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Relato erótico: “Un Plan para Seducir al Jefe”(POR LEONNELA)

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Es un dios!!
 Era lo que comentaban las chicas en la oficina acerca  del director de talento humano, con quien tengo relación directa pues soy  su asistente  y  según mis compañeras, la privilegiada de cada mañana mostrarle mi escote, mientras le sirvo un café.
Sé que más de una  no solo le hubiera ofrecido un café, sino “todo” lo que el jefe requiriera, pero para desgracia de muchas, el Lcdo. Suárez limitaba las relaciones al campo a profesional, lo que encumbraba su reputación de inalcanzable. Aunque debo aclarar que su ganado apelativo,  no era precisamente por lo inaccesible, sino más bien porque era un prototipo masculino digno de clonar.
  Hermoso como nadie en  el edificio, la  cuadra y probablemente el ayuntamiento. Alto, de contextura fuerte y bien proporcionado, de piel dorada en la que se avista  fuego y  unos  ojos marrón claro provistos de una inocencia  engañosa, además de unos labios carnosos, que remataban el perfil de un hombre  retorcidamente  fascinante. En fin, con 39 años a cuesta y  una carrera prometedora, era un sueño de hombre, capaz de humedecer hasta los pensamientos más inocentes.
Lo de entretenerlo con mi escote, no pasaba de ser una broma cruel, pues físicamente no soy  una mujer atractiva que desate pasiones, sino más bien simplecita o del montoncillo para abajo como dicen; trigueña, no muy alta, reforzada con un par de  kilitos extras, pero eso sí, con unos bonitos ojos oscuros  que iluminaban mis 28 primaveras.
El punto es que la atracción que sentía por  mi superior, probablemente no habría pasado de un suspiro en los pasillos o de un acaloramiento en mi escritorio, sino hubiera sido por el detalle de que en mi dependencia  continuamente se hacían bromas que insinuaban que el Lcdo. Suárez se derretía por “mis encantos”, nada más cruel y  lejano a la verdad.
Lo cierto es que  las bromas de oficina, sin bien al principio dolían, de alguna forma ocasionaron que me obsesionara con mi jefe  y aunque siempre le vi como inalcanzable, llegó un momento en que ya no me conformaba con fantasear, tampoco me bastaba su trato amable, ni ser su asistente de confianza, yo quería meterme en su cama, aunque solo fuera por una noche…
Desde luego mis probabilidades de lograrlo eran reducidas, ya que  no era  el tipo de chica con las que  el Lcdo. acostumbraba relacionarse. Así que para lograr mi objetivo además de una bendición divina, evidentemente necesitaba un plan de conquista y más temprano que tarde la idea  fue tomando forma en mi cabeza.
Aprovechando el hecho de que  mi jefe a más del intercomunicador  frecuentemente usaba el chat como medio de comunicación interna, se me ocurrió crear una cuenta anónima y enviarle una invitación, bajo riesgo de que  no acepte mi solicitud. Así lo hice y tuvieron que pasar dos largas semanas para al fin darme cuenta de que me había agregado a sus contactos. Eso me llenó de emoción, aunque estaba consciente que ese era tan solo el primer paso y que la parte realmente complicada era hallar la forma de iniciar la interacción y desde luego despertar su interés.
Espere unos días para ver si él se animaba a escribirme, lo cual hubiera facilitado las cosas, pero no lo hizo, así que me decidí a tomar la iniciativa enviándole un mensaje:
_Lcdo. Suárez,  tiene una idea aproximada  de cuantas mujeres trabajan en el edificio Maxioms?
Demoró unos de minutos antes de responder
_Discúlpeme, pero no logro identificarle, por lo tanto entenderá que no puedo proporcionarle ninguna información acerca de la empresa.
_Le entiendo perfectamente Lcdo. Suárez, no esperaba otra cosa de usted, menos aun cuando se perfectamente la respuesta, 42 mujeres según nómina; por cierto puede llamarme Nadia
_Menos la entiendo Srta. Nadia cual es el sentido de averiguar algo que usted conoce a la perfección?
_Siendo honesta, mi intención es que usted tenga presente la cifra exacta de mujeres que laboramos en Maxioms, por la simple razón de que ninguna quede excluida cuando intente identificarme
_Sigo sin entenderla Srta.  Nadia, sea más explicita
_Lcdo. Suárez a partir de este momento, por este medio , intentaré a toda costa seducirle, y quería que tenga presente que  soy una de las 42 mujeres que a diario se cruza con usted en la empresa, sé que podría haberme reservado mis intenciones,  pero me pareció que precisamente informarle mi plan podría hacer el juego más divertido para ambos.
_Y qué le hace pensar que yo estoy dispuesto a dejarme seducir? podría simplemente eliminarla y acabar con su juego antes de que pueda siquiera comenzarlo
_Estoy segura que no lo hará licenciado, intuyo que un hombre como usted, disfruta los desafíos o me equivoco?
_Tan solo los retos que me interesan Srta. Nadia, y una mujer que se esconde bajo un anónimo, no me llama la atención en lo absoluto.
_Entonces si no represento el mínimo peligro, no necesita eliminarme…le aseguro que lo demás “corre” por mi cuenta. Interprete el término “corre” en el sentido que le apetezca
_Srta. Nadia no la eliminaré  por un solo motivo, el significado que le acabo de dar al término “corre” me acaba de arrancar una sonrisa. Que tenga buena tarde.
_Presiento que una sonrisa, no será lo único que le arranque licenciado… Igual una buena tarde para usted.
 Casi temblaba cuando dejamos de chatear, estaba convencida de  haber vendido la imagen de una mujer segura y decidida, pero en realidad  tenía el corazón desbocado de tantos nervios, aun así me sentí satisfecha, el anonimato me permitía despojarme de mis inseguridades y actuar como una mujer que sabe lo que quiere.
Dejé que pasaran un par de días para volverle a escribir:
_Lcdo. Puede zafarme de una curiosidad que me está carcomiendo
_Usted de nuevo Srta. …dígame cuál es su nueva inquietud?
_Algo simple Lcdo. me gustaría que observe  detenidamente los dedos de sus manos …cuál de ellos  es más largo? el anular o el índice?
_Hummm, no sé a qué viene su pregunta, pero definitivamente mi anular supera con creces al índice
_Uffffffff lo imaginé…
_Que quiere decir con eso Srta. Nadia?
_Sr. le realizaba un test sexual y la respuesta me ha dejado gratamente satisfecha
_Ilústreme Srta. Nadia, me ha dejado intrigado
_Jajaja Lcdo. En esta vida nada es gratis, que me ofrece a cambio de la explicación?
_Oh veo que es buena negociando, más bien dígame usted que es lo que desea?
_Mmmm lo que deseo de usted, lo tendré  en su momento…por ahora me conformo con una foto de su….de su mano licenciado, quiero ver ese anular.
_Trato hecho Srta. Nadia, en un momento se la mando, ahora  cumpla con su parte
_Lcdo. cuando estamos en el vientre materno estamos expuestos a varias  hormonas entre ellas la testosterona, y según dicen hay una relación directa entre esta hormona masculina y el tamaño del anular, así que…
_Los hombres que tenemos grande el anular…
_Exacto!!! son excesivamente masculinos
_Hummm y en el caso de las mujeres?
_Las que lo tenemos más largo que el índice, poseemos una dosis extra de hormonas masculinas, lo que nos hace sumamente ardientes…
_Interesante Srta. Nadia, debo reconocer que ha  despertado mi curiosidad… me envía una foto de su anular?
_Esta vez que está dispuesto a dar a cambio Lcdo.?
_Jajaja Nadia no le parece que intenta pasarse de lista conmigo?
_De ninguna manera señor, solo intento tranzar,  sin embargo haré una excepción con usted,  le remitiré la foto  como un promocional de mis encantos, qué le parece?
_Perfecto!. Me place comprobar que usted  entiende los principios de una buena negociación. Luego reviso mi correo.
(Supongo que casi todos  los lectores que han llegado hasta aquí…se han mirado los dedos  je je)
Después de aquel segundo contacto virtual, me sentí más segura, había conseguido captar su interés durante unos minutos,  no era un gran logro, pero la cuestión era crear oportunidades de irme metiendo en su mundo.
En la tarde recibí un mensaje:
_Hermoso anular…hermosa mano…evidentemente un arma maravillosa…
 _Gracias Licenciado, pero  intuyo que su arma es la que es un verdadero  prodigio, digo por el tamaño y lo fuerte que se ve…
_Jajaja Nadia, usted hace volar mi imaginación se refiere a mi mano verdad?
_Jajaja obviamente licenciado, es lo único que  he tenido el placer de ver…. por el momento
_Nadia…Nadia…
Dos días después le mensajeé:
_Es una tarde fría licenciado, me preguntaba si se le antoja que le envíe un café
_Gracias Srta. Nadia, pero justamente estoy bebiendo uno, no me diga que usted también?
_En realidad no me gusta  mucho el café,  prefiero beber  un té o …leche, respondí haciendo una pausa para que perciba mi doble intención
_Así que le gusta tomar leche en la oficina? interesante Srta. Nadia respondió captando el doble sentido
_A muchas nos gusta licenciado…aunque terminemos conformándonos con un café
_No sé si entendí bien, usted bebe café para quitarse las ganas de leche??
_De ninguna manera licenciado, nada logra atenuar mis ganas de leche, además de rica es un alimento básico en la escala nutricional
_Jajaja Nadia,  siendo honesto  lo que me llama la atención  no es que le guste la “leche” sino que se le antoje en horas de oficina
_Pues ya lo sabe licenciado, si gusta  invitarme una bebida, que no sea precisamente un café…
_Perfecto!! recordaré que usted tiene predilección por él te, y desde luego por la “ leche”…..
_Besos licenciado, una buena tarde.
Ala mañana siguiente, cuando aún no se había conectado le dejé el siguiente mensaje.
_Lindo día Lic. Suárez, espero ver su sonrisa esta mañana, sepa que  usted provoca  entusiasmo y  ganas de………..
Ya en la tarde me llego su respuesta.
_No sabía que mi sonrisa estimulara al personal y menos que provocara ganas de….????? Lamento no entender su insinuación Srta. Nadia pero de todas formas procuraré sonreír más seguido
_No peque de humilde licenciado  sabe perfectamente lo que usted provoca… lo que provoca en mí…
_Sea más clara Srta. Nadia, su manía de cortar las frases da lugar a muchas interpretaciones
_Jajaja hay una sola interpretación a la vista señor. Le deseo!!!…le deseo una buena noche…
_Nadia ..Nadia…le recuerdo que quien juega con fuego se puede quemar..
_No tema por mi señor, soy una mujer de riesgos
_Bueno saberlo Srta. Nadia, no  diga luego que no se lo advertí-
Durante  unas  semanas le dejé mensajes de ese tipo, a los que mi jefe respondía con cierta picardía pero manteniendo las distancias. En ocasiones abordábamos otros tópicos, lo cual me daba la oportunidad de  mostrarle  que soy lo suficientemente lista como para generar interés en cualquier área, lamentablemente mi desventaja  era mi falta de belleza física, pero bien se dice que la suerte de la fea, la bonita la desea. 
En la oficina las cosas no habían cambiado entre los dos, yo seguía actuando con la discreción de siempre, y el continuaba con  su habitual formalidad,  salvo que a momentos  para mi total satisfacción, le veía sonreír frente al computador…
Al paso de los días empecé a notar que ya no era la única en tomar la iniciativa, sino que frecuentemente hallaba algún mensaje de mi jefe, lo que abría las puertas para que yo avanzara  a pasos agigantados. Así, con mayor confianza continué enviando mensaje tras mensaje…
_Lic. Suárez esta mañana le vi en la cafetería, traía una camisa celeste y unos pantalones oscuros, creo que tenía prisa porque miraba con frecuencia su reloj, quizá por eso no percibió que yo me deleitaba examinando  sus ojazos marrones, sus labios húmedos de café, el vello oscuro que se escapa por la abertura de su camisa y…y… por qué no decirlo? .aquello que se le marca en el pantalón….
Media hora más tarde se conectó y de inmediato me llegó su respuesta
_Mire nada más que niña tan  curiosa!! sabia q a eso se le puede llamar acoso?
_Acoso, provocación, coquetería, no importa el nombre, lo que importa es que surta efecto licenciado
 _Hummm hay algo de razón en lo que dice Nadia, y dígame  le gustó lo que vio?
_Señor  si le digo que  se me tensaron los pezones es suficiente respuesta?
_Solo los pezones Nadia.? Y que pasó con sus braguitas?
_Eso tendría que averiguarlo por sus propios medios licenciado
_Caramba si supiera en qué oficina está, ahora mismo iría y …
_Y ….? Por lo visto es ahora usted quien deja las frases a medio decir mi querido licenciado
_Jajaja dime en qué oficina estás, y personalmente reviso esas braguitas…
_Mmmm las estoy revisando por usted licenciado, no imagina cómo las tengo…
_Lo imagino Nadia, lo imagino…alguien está en tu oficina?
_Estoy sola en mi apartado…adivine dónde tengo los dedos?
_Espero que en tu delicioso coñito mmm como me encantaría ver esas braguitas húmedas
_Humm le basta una foto licenciado? o prefiere las braguitas  en su oficina
_Guapa obviamente la segunda opción
_Alguien acaba de entrar, regáleme un segundo
_OK
Excitada y con ganas de estimularle me quité las  braguitas y l as metí con cuidado en un sobre manila; me dirigí a al salón de recepciones   y lo oculté, adhiriéndolo con cinta adhesiva  a una de las sillas.
Regresé a mi oficina sonriente, me gustaba el juego, me gustaba sentirme provocadora y me gustaba la sensación  de  andar sin  braguitas.
_Sala de recepciones, primera fila, bajo el asiento de la octava silla; si le interesa  ahí puede encontrar mis braguitas
_Creí entender que las  tendría en mi escritorio
_Cambié de idea señor, no voy a arriesgarme a que me descubra
_ Dame un segundo voy por ellas
Ok.
_Ohh Nadia, Nadia, que aroma tienes mujer, eres deliciosa…y  tus braguitas divinas, empapaditas como me gustan
_Usted las mantiene húmedas todo el día licenciado, no necesito más que verle conectarse para sentir ganas de…
_Ganas de qué ? de que me ponga bajo tu escritorio  y te separe los muslos?
_Mmmm licenciado si sigue así terminare mojando la silla…
_Mójala mójala linda que yo voy  y la seco con mi legua o prefieres  que te  hunda  mi…caray!! que no sabes cómo me la pone el olor de tus braguitas!!
_Cómo se la pongo Lcdo. Suárez? atrozmente despierta? irremediablemente dura?
_Nadia sabes perfectamente que estoy por romper el pantalón,…ay mujer  dejémonos de formalidades me la pones dura,  dura y gruesa  como un brazo de albañil!!!
_Jajaja que guarrada es esa!!
_Jajaja  perdona pero es cierto!!!!Deberías verla!!
_Mmmm no me basta con verla, quiero tocarla…sentirla…probarla…y quiero más de esas guarradas
_Reinita te doy lo que quieras, pero ahora  no se va a poder,  en 10 min tengo reunión de directores
_Mmmm es una verdadera lástima, porque  justamente en  este instante pensaba regalarle una fotito…le gustan los pezones sonrosados?
_Mmm veo que te gusta jugar conmigo…. ponga atención a esto Srta. Nadia, en 20 min reviso mi correo , más le vale  que esos pezones sonrosados estén tiesos  como me gustan, ahhh y por demanda ejecutiva adicione una toma de su coño, a menos que quiera recibir una sanción, no  se le olvide que soy el jefe de personal
_Jajaja Lcdo. Suárez, lo ofrecido es deuda,  pero bajo ningún concepto  anexaré  su pedido, quiero ver que tan bueno es sancionando al personal
_Así me gustas Nadia, altanera y provocadora, me va a dar más gusto someterte. Besos
Me recliné en el sillón evidente excitada, mi corazón latía aceleradamente  y mis muslos se abrían y cerraban intentando estimular mi clítoris, sentía unas ganas intensas de tocarme, pero no lo hice,  ya que era frecuente que  mi jefe antes de salir de su oficina pasara por mi apartado dando alguna disposición y definitivamente no estaba dispuesta a arriesgarme a que me descubriera. No me equivoque, en escasos minutos, con portafolios en mano se me acercó.
_Sandra, tengo sesión de directorio, si se presenta algo, por favor agéndele para mañana y no se olvide del informe que le pedí
_De ninguna manera licenciado, a más tardar mañana se lo remito
_Ok, buena tarde Sandra, por cierto quería preguntarle algo… con discreción
_Claro señor, lo que guste
_Sandra, últimamente alguien le ha hecho preguntas sobre mí,?
_Licenciado, varias personas en la empresa requieren información acerca de…
_No Sandra, no me refiero a cuestiones laborales, más bien a… no, no me haga caso, en fin, manténgame informado de todo por favor.
_Desde luego señor, no se preocupe.
Respiré aliviada, el hecho de que mi jefe me hubiera realizado aquel cuestionamiento evidenciaba que no sospechaba de mí, por lo que tenía la posibilidad de  seguir con mi juego, pero  a la vez me entristecía  saber que me consideraba tan insignificante  que no contemplaba siquiera la idea de que de yo pudiera ser la mujer que lo seducía virtualmente. Sin embargo, a esas alturas del partido no pensaba dar marcha atrás y ya sea como Sandra o como Nadia intentaría conseguir mi objetivo.
Una vez que me quedé sola, me encerré en el sanitario y con la cámara de mi celular  realicé varias tomas de mis senos cuidando de no dejar ningún detalle que me delatara. Tenía los pechos algo grandes, con unas bonitas aureolas claritas y salpicados de pecas oscuras; no eran una maravilla, pero se mantenían en buen estado.
 No lo pensé dos veces y  envié la mejor fotografía  a su correo.
Aproximadamente una hora después me escribió:
_Naturales cierto?
_ Tanto se nota la imperfección?
_Hummm yo diría que son imperfectamente perfectos!!!
_Eso es un halago?
_Jajaja mujer son divinos!!!  No imaginas lo que acaban de provocar…
_Lo que…estoy pensando?
_Siii justamente eso!!! tengo una erección animal y en plena presentación de informes
_Jajaja me manda una foto ‘?
_Claro guapa cuando termine la sesión, al parecer no va a tardar demasiado. Te escribo apenas concluya
_Ok
_Pero, mientras tanto…
_Mientras tanto…
_Agarra esas preciosuras de tetas por mí y dile a la delicia de coñito que tienes que muero por darle lo que quiere
_Siempre y cuando no se lo ofrezca en vano, porque  ya lo tengo como le gusta: húmedo, caliente y cachondo muy cachondo…
_Mujer!!! cómo me pones!!, ahora mismo te arrinconaría y te daría una buena…
_Démela, démela que llevo días esperando que me llene toda, no sabe cómo sueño cada noche con que me  atragante de todo
_Carajo!!! no sabes que ganas tengo de salir de la puta reunión que no termina
_Ahhh…sabe lo que hago? He cerrado la puerta y estoy tocándome el coño por usted
_Así mami, asii húndete un par de dedos, vamos preciosa dale gusto a tu coñito y córrete para mi
_Eso es lo que quiero, correrme!! Ufff haga algo  por mí, al disimulo  pase la mano por su bragueta y apriétatela unos segundos
_Ufff mujer…que rico!! te juro que ya perdí el hilo de la exposición….mami quiero follarte…necesito hacerloooo!!
_Eso es precisamente lo que quiero!! dígame que nadie le calienta como yo, dígamelo, dígamelo que ya me corrooo!!
_Nadie, nadie me la pone como tú, oíste!!! nadie me pone  tan bruto y tan pendejo…vamos cosita orgasmea para mii, duro y fuerte para  tu cabrón
Mierda!!!  yaaaa…yaaaaaaaaaa….. !! que ricooo!!!!!! ahhhhhhn
Mis espasmos se multiplicaron y allí, en un lugar tan poco propicio como mi oficina,  se me estremecieron hasta las fibras más sensitivas. Sus letras latiguearon en mi cuerpo, y a través de esa pantalla  sentí sus palabras como si fueran caricias que quemaban en mi piel. Mi mente estaba al borde ,así que no necesite más que  introducir mis dedos entre mis piernas  y estimularme  el clítoris  unos instantes, para correrme brutalmente. Lo soñaba…lo necesitaba…lo merecía…
_Que pasó amor sigues ahí?
_Sí..ssi..es que  ufff tocaba el cielo…
_Mmmm o sea que la nena se corrió muy rico?
_No sabe cuánto…fue increíble…
_Me alegra, me gusta saber que disfrutas conmigo
_Pero usted..
_No te preocupes linda,  ya habrá otro momento para mí. Ahora debo calmarme que  al parecer no tarda en terminar la reunión y con el pantalón hecho  carpa no podré salir. Te .escribo cuando este en mi oficina si?
Sí, y gracias por todo
Nada de eso guapa besos.
El resto de la tarde no pude concentrarme, aun sentía entre mis muslos una inquietante tibieza que me tenía en un estado de delirio. Definitivamente  un orgasmo no era suficiente para aplacar  la excitación que ese hombre me generaba, así que decidí jugarme el todo por el todo con tal de disfrutar de sus caricias.
_Alguna novedad Sandra? Pregunto mi jefe que me observaba curioso desde el umbral de la puerta_ La noto  abstraída
_ No, nninguna, señor  solo fue una breve distracción, en realidad terminaba el informe pendiente, respondí  procurando serenarme
_Ok, estaré en mi despacho, que nadie me interrumpa por favor, llámeme solo si es algo es realmente urgente
_Sí señor, como diga.
Se dirigió a su oficina y supe que en breve se conectaría. Así lo hizo.
_Nadia, .mucho trabajo? cómo va su tarde?
_En realidad bastante tranquila…como le fue en la reunión
_Excelente, solo que “algo me  distrajo” y me perdí algunos datos de las exposiciones
_Así?? Y se puede saber que fue aquello que logro distraerle tanto?
_Mmmm fíjese que recibí un correo de  unos pechos preciosos y a partir de ahí la dueña de esas maravillas me dejó  totalmente perturbado
_Jajaja mire nada más que niña más inoportuna, debería castigarla  por provocadora
_Tiene usted toda la razón, ahora mismo debería darle su merecido, lástima que sea tan asustadiza y se esconda tras un anónimo, porque si no…
_Sino que.?
_Sino  ahora mismo le daría lo que tanto quiere…
_Mmmm y que es lo que supone que quiero Lcdo. Suárez?
_Lo que te hace falta entre las piernas Nadia, te lo daría todo, centímetro a centímetro, hasta hacerte chillar
_Mmmm veo que lee mis pensamientos, eso es justo lo que se me antoja… imagine que estoy con la faldita a la cintura, recostada en su escritorio  o me prefiere  de rodillas entre sus muslos?
_Te quiero de cualquier forma Nadia, pero te quiero aquí en mi oficina, ven por lo tuyo guapa ya deja de esconderte…
_Me gustaría… pero…
_Sin miedos Nadia  sin miedos, ambos lo deseamos…
_Es que no sé si cuando usted sepa quien soy, quiera continuar con esto…
_Jajaja Nadia  me has tenido tanto tiempo pegado al chat, y ahora temes no gustarme?

Entiende esto mujer, me gusta tu compañía y me excitas, me excitas demasiado…ven mami, ven que  tengo todo listo para ti…

Follar con el Lic. Suarez, era el objetivo de mi plan de seducción virtual, pero no me sentía segura de su reacción al verme , así que  rápidamente vislumbre una posibilidad
_Licenciado si descubre quien soy, temo que  acabaremos con el encanto del juego y ya nada será igual, pero si le parece podría cubrirse los ojos  y en este mismo instante me presento en su oficina
_Perfecto Nadia,  perfecto, le diré a mi asistente que te deje pasar
_Ok, pero prometa que no va a hacer averiguaciones sobre mi identidad, aun quiero mantenerme en el anonimato
_Trato hecho mujer, seguiremos tus reglas, por el momento
Con mi corazón desbordándose de emoción me detuve frente a la puerta de su oficina, golpeé suavemente y su voz con algún síntoma de emoción me invito a pasar.
_Nadia? pasa, pasa por favor
No respondí, tan solo el sonido de mis tacones  y el ruido del seguro en la puerta le confirmaron mi presencia.
Estaba arrimado en el filo de su escritorio, con los ojos cubiertos por un pañuelo, se veía hermoso; quien creería que un hombre así de atractivo esperara por mí.
Temblaba de emoción, pero valientemente me acerqué hasta rozarlo con mis senos. Una inexplicable emoción me hizo sentir deseos de abrazarle y acomodé mi cabeza en su hombro. Quizá el haber soñado demasiado con sus caricias me tenía en un estado de incredulidad e indecisión.
 El cruzó sus brazos tras mi cintura y por unos instantes nos quedamos juntos ahogados en nuestros deseos
_Hueles delicioso susurró .mientras me ajustaba  más contra su cuerpo_ tan delicioso  como el aroma de las braguitas que me regalaste añadió deslizando su mano por mi trasero.
_Mmmm
_Sabes Nadia, tienes buenas pompas y no imaginas lo delicioso que es tocarte sin saber exactamente quien eres, aunque por lo que tanteo, tendré que buscarte entre las oficinistas de buen culo, murmuró mientras magreaba mi trasero.
Incapaz  de hablar por no ser identificada, me limité a esbozar un gemido que le animaba a ser más atrevido, tanto que deslizó sus manos por mis muslos, hasta acariciar mi trasero sin el impedimento de la tela.
_Que rico tocarte así mujer, piel a piel, eso de acariciarte solo a través del teclado ya me estaba obsesionando con tu cuerpo, además me encanta que no puedas o no quieras hablar, porque no podrás recriminarme nada de lo que voy a hacerte…
_Ahhh
_Por cierto, quiero preguntarte algo; puedo meter un par de dedos en el coño goloso que tienes?
_Ufffffff
_ Como no respondes, asumiré que el que calla otorga; vamos mami, separa los muslos murmuró chirleando mis glúteos
_Ahhh…Ahhhh
_Mira nada más que encharcada estás mamita!! por lo visto quieres mucho más que un par de dedos eh?
_Ohhhhh
_Y qué es eso de expulsar el pecho? también quieres que me dedique a tus tetas? Vaya golfita que me resultaste Nadia, gruño liberando mis senos del  brasier.
Sus labios se prendieron de mis pezones succionándolos vivamente, lamía arrancándome más gemidos de los que pudiera imaginar, mientras con sus dedos no daba abasto entrando y saliendo de mi sexo, hasta llevarme al borde de un orgasmo.
Me ayudó a sentarme encima del escritorio y él se ubicó en su sillón dejándome despatarrada, sus besos recorrieron mis muslos abriéndose paso entre mis ingles. La sensación era maravillosa, mi sexo era devorado con verdadera pasión, como lo había soñado, como lo disfrutaba cada noche en mis fantasías; no tardé mucho y me corrí en medio de electrizantes espasmos.
Volvió a besarme, volvió a estimular mis pechos y volvió a despertar esa necesidad  profunda de ser follada, y aunque el tiempo apremiaba, el morbo era más fuerte que cualquier luz de sensatez.
 Me tomó de la cintura y terminé sentada sobre sus muslos abrazando su espalda con mis piernas, moviendo mis caderas, restregándome contra su pelvis, mostrándole cuan ansiosa estaba por ser penetrada.
Se dio modos para bajar su pentalón y sin pérdida de tiempo, levanté mi cuerpo buscando el acoplamiento, su glande chocó en mi  entrada  abriéndose paso entre mis pliegues, pero manteniendo el control de mi cuerpo demoré la penetración.
 Con la parsimonia de quien sabe que la espera agranda el deseo, fui introduciéndomela poco a poco, subiendo y bajando centímetro a centímetro, apretando mis músculos para procurarle más placer, pero no pude resistir mucho y yo misma me la enterré con violencia.
Era delicioso oírle susurrar entre jadeos
_Así mami asii…muévete mas!! asiii
El choque era brutal, nuestros cuerpos rítmicamente se satisfacían y un segundo orgasmo, me hizo rendirme en sus brazos.
Ágilmente me incorporé y me acomodé  entre sus muslos. Su pene tenía concentrado el olor de mi sexo y el sabor de mi orgasmo haciendo para mi total agrado, aún más morbosa la felación.
Su  miembro era de buen tamaño, difícilmente podría caberme completo, pero relajando los músculos de mi boca logré que se desplazara  al interior, culminando en una garganta profunda. Luego con rápidos movimientos de subida y bajada le arranqué nuevos gemidos y ansioso por correrse, me tomó de la cabeza marcando un ritmo violento; no tardó mucho y entre estremecimientos y jadeos derramó sus líquidos en mi boca…
A partir de ahí, bastaba un simple mensaje titilando en nuestras pantallas: Nadia puedes venir?  o licenciado esta solo? para que aprovecháramos las menores oportunidades para darnos placer, era cuestión de breves minutos para propiciarnos un oral, o desatarnos teniendo sexo fuerte, si ocasión permitía. Afortunadamente no hacía preguntas sobre mi identidad; pero tarde o temprano  todo secreto sale a la luz, y el mío llegó a descubrirse
Recuerdo que aquella noche se memoraba el aniversario de  la empresa, después de los actos formales se ofreció una recepción en los salones sociales del edificio Maxioms, a la que asistimos casi la totalidad del personal. Mi jefe debido a su estatus permaneció la mayor parte de tiempo en el círculo de la dirección, mientras que la mayoría de los empleados, disfrutábamos de la celebración.
Debo reconocer que fue mi imprudencia la que desencadeno los sucesos, pues animada por un par de copas, me atreví a mandarle un mensaje de correo desde mi móvil.
_Que tal la noche Lcdo. Suarez…se divierte mucho?
_No como debería Nadia, incluso ya estaba considerando la posibilidad de retirarme, con franqueza, la que me detiene aquí eres tu
_Yo?? vaya no tenia idea de eso
_Jajaja Nadia lo sabes perfectamente…es más estaba por proponerte que nos escapemos  a mi oficina, allá podremos divertirnos más, no crees?
_Mmmm tiene toda la razón, adelántese licenciado, le alcanzo en unos minutos
_Perfecto!! Sabía que esta noche terminaría bien
En breve le vi cruzar el salón, y minutos después con discreción me dirigí a su oficina. Cuando llegué, las luces estaban totalmente apagadas, entre y puse seguro en la puerta.
_Me urgía tu presencia Nadia, te imaginé toda la noche sin braguitas…
Busqué sus labios con desesperación,  morreándolo contra la pared, y sin mas preámbulos, abrí su bragueta y me puse de rodillas
 Bajé sus prendas hasta los tobillos liberando su miembro endurecido ; presurosa hundí mi rostro en sus genitales manchando  mis mejillas con sus líquidos pre seminales, no era difícil enloquecerlo, bastaba soplar mi aliento sobre su glande para que sus dedos se encrisparan en mi cabello y su pelvis se balanceara hacia el frente buscando donde insertarse.
_Ohhh Nadia mi Nadia…eres maravillosa…
Estimulada por sus jadeos, sujeté su miembro con mis dos manos, y chorreé unos hilos de saliva que permitían que mis labios acoplados al grosor de su miembro engulleran con suavidad. A momentos mermaba el ritmo de los movimientos, para repentinamente volverlos rápidos, desafiando su resistencia…
_Ven…ven  acá mujer que ya no resisto las ganas de dártela
Me empujó contra el escritorio y ubicándose detrás empezó a restregarse contra mi cola, dejándome  disfrutar de la presión de su erección mientras tiraba de mis pezones.
Jugaba con su miembro en mis genitales, desplazándolo con suavidad por mis labios, subiendo y bajando sin prisas, explorando mi clítoris y provocando mis deseos de ser tomada sin compasión.
_Te gusta no? quieres que te la hunda verdad? susurraba mientras introducía escasos centímetros de su miembro en mi sexo
_Ahhhh ahhhhhhhhh
_Vamos mamita, quiero oírte pedir añadía retorciendo mi clítoris
_Ahhhh
_La quieres mami? la quieres? Vamos mi reina pide de una puta vez lo que quieres!
Quizá estimulada por sus palabras o por el par de copas de licor en mi sangre, me deje llevar por las sensaciones y sin detenerme a pensar que podría reconocer mi voz supliqué
La quiero…la quiero todaaa!!! húndela!!! húndela que quiero correrme!!!!!
La introdujo de un solo golpe, provocándome una deliciosa mezcla de dolor y placer, sus movimientos se aceleraron, se volvieron fuertes, continuos, desesperadamente placenteros y sin poder contenerme exploté en uno de los más intensos orgasmos que pudiera recordar.
Tras de mis gemidos como un eco siguieron los suyos, sus movimientos se intensificaron hasta que le faltaron fuerzas para seguir; se quedó quieto en la profundidad de mis carnes, soltando un gemido entrecortado y llenándome las entrañas con su calidez.
Nos quedamos varios minutos callados y fue él, quien rompió el silencio
_Nadia no es el mejor momento, pero necesitamos hablar
No respondí
_ Nadia estoy cansado de tu silencio, ya basta de tanto misterio, sé quien eres, tu voz es inconfundible. Di algo mujer
Continúe en silencio y evidentemente  eso le molestó; se  levantó del sillón y sin darme oportunidad de detenerlo, encendió una de las lámpara.
_Lo sabía,!  la sensual Nadia es en realidad mi asistente Sandra, qué sorpresas da la vida no?
_Señor yo…
_ De verdad pensabas que no llegaría a descubrirte? masculló arrugando el ceño
_Yo…yo..
_Yo qué Sandra?? eso es todo lo que dirás?? crees que con quedarte callada lo arreglas todo?
_Licenciado  lo… ssiento murmuré balbuceante
_Te parece que una disculpa es suficiente?, caray!! eres mi asistente y siento que abusaste de mi confianza!!
_NNo.. era mi intención respondí totalmente conmocionada
_Solo eso me faltaba, que creas que con un par de lágrimas solucionas este enredo
_No necesita ser cruel…
_Así que ahora la Srta. es la victima? Honestamente me decepcionas Sandra
_No sabe como me arrepiento de…
_Sigue, sigue…por una vez en tu vida actúa como Nadia, sé directa, valiente, vamos levanta la cara y dime lo que en verdad piensas, deja de actuar como la asistente reprimida que siempre has sido
_Déjeme en paz! !usted no es más que un presumido que se cree superior por su posición, que discrimina a la gente por sus condiciones, o acaso se habría involucrado conmigo si hubiera sabido que soy su insípida asistente?  No necesita responder, sé perfectamente la respuesta, pero le aseguro que usted no es mejor persona  que yo, así que no le permito que me ofenda!!
_Así Sandra, así es como quiero verte, altiva, segura, sin miedos. Deja de hacerte de menos, tú vales mujer, vales más de lo que crees,…por cierto, de verdad piensas que no sabía quien eras?
_No..nno le entiendo
_Mujer, reconozco que al principio no lo sabía, solo me dejé llevar por tu juego ya que de alguna forma me alegrabas el día con tus insinuaciones, pero comencé a sospechar de ti, por tu forma de mirarme, por tu nerviosismo, por tus  distracciones. Después noté que empezaste a arreglarte más; en fin, detalles, detalles  que tienen las mujeres cuando les gusta alguien.  Luego confirmé que eras tú, por algo tan simple como el olor de tu perfume, casi siempre usas el mismo, y coincidencialmente Nadia también…demasiadas pistas no?
_No le entiendo, si lo sabía porque no me lo recriminó antes?
_De verdad no lo imaginas?, pregunto apretándome contra su cuerpo
_Es usted tan extraño, me agrede y ahora intenta besarme?
_Solo pretendía que te avives mujer, que saques lo que eres en realidad, que asumas que dentro de ti hay una mujer fuerte, decidida  y hermosa muy hermosa
_Usted…usted es canalla!!
_Quieres seguir discutiendo? porque honestamente prefiero tus besos
Echó mano de mi trasero, y no pude resistirme a sus besos, en cuestión de segundos estaba recostada sobre su escritorio con los muslos abiertos, sintiendo como su lengua hurgaba en mis genitales; morbosamente introducía un par de dedos en mi sexo que me hacían berrear de placer, de placer y de emoción porque ya no necesitaba fingir ser otra mujer, al fin podía ser yo misma…
Con sus labios limpio mi venida y abrazándome susurró:
Esa era la mejor forma de pedirte disculpas…de verdad lamento el mal momento
Volvimos a abrazarnos y entre besos murmuró:
_Vamos Sandri, creo que es mejor ir a otro lugar…aceptas un café?
_Jajaja café a esta hora???
_Sip me encanta, deberías saberlo, trabajas mucho tiempo conmigo
_Pues le recuerdo licenciado Suárez, que Nadia le había comentado que no me gusta el café, prefiero un té o ….”leche “ murmuré de forma maliciosa
Me besó la frente  y acariciando mi barbilla respondió:
_Golosita vamos por mi café …que yo me encargo… de tu ración de “ leche”…
DEDICATORIA
Es cerca de las 23 h00, Leonnela acaba de publicar éste relato y entre suspiros se asoma al ventanal de su habitación. Contempla el cielo estrellado, un lucero brilla con más intensidad y el recuerdo de alguien le hace sonreír…sí, ese alguien que juega a susurrarle ideas, que estimula su imaginación y que se esconde siempre en sus relatos…
Una ráfaga de aire estremece su cuerpo trigueño, haciendo que sus pezones  marquen la batita de seda; el frio provocador recorre su espalda, y se pierde entre sus muslos carnosos, como si fuera una caricia, que se ensaña en estremecerla…
_Será el frío de la noche? se pregunta así misma… o quizá …quizá…alguien piensa en mi? Añade  con una enigmática sonrisa…
PARA TI, MI QUERIDO CONFIDENTE, QUE CONOCES  MI VIDA Y  MIS FANTASIAS, MIL GRACIAS POR TODO, SIEMPRE SERAS MI ANGEL VIRTUAL, AUNQUE NUNCA, TE LO HAYA DICHO…
 Leonnela. 

PARA CONTACTAR CON LA AUTORA:

leonnela8@hotmail.com
 
¡SEGURO QUE TE GUSTARÁ!
 
 

Relato erótico: “Seducido por ella, desvirgué a la mejor amiga de mi hija”(POR GOLFO)

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Soy un cerdo, un maldito degenerado, un ser despreciable. Un cobarde que  si tuviera coraje, se descerrajaría un tiro en la boca para así olvidarse de lo que había hecho. Debía de estar en la cárcel, encerrado de por vida por gilipollas e incluso castrado. Me arrepiento de haberme dejado llevar por mi jodida bragueta pero lo peor es que ahora no soy más que una puta marioneta en manos de María, la mejor amiga de mi hija. Mi vergüenza no tiene límites, conozco a esa niña desde los seis años y no comprendo como pude caer tan bajo de acostarme con ella. Me da igual que sea mayor de edad. Me resulta indiferente que ella haya sido la causante de mi tropiezo y yo su puto pelele. Soy culpable de haberme dejado convencer por esa cría y olvidando que para mí era casi una sobrina, la desvirgué, disfruté y lo sigo haciendo con ella. Sé que mi hija sabe que su padre es ese novio maduro del que tanto le habla María con sus amigos y que incluso lo acepta pero aun así sigue siendo algo inmoral.
No solo son los veintitantos años que la llevo ni siquiera el hecho de que sus padres sean mis amigos, lo que realmente me descompone es que esa bebé lleva conviviendo conmigo desde la más tierna infancia. Debido a las dificultades económicas de su familia, los veranos enteros se los ha pasado en mi casa. A todos los efectos, la traté como a una hija; si se ponía enferma, he sido yo quien la ha llevado al médico; si sufría por un muchacho, era yo quien la consolaba. Era su referente, si tenía algún problema, me pedía opinión y ahora que mi verdadera hija se ha ido a estudiar al extranjero y que vivo solo, miente a sus viejos para meterse en mi cama sin que yo pueda hacer nada por evitarlo.
Os preguntareis como sucedió, qué motivó que esa niña dejara de verme como el padre de su amiga y decidiera seducirme. Siendo sincero, ¡No lo sé!. Jamás le di un motivo, nunca la miré como mujer. Quizás fuera eso, cansada de tanto niño babeando por ella, le parecí atractivo al no verme alterado por su belleza. Ahora, sé y me consta que María es divina. Dotada de una inteligencia innata, si sumamos sus pequeños pechos, un culito respingón y una cara de ensueño, es el ideal que todo el mundo quiere para su hijo. Pero desgraciadamente y no sé qué hacer, fijó en mí su objetivo y soy su cautivo. Adicto a su juventud, hace conmigo lo que le viene en gana. Actualmente y por mucho que me duela, no podría vivir sin sus ojos negros ni sin esa melena que coquetamente se peina cada vez que estoy con ella. Si la llevo a un restaurant, todo el mundo supone que es mi retoño en vez de la ardiente amante en que se ha convertido y por eso tengo que hacer esfuerzos cuando se va al baño, meneando su trasero a propósito para provocarme, no quedármela viendo con lascivia.
La deseo con fiereza, me enloquece llegar a casa y desnudarla con avidez, mientras ella se ríe por mis prisas. Sé que es inmoral pero disfruto poniéndola a cuatro patas y follándola hasta que con su tierna voz me pide descansar. La niñita modosa de su infancia es ahora un volcán de veinte años que me exige sexo y más sexo sin perder la compostura. Nunca me levanta la voz, jamás me grita pero cuando se le mete entre ceja y ceja algo, manipula, ordena y exige hasta que consigue su empeño. Parece dulce, delicada e incapaz de romper ninguna regla pero yo sé bajo ese disfraz se esconde una hembra dominante, caprichosa, celosa y carente de escrúpulos.
Aunque me he ido por los cerros de Úbeda y no os he explicado cómo empezó mi claudicación, eso se debe a que quería explicaros antes que tipo de bruja es y así obtener vuestra comprensión.

María me lanza una red que no supe ver.
Separado desde hace muchos años, Isabel, mi hija, era mi única  compañía y por eso, cuando decidió irse a estudiar la carrera a Londres, sentí su perdida. Su curso empezaba en septiembre pero me pidió anticipar su marcha a julio para que, al iniciar las clases, tuviera fresco el inglés. Todavía recuerdo y me reconcome haber sido tan idiota de caer en la red que esas dos chavalas  cuando María, en el andén y mientras despedíamos a mi niña en el aeropuerto, me preguntó si como otros años podía acompañarme a Santander. Extrañado que quisiera venir a la casa de la playa, traté de evitarlo diciendo que sin mi hija se iba a aburrir.  La muchacha frunció el ceño al oírme y pidiendo auxilio a su amiga, entre las dos me convencieron de que la llevara ya que se lo pasaría bien gracias a la amplia pandilla que habían formado durante tantos años.
Reconozco que di mi brazo a torcer, cuando mi cría me susurró:
-Papá, sus padres no pueden pagarle una vacaciones. ¡Hazlo por mí!-
Sin saber su verdadero propósito, claudiqué y prometiendo hablar con sus padres, acepté que viniera. Debí de percatarme al ver en su cara una férrea decisión pero inmerso en el dolor por la ida de Isabel, creí que se debía a que podría veranear. Ya en el coche y con mi hija montada en un avión, me preguntó si íbamos a ir solos o por el contrario si iba a llevarme a una “amiguita”.
-¡Por supuesto que solos!- respondí escandalizado al oír su insinuación de que le ocultaba una mujer a su amiga -¡No tengo una novia escondida!-
Recibió mis palabras con interés y haciéndome pasar un mal rato, insistió:
-Raúl, no me creo que no tengas alguien con la que pasar un buen rato-
Avergonzado sin motivo, le contesté que desde que mi ex me había abandonado, solo había tenido un par de escarceos pero que al no tener ayuda, había tenido que ocupar todo mi tiempo en educar a Isabel. Contra todo pronóstico, esa dulce criatura sonrió y cogiendo mi mano entre las suyas, me dijo con ternura que ahora que mi hija había dejado el nido, debía de buscarme alguien con quien compartir el resto de mi vida. Ahora comprendo que se refería a ella, pero en ese momento agradecí su comprensión y cambiando de tema, le pregunté si tenía un novio esperándola en Santander.
-Todavía no es mi novio pero caerá – me contestó soltando una carcajada.
Su descaro me hizo gracia y devolviéndole una caricia en la mejilla, solté:
-Pobre tipo, va jodido si cree que va a poderse librar de tus garras-
Con una sonrisa de oreja a oreja, me miró y dijo:
-¡Eso espero!-
Esa misma noche, recibí la llamada de Antonio, su padre, agradeciéndome que le diera posada. Incómodo por que se enterara de que estaba al tanto de su mala situación, le dije que era un placer tener compañía y repitiendo las palabras de María le aclaré que su hija tenía muchos amigos en esa ciudad y por lo tanto, que no se preocupara que no iba a resultar un estorbo.
 
El viaje en tren.
 
Tal y como había hecho los últimos diez años, debido al miedo que sentía al volar, al llegar mis vacaciones, metí mi coche en el tren y alquilé un compartimento donde dormir durante el trayecto. Aunque había otros más rápidos, me había acostumbrado a coger el expreso en Chamartín por la tarde nada más salir de la oficina y pasarme la noche de viaje. Al llegar a la estación, esa cría, mi compañera de ese verano, me estaba esperando sola y con una enorme maleta en mitad del andén.
-¿Y tus viejos?- pregunté al no verlos ya que siempre acompañaban a su hija a decirle adiós.
-Raúl, ¡Qué tengo veinte años!- protestó haciéndose la madura.
Aunque sabía su edad, yo seguía viéndola como una niña y más aún ataviada como venía. Vestida con un ceñido traje de cuadros azules, parecía que acababa de cumplir los quince o dieciséis años. Muerto de risa, le dije lo que opinaba y ella, de mal humor, se levantó un poco las faldas y modelándome, me respondió:
-¿Son estas acaso las piernas de una niña?-
Cortado por tamaña exhibición, refunfuñé que no y desviando mi mirada, cogí su maleta y me subí al tren. Todavía mientras buscaba el vagón dormitorio, no fui consciente que detrás de mí, esa muchacha me estaba mirando el trasero con deseo mientras decidía cuándo y cómo me iba a atacar. Un revisor nos llevó hasta primera y señalando el compartimento número tres, nos informó que era el nuestro.
-Espero que su hija y usted descansen bien- respondió solícitamente a mi generosa propina.
De muy malos modos, María se dio la vuelta y se encaró a él diciendo:
-¡No es mi padre! ¿Algún problema?-
El empleado abochornado por su falta de tacto, huyó pasillo arriba mientras yo miraba incrédulo a la muchacha sin saber porque se había puesto así:
-María, ¡Piensa que es lógico que se haya confundido!- dije interviniendo a favor del tipo.
Meneando su melena, me miró y poniendo cara de no haber roto un plato, se carcajeó mientras me decía:
-Ahora estará convencido que soy tu amante-
-¿Y eso te hace gracia?- pregunté sin saber todavía sus intenciones.
-Mucha- respondió entornando los ojos- ¡Quiero que vean que sigues en activo!-
-¿No te entiendo?-
Disfrutando de mi sonrojo, me cogió de la mano, mientras me decía:
-Si quieres que las mujeres te miren, qué mejor que tener una novia joven-

Os prometo que ni ese más que claro coqueteo consiguió abrirme los ojos y con la familiaridad que dan los años, le solté un suave azote mientras le pedía que dejara de ser tan niña. Desgraciadamente mi mano se encontró con un culo duro y recio que no era el de una adolescente sino el de una mujer y completamente colorado, le pedí perdón por mi atrevimiento. Al descubrir el rubor que cubría mis mejillas, decidió dar otro paso y poniéndolo en pompa, exclamó:
-Para eso son, pero se piden-
Muerto de vergüenza, me hundí en mi asiento y sin levantar mis ojos del libro, comencé a leer tratando de olvidar el recuerdo de su trasero en mi palma. Mientras tanto, María se acomodó en el suyo y producto de aburrimiento, se quedó dormida. Llevábamos cerca de dos horas de viaje, cuando al terminarme un capítulo dejé mi lectura y levantando mi cabeza, la miré. Me quedé horrorizado al comprobar que sin darse cuenta de que se le había subido el vestido, esa muchacha dormía a pierna suelta mientras me mostraba involuntariamente su tesoro.
“Joder” exclamé mentalmente al percatarme que no llevaba bragas y que donde debía de haber una mata, esa cría lucía un monte desprovisto de cualquier pelo. Tratando de evitar recrearme con esa visión, me puse a mirar por la ventana pero irremediablemente una y otra vez, me giré a observar la belleza de su coño mientras me reconcomía por dentro la culpa.
Era impresionante,  los labios de su pubis me llamaban a adorarlo y por eso, acomodándome en el asiento, volví a coger el libro entre mis manos y disimulando me puse a observarlo. Tras mirarlo con detenimiento, el color rosado y lo cerrado de su sexo me informaron que, si esa niña no era virgen, poca experiencia tenía y más excitado de lo que me gusta reconocer, saqué mi móvil y  con alevosía, le saqué un par de fotos. Ahora me consta de que se dio cuenta y que lo hizo a propósito pero entonces supuse que fue el calor lo que la hizo tumbarse en dos asientos y provocó que sin querer dos de los botones de su vestido se abrieran dejando al aire sus pechos.
“Dios, ¡Qué belleza!- balbuceé al observar los abultados pezones que ese primor tenía decorando sus senos.
Como un loco, seguí fotografiando su cuerpo mientras mi víctima, ajena a lo que sentía el padre de su amiga, dormía profundamente. Cada vez más alterado y con un terrible dolor en mis huevos, decidí levantarme e ir al baño. Una vez encerrado allí, saqué mi móvil y recuperando las fotos me masturbé, soñando que ese cuerpo era mío. Desgraciadamente al eyacular, el recuerdo de mi perversión me golpeó en la cara y desesperado por mi ausencia de moral, me prometí que esa iba a ser la única vez que liberara mis bajos instintos usando a esa indefensa criatura.  Disimulando nuevamente, tiré de la cadena y salí al compartimento. Al volver, María se había despertado y sin reparar en que estaba medio desnuda, me preguntó dónde había ido.
Cortado y humillado, le contesté que al baño tras lo cual mirando hacía el suelo, le pedí que se tapara. En contra de la lógica, se rio al darse cuenta de su postura y mientras se abrochaba, me tranquilizó diciendo:
-No te he enseñado nada que no hayas visto o ¿no te acuerdas del retrato que tienes en tu despacho de nosotras?-
Tardé en comprender que se refería a una foto de ella y mi hija en la que jugaban desnudas en la playa pero “CON SIETE AÑOS”. Al defenderme diciéndola que esa foto tenía mucho tiempo y que en ella, eran unas bebés, María me contestó en son de guasa:
-Si quieres en este viaje, ¡la actualizamos!-
Su broma me terminó de abochornar porque aunque ella no lo supiera, en mi móvil ya tenía más de dos docenas de actualizaciones y tratando de desviar la conversación, miré mi reloj y dije:
-Son las nueve. ¿Te apetece cenar?-
Poniendo cara de agradecimiento, aceptó pero me pidió que la esperara en el restaurant porque quería cambiarse. Al preguntarle porque no iba así, me respondió:
-¿No me has dicho que vestida con este traje parezco todavía más joven?- y dotando de picardía a su voz, prosiguió: -¡No quiero que piensen que te gustan las menores de edad!-
Reconozco que debió enfadarme su descaro pero no fue así y pensando que al menos el revisor sabía que no era mi hija, creí prudente su decisión y despidiéndome de ella, salí del compartimento. Ya en el pasillo, me volvieron a asaltar las dudas y pensando que tendría que convivir con ese bombón durante treinta días, decidí que tendría que mantener una prudente distancia para no hacer ninguna tontería. Al llegar al vagón restaurant,  me senté en una mesa y pedí una cerveza. El camarero no tardó en llegar con ella y tras ponerla en la mesa, me preguntó si iba a cenar solo:
-No, estoy esperando. Somos dos-
Acababa de decirlo cuando María hizo su aparición. Casi se me cae al vaso al contemplarla, vestida con un sugerente vestido blanco y elevada sobre unos tacones de doce centímetros, la muchacha estaba impresionante. Sus movimientos, mientras se acercaba a mí, eran los de una pantera al acecho. Bebiendo un sorbo, traté de calmarme porque por primera vez temí que su víctima fuera yo. Al llegar a mi lado, me levanté, momento que ella aprovechó para darme un beso en la mejilla mientras preguntaba:
-¿Sigo pareciéndote una cría?
No pude ni contestarle al estar recreándome la mirada con el cuerpo que escondía esa especie de calcetín llamado vestido. De lycra y totalmente pegado, resaltaba la sensualidad de sus curvas, dotando a esa muchacha de un más que evidente atractivo. María, que se había percatado de mi sorpresa, sonrió satisfecha mientras ordenaba una botella de vino. Os juro que hasta ese detalle me escandalizó porque aunque era mayor de edad y legalmente estaba permitido, no me lo esperaba pues mi hija rara vez bebía alcohol. Asumiendo que era un viejo carca y al escuchar que el tinto que había elegido era una mierda, rectifiqué al camarero y pedí uno mejor.
-Gracias, me daba corte ese porque es muy caro- dulcemente me soltó mientras adoptaba una postura sumisa que nada tenía que ver con su carácter.
Dando por sentado que era un papel y que esa niña-mujer estaba actuando, me quedé observándola mientras volvía el empleado. “Realmente es preciosa” pensé fijándome en el sutil erotismo que manaba de sus poros. Con lentos movimientos e inofensivas miradas, María conseguía que cualquier hombre se volcara en servirla y con disgusto comprendí que yo mismo estaba cayendo bajo su embrujo. Al llegar el vino, cogió su copa y alzándola, me soltó:
-¡Brindemos por nosotros y nuestro verano!-
Ese inocuo brindis escondía un sentido que no supe captar y brindé con ella. Al hacerlo, mi copa estalló poniéndome perdida la camisa.  Mi acompañante se rio al ver mi cara y cogiendo su servilleta, se puso a limpiarme mientras sus manos palpaban más de lo necesario. Confuso por el manoseo al que me estaba sometiendo, pensé que era mi mente calenturienta la que me hacía ver lo que no existía, sin observar que se mordía los labios mientras recorría mi pecho. Tratando de evitar que esas “ingenuas” caricias terminaran excitándome y ella se diera cuenta, le quité sus manos diciendo:
-No te preocupes por la mancha-
Ella protestó un poco pero, como el camarero me había traído otra copa, no insistió pero entonces descubrí un brillo en sus ojos que minutos antes no estaba. Confieso que aunque intenté creer que se debía al vino, al haber dado un solo sorbo, comprendí que había algo más pero, temiendo que de enterarme no me gustara, me callé y aprovechando que traían nuestra cena, me puse a comer. El resto de la velada transcurrió con tranquilidad, resultando incluso divertida porque nos pasamos recordando diversas anécdotas que nos habían ocurrido durante tantos años. Ya en el postre, le pregunté por su padre.
-Jodido- contestó –No se ha repuesto desde que le despidieron. Se ha dejado vencer, en vez de levantar la cabeza y luchar-
-No es fácil hacerlo. La crisis es durísima y más aún para los mayores de cuarenta- respondí defendiendo a su progenitor.
La muchacha asintió al escucharme pero tras pensárselo durante unos segundos insistió en su ataque diciendo:
-Podría hacer algo más, fíjate en ti. Sin una pareja que te apoye, no solo has salido adelante sino que eres un hombre optimista al que todo le sonríe. Para mí siempre has sido mi ejemplo, desde niña he admirado  tu fuerza. Te parecerá ridículo pero no tengo  novio porque cada vez que conozco a un chico lo comparo contigo y comprendo que no te llega ni a la horma de los zapatos-
-¡No digas tonterías!- exclamé incomodo por sus piropos –Reconozco que desde el punto de vista económico me ha ido bien pero ¡Fíjate!: Tu padre tiene una esposa que le quiere y en cambio yo duermo solo sin que nadie se preocupe por mí-
-No es cierto que nadie se preocupe por ti. Nos tienes a Isabel…- creyendo que era el momento de revelar sus planes y cogiendo mi mano entre las suyas, me soltó:- … y a mí. Te queremos muchísimo y por eso hablamos entre nosotras y hemos decidido que necesitas una mujer-
Su afirmación me indignó. ¿Quién coño se creían esas dos crías para planear a mis espaldas sobre mi vida privada? Cabreado, pregunté:
-Ya que sois tan listas, ¿Habéis elegido una candidata perfecta?-
-Si- respondió mirándome con dulzura.
-¡Esto es el colmo!- repelé fuera de mí pero, calmándome a duras penas, le pregunté: -¿Y cuándo tenéis pensado presentármela?-
-Ya la conoces- contestó mirando la mesa- ¡La tienes enfrente!-
El impacto de su confesión en mi mente fue tremendo. Analizando el último mes, recordé la preocupación de mi hija por dejarme solo, su insistencia en que me llevara a su amiga de vacaciones e incluso el modo tan sutil con el que me había reiterado que María había crecido y que ya era una mujer. Tras quedarme mudo durante un minuto, la miré diciendo:
-¡Estáis completamente locas!. ¡Mañana te saco un billete y vuelves a Madrid!-
Con una tranquilidad y una determinación que me dejó helado, respondió:
-No pienso irme. Vas a tener que soportarme durante todo el mes si no quieres que Isabel deje la universidad y vuelva a España-  en ese momento sacó un sobre de su bolso y mientras se levantaba y me dejaba solo, exigió que lo leyera.
Alucinado la vi marcharse rumbo a nuestro compartimento. Esperé que hubiese desaparecido para leerlo. Al abrirlo descubrí que era una breve carta manuscrita de mi niña:
Papá:
Siento la encerrona pero después de darle muchas vueltas he comprendido que María tiene razón. Necesitas una mujer y que mejor que alguien que sé que te adora y se desvive por ti. Ella te ama y por eso te pido que le des una oportunidad. Comprendo que estés enfadado pero te aviso que como hija no puedo dejarte solo y si te niegas, lo tendría que aceptar pero entonces me obligarías a dejar mis estudios y a volver a tu lado.
Tu hija que te quiere
Isabel
Estrujé ese papel al terminar y hecho una furia pedí al camarero que me trajera un whisky. Lo irracional y ridículo del planteamiento no aminoraba el hecho de que ese par de arpías me estaban chantajeando y por eso mientras apuraba mi copa y pedía otra, decidí que cedería y dejaría que María se quedara todo el mes porque así comprendería que era absurda su pretensión de ser mi pareja. Cuanto más lo pensaba, más claro tenía que era grotesco suponer que podría enamorarme de ella. Obviando nuestras edades, había demasiados factores para hacerlo irrealizable: la sociedad, nuestros amigos, sus padres y en primer lugar ella misma. Aun sabiendo que me mantenía en forma, con el paso del tiempo, sería un anciano mientras María seguiría siendo una mujer joven. Con suficiente alcohol en mi cuerpo, pagué la cuenta y me dirigí a su encuentro con el convencimiento de no caer en su trampa y hacerla ver durante ese mes que su supuesto enamoramiento era algo pasajero.
María me esperaba, vestida con un sugerente camisón casi transparente, sentada en el asiento. Al verla tuve que hacer un esfuerzo para retirar mi mirada del precioso cuerpo que se adivinaba tras esa tela y con tono serio, dije:
-Te quedas pero no creas que voy a participar en vuestra locura-
La muchacha al oírme dio un salto y abrazándose a mí, me agradeció que la dejara quedarse. Sentí que me trasportaba a otra dimensión al notar la presión de sus pezones erectos sobre mi pecho y más excitado de lo que me gustaría reconocer, la retiré suavemente mientras su fragancia juvenil quedaba impregnada en mis papilas.
-Ahora vete dormir,  ¡Mañana hablamos!- exigí al ver que se quedaba de pie en mitad del compartimento.
-Mi amor, te juro que no te arrepentirás- contestó sensualmente mientras se subía a su litera y me dejaba disfrutar de su culo apenas tapado por un escueto tanga.
Me enfadó el modo en que se dirigió a mí pero como era una guerra a medio plazo, comprendí que si hacía caso a cada pequeña escaramuza que me plantease, iba a caer derrotado. Por eso, tampoco respondí a su provocación cuando medio desnuda y mordiéndose eróticamente los labios me dio las buenas noches.
“¿A qué juega esta niña?” me pregunté mientras me metía en el baño a cambiarme, “¿No se da cuenta que puedo ser su padre?”
Os tengo que decir que por mucho que me cueste reconocerlo, la labor de zapa que había emprendido iba dando resultados, de forma que al volver a mi litera e intentar dormir, me costó mucho hacerlo. Continuamente volvían a mi mente imágenes de María desnuda ofreciéndome su cuerpo, escenas donde ella me pedía que la hiciera mujer mientras sus manos me acariciaban. Para colmo de males, oír su respiración a un solo metro de mí y saber que si subía esa distancia, me recibiría con los brazos abiertos tampoco ayudó a calmarme. Debían ser mas de las tres, cuando al final el cansancio consiguió someterme y me quedé dormido.
Aun así, toda la noche me la pasé en un duerme vela con continuos sueños donde le separaba las piernas y hundía mi cara en ese primor de coño del que había disfrutado mirando. Me imaginé sacando la lengua y lamiéndole los labios mientras ella gritaba mi nombre pero desgraciadamente cada vez que cogía mi pene e iba a penetrarla, mi sueño se convertía en pesadilla al saber que era una aberración dicha fantasía.  Todos mis prejuicios me golpeaban de improviso, en algunas ocasiones era su madre o su padre los que nos descubrían en la cama pero el que me resultó más perverso fue cuando soñé que era mi hija la que abría la puerta y en lugar de enfadarse, sonreía y me dejaba solo para que culminara lo que había empezado.
“¡No puede estar de acuerdo!” maldije al despertarme de improviso con el recuerdo de su sonrisa, torturando mi cerebro y acomodando la almohada, decidí que al día siguiente la llamaría y aclararía las cosas.
Nuevamente el sopor me invadió y me hundí en un profundo dormitar del que solo salí cuando noté que María bajaba de su litera y se acomodaba a mi lado. Aterrorizado sentí que ponía su cabeza en mi pecho y me abrazaba. Esperando su siguiente paso, respiré tranquilo al percatarme que se había quedado dormida. Increíblemente la sensación de volver después de tantos años a tener una mujer entre mis brazos me encantó y por eso evité moverme para que no notara que me había enterado. El calor de su cuerpo contra el mío era algo tan maravilloso que provocó una grieta en mi decisión de permanecer soltero y cerrando los ojos, comprendí que ambas tenían razón:
¡Necesitaba una mujer!.
Aproveché ese momento para analizar las distintas mujeres que conocía y tratar de encontrar alguna con la que pudiera sentirme a gusto y pasar con ella el resto de mi vida. Desgraciadamente no hallé esa candidata idílica entre mis conocidas por lo que tuve que conformarme con decirme a mí mismo que debía de buscarla fuera. Justo en el instante que había resuelto explorar el mercado, María se movió y viendo que iba a caerse, la retuve posando mi mano en su culo.
“¡No puede ser!” exclamé mentalmente al sentir la suavidad de su piel sobre mis yemas y retirando mi palma de su trasero, me quedé impresionado de la tremenda erección que su contacto me había producido.
Ajena a mi embarazo, la mejor amiga de mi hija seguía frita mientras mi pene me pedía que volviera a acariciarla.  Totalmente horrorizado de que se despertara y viera el bulto evidente bajo mi pijama, me quedé inmóvil. Las horas siguientes se convirtieron en una tortura porque a mi vergüenza se unió un tremendo dolor de huevos, producto de tanto tiempo sobre excitado. Afortunadamente cuando a las ocho se despertó ya mi polla había vuelto a su tamaño normal. Al notar que se movía me hice el dormido porque así no tendría que explicar el porqué no la había echado cuando me enteré de su incursión hasta mi cama.
María se creyó que seguía dormido y deslizándose sin hacer ruido, se bajó de la litera. Una vez en mitad del compartimento, me dio la espalda y se puso a desnudar. Desde mi almohada vi cómo se deshacía de su camisón y se quedaba en pelotas, dejándome disfrutar de su trasero desnudo mientras buscaba que ponerse. Os confieso que intenté evitar seguir mirando pero fui incapaz y entre abriendo mis ojos, me puse a observar con deseo su pandero. Duro y con una forma de corazón que me dejó alelado, sus dos nalgas eran impresionantes pero la gota que colmó el vaso de mi excitación fue que al agacharse, me dejara vislumbrar un cerrado y rosado ojete que entonces me pareció un sueño inalcanzable. Una vez se había terminado de vestir, abrió sigilosamente la puerta y salió del compartimento.
Sé que fue inmoral pero nada más irse, cogí mi pene entre mis manos y rememorando la visión que involuntariamente me había obsequiado, me masturbé sin importarme que fuera ella. Cerrando los ojos, la vi arrodillada a mis pies y abriendo sus labios, introdujo mi falo en su boca mientras me decía lo mucho que me quería. Aun sabiendo que no era real, sentí sus besos sobre mi glande y la suave presión de su garganta al mamarme de forma que mi pene no tardó en estallar dejando una húmeda mancha sobre la sábana como recordatorio de mi depravación. Asustado de haber dejado una prueba tan evidente, fui al baño y cogiendo una toalla me puse a secarla, con la suerte que acababa de terminar cuando escuché que volvía.
Esperando que al entrar no notara nada extraño, me metí en la cama y nuevamente me hice el dormido. Con los ojos cerrados, oí el ruido de la puerta y a María entrando. Lo que no me esperaba es que después de dejar algo sobre la mesa, se acercara hasta mí y depositando un beso en mis labios, me diera los buenos días.
-¡Qué coño haces!- exclamé escandalizado de esa dulce caricia cuando minutos antes me había dejado llevar por la lujuria con su autora como protagonista.
-Lo que le prometí a Isabel: ¡Cuidarte! – respondió con ternura – Pero si me preguntas de dónde vengo, he ido a por tu desayuno-

Su respuesta me desarmó y más cuando se sentó a mirarme mientras me tomaba el café. La expresión de su cara era dulce pero provista de un erotismo que no me pasó inadvertido e incómodo por muchos motivos, le pregunté qué estaba haciendo:
-Darme cuenta que soy feliz al no tener que esconderme más. Te quiero y deseo ser solo tuya- dijo con determinación.
Pálido por tamaña confesión me costó tragar el sorbo de café que tenía en la boca y comprendiendo que de nada servía retrasar nuestra charla, me senté a su lado y le dije:
-María, yo también te quiero pero mi amor por ti es diferente. No creo que puedas ser feliz con un hombre de mi edad-
Contrariamente a lo que había pensado, mi respuesta le satisfizo y abrazándose a mí, me susurró al oído:
-¡Por ahora!, me conformo con que me quieras- y viendo que el tren había entrado en la estación, se levantó a recoger nuestras cosas mientras yo permanecía confuso en el asiento.
Absolutamente perplejo por su reacción, me quedé paralizado al darme cuenta que esa cría no iba a cejar en su empeño, de forma que tuvo que ser ella, la que viendo que todo el mundo se bajaba, me azuzara a darme prisa.
Nuestro primer día.
Debido a que teníamos que esperar a que nos liberaran mi coche, decidí meter nuestro equipaje en las consignas y así estar más libres para dar una vuelta por la estación. Ahora sé que fue una mala idea porque al no tener que llevar nada cargando, la muchacha me cogió de la mano y con ella bien agarrada, se puso a deambular por las tiendas. Siempre había odiado hacerlo pero no me expliquéis porqué me pareció agradable en su compañía hasta que se paró enfrente de una tienda de lencería. Tras unos minutos mirando el escaparate, me llevó a su interior y poniendo un coqueto picardías en mis manos, me preguntó:
-¿Te gustaría que lo llevara puesto en nuestra primera noche?-
Ni me digné a responderla. Dejando caer la prenda al suelo, hui de su lado mientras escuchaba la carcajada de ella retumbando en mis oídos. Enfadado busqué el abrigo de un bar y sentándome en una de sus mesas, pedí una tila que ayudara a calmarme. Aprovechando que estaba solo, cogí mi móvil e intenté llamar a mi hija. Tras varios intentos frustrados, le escribí un SMS, diciéndola que necesitaba hablar con ella. No debía de llevar medio minuto enviado cuando recibí su contestación:
“YA HE HABLADO CON MARÍA. TE REITERO QUE LE DES UNA OPORTUNIDAD. ELLA PUEDE HACERTE FELIZ”
La confirmación de que estaba al tanto y que su carta no era una falsificación, me dejó abrumado y temblando como un niño, deseé encontrarme a miles de kilómetros de las dos.  Sabiendo que Isabel era la persona que mejor me conocía y que su insistencia se debía deber a que sabía que me encontraba solo, no fue óbice para que hirviéndome la sangre maldijera los planes que habían elaborado a mis espaldas. Para terminarla de joder, mi supuesta novia llegó con una bolsa de la tienda donde la había dejado bajo el brazo y al verme, se abrazó a mí diciendo:
-Eres malo. Me has dejado sola decidiendo pero te prometo que te va a enloquecer el que al final he comprado-
-Por mí, ¡Cómo si es un burka!. ¡No pienso acostarme contigo!- contesté a voz en grito sin darme cuenta que teníamos público.
Colorada porque toda la gente nos miraba, respondió con firmeza en mi oído:
-¡Eso lo veremos! Eres mío aunque todavía no lo aceptes- tras lo cual se hundió en un mutismo del que no salió hasta llegar a mi casa.
Que se mantuviera en silencio mientras recogíamos el coche y durante el trayecto hasta el chalet, me dio tiempo de pensar. Mi hija tenía parcialmente la razón: Estaba tremendamente solo y no me había dado cuenta porque ella rellenaba ese vacío afectivo. En lo que estaba errada era que María fuera la mejor de las opciones. Mi verdadero problema era que si no quería que Isabel echara su vida por la borda y dejara sus estudios debía de soportar durante un mes ese acoso para que, vencido el plazo, fuera libre de hallar una candidata acorde con mi edad.
 Al llegar a mi casa, su amiga seguía enfurruñada y por eso, sin hacerle el mínimo caso, aparqué y saqué nuestro equipaje. Una vez dentro, llevé la maleta de María a su habitación y volví al hall, a por la mía. Fue entonces cuando la vi tirada al borde de las escaleras. Asustado por si se había hecho daño, le pregunté qué había ocurrido.
-Me he torcido el tobillo-

Creyendo su afirmación, la cogí en brazos y la llevé hasta el salón. La cría al sentir que la izaba, apoyó su cara en mi pecho y con una sonrisa en los labios, dejó que la depositara suavemente sobre un sillón. Acababa de dejarla, cuando escuché que me decía:
-Siempre había soñado que me metieras en brazos en “nuestra” casa-
Consciente de haber sido objeto de su burla, me encaré con ella, diciendo:
-María, me parece increíble que hayas simulado un accidente para conseguir tu fantasía. ¡Deja de comportarte como una zorra manipuladora! ¡No pienso ser tu juguete por mucho que te empeñes!-
La chavala, que había soportado mi bronca sin inmutarse, esperó a que terminara de desahogarme para con un tono tierno y afectuoso decirme:
-Amor mío,  me puedes llamar terca y manipuladora pero nunca zorra. Desde que soy mujer, y aunque he tenido deseos y no me han faltado oportunidades, he sabido que debía reservarme para ti. Quiero que tú seas mi primer y último amante-
Desarmado por el tono y el profundo significado de su respuesta, no supe que responder y dejándola sola, salí de la casa en busca de una tranquilidad y una paz que dentro con ella me resultaba imposible.  Me parecía inconcebible que esa monada, que me estaba acosando, nunca hubiera estado con un muchacho y que para más inri, me lo hubiese confesado con esa naturalidad. Consciente que tenía que cambiar de actitud porque no aceptaba mi rechazo, busqué otras soluciones. Por mi mente pasaron muchas, desde cogerla de los pelos y llevarla al aeropuerto, a violarla salvajemente y así se diera cuenta que yo no era ese “Don Juan” con el que soñaba. Conociéndome supe que no podría asumir el riesgo de la primera y que mi hija volviera pero menos podría llevar a cabo la segunda por ser una  burrada. Por eso cuando ya llevaba más de una hora paseando sin rumbo, decidí que lo que sí podría hacer era comportarme como un cerdo y que fuera ella la que saliera huyendo con las orejas gachas. Con mi ánimo repuesto y contento al tener al menos un plan, retorné a mi chalet.
Nada más entrar me encontré a María cocinando y poniendo en práctica la estrategia que había diseñado, metí mi mano bajo su falda y le toqué el culo.  Reconozco que ambos nos quedamos sorprendidos, ella por ser objeto de una caricia no pedida aunque sí deseada y yo al encontrarme que bajo esa  tela no llevaba ropa interior. Como había cruzado una línea sin retorno, seguí manoseando su trasero mientras le preguntaba con el tono más lascivo que pude dotar a mi voz:
-¿Es que nunca llevas bragas o solo lo haces para ponerme bruto?-
-¡Lo segundo!- contestó sin darse la vuelta y frotando sus nalgas contra mi entrepierna – y por lo que siento, ¡Lo he conseguido!-
Lo malo es que esa arpía tenía toda la razón, al sentir primero la suavidad de su trasero sobre mi mano y luego la dureza de sus cachetes contra mi pene, este se irguió bajo mi pantalón, descubriendo de antemano mi excitación. Cómo si me hubiese apaleado, salí humillado de la cocina mientras su risa confirmaba mi derrota.
“¡Será puta” pensé excitado y hundido, con el recuerdo de su voz retumbando en mi oídos y mi deseo acumulándose en las venas. De no ser porque era una cría hubiese vuelto a donde estaba y la hubiese tomado contra el fregadero pero como me sabía incapaz de hacerlo, tuve que buscar la calma poniéndome un bañador y tirándome a la piscina.
El agua helada aminoró mi calentura y ya más calmado,  me tumbé a tomar el sol. Llevaba unos pocos minutos sobre la tumbona cuando la vi salir completamente desnuda. Alucinado por su falta de pudor, me quedé observando como sus pechos se bamboleaban al caminar. Eran tal y como me había imaginado al verlos en el tren, pequeños pero duros y con unos pezones rosados que invitaban a ser mordidos. Decidido a no dejarme vencer, me la quedé mirando y le dije:
-Estás demasiado delgada para mi gusto-

Mentira, ¡Era perfecta!. Su cuerpo era el de una modelo. Su cara era de por si guapa pero si a eso le sumábamos su breve cintura, su culo en forma de corazón y ese estomago plano, la muchacha era de una belleza sin igual. Contrariando mis expectativas no le molestó mi crítica y acercándose a mí, contestó con despreocupación:
-Eso se puede arreglar. Si te gustan gordas, me cebaré-  y sacando de su bolso una botella de bronceador, se puso  a esparcirlo por mi cuerpo, mientras me decía: -Ves como tenemos razón: Te vas a quemar, ¡Qué harías si no estuviera yo aquí para cuidarte!-
Debía haberle contestado otra impertinencia pero las palabras quedaron atascadas en mi garganta al ver su sexo a escasos centímetros de mi cara. Sé que hubiera podido alargar mi mano y forzarla a poner su vulva en mi boca pero tratando de mantener un resto de cordura, cerré los ojos deseando que terminara de untarme de crema y así cesara esa tortura. María envalentonada por mi supuesta indiferencia, recorrió con sus manos mi pecho, mi estómago y mis piernas y no contenta con ello, al comprobar que bajo mi bañador mi pene  no era inmune a sus caricias, me pidió permiso para subirse encima de mí y así poderme esparcir con mayor facilidad el bronceador:
-¡Haz lo que quieras!- contesté con una apatía que no sentía.
No tardé en comprender mi error porque poniéndose a horcajadas en la tumbona, incrustó mi pene en su sexo y haciendo como si la follaba, se empezó a masturbar. No fui capaz de detenerla, sabiendo que la tela de mi bañador impedía que culminara su acto, me quedé quieto mientras ella se frotaba con sensualidad el clítoris contra mi polla. No satisfecha con ello, se tumbó sobre mi pecho, haciéndome sentir la dureza de sus pezones contra mi piel mientras llegaban a mis oídos sus primeros gemidos. Contagiado por su lujuria, recibí sus besos y mordiscos sin moverme mientras deseaba dejar esa pose y follármela ahí mismo. Os confieso que casi estuve a punto de ceder cuando pegando un grito, se corrió sobre mí pero, en ese momento, esa manipuladora me bajó de golpe la excitación diciendo:
-Gracias, mi amor, por haberme dejado demostrarte que no soy una niña. Esta noche seré tuya, ¡Lo quieras o no!-
Tras lo cual, me dejó solo con mi extensión apuntando al cielo y mi cerebro en plena lucha. Mientras mi cuerpo me pedía que me levantase y corriera a su lado, mi mente lloraba por lo cerca que había estado mi claudicación. Cómo si poseyese telepatía y fuera conocedora de la guerra en la que estaba inmerso, María incrementó mi desasosiego con un SMS que decía.
-LA COMIDA ESTA LISTA PERO SI PREFIERES TE PUEDO DAR CONEJO- y por si no estuviera claro a qué se refería, unió al mensaje un video donde ella se masturbaba.

