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Relato erótico: «La suegra de mi hijo me entregó su culo» (POR GOLFO)

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Reconozco que la primera vez que vi a esa señora no me llamó la atención. Para entonces y recién divorciado, mis intereses iban por alguien más joven. A raíz que mi mujer me dejara por un antiguo novio, llevaba la vida de soltero maduro y era rara la semana que no conseguía levantar a una treintañera en busca de pareja.
Quizás por eso no me fijé en la suegra de mi hijo. Cuando me la presentó pocos días antes de la boda, Helga me pareció la típica noruega de cincuenta años. Con su metro ochenta era demasiado alta para mí y a pesar de tener un buen par de pechos, solo le eché un par de miradas. Todavía recuerdo que pensé al ver su tamaño:
« ¡Menuda yegua!».
Aunque era el prototipo de nórdica, rubia con ojos azules, nada en ella me atrajo y más cuando mi chaval me comentó que se había quedado viuda hacía diez años y que desde entonces no había tenido pareja alguna. Hoy sé que me equivoqué al juzgar precipitadamente a esa mujer y que me dejé llevar por su apariencia sin valorar que detrás de esa envergadura se escondía una dama divertida y coqueta.
No enmendé mi error hasta que con la excusa de celebrar su segundo aniversario, José y Britta nos invitaron a los dos a pasar el verano con ellos en el chalet que habían alquilado en Haugenes, un pequeño pueblo de Noruega. También os reconozco que en un primer momento, el pasar mi mes de vacaciones enterrado en mitad de un fiordo no me atraía para nada, sobretodo porque temía el frio clima de esas tierras. Fue mi hijo el que me convenció al comentarme que la temperatura iba rondar los veinticinco grados.
Por eso el primero de agosto me vi cogiendo un avión hacia ese remoto lugar sin prever que, durante mi estancia allí, mi vida daría un giro de ciento ochenta grados…
Mi húmeda llegada a Haugenes
El día que llegué a esa aldea de pescadores estaba lloviendo. Sin ser una lluvia torrencial, fue lo suficiente para que me empapara esperando al taxi que me llevaría hasta la casa donde iba a pasar ese mes.
«¡Mierda de clima!», en silencio maldije al sentir ateridos hasta el último de mis huesos.
Para colmo el puñetero taxista, al ver que me estaba muriendo de frio, se rio de mí preguntándome en inglés qué narices hacía allí cuando me podía estar tostando en cualquier playa del litoral español.
-El imbécil- contesté de muy mala leche.
Al llegar a mi destino y aunque era un paraje de ensueño, mi cabreo se incrementó hasta niveles insoportables al comprobar que ese chalet con su embarcadero estaba alejado de la civilización.
«¿Dónde me he metido?», pensé mirando  el espectacular fiordo donde estaba construido, «¡no hay nada más que montañas y agua!
Con un mosqueo evidente, pregunté al conductor donde podía tomarme una copa. La respuesta del sujeto no pudo ser más esclarecedora, soltando una carcajada me soltó:
-El bar más cercano  está en el pueblo, a cinco kilómetros.
Mi cara debió de ser un poema.  Ya estaba meditando seriamente dar la vuelta y volver a mi amada España, cuando mi chaval y su mujer salieron a darme la bienvenida.
«Aguantaré un par de días y luego buscaré cualquier excusa para huir de aquí», decidí mientras los saludaba con una alegría que no sentía y mentalmente me cagaba en sus muertos.
Tras los saludos iniciales entré con ellos en la casa, si es que se puede llamar así a esa cabaña de madera. Aun teniendo tres habitaciones, su pequeño tamaño me pareció minúsculo sobre todo si como en teoría iba a compartirlo con otras tres personas.
«Voy a terminar hasta los cojones de ellos», me dije al observar  que los elementos comunes se limitaban a un salón de poco más quince metros cuadrados.
Acostumbrado a mi piso de soltero, comprendí que esa “choza” me resultaría una ratonera a los pocos días. Afortunadamente al entrar en la que iba a ser mi habitación, comprobé que al menos la cama era grande y que tenía un baño para uso exclusivo mío.
