángel de las profecías, entonces le confieso que estamos muy preocupados.

Irisiel enarcó una ceja.

—¿Creéis que Destructo podría asesinar a Rigel?

—A toda la legión.

—¿Te estás escuchando? ¿Cómo esa niña sería capaz de algo así? ¿Qué piensa Rigel de vuestra…? —la arquera cambió el semblante ante un pensamiento que le asaltó súbitamente.

Consideró la idea de que, tal vez, el Serafín había bajado para hacerse cargo del supuesto ángel de las profecías. No imaginaba que Rigel sería capaz de aquel “sinsentido”, según ella, pero su misteriosa desaparición sumada a la fuerte seguridad montada en la cala eran indicios de algo que no le agradaba.

El tono de la discusión cambió drásticamente.

—¡Ábreme el paso! Iré con los Dominios.

—Me temo, Serafín —con la punta de su lanza trazó una línea sobre la arena humedecida—, que nuestra orden está clara.

—Tienes agallas, Cursa —pateó el suelo arenoso y salpicó la línea trazada—. ¿Podrías volver a dibujar esa condenada línea otra vez?

El guerrero tragó saliva.

—Podrás ser una de las más fuertes de los Campos Elíseos, Serafín, pero estás sola ante una legión de áng…

La hembra hizo un ademán brusco para interrumpirlo. Y, lentamente, reveló su amenazadora sonrisa de colmillos.

—¿Sola?

Tras ella, más allá de la cala, sobre los cientos de árboles y palmeras amontonados en la oscuridad, fueron asomando incontables ángeles que habían estado escondidos, arcos en ristre, apuntando a los guerreros de Rigel. Tensaron aún más las cuerdas; el aire mismo se detuvo ante lo que parecía ser un inminente enfrentamiento, y era tanta la tensión que solo se oían los incontables crujidos de los arcos de un lado y el chisporroteo de las llamas del otro.

Irisiel avanzó un paso hacia el nervioso guerrero.

—¿Vuestro maestro ha bajado para asesinar al supuesto ángel de las profecías y ustedes no harán más que vigilar un río? ¿Acaso el Serafín confía tan poco en vuestras capacidades que él mismo tiene que bajar para hacer vuestro trabajo?

Pareció afectar a Cursa, pues percibió una fugaz ola de disgusto en su rostro. El guerrero temía por su maestro, incluso deseaba que la Serafín bajara para prestar ayuda, pero algo que caracterizaba a todos los guerreros de Rigel era la disciplina. Aquellos deseos que chocaban entre sí tarde o temprano terminarían desbordándose.

—¡Somos el muro de Rigel!

La Serafín tomó del cuello de Cursa y lo tumbó al suelo con saña. Se abrió paso a través de la gruesa fila, tumbando a cuanto guerrero intentara detenerla. Pero los más alejados se agrupaban rápido, por lo que extendió las alas y dio un brinco elevado. Pisando las cabezas de los sorprendidos enemigos, avanzó dando grandes zancadas; el Aqueronte estaba a solo pocos pasos.

—¡Próxima! —gritó la Serafín.

En medio de la legión de Irisiel se encontraba un ángel acuclillado sobre la rama de un árbol. De gruesas alas y con plumas de puntas rojizas, el estudiante más audaz de la Serafín se irguió al oírla y tensó la cuerda de su arco hasta la oreja, tragando aire y vaciando su mente de cualquier pensamiento.

Tronó un relámpago a lo lejos. En el momento que la lluvia empezó a caer para azotarlo todo en la cala, surcó una saeta, imperceptible en la oscuridad de la noche, y se clavó en la pierna de un guerrero que forcejeaba con la Serafín.

—¡Protegedla! —bramó Próxima sacando otra flecha de su carcaj.

La noche y la torrencial lluvia lo dificultaban todo; silbaban las flechas en el cielo y estas eran rechazadas por los escudos de los guerreros, aunque algunas conseguían colarse y clavarse en los cuerpos enemigos, que caían adoloridos, tiñendo de sangre la otrora pacífica y paradisíaca cala del Río Aqueronte.

La Serafín invocó su arco y, elevándose, tensó el arma con tres saetas listas para salir disparadas en diferentes direcciones, pero titubeó al pensar en segar la vida de los súbditos de Rigel. Aquella breve vacilación bastó para que Cursa saltara y la sujetara del pie, tumbándola sobre la arena.

La arquera quedó tan conmocionada por la caída que, cuando levantó la mirada, no supo cómo reaccionar al ver a Cursa empuñando su lanza. En sus alas vio incrustada un par de flechas, pero el guerrero se enmascaraba tras una expresión seria. Realmente, pensó ella, los estudiantes de Rigel eran temibles y fuertes.

—¡Rigel solo quiere librar a Perla de su estigma!

—¿¡A costa de su vida!?

Pateó al guerrero y este cayó, soltando la lanza en el ínterin. Irisiel montó sobre él y lo tomó de la pechera de la túnica para zarandearlo.

—¿Por qué Rigel decidió bajar para asesinarla? ¿Por qué permitís esta atrocidad? ¿Acaso entrenáis tanto el cuerpo que se os ha olvidado la cabeza?

—¡Permitir que ella viva solo traerá caos y desesperanza! ¿Acaso no lo ves? —la tomó por las manos y apretó—. ¿Qué es más importante? ¿La vida de ella o de la legión? Matarla sería un acto de piedad.

Irisiel abrió los ojos cuanto era posible. ¿Qué posibilidad había de que aquella dulce Querubín pudiera sobrevivir a una batalla contra el ángel más fuerte de los cielos? Levantó la mirada y los observó cuanto la rodeaban; buscaba algún ángel que la comprendiera, que sintiera piedad por aquella niña, pero solo percibía miedo a su alrededor. Estaban asustados, claramente controlados por el terror.

Solo había alguien que podría ser capaz de manipularlos de esa manera.

—¿Cómo es posible que no seáis capaces de verlo? —volvió a zarandearlo con violencia—. ¡Esa niña no es la verdadera amenaza! ¡Es ese maldito Segador!

A su alrededor nadie se atrevía a clavar alguna lanza en la espalda expuesta de la Serafín. Algunos estiraban sus escudos para protegerla de los flechazos que podrían caer hacia ella. La respetaban, aunque a sus ojos la hembra sintiera afecto por un ángel que, a juicio de ellos, traería muerte y desesperanza.

Al otro extremo, sobre los árboles y palmeras, Próxima extendió sus alas y levantó su arco de caza al aire. Todos los arqueros cesaron el ataque.

No muy lejos, elevado en el aire junto con unos cuantos de sus alumnos, el Serafín Durandal contemplaba la disputa. Aunque el rostro impávido del espadachín no revelara su estado de ánimo, experimentó la misma pesadumbre que Irisiel.

—El miedo controla a los ángeles —concluyó uno de sus estudiantes.

—No —respondió el Serafín—. Solo a los débiles.

—¿Deberíamos intervenir, Maestro?

—Aguardad.

Miró a un lado, hacia la legión de arqueros de Irisiel queriendo abrirse paso hacia el reino de los humanos, y luego al otro, hacia los guerreros de Rigel, quienes solo los dejarían pasar sobre sus cadáveres. Él anhelaba la libertad, pero no a costa de otros ángeles.

“¿Qué harías tú, Nelchael?”, pensó cerrando los ojos. “Te necesitamos, viejo amigo”.

II

Un par de gotas de agua cayeron sobre el destruido pavimento y resbalaron hacia una de las innumerables grietas que se habían abierto tras las intensas luchas libradas. El cielo relampagueó a lo lejos; los nubarrones habían llegado para oscurecerlo todo en Nueva San Pablo y amenazaban con traer, tarde o temprano, una lluvia torrencial.

Una esfera filmadora entró en la zona de batalla y, deslizándose con sigilo, no fuera que la descubrieran, transmitía para toda la humanidad un combate tan sorprendente como misterioso: dos ángeles desafiándose en duelo mortal.

Perla, con su sable, apuntó al Serafín Rigel y midió la distancia. Entre ambos había poco más de diez pasos o dos aleteadas precisas. El adversario era enorme y, habiendo visto la batalla que libró contra sus anteriores contrincantes, la Capitana Ámbar Moreira y el Dominio Fomalhaut, sabía que dejarse alcanzar por su puño sería tan mortal como dejarse clavar por su tridente.

Y si él la lanzaba con la fuerza del aleteo de sus seis alas, como había hecho con sus dos rivales, de seguro terminaría tan lastimada que no podría volver a levantarse.

“Pero es lento”, concluyó apretando los labios. Perla no era fuerte y su maestro fue sabio al haber potenciado su velocidad y reflejos para compensar. Había que moverse. Y moverse rápido.

Cuando el Serafín levantó su tridente, la joven notó, por la postura del guerrero y la posición de sus alas, encorvándose, que daría un salto hacia ella. Todo sucedía lento ante sus ojos, por donde desfilaban varias opciones para un contraataque a un ataque que aún no había partido.

Rigel se abalanzó e intentó clavar el tridente en el cuerpo de la muchacha, pero esta dio un salto, ayudada por sus alas, y pisó los dientes del arma para hundirla en el suelo pavimentado. El Serafín no salía de su asombro cuando vio a la Querubín, parada sobre la asta, tomando impulso para propinarle una patada al rostro con tal agilidad y fuerza que lo dejó aturdido.

El guerrero retrocedió atontado por la fuerza del golpe; la muchacha notó un blanco en el pecho y podría asestar un sablazo. Pero tuvo dudas, en sus entrenamientos todo se detenía allí, con un suave golpe de la empuñadura en el pecho o en el brazo, indicando que había vencido. Ahora tendría que matar y no a cualquiera; por más que frente a sí había un adversario, no podía quitarse el hecho de que se trataba de un ángel a quien ella profesaba un cariño especial. Titubeó lo suficiente para que el Serafín invocara su tridente en la mano.

De un salto, la joven retrocedió y adoptó su postura de ataque, lejos del alcance de los dientes del arma.

—Ese maestro tuyo —dijo el Serafín, ignorando la línea de sangre que caía de su frente—. Te ha entrenado muy bien.

“Por más que lo intente, cuesta hacerme a la idea de luchar contra él”, pensó ella. “Pero si pretende matarme, debo quitarme los miedos y asestarle un golpe”. Volvió a levantar su sable hacia el adversario, midiendo, cotejando posibilidades, tragando tanto aire como fuera posible para vaciarlo todo, miedo incluido, de una sola vez. “Un golpe tan fuerte que desee rendirse”, asintió decidida.

Rigel arrojó su arma como una lanza y, de refilón, la muchacha vio un relámpago plateado caer del cielo. Fomalhaut volvía a interponerse para salvarla del ataque, clavando sus sables entre los dientes del tridente. No estaba sola en su lucha y aquello le dio fuerzas, pero no había mucho tiempo para pensar o agradecer; saltó para apoyarse sobre la espalda del Dominio y, extendiendo sus alas, tomó impulso para abalanzarse hacia el Serafín.

El titánico ángel la vio venir y pretendió defenderse, pero un inesperado mareo lo invadió y perdió el control de su cuerpo por un instante. El dolor en los músculos que se contraían, la visión que se le emborronó. Era la primera vez que experimentaba algo de esa naturaleza y se preguntó si aquella violenta explosión en la que se vio engullido pudo ser capaz de afectarlo.

El cielo relampagueó en el instante en que la Querubín consiguió atizarle un tajo certero en el pecho, aunque no esperaba que Rigel quedara con el rostro inmutable. La afilada hoja apenas se hundió en la piel; tal como la Capitana lo había comprobado, el Serafín parecía estar hecho de roca más que de carne.

—Te creía inteligente. La mortal ya comprobó que una espada no me atravesaría.

“Los sables no sirven para atravesar”, pensó Perla, tirando de su arma para abrirle otra herida considerable en el pecho, rasgando la túnica angelical y salpicando varias gotas de sangre al aire. “¡Sirven para rajar!”.

Pero el Serafín se mantenía inmutable, aun con la túnica tiñéndose de rojo. “¡Se acabó!”, gruño, extendiendo sus seis majestuosas alas. Perla se asustó; intentó dar otro salto hacia atrás, pero sus piernas flaquearon cuando vio aquellas gigantescas e imponentes alas extendidas en todo su esplendor.

—Pero, ¿¡por qué lo haces, Titán!? —atinó a preguntar con los ojos humedecidos.

El Serafín agitó sus alas con una fuerza inaudita y la lanzó como una suerte de muñeca de trapo. Mientras era arrojada por el impulso, sintió en sus alas las yemas de los dedos del Dominio, quien intentó sostenerla, pero este no pudo más que rozarla. Perla cerró los ojos y apretó los dientes, temiendo el peor de los impactos.

Zadekiel extendió brazos y alas para atraparla, aunque la terrible fuerza con que fue lanzada la Querubín la sacudió por completo y tuvo que esforzarse in extremis, no fuera que también terminara siendo impulsada. Tras ella, Aegis y Dione descendieron rápidamente para sujetar a su maestra. Las suelas de las botas de las tres hembras humearon debido a la fricción contra el pavimento, pero, poco a poco, consiguieron detenerla.

Las cuatro cayeron despatarradas sobre el suelo. Estaban a salvo y por más que la tensión de una lucha a muerte fuera palpable en el aire, las recién llegadas empezaron a carcajearse. Porque, ¿quién diría que unas simples hembras del coro angelical lograrían conseguirlo a tiempo? Pese a tener el mundo en su contra, lograron encontrar a la amiga perdida y la encontraron sana y salva.

Conmocionada, perdida entre brazos, piernas y alas varias, Perla meneó la cabeza para espabilar y buscó con la mirada a su salvadora.

—¡Ma-maestra! —se enrojeció—. ¿Qué haces aquí?

—¡Buena atrapada, Zadekiel! —Dione elevó la mano y levantó el pulgar.

—¡Digno de una Arcángel! —rio Aegis.

Esta última se arrodilló, sacudiendo las alas. Se frotó los ojos cuando tuvo a Perla frente a sí. Había cruzado medio mundo, incluso llegó a perder la esperanza, pero ya no había nada que detuviera la felicidad que experimentaba en su corazón. Dobló las puntas de sus alas, apretujó sus labios y los ojos se le humedecieron.

—¡Perla! —chilló jugando con sus dedos—. ¡Te he extrañado!

La Querubín no pudo articular palabra alguna y echó a trastabillar palabras como respuesta; rodeada constantemente de enemigos y en su peor momento, cuánto bálsamo le resultó tener de cerca a sus amigas. Recibió el abrazo de la tímida ángel, que más bien pareció ser una embestida. Hizo un esfuerzo por enjugar sus propias lágrimas de manera disimulada.

—Yo también te he extrañado —respondió por fin, acariciando la cabellera de Aegis. Luego miró a Dione, quien se sacudía el polvo de encima—. Las extrañé todas. Y es por ustedes que he decidido luchar.

Dione enarcó las cejas.

—¿Luchar? ¿Contra el Serafín? —miró a su alrededor; se mordió los labios al ver la destrucción que desolaba el lugar—. Por los dioses, ¿acaso te has golpeado la cabeza?

Zadekiel ya se había repuesto y avanzó hacia el Serafín. Sabía que debía confrontarlo: era la maestra, la superior. Por más que fuera solo una instructora del coro angelical, era algo que lo sentía como una responsabilidad; debía proteger a sus alumnas. Vio a su alrededor el destruido campo de batalla, el fuego levantándose por donde fuera que mirase, el humo dibujando figuras informes en el aire y los cuerpos de decenas de mortales desperdigados en el suelo.

Frunció el ceño y se fijó en Rigel.

—¿Todo esto lo has hecho tú?

Rigel arrancó de un manotazo la parte superior de su túnica. Estaba completamente teñida de sangre y hecha jirones. La herida en el pecho era considerable y al notar que el mareo persistía supo que debía apurar su misión, no fuera que se debilitara.

Había subestimado a la mortal. Y había subestimado a la Querubín.

Clavó su tridente en el suelo, con violencia, volviendo a crear grietas a su alrededor.

—¡Apartaos de mi camino! ¿O acaso queréis morir protegiendo a Destructo?

—¡Detén esta barbarie, Rigel! —ordenó Zadekiel.

—Es mi última advertencia. Apártate o caerás con ella.

—¿Entonces seremos enemigos? —la rubia meneó la cabeza—. No entendí cuando te percibí bajando de los cielos. Percibí odio, ansia de sangre. Pero, sobre todo… ¡Sobre todo percibí miedo! ¡Este no eres tú! ¡Baja el arma! ¡Esto no es lo que el Trono hubiera deseado!

—¡Esto es precisamente lo que él deseaba! ¡La supervivencia de la legión!

—¡No así, no de esta manera!

Perla se repuso recogiendo su sable del suelo. Sus amigas la sostenían, no quería que luchara, pero la Querubín se apartó bruscamente sin despegar la mirada del titánico ángel. Se estremeció al verlo preso del pánico. “Ya lo entiendo…”, pensó ella apretando los labios: el Serafín estaba claramente controlado por el miedo. Influenciado por el terror, bajó de los cielos para asesinar a aquella que amenazaba la vida de los dioses. Se preguntó entonces quién sería capaz de manipularlo de esa manera.

—¡Perla no es Destructo! —chilló la maestra apretando los puños—. Deja de comportarte como una herramienta de los dioses. ¿No puedes, simplemente, pensar por ti mismo, Rigel?

—Dioses, dioses, dioses…. —gruñó la Querubín apuntando a Rigel con su sable—. Es por ellos que tanto sufrís. ¡Los detesto! ¡Si esto es culpa de ellos, entonces me encargaré de exigirles cuentas el día que vuelvan!

Zadekiel dio un respingo al oír aquello. Encogió las alas y achinó los ojos. Solo conoció, en toda su vida, a un ángel que sería capaz de decir algo como aquello. Lentamente se giró hacia su alumna.

—Eso es… eso es precisamente algo que diría un ángel destructor, ¿sabes? Creo que mejor deberías dejar que yo hable…

—¡Pues tal vez yo sí sea Destructo! —asintió la pelirroja, causando que tanto su maestra como sus compañeras abrieran los ojos cuanto era posible.

—¡Oh, tú! —Zadekiel, brazos en jarra, rio nerviosa—. Va a ser verdad eso de que te golpeaste fuerte la cabeza…

Repentinamente, la larga falda de la túnica de la maestra se levantó y revoleó, revelando más pierna de lo que usualmente ella permitía. Enrojeció, cubriéndose de nuevo y actuando como si no hubiera sucedido nada, aunque el momento fue cazado por la esfera filmadora y por lo tanto toda la humanidad la contempló. Miró el suelo y ladeó el rostro al percibir una fuerte corriente de aire manando a través de la grieta.

Pero notó que la corriente surgía no solo allí sino a través de todas las fisuras desperdigadas en el pavimento. Y, más que corrientes de aire, surgían incontables hojas y pétalos coloridos que se elevaban con una rapidez notable. Muchas revoloteaban por el campo de batalla como si tuvieran vida y conciencia propia, otras dibujaban figuras informes a lo alto para luego caer en picado y desperdigarse por el sitio, uniéndose a las que iban brotando de las fisuras.

La esfera filmadora se deslizaba a baja altura, entre los escombros, permitiendo que el mundo también fuera testigo de aquel misterioso espectáculo de belleza inusitada, en donde, de manera inexplicable, la línea que separaba el cielo y la tierra poco a poco fue desapareciendo, borrada por las hojas y pétalos que ya ocupaban todo el campo de visión.

Tumbado sobre un montón de escombros, Johan se sacudió el polvo de su cabellera mientras mascullaba insultos; había sufrido un viaje rápido y vertiginoso en la espalda de una de las hembras del coro, que no fue muy cortés al soltarlo bruscamente. Le dolía hasta los huesos, pero sintió que alguien le agarró de la cabellera y, girándole ligeramente la cabeza, le plantó un beso en los labios que pareció calmarle el dolor.

La Capitana se apartó de la unión de labios; tras clavar su espada en el suelo, se arrodilló para apoyar su cabeza en el pecho del joven amante, buscando un consuelo que necesitaba con urgencia. A esas alturas su traje táctico se había convertido en poco más que un montón de tiras de fibra de carbono que desnudaban su cuerpo en algunas zonas. La idea de involucrarse en aquella batalla de guerreros semidioses estaba descartada.

—No ha salido como lo planeamos —susurró ella, buscando de nuevo sus labios pues la mujer temía que en cualquier momento todo acabaría.

El muchacho aún no salía de su asombro; temía por la vida de la mujer, pero cuánto fue su alivio al verla viva. La tomó de la barbilla, solo para comprobar que no fuera una ilusión, y le limpió una mancha de la mejilla. Poco a poco fue esbozándose una sonrisa bobalicona.

—Salió mejor de lo que pensaba —respondió él—. Sigues viva.

Los besos continuaron. Lo necesitaban con ansiedad luego de rozar la muerte. Ese tacto, ese calor que hacía hervir la sangre de los amantes que apaciguaba la desesperanza que caía sobre ellos: Ámbar no había conseguido salvar a la niña, al menos no como lo había ideado, y era inevitable pensarse nuevamente como una heroína fallida, como una madre que había vuelto a fracasar.

—Si todo esto termina hoy, me gustaría que sepas que estoy agradecida.

—Pero… si conseguimos salir vivos, deberíamos buscar otro trabajo… —asintió el joven.

Johan vio de refilón un pétalo que voló hacia él; lo atrapó y luego miró con asombro los miles que brotaban de las grietas. Ladeó el que había capturado y, debido a la forma de los tépalos, notó que se trataba de una flor que conocía. “¿Gladiolos, aquí?”, se preguntó, guardándolo en su puño. Recordó que ya había visto la misma flor en el cementerio, cuando, junto con la Capitana, decidieron liberar al ángel. Era un muchacho de ciencias pero, tras todo lo vivido, no podía descartar algo que desafiaba a la lógica.

—Me pregunto si están intentando decirnos algo.

—¿Qué? ¿Las flores? —preguntó la mujer atrapando otro—. No sé qué mensaje podría ser.

—Significan “Victoria” —dijo él, soltando la hoja.

Zadekiel había caído al haber sido golpeada por otra fuerte corriente de aire que salió disparada cerca de sus pies. Intentó levantarse, pero cayó sentada sobre el mar de pétalos, desperdigando las hojas a su alrededor. Escupió unas cuantas, bastante molesta, pero no tuvo más remedio que contemplar asombrada toda la singular escena. Además, el aroma le supo delicioso y tranquilizador; levantó las manos y sintió los pétalos colándose entre sus dedos; por un momento se sintió como si estuviera en los prados de los Campos Elíseos.

Sin esperárselo, el ángel plateado Fomalhaut se abrió paso entre las hojas y pétalos como quien abre un telón, y se acercó para ofrecerle una mano, siempre enmascarado tras aquel rostro desprovisto de expresión. Ni siquiera sonrió al percibir la sorpresa y el súbito enrojecimiento de la rubia.

—El Serafín Rigel me ordenó asesinar a Perla —confesó con una frialdad que espantó a la maestra.

—¡Ah! Y lo dices tan tranquilo —Zadekiel frunció el ceño y se cruzó de brazos—. Es por cosas como estas que los Dominios no me caen muy bien.

—Pero no acepté. Cuando nos lo propuso, una flor se elevó hacia mí. Era un gladiolo. Son las preferidas de Perla porque, según ella, sus hojas siempre vuelan a su alrededor cada vez que pasea por el jardín de Paraisópolis. Ahora que veo este campo de flores, me pregunto si todo esto no es sino la voluntad de un ángel.

—¿Voyuntad ye quiéd? —preguntó la hembra, sacando una hoja que se pegó en su lengua.

—No lo sé. Es simplemente una sensación que tengo.

La maestra, al aceptar la mano del Dominio, se repuso y atrapó una hoja. Cayó en la cuenta de que, tal vez, nunca estuvieron solos en ningún momento de su larga y dura aventura. Tal vez alguien animaba a los héroes desde el mismísimo inicio.

—¿Te refieres al Trono?

El Serafín Rigel se conmovió al ver el cielo y el mismo suelo repleto de flores, y llegó a la misma conclusión que Zadekiel: el viejo Trono estaba allí, de alguna manera; su voluntad se elevaba entre las hojas que teñían a Nueva San Pablo de un mágico colorido. Supo entonces que era momento de cumplir de una vez su objetivo; levantó la mirada para ver a Perla frente a él y se sorprendió al notar que las flores parecían bailar especialmente a su alrededor, describiendo una especie de órbita en torno a su cintura, sus alas y, especialmente, su sable.

—Veo que te aferras a la vida y has luchado bravamente. Si vas a ser el ángel que destruya a los dioses, solo te queda algo más por hacer. Demuéstramelo —extendió sus brazos y alas—, demuéstrame que eres el ángel más fuerte de los cielos.

La joven negó.

—¡Eres mi amigo! ¡Conseguiré terminar esta lucha sin perderte!

El Serafín suspiró, desclavando su tridente del pavimento.

—Y tú demasiado dulce, pequeña Perla.

Ambos se lanzaron a la lucha inevitable sintiendo que llegaban al cénit. Lo sabían; que no había marcha atrás, que aquella batalla era lo que tenía que hacerse porque no existía la posibilidad de un tal vez. Perla lo comprendía mejor que nadie: no era una lucha contra un enemigo; nunca lo fue. Era una lucha contra algo que asomaba entre las sombras, era una batalla contra algo oscuro que cubría el corazón del Serafín con unas garras.

Era una batalla contra el miedo. Una batalla que no había que perder bajo ningún concepto.

Porque ella era el ángel de la esperanza.

Los intercambios de golpes se sucedían uno tras otro; refulgían los destellos de las armas de los guerreros legendarios en medio del vuelo de las flores a su alrededor; Perla era tan veloz esquivando o lanzándose a por el enemigo que las hojas seguían la estela de viento que se trazaba tras ella, aunque los que veían la batalla creían fervientemente que las flores la seguían allá donde ella fuera.

A veces el Serafín bloqueaba los golpes del sable y, ayudándose del asta del tridente, conseguía que la espada de la joven saliese disparada hacia arriba, pero rápidamente el arma desaparecía del aire y volvía a reaparecer en las manos de la Querubín, quien ya había dominado el arte de la invocación, haciendo gala de un manejo excepcional: asestaba un sablazo, luego giraba sobre sí misma, extendiendo las alas, materializando su sable en la otra mano, aplicando un tajo que desperdigaba gotas de sangre al aire.

“Es rápida”, susurró el Dominio, quien apretaba las empuñaduras de sus armas, presto a lanzarse a la lucha y ayudarla, mas viendo cómo se desenvolvía la joven concluyó que sería un estorbo en caso de entrometerse.

“¿Y esta es la misma niña que lloró en mis pechos?”, se preguntó la Capitana, quien se apoyó de sus rodillas debido al cansancio. “¿Quién lo diría?”, vio el destello de los ojos feroces de la joven, observando el choque de su arma contra el adversario, la precisión de su danza mortal, admirando aquella fortaleza que solo la conseguían quienes luchaban por algo que amaban.

El mundo también lo vio con fascinación; el sable rodeado por las flores que se convertían en una extensión del arma, la agilidad y gracilidad destructora de aquella guerrera, la larga cabellera roja como el fuego que flameaba en medio de aquel baile de hojas coloridas.

Era un auténtico relámpago carmesí.

La mitad de la asta del tridente dio varias vueltas por el aire y cayó hundida en el mar de pétalos. Perla volvió a adoptar su posición ofensiva, apuntado al enemigo con su sable, ahora teñido de sangre del Serafín. Respiraba pronunciadamente debido el esfuerzo realizado.

El Serafín, con decenas de cortes adornando su cuerpo, sostenía con incredulidad su arma, que para colmo había perdido un diente.