 Hecho un energúmeno, entré en la casa y me encontré a la muchacha perfectamente vestida, sentada a la mesa. Como un torrente, mis palabras se agolparon en mi garganta y de corrido le dije que me parecía una vergüenza que me mandara un archivo de esas características. María soportó la reprimenda con tranquilidad y viendo que había acabado, me dijo sin elevar el tono de su voz:
-Siéntate que se va a quedar fría- y sin darle importancia a lo sucedido, me soltó: -Te prometo no mandarte otro y si quieres, bórralo pero entonces también borra las fotos que me hiciste en el tren-
Sin poderme reponer a la sorpresa, me senté y me puse a comer mientras la muchacha sonreía sabiendo que si no me había vencido poco faltaba.
“¡Dios! ¡Qué vergüenza!”, pensé sin poder levantar la mirada del plato al saber que ella conocía lo depravado que podía llegar a ser y qué no le importaba.
Como un autómata fui degustando los platos sin llegarlos a saborear porque estaba tan hundido que lo único que pasaba por mi mente era terminar y así poder evitar la presencia de esa cría. María no metió sus dedos en mi herida y mientras yo me consumía en remordimientos, ella se mantuvo en silencio. Solo al terminar el postre y traerme el café, separó mi silla de la mesa y se sentó en mis rodillas, tras lo cual, apoyando su cabeza en mi pecho, me dijo:
-Amor mío, no sufras. Ese pequeño secreto quedará entre nosotros. Fue mi culpa,  debía de haberme puesto bragas pero deseaba tanto que supieras que soy una mujer, que no me las puse. Sé que he hecho mal y que ahora te sientes sucio, pero no te preocupes, a mí me encanta que me tengas en el móvil-
El modo tan sutil con el que me confirmó que había sido manipulado, no disminuyó mi embarazo y sintiéndome un ser despreciable, le pedí perdón casi llorando. La morenita sonrió al escucharme y posando sus labios sobre los míos, me soltó:
-Reconozco que estoy enfadada contigo pero no por eso. Soy una estupenda cocinera y ¡No me has dicho nada de lo bien que has comido!-
Lo absurdo y pueril de su respuesta terminó de derrotarme y cogiéndola entre mis brazos, busqué su boca con la mía. María respondió a mi pasión con más pasión y pasando su pierna sobre las mías, se sentó de frente. Mis manos no tardaron en recorrer su cuerpo y su culo mientras ella no dejaba de frotar su sexo contra mi pene. Poseído por un desenfreno atroz, desgarré su vestido dejando al desnudo su dorso y por vez primera, hundí mi rostro como tanto había deseado entre sus pechos. La cría gimió al sentir mi lengua recorriendo sus pezones y cogiendo uno entre sus dedos, me pidió que lo mordiera:
-¡Siempre he deseado saber que se siente!- gritó al notar el suave mordisco y quitándomelo de la boca, puso el otro para que repitiera la operación.
Obedeciendo a la que ya era mi dueña, metí la aureola en mi boca y mientras mamaba de ese precioso pecho, pellizqué el otro con fuerza. Lo novedoso de las sensaciones que su cuerpo estaba experimentando le hizo aullar de placer mientras su trasero se rozaba contra mi verga sin parar. Al oír que se corría, me volví loco y depositándola sobre la mesa, me bajé el pantalón y me dispuse a penetrarla pero entonces ella, cerrando sus piernas, soltó una carcajada y bajándose, huyó del comedor mientras me decía:
-Mi amor, necesito que mi primera vez sea romántica y ahora es imposible porque estás muy caliente. Te prometo que esta noche: ¡Te dejaré seco!-
Esa noche y su primera vez.
Como perro sin dueño, me pasé toda la tarde. Deambulando por la casa y una vez había desechado mis antiguas renuencias a hacerla mía, ahora no podía aguantar la espera. Mi mente anhelaba sentir su piel y besar sus labios mientras mis hormonas me exigían sumergirme entre sus piernas. María había desaparecido sin despedirse, de modo, que con el paso de las horas, el temor a haber sido objeto de una burla y que todo fuera una pantomima fue creciendo y por eso cuando a las nueve, seguía sin dar señales de vida, supuse que no vendría porque de seguro estaba alternando con alguien más joven mientras se descojonaban de mí.
“¡Cómo pude ser tan incauto!” maldije poniéndome un whisky, “¡Cómo me dejé liar de esa forma!”, me repetí mientras daba cuenta de la botella.
Estaba al borde de la desesperación cuando la oí llegar en mi coche. Ni siquiera me había dado cuenta que se lo había llevado y sin poderlo evitar, fui a abrir la puerta. La muchacha llegaba cargada con bolsas de comida y con un peinado nuevo que le hacía parecer mayor. Al ver los esfuerzos que hacía, la intenté ayudar con las bolsas pero ella se negó y encima, con un meloso reproche, me reclamó:
-¿No crees que tu mujercita se merece un beso al llegar a casa?-
No me lo tuvo que decir dos veces y levantándola en vilo, forcé su boca con mi lengua. La necesidad imperiosa que sentíamos hizo el resto, dejándonos llevar por la pasión, nos besamos mientras nuestros cuerpos empezaban a moverse completamente pegados.  Muerta de risa, María pasó su mano por mi entrepierna y poniendo cara de puta, me preguntó:
-Dentro de diez años, ¿Seguirás recibiéndome así?-
-¡Por supuesto!- declaré cogiendo uno de sus pechos en mi boca- y si no puedo, siempre me quedará el viagra-
Al sentir mi lengua juguetear con su aureola, presionó mi cabeza con sus manos mientras me susurraba:
-¡Me tienes bruta!-
Su completa entrega me dio alas y creyendo que había llegado la hora de hacerla mía, me arrodillé a sus pies y separándole las piernas, hundí mi cara en su sexo. Su aroma y su sabor recorrieron mis papilas mientras ella no paraba de reír histérica al experimentar la caricia de mi boca en el interior de sus muslos.
-¡Para!- me pidió al sentir que mis dedos separaban sus labios y mi lengua lamía su botón.
Pero ya era tarde, incapaz de retenerme, cogí entre mis dientes su clítoris y sin darle tregua alguna, me puse a mordisquearlo buscando sacar el néctar que ese coño escondía.
-¡Qué gusto!- gimió como una loca al sentir que su sueño se cumplía antes de tiempo y apoyándose contra la mesa, me rogó que continuara.
Sin darle tiempo a arrepentirse separé sus rodillas y quedé embelesado al disfrutar de la belleza de su coño. Desnudo, sin un pelo que estorbara mi visión, era un manjar demasiado apetitoso para comerlo con rapidez y por eso cogiéndola entre mis brazos, la llevé hasta la cama. Suavemente la deposité entre las sabanas y sin dejarla de mirar, me desnudé deseando que ella al ver mi cuerpo de hombre maduro no se arrepintiera de lo que íbamos a hacer.
Afortunadamente, María al comprobar mi erección, se quitó la camiseta negra que no me había dado tiempo a retirar y con cara de deseo me llamó a su lado. Ni que decir tiene que corrí a sus brazos. Nada más tumbarme a su lado, me cubrió de besos mientras su cuerpo temblaba cada vez que mis manos la acariciaban:
-Hazme tuya- me rogó al sentir mi aliento junto a uno de sus pezones.
Excitado brutalmente, tuve que retener mis ansias de penetrarla cuando vi que su aureola se endurecía con solo mirarla. Debí de actuar más lentamente  pero cayendo en la tentación, metí esa belleza en mi boca y bebí de esos pechos juveniles mientras su dueña no paraba de pedirme que la hiciera mujer. Sus ruegos se convirtieron en órdenes al  cambiar de objetivo y concentrarme en el tesoro que escondía su entrepierna. Con las piernas abiertas y sus manos pellizcando sus pechos, María chilló al notar la tortura de mi lengua recorriendo los pliegues de su sexo.
“Dios, ¡Qué belleza!” exclamé mentalmente al ver esa tela casi transparente que confirmaba su virginidad, temblando en la mitad de su vulva.
Temiendo hacerla daño, tanteé con una yema su resistencia cuando de improviso la dulce y tierna amante se transmutó en una hembra ansiosa que dominada por la lujuria, cogió mi pene entre sus manos e intentó forzarme a desvirgarla. Negándome a cumplir sus deseos, seguí devorando su coño con tranquilidad disfrutando de cada lametazo como si fuera el último.  Mi parsimonia asoló sus defensas y cayendo hacia atrás, se retorció dando gritos mientras del interior de su sexo brotaba un ardiente geiser que empapó las sábanas. La cantidad de flujo que emergió entre sus piernas fue tan brutal que aunque intenté absorberlo, no di abasto a recogerlo y usando mi lengua, prolongué su éxtasis, uniendo su primer orgasmo con el siguiente.
Azotando su cuerpo contra el colchón una y otra vez, María se corrió tan brutalmente que agotada por el esfuerzo cayó en un estado de somnolencia del que tardó en salir. Mientras lo hacía, me la quedé mirando absorto en su belleza. Su juventud quedaba realzada por la sonrisa que lucía su rostro, producto del placer que había sentido y por eso un poco cohibido, esperé que se recuperara.

Al despertar, María me miró con dulzura y poniendo un puchero, me reclamó que todavía no la hubiera hecho mía diciendo:
-Necesito que me tomes como tu mujer. Quiero sentir tu hombría dentro de mí y así sepas que eres mío-
Os confieso que estaba asustado y por eso, tuvo que ser la propia muchacha la que poniéndose sobre mí, llevara la punta de mi glande hasta su sexo. La suavidad con la que se colocó para que la desvirgara y su cara de deseo mientras lo hacía, acabó con mis dudas de un plumazo. Sabiendo que esa postura iba a hacer más doloroso el trance, la cambié de posición y tumbándola sobre su espalda, le separé las rodillas.
-¿Seguro que es lo que quieres?- pregunté posando la cabeza de mi miembro en su sexo.
-¡Sí!, Raúl, !Hazlo ya!- imploró mientras sus caderas intentaban que mi pene se introdujera en su interior.
Convencido de que no podía dejar pasar la oportunidad, presioné contra ese último obstáculo y de un solo golpe, lo rompí mientras la cría pegaba un grito al sentir su intimidad desflorada. En ese momento, me quedé quieto esperando a que su dolor se amortiguara pero María me rogó chillando que terminara de introducir mi falo en su interior. Centímetro a centímetro lo vi desaparecer mientras la mejor amiga de mi hija me miraba con una expresión de satisfacción en su cara. Al sentir mi glande chocando contra la pared de su vagina, la cría se mordió los labios con una mezcla de sufrimiento y deseo sin saber que era lo que venía a continuación. Su falta de experiencia me hizo ir con cuidado y dotando a mi cuerpo de un lento vaivén, fui sacando y metiendo mi pene de ese estrecho conducto mientras ella empezaba a gemir de placer. El sonido que brotaba de su garganta me confirmó que estaba gozando y por eso fui incrementando poco a poco la velocidad de mis maniobras.
-¡Me encanta!- chilló alborozada al sentir como mi extensión rellenaba su interior
Su entrega se tornó en total al asir sus pechos con mis manos. La sensación de ser penetrada mientras mis dedos se apoderaban de sus senos y los usaban como agarre para incrementar la velocidad de mis movimientos fue excesivo para la cría y berreando de placer, gritó a los cuatro vientos su orgasmo.
-¡Me corro!- la oí chillar mientras su sexo se encharcaba.
Contagiado de su lujuria, llevé mi ritmo al infinito y mientras por mis piernas se deslizaba su flujo, seguí  martilleando su interior con la música de sus gemidos resonando en las cuatro paredes de mi dormitorio. Comprendí que no iba a durar mucho más si seguía a tal ritmo y por eso ralenticé mi asalto. María al notar que había bajado la intensidad, protestó y con voz dura, me exigió que siguiera más rápido.
-Cariño- dije a modo de disculpa- si sigo así, me voy a correr-
-Es lo que quiero- gritó dotando a sus caderas de un movimiento atroz –Quiero sentir que me inundas con tu semen-
Su determinación me obligó a satisfacerla y elevando el compás de mis penetraciones, usé mi miembro como un martillo con el que golpe a golpe derribé las bases que la retenían en la realidad hasta que como poseída por un ser diabólico, vi como su cuerpo se retorcía de placer mientras me rogaba que me corriera. Ese enésimo orgasmo fue el banderazo de salida del mío propio y pegando un aullido, mi miembro explotó en su interior, regando con mi semen las paredes de su vagina. María al notar los blancos proyectiles chocando contra su interior se unió a mí y pegando un postrer chillido, cayó rendida sobre las sábanas. 
Agotado por tamaño esfuerzo, me tumbé a su lado y acaricié su pelo, mientras mi mente se compadecía de mí al saberme su esclavo. Mi niña-mujer, la bruja que me había seducido en menos de dos días y que había convertido un cariño casi filial en una necesidad imperiosa debió de comprender que pasaba por mi cerebro, nadas más abrir los ojos porque poniendo una tierna mirada, me soltó:
-No esperes que me conforme con esto. Ya que sabes que eres mío, no pienso dejarte escapar. Ni se te ocurra mirar a otra mujer, tus ojos al igual que el resto de tu cuerpo son de mi absoluta propiedad. Si algún día te pillo con una zorra, la mato a ella primero y luego a ti-
Supe que era verdad porque mientras se imaginaba mi traición, su cara se fue endureciendo hasta adoptar una expresión tan siniestra que me hizo dudar que ese chavala no fuera una perturbada. Os juro que todos los vellos de mi cuerpo se erizaron al verla fuera de sí y tengo que reconocer que estuve a punto de huir pero en ese momento, la dulzura que me había seducido volvió a su rostro y cogiendo mi asustado pene entre sus manos, me susurró al oído:
-Esta tarde, he comprado comida suficiente para que no tengamos que salir de la casa  hasta que en mi vientre crezca tu hijo, mi hijo, el hermano de Isabel-

Aterrorizado, comprendí que no le bastaba con esclavizarme, en su siniestro cerebro había planeado que no sería completamente suyo mientras no me diera un retoño con el que sometiera también a su querida amiga.

Si quieres ver un reportaje fotográfico más amplio sobre la modelo que inspira este relato búscalo en mi otro Blog:     http://fotosgolfas.blogspot.com.es/
¡SEGURO QUE TE GUSTARÁ!

 

 
 
PD. Markéta Štroblová (1988) conocida como Little Caprice es una actriz pornográfica y modelo Checa..Aunque no lo parezcan sus fotos tenía 21 años cuando entró en ese mundo.
Soy contrario y aborrezco la pedofilia pero el relato exigía que la modelo pareciera tener escasos 20 años.
 
 
 

Relato erótico: “El edredón” (POR ALEX BLAME)

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Desde mi juventud conservo un trauma. Todos los sábados por la mañana, a las diez en punto era despertado para ayudar a limpiar la casa. Era una chorrada, cuarenta minutos a lo sumo pero tenía que hacerse en ese justo momento y a menudo con una resaca espantosa. Cada vez que me levantaba con la boca pastosa y un montón de enanitos bailando la conga en el interior de mi cráneo me juraba a mí mismo que cuando fuese un ente independiente limpiaría cuando me diese la gana. Y así fue, durante un breve espacio de tiempo la suciedad y el desorden dominaron felizmente en mi vida.
Y como nada es para siempre llego ella. Es guapa, lista, dulce, me hace reír y no sé por qué extraña razón me encuentra irresistible. Pero entre todas estas virtudes tiene un gran inconveniente, tiene la puñetera manía de limpiar los sábados.
De nuevo me veo transportado a mi adolescencia, madrugando para frotar, clavándoseme el  insidioso  ruido del aspirador en mi cabeza resacosa. Ella parece no darse cuenta de mi profundo sufrimiento y me mandingonea  llevándome de un sitio a otro de la casa con el trapo o la fregona y reprendiéndome por lo chapucero que soy o por no limpiar el baño con una gran sonrisa de satisfacción en mi cara.
Pero este sábado iba a ser distinto. Desperté con la determinación… no, con la firme determinación de que hoy no iba a limpiar los cristales, de que no me agacharía a quitar el polvo de los rodapiés,  de que no retorcería la fregona, en fin de que hoy sería el guarro que una vez llegué a ser.

 

La primera media hora la gané remoloneando en la cama y haciendo caso omiso de los toques a retreta que me hizo la parienta. Cuando vi que lo estiraba demasiado y que se avecinaba bronca me levanté y me dirigí a la cocina para desayunar. Me tomé mi tiempo y me demoré todo lo posible, para cuando terminamos eran las once de la mañana.
-Vamos, rápido hay que limpiarlo todo antes de ir a comer a casa de mi madre, así que levanta el culo de la silla de una vez.
Yo me levanto y la sigo dócilmente hasta la habitación. La ventana ya está abierta y el aire fresco de la mañana despeja un poco mi cabeza dolorida aumentando mi determinación.
-Saca las sábanas que hay que mudar la cama. –ordena mi novia mientras coge el edredón para sacudirlo.
Yo, me dirijo al armario y saco las sábanas limpias y dejándolas encima de la cama me largo al baño aprovechando que ella está de espaldas.
-Pero ¿Qué haces? ¿A dónde coño vas? Vuelve aquí ahora mismo. –me grita  con las sábanas en la mano.
Yo la ignoro, descargo mi vejiga y me lavo las manos con parsimonia. Cuando vuelvo a la habitación ella me está esperando con la sábana bajera en la mano, y con una mueca de disgusto en la cara. Yo ensayo una sonrisa inocente intentando que se relaje y no se enfade demasiado. El truco está en mantener el nivel de cabreo lo más bajo posible y hacer que todo parezca casual.
Me pongo al otro lado de la cama aparentemente dispuesto a ayudarla a hacer la cama. Ella me lanza la sábana y yo la agarro sólo durante un instante para luego soltarla haciendo que el tejido vuelva revotado y arrugado a las manos de mi novia.
 
-Deja de hacer el tonto.
Yo sonrió y le devuelvo una sonrisa maliciosa. Ella resopla y pone morros, sabe que va ser una mañana dura.
-Cómo lo sueltes esta vez te rompo el alma.
Yo sin decir ni mu recojo la sábana esta vez con diligencia pero cuando se dispone a encajar el elástico en la esquina del colchón, yo fingiendo estirar la sábana para encajarla en mi esquina tiro de ella con fuerza  consiguiendo que se le escape de las manos y quede el pedazo de algodón inerte y arrugado esta vez de mi lado de la cama.
Si las miradas matasen, en estos momentos me estaría friendo el cerebelo, pero yo la ignoro y haciendo un leve gesto de contrariedad, vuelvo a coger la sábana. Esta vez se la lanzo yo a ella pero se me escapa, vaya por Dios y voy a darle  con ella en la cara.
Ahora está realmente enfadada y ahora es cuando empieza lo divertido. Frunce esos exquisitos labios y me grita diciéndome que deje de hacer el gilipollas. Yo no la hago ni caso y me dedico a hacerle muecas intentando que sonría. Gano el duelo y en pocos segundos esta apretando los labios para no sonreír. El resultado es una media sonrisa y unos morritos que me ponen a cien.
Finalmente la sábana bajera está colocada. Mientras ella va a por la otra sábana, yo finjo quitar con diligencia imaginarias motas de polvo de la sábana ya colocada. Mi novia hace un gesto de resignación y me lanza la sábana. Esta vez la tiene cogida con tal fuerza entre sus que sus nudillos están blancos. Así que finjo no darme cuenta y cojo la sábana que me lanza  sin dar problemas.
-¿Qué tal por ahí?
-Cuelga –respondo lacónico.
-Ya lo sé que cuelga idiota, –responde soltando un gritito de desesperación –te pregunto si cuelga mucho.
-No sé, no he visto como está por ahí. –digo con toda la lógica del mundo.
Ella opta por ignorarme y coloca la sábana sin hacerme más preguntas, yo la estiro por mi lado y me quedo quieto de pie viendo como ella la remete por su lado debajo del colchón.

 

-Mete la sábana debajo del colchón, ¿O es que tengo que decírtelo todo?
Obedezco y la meto de cualquier manera, ella lo ve y apartándome con un empujón lo hace ella misma agachándose y mostrando todo el esplendor de su trasero.
Cuando se da la vuelta, me pilla observándola y pone los ojos en blanco y va por el edredón.
-Una pregunta ¿Por qué, si tenemos edredón, ponemos sábana?
-Para no mancharlo –responde ella pacientemente.
-Tenemos tres fundas para el edredón, sigo sin ver cuál es la diferencia entre lavar las sábanas y lavar el edredón.
-La diferencia es que lo digo yo y punto. –responde ella lanzándome el edredón.
Esta vez pasa de darme indicaciones y coloca el cobertor ella misma. Craso error. Cuando se pone de mi lado y se da la vuelta satisfecha por el trabajo realizado, la empujo con un leve golpe de mi barriga y desequilibrada cae sobre la cama arrugando el edredón.
Se levanta como un resorte y con la bata entreabierta me ataca con furia. Yo la abrazo divertido y espero a que se calme. Con rapidez meto mis manos dentro de la bata tocando su piel desnuda y provocándole un escalofrío.
-Cabrón tienes las manos frías –es lo único que logra decir antes de que le tape la boca con un beso.
Sin dejar de besarla recorro su espalda con mis manos, continúo por sus axilas y sus brazos aprovechando para quitarle la bata y dejarla totalmente desnuda a excepción de un minúsculo tanga.
El aire fresco que entra por la ventana acaricia su cuerpo poniéndole la carne de gallina y endureciéndole los pezones. La abrazo de nuevo y la beso mientras sus pezones se clavan en mi torso.

 

Un nuevo empujón y ella se deja caer sobre la cama sin ningún gesto de lucha. Aparto su pelo y le beso la oreja, la mandíbula, el cuello y  las axilas hasta llegar a sus pechos. Los recorro con la lengua los chupo y los mordisqueo  con suavidad arrancándole los primeros gemidos.
Mis manos acarician con suavidad el interior de sus piernas y la mata de pelo de su pubis, las suyas cuelgan inertes por encima de su cabeza.
Mi boca va bajando poco a poco por su vientre, le beso el ombligo haciéndole cosquillas y acabo en sus piernas. Le beso los muslos que cuelgan del borde de la cama y me arrodillo separándole las piernas con suavidad.  Aparto el tanga y acerco mi boca a su sexo. Ella responde con un respingo apretando mi cabeza entre sus piernas. Su vulva se hincha y enrojece casi instantáneamente al contacto con mi lengua. Con mi mano tiro de  la piel con suavidad dejando su clítoris a la vista, lo chupo y lo golpeo con mi lengua, ella gime y abre las piernas instintivamente para hacer su sexo más accesible a mis juegos.
Me levanto y me quito la ropa, ella observa con detenimiento mi tremenda erección sin decir nada. Me inclino y le levanto las piernas para quitarle el tanga. Le beso los pies mientras meto mi polla entre sus muslos. Gime y mueve sus piernas con suavidad acariciándome el miembro con sus muslos y excitándome aún más.
Sin previo aviso separo sus piernas y penetro en su sexo sediento y húmedo de un solo golpe hasta el fondo. Ella gime y me rodea con sus piernas. Durante unos segundos no lo muevo disfrutando del calor de su coño y de la hermosura de su cuerpo desnudo. Poco a poco mis caderas empiezan a moverse lentamente en su interior. Mi polla entra y sale casi por completo con cada movimiento, cada vez un poco más rápido. Mi novia gime y me pide más, me abraza y clava sus uñas en mi espalda.  
A punto de correrme saco mi polla y cogiéndola por las piernas le doy la vuelta y tiro de ella hasta que su culo esta en el borde de la cama otra vez.  Acaricio su espalda y la beso dejando que mi pene roce su culo y sus piernas. Poco a poco voy bajando con mi lengua por el hueco de su columna  hasta su culo. No puedo evitar morderlo con fuerza, blanco y redondo, es como si estuviese mordiendo la luna llena. Ella grita de dolor y me insulta pero al instante lo está moviendo y agitando sensualmente para incitarme. Le pego otro mordisco y separo los cachetes para tener una visión de su sexo caliente y rebosante de jugos que me atraen con su aroma como el néctar de una flor. Primero los pruebo con la punta de la lengua, luego los chupo golosa y ruidosamente. Aparto mi cara y acaricio sus labios hipersensibles con mis dedos, ella gime y se revuelve, yo adelanto los dedos,  atrapo su clítoris entre ellos y lo masajeo consiguiendo que se le escape un grito. Sin darle cuartel la penetro con dos de mis dedos tan profundo y tan rápido de lo que soy capaz. Con cada empujón ella levanta la cabeza y ambos podemos ver su expresión de placer a través del espejo del armario.
Unos segundos después se corre, su cuerpo se pone rígido y mis dedos notan como su vagina vibra y se inunda de fluidos pero yo apenas me doy cuenta disfrutando de la visión de sus mejillas arreboladas y un gesto de profundo placer en su cara con los ojos cerrados y sus pequeños dientes blancos mordiéndose el labio inferior.

 

Excitado por el reflejo del espejo la vuelvo a penetrar, ella me recibe  separando las piernas y bajando el torso. Me vuelvo loco y agarrándola por las caderas la embisto con violencia.
Ella gime y me insulta volviendo la cabeza para mirarme a los ojos mientras nos corremos los dos prácticamente a la vez. Incapaz de parar de golpe sigo penetrándola con  mi polla aún dura alargando su orgasmo.
Aún estamos sobre la cama tumbados y jadeantes cuando llaman al teléfono.
Es el suegro, la parte final de mi plan, aunque lo esperaba un pelín más tarde:
-Hola, Paco ¿Qué tal? –respondo al teléfono intentando calmar la respiración.
-Bien, algo aburrido. ¿Qué tal si vamos a tomar un vermut antes de comer?
-Por mi perfecto –respondo instantáneamente con una sonrisa de oreja a oreja. –Nos vestimos y estamos ahí en veinte minutos.
-¿Se puede saber qué coño hacéis desnudos a las doce del mediodía? No me lo digas, prefiero no saberlo. –Dice mi suegro intentando salir del aprieto -De acuerdo, en media hora en el bar de la esquina.
Me levanto  y me dirijo al baño. Antes de entrar,  me giro y veo el cuerpo desnudo de  mi novia sudoroso y espléndido,   enmarcado por un torbellino de ropa de cama sucia y arrugada. Yo sonrío y ella me contesta con una peineta:
-¡Que te den!  En cuanto volvamos te voy a hacer limpiar toda la casa con el cepillo de dientes. Y no voy a volver a chupártela en tres semanas. –grita mientras yo tarareo una canción en la ducha y simulo que no la oigo.
 
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“JUGANDO A SER DIOSES: Experimento fuera de control” LIBRO PARA DESCARGAR (POR LOUISE RIVERSIDE Y GOLFO)

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Sinopsis:

Un magnate de bolsa, cansado y asustado por los continuos ingresos de su única heredera en clínicas de desintoxicación, ve en las novedosas teorías de Jack Mcdowall, un neuropsiquiatra con un oscuro pasado como agente de la CIA, la única forma de que su hija deje las drogas. No le importa que el resto de la comunidad científica las tache de peligrosas y decide correr el riesgo. Para ello no solo lo contrata, sino que pone a su disposición el saber y la intuición de una joven química, pensando que esas dos eminencias serán capaces de tener éxito donde los demás han fracasado.
Desde el principio existen claras desavenencias entre ellos pero no amenazan el resultado porque lo quieran o nó, sus mentes se complementan…. hasta que el experimento se sale de control.
En este libro, Louise Riverside y Fernando Neira se unen para crear una atmósfera sensual donde los protagonistas tienen que lidiar con sus miedos sin saber que el destino y la ciencia les tiene reservada una sorpresa..

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Para que podías echarle un vistazo, os anexo LOS DOS PRIMEROS CAPÍTULOS:

Capítulo 1

Jack McDowall se había quedado sin trabajo. Hasta que publicó su último ensayo en Journal of Psychology, todo el mundo reconocía su valía como neuro psiquiatra, pero las controvertidas propuestas que se había atrevido a enunciar en esa revista lo habían convertido en un paria, un peligroso iluminado.
«Y si supieran que dichas teorías las desarrollé en gran parte gracias a mi labor en la CIA, querrían lapidarme», se dijo pensando en la mala prensa que tenían todos aquellos que habían servido en Afganistán.
Todavía recordaba la defensa que había hecho del tema cuando el decano de la prestigiosa universidad en la que colaboraba le había comunicado que debía tomarse una excedencia.
―John, no he dicho nada que la gente no supiera― comentó al verse acorralado por la polémica: ―Solo sistematicé una serie de técnicas que se vienen utilizando desde hace años y les di una aplicación práctica en un problema que acucia a toda la sociedad.
―No me jodas, Jack. Siempre te ha gustado provocar y hasta el título de tu artículo “Violencia coercitiva y uso de sustancias en la desintoxicación de drogadictos” es una muestra de ello.
Defendiéndose, el neuro psiquiatra respondió que su ensayo que estaba dirigido a un público informado y no a la plebe.
―Exactamente por eso, ¿no te das cuenta de que lo que sostienes es el uso de drogas sustitutivas y el lavado de cerebro como medio para desenganchar a los enfermos? ¿Qué pasaría si tus técnicas las usara un desaprensivo que se cree un mesías?… ¡No tendría problemas en convertir a sus acólitos en zombis incapaces de pensar!
― ¿Acaso Seaborg o McMillan son responsables de las bombas atómicas por haber descubierto el plutonio? Los científicos tenemos que estar por encima de eso― protestó acaloradamente: ―Por supuesto que los métodos que propongo pueden ser usados en otros fines, pero no por ello dejan de ser menos válidos. Piensa en los millones de personas que dependen de las drogas en nuestra sociedad, ¡les estoy dando una salida a sus miserables vidas!
― ¡Te equivocas! Lo que realmente has hecho es sistematizar y perfeccionar una herramienta con la que se puede controlar a las masas y eso crearía una sociedad cautiva, sometida y sin libertad. ¡Una dictadura perfecta!
Que le acusaran veladamente de nazi le indignó porque no en vano había dedicado dos años de su vida a combatir los estragos que los talibanes habían provocado en la mente de los americanos que habían caído en su poder.
―No acepto una simplificación como esa. Si un presidente quiere un lavado de cerebro en masa solo tiene que coger el teléfono y llamar al dueño de Facebook.
―Esa es tu opinión, pero no la del consejo. Por eso hemos decidido que debes tomar un año sabático mientras todo se calma― sentenció su jefe dando por terminada la conversación.
«Sigo sin poder aceptar que los miembros de la élite cultural de este país sean tan estrechos de mente», murmuró preocupado porque llevaba una semana buscando otra universidad que le diera cobijo.
Y todas con la que había contactado le habían dado largas cuando no le habían rechazado directamente. Por ello esa mañana, estaba en casa intentando hacer algo para romper la monotonía en que se había instalado desde que le habían notificado su cese, cuando escuchó el sonido agudo del timbre.
«¿Quién será?», se preguntó extrañado de que alguien, rompiendo su aislamiento, estuviera llamando a su puerta.
Al abrirla, se encontró con un chofer que tras cerciorarse de quien era, señalando la limusina que conducía, le pidió educadamente que le acompañara porque su jefe quería verle.
La sorpresa no le dejó reaccionar y antes de poder recapacitar, se vio dentro del lujoso vehículo con rumbo desconocido.
«Ni siquiera le he preguntado quién le manda», murmuró para sí mientras decidía si pedirle que parara o dejar que le llevara hasta su superior. La ausencia de otras ocupaciones le hizo comprender que nada tenía que perder y por eso relajándose, disfrutó de la comodidad de su asiento mientras a través de la ventana observaba la ajetreada vida de los neoyorquinos, sabiendo que muchos de ellos necesitaban una pastilla o una dosis de cocaína para levantarse todas las mañanas.
«Si me dejaran terminar mis estudios, ¡podría salvarlos!», se lamentó sintiéndose una víctima de la hipocresía reinante entre la clase pensante de ese país.
Seguía torturándose con lo que consideraba una injusticia equivalente a la que había que había sufrido Copérnico por hablar de heliocentrismo cuando de pronto el conductor paró frente a un impresionante edificio de la Quinta Avenida.
«¡Menuda choza tiene por oficina el que vengo a ver!», sentenció mientras junto al uniformado recorría el hall de entrada.
Si el lujo de esa construcción le había dejado apantallado, más lo hizo el que el sujeto que fuera a ver tuviera un ascensor privado cuyo único destino era su despacho.
«Esto huele a servicio secreto», dijo para sí pensando que quizás algún jerarca de una oscura agencia de seguridad había sabido de sus teorías, y escamado tras su experiencia en la Agencia, pensó: «Si es así, ¡me voy! ¡No voy a trabajar más para el gobierno!».
Los veinte segundos que ese elevador tardó en llegar a la planta superior le parecieron eternos y por eso se animó cuando por fin sus puertas se abrieron. La alegría le duró poco al reconocer al tipo que se acercaba renqueando hacía él.
«¡No puede ser!», murmuró en silencio confundido porque el hecho de que quien casi lo había secuestrado fuera uno de los más famosos magnates de Wall Street, «¿Qué cojones querrá de mí Larry Gabar?».
Su cara y su nombre eran habituales en los periódicos financieros de todo el mundo, pero también en los sensacionalistas por los continuos escándalos que su hija Diana provocaba cada dos por tres. No sabiendo a qué atenerse y tras saludarlo con un apretón de mano, lo siguió hasta su despacho.
«En persona, parece más viejo», sentenció fijándose en las profundas arrugas que surcaban la cara del ricachón.
Acababa de sentarse cuando ese hombre acostumbrado a enfrentarse con tiburones de la peor especie, con el dolor reflejado en su rostro, le soltó:
―Muchas gracias por venir, necesito su ayuda.
Que un sujeto como aquel se rebajara a hablar con un profesor de universidad ya era suficientemente extraño, pero que encima casi llorando le pidiera auxilio le dejó pasmado. Desconociendo en qué podía socorrerlo, Jack espero a que continuase.
―Mis contactos me han explicado que usted está desarrollando una novedosa terapia para desenganchar a drogodependientes.
―Así es, pero todavía está en pañales.
Levantando su ceja, Larry Gabar le taladró con la mirada:
―No es eso lo que me han dicho. Según mis fuentes, solo está a expensas de que alguien financie la puesta en práctica de sus teorías y ¡ese voy a ser yo!… Siempre que acepte mis condiciones.
A pesar de que para él era vital que alguien sufragara los enormes gastos de sus estudios, supo de inmediato que el interés de ese hombre no era mero altruismo, sino que era debido por algo que estaba a punto de conocer. Por eso, controlando el tono de su voz, para no revelar su alegría, Jack le preguntó cuáles eran esos requisitos que tenía que cumplir.
―Como me imagino que sabe, tengo una hija drogadicta. Quiero que la desenganche de esa mierda y que no vuelva a recaer.
El neurólogo comprendió lo peligroso que podría resultar tratar a la hija de uno de los hombres más poderosos de todo Estados Unidos, pero también que, de tener éxito, al hacerlo se le abrirían las puertas que de otra forma permanecerían cerradas.
―No tengo problema en tratarla una vez se haya confirmado la validez de mis métodos― contestó aceptando implícitamente el hacerse cargo de su vástago.
― ¡Mi hija no puede esperar! ¡Cualquier día la encontrarán tirada en un rincón víctima de una sobredosis! ¡Debe usted empezar de inmediato!
Esa era la contestación que más temía. No en vano sus planteamientos seguían siendo eso, planteamientos que jamás habían sido puestos en práctica. Tratando de no perder esa financiación, pero también que el millonario aquel comprendiera lo novedoso de los métodos que proponía, le preguntó si sabía en qué consistía la terapia.
Para su sorpresa y sacando un dosier, se lo dio diciendo:
―Me he informado y si acepto que un antiguo interrogador de la CIA le lave el cerebro a mi pequeña, es porque lo he intentado todo. Me trae al pairo como lo consiga, solo quiero a Diana lejos de las jeringuillas.
No supo que decir. Se suponía que nadie sabía que, además de ayudar a las víctimas de los Talibanes, la compañía lo había utilizado para sonsacar los planes a esos fanáticos. Jack mismo intentaba olvidarlo porque le avergonzaba el haber usado sus conocimientos como torturador.
Que ese hombre estuviera al tanto de ese papel, lo dejó acojonado al comprender que había tenido que usar todo su poder para conseguir esa información. Tras reponerse de la sorpresa, supo que de nada serviría fingir ni minorar el riesgo que ser la cobaya con la que experimentarían por primera vez sus arriesgadas teorías, replicó:
―Es consciente que la llevaré al borde del colapso físico y psíquico para poder manipular su mente y del peligro que se corre.
Con una mueca amarga en su boca, Larry Gabar contestó:
―Lo sé y antes de verla un día más tirada como piltrafa, prefiero correr el riesgo de que muera.
Impresionado por el valor del viejo, insistió:
― ¿Sabe que para ello propongo usar unas drogas que todavía no están plenamente desarrolladas?
―Eso cree, pero no es cierto. Tras leer su artículo, puse a mi gente a indagar y descubrí que existen.
―No es posible, ¡yo lo sabría! ― el neurólogo contestó casi gritando porque, de ser cierto, podría poner en práctica sin más dilación sus teorías.
Apretando un botón, el ricachón pidió a su secretario que hiciese pasar a su otro invitado.
―Jack, le presentó a J.J., la investigadora que ha creado unos compuestos que se adecuan a sus requerimientos.
Le costó creerse que esa joven rubia fuera experta en química orgánica. Por su juventud parecía más una colegiala que una científica y tampoco ayudaba que el jersey de cuello que llevaba fuera el que usaría una militante de ultraizquierda.
―Encantado de conocerla ― aun así, se presentó como si fuera una colega.
La recién llegada masculló a duras penas un hola, tras lo cual se hundió en un sillón como si esa conversación no fuera con ella. Gabar sin duda debía conocer las limitadas habilidades sociales de la muchacha porque olvidándose de la autora, empezó a explicar sus descubrimientos leyendo un documento que tenía en sus manos.
Llevaba menos de un minuto, relatando las propiedades de las diversas sustancias cuando impresionado por lo que estaba oyendo, Jack le arrebató los papeles y se los puso a estudiar en silencio.
El ricachón obvió la mala educación del neurólogo y sabiendo que lo había deslumbrado, esperó sonriendo que terminara.
«No me lo puedo creer, ¡ha modificado la metadona añadiendo unas moléculas que nunca había visto!», exclamó mentalmente mientras repasaba una y otra vez las supuestas propiedades de ese compuesto.
Lo novedoso de ese desarrollo lo tenía alucinado porque saliéndose de la línea que se estudiaba en todo el mundo, esa niña había planteado una nueva vía que se ajustaba plenamente a sus requerimientos.
― ¿Quién es usted? ― le espetó al no entender que jamás hubiese oído hablar de ella, de ser cierto todo aquello, esa pazguata era el químico más brillante que jamás conocería.
―Jota .
― ¿Tendrá apellido? ― molesto Jack preguntó.
―Jota ― sin levantar su mirada replicó ésta con un marcado acento español.
Interviniendo, el ricachón explicó al neurólogo que, en el acuerdo que había llegado con ella, estaba mantener su identidad oculta porque quería seguir viviendo anónimamente una vez acabara su colaboración.
Jack estaba a punto de protestar cuando de improviso escuchó a la cría alzar la voz:
―Como comprenderá, de saberse, los cárteles de la droga llamarían a mi puerta porque mis compuestos se podrían fabricar a una ínfima parte de los que ellos distribuyen. Solo he accedido a desarrollar lo que usted necesitaba porque me interesa que tenga éxito y consiga sacar de las drogas a la gente.
― ¿Me está diciendo que los ha hecho exprofeso para mi investigación? ¡Eso es imposible! De ser verdad, ¡solo ha tenido un mes para conseguirlo!
Levantado su mirada por unos momentos, contestó:
―Tardé quince días. La verdad es que me resultó fácil porque, con su artículo, usted mismo me fue guiando.
El cerebro que debía poseer esa criatura para llevarlo a cabo hizo crecer en una desconfianza creciente porque nunca había escuchado algo igual. Por ello y dirigiéndose al magnate, preguntó:
―Usted se creé esta mascarada. Me parece una estafa. Es técnicamente imposible.
Riendo a carcajadas, Gabar le respondió:
―Jota lleva trabajando para mí desde los dieciséis años y si ella dice que sus compuestos cumplen las condiciones que usted planteaba, le puedo asegurar que es así. Confío en ella y usted deberá hacerlo porque, si acepta mi oferta, trabajarán juntos.
Que esa veinteañera fuera un genio que llevaba en su nómina desde niña le intimidó, pero también le hizo comprender que, junto a ella, su proyecto avanzaría a pasos agigantados y venciendo sus reticencias, se puso a negociar con el magnate las condiciones en las que se llevaría a cabo ese experimento.
Contra todo pronóstico, Larry Gabar no discutió apenas los términos y en lo único que se impuso fue en que quería que la desintoxicación de su hija tuviera lugar en una de sus instalaciones.
Al explicarle que estaba alejada más de cincuenta kilómetros del pueblo más cercano y que Diana no la conocía, Jack aceptó porque era necesario aislar al sujeto de todo lo que le resultara familiar, así como de cualquier estímulo que le hiciera recaer.
Lo que no le gustó tanto fue que, al cerrar el acuerdo, la tal Jota preguntara al magnate si era seguro que se quedarán ellas dos solas ¡con un torturador!…

Capítulo 2

Larry Gabar tenía previsto que aceptara el encargo y por eso, cuando Jack estampó su firma en el contrato que le uniría al magnate, apenas le dejó tiempo para ir a casa a preparar su maleta. Para su sorpresa, la finca donde pasarían los siguientes tres meses ya estaba completamente equipada para la labor.
―Diana llegará en tres días. Para entonces espero que todo esté listo para comenzar su desintoxicación― informó al neurólogo: ―Por lo que, si encuentra algo a faltar, dígamelo y se lo haré llegar.
―Una pregunta, ¿su hija está de acuerdo con internarse?
― ¿Acaso importa? ― replicó el padre.
―Lo digo por mero formalismo legal porque desde el punto de vista del tratamiento, da igual.
El sesentón respiró aliviado al escuchar que no hacía en principio falta el consentimiento de la paciente, pero sacando un papel, se lo entregó a Jack diciendo:
―Diana fue incapacitada por un juez y como su tutor soy yo el que lo autoriza.
Jack ni siquiera leyó el documento porque sabía que en caso de un percance de nada serviría tenerlo al tenerse que enfrentar con los mejores abogados del país. Aun así, se lo guardó. Tras despedirse del ricachón, se percató que Jota le seguía y girándose hacia ella, le preguntó si le iba a acompañar al avión.
La rubia contestó:
―Considero necesario estar desde el principio porque además de crear las sustancias que usted vaya necesitando, mi otra función será informar a nuestro jefe de los avances que vayamos teniendo.
A Jack le gustó que reconociera sin tapujos que era una infiltrada del magnate porque así sabría a qué atenerse. Quizás por ello, en plan gentil, le cedió el paso mientras salían del despacho, sin saber que al hacerlo la muchacha malentendería ese gesto y cabreada le exigiría que fuera esa la última vez que se comportara como un cerdo machista.
―Mira niña, antes me acusaste de torturador y me quedé callado. Pero el colmo es que ahora me insultes tildándome de sexismo sin conocerme. Intenté ser educado, pero ya que lo prefieres así: ¡mueve tu puto culo que tenemos prisa!
Nadie la había tratado jamás con tanta falta de consideración y como no estaba acostumbrada a ese trato, anotó esa afrenta para hacerle saber lo que pensaba en un futuro, pero no dijo nada.
«Si cree que me puede tratar así, va jodido», sentenció sin dirigirle la palabra.
Jack deploró el haberse dejado llevar por su carácter, pero tampoco hizo ningún intento por disculparse.
«Menudo infierno va a ser tener que vivir con esta imbécil. Sería darle la razón, pero lo que me pide el cuerpo es ponerla en mis rodillas y darle una tunda para que aprenda a tener más respeto», pensó fuera de sí…

Una hora después el avión personal de Gabar estaba despegando del aeropuerto de LaGuardia con el neurólogo y la joven química en su interior. La falta de sintonía entre los dos quedó de manifiesto al sentarse cada uno en una punta para así no tener que hablar siquiera entre ellos. Es más, por si le quedaba alguna duda, Jota sacó de su bolso dos libros y se los puso a leer, dándole a entender que no deseaba entablar ningún tipo de comunicación.
Jack reconoció por sus tapas que eran libros de psicoanálisis y eso le dejó perplejo porque lo especializado de su temario hacía que solo alguien versado en la materia pudiera entenderlo.
Tratando de devolver veladamente sus insultos, desde su asiento ofreció a la rubia su ayuda diciendo:
―Si necesitas que te aclare algún concepto, solo tienes que pedirlo.
Levantando su mirada y por un momento, la cría le pareció humana, pero fue un espejismo porque al momento, luciendo una sonrisa de superioridad, esa bruja contestó:
―No creo que me haga falta, solo estoy repasando conceptos que tengo un poco oxidados. Piense que ya hace cuatro años que me doctoré en psiquiatría y desde entonces apenas he tocado estos temas.
No sabiendo que le jodía más, si que ese cerebrito fuese doctora en su misma rama o que lo hubiese dejado caer sin darle importancia, Jack replicó molesto que, ya que sabía del tema, quería escuchar su opinión sobre el método que él proponía para desenganchar de las drogas a los pacientes.
Sin separar los ojos del libro, Jota respondió:
―Es un enfoque que en un principio me escandalizó, pero tras meditarlo, comprendí que podía ser acertado el planteamiento. Hasta ahora todos los psiquiatras han tratado a los drogodependientes por medio de la persuasión, pero usted propone algo más. Mientras ellos se conformaban con se alejen de las drogas, usted desea que piensen y se sientan libres de ellas, aunque para ello tenga que usar la coerción para moldear los flujos de información de sus cerebros.
Al oír sus palabras, esa criatura lo había descolocado porque había sintetizado en apenas treinta segundos su teoría. Por ello, menos molesto, le preguntó qué pasos creía que iba a seguir para conseguirlo.
―Nuevamente, me toma por novata― respondió Jota: ―cualquier estudiante de primero puede responder a esa pregunta: Lo primero que va a hacerle es una revisión física completa mientras sigue confusa por hallarse en un ambiente hostil. Me imagino que además de los análisis normales, le hará unos escáneres para comprobar el daño que las drogas han hecho en su cerebro.
―Así es― confirmó el neurólogo: ― por mi experiencia si sabemos que el estado de sus lóbulos y cómo funcionan, nos resultará más sencillo detectar las debilidades que vamos a usar para manipular su mente.
― ¿Qué espera encontrar en Diana?
―Deterioros en su capacidad cognitiva, memoria dañada, falta de autocontrol… nada que no haya visto antes― contestó.
Confirmando a su interlocutor que conocía a su futura paciente, Jota insistió:
―Diana no es la típica drogata. Además de ser una mujer bellísima, de tonta no tiene un pelo. Se ha llevado a la cama a todos y cada uno de los terapeutas que su viejo ha puesto en su camino.
―No dice nada en su historial― cabreado señaló Jack mientras revisaba su expediente ― ¿Cómo nadie me ha avisado de algo así? ¡Es importantísimo!
―Me imagino porque esos papeles han sido escritos por los mismos que sedujo y nadie es tan honesto de dejar al descubierto sus pecados.
―Sabrás lo importante que es el sexo en el sistema de recompensas cerebrales. El placer puede ser la herramienta con la que hacerla cambiar. Las dosis de dopamina que se producen en cada orgasmo las podemos aprovechar para desmoronar su adicción a otras sustancias.
― ¿Está hablando de hacerla adicta al sexo? ¿Eso sería cambiar una adicción por otras?
―En un principio puede ser, pero cuando ya esté recuperada de las sintéticas será más fácil tratarla y no existen casi contraindicaciones. ¡A todos nos viene bien echar un polvo!
Jota estuvo a punto de protestar porque siempre había tenido dudas sobre los efectos beneficiosos del sexo más allá de los meramente físicos. Además, ella nunca se había visto atraída por otra persona, con independencia de su sexo, pero considerando que su vida personal no tenía nada que ver en el tratamiento, se lo quedó guardado.
«No me interesa que este capullo sepa que soy virgen y menos que nunca he sentido un impulso sexual. Como el manipulador que es, lo usaría en mi contra», decidió en el interior de su mente.
Asumiendo que era una anomalía, no por ello podía negar que la lujuria era común a la mayoría de los humanos. Y dando la razón en principio al neurólogo, aceptó desarrollar un compuesto que incrementara el deseo físico y la profundidad de los orgasmos.
―Por lo que deduzco, quiere una especie de “Viagra femenino” con los efectos que supuestamente produce el “Éxtasis”, mayor sensibilidad táctil, disminución de ansiedad e incremento del deseo.
―Sí y no me vale con un coctel de serotonina. Necesito que pienses en algo que incremente exponencialmente el placer. Tienes cuatro días para diseñarlo y producirlo, quiero usarlo en nuestra paciente en mitad de su síndrome de abstinencia para que psicológicamente su impacto sea mayor.
―Lo que me manda es complicado por falta de tiempo, pero intentaré que al menos ese día tenga algo con lo que trabajar, aunque luego perfeccione la fórmula― respondió la rubia mientras sacaba su portátil y se ponía a trabajar.
Mirandola de reojo, Jack observó cómo se concentraba en la misión mientras se preguntaba cuántos químicos que conocía hubiesen aceptado ese imposible.
«Ninguno», sentenció, «todos me hubiesen mandado a la mierda y llamándome loco, ni siquiera lo hubiesen intentado» …

Relato erótico: “Enemigo público II” (POR ALEX BLAME)

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                Llegó a casa cansada y confusa, no podía parar de darle vueltas a lo que había pasado. Durante el camino de vuelta estuvo a punto de pegársela tres veces con el Alfa.
                Con un impulso repentino, cogió el teléfono dispuesta a contárselo todo a su jefe y dimitir. Si lo hacía así quizás y sólo quizás, no la denunciaran y la quitaran la licencia para siempre. El auricular se quedó a medio camino de su boca. No podía hacerlo, aún tenía el cuerpo estremecido por lo que había pasado unas horas antes.
                -Lo consultaré con la almohada y mañana decidiré con la cabeza despejada.  –pensó tirando la ropa sucia en la lavadora. Totalmente desnuda  se dirigió al baño y abrió el grifo de la ducha. Pero estaba claro que esa noche no iba a terminar nada de lo que empezase. En vez de meterse en la ducha se estaba mirando en el espejo, intentando entenderlo, intentando entenderse. Tenía el cuerpo caliente y pegajoso, pero no quería sentirlo de otra forma.
                Cerró el grifo y se dirigió a la habitación tumbándose en la cama. Distraídamente se rozó el interior de sus pechos con un dedo y se lo llevo a la boca. El sabor inconfundible del esperma de aquel hombre junto con el de su propio sudor inundaron su boca. Así no iba a poder olvidar lo ocurrido y centrarse en el problema.
                Jamás se había dejado llevar de aquella manera. Normalmente solía ser ella la que usaba su belleza y su cerebro para aturdir a su amante y tener el control de la relación sexual. Sin embargo aquel hombre, a pesar de llevar meses sin tocar una mujer o quizás por eso, no se había sentido intimidado por ella. Le había acorralado, Le había magreado, Le había follado con violencia y lascivia y ella se  había limitado a gemir y a dejarse manejar como una muñeca.
                Cuando le paso las esposas por el cuello, pensó que iba a morir pero en vez de debatirse o protestar se había limitado a tensar su cuerpo, preparada para morir si aquel hombre lo deseaba, si le  complacía.
                Analizándolo  fríamente tenía tres soluciones: uno, confesarlo todo y aguantar el chaparrón; dos, seguir su vida como si nada hubiese pasado e intentar, no sabía cómo, evitar que volviese a ocurrir; o tres, dejarse llevar y mantener el engaño todo lo posible aprovechando cada minuto con ese hombre como si fuese el último…
                Cat se levantó de la cama y se dirigió al ventanal. La ciudad se extendía a sus pies ajena  a sus preocupaciones. Hasta ese momento no se  dio cuenta de que seguía con el dedo en la boca. Lo pasó otra vez entre los pechos y lo volvió a chupar. El sabor de aquel hombre volvió a inundar su boca haciéndole recordar cuando hacía nada tenía el miembro de Mario en su boca. Con el dedo aún en su boca recordó cómo recorría aquella verga con su lengua, la sensación de tenerla en su boca, como palpitaba y se movía en su interior incitándola a chupar, más fuerte, más rápido, más profundo.
                Volvía a estar caliente como la lava. Su cuerpo estaba cansado y dolorido por la violenta sesión de sexo pero aún excitado. El dedo esta vez no se quedó entre sus pechos sino que bajo hasta el interior de sus piernas, hasta la entrada de su sexo,  húmedo y caliente otra vez más.
                El solo contacto de sus manos con el interior de sus muslos la inflamo, y recorriendo con la lengua  sus labios húmedos de deseo se acarició el sexo recordando las caricias de Mario. Con un suspiro se introdujo un dedo en la vagina y luego otros dos. Con la mano libre se acariciaba los pechos y se retorcía los pezones. Apoyando la frente contra el cristal y separando un poco más las piernas empujo un poco más fuerte y un poco más adentro temblando de placer.
                En ese momento abrió los ojos y le vio. Apoyado tranquilamente en la barandilla de él edificio de enfrente, un piso por debajo del suyo, un tipo seguía con sus ojos los movimientos  de sus pechos. Al descubrir que lo había visto, el muy mamón, en vez de abochornarse le lanzo un beso.
                Cat, encabronada por la actitud de aquel cincuentón,  pego sus pechos al cristal sin dejar de masturbarse. El cristal frío erizo sus pezones y le hizo dar un respingo. El hombre sonrió, Cat le insulto.
                Saco los dedos de su interior y se los llevo a la boca mirando al tipo a los ojos, el hombre cambio incomodo de postura y se llevó la mano a la bragueta para colocar su miembro erecto de una manera más cómoda en el interior de su pantalón.
                Cat se dio la vuelta y pego su culo y sus piernas contra el cristal para seguidamente separarlas y mostrarle a aquel hombre un sexo abierto y anhelante, pero que no era para él. Sus manos volvieron a acariciar y a penetrar en todos sus recovecos. Cat gemía y se movía, sudaba y se exhibía con descaro.   Los movimientos se hicieron más acuciantes. Cat los acompañaba con sus caderas y jadeaba ansiando tener otra vez a Mario entre sus piernas.
                Con un último impulso, más profundo,  se corrió, sus piernas temblaron y todo su cuerpo se tensó con el placer. Sin hacer caso del mirón se acostó en la cama y se quedó profundamente  dormida.
***
             

  Las luces se habían apagado hacía rato y Mario yacía en su cama, sin poder dormir. Su cabeza era un revoltijo de pensamientos que le impedían cerrar los ojos. Lo que había pasado esa tarde podía calificarse de muchas formas. Imprudencia, impulso, estupidez… pero él prefería calificarlo como una oportunidad. Si jugaba bien sus cartas y tenía un poco de suerte podría salir de ese agujero y retirarse a un país que no admita extradiciones.

                -¿Quieres dejar de moverte? –dijo su compañero de celda. –Así no hay quien duerma, joder.
                -Cállate puto o te arranco la lengua y te la hago tragar
                -¿Qué paso? ¿Fue mal tu entrevista con la psicóloga? –dijo en un susurro para no alertar a los guardias. –Por lo que me han dicho entiendo que estés de los nervios. Está tan buena que Nelson intento violar a Carlos Fuentes después de verla, ¿Puedes imaginártelo? Un peruano de 1.50 intentando reducir a un atleta de 1.85. Pues no te lo creerás pero después de recibir una somanta de palos de Carlos se la pelo seis veces –dijo su interlocutor conteniendo a duras penas las carcajadas.
                -La verdad Paquito es que no me parece tan mala idea. Quizás debería bajarte los pantalones y darte un rato por el culo.
                -¿No lo dices en serio, verdad colega? –Preguntó  Paco cesando de reír instantáneamente – Mi culo es estrecho, peludo y lleno de hemorroides y hace que no me lo limpio semanas. Además te estaba tomando el pelo, puedes pasarte toda la noche haciendo chirriar esos muelles si quieres colega, porque somos colegas ¿Verdad?
                -Tranquilo burro, antes que meter mi picha en ese culo de yonqui leproso me lo hago con Yoko Ono. Ahora cierra la boca y duérmete, o lo que quiera que hagas todas las noches ahí abajo.
                Dos horas después seguía sin poder dormir. Cada vez que trataba de  relajarse intentando dejar la mente en blanco, esta se dedicaba a evocar el cuerpo desnudo sudoroso y jadeante de Cat. Cada vez que cerraba los ojos veía su cara con esa expresión, mitad sumisión, mitad abandono que tan cachondo le puso. Cada vez que cambiaba de postura su pene rozaba contra las ásperas sabanas  provocando una nueva erección. Así que  como  no podía dormir dedicaría la noche a hacer  planes.
                Todo dependía de aquella rubia voluptuosa y complaciente. Tenía que convencerla de que estaba totalmente colado por ella y tenía que hacerlo rápido. Una vez consiguiese su colaboración todo el plan comenzaría a moverse.
                Mañana por la mañana, en cuanto pudiese, llamaría a Ingrid. Sabía que no le dejaría tirado. No le había dicho dónde estaban los diamantes y así podía forzar su colaboración amenazándola con dárselos a los maderos para rebajar la pena que le habían impuesto.
                Ingrid era una pendeja y no tenía escrúpulos pero era muy buena en lo suyo, parecía que le quería y aún más importante adoraba el dinero y el lujo.
                Un clavo para sacar otro. Planear su fuga le ayudo a olvidar un rato a Cat, pero le recordó lo mucho que echaba de menos a Ingrid.
                Ingrid, la turbulenta Ingrid, la violenta Ingrid, la salvaje Ingrid. Si hubiese nacido en los años setenta seguramente se hubiese enrolado en algún tipo de grupo terrorista de extrema izquierda, pero en estos tiempos en los que ya nadie cree en nada que no sea el dinero, era cliente de si misma. Era fría, inteligente, egoísta y violenta, sólo su debilidad por las mascotas le hacía humana. Allí donde fuera siempre le acompañaba una gigantesca gata blanca. Decía que la tenía porque eran almas gemelas y en su opinión tenía algo de razón. Ingrid no era muy alta, pero era ágil y mucho más fuerte de lo que parecía. Su tono de voz era suave y sus ojos del mismo color verde que los de su gata. A las dos les encantaba salir de noche y a ambas les encantaba el pescado poco hecho. Ingrid era austríaca, Frio que así se llamaba la gata, persa.
                Mario se concentró para poder recordar su rostro, su cara ovalada, sus ojos verdes, grandes y un pelín separados, sus pómulos altos, su nariz pequeña y puntiaguda, y sus labios rectos el superior pequeño y el inferior más grueso, siempre pintados de rojo cereza. Su pelo negro fino y lacio, siempre cortado corto y con un mechón teñido de añil, dejando a la vista aquella nuca que tanto le gustaba acariciar…
                -Joder, putas mujeres –dijo sin interrumpir los ronquidos de su compañero de celda.
                Volvía a estar empalmado.
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Relato erótico: ” Hércules. Capítulo 21. El Club Janos.” (POR ALEX BLAME)

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Capítulo 21: El Club Janos.

Después de dar a Sergio instrucciones para que no se interpusiese en su camino, volvió al piso franco. Cuando llegó faltaban solo tres horas para el amanecer y decidió aprovecharlas para dormir, dejando la lectura de los informes para la mañana siguiente.

El sol, atravesando la ventana del pequeño estudio, le dio en la cara despertándole. Echó un vistazo para cerciorarse de que los dos tortolitos seguían durmiendo y leyó los informes del detective en el ordenador mientras desayunaba un café y un par de tostadas.

El hombre era minucioso y anotaba todo lo que observaba dando una crónica detallada del día a día del hombre, que no parecía separarse de la joven ni un minuto, con lo que Hércules consiguió hacerse una imagen de la pareja. Parecía obvio que era él quien llevaba la voz cantante y la joven se limitaba a hacer lo que le ordenaba. A menudo Julio se mostraba como un tipo dominante y caprichoso y ella se limitaba a obedecer y adorarle como a un dios, su dios.

Cuando continuó con la lectura descubrió que con cierta frecuencia visitaban un club en la zona vieja, el nombre le sonaba, pero no terminaba de ubicarlo.

Buscó en internet y rápidamente recordó de que lo conocía. El Janos era un club de intercambio de parejas. Lo sabía porque uno de sus compañeros del equipo de rugby iba allí con frecuencia.

No le extrañó demasiado. Joanna ya había sido capaz de cometer un delito por él. No le parecía descabellado que eso incluyese sexo con otras personas.

A eso del mediodía, la pareja al fin se puso en marcha y Hércules apagó el ordenador dispuesto a seguirles el resto del día.

Pasó un par de días más persiguiendo a la pareja en sus andanzas. Básicamente no hacían otra cosa que follar y salir de fiesta. Como no quería seguirlos tan de cerca y arriesgarse a que lo reconociesen, había optado por clonar el móvil de Joanna y usarlo como micrófono y GPS para tenerlos siempre vigilados.

El detective había cumplido su palabra, seguía las instrucciones que le había dado, se mantenía en un segundo plano y solo aparecía lo justo para poder seguir realizando informes para la misteriosa mujer. Por ese lado podía estar tranquilo.

A la noche del tercer día, los dos tortolitos se pusieron sus mejores galas y salieron de nuevo a la calle. Hércules salió a la azotea y les siguió pensando que volverían de nuevo a una de las discotecas del centro a beber y a follar, pero le sorprendieron tomando un camino diferente. Finalmente llegaron al club Janos. Hércules se quedó en la azotea del edificio de enfrente y se conectó al móvil de Joanna para poder enterarse de lo que estaba pasando.

Al principio solo oyó el crujido de los objetos que golpeaban contra el móvil dentro del bolso, pero tras uno segundos el bolso dejó de moverse y pudo escuchar algo.

La música en el local era suave y estaba en volumen bajo, permitiendo conversar a los presentes sin tener que forzar la voz. Escuchó como sus objetivos pedían unos gin tonics mientras charlaban con las distintas personas presentes en el club. Las conversaciones eran desinhibidas. Hablaban de preferencias sexuales posturas y fantasías eróticas con otras parejas. Al principio no parecían tener preferencia por nadie, pero tras poco más de media hora pareció que solo quedaba una pareja con ellos.

Charlaron un rato, Julio alabó el pelo largo y castaño y los ojos azules de la mujer de la otra pareja lo que puso a Hércules en guardia. A continuación Julio les preguntó que por que les habían elegido a ellos ya que estaba claro que todas las parejas del local se habían fijado en ellos. Sus interlocutores respondieron que les habían caído bien y que el hombre se había fijado en el cuerpo de Joanna.

Joanna no contestó, pareció la más cohibida de los cuatro. Durante unos segundo se produjo un silencio incómodo que Julio interrumpió con un chiste e invitó a la pareja a una de las habitaciones que había en la parte trasera del club.

El ruido de golpes y roces le indicó que se habían puesto de nuevo en movimiento. Un par de minutos después llegaron a la habitación y Hércules oyó como Joanna sacaba el móvil mientras Julio no paraba de parlotear y posándolo sobre una superficie plana conectaba la cámara.

Hércules pudo ver como la cámara del Iphone abarcaba una habitación tenuemente iluminada con una enorme cama con dosel por todo mobiliario.

En el otro extremo de la habitación Julio entretenía a la otra pareja sin parar de hacerles preguntas y procurando que le diesen la espalda a Joanna para que pudiese colocar adecuadamente la cámara sin que la otra pareja se diese cuenta.

Cuando Joanna terminó, se volvió y se acercó al trío que se acariciaba y se desnudaba mientras conversaba animadamente. No le extrañaba que Julio los hubiese elegido; la belleza de la otra pareja era espectacular. El chico era un hombre joven perfectamente musculado de pecho profundo con un rostro atractivo y una sonrisa socarrona de las que suele volver locas a las mujeres.

La mujer le produjo a Hércules un escalofrío. Era exactamente como la había descrito el detective. No le gustaba nada, pero como aun no sabía lo que aquellos dos pretendían exactamente prefirió esperar. No podía entrar allí y matar a aquella pareja sin ninguna prueba. No sabía lo que querían de Joanna y Julio y ni siquiera estaba seguro al cien por cien de que aquella espectacular mujer fuese la que había contratado a Sergio Lemman.

A pesar de que ya habían acudido a aquel club varias veces nunca se acostumbraría a aquello. Joanna se sentía tan nerviosa y vulnerable que estaba a punto de salir corriendo. Solo una sonrisa de aliento y un ligero cachete de su novio le animaron a continuar.

Por lo menos esta vez su pareja le resultaba realmente atractiva. A pesar de ser más joven que Julio tenía el mismo punto canalla y malote que tanto le ponía. De todas maneras dejó que fuesen su novio y aquella zorra de pelo castaño los que empezasen a acariciarse. Miró a la otra mujer con envidia. Era una belleza. Tenía el pelo largo y liso, de color castaño hasta la cintura, una cintura de avispa que daba paso a un culo respingón y unas piernas largas, esbeltas y morenas que incluso ella estaba tentada de acariciar.

Vio como Julio miraba, estrujaba sus grandes tetas y chupaba sus pezones, sintiendo como los celos la dominaban. Julio la miró y su sonrisa se le clavó en el corazón haciendo que reaccionase.

Apretando los puños para contener el temblor que dominaba su cuerpo se acercó al otro hombre.

Así que quieres que te llame Sirena, —dijo el desconocido acariciando el cabello de Joanna— Puedes llamarme Trancos.

El hombre se desnudó ante ella con una sonrisa desvelando el por qué de haber elegido ese apodo. La polla que colgaba, aun semierecta de su entrepierna era la cosa más enorme e intimidadora que había visto jamás.

Saboreando la revancha, Joanna se acercó al hombre y arrodillándose frente a él la tomó entre sus manos acariciándola con suavidad mientras de reojo miraba la cara de duda y fastidio de Julio al ver semejante herramienta.

Tras un par de minutos abrió la boca todo lo que pudo y se metió la punta de la polla. Inmediatamente un sabor acre inundó su boca. Durante un instante la joven dio un respingo, pero el calor y la suavidad de aquella polla la excitaron animándola a seguir chupando. Medio asfixiada se sacó el pene de Trancos y recorrió aquel bruñido pistón con su lengua, sintió la sangre correr apresurada por aquellas gruesas venas calentando aquel miembro y de paso calentándola a ella.

Giró un instante la cabeza y vio como su novio estaba encima de aquella mujer besándola y acariciando sus pechos y sus piernas. Se quedó un instante parada observándolos y su pareja aprovechó para darle un empujón tirándola sobre una espesa alfombra. Antes de que pudiese reaccionar Trancos esta inmovilizándola con su peso restregándole el pubis con su polla y lamiendo y mordisqueando su cuello y los lóbulos de las orejas.

De un nuevo tirón giró su cuerpo de modo que si la joven levantaba la vista podía ver como su marido le hincaba la polla a la mujer de Trancos sin contemplaciones. Joanna observó como la mujer rodeaba la cintura de Julio mientras este la penetraba con golpes secos, sin apresurarse, haciendo temblar todo el cuerpo de la desconocida.

Por un instante no se dio cuenta de que la boca del hombre bajaba por su cuerpo hasta que se cerró entorno a su sexo. Un gemido salió incontenible de su garganta al sentir como una lengua exploraba su húmedo interior. Inconscientemente, cerró los muslos y combó su espalda incapaz de estarse quieta.

Pronto los gemidos de la otra mujer se unieron a los suyos llenando la habitación. Trancos la dio la vuelta y la puso a cuatro patas. Cuando la polla del desconocido entró en ella sintió como su coño se estiraba lentamente acogiéndola hasta que estuvo alojada en el fondo, golpeándolo y distendiéndolo, provocando un intenso placer que recorría todo su cuerpo.

Joanna gritó y estiró su cuello viendo como la desconocida cabalgaba a su novio dejando que su larga melena ondease al ritmo de sus caderas. Se fijó unos instantes en la cara de su novio que se dio cuenta y el guiñó un ojo antes de agarrar un pecho de la mujer y metérselo en la boca.

Los duros empujones la obligaron a afirmarse en la alfombra y el placer se hacía cada vez más intenso a la vez que los empujones se hacían más rápidos y profundos. El miembro de aquel hombre entraba y salía con fuerza enterrándose profundamente en ella haciendo que perdiese el control sobre si misma…

El orgasmo le llegó arrasador e incontenible, el calor que invadió su cuerpo se unió al del semen de Trancos que eyaculaba dentro de ella una y otra vez prolongando su placer y haciendo que todo su cuerpo se estremeciera. Joanna abrió la boca y gritó a la vez que abría los ojos justo en el momento en que veía como la desconocida se sacaba un largo alfiler que había camuflado entre su cabellera y apuñalaba repetidamente a Julio con él.

Joanna gritó, esta vez de terror e intentó incorporarse y apartar a aquella bruja de su novio, pero Trancos la agarró por las caderas inmovilizándola con su cuerpo y rodeándole el cuello con sus manos.

—Lo siento mucho querida. —dijo el desconocido apretando el cuello de la joven— Pero tu novio no ha sido sincero con nosotros y debe recibir un castigo. No se puede engañar al cártel y pensar que no va a pasar nada.