«Menos mal», refunfuñé al deshacer mi maleta, «hubiese sido horrible el encontrarme las bragas usadas de la elefanta».
Fue entonces cuando me percaté que no había visto a la suegra de mi hijo. Por eso cuando salí y me encontré con mi nuera cocinando, pregunté dónde estaba su madre:
-Ha salido a pescar y todavía no ha vuelto- Britta respondió tranquilamente.
-¿Pero si está lloviendo?- alucinado contesté.
La chavala riendo me comentó que su vieja estaba habituada a salir con el barco en mitad de las tormentas y que esa llovizna no era nada para ella. Parafraseando a Obelix, pensé: « ¡Están locos estos noruegos!». En mi mentalidad mediterránea me parecía absurdo salir de casa un día como ese. Con ese clima yo no saldría ni a la esquina sino mediara una urgencia.
Hundido en la miseria y sin nada qué hacer, sacando un libro, me senté en el sofá a leer mientras mi nuera terminaba la cena. No llevaba ni diez minutos enfrascado en la lectura cuando el ruido de la puerta abriéndose me hizo levantar la mirada. Era Helga que llegaba enfundada en el típico traje de hule amarillo que usan los pescadores y que tantas veces había visto en los reportajes del National Geografic pero nunca me había puesto.
«Ya llegó el cachalote», rumié en silencio mientras me levantaba a saludar.
La mujer al verme, se acercó a mí y sin importarle el hecho que estaba  empapada, me abrazó efusivamente. Al hacerlo sentí sus pechos presionando el mío y por primera vez supe que esa giganta era una mujer.  Ella con las botas que llevaba puestas y yo con mi metro setenta y seis, me sentí ridículamente enano al percatarme que mis ojos quedaban a la altura de su boca.
«¡Es enorme!», exclamé en silencio mientras intentaba recuperar el resuello, «¡Y sus tetas todavía más!
Helga, o no se dio cuenta de mi cara de asombro, o quiso evitarme el sonrojo de darse por aludida y dirigiéndose a su hija, le dio una bolsa con lo que había pescado durante el día. Tras lo cual, se marchó a su habitación a cambiarse.
A los pocos minutos, escuché el ruido de la ducha y curiosamente me pregunté cómo estaría esa mujer en pelotas. Mi imaginación me jugó una mala pasada al visualizar a la noruega enjabonando esas dos ubres, ya que producto de esa imagen en mi cerebro entre mis piernas sentí a mi pene creciendo sin control. Asustado por que mi nuera se diese cuenta, volví a mi sofá esperando que la lectura terminara de espantar el recuerdo de su madre desnuda.
Media hora más tarde, ya estaba tranquilo cuando de pronto vi a Helga saliendo de su cuarto enfundada en un traje de terciopelo negro muy corto. Hasta ese momento, siempre había pensado que mi consuegra debía de tener dos gruesas moles, en vez de las dos maravillosas piernas que gracias a la poca tela de ese vestido estaba admirando.  Babeando descaradamente, me quedé absorto contemplando a la madre de mi nuera mientras ella charlaba en noruego con su hija.
Fue mi propio chaval quien me devolvió a la realidad cuando en voz baja me soltó:
-Papá, ¿le estás mirando el culo a mi suegra?
Al girarme hacia él, descubrí que José estaba descojonado y que lejos de cabrearle el asunto, le hacía gracia. Al saberme descubierto, mi rostro se tornó colorado y buscando una excusa, dije:
-Estaba intentando entender su idioma pero es totalmente inteligible.
Por supuesto, mi hijo no me creyó y recreándose en mi vergüenza, me soltó:
-Helga no es tu tipo. Es toda una señora y no una zorrita con las que andas.
Que José me diera clases de moral, me cabreó pero sabiendo que tenía razón y que todas mis amiguitas eran bastante casquivanas, preferí como dicen en Madrid “hacer mutis por el foro” y no contestar.