“Esta niña”, pensó el guerrero, tirando a un lado el tridente. “Completa insolente. Quería desarmarme”.

—¿Aún piensas en terminar esta lucha de manera pacífica?

—¡Suficientes han caído hoy, Titán!

El Serafín lo sintió como un regaño. Y de nuevo le invadió la culpabilidad por haber sesgado la vida de aquellos humanos cuando bajó de los cielos. Él había matado. Ella, el supuesto ángel de la desesperanza, luchaba por preservar la vida aún si esta fuera de su enemigo. Se preguntó entonces si aquella dulce niña realmente portaba sobre sus hombros la destrucción.

Miró sus manos. Tal vez rendirse era una buena opción, pero él era el ángel cazador creado por los hacedores para eliminar todo aquello que representara una amenaza. Había sido proclamado el campeón de los dioses por ser el Serafín que más ángeles renegados cazó, en el Río Lete, en las fronteras entre los Campos Elíseos y el Inframundo. Ese era su fin. Por más que su corazón rogaba que dejara de batallar, había algo oscuro que lo acallaba y le exigía terminar con la amenaza.

Miedo. Era miedo. De perderlo todo. El reino de los ángeles. El de los mortales.

Se abalanzó a por ella. La joven asestó un rápido tajo al hombro derecho; la hoja se hundió y rajó la carne, pero no pareció hacer mucho efecto; el sable salió disparado y se perdió en el mar de pétalos, a varios metros. Intentó invocarla de nuevo, pero el Serafín la tomó del cuello y, con una saña inusitada, la empotró contra el suelo, creando un boquete y levantando por los aires tanto hojas como pedazos del pavimento.

Con el enorme Serafín sobre ella, la Querubín sintió cómo las gruesas manos apretaban más y más el cuello. Entonces, con los ojos humedeciéndose, la muchacha mandó un puñetazo al pecho de Rigel. El aire no llegaba a los pulmones y perdía el conocimiento poco a poco. No debía terminar así, se dijo a sí misma, y no le quedó más remedio que tomar la decisión más difícil de su vida.

Ladeó el cuello, como queriendo tomar un último aliento para decir algo.

—Perdóname… —susurró ella—. Perdóname, Titán.

Un dolor desgarrador se hizo lugar a través del pecho del guerrero, quien sintió cómo súbitamente su legendaria fuerza le abandonó. Abrió los ojos, sorprendido, y notó que ahora la Querubín lloraba amargamente bajo él. Pero la muchacha, dentro de lo que cabía, parecía encontrarse bien. Buscando una explicación notó que las trémulas manos de la joven, bajo su pecho, sostenían una empuñadora. “Invocó su sable…”, pensó un desesperado Rigel, quien poco a poco fue retirando la presión de sus manos sobre el cuello. “Lo invocó en medio de mi pecho…”.

El gigantesco ángel cayó a un lado, levantando pétalos al aire con su caída; los ojos se le hacían pesados y el cuerpo ya no respondía.

“¿Por qué?”, pensó el Serafín tocando la empuñadura sable que lo atravesaba. “Ahora que he perdido…”, y giró débilmente su cabeza para mira a aquella muchacha que, ahora sí, gritaba y lloraba amargamente, cubriéndose el rostro con las manos, incapaz de aceptar la realidad de que, por primera vez en su vida, había matado a alguien.

En la mente del Serafín se agolparon tantos recuerdos de manera inexplicable. De los de una niña con alitas llorando desconsoladamente porque no quería apartarse del gigantesco ángel, quien ella misma bautizó como “Titán” porque le parecía tan grande como los titanes que ilustraban sus libros de estudios. O de sus tardes paseando, con la pequeña sentada sobre sus hombros, a orillas del lago en Paraisópolis, quien oía fascinada las historias del guerrero contra las huestes de Lucifer.

Era como si el corazón, ahora libre de unas oscuras garras que lo tenían sujeto, librase al aire todo aquello que luchaba por salir. Y el dolor que sintió al percatarse de lo que intentó cometer fue lo más cargante que sintió en su existencia. Por primera vez, el ángel cazador y más fuerte de los cielos, sintió los ojos arder.

Las hojas y pétalos se abrieron paso para mostrarle un cielo azul oscuro que empezaba a ser atravesado por las luces de un nuevo amanecer.

Inesperadamente, Perla se abalanzó sobre él para abrazarlo. La Querubín lloraba desconsoladamente, intentaba pedirle perdón, hundiendo su rostro en el pecho del guerrero, pero tan solo salían balbuceos ininteligibles conforme apretaba el abrazo.

El viento cesó y las hojas fueron cayendo lentamente sobre el mar de pétalos. Algunas, muy pocas, aún flotaban perezosamente alrededor de los dos ángeles, como si quisieran escuchar las súplicas que esbozaban los labios trémulos de la dulce Querubín.

Haciendo un sobreesfuerzo, el Serafín acarició la cabellera de la joven.

Hubo un susurro. Tal vez fue una súplica de perdón, tal vez fueron unas palabras de advertencia acerca de la verdadera amenaza que se cernía sobre los ángeles; su voz se perdió en el murmullo del viento.

III

La Serafín Irisiel tumbó a un guerrero sobre la arena de la cala mientras varios la sujetaban de los pies y alas para que no escapara al reino de los mortales. Aunque, para sorpresa de todos, se abstuvo de tumbar a otro al ver cómo una fina línea de luz dorada se posaba sobre el horizonte oscuro del Río Aqueronte.

“Amanece”, pensó la arquera, librando al guerrero que agarraba del cuello. Sintió súbitamente cómo algo dentro de su pecho se había resquebrajado por completo. Los guerreros la soltaron por lo que lentamente recuperó su compostura.

Pero, extrañamente, la idea de ir al reino de los mortales se le volvió innecesaria. Era como si supiera que, hiciera lo que hiciera, sería un esfuerzo inútil. Que ya era tarde. Se giró y notó que los guerreros de Rigel sufrían de manera similar a ella. Había un ensimismamiento generalizado y a su alrededor iban cayendo, poco a poco, las picas, lanzas, escudos y antorchas que antes sostenían con fuerza.

Su estudiante, Próxima, descendió velozmente en la cala y, al ver a su maestra tambaleándose de alguna suerte de mareo, lanzó su arco al suelo y se acercó para sujetarla. No notó ningún tipo de herida en el cuerpo o en las alas de su instructora, por lo que estaba desconcertado.

—Maestra —dijo el joven guerrero—. ¿Se encuentra bien?

La Serafín no prestó atención; se tomó del pecho y se preguntó si lo que sentía era verdad. O, más bien, si lo que dejaba de sentir era posible. Porque ya no percibía al Serafín Rigel, su eterno compañero de batallas, aquel con quien había luchado alas con alas en la lejana guerra contra las huestes de Lucifer.

A su alrededor los estudiantes de Rigel caían arrodillados, mirando el río dorado del amanecer, experimentando el mismo agobio que la Serafín; era como si la verdad flotara en el aire arrastrada por el viento como un aroma en un campo de flores.

El Serafín Durandal descendió suavemente cerca de la hembra, sobre una gran roca acariciada por el agua. Miró el río y sintió que, definitivamente, faltaba algo. Casi deseaba que viniera ese “gigante” a regañarlo, o a rodear su cuello con esas enormes manos para amenazarlo con la muerte por atreverse a acercarse al Aqueronte.

—¡Durandal! —gritó la Serafín—. ¿Tú lo sientes? Es… es Rigel, ¿no es así?… ¿Cómo?… ¿Cómo es posible…?

—El miedo controla a los más débiles —concluyó mirándola a los ojos. Había advertencia en sus palabras—. El miedo vuelve débil hasta al más fuerte.

Repentinamente, la arquera comprobó con estupor cómo varios ángeles caminaban pacíficamente hacia el Río Aqueronte, atravesando la cala, pasando entre los miles de estudiantes de Rigel, quienes no hacían nada por detenerlos, absortos como estaban debido a la sensación de vacío nunca antes experimentada.

El mayor temor de la Serafín, que Durandal y su legión abandonasen los Campos Elíseos, se materializaba frente a sus ojos.

—¿¡Adónde vais!? —preguntó Irisiel.

—Nos vamos —respondió Durandal, bajando de la roca para así hundir sus pies en el agua.

La hembra invocó su arco de caza y lo tensó, apuntando al Serafín. Pero, de nuevo, no se atrevió a disparar. Además, sin Rigel presente, ella no podría hacer mucho para detenerlo. Nunca fue buena mediadora. Aun así, no quería desnudar sus dudas y debilidades, por lo que no bajó el arco en ningún momento.

—¿Vas al reino de los mortales? ¿También pretendes asesinar a Destructo?

Mientras los miles de ángeles se adentraban en el río, Durandal frunció el ceño. Se giró y miró detenidamente a la Serafín.

—Se llama Perla.

Retomó su caminata, internándose cada vez más.

—Lo dijiste tú misma. Ella no es la amenaza. La culpa la tiene el que ha hinchado de miedo a Rigel y su legión. Nuestro enemigo es el Segador.

—Coincido. ¿Pero entonces qué pretendes hacer yendo al reino de los mortales?

—Con la muerte de Rigel, la amenaza se ha convertido en realidad. Estamos en guerra, Irisiel. Actúa antes de que el miedo se extienda hacia tus estudiantes…

—¿Entonces estáis huyendo de la guerra?

—¿Huir, yo? Creía que me conocías —el Serafín sacudió sus alas, chapoteando el agua y saboreando la dulce sensación de libertad próxima—. Hazme un favor y libera a los guardianes de Perla.

—Si tú me conocieras, sabrías que no te conviene darme la espalda —su arco crujió debido a la tensión.

—No te alegres tanto —elevó una mano al aire en señal de despedida—. Volveré, mi querida amiga.

Irisiel suspiró y bajó el arco. Por más que no compartiera los ideales de libertad del Serafín, se conmovió con aquella imagen del inesperado y masivo éxodo. Miles de los guerreros de Durandal volaban sobre el río, otros preferían adentrarse caminando hasta que el agua los tragara, como el propio Durandal, quien dejaba una larga estela de espuma en las aguas del río debido a sus seis alas. Los que se encontraban arriba caían en picado, chapoteando mientras otros, poco a poco, iban zambulléndose.

El Río Aqueronte, en ese momento, era una gigantesca franja azulada azotada por una auténtica lluvia de ángeles.

IV

En medio del campo de flores de Nueva San Pablo, Zadekiel daba coscorrones a sus dos alumnas, quienes dormían placenteramente sobre el mar de hojas. Achinó los ojos, estaba claro que ellas estaban agotadas y necesitaban descanso, pero sabía que no era el momento y el lugar más adecuado para dormir.

Miró hacia atrás y vio que Perla también estaba extrañamente durmiendo sobre el pecho del Serafín Rigel, a pesar de que solo hacía segundos lloraba desconsoladamente. Apretó los labios pensando que la experiencia de asesinar a un amigo habría sido tan traumática para la Querubín que de seguro terminó desmayada.

—Deberíamos llevarlas a un sitio más seguro —dijo girándose en búsqueda del Dominio, pero notó que este también se encontraba tumbado sobre el mar de hojas.

A pocos metros del lugar, la Capitana olisqueó algo raro en el aire y rápidamente frunció el ceño. Agarró al joven Johan de su camisa, ordenándole que huyeran cuanto antes, pues estaba segura de conocer ese aroma y que, de continuar allí, terminarían sucumbiendo ante sus efectos somníferos. Dedujo que probablemente se trataba de la milicia local, o la de Reykō, que buscaban capturar tanto a los ángeles como a los culpables de la liberación de Perla.

—¡Johan, necesitamos…! —se detuvo y vio con espanto que el joven caía lentamente al suelo, amortiguado por las hojas.

Y ella también sentía los ojos pesados. Antes de caer junto con su amante, oyó el rugido de cientos de helicópteros acercándose, probablemente militares, y se preguntó si todo por lo que había luchado había sido en vano.

Decenas de helicópteros adornaban el lugar que fuera el escenario de la cruenta batalla entre los ángeles. La esfera filmadora se infiltró, a baja altura, entre las naves y los soldados que descendían, pero rápidamente fue atravesada por una filosa espada, por lo que terminó echando chispas y apagándose. Apenas consiguió captar una empuñadura plateada en donde destacaba el símbolo de una cruz carmesí.

Varios soldados en traje EXO de un blanco pulcro habían llegado al lugar, engalanados con capas que flameaban al viento. Además de contar con espadas enfundadas en el cinturón o rifles modernos sujetos en sus espaldas, se hacía notable el símbolo de la cruz carmesí del templario destacando en el pecho de todos, abrazado por un dragón dorado.

En un mundo donde la religión perdió mella tras el Apocalipsis, fue necesario adaptarse a los tiempos o terminar sucumbiendo; en medio de la ciudad de Nueva San Pablo, los modernos cruzados del Ejército Privado del Vaticano habían llegado misteriosamente, saltándose todo tipo de protocolos internacionales.

Un soldado accionó su casco para retirar la visera y así poder ver con sus ojos desnudos todo aquello. De cabellera y barba canosas que delataban su edad, el líder del operativo se preguntó sobre la procedencia de aquel extraño mar de pétalos por donde se hundían sus pies, pero sabía que no había mucho tiempo que perder, bastante complicado se veía el panorama por haber entrado a una nación hostil sin ningún tipo de aviso.

Habría consecuencias inmediatas, de eso estaba seguro.

—¡Comandante! —gritó una joven en guardapolvo, señalando a una dormida Ámbar—. ¿Qué hacemos con esta mujer? —la muchacha se acarició la comisura de los ojos para ajustarse el implante visual y cerciorarse de que se trataba de la mismísima Capitana Moreira; estaba segura de que la mujer no tenía mucho futuro si la abandonaban allí.

No obstante, el Comandante fue contundente:

—No es nuestro problema, doctora. Solo los ángeles.

—Comandante —insistió la muchacha, que ahora señalaba al durmiente Johan—. Son los policías que liberaron al ángel. Tienen orden de captura.

—Pero, ¿tienen alas?

—Comandante…

—No tienen alas, no entran en los helicópteros. Cíñase al plan, doctora.

—¡Papá!

—Ya está, ya empezamos —suspiró el hombre—. Súbelos.

Acercándose a la discusión, un soldado cargaba a Perla en los brazos mientras que, detrás de él, tres militares arrastraban con dificultad el cuerpo del Serafín derrotado. La doctora dio un respingo al ver a la muchacha alada; nunca había tenido a un ángel de cerca, y vaya ángel, pensó, se trataba de la que bajó de los cielos y ganó aquella batalla televisada para toda la humanidad.

Tras pasarle un rutinario escaneo con un dispositivo que sostenía en la mano, no pudo evitar tragar saliva al comprobar los resultados sobre la cadena de ADN. Con los ojos bien abiertos, miró la secuencia del genoma y a la durmiente pelirroja de manera intermitente. Sacudió el dispositivo y volvió a escanearla. Luego de volver a comprobar los resultados, giró lentamente la cabeza hacia su padre.

—¡Comandante!… Este ángel…

—¿Y ahora qué diantres pasa, doctora?

—Esto… —tragó saliva y guardó el dispositivo—. Tal vez te lo diga cuando estés con mejor humor…

—¡Nos vamos! Cárguenlos a todos, ni un segundo más en este sitio.

V

Aún era de noche en la capital del Hemisferio Norte. En un alto rascacielos perdido entre la maraña de edificios se encontraba la sede central de la farmacéutica VER.net, donde la madura dueña del conglomerado, Reykō, había observado fascinada la batalla entre ángeles desde la comodidad de su amplia oficina y en compañía de sus asesores.

Aunque el ángel que había comprado se le había escapado de las manos, pronto enviaría su ejército para capturarla. A ella y todos esos ángeles que vio en la transmisión.

Pero el ambiente en la oficina no era el que la mujer deseaba. Su despacho se encontraba repleto de soldados, protegiéndola y apuntando con sus rifles al enemigo que había entrado sorpresivamente, reventando el gigantesco ventanal.

Pese al peligro latente, la mujer sonreía al recién llegado.

—Creía que la noche se me había arruinado —dijo Reykō—, pero parece que en realidad es mi noche de suerte.

El Serafín Durandal tocó los hombros de los dos Dominios que entraron con él. Eran hábiles rastreadores y no les fue difícil encontrar lo que él les había ordenado buscar. Luego se fijó en la excéntrica mortal.

—¿Quién eres y a qué has venido? —preguntó ella.

Durandal ladeó el rostro. Había una imagen sobre la profecía de Destructo que lo tenía bastante preocupado. En aquella imagen revelada por el Segador, el Serafín caía muerto a manos de Perla con una espada de hoja zigzagueante y flamígera, un arma que solo podía ser una.

—La espada del Arcángel Miguel —Durandal extendió las seis alas para imprimir presencia—. Entrégamela.

—¿O… qué? —jugueteó ella mientras sus soldados tensaban las armas.

Y el Serafín, como respuesta, sonrió ampliamente.

Sobre las azoteas de los cientos de edificios que rodeaban la fortaleza de la farmacéutica, descendían los miles de ángeles de la legión de Durandal mientras las sirenas de la urbe atronaban con intensidad, advirtiendo la invasión de los seres celestiales que tanto había temido el mundo entero.

Miles de los asustados ciudadanos levantaron la mirada hacia ese cielo nublado, oscuro y relampagueante, y se les encogió el corazón. Sabían, con solo ver a ese ejército de guerreros semidioses invadiendo el mundo, que una nueva Guerra Celestial estaba comenzando.

Mientras, en los Campos Elíseos, el húmedo viento mecía la larga cabellera de la Serafín Irisiel, quien admiraba un nuevo amanecer abriéndose paso sobre el Río Aqueronte. Pese a estar rodeada de sus estudiantes, no podía evitar sentirse sola sin la presencia de los dos Serafines. Pero había mucho trabajo que hacer; había toda una guerra por librar. A su lado, su estudiante predilecto, Próxima, se preguntó qué les deparaba a los dos reinos, pero prefería mantenerse callado.

—Próxima —dijo ella, percibiendo la intranquilidad de su alumno—. Te tengo una misión en el Inframundo. ¿Crees poder con eso?

El estudiante asintió, aunque por dentro se estremeció solo de oír aquella palabra: “Inframundo”. El reino de los muertos donde habían perecido las huestes de Lucifer.

—¿Acaso sientes miedo?

Próxima iba a responder, pero la instructora posó la mano sobre su hombro con tacto consolador.

—Durandal se equivoca. Sentir miedo es natural. Simplemente, no dejes que te domine. Tenlo siempre presente y triunfarás en tu misión.

En el reino de los mortales, los helicópteros del Ejército Privado del Vaticano levantaban vuelo sobre la ciudad de Nueva San Pablo, desperdigando las hojas del campo de flores a su paso. Ya estaban advertidos de la invasión angelical que sufría una nación del norte y muchos se preguntaban si aún podrían hacer algo para prevenir lo que parecía ser un inminente Apocalipsis.

Dentro de una de las cabinas, el Comandante se fijó en la pelirroja alada que dormía plácidamente, ahora en los brazos de la doctora. Tal vez, pensó desviando la mirada hacia la ciudad, aún había esperanzas de crear una alianza entre reino de los cielos y el reino de la Tierra.

—Esta invasión —dijo la doctora buscando consuelo en la mirada del Comandante—. Tengo miedo… Papá.

Aquella mirada asustadiza tocó el punto débil del hombre y este se inclinó para besarla en la frente. El miedo era inevitable, pero él era el soldado de la fe y la gloria, al menos así rezaba la máxima del cuerpo militar del Vaticano.

—No temas. Lo conseguiremos —susurró en un tono reconfortante.

Lejos, en las profundidades del Inframundo, el Segador, sentado en el trono de un castillo perdido en medio de la oscura ciudad de Flegetonte, acariciaba el filo de su guadaña. Tal y como había hecho con los Arcángeles hacía más de trescientos años, manipuló e inyectó de terror al Serafín Rigel esperando que este pudiera encargarse por sí solo de la amenaza de Destructo.

Pero sus planes habían sufrido un gran revés con la inesperada victoria de la Querubín; no obstante, esperaba pronto volver a conducir los hilos del destino de la manera que le convenía. Su deseo de ver de nuevo a los dioses, sobre todo a su amada Perséfone, seguían firmes, y creía fervientemente que solo deshaciéndose de la herejía podría invocarlos de nuevo.

Por amor, sería capaz de librar de nuevo el fin de los tiempos.

Las sagradas armas de una nueva y colosal batalla estaban afilándose. Héroes y villanos destacaban en todos los bandos. El escenario ya no tendría solamente un campo de lucha; esta vez, tanto cielo, tierra como infierno serían testigos de un cruento escenario bélico. La guerra había llegado y los reinos de los dioses pronto se verían sacudidos hasta sus cimientos.

Y en medio de todo, la leyenda del ángel destructor no hacía más que iniciar su gesta en donde cambiaría para siempre el orden impuesto por los dioses.

El miedo solo se vencería con esperanza.

Fin de la segunda parte

 

Relato erótico: “La chica de la curva 10” (POR ALEX BLAME)

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NUERA1Al día siguiente nos despertamos tarde. Cuando salimos de la habitación el padre de Sin títuloBrooke ya tenía preparada una montaña de tortitas. El rodaje había concluido así que teníamos dos semanas libres por delante.

—Bien, ¿A dónde me vas a llevar ahora que tienes unos días libres? —le dije a Brooke con una sonrisa de desafío.

—No sé, tendré que pensarlo. —respondió ella dubitativa.

—Vamos, no me digáis que no se os ocurre nada. —intervino el padre de Brooke con la boca llena de tortitas.

—Pues se me ocurren miles de cosas, pero…

—Na, na, na. Menos mal que me tenéis a mí. Haced las maletas chicos, nos vamos a Las Vegas.

—Papa, la verdad es que pensaba más en un viaje en pareja, ya sabes.

—Tonterías, tu chico y yo tenemos que conocernos y además tengo que enseñarle a divertirse. Cogeremos la ruta 66, pararemos en los bares de carretera a comer hamburguesas y palitos de queso, beberemos y nos haremos fotos en el desierto. Vamos, será divertido.

—Papa…

—Prometo dejaros follar todo lo que queráis. —dijo James poniendo cara de bueno.

—Está bien —dijo Brooke después de echarme una breve mirada de disculpa.

Hicimos las maletas y en un par de horas estábamos de camino en el Camaro de Brooke conmigo al volante. En un par de horas habíamos salido de Los Ángeles y nos internábamos en el desierto. La carretera no era muy ancha y se notaba que había pasado tiempos mejores. En cuanto pasamos las colinas que rodeaban Los Ángeles se convirtió en una estrecha cinta que partía el desierto en dos con rectas que parecían interminables. A las dos de la tarde, el calor era tan intenso que paramos en una estación de servicio para comer y beber algo.

Comimos hamburguesas y aros de cebolla y bebimos unas cervezas esperando a que el sol bajase un poco y amainase el intenso calor.

Tras un par de horas la temperatura se volvió soportable, salimos del restaurante y continuamos el viaje. Con ciento ochenta kilómetros de rectas interminables había tenido suficiente así que deje conducir a Brooke mientras dormitaba en el asiento de atrás. El sol empezaba a caer cuando las luces de Las Vegas empezaron a verse en el horizonte. Sin embargo no nos dirigimos hacia allí si no que mis guías se desviaron del camino y se dirigieron a la presa Hoover.

Paramos en un bar de carretera justo al pie de la presa y tomamos unas cervezas mientras admirábamos la puesta de sol sobre el desierto. Me hubiese quedado allí toda la noche pero James ya estaba ansioso por llegar a las mesas de juego, así que tras apenas veinte minutos ya nos estaba apurando para que terminásemos nuestros refrescos y nos pusiésemos en movimiento.

Cuando pasamos por el Strip tuve que sujetarme la mandíbula para no atravesar toda la longitud de la calle con la boca abierta como un pueblerino. La ciudad entera parecía un gigantesco parque temático en el que las luces, las fuentes y los estrambóticos monumentos me hacían retorcer el cuello de un lado a otro alucinado.

Como no podía ser de otra forma, James había reservado una habitación el Caesars Palace. Para él había reservado una habitación en Nobu mientras que para nosotros había elegido una spa suite lo suficientemente lejos de él como para que no nos sintiésemos vigilados aunque sospeché que era para estar a su aire.

La suite era una pasada, estaba en una de las torres y en el interior tenía una pequeña piscina con hidromasaje en la que cabíamos nosotros dos y cuatro o cinco personas más si hacía falta. En cuanto entramos las maletas y nos refrescamos un poco, bajamos al casino donde James ya nos estaba esperando en uno de los restaurantes con una hamburguesa y una cerveza en la mano.

Cenamos rápidamente y nos dirigimos a las mesas de juego. El ambiente era alucinante, había maquinas tragaperras por todas partes y ancianitas con enormes cubos de cartón llenos de monedas. Cada vez que me quedaba parado detrás de una más de quince segundos, volvían la cabeza y me miraban con una mala leche que daba miedo.

Nunca he sido fan de esas máquinas así que cambié unos cuantos billetes y me dirigí a la mesa de Black Jack. No llevaba más de cinco minutos jugando cuando una camarera se me acercó y me ofreció una copa gratis.

Al parecer la táctica del casino era enturzarte hasta que no supieras lo que hacías y te gastases el sueldo del mes, la pensión de la abuela o el seguro de vida. Yo ya estaba avisado así que me lo tome con calma y fui prudente en las apuestas.

El resultado fue que perdí cerca de mil pavos en menos de hora y media. Cuando me sentí lo suficientemente escocido me levante de la mesa con las pocas fichas que me quedaban y me dirigí a la ruleta donde padre e hija estaban mano a mano. Brooke había ganado quinientos dólares pero su padre había perdido casi tres mil y estaba de un humor pésimo. Eran casi las tres de la mañana cuando logré convencerlos de que el día siguiente habría más suerte y nos fuimos a la cama.

El día amaneció luminoso y despejado, como se esperaría en una ciudad que está en medio del desierto. Desayunamos con lo que pudimos sacar de unas maquinas expendedoras que había en el pasillo y fuimos a buscar a James. Al parecer el padre de Brooke había seguido la fiesta por su cuenta y cuando llamamos a la habitación dos rubitas nos abrieron la puerta y se despidieron de nosotros con una sonrisa traviesa.

El padre de Brooke aun estaba en la cama con una sonrisa satisfecha pintada en la cara.

—¿Y qué hacemos hoy? —preguntó él poniendo los brazos tras la cabeza.

—Había pensado que podíamos dar un paseo en helicóptero por el gran cañón. —dije yo enarbolando un tríptico que había encontrado en la recepción del hotel.

—Estupenda idea —dijo James— Dadme veinte minutos y estaré listo.

El paseo en helicóptero fue corto pero intenso, Chet, el piloto, era un cincuentón que para combatir el tedio de hacer siempre el mismo recorrido procuraba acercarse a las paredes del cañón lo suficiente para que pudiésemos ver como subían por ellas las hormigas.

El paseo fue espectacular. Las dimensiones del tajo que el rio Colorado había hecho en el desierto eran difíciles de describir y los colores de las paredes y las líneas de sedimentos lo hacían aun más impresionante.

Apenas pude contener el impulso de besar el suelo cuando salí del helicóptero. El tipo volvió a llenar el helicóptero y se largó despidiéndose con un grito de guerra que no debió de sentar nada bien a los nuevos pasajeros.

De vuelta, después de comer decentemente por primera vez desde que salimos de Los Ángeles, volvimos al hotel.

Brooke y yo decidimos disfrutar de un baño de lodo que venía con el precio de la habitación mientras James volvía a la mesas de juego. Yo me mostré un poco preocupado, pero Brooke no le dio importancia y me dijo que su padre se corría ese tipo de juergas muy de vez en cuando y nunca había tenido problemas con el juego.