La presión de las manos aumentaba inexorablemente cerrando sus vías respiratorias. Joanna intento gritar pidiendo auxilio, pero solo salió un áspero gañido de sus labios.

—Quiero que sepas que lo tuyo es pura mala suerte, pero como no os separabais ni un minuto no hemos tenido más remedio que acabar contigo también, no me gusta, pero así es la asquerosa realidad. —continuó el asesino dando un último apretón.

Notaba como sus fuerzas se escapaban. Con un último esfuerzo levantó la vista para ver como la sangre brotaba mansamente del cuerpo inerte del que fuera su novio. Pequeñas motas negras aparecieron ante sus ojos y empezaban a revolotear preludiando la llegada de la inconsciencia y la muerte cuando la puerta de la habitación salió proyectada hacia el interior con estruendo.

Como una tromba, un desconocido de larga melena rubia y rizada y de aspecto intimidante irrumpió en la habitación. La asesina reaccionó inmediatamente y con un grito se lanzó intentando apuñalar al gigantón.

El nuevo invitado agarró a la mujer en el aire y con un gesto de fastidio la estampó contra la pared. La mujer emitió un grito de dolor y cayó como un saco en el suelo, totalmente inconsciente.

Con un juramento Trancos apartó las manos del cuello de Joanna y se levantó. En un principio parecía que iba cargar sobre el desconocido, pero en el último segundo hizo una finta y se lanzó sobre el montón de ropa que había en una esquina.

El gigantón no logró atraparle a la primera, pero con un gruñido se lanzó sobre Trancos.

—¡Cabrón! ¡Hijo de puta sin alma! —exclamó agarrando al asesino por el tobillo.

Tomando aire con ansia Joanna vio como aquel hombre agarraba el cuerpo del asesino por el tobillo lo elevaba en el aire y lo estampaba contra el suelo con todas sus fuerzas. La pistola que había conseguido sacar el desconocido de entre el montón de ropas se le escapó de las manos y cayó mansamente al lado de Joanna.

Como activada por un resorte, se incorporó con la brillante pistola en las manos. De dos pasos sorteó al hombre que yacía en el suelo con el cráneo aplastado, se acercó a la bella desconocida que intentaba recuperarse del vuelo y le apuntó con el arma.

—No te atreverás. —dijo la mujer con desprecio— Y si lo haces pasarás el resto de tu vida en la cárcel.

—Te equivocas en las dos cosas. —dijo Joanna apretando el gatillo— Lo haré y no iré a ningún sitio porque tengo pasaporte diplomático.

Hércules estuvo tentado de parar a la joven, pero se identificaba totalmente con ella y sabía que aunque no le devolviese la vida de su novio, probablemente la venganza le ayudaría a pasar página.

***

—Bien, el tiempo se ha agotado. —dijo Hera observando cómo Hércules borraba las huellas en pistola y la ponía en las manos del cadáver del asesino— ¿Estará preparado?

—No lo sé, pero como dices no hay más remedio. Tiene que estarlo. —respondió Zeus mientras acompañaba a Hera y miraba como Hércules cogía a la joven y se la llevaba en volandas fuera del edificio— Esa diabólica mujer está cada vez más cerca de su objetivo. Va a montar una expedición que le llevará hasta la caja y solo Hércules puede impedirlo. Nadie más podría resistir la tentación de abrir esa puñetera caja.

—Espero que aprendas la lección y te dejes de jueguecitos de ahora en adelante.

—Necesito un último favor…

—¡Oh! ¡Por favor! —replicó Hera con hastío.

—Solo necesito que entretengas a Hades un rato para que yo pueda hablar con Hércules y convencerle de la importancia de la misión. Debe entregarse a fondo.

—¡Maldito seas! —dijo Hera— Espero que todo esto termine bien, porque si no…

Zeus no perdió el tiempo y antes de que Hera desapareciese en busca de Hades ya se había transformado en el anciano director de La Alameda.

NOTA: Esta es una serie de treinta y seis capítulos, cada uno en una de las categorías de esta web. Trataré de publicar uno cada tres días y al final de cada uno indicaré cual es la categoría del capítulo siguiente. Además, si queréis leer esta serie desde el principio o saber algo más sobre ella, puedes hacerlo en el índice que he publicado en la sección de entrevistas/ info: http://www.todorelatos.com/relato/124900/

PRÓXIMO CAPÍTULO AMOR FILIAL

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Relato erótico: Mi prima, mi criada y yo somos una extraña familia (POR GOLFO)

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Sin título1

Hay un viejo dicho que dice:
“La familia como el pescado al tercer día apesta”
Aun estando casi siempre de acuerdo con esa frase, tengo que reconocer que en el caso de Marina no ocurrió así.  Al contrario, lo que iba a ser una corta visita de diez días ya va para dos años y os juro que no tengo ganas que esa monada se vaya de casa.  Antes de contaros el por qué no quiero que se vuelva al pueblo y por qué estoy encantado con que viva conmigo, permitirme que me presente.
Me llamo Juan y soy el clásico desertor del arado que habiendo  salido más avispado que el resto de los muchachos de mi aldea, hace más de quince años salí de allí para estudiar medicina en la capital.  Todavía recuerdo el orgullo de mi viejo al irme a despedir a la estación de tren. Incapaz de mantener callada la satisfacción de que su primogénito fuera a ser universitario, obligó a toda la familia cercana a ir a decirme adiós.
Ese día entre la marabunta de familiares que se reunieron en ese andén, había una niña rubita de ocho años que al despedirse de mí, me dijo:
-Cuando crezca, prométeme que podré ir a vivir contigo a Madrid.
Esa niña no era otra que Marina, mi prima hermana. Nunca supuse que esa promesa hecha a la hija de un tío paterno no solo la iba a tener que cumplir sino que encima sería lo mejor que me ocurriría jamás.
Durante años, lo único que hice fue estudiar y tras cursar la carrera, tuve la suerte de especializarme en cirugía estética. Habiendo trabajado duro, con treinta y tres  años, tengo mi propia consulta y me vanaglorio de tener entre mis clientas a la élite de la capital. No solo me ocupo de los pechos y los culos de las mujeres más ricas de España sino que incluso he moldeado muchos de los escotes que lucen en la pantalla nuestras actrices.
Aunque no soy homosexual, sigo soltero porque conseguir novia, casarme y tener hijos no entró nunca dentro de mis planes. Si lo necesitaba contrataba una puta y si no siempre tenía a mano a alguna agradecida clienta que creyendo que necesitaba un retoque en su anatomía, no tuviera reparo en pagarme con carne mis servicios. Curiosamente cuando mi padre me llamó, pidiéndome de favor que aceptara que esa cría se quedara en casa, tenía mi faceta sexual cubierta gracias a Malena. Una nicaragüense culo perfecto que un buen día decidió que además de limpiar la casa, le apetecía satisfacer mis necesidades como hombre.
Todavía recuerdo que estaba tumbado en el salón, con la bragueta bajada y esa morena entre mis piernas  cuando recibí la llamada de mi viejo.  Mi criada al ver que contestaba al teléfono, paró su mamada.
-Tu sigue- le dije mientras respondía a mi padre, molesto por su interrupción.
Malena, sonrió y conociendo como conocía que me daba morbo que me hiciera una felación mientras seguía una conversación, no tuvo reparo en volverse a embutir mi miembro en su boca.
-Dime Papá- contesté separando mis rodillas y presionando su cabeza para obligarla a comerse mi pene.
Mi anciano, ajeno que en esos momentos, la boca de mi criada se estaba apoderando de la virilidad de su hijo, empezó la conversación preguntándome como estaba.
-Bien cansado, necesito relajarme- respondí irónicamente, al sentir que Malena abriendo su boca se introducía toda mi extensión en su interior y que con sus manos empezaba a masajear mis testículos.
Para quien no lo haya probado, se lo recomiendo. Es muy erótico, estar al teléfono mientras una mujer se afana en hacerte una mamada de campeonato.
-Que sí, Papa. ¡Todo me va bien!- respondí ante su insistencia.
Fue entonces cuando me soltó que mi prima había aprobado enfermería y que como padrino que era de la cría le había ofrecido que se quedara en mi casa mientras hacía unas entrevistas de trabajo.
-No fastidies- me quejé al percatarme que al menos durante su estancia mi criada no podría darme lo que tanto me gustaba.
Mi padre ni siquiera me dio opción a negarme y tras informarme que me traería personalmente a la chavala, se despidió de mí, colgando.
“Puta madre”, pensé y olvidándome de que al día siguiente tendría la presencia paterna en casa, me concentré en Malena.
La nicaragüense, ajena a lo que había pasado, seguía a lo suyo. Con la maestría que me tenía acostumbrado, devoraba mi extensión mientras se masturbaba con sus dedos. Habiendo cortado la comunicación,  me acomodé en el sofá para disfrutar plenamente de sus caricias. Pero mi chacha, malinterpretó mi deseos y soltando mi pene, se sentó a horcajadas sobre mí, empalándose lentamente.
Fue tanta su lentitud al hacerlo, que pude percatarme de cómo mi extensión iba rozando y superando cada uno de sus pliegues. Su cueva me recibió empapada, pero deliciosamente estrecha, de manera que sus músculos envolvieron mi tallo, presionándolo. No cejó hasta que la cabeza de mi glande tropezó con la pared de su vagina y mis huevos acariciaban su trasero, entonces y solo entonces se empezó a mover lentamente sobre mí, y llevando mis manos a sus pechos me pidió por gestos que los estrujara.
-Mi latina esta bruta- dije mientras le acariciaba el trasero.
-Sí, patrón. Me urge sentirme suya.
No me hice de rogar, y apoderándome de sus pezones, los empecé a pellizcar entre mis dedos. Gimió al sentir que los estiraba llevarlos a mi boca. Y  ya convertida en la prodigiosa amante que conocía, gritó al notar a mi lengua jugueteando con su areola. La niña tímida que conocí cuando llegó a España hacía mucho que había desaparecido totalmente pero aun así me sorprendió por lo urgida que estaba de ser tomada. Completamente caliente, restregó su cuerpo contra el mío, intentando contagiarme de su lujuria.
No os podéis imaginar cómo se anegó su cueva cuando con mis dientes mordí sus pechos y con mis manos me afiancé en su trasero. Hecha una energúmena chilló:
-Fólleme duro-
Fue entonces cuando me di cuenta que no iba a poder aguantar mucho más, y apoyando mis manos en sus hombros forcé mi penetración, mientras me licuaba en su interior. En intensas erupciones, mi pene se vació en su cueva, consiguiendo que mi criada se corriera a la vez, de forma que juntos cabalgamos hacia el clímax. Cansados y agotados permanecimos unidos durante el tiempo que usamos para recuperarnos.
Ya respuesta, se levantó y acomodándose el uniforme, me preguntó:
-¿Desea algo más el señor?
Satisfecho de que no olvidara que era mi empleada, contesté:
-Sí, prepara dos habitaciones para mañana. Y esta noche, quiero que duermas conmigo.
Ni siquiera preguntó quién venía y despidiéndose de mí, fue a preparar los dos cuartos.
Mi criada se muestra como una mujer enamorada.
Esa noche, tal y como había ordenado, mi criada durmió conmigo. Como no era habitual, la mujer decidió que no me arrepintiera y por eso se comportó como una autentica zorra, satisfaciendo todas y cada una de mis apetencias. Reconozco que como amante, esa hembra no tenía igual. Lo mismo le daba que la tomara al modo tradicional o que inventara una nueva postura. Siempre estaba dispuesta y lo mejor de todo es que la muy puta disfrutaba con ello. Aun así, a la mañana siguiente me desperté temprano y previendo que estaría dos semanas sin follármela, decidí despertarla.
Totalmente dormida, no se percató de que la observaba mientras descansaba. Su belleza morena se realzaba sobre el blanco de las sábanas. Me encantaba valorar sus largas piernas. Perfectamente contorneadas eran un mero anticipo de su cuerpo. Sus caderas, su vientre liso, y sus pequeños pechos eran de revista. Las largas horas de trabajo duro y su herencia genética, le habían dotado de un atractivo más allá de lo imaginable.
Pero lo que realmente me tenía subyugado, era la manera con la que se entregaba follando. La primera noche en la que se lo pedí, se lanzó a mis brazos, sin saber si iba ser solo en esa ocasión o si por el contrario, repetiría más veces. Como quería estar conmigo, no se lo pensó dos veces.
Ahora, la tenía a escasos centímetros y estaba desnuda.
Sabiendo que no se iba a oponer, empecé a acariciarla. Su trasero, duro y respingón, era suave al tacto. La noche anterior había hecho uso de él, desflorándolo con brutalidad pero ahora me apetecía ternura.
Pegándome a su espalda, le acaricié el estómago, Malena era una mujer delgada, pero excitante. Subiendo por su dorso me encontré con el inicio de sus pechos, la gracia de sus curvas tenían en sus senos la máxima expresión. La gravedad tardaría todavía años en afectarles, seguían siendo los de una adolescente. Al pasar la palma de mi mano por sus pezones, tocándolos levemente, escuché un jadeo, lo que me hizo saber que estaba despierta.
Mi criada, que se había mantenido callada todo ese rato, presionó sus nalgas contra mi miembro, descubriendo que estaba listo para que ella lo usase. No dudé en alojarlo entre sus piernas, sin meterlo. Moviendo sus caderas con una lentitud exasperante, expresó sus intenciones, era como si me gritase: -Le deseo-.
Bajando un mano a su sexo, me lo encontré mojado. Todavía no me había acostumbrado a la facilidad con la esa zorrita se excitaba y quizás por eso me sorprendió, que levantando levemente una pierna, se incrustara mi extensión en su interior.
La calidez de su cueva me recibió sin violencia, poco a poco, de forma que pude experimentar como centímetro a centímetro mi piel iba rozando con sus pliegues hasta que por fin hubo sido totalmente devorado por ella. Cogiendo un pezón entre mis dedos, lo apreté como si buscara sacar leche de su seno. Ella al notarlo, creyó ver en ello el banderazo de salida, y acelerando sus movimientos, buscó mi placer.
Su vagina, ya parcialmente anegada, presionaba mi pene, cada vez que Malena forzaba la penetración con sus caderas. Separando su pelo, besé su cuello y susurrándole le dije:
-¿Cómo ha amanecido mi querida criada?-
Mis palabras fueron el acicate que necesitaba, convirtiendo sus jadeos en gemidos de placer y si de su garganta emergió su aceptación, de su pubis manó su placer en oleadas sobre la sábana.
-Tómeme Patrón- chilló al notar que se corría.
-Tranquila, pequeña-, le contesté dándole la vuelta.
Malena me besó, forzando mi boca con su lengua. Juguetonamente, le castigué su osadía, mordiéndosela, mientras que con mis manos me apoderaba de su culo.
-Eres una putita, ¿lo sabías?-
-Sí- me contestó sonriendo, y sin esperar mi orden se sentó a horcajadas sobre mí, empalándose.
Chilló al notar que la cabeza de mi glande chocaba con la pared de su vagina y sensualmente llevó sus manos a sus pechos
-Patroncito, ¿Quién viene hoy?- preguntó mientras disfrutaba de mi pene.
-Mi padre y una prima-, contesté acelerando mis incursiones.
-¿Cuánto tiempo se van a quedar?
-No lo sé – respondí.
Como si supiese que iba a tardar en volver a sentir mi piel,  su cuerpo empezó a agitarse como si de una coctelera se tratase, licuándose sobre mis piernas. Con la respiración entrecortada, me rogó que aunque tuviera visita no me olvidara de ella, tras lo cual se corrió sonoramente,
Su petición me pareció absurda y dejándola tirada en la cama, me levanté a duchar. Bajo el grifo de la ducha, medité sobre si esa muchacha y bastante mosqueado, decidí que debía mantener las distancias. Al salir, me encontré a la mujer preparada para secarme.
-¿Qué haces?- pregunté
-Servirle como siempre hago-
 Su sumisión era algo habitual  pero aún así, ese día descubrí que había cariño y sabiendo que debía tomar una decisión al respecto, levantado los brazos dejé que lo hiciera.
-Sé que le ha enfadado lo que le he dicho-, casi llorando me soltó mientras me secaba- Usted no se preocupe por mí, cuando se canse de su criada, dígamelo y me iré.
Incapaz de sostener mi mirada, fue recorriendo mi cuerpo con sus manos. Olvidándose de sus temores, bebió de las gotas que poblaban mi piel, antes de secarme cuidadosamente con la toalla. Sin que ella hablara ni yo le dijera la razón de mi enfado, comprendió que se había pasado y tratando de que la perdonara, pegó su cuerpo a mis pies.
Sin que yo se lo pidiera empezó a besarme en los pies, deseando complacerme. La humedad de su lengua, recorriendo mis piernas fue suficiente para excitarme, de manera que al llegar a mis muslos, mi pene ya se alzaba orgulloso de sus caricias. Para aquel entonces estaba convencida de que su misión en esta vida era servirme y dejándose por acercó su boca a mi sexo con la intención de devorarlo.
No le prohibí hacerlo al fin y al cabo ella llevaba siendo mi porno-chacha durante mucho tiempo.
Sus labios se abrieron besándome la circunferencia de mi glande, antes de introducírselo. De pie en mitad del baño, vi como paulatinamente mi miembro desaparecía en su interior.  Aceptando pero sobre todo deseando su mamada, cerré mis ojos para abstraerme en lo que estaba mi cuerpo experimentando. El cúmulo de sensaciones que llevaba acumuladas hizo que la espera fuese corta y cuando ya creía que no iba a aguantar más, se lo dije.
Mi criada recibió mi aviso con alborozo y aumentando la velocidad de su boca,  buscó mi placer con más ahínco hasta que consiguió que explosionando brutalmente, descargara el semen acumulado. Satisfecha, se levantó del suelo y mientras salía del baño, se giró y me dijo:
-Patrón, soy suya- e imprimiendo una dulce sensualidad a sus palabras, me confirmó lo dicho al soltarme: -Si usted me lo manda, me entregaría a otra mujer solo por el placer de obedecerle.
Juro que estuve a punto de correr tras ella, porque esa confesión consiguió de por sí el levantar mi alicaído miembro pero sabiendo que mi padre no tardaría en llegar,  consideré más prudente el vestirme.
Marina resulta ser una hembra de bandera.
 Eran poco más de la once cuando mi padre hizo su aparición, supe que era él desde el momento que tocó con su inconfundible existencia el timbre de entrada a mi chalet. Dejando a un lado los reparos que sentía porque traía consigo a mi prima, salí a saludarle con el cariño y el respeto que se merece. Mi viejo era, es y será mi viejo y por ello nunca sería capaz de faltarle al respeto.
Aun así al salir al jardín, no pude saludarle cuando bajó de su coche porque mis ojos se quedaron prendados de la impresionante joven que le acompañaba. Os juro que si alguien me hubiera dicho que la rubita de largas trenzas se había convertido en una diosa, nunca lo hubiese creído. Marina era impresionante. Bellísima de cara, el resto de su cuerpo no tenía nada que envidiarle.
Reconozco que me quedé sin habla al admirar esos dos increíbles pitones que se escondían bajo el top que mi primita lucía ese día.
-Joder con la niña- exclamé involuntariamente en voz alta.
Mi padre sonrió al ver mi reacción y no creyendo que se escondía nada obsceno, me contestó:
-¿Verdad que esta guapa? Nuestra Marina es ahora una mujercita monísima.
“¿Mujercita?  ¡Mis huevos!”, lo que tenía enfrente era un pedazo de hembra de esos que solo crees que existen en las revistas.  La susodicha debía de estar acostumbrada a provocar ese tipo de reacción en los hombres porque sin cortarse un pelo, se acercó a mí y pegándose más de lo que era moralmente  asumible entre primos, besó mi mejilla y sonriendo, respondió:
-Tú tampoco estás mal, primo. Pensaba que estarías ya viejo pero veo que te conservas estupendamente.
El descaro que escondían sus palabras no me pasó inadvertido y tratando de que mi padre no notara mi embarazo, le pedí amablemente que pasaran dentro. Del brazo de su tío, mi prima entró delante, dejándome disfrutar de la visión de su pandero.
“¡Menudo culo!”, pensé al admirar esas dos nalgas.
Se notaba a la legua que esa joven dedicó durante los años que no la veía muchas horas a hacer ejercicio porque como médico sabía que esas dos maravillas no solo eran producto de los genes sino que su dueña  las había moldeado de esa forma tan impresionante por medio del deporte.
Su belleza tampoco pasó desapercibida a mi criada, la cual no pudo evitar mirarla con envidia. Me alegró descubrir que en su mirada no había atisbo de celos pero asumiendo que eso se debía a que no consideraba rival a Marina por ser mi prima hermana, nunca pensé que también se había sentido atraída por ese pibón.
Nada más entrar y viendo que tenía una piscina en el chalet, la chavala me preguntó si podía darse un chapuzón.
-Por supuesto- respondí y viendo que hacía calor, pregunté a mi viejo si le apetecía una cerveza.
-Te acompaño- me respondió- tengo que hablar contigo de una cosa.
El gesto serio con el que me lo dijo, me reveló que le preocupaba algo y por eso, dejé que me acompañara a la cocina.
-Tú dirás- dije nada más darle el botellín recién abierto.
Mi padre tomó un buen sorbo antes de empezar:
-Juan, no he sido completamente sincero contigo.
-No te entiendo- respondí completamente extrañado de sus palabras.
-La razón por la que mi hermano quiere que Marina consiga trabajo en Madrid, es separarla de las malas compañías con la que anda en el pueblo….
-Su novio es un golfo-  respondí cortando a mi viejo.
-Peor…- al ver que necesitaba dar otro trago a su cerveza asumí que era grave- en el pueblo se rumorea que se anda acostando con dos hermanos.
-No jodas papá. Eres un hipócrita, tú mismo te vanaglorias que en tus tiempos mozos andabas con las dos panaderas y nunca te has arrepentido- respondí tratando de quitar hierro al asunto.
-Me he explicado mal- reconoció antes de proseguir- lo que se dice en el pueblo es que Marina es la novia de Pepe “el grillo” y de su hermana.
Reconozco que eso no me lo esperaba, pero la que realmente se sorprendió fue Malena que, de la impresión, dejó caer la bandeja que llevaba.
-Habladurías- respondí.
Mi viejo, con la típica pose de padre preocupado, me contestó:
-Confío en ti. Marina es mi ahijada y la deposito en tus manos para que no vaya por el mal camino.
Como no podía ser de otra forma, le estaba prometiendo que me ocuparía de ello cuando de improviso, mi primita hizo su aparición en la cocina. Hasta mi pobre viejo se la quedó mirando con ojos nada filiales al verla aparecer ataviada únicamente con un escueto traje de baño que más que esconder no hacía más que realzar los dones que la naturaleza le había dado.
-Niña,  ¡Tapate!- le soltó el anciano en cuanto se hubo repuesto de la impresión.
La muchacha comportándose como una cría malcriada, se le abrazó diciendo:
-Tío, ¡No seas anticuado!- tras lo cual me pidió una coca-cola.
Mi criada sacó una de la nevera y se la dio. Nada más abrirla, la puñetera niña meneando su espectacular culo, desapareció rumbo a la piscina. No sé si fue el corte de que me hubiese dado cuenta de cómo la miraba o que en realidad tenía prisa, pero lo cierto es que al cabo de cinco minutos y por mucho que intenté que se quedara a comer, mi viejo hizo mutis por el foro y volvió a la comodidad de su pueblo.
Al verlo partir, me quedé pensando en que tanto él como su hermano se habían desembarazado del problema del modo más sencillo:
“¡Encasquetándomelo a mí!”
El colmo fue que al entrar a mi casa, descubrí que Malena no podía dejar de mirarla a través de la ventana. Os reconozco que me dio morbo descubrir a mi criada espiando a mi prima mientras esta se echaba crema en el pecho. Sin hacer ruido, me acerqué a ella por detrás y cogiéndola desprevenida, le bajé las bragas mientras me bajaba la bragueta.
-¿Qué hace patrón? ¡Nos puede ver!- se quejó sin hacer ningún intento de separarse.
El morbo de tirármela contra la encimera de la cocina mientras Marina se esparcía el bronceador por las tetas era demasiado tentador y separándole las piernas, la penetré de un solo empujón.
-Es usted un malvado- me dijo encantada e intentando provocarme aún más me soltó: -¿Ha visto que bonitos meloncitos tiene su prima?
-Nada como los tuyos- respondí incrementando la velocidad de mi ataque pero lo cierto es que yo tampoco pude dejar de admirar el modo tan sensual con el que esa cría se estaba untando de aceite.

De esa forma fue la primera pero no la última vez que tomé a mi criada mientras mi mente soñaba con que era la hija de mi tío la que recibía en su seno mis acometidas.  Y tal como no tardó en confirmarme la propia Malena, esa mañana ella descubrió que una mujer le podía resultar sexualmente atractiva.

 

Marina resultó aún más puta de lo que me temía:
Sobre las una de la tarde, era tanto el calor que hacía en Madrid que decidí darme un chapuzón en la piscina, aunque ello supusiera tener que hablar con mi prima. Contra toda lógica, me daba miedo enfrentarme a ella. 
Al salir al jardín, Marina seguía tomando el sol. La música de sus cascos evitó que se percatara de mi presencia hasta pasados unos minutos. Colocándome en la otra tumbona, aproveché que tenía los ojos cerrados para darla un buen repaso.
“Joder, ¡Qué buena está!” me dije tras valorarla.
Y es que en realidad mi prima era un monumento. Sin un gramo de celulitis, su cuerpo era el sumun de la perfección. No tenía nada fuera de sus sitios. Si  la primera vez que la ví me quedé impresionado con sus pechos, ahora que estaba tumbada boca abajo tuve que reconocer que su trasero era aún mejor.
“¡Tiene culo de negra!” pensé al observar la curvatura de sus nalgas.
Se notaba a la legua que tenía un culo duro. Juro que intenté separar mi mirada pero me resultó imposible porque esa niña llevaba un tanga tan estrecho que desparecía entre sus dos cachetes.
“¡Es una pena que sea mi prima”, maldije entre dientes mientras mi pene empezaba a reaccionar.
Un tanto cortado, comprendí que si seguía observándola no tardaría en excitarme por lo que me tiré a la piscina para intentar calmarme.
El agua helada aminoró mi calentura y ya más tranquilo, empecé a hacer una serie de largos. Estaba a punto de salir del agua cuando la vi levantarse de la tumbona, con sus pechos al aire. Alucinado por su top-less, me quedé observando como sus pechos se bamboleaban al caminar. Eran tal y como me había imaginado al verlos esa mañana, enormes pero duros y con unos pezones rosados que invitaban a ser mordidos.
Marina al darse cuenta que la miraba, me saludó y sin corte alguno, mientras se daba un ragaderazo en la ducha del jardín, me preguntó que íbamos a comer.
-No tengo ni idea. Es Malena quien se ocupa de ello- contesté perplejo al observar el modo tan sensual con el que esa cría se mojaba los pechos.
Sabiéndose admirada, la jodida niña incrementó el morbo que sentía, diciéndome:
-Es que últimamente, he engordado y no quiero parecer una foca.
-No digas tonterías- respondí- estás delgada
¡Y tanto que lo estaba!. Su cuerpo era el de una modelo. Su cara era de por si guapa pero si a eso le sumábamos su breve cintura, su culo en forma de corazón y ese estomago plano, la muchacha era de una belleza sin igual. Satisfecha por mi respuesta, la muy puta insistió mientras se quitaba con las manos el bronceador de su trasero:
-¿No crees que tengo un culo muy gordo?
Comprendí por su tono que estaba jugando conmigo e intentando no seguirle el juego respondí:
-Eso depende de los gustos. ¿Tu novio que opina?
Descojonada, me contestó:
-No tengo novio. Soy demasiado joven para atarme a una sola persona.
Tras lo cual se envolvió en una toalla y despidiéndose de mí, entró en la casa. Viéndola partir, me quedé mirando el bamboleo de sus caderas y pensé:
“¡Esta niña es un peligro!”.
Con la imagen de Marina impresa en mi mente, reinicié los largos intentando que el ejercicio hiciera que me olvidara de ella. Pero resultó en vano, porque al cabo de media hora, salí de la piscina aún excitado. Mi cerebro seguía intentando buscarle sentido a su última frase. Cuando le pregunté por su novio, la cría no solo había dicho que no le bastaba con uno sino que había usado el término persona en vez de hombre, por lo que supuse que a lo mejor las habladurías del pueblo tenían razón y esa puñetera chavala era bisexual.
Mis dudas se acrecentaron al entrar en el chalet. Desde el salón, escuché sus risas. Al acercarme a la cocina, descubrí a mi prima charlando amigablemente con Malena y viendo su postura, no tuve que ser un genio para darme cuenta de que estaba tonteando con mi criada. Comportándome como un voyeur, las espié desde la puerta y por eso no tardé en comprender que sus lisonjas estaban empezando a afectar a mi empleada. Por la forma en que la nicaragüense la miraba, supe que estaba excitada.
“¡Será puta!”, exclamé mentalmente un tanto celoso, “Acaba de llegar y ya le está tirando los tejos”.
Cabreado con Marina, me retiré sin hacer ruido pero al llegar a mi habitación, me tumbé en la cama y rememorando tanto la visión de su cuerpo casi desnudo como que estuviera flirteando con mi chacha, hizo que me volviera a excitar y dejándome llevar por la lujuria, me masturbé pensando en cómo sería compartir con ella a mi criada.
Excitado, cerré los ojos y  me dediqué a relajar mi inhiesto miembro. Dejándome  llevar por la fantasía, visualicé como sería ponerla. Me imaginé a mi criada entrando en mi habitación y suplicando que le hiciera el amor. En mi mente, la tumbé en la cama y le ordené que se hiciera cargo de mi pene. Malena no se hizo de rogar y acercando su boca, me empezó a dar una mamada. Me vi penetrándola, haciéndola chillar de placer mientras me pedía más. En mi mente, mi prima,  alertada por los gritos,  entraba en mi cuarto. Al vernos disfrutando, se excitó y retirando a la morena de mí, hizo explotar mi sexo en el interior de su boca. Ya tranquilo,  observé la mancha de mi semen. “¡Qué desperdicio!”, me dije y fijándome en el reloj, supe que ya era la hora de vestirme para la comida.
Durante la comida, Marina me pregunta por Malena.
Al bajar al comedor, la comida estaba preparada. Sin esperar a que me llamaran, me senté en la mesa. Mi querida prima, viéndome ya sentado, se sentó a mi lado. Os juro que casi me atraganto con el vino al verla entrar. La rubia venía vestida con una camisa transparente que dejaba entrever con claridad la perfección de sus pechos.
“¡Qué par de tetas!”, me dije al recorrer con mi mirada su dorso.
Marina, que supo en seguida de mi admiración nada filial, se ruborizó al sentir la caricia de mis ojos pero al cabo de unos segundos, se repuso y sin darle importancia, comenzó a interrogarme por mi vida. Con insistencia, me preguntó si tenía novia o pareja. Al contestarle que no, con todo el descaro del mundo,  dijo en tono serio:
-Juan, ¡No te creo! Un hombre como tú debe de tener algo escondido- y coincidiendo con la llegada de mi criada con la comida, me soltó: -Estoy segura de que tienes una mujer a la que te tiras.
La pobre de Malena, al oírla, se puso nerviosa y sin querer derramó un poco de sopa sobre el mantel. Mi prima se la quedó mirando divertida pero no dijo nada. Con gesto interesado, observó el nerviosismo de mi empleada y esperó a que desapareciera por la puerta de la cocina para decirme muerta de risa:
-¡Te andas follando a la criada!
Cabreado por que se metiera en mi vida, contesté:
-Si lo hago, no es de tu incumbencia.
Soltando una carcajada, insistió:
-No me extraña que te la tires. ¡Está muy buena!- y tras beber de su vaso, me dijo: -En fin, es una pena. ¡Ya le había echado yo el ojo!
Su descaro me hizo preguntarle, si era lesbiana. Mi prima me miró extrañada y como si fuera algo normal, me respondió que no pero que, aunque le gustaban los hombres, si se encontraba con una mujer atractiva no le importaba darse un buen revolcón con ella.
Juro que no fue premeditado pero imaginarme a esa dos retozando entre ellas, fue algo muy tentador y sin prever las consecuencias, respondí:
-Cómo te has imaginado, Malena es por entero mía pero no soy celoso. Si quieres que hable con ella y la convenza, dímelo.
Por su cara de sorpresa, comprendí que había estado jugando conmigo y que no se esperaba una propuesta, semejante. Ruborizada, durante unos instantes se quedó callada y tras pensarlo un momento, me preguntó:
-¿No te importaría?
Al ver tras la tela de su blusa, los bultos de sus pezones erectos comprendí que la idea de tirarse a esa morena la había excitado y como no podía echarme atrás, le prometí que esa noche se la mandaría a su cama.
-¿Y tú qué harás?
Escandalizado por la insinuación, contesté:
-Estaré en mi cuarto, no te olvides que somos familia.
Fue entonces cuando poniendo cara de puta, me espetó:
-Juan, en el pueblo se dice: ¡A la prima se le arrima y si es prima hermana con más ganas!
Reconozco que estuve a punto de aceptar su más que clara invitación pero temiendo que fuese solo una broma, cambié de tema y le pregunté por las entrevistas de trabajo que tendría la semana siguiente. Nuevamente, me sorprendió la cría al decirme que no tenía ninguna y que su tío, es decir mi padre, le había asegurado que ¡Yo le daría un puesto en mi clínica!
Juro que de tener en frente a mi viejo, le hubiese montado una bronca, pero en vez de ello, me tuve que morder un huevo mientras le confirmaba que trabajaría conmigo.
-No sabes lo feliz que me haces. Desde niña, he soñado con estar contigo- me contestó y levantándose de la mesa, me dio un beso en la mejilla mientras pegaba su cuerpo al mío.
Tras unos segundos, donde sus senos se clavaron contra mi pecho, la separé de mí al comprender que mi pene me estaba traicionando y que bajo mi pantalón, se había puesto duro. Mi erección no le pasó desapercibida y echando una ojada a mi entrepierna, se la quedó mirando pero no dijo nada. Avergonzado, me tapé con una servilleta el enorme bulto mientras mi primita sonreía al saber que no soportaría otro ataque por su parte.
Todo se precipita.
Nada más terminar de comer, Marina me dijo que estaba cansada y despidiéndose de mí, se fue a echar una siesta. Su ausencia me permitió coger por banda a Malena y contarle lo que habíamos hablado entre nosotros. Confieso que cuando empecé a explicarle que mi prima la deseaba, no las tenía todas conmigo porque de cierta manera, no sabía cómo iba a reaccionar mi empleada-amante. Si había pensado que se iba a enfadar, me equivoqué porque claramente excitada, me respondió:
-Si usted me lo pide, lo haré.
Al escuchar su respuesta, comprendí que para esa mujer mis deseos eran órdenes y que al igual que nunca se había negado a cumplir mis otros caprichos, se entregaría a mi prima gustosa. Tanteando los  límites de su entrega y mientras le acariciaba un pezón por encima de su uniforme, le solté como si nada:
-Por cierto Malena, he pensado que ya es hora de tener un hijo. ¿Te gustaría que te preñara aun sabiendo que al nacer sería solo mío?
Su reacción me dejó pálido: echándose a llorar, me informó que era estéril pero al cabo de unos segundos, reponiéndose y entre lágrimas me respondió:
-Ser la madre de su hijo me haría la mujer más feliz del mundo, pero ya que no puedo: ¿Quiere que le ayude a embarazar a su prima?
El solo imaginarme a esa monada con su vientre germinado por mí, me excitó de sobre manera y sin medir las futuras complicaciones, contesté subyugado por esa idea:
-Sí ¡Quiero!
La nicaragüense me confirmó su disposición diciendo:
-Déjemelo a mí –y con un gesto convencido, me pidió que saliera a dar una vuelta.
Sin saber cómo iba a cumplir mi peculiar orden pero sobre todo sin estar seguro de que eso fuera exactamente mis deseos, salí de la casa sin rumbo fijo. No tenía ninguna duda de que Marina caería en brazos de mi criada, pero lo que no sabía era si realmente deseaba compartir mi amante con ella. Por primera vez, me di cuenta de que aunque hasta ese momento no lo supiera:
“¡Estaba enamorado de la criada!”
La certeza de mis sentimientos me golpeó con fuerza en el rostro y dando un volantazo, decidí volver a mi chalet a evitar que Malena hiciera honor a su palabra. Desgraciadamente, estaba lejos cuando tomé esa decisión y por eso cuando llegué a la casa, no la encontré en la cocina. Temiéndome lo peor, subí las escaleras. Desde el pasillo que llevaba a la habitación de invitados, escuché unos gemidos.  Reconozco que se me cayó el alma a los suelos al oírlos y comportándome como un mirón, abrí la puerta del cuarto donde se iba a quedar mi prima.
Intrigado por los jadeos que llegaban a mis oídos, sigilosamente, descubrí una escena que me dejó de piedra. Sobre la cama, mi criada estaba totalmente desnuda mientras Marina, agachada a sus pies, le estaba comiendo con pasión su sexo. Con autentico dolor, no pude retirar la vista de esas dos mujeres haciendo el amor. La morena con la cabeza echada hacia atrás disfrutaba de las caricias de mi familiar mientras con sus dedos no dejaba de pellizcarse los pechos.
Era alucinante ser coparticipe involuntario de tanto placer.
Incapaz de dejar de mirarlas mi miembro despertó de su letargo e irguiéndose, me pidió que le hiciera caso.  Nunca he sido un voyeur pero reconozco que ver a mi prima disfrutando del coño de Malena era algo que pensé que jamás iba a volver a tener la oportunidad de ver y asiéndolo con mi mano, empecé a masturbarme.
Llevaban  tiempo haciéndolo porque mi criada no tardó en retorcerse gritando mientras se corría en la boca de su nueva amante. Pensé que con su orgasmo  había terminado el espectáculo, pero me llevé una extraña  sorpresa al ver como cambiaban de postura y Marina se ponía a cuatro patas, para facilitar que las caricias de la otra mujer.
Fue entonces cuando me percaté de que estaba totalmente depilada.  Completamente dominado por la lujuria, disfruté del modo en que le separó las nalgas. Su recién estrenada pareja sacando su lengua se entretuvo relajando los músculos del esfínter. Mi primita tuvo que morderse los labios para no gritar al sentir que su ano era violado por los dedos de la mujer.
Si aquello ya era de por sí impactante, más aún fue ver que mi empleada se levantaba y cogía del cajón un tremendo falo con sus manos, para acto seguido surrarle al oído unas dulces palabras mientras  se lo acercaba y colocando la punta del consolador en  su culo  de un solo golpe se lo introdujo por completo en su interior.
Marina gritó al sentir que se desgarraba por dentro, pero no intentó liberarse del castigo, sino que meneando sus caderas buscó amoldarse al instrumento antes de empezar a moverse como posesa. Mi criada esperó que se acomodase antes de darle una fuerte nalgada en el trasero. Fue el estímulo que mi prima necesitaba para lanzarse en un galope desbocado. Los gemidos de placer de la rubia coincidieron con mi orgasmo y retirándome sin hacer ruido, me fui hecho polvo a mi habitación.
“Hay que joderse”, pensé jodido:”¡Ha tenido que venir esa puta para que me diese cuenta de la joya que tenía en casa!”.
Nuevamente Malena me sorprende.
Estaba en el salón poniendo un whisky, cuando entraron las muchachas. Venían calladas  y viendo el rubor en las mejillas de ambas, supe al instante  que querían decirme algo. Todavía seguía enfadado pero sabiendo que la culpa de que hubieran compartido algo más que una charla era mía. No en vano Malena solo había cumplido al pie de la letra mis palabras.
La sesión de sexo que habían disfrutado les había sentado bien,  tuve que reconocer al observarlas. Mi prima, con veintitrés dos años, era una mujer de bandera y para colmo, llevaba un camisón que no solo realzaba su silueta sino que, gracias a su profundo escote y a la apertura hasta medio muslo, desvelaba unos pechos firmes y unas piernas bien contorneadas.
Mi empleada en cambio, era una mujer de treinta, cuya mirada seguía conservando la lozanía de la niñez  que se conjuntaba en perfecta armonía con un cuerpo de pecado.
Malena rompió el incómodo silencio, preguntándome si deseaba algo más, o por el contrario si se podía ir a preparar la cena. Mirándola a la cara, descubrí que no le apetecía estar presente cuando hablara con mi prima de lo sucedido, por lo que le dije que se fuera a cumplir con sus obligaciones.
-¿Quieres una copa?- pregunté a Marina en cuanto nos quedamos solos.
Me contestó que sí, que estaba sedienta, sin reconocer que lo que realmente estaba era muerta de miedo, al no saber cómo me tomaría lo que tenía que decirme. Haciéndola sufrir, tranquilamente le serví el ron con coca-cola que me había pedido, tardando más de lo necesario entre hielo y hielo, mezclando la bebida con una lentitud exasperante, de forma que su mente no podía parar de darle vueltas en su mente a su discurso.
Cuando terminé, lo cogió con las dos manos, dándole un buen sorbo. Mi actitud serena la estaba poniendo cardiaca, no se esperaba este recibimiento. Poniéndome detrás del sillón donde estaba sentada, apoyé las dos manos sobre sus hombros. Juro que en ese momento me apetecía estrangularla. Ella sintió un escalofrío, al notar como mis palmas se posaban sobre ella y esperó unos instantes antes de decirme:
-Juan, quiero hablar contigo.
Aunque era algo evidente y ya la sabía dejé que se relajara, antes de empezar a hablar.
-Tú dirás-
Sin ser capaz de levantar su mirada del vaso, me dijo:
-Malena me ha convencido de que te cuente la verdad.
-¿Qué verdad?- respondí por primera vez interesado. Hasta entonces estaba enfadado con ella porque se había acostado con mi amada pero por sus palabras de lo que quería hablarme era de otro tema.
Totalmente avergonzada, casi susurrando me soltó:
-El por qué he venido a Madrid.
-No te entiendo- contesté mientras la cría se echaba a llorar como una magdalena.
Completamente extrañado por sus llantos, me senté a su lado y la abracé con el objetivo único de consolarla. Mi primita dejó que la abrazara y hundiendo su cara en mi pecho, me dijo con voz entrecortada:
-Quería venir para estar contigo. Desde niña, he soñado con algún día ser tuya.
Su confesión me dejó paralizado y más aún cuando, sin dejar de berrear, me confirmó de que había manipulado a su viejo y al mío para que la obligaran a dejar el pueblo. No sé si fue entonces cuando empecé a acariciarla. Marina  aceptó mi contacto sobre su piel con un gemido y levantando su mirada, me besó.
-Te quiero- me dijo tras ese tierno beso.
La rotundidad de su confesión me dejó paralizado y temiendo su reacción, le contesté:
-Malena es mi mujer.
Aunque no era estrictamente cierto, era un hecho y entonces, fue cuando poniendo cara de angustia, me soltó:
-Lo sé pero está de acuerdo en compartirte.
Su respuesta demolió todos mis reparos y como estábamos solos en teoría, agarrándola de la cintura, la besé. Mi querida prima suspiró al sentir mis besos y como si llevara años sin ser acariciada se lanzó contra mí, desgarrando mi camisa. Sus dientes se apoderaron de mi pecho mientras su dueña intentaba desabrochar mi pantalón. Increíblemente excitada,  gimió al ver mi sexo totalmente inhiesto saliendo de su encierro.
-Te deseo-.
Quería que nuestra primera vez fuera tranquila pero su ardor se me contagió y apoyando mi cuerpo contra el suyo, le rompí las bragas y poniendo sus piernas alrededor de mi cintura, coloqué la punta de mi glande en su sexo. Marina no pudo esperar y forzando sus labios, se empaló lentamente, sintiendo como se introducía centímetro a centímetro mi extensión en su cueva.
Al sentir que la cabeza chocaba contra la pared de su vagina, empezó a cabalgar usándome de montura. Mi pene erecto era un puñal con el que quería matar su necesidad de ser tomada.  Moviendo sus caderas se echó hacia atrás para darme sus pechos como ofrenda.  La visión de sus pezones, contraídos por la excitación, fueron el acicate que necesitaba  y dominado por la lujuria, usé una de mis manos para poner su pecho en mi boca.
Mi prima gritó al notar que mis dientes se cerraban cruelmente sobre su pezón y agarrando mi cabeza, me pidió que no parara. La humedad que manaba de ella me informó de la cercanía de su orgasmo. Su respiración agitada no le permitía seguir alzándose sobre mi pene, por lo que tuve que ser yo quien, asiéndola de su culo, la  ayudara a sacar y meter mi sexo dentro del suyo. Al percatarse que ya no le era tan cansada esa postura, se puso como loca y acelerando sus maniobras,  explotó  derramando su flujo sobre mis piernas.   Los gemidos de placer de la muchacha me espolearon y como un joven garañón, galopé en busca de mi orgasmo.
Ya no importaba que esa mujer fuera mi prima hermana. En mi mente era mi hembra y yo, su semental. Siguiendo el dictado de mi instinto busqué esparcir  mi simiente en su campo. Con el coño completamente mojado, Marina disfrutaba  cada vez que mi verga, al entrar y salir, presionaba sobre sus labios y rellenaba su vagina.   Su clímax estaba siendo sensualmente prolongado por mis maniobras, llevándola del placer al éxtasis y vuelta a empezar.  Clavando sus uñas en mi espalda, me rogó que me corriera, que necesitaba sentir mi eyaculación en su interior. 
La entrega de la muchacha era total. Berreando en mis brazos, se estaba corriendo por segunda ocasión cuando al levantar mi cabeza, vi a mi criada mirándonos desde la puerta. Su gesto no era de enfado sino de satisfacción, dándome a entender que aprobaba lo que estábamos haciendo. El morbo de ser observado, hizo que mi pene estallara dentro de veía mientras veía a Malena entrar con un botella de champagne.
Todavía no me había recuperado cuando llegando a mi lado, Malena me besó y abriendo la botella, sirvió tres copas.
-¿Qué hay que celebrar?- pregunté con la mosca detrás de la oreja.
La morena soltó una carcajada y abrazándose a Marina, me respondió:
-Le parece poco a mi patrón, que a partir de hoy tenga dos mujeres que le quieran.
Muerto de risa, contesté:
-Te prohíbo que me llames patrón. Marina, tú y yo somos desde ahora una familia.
Fue entonces cuando guiñando un ojo a mi prima, nos cogió de la mano y subiendo por las escaleras rumbo a mi cuarto, me contestó:
-Pues entonces, ¿Quiere nuestro macho que intentemos agrandar esta peculiar familia?
Juro que nunca recibí una insinuación tan atrayente e imprimiendo prisa a mis dos hembras, entré a mi habitación para intentarlo una y otra… y otra vez.

Relato erótico: “LA FÁBRICA (10)” (POR MARTINA LEMMI)

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Por esos días tuve muy mal atendido a Daniel.  No era que lo hubiera dejado de querer; en absoluto.  Pero había una cuestión muy simple: yo estaba viviendo montones de experiencias nuevas que, como he dicho antes, tenían un costado degradante y otro excitante; necesariamente, de un modo u otro mis sentidos y mi atención estaban absorbidos por todas esas experiencias nuevas, ya fuera por voluntad propia o no.  Daniel, pobre, quedaba entonces en segundo lugar o bastante más atrás: mis pensamientos no estaban dedicados a él y mucho menos mis fantasías, razón por la cual se hacía harto difícil consumar nuestra relación en términos sexuales.  Él, por supuesto, lucía preocupado y me notaba extraña; le echaba la culpa al trabajo ya que, tal como yo le decía, me absorbía por completo y no me dejaba posibilidad de nada.
Pero la gran sorpresa me la dio cuando en medio de ese cuadro se apareció con los anillos.  Eso no era todo: había vuelto a reprogramar una nueva fecha de boda.  No habíamos usado anillos hasta el momento ni aun cuando tuvimos fecha en vista pero, al parecer, el verme del modo en que yo estaba le llevó a la desesperación; es algo típicamente masculino retener con presentes inesperados lo que súbitamente creen estar perdiendo.  Le agradecí, desde ya, y traté de mostrar mi mejor sonrisa pero aun así no  logré disimular que la idea no me gustaba mucho; para mí no era el momento.  Él notó, a pesar de mis esfuerzos en contra, que no estaba del todo feliz ni conforme y, como no podía ser de otro modo, me interrogó al respecto hasta rozar los límites de lo insoportable.
“¿Pero… y así me lo decís?  ¿Por qué esa carita?  Estuvimos mucho tiempo aguardando este momento: esperaba otra recepción.  ¿Qué es lo que te está ocurriendo, Sole?  ¿Ya no me amás como antes?”
La mayoría de sus interrogantes no tenían respuesta.  Aduje que mi estabilidad en el trabajo era precaria, que estaba esperando a cobrar el sueldo para ir saliendo de deudas y que no sabía cuánto más iba a seguir trabajando en esa fábrica.  Él, por supuesto, se puso mal y era lógico pero, de cualquier forma, y por poco que me gustara la idea lo cierto era que el proyecto de casamiento estaba nuevamente en marcha y, para mi sorpresa, en una fecha bastante cercana, no muy lejos de la que habíamos acordado originalmente.  Quedaba bien claro que ésa era la forma en que Daniel, en su típica ingenuidad de hombre, creía retenerme poniéndome un lazo al cuello… o un anillo en el dedo.  La relación entre nosotros dos, a partir de ese momento, se volvió aun más ríspida: no era que nos llevásemos mal pero yo me había vuelto terriblemente parca y de pocas palabras ante él y, aun cuando no se lo manifestara de manera directa, estaba bien claro que mis gestos y mis acciones evidenciaban que había entre nosotros una mayor distancia que antes.  Yo, por alguna razón que al día de hoy no puedo explicar, no podía usar el anillo dentro de la fábrica, lo cual implicaba que me lo quitaba apenas me abrían la puerta y debía luego tener el cuidado de recordar colocármelo nuevamente al salir.  Uno de los momentos más álgidos fue cuando, en un par de oportunidades, le dije a Daniel que no me pasara a buscar para ir al trabajo porque me llevaba Floriana en la moto.  Estalló obviamente:
“¿Pero qué?  ¿Ya no querés venir conmigo?  ¿Te avergonzás de mí?  ¿No querés que te vean conmigo en la zona de la fábrica?  Además, ¿vas a ir con ella en la moto vestida del modo en que vas al trabajo?  ¡Se te va a ver hasta el ombligo!”
En eso último tenía toda la razón, pero… ¿cómo decirle que, inclusive en eso, me excitaba la idea de seguir probando cosas nuevas?  Yo ya no tenía control de mí, de eso no cabía duda.
Pero sin lugar a dudas la gran sorpresa (y más aún que la de Daniel) me la terminó dando Evelyn, como era casi lógico: como era de esperar y viniendo de ella, lejos estuvo de ser una sorpresa gratificante sino, una vez más, degradante.
Sólo habían pasado unos pocos días de que ella, de manera unilateral, decidiera recargarme de trabajo en mi escritorio.  No podía yo tampoco aún habituarme al fuerte shock que me producía el tener, cada tanto, que servirle café o cumplirle otros menesteres en la oficina con lustrado de calzado incluido; fue, de hecho, en una de esas oportunidades cuando de repente, me arrojó un nuevo baldazo de agua helada encima.
“¡Sole! ¿Cómo estás?  He decidido quitarte algunas de las cuentas que estás manejando y pasarlas a Floriana… Son unas seis”
Entre la cantidad de clientes que yo manejaba el número mencionado era, desde ya, una nimiedad que poco podía cambiar.  Sin embargo, su amabilidad, aunque poca, me dio la impresión de encubrir algún otro de sus maquiavélicos propósitos.  Aun cuando pareciera tener intención de ayudarme o aliviarme, ella siempre irradiaba esa especie de halo malicioso que me hacía estar casi segura de que, por detrás, me tenía reservado algo mucho peor que lo que se veía en la superficie.
“G… gracias, señorita Evelyn – dije, haciendo un asentimiento cortés -.  ¿P… puedo preguntar por qué?”
“Cometiste algunos errores en la facturación – respondió serena pero con algo de sequedad -; puede ser la inexperiencia o el hecho de que son demasiadas las cuentas que tenés a cargo pero, bueno… creo que Floriana lo va a poder hacer mejor, por lo menos con esos clientes”
“¿E…rrores?”
“Sí, aplicaste algunos descuentos que no correspondían a la categoría de cliente pero, en fin, ya está, la cagada ya está hecha y, como te dije, Flori se va a encargar…”
“P… pero Flori es empleada de Luis, no de Hugo”
“Eso es un detalle – desdeñó -.  Se arregla internamente”
“¿Lo sabe Hugo?” – pregunté, algo angustiada.
“Aún no, pero, desde ya, lo tiene que saber”
Me sentí desfallecer; las rodillas se me vencieron.
“Evelyn, por favor…”
“Señorita Evelyn” – me corrigió, con un dedo índice en alto.
“S… sí, perdón, señorita Evelyn; le pido p… por favor que no le diga nada a Hugo; yo puedo buscar arreglar esos errores en la facturación y, en todo caso, puedo llamar por teléfono a los clientes para explicarles el malentendido…”
“Cuatro de ellos ya pagaron con interdepósito” – repuso.
“Puedo… hablar, aunque sea, con los otros dos”
“No, ya está – desechó, con un ademán desdeñoso -; es de mala educación y nos hace mal como empresa cambiarle las reglas de juego a los clientes, tanto a los que ya pagaron como a los que aún no lo han hecho…”
En ese momento le sonó el teléfono; no el conmutador, sino su celular.  Me hizo gesto de que la disculpase por un instante.
“¡Hola Luchi! – saludó efusiva al responder -.  ¿Qué hacés, bombón?  ¡Sí, sí!  Recién estuvo Sole acá hablando conmigo; ya la puse al tanto – me miró y me guiñó un ojo sin dejar de sostener el teléfono junto a la oreja mientras yo me sentía morir por dentro -.  No, no… me parece una barbaridad despedirla; son errores, Luchi: todos podemos cometerlos.  Yo voy a hablar después con Hugo… No, bombón, no le digas nada a tu papá.  Hablo yo… ¿Sí, lindo?  ¿En qué andás?  ¿Vas a aparecer por acá en algún momento o te vas a seguir haciendo el chancho rengo?  Jaja… Mirá que hay algo tuyo que es de mi propiedad eh, jiji… Y como bien sabés, tengo también algo para vos… Mmmmm…  Dale, bombón, listo… Sí, sí… Yo también te mando un besito… Mmmmua… Nos vemos… Dale, sí… Dale, lindo”
Cuando cortó la comunicación, me sentí como tonta, paralizada, ateridos mis miembros y hecha una tormenta mi cabeza.  El tono general de toda la conversación o, al menos de la mitad correspondiente a Evelyn, era de absoluta intimidad y confianza: “algo tuyo que es de mi propiedad”, “tengo también algo para vos”… Devastador.  Me costaba hablar, pero tenía que hacerlo: no podía dejar que Evelyn, por su cuenta, hablara con Hugo.  ¿Qué le diría?  Para esa altura yo desconfiaba absolutamente de sus “buenas intenciones” y estaba más que segura de que, de hablar ella con Hugo, ello sólo podría devenir en más penurias para mí y, casi con seguridad, el despido.  Ni con todas las humillaciones a que me había sometido, Evelyn había conseguido mi renuncia al trabajo; era bastante lógico entonces que ahora buscara que se me despidiese para así insistir en la reincorporación de su amiga.
“S… señorita Evelyn” – musité.
“¿Sole…?”
“Se lo… ruego encarecidamente.  No sé; castígueme por mis errores si así lo desea pero, por favor, no le diga nada a…”
“¿Castigarte? – con un revoleo de ojos se removió en su silla, como súbitamente interesada.  Recién entonces tomé conciencia de las implicancias de lo que yo acababa de decir: la palabra que yo había utilizado estaba lejos de ser la más oportuna teniendo en cuenta lo que, en su momento,  había ocurrido en la oficina de Luis -.  Hmmm… ¿Algo así como el castigo que te dio Luis decís?  Te voy a decir una cosa: no es mala idea; casi ni parece tuya”
Quedé durante unos instantes sin palabras: nunca me lamenté tanto por no ser muda: había metido la pata hasta el fondo… O bien Evelyn era tan pérfidamente astuta que había calculado minuciosa y pacientemente cada uno de los pasos para hacerme llegar a la situación que ella quería.
“Me parece un buen arreglo… – dijo ella lentamente, como si cavilara acerca de sus propias palabras antes de decirlas -.  Yo mantengo la boca cerrada ante Hugo y vos recibís tu castigo.  Es interesante y hasta suena justo”
Me sentí acorralad, sin opción: era eso o que Di Leo se enterara y mi continuidad laboral quedara en la cuerda floja; además y por mucho que Evelyn se esforzaba en demostrarme que estaba de mi lado, ni por asomo podía yo contar con que ella me fuera a defender ante él.  Era tan retorcida y tan perfecta al elucubrar sus planes que hasta terminaba por despertarme admiración: una enferma admiración desde luego…
“Está… bien – balbuceé -; como usted lo disponga, señorita Evelyn… Le agradezco infinitamente el no delatarme, pero… ¿qué pasará con Luciano?  Por lo que recién oí… – hice una pausa como si me sintiera culpable por haber oído; a Evelyn, sin embargo, no pareció importarle -… Por… lo que oi, él está al tanto de todo.  ¿Cómo podemos estar seguras de que no le va a ir con el cuento a su padre?”
“Jajajaja – carcajeó -. ¿Luchi?  Olvidate, nena; a Luchi lo controlo yo – otra vez guiñó un ojo y una vez más el gesto fue devastador para mí -.  Si yo le digo que no diga nada, él no habla: tranquila”
Bajé la cabeza; estaba avergonzada, devastada, derrotada.  Si al decir esas cosas ella buscaba herirme lo lograba claramente; y aun cuando exagerara en cuanto a su real influjo sobre el hijo de Di Leo, la charla telefónica de un rato antes parecía dar bastante razón a sus dichos.  Yo me salía de mí misma tanto del odio como de los celos.  Y como toda mujer celosa quería saber, necesitaba saber: ¿qué le había hecho Luciano a ella o ella a él?  ¿Le habría él perforado el ano como lo hizo conmigo?  No soportaba el no saber pero, a la vez, no podía preguntarlo y, si quería averiguarlo, debía llegar por un camino más indirecto…
“Señorita Evelyn…”
“¿Sí?”
“El… castigo del que usted habla, el que me… va a imponer a mí, ¿es el mismo que me aplicó Luis?”
Sonrió; otra vez guiñó un ojo.
“Parecido – dijo, con sorna -: yo pego más fuerte, je”
Me estremecí: recordé, al instante, aquella bofetada que me dejó de rodillas en el piso y temblé tan solo de imaginar su mano sobre mis pobres nalgas.
“Se… ñorita Evelyn; una p… pregunta más si me permite: ese día usted se marchó de la oficina de Luis y se negó a recibir su castigo; ¿por qué lo hizo?”
“A mí nadie me pone la mano encima – respondió tajantemente y con expresión orgullosa -.  Por eso fue que te devolví multiplicada por cuatro la bofetada que me propinaste.  ¿Te acordás?”
“S… sí, señorita Evelyn, l… lo recuerdo p… perfectamente”
“Las que se dejan manosear y golpear son mosquitas muertas sin personalidad – dijo mirándome fijamente y con desprecio; yo volví a bajar la mirada -: putitas sin cerebro que se piensan que por sentarse sobre la verga de su jefe van a conseguir beneficios y ascensos.  ¡Qué equivocadas que están!  Mirame a mí…”
Sus palabras eran lacerantes; me herían hasta la fibra más íntima.  Yo seguía con la vista clavada en el piso y temblando como una hoja, tal vez por vergüenza, tal vez por miedo, tal vez por ambas cosas.
“¡Mirame, te estoy diciendo!” – rugió ella.
El volumen de su voz y lo imperativo de su orden me sacudieron de tal modo que me hicieron trastabillar; sacando fuerzas de donde ya no las había, me las arreglé aun así para levantar mi rostro y mirarla a los ojos, que en ese momento sólo irradiaban desprecio y resentimiento mezclados con el sádico placer de la venganza.  Una maliciosa sonrisa se dibujó en su rostro cuando logró que yo la mirase.
“¿Qué ves?” – me preguntó.
Yo estaba cada vez más confundida.  Todo mi cuerpo temblaba y la voz me salía entrecortada.  No podía soportar tanta presión.
“N… no ent… tiendo”
“¿Qué ves, estúpida?”
Me encogí de hombros; comencé a sollozar.
“La v… veo a u… usted, señorita Evelyn”
“Y al verme a mí, ¿qué ves?  ¿A quién?”
“A… l… la secretaria d… de…”
“¡Bien! – me interrumpió -.  LA SE-CRE-TA-RIA; vos lo dijiste. Y al verte a vos, ¿qué ves?”
Mis lágrimas ya corrían por mis mejillas pero a ella poco parecía importarle; por el contrario, creo que le complacía.
“N… no sé, n… no entiendo”
“Ya veo que no entendés – repuso, con tono de fastidio -.  Por algo le tuve que transferir cuentas tuyas a Floriana, ¿no te parece? -. Introduciendo una mano en su bolso, extrajo un pequeño espejo y lo giró hacia mí.  Realmente ella lograba lo que quería: al ver mi rostro reflejado, no podía yo menos que sentir vergüenza por mí misma -.  ¿Qué ves? – insistió –  ¿Qué sos?”
Entre tanta degradación y confusión, creí, no obstante, entender hacia dónde ella apuntaba: quería que yo me rebajara aún más y que lo dijera.
“¿Una… estúpida?” –aventuré.
“Sí, eso lo puede ver cualquiera.  ¿Qué más?”
El labio me temblaba; la lengua se me trababa: lograba a duras penas que las palabras salieran de mis labios.
“¿Una p… puta?”
Evelyn asintió en señal de aprobación pero no dejó de sostener el espejito entre sus dedos.
“Sí, eso también es sabido por todos – apuntó -.  Una putita, una zorrita: no hay nadie en la fábrica que no lo sepa.  ¿Qué más?  En cuanto a tu lugar dentro de la fábrica, ¿qué sos?”
“Una… empleada administrativa” – dije, encogiéndose nuevamente de hombros.
“¿O sea…?”
“No… entiendo, señorita Evelyn”
“¿Hay dentro de la fábrica algo por debajo de vos?”
Otra pregunta que se me clavaba como un dardo; yo jamás me lo había planteado de ese modo…
“L… los operarios – dije -; los de la… planta”
“No – negó con firmeza -.  ¿O acaso le das órdenes a algún operario?”
Me tenía atrapada: efectivamente yo no disponía sobre nadie.
“No…” – musité débilmente.
“Luchi es quien los controla y les da órdenes – explicó ella -.  Y, si consideramos que Luchi hace lo que yo quiero, se puede decir que yo tengo control sobre los operarios… Pero vos no; ¿qué sos entonces?”
Sus razonamientos, no por perversos, dejaban de tener de una lógica impecable pero, más allá de eso, yo me iba quedando cada vez con menos respuestas para dar.  Por mucho que las buscaba, ya no las encontraba.
“Entonces… – dije, con la voz hecha un hilillo -.  No soy n… nada”
“¡Así es! – exclamó ella en tono de celebración mientras me señalaba con un dedo índice que se veía a mis ojos como un huso envenenado -.  ¡Nada, no sos nada!  ¿Lo entendés?  Por mucho que le mames la verga o le lamas el culo a tus jefes, no sos nada.  La vida no premia a las zorritas trepadoras; a la larga el premio llega para las que se mantienen firmes e incorruptibles”
Aun cuando no se movió de la silla, su espalda se envaró en una actitud claramente orgullosa.  No podía ser más hiriente; yo no podía contener el llanto, pero a ella seguía sin importarle.
“¡No sos nada! – insistió -.  ¿Lo entendés?  ¡No sos nada!”
Asentí levemente con la cabeza; no me salían las palabras y sólo quería estar fuera de aquella oficina.
“No te escucho” – dijo ella, en tono de exigencia.
“N… nada, señorita Evelyn, no soy nada…” – sollocé.
“Ajá… ¿Y yo que soy?”
“Mi s… secretaria”
“¡Bien!  Lo vas entendiendo.  TU se- cre- ta- ria”
Yo ya no la miraba al rostro; progresivamente, mi vista había ido cayendo otra vez hacia el piso.  Y aun dentro de lo humillada que me sentía, persistía en mi interior la duda que me carcomía.  ¿Qué había pasado exactamente entre ella y Luciano?
“S… señorita Evelyn”
“¿Sí”
“Quisiera… sin que se ofenda, hacerle una pregunta”
“Te escucho”
“¿Usted… nunca tuvo q… que hacer alguna concesión para… escalar en el trabajo?”
La pregunta, claro, apuntaba a indagar acerca de lo ocurrido entre ella y Luciano pero, apenas la hice, me inquieté y sobresalté.  Temí de parte de Evelyn, alguna reacción violenta o un grito desencajado, pero en lugar de ello, y para mi sorpresa, respondió de manera totalmente serena:
“En absoluto; para decírtelo bien claro, jamás acepté hacer algo que yo no quisiera”
Me quedé un rato cavilando sobre lo que implicaban sus palabras.  ¿Me estaba diciendo que, de haber pasado algo con Luciano, ella simplemente había querido hacerlo y no se había visto obligada ni llevada a ello?  Rápidamente me acordé de todo el fino trabajo que el hijo de Di Leo había hecho conmigo para lograr que cayera rendida y entregada.
“¿Usted… vio las filmaciones?” – pregunté, en clara referencia al material que ella decía haber visto y que me comprometía.
“Sí, por supuesto.  Muy divertidas pero también muy instructivas.  Deberían ser proyectadas en los colegios para enseñar hasta qué punto puede llegar la decadencia humana”
Tragué saliva; volví a sollozar: ella se las arreglaba para ser siempre un poco más hiriente de lo que lo venía siendo.
“¿Y… qué vio?” – pregunté, armándome de valor.
“Uf, te vi lamerle el culo a Hugo, entregarle el tuyo a Luciano…”
“¿Luciano nunca le pidió eso?” – la interrumpí, aprovechando el justo contexto para satisfacer mi curiosidad.  Ella me miró con el ceño fruncido.
“¿Qué cosa?” – preguntó.
“Eso… ¿No… le pidió…?”
“¿La cola?”
Sentí un sacudón por la naturalidad con la que repreguntó.
“S… sí, eso, la cola”
Ella sonrió y revoleó los ojos.
“Por supuesto que sí – dijo -; es un enfermito…”
Me quedé mirándola; mis ojos eran un interrogante en sí mismos.
“Pero no se lo permití ni en pedo – continuó -; por el contrario, je, yo se la hice a él”
Mi incomprensión subió un escalón más; continuaba mirándola sin decir palabra y con el rostro teñido de confusión.  Ella, notando mi intriga, abrió un cajón de su escritorio; rebuscó durante algún momento entre los papeles hasta que, finalmente, pareció dar con lo que buscaba.  Para mi más absoluta perplejidad, lo que extrajo y me enseñó era… un consolador.
“A mí lo que me gusta es encontrarle el lado flaco a los hombres – explicó ella, con autosuficiencia -; y a él se lo encontré, ja.  Son muchos los que tienen esa fantasía, te diría que la mayoría, je.  Les gusta que les entren un poco por el culito y les escarben su lado putito.  De hecho, Luchi se excita mucho cuando lo llamo así: putito”
Yo no podía creer lo que me decía; no cabía en mí de la incredulidad.
“¿Lu… ciano te pedía que lo llamaras así?”
“Je, no, la primera vez lo llamé así sin que él lo pidiera… y le gustó.  A partir de entonces le gusta que lo cruce sobre mis rodillas y le meta esto en el culito.  Así es cómo me manejo y me gusta manejarme, querida Sole: el control lo tengo siempre yo.  Mi traste sigue intacto; del tuyo, en fin, lejos estamos de decir lo mismo: ya vi que te ensartó como con una lanza”
Sentía rabia, dolor, incomprensión, impotencia: crispaba los puños; no lo podía creer. Así que ése era el modo en que ella lo había manejado a su antojo para conseguir las atribuciones especiales en su regreso a la fábrica. Evelyn había convertido a Luciano en un juguete a su servicio.  
“Él quería despedirte – continuó diciendo y con cada palabra parecía clavarme un nuevo cuchillo -; se me entregó tan mansito que estaba dispuesto a rajarte a cambio de que yo volviera y, sobre todo, lo siguiera entreteniendo con este juguetito”
Claro, ahora me cerraba todo: el diálogo telefónico.  Eso que, según Evelyn, era suyo, no era, como yo había pensado equivocadamente, el miembro de Luciano sino… su orificio anal.  Y cuando decía tener algo para él se refería al consolador con el cual lo penetraba: parecía increíble pero ése era el grado al que había logrado ella tener control sobre él.
“Yo no quise que te despidieran – explicó Evelyn, con lo cual una nueva venda se me caía al piso -.  Quería… entretenerme y divertirme con vos un poquito y es lo mismo que sigo haciendo ahora – un brillo malicioso le destelló en los ojos -.  Él me sigue proponiendo tu despido: lo hace ante el más mínimo desliz; yo quiero seguir disfrutando del placer de la venganza y, sobre todo, del odio que te produce verme sentada aquí.  Porque… quiero que me digas la verdad: te da mucha rabia, ¿no?”
Lloriqueé.  Balbuceé.  Mi voz salió quebrada y entrecortada.
“S… sí, señorita E…velyn” – dije, mansamente y aceptando lo que no podía negar en modo alguno.
Una sonrisa se le dibujó de oreja o oreja mientras seguía haciendo bailotear en el aire el consolador que terminaba, a partir de su relato, siendo un ícono de su poder dentro de la fábrica.  Lo apoyó sobre el escritorio, sin hacerse demasiados problemas ante la posibilidad de que alguien entrase y lo viera allí.
“Ahora… – dijo -.  ¿En qué estábamos?  Ah sí, ya lo recuerdo, je… en tu castigo”
Pensé que lo siguiente iba a ser simplemente pedirme que me acercase a ella a los efectos de recibir una tunda del estilo de la que me había sido propinada aquel día en la oficina de Luis pero, para mi sorpresa, tomó el conmutador.
“Hola… ¿Ro?  Venite para la oficina un momento, ¿sí?”
¿Ro?  ¿Se refería a Rocío, su amiga?  ¿Y para qué la quería en la oficina?  En efecto, sólo unos segundos después la rubia muchacha se presentaba en el lugar.  Yo, por supuesto, seguía sin entender a qué iba el asunto.
“Ro querida… – le saludó festivamente Evelyn -.  ¿Te acordás cuándo me decías que pagarías por verme un día dejándole roja la cola a esa zorrita nueva?”
La joven quedó descolocada y pareció inquietarse.  Nerviosa, me echó una mirada de reojo y desvió la vista rápidamente al comprobar que yo la miraba.
“S… sí, Eve, lo recuerdo” – dijo luego de una larga pausa, aunque su rostro, como el mío, daba muestras de seguir sin entender mucho.
“¿Y también tenés presente cuando decías que llegado ese día, sentirías tal placer que hasta te masturbarías?”
Yo no podía creer el diálogo que estaba oyendo y, al parecer, Rocío tampoco; siempre fue algo más retraída y menos tempestiva que su amiga: se puso de todos colores, como avergonzada y, una vez más me echó una fugaz mirada culposa.
“¿Yo… dije eso?” – preguntó; su actitud remitía a la de una chiquilla a la que le estaban recordando alguna diablura de la cual se avergonzaba.
“Sí, Ro – asintió Evelyn, sonriente -; lo dijiste”
Rocío volvió a hacer una larga pausa; me miró varias veces y luego se aclaró la voz como para hablar:
“Sí, Eve, tenés razón, recuerdo que lo dije”
¡Bien! – celebró Evelyn cerrando los puños -.  Te tengo una buena noticia, Ro… hmm, dos, mejor dicho: la primera es que el día por fin ha llegado y vas a ver a la zorrita sobre mis rodillas en un momento más; la segunda es que ni siquiera vas a tener que pagar, jaja.  Es gratis.
Rocío no salía de su asombro y yo tampoco.  Abría inmensos los ojos por detrás de sus lentes y su boca también lucía enorme y abierta en un gesto de incomprensión.  Evelyn me miró y su sonrisa se volvió aun más sádica que la que había lucido hasta el momento; alzando un dedo índice, lo flexionó tres veces en señal de que fuera hacia ella.
Yo estaba aturdida, mareada, confundida; las cosas dentro de esa fábrica cambiaban y me sorprendían a cada instante, con lo cual ni siquiera tenía yo tiempo de elaborar respuestas psicológicas para lo que me estaba pasando.  Luego de dudar durante un breve instante caminé hacia Evelyn, rodeando el escritorio y ubicándome a su lado; ella giró la silla hacia mí, siempre mirándome a los ojos, cosa que yo no me atrevía a hacer del todo: mantenía mi vista en el piso y le echaba ocasionales vistazos por debajo de mis cejas.
“Sobre mis rodillas, querida – me ordenó, con un tono extremadamente amable que, por supuesto, era puro cinismo -.  ¿Te acordás cómo te ubicaste sobre Luis?”
“S… sí “– respondí tartamudeando.
“¿Cómo era?”
“B… boca abajo y c… culo al aire”
Ella no agregó nada; sólo alzó las cejas e hizo un ademán en clara señal de que me pusiera en posición sobre sus rodillas.  Temblando de la cabeza a los pies al punto de que temer caer de un momento a otro, alcé mi falda y bajé mi tanga a la mitad de los muslos para, luego, adoptar sobre Evelyn la posición que ella me requería.  Le alcancé a escuchar una risita y, ya sin poder verla por tener mi vista en el piso, pude sentir cómo la palma de su mano se apoyaba sobre mis nalgas e iniciaba sobre ellas un movimiento circular presionando con las yemas de los dedos.  Era como si estuviera preparándome para lo que se venía; a mi pesar, me calentó.
“Evelyn… ¿qué estás por hacer?” – preguntó Rocío, quien, a juzgar por el tono de su voz, no conseguía aún salir de su asombro ni terminar de asimilar lo que, en sí, su amiga ya le había anunciado.
“¡Chist! – la calló Evelyn -.   Simplemente… relájate y mira”
De inmediato y sin aviso, la mano de Evelyn se alzó y se descargó pesadamente sobre mi cola arrancándome un grito de dolor.  Pude comprobar que, en efecto y tal como ella misma se había jactado, golpeaba con más fuerza que Luis.  Esperé que cayera otro golpe al instante pero, en su sadismo, ella jugó un poco con la pausa y el suspenso.
“Eso dolió, ¿no?” – me dijo bajando su rostro hasta ubicar su boca muy cerca de mi oído.
Asentí y respondí con un quejumbroso y débil “sí”.
“Vas a hacer lo siguiente – me explicó, mientras elevaba la voz y volvía a alejarse de mi oído -: al primer golpe que recibas vas a decir SOY UNA ZORRITA; al siguiente dirás SOY UNA PUTITA y al tercero… ¡SOY NADA!  Luego la serie se inicia otra vez.  ¿Se entendió?”
“S… sí” – balbuceé, aun dolida por el golpe recibido pero más aún de sólo pensar en los que a continuación vendrían.
“¡Evelyn! – se oyó la exaltada voz de Rocío -.  Esto es… ¡es lo máximo!  Nunca pensé que realmente lo vería.  ¡No puedo creerlo!”
“Somos amigas, ¿no? – dijo Evelyn -.  ¿O pensaste que te iba a hacer venir a la oficina para nada?”
Apenas dicho eso, descargó su mano sobre mis nalgas aun con más fuerza que la vez anterior.  El dolor me hizo retorcerme; recordé, de inmediato, qué era lo que debía decir tras recibir el golpe pero la realidad era que la voz no me salía.
“¿Qué tenés que decir?” – preguntó Evelyn.
“¡Eso, Sole! – intervino Rocío, súbitamente envalentonada al ver la humillación a que su amiga me sometía -.  ¿Qué tenías que decir?”
Hice un enorme esfuerzo para lograr que la voz volviera a salir de mi garganta; finalmente lo hizo, muy débilmente desde ya:
“S… soy u… una z… zorrita”
Ambas rieron; en el caso de Rocío, su risa fue prácticamente un aullido de placer: estaba como liberada, desatada; parecía una adolescente.  La mano de Evelyn volvió a caer: otra vez dolor, otra vez el esfuerzo para poder hablar y, finalmente, las palabras fatales:
“S… soy una pu… tita”
Otro golpe.  Otro grito, cada vez más prolongado e hiriente.
“S… soy nada”
Y la serie se reinició varias veces:
“Soy una zorrita”
“Soy una putita”
“Soy nada”
“Soy una zorrita”
“Soy una putita”
“Soy nada…”
Y así, sucesivamente, intercalándose cada sentencia con los golpes que, a mano abierta, me seguía propinando Evelyn.  Por debajo del impacto y de mis gritos podía escuchar perfectamente los jadeos de Rocío, quien parecía estar cada vez más excitada.  En la medida en que la azotaina se iba incrementando, me quedó cada vez más claro que la sucia… se estaba masturbando: en efecto, y tal como al parecer alguna vez lo había dicho, la idea de verme siendo castigada por Evelyn le producía mucha calentura.  Ahora tenía ante sus ojos el espectáculo que había soñado.  Su respiración se fue haciendo cada vez más entrecortada y creo que Evelyn lo notó, ya que aceleró la seguidilla de golpes de tal modo de ir acompañando el crescendo de los jadeos de su amiga, quien muy posiblemente estaría ya cerca del orgasmo.  Los azotes caían ahora tan seguidamente uno detrás de otro que, a veces, ni siquiera llegaba yo a completar la frase que se me requería; apenas decía “soy…” ya un nuevo golpe estaba cayendo sobre mis terriblemente dolidas nalgas.
¡Vamos! – me impelía Evelyn confirmando lo que yo ya pensaba -.  ¡Tenemos que lograr que Rocío pueda acabar!  ¡Vamos!  ¡Queremos oírte, puta, queremos oírte!
Y mientras decía eso, su mano no dejaba de caer sobre mi retaguardia.  De pronto Rocío lanzó un jadeo largo y profundo que evidenció que había llegado al orgasmo.  Evelyn castigó con más y más fuerza, una nalga y otra, una y otra vez, mientras yo ya ni siquiera tenía tiempo de decir nada.  Lo curioso del caso era que mis dolorosos quejidos se alternaban con gemidos placenteros que no podía contener y el oír a Rocío en plena explosión aumentaba esa sensación.  Súbitamente, los azotes cesaron y los jadeos de la rubia también, habiendo los mismos dado lugar a una respiración agitada que, poco a poco, parecía ir volviendo a su ritmo habitual. 
El castigo había cesado; dejé caer mi cabeza hacia adelante, totalmente vencida y abatida pero rápidamente sentí cómo Evelyn, tomándome por los cabellos y arrancándome un nuevo quejido de dolor, me obligaba a levantarla.
“¿Qué sos?” – me preguntó, dándome la sensación de que hablaba entre dientes, como cargada de odio.
Dudé.  No sabía realmente cuál de las tres sentencias era la que debía pronunciar.  Hablando con voz muy entrecortada, dije, por lo tanto, lo que me pareció más lógico:
“Una… zorrita, una p… putita… S… soy n… nada”
“¡Nada! – vociferó Evelyn zamarreándome por los cabellos un par de veces más y haciéndome gritar de nuevo -.  ¡Nadita!  ¡Asi es como te vamos a empezar a llamar!  ¡Nadita!  Jaja… Es un lindo apodo, ¿o no, Ro?”
“Je…, le va como anillo al dedo” – contestó su amiga, aún sin recuperar del todo la respiración.
“¿Y a vos te gusta?” – me preguntó Evelyn acercándome su boca al oído a tal punto que pude sentir sobre el lóbulo de mi oreja su aliento, el cual sólo olía a resentimiento, venganza y placer.
“Sí… s… señorita Evelyn – musité, como pude -.  M… me gusta mucho”
Me soltó los cabellos y mi cabeza cayó pesadamente hacia adelante hasta quedar colgando hacia el piso.  De pronto llegó a mis oídos la voz de Rocío; me pareció sentirla un poco más cerca que hasta un momento antes.
“¿Qué es esto, Evelyn?” – preguntó.
La pregunta fue tan inquietante que, como pude, levanté y giré mi cabeza un poco como para escudriñar por sobre las rodillas de Evelyn y el escritorio.  Un acceso de espanto me recorrió la columna vertebral cuando comprobé que lo que Rocío tenía en mano era… el consolador.
                                                                                                                                                                                       CONTINUARÁ
Para contactar con la autora:

(martinalemmi@hotmail.com.ar)

¡SEGURO QUE TE GUSTARÁ! 