Mientras esto ocurría, mi nuera había sacado una botella de aquavit y unos arenques escabechados como aperitivo. No habiendo probado nunca esa bebida, tomé precauciones antes de apurar mi copa y dándole un sorbo, comprobé que era fuerte y que su sabor no me desagradaba.
-Está bueno- comenté mientras alzaba mi vaso y brindaba con Helga.
-Skal- sonriendo contestó la nórdica bebiéndoselo de un trago.
Al imitarla, los cuarenta grados de alcohol de ese mejunje abrasaron mi garganta.
«Coño, ¡Está fuerte!», mentalmente protesté mientras veía que esa cincuentona volvía a rellenar nuestras copas.
No me quedó duda que esa mujer estaba más que habituada al aquavit cuando en español con un fuerte acento brindó por el joven matrimonio para acto seguido volver a vaciar su copa.
«A este paso me voy a emborrachar», sentencié mientras observaba de reojo los enormes pechos que el escote de su vestido dejaba entrever.
Producto del alcohol el ambiente se fue relajando y  por eso al sentarnos a cenar, las risas y las bromas eran constantes. La gran mayoría aludían a las diferencias culturales entre España y Noruega, y mientras las dos mujeres se metían con el estereotipo del latino desorganizado, nosotros bromeábamos con el carácter frio y cuadriculado de los habitantes de ese país.
En un momento dado,  Britta, queriéndose defenderse de una burrada que había soltado su marido, dijo muerta de risa:
-Es falso que las noruegas seamos frígidas. Piensa que en invierno, con el frio que hace, nos pasamos seis meses sin salir de la cama.
Fue entonces cuando interviniendo a favor de su hija, Helga comentó:
-Ningún hombre que ha probado mis besos se ha quejado.
Sin darme cuenta de lo duro que sonaría al ser viuda, respondí:
-Con las tetas que calzas, ¡han muerto de sobredosis!
Durante unos instantes, se hizo el silencio en la habitación hasta que, soltando una carcajada, mi consuegra  me rellenó por enésima vez la copa y demostrando que no se había ofendido por mi comentario, contestó mientras adornaba sus palabras agarrándose los pechos:
-Aunque según dicen tienes una vasta experiencia, no te aconsejo probarlos, llevo tanto tiempo sin que nadie lo haya intentado que podría dejarte agotado.
La barbaridad de su comentario hizo que su hija la reprendiera diciendo que se comportara, pero entonces su madre se defendió diciendo:
-Él ha empezado.
Mediando entre las dos, comenté:
-Helga tiene razón. No debía haberlo dicho.
La cincuentona me miró con una sonrisa en los labios y cambiando de tema, preguntó a José que tenían pensado para nosotros al día siguiente. Mi chaval se disculpó diciendo que iban a visitar a un amigo y que por lo tanto, íbamos a quedarnos solos Helga y yo. Curiosamente, mi consuegra se tomó con alegría esa circunstancia y como si fuéramos amigos de toda la vida, me preguntó si quería acompañarla a la playa.
-Por supuesto que iré – comenté – ¡siempre que Dios y el clima nos lo permitan!…
Con Helga en la playa.
Al día siguiente me levanté cansado debido a que mi hijo y su flamante esposa no cayendo en que estábamos en una cabaña, se pasaron toda la noche haciendo el amor y por sus gritos supe que mi nuera había disfrutado aunque a mí no me dejaron dormir. Por eso cuando vi entrar a Helga sonriendo en la cocina mientras desayunaba, me extrañó verla tan descansada porque si a mí me habían despertado las voces de su hija, a ella que su habitación estaba pegada a la de los muchachos debió de resultarle  insoportable.
Si estaba enfadada no lo demostró. Es más, comportándose con una energía desbocada, me contó que la playa que íbamos a ir estaba a dos kilómetros de la casa y que había que ir allí en bicicleta. Al quejarme, Helga se destornilló de risa al oír mis lamentos y acercándose a mí, me pasó una taza con café mientras me decía que el ejercicio era bueno para mantenerse joven.