Entramos en el Spa y nos atendieron dos jóvenes que nos introdujeron desnudos en una gran bañera de lodo templado dejándonos solos. En pocos minutos estábamos totalmente relajados. Mi mano se extendió inconscientemente buscando el cuerpo de Brooke que sonrío y cogiendo un poco de barro lo extendió por mi cara.

Yo hice lo mismo y cuando terminé ella se levantó en la bañera dejando que el lodo escurriese de su cuerpo hasta que quedó una fina capa oscura y resbaladiza recubriéndole como una segunda piel.

—¡Puaj! —exclamé al besarla—recuérdame que nuestra próxima sesión de este estilo sea en chocolate.

Brooke sonrió y sin decir nada me quitó el barro de los labios y me besó.

—Esto me recuerda a cuando hacía con mi prima postres con la tierra de los tiestos. — dijo Brooke separándose.

—Pues a mí me recuerda a cuando como almejas de Carril traídas por furtivos —repliqué apartando el lodo de su sexo con los dedos y dándole un lametón.

La joven gimió y separó las piernas excitada. Escupiendo lodo divertido, acaricié su cuerpo resbaladizo haciendo dibujos con mis dedos en sus piernas y su culo. Luego fui subiendo poco a poco por él hasta que llegué a sus pechos. Acaricié sus pezones y simulé apartar el barro para darles un par de buenos pellizcos. Brooke gritó y me insultó pero yo no le hice caso y me metí los pezones erizados en la boca. Sabían horriblemente deliciosos. Brooke gimió y apretó mi cabeza contra ella animándome a seguir.

Tras unos segundos con un movimiento rápido me dio un empujón para volver a sentarme en el fondo de la bañera. Antes de que pudiese recuperar el equilibrio se sentó encima mío y tras frotar su sexo contra mi polla erecta la guio con sus manos a su interior.

Mi polla entró con un apagado ruido de succión que nos hizo reír a ambos. En cuestión de un instante se clavó hasta el fondo del coño de Brooke que la recibió con un fuerte gemido.

Sorprendido sentí como mi polla resbalaba con facilidad en el interior de la joven. Las arenillas del lodo se interponían entre nuestros sexos provocando una ligera sensación de fricción muy placentera. Brooke intentaba agarrase a mi cuello, clavándome las uñas para no resbalar mientras subía y bajaba por mi polla.

Yo abracé su cuerpo resbaladizo como el de un pez y me limité a gemir extasiado. A punto de correrme la levante en el aire, pero se me resbaló y cayó en el interior de la bañera produciendo una explosión de lodo. Empezamos a pelear en el interior de la bañera, ella quería volver a colocarse encima de mí, pero yo la agarraba y la empujaba hasta que logré colocarla a cuatro patas y la penetré por detrás antes de que pudiese escurrirse.

Agarrándole por las caderas comencé a empujar en su interior disfrutando de su cálido interior. Tras unos momentos Brooke dejó de resistirse y volviendo su cabeza hacia mí comenzó a acompañar mis empujones cada vez más fuertes y rápidos con el movimiento de sus caderas.

Como pude la cogí por el cuello y sin sacar mi miembro de su interior me eché hacia atrás dejando que ella quedara sentada encima de mí. Cada vez más excitada comenzó a saltar sobre mi polla con violencia mientras yo acariciaba su sexo y sus resbaladizos pechos hasta que noté como todo su cuerpo se paralizaba atravesada por relámpagos de placer.

Incapaz de contenerme saqué mi polla de su interior y tumbándola boca arriba me corrí adornando con mi crema sus pechos bañados en aquel oscuro chocolate.

Jadeando nos sumergimos en el barro caliente y nos besamos sintiendo como nuestro deseo se calmaba al menos por un rato.

—¿Dónde coño habéis estado? —preguntó James cuando finalmente aparecimos casi a las ocho de la tarde.

—Estuvimos en el spa y luego nos pegamos un baño en la piscina para quitarnos un poco el barro. ¿Nos has echado de menos papa?

James había pasado toda la tarde jugando así que nos dirigimos a uno de los restaurantes del casino y cenamos algo.

Salimos del restaurante con la tripa llena y unas cuantas copas de vino y nos dirigimos a las mesas. Antes de empezar a jugar le pedimos una copa de champán a la camarera y tras beberla de un trago cambiamos unas fichas y nos dirigimos a la mesa de Black Jack. Esta vez parecía que la suerte estaba de mi lado y gane quinientos pavos en las dos primeras manos. Pedí un Whisky y me dispuse a disfrutar de una larga noche de juerga con una preciosa mujer a mi lado.

***

Desperté a la mañana siguiente con una resaca horrible y totalmente vestido. Me giré en la cama notando como mi equilibrio me seguía un par de segundos después, pero Brooke no estaba a mi lado.

Tras unos segundos mis sentidos volvieron a funcionar y oí como la joven trasteaba en la otra habitación de la suite.

Con un mareo considerable me levanté y me miré al espejo. Llevaba un absurdo mono de color blanco adornado con un águila de lentejuelas y una capa con el forro rojo. ¡Joder! ¡Alguien me había vestido de Elvis! Cuando levanté las manos para frotarme las sienes intentando recordar la vi en mi dedo anular y un escalofrío recorrió mi cuerpo.

—Hola maridito —dijo Brooke entrando en la habitación con su alianza en alto.

—¡Joder! Menos mal, creí que me había casado con tu padre.

—¿De veras que no te acuerdas de nada? —preguntó mi flamante esposa incapaz de contener las carcajadas al ver mi cara de desconcierto.

—El último recuerdo que tengo es cuando pedí el bourbon para celebrar lo de los quinientos pavos.

Con un nuevo escalofrío, una terrible sospecha empezó a abrirse paso en mi mente.

—¡Dios mío! ¡He picado! ¿Cuánto he perdido? ¿Cuándo vienen a partirme las piernas?

—¿Tampoco te acuerdas de eso? —dijo Brooke riendo cada vez más fuerte.

—Por favor cuéntamelo todo. Y por Dios bendito, no te rías tan fuerte, me va a estallar la cabeza.

—Está bien, —dijo ella sonriendo—El caso es que tras beberte el bourbon de un trago y pedir otro te jugaste todo lo que habías ganado hasta ese momento y… volviste a ganar. A continuación volviste a jugártelo todo varias veces ganando cada vez y tomando una copa cada vez, hasta que terminaste totalmente borracho, incapaz de pedir una carta más y con ciento cincuenta y siete mil dólares en fichas.

—¿Ciento qué? —pregunté intentando digerir todo aquello.

—Entre papa y yo te acompañamos a la caja donde te cambiaron las fichas por dinero en efectivo —continuo mi esposa señalando un maletín— y dijiste que la noche tenía que terminar de una forma apoteósica así que, delante de la caja del casino, te arrodillaste y me pediste que me casara contigo. A pesar de lo borracho que estabas me dijiste unas cosas tan bonitas que no pude resistirme y te dije que sí.

—¡Joder! ¡Qué patético! Y yo sin acordarme de nada.

—Te dije que sí y James, tu suegro, nos llevó a la capilla dónde se había casado con mi madre. Tu insististe en que ya que nos casábamos en las vegas lo mínimo era casarte disfrazado de Elvis.

Antes de que Brooke pudiese decir nada más mi nuevo suegro apareció por la puerta con aire complacido.

—Aquí está el Elvis más afortunado que conozco. —dijo con un vozarrón que casi me parte la cabeza— Gana ciento cincuenta mil machacantes y encima se lleva una joya de regalo. —dijo dando a Brooke un beso en la mejilla.

—Hola James.

— Espero que trates a esta mujercita como se merece. —dijo mi flamante suegro mientras hurgaba en los bolsillos de su chaqueta de cuero.

—Como padre de Brooke esperaba que hubieses sido más razonable y hubieses intervenido para evitar una boda de la que nunca tendré un recuerdo.

—Lo siento, tío, pero yo estaba solo un pelín menos cocido que tú. De todas maneras estoy seguro de que era lo que querías.

—Sé que me he casado prácticamente inconsciente, pero tienes razón quiero a su hija de verdad… por eso quería una boda que pudiese recordar.

—Estupendo —me interrumpió él — porque si no iba a quedar como un estúpido al regalaros este viaje de luna de miel a Hawái. Espero que de esto si te queden recuerdos.

—Boda en Las Vegas y luna de miel en Hawái, y luego dicen que España es el país de los tópicos. —dije yo sonriendo por primera vez y abrazando a Brooke.

—Espero que hayáis sacado unas cuantas fotos, me gustaría poder recordar algo de mi boda…

FIN

 

Relato erótico: “La tormenta” (POR ALEX BLAME)

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DE LOCA A LOCA PORTADA2Tara salió de la ducha, se secó cuidadosamente el cuerpo con la toalla y se aplicó la crema de Sin títuloavellanas frente al espejo. A pesar de que ya no era una jovencita seguía sintiéndose orgullosa de su cuerpo. Sus ojos seguían siendo grandes, de un verde azulado intenso y sin arrugas o bolsas bajo ellos. Su cutis era fino y terso, su nariz pequeña y recta y sus labios gruesos y suaves. Se los repasó con la lengua mientras levantaba su espesa melena negra con sus manos.

Se giró ligeramente y se miró el cuello largo, con la piel tersa, sin arrugas ni descolgamientos, Satisfecha bajó la vista y se observó el cuerpo bronceado y voluptuoso y cogió un poco de crema. Con lentitud la extendió por su cuello, sus clavículas y por su pecho, rodeando su busto y finalmente cerró los ojos y se pasó las manos por los pechos y el vientre deseando que fuese su marido el que la estuviese acariciando.

Con un suspiro sus manos se deslizaron suaves entre sus piernas y dándose la vuelta observó su culo aun redondo y tieso gracias a las largas sesiones de aerobic. Orgullosa se puso de puntillas y observó como su culo se convertía en dos perfectos hemisferios morenos y tersos sustentados por dos columnas esbeltas y tensas.

Se acercó a un sofá y poniendo un pie sobre el asiento se aplicó la crema con esmero por las pantorrillas y los pies. Con una sonrisa satisfecha se miró por última vez y se dirigió al armario. Tuvo que ponerse de puntillas para llegar a la caja que estaba en el altillo. Con cuidado la puso sobre la cama y tras quitar el polvo de la tapa la abrió con cuidado.

Después de quince años, aun recordaba con total nitidez la última vez que se había puesto aquel conjunto. Estaba muerta de miedo, ella, una joven criada entre algodones en una antigua mansión del sur de Virginia, se iba a casar con un hombre que casi le doblaba en edad, un rico abogado del norte que ayudaría a sostener los vicios de su antigua y derrochadora familia.

Con suma delicadeza sacó el conjunto y lo extendió sobre la cama para admirarlo. Tenía tiempo de sobra, Jack no llegaría hasta las siete y el servicio había preparado la cena y se había ido a casa para dejarles solos en un día tan especial.

Tras echarle un vistazo se dirigió hacia el amplio ventanal y observó cómo se arremolinaban las nubes creciendo en la húmeda y cálida atmosfera. Abrió la ventana esperando que entrase un poco de brisa fresca, pero solo entró una bocanada de aire pesado y caliente. Exactamente igual que aquel día de mayo.

Cerrando la ventana se dirigió de nuevo a la cama. Con lentitud cogió el sostén blanco y comprobando que estaba como el primer día, se lo colocó satisfecha al ver que le sentaba casi tan bien como en aquella ocasión. Tras ello se colocó las suaves bragas, un poco pasadas de moda, pero aun suaves y bonitas.

Mientras se colocaba el ligero y las medias cerró los ojos y se encontró de nuevo en aquella habitación que olía a azahar rodeada de sus damas de honor que la vestían y reían emocionadas.

La ceremonia fue preciosa. A pesar del calor, la gente se emocionó y disfrutó al ver como la hermosa e inocente damita del sur se casaba con el hombre maduro, apuesto y adinerado del norte.

Apenas lo había visto un par de veces antes de la ceremonia, pero su porte apuesto, su pelo veteado de gris en las sienes y su sonrisa bondadosa le hicieron sentirse segura y protegida.

Tras el convite Jack la cogió en sus brazos y la llevó a la pista del baile. Flotó por la pista con los brazos de su esposo en torno a su talle, girando al ritmo del vals. Recordaba como si fuese ayer como al terminar casi se desmayó víctima del champán, el calor y la emoción.

Jack se dio cuenta inmediatamente y la sacó de allí en volandas dejando que sus padres les disculpasen.

Su flamante esposo entró en la habitación portándola en sus brazos para a continuación depositarla suavemente sobre las sábanas.

—¿Te encuentras bien? —preguntó él solícito.

—Sí, gracias, solo fue un momento, ahora estoy bien. —dijo incorporándose.

—Será mejor que dejemos la noche de bodas para mañana. —dijo Jack intentando no parecer demasiado decepcionado.

—¡Oh! No, de veras que estoy bien.—dijo levantándose de la cama y colocándose frente a él, poniéndose de puntillas y dándole un beso.

Enseguida notó como su marido respondía a su beso con suavidad acariciándole la cara y el cuello y poniéndole la piel de gallina. Recordaba con total perfección como se había sentido a la vez excitada y temerosa. Era la primera vez que estaría desnuda ante un desconocido. Tras romper el beso, la joven se dio la vuelta invitando a Jack a que le desvistiese.

Aquel hombre, tan íntimo y tan desconocido a la vez, deslizó las manos por su espalda mientras iba bajando la cremallera. Cuando terminó, el vestido blanco resbaló por su cuerpo y cayó inerte a los pies de la joven.

Recordaba perfectamente cómo se quedó quieta, un poco cohibida por su desnudez. Con suavidad Jack la cogió por los hombros y la volteó observando su cuerpo joven y acariciando la lencería que ocultaba con profusos bordados sus partes más íntimas.

Tras escrutarla a placer tomó su cara y mirándole a sus ojos la besó de nuevo. Esta vez no fue tan tímida y exploró la boca de su marido con su lengua. Un intenso sabor a Whisky y a tabaco le inundó excitándola. Sin darse cuenta de lo que hacía apretó su cuerpo contra el de su esposo. Jack respondió bajando sus manos y estrechando con ellas su culo a través de las finas bragas.

Paulatinamente el mareo se fue esfumando y se sintió tan excitada por las sabias caricias del hombre que no pudo evitar un gemido. Esa fue la señal que Jack estaba esperando para subir las manos por su espalda hasta llegar al sujetador y soltar el cierre.

Se cogió las copas aun un poco indecisa, pero Jack le apartó las manos con suavidad dejando a la vista unos pechos redondos, del tamaño de grandes pomelos con unos pezones pequeños y rosados.

Antes de que pudiera hacer nada, Jack cogió uno de ellos y se lo metió en la boca. La sensación fue indescriptible, el pezón se erizó inmediatamente enviando chispazos de placer por todo su cuerpo. Gimió y se apretó contra su esposo deseando que aquellas caricias no terminasen nunca.

Tras unos segundos se separó con un suspiro y esta vez fue ella la que empezó a desnudar el cuerpo de su marido. Con dedos hábiles le aflojó el nudo de la corbata y le quitó el traje hasta dejar a Jack en calzoncillos. El hombre sonrió al ver cómo era incapaz de reprimir una sonrisa nerviosa al ver a su esposo casi totalmente desnudo.

Jack se bajó los calzoncillos y dejó que ella observase su polla crecida aunque no totalmente dura. Se acercó y la rozó tímidamente con su mano. Con una mirada Jack le animó a continuar y ella se arrodilló y cogió la polla entre sus manos.

El miembro se enderezó casi inmediatamente amedrentándola ligeramente, pero su abuela ya había tenido una conversación con ella hacia un par de semanas y le había dicho lo que tenía que hacer.

Aun un poco temerosa, abrió la boca y besó y lamió su glande con suavidad. Con satisfacción notó como la polla de Jack crecía en su boca y se ponía dura y caliente como el hierro al rojo a la vez que el hombre soltaba un quedo gemido. Se sintió un poco extraña con el miembro de Jack en su boca, pero los roncos suspiros de placer de su marido la animaron a chupar cada vez más fuerte hasta que su esposo la tuvo que apartar para no correrse antes de tiempo.

Con suavidad la ayudó a levantarse y la tumbó boca arriba sobre la cama. Ella esperó con las piernas tímidamente cerradas. Jack se inclinó y con suavidad tiro de sus bragas para sacárselas. Ella le dejó hacer temblorosa aunque tampoco hizo nada por ayudarle.

Con una sonrisa Tara se tumbó sobre la cama y acariciándose los muslos recordó como al sentirse totalmente desnuda se tapó el sexo con las manos. Con suavidad Jack las apartó dejando a la vista la suave mata de pelo oscuro que ocultaba su pubis para a continuación separar sus piernas acariciando y besando el interior de sus muslos y la entrada de su coño.

No era la primera vez que se acariciaba entre las piernas, pero el hecho de que fuera otra persona la que lo hiciese, el morbo de sentirse tan deseada y las hábiles caricias y lametones de Jack hicieron que el resto del mundo se diluyera y solo existiera el placer y el deseo que embargaban su cuerpo.

Tuvo que morderse los labios para mantener la compostura y no suplicarle que la empalase con su polla de una vez.

Su marido se dio cuenta del deseo de la joven y con una sonrisa pícara se dedicó a acariciar y mordisquear sus piernas, sus tobillos, sus medias…

Sentía como todo su cuerpo hervía y a duras penas reprimía el deseo de bajar sus manos y abrir los labios de su vulva para mostrarle a su esposo su coño encharcado de de deseo.

Por fin Jack se dejó de juegos y se colocó entre sus piernas. Excitada hasta un punto del que nunca se había creído capaz, abrió un poco más sus muslos para acogerle y creyó derretirse cuando la polla de su marido contactó con la entrada de su vagina.

Con suavidad Jack guio su polla a la entrada de su sexo, se inclinó sobre ella y comenzó a besar y chupar el lóbulo de su oreja mientras le tanteaba el virgo con suavidad.

De repente Jack le mordió con fuerza el lóbulo de la oreja, Tara abrió la boca para quejarse pero entonces se dio cuenta de que tenía toda la longitud de la polla de su esposo en sus entrañas. El dolor se pasó en un instante sustituido por los relámpagos de placer que irradiaban desde su coño haciendo que su cuerpo entero hirviese de deseo.

Tras asegurarse de que estaba bien, Jack comenzó a entrar y salir cada vez con más fuerza. Estaba tan sorprendida por la avalancha de sensaciones que se limitó a dejarse hacer incapaz de hacer nada más que mirar a su marido a los ojos y gemir suavemente.

Con una sonrisa malévola Jack le cogió por las piernas y tiró de ellas hacia arriba a la vez que se separaba permitiendo a su esposa ver como la polla entraba y salía de su cuerpo.

Sus movimientos se hicieron más rápidos, secos y profundos. Creyó que aquel hombre iba a partirla por la mitad. Cuando se dio cuenta había perdido toda compostura y estaba gritando y animando a su marido a follarle cada vez más fuerte hasta que la sensación de mil agujas de placer clavándose en todo su cuerpo le hicieron perder el resuello.

Su marido soltó sus piernas en ese momento y volviendo a tumbarse sobre ella, siguió penetrándola a la vez que le besaba hasta que con dos últimos y salvajes empujones se corrió dentro de ella.

Sintió la oleada de semen caliente llenar sus entrañas y jadeando clavo sus uñas en los costados de sus marido susurrándole palabras de amor a los oídos.

Tara no pudo evitar llevarse las manos a su sexo recordando aquella noche. Con una sonrisa recordó como se había mostrado deseosa, acosando a su marido para que le hiciese el amor durante toda la noche y consiguiendo que la follase tres veces más antes del desayuno.

Una fuerte racha de viento empujó el ventanal abriéndolo de golpe. El ruido la sobresaltó sacándole de su ensoñación y Tara se apresuró a cerrarla antes de que entrase polvo o hojas muertas. Mientras aseguraba la puerta observó como las nubes, cada vez más pesadas y negras, se acercaban. La tormenta no tardaría en llegar.

Efectivamente, el primer rayo descargó cinco minutos después y el suave repiqueteo de la lluvia pronto se convirtió en una oleada incontenible.

En ese momento el teléfono sonó sobresaltándola.

—Hola cariño. —dijo su marido al otro lado de la línea.

—Hola Jack a qué hora llegarás.

—Lo siento, por eso te llamaba, mi amor. Sé que esta es una noche especial, pero estoy en los juzgados, uno de nuestros clientes, Phil Easterbrook, no sé si te acordarás de él, se ha metido en problemas.

—Claro que me acuerdo de él. ¿Cómo no voy a conocer a vuestro mejor cliente?

—Bueno, el caso es que ha tenido un lío en un restaurante, se ha negado a pagar la cuenta y cuando han intentado retenerle la ha emprendido con el mobiliario y han acabado deteniéndole. Parece que iba con un par de copas de más y a insultado gravemente a una agente que vino a poner paz, con lo que ha terminado en comisaría. Me temo que llegaré bastante tarde.

—¡Vaya! —dijo Tara sin poder disimular su desilusión— Tenía preparado algo especial para este día.

—Lo siento cariño, pero Phil no se fía de nadie más. Iré en cuanto pueda.

—No te apures. Creo que será mejor que te quedes a dormir en el bufete, aquí está descargando una tormenta de las buenas, lo más seguro es que corten la carretera por la noche.

—De acuerdo mi amor. Lo siento mucho.

—No te preocupes tonto. Te voy a enviar algo para que te consueles cuando te eches a dormir. Un beso.

—Un beso mi amor.

Tras colgar el teléfono fijo cogió su smartphone, se hizo una foto frente al espejo y se la envió por wasap. La respuesta fue toda una serie de iconos enfurecidos de su marido por no estar en casa acariciando y besando a su esposa.

Con una sonrisa satisfecha se acercó a la cocina para calentar la cena. Estaba a punto de elegir el trozo de pato que iba a calentar cuando el timbre de la puerta le sacó de sus pensamientos.

Se dirigió a la puerta con naturalidad cuando se dio cuenta de que se dirigía a abrir vestida únicamente con la lencería. Pidiendo un momento a la persona que estaba al otro lado de la puerta corrió al armario del dormitorio de donde sacó una bata de seda color gris perla preguntándose quién demonios se atrevería a salir de casa con aquella tormenta.

Corriendo tanto como se lo permitían las sandalias de tacón que se había puesto se dirigió a la entrada y abrió la puerta. Al pie de los peldaños, bajo una cortina de agua, un hombre joven y moreno, de pelo largo y negro esperaba pacientemente a que la puerta se abriese.

—Hola perdone que le moleste —dijo el desconocido chorreando agua—pero he tenido una avería con el coche y mi móvil no tiene cobertura. Me preguntaba si podría prestarme su teléfono un instante para hacer una llamada.

—Por supuesto, pero pase, no se quede ahí bajo la lluvia. —dijo ella abriendo la puerta totalmente para facilitarle la entrada— Realmente hace una tarde de perros.

Cuando el desconocido subió los peldaños que le daban acceso a la casa Tara comprobó que era alto y corpulento, debía medir casi uno noventa. Su tez era cobriza y sus ojos ligeramente rasgados haciéndole pensar a la mujer que el desconocido probablemente tuviese antepasados de sangre india. El pelo negro y largo chorreaba agua empapando los hombros de su camisa haciendo que esta se pegase a la piel revelando una musculatura impresionante.

Durante un momento un relámpago de miedo atravesó su cuerpo como un escalofrío, pero la sonrisa de agradecimiento del desconocido, cálida e inocente le hizo sentirse como una tonta.

—Adelante, le traeré también una toalla para que se seque un poco. —dijo ella dejando al hombre en el recibidor mientras iba en busca del inalámbrico.

Tras un par de minutos volvió con el teléfono y una toalla. El hombre le esperaba prácticamente en la misma postura en la que le había dejado. Mientras se acercaba se fijó de nuevo en su rostro duro y anguloso, de labios estrechos y pómulos salientes que le daba un aspecto hierático. El hombre recibió la toalla con una sonrisa cálida y dulce que provocó en Tara un ligero e inexplicable escalofrío. Tras secarse la cara, el cuello y su pelo negro le devolvió la toalla y cogió el inalámbrico. El hombre lo manipuló tecleando un número y lo acercó a su oreja poniendo cara de extrañeza.

—Lo siento, pero parece que no hay línea. —dijo devolviéndole el teléfono para que Tara lo comprobara.

—Vaya, pasa a veces con las tormentas, seguro que algún árbol habrá caído sobre el tendido del teléfono. Tengo un móvil, pero me temo que no servirá de mucho aquí, no tengo cobertura y solo lo utilizo para enviar wasaps por medio del wifi de la casa. —dijo ella disculpándose— me temo que no podemos hacer nada de momento.

—Bueno, gracias de todas formas, —dijo el hombre con un mohín— creo que no voy a tener más remedio que caminar hasta el pueblo más cercano…

—De eso nada. —dijo ella en un arrebato— Estas tormentas son muy violentas, pero no suelen durar mucho. Te quedarás hasta que haya dejado de llover y luego podrás irte.

Sin dar tiempo a reaccionar al hombre le llevó a la cocina y le dejó sentado en una silla mientras se dirigía a la habitación a por un poco de ropa seca. Rápidamente escogió un chándal viejo de su marido que hacía tiempo que no usaba por quedarle demasiado grande y volvió rápidamente.

Cuando llegó de nuevo a la cocina, le vio curioseando entre sartenes y las cacerolas. Le dejó mirar unos instantes más antes de entrar con un suave carraspeo. El hombre levantó la vista y sin aparentar embarazo ninguno se acercó a ella dejando pequeñas huella húmedas tras sus pasos.

—Te he traído un poco de ropa seca. —dijo Tara un poco sonrojada— Espero que te valga es lo más grande que tengo.

El hombre la recogió de sus manos e inspecciono el chándal viejo con curiosidad. Tras un instante se impuso un incómodo silencio. El hombre pareció dudar un momento levantando la vista por encima de la cabeza de Tara como buscando algo pero sin atreverse a pedírselo. Tras unos segundos la mujer se dio cuenta y sonrojándose por su torpeza, le indicó dónde había un baño donde podía secarse y cambiarse de ropa.

Mientras el hombre desaparecía camino del servicio ella se apresuró a poner mesa para dos, calentar el pato y descorchar una botella de vino tinto.

Acababa de poner el vino en el decantador cuando el desconocido apareció por la puerta. El chándal le quedaba algo justo, ciñéndose a su cuerpo potente y musculoso como una segunda piel, haciendo que Tara no pudiese evitar admirarlo y sentir un pequeño chispazo de deseo en sus entrañas.

—Ahora ya pareces un ser humano. —dijo ella sonriendo y recogiendo su ropa húmeda para meterla en la secadora.

—Por cierto, me llamo Dan Hawkeye. —dijo el hombre sonriendo agradecido.

—No eres tú el único al que se le ha estropeado el plan. Tengo cena para dos y me temo que mi cita me ha dado calabazas, así que se me ha ocurrido que podrías acompañarme. —dijo ella sentándose e invitando al hombre a hacer lo mismo.

Al sentarse la suave bata de seda le jugó una mala pasada y se abrió dejando a la vista la pierna de Tara hasta casi la altura del muslo. Se apresuró rápidamente a cerrarla, pero enseguida supo que Dan había visto suficiente. Sonrojada, se centró en trinchar el pato y servir un par de tajadas en el plato de su invitado.

Dan se comportó con naturalidad, aparentando no haber visto nada y probó el pato alabando a la cocinera. Movida por una extraña necesidad de exhibirse le dijo al hombre que lo había hecho ella misma y le sirvió un poco de vino.

