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Relato erótico: “Las Profesionales – La granja de esclavas” (POR BLACKFIRES)

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Captura de pantalla 2015-11-19 17.52.52En una exclusiva área comercial de la ciudad la gente recorre la avenida como es habitual, Sin títulovarias personas pasan ante la puerta de una de las nuevas y elegantes salas de estética de la compañía Baxter Health Care & Spa, algunas de estas personas son mujeres jóvenes y profesionales que trabajan en los grandes edificios de oficinas y comercios cercanos, muchas de ellas se detiene un momento a contemplar las grandes pantallas publicitarias colocadas en la entrada de la sala, donde se anuncian los novedosos tratamientos que brindan a la exclusiva clientela. Varias de estas chicas desearían poder atenderse en estas exclusivas salas. Dos de ellas, jóvenes empleadas bancarias, vestidas de faldas azules, zapatos de tacón, blusas blancas y chaquetas azules con el logo del banco al que pertenecen, observando ahora como una sonriente chica de por lo menos 20 años habla sobre el tratamiento recibido en los Salones y Clínicas Baxter donde la ayudaron a perder diez kilos, arreglaron su cabello, la ayudaron con su maquillaje y mejoraron su autoestima en pocas sesiones y a un mínimo costo.

Ambas chicas comentan entre risas que obviamente la chica del comercial recibido en la clínica más de lo que dice, pues al comparar sus fotos de “antes y después” hay un notable aumento en el tamaño de sus senos.

– Claro que si me amentaran dos o tres tallas más de busto me sentiría mucho más feliz.

– No seas tonta por lo menos tu no lo necesitas, yo no encuentro forma de quitarme estos kilos de más.

Mientras ambas chicas conversan y ríen sobre lo que ven en la pantalla, un automóvil se detienen frente a la sala de estética, del auto baja una chica de por lo menos 22 años, vistiendo, una blusa azul, falda blanca y zapatos bajos, su aspecto es algo descuidado y su mirada distraída y triste, entra sin prestar atención a las chicas y habla con la recepcionista.

– Hola mi nombre es Elizabeth Hills, tengo una cita para hoy, la Dra. Carol Arellanos la hizo por mi.

– Bienvenida Señorita, llene este formulario y póngase cómoda mientras preparamos una sala para usted, en unos minutos una de nuestras especialistas le atenderá.

Elizabeth toma asiento y se ponen a llenar los datos solicitados en el formulario, mientras lo hace observar todo a su alrededor, todo es muy elegante. La recepcionista le sonríe a Elizabeth mientras orden algunos expedientes y contesta algunas llamadas telefónicas. La chica usa una blusa celeste y una minifalda negra muy corta la cual deja notar sus esculturales piernas cubiertas por medias de seda negra que son sostenidas por un juego de ligueros de igual color, lo que le da una apariencia extremadamente sensual.

Afuera las chicas del banco siguen observando la pantalla, y detienen sus comentarios y risas, al observar llegar de María Patricia Zurita, la presentadora del noticiero estelar del canal 23. La chica avanza con su paso elegante sobre unos zapatos de tacón de aguja de casi tres pulgadas, las atléticas y perfectas piernas, sostienen un cuerpo delicioso compuesto por torneadas caderas y trasero de avispa, una diminuta cintura y un par de senos redondos y firmes talla 34C, todo esto coronado con un rostro angelical, piel clara, ojos verdes y larga cabellera negra que en forma de rizos cae a sus espaldas.

Al pasar junto Elizabeth le obsequia una sonrisa y se dirige hacia la recepcionista, la cual de recibe de pie y extremadamente feliz de verla.

– Bienvenida Srta. Zurita, es un honor tenerla vuelta.

– Gracias Angelina. Tengo un reservado VIP y para la sesión de esta tarde ¿está todo listo?

– Por supuesto señorita, puede pasar, ya le están esperando.

Angelina entrega a la recién llegada una tarjeta electrónica, que es recibida con una sonrisa y sin decir más la joven camina hacia una puerta de cristal que se abre inmediatamente después que la tarjeta es colocada en la cerradura electrónica.

Elizabeth ha seguido en cámara lenta cada uno de los detalles de la llegada de esta famosa de la televisión, y en su mente empieza a aparecer dudas sobre si es realmente una buena idea atenderse en un salón de belleza tan prestigioso, total que ella nunca sería una chica tan hermosa como Patricia Zurita. Estos pensamientos empiezan a ganarle cuando nuevamente se escucha el sonido de la cerradura electrónica del área VIP, pero está vez los ojos de Elizabeth se quedan fijos en una chica casi tan hermosa como Patricia Zurita, la ve avanzar hacia ella, sus cabellos rubios y recogidos en una trenza, ojos azules y su cuerpo perfecto cubierto por un sexy uniforme blanco que se encarga de marcar sus curvas y realza su busto, donde sobre el seno derecho está bordado del logo de la Clínica Baxter y una placa dorada donde se puede leer Lourdes en letras negras de molde. La chica extiende su mano y con una sonrisa de dice:

– Hola Elizabeth mi nombre es Lourdes, seré la encargada de atenderte el día de hoy, por favor acompáñame tenemos una sala esperando por ti.

Con Elizabeth aún sin reponerse de la primera impresión, Lourdes la guía a través de la puerta de cristal hacía las salas VIP. Avanzan por un corredor donde a cada lado pueden observarse de tres a cuatro puertas y casi al final del corredor entran a una de las salas.

– Bienvenida, esta es una de nuestras salas más exclusivas, junto al vestidor tienes una bata para que te cambias y te pongas más cómoda para la sesión, mientras lo haces yo prepararé tú champú.

Elizabeth aún nerviosa tomar la bata y entra el vestidor, tímidamente empieza a desvestirse hasta sólo quedar en su ropa interior, se coloca la bata y sale para reencontrarse con Lourdes, la cual espera de pie junto a una silla muy parecida a la que usan los dentistas. Lourdes con un gesto de manos la invita a sentarse, Elizabeth se sienta y Lourdes inicia el tratamiento.

– Estás muy tensa Elizabeth relájate, todas las que trabajamos aquí lo hacemos para que te sientas tranquila y relajada. Verás que cuando terminemos esta sesión te sentirás totalmente diferente, empezaremos por tu cabello.

– La verdad es que es la primera vez que estoy en un lugar como éste, realmente no sabía si debía venir.

– Bueno Elizabeth ya está aquí deja todo en mis manos.

Lourdes acciona una palanca junto a la silla y lentamente Elizabeth sientes como la silla se va reclinando, hasta colocarla en una posición semi sentada y su cabeza inclinada hacia atrás queda justo sobre el área de lavado, con una manguera pequeña Lourdes empieza a humedecer el cabello y a masajear su cabeza, poco a poco va agregando algunos químicos mientras de comenta el uso de cada uno de ellos y le da algunos tips sobre un buen lavado y cuidado del cabello, Lourdes sigue agregando más y más químicos a la espuma del champú y sus manos expertas masajean el cuero cabelludo de Elizabeth la cual se empieza a sentir mucho más tranquila y relajada.

– Tienes un cabello precioso… ¿No has pensado en usar un tono mas claro y llamativo, un rubio tal vez?, te quedaría genial.

– La verdad nunca me ha gustado el tono rubio… no me gustaría cambiar el color, así me siento bien.

– Deberías pensarlo, los cambios siempre son interesantes…

Lourdes seca sus manos mientras le recomienda a Elizabeth utilizar un juego de audífonos en los cuales puedo oír música relajante mientras ella lava su cabello, Elizabeth accede y se colocan los audífonos por los cuales inmediatamente empieza escuchar sonidos que le recuerdan el murmullo del mar, la brisa fresca y algunos sonidos más que no logra reconocer, rápidamente Elizabeth empieza a sentirse más relajada y tranquila, poco a poco se va quedando dormida por los sonidos de los audífonos y el masaje en su cabeza. Los aromas que llegan a su nariz no son los usuales que llenan una sala de belleza, son esencias de flores y aromas de velas aromáticas encendidas en el lugar.

Los químicos que Lourdes ha puesto en ella por medio del champú son absorbidos rápidamente por su piel y entran en el torrente sanguíneo llenando su cerebro y haciéndola entrar en un estado de completa relajación, los mensajes subliminales que le llegan a través de los audífonos terminan por aturdir a la indefensa Elizabeth, la cual sin la menor resistencia inicia su proceso de conversión.

Elizabeth sigue aturdida mientras Lourdes, sigue limpiando su cabello y su cabeza, en minutos el aturdido cerebro de Elizabeth empieza asimilar los mensajes subliminales que le llegan por su audífonos, los cuales le ordena relajarse y sentirse tranquila, ella necesita estar tranquila y obedecer los mensajes, no hay nada más gratificante que obedecer, ella necesita ser obediente, ella confía absolutamente en Lourdes. Lo minutos siguientes y Lourdes tranquilamente sentada junto a Elizabeth sonríe cuando empieza a observar cómo los labios de la chica empiezan a murmurar los mensajes que recibe.

Terminado el champú, Lourdes coloca un secador de cabello la cabeza de Elizabeth, mientras Elizabeth sigue murmurando los mensajes.

Unos minutos después Lourdes apaga el audio y poco a poco Elizabeth empieza a despertar, encontrando a una sonriente Lourdes a su lado, toma la mano de la aturdida chica y empieza a masajear las manos con una loción humectante para empezar con la manicura. Mientras tanto empieza a conversarle.

– Bienvenida otra vez, parece que te esta gustando mucho tu sesión. ¿Ves qué todo ahora esta mejor Elizabeth? ¿Confías en mi verdad Elizabeth?

La respuesta es una sonrisa tonta y una mirada aturdida por parte de la chica.

– Me encanta lo relajada que estas, me encantaría saber más de ti, pareces una chica muy interesante a parte de linda. ¿Vives lejos de aquí?

El aturdido cerebro de Elizabeth empieza a luchar por armar ideas y responder a la pregunta. Ella confía en Lourdes y necesita contestar a sus preguntas. Arrastrando las palabras contesta con algo de dificultad.

– Vivo… al otro lado… de la ciudad…

– Que bueno, debe ser un lugar muy tranquilo, ¿Vives con alguien?

– Vivo sola… tengo un gato se llama Pelusa

– Muy bien me encantan los gatos son tan cariñosos y tiernos, tu pareces muy tierna Elizabeth.

Las caricias de Lourdes sube de las manos, al brazo y Elizabeth siente un extraño hormigueo en su cerebro y sin quererlo empieza a sentirse algo excitada. Las preguntas de Lourdes continúan y el cerebro de Elizabeth empieza a detectar un patrón que le indica que mientras más conteste las preguntas, más relajada y feliz se sentirá. Ella confía completamente en Lourdes y necesita contestar sus preguntas. Los minutos pasan y las preguntas pasan de ser casuales a muy personales, pero ya para este punto Elizabeth contestaría casi cualquier cosa. Es como un juguete de cuerda que hablara hasta que la cuerda se le acabe.

– Así que no tienes novio desde hace tres meses, que tonto debe ser ese chico, eres una chica tan hermosa.

Lourdes acaricia el rostro de una ya muy excitada Elizabeth y peina sus cabellos.

– Y dime, ¿Cómo haces para pasarla sola tantas noches?

– Pues yo… me masturbo algunas veces por semana.

Elizabeth apenada rompe el contacto visual y su rostro se torna color carmesí.

– No tienes por que apenarte, Lissy, te contare un secreto, yo también lo hago algunas veces por semana cuando no tengo a nadie a mi lado. Yo tengo un vibrador así no necesito a un chico pues mi vibrador siempre esta a mano, y no se cansa nunca, sabes a lo que me refiero, deberías conseguir uno. Aunque es una lastima que una chica tan linda y con un cuerpo tan bello no tenga a alguien con quien compartir sus noches… Bueno déjame colocar la silla en su posición normal para terminar con un maquillaje sencillo y dar los últimos toques a tu peinado, te veras y sentirás como otra persona cuando terminemos.

Lourdes activa la silla pero no responde, la acciona otra vez pero vuelve a fallar, disculpándose con una sonrisa le explica a Elizabeth que algunas veces eso pasa por desajustes en el mecanismo y que lo resuelve poniendo mas peso en la silla. Sin decir más Lourdes se coloca sobre la silla donde Elizabeth queda casi como un emparedado entre la silla y el cuerpo de Lourdes, donde esos hermosos senos quedan a la altura del rostro de Elizabeth que los contempla y empieza a embriagarse con el aroma que emana el cuerpo de la chica. Repentinamente la silla se inclina a su posición natural y Lourdes inicia el maquillaje.

Minutos después el maquillaje esta terminado y una sonriente Lourdes muestra los resultados de la primera sesión a Elizabeth que con un nuevo semblante se contempla en el espejo sintiéndose hermosa. Los químicos que la mantenían aturdida, ya han hecho su labor y son asimilados por su cuerpo así como los mensajes han sido grabados en su cerebro sin dejar rastro alguno para la mente conciente de Elizabeth.

– Bueno es todo por hoy Elizabeth, has quedado hermosa.

– Gracias Lourdes.

– Es una lastima que solo puedas venir esta vez a ponerte tan hermosas.

– Si es verdad, bajo tus manos y cuidado cualquiera es hermosa… voy a cambiarme.

Elizabeth entra al vestidor y rápidamente se cambia de ropas, lista para salir, se mira al espejo y se siente hermosa y tranquila. En la puerta del VIP Lourdes la espera, al llegar le sonríe mientras dice:

– Se que no es propio hacer esto pero, toma esta tarjeta electrónica y dásela a Ángela en la recepción, ella te programara tu próxima cita.

– No, no Lourdes no puedo aceptar eso, menos si puedo darte problemas.

– No te preocupes, se como resolverlo y me agradara atenderte nuevamente. ¿Confías en mi verdad Elizabeth?

Lourdes toma delicadamente la mano de Elizabeth y luego sube por su brazo casi acariciándola, Elizabeth siente un hormigueo en su cerebro y responde.

– Confío en ti Lourdes, me… me encantaría volver…

– Entonces no se hable mas toma esto y ve a la recepción, ¿confías en mi verdad Elizabeth?

– Confío en ti Lourdes, Gracias por todo Lourdes, volveré pronto…

Lourdes se le acerca y se despide de ella con un beso en la mejilla que por unos milímetros no rosa los labios de Elizabeth que se siente algo atontada y excitada al percatarse de que hubiera deseado besarla en eses momento.

Elizabeth sale del VIP y camina por el pasillo en dirección a la recepción, aun confundida por la despedida pero realmente contenta, al llegar entrega la tarjeta a la recepcionista que la despide con una sonrisa mientras le indica que el próximo viernes tendrá su siguiente sesión, la chica sale del lugar y tomando su auto se mezcla entre el trafico.

Dentro del salón Lourdes termina de recoger las cosas en el privado casi lista para su siguiente clienta y una puerta secreta camuflada en la pared lateral se abre permitiendo la entrada a Helen Bells que como siempre luce extremadamente sensual y algo intimidante en un traje sastre ejecutivo, de falda, blusa y saco acompañando todo el atuendo con sus zapatos de tacón de aguja, medias de seda y ligueros, debajo no hay ni sostén ni bragas pues no las necesita. Lourdes voltea a mirar a la recién llegada y siente como su coño se empieza a humedecer y sus jugos empiezan a escurrir. En su mente solo sabe que necesita obedecer, ser una buena chica y obedecer a Helen pues ella confía totalmente en Helen, obedecer es placer. Helen camina con paso decidido hasta ella y le dice:

– Lo has hecho muy bien Lola, has sido una muy buena chica, buena chica…

– Gra…cias, gracias señora, solo quiero obedecerla.

– Muy bien cuéntame todo.

Helen camina a la silla de atención y sin más abre sus piernas apoyándolas en dos soportes que aparecen bajo la silla al activar un botón, dejando a la vista de Lola ese apetecible coño que la controla y domina, Lola enfundada en traje blanco se arrodilla frente a Helen y empieza a lamerla y alterna las atenciones de su boca experta, contándole lo que Helen quiere saber.

– Candidata N00104, Elizabeth Hills, 23 años, arquitecta, soltera, sin parientes cercanos, referida por la Dra. Carol Arellanos…

Se detiene mientras su lengua recorre cada centímetro de ese coño que mantienen su mente prisionera, saborea cada jugo y aroma que la controla y su lengua sube y baja dando placer a su dueña…

– … los sensores detectaron que su Nivel de Libido al llegar era de 0.5, y su Nivel de Condicionamiento era de 4.20, las drogas de la Dra. Arellanos han sido efectivas en Elizabeth en un 80%…

Helen toma la cabeza de Lola y la entierra en su coño mientras Lola alterna movimientos circulares sobre el coño y hace que su lengua penetre lo más posible ente los labios vaginales, los gemidos de Helen no se hacen esperar elevando la excitación de Lola. Helen sigue acariciando los cabellos de Lola que a su vez sigue encharcando su propio coño con sus jugos pero no puede masturbarse pues no se lo han ordenado.

-… fuerte candidata para nivel 3, se inicio su condicionamiento. Al terminar la primera sesión su Nivel de Libido era de 3.5 y su nivel de Condicionamiento era de 6.3. Se le implantaron las órdenes normales y las órdenes control de avance para…

Una alerta sonora detiene las acciones y una muy excitada Helen revisa su agenda teléfono, donde acaba de recibir un mensaje. Le ordena a Lola detenerse y levantarse, del bolsillo del saco extrae una cadenilla de plata con un broche y mirando a Lola sostiene la cadenilla ante ella.

Lola no necesita recibir ninguna otra orden, simplemente abre los botones de su traje blanco desde la piernas hasta la cintura, revelando sus hermosas piernas cubiertas de medias de seda blanca, ligueros a juego y su coño húmedo sin bragas. Con ambas manos Lola separa sus labios vaginales y esto permite a Helen encontrar rápidamente el arito de plata colocado en el área del clítoris. Allí coloca el broche de la cadenilla que cuelga ahora desde su mano al coño de Lola, con un suave movimiento Helen hace caminar a Lola hacia la puerta oculta y la lleva de paseo como una perrita entrenada siguiendo a su ama por un pasillo detrás de los reservados VIP, al llegar a uno de ellos miran por un espejo falso y entran por otra puerta oculta.

Una chica asiática de por lo menos 20 años vestida con el mismo uniforme de Lola, pero a diferencia de ella, la chica asiática tiene fuera de su uniforme un enorme par de senos con aureolas rosadas con piercing de arillos de plata, esta de pie al lado de una de las sillas de atención. En la silla una completamente desnuda y excitada Patricia Zurita bombea su coño, sosteniendo con su propia mano, un vibrador de tamaño medio mientras la chica asiática acaricia sus senos y le besa apasionadamente, alternando esto con colocar sus hermosos senos en la boca de Patricia que los lame, mama y observa con absoluta devoción.

La chica asiática voltea al escuchar la puerta y colocándole unas gafas de realidad virtual a Patricia se aleja de ella para recibir a Helen y a su sumisa mascota Lola. Patricia recibe una sesión más de escenas sexuales donde mujeres son sometidas y controladas en diferentes locaciones por hombres y/o mujeres dominantes, que las domestican al punto de hacerlas hacer cualquier cosa que les pidan.

– Bienvenida mi señora, me ordeno le avisara en el momento en que la candidata N00133 estuviera a punto de romperse.

– Muy bien Mitsuki, has sido una buena chica, déjame ver como terminas con ella.

Helen avanza hacia la silla y observa a Patricia convulsionar mientras es sometida al condicionamiento mental, se coloca detrás de Lola y sin mas empieza a desabotonarle la parte alta de la bata dejando al alcance de sus manos los exquisitos senos de Lola, que simplemente deja que Helen juegue con sus tetas, Helen observa como Mitsuki retira las gafas y Patricia observa la escena de un par de chicas topless a su alrededor y una total extraña acariciando a una de ellas mientras le besa el cuello.

– Su Nivel de Libido ha superado el 9.8 y su Nivel de Condicionamiento es total.

Mitsuki toma el rostro de Patricia con una mano mientras con su otra mano sostiene ahora el vibrador que Patricia sostenía, empieza a bombearla rápidamente y mirándola a los ojos le dice:

– ¿Confias en mi verdad Patty?

– Aaaaaggg siiiiiii…. Confío en aaaaggg… confío en ti…

– ¿Dime lo que eres Patty?

– Soy una dócil, obediente y sumisa mascota… aaaaagggg…

– ¿Te gustan mis senos?

– Me encantan tus senos…

– Entonces atiéndelos Patty

Patricia levanta su cabeza hasta los senos de Mitsuki y tomándolos con sus manos los acaricia, besa, mama y lame como si su vida misma dependiera de darle placer a la chica con sus manos y boca. Al otro lado Lola no puede dejar de correrse y gemir al ser sometida por las expertas manos de Helen que ahora la sostiene con una mano acariciando su seno izquierdo mientras con su otra mano inserta dos dedos en el completamente mojado coño de Lola, le besa el cuello y lame su oreja mientras contemplan como Patricia luego de cuatro sesiones en el Salón de Belleza termina por perder absoluto control de su mente y su cuerpo.

Mitsuki ataca ferozmente el coño de la excitada Patricia y le dice:

– Me encantan tu cabello Patty, ¿recuerdas de que color era la primera vez que me visitaste?

– No lo recuerdo….

– Claro que no lo recuerdas, era castaño claro, te sugerí que lo pintaras de negro azabache pero tu dijiste que de ninguna manera lo cambiarias de color. ¿De que color es hoy tu cabello?

– Negro azabache aaaagggg…

– Muy bien Patty, buena chica, sabes me encantan tus senos…

Diciendo esto Mitsuki acaricia y besa los senos de la chica que esta a punto de correrse.

– Pero ¿sabes algo?, me encantaría que fueran mas grandes una o dos tallas más, ¿Qué te parece, te gustaría que fueran tan hermosos como los míos Patty?

– Siiii me encantaría tenerlos hermosos como los tuyos

– Los tendrás Patty, necesitas que sean más grandes y hermosos, te ayudaremos a hacerlos grandes y hermosos.

– Ufffff siiii sí quiero…. necesito…

– Necesitas correrte para mi Patty, necesitas correrte y dejar de pensar, obedecer es placer, tu quieres ser una buena chica y obedecer.

– Siiii eso quiero, dejar de pensar… aaaaggg… obedecer y cojeeeeer

– Entonces correte para mi Patty.

Justo en ese momento una señal se activa en uno de los dispositivos de la silla informando que los niveles de Patricia han llegado al máximo y la chica empieza convulsionar y a correrse una y otra y otra vez, Mitsuki se le acerca y tomando su cara hermosa con ambas manos le besa apasionadamente, explorando su boca con su lengua sin casi dejarle respirar. Al terminar su desconectado cerebro asimilara cada orden que le den, cada palabra quedara marcada a fuego para siempre en su subconsciente.

Mitsuki procede a colocar los audífonos en los oídos de una aturdida Patricia, que no demuestra ninguna emoción en su rostro el cual esta inclinado a un costado, solo se nota que sigue conciente por leves parpadeos en sus ojos verdes que miran al vacío y un hilillo de saliva escurriendo desde el borde de sus labios que se mueven al repetir los mensajes que recibe por los audífonos, los mensajes finales previamente preparados entran sin la menor resistencia en su mente haciendo que su cuerpo se convierta en un nuevo juguete sexual, una nueva máquina de placer a disposición de Industrias Fredensborg.

Lola igualmente termina corriéndose y Helen suelta la cadenilla ordenándole ir a terminar de recoger todo en el privado de Elizabeth. Mitzuki espera pacientemente los últimos 15 minutos de sesión de Patty. Luego de esto una complacida Helen observa como Mitzuki coloca una cadenilla en el piercing del clítoris de Patty y simplemente la lleva al baño como a una mascota y la ayuda limpiarse y a volver a ponerse la ropa con que llegara a la sesión.

Helen sale del privado y observa a Mitsuki darle las ultimas instrucciones a Patricia al despedirse, entre ellas olvidar cualquier cosa que pasara en la sesión hasta la siguiente orden implantada en su mente. Helen regresa a su oficina y observa a través de las cámaras de seguridad como la famosa María Patricia Zurita, recoge en la recepción un formulario de inscripción para el novedoso procedimiento de aumento de busto de la Clínica Baxter. El cual no es mas que llenar de nanomáquinas sus senos y que esas nanomáquinas se encarguen de aumentar su tejido graso dándole el volumen a sus pechos, una o dos tallas más grandes, mientras en su cerebro otras nanomáquinas se activan e instalan como receptores que sirven para encender y apagar su nueva personalidad de sumisa entrenada.

Con un par de ordenes en el teclado las pantallas de video cambian a las vistas de tres de las seis salas privadas donde en la primera sala una hermosa morena de enormes pechos esta sentada en la silla con su bata abierta, sus ojos cubiertos con gafas de realidad virtual y audífonos en sus oídos, mientras una chica pelirroja irlandesa de traje blanco de la Clínica Baxter le inserta un vibrador en el coño y arrodillándose en medio de las piernas de la morena comienza a darle una experta sesión de sexo oral ayudada por el vibrador que mete y saca del coño de la morena. En la base de la pantalla aparece en letras blancas sobre fondo negro el texto:

“Tercera semana; Vannesa Harper; 22 años; Oficial de Policía; Nivel de Libido: 6.8; Nivel de Condicionamiento: 7.9”

En la segunda pantalla una chica rubia aparece completamente desnuda, a cuatro patas mientras otra de las especialistas de la Clínica Baxter le inserta en el ano un dildo oscuro como su propia piel de ébano, sus senos oscuros de aureolas más oscuras se balancean al ritmo de las embestidas que da a la rubia, que simplemente sigue a cuatro patas siendo sodomizada y con su boca abierta deja escapar su saliva que escurre al piso, la especialista detiene la embestida y tomando un aplicador que contiene un líquido azul y lo aplica directamente a la base del cuello de la controlada rubia. Con esto la primera carga de nanomáquinas entra directamente al cerebro de la excitada rubia, allí esperaran hasta que todo el tratamiento termine y sean activados. En la pantalla el texto es el siguiente:

“Tercera semana; Michelle Vanderburgh; 24 años; Abogada Asistente del Fiscal de Distrito; Nivel de Libido: 7.2; Nivel de Condicionamiento: 7.5”

En la tercera pantalla una chica latina aparece cambiándose sus ropas en el vestidor, se le nota inquieta al quitarse toda su ropa y quedar en ropa interior antes de colocar su bata para iniciar su sesión. Se coloca la bata y se detiene justo antes de salir del vestidor, regresa sobre sus pasos y nuevamente se quita la bata sacándose el sostén y colocándolo sobre sus otras ropas, se coloca la bata, sale y se encuentra con una sonriente Lourdes que ya tiene todo listo para su champú.

“Segunda semana; Dennis Sandoval; 23 años; Ingeniera Química; Nivel de Libido: 4.6; Nivel de Condicionamiento: 6.7”

El teléfono de Helen empieza a sonar y ella lo contesta mientras sigue observando las pantallas.

– “Hola Helen, cuéntame que tal esta el nuevo establo”

– “Hola Amo Robert, todo marcha según lo planeado, dos nuevas candidatas están listas para la cuarta semana, cuatro candidatas en la segunda. La lista de reservaciones esta llena por los siguientes tres meses y la siguiente semana María Patricia Zurita estará visitando la Clínica Baxter para los implantes mamarios y la segunda fase de su adoctrinamiento”

– “Muy buenas noticias Helen, has sido una excelente chica, una muy buena chica, pronto tendrás tu recompensa”

– “Gracias Amo servirlo y condicionar estas nuevas esclavas es mi mayor recompensa”

– “Muy bien Helen, justo como te hemos programado, ahora se una buena chica y córrete para mi”

Helen empieza a correrse una y otra vez sin el menor control o voluntad, mientras observa por la pantalla a una dócil Dennis Sandoval con su cabeza cubierta con el secador y Lourdes sin ninguna resistencia abre la bata de Dennis y comienza a acariciar y lamer los erguidos pezones de la indefensa chica.

A diez minutos de Salón de Belleza, una Elizabeth renovada, hermosa y segura de si misma, estaciona su auto junto a unos locales comerciales. Al caminar algunas dudas y algo de vergüenza la invaden cuando entra en un Sex Shop. Todas las miradas se detienen en ella, mientras se toma su tiempo viendo la mercancía en exposición. Dos minutos después y con la mirada cómplice y picara de un joven que atiende el Sex Shop sale del lugar con su nuevo vibrador y se dirige a su auto. Al pasar por una vitrina mira su reflejo y decide que es tiempo de un cambio de guardarropa, algo mucho mas sexy no estaría mal, tal vez medias y liguero, una ultima mirada y se pone a pensar que también es tiempo de cambiar ese tono castaño de su cabello por algo más claro y llamativo, un tomo rubio tal vez….

Continuara…
PARA CONTACTAR CON EL AUTOR ESCRIBIDLE A:
blackfires@hotmail.com

 

Relato erótico: “Mi abuelo es un semental” (PUBLICADO POR PEDRO)

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Vivo en un chalet clase media a las afueras de Madrid, mi padre es socio de una empresa, mi abuelo international model x TD 76 of 81es dueño de una parte de la empresa, fue cuando termine el primer año en la facultad marchaba de vacaciones, tenemos un chalet en valencia cerca de la playa,  mi padre me dijo

  • Carlos el abuelo te acompaña

  • Papá el abuelo

  • Claro te divertirás, viene una hija de un amigo de él

Las vacacione pintan mal, pase por el abuelo a su chalet, mi abuela tres años atrás murió desde entonces alguien cuidaba al abuelo, me dijo

  • Carlos vamos en el todo terreno, pasamos por Karina

  • ¿Quién es Karina abuelo?

Subimos al coche, vamos a la estación, le pregunto

  • ¿Quién es Karina?

  • Mira Carlos, Karina es mi hija, estuvo en un internado, este año termino es administradora

  • Mis padres lo saben

  • Nadie lo sabe, solo tu claro ella, disfrutemos las vacaciones

  • Como la reconocemos

  • Toma es una foto reciente, apúrate o no la encontramos

Camino, veo la foto, me distraigo, choco con alguien, se cae la foto

  • Disculpa, fue mi culpa

  • Chaval que no eres un crio para correr como loco

  • Carlos hijo de prisa, se hace tarde

  • Tu eres Karina

  • Si como sabes mi nombre

  • Abuelo la encontré

  • ¡Papá!

Corre, me tira otra vez, caigo, me trato de levantar, junto las fotos, es un expediente de ella

  • Hijo, trae el equipaje 

  • Toma, son estas cuatro

Ahora me agarran de botones o de que se creen, abro el coche, suben, guardo el equipaje de ellas por fin marchamos a Valencia, al llegar a Cuenca paramos

  • Hijo pide dos cuartos en este lugar

  • Abuelo espero encontremos lugar, mira está lleno

  • Te acompaño

Entramos para registrarnos, solo tienen un cuarto familiar, una cama matrimonial dos individuales

  • Papá donde nos cambiaremos

  • No tenían más cuartos,  todos van a la playa

  • Entramos al baño a cambiarnos

  • Seguro el crio se emocionó, creía vernos en pelotas

  • Me duermo abuelo

  • Si mañana será un día largo

Me duermo, en la mañana me despierto, salgo para revisar el coche, comprar algo para almorzar en eso abro la puerta

  • Cierra la puerta tonto

  • Carlos que haces

  • Abuelo donde fuiste

  • Tu donde fuiste

  • Conseguí algo para almorzar, mejor vámonos

  • Pueden pasar

  • Nos vamos, almorzamos en el camino

Suben al coche, manejo, por fin en la tarde llegamos al chalet, abro, entro con el coche

  • Carlos subes las maletas

  • Abuelo

  • Por favor Carlos

  • Ese crio es un grosero

Subo mi maleta, en eso

  • Este está ocupado

  • Este siempre lo ocupo

  • Busca otro

Entro a otro no me importa, por fin dejan de molestar, unos colegas mandan fotos de que están en Mallorca, bajo para cenar algo 

  • Carlos mañana vamos a la playa

  • Claro abuelo

Pasa una semana digamos,  normal es cuando el abuelo me dice

  • Carlos hijo vamos a un lugar donde podamos divertirnos

  • Estas seguro abuelo

  • Claro ellas quieren divertirse

El viernes les llevo a una discoteca

Fuimos a una macro discoteca hecha en la playa, apenas 4 verjas y una barra hasta arriba de jóvenes, música alta y un calor agobiante, no era el estilo que más podía encajar mi abuelo,  se pegó a mí Karina, que tampoco  era mi hábitat

  • qué lugar es este,

  • lo más moderno que conozco, no quieres las trajera a un bar de ancianos

  • no pero si algo menos

  • papa esto si es un lugar divertido

Ellas con siguieron rápido pareja, nosotros solo observamos, no se sobre pasaran con ellas, juego con el celular en un rincón, el abuelo puede ver todo en eso lo pierdo, lo veo bailar con ellas, en eso hablo con una tía, marchan a otro lado,  me gusta, promete mucho, me está poniendo

  • crio nos vamos es tarde

  • ahora los alcanzo

  • no tardes, se molesta tu abuelo

Mierda, me levanto rápido, marcho  con ellos no quería, me dejo mal puesto con esa tía rica

  • Carlos mañana regresamos

  • Abuelo estas seguro

  • Claro ellas se divirtieron mucho

Marcho a mi cuarto cabreado, se pasaron, me duermo, en la mañana, hacemos de ir a la playa donde encuentran a unos tíos,  el abuelo se empareja con una señora,  podría ser su hija, no su nieta, me quedo cabreado de nuevo, consigo hablar con una tía, paseamos en eso aparece la amiga de Karina

  • Crio  hora de partir

Pero mejor dame una patada en la entrepierna que me diga eso, no hago caso la acompaño me desaparezco me quedo junto al abuelo

  • Carlos donde esta Karina

  • No se

  • Recoge todo las busco

El cabreo regresa, cargo con todo hasta el coche, los tres platican con digamos sus parejas, subo al coche, el abuelo le dio las llaves a Karina, por fin marchamos al chalet, cenamos,  en la noche vamos a la disco, el abuelo me parece que fue al váter, Karina y su amiga encontraron a unos tíos, lo veo no lo creo, mi abuelo esta con una tía, la cogió de ambas nalgas y comenzó a golpearla con la pelvis  cara a cara, ella acarició con  sus manos en sus hombros hasta el pecho de él,  le dejó hacer lo que quiso. Terminó la tía  con un pierna cogida en el aire, una mano en el culo y otra cerca del pecho, los gestos eran lentos, largos y amplios, sin separar las caderas,  casi parecía que se la estuviera follando, su pelo botaba y el abuelo la tenía en el aire casi colgando, una tía me jalo para bailar me pareció que estaba algo ebria, hasta que dijo

  • Tú no eres Jaime

  • Claro que no, tu me jalaste

No quise problemas apareció el tío se la llevo, busque a mi abuelo encontré a unos tíos claro tía y tío sobándose todo el cuerpo, otros de plano follando descaradamente frente a todos menos al abuelo, en un rincón lo vi , él la seguía desmenuzando, la tenía en volandas cogida del culo subida a su torso, abierta de piernas con sus tacones mirando al cielo,  y con un gesto muy similar al sexo, si el abuelo estaba tieso estaría rozándose con la prenda íntima de la tía, que se aferraba a su cuello como de una rama, se le había subido el vestido y se le veían unas bragas de encaje preciosas, me acerqué a separarlos, pero no me atreví a hacer nada, Media hora viendo como el abuelo casi la folla, pero en un momento mi abuelo me vio,  se zarandeó hasta llegar a mí,

  • Hijo donde están

  • No se

  • Nos vamos ahora, mañana tenemos que madrugar

Los tíos con los que venían se marcharon, igual la tía que casi se folla al abuelo, mientras que no pude conectar nada, al llegar al chalet me fui a dormir, el supuesto fin de semana paso, en la semana todo parecía normal, el abuelo platico con una señora casi de su edad que encontró en la playa, acompañaba a sus nietos unos críos jugaban en la arena, fui a bañar, no vi a Karina o la pesada de su amiga,  pude conectar con unas tías, toda la semana después de conocerlas la pase bien fue el viernes en la noche cuando me dijo

  • Carlos vamos a ir a la disco

  • Abuelo no fue suficiente, tengo una cita

  • Tu vete con esas zorritas de la playa, nosotros vamos solas

  • No van con migo

  • Claro papá

No me importo, marche con mis amigas, las cuales me llevaron a la misma discoteca, una tía bastante ebria le dijo a mi acompañante

  • Un tío se está follando a cuanta tía se le pone, marcho hacer fila

  • Vamos seguro es un mulato

Llegué al punto donde encontré a mi abuelo la noche previa. Estaba en manos de 2 mulatas, una por delante y otra por detrás, él estaba con cara de no darse cuenta de nada, la de adelante era de tetas grandes, con el torso desnudo y piernas musculosas me parecía, tan pegada a  él que sus pelvis eran una sola, y sobándola las tetas por encima, casi no las tocaba, la 2º era un poco más baja y rechoncha, se estaba levantando el vuelo de la falda él cogiendo el culo a la mulata, nunca  lo había visto así, mi abuelo cogía el tanga, era blanco y pequeño,  dejaba que se lo hicieran con mimo, me pasé 20 minutos viendo como a mi abuelo le hacían de todo, le habían quitado la ropa se frotaban contra él, la primera le susurraba cosas mi abuelo, abría la boca ofendido, pero luego le devolvía el comentario al oído, la mulata hizo un gesto, la de detrás se fue a por otra chica que había medio ida, en 5 minutos estaban ambas desnudas, la tía la estaba follando en mitad de la discoteca, la chica en cuestión iba con una falda  rosa dada la vuelta, y rebotaba contra ella haciendo una tijera

Mi abuelo se dejaba un poco más, ahora la mulata se elevaba se dejaba coger un seno mientras que bajaba una copa de su sostén, más tarde le chupaba un pezón, los tenía como estalactitas y apretaba su cabeza contra ellos, luego metió su mano entre las nalgas de la mulata tirando del tanga, cada vez más fuerte hasta que, ruborizada, soltaba gemidos audibles. El vestido cayó al suelo, mi abuelo estaba solo en bóxer en mitad de una macro discoteca, siendo ultrajado por una mulata enorme y él con una tranca descomunal, según todos aquello era demasiado, vi como mi abuelo se echó a los brazos de la mulata nada más aparecer, la cogió del culo y se la subió encima,  ella le rodeó con las piernas,  se fundieron en un beso cálido y húmedo, hasta la lengua de aquella mulata parecía enorme, dejó su boca, le cogió una teta oprimiéndola hasta apretarla el pezón y lamerlo, chuparlo,  al final, darle un mordisco, ella arqueó la espalda ofreciendo  el otro seno, que sufrió el mismo destino.

se dejó bajar el tanga, él  la cogió de una pierna y se la puso en el hombro, cogiéndola de la cintura hundiendo su boca en la intimidad de ella, que se aferró a su cabeza con firmeza, la lengua hizo vibrar su cuerpo, que se retorcía, al final se venció sobre él, que se tumbó con ella de rodillas en su cara, tardó unos minutos,  la mulata se dejó caer a 4 patas y entonces vi como mi abuelo le comía el coño, tenía tanta experiencia que pareció tener un micro pene,   la follaba con él. Cada lametón era una onda expansiva en la espalda de ella, que gimió poseída hasta temblar, entonces la giró y siguió comiéndola el coño mientras la mulata cogía su rabo como mástil, entendió la idea aunque le costaba llevarla a cabo, pajeaba con calma mientras cerraba los ojos y abrió la boca de placer, el abuelo empezó a  usar sus dedos, la mulata se movía como si la penetraran, al  comérsela sus ojos destilaban  descaro, chupó el glande varias veces para luego meterse media barra en la garganta después de un rato ella reventó, literalmente, salió disparada, rondado por el suelo en un momento en que se guardó silencio, se hizo una bola cogiéndose de entre los muslos,  el abuelo la azotó el culo con la cara brillante de los fluidos que habían caído sobre él, la cogió de la mano,  la dejó boca arriba, casi crucificada, ella no opuso resistencia alguna, al soltarla quedó igual, pero esta vez el abuelo la abrió de piernas, escupió en su coño y jugó con el glande unos minutos hasta que apretó, ella soltó un alarido leve de travesura, y cuando el glande la penetró, se abrió de  piernas hasta casi romperse,  dejó que el miembro del abuelo la abriera poco a  poco, llegando un punto en que la mulata dio un pequeño respingo, seria hasta donde llegaba mi abuelo,  y allí se aferró al piso,  gritó.

 – ¡por el amor de dios, que pedazo de polla, fóllame cabrón, destrózame!

Daba golpes de cadera para meterse más dentro de ella.

 – ¡ja jajá, que aguante, que hembra!

dio un empujón final, Poco duró aquella cara desencajada, la mulata cogió posición y la sacaba  metía con ritmo, recuperó su propia conciencia,  le abrazó buscando sus besos, el abuelo la sujetaba para que no cerrara las piernas, que era lo único que podía hacer para tratar de gozar menos, pero   no la dejaba, sus bellos se rozaban al chocar los sexos,  mi abuelo  cogía inercia, el abuelo aguantó unos minutos a un ritmo animal, tanto que ella explotó en un orgasmo que la hizo frotarse el clítoris y bañarlo con un chorro enorme, se dejó caer boca arriba.

 – ¡mamita, que coño, que rica está!

– ja jajá eres una bestia, mira como me has dejado….  

 Al momento lo montó de rodillas cara a cara, y se penetró de nuevo, dando giros leves de cadera, casi regodeándose

          – esto no termina así

 Le dio un bofetón con gesto divertido, el abuelo respondió cogiéndola de los brazos y llevándoselos a la espalda, apoyando los pies,  empezó un ritmo de caderas brutal, ella soltó un alarido de sorpresa y su cara era de disfrutar de forma absoluta, solo cada golpe cortaba un gemido,  continuo que se te metía en los tímpanos,  ver aquello era demencial, otro orgasmo la dobló, que para su desgracia sirvió para que sus pechos fueran lamidos y mordisqueados, aún con las manos a la espalda.

-¡ah, sí, ah, sigue!

Soltaba pequeños gritos agudos mientras no dejaba de sonreír, al rato la mulata ya dominaba con la cadera, era imposible mantener ese ritmo, el abuelo estaba roto y sudando, ella se movía con virulencia, le pedía más, él abuelo era insaciable una máquina de follar. Se pasó media hora rebotando hasta que se tumbó de lado y se lamió los dedos, el abuelo la fue a buscar a su espalda, y cuando iba a penetrar el coño, la mulata preparó su ano, casi me da algo verla meter varios dedos en aquel culo, el abuelo debió pensar lo mismo, así que la dejó actuar, hasta que apuntó su miembro al culo y apretaron ambos, se acomodó varias veces, pero al final le entró media butifarra antes de sisear, luego la cogió de las caderas y la empezó a follar como antes,  se corrió otra vez, pero cuando lo hizo no dejó de pedir más y girar su cadera, así que el abuelo se contuvo, pero era tarde, ella movía su pelvis  tan rápido que él ni se movía,  la llenó de semen entre bufidos, vi los latigazos que recorrían sus cuerpos los dos brillando de perlas de sudor, Pasaron unos minutos ella quedo tirada.

  • Eso estuvo bien ahora follanos a nosotras dos

Eran dos tías gemelas como las Olsen, apareció un negro marcando paquete

  • Es mi abuelo, dejadlo que se ve que no puede mas

  • Quieres que este mulato que no hace asco a nada lo folle

  • Nosotras apostamos que el vencedor nos follara o lo follaba este mulato

  • Puedo con las dos

Vi sonreír al abuelo, se levantó, su polla estaba toda debilitada, la mulata lo había exprimido

  • Vamos a ese lugar

  • Si este lugar está sucio de flujos, parece picadero de animales

  • Abuelo estás loco

No dijo nada, lo vi cansado creo que no se le podría poner erecto su pinga

  • Tomare su lugar

  • Tíos en otro lugar, está casi amaneciendo

No me acordaba que paso con mi acompañante, vi que ellas salían encontré a Karina con su amiga, antes encontré la ropa del abuelo, pude colocársela con su cooperación, alguna tía se llevó su bóxer

  • Vamos para el chalet

  • Marchar ustedes, nosotros las vemos al llegar

  • Seguro se ve mal

  • Con la caminata se le baja

  • Crio que paso con tu ligue

  • Vamos es algo tarde 

Salimos del lugar, no vi a las tías, eso me tranquilizo, faltaba como una calle para llegar a la urbanización, seguro ellas llegaron al chalet cuando mi abuelo vio una banca se sentó

  • Falta poco casi llegas

  • espera no tengo tu edad, gracias por no decir nada

  • no entiendo

  • que me folle como a unas treinta tías

  • por fin les encuentro

Silbo el  mulato, imagino que era la señal, no había ruido, aprovecho para esconderme, en eso ellas llegan, el mulato se baja el pantalón la tiene morcilla de buen tamaño

  • nosotras buscamos al crio, no debe estar lejos

  • ahora lo follo, las busco

Vi que corrieron, le pego en la espalda, cuando trata de bajar el pantalón a mi abuelo

  • hijo puta

  • nadie folla a mi abuelo

Lo desmallo,  dejo entre unos matorrales, pasa la guardia van hacia la playa, escucho

  • Brian donde estas, ven bonito

  • Vieron a un perro san Bernardo pasar

  • No

  • Hijo puta sácala

  •  Ahí está el tío

  • Donde esta

Vamos los cinco a ver, dónde vino el grito, es el perro que monta como un semental al mulato, ellas se quedan peleando, según el perro es un sucio, cosas de esas, marchamos al chalet entramos lo acompaño a su cama se duerme, como al medio día despertamos bajo a preparar algo de comer

  • Carlos donde está mi padre

  • Seguro dormido

  • No los escuche al llegar

  • Buen día

  • Es más de medio día

  • Papa que paso contigo

  • Se me pasaron las copas

  • Abuelo que casi  regresas a cuatro patas

  • Calma crio que tu seguro eres un santo

  • Que pasa Laura, anoche no te fuiste con ese tío

  • Tu que amiga, ese tío te quería follar, tu no lo pelaste, todo por estar pensando en ese crio

  • Que era por mi padre, lo dejamos solo con esas gemelas, me dieron mala impresión

Regresamos a Madrid, las vacaciones casi terminaban, las  semanas pasaron, no hubo novedades, ir a la playa, buscamos un lugar menos bullicioso más relajado donde todo paso sin problemas, lo único era que Karina, me veía cuando hablaba con unas amigas de la playa, se enojaba frente a mis amigas, no se tenía un comportamiento raro, claro para mí, al llegar al chalet me dijo el abuelo

  • De lo que paso ese día, nada a nadie

  • Si abuelo

  • Papa donde viviré

  • Aquí con migo

  • Que pasara con los otros

  • Nada, ellos deberán aceptarte

Marchamos a Madrid, llegando nos espera una sorpresa en el chalet del abuelo

  • Padre que esa tía es tu amante

  • ¡No!  que ella es mi hija

  • Cuando crezca quiero ser como el abuelo

  • Así de viejo

  • No tío

  • Basta ustedes dos marchen a jugar, hablaremos con tu abuelo

  • Que pasa es mi hija, no tienen otra cosa que hacer, claro ahora que estas aquí Bernardo quiero un trabajo para mi hija en la empresa

  • Ella es una desconocida para todos nosotros

  • Solo eso un trabajo

  • Papa mejor espero un poco, todo es rápido

  • No quiero que te dejes de todos estos, tú me representas sé que me tienen vigilado, no puedo hacer como antes

  • Papa si tu no pones pie en la empresa

  • Sigo siendo el dueño

  • Bueno solo del 20 % de la empresa, nosotros controlamos el 80 %

  • Eso no me importa lo dejare a mi hija Karina, casare a Carlos con ella si es necesario

  • Abuelo

  • Papa

  • Narices lo hago sin necesidad de permiso de ustedes, serán buenos como ejecutivos,  es mi parte

Desde ese día Karina comenzó a trabajar, con el tiempo ella me conquisto, nos casamos, no le pareció a mi padre, que más podía hacer,  vivo feliz con ella tenemos dos hijos la parejita.

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  • : comienzan las vacaciones marcho con el abuelo, tenemos que recogerá una tía que es cinco años mas grande a mi, tenemos una casa en la playa, las vacaciones pintan mal no puedo conocer a ninguna tía y cuando la conozco, ellos la espantan, marchamos a una disco donde el abuelo deja ver algo que nunca creí ver, folla como con 30 tías, según me dicen, al regresar mis tíos le preguntan quien esa tía, quieren quedarse con su parte de la empresa, se la deja a su hija, al final me caso con su hija vivimos felices
 

“Herederas de antiguos imperios” LIBRO PARA DESCARGAR (POR GOLFO)

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herederas3Sinopsis:

Durante milenios, las antiguas familias reinantes han sido presa de una maldición. A pesar de tener un poder mental con el que edificaron imperios, sus miembros una y otra vez caían en manos de la peble, que recelosa de su autoridad se rebelaba contra la tiranía.
Gonzalo de Trastámara, descendiente del último rey godo, descubre su destino trágicamente. La muerte de su primera amante en manos de hombres celosos de su poder, le hace saber que el poder conlleva riesgos y cuando todavía no ha conseguido hacerse a la idea, le informan que debe reunir bajo su autoridad al resto de las antiguas casas reinantes.
En este libro, se narra la búsqueda de las herederas de esos imperios y cómo consigue que formen parte de su harén.

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Para que podías echarle un vistazo, os anexo los DOS PRIMEROS CAPÍTULOS:

Capítulo 1: El despertar

No sé si deseo que las generaciones venideras conozcan mi verdadera vida o por el contrario se sigan creyendo la versión oficial tantas veces manida y que no es más que un conjunto de inexactitudes cercanas a la leyenda. Pero he sido incapaz de contrariar los deseos de mi hija Gaia. Su ruego es la única razón por la que me he tomado la molestia de plasmar por escrito mis vivencias. El uso que ella haga de mis palabras ni me incumbe ni me preocupa.

Para que se entienda mi historia, tengo que empezar a relatar mis experiencias a partir de un suceso que ocurrió hace más de sesenta años. Durante una calurosa tarde de verano, estaba leyendo un libro cualquiera cuando la criada me informó que mi padre, Don Manuel, le había ordenado que fuera a buscarme para decirme que tenía que ir a verle. Todavía después de tanto tiempo, me acuerdo como si fuera ayer. Ese día cumplía dieciséis años por lo que esperaba un regalo y corriendo, fui a su encuentro.

― Hijo, siéntate. Necesito hablar contigo― dijo mi padre.

Debía de ser muy importante para que, por primera vez en su vida, se dignara a tener una charla conmigo. Asustado, me senté en uno de los sillones de su despacho. Mi padre era el presidente de un conglomerado de empresas con intereses en todos los sectores. La gente decía de él que era un genio de las finanzas pero, para mí, no era más que el tipo que dormía con Mamá y que pagaba mis estudios, ya que jamás me había regalado ninguna muestra de cariño, siempre estaba ocupado. Había semanas y meses en los que ni siquiera le veía.

― ¿Cómo te va en el colegio?― fueron las palabras que utilizó para romper el hielo.

― Bien, Papá, ya sabes que soy el primero de la clase― en ese momento dudé de mis palabras, por que estaba convencido que nunca había tenido en sus manos ni una sola de mis notas.

― Pero, ¿Estudias?― una pregunta tan absurda me destanteó, debía de tener trampa, por lo que antes de responderla, me tomé unos momentos para hacerlo, lo que le permitió seguir hablando ― Debes de ser el delegado, el capitán del equipo y hasta el chico que más éxito tiene, ¡me lo imaginaba! y lo peor es que ¡me lo temía!

Si antes estaba asustado, en ese momento estaba confuso por su afirmación, no solo no estaba orgulloso por mis resultados sino que le jodía que lo hiciera sin esfuerzo.

― ¿Hubieras preferido tener un hijo tonto?― le solté con mi orgullo herido.

― Sí, hijo― en sus mejillas corrían dos lágrimas― porque hubiese significado que estabas libre de nuestra tara.

― ¿Tara?, no sé a qué te refieres― si no hubiese sido por el terror que tenía a su figura y por la tristeza que vi en sus ojos, hubiera salido corriendo de la habitación.

― ¡Te comprendo!, hace muchos años tuve ésta misma conversación con tu abuela. Es más, creo que estaba sentado en ese mismo sillón cuando me explicó la maldición de nuestra familia.

Mi falta de respuesta le animó a seguir y, así, sin dar tiempo a que me preparara, me contó como nuestra familia descendía de Don Rodrigo, el último rey godo y de doña Wilfrida, una francesa con fama de bruja; que durante generaciones y generaciones nunca había sufrido la pobreza; que siempre durante más de mil trescientos años habíamos sido ricos, pero que jamás había vuelto a haber más de un hijo con nuestros genes y que siempre que alguno de nuestros antepasados había obtenido el poder, había sido un rotundo error que se había saldado con miles de muertos.

― Eso ya lo sabía― le repliqué. Desde niño me habían contado la historia, me habían hablado de Torquemada y otros antepasados de infausto recuerdo.

― Pero lo que no sabes es el porqué, la razón por la que nunca hemos caído en la pobreza, el motivo por el que no debemos mezclarnos en asuntos de estado, la causa por la cual somos incapaces de engendrar una gran prole―

― No― tuve que reconocer muy a mi pesar.

― Por nuestra culpa, o mejor dicho por culpa de Wilfidra, los árabes tomaron la península. Cuando se casó, al ver el escaso predicamento del rey con los nobles y que estos desobedecían continuamente los mandatos reales, supuestamente, hizo un pacto con el diablo, el cual evitaba que nadie pudiera llevar la contraria a Don Rodrigo. Como todo pacto con el maligno, tenía trampa. Individualmente fue cierto, ninguno de los nobles fue capaz de levantarse contra él pero, como la historia demostró, nada pudo hacer contra una acción coordinada de todos ellos. Durante años, el Rey ejerció un mandato abusivo hasta que sus súbditos, molestos con él, llamaron a los musulmanes para quitárselo de encima. Eso significó su fin.Tomó aire, antes de seguir narrándome nuestra maldición. ―Esa tara se ha heredado de padres a hijos durante generaciones. Yo la tengo y esperaba que tú no la hubieras adquirido.

― Pero, Papá, partiendo de que me es difícil de aceptar eso del pacto con el maligno, de ser cierto, eso no es una tara, es una bendición― contesté, ignorante del verdadero significado de mis palabras.

― La razón por la que tenemos esa tara es irrelevante, da lo mismo que sea por una alianza de sangre o por una mutación. Lo importante es el hecho en sí. Cuando uno adquiere un poder, debe también asumir sus consecuencias. Jamás tendrás un amigo, serán meros servidores, nunca sabrás si la mujer de la que te enamores te ama o solo te obedece y si abusas de él, tendrás una muerte horrible en manos de la masa. Recuerda que de los antepasados que conocemos más de la mitad han muerto violentamente. Por eso, le llamo Tara. El tener esa herencia te condena a una vida solitaria y te abre la posibilidad de morir asesinado.

― ¡No te creo!― le grité aterrorizado por la sentencia que había emitido contra mí, su propio hijo.

― Te comprendo― me contestó con una tristeza infinita. ― Pero si no me crees, ¡haz la prueba! Busca a alguien como conejillo de indias y mentalmente oblígale a hacer la cosa más inverosímil que se te ocurra. Ten cuidado al hacerlo, porque recordará lo que ha hecho y si advierte que tú fuiste el causante, puede que te odie por ello.

Y poniendo su mano en mi hombro, me susurró al oído:

― Una vez lo hayas comprobado, vuelve conmigo para que te explique cómo y cuándo debes usarlo.

Pensé que no hacía nada en esa habitación con ese ser despreciable que me había engendrado y como el niño que era, me fui a mi cuarto a llorar la desgracia de tener un padre así. Encerrado, me desahogué durante horas.

« Tiene que ser mentira, debe de haber otra explicación», pensé mientras me calmaba. Supe que no me quedaba otra, que hacer esa dichosa prueba aunque estuviera condenada al fracaso. No había otro método de desenmascarar las mentiras de mi viejo. Por eso y quizás también por que las hormonas empezaban a acumularse en mi sangre debido a la edad, cuando entró Isabel, la criada, a abrir la cama, decidí que ella iba a ser el objeto de mi experimento.

La muchacha, recién llegada a nuestra casa, era la típica campesina de treinta años, con grandes pechos y rosadas mejillas, producto de la sana comida del campo. Por lo que sabía, no tenía novio y los pocos momentos de esparcimiento que tenía los dedicaba a ayudar al cura del pueblo en el asilo. Tenía que pensar que serviría como confirmación inequívoca de que tenía ese poder, no bastaba con que me enseñara las bragas, debía de ser algo que chocara directamente con su moral pero que no pudiera relacionarme con ello, decidí acordándome de la advertencia de mi padre. Hiciera lo que hiciese, al recordarlo no debía de ser yo el objeto de sus iras.

Fue durante la cena cuando se me ocurrió como comprobarlo. Isabel, al servirme la sopa, se inclinó dejándome disfrutar no sólo del canalillo que formaba la unión de sus tetas, sino que tímidamente me mostró el inicio de sus pezones. Mi calentura de adolescente decidió que debía ser algo relacionado con sus pechos. Por suerte, esos días había venido a vernos el holgazán de mi primo Sebas, hijo del hermano de mi madre, un cretino que se creía descendiente de la pata del caballo del Cid y que se vanagloriaba en que jamás le pondría la mano encima a una mujer de clase baja. En cambio Ana, su novia era una preciosidad, dieciocho años, alta, guapa e inteligente. Nunca he llegado a comprender como podía haberse enamorado de semejante patán. Sonriendo pensé que, de resultar, iba a matar dos pájaros de un tiro: por una parte iba a comprobar mis poderes y por la otra iba a castigar la insolencia de mi querido pariente. Esperé pacientemente mi oportunidad. No debía de acelerarme porque cuando hiciera la prueba, debía de sacar el mayor beneficio posible con el mínimo riesgo personal.

Fue el propio Sebastián, quien me lo puso en bandeja. Después de cenar, como ese capullo quiso echar un billar, bajamos al sótano donde estaba la sala de juegos. Ana María se quedó con mis padres, viendo la televisión.

Durante toda la partida, mi querido primo no paró de meterse conmigo llamándome renacuajo, quejándose de lo mal que jugaba. Era insoportable, un verdadero idiota del que dudaba que siendo tan imbécil pudiera compartir algo de mi sangre. El colmo fue cuando habiéndome ganado por enésima vez, me ordenó que le pidiera una copa. Cabreado, subí a la cocina donde me encontré a Isabel. Decidí que era el momento y mientras de mi boca, esa mujer solo pudo oír como amablemente le pedía que le llevara un whisky a mi primo, mentalmente la induje a pensar que Sebas era un hombre irresistible y que con solo el roce de su mano o su voz al hablarle, le haría enloquecer y no podría parar hasta que sus labios la besasen.

Ya no me podía echar para atrás. No sabía si mi plan tendría resultado, pero previendo una remota posibilidad de éxito, me entretuve durante cinco minutos y después entrando en la tele, le dije a Ana que su novio la llamaba por lo que, junto a ella, bajé por las escaleras.

La escena que nos encontramos al abrir la puerta, no pudo ser una prueba más convincente de que había funcionado a la perfección. Sobre la mesa, mi queridísimo primo besaba los pechos de la criada mientras intentaba bajarse los pantalones con la clara intención de beneficiársela.

Su novia no se lo podía creer y durante unos segundos, se quedó paralizada sin saber qué hacer, tiempo que Isabel aprovechó para taparse y bajar del billar. Pero luego, Ana explotó y como una loca desquiciada se fue directamente contra Sebastián, tirándole de los escasos pelos que todavía quedaban en su cabeza. Mi pobre y sorprendido primo solamente le quedó intentar tranquilizar a la bestia en que se había convertido la que parecía una dulce e inocente muchacha.

Todo era un maremágnum de gritos y lloros. El escándalo debía de poderse oír en el piso de arriba, por lo que decidí que tenía que hacer algo y cerrando la puerta de la habitación, les grité pidiendo silencio.

No puedo asegurar si hicieron caso a mi grito o a una orden inconsciente pero el hecho real es que los tres se callaron y expectantes me miraron:

― ¡Sebas!, vístete. Y tú, Isabel, será mejor que te vayas a la cocina― la muchacha vio una liberación en la huída por lo que rápidamente me obedeció sin protestar― Ana María, lo que ha hecho mi primo es una vergüenza pero mis padres no tienen la culpa de su comportamiento, te pido que te tranquilices.

― Tienes razón― me contestó, ―pero dile que se vaya, no quiero ni verlo.

No tuve que decírselo ya que, antes de que su novia terminara de hablar, el valeroso hidalgo español salía por la puerta con el rabo entre las piernas. Siempre había sido un cobarde y entonces, no fue menos. Debió de pensar que lo más prudente era el escapar y que posteriormente tendría tiempo de arreglar la bronca en la que sus hormonas le habían metido.

― ¡No me puedo creer lo que ha hecho!― me dijo su novia, justo antes de echarse a llorar.

Todavía en aquel entonces, seguía siendo un crío y su tristeza se me contagió por lo que, al abrazarla intentando el animarla, me puse a sollozar a su lado. No sé si fue por ella o por mí. Había confirmado la maldición de mi familia y por lo tanto la mía misma.

― ¿Por qué lloras?― me preguntó.

― Me da pena cómo te ha tratado, si yo tuviera una novia tan guapa como tú, jamás le pondría los cuernos― le respondí sin confesarle mi responsabilidad en ese asunto, porque solo tenía culpa del comportamiento de Isabel ya que no tenía nada que ver con la calentura de Sebas.

― ¡Qué dulce eres!, Ojalá tu primo fuera la mitad que tú― me dijo, dándome un beso en la mejilla.

Al besarme, su perfume me impactó. Era el olor a mujer joven, a mujer inexperta que deseaba descubrir su propia sensualidad. Sentí como mi entrepierna adquiría vida propia, exaltando la belleza de Ana María, pero provocando también mi vergüenza. Al notarlo ella, no hizo ningún comentario. Cuando me separé de ella, acomplejado de mi pene erecto, solo su cara reflejó una sorpresa inicial pero, tras breves instantes, me regaló una mirada cómplice que no supe interpretar en ese momento. De haberme quedado, seguramente lo hubiese descubierto entonces pero mi propia juventud me indujo a dejarla sola.

Aterrorizado por las consecuencias de mis actos, busqué a Isabel para evitar que confesara. Ya lo había pactado con Ana, nadie se debía de enterar de lo sucedido por lo que su puesto en mi casa no corría peligro. La encontré en el lavadero, llorando sentada en un taburete entre montones de ropa sucia.

―Isabel, ¿puedo hablar contigo?― pregunté.

―Claro, Gonzalo― me contestó sollozando.

Sentándome a su lado, le expliqué que la novia de mi primo me había asegurado que no iba a montar ningún escándalo. Debía dejar de llorar porque sólo sus lágrimas podían ser la causa de que nos descubrieran. Surgieron efecto mis palabras, logré calmar a la pobre criada pero aún necesitaba saber si realmente yo había sido la causa de todo y por eso, para asegurarme, le pregunté que le había ocurrido.

― No sé qué ha pasado pero, al darle la copa a su primo, de pronto algo en mi interior hizo que me excitara, deseándole. No comprendo porque me abrí dos botones, insinuándome como una puta. Don Sebas, al verme, empezó a besarme. Lo demás ya lo sabes. Es alucinante, con solo recordarlo se me han vuelto a poner duros.

― ¿El qué?― pregunté inocentemente.

―Los pechos― me contestó, acariciándoselos sin darse cuenta.

― ¿Me los dejas ver?― más interesado que excitado―nunca se los he visto a una mujer.

Un poco cortada se subió la camisa dejándome ver unos pechos grandes y duros, con unos grandes pezones que ya estaban erizados antes de que, sin pedirle permiso, se los tocara. Ella al sentir mis dedos jugando con sus senos, suspiró diciéndome:

―No sigas que sigo estando muy cachonda.

Pero ya era tarde, mi boca se había apoderado de uno mientras que con mi mano izquierda seguía apretando el otro.

―¡Qué rico!― me susurró al oído, al sentir cómo mi lengua jugaba con ellos.

Esa reacción me calentó y seguí chupando, mamando de sus fuentes, mientras mi otra mano se deslizaba por su trasero.

―Tócame aquí― me dijo poniendo mi mano en su vulva.

La humedad de la misma, en mi palma, me sorprendió. No sabía que las mujeres cuando se excitaban, tenían flujo, por lo que le pregunté si se había meado.

― ¡No!, tonto, es que me has puesto bruta.

Viendo mi ignorancia no pudo aguantarse y me preguntó si nunca me había magreado con una amiga. No tuve ni que contestarla, mi expresión le dijo todo.

― Ósea, ¡Qué eres virgen!

La certidumbre que podía ser la primera, hizo que perdiera todos los papeles y tumbándome sobre la colada, cerró la puerta con llave no fueran a descubrirnos. Yo no sabía que iba a pasar pero no me importaba, todo era novedad y quería conocer que se me avecinaba. Nada más atrancar la puerta, coquetamente, se fue desnudando bajo mi atónita mirada. Primero se quitó la blusa y el sujetador, acostándose a mi lado. Y poniendo voz sensual, me pidió que la despojase de la falda y la braga. Obedecí encantando. No en vano no era más que un muchacho inexperto y eso me daba la oportunidad de aprender como se hacía. Ya desnuda, me bajó los pantalones y abriéndose de piernas, me mostró su peludo sexo. Mientras me explicaba las funciones de su clítoris, me animó a tocarlo.

En cuento lo toqué, el olor a hembra insatisfecha me llenó la nariz de sensaciones nuevas y mi pene totalmente erecto me pidió que lo liberara de su encierro. Ella adelantándose a mis deseos, lo sacó de mis calzoncillos y dirigiéndolo a su monte, me pidió que lo cogiera con mi mano y que usando mi capullo, jugara con el botón que me había mostrado.

Siguiendo sus instrucciones, agarré mi extensión y, como si de un pincel se tratara, comencé a dibujar mi nombre sobre ella.

― ¡Así!, ¡Sigue así!― me decía en voz baja mientras pellizcaba sin piedad sus pezones.

Más seguro de mí mismo, separé sus labios para facilitar mis maniobras y con el glande recorrí todo su sexo teniendo los gemidos de placer de la muchacha como música de fondo. Nunca lo había tenido tan duro y, asustado, le pregunté si eso era normal.

― No, ¡lo tienes enorme para tu edad!― me contestó entre jadeos, ―vas a ser una máquina de mayor pero continua ¡así!, que me vuelve loca.

En el colegio, un amigo me había enseñado unas fotos, donde un hombre poseía a una mujer por lo que cuando mi pene se encontró con la entrada de su cueva, supe que hacer y de un solo golpe, se lo introduje entero.

+―¡Ahh!― gritó al sentir como la llenaba.

Sus piernas me abrazaron, obligándome a profundizar en mi penetración. Cuando notó como la cabeza de mi sexo había chocado contra la pared de su vagina, me ordenó que comenzara a moverme despacio incrementando poco a poco mi ritmo. Era un buen alumno, fui sacando y metiendo mi miembro muy lentamente, de forma que pude distinguir como cada uno de los pliegues de sus labios rozaban contra mi falo y cómo el flujo que emanaba de su coño iba facilitando, cada vez más, mis arremetidas. Viendo la facilidad con la que éste entraba, mi creciente confianza me permitió acelerar la velocidad de mis movimientos mientras mis manos se apoderaban de sus pechos.

Isabel, ya completamente fuera de sí, me pedía que la besara los pezones pero que sin dejar de penetrarla cada vez más rápido. Era una gozada verla disfrutar, oír como con su respiración agitada me pedía más y como su cuerpo, como bailando, se unía al mío en una danza de fertilidad.

― Soy una guarra― me soltó cuando, desde lo más profundo de su ser, un incendio se apoderó de ella, ―pero me encanta. Cambiando de posición, se puso de rodillas y dándome la espalda, se lo introdujo lentamente.

La postura me permitió agarrarle los pechos y usándolos de apoyo, empecé a cabalgar en ella. Era como montar un yegua. Gracias a que en eso si tenía experiencia, nuestros cuerpos se acomodaron al ritmo. Yo era el jinete y ella mi montura, por lo que me pareció de lo más normal el azuzarla con mis manos, golpeando sus nalgas. Respondió como respondería una potra, su lento cabalgar se convirtió en un galope. Mis huevos rebotaban contra su cada vez más mojado sexo obligándome a continuar.

― Pégame más, castígame por lo que he hecho― me decía y yo le hacía caso, azotando su trasero.

Estaba desbocada, el esfuerzo de su carrera le cortaba la respiración. El sudor empapaba su cuerpo cuando como un volcán, su cueva empezó a emanar una enorme cantidad de magma mientras ella se retorcía de placer, gritando obscenidades. Mi falta de conocimiento me hizo parar por no saber qué ocurría, pero mi criada me exigió que continuara. Gritó que no la podía dejar así. Sus movimientos, la calidez de su sexo mojado sobre mi pene y sobretodo sus gritos, provocaron que me corriera. Una rara tensión se adueñó de mi cuerpo y antes que me diera cuenta de lo que ocurría, exploté en sus entrañas llenándolas de semen. Desplomado del cansancio caí sobre ella. Ya sabía lo que era estar con una mujer y por vez primera, había experimentado lo que significaba un orgasmo.
Tras descansar unos minutos a su lado, Isabel me obligó a vestir. Alguien podía llamarnos y no quería que nos descubrieran. Me dio un beso antes de despedirse con una frase que me elevó el ánimo:

― ¡Joder con el niño!, vete rápido, que si te quedas te vuelvo a violar.

Salí del lavadero y sin hacer ruido, me fui hacia mi cuarto. No quería encontrarme con nadie ya que, solo con observar el rubor de mis mejillas, hasta el más idiota de los mortales hubiese descubierto a la primera que es lo que me había pasado. Ya en el baño de mi habitación, me despojé de mi ropa, poniéndome el pijama. No podía dejar de analizar lo ocurrido, mientras me lavaba los dientes:

« El viejo tenía razón. Algo ha ocurrido, conozco a Isabel desde hace seis meses y nunca se ha comportado como una perra en celo». Lo que no comprendía era el miedo que mi padre tenía a ese poder. Para mí, seguía sin ser una tara, era una bendición. Y pensaba seguir practicando.

No me había dado cuenta lo cansado que estaba hasta que me metí en la cama. No llevaba más de un minuto con la cabeza en la almohada cuando me quedé dormido. Fue un sueño agitado, me venían una sucesión de imágenes de violencia y muerte. En todas ellas, un antepasado mío era el protagonista y curiosamente la secuencia que más se repetía era la vida de Lope de Aguirre, con su mezcla de locura y grandeza. Coincidiendo con su ajusticiamiento, creo que interpreté el sonido de mi puerta al abrirse como el ruido del hacha al caer sobre su cuello, desperté sobresaltado.

― Tranquilo, soy yo― me decía Ana acercándose a mi cama.

― ¡Qué susto me has dado!― le contesté todavía agitado.

― Quiero hablar contigo― me dijo.

Tenía la piel de gallina por el miedo de la decisión que había tomado pero yo en mi ingenua niñez pensé que, como venía en camisón, tenía frío por lo que le dije que se metiera entre mis sabanas para entrar en calor. La novia de mi primo no se hizo de rogar y huyendo de la fría noche, se metió en la cama conmigo. La abracé frotándole los brazos, buscando que su sangre fluyera calentándola. Lo que no sabía es que ella quería que la calentara pero de otra forma. Fue de ella la iniciativa y cogiendo mi cabeza entre sus manos, me besó en la boca y abriendo mis labios, su lengua jugó con la mía. Estuvimos unos minutos solo besándonos, mientras mi herramienta empezaba a despertar, ella al sentirlo se pegó más a mí, disfrutando de su contacto en su entrepierna.

― ¿Y esto?― le pregunté, alucinado por mi suerte.

― Sebastián no merece ser el primero― me contestó sin añadir nada más, pero con delicadeza empezó a desbrochar los botones de mi pijama.

Me dejé hacer, la niña de mis sueños me estaba desnudando sin saber el porqué. Cuando terminó de despojarme de la parte de arriba, se sentó en el colchón y sensualmente me preguntó si quería que ella me enseñara sus pechos. Tuve que controlarme para no saltar encima de ellos desgarrándole el camisón, el deseo todavía no había conseguido dominarme. Le contesté que no, que quería yo hacerlo. Con la tranquilidad de la experiencia que me había dado Isabel retiré los tirantes de sus hombros, dejando caer el camisón. Eran unos pechos preciosos, pequeños, delicados, con dos rosados pezones, que me gritaban que los besara.

― ¿Estás segura?― le pregunté, arrepintiéndome antes de terminar.

Por fortuna, si no nunca me hubiera perdonado mi estupidez, me contestó que sí, que confiaba en mí. Ana no era como mi criada. Todo en ella me pedía precaución, no quería asustarla por lo que como si estuviera jugando, mis manos empezaron a acariciar sus senos, con mis dedos rozando sus aureolas mientras la besaba. Mis besos se fueron haciendo más posesivos a la par que su entrega. Observando que estaba lista, mi lengua fue bajando por el cuello y por los hombros hacia su objetivo. Al tener su pecho derecho al alcance de mi boca, soplé despacio sobre su pezón antes de tocarlo. Su reacción fue instantánea. Como si le hubiese dado vergüenza, su aureola se contrajo de manera que cuando mi lengua se apoderó de él, ya estaba duro. Me entretuve saboreándolo, oyendo como su dueña suspiraba por la experiencia.

Pero fue cuando al repetir la operación en el otro, los débiles suspiros se convirtieron en gemidos de deseo. Era lo que estaba esperando, con cuidado la tumbé sobre la colcha y tal como había aprendido le quité el camisón. Al levantarle las piernas, me encontré con una tanga de encaje que nada tenía que ver con la basta braga de algodón de Isabel.

Me recreé, unos momentos, disfrutando con mi mirada de su cuerpo. Era mucho más atractivo de lo que me había imaginado el día que me la presentó mi primito. Su juventud y su belleza se notaban en la firmeza de sus formas. La brevedad de su pecho estaba en perfecta sintonía con las curvas de su cadera y la longitud de sus piernas.

Ella sabiéndose observada me preguntó:

―¿Te gusta lo que ves?

Como única respuesta, me tumbé a su lado acariciándola ya sin disimulo, mientras ella se estiraba en la cama ansiosa de ser tocada. Mi boca volvió a besar sus pechos pero, esta vez, no se detuvo ahí sino que, bajando por su piel, bordeó su ombligo para encontrarse a las puertas de su tanga. Hablando sola sin esperar que le contestase, me empezó a contar que se sentía rara; que era como si algo en su interior se estuviera despertando; que no eran cosquillas lo que sentía, sino una sensación diferente y placentera.
Sin saber si me iba a rechazar, levanté sus piernas despojándola de la única prenda que todavía le quedaba, quedándome maravillado de la visión de su sexo. Perfectamente depilado en forma de triángulo, su vértice señalaba mi destino por lo que me fue más sencillo el encontrar su botón de placer con mi lengua. Si unas horas antes había utilizado mi pene, ella se merecía más e imitando las enseñanzas de Isabel, como si fuera un caramelo lo besé, jugando con él y disfrutando de su sabor agridulce de adolescente.

Ana que, en un principio se había mantenido expectante, no se podía creer lo que estaba experimentando. El deseo y el miedo a lo desconocido se fueron acumulando en su mente, a la vez que su cueva se iba anegando a golpe de caricias por lo que, gimiendo descontrolada, me suplicó que la desvirgara, que la hiciera mujer. No le hice caso, las señales que emitía su cuerpo me indicaban la cercanía de su orgasmo por lo que, sin soltar mi presa, intensifiqué mis lengüetazos pellizcando sus pezones a la vez. Por segunda ocasión en la noche, oí la explosión de una mujer pero esta vez el río que salía de su sexo inundó mi boca y como un poseso, probé de su contenido mientras ella se retorcía de placer. No quería ni debía desperdiciar una gota, lo malo es que cuanto más bebía, más manaba de su interior, por lo que prolongué sin darme cuenta cruelmente su placer ,uniendo varios clímax consecutivos hasta que, agotada, me pidió que la dejara descansar sin haber conseguido mi objetivo. De su sexo seguía brotando un manantial inacabable que mojó, por entero, las sabanas.

― ¡Dios mío!, ¡esto es mejor de lo que me había imaginado!― me dijo en cuanto se hubo repuesto.

Estaba tan radiante y tan feliz por haberse metido entre mis brazos sin que yo se lo hubiera pedido, que me preguntó si ya tenía experiencia.

― Eres la primera― le mentí, pero por la expresión de su cara supe que había hecho lo correcto. Al igual que Isabel, ninguna mujer se resiste a ser la primera.

― ¿Entonces eres virgen?― me volvió a preguntar y nuevamente la engañe, diciéndole lo que quería escuchar.

Le expliqué que me estaba reservando a una diosa y que ésta se me había aparecido esa noche bajo la apariencia de una mortal llamada Ana. Se rio de mi ocurrencia y quitándome el pantalón del pijama, me dijo que ya era hora de que dejáramos de ser unos niños. Tuve que protestar ya que, sin medir las consecuencias, tomando mi pene entre sus manos se lo dirigió a su entrada. Le explique que iba a hacerse daño y que eso era lo último que quería ya que, en mi mente infantil, me había enamorado de ella.

Refunfuñando me hizo caso, dejándome, a mí, la iniciativa. Esa noche había follado con una mujer pero, en ese momento, lo que quería y lo que estaba haciendo era el hacerle el amor a una princesa. Mi princesa. Como un caballero, la tumbé en la cama boca arriba y abriéndole las piernas, acerqué la punta de mi glande a su clítoris. Sus ojos me pedían que lo hiciera rápido pero recordé que la primera vez marcaba para siempre y por eso, introduje lentamente la cabeza de mi pene hasta que esta chocó con su himen. En ese momento, la miré pidiendo su consentimiento pero ella, sin poder esperar y forzando con sus piernas, se lo introdujo de un solo golpe.

Gritó de dolor al sentir como se rasgaba su interior. Y durante unos momentos, me quedé quieto mientras ella se acostumbraba a tenerlo dentro para posteriormente empezar a moverme muy despacio. Mientras le decía lo maravillosa que era, no deje de besarla. Ana se fue relajando paulatinamente. Su cuerpo empezaba reaccionar a mis embistes y como si se tratara de una bailarina oriental, inició una danza del vientre conmigo invadiendo su cueva. Las lágrimas iniciales se fueron transformando en sonrisa al ir notando como el deseo la poseía. Y sorprendentemente, la sonrisa se convirtió en una risa nerviosa cuando el placer la fue absorbiendo.

Puse sus piernas en mis hombros de forma que nada obstaculizara mis movimientos y ella, al sentir como toda su vagina comprimía por completo mi miembro, me pidió que continuara más rápido. Su orden fue tajante y cual autómata en sus manos, aceleré la cadencia de mis penetraciones. Ana me regalaba con un pequeño gemido cada vez que mi extensión se introducía en ella, gemidos que se fueron convirtiendo en verdaderos aullidos cuando, como un escalofrío, el placer partió de sus ingles recorriendo su cuerpo. Sentí como el flujo empapaba por enésima ocasión su sexo, envolviendo a mi miembro en un cálido baño.

― Es maravilloso― me gritó, mientras sus uñas se clavaban en mi espalda.

Sentirla gozando bajo mi cuerpo, consiguió que se me elevara todavía más mi excitación y sin poderlo evitar, me derramé en su interior mientras nuestros gritos de placer se mezclaban en la habitación. Fueron solamente unos instantes pero tan intensos que supuse que esa mujer era mi futuro.

― Te amo― le dije nada más recuperarme el aliento.

―Yo también― me dijo con su voz juvenil, ―nunca te olvidaré.

― ¿Olvidarme?, ¿no vas a ser mi novia?― le pregunté asustado por lo que significaba.

― Mi niño bonito, soy mucho mayor que tú y estoy comprometida con tu primo― me contestó con dulzura pero, a mis oídos, fue peor que la mayor de las reprimendas.

― ¡Pero creceré! y entonces seré tu marido― le contesté y sin darme cuenta hice un puchero mientras unas lágrimas infantiles anegaban mis ojos.

Ana intentó hacerme entender que debía seguir con la vida, que sus padres habían planeado pero no la quise escuchar. Al ver que no razonaba, se levantó de la cama y tras vestirse velozmente, se fue de mi habitación.

uando ya se iba le grité, llorando:

― ¡Espérame!

No me contestó. Enrabietado, lloré hasta quedarme dormido. Isabel fue la que me despertó en la mañana, abriendo las ventanas de mi cuarto. Me metí al baño como un zombi mientras la criada hacía mi cama. No me podía creer lo que había pasado esa noche, había rozado el cielo para sumergirme en el infierno.

Saliendo del baño, ya vestido, fui a mi cuarto a ponerme los zapatos. Al entrar, salía la mujer con las sabanas bajo el brazo. Por la expresión de su cara, adiviné que quería decirme algo por lo que, cogiéndola del brazo, la metí conmigo.

― ¿Qué querías?― le pregunté.

Ella, sonriendo, me contestó:

― Estás hecho una fichita, pero no te preocupes. Nadie va a saber por mi boca que has estrenado a la novia de tu primo. Yo me ocupo de lavar la sangre de las sábanas.

«¿Sangre?», pensé por un momento que era lo único que me quedaba de esa noche. No podía perderlo. Por eso, le pregunté:

―Te puedo pedir un favor― y muy avergonzado continué ― necesito quedarme un recuerdo. ¿Podrías guardar la sábana sin que nadie se entere?

Entendió por lo que estaba pasando y guiñándome un ojo, con mirada cómplice, me replicó:

―Voy a hacer algo mejor. Luego te veo― y sin decirme nada más, se fue a continuar con su trabajo.

Destrozado bajé a desayunar. En el comedor me encontré con Sebastián, que al verme dejó la taza de café que se estaba tomando y acercándose a mí, me dio un abrazo diciéndome:

― ¡Renacuajo!, eres un genio, no sé lo que le dijiste a Ana, pero no solo me ha perdonado sino que ha aceptado casarse conmigo.

Mi mundo se desmoronó en un instante. Comprendí entonces lo que mi padre quería explicarme, gracias al poder que había heredado, había desencadenado unos hechos que no pude o no supe controlar. Esa noche había gozado, pero en la mañana, como si de una enorme resaca se tratara, la realidad me golpeó en la cara. Recordé mis clases de física; a cada acción sobreviene una reacción. En mi caso, la reacción fue extremadamente dolorosa. Con dieciséis años y un día dejé de ser un niño, para convertirme en un hombre. Mi viejo tenía razón: no era una bendición, el estar dotado de esa facultad era una arma de doble filo y yo, al haberla esgrimido sin prudencia, me había cortado.

Necesitaba consejo, por eso en cuanto terminé de desayunar, me levanté de la mesa sin despedirme. En el pasillo, tropecé con Isabel. Ella me entregó un paquete que al abrirlo resultó ser un pañuelo. Reconocí la mancha que teñía la tela, era la sangre de Ana. La criada había confeccionado un pañuelo con la sábana que habíamos manchado. Le di las gracias por su detalle y guardándomelo en el bolsillo, caminé hacia el despacho de mi padre. Tocando la puerta antes de entrar, escuché como me pedía que pasara. Nada más verlo y con lágrimas en los ojos, le dije:

― Papá, ¡Tenemos que hablar!

Me estaba esperando. Tal y como había pronosticado, volvía con el rabo entre las piernas en búsqueda de su consejo:

― ¿Verdad, que duele?― no había reproches, solo comprensión. ― Hijo, dos personas entre los miles de millones de habitantes de la tierra comparten este dolor. Esos dos desgraciados somos tú y yo.

Estuvimos hablando durante horas, me fue enseñando durante meses pero necesité años para aceptar que, nada podía evitar que ese pacto firmado hacía más de trece siglos, me jodiera la vida.

Capítulo 2: El aprendizaje.

― Hijo, al igual que hicieron nuestros antepasados necesitamos un plan de trabajo con el que desarrollar tu mente. El primer paso en tu adiestramiento debe ser incrementar tu conocimiento de las técnicas de inducción mental y si para ello hay que desarrollar a la par que las sexuales, lo haremos. Es una cuestión de practicidad, piensa que mientras la obediencia obligada crea resentimiento, la dependencia por sexo no, por lo que es más seguro zambullirte en este mundo por la puerta trasera de la carne.

― Pero Papá, solo tengo dieciséis años― le contesté avergonzado.

― ¿Me vas a decir que la razón por la que vienes tan cabizbajo, no es otra que has tenido tu primera decepción?, realmente ¿te crees que no he sentido cómo has hecho uso de tu poder con Isabel?― me respondió tranquilamente sin enfadarse por el hecho que me hubiese estrenado gracias a haberle estimulado con deseo a la criada, ― O me crees tan tonto para no ver en los ojos de Ana, la certeza de haberse equivocado.

Lo sabía todo. En ese momento, supe que nuestras mentes iban a estar tan unidas que sería incapaz de engañarle u ocultarle nada. Mi padre había dejado de ser mi progenitor para pasar a ser mi maestro.

― Tu madre no debe saber nada― me ordenó.

Nadie excepto nosotros dos, debía de conocer nuestras capacidades y menos el entrenamiento con el que me iba a preparar para el futuro.

― He dado órdenes para que arreglen la casa de invitados. A partir de hoy vas a dormir y a estudiar allí, no quiero que se sepa qué clase de enseñanzas vas a recibir.

Lo que mi viejo no me dijo en ese momento, era que otra de las razones, por la que había tomado esa decisión, consistía en que debía acostumbrarme a vivir solo. Tenía que habituarme a depender únicamente de mi sentido común.

― Ahora quiero que des una vuelta por el pueblo y que te sientes en la plaza. Con la excusa de tomarte una Coca―Cola, debes observar a la gente y practicar tus poderes con ellos. Cuanto los uses, te darás cuenta que, aunque no te percatabas de ello, te han acompañado desde la cuna, solo que ahora al hacértelos presentes, estos se irán incrementando a marchas forzadas, pero ten cuidado. Sé que puedo resultar pesado pero es mi deber recordarte el peligro: debes de ser prudente.

―No te preocupes, tendré cuidado― le respondí agradecido doblemente; por una parte no me apetecía seguir en la casa y por otra, tenía verdadera necesidad de practicar mi don.

Desde niño crecí con moto. En el campo es la mejor forma de moverse y por eso desde una edad muy temprana aprendí a conducirlas. Ese año había estrenado una vespa roja de 75 cc. con la que me sentía como Rossi, el gran campeón de motociclismo. Aunque ese scooter no estaba fabricado con la idea de usarlo en campo, para mí era lo mismo y como si llevara una verdadera enduro, volé por los caminos rurales de salida de la finca.

Oropesa, un pueblo toledano bastante más grande que la pequeña aldea que bordeaba los confines de mi casa, estaba a escasos veinticinco kilómetros. La media hora que tardé en recorrerlos, me dio tiempo a meditar sobre mis siguientes pasos e incluso a disfrutar de ese paisaje duro y férreo, plagado de encinas y alcornoques, que ha sido cuna de tantos hombres tan adustos y estoicos como la tierra que les vio nacer. Qué lejanas me parecen hoy en día esas tierras abulenses limítrofes con Toledo. El Averno, la finca de mi familia, con sus montes y riachuelos son una parte amada de mis años de infancia que nunca se borrará de mi memoria. Tengo grabados cada peña, cada vereda, cada árbol de sus doscientas hectáreas. Sus gélidos inviernos y sus tórridos veranos siguen presentes incluso después de tantos años.

Ya en el pueblo, me dirigí directamente a la plaza Navarro. Allí, frente al actual ayuntamiento, estaba El rincón de Luis. La terraza estaba vacía por lo que pude elegir en que mesa sentarme. Me decidí por la más cercana a la calle para aprovechar la sombra que daba su toldo amarillo y de esa forma, apaciguar el calor de esa mañana de agosto.

― Buenos días, Gonzalo― me saludó María, la rolliza camarera. Con sus cuarenta años y más de ochenta kilos formaba parte de la plaza, casi tanto como torre mudéjar del Reloj de la Villa. ― ¿Qué quieres tomar?

Sin pensar, le pedí una cerveza. La mujer, que debía de haberse negado a servir alcohol a un menor de edad, no protestó y al cabo de tres minutos me trajo una mahou, como si eso fuese lo más normal del mundo. Ese pequeño éxito me dio moral para seguir practicando. Mi siguiente objetivo fue el dueño del mesón que estaba situado a la izquierda de la plaza. Don Sebas era famoso por su perfeccionismo militante y su estricta manera de llevar a cabo todas las rutinas de su negocio. Da igual que llueva o haga sol, a las diez de la mañana abre las sombrillas del balcón y no las cierra hasta las nueve de la noche. Sabía a ciencia cierta que si lograba que romper ese automatismo de años, habría logrado una victoria todavía más apabullante que la obtenida con Isabel.

― Don Sebastián― le grité, ―hace viento, será mejor que cierre las sombrillas, no se le vayan a volar. Ante la ausencia total de aire mi argumento era ridículo pero, en contra de sus principios, el hombre, tanteando el viento, se mojó un dedo con su saliva, asintió y empezó a bajarlas.

No me podía creer lo fácil que había resultado. Si un tipo tan estricto había cedido con premura, eso significaba que mi poder de persuasión era enorme. Contento y entusiasmado, busqué a mi próxima víctima. Los treinta grados de temperatura no me lo iban a poner sencillo. Por mucho que esa fuese una de las plazas más transitadas del pueblo, esa mañana no había nadie en sus aceras, todo el mundo debía de preferir mantenerse al abrigo del sol y sus recalcitrantes rayos. Cabreado por la espera, me bebí la cerveza de un trago y me aproximé a pagar a la barra.

Los tertulianos de la tasca, enfrascados en su habitual partida de tute ni siquiera levantaron su mirada, cuando entré.

― ¿Cuánto es?― pregunté.

María, que estaba distraída, me preguntó qué era lo que había tomado, al contestarle que una cerveza, me miró diciendo:

― Menos guasa, ¡Luis!, ¡cóbrale una coca―cola!

Así fue como aprendí otra lección. Los sujetos, objetos de inducción mental, cuando se les obliga a hacer algo que vaya contra sus principios tienden a adulterar la realidad, creando una más acorde con sus pensamientos. María se había engañado a sí misma y creía que me había servido un refresco.