En ese momento al tenerla tan cerca pude admirar el profundo canalillo que se formaba entre sus tetas, por eso el único deporte en que mi mente podía pensar era el de sumergirme entre sus pechos. La cincuentona se debió de percatar de cómo la miraba porque vi crecer entusiasmado sus pezones.
-Voy a cambiarme- comentó totalmente colorada  dejándome solo en la cocina.
«¡Menos mal que se fue!», sentencié agradecido al notar que bajo mi bragueta mi apetito crecía sin control, « esa nórdica me pone bruto».
Como yo ya iba vestido para la playa, terminé de desayunar tranquilamente mientras trataba de alejar de mi mente la imagen de esa madura de grandes tetas desnuda poniéndose el traje de baño.
«Debe de estar estupenda en bikini», pensé dejando en el olvido que esa mujer era más alta que yo.
Cuando al cabo de cinco minutos, Helga apareció sonriendo y luciendo un escueto conjunto morado, creí estar contemplando una diosa mitológica.
-¡Estás impresionante!- exclamé casi gritando al verificar que me había quedado corto y que en carne y hueso, esa mujer era todavía mas atractiva.
Dotada de un culo grande y sin apenas celulitis, mi consuegra parecía sacada de un cuadro vikingo y solo le faltaba un hacha en la mano para representar con realismo la imagen que tenemos todos de una guerrera escandinava.
Muerta de vergüenza pero alagada a la vez, bajó la mirada mientras me daba las gracias por las lisonjas que salían de mi boca. Su timidez me permitió recorrer su cuerpo con la mirada. De esa forma, verifiqué que ella, al sentir la caricia de mis ojos acariciando sus muslos, se ponía más nerviosa y que involuntariamente dos pequeños montículos crecían bajo la parte de arriba de su bikini. Al comprender que me estaba pasando y que de enfadarse conmigo podía tener problemas con mi hijo, dejé de examinarla y pregunté si nos íbamos a la playa.
Todavía con el rubor coloreando su rostro, la cincuentona agarró el bolso con sus cosas y señalando una de las bicis, me dijo que la cogiera. Os confieso que obedecí como un zombie porque en ese instante al subirse en la suya, me imaginé que era mi pene en vez del sillín el que se acomodaba entre sus nalgas.
«¡Quién se la follara!», rumié entre dientes al saber que era algo prohibido al ser la madre de mi nuera y nuevamente intenté olvidarme de ella.
Desgraciadamente, al pedalear, el vaivén de sus pechos lo hicieron imposible y lo que debía de ser un tranquilo paseo hasta la playa se convirtió en un infierno. No pude dejar de observarla aunque ello supuso que al bajarme de la bici, bajo mi traje de baño, luciera una tremenda erección que no le pasó inadvertida.
«¡Joder! ¡Parezco un crío!», me quejé en silencio, abochornado por la falta de sensatez que estaba demostrando.
A la noruega, o no le molestó comprobar el efecto que ella causaba en mí, o lo que es más seguro su timidez le impidió comentar nada. Lo cierto es que abriendo el camino, me guio a través de un prado hasta una coqueta cala. Os juro que no me esperaba encontrarme en ese recóndito y frio lugar un arenal blanco, al que las montañas cercanas protegían del viento creando un entorno casi paradisiaco y borrando de mi mente momentáneamente a mi consuegra, con la boca abierta me puse a admirar el paisaje.
-¿Es precioso verdad?- Helga comentó mientras me imitaba.
El verde casi fosforito de la hierba que llegaba hasta el borde de la playa, el blanco de la arena y el azul de esas aguas cristalinas dotaban a ese paisaje de una belleza sin igual.
-Sí que lo es- respondí y señalando una poza en un extremo de esa playa sin darme cuenta que había pasado mi brazo por la cintura de esa mujer, dije en plan de broma: -Seguro que ahí, el agua estará más caliente: ¡puede que hasta me bañe!
A Helga se le iluminó su cara al escuchar mi broma y cogiéndome de la mano, corrió hasta la orilla para una vez allí salpicarme con el pie mientras me decía:
-Está buena, lo que pasa es que eres un friolero.