La cena transcurrió en una atmosfera irreal. Dan no dejaba de observarla con esos ojos pardos y expresivos y con una sonrisa tranquila en su cara mientras ella llevaba la conversación incapaz de estar callada. Así averiguó que Dan era descendiente por parte de madre de una influyente familia de apaches Chirikahua y se dedicaba a tallar la madera y a trabajar el cuero. Mientras comía pato el hombre le contó un par de bonitas leyendas de su pueblo que se remontaban a cientos de años. Tara escuchó las historias mientras observaba la piel cobriza y los músculos que hacían relieve en el tejido del chándal, notando como los pequeños chispazos de deseo se iban convirtiendo en una oleada cada vez más intensa.

Intentando liberarse del hechizo del desconocido se levantó y se dirigió al frigorífico para sacar un par de copas de mousse de chocolate.

Dan se acercó a ella como un fantasma, sin hacer el más mínimo ruido y cuando se dio la vuelta con las dos copas de mousse en la mano a punto estuvo de tirarlas al encontrárselo de frente a escasos centímetros de ella.

Tara levantó la vista y sus miradas se cruzaron. Con un escalofrío creyó adivinar pequeñas vetas rojas fluctuando entre las fibras de color pardo de sus iris.

Aprovechando la distracción Dan aproximó sus manos y cubrió con ellas los pechos de Tara, sobresaltándola y haciendo que unas gotas de mousse saltaran de la copa manchando el brillante suelo de mármol.

Incapaz de defenderse Tara sintió como el hombre sopesaba y estrujaba sus pechos deleitándose en su calor y su suavidad. El frescor de sus manos atravesó el fino tejido de la bata y el sujetador e hizo que sus pezones se endureciesen inmediatamente.

Sin apartar los ojos de ella recorrió sus hombros, sus flancos, sus caderas y su culo haciendo que el cuerpo de Tara respondiese y se incendiase a su paso.

En ese momento Tara dejó de pensar en lo que estaba haciendo y suspirando se humedeció los labios y abrió la boca invitando al hombre a hacerla suya. Dan no se hizo esperar y abrazándola la besó inundando su boca con el sabor del pato y su nariz con el olor a cuero y húmedad de su cuerpo y su pelo.

Tara aun con las copas en la mano se dejó abrazar devolviendo el beso con entusiasmo con todo su cuerpo incendiado de deseo.

El sonido del timbre le sobresaltó de nuevo. las copas cayeron al suelo rompiéndose y esparciendo su contenido entorno a ellos.

El timbre volvió a sonar insistente así que Tara esquivó como pudo con sus sandalias el chocolate y los cristales rotos y se dirigió al recibidor. Se miró en el espejo y se limpió el carmín corrido antes de abrir la puerta.

—Hola Matt. —dijo saludando al sheriff tratando de no expresar con sus gestos la excitación que le quemaba por dentro—¡Vaya noche de perros!

—Ya te digo —respondió el Sheriff echando un vistazo al torrente de agua que caía del cielo mientras se sacudía el impermeable y escurría el agua que se acumulaba en su sombrero.

—¿Qué te trae por aquí?

—La tormenta, —respondió Matt mientras un relámpago iluminaba el cielo nocturno— El rio está creciendo rápidamente y pronto os quedareis aislados por unas horas. Intenté llamar por teléfono a los vecinos, pero parece que ha caído algún poste así que he tenido que salir a avisaros en persona.

—Gracias Matt, afortunadamente Jack tiene trabajo y no tendré que preocuparme por él esta noche.

—¿Estarás segura aquí sola? —dijo Matt con cara de sincera preocupación.

—No te preocupes por mí, querido, si yo no puedo salir tampoco habrá nadie que pueda entrar.

—En eso tienes razón —dijo el sonriendo.

—En fin, gracias por preocuparte, Matt. Te invitaría a un café, pero como Jack no llegará hasta mañana estaba a punto de irme a dormir…

—Lo entiendo, Tara, en noches como estas no hay mucho más que hacer y aunque quisiese no me puedo parar a tomar nada. Debo apresúrame si quiero avisar a todos los vecinos antes de que el vado esté impracticable

Tras un par de minutos más de charla intrascendente el sheriff se caló de nuevo el sombrero y salió a la tormenta camino de su coche. Justo antes de hacerlo el sheriff se dio la vuelta:

—Una última cosa, a unos doscientos metros camino arriba hay un coche parado sin nadie dentro. Parece que ha tenido una avería. ¿Ha pasado alguien por aquí pidiendo ayuda?

—La verdad es que sí —respondió Tara— Hace unos minutos alguien llamó a la puerta, pero acababa de salir de la ducha y la tormenta empezaba a descargar con fuerza. Lo siento, pero como estaba sola me dio un poco de miedo y no abrí la puerta. Quién quiera que fuese no insistió mucho y se fue. —dijo ella rezando para que el bueno de Matt interpretase los escalofríos que sentía a la mezcla de miedo y culpabilidad por haber dejado a alguien tirado.

—Lo entiendo. No te preocupes, reaccionaste con normalidad. Seguramente continuaría hasta casa de los Dawson. En fin voy a seguir la ronda. Cierra puertas y ventanas y no abras a nadie. Mañana todo volverá a la normalidad.

Tara despidió a Matt, cerró la puerta y se apoyó en ella cerrando los ojos aliviada.

Por un momento se preguntó qué diablos estaba haciendo. Por primera vez un hombre que no era Jack había acariciado sus pechos, y le había gustado. Las manos del desconocido, frescas y suaves le habían excitado, pero lo que hacía estaba mal. No debía. Amaba a su marido.

Abrió los ojos dispuesta a resistirse pero se encontró de nuevo con aquellos ojos oscuros e hipnóticos y toda su determinación se esfumó en un instante. Dan alargó las manos para coger las suyas y tirar de ella. Con una seguridad que le asustó y a la vez le excitó le guio por las escaleras de la antigua mansión con paso firme hasta el dormitorio.

Mientras subía por las escaleras no paraba de pensar en que aquello era una muy mala idea. No se le ocurrían más que razones para no hacer aquello, pero era como verse empujada por una ola. Nadar contra corriente era imposible y solo le llevaba a la extenuación.

El dormitorio estaba tal y como lo había dejado, con la caja de la lencería sobre la cama. Dan soltó la mano de Tara y se acercó a la caja. La abrió y sacó el velo de novia. Tara intentó protestar, pero Dan con una sonrisa le quitó la bata y le colocó el velo con una habilidad que no esperaba de un hombre.

Tara esperó allí en ropa interior sintiéndose de nuevo como aquella niña asustada y a la vez expectante. Dan acercó una mano y con una mirada extraña acarició su mejilla a través del velo. Tara se quedó quieta con los brazos pegados al cuerpo tratando de controlar el ligero temblor que el desconocido le producía con su presencia.

El hombre bajó las manos y acarició el cuerpo de Tara con suavidad poniéndole la piel de gallina. Tara suspiró y dio un ligero respingo cuando él recorrió con sus dedos las trabillas del portaligas hasta el interior de sus muslos.

Los ojos pardos de Dan observaron sus labios húmedos y entreabiertos y adelantándose a los deseos de Tara apartó el velo y le dio un beso largo y húmedo. Tara respondió al beso a la vez que abrazaba al joven y apretaba su cuerpo contra él. De nuevo el frescor de su cuerpo contrasto con la fiebre que dominaba el suyo.

La tempestad seguía azotando los ventanales, intentando colarse por las rendijas de las antiguas ventanas e iluminando la estancia con continuos relámpagos y el fragor de los truenos, pero ella solo sentía el contacto de aquellos dedos fríos y suaves.

Cuando se dio cuenta estaba devorando la boca y el cuello del hombre mientras le quitaba la ropa hasta dejarlo totalmente desnudo. Sin vacilar un solo segundo se arrodilló y cogió la polla del hombre entre sus manos. Era gruesa y a pesar de estar erecta estaba sorprendentemente fresca como el resto de su cuerpo.

La acarició y se la metió en la boca. Apartó el velo que había caído de nuevo sobre su cara y levantó la vista buscando los ojos de Dan mientras chupaba con lentitud el miembro, repasándolo con la lengua, mordisqueándolo y cubriéndolo con su tibia saliva.

El joven suspiró quedamente y se agachó para soltarle el sujetador. La prenda cayó al suelo y Tara sintió como sus pechos se bamboleaban libres de su prisión mientras ella seguía acariciando y besando la polla de Dan.

Poco a poco se fue irguiendo dejando que sus pechos rozasen primero los muslos y luego el pene del hombre. Tara lo colocó entre sus pechos y dejó que el desconocido empujase con suavidad entre ellos.

Tras un par de minutos Dan cogió a Tara por los hombros, la obligó a levantarse y la empujó contra la pared. Los labios del joven se cerraron sobre su cuello y bajaron hasta sus clavículas, sus axilas y sus costillas hasta llegar a sus pechos.

Todo su cuerpo se estremeció de placer cuando su lengua y sus dientes rozaron sus pezones provocándole pequeños chispazos de placer. Con su lengua acarició las venas violáceas que destacaban en la piel de sus pechos siguiendo sus tortuosas trayectorias.

Con un nuevo empujón apretó su cuerpo contra ella. Tara se frotó contra él sin dejar de pensar que se estaba comportando como una perra en celo. En vez de avergonzarse aprovechó una pequeña tregua que le dio el hombre para separarse y dándose la vuelta quitarse las bragas.

Tara giró la cabeza sobre su hombro derecho buscando al hombre, pero no vio a nadie. Confundida giró la cabeza hacia delante de nuevo y se encontró con su cara.

Sin dejarle tiempo para que intentase comprender cómo se había desplazado tan rápido Dan la cogió entre sus brazos, la levantó en vilo y tumbándola sobre la cama la penetró.

La polla del joven entró en su interior y se clavó profundamente, fría y dura como la muerte. El coño de Tara se estremeció envolviéndola con su calor. Entrelazando las manos con las suyas comenzó a penetrarla con movimientos rápidos y secos. Tara, poseída por un intenso placer, solo podía gemir y ceñir con sus piernas las caderas del hombre.

Soltando las manos, Dan levantó sus piernas y las admiró y acarició el suave tejido de las medias sin dejar de follarla. Tara cruzó las piernas para intentar que su coño abrazase la polla de Dan más estrechamente mientras él besaba y mordisqueaba los dedos de los pies por los huecos de sus sandalias.

Con un movimiento brusco Tara se separó y dando la vuelta a su amante se subió a horcajadas. Con una sonrisa maliciosa frotó su vulva contra la polla de Dan unos segundos antes de volver a metérsela. Irguiéndose comenzó a subir y bajar por aquella polla disfrutando de su dureza y gimiendo cada vez que llegaba hasta el fondo de su vagina.

No pensaba en nada, solo estaba concentrada en sentir el placer que irradiaba de su sexo y se extendía por todo el cuerpo haciendo que todo él hormiguease de excitación. Sin dejar de saltar sobre el hombre se cogió los pechos, se los estrujó y se retorció los pezones gimiendo y jadeando. Cuando Dan hizo el amago de acercar sus manos a ellos, Tara se inclinó y cambiando el metesaca por amplios movimientos circulares puso los pezones a la altura de su boca.

Dan aprisionó uno de sus pezones con sus dientes y lo mordió con fuerza. Tara gritó dolorida, pero no hizo amago de apartarse y siguió moviendo sus caderas cada vez más fuerte hasta que no aguantó más y se corrió.

Con un empujón el desconocido la apartó y la tumbó boca abajo. Con la polla aun dura y hambrienta se inclinó sobre ella y acarició su cuerpo sofocado por el reciente orgasmo. Tara cerró los ojos y disfrutó de las suaves caricias sintiendo como su cuerpo volvía a reaccionar a una velocidad que nunca había experimentado.

Se sentía una puta y una traidora, pero no podía evitarlo. Con el cuerpo de nuevo ardiendo de deseo se tumbó boca abajo sobre la cama, poniendo una almohada bajo sus caderas y abrió ligeramente sus piernas. Dan se inclinó entre ellas y le besó y le mordisqueó el sexo aumentando su excitación hasta que se vio obligada a suplicarle que la follara.

Dan cogió su espeso pelo negro con una mano mientras que con la otra guio su miembro al cálido interior de su sexo. Todo el cuerpo de Tara se estremeció conmovido por el placer que le produjo. Complacida sintió como el joven se tumbaba sobre ella y la penetraba con suavidad.

Sin dejar de empujar cada vez más fuerte, Dan acarició su cuello, su mandíbula y su cara.

Tara empezó a gemir de nuevo cada vez más excitada, podía sentir la sangre corriendo por sus venas a toda velocidad. Con un ligero tirón de su cabello, Dan le ladeó la cabeza y le besó el cuello, primero con suavidad y luego con más fuerza mordiéndoselo suavemente.

Tras un par de minutos notó que el miembro de su amante comenzaba a irradiar cada vez más calor. En ese momento los empujones de Dan se hicieron rápidos y violentos haciendo que Tara se corriese en cuestión de segundos.

El orgasmo fue tan intenso que se olvido hasta de respirar. Dan siguió penetrándola y mordiéndole el cuello, prolongando su orgasmo y llenándole el coño con su semilla.

Con un suspiro Tara se relajó e intentó separarse, pero Dan seguía agarrado a ella y chupando su cuello. Intentó separarlo, pero él no la dejó y fue entonces cuando notó que algo iba mal. Se sentía débil y mareada.

Intentó revolverse, pero el hombre la tenía inmovilizada con el peso de su cuerpo y no pudo hacer otra cosa que debatirse inútilmente, aterrada, mientras sentía como su conciencia se iba esfumando poco a poco hasta perderse en la negrura de la inconsciencia.

Un rayo de luz se filtró entre las cortinas hiriendo sus ojos con un brillo anormalmente intenso. Tara se incorporó y un ligero mareo le despertó una serie de confusos recuerdos, aliviada de que todo hubiese sido un sueño se levantó y se dirigió al ventanal abriendo las cortinas. La tormenta había pasado y la mañana era tan espléndida que tanta luz le hizo recular hasta el fondo más oscuro de la habitación.

Deslumbrada se dirigió al baño para refrescarse un poco la cara. La imagen que le devolvió el espejo le obligó a agarrase al lavabo para no caer. Estaba sumamente pálida y al ladear la cabeza vio dos pequeñas punciones en el cuello.

El ruido de las llaves en la cerradura le sobresaltó y tan rápido como el mareo se lo permitió metió el velo y la ropa interior dentro de la caja para luego atarse un pañuelo al cuello y meterse en la cama.

No le costó demasiado fingir que tenía una terrible migraña. Jack sonrió ajeno a la traición de la que había sido objeto y cerrando las ventanas y las cortinas se tumbó a su lado procurando que estuviese lo más cómoda posible.

Jack acariciaba su cara y besaba su frente con cara preocupada mientras Tara deseaba los besos y las caricias de Dan. El sentimiento de traición se veía ahogado por el irresistible deseo de estar de nuevo con el desconocido.

Su marido se ofreció quedarse con ella pero Tara insistió en que debía volver a la oficina y encargarse de los casos que tenía pendientes. En el fondo Jack estaba ansioso por volver al trabajo y terminar con el asunto que le había impedido llegar a casa la noche anterior, así que comió algo con ella en la cama y se fue a la oficina mientras Tara veía con satisfacción como las nubes densas y oscuras empezaban a arremolinarse de nuevo. En lo más profundo de su ser sentía que su amo no tardaría en volver y ella le esperaba con impaciencia.

Para contactar con el autor:

alexblame@gmx.es

 

Relato erótico; “Diana y Alfred: Amigos de Verdad (Parte 12)” (PUBLICADO POR DIANITA)

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Ufff…….cada vez la llama crece en lugar de disminuir…….siento que pierdo el control sobre lo que está pasando y mujeron cmuestra de ello, es que de últimas fechas, quería ir acabando esos encuentros con mi amigo Alfredo, e incluso pasó por mi mente renunciar al trabajo y dedicarme a mi hogar, pero por alguna u otra situación, algo se atravesaba y el tiempo pasaba sin dar punto final.  Además de lo anterior, el destino me ponía una prueba más: De unas fechas para acá, justo mi esposo, empezaba a reforzar sus fantasías de verme atractiva y de imaginarme cogiendo con Alfredo. Sus palabras eran para mí, droga que me prendía mucho y me inquietaba al grado de enloquecer de deseo por coger más y más.

Las palabras de mi esposo, seguían generando cosquilleo en ambos, pero más aún, mi esposo increíblemente, era el que estaba poniendo más leña al fuego últimamente y ello estaba dando pauta a que incluso, ahora la situación se torne mucho más morbosa que antes!! Siii, así como lo leen….más morbosa, porque ahora mi esposo es quien quiere que nos reunamos los tres deliberadamente, con tal de poner a prueba sus celos, o por ver hasta dónde puede ser el o yo, capaz de alimentar el morbo a esa fantasía, o no sé si para ponerme a prueba al estar en medio de los dos, o simplemente para orillarme a caer en alguna trampa. Él dice que quiere creer en mí y que para ello, salgamos los tres como muestra de que hay más amistad que deseo de parte de mi amigo!.

Ante eso…..como frenar esta situación??

Por ello, después de la última salida con mi esposo, y la insistencia más firme sobre la fantasía que rondaba en su cabeza, no hizo más que generar una enorme excitación en mí, lo que provoco que mi mente comenzara a abrirse a una posibilidad…..la posibilidad más loca hasta ahora en esta aventura: Compartir una noche de diversión entre mi esposo y mi amigo-amante conmigo…..los tres juntos, con el riesgo de todo!. Y es que no es lo mismo que mi esposo y Alfredo se encontraran en la escuela, donde la multitud de la gente impedía un contacto más directo, a que ahora, estuviéramos solos los tres, conviviendo, tomando e incluso hasta bailando con ambos. Eso sí es morbo puro!

Pues continuando con este Relato, después de la juerga con mi esposo, nos levantamos ya muy tarde…….de hecho fui la primera en abrir los ojos, y al ver la hora, abrí mis ojos desorbitadamente….eran las 4 de la tarde!!!.  Me quede en mi cama acostada por un momento, repasando hechos y palabras de la noche anterior, y de manera increíble, logre empaparme nuevamente, sin embargo mi conchita estaba aún hinchada de tanto haber recibido de todo en una sola noche.  No quise tocarme aunque ganas no me sobraban, pero fui muy prudente y rápidamente me levante y continué mi camino hacia el baño. Apenas voltee hacia la cama y note que mi esposo comenzaba igualmente a despertar. Entretanto mi mente se revolucionaba con pensamientos contradictorios y nada claros en lo que abría la regadera.

Comencé a desvestirme en lo que el agua caía deliciosamente y en tanto, detrás de la puerta, escuche la voz de mi esposo, serena y locuaz.

-Ohhhh mi amor……..eres una mujer excepcional…….tal como la deseamos todos los hombres!!-

Escucharlo me hizo sonreír en tanto el agua de la ducha ya estaba caliente, y me metí debajo del potente chorro que de inmediato actuó como fuertes brazos que me hicieron temblar del gusto. Cerré los ojos mientras dejaba que mi cuerpo se fundiera con la lluvia y el vapor por el calor que emanaba; llené mi boca de agua caliente y la expulsé con fuerza como si ello aliviara mis pensamientos y mis manos no dejaban de frotar mi piel, que se mostraba muy sensible por todo….por los recuerdos y por el agua misma.

Inesperadamente la puerta se abrió y la silueta desnuda de mi esposo apareció.

-¿Qué…qué haces? Balbuceé sorprendida por su actitud.

-¿Shhh… mi amor, acaso no tienes un lugarcito para tu esposito?-

Ahogó mis tímidas protestas con un beso, pegando la piel de su cuerpo con el mío.

-¿Mmmmm me tienes encantado, y quiero sentir tu piel untada a la mía, quiero estar contigo así de pegadito, sintiendo tu piel, tu calor, tus mimos!-

Concluimos esa ducha entre roces, provocaciones, probadas y sonrisas y estuvimos después, descansando ampliamente. Más tarde cenamos sin hablarnos demasiado, apenas algunos comentarios vacíos y poco más. Después de un rato de televisión evasiva, nos fuimos al dormitorio a reponer ese desvelo de encanto como pareja.

-¿Estás muy callado hoy?- Interrumpí de pronto.

-No, solo un poco cansado- Contesto sin demasiada convicción.

-Has estado un poco distraído hoy mi amor-

-¿Qué?-

-Digo que has estado un poco distraído hoy…antes, en la ducha, casi me desmayas con tu lengüita sobre mi cosita- Dije con una sonrisa traviesa.

-No sé, no me di cuenta, quizás,…….me refiero a la distracción que dices……..de lo otro, sabes que me encanta tu sabor a mujer sensual!-

– Gracias mi amor…….¿Sabes qué? …….me tienes derretida!!……..anoche y ahora, con todo lo que me has dicho y hecho, me tienes atada!!….encantada!!! no recuerdo si lo habías hecho antes, pero estuve sumamente encantada-

-Bueno, ya sabes que en esos momentos uno dice cualquier cosa y…-

-Mmmmm cualquier cosa no ¡!!……. la excitación te hace decir y hacer muchas cositas…….se te va la lengua y comienzas a decir cosas que no se si son producto de la calentura o me  tratas de decir algo más – y entonces, de manera muy traviesa, metí mi mano debajo de la sábana para acariciarle su pene.

-No déjalo por favor, que estoy demasiado cansado-

-Está bien cariño, no te preocupes, de todos modos ya me has acabado hoy y anoche ……..me sacaste toda la fuerza, todo el morbo y todas las inquietudes como mujer, y es que me habías dejado tan cachonda que de pronto, mi cuerpecito pide algo más y no podía quedarme así-

Y con aquellas palabras me dejó un beso en la mejilla y se dio vuelta con un “hasta mañana mi amor……ambos estamos rendidos y hay que tomar fuerzas”.

Esa noche descansé bastante poco, en la penumbra miraba la silueta de mi esposo, desnudo; por una parte quería olvidarme de todo lo demás, pero al mismo tiempo sabía que era difícil apartar las imágenes que me habían dejado los días anteriores.

Se llegó el día lunes, mi esposo comenzó sus actividades normales y yo, tal vez motivada por lo que mi esposo me había dicho, esa semana me atreví a vestir más atrevida que otros días a mi trabajo, y mi esposo, fue claro testigo en silencio desde el primer día, y creo que por ello, decidió llevarme al trabajo diariamente, incluso en algunos días, hasta me llamaba antes para avisarme que pasaría por mí al trabajo….eso si era muy evidente.

A la mañana siguiente durante el desayuno, intercambiamos algunos diálogos de rutina. Mi esposo parecía contento y mientras estaba preparando el desayuno me acerqué a la cocina y solté el comentario que me daba vueltas desde la noche anterior.

-Sabes…..no puedo evitar recordar lo bien que la pasamos hace algunas noches…….todo lo que me hiciste me tiene hasta ahora loquita……y todo lo que me has dicho, no puedo quitarlo de mi cabeza…….me excita mucho escuchar todo lo que dices y todo lo loquito que te pones cuando estamos juntos…….no sé si lo haces en juego o estas tratando de decirme algo más, pero…….no puedo evitarlo……me gusta lo que dices!!! – Dije entre una interrogación y una afirmación.

-Bueno cariño, tú también has estado muy ardiente, tal vez más que otras veces-

-¿Qué fue lo que te puso tan cliente?- Continué.

-¿Qué fue? ¿Una sola cosa? Jaja no…seguramente un conjunto de ellas, fuimos subiendo de tono poco a poco y no te olvides que venía juntando desde hace días-

-Bueno pero tienes que admitir que la fantasía de imaginarme o verme con otro, te puso muy caliente y eso disparó un orgasmo increíble- Ya la semana caminaba y me vi muy osada en abrir el tema que desde hace días, deseaba reactivar en mi esposo.

Yo no podía dejar que mi esposo se fuera a trabajar sin que me dijera nada, por lo que volvía a retomar la plática para motivarlo  y me dijera lo que yo quería oírle decir -Pero cuando estábamos en el clímax me dijiste que querías verme coger con otro y era indudable que eso te ponía bastante caliente porque estabas durísimo y no parabas de darme placer!!!!……..eso te daba mucho morbo-

-Cariño…ya me lo habías dicho el otro día después de habérmela chupado en el carro…”en esos momentos uno dice cualquier cosa”. Además, si la fantasía funciona para ambos, tanto mejor…..al cabo es solo una fantasía o no?.-

Sus palabras eran como si les restase importancia o fueran en cierto modo evasivas, al menos así sonaban para mí y nuevamente me ponía entre la espada y la pared, ya que por lo visto, el sí tenía claro el objetivo…….solo fantasía!!.

Eso me apagaba los ánimos, pero el morbo que ya traía conmigo, me dominaba y me hacía buscar un pretexto para lograr cumplir mi deseo.  Por ello, me puse de pie y me dedique a servir más café y a recoger algunos platos de la mesa. Volví a sentarme y en esos minutos me quedé en silencio, como si disfrutara mi bebida caliente.  Mi esposo tomó su taza y al concluirla, aproveche para volver sobre el tema.

-Volviendo al tema mi amor………te quiero confesar algo……..no puedo negarte que estos pasados días, me has excitado muchísimo y tal vez por ello ves en mi rostro una sonrisa de felicidad……te lo agradezco……pero luego me pregunto qué fue lo que hiciste para satisfacerme?……no encuentro la respuesta…….lo único que tengo presente de ti, es que cuando hacemos el amor……….comienzas con tus fantasías………te pones muy excitado y me excitas a mí también……….pero no puedo negarte que todo lo que me dices, me provoca muchas preguntas………por ejemplo, más allá de la fantasía…¿Qué es lo que realmente te excita?……….Imaginarte cosas…..saber cómo sería si fuera cierto……..verme coqueta…….o…..incluso que todo lo que me dices, se convirtiera en realidad???……….no lo sé mi amor…….no tengo respuesta y pues solo puedo decirte que te veo muy excitado……y eso me gusta mucho……me hace feliz verte feliz.

 -Por favor Diana ¿qué te ha dado ahora por hacer ese tipo de preguntas?.- Me inquirió mi esposo, lo que me hizo sentir que ahí lo atrape dejándolo desarmado.

-No lo sé mi amor…..esa noche la pasamos de maravilla…..y en la cama cuando terminamos….me puse a pensar en todo esto y yo no encontré respuesta……tómalo solo como una duda de tu esposita mi amor-

-Cariño, si hiciera algo así supongo que te lastimaría y no tengo esa intención-

-Esa no es la cuestión mi amor…….además imagínate que si fueran realidad tus fantasías, podrías o no enterarte…….o como dice el dicho…….“ojos que no ven…”-

-Me sirves otra taza de café?-  Me puse de pie y en tanto le di la espalda a mi esposo, una sonrisa broto de mis labios……creo que lo puse entre la espada  y la pared.  Regresé a la mesa y me senté, dándole su taza. –Y bien mi amor?……que me dices?-  Le solté el anzuelo.