Relato erótico “Mountain Bike” (POR SARAGOZAXXX)

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MOUNTAIN BIKE
Aquel verano mi marido y yo nos fuimos de vacaciones a la montaña, elegimos una pequeña casita rural en un pueblo bastante alejado del mundanal ruido. Por desgracia había pocos alicientes, el pueblo carecía de los servicios más básicos, ni piscina, ni biblioteca, ni polideportivo, solo había un bar y un pequeño supermercado. El único encanto del que disfrutaba era salir a pasear en mountain bike por la mañana temprano, mientras que mi marido prefería quedarse durmiendo en la cama hasta mi regreso.
Decir que me llamo Sara, tengo treinta y un añitos, y que podéis saber más sobre mí si consultáis mi blog, cosa que me haría muchísima ilusión.
Recuerdo que para dar mis paseos en bicicleta me ponía unas mallas cortitas que muy bien podían parecer un boxer de tío, y en la parte superior tan solo me ponía un sujetador de esos tipo deportivo. Era verano y hacía calor, y me sentía realmente estupenda con esa ropa.
Como decía, el primer día pensé en no alejarme mucho del pueblo y tratar de visitar los parajes recomendados en las diferentes guías. Durante estos paseos me cruzaba con otros cicloturistas y gente paseando, al final coincidíamos todos visitando los mismos puntos turísticos.
Recuerdo en especial, que al llegar a uno de esos puntos en la carretera que te indican de interés fotográfico, había también un ciclista contemplando el paisaje. Lo recuerdo porque se trataba de un señor de unos cincuenta y tantos años, bastante bien llevados. Era de esos hombres maduros, que se nota cuidan meticulosamente su cuerpo, lo recuerdo también porque lucia un torso desnudo y sobretodo porque me llamo la atención el bulto de su entrepierna. Desde luego mi marido en mallas no marcaba ese pedazo paquete. El tampoco me quito ojo de encima, es más, en varias ocasiones lo sorprendí mirándome el culo. Yo aproveché para beber un poco de agua,  reponer sales minerales, y comer alguna barrita energética mientras observaba el paisaje.
Cuando llegó el momento de reanudar la marcha, pude comprobar que él también lo hacía, y de hecho se mantuvo durante un buen rato del trayecto a unos metros de distancia detrás de mí. Supongo que admirando mi figura y mi trasero. No sé en que momento se quedó rezagado, pero era seguro que se encontraba en mejor forma física que yo, y que me podía haber pasado en cualquier momento, pero no lo hizo. He de decir que me sentí un poco observada, y porqué no decirlo algo intimidada.
Para ser el primer día estuvo bastante bien, la paliza fue considerable. Al llegar a la casa rural, me dí una buena ducha y por suerte mi marido me había preparado un estupendo almuerzo. El resto del día transcurrió con total normalidad.
Al día siguiente volví a madrugar para salir a dar mi vuelta diaria en mountain bike. El paseo fue de lo más normalito, pedaleando siempre entre espectaculares arboledas  a orillas del río que cruzaba el pueblo. Lo único destacable, es que al regresar al pueblecito me tope con el mismo señor mayor que el día anterior me siguió durante un trozo del trayecto. Para mi sorpresa, pude comprobar que vivía en el mismo pueblo en el que estábamos alojados, y que habitaba en una casita bastante cercana a la nuestra.
Al tercer día ocurrió un hecho que lo cambiaría todo. Como todos los días salí temprano a dar mi paseo matutino, y recuerdo que me quedaba poco para regresar al pueblo cuando debí pinchar la rueda trasera de mi bici. Traté de solucionarlo y aún fue peor, pues tras quitar la rueda no pude reparar el pinchazo, y además luego no supe colocarla de nuevo entre tanto piñón y engranaje. Así que sin planearlo me encontré con la bici desmontada en medio del camino tratando de salir de allí como fuese. Pensé en llamar a mi marido y que viniese a recogerme con el  coche, pero me fastidiaba pedir ayuda suya y aguantar su sermón. En esas estaba, cuando apareció por el camino el tipo de los días anteriores, se paró a mi lado del camino y me dijo:
.- “¿Te puedo ayudar en algo?” preguntó amablemente.
.-“Bueno he pinchado y no sé como montar la rueda” dije describiéndole la situación con las manos manchadas de grasa por la cadena.
.-“Si quieres puedo ayudarte” dijo bajando de su bici y quitándose la mochila que llevaba a la espalda, y de la que sacó un pequeño juego de herramientas. Luego se arrodilló junto a mi bici, y comenzó a montar la rueda de nuevo en su sitio.
.-“Perdona que no me haya presentado, mi nombre es Ángel” dijo incorporándose para tenderme la mano. En esos momentos llevaba como en días anteriores el torso descubierto y además de sus abdominales resaltaba su paquete de entre sus mallas.
.-“Ohps, yo me llamo Sara, muchas gracias por ayudarme” dije acercándome para intercambiar dos besos, yo todavía llevaba las manos manchadas de grasa y me pareció más correcto que el estrecharnos la mano. Debido a mi torpeza mis pechos rozaron con sus pectorales, y al separarnos pude apreciar como su mirada se perdía en mi escote.
.-“Encantado de echarte una mano, o mejor dicho, de poder ayudarte” dijo rectificando sus primeras palabras con cierto rin tintín en su entonación y repasando mi cuerpo de arriba abajo. No me importó, supongo que me agradó parecer atractiva a los ojos de un hombre de su edad, era en cierto modo halagador.
El caso es que estuvimos charlando mientras me arreglaba y montaba de nuevo la bici. Pude aprovechar los momentos en los que sólo prestaba atención a mi bici, para mirarle y poder sopesar el tamaño de su paquetorro. ¿Llevaría algún tipo de relleno ese maillot?, me preguntaba.
De la conversación pude saber que Ángel había sido empleado de banca, que estaba prejubilado, y que había enviudado mucho tiempo antes que todo eso. Tenía un único hijo que vivía en Estados Unidos y al que apenas veía. Que la vivienda en la que estaba alojado era suya en propiedad, y que era de una ciudad distinta a la nuestra. Pareció un tipo amable, educado y simpático.
.-“La rueda ya esta de nuevo en su sitio” dijo recogiendo sus herramientas, “si quieres puedo llevarme tu bici a casa y arreglarte el pinchazo, así mañana podrías pasar a recogerla y salir juntos a dar un paseo” dijo ofreciéndome quedar para el día siguiente, y aunque me gustó su sutileza en la invitación, traté de rechazar su propuesta sin parecer muy descortés.
.-“Oh, no sé, no quisiera causarle más molestias” dije tratando de excusarme.
._”Mujer, no es ninguna molestia, al contrario…, sería un placer poder pedalear contigo” dijo insistiendo en su proposición.
.-“Creo que es mejor que intente arreglarlo mi marido” dije tratando de hacerle desistir de su idea y dejándole claro que estaba casada.
.-“Como quieras, pero sería conveniente que mañana al menos no salieses sola a pasear, podrías quedarte tirada por ahí, de no estar bien reparado el pinchazo” dijo en un último intento por tratar de convencerme.
Lo cierto es que sus palabras me hicieron recapacitar, no confiaba mucho en las habilidades de mi esposo para reparar la bici, y no me resignaba a tener que renunciar a mi paseo matutino. Además tenía razón, podía quedarme tirada por ahí, así que al final accedí a su propuesta.
.-“Espero que no le importe” dije aceptando su invitación a pasear juntos.
.-“Oh no, todo lo contrario, comenzaba a resultarme muy aburrido pedalear solo a los mismos lugares de siempre” dijo entusiasmado con mi aceptación. Y acto seguido comenzó a preguntarme acerca de los lugares que había visto por los alrededores.
De esta forma, mientras caminábamos con las bicis de regreso al pueblo, estuvimos charlando acerca de los sitios que se pueden visitar y de  las diferentes excursiones y su dificultad que se pueden hacer. Le dije que llevábamos pocos días de vacaciones y que no quería machacarme mucho al principio. Así que acordamos quedar al día siguiente para hacer una excursión que no entrañase mucha dificultad. Por fin llegamos al pueblo, acompañé a Ángel hasta su casa y dejé mi bici en su garaje, quedando para el día siguiente
He de confesar que estuve un poco nerviosa al día siguiente, no le comenté nada de lo sucedido a mi esposo, ni de que había quedado con Ángel, por miedo a un estúpido ataque de celos, además tampoco era para nada del otro mundo. Pero lo cierto es que me arreglé un poco más que de costumbre, me recogí el pelo en una coleta, elegí mi mejor top deportivo, y lo mismo con el culoté. He de reconocer que Ángel además de inteligente me pareció algo atractivo, tenía un no sé qué en la mirada que lo hacía bastante seductor, además de su paquete y su torso marcando tabletas, se conservaba muy bien para su edad. Supongo que era la seguridad y serenidad que transmitía en sus palabras.
.-“Estas estupenda” dijo Ángel nada mas verme, y acto seguido comenzamos a pedalear juntos.
Me llevó por unas pistas y sendas bastante espectaculares, con unas vistas maravillosas. De nuevo pudimos conversar por el camino. Ángel era un orador bastante divertido, me hacía reír con sus comentarios, me pareció una persona inteligente y de conversación bastante agradable, a pesar de la diferencia de edad congeniamos enseguida bastante bien en los temas de conversación.
Al fin llegamos a una poza junto al río muy espectacular, el agua reflejaba el color verde de los árboles de alrededor copiando unas tonalidades francamente preciosas. Ambos estábamos bastante sudados por la pedaleada, por lo que no me sorprendió cuando Ángel me dijo que le apetecía darse un baño.
.-“Lo siento no he traído el bañador” dije arrepentida por no haberlo hecho, pues realmente era muy apetecible el darse un baño y refrescarse.
.-“Es una pena” dijo Ángel mientras se quitaba la camiseta y el maillot quedándose en uno de esos bañadores tipo slip que para mi gozo le resaltaban el paquete.
Me quedé totalmente anonadada contemplando de nuevo su cuerpo, la verdad es que a pesar de su edad se conservaba bastante bien, tenía un cuerpo musculado y sin bello en el torso, aunque las piernas eran bastante peludas, lo que me hizo pensar que había pasado por el láser para depilarse. Algo extraño en un hombre de su edad. Me quedé embobada viendo como se quitaba la ropa y se zambullía en el agua. Marcaba un culo precioso.
.-“¿Seguro que no quieres bañarte? Esta muy buena el agua” gritó mientras nadaba en la poza.
Yo lo contemplaba enrabietada por no llevar el bañador debajo, pues nada  me apetecía más en el mundo y en esos momentos que bañarme en el agua. Además estaba bastante sudada. Decidí cometer una pequeña travesura…
De siempre había fantaseado con bañarme de madrugada en la playa junto a un grupo de amigos y amigas todos en ropa interior, en una noche loca. Era algo con lo que me había acariciado en más de una ocasión y que siempre me ponía. Así que como debajo del conjunto de deporte llevaba un sujetador negro de lycra y un tanga a juego, que bien podrían hacer la labor de bikini, pensé que posiblemente resistirían al agua sin que llegase a transparentarse nada. Y si así era poco me importó, me podían las ganas por refrescarme y de dar rienda suelta posteriormente a mis fantasías. Así que me desprendí de mis prendas de deporte bajo la atenta mirada de Ángel, y quedándome en ropa interior me tiré de cabeza al agua.
El agua estaba estupenda, algo fría tras un rato, por lo que Ángel salió relativamente pronto alegando tener frío. Por mi parte me alegré de que mis prendas no se transparentasen al mojarse, así pude disfrutar del baño sin temer las miradas indiscretas de Ángel. Cuando salió del agua, pude contemplar como se secaba en la orilla junto a las bicis con una pequeña toalla de esas de microfibra que llevaba en su inseparable mochila. Otra vez más pude fijarme en su cuerpo, a decir verdad el abuelete estaba bastante bien, de nuevo advertí que marcaba algo de paquete, seguramente el frío le había provocado el inicio de una erección.
Por un momento pensé que dicha erección podía deberse a mi culpa, y me agradó la idea. Yo decidí permanecer un poco más de tiempo dentro del agua, hasta que debido al frío mi piel se puso de gallina y mis pezones de punta. Decidí que era el momento de salir del agua,  no quería pillar un pasmo. Ángel fue muy amable, pues acudió a cubrirme con la toalla en cuanto me vio salir del agua. Me rodeo con la toalla y dándome unas friegas con sus manos en mis brazos me dijo:
.-“Ten cúbrete con mi toalla, la salida es muy fría” dijo de forma casi paternal, y en verdad que ese tipo podía ser mi padre.
.-“Gracias” respondí agradeciendo su gesto. Y dicho esto comencé a frotarme con su toalla para secarme. Pude apreciar su olor impregnado en la tela y lejos de desagradarme me resultó excitante.
Recuerdo que lo sorprendí mirándome el culo cuando me giré para secarme las piernas y me agachaba. Pude verlo a través del reflejo de su figura en el agua del río. No sé porque me gustó demorar un poco más la escena y exhibirme ante él comprobando su reacción. Me gustó provocarlo esperando algún comentario por su parte, quería saber si como todos los hombres estaba dispuesto a tirarme los tejos y tratar de insinuar que esperaba llevarme a la cama, pero estos no llegaron. Una vez seca me giré de nuevo terminando el espectáculo, y me desplacé a coger mis prendas deportivas, luego le dije:
.-“Voy a cambiarme por ahí” y dicho esto me perdí tras unos arbustos para quitarme mi ropa interior y ponerme de nuevo tan solo las prendas de deporte secas. Me fui detrás de unos matorrales donde podía observarlo sin ser vista.
Mientras yo me desnudaba detrás de los arbustos, me sorprendió observar desde mi posición como Ángel se desnudaba también quitándose el bañador, sin ningún tipo de pudor, para ponerse un boxer seco. Se quedó en pelota picada en medio del campo. ¡Dios mío!, menudo pedazo de polla que se gastaba el sesentón. El tío estaba muy bien dotado. Por casualidad yo estaba también desnuda en el momento en el que Ángel se quedaba completamente desnudo luciendo cuerpo y miembro, un escalofrío recorrió mi cuerpo de arriba a abajo. Era la primera vez en mi vida que observaba completamente desnudo a otro hombre que no fuese mi marido, ¡y yo también desnuda!. He de reconocer que me costó un tiempo recuperarme y salir de detrás de los arbustos. Cuando regresé junto a Ángel, este estaba ya vestido sentado en la toalla sobre la hierba extendiéndose crema solar por los  brazos. Al verme me dijo:
.-“Si quieres puedes dejar tu ropa mojada en el interior de mi mochila” dijo tendiendo su mochila hacia mi. No tuve más remedio que hacerlo, pues no llevaba ninguna bolsa en que llevar mis prendas.
.-“¿Quieres?” preguntó ofreciéndome la crema tras dejar mi ropa en su mochila. “El sol comienza a picar” dijo. Y tenía razón, así que para no mancharme con la hierba y tener que frotar luego, decidí sentarme delante de él en el trozo de toalla que me dejó disponible.
Fue Ángel quien me aplicó la crema sobre los hombros y la espalda y comenzó a extenderla. Me resultó agradable el contacto de sus manos en mi cuerpo, al fin y al cabo era la primera vez en mucho tiempo que me acariciaba de esa manera otro hombre que no fuera mi esposo.
.-“Tienes una piel muy fina y sin apenas manchas” dijo mientras me daba crema. Seguramente se daría cuenta de que  a pesar de haber comenzado hace poco mis vacaciones, se apreciaba el contraste de piel entre el moreno y la zonas que habitualmente cubre la tela de mi  bikini.
.-“Y tú das muy bien los masajes” dije devolviéndole el cumplido. Algunas veces sus manos se aproximaban peligrosamente a mis pechos.
.-“Sabes… hace tiempo realicé un curso de quiromasaje, cuando quieras te doy uno como debe ser” dijo ofreciéndose amablemente, al tiempo que terminaba la zona de la  espalda y esperaba a que le dijese algo.
.-“Seguramente me vendría bien antes de regresar al trabajo” dije aplazando su proposición de darme un masaje, y prácticamente quitándole el bote de crema de sus manos, continúe yo misma dándome la protección por el resto del cuerpo. Me pareció la forma mas decente de actuar y de no darle falsas esperanzas a ese hombre.
Regresamos  a casa pedaleando más relajadamente y conversando por el camino. Me contaba cosas graciosas que me hicieron reír varias veces. Quedamos para el día siguiente como en veces anteriores. Tras separarnos recordé que mi sujetador y mi tanguita empapados se habían quedado en su mochila.
Al llegar a casa mi marido continuaba durmiendo, me metí en la ducha rápidamente, la imagen de Ángel desnudo en medio del campo, no se marchaba de mi mente. Además, seguía sintiendo sus ojos clavados en mi piel, y recordé el momento en el que decidí armarme de valor y quedarme en ropa interior delante suyo para bañarme. He de reconocer que me excité con mi lado más exhibicionista. De manera inconsciente comencé a acariciarme mientras me extendía el jabón por mi cuerpo. Recordaba el momento en el que Ángel me diera crema, y no podía evitar imaginarme que eran sus manos las que me acariciaban. Uff, me estaba poniendo cachonda yo sola en la ducha, hacía tiempo que no me masturbaba, y sin embargo sentía unas ganas locas de hacerlo. Dirigí el chorro del agua de la ducha hacía mi clítoris como hiciera de adolescente, y comencé a masturbarme pensando en Ángel. Me corrí, me corrí enseguida, y como hacía tiempo que no disfrutaba. 
A decir verdad, pasé el resto del día pensando en la visón de Ángel desnudo,  era como un mantra que se repetía una y otra vez en mi mente, y al llegar la noche quise hacer el amor con mi marido, por supuesto le fui infiel de pensamiento, y no pude evitar pensar en Ángel mientras mi esposo yacía encima de mí.
Al día siguiente me puse un bikini debajo de las prendas deportivas confiando en que de nuevo nos bañaríamos por el río. Era uno de esos bikinis cuya parte superior son dos triángulos unidos por cuerdecillas, y lo mismo podría decirse de la parte de la braguita, otros dos triangulos unidos por el lazo de las cuerdas laterales. Pero para mi desgracia no me llevo a ningún paraje del río, la jornada transcurrió por acantilados y precipicios hasta llegar a lo alto de un monte con unas vistas espectaculares, donde paramos a beber, descansar, y hacer el alto en el camino.
Estuvimos hablando junto a un precipicio, y recuerdo que estuvimos conversando acerca del valor, de los riesgos a asumir en la vida para disfrutar luego de las metas alcanzadas y todo eso. Creo que me dijo muchas de las cosas con segundas intenciones. Como todos los hombres, al fin insinúo que por su parte estaba dispuesto a que sucediese algo entre nosotros, aunque todo muy sutilmente e interpretando siempre entre líneas,  y creo que le dejé claro que me agradaba su compañía mientras pedaleábamos, y que me sentía halagada por que me viese atractiva, pero que no pasaría nada entre nosotros. Yo mencionaba constantemente a mi marido y lo feliz que era a su lado, y que por eso no asumiría ningún riesgo como trataba superfluamente la conversación.
Antes de iniciar el regreso, como iba bastante transpirada y el top deportivo comenzaba a estar empapado, decidí quitármelo quedándome con la parte superior el bikini. No caí en la cuenta de que mis tetas botarían sin la  sujeción adecuada con cada bache del camino, y Ángel se pasó todo el camino de regreso sin mirarme prácticamente a los ojos. Además al estar inclinada sobre el manillar, la visión de mi escote debía permitirle verme hasta el ombligo. Por un momento pensé que no había sido buena idea quedarme con la parte superior del bikini, esos dos pequeños triángulos, que apenas sujetaban mis pechos, pero de nuevo me gustó comprobar su mirada clavada en mi cuerpo. Era un sentimiento encontrado, por una parte no quería que sucediese nada, pero por otra me gustaba sentirme deseada y provocarlo para aumentar el deseo y la imaginación.
De nuevo quedamos para el día siguiente. Ya me anticipó que intentaríamos llegar a un pequeño lago, pero que la jornada era bastante dura, y que debíamos cargar las bicis en su coche para adelantar unos cuantos kilómetros en coche. Me pareció buena idea descubrir un sitio nuevo para mí, lo cierto es que hasta ahora  me había llevado a parajes muy bonitos, por lo que me dejaba guiar. Al regresar al apartamento rural junto a mi esposo, pasé el resto del día esperando que llegase el día siguiente. Quedar con Ángel se había convertido en el único aliciente durante esas vacaciones, además había despertado mi imaginación de un modo instintivo, fantaseaba en todo momento con la idea de que podía suceder algo entre nosotros, aunque me diese miedo que realmente llegase a acontecer.
Por fin amaneció y nada mas cargar las bicis en el coche de Ángel nos subimos dispuestos a hacer nuestra jornada. Recuerdo que durante el trayecto, la mano de Ángel se rozó con mi pierna en varias ocasiones con motivo de cambiar la marcha del vehículo. Siempre me quedará duda de si buscaba este roce intencionadamente, o por el contrario era algo fortuito.
Ángel tenia razón, fue una auténtica paliza llegar hasta el lago, pero como en anteriores ocasiones mereció la pena. Esta vez no me pilló de sorpresa, y ambos pudimos disfrutar de un refrescante baño en el lago. Yo con mi bikini, y Ángel de nuevo en su bañador slip.
Recuerdo estar tumbados después del baño, cada uno en su respectiva toalla, ambos sobre la hierba tomando el sol para acabar de secarnos, cuando de nuevo Ángel comenzó a extenderse crema solar por el cuerpo. Esta vez fue él quien me pidió que le diese crema en la espalda una vez terminó de darse por donde él mismo alcanzaba. Yo accedí a dársela.
Ángel estaba tumbado boca a bajo en su toalla y yo me situé a un lado suyo para extenderle la crema por la espalda. Me gustó esparcirle la loción solar, por primera vez en mucho tiempo me agradó acariciar otra piel distinta a la de mi esposo. Me gustó poder comprobar la fuerza de sus músculos. Un primer roce fortuito entre su mano y mi cuerpo, hizo que luego fuese yo misma quien provocase otros roces eventuales. Él tampoco hacía ademán de retirar sus manos al notar el contacto de mi piel. Una vez terminé de extenderle la crema, Ángel me preguntó:
.-“¿Puedes darme crema también por la parte posterior de mis piernas?” me sorprendió su propuesta, pero realmente había dado en el clavo, era lo que más deseaba en esos momentos. Sobretodo quería acariciar sus muslos, y recordar su tacto para mis ratos más íntimos.
Decidí avivar el fuego entre ambos, y me senté sobre los talones de Ángel, para comenzar a darle crema por los gemelos de sus piernas. Están eran duras y fibrosas, se notaba que hacía bici con frecuencia. Conforme subía por sus muslos mi temperatura también subía. Para colmo, cuando le extendí la crema por sus muslos, muy cerca ya de sus nalgas, mis pechos rozaron inocentemente con la parte posterior de sus gemelos debido a la postura algo forzada. Creo que comenzaba a humedecerme con el juego y los roces. Decidí que mi peso, descansase sutilmente sobre el talón de Aquiles de Ángel. Uff, el roce de su talones con mi intimidad me estaba poniendo como una moto. Decidí continuar dándole crema por sus muslos, me estaba gustando, y supongo que a él también. De nuevo mis pechos rozaron en sus piernas. Caray!!, que calor me estaba subiendo. No era justo, quise arriesgarme y rocé con mis manos la tela de su slip mientras le daba crema por el interior de sus muslos. Guuau, había sido demasiado, me había atrevido más de la cuenta. Tal vez me había pasado, ¿qué se pensaría?. Estaba colorada, y debía disimular, me dí cuenta de lo sonrojada que estaba cuado terminé, incluso me avergoncé por mi atrevimiento notablemente.
.-“Ya está” dije tumbándome rápidamente de nuevo sobre mi toalla para que no se me notase mi rubor.
.-“Gracias”, dijo Ángel sin moverse de su posición. En esos momentos me pareció raro que no se incorporarse, me fijé detenidamente y pude advertir que le había provocado una erección, y por eso no se incorporó para guardar la crema. Permanecimos un rato en silencio ambos tumbados boca abajo sin decir nada cada uno en su toalla.
Yo comencé a adormilarme un poco, por lo que decidí deshacerme de los nudos de las cuerdecillas que sujetaban mi top del bikini, tanto de la nuca, como de la espalda, para que estas no me dejasen marcas por el sol, como tantas y tantas veces había hecho en la playa. El caso es que estaba tumbada boca abajo en la toalla medio adormilada sin nada que amarrase mi parte superior del bikini, cuando un grillo saltó y se posó en mi espalda a la altura del hombro. A mí en esos momentos me dio bastante impresión y pegué un bote del susto poniéndome en pie gritando como una histérica…
.-“¡¡Quítamelo, quítamelo!!” gritaba mientras me giraba ridículamente de un lado a otro intentando deshacerme del bicho.
.-“Es solo un grillo”, dijo Ángel poniéndose en pie para ayudar a deshacerme del insecto.
.-“Quítamelo por favor, me da mucho asco”, gritaba como una chiquilla sin control. Ángel se acerco a mí con la intención de darle un manotazo para quitármelo de la espalda.
.-“¡¡No!!, ¡No lo mates!, me da mucha pena” le dije mientras continuaba saltando y girando sobre mi misma, tratando de ahuyentar al bicho.
.-“¿En qué quedamos?”, Ángel trató de alargar el momento con la excusa de mi contradicción, para poder contemplar sin reparo como botaban mis tetas y se movían ante su atenta mirada mientras yo trataba de deshacerme del grillo.
Al fin lo apartó y el grillo salió volando. Yo contemplaba al insecto volar hasta perderse entre unas hierbas, mientras Ángel contemplaba descaradamente mis pechos. Cuando regresé del susto lo sorprendí babeando mirándome las tetas.
.-“¡¡Qué!!, ¿te gustan?” le pregunté mientras me cubría los pechos con mis manos en un plan un tanto arisca y de mal rollo, enfadada por que aprovechó sin cortarse un pelo para observarme los pechos sin correr a auxiliarme.
.-“Lo mismo me pica una serpiente, y a tí te da igual con tal de verme las tetas ¿no?” dije enfadada y fuera de mi por el susto.
.-“Lo siento” dijo arrepentido y notoriamente avergonzado “hace tiempo que no veo unos pechos tan de cerca y mucho menos tan bonitos” pronunció al tiempo que recogía su toalla y sus enseres dando por finalizada la jornada.
En esos momentos me sentí arrepentida por haber sido tan borde con él, no se merecía que lo tratase así. En cierto modo si de alguien era culpa, esa era mía, el sólo miraba lo que yo mostraba.
.- ¿En serio?” le pregunté.
.-“Te lo dije completamente en serio, hace tiempo que no veo unas tetas tan de cerca” dijo como si eso fuese algún tipo de pecado en los tíos o algo de lo que no estar orgulloso. De algún modo me había confesado que llevaba mucho tiempo sin estar con una mujer.
.- “No me refería a eso”, dije quitando hierro al asunto, “¿sino a que si te parecen bonitos mis pechos?” le pregunté de nuevo mirándolo de frente a los  ojos.
.-“Mira Sara, toda tu eres una mujer hermosa, eres muy guapa y sí, te lo diré; estas muy buena. Reconozco que desde que te conocí no he podido dejar de imaginarme cosas que podrían sucederme contigo, sobretodo porque hace mucho tiempo que no estoy con una mujer, y mucho menos tan atractiva como tu. No he dejado de pensar en tu cuerpo y de rezar porque pudiera verte desnuda. Siento haber sido tan torpe hace unos momentos, espero que lo entiendas…”. Hizo una pequeña pausa y después continuó diciendo… “comprenderé que después de lo que acabo de decirte no quieras acompañarme ningún otro día”, y dicho esto recogió todo, y se montó en la bici esperando a que terminase de recoger lo mío. Quedaba el regresó hasta el coche, esta vez Ángel pedaleó siempre desde delante de mí, e impuso un ritmo muy rápido, se notaba que quería regresar y terminar cuanto antes la excursión.
Yo por mi parte me pasé todo el trayecto de regreso al coche sin parar de darle vueltas a sus palabras y a mi reacción. ¿Que me quería decir?, ¿que se había masturbado pensando en mí?. En una primera reacción sentí repulsa hacia él por pensar obscenidades con mi cuerpo, y me sentí enojada y furiosa. Tal vez con el ejercicio y el  cansancio comencé a serenarme ¿De que lo estaba acusado? para ser sincera yo también había fantaseado con él, si incluso la vez que hice el amor con mi marido llegué a pensar en él. Luego sería una hipócrita por mi parte si no le perdonaba lo que me había dicho. Además debía reconocer que incluso yo misma lo había provocado, y me había gustado jugar en cierto modo con este fuego. Además, bien pensado realzaba mi ego de mujer que un hombre se confesase de esa manera. Ni mi marido había sido tan romántico el día que me pidió que nos casáramos. Deduje que debido a su edad le importaban poco las consecuencias, y por eso me había dicho lo que me había dicho. Y si me paraba a pensarlo dos veces, su declaración era muy bonita, puesto que seguramente ni mi esposo cuando se masturbase, pensaría en mí, sino en otras.
Tras muchos pensamientos llegamos al coche. Ángel me había cogido la delantera por lo que prácticamente había terminado de recoger sus cosas, y esperó cortésmente para ayudarme a recoger las mías. Aquel gesto terminó por confirmarme que me encontraba ante un buen hombre, y posiblemente el más sincero que había conocido hasta el momento.
.-“Por si lo quieres saber estaré muy contenta de quedar mañana contigo para ir en bici”, mis palabras rompieron el silencio entre ambos a pesar de que  llevábamos un tiempo juntos recogiendo sin decir nada.
.- “¿Que dices?” preguntó sorprendido por mis palabras.
.-“Siento haber sido tan desagradable antes y que me gustaría quedar mañana contigo para otra excursión” dije sincerándome y mirándolo a los ojos.
.-“Yo también siento lo que te dije” dijo disculpándose
.-“No tienes porqué, tus palabras fueron muy bonitas, de verdad”, y me acerqué a él para darle un abrazo en señal de paz. El correspondió mi abrazo.
Terminamos de recoger y subimos al coche. Ángel puso la radio, y ambos pactamos mutuamente sin mediar palabra comentar la actualidad y no hablar más del tema.
Esa tarde me asaltaron muchas dudas sobre lo ocurrido. ¿Qué se imaginaría Ángel conmigo?. ¿Acaso se imaginaría que me folla? y ¿cómo?, ¿en que postura le gustaría hacerlo conmigo?, ¿cómo se movería?, ¿sería dulce y cariñoso? o ¿a lo bestia y duro?, ¿en serio me veía tan atractiva?, ¿qué es lo que mas le gusta de mi cuerpo?, ¿y lo que menos?. Ufff… de nuevo la visión de su polla y de su cuerpo en mi mente. Era ya toda una obsesión en mi  imaginarme a ese hombre desnudo.
Al día siguiente de nuevo fuimos en coche hasta el inicio de otra excursión. Esta vez la meta era un pueblecito abandonado, en el que se podía pasear entre sus calles semirruinosas. A ambos nos  llamó la atención colarnos en su iglesia semiderruida, pero en la que aún se apreciaba la torre del campanario.
.-“Es una pena” dije una vez en el interior de la iglesia sentada sobre la piedra del altar.
.-“Sí, con el tiempo todo se derrumba en pedazos y ya no se conserva el esplendor “dijo estableciendo un símil entre la iglesia y él mismo.
.-“No digas eso, tú te conservas bastante bien” dije sincerándome con él.
.-“¿En serio lo dices?” preguntó.
.-“Sí”, respondí.
.-“Yo creía que me veías como un viejo verde” dijo en alusión a la conversación del día anterior.
.-“Al contrario, supongo que si ayer reaccioné así, es porque temía que te hubieses enamorado de mí o haberte creado falsas esperanzas”, le dije esta vez.
.-“Mira…” dijo confesándose “…yo sigo enamorado de mi difunta esposa, créeme pienso en ella todos los días de mi vida, pero eso no quita para que tú seas una mujer guapa y que me guste tu compañía” concluyó.
.-“Lo mismo digo, me alegro de haberlo aclarado”, y de nuevo nos dimos un abrazo en medio de esa iglesia en ruinas.
El resto del día transcurrió de lo más normal. Bueno, ese día y los siguientes, hasta que llegamos al penúltimo día antes de terminar mis vacaciones. He de confesar que durante el resto de días, se mantuvo cierto grado de picardía y jugueteos entre ambos, pero nada fuera de tono y siempre con mucha sutilidad, de manera que ninguno pudo reprochar nada al otro.
Llegó ese penúltimo día, y de nuevo realizamos una excursión hasta llegar a una poza en el río. Debido al grado de confianza entre ambos, y mis ganas por disparar mi imaginación sobre lo que podría haber sucedido al regresar de nuevo a la rutina en mi ciudad, le pregunté si le importaba que hiciese top less, y me respondió que todo lo contrario. Hubo un momento en que yo estaba tumbada boca arriba y él de lado observándome.
.-“¿En que piensas?” le pregunté. Todo esto en un tono de muy buen rollete
.-“Nada en concreto, simplemente me gusta admirar la belleza” dijo amablemente.
.- “Gracias” le contesté “¿te importaría darme crema?” dije tratando de demostrar nuestra complicidad.
.-“Será un placer” dijo. Al principió se sitúo a mi lado de rodillas sentado sobre sus talones, y comenzó a darme crema por la espalda como si me estuviera dando un masaje
.-“¿Te dije que hice un curso de quiromasaje?” volvió a recordármelo.
.-“Sí, lo haces muy bien, por  mí continúa” dije tratando de relajarme y de disfrutar del masaje.
La verdad es que lo hizo muy profesional, mejor incluso que algunos masajistas a los que había acudido, por eso no me importó cuando se atrevió a bajar la goma de mi bikini llegando a acariciar la parte mas alta de mi culo. Una vez terminó con la espalda, me preguntó si continuaba por las piernas, lo cierto es que a pesar de todo me pareció muy profesional y le dije que sí, que podía continuar por mis piernas.
Comenzó por mis gemelos, y continúo subiendo poco a poco por mis muslos. Acarició sin pudor mis nalgas por el lado externo, y su mano rozó en varias ocasiones la tela de mi braguita del bikini por el interior de mis muslos, al igual que había hecho yo con él en días anteriores. Por eso mismo no pude reprocharle nada. Al principio mis piernas estaban más bien cerradas, y al final terminé por abrirlas facilitándole la labor. En esos momentos no tuve más remedio que disimular mi estado, pero su toqueteo me había puesto de lo más cachonda.
No se porqué al llegar a casa tuve que acariciarme de nuevo en la ducha, otra vez el chorro de agua dirigido hacia mi clítoris hizo sus maravillas, incluso tuve que taparme la boca para que no se escuchasen mis gemidos. Al terminar, decidí rasurarme mi pubis por completo, era algo que había hecho antes, y que hacía siempre que quería sorprender a mi esposo. Esa noche quise hacer el amor con mi esposo, fue fácil convencerlo de que posiblemente sería nuestra última noche allí de vacaciones y que por eso le tenía preparado algo especial. Me puse mi mejor camisón e incluso le hice un pequeño baile antes de meterme en la cama con él. Yo en todo momento pensaba que quien me observaba bailar, y quien estaba metido en la cama era Ángel, sobretodo pensaba en él con cada embestida de mi esposo. Desde luego ese hombre me había hecho disfrutar de unas vacaciones inolvidables, aunque fuese de manera imaginaria, acerca de todo cuanto había podido ser y no fue. Aunque era mi marido quien me penetraba me corrí pensando en Ángel, de nuevo se produjo un estallido maravilloso de mi cuerpo.
El último día, y para finalizar las excursiones, decidimos subir hasta lo alto de un monte con unas vistas espectaculares. De nuevo debíamos cargar las bicis en el coche de Ángel y conducir unos kilómetros hasta alcanzar la explanada de inicio de la ruta. Anunciaban mal tiempo por la radio, aunque nos importó poco para iniciar la marcha, nada podía impedir nuestra excursión de despedida por muy dura que esta se tornase. Lo malo es que de regreso efectivamente comenzó a llover, y lo que es peor a granizar, por lo que decidimos desviarnos hasta lo que parecía un albergue próximo a nuestra posición, con esas condiciones meteorológicas no llegaríamos hasta el coche sin sufrir ningún percance.
Se trataba de un albergue en toda regla, estábamos completamente empapados y no tenia pinta de parar de llover en un buen rato. Nos atendió un señor mayor y bastante antipático tras un mostrador desordenado, era una especie de conserje. Nos informó que era la única persona en todo el edificio, pues estaban reformando algunas partes a pesar de ser verano, entre ellas el bar, y que por eso sentía no poder servirnos unos cafés o algo caliente. Le pedimos que encendiera el fuego de la chimenea que decoraba una esquina del bar para entrar en calor, pero no le dio la gana. Dijo que no tenía leña preparada a pesar de haberla visto a la entrada. Ángel le preguntó  si había algún otro modo de entrar en calor, y el señor le sugirió interesadamente que lo mejor sería alquilar una habitación para poder enchufar los radiadores eléctricos que había y hacer tiempo hasta que amainase el temporal.
Ambos intercambiamos una mirada sabiendo que el tipo trataba de timarnos, yo miré a Ángel desaprobando la sugerencia del anciano, era una estafa, yo al menos no estaba dispuesta a pagar una habitación por unas horas. Ángel insistió un par de veces más, pero el anciano dejó claro que sólo nos dejaría usar las instalaciones si pagábamos.
.-“Está bien…” dijo Ángel “…sino queda otro remedio” dijo sacando su cartera e indicándome con la mirada que no le importaba pagar, con tal de entrar en calor. El hombre le cogió el DNI a Ángel e hizo la reserva, por suerte no era mucho dinero, me pareció más bien barato comparado con un hotel. Cuando terminó dijo:
.-“Las habitaciones están en la planta de arriba, no tiene perdida, elijan la que quieran” dijo dando a entender una vez más que éramos los únicos huéspedes en todo el edificio. No me extraño en absoluto dada su simpatía.
Subimos al piso de arriba donde estaban las habitaciones, para mi indignación las habitaciones eran de esas comunitarias, para diez o doce personas por estancia, con literas y respectivas taquillas a su lado. Yo nunca había estado en un albergue, Ángel en cambio no parecía tan decepcionado. Tras inspeccionar las diferentes estancias pudimos comprobar que los radiadores funcionaban tan sólo en tres de ellas. Cada estancia tenía su propia zona de baños y aseos. Esto es, cada habitación de literas tenía unos baños adecuados a la capacidad de esas diez o doce personas, había cuatro o cinco espejos con sus lavabos, cuatro o cinco reservados, y unas duchas preparadas para cuatro o cinco personas. Dedujimos que había aseos de chicos y de chicas diferenciados, por que en la mitad de ellos había tacitas contra la pared y en la otra mitad tan sólo eran habitáculos reservados. Por lo que pensamos que las habitaciones estaban diseñadas para albergarse por sexos.
Decidimos que Ángel se acomodaría en una estancia con baños de chicos y yo en otra para chicas, por suerte había una de cada en la que funcionaban los radiadores.
Una vez me separé de Ángel y me quedé sola en la estancia reservada a chicas, decidí comprobar si además del radiador funcionaba el agua caliente. Por suerte el agua de las duchas llegaba a salir casi hirviendo, como a mi me gusta. Decidí darme una ducha bien caliente, por lo que dejé el grifo del agua caliente abierto para que se crease un ambiente de vapor mientras dejaba mi ropa mojada sobre el radiador para que se secase. Total, si habíamos pagado que menos que hacer gasto. Así que me desnudé y fui dejando mi ropa plegada y tendida cuidadosamente sobre el radiador.
Cuando regresé a las duchas había vapor por todas partes, casi costaba distinguir las paredes. Había creado una especie de hamam casero. Uuhmm, era muy agradable sentir el agua caliente resbalando por mi cuerpo, por fín estaba entrando en calor. Me abandoné a las sensaciones, resultó placentero cerrar los ojos y apoyarme contra la pared mientras el agua caía sobre mi cuerpo desnudo. Al fin lograba entrar en calor, era tan agradable la sensación en esos momentos que cerré los ojos y llegué a quedarme adormilada. Recordé las veces que durante esos días me había acariciado bajo la ducha en el apartamento, y de los maravillosos orgasmos que había alcanzado pensando en Ángel. Inevitablemente comencé a tocarme. Yo misma acariciaba mi cuerpo, y me detenía de poco en poco en mi clítoris. Llegué a pellizcarme los pechos en varias ocasiones.  
Hasta que la voz de Ángel me sobresaltó a mi espalda despertándome de mi ensoñación.   
.-“¿Te importa?” preguntó asustándome por su intromisión, y antes de que pudiera darme la vuelta sorprendida dijo… “las duchas de hombres no funcionan”.
Cuando me giré para comprobar su presencia, aún me quedé más boquiabierta, Ángel estaba justo detrás de mi completamente desnudo. Reaccioné tratando de cubrirme como pude mis pechos y mi pubis, de forma algo ridícula, dí por supuesto que llevaba un rato observando y que me había sorprendido acariciándome. No supe que decir muerta de vergüenza, sólo permanecía en frente de él tratando de taparme mis pechos con una mano, mientras con la otra trataba de ocultar mi pubis, con las piernas ligeramente flexionadas.
.-“¿Te importa?” preguntó de nuevo “necesito entrar en calor, estoy helado de frío” dijo con carita de niño bueno. Me costó reaccionar.
.-“Oh, no, claro“ dije dándome inmediatamente la vuelta y dándole la espalda. Durante unos instantes permanecí de cara a la pared dejando caer el agua por mi cuerpo, sin saber qué hacer. Maldecía mi torpeza, tal vez debería haberle hecho esperar a que terminase. Me preguntaba si me había podido  llegar a ver masturbándome. Por suerte me había sorprendido al comienzo donde mis caricias eran todavía muy sutiles. Por su reacción inocente no parecía haberme espiado, pero quería salir de dudas.
Me atreví a mirar a mi acompañante, por suerte él también estaba de cara a la pared dándome la espalda. Al parecer tenía buenas intenciones, seguramente era como decía y sólo tratase de entrar en calor sin intentar ninguna maniobra obscena. La cantidad de vapor entre ambos hizo que no percibiese muy nítida su figura. Temí que me sorprendiese mirándolo, así que volví a girarme contra la pared. ¡¡Dios mío que situación!!, ¡qué podía hacer!. Si el pobre tenía frío no iba a dejarlo temblando, consideré que había hecho lo correcto.
La curiosidad quiso que me girase una vez más para observar su cuerpo desnudo. Por suerte continuaba de espaldas. Esta vez pude fijarme en su cuerpo con más detenimiento, a través del vapor se apreciaba su culito blanquito y bien modelado, estaba realmente bueno. Por unos momentos me quedé hipnotizada observando su cuerpo. De repente Ángel se dio media vuelta y me sorprendió observándolo. Yo me giré inmediatamente avergonzada por mi comportamiento. ¡¡Dios mío!!, no sabía que hacer, me había pillado observándolo.
Estaba de nuevo contra la pared, tratando de disimular, cuando noté unas manos en mis hombros al mismo tiempo que percibí la presencia de Ángel en mi espalda.
.-“Perdona” escuché su voz justo detrás de mí. No tuve más remedio que girarme.
.-“¿Si?” pregunté dándome la vuelta. Ahora estábamos desnudos uno frente al otro. Esta vez no quise cubrirme ridículamente ante su presencia, decidí voltearme mostrando mi cuerpo desafiantemente.
.-“¿Te importa enjabonarme la espalda?” dijo tendiendo un bote de gel hacia mi.
.-“No, claro” dije como si nada. Ángel se dio la vuelta al escuchar mis palabras, y yo puse en mis manos la cantidad de gel necesaria para  comenzar a enjabonarlo por los hombros. Así lo hice.
De nuevo gel en mis manos, y ahora le enjabonaba por la zona dorsal. Otra vez gel para enjabonarle los lumbares. De nuevo me puse gel en las manos dudando si enjabonarle ya a la altura de su culo o por el contrario repetir zona. Repetí en su zona lumbar, aunque no podía dejar de admirar su blanquecino culo ante mis ojos. Me entraron unas ganas irrefrenables de enjabonarle esos magníficos glúteos. Reconozco que me entretuve en enjabonarle la zona lumbar mientras en ningún momento dejaba de admirar su culazo. De nuevo gel en mis manos, y esta vez armándome de valor decidí enjabonar esas firmes y blancas nalgas. Así lo hice, enjaboné sin ningún reparo sus majestuosos glúteos.  Una vez satisfecha mi curiosidad, de nuevo gel en mis manos, y esta vez me agaché para enjabonarle la parte posterior de sus piernas. UUuhhhmmm, comencé a enjabonar sus muslos, y luego sus gemelos. A esas alturas yo estaba totalmente fuera de control, no respondía de mí si en esos momentos Ángel hubiese intentado algo, incluso rezaba para que tomase la iniciativa de una vez por todas.
Todavía de rodillas sobre el suelo,  me puse de nuevo gel en las manos con la intención de repetir y enjabonarle la parte posterior de sus piernas, cuando en esas Ángel se giró sobre si mismo y su miembro golpeó sin querer en mi frente. Yo me quedé totalmente estupefacta.
.-“Opps lo siento, creí que habías terminado” dijo retirándose sobre sus pasos.
Yo me incorporé sin saber que decir. Su polla había quedado hacía unos instantes delante de mis ojos, nunca antes en mi vida había tenido otra polla tan cerca que no fuese la de mi marido. Menuda impresión. Me incorporé totalmente alucinada. No podía dejar de mirar su miembro. Un silencio se hizo entre ambos mientras yo contemplaba como esa polla comenzaba a adquirir vigor ante mi atenta mirada.
.-“Vaya, esta vez eres tú quien no puede dejar de mirarme” dijo rompiendo el cortante silencio y despertándome de mi ensoñación.
.-“Yoooh, estoooh, lo siento” dije tratando de atreverme a mirarlo a los ojos a pesar de estar totalmente avergonzada.
Ángel me miró fijamente a los ojos, tomó una de mis manos con la suya, y la guió hasta su polla, la cual aprecié instantáneamente que dio un respingo al notar el contacto de mi mano.
.-“¿Qué haces?” pregunté tratando de retirar mi mano de su miembro. Ángel me lo impedía, y yo no opuse mucha resistencia a desprenderme de mi trofeo.
.-“¿Te gusta?” me preguntó mirándome fijamente a los ojos. Yo comencé a subir y bajar mi mano a lo largo de su miembro mientras afirmaba con la cabeza sin lograr articular palabra. Mi respiración era entrecortada delatando mi estado de excitación.
Ángel, cogiéndome con ambas manos fuertemente por los antebrazos me acercó a él y me besó. Me besó en la boca de manera apasionada. He de reconocer que nunca antes me habían besado así. No sé cómo describir su lengua recorriendo cada rincón de mi boca. Fue un estallido de sensaciones, era una mezcla de satisfacción y de alivio, pues al fin estaba ocurriendo cuanto había soñado. Volví en mi cuando su boca se separó de la mía. Ángel continuaba cogiéndome por los brazos y yo continuaba masajeando su miembro del que no había podido desprenderme ni un segundo. Me miró a los ojos buscando mi aprobación a cuanto había sucedido, y yo le correspondí acariciando su pene a dos manos, queriendo notar como alcanzaba toda su vigorosidad y dureza reaccionando a mis caricias.
Ángel me beso de nuevo, esta vez me rodeó con sus brazos, y sus manos comenzaron a descender acariciando mi espalda y mi cuerpo hasta alcanzar mi culo. No sé como describir ese momento, el agua caliente recorriendo nuestros cuerpos, sus manos amasando mis nalgas, su miembro endureciéndose por momentos entre mis manos,… era todo tan maravilloso en esos instantes.
Ángel me apoyó contra la pared, comenzó a besarme por el cuello, los lóbulos de mis orejas, mi mentón, a veces bebía agua que resbalaba por mi cuerpo, hasta que su boca llegó a la altura de mis pechos y comenzó a succionar uno de ellos, luego el otro, otra vez el primero y así sucesivamente. Yo por mi parte no dejaba de aferrarme a su polla, como si me fuese la vida en ello.
He de decir que tengo los pezones muy sensibles, y notar las caricias de mi amante con su lengua me llevaron hasta el éxtasis. A veces los succionaba, otras jugueteaba con su lengua alrededor de mis pezones, otras movía su lengua arriba y abajo torturando mis pezones y arrancando los primeros gemidos de mi cuerpo…
.-“Ooh, siiih” comencé a gemir al tiempo que mis manos comenzaban un ritmo frenético en su polla. Quería proporcionarle el mismo placer que recibía. Quería que se corriese cuanto antes.
.-“¿Te gusta?” interrumpió su juego para mirarme a los ojos y preguntarme.
.-“Ooh siih, continúa” pronuncié entre gemidos.
Ángel comenzó a besarme el cuello, luego el escote, un pezón, el otro, y descendió besándome por el vientre y el ombligo, estaba claro donde quería llegar. Mi respiración se entrecortaba y mi vientre daba pequeñas sacudidas de deseo. Mi marido solo me había practicado sexo oral de novios, hace ya mucho tiempo, y nunca me lo hizo tan bien como yo deseaba en mis momentos de intimidad y soledad.
Por fín Ángel se arrodilló ante mí. No me quedó más remedio que soltar lo que me traía entre manos. Apenas tuve tiempo de pensar, cuando su boca comenzó a besarme en el delicado límite entre mi vientre y mi pubis. Se sonrió al ver que tenía mi pubis completamente rasurado y comenzó a besarlo ávidamente. Hizo que pusiera una pierna sobre su hombro para facilitarle sus intenciones, y yo tuve que agarrarme a la alcachofa de la ducha como pude para no caerme.
.-“UUuuhhmmm” no pude evitar gemir cuando un primer lengüetazo de Ángel recorrió mis labios vaginales de abajo arriba. Repitió esta maniobra por segunda y tercera vez antes de que mis labios cediesen y le despejasen el camino hacia mi clítoris.
Lo agarré por la cabeza cuando sus labios aprisionaron mi botoncito del placer. Luego jugueteó con su lengua, arriba, abajo, dando círculos, a un lado, al otro, como si de un caramelo en la boca de un niño se tratase.
.-“Paraaah” articulé como pude tratando de detener esa locura, pero mi amante me sujetó aún con más fuerza por mis caderas.
.-“Paraaah, me corrooh, no aguanto más” musitaba resistiéndome levemente, dando a entender que preferiría terminar de otra manera. Pero Ángel me sujetaba con fuerza para que no me moviese. Aumentaba la frecuencia de su ritmo y la fuerza de presión de su lengua sobre mi clítoris.
.-“Me corro, me corroooh” grité al tiempo que me aferraba a su cabello para no caerme. Ángel no dio la más mínima tregua hasta que mis espasmos terminaron. Nunca imaginé que un señor de su edad fuese capaz de arrancarme tanto placer, pero resultó sorprenderme por su habilidad.
Una vez terminaron mis convulsiones Ángel se incorporó para mirarme victorioso a los ojos. Yo no podía mirarlo a la cara muerta de vergüenza. Fue entonces cuando sujetándome por la barbilla alzó mi cara para besarme de nuevo. Pude apreciar el sabor de mi propio sexo en mi boca. Uuhhmm, eso me puso como una moto, era como si desatase la diosa oculta que hay en mí. Ahora era yo quien quiso explorar cada rincón de la boca de mi amante en busca de mi sabor más íntimo. Incluso rodeé a Ángel con una pierna y le arañaba en la espalda. A esas alturas era una gata en celo.
Ángel aprovechó mientras lo rodeaba con mi pierna para aprisionarme con su cuerpo de espaldas contra la pared. Pude notar su miembro completamente endurecido rozándose por mis labios vaginales. Ángel comenzó a mover su culo adelante y atrás lentamente como si me estuviese penetrando mientras su polla golpeaba en mis intimidades. Yo me agarré a su culo acompañando con mis manos su moviendo. Llegué a clavarle las uñas en sus blanquecinas nalgas.
.-“¿Quieres hacerlo?” interrumpió sus besos para preguntarme fijamente a los ojos. Me quedé gratamente sorprendida, era la primera vez en mi vida que me preguntaban si podían penetrarme. Aquel hombre desde luego era todo un encanto, un ángel que me llevaba al cielo.
.-“Claro” dije mientras afirmaba con la cabeza al mismo tiempo que cogía su polla entre mi mano, y la guiaba hasta la entrada más caliente de mi cuerpo.
.-“Quiero que me folles” le susurré al oído lascivamente mientras yo misma me introducía su polla. Me gustó ver la cara de Ángel cuando se abrió paso en mi interior. Poco a poco fui ensartándome en su miembro.
Al principio se movía lentamente, como esperando mi reacción. Temiendo lastimarme o como si yo fuese una muñeca de porcelana que temiese hacer añicos. Yo lo rodeaba con una pierna en su cintura y de nuevo me aferré a su culo para marcarle un ritmo más vigoroso.
.-“Vamos, muévete, fóllame, quiero que me folles” le alentaba a que se moviese más deprisa. El por su parte hundió su cabeza entre mis pechos y se concentró en su faena. Me gustó restregar mis tetas por su cara mientras el trataba de alcanzar con la punta de su lengua mis pezones. Me tenía agarrada por ambos cachetes del culo manteniendo una de mis piernas alrededor de su cintura.
.-“¿Te gusta?” me preguntó de nuevo con cierta ternura. A mí en esos momentos me desesperaba tanto cariño, quería que me penetrase con fuerza, necesitaba que me embistiese con cierta violencia, con la misma desesperación de la que yo era presa. Necesitaba más, más y más fuerte. Necesitaba dar rienda suelta al pedazo de zorra que llevaba dentro y que durante tantos años había reprimido. Decidí acariciarme yo misma con una mano. Ángel al notar mi mano entre los dos cuerpos dijo:
.-“¿Qué pasa?, ¿acaso no te gusta como te follo?” inquirió algo molesto, y detuvo sus movimientos. Abrí los ojos alertada por su interrupción.
.-“Vamos ¿qué haces?, muévete, vamos..” dije tratando de moverme yo misma como podía, pero apoyada en un solo píe me resultó imposible. Lo miré a los ojos cabreada por su comportamiento.
.-“¿Por eso tienes que tocarte tan a menudo?, ¿verdad?” dijo con una mirada lasciva e irritante. Lo miré indignada, no creí que se atreviese a comentar nada al respecto.
.-“¿Por eso tienes que tocarte siempre?,¿no?, ¿tu marido no te folla como es debido?” dijo con su provocadora mirada clavada en mis ojos. Mi cabreo crecía con sus comentarios.
.-“¿Qué coño te pasa?” dije comenzándome a cabrear.
.-“Te he visto como te tocabas hace un rato, dime…¿en quien pensabas?, eeh zorra…¿en tu maridito?” , nada más pronunciar esas palabras le dí un bofetón en la cara. No tenía porque aguantar eso. Nadie me llamaba zorra, y mucho menos a mí.
.-“¿Quién te has creído que eres?” dije tratando de deshacerme de él, y  golpeé su pecho con mis puños tratando de que se retractase de sus palabras. El en cambio me sujetó por las muñecas y retorciendo mis brazos a la espalda me obligó a apoyarme de cara a la pared. Pude sentir su peso contra mi espalda inmovilizándome, y su aliento en mi nuca.
.-“Vas a saber lo que es follar de verdad” me susurró desde su posición al tiempo que comenzaba a darme besos por los hombros. Yo trataba de soltarme de la opresión en mis muñecas.
.-“Suelta me haces daño” grité tratando de deshacerme de él.
.-“Ni lo sueñes, pienso romperte el culo” pronunció en mi nuca. Sus palabras me dejaron helada, ¿qué es lo que pretendía?. Me quedé paralizada, quise creer que no lo decía en serio.
.-“¡No!” se escapó tímidamente de mis labios muerta de miedo.
.-“Apuesto a que el marica de tu marido no te lo ha hecho nunca por el culito ¿verdad?” dijo mientras me sujetaba ambas muñecas de mis brazos a la espalda con una sola de sus manos, y mientras con la otra me cogía del pelo tirando de mi cabeza hacía atrás. Me hizo algo de daño.
.-“No” volví articular en un susurro que se escapó de nuevo de mis labios.
 La mano que antes me tiraba del pelo comenzó a descender acariciando mi cuerpo hasta amasar mis pezones. Llegó a pellizcarme uno de ellos.
.-“Uuuhmm” mi gemido delató que a pesar del cambio de comportamiento por parte de mi amante yo continuaba deseando que me follase. Su mano descendió acariciando mi vientre hasta alcanzar mis labios vaginales. Separó habilidosamente mis labios mayores, e introdujo un dedo en mi interior. Aquello terminó por descubrir que pese a la rudeza con la que estaba siendo tratada lo estaba disfrutando.
.-“¿Lo ves?” dijo… “¿ves como eres una putita en celo?” dijo al tiempo que me sujetaba los brazos a la espalda con una mano y con la otra alternaba acariciarme el clítoris e introducirme algún dedo en mi interior. Yo me mordía los labios rezando porque se dejase de jugar al machito y me penetrase de una vez por todas. Por suerte comenzó a restregarme su polla por mi culo. Inconscientemente arqueé mi espalda poco a poco ofreciendo mi cuerpo para que me penetrase de una vez por todas.
La mano de Ángel que antes torturaba mi clítoris me dio una nalgada en el culo que resonó por todas las duchas.
.-“Eso es zorrita, muéstrame ese culito tan rico que tienes” a mi a esas alturas me daba igual sus insultos, comencé a mover mis caderas a un lado y al otro provocando el roce de mis nalgas con su polla. Ángel por su parte se regocijaba viéndome tan necesitada.
.-“Vamos puta, pídemelo” dijo al tiempo que me daba otra cachetada en mi culo. He de reconocer que nunca me habían tratado así y era justo lo que necesitaba. ¿Sería posible que Ángel lo supiese y estuviese jugando conmigo?. Desde luego su comportamiento distaba de la dulzura a la que me tenía acostumbrada mi marido, y muy a mi pesar que era eso lo que me excitaba. Decidí seguirle el juego.
.-“Vamos cabrón, fóllame, fóllame de una puta vez” grité al tiempo que movía mis caderas a un lado y a otro restregando mi culo sobre su polla.
.-“Pero que pedazo de guarra estas hecha, si te viese así tu marido” dijo al tiempo que se deleitaba en acariciar con la punta de su polla entre mis labios vaginales acariciando mi clítoris y jugando con mi cuerpo.
.-“Aaaaaggh” grité al sentir como me penetraba y se abría camino en mi interior. Desde esa posición podía sentir el tamaño de su miembro en todo su esplendor, dilatando mi interior. Ángel me la introdujo de una sola vez y sin compasión hasta el fondo, y para mayor gozo comenzó a moverse frenéticamente.
Liberó mis brazos a la espalda para agarrarme con fuerza de las caderas y embestir con fuerza desde atrás. Yo tuve que apoyar los brazos en la pared para no caerme.
.-“Uuuhm, siii, si, siiih, siiiiiiihhh…” comencé a gemir con cada embestida suya. De nuevo inconscientemente llevé una de mis manos hasta mis intimidades para acariciarme. Aquel gesto de nuevo enfureció a mi amante.
.-“¿Todavía no tienes suficiente?” dijo al tiempo que sacó su polla de mi interior y apuntaba guiándola con una de sus manos a la entrada de mi ano.
.-“Noooh, ¿qué haces?… por ahí no” grité al notar la punta de su polla presionando en mi ano. Ángel hacía caso omiso a mis palabras y continuó empujando su polla contra la entrada de mi ano.
.-“Nooo, no” pronunciaba delatando mis temores a lo que estaba dispuesto a acontecer.
.-“Calla, tonta, te gustará” dijo Ángel al tiempo que inmovilizaba mis caderas y presionaba con más atino contra mi esfínter.
.-“AAAAAaaaaaaaaaaayyyyyhh….” chillé al notar su prepucio abrirse camino en mi culo. Aquello dolía, me dolía y mucho.
.-“Para me duele” dije girándome sobre mi torso suplicante, y  rogando con la mirada a Ángel para que no continuase. Para mi suerte mi amante extrajo su miembro de mi culo y se deleitó un tiempo observando como dilataba mi esfínter mientras yo me reponía del dolor.
Pude ver desde mi posición como se chupaba un par de dedos, escupía sobre mi ano, e introducía sin pensárselo dos dedos en mis entrañas. Cerré los ojos rezando porque no me doliese tanto como antes. Para mi sorpresa pude notar como sus dedos se movían adelante y atrás en mi interior sin mucho dolor, pude concentrarme y comprobar que pese a la sensibilidad de la zona, notar sus dedos hurgando en mi interior, tan solo era algo molesto pero no doloroso en comparación con su miembro.
Ángel volvió a escupir sobre mi ano, y pude notar como se abría camino con un tercer dedo en mi interior. ¡Dios mío! No podía creérmelo, estaba a punto de ser enculada, y contrario a lo que me creía aquello no dolía tanto como imaginaba. Permanecí un rato inmóvil abandonada a las sensaciones. Tras un rato dilatando mi esfínter, al fin se decidió a penetrarme.
Sacó sus dedos de mi interior, me agarró de las caderas y guió su polla hasta la entrada de mi ano. Luego hizo la fuerza suficiente para abrirse camino en mi interior e introducirme solo la puntita. Esperó a que me acostumbrase a su  grosor, luego empujó un poco más adentro. ¡Dios mío! Podía notar cada milímetro de su carne abriéndose paso en mis entrañas. Repitió la operación un par de veces más, y antes de que pudiera darme cuenta pude notar sus pelotas golpeando en mi culo.
.-“¿Ya está?” pregunté sorprendida al comprobar que me había partido en dos hasta el fondo con semejante pedazo de polla y no me estaba doliendo en demasía como esperaba.
.-“Eso es, pedazo de zorra, la tienes clavada hasta el fondo, ¿a qué no ha sido para tanto?” dijo al tiempo que comenzaba a moverse lentamente.
.-“Estarás contento, ¿no?, cacho cabrón, me estas partiendo en dos, ¿es eso lo que querías?” le dije abandonada a mis sensaciones. Para mi sorpresa podía notar perfectamente como su miembro se movía en mi interior y no me producía dolor, tan solo un ligero picor en mi esfínter.
.-“Qué culito más estrecho tienes, se nota que no te lo han hecho” dijo al tiempo que me agarraba con las dos manos de mis caderas y comenzaba a moverse más rápidamente. Dejé de sentir cualquier tipo de dolor para comenzar a sentir un gozo indescriptible. Sin duda su polla estaba alcanzando la parte posterior de mi punto g, y eso me estaba estimulando de sobremanera.
.”Joder, eso es, rómpeme el culo, vamos” comencé a alentarlo para que no parase.
.-“¿Te gusta?, ¿te gusta eh, zorra?” decía Ángel.
.-“Oooh Diooos, me estas partiendo en dos” gritaba al tiempo que un gustazo indescriptible se apoderaba de mi cuerpo.
.-“Joder me corro” escuché que decía Ángel, lo cierto es que a mi también me quedaba poco. 
.-“Eso es, correte” le alentaba a que se moviese y no parase por nada del mundo.
.-“UUUhmm, siii, siiihh ,uuhm, siiiiiiih, uuuuhm, ah, ah , ah ” gemí como una loba en celo mientras me corría en espasmos que sacudían mi cuerpo. Pude notar como casi al mismo tiempo Ángel se salía de mi interior y notaba su esperma resbalando por mi espina dorsal.
.-“Ooh nena ha sido estupendo” me dijo en sus últimos espasmos. Yo tuve que apoyarme contra la pared para recuperarme. Antes de que pudiera reaccionar me dio una nalgada en mi culo y me dijo:
.-“Te espero afuera” dijo al tiempo que podía adivinar como se dirigía hacia la puerta con la intención de abandonar los baños. Pude girarme para contemplar como su polla se balanceaba entre sus piernas mientras andaba. Menudo pedazo de polla me acaba de partir en dos, pensé mientras lo observaba abandonar la estancia.
Un fuerte picor en mi esfínter me hizo volver a la realidad. Estuve un rato más en la ducha, tratando de asimilar lo que había ocurrido. Por suerte el agua de la ducha me hizo sentir limpia, contrastaba esta sensación con una creciente angustia que se apoderaba de mi cuerpo. ¿Debía decirle algo de lo sucedido a mi marido?, ¿cómo podría convivir con lo que había ocurrido?.
Decidí vestirme cuanto antes para detener estas y otras preguntas que martilleaban mi mente una y otra vez. Al salir con mi ropa seca del cuarto de señoras pude comprobar que Ángel me estaba esperando en la planta de abajo. Lo escuché que estaba conversando con el señor que regentaba el albergue.
.-“¿Cariño, te encuentras mejor?” me preguntó. A mi me costaba caminar un poco, y cojeaba ligeramente para mitigar el picor de mi esfínter.
.-“Le he dicho a este hombre que no se preocupe, te has caído en la ducha y te has hecho algo de daño en el tobillo, pero nada serio, no hace falta que avise a una ambulancia” dijo Ángel guiñándome un ojo.
¡Dios mío que vergüenza! Ese hombrecillo se habría enterado de todo, posiblemente lo habría escuchado todo, agradecí la salida de Ángel tratando de convencerlo de lo que no había sido. Yo por mi parte abandoné el albergue sin decir palabra y con mi relativa cojera.
Una vez en el coche de Ángel regresamos al pueblo, nos despedimos intercambiando un par de besos fríamente, momento que Ángel aprovechó para introducirme un papelito con su número de teléfono en mi maillot. Apenas dijimos nada.    
Cuando regresé  con mi marido me preguntó por la tardanza y mi cojera. Le dije que me había caído. Estuve cerca de una semana dolorida, sobretodo al sentarme en el sillón de la oficina.
 Descubrí el papel de Ángel cuando al llegar a mi domicilio eché las prendas a lavar. Recordé que se había quedado con mi tanga y mi sujetador del primer día en la poza. En la nota tan sólo ponía su número de teléfono y un comentario que decía “Llámame”. No sé porqué pero lo guardé.
¿Debería llamarlo?.
Por favor déjame tu comentario. Gracias.
Sara.
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Gracias a todos los que dejéis un comentario o una invitación.
 