Muerto de risa, la abracé para evitar que siguiera mojándome con esa gélida agua con tal mala suerte que trastabilló y caímos sobre la arena. El contacto de su piel contra mi pecho fue el acicate que necesitaba para besarla aprovechando que la tenía totalmente pegada. La cincuentona al sentir quizás por primera vez en años una lengua forzando sus labios, respondió con pasión y dejó que esta jugara con la suya mientras presionaba mi entrepierna con su sexo.
La pasión que demostró me permitió incrementar el ardor con el que la besaba y llevar una de mis manos hasta su pecho. Helga al sentir la caricia de mis dedos sobre la parte de arriba de su bikini, gimió de placer. Si ya había dejado clara su calentura, cuando retirando la tela toqueteé con mis yemas su pezón berreó como una cierva en celo.
Todavía sin saber dónde me metía, usé mi lengua para deslizándome por su cuello irme aproximando hasta su pecho. La noruega, al experimentar esa húmeda caricia, clavó sus uñas en mi trasero denotando una excitación que creía olvidada. Su entrega azuzó mi lujuria y me puse a mamar de esas dos ubres mientras su dueña se estremecía de gozo.
-¡Me enloquece que comas de mis tetas!- aulló como loca mientras se despojaba de su bikini y ponía la otra en mi boca.
Al comprobar que sin el sostén del sujetador seguían firmes, me volví loco y alternando de un seno al otro, mordisqueé sus pezones sin parar. Mi consuegra al sentir la presión de mis dientes sobre sus erectos botones, pegó un chillido y llevando sus manos a mi pantalón, me trató de desnudar.
La urgencia de esa rubia me demostró que en su interior existía una mujer ardiente que las circunstancias de la vida no habían dejado aflorar y por ello tras ayudar a despojarme de mi traje de baño, hice lo propio con la braguita de su bikini.
Durante unos segundos me quedé embelesado mirando a mi consuegra desnuda. No fue hasta que fijé mi mirada en su sexo, cuando descubrí que al contrario de las mujeres de su edad Helga llevaba su pubis totalmente depilado.
-¡Que belleza!- exclamé pero como estaba lanzado no pude evitar recorrer con mi mano su entrepierna.
Os juro que no sé qué me resultó más excitante, si oír su gemido o descubrir que tenía su coño empapado.
-No seas malo, llevo mucho tiempo sin que un hombre me toque-  protestó con los ojos inyectados de lujuria.
Sabiendo que no había marcha atrás,  mis dedos se apoderaron de su clítoris y recreándome con una caricia circular sobre ese botón, observé a Helga apretando sus mandíbulas para no gritar. Totalmente indefensa, sufrió en silencio la tortura de su botón mientras observaba de reojo mi pene totalmente tieso. Por mi parte, estaba alucinado de mi valentía al estar masturbando a la madre de mi nuera pero al comprobar que poco a poco mis toqueteos estaban elevando el nivel de la temperatura de su cuerpo, no paré hasta que mis oídos escucharon su brutal orgasmo.
-¡Eres un cabrón!- me dijo con una sonrisa al recuperar el resuello y arrodillándose frente a mí, me soltó al tiempo que sus manos agarraban mi pene: -Ahora, ¡me toca a mí!
Aunque parezca raro, esa viuda no se lo pensó dos veces al tener mi pene entre sus dedos y sin esperar mi permiso, se lo introdujo  en la boca. Os juro que creí morir al comprobar que no se le había olvidado como se mama y esperanzado pensé que al final ese verano en esas gélidas tierras no sería tan mala idea al acreditar que era tanta su necesidad que esa rubia no iba a parar hasta que recuperara los años perdidos. Ajena a lo que estaba pasando por mi cabeza, Helga me demostró su maestría,  cogiendo entre sus yemas mis testículos e imprimiendo un suave masaje mientras su lengua recorría los pliegues de mi glande.