-Que rico café mi amor…….pues…….verás, …..te voy a confesar algo que tal vez nunca lo hemos platicado…….cuando tenía veintitantos años me lo pasé muy bien y no me privé de nada, pero hubo algo que me marcó y mucho, y eso fue que entre esas libertades que tuve, una amiga de la familia, casada ella, me sedujo y me llevó a la cama, haciéndome gozar como con ninguna jovencita en ese entonces……..no sabes lo que pasaba por mi mente, al encontrarme con su marido en las reuniones de familia, y ella coqueteándome mucho, y su esposo sin darse cuenta…….eso me marcó porque me excito mucho el juego  y el  morbo que eso provocaba, y ahora, aún recuerdo esas escenas, esos rostros y esas actitudes……me pone a mil recordar esa infidelidad y aunque nunca te lo he dicho, es algo que traigo sembrado en mi……….por eso es que no puedo dejar de pensar que una mujer tan hermosa como tú, seas objeto de deseo de otros hombres. Siempre te lo he dicho, pero no te había comentado lo que había dentro de mí. Pero ya que repentinamente estás tan interesada en este tema, que  te puedo decir,  que a nivel de fantasía es normal creo yo……siempre un poco de dolor en la relación, provoca mayor excitación y tal vez para excitarme, algo de aquellos años viene a mi mente, pero en ese momento, en ti veo reflejado el rostro de la infidelidad y eso me excita muchísimo…….además, he leído y según estadísticas, las mayorías de las gentes, tiene la fantasía al imaginar a su pareja, en la cama con otra persona distinta…….. y no me dirás que eso te sorprende porque muchas mujeres y muchos hombres tienen esa clase de morbo. ¿No lo tienes tú?-

-Fantasía…puede ser- le contesté muy secamente…..en realidad me interesaba sacarle toda la información a mi marido.

-Pues eso es mi amor……. una fantasía…..una fantasía que tengo dentro de mí porque lo viví en carne propia, y no puedo negarte…..me excita mucho ver el rostro de una mujer infiel, cuando es penetrada por otro hombre……….no tienes idea de lo que es ver el rostro de una mujer en esa situación……..te vuelve loco solo ver la expresión de una mujer cuando otro hombre va entrando en ella…….creo que es lo más excitante de todo…….es una imagen que no puedo describirte………es como ver algo que te hipnotiza de por vida……..ese rostro de gusto y placer no puede uno borrarlo de su mente………y por eso, cuando te hago el amor ……….trato de alargar el mayor tiempo posible el momento de metértela……disfruto mucho tu rosto…..disfruto mucho como gozas…….y cuando te la meto lentamente…….me dejas increíblemente extasiado al ver como tu rostro se tuerce de placer……..me gusta ver como disfrutas cuando mi verga se va toda dentro de ti…………ver tu boca abrirse…..tus ojos perderse y como echas tu cabeza hacia atrás en respuesta a una aceptación plena……..no tiene palabras……es mágico simplemente y en ese momento no puedo dejar de imaginar que es el mismo rostro de aquella mujer cuando le era infiel a su esposo!!!!…….me entiendes ahora????…….por eso mi amor…..no puedo dejar de tener esa fantasía contigo y lo único que te pido es que la compartas conmigo…..quiero que tu también goces de esto que es tan divino………., no pasa nada, más aún, quizás tengamos mejores encuentros íntimos, no crees?-

-¿Y cuál es tu fantasía en ese sentido?- Quería ir a fondo con el tema porque me parecía que mi esposo estaba abriéndose para tratarlo.

-Mmmm…bueno……creo que ya te lo expuse……….cuando te hago el amor, me gusta ver tus expresiones y como disfrutas, pero cuando rompemos el amor y empezamos a tener sexo, me enloqueces, y me haces imaginar que así como gozas cuando tenemos sexo…….cuando te veo con los ojos cerrados, tu boca abierta y disfrutando, como si estuvieras perdida, en ese momento, mi mente comienza a imaginar si así sería tu comportamiento si otro hombre te estuviera cogiendo!!! …. y solo ver tu rostro y escucharte, me excita mucho!!!…………cual es mi fantasía?…..esa mi amor……que en tanto hacemos el amor tu y yo, me imagino que estas cogiendo con otro hombre…….me excita verte disfrutando de una buena cogida y me excita imaginarte y eso me prende a tal grado, que me excita mucho en ese momento……y cuando jugamos o te digo mi fantasía y tu juegas también, me encanta escucharte decir que si te gustaría probar a otro hombre, o igual, me excita mucho oírte hablar en nuestro juego, que te gusta ser una puta con los hombres…….me excita escucharte en tanto en mi mente, todas las imágenes tuyas estando con otro hombre, dan vida a una enorme excitación mi amor……..me excita imaginarte que eres infiel  con ese hombre que trae ganas de cogerte!!!!………..

-……..te refieres a…………Alfredo?- Le dije seria a mi esposo sin esperar a más. .

-Tu y yo sabemos que ese hombre, desde que te conoció, no deja de mirarte y más ahora que trabajas con él, está más que extasiado de tenerte a su lado…….soy hombre y te puedo asegurar que todos los días, está más que excitado mirándote……debo decírtelo mi amor…….lo traes prendido y contigo en su oficina…..se sacó un diez!!!  

-Estás loco mi amor, como crees!!!!.  Le mentí

– Eso es lo que tú crees y siempre me has dicho que estoy loco o que estoy viendo cosas donde no las hay…….por eso, me he atrevido, con todo el dolor o celos, como quieras llamarle, a que salgamos un día los tres…….un día de copas…..una noche de copas, para que tú misma te des cuenta de las miradas de tu amigo hacia ti, o de sus pretensiones……..tanta es mi fantasía mi amor, que deseo comprobártelo, en que tu amigo está loco por ti y es más………sabes porque deseo que salgamos los tres un día a tomar la copa?…….

– Nnnnnoooooo……porque? Le conteste ahora si extrañada, pero feliz porque finalmente hice que mi esposo tocara el tema que quería yo, porque los días pasaban y no lo veía con ánimos de reunirnos los tres como me lo había propuesto.

– Porque deseo que ese día, te vistas muy atrevida o si puedes, hasta más atrevida que otros días, incluso hagamos locuras, y más que excitarlo a el…….me excites a mí …..tu sabes que soy muy visual y me excita ver…..y si te veo atrevida y provocativa, puedes estar segura que me tendrás bastante empalmado mi amor……..no tienes idea del gusto que me daría ver sus reacciones de no poder hacer nada, y así mismo, te des cuenta, de que el no necesita más que una señal tuya para llevarte a la cama!…….pero como te digo, quiero que al que excites sea a mí, para que al terminar, nos vayamos tu y yo a hacer el amor a un Hotel, donde ambos sabemos que el simple lugar, ya es morboso de por si…..y ahí, tengamos una noche sexual loca……recordando todo y fantaseando todo……en tanto nos damos un gustazo haciendo el amor tu y yo……hasta rebasar la línea y coger como locos!!!!

-Eso quieres mi amor?………pero…….te…..te has puesto a pensar si algo saliera mal?……te has puesto a pensar si algo se nos saliera de control?…..Ya te dije la noche pasada que en el juego, algo puede salir mal y ……..que haríamos?

-Pues chiquita……….como vamos a saberlo?…….pues atreviéndonos no crees?……además……si algo sale mal…….creo que no sería tan malo no crees?’……finalmente el aparte de ser hombre……creo que es tu amigo no?……y un verdadero amigo……lo demostrará siendo caballerosamente discreto.

-¿Eso significa………que…….si algo sale mal…….en realidad…..no sería tan malo……..o ….o que tratas de decirme cuando dices que si algo sale mal……..con el no sería malo?-

-¡No lo tengo claro mi amor! Solo sé que me pone muy cachondo verte en una situación comprometedora, ………pero……si quieres saber más de mis fantasías, tendrás que averiguarlo cariño, que ya te he dado más información de la que hubiera imaginado, y ahora ya sabes porque no puedo quitarme esa idea de mi mente…….me estoy excitando y además, se me hace tarde……tengo que ir a mi trabajo, nos vamos?- se puso de pie, fue al baño a lavarse los dientes y al tomar sus cosas solo me dijo que me llevaba al trabajo y que me esperaba afuera en el auto.

Mi esposo se fue a trabajar después de dejarme en mi trabajo, pero las palabras de mi esposo, rondaban en mi mente a cada momento.  Se llegó esa noche y, estábamos cenando en casa y sin aún mover nada, recibí un mensaje de Alfredo a mi celular.  Al leerlo enfrente de mi esposo, note un rostro entre enojado y dudoso: el mensaje decía: “Diana, te informo que mañana, firmaré un importante contrato, con el cual, tendremos trabajo para muchos meses”. Eso hay que celebrarlo a la brevedad!!!!.  Te dejo que organices el plan pero si puedes avisarme a la brevedad para no perder más tiempo”.

El mensaje lo leí tal cual, porque afortunadamente, no traía nada comprometedor, y por el contrario, se veía muy institucional. Solo por eso me atreví a leérselo a mi esposo ehhh.

-Como ves mi amor? Tu qué harías?- Le pregunte a mi esposo para que no se sintiera desplazado.

-uhmmmmm………mañana es viernes…….es quincena por cierto verdad?…………pues pudieres proponer que ……les invite una comida a sus trabajadores y en tu caso, como su mano derecha, que …….nos vayamos de copas?-  En cuanto dijo eso,  tomo su vaso para darle un sorbo prolongado y pararse de la mesa, dándome la espalda, para ir a la barra y servirse más jugo.

Yo me quede con los ojos abiertos, el vaso a medio camino a mi boca, sorprendida por su comentario!. No dije nada, y solo esperé que regresara a la mesa. Me dejo impactada…….tenia bien claro lo que habíamos platicado antes y ahora, me lo estaba reafirmando!!……Que debía hacer yo???

Al sentarse mi esposo, y dando un trago más a su jugo, me preguntó: -Ves bien mi propuesta o tienes algo más en mente?….Yo lo comento porque si es un contrato jugoso, creo que todos los trabajadores deben ser partícipes de ese éxito no crees? …….creo que esa noticia los motivaría aún más!!…….y en tu caso, pues, tú has sido pieza importante en el crecimiento de la empresa, y creo que eso amerita no solo una comida, sino un brindis-

Sin palabras que decirle, me pare de la mesa y llevando conmigo los vasos a la cocina, hice más tiempo para meditar aún más sus palabras y mi respuesta. Regrese y sentándome solo le comenté a mi esposo: – Ok, le propondré tu idea….ahora le mando el mensaje, y espero lo que diga.-  Le di la jugada para que estuviera consiente de que la idea, había salido de mi esposo y no de mí.

Sin más, ahí frente a mi esposo, le mande el mensaje a Alfredo desde mi celular, sabiendo que mi esposo quería estar presente: “Muchas felicidades!. Te lo mereces y creo que tus trabajadores también son parte importante de este proyecto. Porque no los invitas mañana a comer y ahí les das la noticia?…….en mi caso, estaré con mi esposo porque me invito unas copas en la noche……a menos que quieras alcanzarnos y ahí, brindamos los tres…….tal vez una noche de copas, como ves?-  Este texto ya no se lo leí a mi esposo y solo le dije que le  mande lo que había propuesto respecto a los trabajadores.

Alfredo no tardo nada en contestar: -“Excelente propuesta!!….la comida para los trabajadores es buena idea……creo que merecen ser considerados verdad?….. y la idea de alcanzarte con tu esposo para brindar, me encanta la idea,  los alcanzo a ustedes y ahí, creo que si amerita una noche de copas……una noche….loca!”-

Sin más, le leí parte del mensaje a mi esposo:-“Ok que le parece bien la idea, y que tú digas, donde nos vemos mañana y él nos alcanza”-

Como nunca, vi un brillo enorme en los ojos de mi esposo y una muy leve pero dibujada sonrisa en su rostro, lo cual trató de ocultar, simulando que bostezaba y se paraba a la cocina!. Que significa ello??…..No supe ni quise preguntar, y solo me puse de pie para beber lo último de mi vaso.

A la distancia, escuche que mi esposo me decía -Ok está bien, dile que mañana le decimos para ver donde conviene…..o si el conoce algún lugar, que es bienvenida su propuesta-.   De mí, solo recibió un ok.

Sin decir nada y apareciendo un silencio inaudito, nos fuimos a la recamara. Ambos nos acostamos y sin decir nada, quedamos de frente el uno al otro. Nos vimos,  sin decir más, nos besamos intensamente, tanto así, que sin decir más, terminamos teniendo un polvo igualmente intenso. Más que tener sexo, hicimos el amor….muy relajado, besos y una sola posición.

Finalmente amaneció y nos alistamos para salir ambos, cada quien a su trabajo y nos preparamos para la velada que suponía habría de ser de buen nivel, como en otras anteriores ocasiones que había ido con él a brindis.

Mi esposo en su trabajo, yo en el mío, y Alfredo en su negociación. A eso de las 11 am, recibí la llamada de Alfredo, para avisarme que notificara a los trabajadores, que ese día, las actividades se cerraban a la 1:30 pm, y que los citara en el Restaurant Bar “Fiesta Latina” a las 2 pm. Sobre la reunión de nosotros, no dijo nada y eso me mortificó más.  Sin embargo, de inmediato llamé al personal y les transmití el mensaje de Alfredo, y todos felices, pararon sus actividades para irse al lugar citado. Me preguntaron si yo me iba con ellos a lo que les dije que en mi caso había pedido el día desde antes y que ya tenía planeado irme antes de la hora de salida.  Así fue y llegada la hora, el personal comenzó a retirarse y yo comencé a cerrar la puerta del taller. Sin embargo me sentía intranquila……Alfredo no me mandaba nada ni me decía que plan con nosotros. Así me tuvo en suspenso cerca de hora y media más. Finalmente cuando recibí un mensaje. Era Alfredo:-“Dianita, te parece si le dices a tu esposo, que te lleve al Bar de mi amigo?….tú sabes cuál verdad?…….ahí los alcanzo más tarde, te parece?-  Apenas leer ese mensaje, mi cuquita dio un brinco natural como antes no lo había hecho. Algo presentía y me puso realmente nerviosa pero también excitada!

Tratando de calmar mis ansías, fui por mis hijos a la escuela, y desde ahí llame a mi hermana, para pedirle que me aceptara esa noche a mis hijos. Mi hermana gustosa aceptó y sin esperar más, apenas salieron de la escuela mis hijos, nos fuimos a nuestra casa para que se prepararan su equipaje para ese fin de semana. Al tener mis hijos sus cosas listas, de inmediato se subieron a mi camioneta y nos dirigimos con mi hermana, y para calmar mis ansias, me quede un momento platicando con ella.

Eran ya las 5 pm. Le mande un mensaje a mi esposo del lugar que propuso Alfredo, y mi esposo sin chistar, acepto de inmediato, pero su respuesta no solo fue un “estoy de acuerdo”, sino que mandó un segundo mensaje, diciéndome: -“Mi amor, no sé qué vayas a hacer hoy, pero hoy, más que nunca, quiero que te prepares para que juntos hagamos una noche sumamente especial…….tu sabes lo que me excita, yo sé lo que tienes, y no quiero que te sientas limitada por mi hoy…….por el contario…….quiero que hoy me demuestres porque eres mi esposa y porque eres capaz de seducirme y motivarme”-

No necesité preguntar más…..yo sabía todo lo que tenía que hacer!, Solo le contesté con un emoticons de carita sonrojada y otra con un beso.

Para ello me despedí de mi hermana, encargándoles a mis hijos y partí rumbo a mi casa. Sin esperar a más, me fui directo a la ducha, donde lo primero que hice, fue dejar que mi cuerpo de humedeciera y procedí a depilarme absolutamente todaaaa.  Sobre mi piel no había vello alguno!. Me sentía ahora si, absolutamente desnuda. De inmediato, procedí a maquillarme muy hermosa, como si fuera a una cena de gala, y sin esperar a más, me enfunde en un micro vestido blanco de tirantitos y un amplio escote al frente, tan entallado que ni un pliegue se notaba sobre mi cuerpo y tal parecía que estaba literalmente pintado a mi piel. Una brevísima tanga que apenas si cubría mi intimidad pero por lo entallado que me quedaba, si dejaba entrever unas ligeras tiritas que rondaban mi cadera, y para cerrar con broche de oro…..una zapatillas altísimas y una cadenita de oro sobre mi tobillo, haciendo resaltar el atractivo de mis piernas. A pesar de ello, no me vía nada vulgar y por el contrario, muy seductora. Como notarán……no llevaba sostén!…..indudablemente……verme era desearme!!!

En cuanto llegó mi esposo por mí, solo opté por ponerme una gabardina negra que impedía ver cómo iba vestida. Mi esposo al verme, solo me dio un beso pero nunca pregunto que llevaba debajo. En el camino, platicamos de mil temas, como tratando de restarle importancia al momento, aunque tal vez por dentro, ambos íbamos muy nerviosos de lo que esa noche podría pasar.

En cuanto llegamos al Bar del amigo de Alfredo, el dueño nos reconoció de inmediato, pero no hizo ninguna mención…..desconozco si Alfredo le haya llamado o le haya adelantado algo. No quise tampoco investigar más.

El Lugar ya estaba lleno, y el espectáculo incluyó un monólogo bastante bien montado y un número con un grupo de música típicamente alegre, que más tarde apoyó de fondo a la pista de baile. El Bar, parece una plaza de toros, con diferentes niveles e incluso algunos sitios imitando palcos y en el centro la pista, de forma tal que había desniveles. A nosotros nos colocaron en un lugar muy privado, muy discreto y en un nivel un poco arriba de los demás, por lo que, con el juego de luces, no éramos muy evidentes pero nosotros si teníamos la mejor vista, ya que desde que llegamos, el mesero nos reconoció y el mismo dueño del lugar, nos recibió y fue quien nos dirigió a ese lugar.

La noche transcurría tranquila entre diálogos superficiales para pasar el tiempo entre mi esposo y yo, en lo que bebíamos esa botella de whisky. Fue como a las 10 de la noche, entonces cuando a la distancia, vimos que llegó Alfredo. Ambos nos quedamos en silencio. No quisimos decir nada ni mover nada. Solo tomamos nuestro vaso y dimos un gran trago de whisky, lo que hizo que el mesero se acercara a prepararnos otro vaso.

Alfredo de inmediato fue a saludar a su amigo y estuvieron un breve tiempo platicando y de pronto la sangre se me heló, al ver como volteó hacia donde estábamos nosotros, y con su vaso en la mano, comenzó a caminar entre la multitud hacia muestra mesa.

Hasta ese momento ni mi esposo ni yo sabíamos que hacer. El silencio se apoderó de nosotros, esperando que Alfredo llegara a la mesa. Y cuando así se dio, Alfredo llegó hacia mí, y me extendió su mano para saludarme, pero aprovecho para agacharse a darme un beso en la mejilla muy cortésmente; De inmediato se dirigió a mi esposo y extendiéndole la mano, lo saludo. Sin dirigir más la palabra, se sentó a mi lado izquierdo en tanto mi esposo, estaba a mi lado derecho. Como para romper el hielo, alzó el brazo con su bebida y dando el brindis, bebimos el contenido de nuestros vasos. Alfredo tomo la palabra y comenzó las preguntas de rigor, que como estábamos, como nos había ido, como cerrábamos la semana, y a mí, como habían tomado la noticia los trabajadores, y de ahí, aprovecho para informarnos del proyecto recién firmado, y comenzó a darnos detalles de todo lo que ello implicaba, y ello sirvió para extender la plática, romper el hielo y generar plática con mi esposo.

Pensaba que yo estaba manejando la situación, pero cuando los comencé a ver que estaban ya platicando más entre ellos y comenzando a beber más desinhibidamente, supe que en realidad ellos estaban teniendo el control del momento.

No sabía si me arrepentiría de lo que pudiere darse esa noche o no, pero al paso del tiempo, el hielo se había roto un poco más y ya nuestro ambiente era más animado. Mi esposo más abierto y Alfredo, pues no le quedaba más que mostrarse ligero. Ahora no había lugar para dar marcha atrás.

Estaban dando ya las 12 de la noche, y se agotó la botella de Whisky, por lo que  Alfredo hizo una seña al mesero, y al acercarse éste, comenzó a platicar con Alfredo, momento en que mi esposo aprovecho para dirigirse a mí  y con un aire sensual que yo bien le conocía se acercó a mi oído y me susurró:

-Estas hermosa mi amor………no te has quitado para nada ese abrigo ehhh……eso me hace pensar que vienes muy inquietante ehhhh!……..pero sabes que me gustaría?……….que ahorita que quieras ir al servicio, no nos digas nada, y solo te quites el abrigo y vayas………pero allá adentro, me gustaría que te quites la tanguita que seguramente traes puesta; Quiero admirar a mi mujer……quiero que me tengas empalmado de solo saber que no traes nada abajo………quiero que me hagas sentir desde ahorita, que tendrás hoy una noche llena de verga!! (mi esposo ya mostraba que no estaba en su juicio por el lenguaje que comenzaba a manejar y como arrastraba su lengua me indicaba que estaba ya con el alcohol en la sangre), y que tu tanguita ya no te hará falta-. Me dio un suave beso y se regresó hacia el mesero quien para ese momento le estaba ya sirviendo un nuevo vaso de whisky.

Allí me quedé desconcertada y algo nerviosa, con una sonrisa dibujada pero falsa, para dar otra apariencia, pero en realidad, estaba desconcertada y muy nerviosa, sobre todo porque Alfredo a cada momento, me lanzaba miradas coquetas y cuando mi esposo se distraía, me guiñaba el ojo, o incluso por debajo de la mesa, me rozaba la gabardina. Todo ello,  intenté ocultar hablando de otros temas, pero era imposible distraerme de lo que realmente estaba sucediendo entonces, sobre todo porque al igual que ellos, yo comenzaba a sentirme algo mareada, motivada o desinhibida.

Al cabo de unos minutos, no pude evitarlo, y tuve necesidad de ir al sanitario…….estaba levantándome, cuando mi esposo se dio cuenta, pero sin decirme nada, me guiño el ojo, y recordé su recomendación. Ahí, en medio de los dos, me puse de pie y sin ponerles atención, como minimizando la importancia, me fui desabrochando la gabardina, y al abrirla y dejarla sobre mi silla, voltee a ver a mi esposo, quien sin palabras, con los ojos y la boca enteramente abiertos, quedó hipnotizado. Le sonreí y con mi mano, le toque la barbilla, dándole una leve caricia.  No quise voltear a ver a Alfredo para no evidenciarlo, aunque sabía que estaría impactado también, y limitado para decirme o verme todo lo que el quisiera por la presencia de mi esposo, pero me di la vuelta y con lentitud pero con seguridad, me dirigí al sanitario ( ya no necesitaba preguntar porque conocía el lugar).

Ya en el sanitario, me metí a un privado y ahí hice pis, pero me detuve más de lo debido, porque justo me llegó un mensaje a mi celular. Era Alfredo:-“Pero que bellísima te ves ahora Dianita!!!. No sé si me estas poniendo a prueba o no, pero, no te aseguro quedarme quieto…….créeme que no respondo de mi ehhh”-

Ese mensaje me puso más nerviosa. Concluí de hacer pis, y me puse de pie, y estando un momento así, solo alce mi pierna para retirar mi tanga. Estaba absolutamente desnuda y mi cuerpo delataba la falta de sostén, mis pezones muy marcados y debajo, no había marca de ninguna prenda……… salí rumbo a la mesa apretando fuertemente mi mano donde llevaba mi tanguita bien envuelta.

Para ese momento, el ambiente estaba ya muy prendido y ya algunas parejas habían salido a bailar y se movían por la pista, haciendo que mi visión fuese confusa. No estaban lejos pero a veces me perdía entre los movimientos de la gente.

Finalmente llegue a mi mesa y mi esposo no me quitaba la mirada de encima, como si estuviera a la expectativa o tratando de darse cuenta que en efecto no traía nada abajo. Alfredo, por su cuenta,  se puso de pie y se fue directo a la barra, momento en que mi  esposo aprovecho para decirme al oído:-“Mi amor, no sé qué decirte!…….nunca imagine que vestirías así……..no digo que te veas mal……..solo digo que nunca imagine que te atreverías a tanto ehhhh……..pero te ves hermosísima!……me has dejado impactado en verdad…….Me dejas sin palabras……..me tienes sumamente prendido…….nervioso……contrariado……..pero quiero que sepas que me ha gustado mucho verte vestida así………..y creo que a tu amigo también porque en cuanto fuiste al baño, no pudo contenerse y no dejo de mirarte hasta que te perdiste entre la gente!!!….- Cuando me dijo eso mi esposo, yo ya lo sabía……Alfredo me lo había dicho  por medio del mensaje!!

Después de algunos minutos, llegó Alfredo a la mesa. Detrás de él, venía el mesero, pero traía en una charola, tres vasos con whisky. En cuanto los vi, algo paso por mi mente. Porque no nos sirvió del whisky de la botella que teníamos en la mesa??. En ese momento supe que esos vasos, ya venían preparados con la especialidad de la casa!!

Mi esposo ni cuenta se dio y en lo que el mesero ponía esos vasos en la mesa, Alfredo aprovecho un instante, para decirme al oído:-“Dianita, esta noche, que sea una noche loca!”-

En cuanto se retiró el mesero, Alfredo tomo el vaso y elevándolo solo dijo: “Mis amigos…..quiero brindar por el éxito hoy logrado…….quiero que bebamos este vaso, de un solo trago, porque bien amerita, que disfrutemos hoy”.

Yo con dudas, pero excitada a la vez, sabía lo que ello implicaba. Mi esposo, en cambio, desconociendo lo que ese vaso podría contener, lo tomo y mirándome, me dio la señal de que tomara el vaso también. No lo dude ya en ese momento. Los tres levantamos los vasos, y tras un largo “Saluuuuddddd”…..nos bebimos todo lo que tenían esos vasos.

En ese momento, Alfredo se paró para ir al sanitario y mi esposo me tomo de la mano para sacarme a bailar.  Ya en la pista, y yo con mi mano cerrada, le dije:

-“Recuerdas lo que me pediste?”-

-“hummmmmmm……….recuérdame mi amor!”-

Y sin decirle más a mi esposo, solo le tome de la mano y abriéndola, le deposite mi tanguita en su mano. Mi esposo al sentir eso, bajo su mirada, abrió su mano y descubrió mi regalo. Levantó su mirada, sin decir nada, se me quedo viendo y me dio un beso enorme, que le correspondí sinceramente.

En eso vi que Alfredo llegó y se santo en la mesa y no me quitaba la mirada de encima. Estaba dicho que estaba dándose un gustazo con solo verme a detalle.

Mi esposo estaba empalmado, lo vi y sentí por el constante roce de su entrepierna y la mía. Finalmente termino la canción, y nos fuimos a sentar. Justo en ello, pusieron una canción que me vuelve loca y sin pensarlo, comencé a cantarla y a moverme, pero mi esposo no hizo mucho por seguirme o pararse a bailar nuevamente conmigo, y ese momento, tome mi vaso de whisky y levantándolo les dije que brindáramos- Saluddd!-  Y en cuanto dimos el trago, Alfredo se puso de píe, y sin decir nada, me tomo de la mano, para sacarme a bailar, y llevarme así, hasta la pista.

La pista se llenó nuevamente, haciéndonos un poco hacia atrás casi arrinconándonos al final de la pista, pero desde ahí lograba ver a mi esposo, que sin más, no me quitaba la mirada de encima. Yo sabía que estaba espectacular, con aquel vestido ceñido al cuerpo, aquellos tacones  que me alzaban la figura y mis pechos que eran para hipnotizar a cualquiera. Recordé que además me había quitado la tanguita haciendo que mi culo destacara mucho más. ¿Acaso lo habría notado Alfredo ya? Imaginé que ya Alfredo, estaría echándome un ojo, y seguramente deseándome brutalmente. Volví a quedar de frente a donde estaba sentado mi esposo, y lo noté que incluso ahora, se había puesto de pie, con el vaso en su mano, y viéndome con detalle, como si no quisiera perderme de vista.  Quise ponerlo nervioso y me acerque a Alfredo para hablar de trivialidades y decírselas cerca de su oído por el alto volumen de la música. A lo que lógicamente mi esposo desde donde estaba, ni sabía que platicábamos pero si me vería seguramente untada a Alfredo y muy cerca de su rostro! Esas imágenes son tan sensuales como provocativas y a todo hombre le gusta sentirse incomodo ante una situación así. Mi esposo dio muestras de ello, ya que en lo que yo le decía a Alfredo, algunas trivialidades en el oído, mi esposo, no dejaba de verme a la distancia y bebía con mayor velocidad su copa.