Acababan de dar las doce, por lo que mi pandilla de amigos debía de estar frente a nuestro colegio. Cogiendo mi moto me dirigí hacia allá. Nada mas doblar la calle Ferial, les vi apoyados en uno de los bancos de madera. Fue Manuel, el primero en verme:

― Capi, ¿Qué haces por aquí?― me dijo usando mi mote.

Desde que íbamos a Infantil, todos los chavales de la clase me llamaban así. Pero esa vez, me sonó como si fuese la primera al percatarme que el respeto con el que me trataban, así como su continua sumisión a mis caprichos, podían ser productos nuevamente de mi poder.

Me pareció oír a mi viejo diciendo: « Jamás tendrás amigos, serán meros servidores».

La abrupta confirmación de sus palabras me dejó paralizado. Pedro, Manuel, Pepe, Jesús… esos críos a los que consideraba mis iguales, no lo eran. Eran humanos normales y entre nosotros siempre había existido y existiría una brecha infranqueable que no era otra que la tara que llevaba a cuestas mi familia durante los últimos catorce siglos.

Mi padre me había mandado al pueblo a practicar y con el corazón encogido, decidí que eso era lo que iba a hacer:

― Me aburría en la finca― le contesté quitándome el casco, ―¿y vosotros?

―Ya ves, de cháchara….

Todos me miraban como esperando mis órdenes, los largos años de roce conmigo les había acostumbrado a esperar y acatar mis deseos. No podía creer que jamás me hubiese dado cuenta. Ahora que sabía el motivo, no podía ser más cristalina su completa sumisión.

―Vamos a dar una vuelta por el castillo, a ver si nos topamos con algún turista del que reírnos.

Esa era una de nuestras travesuras más comunes. Solíamos meternos con los guiris que, en busca de historia medieval, llegaban con sus estrafalarios atuendos a esas empedradas calles. Sé lo absurdo de nuestro comportamiento, pero también tengo que reconocer que añoro ese comportamiento gamberro de mis años de niñez. La rutina siempre era la misma, esperábamos a nuestras presas a la sombra del viejo magnolio que crecía a escasos metros de la entrada de la muralla y tras observarlas, dedicarnos a mofarnos del aspecto más risible de los indefensos excursionistas. Todo acababa cuando los guardias del recinto salían en defensa de su inagotable fuente de ingresos. Tonto, pueril pero igualmente divertido e inofensivo.

Éramos cinco y contábamos con tres ciclomotores, por lo que contraviniendo las normas de tráfico, Miguel y Pedro sin casco se montaron de paquete. En una gran ciudad, cualquier policía, que nos viera de esa guisa, nos pararía para extendernos una dolorosa multa pero eso era un pueblo y los municipales eran como de nuestra familia, nos conocían y aunque no aplaudieran nuestro proceder, jamás nos detendrían por algo tan nimio.

Las calles, ese mañana entre semana, estaban desiertas, por lo que no nos cruzamos con ningún vehículo. Cuando ya estábamos próximos a nuestro destino, nos topamos con una densa humareda que salía de una vetusta casa de piedra.

― ¡Un incendio!― soltó Jesús, parando la moto en seco.

Las llamas cubrían completamente el segundo piso, saliendo enormes lenguas de fuego por las ventanas. El crepitar de la madera era ensordecedor, nada que ver con el relajante crujir de una chimenea ni con el festivo estrépito de una falla ardiendo. Desde la acera de enfrente donde prudentemente aparcamos nuestras scooters, nos convertimos en voyeurs involuntarios. El poder destructivo del fuego estaba desbocado, hipnotizando a los pocos viandantes a los que la pecaminosa curiosidad les había obligado a parar para deleitarse con la desgracia ajena. No era un fuego anónimo. Personas de carne y hueso, vecinos nuestros, estaban perdiendo sus escasas posesiones con cada llamarada. Muebles, ropa, fotos, los recuerdos de una vida, los ahorros de una mísera existencia, se estaban volatizando en humo y ceniza ante nuestros ojos. Con la fascinación de un pirómano, no podía retirar mi vista de esa desgracia. Debería haber corrido a llamar a los bomberos pero ni siquiera se me pasó por la cabeza. Algo me retenía allí. Mis pies parecían anclados al cemento de los adoquines. Necesitaba observar como el maltrecho techo empezaba a fallar y oír las tejas desmoronándose al chocar contra el asfalto.

― ¡Capi!, ¡hay alguien en la casa!― me chilló Manuel, justo cuando detrás de una oscurecidas cortinas divisé un brazo de una niña.

― ¡Mierda!, ¡Tenemos que sacarla de allí!― solté cruzando la estrecha calle.

La puerta del portal estaba cerrada. Traté infructuosamente de abrirla, lanzándome contra ella. Mi bajo peso y mi pequeña estatura no fueron suficientes para derribarla. Buscando el auxilio de mis amigos, me percaté que asustados se mantenían al lado de nuestras motos.

― ¡Necesito ayuda!― les grité pero el miedo les había paralizado.

No en vano en ese preciso instante, las teas que caían del tejado ardían a mis pies. Sacando fuerzas del terror que para entonces ya me había atenazado, les ordené que me apoyaran. Sentí el impacto de mi mente en sus cuerpos pero sin importarme las consecuencias, insistí:

―Venid a ayudarme.

El primero en reaccionar fue Jesús, el más corpulento de los cuatro y gritando como un loco se abalanzó contra la puerta, tumbándola de un golpe. No esperé a los demás, internándome en el denso humo, subí las escaleras. El calor era sofocante, cada paso era un suplicio y andando a ciegas, llamé a la niña. Nadie me contestaba, estuve a punto de desistir pero la sola idea de abandonar a una muerte segura a la dueña de ese brazo, me hizo seguir y a gatas, buscar en la habitación.

Bajo la misma ventana desde donde la vi pidiendo ayuda, se encontraba acurrucada en posición fetal. La pobre criatura se debía de haber desmayado por lo que, haciendo un esfuerzo sobre humano, la alcé entre mis brazos. Menos mal que cuando el humo, el calor y la ausencia de oxígeno flaquearon mis piernas, acudieron en mi ayuda mis cuatro amigos y entre todos, conseguimos bajarla y alejarla de las llamas. Al salir a la calle y aspirar aire puro en profundas bocanadas, escuchamos los aplausos de la ya nutrida concurrencia. Los vítores y palmadas de aliento se sucedían, mientras yo no dejaba de aborrecer esa animosidad. Minutos antes había sentido en mi mente como un cuchillo, la cobardía de toda esa gente.

« Malditos hipócritas, si llega a ser por ellos, esta niña estaría muerta», pensé sentándome al borde de la acera.

Curiosamente mis amigos se alejaron de mí, en vez de juntos disfrutar juntos de nuestra heroicidad. En sus ojos, advertí que el miedo no había desaparecido sino que continuaba creciendo en una espiral aterradora.

― ¿Qué os pasa?― pregunté, sin obtener respuesta.

La razón de esa actitud tan esquiva y rara no podía ser otra que saberse usados. Contra su voluntad, les había forzado y aunque ahora tenían el reconocimiento inmerecido de sus vecinos, no podían olvidar la violación que habían soportado y sin ser al cien por cien conscientes que el causante era yo, un resquemor cercano al odio les hacía apartarse de donde me había sentado.

«Sé prudente», las palabras de mi padre volvieron a resonar cruelmente en mis oídos, « no nos entienden y lo que no se entiende, se odia».

Enojado pero sobretodo incrédulo por tamaña injusticia, cogí mi vespa alejándome del lugar. Mi padre me estaba esperando en las escaleras de entrada. Supe que de algún modo se había enterado de mi aventura y por su cara, no estaba demasiado contento con el hecho de que su hijo se hubiese puesto voluntariamente en peligro.

―Gonzalo, me acaban de llamar de Oropesa. Era el alcalde y un agradecido padre. Por lo visto, en vez de practicar tus poderes, acabas de salvar a una niña.

Sin poder soportar su mirada, bajé mi cabeza, avergonzado. Cuando mi viejo estaba realmente encabronado, sus broncas eran duras e inmisericordes, nunca dejaba ningún resquicio sin tocar y con un afán demoledor, asolaba cualquier defensa que el autor de la afrenta intentara esgrimir en su favor. Por eso, ni intenté defenderme y esperé pacientemente que empezara a machacarme.

― ¿Cuéntame que ha pasado?

Entre todos los posibles escenarios que había previsto, el que mi padre, antes de opinar, pidiera oír mi versión, era el que menos posibilidades de hacerse realidad y por eso, y quizás también por mi inexperiencia, pensé que me había librado. Dando rienda suelta a mi ineptitud, le fui dando todos los detalles de lo que había pasado. Le hablé del incendio, del brazo pidiendo ayuda, de cómo había tenido que obligar a mis compañeros a ayudarme y su posterior rechazo. Cuando hube terminado, levanté mi mirada buscando su consuelo.

― ¡Eres idiota!, ¡En qué cabeza cabe hacer uso de tus poderes en público!, ¡Qué clase de imbécil he criado!― me gritó.

Tratando de defenderme, le repliqué que me vi obligado por las circunstancias y que de no haber obrado así, una niña hubiera muerto abrasada. No esperaba comprensión de su parte, pero tampoco su avasalladora regañina.

―Quizás si fuera humano, me sentiría orgulloso de que el insensato de mi hijo arriesgara su vida para salvar la de un inocente, pero resulta que no lo soy y la vida de una niña es insignificante en comparación con la de uno de nosotros. ¿No te das cuenta que de haber muerto, hubiese desaparecido sin remedio uno de los más grandes linajes que hayan pisado la tierra? Tu vida no te pertenece, debes crecer, madurar y procrear a tu reemplazo antes de que sea realmente tuya.

Las venas de su cuello, inflamadas hasta grotesco, no dejaban lugar a dudas, estaba cabreado.

―Y encima, no has tenido ni la precaución más elemental de pasar desapercibido. Tus cuatro amigotes saben que han sido manipulados de alguna forma. Si sigues actuando tan a la ligera, no solo te pondrás en peligro sino que pondrás a toda la casa en la mira de la plebe. Ahora, vete a comer y recapacita sobre lo que has hecho. Esta tarde deberás cambiarte al refugio, no te quiero aquí poniéndonos en peligro. Debemos extremar al máximo todas las precauciones, mientras te alecciono en tus poderes.

Mi padre me había echado de casa. Según él, allí habría menos testigos de mis meteduras de pata al estar apartado. Toda esa tarde estuve ocupado trasladándome al pequeño edificio situado en una esquina de la finca, lejos de la casa principal pero al alcance de mi padre. En el refugio, podría seguir mi evolución sin intrusos ni curiosos.

Había sido construido por mi abuelo y las malas lenguas decían que lo había hecho para que allí viviera una de sus amantes, aunque la realidad era mucho peor: su razón de ser fue la de disponer de un lugar donde cometer sus felonías. Entre sus muros, mi abuelo dio rienda a su locura y allí, docenas de mujeres murieron en sus manos hasta que mi propio padre tuvo que poner fin a ello, ingresándolo en un manicomio. Mi abuela, la verdadera portadora de nuestro gen, no pudo soportar en lo que se había convertido su marido y cogiendo una pistola, se suicidó en el salón. A raíz de todo ello, mandó reformarlo a su estado actual, un coqueto chalet de dos habitaciones, con su área de servicio.

Cuando se enteró mi madre de lo que había ordenado, se puso como una fiera. Bajo ningún concepto iba a admitir que la separaran de su hijo. Solo aceptó al ordenárselo mi padre haciendo uso de su poder. Fue la primera vez que experimenté la sensación extraña de sentir como se apoderaba de una voluntad. Mi estómago se revolvió al notar que era una muñeca en sus manos, ella nada pudo hacer y lo más increíble fue la forma tan sutil con la que le indujo a aceptarlo. Preocupada por mí, creyó obligar a mi padre a aceptar que una persona de su confianza fuera la encargada de servirme, pensando que de esa forma iba a estar al corriente de todo lo que ocurriera. Lo que no supo nunca es cómo mi viejo había influido en su elección y que sus reticencias a que Isabel fuera la elegida, no fueron más que teatro ya que había dispuesto que la criada me enseñase todo lo que debía saber sobre sexo.

Al llegar esa noche a la casa de invitados, estaba ilusionado con mi nueva vida. El traspié de esa mañana y el rapapolvo de mi viejo se me antojaban muy lejanos. Mi mente infantil no era consciente de los esfuerzos y trabajos que me tenía preparado y menos aún, de la responsabilidad intrínseca que suponía el someter a una persona. Algo parecido le ocurría a la criada. Isabel había aceptado al instante el ocuparse de mí. Veía en eso la oportunidad de su vida, creyendo que al tenerme veinticuatro horas para ella, iba a hacer conmigo su entera voluntad.

La cocina del chalet era tipo americana, con el salón―comedor incorporado, por lo que esa noche y mientras veía la televisión pude observar como cocinaba. Estaba encantada, no paró de cantar y reír, feliz por la libertad que le daba su nuevo puesto. Era la dueña y señora de la casa. No tenía que rendir cuentas a nadie. Yo por mi parte no podía dejar de mirarla, me excitaba la idea de volver a acostarme con ella. Sabía que estaba a mi alcance, que con un solo pensamiento sería mía, pero mi padre había sido muy claro en ese tema: tenía que dejar que ella fuera la que tomara la iniciativa, no debía estimularla.

Cuando la cena estuvo lista, me ordenó que me fuera a lavar las manos para cenar. Me molestó que me tratara como un crío, no en vano nadie mejor que ella sabía que el día anterior había dejado de serlo. Estuve a punto de negarme, de mandarla a la mierda, pero recordé que debía de seguir con el plan diseñado y mordiéndome un huevo, obedecí sin rechistar.

La cena estuvo deliciosa, Isabel se había esmerado para que así fuera. Nunca había podido demostrar sus dotes de cocinera en la casa de mis padres pero ahora que era ella la jefa, no desaprovechó su oportunidad, brindándonos un banquete de antología. Y digo brindándonos, porque esa noche ella tuvo el descaro de cenar conmigo en la mesa. Parecía una cita, había previsto todo. Al sacar el pescado del horno, me miró con esa expresión traviesa que ya conocía y me dijo:

― Hoy por ser una ocasión especial y si no se lo dices a tus padres, abrimos una botella de cava para celebrar tu primera noche aquí.

No me dio tiempo de contestar ya que, sin esperar mi respuesta, Isabel había descorchado uno de los mejores caldos que había en la bodega y sirviendo dos copas, brindó por los dos. El vino era nuevo para mí, nunca lo había probado, por lo que prudentemente solo tomé un poco mientras ella daba buena cuenta del resto.

La curiosidad de la mujer le indujo a preguntarme sobre los motivos que habían llevado a mi padre a mandarme allí. Ante la ausencia de una respuesta clara por mi parte, Isabel dedujo que por algún motivo mi padre se había disgustado conmigo.

―Eso debió pasar― sentencié, intentando cambiar de tema.

En el postre, el alcohol ya había hecho su efecto y, su conversación se tornó picante, pidiéndome que le diera detalles de cómo había desvirgado a la novia de mi primo. Decidí complacerla. En silencio, escuchó de mi boca, como Ana se había metido en mi cama buscando vengarse de mi primo y como siguiendo sus enseñanzas, la había desnudado. Su cara no pudo de dejar de reflejar la satisfacción que sintió cuando mintiéndole le dije que, después de haber visto su cuerpo, el de la muchacha me había parecido sin gracia.

― ¿Por qué dices que te resultó insulso?― me preguntó medio excitada por mis palabras.

― Era el cuerpo de una niña, el tuyo, en cambio, es el de una mujer― contesté dorándole la píldora. ― Tú fuiste la primera, mi maestra.

Poco a poco estaba llevándola donde quería. Sus pezones se empezaron a marcar bajo su vestido mientras, atenta, me escuchaba.

― Y teniéndola desnuda, ¿qué hiciste?―

― ¿Recuerdas cómo me enseñaste a excitar tu sexo? ¿Recuerdas cómo me dijiste que usara mi pene?― sin ningún disimulo la estaba calentando al obligarle a rememorar nuestro encuentro.

― Claro, que me acuerdo― me contestó.

Observé que, siguiendo un acto reflejo involuntario, se estaba acariciando los pechos.

― Pues usando la misma técnica, separé los labios de su sexo y usando mi lengua, me apoderé de su botón.

― ¿Le comiste allí abajo?― me preguntó alucinada por lo mucho que había aprendido su alumno.

― Sí y como me adiestraste, no paré hasta que se corrió en mi boca mientras yo pensaba en ti. Deseé que en ese instante hubiera sido el tuyo el que hubiese estado en mi boca.

Era consciente de estar mintiéndola pero al ver cómo le estaba afectando mi relato, no dejé de hacerlo. Isabel, totalmente cachonda, lo trataba de disimular cerrando sus piernas pero hacer eso, lejos de tranquilizarla al oprimir su cueva lo que estaba haciendo era excitarla aún más.

― ¿Y después?― me pidió que continuara.

Se la veía ansiosa de masturbarse y solo la vergüenza de hacerlo en frente de un niño, la paralizaba.

― No te sigo contando si no prometes hacérmela― le solté de improviso, confiando en que estuviera lo suficiente caliente para no negarse.

― ¿Hacerte qué?

― Una mamada.

― ¡Niño! ¿Estás loco? ¿Te crees que soy tu puta y que estoy dispuesta a complacerte cada vez que se te antoje?― me gritó, mientras recogía los platos, molesta por mi actitud pero creo que también por lo cerca en que había estado de caer en mi trampa.

― Tú te lo pierdes― le contesté dejándola sola y enfadado conmigo mismo subí a mi habitación, pensando en que había fallado.

Sin saber la razón, estaba acalorado. No hacía tanto temperatura esa noche por lo mejor que podía hacer era darme una ducha de agua fría. El agua helada me hizo recapacitar acerca de lo ocurrido. Me había adelantado. Si no hubiese tenido tanta prisa en experimentar que se sentía, en ese momento hubiese sido objeto de la primera felación de mi vida. Al salir de la ducha, salí congelado con la piel de gallina. Quería secarme por lo que extendí mi mano para recoger la toalla pero cual no fue mi sorpresa de encontrarme a Isabel en mitad del baño.

― Déjame que te seque me rogó con voz apenada― siento lo de antes, pero es que me pillaste en fuera de juego.

Sin decirme nada más, sus manos empezaron a secarme los hombros y la espalda. Seguía alegre por el alcohol, sus movimientos eran torpes y al llegar a mi trasero, se sentó en el suelo. No pudo reprimir darme un beso en las nalgas mientras secaba esmeradamente mi miembro. Dejándome hacer, me dio la vuelta de forma que su boca quedó a la altura de mi pene, el cual empezaba a mostrar los efectos de sus maniobras.

― Cuéntame cómo la desvirgaste― me pidió, metiéndoselo en la boca.

Por vez primera, experimenté la calidez de una lengua sobre mi sexo, la dureza de unos dientes rozando mi glande y a una mano que no fuese la mía, masturbándome. No podía negarme a complacerla por lo que, retomando el relato, le expliqué como Ana quiso que la penetrara y como la convencí en que me dejara a mí hacerlo. Incrementó su ritmo al oír mi relato. Le narré como poniéndola tumbada frente a mí, le abrí sus piernas y cogiendo mi pene entre mis manos, se lo coloqué en la entrada de la cueva sin forzarla. Isabel, sin dejar de estar atenta a mis palabras, jugando con mis huevos se los introdujo en la boca mientras su mano seguía masajeando mi extensión.

Pero fue cuando le intenté expresar con palabras lo que había sentido esa noche cuando Ana me abrazó con sus piernas lo que provoco que se rompiera ella misma el himen, Isabel, fuera de sí, llevó sus dedos a su propio sexo y frenéticamente empezó a torturárselo. No podía creer lo bruta que estaba. Sin dejar de chuparme y tocarse, me pidió con gestos que continuara. Con mi respiración entrecortada por el placer que estaba sintiendo, le conté como al ponerle sus piernas en mis hombros, Ana no había dejado de gemir mientras su coño empapaba mi pene. Y coincidiendo con el orgasmo de Ana en mi relato, me vacié en su boca dándole la leche que había venido a buscar. Mi criada no desperdició la ocasión de bebérsela. La sorpresa de ver como se tragaba todo, me impidió continuar y cogiéndola de la cabeza, forcé su garganta introduciéndosela por completo. Curiosamente no sintió arcadas y al contrario de lo que pensé, la violencia de mis actos la estimuló más aún si cabe y retorciéndose como la puta que era, se corrió sobre el mármol del baño.

Nada más recuperarse, se levantó del suelo y tomando mi mano entre las suyas, me llevó a la cama. No me había dado cuenta del frío que tenía pero, al sentir la suavidad de las sabanas contra mi piel, empecé a tiritar. En mi ignorancia infantil, creí que esa noche no había terminado por eso me extrañó que, dándome un beso en la frente, me tapara y con un buenas noches me dejara solo en mi cuarto. No supe o no pude quejarme. Quería que Isabel durmiera conmigo, pero nada más cerrar la puerta, el cansancio me envolvió y tras unos pocos instantes me quedé dormido…

Descansé profundamente, nada perturbó mi sueño durante horas. Fue mi padre el que, al abrir las persianas de mi habitación, me despertó diciendo:

― Levántate, ¡perezoso!, te espero desayunando.

El hecho de que mi padre , el cual nunca se había ocupado de mí, me levantase, era una muestra más de lo que había cambiado nuestra relación en pocos días. Creo que Don Manuel, mi viejo, por fin podía compartir la pesada carga y que, aunque lo sentía por mí, en el fondo se alegraba de que siguiera su estirpe. Rápidamente, me duché y bajando al comedor, me lo encontré tomándose un café.

― Buenos días, Papá.

― Buenos días, hijo. Siéntate que quiero hablar contigo― se le veía relajado, observándole no encontré nada de la tensión de las últimas veces. ―Hoy tenemos un día bastante ajetreado. Debes empezar a practicar tus capacidades. Como sabes, no es fácil controlarlas y solo la constancia, hará que tu vida no acabe antes de tiempo.

― ¿Qué quieres que haga?― le pregunté.

― Lo primero cuéntame cómo te fue ayer en la noche.

Que fuera tan directo, me avergonzó. Todavía no me había acostumbrado a abrirme completamente ante él.

Mis mejillas debían de estar totalmente coloradas y sin mirarle a los ojos, empecé a contarle como había conseguido que la criada me hiciera una felación. Me escuchó atentamente sin hablar, dejándome que me explayara en la contestación, interrumpiéndome solo para preguntarme que había pensado cuando se negó y cuál era mi conclusión de mi experiencia.

No supe que contestarle.

― Mira, Gonzalo. La diferencia de edad, entre Isabel y tú, hace que ella tenga dos sentimientos contradictorios. Por una parte, se avergüenza de acostarse con un chaval pero, por otra parte, le excita ser tu maestra. La idea de ser la primera mujer en enseñarte las delicias del sexo es algo superior a sus fuerzas. Debes de explotar este aspecto. Lejos de ser un impedimento, si lo usas en tu favor será la baza que te permitirá dominarla: Utiliza su vanidad, nadie está vacunado a los piropos, exprime su instinto materno, hazte el indefenso para que te acune en sus brazos y si es necesario chantajéala, lo importante es que no se pueda negar a seguir enseñándote. Pero siempre, ¡ten tú el control!, haz que sin darse cuenta la muchacha termine bebiendo de tus manos y entonces y solo entonces, aprovéchate de ella.

La frialdad con la que trataba el tema, me hizo conocer por segunda vez que opinaba del resto de los mortales. Para mi padre eran poco más que el ganado del que nos alimentábamos, eran un medio para nuestra gloria pero también un medio peligroso que había que tratar con cuidado. Estuvimos hablando de cómo tenía que conseguirlo durante el resto del desayuno, pero nada más terminar me llevó a dar una vuelta a la finca. No quería que nadie nos interrumpiera.

Al llegar al picadero, nos tenían preparados los caballos. Mi padre iba a montar a Alazán y yo, mi favorita, una yegua llamada Partera. Comprendí que esa iba a ser mi primera lección del día.

―Gonzalo, los animales están acostumbrados a que los humanos les manden, nuestro don también le afecta. Llama a tu montura que venga a ti.

No se me había pasado por la cabeza que pudiéramos usarlos de la misma manera que a los humanos pero tras pensarlo un momento me pareció lógico el que así fuera, ya que su poder mental era menor aunque existiera la dificultad de su irracionalidad.

Me resultó sencillo llamarla a mi lado. Partera era una yegua muy dócil y soltándose del peón que la traía, vino trotando a que la acariciara.

―Fíjese, jefe. Su hijo ha heredado su facilidad con los bichos― comentó el operario a mi padre. Mi viejo le sonrió sin contestarle.

Sin más preámbulo, salimos trotando de las caballerizas con dirección al arroyo que cruzaba la finca. Durante el trayecto, me fue explicando que lo importante era que aprender a utilizar métodos indirectos para conseguir que me obedecieran. Cuanto más sutil fueran, menos oportunidades tenían de darse cuenta de que estaban siendo dirigidos. Me dio un ejemplo práctico; sin que me diese cuenta, me había obligado a quitarme la bota para rascarme el pié en marcha.

―Analiza la burrada que te he hecho hacer y no te has dado ni cuenta. Quería que te quitaras la bota y en vez de ordenarte que lo hicieras, lo que he hecho es inducirte que te picara el pie. Tú mismo, sin mi intervención, te la has quitado para rascarte.

Estaba alucinado por la forma en que había sido objeto de su manipulación pero cuando realmente me di cuenta de su poder, fue cuando de improviso frené de golpe al caballo y saliendo despedido, choqué abruptamente contra el suelo.

― Ves hijo, ahora si has sido consciente de haber sido usado― me dijo riéndose a carcajadas― esa es la diferencia entre una orden bien dada y una orden abusiva. Debes evitar practicar esta segunda.

Después de unos momentos de indefinición y viendo el ridículo que me había hecho hacer, me uní a mi padre en su risa. Pero cuando al intentar vengarme, intenté hacer lo mismo, es decir, obligarle a caerse de su caballo, lo único que conseguí fue un enorme dolor de cabeza.

― Eres todavía demasiado débil para enfrentarte a mí. Pero está bien que lo hayas intentado― me informó con una sonrisa en sus labios y una expresión orgullosa en sus ojos, ―sigue así, el día que lo consigas no tendré más que enseñarte.

La jaqueca me duró más de media hora, siendo un castigo excesivo para mi travesura, fue una forma excelente que no se me olvidara. Como dice el viejo refrán: sabe más el diablo por viejo que por diablo. Y en este caso aunque compartía con mi padre el mismo don, el me llevaba muchos años de práctica. El resto de la mañana fue inolvidable, mi viejo me enseñó diversas técnicas y mañas que yo fui asimilando. Echando la vista atrás, esa mañana lo que verdaderamente hice fue comprender su extraña forma de ser. Los esfuerzos, que me obligó a realizar durante esas pocas horas, consiguieron que a la una del mediodía, terminara realmente agotado. Por eso nada más llegar a la casa de invitados, me fui directamente a la cama.

Isabel intentó despertarme a las dos para que bajara a comer pero, entre sueños, le dije que me dejara descansar que estaba cansado. Cuando empezó a preocuparse fue al darse cuenta sobre las seis de la tarde que todavía no había bajado. Al entrar en mi habitación me tomó la temperatura. Estaba hirviendo, Isabel, asustada al comprobar que tenía más de cuarenta grados de fiebre, llamó a mi padre. Por lo visto debía ser normal, un efecto secundario al uso de mi nuevo poder, porque mi viejo al oírla le dijo que no se preocupase que lo único era que debía evitar que pasase frío. Nunca en su vida, había tenido la responsabilidad de cuidar de un niño, quizás por eso le contestó que si no era mejor que llamara a un médico. Mi padre fue inflexible, se negó de plano y además aprovechó para prohibirle que molestara a mi madre:

―Si mi esposa se entera, va a querer que Gonzalo vuelva a la casa― contestó.

La criada, temiendo perder su recién estrenada libertad, no le insistió más. Nerviosa y preocupada, me arropó con dos mantas y yendo a la cocina, me preparó un consomé. Al volver con el caldo, mi temperatura había subido aún más y ya empezaba a delirar; cuando entró la confundí con Ana y tratándola de besar, le pedí que nunca me volviese a abandonar.

Con lágrimas en los ojos, producto de su preocupación pero también por el significado de mis palabras, me dijo:

―Mi niño, como puedes pensar que te dejaría― y cariñosamente me abrazó, estrechándome entre sus brazos. El sentir sus pechos contra mi cara, alborotó mis hormonas y sin ser realmente consciente de lo que hacía, empecé a besárselos. ―Son tuyos― me dijo separando mis labios de su escote, ―pero ahora estás enfermo y no debes fatigarte.

Acto seguido y no sin dificultad, consiguió que me bebiera el consomé. Con el estómago caliente, caí nuevamente dormido. Isabel me estuvo velando toda la tarde, solo levantándose de mi vera para preparar algo de cenar. Al volver con la bandeja de la comida me encontró muy mejorado, la fiebre me había bajado.

― ¡Menudo susto me has dado!― y dándome un beso en la boca, me dijo― ¡Ni se te ocurra volver a hacerlo

Le comenté que no me acordaba de nada y que lo único que sentía era un frío enorme. Fue entonces cuando ella me explicó que había pasado y sin hacer caso a mis protestas, me obligó a comerme todo lo que había preparado.

― Sigo helado― le dije guiñándole un ojo al terminar.

― Eres un pillín― me contestó y quitándose la ropa, se metió entre mis sabanas a darme calor… calor del bueno.

Nada más tumbarse, me apoderé de sus pechos. Sus pezones recibieron mis besos mientras ella me pedía que me tranquilizara que teníamos toda la noche.

― ¡Déjame a mí!― me pidió y sin esperar mi respuesta, me fue desabrochando los botones de mi pijama a la vez que me cubría de besos. Una vez desnudo, me ordenó que no me moviera que solo sintiera el contacto de su cuerpo. ―Un buen amante debe saber que el órgano sexual más grande, no es éste― me dijo cogiendo mi pene entre sus manos― sino su piel.

― Sí, ¡maestra!― contesté.

Mi respuesta le satisfizo y cogiéndome del pelo, llevó mi cara a sus enormes cantaros, diciéndome:

― Debes de aprender a tratar los pechos de una mujer y para ello, debes de recordar primero que al nacer son tu alimento. Quiero que te imagines que soy madre y que tú eres mi bebé.

Como buen alumno, puse mi boca en su pezón y con mi mano imité el movimiento de los cachorros al mamar, apretando su seno mientras la chupaba. Isabel gozó desde el primer momento con esa fantasía y gimiendo con la voz entrecortada, me decía que era un buen niño, que tenía que crecer y que nada mejor que la leche materna para conseguirlo. Poco a poco se fue excitando y cuando considerando que ya había comido suficiente de un pecho, me cambio de lado. Decidí entonces que ya me había cansado de hacer lo mismo por lo que, en vez de chupárselo, se lo mordí. Ella, al sentir mis dientes sobre su pezón, no se pudo reprimir y con su mano empezó a masturbarme, mientras me decía:

― No pares, mi niño, no pares.

Envalentonado, seguí torturando su seno, mientras introducía un dedo en su cueva. La encontré empapada por la calentura de su dueña. Si esa fantasía la ponía así, debía explotar la faceta recién descubierta por lo que, siguiéndole la corriente, le susurré al oído:

― ¡Qué rica está la mamá más guapa del mundo!

Al escucharme, se corrió dando un gemido. De no haber tenido un poco de experiencia, me hubiese asustado ver como se retorcía entre gritos de placer. Isabel, totalmente descontrolada, me pedía que no parase y que con mis dedos siguiera hurgando en su interior. La docilidad con la que acataba mis caricias, espoleó mi curiosidad e introduciéndole un tercer dedo esperé una reacción que nunca llegó. Era increíble que le cupieran, tratando de verificar su aguante procedí a encajarle el cuarto. Su cueva se resistió pero conseguí hacerlo. Cuando intenté moverlos para comprobar el resultado, con chillidos histéricos me exigió más. El flujo de su sexo había formado un pequeño charco en la sábana, señal del placer que la tenía sometida El sexo de la muchacha, ya dilatado, permitía con una facilidad pasmosa mis toqueteos. Sus orgasmos se sucedían sin pausa. Totalmente picado en averiguar su resistencia, quise probar con la mano entera y para ello, le ordené que separara aún más sus piernas.

Sin preguntarme el motivo, me obedeció mansamente, de forma que disfruté de la visión de sus labios hinchados y sin saber porqué, me apoderé de su clítoris mordisqueándolo mientras mi mano se iba hundiendo en su interior. El dolor por mi invasión la hizo llorar pero como no me pidió que los sacase yo no lo hice. Todo lo contrario, cerrando mi puño, empecé a tantear la pared de su vagina como si de un saco de boxeo se tratara.

― No, por favor, ¡para!― gritaba pataleando.

Y por primera ocasión, no hice caso a mi maestra sino que alterné mis movimientos, intentando sacar mi mano cerrada e introduciéndola después. Varias veces me hizo daño con sus piernas al intentar zafarse de mi ataque pero, tras unos segundos, el placer volvió a dominarla y con grandes espasmos, se vació sobre mi brazo. Fue demasiado esfuerzo, sin que pudiera hacer nada por evitarlo, se desmayó en la cama. Nadie se había desmayado jamás en frente mío por lo que me costó un mundo, el reaccionar. Al principio creí que la había matado pero pegando mi cara a su pecho, oí con júbilo que su corazón seguía latiendo. Sin tener una idea clara de cómo debía de actuar, me levanté al baño a por un vaso de agua y espolvoreándosela en la cara, conseguí reanimarla.
Isabel salió, de su trance un tanto desorientada y tras unos instantes de vacilación, dándome un abrazo me dijo:

―El alumno ha superado a su maestra.

Al preguntarle por el significado de sus palabras, me explicó que la había llevado a cotas de excitación nunca alcanzadas y que si había perdido el conocimiento era debido al orgasmo tan brutal que le había provocado.

― Entonces, ¿Soy un crío?― le pregunté mientras le acariciaba su cabeza.

― No, un crío no puede ser mi dueño― me contestó sin caer en la cuenta de que era verdad y que estaba totalmente entregada a mis deseos.

― ¿Entonces?, ¿Cómo quieres que trate a mi hembra?― le repliqué poniéndome encima y tratando de penetrarla.

― Espera que estoy muy abierta, vamos a probar otra cosa― me dijo dándose la vuelta y mojándose la mano en su flujo, lo extendió por los bordes e interior de su ano.

Arrodillada sobre las sábanas, me esperaba. En un inicio no supe que quería hacer, cuáles eran sus intenciones, ya que ninguno de mis compañeros me había hablado nunca del sexo anal pero ella, viendo mi indecisión, alargó su mano, colocó mi miembro en la entrada de su culo. Tuve que vencer la repugnancia que sentía de meterlo en el mismo agujero por el que hacía sus necesidades. Habiéndolo conseguido, fui introduciéndoselo despacio de forma que pude experimentar la forma en que mi extensión iba arañando su interior hasta llenarla por completo. Era una sensación diferente a hacerlo por delante, los músculos de ella aprisionaban mi pene de una forma distinta a como lo hacía su coño pero, analizando mis impresiones, decidí que me gustaba. Ella, por su parte, esperaba ansiosa que me empezara a mover mientras se acostumbraba sin moverse apenas a tenerlo dentro. Ninguno de los dos se atrevía a hablar pero ambos estábamos expectantes a que el otro diera el primer paso. Viendo que ella no se movía, con cuidado empecé moverme en su interior. La resistencia a mis maniobras se fue diluyendo entre gemidos. Poco a poco, me encontraba más suelto, más seguro de cómo actuar. Isabel volvía a ser la hembra excitada que ya conocía, sus caderas recibían mi castigo retorciéndose en busca de su placer mientras mis huevos chocaban contra ella.

― Más rápido― me pidió, frotándose con descaro su clítoris.

La postura no me permitía incrementar mi velocidad por lo que tuve que agarrarme de sus pechos para conseguirlo. De esa forma aceleré mis envites. Su conducto me ayudó relajándose.

― Más rápido― me volvió a exigir, al notar que la lujuria recorría su cuerpo.

Seguía sin sentirme cómodo. Soltándome de sus pechos, usé su pelo como si de unas riendas se tratara. Estaba domando a mi yegua y recordando el modo como me mostró le gustaba que la montara y que se volvía loca cuando le azuzaba mediante certeros golpes en su trasero, le grité cogiendo su melena con una sola mano y con la que me quedaba libre, azotando sus nalgas.: ―Vas a aprender lo que es galopar―

No se lo esperaba. Al recibir su castigo, mi montura rendida totalmente a mis órdenes, se desbocó, buscando desesperada llegar a su meta. Su cuerpo se arqueaba presionando mis testículos contra su piel, cada vez que se encajaba mi sexo en su agujero y se tensaba gozosa esperando el siguiente azote, para soltar un gemido al haberlo recibido. La secuencia estaba muy definida, pene, tensión, azote, gemido, solo tuve que variar el ritmo incrementándolo para conseguir que se derramara salvajemente, bañándome con su flujo. La excitación acumulada hizo que poco después explotara yo también, inundando con mi simiente su interior.

Caí agotado a su lado, con mi corazón latiendo a mil por hora. Tuve que esperar unos minutos para poder hablar. Pero cuando intenté hacerlo, no quiso escucharme y pidiéndome que me callara, me dijo:

― Gonzalo, si se enteran tus padres, me matan y no sé cuánto dure, pero nadie me ha dado tanto placer por eso te doy permiso a tomarme cuando desees.

― ¡Qué equivocada estás!― le repliqué, ―No necesito tu permiso, desde hoy te follaré donde y cuando me apetezca. Si no estás de acuerdo, ¡levántate! y ¡vete de mi cama!

Nunca le había hablado en ese tono, ofendida y con lágrimas en los ojos, salió de entre mis sabanas con dirección al pasillo, pero justo antes de cerrar la puerta, volvió corriendo y arrodillándose a mi lado, me pidió perdón. Acariciándole la cabeza, la tranquilicé y abriendo la cama para que volviera a acostarse conmigo, le expliqué:

― Aunque seas mi puta, sigues siendo mi maestra y espero que sigas así enseñándome.

Nada más acurrucarse a mi lado me preguntó:

― ¿Qué es lo que te gustaría probar?―

Soltando una carcajada, le respondí:

― ¡A dos mujeres!

Me miró divertida, como única respuesta, se introdujo mi pene en su boca asintiendo…

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Relato erótico: “Teniente Smallbird 5ª parte” (POR ALEX BLAME)

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Sin títuloLos viernes siempre le parecían extraños ahora. Antes, las noches de los viernes eran sus preferidas, ahora que Julia se había llevado hasta los amigos, eran el principio de tres largos días sin nada que hacer. Mientras fumaba su primer Marlboro del día, deseó tener una buena pista que le obligase a mantener abierta la investigación el fin de semana.

En cuanto llegó a la comisaría llamó a Viñales y la llevó directamente a su despacho para averiguar si había conseguido los datos de todos los nicks sospechosos y la joven no le decepcionó.

Una vez tuvo la lista y sus datos personales pudo dividirlos para repartirlos entre Camino, Carmen, Arjona y él mismo. Gracia le pidió que le dejase interrogar a alguno de los sospechosos pero Smallbird sabía que estaba demasiado verde y pese a los ojos de desilusión que puso la joven le dijo que les necesitaba a ella y a López investigando todos las huellas digitales que pudiesen haber dejado los sospechosos.

Un primer vistazo le ayudó a dividir los ocho sospechosos en tres grupos. Tres que estaban en Madrid y uno en Toledo se los quedó para él el teniente. Uno de Sevilla y otro de Jaén se los daría a Camino, la de Vigo sería para Arjona y el restante, de Barcelona, se lo quedaría Carmen.

A Smallbird le hubiese gustado interrogar él mismo a todos los sospechosos pero el hecho de estar repartidos por toda la geografía española hacía imprescindible que tuviese que delegar en sus colaboradores.

A ninguno de ellos le gustó tener que ir a las cuatro esquinas de la península un viernes conscientes de que llegarían cansados y bastante tarde a casa, pero aquello venía con el trabajo, afortunadamente había AVE a todos los destinos y Smallbird ya había avisado para que un agente local estuviese pendiente y les ayudase en el caso de que les resultase difícil localizar a los sospechosos. Con un poco de suerte tendrían el resto del fin de semana libre.

Los chicos se fueron rápidamente y después de indicarles a Gracia y a López que empezasen por el de Toledo y los de Madrid, ya que él sería el primero en llegar salió del garaje en la Ossa camino de Toledo.

Antes de abandonar la capital se salió de la A-42 en Parla y se dirigió al Decatlón dónde trabajaba el primero de sus sospechosos.

Grancoñoncolorado resultó ser una jovencita que apenas pasaba de los dieciocho años que trabajaba de reponedora en el almacén. En cuanto Smallbird le nombró su nick, sus mejillas se encendieron como un semáforo y cuando el teniente le explicó el motivo de su visita le condujo hasta una pequeña oficina con gestos que mezclaban el miedo y la sorpresa.

Smallbird no se entretuvo mucho en los preliminares y aprovechando el desconcierto de la joven fue directo al grano.

—¿Eres la persona que hace llamarse Grancoñoncolorado en la página de guarrorelatos?

—Sí —respondió la joven aun ofuscada.

—¿Tú nombre es Melina Ramos Junquera? —preguntó el detective.

—En efecto. —dijo la joven respirando hondo para calmarse un poco.

—¿Escribes relatos eróticos en la página web guarrorelatos?

—Sí. —respondió la joven.

—¿Conoce a un tal Alex Blame? —preguntó el detective escaneando cualquier gesto delator en la cara de la joven.

—¿A ese misógino medio imbécil? Sí, no, bueno no personalmente. Solo hemos intercambiado unos comentarios por internet. ¿Qué es lo que quiere exactamente?

—¿Sabe que lo han asesinado recientemente?

—Imposible no enterarme, ha salido en la televisión y en los periódicos —respondió la joven.

—Entonces entenderás porque tengo que preguntarte si conoces la verdadera identidad de Alex o dónde vivía.

—No tengo ni idea y nunca me ha interesado. —respondió la joven a la defensiva.

—¿Puedes contarme dónde estuviste la noche y la madrugada del lunes al martes?

—Entré a trabajar en el turno de noche para colocar y reponer las estanterías para el día siguiente y descargar un camión que llegaba a las diez. —dijo ella suspirando de alivio al saberse libre de sospecha— Salí a eso de la dos y media y me fui directamente a casa, media hora después ya estaba tirada en la cama con mi novio. Si quiere puede comprobarlo, todos fichamos a la entrada y la salida del trabajo en persona.

—De acuerdo. Lo comprobaré —dijo el detective tachando mentalmente a la joven de su lista de sospechosos.

—¿Puede hacerme un favor? —preguntó la joven con los labios temblando— He respondido a todo lo que me ha preguntado. Cuando pida mi ficha de asistencia a mi jefe, ¿Hace falta que le diga por qué quiere esos datos?

—No te preocupes Melina, le diré que hubo un accidente en el que una joven con tu descripción se vio implicada y estoy comprobando tu coartada. Le diré que estás limpia y no mencionaré tu afición secreta.

—¡Gracias ! —exclamó la joven al borde de las lágrimas—Si mi jefe se enterase me echaría inmediatamente.

Smallbird no se entretuvo mucho más y después de comprobar que Melina había sido sincera con él en la oficina de personal, salió del hipermercado y arrancando la Ossa se dirigió hacia su siguiente sospechoso en La Puebla de Montalbán.

Tardó menos de una hora en llegar al pueblo de ocho mil habitantes en la rivera del Tajo. Nunca había estado allí y pronto le llamó la atención las plantaciones de melocotoneros y una gran torre emergiendo del centro del pueblo con el Tajo y los Montes de Toledo al fondo.

Paró a la entrada del pueblo y conectó el navegador del móvil para dar con la dirección del siguiente sospechoso de su lista en las afueras del pueblo. Como esperaba la casa estaba vacía y los vecinos no supieron o más bien no quisieron decirle dónde estaba en ese momento, así que se dirigió al puesto de la Guardia Civil. En un pueblo tan pequeño seguro que podrían decirle dónde podía buscar.

El cuartel era un pequeño edificio achaparrado de ladrillo cara vista situado a las afueras del pueblo. En ese momento solo había un sargento de unos cincuenta años y una poderosa barriga. Tras mostrarle la placa, el guardia le invitó a un café y comenzaron a charlar.

—¿Gabriel López Jaramillo? —dijo el sargento — claro que le conozco. ¿Qué ha hecho esta vez?

—Aun no lo sé con certeza, pero puede haberse visto implicado en un asesinato.

—¿Jaramillo? —preguntó el hombre sorprendido— No lo creo. Es un ladronzuelo de tres al cuarto. Se dedica a robar en casas o naves abandonadas y se lleva todo lo que no esté bien atornillado para venderlo luego, pero al más mínimo atisbo de peligro huye como un conejo. Le he detenido varias veces y la primera vez que lo hice, hace ya más de diez años, casi se caga encima de miedo.

—¿Tiene conocimientos médicos de algún tipo? —preguntó el detective viendo que el guardia lo conocía bastante bien.

—No, que yo sepa su especialidad es la compra venta de todo tipo de chatarra.

—¿Dónde lo puedo encontrar? —preguntó Smallbird apurando los restos del café.

—Tienes suerte porque este es el único día de la semana en que lo puedes localizar sin dificultad. Todos los viernes está en su puesto del mercadillo.

El sargento se despidió del detective dándole unas rápidas indicaciones y en cinco minutos estaba en la Plaza del Sol.

La plaza, un rectángulo irregular de trescientos metros de largo por cien de ancho, estaba atestada de gente. Smallbird se movió, abriéndose paso con dificultad hasta el lugar dónde el guardia le dijo que el sospechoso solía montar su puesto. Un minuto después oyó una voz que se destacaba nítidamente por encima del bullicio general.

—¡Robamos de noche! ¡Vendemos de día! ¡Más barato que en la mercería!

Smallbird giró la vista y vio a un tipo moreno y delgado con un bigote grande y negro que vociferada su eslogan a grito pelado sin apartar el cigarrillo que colgaba de la comisura de su boca.

—¡Eh! Señor dos calzoncillos seis euros…

La frase quedó suspendida en la boca de Jaramillo al ver la placa de Smallbird delante de su nariz. El detective pudo ver como las pupilas del hombre se dilataban de puro terror y antes de que se diese cuenta salía de su campo de visión echando a correr entre la multitud.

Mascullando un “jodido idiota” entre dientes Smallbird arrancó con desgana tras el sospechoso. Afortunadamente el hombre tenía los pulmones tan cascados como él y la única ventaja que tenía eran sus largas piernas, así que, aunque se distanció un poco, en ningún momento llegó a perderlo de vista.

El sol y el esfuerzo de abrirse paso a empujones entre la gente sorprendida y enfadada pronto le hicieron sudar. Afortunadamente, Jaramillo huyó por la calle dónde había aparcado la Ossa así que montó en la moto de un salto y al más puro estilo macarra aprovechó el impulso para arrancarla de una patada. Treinta segundos después estaba a la altura de Jaramillo que corría por la acera con el cigarrillo aun en la boca, sin percatarse de que el detective se le acercaba.

Cuando llegaron a la esquina Smallbird acercó la moto y le dio un suave empujón con la pierna. Jaramillo perdió el equilibrio y estuvo a punto de caer. Extendió los brazos para mantener el equilibrio y cuando se dio cuenta era demasiado tarde para evitar el semáforo que estaba plantado en la acera.

—Vamos, despierta. —dijo Smallbird dando un par de bofetones a Jaramillo que permanecía tumbado al pie del semáforo con un prominente chichón en mitad de la frente.

—Vale, vale. Ya me levanto. —dijo el hombre aún un poco atontado—Pero no me haga más daño.

—Perdona, pero el daño te lo has hecho tú. Si no hubieses huido nada de todo esto hubiese sido necesario. —dijo el teniente cogiendo al hombre por su raída chaqueta para ayudarlo a incorporarse y empujándole al interior de una cafetería cercana— Ven, te invito a un café.

—¿Te suena el nombre de Alex Blame? —preguntó Smallbird bebiendo un sorbo de café hirviente.

—Déjeme que piense, inspector… No, ese nombre no me suena. —respondió el ladronzuelo rascándose la barbilla mientras fingía hacer memoria.

—¿Me vas a obligar a ponerme violento? Sé que escribes guarradas en una página web bajo el seudónimo de matoapajas, y que Alex Blame ha comentado tus relatos, así que no me mientas—siseó el teniente procurando que no se enterase nadie más en la cafetería semivacía.

—Está bien. —repuso Jaramillo palideciendo ligeramente—Se quién es y he intercambiado impresiones con él en alguna ocasión en esa página de relatos en internet.

—Veamos, —dijo el detective revisando unas notas— “ojalá se te caiga la picha a cachos” “que te den pol culo cabrón de mierda” ¿A eso le llamas un intercambio de impresiones?

—Ese tipo era un perro. Ya sé que nos soy ningún Chespir, pero no hacía falta cebarse conmigo de esa manera, lo único que yo quería era divertirme un rato y hacer pasar un buen rato a quién quiera leerme. ¡Joder! es una página de relatos guarros, no el premio Planeta.

No necesitaba preguntarle nada más a aquel individuo. Tal como había dicho el guardia aquel hombrecillo no tenía suficiente presencia de ánimo para perpetrar un asesinato como el que tenía entre manos. De todas maneras le preguntó que había estado haciendo la noche del asesinato y respondió que había estado toda la noche de viaje. Tras tomar el café, Jaramillo le llevó hasta una Ford Transit ruinosa y abriendo la guantera y tras revolver entre un montón de tiques de gasolinera encontró dos que le ubicaban en Baeza a las nueve de la noche del Lunes y en los alrededores de Águilas a las tres de la mañana.

Dejó a Jaramillo al lado de su furgoneta frotándose el bonito tolondro que se había ganado y se fue a comer algo. Ya tenía hambre y aún le quedaban dos sospechosos que visitar.

Al llegar a la estación del AVE en Jaén un agente de la policía municipal ya le estaba esperando en el andén.

—Buenos días inspectora, —dijo el agente estrechando la mano de Camino con la típica cordialidad del sur— soy el agente Flores y me han designado para acompañarla a donde lo necesite.

—Gracias, pero llámame Camino. —dijo ella observando al agente que aparentaba no pasar de los veinte años.

—Tú dirás a dónde quieres que te lleve.

—¿Sabes dónde está la calle Tula? —preguntó Camino.

—Sí, claro. Está a quince minutos de aquí —respondió él guiando a la inspectora a un viejo Xsara pintado con los colores de la policía municipal.

El joven se tomó a pecho su papel de cicerone y sin parar de hablar le fue señalando los lugares más emblemáticos de la ciudad a medida que la atravesaban. A aquella hora no había demasiado tráfico así que llegaron a la dirección de deputacoña incluso antes de lo que había pronosticado el agente.

Camino salió del coche y le pidió al agente Flores que le esperara en una bar que había enfrente mientras ella interrogaba a la sospechosa.

Emilia Canilla abrió la puerta del pequeño adosado al tercer timbrazo. Tenía la larga melena castaña revuelta y unas grandes bolsas violáceas bajo los ojos.

Camino le mostró la placa y la mujer sin parecer muy sorprendida le dejó pasar. Una vez en la cocina Emilia preparó dos tazas de café bien cargado y se sentó frente a Camino dispuesta a responder sus preguntas.

—No pareces muy sorprendida de que este aquí. Ni siquiera me has preguntado la causa.—dijo Camino sacando una libreta de su bolso.

—No es muy difícil saberlo. Esperaba su visita desde que publicaron en los periódicos lo de las ochenta y ocho puñaladas. Dados los intercambios de piropos que he tenido con la víctima sabía que tarde o temprano me harían una visita. ¿Ha venido a detenerme? —preguntó la mujer con una sonrisa torcida.

—No, solo quiero hacerte unas preguntas.

—Adelante, dispare.

—Tu nombre es Emilia Canilla.

—Sí.

—¿Eres auxiliar de enfermería en el hospital neurotraumatológico de Jaén?

—En efecto.

—Y eres la persona que se oculta tras el seudónimo deputacoña en la página de Guarrorelatos

—Sí. Tengo un trabajo bastante estresante y me gusta desconectar escribiendo relatos eróticos. —respondió la joven intentando justificarse—Eso es todo.

—Intercambiaste comentarios con Alex Blame. ¿Qué sabes de él?

—Que era un hijo de la grandísima puta. Escribía muy bien y sus relatos eran todos interesantes, pero a la hora de comentar los de los otros escritores era hiriente y malintencionado. Aunque la mayoría de sus críticas eran acertadas, las realizaba de una manera tan ofensiva y descarnada que la gente no podía menos que ofenderse y replicarle con todo tipo de insultos y amenazas. —dijo Emilia frunciendo el ceño— Creo que era eso lo que le ponía.

—Intercambiaste comentarios bastante duros con él.

—Fue un cabrón y respondí. Nada más. Tampoco me extendí en una polémica con él. Valoro los comentarios en lo que son, una opinión sobre tu trabajo y a pesar de que ese tipo de ataques me cabrea, los olvido pronto y sigo escribiendo.

—¿Tienes idea de quién ha podido matarle?

—Todos y ninguno. No me parece que nadie de la página que yo conozca sea capaz de hacer una cosa semejante.

—¿Sabes lo que es… el bromuro de pancuronio? —preguntó Camino echando un vistazo a sus notas.

—Es algún tipo de anestésico, en mi unidad también lo usan a veces los médicos para controlar las convulsiones. —respondió la mujer más interesada que recelosa por la pregunta— ¿Lo utilizaron para matarle?

—¿Es muy difícil sacarlo de un hospital? —pregunto Camino tratando de no darle importancia a la pregunta.

—Solo los médicos y las enfermeras tienen acceso a el medicamento pero supongo que si reconoces el envase y sabes dónde buscar no te resultaría demasiado difícil sacar unos cuantos viales de extranjis. No está especialmente vigilado como la morfina o los tranquilizantes.

—Entiendo, solo una última pregunta, ¿Qué hiciste en la madrugada del lunes al martes?

—Estuve tomando algo con unas compañeras hasta las seis de la tarde más o menos y luego me volví a casa, vi un rato la tele y me acosté pronto porque tenía turno de mañana al día siguiente.

—Entiendo, gracias por todo. —dijo Camino levantándose.

Las dos mujeres intercambiaron un par de frases de despedida y Camino se fue a buscar al agente Flores pensando que no podía eliminar a esa mujer de la lista de sospechosos a pesar de que la ventana de tiempo era muy justa ya que debió correr bastante para llegar a tiempo al trabajo. Otra cosa que llamó su atención es que Emilia era una mujer muy segura de sí misma, ni siquiera había vacilado en responder a la pregunta sobre el pancuronio a pesar de que la incriminaba.

El tener acceso a la droga y estar en un ambiente en el que podía haber aprendido la mejor forma de administrarla, unido a que debido a su trabajo estaba acostumbrada a hacer esfuerzos y manejar cuerpos muertos la hacía parecer una firme candidata.

Mientras el agente la llevaba de vuelta a la estación, Camino le dijo a Flores que como favor personal echasen un ojo esos días a la sospechosa, para ver si se comportaba de una manera rara.

Arjona tuvo coger el AVE en plena madrugada ya que no estaba dispuesto a coger el que salía al mediodía y perderse una noche de viernes en Madrid. Se pasó casi todo el camino durmiendo y cuando llegó a Santiago de Compostela apenas sabía dónde se encontraba. Una fina película de lluvia lo recibió a la salida de la estación obligándole a correr hasta la parada de taxis. El taxista un cincuentón barrigudo se frotó las manos cuando Arjona le indicó el puerto de Vigo como destino y se echó a dormir en el asiento trasero.

El taxista le despertó un poco más de una hora después . Arjona le dijo que le llevase al edificio de la lonja y después de pagar la abultada carrera y pedir una factura, se alejó del taxi en dirección a la nave de la lonja.

Al entrar, un guardia jurado se le acercó y el detective le mostró la placa y aprovechó para preguntarle si conocía a María del Carmen Castiñeira.

—Claro, todo el mundo la conoce aquí —dijo el segurata señalando a una mujer grande, de formas rotundas, con una brillante y abundante melena negra recogida en un apresurado moño con un boli Bic que pujaba con acento cantarín por diversas cajas de pescado y marisco.

Arjona se quedó en pie esperando y observando como la joven de veintipocos años se hacía con astucia con varias cajas de pescado y marisco aprovechando los movimientos de su cuerpo y expresiones procaces para despistar al personal que era masculino en su mayoría.

—¿Verdad que se le da bien? —comentó el guardia de seguridad admirando las esbeltas piernas de la joven que asomaban por la abertura del guardapolvos que llevaba.

Finalmente la joven ya tenía lo que quería y se volvió dando indicaciones a un ayudante para que se llevara las cajas mientras ella pasaba por la oficina para pagar el producto.

Cuando salió de la oficina, los ojos grandes y grises de la joven captaron al detective y primero denotaron interés por el desconocido para luego entrecerrarse con suspicacia.

—Buenos días señorita Castiñeira, soy el detective Darío Arjona de la policía Nacional de Madrid. Necesito hacerle unas preguntas.

—Tiene que ser algo importante para que vengas desde tan lejos. —dijo la joven con el cantarín acento gallego.

—Me temo que sí.

—Entonces será mejor que vayamos a un sitio más cómodo. ¿Has traído coche?

—No —respondió el detective.

La joven le guio hasta una vieja furgoneta C15 con el rótulo de su pescadería en los costados y le invitó a entrar sin ceremonias.

Carmiña, como insistió en que la llamase, se internó en el tráfico de Vigo que le recordó a Arjona a una mezcla de la locura suicida del tráfico en Madrid y las cuestas de San Francisco.

Tras veinte minutos de pitidos e insultos en gallego y portugués, llegaron a una pescadería en las afueras. La joven salió de la furgoneta seguida por Arjona, abrió la puerta de la pescadería y luego fue a la parte trasera de la C15 y agachándose cogió la primera caja de pescado. El detective se quedó quieto mirando el orondo culo tensar la tela del guardapolvo y las piernas blancas y tersas de la joven tensarse por el esfuerzo.

—Ya que está ahí, podría echarme una mano.

La joven no esperó la respuesta de Arjona y le puso una caja de pulpo en los brazos y cogiendo ella otra, le indicó con un gesto que le siguiese.

Hicieron un par de viajes mas hasta la cámara de la pescadería y cuando la furgoneta quedó totalmente vacía, la dejó abierta de par en par y llevó a Arjona a una pequeña oficina que tenía en la parte trasera donde se sentaron en dos sillas frente a frente.

—¿No vas a cerrar la furgoneta? —preguntó el detective extrañado.

—Sí, para que esté el resto del día cheirando a pescado. Esto no es la capital, a quién le va a interesar una furgoneta vieja y vacía.

El inspector se encogió de hombros pensando que en Madrid no se podía dejar una colilla en la calle sin encadenarla a una farola.

—Está bien ¿De qué querías hablarme?

—Se trata de Alex Blame… —empezó Arjona.

—¡Ah! Sí, un tipo simpático. —le interrumpió Carmiña — No tiene pelos en la lengua. ¿Qué ha pasado? ¿ Alguien le ha denunciado por injurias?

—No, me temo que es algo más grave. Ha muerto apuñalado. ¿No te habías enterado?

—La verdad es que no veo mucho la tele y el único noticiario que escucho es el de la gallega, ya sabe para enterarme del tiempo y las noticias locales. ¿Cómo ocurrió?

—Le mataron en su casa de ochenta y ocho puñaladas.—dijo Arjona esperando un gesto revelador de la joven que no llegó.

—¡Carallo! Alguien no le quería muy bien. ¿Y eso qué tiene que ver conmigo? —preguntó la joven cruzando la piernas y haciendo que el guardapolvo se subiera mostrando una generosa porción de ellas.

—Verás, —dijo el detective tragando saliva—Sabemos que la víctima y tú frecuentabais la misma página web de relatos eróticos y el número de puñaladas coincide con el de relatos que tenía publicados en la web. Eso unido a que había muchos autores que odiaban sus comentarios…

—¡Ahora entiendo! —exclamó la joven sonriendo quitándose el bolígrafo y dejando que la larga melena escurriese por su hombros y se derramase por su pecho— Es por lo de que puse precio a su cabeza.

—Sí —dijo Arjona tragando saliva.

—Eso fue una tontería, en realidad me cabreé por una estupidez. Cuando escribo soy un poco pudorosa nombrando las partes… ya sabes… —dijo descruzando las piernas de nuevo— el caso es que utilizo toda clase de diminutivos a la hora de nombrarlas. Blame se dio cuenta e hizo sangre de ello. Yo me cabreé mucho en el momento pero la verdad es que me ayudó mucho y ahora a la polla le llamo polla y al chocho, chocho.

Durante unos segundos Arjona no pudo decir nada al ver a aquella chica tan explosiva hablando de sexo con tanta naturalidad. Antes de volver al interrogatorio tuvo que enumerar mentalmente dieciséis reyes godos para cortar una incipiente erección.

—¿Puede decirme dónde estuvo la noche del lunes al martes pasado?

—Estuve con mi madre toda la noche hasta las diez de la mañana que es cuando suelo abrir la pescadería.

—¿Su madre puede corroborarlo?

—Sí, aunque tiene ya ochenta y ocho años y ya está un poco chocha. —respondió la joven levantándose.

—Ochenta y ocho. Qué curioso, parece que este número me persigue. —dijo Arjona levantándose a su vez.

—¿Algo más?— preguntó la joven volviéndose para quitarse el guarda polvo y colgarlo de la silla.

Al darse la vuelta a Arjona se le cortó la respiración al ver como los pezones de la joven se le erizaban con el ambiente fresco de la pescadería haciendo relieve en el fino jersey beige.

La joven sonrió maliciosa y se paró unos segundos dejando que el veterano detective la observara unos instantes más.

Carmiña se dio la vuelta y le guio fuera de la oficina. Arjona le siguió, admirando el culo respingón apretado por una falda ajustada justo por encima de la rodilla.

—En realidad solo soy una mujer que intenta salir adelante y escribe en su escaso tiempo libre. —dijo la joven acercándose a una caja de percebes.

—¿Sabes cómo los llamo en uno de mis relatos? —dijo la joven dándose la vuelta con un percebe en la mano y fijando los ojos de largas pestañas en el detective.

—No —fue lo único que Arjona acertó a decir.

—Carallos de mar, —explicó ella acercándose el marisco a los labios— tienen la forma de una polla, cuando le quitas la parte de fuera queda lo más rico a la vista, suave y rosado y si no tienes cuidado al manipularlo te salpica la cara.

Arjona no pudo resistirse más y aprisionó a la joven contra el mostrador dándola un violento beso.

Carmiña gimió y se frotó contra el detective devolviéndole el beso convertida en pura lujuria.

En ese momento Arjona dejó de ser el detective, sustituido por el hombre que deseaba demostrarse a sí mismo que las películas que había estado viendo toda la semana no habían influido en su hombría.

Con la polla amenazando perforar su bragueta agarró a la joven por las caderas y le arremangó la falda deseoso de palpar y acariciar el interior de aquellos portentosos muslos.

—¡Vamos polizonte! ¡Fóllame! —exclamo Carmiña quitándose el jersey y enterrando la cabeza del detective en el profundo escote de su sujetador.

Arjona subió a la joven al mostrador y besó el escote y los pechos de la mujer por encima de la seda del sujetador mientras acariciaba con sus manos el interior de sus muslos.

Carmiña, ardiendo de deseo, tiró del pelo canoso del detective para acercarle a sus labios y poder darle una serie de violentos besos que el veterano policía devolvió con entusiasmo mientras bajaba la copas del sujetador y amasaba los grandes pechos de la joven.

Deshaciendo el violento combate de lenguas y saliva, Arjona bajó la cabeza recorriendo el cuello y el pecho de la joven con su lengua hasta llegar a sus pechos y sus pezones. Cogiendo uno de los pechos con sus manos se metió el pezón en la boca y lo chupó y lo mordisqueó hasta hacer a la joven gritar y retorcerse de placer y ansia.

Arjona siguió bajando por su vientre y su ombligo y arremangándole la falda hasta la cintura abrió las piernas de la joven tirando desesperadamente de su tanga.

—Sí, sí ¡Ven a mi lameiro de toxos! —dijo la joven abriendo aun más la piernas y empujando al detective hacia un abismo rizado y salvaje.

Arjona apartó con la mano el abundante vello negro y rizado que cubría el monte de Venus de la joven y acarició con su lengua el sexo húmedo y caliente. La joven gritó y empujó la cabeza del detective contra ella acompañando los lametones y mordiscos del detective con violentos movimientos de sus caderas.

Con su coño oscuro y chorreante de deseo la joven logró apartarse y sin dejar de mirar al inspector con aquellos ojos grises e hipnotizadores se quitó la ropa quedando totalmente desnuda ante él.

En instantes la piel blanca se erizo por el fresco ambiente de la pescadería haciendo contraste con el calor y los flujos que escapaban del pubis de Carmiña haciendo que Darío se muriese por entrar en ella.

La mujer se acercó a él y arrodillándose le bajó los pantalones y los calzoncillos dejando a la vista la tremenda erección del detective. Con una sonrisa pícara la joven acarició la polla de Arjona con su melena antes de metérsela en la boca.

El detective tuvo que apoyar los brazos en el mostrador creyendo que se derretiría como un helado ante los dulces chupetones de la joven. Tras unos pocos instantes tuvo que apartarla para no correrse en su boca.

Carmiña fue subiendo por la cintura y el pecho del poli arrancando ropa y arañando y mordiendo como una gata salvaje. Sus pechos grandes y ligeramente caídos se bamboleaban golpeando su polla convirtiéndose en una tortura que Arjona no pudo resistir más.

Cogiendo a la peixeira por las caderas la depositó sobre el mostrador y le metió la polla de un solo golpe. El miembro del detective entró con facilidad mientras la joven se quedaba congelada y soltaba un largo gemido. Arjona acarició sus pechos y pellizcó sus pezones haciendo que la joven volviese a agitarse excitada.

El inspector comenzó a moverse en el interior de la joven mientras ella se agarraba a él con desesperación insultándole y gimiendo con rabia.

Arjona aumentó el ritmo y la violencia de sus empujones a lo que la joven respondió clavándole las uñas y mordiendole a la vez que gritaba de placer.

Esta vez fue él el que se separó mientras la joven se tumbaba sobre el frió mármol y exhibía su cuerpo con la piernas abiertas sin ningún reparo. El detective disfrutó unos segundos de la vista del pubis cubierto de pelo oscuro y rizado y de los muslos blancos y apetitosos mojados con los jugos de su sexo antes de que la joven se diese la vuelta y volviendo la cabeza le invitase a seguir follándola con un gesto.

Arjona se acercó y agarrando su brillante melena tiró de ella para acercar los labios de la joven a los suyos. El beso se prolongó unos instantes que parecieron eternos mientras la polla del policía rozaba la vulva de la joven haciendo que el placer y el ansia de ambos se volviesen casi dolorosos.

Finalmente fue la joven la que sin dejar de besar a su amante cogió la polla con sus manos y tras acariciarla suavemente la introdujo en su interior con un jadeo.

Arjona empujó hasta que la polla entera estuvo enterrada en lo más profundo del coño de la joven y empezó a acariciar todo su cuerpo. Carmiña se puso de puntillas y comenzó a mover sus caderas gimiendo suavemente y disfrutando de unas caricias que electrizaban todo su cuerpo.

Arjona disfrutó unos segundos más de la ardiente necesidad de la joven antes de coger de nuevo su melena y penetrarla de manera salvaje, haciendo que todo el cuerpo de la joven temblase con cada embate.

Con dos alaridos la joven se corrió temblando descontroladamente en los brazos del detective que seguía empujando aunque más suavemente.

Tras unos instantes la joven se separó con un suspiro, se arrodilló ante Arjona y comenzó a masturbarle con dedos suaves y amorosos hasta que incapaz de contener más su placer se corrió salpicando la cara de la joven con su semen.

Con una sonrisa Carmiña se metió la polla en la boca y saboreó una última vez el rosado percebe.

Smallbird había vuelto a Madrid y después de una comida rápida en una taberna del centro mantuvo una charla bastante tensa con Carpene Diem, que resultó ser juez del tribunal supremo descartándole rápidamente como sospechoso por sus múltiples compromisos

De vuelta en la comisaría, llamó a los chicos para ver como les había ido en sus investigaciones.

Camino había descartado a Capacochinos que tenía coartada, ya que había estado toda la noche de juerga con sus compadres de cofradía (maldita la habilidad que tenían los andaluces de estar de juerga hasta los lunes por la noche) y se había quedado con deputacoña aunque la ventana horaria era un poco justa.

Carmen no había tenido demasiada suerte con su sospechoso y también mostró una coartada solida al estar en una silla de ruedas.

Por último cogió el teléfono y llamó a Arjona.

—Hola Darío —dijo Smallbird al notar que se había establecido la conexión.

—Hola jefe, —respondió el detective con una voz un poco rara que no se le escapó a Smallbird.

—¿Ya estás de camino? —preguntó Smallbird.

—Mmm… No jefe. —respondió el detective con un apagado ruido de fondo.

—¿No has conseguido hablar con tu sospechosa? —preguntó Smallbird sorprendido.— Creí que querías estar aquí lo antes posible.

—¡Eh! Sí. Esto… he tenido un imprevisto y… —ahora Smallbird oyó nítidamente una risa cantarina en el fondo de la conversación.

—¡Joder Arjona! —gritó el teniente—¿No me digas que te estás acostando con la sospechosa?

—Ella… Yo…

—Estúpido. Deja ahora mismo a esa fulana y ven para acá. ¡Me están dando ganas de meterte un paquete de tres pares de cojones!

—Lo siento mucho, jefe.

—Bah, bah, tú no lo sientes nada. Más vale que esa mujer sea inocente si no, no vas a encontrar una piedra los suficientemente grande dónde esconderte del comisario. Por lo menos habrás comprobado su coartada.

—Claro jefe, estuvo toda la noche con su madre…

—Sí una coartada genial, anda sal de esa cama y presenta un informe antes de tomarte el fin de semana libre. Espero que lo hayas pasado bien y no tengas que arrepentirte de esto mamón.

Smallbird colgó el teléfono no sabiendo si reír o desesperarse con el comportamiento de Arjona. El hombre era un excelente investigador pero no conocía a nadie tan enamorado de sacarle brillo a su pirola. En el fondo confiaba en su instinto y aunque la coartada de la mujer era bastante endeble, había que tener mucha presencia de ánimo para cepillarse al tipo que viene a investigarte si eres el asesino. De todas maneras no la eliminaría de la lista de sospechosos hasta estar totalmente seguro.

Eran ya casi las ocho de la tarde cuando Smallbird cogió el teléfono para hacer la llamada más temida:

—Hola Fermín… o debería llamarte Fiestaconcadáveres.

—Hola Leandro esperaba tu llamada desde hace unos cuantos días. —dijo una voz apesadumbrada al otro lado de la línea.

—Podías habérmelo puesto un poco más fácil. ¿Por qué no me lo has contado antes? —preguntó el teniente.

—No sé, supongo que fue por vergüenza. No estaba preparado para hablar con nadie de mi pasatiempo secreto, así que cerré el pico y esperé que la investigación te llevase por otros derroteros. —dijo el forense intentando justificarse.

—Tenemos que hablar cara a cara. —dijo Smallbird.

—Desde luego, Leandro, pero no ahí, ni tampoco aquí ¿Qué te parece terreno neutral?¿ Nos vemos dentro de una hora en el Rick´s?

—De acuerdo, en una hora.

Rick´s era uno de los pocos pubs que aun tenía el viejo ambiente de principios de los noventa, esos años nunca volverían. Era verdad que ahora cuando salías por ahí podías dejar la ropa de nuevo en el armario, pero tras la aprobación de la ley antitabaco los bares oscuros y neblinosos en los que podías encontrarte a una mujer fumando con la típica sonrisa a lo estoy de vuelta de todo, que tan bien interpretaba la Bacall, habían sido sustituidos por sitios luminosos y estridentes, llenos de jóvenes deportistas y anoréxicas modelos sin ningún tipo de glamour.

El lugar estaba semivacío y no le costó encontrar a Fermín sentado en una mesa de la esquina con un Gyntonic.

Smallbird pidió un Glenfiddich con hielo y se sentó frente a él.

—Aquí estamos, —dijo el teniente arrellanándose en la incómoda silla— ¿Te parece si vamos al grano y luego terminamos la copa tranquilamente?

—Por mí estupendo, Leandro. —respondió Fermín serio pero tranquilo—Pregunta lo que quieras.

—¿Cómo te iniciaste en Guarrorelatos? —preguntó Smallbird más con la intención de asegurarse de la sinceridad del forense confrontándole con un tema espinoso, que por el interés que pudiese tener para la investigación.

—Bueno, ya sabes que en nuestro trabajo se ve de todo y me dio por escribir algunas anécdotas. Publique los primeros cuentos en alguna Web de relatos normales pero el ambiente un tanto consanguíneo que reina en ellas, no me inspiró nada, así que cuando descubrí esta página, aderecé mis relatos con un poco de sexo y me fue tan bien que desde entonces no he parado de escribir.

—Entiendo… ¿Y Blame?

—Es, era un provocador. Tanto en sus relatos como en sus comentarios. No le gustaban las opiniones complacientes e incluso se metía con los lectores que le alababan. —respondió Fermín sin vacilar.

—Y tú ¿Cómo te llevabas con él?

—Mal como todo el mundo. A pesar de que los comentarios no influyen demasiado en mi moral, en ocasiones me sentía obligado a responder e invariablemente ese cerdo se las arreglaba para que terminásemos llamándonos de todo.

—¿Quién ganaba las discusiones? —preguntó Smallbird.

—Invariablemente él. Al final me cansaba y le decía alguna burrada o le mandaba a tomar por el culo. —dijo el forense.

— ¿Dónde estabas la noche del Lunes?

—Como te imaginaras tuve turno de noche por eso me encontraste en la escena del crimen. Tengo tres testigos en el instituto si dudas de mi palabra…

—Tonterías —dijo Smallbird aliviado—pero me hubieses evitado el disgusto hablando de ello antes.

—Lo siento mucho, yo creí…

Una llamada al teléfono del teniente interrumpió la conversación. El número no era conocido. Smallbird se disculpó y contestó a la llamada.

—Smallbird

—Hola, —dijo una voz agitada de mujer desde el otro lado de la línea— soy Vanesa Díaz la vecina de…

—Sé quién eres ¿Pasa algo? —pregunto el detective con las alarmas encendidas ante la voz ansiosa de la joven.

—Estoy muy asustada, creo que alguien me sigue….

 

Relato erótico: “Fitness para todas las edades. (4)” (POR BUENBATO)

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portada narco3Pasé dos semanas sin volver a tocar siquiera a Mariana. El Sin títuloasunto con Katia fue peor; y comprendí entonces lo ruin que podía llegar a ser esa muchacha.

Me miraba con desprecio, como si el malo de la película fuese yo pero, al mismo tiempo me provocaba con miradas furtivas, con su precioso cuerpo deambulando de aquí para allá, mirándome fijamente cuando hablaba con mi hija y atrapándome con una sonrisa maliciosa en los momentos en que mi debilidad hacía que mis ojos se posasen sobre su cuerpo. No sólo nos había extorsionado, sino que ahora trataba de torturarme.

Andrea, por su parte, ya no aparecía en los videos, pero seguía asistiendo a las grabaciones de los videos. A veces llegaba a extrañar las veces en que Mariana y yo hacíamos aquello solos, y follábamos entre los aparatos de ejercicios. Ahora todo había cambiado, ella no se atrevía a mirarme, y cuando lo hacía era con un extraño dejo de temor. De Katia, ni hablar; de manera que sólo Andrea me rescataba del aburrimiento en las horas de grabación. Era claro que notaba que algo sucedía, pero no parecía capaz de comprenderlo.

“No lo entenderías nunca, Andrea”, pensaba. Pero sus conversaciones comenzaron a arrojarme indirectas extrañas que me hacían creer que sus sospechas se acercaban mucho a la realidad. Me preguntaba que tanto había platicado a aquellas alturas tanto con Mariana como con Katia, y una sensación de nervios me atrapó.

Los días pasaban, y comentarios fuera de tema, aleatorios, como “creo que un padre puede querer demasiado a su hijas” o “Mariana me ha contado sobre lo mucho que le gusta estar junto a ti”, me hacían pensar que Andrea sabía más de lo que su tranquila actitud reflejaba. A veces tenía ganas de preguntarle directamente a mi hija qué tanto le había dicho a Andrea, pero no era capaz de atreverme por temor a parecer molesto de nuevo. Tenía ganas de pedirle perdón, de volverla a tener en mis brazos y hacerla mía.

Pasaron las semanas, los días en los gimnasios me parecían eternos. Mi hija seguía yendo, pero yo sólo la miraba. Cuando Andrea y su hijo iban, era peor, porque Gael comenzaba a llevarse demasiado bien con ella y el hecho de que su madre y yo nos encerrásemos en mi oficina no disminuían los celos que me atormentaban de pensar que Mariana y él pudieran terminar en alguna especie de romance juvenil. ¿Qué me pasaba? ¿No era acaso esa la mejor solución? ¿No era esa la manera de dar por cerrado el asunto? ¿No me facilitaba aquello el olvidarme de mi hija?

Un día Mariana no apareció, y cuando llegó Andrea lo hizo sola. Aquello me hizo pensar en la peor de las posibilidades.

– ¿Cómo estás? – saludé, con unos ojos inquisitivos

– Bien – me dijo Andrea, con una reserva poco común

– ¿Pasa algo?

Ella me miró durante unos segundos, sus ojos parecían prepararse para observar mi reacción.

– He estado hablando con Mariana – dijo, con una seriedad que me puso nervioso al instante – y con Katia – agregó, al tiempo que sentía como el suelo se desplomaba para tragarme.

– ¿A qué te refieres? – pregunté, con una mal disimulada tranquilidad que hubiese matado de risa a cualquiera

– Lo poco que es por sí solo mucho – dijo

Saboreé sus palabras, confundido.

– En realidad no importa – agregó, poniéndose de pie – Las explicaciones me las darás después, antes tenemos que hacer algo.

– ¿Qué?

– ¿Podrías llamarle a Tomás? – dijo, refiriéndose al subgerente del gimnasio

Me subí a su camioneta, y avanzamos directo al departamento donde ahora vivía. Gael, incluso, se había inscrito en un colegio local. A veces me preguntaba cómo su esposo permitía eso. Hasta donde sabía, él era una especie de hombre de negocios que se movía mucho en el ámbito político. Era un hombre muy mayor, de más de sesenta años a quien por lo visto no le interesaba mucho si su esposa y su hijo se mudaban a otra ciudad de un día a otro.

Salimos del gimnasio, mientras las miradas de los usuarios se desviaban inmisericordemente hacía las perfectas curvas de aquella mujer, vestida con un apretado vestido de mezclilla sin nalgas. La gruesa tela cubría apenas la mitad de sus piernas debido al efecto que sus enormes nalgas tenían sobre el dichoso vestido. Para hacerlo más interesante, la prenda se cerraba y abría de principio a fin mediante un cierre.

Durante el viaje Andrea me habló de temas banales. Yo estaba desconcertado, seguía preguntándome dónde podía estar mi hija al tiempo que la curiosidad – y el temor – sobre las palabras de Andrea me martirizaban.

Había entendido que ella no me diría nada hasta que llegáramos a su departamento. Pero por momentos, durante los semáforos, tenía la sensación de que lo mejor era salir de auto y alejarme corriendo de ahí.

No me di cuenta que ya habíamos llegado hasta que su auto no descendió hasta el estacionamiento subterráneo de un precioso edificio de departamentos. Subimos por el elevador, donde un anciano casi muere de un infarto al estar encerrado con semejante ejemplar de mujer.

Al llegar al quinto piso, nos dirigimos directamente a su puerta. Debía ser un departamento, porque sólo había dos puertas por piso. En efecto, me invitó a sentarme en la sala y desde ahí pude contemplar la gran cocina al fondo, y pude imaginar el amplio tamaño de las tres recamaras que había.

Fue hacía su recamara, y regresó descalza. Yo estaba inmóvil, como un niño castigado. Ella, no obstante, parecía estarse tomando muy a la ligera el tremendo tema que estábamos tratando – o que debíamos tratar, porque ni siquiera habíamos llegado a tocar el tema realmente -.

Se acercó toda sonrisa. Su brillante y oscuro cabello, liso hasta la exageración, retumbaba en cada paso. Su imponente presencia hacía que no tuviera más remedio que mantenerme en mi lugar. La vi arrodillarse ante mí, y el único musculo que moví mientras desabrochaba mis pantalones fue el de mi verga alzándose. Tenía las manos frías cuando rodeó mi tronco con sus dedos, pero enseguida se templaron mientras comenzaba a bombear mi falo.

Si antes estaba confundido, ahora sí que no entendía nada. Parecía divertida y curiosa, mientras observaba mi expresión. Continuó mirándome aún cuando su rostro descendía, cuando su boca se abría y cuando sus labios se cerraban en el cuello de mi pene. Cerré los ojos cuando su lengua se deslizó hábilmente alrededor de mi glande.

Fue alejándose lentamente, y entonces dio un último beso a la punta de mi verga antes de incorporarse y girar ligeramente el cuello.

– ¡Pasa! – gritó entonces

Aquello me tomó completamente por sorpresa. ¿A quién le había dicho eso? Fue entonces cuando Mariana atravesó la puerta. Yo me quedé congelado.

Se acercó un par de pasos y sólo entonces reaccioné e intenté cubrir mi verga con las manos, como si ella no la hubiese visto así decenas de veces. Andrea sonrió dulcemente, tranquilizándome, y llevó su mano sobre las mías, para que yo volviera a descubrir mi pene. Obedecí sus movimientos, sin entender aún qué sucedía.

Con sus rubios cabellos recogidos en una coleta, mi hija vestía una pegada blusa negra de tirantes, que dibujaba perfectamente su silueta, abajo, llevaba un cortísimo y estrecho short para dormir, color rosa con puntos negros, que demostraban lo mucho que habían valido la pena las rutinas de glúteo. Despegué la vista de Mariana cuando escuché de nuevo a Andrea.

– Mariana me ha dicho que ustedes han tenido ciertos problemas – siguió diciendo Andrea, con toda tranquilidad, mientras tomaba el tronco de mi verga y comenzaba a masajearlo, asegurándose de no perdiera rigidez.

– No sé… – comencé a decir

– No vamos a hablar de eso por el momento, ¿de acuerdo? – continuó Andrea, mientras con un ademan invitaba a mi hija a que se arrodillara junto a ella – Creo que tú y yo tenemos más en común de lo que creíamos. Y me alegro de eso.

Yo no entendía nada de lo que decía, aquello era como un sueño y una pesadilla al mismo tiempo.

– Pero antes de continuar deberás prometerme algo – dijo, en el momento en que mi hija caía a su lado

– ¿Qué? – pregunté, ansioso de saber qué seguía

Se acercó a mi oído, sus cabellos lisos y sedosos acariciaron mi oreja.

– Me contaras todo – susurró – sin secretos.

– De acuerdo – respondí, suspirando

Entonces sentí los labios frescos de mi hija rodeando mi glande. Extrañaba de verdad sentir su boca húmeda alrededor de mi verga.

La traviesa risa de Andrea se despidió de mi oído, y entonces descendió. Llevó su boca a mi entrepierna y besó mis testículos en el momento en que Mariana se elevaba con mi verga dentro de su boca. Se separaron, y en sincronía volvieron a acercarse. Mariana a mi izquierda y Andrea a la derecha, besaron mi glande y se deslizaron sobre mi tronco hasta lamer ligeramente mis huevos. Era como si lo hubiesen estado practicando.

Era increíble, el gran amor de mi juventud y mi propia hija, me chupaban la verga al unísono. Mi mente flotaba en el placer que emanaban sus bocas cálidas y dulces. Los rubios cabellos de Mariana y los oscuros lisos de Andrea generaban un contraste espectacular. La mujer no sólo era más grande sino más experimentada, de modo que mi hija a veces se detenía a observar los movimientos de Andrea, para después intentar ella misma igualarlos.

Acariciaba sus cabellos, como si se tratara de mis fieles mascotas. Mariana evitaba verme, y cuando lo hacía parecía apenada de que mi mirada chocara con la suya. Andrea, en cambio, estaba más relajada, y me lanzaba miradas fugaces y cachondas. Me mostraba sus dientes mordiendo juguetonamente mi esponjoso glande o se metía mi verga hasta el fondo de su garganta sin despegar su mirada de la mía.

El sonido de alguien aclarándose la garganta me hizo girar la vista, y entonces me encontré a Gael recargado tranquilamente sobre el marco de la puerta.

Intenté levantarme enseguida, pero las manos de Andrea me detuvieron.

– ¡Tranquilízate! – me dijo – No hay problema.

– Andrea… – intenté decirle

– Vas a tener que ser paciente con las explicaciones – me dijo, en un tono más serio – No lo arruines, y disfrútalo.

Yo no entendía absolutamente nada, ¿Andrea pensaba seguirme chupando la verga así como así frente a su hijo? Y Mariana, ¿Mariana por qué seguía tan tranquila?

La presencia del muchacho me puso realmente nervioso. Vestía un pantalón de algodón blanco, de dormir, y una camiseta amarilla. Parecía recién levantado de la siesta, y miraba la escena como si se tratara de la repetición de un partido de futbol.

Su madre y mi hija seguían chupándome la verga en equipo. Eran un dúo dinámico y talentoso, Andrea lideraba y daba indicaciones concretas con pequeños menos de cabeza y miradas fugaces a Mariana, que obedecía sus instrucciones como si se tratara del ensayo de un baile. Cuando Andrea alzaba las cejas mirando hacía mis testículos, mi hija respondía bajando hasta mis huevos y llevándose cada una de mis bolas a su cálida boca.

Un ligero lengüeteo bastaba para que Mariana y Andrea deslizaran sus preciosas lenguas desde la base de mi tronco hasta la punta de mi verga; sus lenguas entrechocaban al final del viaje, y faltaba poco para que hubieran terminado en un acalorado beso.

Aquello me estaba poniendo realmente cachondo, me pregunté cuál sería la expresión de Gael cuando su madre se tragó completamente mi verga, tosiendo al borde de la asfixia antes de volverla a liberar, pero el muchacho se había movido de lugar. Entonces lo encontré sentado tranquilamente sobre uno de los sillones individuales. Sólo le faltaban un refresco de medio galón y unas palomitas para que pareciera un muchacho típico ante una película. Pero pese a su tranquilidad, su mirada fija en la escena comenzaba a tener repercusiones en su entrepierna, donde el volumen de su verga iba aumentando.

¿Qué rayos estaba pasando? ¿Y qué seguía?

Pude haber hecho un montón conjeturas acerca de lo que claramente se acercaba, pero la voz de Andrea invitando a mi hija a repetir su hazaña me sacó de mis pensamientos.

Mariana se mordió suavemente los labios; miró mi verga como quien mira el fondo de una piscina desde una plataforma de clavados y después me miró a los ojos como si estuviese pidiéndome permiso para proceder. Aquella mirada tenía tantos matices, tantos posibles significados para mí que no pude soportarla; llevé mi mano hacía su nuca y atraje su rostro contra mi entrepierna.

La hice tragarse mi erecto falo por completo, pude sentir su lengua luchando por abrir espacio a aquel pedazo de carne invasor que se clavaba en su garganta. Mantuve mi pesada mano durante unos segundos sobre la cabeza de mi hija, a pesar de las ligeras convulsiones de su cogote. Andrea miraba la escena con una sonrisa completamente fuera de lugar, casi mirando a Mariana con ternura.

Entonces hice a un lado mi mano y mi pequeña pudo por fin alzarse y respirar. Me dirigió una expresión que me hizo entender que todo lo demás podía enterrarse en el pasado. Y entonces tomó mi tronco y volvió a repetir lo mismo, aguantándose las gárgaras, demostrándome lo bien que podía mamar mi verga.

Como una asistente social satisfecha de otro buen trabajo, Andrea se puso de pie y se retiró lo más discretamente que su cuerpazo lo permitía. Iba a dirigir de nuevo la mirada al rostro de Mariana cuando de pronto el sonido de un cierre abriéndose llamó mi atención. Alcé la vista y vi cómo Andrea se acercaba a su hijo, lentamente, mientras dejaba caer tras de sí el vestido de mezclilla. Quedó ante él, con un conjunto anaranjado de lencería de lo más cachondo. Sus glúteos masticaban ya una buena parte de la tela de sus bragas.

Se acercaba lenta y sensualmente a su hijo, quien había comenzado a deshacerse de su ropa. Cuando su madre llegó, la verga erecta de Gael ya estaba más que lista.

– Necesito que me hagas un favor…después veremos, pero antes…tengo cierta urgencia… – fue lo único que alcancé a escuchar en los confusos murmullos de aquella mujer antes de que colocara sus rodillas sobre el sillón donde Gael la esperaba.

Entonces rodeó a su hijo con sus piernas. Él jaló de los tirantes laterales de las bragas de su madre, y estas cayeron, dejándome ver los perfectos glúteos de aquella mujer.

Regresaba a mirar de reojo a mi hija, de vez en cuando, pero esta no pudo sonreír con cierto placer mi sorprendido rostro. Supuse que, si ella sabía lo que yo estaba viendo, su sorpresa había sido igual al enterarse.

Andrea hubiera parecido una gigantesca belleza frente a su hijo de no ser por el fornido cuerpo que el muchacho había obtenido a base de ejercicio.

Miré cómo las nalgas de la mujer descendieron, haciendo desaparecer lenta pero progresivamente la gruesa verga de su hijo entre sus piernas. El muchacho acarició el culo de su madre una vez que esta se tragó su tronco, y ahí permanecieron sus manos, apretujando aquellos deliciosos glúteos una vez que la mujer comenzó a mover sus caderas.

Miré de nuevo hacía mi hija, como esperando que ella tuviera la explicación completa de lo que estaba sucediendo. Ella se sacó mi glande de su boca y sonrió graciosamente, alzando sus hombros. Parecía tan sorprendida como yo de aquello. Comprendí que no era entonces el momento para explicaciones, e invité a mi hija a que se levantara.