-¡Cèst magnifique!- exclamó en francés al comprobar la longitud que había alcanzado mi verga y abriendo sus labios, la fue devorando lentamente hasta que acomodó toda mi extensión en su garganta.
El elogio me supo doblemente dulce porque en ese instante y usando su boca como si de su sexo se tratara, empezó a meter y a sacar mi polla de su interior con un ritmo endiablado. Deslumbrado por su mamada todo mi ser reaccionó incrementando la presión sobre mis genitales. Estos explotaron en continuas explosiones  de placer mientras mi consuegra, arrodillada sobre la arena, no  dejaba que se desperdiciara nada y golosamente fue tragándose mi semen a la par que mi pene lo expulsaba.
Acababa de ordeñarme cuando las risas de unos críos nos avisó de su llegada. Muertos de risa, apresuradamente nos vestimos para que no nos pillaran en pelotas. Una vez vestida, me dijo sonriendo antes de salir corriendo hacia las bicis:
-¡Volvamos a casa! ¡El primero se ducha primero!
Al ver esas dos tetonas rebotando mientras trotaba de salida, reavivó mi deseo y aunque traté de alcanzarla antes que cogiera la suya al llegar donde las habíamos dejado, Helga ya pedaleaba de vuelta. Montándome en la bicicleta, salí tras ella pero nuevamente el mejor estado físico de esa cincuentona provocó que ella entrara primero a la cabaña.
Medio minuto después y con la lengua fuera, llegué a la casa. Una vez allí, dejé tirado el rudimentario vehículo en el porche y me senté a recuperar el aliento, mientras me decía que tenía que dejar de fumar.
«Estoy hecho una pena».
Ya descansado, pasé dentro y el ruido del agua cayendo me informó que mi consuegra se estaba duchando. Con nuevo ánimos, abrí la puerta para encontrarme a esa mujer apoyada contra los azulejos mientras me miraba. Si me quedaba alguna duda que intentaba provocarme, esta desapareció cuando se empezó a acariciar las tetas y a mientras sonreía. Era una invitación imposible de rehusar y por eso a toda prisa, me desnudé sin dejar de mirar a esa zorra.
-¡Me encantan tus tetas!- dije mientras pasaba dentro de la ducha.
Descojonada y alagada por mi exabrupto, se pellizcó los pezones diciendo:
-¿No los tengo muy caídos?
-Para nada- respondí. –Me pasaría la vida comiéndotelos.
Helga soltó una carcajada al ver que mi pene ya estaba tieso y  dando una vuelta completa sobre el plato de la ducha, me  volvió a preguntar:
-¿Y mi culo no te gusta?
-Es maravilloso- admití babeando al observar que se separaba ambas nalgas con las manos y me regalaba con la visión de un ojete casi virginal.
Mi respuesta le agradó y tirando de mí, me metió junto a ella bajo el grifo. Al sentir su piel mojada sobre la mía, mi miembro alcanzó de golpe toda su extensión. Hecho que no le pasó desapercibido y partiéndose de risa, me soltó:
-¡Parece que te pone cachondo esta vieja!
Al escucharla me reí y mientras llevaba mis manos hasta sus pechos, contesté:
-No eres una vieja, ¡tienes mi edad! Y sí, me pones bruto pero tú también tienes los pezones duros -mientras agachaba mi cabeza y cogía al primero entre mis dientes.
Disfrutando con el tratamiento que estaban recibiendo sus pechos,  pegó un gemido de placer, cuando masajeé su otra teta mientras con la mano que me quedaba libre iba bajando por su cuerpo. Mi consuegra separó sus rodillas al sentir mi caricia cerca de su entrepiernas.  
-¡Te necesito!- exclamó con su respiración entrecortada por la excitación que la dominaba.
-Para ser casi abuela, eres un poco puta–solté riendo mientras su coño se empapaba producto de mis maniobras.
-¡Y tú para ser un abuelo eres muy pervertido! – gritó ya totalmente dominada por la lujuria.