El juego se había vuelto picante y peligroso. La mezcla de morbo y celos que le provocaban a mi esposo, por  la situación era incomparable con nada que había sentido antes. Me estaba excitando y mucho!

No me di cuenta que la pista quedo totalmente llena, y noté que mi esposo, intentaba simular su vista cada vez que nos buscaba entre las parejas de la pista; Nos veía juntos, tocándonos, las manos de él sobre mí, las manos mías sobre él. Parecía que estábamos disfrutando, en tanto nos hablábamos al oído, ¡podía vernos!. Los celos lo mataban, ¿o era placer?.  Esa era siempre mi duda, pero en ese momento caí en cuenta de algo……..si fueran celos contundentes, primero no hubiera permitido siquiera ir donde estuviera Alfredo…….menos aún proponerme vestir como iba el día de hoy. El silencio de mi esposo, el brillo en sus ojos al verme, eran más que claros………mi esposo se excita tan solo de verme con mi amigo y siente placer verme en brazos de el mismo, y su fantasía, lo había llevado a poder ver más de cerca, algo que hasta entonces solo se imaginaba.  En ese momento vi las cosas de otra forma!

El sonido, el ambiente y el juego de luces, estaba a lo máximo. De pronto, sin saber cuándo, una distracción me hizo perder  de vista a mi marido. Alfredo aprovecho un instante de oscuridad en la pista y el alejamiento de la mirada de mi esposo, para hacerme subir las escaleras hacia el segundo piso de ese bar.

Me deje llevar, y los nervios me comían…..nunca había estado en una situación como éstas, donde mi esposo esta tan cerca de mí, viéndome, y siendo testigo de mi cercanía con mi amigo.

No sabía qué hacer.  Alfredo solo me tomo de la cintura, y plantándome un enorme beso en la boca, me hizo perder la noción, y sin más, solo me dijo al oído:-“Dianita, hoy vienes súper hermosa,…….no sé qué este pasando ni que piense tu marido, pero no me importa…….estoy decidido a todo esta noche contigo……..con o sin tu esposo aquí, hoy te voy a dar una cogida, que querrás no despedirte!.  Es más…….se me ocurre que cuando nos vayamos a despedir, voy a pedir al mesero que nos tome algunas fotografías, y tú vas a posar muy sensual para mi…..que tu esposo vea que otro hombre toca a su mujer………también te sacaremos fotos con tu esposo para que no diga nada, pero con él, te mostraras normal………..-

En cuanto me dijo eso Alfredo, no supe que decir, solo me tomo del talle, bajamos las escaleras y ahí note que mi esposo estaba deambulando entre la pista, seguramente ya estaba buscándome, aun cuando no fue más que un par de minutos, los que nos perdimos de su vista.

Casi estuve a punto de entrar al lavabo de señoras pero no quería alarmar a nadie y menos aún hacer el ridículo, como para disfrazar un poco la situación.

Mi mente volaba a mil por hora; ¿cuánto tiempo había pasado desde que me atrapo Alfredo? Ya dentro del baño, recibí un mensaje. Era de mi esposo:-Donde estas mi amor?……..de seguro estarás por ahí mamando una la verga, como una Puta…..eso eres…… mi esposa y una puta!

Nunca había oído a mi esposo decirme eso y me tenía sorprendida, pero ya el alcohol dentro de su cuerpo y lo morboso del asunto lo justificaba y  más que enojarme, hasta me sacó una sonrisita……Casi tropiezo pero me tranquilizo al seguir leyendo: -“jajaja no te preocupes mi amor….. tu amigo está aquí y preguntando también por ti”-.

-Cariño, ¡Estoy en el sanitario! ¿Estás bien?-

-¿Estoy bien, pero dónde estabas? Te estuve buscando – me envió otro mensaje

– bailando con Alfredo y no digas que no me viste porque estuve observando que no me quitabas los ojos de encima-

-Pero eso fue hace tiempo-. Protestó con torpeza.

– ya sabes que el baño de las mujeres hay mucha gente, …..Quieres venir por mí?? ¿Algún problema?-

-No me avisaste nada, y te fuiste con tu amigo ehhh!”-

-Me estuviste viendo ehh!…….o ya no te gusto verme con él??…..si quieres, ahorita me siento, me pongo mi gabardina o mejor aún…..ya nos vamos ehh-

– no supuse que desaparecerías con él-

-El juego no proponía que fueras testigo ¿Verdad?-.

Desarmado de argumentos y derrotado con sus propias dudas, asimilé la situación de mi esposo, buscando tranquilidad y decidí esperar a volver con él,  para cerrar el tema.

A pesar que lo ocurrido se me había escapado de las manos, al menos ahora tenía derecho a preguntar directamente.

No fue necesario acudir a ninguna fórmula para volver al tema, apenas llegue a la mesa, donde en efecto estaba Alfredo y mi esposo platicando. Entonces me acerque al oído de mi esposo, y solo le dije:

-Como te dije, fue un éxito porque desde un principio no dejó de mirarme el culo y no te voy a negar que me dijo muchos piropos pero todos muy respetuosos ehhh…..lo que quiero comentarte y a lo mejor ya te lo dijo a ti, que viene contento de la firma de ese nuevo proyecto, pero que quiere detallar algunos puntos conmigo, y aunque ahorita estamos celebrando, que ……….que ojala cuando nos vayamos, permitas que él me lleve a casa aunque tu vayas detrás de nosotros, porque quiere irme dando unas instrucciones para el lunes- Me mostré resuelta, audaz y morbosamente atractiva, ya que le metí mi lengua en el oído de mi esposo, excitándolo más de lo que ya estaba.

Entonces, movido por un irrefrenable alud mezcla de celos y deseo imperioso, mi esposo quedo en silencio, y sin decirme nada, nos pusimos de pie como si fuéramos a bailar pero mi esposo, me empujó contra la pared y se abalanzó sobre mí como un poseso, besándome el cuello y la boca. Dado que estábamos como dije, en un lugar muy privado u oscuro, aprovecho la ocasión para darme un leve jalón de mi vestido por los hombros, provocando que las tiritas de mi vestido, se escurrieran y cayeran sobre mis hombros, dejando un escote tan pronunciado que solo verme, parecía que estaba desnuda. Mis pezones estaban sumamente endurecidos clamando por una boca que los probara ya!.

Pegada así en ese rincón privado, mi espalda a la pared y mi esposo de espaldas a la pista, pudo notar que Alfredo se paró y dijo que iba al baño. Estábamos en pleno agasajo ahí solos, y sinceramente, mi esposo y yo, estábamos ya muy excitados; las manos de mi esposo no dejaban de tocarme toda y su boca de recorrer mi piel, momento en que mi esposo, extrajo su verga totalmente erecta y pude atraparle en una de mis manos para acariciarla, y la mano de mi esposo, tocaba mi culo por encima de la minifalda.

.Ahhh…ohh…asi…así…me gusta…….te ves muy puta mi amor……me tienes loco……me está gustando lo que veo- Mi esposo envuelto en un ardiente deseo, gozaba pero sus palabras dando muestras de que todos estábamos gozando.

Entre espasmos de placer súbito y casi momentáneo, pude ver que venía Alfredo y detrás de él, el mesero, por lo que pude retirar un poco a mi esposo diciéndole que venía gente. No me di cuenta ni me dio tiempo de arreglar las tiritas de mi minifalda que estaban caídas sobre mis hombros dejándolos muy sensuales.

Apenas llegó Alfredo pero con el Mesero: -“Nos puedes tomar unas fotos por favor?-

Y sin decir más, se acercó a mí y a mi esposo, que aún jadeaba pronunciadamente, y nos dijo que nos tomarían unas fotos. El alcohol, la excitación y el momento, nos tenía a todos en llamas. Me puse en medio de los dos, pero Alfredo de inmediato, se colocó detrás de mí, y me enrollo con sus brazos sobre mi cintura, más bien tirando mis caderas hacia las suyas y apretándome contra el mismo. Yo lo único que hice, fue tomar de la mano a mi esposo, en lo que sentía como la hombría de Alfredo, me rozaba por completo mis caderas por detrás. En una de las fotos, no hice mucho, pero sentí como la mano de Alfredo, estaba posada encima de mis caderas, de forma tal que seguro la fotografía había captado el momento en que su mano estaba más por debajo de lo permitido y otro de sus manos, mucho más arriba de mi cintura casi sosteniendo la base de uno de mis senos. Las fotos comenzaron a tomarse en grandes cantidades, y en un momento dado, mi esposo me soltó la mano y se hizo a un lado en lo que el mesero seguía tomando más y más fotos. Mi esposo sentado y mirándome, y yo con mi amigo, abrazándome, adoptando poses, mismas que fueron subiendo de tono al grado de que hubo varias de esas fotos sumamente sugerentes, ya que en algunas, Alfredo estaba sentado, y sus manos enrollándome pero de las caderas, lo que hacía que sus manos estuvieran totalmente postradas sobre mis nalgas, y en otras más, me hacía sentarse en sus piernas. Otras más, totalmente detrás de mí, y ambas manos enrollándome por la cintura, en lo que mis manos elevadas hacia atrás, enrollando su cabeza, y nuestros cuerpos sumamente pegados!!. Yo estaba que escurría de placer, por tanto morbo y la mirada de mi esposo, entre perdida por el alcohol y lo morboso y excitante del momento.

La foto más atrevida, pero creo que ya estábamos desatados, fue cuando totalmente de frente el uno del otro, y abrazados, me tenía con su mano derecha, como abrazada por la axila, pero sus dedos, tocaban mi seno, lo cual se ocultaba por mi brazo mismo, y con la mano izquierda, de plano, encima de toda mi nalga aprovechando que ese ángulo, mi esposo no tenía visibilidad!!. Nuestras mejillas absolutamente pegadas y aunque ambos mirando a la cámara, nuestro aliento se percibía muy muy cerca.

Apenas terminamos esas fotos y Alfredo sin soltarme de la cintura, pago la cuenta, sin esperar a que mi esposo aportara algo, aunque mi esposo, baste decir, estaba ya más borracho que nosotros. Y sin soltarme de la cintura,  Alfredo, tomo mi gabardina y dándosela a mi esposo para que él se la llevara, le dijo a mi esposo que ya nos retirábamos.  Así, yo sin mi abrigo, mi amigo Alfredo llevándome de la cintura y mi esposo por delante caminando con mi gabardina en sus manos, nos retiramos.

Apenas salimos, pedimos los autos, y sin decir más, Alfredo le dijo a mi esposo que él me llevaba a la casa porque quería darme unas instrucciones para el lunes y que nos fuéramos juntos.

Mi esposo con un poco más de lucidez, se acercó y nos cambió la jugada:

-“Noooooo…….no los sigo……..Alfredo quiero hablar contigo!:-

Baste decir que realmente los tres ya estábamos muy tomados. Yo pensé lo peor, pero cuando los vi alejar, no paso más de 4 minutos, cuando regresaron. Alfredo tomo su celular y me dijo que me tomaría unas fotos con mi esposo. Entonces mi esposo, se me acercó y sentí que quiso imitar las poses que vio adentro cuando nos tomaron las fotos, pero nunca segundas partes fueron buenas y nada fuera de lo común. Sin esperarlo o tal vez mi esposo no recordaba que adentro del Bar ya me había tomado varias fotos con Alfredo, me pidió tomarme una foto con Alfredo.  Para este momento, Alfredo iba por todo, y yo, …..yo ya quería todo……estaba demasiado excitada y de plano, Alfredo me abrazó por detrás, repegándose todo el paquete en mis caderas, y una de sus manos, casi al nivel de mis senos. El mismo Alfredo pidió otra foto pero ahora, pidió un tipo selfie, indicándole a mi esposo se pusiera adelante, yo en medio y Alfredo atrás de mí. Solo vi el destello de su celular, más no como salió la fotografía. Mi esposo se subió a su auto y se marchó. Yo me quede estupefacta….con los ojos y boca abiertos!….  no sabía que había pasado pero Alfredo sin pedir permiso, volvió a abrazarme y solo me dijo:

-“Tranquila Dianita……..mas no se puede pedir…..sabes que me dijo tu esposo?…….Que te tiene una sorpresa……que él se adelanta y que yo te lleve…..por cierto, quieres ver la última foto?”. Al enseñármela, no cabía en lo que había tomado…..mi esposo casi con los ojos cerrados, yo en medio de los dos y Alfredo detrás de mí, dándome un beso en el cuello!!

Yo no  cabía en mi sorpresa, pero no dije nada. Sin embargo si note que Alfredo hacia más tiempo del debido antes de retirarnos de ese lugar. Sin embargo, vi que recibió un mensaje en su celular y sin decirme nada, solo dijo:-Ya vámonos.

Eran ya las 5 de la madrugada, y me hizo subir a su auto y antes de arrancarlo, me dio tremendo beso y sus manos no dejaron de toquetearme toda, logrando prenderme nuevamente. Yo estaba chorreando de tanta excitación por todo lo vivido, y sin arrancar aun el auto, se bajó los pantalones, y ahí en el estacionamiento, me cargo, poniéndome frente a él, sentada dándole la espalda al volante, y sin decir más, me dejo caer, ensartándome su verga hasta el fondo!.

Ohhhhh…..mi cabeza dio un giro de enorme placer y mi cabello se revolvió al sentir tremenda tranca dentro de mí. Yo al sentir eso, me torcí de placer y sus manos bajaron mis tirantes, para comerme las tetas sabrosamente, en lo que comenzó a bombearme muy rico. No me dio tiempo de reclamar nada, de decir nada, de negarme a nada. Y así ensartada, echó a andar el auto, y lo puso en marcha…….eran ya las 5 de la madrugada………..pero sin decirme nada, apenas salimos del estacionamiento tan lentamente como podía el manejar, llevándome en esa posición, y en ese momento, note que se metió a un hotel!!. Ahí me puse loca porque no era ese el plan, pero en tanto me azotaba yo, más placer le daba a Alfredo por mis movimientos bruscos y yo totalmente empalada por mi amigo……después de unos instantes de gemir ambos, él no me dejo y solo me dijo: “Tranquila”.

Llegamos al estacionamiento del Hotel, y ahí continuó cogiéndome en esa posición, para después darme vuelta y dejarme de frente al volante, mirando hacia afuera, y me estaba dando una cogida de alto nivel dentro de su carro y ahí estacionados.

De pronto, me saco su verga y sin metérsela debajo del pantalón, bajo del auto, para irse al lado de mi puerta y abrirme la misma, quedando el de frente a mí, y jalándome levemente mi cabeza, para que mi boca quedara cerca de su verga, situación que no pude evitar, y le propine tremenda mamada ahí, sentada dentro del auto y Alfredo afuera parado.  No sé cuánto duramos así, pero nos separamos y me hizo bajar. Me enrollo en sus brazos y me dirigió hacia el interior del Hotel…..entramos y nos fuimos al elevador, y ahí dentro, aunque rápido, me dio unas metiditas más, recargándome de frente a la pared del elevador y medio agachada, para él desde detrás, darme ese mete-saca!.  Apenas salimos del elevador, y me llevo a una habitación, donde ahí afuera, me puso contra la pared nuevamente, poniendo mis manos en la pared, las piernas entreabiertas, y por atrás, me la volvía a meter hasta el fondo, haciéndome gemir de gusto. Yo estaba desbocada, sin saber que hacer pero solo gozando. Me hizo desfallecer ahí en el pasillo al tener los dos un orgasmo intenso y conjunto. En cuanto terminamos jadeantes y muy agotados por la posición, reposamos unos segundos, tras lo cual, de pronto, volvió a abrazarme por entre la cintura y caminamos apenas cinco paso, y toco una puerta. Al abrirse, me quede con los ojos abiertos:- Ahí estaba mi esposo!!!!

Que está pasando!!- paso por mi mente, y sin decir nada, solo escuche decir al Alfredo:

-“Mi amigo, apenas recibí tu mensaje como me dijiste, y te traje a tu esposa, sana y salva…….Dianita………disfruten una noche loca…….su noche de copas!!!!.

Y dándome un beso en la mejilla, se despidió de ambos y se marchó, dejándome con mi esposo ahí, en ese Hotel, quien me tomo de la cintura, me metió y apenas cerro la perilla……nos fundimos en una lluvia de besos llenos de excitación!!

Mi esposo y yo, nos duchamos juntos antes de ir a la cama y volvimos a echarnos otro polvo bajo la ducha, jugando una vez más con nuestras fantasías.

Ya en la cama, con la serenidad que deja el sexo después de disfrutarlo a pleno, le pregunté lo que quería saber, aunque en el fondo conocía la respuesta.

  • Mi amor…….porque me dejaste sola con él?……no me dijiste nada!!…….no sabía que hacer!! …..me sentí muy enojada contigo…..te marchaste así como así……– para esto, mi esposo en silencio, vi que volteo su mirada hacia un costado de la recamara de ese Hotel, y vi que tenía colocada su cámara de vídeo, y así de espaldas, lo escuche decir, sin responderme nada:

     

  • -¿Te lo has cogido mi amor?-

Me giré con sensualidad y determinación hacia mi esposo.

-Si quieres que te responda, tiene un precio mi amor…….que me dejes cogérmelo y lo haré ahora mismo pero, (hice una breve pausa) ¿Estás seguro que quieres saberlo cariño, estás convencido que necesitas conocer lo que ocurrió esta noche?-

-Ohhh mi amorrrrr…….tengo que confesarte que he luchado hoy contra mí mismo, y no he parado de estar sumamente excitado…….me atreví a dejarte sola con él, en lo que venía a reservar esta habitación porque como te lo dije, quiero que esta noche sea una noche loca y hagamos locuras tu y yo solos……no te negare que los nervios me comían…….no he dejado de estar chorreando de lo excitado que me has puesto hoy!!!!……..definitivamente mi amor…….qué pedazo de mujer tengo; maravillosa, sensual y que placer me das mi chiquita………me tienes loco…..así me gustas y así quiero que seas siempre!!!.

Dudé un instante palpitando sus palabras, pero de inmediato supe lo que realmente deseaba.

-Sabes mi amor,………..hoy he disfrutado como nunca………..y sabes??….. si dudas no me importa………….prefiero seguir jugando……. Prefiero que tu mente sea la que imagine todo lo que pudo haber pasado………….y si gustas, jugamos a que yo te confieso que Alfredo me subió a su carro y no pudo evitar tocarme toda y meter un dedo en mi panochita, y me toco toda…….toco a tu mujer todo lo que quiso……. me cogió muy rico y ese hombre me tiene echa toda una puta……….prefiero que sigamos así……….o….tu qué opinas?…-

-Te amo mi amor……..quiero lo que tú quieras……si quieres confesarme lo que viviste hoy…….te escuchare con atención…….si no quieres decirme nada, no te obligaré, pero si quieres que simplemente sigamos con la duda y nuestras mentes se imaginen todo lo que desean……pues también mi amor………te confesaré que hoy me gusto ver todo lo que ví……no puedo negarte que desde que te vi, estuve empapado y empalmado……me sentiste y supiste hacer todo a manera que me provocaste sentimientos encontrados……me gusto ver como estabas con otro hombre……..pero prefiero seguir jugando…….Quieres tú que sigamos así???…..o quieres probar realmente???

(Continuará…)

  • : Una amistad, una fantasía y un morbo, todo una fórmula completa
 

Relato erótico: “Rompiéndole el culo a Mili (12)” (POR ADRIANRELOAD)

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verano inolvidable2Mili parecía un foquito de Navidad, por momentos pálida, por momentos roja, al borde Sin títulode las lagrimas… Javier estaba a escasos metros de nosotros, no sabíamos como, pero el sabia que yo estaba allí… en ese cubículo…

He pasado por situaciones similares anteriormente, más que nada por tenia la experiencia adquirida en una relación filial hacia unos años, me había dado cierto aplomo y rapidez mental para salir de estas situaciones… si pude en su momento salvarme de mis padres y mis familiares, creo que no seria difícil deshacerme de Javier…

– Mira… el me esta buscando a mi… yo salgo, le doy el encuentro y después de cinco minutos tu sales… le susurre a Mili.

Ella no atino a decir nada, con las justas movió su cabeza afirmativamente, tome mis cosas iba a salir… cuando la perilla de la puerta giro… ¡Mierd…!…

Mili estaba cerca de la puerta, en acto reflejo la empuje a un lado, para que quedara detrás de la puerta. Ella entendió y siguió esa dirección, ubicándose tiesa, cual estatua, detrás de la puerta.

Hola Javier… dije un poco agitado, conteniendo la puerta, para que no le diera en las narices a Mili.

– Que tal Danny… ¿has visto a Mili?, me dijeron que la vieron por aquí.

– Bueno, si… paso por acá… estaba preocupada por el trabajo del curso que llevamos juntos, le dije que el profe no había venido… así que se fue tranquila… respondí, intentando no ser dubitativo, aunque sentía la nerviosa respiración de Mili sobre la mano que contenía la puerta.

– ¿Hace cuanto?… pregunto extrañado, parecía que quería entrar al cubículo a continuar la platica. Solo mi cuerpo y mi actitud se lo impedían.

– No se, unos quince o veinte minutos… oye mira… me muero de hambre… vamos por ahí a comer algo… dije para salir del apremio.

– Solo si tú invitas… respondió sonriendo.

– Esta bien… respondí aliviado, muy pocos se resisten a un almuerzo gratis.

Cerré la puerta, me imaginaba al interior Mili recuperando su color y la respiración…

– Oye ese cubículo huele raro… ¿no te habrás estado pajeando?… me dijo Javier en son de broma y casi me atoro con mi saliva.

– Como crees, solo tu harías una cosa así… respondí devolviéndole la broma.

– Jajajaj… tienes razón… se ufano el.

– ¿Cómo sabias que estaba acá?… le pregunte para cambiar de tema y no ahondar en los olores y en lo sucedido en ese cubículo.

– Fácil… solo un tonto como tu se queda en la biblioteca cuando hay final de fútbol femenino en el coliseo… me dijo riendo.

Ah, claro por eso la biblioteca estaba vacía, el equipo de fut-sal femenino de la facultad iba a jugar la final del campeonato universitario… y eso nadie quería perdérselo, casi todos estaban en el coliseo

– Ya… en serio…

– Guille vino a devolver un libro y me dijo que te vio entrando al cubículo…

– ¿Y como sabias que Mili paso por acá?…

– No lo sabia, solo pregunte… repuso.

Diablos, mejor no sigo indagando al respecto porque yo mismo me puedo poner al descubierto… me dije. Así que me apure en sacar a Javier de la Biblioteca, pero en el camino a la puerta el saco su celular….

– A quien vas a llamar?…. pregunte algo preocupado.

– A Mili… creo que esta molesta conmigo…

Caraj… si el celular de Mili suena dentro del cubículo, nos jodimos, se va a dar cuenta de que ella esta adentro.

– Mierd… me quede sin crédito… dijo molesto al escuchar el mensaje de la operadora.

– Estas con suerte… dije socarronamente, aunque aliviado porque el de la suerte era yo.

Salimos a comer. No tuve que preguntarle, me contó de su amiga la tetona succiona vergas, de cómo lo habían pasado el fin de semana. Yo me reía, a veces de la forma en que contaba las cosas y otras recordando o haciendo una semejanza con las que hice yo con Mili…

Idiota, teniendo a Mili se mete con una tipa que por lo que dice es la mas experimentada de la ciudad, casi una mujerzuela… quizás eso acalla su morbo… cada quien con satisface sus apetitos como gusta.

Quizás por esa costumbre de andar o de estar con mujeres de ese tipo, de gran trayectoria amatoria, por eso no había podido descubrir el fuego interior de Mili, no había descubierto su punto débil, no había sabido incitarla de manera sutil a esos oscuros placeres…

Javier no tenia paciencia ni ganas de enseñarle esas mañas a Mili, esperaba que por su escultural cuerpo ella tuviera toda la experiencia necesaria, que Mili supiera de esas cosas, así que él simplemente iba al grano, como lo hacia con las otras chicas… y quizás en parte Javier se frustraba al ver que en la cama Mili no tenia toda la experiencia que aparentaba tener.

En parte aquella fascinación que Javier tenia por esa chica (la succiona vergas, no le conocía otro nombre) me había resultado beneficiosa, ya que pude disfrutar de Mili. Si Javier hubiera llamado ese sábado en la noche, no hubiera pasado aquel magnifico fin de semana con Mili, explorando cada rincón de su anatomía en cada rincón de mi casa.

Inclusive, al terminar el almuerzo, Javier me llego a pedir que intercediera por él con Mili, había notado que ella lo estaba evitando, no contestaba sus llamadas… para que no me insistiera le dije que vería que podía hacer… así mi cornudo compañero se quedo tranquilo…

Aunque me dijo que no me apurara en hacerlo, porque el miércoles iba a salir con otra tipa que al parecer solo le gustaba que le den por atrás… A esas alturas ya ni me remordía la conciencia por ponerle los cuernos a Javier…

Ese miércoles mientras Javier satisfacía todos sus apetitos anales con su amiga, yo iba al cine con Mili… Había un poco de nerviosismo entre ambos, era la primera vez que salíamos juntos como una pareja…

Las cosas se dieron de una manera extraña, me llamo en la noche y me dijo que estaba aburrida. Fui a verla, conversamos un rato, en realidad aparte de conocer su cuerpo no conocía mucho de ella y de sus gustos, solo de sus recientes apetittos sexuales.

Así, conversamos sobre películas, casi teníamos los mismos gustos al respecto. Hacia unas semanas que habían estrenado una película que a ambos nos hubiera gustado ver, pero por esos trabajos de la universidad y nuestros encuentros y desencuentros amatorios, no habíamos tenido oportunidad de ir a verla…

Danny vamos a verla ahora… mira que no debe faltar mucho para que la saquen de cartelera… me dijo Mili.

Oye pero es un poco tarde, tu crees haya alguna función a esta hora… repuse.

Eran casi las 10 y calculaba que hasta que lleguemos al cine serian cerca de las 11 de la noche, ya saben por el tiempo de viaje y lo que demoran algunas chicas en arreglarse.

Mira hay una función a las 10:30pm… me dijo mostrándome la sección de cine de un periódico.

– Ese cine esta un poco lejos… ¿Tu crees que lleguemos?…

Si salimos ahora, si… ¿Qué dices?…. me dijo animada.

– Vamos… respondi, no me podia negar.

Su padre estaba fuera de la ciudad y su madre no puso mayor objeción a que saliera conmigo, me conocía por los trabajos de la universidad que hacíamos.

Ella no necesito cambiarse, llevaba una falda negra que le quedaba por encima de la rodillas, con unas panties del mismo color cubriendo sus piernas, seguro por el frió, una blusa y una chompa cubriéndola, tenia una apariencia un poco casera, un poco formal, casi de oficinista, pero no se veía mal. Por suerte era de las que no necesita arreglarse mucho para verse bien.

Llegamos cuando pasaban los avances de otras películas, algunos asientos de atrás estaban ocupados, había muchos espacios, pero era la primera vez que salíamos juntos, casi formalmente como enamorados… así queríamos estar solos… La zona media de la sala estaba casi desierta y las primeras filas vacías… hacia allá nos dirigimos…

La abrace, ella se recostó sobre mi hombro, nos dimos algunos besos cariñosos. Al poco rato inicio la película, un poco lenta… como mi mano subiendo sobre su cintura hacia sus senos, desabotonando su blusa… ella no protesto… solo me beso con mayor efusividad…

Mi mano estrujaba sus senos, sus pezones y su lengua me retribuía el favor… me sobaba el pecho, el abdomen, tome su mano y la dirigí a mi pantalón… si yo masajeaba sus senos ella podía prodigarme el mismo placer en mi verga.