La desnudé, con la paciencia de alguien que juega a las muñecas. Retiré su blusa e hice descender su short. Debajo llevaba unas bragas rosas que desentonaban con su pequeño sostén amarillo. Antes de continuar desvistiéndola, mis manos acariciaron su cuerpo, recorriendo cada centímetro de su piel, deteniéndose en su cintura, su rostro, sus piernas y sus nalgas; parecían rememorar aquel cuerpo que alguna vez les había pertenecido y que hoy recuperaban.

Los gemidos de Andrea comenzaban a inundar dulcemente el departamento, como música de fondo mientras mis dedos desabrochaban los ganchillos del sostén de Mariana. Mis labios saludaron los oscuros pezones de mariana, mientras mis manos jugueteaban con la tela de sus bragas. Mi boca continuó su recorrido, mi nariz olió el natural aroma de su cuello y mis labios se encontraron entonces con los suyos. El tiempo pareció detenerse mientras nuestras bocas prometían no volverse a separar nunca.

Sin dejar de besarla, hice caer sus bragas. Ella dio un paso, y después otro. Otro liviano movimiento hizo que sus piernas rodearan mi cuerpo, y uno de mi parte colocó la cabeza de mi falo a las puertas de su concha.

Un espasmo agitó su cuerpo, y sus dientes mordieron mis labios cuando mi verga la penetró. La calidez de su interior llevaron la locura a mi mente, su mojado coño parecía acariciar con lentas fluctuaciones a mi tronco.

Mi sangre corría emocionada por las venas de mi falo, mientras Mariana comenzaba a moverse lentamente. Separó sus labios de los míos, para tener la suficiente libertad de cabalgar sobre mi verga mientras me miraba fijamente con deseo, con pasión, con amor.

Al inicio se movía con aquella gracia que la caracterizaba. Tenía aquella expresión que usaba en los videos durante la muestra de los ejercicios. Una sonrisa cruzó mi rostro cuando me imaginé uno de sus videos titulándose “Salto en cuclillas sobre la verga de mi padre”.

Sus saltos comenzaron a aumentar su intensidad y entonces también mi cuerpo comenzó a moverse. En seguida nuestros cuerpos se adaptaron uno al otro, entonces el placer fue tal que los gemidos de Mariana cubrieron por completo a los de Andrea. Sus gritos agudos escapaban cada vez que su clítoris se arrastraba sobre mi vientre y cada vez que mi grueso tronco se deslizaba dentro de su concha.

Poco a poco, ella se fue agotando, pero mis movimientos fueron sustituyendo a los suyos sin que se perdiera el ritmo. La ayudaba a subir a bajar empujando su colita hacía arriba. Y mis caderas habían tomado la suficiente velocidad para infligir en mi hija una tormenta de placer.

Entonces se corrió, sentí cómo su coño vibraba; percibí sus jugos siendo expulsados y vi sus ojos apretándose de placer. Su respiración se detuvo y su boca se abrió. Su cuerpo se desplomó sobre mi pecho pero yo seguí embistiéndola. Mi verga salía y entraba entre los temblores de su concha. Sus manos rasguñaron mi espalda, sus gritos se alojaron sobre mi oreja y su dientes mordisqueaban mis cabellos. Mis manos apretujaban sus glúteos, sudorosos, mientras mi falo seguía castigándola con embestidas duras y firmes.

Entonces me detuve, y ella cayó rendida sobre mi falo. Su cuerpo perdió solidez y sus manos se colocaron sobre mis pechos. Sudaba de la frente, y me regaló una dulce sonrisa antes de abrir la boca para respirar.

Apenas Mariana había comenzado a recobrar el aliento, la imponente escultura de Andrea apareció tras de ella.

– ¡Uf! – exclamó a mi hija, alzando las cejas – Eso debió haber estado bueno.

Mariana la miró, con una apenada sonrisa. Después bajó su rostro hacía mi pecho, aún agotada.

Andrea me miró con aquella típica cachondez. Abrió la boca, a punto de decir algo, pero se detuvo a meditarlo unos segundos. Finalmente pareció resolver sus pensamientos.

– ¿Cambio de pareja? – dijo entonces, con naturalidad.

Pero no funcionó de mucho, enseguida mi rostro debió ensombrecerse pues la sonrisa de Andrea se borró. Cambió entonces a una expresión más seria, y se lamió los labios antes de continuar con su oferta.

– Heriberto – me dijo, mirándome mientras mí hija, aun clavada en mi verga, descansaba sobre mi pecho – podemos discutir esto o podemos tomárnoslo con calma.

– O podemos olvidarnos de esto.

Suspiró.

– Yo no creo poder olvidarme de esto – llevó sus manos a los hombros de Mariana, y comenzó a masajear suavemente su espalda – Además, tenía pensado iniciar una bonita relación, ¿tiene eso algo de malo?

Yo arrugue los labios. Entendía perfectamente de lo que hablaba. Y efectivamente, lo que ofrecía era por demás atractivo, el sólo morbo de pensar que ambas parejas podríamos encontrarnos y repetir una orgía como aquella me parecía de lo más morboso y excitante. No era un problema moral el que me detenía, eso ya había quedado tan atrás que apenas y lo recordaba. No, era Mariana, eran mis celos, era la idea de pensarla en manos de otro hombre. ¿Sería realmente mía? ¿De verdad se olvidaría para siempre de la existencia de otros hombres para pertenecerme sólo a mí? ¿O aquello terminaría por alejarla de su padre? ¿No sería compartiéndola la mejor manera de conservarla?

Eran cuestiones que ya me habían quitado el sueño varias noches y que no me habían llevado a ninguna conclusión. Ahora la propuesta de Andrea me obligaba a tomar una decisión. Tragué saliva.

Bajé la vista, me encontré con los dulces ojos de Mariana. Me miraba con una expresión neutra. No parecía intentar convencerme de nada, sino simplemente esperaba cuál sería mi respuesta.

– No creo que tenga nada de malo – dije entonces – es sólo que…

– ¿Es sólo que qué? – preguntó Andrea, mirándome fijamente

– No sé si sea lo correcto.

Andrea lamió sus labios, pensativa. Entonces dejó los hombros de Mariana y acarició maternalmente mi rostro.

– Nunca lo sabrás…

Dejó mi rostro.

– …¿sabes? – continuó – Tú y yo nunca sabremos qué es lo correcto y qué no. Ya no podemos saberlo. Por eso para mí ha dejado de importar.

– No entiendo bien qué me quieres decir.

– Quiero decir que dejes de preguntarte por “lo correcto” y comiences a pensar en “lo bueno”. Si lo piensas, son dos cosas distintas.

Andrea terminó por convencerme, y un minuto después vi a mi hija avanzar hacía donde Gael la esperaba. La mano de Andrea desvió mi mirada hacía la de ella, y vi sus labios acercarse a mi rostro. Me besó en la frente, en la nariz y finalmente en los labios.

Los besos de Andrea me confundían. Estaban llenos de sensaciones extrañas que me hacían preguntarme cuales eran las verdaderas intenciones de aquella mujer. Su misteriosa belleza acentuaba aún más su extraño comportamiento y sus caricias y palabras dulces contribuían a volverme loco. Nuestros labios se separaron, y ella se acomodó de la misma manera en como lo había hecho con Gael hacía unos minutos. Sus piernas rodearon mi cintura y nuestras partes se acercaron peligrosamente.

A lo lejos, escuché murmurar a los muchachos mientras platicaban. Aunque Mariana ya tenía experiencia en estas artes, y Gael evidentemente también, ahora parecían un par de novios en su primera vez. Apenas y se atrevían a mirarse, y parecían apenados con lo que estaban a punto de hacer. Supongo que Mariana tomó la decisión, pues empujó al chico para que se sentase sobre el sillón. Jugueteó un momento con el falo erecto del muchacho, como si estuviese evaluándolo. El chico tenía una buena herramienta, y aunque no tenía las dimensiones de la mía, sí que le deparaba un buen futuro.

Mi hija se colocó de cuclillas sobre aquella verga, dándole la espalda al muchacho y ofreciéndonos el espectáculo de su morbosa desnudez. Su coño abierto y goteante se tambaleaba sobre aquel falo endurecido mientras terminaba de acomodarse. Gael la sostuvo por las caderas, apuntó su falo y preparó sus caderas.

Entonces la penetró. Con lentitud, pero con firmeza. Con el cuidado y determinación con el que se administra una vacuna. Un espasmo impulsó a mi hija hacía el frente, pero las manos del muchacho la sostuvieron con sus manos sobre sus tetitas. Los blancos dientes de Mariana aparecieron, mordiendo su labio inferior, saboreando la textura y el tamaño de aquel nuevo habitante de su coño.

Seré sincero. Alguna vez llegué a imaginarme a mi hija siendo follada por alguien más. Era una especie de fantasía que no dejaba de parecerme una mala idea, como algo que supuestamente no tendría que desear. No imaginaba ahora cómo aquello se volvía realidad, cómo tan rápido, y cómo de aquella manera.

Mi hija comenzó a saltar lentamente sobre aquel tronco. Aquella escena me causaba una extraña combinación de excitación y celos. Andrea debió notarlo, puesto que empujó mi barbilla para que la mirara. Tenía una cálida sonrisa de madre.

– Todo está bien – dijo

Moví la cabeza afirmativamente. Mi respiración se normalizó, y mi atención comenzó a concentrarse en su cuerpo. Se acercó a mí, ofreciéndome su pecho. Mis manos se apropiaron enseguida de aquellos preciosos melones; mi verga sentía el roce húmedo de su coño. Sus pechos firmes y voluminosos se acercaron más, y entonces mi boca comenzó a explorar la textura de sus oscuros pezones. Mi nariz rozaba la sus senos mientras mi lengua jugueteaba con aquellas tetillas que se endurecían en mi boca.

Cayó lentamente, y mi verga se instaló en su cálido coño. Comenzó a cabalgar enseguida, mientras yo guiaba sus caderas, aunque poca falta le hacía. Follaba con la profesionalidad de una estrella porno, y sus movimientos tenían esa capacidad de satisfacerse así misma al tiempo que enloquecía de goce a su acompañante.

Mis manos se divertían de lo lindo con sus formidables glúteos, sus movimientos hacían que sus tetas chocaran contra mi rostro y sus manos despeinaban mis cabellos. Su hermosa cabellera danzaba ligeramente al ritmo de sus movimientos. Su blanca piel se enrojecía de placer.

Sentía su coño contrayéndose contra mi verga; ella sonreía cuando miraba mi expresión complacida cuando aumentaba la intensidad de sus rebotes. Yo comencé a moverme más, embistiendo mi verga contra su coño. Entonces sus agitadas respiraciones se convirtieron en gemidos de placer que se combinaron con los agudos gimoteos que Mariana lanzaba a lo lejos, mientras saltaba como conejita sobre el agradecido tronco de Gael que, embadurnado con los jugos de mi hija, reflejaba los rayos de luz.

El muchacho besaba la espalda de Mariana, mientras sus manos se deslizaban sobre las tetitas de la chica. Aquella posición me dejaba ver a detalle el dilatado coño de mi hija. Podía ver su pequeño clítoris enrojecido, y los labios vaginales abriendo paso para engullir el falo del muchacho. Una sensación extraña se instaló en mi mente, y pronto comprendí que era cualquier cosa menos enojo. No me molestaba, ¿por qué no me molestaba?

Mariana cruzó por un segundo sus ojos con los míos, parecíamos vernos en cámara lenta, aunque en realidad ella vibraba por las embestidas que el muchacho le provocaba. Sus ojos parecían preguntarme si yo me encontraba bien. Supongo que los míos respondieron algo tranquilizador, porque ella sonrió satisfecha y cerró los parpados, entregándose al placer.

Andrea acercó sus labios a los míos, y me perdí no sé cuánto tiempo en aquella boca. A veces, mientras mis manos recorrían su figura, yo me preguntaba cómo un cuerpo era capaz de mantenerse en semejante estado. ¿Cómo se podía ser tan hermosa?

Los gemidos de Mariana de pronto me parecieron más cercanos, y lo estaban. Ahora los chicos habían cambiado de posición. Con la cabeza recostada sobre uno de los sofás grandes y con las piernas extendidas, Mariana recibía las embestidas del muchacho. Aquella escena parecía aún más guarra, porque de no ser porque todos sabíamos lo que sucedía, cualquiera hubiese dicho que Gael estaba violando a mi hija.

Aquello, lo admito, me calentó. Me hizo recordar la intensidad con la que antes me la había follado, y me hacían pensar en que sería cuestión de tiempo para que se repitiera. Me gustaba, de cierta manera, dominarla; me gustaba transmitirle esa sensación, de mi enorme cuerpo sobre su pequeña figura. Ver cómo aquel muchacho la tomaba de las caderas y la rebotaba sobre su verga como una muñeca de trapo, hizo que mi falo se endureciera aún más.

Andrea se puso de pie entonces, y se acomodó de la misma forma que Mariana. Sólo que parecía algo injusto, el tierno culito de Mariana apenas y se acercaba a el enorme culazo que aquella morena ostentaba. Pude ver el ojete de Andrea, no había que ser un experto para saber los kilómetros de verga que habían pasado por ahí. Debajo, su húmedo coño parecía susurrarme que me acercara.

No necesitaba una invitación para colocarme tras aquella yegua. Sus preciosas nalgas fueron conquistadas con las caricias de mis manos, mientras mi verga se enfilaba acomodándose en el canal entre sus glúteos. Entonces penetré hasta lo más profundo de su coño.

Cara a cara, a menos de quince centímetros, los enrojecidos rostros de aquellas preciosidades se compartían gemidos y suspiros al ritmo de los embates de nosotros. Andrea de vez en cuando giraba a verme, y me regalaba una sonrisa pícara que parecía preguntarme “¿te gusta todo esto?”. Sólo entonces entendía que, después de todo, aquella mujer era la gran ganadora de todo aquel embrollo. Era una tipa lista, más inteligente que bonita.

El placer se expandió por la sala. De alguna manera, la temperatura debió haber aumentado, y el aroma a sexo se notaba en cada respiración. Nuestras pieles brillaban por el sudor, y los gemidos y respiraciones agitadas habían dejado de tener un solo dueño. En todos mis años, aquella era la primera orgía en la que participaba, y no me imagino cómo alguna podría ser mejor.

Minutos después, los gritos de Mariana recorrieron toda la casa; fue un orgasmo tan magnifico que la propia Andrea se inspiró. Sentí su coño contrayéndose, y a ella misma ejerciendo fuerza contra mi verga. Su respiración agitada y sus nalgas vibrando invadieron la escena durante unos segundos, antes de que su cabeza cayese rendida sobre el sofá.

Cesé un poco mis embestidas, al igual que Gael. Las dos mujeres estaban recostadas, como desmayadas, sobre los asientos. Nuestras vergas seguían ensartadas en ellas.

Mi pollas estaba agotada y adolorida. Había estado conteniéndome pero cada vez era mucho más complicado. Mariana despegó su rostro del sofá, su sudor parecía lágrimas y una sonrisa agotada me explicó que estaba contenta.

Entonces sentí que estaba a punto de eyacular. Me detuve, mientras Andrea recobraba el aliento sobre el sofá. Bajé mis labios hasta su oído.

– Debo correrme dentro de ella – dije

Ella asintió. Alzó la vista y con la mirada le indicó a su hijo que se acercara. El muchacho sacó su verga de mi hija, y se dirigió hacía su madre, quien engulló su falo como compensación. Mirando aquella escena, me coloqué detrás de Mariana, que me esperaba pacientemente, como una vaquilla esperando a su toro. Mi verga sobó el exterior de su mojado coño, y sin más aviso la penetré.

Estaba tan húmeda que no hacía falta ninguna preparativa. La embestí a un ritmo acelerado, y sus gemidos no tardaron en presentarse. Giró el cuello y me miró con una expresión de feliz dominada. Juntamos nuestros ojos, recordándonos que yo la follaría y la protegería para siempre, y que ella estaría siempre ahí para recibir mi verga y saborear mi leche.

Mis manos rodeaban su cinturita, sus nalgas chocaban contra mi entrepierna, mi tronco se deslizaba entre sus labios vaginales al tiempo que mi respiración aumentaba su ritmo y sus gimoteos se transformaban en gritos de placer.

Vi cómo la verga de Gael salía de la boca de Andrea. Vi cómo se corría, embadurnando el rostro de su madre con su leche y salpicando el de mi hija. Vi como Andrea se llevaba a la boca, complacida, el glande del muchacho. Vi cómo su rostro se acercaba al de mi hija, y vi como se besaban, mientras se compartían con sus lenguas el esperma de Gael.

Entonces me corrí. Me corrí como no lo recordaba, mi verga se instaló hasta el fondo de aquel precioso coñito pero eso no evitó que por los costados mi leche se desembocara. Saqué mi falo, me incliné y besé sus nalgas, y su esfínter, y su coño derramando mi leche, agradecido por la bendición de poder follarme aquel precioso culito.

La casa tenía tres regaderas; yo me bañé sólo en una, y mi hija en otra. Madre e hijo se bañaron juntos. Vestidos y limpios, nos encontramos en la sala. Andrea y yo salimos primero. Estaba vestida con el mismo vestido, y actuaba como si nada extraordinario hubiera ocurrido. Me invitó a sentarme junto a ella.

– ¿Por dónde empezamos?

– ¿Puedo elegir? – pregunté

– Bien.

La miré, preguntando qué tanta sinceridad podría esperar de ella. Sus ojos no parecían tener la intención de mentir. Pensé que aquella tarde, ella me había mostrado una confianza que no dejaba espacio a dudas.

– ¿Cómo te enteraste? De lo de Mariana y yo.

– Una se las huele – dijo, acomodándose sobre el sofá – Platicando con Mariana y con Katia, fui confirmando mis sospechas. El caso de Katia me preocupa, pero después hablaremos de ella. Yo me di cuenta de que Mariana y tú estaban peleados, de una forma un tanto extraña. Una tarde se lo pregunté directamente a Mariana. Tu pobre hija se puso tan roja que sus mentiras pésimas daban risa. Finalmente lo admitió.

– Comprendo – dije, apretando los labios

– Por experiencia – me dijo, con un tono más serio – te puedo decir que esto es muchísimo más delicado de lo que crees. Mariana debe aprender a mantener esto en secreto. Pero Katia…

– ¿Qué sabes de Katia?

– Sé que lo sabe, sé que tuvo algo que ver contigo, sé que intentaste ponerla de tu lado y sé que fallaste. Entiendo que los tiene tomados por el cuello.

Yo respiré, incomodo. Andrea tenía razón, pero no me gustaba recordar aquello.

– Creo que sí lo sabes todo, ¿qué es entonces lo que querías que yo te explicara?

– Algo sencillo – sentenció Andrea, mirándome con una malicia que no le conocía – Quiero que me expliques cómo puedes permitir esto.

 

Relato erótico: “Mi madre y el negro IX: Marcada” (POR XELLA)

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me darías 2MARCADA

Sin títuloEn el desayuno, Claudia no daba muestras de que lo del día anterior hubiese sucedido realmente, pero Alicia no podía dejar de pensar en ello, su hermana pequeña la había usado como un objeto sexual. Podía sentir en su cuerpo el morbo de lo prohibido, los sentimientos encontrafos, la humillación al ver que su hermana la había utilizado,y la excitación que eso le producía.

– Alicia… ¡Alicia!

– ¿Q-Que pasa?

– Estás como ida, ¿Te encuentras bien? – Preguntó su madre, preocupada.

– Si, si. Solo… Solo me estaba acordando de algo.

– Pues ves acabando que tu hermana y yo nos vamos a ir y hay que dejar todo recogido.

– Acuerdate que hoy llegaré tarde, mamá. – Dijo Claudia. – Después de clase iré a hacer un trabajo a casa de María.

– ¿Llegaras a cenar?

– Si, para la cena estaré aquí.

– Pues te quedarás sola otra vez cariño – dijo dirigiéndose a Alicia. – Yo tampoco estaré aquí en todo el día. ¿Estaras bien?

– ¿Eh? Si si… No os preocupéis. – La imaginación de Alicia voló pensando en tener otro encuentro con Frank, ¿Lo habría preparado él la ausencia de su madre, al igual que el día anterior?

En cuanto se quedó sola en casa sacó el móvil.

– Hola, Frank. – Escribió.

– Hola. ¿que ocurre?

– Otra vez voy a estar sola en casa y… Me preguntaba si querrías repetir lo de ayer.

– ¿Te gustó?

– … Si… Fue… Fue diferente.

– ¿Diferente? Jaja nunca lo habría expresado así. A mi también me gustó mucho estrenar tu culo, creeme cuando te digo que no será la última vez que lo haga.

– Entonces… ¿esta tarde…?

– Si que te debió gustar para estar tan impaciente 😉 pero, “lamentablemente” hoy no puedo. Como sabrás bien, tengo otra zorrita a la que atender y, debido a tu estado de salud no he podido darle el trato que se merece. Entre tu estado y el adiestramiento de nuestra nueva amiguita…

– Mi… ¿Mi madre?

– Exacto. Está desesperadita por que me la folle, mas o menos como tú, y no quiero hacerla defraudarla. Así que hoy te tendrás que aguantar.

– D-De acuerdo…

El mundo se le vino encima, estaría sola todo el día, realmente sola. Y además, sabiendo que Frank estaría follandose a su madre.

Entonces se le ocurrió. Realmente si que tenía algo que hacer…

———————

Nunca había estado en un lugar así, era algo oscuro y le parecía un poco siniestro, con todas aquellas fotos en las paredes, pero estaba decidida y ya no quería dar marcha atrás. En el mostrador se encontraba un hombre fornido, por no decir obeso, calvo, con barba y el cuerpo lleno de tatuajes. Se acercó a él.

– H-Hola. Venía… Venía a hacerme un tatuaje.

– Hola. ¿Sabes el diseño que quieres? ¿O prefieres mirar alguno? – Dijo el hombre, señalando un cuaderno lleno de diseños.

– No no, lo tengo claro. Quiero una pica negra, de la baraja francesa, con una F mayúscula dentro.

El hombre la miró con una expresión extraña mientras una media sonrisa se marcaba en su cara.

– Vaya, no sabía que eras de esas… Es una lastima. – Añadió con fingida cara de pena.

– ¿De esas? ¿A que te refieres? – Alicia estaba confusa, ¿Que era ese tatuaje?

– Sabes lo que significa, ¿no? Por eso lo quieres… – El hombre vio la duda en la cara de la chica y continuó hablando. – ¿No es ese el tatuaje que os hacéis las que solo queréis que os folle un negro? Lo del rollo ese de la reina de picas… Ya la pueden tener grande para que os dejéis marcar así…

La cara de Alicia se puso colorada tan rápidamente que creía que le iba a estallar la cabeza.

– No te preocupes, no eres la primera que me lo pide, y tampoco serás la última seguramente.

Alicia comprendió ahora por qué Frank le había pedido a su madre que se tatuase ese símbolo… Demostraba su total sumisión hacia él… Y ella iba a hacer exactamente lo mismo…

– ¿Donde lo quieres? – Preguntó el hombre.

– Eh… En una nalga… Aquí, en la izquierda. – Se señaló el lugar.

– Ya veo… Túmbate aquí, boca abajo. En seguida lo tengo todo a punto.

Alicia se tumbó, llevaba una falda tableada que el tatuador levantó ligeramente dejando a la vista su culo, sentía vergüenza y a la vez excitación al exhibirse así delante de aquél hombre. Por supuesto, se había puesto tanga como Frank la “recomendaba” así que el hombre que estaba sobre ella tenía una visión perfecta de su culo.

Al notar el zumbido de la maquina de tatuajes se tensó, esperando sentir un enorme dolor al recibir los pinchazos.

– Relajate, ya verás como no te duele nada. – Dijo el tatuador. – Además, no tardaré mucho.

Efectivamente el dolor era muy ligero, mucho mas leve de lo que se esperaba. El hombre no tardó mas de media hora durante la que Alicia estuvo continuamente rogando que no se diese cuenta de lo excitada que estaba. Si lo había hecho o no, no dio muestras de ello, mas allá de una palmada en la nalga derecha para indicar que había terminado. Alicia no protestó.

Cuando hubo terminado cogió su bolso para pagar y, al mirar el móvil vio que tenia varios mensajes de Frank, suponía el contenido de los mismos, pero no se esperaba la sorpresa que se llevo cuando los vio. Levantó la vista, boquiabierta y vio un pequeño estante con multitud de aritos y piercing. Una locura acudió a su mente.

—————–

Claudia llegó a casa antes de lo esperado. Sabia que su madre todavía estaba con Frank, así que solo debería estar su hermana en casa. Un cosquilleo recorrió su entrepierna al recordar la noche anterior, como había usado a su hermana para su placer y como esta lo había aceptado sin rechistar. Estaba hecha toda una zorra, al igual que su madre.

Cuando entró se encontró la casa a oscuras.

– ¿Ali? – Llamó dubitativa.

– ¡Aquí arriba!

Claudia siguió la voz, pero su hermana no estaba en su habitación, sino en la de Claudia.

– ¿Que haces aquí? – Preguntó. Alicia estaba sentada en el borde de la cama, en una posición algo rara. – ¿Que te pasa?

– Hay algo que quiero enseñarte. – Dijo seria. Se movió un poco y puso una mueca de dolor.

– ¿Te encuentras bien? ¿Te han hecho algo? – Claudia recordó asustada lo mal que lo pasó cuando se enteró del incidente con Rebeca.

– Si… Es decir, no… Pero… Mas o menos.

Alicia se dio la vuelta y levantó ligeramente su falda, enseñando a su hermana su culo enrojecido adornado con su nuevo tatuaje.

Claudia se quedó boquiabierta, no se esperaba algo así. Había ido por iniciativa propia a hacerse el mismo tatuaje que su madre, a ella la había tenido que convencer Frank, aunque cierto es que no le costó mucho…

– ¿Sabes lo que eso representa? ¿Eres consciente de lo que has hecho?

– Si…En un principio creí que era algo entre mama y Frank nada más… Después, el tatuador me dijo algo… Y al llegar a casa he estado buscando información.

– ¿Y?

– Y estoy dispuesta.

– ¿Estas dispuesta a reconocer que eres inferior? ¿Que tu cuerpo está a disposición de cualquier negro? – Claudia no salia de su asombro al ver como Alicia asumia eso tan fácilmente. – Cualquier negro que vea tu tatuaje sabrá que no eres mas que una sucia furcia para el…

– Yo… Si Frank ha querido esto para mamá, estoy dispuesta a aceptarlo yo también. Y… Y no es lo único que he hecho…

Claudia la miró con curiosidad.

– ¿Qué…? – Comenzó a preguntar mientras su hermana desabrochaba su camisa y le enseñaba dos brillantes aritos dorados en los pezones. – Estás hecha una verdadera zorra, hermanita. – Se acercó y acarició suavemente los adornos, Alicia se estremeció, no dejando claro si era de dolor o de placer. – Haces todo esto para demostrarle a Frank que no tienes nada que envidiar a mamá, ¿verdad? – Alicia bajó la mirada, avergonzada. – ¿Sabes lo que ha estado haciendo mamá esta tarde? – Su hermana asintió – ¿Sabes con quien ha estado?

– S-Si… Frank me ha mandado fotos. No… No esperaba algo así…

– Y eso te ha puesto cachonda, ¿Cierto? Cachonda y celosa… Tanto como para anillarte los pezones.

Claudia volvía a analizar acertadamente las manera de actuar de su hermana. La chica llevó una mano a la entrepierna de Alicia, arrancándola un suspiro.

– ¿Te gustó lo de ayer? – Susurró – Te excita sentirte usada, ¿Verdad? Incluso por tu hermanita pequeña.

Alicia tenía los ojos cerrados, todos sus sentidos estaban puestos en la mano de su hermana, que buceaba bajo su tanga. Intentó contestar a la pregunta pero de su boca sólo salió un ligero gemido.

– Túmbate. – Dijo Claudia imperativamente. – Vamos a ver si ayer aprendiste la lección.

————–

Unas horas antes Elena llegaba a casa de Frank. Abrió la puerta sin llamar como hacía siempre, pasó al recibidor y comenzó a quitarse la ropa como sabía que le gustaba a él. Se quedó únicamente con los tacones, las medias y un sugerente conjunto de encaje azul, compuesto de tanga y sujetador de balcón, que dejaba sus tetas medio expuestas.

Al avanzar hacia el salón, donde sabía que le esperaba él, pasó frente al espejo del pasillo, viendo su cuerpo reflejado. El rubor acudió a dud mejillas por verse en esa situación, pero también se excitó. No podía negar que aquello le gustaba. Aquél chico le había descubierto un mundo que nunca había conocido, un mundo de placer, sumisión y, en cierta manera, liberación.

Entró al salón y encontró a su adonis esperándola, sentado en el sofá con su impresionante torso desnudo. El bulto en su entrepierna denotaba que él también estaba esperándola con ansia.

– Hola, zorrita. ¿Me habías echado de menos?

Sin decir nada, Elena se abalanzó sobre él, necesitaba tocarle, besarle… Necesitaba que la hiciese suya una vez más.

Frank no desperdició ni un momento y agarró fuertemente a la mujer de las nalgas, montándola sobre él a horcajadas. Inmediatamente Elena se frotó contra él, buscando el contacto de su dura polla. Le estaba devorando a besos, disfrutando del momento que tanto había ansiado, que tanto necesitaba. Se separó de él y, mirándole a los ojos comenzó a descender hacia el suelo con la mirada cargada de lujuria. Pocos segundos tardó en liberar el inmenso miembro del chico y comenzar a lamerlo de arriba a abajo. Frank puso su mano sobre su cabeza, guiándola, marcando el ritmo, aunque ya lo hacía ligeramente.

Al principio a Elena le costaba mucho tragarse la polla del chico, pocas veces había hecho sexo oral y, por supuesto, nunca con una tan grande, así que Frank la guiaba, forzándola a tragar un poquito más cada vez, hasta que fue capaz de hacerlo ella sola. La mujer sintió una punzada de orgullo al pensar en como había mejorado en materias sexuales, y todo gracias a él. Ahora, la mano era más simbólica que otra cosa, a la mujer le excitaba sentirse dominada y obligada, y a Frank le sucedía lo mismo.

Como de costumbre, Frank cogió el móvil y comenzó a fotografiarla. Al principio la mujer había tenido reparo con ello pero después, como con el resto de juegos que él proponía, había transigido y había llegado a gustarle, hasta el punto de ser ella la que posaba voluntariamente, mirando a la cámara con lascivia, mostrando su lengua repleta de semen, abriendo sus piernas para mostrar su sexo y su culo… Incluso se había dejado hacer vídeos. A veces, revisionaban juntos el material y acababan follando de nuevo.

– Hoy tengo un nuevo juego para ti. – Dijo el chico.

Elena se estremeció, la última vez que dijo eso, fue sodomizada por primera vez en su vida, acabó gustándola, si, pero al principio el dolor fue insoportable.

– Sabes que haré todo lo que quieras que haga. – Replicó la mujer, dando ligeros lametazos en el glande del chico entre palabra y palabra. – Soy tuya por completo.

Frank sonrió al escuchar esas palabras, se llevó una mano a la boca y silbó. Elena tenía curiosidad por ver de que se trataba, estaba expectante. Unos segundos después, una preciosa morena vestida de conejita avanzaba con paso firme hacia ellos, Elena se quedó boquiabierta, no se esperaba eso. La morena se arrodilló en el sofá para dar un húmedo beso al negro, dejando su culo justo ante la cara de Elena y, sin que a ésta le diese tiempo a reaccionar, se arrodilló a su lado y la besó en la boca.

Elena estaba paralizada, no se esperaba algo así. La chica arrebató la polla que tenía entre las manos, se la tragó entera y, acto seguido volvió a besarla. La rubia miró a su hombre, que asintió ligeramente con la cabeza. Ese gesto sirvió para despejar las dudas de la mujer, que imitó a su compañera tragándose el rabo y después besándola.

Frank disfrutaba de la maravillosa mamada a dos bandas sin perder detalle con su cámara hasta que le llegó el orgasmo, que descargó abundantemente en la cara de las dos zorras que tenía a sus pies.

Las chicas se quedaron arrodilladas, mirándole fijamente, Elena tenía dibujada la confusión en la cara, pero estaba claro que lo había disfrutado y que tenía ganas de más.

– ¿Te ha gustado la sorpresa, zorrita? – Elena se puso roja y agachó la mirada. – Te he hecho una pregunta.

– Si… M-me ha gustado… – Miró de refilón a la joven que tenía al lado. Tenía una mirada extraña, como si no estuviese completamente ahí.

– Me alegro, por que quiero que te lleves bien con tu nueva amiga. Lo primero es presentaros. Elena, ésta es Becky. Becky, ésta es Elena. Quiero que la trates tan bien como al resto de tus amigas, ¿De acuerdo? – Becky asintió, con una sonrisa de oreja a oreja. – Y tu, Elena. Quiero ponerte a prueba, eres mi zorra, mi puta, ¿No es cierto? – Elena se estremeció al oír eso, sentirse inferior a su hombre la excitaba. Asintió también. – Pues quiero que trates a ésta perra como lo que es. Quiero que la uses para tu placer, que la humilles, que la sometas… Quiero que la trates como si fuera tu esclava.

Elena miró asombrada a Frank, después miró a Becky y notó que su respiración se había acelerado, frotaba ligeramente sus muslos, ¡Estaba cachonda! Lo que la esperaba le gustaba y… A ella también. Su coño estaba chorreando.

– Pero… – Balbuceó. – Yo no soy lesbiana…

– Serás lo que yo diga que seas, puta. – La voz del chico se volvió brusca por un instante, lo que eliminó todas las dudas de la mente de la rubia. – ¿No te has quedado con ganas de correrte? ¿No quieres ver como esta preciosidad te lleva al orgasmo una y otra vez? Tendrás a tu propia esclava que atenderá todos tus deseos…

Elena dudaba, realmente necesitaba correrse, estaba muy cachonda, pero quería que Frank la follase… Aunque sabía que si no le hacía caso no obtendría nada de él. Miró a la chica, realmente era preciosa…

Elena reunió coraje, se sentó en el sofá ante Becky y, mientras miraba a Frank a los ojos se abrió de piernas.

La chica no necesitó que la dijera nada, se acercó al coño de la rubia y, como si fuera un pequeño ritual, comenzó primero a olerlo, aspirando fuertemente el aroma a sexo que desprendía. Ese acto le resultó sumamente morboso a Elena, que notaba el aliento de la chica en su entrepierna. La lengua de la morena comenzó a recorrer el interior de sus muslos, acercándose cada vez mas a su objetivo pero sin alcanzarlo, haciéndose desear. Elena jadeaba profusamente y comenzaba a mover las piernas buscando el contacto.

– ¿Te gusta? – Preguntó Frank.

– Mmmmmm. – Asintió la rubia, mordiéndose los labios.

– ¿No quieres que llegue hasta el final? Es tu perra, ordénaselo. Oblígala. Hará todo lo que la mandes.

Elena cerró los ojos y suspiró, agarró a Becky de la nuca y le hundió la cara en su coño.

– Lámeme el coño, zorra, no vas a parar hasta que me corra en tu cara.

Frank sonrió al ver esa actitud en su perra, como forzaba a la chica a devorarla, casi no la dejaba ni respirar. Los jadeos se hacían mas intensos cada vez, estaba a punto de llegar al orgasmo.

– Como disfrutas con esto, ¿Eh? – Le susurró el chico al oído. – Eres toda una ninfómana, una zorra esclava del sexo. – Elena cada vez estaba más cerca de explotar, la profunda voz de Frank en su oído la calentaba más aún. – Mírala, ¿que edad tendrá? Podría ser tu hija, y aquí estás, obligandola a comerte el coño. – La mujer abrió los ojos de la impresión – Yo creo que sera de la edad de Alicia, ¿No te parece? – Por un momento la racionalidad se abrió paso en su mente, pero la lengua de Becky la devolvió al fondo de su mente. Mientras la idea de que aquella chica podría ser su hija rondaba su cabeza, su cuerpo estalló en un intenso orgasmo sobre ella.


Elena se quedó en el sitio mientras su cuerpo vibraba de placer, ya había soltado la cabeza de Becky, pero ésta no paró de lamer ligeramente su sexo.

Frank se levantó del sofá.

– ¿Por qué…? – Preguntó abrumada Elena. – ¿Por que dijiste eso de mi hija? Ahora no me lo puedo quitar de la cabeza.

– No es ninguna mentira, ¿Es de la edad de tu hija o no? Además, no puedes negar que te ha puesto cachonda la idea. – Elena apartó la mirada. – Seguramente tus hijas son tan zorras como tú, aunque no lo quieras ver.

—————

Elena llegó a casa abrumada y con la cabeza llena de dudas, ¿Como podía haberle excitado pensar así de su hija? Frank la estaba convirtiendo en un monstruo, pero… Pero adoraba ser su zorrita.

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Paramiscosas2012@hotmail.com

 

Relato erótico: “Juventud en éxtasis: El remedio de papá.” (POR BUENBATO)

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CAZADORFabricio estaba completamente harto de hacerse cargo de Juliana. Alguna vez pensó que ser padre soltero no sería tan complicado, pero JulianaSin título se había encargado de ser lo más insoportable posible. Había empezado a ser así desde tan chica que su padre comprendió en parte porque su madre se había borrado de la faz de la tierra cuando la niña tenía apenas ocho años.

Adicta al chocolate y a los videojuegos, insoportable profesional, grosera e inmadura. Así era su hija. No podía creer, que a su edad, aún lloriqueara por el hecho de que su padre le ocultara el azúcar. Fabricio tampoco podía dejarla sola, y mucho menos dejarla salir sin su cuidado. Normalmente los padres se preocupaban por que sus hijas salieran solas a la calle, pero tenían que ceder; en su caso era lo contrarío, deseaba algún día que la chica fuera lo suficientemente cuidadosa como para no ser atropellada a plena luz del día.

Hacia un par de años la psicóloga de la secundaría le dijo que la chica podría sufrir un trastorno de inmadurez. Pero Fabricio lo descartó; su hija seguía siendo, ante todo su pequeño ángel. Pero pronto entendió la gravedad del asunto. Ahora era insoportable, y ningún psicólogo le daba una respuesta que no tuviera que implicar permanecer al lado de la chica las 24 horas del día. Había algunos, los peores y más estúpidos, que señalaban un posible retraso mental en la chica. Los psiquiatras, por su parte, le recomendaban un sinfín de medicamentos, pero eran costosos y tenían otro sinfín de efectos secundarios.

Un día, un médico general, un poco más práctico y sensato, le sugirió que la inscribiera a algún centro deportivo o que practicara algún deporte de alto rendimiento. La terminó inscribiendo a las clases de basquetbol femenil, pues era una chica alta y ágil. Aquello funcionó, y mejoró el rendimiento escolar de la chica. Pero aún había que soportarla en casa. Le había comprado una caminadora elíptica pero la chica ignoró el aparato por monótono. Los videojuegos funcionaban, pero sólo por momentos; antes de que apagara el televisor de un botonazo y saliera a subir y bajar los escalones.

Juliana corría de aquí para allá por la casa. No pasaba casi ningún día sin que rompiera algún recipiente de vidrio o cerámica, de manera que poco a poco todas las vajillas fueron siendo sustituidas por trastes de plástico. Un día, mientras Fabricio preparaba la cena, un golpe seco se escuchó, haciéndolo girar el cuerpo de inmediato. Seguidamente, los particulares lloriqueos de Juliana estallaron.

– Pappaaaaaaaaaá – gritaba la chica, mientras su padre corría hacia la entrada de la casa.

La encontró sentada sobre el suelo, con las manos en su espalda baja. No tuvo que usar mucho su imaginación para saber que había caído de sentón por estar jugando en la escalera. La chica tenía la costumbre de bajar los escalones deslizándose por el pasamano, de modo que lo inevitable había terminado por suceder.

– Te has caído – dijo Fabricio, mirando a su hija como quien intenta dar una lección.

– ¡Me duele! – chilló la chica

El hombre sonrió divertido. La chica no se veía tan mal, pero seguramente se llevaría un buen moretón. Le tendió la mano y la ayudó a ponerse de pie.

– Agradece que tienes buenos amortiguadores – comentó divertido Fabricio, refiriéndose a las grandes posaderas de la chica.

La chica no pareció entender la broma, y sólo le dirigió una mirada adolorida.

– Vamos a tu cuarto, tendré que echarte alguna pomada para que el moretón no sea tan grande – resolvió Fabricio, he ahí una nueva tarde con su hija hiperactiva.

La chica subió los escalones sin problemas, lo que fue un respiro para su padre, que comprobó que no había daño en los huesos. Pasó por un ungüento anti golpes e hinchazones al cuarto de baño antes de dirigirse a la recamara de su hija.

La encontró boca abajo sobre la cama, y se sentó en una orilla del colchón.

– ¿Dónde te duele? – preguntó, y la chica le señaló la zona de su culo.

Fabricio suspiro.

– Juliana, Juliana…eso te pasa por estar corriendo.

– No estaba corriendo – reclamó la chica, haciendo girar los ojos de su padre

– Me refiero a bajar las escaleras como no se debe – dijo Fabricio, mientras miraba las instrucciones de aplicación de la pomada.

La chica guardó silencio un momento.

– Es más rápido – explicó

– Es más rápido y pasa esto

Fabricio pareció entender todas las indicaciones del medicamento.

– Quizás tenga que darte algún analgésico – dijo, suspirando – Bájate el short.

La chica obedeció de inmediato, y deslizó su short deportivo hacia sus rodillas. Sólo entonces Fabricio cayó en la cuenta de que su hija ya no era una niña, sino prácticamente una mujer, por lo que no pudo evitar sentir una sensación extraña cuando las carnosas nalgas de Juliana, cubiertas por una tanga azul de algodón que no recordaba haberle comprado, aparecieron vigorosamente ante sus sorprendidos ojos.

Sobreponiéndose a aquella repentina imagen, el hombre enfocó su mirada a la zona donde un leve moretón tatuaba la piel de la chica. Colocó un poco de ungüento sobre sus dedos, y se preguntó si era correcto colocar sus manos sobre aquella zona tan privada de Juliana. Miró a la chica, que parecía completamente ajena a ese dilema, y supuso que no existía problema: ella era su hija, y él su padre, ¿qué había de malo?

Sus dedos tocaron la suave piel de su hija. La tocaba casi con miedo, como si se tratara de algo prohibido. Sus dedos se deslizaban por toda la redonda superficie de aquel glúteo no sólo grande, sino bien formado. Sintió que la temperatura había aumentado de pronto, pero comprendió que el problema era él. “¿Qué me pasa?”, pensó, y decidió que aquello era suficiente.

Se puso de pie.

– Ya puedes pararte – dijo, con una voz entrecortada sobre la que Juliana no hizo ningún comentario – Sentirás caliente y luego frio.

La chica rio.

– ¡Sí! – dijo – ahorita está caliente

Fabricio sonrió paternalmente.

– Bueno, baja a cocinar conmigo.

Aquella noche fue extraña para Fabricio. Era un hombre solo, dedicado por completo al cuidado de su hija. Se había vuelto a enamorar, por supuesto, pero todos sus intentos de volver a casarse se habían venido abajo debido al comportamiento de su hija. Nunca la había culpado, sino que prefirió llegar a la conclusión de que no podría retomar su vida hasta que su hija no iniciara por sí sola la suya.

Pero, hombre al fin, la sensación de tocar el precioso trasero de su hija había despertado en él un deseo carnal que se instaló en su mente como un pensamiento insignificante y que al paso de las horas terminó por quitarle el sueño. Pensó en las mujeres que conocía, en la idea de con cuál de ellas podía iniciar su papel de Don Juan. Pero cada vez que pensaba en una u otra, la repentina imagen de su hija aparecía de nuevo. Aquello estaba mal y la cima del colmo llegó cuando se descubrió a sí mismo a las tres de la madrugada, con su mano sobre su endurecida verga y la imagen del trasero de Juliana en su mente.

Horas después, por la tarde, las cosas no fueron mejor. Recogió a su hija en el entrenamiento de basquetbol. No tenía muchas ganas de hablar con ella, pero Juliana hablaba con normalidad. Desde niña había sido muy parlanchina, y pocas cosas habían cambiado. Tenía una curiosidad infantil que a veces preocupaba a su padre. Nunca antes le había parecido tan irritante.

La chica había traído un montón de materiales. Le había comentado que debía construir un plano en 3d de su casa ideal. Estaba en los últimos cursos del bachillerato, y era obvio que lo que más le atraía era la decoración, el urbanismo y la arquitectura. Fabricio supuso que aquello requería de la concentración, la energía y el tiempo que la chica tenía de sobra; por lo que quizás tendría una tarde tranquila.

Mientras la chica se bañaba, el sonido de la regadera hacía pensar a Fabricio en el cuerpo de su hija. Detestaba no poder sacarse la idea de la cabeza. Tenía que olvidarlo, tenía que pensar en otra cosa. Minutos después la chica bajó las escaleras, mientras terminaba de secar su cabello. Fabricio la miró y cerró los puños, como si deseara estallar en mil pedazos.

Juliana había tomado la oportuna decisión de vestirse con el más corto de todos sus shorts de dormir; ¿eran cómodos?, sin duda, pero Fabricio pensó que debía ser ilegal salir con ellos a la calle. Para empeorarlo, una camiseta recortada a la mitad – de las que solía usar en los entrenamientos de basquetbol sobre las blusas, para diferenciar los equipos -, sin sostén a la vista, era lo único que cubría las ya bien desarrolladas tetas de la chica. ¿Qué no era obvio que, aún tratándose de su casa, debía cubrirse los senos? Estaba claro que la falta de una guía femenina había hecho estragos en los modos de Juliana.

Aquello estaba haciendo una de las más pesadas pruebas que su padre podría soportar. Pensó en ordenarle que se vistiera inmediatamente de otra forma, pero la dulce voz de la chica fue suficiente para hacerlo olvidar todo.

– ¿Qué hay de comer? – preguntó la chica, con total despreocupación.

Aquello despertó a su padre de sus pensamientos.

– ¿Qué te parece pizza? – resolvió el hombre, antes de desear llevarse la mano a la cara. La pizza ponía insoportablemente activa a Juliana.

– ¡Sí! – gritó la chica alegremente – ¡De pepperoni! – exigió

La chica subió feliz de nuevo a su recamara; su padre sabía que, sin motivo alguno, volvería a bajar en minutos. Subir y bajar escaleras era el extraño pasatiempo favorito de Juliana. “Con razón tiene ese culo”, pensó Fabricio, en la seguridad de su mente, mientras marcaba el teléfono de la pizzería.

Ordenó dos pizzas de pepperoni, mientras por su mente desfilaba una y otra vez el recuerdo de las nalgas de su hija. “¡Maldita sea!”, pensó, mientras la locura volvía a invadirle. Al colgar el teléfono, una idea comenzó a instalarse en su mente. Su rostro se volvió serio, y entonces grito:

– ¡Juliana!

La chica tardó algunos segundos en contestar.

– ¡Voy! – dijo, mientras bajaba las escaleras.

Su padre la esperaba sentado en una de las sillas del comedor.

– Ven, quiero revisar tu golpe.

La chica obedeció sin problema. Su padre la colocó recargada sobre la mesa del comedor, como si se tratara de una revisión policiaca a un sospechoso, con aquella inclinación el culo relucía aún más.

– Veamos – dijo Fabricio, tratando de contener su emocionada voz

Sin embargo sus manos temblaban mientras hacía descender la tela del short morado de su hija. Poco a poco, el precioso culo, vestido con unas bragas de encaje, que no tenía idea de dónde habían salido, apareció esplendorosamente ante él.

– ¿Qué tal está? – preguntó la chica

– Bueno – murmuró su padre, mientras su mano palpaba el culo de Juliana – Apenas y se distingue el moretón. ¿Te duele?

– No – dijo la chica, despreocupada

Él notó que la chica parecía no alterarse ni siquiera con aquello, por lo que se animó a ser un poco más atrevido. Su mano acarició la nalga que no estaba golpeada. La chica no dijo nada. La palma de su mano se cerró, apretujando un poco del carnoso glúteo. La chica no dijo nada. A esa altura, su verga estaba irremediablemente erecta. Sentía un impulso tremendo por besar aquel precioso culo. El deseo lo estaba matando.

Se puso a pensar en lo que estaba haciendo. Mientras ya sus dos manos acariciaban sin motivo alguno el culo de su hija. ¿Aquello era correcto? ¿No estaba acaso abusando de la condición de su hija? Porque era obvio que su hija no era ya una niña, pero estaba claro que no era del todo “normal”. Pero, ¿y si no lo hacía él, alguien más lo haría? Entonces era inevitable, ¿no era acaso lo mejor que él mismo lo hiciera? Era su padre, ¿quién amaba más a su hija que él, que la había cuidado totalmente sólo desde que era una niña? ¿No era acaso justo? ¿No se lo había ganado?

Su perturbada mente se había enroscado tanto en aquel conflicto, que no se percató de lo que sus manos estaban haciendo. Fue un fuerte suspiro de su hija quien lo despertó de sus pensamientos. Entonces miró sus manos, y una gota de sudor surgió de su frente.

Quien sabe desde hacía cuánto, pero su mano izquierda acariciaba impunemente el coño de Juliana a través de la delgada tela de sus bragas. Estaba claro por qué la chica había comenzado a suspirar, deleitada ya por aquel magreo que había terminado por humedecer la tela de su tanga.

Alejó su mano como si estuviesen quemándose en fuego, y la chica giró el cuello para lanzarle una mirada que parecía más un “¿por qué paras?” que un “¿qué rayos estás haciendo?” Sintió entre sus dedos la humedad de su hija, y una extraña vergüenza cayó sobre su espalda.

Quería explicar aquello de la manera más adecuada para poder salir librado de aquello y continuar con la normal relación padre-hija que ambos tenían. Pero no tenía idea de cómo se podía explicar aquello. Su hija lo miraba, confundida, mientras él se sumía nuevamente en sus pensamientos.

De pronto su alterada mente casi estalla, y su cuerpo se sobresaltó en el momento en que el timbre de la puerta sonó.

Fabricio corrió hacia la entrada de la casa, su verga endurecida no cedió ni un poco, así que la ocultó como pudo.

Abrió la puerta, donde el adolescente repartidor lo esperaba con una mirada algo grotesca, Fabricio sonrió.

– ¡Dos pizzas de pepperoni! – anunció el chico

Algo molesto por la repentina interrupción, Fabricio miró el reloj.

– ¿Son recalentadas, o por qué tan rápido?

El chico lo miró con extrañeza.

– Son recién hechas, señor.

Fabricio afirmó con la cabeza.

– Voy por el dinero – dijo entonces, desapareciendo

El muchacho permaneció en la entrada de la casa, extrañado. Su confusión aumentó cuando apareció frente a él la preciosa hija de Fabricio, en bragas y con su short enrollado a media pierna.

Se asombró realmente; no todos los días aparecía ante él una exuberante morena, con la piel clara y el cabello liso hasta la mitad de la espalda. Con las bragas a mitad de sus piernas, el muchacho pudo distinguir las contorneadas piernas de la chica, que se elevaban hasta llegar a unas anchas caderas que denunciaban el enorme trasero que poseía. Pudo ver las curvas inferiores de sus tetas, su hermoso cuello y su rostro, maldita sea, ¡qué rostro!

Una nariz recta, ni grande ni pequeña, se dibujaba entre dos preciosos ojos oscuros de tamaño mediano. Estos parecían más hermosos de lo que ya eran gracias a las cejas, perfectamente dibujadas bajo su amplia frente. Su boca no tenía vergüenza; plana y ligeramente dibujada, dejaba sin embargo ver la carnosidad que poseían. La ovalada forma de su rostro parecía diseñada por algún artista; había dos expresiones que multiplicaban la belleza de aquella cara, y el afortunado repartidor tuvo la suerte de ver una de ellas: la de extrañeza, casi molestia, que provocaba que unas preciosas líneas de expresión se dibujaran en su frente y que su labio inferior aumentara su tamaño respecto al superior.

– ¡Papá! – gritó la chica, mirandoserenamente al boquiabierto muchacho – ¡La pizza!

Fabricio apareció de pronto.

– ¡Metete! – gritó, con una mano en la cabeza apretujando su cabello.

La chica obedeció.

– ¡Bueno! – la detuvo Fabricio, rendido – Llévate esto, ¡y súbete eso! – dijo, arrebatándole las pizzas al pobre chico y señalándole sus short a su hija.

Miró al repartidor, que aún miraba sorprendido la escena.

– Se cayó de las escaleras – le intentó explicar Fabricio, nervioso, aunque el chico no parecía entenderlo del todo – Bueno, ¿y cuánto es?

– Son… – reaccionó el muchacho, pero la mano de Fabricio con un billete lo calló.

– Quédate el cambio.

– Gracias – alcanzó a decir el chico, antes de que la puerta casi golpeara sus narices.

Fabricio corrió al comedor. La chica ya tenía puesto su short. Estaba molesto.

– ¿Por qué sales así?

– Creí que ibas a seguir – explicó ella

– ¿Seguir qué?

– Curándome.

Fabricio comprendió de golpe. Y su rostro se ruborizó.

– Quiero que sigas – dijo la chica – Se siente bien. Creo que está funcionando.

A Fabricio casi se le despega la quijada del cráneo. Su hija le estaba pidiendo que continuara sobándole la zona de su coño. Una palpitación en la entrepierna le recordó lo endurecida que estaba su verga. No sabía qué decir, pero lo que dijera de ahora en adelante iba a cambiar su vida.

– ¿Me los bajo? – preguntó la chica, tomando la orilla de sus pantalones cortos.

Fabricio se rindió.

– Sí – dijo, su mente estaba hecha añicos por el alocado deseo que sentía por su hija.

Fueron a la sala. Ahí Juliana se deshizo de su short. Fabricio la colocó de rodillas sobre el asiento del sofá, con las manos de la chica apoyándose sobre el respaldo.

– ¿Así? – se inclinó, ofreciéndole el culo a su padre.

Fabricio asintió con la cabeza. Llevó su mano a la entrepierna de su hija, y palpó un par de veces el abultado coño de la chica.

– ¿Teeee – dijo, con la voz entrecortada – gustataría aprender algugugunas cosas?

– ¿Aprender qué? – preguntó extrañada Juliana.

– Bueno – explicó Fabricio – Hay maneras de que sientas, em, mejor ahí – dijo, tocándole la entrepierna.

La chica rió.

– Sé a qué te refieres – dijo, como si lo hubiese descubierto infraganti, pero entonces un pensamiento de duda apareció en su rostro, que se endureció en seriedad – ¿Tú y yo podemos tener sexo?

El corazón de Fabricio se apretujó. Lo había escuchado claramente, pero no salía de su asombro. ¿Qué clase de pregunta era aquella? ¿Y por qué Juliana la hacía con tanta tranquilidad? Sin saber qué responder, su endurecido pene tomó el control de su lengua.

– Bueno – dijo, tartamudeando – No es lo más…normal. Pero sí podemos.

La chica no pareció muy complacida con la respuesta. Estaba claro que todo aquello le generaba más dudas.

– Lo padres no tienen sexo con sus hijas.

– Por lo general, no.

– ¿Y por qué no?

– Por que la mayor parte de la gente cree que eso está mal.

– ¿Y está mal? – preguntó la chica, mirándolo, como si exigiera de él la más sincera respuesta.

Fabricio calculó bien su respuesta.

– Si nadie se entera nadie dirá si está bien o está mal – aquello parecía convincente, pensó

La chica saboreó la respuesta, pensativa.

– ¿Crees que muchos padres tienen sexo con sus hijas sin que nadie se entere? ¿Cómo un secreto?

Fabricio encontró en aquella inocente pregunta la solución de su argumento.

– ¡Exacto! – dijo, casi emocionado – Seguramente todos lo hacen, pero no se lo dicen a nadie.

La chica suspiró pensativa. Fabricio aumentó la intensidad de los magreos de sus manos sobre la ya mojada entrepierna de la chica. De alguna manera funcionó, porque la chica pareció sentirse interrumpida en sus reflexiones ante el repentino placer que sentía.

– ¿Y qué me harías? – suspiró, con la voz entrecortada por el placer.

Fabricio, ajeno ya a cualquier concepto moral, respondió ansioso.

– No puedo explicártelo, tendrías que sentirlo tú misma.

La chica pareció pensarlo de nuevo. Mientras las manos de Fabricio se cansaban de tanto rozarle el exterior de su coño. “¡Decídete ya, maldita perra!”, pensó Fabricio, completamente fuera de sí. Estaba dispuesto a violarla ahí mismo si la chica no respondía afirmativamente a su insinuación; para Fabricio, ya no había vuelta atrás.

– Está bien – resolvió decir la chica, entonces.

Su padre sintió como si un frio recorriera rápidamente su cuerpo, sólo para ser invadido de nuevo por la tremenda calentura que lo estaba enloqueciendo. No necesitaba ya nada más, su propia hija se lo había pedido y él estaba completamente ansioso. Se desabrochó el pantalón y la camisa, mientras la chica permanecía inmóvil y a la espera, como si tan sólo estuviese esperando la administración de una inyección. Aunque sus enrojecidas mejillas revelaban que su cuerpo estaba perturbado por las nuevas sensaciones que las manos de su padre habían provocado en ella.

Lanzó su camisa lejos, al tiempo que se sacaba los zapatos mete y saca sin agujetas. Tras esto, dejó caer sus pantalones y enseguida hizo lo mismo con sus calzoncillos. Esto dejó libre su endurecida verga, que apuntó directamente al precioso culo que se hallaba enfrente. El ruido hizo que Juliana, curiosa, volteara hacía atrás. Fabricio nunca olvidaría la manera en que los preciosos ojos de su hija parecieron salírsele, al mirar por primera vez la viril y excitada desnudez de su padre.

El rostro de su hija palideció de pronto, y un estremecimiento recorrió su piel. Aquella visión fue una verdadera belleza para su padre, que azotaba suavemente su verga, como mostrándole a su pequeña hija la buena follada que le esperaba. Se le empequeñecieron los ojos, lo que le recordaba a Fabricio los ojos rasgados, casi orientales, que la madre de Juliana tenía.

– Te qui-quitaste la-la ropaa – dijo Juliana, con la voz discontinua por el repentino temor

– ¿Qué esperabas? – dijo Fabricio, con un tono de voz que ya no coincidía con la del cariñoso padre – Esto es tener sexo.

La chica tragó saliva. Tenía una vaga idea de lo que era el sexo, pero la teoría no hacía que verlo en vivo fuera menos imponente.

Fabricio ni siquiera lo sabía, pero su verga estaba muy por arriba del promedio. El grosor hacía juego con los veintiún centímetros de longitud que alcanzaba cuando la fogosidad lo tenía a punto de reventar.

– ¡Bien! – gruñó, a sí mismo, mientras se colocaba detrás de su hija.

Deslizó sus bragas, humedecidas de los jugos de Juliana, hasta hacerlos descender a las rodillas. El ojo del ano de Juliana fue lo primero que llamó su atención, más abajo, unos vellos púbicos en pleno crecimiento y oscuros, estaban salpicados por los líquidos de su hija. Era increíble que un tesoro como aquel estuviese esperándolo todo ese tiempo entre aquellas imponentes nalgas.

Apuntó su verga, pues imaginó que podía penetrar a la muy zorra de una sola tajada, pero entonces un recuerdo lo detuvo: la chica era virgen, era su hija y era virgen.

Tendría que hacerlo lentamente, pensó. Y entonces tomó de la a la chica, con una mano, mientras que con la otra apuntó el glande de su falo.

La punta de su pene sintió los cosquilleos de los vellos púbicos, la completa humedad de los labios vaginales, la resistencia inútil de sus dilatados labios vaginales y el calor del interior de su coño. Avanzaba lentamente, sintiendo cada milímetro de su hija, que entre quejidos y suspiros iba soportando aquellas nuevas sensaciones. Entonces la resistencia del himen detuvo el avance de Fabricio. Sonrió, porque aquella era la primera vez que tenía la oportunidad de desflorar a una chica y, lo mejor, se trataba de su propia hija.

Aguardando la respiración, como si fuese un francotirador en plena zona de guerra, Fabricio apretó los labios en el momento en que embistió de golpe el coño de su hija. Sintió como la delgada membrana se destrozaba al paso de su verga, y el cuerpo de su hija se tensó, teniendo que tranquilizarle con las manos sobre sus caderas. La chica gritó, antes de expirar aliviada por el dolor que se disipaba.

– ¿Qué fue eso? – preguntó la chica

– Nada – dijo él, mientras se acomodaba para seguir penetrando aquella conchita

La chica comenzó a quejarse conforme Fabricio intentaba clavarle la verga hasta el tope, pero el ignoró los lloriqueos, y no paró hasta que las apachurradas nalgas de su hija no le permitieron avanzar ni un centímetro más.

Lo había hecho; tenía su verga completamente clavada en el mojado coño de su hija. De un día a otro su vida había cambiado, y ahora las posibilidades parecían infinitas. Aquello era un milagro inesperado, un verdadero golpe de suerte. Le importaba un bledo cualquier aspecto moral y todo eso, podía follarse a su hija y esta era preciosa.

– ¿Te duele? – preguntó entonces, con la respiración pesada por la emoción

– Poquito – dijo la chica, con una voz tan quedita que Fabricio no pudo evitar recordarla cuando aún era una chicuela

Decidido, comenzó un lento meneo. La chica trataba de acercar sus manos a la zona donde su padre la penetraba, en un intento de detener el dolor que punzaba en su coño. Pero su padre le respondía clavándose sobre ella, provocándole tales sensaciones que la chica volvía a regresar sus manos sobre el respaldo del sofá.

– Tranquila…tranquila – susurró él – Tranquila, perrita.

– ¡Ahhh! – suspiró ella – Papá, duele, duele un poquito.

– Aguanta – exigió él

– Papi, papi, papi – continuaba ella, como si aquella palabra disminuyera un poco el placer.

Pero entonces su dolor comenzó a transformarse en un extraño y desconocido hasta entonces sentimiento de placer. Los ojos de la chica comenzaron a iluminarse conforme los arrebatos de su padre le iban provocando más y más de aquel extraño regodeo. Fabricio sonrió, satisfecho de saberse el primero en mostrarle aquel goce a su hija. Embestía a su hija con fuerza y firmeza, asegurándose de que aquella chica no olvidara quién le había follado primero. Recorrió el cuerpo de su hija, y cerró los ojos en agradecimiento de tener a semejante diosa en sus manos.

– ¡Así! ¡Así zorrita! Mira que culo precioso tienes.

– ¡Papi!

– ¡Eso! Soy tu papi, y tú mi hijita. Y de ahora en adelante te voy a dar tus buenas folladas. ¿Entendido?

– ¡Sssssiiiií!! – fue lo último que pudo alcanzar a decir

– ¡Eso! – continuó él, sin dejar de embestirla – Eso perrita, gime como la zorrita que eres. Gime, perra, gime…

Y cada vez que Fabricio le llamaba “perra”, la chica respondía con un coro de gemidos provocados por las tremendas arremetidas contra su coño.

– Joder, ¡pero qué precioso coño tienes! ¡Me encanta!

Fabricio aumentó la velocidad de sus embestidas; aquello hizo más escandalosos los graves gemidos de su hija. Pero ya le importaba, los gritos de placer de Juliana se estaban convirtiendo en música para sus oídos. Tras aquel arranqué, el agotamiento lo hizo disminuir el ritmo de sus movimientos.

– ¿Te gusta, Juli? – dijo extasiado, Fabricio

La chica recuperó el aliento.

– Si papá – dijo la chica, con el rostro descompuesto por el placer – ¿Por qué no habíamos hecho esto antes?

Fabricio sonrió, lanzando una pequeña risa.

– No lo sé – dijo su padre – Pero estamos corrigiéndolo.

Aceleró de nuevo sus embestidas, provocando nuevos aullidos de placer en su hija. Bajó la mirada, no había imaginado escena más bella en el mundo que la de su verga saliendo y entrando en el coño de Juliana.

Pero sus movimientos habían hecho efecto en él y, con aquella posición, estaba a punto de correrse. Pero no tenía la intensión de parar eso. Aguantó su pasión y sacó su falo de su hija.

– Vamos a mi cuarto – dijo entonces

Subieron, su alterada mente buscaba la forma más excitante de follarse a su hija, y hacerlo en su recamara sin duda le ponía mucho encanto, como si se tratara de una puta de paso.

– Ahora tú serás quien se mueva, ¿de acuerdo?

La chica sonrió, algo nerviosa. Aquella expresión, recordó Fabricio, se parecía a la que la chica había puesto la primera vez que él le dijo que le enseñaría a conducir el auto.

– Creo que lo harás bien, yo te guiaré – la tranquilizó

Se recostó de espaldas en medio de la cama. La llamó para que se acercara. Hizo que la chica se pusiera de rodillas, alrededor de su pelvis, con su erecta verga rozándole el exterior de su coño.

Con la punta de su verga, magreó un poco el exterior del coño de su hija. Juliana se mordió los labios y sonrió. Entonces una idea cruzó su cabeza y se colocó de cuclillas, ante la sorpresa de su padre.

– Así es más cómodo – dijo, sonriente

Entonces ella misma tomó la verga de su padre y la apuntó hacía su coño. Entonces se dejó caer, clavándosela hasta la mitad antes de detenerse con un gritó de dolor.

– ¡Ouch! – dijo

Pero su padre hizo caso omiso, y con un movimiento de caderas terminó por clavarle su verga por completo.

Juliana cerró los ojos, apretándolo para resistir el repentino dolor. Pero entonces su coño reconoció el placer que aquel tronco proveía, y la chica comenzó con unos torpes y lentos saltitos sobre la verga de su padre.

Poco a poco, la chica fue reconociendo los movimientos adecuados de piernas y caderas, y con el tiempo fue generando los movimientos adecuados para satisfacer el deseo de su coño con el tronco de Fabricio.

Sonrió satisfecha cuando se dio cuenta de que había logrado el libro correcto para satisfacer a su ansiosa concha.

– Salta perra – susurraba Fabricio – salta perrita, ¡así, que rico!

Ella sonrió, con una especie de orgullo.

– ¿Qué quiere decir “perra”? – preguntó la chica, sin dejar de saltar sobre la verga de su padre

Fabricio se sorprendió con aquella pregunta, y sólo entonces recordó como el placer de embestir a su hija había debilitado sus modales. No sabía que responderle, pero cada cosa que su hija decía no parecía hacer otra cosa más que endurecerle más y más la verga. Pensó en qué responder, pero ni siquiera a él se le ocurría una definición adecuada.

– Creo que se le dice a una mujer que hace todo lo que un hombre desea – dijo al fin, sin sentirse muy convencido de sus palabras.

La chica detuvo sus movimientos para analizar la respuesta; Fabricio se asomó para disfrutar de la hermosa visión de su verga a medio camino del coño de Juliana.

– ¿Como una esclava? – preguntó

– No porque, una “perra” lo hace porque quiere. Le gusta hacer lo que su hombre desea – Fabricio se impresionó con la naturalidad con la que comenzaba llevar todo aquello

– ¿Eres mi hombre? – preguntó entonces Juliana

La sangre de Fabricio se congeló. Entendió que aquella pregunta era determinante. No se arriesgó.

– Si tú quieres sí – dijo

La chica dejo caer su culo, haciendo que su coño tragara por completo el firme palo de su padre.

– Bueno, entonces yo seré tu perra – resolvió la chica

Fabricio correspondió aquello con movimientos de cadera que sacaban y metían su verga de aquel hermosa concha.

De pronto Juliana rió, como si hubiese recordado algo muy chistoso.

– También me dijiste “zorrita”, ¿es igual?

Su padre asintió con la cabeza, concentrado en lo que su verga estaba sintiendo.

– ¿Y puta?

Fabricio hizo memoria.

– Nunca te dije puta.

La chica se sintió atrapada.

– Bueno, pero así dicen

– ¿Quién dice?

La chica se sintió aún más atrapada, así que puso la típica expresión de cuando estaba a punto de admitir una falta.

– Una vez vi un video, de sexo, y así les decían a las mujeres

– ¿Viste una porno? – preguntó Fabricio

La chica pareció pensar en esa palabra, como si fuera la primera vez que la escuchaba. Pero movió la cabeza afirmativamente.

– Sí – dijo, con la sonrisa dulce de quien espera ser perdonada

Fabricio sonrió.

– El punto es que ahí les decían putas a las mujeres, pero mis maestras dicen que esa palabra es mala.

– Es una grosería – admitió Fabricio – También perra y zorra, son groserías – se le escapó

La mirada de su hija se extrañó.

– Entonces, ¿por qué me las dijiste?

Fabricio detuvo sus movimientos, se enjuagó los labios. Llevó sus manos a las preciosas tetas de su hija, donde apretujó sus pequeños pezones.

– Bueno… es que durante el sexo ya no son groserías.

Aquella respuesta no pareció convencer del todo a la chica, por lo que su padre tuvo que esforzarse más.

– Te ayudan a quitarte el estrés – dijo

– ¿Qué es estrés?

– Bueno, es como un cansancio que se acumula cuando tienes que hacer todo el tiempo lo correcto.

– No entiendo.

– Em, bueno, ¿alguna vez no has tenido ganas de gritarle algo malo a tus maestras?

Juliana rió.

– A la de inglés – admitió

– Bueno, pero no debes decirle groserías. Así que las ganas que tienes de decirle malas palabras las “sacas” gritándolas durante el sexo.

– ¿Pero por que en el sexo?

– Porque es un momento intimo.

La chica meditó, aquello parecía tener sentido. Fabricio ni siquiera estaba convencido de sus propias palabras, pero hablaba en función de que aquello no se desmoronara.

– Creo que tienes razón, pero también el puro sexo es des estresante, ¿no?

– Sí – dijo su padre, hallando una oportunidad en aquella frase.

La chica pareció solventar sus pensamientos.

– Entonces, cuando estés estresado me dices.

– Y tú también – ofreció Fabricio, con una sonrisa enorme

Aquella conversación debió inspirar a la chica, que habiendo aprendido la técnica aumentó el ritmo de sus saltos.

La intensidad de sus propios movimientos hizo que sus gemidos aumentaran hasta el límite, sus agudos gritos inundaban el cuarto, mientras unas gotitas de sudor comenzaban a bajar por su pecho. Las manos de Fabricio se apoderaron de sus tetas, y con sus dedos apretujó los pezones de la chica.

Entonces, tras un coro de descontrolados gemidos, Fabricio sintió los espasmos que empezaban a ocurrir entre las piernas de su chica. Sintió como la nena se corría sobre su verga, y la recibió en sus brazos cuando su cabeza cayó rendida sobre sus pechos.

Lejos de dejarla descansar, Fabricio decidió tomar el control, y de inmediato comenzó a taladras la concha de su hija. Aquello fue algo que la pobre Juliana apenas podía controlar, sentía desmayarse por el excesivo placer que su padre le otorgaba.

– Puta… – le dijo al oído, mientras con sus movimientos embestía su coño

– Sí – dijo ella, como si aquella palabra le gustara

– …puta, puta…

– Siiiiií – dijo ella, mientras sentía como un extraño calor se distribuía en su coño.

Fabricio se corrió en el coño de su hija, sin dejar de susurrarle a su oído su nueva realidad. Sentía las tetas de su hija descansando sobre su pecho. Cuando se detuvo, sintió como el esperma recién vertido escapaba lentamente entre las grietas de su verga y el coño de Juliana.

Juliana se incorporó, un poco, sólo lo suficiente para que sus labios cayeran sobre los de su padre. Y ahí se besaron, mientras la verga de Fabricio perdía lentamente la rigidez dentro del cálido interior de la muchacha.

Así comenzó una nueva vida para ambos. Fabricio llegaba feliz a casa, donde sabía que el suculento cuerpo de su hija lo esperaba para satisfacerlo. Realizaban verdaderas locuras.

Una vez, tras una reunión de padres de familia en la escuela de la chica, Fabricio y Juliana se escabulleron al salón de clases vacio, mientras el resto de los alumnos y sus padres escuchaban los sermones y las quejas de los profesores.

Con los nervios de punta y la excitación a flor de piel, Fabricio buscó la mochila de su hija, la colocó ahí, de pie con las manos temblorosas sobre el respaldo de su asiento. Le alzó la falda escolar a la chica y, haciendo a un lado sus braguitas, insertó su verga en el mojado coño de su hija.

– Cuando estés en clases quiero que recuerdes lo mucho que me gusta follarte, ¿eh putita?

– Si papi – dijo ella, con la respiración agitada – Fóllame duro para que no se me olvide.

La chica gemía, tratando de ahogar sus gritos para no llamar la atención de nadie.

Minutos después, tras una intensa corrida, regresaron tranquilos a la junta, sin que nadie pudiera sospechar que Juliana guardaba en su coño la leche aun caliente de su padre.

Otro día se detuvieron a media carretera, en camino a la casa de su abuela, y follaron en la oscuridad de la noche. La chica vestida con un sencillo y corto vestido floreado, estaba saltando sobre su verga, rodeándolo sobre el asiento del conductor, cuando un par de golpecitos los tomaron desprevenidos.

La chica regresó asustada a su asiento, y el policía tuvo que esperar paciente a que Fabricio se guardara de nuevo su verga y abriera la ventanilla.

– ¿Todo bien? – preguntó el policía, sin poder ocultar una sonrisa pervertida

– Todo bien, oficial – dijo Fabricio, nervioso

El hombre echó un vistazo a las piernas de la chica, manchadas de sus propios jugos.

– No pueden estar haciendo estos actos aquí – dijo entonces – me temo que tendré que invitarlos a la comisaria.

Aquello puso de nervios a Fabricio.

– ¡No!

– ¿No, qué? – le espetó el policía, con un semblante serio

– Perdón – se disculpó Fabricio – Es solo que yo…

– Soy una puta – intervino Juliana

Aquello llamó la atención del policía, que le regaló una sonrisa a la chica.

– ¡Sí! – dijo entonces Fabricio – Pagué y…y realmente soy un hombre desesperado, si en mi trabajo se enteraran.

Su semblante debió parecer lo suficientemente patético, por que el policía llevó su mano al puente de su nariz y suspiró.

– De acuerdo – dijo – Pero, ¡hey! – dijo, dirigiéndose a la chica – ¿tienes algún número? – le preguntó, con un ademan de teléfono

La chica se lo dio, y él lo marcó en su celular ahí mismo. El tono del celular de la chica comenzó a sonar. El policía colgó la llamada y sonrió.

– Nos vemos pronto, putita – se despidió, alejándose de la ventanilla.

Fabricio y su hija arrancaron, entre risas nerviosas.

En casa de la madre de Fabricio, a mitad de la madrugada, Juliana salió a puntillas de su cuarto. Se dirigió sigilosa a la recamara de su padre, donde Fabricio la esperaba. Ella entró, y él se asomó al pasillo vigilando que su madre no se hubiese despertado.

Cerró con seguro, y se deslizó entre la oscuridad, hasta la cama, donde las tetas desnudas de su hija esperaban a sus labios y a sus dientes.

Follaron cuidadosamente, con el chirrido nervioso de la cama amenazando con despertar a la anciana. Terminó corriéndose en el coño de su hija, con una apasionada lentitud. Juliana besaba la frente de su padre y olía extasiada su cabello sudoroso mientras su coño se pasmaba al momento de recibir la leche de Fabricio.

Despertaron temprano, casi al mismo tiempo, con unas ganas locas de repetir lo sucedió en la noche. Juliana se abalanzó sobre su padre, quien ya tenía su verga lista para penetrar a la chica.

Entonces, mientras su hija cabalgaba sobre sus caderas, una idea cruzó por su mente.

Hizo que la chica se colocara de rodillas sobre un pequeño sofá, como la primera vez que la había penetrado.

Entró al baño y salió con una pequeña botellita de crema humectante.

– ¿Me dolerá? – preguntó, como si aquella fuera su única y ultima duda al respecto

– Un poquito – admitió él

Untó lo más posible aquel cerrado ojete, metiendo delicadamente un dedo para preparar el interior. Él también se engrasó el tronco de su verga, y puso especial énfasis en su esfínter. Se preguntó si Juliana estaría preparada para aquello, pero le parecía que era una chica tan nalgona que le pareció una situación para la que estaba hecha.

– Con cuidadito – pidió Juliana, mientras sentía la cabeza de su padre pujando contra su arrugado culo.

Fabricio no respondió, completamente concentrado en su esfínter desapareciendo a través del apretado pliegue.

– ¡Uyyy! – suspiró la chica – Cuidado papi.

Fabricio acarició cariñosamente los glúteos de la chica, tranquilizándola como si se tratara de una yegua. Siguió penetrándola, veía cómo la chica apretaba en sus puños la tela del sofá, pero ello no lo detuvo en su avance.

– Joder, papiiiiiii – insistió la chica, mientras la verga de su padre recorría los últimos centímetros

Entonces el sonido de una puerta abriéndose en el pasillo les recordó que no estaban solos. Juliana convirtió sus gemidos en respiraciones agitadas, mientras escuchaba lentos pasos bajando las escaleras.

– No pasa nada – la tranquilizó Fabricio, sin dejar de bombearle el orto – No pasa nada perrita.

Ella se entregó de nuevo, estudiaba la estructura del tronco de su padre atravesando su apretado esfínter, mientras se acostumbraba a la extraña convinación de dolor y exagerado placer que aquello provocaba.

Se esforzaba por mantener en voz baja sus gemidos y en la recamara se escuchaban más las respiraciones agitadas de su padre. Entonces él disminuyó el ritmo de las embestidas, y se inclinó para susurrarle al oído:

– ¿Te gusta, mi perrita?

– Sí – admitió la chica

– ¿Qué sientes?

La chica pareció meditar divertida su respuesta.

– Tendremos que hacerlo más seguido, para poderte dar mi opinión.

– Eso me gusta, zorrita – dijo él

– ¿A ti te gusta?

– Mucho.

– ¿Por qué?

– Me gusta como tu culito aprieta mi verga.

Ella sonrió, estaba a punto de decir algo.

Fue entonces cuando un par de golpes secos chocaron contra la puerta.

– ¿Fabricio?

Juliana giró a ver a su padre, abriendo la boca y ahogando sus ganas de reírse. Él estuvo a punto de salir corriendo de ahí, pero con su verga bien enterrada en el culo de su hija aquello no era factible. Trató de mantener la calma, y enseguida respondió.

– ¿Qué pasa mamá?

– Bueno – dijo – que no he visto a Juli, no está en su cuarto.

– ¿No? – preguntó, en un pésimo tono de sorpresa

– Ya la busqué por toda la casa.

– Bueno, debió haber salido a correr – le dijo, mostrándose despreocupado

– ¿Corre la niña?

– Para mantener la figura, dice ella – dijo, al tiempo que sus manos apretaban juguetonamente las tetas de la chica – ya sabes cómo son las chicas de hoy – Juliana giró la vista y le lanzó una divertida mirada acusadora

– ¡Ahhhh! – la confundida voz de la vieja pareció aceptar aquello como un argumento bastante valido – Bueno, es que quería que me ayudara en la cocina.

– Bueno – le ofreció – puedo marcarle para que regrese pronto.

– ¡No, no! – insistió entonces – Déjala, es que yo no sabía que corría, déjala.

– Vale – dijo Fabricio, esperando que se retirara

Pero seguía ahí, podían ver su sombra bajo el umbral de la puerta.

– ¿Estas ocupado?

– ¿Eh?

– Que si estás ocupado.

– ¡Ah! – se estaba desesperando, su verga perdía rigidez aún dentro del cálido recto de Juliana, ella también comenzaba a aburrirse – Bueno, mamá, cosas de hombres. También nos ponemos guapos.

Esperó que aquella respuesta fuera lo suficientemente extraña para mi madre.

– ¡Ay!, bueno, no me des más detalles. Sólo apúrale para el desayuno.

Por fin se retiró.

Regresó hacía su hija, pensó en que quizás era mejor dejar aquello por el momento. Pero sus intenciones fracasaron, miró la espalda de su hija, recorrió las pecas de su blanca espalda; sentía el ojete de la chica contrayéndose y dilatándose, como si estuviese respirando. Aquello fue suficiente para que su tronco se ensanchara entre aquellas paredes. Juliana lo invitó a continuar, con una mirada morbosa a la que él respondió de inmediato.

Las embestidas reiniciaron. Juliana sentía el éxtasis entrar y salir por su culo. Sentía que su coño se hacía agua, y se preguntaba cuantas veces se había corrido ya sin haberse dado cuenta siquiera.

No podía gritar, pero que ganas sentía. Su padre le estaba machacando el orto y ella convertía todo ese placer en gritos ahogados. Sus piernas se debilitaron, y su recto comenzó a vibrar lentamente, en espasmos que contraían y dilataban desordenadamente su esfínter. Sintió la inconfundible leche de su padre fluyendo sobre las lisas paredes de su culo. Aquel calor familiar la elevó al cielo, y por un momento sintió que flotaba, y que la verga de su padre no era más que un fuego instalado en lo más sensible de su ser.

FIN

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Relato erótico:”MI DON: Ana – Romance y el fin de semana 2/2 (25)” (POR SAULILLO77)

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cuñada portada3————————————–

2º parte del relato.

Sin títuloMe fui a comer algo y ante su tardanza, me volví a la habitación para preparar la tarde, le había comprado un colgante, un collar hecho con plata de ley, en forma de delfines azules, le encantaban aquellos animales, y mas de una vez la había visto con bisutería de ese tipo, collares que no eran muy amplios ni grandes, si no finos y poco llamativos, que apenas le pasarían por la cabeza sin desabrochárselos, gargantillas me enseñó que se llamaban, sabia poco o nada de esas cosas, era su regalo de cumpleaños, que había medio fingido olvidar, o mas bien la dejé pensar que mi regalo era la escapada a la sierra, que aun siendo cara, su presente era aquella joya que me valió mas de 300€, un precio que a mi me parecía mucho hasta que vi en la tienda donde lo compré algunos de 1.000€ o 2.000€, muy ostentosos y llamativos, cosas que no pegaban con Ana. Me preocupé de dejar un camino de pétalos por el suelo hasta la cama, una fondue de chocolate, como en Navidades, y champan frío, ensayaba vestido o desnudo, tumbado en la cama o de pie, no sabia como hacerlo, se me pasó por la cabeza hasta quedarme en pelotas de pie delante de la puerta con la gargantilla colgada de mi polla, pero me pareció excesivo hasta para mi, estaba tardando mucho Ana en volver a la habitación, habían pasado ya casi 3 horas desde que la dejé en las duchas, la mandé un mensaje preocupado, me respondió con una carita sonriente, “te tengo una sorpresa preparada”. Me ilusionó más que un niño al ver regalos en reyes, y no ayudó a mi eterna falta de paciencia, me resolví por esperarla vestido sentado en un sillón giratorio, de espaldas junto a la puerta, como un malo de película, al entrar me daría la vuelta, se me hizo infinita la espera hasta que sonó la puerta, me fui girando lentamente.

-YO: pase, amada mía – me recosté al ver la puerta abrirse, observando a la señora de la limpieza con el carrito y los cascos de música puestos, mirando sorprendida – perdone, estaba esperando a mi novia, ya recogerá mas tarde ande, fuera, rápido que esta al caer – me levanté y la cerré la puerta en las narices dándome cuenta de cómo miraba la habitación, estaba preciosa con velas y demás, pero seria un horror limpiarla.

Me volví a sentar de espaldas rápidamente, con el regalo en un mano debajo de un cojín que acariciaba como mi malvada mascota, esperando su llegada, pasados unos minutos, volvió a sonar la puerta.

-YO: pase, amada mía – me recosté girándome lentamente para esta vez si encontrarme a Ana abriendo la puerta sorprendida.

-ANA. ¿Como sabias que era yo?

-YO. Intuición y perspicacia, mi señora – que se lo digan a la de la limpieza……

-ANA: ¿pero que has hecho aquí?- dejando una bolsa en el suelo de la entrada, miraba anonadada la habitación, a media luz por las velas y la chimenea, con incienso encendido dando un aroma a vainilla y el suelo lleno de pétalos, hasta que observó la fondue, y se llevó las manos a la cara riendo de la sorpresa, saliendo corriendo con su cuerpo tapado por un enorme abrigo hasta ella, haciendo sonar el suelo con unos tacones altos, no acostumbraba a llevarlos -¡¡¿me has preparado todo esto para mi?!!- se agachó sobre el chocolate sacando un poco con una de las cucharas, y probándolo con cuidado de no mancharse el pelo.- ¡¡ummmmmmmmmmmmmmm, DIOS!!, esta buenísimo, mira prueba….- me ofreció con la cuchara, me acerqué probándolo pero clavando mi mirada en ella, estaba espectacular, no era ningún fan de la moda pero si noté como se había alisado el pelo y se había hecho un pequeño recogido que le favorecía mucho, y se había puesto algo mas de maquillaje de lo habitual, resaltando su preciosa cara y con un ahumado en el contorno de los ojos que provocaría algún infarto.

-YO: sabe mejor cuando lo echas encima de una bella mujer- aludí a las Navidades donde me comí su cuerpo bañado en cacao líquido.

-ANA: pues esta vez no, que me vas a chafar la sorpresa jajajaja- me rodeó con sus brazos el cuello dejándome probar de sus labios el chocolate y su ligero pinta labios rojo fuego.

-YO: ¿y cual es?- la rodeé ahora yo con mis brazos por su cintura, admirando de cerca la espectacular visión de su precioso rostro arreglado, sin duda había pasado por la peluquera del vestíbulo, y aunque no lo necesitaba para estar preciosa, iba un paso mas allá.

-ANA: ¿me da un poco de vergüenza, me prometes que no te rieras de mi?

-YO: jamas, no pienso prometer a nadie que no me reiré, te prometo que no seré malo contigo. – me miró con cierto enfado por mis palabras, pero me conocía para saber que bromeaba en parte, era virtualmente incapaz de callarme una risa si algo me parecía gracioso.

-ANA: ¿ah si………..? Pues ahora no te lo enseño……- se hacia al dura mientras se relamía el regusto del chocolate en la cuchara, dándome con ella luego en los labios, parando mi búsqueda de los suyos.

-YO: venga no seas cruel conmigo, quiero mi sorpresa, o si no, yo no te daré la tuya.- le dejé ver la caja de terciopelo donde estaba la gargantilla, escondiéndosela por detrás de su cintura o detrás de mi – sus ojos se abrieron por ver el regalo, no lo esperaba realmente, y se retorcía buscando, y jugando frotándose contra mi para cogerlo, cuando lo puse a mi espalda mi corpulencia se lo impedía – no, aquí si no hay sorpresas, no hay para nadie, es una pena………, tendré que devolverlo….con lo bonito……….. y lo caro que es……….- mi tono era de evidente manipulación, jugando con ella, su candidez era tal que hasta se puso de morritos, como cuando a un crío el quitas su juguete.

-ANA: jo, esta bien, pero yo quiero la mía, si no te gusta mi sorpresa la puedo cambiar, – se reafirmo.

-YO: este bien, tu 1º, así no me engañas.

-ANA: vale, siéntate en la cama y cierra los ojos – se uso seria, pasó su lengua por los labios recogiendo cualquier rastro de chocolate, girándome y sentándome, se fue a por la bolsa de la entrada y sacó un cinta de tela, parecía seda, me ató los ojos con ella y se aseguró de que no viera nada, toda ilusionada, amagando con su mano cerca de mi cara, podía notar el aire al desplazarse y dándome un suave beso que me sorprendió, la oí alejarse con su taconeo, intuía como se movía por la habitación y se colocaba enfrente de la chimenea, haciendo algo de ruido que no adiviné – ya esta, puedes mirar.

-YO: ¿seguro?

-ANA: si bobo, y recuerda no ser malo, por fi.- le temblaba un poco la voz.

Poco a poco, deleitándome con la situación me quité la venda con los ojos cerrados, abriéndolos de golpe, mis ojos tardaron unos segundos en acostumbrarse de nuevo a la luz tan tenue de la habitación, hasta que ajusté, y lo que vi casi me revienta los pantalones de la erección que tuve. Allí estaba Ana de pie, como sospechaba, enfrente de la chimenea, con el fuego a su espalda dándole mas fuerza y vigor a la imagen y a su contorno, como había visto, el pelo liso y arreglado, con ese peinado que le despejaba la cara y le dejaba el cuello a la vista, pero que caía por sus hombros, igual que su cara y sus tacones, iba perfecta, peor el abrigo escondía mi regalo, un vestido negro de fiesta, ajustado al milímetro al cuerpo de Ana, que se pavoneaba y se daba la vuelta pidiendo opinión, la mía fue babear, si, me encantaba exteriorizar mis sentimientos, pero aquello me salió solo, abrí la boca tanto que me goteo la saliva, y no era para menos.

El vestido podía ser mejor o peor pero el cuerpo de Ana lo hacia perfecto, y no hablo de un descripción vaga, si no de algo hecho por Miguel Angel, la belleza en su estado mas puro, ese punto en el que no se podía añadir ni modificar nada mas, con la espalda al aire por completo, habiendo una gran V desde sus hombros, con 2 ligeros tirantes, hasta la corva, dejando ver esos hoyuelos que se le forman a algunas en la zona de los riñones, casi adivinando el inicio de sus nalgas, por delante era peor, o mejor según se mire, esos 2 tirantes hacían otra V mas comedida, hasta su ombligo, con el pico de la V algo abombado, dejando ver su amplio escote sin sujetador, viendo claramente gran parte de sus senos, pero en ese punto entre la sensual y lo obsceno, esa delgada línea deliciosa. El resto del vestido se ajustaba a su cintura y piernas hasta que a medio muslo por uno de sus lados empezaba a decrecer, terminando en una pierna casi en el tobillo y en la otra muy por encima del muslo, dejando ver parte de su pelvis, otra V ahora invertida, con sus piernas cubiertas por unas suaves medias que me constó reconocer, puesto que no alteraban su tono de piel, con todo el borde de las V , tanto de espalda, escote y piernas, recorrido por una fina línea plateada y brillante. Mi cara debía de ser la de un quinceañero al ver su 1º teta, viendo con placer como al girarse el vuelo del vestido con el fuego de fondo la hacían parecer la mujer mas bella del plantea, y para mi lo era, y supongo que para el 100% de los hombre que la hubieran visto, con todo lo que había follado y visto, con todas las mueres desnudas o medio desnudas o incluso viendo a Eli en aquella fiesta, sin duda aquella Granadina de 19 años recién cumplidos era la visión mas hermosa que jamas había contemplado. Mi mirada debió de confundirla.