Incrementando su calentura, me arrodillé frente a ella y usando mis dedos, separé sus labios para acto seguido quedarme embobado con su inmaculado sexo mientras pasaba una de mis yemas por la raja de  su coño antes de volverlo a introducir en su interior. El chillido que pegó a notar como la súbita penetración, me informó que Helga estaba disfrutando y por eso me atreví a preguntarle:
-¿Hace cuánto que no  te lo han comido?
Apoyándose en la pared, me explicó que desde que había muerto su marido nadie se había ocupado de ello.
-¿Diez años? ¡Ahora lo soluciono!– respondí mientras sacando mi lengua le daba un primer lametazo.
Viéndome arrodillado a sus pies y con mi boca en su sexo, mi consuegra aulló como loca. Al escuchar su gemido, aumenté la velocidad con la que mi dedo se estaba follando su coño mientras con mis dientes mordisqueaba su clítoris Helga al sentir la doble caricia se estremeció bajo la ducha. Sabiendo que su entrega era total, metí un segundo dedo en su interior alargando  los preparativos.
Lo que no había previsto era que mi consuegra, buscando aliviar la calentura que la consumía,  pegara su sexo a mi cara mientras movía rítmicamente sus caderas restregándome su sexo por la cara. Satisfecho, sacando la lengua le pegué un segundo lametazo.
-¡Cómelo ya!, ¡Lo estoy deseando!
Muerto de risa, la chantajeé diciendo:
-Te lo como ya, si luego me dejas follarte.
Me respondió separando sus rodillas. Siguiendo el plan previsto, la penetré añadiendo otro dedo. La rubia en vez de quejarse, no paró de sacudir las caderas restregando su sexo contra mi boca. Su cuerpo tiritando de placer me permitió meter el  cuarto.
-¡Me duele pero me gusta!- berreó la mujer al experimentar que tantos dedos forzaban su entrada.
Mi lado perverso me indujo a mordisquear el botón que escondía entre sus pliegues con tanta fuerza que la noruega mientras daba un tuvo que apoyarse contra los azulejos al notar que estaba perdiendo fuerza en sus piernas.
-¡No pares! ¡Sígue comiendo! – aulló al tiempo que con sus manos presionaba mi cabeza contra su coño.
Alternando penetraciones con lametazos, hice que la rubia alcanzara una excitación desconocida. Al comprender que estaba a punto de correrse, seguí sacando y metiendo mis dedos cada vez más rápido.
-¡Dios! ¡Me corro!– aulló casi llorando de placer gimoteó mientras la seguía masturbando.
Ya que hacía tantos años que no se lo comían, decidí que era hora que  esa mujer sintiera lo que era una buena comida de coño y por eso,  continué lamiendo su clítoris con mayor intensidad si cabe pero en ese instante, rocé su ojete con una de mis yemas.
-¡Ese es mi culo!- protestó pero contra toda lógica, llevó su mano a la mía y me obligó a seguir acariciando su esfínter mientras mi boca se llenaba con su flujo.
Su orgasmo fue brutal y con su flujo por mis mejillas, usé mi lengua para beber del riachuelo en que se convirtió su chocho, al tiempo que relajaba los músculos  de su entrada trasera. Helga, con un dedo ya dentro de su culo, convulsionó en mi boca mientras de su garganta no paraban de surgir berridos.
Tras su clímax, se dejó caer  sobre el plato de la ducha y sonriendo, me soltó:
-¡Nunca nadie me había nadie comido mientras me metía un dedo por el ojete!
-¿Te ha gustado?- pregunté tanteando el terreno.
La suegra de mi chaval agachando su cabeza avergonzada contestó que sí, momento que aproveché para darle la vuelta y separando sus dos cachetes, volver a juguetear con una de mis yemas en su entrada trasera:
-¡Tienes un culo precioso!- susurré en su oído mientras hurgaba sensualmente con mi dedo su interior: -¿Te gustaría que te lo rompiera?