 

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PORTADA ALUMNA2

La relación entre un suegro y su nuera no siempre es idílica. Muchas veces con el paso de los años, el continuo Sin-t-C3-ADtulo30roce hace que se vaya convirtiendo en auténtico odio. Desgraciadamente ese fue mi caso, cuando mi hijo Manuel me presentó a su novia en un principio me pareció una rubita graciosa y bonita incapaz de romper un plato y por eso incluso alenté su noviazgo. Ahora tras diez años de aquello, me arrepiento porque esa cría demostró ser una zorra egoísta e insaciable que solo pensaba en el dinero que algún día heredaría. Si eso era de por sí motivo suficiente para detestarla, que tuviera por madre a un zorrón desorejado que exigía a su yerno cada vez más para mantener su alto nivel de vida, era algo que me sacaba de las casillas.
Cuando me di cuenta que esa niña era un jodido parásito ya era tarde, porque Manuel ya se había casado con ella. Aun así como padre me vi obligado a hablar con mi hijo y de hombre a hombre, explicarle la pésima opinión que tenía de su esposa y sobretodo de su puñetera familia.  Desgraciadamente, Manuel se puso de parte de ella de forma que nuestra relación se fue enfriando hasta el extremo que ni siquiera me invitó al bautizo de su hijo.
Os juro que aunque esa descortesía me dolió, más lo fue el motivo que adujo mi chaval cuando le eché en cara no hacerlo:
-Sonia no tiene por qué aguantarte y quiero que ese día sea perfecto.
Ni siquiera me digné a contestarle lo que opinaba de esa arpía y desde entonces solo había hablado en contadas ocasiones con él.  Gracias a la esmerada educación que le había dado, mi hijo era autosuficiente. Con un buen trabajo y un mejor sueldo, no necesitaba de mi ayuda. Sé que hoy me arrepiento de no haber intentado otro acercamiento pero el propio ritmo de vida en el que estaba inmerso,  evitó que lo hiciera pensando que tendría tiempo para ello en el futuro.
Para que os hagáis una idea más exacta de lo hijo de puta que resultó esa monada, un dato: Habiéndome separado de mi mujer hacía más de diez años,  Sonia consiguió que mi ex y yo nos pusiéramos de acuerdo en algo.
“Mi nuera era un mal bicho”.
Habiéndome apartado de Manuel, se concentró en su madre y por eso cuando mi nieto tenía escasos tres meses de vida, un día la echó de su casa. Todavía recuerdo ese día, fuera de sí, Aurora me llamó para contarme lo sucedido. Por lo visto, había discutido con Teresa, la madre de Sonia y al enterarse su hija, a base de empujones la había puesto de patitas en la calle sin que Manuel hiciera algo por evitarlo.
-Esa mujer está loca y tiene a nuestro hijo embobado- me soltó casi llorando
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No pude estar más de acuerdo y dándole la razón, le pedí que ya que Manuel había roto cualquier puente conmigo, ella al menos intentara seguir en contacto con él. Pero tal y como me temía, mi ex también se vio apartada de su lado y por eso durante dos años, apenas supimos nada de su vida.

En ese tiempo, si obviamos  mi fracaso con mi chaval, la vida no pudo más que sonreírme y aunque el resto del país estaba en crisis, mi empresa fue como un tiro y conseguí convertirla en una perita en dulce por la que diversos inversores empezaron a interesarse. Tras varios meses de negociaciones, conseguí venderla a un precio tan elevado que con cincuenta y cinco años recién cumplidos me jubilé. Con muchos ceros en mi cuenta corriente, creí que había llegado el momento de cumplir esos sueños que el trabajo me había impedido hacer. Desgraciadamente, los hechos se ocuparon de hacerlo inviable.
Estaba celebrando la venta y mi nueva vida  con un amigo cuando recibí la llamada de mi nuera. Supe antes de contestar que algo grave pasaba para que esa egoísta se olvidara del odio que sentía por mí y me llamara.  Mis negros augurios se cumplieron al escuchar que, desde el otro lado del teléfono, Sonia me informaba de que su padre y mi hijo habían sufrido un accidente. Con su voz encogida por el dolor, mi nuera me contó que su viejo había muerto y que Manuel estaba ingresado en la unidad de cuidados intensivos.
Confieso que no supe que contestar y con el alma destrozada, solo pude preguntar por el hospital donde le estaban tratando. Al colgar, como un huracán, la angustia por haber fallado como padre me golpeó en la cara y sin ánimo de ni siquiera conducir, le pedí a mi amigo que me llevara hasta allá. Al llegar al Gregorio Marañón,  la primera persona con la que me topé fue  mi consuegra que ni siquiera me saludó. Pero lo más increíble fue que  cuando sabiendo que había perdido a su esposo, me acerqué a darle el pésame, esa perra hija de siete padres tuvo los santos huevos de echar la culpa de su fallecimiento a mi hijo.
Con inaudita paciencia, la escuché achacar a Manuel ese accidente tras lo cual, le solté:
-¡Qué te den por culo!- tras lo cual me quedé tan ancho y fui a ver a mi hijo.
Al llegar a su planta, pregunté si alguien podía informarme y tras varias gestiones conseguí que saliera un médico. El internista me explicó que el traumatismo craneal de mi chaval era tan importante que era difícil que sobreviviera y que de hacerlo le quedarían graves.  Mi vida se desmoronó en un instante al saber que lo perdía. Todavía estaba intentando asimilar la noticia cuando llegó Sonia  hecha una energúmena y con muy malos modos, me echó de allí y prohibió a los médicos que me permitieran pasar a despedirme de Manuel.
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Ese enésimo enfrentamiento fue la gota que colmó el vaso y os tengo que reconocer que a partir de ese momento, mi rencor se transformó en autentico animadversión y solo podía pensar en cómo joder la existencia a esas dos putas.
Lo primero que hice fue llamar a mi abogado para intentar que un juez me permitiera acceder a donde estaba mi hijo, pasando por alto la orden de esa maldita.   El letrado una vez había terminado de exponerle el asunto, me dio su opinión:
-Manolo, ¡No tienes nada que hacer! Con tu hijo incapacitado, la opinión de tu nuera es la que prevalece.
Cómo comprenderéis, eso no me contuvo y ordenándole que de todas formas lo intentara, comprendí que si quería estar con mi retoño en sus últimos momentos, debía utilizar otros caminos.  Sin salir del hospital, me fui directamente a ver al director. El tipo resultó ser un ser humano excepcional y tras escuchar mi situación, se puso en mi lugar y me dijo:
-Cómo la orden de su nuera es tajante, legalmente no puedo hacer nada- ya creía que me iba a ir de su despacho con las manos vacías cuando le escuche decir: -Pero como padre lo comprendo y por eso le propongo que vea a su hijo cuando tengamos la certeza de que su mujer no va a estar en el hospital.
Esperanzado pregunté:
-¿A qué hora sugiere?
El director me contestó:
-De dos a tres de la madrugada.
Ese fue el motivo por el cual durante los treinta y tres días en que mi hijo tardó en morir, tanto Aurora, su madre, como yo fuimos una presencia nocturna constante en esos pasillos. Aleccionada por su jefe, la enfermera de la noche nos dejaba pasar y sentarnos durante una hora a ver como nuestro Manuel le costaba aspirar del oxígeno al que estaba conectado. Cada uno de esos minutos, no redujo sino  acrecentó mi odio hasta hacerlo mi razón de vivir.
Por eso, os tengo que confesar que antes de que tuviera que enterrar a  mi hijo, ya tenía planeada mi venganza. Las armas con la que les iba a hacer pagar a esas zorras todas sus afrentas, me las dieron ellas mismas. Acostumbradas a vivir al día sin pensar en el futuro, no habían ahorrado. Con sus hipotecas al límite y sin más fuente de ingreso que la pensión de viudedad, esas dos mujeres la iban a pasar mal. Averiguando a través de un detective, descubrí varios malos manejos de mi difunto consuegro y a través de una denuncia anónima, informé de ellos a la agencia tributaria. Sé que hice mal pero falsifiqué un par de papeles para que pareciera que mi hijo había sido su cómplice de forma que Hacienda les instruyó un expediente y embargó incluso esa pensión.
Con la paciencia que da el resentimiento, esperé que fallaran en las cuotas de sus hipotecas y me acerqué a su banco. Tras una brevísima negociación, compré las deudas a través de una de mis compañías y el mismo día del entierro de mi chaval, les metí una demanda de desahucio.
-¡Qué se jodan las muy putas!- pensé nada más firmarla.
km05853b_mUna vez con todo en marcha, me relajé y me puse a buscar una finca donde vivir. Por una vez, la suerte me sonrió y conseguí comprar un cortijo a cincuenta kilómetros de Sevilla, donde no solo iba a vivir con mi nieto sino que era el sitio donde iba a tener lugar mi venganza. Los jueces, como no podía ser de otra forma, me dieron la razón y las echaron de sus casas.
“Sus penurias solo han empezado”, me dije el día que conocí la sentencia  y llamando a mi abogado, le di vía libre para que ejecutara mi siguiente paso.
Basándome en la cuasi indigencia en la que había quedado mi nuera, reclamé la patria potestad de mi nieto. Sabía que esa reclamación teniendo en contra a un buen abogado no tendría éxito pero como esa indeseable no podría pagarlo, me froté las manos por anticipado. Tal y como había previsto, Sonia en cuanto se enteró de mi demanda me llamó hecha una furia y llamándome de todo menos bonito, me juró que no pararía hasta hacerme la vida imposible:
-Mira zorrita- le dije cuando dejó de soltar improperios por su boca- soy mucho más rico e inteligente que tú y encima te llevo ventaja. ¡Llámame cuando quieras negociar!- tras lo cual colgué.
Los acontecimientos a posteriori me dieron la razón y sin dinero con el que pagar a un defensor de prestigio, se tuvo que conformar con acudir a uno de oficio y como dice el viejo dicho: “Al que obra mal, se le pudre el culo”, mi pobre e hija de perra nuera tuvo la mala fortuna de caer en manos de un corrupto. El cual al enterarse de quien era su contrincante, prefirió pasarse por mis oficinas y sacar un buen redito de ese asunto en vez de pelearlo.
Cómo os imaginareis, se vendió traicionándola. El juicio, como no podía ser de otra forma, resultó ser un desastre para sus intereses y justo el día en que mi hijo hacía seis meses muerto, el juez me otorgó la patria potestad y la custodia de mi nieto. Cuando acompañado de un oficial de policía acudí a la pensión donde malvivían esas dos putas a recoger a Manolito, Sonia quiso darme pena y llorando a moco tendido, se arrodilló a mis pies pidiendo que no le quitara a su hijo.
Pateándola a un lado, me deshice de ella y cogiendo a mi nieto en mis brazos, descubrí que para el niño era un desconocido y que no quería venir conmigo. Curiosamente sus lloros y los berridos de la zorra de su madre me sonaron a música de Beethoven y mirando a esa rubia a la cara, le dije:
-Despídete de Manolito, dudo que lo vuelvas a ver. Ahora mismo nos vamos a vivir a Sevilla.
El dolor de esa madre fue inmenso pero no mayor al que sentí cuando esa puta me apartó de mi hijo y por eso en vez de compadecerme de ella cuando desesperada me amenazó con suicidarse, le solté:
-Si quieres matarte, ¡Hazlo! Pero si quieres otra salida, te espero con tu madre esta tarde en mi casa- y dejándola tirada en el suelo, me fui con su hijo.
Mi ex se une a mis planes.
Nada más salir de esa mierda de pensión y ante mi manifiesta incapacidad de acallar los llantos de mi nieto, decidí optar por la solución más fácil y llevé al crío a casa de su otra abuela. Aurora, con la que gracias a mi nuera me había reconciliado y aunque seguíamos sin ser pareja al menos nos hablábamos, se quedó muda al verme entrar con Manolito y cogiéndolo de mis brazos, lo empezó a besar como desesperada.
-¿Cómo has conseguido que esa guarra te lo deje?- me preguntó una vez había calmado su necesidad de cariño.
Muerto de risa le expliqué que desde que nuestro hijo había muerto, me había abocado a hacer que la existencia de esas dos fuera la peor posible y que por fin me habían dado la patria potestad del crío:
-¡Qué se jodan!- exclamó al escucharme y tras unos instantes comprendió que si yo era el tutor del chaval, iba a tener la oportunidad de verlo cuando quisiera, directamente me lo preguntó.
-¡Por supuesto! ¡Eres su abuela!- le respondí y acercándome a ella, aproveché que tenía las manos ocupadas con su nieto para acariciarle el culo, mientras le decía al oído: -Si quieres cuando vengas, puedes dormir en mi cama.
Aurora, al sentir mis caricias, suspiró como una gata en celo y retirando mi mano de sus nalgas me dijo:
-¡No sigas que llevo muchos años a dieta!
Su confesión me extrañó de sobre manera porque mi ex era una cincuentona de muy buen ver y no tenía duda alguna de que debía de haber recibido más de una propuesta al respecto. El morbo de descubrir que llevaba tiempo sin sexo me hizo buscar el provocarla para ver como reaccionaba y pegándome mi pene contra su culo, la abracé y besándola en el cuello, le solté:
-Eso podemos arreglarlo ahora mismo.
Contra toda lógica, no solo no separó sino que forzando el contacto, restregó sus nalgas contra mi entrepierna mientras me pedía que me quedara quieto. Mientras con su voz me pedía paz, el resto de su cuerpo ya había iniciado la guerra, por lo que declaré abiertas las hostilidades cogiendo uno de sus pechos en mi mano. Reconozco que se me puso dura nada mas oír el gemido que salió de su garganta y ya consumido por la pasión, le subí la falda y con mis manos acaricié uno de sus cachetes.
-¡Para o no respondo!- gritó descompuesta.
Incrementando su calentura metí mi mano por su escote y sacando un pecho de su encierro, pellizqué suavemente su pezón.
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-¡Tú lo has querido!- chilló dejando en manos de la cría al crio y antes de darme cuenta se había arrodillado a mis pies y me había bajado la bragueta. -¡Ya no me acordaba de ella!- dijo con una sonrisa al sacar mi polla de su encierro.
Descojonado, le respondí:
-¡Pues yo todavía echo de menos tus mamadas!
Su cara se iluminó al escuchar mis palabras y con un empujón me tumbó en la cama:
-Quítate la camisa, ¡Cabrón!- me dijo con voz suave pero dotada de una autoridad que no me pasó desapercibida.
Ni que decir tiene que obedecí y yendo por delante de sus deseos, me desnudé por entero. Mi ex al verme en pelotas se mordió los labios y subiéndose sobre mí, empezó a besar mi pecho mientras una de sus manos jugueteaba con mis testículos.
-¡Estoy brutísima!- confesó mordisqueando uno de mis pezones.
Sin darme otra oportunidad, su lengua fue dejando un húmedo rastro en dirección a mi sexo. Éste esperaba erguido su llegada. Usando su larga melena a modo de escoba, fue barriendo mis dudas y antiguos recelos, de modo que, cuando sus labios entraron en contacto con mi glande, ya no recordaba la razón por la que me había separado de ella. Aurora, ajena a mis reparos, estaba con su particular lucha e introduciendo a su adversario hasta el fondo de su garganta, no le dio tregua. Queriendo vencer sin dejar prisioneros, aceleró sus movimientos hasta que, desarmado, me derramé en su interior. Mi ex no permitió que ni una sola gota se desperdiciara, como si mi semen fuese un manjar de los dioses y ella una muerta de hambre, recibió mi semen con alborozo y una vez hubo ordeñado mi miembro lo limpió de cualquier rastro de nuestra pasión.
Sus labores de limpieza provocaron que me volviera a excitar. Aurora, admirando mi sexo nuevamente erguido, se pasó la lengua por los labios y sentándose a horcajadas sobre él, se fue empalando lentamente sin separar sus ojos de los míos.
-¡Cuánto tiempo ha pasado desde la última vez!- gritó.
Al oír que los gemidos de la que había sido mi compañera, recordé que le gustaban los pellizcos y cogiendo un pecho con cada mano, pellizqué sus pezones. Paulatinamente, su paso tranquilo fue convirtiéndose en trote y su trote en galope. Con un ritmo desenfrenado  y cabalgando sobre mi cuerpo, sintió que el placer le dominaba y  acercando su boca a la mía mientras me besaba, se corrió sonoramente sin dejar de moverse. Su clímax llamó al mío y forzando mi penetración atrayéndola con mis manos, eyaculé bañando su vagina.
Abrazados, descansamos unos minutos. Pasado el tiempo, Aurora levantó su cara y mirándome a los ojos, me preguntó si mi oferta seguía en pie. Sabiendo que se refería a compartir mi cama, preferí serle sincero y sin importarme que descubriera el resentido en que me había convertido, le conté los planes que tenía para nuestra nuera y la zorra de su madre.
Si en un principio, se sintió escandalizada con lo que les tenía preparado, recordó que ese par de putas la habían separado de su único hijo y soltando una carcajada, me dijo:
-¡Cuenta conmigo!


La venganza es dulce como la miel.
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Junto con nuestro nieto, Aurora y yo nos fuimos a mi casa a esperar a esas dos. Aunque había convencido a mi ex de que iban a aceptar nuestras condiciones, tengo que reconocer que albergaba muchas dudas. Por lo que sabía, su situación económica era desesperada y si no aceptaban mi ayuda condicionada iban abocadas a la indigencia. Sin oficio ni beneficio, mi nuera y su madre no podrían subsistir en una sociedad tan exigente como la nuestra pero aun así, temía que el carácter altivo y orgulloso que compartían ambas dificultara nuestros planes y les hiciera preferir el harakiri  a cumplir con mis exigencias.
Cinco minutos antes de la hora acordada, llegaron la madre y la hija a la cita. Y ya dentro de mi casa, descubrieron horrorizadas que la madre de Manuel estaba de pie junto a mí cuando las recibí sentado en un sillón.
La primera en reaccionar fue Sonia que sacando fuerzas de la desesperación, me preguntó de qué quería hablarles. Antes de explicarles mi plan, me tomé mi tiempo para recordar a esas dos guarras, las afrentas y los desplantes a los que nos habían sometido tanto a Aurora como a mí, tras lo cual les hice saber que conocía a la perfección sus penurias económicas porque en gran parte yo las había propiciado. Os juro que ver la cara de esas putas al escuchar de mi boca que no solo yo había sido quien las había denunciado ante Hacienda sino que era el propietario de la compañía que las había echado de sus casas ya era un gran premio pero, como quería su absoluta humillación, al terminar de exponer  su negro futuro y dirigiéndome ya solo a mi nuera, le dije:
-Como verás te he vencido.
La mirada de odio con la que me respondió lejos de enfadarme, solo me alegró al saber que estaba indignada y profundizando en esa herida, le dije:
-Si quieres que te ayude y que te permita vivir en la misma casa que tu hijo, tu madre y tú tendréis que comprometeros a una serie de condiciones.
La muchacha se quedó helada al ver que Aurora apoyaba una de sus manos en mi hombro, dando muestra clara que fueran lo que fuesen, nuestras exigencias eran consensuadas. Temiendo la contestación, me preguntó en que consistían:
-Básicamente- le contesté con voz pausada pero firme- en que os comportéis tal y como sois, es decir, ¡Cómo una putas!
Cabreada hasta el extremo, la rubia quiso irse pero Teresa, su madre, la detuvo y sin mostrar el desprecio que le corroía sus entrañas, me pidió que aclarara mi oferta.  Soltando una  carcajada porque supe que había claudicado, le respondí:
-Os ofrezco casa, comida y un sueldo de mil euros a cada una pero en compensación tendréis que satisfacer todos nuestros caprichos…
Mi consuegra captó a la primera que clase de caprichos hablaba y creyendo que mi ex se iba a compadecer de su destino al ser mujer, le dijo:
-Aurora, ¡No me puedo creer que estés de acuerdo!
Os juro que si alguna vez me había arrepentido de divorciarme de mi esposa, fue ese día porque con un tono meloso y colocándose a mi espalda, le respondió:
-¿Por qué no voy a estarlo? Tú y la zorra que tienes por hija, nos habéis jodido la vida.
-Mamá, ¿Por qué discutes? ¡Es un trabajo!- intentó mediar mi nuera totalmente en la inopia.
-¿Un trabajo?- hecha una furia, le contestó: -¡Quieren que seamos sus esclavas sexuales!
Sonia, sin llegárselo a creer, me miró buscando que rectificara a su madre. Pero no encontró lo que esperaba  ya que con una sonrisa de oreja a oreja, le respondí:
-Si quieres sobrevivir, tendrás que vender tu cuerpo. ¿Qué prefieres a un desconocido en un bar de carretera o a nosotros?
Durante unos instantes vaciló pero al escuchar la risa de su hijo en la otra habitación, respondió casi llorando:
-A vosotros.
Desabrochándome la bragueta, saqué mi miembro y poniéndolo a su disposición, le dije:
-Tienes trabajo.
Sorprendida por lo rápido en que quería cerrar nuestro acuerdo, se quedó paralizada por que lo último que podía pensar al llegar a mi casa, era en que iba a hacerme una felación. En ese momento Aurora, yendo hasta su lado, la obligó a arrodillarse ante mí:
-¡Hazle una buena mamada!- ordenó tirando de ella y acercando su cara a mi entrepierna.
Reconozco que me encantó verla coger mi pene entre sus y más aún cuando esa boca acostumbrada a maltratar a la gente, se tuvo que rebajar y abrirse para recibir en el interior de su boca el pene erecto de su suegro.
-Así me gusta, ¡Perra! ¡Cómetela!-
Tremendamente humillada y con su piel erizada cual gallina, la zorra de mi nuera se metió mi miembro hasta el fondo de la garganta mientras su madre y la de su marido miraban la escena. Sin quejarse empezó a meter y sacar mi extensión mientras gruesos lagrimones recorrían sus mejillas. Tratando de reforzar mi dominio pero sobre todo su humillación, le ordené que me enseñara sus pechos.
La rubia miró a su madre antes de empezar a desabrocharse la blusa y al no conseguir el apoyo que buscaba, bajó su mirada y llevando su mano libre a los botones, se fue quitando uno a uno. Confieso sin vergüenza alguna que ver a esa puta obedeciendo mis órdenes sin rechistar, me puso bruto. Mi ex, aunque resulte raro, se había contagiado de mi ánimo de venganza y acuciando el ritmo de la muchacha, le exigió que se diera más prisa tirándole del pelo. La mirada que Sonia le dirigió fue una mezcla de odio y de miedo pero sobre todo de bochorno por lo que estaba siendo obligada a hacer.
Desde mi privilegiado lugar, me encantó disfrutar de como centímetro a centímetro esa maldita iba dándome a conocer esa parte de su anatomía que solo unos pocos habían visto en la vida y que según mi hijo, solo él había saboreado.  Con la camisa completamente abierta, dejó momentáneamente de mamarme el miembro para quitarse el sujetador. No me cupo duda alguna que lo estaba pasando mal al hacerlo y para mortificarla aún más, le dije:
-Vamos putita, ¡Qué sé que lo estás deseando!
Cuando por fin tuve una visión completa de sus pechos, no pude sino maravillarme de la hermosura de ese par de tetas y saboreando de antemano el placer que iban a darme, la obligué a continuar con la felación. La ausencia de excitación que advertí en los rosados pezones que decoraban esos montes me volvió a confirmar que la viuda de mi hijo no estaba disfrutando sino sufriendo y como comprenderéis, eso me alegró. La que si estaba cachonda fue Aurora que sin que se lo tuviera que decir presionó nuevamente la cabeza de la que había sido su nuera sobre mi pene.
-¡Quiero que te la tragues toda!- le gritó mientras lo hacía.
La indefensa muchacha vio forzada su garganta al límite pero aunque sufrió arcadas no hizo ningún intento por retirarse. La que si actuó fue Teresa que intentando que cesara el castigo de su hija, se arrodilló ante Aurora y le pidió que fuera ella. Mi ex al verla postrada, decidió darle una cruel lección y sentándose a mi lado, se levantó la falda y le exigió que le comiera el coño. La expresión de asco de nuestra consuegra no le sirvió de nada y tras unos segundos de indecisión sumergió su cara entre las piernas  de la mujer.
Fue entonces cuando la que había sido mi compañera tantos años sonriendo me soltó:
-¡No ibas a ser tu solo quien disfrutara!
Muerto de risa, la besé y mientras mi nuera y su madre se comían nuestros respectivos sexos, Aurora y yo disfrutamos de nuestro recién estrenado poder. No sé si fue que al ver que su progenitora sufría su mismo castigo, le sirvió para relajarse o que se estaba empezando a acostumbrar a su destino pero lo cierto es que a partir de ese momento, Sonia incrementó el ritmo y la profundidad de su mamada. Usando su boca como si fuera su sexo, metió y sacó mi pene a un ritmo desenfrenado mientras con las manos me acariciaba los huevos, a su lado, su madre lamía el clítoris de mi ex con una pericia que me dejó claro que no era la primera ocasión en que se lo hacía con una mujer.
-¡Qué bien me lo come la zorra!- gimió la madre de mi hijo al sentir que su cuerpo reaccionaba y tratando de maximizar su gozo, se pellizcó los pechos como si estuviera en celo.
Sus palabras, la escena lésbica y ante todo el cumulo de sensaciones que se habían ido acumulando en mi entrepierna hicieron que sin poder retenerme mas, derramara mi semen en el interior de la boca de mi nuera. Avisada por mi ex de que debía tragarlo todo, sufriendo lo indecible, no solo lo consiguió sino que con la lengua retiró cualquier rastro dejando mi pene impoluto.
-¡Ves cómo te ha gustado!- dije con sorna.

La cría no pudo ni mirarme y al retirar su cara, vio que su madre seguía inmersa en su propia agonía y quizás por vez primera, se rompió la armonía que unía a esas dos putas porque creí vislumbrar un inicio de sonrisa en su rostro.
“Por algún motivo, le gusta que su madre sufra”, pensé al tratar de dar un significado a ese involuntario gesto.
Los gemidos de placer de Aurora me volvieron a la realidad, la cual se estaba retorciendo sobre el sofá mientras su consuegra le daba largas lametadas a su clítoris.
-¡Dios! ¡Cómo voy a disfrutar de esta zorra!-  aulló a voz en grito mientras se corría.
La zorra que estaba entre sus piernas prolongó sus caricias hasta que ya satisfecha, Aurora me preguntó:
-Cariño, ¿A qué hora nos llevamos mañana a este ganado?
Descojonado, contesté:
-Sobre las dos. Antes tengo un par de asuntos que resolver.
Mi antigua esposa, dirigiéndose a las arrodilladas, les dijo:
-Os quiero aquí a la una y media para que ayudéis a vuestro amo a hacer el equipaje.
Ya se iban por la puerta con la cabeza gacha al comprender el siniestro futuro que les esperaba cuando oyeron que Aurora les gritaba:
-No traigáis mucha ropa. Andaréis la mayor parte del día, ¡Desnudas!
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Relato erótico: “LA FÁBRICA (11)” (POR MARTINA LEMMI)

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Quedé helada y muda; un gritito de horror se ahogó en mi garganta sin llegar a salir.
“Jaja – rió Evelyn -.  Vamos, Ro, no te hagas la tonta.  Bien sabés lo que es eso…”
Rocío giraba en su mano el objeto de forma de falo como buscando apreciarlo desde todos los ángulos; lo miraba con expresión intrigada y rostro ceñudo.
“Te juro que no sé lo que es” – dijo sacudiendo su rubia cabellera.
“Jaja, qué boluda que sos… Digamos que es un juguetito con el cual entretengo a Luchi”
“¿Luchi?  ¿El hijo de Di Leo?” – preguntó Rocío abriendo grandes los ojos.
“¿Cuántos Luchi conocés, tarada?”
Rocío quedó en silencio; seguía inspeccionando el objeto.
“¿Y… qué le hacés con esto?  ¿Por qué tiene forma de pija?”
“¡Porque es un consolador, pedazo de pelotuda!”
La expresión de asombro en el rostro de Rocío aumentó.  Pareció como si sintiera una súbita repulsión y hasta estuvo a punto de dejar caer el objeto sobre el escritorio, pero lo mantuvo entre sus dedos a pesar de ello.
“¿Un consolador? – preguntaba, con los ojos saliéndosele de las órbitas -.  ¿Y… se lo metés en el culo?”
“Jaja, sí tonta… Es un hombre, ¿dónde sino?”
“Y… ¿a él le gusta?”
“Le en-can –ta – remarcó Evelyn -.  Yo hice que le gustara, jiji… aunque eso es algo que en la mayoría de los hombres está latente.  Mueren por tener una pija enterrada en el culo.  Alguna vez leí en internet que durante los primeros meses del embarazo el sexo no se define y hasta entonces todos los nonatos son básicamente mujeres.  El sexo masculino se define más tarde… y a mí me parece que algo de nenita siempre les queda, jeje”
“¿Vos decís?” – preguntó Rocío, volviendo su atención hacia el objeto que tenía en mano.
“Es así”
La rubia se mantuvo en silencio.  De pronto su rostro pareció iluminarse.
“¿Y no le podemos meter esto en el culo?” – preguntó de sopetón.
“¿A quién?”
“A ella” – señaló hacia mí; el peor de mis temores comenzaba a confirmarse.  Otra vez el helor recorriéndome la espalda.
“Jaja… ¿A Sole? ¿A nadita? – carcajeó Evelyn -.  ¡Nena!  Al final sos más perversa que yo…”
“¿No estaría bueno?” – preguntaba Rocío, quien no reía en absoluto sino que parecía hacerse cargo de su plan con absoluta seriedad.
Se produjo un silencio de algunos instantes durante los cuales yo no sabía cómo contener ni mi ansiedad ni mis nervios.
“La verdad que es… una excelente idea – dijo finalmente Evelyn, con la cadencia propia de quien está pensando -.  Brillante idea, Ro.  No me arrepiento en absoluto de haberte pasado el control de las cuentas más fuertes que tenía nadita…”
Las palabras eran tanto o más lacerantes que los actos o los sádicos planes de ambas.  Supe que mi suerte estaba definitivamente sellada desde el momento en que a Evelyn le había gustado la idea de su amiga.  No tenía más remedio que entregarme a lo que vendría.  Apoyando las palmas de sus manos sobre mis nalgas, Evelyn tiró de ellas hacia afuera de tal modo de separarlas y dejar al descubierto mi orificio anal.
“Ya está la puerta abierta; que pase el invitado…” – dijo Evelyn en un tono de sorna que sonaba casi diabólico.
Sentí de inmediato cómo la punta del objeto se apoyaba sobre mi orificio y, acto seguido, ingresó sin piedad dentro de mí.  Rocío era totalmente inexperta: se movía como una adolescente descubriendo el placer por las cosas nuevas, pero no tenía ni la experiencia ni la más mínima idea acerca de cómo hacer esas cosas.  No jugueteó en absoluto ni mucho menos lubricó; no se dedicó a ir dilatando los plexos poco a poco: simplemente entró, como una chiquilla torpe y ansiosa…
Mi grito de dolor hendió el aire; crispé los puños y pataleé.
“Jaja – rió Evelyn -.  ¡Ro, sos una bestia!  ¿Cómo le vas a entrar así?”
Su amiga, sin embargo, no parecía oírla o bien estaba tan fascinada por el nuevo juguete que seguía adelante sin ningún miramiento.  Lo hizo girar dentro de mí y el dolor fue tan grande que mi cuerpo se retorció por completo; creo que eso la debió haber excitado ya que insistió particularmente en ese movimiento y lo repitió una y otra vez, primero en el sentido de las agujas del reloj, luego en contrario.  No sé durante cuánto tiempo estuvo haciéndome eso y, aun cuando Evelyn la regañó varias veces, no se detuvo; los retos de Evelyn, de todos modos, daban más impresión de burlarse de mí que de buscar realmente detener a su amiga.
“¿Cómo lo estás pasando, nadita? – preguntó súbitamente Rocío alzando el tono de su voz; la desconocía por completo -.  ¿Bien?  Así me gusta.  Te voy a dejar de tal forma que no te vas a poder sentar a tu escritorio por varias semanas, jiji… Abrile más el culo Eve, que a esta zorra le voy a meter la caquita para adentro”
Eve no repuso absolutamente nada.  ¿Qué esperaba yo después de todo?  Por el contrario, soltando una risita, abrió más aún mis plexos haciendo que el consolador entrase por completo y, por supuesto, un nuevo alarido brotara de mi garganta.
Cuando todo hubo terminado, yo casi no podía dar un paso.  Había sido azotada y luego penetrada; el dolor era tanto que no me permitía casi caminar erguida y mis rodillas se doblaban todo el tiempo.  A duras penas conseguí llegar hasta la puerta y salir de allí una vez que Evelyn nos ordenó, tanto a Rocío como a mí, que volviéramos al trabajo.
Una vez en el pasillo, la rubia ni siquiera me dedicó una mirada: simplemente echó a andar en dirección hacia la zona de escritorios.  Yo permanecí en el lugar apoyada contra una de las paredes.  El dolor era realmente terrible.  Miré hacia la puerta de la oficina de Hugo.  ¿Qué debía hacer?  Luciano me había manifestado, en algún momento, que ni él ni su padre eran afectos a los castigos corporales y, de hecho, en ello había radicado el conflicto con Luis luego de que yo fuera azotada.  Caminando como pude me acerqué hasta la puerta y apoyé la mano sobre el pomo; planeaba, incluso, entrar sin golpear a los efectos de que Hugo fuera puesto rápidamente al corriente de lo ocurrido.  ¡Dios!  No soportaba el dolor en mis nalgas.  De pronto recordé el ungüento y pensé en lo bien que me vendría en ese momento; e inevitablemente, ello me llevó a pensar también en Luciano.  ¿No sería mejor acudir a él antes que a Hugo?  Lo que me detenía era el choque de sensaciones y sentimientos que se libraba en mi interior pues, de ser cierto lo dicho por Evelyn, Luciano había abogado por mi despido. 
Mi cabeza estaba hecha un matete; no sabía qué hacer: por lo pronto, lo único que sabía era que necesitaba hablar con Luciano ya fuera para ponerle al tanto de lo ocurrido en la oficina de Evelyn o para, simplemente, mandarlo a la mierda como hijo de puta que era.  Solté el pomo de la puerta y miré hacia el final del pasillo en dirección a la planta.  ¿Estaría Luciano allí?  Me detenía el hecho de que yo jamás había estado en la planta y no sabía realmente cómo podría caer el hecho de ir allí por cuenta propia y sin orden alguna ni autorización.
Me encaminé hacia el final del pasillo, en dirección contraria a la que había tomado Rocío.  Caminaba de un modo casi quebradizo como si mis piernas fueran a ceder de un momento a otro y sabiendo que mi culo debía estar rojo como un tomate.  Al llegar al límite, abrí la puerta y, súbitamente, me hallé en un mundo nuevo: era como haber cruzado a través del ropero hacia Narnia pero infinitamente más perverso…
Equipos, máquinas, cintas de embalar, cintas transportadoras: ¿qué otra cosa esperaba encontrar?  Claro, obreros, por supuesto, y los había por donde mirase.  No puedo describir la expresión generalizada en sus rostros al verme allí, luciendo una falda tan corta.  No sólo me devoraban sino que además me penetraban con ojos lascivos y llenos de lujuria.  Fue entonces cuando tuve la horrible sensación de haber dado un paso equivocado al haber ido a la planta: aquel lugar no era, por cierto, un sitio en el cual fuera grato estar.  Estaba a punto de girarme y alejarme rápidamente de allí aun a costa de que mi defectuosa marcha les brindase a la vista el espectáculo de mis cachas.  Y en eso se me apareció Luciano…
Salió de entre los operarios como si hubiera sido uno más de ellos y, de hecho, yo no había notado su presencia en el lugar.  Su semblante lucía desencajado por el asombro; se acercó para hablarme en voz baja:
“¡Soledad! – me susurró entre dientes -.  ¿Qué… estás haciendo acá?”
Yo seguía aterrada mirando en derredor hacia todos aquellos tipos que, habiendo suspendido momentáneamente sus labores, me miraban tal como lo haría una jauría de lobos famélicos.  Resultaba loco y paradójico que, ante tal panorama, necesitase yo de la ayuda de Luciano, quien había tenido hacia mí un comportamiento horrendo y miserable.  Lo miré…
“Necesito el ungüento” – le dije.
Luciano miró nervioso en derredor y, rápidamente, me tomó por un brazo para acompañarme fuera de la planta.  Yo caminaba mal y no tengo la menor duda de que, apenas me giré, mis nalgas quedaron a la vista de todos.  Poco después recorríamos el pasillo.
“Vamos a la oficina de mi viejo – dijo él -.  No está”
Ingresamos, en efecto, a la oficina de Hugo Di Leo y pude comprobar que no había nadie, lo cual convertía en inútil mi plan de unos minutos antes.  Recién cuando estuvimos adentro, Luciano me soltó el brazo y se encaró conmigo; en la expresión de su rostro se conjugaban su curiosidad por saber acerca de lo ocurrido y su furia por haberme yo presentado en la planta de ese modo.  Fue lo primero que me recriminó, de hecho:
“¿Te volviste loca? ¿Cómo se te ocurre caer así en la planta?  ¿A qué fuiste?”
“Te estaba buscando” – respondí.
“No se te ocurra volver a hacerlo.  No andes detrás de mí: me puede traer problemas, ¿me entendés?  Mi esposa me tiene desconfianza y si nos ve con tanto secreteo, en fin…”
Oyéndole, pensaba que si su esposa desconfiaba no era sin justa razón; volvió a campanillearme por un segundo en el cerebro aquel plan que yo había tenido de ponerla a ella al tanto de lo que él hacía en la fábrica, pero alejé, de momento, la idea de mi cabeza: no había ido en busca de Luciano para eso.
“¿Qué pasó?” – me preguntó.
A pesar de todo lo que lo odiaba, algo me hacía subir y bajar el pecho cuando estaba frente a él y, en ese momento, justamente, me di cuenta de cuánto lo había extrañado todos esos días y, por principio transitivo, de cuánto me habían dolido sus engaños y traiciones.  Era tal mi estado de conmoción y confusión que no lograba articular una palabra.  Impaciente, Luciano giró sobre mi espalda y me levantó la falda.
“¿Quién te hizo esto?”
Ése era mi momento.  Recordaba perfectamente cuánto se había molestado al enterarse del exceso de atribuciones que se había tomado Luis al azotarme en las nalgas.  El caso de Evelyn era incluso peor ya que ella era allí tan sólo secretaria y no jefa.  Contarle a Luciano lo ocurrido podía significar abrir el camino para librarme de ella y volver a poner las cosas más  o menos como estaban antes; incluso, y en parte me odiaba por pensarlo, se me cruzaba la idea de recuperar la confianza de Luciano y, recíprocamente, volver a confiar yo en él.
“Evelyn me golpeó” – dije, fríamente y casi sin deje alguno de emoción en la voz.
“¿Qué hizo qué?” – preguntó incrédulo, elevando la voz y arrugando por completo todo su rostro.
“Me… azotó, del mismo modo en que lo hiciera Luis en su momento”
Con gesto de perplejidad, se llevó una mano a la cabeza y se restregó la sien, a la vez que comenzaba a ir y venir nerviosamente por la oficina.
“No lo puedo creer.  No puedo creerlo – repetía incesantemente -.  Esta fábrica parece una gran cañería en la que uno repara en un sitio y al instante comienza a perder por otro.  ¿Y por qué lo hizo?”
“Dijo que… era un castigo.  Además llamó a Rocío y entre ambas me… penetraron por la cola con un consolador”
“¿Me estás jodiendo? – rugió Luciano a grito partido -.  No lo puedo creer, insisto.  ¡Esa mina es una enferma!”
Por dentro sonreí, pero busqué no exteriorizarlo.  No debía demostrar a Luciano que me estaba alegrando de que mi plan de hacer echar a Evelyn pareciera, por el momento, ir sobre ruedas.
“¡Vamos ya mismo a hablar con ella! – bramó volviendo a tomarme por el brazo; le aparté la mano con delicadeza.
“Luchi…” – dije.
Se giró hacia mí notablemente sorprendido.  ¿Debía yo decirle que Evelyn ya me había puesto al tanto de que el plan de él era sacarme de en medio?  Me moría, por supuesto, de las ganas de hacerle saber que yo lo sabía, pero debía ser inteligente y morderme la lengua.
“¿No me vas a aplicar el ungüento?” – le pregunté haciendo una caída de ojos que, claramente, lo dejó turbado.
Se quedó durante un rato mirándome fijamente; seguía nervioso pero alguno de los tantos colores que había tomado su rostro parecía estar mutando.  Echando un vistazo en derredor, buscó con la mirada el pomo de ungüento y, una vez que lo ubicó, fue por él.
“Date la vuelta” – me dijo.
Me giré y, de inmediato, volví a sentir el roce de las yemas de sus dedos masajeando las redondeces de mis nalgas.  ¡Cuánto había extrañado eso!  De hecho, había llegado a pensar que no experimentaría esa sensación nunca más.  Cerré los ojos y me entregué al momento; de pronto fue como si todos los dolores se alejaran…
Una vez que, para mi pesar, hubo terminado con su trabajito sobre mi cola, me tomó ya no por el brazo sino por la mano y prácticamente me arrastró fuera de la oficina y luego en dirección hacia la de Evelyn.  Irrumpió intempestivamente y sin llamar; ella estaba allí, al otro lado del escritorio y no pareció turbarse en demasía por lo inesperado de la irrupción: por el contrario, se mantuvo serena.
“¿Qué ocurrió con esta chica?” – preguntó, enardecido, Luciano, mientras levantaba mi mano entrelazada con la suya.  Por dentro, yo lo estaba viviendo como un triunfo.
Evelyn, en tanto, sólo atinó a encogerse de hombros y fruncir la boca.
“¿Con nadita? – preguntó -.  ¿Por…?”
“Por esto “– espetó él al tiempo que me hacía girar por completo para levantar mi falda y enseñar mi cola enrojecida.
“Ah, eso… – dijo desdeñosa Evelyn -; recibió un castigo simplemente”
“¡Bien sabés que a mi viejo no le gustan ese tipo de métodos! – replicó él, siempre enérgico -.  ¡Puede traernos problemas legales!  ¿Qué pasa si hay una denuncia en nuestra contra?”
“Jaja, justo vos hablando de denuncias, Luchi – rió ella -; sos el menos indicado.  ¿O creés acaso que sería provechoso para la empresa que se supiese que le hacés la colita a las empleadas?”
“Yo no soy su superior formalmente – objetó él -; no existe figura de acoso en ese caso; sólo fue… común acuerdo.  Lo tuyo es muy diferente: es difícil pensar en agresión física por común acuerdo”
Ella levantó las cejas.
“En eso te doy la razón – dijo ella -; no me caben dudas de que nadita gozó como loca cuando se la dabas por el culo y que seguramente te lo pidió.  De hecho, en esos videos tan instructivos que vi se puede apreciar bien que ella está a full mientras le hacés el orto.  No parece que lo hiciera obligada…”
Vergüenza y  a la vez odio.  Eso era lo que yo sentía.  Tenía, sin embargo, que controlar mis ganas de saltarle encima como una fiera y arañar su rostro hasta dejarle marcas de por vida.  Luciano estaba allí y se lo notaba alterado; yo simplemente debía obrar con cautela y dejar que las cosas siguieran su curso: un impulso de mi parte podía estropearlo todo.  Evelyn ya tenía, a mi entender, un pie fuera de la fábrica…
“A propósito de eso – dijo Luciano, siempre dando la impresión de estar muy enfadado -.  Me he enterado que, además de golpearla, entre Rocío y vos hicieron algunas otras cosas con ella”
Una sonrisa de oreja a oreja se dibujó en el rostro de Evelyn.  Tomó de encima de su escritorio el consolador con el cual me había penetrado y recién entonces cobré conciencia de que lo tenía allí a la vista y yo ni siquiera me había percatado de ello.
“Le metimos esto, justamente – reconoció Evelyn, con gesto de picardía -, pero, je, a vos no necesito presentártelo, ¿no?”
Miré en ese momento a Luciano y pude ver cómo su rostro se transformaba totalmente; fue como si de pronto hubiera quedado sujeto a un trance hipnótico o algo parecido.  Bastó que viera el consolador en manos de Evelyn para que quedara mudo, absorto, como estúpido…
“Te dieron celos, ¿no?” – se mofó ella mientras movía el objeto en el aire como trazando círculos.
Yo no podía creer que ella fuera capaz de exhibir tanta insolencia.  Esperaba una airada y visceral respuesta por parte de Luciano pero, sin embargo, ésta no llegaba.  Había empalidecido.  ¿Podía ser tanto el poder que ese objeto tenía sobre él?  Yo tenía ganas de golpearlo, de traerlo a la realidad, de que despertase.
“Acercate Luchi…” – le conminó ella, flexionando otra vez su dedo índice como en su momento lo había hecho conmigo.
Con absoluta incredulidad, tuve que ver cómo él caminaba alrededor del escritorio y se ubicaba junto a ella quien, siempre sentada, giró su silla.  Evelyn le guiñó un ojo.
“De rodillas, bebé hermoso” – le dijo ella.
Yo seguía esperando ilusamente el momento en que todo aquello terminase, en que él decidiese, de una vez por todas, cruzarle el rostro de una bofetada por su increíble insolencia y disponer todo ante Hugo para que se la despidiera de su puesto.  Pero no: nada de eso ocurría.  Por el contrario, él se arrodilló tal como ella le había pedido que lo hiciese.
Evelyn lo miró, encendidos sus ojos e iluminado su rostro, que exhibía una sonrisa que se iba haciendo cada vez más perversa.  Acercó el objeto a la boca de Luciano y frunció sus labios, como indicándole que hiciera lo propio para besar la punta del consolador.  Ante mi total incredulidad, él lo hizo.  Ella rió y sonó como la risa de una bruja; luego empujó con el objeto por entre los labios de Luciano hasta separarlos y se lo introdujo en la boca sin más miramientos mientras él se encargaba de lamerlo y chuparlo.  En ese momento recordé que ese mismo objeto había estado en mi culo algún rato antes y que muy probablemente no hubiera sido aseado después de ello, lo cual, de modo inexplicable, me produjo alguna excitación dentro de mi rabia y mi consternación.  Evelyn, sin dejar de juguetear y hacer círculos con el consolador dentro de la boca de Luciano, se inclinó hacia él para besarlo en la frente.
“De pie – le dijo luego – y date la vuelta, lindo.  Abajo el pantalón que quiero ese culito… y estoy segura que tu culito también quiere esto, ¿verdad?”
Removió una y otra vez alocadamente el objeto en la boca de él tras hacer su pregunta, a la cual Luciano respondió con un asentimiento y alguna interjección ahogada: se lo veía como si fuese un juguete de Evelyn, absolutamente entregado a la voluntad de ella; costaba creer que quien estaba en tan indigna posición era el hijo de Di Leo.  Cuando ella le retiró el consolador de la boca, él se puso en pie tal como Evelyn le requería y, tras girarse, desabrochó y bajó su pantalón junto con el slip.  Por primera vez vi la cola de Luciano desnuda y me pareció hermosa, deseable, perfecta en su redondez: casi podía entender el perverso deseo de Evelyn de penetrarla con ese demencial objeto.
La escena que siguió fue de lo más bizarro y decadente que me tocó ver dentro de la fábrica.  Ella le jugueteó un poco con el consolador rozándole una y otra vez la zanja del ano; luego le pidió que separara las nalgas y, despaciosamente y como con experiencia, se lo fue enterrando poco a poco.  Yo miraba la expresión del rostro de Luciano y sinceramente no podía creer lo que estaba viendo.  No era un hombre; era un adefesio sin voluntad.
“¿Qué sos?” – le preguntaba ella, sonriente.
“Un… putito” – respondía él entre jadeos y gemidos casi femeninos.
“Mmm, sí, un putito, MI putito”
“Sí, Evelyn, sí… tu putito”
“¿Y ese culito de quién es?”
“Mmmmmm… tuyo, Evelyn, mi culito es tuyo”
Era más de lo que podía soportar.  Ver a Luciano entregado de esa forma tan indecorosa era realmente intolerable y, más allá de ello, los celos volvieron a atacarme al ver que ella lo hacía gozar de ese modo.  Por otra parte, y para terminar de coronar el cuadro, mi esperanza de que Luciano intercediera para despedir a Evelyn daba definitivamente por tierra: sólo era un puto sumiso en manos de ella…
Una vez más bajé la cabeza y me sentí vencida; no quise seguir mirando, así que di media vuelta y, sigilosamente, abrí la puerta para marcharme de la oficina mientras a mis espaldas sólo se escuchaban los jadeos de él en los que se mezclaban el dolor y el placer.
Me detuve en el pasillo; no tenía casi fuerzas para caminar: no se trataba ya sólo de la paliza recibida de parte de Evelyn sino del shock provocado por lo que acababa de ver.  Eché un vistazo hacia las otras oficinas; ya sabía que Hugo no estaba.  ¿Qué sería de Luis?  Era, desde ya, un enfermo que gozaba masturbándose viendo a chicas manosearse pero, aun así, él era casi mi única esperanza allí dentro.  Evelyn ya no era empleada suya desde luego y no era posible pensar entonces en que la despidiese, pero un nuevo plan comenzó a carburar en mi cerebro.  Golpeé con los nudillos en la puerta y apenas un segundo después la voz de Luis me invitaba a pasar.
“¡Soledad! – me saludó alegremente Luis -.  ¡Qué agradable sorpresa verle por aquí!  ¿Algún problema?  ¿Falda rota?  ¿Tanga perdida?”
“No… nada de eso – dije, tratando de mantenerme lo más calma posible -.  Es… es Evelyn el problema”
“¿La colorada ésa? – preguntó Luis, pareciendo sorprendido aunque sin despegar del todo la vista de algo que miraba en su monitor -.  ¿Qué le pasa ahora?”
“Abusa de su poder – respondí enérgicamente -.  Se… excede en sus atribuciones”
“Eso fue justamente de lo que me acusaron a mí en su momento – señaló Luis frunciendo la boca -.  De todos modos, ya no es mi empleada; está fuera de mi competencia; tendría que hablarlo con…”
“Hugo está enfrascado en lo suyo y no es fácil hablar con él – repuse anticipándome a lo que diría -; ya ni siquiera me llama a la oficina; parece que Evelyn fuera ahora mi jefe y no él…”
“Insisto, no puedo hacer nada”
“¡Luis! – pronuncié su nombre con tanta fuerza que le obligué prácticamente a sacar la vista de su monitor para mirarme a los ojos -.  P… perdón, señor Luis… Usted despidió a Evelyn y Hugo la tomó; ella sigue en la fábrica”
“No entiendo a qué apunta, Soledad; ya hablé la cuestión con Hugo y estamos en paz: es su empleada ahora y no hay nada que decir”
“¿No podría usted hacer lo mismo?”
Me miró, claramente confundido.
“¿Lo mismo?  No entiendo, Soledad”
“Así como Hugo tomó a una empleada que usted despidió, ¿no podría usted tomar a alguna que fuera despedida por él?”
Se me quedó mirando fijamente aunque de reojo, con la cabeza algo ladeada: el gesto era de aún no entenderme del todo.
“¿La despidieron?” – me preguntó.
“No, pero…”
“¿Sospecha que va a ser despedida muy pronto?”
Tragué saliva.
“En realidad, señor Luis, me…. estoy planteando el renunciar”
Luis asintió; empezaba a comprender.
“¿Y qué le hace pensar que yo tengo interés en usted como empleada?”
“Bueno, es que… justamente usted despidió a Evelyn y no tomó a nadie para suplantarla.  Eso me llama la atención…”
“Nos hemos repartido un poco el trabajo entre las otras chicas y yo, pero eso no quiere decir que no vaya a tomar a nadie; ya incorporaré a alguien…”
“¿Y no podría ser yo?” – pregunté a bocajarro.
Luis se quedó pensativo, acariciándose el mentón.
“Está claro que quiere escapar de las garras de la colorada” – dijo, finalmente -.  Verá, Soledad, en realidad… no quiero problemas con Hugo en este momento”
“A él no le importó mucho cuando tomó a Evelyn” – repliqué.
“Pero es que… no había ningún problema con eso.  Él estaba tomando a una empleada de quien yo había prescindido: algo así como tomar a la mujer que ha sido abandonada por el esposo.  Lo que usted, en cambio, propone es algo así como dejar a su esposo para irse con otro: suena más desleal, ¿no cree?”
Bajé la cabeza; él tenía razón: su lógica era impecable y, aun así, si de algo yo estaba segura era de que quería, por todo y por todo, escapar de la influencia de Evelyn.
“Además – continuó -; los límites no están tan precisos en esta fábrica.  Eso mismo le dije a Hugo cuando me vino a cuestionar por lo ocurrido aquel día con usted.  Cuando conviene, son dos empresas; cuando no conviene, es sólo una”
“Parece molesto con Hugo”- le espeté; dio un respingo.
“¡No! – desdeñó con un exagerado ademán -.  Simplemente yo le señalo a él las cosas que, a mi juicio, no le hacen bien a la empresa del mismo modo que él me indica las que no les parecen correctas”
“¿Zurrar a las empleadas por ejemplo?”
Luis soltó una risotada,  obviamente sorprendido por mi inesperado cinismo.  Con la vista perdida en algún punto indefinido de la oficina giró su silla alternadamente a un lado y a otro mientras asentía con la cabeza.
“Diga la verdad, Soledad, ¿no la excitó?”
Ahora era él quien me tomaba por sorpresa.  Bajé la cabeza y no contesté nada; de cualquier modo me dio la impresión de que él había planteado la pregunta sin esperar una respuesta.  Poco a poco su rostro fue recuperando la seriedad.
“Pensaré en su propuesta, Soledad – dijo, al fin -, pero no le prometo nada”
Mi rostro se iluminó; al menos no me iba con un rotundo “no” de mi incursión a su oficina.
“¡Le… agradezco enormemente, señor Luis” – dije sin poder contener mi alegría y mientras daba media vuelta para retirarme.
“Aguarde un momento, Soledad” – me dijo él en el preciso momento en que comenzaba a caminar hacia la puerta.
Me giré.  Él estaba con la vista en el monitor, tal como cuando yo había entrado algunos minutos antes.  Tomando el mismo con ambas manos, lo giró hacia mí.
“¿Qué le parece?  Séame sincera”
Al fijar mis ojos sobre la imagen, descubrí que lo que en ella había era una escultural mujer rubia, alta; la foto la mostraba de cuerpo entero y con un corto pero elegante vestido blanco.  ¿Una modelo tal vez?
“M… muy bonita, señor Luis, pero…”
“¿Se revolcaría con ella si yo se lo pidiera?”
La pregunta, claro, me caía como un balde de hielo.  Creí, sin embargo, entender rápidamente cuál era el juego de Luis.  A él nada le gustaba más que ver a dos chicas manoseándose entre sí y su pregunta apuntaba a indagar hasta qué punto sería capaz de llegar yo en mi lealtad como empleada.  La mujer del monitor no era nadie en especial de acuerdo a como yo lo veía: oficiaba más bien como ejemplo y si algo yo en ese momento sabía era que si respondía negativamente a la pregunta que Luis, mis posibilidades de entrar a trabajar en su empresa se verían sensiblemente reducidas.
“Sí… – dije, sin saber hasta qué punto estaba mintiendo y hasta qué punto no -; lo haría, señor Luis”
Una sonrisa de satisfacción se le dibujó en el rostro; luego, tomando el mouse siguió pasando las distintas imágenes que, por cierto, todas eran de mujeres bonitas aunque ni por asomo había alguna como la de blanco.  Sin decir nada más y excusándome con un ademán, me retiré.
                                                                                                                                                                                   CONTINUARÁ
 
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(
martinalemmi@hotmail.com.ar)

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Relato erótico: “Descubriendo a Lucía (11)” (POR ALFASCORPII)

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11

Comencé la nueva semana experimentando un pequeño inconveniente de ser mujer: el periodo. Aunque me resultó incómodo, por fortuna no fue traumático para mí como hubiera podido ser la primera menstruación de una adolescente. Ya tenía la experiencia de la Lucía original en este tema, y el que tomase la píldora anticonceptiva lo hizo todo mucho más fácil porque, incomodidades aparte, supe exactamente cuándo me iba a llegar, y apenas tuve molestias como las que los recuerdos de Lucía me mostraban de su vida antes de tomar el medicamento que regulase sus ciclos. De hecho, aparte de por el sexo que con relativa frecuencia Lucía había practicado antes de ser yo ella, la razón principal de tomar ese método anticonceptivo había sido la prescripción médica para controlar unos ciclos irregulares y particularmente dolorosos. Por eso, aunque yo pensé que había empezado a tomarla para seguir las rutinas de mi jefa, en realidad había sido mi subconsciente el que me había empujado a ello, conocedor de los efectos que tendría interrumpir el tratamiento.

El trabajo comenzó a volverse, en cierto modo, rutinario. El estrés y las prisas eran el pan de cada día, y siempre tenía que convocar alguna reunión de urgencia para hacer frente a las continuas eventualidades y pulir cuantos aspectos fuesen necesarios.

Mis subordinados aceptaron con agrado mi cambio de actitud, encontrándome más dialogante y con trato más cercano, aunque finalmente mis decisiones y forma de trabajar tampoco distaban mucho de las de la antigua Lucía. Tal vez fuera una estirada exigente y autosuficiente, pero también había sido una gran profesional que había sido capaz de rayar la perfección en cuantos proyectos había abordado, por lo que en ese aspecto yo no podía aportar nada nuevo.

Tengo que confesar que en muchos momentos me sentí abrumada, y que llegué a creer que no sería capaz de soportar el cargo de Subdirectora de Operaciones como mi predecesora lo había soportado. En más de una ocasión tuve que admitirme a mí misma que yo no era tan brillante como ella lo había sido, pero por suerte, mi transformación en Lucía no había consistido en un mero cambio físico, y siempre podía echar mano de sus recuerdos, conocimientos y experiencia, los cuales sumados a los que yo ya tenía siendo Antonio, eran suficientes para cubrir las necesidades que el duro puesto requería.

El trabajo era tan exigente, que durante la semana apenas tenía tiempo más que para dedicarme a ello, hacer algo de ejercicio en mi gimnasio, y hacer algunas compras por internet. Había descubierto que me encantaba ir de compras, y a falta de tiempo, internet era mi aliado. Mi holgadísima situación económica me permitía cuantos caprichos se me antojasen, y sí, descubrí que ahora era un poco caprichosa. El día a día de una mujer y las intensas experiencias vividas desde que era una, habían cambiado muchas cosas en mi propia personalidad. Apenas quedaba rastro del antiguo Antonio que había habitado en mi cabeza. Había sido ahogado en un río de hormonas femeninas cuyo caudal se había descontrolado cada vez que había tenido una nueva experiencia sexual, hasta el punto de convertirse en un mar impredecible en el que, por el momento, no era capaz de tomar el timón para controlar la navegación. Cuando algo me gustaba, me gustaba mucho, y tenía que tenerlo. Ya fueran cosas, dulces u hombres. Por eso siempre había cedido al deseo, porque aún no era capaz de controlarlo, era presa de las pasiones y estaba totalmente desinhibida para hacer cualquier cosa que se me pasase por la cabeza.

Afiancé un inicio de amistad con las chicas con las que tomaba el café de media mañana, especialmente con las dos que eran de mi misma edad. Con una de ellas, Eva, estaba haciendo muy buenas migas. Eva era una chica muy inteligente y bastante tímida, pero una vez que conseguí franquear la barrera de su timidez, empezó a mostrarme su verdadero carácter, cayéndome fenomenal. Supe que sentía cierta admiración por mí en el terreno profesional, y sospeché que también en otros aspectos. Ella era una chica bastante atractiva, pero su timidez le impedía sacarse todo el partido con el que sería capaz de deslumbrar, así que me propuse ayudarle en ese terreno, ya que desde que me había convertido en Lucía, había desarrollado un especial y fino gusto por estar siempre radiante. Mi intención podría parecer frívola, pero en absoluto lo era. Quería hacerme amiga de Eva y ayudarle en lo que estuviera a mi alcance, y un cambio de look y actitud podría ser un comienzo.

Volví a hablar con mi amiga Raquel por teléfono, quien me contó que la relación con su nuevo novio iba viento en popa, disfrutando de la pasión y el descubrimiento mutuo. También me dijo que habían decidido ir a verme, estaba deseando presentarme a Sergio, como se llamaba su chico, aunque eso ya sería para un par de semanas después de aquella conversación, así que quedamos en que ya me avisaría de cuándo podrían visitarme.

También recibí algunos mensajes de Pedro, y tuvimos algunas conversaciones a través de ellos, pero siempre decliné sus invitaciones para quedar. No es que no me apeteciese quedar con él y charlar, pero sabía lo que él realmente deseaba, y la verdad es que yo también, por lo que sabía que si nos encontrábamos no podría reprimirme, en cuanto viera su paquete abultado por mí, dejaría que me follara sin compasión, Y eso no podía ser, tenía que pasar página y dejar aquello como un placentero capítulo pasado de mi vida, puesto que no podía llegar a nada más.

El jueves fui al hospital a ver a Antonio. Yo ya había asumido completamente que era Lucía, y así sería para siempre, pero me reconfortaba encontrarle allí tumbado y poder contarle mis experiencias como a un silencioso amigo que siempre me apoyara.

Cuando iba a marcharme, apareció allí Pedro, y no venía solo, le acompañaba su madre. Me dio un vuelco el corazón cuando vi a ambos. Alicia, su madre, estaba tan guapa como la recordaba, y por un momento despertó al resquicio de hombre que quedaba en mi interior clamando por aquella bella mujer que le había desvirgado. Ya rozaba la cuarentena, pero los amigos de Pedro tenían razón: estaba buena, y fui capaz de apreciarlo tanto desde mi ahogada masculinidad, como desde mi nueva y desbordante feminidad.

Pedro me la presentó como “Alicia”, recordándome lo curioso que me resultaba que siempre la llamase por su nombre; tal vez algún día le preguntaría la razón. Sentí una descarga eléctrica recorriéndome cuando su madre y yo nos dimos dos besos. Ella no pareció sentir lo mismo, tan sólo me observó de la cabeza a los pies sin ningún pudor, haciéndome un completo escáner con el que me clasificó y catalogó, aunque no mostró emoción alguna que me indicase cual era el resultado de esa catalogación.

– “Si supieras lo que he hecho con tu hijo…”- pensé-. “Y… si tu hijo supiera lo que tú hiciste con Antonio…”

Al final, Pedro me convenció para que me quedase un poco con ellos. Le explicó a su madre que yo era jefa de Antonio, y que nos habíamos conocido allí, en el hospital. También le contó que yo había estudiado la misma carrera que Antonio y que él estaba estudiando, y que le había dicho que tenía futuro. Así que de repente, tuvo una idea feliz:

– Lucía podría darme clases particulares de las asignaturas que me resultan difíciles –soltó repentinamente con una sonrisa.-. ¿Qué te parece, Alicia?.

– ¿Ah, sí? – dijo su madre-. La verdad es que te vendría bien, te han quedado tres para Septiembre…

– En dos de ellas me podría ayudar mucho…

– Bueno, no, yo no… -contesté buscando una excusa.

– ¡Sí, sí! –exclamó Pedro visiblemente excitado-. Alicia, convéncela, por favor…

– Si es por el dinero, no hay problema, podemos pagarlas –añadió ella-. Tal vez un par de horas a la semana por asignatura…

– ¡Eso es! –volvió a exclamar Pedro con brillo en sus ojos ante tal perspectiva.

– No, de verdad – contesté-. No es por el dinero, ni mucho menos, no podría cobrarle siendo amigo de Antonio… Es que no sé si soy buena profesora…

– Que sí –dijo Pedro-, eres buena profesora, ¡seguro!.

Ante el incontenible entusiasmo de su hijo, Alicia volvió a mirarme de arriba abajo, y ya sospechó.

– Bueno, cariño –le dijo-, si no quiere no insistas.

– No es que no quiera –traté de suavizar-, es que estoy fatal de tiempo por el trabajo…- traté de excusarme.

– Venga –insistió el chico-. Además, si uno solo te parece poco, se lo puedo decir también a mis amigos Carlos y Luis, seguro que ellos también quieren formar un grupo.

“¡Será cabrón!”, pensé. Mis hormonas se dispararon al instante. La posibilidad de repetir la experiencia con aquellos tres jovencitos calentó mi mente presentándome esa oportunidad como algo muy apetecible. Pero pude sobreponerme a ello, y tras tragar saliva, volví a negarme:

– No, no podría…

– Pedro –le inquirió Alicia con severidad-, deja de ponerla en un compromiso, ¿vale?. Si ya te ha dicho que no, es que no.

Volvió a estudiarme, y ante la insistencia de su hijo, llegó a la conclusión de que lo mejor sería dejar el tema.

Pedro agachó las orejas, y aunque se trataban de igual a igual, guardó un respetuoso silencio ante el toque de atención de su madre.

– Bueno, yo tengo que marcharme –dije rompiendo el incómodo silencio y poniéndome en pie.

– Te acompaño hasta abajo –me dijo Alicia-, voy a fumarme un cigarro. Ahora subo, cariño –le dijo a su hijo guiñándole un ojo con complicidad para suavizar la pequeña tensión que había surgido entre ambos.

Él sonrió asintiendo, estaba claro que sentía adoración por su madre. De hecho, el ponerse a estudiar una carrera, aparte de por el consejo de Antonio, había sido por hacerle feliz a ella.

Le di dos besos de despedida al chico, y salí de la habitación acompañada por su madre.

– Perdona por la insistencia de Pedro- me dijo cuando llegamos a la salida del hospital.

– No te preocupes –le contesté resuelta-. Los chicos de su edad son muy impetuosos.

– Precisamente por eso…

Salimos a la calle, encendió un cigarrillo y me ofreció a mí otro. Por un momento dudé, pero finalmente lo acepté. Llevaba casi una semana sin probar uno, desde aquella noche, y no me apetecía especialmente, pero sí que me apetecía prolongar la compañía de Alicia, me resultaba agradable, así que dejé que me encendiera el cigarrillo ofrecido.

– ¿A qué te refieres con lo de precisamente por eso? –le pregunté con curiosidad.

– ¿Puedo serte totalmente sincera? –me preguntó exhalando suavemente el humo del cigarrillo hacia arriba.

– Claro…

– Si hubieras sido un hombre, Pedro no habría puesto tanto entusiasmo en unas clases particulares.

– Ya…

Aunque no tenía ni idea de la historia entre su hijo y yo, Alicia era una mujer observadora. No sospechaba que hubiera habido nada entre nosotros, pero el comportamiento del chico había sido bastante evidente.

– A su edad, los chicos son un saco de hormonas – le dije-, pero bueno, a mí me ha parecido que Pedro estaba realmente interesado en que le diera esas clases para mejorar…

– Sí, sí- contestó Alicia-. Es muy buen chico, y no dudo de su verdadero interés por las clases, pero de verdad que te agradezco que finalmente hayas rechazado el dárselas.

– ¿Ah, sí?, ¿y eso por qué?.

– Si me permites seguir siendo sincera… Eres demasiado atractiva para darle clases… No creo que consiguieras centrarle en los estudios, y no quisiera pagar para que mi Pedro se pase el tiempo desnudándote con la mirada…

Aquello hirió mi orgullo más allá de lo que jamás hubiera podido imaginar. Lucía había pasado toda su vida luchando por no ser juzgada únicamente por su físico, y yo había asumido esos sentimientos haciéndolos míos. La nueva Lucía también era más que una cara y cuerpo bonitos, y estaba dispuesta a demostrarlo; así que ocultando el haberme sentido ofendida, cambié de opinión contestando con amabilidad:

– Gracias por el cumplido, pero no tienes que preocuparte por el tema económico… No me hace falta el dinero, y seguro que puedo sacar algún hueco para darle las clases a tu chico…

– De verdad, no hace falta que te molestes –me contestó sorprendida por mi cambio de opinión.

– No es molestia, lo haré encantada por vosotros. Sois amigos de Antonio, y me gustaría hacer algo por él, aunque sea ayudando a su amigo…

Alicia se quedó totalmente desarmada, y no pudo rechazar el generoso ofrecimiento. No estaban económicamente sobrados, y el que su hijo recibiese clases de apoyo gratuitas para aprobar las asignaturas que se le habían atragantado, ayudaría a rebajar la factura de matrícula en la universidad para el siguiente curso.

– Tranquila –concluí apagando el cigarrillo-, conseguiré que se concentre en los estudios.

No tenía nada que perder, y sí mucho que ganar, así que finalmente Alicia aceptó de buen grado, por lo que quedamos para la tarde del día siguiente en su casa con el objetivo de ver junto a Pedro las asignaturas en las que necesitaba ayuda, con vistas a empezar las verdaderas clases la siguiente semana.

Por la noche, recibí un entusiasta mensaje de Pedro:

– ¡Me vas a dar clases!. No sabes las ganas que tengo de volver a estar a solas contigo… ¡Eres mi diosa!.

– Sí, te voy a dar clases –le contesté-, y nada más. Tu madre estará en casa también, y me aseguraré de que aprovechas las clases para aprobar los exámenes.

– Seguro que las aprovecharé. El aliciente de verte me hará aplicarme. Gracias, Lucía.

Realmente Pedro era un buen chico, y la experiencia de darle clases también podría ser enriquecedora para mí. Me demostraría a mí misma que podía hacerlo y, por supuesto, también se lo demostraría a Alicia, quien a pesar de haberme ofendido por unos momentos, seguía cayéndome bien.

El viernes lo pasé en el trabajo de reunión en reunión, con un par de clientes importantes y, finalmente, con los Jefes de Sección para hacer un balance del trabajo semanal. Esta última reunión, de la última hora del día, del último día de la semana, la hice mucho más distendida, lo cual mis subordinados agradecieron. Discutimos de forma amable los pormenores de la semana, y me permití la frivolidad de coquetear un poco con aquellos tres hombres. Me encantaba sentirme deseada, y alenté los deseos de aquellos tres hombres para que acabaran la reunión regalándome la vista de sus entrepiernas abultadas al desfilar ante mí mientras les invitaba a salir de la sala de reuniones. Puesto que mi jefe y el Subdirector Económico no habían estado ese día en la oficina, habíamos tenido la planta entera para nosotros solos, y he de confesar que si en lugar de Rafael, Julio y Andrés, dos sexagenarios y un cincuentón, en aquella reunión hubiera tenido a tres hombres más jóvenes en la misma situación, les habría brindado todos mis agujeritos para que me los llenasen con sus duras y gordas vergas. La experiencia disfrutada con los tres jovencitos el fin de semana anterior, había dejado huella en mí, y cada vez que mi mente la evocaba, las hogueras rugían en mi interior. En el transcurso de la reunión, entre aleteos de pestañas, jugueteos de bolígrafo en mis labios, y algún que otro reclinado sobre la mesa mostrando abertura de camisa, mi mente recordaba una y otra vez la sensación de sentirse poseída por tres hombres, así que yo también salí de la reunión con un buen calentón.

Tras comer en casa, me di un satisfactorio baño en el hidromasaje, disfrutando de los cálidos chorros de agua incidiendo en mi piel mientras mis manos la acariciaban y mi mente fantaseaba con tres atractivos hombres tomándome vigorosamente en la sala de reuniones. Con dos dedos de una mano metidos en el coñito, y el corazón de la otra metido por detrás, alcancé un breve pero relajante orgasmo tras el que me quedé medio dormida, parcialmente sumergida en agua caliente.

Al salir de mi ensoñación, me di cuenta de que se me había pasado el tiempo sin enterarme. Había quedado con Alicia y Pedro en su casa, y ya que finalmente había sido yo quien había insistido en el asunto de las clases, no quedaría bien si llegaba tarde.

Me presenté en su casa vestida de forma más casual de lo que iría cuando realmente empezara a darle las clases al chico, ya que, cuando saliera de trabajar, comería algo rápido e iría directamente a su casa, ataviada con alguno de los trajes de trabajo que ayudarían a recalcar sobre Pedro mi figura de profesora, y no de amiga.

Alicia me recibió con dos sonoros besos. A pesar de su inicial reticencia en aquel asunto, pensando en que su hijo pondría más atención a mis tetas que a mis explicaciones, me dejó entrever que le había caído bien el día anterior, como ella a mí, aunque yo jugaba con la ventaja de haberla conocido siendo Antonio. Incluso, mi anfitriona comentó que le gustaba mi top veraniego y lo bien que me quedaba.

Su hijo me recibió en el salón con una sonrisa de oreja a oreja, y tras darme dos efusivos besos, no pudo evitar hacerme un escáner completo, tan exhaustivo como el que me había hecho su madre al abrirme la puerta. Así como su madre se había fijado en mis ajustados y caros pantalones vaqueros, y había alabado la colorida prenda superior que llevaba, la mirada del hijo no reparó en la ropa, sólo tenía ojos para la figura que ésta envolvía.