Ella lo entendió, mejor de lo que pensé, no se limito a acariciar mi verga sobre el pantalón, sino que se dio maña para meter directamente su mano por debajo de mi pantalón y su calida mano atrapo mi erecto pene…

Yo hice lo propio y mis dedos se deslizaron por su suave abdomen, pasando por su falda, acaricie sus piernas a través de sus delgadas panties, subiendo mis manos hasta llegar a su tibia y húmeda conchita, un shock eléctrico la recorrió… ahogo un gemido entre su garganta y nuestras lenguas.

Su siguiente reacción, casi maniática, fue sacar su mano, desbrocharme el pantalón, bajarme el cierre completamente rebuscar en mi bóxer hasta sacar por completo mi verga, dura… quería sentirla libremente con sus dedos… palpar toda su rigidez… sabia que aquel instrumento se ponía así por ella, y que aquella masa de carne podía complacerla…

No importaban los demás en el cine, tal vez hacían lo mismo desde sus ubicaciones, o quizás solo veían la película, que mas da… nosotros agazapados en las butacas dábamos rienda suelta nuestros instintos… escondidos de la vista de los pocos asistentes a esa sala, sin nada que temer.

Mis dedos no dejaban de proporcionarle ese agradable cosquilleo en sus labios vaginales y ella respondía con candorosos besos, con sus dedos pajeando mi verga… parecía que iba a explotar de placer… hasta que no pudo mas… quiso sentir en sus labios lo que mis dedos hacían en su vagina…

Sus jugosos y carnosos labios se apartaron de mi boca y fueron descendiendo a mi verga…

– ¿Qué haces?… me atreví a preguntar ingenuo, a media voz.

No me respondió, absorbida por su propio morbo no dudo en meterse mi verga a la boca y succionarla, me sobresalte un poco en el asiento al sentir su lengua en mi verga. Unas gotitas de leche salieron instantáneamente al sentir sus carnosos y suaves labios recorriendo mi verga, ella no protesto, sumida en su excitación prosiguió con su labor.

A pesar de la incomoda posición, Mili siguió mamando mi verga. Yo complacido, acariciaba sus cabellos y por momentos me daba maña para acariciar sus senos. Estaba en la gloria.

Llego un momento en que ella ceso su labores, quizás volvió a la realidad. Habrá menguado su excitación y se habrá dado cuenta de donde estamos… pensé un poco mortificado, ya que había dejado su trabajo a medias. Por fortuna me equivoque.

Al parecer no podía seguir en aquella incomoda posición, se deslizo por el asiento hasta quedar de rodillas frente a mi, en ningún momento soltó mi verga… yo solo me limite a abrir mis piernas para darle un espacio…

Con rostro poseído por el placer y la lujuria, me miro desde su posición, reconoció mi mirada excitada entre los chispazos de la pantalla que iluminaban la semidesierta sala de cine. Sonrió y nuevamente se engullo mi verga de a pocos, mirando de cuando en cuando hacia arriba, complacida de mis reacciones, de mi pecho jadeante…

Sus labios soltaron mi verga, solo sus dedos siguieron pajeándome. Se incorporo un poco, me agazape para darle el encuentro, pensé que me quería besar, sin embargo tomo mi cuello y me susurro al oído:

Te necesito ahora…

– Vamos a otro lado… le dije.

– No aquí… me dijo, casi suplico con su apagada voz.

Era una locura… nunca había llegado a esos extremos en el cine… no había pasado de las caricias y pajeos en los asientos. En ese momento no me llegue a imaginar como hacerlo, solo supuse que Mili podría sentarse sobre mi verga dándome la espalda, pero seria muy obvio para los pocos espectadores detrás nuestro lo que estábamos haciendo allí…

Por suerte la mente de Mili fue más creativa. Ella que ya estaba de rodillas en el piso, solo giro el cuerpo hacia el pasillo que formaban los asientos levantados, puso sus manos en el piso y espero que entendiera su insinuación…

Era evidente, ella estaba en cuatro patas como perrita ansiosa esperando que la cogieran, dude un poco en aunarme a su posición… pero ella no estaba para dejarla así… fue subiendo su falda, mostrándome su esplendorosas nalgas, y las ligas que unían las panties de sus piernas con su pequeña tanga… parecía una conejita de playboy… y contra esa seductora imagen no se puede luchar.

Solo me quedo deslizarme a través de mi asiento, tratando de no hacer mayor ruido, levante mi asiento para darme espacio detrás de aquellas jugosas nalgas que me habían vuelto loco…

Podía jurar que Mili sonreía coqueta, complacida de que no pudiera resistirme a sus encantos. Empino su trasero para recordarme el porque de su posición, quería que la penetrara así, en cuatro patas… como a una perra en celo…

Con el pantalón apenas por debajo de mis nalgas, me acerque y me puse detrás de ella, apunte mi verga a su vagina, sin embargo ella avanzo… supuse que se habría arrepentido… pero Mili empino mas el trasero… entendí la sugerencia… quería mi verga en su ano…

Me deslice a través del pegajoso piso hasta estar nuevamente detrás de ella, esta vez mi verga apunto a su ano, y esta vez Mili no huyo. Lentamente fui introduciendo mi verga en su pequeño orificio… quizás muy lentamente para su lujuria, ya que ella empezó a retroceder insertándose mi verga.

Mis manos tomaron su cintura por encima de los bordes de las ligas de su panties, y la jale hacia mi, taladrándola violentamente, metiéndole la mitad de mi verga. Su columna se arqueo hacia arriba, su garganta ahogo un aullido de dolor… quería que supiera que aun yo mandaba en su adiestramiento anal…

Cuando su columna recupero su posición normal, comencé a atraer y alejar su cintura, rebotando mi ingle contra sus carnosas nalgas. Era una maravillosa sensación sentir sus abultadas nalgas temblando contra mi… esta vez si la deje aunarse a mis movimientos, ella iba y venia a gusto.

Aunque no escuchaba sus gemidos por el ruido de la película y porque ella misma seguramente los acallaba para no ser descubiertos, y aunque no podía ver su rostro extasiado, podía sentirla y eso era suficiente…

Creo que presintió lo que pensaba, por que volteo el rostro, con sonrisa traviesa, con expresión de gozo, me observo mientras mi verga seguía perforando sus entrañas…

Por momentos se mordía los labios, en otros ratos abría su boquita en espasmo de dolor, de dulce dolor… Todo ello me encendía mas… aunado al hecho de ver su pequeña y negra ropa interior hecha a un lado, sus panties con liga, sus carnosas pero firmes nalgas… empecé a penetrarla con mayor fuerza y rapidez… solo esperaba que el ruido de la película prosiguiera porque ya me parecían escuchar los ahogados gemidos de Mili…

– Uhmmm… uhmmm… uhmmm…

No soporto tanta presión de mi verga hacia su cuerpo, lo frenético de mis penetraciones, su rostro volvió al pasillo… solo veía sus cabellos flotando en la semi oscuridad… su cabeza tenia su propio ritmo, se movia al compas de su excitación, de los gemidos que acallaba por momentos.

Masajeaba su cintura, sus piernas, diablos que monumento de mujer… su cuerpo empujaba con vehemencia hacia el mió, ella iba decayendo en su candor, se acercaba al clímax como yo…

– Ahhh… oooh… escuche su tibio gemido.

Mi verga nuevamente disperso su blanquecino líquido en las candentes intimidades de Mili. Su escultural cuerpo tembló con cada nuevo chorro que la invadía… cuando esa placentera sensación fue menguando… ella se incorporo un poco, aun con mi elástica verga en su ano… se apoyo en un asiento para mantener el equilibrio… entendí lo que quería…

Giro un poco el rostro, y en esa incomoda posición nuestros labios se encontraron, mis manos se posicionaron de sus henchidos y desnudos senos a través de su semi abierta blusa… los acaricie, había extrañado verlos, los había imaginada rebotando al son de mis penetraciones…

Su lengua me devolvió con gratitud las caricias a sus senos y pezones… luego, producto del cansancio, nuevamente se agazapo y volvió a su posición en cuatro, quizás esperando reponerse para luego arreglarnos y volver a nuestras posiciones en los asientos…

Yo también recuperaba el aliento, complacido observaba sus nalgas, su provocativa ropa interior, a su vez Mili solo atinaba a mirar el suelo mientras recuperaba su ritmo normal de respiración.

La locura de nuestra pasión, del placer que sentíamos hacia el sexo anal nos estaba llevando a cometer aquellas pillerías en lugares públicos, en los baños de la facultad, en la biblioteca y ahora en un cine a altas horas de la noche… habíamos tenido suerte de no ser descubiertos hasta entonces… pero…

– ¿Están jugando al caballito?…

– ¿Qué?… pregunto Mili levantando la vista

Salí de mi abstracción y horrorizado levante la vista… por el tono de voz y lo inocente de la pregunta ya lo había supuesto… era una niña… habíamos sido pillados por una infante de no mas de 5 años… ¿Quién mierd… deja a su hijos sueltos en el cine a esa hora?… la niña al inicio de la fila nos miraba ingenua esperando una respuesta.

– Si, si, pequeñita… estábamos jugando al caballito… pero ya terminamos… respondió a media voz Mili nerviosa.

Mi semi erecta verga sufrió el espasmo inicial del cuerpo de Mili, luego el temblar de su cuerpo. Mi primera reacción hubiera sido alejar a la niña con algunas palabras subidas de tono, pero tal vez eso hubiera llamado mas la atención… creo la actitud de Mili era la mas adecuada… opte por dejarla actuar, yo me quede mudo casi como una estatua esperando que Mili lograse alejarla.

– ¿Oye niñita porque no buscas a tus padres?

– No los encuentro…

– Dónde están?… pregunto Mili. Creo que le salio su aire maternal.

¡Caraj… Mili no me digas que quieres ir a buscar a sus padres con las tetas al aire y la falda sobre tu cintura… Mili entendió mi reacción porque apreté un poco mis manos sobre su cintura.

– No se… estábamos viendo shreck… Salí al baño volví a entrar y no los encontré… dijo la niña un poco asustada.

– Ay mira… esa película la están dando en la siguiente sala… solo tienes que salir al pasillo y entrar a la puerta siguiente…

– Ahhh… pero ¿ustedes van a seguir jugando?… ¿puedo jugar con ustedes?…

¡Mocosa del diablo!… estaba muy chiquita para esas cosas… ¿Por qué no se va?…

– No… no… repuso Mili nuevamente nerviosa…

– Nosotros ya terminamos de jugar… ahora vamos a ver la película… ve con tus papis… respondí, al notar que Mili no atinaba o decir nada mas.

– Esta bien… dijo y dio media vuelta y se fue.

Ufff…

Desde su ubicación Mili volteo y me dio una mirada de reproche.

– Creo que fuiste un poco dura con la niña…

– ¿No me digas que querías que se quedara?…

– No, pero hay otras formas…

– Oye, esas otras formas iban a tomar tiempo, tenemos suerte de que nadie se haya acercado…

– Bueno… si…

– Más bien hay que arreglarnos, no se le vaya ocurrir volver a esa niña con sus hermanitos o con sus padres…

Así, agazapados, pusimos nuestra ropa en orden y nos sentamos sin mayores aspavientos, procurando no llamar mucho la atención…

Danny… ¿tu crees que la niña le cuente a sus padres que nos vio jugando al caballito?… pregunto medio en serio, medio en broma.

– No se, tal vez… dije un poco preocupado.

– Mejor vámonos… me dijo preocupada.

Nos escabullimos por la puerta de emergencia, al salir a la calle nuestros rostros pasaron de la preocupación a las sonrisas… y luego nuevamente al susto…

Vimos Carlos, a un compañero de la facultad saliendo de pizzería con su enamorada Diana, otra chica que también estudiaba en la facultad. Para nuestra mala fortuna estos chicos tenían la fama de ser poco discretos, siempre estaban al día con los últimos chismes de la facultad. Así que si nos veían, al día siguiente íbamos a ser la comidilla de la facultad…

Antes de que le dijera nada, Mili ya me había estampado contra una pared, llenándome de besos… yo solo la jale solo unos centímetros, hacia un rincón que no estaba muy iluminado.

Algo de suerte tuvimos, ellos permanecieron en la acera del frente…

– Vayan a un hotel… nos gritaron al unísono ambos, en tono de broma.

Creo que a Mili no le gusto mucho el comentario, quiso voltear para contestarles algo, pero yo se lo impedí apretándola más contra mí.

Escuchamos algunos otros comentarios y sus risas se desvanecían a medida que se alejaban…

– ¿Ya se fueron?… pregunto Mili entre besos.

– No, mejor esperamos un poco mas… respondí sin dejar de besarla.

Las cosas nuevamente se calentaban entre nosotros. Mis manos ya comenzaban a trepar por su cintura, tal vez ahí mismo, arrinconados en ese umbral de puerta, en esa extraña posición, podíamos tener otro encuentro fugaz pero ardiente.

Mis dedos ya tocaban sus senos, su respiración era mas agitada. Si se resistía a hacerlo allí, solo tendría que besarle el cuello y cedería a todas mis pretensiones… todo iba bien, hasta que…

– Circulen por favor… nos decía por el altavoz un patrullero.

Maldta sea… cuando no la policía, siempre están cuando no los necesitas y cuando los requieres están comiendo donas… pensé.

Con algo de pudor y vergüenza, continuamos nuestro camino, buscando un lugar donde tomar un taxi. En el trayecto me asaltaron algunas dudas:

¿Por qué tuvimos que ocultarnos de Carlos y su enamorada?… era una pregunta valida, dado que fue Mili la que arrincono y me lleno de besos para que ellos no nos vieran.

– Ya sabes que son unos chismosos de primera…

– ¿Acaso aun no has terminado con Javier?… repregunte algo enfadado.

Por mi actitud ella dudo en contestarme, quizás preparaba alguna excusa…

– Respondeme… le exigí, al igual que ella me exigió alguna vez acerca de si es yo iba a terminar con Viviana.

– Esta bien… no he podido hacerlo… no lo he visto si quiera… respondió abrumada.

– Pero el te ha estado llamando… replique.

– Si, pero no quiero he querido contestarle, tampoco quiero verlo…

– ¿Por qué? ¿Es que aun sientes algo por el?… pregunte sintiéndome nuevamente un idiota por haber dejado a Viviana.

– No seas tonto… dijo luego me abrazo y me beso… yo te quiero a ti… es solo que…

– ¿Qué?…

– Me da vergüenza, no se, nunca había sido infiel, y no se si al verlo termine por confesarle todo, tal vez el se de cuenta que le estoy ocultando algo… y eso puede terminar peor… me dijo confundida.

Quise enojarme con ella, pero al fin y al cabo yo la comprendía, lo mismo acababa de experimentar con Viviana. Te sientes bien con la otra persona, pero tienes remordimientos y no sabes como confesarle a tu pareja formal, o al menos terminar la relación, es un poco difícil… y creo que más para una mujer…

Mira, este fin buscare la forma de hablar con el…

– Esta bien…

– Pero Danny cambia esa cara…

– Solo si me das un beso…

Nos besamos apasionadamente, hasta que nuevamente sentimos la luz de las sirenas, policías de mierd…

Continuara…

Para contactar con el autor:

AdrianReload@mail.com

 

Relato erótico: “Rompiéndole el culo a Mili (13)” (POR ADRIANRELOAD)

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herederas3Rompiéndole el culo a Mili (13)

Compitiendo por una promesa

Sin títuloTodo parecía ir arreglándose, ese fin de semana Mili conversaría con Javier, mejor dicho cortaría su relación con él, nosotros seguiríamos viéndonos a escondidas mientras los rumores de la ruptura se acallaban, con los exámenes y luego al salir de vacaciones, el chisme iría diluyéndose… como dije, todo parecía ir viento en popa… pero…

Generalmente una semana antes de los exámenes de fin de año, la facultad organizaba un campeonato de futsal masculino, quizás para que los alumnos liberen tensiones físicamente antes de las pruebas académicas… pero ese fin de semana no solo habría tensiones deportivas sino también emocionales…

Hubo un tiempo en que no me perdía estos campeonatos, después de un viaje a las tierras de un tío, y por una lesión, digamos que me retire del fútbol. Deje de lado las AMISTADES deportivas, quizás por ello no me hice muy amigo de Javier, ya que él era infaltable en los encuentros de fútsal todos los fines de semana en cualquiera de las losas deportivas de la universidad.

Así pues, me dispuse a ir a la facultad a entretenerme un poco viendo como mis amigos luchaban por el trofeo del campeonato. También, en parte, quería constatar si Mili cumplía la promesa que me hizo de terminar con Javier… solo que ella había hecho otra promesa mucho antes…

Llegue a la facultad cerca de mediodía, la primera ronda ya había terminado, el equipo de Javier había clasificado a los octavos de final. Lo felicite por ello, a él y unos amigos que teníamos en común. Lejos de verlo con el ánimo decaído, lo note con un vigor poco usual, con unas ganas de llevarse de una vez por todas ese trofeo… y no era el único trofeo que esperaba recibir…

Pensé que tal vez Mili no había querido terminar con él durante plena lid deportiva, quizás al final del campeonato le clavaría la estocada.

Bueno quizás no sea hoy, si Javier no gana el campeonato se va a deprimir, más aun si Mili lo deja. No me importaría que Mili deje las cosa para mañana… si, que deje que el ánimo de Javier se reponga, porque al fin y al cabo su equipo no es tan bueno como para ganar el torneo… me dije.

Estaba de ánimo optimista, lo que contrasto con el rostro pesimista que tenia Mili cuando la encontré deambulando por los pasillos de la facultad.

– Hola… dije y quise darle un beso pero me contuve, podría haber algún curioso por allí.

– Hola… respondió con una sonrisa algo forzada.

– ¿Por qué estas así?… pregunte extrañado, y repregunte algo victorioso… ¿terminaste con él?

– Si… lo hice… dijo aun con rostro de pesar.

– No me digas que te arrepientes de haberlo hecho… dije malhumorado.

– No es eso… es que… si te cuento te vas a molestar…

– No, si no me lo cuentas me voy a molestar… respondí serio.

– Está bien…

Nos sentamos en las escaleras, entonces me comento lo sucedido:

Mili había terminado con Javier el día anterior por la noche. El dolido ego de Javier no la dejaría ir tan fácil. Después de pasar buen tiempo detrás de Mili, cortejándola, y que al cabo de unos pocos meses ella lo termine… es algo difícil de asimilar… quizás no tanto para él mismo, porque como les dije satisfacía sus instintos sexuales con otras, y pienso que quizás gran cariño por Mili no tenía. Ella era más bien su trofeo, la gran conquista que lucía frente a sus amigos, y por la cual era envidiado por muchos.

Así que creo que a Javier no le dolió el corazón sino más bien la cabeza… pensó más en los comentarios, generalmente malintencionados, que estas situaciones generan, sobre todo entre los amigos… palabras subidas de tono como que tal vez lo dejaron por impotente, por eyaculador precoz, por no saber cómo satisfacer a una mujer así… como ven, la situación se presta para estos comentarios y otros más ingeniosos e insidiosos.

Todo ello era de esperarse, imagine que Javier intentaría con mil y una tretas para seguir con Mili, al menos hasta el final del ciclo, las vacaciones… así lo hizo… pero ella no acepto… solo al final de su plática, que termino pareciéndose más a una negociación, acordaron los términos de su separación…

No divulgarían lo de su separación sino hasta después de los finales. Ya en las vacaciones el chisme se esfumaría y el siguiente ciclo lo suyo seria historia vieja, así Javier cuidaba su orgullo. Además él prometería no hacer ningún comentario revanchista o malintencionado sobre ella y sus intimidades. Hasta ahí todo bien… el problema fue una vieja promesa que ella tenía que cumplir…

Hacia mitad de ciclo hubo un campeonato de futsal, Mili como enamorada de Javier fue a alentarlo, pero gran decepción se llevó al ver como su equipo era vapuleado y goleado. Lo que provoco las burlas de varios compañeros y a las que ella también se unió.

Ya en la intimidad, después de aquel trágico día para él, Javier intento al menos SALIR ganador entre las sabanas, quizás para olvidar el mal trago de su vergonzosa derrota deportiva busco en el sexo acallar esos malos momentos… pero no solo buscaba el sexo común, quería sexo anal.

Inaugurar el gran trasero de Mili seguramente haría pasar todo lo demás a un segundo plano, además básicamente por esa fantasía seguramente inicio su relación con ella. Mili siempre le había negado esa posibilidad por temor y otras cosas… y esa noche ella siguió con esa negativa… más aun previendo que Javier desquitaría toda su furia con su entonces virgen ano… solo que ella lo expreso en otros términos…

– ¿Crees que te mereces ese regalo luego de haber perdido de esa forma?… le increpo Mili en aquella oportunidad.

– Ósea que de haber ganado el campeonato me hubieras dejado metértelo por el culo… respondió Javier algo enfadado.

– Si, en ese caso creo que sería una justa recompensa… respondió Mili algo aliviada por mantener el pene de Javier alejado de su estrecho agujero.

– Vas a ver… el próximo campeonato lo voy a ganar… y tu culito va ser mió… respondió confiado Javier.

– Ya veremos… respondió Mili en son de burla.

– ¿Apostamos?…

– Está bien… asintió Mili, confiada de que aquello nunca sucedería.

– Pero vamos… no te vas a arrepentir… insistió Javier.

– No…

– Promételo…

– Está bien… lo prometo… sentencio Mili en aquel entonces.

La noche anterior, Javier le hizo recordar su promesa. Era evidente que algún recuerdo suyo quería llevarse, finiquitar aquella fantasía que con esa ruptura se haría imposible… y el caso es que Mili acepto, para no prolongar más aquella discusión que ponía fin a su relación, además porque estaba segura que el equipo de Javier era malísimo.

Pero Javier no era tonto, movió mar y tierra para reforzar su equipo… y lo consiguió, prometió desde cervezas hasta conseguirles citas con sus experimentadas amigas. El equipo de Javier había clasificado ganando por goleada. Mientras hablábamos en las escaleras, su equipo aplastaba a otro rival y clasificaba a cuartos de final.

– Oye, pero no seas tonta… aun cuando gane, tu no vas a cumplir con esa promesa… a menos que quieras hacerlo… dije molesto.

– No, claro que no quiero cumplir esa promesa… ¿Qué me crees?, ¿una cualquiera?… de solo pensarlo me da… no término la frase, pero hizo una expresión graciosa de asco.

– Entonces… ¿cuál es el problema?… no cumples lo prometido, invéntale cualquier excusa y listo… que se enoje ¿qué más da?…

– Es que tengo miedo de que reaccione mal y…

– Si te toca lo mato… dije instintivamente imaginando que Javier podría golpear o intentar obligar a Mili a cumplir su promesa.

Ella me miro sorprendida, algo asustada al inicio pero luego con ternura al notar que estaba dispuesto a protegerla como era debido. Acaricio mi mejilla, me robo un beso que apaciguo en algo mi enardecido animo… Nos separamos al escuchar algunos pasos…

– Danny… es que no es solo eso… me dijo aun confundida.

– ¿Qué? ¿Le has prometido algo mas?…

– No tonto, es que como yo no voy a cumplir lo que le prometí, él me puede decir que tampoco cumplirá lo que prometió… no se… puede divulgar rumores acerca de mi… de la intimidad que tuvimos alguna vez… o inventar cualquier tontera y hacerme quedar como una prostitut… ¿Entiendes?…

– Si, pero quien le va creer, todos saben como es el de hablador, además se darían cuenta de que esta hablando por la herida…

– Aun así los rumores dejan algo…

– Pero esas cosas al fin y al cabo la gente las olvida…

– Para ti es fácil porque eres hombre, si tu terminas con tu enamorada y al poco tiempo te ven con otra chica, tus amigos te felicitan, te celebran como un donjuán… en cambio si una mujer termina con su pareja y al poco tiempo aparece con otro chico, todos la tildan de mujerzuela, de chica fácil, tus propias compañeras te miran con recelo, hasta piensan que les puedes quitar el enamorado…

No podía objetarle eso, era una realidad, algo machista las reacciones no solo de los hombres sino de las propias mujeres cuando ven que una amiga dejo a su enamorado por otro…

Si por esos días alguien me veía con Mili, seguro que me felicitarían, algunos me invitarían cervezas, que les platique como fue la cosa, los comentarios hacia mi serian benignos en gran parte… pero a ella… dirían que es una put…, entre otras perlas… y mas aun si Javier por despecho soltaba algo, y con lo boca floja que él era. Si me contaba sin tapujos sus aventuras con sus amigas, ya me imaginaba lo que podría decir de Mili…

– Tienes razón… bueno, creo que mejor vas a tu casa, yo veo como soluciono esto, cualquier cosa yo te llamo…

– No te vas a pelear con el… me dijo asustada.

A decir verdad, me gustaría amenazarlo, y si eso no funciona darle algunos golpes… pero tranquila… se que eso empeoraría las cosas.

– Entonces ¿Qué vas a hacer?…

– Ya se me ocurrirá algo… o tal vez no tenga que hacer nada, quizás su equipo pierda… ¿Te acompaño o te vas sola?…

– No, me voy a quedarme un rato más, debo encontrarme con una amiga en la biblioteca para estudiar, luego me voy…

– Está bien… entonces nos vemos… me despedí y le di un beso de amigo en la mejilla para no levantar sospechas, solo que mis labios rozaron los suyos, note como se ruborizaba.

Enfile hacia las losas deportivas para averiguar cómo iba el campeonato y si el equipo de Javier ya había sido eliminado. Pero las noticias no eran buenas, como comente su equipo paso a cuartos de final y su rival sería un equipo que a duras penas logro clasificar… así que fácilmente podría avanzar a semifinales…

Mientras tanto yo maquinaba como evitar la oleada de acciones y reacciones que podían suceder si Javier ganaba el campeonato… pensé en unirme a alguno de los equipos clasificados, total había ido a la universidad en ropa deportiva… solo que todos los equipos estaban completos, y de haber algún cupo muchos dudarían en dármelo, debido a que yo llevaba buen tiempo alejado de los campos deportivos.

En menor medida, también sería un poco sospechoso que yo insistiera a como dé lugar en ingresar a un equipo. Hasta el poco sesudo de Javier podría empezar a sospechar de mis motivaciones, podría empezar a asociar cosas, mi reciente amistad con Mili, nuestras amanecidas estudiando, su reciente ruptura, mi reciente interés por jugar fútbol…

Solo me quedaba esperar una oportunidad, o tal vez fingiendo un accidente, un tropiezo o algo, caerle encima, lesionarlo… ¿Qué se yo?… pero ¿Cómo hacer que parezca algo casual? ¿Cómo lesionarlo de tal forma que no juegue?… meditaba esto mientras veía clasificar a semifinales al equipo de Javier. Las semifinales y la final se jugarían en el coliseo.

¡Diablos!… ¿Y si les invito una bebida con un purgante fuerte?, todos terminarían en el baño y no jugarían… sería muy llamativo y ¿dónde consigo un purgante así?, que haga efecto rápido y que me lo den sin receta médica…

Creo que mejor lo lesiono… no sé si funcione, total su equipo sin él también puede ganar y él podría pedir su recompensa… pero Mili podría argumentarle que el no estuvo en el equipo jugando la final… si puede ser… me dije viendo que no tenía más opciones.