-ANA: ¿lo ves?, ya savia yo que era demasiado atrevido, ¿a que me queda mal? Parezco una fulana, demasiado descocado ¿verdad?- me miraba después de repasar su cuerpo, esperando una respuesta, no la hubo de mi parte, estaba aun deleitándome con aquella visión divina.- ¿Raúl?, ¿que pasa? ¿No te gusta verdad?- esta vez si reaccioné al notar desesperación en su voz, como yo era, sacudiendo la cabeza y quitándome aquella gota de saliva de mi barbilla.

-YO: ¿que qué?

-ANA: ainsss no hagas el tonto, dime la verdad, se que puedo confiar en ti, ¿este vestido no te gusta verdad? ¿Es demasiado atrevido?

-YO. Re-formula la pregunta, ¿que si es atrevido, o descocado? Si, y posiblemente otras mujeres, envidiosas, lo piensen y comenten, ¿pero que si me gusta o te queda mal? Me cago el la puta de oros, no hay en la faz se la tierra una mujer mas bella que tu ahora mismo, no hay palabras ni idiomas suficientes para describir lo hermosa que estas.- mis palabras me negaron, su cara se iluminó dándola aun mas belleza, dando ligeros saltos de alegría y una vez dada mi opinión, encantada con como le quedaba, ajustándose la tela del escote – pero pese a lo que diga nadie, incluso yo, a quien le debe de gustar, antes que a nadie, es a ti.- estaba demasiado acelerada para darse cuenta de eso, me levanté con la polla reventando en los slips, hacia mucho que una mujer no me provocaba una erección así sin siquiera tocarme, me acerqué a ella ofreciéndole mi mano para sujetarse, tanto pétalo y sus tacones no eran buena combinación, trato de andar hacia mi pero no controlaba bien esos zapatos, lo que la dio un punto de ingenuidad e inocencia en la sonrisa que volvieron a subir el nivel de su belleza a mi ojos.

-ANA: lo se, pero nunca he tenido un vestido así de……..

-YO: bonito, es irrelevante lo que piensen los demás, tu dime si te gusta a ti.- la miré a los ojos transmitiendo seguridad.

-ANA: pues, la verdad, cada vez que me veo, me siento mas segura, es que me queda de escándalo, pero es…… demasiado, no se, me da apuro.

-YO: a quien dará apuro es a las demás mujeres, se morirán de envidia ante ti y los hombres querrán matarse por ser yo y estar a tu lado.- sin llegar a abrazarla, la rodeaba con mis brazos.

-ANA: ¿de verdad?, muchas gracias, pero no se, no me gusta ser el centro de atención, ya lo sabes.- recordé una frase de una película, la ayudé a ponerse enfrente de un gran espejo y que se mirara delante de el.

-YO: y que pueden hacer las estrellas, si no brillar, son estrellas, no deciden si sobresalen del resto, simplemente lo hacen.- la cogí de la nuca, apartando su pelo, y acercando mis labios a su cuello, con un beso de cariño y amor, con su punto de sensualidad, queriendo convencerla.

-ANA: jo, que cosas mas bonitas me dices, al final me vas a terminar enamorando- reía ante su ironía, en ese lapso cruzamos miradas, ella recordó su regalo- oye, ¡¡¿y mi sorpresa?!!!

-YO: es verdad pero ahora que te veo así en el espejo, espérate.

Me fui a por el estuche de terciopelo que se me había olvidado ante semejante belleza abrumadora, y al ver la cinta se me ocurrió la misma idea, volví con Ana que sonreía nerviosa, le puse la cinta en los ojos y ataqué sus labios con los míos para asegurar que no veía, con algo mas de pasión de lo que lo había hecho ella, sonriendo nerviosa, saqué la joya del estuche y con mucho cuidado la pedí que se apartara el pelo del cuello, lo hice y rodeándola con mis manos la coloqué la gargantilla, resistiéndose el diminuto cierre a mis gruesos dedos, supongo que ya sabia que era un collar, pero aun así temblaba de nervios ante mi tardanza, al fin se lo puse y lo retoqué dejándoselo como me pareció mas bonito, me abstraje unos segundos mirándola a ella, dios, era un ángel, casi echo a llorar, sabéis esa sensación de que te pinza la nariz o el temblar en la barbilla antes de llorar, pues algo así, pero no había tristeza, no era desconsuelo, era felicidad, no creerme lo afortunado que era, ese nivel de saber que mi vida era grotescamente mejor al resto, hasta el punto de ser injusto. Ana me devolvió a la tierra.

-ANA: ¿ya puedo mirar? –preguntó casi rogando.

-YO: si, puedes.

Se quitó la venda fugazmente para observar su reflejo, su cara fue aumentando su sorpresa al verse, igual que su mano subió hasta su cuello palpando la gargantilla, intercalando miradas al reflejo y a mi, con una sonrisa tan amplia que era imposible serlo mas, se acercó al espejo ya que la anchura no la dejaba verlo bien en su cuello, admirándolo de cerca.

-ANA: que preciosidad, ¿que son?…. ¿Delfines?

-YO: si, me gustó en cuanto lo vi, me recordó a ti, simple, sencillo y discreto, pero arrebatadamente bello.- me puse a su espalda, acariciándola con mis manos en la cintura.- ¿te gusta?, si no tengo el ticket si no…- se dio al vuelta de golpe sin controlar mucho su cuerpo debido a los tacones y me agarró la cara mirándome con aquellos ojazos que me volvían loco.

-ANA: me encanta, no piensos quitármelo jamas, será mi anillo de compromiso, mi signo de amor haca ti.- su mirada irradiaba la misma felicidad exacerbada que la mía.

-YO: no exageres, no puedes ir con ello siempre, o si, vamos no se como va la moda ahora, lo que tu quieras, o si la plata se estropea en la ducha….- me miró aun mas sorprendida.

-ANA: ¿es de palta? Entonces es caro….

YO un poco, pero nada que no te merezcas.

-ANA: si es buena no pasa nada, y me encantará llevarlo- sonrío dando un salto para besarme tibiamente, mientras sus dedos jugueteaban con su regalo.

-YO: dios, mírate, pareces una actriz famosa rompiendo la portadas de las revistas en una fiesta, llevándose los titulares, no me creo lo feliz que me haces y lo guapa que eres, podría pasarme el resto de mi vida contemplándote.

-ANA: jajajjaja ya claro, anda que no sabes tu como adular.- se contoneaba delante mía relamiéndose esos labios rojos mientras podía notar como su temperatura subía al notar mi polla en su vientre, estabamos tan pegados que mi erección no podía ser pasada por alto.

-YO: es posible, pero que quiera sonrojarte no cambia que mis palabras sean ciertas, ¿y si lo comprobamos?- su cara se giró curiosa.

-ANA: ¿como?

-YO: bueno, antes de irnos, ¿sabes que había una boda en el hotel?, supongo que habrá bailes, los he estado oyendo en el restaurante, podríamos pasarnos….

-ANA: colarnos más bien, jajja que dices, si no vamos arreglados para una boda….

-YO: ¿perdona?- la cogí de una mano y la hice darse una vuelta sobre si misma dejándola de nuevo cara al espejo conmigo detrás.- tu estas para romper la boda enamorando al novio, es un peligro llevarte así de preciosa.

-ANA: jajja vale, pero ¿y tu?

-YO: dame 10 minutos, una ducha rápida, me pongo un traje que tengo y bajamos a bailar un rato, ¿te apetece?- dudaba con la mirada picara, pero verse en el espejo era mucho más tentador, quería comprobar si ese efecto era general, sentirse el centro por 1º vez.

-ANA: vale, pero no tardes.- la di un sonoro y juguetón beso en el cuello, haciéndola cosquillas con mi barba de 3 días.

Salí disparado a la maleta, por algún motivo había llevado el traje de Eric, y me vendría de perlas, me metí en la ducha y en 15 minutos ya estaba listo, debe ser odioso para una mujer ver como un tío en 10 minutos esta listo y a ellas les llevaba horas, ducha rápida, repaso jabonoso a zonas importantes, champú, secarse, echarse 4 gotas de gomina para mantener el pelo despeinado con el efecto mojado, ponerme el traje y un poco de colonia, fin, hubiera tardado menos si no me hubiera tenido que hacer una paja descomunalmente rápida en la ducha, o iría con la barrera bajada todo el tiempo. Al salir del baño Ana me miró perdonándome la vida, mientras la pillé atacando la fondue.

-YO: ¿que? ¿Como estoy?

-ANA: que carbón, dais asco los tíos, estas perfecto, y yo me he tirado casi 3 horas de tiendas y en la peluquería, dios como os envidio.- me fui contoneándome de forma sexi y graciosa hasta ella – aunque ahora de cerca el traje te queda un poco estrecho, ¿es a medida?

-YO: si, y la verdad es que yo también lo he notado, hacia tiempo que no me lo ponía, y desde la ultima vez he ganado algo de masa muscular, tendré que llevarlo a que lo arreglen – me ajuste un poco del pecho, era de donde mas me tiraba, pero al abrir la chaqueta quedaba a perfecto.

Me cuadré en la puerta después de coger el móvil y la cartera, ofreciéndole mi brazo a Ana, que se repasó sus labios con un dedo de forma sensual, por si tenia cacao, cogió un bolso de la bolsa, uno que aun no había visto, metió sus cosas y agarrándose con una mano el vuelo del vestido, me cogió del brazo, mas que para ir de parejita, por que realmente necesitaba apoyo, no era al 1º vez que usaba tacones pero si la 1º que la veía con unos tan grandes. Nos hicimos un par de fotos con algo más de luz y bajamos riendo los 2 y sonrojándose ella, al ver como alguno por el pasillo la miraba, era inevitable. En el ascensor su vergüenza aumentaba.

-ANA: ¿y si no podemos pasar?

-YO: es un baile de una boda, no el banco de España.

-ANA: ¿y si nos pillan? ¿O nos preguntan?

-YO: ningún hombre te cuestionara que haces allí, y si alguna mujer te pregunta di que eres el +1 de una miga de Maite.

-ANA: ¿y quien es Maite?

-YO: la que se casa, mira el cartel – señalé una hoja pegada en el ascensor, anunciando al boda- ¿ves? Maite y Pedro.

-ANA: jo, que nervios, y si…. – la cogí de los brazos clavando nuestras miradas.

-YO: tú tranquila, no va pasar nada, tú déjame hablar a mí, tú solo ve con la cabeza alta, y haz como si conoces a todos, saluda. – se agarraba a mi brazo queriéndose inventar tela para cubrirse el escote ante todo

Según salimos al vestíbulo con bastante ajetreo, se notó un silencio momentáneo, como si se parara el tiempo, los ojos de todos se clavaron en nosotros y mas aun en ella, apretó sus manos en mi brazo, pero mi seguridad al andar era incontestable, llegamos a la puerta del salón del baile, con un armario en la entrada con forma de ser humano.

-YO: si, hola buenas, disculpe, queríamos volver a entrar, verá, he tenido que salir un momento con mi …..acompañante. – hice indicaciones hacia Ana, que se metió en el papel con la cabeza erguida y saludando a un hombre dentro, a través de la puerta, este anonadado le devolvió el saludo, solo por cortesía, a aquella bella joven, pero el armario aquel entendió como aceptación y al ver a Ana entendió mi necesidad de salir de la fiesta con ella.

Noté como al pasar se la comía con los ojos, pero es que lo hacían todos, al entrar Ana le dio las gracias a aquel desconocido que la devolvió el saludo, el hombre no entendió el porque, pero sonrió, y nos paseamos por la pista hasta llegar al bar, allí nos pedimos algo de beber, Ana necesitaba templar los nervios con una copa, yo con mis refrescos y mi poca o nula vergüenza, iba sobrado. Aun así Ana estaba abrumada, era exagerado, pero en el fondo normal, la atención que suscitaba, pese a la luz algo baja, se podía ver casi puntos brillantes en la oscuridad de la mesa clavándose en ella, como lobos en la noche, alguna otra mirada femenina se fue a por mi, pero estaba muy centrado en Ana como para darlas importancia, seria el mayor retrasado de la historia fijarme en otras teniendo a la mujer a la que estaban envidiando todos, a mi lado.

-YO: bueno, ¿que tal?

-ANA: dios, me muero de vergüenza, me miran todos, pero no disimuladamente, como en el metro o la Universidad, es que me comen con la mirada.- se quería cubrir conmigo, pero eso regalaba la visión de su esculpida espalda al resto.

-YO: jajaja es que es lo normal, mira a aquella mesa de solteronas, todas cotilleando con sus ojos clavados en ti, ¿notas la envidia? ¿Ese cuchillo candente que te quieren clavar en la espalda ahora mismo?

-ANA: joder, pobres, es como si les hubiera quitado toda esperanza de ligar hoy, mira, si hay un chico que estaba con ellas que se la levantado y esta ahí, de pie, mirando.- le dio un gran sorbo a su copa, sus mejillas estaban tan rojas que no hacían mas que denotar su belleza natural.

-YO: pues si, vamos a dejar claro que tenemos pareja y estamos bien, para que vuelvan a sus cosas, ¿vamos a bailar?- me miró levantado su cabeza, casi estaba escondida entre la barra del bar y yo.

-ANA: ¿que dices? ¡¡¡¿Estas loco?!!!

-YO: venga, será divertido, tu olvídate de ellos, solo estamos tu y yo, quiero disfrutar de mi novia bailando.- me separé de ella dejándola medio colgada, extendiendo mi brazo para que me cogiera la mano para arrastrarla a la pista, mirándola fijamente a los ojos, retándola, mientras ella se reía y se tapaba la cara con la mano y así el escote con el brazo.

-ANA: esta loco…..- con mas pudor que determinación me dio la mano, respondí con un pequeño tirón que la obligo a moverse velozmente hasta mi y allí la di un vuelta de baile dejando que todos admiraran a mi acompañante, y su espectacular vestido.

Luego la pegué a mi y nos fuimos a la pista de baile, era obsceno la atención que suscitábamos, bueno, que ella suscitaba, por donde andábamos se apartaba la gente y al entrar en la pista nos dejaron nuestro propio hueco, la cogí las copas y las dejé en una mesa, luego volví rápidamente a los brazos de Ana que prácticamente era una estatua paralizada por la vergüenza, reclamaba mi vuelta con sus brazos, a los que acudí encantado, cogiendo la postura de baile para un clásico, (debido a mi obesidad infantil ya os he dicho que mi madre me apuntaba a todo tipo de clases extra escolares, natación, karate, judo, fútbol, baloncesto…..una de tanta fue danza, y allí aprendí a moverme correctamente en diferentes bailes, de hecho hasta pienso que cierta habilidad en el ritmo al follar que tengo se lo debo a aquella profesora vieja, gorda y que fumaba, pero que me hacia repetir 10000 veces cada paso, eso, y mi experiencia con Eli, me dieron las nociones para saber bailar, y no hacer el tonto o solo restregarme como hacen muchos hoy en día.), ella que ya me conocía respondió tomando la postura y comenzando a movernos, con pasos amplios y lentos, con nuestros ojos clavados en los del otro, ella podía notar mi seguridad pero también que aquella situación me encantaba, con una sonrisa boba, mientras a ella le daba pavor ser el centro de atención, era cuando mejor me encontraba yo, dicen que en el amor no tienes que buscar a alguien igual que tu, si no a alguien que te compete, y eso hacíamos, nos deslizábamos por la pista mientras Ana se iba olvidando del resto y solo gozaba con el baile y con el momento, sus giros y movimientos fueron adquiriendo ritmo, ya se daba la vuelta y formaba giros y posturas, mis fuertes brazos la ayudaban y acompañaban. Para mi seguía siendo evidente como la desudaban con la mirada pero para ella fue algo que dejó atrás, se centró en mi y en lo bien que estabamos pasando, las canciones iban pasando y los estilos, canciones y dj de bodas, pasan del viva España de Manolo Escobar al ultimo hit latino, poco a poco ella me seguía el ritmo y hacíamos tonterías y movimientos super conocidos de los bailes mas típicos, sacándola una sonrisa continua cuando me veía liderar los bailes que el resto de la pista seguía, era mi mayor regalo, verla reír y ser feliz, ademas que en el momento de las sevillanas, ella sacó su raza andaluza, de Granada, e hizo lo mismo, arrancándose por bulerias, sabia moverse, eso sin duda, luego tocó una lenta en la que nos pegamos para descansar y darnos algún que otro beso esporádico.

-ANA: no se como lo haces.

-YO: ¿el que?

-ANA: ser así, como eres, nunca me atrevería.

-YO: ¿por que lo dices? Si acabas de iniciar el movimiento sevillanas jajajaja

-ANA: pero es por ti, por que haces sentir cómoda en situaciones que no lo son, no se, como lo de la sorpresa del masaje, la gargantilla, colarte en un boda, hacer todo lo que hiciste para el piso, y luego abandonarlo todo, a hacer reír a los demás a toda cosa, a ser quien se lleve las miradas pero para hacer reír, no por vanidad, a reírte de ti mismo el 1º y de los demás, a ser tan abierto y sincero que contagias, es algo que me confunde y me gusta.

-YO: vaya, no sabia que hiciera tantas cosas….normalmente solo hago el tonto, y los tontos hacen tonterías.

-ANA: ya, eso puede parecer al resto o a quien no te conozca bien, pero piensas mas en los demás de lo que te gusta admitir, vas de duro y de bruto y eres el mejor hombre que he conocido, amable, cariñoso, tierno y romántico.- me dejó sin palabras, aunque quisiera negarlo, era cierto, eso podía cambiar si en vez de recibirla vestido lo hubiera hecho desnudo con el colgante en mi polla como se me pasó, no lo se, supongo que elegir otra opción a esa, pero que se me ocurrieran, era a lo que se refería.

-YO: supongo que eres quien mejor me conoce últimamente, no soy quien para negarlo, solo se que soy como soy, y me gusta serlo, es mas divertido, y simplemente dio gracias a dios por encontrar a alguien como tu en mi vida.

Se hizo un leve silencio entre los 2, las palabras eran sinceras y sentidas por lo tanto no había nada que añadir, continuamos con nuestros bailes, acercándonos a la mesa con las copas de vez en cuando, viendo como algún mirón se pasaba de la raya al asomarse al escote de Ana, que estaba tan acelerada y acalorada por los movimientos que no se daba cuenta del efecto de su canalillo brillante en los demás. Lo mejor de la noche llegó al sonar una canción de hacia unos años, una canción que nos era muy familiar, en la visita aquella que de crío hice a Granada, donde conocí e hice migas con Ana con casi 12 años, hubo una canción, mas bien una película, Grease, que sonaba a todas horas y los críos imitábamos el baile final de la película para los padres, según sonaron los primeros acordes Ana y yo nos miramos, ella por que quería saber si me acordaba, pero yo por que mi cabeza me devolvió a los 12 años, la cogí de la mano según el resto adivinaba la canción, de hecho mas de una pareja quiso amagar con empezar el baile, pero era demasiada vergüenza, incluso cuando arrastré a Ana a la pista, roja de vergüenza al entender mi intención de comenzar a bailar como en la película, ella se resistía, le podía sobre manera, pero a mi me dio igual, me arranqué con la parte del chico, cantando y bailando clavando el play back, tirando la chaqueta al suelo e imitando a la perfección la famosa película, sin saber si quiera si Ana me seguía, me di al vuelta esperando verla , ya había llamado la atención de todos y me había dejado casi solo en la pista, pero no era Ana quien tenia delante, me encontré a la novia clavando la parte de la mujer, con Ana de fondo partiéndose de risa al verme, la novia me miraba para que la diera el paso, comenzaba la parte juntos y no corto ni perezoso me fui a por ella, bailando juntos y pasando entre las mesas y al barra del bar como en la atracción de la película, la novia iba algo borracha, supongo que por eso se atrevió, la situación se me fue de las manos, o no y era lo que buscaba, había gente que nos hacia los coros y nos seguía bailoteando como en la película, el resto aplaudía y cantaba partiéndose, yo era el barco rompehielos y el resto me seguía, según me acercaba a una mujer seguía donde la anterior lo había dejado, la novia fue apartada de aquel desenfreno, o no me pudo seguir, me dio igual, iba rebotando por toda la sala agarrando hasta algún hombre en vez de a una mujer, o hasta al cámara de la boda, fue de esos momento de los que hablaba Ana, ese momento en que yo me desataba, podía coger un grupo de gente normal y a través de mi ridículo sacarles a todos de sus encasilladas vidas por unos instantes, el “que dirán” no fue algo que me preocupara nunca, ni antes ni después de la operación. Llegó al parte final a la que me fui a la pista, y no se si fueron celos o que se vio arrastrada por la tsunami que acaba de montar en la fiesta, Ana apareció de la nada liderando conmigo una clase de baile que el resto de parejas se habían animado a seguir detrás, Ana se acordaba perfectamente de aquellas tardes en Granada y de cómo lo ensañamos para nuestros padres, las partes juntos o separados, hasta que iba terminar la canción, en la película no recuerdo bien como lo hacían, pero Ana y yo lo ensañamos para que ella saliera corriendo hacia mi y yo la elevara por los aires con mis brazos, totalmente estirada boca abajo, mi corpulencia y su escuálido cuerpo a los 11 años era como levantar una mochila, pero ahora llegó el final y como estipulaba el baile ella quedó a unos 6 metros de mi, mirándome con su eterna sonrisa sin saber si hacerlo o no, me coloque en posición apartando al resto que miraban expectantes, viendo mi predisposición, y tapándose la cara de una vergüenza que ya no podía existir, la animé, pidiendo aplausos de todos, colocándome en posición de nuevo, ella se quitó los zapatos y se recogió el vuelo del vestido, para salir corriendo hacia mi, como de críos me agaché para recibirla con mis manos en la cintura y elevarla con mis piernas a la vez que ella ponía el cuerpo rígido, como un ángel para echar a volar, gritando de pánico y miedo, salió perfecto, ni ensañado 1000 veces, arrancando el aplauso de toda la boda mientras yo daba vueltas sin dejar de mirarla como se estiraba de brazos delante de todos, asegurándome que no se le vieran nada y mas aun que no se me cayera.

Fue uno de esos momentos en mi vida que cada ida que recuerdo me avergüenzo de mi mismo, en que me doy golpes en al cabeza castigándome por ser tan ridículo, pero sonriendo al pensar en ello, por que estoy seguro de que lo volvería a hacer. Entre aplausos y comentarios del dj la bajé con cuidado haciéndola resbalar por mi pecho hasta que se quedó medio escondida entre mis brazos, apoyando su frente en mi tórax y tapándose con las manos por los laterales de la cabeza, pasado el subidón de adrenalina se daba cuenta de lo que había hecho y de cómo iba vestida, quería que el mundo se la tragara, la besé en la frente mientras la apretaba contra mi pecho, podía notar como se reía de nervios descontrolada, como su cara emanaba calor de lo roja que estaba y como se quería hundir en mi pecho para desvanecerse.

-YO: no ha salido tan mal sin ensañar….jajajaja- la oía balbucear, su cara estaba tan pegada a mí que no salían las palabras.- venga, no puedes quedarte así, vamos a tener que ir a buscar tus zapatos- me miró de golpe, con su cara medio compungida y aluna lagrimilla de risa en sus ojos siendo secada por sus dedos.

-ANA: ¡¡¡dios, los zapatos!!!- se dio la vuelta para buscarlos entre el gentío, la novia con una de las damas de honor sujetándola, se los acercó, dándole las gracias.

-NOVIA: os tengo que felicitar, vaya momentazo, ¿vosotros quienes sois? – no se la podía engañar, sabría perfectamente los invitados.

-YO: somos……animadores del hotel, no se creerá que nos hemos colado a montar este numerito, gratis, ¿no?- Ana me miraba aguantándose la carcajada, me encantan las ironías, las medias verdades o decir la verdad de tal forma que no lo pareciera.

-NOVIA: pues que detalle, me habéis hecho reír tanto que se me va el maquillaje jajajajja

-YO: pues mucho gusto, y felicidades por el compromiso, aquí tiene mi dirección de correo, me gustaría tener una copia del vídeo, si no le importa.

-DAMA DE HONOR: nada, descuide ya me ocupo yo de que le llegue, ¡¡¡¡que esta señora se nos va de luna de miel!!! – y gritando se la llevó con el Novio, que andaba con el ritual de la corbata. Ana se dio la vuelta ahora si dando rienda suelta a sus risas.

-ANA:¡¡¡ ¿pero como se te ocurre pedirle una copia?!!

-YO: jajaja yo quiero ver el baile repetido, ¿tu no?- entendió mi petición y me pegó en el pecho ante mi ocurrencia, su puso los zapatos con algo de dolor en sus gestos, recuperó un altura considerable de nuevo.

-ANA: vale, amonos ya a la habitación que estoy cansada y me están matándome estos zapatos, ¿y tu chaqueta?- me miré dándome cuenta, la había tirado al empezar a bailar, me separé de Ana buscándola por el suelo, me costó encontrarla, hasta que por fin la vi en las manos de una mujer, me acerqué a ella para pedírsela.

-YO: si, perdone, creo que es mía la chaqueta.

-MUJER: ¿ah si?, la vi en el suelo y no se de quien es, ¿es tuya seguro?

-YO: si miré el forro por dentro, pone Eric, el pantalón también lo tiene- le señalé el mío, pero estaba por dentro, la mujer ni lo miró, solo me comía con los ojos, me costó darme cuenta, pero ella sabia de sobra que esa chaqueta era mía.

-MUJER: y si subimos a mi habitación y así me enseñas lo del pantalón – se me acercó insinuante, agarrándome la corbata y frotando su buen par de tetas escotadas en mi pecho, buscando con sus labios los míos dándome topecitos con la punta de la nariz, estaba jodidamente buena, y sin duda, sin Ana allí, ella era el premio gordo, y supongo que quiso volver a serlo quitándole su hombre a Ana.

-YO: lo siento, pero tengo pareja y no tengo ningún interés en ti.- se sobresalto casi ofendida.

-MUJER: ¿quien, esa fulana del vestido de puta? Tranquilo yo soy mejor que ella…..- la agarré con fuerza de una de sus manos que se dirigió a mi polla, no me gustó nada su comentario.

-YO: miré, no la faltare al respeto, pero que sepa que como mujer no le llega ni a la suela, pero eso si, como fulana, le tiene usted ganada la partida.- se volvió a ofender, supongo que no estaba acostumbrada a ser tratada así por lo hombres, era una autentica belleza y su vestido denotaba que lo sabia y lo usaba a su favor, sin duda tendría a tíos babeando por ella continuamente.

-MUJER: pues que sepas que tu “amiga” esta allí con esos 4 tíos, y no se la ve muy comedida.

Me di la vuelta viendo como 4 buitres habían aprovechado mi ausencia para ir a cuchillo a por Ana, le arranqué mi chaqueta de las manos a aquella mujer, y me fui volando hasta ella, pese a lo que había dicho aquella mujer, Ana estaba siendo acosada, su mirada denotaba auxilio, y me buscaba con la mirada, me había perdido de vista, acariciándose la gargantilla en el cuello como llamándome, cuando me localizó, extendió su mano hacia mi, de inmediato la agarré y de un leve tirón la saque de aquella trampa, ante las protestas de los demás hombre, una mirada firme mía les hizo agachar las orejas a todos.

-YO: esta tiene dueño caballeros, pero aquella mujer del vestido azul parece muy necesitada.- les indiqué a la mujer que me había tirado los trastos, a la que fueron como lobos.

-ANA: dios, menos mal que me has encontrado rápido, no paraban de hablar y querer subirme a su habitaciones, pobrecilla mujer la que se le viene encima.- se echó sobre mi pecho agradeciendo m protección.

-YO: no me preocuparía por esa mujer, me había cogido la chaqueta, y casi me coge la polla, me quería subir a su habitación también.- Ana me miró alterada.

-ANA: ¡¡será puta!!- me hace gracia lo ofendidas que se ponen cuando un tío las llama así pero las facilidad con la que se lo llaman ellas.

-YO: eso te ha llamado a ti….- Ana se abrió de boca ofuscada.

-ANA: ¡¡¿que? yo voy la mato, te arranco el moño a tirones, so´ guarra!!- saco su vena mas andaluza, la sujeté para que se quedara en eso.

-YO: tranquila, ya la he puesto en su sitio, además, estoy aquí contigo, anda subamos a la habitación aun nos quedan unas horas antes de irnos- con cierta dificultad logré que dejara de mirar cabreada a aquella mujer, que ahora si, siendo rodeada de hombres babosos, estaba en su salsa.

Salimos de la boda después d dar un par de tragos mas a las copas, Ana me acariciaba el brazo tratando de calmarse ella, mirando de reojo aun a aquella mujer, poco a poco y con algún beso furtivo la devolví a un estado natural, subimos al ascensor con todos los hombres envidiándome al salir de allí con ella y subir a las habitaciones, y pese a que su tono y su cuerpo estaban mas relajados, la notaba tensa en sus gestos, pero me distraía enseguida, no podía dejar de admirar su escote como esos babosos, y ver como se agarraba y apartaba el vuelo del vestido la daba un aire a diva de los años 70 que me encantaba, sus caricias y besos fugaces eran mas tórridos de lo habitual, al llegar a la puerta de la habitación se colocó entre la puerta y yo de espaldas a ella, atrayéndome hacia ella cogiéndome de las solapas de la chaqueta, ahora si, besándonos de forma pasional, acariciando su cintura mientras ella me apretaba contra su cara, ya fuera agarrándome del pecho o de la nuca, su lengua se volvió atrevida, y me perforaba la boca, me olvidé de la puerta y me centré en aquella hembra que demandaba mis caricias, mis manos no pudieron evitar dejar su cintura y repasar su cuerpo por completo, la agarré la pierna libre de la tela del vestido y la elevé frotando su muslo, doblándosela para restregarla contra mi, no era habitual que en publico, aunque no hubiera nadie en el pasillo, me dejara atacar su cuerpo de esa manera, supuse que quería marcar territorio de nuevo, y eso me la terminó de poner como un tronco de árbol, palpitando en mis pantalones y haciéndome notar en su ombligo, eso la sacó la lengua de mi, necesitaba la boca para gemir ahogadamente, rozar su vientre era encenderla sobre manera, llevó sus manos a mi polla manoseándola por encima de la tela, yo no me corté menos y mi otra mano se busco sitio a su espalda, introduciéndose por la V de su culo y llegando a su trasero, gracias a sus movimientos de cadera que separó de la puerta, me aleje de sus labios besandola el cuello mientras mi mano notaba el fino hilo de su tanga, no era una asidua de la prenda pese a que las tenia, le gustaban mas las bragas, entre otras cosas por que decía que su cuerpo y sus caderas eran algo anchas y esa prenda la “violaba”, fui cruel y agarré del hilo del tanga tirando de el con fuerza, eso la estremeció echándola la cabeza hacia atrás, regalándome su escote, que ataqué con mis labios y mi otra mano ya libre, que pese a no sujetar su pierna, seguía doblada, rodeándome. Podía ver y palpar sus pezones a punto de rasgar la tela del vestido, estaba muy caliente, y yo no menos que ella, mis caricias la hacían temblar y cada vez que tiraba del tanga la podía notar contraerse de placer, pasados unos minutos me agarró la cara con sus manos mordiéndose el labio y clavándome su mirada.

-ANA: fóllame ahora mismo, vamos en la habitación y hazme tuya, lo necesito- se apoyó en la puerta y me rodeo con la otra pierna cruzándolas quedando ha horcajadas sobre mi, la sujeté de la cintura mientras nos fundíamos en otro beso caliente y húmedo, si ella lo necesitaba yo ardía por dentro de ganas.

Es difícil abrir una puerta de hotel aunque sea con una tarjeta magnética cuando no sabes que mano apartar de una hembra en celo que tienes agarrada por una teta y por el hilo del tanga, mas que no saber, es que no quieres apártalas de allí, finalmente me decidí por la de su pecho, entré en la habitación con ella colgada de mi cuello, quitándome la chaqueta por los hombros, no hubo tiempo ni para la fondue ni para el champan con los hielos medio derretidos, de hecho casi tiro el cubo con al dejarla sobre la cama mientras las lenguas se divertían en la boca del otro, a duras penas me terminé de quitar la chaqueta y la corbata, no me dejaba separarme de sus labios, me sujetaba la cabeza con sus manos implorando que continuara aquel frenesí, mi cuerpo me pedía a gritos que le rompiera el vestido y la destrozara a pollazos, sin ninguna duda con cualquiera lo hubiera hecho, pero no con ella, no ahora con esa relación que me llenaba y me elevaba por los cielos, perdí la noción del tiempo, de vez en cuando me separaba de su cara para coger aire, admirando sus ojos de cerca, reía al verme así de perdido en sus ojos, en uno de esos momentos saco mi polla del pantalón, aun no sabia como pero su habilidad para sacármela con la ropa puesta era casi magia, pero siempre que lo hacia me importaba mas el alivio que sentía al liberarme de los slips, como para preguntarme como lo hacia. Su habilidad con las manos había mejorado mucho y pajeaba suavemente sin dejar de hundir su lengua en mi boca, a mi me costaba segur con ese juego bucal con sus hábiles manos sacándome pequeños suspiros, lo comprendió, así que me tumbó boca arriba y poniéndose de rodillas, con mis piernas entre las suyas, se contoneó para que me deleitara con su cuerpo antes de agacharse a chuparme la polla, tan bien como había aprendido ha hacerlo, sujetando con ambas manos y trabajado el glande con su lengua de forma exquisita, engullendo solo el capullo para jugar con el a su antojo, cuando me sacaba alaridos con sus gestos pasaba a trabajar el tronco, lo repasaba lentamente con sus labios, bajando hasta la base de mi falo, siguiendo con sus manos masturbando la parte superior, estas fases las terminaba siempre igual, pasando su lengua desde la base hasta la punta, como si lamiera un sobre, pero de forma muchísimo mas sensual y excitante, al terminar la infinita barra de carne daba un lametón final como a un helado, haciendo gancho con la lengua, para justo después perforarse hasta el gaznate mas de media polla sin esfuerzo alguno, se mantenía allí unos segundos hasta que la sacaba para poder respirar y repetida la operación, sus primeras veces solo se metía la polla, algo loable ya que casi se desencajaba la mandíbula, pero a estas alturas chupaba y relamía cada centímetro de barra que se introducía, sus labios no se despegaban de mi verga, pese a lo evidente del verbo, realmente chupaba, succionaba sin piedad, y comenzaba a jugar con su lengua cuando poco, o nada, de espacio debía de tener entre sus dientes.

Pese a la explosión de sensaciones que me hacia sentir, eso no me hacia correrme, no me aceleraba el pulso, eran las manos pajeando de forma continua desde la base hasta su boca las que me mataban, lo sabia así que siempre que paraba para respirar y secarse las babas que brotaban, sus manos aceleraban un poco mas, hasta volver a chupar como una aspiradora, quiero pensar que era mi falta de entrenamiento, pero la realidad es que sus avances me llevaron a correrme en menos de 15 minutos, antes la avisaba, y le costo mas de 10 corridas no tener arcadas, pero ahora dejé de hacerlo, ella lo sentía y se preparaba, metía solo el glande haciendo el vacío con sus labios y machacándomela sin piedad hasta que explotaba en chorros de semen dentro de su boca, cada contracción era una cantidad enorme de leche caliente que la llenaba, aun así se mantenía firme hasta asegurarse de que no quedaba nada, y sin ningún pudor echaba la cabeza hacia atrás y se le tragaba sonoramente, para volver a mi polla y repasarla de arriba abajo para no dejares nada de su recompensa, y también por que así sabia que en pocos minutos me tendría tieso de nuevo.

-ANA: me pone como una moto tragarme tu semen, dios, no sabia lo que me perdía.- no se por que, pero o lo decía para halagar o realmente se excitaba mucho comiéndomela hasta lograr su ración de simiente caliente.

-YO: seamos justos, ¿no te parece?- me sonrió de forma obscena, leyéndome la mente.

Tomé partido, me incorporé y la cogí de la cintura, y usando mi polla como eje, la giré hasta ponerla encima mía, con mi cabeza entre sus piernas, un 69, como era ya habitual, ella entendió de nuevo, y con el gesto mas sensual y provocativo que os podáis imaginar se agarró el vuelo del vestido echándoselo hacia un lado, dejándome acceso limpio a su coño, que estaba marcado claramente en un tanga fino y medio trasparente, aun mas debido a los fluidos que chorreaban, literalmente, de su interior, me goteó en la cara, olía a hembra desesperada, la subí un poco mas el vestido y apenas al rozar el tanga convulsionó, lo aparté suavemente, de forma lenta oyéndola como tenia que dejar de tratar de levantar la polla por que gemía de lujuria impaciente, una vez a mi disposición, la agarré y apreté la cadera hasta meter su coño en mi cabeza, iniciando una comida salvaje, había aprendido donde tocar, y como, para sacarla de si, abriendo bien sus labios mayores para atacar sin piedad el clítoris que parecía un melón de lo grande que estaba, eso, unido a los juegos de mi lengua en su interior la arrancó un orgasmo bestial a los pocos minutos. Estaba lo mas cachonda que la recordaba, dejó sus trabajos manuales para incorporarse y mover su cintura de forma rítmica mientras mi boca seguía martirizándola, no hacia falta mamada para mi empalme, ver en el espejo como su cuerpo se retorcía en ese vestido, sabiendo que la causa era yo, me la puso hinchada de nuevo, ella ni se percató, estaba abstraída disfrutando, apoyándose en mi vientre mientras sus caderas alternaban movimientos rítmicos con parones en seco cuando mi boca atinaba con sus movimientos, no tardó en llegar la 2º corrida de mi chica, esta vez con premio en forma de fluidos, que me tragué sin pestañear, viendo como su cintura temblaba.

Era lo que buscaba, y pido disculpas por el inciso, si algo había aprendido hasta ahora es que para hacer disfrutar a una mujer, de verdad, tenia que lograr que se corrieran así al principio del sexo, ya fuera masturbaciones, sexo oral o penetraciones, mi 1º objetivo era lograr que se corrieran como una fuente, una vez que tienes a una mujer en ese estado, volver a lograr que se corra es muy sencillo y rápido, la excitación es máxima, no es ni disimulado ni contenido, es gozar de la forma mas pura, y entre emanaciones, el nivel de placer es alto y continuo, da igual como la tengas o lo bien que creas que follas, hasta que no ves ese patrón repetido en muchas mujeres no te das cuenta que es en ese punto en el que una mujer no puede fingir nada, solo disfrutar de ello como una perra, cada vez que la hagas temblar ella misma se frotará el coño, incluso sacándote la polla de dentro, hasta que termine, para después volver a por mas. Una vez ahí, solo tienes que mantener un ritmo normal, la sacaras orgasmo tras orgasmo bañándote sin parar y haciéndola sentir estrellas entre ellos, a partir de eso, ya es una pelea por ver quien aguanta mas en igualdad de condiciones, mi teoría es que hasta que no logras eso, las mujeres parten con ventaja en el aguante y duración en el sexo, con lo que eso conlleva, puedes estar años con una mujer follando y creer que la haces vibrar y luego te deja por que no la llenabas en la cama, o ver como mujeres echan su vida por la borda y se someten a un hombre que las de eso, como era mi caso.

Volviendo a la cama del hotel, en que Ana recuperaba a duras penas el aliento por la eclosión de su cuerpo sobre mi cara, cayó abrumada entre risas y suspiros de excitación a un lado de la cama, incorporándose mientras miraba mi polla apuntando al techo con firmeza amenazadora, relamiéndose, se puso en pie quitándose los zapatos que aun llevaba, soltando un gemido de placer con cada uno de ellos, quedando de pie junto a mi, y llevándose las manos a lo hombros, se sacó lo tirantes del vestido y lo dejó caer hasta su cintura, dejando al aire sus preciosas tetas turgentes, juveniles, perfectas y en su sitio, con aquellos pezones oscuros totalmente erguidos, no me resistí y me puse de rodillas enfrente suya atacándolos con mis labios y manos, es una injusticia universal que una mujer tenga 2 tetas y el hombre solo 1 boca, pero mi experiencia era amplia y sabia como tratarla, ella agarró mi cabeza acariciando mi pelo dejándose dar placer, para asegurarme no perder lo ganado, mi otra mano acariciaba levemente su vientre, por encima del vestido que colgaba de su cintura apretada, negándose a ir al suelo, eso la aceleró aun mas, y viendo lo tieso de sus pezones los mordisqueaba, vi el cubo del champan, se me ocurrió coger un hielo medio desecho, y pasarlo pos su pezones, el frío la devolvió a la tierra de golpe, estaba algo ida, rió sintiendo como su cuerpo se estremecía y su piel de gallina afloraba en sus senos, los pasaba con cuidad y lentitud, para luego lamer y chupar como un recién nacido, eso le estiró aun mas lo pezones, los tenia los mas grandes que había visto nunca y lo aproveché a conciencia .Cuando se deshacía el hielo lo fui subiendo por su cuello repasando con mi lengua las zonas, acabando con unas pocas gotas frías en sus labios y perforando su boca con pasión, logrando que sus muslos se frotaran de forma incontrolada, estaba a punto de nuevo y aun no la había penetrado, pero eso se iba a acabar pronto.

Se sacó el vestido por arriba viendo que por abajo su cintura era demasiado amplia, dejando al descubierto su escultural cuerpo ejemplo de la belleza jovial, solo con un diminuto tanga que, andando hacia la chimenea, se agachó sensualmente para quitar, se apoyó en el marco, notando como el calor de las llamas la envolvía, ver su cuerpo desnudo brillando por el reflejo del fuego, con su tono de piel tostado me obligó a ir a por ella, la rodeé con calma aunque mi instinto me pedía violencia, dejando que mi polla se abriera paso entre sus muslos y abrazándola por la cintura, ella respondió echando su cabeza hacia atrás al notar mi boca en su cuello, acariciando mis brazos en su vientre.

-ANA: fóllame, por dios, te lo ruego, pero como estamos, por detrás.

-YO: ¿y por que?

-ANA: así mi culo hará de parapeto, no quiero que me la metas toda otra vez, aun me escuece de este medio día en las duchas, ¿te importa?

-YO: para nada, lo que tú desees, siento si he sido muy brusco.

-ANA: no pasa nada, solo dame tiempo, pero ahora te lo pido, métemela y llévame al cielo.

Me desvestí completamente, y ella misma bajó su mano a mi polla y sacando un poco el culo abriéndose de piernas, y poniéndose de puntillas, se la metió sin dificultad, los varios meses practicando y su lubricado coño hacían que su cuerpo ya no se estremecía con solo notar media polla dentro, se dejó caer poco a poco hasta que ya no podía evitar notar como la abría de nuevo sus paredes interiores, aun así y con algún suspiro de dolor leve, no paró hasta tener dentro todo lo que la posición permitía, dejando fuera unos 5-6 centímetros, pero incidiendo directamente en su punto G desde ese ángulo, plantando bien los 2 pies en el suelo se quedó quieta dejando que su dolorido coño se acostumbra de nuevo a ser invadido por aquella enorme nave, yo besaba su hombro y su cuello, mientras mis manos repasaban su cintura, sus pechos y su ombligo. Ya no era ninguna cría asustada, y sin dejar pasar mucho tiempo comenzó a mover sus caderas de forma circular, al inicio sobre mi, sin sacársela, pero luego sobre ella, sacando cada vez mas, y metiendo mas de golpe. Me deleité con su trabajo y sus progresos, se haba convertido en una buena amante hasta para mi, su ritmos y gestos eran aprendidos y mecánicos, logrando sacarme gemidos leves con su aceleración, sin duda así podara sacarle un orgasmo a mas de 1, pero era yo, me divertía verla tan concentrada mientras se retorcía de placer por sus propios gestos, sin que yo aun me moviera, era como ver a tu hermano pequeño no haciéndolo mal en un deporte en el que tu eres profesional, decidí marcarme una meta, hasta que no se corriera ella sola usándome de herramienta no tomaría partido, la dejaría creer que va “ganando”, y así lo hice. Tardó unos minutos, pero como os he dicho, en ese estado se corren con poco trabajo, su ritmo antes de ello era bastante bueno, había cambiado los círculos amplios con solo un mete saca que hacia q mi pelvis rebotar en su trasero provocando un sin fin de oleadas vibrantes en sus nalgas duras y tersas, al venirse volvió a los círculos amplios echándose de nuevo sobre mi pecho, riendo, sintiéndose la reina por un segundo, la dejé disfrutar, pero en cuanto noté que se le paso el orgasmo y dejaba de chorrear, agarré sus caderas fuertemente y metí la 1º marcha, le pilló desprevenida y se agarró a mi nuca pasando sus brazos por encima de su cabeza, sonriendo por mi entrada en acción, pase a la 2º marcha, su sonrisa se desvaneció cambiando por morderse el labio de forma agresiva, queriendo aguantar aquel arreón, al meter la 3º marcha comenzó gemir entrecortadamente con cada golpe de pelvis en su culo, apretaba los dientes queriendo mantener la compostura, pero le fue inútil y la saque otro orgasmo que nos bañó las piernas a los dos, eso me dio igual y emita 4º marcha, para ello no pude mas que rodearla por el vientre para tenerla mejor sujetada, y ella igual, se aferraba a mis brazos, los golpes en su trasero ya eran rítmicos y continuos, secos y sonoros, Ana no quería rendirse, pero no pudo parar de gritar de placer obscenidades impropias de su carácter afable e inocente. La 5º marcha ya fue demasiado y se puso de puntillas pretendiendo así que no la matara tan rápido, pero se corrió de nuevo convulsionando, me costó dejarla empalada y seguir con mi ritmo, ella no aguantaba mas y se echó hacia delante apoyándose en la chimenea y siendo el objeto de mi deseo, dejo que el vendaval comenzara, haciendo fuerza contra la pared, resistió lo que pudo hasta que emita la 6º marcha, el máximo que siendo solo Raúl, podía dar, un ritmo que había matado y encandilado a gente como mi leona y a las colombianas, Ana estaba aprendiendo a recibir en su interior aquella fuerza de la naturaleza, pero no aguantó mas de 10 minutos así, se corrió 3 veces casi seguidas bañando las piernas, el suelo y hasta parte de la chimenea que crepitaba con las gotas de fluidos que la llegaban, Ana estaba poseída y se movía como un anguila percutiendo contra mi, dejándose arrasar sin piedad hasta que reventé de semen su coño en un ultimo minuto digno de la bestia, me encantaba correrme regalando el ritmo mas animal al final, era como mi firma personal.

Ana gritaba tan fuerte y tan alto que tapaba los golpes aguados en su coño, pero no pedía que se la sacara si no que siguiera hasta matarla, podría haberlo hecho, sacar a Zeus, o a la bestia y haberla destrozado, durante otra hora mas, de tal manera que se hubiera vuelto otra muñeca rota mas en mis manos, otro juguete, pero no quería eso, así que simplemente me dejé ir y acariciándola el vientre. una vez mas forzó un orgasmos que coincidió con mi ultima sacudida de semen, rebajando el ritmo de mis penetraciones hasta notar como Ana de desvanecía y caía de rodillas, saliendo de mi, tiritando ante el fuego de la chimenea, arrodillándome detrás de ella y sujetándola para que no cayera de golpe y se hiciera daño, dejando unos segundos para que retomáramos el aire los dos, ella estaba extasiada, con ligeros calambres de haberse pasado casi 1 hora siendo masacrada por el coño sin compasión, y yo en el momento de mas cansancio por sexo del que había estado nunca desde el regreso de Ana, volvía a ser una gran versión de mi y Ana era mi compañera de viaje, había aguantado como una jabata aquel torrencial que el cayó encima, la acaricié el hombro, a lo que ella reaccionó como un perro asustado.

-YO: hey, preciosa, ¿como estas?

-ANA: me siento rara, estoy………cansadísima……….me duele todo……………y se me contrae la vagina, tengo como espasmos.- me miraba asustada.

-YO: tranquila, es normal, se te ira pasando poco a poco, creo que me he vuelto a pasar, perdona.

-ANA: no, eres genial y ha sido increíble, dios, es solo, que es nuevo para mi, pero me encanta.- se abrió como una flor y me abrazo en el suelo, dándome algún beso corto en los labios, como agradecimiento, pero notando como su vientre tenia leves convulsiones que iban calmándose, su cuerpo seguía temblando y tiritando- dios estoy seca.

-YO: es normal, hemos sudado mucho, podemos probar el champan, ¿no?- sonrío separándose los justo para sonreírme de manera deliciosa.

-ANA: vale, pero tráelo aquí, y lo tomamos al calor del fuego, tengo escalofríos.

Salté como un canguro y cogí el par de copas y la botella, también la funda nórdica de la cama y una sabana, que estiré en el suelo, serví las copas abriendo la botella con el corcho saliendo despedido, y sentándome enfrente de Ana nos rodeé con la colcha, pero ella no dejaba de tiritar mientras nos mirábamos a los ojos repasando mentalmente lo ocurrido, la di la vuelta y la senté en mis piernas rodeándola con mi cuerpo y acercándonos al fuego, dándola mi calor corporal y dejando descansar su cabeza en mi pecho, me encantaba la sensación de su pelo, y de que el ritmo fuerte y seguro de mis latidos la calmaran, sus reacciones corporales a la tremenda follada que acababa de sufrir fueron pasando, y ya solo se acurrucaba en mi cuerpo buscando posturas cómodas para adormecerse, mientras acariciaba su largo pelo.

-YO: se hace tarde, tenemos que volver a casa.

-ANA: no, yo quiero quedarme aquí, así, contigo.

-YO: no menos que yo, créeme – la besé en la frente al tener su cara de nuevo mirándome suplicando con morros de cría de 6 años- pero tenemos que volver.

-ANA: jo, la vida es un asco.- me miraba aceptando su destino, la agarré el mentón con mis dedos levantando su cara ahusa cruzarse con mis ojos.

-YO: nada mas lejos de la verdad, mi niña, no contigo a mi lado.- la di un beso, de forma tierna y siendo recibido de igual forma, haciéndola ver que si bien no podíamos tener una vida idílica, no se podía ser más feliz, no a mis ojos.

Me levanté y la cogí en brazos rodeándola con la colcha, la dejé sobre la cama y me fui a dar una buena ducha caliente para, esta vez si, relajarme dejando que el agua tibia calmara mi cuerpo, realmente me había costado llegar a ese nivel y una sonrisa boba que me salía al recordar como Ana había aguantado y disfrutado de aquello tanto como yo, temí salir y encontrármela dormida o aun dolorida, me la encontré atacando despiadadamente la fondue de chocolate cubierta por la colcha, era perfecta, al verme se quedó paralizada, como si la hubiera pillado haciendo algo malo, echándose a reír mientras relamía la cuchara cubierta de cacao.

-YO: venga, golosa, te toca la ducha.- me fui a vestir dándola un beso rápido saboreando sus labios.

Se metió en la ducha dando un brinco y riendo, siendo el alma cándida y afable que conocía, estaba feliz, supongo que por haber aguantado bastante bien mis acometidas. Me vestí rápidamente con la poca ropa limpia que me quedaba en la maleta, y recogí la habitación un poco, estaba hecha un desastre y había una marca grotesca de fluidos en la moqueta delante de la chimenea, donde Ana había soportado de pie mis ataques. Terminé de recoger cuando Ana salió con una toalla tapándola el cuerpo a duras penas, desde sus senos hasta sus muslos, y con otra en las manos echándose todo el pelo hacia un lado y secándoselo y cepillando, me quedé atontado viendo su cuerpo húmedo y sin mucho pudor se quitó la toalla y se secó delante de mi, completamente desnuda, para ponerse ropa interior limpia, en esos gestos me di cuenta de algo que puede que a muchos os parezca raro, pero a otros muy familiar, me ponía o me gustaba ver mas a una mujer semi desnuda o provocativa con ropa puesta, que verla completamente desnuda, era el poder de la insinuación lo que me mas me gustaba, mucho mas que ver en si un cuerpo desnudo, por muy apetecible que fuera.

La vi vestirse con unos vaqueros ajustados y un par de capas de camisetas y blusas, era pleno diciembre y hacia frío fuera, la ayudé a recoger sus cosas, incluyendo el vestido con los zapatos, dándonos pequeños arrumacos de vez en cuando, besos y caricias inocentes de cariño, viéndola como se acariciaba la gargantilla, hasta que fuimos a devolver la llave a la entrada, la recepcionista nos miraba tensa y Ana se despidió haciéndole el gesto internacional del silencio, con su dedo índice en sus labios, guiñándole un ojo. El viaje de vuelta fue en completo silencio, pero por que no hacían falta palabras, con miradas y gestos era suficiente, los 2 felices, con sonrisas amplias y mi mano en su muslo cuando no tenia que cambiar de marcha, mientras ella jugaba con mis dedos con una mano y no dejaba de jugar con el collar con la otra.

Al regresar a casa no nos quedo mas remedio que volver a nuestras vidas, menos estimulantes e idílicas, pero completas, desde ese fin de semana Ana y yo nos volvimos algo mas que novios o pareja formal, éramos uña y carne, la relación evolucionó hasta ser casi 1 solo ente, nos entendíamos con las miradas y gestos, como me prometió, casi nunca se quitaba la gargantilla, y hasta lo usaba para comunicarse en secreto conmigo delante de todos, sin llegar a hablar de ello, entendí cuando se lo acariciaba sin mas es que me echaba de menos y quería que la prestara mas atención, cuando jugaba con el y se mordía el labio es que quería salir de donde estuviéramos para follar como animales, otras veces, simplemente lo acariciaba rememorando ese fin de semana. Las sesiones de sexo con Ana se elevaron, se volvió una amante de gran nivel, para Navidades aguantaba casi 1 hora y media de penetraciones completas a gran velocidad, no podía contener sus gritos y en la casa el resto de compañeros se reían y hacían bromas de ello, pese a que a Ana no le gustaba que se supiera, ahora le daba igual, cuando nos poníamos se desataba, gritando que la partiera en dos o que la abriera el coño, se acostumbró rápido a sentir y aguantar que se la metiera toda, en varias posiciones, ya sin escozores o dolores, aunque al principio la tenia que dejar descansar 1 o 2 días, después podíamos fornicar sin parar durante toda una tarde, parando cada 2 horas y retomándolo 15 o 20 minutos después. Cada 3 o 4 días, la montaba una cita o algo especial para luego hacer el amor de forma suave y cariñosa, no quería una furcia, de esas me había cansado, era un premio ver como avanzaba en el sexo pero de vez en cuando también queríamos romanticismo, no solo sexo salvaje. Las miradas de Lara y sobretodo de Alicia cambiaron a raíz de oírnos, tratábamos de hacerlo cuando no estaban pero no siempre te puedes contener cuando Ana te despertaba con una mamada tragándose tu semen, casi a diario como si necesitara su ración, o cuando no, era yo quien al despertarme con mi polla dura entre sus muslos la penetraba despertándola a pollazos, y para ahorrar tiempo dormíamos desnudos, eso era una provocación constante para ambos.

Como os decía Lara y Alicia nos miraban de forma diferente, Lara nos reconocía que se pajeaba al oírnos, que era superior a ella oír a Ana berrear poseída, incluso en privado me reconoció a mi que cuando lo oía se pegaba a la puerta para oír y sentir como golpeábamos nuestros cuerpos y se tocaba, eso explicaba pro que cada vez que salía del cuarto a por algo de beber Lara estaba por allí con poco o nada de ropa, me estaba acostumbrando a ir en bolas por la casa a altas horas de la noche, por lo tanto mas de una vez nos cruzábamos desnudos. Su forma de hablarme a solas, o con Ana delante, eran diametralmente opuestas, me di cuenta de que Lara había cambiado algo su aspecto, menos hippie, y mas arreglada, y cuando estabamos solos trataba de seducirme, era claro y evidente, pero para mi era un juego, no me interesaba en absoluto, aunque algunas veces no podía evitar una buena erección, soy un hombre de carne y hueso, se metía en mi cuarto con cualquier excusa en bragas y sujetador, hasta empezó a llevar tangas, y se me pegaba como una lapa, cuando me pasaba sus enormes tetas sin sujetador, o con escotes, y se rozaban o aplastaban contra mi, era demasiado, verla como una perra en celo encima mía, o como se las ingeniaba para verme desnudo, o que la viera a ella, después de follar o ducharme, estaba cachonda perdida. Ella lo sabía y hasta más de una vez quiso frotarse o llevar sus manos a mi polla, buscando mis labios, pero solo lograba que cuando llegara Ana, y se lo contaba, fuera ella la que sufriera el calentón. No se que pretendía Lara, o si se pensaba que no se lo diría a Ana y que poco a poco me iría seduciendo hasta que me la tirara a espaldas de Ana, cuando hasta alguna vez “jugando” con Lara montada encima entraba Ana y yo la sujetaba para que Ana nos viera y así encender el piloto de los celos, para follar como bestias después. Las miradas y conversaciones entre Ana y Lara se volvieron distantes y algo violentas, siempre con el marco de la amistad de fondo, pero Ana se moría de rabia y se lo hacia saber a Lara, que se desvivía por quitarle el novio. Ana me comentó que Lara se había llevado siempre a todos los chicos que le habían gustado y hasta el tío con el que tonteaba, se enrolló con Lara después, a mi me parecía literalmente increíble que fuera así, Ana era una supermodelo y Lara una calienta pollas con buenas tetas, pero supongo que, pese a ser virgen, se dejaba sobar y eso a esas edades era lo primordial.

Alicia fue todo lo contrario, paso de ser mi hermana pequeña, a un ser distante y frío, cuando había mas gente delante la relación era cordial pero casi nunca nos quedábamos solos, y cuando pasaba era un silencio abrumador, y siempre se cuidaba de que no la volviera a ver semi desnuda o que lavara su ropa intima, no era normal, hasta discutía con Teo, se les oía y se les notaba, se lo pregunté muchas veces, el por que de esa actitud, y siempre me salía que el cambio a vivir juntos y con mas gente estaba siendo mas difícil de lo que pensaba. Era un expiación sencilla y creíble si no fuera por que no tenia sentido que me tratara a mi diferente, el trato era igual que siempre, al menos de mi parte, pero la palabra correcta de sus reacciones era pavor, tenia miedo de que nos quedáramos a solas o de que tuviéramos cualquier tipo de interacción física. En cambio con Ana era un sol, se hicieron muy amigas, dejando de lado a Lara que andaba perdida en el mundo de los porros y drogas blandas, salían de fiesta juntas, iban de compras, y hacían planes.

Llegó Navidades y fuimos a pasar unas semanas con mi Familia, alejándonos de aquel ambiente algo cargado, ya que vinieron familiares de Ana también como el año pasado, nos controlamos mucho, podía intuir los deseos de Ana con el juego de sus dedos en la gargantilla, pero salvo alguna escapada fugaz donde follábamos, nos teníamos que cuidar de los que decíamos y hacíamos, mi madre no era tonta, y se olía que yo tenia algo con alguna del piso, me ocupé de que pareciera que fuera Lara, pero las miradas y comentarios entre Ana y míos, a ojos de todos inocentes o normales, a sus ojos no lo fueron, me atosigó a interrogatorios hasta que me lanzó la pregunta directa, y aunque hubiera querido mentir, cosa que casi nunca hacia, hubiera dado igual, mi madre era un detector de mentiras andante, mi silencio la encolerizó, me soltó una charla de 1 hora en la que me culpaba de todo, y de cómo podía haberle hecho eso a su prima, traté de hacerla entender que no era mi prima y que no era un rollo sin mas, realmente la quería, ella quería hacerme cortar con Ana y volver a casa para alejarme de ella, pero el poder que podía ejercer mi madre por entonces sobre mi no era el de antaño, ya no era un menor asustado de la vida necesitado de su cariño y consejo, la respetaba y la quería pero la hice entender que eso no iba a pasar, lo mío con Ana iba para largo y ella no podía hacer nada. Se enfadó y echó a llorar viéndose impotente ante mi decisión, aun así mantuvo el secreto ante el resto de la familia, pero no perdía oportunidad de hablar con Ana y conmigo, separados o juntos, y pese a que a Ana casi le da algo cuando supo que mi madre lo sabia, su respuestas fueron igual de sólidas y contundentes, al final de las vacaciones mi madre no le quedó mas que aceptarlo, aunque no le gustara, llegando a cubrirnos o salir en auxilio cuando a mi o a Ana se nos escapaba alguna caricia o comentario delante del resto.

Para reyes regresamos a nuestra casa, estaba desierta, el resto de los compañeros de piso estaban aun con sus familias, las circunstancias eran idóneas, Ana y yo estabamos con un calentón por la falta de sexo en casa de mi madre que no podíamos mas, además ella tuvo el periodo los últimos días, casi no podía tocarla sin que me mordiera, le dolía mucho el vientre, pero me di cuenta de que justo después del periodo su lívido era mayor, por lo tanto ni esperamos a llegar al cuarto, según dejé algunos regalos en el suelo se me echó encima tirándome al sofá. Estuvimos como 10 minutos besándonos y metiéndonos mano, hasta que logró sacar mi polla y tragársela del tirón, con sus habilidades intactas, chupó mi verga con un apetito voraz, y deduzco que por los días sin sexo me corrí en 10 minutos en su boca, bañándola tanto que se le salía de la boca y se atragantaba, a duras penas contenía mi semen caliente en su boca según iba ingiriéndolo, cuando terminé se dedicó unos minutos a repasarla de arriba abajo para dejarla limpia y devolverla su dureza, en cuanto lo logró, se quitó la ropa colocándome sentado en el sillón, abriéndose de peinas de rodillas sobre mi, y se empaló violentamente haciéndola gritar de dolor, hacia mucho que no tenia mi polla dentro, al menos 5 días, aun así se la hundió hasta el fondo, dejando que se acostumbrara de nuevo su interior mientras me desvestía, yo atacaba sus labios con mi lengua, su largo cabello cayó sobre mi cara cuando se echó hacia delante dejándome oler ese perfume a coco que me derretía, se apoyó sobre mis hombros y mirándonos fijamente me cabalgó, su entrenamiento daba resultado, ya no tenia que ser yo quien atacara, era ella la que se martirizaba sola con gran velocidad durante mas de 30 minutos, sin dejar de penetrarse pese a varios orgasmos que inclinaban su cuerpo hacia atrás y me permitían trabajar sus pezones y su vientre con mis boca y manos, eso alargaba sus orgasmos hasta hacerla venirse de nuevo repetidamente, a los 40 minutos su ritmo fue disminuyendo, era su tope por entonces, era cuando yo entraba en acción y comenzaba a follármela como mejor sabia, haciéndome hueco y agarrándola bien para acelerar mis caderas hasta llevarla al cielo, tardé casi 30 minutos mas en correrme en su interior llenándola de nuevo con una cantidad de semen impropia, llevaba mucho sin descargar, eso, calentó mas a Ana que de un salto se puso a comerme la polla, para ingerir la cantidad de semen que aun quedara allí, relamiendo y saboreando cada tibia gota y metiéndose los dedos en su interior para sacar mas y comérselo.

-YO: joder Ana, tenias ganas………

-ANA: no sabes lo que he echado de menos tragarme tu semen, y que me folles como tu sabes, vamos al cuarto que tengo un regalito de reyes para ti.- su actitud era de traviesa por que me estaba masturbando buscando una nueva erección, cuando la obtuvo se puso en pie, ya nos habíamos dado algún detalle como regalos- ve al cuarto y espérame en la cama saldré del baño cuando este lista.

Obedecí sin dejarla irse sin un beso caliente y guarro, esperé ansioso oyéndola moverse en el baño, sin saber muy bien que pretendía, al rato me avisó y salió con un abrigo largo de cuello hasta los gemelos, con tacones y con un sombrero de hombre de los años 40, poniendo una canción en el ordenador se plantó en mitad de la habitación, era tan grande que había como 3 metros cuadrados sin nada, era música sensual, y esperando el ritmo comenzó a contonearse, entendí al momento que era un baile erótico, y aunque estaba roja de vergüenza, sus movimientos denotaban que lo había ensañado, no podía echarse atrás, sus gestos eran de autentica profesional de barra americana, de vez en cuando se acercaba a mi y se frotaba ligeramente para provocarme y cuando iba a meterla mano, se iba, poco a poco y casi desesperándome se fue desabrochando el abrigo, de espaldas a mi, enseñando medio hombro y luego tapándose de nuevo, atisbé algo de color rojo, pero no sabia que era. Su contoneo era excitante y mas aun la intriga, al final cuando ya no podía mas y me estaba masturbando se quitó el abrigo y me dejó pasmado, llevaba una especie como de camisón o corpiño, pero ninguna de las 2 cosas, era una prenda roja, el tamaño era de vestido de noche de fulana, unos tirantes en los hombros que iban hasta el pecho allí comenzaba la tela, con un ligero escote, y terminaba sobre la línea de su pelvis, dejando ver por debajo su coño marcado en las prenda intima, la tela era elástica y obscenamente trasparente, como redecilla de bañador, mas aun en las pronunciadas curvas de los senos y las caderas de Ana, sin sujetador dejando ver sus pezones claramente y su tatuaje de la media luna en la zona del apéndice, y con un tanga rojo del mismo tono. Continuó su baile sensual dejándome ver su espalda, donde no había nada salvo 3 tirantes que unían los lados del vestido, la tela q terminaban en el perfil del cuerpo, como si solo hubiera la parte delantera, y dejando bien a la vista sus poderosas nalgas separadas por el hilo rojo. El color era brillante, le quedaba de escándalo con su tono de piel y sus ojos, al principió se tapaba los pezones un poco vergonzosa, pese a no tenia sentido, le acababa de follar en el sillón desnuda, pero Ana era así, le daba pudor hasta que empezaba la fiesta, volvió a rozarse conmigo, echándose de espaldas sobre mi pecho y dejando mi polla prisionera entre sus nalgas, esta vez si, dejándome acariciar su trasero y espalda, piel con piel y su torso por encima de aquella tela, no se de donde , sacó un bote de aceite corporal y me lo dio, la bañé en el, mas de medio bote, para luego restregárselo por todo el cuero, desde el cuello a sus tobillos no hubo un solo ápice de piel sin embadurnar, eso hizo que el tejido de la tela se pegara a su piel aun mas como un bañador mojado.

-ANA: túmbate en el suelo.

Atolondrado obedecí, colocándome boca arriba, me echó gran parte de aceite por encima antes de tumbarse encima mia boca abajo, expandiendo todo aquel mejunje con su cuerpo, sin usar la manos, dios, quería comérmela allí mismo, pero me sujetó las manos y no me dejó hasta que mi cuerpo estaba tan bañado como el suyo, la pobre ilusa quiso seguir con el juego un rato mas, sujetándome las manos y pasándome sus tetas aceitosas aprisionadas por la prenda por la cara, pero no tenia nada que hacer ante mi fuerza física cuando me dio la gana, o mas bien cuando mi mente y mi cuerpo decidieron que no podían mas, me liberé de una mano y la lleve a su trasero, cogí el hilo fino del tanga y de un tirón lo rompí como un salvaje sacándola un aullido de placer animal, no hubo ni que ayudar en la dirección, de una estocada se la clavé hasta el fondo, la rodeé como mi brazos pegando su cuerpo aun mas al mío, y agarrando con fuerza comencé a destrozarla como nunca antes, fui acelerado como siempre, poco a poco, sacándola orgasmos continuos y haciendo que nos bañara con sus fluidos, pero, llegado un punto de descontrol, no estoy seguro de si saqué a la bestia o no, me dio igual, solo la oía gemir y gritar como poseída por el diablo, durante mas de una hora la estuve matando como a Eleonor, Madamme o mi Leona, con matices algo mas cariñosos, parando de vez en cuando la notaba correrse o convulsionaba de mas, pero volviendo a arremeter en cuanto se pasaba. Me dolían las piernas del esfuerzo, y me puse en pie con ella aun ensartada, la di la vuelta y la empotré contra una pared agarrándola de los brazos hacia atrás, esposada, los necesita de apoyo para terminar el trabajo, desaté el infierno contra su trasero haciéndola temblar, moverse incomoda y levantar una pierna buscando consuelo que no obtuvo, en sus gritos solo había suplica por que no parara, jamas de dolor, queja o pidiendo que parara, pese a que podía quererlo, sus ganas de mejorar y aguantar cada día mas me estaban volviendo el animal que había dejado atrás, para no decepcionarla. Llegó el momento en que Ana no aguantó mas y se dejo ir, ya ni hacia fuerza contra mi, ni movía sus caderas a ritmo, solo capeaba el temporal, ella misma había provocado esa situación y solo quedaba soportar como se pudiera, mas de 20 minutos sin un solo grito o gemido, algún suspiro al notar como se corrió de nuevo casi sin fluidos en su interior, hasta que pegué el acelerón final del ultimo minuto, reventando su coño de semen nuevamente, teniendo que bajar la velocidad poco a poco, con cada espasmo de mi rabo llenándola por dentro.

Solo al parar mi cinética, me di cuata de que Ana estaba tiritando como en el fin de semana en la sierra, estaba ida, convulsionando y con los ojos en blanco, moviendo las manos de forma aleatoria, me dio miendo soltarla por que estaba débil, la cogí en brazos dándome cuenta de mi salvajada, se contraía hasta que se relaja de golpe, temí haber roto aquel ángel, aquella moral dulce y carácter afable de mi Granadina, la follada había sido digna de mis mejores polvos, Ana se había doctorado, en esa hora larga había superado a Yasmine que nunca aguantó tanto, no al menos ella sola sin ayuda de su madre, y aunque no estaba a su nivel, sobretodo por duración, el ritmo, la profundidad y las embestidas eran como las de mi Leona por ejemplo, ella aguantaba eso durante mas de 4 horas y Eleonor menos de 3, bien entrenadas, pero para ser la 1º vez que me desataba con ella, 1 hora larga estaba muy bien, mas aun sumándole lo hecho en el sofá. La dejé suavemente en la cama temiendo alguna reacción negativa, pero estaba demasiado ida y temblando como para hacer nada, la tapé y la dejé tranquila dándome una ducha larga, sin saber como reaccionaria Ana al volver en si, tenia miedo de haberme pasado y que Ana se asustara de mi, pero aun mas de que se convirtiera en otro juguete roto de mi colección, una amante que solo quería sexo y no buscaba nada mas en mi. En esos pensamientos estaba salí de la duche y me estaba mirando al espejo del baño apoyado en la pila, teniendo pánico de salir y descubrir lo que fuera que tenia que pasar, de golpe se abrió la puerta y entró Ana sonriendo abrazándose a mi espalda.

-YO: hey princesa, ¿que tal estas?- pregnté extrañado y preocupado.

-ANA: bien, amor, deja de preocuparte por mi.

-YO: no puedo evitarlo, ¿seguro que te encuentras bien? Te he dejado en la cama un poco ida.

-ANA: jajajajaja un poco dice, me has matado, madre mía, casi que todavía me tiemblan las piernas, y me escuece un poco pero ya no soy ninguna frígida, déjame darme una ducha relajante y salimos a cenar, ¿te apetece?- la miraba “ojiplatico”, estaba tan normal, agachándose para sacarse el cinturón en que habia convertido su tanga.

-YO: esto…claro, como quieras – escudriñaba su mirada en el espejo, analizando sus gestos en busca de algún tipo de señal negativa, no la encontré, y ella me vio en mi cara el temor.

-ANA: deja de mirarme así, bobo, que no me pasa nada, bueno si, – me dio la vuelta y se quedo mirándome fijamente- ¡¡que tengo al mejor novio del mundo!!.- se puso de puntillas para darme un beso tierno mientras mi reacción de alivio me llevó a apretar sus cuerpo entre mis brazos.- anda déjame que me quité esto y me de un baño que estoy pringosa de dios sabe que, y como estés por aquí, no salimos hasta año nuevo – se quitó como pudo el corpiño aquel empapado de aceite, como si fuera una 2º piel, y viendo mi posición estática, me cogió del brazo y me sacó del baño cerrando la puerta.

Me quedé sonriendo de forma tosca en la puerta del baño, totalmente desnudo y húmedo del baño, pensando lo estúpido que estaba siendo, tenia tanto pavor a hacerla daño que no me daba cuenta de lo bien acostumbrada que la tenia, llevaba 3 meses con ella y ya cabalgaba como una de las mejores, y lo mas importante para mi, pese a estar bien físicamente después del sexo, no quería mas aunque pudiera, si no que quería salir a dar una vuelta, tenia a la mujer perfecta jamas soñada, dulce, amable, cariñosa, tierna, inteligente y divertida, con su punto de timidez adorable, y a su vez estaba aprendiendo a ser una…….¿loba? en la cama, entendía mi necesidad de tener a ambas partes en una sola persona, la novia y la amante solo en 1, no me quería por que follara como una animal salvaje, si no que disfrutaba de eso, pero me quería a mi.

Después de aquello los siguientes mese pasaron volando, no se muy bien como explicar lo que paso ese tiempo, solo recuerdo felicidad, ternura, confianza y sexo brutal, Ana prefería dormir con aquel corpiño, y otros similares que se compró, en vez de desnuda, pero ya sin ropa interior, solo la gargantilla y el corpiño transparente, con sus pezones y coño al aire, no se por que pero se sentía mas segura así, y nos dejaba vía libre para dormir como siempre y follar como nunca, cada día era mas, mas profundo, mas rápido y mas tiempo, para marzo o abril Ana era insaciable, me costaba hacerla correrse como antes y eso le ponía mas burra a ella, sentirse poderosa ante mi, aun así la terminaba matando siempre, las 3 horas largas que ya aguantaba eran demasiado, estaba al nivel de Eleonor con facilidad, aunque a la madre de mis colombianas no me la había tirado durante mas de 6 meses como para ser justo en la comparación, pero tanto Eleonor, como Yasmine, como Madamme como a mi Leona, igual que a Irene y a tantas otras, las había reventado desde el 1º día, asumí que fue eso lo que hizo que no tuviera relaciones normales y sanas, que las volviese sumisas y desesperadas por el sexo conmigo, con Ana fui paulatinamente, despacio, desde 0 hasta llegar al 100% de la que Raúl, sin ayuda de Zeus o la bestia, podía dar, y eso solo había bastado para martirizar a cuanto coño se me hubiera puesto delante. Disfruté de la compañía de Ana como mujer fuerte e inteligente, novia cariñosa, amante apasionada y amiga divertida, era todo lo que necesitaba, y gracias a que sus gritos ya no eran tan evidentes, Alicia volvía a ser la que era conmigo, eso suponía, aun no estaba seguro de por que ese pavor a mi presencia en Alicia, pero era cosa del pasado, hasta se hicieron muy amigas Ana y ella, no se si lo hizo aposta Ana, pero me encantó recuperar a Alicia, a mi hermana pequeña.

Mientras que Lara seguía con su acoso personal hacia mi, sin querer menospreciarla, era como mi mascota, jugaba con ella cuando no estaba Ana, por que ella misma venia a jugar, dios, sus armas de mujer, eran tan evidentes y burdas como simples e inútiles, si, podía llegar a ponérmela dura, es lo que pasa cuando viene en ropa interior, eso aveces otras ni eso, y te dice que quiere ver una cosa contigo, y te pone un vídeo o películas enteras pornográficas, y se colocaba entre mis piernas, de cara o de espaldas, masturbándose claramente hasta correrse apoyándose en mi pecho, ya ni se molestaba en disimular, según oía que Ana se iba a la Universidad con Alicia, Lara había dejado de ir a algunas clases, y sabia que yo descansaba en la cama es día, se venia a mi cuarto completamente desnudada y se metía en mi cama a dormir, queriendo suplantar a Ana, sabiendo de sobra que yo dormía también desnudo y me gustaba abrazar lo que tuviera a mano, me llamó la atención que se ponía y se colocaba igual que Ana, dejándome meterla la polla entre sus muslos, como si Ana se lo hubiera contado, cosa que me confirmo.

Lo se, puede sonar a cuernos, o a estar fuera de lugar si estaba feliz con Ana, pero pasaban varias cosas, la 1º es que yo se lo decía a Ana siempre, no había secretos, de hecho a veces volvía antes y la pillaba dormida en mi cama, conmigo o si mi allí, y la montaba pequeñas broncas de celos, tomándoselo a broma, Ana al principio de eso, se ponía mala de rabia, pero según pasó el tiempo sabia de sobra que de mi no tenia por que dudar, habia constatado que yo tenia total control sobre a quien me follaba o no, y si yo no quería, que no quería, solo con Ana, ya podía ponerse como quisiera Lara, que no pasaría nada. La 2º era que me gustaba, como decía, no la menospreciaba pero era un juguete con el que me divertía hasta que Ana volvía conmigo, Lara estaba cachonda y pillada perdida por mi, y su personalidad sincera y brutal, tan similar a mi, viéndose casi humillada la hacían ser exageradamente bestia en su forma de hablar y comportarse, y eso me era tan familiar a mi que me hacia reír, cosas como estar 1 hora con ella intentándose empalar por mi, conmigo dormido, empujando con sus dedos mi polla, tiesa de las mañanas, hacia su coño, y darla un azote en una teta o en el culo para que parara, y se pusiera a pegarme y gritarme que me la follara de una vez y le rompiera su inmaculado coño, me entretenía. La 3º era que a Ana, le gustaba también, me dijo que Lara le había estado chafando novios y ligues siempre, y ahora estaba viendo como se arrastraba como una culebra por su novio y este la calentaba pero nunca le permitía mas, disfrutaba sabiendo que la hacia lo mismo que ella llevaba siendo años, la calienta pollas titulada, era ahora derrotada en su propio juego, y eso a Ana la encantaba.

Si no lo entendéis es normal, pero era excitante, hacía sentirse mal a Lara y a la vez Ana se reafirmaba como la hembra ALFA, Ana, como perfecta que era, entendido aquello, o entendió que nos gustaba y no quería quitárnoslo, me dejaba divertirme sabiendo que Lara no era nada para mi, y la vez Ana disfrutaba devolviéndole las ofensas, atormentando a su amiga, dejándole saborear un manjar que solo ella podía disfrutar.

CONTINUARA………
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Relato erótico: “J.L.” (PUBLICADO POR SIBARITA)

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me darías 2Uno de los intermediarios financieros se presentó una tarde en la casa, acompañado de un Sin títulopersonaje que nos presentó como su jefe y que, al verla a ella se quedó verdaderamente impresionado. El tipo era educado y cortés, prometiendo ya desde esa primera entrevista, que nos ayudaría a solucionar los problemas financieros; todo ello sin dejar de mirarla ni un segundo y dedicándola continuas galanterías que fueron bien acogidas por parte de ella.

Se ofreció para enseñarla la comarca, para que no se aburriese mientras yo trabajaba, mostrarla un hotel que acababa de construir y que iba a inaugurar, presumió de dinero a raudales y amigos influyentes… todo lo que, para ella representaba la solución a nuestros problemas y ella picó el anzuelo.

Volvió al día siguiente, esta vez solo, y cuando conversaba con él en el primer piso, la vimos bajar por la escalera de caracol, vestida con una minifalda negra y la blusa roja con dos o tres botones desabrochados. Dos besos de saludo muy cerca de su boca antes de sentarse frente a él, cruzando las piernas para que la falda pareciera aún mas corta y casi provocase que a él se le salieran los ojos de sus orbitas. Los botones desabrochados nos permitían ver perfectamente que no se había puesto sostén, y mas todavía cuando se inclinaba hacia él para hablarle, hasta el extremo de que, en un determinado momento y como por arte de magia, ya no fueron tres, sino cuatro, los botones desabrochados y uno de sus pechos salió desafiante de la blusa. El ya no pudo contenerse y se le escapó un “que belleza”, que ella recogió con una larga sonrisa y una pregunta directa: ¿Te gusta?. Ante la respuesta afirmativa, le tomó la mano para llevarla hasta su pecho desnudo, haciendo el comentario de que comprobase que lo que tocaba no era producto de ninguna operación, y tranquilamente y sin dejar de mirarle a los ojos, volvió a colocar bajo la blusa. La provocación no podía haber sido mas descarada, mas todavía cuando ella le dijo que sino estaba ocupado, la gustaría aceptar su invitación para conocer la comarca, y se cambiaría de ropa en un momento para poder acompañarle.

No tardó mucho mas de diez minutos cuando bajó de nuevo, ahora vestida con un vestido negro con gran escote y finísimos tirantes, y con falda aún corta que la minifalda que antes llevaba puesta, de hecho nunca antes se lo había puesto por lo excesivamente atrevido que era, pues además de corto y muy escotado, el vestido era casi transparente moldeando sus pechos con los pezones erguidos, y bajo el se apreciaba perfectamente que solamente llevaba una escueta tanga, apenas un hilo.

A nuestro caballero le faltaba muy poco para saltar sobre ella y follarla en el acto, a duras penas mantuvo el tipo, porque todavía se entretuvo en provocarle a tope durante casi una hora antes de decidirse a salir y cuando al fin lo hicieron, puede observar que su coche no habría recorrido ni cincuenta metros, cuando frenó y vi perfectamente como él se volvía para besarla y, supongo, acariciar sus tetas antes de ponerse nuevamente en marcha. Después, la tarde se hizo noche y la noche madrugada porque su hora de regreso fueron las doce de la mañana. El siguiente es su relato.

Cuando llegó a casa la primera vez, yo acababa de ducharme y creía estar sola en la casa. Al oir los golpes en la puerta, me asomé a la ventana y vi a dos personas, un financiero conocido acompañado de otra persona. Les anuncié que bajaba para abrirles, y lo hice poniéndome una blusa por encima, sin percatarme a causa de la prisa, que era una blusa a la que tenía que coser varios botones, abrí la puerta haciendo maniobras para cerrar la blusa como mejor podía, pero al darle la mano para saludarle cuando el otro me lo presentó, me sorprendió al avanzarse para darme dos besos, retiré la mano que le había tendido y al querer volver a sujetar la blusa choqué mi mano con su cuerpo, hice un extraño y mi blusa quedó abierta por un instante. Desde el primer momento me di cuenta del ansia con la que me miraba, y ante la cantidad de ofertas de ayuda que nos hizo después, pensé en la solución mas evidente, seducirle para asegurar su ayuda. Después de lo que acababa de pasar con la blusa, pensé que era ridículo el apuro, la dejé caer libre y durante la corta conversación que mantuvimos, mis pechos se mantuvieron en un aparece  y desaparece relativamente discreto aunque sus ojos no se separaban de mi ni un solo instante, y por eso, cuando al día siguiente vino a la casa, me cambié de ropa rápidamente y bajé la escalera de la casa de la forma mas provocativa y seductora que él podía imaginarse; pero no me limité a eso, sino que me senté frente a él cruzando las piernas de tal modo que pudiera ver la braga que llevaba puesta,  tres botones de la blusa abiertos no eran suficientes así que desabroché un cuarto botón con toda la intención, a sabiendas de que no tardaría en descubrirse uno de mis pechos y ese fue el penúltimo golpe de efecto cuando aparecieron los dos desnudos ante sus ojos desorbitados. Se lanzó a hacerme proposiciones para que le acompañase y enseñarme la región, cosa que acepté de inmediato, pidiéndole unos minutos para cambiarme de ropa. En ese caso elegí un vestido negro casi por completo transparente, con tirantes muy finos y un gran escote, bajo el cual solo me puse una pequeña tanga del mismo color, así es que se apreciaba todo mi cuerpo bajo el vestido lo que le dejó boquiabierto. Se levantó de inmediato para salir, pero le retuve con la excusa de terminar la conversación iniciada y de nuevo me senté frente a él dejando que mi falda se subiera hasta casi el borde de la tanga y utilizando mi propia mano para acariciar mis muslos y llegar hasta la misma tanga cuyos bordes aparté ligeramente, lo suficiente para que pudiera ver mi sexo. Otro golpe bajo fue provocar la caída de los tirantes del vestido para que pudiera apreciar mis pechos casi por entero, después desnudos totalmente,  y así le mantuve durante una hora mas, con una tremenda erección que se apreciaba en el frente de su pantalón y sin que pudiera hacer otra cosa que babear y gestos con los ojos pidiéndome que saliésemos. No se atrevía a hacer ningún avance ante los ojos de mi compañero, pero la situación podía reventar en cualquier momento, así que acerqué mi mano hacia su bragueta y le hice una suave caricia que fue suficiente para que apareciese una gran mancha bajo su pantalón, se había corrido; sin dejar de mirarle y sonreírle tomé una de sus manos para posarla sobre uno de mis pechos al que se aferró como un desesperado. Ya no se contenía ni nada le importaba, su otra mano ascendía sobre mis muslos llegando hasta mi sexo, apartando los bordes mi tanga para llegar con sus dedos hasta mi vagina y tratando de penetrarme con ellos. Mi compañero nos había dejado solos hacía rato, aunque tampoco hubiera cambiado nada si hubiera estado presente, y cuando sus dedos avanzaron en mi vagina los admití haciendo avanzar mis caderas sobre la silla en que estaba sentada para que me penetrasen mas profundamente; abrí su pantalón para hacer salir su verga, nuevamente erecta, me puse en pie para avanzar hacia él y tomar asiento sobre ella al tiempo que ofrecía mis tetas a su boca, me atraía con sus manos para tratar de metérmela hasta mucho mas lejos y cuando la sentí contraerse anunciando una nueva corrida, fue cuando realmente abrí las puertas del infierno, le permití que se corriera dentro de mi y no solo eso, aquel polvo me había calentado, tiré de su mano y, como estábamos, le arrastré hasta el segundo piso, en donde está mi habitación le hice acostar sobre la cama y me acosté con él. De inmediato me dio la vuelta para situarse entre mis piernas, casi me arranca la tanga al apartarla para meterme su polla muy adentro y empezar a bombear como un loco. Paró de golpe, y otra vez me dio la vuelta para ponerme en la postura del perrito, volvió a meter su verga en mi vagina, pero la sacó rápidamente para metérmela  violentamente por el culo hasta entonces virgen y con ello sentí que su penetración me llegaba hasta el alma, la primera vez que sufrí su violencia, la primera de las muchas que después vendrían, lo cierto es que quise escaparme de él cuando sentí su verga iniciando la presión, pero me atenazaba con fuerza y nada pude hacer para evitarlo, ni siquiera cuando se dio perfectamente cuenta de que casi me había desgarrado. Cuando se corrió quiso que continuásemos en la cama, pero intuí que mi pareja no tardaría en regresar y yo no quería que nos viese, pero él con esa violencia de que hablaba, me penetró de nuevo por la vagina aunque pude zafarme de sus brazos y su cuerpo, entonces me puse en pie, sin molestarme en estirar la falda ni subir los tirantes, para asirme de su brazo y conducirle hasta la puerta sin darle tiempo para abrochar su pantalón siquiera.

La verdad es que nunca antes había visto una cara de hombre con una expresión tan estúpida, pero tenía que continuar mi juego y así montamos en su coche para apenas rodar cincuenta metros cuando pegó un fuerte frenazo y se volvió hacia mi para apresarme en sus brazos y besarme en la boca. Bueno, no fue solo en la boca, sus manos había hecho bajar el escote de mi vestido y sus manos apretaban mis tetas y las cubrían de besos.

 Quería llevarme inmediatamente a un hotel, al suyo que todavía no había inaugurado, pero conseguí convencerle para que fuéramos a cenar primero, antes de iniciar el viaje hacia la población donde había hecho construir su hotel. Mas tarde supe que no era el único que poseía. Disfruté la cena aunque él no lo hizo, las luces del local destacaban la transparencia de mi vestido y, por si eso fuera poco, una de mis manos jugueteaba con los tirantes del vestido; los bajaba y subía permitiendo que alternativamente contemplase mis pechos, le cogía su mano para atraerla y que me acariciase, con lo cual varias veces estuvo a punto de atragantarse con lo que comía. Mi juego de provocación se hizo mas fuerte a medida que pasaba el tiempo,  hice descender completamente el escote de  mi vestido y terminé la cena con mis tetas al aire, no había problemas con los demás clientes, estábamos en un reservado e intencionadamente me había sentado volviendo la espalda a la puerta del mismo, y como postre aparté mi silla de la mesa para que pudiera ver mis piernas, y frente a él subí el bajo del vestido hasta mostrarle mi tanga, con mi mano hice apartar los bordes y dejar que pudiera ver mi sexo e introduje en el mi propio dedo medio, toda una invitación para que me penetrase allí mismo con su verga después de que lo hizo con sus dedos, pero cortando la escena en ese momento, le pedí me llevase a bailar a Valencia, en dirección contraria a donde quería llevarme, y con la amenaza de volverme a casa no le quedó otro remedio que volver al coche pero no sin antes llamar a su chofer para que nos encontrase en el restaurante y fuera él quien nos condujese.

Ahí me ganó realmente por la mano, yo pensaba que iríamos solos y él conduciría, pero al llegar su chofer tuvimos que sentarnos en los asientos traseros y así pudo disfrutar de mi cuerpo a sus anchas durante todo el viaje. Me despojó del vestido y de la tanga para tumbarme sobre el asiento corrido y desnudarse a su vez para colocarse sobre mi y meterme su verga sin importarle las miradas de su chofer a través del retrovisor. Llegados a este punto la situación se había vuelto peligrosa, en algunos momentos ya había dejado entrever su violento carácter, de modo que en mi propia seguridad, comencé a seguirle en sus deseos, por lo que fue en el coche en marcha donde echamos el tercer polvo de la noche y, por supuesto el cuarto, porque no satisfecho con lo que ya había hecho sin que lograse que yo llegara al orgasmo ni él eyacular dentro de mi, me sentó a caballito sobre sus piernas y al tenerme de tal modo dispuesta, me hizo descender sobre su verga clavándome literalmente por el culo. Lo que si tuve que soportar fueron los comentario procaces que le hizo a su chofer, hablándole de lo buena que estoy, lo magnífico que había sido follarme y las veces que pensaba hacerlo esa misma noche.

Bailamos en la discoteca, y hasta me hizo bailar un par de veces con su chofer que, entonces supe, era también su guardaespaldas y hombre de confianza. Por cierto que con el apoyo de su patrón, también se tomó algunas confianzas llegando hasta acariciarme las tetas que por cierto estaban descubiertas casi desde nuestra llegada a la discoteca y tampoco fue una caricia porque las estrujaba con gran fuerza, pero el dinero en cantidad lo puede todo y nadie de los demás clientes protestó o hizo comentarios, pero no perdieron de vista el espectáculo que dimos en el local, ni los aplausos de los asistentes cuando, con el pecho descubierto como estaba tiro de mi para llevarme hasta la barra, tumbarme sobre ella y después de terminar de desnudarme, vaciar sobre mi varias botellas de champagne e invitar a los clientes que quisieran, a beber sobre mi cuerpo. Eso provocó, desde luego, una colección de manos que me tocaban por todos los lados, mientras él reía y su guardaespaldas me sujetaba, así hasta que se cansó del espectáculo, y lo fue realmente porque uno de los presentes saltó sobre la barra como un mono y se dejó caer sobre mi metiéndome su polla hasta vaciarse, en el que permitió que aún me follaran un par de ellos, los dos mas osados, aunque había un regimiento de aspirantes  para hacerlo.