Nos sentamos los tres en el sofá, quedando yo en medio. ¡Qué recuerdos me traía ese sofá!. Tuve que apartarlos inmediatamente de mi mente.

Pedro me explicó en qué asignaturas necesitaba ayuda para aprobar en Septiembre. Como a casi todos los alumnos de primer año, se le había atragantado una asignatura de Física aplicada a la ingeniería, y una de Cálculo Integral. Juntos, bajo la atenta mirada de Alicia, que no entendía nada, echamos un rápido vistazo a sus apuntes y separatas sacadas de libros. Yo necesitaría recordar algunas cosas que no utilizaba en mi día a día profesional, pero en general, no tendría ningún problema para explicarle al chico cualquiera de las dos asignaturas. No en vano, Antonio había sido un alumno aplicado, y Lucía, directamente, había sido brillante. Entre los tres acordamos que le daría cuatro horas semanales de clase, dos de Física los Martes y dos de Cálculo los Jueves. Alicia volvió a insistirme con lo de pagarme, pero amablemente rechacé la oferta alegando un principio de amistad.

Como era viernes, Pedro había quedado con sus amigos, así que se disculpó ante mí por marcharse, dejándome sus apuntes para que pudiese hojearlos tranquilamente en casa y, dándome dos besos, se despidió de mí expresándome las ganas que tenía de comenzar las clases. Le dio un beso a su madre y, sorprendentemente, me dejó a solas con Alicia. Supuse que el chico estaba ansioso por ir a contar a los dos amigos que ya conocía quién sería su profesora particular.

– Yo también debería marcharme ya –le dije a la madre del joven.

– ¿Tienes algún plan? – me preguntó encendiéndose un cigarrillo y ofreciéndome otro-. Al menos podrías dejarme que te invite a tomar algo, yo no tengo ningún plan.

– Bueno, en realidad no tengo nada- le contesté dudando si coger el cigarrillo para finalmente aceptarlo.

– ¡Pues perfecto!. ¿Te apetece una cerveza o eres más de copas?. Ahora que Pedro se ha marchado podemos tomar algo aquí tranquilamente y conocernos más.

Me gustó la idea, me caía realmente bien, y ya que iba a pasar muchas tardes en su casa, me encantaría conocerla mejor, especialmente desde mi nueva perspectiva tratando con ella de mujer a mujer.

– Pues si tienes –le contesté-, me tomaría un ron-cola.

– Tú eres de las mías- me dijo guiñándome un ojo y levantándose para ir a la cocina.

Tomándonos una copa cada una, entablamos conversación. Con ella era muy fácil, era una persona extrovertida y vitalista. Le conté sobre mi trabajo, y ella me habló del suyo como jefa de tienda de una franquicia de moda. Le hablé de mi familia (la de Lucía, por supuesto), y ella me habló de la suya y de cómo había tenido que criar sola a Pedro. Conectamos enseguida, y comprobamos que nos íbamos a entender muy bien. Salvando ciertas distancias, coincidíamos bastante en forma de pensar y gustos, y la conversación fluía incesantemente, entre tragos y cigarrillos, pasando de la música a la cocina, del cine al arte, del deporte en gimnasio a la moda…

– La verdad es que esos vaqueros te quedan divinos – me dijo dando un trago de su segunda copa cuando yo volvía del servicio.

– ¿Ah, sí?- le dije girando sobre mí misma presumidamente para que los viera bien, y comprobando que el alcohol ya afectaba un poco a mi equilibrio-. Son los primeros que he pillado del armario…

– ¡Uf!, pues debes tener un armario bien surtido, porque esos cuestan una pasta…¡Menudo culazo te hacen!.

Alicia también sentía ya los efectos del alcohol, y sumándolos a la complicidad que habíamos asentado entre ambas, estaba muy desinhibida.

– ¿Me hacen el culo gordo?- le pregunté poniéndome en jarras simulando enfado.

– ¡Qué gamberra!- exclamó entre risas-, sabes que me refiero a que te hacen un culo precioso.

– Gracias, guapa, seguro que a ti también te quedarían genial.

– Uy, no creo, ojalá volviera a tener tu edad, entonces sí que hubiera podido ponérmelos, pero ahora… no me entrarían…

– ¡Venga ya! –le dije haciéndole ponerse en pie para poder observarla bien-, ¡si somos casi de la misma edad!. ¿A qué edad tuviste a Pedro?, ¿a los 15?.

Sabía que no era así, pero si realmente la hubiera conocido el día anterior, aquello sería lo que habría pensado.

– ¡Jajajaja!. Qué encanto eres. A Pedro lo tuve a los 21, así que imagínate… En un mes cumplo los 40… ¡Menudo palo!.

– ¡Vaya, pues quién lo diría!. Parece que los que cumplirás serán 30, ¡estás tremenda!.

– Gracias –me contestó con una amplia sonrisa-. Sí que es verdad que nadie acierta con mi edad, todo el mundo me cree mucho más joven. Será porque trato de cuidarme –me guiñó un ojo indicándome el paquete de tabaco y la copa sobre la mesa.

Me reí a carcajadas.

– Ahora en serio – me dijo-. Sí que me cuido con la alimentación, salgo a correr, voy al gimnasio… Ya sabes. Y siempre intento estar bien arreglada.

Alicia llevaba un vestido de color rosa palo, con tirantes y media falda con vuelo. Le quedaba perfecto. En su cuarentena conservaba un precioso cuerpo trabajado en el gimnasio, prieto pero no musculado, y era evidente que se había arreglado para estar guapa ante mi visita. Tal vez no fuera explosiva, pero era una mujer muy atractiva a la que seguramente muchas jovencitas envidiarían.

Observando su bien proporcionado cuerpo, sus grandes ojos color miel, su sedoso cabello castaño recogido con esmero para ensalzar su cuello y hombros, y sus sensuales labios, el hombre recluido en lo más profundo de mi ser se despertó para aclamar su belleza.

– Ojalá llegue yo a tu edad estando así de buena –añadí guiñándole un ojo.

Las dos nos reímos y volvimos a sentarnos para dar sendos tragos a nuestras copas. Nos sentíamos cómodas juntas, entablando una prometedora amistad que la Lucía original jamás habría logrado.

– Bueno- me dijo entre risas-, he de reconocer que sigo teniendo mi puntito. Pretendientes no me faltan…

– Cuenta, cuenta… -le pedí animada.

-¡Jeje!. Bueno, tengo mis cosillas por ahí, para darme algún homenaje esporádico, pero nada serio. Estoy muy desengañada de los tíos y no necesito ninguna relación estable. ¿Y tú tienes novio?.

– No, no, ¡qué va!- contesté resoplando-. Ahora mismo no me siento preparada para ningún romance… Sólo tomo lo que va surgiendo.

– Eso está bien, disfruta cuanto puedas, aún eres joven y no tienes por qué arruinar tus mejores años, como me pasó a mí. Soy feliz, pero si hubiese podido elegir, mi vida habría sido diferente…

– ¿No habrías tenido a Pedro? –le pregunté interesada.

– Bueno, sí, seguramente, pero no siendo tan joven. Habría tenido un hijo con un tío que realmente mereciera la pena, no con aquel cobarde que me dejó tirada para desaparecer de la faz de la tierra.

– Entiendo… Tienes un chico estupendo, y muy guapo… Se parece a ti.

– Gracias, la verdad es que estoy muy orgullosa de él. Nuestra vida no ha sido fácil, pero creo que he conseguido criar a un buen chico que se está convirtiendo en un auténtico hombre… Y sí, es muy guapo –añadió con un suspiro.

En aquel momento, me pareció percibir en ella que algo se cruzaba por su mente.

– Buen chico, guapo, y con un futuro prometedor por delante –le dije-. Y yo me aseguraré de que apruebe esas asignaturas que se le han atragantado para sentar las bases de ese futuro.

– Eres un encanto… –me contestó encendiéndose otro cigarrillo-. Aunque cuidado con él, está saliendo de la adolescencia y no piensa más que en lo único…

– Lo sé, lo sé… “Y no te imaginas cuánto”- pensé.

– Confío en que sepas centrarle en los estudios… Me he dado cuenta de cómo te mira…Y le gustas mucho, lo cual no me extraña…

Su gesto se había tornado serio, y me pareció ver un atisbo de celos en su mirada que se disipó al darle un último trago a su segunda copa. Se sirvió otra, ofreciéndome a mí también, pero yo apenas había empezado esa segunda.

– Tranquila –le dije con una sonrisa-. Podré manejarlo… Tu niño está a salvo conmigo…

– Precisamente porque ya no es un niño te prevengo. Sé por propia experiencia lo tentadores que pueden ser estos yogurines…

– ¿Ah, sí? –pregunté inocentemente sabiendo a la perfección de qué hablaba.

– Sí, y sé muy bien lo que es caer en la tentación…

La conexión que se había establecido entre nosotras, y la velocidad con la que Alicia consumía su bebida, le estaban proporcionando una sinceridad apabullante.

– ¡No me digas!- exclamé tratando de expresar sorpresa-. ¿Y cómo le conociste?. Y fue… ¿bien?.

– Era el hijo de una amiga… – contestó tras dudar unos instantes.

En aquel momento supuse que su duda se debía a que se había dado cuenta de que yo conocía a aquel jovencito al que se refería, de hecho, era la causa de que nos hubiésemos conocido, por lo que no quería revelarme su identidad.

– Digamos que fue un calentón… -prosiguió rememorando-. Tampoco es que fuera un polvazo, el chico era virgen y se notó, pero cumplió bien. Pero lo mejor de todo es que una experiencia así te da un auténtico subidón de autoestima.

Le dio otro trago a su bebida, y el hombre oculto en lo más profundo de mi mente comenzó a dar saltos de alegría ante tal revelación.

– Me alegro por ti –le dije con sinceridad-. A veces hay que soltarse la melena para disfrutar de la vida, pero no te preocupes, que yo no lo voy a hacer con Pedro, por muy tentador que pueda llegar a parecerme. Se ve que eres una madraza y le quieres mucho, es normal que quieras proteger a tu chico…

– “Si supieras la verdad…”- pensé-. “Pero no volverá a pasar”.

– Sí, es mi chico –dijo Alicia pensando en voz alta-. Y ya es todo un hombre… Y eso se nota en que nuestra relación ya ni siquiera parece de madre e hijo, más bien somos muy buenos amigos.

– Entiendo. Él, prácticamente, es un adulto, y tú aún eres joven. Os queréis mucho, y como la diferencia de edad no es tan grande, es normal que hayáis evolucionado así.

– Sí, supongo que sí –contestó manteniendo el aire pensativo y dándole un nuevo trago a su copa-. Es cierto que nos queremos muchísimo, siempre nos estamos dando muestras de cariño, tomamos decisiones juntos y tenemos nuestras peleas… En realidad, si lo piensas detenidamente, ahora somos más como una pareja de novios… solo que no follamos. -concluyó con una sonrisa en la que adiviné cierta ironía.

Estaba descubriendo algo en Alicia, algo que empezaba a intuir en sus palabras y señales, aunque me parecía increíble. Así que envalentonada por el alcohol ingerido y su arranque de sinceridad, favorecido por la mayor cantidad de alcohol que ella había consumido, me atreví a pregunta:

– ¿Pero a ti te gustaría?.

El silencio que se hizo por unos momentos fue revelador, y vi cómo un oscuro y profundo deseo prohibido se reflejaba por unos instantes en su mirada. Alicia apuró su copa de un trago.

Me quedé de piedra. Aquella bella mujer, a la que durante toda mi adolescencia masculina me había pasado admirando y deseando, tenía un lado muy oscuro. No sólo había sido capaz de desvirgar al mejor amigo de su hijo (Antonio, yo en aquel entonces), sino que ahora deseaba secretamente a su propio hijo… Mi fascinación por Alicia aumentó exponencialmente, y corroboré que, desde que me había convertido en Lucía, tenía la capacidad de hacer aflorar los más profundos deseos de cuantos me rodeaban.

– Y aquel yogurín que te comiste –traté de reencauzar el tema para que no se sintiese violenta-, ¿volverías a hacerlo?.

– No, claro que no –contestó aliviada viendo que yo había obviado su velada respuesta-. Primero porque es imposible…

– “Claro –pensé yo-, está en coma”.

– …y segundo porque es hijo de una amiga, y más de una vez acabaría con malas consecuencias… Aparte de que han pasado los años y ya no es tan yogurín –añadió con una carcajada.

Reí con ella.

– Creo que tengo un alto impacto en los chavalitos –añadió entre risas-. Ahora hay un par de compañeros de Pedro que vienen de vez en cuando por aquí, que noto que me comen con la mirada.

– ¡Jaja!. Seguro que para ellos eres una MQMF (Madre Que Me Follaría).

Alicia rio a carcajadas conmigo. De verdad que parecíamos amigas de toda la vida, y nos lo estábamos pasando en grande.

– Eso me temo, ¡jaja!. Sobre todo para uno de ellos, Luis, ese directamente me desnuda con los ojos, ¡jajaja!.

– ¡Le conozco! – exclamé-. “Y tampoco imaginas cuánto”- pensé-. Es monillo ese chico, ¿no?.

– Sí, no está mal… Pero lo que de verdad me pone “on fire” es su forma de mirarme. A veces tiene una expresión de salido que, no sé por qué, me pone burrísima.

– Sí, tienes razón. A mí también me pone mucho esa expresión de pervertido. Tal vez, si se me pusiera a tiro, sí que me comería ese yogurín. “Otra vez”- dije para mis adentros.

– La verdad es que si se dieran las condiciones, creo que yo también caería –afirmó mi nueva amiga apagando su cigarrillo-. No sé, supongo que esa cara de salido que se le pone, y su forma de desnudarme con la mirada, me dan para pensar que haría conmigo toda clase de guarradas…

– Mmmm, entiendo a qué te refieres –afirmé recordando mi experiencia con él-. Y si te pregunto qué guarradas le dejarías hacerte, ¿me contestarías?.

– Pues claro que sí, chica, no seas tan políticamente correcta. Ahora somos amigas, y creo que vamos a ser grandes amigas… Pues te contestaría que le dejaría follarme de todas las formas posibles…

La lengua de Alicia estaba totalmente desatada, ya no sentía ninguna necesidad de moderar su lenguaje, estábamos en confianza, y el alcohol nos permitía, sobre todo a ella por las tres copas que ya se había tomado por una y media que me había tomado yo, hablar sin ningún tipo de tapujo, expresando las cosas tal y como nos venían a la cabeza. Estábamos realmente cómodas las dos en compañía de la otra.

– ¡Ufff! –suspiré yo-. Eso suena de lo más excitante… ¡Al final va a resultar que eres una perra cachonda!.

Las dos nos partimos de risa.

– ¡Uy!, ¡y tanto!, ¡jajaja!. He estado casi 20 años criando a un niño yo sola, sin tiempo para mí misma, por lo que ahora que empiezo a tener tiempo para mí, me gustaría hacer cuanto no pude en su momento. Sí, soy una perra cachonda, y si pudiera pillar al “pervertido” de Luis…

– Te lo follabas sin compasión, de todas las formas posibles –le dije entre risas y continuando su lenguaje desinhibido-. No te ibas a dejar ningún agujerito sin explorar…

Esa última frase me recordó que precisamente eso era lo que yo había hecho en ese mismo sofá, y lo que esa misma tarde había fantaseado con hacer en la sala de reuniones… Me sentí excitada, muy excitada.

– ¡Exacto! – dijo Alicia casi tan excitada como yo.

Su respiración estaba acelerada, los pezones se le marcaban en el vestido subiendo y bajando al ritmo de su pecho, y arrastraba las palabras por su lengua saboreándolas como si al pronunciarlas pudieran hacerse reales.

– Me has preguntado qué guarradas le dejaría hacerme – me dijo bajando el tono de voz e indicándome con el dedo que me acercase para poder escucharle bien-, y ahora te lo voy a decir sin cortarme, porque veo que tú eres como yo…

Salvé la escasa distancia entre ambas, y coloqué mi rostro mejilla con mejilla, sintiendo la suavidad de su cutis sobre el mío.

– Soy toda oídos – le susurré sintiendo una ebullición en mi entrepierna al contactar sus duros pezones con la dureza de los míos.

Con delicadeza, apartó mi negro cabello de mi oreja, y su aliento se coló en mi oído produciéndome un exquisito cosquilleo:

– Le comería la polla hasta conseguir que se corriera en mi boca… Y le dejaría explotar dentro de ella para que me la llenase con su pervertida leche… ¿A ti te gusta eso?.

– Mmmm, a mí me encanta…

– Sabía que tú eras de las mías… Y después de sentir su corrida repentina dentro de mi boca, me lo tragaría todo mientras sigue follándomela hasta quedarse seco…

– Uffff…me calienta muchísimo que me llenen la boca de leche y me la hagan tragar…

– Y luego le dejaría comerme el coño, que me lo explorase con la lengua, y me pusiera el clítoris en carne viva…

Yo ya sentía la braguita mojada, y percibí que nuestros cuerpos, inconscientemente, se pegaban más el uno al otro. Nuestros pechos se aplastaban sobre los de la otra, y podía sentir cómo nuestras respiraciones se sincronizaban, subiendo y bajando a la vez nuestros femeninos atributos.

– …después dejaría que me pasara su dura polla por todo el cuerpo, se la cogería entre mis tetas, y le haría una paja con ellas…

– Ummm, creo que eso no lo he probado nunca –le susurré dubitativa.

– Yo tampoco, pero suena muy divertido. Recuerdo que hace años una amiga me contó que se lo había hecho a su chico…

– ¡No me digas!, ¿y qué tal fue?.

– Pues a ella no demasiado bien, ¡jaja!. La pobre no tiene mucho con lo que coger así una polla…

– ¡Jajaja!. Bueno, tú no tendrías ese problema, tienes un buen par de tetas –le dije sintiéndolas contra las mías-. Seguro que sí sería divertido.

– ¡Jaja!. Y tú tampoco tendrías ese problema con este par de melones que tienes –me contestó presionándome aún más los pechos con los suyos.

Las dos reímos.

– Sí, seguro que sería muy divertido cogerle la polla con mis tetas y ver el capullo aparecer y desaparecer por el canalillo –prosiguió-, viendo su cara de gusto mientras le estrujo el rabo con ellas…

– “¡Me encantaría que me lo hiciera a mí!”- gritó mi oculto macho interior.

– …y le pajearía y pajearía con las tetas, y le miraría a los ojos con cara de zorra para hacerle correrse otra vez. Dejaría que Luis, con lo pervertido que parece, se corriera en mi cara para que disfrutara disparando su semen sobre mi rostro, tratando de hacer diana en mi boca desde mis lolas…

– Joder, sí que le dejarías hacerte guarradas.

– Ya te lo he dicho… ¿Pero a que a ti también te gustaría?.

– Uuuufffff… – suspiré- Sí, creo que sí… Ahora mismo estoy cachondísima escuchándote e imaginándolo.

– Uuufffff, yo tengo el coñito hecho agua –confesó Alicia-. Pero espera, que aún hay más. –añadió rodeándome la cintura con uno de sus brazos para impedir que me separase de ella.

Yo no tenía ninguna intención de separarme y perderme esa íntima y excitante confesión-relato.

– Cuenta, cuenta, e imaginemos que no necesita descansar entre corridas. ¿Qué más dejarías que te hiciera ese chavalito salido?.

– Le dejaría frotarme el clítoris con la punta de la polla, para que me lo hiciera vibrar, y luego le dejaría que me la metiese salvajemente hasta clavármela entera en el coño.

– Uuuuuffff… cómo me gusta que me den caña…

Yo también le tomé a ella por la cintura, estaba tan excitada que necesitaba agarrarme a algo para que la cabeza no se me fuese, y hallé la bien delineada cintura de mi nueva amiga.

– Eso es, le dejaría darme caña sin parar, y le dejaría correrse dentro de mí para que me abrasase por dentro.

– Alicia, me estás matando…

– Después, volvería a comerle la polla, embadurnada de mis jugos y su leche, pero en lugar de correrse en mi boca, esta vez le dejaría que se corriese sobre mis tetas. Me encanta cómo quema la leche de hombre sobre la piel según cae…

– Y a ellos les encanta correrse sobre nosotras –completé su frase-. Eso también tendré que probarlo…

– A mí se me corrieron encima una vez, por accidente, y fue una sensación deliciosa…

– Alicia, estoy demasiado cachonda…

– Yo también…

Sin ser realmente consciente de ello, mi mano libre se deslizó entre los muslos de Alicia. Su piel estaba febril, y avanzando bajo su falda, llegué hasta sus húmedas braguitas.

– Mmmmm –gimió.

Correspondió mi gesto llevando su mano libre a la bragueta de mi pantalón vaquero. Con habilidad metió sus dedos entre los botones y los desabrochó para tocar con la punta de sus dedos mis también mojadas braguitas. Gemí como ella.

– No me van las tías –me susurró suspirando con mis caricias en su íntima prenda-. Pero estoy tan cachonda…

– Creo que a mí tampoco –le susurré suspirando yo también con sus caricias-. “¡A mí sí!” -gritó mi resquicio de masculinidad-. Pero me estás poniendo tanto con lo que me estás diciendo…

Nuestras mejillas se frotaron, hasta que nuestros labios se encontraron. Una descarga eléctrica recorrió nuestras espinas dorsales, esa característica descarga que se produce cuando algo que parece prohibido se prueba. Sus labios eran suaves y carnosos, y acariciaron los míos con la misma dulzura con la que los míos rozaron los suyos, una delicia de tenue y tímido encuentro. Recorrimos con los labios nuestros rostros, y volviendo a estar mejilla con mejilla, su voz se coló por mi oído con un cosquilleo:

– Qué labios tan suaves tienes… me gustan…

– A mí me gustan los tuyos –le contesté en el mismo tono-, son tan jugosos… Sigue contándome qué más guarradas dejarías que te hiciera el amigo de tu hijo.

– Después de correrse sobre mí –prosiguió manteniendo sus caricias en mi braguita como yo en la suya-, le tumbaría y le montaría con ganas. Dejaría que me estrujase las tetas hasta llegar al límite del dolor, y dejaría que me apretara el culo con sus manos para ensartarme su polla hasta el fondo…

– Uuuuffff, te gusta tan duro como a mí.

Mis dedos se colaron por un lateral de su ropa interior, y palparon los mojados y abultados labios vaginales de mi narradora.

– Ooooohhhh –gimió.

Sus dedos, tomando mi ejemplo, se abrieron paso por mi encharcado coñito, y dos de ellos lo penetraron arrancándome un gemido que coreó al suyo. Nuestras mejillas volvieron a frotarse, y nuestros labios se reencontraron en suaves caricias. La punta de mi lengua delineó su carnoso labio inferior, y la punta de la suya recorrió mi labio superior. Nuestras lenguas apenas llegaron a rozarse, tan sólo un efímero avance de lo que podría ser después. Aquellos besos de mujer eran un exquisito manjar prohibido, que postergaban el encuentro final prolongándolo y haciendo desearlo aún más.

– Le cabalgaría con fuerza, ensartándome más y más en su polla –continuó susurrándome al oído tras el beso-, y dejaría que me metiera un dedo por el culo mientras me lo follo…

Nuestros dedos ya estaban bien alojados en el coñito de la otra, y nos derretíamos mutuamente metiéndolos y sacándolos sin ningún pudor, entregadas a la satisfacción que mutuamente nos estábamos dando mientras nuestras imaginaciones volaban con el relato de Alicia.

– Vas a hacer que me corra en cualquier momento –le confesé.

– Y tú a mí…

– No pares, por favor –le supliqué-, esto me está gustando demasiado.

– Y a mí también –contestó entre jadeos-. Esto no significa que ahora nos gusten las mujeres…

– No, claro que no –le respondí alcanzando su duro clítoris con mis dedos para acariciarlo arriba y abajo-. Sólo somos dos amigas pasándolo bien mientras fantasean con una polla…

– Sí, eso es. Dos amigas que disfrutan de su nueva amistad…

Nuestros labios fueron nuevamente al encuentro, y nuestras lenguas dejaron de lado su timidez para acariciarse húmedamente la una a la otra, mientras nuestros pétalos de rosa seguían buscándose para acariciarse.

– ¿Dejarías que el chico se te corriera otra vez dentro? – le pregunté cuando volvimos a estar mejilla con mejilla.

– Uuuum, sí, dejaría que se corriera dentro de mí con su abundante y ardiente semen llenándome todo el coño mientras su dedito se me clava por el culo…

– Es una sensación increíbleeeeeee – dije prolongando la palabra al sentir sus dedos jugueteando hábilmente con mi clítoris.

– Sí, y después me tumbaría y le dejaría que me follase la boca haciéndome saborear su leche y mi flujo mezclados, sin darme casi tiempo a respirar, siendo él quien me la metiese y sacase penetrándome los labios y obligándome a comérmela entera a base de golpes de cadera. Hasta que me la llenase de repente otra vez de semen, obligando a tragármelo todo. Así de guarra soy…

– Yo también soy así de guarra, me encanta sentir cómo se corren en mi boca, aunque tan violento no lo he llegado a hacer… ¡Ufffff!, suena salvaje…

– Así de salvaje tampoco me lo han hecho nunca, pero… uuuummmmm… -gimió interrumpiéndose al disfrutar con mis dedos acariciando la rugosidad interna de su encharcado coño.

– Aún te falta un agujero por ser follado… -le dije con una carcajada de satisfacción al sentir sus dedos haciendo lo mismo dentro de mí.

– Por supuesto, es que me lo reservo para el final. Antes de que me follase ese agujerito, me pondría a cuatro patas, y dejaría que me comiera todo el culo…

– Mmmmm…

– …dejaría que me metiese la lengua y me lamiese el agujerito haciéndome cosquillas. Luego permitiría que su lengua entrase húmeda y jugosa dentro de él, cuanto pudiera metérmela…

Sus dedos salieron de mí y volvieron a penetrarme con decisión, arrancándome un gemido que ella coreó cuando mis dedos la perforaron del mismo modo.

– …y después dejaría que su gorda polla se metiera entre mis nalgas y me perforase el culito hasta taladrármelo…

Nuestros pechos se restregaban contra la voluptuosidad de los de la otra. Apretándose nuestras turgencias, mientras nuestros erizados pezones se rozaban a través de las finas prendas veraniegas.

– Me daría por el culo sin compasión, muy duro y profundo, porque es un pervertido. Y yo le apretaría tanto esa polla que me parte en dos, que se correría otra vez, sacándomela para colocarla en lo alto de mi culito y descargar su hirviente semen sobre mi espalda, haciendo que se me doble por la sensación…

-¡Guau!, ¡qué guarro y excitante suena eso!. ¿Te lo han hecho alguna vez?.

– No, siempre me han acabado dentro, y con condón, así que me encantaría que me lo hicieran. Seguro que a Luis le gustan esas guarradas…

– Seguro… Creo que a mí también me gustaría que me lo hicieran. Somos tan pervertidas o más que él…

Las dos nos reímos, y nuestras carcajadas hicieron que nuestros pechos se presionasen con mayor fuerza y nuestros dedos alojados dentro de la otra fueran estrujados por nuestros potentes músculos vaginales. ¡Qué delicia de mutua masturbación!.

– Me encanta tu forma de pensar –me contestó Alicia dándome un beso en la mejilla y recorriéndola para que nuestros labios y lenguas pudieran encontrarse de nuevo.

Sus jugosos labios acariciaron la suavidad de los míos, la punta de mi lengua jugueteó con la suya sintiendo la calidez de su aliento. La atrapó entre sus labios, y la succionó invitándola a entrar en su boca, donde su húmedo músculo la recibió trazando círculos sobre ella. Nuestros pétalos de rosa se acoplaron, y nuestras bocas se fusionaron. Nos fundimos en un tórrido beso con el que exploramos cada rincón de la voracidad de la amiga que nos masturbaba y era masturbada.

– Alicia, mmmmm -le dije al oído entre jadeos tras dejar un reguero de saliva mezclada en su rostro-, estoy a punto de correrme…

– Uuuuffff, yo también…

– Termina de contarme tu fantasía, y corrámonos juntas, uuuufffff….

– Para terminar, como nunca me han follado el culo sin condón, dejaría que me la clavara entera, a pelo y salvaje, que me montase poniéndome a cuatro patas, cogiéndome del culo y empujándome con tanta fuerza que me hundiría la cara en el colchón… Dejaría que me diese unos azotes en las nalgas mientras su polla se me clava en las entrañas, y finalmente le dejaría que me llenase las tripas con una corrida brutal que me dejase empotrada en el colchón, quemándome por dentro mientras yo me corro una y otra vez…

Su boca buscó la mía y me besó con urgencia. Nos devoramos mutuamente. Mis dedos entraban y salían de su chorreante coñito a toda y velocidad, y los suyos perforaban el mío cuanto podían profundizar.

– Mmmmmm, mmmmm, mmmmm….- gemía Alicia con su lengua en mi boca-. Oooh, ooooh, ooooooohhhh… –emitió separándose de mis labios para poder respirar.

– Aaaah, aaaaaah, aaaaaaaaah… – jadeé yo.

El aire entre ambas olía poderosamente a hembra y, gimiéndonos la una a la otra cara a cara, sincronizamos nuestros orgasmos embadurnando nuestras manos con los cálidos fluidos del placer alcanzado. Alicia me dio un tierno beso en los labios.

– Uuuuuffff, hacía años que no me masturbaba con una amiga –me dijo.

– Ha sido genial –le contesté recuperando la respiración normal-. Esto es empezar bien una amistad y lo demás son tonterías.

Las dos nos reímos a carcajadas.

-¡Y todo por fantasear con un chavalito que probablemente no sea ni la mitad de pervertido de lo que creemos! – exclamó Alicia entre risas.

Ambas nos recompusimos y adecentamos en el baño. Al volver al salón, el olor a sexo de hembra mezclado con el aroma del tabaco era tan evidente, que Alicia tuvo que abrir la ventana para que la estancia se ventilara.

– Ya te quedarás a cenar, ¿no? – me preguntó.

– Ahora mismo no estaría más a gusto en ningún otro lugar –le contesté.

Ayudé a Alicia a preparar una buena ensalada, y cenamos tranquilamente, hablando y riendo sin parar. Mi nueva amiga era tan golosa como yo, con especial preferencia por el chocolate, mi mayor debilidad, por lo que de postre disfrutamos juntas de un delicioso helado de chocolate que Alicia sirvió generosamente para ambas.

Nos despedimos con dos cariñosos besos, quedando en que volveríamos a vernos el martes siguiente, el primer día que le daría clases a su hijo.

Ya metida en mi cama, rememoré cada minuto del día. Me sentía llena de vida, encantada por todo lo vivido. Iba a poder ayudar a Pedro con sus estudios y eso me daría una gran satisfacción personal. Su madre me había fascinado, pasando de ser el amor platónico de mi masculina adolescencia, a lo que prometía ser una verdadera amiga en mi joven madurez femenina. Me dormí feliz.

CONTINUARÁ…

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Relato erótico: La viuda de mi hijo y su madre son ahora mis putas 2 (POR GOLFO)

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DE LOCA A LOCA PORTADA2

La viuda de mi hijo y su madre son ahora mis putas 2
Sin-t-C3-ADtulo25Tal y como había previsto mi nuera y su madre aceptaron ser mis putas. Si en vida de mi hijo esas dos habían conseguido separarme de Manuel, ahora que estaba muerto había llegado la hora de mi venganza. Esas malnacidas que me habían enemistado con mi retoño habían hecho lo mismo con mi ex y por eso, aunque lleváramos diez años separados, me pusieron en bandeja que Aurora se convirtiera en mi cómplice. Con el mismo rencor corroyéndola sus entrañas, vio en mis planes una forma de devolverles las afrentas sufridas y por eso, no tuvo inconveniente en unirse a mí en mi represalia.
Hundidas económicamente, cómo querían salir de la indigencia y ver a mi nieto, tuvieron que pasar por el aro. Decidieron a regañadientes aceptar ser nuestras esclavas sexuales y cerrando ese acuerdo ilícito e inmoral, Sonia, la viuda de mi chaval tuvo que hacerme una felación mientras la zorra que la engendró hacía lo propio con el coño de mi ex.
Esa tarde la utilicé para agenciarme todo lo necesario para hacerles la existencia imposible. Al despedirme de mi antigua compañera, fui a un sex-shop a comprar los artilugios que me faltaban, porque dentro de mi siniestro plan, tenía previsto someterlas a las más diversas torturas. Jamás había entrado a un lugar semejante y por eso quedé entusiasmado al observar hasta donde podía llegar la imaginación perversa de los fabricantes. Pasando por alto que había muchos instrumentos cuya finalidad no entendía, me divirtió comprobar el tamaño de muchos de ellos. Os juro que aunque había visto imágenes  de consoladores desmesurados, nunca creí que fuera posible encontrarme con uno de casi medio metro de largo cuya circunferencia era de al menos diez centímetros de ancho.
“¡Que burrada!”, pensé mientras lo metía en la cesta y muerto de risa, seguí buscando otros instrumentos de tortura.
Reconozco que pasé un buen rato disfrutando de antemano de las penurias que iban a sufrir esas dos guarras. Olvidándome de los precios, cuando fui a pagar había seleccionado una buena cantidad de sádicos artilugios y por eso no me importó el palo que di a mi tarjeta de crédito. Nada era demasiado para devolverle el sufrimiento que tanto Sonia como Teresa me habían hecho pasar. Al llegar a casa cargado de bolsas, me encontré con que Aurora me estaba esperando en la puerta.
Como habíamos quedado mi ex me iba a acompañar al cortijo para ayudarme en el castigo de esas dos. Venía vestida como al mediodía, pero al ver el tamaño de su maleta, comprendí que su estancia iba a ser larga porque traía ropa suficiente para al menos un mes. Mientras me echaba una mano al desenvolver las compras, descubrí con alborozo que por el brillo de sus ojos esa morena se había excitado al ir abriendo los paquetes, pero ya no me cupo ninguna duda cuando cogiendo un par grilletes, me preguntó:
-¿Te importaría que los estrenáramos esta noche?
Ni que decir tiene que eso no fue lo único que dimos uso durante las siguientes horas hasta que agotados nos quedamos dormidos abrazados sobre las sábanas.
Las primeras veinticuatro horas de suplicio de esas zorras.
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Al despertarnos empezamos con los preparativos de nuestra marcha y fue entonces cuando escuchamos las risas de nuestro nieto cuando comprendí que aunque el niño solo tenía tres años, ya era lo suficientemente mayor para que no pudiéramos abiertamente abusar de su madre y de su abuela.
-No te preocupes- me contestó mi ex al expresarle mis dudas – en su presencia  serán nuestras criadas y solo cuando él no esté, las obligaremos a ser nuestros juguetes.
Comprendiendo que tenía razón, accedí a disimular aunque eso significara suavizar su castigo.
-Te equivocas- me contestó meneando su melena- ¡No tendrán tanta suerte!
Sus palabras me hicieron saber que se le había ocurrido una solución y dejándolo en sus manos, preferí que me sorprendiera. Por su sonrisa, lo que se les tenía preparado iba a ser el menos malévolo. Como sabía que no tardaría en saberlo, me dediqué a acomodar los distintos enseres dentro del coche y por eso no fui testigo del momento en que mi nuera y su madre llegaron a la casa.
Cuando retorné, me encontré a esas dos cerdas vestidas de sirvientas.
“¡Qué poco ha tardado Aurora en ponerlas su uniforme!”, pensé mientras las echaba un vistazo.
El atuendo las sentaba muy bien, aunque tuve que reconocer que curiosamente  a la que le quedaba mejor era a Teresa, la madre. Con unos kilos de más para la talla de su vestido, se la veía atractiva al quedar realzadas sus formas bajo la tela.
“Coño, ¡Va a resultar que esta buena”, me dije gratamente sorprendido por ese hecho e interesado en comprobarlo, pasé mi mano por su trasero.
Mi consuegra soportó mi manoseo sin quejarse, lo que me dio la oportunidad de valorar que esa puta tenía un culo estupendo. Las nalgas de esa cincuentona habían perdido un poco la firmeza de la juventud pero se mantenían lo suficientemente duras para que resultaran apetecibles. Ya lanzado cogí sus pechos y ejerciendo presión con mis dedos, observé con disgusto que los tenía blandos y caídos pero eso no fue óbice para que aprovechara para dar un duro pellizco a sus pezones mientras miraba a su hija en busca de alguna reacción.
-¡Me duele!- se quejó al sentir el maltrato.
Os reconozco que no sé todavía que fue lo que más me gustó, si escuchar su queja o descubrir que como el día anterior, Sonia no había podido reprimir un gesto de satisfacción al ver a su madre humillada. Como sabía que tendría tiempo de sobra para averiguar el motivo por el que mi nuera disfrutaba con ello, decidí concentrarme en ella.
Aunque Sonia era una monada de veintiocho años, al mirarla no pude dejar de valorar que estaba hecha una pena. Las profundas ojeras que circundaban sus ojos me revelaron que esa guarrilla no había podido dormir la noche anterior. Despeinada y triste, parecía horrorizada por su futuro. Su genuina desesperación influía incluso en el modo que estar de pie: Con los pies juntos y sus manos abiertas hacia atrás, esa muchacha expelía miedo y desasosiego por todos sus poros.
-Se te ve contenta- le dije con sorna mientras la obligaba a modelarme su uniforme.
Mi nuera, bajando su mirada, me contestó:
-Lo estoy, Javier.
Fue entonces cuando Aurora interviniendo le soltó una bofetada mientras le decía:
-Zorra, a partir de hoy, cuando esté tu hijo presente te dirigirás a tu dueño como  “señor” y cuando no lo esté, como “amo”. ¿Lo has entendido?
Viendo que había captado el mensaje, le obligó a repetir su respuesta. Con lágrimas en los ojos, me miró diciendo:
-Lo estoy, ¡Amo!
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La sumisión de esa rubia me satisfizo y urgido por comprobar sus límites, las informé de nuestra marcha.
Mientras Aurora llevaba en brazos a su nieto, mi nuera y su madre se ocuparon de acarrear con el equipaje de forma que en pocos minutos, estábamos los cinco cómodamente sentados en el coche. Con mi ex como copiloto y ese par de putas con el niño en los asientos traseros, salimos rumbo a mi cortijo. Aprovechando un semáforo en rojo, mi cómplice me pasó un mando a distancia y me dijo:
-¡Haz los honores!
En cuanto lo activé y escuché los gemidos de sorpresa que surgieron de las gargantas de esas dos putas, comprendí:
“¡Aurora les había insertado en sus coños dos consoladores inalámbricos!”.
Mirando a través del espejo retrovisor, me dediqué a subir y a bajar la intensidad de ambos mecanismos mientras nuestras víctimas intentaban que mi nieto no notara nada. Os juro que disfruté viendo los intentos de esas dos en evitar que la excitación que sentían no se exteriorizara. En el caso de mi nuera, intentó controlarla cerrando sus piernas pero al hacerlo la presión se vio incrementada y por eso fue la primera en correrse. En cambio, Teresa al no combatir lo inevitable, tardó en hacerlo pero cuando lo hizo con una serie de suspiros nos informó de que el placer estaba asolando su sexo. Satisfecho, apagué los aparatos y dándole el mando a mi antigua mujer, le dije:
-Antes de que lleguemos a Sevilla, quiero que esas zorras estén agotadas.
Soltando una carcajada, me respondió:
-Así lo haré.
Muerto de risa, le acaricié un pecho. Aurora sin cortarse, separó sus rodillas y subiéndose la falda, me preguntó:
-Amo ¿Puedo masturbarme?
Extrañado de que me pidiera permiso y de que se refiriera a mí de esa forma, antes de concedérselo, le pedí que me aclarara el porqué. Entornando sus ojos, me miró diciendo:
-Esas dos deben aprender que hay jerarquías. A partir de hoy, te obedeceré para que ellas sepan quién es su dueño.
Cómo os imaginareis no estaba preparado para oír de su boca que la que había sido mi esposa durante tantos años se me ofrecía como sumisa y viendo que tenía gato encerrado, le pregunté la razón por la que lo hacía:
-Ayer me di cuenta que me excitaba verte comportar como dominante y además, como tu favorita podré tener más libertad para adiestrar a esas dos.
Mas excitado de lo habitual, le di permiso para masturbarse en mi presencia y por eso mientras cogía la autopista de Andalucía, fui testigo de cómo esa mujer metía su mano dentro de sus bragas y poniendo cara de fulana, daba rienda suelta a su lujuria. Sin prisa pero sin pausa, recorrió los pliegues de su sexo para concentrar toda la calentura que la dominaba en su entrepierna. Atónito presté atención a cómo con furia empezó a torturar su clítoris. Era alucinante verla restregándose sobre el asiento mientras con la otra mano se acariciaba los pechos. Los gemidos de mi ex no tardaron en acallar la canción de la radio y liberando su placer, se corrió sobre la tapicería.  Al terminar, me dio un beso mientras decía:
-Gracias, lo necesitaba-.
Asumiendo que me iba gustar esa faceta recién descubierta, le dije:
-No sabía que eras tan puta.
Entornando sus ojos, me respondió:
-Yo tampoco, amo.

km10949b_mAl llegar al cortijo y mientras nuestras peculiares criadas sacaban las maletas del coche, lo primero que hice fue mostrarle la casa a Aurora. Mi ex se quedó encantada con las diferentes habitaciones pero lo que realmente le cautivó fue comprobar el tamaño de mi cama:
-¡Es una king size!- exclamó dejándose caer sobre ella.
Descojonado, le expliqué que quizás se quedaría pequeña por ser cuatro los que íbamos a usarla. Al escucharme, me respondió:
-Solo dormiremos en ella, tu y yo. ¡Esas dos putas lo harán en el suelo!
Su respuesta me divirtió pero recordando la confesión que me hizo en el vehículo, decidí comprobar cuanta realidad contenía y con una malévola sonrisa en mi cara, le contesté:
-Eso depende de lo bien que te portes. Por lo pronto, demuéstrame que eres obediente y dame placer.
Mis palabras lejos de escandalizarla, la motivaron de sobre manera y pegando un grito de alegría, se arrodilló a mis pies y me bajó la bragueta. Cuando ya tenía mi sexo entre sus manos y pensaba que iba a empezar, me preguntó:
-Amo, ¿Puede su sucia sumisa satisfacer a su dueño?
Ya en mi papel, contesté:
-Eso te he dicho, ¡Puta!. Date prisa si no quieres ser castigada.
No tuve que repetírselo dos veces y abriendo su boca, se engullo toda mi extensión de un modo tan lento y paulatino que pude disfrutar de la tersura de sus labios recorriendo mi polla al hacerlo. Dejé que llevara el ritmo, acariciándole la cabeza. Decidida a satisfacerme, usó su lengua para embadurnar con su saliva tanto mi pene como mi glande y solo cuando consideró que era suficiente, se lo volvió a introducir hasta el fondeo de sus garganta.
Reconozco que me encantó la forma tan sensual con la que se lo hizo. Ladeando su cara, hizo que rebotase en sus mofletes por dentro antes de incrustárselo. Aunque no me había dado cuenta, Aurora llevaba un tiempo masturbándose su propio sexo y por eso me cogió desprevenido notar que  se corría. Sin dejar de pajearme,  sus piernas temblaron al hacerlo y berreando como una cierva en celo, me rogó que derramara mi simiente en su interior.
Fue entonces cuando un ruido a mi espalda me hizo descubrir a mi nuera mirándonos y debido al morbo que sentí al ser ella testigo de esa felación, me corrí sujetando la cabeza de mi favorita al hacerlo. Por primera vez, advertí en los ojos de esa rubia un atisbo de excitación y dejándome llevar terminé de sembrar con mi semen la garganta de Aurora.
Ya tranquilo, metí mi pene en mi calzón y cerrándome la bragueta, dejé a esa puta con su maestra. No había llegado al pasillo cuando escuché una serie de azotes y gemidos, sonriendo pensé:
“¡Qué bien me lo voy a pasar a partir de hoy!”
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Al ir a ver a mi nieto, lo hallé dormido en manos de su otra abuela. Cómo ya era tarde y durante el viaje le habían dado de cenar, ordené a Teresa que lo llevara a la cama, tras lo cual, me serví una copa. No llevaba ni tres sorbos cuando escuche que Aurora exigía la presencia de su consuegra y como en ese momento lo que me apetecía era disfrutar de mi whisky, no me urgió averiguar porque la llamaba.

Estaba apurando el vaso cuando mi ex entró en la habitación, vestida totalmente de cuero con un corsé que realzaba sus curvas. Casi me atraganto al disfrutar  de sus enormes pechos comprimidos por un sujetador con forma cónica.
“¡Está para comérsela”, exclamé mentalmente.
Realmente, disfrazada de esa forma era una mujer impresionante. Tras ese atuendo, se adivinaba a una hembra seductora y fascinante, segura de su feminidad, cuyos cincuenta años, lejos de causar rechazo, tenían una belleza singular.
-¿Quieres una copa?- dije al ver que se acercaba.
Asintió y mientras se la ponía, me dijo:
-Amo, tengo preparadas a sus esclavas pero antes de hacerlas pasar quiero preguntarle: ¿Me deja vía libre en su adiestramiento?
Soltando una carcajada, le contesté:
-Claro- y ya interesado, intenté averiguar que les tenía preparado.
-Voy a enseñarles lo que es obediencia, incluyéndome yo en ella. A todos los efectos seré su esclava, pero ellas tendrán que tratarme como su maestra, ¿Le parece bien?-.

-Sí, putita-, respondí y sonriendo, le solté: -Si hubiera sabido esto, no me hubiera separado de ti.

Con sus mejillas coloradas por su excitación, respondió:
-Si yo hubiese sido consciente antes, no le hubiese hecho falta.
Su respuesta me satisfizo. Aurora no sólo me iba a ayudar, sino que había aceptado voluntariamente ser mi sumisa. Supe que mi futuro iba a ser maravilloso cuando escuché a mi ex llamar a las otras dos.
“¡No puede ser!” pensé al verlas entrar.
Con un collar como única vestimenta, madre e hija hicieron su aparición. Se las notaba indecisas y asustadas. Yendo hacia ellas, Aurora las obligó a arrodillarse, con el cuerpo y los brazos echados hacia delante, de manera que sus culos quedaron en pompa, en disposición de ser usados.
“La posición de esclava”, sentencié recordando lo que había leído sobre ese mundo.
Qué esa mujer supiera de esa postura, me reveló que aunque creía que la conocía muy bien, no era cierto. Por otra parte, que no le costara ningún esfuerzo ponerlas así, tenía que ver tanto con su miedo  como por el hecho que ambas mujeres aceptaban ya su destino. Contenta por el resultado, la maestra me pidió que me acercara a comprobar la mercancía.
Sin saber que era premeditado, mi ex eligió a nuestra consuegra como inicio, y cogiendo de un cajón una fusta, la usó para recorrer los bordes del sexo de su víctima mientras me decía:
-Le presento a “Perra”, su nueva sumisa. Aunque es un poco vieja, tiene todavía un culo con posibilidades de ser usado – dijo y para dar mayor énfasis a sus palabras introdujo un dedo en el ojete de la mujer- es la madre de “Cachorra”.
Buscando su completa humillación, separando los labios de su sexo, le introdujo el instrumento duramente hasta que chocó con la pared de la vagina. Teresa, indefensa, se retorció al sentirse violada mientras su hija miraba su castigo con interés. Mi ex sacando y metiendo la fusta, la empezó a follar sacando de su garganta aullidos de dolor. Fue entonces cuando llamando a la “cachorra” le exigió que pellizcara en ambos pechos a su madre.
La rubia, obedeciendo, se acercó y agarrando los pezones de la “Perra”, los torturó con saña ante la mirada atónita de todos los presentes. El modo tan bárbaro con el que retorció las areolas de Teresa me indujo a pensar que se estaba vengando de algo. Aurora, que no era tonta, lo advirtió en seguida y tratando de averiguar hasta donde llegaría sacó un arnés y se lo lanzó diciendo:
-¡Póntelo y fóllate a esa puta!
Os confieso que nunca creí al ver el enorme trabuco que tenía adosado ese cinturón que Sonia fuera capaz de usarlo, pero contraviniendo toda la lógica, sonrió mientras se lo ponía y poniéndose a la espalda de mi indefensa consuegra, le separó las piernas y de un solo golpe se lo ensartó hasta el fondo de su coño. El grito de angustia de Teresa fue ensordecedor al sentir que su propia hija la estaba violando y llorando a moco tendido, soportó tan cruel ataque sin quejarse.
La violencia del asalto no me permitió advertir a la primera que los pezones de mi nuera estaban totalmente erizados mientras se follaba a su madre y solo me di cuenta cuando hecha una energúmena la rubia empezó a azotar su trasero mientras le gritaba:
-¡Por fin tienes tu merecido!
Aunque resulte paradójico, tuve que intervenir a defender a esa maldita porque si dejaba a su hija seguir podía resultar seriamente herida ya que no satisfecha con los azotes, le empezó a golpear con el puño.
-¡Joder con la zorrita!- exclamé tirando de ella y llevándomela lejos de su víctima.
Fue entonces cuando directamente se puso a cuatro patas sobre la alfombra y chillando, me dijo:
-Amo, ¡Fóllese a su cachorra!
Ver a esa rubia, la viuda de mi hijo, en esa posición y rogándome que la follara fue demasiada tentación para mis pobres huesos y despojándome de mi pantalón, acudí raudo a cumplimentar sus deseos. Sin darle tiempo a pensar, me coloqué detrás de ella y  separándole sus  piernas, contemplé por vez primera el sexo de mi nuera. Exquisitamente depilado llamaba a ser tomado pero justo cuando me disponía a hacerlo, le separé las nalgas y descubrí un  rosado ojete nunca hollado. Saber que nadie había hecho uso de semejante maravilla me pudo y con un dedo recorrí sus bordes, antes de introducirlo en su interior.
-Amo, soy virgen por ahí- confirmó Sonia aterrorizada con la perspectiva.

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Era tan tentador que, aunque no me importaba destrozarla, me entretuve en relajarlo antes de meter el segundo. No tardé en escuchar un jadeo. Sonia estaba sufriendo pero intentaba no quejarse, lo que me dio motivos para continuar. Forzando un poco sus músculos, fui encajando y sacando mis dedos hasta que desapareció la resistencia, entonces y solo entonces, acerqué mi glande a su entrada.
-¿Estás lista cachorra? – pregunté y sin darle tiempo a contestar, posé mi manos en sus hombros y se lo introduje de un solo arreón.
Mi nuera chilló de dolor al sentir violado su recto y con lágrimas en sus ojos, permitió que mi pene la empalara poco a poco. Lo hice tan lento que me dio tiempo a notar, como toda mi extensión iba rozando las paredes de su ano, destrozándolo. La rubia, mordiéndose los labios, aguantó el dolor de sentirse desgarrada.
Con mi sexo completamente en su interior, vi que Aurora se había puesto el arnés y que al igual que yo estaba sodomizando a su víctima pero mientras en mi caso, el culo de mi nuera estaba sufriendo para acoger en su interior mi pene, el ano de mi consuegra debía de estar habituado porque mi ex no tuvo problema alguno en hacerlo.
-¡Menuda puta estás hecha!-escuché que le decía al darse cuenta de que su víctima tenía ese esfínter más que usado.
En cambio a Sonia, mi hijo nunca la había tomado vía anal y por eso le dolió brutalmente al principio, pero después de unos minutos, con el esfínter ya relajado, me sorprendió que empezara a disfrutar. Me di cuenta de ello, cuando llevando una mano a su entrepierna, se empezó a masturbar. Sabiendo que había llegado el momento de su claudicación, le azucé dando un azote en su trasero mientras le decía:
-Cachorra, ¡Córrete para tu amo!
Fue como si se desbocara, berreando como una hembra en celo, mi nuera movió sus caderas violentamente hacia atrás, clavándose hasta el fondo mi herramienta. Gritando me pidió que la ayudara, y entonces comprendí que estaba a punto de correrse y dándole una tanda a modo de aguijón, conseguí que su cuerpo adquiriera un ritmo infernal. Sus pechos se bambolearon al compás de mis penetraciones mientras se desgañitaba chillando su placer.
Su orgasmo me empapó de arriba abajo. Aunque le estaba dando por culo, su sexo se encharco de tal manera que cada vez que chocaba contra su trasero, salpicaba de flujo por doquier. Su brutal reacción terminó de excitarme, y uniéndome a ella, le regué con mi semen todos sus intestinos.
Agotado, me desplomé sobre ella. Con mi pene todavía incrustado en su culo, la zorra creyó morir y convulsionando sobre la alfombra, vio prolongado su orgasmo de tal manera que llegué incluso a pensar que le había dado un ataque epiléptico. Os juro que aterrorizado busqué con la mirada a Aurora, que ajena a lo que estaba ocurriendo, estaba obligando a Teresa a limpiar con su lengua los restos de mierda que habían quedado en el trabuco del arnés.
-Tranquilo- me dijo con sorna al escuchar mi petición de ayuda- Manuel me contó que esa puta, cuando se corre, se comporta así.
Ya más relajado, me quedé observando como la rubia era incapaz de parar. Temblando como poseída por un demonio y manifestando por medio de gritos el placer que asolaba su cuerpo, Sonia siguió retorciéndose hasta que Mi ex llegó a su lado y soltándola un bofetón, paró su actuación de golpe:
-Siempre lo supuse, pero ahora lo he confirmado. Esta zorra es una estupenda actriz y cómo eso le había servido para someter a mi hijo, estaba repitiendo su papel para ver si le servía contigo.
-¡Será hija de puta!- exclamé al percatarme de que me lo había creído.
Por suerte, Aurora estaba allí y cuando quise agradecérselo, me dio un beso diciendo:
-Amo, deme un minuto mientras preparo al ganado.
Descojonado vi cómo, sacando de la bolsa del sex-shop unas cuerdas, las ató tumbadas a los pies de la cama, de modo que eran incapaces de moverse, con sus culos levantados y sus sexos expuestos. Tras lo cual, incrustó sendos plugs anales en sus esfínteres y sonriendo, se metió junto conmigo entre las sabanas mientras me decía:
-Si se despierta esta noche y no le apetece follarse nuevamente a su favorita, recuerde: ¡Tiene dos culos extras a su disposición!
Muerto de risa, le contesté:
-Si son extras… ¿Es que acaso me vas a dar el tuyo? ¡Cuando eras mi mujer siempre te negaste!
Poniendo cara de puta, me dijo:
-Pero ahora que soy su sumisa, ¡Será suyo siempre que lo desee!
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Homenaje de un amigo al pueblo y la ciudad de Madrid (11-Marzo-2004)

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Sé que no es a lo que os tengo acostumbrado pero un amigo, Julio Cesar Pérez, me hizo llegar este escrito realizado por él y he creído a bien subirlo a mi blog en homenaje a la ciudad que me acogió hace tantos años.
 
 
ODA A MADRID
No, este no es un relato futbolístico. No.
Y no lo es porque ni tengo ganas, ni tengo fuerzas, ni
tengo nada para escribir uno. No puedo, aún me es
imposible. Hoy me es imposible.
Lo único que puedo escribir es esto. Jamás me ha sido
más difícil comenzar un escrito, pero tampoco jamás he
tenido tantas ganas de escribir algo. Algo. Lo que fuese.
Algo que me ponga en paz conmigo mismo, con vosotros y con
todo el mundo.
En aquellos trenes iban tantas buenas personas, tantos
estudiantes, tantos trabajadores, tantas mujeres, tantos
hombres, tantos niños. No creo que jamás pueda olvidar
todos y cada uno de los minutos que se sucedieron desde que oí la noticia. La incredulidad, la rabia, la ira, la
desesperación, la pena. Aquella enorme pena que aún tengo
mientras tecleo con los ojos llorosos. Y la admiración por
todos aquellos ciudadanos que se volcaron en ayudar a las
víctimas. La cara de angustia de aquel jardinero municipal,
la ternura de aquella enfermera del Samur, aquellos
 policías municipales o aquellos vecinos anónimos.
Madrid siempre ha sido una ciudad de hijos pródigos. A
diferencia de un aragonés con una jota, jamás un
madrileño se emociona oyendo un chotis. Yo mismo, que soy
de abuela zaragozana siento mucho más una jota que un
chotis. Tampoco sentimos nada comparable a lo que pueda
sentir un vasco o un cántabro o un gaditano cuando ven el
mar. Ni lo que pueda sentir un gallego o un asturiano cuando
oyen una gaita. Si somos algo es del Real Madrid, del
“Atleti” o del “Estu”. Y eso si hemos de
ser algo.
Y sin embargo, cualquiera puede ser madrileño. A nadie
le importa si tu abuela era de Extremadura o tu padre de
Senegal. A nadie le preocupa si tú has nacido en Quito, en
Lima o en Varsovia. Para ser madrileño basta con vivir en
Madrid. Tal vez este sea el único tesoro cultural de los
madrileños: el ser mestizos a ultranza.
Quizás por eso los asesinos eligieron Madrid. Tal vez
porque sabían que atentando allí atentaban contra todos.
Asesinaron españoles. Asesinaron peruanos. Asesinaron
filipinos. Y polacos. Y marroquíes. Y franceses. Y rumanos.
Y búlgaros. Y cubanos. Hasta a un pobre hombre de Guinea
Bissau. Santo Cielo, no tengo ni idea de cual puede ser el
gentilicio de Guinea Bissau, aunque tampoco creo que importe
mucho, porque aquel hombre era madrileño. Ese era su
gentilicio. Ese era el gentilicio de toda aquella buena
gente.
Quizás por eso, por su odio asesino eligieron Madrid. Y
parece que no se equivocaron. Destrozaron la vida de una
niña de siete meses. De un estudiante de veintitrés. De un
chico filipino que cantaba en el coro de su iglesia. De una
madre embarazada. Y de tantos, tantos otros, que es un
horror volver a recordarlo.
Pero aquella pesadilla no fue tan solo muerte y
destrucción. Aquella pesadilla fue también solidaridad.
Primero en los aledaños del atentado, en los hospitales, en
las furgonetas de los que se ofrecieron para llevar a los
heridos, en los taxis que no quisieron cobrar a los
familiares. Y en los hoteles que les alojaron gratis.
Después en las calles de toda España, con más de once
millones de corazones rotos. Y en el D.F, en Bruselas, en
Berlín, en Roma, en París, en Santiago de Chile. Y
también en esas otras urbes rotas por el dolor que fueron
Buenos Aires y Nueva York. O Moscú. ¿En qué nos parecemos
un español y un ruso, cuando nos separan miles de
kilómetros?. Sorprende descubrir que en infinidad de cosas.
El dolor por los atentados, una más.
Esta claro que sobran siete ratas para organizar una
masacre, pero conforta ver que, contra ellos, somos millones
los que sentimos asco. Y dolor. Y rabia. Y serán siete o
setecientos, pero aunque fueran siete mil millones, solo
deben tener clara una cosa: que les venceremos.
Y puede que el mes que viene yo vuelva a escribir
relatos. Y si no será el siguiente. Y puede que el mes que
viene tú vuelvas a leerlos, o a criticarlos, o a
ignorarlos. Y si no el siguiente. Y puede que ahora nuestro
deber sea, por muy difícil que resulte, volver a recuperar
la normalidad. Pero ahora no tengo ganas, ni fuerzas, ni
nada.
Ahora solo tengo fuerzas para decir una cosa. Que
venceremos. Venceremos seguro. Y no ya los madrileños, o
los españoles, no. Venceremos los seres humanos. Venceremos
las personas de bien. Y venceremos porque somos más, porque
mejores y porque somos más guapos.
En memoria de todos aquellos que murieron asesinados el
día 11 de Marzo de 2004.
VIVA LA LIBERTAD

 

“Dueño inesperado de la madre y de la esposa de un amigo” LIBRO PARA DESCARGAR (POR GOLFO)

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Sinopsis:

El destino es caprichoso y cruel pero también magnánimo. A Gonzalo Alazán nada podía haberle hecho prever las consecuencias de una petición de auxilio por parte de un buen amigo. Enfermo y moribundo, Julio le informó que le había nombrado su heredero a pesar que tenía una mujer y que su madre seguía viva.
Extrañado por esa decisión pero a la vez,interesado porque además de inmensamente rico, la madre de su amigo había poblado sus sueños en la adolescencia y para colmo era el marido de un bellezón. Al preguntar por los motivos que tenía para desheredarlas, Julio le contestó que ambas eran incapaces de administrar su dinero por lo que había pensado en él para que nada les faltase.
No deseando aceptar esa responsabilidad, llegó al acuerdo de visitar la finca donde vivían los tres y así comprobar si tenía razón al pedirle ayuda..

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Para que podías echarle un vistazo, os anexo los TRES PRIMEROS CAPÍTULOS:

CAPÍTULO 1 – LA ENFERMEDAD DE JULIO

El destino es caprichoso y cruel pero también magnánimo. Hombres y mujeres estamos en sus manos y estamos impotentes ante sus muchas sorpresas. A veces son malas, otras pésimas y en la menor de las ocasiones, te sorprende con una campanada que te cambia la vida de un modo favorable. Curiosamente un buen día para Fernando Alazán, una mala noticia se convirtió en pésima sin saber que con el tiempo, esa desgracia se convertiría en lo mejor que le había ocurrido jamás.
Nada podía haberle hecho prever las consecuencias de una petición de auxilio por parte de un buen amigo. Como tantas mañanas, estaba en el despacho cuando Lidia, su secretaria, le avisó que tenía visita. Extrañado miró su agenda y al ver que no tenía nada programado, preguntó quién deseaba verle.
―Don Julio LLopis― contestó la mujer y viendo su extrañeza, aclaró: ― Dice que es un amigo de su infancia.
―Dígale que pase― inmediatamente respondió porque no en vano, ese sujeto no solo era uno de sus más íntimos conocidos sino que para colmo estaba forrado.
Mientras esperaba su aparición, Fernando se quedó pensando en él. Llevaba al menos seis meses sin verle porque sin despedirse de nadie, se había marchado a vivir a su finca que tenía en Extremadura. Aunque a todos sus amigos esa desaparición les había resultado rara, él siempre había objetado que si lo pensaba bien, no lo era tanto:
―Con una esposa tan impresionante, no me importaría dejar todo e irme al fin del mundo con ella― comentó a uno que le preguntó, recordando a Lidia, su mujer. Debido a que sin pecar de exagerado, para él, Lidia era la mujer más impresionante con la que se he topado jamás. Morenaza, de un metro setenta, la naturaleza la ha dotado de unos encantos tan brutales que en el interior de su cerebro sostenía que nadie en su sano juicio perdería la oportunidad de pasar una noche con ella aunque eso suponga perder una amistad de años.
Mientras espera su llegada, tuvo que confesarse a sí mismo que si Julio seguía siendo su amigo, se debía únicamente a que jamás había tenido la ocasión de echarle los tejos y que de haber visto en sus ojos alguna posibilidad, se hubiese lanzado en picado sobre ella. Tenía para colmo las sospechas que detrás de esa cara angelical, se escondía una mujer apasionada.
«Por ella sería capaz de hacer una tontería sentenció al rememorar ese cuerpo de lujuria que hacía voltear a cuanto hombre que se cruzaba con ella.
«No solo tiene unos pechos grandes y bien parados sino que van enmarcados por un cintura de avispa, que es solo la antesala del mejor culo que he visto nunca», pensó justo en el momento que su marido cruzaba su puerta.
El aspecto enfermizo de mi amigo le sobresaltó. El Don Juan de apenas unos meses antes se había convertido en un anciano renqueante que necesitaba de un bastón para caminar.
―¿Qué te ha pasado?― exclamó al percatarse de su estado.
Julio, antes de poder contestar, se sentó con gran esfuerzo en la silla de confidente que tenía frente a su mesa. Esa sencilla maniobra le resultó increíblemente difícil y por eso con un rictus de dolor en su rostro, tuvo que tomar aliento durante un minuto.
―Cómo puedes ver, me estoy muriendo.
La tranquilidad con la que le informó de su precario estado de salud, le desarmó e incapaz de contestar ni de inventarse una gracia que relajara el frío ambiente que se había formado entre ellos, solo pudo preguntarle en que le podía ayudar:
―Necesito tus servicios ― contestó echándose a toser.
Su agonía quedó meridianamente clara al ver la mancha de sangre que tiñó el delicado pañuelo que sostenía entre las manos. El dolor de mi amigo le hizo compadecerse de él y olvidando la profesionalidad que siempre mostraba en el bufete, respondió:
―Si quieres un abogado, búscate a otro. ¡Yo soy tu amigo!
Tomando su tiempo, el saco de huesos que pocos meses antes era un destacado deportista, insistió:
―Exactamente por eso y porque eres el único en que confío, vengo a informarte que te he nombrado mi heredero.
Las palabras del recién llegado le parecieron una completa insensatez y por ello no tuvo que meditar para espetarle de malos modos:
―¡Estás loco! ¡No puedo aceptar! Tienes a Lidia y si no crees que se lo merece, todavía te queda tu madre…
Fernando no se esperaba que con una parsimonia que le dejó helado, Julio le rogara que permaneciera callado:
―Ninguna de las dos tiene capacidad para afrontar lo que se avecina y por eso, quiero pedirte ese favor. Necesito que una vez haya muerto, queden bajo tu amparo.
La rotundidad con la que hablo, diluyó parcialmente sus dudas y sin sospechar la verdadera causa de esa decisión y asumiendo una responsabilidad que no debía haber nunca aceptado, accedió siempre y cuando pudiera ceder en un momento dado la herencia a sus legítimas dueñas.
―¡Por eso no te preocupes! En el testamento, he dispuesto que de ser voluntad de Lidia o de mi madre el hacerse cargo de la herencia, esta pase automáticamente a ellas.
«No comprendo», rumió como abogado, «si les da ese poder, realmente y en la práctica, solo seré su albacea hasta que decidan que ellas se pueden valer por sí mismas».
En su fuero interno, Fernando creyó que lo que su amigo le estaba pidiendo es que le ayudara a que su esposa y su madre no hicieran ninguna tontería una vez fallecido y por ello, más tranquilo, aceptó ya sin ningún reparo. El enfermo al oír que su amigo accedía a tomar esa responsabilidad y haciendo acopio de las pocas fuerzas que le quedaban, le invitó a pasar ese fin de semana a su finca para que así tener la oportunidad de cerrar todos los flecos.
―Cuenta con ello― Fernando respondió y temiendo por el estado de Julio, únicamente cerró el trato con un ligero apretón de manos, debido a que hasta el más suave abrazo podía dañar su delicada anatomía.
Quedando que ese mismo viernes iría, le acompañó hasta un taxi. Mientras le veía marchar, no pudo dejar de pensar en lo jodido que estaba y que como uno de sus mejores amigos, no le pensaba fallar.

CAPÍTULO 2 ― VISITA A “EL VERGEL” Y ESO LE DEPARA NUEVAS SORPRESAS.

Tal y como habían acordado, ese viernes al mediodía Fernando Alazán cogió su coche y se dirigió hacia Montánchez, un pequeño pueblo de Cáceres donde estaba ubicada el cortijo de su cliente y amigo. Ya en la carretera de Extremadura y mientras recorría los trescientos kilómetros que separaban Madrid de esa localidad, se puso a recordar los tiempos en los que estando en la universidad, toda su pandilla tenía esa finca como refugio para sus múltiples correrías.
―Eran tiempos felices― concluyó al llegar a su memoria como siendo unos putos críos cada vez que querían hacer una fiesta un poco subida de tono, los seis amigotes invitaban a ese lugar cuanta incauta o puta se dejara.
Al rememorar una de esas reuniones, una anécdota sobresalió de sus recuerdos y muerto de risa, se acordó de la brutal metedura de pata de unos de esos colegas. El cual, con algunas copas de más, una tarde vio entrar a una espectacular rubia de unos cuarenta años y creyendo que Julio se había enrollado a una madura, se auto presentó diciendo que si el anfitrión no podía satisfacerla, pasara por su cama para que le diera un buen repaso.
«Pobre cabrón», sonrió ya que ese culito era Nuria, la madre de Julio y dueña de ese lugar.
El pobre muchacho al enterarse de ello, le pidió perdón pero totalmente abochornado por su falta de tacto, hizo las maletas y volvió a Madrid con el rabo entre las piernas.
«Eso fue hace diez años y el tiempo es cruel», se dijo interesado por vez primera en encontrarse con esa madura.
Si bien en aquella época Nuria tenía un polvo de escándalo, dudaba que se mantuviera tan atractiva como entonces.
«No tardaré en averiguarlo», concluyó mientras involuntariamente reducía la velocidad.
Lo supiera o no en ese momento, se veía con pocas ganas de enfrentarme tanto a ella como a Lidia, ya que por mucho que Julio le hubiese asegurado que tanto su mujer como su madre estaban de acuerdo con la decisión de dejarle a él al mando, no se lo terminaba de creer.
«Al menor problema, renuncio», sentenció no queriendo formar parte de un circo familiar y menos de las rencillas que tan extraño testamento a buen seguro acarrearían.
La soledad y la pesadez de la distancia, le permitieron también recordar distintos lances e historias que había compartido con Julio, desde las típicas borracheras de juventud a conquistas sexuales. Aunque su amigo siempre se había mostrado tradicional en ese aspecto, rememoró con especial satisfacción en que le descubrió con una hembra atada en su cama.
«Ese día, Julio de sorprendió», masculló divertido porque al verle entrar sin llamar, había supuesto que le iba a montar un escándalo pero en vez de hacerlo, se sentó sin ni siquiera echar una mirada a la zorra que yacía sobre el colchón y sonriendo, únicamente preguntó si podía mirar.
―Tú mismo― había contestado sin dejar de ocuparse de la insensata sumisa que llevada por la calentura, había accedido a que la inmovilizara.
«Ahora que lo pienso es curioso que a pesar de la forma tan rara en que Julio conoció mi faceta de dominante y que sin perder ojo fue testigo de esa sesión, al salir de la habitación jamás ha vuelto a mencionarlo», pensó mientras aceleraba.
Esa tarde, a las dos horas y cuarenta cinco minutos de salir de su oficina, llegó a las puertas del cortijo. Al entrar por el camino de tierra que daba acceso a la casa principal, le sorprendió gratamente comprobar que lejos de haber perdido su esplendor con los años, “El Vergel” hacía honor a su nombre y parecía un pedazo de edén colocado en mitad de la sierra extremeña.
Aunque no iba a ser el verdadero dueño de ese paraíso, el joven abogado tuvo que reconocer que se sentía feliz de descubrir el estado de sus campos. Al llegar al casón, esa primera impresión quedó refrendada al observar que conservaba la clase y belleza que tan buenos recuerdos me habían brindado.
Ni siquiera había aparcado cuando vio abrirse el enorme portón de madera y salir de su interior, tanto Lidia como su suegra. Si descubrir que la esposa de Julio seguía siendo el estupendo ejemplar de mujer que recordaba y que no había caído en una depresión le animó pero lo que realmente le encantó, fue comprobar que Nuria parecían no haber pasado los años y que aunque sin duda debía de rozar los cincuenta nadie le echaría más de cuarenta.
«¡Sigue siendo un monumento!» exclamó mentalmente al verla llegar enfundada con unos pantalones de montar que realzaban su trasero.
Su turbación se incrementó cuando ambas mujeres le recibieron con un cariño desmesurado y sin que pudiera siquiera sacar el equipaje del coche, le hicieron pasar adentro. Mientras Lidia le conducía del brazo a la habitación donde permanecía postrado su marido, la madre de su amigo iba delante. El que me fuera mostrando el camino le permitió admirar el movimiento de sus nalgas al caminar.
«¡Está impresionante!», sentenció mientras disimuladamente se recreaba en la rotundidad de los cachetes de la madura.
Su amiga debió percatarse del rumbo estaban tomando los pensamientos del joven porque pegándose él más de lo que la familiaridad de la que gozábamos permitía, dijo en voz baja:
―No parece tener cuarenta y nueve.
―La verdad es que no –respondió avergonzado que hubiese descubierto el modo en que la miraba y tratando de ser educado, quiso arreglarlo por medio de un piropo: ―Sigue siendo muy guapa pero la que está cañón eres tú.
Lidia al oírlo, soltó una carcajada y pasando al interior del cuarto de su marido, le llevó a su lado. Desde la cama, Julio con aspecto cansado preguntó el motivo de su risa y su esposa sin cortarse ni un pelo respondió:
―Fernando , mientras le miraba el culo a tu madre, me ha dicho que estoy guapísima.
Si de por sí el que su íntimo amigo se enterara de ese error era duro, mucho más lo fue ver que Nuria se ruborizaba al escuchar que le había estado examinando con mi mirada esa parte tan sensible de su anatomía. Cuando ya estaba a punto de buscar una excusa, Julio respondió:
―Siempre ha tenido buen gusto― y haciéndoles señas, le pidió que nos dejaran a solas.
En cuanto se quedaron solos en la habitación, el enfermo le llamó a su lado y con voz quejumbrosa, le fue detallando los aspectos esenciales de su herencia. Haciendo como si estuviera interesado, Fernando Alazán escuchó de sus labios que no solo tenía esa finca sino una cantidad de efectivo suficiente para que ninguna de las dos mujeres, pasara nunca ningún tipo de peNuria.
Dada su experiencia, al explicarle las medidas que había tomado para asegurar un modo de vida elevado a cada una de las dos, el letrado estaba confuso porque pensaba que no tenía ningún sentido que le nombrara heredero porque Julio lo había previsto todo.
Por ello y aun sabiendo que podía perder un buen negocio, preguntó:
―Julio, no entiendo. Tu madre y tu esposa no me necesitan. ¡Pueden valerse por ellas solas!
―¡Te equivocas! Aunque nunca hayas siquiera sospechado nada, tengo un secreto que compartir contigo…
El tono misterioso que adoptó al decírselo, le hizo permanecer callado mientras tomaba un sorbo del vaso que tenía en su mesilla. Esos pocos segundos que mediaron hasta que volvió a hablar se hicieron eternos al imaginarse unas deudas de las que no hubiera hablado. Ni siquiera sus años de ejercicio le prepararon para lo que vino a continuación y es que, con una sonrisa en sus labios, el enfermo bajó su voz para susurrar en su oído:
―Durante cuatro generaciones, todas las mujeres de mi familia han sido sumisas y por lo tanto han necesitado de un amo que las dirigiera. Al morir mi padre me legó a su mujer y ahora cómo no tengo descendencia, quiero que tú me sustituyas con mi madre y con Lidia.
Solo el dolor que se reflejaba en los ojos de su amigo evitó que creyera que era broma y pensara que le estaba tomando el pelo. Aun así, no pudo más que pensar que la enfermedad había hecho mella en su mente y que Julio no era consciente de lo que había dicho. Suponiendo que era un desvarío decidió cambiar de tema pero Julio cogiendo su mano insistió diciendo:
―Necesito que te hagas cargo de ellas. Solo tú sabes lo que significaría que de pronto se vieran sin alguien que las dirija… ¡podrían caer en manos de un desaprensivo!
Esas palabras le hicieron pensar que de ser ciertas, el moribundo tenía razón en estar preocupado porque dos sumisas sin dueño era una presa fácil y si como era el caso eran un espectáculo de mujer, abría cola esperando que Julio muriera para tomar su lugar.
―Tenemos tiempo para discutir sobre ello― contestó y quitando hierro al asunto, en plan de guasa, comentó: ―No creo que nos dejes durante este fin de semana.
Tanta emoción pasó su factura al esqueleto andante que yacía sobre las sábanas y cerrando los ojos, pidió que le dejara descansar.
En ese momento, ese desvanecimiento fue recibido por Fernando con alegría porque lo último que le apetecía era seguir con esa conversación y por ello, despidiéndose de su amigo, salió de su habitación mientras intentaba sacar de su mente el supuesto secreto que le había sido revelado.
«Pobre, la enfermedad le está haciendo delirar», sentenció con el corazón en el puño.