Los equipos calentaban en las zonas auxiliares al campo principal del coliseo, por el momento había poca gente en las tribunas. Vi a Javier separándose de sus amigos y dirigiéndose a los baños, decidí seguirlo… es solo cuestión de pisarle el tobillo de manera casual, no provocarle un esguince, pero si dejarlo adolorido como para que no juegue… estaba por alcanzarlo, no me enorgullecía de lo que iba a hacer, era algo sucio… pero algo tenía que hacer…

Estaba cerca, iba a pisarle el tobillo, iba a lesionarlo… solo que el lesionado fue otro…

– Ay caraj…

Javier volteo instintivamente y yo también, se sorprendió al verme detrás suyo casi acechándolo… pero más le llamo la atención la persona que profirió el quejido… el lesionado…

Era el arquero del equipo de Guillermo, durante el calentamiento había recibido un balonazo en la CARA, mejor dicho en la nariz, y por la fuerza que tenía el disparo lo estaba haciendo sangrar a borbotones.

Nos acercamos a ayudarlo, parecía que tenía el tabique desviado, se le empezaba a hinchar la nariz… un compañero que no era del equipo había sido el culpable del potente remate que casi deja sin olfato al arquero de Guille. Era evidente que no podría continuar. El causante del problema compungido y entre reproches acompaño al arquero al servicio médico de la universidad.

– Uy Guille… jajaja… que mala suerte… se reía Javier viendo que el único equipo que podría quitarle el trofeo tenía una baja en sus filas.

– Maldita sea… inscribe a Sergio como refuerzo… que juegue para nosotros de arquero… bramo Guillermo.

– No, el ya jugo para otro equipo, y los refuerzos solo pueden ser jugadores que no hayan participado en ningún equipo… le explico un compañero.

– Entonces llama a David… él no ha participado…

– Sí, pero está en su casa, hasta que venga va a pasar más de media hora y el partido es en menos de 10 minutos… repuso otros preocupado.

Yo escuchaba la plática haciéndome el desentendido, mientras Javier, celebraba para sus adentros su suerte…

– Si quieres yo juego para tu equipo… propuse, como quien no quiere la cosa, como quien le hace un favor a un amigo desesperado.

– ¿Tu?… repuso aún más burlón Javier.

– Oye Danny aprecio tu ofrecimiento, pero hace tiempo que no te vemos jugar fútbol, y que yo recuerde tu eres medio campista no arquero… dijo Guille incrédulo.

– Si… pero bueno… en mis tiempos en el colegio jugaba en el arco y no lo hacía mal… repuse mintiéndole, era la única forma de que me aceptara en su equipo y de intentar evitar que Javier ganara el trofeo.

– Está bien… dijo y volteando a uno de sus compañeros agrego… denle la camiseta del arquero.

Tenía unos 5 minutos para calentar mis oxidados músculos deportivos y recordar lo básico sobre como cuadrarse en un arco de fútbol. Javier de regreso del baño, risueño observaba mi torpe calentamiento, mis adormecidos reflejos… la siguiente vez lo vería en el campo de futsal, en el equipo rival…

– Suerte… me dijo y agrego socarronamente: la vas a necesitar.

¡Caraj…! en que líos me meto, puedo quedar en ridículo frente a la facultad, primero si es que me como una goleada espantosa y segundo si perdemos, Mili no va a cumplir su promesa, van a saltar los chismes, la habré defraudado… pero ya veré que hago pensé mientras entraba al campo deportivo, atendiendo al llamado del árbitro…

Durante el primer tiempo no tuve mayores problemas, algunas torpes intervenciones, pero que nos salvaron, además la defensa del equipo de Guille sabia que yo no era buen arquero así que redoblaban esfuerzos en ayudarme… el problema era que el equipo de Javier también se dio cuenta que yo era un improvisado en el arco, y en el segundo tiempo atacarían con mayor fuerza.

En el entretiempo, Guille se me acerco:

– Eres un buen amigo, gracias por la ayuda, resiste un tiempo más, no te preocupes si pasamos a la final no tendrás que jugar, antes que empiece el partido mandamos llamar a David… por si las dudas…

Lejos de ofenderme, me sentí aliviado, un partido era suficiente. En lo que a mí respecta esta era mi final y no podía perderla…

Empezó el segundo tiempo y el equipo de Javier se volcó con todo a mi arco. Casi todo mi equipo estaba en nuestro campo defendiendo, solo quedaba Guille para el contragolpe…

Ya durante los primero minutos mis reflejos habían despertado, producto de la adrenalina de las situaciones que tenía que evitar (los goles y los chismes)… solo hubo un pequeño incidente que termino en gol…

De pronto en el coliseo empezaron a silbar, como lo hacen cuando hay chicas guapas… ¡diablos! ¿en que momento se llenó el coliseo? pensé primero y luego, hombre al fin, fije mi vista hacia la zona en que todos divisaban a una agraciada muchacha, en mallas deportivas, ¡Caraj…! ¡Esa apretada ropa no dejaba nada a la imaginación!…

Mayor fue mi sorpresa al descubrir que aquellas curvas las conocía, pertenecían a Mili… ¿De donde demonios saco esa ropa?… me preguntaba esto cuando un remate desde fuera del área paso por sobre mi cabeza, sacándome de mi abstracción… ¡Mierd…!… se me fue…

El disparo hizo retumbar el travesaño del arco, en tardía reacción logre saltar y tomar a duras penas el rebote… pero prácticamente todo el coliseo estaba más pendiente de las monumentales curvas de Mili, que ahora se agachaba criminalmente, dejando ver todo su voluminoso trasero…

Tanta fue la conmoción y el barullo que esto genero entre el público, que los propios jugadores, con natural curiosidad voltearon a ver… el equipo de Javier estaba tan embelesado con las carnosidades de Mili, que ni siquiera protestaron que el balón había sobrepasado la línea de gol… aleje el balón del arco para no levantar sospechas, me quedé atónito un momento por la sugerente posición adoptada por Mili… hasta que…

– Psss… psss… Danny… el balón… era Guille que quería aprovechar la distracción del rival.

No lo pensé dos veces, le lance el balón, él lo recibió cerca del medio campo, avanzo sin mayor problema, otro compañero se unió al ataque. Cuando el equipo rival se dio cuenta, ya estaban en desventaja, todo su equipo estaba en mi campo, un defensa suyo quiso regresar, pero al final entre Guille y su compañero terminaron por someter al arquero… fue sencillo… ¡Gol!

Mili ya estaba sentada en sus abultadas nalgas y creí ver que me sonreía… hasta creo que casi salta de su asiento para celebrar el gol que la salvaba de su promesa… solo que disimulo… bandida, creo que ya había logrado su cometido, había captado la atención necesaria que nos permitió anotar… quizás por ello se vistió así… vino a darme una mano para salvar su ano… nuestro rival perdía cuando faltaban menos de 5 minutos para que termine el encuentro.

El equipo de Javier se fue contra el árbitro, para que invalidara el gol, pero él no cedió, la pelota estaba en juego, el nunca paro las acciones… el gol era legítimo. A mí me convenía que protestaran más, porque así quemaban más tiempo.

Maldición, debo aguantar unos minutos más… con más confianza y con una bella dama que con su mirada me alentaba, me di tiempo de lucirme un poco, con algunas atajadas felinas. El rival perdía los papeles, quedaba un minuto, una pelota al córner… Javier estaba desesperado.

Vino el lanzamiento desde la esquina y Javier se abalanzo con todo a cabecear. Yo iba a coger el balón pero fui empujado por los codos de Javier y nuevamente la pelota se fue al córner… Así que te gusta jugar rudo, me dije furioso por lo poco leal de la acción, ahora veremos…

Nuevamente vino el balón desde la esquina, otra vez Javier se lanzó como si su vida dependiera de ello… solo que esta vez yo salté con la rodilla en alto y los codos desplegados en legítima defensa.

Fue tal el impulso que llevaba Javier que, al chocarme, su cara se estrelló contra mi codo, al igual que sus costillas contra mi rodilla levantada. Yo caí de pie, pero mal, me torcí el tobillo… aun así no solté el balón… en cambio Javier cayó estrepitosamente, tomándose la cara y haciendo un show que logro convencer al árbitro… penal…

– ¡Mierd…!.mi tobillo!… son ironías del destino, por desear torcerle el tobillo a Javier para que no jugara, al final yo termine torciéndome el mío.

Mis compañeros se fueron contra el árbitro, yo cojeaba… pero él no iba cambiar de opinión, era penal. Yo había traspasado el área chica (zona segura para los arqueros) en mi afán de tomar el balón y supuestamente había lesionado al jugador del otro equipo.

Guille preocupado me miraba… se ofreció a atajar el penal, pidiendo un cambio para mi… no acepte, tampoco lo aceptaría el árbitro…

Obviamente adolorido pero con una sonrisa de oreja a oreja, Javier tomaba el balón… creo que ya se imaginaba el desenlace del partido: el anotaba el penal, nos íbamos a tiempo extra, teniéndome convaleciente, el equipo de Guille no aguantaría y él pasaría a la final, donde tendría a un rival menos resistente que nuestro equipo…

En su rostro se veía que ya saboreaba todo eso… yo me paseaba adolorido esperando que colocara el balón… intentaba caminar derecho, pero no podía… algunas muecas de dolor surcaron mi rostro.

A lo lejos una expresión de preocupación de Mili, sentí que era más por mi estado que por el desenlace de ese partido. A mis lados veía rostros de preocupación, mis compañeros bajaban la cabeza, daban por perdido todo… solo Guille me tenía algo de fe… o al menos fingía bien… y frente a mí la sonrisa casi triunfal de Javier… ya se imaginaba detrás de Mili… partiéndole ese culito que solo yo había saboreado… y yo quería que así se quedara…

Puso el balón en su sitio, yo me cuadre a duras penas, intuía que lanzaría el remate hacia mi lado derecho, porque ahí era que mi tobillo estaba lesionado, prácticamente apoyado en un pie estaba decidido a lanzarme hacia el balón… el silbato sonó…

Javier enfilo al balón… hizo la “paradinha”, es decir se detuvo antes de disparar, con ello logro que por los reflejos y la inercia yo me lanzara a un lado… y con el arco desguarnecido… él hizo un potente disparo… ¡Por la put… madre! ¿Cómo me deje engañar de esa manera?… me lamentaba adolorido en el suelo, cuando escuche retumbar el arco.

– Ohhh… escuche el murmullo en el coliseo.

Lance mi vista al otro lado del arco, que aun vibraba, el balón dio un fuerte rebote que llego casi al medio del campo, nuevamente Guille corrió enloquecido en su búsqueda, mientras Javier se arrodillaba frente a mi tomándose la cabeza… había hecho casi todo bien, solo al final, producto de su propia ansiedad había estrellado el balón contra el arco…

Al otro lado del campo Guille sellaba, con su segundo gol, la suerte del partido… no había tiempo para más… ganamos 2-0.

Todos sus compañeros se acercaron a abrazarme como si hubiéramos ganado la final. Entre la amontonadera de gente busque a Mili… había desaparecido… al igual que Javier… ¡Mierd…! Creo que se quiere cobrar su apuesta si o si…

Si la toca, lo masacro, no importa le daré una golpiza con un solo pie, le haré la grulla a lo karate kid, pensaba enardecido…

Caminando a duras penas me disponía a salir del coliseo y buscarlo para ajustar cuentas… pero observe que el equipo de Javier se había agolpado a un lado, y él en medio. Todos le reprochaban por la manera tonta en que desperdicio el penal… le decían que de todas maneras le cobrarían lo prometido, ya que por su culpa habían perdido…

Me sentí un poco mal por Javier, pero aliviado de que mi relación con Mili continuase sin problemas, ahora que ya estaba totalmente desvinculada de él.

No pude dar un paso más, me dolía el tobillo, me senté en las gradas, los compañeros de Javier me alcanzaron una bolsa con hielo y por ahí alguna pastilla para el dolor, vendas y esas cosas que siempre cargan por si acaso…

Busque por todos lados no veía a Mili, había desaparecido, quizás presagiando alguna mala reacción de Javier, quizás aliviada, se fue a quitar esa llamativa ropa y luego regresaría…

Como no tenía nada mejor que hacer, espere…

Ya iba a empezar el partido de la final y ni señales de ella… bueno, veré el partido y la llamare mas tarde, me dije cuando sentí que algo me hincaba… Mierd… debe ser el hijo del conserje, ese niño del demonio tiene la costumbre de fastidiar.

Por entre los tablones que conforman las gradas del viejo coliseo, existen pequeñas rendijas, por donde ese niño solía pinchar a los espectadores con palillos… más de una vez se había ganado un coscorrón, pero aun así insistía en su travesura… yo no estaba dispuesto a aguantar pulgas.

Menos adolorido, pero aun cojeando flanquee las tribunas, por debajo de ellas, el espacio era utilizado como almacén: colchonetas, mallas, balones, etc. eran apilados allí. Encontré la puerta de ese almacén semi abierta… Mocoso del diablo, ahora vas a ver… pensaba sorprender al niño in fraganti mientras fastidiaba a otros… pero el sorprendido fui yo.

Ni bien mi mano toco el marco de la puerta, fue tomada y jalada hacia adentro… de repente me vi en el interior de aquel recinto semi oscuro. Estaba desorientado, casi sin equilibrio por lo rápido de la acción, mi vista aún no se acostumbraba a la poca luminosidad que se filtraba por entre las bancas.

Mi primer pensamiento fue que un niño no pudo haberme jalado de esa forma, quizás era alguien que quería una revancha… si, tal vez era Javier que quería arreglar cuentas con el que le quito la posibilidad de poseer el culito de Mili, o quizás por la treta que hizo Mili el logro darse cuenta que yo era la razón por la que Mili termino con el…

Todos estos pensamientos cruzaron rápidamente por mi cabeza mientras recuperaba mi equilibrio e instintivamente me ponía en guardia con los puños… dado que él era el cornudo podía darle la ventaja del primer golpe… y así fue… me dieron el primer golpe… solo que no fue como yo lo esperaba…

Aun como murciélago intentaba descifrar en la oscuridad la ubicación de mi agresor, cuando me tomaron de la solapa y me jalaron nuevamente, sus brazos rodearon mi cuello en una extraña llave… su pecho golpeo el mío… y sus labios tocaron los míos con fiereza… ¿Qué? ¿Javier se volvió gay?…

No nada de eso, no era él… por la lujuria impresa, por esa pasión que irradiaban sus besos, era ella… si, era Mili…

Mis torpes reflejos buscaron autentificar que fuera ella, mis manos ladearon su estrecha cintura y como no, se deslizaron por sus esplendorosas caderas… si, era ella, esa voluptusiodad solo podían ser de ella… recorrí a gusto todas sus redondeadas formas, ella no protestaba solo me besaba con mayor candor…

Era una delicia recorrerla con mi tacto, la ropa que llevaba, aquella infartante malla deportiva (de aeróbicos), era prácticamente su segunda piel, se amoldaba correctamente a sus formas, podía sentirla…

– No puedo creer que hayas hecho esto por mi… me susurro al oído con cariño, casi extasiada por los besos.

– Por ti haría eso y mucho más…

Mi vista, ahora si acostumbrada a la penumbra, al fin veía el agradecido rostro de Mili… tan solo su sonrisa podría iluminar aquel ambiente.

– No puedo creer que te hayas vestido así para distraerlos…

– Jajaja…

– ¿Cómo sabias lo que pasaba?…

Entre al coliseo para ver cómo iban las cosas, durante el primer tiempo te vi haciendo enormes esfuerzos por no perder, pensé en darte una mano, por suerte encontré a Erica, le pedí prestada su ropa de gimnasio y en el descanso me cambie.

– ¿Pero cómo entraste aquí?

Cuando termino el partido y todos estaban distraídos, me fui al baño a cambiarme y en el camino vi la puerta semiabierta, entre por curiosidad… y luego se me ocurrió buscarte… me demore, pero por suerte te encontré.

Pero no has dicho nada acerca de cómo me queda esta ropa ¿te gusta?… pregunto como niña engreída, aunque me la comía con la mirada ella quería escucharlo de mi boca.

– Te queda fenomenal… le dije y la bese con mayor lujuria.

Mis manos instintivamente se pasearon por sus gordas nalgas hasta terminar prácticamente dentro de aquella quebrada que separaba sus abultados cachetes… ella excitada, correspondía con su lengua mis manoseos…

Pero, cómo fue que te inclinaste, me gustaría verlo de nuevo… dije incentivando mi morbo, que no necesitaba mucho, porque mi verga estaba súper dura.

Ella se apartó de mí, entendiendo mi intención, sus ojos le brillaron de ansiedad, casi de regocijo al intuir en lo que iba a terminar ese juego… No importaba que sobre nosotros hubiera un mar de gente, resguardados por los tablones de las gradas, podríamos dar rienda suelta a nuestros instintos.

Fue más o menos así… dijo Mili sensualmente, al mismo tiempo el barullo se incrementaba afuera, la final iba a empezar.

Mili se fue inclinando lentamente, dejándome saborear en todo su esplendor las apetecibles curvas de su cuerpo. Con las piernas semi abiertas y la espalda encorvada, empinando su jugoso trasero me dejo sin aliento…

¡Diablos!!Todo eso era mío!… pensé no dando fe a la magnitud de los atributos físicos que Mili me mostraba. Ella me miraba desde su posición, sonreía coquetamente, por momentos se mordía los labios, quizás por ansiedad.

Me dio una especie de ataque de ansiedad, como un niño que por primera vez va tener sexo, el morbo que la posición adoptaba por Mili, me generaba era insoportable… y no lo soporte…

Me abalance sobre ella, no fue difícil bajarme el pantalón deportivo y con mi verga en ristre apuntaba mi camino, ella se sorprendió por la vehemencia con que me adelante, no atino a moverse. Cuando quiso reaccionar, mis manos ya habían desnudado sus enormes nalgas. Solo un pequeño hilo de lo que aparentemente era su diminuta ropa interior, se interponía entre mi verga y sus intimidades.

Hice a un lado su pequeña tanga, entonces ella interpuso su mano entre mi verga y sus labios vaginales… quizás temerosa por lo sorpresivo y alocado de mí accionar… pero no fue eso…

– Tu ganaste el partido… te mereces el premio mayor… dijo con malicia, apuntando con uno de sus dedos a su estrecho ano.

Al ver mi reacción sorprendida, ella sonreía con lujuria. Acto seguido sus manos apartaron sus abultadas nalgas para que yo pudiera divisar mejor su arrugado anillo. A estas alturas yo no sabia para quien era el premio, para mí o para ella, ya que era evidente que el sexo anal era una recompensa también para su apetito sexual…

A pesar de mi arrebato inicial, ahora un tanto atónito por las iniciativas de Mili, yo no atinaba a reaccionar, entonces ella fue retrocediendo. Así torpemente por su excitación y sin quererlo, mi verga fue resbalando por su agujero… no quise moverme ni ayudarla, me gustaba verla desesperarse, angustiada por ser penetrada por detrás… pensar que semanas antes no daba mucho crédito a lo que el sexo anal podía provocarle, y ahora se había vuelto adicta a este placer…

Tanta fue su insistencia que por fin mi verga fue haciendo diana en su esfínter… aliviada de ese cosquilleo fue relajándose, saboreando la fricción que la cabeza de mi pene ejercía en su arrugado ano… sin embargo no era suficiente, empujaba y empujaba para insertarse más mi verga, pero sus movimientos eran dificultosos y no lograba ser penetrada con la rapidez que su excitación le exigía…

Yo disfrutaba observándola, viendo su estrecha malla apenas por debajo de su húmedo pubis, con sus colosales nalgas abiertas de par en par, su rostro deseoso y encendido por el esfuerzo que hacia…

Notando que no la ayudaría a insertarse mi verga y no queriendo suplicarme que lo haga, seguro por temor a ser escuchada por alguien sobre nosotros (en la tribunas), Mili no pudo mas, simplemente se incorporó un poco y paso una de sus manos hasta agarrar mi verga con firmeza y ella fue jaloneándome y empujando su trasero… ella misma fue insertándose mi verga…

– Uhmmm… fue soltando cálidos suspiros de alivio al sentir que mi verga iba llenando su cavidad anal.

Con cada tramo que ingresaba a su goloso trasero, ella cerraba los ojos y abría su boquita en mueca de dolor por momentos y placentera en otros, como disfrutando cada pedazo de carne que se le iba incrustando…

– Vamos… ¡Por favor!… ¡Ayúdame!… me dijo suplicante, casi llorosa.

Sonreí al verla en tan sumisa posición… yo siempre era el que iniciaba las acciones, solo en el cine ella me propuso hacerlo, pero esta vez ella prácticamente se había metido mi verga endurecida en su pequeño agujero, que una chica haga algo así es por demás excitante.

No la hice sufrir más… le incruste salvajemente toda mi verga.

– Ahhhh… exclamo cual alarido mientras se retorcía de placer, luego agrego volteando, con rostro febril, casi si poseído por la lujuria: Graciasss…

Ahora si quise retribuirle sexualmente la ayuda que me presto durante el partido… la toma de la cintura como a mi potranca, masajee sus abultadas nalgas y empecé a cabalgarla duramente…

– Ohhh… uhmmm… ohhh… escuchaba sus sonoros gemidos que afortunadamente no se oían afuera por los vítores deportivos de las tribunas.

Lo mejor que podía hacer en agradecimiento a ella, era castigarla analmente para satisfacer toda su morbosidad, todo su apetito sexual recientemente descubierto, y también para desfogar la tensión sufrida en las últimas horas por aquella apuesta que tenia con Javier.

– Si así, así… más… mas… mas… suplicaba Mili tambaleante con la apretada malla deportiva sobre las rodillas.

Ella estaba con los codos sobre las rodillas, resistiendo mis embates, intentaba mantener el equilibrio y a la vez dejar todo su voluminoso trasero en una adecuada posición para que la penetraran con fuerza, solo que no resistió mucho y tuvo que apoyar las palmas de las manos en el sucio piso, sin dejar de vociferar y gemir como loca.

– Sigue por favor sigue… rómpeme el culo asii… asi… ahhh…

Sus nalgas vibraban con mi empuje, así como los tablones de las tribunas con cada jugada en el campo deportivo. Empapados por el sudor nos resistíamos a decaer por el cansancio, mas bien incrementábamos le ritmo.

Mili quiso liberar sus senos, que saltaban torpemente, parcialmente aprisionados por el pequeño top deportivo. Con una mano logro zafar sus melones, que ahora temblaban desnudos a placer.

Pero en esta acción, dejo de apoyarse en el piso con sus manos, y por la vehemencia con que sometía a su trasero, ella perdió el equilibrio. Casi se fue de bruces y en su caída me jalaba a mi. Así trastabillo unos pasos, con mi verga en su ano y la apretada malla apenas sobre las rodillas.

Hasta que en su desequilibrado camino se encontró con un tubo metálico que servía como columna para las graderías del coliseo. Fue allí donde pudo apoyar sus manos y levantar parcialmente su espalda. Sin embargo, por el impulso que yo traía no pude equilibrarme y con toda mi inercia me fui a estrellar con ella…

– Ayayay… me partiste el ano… auuuu… vociferaba Mili adolorida.

Parecía cierto, mi trastabillar fue amortiguado por las nalgas de Mili, mi propio peso había hecho que mi verga se le incrustara criminalmente en el ano, abriendo sus jugosas nalgas de par en par, empujando su tórax contra el frió metal que ahora separaban sus henchidos senos.

– Ay mi culito… se lamentaba Mili, casi sollozante.

Así, estampado su pecho contra el tubo de acero, y su espalda semi inclinada, Mili se reponía de aquel choque… pero a mí me causo shock su imponente posición: con sus redondas nalgas arremangadas contra mi ingle, con su ropa ajustada apenas sobre su vagina, su estrecha cintura, su espalda sudorosa, su brillante cabellera y sus manos aferradas a la columna… parecía una esclava esperando su suplicio… y eso le iba a dar…

– Ayy… auu… espera que aun duele… no seas tosco… auu… se quejaba.

A mi no me importaba, nuevamente estaba con el morbo a mil, con aquella ansiedad de aquel que por primera vez experimenta el sexo. Mis manos aferradas a su cintura y mi verga clavando a placer su pequeño ano, sus gordas nalgas rebotando contra mí y ella sin escapatoria… solo le quedaba resistir…

– Ya no Danny… ouuuu… más despacio… Ayyy… Uhmmmm…

– ¿Ves? Sabía que te iba a gustar…

– Ayyyy… si… pero más suave… uhmmmm… gimoteaba a un adolorida.

Nada que más despacio, pensé y continué castigándole el ano sin piedad… sus abultadas nalgas vibraban como las graderías con la gente saltando.

– Que rico culo tienes… exclame embelezado observando su fenomenal trasero.

– Ohhh… si, si, es tuyo… haz lo que quieras con el… Destrózalo… uhmmm… pero no pares… sigue por favor…. Acábame…. Ahhhh…

Incremente el ritmo de manera infernal, y así ardían nuestras intimidades, un calor propio del averno, que nos proporcionaba un placer demencial… Llega el punto en que ella también, a pesar de su estrecha posición empezó a empujar su escultural cuerpo contra el mió, chuleándome a rabiar… loca de lujuria y gozo.

– Ahhhh… ooohhh… ahhhh… era tan fuerte el placer que Mili sentía que ya no alcanzaba a gesticular palabras.

– Ufff…. mientras mi verga disparaba violentamente semen en su estrecho esfínter.

Mili transmitía al tubo metálico, con su cuerpo tembloroso y rígido por momentos, todo el placer y los espasmos que le provocaban cada chorro de esperma.

Poco a poco, nos fuimos dejando caer de lado hacia una colchoneta de gimnasia, exhaustos pero satisfechos, sudorosos, adoloridos por el esfuerzo… pero con ganas de prodigarnos caricias aun…

Yo aún seguía detrás de ella, pegado con mi verga aun deshinchándose dentro suyo… abrazándola por detrás, acariciando sus palpitantes senos, dándole uno que otro beso cariñoso que no podíamos prolongar porque aún no recuperábamos el aliento.

– Ohhh… Se escuchó rugir en las tribunas sobre nosotros, luego las protestas y otros improperios.

– No lo hiciste tan mal… me dijo Mili sonriendo.

– Jajaja… creo que silban y se quejan porque terminamos nuestra función… dije bromeando.

Pero no era por eso… entre el barullo sobre nosotros logre escuchar que al parecer en el campo de deportivo se había desinflado el balón de fútbol con el que jugaban, y al parecer los coordinadores del campeonato no tenían otro de repuesto a la mano.

Hasta que a un infeliz, en las tribunas, justo encima de nosotros se le ocurrió la gran idea, o ideota, para mí era un tremendo idiota… en fin, el tipo este propuso que sacaran una del almacén…

Mili y yo nos miramos helados… Caraj… ahora el problema no era que Javier nos descubriera, sino que todo el coliseo lo hiciera…

Caraj… que se calle este imbecil… pensaba en voz alta.

– Ojala no lo escuchen… decía Mili temblorosa.

Pero este tipo parecía empecinado en darnos la contra y cada vez gritaba más fuerte y se ofrecía a buscar una pelota en el almacén, lo que no se imaginaba era que nos iba a encontrar en pelotas a Mili y a mi.

Pero ese tonillo de voz me era familiar… Mierd… era su voz… era él…

– Es la voz de Javier… me dijo Mili asustada.2

No se que será, instinto, sexto sentido, habrá presentido que le estábamos poniendo los cuernos justo debajo de el… que estábamos celebrando sexualmente su derrota… o que se yo… el asunto es que en pocos minutos o segundos, Javier entraría al almacén… esta vez no podría retenerlo porque seguramente no entraría solo…

Ahora si parecía que no había escapatoria, el secreto de nuestra relación se haría publico… y ante un numeroso público en las tribunas… ¡que cagad…!…

Continuara…

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AdrianReload@mail.com

 
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