Era ya tarde cuando iniciamos el regreso y esta vez para ir directos hacia su nuevo hotel, en el que como imaginaba, había muy pocas personas de servicio. Por el móvil había despertado a todo el mundo, para hacer su entrada triunfal llevándome con su brazo sobre mis hombros y con el vestido caído hasta la cintura y apresando con su mano una de mis tetas.

Una vez en su suite particular hizo que nos sirvieran canapés y un par de botellas de champagne, todo ello mientras me desnudaba totalmente sin importarle la presencia de un par de camareros, a los que trataba con absoluto desprecio.

A esas alturas me había hecho acostar sobre la cama y vertía sobre mi una de las botellas de champagne, dedicándose a beberlo sobre mi cuerpo haciendo especial hincapié en mis tetas y mi vagina, aprovechando para casi devorarme el clítoris y, ahora si, provocarme el primer orgasmo de la noche. No fue el único, desde luego, porque de tanto juego yo también estaba lanzada y mi cuerpo me pedía mucho mas de lo que ya había recibido, por lo que fueron frecuentes y variados los cambios de postura, creo que desarrollamos la mitad de las posturas del Kamasutra, y así nos quedamos dormidos hasta que nos despertamos para desayunar y regresar a mi casa, no sin antes volver a la habitación y follar por lo que yo pensaba seria la ultima vez aquel día, pero sobre lo que también me había equivocado, el viaje de casi media hora, lo pasé sentada a horcajadas sobre sus piernas y con su verga metida hasta  el fondo de mi vagina, de modo que cuando llegué a casa su semen chorreaba por mis piernas y mi vestido estaba rasgado hasta la cintura. Al entrar en la casa tuve un espectador inesperado, uno de los obreros, un cubano joven, estaba limpiando los restos dejado por una entrada de materiales y vio perfectamente mi vestido hecho trizas, mis tetas descubiertas y los chorreones de semen que corrían por mis piernas. Otro serio problema porque si lo contaba, mi compañero se enteraría de todo lo ocurrido, otra boca que tenía que callar como fuera. La oportunidad llegó un par de días después, nos quedamos solos en la casa y al darme cuenta me desnudé y me envolví tan solo con un fino pareo; bajé la escalera con la actitud y el descuido de quien se cree estar sola en la casa y, como suponía, me le encontré al pie de la escalera. Con toda la intención los últimos peldaños los bajé dejando que se abriera al máximo el pareo mientras acentuaba la amplitud de mi escote, o sea que llevaba el pareo completamente abierto y dejando ver  todo mi cuerpo desnudo. No tuve que hacer nada mas, me recogió en sus brazos para morder y besar mis tetas, me soltó el pareo dejándome desnuda enteramente, con su boca bajó hasta mi sexo para meterme su lengua como si de su pene se tratase, pero en seguida lo puso en marcha y lo metió hasta muy dentro, lo mas que pudo. A partir de ese momento se inició un juego bastante violento, revolcándonos sobre sacos de cemento de donde salimos cubiertos desde los pies a la cabeza, pero con la seguridad de que cerraría su boca, aunque de vez en cuando tuviera que repetir la sesión con él, cosa que no me desagradaba porque el cubano era una autentica máquina de sexo, me follaba como un dios y sabía como elevarme hasta el mismísimo cielo. Por cierto es que entre nosotros todo había comenzado para que no me descubriese ante mi pareja, y sin embargo él estuvo muy cerca de descubrirnos cuando una mañana regresó de improviso a la casa, varias horas antes de lo previsto, y nos pilló cuando estábamos en mi cama practicando un formidable 69, follando, como hacíamos cada vez que él salía de casa, el cubano era el único obrero que empleábamos, el auténtico todero porque no solo servía para continuar la obra poco a poco, como para descubrir nuevas formas y posturas cuando estaba en la cama conmigo. El caso fue que mi pareja llegó de improviso, con varias horas de adelanto y acompañado nada menos que con el gran jefe de los mafiosos, y fue gracias a ello que pude salvar la situación, porque oí sus voces cuando me retorcía de placer con la lengua del cubano lamiéndome el clítoris y con su polla metida en mi boca hasta casi la misma garganta. Rápidamente el cubano pudo bajar por los andamios exteriores mientras que yo debería entretener y distraer a los recién llagados; nada mas fácil, mientras sorprendiese a JL el me ayudaría en la distracción sin sospecharlo. Como si me hubiera despertado por el ruido de la puerta metálica, bajé las escaleras poniéndome un mini camisón de gasa con el que se veía todo mi cuerpo desnudo bajo el, y me fingí muy sorprendida al encontrarme con ellos frente a frente; a JL casi se le salían los ojos de la cara, mis pezones estaban erectos y sobresalían bajo la tenue gasa, mi sexo destacaba enmarcado por la corta mata de bello que lo protegía, y cuando de esa guisa me acerqué a JL para saludarle con dos besos y disculparme falsamente por mi desnudez, esas fueron mis palabras pero mi sonrisa le decía lo contrario, me agarró fuertemente por la cintura estrechándome contra su cuerpo y dándome un beso en la boca que me sellaba los labios pero que su lengua me entraba hasta la glotis. Allí mismo me tumbó sobre la mesa y sacando su polla me la metió hasta los huevos y como en todas aquellas ocasiones en las que estaba presente su violencia, su resistencia era muy pequeña, con lo que en pocos minutos se estaba corriendo dentro de mi. Después supe que el cubano se había llevado a mi pareja fuera de la casa segundos antes de que JL se abalanzase sobre mi, y por milagro no se había dado cuenta de nada, y como contaba con ello, nuevamente le hice subir hasta mi cuarto encontrándose, sin yo acordarme, de lo que yo había estado haciendo poco antes con el cubano, la cama estaba hecha un desastre y con las sabanas mojadas por las corridas que habíamos tenido. Se dio cuenta pero le importaba un pito, lo que le urgía era follarme y volverme a follar hasta quedarse vacío totalmente y así hizo otra vez el circuito completo, boca, vagina y trasero, empleando para ello su lengua, manos y polla. Su mente tenía mas resistencia que su cuerpo, puesto que cuando ya no pudo mas, me ordenó que me pusiera el camisoncito y le acompañase, así es que tuve que escribir una breve nota para mi compañero, en la que le decía habían telefoneado de otra ciudad para asuntos relacionados con la casa, y que iba a ver a los interesados.

Montamos en su coche y nada mas hacerlo salió disparado y en un silencio tan solo interrumpido para por una llamada que efectuó, convocando a varios de sus hombres en una finca cercana. Interiormente me temía que su convocatoria no iba a ser placentera para mi y así fue, en efecto. Cuando llegamos ya había dos o tres de sus esbirros y sus caras de asombro cuando me vieron descender del coche con el camisón que me llegaba hasta casi la cinturilla de la braga, y encima trasparente, eran para dar risa en otras circunstancias. Uno de ellos, bajo la orden de su jefe, me cogió en brazos para llevarme hasta la casa grande, depositándome en el salón de la misma y, como de manera accidental, hacer caer uno de los tirantes del camisón dejando mi pecho al descubierto; fui a taparlo, pero JL me ordenó dejarlos a la vista mientras todos los presentes se desnudaban, aparecieron vasos y botellas de alcohol y todos empezaron a beber al tiempo que me hacían pasar de mano en mano hasta que el gran jefe rompió la rueda, me atrapó para sentarme sobre sus rodillas, sobre su polla, sería mas exacto, porque me la metió a presión al tiempo que con furia apretaba mis pechos, me levantó en vilo al tiempo que él se levantaba de su asiento, para darme la vuelta y me clavó su polla por el culo descargando todo su semen dentro de mi. Después ya fue el desmadre total, sobre mi había cinco tíos a cual mas desatado, mas loco y sediento de sexo, que me metían sus vergas por todos los lados posibles, que me gritaban “te vamos a preñar, de aquí no sales viva”, mientras me poseían en todas las posturas.

Mas tarde, mucho mas tarde, sacaron una falda y una blusa con la que me vistieron para llevarme a un jakuzzi en un local swinger, con los cinco a mi lado y con ordenes  expresas de su jefe y con su comentario antes de la partida, yo le había provocado cuando llegó a la casa, y ahora tenía que aprender lo que sucede cuando una puta provoca a un hombre verdadero, así se consideraba él, cuando en realidad era un monstruo de maldad y yo una pobre imbécil que me había ganado a pulso la situación en la que ahora me encontraba. Nada mas entrar en el jacuzzi me despojaron de toda la ropa y me hicieron entrar en la piscina con ellos cinco, en el agua me penetraron todos, uno tras otro, y además invitaron a follarme a todos aquellos que quisieran hacerlo y, aunque la mayor parte de los presentes no quisieron participar en nada, sin duda impresionados por la ferocidad y la violencia que los cinco mostraban, si hubo tres que dieron el paso y a los tres los tuve follándome como fieras, hubo uno de ellos que levantó su puño para golpearme, pero mis cancerberos le apalearon por intentar hacer algo sin orden expresa de ellos. Supe después que su jefe les había ordenado que no hubiera ninguna huella de maltrato visible sobre mi cuerpo.

Pasaron varias semanas y, por desgracia tengo que reconocer que yo me había equivocado completamente en mis cálculos. No solamente no hizo nada para ayudarnos, sino que descubrimos que él era el cabecilla de toda la trama de estafadores financieros, sino que además, yo misma le había dado armas para chantajearnos y además quedarse con la casa. A partir de ese momento me daba ordenes de follar con quien él quisiera, bajo la amenaza de hacer público lo sucedido en aquella primera noche que pasamos juntos, y mucho mas aún, porque ingenua e idiota al mismo tiempo, creí que todavía podría lograr que me soltase de su poder improvisando otra escenita que tuvo resultados lamentables.

Ya habíamos abandonado la casa en sus manos y vivíamos en un antiguo garaje parcialmente rehabilitado como oficina, taller y hasta vivienda, todo en uno. Mi compañero había pedido una reunión con él y su grupo de piratas y en el local nos reunimos para discutir formulas de arreglo, salvo que otra vez metí la pata y esta pudo tener muy trágicas consecuencias. Cuando apenas se iniciaba la reunión, salí de la habitación con el pretexto de ir al baño; en realidad para cambiarme rápidamente de ropa para vestirme con otra minifalda de capa y una blusa calada de ganchillo y con escote barco cerrado, es un decir, con una cinta. No solo no me puse sujetador, sino que, antes de entrar de retorno a la reunión, hice descender la blusa por uno de mis hombros y con ella así abierta, descubriendo enteramente una de mis tetas y a la vista de todos, me volqué literalmente sobre la mesa y ante él, diciéndole teníamos que hablar en privado, todo ello enseñando mis pechos a todos los presentes.

No dijo una palabra, se levantó de la silla y cogiéndome de la mano me arrastró sobre la mesa aferrando mis pechos con una mano mientras que con la otra apartaba la tela de mi braga para guiar su polla y clavármela entera; se corrió en un momento y levantándose me arrastró hasta la calle, hasta su coche estacionado ante el local; me bajó la blusa por completo y, a toda velocidad me llevó a uno de sus hoteles muy cercano. Con la blusa bajada hasta la cintura me hizo atravesar el hotel hasta llegar a la suite que él utilizaba, y nada mas cerrar la puerta a nuestras espaldas, desgarró toda mi ropa y me volcó sobre la cama pretendiendo meterme su verga por el culo. Opuse resistencia y él gritó llamando a su guardaespaldas que había quedado en el pasillo, me amenazó con llamar a otros hombres para que me violaran, como ya habían hecho en varias ocasiones, y me llevasen a una finca en el campo y solo pude evitarlo agarrando su polla con mis manos para meterla en mi boca y conseguir que se corriera en ella. No estaba muy contento con lo hecho pero con su orgasmo se le habían acabado las fuerzas, así que hizo que su chofer me llevase desnuda hasta la casa y con el aviso de que al día siguiente por la tarde, iría al local donde me follaría a su placer durante varias horas. Por cierto que tampoco aquel regreso a casa fue directo, el chofer detuvo el coche en un caminal  y desnuda totalmente como estaba, me hizo salir del coche para tenderme sobre el  capot y allí aprovechó el momento para follarme sin que pudiera hacer nada para evitarlo.

El día siguiente fue tal y como había anunciado, se presentó con su guardaespaldas y una cinta de video en la que había grabado toda la sesión de la tarde anterior en el hotel, y la amenaza de que, a partir de ese momento,  tendría que hacer todo lo que él quisiese, o haría llegar las imágenes de la mamada a mi madre y a toda mi familia. Desde luego mis suplicas no surtieron efecto, sobre mi cama me folló cuanto y como quiso, haciéndose ayudar por su sicario, no solo para que me sujetase mientras él me usaba a su capricho hasta no poder mas. Después fue el turno de su ayudante, al que pidió que se metiera en la cama con nosotros y hacer, según dijo después, un magnífico trio, en el que yo estaba en medio y ellos me usaban hasta dejarme llena de su semen. A  partir de ese día me enviaba , al menos un par de veces por semana, a follar con cualquiera en un jakuzzi, primero con los amigos, después con sus sicarios y luego ya no importaba con quien fuese, el caso era humillarme todo lo mas posible y llegando a mandar a un par de sus hombres a pegar carteles en la puerta de la casa de mi familia para que todo el mundo los viese. Por fortuna los descubrimos antes de que nadie pudiera verlos, algo que hubiera sido terrible porque en los carteles yo tenía su verga metida en mi boca y, por supuesto no se le veía su cara

Fueron muchos meses de una feroz tortura, me obligaba a dejarme desnudar por sus hombres en ciertos locales, en especial un pub que era el centro de reunión de sus sicarios y en el que tenía que permanecer desnuda totalmente y a disposición de cada uno de ellos que quisiera usarme, yo era la puta de todos y cada uno de ellos y como tal disponían de mi a su capricho; a que me follasen entre varios de ellos, a veces incluso me quitaban y escondían toda mi ropa para obligarme a salir desnuda a la calle, o a entrar en los baños de un pub o cafetería para que allí uno o varios de sus hombres me follasen, y yo como la victima que era, teniendo que aceptar todos sus caprichos y barbaridades que acabaron haciéndome caer en una muy profunda depresión, hasta que, igual que había comenzado, de repente todo se interrumpió y no ha vuelto a dar señales de vida. Por fortuna también él tenía superiores que se dieron cuenta de que la bomba creada durante meses, podía hacer explosión en cualquier momento, provocando un escándalo de tales proporciones que ni ellos ni su poder hubieran podido tapar, pero eso ocurrió después de dos años de tortura y de que no menos de quinientas veces alguna verga descargase su semen en mi interior.

No voy a detallar todo lo sucedido durante esos dos años de esclavitud, parte de ello está reflejado en otro escrito: La Lista completa, y refleja gran parte de lo sucedido y los tremendos esfuerzos para conseguir salir de ese infierno.

 La moraleja de la historia son las secuelas psicológicas que aun conservo, el fatalismo y la sumisión que padezco ante cualquiera que pretenda follarme, y así ha ocurrido en bastantes ocasiones, y el firme propósito de no volver a emprender jamás iniciativas similares, cada vez que lo he hecho las consecuencias han sido siempre desastrosas. 

  • : De como el tiempo d e las esclavas no ha cambiado
 

Relato erótico: “Cómo seducir a una top model en 5 pasos (11)” (POR JANIS)

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cuñada portada3Una tía necesitada.

Nota de la autora: Quedaría muy agradecida con sus comentarios y opiniones, que siguen siendo muy importantes para mí. Pueden usar mi correo: janis.estigma@hotmail.es

Gracias a todos mis lectores, y prometo contestar a todos.

Sin títuloCristo se removió como un congrio en una canasta, alterando totalmente la ropa de la cama. Sus dientes se apretaron con fuerza y sus poros destilaron sudor a toda máquina. De vez en cuando, un gemido surgía de su garganta. Estaba soñando y, lentamente, el sueño se había transformado en una pesadilla que le atenazaba el pecho y la parte baja de la espalda.

― ¡Noooo! ¡¡CALENDAAAA!! – gritó a pleno pulmón y quedó incorporado en la cama, los ojos abiertos y el rostro transfigurado. Jadeó mientras su mente reconectaba con la realidad.

Las lámparas de Faely y de Zara se encendieron casi a la vez, debajo de su piso.

― ¿Cristo? ¿Estás bien? – preguntó Faely, alarmada.

― ¿Qué pasa, primo? ¿Te has caído de la cama? – se burló un tanto Zara.

― Estoy bien, no preocuparos. Zolo ha zido una pezadilla – barbotó Cristo, secándose el sudor de la cara con la sábana.

― Pues más bien parecía que te estaban capando, coño – renegó Zara. – Vaya susto…

― Pero ya ha pasado todo – sonrió Faely, subiendo las escaleras hasta la cama de su sobrino. — ¿Verdad? ¿Quieres contárselo a tu tita?

“¡Me cago en to lo que verdeguea…! Ya está otra vez tratándome como si tuviera quince años.”, pensó Cristo, irritado aún por la pesadilla.

― Estoy bien, tita. Zolo ha zido un mal sueño, zin duda a causa de tantas palomitas que nos hemos comido en el sine – dijo él, sentándose en el borde de la cama.

― ¿Una cita con Calenda? – preguntó Zara, anudándose el corto batín, pues solía dormir desnuda, y caminando hacia la nevera.

― Naaaa… más quisiera yo… Fui con varias chicas de la agencia, entre ellas Calenda. Todas querían ver esa peli nueva, Los Juegos del Hambre.

― ¿Qué tal está?

― Está mu bien, prima. Nos jartamos de palomitas y refrescos. Después de la movie, nos fuimos a comer pizza, todos. Creo que mi estomaguito no lo ha zoportado… ezo es todo. Ziento haberos despertado, tita.

― No te preocupes, Cristo. Bebe agua – le dijo su tía, comprobando que Zara traía un vaso en la mano.

Cristo agradeció el gesto y el trago. En verdad, tenía la garganta más seca que el ojo de un tuerto. Tía Faely se inclinó y le dio un breve beso en la frente y Zara le sonrió. Desde el asunto con Phillipe, le mimaban aún más, sobre todo su tía. Quizás tenía algo que ver con el poco caso que le hacía su ama, ahora que estaba liada con su hija…

¡Dios, que cosas pasaban en América!, pensó Cristo, metiéndose bajo las sábanas mientras las chicas bajaban a sus camas.

A oscuras ya, pensó en el vivido sueño que le había acojonado tanto. ¡Parecía tan real! Puta película… No le hacía falta ir a ningún psicoanalista para que le dijera que la pesadilla era producto de sus anhelos y frustración. Hasta un gitano palurdo como él podía verlo. Calenda se le había metido en los huesos, desde el primer momento en que la vio. Ser tan buen amigo de ella no ayudaba en nada. No quería traicionar a Chessy, ni mucho menos, pero era algo que no controlaba en absoluto; algo involuntario, como el respirar o gesticular al hablar.

Además, sabía que no tenía ninguna oportunidad con ella, así que no se planteaba sus reacciones como un engaño. Le había sugerido a Chessy salir con el grupo de la agencia: Alma, Marie la peluquera, Sally, de Contabilidad, May Lin y Calenda. La idea surgió en el trabajo, entre Alma y Cristo, como siempre, pero, más tarde, varias más se apuntaron.

Chessy tenía una actualización de su licencia de masajista, o algo relacionado con eso, y no tenía tiempo. Así que le dijo a Cristo que fuera con ellas, que se divirtiera en el cine.

May Lin era la compañera de piso de Calenda, una deliciosa chinita americana de veintidós años, que era habitual en los magacines de moda ilustrada. Cristo las puso a ambas en contacto. May Lin necesitaba una nueva compañera de piso y Calenda, a su vez, necesitaba alejarse de su padre. Pero Germán, el padre de la modelo, no pensaba darse por vencido tan fácilmente. Astutamente, jugaba con el sentimiento de culpabilidad que surgía con fuerza en Calenda, y la dejó marcharse. Sabía que, al pasar los días, la modelo sentiría la necesidad de volver con él, de ser perdonada por su progenitor.

Por eso mismo, Cristo tenía que mediar y buscar actividades que apartaran de su mente tal tentación. El cine fue una más de esas actividades, ya que Calenda era muy aficionada al género de ciencia ficción, fantasía, y terror, pero jamás pensó que él mismo fuera afectado de aquella manera.

Los Juegos del Hombre… ¿En qué coño estaba pensando su enfermiza mente? ¿En serio?

Sin embargo, todo en el sueño parecía tan normal, tan real. La Cosecha, el Distrito 12, su familia de panaderos, el miedo que sintió cuando fue cosechado… y Calenda. La pasión enfermiza que se adueñó de él al acompañarla a la muerte o la esclavitud, aún bullía en su pecho.

Jackie Garou. ¿Tan enfermo estaba? Jackie era la hermana pequeña de Sally, a la que llevó al cine con todos ellos. Quería ver la película tras leer el libro. “Joder, tiene catorce años y esta noche es la primera vez que la he visto.”, pensó Cristo.

Se estremeció al evocar la terrible orgía que les esperaba a los dos cuando abandonaron el cuarto de descanso, por una de las puertas. Ésta les llevó directamente a los jardines, en donde acabaron atrapados en un gran laberinto, llamadola Cornucopia. Allí, entre altos setos que cortaban como cristales y pasadizos que se entrecruzaban en cuatro dimensiones, encontró a otros tributos, entre ellos a Calenda.

Estaban arrinconados por unos seres terribles, creados para estar siempre hambrientos de sexo: los mutos. Tenían varias formas, mezclando rasgos antropomórficos con características animales, pero con una cosa en común: un pene, grueso y largo, que arrastraban entre sus piernas, dejando un rastro continuo de lefa maloliente.

Todos trataron de pelear, de escapar, sin esperanza. No pudo mantener a Jackie a su lado. La arrastraron entre aquellos setos, que le despellejó la espalda prácticamente, entre gritos y lágrimas, hasta desaparecer. Uno tras otro, los tributos arrinconados fueron violados, masticados, o arrastrados hasta las guaridas. Cristo se debatía, arrinconado, esquivando los zarpazos como podía, contempló como Calenda era violada, una y otra vez, por dos mutos parecidos a machos cabrios, hasta no ser más que un pelele sin vida. Cristo, rodeado, indefenso, y derrotado por el dolor, gritó y aulló su nombre.

Entonces, despertó.

Ahora, minutos más tarde, daba las gracias en silencio, la mejilla sobre la almohada. Solo había sido un sueño, pero le había llenado de angustia y desazón. Más aún, había despertado en él una desconocida sensación. Era algo que le quemaba la garganta, que le hacía palpitar el pecho, que le cubría de sudor cuando menos lo esperaba. Era algo jamás experimentado antes, algo que se escapaba a su entendimiento, algo vital y primario.

Algo llamado amor.

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Cristo estaba desayunando en la cafetería de abajo, con Zara y Alma, cuando entró Chessy por la puerta. Cristo enarcó una ceja. No era habitual que su chica se dejara ver tan temprano. Normalmente, estaría durmiendo, o bien atendiendo una cita. Chessy sonrió y saludó a todos, al acercarse. Besó a Cristo y se sentó en una silla.

― ¿Quieres un café? – le preguntó Cristo.

― Me vendría bien, encanto. He salido de casa sin tomar nada.

― ¿Tan temprano? – preguntó Zara, quien había hecho buenas migas con la novia de su primito.

― Debía ver a un posible cliente. Es guardia en el penal de la isla de Rikers.

― ¿Has ido hasta allí? – preguntó Alma.

― Pues si. Vive allí.

― ¿En la cárcel? – le preguntó, a su vez, Cristo.

― No, tontito, en un barrio residencial. La isla de Roosevelt se ha convertido en una pequeña ciudad de servicio para el personal que trabaja en la cárcel o en las diversas instituciones que se han creado en torno a ella.

― Tonto – se burló Alma, aprovechando la pulla.

― El hecho es que se partió una cadera y debe hacer rehabilitación, pero su horario cambia cada semana, así que tendré que adaptarme a él.

Cristo sonrió, agradecido al hecho de que Chessy había aceptado trabajar con una aseguradora médica, por lo que ahora tenía mucho más clientes “normales”. Chessy le había prometido ir dejando sus servicios especiales, pero de una manera progresiva.

― Empiezo mañana, a las nueve de la noche…

― Joder, tía – se quejó Zara.

― Es cuando finaliza su turno – se encogió de hombros Chessy. – Su esposa, una señora muy simpática y parlanchina, me ha ofrecido cenar con la familia y todo. Creo que aceptaré porque cuando regrese será bastante tarde.

― ¿Así que no nos veremos en esta semana? – Cristo puso una cara de penita que las hizo reír a todas.

― Podemos vernos por la tarde, en vez de la velada. Así podrías cumplir tu promesa de llevarme a esa suculenta pastelería suiza a merendar…

― ¡Te ha pillado! – se carcajeó su prima, palmeándole el hombro.

Más tarde, de nuevo en su puesto laboral, Cristo y Alma contemplaron como la jefa acudió hasta el ascensor para esperar unos visitantes. Zara, que salió también de su despacho, se acodó en el mostrador. Su primo le preguntó, muy bajito, a quien esperaban.

― Creo que se trata de dos tipos de Odyssey.

― ¿Odyssey? ¿Los buscatesoros?

― Si – contestó Alma esta vez. – La señorita Newport estaba esperándoles. Tengo entendido que van a hacer un calendario.

― ¿Para recuperar reputación tras perder el juicio con España? – bromeó Cristo.

― Puede ser, pero creo que van a traer un cofre de auténticas monedas para el decorado – susurró Zara.

― ¡No jodas!

El ascensor se abrió, revelando a dos sujetos bien vestidos, cercanos a la cincuentena, a los que Candy Newport estrechó las manos efusivamente. Tras esto, les llevó a su despacho y, más tarde, a visitar los platós. Cristo se mantuvo alerta, pero no consiguió más detalles. Gracias a Dios, disponía de su primita para enterarse de los planes de su jefa.

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― ¿Qué vamos a senar, tita? – preguntó Cristo, arrimando la nariz a la cocina.

― Había pensado en preparar una crema de verduras y una tortillita, Cristo – contestó Faely, también en español.

― ¿Tortilla de papas?

― Por supuesto, cariño. Zara se queda a cenar con Candy.

― ¿Otra vez?

― Ajá… están enamoradas.

― Yo diría encoñadas.

Faely sonrió tristemente, pero no dijo nada. Cristo no era tonto. Veía perfectamente como su tía languidecía, día tras día. Intentaba respetar el idilio de su hija, pero se sentía celosa y herida, en el fondo. Durante mucho tiempo, ella mantuvo una fuerte relación con Candy Newport; una relación muy dependiente, de ama y esclava. En estos últimos diez años, Candy había sido su única fuente de sentimientos, un cáliz donde sorber las emociones más primarias que necesitaba. Ahora, se había quedado sin guía ni consuelo. Se sentía vacía y traicionada.

Lo peor de todo es que ni Zara ni, por supuesto, Candy, se daban cuenta de ello, inmersas en su particular aventura romántica. De alguna manera, Cristo debía ayudar a su tía a remontar armónicamente su corazón. Quizás podía aprovechar esta semana, en que Chessy estaría ocupada por las noches, para cenar agradablemente con su tía. Hacía tiempo que ambos no se sentaban a charlar de sus vidas.

― ¿Te ayudo?

― ¿Cómo? ¿El gran Cristo se va a dignar a tocar un utensilio de cocina?

― No zeas zarcástica, tita. No te pega demaziado.

― Tienes razón. Hace mucho tiempo que no soy sarcástica, sino una simple esclava…

“He metido la pata, coño. Así no la ayudo. Mejor será que le cambie el tema.”, pensó Cristo, mordiéndose el labio.

― No tengo ni pajolera idea de cosinar, pero puedo ir cortando algo, ¿no?

― Vale. A pelar papas, nene…

De esa manera, cristo acabó como pinche de cocina, pelando tubérculos ante un barreño. Las patatas a un plato, las mondas al barreño. ¿Quién le iba a decir a él que luciría como su máma, con delantal de flores y todo, solo que Nueva York? ¡Cristo Heredia pelando patatas!

¡Deshonroso! Lo que tenía que hacer por la familia…

Al principio debía estar atento a sus dedos, porque la humedecida patata se escapaba y saltaba, pero, poco a poco, fue tomándole el tiento –gracias a que el cuchillo era prácticamente romo y no se podía rebanar los dedos- y consiguió charlar al mismo tiempo.

― ¿Crees que van en zerio?

― ¿Quiénes?

― Zara y Candy.

Faely lo pensó unos segundos y luego asintió, despacio.

― Mi ama no actuó nunca así conmigo.

― Bueno. A ti no tenía que enamorarte, ¿no?

― No. Yo era y soy su puta esclava. Obedezco su mínimo capricho.

Ambos quedaron callados, ocupados en sus faenas. Faely cortaba apio para completar los ingredientes de su crema.

― Tita… ¿qué zientes como ezclava? ¿Te llena?

― Es diferente a lo que puedes sentir normalmente. Yo nunca fui consciente de que era una sumisa hasta que Phillipe me sometió. En mi vida, solo cometí un acto de rebeldía: el día que abandoné el clan y me vine aquí, y quizás estaba más respaldada por mis hormonas que por mi voluntad. El caso es que enseguida me sometí a otra persona, a mi marido Jeremy, tal como lo había estado antes al pápa Diego. No sabía que era lo que buscaba, pero no me sentía completa. Nunca lo estuve con Jeremy, claro que él no era ningún amo, solo un putero. Phillipe fue el primero en hacerme rozar la perfección, y digo rozar porque, en el fondo, es otro cabrón.

― Jejeje…

― Por primera vez, me sentí sometida, dependiente de una voluntad. Podía abstraerme completamente de mi vida, de mis problemas, de mis tontos prejuicios,… de todo. Es lo mejor de ser esclavizada. No tengo que tomar decisión alguna; mi ama lo hace todo por mí y después me ordena. ¡Es una liberación!

Cristo empezó a comprender la mente de un esclavo. En el fondo, los sumisos eran personas a las que la vida, en cierto modo, les daba miedo, incapaces de adoptar un rol participativo. Gozaban al ser anulada esa presión y alcanzaban la libertad al ser oprimidas y dirigidas.

― Si el cambio fue notorio con Phillipe, resultó increíble al conocer a Candy. Ella fue un ama de ensueño: dura cuando era necesario, tierna y romántica en sus actos, e intransigente en ciertas ocasiones…

― ¿Te compartió con otras personas?

― Si, en algunas ocasiones. Candy siempre ha tenido amantes de ambos sexos, aunque las mujeres atraen más su vena romántica. Suele considerar los hombres como una explosión de necesidad, fácilmente olvidable.

― Buena definisión.

― Es lo que ella dice. Hubo veces que me introdujo en la relación, formando un trío, y, otras, me entregó como carne, incluso por todo un mes.

― ¿Y gozabas con ezo?

― No siempre, pero era su deseo, así que también era el mío.

― Y ahora, echas de menos todas ezas zensaciones, ¿verdad?

― Me siento como una muñeca olvidada en el desván. Le pertenezco, pero no volveré a sentir hasta que se acuerde de mí…

― Pobre tita… Te mereses un abrazo – Cristo aprovechó que había terminado de pelar las patatas para ofrecer sus brazos a su tía.

― Gracias, Cristo – susurró Faely, dejándose abrazar.

Aunque ella era más alta que su sobrino, se sintió protegida por su temple y su fuerte espíritu, ya que no con su cuerpo. Faely empezaba a conocer la poderosa personalidad de su sobrino y estaba cada día más contenta de haberle acogido en casa. Por su parte, Cristo contactó con las mórbidas curvas de su tía, enfundadas en aquella bata sedosa y liviana. Solo aspirar el aroma de su cuerpo, le hizo vibrar.

Faely siempre le había gustado, al menos lo que recordaba de ella. Más tarde, cuando la vio por la cámara del ordenador, se reafirmó en ello. Se había vuelto voluptuosa, una mujer plena y asentada que rebosaba vitalidad. Saber que era fuertemente receptiva a las órdenes, solo hacía aumentar su sensualidad. Su rápida mente ya estaba abriendo derroteros que enrojecieron sus mejillas, al imaginarlos.

¡No, no! ¡Basta! ¡Eso no podía ocurrir! Era su tía, su pariente… pero… ¡Estaba de buenaaaaa! ¿Quién se iba a enterar en el clan? ¡Nadie!

Atormentado por sus propios pensamientos, Cristo se retiró con brusquedad. Ni siquiera él era consciente de lo que su mente era capaz de hilvanar. Era como si tuviera el control del peaje de una gran autopista hasta su destino, pero circundada por diversas carreteras menores y pistas de tierra, por las que circulaban ideas mucho más audaces y peligrosas, a las que no tenía acceso hasta que se materializaban en el destino.

Esa era una buena definición de la capacidad simultánea de su mente. Cuando tenía una idea, otras siete ideas paralelas se formaban al mismo tiempo, cada una de ellas, con un resultado parecido, pero diferente. Él solo tenía que escoger la que más le gustaba.

Faely metió las verduras en la olla y las puso a cocer. Cristo picó las patatas en cuadraditos casi perfectos. Los dos se mantuvieron en silencio, mascando sus pensamientos.

― ¿Cómo te va con Chessy? – preguntó Faely, cambiando de tema.

― Mu bien, tita. Chezzy es una chica eztupenda – se encogió de hombros Cristo. Por nada del mundo pensaba decirle a su tía que Chessy era un transexual; no faltaría más.

― ¿Y la agencia? ¿Estás bien allí? No me has contado gran cosa sobre ello.

― Bueno, ya zabes como son ezas cozas… Es un buen trabajo, nada pezado. Además, hay montón de chicas guapas por todas partes…

Faely le observó de reojo. Zara le había contado cosas sobre lo considerado que estaba su primo en el trabajo. Se había ganado la confianza de la mayoría de las chicas; incluso las divas le saludaban, al entrar y salir. El nombre de Cristo empezaba a escucharse con fuerza en la agencia, como si dirigiera algún tipo de mercado negro. Si quieres mejorar tu perfil, habla con Cristo. Si necesitas un día libre, habla con Cristo. Si buscas entradas para Broadway, habla con Cristo.

Cristo aparecía por todas partes, tanto en asuntos cotidianos y benignos, como en otros bastante más lucrativos e ilegales. Zara se lo resumió de la siguiente manera: menos drogas y armas, el primo Cristo lo toca todo, pero eso si, con mucha elegancia y discreción.

Faely comprendía perfectamente las enseñanzas que impulsaban a su sobrino. Provenía de un lugar donde el contrabando era el pan diario del pueblo; una actividad en la que se empezaba siendo un niño. Manhattan era una perita en dulce para un personaje como él, lleno de oportunidades y de clientela nada comprometida. Aquí no tenía que lidiar con bandas contrarias, ni con competencia desleal, y, en los círculos en los que se movía, ni siquiera le preocupaba la policía, pues su material apenas podía considerarse como delictivo.

Negociaba con favores, con ventajas personales, y no cobraba por ellos, sino que escalaba puestos sociales. Si, Cristo lo estaba demostrando, era un gitano muy, pero que muy listo. ¿Acaso no la había ayudado a ella, sin ponerse en evidencia? ¡Que bien le habría venido un aliado como él cuando llegó a Nueva York!

Por su parte, Cristo nunca pensó que trajinar en la cocina fuera tan ameno y excitante. Se lo estaba pasando realmente bien, como para repetir en cualquier ocasión. Si esto seguía así, él mismo llegaría a prepararse sus papas a lo pobre con huevos fritos.

Admiraba el glorioso trasero de su tía, que se enmarcaba en la sedosa tela de su bata. Era imponente y redondo, bien alzado de grupa, y, en ese momento, vibraba debido a los movimientos que generaba ella con el batidor en la mano. Estaba mezclando y batiendo los huevos para la tortilla, junto con la cebolla y los taquitos de bacón, a falta de jamón serrano. Ese gesto de muñeca tenía la virtud de agitar sus glúteos sensualmente, lo que mantenía a Cristo muy atento, a espaldas de su tía.

― Cristo, ¿puedes mirar si ya están doradas las patatas?

― Zi, tita – dijo, acercándose a la freidora y sacando la pequeña cesta metálica. – Aún están blancas.

Faely asintió y dejó el bol con los huevos sobre el poyo. Controló el vapor que surgía por la válvula de la olla. Le quedaba unos minutos para retirarla. Suspiró con ganas, al quedarse ociosa. Sus miradas se cruzaron, instintivamente. Cristo sabía lo que su tía necesitaba, pero no se atrevía a emprender tal acción. A su vez, Faely intuía la atracción que generaba sobre su sobrino y se divertía secretamente, llegando un poco más lejos cada vez. Ambos fantaseaban con lo que podría ocurrir, pero que no sucedería jamás.

― ¿Un poco de vino, Cristo?

― No estaría mal.

Faely extrajo una botella de Cabernet tinto de su escasa bodega –apenas una estantería pequeñita en la pared-, y la descorchó. Ayudados por el vino, cocinaron juntos y charlaron, acabando con grandes carcajadas cuando Cristo tuvo que pasar por el pasapurés todas las verduras cocidas. Una vez que la tortilla a la española estuvo algo reposada, se sentaron a la mesa, uno frente al otro, y cenaron.

Se sentaron un rato a ver la tele, sus cuerpos distendidos sobre el sofá. Ni siquiera necesitaban mirarse para ser concientes de que se miraban con furtividad, con secreto regocijo, dando otro inconsciente paso hacia sus fantasías reprimidas.

Cuando Faely se fue a la cama, llevó los ojos al techo, pensando que su sobrino dormía sobre ella. Demasiado cerca como para tentarla en alguna ocasión. Sonrió de una forma desacostumbrada, con picardía. Quizás, si se hubiera tomado un vino más… No, era demasiado evidente. Cristo le había dicho que cenaría en casa toda la semana, que Chessy trabajaba. A lo mejor, la ocasión se repetía, ¿no?

Entretanto, jugaría ella sola, se dijo, introduciendo sus dedos entre sus braguitas.

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Zara sonrió al salir del despacho de la jefa. Había comprobado sus ropas y el maquillaje antes de salir al pasillo, pero aún así, de forma inconsciente, sus manos alisaron la falda sobre sus caderas. ¡Menuda media hora había pasado dentro! Era casi la hora del almuerzo y estaba famélica. Candy tenía un almuerzo de negocios, así que no podía quedar con ella. Echó a andar hacia el mostrador de recepción. Puede que su primito ya tuviera compromiso, pero, seguramente, podría unirse a ellos.

Encontró a Calenda y May Lin charlando con Alma, ante el mostrador. Cristo parecía atareado ante su monitor, sin levantar la cabeza.

― ¿Qué hay, chicas? – saludó Zara, al acercarse.

― Podéis preguntarle a ella – dijo Alma, señalándola. – Puede tener más información que yo.

Zara alzó las cejas, sorprendida.

― ¿De que hablas?

― Del calendario de Odyssey – planteó Calenda. — ¿Sabes qué modelos participarán?

― ¿Por qué tendría yo que saberlo? – se defendió ella, algo irritada.

― Pues porque te tiras a la jefa, guapa – pinchó May Lin, con su voz de niña.

― ¿QUÉ?

Detrás del mostrador, Cristo negó su participación con una mirada. Él no había dicho nada del asunto.

― ¿Te crees que aquí las niñas se chupan el dedo? – bromeó Alma. – La que no corre, vuela, en esta agencia.

― Todas hemos tenido nuestro rollitos con compañeras, más o menos, pero tú has llegado más alto, zorrona. No sabes cómo te envidiamos las demás mortales – expuso May Lin, con una sonrisa de loba. – Así que, desembucha…

Zara quedó en evidencia, sin saber qué contestar y con el rostro enrojecido.

― No lo sé aún. Candy ha quedado en almorzar con un directivo del Odyssey. Esta noche quizás pueda enterarme – contestó finalmente.

― ¿Esta noche no cenas en casa tampoco? – preguntó Cristo, arrugando la nariz.

― No, primo. Iremos a cenar a Cordelius.

― ¡Grrr! ¡Que envidia! – exclamo Alma, haciendo reír a todas.

― Pero si conozco los detalles del calendario – dejó caer en un susurro.

― ¡Cuenta, cuenta! – le pidió Calenda, colgándose de uno de sus brazos.

― ¿Por qué no vamos a almorzar todas a la pizzería? – sugirió Cristo, levantándose.

― ¡Perfecto!

Media hora más tarde, compartiendo tres pizzas familiares, Zara reveló lo que se tenía pensado para el calendario. Doce chicas aún a elegir, una por cada mes. El tema, como siempre, el mar y los tesoros, así que habría bikinis, sirenas, y equipos de buceo. La empresa no quería nada de plató, ni estudios. Escenarios naturales y, por lo visto, habían pedido un par de chicas con experiencia de buceo. También confirmó que Odyssey traería un pequeño cofre lleno de doblones españoles auténticos, que utilizarían para unas cuantas puestas en escena.

Las chicas se emocionaron con la posibilidad que las eligieran para esas fotografías, lo que significaría un aumento de popularidad y, por lo tanto, de caché.

― No os hagáis ilusiones, chicas. Es un cliente de los gordos. Querrán divas de primera línea. Vosotras aún sois pececillos – les dijo Alma, veterana en tantos chismorreos.

― Calenda no es una novata – comentó May Lin.

― Puede que ella tenga una oportunidad, pero si las veteranas de la agencia aceptan, las escogerán a ellas. No lo dudéis.

― Bueno, aún no se sabe nada, así que es una tontería preocuparse por ello – dijo Cristo, antes de engullir una porción.

― Tienes razón – afirmó Calenda.

― Aunque, si fuera yo, aquí mismo tendría los meses de verano. Julio, agosto y septiembre – dijo el gitano, señalando por orden a May Lin, Zara y Calenda.

― ¡Ay, que encanto! – exclamo la chinita.

― Siempre es tan dulceeeee – le pellizcó la barbilla Calenda.

― Y eso que no le habéis visto en calzoncillos – remató su prima, arrancando las risas de todos.

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Llevaban cenando solos tres noches y esa era la cuarta. Las conversaciones entre Cristo y su tía se volvían cada vez más íntimas y confiadas, rompiendo tabúes. Decidieron hacer lasaña de carne y Cristo se esmeró en atender las indicaciones de Faely, colocando capas de pasta sobre la carne picada.

Descorcharon una botella que, esta vez, compró Cristo al salir del trabajo. Mientras el horno realizaba su labor, estuvieron charlando sobre sus respectivos trabajos. Faely comentó sobre una posible función especial, dedicada a Andalucía, que los alumnos más veteranos de Juilliard estaban diseñando. Cristo, a su vez, relató un par de anécdotas eróticas ocurridas con las modelos de la agencia. Acabaron riéndose y profundizaron en la pícara charla.

El mes de mayo ya estaba en curso. La temperatura nocturna de Nueva York empezaba a ser agradable. Faely, con una súbita inspiración que le puso la piel de gallina, dijo que se iba a poner algo más cómodo. Se duchó rápidamente y salió envuelta en una toalla, hasta ocultarse tras el biombo que protegía la intimidad de su cama.

Cristo la contempló pasar, de reojo, y se relamió. ¿Qué les estaba pasando? ¿Por qué sentía aquellos impulsos pecaminosos? ¡Se trataba de su tía, de la hermana de su madre! Comprendía que podía sentirse atraído por una mujer así, aún joven, dinámica, y de cuerpo perfectamente ejercitado. Apenas la había conocido como familiar directo, lo que no generaba demasiados recuerdos que superasen el instinto sexual, pero, aún así, seguía siendo algo sucio, incestuoso. Sin embargo, esa misma tentación encendía su sangre y Cristo se encontró deseando llegar más lejos.

Por su parte, Faely se mordía el labio, contemplándose en el espejo de pared, detrás del amplio biombo. Se había decidido por utilizar una corta chilaba que una compañera de trabajo le trajo, unos años atrás, de un viaje a Túnez. No era una prenda decente para una mujer musulmana, sino más bien una recreación fantasiosa para los turistas, pues la prenda no llegaba más abajo de medio muslo. Mezclaba el color ocre con diversas filigranas doradas y presentaba un generoso escote que sus medianos pechos rellenaban perfectamente.

¿Se atrevería a salir así ante su sobrino? ¿Sería demasiado evidente que la temperatura primaveral no tenía nada que ver con aquel atuendo?

Llevaba suelta demasiado tiempo y eso la volvía frenética. Quizás debería pedirle unos azotes semanales a su ama, para calmarse; pero no era culpa suya… ¡Estaba abandonada a su suerte! ¡Su ama la llevaba ignorando demasiado tiempo y ella necesitaba control!

En un principio, Cristo había sido poco más que un niño en casa, una nueva distracción para ella. Inconscientemente, relacionaba su aspecto débil y aniñado con una representación de necesidad que la llevaba a volcarse en él, de forma maternal. Sin embargo, a raíz del asunto de Phillipe, Cristo había demostrado que no era ningún niño y que tampoco era débil. Era muy inteligente, quizás más que nadie que ella conociera, y lo ocultaba perfectamente, como si fuese su arma secreta.

Aún no alcanzaba a comprender cómo pensaba aquella mente superior, pero empezaba a verle como lo que era en realidad: un genio criminal, un sujeto que podía convertirse en el líder de cualquier organización si lo desease. En el momento en que ella empezó a verle desde otro prisma, la actitud de Cristo ya no le engañaba. Podía descubrirle en sus pequeños artificios, intuía cuando le mentía o cuando distorsionaba los hechos, y, sobre todo, cuando la devoraba con los ojos. Todo ello la enardecía, la hacía sentirse deseada, al borde del descontrol. Sabía que sucumbiría a la oscura personalidad que se escondía en el interior de su sobrino, en cuanto se lo exigiera. Ella no podría resistirse, y menos condenada a aquel ostracismo por su ama. No tendría fuerzas ni voluntad para oponerse a cuanto le pidiera Cristo… y tampoco lo deseaba.

Se volvió a admirar en el espejo. Estaba imponente y bella, se dijo, sonriendo mientras se llevaba un dedo a la boca. Dios, que caliente estaba. Con decisión, alisó de un gesto los bordes de la chilaba y salió de detrás del biombo.

Cristo tuvo que toser al ver surgir a su tía. Tosió para encubrir la exclamación que medio soltó. Tosió para disimular el temblor de su boca, el nerviosismo que se apoderó de sus dedos. Faely aparecía al igual que una sacerdotisa pagana, pisando la madera del suelo con esa actitud reverencial, debida al temor, y, a la vez, orgullosa de su dedicación. Sus largas piernas morenas, casi desnudas, se movían con una cadencia felina, cruzándose una delante de la otra, mientras impulsaban su generoso cuerpo hacia él.

― ¡Dulse Jezusito de mi vida! ¡Tiiita, estás… quiero desir que te zienta maravillozamente eza cozita mora!

― Gracias, Cristo. Nunca me lo pongo, pero lo he visto en el armario y me he dicho… ¿Por qué no? – dijo ella, girándose para mostrar el conjunto, y sintiéndose muy adulada.

― Pos tenías que haserlo más veses, aunque eztes zola… Una mujer debe zentirse guapa ziempre.

― Eres un encanto – se rió ella, inclinándose y depositando un beso en la frente de Cristo. — ¿Cómo va el horno?

― Aún no ha pitado.

― Perfecto. ¿Otra copa de vino?

― No zé… no acostumbro a empinar el codo.

― Bueno, tu cama no está tan lejos – bromeó ella. – Y si no puedes subir las escaleras, puedes dormir en la mía.

Cristo notó aquella mirada, junto con el tono de la frase. Si aquello no era un permiso en toda regla, que bajara Dios y lo viera. Según todos los manuales de la seducción, tía Faely le estaba tirando todos los trastos de una vez, sin sutilezas y con desparpajo. ¿Se atrevería él a recoger el guante del desquite?

Atrapó la botella y vertió vino en ambas copas. ¡Necesitaba las tres V, tal y como decía pápa Diego! ¡Vino, Valor y Viagra! Brindaron por alguna tontería que Cristo no asimiló siquiera, los ojos recorriendo sesgadamente aquel cuerpazo, delineando los contornos de aquellas piernas tan firmes y trabajadas. ¿Era eso lo que Cristo había anhelado, antes de conocer a Chessy, antes de que apareciera Calenda? Si, creía que si… Pues, en ese caso, el fruto estaba dispuesto para su cosecha.

― Tita…

― Por favor, llámame Faely – le cortó ella, con una voz un tanto ronca.

― Faely, en todos eztos años… ¿no has echado de menos un hombre?

Ella clavó la mirada en el horno y tomó un sorbo de su copa. Sonrió y meneó la cabeza.

― Tras el periodo que estuve atada a Phillipe, los hombres se convirtieron en enemigos naturales. No les soportaba en la intimidad. Me resultaban zafios y brutales, tan taimados y egocéntricos como pequeños dictadores que anulaban cualquier interés que pudiera surgir en mí. Además, mi ama Candy, me educaba de una forma tan nueva como sutil y sensual, que requería toda mi dedicación.

― Comprendo.

El aviso del horno les sobresaltó. Faely sacó la lasaña y la colocó en el centro de la mesa, dejándola enfriar un poco. Mientras esperaban, volvieron a llenar las copas y se quedaron clavando los codos en la estrecha barra que separaba la cocina.

― ¿Qué hay de ti, Cristo? No cuentas mucho de tu relación con Chessy – le preguntó Faely.

― Bueno, Chezzy es una chica mu especial, la verdad.

― Es muy guapa…

― Zi y mu pasiente también.

― ¿Por qué dices eso?

― Verás, Faely, no zé zí mi madre te contó exactamente lo que me pazó cuando shico…

― Que tenías un fallo de glándulas hormonales. Por eso no te desarrollaste como los demás chicos – contestó ella, quitándole importancia.

― Zi, algo azí. Me falló la hipófizis, lo que atrazó o anuló todo mi dezarrollo. Estatura, pezo, maza y volumen, todo quedó alterado. No tengo barba, ni pelos en el pecho, porque mi vello quedó al nivel de un niño. Mis rasgos tampoco ze hisieron viriles, de ahí mi aspecto de querubín – dejó escapar una risita. – Pero no zolo fue ezo lo que ze me quedó como un infante. También mi… cozita, mi pene… no creció…

― N-n… no lo sabía, Cristo – dijo Faely, acariciándole la mejilla.

― Zoy un adulto psicológicamente hablando. Tengo nesezidades como un adulto, pero, en ocaziones, la vergüenza me corta, ¿sabes? No es muy erótico bajarte los pantalones y dejar ver que zolo dispongo de un micropene, que apenas zupera los diez sentímetros.

― Oh, querido, el tamaño no importa.

― Es lo que me digo ziempre, pero, la verdad, zi que importa, Faely. Es importante para dejar a tu amante zatisfecha; es importante para zatisfacer mi ego y generar confianza.

Ella cabeceó, sin dejar de acariciar la mejilla de Cristo. Sus labios estaban húmedos, sus ojos también. El vino permaneció olvidado.

― Pero Chezzy me demostró que era diferente, que no nesezitaba las mismas cozas que las demás mujeres. Me dijo que cuando falla uno de los zentidos, ze zuelen dezarrollar los demás. Azí que ezo es lo que ha estado enzeñándome: ha dezarrollar otras fasetas como amante.

― Me parece estupendo, cariño.

― A mi también – dijo Cristo, con una carcajada que Faely secundó.

― A comer – exclamó ella, tomando la botella y llevándola a la mesa.

Cenaron exquisitamente, con una buena porción de la aclamadísima lasaña de Faely. Dejaron una buena porción para Zara y se acabaron la botella con glotonería. La intimidad entre ambos parecía haber aumentado, a raíz de la confesión de Cristo. Los guiños verbales se sucedían, casi sin descanso, originando risotadas. Decidieron mudarse al sofá y conectaron la tele, pero solo quedó como un pinto de referencia para los momentos de silencio. La charla continuó, envalentonada por el vino y por el pérfido nexo que aquella noche les unía.

Esta vez, no se sentaron como era su costumbre, cada uno en un rincón del largo sofá. Esa noche les apetecía estar más juntos, en contacto. Faely se arrimó a su sobrino y dejó que este le pusiera la mano en un muslo. Cristo no movió aquella mano; no quería espantar a su tía por nada del mundo. La mantuvo quieta, temblorosa en algunos momentos, pero realmente inocente. Sin embargo, su boca se quedaba seca a cada momento y debía pasarse la lengua por los labios.

Faely, en cambio, sentía una fuerte y regular pulsión en su entrepierna. Era como un segundo corazón latiendo, bajo su pubis. Deseaba controlarlo, calmarlo, pero no respondía a su voluntad. La mano de su sobrino, justo por encima de la rodilla, no ayudaba en nada, sea dicho. Pequeños escalofríos bailoteaban por su espalda, agitándola levemente. Deseaba posar su mano sobre la de Cristo y apretarla, pero se contenía a duras penas. El problema es que no sabía qué hacer con sus manos, inertes sobre el asiento, a cada lado de su cuerpo.

― Ya que estamos hablando de zexo, Faely. ¿Podría zaber qué te gusta más? ¿Un hombre o una mujer?

― Bueno… desde que he descubierto que soy bisexual, no me importa el género, sino el individuo. Cuando alguien me gusta, no miro si es hombre o mujer, sino más bien si es capaz de someterme.

― Una buena respuesta. ¿Puedo haserte una pregunta muy íntima?

― Si.

― ¿Has realizado zexo anal?

― Como esclava, he sido sometida a todo tipo de de penetraciones y depravaciones – explicó ella, arañando el asiento del sofá. – Desde sexo anal a bukkake, pasando por zoofilia y coprofagia…

― ¿Mande? ­– aquel término no le sonaba para nada.

― Búscalo en Internet – le sonrió ella. – No creo haberme saltado algo de cuanto comenta la Guía de Perversiones Sexuales.

― Buufff, ¡que fuerte!

Se quedaron callados un rato, sus ojos clavados en algún programa televisivo que sus mentes no conseguían asimilar. Procuraban no desviar la mirada hacia el cuerpo vecino. Los labios de Faely temblaban, al ritmo de los latidos de su corazón. La palma de la mano de Cristo ardía, al contacto de la morena piel de su tía. Podía sentir el pulso enterrado, como una veta viviente que quisiera aflorar.

― Tengo una duda que no deja de atormentarme…

― Si puedo ayudarte…

― Es que es algo muy íntimo, Faely.

― Creo que nos estamos sincerando bastante, ¿no?

― Está bien. Candy es tu ama y también la novia de tu hija… ¿Qué harías zi tu ama te ordenara meterte en zu cama, cuando la estuviera compartiendo con Zara? – preguntó con toda intención y suavidad, girando el cuello para observarla.

Faely cerró los ojos y tragó saliva. Había estado esperando esa pregunta desde hacía semanas, tanto por parte de él como de su hija.

― ¿Ahora mismo? ¿En este momento? – una vena en su cuello palpitó.

― Zi…

La mano izquierda de Faely abandonó el tejido del asiento del sofá y se posó sobre el dorso de la mano de su sobrino, aún aposentada sobre su muslo. Notó el pequeño espasmo de los dedos de Cristo al sentir su palma. Abrió los ojos y miró directamente el rostro de su sobrino. Pasó la punta de la lengua por los labios, decidiéndose a contestar.

― Obedecería. Lo haría… con mucho… gusto y deseo – susurró con voz ronca.

Y, sin apartar los ojos de Cristo, aplastó su mano sobre el muslo, tirando de ella lentamente. Cristo sintió la presión y como su mano era atraída muslo arriba, sin titubeos. Podía contemplar la determinación y el deseo en el rostro de Faely. No presentó resistencia alguna, dejándose llevar. Su mano traspasó la frontera de lo adecuado al deslizarse bajo el borde de la chilaba. Notó como los muslos de su tía se abrían, ofreciendo su oculto nexo al lanzar sus caderas hacia delante. Faely gruñó sordamente cuando su sobrino palpó la prenda íntima, totalmente mojada. No hubo dudas que Faely estaba excitadísima con todas aquellas preguntas; sobre todo con la incestuosa idea de yacer con su ama y su hija, una pecaminosa idea que constituía su última fantasía para masturbarse por las noches.

La mujer pegaba el brazo doblado de Cristo sobre sus senos, haciendo que el codo masculino rozase contra su pezón derecho, endureciéndole como nunca. Los dedos que mantenía contra su tapado sexo eran tan cálidos que inflamaban toda su entrepierna. El tímido movimiento que ejercían sobre la vulva, la enardecían con un tremendo desasosiego. Parecía que nunca nadie la hubiera tocado ahí, y que, en ese momento, se disparasen todas las sensaciones placenteras, por primera vez.

― ¿Tan caliente te pone eza idea?

― Ssssiiiiii…

― ¿Lo del insesto?

― Mmmmm…

― Joer, tita… ¿también conmigo?

― Mmuuucho…

― Tita Faely… eres una guarra putona, de tomo y lomo, ¿lo sabes, no?

― S-ssiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii… — la vagina de Faely se contrajo con un fuerte espasmo de placer. No llegó a ser un orgasmo, pero la hizo temblar.

Cristo se giró sobre ella, apretando sus mejillas con su otra mano. Sin soltarla, se arrodilló, alcanzando así el delicioso hociquito que se formó la presión y besuqueándolo. Finalmente, cabalgó el regazo de su tía, introduciendo la lengua entre sus labios. Faely aspiró aquella intrusa de carne húmeda y la degustó con placer. Jadeaba al sentir las pequeñas manos de su sobrino apretarle los senos con malicia. Los estrujaba y amasaba como si hubiera encontrado el mayor tesoro del mundo.

Lentamente, la boca de Cristo fue bajando. Primero la barbilla, luego el suave cuello, más tarde los erguidos pechos. No parecía importarle que la suave tela de la chilaba tapase la piel de su tía. Aspiraba, lamía y besuqueaba con la misma pasión que si estuviera desnuda.

Finalmente, abandonó el regazo de Faely para arrodillarse en el parqué. De esa manera, atormentó el oculto ombligo y descendió la profunda garganta de las ingles.

Faely se quejaba con gemiditos ansiosos y no pudo aguantar más. Pellizcó los laterales de la chilaba, a la altura de sus caderas, para tironear de la tela hacia arriba, recogiéndola sobre la cintura. Se abrió totalmente de muslos, dejando sus braguitas a la vista, bellamente mojadas.

― ¿Quieres que me coma este coño insestuozo? ¿Crees que te lo mereses? – le preguntó Cristo, aferrando la cinturilla de las bragas.

― Por favooooooooor…

Las bragas se deslizaron piernas abajo, mostrando, por primera vez, el sexo de su tía Faely. Era un coño gitano, oscuro por fuera, aunque depilado, salvo una estrecha tira que partía su pubis en dos. Un coño gaditano, un coño del clan Armonte, civilizado y cosmopolita. Algo difícil de encontrar. Era un coño precioso, de hembra ardiente y entregada; de lágrima lubricada y aroma hogareño.

Cristo hundió su boca en él, tragando cuantos efluvios pudo encontrar, succionando su inagotable humedad, devorando carne pecadora con ansias irrefrenables. Faely chilló, atormentada por el ímpetu que su sobrino mostraba. Sus caderas ondularon, preparándose para un orgasmo tan anunciado. Sus manos se apoderaron del ondulado cabello de Cristo, buscando un buen asidero para intentar cabalgar la explosión que amenazaba con brotar.

Nadie la había lamido con tantas ganas y fervor, con tanta entrega a su carne. Ni siquiera su adorada ama… Botaba sobre el sofá, irremediablemente, sin control, con la boca abierta y sin importarle la baba que se derramaba por la comisura. Era una gitana gozando, una Romaní experimentando el más sagrado de los gozos, una hembra buscando su satisfacción. Con un último espasmo, apretó sus caderas contra la boca de Cristo, agitándolas un poco, y tironeó de su pelo fuertemente.

― Diooooosssss de mi almaaaaaaaaaaaaaaahhhhhaaa… m-me corrooooooooooooo – gimió, soltando la expresión en español.

Cristo se puso en pie y, con una sonrisa de suficiencia, contempló el cuerpo de su tía, que se había desmadejado sobre el sofá. Tenía los ojos cerrados y aún jadeaba. Los dedos de una mano acariciaban la tela del sofá y las bragas aún se sostenían en uno de sus tobillos, olvidadas. Cristo se acercó a la mesita auxiliar, donde se ubicaban los licores. Ambos se merecían un trago fuerte. Sirvió un par de culos de Bourbon y llenó un gran vaso de agua. Ofreció primero el agua. Su tía bebió con ganas y él terminó el vaso de un buche. Después, le entregó uno de los vasos anchos.

― Vamos a brindar, Faely.

― No sé si debemos hacerlo – balbuceó ella, un tanto arrepentida tras la locura.

― Vamos a brindar por nozotros, por el polvo que te voy a echar ahora, y por las locuras que haremos a partir de este momento – dijo él, con toda determinación, lo que anuló cualquier protesta.

Se acabaron el licor de un trago. Cristo le dio la mano para levantarla del mueble. Ella agitó una pierna para dejar las bragas en el suelo y siguió a su sobrino hasta su propia cama, tras el biombo.

― Arrodíllate en la cama, el cuerpo inclinado, los brazos extendidos – le ordenó él, con un tono que no admitía excusas.

Mientras Faely le obedecía, Cristo rebuscaba un par de pañuelos de seda en los cajones. Con ellos, tras sacarle la chilaba por la cabeza y dejarla totalmente desnuda, le ató las manos al cabezal, manteniéndola de rodillas y con las nalgas alzadas.

― ¿Tienes una fusta en casa?

― No.

― ¿Algo para azotar?

― No. Todo está en casa de mi ama…

― Mal hecho – musitó Cristo, fijándose en los abanicos que adornaban una de las paredes.

Eran abanicos que Faely había utilizado en sus diferentes actuaciones, cuando viajaba con la compañía. Entre ellos, una caña sevillana estaba expuesta, con mango de cuero; una de esas cañas que llevan la alegría a las palmas de los cantaores, doblándolas con eficacia y pareciendo que hay mucha más gente palmeando. Una caña larga y hendida que podía servir perfectamente de fusta. Con una sonrisa, Cristo se subió sobre la mesita que había debajo de la panoplia y la descolgó.

Faely se mordisqueaba el labio, mirándole con el cuello doblado. La excitación había regresado a su cuerpo, como si el orgasmo de antes no hubiese existido. Imaginarse lo que su sobrino pretendía con aquella caña no ayudaba a tranquilizarla. Temblaba nerviosamente, esperando sentir el dolor que necesitaba.

― Creo que estás falta de diziplina, ¿no es sierto, guarra?

― Hace tiempo que no me han azotado.

― Quizás es por ezo por lo que tienes dudas zobre todo este azunto.

― Si.

― ¿Zi, qué?

― Si, mi señor.

― Vas tomando perspectiva. Verás, tita… te has quedado zola y nesezitas un punto de apoyo; alguien que te indique por donde debes tirar… Yo voy a zer eze apoyo, ¿quieres?

― Si, señor.

― No zeré tu amo, ni nada de ezo, pero me tendrás a tu lado, dirigiéndote. Una mujer como tú no puede quedarze azí, olvidada y mal follada. ¡Es un desperdizio! ¿No crees?

― Por supuesto, señor – exclamó Faely, sintiendo como la alegría la desbordaba.

― Buscaré una forma de zatisfaser ese inzano dezeo insestuozo. ¿Quién zabe? Puede que tengas una oportunidad de yaser con Zara… Además, te zometeré para controlar tus impulsos, a veses con dolor, a veses con amor. Azí mismo, podré entregarte a quien me parezca, zi lo conzidero nesezario. ¿Aseptas?

― Si, señor, lo acepto todo…

― Bien, vamos a firmar eze acuerdo con dolor, putón.

La caña silbó y se estrelló sobre los glúteos expuestos de Faely, quien se mordió los labios, reprimiendo el grito. Se dijo que aguantaría el castigo sin gritar. La habían azotado con fusta y con látigo, antes. Una caña de palmas, estrecha y hendida, no sería tan duro, pensó.

Cristo no pegaba con demasiada fuerza, pero si con intención. Repartía los cañazos con sapiencia, buscando lugares del cuerpo donde dolieran más, asentando perfectamente cada golpe, y espaciándolos para que Faely experimentara todo el dolor.

Cuando llegó a la docena de golpes, los gemidos de Faely se convirtieron en exclamaciones, y luego, en gritos. Cristo se detuvo, preocupado por lo que pudieran escuchar los vecinos. No tenía ningún deseo de que la policía metropolitana se personara en el loft. Tomó otro pañuelo del cajón y buscó las bragas usadas de su tía. Se las metió en la boca y anudó el pañuelo encima, formando una mordaza.

― Puta escandaloza…

Y siguió con su cuenta particular, cañazo tras cañazo. Los dejó caer en la parte trasera de los muslos, en la planta de los pies, en las nalgas y en el interior de la entrepierna. En la baja espalda, en los hombros, en los flancos, debajo de los senos, sobre los pezones, y sobre el vientre.

― ¡Sincuenta! – exclamó y se detuvo. La caña estaba rota y colgaba de un tirajo.

Desató la mordaza y le sacó la braga. Faely se relamió con disimulo, degustando su sabor, entre jadeos. Todo su cuerpo temblaba y estaba surcado por rayas rojizas, casi en toda su extensión. A pesar de no ser un experto, Cristo había demostrado que sabía ser duro. Sería un buen freno para ella. Se sentía orgullosa de haber soportado cincuenta cañazos y estaba dispuesta a agradecérselo a su sobrino. Cristo tenía razón; las dudas habían desaparecido.

― Ze te ha quedado el culo presiozo. Perfecto para que te zodomise – le dijo, metiéndole dos dedos en la boca, que ella succionó fervientemente.

Cristo se desnudó bajo la mirada de su tía. Ésta contempló la pollita erguida y le pareció encantadora. No parecía para nada infantil, salvo en su tamaño. El glande era notorio, grueso y bien definido, sin piel. El tallo corto, pero grueso. No la llenaría mucho, pero, sin duda, la sentiría entrar. Cristo usó los efluvios de su vagina para lubricar y dilatar el ano femenino. Faely no era virgen, analmente hablando, pero tampoco era una entrada habitual para sus relaciones.

― Hay que ver como chorreas, Faely, como una fuente…

Tras estas palabras, Cristo se la introdujo de un golpe, arrancándole una exclamación. Estaba gozoso de verse trajinando entre las apretadas nalgas de su tía. Siempre le habían parecido lo mejor de su cuerpazo y ahora estaba embistiendo en su interior. Su esfínter le apretaba la polla fuertemente. Incrementó su ritmo, volcado sobre la espalda de la mujer.

― ¡Peazo de puta gitana! ¡Vas a zer mía pa los restos! ¡Te voy a estar follando día y noche, y luego dejaré que los bazureros te follen otro poquito más! – murmuraba, con la cara apoyada sobre sus omoplatos.

Faely jadeaba, plenamente entregada ante aquellos insultos. El pene de Cristo excitaba su esfínter, gozando con el doloroso goce. Se corrió débilmente, cuando los dedos de su sobrino pinzaron su clítoris y lo sacudieron, de un lado para otro. Seguidamente, con un susurrado “¡Perraaaaaa!”, Cristo se corrió en su culo.

Durante un minuto, Cristo se quedó tumbado sobre aquella espalda que parecía poder sostenerlo para siempre. Sus manos juguetearon con los poderosos senos, a los que apenas había prestado atención durante la lucha sexual, y pellizcó bien los pezones. Se divirtió con los gemidos que arrancó a su tía.

― No te creas que hemos terminado, tita. Zoy un tipo mu conziderado. Pretendo que ninguna mujer ze olvide de mí, como zea. En tu cazo, he penzado que aguantarás un buen puño en el coño. ¿Te han hecho alguna vez un fist fucking?

― N-no… jamás – dijo ella, temblando esta vez de miedo. — ¿Me dolerá?

― Te voy a destrozar, puta… ¡Jajajaja!

Cristo desató los pañuelos que sujetaban a la mujer y la obligó a girarse. Quedó boca arriba, con las piernas abiertas, y el rostro rojo de vergüenza.

― Voy a meter todo mi antebrazo en eze coño hinchadito. Ya verás. Va a zer una gozada. Te mearás con él dentro – le susurró mientras metía la almohada bajo sus nalgas, para elevar su pelvis.

― P-por favor… Cristo… me destrozarás…

― No lo creo. El coño de una esclava da mucho de zí. Mira, voy a comprobar el camino con este – le dijo, enseñándole el dedo índice.

Faely se abrió de piernas por su propia voluntad, sintiendo como sus rodillas temblaban por la ansiedad y el miedo. Tenía el coño chorreando, solo por escuchar las guarradas que su sobrino le susurraba. ¿Es que ella era tan perra como para degradarse así? Su ama la había azotado e insultado en muchas ocasiones… pero debía que reconocer que Cristo tenía algo de razón. El incesto aumentaba el morbo y la excitación. Era su sobrino quien la trataba como una degenerada; sangre de su sangre.

El dedo penetró su vagina, hurgando como una ciega lombriz en su interior. Cristo le sonrió, mirándola directamente.

― Esto parese un bebedero de patos, tita. Ya veo que quieres que añada un zegundo dedo…

― Si, señor, lo que prefiera – se animó ella a decir.

― Ezo, ahora unimos el dedo corazón. Azí, bien adentro.

Faely gimió al sentir los dos dedos traspasarla, pero no quiso cerrar los ojos, aguantando la mirada de Cristo. Éste, como si pudiera leerle la mente, agitó los dos dedos, adelante y atrás, aumentando el placer de ella.

― ¿Qué hay de un terser dedo? ¿Lo intentamos, querida?

― S-si, si… señor… uno más.

Con cuidado, Cristo introdujo los tres dedos, añadiendo el anular, y cuando estuvieron dentro, los abrió como un abanico, haciéndola chillar.

― Hay que despejar el camino, tita querida – musitó, sonriendo y mirándola.

Faely tenía la boca entreabierta, en un ambiguo gesto de sufrimiento. Le lagrimeaban los ojos y sus mejillas estaban encendidas. Las delineadas cejas se curvaban en un mudo ruego que divertía a Cristo. Él mismo no sabía qué había activado esa crueldad que siempre había procurado esconder bajo capas y capas de engaños. Cristo no disponía de un cuerpo adecuado para mostrarse cruel, al menos, sin estar en una posición de ventaja. Pero con Faely no necesitaba ser poderoso; ella se entregaba voluntariamente a ser humillada y golpeada. Esa malsana parte de él, siempre reprimida, siempre ocultada, ahora surgía con fuerza, sintiéndose más y más segura, a medida que producía daño y humillación.

Ni siquiera tenía que ver con el sexo, pues su pene permanecía menguado e inactivo. Era otra sensación que no podía identificar, fuerte y salvaje, que se extendía desde su pecho, acalorando todo su cuerpo, salvo su mente. Su cerebro estaba frío y completamente en calma, como si estuviera echando cereales en su bol, para desayunar, en vez de estar estrujando una vagina humana.

― ¿Te atreves con el cuarto dedo? Esta vez no los abriré. Te lo prometo.

Su hermosa tía asintió con la cabeza, jadeando solo con pensarlo. Cristo unió los dedos, formando una lanza y plegando el pulgar sobre la palma de la mano.

― Quieta, putita mía. Zeré cuidadoso. Azí, lento, lento… – los dedos entraban, poco a poco, tragados por aquel avaricioso coño. – Zé que te cabrán todos. Por aquí zalió mi prima Zara, tan mona y tan grande. ¿Qué zon unos dedos en comparasión? Dime, tita, ¿qué me dises de Zara? ¿La dejarías que te hisiera esto zi tu ama ze lo pidiera?

Faely le miró, con los músculos de su cuello apretados por la presión que le separaba las paredes vaginales. Aguantaba la respiración, intentando no gritar. Los dedos habían entrado hasta el nudillo doblado del pulgar.

― A ver, tita… ¿es que no puedes responder? ¿Ze te ha ido la voz tan zolo con cuatro dedos dentro?

― ¡SSSIIIIIII! ¡LO ACEPTARÍA! ESTOY DESEÁNDOLO… — acabó gritando, al expulsar el aire de sus pulmones.

― Oh, zi, eres toda una buena guarra, que va a aseptar el puño entero, ¿verdad?

― ¡Si! Si, si… hazlo… mete todo el puño, señor… — jadeó su tía, enloquecida.

Sin sacar los cuatro dedos de la vagina, los estrechó cuanto pudo, montando el corazón sobre el índice, y el meñique sobre el anular. Una vez conseguido esto, enderezó el pulgar e hizo que se conectara a la punta de los demás dedos, formando así algo parecido a un capullo de flor, con los pétalos de carne cerrados.

Con el puño a medio cerrar, Cristo empujó, centímetro a centímetro. Su mano desaparecía en el interior de aquel coño antropófago mientras Faely apretaba los dientes y gruñía. Estaba perlada de sudor, tanto en su frente como entre sus pechos y en las ingles. Su sobrino la estaba llevando hasta límites insospechados que no creyó alcanzar nunca.

Aún dolorida, se sentía feliz de soportar todo cuanto Cristo ideaba. La pequeña joroba que formaban los nudillos de la mano de su sobrino acabó por colar, dejándole una enorme sensación de alivio. Gracias a Dios, las manos de Cristo eran pequeñitas, de dedos cortos y ágiles. Notó como esos susodichos dedos cambiaban a una nueva formación, en su interior. Cristo los adaptó en un puño cerrado, pero con el nudillo del dedo índice más avanzando, estilizando así la anchura de la mano.

Sonriendo, alzó la cabeza y la llevó lo más cerca que pudo del rostro de su tía. Aquellos ojos lujuriosos y alegres hicieron que Faely pensara en el diablo, estremeciéndola.

― ¿Aún te cabe más, tita? Creo que empujaré un poco más, ¿no te parece?

― M-me vas… a… reventar… señor…

― Pero eso es lo que tú quieres, ¿no? Reventar de gusto, como la cerda que eres… desmayarte de placer, con mi puño metido en el coño, pero… si te asusta… Está bien, sacaré la mano y…

― ¡No, no la saques, mi señor! Por favor… sigue… más adentro…

― Ah, cuanto te quiero, tita.

Y empujó, una, dos, tres veces más, tocando la cerviz y el útero con sus nudillos. Faely se encontró con medio antebrazo de Cristo enterrado en su sexo y, para soportar aquello, chilló y berreó, sin poder mover las caderas. Cristo parecía beberse aquellos gritos, mirándola atentamente, la boca entreabierta dispuesta muy cerca de los labios de su tía.

Junto con la tremenda presión en su vagina, llegó el primero de los orgasmos gordos; esos de los que todos hablaban pero que nadie había experimentado. Decían de ellos que eran un mito urbano, una falacia inventada por los escritores de relatos eróticos. Ni siquiera tuvo que tocarse el clítoris. Lo notó subir desde los riñones, recorriendo toda su columna y estallando en alguna parte de su nuca.

El flujo se desató, mojando la mano de Cristo, deslizándose por su muñeca, buscando empapar aún más la vagina de Faely. Los gritos de la mujer se cortaron bruscamente y tensó su cuerpo, preocupando por un momento a su sobrino, hasta que pudo comprobar que solo se estaba corriendo de una forma sublime.

― Ezo, tita, es tu recompensa. Disfrútala, serdita…

Faely gemía y se agitaba, empalada aún por el puño. Cada espasmo que recorría su pelvis, desataba una respuesta involuntaria, una oleada de placer que convocaba un nuevo orgasmo. No podía detenerse. Era como la bola metálica de un pingball, impulsada de un lado a otro, activando reacciones sobre las que no tenía control. Hasta tres orgasmos devastadores la traspasaron, haciendo que perdiera el control de su vejiga cuando Cristo sacó el puño. Junto con un alarido liberador, un largo y potente chorro surgió, incontenible, empapando la ropa de la cama.

― Basta, para ya… p-por favor… Cristo… no puedo… más…

Supo que era cierto al escuchar su nombre brotar de los labios femeninos. Faely estaba derrotada, domada, amansada de una forma que jamás sintió, que nunca creyó que pudiera sentir. Se durmió en los brazos de su sobrino, musitando palabras agradecidas, tiernas e incomprensibles silabas de gratitud.

Acariciando distraídamente los erectos pezones de su tía, Cristo pensó en la extraña historia en que se estaba metiendo. ¿Es que acaso le gustaban las dificultades amorosas? Primero, un transexual con el que empezaba a sentirse a gusto. Después, se queda colgado de una supermodelo que podría fregar el suelo con él, en cualquier momento. y, ahora, para ganar el premio gordo, domina totalmente a su tía carnal.

¡Tenía que ir a que le miraran el cerebro!

CONTINUARÁ….

 

Relato erótico: “La Fábrica (35)” (POR MARTINA LEMMI)

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verano inolvidable2Así fue que tal como lo había aceptado (y sin tener otra alternativa), me dirigí hacia la sala de estar Sin títulouna vez que hube juntado los vidrios. Mica y Evelyn estaban ya nuevamente inmersas en una conversación que yo no comprendía, pues hablaban con algo de sorna sobre alguien que no conocía. En su charla, me ignoraban y eso aumentaba en mí la sensación de sentirme humillada. Fue Evelyn quien, en un momento, llamó la atención de Mica sobre el hecho de que yo me hallaba a su lado, a cuatro patas y junto al sofá. La jovencita giró la cabeza hacia mí y, de inmediato, rebuscó por todos lados hasta dar con el consolador; lo tenía al alcance, así que ni siquiera necesitó ponerse de pie para encontrarlo. Una vez que lo tuvo en mano, me indicó que me diera la vuelta con un simple y rápido movimiento de cabeza.

Así lo hice: giré sobre mis palmas y rodillas hasta ofrecerle mi cola, que era lo que, en efecto, esa degenerada quería. En ningún momento habló de lubricarme y en parte era entendible: mi ano debía estar ya lo suficientemente dilatado con tanto objeto artificial allí dentro en las últimas horas. Cuando apoyó la punta del consolador sobre mi entrada, cerré los ojos, pues pensé que a continuación lo empujaría con fuerza hacia mi interior; en lugar de ello, creó suspenso manteniéndolo allí durante algunos segundos. Yo ya comenzaba a conocerla y supe que, casi con seguridad, la pausa estaba indicando que su perversa cabeza elucubraba algo; y no me equivoqué: súbitamente, escuché el clic de la llave y pude al instante sentir cómo el consolador se dilataba habiendo ingresado, apenas la punta: mis plexos se separaron provocándome un nuevo acceso de dolor que me hizo retorcer. Luego lo contrajo; y nuevamente lo expandió… y lo contrajo… y así sucesivamente varias veces; era casi como si estuviese explorando las potencialidades del objeto o bien se divirtiera al haberle encontrado un uso nuevo. Por cierto, con el jueguito que practicaba sobre mi entrada anal, quedaba más claro que nunca que podía prescindir de lubricante para abrirme el culo.

Con cada movimiento expansivo del consolador, mi cuerpo se retorcía en su totalidad y, si bien no podía yo ver a Mica, no era difícil imaginar su cara de placer.

“¡Qué bueno que está esto! – exclamó alegremente, en un giro casi adolescente -. Te juro que me compraría uno para ponérselo por detrás al puto de mi novio”

“Le va a gustar – agregó Evelyn –; a los tipos les gustan esas guarradas”

El comentario, obviamente, hacía tácita referencia a Luciano, quien no desde hacía mucho había pasado a ser casi una puta golosa al servicio de los consoladores de Evelyn. De pronto Mica pareció cansarse del jueguito y, esta vez sí, ocurrió lo que yo había temido antes: empujó con fuerza el consolador hasta introducírmelo casi en su totalidad para, una vez dentro, girar la llave de tal modo de dejarlo en posición expandida. Fue tal el dolor que se me vencieron los brazos y caí de bruces contra la alfombra mientras mi boca, abierta cuán grande era, dejaba escapar un gemido que mezclaba tortura y placer.

“Bien – dijo Mica, girándose hacia Evelyn -; quedamos en que nadita duerme afuera, ¿verdad? Con los perritos…”

Me giré hacia ella mirándola con terror y descubrí en sus ojos un brillo que destellaba idéntica malignidad que su último comentario; se rio:

“No te asustes, je – me dijo, en un tono que, más que tranquilizador, sonaba burlón -; si te dejamos afuera y los perros te destrozan durante la noche, Evelyn no va a tener diversión para mañana, ¿no es así?”

Fue muy extraño; su comentario me produjo un cierto alivio pero, a la vez, una súbita tristeza se apoderó de mí, pues se desprendía de las palabras de Mica que ella se retiraba y no pasaría allí la noche. ¿Podía mi enfermedad mental haber llegado a tal punto de esperar que ella se quedase para que me siguiera humillando? Una vez más, sentí vergüenza por mí misma y, también una vez más, las distintas Soledades se batieron a duelo en mi interior. O, mejor dicho, quienes lo hacían eran Soledad y Nadita, pues hasta ese despreciativo apodo había llegado yo a asumir naturalmente.

Mica se puso en pie, evidenciando que se aprestaba a retirarse; la miré con aprehensión y algo de angustia: sentí un cierto alivio cuando me pidió que le besara el calzado antes, pues abrigaba en mi interior la esperanza de que siquiera reclamase algo más de mí, así que, antes de que tuviese oportunidad de arrepentirse, me arrojé obedientemente a sus pies para besarle primero una zapatilla y luego la otra. Me acarició la cabeza como a un perrito y, sonriendo, dio media vuelta. La seguí con la vista mientras iba hacia la puerta acompañada por Evelyn y no podía, por cierto, despegar mis ojos de ese hermoso trasero que, instantes antes, había tenido sobre mi rostro; me arrepentí, en ese momento, de no haber aprovechado para recorrérselo con la lengua.

Una vez que se hubo marchado, Evelyn volvió a dirigir su atención hacia mí; me estudió pensativamente durante algún rato. De pronto, una sonrisa se le dibujó en los labios:

“Te quedaste con ganas de más, nadita, ¿verdad?”

Bajé la cabeza con mucha vergüenza y ni siquiera fui capaz de contestar, si era que realmente ella esperaba alguna respuesta de mi parte. ¿Podía esa maldita bruja ser tan hija de puta como para darse cuenta de todo? De todos modos, pareció desdeñar el asunto, pues de inmediato se dirigió hacia la puerta que comunicaba con el fondo de la casa.

Un instante después, los perros volvían a ingresar en la sala, lo cual me provocó un nuevo acceso de terror. Ambos, por supuesto, se me vinieron al humo; no parecían tener intenciones agresivas pero, claro… ¿cómo saberlo con seguridad? Uno de ellos se dedicó a olisquearme el rostro, razón por la cual bajé la cabeza y la escondí un poco entre hombros y pecho. El otro, por su parte, se dedicaba a hurgarme desde atrás, en la zona de mi sexo y, al parecer, llamaba su atención el consolador que ocupaba mi trasero.

Evelyn los ahuyentó con un par de gritos y, antes de que yo pudiera darme cuenta de nada, ya había unido la cadena a mi collar. Jalando de la misma, me impelió a marchar tras sus pasos, cosa que, obviamente, hice mientras los perros no paraban un segundo de investigarme por atrás. La noche estaba bastante cálida y, sin embargo, un súbito frío me recorrió cuando salimos hacia el jardín; sus dimensiones no eran muy grandes: apenas lo lógico tratándose de una chica que vivía sola y que se desempeñaba como empleada en una fábrica (Evelyn había logrado que yo viera en ella tal superioridad que, por momentos olvidaba eso). A cuatro patas, llegué hasta la cucha de uno de los canes; el olor a pelo de perro estuvo a punto de descomponerme pero sabía que iba a tener que acostumbrarme, pues estaba claro que ése sería el sitio en el cual yo iba a pernoctar. Inclinándose ligeramente sobre la entrada de la casilla, Evelyn chasqueó los dedos y me instó a entrar en ella; en ese momento, uno de los perros se me abalanzó por el costado e intentó ganarme de mano, casi tirándome al suelo con el empellón: estaba claro que debía ser el “dueño de casa” y que, seguramente, tomaba lo mío como una invasión. Evelyn lo espantó nuevamente e incluso le arrojó un par de puntapiés para, luego, insistirme en que entrara en la cucha.

Lo hice; creo que ése fue para mí otro momento de quiebre: si algo faltaba para cerrar mi deshumanización era ingresar en una casilla de perro. Agaché un poco la cabeza para pasar por la entrada; el olor se intensificó al doble una vez que estuve adentro y hasta temí vomitar. Luego, como pude, me giré para mirar hacia la entrada y, como era de prever, me topé con el rostro de Evelyn, quien me miraba luciendo la más feliz de las sonrisas. Situación demencial, terrible, patética… y, sin embargo, a la vez, me odié porque me invadieron unas incomprensibles ganas de que Rocío y Mica estuviesen allí para verme.

“¿Y? ¿Estás cómoda? – preguntó, socarrona, Evelyn -. Es justo para vos, ¿verdad, nadita?”

“S… sí, señorita Ev… elyn; es… justo para mí” – admití, totalmente degradada.

Dado que uno de los perros persistía en su intento por entrar, Evelyn lo volvió a sacar a puntapiés y, finalmente, llevó a ambos canes hacia el interior de la casa, ingresando con ellos y cerrando la puerta. Quedé allí, sola, en una cucha para perro y, una vez más, las imágenes del día invadieron mi cabeza; y, por mucho que lo pensaba, no conseguía determinar cómo había llegado a esa situación. El silencio que me rodeaba era, de algún modo, mi peor verdugo en ese momento; era como si holgaran las palabras…

De pronto, volvió a abrirse la puerta de la casa y vi recortarse contra el vano la silueta de Evelyn, quien se esforzaba por pasar a través de la puerta apenas entornada para evitar ser seguida por los dos canes que, como siempre, pugnaban por ir tras ella. Una vez que cerró la puerta detrás de sí, concentré algo más la atención en ella y pude notar que en sus manos portaba… un cuenco para perros…

Se acercó mirándome con su sádica sonrisa y su rostro se me antojó siniestramente perverso al darle el reflejo de las luces de la casa. Se inclinó para depositar el cuenco en el piso junto a la entrada de la cucha y, al mirar dentro del mismo, pude ver que éste estaba rebosante de comida para perros del tipo balanceado que venden en las veterinarias y tiendas de mascotas.

Aun cuando estaba más que claro qué era lo que esperaba de mí, elevé los ojos hacia ella con una expresión interrogante, pues lo que resultaba evidente se batía a duelo contra la incredulidad.

“Te traje para que comas – me dijo, sonriente y confirmando mis peores pensamientos -; como verás, no soy tan mala como debe parecerte: podrás dormir afuera esta noche, pero no voy a dejarte sin comida”

El labio inferior se me cayó estúpidamente y, durante algún rato, no supe qué decir.

“¿No vas a agradecerme?” – me increpó, con un encogimiento de hombros y dando a su voz un fingido tono de fastidio que no lograba ocultar lo divertido que la muy hija de puta encontraba el asunto.

“G… gracias, s… señorita Evelyn – musité, torpemente -. Es… usted muy amable”

En mi imbécil ingenuidad, me quedé mirándola a la espera de que, de un momento a otro, diera media vuelta y se marchase, probablemente para atender a sus dos perros que debían tener hambre; o quizás era más correcto decir: para atender a sus otros perros… Sin embargo, ella permanecía con las manos a la cintura y no daba trazas de tener intención de marcharse; por el contrario, alzaba y dejaba caer una y otra vez la punta de su zapato con impaciencia, como si esperase de mí algo que yo no hacía y que, en realidad, se caía de maduro.

“Comé…” – me insistió, endureciendo el tono e inclinándose un poco más hacia mí; en sus ojos vi sólo desprecio.

No sé cómo había llegado yo a suponer que se iría a conformar con dejarme el cuenco e irse; por nada, se iba a perder el espectáculo de verme comer tal como lo haría una perra.

Apoyándome sobre las palmas de las manos, me desplacé un poco hacia fuera de la cucha, sacando casi medio cuerpo para poder llegar hasta el plato de comida. Una vez que lo hice, bajé mi rostro hasta que se produjo el degradante contacto con el alimento y, no quedándome otra alternativa, comencé a atrapar la comida con la lengua y la fui llevando a mi boca; era un pastiche, pues al parecer Evelyn lo había humedecido con leche. Por otra parte, era un asco y lo peor de todo era que tendría que empezar a acostumbrarme; comencé llevándome a la boca bocados cortos y espaciados para poder contener la repulsión, pero Evelyn, en su infinito sadismo, no iba a permitirme que la sacara tan barata. Como si se tratase de una fina aguja, pude sentir el taco de su zapato clavarse sobre mi nuca, obligándome a, prácticamente, enterrar mi rostro en el alimento al punto que llegué a sentir una cierta asfixia.

“Comé” – repitió, con voz cada vez más autoritaria.

Mi situación de asfixia era tal que me vi obligada a obedecer ya que, de ese modo, liberaba espacio bajo mi rostro y podía respirar algo mejor; cada vez que lo lograba y conseguía llevar a mis pulmones una bocanada de aire, el taco de Evelyn se enterraba aun más, de tal modo que, poco a poco, me fue aplastando contra el fondo del cuenco. Estaba bien claro que debía comerme todo el contenido y así lo hice; no conforme con ello, me ordenó que recorriese el cuenco con mi lengua hasta dejarlo limpio. Recién cuando quedó conforme, sentí que aflojó la presión de su taco sobre mi nuca e, instantes después, retiraba su pie de encima de mí.

“Así me gusta – dictaminó, finalmente -. Ahora, vuelta a la cucha y a dormir. Si tenés ganas de hacer tus necesidades, vas a tener que esperar hasta la mañana cuando te quite el consolador… y pobre de vos que no lo hagas”

Alzó el cuenco del suelo y se me quedó mirando; yo, desde mi lugar, la veía casi como a una gigante. Me guiñó un ojo y me ruboricé; seguía allí, sin moverse. ¿Qué más quería o esperaba de mí ahora? Tuve miedo de no saberlo y recibir alguna reprimenda o castigo en consecuencia. Por suerte, ella me aclaró los tantos sin llegar a ponerse violenta:

“Me estoy yendo – anunció -. ¿Cómo se supone que debés saludarme?”