CAPÍTULO 3.― ADMIRANDO A SUS ANFITRIONAS

Al no encontrar ni a Lidia ni a su suegra por ninguna parte, buscó la habitación que le habían reservado. Como Nuria le había dicho que se iba a quedar en el cuarto de al lado de la piscina y aunque llevaba muchos años sin estar en “El Vergel”, no tuvo problemas en orientarse, por lo que no le costó encontrarlo.
Ya dentro, se percató que lo habían reformado y que donde antiguamente había una serie de literas, se hallaba una enorme cama King Size.
«Voy a dormir cojonudamente», se dijo a si mismo mientras buscaba por la estancia su equipaje.
Para su sorpresa, alguien se había ocupado de deshacer su maleta y halló sus pertenencias, perfectamente ordenadas en uno de los armarios. Sin nada mejor que hacer decidió que le vendría bien darse un baño, sacando de uno de los cajones su traje de baño, se lo puso y salió al jardín.
Curiosamente nada más cerrar la puerta, escuchó voces al otro lado de la barda de separación de la piscina y reconociendo que eran sus anfitrionas, las saludó avisando de su llegada.
Ambas le devolvieron el saludo con alegría pero fue la madre de Julio, la que viniendo hacía él, le dio la bienvenida con un beso en la mejilla como si no se hubiesen visto en mucho tiempo.
«¿Y esto?», se preguntó extrañado pero sobre todo preocupado por si Nuria o su nuera se hubiesen percatado del modo en que involuntariamente se había quedado prendado con el cuerpo que lucía la madura.
«¡Menudo polvo tiene la condenada!», reconoció para sí al contemplar el movimiento de los descomunales pechos de la señora.
Y es que a pesar de ya saber que esa rubia se conservaba estupendamente, al verla en bikini constató sin ningún género de duda que la cuarentona se mantenía en forma y donde me esperaba ver una tripa incipiente o al menos unas cartucheras, se encontró con un estomago plano y un culo de fantasía.
«¡Mierda!», masculló entre dientes al advertir que se había quedado con la boca abierta al contemplarla y haciendo un esfuerzo, retiró sus ojos de ese cuerpo que cualquier veinteañera envidiaría y querría para sí.
Confundido y sin saber qué hacer, dejó que la madre de Julio le condujera hasta una tumbona. Al hacerlo, Fernando se permitió echarle un vistazo a la nuera que nadaba ajena a que la estaba observando y a regañadientes, reconoció que siendo completamente distinta no sabía cuál de las dos era más atractiva.
―¿No te vas a bañar con el calor que hace?― preguntó la madura con una entonación que provocó que hasta el último de sus vellos se erizaran, al reconocer una especie de súplica más propia de una de sus conquistas que de la progenitora de su amigo.
―Deja que me acomode y voy― contestó sin dejar de mirar la seductora imagen que le estaba regalando Nuria en ese instante.
La cuarentona sonrió y en plan coqueta se tiró al agua mientras el joven intentaba olvidar los pechos y las redondas caderas que llevaban siendo su obsesión desde niño.
«La culpa es de los desvaríos de Julio», meditó avergonzado al darse cuenta que bajo su pantalón, crecía desbocada su lujuria, «me ha puesto cachondo con sus locuras».
No se había repuesto del calentón cuando su turbación se incrementó hasta niveles insoportables al admirar la sensual visión de Lidia saliendo de la piscina.
«Joder, ¡cómo estoy hoy!», maldijo para sí al contemplar la impresionante sensualidad de la mujer de su amigo y es que a pesar de ser más plana y menos exuberante que su suegra, esa morena era una tentación no menos insoportable.
Pero lo que realmente le avergonzó a Fernando fue comprobar que Lidia se había puesto roja como un tomate al sentir el roce de su mirada sobre sus pechos. Saberse descubierto le abochornó pero lo que hizo saltar todas sus alarmas, fue descubrir qué los pezones de la morena se le había puesto duros como piedras.
Lleno de pavor, se tiró al agua esperando quizás que un par de largos en la piscina calmaran la excitación que nublaba su mente. Desgraciadamente cuando ya iba a salir de la piscina, vio a Nuria quitándose el cloro por medio de una ducha. Al contemplar a esa madura se creyó morir porque la tela de su bikini se transparentaba dejando entrever el color de sus aureolas.
«¡Coño! ¡No puedo salir así!», protestó mentalmente al sentir la erección de su sexo.
Para evitar que sus anfitrionas advirtieran la tienda de campaña de su traje de baño, cogió una toalla y haciendo como si se secaba, tapó con ella sus vergüenzas mientras se acercaba a donde Lidia estaba tumbada.
Supo que a esa morena no le había pasado inadvertido su problema cuando con una pícara sonrisa, le pidió que le trajera una cerveza. Creyendo que eso le daba la oportunidad de alejarse sin que se notara, se acercó a la barra de bar y sacó tres botellas. Rápidamente se dio cuenta del error, porque al mirar atrás advirtió que suegra y nuera disimulando con una charla, no perdían comba de lo que ocurría entre sus piernas. Alucinado por ser el objeto de ese escrutinio, decidió disimular y hacer como si no hubiese enterado de lo lascivo de sus miradas.
«¿Estas tipas de qué van?», se preguntó mientras les hacía entrega de sus bebidas.
Su vergüenza se trastocó en cabreo cuando Nuria, mirando fijamente su paquete, comentó a la esposa de su hijo que al fin comprendía el éxito de Fernando con las mujeres.
―Mi marido siempre ha dicho que es el mejor armado de sus amigotes― la morena contestó sin dejar de esparcir la crema por sus muslos.
Esa conversación sobre sus atributos molestó de sobremanera a Fernando que decidido a castigar la osadía de ambas, les devolvió el piropo diciendo:
―En cambio yo he tenido que veros en bikini para darme cuenta del culo y de las tetas que tenéis porque Julio se lo tenía bien callado.
Esa táctica le falló porque Nuria al oír la burrada, se acomodó en la silla y exhibiendo sus enormes pechugas, se puso a untarlas con bronceador mientras preguntaba:
―Tenemos los pechos muy diferentes, ¿cuáles te gustan más?
En la mente del joven abogado se entabló una lucha a muerte entre la vergüenza que sentía por la pregunta y el morbo que le daba quién se la había hecho. No queriendo quedar cómo un cretino y menos cómo un salido, prefirió mantenerse en silencio y no contestar. Desgraciadamente, Lidia envalentonada por el éxito de su suegra, decidió poner su granito de arena. En silencio se levantó de su tumbona y acercándose hasta donde estaba su víctima, empezó a bailar mientras le decía:
―Nuria las tiene más grandes pero yo tengo un trasero más bonito. ¿No es verdad?
Pálido ante el descaro de esa dos, comprendió que debía huir si no quería seguir siendo el pelele en el que descargaran sus golpes y sin importar la protuberancia que lucía bajo el traje de baño, tomó rumbo a su cuarto mientras a sus oídos llegaban las risas de sus anfitrionas.
«¿Sumisas? ¡Una leche! ¡Parecen unas perras en celo!», pensó mientras cerraba la puerta tras de sí…


Relato erótico: “El regalo de reyes de mi mujer.” (POR CABALLEROCAPAGRIS)

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A mis cuarenta y ocho años supe entender los deseos más profundos de mi mujer. Sus cuarenta y dos están llevados de forma magistral. Es una auténtica morenaza, con el pelo ondulado, ojos negros como tizones. Alta, 175 cm, y alrededor de los setenta quilogramos. Sus pechos no son grandes, tiene una noventa, pero tienen grandes pezones y bastante sensibilidad en ellos. El simple hecho de que alguien se los coma la vuelve loca y provoca un chorreo en el coño que solo puede saciarse con un polvazo.
Entro tan a saco porque esta historia lo es. En la nochevieja de 2009 se lo propuse después de una de nuestras noches locas de sexo desenfrenado. Ella me miró con cara incrédula, pero con un brillo en la mirada.
Mi propuesta era provocar que no follase nada durante un año. Tenía que estar intacta, salvo algún que otro desliz con su consolador. El objetivo era hacerle el mejor regalo de reyes posible en el 2011. Le conseguiría tres hombres para ella sola. El estilo de cada hombre lo elegiría ella a su gusto. La única condición era que se grabara en video, solo para mí; indirectamente era mi regalo también. Yo no estaría presente, para no interrumpir nada de lo que pudiera suceder en esa sesión.
Llegamos al acuerdo de que yo solo follaría con putas en este tiempo. Una o dos veces al mes. Y tengo que decir que ha sido un año muy bien aprovechado. Negras, nórdicas, jovencitas, maduras, tríos. Todo tipo de producto, nacional y extranjero. Me he convertido en un colosal putero de bandera. Ahora no puedo dejarlas y ya se lo he dicho a mi mujer. Ella de momento me lo perdona, por el regalo que tuvo el pasado 6 de enero. Pero creo que no le hace demasiada gracia.
Fue en el mes de marzo del 2010 cuando me pasó su escrito con las características de los tres afortunados.
Pedía un joven de unos veinte. Rubio, alto y deportista. El aparato no era muy importante en este personaje. Bastaría con que fuera potente, fuerte y resistente. Después de mucho buscar lo encontré tomando una copa en un bar. Se lo propuse y le pareció bien. Es estudiante de arquitectura y juega al baloncesto. No es muy alto pero sí guapo y fuerte. Tiene 22 años y está soltero. Con gusto por las maduras, la foto que le mostré de mi mujer en camisón le convenció definitivamente. Nos intercambiamos móviles y quedamos en llamarle cuando ella diera su visto bueno.
Para el segundo quería a un negraco pollón. Lo busqué por los semáforos de la ciudad. Hablé con cada uno de ellos. Finalmente me quedé con un nigeriano de 29 años. A todos los candidatos les exigíamos análisis médico. Todos limpios y dispuestos.
Me quedé con él por su musculoso tórax y su enorme tranco. Se lo medí en erección: 26 cms. Ese día acabé chupándosela, me encantó. A veces quedaba con él para darle una buena mamada, me deleitaba dejando correr mi lengua por toda su polla, desde el capullo hasta los huevos. Siempre me llamaron la atención las pollas y esa era golosa y resistente. Mi mujer iba a estar encantada con él. Le pagué 1000 euros, única condición que él ponía. Y 500 más para las veces que quedamos en mi coche para irnos al campo a comérsela. De esto último mi mujer no sabe nada.
El tercero era el más difícil. Se trataba de un latin king. Le ponía que tuviera muchos tatuajes y aspecto sudamericano. Me fue difícil encontrarlo pero lo hice por Internet. Este vino de otra ciudad, previo pago de 5.000 euros y la más extricta discreción. Se alojó en un hotel de 5 estrellas, también por petición suya. Se trata del jefe de una de las bandas más peligrosas de Madrid. Tiene 34 años y está bastante gordo y musculoso a la vez, es difícil de explicar su cuerpo. La polla no es muy grande y está lleno de tatuajes y cicatrices. Mi mujer se mostró entusiasmada cuando le di sus referencias y mostré sus fotos.
Ya solo quedaba esperar al día 6 de enero.
Para tal fecha preparamos nuestra habitación. Escondimos cámaras en diferentes lugares, de modo que daban una batida de 360 º a la cama. Alguna de ellas con zoom activado para pillar los mejores primeros planos posibles. Finalmente haríamos un montaje como si de una película porno se tratara, que guardaré como un tesoro junto a mi colección de porno.
Citamos a los tres a las cuatro de la tarde. Cuando llegaran yo ya no estaría en casa. Les recibiría sola mi mujer. Solo cuando ella me llamara volvería a casa, podría pasar hasta uno o dos días. Así que me llevé a dos de mis putas preferidas a la casa de la playa para pasar el día y la noche si fuese necesario. A cada una le di un cheque en blanco, que firmaríamos en la despedida. Me llevé a una madurita de 44 años rubia, y a una chica de 18, ambas españolas. Les pedí que se hicieran pasar por madre e hija, y lo pasamos en grande.
Ajeno a mí, la puerta de mi hogar se abrió dando la bienvenida al chico rubio, el moreno pollón y el delincuente tatuado. Mi mujer los recibió con su camisón más corto. Color rojo semitransparente, con las nalgas al aire. Debajo, un juego de sostén y tanga color azul.
Se movía provocativa mientras avanzaba por el pasillo delante de los tres desconocidos. Bebieron bastante alcohol durante un rato en el salón, mientras hablaban para conocerse un poco mejor. Allí mismo ella beso a los tres mientras les acariciaba el paquete. Ellos empezaron a sobarle el culo y las tetas sobre el camisón. Ella se dejó desnudar hasta quedarse en tanga. Le comieron las tetas y le azotaban las nalgas y los muslos. Estas bailaban como gelatina tras cada azote. Mi mujer solo besaba a uno tras de otro con lengua, mientras acariciaba las pollas, cada vez más crecidas, sobre los pantalones. Entonces pidió un poco de calma. Se tomó una copa a pecho y se llevó al chico rubio a su habitación. Los otros tendrían que esperar un poco.
Hablaron poco. Mi mujer le tumbó boca arriba y se echo sobre él como una gata salvaje. Le desnudo poco a poco y le lamió desde la lengua hasta los dedos de los pies. El chico respiraba agitado.
“¿te gustan las mujeres maduritas?” Le preguntó mi mujer con la voz más guarra que pudo.
“mucho, y las morenas las que más, me recuerdan a una vecina”.
“yo soy mejor que tu vecina, disfruta de mí, nene, ahora me tienes para ti sola”.
Le bajó los calzoncillos y los retiró. La polla quedó al aire, no era tan chica como imaginaba. Le gustó ese chico, guapo, fuertecito y bien armado. Se la agarró y le empezó a masturbar semi-incorporada para poder seguir charlando con él.
“¿te gusta así?. Quiero tenerte enterito, ¿mejor lentito no?”
“Así, muy bien”.
El chico resoplaba. Mi mujer le sonreía mientras le masturbaba lentamente.
“Dime nene, estás nervioso. ¿te han gustado los otros dos?. También serán para ti.”
“Nunca he estado con ningún hombre, pero tu mandas. Solo con poder follar a una mujer como tú, me merece la pena, eres una Diosa.”
“Así me gusta, te lo has merecido, me vas a estrenar tú, te elijo para empezar la fiesta. Espero que estés a la altura, me sentiría muy defraudada si no fuese así”.
El chico tragó saliva sin decir nada. Mi mujer se acomodó y se dispuso a mamársela. La agarró hasta sacarle el capullo entero. Se la sujetó abajo junto a los huevos y pasó su lengua por la punta. La recorrió lentamente mientras le miraba. Le dio besos y se la metió en la boca moviendo la lengua justo en la rajita de la punta. Luego la deslizó por todo el tallo hasta acabar metiéndose los huevos en la boca.
El chico no daba crédito y gozaba cada segundo de esa descomunal mamada. Luego vuelta a subir lamiéndole el tronco. Los ojos morenos maduros que le miraban le hacían estallar de ardor. La mamada se prolongó más de lo que él hubiera deseado y le comunicó que si seguía se correría, pues estaba demasiado excitado. Mi mujer entonces se levantó y se desnudó por completo ante él, dejándole respirar un poco. La polla del joven palpitaba como si tuviera vida propia. Mi mujer se fue hacia él y le lamió los pechos y el cuello. Le besó y dejó que el chico le probara las tetas. Al cabo del rato se subió y le cabalgó. Se acoplaron muy bien, como si llevaran toda la vida haciéndolo pero el chico duró poco. Ante la nueva señal de corrida ella se levantó resoplando y lo puso de pié al lado de la cama.
Intentando disimular la decepción se la comió de rodillas mirándole de la forma más guarra posible. El chico se corrió de inmediato y mi mujer se lo tragó todo. Luego se levantó y le pidió que saliese de la habitación.
“al fondo del pasillo hay una habitación. Ve a recuperarte. De momento no has dado la talla; espero que más tarde me demuestres que esto solo ha sido una casualidad”.
El joven se fue visiblemente contrariado.
Sin lavarse y sin vestirse, mi mujer se dirigió al salón donde llamó al negro. Quedándose el delincuente sudamericano solo.
Con el negro a penas hubo conversación. Lo desnudó rápido y se quedó impresionada por el tamaño de su polla. Feliz, mi mujer lo sentó en los pies de la cama. Se puso de rodillas echando el culo hacia atrás. La masturbó moviendo el culito como una perrita en celo. El negro sonreía y lanzaba frases en su idioma natal. Mi mujer la empezó a lamer. Le dio la impresión de estar lamiendo una polla quilométrica. Un juguete de cuero oscuro que nunca terminaba. Notaba las venas marcadas. La polla, además de larga tenía un diámetro descomunal. Cuando inició la mamada a penas abarcaba poco más del capullo. Se le llenaba toda boca rápido y tuvo que esforzarse para avanzar hasta poco más de la mitad. De ahí no pudo pasar. La comió gustosa y luego se tumbó abierta de patas sobre la cama.
“vamos negro cabrón, cómeme”.
El negro le trabajó el coño durante largo rato. Mi mujer acariciaba su calva negra entusiasmada. Estaba muy necesitada de sexo y un hombre así era lo que quería para ese regalo. Se corrió varias veces. Al finalizar le pidió que se la clavase. El negro se la folló durante largo rato y en todas las posturas, su interminable polla parecía no tener fin a la hora de correrse. Le aguantó todo lo que mi mujer le pidió con creces.
Cuando la penetró a 4 patas los berridos de mi mujer fueron salvajes. Le insultaba a voces pidiendo más y el negro cada vez la follaba más fuerte. Mi mujer dejó caer su espalda manteniendo el culo lo más accesible posible. El negro se volcó sobre ella y se la clavó entera una y otra vez. Mi mujer gritaba y mordía la almohada. No se podía creer la follada que le estaban dando.
Al cabo del rato se obligó a cambiar de postura pues le dolía todo el cuerpo. Tenía el coño muy rojo. Tumbó al negro y se la mamó largo rato. El negro hacía gestos de sufrimiento, posiblemente aguantando la corrida, que no acababa de llegar.
Mi mujer se la clavó en cuclillas y empezó a saltar. Sudaba mucho y el negro la tenía bien agarrada desde abajo. Parecía increíble que se pudiera clavar en ese pollón con tanta facilidad. Es buena puta mi mujer, sin duda.
Entonces, empezó a encadenar un orgasmo detrás de otro, se empezaba a sentir agotada.
Se levantó y se propuso masturbar y comérsela hasta que se corriera. Se tumbó a su lado y le empezó a masturbar fuerte mientras su lengua recorría el oscuro y sudoroso pecho del nigeriano. A veces se agachaba y se la mamaba, luego volvía y le lamía el abdomen musculazo y los pechos. No paraba de masturbarle, el negro se encontraba muy a gusto y empezó a gemir fuerte. Entonces mi mujer se preparó para la inminente corrida. Aligeró la paja con la boca abierta hasta que empezó a salir leche a borbotones. Parte le cayó en la boca, en la cara, en los pelos. Acabó escurriéndosela a chupadas.
Tras un rato de descanso en el la cama, mi mujer estaba lista para seguir con la fiesta.
“eres divino. Un amor. El mejor amante que nunca he tenido. Me has dado el sexo que necesitaba y por el que el bueno de mi marido tanto ha pagado. Ve a recuperarte. Haz lo que quieras, estás en tu casa. Mi coño te lo agradece todo. Dentro de un rato volveré a necesitarte. Eres divino, amor.”
Ahora sí se dio una ducha de agua caliente. Le escocía el coño y estaba llenísima de leche.
Entonces se vistió con la ropa de colegiala de cuando su hija tenía quince años y salió a por el delincuente.
Cuando el delincuente la vio llegar se le quedaron los ojos como platos. Una madura hembra metida en ropaje de adolescente. La falda le quedaba muy corta. Las medias le recorrían todo el cuerpo hasta unos zapatos de tacón. La camisa blanca abotonada y el chaleco, a juego con la falda, amarrado sobre el pecho a modo de capa. Llevaba sendas coletas a cada lado de la cabeza. Tenía las gafas de leer puestas y chupaba una piruleta.
“soy mi hija con 18 años a la salida del instituto. Quiero que me violes”.
Tras decir eso le dio una navaja enorme y se fue andando confiada hasta la cocina. El delincuente, tras dudar un instante, se fue tras ella y le abordó en la puerta. Se colocó justo detrás y le pegó la navaja al cuello mientras le tapaba la boca.
“no te muevas ni hagas nada. Si quieres seguir siendo el sol de mamá y papá, obedecerás en todo. Si no te portas bien no tendré problemas en degollarte. No serías la primera”.
Bajo la firme mano que le tapaba la boca, los labios de mi mujer dibujaron una sonrisa diabólica, lacónica, guarra, divina, divertida y ausente.
A punta de navaja entraron en la cocina. El delincuente despejó la mesa y le quitó las medias rasgándoselas con la navaja.
“No tengas miedo en hacerme algo de sangre. De hecho estaría bien que lo hicieras, sería más real”. Dijo la puta de mi mujer.
La colocó tumbada sobre la mesa de la cocina. Con el culo empinado, de forma que solo el tronco estaba sobre la mesa. Le desgarró la ropa con la navaja, sin miedo a hacerle daño. Le hizo cortes en los muslos y espalda. No eran demasiado profundos y a penas sangraba, pero a mi mujer les pareció el fin del mundo. Se mordió la lengua para aguantar la extraña mezcla de dolor y placer.
El delincuente le separó las piernas sin cambiar su postura. Le pasó la fría navaja por el coño y culo, dejándole la hoja de forma que no le hiciera daño. La hembra notó un escalofrío recorriéndole toda la espalda. Toda su piel se puso de gallina, lo cual hizo que le escocieran un poco más los leves y superficiales cortes.
Sacó la polla y la folló. Sin más, a saco. Fue una mala follada pero mi mujer, metida en su papel, lo pasó en grande.
El sudamericano se corrió pronto. Mi mujer se sentó en una mesa de la cocina y le pidió que se colocara totalmente desnudo ante ella. Estuvo un rato lamiéndole la amplia barriga y los hinchados músculos del pecho. Pasó su lengua por todos sus tatuajes y se entretuvo lamiendo sus numerosas cicatrices. Le ponía mucho estar lamiendo el curtito, pero a la vez descuidado y marcado cuerpo de un delincuente peligroso.
“Tal vez alguna vez me escape a Madrid para que me trates como una puta”. Le dijo.
El sudamericano le dio su número de teléfono. Ella lo guardó a buen recaudo.
Desnudos, se dirigieron a la habitación de matrimonio. Ella le pidió que buscara a los otros dos para el fin de fiesta en su amplia cama. Mientras esperaba que llegasen miró la hora, las 12:00 de la noche. Se le había pasado el tiempo volando. Se preguntó qué estaría haciendo su marido. Empezaba a sentirse un poco mal por todo aquello y se arrepintió de pedirle al sudamericano que la hiriera. No obstante quería darle un buen final a aquello. Se sentía con ganas y fuerzas. Quería pasarlo bien y apurar hasta el último instante aquel maravilloso regalo de reyes.
Los tres se presentaron. Ella les pidió que estuvieran completamente desnudos.
Una vez todos en pelotas, se acercó y se besó con los tres mientras sus manos iban masajeando paquetes y masturbando pollas en creciente erección.
La del negro fue la primera en ponerse tiesa. Así que se dejó caer hasta ella, lamiéndole el cuerpo mientras bajaba. Una vez de rodillas la masturbó mirándole, los demás seguían rodeándola. Se la metió en la boca y empezó una mamada estándar. Enseguida le llegaron las otras dos. Las cuales masturbó con cada mano, mientras su boca seguía envolviendo la polla del negro hasta poco más del capullo. La soltó y se comió la del delincuente por primera vez. Le supo mal, ese no se había lavado, pero le gustó. Se esmeró en esa mamada. Luego se la comió al joven estudiante de arquitectura.
En todo momento se sintió manoseada por las seis manos. Usada, a pesar de estar intentando llevar la iniciativa.
Cuando se había trabajado, más o menos bien, las tres pollas. Se levantó y se colocó a 4 patas. Quería ser follada, no pidió a nadie en particular. Se la clavó el sudamericano. Ella recibió de muy buen grado su pequeña polla. El negro y el joven fueron al encuentro de su boca. Ella ignoró la del rubio y pidió mamar el pene de cuero. Él se tumbó frente a ella, dejándole vía libre. La comió aprovechando los impulsos que le daba el follador que tenía detrás. El joven se sintió algo desplazado, sin duda era el que peor había pasado la primera prueba. Se sentó y se masturbó mirando la escena.
Al rato ella se desclavó y le pidió al negro que la follara desde abajo, señalándole al delincuente que él se la metería por el culo a la vez. El negro se acomodó y ella quedó sentada sobre su polla. Se echó muy hacia delante hasta dejar sus tetas en la cara del nigeriano, el cual aprovechó para lamerlas a placer. Entonces dejó mejor camino hacia su culo. El sudamericano se encalamó sobre su espalda, como un perro en celo, y se la clavó en el culo. Esa situación derivó en una fantástica follada. El buen estado de forma de ambos facilitó que pudiera ser prolongada durante largo rato Ella se sentía atrapada entre dos machos. Prisionera y feliz. Gemía con una voz salida desde lo más profundo, mientras movía el torso para que sus dos pechos recorrieran toda la cara del nigeriano.
Cuando finalizaron esa postura ella se levantó y se dirigió al rubio.
“ya que no vales para follar, veamos qué tal se te da comer polla y ser follado”
El rubio tuvo miedo pues el delincuente rió de forma desmesurada. Ella le hizo comer la polla al negro. Y luego le hizo que este se la metiera poco a poco por el culo. Mientras tanto ella se tumbó de piernas dejando al otro que se la follara un rato, a la vez.
Las lágrimas sumisas del joven le enternecieron. Le pidió al negro que parase y le dijo al joven que esperase en el salón.
Quedó sola con los otros dos. Se la follaron de muchas posturas. El primero que cayó fue el sudamericano. El cual se corrió en sus nalgas mientras la penetraba en la postura del arco.
Ella pidió al negro que la follara hasta correrse, pero que le avisara. Se dejó hacer. La manejó como una muñeca de trapo. Dándole vueltas a su antojo y penetrando donde y como quiso. Gran puta mi mujer.
Cuando le quedó poco la avisó. Ella se tumbó boca arriba y abrió la boca.
“lléname el depósito, hijo de puta”.
El negro se colocó sobre su boca abierta y se la enchufó como una manguera. Se masturbó con el capullo un poco metido en su boca. Al correrse todo cayó dentro. Mi mujer no dejó nada. Tal fue la corrida que le dieron ganas de vomitar.
Se quedó un rato lamiendo las pollas morcillotas y los cuerpos musculosos, y dejando que ellos saborearan sus pechos, coño y culo. Luego les pidió que se fueran, que eso había sido todo.
Cuando se fueron se fue con el chico, que esperaba obediente en el salón. Le hizo algo de cenar y le dijo que la acompañara a dormir.
Antes de dormir le sedujo. Le dejó jugar con su cuerpo y tuvo paciencia con el joven inexperto. Se la mamó sin prisas y le cabalgó con dulzura. Tras la última corrida se durmieron, eran las 3:30 de la madrugada. Mi mujer cayó rendida tras casi doce horas de sexo desenfrenado.
Por la mañana le regaló otro polvo y un rico desayuno. Cuando el joven se fue ella le pidió su teléfono.
“follas bien amor. Solo era parte de mi fantasía el decir que no lo hacías, para ver como el negro te rompía. Perdona si te has sentido mal. Tal vez te llame algún día, sin que lo sepa mi marido.”
Lo despidió con un beso en la frente. Puso a lavar las sábanas y se dio un baño de una hora. Al acabar me llamó y me dio las gracias por el mejor regalo de su vida. Me pidió que regresara pronto que me echaba de menos,
Cuando colgué, yo yacía resacoso en la cama de matrimonio de nuestra casa de la playa. Con una puta madura a un lado y otra jovencita al otro. Los tres desnudos y agotados tras una tarde-noche de sexo desenfrenado, sucio y bien pagado.
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Relato erótico: “Historias de la B. La heroína” (POR ALEX BLAME)

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Había llegado el momento. Para eso nos habían adiestrado, desde los cuatro años habíamos sido entrenadas, primero en el baile, luego en la guerra encubierta usando todas las armas disponibles.
Ahora estábamos ante el que podía ser el reto de nuestras vidas, una misión por la que una de nosotras pasaría a la historia. Sus descendientes escribirían libros sobre ella y sería recordada como la heroína que liberó a su pueblo del yugo de sus opresores.
-Seré la elegida –pensaba mientras hacía estiramientos con el resto de mis compañeras, -y disfrutaré de ello cada segundo aunque muera en el intento.
A una señal del jefe, entramos en el círculo del banquete y con un paso grácil y ligero, nos paramos en el centro formando un semicírculo entorno al fuego y frente al invitado.
-Como muestra de respeto ante nuestro Juez y conquistador, las seis muchachas más bellas de la ciudad bailaran esta noche para él, -gritó para que  los asistentes  dejaran sus conversaciones y le hicieran caso –Elegidas desde pequeñas por su belleza y adiestradas, primero en el arte de la danza y luego en su adolescencia, en el del amor, nuestro insigne invitado podrá disfrutar de ellas como más guste, de una, de varias, o de todas ellas.
Con unas palmadas de nuestro jefe comenzó la música, y con ella comenzamos a movernos al son de los instrumentos. Sin separar los ojos de mi odiado enemigo y con una sonrisa que mostraba mis dientes jóvenes y blancos retorcí mis brazos y agite mis caderas al ritmo de la música, dulce e hipnótica. Por mi piel morena y brillante por los afeites que nos habían  aplicado, resbalaban las gotas de sudor confluyendo en el interior de mis muslos y haciéndome deliciosas cosquillas.
Al principio el hombre movía sus ojos preñados de lujuria de un cuerpo cimbreante a otro, sin pararse demasiado en ninguno en particular, pero al cabo de unos minutos empezó a fijarse especialmente en mí. Cada vez que notaba su mirada sobre mí, agitaba mi cuerpo con toda la sensualidad y frenesí del que mi cuerpo era capaz.

 

De las seis, yo no era la más alta, tampoco la más exótica, pero mi pelo negro mis ojos grandes y azules y mi figura voluptuosa me daban ventaja. Sin  quitar mis ojos de los suyos, me acerqué a él y al ritmo de la música y moviendo los brazos empecé a retrasar mi tronco hasta que note que empezaba a perder el equilibrio. Cuando volví  a erguirme, él estaba mirando el relieve que marcaba mi sexo en el diminuto taparrabos que llevaba puesto. Con la punta de la lengua entre mis dientes me incline sobre él y cogí una uva del racimo que tenía en sus manos. El Juez se limitó a mirar como la empujaba dentro de mi boca y la estrujaba con mis dientes dejando que su jugo resbalase por la comisura de mis labios.
A partir de ese momento, ese necio sólo tuvo ojos para mí. Al final iba a tener la oportunidad, ahora tenía que quedarme a solas con él y descubrir su secreto.
La música terminó y nos quedamos quietas, jadeando entorno al fuego, esperando expectantes la decisión del invitado.
El hombre, con un gesto de cortesía por su parte, se levantó un poco borracho y se acercó a nosotras. Una a una nos preguntó nuestros nombres, nos felicitó por nuestra actuación y repartió algunas caricias. Cuando me tocó, simulé un ligero temblor.  El bajo la vista y la paso por mis pechos grandes y turgentes y por mis incitantes caderas cubiertas por un minúsculo taparrabos.
Unos segundos después estaba sentada en su regazo comiendo uvas y bebiendo un poco de vino para adquirir un poco de valor. Mientras tanto las manos ásperas de aquel hombre recorrían mi cuerpo sudoroso provocándome escalofríos de miedo y de placer.
La velada termino con un interminable y rastrero discurso de nuestro jefe alabando todas las cualidades de las que nuestro invitado carecía. Nos levantamos y cogiéndole de la mano con suavidad le llevé hasta una pequeña cabaña en el jardín del pequeño palacio del jefe.
La habitación era pequeña pero había sido preparada especialmente para alojar discretamente al Juez y un alegre fuego la caldeaba y la inundaba con una suave luz dorada. En el centro había una cama con sábanas del más fino lino y varios cojines. Con aparente impaciencia le quite la capa y no pude por menos que admirar aquel cuerpo musculoso y duro como una roca. Su nariz aquilina y sus ojos penetrantes, junto con su melena negra le daban el aspecto de los legendarios leones del Atlas.
Luego me desnudé yo. Las dos pequeñas bandas de tela cayeron a sus pies como años antes habían caído las armas de mis ascendientes tras la cruenta batalla que había acabado en nuestra esclavitud.
Con un ademán fingí que iba a taparme los pechos pero lo que hice fue agarrármelos y juntarlos apuntando mis pezones erectos contra su cara. El invitado sonrió con malicia y admiro mi cuerpo juvenil y elástico, mi vientre liso y mis piernas finas.
Con otro gesto malévolo se quitó el taparrabos mostrándome una tremenda erección. El tamaño de su miembro me intimidó en un principio pero me tranquilicé sabiendo que había sido entrenada durante años para seducir a aquel animal.
El hombre se acercó y sacándome de mis pensamientos me cogió como si fuese una pluma y me beso los pechos.
-Mmm que fuerte, -dije mientras me agarraba a él y le acariciaba la melena. -¿Cuál es el secreto de tu fuerza?
-Comer carne de ternera asada todos los días –respondió el Juez obviamente mintiendo.
Sin hacer caso de su mentira, abracé su cintura entre mis piernas con más fuerza. La punta de su pene rozaba mi sexo excitándome hasta convertirme en puro fuego. Él magreaba mi cuerpo y chupaba mis pezones con tal fuerza que creí  que me los iba a arrancar.
Me soltó y yo quedé de rodillas frente a aquel enorme falo. Lo cogí entre mis manos y lo acaricie mientras introducía su glande en mi boca. Sabía a sudor y a vino. Chupé con fuerza y me retiré dejando su pene oscilando húmedo y congestionado. Lo volví a coger y lo lamí, primero en la base y luego en la punta, mordisqueando ligeramente su glande. El Juez se tensó y soltó un resoplido.
Me metí de nuevo su miembro en la boca y chupé de nuevo con fuerza, subiendo y bajando todo lo que podía por su pene duro como una estaca mientras con mis manos acariciaba sus huevos. El, empezó a gemir con fuerza y a acompañar mis chupetones con el movimiento de sus caderas. Ayudada por sus manos, mis movimientos se hicieron más superficiales y rápidos hasta que  sin previo aviso y empujando con fuerza su pene hasta el fondo de mi garganta eyaculó con un gemido bronco.
Retiro su pene mirándome como tosía y escupía semen y saliva.
-¿Eso es todo? –pregunté desafiante.
-Sólo acabo de empezar –respondió el invitado tirándome en la cama con la erección aún intacta.

 

Se tumbó encima de mí y me beso. Su lengua se introdujo en mi boca con apremio, llenándola con el sabor del vino y el cordero especiado de la cena al tiempo que frotaba su pene contra la parte inferior de mi pubis. Sus labios fueron bajando primero por mi cuello y luego por mis pechos provocando un primer gemido por mi parte, cuando bajó hasta mi ombligo sus manos ya estaban acariciando mi bajo vientre con una habilidad que no esperaba de alguien acostumbrado a tomar lo que desea. Finalmente sus labios se cerraron en torno a mi sexo haciéndome gritar y temblar. Agarré su melena y empujé su cabeza en el interior de mis piernas.  
-Tómame –dije anhelante –te quiero ya entre mis piernas, mi señor.
Obediente cogió su pene, lo acerco a mi sexo, acaricio mi clítoris inflamado con su glande y lo golpeó con suavidad arrancándome nuevos gemidos. Finalmente me penetro, su polla se abrió paso poco a poco en mi vagina. La angostura de mi sexo abrazaba estrechamente su pene haciéndonos gemir a ambos. Me apreté contra él y le abracé con fuerza clavando mis uñas en su espalda mientras empezaba a moverse dentro de mí, primero lentamente, luego al ver que no me disgustaba más rápido y más profundo.
Hirviendo de lujuria levantó mi piernas y las puso sobre sus hombros penetrándome aún más profundamente metiendo su polla hasta que su pubis hacia tope contra mi clítoris con una especie de húmeda palmada. El ritmo del aplauso se convirtió en una ovación justo antes de que volviese a correrse, yo asustada comprobé como después de depositar su carga, su polla seguía dura y firme palpitando dentro de mí. Sabiendo que yo estaba a punto de correrme agarró con fuerza mis muñecas y me propinó repetidos y profundos empujones provocándome un violento orgasmo. Yo gritaba y mi cuerpo se arqueaba con todas las sensaciones que atravesaban y arrasaban todos mis nervios mientras él me inmovilizaba y seguía penetrándome sin piedad.
-¿Vas a seguir eternamente? –pregunté yo.
-Sólo hasta que te rindas –Respondió el con una sonrisa.
-Antes me dirás cuál es el secreto de tu fuerza. –le dije yo desafiante, provocando una nueva carcajada por su parte.
El invitado sacó su polla y cogiéndome por las caderas me dio la vuelta poniéndome a cuatro patas sobre la cama. Yo agaché la cabeza y con las piernas separadas levanté mis caderas expectante. Él se limitó a mirar mi cuerpo jadeante y brillante de sudor esperando abierta y sumisa cumplir sus deseos. Aún estremecida noté como sus dedos acariciaban mi sexo tenso y vibrante como las cuerdas de un violín. Yo gemí y separe aún más las piernas esperando su polla, sin embargo no lo hizo inmediatamente sino que se limitó a penetrar con sus dedos en mi interior haciéndome olvidar el reciente orgasmo y preparando mi sexo para el siguiente.
Se puso en pie y cogiéndome por las caderas tiro de mí hasta poner mi culo en el borde de la cama. Su pene volvió a entrar de nuevo, igual de duro y caliente que antes. Me estiré y clave mis dedos en la ropa de la cama para estabilizarme. Mi coño, lubricado por su eyaculación admitió su polla con más facilidad y él aprovecho para realizar una serie de salvajes embestidas que casi me cortaron la respiración. Sin darme tregua me cogió el pelo y arqueando mi cuerpo con un fuerte estirón siguió entrando y saliendo a un ritmo frenético. El dolor de mi pelo hacía que se me saltasen las lágrimas pero no era nada comparado con el frenético placer que aquel hombre me estaba proporcionando. Esta vez yo me corrí primero. Aun estremecida y con mi vagina contrayéndose espasmódicamente gire mi cabeza intentando ver como aquella polla bombeaba dentro de mí.

 

-Ya se tu secreto, no te lavas nunca. –dije yo entre jadeos fijándome en su torso cubierto de sudor y polvo del viaje…
-Muy bueno. -dijo  él sin parar de embestirme y quitando sus manos de mis caderas para apartar aquella brillante melena de su cara justo antes de correrse… otra vez.
El semen resbalaba por mis piernas procedente de mi vagina ya rebosante. Una fugaz mirada me permitió asegurarme de que él seguía empalmado.
El cansancio no mermo mi determinación. Salí de la cama y lo tumbé con un empujón. Me quedé parada ante el cogiendo aire con fuerza y dejando que admirase mi cuerpo moreno y sinuoso.
-Sé que me has mentido pero me da igual. Yo si te voy a enseñar mi secreto. –Dije poniéndome a horcajadas sobre él.
-Seguro que ninguna de tus novias judías te ha hecho esto nunca. –dije cogiendo su verga e introduciendo la punta en mi ano.
El Juez se puso rígido pero no intentó rechazarme. Yo con un gemido de dolor lo fui introduciendo pulgada a pulgada, tratando de respirar lentamente como me habían enseñado y así poder relajar mi cuerpo. Finalmente la tenía entera dentro de mí. Empecé a moverme lentamente, mientras me concentraba en la respiración  mi ano se contraía furiosamente intentando expulsar aquel cuerpo extraño. El dolor se atenuó permitiéndome aumentar el ritmo con el que subía y bajaba por aquella polla dura y candente. Comenzaba a divertirme, soltando quedos gemidos empecé a acariciarme el clítoris y lo que empezó con mucha precaución se convirtió en una cabalgada salvaje. El Juez gemía anonadado  y recorría mi cuerpo  con sus manos.   Sus manos sobaban mi cuerpo, sus dedos  entraban en mi boca, acariciaban mi vulva totalmente abierta para él y retorcían y tironeaban de los pezones haciéndome hervir la sangre de deseo.
Me incliné para besarle y al apartar su pelo un denso olor a mirra se quedó prendido a mis manos. Un nuevo orgasmo tenso mi cuerpo y me hizo olvidarme por unos segundos. Pero una vez repuesta lo recordé y agarre un mechón con una sonrisa traviesa en mi cara:
-¡El pelo! ¡Es tu melena! –dije aumentando aún más el ritmo de mis caderas.
-Sí, sí… -respondió el intentando parecer lo más falso posible, pero con una inequívoca mirada de fastidio en la cara.
-Esta vez estoy segura, -dije mientras el comenzaba a correrse otra vez – ¿Puedo cogerla?
Sin esperar su respuesta cogí su melena con una mano y tire de ella, el eyaculando con violencia en mi interior no hizo nada por evitarlo. Metiendo mi mano libre entre los cojines, con un movimiento fulminante, saque una daga y se la corte de un sólo tajo llevándome con ella un trozo de cuero cabelludo.
Sorprendido, se quedó quieto mientras la sangre resbalaba por su frente y su erección desaparecía  aliviando mi culo ardiente.
Finalmente reaccionó y me dio un blando empujón al mismo tiempo que yo gritaba con todas mis fuerzas llamando a  la guardia.
Se levantó dispuesto a atacarme y yo retrocedí al fondo de la habitación con la cabellera aún en mi mano.
En ese momento entraron en la habitación los guardias aún temerosos de la fuerza de aquel superhombre. Sin embargo dos porrazos en el vientre bastaron para convencerles de que había perdido toda su energía.
Al fin, Sansón, el hombre que había esclavizado a mi pueblo estaba atado ante mí como un fardo recibiendo una paliza y llorando, no de dolor, sino de frustración.
-Yo, Dalila de los Filisteos, te he vencido –dije limpiándome los restos de semen del interior de mis piernas con  su melena para luego tirarla al suelo.
 

 

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Relato erótico: “A mi Diosa” (POR GOLFO)

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A mi Diosa.
Lo nuestro es un amor en dos dimensiones, las marcadas por la superficie plana del monitor de la computadora. Nunca he tenido la oportunidad de estrecharla entre mis brazos, de sentir el aroma de su piel, de saborear la dulce esencia de su boca, pero aun así lo nuestro es auténtico, genuino.
He soñado con sus palabras escritas en la fría superficie del teclado. Palabras calientes, sensuales, que me han hecho recorrer en un instante los ocho mil kilómetros que nos separan, cayendo de improviso en su cama. .
Noche tras noche, mi amante con la luna como único testigo, se ha rendido a mis besos y caricias, sumisamente ha aceptado mis juegos y travesuras. He visto la alegría de sus ojos, cuando la he felicitado por su obediencia. La he acariciado como la bella cachorra que es, cuando lamiendo mis manos me ha demostrado que es mía.
Día tras día, he ido leyendo en el correo la evolución de mi ninfa, que como la crisálida evoluciona en una bella mariposa, ella se ha ido transformando en la perfecta sierva de su amo.
Todo es juego y realidad. Sus fotos, sus ruegos forman parte de ello. Cuando me suspira que la domine, sé perfectamente que quizás en ese momento esté regañando a su hijo, pero no importa por que horas mas tarde va a recordar con sus dedos torturando su botón, las cuerdas que ella misma se ha atado alrededor de su cuerpo y gimiendo calladamente para no perturbar el sueño del que tiene a lado, me alcanzará ansiosa en la breve muerte y resurrección del orgasmo.

Por eso es mi Diosa, ídolo de mis sabanas, señora de mis ordenes y esclava de mis deseos.

Relato erótico “El cura” (POR SARAGOZAXXX)