Afortunadamente, esta vez capté la idea rápidamente, con lo cual quedaba en claro que comenzaba a acostumbrarme a mi situación. Y si bien jamás había quedado establecido como precepto el que yo tuviera que besarle los pies cada vez que Evelyn se retirara, ello decantaba casi como una obviedad después del modo en que había yo tenido que saludar a Mica. Si su amiga merecía tal trato, era evidente que ella también y con más razón.

Poniendo rígidos los brazos, bajé la cabeza hasta que mis labios tomaron contacto con las puntas de sus zapatos y besé, primero uno, luego el otro. Ella rio…

“Que tenga buenas noches, señorita Evelyn” – dije; y creo que fue la primera vez desde que entrara a esa casa en que conseguía articular algo sin tartamudear. Insisto: me estaba acostumbrando…

Ella no respondió; seguramente yo no lo merecía y así quería mostrármelo. Giró sobre sus tacos y enfiló hacia la casa mientras yo reculaba sobre mí misma y volvía a introducirme por completo en la casilla de perro en cuyo interior debería pasar la noche…

Hubiera sido lógico que no pudiese dormir esa noche, pero la realidad fue que lo hice; no de modo continuado, por cierto, sino cortado e interrumpido: lo suficiente para que a mi cabeza acudieran en sueños una y otra vez las imágenes del fatídico día que me había tocado vivir y algunas otras que de ellas se desprendían. En una de mis pesadillas, por ejemplo, mi cuerpo era apresado por Mica y Rocío bajo la supervisora mirada de Evelyn, cuyos ojos eran, en el sueño, de un rojo color sangre. Primero Rocío, y luego Mica, cagaban sobre mi rostro y yo comía su materia fecal sin que siquiera hiciese falta que me lo ordenasen; es que, en el sueño, como nunca ocurriría en la realidad, el sabor era agradable… En algún momento me desperté y volví a dormirme; los psicólogos suelen decir que cuando eso ocurre, es raro que se vuelva a la misma pesadilla, pero puedo asegurar que eso fue lo que sucedió, aunque, a decir verdad, tampoco era exactamente la misma pesadilla sino otra diferente, pero con un común denominador… En este caso, tanto Mica como Rocío me sostenían en cuatro patas mientras yo sentía que una poderosa verga me penetraba por detrás; cuando lograba finalmente girarme y ver, comprobaba que quien tan formidablemente me cogía era uno de los perros de Evelyn… Desperté… y vuelta a soñar: otra vez Mica y Rocío, pero esta vez me tenían de espaldas contra el césped del fondo de la casa de Evelyn mientras yo sentía que estaba dando a luz; ambas me instaban a pujar una y otra vez y, cuando finalmente, lograba yo expulsar algo de mi vientre, levantaba la cabeza para ver y comprobaba que Mica y Rocío no paraban de sacarme un cachorrito tras otro, mientras Evelyn hablaba acerca de regalarlos y yo rompía en llanto mientras suplicaba desesperadamente que no lo hiciera… Me desperté aterrada, sudada, pero a la vez extrañamente excitada. Y fue entonces cuando apareció Evelyn…

Era temprano y había yo casi olvidado que, tanto ella como yo, tendríamos que ir a la fábrica. Por cierto, acababa de recordar que ése era el último día antes del fin de semana y del tan famoso y esperado evento. ¿Qué ocurriría con eso? ¿Seguiría estando en los planes de Evelyn el enviarme allí?

Por lo pronto, ella me hizo salir de la cucha y, apenas lo hice, tuve a los dos perros encima de mí, pues habían salido de la casa tras sus pasos. Besé los pies de Evelyn para saludarla mientras los canes no paraban de olisquearme. La colorada, luego, me hizo girar y, en cuanto lo hice, introdujo la llave que contraía el consolador para proceder, acto seguido, a extraerlo de mi culo. La miré y ella me miró, sonriente.

“¿No tenés ganas de hacer pis o caca?” – me preguntó, del modo más burlón que podía llegar a hacerlo; asentí con la cabeza.

“S… sí, señorita Evelyn” – dije presurosamente, pues la realidad era que necesitaba con urgencia evacuar vejiga y vientre.

“Pues adelante entonces” – dijo, con los brazos en jarras.

De inmediato y apenas me consideré autorizada, pasé a cuatro patas a su lado y enfilé en dirección a la casa, aun a pesar de la insufrible compañía de los perros que no paraban de olerme.

“¿Adónde vas?” – me preguntó Evelyn, en tono divertido.

Me giré; la miré sin entender.

“Al… baño, s… señorita Evelyn” – respondí, con una naturalidad que rayaba en la ingenuidad.

Evelyn se cubrió la boca con una mano y soltó una carcajada.

“¿Alguna vez viste a una perra ir al baño? – preguntó, con sorna -. Cuando van, es tan solo para beber agua del inodoro, jaja… De paso, te comento que para eso sí tenés autorización”

Yo estaba terriblemente confundida; mi rostro era un signo de interrogación.

“No… entiendo, señorita Evelyn” – balbuceé, sacudiendo la cabeza.

Evelyn se inclinó hacia mí y me tomó por la barbilla.

“Estúpida… – me dijo; y repitió varias veces, con diferentes tonos y silabeos -. Es- túpida…. Es- tú – pi – da…”

Cada vez que me lo dijo, me humedecí, al punto que por un momento llegué a olvidar las intensas ganas que tenía de orinar y defecar. E, inevitablemente, acudió otra vez a mi mente la imagen de Rocío, quien gustaba de insultarme de ese modo.

“¿En dónde hacen pis y caca los perros?” – me espetó, una vez que dio por sentado que yo no estaba entendiendo.

“Af… afuera, seño… rita Evelyn” – respondí, tartamudeando.

Me soltó la barbilla, dejando caer mi cabeza y, retrocediendo un par de pasos, giró sobre sí misma mientras con su brazo describía un círculo en derredor. No dijo nada… pero no hizo falta. ¡Dios! ¿Cómo era posible que siempre encontrara un escalón más bajo en mi decadencia? ¿Tenía que cagar allí? ¿En el jardín? ¿Y delante de Evelyn?

Por lo pronto, no cabía otra opción y yo me estaba haciendo encima; si Evelyn volvía a colocar el consolador dentro de mi cola (lo cual muy posiblemente ocurriría de un momento a otro), habría yo dejado pasar mi oportunidad de evacuar y, con seguridad, no me daría otra por bastantes horas. Blanca por la vergüenza, me alejé unos pasos y adopté posición acuclillada. Eché fugaces miradas de soslayo a Evelyn para ver si me seguía con la vista y, en cada una de esas oportunidades, no sólo comprobé que, en efecto, así era, sino que además lucía la expresión más divertida que yo le hubiera conocido hasta el momento. Opté, en primer lugar, por hacer pis: quizás, pensé, con eso se daría por satisfecha y luego se marcharía dejándome cagar tranquila. Para colmo de males, los perros no paraban de rondarme. Derramé mi orina en el césped y luego hice amago por volver junto a Evelyn, en la vana esperanza de que ella se marchase.

“¿Y no vas a hacer caquita?” – me preguntó, siempre con esa odiosa sonrisita dibujada en el rostro.

La miré: mis ojos implorantes rezumaban angustia, desesperación: sin hablar, le estaban rogando que no me hiciera pasar por semejante humillación. Por muchos que fueran los actos denigratorios a que había sido sometida en los últimos días, nada se me hacía comparable con el tener que defecar a la vista de Evelyn y en su jardín.

“S… señorita Evelyn – dije, con la voz llorosa -; no… me gustaría ensuciar su…”

“Lo vas a limpiar vos – me interrumpió, acompañando con un movimiento de cintura -, así que despreocúpate, linda…”

Había sido un intento desesperado de mi parte: uno más, que tampoco funcionó. Cerré los ojos y me concentré en hacer fuerza; quien nunca ha defecado en público, no puede darse una idea acabada de lo que en realidad es. Traté de imaginar que no había nadie allí, pero era en vano: por más que cerrara los ojos y los estrujara bien, seguía viendo a Evelyn; los perros, por otra parte, no hacían más que olisquearme y ello tampoco ayudaba mucho a abstraerme de la situación. Y defequé. Era como estar inmersa en una nueva pesadilla y tuve la fugaz esperanza de que, al abrir los ojos, estaría aun en la cucha. ¡Dios! ¡Hasta qué punto increíble puede llegar una como para desear eso como mejor suerte! Tal como dije antes, siempre parecía encontrar un fondo más profundo que volvía hasta deseable la situación anterior. El hecho fue que, más allá de mis deseos, abrí los ojos y la realidad cruel seguía allí: mis deposiciones estaban sobre el césped y los perros, fieles a su naturaleza y estilo, no hacían otra cosa más que hurgar con sus narices allí; algo más lejos, Evelyn me miraba con expresión de triunfo y manos a la cintura.

“Bien – dijo -; ahora, a recoger eso. Llevalo al baño y, de paso, lávate bien la cola. Tengo que volverte a colocar esto” – remató, blandiendo en el aire el consolador y trazando un par con el mismo un par de fintas en el aire.

Se alejó hacia la casa y, por suerte, se llevó a los perros. Yo me dediqué de inmediato a la tarea de ir a buscar una pala y una escoba para juntar mi materia fecal. En ese momento, me puse a pensar que era menos incluso que una perra; después de todo, ¿qué perro junta su propia mierda? Si yo era una perra, era la más baja de todas. Una vez que cumplí con la degradante tarea, fui al baño y, tal como Evelyn me ordenara, lavé bien mi orificio en el bidet. Cuando volví a presentarme en la sala a cuatro patas, ya ella me esperaba con el consolador en mano, dispuesta a volver a instalármelo. Y, en efecto, unos instantes después, así era.

“Ya está – anunció -. Ahora, a ponerte algo decente y vamos hacia la fábrica”

Remarcó bien la palabra “decente” pues, claro, ¿qué tan decente podía ser cualquier atuendo que ella me obligase a llevar? Decencia era, para esa altura, una palabra que no formaba parte de mi léxico: y un concepto que no entraba en mi universo…

No puedo describir lo que significó el volver a la fábrica. Juro que era como si hubiera faltado un siglo de allí pero, además, daba la impresión de que todos quienes trabajaban en la empresa conocieran mi situación. Posiblemente fuera pura paranoia, pero puedo asegurar que creía, en cada rostro, descubrir una sonrisa burlona y, muy especialmente, en el de Rocío. Todos me vieron llegar junto a Evelyn y eso era, ya de por sí, una importante señal, pues bien sabido era que no éramos amigas ni por asomo.

Una vez más, caminé entre los escritorios haciendo ingentes esfuerzos para que no se viera el consolador en mi cola por debajo de mi cortísima falda; ignoro si lo logré, pero cuando llegué al lugar me encontré con un problema extra: la cola me dolía horrores por la paliza que había recibido de parte de Mica; tal como ella había manifestado, yo no me iba a poder volver a sentar muy fácilmente en mi silla…

De hecho, hice de pie la mayor parte de mis labores de oficina. En un momento, Rocío se acercó para hablarme al oído; lo paradójico fue que lo hizo en voz alta:

“Me enteré que Mica te dejó el culito rojo – dijo -: esa guacha es una enferma, je”

Por suerte, no agregó más palabra ni me pidió nada sino que volvió a su escritorio; tampoco hubo demasiadas noticias por largo rato de Evelyn, quien estaba en su oficina. Al cabo de un par de horas, sin embargo, reapareció y vino directamente hacia donde yo me hallaba. Al tenerla enfrente, tuve el impulso de arrodillarme o ponerme a cuatro patas, pero me contuve: ¿correspondía en aquel contexto? ¿Debía yo mantener el protocolo dentro de la fábrica? Ésas eran cuestiones que no habían sido habladas y, como tales, me intranquilizaban en la medida en que yo desconocía cuál debía ser mi proceder y, en consecuencia, no sabía hasta qué punto me hallaba en falta o no. Por fortuna, sin embargo, Evelyn llegó hasta mí sin que su expresión diera trazas de exigir de mi parte alguna actitud en especial; me miró y sonrió:

“Nadita – me dijo, llamándome impunemente por el odioso apodo delante de todas las demás -: ¿recordás qué era lo que tenías que hacer hoy?”

Me quise morir. El consolador perdido, claro. Había quedado en que debía recuperarlo; me causó un súbito terror el que Evelyn pudiese llegar a mencionarlo allí y en ese momento, por lo cual, tartamudeando, me apresuré a contestar:

“Sí, s… señorita Evelyn; ya m… mismo voy para la planta a…”

“¡No hace falta! – me interrumpió ella, haciendo un gesto desdeñoso con la mano -. ¡Mirá quién está acá!”

En ese momento, la colorada se apartó a un lado y recién entonces recalé en que todo el tiempo había habido alguien detrás de ella. Y ese alguien era… el sereno… El joven me miró y caminó unos pasos hacia mí, ubicándose al otro lado del escritorio; fue tanta la vergüenza que reculé y trastabillé. Él, impertérrito, no dejó de mirarme con una sonrisa y, sin trámite ni pudor alguno, apoyó el consolador sobre mi escritorio, mientras todas las demás empleadas permanecían atentas a la escena.

“Esto es suyo… – me dijo el sereno, con un brillo pícaro en los ojos -: lo perdió ayer, señorita”

CONTINUARÁ

 

Relato erótico: “Rosa, la cachonda invisible” (POR JAVIET)

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ROSA, LA CACHONDA INVISIBLE.

Sin títuloAntes de empezar esta historia, he de confesar que he leído unos cuantos relatos vuestros, acerca de hombres invisibles así pues es justo agradeceros vuestras (peregrinas) ideas gracias a las cuales me he decidido a escribir este relato, solo he modificado el sujeto, ¿Por qué solo chicos invisibles, porque no una chica? Los personajes, hechos y lugares son ficticios aunque a algunos nos gustaría que no, Veamos que tal sale.

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Rosa Suarez, madrileña de 27 años muy bien llevados, ex cajera de una cadena de tiendas de ordenadores que cerró hace dos meses y actualmente en paro forzoso, soltera y sin compromiso vive en casa de sus padres, pero conozcámosla algo mejor veamos, es rubia y le encanta el pelo corto, naricilla respingona y ojos grandes (dos) azules, labios llenos y muy sexis (de esos que estaríais horas besando, picaron@s) todo esto enmarcado en una cara bonita, es de figura delgada pesa unos 50 kg, su silueta es más que atractiva pues con un 90 de pecho un culito firme y rotundo, además de una estrecha cintura debida al ejercicio físico que hace, se siente observada y deseada por los hombres.

Precisamente aquel lunes de junio venia del gimnasio, después de un año de trabajar sentada de cajera se sentía algo rara, lo primero que hizo fue apuntarse a clases de “steep” el ejercicio la sentaba bien y la puso nuevamente en forma, al llegar a casa se dispuso a darse una ducha para tonificarse y quitarse el sudor, estaba sola pues sus padres estaban ambos trabajando en aquel laboratorio estatal de investigación y desarrollo, mientras se desnudaba pensó que sería estupendo que por fin diesen con aquel biocombustible que intentaban hacer, serian ricos y se solucionarían todos sus problemas.

Cuando estaba a punto de meterse en la ducha recibió una llamada telefónica, era su amiga Marichu agobiándola con sus problemas, sospechaba de su novio y estaba convencida de que la ponía los cuernos, cuando por fin colgó el teléfono estaba de mal humor, fue al baño y decidió que mejor que una ducha se daría un baño largo y relajante para tranquilizarse, así que tapo la bañera y abrió los grifos del agua, fue a la habitación y cogió su vibrador acuático, tenia forma de delfín y era de látex azul clarito se lo compro por internet, después de leer unos relatos eróticos y pinchar en un enlace que había en la pagina y decía “sexshop” estuvo un rato curioseando y finalmente lo compró, ahora era su favorito y no desaprovechaba nunca la ocasión de darse un baño muy pero que muuuy placentero con su delfín azul.

El gel de baño estaba acabándose, echó a la bañera lo poco que quedaba en el bote y fue al baño que había en la habitación de sus padres, cogió de allí las sales de baño de mama y un frasco que no conocía, parecía gel de baño y olía como el que usaba su madre, le llamo la atención que no tuviera etiqueta sino un papel pegado con cinta transparente que decía “GEL H22” pero pensó que sería algún nuevo tipo de gel de limpieza que estarían probando en el laboratorio, volvió a su baño y echó una buena dosis en el agua, añadió sales de baño y tras taparlo y devolver lo que había cogido a su sitio se dispuso a entrar en el baño.

Rosa estaba finalmente metida en la bañera, permanecía quieta mientras el agua caliente relajaba su cuerpo firme y las burbujas de espuma le hacían cosquillas, tomo el champú y se lavó la cabeza mientras tarareaba una canción de moda, luego de quitarse el jabón del pelo y pasarse la esponja lavándose todo resto de sudor de su cuerpo, se sintió mejor y relajada.

Cerró los ojos y se recostó en la bañera y de repente recordó a su vecino Edu, cuando él se duchaba ella le veía por su ventana al otro lado del patio, tenía unos 19 años y estaba buenísimo pues jugaba mucho al futbol y hacia gimnasia, recordó su cuerpo desnudo mojado por el agua de la ducha, Rosa se fue calentando mientras recordaba que aquel chico guapo pero muy tímido acostumbraba a pajearse en la ducha, ella se acariciaba los pechos notando como se le erizaban los pezones, recordando el miembro no muy grueso pero si largo de su joven vecino, mientras se acariciaba ambos pechos con sus manos y frotaba sus muslos, se sintió cachonda mientras tironeaba de sus pezones recordando como el chico se corría contra la pared de la ducha, así que decidió que era el momento de jugar y cogió el vibrador con forma de delfín.

Rosa lo encendió y comenzó a pasarlo por sus tetas, despacito y sin brusquedades, recorriendo cada centímetro de ellas fue contorneándolas suavemente sin llegar a tocar sus ansiosos y duros pezones, recordando algo que leyó “cada centímetro de piel a de ser acariciado, prolonga el placer haciéndolo esperar un poco” se mordió los labios notando como el placer la inundaba poco a poco, siguió acariciándose los pechos con la mano izquierda mientras fue bajando la derecha con el delfín vibrando recorriéndose el cuerpo hasta su vientre, abrió las piernas y recorrió con la nariz del vibrador sus labios externos, pese a estar rodeada de agua se sintió empapada de flujo, ansiaba recibir más placer y siguió bajando hasta presionar en su ano con el vibrador, las sensaciones que recibía la hicieron suspirar de gusto y pasar su seductora lengua por los labios, humedeciéndoselos en un gesto de puro vicio.

Su mano derecha apretaba sus pechos, pasaba de uno a otro continuamente mientras con la izquierda sujetaba la cola del vibrador y subía de nuevo hacia su coñito, a ella le pareció que su delfín azul cobraba vida, le recorría los labios del coño y se introducía despacio pero firmemente en su vagina, sintió el interior de esta vibrando mientras el objeto se metía en ella, Rosa gemía de placer y se tironeaba de los pezones mientras en su interior el vibrador la estimulaba salvajemente pues las pequeñas aletas que llevaba la estimulaban tanto el clítoris como el punto G, inconscientemente ella aumento la velocidad de penetración y se metía y sacaba el objeto cada vez más rápido, su cuerpo se elevaba y dejaba caer siguiendo el ritmo de las arremetidas de su mano, ella con los ojos cerrados solo podía jadear de placer y dejarse llevar gimiendo al éxtasis del placer, cuando finalmente llego al orgasmo lo hizo chapoteando, jadeando y soltando un pequeño grito, su vagina apretaba hambrienta el vibrador y su mano derecha apretaba tan fuerte su pezón derecho que parecía querer arrancárselo, su cuerpo estremecido de gusto se puso tenso como un arco mientras de su vagina salió un chorrito de flujo que inmediatamente se disolvió, Rosa se fue tranquilizando y su cuerpo ya relajado quedó derrengado y agotado en su bañera.

Entonces empezaron a pasar cosas, mientras nuestra protagonista con los ojos cerrados se calmaba y recuperaba su respiración normal, el agua de la bañera refulgía en un tono verdoso, la mezcla de gel de baño, champú para el pelo, sales de baño rosas, “gel H22” mas flujo vaginal, restos de sudor y una pizca de orina, se habían mezclado y batido por culpa del vibrador que olvidado en el fondo de la bañera seguía funcionando, al cabo de dos minutos el agua una vez acabada la reacción química, perdió su brillo verdoso.

Unos cinco minutos después, Rosa más tranquila después del orgasmo, abrió los ojos y recordando que su juguete seguía funcionando, palpó por el fondo de la bañera hasta encontrarlo, lo cogió y lo saco del agua, se quedo mirándolo mientras pensaba “que bonito que es mi delfincito azul, cuanto gusto me das bonito mío, con esos bultitos que parecen aletas, y ese hociquito tuyo tan……” entonces exclamo en voz alta:

– ¡Mi mano, ¿dónde está mi mano? Joder, me la siento pero no la puedo ver!

Rosa estaba muy asustada, se incorporó en la bañera y se miró el cuerpo, nada… no se veía sus hombros ni sus brazos, se puso en pie y cogió torpemente la toalla, (intentad coger algo sin veros la mano, ya veréis) se secó todo el cuerpo de forma automática, incluso llegó a cerrar los ojos y descubrió que así era más fácil, finalmente se puso sus zapatillas y se miró en el espejo del baño exclamando:

– ¡Mierda no veo nada, solo una toalla y mis pies cuando miro al suelo!

Salió del baño y fue a su habitación, cualquiera que estuviera mirando solo vería unas zapatillas y una toalla moviéndose por el pasillo de casa, se miró en el espejo de cuerpo entero que tenía en su habitación, nada… no veía nada tendría que llamar a alguien pero que diría:

– ¡Oiga policía! Si es que… me he vuelto invisible! ¿pueden ayudarme?

– ¿ Oiga es el hospital, podrían mandarme una ambulancia? Si es que me he vuelto invisible y si salgo a la calle me pueden atropellar.

Decidió calmarse y pensárselo lógicamente, era culpa suya pues recordó lo de aquel frasco que ponía “gel H22” no debía haberlo mezclado con nada sin saber que era, Joder “que tonta había sido” pero y si no era esa la causa, bueno fuera la que fuera la causa estaría en el agua del baño, primer paso coger una muestra, se dirigió a la cocina y busco un recipiente, cogió una botella de refresco de dos litros y tras lavarla bien se dirigió a la bañera y sumergiéndola en ella la llenó de aquel agua, al sacarla se vio la forma de su mano rodeada de una película de liquido, el agua del interior de la botella tenía un color grisáceo pero no vio en ella nada extraño, se la llevo a la nevera y la dejo en un compartimento al lado de la puerta, volvió a la habitación y se sentó en la cama pensando en que haría hasta que llegaran esa noche sus padres, a fin de cuentas eran los únicos científicos que conocía, por otra parte, empezaba a sentirse muy excitada otra vez.

(CONTINUARA)

Este primer capítulo solo es una introducción al personaje y la trama, dejadme vuestros comentarios e ideas pues a partir del siguiente capítulo comenzara nuestra amiga rosa a salir de casa.

 

Relato erótico: “¡Que suerte!” (PUBLICADO POR PEDRO)

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COMO DESCUBRI

Que suerte

IMG_0110Vivo en una urbanización de clase media a las a fueras de  Madrid, cercas de donde espero el transporte público, hay un jardín donde quedaba con los amigos, vi a una tía nada fuera que cualquier española e igual yo un españolito de instituto, ella me vio vino hacia mi

  • Hey  tío puedes decirme como llegar a esta dirección

  • Claro mira

    Le explique cómo podía ir pero ella solo me observaba

  • Eso suena complicado

  • Bueno no están complicado

    En eso me habla que regrese al chalet, mi prima vino  a vivir de  valencia y está perdida

  • Pasa algo tío

  • Nada ven te llevo a dónde quieres ir

  • Pues gracias

Subimos al transporte público sin querer me pone  su trasero me agarra de la mano nos sentamos me platica como fue que se perdió y llego a donde estábamos, llegamos, bajamos

  • Gracias ahora recuerdo como regresar sola

  • Estas  segura

  • Claro

Me besa en la boca es rápido se va corriendo voy al chalet

  • Por fin llegas donde estabas, no importa acaba de hablar que ella apareció

  • Me voy a buscar a los colegas

  • No, lleva a tu prima a conocer la ciudad, toma unos euros no los malgastes con tus amigos te espera donde pasa el transporte, anda vete no la hagas esperar cuida la

Marcho a buscarla seguro es una cría malcriada necesita un niñero, en eso la veo

  • Hola nos volvemos a  encontrar

  • Claro, pero espero a mi primo

  • Te llevo a conocer la ciudad

  • No puedo está por llegar y no puedo dejarlo

  • Seguro es un tío de esos muy pesado que se cree  un galán

  • Esperamos media hora sino marcho contigo

  • Cinco, no mas

Pasan los cinco minutos pero no aparece, llega el transporte vamos a donde nos encontramos,  después la llevo a conocer  dónde está el instituto, que seguro seremos colegas, le muestro algunos lugares,  ella me lleva de la mano a veces la abrazo soy más alto que ella, la invito a comer, sigo con el recorrido, en cada abrazo le paso la mano por su trasero que es duro, ella consiente me baja la mano en una de esas me soba la entre pierna, tengo la polla dura muy dura pero solo son juegos, regresamos para que marche  con sus padres

  • Me la pase súper bien tal vez otro día salimos

  • Cuando quieras

  • Sabes esto nunca lo hago pero

Me besa, correspondo el beso, aprieto su trasero y siento su pecho como se pega al mío

  • Ven quiero darte algo

Me lleva aun como hueco entre unos chalet donde me soba la polla por encima

  • Vamos haz lo

  • Que cosa

  • Tengo que hacerlo todo yo

Me saca la polla del pantalón me la soba, esta dura aparta su tanga se levanta de puntitas brinca abrazando me con sus piernas y a mi cuello con sus brazos penetrándose sola me besa  callando su gemido

  • ahora muévete folla me o quieres que  te folle

Estoy alucinando, agarro de las nalgas la subo, la bajo, ella coopera con movimientos de sus caderas, no sé cuánto aguanto pero los dos tenemos un orgasmo fuerte,  ella me besa para no gritar, a mí me tiemblan las piernas que casi no la aguanto a pesar de que ella no es pesada la recargo contra la barda  suerte que por el lugar no pasa mucha gente caminando

  • Eso fue genial nunca sentí nada igual

    Eso me lo dice mientras acomodamos cada uno la ropa nos besamos

  • Dime tu nombre

  • La próxima te lo digo

La veo que se va contorneando su culo que me dejo alucinado ella es hermosa cara de ángel cuerpo de pecado pecho bien puesto no pude ver lo, pude sentir lo pegado a mi cuerpo en eso suena el maldito celular me dan ganas de , es mi padre que regrese a la casa vendrá su hermano, mi tío con mi prima para cenar, claro la conozca bien voy para el chalet subo a cambiarme tengo el pantalón sucio de mi esperma y sus jugos vaginales, lo guardo como un recuerdo entro por la cocina

  • Hola primo por  fin te conozco,  Karina

  • Hola prima,  Oscar

Nos vemos, ella es a quien me folle hace un rato y estoy prendado de su cuerpo, bueno una parte porque no lo vi completo, ella es, mi prima Karina.

  • : sin saber conozco a mi prima, le digo como regresar a su chalet claro no se que es mi prima, por eso le sirvo de guía por la ciudad mi padre no para de hablar al móvil, sin saber ella casi me folla, claro que colaboro en la follada, al llegar al chalet me presentan a mi prima que es la tía que folle
 

Relato erótico: “Las Profesionales – Los deseos más secretos” (POR BLACKFIRES)

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JEFAS PORTADA2Los días pasan lentamente y la ciudad continúa su vida cotidiana, calles llenas de personas y Sin títuloavenidas llenas de autos que avanzan al ritmo de los latidos de la ciudad. En una de las calles del sector norte un auto entra al estacionamiento de un modesto edificio de condominios de la avenida.

El auto se detiene, Elizabeth baja del vehiculo y con paso rápido recorre la distancia que la separa del ascensor que la lleva al quinto piso, donde entra en su pequeño departamento. No termina de llegar y va desvistiéndose rumbo a su recamara. Al pasar por el recibidor su gato intenta interceptarla pero no avanza mucho terreno, pues se encuentra de frente con la puerta que cierra Elizabeth al entrar en el dormitorio.

De una bolsa de compras extrae un video que coloca en el reproductor y en segundos de la pantalla de su televisor del cuarto le llegan las imágenes de una chica siendo sodomizada por un macho, que la penetra por el ano, mientras la chica gime y se aprieta los seno. Frente a la pareja otra mujer con un traje ejecutivo y lentes con aros de pasta negra, observa a la pareja mientras la chica sube y baja movida por las manos de su macho que la sostiene por la cintura, la mujer de lentes apunta cosas en un anotador rayado.

Elizabeth termina por sacarse las bragas y esta en la cama mirando el video solo vestida con la falda gris recogida en la cintura y su blusita de seda abierta completamente con sus senos descubiertos sin sostén. Mientras con una mano acaricia su seno izquierdo con la otra mano empieza a bombearse el coño con el vibrador que comprara hacia unos días en el sex shop, el mismo sex shop del cual se había hecho clienta y en el cual después de muchas dudas y remordimientos había alquilado un par de videos recomendados por el pícaro dependiente de la tienda.

Estos últimos días habían sido una locura, ella nunca habría pensado estar masturbándose de una forma tan descarada en medio de su alcoba, pero su apetito sexual había subido tanto que ella misma se desconocía. Hasta su trabajo se había visto retrasado pues los días los pasaba en la oficina buscando pornografía en Internet. Había empezado por cosas sencillas, parejas, hombres y mujeres teniendo sexo, pero poco a poco los temas fueron cambiando y en poco tiempo ya había olvidado los temas básicos y como atestiguaba el video porno que en ese momento captaba toda su atención, entraba a temas de intercambio de parejas y sexo en grupos.

La excitaba tanto que aquella chica de lentes se pareciera a Lourdes, y que la chica que estaba siendo sodomizada pareciera obedecerla al cambiar de posición. En su mente una palabra aparece al ver como la chica se colocaba sentada sobre el macho dándole la cara a la silla donde la mujer de lentes les observa, “buena chica… buena chica”

La mujer de lentes se levanta soltándose los cabellos que caen en cascadas de rizos dorados y desabotonándose la blusa, avanza al sofá donde esta la pareja, la mujer le ofrece un par de senos redondos y grandes con sus pezones argollados. Toma el rostro de la chica con ambas manos le planta un beso de lengua que acaba con los gemidos de la chica que reacciona a las embestidas de su macho.

Elizabeth casi no puede contenerse al ver como la mujer hace que la chica le lama, mame y acaricie los senos, y la chica se esmera en darle placer a la mujer. Los senos argollados excitan tanto a Elizabeth. Esta a punto de correrse cuando observa como la mujer levanta su falda y mostrándole el coño a la excitada chica esta última comienza a lamerla y mamarla con desesperación. Lo que más llama la atención a Elizabeth es el piercing de la mujer en el clítoris, en el momento en que la chica saca su lengua y la pasa sobre ese clítoris argollado, Elizabeth empieza a convulsionar al correrse una y otra vez al no soportar más…

La mañana la encuentra aturdida en la cama aun con el vibrador en el coño, aun adormilada se va al baño y la regadera termina por despertarla y con ella despierta su libido y sus manos acarician sus senos, su cara, sus coño, rápidamente su cuerpo sucumbe a sus propias caricias, volviendo a correrse.

– Debo estar volviéndome loca… no puedo dejar de tocarme… debo ir a trabajar

Las horas pasan y Elizabeth esta sentada en su oficina completamente distraída buscando pornografía en su computadora, sus bragas siguen empapadas y el su mente no puede dejar de pensar en Lourdes, en sus piernas, su rostro, en sus senos, en su trasero, en sus labios y en su coño… Es vergonzoso y humillante estar pensando todo el día en sexo, mucho más lo es pensar sexualmente en una mujer que casi acaba de conocer, nunca le contaría a nadie tal cosa. Seria tan vergonzoso que alguien se enterara de las cosas que ella estaba haciendo y pensando, jamás podría admitirlo. Ella no es una puta barata como las que observa en las imágenes de videos y fotografías del Internet, putas que son usadas como perras a las que nunca les faltan vergas en sus coños, sus culos y sus bocas. Ella es una joven educada en una buena universidad, una excelente profesional en su campo de trabajo, que gana su propio dinero de forma decente sin necesitad de abrir sus piernas y ser usada como un objeto sexual. Pero que humillante y excitante es sentir tantas ganas de ser esa chica que ahora observa ponerse en cuatro patas mientras dos machos usan su culo, su coño y su boca que con una verga dentro silencia sus gemidos de placer.

El sonido del timbre de su celular la vuelve a la realidad y al contestar reconoce la voz.

– “Hola Elizabeth soy Lourdes de la Sala de Estética Baxter… ¿me recuerdas?”

Elizabeth se siente como una adolescente tonta y nerviosamente contesta:

– “Ho… Hola Lourdes… sí, sí te recuerdo… ¿cuéntame como estas?”

– “Muy bien, Elizabeth solo te llamaba para recordarte nuestra cita de mañana… ¿vendrás verdad?”

– “Sí, sí claro que te veré mañana… quiero decir… iré a atenderme mañana…”

– “Entonces no se diga más querida… te veré mañana en la estética, tengo algunas ideas para un nuevo look que creo que te encantaran, ¿confías en mi verdad Elizabeth?”

– “Sí… Confío en ti Lourdes”

– “Buena chica… hasta mañana”

Una oleada de placer barre el cuerpo de Elizabeth y su coño se humedece mucho más si eso es posible, mientras sus pezones se ponen tan duros como rocas. En su mente aturdida las ganas de masturbarse terminan ganándola y al cerrar la llamada se dirige a los baños de la oficina donde tendrá que aplacar esos deseos.

A varios kilómetros de allí en la oculta oficina de Helen Bells en la Sala de Estética Baxter, una completamente desnuda Lourdes esta sentada en la pierna de Helen, que la sostiene con una mano en la nuca y con su otra mano aun bombea el húmedo coño de Lourdes. Lourdes aun sostiene el teléfono con que acaba de llamar a Elizabeth y con su mirada perdida sigue repitiendo.

– Soy una buena chica…. Soy aaaaagggg… una buena chica…

Helen aun tiene colocado el audífono con que escucho toda la conversación con Elizabeth y usando a Lourdes como una marioneta termino dándole las siguientes instrucciones a la chica. Aun su boca esta justo al lado del oído de Lourdes donde hacia un momento en susurros le decía que decirle a Elizabeth, sacando su lengua lame el lóbulo de la oreja y empieza a morder el lóbulo de Lourdes mientras sus dedos aceleran el bombeo en el coño de su marioneta.

– Claro que lo eres mi querida Lola has sido una muy buena chica… Colócate en Posición de Sumisión 6 como la puta que eres… entendiste…

– Si mi señora como la aaaggg puta que soy….

Lola se levanta y se va al medio del cuarto, separa sus piernas un poco para que su coño sea claramente visible, sus manos se entrelazan en la nuca lo que hace que sus senos queden erguidos y tentadores, su boca entreabierta remata la posición esperando la siguiente orden.

En un sillón colocado frente al escritorio de Helen, Robert Sagel vestido en un costoso traje ejecutivo y corbata de seda, termina su bebida en un vaso de cristal. Desde allí ha visto cada uno de los detalles de la llamada y el control que Helen ejerce sobre las sumisas esclavas. Lentamente se levanta y se coloca detrás de la desnuda Lola que sigue a la espera de nuevas instrucciones.

– Me parece que estas llevando muy bien el proceso de selección.

– Gracias Amo pero quisiera que esto fuero mucho más rápido, pronto requeriremos muchas más candidatas listas para el uso que usted disponga.

– Tranquila Helen, estoy trabajando en eso, recuerda que todo lo bueno siempre es cuestión de esperarlo, lo que fácil se obtiene fácil se va.

Diciendo esto Robert coloca su mano en la nuca de Lola y la hace caminar hasta el escritorio donde Helen aun se mantiene sentada, lentamente Robert inclina a Lola hasta dejarla de cara hacia el sobre del escritorio y lentamente empieza a acariciar el trasero de la chica y sus dedos juguetean en un principio con el coño para luego entrar fácilmente en el húmedo canal vaginal.

– Estamos cubriendo la demanda actual y no tienes por que preocuparte pues estas salas de estética nos están dando excelente material de trabajo para la Granja de Sussy, casualmente hoy recibimos tu paquete VIP. Solo me preocupan algunos detalles meramente administrativos pero en lo operacional lo estas haciendo excelente Helen.

Robert termina por sacarse la verga y lentamente empieza a bombear a la excitada Lola que empieza a recibir una tras otra las rítmicas embestidas de Robert en su húmedo coño. Helen observa complacida y excitada como su amo empieza a cojerse a una de las putas que ella ayudo a crear. Los gemidos de Lola se hacen más fuertes mientras Robert la coloca boca arriba en el escritorio y los senos de Lola se balancean al compás de las embestidas de Robert, Helen empieza a acariciar los enormes senos de la chica mientras observa a Robert con una mirada de lujuria desmedida.

– Me excita saber que ayudo a que todo salga según lo planeado Amo, solo que me gustaría hacer de estas mujeres unas excelentes putas en menos tiempo.

Diciendo esto Helen termina por subirse de rodillas en su escritorio y separando sus piernas, coloca su coño justo sobre la cara de la controlada Lola que sin ninguna orden inicia a mamarla con desesperación lo que logra acallar los gemidos de la chica.

– Paciencia mi querida Helen, paciencia todo a su tiempo solo es cuestión de esperar, ummm esta sumisa esta deliciosa…

– Aggg no es una sumisa Amo, es solo una puta perra deseosa de complacerte… Aggg justo como lo soy yo… Sigue mamando y moviendo tu lengua puta… has que me corra en tu cara perra.

Robert toma la cara de Helen y le planta un beso en los labios a lo que Helen responde moviendo su lengua que entabla una lucha contra la lengua de Robert, mientras este penetra más y más rápido a Lola y esta última sigue mamando con desespero el coño de Helen que no tarda en correrse llenándole la cara de fluidos a Lola.

Minutos después Lola termina por correrse acostada en el escritorio, mientras Helen le mama los senos y le acaricia el clítoris. Robert se aparte del escritorio y Helen toma a Lola por el brazo y la lleva de rodillas frente a Robert, Helen con una mano abre la boca de la chica y le ordena.

– Limpia tus jugos de la verga de tu dueño.

Lola empieza a mamar la verga de Robert mientras Helen lo besa apasionadamente.

– Vaya que estas muy bien entrenada… ummm sigue mamando mi perrita, asii, muy bien buena chica, asiii… y pensar que esta puta antes fuera una brillante enfermera…

– Ya no lo es más señor, ella solo es lo que nosotros queramos que sea, ahora ella es una perra, tu perra.

Diciendo esto Helen coloca un collarín de cuero negro en el cuello de Lola, y allí engancha la cadena a la argolla plateada. Robert observando a la arrodillada chica desnuda, que se esmera por tragar la verga con una boquita pequeña de labios sensuales, le ordena.

– Mírame

La rubia ex enfermera lo observa con sus hermosos ojos azules y con su lengua masajea el erecto miembro de su dueño que esta dentro de su boca. Robert termina por correrse en la boca de Lola que desesperadamente intenta contener en su boca cada gota del semen de su dueño.

Helen se arrodilla y lamiendo la verga de Robert termina de limpiarla y amorosamente la guarda en los pantalones negros a juego con el saco ejecutivo de Robert. Mirando a Lola la besa apasionadamente y ambas mujeres felices juegan en sus bocas con el semen de su dueño y señor.

Al día siguiente una radiante pero nerviosa Elizabeth entra a la Sala de Estética Baxter donde una sonriente recepcionista esta entregando un formulario de inscripción a una chica vestida con el uniforme azul de un banco local. Ambas chicas observa a Elizabeth entrar radiante con un par de zapatos de tacón medio, una minifalda gris y una blusa azul, su cabello castaño luce fabuloso y su sonrisa no oculta su excitación al volver a la sala estética.

– Bienvenida Srta. Hills.

– Hola Ángela, vine a atenderme con Lourdes…

– Todo esta listo Srta. Hills ya estábamos esperando por usted. Déme un momento para avisar a Lourdes que usted esta aquí.

Momentos después Ángela le entrega una tarjeta electrónica y Elizabeth le agradece con una sonrisa. En ese momento la cerradura de la puerta de cristal se activa y se abre, una radiante Lourdes aparece en la puerta de cristal que da acceso a las salas VIP.

Elizabeth avanza con paso ansioso hasta la puerta donde Lourdes la recibe con un beso en la mejilla que hace que Elizabeth se erice de cabeza a pies.

– Hola Elizabeth, me encanta volver a verte, te ves simplemente radiante.

– Hola… hola Lourdes… gracias.

– Pasa por favor, siéntete como en tu nueva casa.

Ambas chicas caminan por el corredor hasta la sala VIP designada para atender a Elizabeth, Lourdes toma la tarjeta electrónica de las manos de Elizabeth y abre la puerta del privado. Mientras Lourdes le da la espalda para abrir la puerta Elizabeth no puede evitar admirar el redondo y provocativo trasero de Lourdes, sus manos se ponen frías y su respiración se acelera.

– Bienvenida otra vez, ya sabes donde esta el vestidor, ponte cómoda y esperare por ti.

Elizabeth entra al privado dirigiéndose al vestidor y empieza a desvestirse hasta quedar solo en ropa interior. Empieza a ponerse la bata y mirándose en un espejo acaricia su cuerpo sobre la bata sintiéndose extremadamente sensual, abre un poco la bata en el escote y después de pensarlo dos veces se abre la bata y saca su sostén dejándolo sobre las ropas que acaba de quitarse. Camina a la silla de atención donde una sonriente Lourdes la espera ya lista para iniciar el lavado de su cabello. Mojando sus cabellos y acariciando su cabeza inicia la limpieza agregando los aromáticos químicos que empiezan a adormecer a Elizabeth. Poco a poco agrega más químicos y cuando todo esta listo coloca los audífonos en los oídos de la indefensa chica, que la mira con una mezcla de aturdimiento y adoración. Lourdes espera unos segundos dejando que los químicos sean absorbidos. Los ojos de la aturdida chica continúan mirándola, Lourdes le coloca unas gafas de realidad virtual donde inicia a ver imágenes relajantes de bosques y valles, y luego poco a poco las imágenes van cambiando a imágenes pornográficas donde aparecen mujeres siendo sometidas por hombres y mujeres de formas diferentes en diversos escenarios.

Lourdes coloca unas correas restrictivas en los brazos y piernas de Elizabeth y lentamente empieza a abrirle la bata a la chica. El aturdido cerebro de Elizabeth no logra reaccionar al sistemático ataque sexual al cual esta siendo sometida, sus senos y pezones erectos responden a las imágenes y mensajes que llegan a su cerebro y su coño empieza a mojarse más y más, mientras los dedos de Lourdes empiezan a acariciar su piel comenzando por sus senos y lentamente deslizándose hasta su entrepierna, donde sin ninguna resistencia hace a un lado las bragas húmedas, sacando un vibrador de una gaveta cercana inicia el ataque al coño de la excitada chica.

Insertando el vibrador en el coño inicia a masturbarla, lame y besa el coño mientras bombea más y más rápido con el vibrador. Ronda tras ronda de imágenes y mensajes martillean el cerebro de Elizabeth que en pocos minutos esta al borde del orgasmo mientras Lourdes sigue lamiendo y mamándole el coño. Lentamente la lengua de Lourdes se desliza por su vulva y sacándole el vibrador usa sus dos manos pasa separar las piernas de la chica y colocándolas en un par de soportes termina teniendo fácil acceso al ano de Elizabeth. La lengua de Lourdes recorre el poco camino que resta hasta el ano de la chica y con un rápido movimiento su lengua inicia el asalto al sensible punto. Elizabeth gime de placer al sentir la lengua entrar en su ano y no logra contenerse, corriéndose una y otra vez mientras los mensajes siguen martillando su cerebro.

Las caricias de Lourdes terminan por dilatar el hasta ahora virgen ano de Elizabeth y empieza a insertar un dedo, luego dos y finalmente inserta el vibrador que poco a poco va entrando acompañado de los gemidos de la chica que atada y drogada no logra controlar su cuerpo.

Lourdes deja el vibrador en su sitio y se aleja para observar un monitor oculto en uno de los muros de la sala donde, para su sorpresa, los niveles de respuesta marcan un inesperado avance:

“Segunda semana: Candidata N00104, Elizabeth Hills; 23 años; Arquitecta; Nivel de Libido: 8.2; Nivel de Condicionamiento: 8.5”

Volviendo al lado de la chica la observa atada y contorsionándose por la excitación a la que es sometida mientras ella delicadamente le acaricia los senos con sus manos, los minutos pasan y Lourdes retira el vibrador del ano, quita y oculta las correas restrictivas y lava los químicos de la cabeza de Elizabeth, que poco a poco vuelve a la realidad pero aun sintiéndose total y absolutamente excitada.

– Hola otra vez Elizabeth veo que estas muy a gusto con tu tratamiento.

– Siiii me siento… muy bien y tranquila.

– Buena chica, buena chica Lissy ¿No te molesta que te llame Lissy o sí?

– Nooooo no me molesta… que me llames Lissy.

– En ese caso tu puedes llamarme Lola, ¿cuéntame Lissy que opinas de un cambio de look?

– Los cambios son buenos…

– Dime una cosa Lizzy ¿por qué la última vez no aceptaste cambiar el color de tu cabello a rubio? ¿Qué pensabas?

– Pensaba que las rubias… son tontas, yo no soy tonta…

– Claro que los cambios son buenos, ¿que opinas de teñirte el cabello de rubio, que piensas del cabello rubio ahora Lissy, confías en mí?

– Confío completamente en ti Lola y me gustaría tener el cabello rubio, ser rubia es excitante y divertido.

– Muy bien Lissy, buena chica, pronto tendrás un cabello rubio y hermoso como el mío.

Al escuchar eso Elizabeth siente como su cuerpo es recorrido con una descarga de placer, pronto será tan bella como Lola y se sentirá mucho más hermosa y obediente, ella necesita obedecer. Ella necesita seguir al pie de la letra cada palabra de las instrucciones que ha recibido en esta sesión, instrucciones que obviamente incluyen el ser rubia y confiar ciegamente en Lola. “Buena chica, buena chica… obedecer es placer, obedecer es placer”

A los pocos minutos Lourdes esta por terminar de secar los últimos mechones de la rubia melena de Elizabeth. Se encarga de peinar los cabellos del frente de la chica que aturdida y excitada casi no logra controlar sus ganas, pues los hermosos senos de Lourdes están casi en su rostro. Se muerde los labios de ganas de besarlos y mamarlos. Mientras lucha por contenerse, Lola le indica.

– Listo Lissy hemos terminado y es hora de que veas que tal has quedado.

Lourdes acomoda la silla y la coloca frente a un espejo donde la nueva Elizabeth observa incrédula su cambio de imagen.

– Es increíble… soy tan… hermosaaa

– Te dije que te quedaría hermoso Lissy, ¿confías en mi verdad Lissy?

Diciendo esto Lourdes desliza sus manos por los hombros y los brazos de Elizabeth acariciándola, y la excitación de la chica aumenta.

– Siiii Lola confío en ti, soy tan hermosa… casi como… tu.

Eizabeth se levanta y se observa en el espejo de cuerpo entero su bata entre abierta y su nuevo look la hacen parecer una estrella de cine, pero lo más hermoso que ella puede ver es a Lourdes sosteniéndola por la cintura y contemplándola en el espejo. Al voltear quedan frente a frente y un silencio incomodo llena el lugar, Elizabeth rompe el silencio diciendo:

– No se como agradecerte…. yoooo

Lourdes la sostiene por la cintura y Elizabeth no lo resiste más, acercándose a Lourdes le planta un tímido beso en los labios que dura unos segundos. Luego avergonzada le da la espalda y agacha la cabeza. Lourdes se coloca a su espalda y le dice:

– No tienes por que avergonzarte Lissy, eres una chica hermosa, solo tienes que mirarte.

Lourdes la toma de la cintura desde la espalda y jalándole la cinta de la bata hace que la bata se abra completamente revelando la piel de Elizabeth que tiembla de pies a cabeza. Lentamente la mano de Lourdes sube por su vientre y le acaricia un seno, Elizaberth responde con un gemido el cual es apagado cuando Lourdes la voltea y tomándola de la cintura le planta un beso de lengua que inicia a explorar la boca de la temblorosa Elizabeth. El beso se hace más intenso y los cuerpos se van fusionando y las carias avanzan sin encontrar resistencia, ambas mujeres necesitan sentirse excitadas y ardientes, Elizabeth la observa y dice:

– Deseo…

– ¿Que deseas Lissy?

– Te deseo y haría cualquier cosa por ti Lola

– ¿Cualquier cosa?

– Sí, lo que me pidas…

– ¿Confías en mi Lissy?

Sin decir más Lourdes baja el cierre de su bata blanca la cual revela su cuerpo que solo queda cubierto por un par de medias blancas sostenidas por un liguero de igual color, sin sostén, sin bragas y zapatos de tacón de aguja. Lourdes coloca una mano en el hombro de Elizabeth y aplicándole una mínima presión la ve ir arrodillándose frente al desnudo coño que sin mediar palabras Elizabeth empieza a atender. Al separar los labios vaginales de Lourdes la excitación de Elizabeth aumenta sin control al encontrar el argollado clítoris de su nueva amante. Sin vacilación empieza a mamar y lamer como la más desesperada y hambrienta mujer consumida por sus deseos.

Los minutos pasan y desde un cuarto de control ubicado a varios kilómetros de la sala de estética, Helen observa el desarrollo del proceso de conversión de Elizabeth, a través de una pantalla de video que recibe la señal de alta definición proveniente de las cámaras ocultas en las salas de VIP, la imagen le trae las figuras de Lola siendo mamada por Lizzy que poco a poco empieza a subir por el vientre de Lola hasta apoderarse de los senos mientras Lola le acaricia el trasero y coloca una mano en el coño de Lizzy. La escena continua mientras Helen se levanta y abriendo una puerta entra en un pasillo que la lleva a un quirófano donde a través de un gran ventanal de cristal observa los movimientos del personal de cirugía, compuesto por 1 medico cirujano estético y 4 enfermeras, todos vestidos con el común uniforme verde. Lo único llamativo es que cada una de las 4 enfermeras utilizan un collarín de cuero con una argolla metálica plateada. En la mesa del quirófano una anestesiada María Patricia Zurita, no tiene la menor idea de lo que ha pasado con su cuerpo en las ultimas horas. A su ya espectacular cuerpo de modelo se le ha añadido una carga completa de nanobots en cada uno de sus senos los cuales aumentaran su busto en 2 tallas y entrando a su sistema conformaran una nueva red neuronal que albergara su nueva personalidad, previamente implantada en su mente. Adicionalmente dos implantes más, uno en su argollado clítoris y otro, un receptor inalámbrico en la base de su cráneo, terminan por hacer de ella un nuevo juguete sexual. Helen activa un intercomunicador y se comunica con el esterilizado interior del quirófano.

– “Cual es el estado de la candidata”

Una de las enfermeras se aproxima al intercomunicador y le informa.

– “Todo ha salido según lo agendado, no hay ninguna reacción adversa y los nanos de su cerebro han sido activados y la candidata ha respondido a su activación en un 100%”

– “Muy bien, me parece muy bien… lo has hecho muy bien Mitzuki, has sido una excelente chica, puedes correrte para mi”

Los alargados ojos asiáticos casi ocultos tras la mascarilla de quirófano se cierran y el cuerpo de la enfermera Mitzuki tiembla al correrse a la orden de su dueña Helen.

– “Gracias… Misstres Helen soy una buena chica y me encanta obedecer”

– “En cuanto este lista lleven a la candidata a la sala en incubadoras”

– “Así será Misstres Helen”

Patricia es conducida a una gran sala de recuperación donde el personal médico se encarga de colocarla en una especie de vaina cilíndrica metálica. Al cerrarlo terminara aislada de toda actividad sensorial. A su cuerpo es insertado intravenosas para nutrirla, inocularle un coctel de fármacos que ayudan a condicionarla y mantenerle levemente sedada. Una mascarilla de oxígeno en su rostro cubre lo que queda visible debajo del casco de realidad virtual por el que en el transcurso del tratamiento recibirá el audio sintetizado de su voz y las imágenes de ella misma, generadas digitalmente, imágenes en las que aparecerá siendo utilizada como una esclava sexual en una variedad inimaginable de situaciones y escenarios. Las más de 1,000 repeticiones por hora de los mensajes en video y audio harán que ella entienda perfectamente cual es su nueva actitud para con sus dueños. Varios cables conectados a su cuerpo darán información exacta de su actividad neuronal, signos vitales y su estado de actividad sexual. Adicional a esto esta atada de cabeza a pies por bandas restrictivas, sus pezones y su coño cableados eléctricamente y su culo y coño llenos con vibradores que responden a las imágenes que entran es su cerebro. Patricia Zurita comienza a despertar y empieza a recibir la primera ronda de miles de rondas de adoctrinamiento que recibirá en los próximos 3 días, en los cuales la última fase de su conversión será completada.

– “¿Donde estoy…?”

Patricia se ve a si misma caminando hacia uno de los cuartos de maquillaje del canal de Televisión donde labora.

– “¿Qué estoy haciendo aquí?”

Al entrar al cuarto de maquillaje encuentra sentado en una silla a un hombre de saco y corbata que la observa al entrar y con una mano le indica que se acerque a el. Al aproximarse Patricia puede ver a una chica que supone ella del personal de maquillaje arrodillada entre las piernas del hombre, mientras el hombre con una mano sosteniendo el largo cabello de la chica le marca el ritmo de la mamada que la chica le da.

– “¿Qué demonios es esto?… esto no…”

Patricia observa como aquella verga entra y sale de la boca de la chica que con desesperación aspira, mama y lame cubriendo con su saliva la verga del hombre. Patricia empieza a excitarse y sus bragas se empiezan a mojar mientras en su mente no puede contener las ganas de mamar esa verga y solo se escucha a ella misma decirse “eso es lo que deben hacer las puta, obedecer, necesitas obedecer, mamar, coger y obedecer, tú eres una puta como cualquiera”

– “No yo no… aaaaggg”

Una descarga de placer barre el cuerpo de Patricia mientras ve como la chica ahora sube la falda y el hombre sentado le empieza a meter los dedos en el coño. El hombre vuelve a observar a Patricia y le indica que se acerque, Patricia se excita al obedecer y quedar junto a la chica que ahora mueve sus caderas al compás que marcan los dedos del hombre. El hombre sin más le dice

– “Bésala”

Patricia se aproxima a la chica y sintiendo como sus propios jugos vaginales escurren por sus piernas, besa apasionadamente a la chica, la cual empieza a acariciarle sus nuevas, grandes y sensibles tetas. En su mente no deja de escucharse a si misma decirse “te encanta esto puta, eres una puta y te encanta que te usen”

Patricia rompe el beso y mirando al hombre le dice.

– “Siiiii, soy una puta”

A un lado de la vaina donde el cuerpo de Patricia convulsiona de excitación, Helen y Robert observan tres monitores donde en uno de ellos pueden leer todos los datos que llegan del cuerpo de Patricia, en el segundo monitor hay un colage de imágenes de varios puntos del cuerpo de Patricia atado dentro de la vaina y en el ultimo monitor pueden ver las imágenes generadas digitalmente del primero de miles de encuentro sexuales que Patricia tendrá en las próximas 72 horas y que invaden su mente en ese momento.

Robert observa como uno de los vibradores penetra el coño de Patricia y la desvalida chica mueve sus caderas y sus atadas manos intentan aferrarse a un imaginario hombre que la somete, mientras su respiración se acelera, lo cual es obviamente visible en la imagen de su pecho y es también registrado en el monitor de sus signos vitales.

– Me parece que en este caso esto será mucho más fácil de lo que esperábamos.

– Concuerdo con usted Amo, al parecer esta candidata siempre ha sido una puta por naturaleza.

– No me es de extrañar la rapidez con que llego a ser la presentadora estrella del noticiero, ha debido estar muy ocupada.

– Así parece, le mantendré informado de los progresos de esta perra.

– Me parece muy bien, quiero tener una prueba de campo con ella en cuanto este lista, ahora cuéntame Helen ¿qué más tenemos para hoy?

Diciendo esto Robert y Helen se alejan de la batería de monitores donde una excitada Patricia ahora aparece sentada subiendo y bajando sobre las piernas del hombre, que se mantiene sentado, el cual la penetra mientras le lame y muerde los senos, que la chica de maquillaje desde la espalda de Patricia, sostiene ofreciéndolos al hombre mientras ella besa la espalda y el cuello de Patricia que ahora cabalga en las piernas del hombre entre gemidos de placer.

Robert y Helen avanzan por la amplia sala donde de lado izquierdo pueden verse de 15 a 20 incubadoras exactamente iguales a la que ocupa Patricia. Casi la totalidad de las vainas están ocupadas con las nuevas candidatas. Varias profesionales, incluyendo a Mitzuki, vestidas en ajustados trajes de minifalda parecidos a los de la estética, que marcan sensualmente sus senos en un amplio escote y casi no logran cubrir sus hermosos traseros, atienden a las nuevas profesionales en la última fase de su conversión. Las medias sostenidas por ligueros, los tacones de aguja y los collarines de cuero negro en sus cuellos rematan los atuendos de las dedicadas entrenadoras, mientras supervisan los monitores y realizan ajustes al programa de adoctrinamiento.

En una de las salas VIP de la Sala de Estetica Baxter una agotada Lizzy que esta acostada en la silla de atención, intenta contener sus gemidos mientras Lola le realiza una mamada de coño que la hace ver estrellas y sentirse completamente entregada a la voluntad de Lola.

– Ummmm… sigue por favor… me siento tan…

Lola la observa contorsionarse con cada lenguetazo que da al sensible coño de la desvalida chica, detiene la mamada y le empieza a insertar dos dedos.

– ¿Cómo te sientes Lizzy?

– Aaaaggg… me siento… tan… docil

– ¿Docil? Eso me suena a como si fueras algún tipo de mascota entrenada Lizzy

– Asiiii… Así me siento contigo… como si fuera tu mascota… tu perra…

Lola aumente el ritmo de los dedos que penetran en coño de la chica y la escucha gemir más y más fuerte.

– Así que una mascota… ¿Te gustaría ser mi mascota Lizzy?

– No puedo contenerme de pensar… que soy tu mascota…

– Eso esta muy bien Lizzy, muy bien, buena chica, pero las mascotas no piensan solo obedecen, pensar les causa malestar, obedecer les causa tanto placer…

– Necesito obedecer… Aaaaaggg… no pensar más, no pensar…. Solo obedecer.

Abriéndole las piernas a Lizzy, Lola se coloca entre sus piernas y con su mano libre la toma del cuello y la atrae hacia si hasta que sin resistencia alguna empieza a besarla y lamerle los labios mientras le bombea el coño ahora con tres dedos. Lola saca los dedos del coño de Lizzy y acariciándose sus propios senos cubre estos con los jugos de Lizzy y sin siquiera ordenar nada Lizzy empieza a lamer cada milímetro de los grandes y hermosos senos de Lola. Finalmente ambas chicas se abrazan, besan y acarician. Continúan masturbándose una a la otra hasta que terminar corriendose y agotadas descansan sobre la silla de atención.

Minutos después ambas chicas se levantan y sin cruzar palabras se separan, Lizzy va al vestidor a cambiarse y Lola arregla su uniforme. Al salir Elizabeth del vestidor la vergüenza y la humillación de todo lo pasado vuelven a su mente y mirando el piso empieza a despedirse de Lourdes.

– Buenoooo… yo queria decirte gracias por….

No puede terminar de decir nada pues Lourdes la toma con ambas manos de los pechos y haciéndole presión la coloca contra la pared mientras le fulmina los pensamientos con un apasionado beso de lengua. Elizabeth siente como es aplastada contra la pared por el cuerpo de Lourdes y como la lengua de esta sondea su boca y sin la menor resistencia intenta corresponder al beso. Un segundo después Lourdes rompe el beso y mirándola con una sonrisa le dice:

– Te veré la próxima semana, toma esta tarjeta y ya sabes que hacer Lissy.

Elizabeth la observa aturdida aun y sin mas responde.

– Siiiiiiii…. hasta la próxima semana.

Lourdes la suelta y ambas avanzan hasta la puerta y al abrirla Lourdes le dice al oído a Elizabeth mientras le acaricia el trasero por encima de la minifalda.

– Me encantas, eres una buena chica, hasta pronto.

– Hasta pronto… gracias, por todo…

Elizabeth sale del privado aun sin creer todo lo vivido pero con una nueva forma de ver la vida, se siente y se ve hermosa, nunca se sintió tan excitante y tan feliz. Una lástima que no pudiera compartir lo que siente con nadie, bueno si lo puede compartir… con Lourdes.

Llega a la recepción y entrega la tarjeta a una sonriente Ángela, mientras la recepcionista crea en el sistema su nueva cita de la siguiente semana, Elizabeth no puede dejar de mirar el revelador escote del traje de la chica, el cual casi no puede contener el excelente par de tetas que a cada movimiento de Ángela se balancean provocativamente. Finalmente Ángela termina y poniéndose de pie acompaña a Elizabeth a la puerta, esta vez el es hermoso culo de Ángela el que capta la atención de Elizabeth y al despedirse ambas chicas con un beso en la mejilla Elizabeth lanza una rápida mirada a la entrepierna de Ángela. Al caminar a su auto un pensamiento la hace excitarse tanto, en su mente solo puede pensar para si misma.

– “¿Ángela también tendrá el clítoris argollado?… sería delicioso si así fuera, me encantaría tener el clítoris argollado, seria tan excitante de tenerlo argollado”

Elizabeth termina por llegar a su auto estacionado en la calle, pasando junto a un local comercial de productos electrónicos que anuncia descuentos en las pantallas gigantes de TV de alta definición, que en ese momento en uno de ellos proyectan las imágenes del inicio del noticiero estelar de la cadena local de noticias. Una joven de cabellos castaños y prominente escote saluda a los televidentes.

– “Buenas noches amigos soy Raquel Salinas y este es su noticiero estelar del canal 23. María Patricia Zurita continua de vacaciones, esperamos estés disfrutando tu merecido descanso Patricia… Comencemos con los titulares…”

Patricia se encuentra en una exclusiva fiesta de gala en la azotea de un edificio de la ciudad, donde hombres y mujeres elegantemente vestidos caminan y conversan con sus conocidos entre champaña y caviar, que es repartido por camareras en sexys trajes de empleadas francesas y tacones de aguja de 3 pulgadas. Esta tan contenta de estar allí en medio de la fiesta, como siempre siendo el centro de atención por su fama y belleza. Se encuentra casi completamente desnuda, solo unos zapatos de tacón de aguja y unas medias negras con liguero cubren algo de su cuerpo. Su cuerpo que esta atado de los tobillos en sus piernas y de sus muñecas en sus brazos a un dispositivo de correas negras. El dispositivo que con un juego de botones, la hacen arrodillarse, ponerse de pie o inclinarse al frente.

Es todo un espectáculo observarla en medio de la fiesta con su cuerpo colocado en forma de X. Ver sus torneadas y largas piernas, subiendo un poco más ver ese culo firme y de nalgas redondeadas al final de una espalda un poco arqueada hacia delante, donde se marcan justo en el inicio de la cadera un par de hoyuelos a ambos lados de su espina dorsal. Su cabello negro azabache se desborda en cascada de rizos suaves sobre casi toda su espalda y algunos mechones caen por el frente cubriendo en partes sus grandes y redondos senos que suben y bajan acompasados al ritmo de su respiración. Justo debajo de sus senos un abdomen tan plano y firme como una pared de granito pulido y un poco más abajo de su piercing del ombligo un carnoso coño totalmente depilado que a cada momento se humedece más y más. Para rematar esta aquel hermoso rostro de facciones angelicalmente finas que engalana con unos ojos verdes expectantes y una boca de labios rojos que solo esperan ser usados.

Un hombre de traje azul y corbata roja se aproxima hacia ella acompañado de una escultural hembra de piel blanca y cabellos negros, que usando un cortísimo vestido plateado a juego con sus zapatos casi no logra cubrir nada de sus hermosos senos, su cintura y trasero de avispa.

La pareja se coloca frente a ella y ella les sonríe mientras siente como sus pezones se ponen duros como rocas y su coño se va humedeciendo, el hombre conversa con su pareja mientras no dejan de mirar a Patricia, la cual no entiende nada de lo que hablan. La observan por un momento como si se tratara de una pieza de arte y sin más el hombre acercándose a Patricia se saca la verga de los pantalones, la toma de la estrecha cintura y la empieza a penetrar con fuerza. La chica del vestido plateado se coloca a espaldas de Patricia y arrodillándose le separa las nalgas y empieza a lamerle el ano.

Minutos después Patricia no logra contenerse más y empieza a correrse como una puta mientras observa como otras tres parejas se han acercado a mirar el espectáculo de la fiesta, dos de los hombres ya están sacando sus vergas. En la mente de Patricia solo puede escucharse decirse a ella misma “Eres la puta más famosa de la fiesta, eres la puta más famosa de la fiesta y eso te encanta, ser una puta”. Empieza a correrse otra vez y ya para este punto ha perdido la cuenta de las parejas que la han usado y las veces que se ha corrido en las últimas horas, pero una cosa si es cierta, le ha encantado ser una puta.

Continuara…

PARA CONTACTAR CON EL AUTOR ESCRIBIDLE A:
blackfires@hotmail.com

 

Relato erótico: “Teniente Smallbird 6ª y última parte” (POR ALEX BLAME)

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LA OBSESION 27

Sin título—Está bien, tranquila. —dijo Smallbird despidiéndose de Fermín con un gesto apresurado y saliendo del pub en busca de su Ossa— No te pares, sigue caminando sin mirar atrás y dime dónde estás.

—En la calle Juan Quintero. —respondió la joven.

—Muy bien —dijo Smallbird montando en la moto y conectando el manos libres— Llegaré en cinco minutos. Sigue andando en dirección oeste.

—¿Oeste? —preguntó la joven confundida.

—Perdona, en dirección a la calle Arganda. —replicó el teniente esquivando el tráfico a toda velocidad— Ah, ahora párate y suelta un buena carcajada y procura que parezca real.

—Pero…

—No preguntes y hazlo —dijo Smallbird esquivando un camión de la basura por cuestión de milímetros.

Smallbird rezó para que el perseguidor no se diese cuenta mientras la joven lanzaba una carcajada que más bien parecía un relincho.

El detective siguió avanzando entre el denso tráfico de un viernes por la noche mientras seguía hablando con Vanesa para tranquilizarla y evitar que alarmase a su perseguidor.

Tres minutos más tarde estaba en la misma calle unos números más abajo.

—¿Puedes describírmelo sin tener que mirar atrás? —preguntó Smallbird mientras acercaba la Ossa a la acera izquierda y avanzaba a escasa velocidad buscando a alguien sospechoso.

—Un tipo alto, con vaqueros y una sudadera azul. Lleva la capucha echada sobre la cara así que no puedo decirte mucho más.

El detective siguió avanzando lentamente acercándose a la joven y procurando no llamar demasiado la atención. Doscientos metros más adelante lo vio.

—Vale, ya le veo … ¡No! —Gritó Smallbird al ver a Vanesa darse la vuelta instintivamente y mirar a su perseguidor y luego a él.

El hombre se dio cuenta inmediatamente y se lanzó a una corta carrera que le llevó a una boca de metro dónde desapareció en menos de diez segundos. Seguro de que había perdido la oportunidad de atrapar a aquel individuo avanzó hasta Vanesa y aparcó a su lado.

—Lo siento, —dijo la joven consciente de que había metido la pata— al oír que ya lo tenías no sé por qué, me volví para asegurarme de que estabas ahí. Lo he estropeado todo.

—No te preocupes. Lo importante es que estás bien. Sera mejor que vayamos a un sitio donde podamos hablar un rato. —Dijo el teniente acercándole a la joven un casco.

Smallbird arrancó la Ossa y la joven se sentó obediente tras él. El detective no pudo evitar un escalofrío al notar como la joven le rodeaba su cintura con sus brazos y pegaba los pechos contra su espalda.

El policía arrancó con suavidad y se alejó del lugar cogiendo un par de calles laterales. Llegó a una pequeña plazoleta donde había un bar de moteros y paró la Ossa delante.

—Coño Smallbird. —dijo el camarero, un hombre de metro noventa con el pelo rapado al cero y una larga perilla— Cuanto tiempo. ¿Y quién es esta belleza? ¿Es tú nueva choni?

—Es un historia muy larga, peludo, así que déjalo y pon un par de cervezas y unas bravas. —respondió Smallbird sentándose en la terraza y encendiendo un Marlboro.

La joven cogió la cerveza con manos aun temblorosas y le dio un largo trago. Smallbird no la apuró y esperó un rato hasta que la vio un poco más tranquila.

—Ahora cuéntame que ha pasado. —dijo el detective dando una última calada al cigarrillo y estrujándolo en el cenicero.

—Este mediodía salí de casa para ir al trabajo y cuando entraba en la cafetería me pareció ver un figura colándose fugazmente en un portal. —comenzó Vanesa con un suspiro—Cuando terminé a eso de las ocho, al abrir la puerta del local vi a alguien con una sudadera azul sentado tres portales más abajo al otro lado de la calle. En cuanto me dirigí a la acera, la figura se levantó sacudiéndose los pantalones y vi por el rabillo del ojo como me seguía sin cambiar de acera, a unos cincuenta metros de distancia.

—Procuré no darle importancia y fui al centro a hacer unas compras de última hora. Al salir del supermercado, me pareció verle de nuevo así que decidí coger un par de calles aleatoriamente. Aproveché un semáforo en una esquina para asegurarme de que me seguía y allí estaba de nuevo a unos cincuenta metros fingiendo observar un escaparate. Fue entonces cuando cogí el teléfono y te llamé.

—Lo has hecho muy bien —dijo Smallbird— y no te mortifiques por ese último error, me hubiese sido difícil detener a ese hombre yo solo. ¿Sabes de quién puede tratarse?

—No tengo ni la más remota idea. —dijo ella confundida.

—Tranquila, lo encontraremos, solo es cuestión de tiempo. —mintió el teniente recurriendo a todas sus dotes de interpretación— Mientras tanto, ¿Tienes algún sitio dónde quedarte?

—La única persona que conozco aquí es mi tío —respondió ella con el rostro crispado por la angustia— y evidentemente no me gustaría volver allí ni por todo el oro del mundo.

—De acuerdo. —dijo el detective haciendo una seña al camarero para que les pusiese un par de cervezas más—Lo único que se me ocurre es que pases la noche en mi casa. Mi piso no es gran cosa pero el sofá es cómodo.

—No quiero molestar…

—Tonterías no molestas para nada. Mañana haré un par de llamadas y conseguiré una habitación en una casa de acogida, allí estarás segura.

La joven asintió y bebió la segunda cerveza con un gesto de alivio. Smallbird se recostó en la silla y la observó beber la cerveza y comer las patatas con tranquilidad por primera vez en toda la semana. Sus bonitos ojos grises brillaban de agradecimiento, no sabía si eso era bueno o malo.

Lo primero que hizo Smallbird al entrar en casa fue disculparse por el lamentable estado en el que estaba. Fueron al salón y abrió el sofá-cama para ella. Entre los dos le colocaron las últimas sábanas que le quedaban limpias y le dio una manta por si tenía frío durante la noche.

Vanesa no se había traído nada consigo, afortunadamente Julia se había dejado algo de ropa vieja al irse que el teniente no había tenido ni tiempo ni ganas de tirar a la basura y pudo darle a la joven un camisón algo ajado pero aun utilizable.

Le preguntó si necesitaba algo más pero la joven dijo que estaba agotada por las emociones del día y que iba a acostarse. Smallbird tenía planeado ver un rato la tele pero con el salón ocupado optó por sacar una botella de Whisky de la nevera y leer un libro de criminología que había comprado hacía ya un mes y que aun no había ojeado siquiera.

Una hora más tarde estaba profundamente dormido.

8

Smallbird despertó tarde el sábado con el ruido de alguien trajinando al otro lado de la puerta de su dormitorio. Lo primero que hizo fue echar mano de la pistola reglamentaria que siempre guardaba en el cajón de la mesita. Luego se dio cuenta de que tenía una invitada y volvió a meter la pistola en el cajón mientras encendía su primer cigarrillo del día. Expulsó el aire con satisfacción mientras se preguntaba qué demonios estaría haciendo Vanesa para meter tanto ruido.

Finalmente, guiado por la curiosidad, se levantó de la cama y se puso una bata para salir de la habitación. Por un momento pensó que le habían cambiado el piso mientras dormía. El salón estaba recogido y todas las superficies estaban brillantes y libres de polvo.

En ese momento se dio cuenta de que la ceniza del cigarrillo estaba a punto de caer y con un sentido de culpabilidad buscó un cenicero donde depositar la colilla.

Inmediatamente encendió otro cigarrillo y cogiendo el cenicero para llevárselo consigo se dirigió a la cocina donde veía a la joven moverse a través del cristal traslúcido que les separaba.

El detective abrió la puerta y estuvo a punto de tirar el cenicero al ver a la joven de espaldas a él rascando la vitrocerámica con vigor.

Smallbird vio el culo de la joven pálido y redondo adivinarse a través de la desgastada tela del viejo camisón moverse y temblar exquisitamente.

—Buenos días dormilón. —dijo la joven dándose la vuelta al percatarse de la presencia del detective.

Las formas de Vanesa eran más rotundas que las de Julia y todas sus curvas estiraban y tensaban la tela y las costuras del camisón amenazando con desintegrarlo.

—¿Quieres desayunar algo? Preguntó ella cogiendo la jarra de la cafetera y llenando una taza para él.

—Gracias, con el café bastará —respondió el detective— ¿Qué tal has dormido?

—Muy bien, el sofá es muy cómodo.

—No tenías por qué haber limpiado esta leonera. —dijo el detective.

—No ha sido nada, además necesitaba compensarte por lo que has hecho por mí. —replicó la joven sentándose frente a él y dejando que uno de los tirantes del camisón resbalase de su hombro.

La joven clavó aquellos ojos grises y grandes en los de Smallbird. El detective bajó la mirada y se concentró en el café intentando no revelar la profunda excitación que estaba experimentando.

Cuando el teniente terminó su café la joven se levantó e inclinándose recogió la taza. Smallbird no pudo evitar echar un vistazo por el escote del camisón y observar una buena porción de los pechos redondos y pesados de la joven comprimidos por la tela de la prenda íntima.

Vanesa no esperó más y acercó su boca a la del detective dándole un suave beso.

—No Vanesa, —dijo Smallbird intentado parecer convencido de lo que decía— No es necesario nada de esto.

—Lo sé —dijo ella— pero quiero hacerlo.

El detective intentó resistirse pero la joven volvió a fundir sus labios con los del policía mientras se remangaba el camisón y se sentaba a horcajadas sobre él. Smallbird se rindió finalmente y acarició los muslos y el culo de Vanesa mientras le devolvía el beso.

Poco a poco los besos se hicieron más profundos a la vez que las caricias se volvían mas rudas y anhelantes. Smallbird tiró del camisón hacia abajo dejando a la vista uno de los pechos de la joven; era grande y redondo con el pezón grande y rosado. El detective lo estrujó y lo sopesó antes de metérselo en la boca.

Vanesa gimió y quitándole la bata de un tirón frotó su sexo desnudo contra la pierna del detective.

Smallbird sintió el calor y la humedad que emanaba del interior de la joven y se rindió finalmente. Agarrando a la joven por el culo la acercó contra él besándole el cuello y la barbilla. Vanesa se revolvió inquieta buscando el pene erecto del detective bajo ella, lo sacó del boxer y lo acarició con suavidad haciendo que el detective suspirara ahogadamente.

Con una sonrisa la joven se puso de puntillas y se introdujo la polla de Smallbird lentamente, disfrutando de cada centímetro y haciendo disfrutar al detective.

Vanesa se agarró a su cuello y comenzó a subir y bajar por la polla de él atravesada por escalofríos de placer. Smallbird se limitaba a dejarse hacer contemplando el cuerpo de la joven vibrar y retorcerse con sus besos y sus caricias.

Con un empujón levantó a Vanesa y la tumbó sobre la mesa, haciendo una pausa contempló el cuerpo rotundo y acarició el vello rubio que cubría el monte de Venus de la joven. Separándole las piernas con suavidad se inclinó sobre ella y le acarició el sexo con los labios. La joven se estremeció y arqueó el cuerpo con el contacto.

El detective saboreó los flujos que escapaban del coño de Vanesa sorbiendo y lamiendo con violencia las partes más intimas de la joven haciéndola gritar de placer.

Finalmente se incorporó y la penetró. Vanesa tenso su cuerpo, ciño sus piernas contra las caderas del detective y desvió la vista a sus ingles observando cómo entraba y salía la polla de su sexo provocándole un intenso placer con su dureza y su calor.

La joven se incorporó un instante solo para besar de nuevo al detective y después de entrelazar sus manos con las de él volvió a tumbarse abandonándose al placer cada vez más intenso hasta que no pudo más y se corrió.

Smallbird contempló a la joven retorcerse y sacudirse involuntariamente asaltada por el orgasmo. Cogiéndola por el cuello la atrajo hacia sí y besó sus pechos y su cuello disfrutando del placer de la chica como si fuese el suyo propio.

Con un fuerte suspiro la joven dejo de estremecerse y se quedó unos instantes desmayada en brazos de su amante antes de apartarle y arrodillarse frente a él.

Smallbird sintió como ella asía su miembro con sus manos y lo masturbaba golpeándolo contra su boca y sus pechos. El detective gimió y metió su polla entre los sudorosos pechos de la joven. Cada vez más excitado comenzó a follar las suaves tetas de la joven mientras ella las apretaba con sus manos.

Smallbird se corrió instantes después regando los pechos de Vanesa con su semen.

Vanesa sonrió y se acarició los pechos mientras el detective jadeaba intentando recuperarse, pero antes de que pudiese derrumbarse sobre la silla y fumar un cigarrillo notó como una boca insaciable se cerraba en torno a su polla chupándola y mordisqueándola hasta que estuvo totalmente erecta de nuevo.

Smallbird se sentía agotado pero la excitación era mucho más fuerte y siguió a la joven que le llevaba de la mano hasta el sofá del salón, aunque no la dejó llegar. Agarrándola por las caderas le empujó contra la pared más cercana y le metió la polla hasta el fondo.

Vanesa separó las piernas y retrasó el culo para que el detective le follase con más facilidad.

Smallbird agarró su culo y tiró de él al ritmo de sus empujones. Los dedos del detective se hundían en el suave culo de la joven mientras la polla penetraba en su coño haciéndole aullar de placer.

El tiempo se volvió borroso mientras se separaban y volvían a juntarse de nuevo en el sofá. Smallbird le besó de nuevo inundando la boca de la joven con el sabor de sus Marlboros, mientras empujaba dentro de su cálido interior hasta que Vanesa se corrió de nuevo.

El teniente sacó su polla y se masturbó unos segundos más hasta eyacular sobre el suave vello rubio que cubría el pubis de la joven.

Smallbird se tumbó al lado de la joven y encendió un pitillo mientras esta se acariciaba el pubis con gesto ausente.

—¿Te arrepientes de haberlo hecho? —preguntó la joven jugando con los rizos de su entrepierna.

—No es eso. Solo que obviamente no debo acostarme con los testigos o los sospechosos de un asesinato.

—¿Soy testigo o sospechosa? —preguntó la joven acariciando el miembro inerte del detective.

—Aun no lo he decidido. —mintió Smallbird dando una calada a su Marlboro.

9

—¡Vaya cara! —exclamó el comisario al ver las ojeras de Smallbird aparecer por la puerta—Deberías beber menos y dormir más. Eres uno de mis mejores investigadores y no me puedo permitir perderte.

—Hola jefe. —saludó el detective poniendo cara de circunstancias y callándose la verdadera causa de las ojeras.

Vanesa había resultado insaciable y habían pasado el fin de semana bajo las sábanas follando como animales. Mientras hablaba con Negrete notificándole la falta de novedades y las pocas posibilidades que había de que sus sospechosos fueran realmente los asesinos de Blame se preguntaba cómo iba a mirar a Arjona, al que había abroncado el viernes pasado por hacer lo que había estado haciendo él todo el fin de semana.

Después de que el comisario volviese a echarle la bronca por la falta de resultados y le apremiase para que resolviese el caso de una puñetera vez se reunió con sus investigadores. Los informes que les presentaron no fueron alentadores. No parecía haber ningún hilo del que tirar.

—Bien, Carmen, aunque parece poco probable tú y Arjona investigaréis más a fondo a la enfermera y a la pescadera. —dijo Smallbird— Camino ponte de acuerdo con Lopez y turnaros para vigilar la cafetería de Vanesa. El viernes por la tarde alguien siguió a Vanesa desde el trabajo. El resto quiero que investigue sobre el bromuro de pancuronio. Es una droga no demasiado común. Quiero saber todo sobre ella y si es posible investigar recetas que se hayan extendido para particulares fuera de los hospitales.

Smallbird despidió a todos no muy convencido de que saliese algo de aquella búsqueda pero al menos tendría a la gente ocupada hasta que se le ocurriese algo mejor. Con un suspiro se estiró y cerró los ojos para “meditar” un rato en soledad. Aquel caso le iba a volver loco pero estaba tan cansado que apenas podía pensar.

—¡Jefe! —dijo Gracia entrando como una tromba y rompiendo la serenidad del despacho— ¡Creo que tengo algo!

—¿Qué demonios? —gruñó Smallbird al despertarse sobresaltado.

—¡Oh! Lo siento señor. —dijo la joven un poco azorada sin saber que hacer—¿Quiere que vuelva luego?

Smallbird se desperezó y miro el reloj, había dormido toda la mañana. Cuando logró enfocar la vista al fin, vio a Gracia ante él con una sonrisa tímida y el portátil en el regazo.

—Dime, Gracia. —respondió Smallbird sin cambiar su postura relajada.

—He estado pensando que solo hemos estado investigando una vertiente del caso pero nos hemos olvidado de que la mayor parte de los comentarios los hacen los lectores.

—¿Estás insinuando que puede haber un fanático entre los admiradores de estos autores? —preguntó el teniente poniendo los pies sobre el escritorio con un suspiro de placer.

—O Blame cabreó a quién no debía.

—No es mala idea. Yo también he estado reflexionando sobre cómo diablos logró el asesino averiguar la identidad de Blame y llegué a la conclusión de que la única manera es que lo conociese en persona.

—Tienes razón. —dijo Viñales— Bastante gente conocía al Alex Blame de internet y también hay gente que conocía al Alex Blame de carne y hueso, pero apuesto a que hay muy poca gente que conozca las dos caras del personaje.

—Exactamente —repuso Smallbird sonriendo— podrías hacer un programa que cruce las identidades de los usuarios de guarrorelatos y cualquier cosa que pueda relacionar a los usuarios con el Blame de carne y hueso, direcciones, el banco para el que trabajaba, el pizzero que le traía la comida a casa y cualquier otra cosa que se te ocurra.

—De acuerdo jefe.—dijo la joven — Ya estoy en ello.

Cuando Gracia se hubo ido el teniente se quedó reflexionando. Tenía que haber algo que pudiese hacer a parte de esperar. Tras unos minutos dándole vueltas al asunto no pudo llegar a ninguna otra conclusión; tendría que usar a Vanesa de cebo.

—Bien. —comenzó Smallbird dejando sobre la mesa media docena de Smartphones— Vamos a tender una trampa a ese mamón.

—¿Para qué necesitamos los móviles? —preguntó Viñales desorientada.

—¿Se puede saber qué demonios os enseñan en la academia? —dijo Arjona.

—Vamos a realizar un seguimiento a un sospechoso. —le explicó Smallbird con paciencia— Todo el mundo se fija en alguien intentando ocultar un pinganillo colgando de la oreja mientras habla solo, pero nadie se fija en un tipo enviando un wasap mientras camina por la calle.

—Entiendo. —dijo Gracia— ¿Puedo participar en el seguimiento?

—Desde luego. —dijo Smallbird dándole uno de los móviles— Te lo has ganado.

—¿A quién vamos a seguir? —preguntó Carmen.

—Tenemos razones para pensar que el asesino es alguien del entorno cercano de Blame y quizás sea el desconocido que persiguió a Vanesa la tarde del viernes.

—¿Por qué iba a estar interesado en Vanesa el asesino?—dijo Arjona.

—No sé, igual vio a la chica salir del coche patrulla cuando la llevamos a casa tras el interrogatorio, o piensa que puede haber visto u oído algo. ¿Quién sabe? En fin, eso lo dejaremos para cuando atrapemos a ese cabrón. Voy a hablar con Vanesa y le voy a indicar una ruta que debe seguir cuando salga del trabajo. Nos apostaremos por tramos y vigilaremos a la joven y a cualquiera que le siga. Gracia, tu iras conmigo, el resto se apostaran por esta ruta y les seguiremos hasta la calle Buendía dónde le atraparemos. Camino, sustituirás a López en la vigilancia de la cafetería y en cuanto desaparezca el sospechoso irás con el coche a cortarle el paso. ¿Alguna pregunta?

Después de la charla se dirigió a casa. En cuanto atravesó la puerta Vanesa se lanzó sobre el totalmente desnuda y Smallbird no pudo resistirse. Acorralándola contra la pared se la comió a besos acariciando sus pechos y su sexo. Segundos después estaba tumbado encima de la joven follándola sobre el suelo. Smallbird no tuvo piedad y eyaculó dos veces dentro de ella antes de poder apartarse de la joven satisfecha y cubierta por el sudor de ambos.

Vanesa suspiró y se abrazó al teniente mientras este fumaba un Marlboro intentando relajar su agitada respiración. No pudo evitar un ramalazo de culpabilidad cuando la joven mirando a los ojos del detective aceptó inmediatamente su plan.

Eran las cuatro de la mañana cuando Vanesa salió de la cafetería a paso ligero. Desde el coche, Camino vio como una sombra salía de un portal cercano. Camino envió un wasap a sus compañeros y esperó unos minutos antes de arrancar el coche camuflado e ir a situarse en posición.

Arjona fue el primero en ver pasar a Vanesa y a su perseguidor. Fingió vomitar contra una farola mientras enviaba un nuevo wasap. Cuando los objetivos desaparecieron en la siguiente esquina, corrió por una calle lateral para ponerse en el siguiente puesto.

La noche era oscura y una tenue niebla lo envolvía todo con su humedad. Gracia y el teniente esperaban en su puesto fingiendo ser una pareja que charlaba antes de despedirse. Se habían metido en un portal oscuro en la acera opuesta a la que utilizarían sus objetivos en unos instantes. Smallbird miró hacia la calle. Aun no se veía a nadie. Desvió la mirada un momento, Gracia temblaba ligeramente probablemente fruto de la excitación del momento. Era la primera vez que hacía una vigilancia y se la veía notablemente emocionada.

—Tranquila, en realidad esta es la tarea más aburrida del mundo. —dijo el teniente guiñando el ojo para tranquilizarla.

—Lo sé. —respondió ella con sus bonitos ojos chispeando de emoción— Pero no puedo evitarlo. Es la primera vez que me siento una policía de verdad desde que salí de la academia…

La conversación se interrumpió porque Vanesa acababa de aparecer por la esquina y se dirigía hacia ellos por la otra acera. Veinte segundos después una sombra apareció por la esquina moviéndose con cautela. En ese momento la sombra se paró indecisa y de repente cruzó la calle dirigiéndose directamente hacia los dos policías.

Smallbird se quedó petrificado observando como el hombre se acercaba directamente hacia ellos.

Fue Gracia la que reaccionó con presteza y abrazándose a Smallbird le besó.

Samllbird le devolvió el beso y se abrazó a la novata. Mientras se deleitaba con el sabor dulce y joven de la boca de su compañera, con los ojos entreabiertos observaba al desconocido pasar a su lado con el rostro oculto bajo una capucha.

Smallbird agarró más fuerte a Gracia y la giró para poder seguir al desconocido con la mirada. Justo en ese momento Vanesa se giró para tomar la siguiente esquina y no pudo evitar echar un vistazo. El teniente notó como los ojos de Vanesa se posaban en él echando rayos y centellas.

—¡Buf! Ha estado cerca. —dijo la joven deshaciendo el abrazo.

—Has estado muy bien. Tienes madera. Quizás siga llamándote cuando necesitemos apoyo. —dijo Smallbird mientras se dirigían al lugar de la emboscada.

La calle Buendía era una callejuela estrecha, recta y solitaria. Quince minutos después Vanesa entraba en ella taconeando con decisión. Su perseguidor vio la oportunidad y comenzó a acercarse. Cuando estaba apenas a diez metros los policías ocultos a lo largo de la calle pudieron ver como el hombre sacaba un cuchillo del bolsillo de la sudadera. Smallbird no esperó más y salió de un portal.

—¡Alto policía!

Vanesa siguió las instrucciones del teniente. Salió corriendo como una bala y no paró hasta caer en brazos de Arjona pegando su cuerpo al del detective mientras miraba a Smallbird.

El desconocido se giró sorprendido, primero hacia el teniente y luego hacia todos los policías que le rodeaban acercándose a él con las armas desenfundadas.

El tipo tardó un segundo, pero con un grito de rabia enarboló el cuchillo y se lanzó sobre el teniente. Smallbird no se lo esperaba pero reaccionó con rapidez y desvió el brazo con el que blandía el arma mientras le arreaba un golpe con la Beretta en el pómulo.

El desconocido se derrumbó y soltando el cuchillo se agarró el rostro dolorido.

—¡Quedas detenido imbécil! —dijo el teniente sacando las esposas.

Smallbird se agachó y sin delicadeza echó los brazos del desconocido hacia atrás y lo esposó.

Arjona se acercó y le ayudó a Smallbird a levantar al hombre que aun se quejaba por el golpe. En cuanto el asesino estuvo en pie, el detective retiró la capucha.

El rostro del casero de Vanesa apareció ante los ojos de los presentes, con cara de pocos amigos y un hilo de sangre corriendo por su mejilla.

El teniente mandó a Vanesa a casa acompañada por Arjona y se fue directamente a la casa del sospechoso mientras el comisario sacaba a un juez de la cama para conseguir una orden de registro.

Dos horas en la casa del asesino bastaron para que la científica encontrase restos de sangre limpiados apresuradamente en el suelo del baño y en la cocina. También habían encontrado en la basura varios viales de bromuro de pancuronio a punto de caducar vacios y alguno lleno en un armario de la cocina.

Una búsqueda en el historial de su ordenador les permitió averiguar que visitaba la página de Guarrorelatos como lector, con el nick de Arrascamelasbolas. Una sencilla investigación les permitió averiguar cómo los intercambios entre él y la víctima habían sido agrios y frecuentes.

Tampoco le costó a Smallbird deducir que el sospechoso admiraba especialmente el trabajo de Rajaquemoja y casualmente todos los competidores de la autora recibían un terrible en la puntuación, independientemente de la calidad de sus trabajos para favorecerla. Smallbird se volvió a la comisaría donde el casero asesino les esperaba, seguro de que Gracia sería capaz de probar que el sospechoso efectivamente era el origen de aquellas valoraciones.

Desde el otro lado del cristal camuflado, el sospechoso esperaba sentado y esposado con la mirada perdida en el vacío. Tras la detención le habían llevado a la sala de interrogatorios y le habían hecho esperar mientras registraban su casa en busca de huellas y procesaban el cuchillo en busca de restos de la víctima. Smallbird fumó un último Marlboro mientras observaba al sospechoso aparentemente impasible antes de comenzar el interrogatorio.

— Carmelo García Castillejo. —dijo Smallbird depositando una gruesa carpeta sobre la mesa—Nacido en Navalmoral de la Mata hace cincuenta y tres años. Sin oficio conocido aparte de administrar un edificio de… doce viviendas que heredó junto con su hermano. Bernardo era buen chico pero tenía unos ataques epilépticos tremendos ¿No?

Carmelo siguió con la mirada fija en la pared sin decir nada de nada, aunque una ligera mueca de desagrado le indicó a Smallbird que había acusado el golpe.

—Tan tremendos —continuó Smallbird— que tenías que inyectarle bromuro de pancuronio para aliviarle… No me imagino la fuerza que hay que tener para inmovilizar e inyectar por via intravenosa ese anestésico a un adulto mientras se mueve espasmódicamente… Por cierto lamento lo de su muerte.

El sospechoso continuó sumido en un hosco silencio y ni siquiera mostró curiosidad cuando Smallbird se levantó dejando la carpeta abierta.

—No voy a aburrirte con los detalles, pero tengo que decir que nos tenías totalmente desorientados señor Arrascamelasbolas. Lamento los de las esposas ¿Le pican mucho en estos momentos?

Más silencio por toda respuesta.

—No hace falta que digas nada, tenemos suficiente para encerrarte sin tener en cuenta el intento de asesinato a mi persona y la resistencia a la autoridad. —dijo Smallbird intentando hacerle reaccionar— Hemos encontrado los viales de pancuronio vacios y restos de sangre por toda la casa, lo único que me falta por saber es como un tipo como tú es capaz de cometer una salvajada semejante.

Carmen entró en ese momento y dándole una carpetilla al teniente, le dijo algo al oído y se retiró rápidamente.

—Ya está —dijo Smallbird tendiéndole la carpeta al sospechoso— Hemos encontrado rastros de sangre del asesino en el arma que portabas y es del mismo grupo sanguíneo que Alex Blame. Mañana estará listo el análisis de ADN que lo confirmará. No necesito que hables para ponerte treinta años a la sombra pero no me creo que quieras ir al trullo sin dar ninguna explicación y quedar como un puto chalado.

—Ese tipo merecía morir. — le espetó Carmelo.

—¿Por qué no me explicas lo que paso? Solo quiero entenderlo.

—Era un cabrón. La primera noticia que tuve de él fue en la página de relatos. Veía como se metía con los autores y los intimidaba hasta el punto de que algunos dejaban de escribir. Durante un tiempo leí y disfruté de sus relatos que eran imaginativos y graciosos pero terminé por cansarme de que tratase a todo el mundo como si fuese una mierda. Cuando se metió con Rajaquemoja fue la gota que colmó el vaso y decidí enfrentarme a él.

—Pero no fue muy bien. —añadió Smallbird animando al asesino a continuar.

—La verdad es que el tío tenía respuesta para todo y encima mientras más te cabreabas más se divertía él poniéndote en evidencia. Aun así no dejé de intentarlo.

—Y entonces fue cuando lo conociste.

—Al principio creí que era una casualidad a pesar de lo raro del nombre, pero el día que le lleve la copia del contrato de compraventa del piso vi como tenía la página de guarrorelatos en el ordenador y me convencí de que era él.

—Y ese fue el momento en que decidiste matarlo.

—No estoy tan zumbao. Aunque se me pasó por la cabeza, ya que no me imaginaba como iba a poder compartir portal con ese ejemplar, lo pensé mejor y no me resultó difícil acostumbrarme ya que apenas salía de casa y nunca me cruzaba con él en el portal pero entonces llegó Vanesa y todo cambió.

—¿Y eso?

—Era una joven muy dulce, siempre me saludaba con una sonrisa aunque llegase agotada por el trabajo. —dijo el hombre con semblante soñador— Llegamos a ser amigos pero entonces, de repente, se volvió reservada e iba por ahí con el rostro pálido y contraído por un rictus extraño que no sabía cómo interpretar. Un día, mientras limpiaba las escaleras, vi como ese cabrón de Blame salía del piso de Vanesa subiéndose la bragueta con aire satisfecho. No pude evitarlo, me acerqué a la puerta de Vanesa y distinguí el llanto que salía del interior de la casa. Mi primer reflejo fue llamar a la puerta e intentar consolarla…

—Ya veo. —dijo Smallbird dándole tiempo a Carmelo para que organizara sus pensamientos.

—… Pero al final no lo hice. Sabía perfectamente que aquel cabrón no pararía hasta destruir a la joven y convertirla en una puta barata. Además, decidí que no solo lo mataría, sino que le haría sufrir todo lo que había hecho sufrir a un montón de gente. Vigilé los movimientos de los inquilinos durante una semana y descubrí que no sería difícil entrar y salir del piso de Alex sin que me vieran, así que el lunes siguiente llamé a su puerta. Me colé en su piso con la excusa de que Hacienda me pedía ciertos datos suyos para la declaración de la venta del piso y cuando se dio la vuelta le inmovilicé agarrándole por detrás como hacía con mi hermano cada vez que sufría una crisis y le inyecté la dosis de pancuronio que tenía preparada en la yugular.

Smallbird no pestañeo siquiera mientras Carmelo contaba como había tumbado a Alex inmovilizado sobre el suelo pero totalmente consciente del dolor y de lo que le iba a pasar.

—Pude ver en aquellos ojos porcinos como el terror invadía hasta la última fibra de su ser mientras se cagaba y se meaba encima por efecto de la droga y del miedo. —dijo el asesino regodeandose en el recuerdo— A continuación cogí el cuchillo y se lo clave lenta y metódicamente en distintas partes del cuerpo, procurando no matarle mientras leía sus relatos.

—Hasta que se te fue la mano.

—En un momento determinado la anestesia se disipó lo suficiente como para poder hablar… y el muy cabrón se rio de mí y me dijo que no tenía ninguna imaginación. Perdí lo nervios y le clavé el cuchillo en el pecho. Después de eso no tardó demasiado en morir.

—Esto lo entiendo, pero entonces por qué has intentado acabar con Vanesa, si era a ella a quién querías proteger.

—Esa desagradecida me trató como si no le hubiese hecho un favor. Cuando volvió del interrogatorio nos encontramos en portal y en vez de mostrarse aliviada se mostró esquiva y alterada, parecía al borde de las lágrimas y apenas se paró a hablar conmigo.

—¿Para qué la perseguiste aquella tarde?

—Le seguí para poder hablar con ella tranquilamente y contarle que no volvería a dejar que le pasase nada. Pero cuando te llamó y te la llevaste en la moto me di cuenta que había sido un iluso. Probablemente le gustaba lo que Alex le hacía y ambos se reían de mí mientras leían mis comentarios y me ponían a parir.

—¿Y eso bastó para querer matarla? —preguntó Smallbird sorprendido del grado de perturbación de aquella mente.

—¡Me traicionó! ¡Salve el culo de esa putilla! ¡Y lo único que conseguí fue ver cómo caía en los brazos de un asqueroso poli! —respondió Carmelo mirándo a Smallbird con desprecio.

—Buen trabajo Smallbird —dijo el comisario dándole al detective varias sonoras palmadas en la espalda. Tenemos la confesión completa de ese pirado. Va a pasar unos cuantos años a la sombra.

—No sé, jefe, a mi me da la impresión de que si los abogados juegan bien sus cartas podría terminar en una institución mental. —replicó el teniente.

—No seas iluso, lo único que está más atestado y masificado que las cárceles son los psiquiátricos. Te garantizo que ese tipo acabará como todos los asesinos psicóticos, en la cárcel, que es el único sitio donde no harán ningún daño a nadie.

—Supongo que tienes razón. Pero ese tipo quizás merezca una oportunidad. Siempre estuvo solo, con su hermano por única compañía hasta que este murió y se quedó totalmente solo. Probablemente escogió a Vanesa como el siguiente objeto de su protección.

—En cualquier caso ese jamado está bien fuera de circulación. —dijo el comisario Negrete— Tómate el día libre, yo me voy corriendo al ayuntamiento a informar a esa panda de tiralevitas, a recibir palmaditas y buenas palabras para variar.

Eran casi las once de la mañana cuando Smallbird salió con su Ossa del garaje de la comisaría. El cansancio de una noche de tensión se dejaba notar y abrió la visera del casco para que entrase aire fresco y le despejase un poco. Veinte minutos después estaba en casa.

En cuanto entro en el piso, vio acercarse a Vanesa vestida únicamente con una de sus camisas. El teniente sonrió al ver esas piernas pálidas y firmes y no pudo evitar una punzada de deseo.

—Hola…

—¡Cabrón! —dijo la joven cortándole el saludo y dándole un bofetón con todas sus fuerzas.

Smallbird recibió el primer golpe sorprendido pero cuando Vanesa intentó repetirlo le cogió la muñeca y se lo impidió.

—¿A qué viene esto? —preguntó sorprendido el detective.

—¿Te crees que soy tonta? Anoche vi como besabas a la poli esa en medio de la calle. Todos los hombres sois unos cerdos. —respondió Vanesa intentando deshacerse de la presa de Smallbird sin éxito.

—Si viste el beso también pudiste ver como el asesino se nos echaba encima y estaba a punto de descubrirnos. El beso desvió la atención del sospechoso y además tapó mi cara que podía haberle resultado conocida. Entre Gracia y yo no hay nada.

—¿Cómo puedo creerte? —dijo Vanesa revolviéndose de nuevo.

—Porque estoy enamorado de ti. —admitió Smallbird sintiéndose ridículo por la situación.

Antes de que la joven pudiese decir nada, el detective la empujó contra la pared con las muñecas en alto y la beso con violencia. Smallbird exploró su boca y se apretó contra la joven hasta dejarla casi sin aliento, disfrutando del contacto con sus pechos.

—Hasta hace tan solo tres días me despertaba todos las mañanas abrazado a una botella de Jack Daniels, ahora me despierto y te tocó solo para asegurarme de que eres real y no producto de un delirio alcohólico. —dijo Smallbird deshaciendo el beso para tomar aire.

—Mentiroso… —dijo ella intentando resistirse sin ninguna convicción.

Antes de que dijese nada más Smallbird volvió a besarla disfrutando del sabor a fruta de su boca y le soltó los brazos. Vanesa se quedó en la misma postura con los brazos en alto mientras el detective metía las manos por debajo de la camisa y le acariciaba el vientre y los pechos disfrutando de la suavidad y el calor de su piel. La joven suspiró y tembló ligeramente ante el contacto, interrumpiendo el beso solo para respirar.

De un tirón arrancó la camisa de Vanesa dejándola totalmente desnuda. Smallbird retrocedió unos centímetros y admiró el cuerpo rotundo y juvenil de Vanesa respirando aceleradamente por la excitación. El detective se sentía como una especie de vampiro aprovechándose de la vitalidad y la juventud de aquel cuerpo.

—No te sientas culpable. —dijo Vanesa dejando que el teniente la admirase— Soy mayorcita y sé lo que quiero. No te estás aprovechando de mí.

—Ya, pero no puedo evitar sentir que estoy abusando de ti de alguna manera como todos los hombres que han pasado por tu vida.

—No digas estupideces. No solo he tenido relaciones con hombres mayores que yo y tú eres el único que me ha hecho sentirme querida y respetada. —dijo ella mordiéndose el labio inferior y acariciándose el cuerpo con suavidad para excitar al detective.

—Yo…

—Deja de comerte la cabeza y disfruta del momento. Ahora mismo lo único que deseo es tenerte dentro de mí. —le interrumpió ella mientras jugaba con los rubios ricitos de su pubis.

Olvidando sus remordimientos Smallbird cogió a la joven por las caderas, le dio la vuelta y separando sus piernas, metió la mano entre ellas y comenzó a acariciarle el sexo. La joven gimió y entrelazó su mano con la de él acompañándole en las caricias.

Smallbird se arrodilló y retrasó un poco el culo de la joven. Admirando su sexo abierto e inflamado acercó sus labios a él y lo beso con suavidad. Todo el cuerpo de la joven se estremeció a su contacto.

Los besos suaves dieron paso a lametones y mordisqueos cada vez más rápidos e intensos. Vanesa abrió aun más sus piernas y clavó las uñas en la pared gimiendo de placer.

El teniente continuó un par de minutos para luego incorporarse y penetrar el delicioso coño de la joven con sus dedos. Vanesa sintió como aquellos dedos la exploraban cada vez de forma más ruda haciéndole sentirse al borde del orgasmo.

Smallbird notó como el cuerpo de la joven se tensaba y su coño se inundaba de flujos mientras la joven gritaba estremecida, aceleró sus movimientos y no le dio respiro hasta que un chorro de liquido claro empezó a escurrir por el interior de su piernas.

Vanesa se mantuvo quieta jadeando y disfrutando de los últimos relámpagos de placer, disfrutando de las cosquillas que le provocaba el correr de los flujos de su orgasmo por el interior de sus piernas.

El detective abrazó a la joven por detrás viendo complacido como sus costillas se marcaban en su espalda mientras intentaba recuperar el aliento. Dándole la vuelta, la besó, esta vez con más suavidad y cogiéndola en brazos se la llevó a la habitación.

Vanesa se acurrucó contra el pecho del hombre y se dejó llevar disfrutando de la sensación de ingravidez.

Depositó a la joven sobre la cama y esta se dio inmediatamente la vuelta para acariciar el paquete del policía. Smallbird se quitó la chaqueta de cuero y la camiseta mientras la joven le abría los pantalones y le sacaba la polla totalmente erecta de los calzoncillos.

Vanesa le miró con los ojos traviesos mientras recorría las gruesas venas de su pene provocando a Smallbird un intenso placer. El detective jugueteó con la melena de la joven mientras se metía la polla en la boca y comenzaba a chuparla lenta y profundamente.

Con un gemido Smallbird se apartó para no correrse. Vanesa se rió y tumbándose boca arriba, se dio la vuelta y con el culo en el borde de la cama levantó las piernas y comenzó a acariciar el pecho del detective con sus pies.

Samllbird agarró uno de los pies de la joven y recorrió los dedos con su boca chupando las pequeñas uñas pintadas de rojo rabioso, provocando nuevos escalofríos en la joven. Con suavidad cogió los tobillos de Vanesa y le separó las piernas poco a poco hasta ponerlas a ambos lados de sus caderas.

Con un suspiro de placer Smallbird enterró su polla en el coño de la joven.

Vanesa gimió al sentir el pene duro y caliente del policía abrirse paso en su interior lentamente provocando relámpagos de placer que irradiaban desde su sexo al resto de su cuerpo haciéndole estremecerse. El ritmo de las penetraciones se hizo más intenso y las sacudidas empezaron a confundirse unas con las otras hasta convertirse en una catarata de sensaciones que le obligaron a retorcerse y a gemir sin ningún control.

Smallbird no se pudo contener más y se corrió en el interior de la joven dejándose caer exhausto sobre ella.

Vanesa aun hambrienta salió de debajo del detective y dándole la vuelta comenzó a juguetear con su polla que ya empezaba a flaquear. Se la metió en la boca y saboreando los restos de semen comenzó a chuparla con fuerza, haciendo que volviese a ponerse dura de nuevo. Antes de que Smallbird pudiese protestar se incorporó y subiéndose a horcajadas se metió la polla hasta el fondo.

El teniente se dejó hacer y se limitó a observar el voluptuoso cuerpo de la joven mientras subía y bajaba a lo largo de su polla. Vanesa se movía tan rápido como podía y en pocos segundos los jadeos del esfuerzo se confundieron con los de placer.

Smallbird acercó la mano aquellos pechos redondos y sudorosos y los acarició. La joven sonrió y adivinando el deseo del detective se inclinó y le aproximó los pechos a la boca mientras se tomaba un descanso.

El teniente cogió uno de los pechos entre sus labios y lo chupó y lo mordisqueó arrancando a Vanesa grititos de placer cada vez más intensos hasta que la joven no pudo resistirse más y se incorporó para continuar clavándose el miembro de Smallbird en una cabalgada salvaje que le hizo estallar de placer. Desmadejada se tumbó sobre él sintiendo aun a polla dura como una roca palpitar en su interior y atizando levemente los rescoldos del orgasmo.

Tras unos segundos Vanesa se separó y cogiendo la polla de Smallbird entre sus manos comenzó a agitarla y acariciarla. Smallbird eyaculó con un gemido mientras la joven se metía la polla en la boca chupándola con fuerza hasta que está dejo de agitarse entre sus manos…

FIN
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Relato erótico: “Mi prima preñada y su dinero, mis mejores afrodisiacos 7 y final” (POR GOLFO)

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herederas3Mi prima preñada y su dinero, mis mejores afrodisiacos 7

«Me queda una hora para que Ana llegue», pensé al abrir el agua caliente.
Acababa de despedirme de Teresa, dándole instrucciones precisas de cómo tenía que comportarse esa noche durante la cena. Asumiendo que esa noche, mi prima no podría evitar abrirse de piernas ante mí, decidí forzar su sumisión con un pequeño juego.
«Se quedará de piedra cuando vea lo que le tengo preparado», me dije muerto de risa al recordar que años atrás, aunque en ese momento no hubiera sido consciente, había sido yo el que la había desvirgado durante una fiesta de disfraces.
«Esa zorrita no tiene ni idea que sé que se escondió bajo una máscara para acostarse conmigo pero hoy si quiere ser mía, tendrá que trabajárselo», concluí mientras me metía bajo la ducha.
Bastante excitado por la perspectiva de disfrutar de esos pechos, mi pene se mantenía semi-erecto y no queriendo desperdiciar las fuerzas que sin duda iba a necesitar, tuve que hacer un esfuerzo sobrehumano para no masturbarme. Por ello, decidí que no alargar en exceso esa ducha y tras un rápido duchazo, estaba saliendo cuando un ruido me hizo saber que la filipina ya estaba de vuelta. Al girarme, vi que se había cambiado y que tal esa morenita venía caracterizada como le había ordenado.
-¿Le has hecho llegar la ropa que quiero que se ponga a tu jefa?.
Teresa me confirmó que había cumplido mis órdenes, entonces, pregunté:
-¿Qué te ha dicho?
Luciendo una sonrisa de oreja a oreja, contestó:
-Nada, la pobre ha empezado a temblar al comprender que lo sabes todo.
Su respuesta me satisfizo y todavía mojado, la ordené que me secara. Lo que no se esperó esa muchacha fue que una vez seco, me sentará en una silla y le pidiera que me secara. Teresa dudó unos instantes pero viendo mi resolución, cogió el bote de crema de afeitar y me la empezó a extender por la cara. Cuando terminó de hacerlo, cogió con aprensión la cuchilla de afeitar y con bastantes dudas, acercó la maquinilla a mi cuello.
-Confío en mi minina- le dije tranquilo mientras con una de mis manos acariciaba el estupendo culo con el que la naturaleza la había dotado.
Mis caricias no tardaron en afectarle y bajo su blusa, sus pezones se endurecieron al notar mis dedos tomando posesión de ese culete. Ella, asumiendo que era mía, no se quejó y sumisamente, separó un poco las piernas para facilitar que las caricias de mis yemas. Aleccionada de lo que me gustaba, tampoco puso reparo en que estas recorrieran la abertura de su sexo.
Al separar los pliegues de su coño, me encontré con que lo tenía empapado y decidido a putearla, apoderándome de su clítoris, la empecé a masturbar mientras le decía:
-Espero que no me cortes o tendré que castigarte.
Toda ella tembló al oírme pero no queriéndome fallar, siguió rasurándome al tiempo que sentía como su vulva era penetrada. No debe de extrañaros que el morbo de saber que me estaba jugando una buena herida al masturbarla mientras me afeitaba, provocó que bajo la toalla mi pene empezara a endurecerse.
-Me gusta tu entrega, mi minina- dije mostrando a la muchacha el tamaño que había adquirido mi sexo.
Teresa se estremeció al ver mi extensión totalmente erecta y mordiéndose los labios, soltó un gemido mientras se agachaba a adorarla. Descojonado por que creyera que deseaba una mamada, la agarré de la cintura y la obligué a ponerse encima de mí. Al no llevar bragas, la cría sollozó de placer al sentir cómo mi falo iba llenando su cavidad lentamente.
-No sea malo. Tengo miedo de cortarle- protestó al notar que la tenía completamente dentro.
Aun comprendiendo que tenía razón, clavé todavía más profundamente mi estoque en su interior y le ordené que siguiera afeitándome. La filipina estaba claramente excitada y a pesar de que lo que realmente deseaba era dejarse llevar conmigo en su interior, reinició el afeitado.
Por mi parte tengo que deciros que estaba encantado al observar su completa obediencia y por eso premiándola le pellizqué un pezón, mientras murmuraba en su oído:
-Eres una minina muy obediente…- Teresa, que para entonces ya estaba hirviendo, no se atrevió a moverse por miedo a cortarme como a mi reacción pero no pudo evitar que supiera de su calentura cuando el flujo que manaba de su sexo recorrió mis muslos- …y muy puta.
-Lo sé- respondió presa del deseo.
Afianzando mi poder sobre ella, usé mis dos manos para sus nalgas con mis dos manos y viendo su disposición, usé un par de dedos para acariciar su entrada trasera. La morenita, al notar que estaba haciendo uso de sus dos agujeros, no pudo reprimir un jadeo e involuntariamente, empezó a retorcerse encima de mis piernas.
-Mi bella cachorrita está bruta- susurré en su oreja.
Intentando evitar el orgasmo que le pedía el cuerpo, solo se le ocurrió cerrar los músculos de su pubis y lejos de apaciguar su calentura, aceleró su clímax.
-Termina de afeitarme.
Deseando moverse pero sabiendo que no se lo iba a permitir hasta que hubiese terminado, se dedicó a cumplir mi mandato. Al cabo de un minuto y dejando la maquinilla sobre el lavabo, me hizo saber que había acabado con una sonrisa.
-¿Mi futuro esposo desea algo más?
Soltando una carcajada, respondí:
-¡Que te muevas!

Os juro que de no haber quedado con Ana, hubiera hecho uso de ella nuevamente pero sabiendo que mi visita no tardaría en llegar, la obligué a vestirme. Teresa no sintió como un desaire esa orden y con cara de felicidad, me ayudó con la ropa. Al sentirla tan dispuesta, exacerbó mi fantasía y por eso al terminar, sacando de un cajón dos de mis corbatas, anudé una alrededor de su cuello como si fuera un collar mientras usé la otra a modo de correa. La oriental comprendió mis deseos y cayendo de rodillas, comenzó a maullar mientras rozaba con su lomo mis piernas.
-Tu compañera de gatera debe estar a punto de llegar- muerto de risa, dije al tiempo que tiraba de ella rumbo al pasillo.
Comportándose como una mascota a la que sacan a pasear, me siguió hasta el salón y una vez allí, esperó a que me sirviera una copa para acurrucarse a mis pies al ver que me sentaba.
-¿Estás seguro que quieres que nos vea así?- preguntó sin un deje de molestia en su voz al comprender que esas eran mis intenciones.
-Así es. Quiero que sepa que te he aceptado como “minina”.
Increíblemente, maulló de gozo al oírme y restregándose contra mí, contestó:
-Desde que Ana me habló de ti, he deseado oírte decir eso.
Fue entonces cuando desde la puerta, mi prima preguntó:
-¿Qué es lo que te ha dicho?
Su tono enfadado me hizo darme la vuelta y os reconozco que al verla con el disfraz de felina, me quedé sin habla. Mi embarazada prima estaba preciosa con ese conjunto de cuero totalmente pegado que magnificaba tanto sus pechos como su hinchado vientre. Por ello, tardé en reaccionar y tuvo que ser Teresa la que le contestara:
-Que me acepta como su minina.
La que teóricamente solo era su jefa, se puso roja de ira al escuchar la respuesta de esa cría y acercándose hasta ella, intentó soltarle un tortazo pero se lo impedí agarrándola el brazo. Al forcejear conmigo, su boca quedó a pocos centímetros de la mía y olvidándome de mis planes iniciales, la besé. La tersura de sus labios me cautivó y forzándolos con mi lengua, conseguí que los abriera. Durante unos segundos, Ana intentó liberarse de mi ataque pero poco a poco, su reticencia fue disminuyendo hasta que, ya sin reparo alguno, colaboró conmigo pegando su germinado vientre a mí.
-Mi gatita está preciosa con la máscara- comenté al notar su entrega y que aunque la había soltado, mi deseada prima no hacía ninguna tentativa de separarse.
A través del antifaz comprobé que sus ojos reaccionaron a mis palabras brillando con un extraño fulgor y deseando certificar su entrega, nuevamente la besé mientras mis manos tomaban al asalto su culo. La dureza de sus nalgas terminó de decidirme y pegando mi sexo a ella, le demostré que me excitaba. Ana, al notar la presión de mi verga contra su entrepierna, gimió derrotada y dejando a un lado su enfado, comenzó a restregarse con desesperación.
Durante un minuto dejé que lo hiciera hasta que siendo consciente de su claudicación, llevé mis manos hasta la cremallera de su traje y lentamente la bajé, disfrutando de cada porción del escote que iba liberando. Ella no pudo reprimir un sollozo al sentir la caricia de mi mirada y con la respiración entrecortada, me pidió que parara. Su queja fue el aliciente que necesitaba para apoderarme de esos hinchados pechos y sacándolos de su encierro, los llevé hasta mis labios.
-Por favor, soy tu prima- murmuró descompuesta al experimentar mi húmeda caricia sobre sus ya erectos pezones.
Sabiendo que nuestro parentesco no había sido impedimento para que me deseara y soñara con ser mía, lo pasé por alto y mediante un gesto, llamé a Teresa mientras mordisqueaba sin parar sus rosadas areolas. La morena entendió mis deseos y levantándose del suelo, se apoderó del otro seno.
-No quiero- protestó con voz inaudible nuestra victima al sentir una lengua jugando en cada uno de sus pezones.
Su secretaria acalló sus protestas con un lésbico beso pero entonces forcé su rendición, diciendo:
-Déjala, si no quiere ser mía, no puedo forzarla- y separándola de su amante, sustituí a mi prima con Teresa.
La filipina no hizo ascos a mi boca y completamente excitada, se olvidó de mi prima concentrándose en mí. De reojo, descubrí que Ana estaba desconcertada por nuestra retirada y recreándome con mis manos en el espectacular cuerpo de la morena, incrementé su confusión.
-Yo no he dicho que no quiera ser tuya- se quejó al verse relegada por mí, sin darse cuenta que con esa frase estaba implícitamente aceptando la atracción que sentía.
Sonriendo mentalmente, seguí besuqueando a la filipina mientras ella se iba poniendo cada vez más nerviosa al creer que íbamos a dejarla de lado.
-¿No me has oído? Te he dicho que no es verdad que no quiera ser tuya- repitió alterada mi prima al ser testigo que mis caricias iban dirigidas solamente a su amante.
El nerviosismo de la embarazada me dio alas y mientras en su presencia empezaba a masturbar a la morena, le respondí sin mirarla:
-Entonces, ¿qué es lo que quieres?
La rubia supo que la estaba forzando a reconocer que me deseaba y tras unos segundos en los que no tenía claro que decir, me contestó:
-Quiero que me aceptes como tu gatita.
Soltando una carcajada, me zafé de Teresa y ante su extrañeza, las dejé solas y me fui a la cocina a recoger los elementos que necesitaba para certificar su entrega. Al volver las mujeres seguían donde las había dejado sin que ninguna de las dos hubiera hecho el intento de hablar con la otra. Mientras la filipina estaba tranquila, Ana parecía expectante.
En silencio, dejé un plato sopero en el suelo y tras rellenarlo de leche, mirando a mi prima, le solté:
-Demuestra que quieres ser mi gatita.
Sin títuloLa preñada sonrió al oírlo y de inmediato se puso de rodillas y sin dejar de maullar, se acercó gateando a donde había dejado ese recipiente. Admito que me encantó observar la obediencia de esa preciosidad y por eso me senté a disfrutar de esa seductora imagen.
«Es preciosa», pensé al admirar su belleza germinada tras el disfraz.
Su lento gatear me recordó al de una pantera al acecho. Transmutada en una felina, Ana se contorneó dotando a sus movimientos de una sensual ferocidad. A pesar de que en teoría estaba rubricando su sumisión a mí, no me cupo duda que me encontraba ante una cazadora cuya presa última era yo.
-Miauuu- maulló y sin dejar de mirarme a los ojos, fue recorriendo centímetro a centímetro la distancia que le separaba de su objetivo mientras desde el sofá mi pene empezaba a reaccionar.
«¡Es una diosa!», maldije mentalmente al darme cuenta que no podía separar mis ojos del bamboleo de sus pechos llenos de leche y que me encontraba ya excitado solo con los preliminares.
Lo siguiente fue indescriptible, mi prima al llegar a su meta, agachó la cabeza y como si fuera un cachorrito, se puso a beber directamente del plato. Os confieso que jamás había visto algo tan erótico. Por ello me quedé helado al observar a esa mujer sacando una y otra vez su lengua para recolectar en cada movimiento un poco de la leche que le había dejado. Reconozco que tuve que hacer un esfuerzo sobrehumano para no levantarme y tomarla ahí mismo.
«Está buenísima», sentencié al observar como unas blancas gotas caían por su barbilla. Nuevamente me costó permanecer sentado porque todo mi ser me pedía imitarla y lamer su rostro pero Teresa que se había mantenido callada cuando vio que estaba a punto de terminar, se me adelantó y arrodillándose junto a ella, recogió con un par de lametazos los restos de leche.
-Tienes a nuestro hombre cardiaco- susurró la morena, señalando el bulto que lucía entre mis piernas.
Ana, sonriendo de par en par, contestó mientras se aproximaba a mi sofá:
-Esta gatita tiene hambre, ¿mi amo no tendrá más leché?
Comportándose como requería el papel que estaba interpretando, mi prima recorrió los metros que nos separaban con su nariz pegada al suelo, haciendo como si olisqueara en busca de su sustento. Al llegar hasta mí, acercó su cara a mi entrepierna y frunciendo la nariz me hizo saber que había encontrado lo que buscaba.
-Minina, está fría. ¿Te importa ayudarme a calentarla?
-¿Cómo quieres que lo hagamos?- respondió muerta de risa su amante.
Usando todo su arsenal, la rubia le pidió que la ayudara a desnudarse. Teresa no puso ninguna pega y por eso os he de reconocer que cuando esas dos quedaron desnudas ante mis ojos, mi corazón bombeaba a toda velocidad. Si de por sí esa visión era ya suficientemente excitante, confieso que me quedé paralizado cuando esas arpías empezaron a frotar su cuerpo contra mis piernas.
No contenta con ello, Ana se sentó encima de mis rodillas y poniendo sus pechos a escasos centímetros de mi boca, me los ofreció diciendo:
-Llevo deseando años ser tuya.
Aunque desde que retomé el contacto con ella, había soñado muchas veces con sus pezones, tengo que admitir que al tenerlos a mi disposición, me parecieron aún más maravillosos. Producto de su embarazo, los tenía enormes y de un color rosado claro. Ya estaban suficientemente duros cuando buscando que la aceptara, mi prima rozó con ellos mis labios sin dejar de ronronear.
Sabiendo que debía mostrarme como su dueño, retuve mis ganas de abrir la boca y con los dientes apoderarme de sus areolas. Aleccionada por las enseñanzas del que había sido mi padre, mi ausencia de reacción, lejos de molestarle, azuzó su calentura y sin parar de gemir, buscó que mamara de sus pechos.
-Tu gatita está bruta- maulló en mi oreja.
Como le hubiera ocurrido a cualquiera de vosotros, para entonces mi pene lucía una brutal erección y comprimiéndome el pantalón, me imploraba que terminara con su tortura y lo liberara para follarse a esa mujer. Pero decidido a afianzar mi dominio sobre ella, reteniendo el dictado de mis hormonas, permanecí inmóvil.
Teresa decidió ayudar a su amante y colocándose en mi espalda, comenzó a acariciar mi pecho mientras posaba sus pequeñas tetas en mi cuello. No me cupo duda que no iba a durar mucho con esa pose cuando note que Ana, imprimiendo a sus caderas un suave movimiento, empezó a frotar su sexo contra mi entrepierna.
-Amor mío, fóllate a tu gatita- comentó en mi oído la oriental al ver que mi prima había colocado mi miembro entre los pliegues de su vulva y que comenzaba a masturbarse rozando su clítoris contra mi verga aún oculta.
Para entonces, Ana ya movía sus a una velocidad pasmosa. Dominada por un deseo tantos años reprimido, se restregaba sin parar mientras sus ojos brillaban de lujuria. Era tanta la calentura que demostró que por eso no me extrañó que lo que en un inicio eran débiles gemidos se hubieran convertido en aullidos de pasión.
-Qué me lo pida ella…- respondí impertérrito- …si quiere.
-¡Si quiero!- gritó al sentir que, convulsionando sobre mis muslos, su sexo vibraba dejando salir su placer.
Forzando su entrega, me apoderé nuevamente de uno de sus pezones y regalándole un duro mordisco, insistí:
-¿Qué es lo que quieres?
Mi brasileñita exteriorizo con un chillido su gozo y mientras empapaba con su flujo todo mi pantalón, respondió:
-Tu gatita necesita ser tuya.
Durante un minuto, no dije nada. Ana desesperada, siguió frotando su pubis contra mi verga hasta que dejándose caer sobre mi pecho se echó a llorar diciendo:
-El hijo que espero es tuyo. Te amo desde niña y por eso quiero ser tu mujer.
Su confesión me satisfizo y buscando su boca, introduje mi lengua en su interior, mientras con mis manos intentaba liberar mi polla de su encierro. Ana que hasta entonces pensaba que había perdido la oportunidad de estar conmigo, me miró plena de felicidad y con una sonrisa:
-¿Me dejas ayudarte?
Sin esperar mi permiso, se arrodilló frente a mí y poniendo cara de zorrón, llevó su mano a mi pantalón y desabrochándolo, me lo bajó hasta los pies.
-¡Es todavía más bello de lo que recordaba!- exclamó en voz baja al librar a mi pene de su cárcel, sin darse cuenta que con ello se descubría.
Al oírla pensé en preguntarle cuando lo había visto pero, viendo su urgencia, no hice ningún intento por pararla cuando acercando su cara a mi miembro, sacó su lengua y se puso a recorrer con ella los bordes de mi glande.
-Dame tus tetas- ordené a la filipina mientras separaba mis rodillas y me acomodaba en el sofá.
Teresa saltó por encima de mí y me ofreció sus pechos como ofrenda mientras a mis pies, besando mi pene, Ana me empezó a masturbar. Convencido que a partir de esa noche, debíamos formar una familia sin fisuras, con tono autoritario, le ordené que usara su otra mano para masturbar a la oriental.
-Tus deseos son órdenes- contestó y sin dejar de frotar mi miembro, llevó la palma que le sobraba entre las piernas de la morena y cogiendo su clítoris entre sus dedos, lo empezó a magrear con fiereza.
Os juro que no sé cómo no me corrí al ver a esa preciosidad postrada ante mí mientras alegremente nos masturbaba a ambos. Lo que sí sé es que me calentó de sobre manera el observar como volvía a alcanzar un segundo clímax sin necesidad de que yo la tocara.
-¡Quiero tu leche!- sumida en el orgasmo me gritó de viva voz, al tiempo que entre sus piernas su sexo se licuaba.
A mi lado, la morena rezongó también excitada y acudiendo en su ayuda, se hizo un hueco entre mis piernas. Aceptando que ambas anhelaban saborear el producto de mis huevos, cerré mis ojos para abstraerme de esa forma en lo que estaba mi cuerpo experimentando. Ana al ver que su compañera de cama buscaba con sus labios mi glande, en plan celosa, se vio forzada a buscar ella mi pene y abriendo sus propios labios, se lo introdujo hasta el fondo.
La acción de las dos bocas y las cuatro manos hizo que la espera fuese corta y cuando ya creía que no iba a aguantar más, se los anticipé. Mi prima recibió mi aviso con alegría y forzando su garganta con mi pene mientras Teresa relamía con placer mis huevos, demandó mi placer con más ahínco si cabe.
-¡Qué delicia!- exclamó al sentir que explosionando contra su paladar, empezaba a descargar el semen que llevaba acumulado.
La filipina queriendo su parte, agarró mi verga y sacándola de la boca de su amada, esparció mi simiente sobre los pechos de Ana mientras le decía:
-¡Ahora me toca a mí!
Tal y como había anticipado, al terminar de ordeñar mi miembro, la obligó a tumbarse sobre la alfombra y mientras se dedicaba a recoger mi lefa a base de lengüetazos, me dijo:
-Amado mío, ¡Fóllate a esta puta!
Aunque suene perverso, me recreé con la mirada al descubrir que Ana se retorcía de placer al sentir la lengua de la morena recogiendo mi semen sobre su piel. Antes que pudiera hacer nada por evitarlo, mi prima volvió a correrse por tercera vez ante mis ojos.
«¡Coño con mi primita!», pensé viendo que frente a mí, Ana se veía sacudida por una serie continua de clímax : «¡Es multi-orgásmica!».
Con la experiencia que me dan mis cuarenta y dos años, os tengo que confesar que considero que hay pocas cosas se pueden comparar a una mujer berreando cómo una cierva en celo y gritando tu nombre mientras tú eres testigo mudo desde el sofá.
Emocionado con ese descubrimiento, aguardé a que se tranquilizaran, tras lo cual, levantándolas del suelo, las llevé hasta mi cama. Ninguna puso impedimento y con ellas desnudas sobre las sábanas de mi cama, me terminé de desvestir. Sin perderse detalle, mi prima espió mi striptease y con una sonrisa en los labios, me dijo:
-¿Entonces me aceptas como tu gatita?
-Sí, preciosa.
Dando un grito demostró su alegría y levantándose de la cama, me obligó a tumbarme junto a Teresa mientras susurraba en mi oído:
-No te vas a arrepentir.
Reconozco que tuvo razón y que no me arrepentí porque nada más dejar claras sus intenciones, se subió sobre mí y colocando mi glande entre sus pliegues, se fue ensartando lentamente hasta que su vagina consiguió absorber todo mi miembro.
-¡Necesito sentir tu polla! Me urge ser tuya.
Creo que ni siquiera la oí, mi mente estaba ensimismada mirando la curvatura de su germinado vientre y la rotundidad de sus hinchados pechos. Ana comprendiendo la inutilidad de sus palabras, comenzó a moverse usando mi miembro como apoyo.
-No seas malo, ¡fóllatela de una vez!- rugió Teresa mientras se apoderaba de las ubres de la rubia- ¡Lo está deseando!
Ya convencido, usé mis manos para, de un solo arreón, rellenar su conducto con mi pene. Mi prima, al sentirlo chocando contra la pared de su vagina, gritó presa del deseo y retorciéndose como posesa, me pidió que la usara sin contemplaciones. Obedeciendo me apoderé de sus nalgas y presionándolas contra mí, me afiancé con ellas, antes de comenzar un suave vaivén con nuestros cuerpos.
Fue entonces su cuando, berreando entre gemidos, gritó:
-Júrame que vas a ser el padre de nuestro hijo. Quiero pertenecerte y que tú seas mío.
Interviniendo, la filipina protestó al considerarse olvidada. Muerto de risa, incrementé la velocidad de mis penetraciones mientras contestaba a ambas:
-Sois unas putas pero no me importa porque sois mis putas.
Tras lo cual cambié de posición a mi prima y poniéndola a cuatro patas, la volví a ensartar. Ana respondió a la nueva postura con lujuria y sin parar de gemir, me chilló que no parara. El sonido de la cama chirriando se mezcló con sus gemidos y completamente entregada a mí, no puso reparo alguno cuando la oriental presionó su cabeza contra su coño. Lo creáis o no, la rubia sacó su lengua y se dedicó a lamer los pliegues de la oriental con un ansia tan impresionante que la morena no tardó en correrse.
Con mi dos felinas parcialmente saciadas, convertí mi galope en una desenfrenada carrera que tenía como único objetivo mi propio placer pero, mientras alcanzaba mi meta, mis amantes se vieron inmersas en una sucesión de ruidosos orgasmos.
-Sois un par de guarras- exclamé al comprobar que la lujuria de ambas no tenía límite.
Descojonada, Ana me contestó:
-Lo sabemos pero recuerda que somos y seremos de por vida, ¡tus guarras!
Su completa entrega me terminó de enamorar y por eso viendo que estaba a punto de explotar, la informé. Ella al oírlo, contrajo los músculos de su vagina y con una presión desconocida por mí, obligó a mi pene a vaciarse en su vagina. Agotado por el esfuerzo, me desplomé a entre ellas. Mientras Teresa me abrazaba, Ana se nos quedó mirando y fue entonces cuando me percaté que un par de lágrimas recorrían sus mejillas. Extrañado, le pregunté que le ocurría:
-Nunca creí que pudiera ser tan feliz. Me siento completa.
-No te entiendo- respondí.
Con una enorme sonrisa, me aclaró mis dudas diciendo:
-No has aceptado a las dos como tus mujeres y para mayor felicidad puedo por fin decirte que fuiste tú quién me desvirgó y que llevo a tu hijo en mi vientre.
Haciéndome el ofendido, pregunté cómo era posible. Casi histérica, Ana me confesó que aprovechando que estaba borracho en una fiesta se había acostado conmigo.
-Eso no es nuevo, te reconocí bajo tu máscara. Por ello quise que hoy llevaras otra porque sabía que hoy serías nuevamente mía- contesté.
Todavía más nerviosa, me informó del acuerdo que había llegado con Aurelio y que sin que yo lo supiera se había inseminado con mi semen. Durante unos segundos, me quedé callado. Tras una pausa que le pareció eterna, le pregunté cuando iba a dar a luz.
-En tres meses- respondió y temiéndose lo peor, me pidió que no la echara de mi lado.
Soltando una carcajada, la atraje hacia mí y mordiendo su oreja, dije:
-No es eso. Quería saber cuánto tiempo tendría que pasar para volverte a embarazar pero esta vez por un método más tradicional- tras lo cual, acercando a la morena, muerto de risa, espeté a las dos: -Mientras tanto, ¡preñaré a la minina!…

 

 

Relato erotico: “Mi madre y el negro X: El nuevo orden”(POR XELLA)

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me darías 2EL NUEVO ORDEN

Sin títuloAlicia no podía dejar de mirar las fotos de su madre, ¿Que la estaba pasando? No sentía el rechazo y el enfado del principio, ni siquiera los celos de hace un par de días. Simplemente sentía morbo y excitacion, tenía ante sí el reportaje gráfico de la primera relación lésbica de su madre y eso la calentaba. Mucho.

La noche anterior había vuelto a “sucumbir” a su hermana, Claudia la había usado nuevamente para obtener placer sin dar nada a cambio y ella lo había aceptado como si fuese lo que hubiese de ser. Y a lo mejor era así. A lo mejor estaba hecha para ser usada. Frank lo hacía y a ella le gustaba, ¿Por qué no iba a hacer lo mismo su hermana?

Cuando su madre llegó la noche anterior, ella todavía estaba en el cuarto de Claudia, tumbada boca arriba en la cama y con su hermana sentada sobre su cara, casi no podía respirar, pero le había excitado sobremanera. Facesitting, le había dicho que se llamaba eso. Había permanecido casi 30 minutos en esa posición, con el coño de su hermana en la boca y su ojete en la nariz, perdió la cuenta de cuantos orgadmosntuvo Claudia, lo único que sabía es que ella no había tenido ninguno.

Cuando regresó a su habitación se masturbó furiosamente hasta que se quedó dormida por el agotamiento.

—————

Los días pasaban y la situación volvía a la normalidad, o lo que se estaba convirtiendo en normalidad en aquella casa. Alicia había vuelto a la universidad una vez recuperada de sus lesiones, y el pequeño juego que se traían entre todos seguía su curso, aunque con pequeños cambios.

Siempre que Frank quería follarse a Elena iba acompañado de Becky para que la rubia la usase para su propio placer. Poco a poco iba introduciendo nuevos juegos y juguetes y Elena había aprendido a disfrutar de ello. Desde fustas y esposas, hasta un arnés con el que la mujer se follaba duramente a la chica. Cuando Frank se corría sobre ellas tenían que limpiarse la una a la otra con la lengua.

Alicia por su parte seguía recibiendo fotos de las peripecias de su madre, pero las visitas de Frank se habían reducido, un par de veces a la semana a lo sumo. Por contra, prácticamente todas las noches iba a la habitación de su hermana para ser usada por Claudia, se había convertido en una pequeña marioneta de su hermana y, extrañamente, eso le proporcionaba mucho placer, estaba empezando a actuar sumisamente ante ella incluso fuera de sus juegos de cama.

Un día, Claudia apareció con un nuevo juguetito, era un vibrador que se conectaba por bluetooth al móvil de Alicia, y era controlado por el de Claudia, desde entonces se lo llevaba puesto a clase y trataba de aguantar las vibraciones aleatorias que le mandaba su hermana intentando que nadie se percatase.

————

Un nuevo mensaje de Frank llegó al móvil de Alicia, lo miró ilusionada, aunque algo extrañada, era sábado, y normalmente los sábados Frank disfrutaba a día completo de su madre.

– Esta tarde estaré en tu casa con la zorra de tu madre. Ponle alguna excusa para irte, pero quédate escondida para ver el espectáculo.

La chica se desinfló, realmente volvería a pasar el día con su madre, aunque en el fondo estaba excitada por la idea de ver como se la follaba. ¿Vendría también con Becky?

———–

Después de comer, como había acordado, hizo que se iba de casa, pero se escondió en su habitación hasta que oyó llegar a Frank. Entonces bajó y desde el quicio de la puerta comenzó a espiar la situación. Efectivamente Becky estaba con ellos, vestida con su habitual atuendo de conejita, con el plug anal con forma de cola de conejo insertado en su culo, estaba a cuatro patas situada tras su madre, lamiendo su culo y su coño mientras ésta, a cuatro patas también, chupaba la polla de Frank.

Alicia comenzó a excitarse ante la visión del lascivo trenecito y llevó la mano a su entrepierna, apartó el tanga y comenzó a masturbarse mientras no perdía detalle de como la polla de Frank desaparecía una y otra vez en la garganta de su madre. La manos de Frank estaban aferradas a la nuca de la rubia, marcando el ritmo de la mamada. Desde la puerta Alicia podía escuchar perfectamente el sonido de chapoteo que producía, así como los jadeos de los amantes.

Becky separó las nalgas de Elena con una mano, mientras que con la otra, tras introducirla en el coño para lubricarlos, comenzó a meter dos dedos en el culo de la mujer. Alicia había visto como Frank sodomizaba a su madre, así que los dedos de Becky no debían ser un problema para ella, aun así, no dejaba de ser una escena impactante para la chica. Elena comenzó a bambolear sus caderas movida por el placer, buscando una penetración más profunda por parte de la joven.

– ¿Que crees que estás haciendo?

Alicia se dio la vuelta sobresaltada, y avergonzada, retiró rápidamente la mano de su coño. Era su hermana.

– Yo…

Ni siquiera supo acabar la frase, no podía desviar la mente de lo que estaba pasando en la habitación contigua. Retomó la masturbación aún estando ante Claudia, total, ella la había visto en situaciones más embarazosas aún.

– ¿No puedes ni acabar la frase? ¿Que ibas a decir? ¿”Yo sólo me estoy masturbando mientras veo como se follan a mi madre”? ¿”Yo sólo soy una zorra cachonda que no puede estar un segundo sin llevarme las manos al coño”?

La chica apartó la mano de su hermana y continuó con la suya, Alicia se sobresaltó, era la primera vez que su hermana hacía algo para proporcionarla placer a ella. Cerró los ojos y la dejó hacer.

– Desnúdate… – Susurró Claudia en su oído.

La chica obedeció y en pocos segundos estaba en cueros ante Claudia. Ésta se situó tras ella, masturbandola desde atrás, mientras seguían observando el trío que había en el salón.

Elena estaba sentada a horcajadas sobre la polla de Frank, que estaba en el sofá. La rubia gemía y gritaba cada vez más alto mientras Frank la ensartaba una y otra vez. Tras ella, Becky follaba su culo con una especie de mordaza que llevaba acoplada un consolador.

– ¿Te gusta lo que ves? – Susurraba Claudia. – A la vista está que te excita pero… ¿Que lugar desearías ocupar? – Esa pregunta descolocó a Alicia, obviamente le gustaría estar en el lugar de su madre, follada por la enorme polla de su macho pero… La imagen de Becky arrodillada y sometida a los deseos de los otros dos,amordazada y “obligada” a darles placer de esa manera tan humillante… – Te gusta ser tan zorra como mamá, ¿Verdad? Que te follen como la perra que eres, tener tu ración de polla todos los días… – El aliento de Claudia en su oído estaba volviendo loca a Alicia, que movía las caderas al compás de la mano de su hermana. – pero… Te pone mas que te usen… Ser el juguete de los demás, como nuestra amiga Becky. Te gusta ser usada y humillada sin que a nadie le importe tu placer…

Alicia cerró los ojos y dejó escapar un suspiro, estaba a cien, sentía como su cuerpo estaba a punto de estallar pero, de repente, Claudia paró. La agarró fuerte del pelo y tiró hacia atrás, obligándola a mirarla a los ojos.

– Veamos que tan perras sois.

Y diciendo esto empujó a Alicia obligándola a abrir la puerta y entrar en el salón.

En cuanto sonó la puerta se hizo el silencio, todos miraron a Alicia entrar desnuda y con su hermana sujetandola del pelo. La chica tropezó y Claudia no hizo nada por sujetarla, con lo que cayó al suelo ante Frank, su madre y Becky.

– ¡A-Alicia! ¡Claudia! ¿Q-Que?… – La mujer balbuceaba todavía con la polla de Frank y el consolador de Becky en sus entrañas. – Esto… Esto no es lo que parece.

– ¿Y que parece? – Preguntó Frank, con una sonrisa de oreja a oreja.

Elena se quedó de piedra al ver la tranquilidad que mostraba, entonces cayó en la cuenta de que Alicia estaba desnuda. Intentó levantarse pero Frank la agarró con fuerza de las caderas, bajándola de golpe y metiendole la polla hasta el fondo. Elena grito de sorpresa y dolor.

– ¿Que está pasando aquí? D-dejame levantarme… – Suplicaba Elena.

– ¿Por qué? Hace unos minutos estabas suplicando por mi polla. ¿Es que ya no la quieres? – Frank la miró con severidad, Elena sabía que esa mirada implicaba mas de lo que aparentaba, que Frank no quería jueguecitos ni quejas.

– N-No… O sea… ¡Si! Si…L-La quiero… Pero…

– Ni pero ni nada, ¿Tienes algún problema con hacerlo delante de la gente? No es la primera vez que lo hacemos, ¿Verdad?

– No…pero…

Alicia recordó unas fotos en las que su madre se la chupaba a Frank en los baños de un bar, con gente mirando. Había otras en las que la sodomizó en un parque al aire libre.

– ¿Pero que?

– Son mis hijas…

– Mejor, así todo queda en familia. Claudia, ¿Tu tienes algún problema? – La chica negó con la cabeza. – ¿Y tu, Ali?

– N-No…

– P-pero… – Balbuceaba Elena, pero Frank la levantó en vilo y la tiró abierta de patas en el sofá.

De un golpe le clavó toda la extensión de su miembro en el coño, arrancando un gemido de la rubia. Comenzó un duro mete-saca que consiguió llevar a la mujer al borde del orgasmo. Alicia giró la cabeza, pero no podía evitar mirar de reojo la violenta follada que estaba sufriendo su madre, veía como botaban sus tetas y como se escapaban de su boca los gemidos de placer.

– ¿No es esto lo que quieres? – Decía el negro.

– SSsssiii..mmmhhhh… – Elena ya había perdido toda noción de raciocinio, su cuerpo era puro éxtasis y pertenecía por completo a aquella pantera que la estaba follando.

– Diles a tus hijas lo que eres. Que sepan quien es su madre.

Elena dudó y Frank sacó su polla de golpe, dejando un vacío enorme en la madura mujer.

– Noooo – Protestó, moviendo sus caderas hacia el miembro de Frank.

– Dilo.

– Soy… Soy una puta. Soy la puta de Frank, soy su zorrAHh! – El chico volvió a meter el rabo de un empellón. Elena se mordía los labios de deseo.

– ¿Veis lo puta que es vuestra madre? Se derrite por una buena polla. Aunque lo que le gusta últimamente es otra cosa…

Frank se llevantó dejando nuevamente a la mujer vacía y ansiosa. Desde la posición en la que estaba Alicia, podía ver perfectamente el coño abierto de su madre.

– Últimamente vuestra madre se ha aficionado a follarse a Becky. Le gusta usarla para su propio placer, ¿Verdad? – Elena aparto la mirada. – Venga, Becky. Ponte en la posición que le gusta a Elena. – La chica obediente se tumbó boca arriba, estirada. – Vamos Elena, no seas tímida, si todo queda en familia.

La mujer se tragó sus sentimientos, sabia que si no hacía caso Frank no querría volver a verla, y estaba demasiado enganchada a el para permitirlo, estaba demasiado sometida a él. Total, era un paso más de todos los que había estado haciendo desde que empezó con el chico. Se levantó y se colocó a horcajadas sobre la cara de la chica, insertándose el consolador que llevaba como mordaza. Con la cara roja de vergüenza comenzó a montar la cara de la chica, primero dubitativa, después alentada por la excitación.

Alicia estaba a cien. La escena que ocurría ante sus ojos la estaba volviendo loca, la manera de actuar de su madre incluso ante sus hijas, la manera de usar a aquella chica sin importarle ella ni lo mas mínimo…

Una caricia la sacó de sus pensamientos, Frank se había situado junto a ella, con su enorme polla al lado de su cara. Alicia la agarró con una mano para dirigirla a su boca. La notó pegajosa. “Esta polla acaba de salir del coño de tu madre” se dijo a si misma. Un cosquilleo bajó desde su cabeza hasta su sexo sólo de pensarlo, primero olió, después probó, después devoró. Era extraño. Extraño y excitante. Era un sabor distinto al suyo y al de su hermana, pero a la vez era similar. Comenzó a lamer cada centímetro para recoger ese peculiar sabor, miró al chico a los ojos y después miró a su madre. Ésta la miraba fijamente, con una expresión mezcla de confusión y excitación. Entonces algo pasó entre ellas, una especie de click sonó en sus cabezas y se vieron la una reflejada en la otra. “Es tan zorra como yo” pensaron ambas, y eso les supuso una liberación y una aceptación de la situación en la que estaban enorme, sobre todo a Elena, que acababa de enterarse de todo. Justo en ese momento Elena de fijo en algo en lo que no había reparado. Su hija tenía un tatuaje igual al suyo, ¿Desde cuando…?

Pero algo interrumpió sus pensamientos porque, mientras eso sucedía, Claudia se había quitado la ropa y se había acercado a su madre. Sostuvo ligeramente las mejillas y besó suavemente sus labios.

– A partir de ahora todo irá mejor en casa, mamá. Cada una será quien realmente es.

Elena la miró a los ojos sin comprender, y observó como su hija alzaba la pierna sobre su cabeza, dejando el coño ante su cara. La mujer estaba paralizada, la situación era cada vez mas bizarra, Claudia, al ver la pasividad de su madre la obligó a enterrar la cabeza entre sus piernas. Tras unos segundos de sorpresa, la chica notó como su madre comenzó a mover la lengua, de manera lenta pero segura. El cosquilleo que le producía, unido al morbo de la situación llevaron a Claudia a un orgasmo casi instantáneo, empapando a Elena.

– ¡Que poco has aguantado! – Exclamó Frank. – Tu madre lleva un rato ya y no se a corrido aun, y tú no has durado más que unos segundos.

– Vamos a remediar eso. – Dijo Claudia, picada por las mofas del negro. No le gustaba que se rieran de ella. – Ven aquí, mamá.

Tiró del brazo levantándola, Elena se dejó hacer, sorprendida de la fuerza de su hija. Ésta la arrojó al suelo al lado de Frank y Alicia, apartó al chico de un empujón y lanzó a su hermana a las piernas de su madre.

– Vamos zorra, enseñale a mamá lo bien que se te da comer coños. – Alicia miraba a su hermana asustada. – ¡Vamos!

Sumisamente Alicia apartó la mirada y la dirigió a su madre durante unos segundos antes de enterrar la cabeza en el lugar por donde había nacido.

– P-Pero ¿Que? – Balbuceaba Elena tratando de detener a su hija.

Claudia se situó tras ella, le sujetó la mano y la tiró del pelo.

– Todos hemos visto lo putas que sois – dijo -, es hora de que jugueis juntas como buena madre e hija.

La mujer suspiró cuando Alicia comenzó a lamer, su lengua se movía con habilidad recorriendo con pausa cada rincón de su coño.

– La he enseñado bien, ¿Eh? – Decía Claudia. – Como podrás comprobar es toda una experta.

– ¿T-Tu?… – Elena intentaba hablar entre los espasmos de placer que le producía su hija. – ¿Vosotras?…

– Si. Nosotras. – Claudia se arrodilló al lado de su madre y comenzó a juguetear con sus pezones. – No te imaginas la de orgasmos que me ha dado mi hermanita mientras tu dormías plácidamente en la habitación de al lado. Le encanta ser tan zorra, igual que a ti. – Remarcó la última palabra con un pellizco que arrancó un gemido de su madre.

Frank se masturbaba lentamente viendo la escena, mientras que Becky seguía en la misma posición en la que la habían dejado. La respiración de Elena se aceleró e, inconscientemente llevó sus manos a la cabeza de Alicia, empujándola contra su coño. Alicia intensificó el ritmo, tenía la cara empapada del flujo de su madre y le costaba respirar, pero no estaba dispuesta a parar, notaba perfectamente las convulsiones que provocaba y quería llevarla hasta el final.

La mujer no tardó mucho en estallar en un poderoso orgasmo que la hizo gritar y revolverse en el sitio. Cerró los ojos, no quería que esa sensación acabase y tampoco enfrentarse a la realidad de lo que acababa de suceder.

– Que bonito espectáculo. – Dijo Frank. – Madre e hija demostrándose todo su amor pero, ¿No os olvidáis de algo?

El chico meneaba su enorme polla ante ellas, rápidamente las dos se situaron ante él, arrodillada la una a la otra y Frank comenzó a llevar su polla de la madre a la hija. Al principio reticentes, después completamente entregadas, lamían y chupaban el caramelo que tenían delante, se turnaban y se compenetraban para no molestarse y dar mas placer a su hombre.

No tardó mucho tiempo en derramar su semen en la cara de ambas, que lo recibieron gustosas con la boca abierta. Claudia estaba preparada para tomar una bonita fotografía familiar, con su madre y su hermana cubiertas de lefa.

——————

A partir de ese día nada fue igual. Las tres mujeres de la casa comenzaron a tener sexo asiduamente, Claudia era la dominante, Alicia la sumisa y Elena, dependiendo de con cual estuviese, una cosa o la otra. Rápidamente se instauró también esa cadena de mando para la vida habitual y no sólo para el sexo, así pues, Claudia disponía de su madre y su hermana a su antojo. Ellas hacían las tareas de la casa, las hacía disfrazarse, a veces de asistenta francesa, otras de colegialas, otras simplemente iban completamente desnudas…

Frank las visitaba casi todos los días y disfrutaba de ellas tanto como Claudia. La idea de los piercings en los pezones de Alicia le gustó, así que se los hizo también a Elena. Las hacía llevar una cadenita de oro enganchada a los aritos, o unos pequeños cascabeles que le gustaba hacer sonar mientras las sodomizaba…

Al tiempo acabó mudándose allí, y con él Becky. La chica era el escalafón mas bajo de la pequeña sociedad que habían montado, era poco mas que la mascota, no en vano siempre iba vestida como tal y, por supuesto, que no faltase su plug anal con forma de la cola del animal que correspondiese.

Elena asumió su papel con facilidad, así como la verdadera cara de sus hijas, sentía un especial afecto hacia Alicia, puesto que se veía reflejada en ella, aunque no dejaba pasar la posibilidad de castigarla cuando le tocaba dominar, en parte por que sentía un pequeño acceso de celos por Frank, para demostrar que ella estaba por delante.

Alicia acabó la universidad y comenzó a trabajar en un pequeño periódico local. Fuera de casa actuaba con normalidad pero nada mas entrar sabía cual era su rol. Todavía, muchas noches se masturbaba pensando en el momento en el que todo comenzó, la primera vez que vio a su madre y al negro.

PARA CONTACTAR CON LA AUTORA:
Paramiscosas2012@hotmail.com

 

Relato erótico: “Emputeciendo a una jovencita (1)” (POR LUCKM)

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herederas3Historia de unas jovencitas muy calientes pero reprimidas
Sin títuloHola, me presento, me llamo Calos 32 años, soltero… Vivo solo en el centro de Madrid, y esta es una historia que me paso hace poco, sigue en curso la verdad, tras buscar ideas en los relatos de esta web me decidí a compartir mi historia.

Como decía vivo en Madrid, en una zona tranquila conocida como ciudad universitaria, mi edificio tiene unas diez plantas y hay un poco de todo, familias y estudiantes en los apartamentos mas pequeños. Un día volviendo de trabajar vi un camión de mudanzas, un señor de traje cargaba con una caja bastante grande, al entrar en el portal tropezó, se hubiera dado un buen golpe si no fuera por que lo pare yo al ir delante de el. Se disculpo y yo le dije que no pasaba nada, al andar hacia el ascensor se dio cuenta de que se había echo daño en un tobillo, así que me ofrecí a llevarle la caja, subimos a su casa, era una de las mas grandes. Al llegar se sentó, el tobillo le dolía, no suelo ser muy sociable con los vecinos pero ese día me pillo de buenas así que termine acercándolo al Samur donde le pusieron una tobillera, el no paraba de agradecérmelo, me contó que se mudaban de valencia para que su hija pudiera estudiar en un colegio del Opus que había por la zona, el trabajaba en una gran empresa de ejecutivo. Nos despedimos y pensé que menuda perdida de tiempo.

Al cabo de una semana, a las 7 de la tarde llamaron a la puerta. Al abrir me encontré una señora de unos 45 años, realmente guapa, iba vestida muy discreta pero se adivinaba un buen cuerpo bajo su ropa. Se presento como la mujer de Jorge, y me dijo que para agradecerme haber ayudado a su marido me invitaban a cenar esa noche. Yo no tenia ningún plan y la verdad es que mi nevera estaba vacía así que acepte. A las 9 subí a su casa, me abrió la puerta una niña de 18 años digna hija de su madre. Rubia, ojos azules, y bajo su camiseta se notaban dos pechos de buen tamaño, cuando se dio la vuelta y vi su culo olvide cualquier escrúpulo y decidí que tenia que follarmela. La cena empezó bendiciendo la mesa lo que en cualquier otra situación me habría matado pero tenia un objetivo y eso me mantenía a flote. Ellos me hablaron de sus trabajos y yo les comente el mío con ordenadores… fue bastante aburrido la verdad pero me entretuve imaginando como follarian ellos dos, la señora toda dignidad, ¿cómo le chuparia la polla a su marido?. La niña me miraba disimuladamente, le gustaba. Era demasiado mujer ya para como iba vestida pero el aire casi monacal de la casa imponía ese estilo supongo.

Al final de la cena Jorge me pidió un favor. El ordenador de su hija iba mal y ella estaba empeñada en uno nuevo, me pregunto si le podía echar un ojo. La niña dijo que no que no hacia falta que ya iba bien pero el padre la regaño diciéndole que hacia un mes que le daba el tostón pidiéndole uno nuevo, ella cedió y dijo que vale, que el lunes me lo bajaba. Yo al ver su ansiedad decidí que tenia que echarle un ojo antes de que ella pudiera tocarlo, les dije que entre semana imposible, que estaba muy ocupado pero que era pronto y que si me lo dejaban esa noche se lo podía hacer tranquilamente y dárselo al día siguiente. La chica intento resistirse pero su padre le dijo que trajera su portátil al momento, se notaba quien mandaba en la casa. Ella miro al suelo y volvió al minuto con su portátil, era un HP normal con unas pegatinas tontas encima. Me lo tendió mirándome a los ojos.

Tomamos una copa en unos sofás, yo tenia el portátil a mi lado y ponía la mano distraídamente sobre el, ella me miraba preocupada. Al cabo de un rato me despedí y baje corriendo a mi casa. Encendí el portátil y le conecte un disco duro para copiar todo antes de nada. Le instale un par de programas para limpiarlo y con la copia conectada al mío empecé a explorar. Lo primero que busque fueron los log del msn, tenia todas las conversaciones guardadas, esta manía de los adolescentes de guardarlo todo… Hice una búsqueda de fotos y encontré las típicas fotos de familia, con amigos, había unas en palma donde se veía a ella y a su madre en bikini, eran excesivamente grandes pero los cuerpos de las dos eran impresionantes. Volvía imaginarme a papa dándole polla a mama, me encantaba. Explore un poco mas y encontré lo que buscaba, una carpeta con clave, se llamaba “trabajos cole física”, donde nunca buscaría nada sus padres imagino. Saltarme la clave no fue nada difícil.

La chica era ordenada hasta para esto, todo estaba ordenadísimo, había una carpeta llamada “fotis” donde había dos docenas de fotos de ella en ropa interior, sin sujetador, posando frente al espejo o sobre su cama a cuatro patas, ver sus tetas desnudas fue una revelación. Tenia dos hermosos globos con unos pequeños pezones rosaditos. Sonreía en casi todas, ahora iba a sonreír yo. Seguí indagando, tenia algunos videos porno descargados de la red donde se veía chupar pollas, encular, un poco de todo. Había otra que ponía “les”, llena de niñas preciosas desnudas, jugando entre ellas, así que le gustaban también las chicas. Con lo religiosos que eran los padres la homosexualidad no creí que les hiciera mucha gracia. Revise sus conversaciones del msn, tenia dos, uno para sus padres con amigas del cole etc, no había chicos curiosamente, y estaba su padre en su msn, me imagine lo controlada que la debían tener. Y otro para chatear con chicas, en las conversaciones hablaban de sexo, ella era bastante tímida, alguna se subía de tono. Y en un par directamente se habían puesto la cam, busque los videos correspondientes y en uno se veía como masajeaba sus tetas otra adolescente. En la conversación hablaba de los pechos de Eva (se llama así por cierto), quedaba claro que habían jugado a lo mismo. Cerré, no necesitaba mas, ya revisaría lo demás al día siguiente.

A la mañana siguiente como a las once y media llamaron a la puerta. Era Eva con su madre. Se disculpo diciendo que la niña estaba empeñada en que necesitaba el ordenador. Les dije que claro, que me dieran unos minutos que un programa estaba terminando, les ofrecí un café y dejándolas en la cocina fui a mi despacho. Active la cam para que grabara lo que iba a pasar y puse en el reposapantallas de mi ordenador la galería de fotos de Eva. Tengo un monitor de 20 pulgadas así que se la veía clarísimamente. La llame atento a si venia con su madre para desactivar el reposapantallas. La madre decidió por lo visto terminar su café tranquilamente. Al entrar Eva en el despacho se quedo pálida mirando mi monitor.

Yo.- y bien Eva?

Eva.- que? Que quieres decir?.

Yo.- Bueno, te haces fotos pornograficas, tienes juegos sexuales con lesbianas y hablas con un lenguaje que no creo que aprendieras en el “cole”. – Ella se puso todavía mas blanca –

Eva. – Por favor no.

Yo.- Por favor no que eva? No tengo otro remedio que decirse a tus padres. No te preocupes, cuando te recuperes de la paliza que te de tu padre te mandaran a uno de esos internados religiosos donde rezaras cuatro veces al día.

Eva.- No, por favor, no lo hagas – Susurraba, su madre estaba cerca y solo teníamos unos minutos.

Yo.- Haras todo lo que te diga?

Eva.- Todo? Que quieres decir?

Yo.- Estate aquí a las cuatro, di que vas a dar una vuelta por el Vips o algo así.

Eva.- Sola? Para que? – Me miraba preocupada.

Yo. – Haz lo que digo o a las cuatro y cuarto tu padre y toda su agenda además de tus amigas, las lesbianas incluidas recibirán una colección de fotos tuyas junto con tus calientes conversaciones, en un par de días con lo guapa que eres te convertirás en la reina de las web de adolescentes.

Yo.- Por cierto, lo borre todo, ahora solo existe mi copia, no queremos que te pillen siendo una niña mala verdad?.

Le di su portátil y la acompañe donde estaba su madre. Eva estaba muy callada, en la puerta la madre me agradeció el favor y le dijo a su hija que me diera las gracias. Eva me miro con odio.

Eva.- Muchas gracias Carlos.

La mañana se hizo eterna, me entretuve colocando mi portail grabando video en el salón y otra cámara de video oculta en la esquina. A las cuatro en punto escuche el ascensor y alguien que llamaba a la puerta con los nudillos. Le abrí , entro rápidamente y cerro la puerta.

Eva.- Y bien, que quieres? Me dijo casi llorando.

Yo.- Es fácil, lo que quieren todos los hombres de ti desde que te crecieron esas tetas.

Eva.- Yo no soy una puta, ya lloraba y moqueaba.

Yo.- Ya, lo se, no eres una puta, eres una niña normal con ganas de probar y experimentar.

Eva.- Si, pero no contigo, eres mucho mayor y un pervertido. Ayer me gustaste pero hoy te odio.

Yo.- Cierto, bueno, entonces vete.

Eva.- En serio? Y que pasara con todo lo que me robaste?.

Yo.- Bueno, tendría que hablar con tu padre, pero quizás lo intente con tu madre, esta casi tan buena como tu y seguramente no tenga reparo en sustituirte para que tu padre no se entere.

Eva.-Me daría una paliza si se entera, y a mi madre también por no evitarlo. Es muy estricto.

Yo.- Mejor, así tu madre no tendrá problema en atenderme.

Eva.- No, esta bien, bastante tiene la pobre, que quieres?.

Yo.- Lo primero lávate la cara, luego regresa, estaré sentado en ese sofá, te pondrás a caballito sobre mi y haciéndome mimos me suplicaras ser mi novia, yo me resistiré pero tu debes intentar convencerme a cualquier precio, lo entiendes?.

Eva.- Me miro con cara de duda y se fue al baño.

Yo puse el portátil de forma que grabara la escena, estaba a menos de un metro, no habría problemas con el sonido.

Ella volvió y se sentó sobre mi, empezó a acariciarme el pelo. Tardo unos diez minutos en asumir su papel pero como yo no decía nada termino por asumir que no le quedaba alternativa.

Eva.- Carlos, por favor, ayer me enamore de ti, quiero…

Yo.- Que quieres Eva?

Eva.- Ser tu novia.

Yo.- que?? Que hago yo con una novia de 18 años? Estas loca?

me miro con cara de sorpresa, se esperaba que me lanzara sobre ella no estos juegos

Eva.- Vamos, se que te gusto, ayer me mirabas mucho.

Yo.- Claro, porque eres una monada, pero yo busco otras cosas en una mujer.

Eva.- Que buscas? Sexo? No se mucho de eso pero aprendo rápido. Mi mama dice que tengo un cuerpo muy bonito.

Yo.- Y lo tienes, y ella también. Ves, debería ir a por ella, seguro que me daba lo que quiero mucho mejor que tu. Tu padre es afortunado, seguro que se la folla a diario.

Ella puso cara de contrariada.

Yo.- Ves, digo follar y te asustas, y si te digo que papi hunde su polla todos los días en el coño de tu mama? Que seguro que están aprovechando ahora que no estas para que le lama la polla y beber su semen?.

Eva se pico, cogio mis manos y las puso sobre sus pechos.

Eva.- Te estoy diciendo que lo que quieras, y no, mi mama no hace esas cosas. Tiene un diario muy detallado escondido, por eso te miraba ayer, eres el primer hombre que no es de la familia o de la iglesia, que dejan que se me acerque. Ella es muy infeliz, mi papa solo se acuesta con ella el día antes de la regla para que no se quede embarazada, y ni siquiera la desnuda. Tiene unos camisones horribles de esos de la edad media. Cuando lo leí decidí que no quería ser tan infeliz como ella.

Yo.- Jajaja, así que al final si querías eh putita!

Eva.- No me llames así! No soy ninguna puta!

Le apreté bien fuerte sus dos tetas… Ella suspiro.

Yo.- Si, si lo eres, eres mi putita, Hare contigo lo que quiera y tu no solo obedecerás, sino que después, me darás las gracias, igual que esta mañana.

Metí las manos dentro de su escote, sus tetas estaban muy calientes y sus pezones duros. Jugue con ellas un rato estrujándolas y acariciándolas. Ella cada vez estaba mas excitada, se lamia los labios y daba algún gemidito. Le estaba encantando.

Yo.- Bien, quien eres?

Eva.- Eva

Yo.- quien??

Eva.-Tu putita?.

Yo.- Bien, y hora dime por que quieres serlo.

Eva.- Por que no quiero terminar como mi mama?

Yo.- Y que le falta a tu mama?

Eva.- Hacer mas el amor….

Yo-. Perdón??

Eva.- Que papa se la folle mas?

Yo.- Con que?

Eva.- Con su polla!

Yo.- Bien, y si te digo que te voy a convertir en una chupapollas de primera y que unos de estos días te follare en mi dormitorio, debajo del de tus padres para que te escuchen follar y piensen que estoy con alguna golfa?.

Eva.- Ummmmmmmm

Yo.- Que significa eso?

Eva.- Que me gusta!

Yo.- que es lo que te gusta?

Eva.- Que me enseñes a chuparte la polla y que me folles para que mis padres me oigan gemir como una puta

Yo.- Bien, busca mi polla.

Ella bajo sus manitas las puso en mi cintura y me bajo el pantalón del pijama que llevaba puesto, mi polla que hacia rato que estaba dura salto, ella la agarro muy suave.

Yo.- Agarrala con fuerza.

Ella apretó con una mano me la machacaba torpemente y con la otra me acariciaba la punta del capullo, yo había soltado ya algo de liquido, ella se llevo los dedos a la nariz y lo olio…

Yo.- Chupalos

Ella se los metió en la boca.

Yo.- Que te parece?

Eva.- Huele fuerte y sabe igual, pero creo que me gusta, esto es lo que embaraza?

Yo.- No, eso sale mas tarde. Luego lo probaras tranquila.

Ella sonrio.

Yo.- Bien, agarrame fuerte la polla por la base y con la otra mano acaríciame los huevos, muy suave.

Eva.- Asi? Esta muy dura y caliente, me gusta, y esta parte tan suave…

Yo.- Quitate el top y el sujetador, quiero jugar con tus tetas mientras me la chupas.

Se paso las manos por la espalda para desabrocharse y con un movimiento se lo quito todo.

Yo.- Ummm, tienes unas tetas realmente bonitas. – Mientras se las sujetaba con las manos apretandoselas.

Eva.- Gracias, a veces me da vergüenza los hombres me miran mucho por la calle, y sus caras… bueno, a veces dan miedo.

Yo.- Eso es por que les pones la polla dura, quieren follarte como animales. No les importa si eres simpatica, o no. Solo quieren follarte.

Eva.- ya, pues no creo que me gustara.

Yo.- Pues mi polla parece que te gusta, no la sueltas.

Eva.- Bueno, la tuya me gusta, que hago ahora?.

Yo.- Ponte de rodillas, y mirándome a los ojos, lame la base de mi polla y mis huevos, muy suave…

Ella se arrodillo y empezó a lamer como una perrita.

Yo.- Estas preciosa de rodillas con tus gordas tetas lamiendo mis huevos putita.

Ella me miro con un brillo de rebeldía en sus ojos y de repente se metió casi toda mi polla en la boca de golpe.

Yo.- Voy averiguando lo que te gusta putita, te gusta verdad? Te gusta que te llame puta – ella chupaba cada vez mas fuerte. – Eres una guarrilla, aquí de rodillas, lamiéndole la polla a un desconocido en vez de estar estudiando – se metió la mano en los pantalones empezó a masturbarse. – Mírala que guarra, masturbándose… que diría papi si viera a su princesita chupando mi polla? Crees que se lo imagino alguna vez?- , ella se sacaba la polla de la boca, y la lamia entera, su mirada ya no era de niña buena. – Quieres que le enseñe a mami a chupar polla igual que a ti? Así tendría dos putas en la misma casa – Si por favor, enséñala, que disfrute igual que yo, su vida es muy triste y ella es tan guapa… – Bien, lo hare y tu me ayudaras, sabes en que convertirá eso a tu padre?. – En un cornudo – y se metió otra vez la polla hasta el fondo. Yo estaba ya apunto de correrme. Le saque la polla de la boca – Bien putita, ahora puedes elegir, puedes levantarte e irte y no te chantajeare mas o puedes seguir chupando mi polla hasta que me corra en esa boca de puta que tienes, tu eliges. – No puedo irme… si me voy después no podría darte las gracias – dijo guiñándome un ojo. – Bien, entonces trágatelo todo y mirándome a los ojos- Mi polla no podía mas, empecé a solar un torrente de esperma directamente en su boquita. Ella pego los labios entorno a mi capullo para que no se le escapara nada, puse la mano en su garganta, notarla como iba tragando era delicioso, cuando termino de salir el semen estuvo un par de minutos mas lamiéndome la polla hasta dejarla bien limpia. Ella también se había corrido, le quite los pantalones y le comí el coño como un poseso, estaba delicioso, un coño virgen, de mi propiedad y de una niña preciosa. Se corrió tres veces mas.

Eva.- Joder! No me lo creo

Yo- Te gusto eh putita

Eva.- Creo que ya hasta me gusta que me llames así.

Yo.- jajaja

Yo.- Bien, debes irte. Hace una hora que estas fuera, se mosquearan no?.

Eva.- Si, mas bien.

Yo.- Bien, duermen la siesta tus padres?

Eva.- Si, por la mañana misa y después de comer duermen un rato.

Yo.- Bien, diles que te vas al cine, mañana te desvirgare este precioso coño y ese culito.

Eva.- El culo? Me dolerá?

Yo.- Si, un poco. Pero una buena puta debe recibir por todos sus agujeros. Te gusto chupar polla no? Pues lo demás te encantara tranquila.

Eva.- bueno, soy tu puta no? Se supone que puedes hacerme lo que quieras no? Esa es la idea.

Yo.- Si, y te encanta

Eva.- Creo que si.

Yo.- Bien, ahora acércate a la pantalla del ordenador y di…

Se sonrojo.

Eva.- Me grabaste?

Yo.- Siempre lo hare, ahora haz lo que te dije.- y le di un azote en el culo.

Se acerco a la pantalla, al mover el ratón salio su cara a pantalla completa, todavía tenia algo de semen en los labios, me miro, se relamió y mirando la pantalla…

Eva.- Hola mama, acabo de aprender a chupar pollas y me han comido el coño como nunca te lo comió papi a ti, espero que dentro de poco estés tu con esa polla en tu coño, te quiero.

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Bueno, se agradecen comentarios de todo tipo, luckm@hotmail.es

Tb me gusta charlar con mis lectoras

skype luckmmm1000

 

Relato erótico: “MI DON: Ana – Sacando el graduado Cum Laude (26)” (POR SAULILLO77)

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cuñada portada3

Mi vida no podía ser mejor, habían pasado más de 8 meses desde la mudanza y unos 6 en los que Sin títuloAna y yo hacíamos vida normal de pareja, estaba subido en una nube constante de alegría, Ana era todo lo que podía haber soñado, o mejor aun, no ya es que fuera una preciosidad de mujer, que lo era, ni que su forma de ser era tan bella como ella, que lo era, ni tan siquiera era que me completara y me hiciera feliz, que lo hacia, incluso el hecho de que fuera una autentica tigresa en la cama que me costaba domar a fuerza de tenerla 3 horas siendo castigada por mi enorme polla, no, es que ahora encima empezaba a disfrutar, la etapa de aprendizaje y adaptación de Ana había acabado, por ahora, me había costado trabajo, dinero, tiempo y paciencia, pero logré convertir a una mujer sexualmente inexperta, tímida, avergonzada e incomoda con su cuerpo y con el acto en si del sexo, una mujer que le daba vergüenza que la vieran besándonos juntos en su día, ahora era una loba insaciable, un femme fatale que se entregaba a mi con devoción casi militar, que no solo tomaba partido y soportaba mi vehemencia, si no que cogía la iniciativa en el sexo, que me pedía y me exigía sacar lo mejor de mi para complacerla y, cogiendo la comparativa anterior, ahora se me subía encima para calentarnos con largas sesiones de besos y caricias en sitios públicos.

Todo ello, siendo genial formar a tu propia amante desde 0, no me hacia ni la mitad de feliz que el hecho de que fuera de aquello, dejando de lado el sexo, éramos la pareja ideal, visto desde fuera debíamos dar asco de lo bien que congeniábamos, juntos o separados, Ana seguía con su candidez e inocencia innata, pero ya era resabida, no solo conmigo, si no que se hizo de ciudad, aprendió, a veces de malas maneras, que el mundo es cruel y la gran ciudad una selva de cemento peligrosa para animales indefensos y confiados, no podía seguir siendo tan buena que parecía tonta, eso en una Universitaria de un pueblo de Granada, en Madrid, se paga caro.

Como ejemplo extenso, os diré que uno de los profesores se fijo en ella, Ana me hablaba de el, de lo bien que la trataba y de cómo la prestaba mas atención aludiendo a su inteligencia superior al resto, de las veces que la llamaba a su despacho o la hacia quedarse después de clases a charlar con ella, la forma en que Ana me lo contaba era tan dulce y amistosa que no le di importancia hasta que un día para darla una sorpresa fui a la Universidad antes de hora a buscarla, como tardaba en salir entre a preguntar por ella y la encontré charlando de pie con aquel profesor, me había enseñado fotos juntos y le reconocía, me acerqué tranquilo pensado que estarían hablando de cualquier cosa relativa a los estudios, pero según me iba acercando mi detector de problemas se encendió, no era por Ana, estaba sonriendo y charlando amigablemente de espaldas a las taquillas con unos libros abrazados en el pecho, jugueteando con mi gargantilla y cruzada de piernas. Era la pose de el, aparte de ser un hombre de unos 35 años, bastante apuesto, alto y bien arreglado, fueron las posturas las que me recordaron algo, estaba apoyado en las taquillas con el brazo ligeramente por encima de Ana, y con una mano en el bolsillo, la postura me sonaba, Eli me explico en su ida en mis entrenamientos con ella, que el lenguaje corporal del hombre es mil veces mas sencillo que el de la mujer, estaba oxidado, pero recordaba las lecciones, el lenguaje inconsciente del cuerpo, como Ana, al cruzarse de piernas indica que no esta dispuesta o que no le gusta o quiere lo que se le propone, con los libros como barrera natural y cogiendo nuestro amuleto de amor entre los dedos, no podía ser mas elocuente y contundente en su negativa, aun siendo inconsciente. Mientras que la pose de un hombre al acecho suele ser esa, pegarse lo mas posible y cubrirla o rodearla con los brazos para hacerla sentir segura, dejando que el torso se acerqué lo suficiente para dejar que la colonia haga su efecto, y la mano en el bolsillo del pantalón es una simple flecha, le indica donde mirar a su presa. Ese tío iba detrás de Ana, no necesitaba mas para saberlo, hasta llegó a apretarla de un brazo y quitarle un pelo del hombro, pero me quise cerciorar. Si estaba siendo cortés o solo estaba siendo amable, en cuanto me viera y me presentara, el tío me saludaría cordial sin mas, sin cambiar la pose, o sin sobresaltos, así que me acerqué despacio para que Ana me viera antes que el, justo cuando estaba llegando, la mirada de Ana se iluminó ante la sorpresa, obligando al profesor a mirarme sin cambiar la pose, al verme echó su cabeza algo hacia atrás, lo habitual cuando la gente veía mi corpulencia, pero sin variar la pose.

-ANA: ¡¡¡hola amor!!! ¿Que haces aquí? – no la di tiempo a que se moviera y la di un suave beso.

-YO: nada, quería darte una sorpresa, así te recojo y nos vamos a tomar algo.- el profesor dio un salto y se cuadró como un hombre del ejercito ante su general, su cuerpo se tensaba.

-ANA: ah, este el profesor del que te hable, Pablo, este es mi novio, Raúl.- la pobre era tan educada y buena que no se percató de lo que sucedía, lancé mi mano firme para saludarle y el respondió cortésmente con un fuerte apretón de manos saludado.

-PABLO: ah hola, encantado, me han hablado muy bien de ti.- me miró a los ojos y de la forma en que nos miramos los tíos, supo que me había dado cuenta. Apreté mi mano con fuerza como me gustaba hacer, pero esta vez era una demostración de fuerza animal para dejar claras las cosas, el era alto, pero yo más.

-YO: pues no se quien – hice la broma pera destentar la situación un poco, o para que no se notara tanto, mientras rodeaba a Ana con mi brazo, rieron, Ana de broma, conociéndome, el siguiendo la farsa que los 2 sabíamos que era.

-ANA: pues nada, Pablo, mañana hablamos de lo del fin de semana.

-PABLO: esto…si claro, piénsalo, puede ser importante para ti.- por fin solté su mano, y sin mirar a Ana se despidió saliendo casi huyendo de allí, Ana se me abrazó y me dio otro tierno beso, pero notó que mi mirada se clavó en la espalda de aquel hombre.

-ANA: ¿que te pasa?

-YO: nada, es solo que……… bah da igual, ¿vamos?

-ANA: vale- sonrió de nuevo con su inocencia intacta y se agarró de mi brazo, casi presumiendo de compañía por el pasillo hasta la salida.

Como ya apretaba el calor, y la gasolina esta cara, fui con la scooter, y nos llevé a un parque con una heladería que a ella le encantaba, para echar allí unas horas tirados en el césped, quería ser como siempre, pero si cuando soy feliz me gusta extrapolarlo físicamente, cuando algo me preocupa se me nota en la cara.

-ANA: amor, ¿que te pasa? estas muy raro.

-YO: nada, es solo que……….me he fijado en algo y no me ha gustado.- se quedó petrificada, era la 1º vez que me veía así, y que la comentaba algo que no me había gustado, si, de forma casi imposible, la relación había sido así de idílica.

-ANA: dime.

-YO: veras, no quiero que pienses mal ni nada, pero ese profesor, Pablo, me parece que te tiene enfilada.- se quedó tan quieta como estaba.

-ANA: ¿Pablo?, que va hombre, ¿como piensas eso?

-YO: por como os he visto en el pasillo, mas bien como le he visto a el.

-ANA: no seas bobo, es solo un profesor que le caigo bien.- mi cara era tal que se percató de que iba en serio, se sentó mas cerca de mi, me agarró la cara y me hizo mirarla a los ojos.- me crees ¿verdad?, yo no te haría eso- la sujeté una mano suavizando mi mirada

-YO: no es por ti peque, pero eres demasiado buena, su pose y como se ha puesto al verme y decirle que era tu novio, ese tío va detrás de ti.

-ANA: pero no te pongas celoso, es solo que se ha sorprendido al verte, si es que eres muy grande jajaja solo me deja ayudarle con trabajos y exposiciones- quería rebajar la tensión con su dulzura, me dio un beso tierno que no respondí.

-YO: no son celos…..o si, pero no son imaginaciones mías- esta vez fui yo quien la sujetó la barbilla para mirarla a los ojos firmemente- sabes que te quiero, y que no haría nada en tu perjuicio, no es que quiera que no estés cerca de el y por eso quiera estropear tu posición en la Universidad, hasta ahora no me ha importado, ya lo sabes, pero hazme caso, en cuanto le he visto, lo he sabido, créeme, soy tío y sabes que tengo mas en la cabeza que pájaros, se de lo que hablo.

-ANA: esta bien, te creo, pero aunque fuera cierto, no pasara nada, yo te quiero a ti, confía en mi.

-YO: lo hago, de quien no me fío es de Pablo, veras, ¿que es eso del fin de semana?- me miró riendo ansiosa por contarmelo, pero luego dándose cuenta de algo.

-ANA: bueno, en principio……… me pidió que le ayudara con una tesis que estaba haciendo, y como la quiere acabar antes de los exámenes, me pidió que le ayudara este fin de semana.- sus ojos y gestos denotaban cierta tristeza, se había dado cuenta de algo gracias a mis palabras, pero no lo quería admitir.

-YO: y déjame adivinar, será en su casa………- Ana asintió echándose las manos a la cara.

-ANA: si, de hecho me quiere invitar a cenar y asi trabajar hasta tarde, dios, ¿no creerás que………? no, no me lo creo.

-YO: mira, ni tu ni yo somos tontos, el tío lleva semanas trabajándote hasta que te ha convencido que te necesita, y quiere que le ayudes por que sin ti no puede acavar una tesis quedando en su casa, para quedarte a cenar y trabajar hasta tarde……….es de guión de película de serie b.

-ANA: joder, pero no puede ser, me ha enseñado su trabajo, le he ayudado, me ha hecho caso en mis ideas, es demasiado elaborado como para que sea una trampa.

-YO: no lo se, tu eres mas inteligente que yo, quizá lo tenga preparado o quizá sean imaginaciones mías, no lo se, solo quiero que sepas que ese tío me da mala espina, si alguien es capaz de reconocer a un cazador, es otro cazador.

-ANA: ¿y que hago?, he trabajado duro en su tesis, si sale a la luz me ha dicho que la publicara con mi nombre como junto al suyo, es una buena oportunidad de hacerme un nombre.

-YO: por eso no quiero que pierdas la oportunidad, pero ese tal Pablo se quiere meter entre tus piernas, y no me gusta.