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El cura.
Hacía tiempo que sospechaba que mi marido tenía una amante. Seguramente la nueva secretaría, una chica joven con ganas de trepar. Terminé dándome cuenta el día que ví el extracto de su visa y había un cargo por parte de una joyería, pensé que sería mi regalo de cumpleaños pues estaba cercana la fecha. Pero llegó mi cumpleaños y mi regalo fue un cd y un libro. Nada de joyas ni nada por el estilo. Desde ese día, sus camisas olían a otro perfume, y llegaba tarde alegando trabajo. ¿Trabajo?, ¿con esta crisis?. Infeliz de mí, ¿Qué más necesitaba para darme cuenta?.
Las vacaciones en familia estaban cerca, sabía que yo no podía cambiar las fechas, me era imposible dado el ambiente de trabajo crispado en mi empresa, y una tarde vino a casa diciendo que no podría cogerse vacaciones en esas mismas fechas. Me dio lástima, pues me hacía especial ilusión estar los tres en la playa según lo planeado: mi marido, mi hijo y yo. Seguro que una temporada a mi lado y olvidaba a esa buscona. Luego pensando y dándole vueltas, deduje que lo que pretendía el muy hijo de ***** , era quedarse sólo en casa toda la quincena, seguramente para traerse esa pelandrusca a casa. Lo de la infidelidad sabría sobrellevarlo, todo fuese por mi hijo. Seguramente la niña, en que obtuviese su buscado ascenso lo dejaría y todo pasaría, y mi marido de nuevo se refugiaría entre mis piernas, pero lo que no soportaba era que lo hiciesen en mi casa, en mi cama matrimonial. Que se buscasen hoteles  o lo quisiesen, pero en mi casa, eso sí era superior a mis fuerzas.
Así que me pasaba lo días rezando para que un milagro diese al traste con las intenciones de mi marido, y sus maquiavélicas vacaciones resultasen fallidas. Las vacaciones estaban cerca, y de no impedirlo se saldría con la suya.
Para los que no me conocéis decir que me llamo Sara, y podéis saber más sobre mí si consultáis mi blog, cosa que me haría muchísima ilusión:
Tenéis alguna foto mía colgada en el blog.
Aquel día me encontraba caminando por la calle, con tiempo de sobra para ver alguna tienda e ir de compras antes de que mi marido y mi hijo llegasen a casa. He de confesar que lo recuerdo porque esa tarde me compré un bikini pensando en las vacaciones. Lo cierto es que era bastante atrevido, la braguita apenas era un triángulo para cubrir mis intimidades, lo mismo decir del trozo del tela que debía cubrir mi culete, la parte posterior casi era un tanga, ambas partes unidas por finas cuerdecillas a los laterales. El top también eran un par de triángulos que apenas tapaban mis pezones unidos por finas tiras, y para colmo el bikini era color carne, por lo que puesto y de lejos frente al espejo daba la impresión de estar desnuda. Pensé en ponérmelo siempre que me acordase del sinvergüenza y estúpido de mi marido cuando estuviese en la playa. Seguro que más de un hombre clavaba sus ojos en mí y me hacía sentir deseada. Quien sabe, tal vez pudiese pasar algo, al menos dejaría volar mi imaginación pensando que yo también podría tener una aventura. A fin de cuentas no me conservo tan mal.
Recuerdo que paseaba por el centro comercial cuando ví a lo lejos a mi amiga Patricia. Ella también me vió, al principio costó reconocernos porque hacía muchísimo tiempo que no nos veíamos. Decir que Patricia era amiga mía desde el colegio, ambas estudiamos en la misma clase. Nos educamos juntas en un colegio de monjitas, y continuamos viéndonos por la universidad. Su facultad quedaba cercana a la mía en el campus.
El caso es que hacía ya unos años que no nos veíamos. Patricia estudió medicina y en cuanto terminó sus estudios viajó por todo el mundo en busca de causas perdidas.  Nos fundimos en un abrazo nada más vernos e intercambiamos un par de besos con mucho entusiasmo.
.-“Pero chica… ¿Cuánto tiempo?” nos preguntamos la una a la otra.
Me invitó a tomar un café, realmente me apetecía haberme reencontrado con ella. Así pude saber que estuvo unos años colaborando con una ONG por varios pueblos de África. Hasta que conoció a un chico con el que hizo planes de bodas, regresaron a España hará un par de años con la intención de casarse, pero el tipo en qué consiguió la nacionalidad, la dejó casi plantada a pocos meses de la boda.
Yo por mi parte le dije que mi vida era muy simple, me casé con el mismo hombre que ella conocía de tiempos de la universidad, tuve un hijo, y cambié varias veces de curro.
Ella me contó que colaboraba en la parroquia de su barrio en temas de pastoral juvenil y todas esas cosas. Siempre le fue bastante ese tipo de historias. Y que estaba plenamente involucrada en el proyecto de hermanamiento con un pueblecito africano. Intercambiábamos preguntas y respuestas. Yo le dije que mi mayor preocupación en esos momentos era qué hacer en el verano, mis planes se habían ido al carajo, y fue ella quien dio respuesta a mis oraciones…
.-“¿Por qué no te vienes conmigo?. Así podremos recuperar el tiempo perdido de todos estos años” me dijo.
.-“Yoooh, ¿a dónde?” pregunté asombrada pensando en que me proponía acompañarla a algún sitio perdido por Africa.
.-“¿Si no recuerdo mal tu también te sacaste el título de monitora de tiempo libre?” me preguntó como dudando.
.-“Ufh, a saber dónde estará” respondí yo.
.-“Ooh Sara, tienes que ayudarme” me suplicó con la mirada.
.-“¿Cómo?” dije sin entender a lo que se refería, y comenzó a explicarse.
.-“Como te dije antes colaboro con la parroquia del barrio, de hecho soy la responsable del hermanamiento de la parroquia con un pueblecito en el que pasé un largo periodo como médica en la ONG. Todos los años organizamos unos campamentos donde intentamos integrar chicos de entorno conflictivos con otros de familias normales…” y antes de que terminase la interrumpí:
.-“¿Y qué pinto yo en todo esto?” dije sin acabar de entender su propósito.
.-“El caso es que de esos campamentos recaudamos el dinero suficiente para la construcción de un pozo de agua en la aldea, como entenderás es muy importante” dijo esperando mi reacción.
.-“Sigo sin entender” dije.
.-“Mira, son unos campamentos subvencionados por el departamento de acción social del ayuntamiento, cuya aportación económica es fundamental. Por el contrario exigen unas condiciones particulares para donar el dinero, entre los requisitos exigen un número determinado de monitores por chavales inscritos, y es ahí dónde puedes ayudarme. Según los chavales apuntados necesitamos más monitores de los previstos inicialmente, de lo contrario el ayuntamiento amenaza con retirar la subvención” terminó por explicarse.
.-“No sé, no sé” le dije. Desde luego no me apetecía nada en absoluto pasarme las vacaciones en plena naturaleza sin ningún tipo de comodidades.
.-“Por fá” me suplicó poniendo carita de niña buena a la vez que juntaba las manos tipo oración. Yo negaba con la cabeza.
.-“Piensa en todos estos niños sin un pozo de agua” dijo enseñándome algunas fotos que llevaba en el móvil de cuando estuvo en la aldea. Lo cierto es que me conmovieron las imágenes que me enseñaba.
.-“¿No era tu madre quien te animaba siempre a dar catequesis en el cole y colaborar en las diferentes campañas?” me dijo recordando viejos tiempos en la escuela.
¡¡¡Bingo!!!. Patricia había dado en el clavo. Tenía razón, a mi madre siempre le gustó que participase de este tipo de actos. Para ella Patricia era el ejemplo a seguir, siempre me animaba a que hiciese lo mismo. Seguro que si le pedía que se hiciese cargo esos días de mi hijo no le importaría, máxime si era por una buena causa como esta. De esta forma mi marido tendría que regresar a casa temprano a cuidar de nuestro hijo, siempre habría alguien en casa, dificultando que esa zorra entrase en mi cama. Ya me imaginaba la cara de mi marido cuando se enterase del cambio de planes. Decidí aprovechar la ocasión. Le dije a Patricia que si lograba convencer a mi madre para que interrumpiese sus vacaciones y  cuidase de mi hijo esos días la ayudaba encantada. Así que en caliente llamé a mi madre, si ponía alguna resistencia Patricia terminaría por convencerla.
.-“Hola mamá. ¿A que no sabes con quien estoy en estos momentos?” comencé la conversación. Se alegró mucho de poder saludar a Patricia. Yo continuaba a lo mío…
.-“¿Te importaría hacerte cargo unos días de tu nieto?” la pregunté. Por el tono de voz deduje que no le hacía mucha gracia, hasta que la puse a hablar con Patricia y enseguida cambió de opinión aceptando cuidar de su nieto por unos días.
Al final, quedé con Patricia en vernos otro día en la parroquia donde tenían lugar las reuniones de preparación de los campamentos, conocería al resto de monitores y a Fernando, el cura. Intercambiamos teléfonos y direcciones, y nos despedimos hasta el día señalado.
Al llegar a casa no le dije nada aún a mi esposo. Quise ver la cara que ponía mi marido al domingo siguiente, cuando comimos en casa de mis padres y era mi madre quien le daba la noticia. Disfruté viendo como su semblante cambiaba a medida que su suegra le explicaba no sé que de los niños de una aldea, según el lió que mi madre llevaba en su cabeza de lo que le había contado Patricia.
El caso es que llegó el día de la reunión de preparación en la parroquia, donde pude conocer al resto de monitores y monitoras. Al primero en presentarme Patricia fue a Fernando, el cura de la parroquia. Llevaba puesto un pantalón negro y una camisa gris en la que destacaba el típico alzacuellos. La verdad es que me sorprendió gratamente Fernando, era un tipo atractivo pese a ser cura, y tenía cierto puntazo vestido de negro con el alzacuellos. Luego conocí a Ángel, un profesor alrededor de los cincuenta y tantos años, y que sería legalmente frente a las organizaciones el jefe de campamentos. Luego estaban Alberto y Jorge, dos chavales de veintipocos años, junto con Patricia, mi amiga, Paloma, Ana y Ester que también tendrían alrededor de los veintipocos años.
De alguna forma se estableció un vínculo por edades, por las conversaciones, inquietudes y experiencias. Ángel, Fernando, Patricia y yo de un grupito, y luego los chavales más jóvenes de otro. Más tarde supe que Fernando tenía treinta y cuatro años, esto es, unos pocos más que nosotras. Comenzamos a organizarnos y quedamos en vernos regularme más días hasta la fecha de los campamentos.
Recuerdo que al salir de esa primera reunión, Patricia me acompañó un rato de camino a mi casa.
.-“¿A qué es una pena?” me dijo cogiéndome por el brazo mientras caminábamos por la calle.
.-“Si, pobrecitos todos esos niños sin agua” dije sin entender a lo que se refería.
.-“No, tonta. Me refiero a Fernando. ¿A qué es una pena que hombres así se hagan curas?” dijo confesándome que a ella también le resultaba atractivo.
.-“No sé” dije tratando de disimular que efectivamente a mí también me había llamado la atención. Era la primera vez que hablamos del tema.
.-“Está para hacerle un favor” dijo mordiéndose el labio inferior.
.-“Vamos mujer, no es para tanto” pero mentí. No sé porqué no quería que Patricia supiese de mi impresión acerca del cureta. Tal vez porque quería aparentar ante ella que había triunfado en mi matrimonio, a pesar de que este hiciese aguas por todas partes.
.-“Sabes….” Acercó su cuerpo al mío dando a entender que me contaba un secreto.
.-“Dime” dije ansiosa por conocer su secreto.
.-“Dicen que Fernando es muy mujeriego, que lo han visto frecuentar casas de citas” dijo bajando el tono de voz como si lo que acababa de decirme fuese un secreto de estado.
.-“Y los que lo han visto en esos sitios ¿qué hacían alli?. No puede ser”. Dije dudando de sus palabras.
.-“Dicen que va muy a menudo” dijo susurrándome de nuevo.
.-“Hay chica, será que las ayuda o algo por el estilo. La gente es muy mal pensada” dije defendiendo a Fernando argumentando una razón lógica a todo eso. Después la conversación desvió por otros derroteros, hasta que nos separamos cada una a su casa.
Al fín llegó el día de partida. Ya os podéis imaginar los grupitos antes de subir al autocar, las canciones de guitarra, las despedidas a píe de autobús de los familiares… hasta que llegamos a las instalaciones.
Se trataba de un campamento en plena montaña. Las instalaciones constaban de varios edificios. En uno de ellos, era una construcción de dos plantas, donde la parte de abajo era un comedor enorme con mesas, sillas y bancos de madera, junto con una cocina industrial. La planta de arriba eran dos habitaciones, un baño y un cuarto enorme que hacía de almacén de las tiendas de campaña y demás muebles de jardín. El otro edificio eran los baños, aseos y duchas comunitarios. No estaba nada mal, la verdad es que yo recodaba mucho peor de mis tiempos más jóvenes de campamentos las temidas letrinas.
Nada más llegar levantamos una gran tienda de campaña central tipo militar que haría las labores de centro de reunión y de actividades. Alrededor de esta gran tienda plantamos el resto de tiendas distribuidas por equipos. Los chavales tenían edades comprendidas entre los diez y los dieciocho años. Los agrupamos más o menos por edad y por sexos en las tiendas, hasta que llegó el momento de repartirnos las habitaciones del edificio de las dos plantas y las tiendas de campaña entre los monitores.
Ángel, el señor mayor y con espíritu eternamente joven, dijo el primero que no le importaba dormir en tienda de campaña. Se sumaron el resto de chicos a su propuesta. Patricia insinuó que tal vez deberíamos dejar a Fernando una de las habitaciones, por el tema de organizarse mejor sus sotanas y enseres. Enseguida comprobé que el resto de féminas apoyaban esta decisión, y el siguiente paso fue rifarnos entre las chicas la otra habitación. Me percaté que casualmente sólo éramos nosotras las que  estábamos interesadas en dormir en la habitación junto al cura. Tuve suerte y me tocó a mí. La verdad agradecí no tener que dormir en el suelo durante quince días, además de disponer de un baño con ciertos privilegios.
El día transcurrió rápido entre tanto preparativo. Por la noche acordamos tener reunión de monitores tras dormir al resto del campamento. Como siempre en estos casos hablamos de mucho y de nada, terminando yéndonos por las ramas. Los chavales más jóvenes, Jorge y Alberto, enseguida se animaron a sacar algo de whisky, ron y tequilas, pues llevaban un par de mochilas cargadas. Acordamos dejar bajo llave el alcohol para que solo los monitores tuviésemos acceso. Evitando tentaciones entre los acampados más mayores próximos a los dieciocho años. En especial un tal Javier, un chico de diecisiete años algo conflictivo, y que ya había tenido algún que otro encontronazo con otros muchachos por hacerse el chulito. Propusimos que lo mejor sería que Ángel fuese el monitor de su grupo. A mí me tocó otro grupo de chicos entorno a los catorce – quince años, repartiéndonos el resto de gente.
Lo único que recuerdo de esa noche es que me acosté en mi habitación bastante cansada, y que para colmo hacía un calor sofocante que impedía conciliar el sueño. Para mi sorpresa comprobé que me dejé los pijamas en casa, no los debí meter en la mochila. Así que decidí dormir en braguita y camiseta. En alguna ocasión dormía así en casa. Las noches de calor insoportable, solía dormir con braguitas de esas con dos triángulos adelante y atrás, unidos por finas tiras laterales. Y en la parte superior una camiseta fina también de tirantes. Esa noche serían a juego de color negro.
La mañana siguiente sería un calco de cómo transcurrirían el resto de días. Una oración al desayunar, luego alguna actividad, y hacía el mediodía un baño en las pozas del río, el que quisiese. Como las orillas más accesibles estaban a un par de kilómetros del campamento, comíamos algo tarde. El que quería se quedaba en el campamento, había duchas para combatir el calor. Luego una buena siesta, algo de pastoral juvenil y a preparar la cena. Algunas canciones con las guitarras  antes de acostar el campamento, y luego reunión de monitores.
Después de la reunión todo el mundo se retiraba a dormir. A mi me costaba conciliar el sueño debido al calor, así que hacía algo de tiempo hasta que desaparecía todo el mundo, momento en el que bajaba a la cocina, con la intención de prepararme un cola cao con leche antes de retirarme verdaderamente a dormir.
Recuerdo esa segunda noche porque bajé con mis braguitas y camiseta puestas a tomar el vasito de cola cao. Creí estar sola. Me senté en el salón, en uno de los bancos de madera próximos a las escaleras y la cocina, dispuesta a degustar mi vasito de leche, cuando por los ruidos pude ver como bajaba Fernando por las escaleras. Todavía llevaba su típica camisa gris y el alzacuellos.
.-“Veo que tú tampoco puedes dormir” dijo nada más verme. Yo me sentí algo incómoda ante su presencia, al estar prácticamente en ropa interior. Pude comprobar que también se preparaba un vaso de leche, salvo que sin cacao y con mucho azúcar.
.-“¿Te importa?” dijo pidiendo permiso para sentarse a mi lado. Pude apreciar como su mirada se clavaba en mis piernas al sentarse en el mismo banco en el que estaba yo.
.-“No claro” dije haciéndole algo de sitio y sentándome correctamente.
Lo cierto es que era la primera vez desde que lo conocí que me quedaba a solas con Fernando. Me pareció un tipo de conversación agradable y fluida, bastante simpático además de atractivo. “Lástima de alzacuellos” pensé. Aunque bien mirado le daba un morbo que no veas.
Estuvimos hablando un buen rato acerca de muchas cosas. Conforme Fernando bebía su vaso de leche, un fino bigotillo blanco se le formaba encima de los labios. Para mi era algo hipnotizador, no podía dejar de mirar y mirar ese blanco bigotillo que se le formaba. No sabría decir si no podía dejar de mirarlo porque estaba gracioso y ridículo, o porque lo hacía aún más atractivo. El caso es que no pude evitar la tentación de limpiarle los labios con una servilleta de papel. Interrumpí lo que estaba contándome para acercarme a limpiarlo, por descuido mis pechos rozaron con su antebrazo, casi con sus manos.
Lo que nunca olvidaré fue la forma en que me miró cuando me separé después de limpiarlo. Sentí que me desnudaba con la mirada, y por la poca ropa que llevaba no le sería difícil adivinar mi cuerpo de mujer. Un escalofrío recorrió mi cuerpo de arriba abajo. Para colmo mis pezones se pusieron de punta, y permanecieron así el resto de la conversación. Fernando no les quitaba ojo de encima. Por otra parte la conversación transcurría relajada y amena. Me hizo reír en varias ocasiones contándome alguna anécdota suya.
.-“¿Tienes frío?” preguntó de repente interrumpiendo la conversación.
.-“No ¿porqué?” respondí inocentemente.
.-“Por nada, por nada” pronunció sin dejar de mirar mis pezones que se marcaban a través de la camiseta, y dicho esto retomó la charla dónde la dejamos. Yo no quise darle mayor importancia, al fin y al cabo Fernando era sólo algo mayor que yo, y a todas todas, yo debía parecerle una mujer atractiva.
El caso es que esa noche entre unas cosas y otras nos retiramos a dormir bastante tarde.
A la mañana siguiente más de lo mismo, oración con el desayuno, alguna dinámica y luego baño en el río. Recuerdo ese día porque fue la primera vez que Fernando vino a las pozas con todos. Pudimos verlo en bañador, y para sorpresa de todas usaba uno de esos bañadores tipo slip, que le marcaban un paquete de lo más apetecible. Además resaltaban sus abdominales, se notaba que se cuidaba. Una de las muchachas más atrevidas incluso hizo algún comentario nada más verlo, Fernando lo escuchó y tratando de restar importancia dijo:
.-“Men sana in corpore sano” dijo “ hay que cultivar cuerpo y mente”. Luego explicó que le gustaba practicar ejercicio, en especial acudía un par de días a la semana a nadar, de ahí el bañador.
Mientras el cura se explicaba, pude darme cuenta que estaba rodeado de féminas, y creo que era consciente y disfrutaba de su magnetismo para con las mujeres. ¿Sería verdad el rumor que me dijo Patricia acerca de las debilidades del cura?.
Al terminar la jornada, y de camino de regreso al campamento, mi amiga Patricia corrió a mi lado para cuchichear un rato. Me cogió de nuevo por el brazo y bajando el tono de voz me dijo:
.-“Qué, ¿a qué está bueno el cura?” susurró dándome un codazo.
.-“Chica, que quieres que te diga” traté de fingir indiferencia.
.-“Pues que está para hacerle un favor” dijo medio riéndose. Yo también me reí siguiéndole el juego. Luego continuó hablándome:
.-“Si, el y tú habéis sido la comidilla de todo el campamento” dijo agarrándome fuerte del antebrazo.
.-“¿Yooo?” pregunté sorprendida.
.-“Si tu, ¿no me dirás que no te has dado cuenta?” se reafirmó en sus palabras.
.-“¿De qué?” dije totalmente despistada.
.-“Caray chica, es que no te enteras de nada. Con ese modelito de bikini que te gastas ningún chaval te quitaba la vista de encima. ¡¡Si incluso Fernando se fijaba en ti!!” dijo Patricia para mi sorpresa.
.-“Es el bikini que me había comprado para ir a la playa” traté de justificarme frente a mi amiga.
.-“Tu di que sí mujer” dijo mi amiga defendiéndome por ponerme lo que me diese la gana. Y continuó explicándose…
.-“El caso es que Alberto ha sorprendido al tal Javier grabándote con el móvil y haciendo comentarios obscenos ante otros chicos, y claro, lo ha castigado a limpiar los baños. Me ha dicho Alberto que entre otras cosas te has ganado el título de “eme, cu eme, efe” o algo así entre los chavales” dijo llamándome la atención.
.-“¿Qué es eso de “eme, cu, eme, efe”?” pregunté atónita por cuanto me estaba contando.
.-“Al parecer son las siglas con las que Javier quiere decir “madre que me follaría”, y claro, ha calado entre el resto de chiquillos que le siguen la corriente.
.-“Pues no veo porqué” respondí perpleja por sus palabras.
.-“No me dirás que con ese modelito de bikini no te has ganado el título de supermaciza del campamento” respondió mi amiga con cierta envidia.
Mientras Patricia continuaba hablándome, yo repasé mentalmente al resto de monitoras. Lo cierto es que Paloma y Ester, estaban algo rellenitas, e incluso utilizaban bañador de una sola pieza para disimular sus celulitis. Ana, a pesar de tener buen tipillo, no era muy agraciada de cara, y pese a su edad aún tenía el rostro con acné. Por otra parte Patricia siempre daba el aspecto de monja pese a no serlo, pero a la vista de los chavales era mucho más seria y con mucha mala leche. Así que supuse que efectivamente sería la top model del campamento sin quererlo. Me hizo gracia pensar que todo un grupo de chavalillos con las hormonas aceleradas se fijasen en mi, mientras que el imbécil de mi marido se fijaba en otra. Luego mis pensamientos se detuvieron en las palabras de mi amiga: “Si incluso Fernando se ha fijado en ti”, frase que se repetía una y otra vez como un mantra en mi cabeza.
El resto del día transcurrió con total normalidad, casi incluso aburrido. Hasta que llegó la noche. De nuevo un calor sofocante impedía conciliar el sueño. Esa noche llevaba puesto un conjunto de braguita y camiseta blancos cuando bajé a prepararme mi cola cao. Al poco tiempo Fernando apareció por las escaleras. De nuevo con su impecable pantalón negro, camisa gris y alzacuellos. Contrastaba con la persona que esta mañana se bañaba en el rio. Lo observé mientras se preparaba su vaso de leche en la cocina, al terminar de nuevo me pidió permiso para sentarse a mi lado. Así lo deseaba, y lo invité a charlar.
No sé porque quise interesarme más por su trabajo. E incluso insinúe el comentario de Patricia acerca de sus visitas a casas de citas. El me explicó que entre otras cosas colaboraba con los centros sociales de ayuda a la mujer para intentar apoyar a este colectivo. Poco a poco me fue comentado algún por menor acerca de su día a día. Me llamó la atención alguna de sus palabras sobre el tema. Incluso me contó alguna situación dramática acerca de mujeres con las que había tratado.
Ambos estábamos sentados en el mismo banco uno frente al otro a cierta distancia. Fernando con una pierna a cada lado del banco, y yo inconscientemente, me encontraba sentada con las piernas totalmente flexionadas y los pies encima del banco, con los brazos rodeando mis piernas a la altura de las rodillas, y sosteniendo la taza de leche con una mano.
Me percaté de mi postura porqué en un momento dado la mirada de Fernando se fijó en mis intimidades. Seguramente se fijaba en el triangulo de tela blanca que se adivinaba entre mis piernas y que destacaba en la oscuridad. Mis piernas se  mostraban totalmente desnudas de la forma en que estaba sentada. Una y otra vez no dejaba de mirar mis labios vaginales que yo misma notaba marcarse a través de la fina tela de mis braguitas. Me gustó seguirle la mirada, pues se fijaba inconscientemente casi interrumpiendo sus palabras. En esos momentos me agradó juguetear con el pobrecillo. Debía estar mucho más necesitado que incluso yo misma. Cuando se vio sorprendido se ruborizó notablemente y trató de disimular como pudo continuando con la conversación.
He de reconocer que en esos momentos mi ego de mujer estaba por la nubes, ¡¡estaba siendo el objeto de atracción de un cura!!. Uhhhm, la situación era tan tentadora. Separando un poco las piernas para que pudiera verme mejor le pregunté…
.-“¿Alguna vez se te han insinuado esas mujeres?… no sé, ¿han tratado de ofrecerte sus servicios? o cosas por el estilo…” pregunté mirándolo fijamente a los ojos. El me sostuvo la mirada un tiempo que se me hizo eterno. Se percató del doble sentido de mi pregunta y de mi jueguecito de insinuación .Luego mordiéndose el labio inferior dijo:
.-“En la viña del Señor, hay mujeres para todo” pronunció al tiempo que se acercó a mi sin dejar de mirarme a los ojos y con cierto tono desafiante. No sé porque me sentí mal en esos momentos, y bajé la cabeza.  Tal vez había sido demasiado tentadora. Fernando me dio una palmada en mi muslo muy cerca ya de mis cachetes, y cogiendo mi taza de leche con la otra mano, en un tono muy jovial que nada tenía que ver con el de antes, levantándose dijo:
.-“Es tarde, deberíamos acostarnos” y dicho esto se incorporó a dejar los vasos en la cocina y subió a dormir.
Yo me quedé un rato más en el comedor tratando de restar importancia al momento relativamente tenso que habíamos tenido, hasta que también me retiré a dormir.
El resto de días transcurrieron con mayor o menor normalidad. Las actividades matutinas, el baño en la poza y las miradas de todos los chiquillos clavadas en mi cuerpo, la siesta, los juegos de la tarde, la reunión de monitores y el vaso de leche junto al cura antes de acostarnos. He de decir que tal vez fuese ese el mejor momento del día. La charla con Fernando mientras tomábamos el vaso de leche. Así pasaron algunos días más en el campamento.
Hasta que llegó un día clave que nunca olvidaré. Aquel día realizamos una excursión hasta Peña Alta. Una caminata ascendente de gran desnivel y que me dejó verdaderamente cansada. Al llegar la noche y tras la reunión de monitores, me retiré a mi cama a descansar un rato hasta que se hiciese la hora de tomar mi consagrado vasito de cola cao. Pero me quedé adormilada sobre la cubierta. Cuando desperté pude comprobar que era muy tarde, me asomé por la ventana para ver que todo el campamento estaba completamente apagado, no había ninguna luz, ninguna linterna, y todo estaba en silencio.
Traté de dormir de nuevo, pero mi cabeza daba vueltas y vueltas. Me preguntaba que estaría haciendo en ese mismo momento mi marido. Si estaría con su amante o no. Sentí rabia. Como no lograba parar mi cabeza, decidí darme una ducha. Estaba cansada, empapada en sudor y una ducha seguramente ayudaría a mis propósitos. Al cruzar el pasillo desde mi cuarto al baño pude comprobar que la luz del cuarto del cura también estaba apagada.
Me encerré en el baño, colgué sobre el manillar de la puerta mi braguita y mi camiseta y dejé sobre el lavabo la toalla de baño para secarme. Uhhm era agradable sentir el agua fresca sobre mi piel. Al salir de la ducha, mientras me miraba en el espejo del lavabo, me percaté de que mi pubis estaba algo descuidado. Normalmente me gusta lucir una fina tira de pelillos que indiquen el camino hacia mi zona más sensible. Supongo que debido a la falta últimamente de apetito sexual, a los preparativos del campamento y varios días fuera de casa, que había descuidado mi jardincito. Decidí arreglármelo.
Cogí mi cuchilla y traté de marcar esa fina tira que habitualmente decora esa zona. La luz era muy débil en el baño, no me veía bien. El caso es que no lograba dibujar una línea recta, ni de compensarla, supongo que debido a la escasa luz. No sé porqué lo hice, pero fue como un impulso instintivo que no pude parar. ¡Ris!, ¡ras!, mi pubis estaba completamente rasurado. Me miré en el espejo, aunque ya lo había llevado así en alguna ocasión me gustó verlo desnudito. Me fijé que algunos de los pelillos habían caído al suelo. Decidí terminar mi obra de arte antes de recogerlos y repasar bien toda la zona.
Recuerdo que estaba dando los últimos retoques a mis pliegues más íntimos cuando la puerta se abrió de par en par. Fernando abrió la puerta por completo y se quedó de piedra al verme totalmente desnuda en el baño. Fue todo muy rápido. Cerró la puerta tras reaccionar, y se disculpó diciendo:
.-“Lo siento tenía ganas de orinar y creí que te habías dejado la luz encendida” dijo del otro lado de la puerta. Yo me enrosqué como pude con la toalla.
.-“Ahora salgo” dije al tiempo que abría la puerta y salía corriendo dispuesta a encerrarme en mi cuarto. Creo que fue el momento de mi vida que más vergüenza he pasado. Tras cerrar la puerta de mi cuarto pude percatarme de que mi braguita, y mi camiseta se habían quedado tras la puerta del baño. ¡Dios mío!, y también había dejado el rastro de ciertos pelillos en el suelo cuando Fernando me sorprendió cuchilla en mano. Decidí esperar a que el cura terminase en el baño para volver a limpiarlo.
Pude escuchar el sonido de la cisterna y la puerta del cuarto de Fernando cerrarse tras finalizar. Cuando regresé al baño, para mi sorpresa el suelo estaba limpio. Deduje que Fernando debió limpiar el suelo con un poco de papel higiénico, pues había restos de mis pelos en el inodoro, y para colmo mi braguita y camiseta yacían en el suelo en un rincón junto a la bañera. Seguramente Fernando las abría dejado así pensando en que estaban sucias. ¡Dios mío que vergüenza!. ¡Qué se pensaría ese hombre de mi!. Para mayor estupor, pude comprobar cuando recogí mis prendas, que había evidencias de mis fluidos vaginales en la parte central de la braguita. ¿Se habría percatado el cura de ese detalle?. Recogí todo como pude y marché corriendo a la cama con ganas de que llegase un nuevo día.
Al día siguiente casi no me atrevía a mirar a la cara del cura. Estaba muerta de vergüenza. No sabría que decirle ni como excusarme. Para colmo nos quedamos por casualidad de los últimos en el río antes de subir al campamento. Recuerdo que yo aún estaba nadando en el agua y el me observaba mientras se secaba desde la orilla, creí advertir que un inicio de erección se dibujaba en su bañador de slip mientras me admiraba con el bikini puesto. Por suerte no me hizo ningún comentario al respecto en ningún momento del día. Así que poco a poco fue transcurriendo la jornada. En la más absoluta normalidad, hasta que llegó la noche. Tras la habitual reunión de monitores decidí dar un paseo por los alrededores y hacer tiempo esperando el momento de tomar mi vasito de leche.
Por suerte había luna llena y no hacía falta linterna para caminar. Llevaba puesto tan sólo mis botas de montaña, un short del coronel tapioca sobre mis braguitas, y la camiseta de tirantes con la que dormiría esa noche.
Tras pasear un rato y disfrutar de la visión de las estrellas en el cielo, me entraron ganas de orinar. Decidí acercarme a los barracones comunitarios pues estos se encontraban más cerca.
Al llegar a los baños escuché unas voces de chicos. Reconocí entre otras la voz del tal Javier y de uno de mis muchachos de aproximadamente quince años. Me llamaron la atención sus comentarios. Decidí acercarme con sigilo. Pude escuchar su conversación tras uno de los muros cercanos sin que me viesen. Me asome con cautela. Javier estaba fumando mientras todos los chiquillos miraban el móvil de Javier. Me escondí para escuchar sus comentarios…
.-“Joder, menudos melones tiene” dijo uno de ellos.
.-“Si tío, tiene que hacer unas cubanas de infarto” dijo otro mientras se codeaban entre ellos.
.-“Esta muy buena” escuché que decía el chaval de mi grupo. Yo me preguntaba mientras los oía, de quién podían estar hablando de esa manera. En principio pensé que se trataría de alguna modelo de Internet o algo así, pero me llevé una sorpresa…
.-“Lo cierto es que tu monitora tiene un polvo que no veas” le dijo otro de ellos al chaval de mi equipo. No podía creer lo que acababa de escuchar.
.-“¿Sabéis que le haría yo a la puta de Sara?” dijo Javier creando cierta expectación entre el resto de chavales. Se notaba que era el líder.
.-“Se la enchufaba por el culo a ese pedazo de zorra” concluyó Javier para sorpresa de todos.
.-“Seguro que chilla como una guarra” se animó a decir otro. Yo no podía creer lo que estaba oyendo.
.-“Pero…, Sara esta casada” dijo el chavalín de mi grupo.
.-“Esas son las peores” interrumpió Javier, “seguro que con su marido se hace la estrecha, y luego le encanta chupar pollas. Tengo que verla desnuda como sea” terminó por decir.
.-“Seguro que se la folla el cura, ¿de qué si no duermen juntos?” espetó otro.
.-“El otro día a poco se cae de morros el cura en la orilla del río por mirarla” añadió otro.
.-“Cuanto os apostáis a que me la follo” dijo Javier de nuevo para expectación de sus seguidores.
Justo en ese momento sonó el móvil en mi bolsillo del pantalón. El timbre puso en alerta a los chicos. Yo salí corriendo en dirección a mi habitación con el fin de saber quien había sido tan inoportuno. Seguramente los chiquillos me habrían visto salir corriendo de los barracones, y yo misma me habría delatado espiándolos.
Una vez en la habitación pude contestar al teléfono. Era mi marido. Llamaba para saber que tal estaba y decirme que me echaba mucho de menos. ¡Hipócrita!.  Después de colgarle recordé los comentarios tan soeces que escuché de mi persona. Sobretodo de Javier. No me gustaban sus intenciones, reconozco que tuve cierto temor a que me hiciese algo. Por lo que sabía su madre estaba en prisión y él había sido internado en varias ocasiones. No me podía fiar, debía subir la guardia.
Por lo demás nada destacable. Luego en la noche pude hablar con el cura acerca de Javier y su situación. Fernando me contó que conocía a la madre de Javier, la visitaba junto a otras reclusas con frecuencia en prisión, estaba encerrada por prostitución. Me estuvo contando un montón de cosas hasta que se hizo la hora de dormir.
Tal vez no le hubiese dado mayor importancia a lo que aconteció al día siguiente en el rato de baño en el río, pero dado lo que escuché la noche anterior me puso en alerta.
Ese día, varios chavales de mi grupo comenzaron a jugar conmigo en el agua a hacernos aguadillas y empujarnos unos a otros. Lo cierto es que nos hacíamos aguadillas entre nosotros en un tono bastante jovial y divertido. Todo transcurría con relativa inocencia, hasta que Javier entró a formar parte del juego. Aprovechaba cualquier ocasión de contacto para meterme mano por debajo del agua. Incluso noté un par de pellizcos suyos en mis pechos encubierto por el agua del río. No me agradó su forma de jugar y decidí salir del agua.
Recuerdo que caminaba en dirección a la orilla cuando pude notar un fuerte tirón en las cuerdas anudadas a mi espalda. Era Javier que trataba de deshacer el nudo que sujetaba mi top. Y de hecho consiguió deshacerse del nudo. Los triángulos que cubrían mis pechos salieron de su sitio. Menos mal que logré cubrirme mis pechos con las manos antes de que nadie pudiese ver nada. Todo el campamento vió la maniobra, pude ver muchas bocas abiertas babeando tratando de vislumbrar alguno de mis pezones. Incluidos Fernando y Ángel, quienes castigaron de nuevo a Javier con limpiar los baños y amenazaron severamente con expulsarlo.
De regreso al campamento decidí que lo mejor sería no acompañar a los chavales en unos días al río para que se calmasen los ánimos. Normalmente aclaraba mi bikini en el baño de mi planta y lo dejaba secar junto a la ventana en mi cuarto, pero dadas las circunstancias de ese día, lo lavé minuciosamente en los lavaderos comunitarios y lo tendí en las cuerdas comunes junto al resto de prendas, con la intención de que se secase mejor al sol por unos días. El resto del día transcurrió de lo más normal.
De nuevo a la noche decidí a dar un paseo tras la reunión de monitores. Todavía había luna seminueva y se veía bien en el campo. Caminaba sola en mitad de la noche cuando unos ruidos me llamaron la atención. Parecían unos gemidos, junto a alguna frase que no lograba entender con claridad. Provenían de detrás de unos arbustos y matorrales. Pude acercarme sigilosamente a ver lo que ocurría.
Para mi sorpresa pude ver a Javier de espaldas, con el bañador a media pierna y la camiseta puesta, que estaba embistiendo por detrás a una de las chiquillas del campamento. Ella estaba también en pie contra un árbol, agachada, con las manos apoyadas en sus piernas, aguantando el equilibrio y los empujes de su amante. Pero lo que más me llamó la atención es que ¡¡¡¡llevaba puesto mi bikini!!!!!. ¡¡Cómo era posible!!. Aquello si que no lograba entenderlo.
En ese momento Javier le propinó una cachetada a la muchacha en el culo que resonó en todo el bosque y le dijo:
.-“Vamos, muévete, tienes que hacerlo como lo haría la puta de Sara” escuché que le decía Javier. Mi sorpresa no acababa ahí, fue entonces cuando pude ver que Javier lo estaba grabando con el móvil. La chica por su parte no paraba de gemir y gemir.
.-“oooh, si, siih” se le escapaba a la chiquilla.
.-“Vamos puta, tiene que parecer que es el culo de Sara, que me lo estoy haciendo con ella. Quiero hacerles creer a todos que me la he follado por el culo” dijo Javier con rabia.
.-“No, por el culo no. No habíamos quedado en nada de eso” apuntó a decir la muchacha entre gemidos. Javier le propinó otra cachetada en el culo, dejándoselo a la pobre enrojecido.
.-“Harás lo que yo te diga si no quieres que tu padre se enteré de lo de tu madre con el cura” pronunció Javier chantajeando a la chica.
.-“No por favor” gimoteo ella.
.-“Abre bien tu culo que quiero grabarlo, y recuerda que tienes que parecer Sara” ordenó Javier. La muchacha llevó sus manos atrás, y una a cada lado abrió sus nalgas para que Javier pudiera verle bien su agujero negro.
.-“Menudo culito tienes” dijo Javier, y al tiempo escupió en el esfínter de la niña.
.-“No por favor, por ahí no” suplicó ella. Yo no podía creer lo que veía. En ese momento Javier dejó de penetrar a la chica sacando su miembro del interior de la muchacha. Pude contemplarlo en todo su esplendor. Lo cierto es que el chaval estaba muy bien dotado. ¡¡Si parecía un burro!!. Poco a poco fue acerando su miembro a la entrada del ano de la chica e hizo fuerza para sodomizarla. Yo contemplaba la escena hipnotizada.
Pude adivinar que había logrado introducirle la punta por el gesto de dolor de la chiquilla, la cual hacía un esfuerzo tremendo para no chillar. Yo me tapé la boca para no hacer ruido. Me percaté de que sin querer había comenzado a acariciarme por encima del pantalón y a manosearme los pechos. Nunca creí que observar a otros en momentos íntimos pudiera excitarme tanto, y mucho menos contemplar como la muchacha era sometida sin piedad por un tipo tan maquiavélico como Javier. La escena me estaba poniendo cachonda sin poderlo remediar. De repente se la introdujo hasta el fondo de un solo golpe de riñón por parte de Javier. La chica debió ver las estrellas de dolor…
.-“AAAAaaaaagggghh” un grito desgarrador salió de la garganta de la chiquilla. Javier aprovechó para darle otro manotazo en las nalgas a la chica.
.-“Eso es Sara, así me gusta que chilles” dijo al tiempo que comenzó a moverse frenéticamente y grababa con su móvil, enfocando únicamente la zona en que se podía apreciar mi bikini, y su pollón entrando y saliendo del ano de la chica. Me imaginaba el montaje de video que ese cabrón haría para mostrárselo a sus amigotes.
Estuvieron varios minutos en que la chica interpretaba a la perfección mi papel y Javier no paraba de mencionar mi nombre una y otra vez. Yo sin poder evitarlo me había desabrochado el botón de mi short y mis dedos jugueteaban ya en el interior de mis braguitas. De vez en cuando me pellizcaba yo misma los pezones por debajo de la camiseta contemplando la escena tras los matorrales. Para mi sorpresa pude ver como Javier extraía su miembro de las entrañas de la chica y se corría sobre la tela de mi bikini que cubría el culillo de la muchacha.
Ambos procedieron a vestirse y acomodarse sus prendas, momento en el que yo salí corriendo evitando ser descubierta. Me dirigí a mi habitación tratando de asimilar lo que había presenciado. Al pasar junto a los barracones quise comprobar si mi bikini continuaba en el tendedero. No lo ví, me cercioné en mi convicción de que efectivamente el bikini que llevaba puesto la muchacha era el mío.
Subí a mi cuarto y me encerré. En mi mente se proyectaba una y otra vez la imagen de Javier y su herramienta enculando a la chiquilla. Me tumbé sobre la cama. El botón de mi short continuaba desabrochado. De nuevo introduje mi mano en mis braguitas. Uuufh, estaba empapada.
Mis dedos comenzaron a juguetear con mis pliegues más íntimos. La otra mano acariciaba mis pechos por encima de la camiseta. En mi mente visualizaba una y otra vez el momento en el que Javier sodomizaba a la chiquilla. Me identifiqué con los gestos de dolor de la muchacha en el momento en el que me introducía un dedito en mi interior. Caray, estoy empapada, me sorprendí a mi misma. Necesitaba más y más fuerte. Así que comencé a pellizcarme los pezones y a introducir un segundo y hasta un tercer dedo en mi interior. Alternaba el penetrarme con acariciarme el clítoris. ¡¡¡Dios que gusto de imaginarme que era yo a la que sodomizaban!!!.
.-“UUuuhhmm” no pude evitar gemir. En esos momentos era totalmente ajena a las circunstancias que pudieran acontecer a mi alrededor. Sólo tenía consciencia de mi cuerpo, el cual me pedía más y más. Me deshice de mi short con urgencia para continuar mis maniobras. Hasta me lastimaba ligeramente a mí misma pellizcándome despiadadamente los pezones.
Juro que nunca lo había hecho anteriormente, pero sentí una necesidad inexplicable por introducirme un dedo en mi ano a la vez que me masturbaba. ¡¡¡Dios, que gusto!!!. Tuve que girarme y tumbarme boca abajo para ahogar mis gemidos con la almohada.
.-“Uuuhhhmmm” no pude evitar ronronear de placer. Era una gata en celo.
Por primera vez en mi vida pude sentir como mis dedos se podían acariciar a través de mis entrañas. El dedo que me había introducido en el ano estimulaba de sobremanera mi punto “g” a través de las membranas y paredes vaginales. Sin duda estaba a punto de correrme en uno de los mejores orgasmos de mi vida.
.-“Oooh, sih” tuve que chillar contra la almohada. Mi cuerpo comenzó a temblar en espasmos de placer.
.-“Oh, si, siiii, ooouugh” gemía en cada sacudida de mi cuerpo.
¡¡¡Mierda!!!. Unos nudillos golpearon en la puerta….
.-“Sara ¿estas bien?” escuché la voz de Fernando del otro lado de la puerta. Mi orgasmo se vio interrumpido  muerta de vergüenza.
.-“Si, todo bien. Algo cansada” dije para disimular, al tiempo que me cubría mi cuerpo ridículamente con mis manos, temiendo que el cura entrase en mi habitación y me sorprendiese medio desnuda y masturbándome.
.-“Bajo a tomar un vaso de leche. ¿Vienes?” me preguntó.
.-“Enseguida bajo, termino mis estiramientos y enseguida bajo” dije tratando de inventar una ridícula excusa que pudiera justificar mis gemidos. Por suerte escuché el sonido de Fernando bajando por las escaleras en dirección a la cocina. Respiré aliviada por que no hubiese abierto la puerta. Luego me di cuenta de que la excusa del yoga era bastante absurda. Por unos instantes no supe que hacer. Me sentía como una niña que acababa de romper un plato. Recogí mis braguitas del suelo, me las puse de nuevo, y decidí que lo mejor sería bajar y dar la cara, y dejar que todo sucediese como si de un día normal se tratase. Si preguntaba le diría que estaba haciendo yoga y ejercicios, y que tiendo a quejarme cuando me duele y me estiro. Así lo hice.
Bajé como todos los días a tomar mi vasito de cola cao y a conversar un rato con el cura. Por suerte Fernando no preguntó nada y no tuve porque darle ninguna explicación. Se notaba que era bastante correcto y discreto en ese sentido. La conversación transcurrió como en veces anteriores en un tono bastante jovial y divertido. A veces me contaba experiencias que me ponía los pelos de punta, y otras me hacía reír.
El caso es que en una de las veces pude observar como su mirada se fijaba en mis braguitas. En ese momento me percaté de que la zona central de mi braguita estaba manchada de mis propios fluidos. Su mirada se clavaba en mis labios mayores que podían adivinarse marcados en la tela de mis braguitas. Me puse nerviosa de nuevo por la situación, pero decidí continuar como si nada. Por suerte sugirió que nos retirásemos pronto a dormir pues al día siguiente nos esperaba una dura jornada. Esa noche caí rendida en la cama.
Para colmo tuve algún que otro sueño más bien erótico, aunque algo raro. Soñaba que estaba tumbada en la orilla del rio, cuando de repente aparece Fernando de detrás unos arbustos y se abalanza sobre mi con verdadera pasión. Me besa, me acaricia, hace de mi cuerpo lo que quiere hasta que situándose encima mío, a lo misionero, comienza a penetrarme. Yo soñaba que me moría de gusto. Podía visualizar con todo detalle su cara justo enfrente de la mía, disfrutando de mi cuerpo. Poco a poco su rostro se va transformando, comienza a penetrarme con furia, con rabia, y con cada golpe de riñón su rostro se va transformando en el de Javier. Yo trato de deshacerme de él, pero me es imposible. Me está violando en mis propios sueños.
Me desperté justo en ese momento empapada en sudor. Supongo que mi orgasmo interrumpido me estaba jugando una mala pasada. Decidí quedarme con la parte positiva, con la primera parte del sueño en el que era penetrada por el cura. Me quedé de nuevo dormida imaginando que ojala llegara a suceder. Reconozco que el sueño había sido de lo más real y lo había disfrutado hasta que se convirtió en pesadilla.
Pasaron algunos días más. He de reconocer que los mayores alicientes para matar el aburrimiento, era provocar las miraditas de los chicos y de Fernando en bikini en el río. Estimulaban mi imaginación, y  al llegar el momento de acostarme, disfrutaba de mi cuerpo, sobretodo tratando de no pensar en el imbécil de mi esposo. Cada noche me masturbaba pensando en Fernando, incluso me gustó provocarlo y jugar con él en cada momento y en especial cuando llegaba el momento de tomar nuestro vasito de leche juntos.
Hasta que una noche mientras me tomaba el vasito de leche con el cura, este dedujo que algo no marchaba bien. Esa noche estaba especialmente sensible y triste al pensar en mi matrimonio. Recuerdo que en un momento dado Fernando me cogió de la mano y mirando hacía mi dedo anular preguntó:
.-“¿Estas casada?” preguntó acariciando mi mano con la suya.
.-“Si” dije agachando la cabeza. Fue fácil deducir que no me iba bien.
.-“¿Quieres hablar del tema?” me preguntó como invitándome a confesar.
.-“Creo que tiene una amante” dije con los ojos sonrojados y lacrimosos.
.-“¡¡Nooo!!. No puede ser” dijo poniendo cara de asombro.
.-“Pues créetelo” dije a punto de llorar. Justo en ese momento escuchamos un ruido desde una de las ventanas. Sospechamos que alguien nos estaba escuchando.
.-“¿Quieres que sigamos hablando?” dijo invitándome a subir a las habitaciones a confesarme y a salvo de cualquier fisgón.
.-“Si por favor, necesito desahogarme” dije acompañándolo a subir a su cuarto.
.-“Espera” dijo, y se desvió hacia la cocina cogiendo dos copas en la mano. Yo no entendí porque cogió las copas hasta que entré en su cuarto. Permanecí un tiempo en píe en medio de su habitación sin saber qué hacer ni que decir, momentos que Fernando aprovechó para sacar una botella de vino de entre sus enseres. Pude fijarme que era una botella de denominación de origen de Toro. La descorchó delante de mí y me tendió una copa, que procedió a rellenar enseguida hasta la mitad con el vino.
Luego chocando su copa con la mía dijo…
.-“El vino ayuda a confesarse, la sangre de Cristo saca lo mejor de nosotros” pronunció mientras me invitaba a sentarme junto a su lado en el borde de la cama. Yo  me senté a su lado y dí un primer trago a la copa que efectivamente me ayudó a responder a su pregunta.
.-“¿Por qué piensas que te engaña?” quiso saber.
Yo le conté cuanto sabía. Lo cierto es que el ambiente creado ayudaba a confesarme. Fernando por su parte se dedicaba a escucharme y a rellenar mi copa de vino conforme apuraba los tragos. Casi sin darnos cuenta terminamos la primera botella de vino. Coincidió casi con el final de mi relato.
Fernando abrió otra botella. Rellenó lo que sería mi quinta o sexta copa, y se sentó en el suelo mirando frente a la ventana y con la espalda apoyada en la cama. Yo dí un trago y lo imité, sentándome a su lado. Intuí que quería decirme algo.
.-“¿Has tratado de hablar con tu marido?” preguntó. Yo negué con la cabeza, desechando su sugerencia.
.-“No creo que dé resultado” dije negando taxativamente.
.-“¿Por qué crees que lo ha hecho?” me preguntó.
.-“No tengo ni idea” dije dando otro trago a mi copa.
.-“¿Piensas que busca en esa otra persona algo que tu no puedes darle?” dijo mirándome a los ojos.
.-“La verdad es que no lo entiendo. De acuerdo que ella es mucho más joven que yo, pero siempre he estado dispuesta para él. Incluso ha habido noches en las que el quería sexo y yo sin tener muchas ganas, he hecho un esfuerzo y me he abierto de piernas para él. Ahora me siento como una imbécil”, dije agachando la cabeza entre mis piernas.
.-“Dicen que la confesión siempre causa daño al otro, pero mucho me temo que tu marido no siente ningún arrepentimiento” dijo acariciando mi nuca con su mano.
.-“¿Qué puedo hacer?” pregunté desesperada.
.-“¿Has probado a resarcirte?” preguntó apartando mi pelo de mi cuello y desnudando mi nuca, mientras me acariciaba en esa zona.
.-“¡Me estas sugiriendo que le sea infiel!” exclamé sorprendida por las palabras del cura.
.-“No he dicho tal cosa, sólo te digo que a veces nos sentimos aliviados imitando conductas. Algo así como ojo por ojo y diente por diente” dijo observándome detenidamente mis reacciones.
.-“No entiendo” dije mirándolo a los ojos. Un silencio se hizo entre ambos. Fue ahora el cura quien bajando la cabeza dijo:
.-“Sara, eres una mujer joven y hermosa, deberías disfrutar de tu cuerpo” dijo mientras acariciaba mi cuello desnudo, sin dejar de apartar mis cabellos una y otra vez.
.-“Sigo sin  entender” dije de nuevo algo aturdida por sus palabras y apurando el vaso de vino.
.-“Sabes…, antes de ordenarme sacerdote estaba tremendamente enamorado de una chica que se llamaba Maribel. Éramos novios, ambos descubrimos muchas cosas juntos acerca del amor, hasta que un buen día se presentó mi padre en casa con un tío mío cura, y me dijo que me ordenaban sacerdote…” interrumpió su relato para dar un trago a su copa de vino.
.-“¿Qué ocurrió?” había despertado mi interés por su relato.
.-“El caso es que me ordené sacerdote tal y como había dispuesto mi padre” en esta ocasión ambos dimos un sorbito a las copas de vino.
.-“¿Por qué no te negaste?” pregunté por curiosidad.
.-“Cualquiera le llevaba la contraria a mi padre, además a mi madre también le hacía ilusión. No, no tenía otra alternativa” pronunció con resignación.
.-“¿Y Maribel?,¿qué fue de ella?” quise saber.
.-“El caso es que seguimos viéndonos durante un tiempo, hasta que a mí me destinaron a la India. Y claro, con la distancia la relación se fue deteriorando. Además Maribel me contó por carta que conoció a un tipo, ingeniero, bien posicionado y que terminó por casarse con él”.
.-“¿Me quieres decir que estando de novicio mantenías relaciones con esa chica?. Joder, eso si que no me lo esperaba” dije sin meditar mis palabras algo desinhibida por los efectos del vino.
.-“Efectivamente así fue. Nunca me arrepiento de ello. El caso es que un buen día de regreso a España me la encontré por la calle, quedamos en vernos a tomar un café y todas esas cosas, hasta que un día ambos confesamos que seguíamos enamorados el uno del otro. Ella me confesó que no mantenía una relación plena con su marido, y que sólo yo había logrado satisfacerla. El caso es que al principio nos veíamos en hoteles, en su coche, y sitios así, hasta que terminamos haciéndolo en su casa…” no pude dejarlo escapar y se me escapó el inoportuno comentario.
.-“Joder con el cura” se escapó de mis labios. “¿Y cómo acabó la historia?” quise saber al mismo tiempo.
.-“Un día nos pilló su marido in fraganti” dijo poniendo su mano en mi rodilla para continuar narrando su historia.
.-” Lejos de pedir el divorcio y montar el numerito, lo llevó con resignación. Aceptó nuestra relación a tres, hasta que poco a poco su relación entre Maribel y él se fue fortaleciendo. Un buen día me dijo Maribel que lo nuestro tenía que acabar, que gracias a mí había podido conocer mejor a su marido, y su marido mejor a ella. Incluso me propusieron participar en orgías y cosas que ni te imaginas al nivel en el que se movían. Yo poco a poco me dí cuenta de que la Maribel que yo conocí poco tenía que ver con la mujer en que se había convertido, y poco a poco fuimos cerrando la relación” me comentaba a la vez que su mano en mi rodilla comenzaba a subir y bajar por mi pierna.
.-“No me lo puedo creer” dije mientras miraba su mano deslizarse por mi muslo más cercano a su posición. El color de su camisa gris contrastaba entre mis blanquecinos muslos.
.-“A veces la inclusión de un tercero enriquece a la pareja” pronunciaba Fernando mientras una de sus manos subía y bajaba por mi pierna ante mi impasibilidad, y con la otra me apartaba el pelo desnudando mi nuca. Mi indiferencia ante sus caricias se debía en parte a mi incredulidad en su relato.
.-¿Qué sabes ahora de Maribel?” pregunté intentando averiguar si lo que me contaba era cierto o inventado.
.-“Se que atravesaron dificultades económicas graves. La última vez que ví a Maribel se prostituía para pagar las deudas contraídas por su marido. Negocios y juegos en su mayoría. Y de ahí que me interesase colaborar y ayudar a este tipo de mujeres. La sigo viendo a menudo” dijo sin dejar de acariciar mi muslo muy cerca ya de mis intimidades.
.-“¿Por qué lo haces?” pregunté sin poder apartar mi vista de su mano. Ambos continuábamos sentados en el suelo con la espalda apoyada contra la cama.
.-“Me gusta ayudar a mujeres necesitadas” y nada más decir esto me dio un tímido beso en mi cuello. Fernando estaba algo ladeado hacía mi, y se dedicaba a acariciar mi pierna más cercana a su posición con una mano, mientras con la otra desnudaba mi cuello apartando mi pelo de mi nuca. Un segundo beso en mi piel en la zona entre mi cuello y mi hombro me puso la piel de gallina. Un escalofrío recorrió mi cuerpo. Estaban claras sus intenciones. Yo no sabía que hacer, por un lado lo deseaba, pero por otro algo me decía que aquello no estaba bien. Mis dudas hacían que permaneciese inmóvil ante sus caricias.
.-“Yoo, esto, no debería…” musité al tiempo que ladeaba mi cuello para facilitarle la labor y abría un poco más mis piernas para que pudiera acariciarlas sin ninguna dificultad, traicionándome por los gestos a mi misma.
.-“Ssscht” me susurró el cura en la nuca al tiempo que acariciaba la piel desnuda de mi hombro con sus labios, en tímidos besitos que lograban electrizar mi piel por todo el cuerpo.
.-“Esto, yo, nooo…” trataba de negarme por segunda vez, al mismo tiempo que permanecía impasible.
Por su parte deslizó el tirante de mis camiseta sobre el hombro dejándolo caer a un lado, mientras me agarraba con su mano fuertemente por el antebrazo a la altura de mis pechos inmovilizándome, y continuaba dándome besitos por la piel desnuda de mi hombro y de mi cuello, hasta por detrás de la orejas. Mis pechos reaccionaron a sus estímulos y mis pezones comenzaron a marcarse a través de la fina tela de mi camiseta.
.-“Eres tan hermosa” pronunció de su boca al tiempo que su mano que recorría mi pierna se posaba sobre mis intimidades por encima de la tela de mis braguitas. En esos momentos me sentía la mujer más atractiva del paraíso, como Eva invitando a pecar a su Adán.
.-“Yo, estooo, no debería….” negué por tercera y última vez.
.-“Fíjate, estas empapada” dijo nada más poner su mano en mi entrepierna por encima de mis braguitas.
.-“Ummhhh” un tímido suspiro se escapó de mi boca evidenciando mi estado. Fernando aprovechó para colar un dedito por debajo de la tela de mis braguitas. Pudo comprobar que llevaba el pubis rasurado. Se sonrió. Yo cerré los ojos y me abandoné a sus caricias.
La mano que agarraba mi antebrazo se posó encima de mi pecho. Fernando comenzó a sobarme los pechos a la vez que continuaba dándome besitos en el hombro.
.-“Déjate llevar” me susurró en la oreja. Yo eché mi cabeza atrás recostándola sobre la cama, apoyando mi espalda contra la cama acomodándome para dejarme acariciar por el cura. El, adivinando mis intenciones aprovechó para colar un segundo dedo por debajo de la tela de mis braguitas y acariciar mis labios vaginales.
.-“Mírate, lo necesitas” dijo al comprobar mi estado de excitación y humedad en sus manos. Yo cerré mis piernas aprisionando su mano entre mis muslos, pero el se las apañó para separarlas aún más que antes si cabe y apartar a un lado la tela de mis braguitas. Mis intimidades quedaron expuestas ante su vista. Entreabrí los ojos para comprobar que se deleitaba con el momento. Luego recorrió mis labios vaginales arriba y abajo con sus dedos, esparciendo mis propios fluidos. Una vez estuvo todo empapado me introdujo uno de sus dedos.
.-“UUhhm” no pude evitar gemir al notar como su dedo se abría camino en mi interior. Estuvo un rato en el que alternaba estimularme el clítoris con meter y sacar su dedo de mi interior. Yo permanecía con los ojos cerrados dejándome manosear.
En un momento dado giró mi cabeza y me besó en la boca. Fue entonces cuando abrí los ojos para disfrutar del momento. Por fín estaba ocurriendo cuanto había deseado durante todo este tiempo y me negaba a mi misma.
La lengua de Fernando exploraba cada rincón de mi boca. Me besaba con pasión. Se me comía enterita.
Casi a la vez que introducía un segundo dedo en mi interior me bajó la camiseta del todo para poder contemplar mis pechos desnudos. Comenzó a acariciarlos. Los palpaba con una mano como si de amasar pan se tratase.
.-“¿Te gusta?” preguntó haciendo referencia a sus caricias.
.-“Ssiiih” gimoteé con los ojos entrecerrados abandonada a sus toqueteos.
.-“¿Lo estabas deseando?” le gustaba verme sometida a su tortura de placer.
.-“Oh, siih” le respondía gimiendo.
.-“¿Te gustaba provocarme, eh?” preguntó al tiempo que sus dedos se movían en mi interior a un ritmo frenético. Me hizo algo de daño su brusquedad.
.-“Aaah, siiih” chillé próxima a alcanzar un orgasmo.
En ese momento se detuvo. Cesó instantáneamente todas sus maniobras para ponerse en pie. Yo permanecía sentada en el suelo contemplando atónita lo que ocurría. No me explicaba porque se había detenido. ¿Se habría arrepentido?. Unos instantes de tensión se crearon en el ambiente.
Una vez en píe, me miró a los ojos y me dijo:
.-“Ya sabes lo que tienes que hacer” dijo al tiempo que se bajaba la cremallera de su pantalón negro. Lo entendí perfectamente por sus gestos.
¡Quería que se la mamara!!!. Bueno si eso era lo que quería el cura por mi parte no había ningún problema. No es que me apasione el sexo oral, pero tampoco se me da nada mal. Disfruté mirándolo a los ojos mientras le desabrochaba el cinturón del pantalón. Se notaba que estaba esperando ese momento desde hacía mucho tiempo. Me gustó recrearme en deshacerme del botón de su pantalón y bajarle los pantalones. Ahora era yo quien no podía apartar mi vista del bulto que se adivinaba bajo su slip. Me quedé perpleja observando su erección bajo sus calzoncillos.
.-“Vamos, Sara, chúpamela, lo estás deseando” ordenó con su voz.
Reaccioné de mi ensoñación y tiré de su slip hacia abajo a lo largo de sus piernas. Su polla se bamboleó a la altura de mi cara. Me llamó la atención su tamaño, parecía algo mayor que la de mi esposo. La cogí con una mano, me pareció graciosa y bien descapillada, me gustó su taco, pero sobre todo su olor. Hacía tiempo que no me penetraba por la nariz el olor a macho en celo. Quise saborearla. La recorrí de abajo arriba con mi lengua a lo largo de toda su longitud. El cura me cogió de la cabeza por el pelo y me animó a que continuase. Repetí mi gesto una segunda y tercera vez, hasta que no tuve más remedio que introducírmela en la boca. Al principio solo la puntita, aprisionando su prepucio entre mis labios, recorriendo con mi lengua sus pliegues y recovecos, y luego introduciéndomela hasta el fondo, estimulándolo al máximo de placer.
Fernando por su parte me agarraba fuerte del pelo, mientras marcaba el ritmo de mi sube y baja. Hubo un momento en que dejó de mirarme para cerrar los ojos y echar su cabeza hacía atrás, concentrándose en mis estímulos. Decidí rozar mis pechos por sus piernas, momento en que pronunció…
.-“Oh, para Sara, me corroooh” realmente comencé a sentir los pálpitos de su polla en mi boca. No quería que eso terminase de esa manera, así que paré. Saqué su miembro de mi boca y traté de ponerme de pie.
.-“¿Qué haces?” dijo el ahora estupefacto. Yo estaba en pie enfrente de él. Lo empujé sobre la cama. No me fue nada difícil lograr que cayese tumbado boca a arriba sobre la cama, debido en parte a que sus pantalones anudados en los tobillos le impidieron conservar el equilibrio.
Una vez lo tuve como quería tumbado sobe la cama le quité los zapatos y me deshice de su pantalón negro. El permanecía algo ridículo con su notable erección tumbado sobre la cama aún con la camisa puesta y su morboso alzacuellos. Yo de píe junto a la cama me desnudé por completo sin dejar de mirarlo a los ojos, me gustó observar como se relamía contemplando mi cuerpo. Completamente desnuda me senté a horcajadas encima suyo, acomodé con mis propias manos su miembro entre mis piernas y comencé a moverme como una amazona aprisionando su miembro entre mis labios vaginales sin llegar aún a penetrarme.
El cura por su parte se dedicaba a acariciarme las piernas desde las pantorrillas hasta las caderas, a ambos lados de mi culo. De vez en cuando me acariciaba algún pecho. Yo mientras tanto le desabrochaba los botones de su camisa gris, con alguna dificultad debido a la excitación. Cuando finalicé de desabrocharle todos lo botones hizo el ademán de quitarse el mismo la camisa, pero se lo impedí al tiempo que le decía:
.-“Me dá mas morbo así” le dije, y casi al mismo tiempo su miembro se abría paso el sólo sin ayuda penetrándome sin esfuerzo.
.-“Uuuhm” gemí al notar la punta de su polla abriéndose camino en mi interior. Apoyé mis manos sobre su torso y comencé a moverme. El permanecía sin decir nada, se dejaba hacer. Disfrutaba viéndome como me movía. A mi me provocaba mucho gusto.
Me recliné sobre su torso, clavé mis uñas en su espalda al tiempo que mis tetas se rozaban contra su torso buscando más estímulos. Yo estaba próxima al orgasmo. El permanecía impasible viendo como me restregaba contra él y me movía buscando mi propio placer autopenetrándome yo misma con su polla. Le mordí el hombro mientras me corría.
.-“Oooh, si, siiih” ahogaba mis gritos contra su hombro mientras mi cuerpo daba los últimos espasmos  por el orgasmo provocado. Caí agotada contra su cuerpo.
Antes de que pudiera hacer nada me volteó tumbándome boca a bajo sobre la cama. El se puso encima mío, y abriendo mis piernas con las suyas, al mismo tiempo que me sujetaba por las muñecas con una sola mano por encima de mi cabeza, me dijo:
.-“Es mi turno” dijo al tiempo que con su mano libre dirigía su miembro hacía la entrada de mi ano.
No sé porqué en esos momentos me vinieron a la mente las imágenes de Javier enculando a la chiquilla en el bosque. Traté de relajarme y disfrutar.
.-“Seguro que eres virgen por el culo” pronunció el cura como con rabia.
Mi instinto de mujer me hizo pensar que lo que realmente le excitaba era pensar que era virgen por ahí. Traté de seguirle el juego, así que fingí resistirme un poquito:
.-“Noooh, por ahí no” dije al tiempo que una maquiavélica sonrisa se dibujaba en mi cara oculta por el pelo contra el colchón de la cama.
.-“Ya verás te gustará” pronunciaba mi amante con cierta ira.
Lo cierto es que temía que con tanta brusquedad efectivamente me dolería. Es cierto que había practicado con anterioridad el sexo anal, pero siempre con mimo y con cariño, evitando el dolor en la medida posible.
.-“Aaaagh” un grito desgarrador salió de mi boca y se ahogó contra el colchón al notar como su polla se abría paso a través de mi esfínter.
El cura por su parte procedió a moverse con total brusquedad, golpeando sin compasión su pelvis contra mi culo, podía notar el contacto de sus huevos entre mis piernas con cada embestida que me daba. Aquello me excitaba. A pesar de su falta de delicadeza comenzaba a relajarme, sabía que tras el dolor inicial pronto llegaría el placer.
.-“Menudo culito tienes, se nota que eres virgen” pronunció Fernando en mi espalda. Me gustó hacerle creer que estaba logrando su fantasía.
.-“Ohh, siih, nunca me lo han hecho por detrás. Me gustaah, me gusta” gritaba yo para provocarlo.
Arremetió un par de embestidas más, luego su polla comenzó a palpitar en mi interior.  Puede notar como una corriente de líquido caliente resbalaba en mi interior. Mi ano estaba dolorido. Unos bufidos de placer del macho a mi espalda me alertaron de que se daba por terminada la faena.
Antes de que pudiera reaccionar Fernando se puso en pie y dijo:
.-“Te ruego que salgas de mi cuarto. Esto nunca debería haber pasado” pronunció mientras recomponía sus ropas.
Yo no daba crédito a lo que acababa de escuchar, me esperaba algún beso cariñoso y algún cumplido en plan “ha estado genial” y cosas por el estilo. Lo miré airadamente, se debió de dar cuenta.
.-“Te pido por favor me dejes a solas” repitió mientras acomodaba su camisa en el interior de sus pantalones.
Yo recogí mis prendas que yacían en el suelo sin mirarlo siquiera a la cara, y salí de su cuarto lo antes posible encerrándome en mi habitación.
Recuerdo que me tumbé sobre la cama y estuve llorando un rato. Estaba decepcionada, no me esperaba que fuese así, lo había imaginado todo de una manera tan distinta, que era frustrante recordar como había terminado.
Cuando amanecí al día siguiente Fernando ya no estaba. Patricia me contó que lo llamaron de la diócesis y tuvo que salir a uno de los pueblos cercanos a sustituir a un párroco ingresado gravemente de repente y necesitaban la presencia de Fernando. Por suerte quedaban pocos días para terminar los campamentos y regresar a casa.
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Relato erótico: “El pueblo de los placeres 1” (POR CABALLEROCAPAGRIS)

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Cuando a sus treinta y cuatro años Luís ganó quince millones de euros en un juego de loterías a nivel europeo, tuvo claro que dejaría su aburrido y mal pagado trabajo de comercial.
Nunca se acostumbró a vivir en la gran ciudad. No estaba hecho para los atascos, ni las muchedumbres del metro, ni los codazos en el autobús. No soportaba ser atracado una media de tres veces al año, y sus pulmones no aguantaban más la contaminación de centenares de miles de coches.
El pueblo de su madre. Siempre lo tuvo en mente y nunca se planteó volver. Sobre la mesa fotografías del pueblo. Encalado en la serranía de Aracena, en la provincia de Huelva. Sus raíces seguían allí, arraigadas como los bellos alcornoques de la dehesa onubense a su tierra.
“comprar una parcela, criar cochinos, construirme una confortable casa en el pueblo. Respirar cada mañana el aire puro. Vivir la vida.”
Su mente volaba, quería emigrar antes que el cuerpo. Hasta le pareció sentir el frescor de la brisa de una mañana de otoño, cuando la sierra de Huelva se inunda de colores rojos, amarillos, dorados y verdes. Compartiendo con la humanidad el escenario de un cuento de hadas.
Dio un golpe en la mesa con el puño cerrado, desordenando las fotos. Luís sonreía, estaba feliz, acababa de tomar la decisión que cambiaría su vida para siempre.
Cuando llegó al pueblo, éste estaba tal y como lo recordaba de niño. Como si se hubiera detenido en el tiempo. Pequeño, unos dos mil habitantes, acogedor. Con cuestas retorcidas que suben a la iglesia; como ramas de árboles ascienden al cielo. Suelo de piedra, siempre humedecido, y casas blancas.
Eligió un viejo caserón en las afueras. Un pequeño sendero le llevaba al pueblo en diez minutos andando. Sin vecinos, o casi, pues tras una curva se levantaba una humilde hilera de cinco casas, una tras otra, más metidas en el bosque.
Ofreció al dueño, que no vivía en ella, una suma razonable de dinero por su vieja y abandonada casa. Contrató un arquitecto que la cambiaría por completo. Por fuera tendría el mismo aspecto rural. Por dentro, se distribuirían trescientos metros cuadrados de hogar, divididos en dos plantas conectadas por ascensor y escaleras de caracol. Parqué de primera calidad, chimenea, bodega en el sótano. Con una amplia terraza desde la que se podía ver la mayor parte del pueblo.
Allí viviría solo y envejecería como siempre quiso hacerlo.
Estuvo un año viviendo en Huelva capital, mientras se construía su casa y contrataba en el pueblo a las personas que necesitaría para sacar adelante su nuevo negocio ganadero. Criaría cochinos y haría jamones de bellota pura. Se compró una enorme parcela llena de alcornoques, encinas, olivos, castaños y jara. Un riachuelo la atravesaba en su parte sur. Y una bella y solemne montaña separaba la zona de criado de ganado, de la fábrica de jamones recién construida y las casas de los trabajadores.
Una vez se hubo instalado y el negocio de la dehesa hubo iniciado su fructífero camino, Luís decidió ir a visitar a su tía abuela Leonor. La cual estaba emocionada por la llegada al pueblo, por todo lo alto, del nieto de su hermana.
Sobre la mesa de una humilde casa de pueblo café y pastas. Leonor y Luís charlando.

¿Y tu madre no se viene al pueblo?
– No, ella de momento sigue en Madrid. Aunque creo que vendrá de vez en cuando, en este pueblo está ahora toda su familia. ¿La tita Ana sigue en Aracena verdad?. ¿conserva su hotel?.
Hotel por llamarlo de alguna manera hijo mío. Nunca tuvo iniciativa empresarial. Se conforma con la estrella de mala muerte que luce en la fachada. Solo cinco habitaciones y baratas. Aunque se les llena, siempre tiene clientes la muy afortunada. Y casi nunca viene a verme, ni siquiera viene al pueblo, este pueblo está muy perdido Luís, me ha alegrado mucho que te hayas venido aquí.

La tita ana es la única hermana de la madre de Luís. Dos años menor que su madre, a sus cincuenta y cuatro años, Ana vivía en el más puro respeto por su difunto marido. El pequeño hotel le ayudaba a tirar adelante en el pueblo de Aracena, situado a una decena de quilómetros del pequeño pueblo donde se narra esta historia. Sola, desde que su última hija, Inés, se fue a hacer las américas con un ingeniero uruguayo.
Luís vio como empezó a caer un pequeño pero continuo chirimiri, a través de la puerta que separaba la sala de estar con el descuidado patio de la casa de su tía-abuela Leonor.

Vaya, parece que otra vez se va a poner a llover. Dijo
Tendrás que acostumbrarte, en esta época del año lo normal es que los días sean así. Peor será cuando el mes que viene entre el invierno, lleva años nevando. Prepárate.

Unos nudillos aporrearon la puerta entreabierta de la casa.

Esa debe ser Tomasa. Dijo Leonor. Le dije que vendrías a verme y tenía ganas de conocerte.

Tomasa entró y dio dos besos a la anciana Leonor. Luego le dio dos besos fuertes a Luís. Luís pensó que Tomasa tendría unos cuarenta y cinco años aproximadamente. Aunque aparentaba alguno más. Era alta y entrada en carnes. Morena y con un bello rostro que empezaba a arrugar por los ojos, frente y labios. No obstante conservaba una mirada lúcida y sana. Tenía los cachetes enrojecidos. Del mismo color del abrigado chaleco que vestía.
A luís le impresionaron los inmensos pechos que ese chaleco albergaba. Como dos ubres de vaca, como dos cántaros como los que había visto en la cocina de su tía. Le gustó esa mujer. Se sintió cómodo con ella durante la charla. Era guapa, divertida y dicharachera. Su cuerpo de hembra regordeta y pechugona, la belleza de su rostro y lo agradable de su compañía; recordó a Luís que aun no había tenido sexo desde que decidió cambiar de vida. De repente deseó probar a aquella mujer, pero el pudor y la prudencia le hacían estar tranquilo.
Pero los planes de Tomasa empezaban a ser diferentes a la prudencia.
– Dime chico, ¿Vinistes al pueblo con tu mujer?
– No, no tengo mujer. Vine solo.
– Vaya, chico. Yo estoy divorciada y sola. Mi marido se largó con una turista alemana, la muy puta vino buscando gente con dinero, y mis hijos están los tres en Sevilla. Pero me va bien. Tengo mi casa y mi tienda. Cuando quieras comprar algo ya sabes, la tienda de Tomasa, la mejor y única tienda del pueblo. Pan, verduras, dulces, carnes, todo para ti cuando quieras. Jajajajajajaja
Su risa sonó exagerada y forzada. Luís le dio las gracias y empezó a barajar la opción de irse antes de que se hiciera de noche y lloviera con más intensidad. Pero Tomasa se adelantó.

En casa tengo una buena morcilla, de pura cepa. Ven que te doy un trozo para que cenes esta noche.

Su casa colindaba con la de Leonor. “Vecinas de toda la vida, aunque en el pueblo todos nos conocemos, todos somos vecinos al fin y al cabo”. Le dijo mientras abría la puerta.
La casa parecía estar anclada en el pasado. Techo de madera y el salón lleno de trofeos de caza disecados. “recuerdos de mi marido, ojalá su cabeza fuera una de esas:” Dijo chillando. Luís se preguntó por qué tenía que chillar.

Tómala mírala que rica. Huele, huele.

Luís se acercó a olerla y se quedó mirando sus pechos sin darse cuenta.

Que pasa joven, te gustan los pechos de la Tomasa eh. Cuando era joven todos los chicos del pueblo y de los pueblos vecinos morían por catarlos. Pero ya ves, el tiempo pasa. Jajajajaja

De nuevo voces y aquella risa desorbitada. Luís se esforzó por soltar una frase amable, quería irse.

Aun estás bien, Tomasa. Y seguro que todavía muchos jóvenes estarían encantados de catarte.
Jajajaja. ¿Tu querrías pasar un buen rato con la Tomasa?.

Esto último lo dijo meneando las tetas con las manos. Lo dijo con tanta facilidad y naturalidad, que Luís sospechó de que se ganara la vida con algo más que la tienda.
Se sintió tentado pero incómodo. Se mostró dudoso e hizo un movimiento de despedida.
Pero Tomasa le tomó por las manos y tiró de él.

Tómalo como un regalo de bienvenida. En este pueblo la vida es muy aburrida. Nadie tiene por qué saberlo y yo no me voy a molestar si no repites. Jajajajajaja.

Luís no sabía que decir, así que no dijo nada. Estaba fuera de juego, se dejó llevar.
Le llevó a una habitación que se encontraba al fondo de otra habitación mayor. “Alcoba, le dijo ella que se llamaba a esa estancia”. La cama era grande y las paredes frías. Encendió una pequeña luz con un sistema de encendido que le pareció primitivo. Lo sentó en la cama y se desvistió de cintura para arriba.
Dos enormes pechos se mostraron ante Luís. Grandes de solemnidad, no como las falsas operaciones de las chicas de ciudad. Grandes, naturales y con unos pezones que no parecían humanos.
Los acarició sin decir nada. Estaba fascinado. Eran cálidos y suaves al tacto. Confortables. Esa mujer le inspiraba una extraña confianza, a pesar de sus voces y sus risas escandalosas.
Tomasa se levantó y se quedó en bragas. Amplias, pero a penas guardaban su gran culo, ni su coño peludo. Luego se sentó a su lado de nuevo agarrándole los pechos.

Vamos nene, cómele los pechos a la tomasa. Prueba el producto de este pueblo.

Luís se acomodó y los lamió. Ella le trataba con cariño, acariciándole el pelo, cada vez más caliente. Él se centró en disfrutar de esos melones. Sabían dulces y seguían siendo suaves a pesar de la dureza formidable que acababan de ganar sendos pezones.
Luís se levantó y se desnudó deprisa. Tomasa se tumbó y se cogió el pelo con una orquilla mientras Luís se desnudaba. Se bajó las bragas y se abrió de piernas, mostrando su peludo coño.
Luís se masturbó un poco para que se le pusiera más dura. Tomasa se incorporó y le ayudó metiéndosela en la boca y haciéndole una mamada estándar. Estaba demasiado caliente, quería que ese chico la follara cuanto antes, llevaba meses sin sexo, hacía meses que no veía una cara nueva por el pueblo.
Cuando se le puso la polla dura Tomasa volvió a tumbarse boca arriba y se abrió mucho de piernas. Luís se colocó sobre ella y le clavó la punta. Ella le rodeó con sus piernas para que no se escapara.
Cuando la metió, Tomasa se estremeció. Notó un agradable calor húmedo envolviendo su pene. Entró con suma facilidad. Pronto empezó a follar con fuerza. Tomasa resistía las envestidas con gemidos constantes y los ojos casi cerrados. “fóllate a la tomasa chico de Madrid”. “Dale placer a la tomasa, cabrón.”. “vamos, folla puto perro, folla fuerte, así eso es, eso es.”
Le mantenía a ralla. Sus piernas no le dejaban escapar y ella cada vez pedía más. Solo se le escuchaba a ella exigir cada vez más y gemir.
Al cabo del rato se pudo librar y se incorporó visiblemente excitado y sudoroso. Masturbándose, para no perder el ritmo, se tumbó a su lado y la abrió de piernas. Ella se ladeó hacía el lado contrario y le dejó accesibilidad levantando mucho la pierna que quedaba encima. Luís se enchufó y empezó a follar de nuevo. A penas metía medio pene en esa postura, pero sentía que el capullo rozaba mejor en ese amplio coño. Le quedaban las nalgas a mano, así que las azotó constantemente.
Bailonas y coloradas nalgas de tomasa.
Cuando sentía que iba a correrse se incorporó de nuevo y se puso de pié en la cama. Señaló su boca.

Quiero correrme ahí. Dijo con voz excitada
Estos chicos de ciudad, que gustos más raros tenéis. JAJAJAJAJAJ.

Ella abrió la boca y luís se la metió. Ella cerró los labios, él empezó a meterla y sacarla. Ella le tenía agarrado fuerte por los huevos, como exprimiendo un fruto que estaba a punto de soltar su zumo. Luís sintió mucho dolor, pero le gustaba.
Tuvo una corrida brutal, tomasa sintió como un flujo pegajoso, caliente y espeso le inundaba la boca. Tragó cuanto pudo, pero no pudo evitar que algo se le cayera por la comisura de sus labios.
Como si no hubiera pasado nada se levantaron y vistieron. Tomasa le dio la morcilla y le despidió en la puerta de su casa. Fuera seguía la constante lluvia fina y era de noche.

Adiós chico de ciudad. Ya sabes donde estoy. Cuando quieras Tomasa, ven y te daré Tomasa.

Luís asintió sin decir nada y se despidió inclinando la cabeza. Se colocó el gorro del chaquetón, se metió las manos en el bolsillo, y se fue pegado a la pared de esa pequeña calle. Camino de su casa en las afueras del pueblo.
Se tomó lo ocurrido como una necesaria canita al aire. Le sentó bien ese polvillo con esa curiosa mujer.
Los días siguientes los dedicó a mover hilos por la zona. Visitó empresas de turismo para incluir su dehesa en un paquete de visitas organizadas. También habló con el alcalde del pueblo para que su negocio, el mejor que tendría esa villa en muchos años, fuera completamente respaldado y apoyado por los que mandaban.
Paseó por toda la zona para conocerla bien y todas las mañanas salía a correr temprano por un sendero de tierra que se adentraba mucho en el bosque, regresando al pueblo por una carretera comarcal mal cuidada.
Poco a poco se fue sintiendo más cómodo y fue conociendo mejor al pueblo. Sus gentes eran reservadas ante los forasteros y tuvo problemas de adaptación pues su presencia siempre resultaba incómoda. A sus espaldas había gente que le defendía por traer dinero al pueblo, en cambio otros avisaban de que no iba a traer nada bueno, poniendo a los vecinos con más prejuicios en contra de Luís.
Para comprar iba a la tienda de Tomasa, la única del pueblo. Ella le despachaba con alegría y a gritos, como en ella era habitual. Siempre le guiñaba un ojo cuando salía de la tienda, y Luís pudo notar que estaba empezando a vestir prendas escotadas para despacharle.
Los días pasaban y su negocio empezaba a tener beneficios. Su capital crecía mientras él apenas salía de su confortable hogar. El Invierno había entrado muy duro, de forma que siempre que no estaba liado con trabajo, o supervisando el trabajo de los empleados en la dehesa, estaba en casa. Navegando por Internet, viendo películas, leyendo, cocinando…..
Cada día pensaba más en Tomasa. El recuerdo de su cama le venía a la mente con calidez. Le apetecía repetir.
Una noche de lluvia, cuando no había un alma en las calles del pueblo, se puso el abrigo y salió caminando hacia su casa.
Las chimeneas del pueblo daban un aroma a leña quemada y el viento frío se llevaba con rapidez el humo de los tejados. El piso estaba muy mojado y, a pesar del chubasquero, llegó empapado a la puerta de la casa de tomasa. ´
Con precaución llamó secamente a la puerta. Miró la puerta de su tía abuela, estaba cerrada. Dio un vistazo alrededor. Todas las casas estaban cerradas y no había nadie.
Llamo otra vez, un poco más fuerte. Miró de nuevo alrededor. Pudo ver una figura quieta tras una ventana de una de las casas de la acera de enfrente. Era una silueta de mujer, pero no podría verle bien la cara. Esa extraña figura le miraba en silencio, ocultada tras la oscuridad de la noche. Su sombra resaltaba sobre la sombra del fondo de su casa.
En ese instante Tomasa abrió la puerta. Cuando vio a Luis sonrió con picardía; sin duda se alegraba de que hubiera ido a repetir.

Hola Luís, pasa chico, que te estás poniendo perdido. ¡Todos repiten con Tomasa!.

Luís entró. Antes de dar el último paso de entrada se giró buscando encontrar de nuevo esa misteriosa figura femenina, pero al mirar de nuevo, ya no estaba.
Una vez dentro se quitó la ropa mojada. Y se arrimó a la chispeante chimenea que Tomasa había encendido poco tiempo antes.

¿A qué se debe el honor de tu visita?. Dijo Tomasa, que vestía un camisón largo y grueso.
Me gustó esa morcilla que me distes. No la tienes en la tienda y he pensado que tal vez pudiera comprarte un buen trozo, si aun te queda.
Por supuesto que me queda, ven conmigo.

Atravesaron el patio interior y llegaron a una caseta llena de jamones, chorizos, morcillas y demás embutidos y quesos. Luís se quedó maravillado.

Aquí tienes todo cuanto quieras. Coge, no te cortes.

Luís se fue hacia ella y le metió mano. Le agarró el culo y las tetas. Ella se dejaba hacer sonriente.

¿uy como has venido no chico?
Quiero un poco más de tomasa.
JAJAJAJAJAJAJA. No hace falta que lo jures cabronazo.

Tras la escandalosa risa y la descomunal voz, dejó caer el camisón, quedándose completamente desnuda. Alta, pechugona, entrada en carnes, y el coño bien peludo. Tremendo cuerpo maduro. Exquisita hembra. Diosa de la serranía.
Luís se desnudó deprisa, estaba ya bien armado. Ella se puso de rodillas y le dio una mamada que a Luís se le antojó excelente. Tras ella, se tumbó sobre una pila de jamones que había en una esquina y se abrió de patas como pudo.

Ven a casa, Luís. Bienvenido, ven con mami.

Follaron como locos. Retozando sobre la pila de jamones. Sus cuerpos acabaron impregnados de grasa.
Probaron muchas posturas. Luís tuvo la suerte de verla pedir polla a cuatro patas. El inmenso culo se abrió mientras ella mordía una pata de jamón para no chillar de dolor.
Tras la gran follada de los jamones, ella preparó un baño de agua caliente en una amplia bañera. Entraron los dos. Tomasa aprovechó la situación para cabalgar un rato sobre Luís. El agua salpicaba por todos lados tras cada sentada de la Tomasa. Y sus pechos bailaban desordenadamente sobre la cara de Luís, el cual aprovechó para comerlos y lamerlos mientras ella se movía con torpeza por la falta de espacio donde dejar caer sus dos inmensos muslos.
Cuando se despidió, Luis recordó la silueta misteriosa que vió en la casa de enfrente justo antes de entrar a ver a Tomasa.

Una pregunta. ¿Quién vive ahí?. Le preguntó señalándole la casa en cuestión.
¿Por qué lo preguntas?. Tomasa parecía incómoda.
Es que antes me pareció ver a alguien mirándome tras la ventana.
Se llama Alba. Tendrá tu edad la chica. Todos dicen que mató a su madre para quedarse con esa casa. Lo cierto es que ella dice que está en una residencia de Cádiz, pero en el pueblo todos saben que hasta que no la mató no paró. Hay quien dice que escondió su cadáver en un pozo que tiene en el patio, y después lo selló con cemento. Ahora vive sola y a penas sale a la calle. A veces se oyen lamentos tras sus paredes. Algunos dicen que es el espíritu de su madre, que la tiene atemorizada. Es una loca, no le hagas caso.

Luís se despidió y se fue camino de su casa, mientras un escalofrío le recorría toda la espalda. ¿Sería el espíritu de la madre quien lo observaba tras la ventana?
Estuvo unos días fuera del pueblo promocionando las oportunidades empresariales y turísticas de su dehesa. Al regresar visitó a sus trabajadores y les dio las buenas noticias que traía. Varias tiendas charcuteras de la capital onubense se habían comprometido a vender sus productos. Desde Sevilla trajo un acuerdo con la junta de Andalucía en la que paquetes de turistas descubrirían cómo viven los cerdos en la dehesa y todo el proceso de elaboración del jamón ibérico de bellota. Además, había invertido una buena suma de dinero en la construcción de cabañas en el extremo norte de la finca, tras la montaña, que iría destinada a turismo rural.
Un día fue a Aracena a ver a su tía Ana y a proponerle negocios.

Vende el hotel y vente a la dehesa. Estoy construyendo una casa y varias cabañas de madera, ideal para el turismo. Tú serás la encargada de llevar esas cabañas. Necesito tu experiencia en hospedaje y nunca te faltará de nada. Te pagaré el 50 % de lo que ganemos con las cabañas, más un sueldo base de mil euros mensuales. Podrás irte cuando quieras si no estás a gusto. En ese caso te ayudaría económicamente para que fueras donde quieras.

Su tía Ana se quedó pensativa. Estaba muy cambiada, pensó Luís. Los años le habían ensanchado las caderas y arrugado un poco el rostro y las manos. Siempre fue una mujer muy guapa y eso es algo que nunca se pierde. Luís valoró mucho su pelo teñido de negro. Su tía Ana se seguía cuidando exactamente igual como la recordaba; cuando pasaba los veranos en el pueblo. Muchas veces fue protagonista de sus pajas adolescentes. Y, en cierto modo, una gran parte de aquella mujer estaba ahí delante de él, bebiendo pensativa el café que acababa de servir. Con el castillo de Aracena al fondo, tras una amplia ventana, con las cortinas corridas.

No me gusta el pueblo. No suelo ir.
No tendrías que ir para casi nada, vivirías en la dehesa. Tendrás una casa llena de comodidades. Mañana mismo la ordenaré construir, a tu gusto.

Se levantó y se asomó a la ventana. De espaldas parecía una mujer mucho más joven. A pesar de las caderas amplias, su cuerpo era delgado y bien cuidado. Luís recordó sus reiteradas pajas pensando en ella. Las recientes experiencias con la extraña Tomasa le habían despertado el apetito sexual que un día tuvo, y que tenía escondido en algún lugar de su interior. Tomasa se lo había despertado y ahora Luís volvía a desear disfrutar de las mujeres; de cuantas más mujeres mejor.
Se levantó y se situó detrás de su tía. Ella sintió su presencia y no se movió, seguía pensativa. Luís se pegó hasta casi posar su paquete en su agrandado y bello trasero. Reposó su mano derecha sobre el hombro derecho de su tía Ana.

Ven conmigo. Me siento solo en el pueblo. Creo que casi todo el mundo me odia. Y no sé por qué.
Yo sí se por qué. Es un pueblo envidioso que odia a los forasteros. Confórmate con que no te hagan la vida imposible.

Luís se acercó un poco más. Percibió la soledad de su tía. Supo entender a aquella mujer, entendió que se conformara con lo poco que le dejaba su negocio. Entendió el aburrimiento de una vida que solo espera que llegue la muerte. Todos los días tendrían que ser iguales, viendo atardecer tras ese castillo. Se preguntó cuanto tiempo hacía que no estaba con un hombre.
Le agarró por la cintura y ahora sí pegó su paquete al trasero. No sabía por qué hacía eso, una fuerza que no controlaba le impulsaba a hacerlo. Como si su alma estuviera dominada por otra alma diferente a la suya.
Su tía suspiro y echó un poco el culo hacia atrás. Luís se lo agarró por las nalgas, restregando su polla crecida bajo el pantalón. Su tía notaba el bulto y se movía para restregar todo su culo por ella. De repente se giró.
Miró lacónica y triste a su sobrino. Le acarició la mejilla.

No me has dicho como está mi hermana. ¿Mamá está bien?. ¿Participará de tu negocio?.
Ella no quiere saber nada de aquí. Solo vendrá de vez en cuando.
Entonces necesitas una madre, alguien que se encargue de ti.

Lo miró con ternura. Y se arrodilló. Llevaba unas faldas marrones largas, con una blusa azul marino. Clásica, como su entorno, como su vida. Acarició el paquete y desabrochó los botones de la bragueta del pantalón vaquero de Luís.
Sacó su polla y la masajeo. Miró a Luís con una mueca inexpresiva. La polla estaba muy erguida. La lamió lentamente mientras la masturbaba.
Luís estaba muy excitado, no lograba entender nada de aquello, pero se dejó llevar.
Ana estuvo un largo rato lamiendo y engullendo la polla del hijo de su hermana, recreándose en cada momento. Al cabo del rato se incorporó y susurró un convincente “fóllame” al oído de su sobrino.
A continuación luís le arrancó la ropa. Le destrozó la camisa y le sacó la falda. Ana se quedó en medias negras y braga y sostén blanco. Le arrancó el sujetador y lelamió las pequeñas y aun elegantes tetas. Ella le empujó sobre el sofá y se quitó las bragas, dejándose las medias puestas; las cuales acababan en la mitad de sus muslos. Bellos muslos, veinteañeros muslos.
Ana se acomodó sobre él. Quedando sus cuerpos muy unidos. El calor del cuerpo femenino que tenía encima, proporcionó a Luís un calor familiar agradable. Ella empezó a moverse y a gemir silenciosamente. Solo se oían los choques de las carnes en cada bajada. La polla entraba y salía del coño de Ana al buen ritmo que ella daba en su movimiento.
Luís se llenó de sus muslos y de su trasero. Lo agarró con firmeza mientras ella aumentaba el ritmo.
Ana se incorporó y se colocó en el sofá como una perrita. Luís se acomodó detrás. Le pasó la mano por el culo y el coño tras haberse escupido en ella. Le pidió la polla con un movimiento insistente de caderas. Él le dio lo que quiso y se la clavo en una follada bestial.
Ana se sentía taladrada por su sobrino. Ahora gemía como una perrilla, medio llorando. Su cuerpo empezaba a desencajarse sobre el sofá mientras Luís la follaba cada vez más encima de ella.
Cuando eyaculó sobre su espalda y culo, Luís se sentó a descansar sobre el sofá. Su tía se levantó y fue a cambiarse. Al volver se sentó al lado de Luís.

Acepto tu propuesta. Trabajaré para ti. Solamente una cosa, me gustaría vivir contigo. Llevo mucho tiempo viviendo sola. Si esperamos a que construyas mi casa puede pasar demasiado tiempo. No aguanto más el ver como se pone el sol tras ese castillo.
Conforme. Te prepararé una habitación. Vendré a recogerte la semana que viene. Pon en venta el hotel. Jamás te verás más atrapada por él.
Gracias sobrino.
Adiós.

Cuando llegó a su casa había una carta sobre la alfombrilla de la puerta de entrada. La abrió y quedó algo estupefacto:
“Cuidado con Tomasa. No es de fiar”.
Miró alrededor, todo estaba en silencio, no había nadie por ningún lado. Meneó la cabeza quitándole importancia. Sería alguien que le habría visto bromear con ella en la tienda. Ya le ha avisado su tía de que intentarían hacerle la vida imposible. Arrugó y tiró el papel; no pensaba hacer caso a una nota cobarde.
Pasaron unos días tranquilos mientras Luís preparaba el traslado de su tía Ana. Se dedicó a intentar ganar simpatías en el pueblo, y alguna consiguió al pagar de forma íntegra la remodelación de una antigua ermita de las afueras. Lo cual permitiría al pueblo retomarse tradicional romería del mes de abril.
En un par de ocasiones hizo uso de Tomasa. Siempre al caer la noche y siempre tomando las suficientes precauciones para no ser descubierto. Se lo pasaba bien con ella y follaban con una agradable compenetración. Los polvos de Tomasa eran directos; no era una mujer que se andase por las ramas. No se entretenía mucho en prolegómenos y no le gustaba alargar mucho la despedida tras saciarse. Era la mejor de las putas. Directa, honesta, precavida, discreta, buena folladora, y gratis. Muchas mujeres deberían aprender de hembras como Tomasa.
Cuando su tía Ana se trasladó Luís estuvo un tiempo sin aparecer por el pueblo. No volvieron a acostarse, ni a hablar del tema. Su única preocupación era que su tía estuviera cómoda y comprobar que tenía las suficientes herramientas para llevar con éxito el negocio de las cabañas de la dehesa. La vida de Ana era ir a la dehesa por la mañana y volver a la casa de Luís al caer la tarde.
Luís le había preparado una habitación en la planta baja de la casa. Ella estaba a gusto y se mostraba ilusionada con su ocupación.
Al cabo de unos días Ana se despertó en mitad de la madrugada, merced a la excitación de un sueño húmedo. Fue a la cocina a beber un poco de agua. Al volver a su habitación se detuvo ante unas de las escaleras que subían a la parte superior de la lujosa vivienda.
“Soy una mujer. Tengo mis necesidades. Necesito Un hombre. No aguanto más.”
Dejó caer el camisón y subió las escaleras desnuda. Entró en la habitación de su sobrino y encendió la luz de la mesilla de noche. El resplandor hizo que Luís despertara. Cuando logró enfocar la vista pudo contemplar a su tía desnuda. Le miraba deseosa.

Hola luís. Había pensado que a penas hemos charlado desde que me mudé. Las obligaciones nos tienen muy separados. Vine aquí a cuidar de ti. Se lo he prometido a tu madre. ¿Puedo entrar en tu cama?

Luís notó como una salvaje erección se acercaba acelerada. Siempre dormía desnudo. Una tremenda verga esperaba a la tía Ana bajo las sábanas, a modo de regalo.

Por supuesto tita Ana, adelante.
Gracias pequeñín.

Ana echó mano al paquete de manera inmediata. Llevándose la agradable sorpresa de sentir la polla enorme de su sobrino, Le sonrío.

Guau, se te ve muy estresado. Y se nota dónde se acumula el estrés. Ahora tu tita va a darte una sesión de relax. Quiero que estés sin estrés, será bueno para nuestro negocio. Tómalo como un servicio extra, en agradecimiento por haberme contratado.

Tras la charla empezó a masturbar a Luís. Mientras su mano se movía de arriba abajo, y de abajo arriba, Ana le dio besitos por el cuello y pechos. Deslizó su lengua de pezón a pezón y de nuevo al cuello.
Continuó masturbándole un poco más. Al cabo del rato se dejo caer hasta los pies de la cama donde inició una mamada a su sobrino. Su lengua recorrió los huevos y las venas marcada del pene de Luís. Ana estaba sedienta, necesitaba más y más. Sentía a esa polla como una especie de tótem. Era más mujer lamiéndola. Sería más mujer clavándosela.
Así que se incorporó y comenzó a cabalgar.

Ummmmmm eso es mi semental. Eres todo un semental. Ummm sí, eso es. ¿Te gusta como te monta tu amazona?
Síii, síiii, eres la mejor amazona.

Pam, pam, pam, pam. Choques de carne, golpes en el culo de Ana, gemidos desproporcionados.
Mientras en la puerta de la casa, una joven de unos treinta años, está sentada abierta de piernas. Tocándose. Excitada por los gemidos de Ana.
Tras tener varios orgasmos, la chica escribe una nota y la deja sobre la alfombrilla de la entrada. A continuación se dirige apresurada a su casa; frente por frente de la casa de Tomasa.
PARA CONTACTAR CON EL AUTOR:
caballerocapagris@hotmail.com

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