La tardé paso algo mas animada, ahora que estaba hablado, olvidé un poco el tema con la promesa de que Ana tendría cuidado y preguntaría por ahí sobre Pablo.(Aquí hago un inciso, es lo mas difícil del mundo, pero en estos momentos aprendí, aunque no asimilé, la base de una relaciono sana entre pareja, los hombres se hartan de decir que las mujeres son complicadas y no las entendemos, las mujeres que somos simples y brutos, en el fondo, lo que pasa es que no se habla, se quiere que el otro adiviné lo que quieres, y eso es un fallo de base, una mujer se enfada contigo y no sabes por que, al preguntarle solo estas afirmando que no has entendido la ofensa y en vez de tratar de averiguarlo por ti mismo y solucionarlo, demostrando que la importas, vas y se lo preguntas como un tonto, eso las cabrea aun mas, o el cambio, un hombre quiere algo y lo dice o hace sin mas, dando por sentado que a ella también le gustará sin preguntar, cosas así. La confianza puede ser muy traicionera en una pareja, no siempre vas a saber que quiere el otro si no lo preguntas y no siempre van a darte justo lo que necesitas sin decirlo, por lo tanto solo queda hablar del tema, entender y ponerte en los pies del otro, pero sin adivinaciones, eso es imposible y jugártela siempre a que conoces a alguien mejor que ella misma, en este caso me viene a la cabeza por que Ana quería seguir con su tesis pese a mis insinuaciones, y yo no quería que ella siguiera pese a saber que era lo que ella quería, solo dios sabe que hubiera pasado si no lo hablamos.)

Los días pasaron y Ana me comentó que Pablo tenia cierta fama en la Universidad, las nuevas amigas y Alicia la ayudaron a descubrir que varias alumnas con el paso de los años habían tenido sus líos con el, o eso se rumoreaba, llegaron a contactar con una mujer ya de unos 24 años que les dijo que le había denunciado por acoso e intento de violación, pero que al final entre el juez y la Universidad enterraron aquello como un malentendido. Ana se mostraba retraída, no quería comentármelo, pero no tenia mas remedio, estaba empezando a preocuparse, y yo ni os quiero contar, no se lo ordené por que no podía, pero le dejé claro que ni loco la iba a dejar meterse en la casa de aquel tipo, ella le exculpaba diciendo que solo eran rumores, que otros profesores los tenían igual y que no me preocupara tanto, pero veía como sus ojos no estaban tan convencidos, la pobre estaba tan ilusionada con aquella tesis y con las promesas de recomendaciones y grandes trabajos que le podían suponer en un futuro, que no quería ver nada mas. Llegó el viernes y la fui a recoger, quería hablar con ella, al salir me vio y se acercó segura pero preocupada, no se le notaba pero iba vestida de la forma menos sexi que podía, con unos pantalones anchos, un blusa de lana gorda que el cubría desde el cuello hasta las piernas, y unas botas planas, no era su forma de vestir habitual, no quería provocar nada.

-YO: hola amor, ¿como vas?- me abrazó y me besó saludándome, me di cuenta de que ni olía a coco, su cuerpo, su pelo, todo, estaba casi estudiado para no generar reacción sexual alguna.

-ANA: bien, preparada para esa tesis jejeje, tengo 1 hora para comer, quiere tenerlo todo preparado en casa para cuando llegue, ¿que haces por aquí?, ya te dije que iría en bus a casa de Pablo.

-YO. Por que ni loco te voy a dejar ir sola, te llevó.- me dedico una de sus amplias sonrisas y me besó de nuevo.

Creyendo que era un gesto de aceptación y de confianza hacia ella, y lo era, no quería estropear una oportunidad única ni que pensara que no confiaba en ella, pero mi 1º objetivo era saber donde vivía ese tío, me dio una dirección y allí fuimos, aparqué en la calle comiendo algo en un bar cercano, y me quedé charlando con Ana antes de que subiera, la regalé un bolígrafo y todo para que lo tuviera a mano.

-ANA: eres un sol, gracias por entenderme.

-YO: confío en ti, eso es todo, ¿cuando acabareis? Así te llevo a casa- me besó de nuevo feliz como una princesa.

-ANA: pues puedes pasar a recogerme luego, ¿te llamo para que vengas? Es que no se a que hora será, lo mismo me vuelvo en bus.

-YO: tranquila, no hará falta, me voy a quedar aquí.- me miró sorprendida.

-ANA: pero que dices bobo, si son las 4 de la tarde, lo mismo salgo a la 1 o 2 de la mañana.

-YO: pues las voy a pasar aquí.- mis palabras no eran sugerencias ni ideas, eran aclaraciones.

-ANA: que no va a pasar nada……….- ni la dejé terminar.

-YO: exacto, ya me encargaré yo de que no pase nada, tu dime el piso, subes y trabajas, de vez en cuando me mandas un mensaje diciéndome que todo va bien y listo, cuando acabes te llevo a casa.

-ANA: pero no vas a estar aquí 5, 6 o 10 horas sin que al final pase nada.

-YO: lo que no va a ocurrir es que pase algo y no este aquí, si se le ocurre cualquier cosa, te vas, te disculpas por que te encuentras mal y sales de allí.

-ANA: vale, es el piso 5º B, pero me da cosa que te quedes aquí solo….- ponía sus morritos de cría de 6 años.

-YO: por mi no te preocupes, así que ve subiendo y dale recuerdos de mi parte.- trató de convencerme, pero no había argumento posible.

La di la vuelta y la di un azote para que fuera andando, su mirada era de pesadumbre por mi, por que estaba convencida de que iba a ser una perdida de tiempo que estuviera allí, hasta yo pensé que podía serlo, pero era demasiado lo que me jugaba si acertaba, valía la pena estar el resto de mi vida en esa calle, solo para asegurarme que Ana estaba bien. La 1º hora paso sin noticias, luego Ana me mandó un mensaje tranquilizador, estaban trabajando en la tesis, muy ilusionada, con caritas sonrientes y de mas, al igual que las siguientes 3 horas, de vez en cuando me mandaba un mensaje de las mismas características, pidiéndome que me fuera a casa a descansar, empecé a pensar que me había equivocado con aquel tío, ¿estaba oxidado o serian celos quizá?, pero estaba firme en mi posición, aunque no pasara nada, iba a estar allí, prefería quedar como un autentico imbécil tarado antes de que pasara nada. Por suerte, o pura estadística, había una tienda de chinos, de alimentación, refrescos y patatas, cosas así, de vez en cuando iba al bar a mear y charlaba con alguien por teléfono sentado en el bordillo de la acera. Se fue acercando la hora de cenar, y pasaron unas 2 horas sin noticias, al final me mandó un mensaje, diciendo que estaban muy concentrados y que Pablo estaba encantado con ella, que la tesis se escribía sola y que iban a tomarse un descanso para cenar, iban a pedir pizza, eso me dio una idea, esperé a que llegara el repartidor y al abrir la puerta me colé en el portal, con un papel de propaganda, que doblé 5 veces, lo puse en el marco de la puerta en la cerradura, de forma que la puerta no se cerraba del todo, era un ligero truco que me enseñó mi padre, me sentía como un espía y repasaba en mi cabeza cada escenario posible, imaginando peleas al estilo asiático y todo, mi imaginación y el aburrimiento durante horas hacia su mundo aparte, y ahora me sentía mas seguro sabiendo que tenia acceso a la casa, Pablo sabia donde vivía, pero no subí, me salí a seguir trasteando con un brick pequeño de batido de chocolate vacío, que se había convertido en mi mejor amigo en la espera.

Al poco, Ana me mandaba mensajes muy seguidos, paso de picarme por lo rica que estaba al pizza, pasando por decir que Pablo no paraba de llenarla la copa de vino, y de beber, hasta que me tensó con un mensaje diciendo que estaba empezando a ponerse nerviosa por que Pablo le quería quitar el móvil y estaba muy sobón con la bebida. Estaba nervioso, dando vueltas en la calle, mandándola mensajes sobre si estaba bien o que ocurría, pero no contestaba, eso era lo peor que podía pasarme, estuve a nada varias veces de subir pero podía meter la pata, por fin recibí un mensaje de Ana, “sube0”, no hacia falta mas para ponerme a correr, sumándole, Ana era impecable a la hora de escribir, incluso en los mensajes, ese 0 mal puesto, la 1º sin mayúsculas y que no terminara con un punto……….. no había tenido tiempo y calma para escribirlo. Os podéis imaginar mi reacción, avasallé el portal con el hombro sabiendo del papel de la cerradura, y estoy seguro de que aunque hubiera estado cerrada no me hubiera detenido, el golpe que dio contra la pared fue bestial, ni miré el ascensor, subí por las escaleras de 4 en 4, acelerando el ritmo al oír y ver algo de jaleo por encima de mi, pasado por el 3º reconocí la voz de Ana pidiendo que la soltara, el ultimo piso lo subí casi sin tocar las escaleras, dispuesto a echar la puerta abajo, me hubiera dado igual que fuera reforzada o blindada, hubiera hecho un agujero en la pared a cabezazos, por suerte antes de llegar vi a Ana en el rellano con la puerta del piso abierta, tratando de soltarse de Pablo que la tenia agarrada de un brazo.

-ANA: ¡¡suéltame Pablo, por favor!! ¡¡Me tengo que ir!!.

-PABLO: no seas así, lo siento, no quería ofenderte, no te vayas enfadada, pasa y………..- no le di tiempo a mas, me vio de refilón y su mirada al verme subir los últimos 5 escalones de un salto fue de horror, aquella mole iba a por el, y lo sabia, soltó a Ana pero no evitó que mi puño en caída le reventara la cara con tal fuerza por mi inercia e ira, que se estampó contra la pared , haciéndole rebotar, cayendo de espaldas en el marco de la puerta abierta de su casa.

-YO: ¡¡¡que haces maldito carbón!!!- me fui a por el en el suelo, le agarré de la camiseta dispuesto a matarlo, pero me pararon varias cosas.

La 1º fue mi educación en artes marciales, pegar a un tío en el suelo era de cobardes, la 2º era que Pablo estaba inconsciente ya, sangrando por una brecha en la ceja, la 3º fue que Ana me sujetó del brazo tirando de mi, todo ello, y quizá algo de conciencia me llevó a rebajar mi enfado poco a poco, aquel mierda no sabia la suerte que tenia de haberse desmayado a la primera, de hecho creo que, ahora, visto con el tiempo, el que tuve suerte fui yo, si no, lo mismo os estaría escribiendo esto desde la cárcel, si me llega a responder mal o a intentar devolver algún golpe no se que hubiera pasado.

-ANA: ya esta, déjalo, vámonos – la pobre sollozaba, queriendo contenerme, mas asustada y nerviosa de lo que parecia. Tragué saliba y con ella recuperé mi cordura.

-YO: ¿tienes tus cosas?

-ANA: si, todo, vámonos.- imploraba.

-YO: ¿y el bolígrafo que te he dado?

-ANA: esta dentro, déjalo, da igual, vámonos por favor.- solté el cuerpo semi inerte de Pablo, sujeté a Ana por los brazos acariciando su pelo, dejándola ver que ya habia pasado, que ya no era un volcán a punto de estallar, tranquilizándola.

-YO: entra y cógelo.- asintió secándose unas lágrimas que me dolían en el alma.

Me quedé mirando como Pablo volvía un poco en si, debatiéndome, entre querer rematarlo y alegrarme por que se movía y no lo había matado, Ana salió del piso enseñándome el bolígrafo y cogiéndome de la mano tiró de mi para bajar las escaleras, al llegar abajo, a la calle, quiso salir corriendo de allí, pero la abracé y la dejé que se tranquilizara, rompió a llorar desgarrándome por dentro, pero poco a poco mis fuertes latidos y mi respiración se calmaron, y su cabeza pegada a mi pecho fue asimilando y copiando aquello, hasta que normalizó y dejó de llorar.

-ANA: vámonos, por dios, no quiero seguir aquí, soy estúpida y tonta, soy una imbécil, mira que me lo dijiste, pero no, tengo que ser la tonta que todo se lo cree.

-YO: tranquila, no pasa nada, no has hecho nada malo, la culpa es de el, no tuya.

-ANA: no, es mía, no tenia que haberle creído, me lo dijiste.

-YO: tu tranquila, deja que me ocupe de todo, tu solo respira y sigue mi ritmo, respira profundo y suelta el aire, venga, conmigo, 1 y 2, 1 y 2- se fue calmando poco a poco, cuando se estabilizó, cogí el móvil, y llame a la policía.

-ANA: ¿que haces?

-YO: voy a denunciar y hacer que arresten a ese desgraciado.- casi echa a llorar de nuevo.

-ANA: no por dios, no hagas eso, se enteraran en la Universidad.

-YO: Ana, ese tío ha intentado forzarte o acostarse contigo, es tu profesor y no puede hacer eso, a saber con cuantas lo ha intentado ya, no volverá a pasar.- intentó convencerme pero de nuevo, no había opciones.

Hablé con la policía, era necesario, tenían que ser así, la 1º versión es la que cuenta y no dejaría que fuera la de el o la de algún vecino diciendo que yo agredí antes, al llegar, les explicamos lo ocurrido a la policía, nos tomaron declaración y subieron a buscar a Pablo, tuvieron que llamar a una ambulancia, seguía en el rellano sangrando, arrastrándose desorientado, paso 1 hora hasta que pudieron hablar con el después de que los médicos le atendieran y le bajaran a la ambulancia, le tuvieron que dar 9 puntos en la ceja, tenia una ligera contusión en el pómulo y un golpe en la cabeza del rebote en la pared, no se que les dijo pero volvieron, diciendo que me acusaba de haberle agredido sin motivo por celos, era su palabra contra la nuestra y el era un profesor reputado y nosotros 2 críos, casi me acusaban y me querían llevar a interrogar a comisaria. Pero era perro viejo, tenia 19 años pero no era ningún tonto, le pedí a Ana el bolígrafo, sollozaba viendo que podía salir mal todo aquello para nosotros, me lo dio, lo abrí y saque de dentro una grabadora espía, lo había comprado hacia unos días, con mas de 12 horas de grabación, lo activé antes de dárselo a Ana para que subiera, era la leche, solo si lo girabas de cierta manera se descubría y hacia copia automática en un pc que enlazaras, hasta escribía de verdad. Rebobiné unos minutos, y se lo puse a la policía, que lo escuchó durante media hora, delante de nosotros, Ana me miró entre sorprendida, agradecida y furiosa. Se oía perfectamente como Pablo iba pasándose y Ana le rechazaba, queriendo volver al trabajo, pero Pablo insistía pese a que Ana le decía que tenía novio y que dejara de tontear, en un momento, el vino de la comida entró en acción, Pablo la decía que le daba igual y que si estaba allí era por que era una golfa, afectado por el alcohol, decía que sabia que Ana en realidad quería liarse con el, que no podía ser tan tonta de creer que la tesis era real, era un copia pega de sus alumnos del año pasado, que un gran profesor como el no necesitaría la ayuda de una niñata de 1º año tan guapa como ella, Ana comenzó a llorar en mis brazos, rememorando aquello. Se oyó en la cinta como se echaba encima de Ana y esta le daba un bofetón queriendo salir de la casa, oyéndose como forcejeaban, con Ana gritando mi nombre con miedo, oír el proceso y los gimoteos de Ana, que me abrazaba fuerte, me iba cabreando mas, cuando le vi que salía de la ambulancia, sonriente charlando con un medico, me fui a por el de cabeza, dispuesto a matarlo sin piedad esta vez, me tuvieron que parar, a duras penas, entre 4 policías, ni ver como arrestaban a Pablo me tranquilizó, no le gritaba, no hacia movimientos bruscos, no amenazaba, solo le miraba a la cara con odio puro, no era un numero, quería su puta cabeza para desayunar, y la cara de Pablo demostraba que lo sabia. Solo ver a Ana pidiéndome calma entre tanto policía, tapada con una manta, con su cara abrumada y sus dulces ojos llenos de tristeza, me devolvió a mi ser, de nuevo me vi como en el ascensor en la mudanza, siendo la bestia que solo ella podía calmar.

Al final, nos fuimos a casa, le pedí a Alicia que cuidara de Ana unos días, para alejarla de todo aquello, estaba tan tensa y asustada que no pude ni tocarla en 1 semana, mientras que con el Padre de Teo, que era abogado, nos ayudó a tramitar la denuncia, quisimos ir a juicio, montar un escándalo que saliera en las noticias, pero de nuevo la Universidad medio con el juez, no se llegó a juicio, logramos que echaran a Pablo, o como lo llamaron “rescisión de contrato de mutuo acuerdo”, ocultando a la luz publica todo, incluyendo que lo inhabilitaron para la enseñanza, quedó con antecedentes de por vida y unas horas de trabajos sociales, ¿justicia?, eso fue una broma, justicia hubiera sido que me dejaran a solas con el 5 minutos en una habitación sin ventanas. A mi pobre ángel, Ana, le gustó más esa resolución, pese a los rumores, una vez mas, todo quedó en eso y así Ana pudo seguir con su vida en la Universidad sin verse señalada.

Se que no tiene nada que ver con un relato erótico, pero es una experiencia vital para entender el cambio de mentalidad de Ana, mas que un ejemplo, fue la lanzadera del cambio en algunas cosas del carácter de Ana, desde ese día se volvió mas espabilada y lista, era infinitamente mas inteligente que yo, pero se dio cuenta de que en la escuela de la calle, yo la sacaba mucha ventaja, una cosa es ser listo y otra inteligente, y ella aprendió a ser ambas cosas, seguía siendo dulce y cariñosa, pero ese punto de candidez que rozaba la estupidez, desapareció, no se lo podía permitir en una gran ciudad siendo tan bella. Ahora toreaba a los tíos que la entraban, se percató de que muchos de sus nuevos amigos iban detrás de ella, incluso mal metiendo contra mi, yo la daba algunas indicaciones básicas, ahora le parecía increíble no darse cuenta de determinados roces o conversaciones con ellos, somos hombres, se nos nota rápido cuando una mujer nos atrae, sobretodo si esta ya no piensa que todos los tíos somos así de buenos y amables sin esperar nada a cambio. La transformación real fue con sus nuevas amigas, había hecho muchas, pero a la hora de la verdad, cuando surgió lo de Pablo, muchas le dieron la espalda, o hasta se pusieron en su contra con los rumores, Ana se podía convertir en una abeja reina, tenia el físico y la inteligencia para ello, y el resto de abejas no lo podían permitir, se tuvo que hacer mas fuerte, mas contundente en sus respuestas, o al menos ahora las respondía. O de otras muchas que la metían en el grupo de turno solo para usarla de mascota social, ese enjambre que es una Universidad, lleno de chavales que se creen el centro del mundo. A mis ojos ese cambio fue bueno, ahora era capaz de defenderse sola en la cruda realidad, te puede gustar ser el caballero blanco de una dama en apuros, pero tener a tu lado a una mujer fuerte y segura no tiene comparación. Su grupo de amigos se redujo bastante, pero eran de verdad.

Empecemos con el sexo.

Según fue pasando el final del curso, Ana y yo nos volvimos unos amantes de 1º nivel, verla vestida de primavera y verano era un provocación constante, faldas, mini faldas, shorts, blusas vaporosas, tirantes de top ceñido, hombros o espalda o vientre, al aire, o todo a la vez. Siendo de Granada no lo pasaba tan mal con el calor que iba ganando terreno al frío, y se fue haciendo a la moda de Madrid, esa tan bella en que cuanto mas enseñes, sin parecer una puta barata, mas mona vas. Eso provocaba que salir con ella fuera un tormento, podía estar 2 horas follándomela sin parar a gran velocidad, ducharnos, salir a pasear y de ver como iba vestida, las caricias y los roces, ir empalmado toda la puta tarde, llegar a casa y volver a tirármela sin compasión alguna, ya apenas jugaba con la pobre Lara, que se vio obligada a pendonear con varios tíos y desistir de mi, no tenia tiempo material para ella, pero no le resultaba difícil con aquellas tetas que ahora sabia aprovechar tan bien, incluso creo que se lió con Manu, el otro compañero de piso, pero era tan reservado en sus cosas que no lo tengo claro.

Eso si, podría pasarme 1, 2 o 3 capítulos contando como Ana evolucionó hasta convertirse en mi nueva Leona, fue mejorando a pasos agigantados, el ritual era el mismo casi siempre, sexo oral hasta que me corriera y se tragara mi semen, eso era inamovible, a veces yo le correspondía con masturbaciones o comidas de coño, a la vez o posteriormente, pero en cuanto sentía mi simiente en su garganta, pasaba a montarme, la dejaba llevar las riendas hasta que no aguantaba mas, y cada vez era antes, ella disfrutaba al ver como su forma de moverse me excitaba tanto como para no poder sujetarme mas, tomando el mando, allí ella ya no solo soportaba, respondía a mis acometidas como bien podía, y cada vez era mas tiempo. Sus caderas se movían sin parar, no solo recibía, actuaba en consecuencia, daba igual cuantas veces se corriera y cuantas veces me bañara, gritaba alguna obscenidad y seguía pidiendo mas. Probábamos todas las posturas posibles, tumbados, de pie, sentados o en el suelo, la que mas me gustaba era dejándola contra la pared colgada en el aire por mis brazos y amartillarla de cara, mientras me rodeaba con los las piernas, hasta que me corría por 2º vez, normalmente era mas o menos hora y media, dependiendo de cómo Ana reaccionara o se comportara. Si ya estabamos satisfechos, parábamos allí, pero Ana quería mas, con el paso de las semanas su capacidad aumentaba, y yo no podía negarme, de vez en cuando pedía un 3º round, ya se encargaba ella de ponérmela dura de nuevo, entonces era cuando sus ojos brillaban de lujuria, se tumbaba de lado, como cuando dormíamos, me colocaba detrás y le penetraba lentamente desde esa poción, agarrándola fuertemente, y masacrándola lo mejor que sabia, era en este punto en el que ella, poseída por el ritmo frenético de mi falo en su coño incidiendo directamente en su punto G, abriéndola por la mitad, me pedía que sacara a la bestia, la había hablado de ella, y de Zeus pero el no importaba, estaba bien oculto, solo la bestia, clamaba entre gritos y gimoteos que la llamara, y aunque me daba miedo, si quería seguir “entrenándola”, debía acudir a ella, sus ansias por avanzar, y las mías de comprobar hasta donde podíamos llegar, me exigían invocarla.

Con sus nuevas habilidades disfrutamos del inicio del verano y del fin de la Universidad, Ana había sacado la 3º mejor nota de su promoción, le costó dejarme de lado las ultimas semanas por los exámenes, lo celebramos sin salir de la habitación durante una semana, me la había pedido de vacaciones en el trabajo para salir de Madrid con ella e ir a la playa o algo, pero fue acabar las clases, llegar a casa y le dieron por el culo a todo, disfrutamos como gorrinos en barro cada segundo de esa semana, hicimos lo que nos dio la gana el uno con el otro, apenas salimos a beber o comer algo, algunas horas nos quedamos tumbados de cara mirándonos sonriendo, sin tocarnos ni hablar, solo gozando del momento, o que pasáramos 10 horas durmiendo, descansando sin mas, para luego volver a follar durante horas. En uno de esos días, no recuerdo muy bien cual la verdad, nos pasamos de la raya, normalmente cuando Ana pedía el 3º round, eso la mataba durante al menos una hora, no podía ni moverse entre espasmos y temblores, pero esa semana fue un curso acelerado, y ese día según terminamos la 3º ronda, fue Ana la que me saco el semen a mi, y no yo matándola, sus caderas fueron las que hicieron la fuerza, no se si estaba cansado o que ella había mejorado tanto que podía hacerlo, pero cuando eyaculé, ella quedó a medias de su ronda de orgasmos, masturbándose de forma desenfrenada en pleno acto por que no podía seguir percudiendo, se volvía grosera en ese estado de excitación.

-ANA: no me vas a dejar así, ¿no?

-YO: joder Ana, no puedo mas, me acabo de correr, dame un rato.

-ANA: carbón, yo estoy caliente ahora.

-YO: anda, ponte encima y te como tu precioso coño.

-ANA: no, quiero que me folles, esto no se me pasa con unos lengüetazos, necesito tu polla partiéndome por dentro.- se giró echándoseme encima masturbándome mientras su boca se mezclaba con la mía y su lengua, ahora experta, me hacia repasar su cuerpo ardiente con mis manos.

-YO: ya seria la 4º seguida, no puedo mas.- mi cuerpo me traicionaba, mi verga se ponía dura de nuevo ante sus caricias.

-ANA: si puedes, si ……ya sabes…traes a tu amigo.

-YO: ¿quien?, ¿Zeus y la bestia?- sonrió juguetona asintiendo mientras mordisqueaba mi mentón- no, no puedo, no contigo, no hasta que sepa que estas preparada.

-ANA: ¿y que mas preparada puedo estar? Estoy encima tuya, ardiente de deseo, poniéndotela dura y pidiéndote que me abras el coño por 3 vez y saques al animal que se que llevas meses enjaulando, no es un calentón, estoy preparada.- su mirada era segura, pero mi pánico, al conocerme, era mayor.

-YO: no lo se, quizá sea así, pero una cosa es que ahora puedas y otra que cuando empiece seas capaz de acabarlo, si los saco de su agujero no pararé, te quiero con locura, pero aunque te vea llorando y gritando que pare, aunque te desvanezcas, Zeus no tiene compasión, y seria la 4º corrida, puedo estar casi 2 horas con la bestia, o al menos podía antes, no eres capaz de aguantar eso.- mis palabras mas que argumentos en contra, lo eran a favor, de hecho Ana ya se había empalado con mi barra candente que estaba ya a reventar, y me estaba follando casi sin mi permiso.

-ANA: solo hay una forma de saberlo- sus giros de caderas me estaban llevando al cielo, con su larga cabellera húmeda del sudor cayendo por uno de sus hombros.- quizá conmigo si seas capaz de pararte.

-YO: no, para, no con Zeus, no hay piedad.

-ANA: ¿y si solo sacas a la bestia, y no a Zeus?- me asombraba, no tanto ya, que su conversación fuera tan lógica teniendo en cuenta que se estaba follando una polla enorme tan tranquilamente.

Pero sus palabras me abrieron los ojos, siempre que había sacado a la bestia, fue por que Zeus lo demandaba, estaba en plena vorágine depravaba por aquel entonces, y encerrando a Zeus, pensé que la bestia se iba con el, pero nunca me había planteado, ¿y si Raúl, y no Zeus, era quien la traía? ¿Podía acaso? ¿Solo era una 7º velocidad que cualquiera podía meter? ¿o solo la arrogancia y violencia de Zeus podía elevarme hasta ese nivel?, eran dudas importantes, por que Ana ya se estaba corriendo sobre mi, pero seguía siendo empalada de forma criminal por ella misma y llegaba al punto de tomar yo el control y si eso pasaba sin tenerlo claro, podía arruinar todo lo trabajado con Ana.

-YO: esta bien, pero júrame que no cambiará nada si no soy capaz de parar.

-ANA: te lo juro, pero destrózame de una vez, carbón de mierda.- se recostó sobre mí besándome de forma ofensiva, casi provocándome con sus movimientos pélvicos, era una acusación a mi hombría.

Fue como activar un motor a reacción, agarré de sus nalgas separándolas bien y fijándola en la posición, planté los pies con firmeza y comencé a ser yo quien la penetraba, lentamente, sacándola entera y metiéndola de nuevo, cada vez era mas rápido, poco a poco volvió a un estado de excitación que la provocó algún orgasmo leve, la espera la estaba matando mas que si hubiera empezado de golpe, pero no tardó en notar la diferencia a los 5 minutos. Ya no era fácil verla con los ojos abiertos por sorpresa, estaba muy bien acostumbrada ya a mi polla y mis ritmos rápidos, pero irregulares, ahora estaba siendo la bestia, claramente, o volviendo a serla. Como os dije, la bestia no es nada misterioso, no es que ahora se la metiera mas, no era posible, ni que la abriera mas el coño, otro imposible , era el ritmo, ese que pones cuando te pones a 100 con tu pareja, que algunos aguantan 1, 2 o 5 minutos, yo ya iba por 10, a esa velocidad no aprecias los matices, solo veía a Ana moverse incomoda, buscando apoyos en mi pecho, la cama o la pared, sin encontrar consuelo, con orgasmos intensos cada minuto que terminaban en fuente, normalmente ella cuando se venia de esa forma, salía de mi y cuando se le pasaba se volvía a meter mi polla, pero la bestia no daba esa opción, seguí masacrándola hasta que sus ojos se pusieron en blanco y se desvaneció encima mía a los 15 minutos de haber comenzado con la bestia en serio, solo balbuceaba algunas palabras sueltas mientras movía los brazos de forma incoherente, tenia que parar aquello, el problema es que no era capaz, mi mente lo pedía, exigía y ordenaba, pero mi pelvis iba en automático. Tardé como 1 minuto mas en pausar un poco, el tsunami de sensaciones al recobrar a aquel animal salvaje e indómito, me obligaba a seguir, pero no hay mayor fuerza que el amor, fugazmente se me paso por la cabeza la imagen de Madamme, aquella diosa de las calles experta en pollas grandes en sus mejores épocas de puta de lujo, que apenas probó 30 minutos de aquello, y se convirtió en mi esclava particular, Ana en 15 minutos ya estaba ida y si seguía podía ocurrir lo mismo, y no lo queria. Así que la saqué de Ana en uno de los gestos, haciendo brotar un manantial del interior, semen, fluidos y hasta puede que orina, soltó varios chorros largos, y alguno mas corto hasta que su cadera dejo de palpitar, mientras mi polla seguía moviéndose masturbándose con los muslos de Ana, tenia que correrme o corría serio peligro de volver a penetrarla, todo mi ser me lo exigía, pero apretando mi polla entre sus nalgas haciendo presión con mis manos me hice una paja follándome la raja de su trasero, no era la bestia pero si con un ritmo que me saco la 4º corrida a los 10 minutos, en los que Ana había vuelto un poco en si y hasta me besaba. Me vine de tal forma que los chorros de semen salían despedidos al aire y cían en las nalgas y los riñones de ella.

Yo sonreía de forma tonta, había ganado la batalla a la bestia, a duras penas, si, pero había logrado no seguir matando el cuerpo inerte de Ana, Zeus lo hubiera hecho, y ahora estaría de camino al 5º, y el muy animal seguramente aprovechando su inconsciencia la estrenaría el ano ahora que no podía negarse. Pero yo no, y pese a ser difícil había demostrado que podía con ella. Ana estaba recuperándose sin poder levantarse de mi pecho, al soltarla las nalgas y dejar su cuerpo suelto es cuando aprecié que temblaba como una hoja, pero reía y jugaba con mi barbilla, y se agarraba de forma casi hipnótica la gargantilla que le regalé, como si fuera una cadena que le ataba a la realidad, seguía siendo ella, me tranquilizó, la desmonté suavemente dejándola tumbada de cara a mi, durante un rato, hasta que su cuerpo dejo de temblar.

-YO: ¿estas bien?

-ANA: por 1º vez, me alegro de que lo preguntes, esta vez si me has sobrepasado, de verdad creía que estaba lista, pero no, esa puta bestia es imposible, me he perdido, no sabia donde estaba, si no llegas a parar me muero aquí mismo.

-YO: te lo dije, y apenas han sido 15 minutos.

-ANA: ¿tan poco? ¡¡¡Pero si me ha parecido una eternidad!!! Solo quería que parara, pero…. no deseaba que lo hicieras, jajajaja ha sido maravilloso, ¿y tu como te sientes?- me perturbó la pregunta, hasta ahora ninguna de mis amantes se había interesado por mi después de la bestia

-YO: no lo se, joder, me ha gustado volver a probar esa fuerza, pero casi te hago daño.

-ANA: no exageres, daño ninguno, solo me has sorprendido, creía que ya podía con todo, pero veo que no, aun me queda, pero de esta semana no pasa.

Se acurrucó a mi pecho y se durmió con una de sus grandes sonrisas, la abracé fuerte, casi sin creerme la suerte que tenia de tenerla a mi lado, me quise dormir pero mi cuerpo estaba demasiado acelerado, mi mente volaba y el tacto de la piel de Ana me estaba poniendo a tono de nuevo, no podía ser, no había con quién desfogarse, o eso creía. Ella cuando se ponía en mi pecho no lo notaba pero se giró semi inconsciente, y como solía, me agarraba la polla para metérsela entre las piernas y dormir así, solo que esta vez no se encontró con una gran polla en reposo si no con una erección colosal, se despertó de sopetón, mirando la polla agarrada.

-ANA: ¿pero como esta esto así otra vez?- estaba atónita.

-YO: lo siento, no puedo controlarlo, estoy muy acelerado, me has hecho revivir algo que esta fuera de mi control.- estaba avergonzado por 1º vez delante de ella.

-ANA: pues nada, habrá que volver a sacar al animalito, la verdad es que yo también estoy caliente como una perra- y sin más se llevó la polla a la boca empezado una mamada de la suyas.

No me lo podía creer, Ana estaba desatada, tanto o más que yo, apenas 1 hora después de irse de viaje astral por culpa de la bestia, ya pedía más, pero dejó de chupármela.

-ANA: dios, esto esta asqueroso, sabe a….no quiero ni saberlo, vamos a la ducha.- me guiño un ojo mientras se incorporaba, sabiendo que su cuerpo húmedo era demencial para mi.

La seguí hipnotizado por una gota de sudor que recorría su espalda hasta la corva de su cintura, encendí el agua y dejó la alcachofa arriba enganchada a la pared, comenzando ante mis ojos un sensual baño, no hacia falta, yo ya estaba metiéndome en la ducha colocándome detrás de ella, lo que aprovechó para ducharnos a los 2, llevó mis manos a sus senos y a su entre pierna, obligándome a repasar cada recoveco hasta dejarla limpia, lo que salía de su interior era un caudal de agua, semen y fluidos, antiguos y nuevos, con mi polla palpitado entre sus mulos. Mis caricias en su vientre no tardaron en ponerla a 100 y que levantando su cadera se metiera del tirón mi falo hasta el fondo, apoyándose en la pared e iniciando un movimiento de sube y baja cada vez mas rápido, no duro ni 5 minutos, estaba físicamente muy mal, pero aun así se saco sola un orgasmo delicioso.

-ANA: vuelve a sacar a la bestia, mátame de nuevo, y ahora no pares, aunque me muera, ¡¡¡no pares!!!

No hizo falta mas, la sujeté con firmeza y esta vez sin preámbulos arrasé, saqué a la bestia que aun anudaba por allí acechando, deseosa de acabar lo que no le habían dejado hacían un rato, y cuando vio la oportunidad, no perdono. Ana soportó bastante bien los 15 minutos que antes habían sido suficientes, a partir de ahí, volvía a buscar acomodo donde fuera, mis acometidas eran tan animales que la hicieron elevarse en el aire de puntillas, apoyó un pie en cada borde de la bañera y asegurándola con mis manos, se elevó dejándola totalmente abierta y siendo masacrada en el aire, sus orgasmos la hacían retorcerse y hacer sonar sus emanaciones contra el suelo de la bañera, fui recordando como sacar lo mejor de aquel ser que ahora me poseía y pegué un acelerón final aguantando mas de 20 minutos una sangría que rozaba la violación, pero ver su aguanté me prohibía bajar el ritmo, y aunque hubiera querido no estaba por hacerlo, hasta que se le resbaló un pie del borde de la bañera y se medio ladeó, la tenia bien sujeta por la cintura, abrazada desde atrás, y empalada, así que seguí arremetiendo, pero esa posición generaba mas fricción en su interior y se comenzó a quedar colgada de mi, levantaba los 2 piernas recogiéndolas o abriéndolas, buscando menos placer, pero sin encontrarlo, cuando parecía que aguantaba le venia otro orgasmo que la sacudía todo el cuerpo, al final se apoyó con lo pies en la pared de enfrente, haciendo fuerza con su espalda contra mi pecho, y teniendo cierta estabilidad se dejó machacar hasta que me corrí con ella ida casi en su totalidad, pero me vine como nunca con ella, bañándola con una rayo partiéndome la espalda y un volcán de sensaciones olvidadas, hasta llevé mi mano a su coño hirviendo y la masturbé con mis ultimas sacudidas para sacarla un orgasmo final que no pudo ni gritar, ni gemir, solo sentir.

Despacio, me fui sentando en la ducha, con ella bien agarrada, estaba como un títere aguantándose solo por mis brazos rodeando su cintura, sentándola entre mis peinas y abandonando su interior, la pobre estaba convulsionando, pero ahora de forma amplia, no eran tirones cortos, si no que sus piernas se abrían al máximo para cerrarse de golpe, mientras su pechos rebotaban de la respiración agitada y su cabeza luchaba por levantarse de mi hombro derecho. Quise hablar con Ana, pero no respondía, solo gemía, o gruñía más bien. Con cuidado de no tener otra erección, la duché, y poniéndole una camiseta mía vieja y unas bragas, la deje en la cama durmiendo, me di una ducha rápida yo solo. Por algún motivo el miedo a haber destrozado a Ana hasta hacerla un juguete roto, mi mayor temor, no estaba presente, me había dado motivos suficientes para confiar en ella y en que eso no pasaría. Salí a beber algo, estaba tan seco que lo hice en bolas sin saber muy bien que hora era o si había alguien en casa, y al hacerlo me encontré a Lara desnuda, apoyada en la pared acariciándose con un dedo en el coño, mirándome a la cara, y luego a mi polla, su gesto era congestionado, y sin parar de hundir ese dedo en su clítoris. Hacia mucho que no la veía así, se había cansado de ser un don nadie para mí, pero esta vez estaba allí de nuevo.

-YO: hey, golfa, eso en tu cuarto.

-LARA: es que desde allí no oigo bien como te follas a Ana.

-YO: ¿otra vez con eso?

-LARA: si, no puedo evitarlo, no se que la has hecho pero hoy sus gritos me han puesto a mil.- su mano solo aumentaba el ritmo.

-YO: pues nada reina, que te cunda – me giré y me fui a la cocina, me metí entre pecho y espalda media botella de agua fría, pese a las recomendaciones de que eso era malo, pero me ardía el cuerpo, solo quería calmarlo, regresé con un vaso grande para Ana, viendo como Lara seguía a lo suyo.

-LARA: ¿cuando me vas a follar a mi así?- se me echó encima restregando sus enromes y apetecibles tetas por el cuerpo, mientras me miraba implorando. La respuesta era nunca, pero no quise ser grosero con una mujer desnuda que se masturbaba con los ruidos que le llegaban de nuestra habitación.

-YO: ya te he dicho mil veces que soy de Ana, y nadie mas, ahora aparta tu mano de mi polla y déjame volver con mi chica.- si, su mano se había desplazado hasta mi miembro, algo que no era la 1º vez que hacia, pero siempre recibía la misma respuesta. Me metí en el cuarto y no se volvió a saber de nosotros hasta acabar esa semana.

Ana tuvo que usar un par de veces lubricante y vaselina para su coño, estaba al rojo vivo los ultimo días, aun así nos fundíamos como uno solo, y llegamos a nuestro techo, Ana no podía mas, no le era posible llegar mas lejos conmigo a el ritmo de la bestia, 2 y media largas eran su limite, si en esa semana no había avanzado mas, es que ya no podía. Yo estaba como en mis mejores momentos, físicamente estaba hecho un toro, mi cuerpo era casi esculpido de gimnasio, tableta, brazos, piernas, espalda, pecho…..etc, todo marcado y bien colocado, pero no había pisado un gimnasio para hacer ejercicio desde hacia mas de 1 año y medio, todo era de haber follado sin parar y mas aun con Ana los últimos meses, la constancia y el no parar con ella me tenían en el estado físico perfecto, algo que había aborrecido durante mucho tiempo, un tío macizo que podía derretir el polo sur si fuera una mujer. Era consciente de que con la bestia podía dar mas de mi, pero la tenia controlada, según Ana me sacaba su ración de leche con una mamada, llamábamos a la bestia al ruedo, cuando terminaba la 3º o 4º corrida dentro de Ana, apagaba motores, se desmayara o estuviera a punto, me contenía por el propio bien físico de ella, a esas alturas de las sesiones de sexo animal, su cuerpo ya se había rendido, y dejado de intentar igualar las fuerzas hacia rato, era un cacho de carne atropellado por un tren de mercancías, pero a la hora o poco mas , volvíamos a empezar, el ultimo día conté casi 9 horas seguidas, descansando media hora entre sesiones, unas 3 , Ana salió titulada “cum laude” de esa habitación.

Pasados unos días de descanso, de follar y de nosotros mismos, en los que el 1º fue aprender a volver a andar para los 2, noté como sus caderas se habían desplazado, se compró ropa nueva por que había aumentado 1 o 2 tallas de cintura, dejándole aun mejor culo y una figura con curvas que provocaba erecciones con sus andares cada día mas insinuantes, para el final del curso y la vacaciones de verano, Ana era, al menos, tan buena como Madamme, unas 2 horas, y no le andaba lejos a Elonor, casi 3, ya con la bestia sobre el tablero. De nuevo la compararon era injusta, Ana había sido entenada poco a poco desde 0 durante mas de 9 meses, el resto de mujeres no tuvo esa opción, Madamme y también Eleonor con anal, la ultima sumándole a su hija. Ana había sido la mujer que durante mas tiempo seguido me había tirado, y eso se notaba, ahora, aguantaba 1 hora larga a la bestia ella sola, nada mal, pero se recuperaba en unos minutos y volvía a por mas durante otra media hora o mas, sumando desde que empezamos a follar quitando preliminares, unas 2 horas y media sin parar cuando nos poníamos serios, repito, eso ella sola, sin ayuda de su madre o hija, como mis colombianas, y sin “descansos” por el sexo anal como Madamme, masacraba su coño como a ninguna otra y era espectacular, volvió a gritar poseída al follar, no podía contenerse, pero esta vez con razón. Solo mi leona, Mercedes, había sido capaz de aguantar eso, pero es que mas que aguantar, es que aquella mujer lo superaba, las ultimas veces con ella habían sido casi 4 horas de bestia antes de desmayarse, y se recuperaba igual de rápido para aguantar otras 2, joder, si no fuera por que era un pelele a mi ordenes, y no una novia, no se entendería por que no estaba cabalgándola día y noche y seguía con Ana, pero no era capaz de darme lo que me daba mi Granadina, el hecho de que cuando no estabamos follando me hacia igual, o mas feliz, con su forma de ser y como me hacia sentir a su lado.

Después de aquello, se calmó un poco nuestra fogosidad, no lo hacíamos a todas horas, yo seguía trabajando, y el calor del verano siempre me ha dejado atontado y agobiado, teníamos nuestro polvo diario, incluso alguna vez solo era una mamada de su parte, por rutina, pero el día que nos poníamos tontos despertábamos a medio barrio, cumplíamos de sobra las 2 horas y media largas que Ana daba de si, y si estaba muy caliente repetíamos al rato aguantando 1 hora mas con suerte, casi siempre ya con la bestia todo el tiempo, domada y domesticada aunque siempre había veces que se rompía la correa y tardaba unos minutos en contenerla, era su limite, pese a que con las repeticiones Ana oponía mas resistencia durante ese tiempo, al llegar a ese punto su cuerpo entraba en barrena. El sexo se convirtió en algo tan ritual y protocolario en aquel cuarto, que se volvía algo aburrido.

Los siguientes pasos eran el morbo y la excitación, Eli me comento muchas veces que en mi adiestramiento que la rutina y la falta de emociones pueden matar las relaciones, y pese a que generalmente Ana se mostraba tímida y vergonzosa fuera de aquellas 4 paredes de nuestra habitación, su personalidad iba adaptándose, podía ser todo lo dulce y cariñosa que fuera, pero acepto de buen grado ese juego emocionante, hacíamos locuras del tipo de follar en baños públicos, comenzamos en la Universidad el ultimo día de sus clases, una fiesta de graduación, yo me puse el traje de Eric, que ya me quedaba hasta mal, el tiro del pantalón o los costados, mi cuerpo se había vuelto tan musculoso que las medidas de cuando me lo hicieron quedaron pequeñas y desajustadas, pese a ello estaba bastante atractivo, Ana pensó en ir con el vestido negro de las 3 V, pero era demasiado provocador, y ahora, con su aumento de caderas, su aspecto era demencial para cualquier varón adulto, de hecho, cuando se lo probó en casa, la embestí contra la pared y la destrocé de forma inhumana, con el vestido puesto, por delante y por detrás, Ana esa vez paso de tontear al inicio, o querer parar por miedo a romper el vestido, a disfrutar y gozar con aquel vendaval. Como os decía, al final se compró un vestido menos descocado para la graduación, paso de actriz porno en la entrega de premios al cine para adultos, a parecer una princesa de cuento, con un vestido verde palabra de honor, algo abombado y largo, con un tocado precioso en la cabeza, unos pendientes a juego con la gargantilla y un ahumado de ojos color esmeralda, que junto a su tono de piel la hacían dejar en ridículo al resto de mujeres. La piqué durante toda la fiesta y el baile con ello, llamándola princesita, o hada, se enfadaba por que no quería dar esa impresión de niña buena y formal, se estaba labrando un nombre en la Universidad alejándose de esa imagen que le había costado mas de un disgusto. Llegó uno de los bailes lentos, de esas que me gustaban bailar y hacer sobresalir del resto, cuando Ana se percató de que todos nos miraban y se morían de envidia, sonrió obteniendo lo que quería, le estaba cogiendo el gusto a ser el foco de atención.

-ANA: gracias.

-YO: ¿por que?

-ANA: por hacerme sentir la mujer más especial del mundo.

-YO: lo eres y te mereces eso, o más.- sonrió mordiéndose el labio antes de besarme suavemente y pegar sus labios a mi oído.

-ANA: si, merezco que me hagas el amor aquí y ahora.

Me agarró la cabeza y sabiendo que todos miraban me dio un apasionado beso que correspondí encantado, nada de protocolo o formas, su lengua jugó cuanto quiso con la mía, hasta el punto de calentarme y querer tirarla al suelo para follar delante de todos. Ella lo notó y cogiéndome de la mano me arrastró al baño del piso de arriba, el de abajo estaba lleno, con una cola enorme y con 1 pareja ya follando dentro. Según entramos Ana revisó el baño entero, y sabiendo que no había nadie, cuidadosamente se quitó el vestido dejándolo doblando encima de una mesa, iba solo con un tanga minúsculo y los tacones, volviendo a echarse encima de mi y seguir con su juego en mi boca, pero sus manos me sacaron la polla masturbándola con habilidad, sonreía de forma picara y vergonzosa, la situación la ponía caliente, hasta que logró ponérmela como una piedra, se arrodilló y me la chupó de forma hábil pero ansiosa, mirando la puerta de reojo, le daba miedo que la pillaran, pero aun así no paró hasta que mi semen la llenó la boca y se lo tragara, con maestría se puso en pie bajándose el tanga y poniéndose de espaldas a mi, apoyada en la pared, se abrió las nalgas, pidiéndome que la bestia la matara, allí y ahora.

Ataqué sin piedad, me desnudé, su cuerpo era un pecado y tendría que ser confesado después, sus “nuevas caderas” unidas a la estilizada figura por los tacones altos, madre mía, lo que quería hacerle a ese trasero no debía ni de ser legal, la hundí en su coño sin mayor dificultad y arranqué a golpes sus gritos mas ahogados, seguía queriendo que no la pillaran, pero no podía contenerse a los 20 minutos, cada orgasmo que bañaba el suelo era demasiado para ella, los tacones no ayudaban a su estabilidad, así que recordé una postura, la subí de rodillas a la pila del lavamanos, dejándola con el culo ofrecido a mi ataque, y lo masacré una vez estabilizada, matándola 1 hora mas hasta correrme como un cerdo sacándola un grito que resonó por todo el baño y seguramente por todo el pasillo. Quizá hubiéramos seguido camino de mas, pero sonó la puerta del baño, Ana saltó como un resorte, cogió el vestido y se metió en un cubo del baño cerrando la puerta con pestillo a tal velocidad que me dejó petrificado, quise hacer lo mismo pero mi ropa estaba muy desperdigada, entro al lavabo una señora de unos 40 años, supongo que profesora o de la fiesta y me vio en pelotas con la polla medio empalmada tratando de disimular cogiendo mi ropa, me preguntó quien estaba gritando, sin apartar la vista de mi polla, queriendo no ser tan evidente como estaba siendo, la di largas mientras Ana se desternillaba tras la puerta, la señora se dio cuenta del tanga tirado en el suelo y solo dedujo lo obvio.

“esta bien, cuando acabéis, recoger todo……- mirando a la puerta de Ana elevando la voz-……, y niña, felicidades.”

Se fue admirando de reojo mi rabo por última vez, Ana salió con pánico, con la cara roja y el rímel corrido de risa, con el vestido puesto sin la cremallera, mirándome como me iba poniendo algo de la ropa.

-ANA: dios, que vergüenza he pasado.

-YO: ¿perdona?- me abrí de brazos haciendo evidente que el que peor lo había pasado seria yo.

-ANA: ya, pero te conocen a ti, sabrán que era yo, jajajajaja.

-YO: ¿y por que te ríes?

-ANA: jajajaj no lo se, de nervios jajajaja

-YO: que graciosa eres, pues anda que no me ha comido con los ojos la señora.

-ANA: ¿y que esperabas? Estas buenisimo y te plantas así, desnudo, delante de ella, con la polla enorme dando cabezazos después de follárme, sudando y brillando como un dios- se fue acercando acariciando mi pecho.- ¿y sabes que?

-YO: ¿que?- la acariciaba con dulzura los brazos, que sujetaban el vestido sin cerrar.

-ANA: que me he vuelto a poner cachonda de pensar en que nos pillen jijijiji- reía sin comprender aun el por que.

-YO: ¿ahh si?…… ¿y que quieres que hagamos?

-ANA: no lo se podemos……..repetirlo, como tu quieras, pero a mi este rollo travieso me esta haciendo mojarme.

La cosa quedó así por que según lo dijo soltó el vestido y me montó de nuevo de cara, subiéndose encima mía y empalándola con sus movimientos de cadera, estuvimos follando hasta que me corrí de nuevo, Ana estaba lo mas ardiente que había estado en semanas, y no me quedó otra que sacar a la bestia de nuevo para calmar aquella amazona que me estaba matando. Tuve que contenerme si quiera que Ana saliera de allí por su propio pie, nos arreglamos pero le cogí el tanga a Ana y me lo guardé en el bolsillo, negándome a dárselo, volvimos a la fiesta como si no hubiera pasado nada, saludando a la mujer que se había metido en el baño, con Ana roja de vergüenza, como si la gente tuviera rayos x para darse cuenta de que iba sin nada mas que el vestido, al regresar a casa se desató, se untó en aceite y me dejó aprovechare de ella cuanto me dio la gana, con la bestia o sin ella, durante mas de 3 horas hasta que cayó rendida cuando la di por detrás tumbados de lado, eso siempre conseguía llevarla al paraíso cuando aguantaba bien mis acometidas.

A partir de ese día, los juegos se volvieron cada vez mas atrevidos y mas excitantes, ella fué a mi trabajo, habíamos salido de fiesta y había estado follando con Ana hasta la hora de irme a trabajar, dejándola sin saciar supongo, algo bebida, a mi me dejaban trabajar en el almacén solo, me bastaba con mi físico para colocar todo el producto, según la vi sabia que no la había dejado saciada y que venia a terminarlo, aseguré las puertas y sin mediar una sola palabra nos desnudé y le penetré contra una estantería, rodeándome con sus piernas y aceptando aquel fin, tiré la mitad de las cosas de la estantería con los golpes que Ana recibía sin descanso, fue una maravilla como se agarraba al alto de la estantería, de espaldas y como se arqueaba su espalda gritando los orgasmos que la provocaba, tapándola la boca con mis labios hasta que por fin la hice desvanecerse cuando me corrí, al final la vestí, estaba muy cansada, agotada y seguía algo bebida, y la dejé descansar en el despacho del jefe, siendo fin de semana no estaba, y tuve que partirme el pecho por acabar el trabajo con 1 hora menos de tiempo, estaba muerto y no se ni como lo hice, bueno si, dejando un par de cosas pendientes. Cuando regresé al despacho estaba Ana charlando con una encargada amiga, que ya la conocía, y otra de las trabajadoras de por la mañana. Nos quedamos así un rato, charlando entre todos después de mi turno, hasta que Ana se sintió con fuerzas para poder ir a casa, yo la disculpaba por que habíamos estado de fiesta y estaba de resaca, aunque no terminaron de creérselo, entre otras cosas por que Ana me dijo que estando medio ida no sabia si la habían sonsacado que habíamos estado follando en casa antes de ir y luego allí, o algún detalle mas sobre nuestra relación, como el tamaño de mi polla, algo que no era ningún secreto desde que el 2º mes de trabajar allí ayude a una de las chicas en el almacén y los roces eran obvios, o de lo bien que follaba. El rumor se fue extendiendo por el trabajo hasta que todas las mujeres de todos los turnos pedían cambios en horarios para coincidir conmigo, tirándome los tejos de forma evidente, hasta pedían ir al almacén conmigo a “ayudarme”, cuando no había ninguna necesidad. Eso, lejos de enfadar a Ana la ponía mas cachonda aun, que la gente los supiera y que solo ella era la afortunada la distinguía del resto, supongo, por que sus visitas a mi trabajo aumentaron en numero, 1º para ver la competencia, aunque era inútil, no había ninguna a su altura, una encargada rubia mona, y un par de jóvenes cajeras morenas con un buen polvo, pero no me interesaba nadie, nadie salvo Ana, me tenia para ella sola, ya se encargaba de que no me faltará sexo, ni de que la relación fuera de el, cambiara, seguía siendo la mujer perfecta tanto en la cama como fuera de ella, y ahora sin la Universidad tenia mucho mas tiempo para nosotros. 2º por seguir con aquel juego, el morbo estaba en todo momento.

Nos provocándonos uno al otro y buscando formas de jugársela, entrando en una espiral vertiginosa, desde cosas sencillas como hacernos fotos o videos haciéndolo, o una mamada en el cine, una masturbación en un restaurante, o sexo en los baños de algún local, pasando por ir con ropa interior sexi o sin ella, poniéndonos en situaciones incomodas, como en roperos con las/los dependientes de la tienda, mas de una vez casi nos montamos un trío en un ropero, quedando en que alguien nos oyera follar masturbándose, o mirando de reojo, si mi fisco y mi polla eran un imán para las mujeres, el cuerpo de Ana no lo era menos para los hombres. Hasta compramos esposas para atarnos, ella me lo hizo a la cama durante un día entero, follándome antes de irse y al volver horas después, esa me picó en el orgullo, así que se la devolví, la hice invitar a todas las personas que considera amigas o importantes a casa, estuve de lo mas cordial y amigable con todos, pero los disculpe diciendo que tenia que hablar con Ana a solas, la metí en el cuarto arrancándola la ropa, y la medio violé contra la puerta de la entrada, no fue sin consentimiento, pero la situación no era la idónea para ella y no quería con todos allí, al menos al principio, pero a los 5 minutos ella misma me estaba follando, queriendo mantenerse muda, pretendiendo hacer que me corriera en silencio para que no se dieran cuenta, no lo permití, saqué a la bestia y la maté hasta llevarla al carrusel de orgasmos, en mitad de ello, paré, haciéndola gritar que continuara, implorando que siguiera, no lo hice hasta que grito poseída que la partiera por la mitad con mi colosal polla, entonces la di la vuelta y la destrocé como mejor sabia por detrás hasta llenar su interior de semen, saliendo 1 hora después, con ella roja, riendo nerviosa al ver las miradas de todos, que había escuchado sin dificultades como habíamos follado.

Eso me costó mas de lo que pensé, Ana siempre iba por detrás de mi, si a ella se el ocurría una jugarreta, a mi algo peor, y su respuesta siempre era menos contundente, pero llegó el día que Ana uso su intelecto de forma perversa, me invitó a dar un paseo por el parque al atardecer, pasamos muy buena tarde la verdad, merendando y paseando, pero llegando la noche buscó un sitio apartado y me dejó sobar hasta que me puse como un tronco, se dedicó a hacerme una buena mamada, sacándome su ración diaria de leche caliente, sacó las esposas, en mitad de la pasión me pegó a un árbol, me desnudó entero y me colocó las manos encima de una rama y me las puso, al ser tan apartado se aseguró de que nadie viera, y se levanto la falda, dándome su culo a penetrar, lo hice a conciencia, llegando a tirarla al suelo de los espasmos eléctricos que la provocaba sin poder sujetarla con mis manos, se volvía a poner en pie para seguir hasta que por fin me corrí, logrado el objetivo, pensé en ir a casa a acabar aquel juego, pero Ana se dio la vuelta, me besó con ternura y me miró a los ojos.

-ANA: con esto ya puedo aguantar hasta mañana, hasta luego amor. – se puso a recoger las cosas, incluyendo mi ropa, me hizo una foto, y se fue corriendo, ante mi asombro, dejándome en pelotas en un parque, gritándola hasta que ya no me oía.

Esa me costó un lío con la policía, que acudió avisada por un grupo de chavales que iban a beber al parque buscando ese lugar tan apartado, tuve que aguantar sornas, burlas, fotos y videos, las quinceañeras sin apartar su mirada de mi rabo, llegando a frotarse entre ellas con disimulo, mi poca vergüenza me ayudó a sobrellevarlo con alegría, mas aun cuando la policía acudió, al inicio solo una patrulla, pero algo debieron contar por la radio por que acudieron 2 patrullas mas y una lechera (furgoneta antidisturbios), todas con alguna mujer, todo un numerito atrayendo a mas gente hasta que a alguno se le ocurrió usar las llaves de sus esposas para internar abrirlas, creo que era tan simple que no lo hicieron antes por darme un escarmiento, antes de llamar a los bomberos y tener que cortar la rama, que ya había intentado tirar yo, o romper, pero era muy gruesa. Al final pase la noche en los calabozos con una manta, acusado de escándalo publico, pero me las ingenié para convencerles de que había sido una gamberrada de unos compañeros y que yo era la víctima de sus actos, eso y mi carita de lastima y de buenazo tontorrón innata, me sacaron de allí sin cargos, vestido con un chandál de la policía. Fui derecho a casa, alguno puede pensar que cabreado o enfadado con Ana, ¿pero por que?, era parte del juego, y esa vez ella me había ganado. Según llegué la dejé claro que no estaba molesto, su actitud inicial era de miedo a haberse pasado, pero dándola un par de azotes sobre mis rodillas como a las crías malas, zanjé el asunto, ella me regaló una noche animal de sexo, quise castigarla un poco, y durante una comida de coño de cine jugué mas de lo habitual con su ano, nada raro, ya lo hacia antes, la provocaba estremecerse de excitación, ese día no solo acaricié, apreté contra su agujero, esperando alguna reacción negativa, pero mi sorpresa fue ver como, lejos de reprobarlo, sus manos acariciaban mi cabeza hundida entre sus muslos gimiendo de gusto, no pase de allí por miedo a extralimitarme y que se cerrara en redondo a mas avances, podía ser el inicio para tener sexo anal con ella y no iba a estropearlo.

Se la devolví regalándole unas bragas con vibrador a control remoto, y se las puso encantada solo a condición de que ella tuviera el mando, había quedado con unas amigas de la Universidad para despedirse hasta el curso que viene, la fui siguiendo sin que me viera, con el mando en la mano, el de verdad no un mando de garaje roto que le di, al principio di una ligera descarga momentánea en cuanto llegó y saludó a sus amigas, miró el mando de su bolso creyendo que se había pulsado sin querer, luego lo dejaba encendido un rato o daba ligeras descargas seguidas, luego una hora, me mandó un mensaje mientras tiritaba al caminar entre sus amigas, manteniendo la compostura, “¡¡¡carbón, te has quedado el mando!!!” la di un descanso cuando llegaron a una cafetería con las amigas, viéndola desde fuera, cuando la miré y vi que se había clamado y creía que ya había pasado todo, lo encendí y lo puse al máximo, aguantó media hora, después montó un Cristo al romper en un orgasmo que hizo llamar a una ambulancia al encargado creyendo que era un ataque al corazón, quise parar al ver la ambulancia, pero…..oh oh……. me quedé sin pilas con el botón encendido, os lo digo todo.

Me fui a casa por si tenia pilas, no sabia si al quedarme sin ellas, las bragas seguían encendidas o no, y la verdad es que no sabia que era mejor, pero me cansé de buscar, Lara apareció como siempre de la nada, había vuelto a acosarme ahora que Ana no estaba encima mía todo el día, estaba solo en bragas y como era habitual empezó su seducción inútil, me la llevé al cuarto a ver una película, y allí esperé a Ana mientras Lara hacia de oso de peluche, os juro que no me ponía cachondo, pero era inevitable sobar aquel par de tetas enormes, y sus pezones ultra sensibles, como rascarse una picadura. Según llegó a casa Ana se metió en el cuarto, se bajo las bragas levantándose la falda que llevaba y me las tiró a la cara aun vibrando, totalmente encharcadas, le dio igual que estuviera Lara en la cama, la apartó y sacándome la polla se perforó, aun sin que mi polla estuviera empalmada, ya se encargó ella de ponerla como un mástil con su cadera, para estar mas de 2 horas matándose sin hacer yo ningún esfuerzo, salvo volver a jugar con su ano, la pobre Lara salió de allí como un perro con el rabo entre la piernas, apabullada. Cuando terminamos y Ana se quedó complacida, que no ida, me rechistaba sin mucha fuerza el hecho de haberla dejado con las bragas encendidas mas de 5 horas.

-ANA: eres un carbonazo, ¿sabes lo que me has hecho pasar?

-YO: en realidad desde la ambulancia de la cafetería, no.- me miró sorprendida, no sabía que la iba a seguir.

-ANA: que mamón, ¿y que paso después? Por que mis amigas se estaban preocupando, las he tenido que dejar para venir derecha aquí, ¿por que no lo apagaste?

-YO: me quedé sin pilas, y vine a buscar, pero al final desistí.- se enfadó un poco.

-ANA: ¿me tienes por ahí chorreando mientras te vas a casa a estar con Lara bien abrazados?

-YO: no mujer, siento si te molesto, ya sabes como se pone Lara cuando estamos solos, y sin los demás que se han ido de escapada con el coche, esta mas suelta que nunca.- se puso de morros exagerando cómicamente la situación, cada día se parecía mas a mi.

-ANA: pues que sepas que el de la ambulancia me ha metido mano.

-YO: ¿no jodas? ¿Al final te atendieron?

-ANA: si, idiota, hasta me querían dar un calmante por que no sabían por estaba acelerado el corazón y los sudores frios que tenia en pleno junio.

-YO: jajajaj pobrecilla mía – jugaba a abrazarla mientras ella se resistía.- ¿y dices que te metía mano?

-ANA: si, jo, me han metido en la ambulancia y al quedarnos solos uno de ellos se ha puesto sobón.

-YO: lo mismo estaba preocupado….

-ANA: los cojones, me ha hecho quitarme el top quedando solo con la falda y en sujetador, y me ha repasado con sus manos todo el pecho con la excusa de oír el corazón y los pulmones.- se puso frente a mi cruzada de brazos.

-YO: no puedo culparle, estas muy buena.- la di un beso en la mejilla

-ANA: ¡¡ah!! ¿y te da igual que me vayan metiendo mano?

-YO: no, ya sabes que no, pero es medico y tu una chica lista y fuerte, ¿que te iba ha hacer que no te dejaras tu?

-ANA: pues podía haberme liado con el, era mono……- su sonrisa se le escapaba, era delicioso verla tratar de ponerme celoso.

-YO: bueno, siendo así, lo mismo me tengo que enfadar contigo- me fui acercando dándola besitos por el brazo, subiendo hasta su cuello.

-ANA: calla bobo, ya sabes que soy solo tuya.

-YO: buena chica, quizá deba recordarte lo buen amante que soy para que no andes tonteando por ahí con otros…- mi mano se metió entre sus muslos masturbando y penetrando su coño con un dedo, haciéndola retorcerse, y dejar sus brazos cruzados para apoyarse en la cama echando su cuerpo un poco hacia atrás.

-ANA: ummm….por dios…para….me duele….ufffffff- gemía aunque su gesto era de dolor.

-YO: ¿estas bien?

-ANA: si, es solo que después de follar y con lo de las bragas, tengo el coño irritado, dios, mis amigas, me han visto así, que vergüenza, alguna se ha tenido que dar cuenta.

-YO: joder, siento si me he pasado, estabamos en plena venganza de nuestros juegos y…..- me estaba preocupando pero Ana solo estaba siendo cuidadosa, se me echó encima besándome.

-ANA: no amor, me ha encantado en el fondo, esa sensación, delante de todos, solo de recordarlo me mojo, pero me duele, por favor no te lo tomes mal.- pobre, la había hecho pasar un calvario y aun así me pedía disculpas ella a mi, decidí probar suerte de nuevo.

-YO: esta bien, pero si no podemos por tu dolor, podríamos probar con….el seco anal.- se sacudió la cabeza negándose mirándome a escasos centímetros de mi cara.

-ANA: no, ya te he dicho muchas veces que no, lo siento pero me da miedo, me vas a romper algo con tu cosita.

-YO: bueno, no tenemos por que hacerlo de golpe, podemos ir jugando, he urgado un poco allí y no te ha molestado.- se puso roja al darse cuenta de que yo me había percatado.

-ANA: ya…si…..pero no se…no es lo mismo….me gusta como juegas por fuera, me hace temblar, ¿pero una penetración? Madre mía, solo de pensarlo me tenso y se me cierra en culo.- reía de forma leve.

-YO: bueno, casi meto un dedo, he estado apretando suavemente, y no te ha dolido ¿verdad?

-ANA: no, pero por que estaba muy cachonda, lo mismo me hubieras metido un dedo entero y no me hubiera enterado.

-YO joder eso se avisa, y te meto hasta el codo- me miró ofendida, sonriendo conociéndome.

-ANA: no seas animal, lo decía por decir, no se, la verdad es que me ha gustado un poco.- se mordía la uña del dedo pulgar, golosa al reconocerlo.

-YO: ves, solo es cuestión de ir probando, poco a poco, hasta donde veas que aguantas, caricias, luego con un dedo, luego varios, si llegamos a un punto en que te duele, lo dejamos, ya me conoces, no te haría daño jamas, pero si te gusta y lo soportas podemos intentarlo, ¿vale?

Me miraba pensativa, realmente le había gustado, no había sentido nada de dolor y confiaba en mi al 100%, podía haberla dicho que yo era santa claus y se lo hubiera creído, podía usar eso en su contra, pero no lo hacia y precisamente por eso confiaba en mi de esa manera, justo después ahí un ejemplo. Además llevaba tiempo pidiéndoselo, sabia de sobra que me moría por follárme ese culazo que había echado, antes era apetecible, ahora era una obsesión, el de Alicia , mi compañera de piso y novia de mi mejor amigo, seguía siendo mejor, a mi gusto, hablando objetivamente, Alicia tenia las posaderas de Jenifer López, era un escándalo de trasero, pero Ana, con su desplazamiento de caderas y aquellas prendas un par de tallas menores que se ponía de vez en cuando, estaba volviéndome loco.

-ANA: prométeme que no me dolerá.

-YO: no puedo prometerte eso, peque, todas las veces que lo he hecho, mas las primeras, ha dolido, no voy a engañarte, es parte del placer de hacerlo de esa forma, pero como cuando te desvirgué, dolerá un poco y mírate ahora, eres toda una campeona, si me dejas, lo haré de la forma mas dulce, cariñosa y tierna que pueda, si lo aguantas al principio, que viéndote como has soportado todo hasta ahora, lo vas a hacer, vas a disfrutar como nunca, pero si no, no pasa nada, yo te quiero igual y tu coño es el mas delicioso que pueda soñar follárme el resto de mi vida.

-ANA: vale, esta bien, ábreme el culo mi amor.

CONTINUARA…………….
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poesiaerestu@outlook.es

 

Relato erótico: “Descubriendo el sexo” (POR ADRIANAV)

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DE LOCA A LOCA PORTADA2Descubriendo el Sexo

PARTE I

Sin títuloMe llamo Andrea. Nací en un vecindario muy pobre de un pequeño poblado en Perú. La ciudad más próxima estaba a por lo menos una hora y media caminando. Nuestra casa era muy rústica, construida en parte con ladrillos de campo y el resto con chapas de zinc. Saliendo por la puerta nos encontrábamos con la vista de un campo extenso, montañas al frente y rodeados por algunos vecinos con el mismo tipo de vivienda.

La casa tenía una habitación donde dormían mis padres y otra donde dormíamos mi tres hermanos y yo. Luego había otra habitación que era cocina y comedor a la vez.

Los recuerdos más fuertes que me surgen desde que tengo conciencia son, esa vista que era mi reino así como jugar con mis hermanos y los niños vecinos. Yo era la única niña del lugar de esa edad. Las otras dos eran apenas recién nacidas. Saltar en el pequeño riachuelo desde la rama de un árbol fue en su momento la aventura más excitante.

Así pasaron mis años de niña. Y a la edad en que comienzan las curiosidades, durante la noche cuando nos acostábamos a dormir me concentraba escuchando los sonidos de la noche, entre los que se mezclaba el rumor de mis padres hablando en voz baja, los jadeos y el ruido de la cama. Algunos sonidos eran desconocidos por mi y finalmente me dormía. Y por la inocencia del lugar donde vivíamos con grandes necesidades económicas, el aprendizaje era diferente al de jóvenes de la ciudad. Lo que en otras partes consideraban promiscuidad y falta de moral, en lugares así eso no era algo que fuera tan socialmente importante. Por eso al otro día me despertaba sin el mínimo interés por recordar lo que había sucedido. Pero durante los años próximos, me arrimé mucho con el mayor del grupo de niños llamado Julián con el que nos llevábamos de maravillas. Él me contaba de cosas que lo habían sorprendido cuando estuvo en la capital. Transcurrido el tiempo nos hicimos muy amigos y él fue quien me comentó acerca de la diferencia de los varones y las niñas y el porqué. Por esta razón desde entonces le puse más atención a los ruidos de la noche en mi casa. Curiosa seguí preguntando de cómo sería y un día me preguntó si me había animado a mirarlos.

– No. Nunca entro en su cuarto – le comenté.

– En mi casa los veo casi siempre porque mi casa no es como la tuya. Solo está la cocina y el cuarto para dormir.

Cada vez me interesaba más en saber. Él fue también quien me enseñó cómo llamaban los mayores a los sexos, al acto y a todo lo que rodeaba esa acción. Supe de cómo acababa el hombre, de cómo se besaban en los labios y que los sexos se llamaban pija y concha. De cómo la metía el hombre en la mujer y todos los demás detalles.

Y así pasó el tiempo. Pasé la etapa de la inocencia y de poca información por el lugar donde habitábamos. La situación en que se vivía en esa villa era demasiado precaria, hasta que finalmente surgió un cambio significante en mi vida.

Era julio. Invierno muy severo. Mis padres me dejaron en casa de los padres de Julián, porque ellos se quedarían en la ciudad para aplicar por una visa para viajar al norte, invitados por mis tíos. Luego harían compras de alimentos y volverían en un camión. Como tenían que ir a la capital y se quedaban en casa de la hermana de mi madre, se quedarían cuatro a cinco días allí.

La mamá de Julián, se llamaba Rosa. Era un poco llenita, joven, con cara bonita. El papá llamado Arturo, un poco mayor pero con cuerpo fuerte, de cara curtida por los años en el campo. Eran más pobres que nosotros y su casa muy pequeña.

Mis otros hermanos se quedaron con otro vecino.

Tomé mi camiseta de dormir y el resto de los días iría a mi casa que estaba a veinte metros a cambiarme de ropa.

Cuando entré a dejar mi camiseta lista para la noche, me di cuenta de lo que Julián me había comentado. La habitación era bien estrecha y había dos camas, las de sus padres y la de él y me hizo recordar lo que me había comentado.

Ese día pasamos el resto del día corriendo detrás de una pelota semi desinflada, luego jugamos a las escondidas, después armamos una casita con unas maderas, clavos y martillo hasta que nos llamaron a cenar.

Estábamos algo agotados, pero tuvimos que ayudar a limpiar los platos. Terminada la tarea nos ayudaron a tender la cama junto a la única ventana de la casa, con sábanas separadas para mi y Julián. La frazada era una sola. Las camas estaban prácticamente pegadas. Una vez que me quité la ropa y me puse mi camiseta-pijama, me quedé dormida casi de inmediato.

No sé cuanto tiempo pasó hasta que me despertó la mano de Julián en mi cadera. Estaba bien arrimado a mi y dentro de mi sábanas. Me sorprendí porque nunca había estado así con nadie, como tampoco me había imaginado que fuera a estar en una situación así con él!

Me susurró al oído:

– Míralos. Ya empezaron.

Yo estaba volteada en dirección a la cama de sus padres y por la luz de la luna pude ver claramente sus cuerpos. Se movían en silencio. Unos segundos después escuché claramente que ella le decía a su esposo:

Asiii… ahhh…

Arturo miró hacia nuestra cama y entrecerré los ojos por las dudas, pero los volví a abrir y vi cuando le hacía señas a su esposa para que hiciera silencio.

Finalmente cuando acostumbré bien mis ojos a esa claridad me di cuenta que él estaba totalmente desnudo acostado entre las piernas de Rosa. Y se movían lentamente. Toda esta nueva información de imágenes me llegó en cuestión de segundos y las historias que me había contado Julián iban tomando forma de realidad. Detrás de mi él apretó mi cintura y sentí su pito contra mi cola! Me di vuelta con cara de interrogante y él me hizo señas para que guardara silencio. Pegando su boca a mi oído me dijo:

– Solo míralos y escucha…

Volví a mirar hacia esa cama y el papá de Julián besaba en la boca a la mamá mientras movía la cintura. Estaban cojiendo como me había dicho Julián en sus historias que se llamaba el acto sexual. Era algo que había escuchado pero que nunca había visto despertando más la curiosidad para no perderme detalle, porque nunca llegué a imaginarme cómo sería en la realidad.

Entonces fue cuando Julián me levantó la camiseta hasta la cintura y apretó su pija dura entre mis nalgas mientras yo veía lo que pasaba en la cama de al lado. Todo mi conocimiento y mi forma de sentir pareció cambiar en un instante. Sentí calor, sentí algo en mi estómago y un síntoma de placer en la parte superior de mi conchita. Además se apoderó de mi el deseo de que no se fuera a separar, e inconscientemente empujé mi cola hacia atrás haciéndole saber que no quería dejarlo ir. Otra vez la boca de Julián se pegaba a mi oído y me hacía sentir más calor!

– Así los veo siempre.

Y se movió restregándose en mi cola de abajo hacia arriba. Sentí lo que fue mi primera excitación física.

Mientras todo esto pasaba, nunca pasó por mi mente si estaba bien o mal. Simplemente me dejaba llevar por el momento. Me encantaba ver a Arturo sobre su esposa al lado mío, a escasos centímetros de mí. Podía sentir un nuevo olor que me excitaba. Y por la luz, cuando Arturo giraba en la cama para recostarse de espaldas, vi por primera vez la pija de un hombre endurecida. Rosa se montó encima. Mi mente volaba y mi cuerpo sentía a Julián. No quería perderme ningún detalle. Pero también me asustaba un poco. Estaba nerviosa y confusa por todo lo que descubría.

– ¿Te sientes bien asi? – me susurró bien bajito y bien pegado a mi oído nuevamente.

Le dije que si moviendo la cabeza afirmativamente.

– ¿Te gusta sentirme? – me dijo restregándome su pija entre las nalgas.

Otra vez hice el mismo gesto.

Eso me gustaba cada vez más. Vi a la madre quitarse el sostén e inclinarse para poner sus tetas en la boca del marido. Él se las chupaba como si fuera un helado.

Y en ese mismo instante la mano de Julián se metía por entre mi camiseta hasta llegar a mis apenas tetitas comparadas con las de Rosa. Sus dedos se pasearon por mi pezón, que sí eran bien crecidos. Fue como un golpe de electricidad que se comunicó con mi sexo encendido.

Al lado nuestro se aceleraban los movimientos y los jadeos habían aumentado un poco de volumen, aunque todavía conservaban el estilo de un susurro y escuché:

– Ay! Ahora…! Dame! – dijo la señora moviendo las caderas con mas violencia.

– Toma! – susurró el marido.

Siguieron ese loco movimiento hasta que de repente dejaron casi de moverse. Seguían besándose abrazados. Por supuesto que ya sabía lo que había pasado, pero solo imaginaba los sentimientos de ella. Siempre fui muy intuitiva. A lo mejor lo desarrollé más porque nadie me explicaba nada y tenía que sacar conclusiones propias con la experiencias nuevas hasta que mi amigo me lo había contado.

Julián bajó la mano y me quitó el calzón. Cuando regresó a la posición que estábamos me besó el cuello y por detrás sentí su pija intentar colarse entre mis piernas. Las abrí un poco para darle paso y las cerré apretándolo. No sé cómo explicarlo, pero me gustaba demasiado.

– Me gusta hacerlo contigo… – me dijo él apoyando otra vez los labios en mi oreja y más me excitaba.

Se movió igual que el padre lo había hecho hace un momento y sentí la pija resbalando por entre los labios de mi conchita. Sentía la necesidad de que no parara. Al lado los padres de él se separaron y cada uno se volteó en dirección contraria como para dormir, quedando Arturo acostado de lado con la cara hacia nosotros.

Nos quedamos quietos como para no ser descubiertos de que habíamos estado despiertos y de que habíamos visto todo lo que había pasado. Otro susurro en mi oído:

– No te muevas porque se pueden dar cuenta!

Esperamos pacientemente.

El papá se acomodó quedando más cerca nuestro. Cerró los ojos y minutos después se durmió.

Julián seguía detrás mío. Me tomó la mano y la guió hasta toparme con su pija. Al tocarlo reaccioné como si me hubiera quemado. Nunca había hecho algo así! Retiré la mano de inmediato pero me arrepentí porque en realidad tenía la curiosidad de seguir tocándosela. Por suerte insistió y volvió a llevarme la mano a su pito otra vez. Su otra mano la deslizó de mis pechos hacia abajo en una acaricia que llegó hasta mi sexo. Mi mente no podía procesar la velocidad con que se producían los hechos. Estos provocaban nuevos sentimientos y me aferré con más fuerza a esa dureza entre mis dedos. En ese momento me gustaba demasiado todo lo que había visto y lo que estaba pasando…

Julián tomó una de mis piernas y la levantó un poco, pasó su brazo por debajo y lo deslizó entre mis piernas. Me acariciaba el sexo con toda su mano y el deseo impulsó mis caderas inconsientemente. Me movía sin que yo tuviera control. Mi cuerpo no respondía a mi cerebro. Solté su sexo y él lo llevó a posarse sobre los labios de mi vulva otra vez. La cabeza de su pija mojada se deslizaba en un vaivén delicioso.

Me doblé tanto hacia adelante para darle mejor acceso a lo que me ponía tan loquita, que quedé muy cerca de la cara de su padre quien continuaba durmiendo.

Seguíamos en posición fetal, los dos de lado cuando mis movimientos se tornaron más bruscos por la calentura y accidentalmente provocaron que la cabeza se metiera un poco dentro de mi huequito… gemí sin quererlo!

Asustada abrí los ojos por si despertaba al padre. Y pasó lo que no me esperaba. Sus ojos se abrieron y no me dio tiempo para cerrar los míos. Pensé lo peor. Entonces, no sé si por mi cara de aterrorizada por la situación, me sonrió como solidarizándose para tranquilizarme. Justo en ese momento Julián sin saber lo que pasaba entre su padre y yo, la sacó un poco y volvió a empujarla y volví a gemir abriendo más grandes mis ojos sin dejar de mirar a Arturo. Me volvió a sonreír y estirando su brazo acarició mi cara por unos segundos retirando la mano de inmediato como para que no lo fuera a ver su hijo, y me hizo un gesto como para que no dijera nada, lo que me hizo sentir confabulada con él y con este nuevo secreto de mirarnos. Perdida por el calor irrefrenable de esa situación, sin quererlo también le sonreí con ese deseo que sentía entre mis piernas.

Julián lo volvía a intentar, pero mi himen no cedía. Arturo no dejaba de mirarme ni yo a él. Me gustaba verlo, sentía ganas de mirarlo. No sé porqué pero esa situación me atraía . Entonces Julián empecinado la llevó para la entrada de mi culito. Hechó saliva en sus dedos y lo pasó por allí. Volvió a empujar y me dolió. Con mi boca abierta como quejándome en silencio y sin dejar de mirarnos con el papá, entrecerré los ojos.

Concentrado en lo que me quería hacer, no tenía la menor idea de que su padre estaba despierto presenciándolo todo. Entonces Julián apretó con fuerza y me parece que la inexperiencia le provocó una eyaculación prematura. De su pija empezó a emanar ese líquido espeso que se desparramaba por mis nalgas y mis piernas. Me mordí los labios. Cuando terminó de chorrear, Julián se levantó y salió afuera donde estaba el baño. Yo quedé que volaba de deseos y a él no le importó, según parecía.

Pero su padre me seguía mirando y yo a él. Estábamos muy cerca. Nos sonreímos otra vez y él levantó las sábanas de su lado dejándome ver su pija dura. Se la miré fijamente y subí mis ojos para encontrar los suyos que me provocaban tanta calentura. Me hizo señas para que le alcanzara mi mano. Me la guió. Se la toqué, la rodée con mis dedos y él se empezó a mover como lo había hecho con su esposa. Era más grande y más larga que la que había acariciado hacía unos minutos. Pero al sentir el ruido de su hijo regresando se tapó y yo volví a mi posición.

Julián volvió prácticamente ignorándome y se acostó dándome la espalda. Se durmió en unos minutos. Pero me había dejado en ese estado de deseo máximo que poco entendía todavía. Yo no sabía cómo calmarme para poder dormir. Volví a abrir los ojos y allí estaban los de Arturo que seguían sonriéndome. Me estiró la mano y yo sin hacerme rogar, en un segundo me prendí otra vez de ese pedazo de carne que me provocaba tanto calor y deseo. Él se arrimó más y sus dedos empezaron a recorrer mi barriguita, bajando hasta acariciar mi ensopado sexo.

Nos mirábamos solamente a los ojos, pero nuestras manos seguían haciendo lo suyo. Volví a sonreírle ahora con más confianza.

Me tomó de la nuca y suavemente me empujó la cabeza hacia abajo hasta que mi boca se encontró con su pedazo duro. Yo no sabía qué hacer. Me hizo seña con un dedo en su boca para hacerme saber lo que quería que hiciera. Abrí la boca y él empezó a moverse metiéndola y sacándola porque apenas cabía entre mis labios. El sabor al principio era fuerte y salobre, pero a medida que seguía pasando el tiempo iba cambiando por uno más suave y delicioso. Fue la primera vez que chupaba! Tenía un sabor que nunca había sentido. Mi mano seguía aferrándola. Yo había perdido el control de mis sentidos por completo. Su mano guiaba mi nuca para que mantuviera el ritmo. Jamás habría pensado que lo que me había contado Julián acerca de chuparla iba a ser tan excitante… Seguía con entusiasmo. Estaba entregada a que Arturo me calmara como fuera posible ese calor que no me abandonaba!

Lentamente me la sacó de la boca y me hizo girar muy despacio para que nadie se despertara. Entonces pude ver las espaldas de Julián. Sus ronquidos junto a los de su madre nos daban la tranquilidad para continuar.

Empujándome de la cintura me hizo deslizar a su cama mientras me abría las sábanas para que me metiera. Los dos estábamos desnudos de la cintura para abajo. Me hizo poner de espaldas a él y sentí el calor de su pija restregándose en mi cola. La sentía enorme, diferente a Julián. Sus manos hábilmente me acariciaban toda libremente. Lentamente fue abriéndome las piernas. Puso su pija entre los labios de mi vulva más ensopada ahora. Y me dejé llevar…

Él se movía lentamente. Mi vulva ensopaba toda su piel. Poco a poco también yo empecé a moverme. Con lentitud. Uno de sus dedos acariciaba mi clítoris y me hacía reaccionar sin control otra vez, empujándome más contra su cuerpo. La otra mano estaba en mis pezones. Me dio vuelta la cara y me besó en la boca. Su lengua me abrió los labios y se coló hasta encontrarse con la mía. Mi primer beso sexual. Eso me encantó también y relajándome imitaba con mi lengua los mismos movimientos que él hacía. En ese momento la cabeza de su pija resbaló entre los labios de mi vulva entrando sorpresivamente y me quedé tiesa. Más por la sorpresa que por el dolor.

Sus labios continuaban pegados a los míos. No parábamos de besarnos, estaba en las nubes… mis primeros besos. Con una especie de incertidumbre decidí disfrutarlo sin quejarme. Su boca no soltaba la mía y él también se quedó quieto con la pija apenas metida por un par de minutos. Mi conchita volvió a relajarse y yo definitivamente quería seguir sintiendo eso nuevo que me estaba haciendo volar de calor. Entonces él volvió a moverse despacio hacia afuera y hacia adentro. Solamente la cabeza entraba y salía. Ya me estaba acostumbrando a recibir a ese intruso. Ya no había temor al dolor y me moví al mismo tiempo que él. Hablándome con su boca pegada a mis labios, me dijo con voz de deseo en un susurro:

– Me encanta tu conchita… -y me la sacaba un poquito.

– La tienes rica… -y la volvía a meter.

– Y estas bien apretadita -y continuaba ese ritmo de sacar y meter.

Respondí con un lengüetazo dentro de su boca.

– Te gusta tenerla asi?

Otro lengüetazo.

– Quiero cojer contigo todas estas noches… quieres?

Sacudí mi cabeza afirmativamente sin dejar de besarlo.

Me gustaba muchísimo lo que me estaba haciendo. Con el delicioso movimiento de su pija que me llenaba totalmente la entrada, sus caricias y el beso interminable, se agolpó una enorme cantidad de deseo en mi clítoris y no podía dejar de moverme cada vez más rápido. Eso que apenas me entraba y salía me volvía loca de placer! Y cuando sentí su susurro en mi oído diciéndome “Te voy a echar toda mi leche… Tómala” como se lo había dicho a su esposa, sentí el primer chorro de líquido espeso y caliente que se colaba dentro de mi conchita. Me provocó tanta emoción y tanto calor que no pude más y exploté con un: “Aaaahhhh….” incontenible. Y volvió a besarme con la lengua entrando en mi boca y un segundo chorro, empujando más la pija hasta que casi la mitad me invadió las entrañas y me arrancó un dolor desgarrante entre las piernas, pero no pudo penetrarme más porque salté hacia adelante evitándolo. Finalmente nos relajamos y volví a arrimarle la cola. Me besó otra vez girando mi cuerpo hacia él. Me hizo tocarlo otra vez y seguía besándome mientras me acariciaba la cara. Mis dedos se mezclaban con ese líquido pegajoso.

– Pruébalo -me dijo. Bajé mi cabeza hasta su vientre y se la chupé. Sentí ese olor que me había encantado más de cerca y el sabor de lo poco que había quedado entre mi mano y su pija. Me gustó demasiado! Disfrutaba todo. Todo era nuevo y delicioso. Entonces me pidió que me enderezara y enfrentamos los ojos otra vez.

Me empujó con las manos en mi cola hacia él y abrí las piernas soltando la pija cuando la volví a sentir en mi conchita. Quedamos abrazados así por un tiempo sin dejar de besarnos. Yo no podía concentrar mis pensamientos. El dolor era aliviado lentamente por sus caricias mientras disfrutaba su boca y su lengua. Lo abracé y moví la cintura para sentirlo mejor. Ya su pija no estaba tan dura. Me sonrió y yo a él. Con sus labios apoyados en los míos me susurró:

– ¿Te gustó?

– Si -me animé a decirle con palabras.

Y su lengua no me dejó hablar mas. Nos trenzamos en otro beso interminable que duró como cinco minutos. Mis brazos abrazaban su cuello. No quería separarme de eso tan lindo. Así me quedé acurrucada con él por mucho rato. Cuando me estaba casi durmiendo dijo:

– Bueno. Vuelve a tu cama y duerme.

Sin dejar de abrazarlo me animé a darle un beso más y un minuto después me pasé a la cama de Julián otra vez. No sé cuánto tiempo pasé pensando en todo lo que había pasado. Me puse la camiseta y sin el calzón me levanté para ir al baño. Rosa seguía roncando.

Cuando me agaché a orinar, salió un poco de su leche y me recordó que ese fue el momento de calentura que más alto había alcanzado. Y descubrí que después de eso me había calmado. Más tarde me enteraría que ese había sido mi primer orgasmo.

Al entrar, Arturo se había dormido nuevamente. Y no sé cuándo yo logré dormirme.

Al otro día desperté y ya no había nadie en ninguna de las camas. Yo estaba sola, pero en la cocina sentía actividad. Era la mamá de Julián preparando comida. Me quedé pensando un rato recordando la noche y me provocó una deliciosa cosquillas. El padre entró a buscar su chaqueta y al verme despierta se acercó a mi, se sentó en la cama y me dijo:

– Estas bien?

– Si – le contesté un poco avergonzada.

– Todavía piensas que te gustó lo que hicimos anoche? – me dijo en voz baja.

Afirmé con la cabeza.

– ¿Te gustaría cojer esta noche otra vez?

Otra vez afirmé.

Se inclinó un poco más y me besó en la boca con esa deliciosa lengua que me provocó otro cosquilleo. Metió su mano separando las sábanas y me acarició entre las piernas sin dejar de besarme. Me levantó la camiseta y bajando con sus labios me chupó los pezones mientras dos dedos me acariciaban los labios mojados de mi conchita! Guau! Qué rico sentí!! Ya quería hacerlo de nuevo!

Y se separó lentamente:

– Esta noche te cojo mi amor, ahora me tengo que ir. Te tengo muchas ganas… Y tu, me tienes ganas también?

– Siihh… dije con el calor subiéndome… mientras su dedo seguía acariciándome el clítoris.

– ¿Cuando todos se duerman mi amor, te despierto?

Gesticulé afirmativamente con mi cabeza.

Me volvió a besar. Lo besé. Y se levantó para irse.

Dejé pasar unos minutos para calmarme. Rosa seguía cocinando. Me levanté.

Me dolía para caminar. Parecía que no podía cerrar totalmente las piernas. Traté de disimular y aparecí en la cocina sentándome en un banco lo más rápido que pude para que no se diera cuenta. Yo sabía que no podía despertar sospechas porque sino no iba a poder volver a hacerlo. Y pasé el resto del día pensando en la noche…

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adriana.valiente@yahoo.com

 
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