Al oír su suspiro, comprendí que mi fantasía era compartida por esa cincuentona y por eso relajando poco a poco su ano, decidí usar toda mi experiencia para hacerla realidad. Para entonces la noruega estaba cachonda de nuevo y sin poder soportar la excitación que le nacía de dentro, me rogó que la tomara. Dudé unos instantes porque también me apetecía follarla al modo tradicional y mientras decidía qué hacer,  seguí masajeando su esfínter mientras con la otra mano le empezaba a frotar su clítoris.
-¡Me vuelves loca! – chilló mordiéndose los labios y sin dejar de su culo contra mi dedo.
Aunque estaba ya bruta, comprendí  que debía de relajarlo antes de dar otro paso, pero entonces Helga comportándose como una perra en celo, lanzó su mano hacia atrás y cogiendo mi pene, intentó ensartarse con él.  Al percatarme de sus prisas, le solté un sonoro azote mientras le decía;
 -Tranquila, putilla mía. No quiero destrozarte el ojete.
Mi consuegra gimió descompuesta al sentir mi dura caricia y poniendo cara de puta, me rogó que le diera otra nalgada.  Sorprendido por su pedido, en un principio hice oídos sordos a us petición y seguí relajando su esfínter hasta que comprobé que se encontraba suficiente relajado. Fue entonces cuando Helga presionando sus nalgas contra mi pene, me mostró su aprobación. Como no deseaba provocarle más daño del necesario, introduje suavemente la cabeza de mi miembro en su interior. Ella al sentir mi glande forzando su entrada trasera, no hizo ningún intento de separarse y esperó pacientemente a que se diluyera su dolor para con un breve movimiento de sus caderas, írselo introduciendo lentamente en su interior. La pausada forma en que se fue empalando, me hizo disfrutar de cómo mi extensión iba constriñendo los pliegues de su ano al hacerlo. Curiosamente, ese castigo azuzó su lujuria  y echándose hacia atrás, consiguió embutírselo por completo.
-¡Duele!- gritó pero, pasados unos segundos,  retomó con mayor frenesí el zarandeo de sus caderas.
El compás  parsimonioso que marcó permitió que mi sexo deambulara libremente por el interior de sus intestinos mientras esa rubia me rogaba una y otra vez que la poseyera. Obedeciendo sus deseos, me agarré de  sus pechos e incrementando el ritmo con el que tomaba posesión de su culo, cabalgué sobre mi consuegra usado mi pene como ariete. Helga, con lujuria en sus ojos, gimió su placer mientras me pedía la follara sin contemplaciones.
Me parecía imposible que esa mujer, que parecía tan dulce y recatada, se estuviera comportando como una zorra. Su calentura era tal que a voz en grito me repitió que necesitaba ser usada.  Su confidencia extinguió todas mis dudas y forzando su culo al máximo, decidí recrearme ferozmente en la entrada trasera de esa mujer y mientras ella no paraba de berrear,  usé, gocé y exploté su ojete con largas y profundas cuchilladas. La noruega, absolutamente poseída por una olvidada pasión,  se apoyó en los azulejos de la ducha y gritando, me imploró que siguiera machacando su esfínter con mi polla.
-Me corro- escuché que decía al usar sus pechos como apoyo para incrementar el ritmo de mi follada.
Aullando como una loba a la que le está montando su macho, Helga me reclamó que siguiera porque todavía no estaba satisfecha. Deseando complacerla, comprendí que podía dejar atrás todas mis precauciones y usarla de un modo más salvaje. Por eso descargando un mandoble sobre una de sus nalgas, solté una carcajada y mordiéndole la oreja, le solté:
-¡Puta! ¡Mueve el culo y demuéstrame lo zorras que son las noruegas!
Al oir Merceditas a su vecino reclamándole su poca pasión, aceleró el movimiento de sus caderas mientras no dejaba de gemir con  cada penetración con la que forzaba su esfínter.  La violencia de mi asalto hizo que sus brazos se doblaran y centímetro a centímetro fui acercando su cara a la pared, hasta que aprisionada tuvo que soportar que el frio de las baldosas contra la su piel de sus mejillas mientras se derretía por el duro trato. Casi sin respiración, me imploró que la dejara descansar. Su rendición me sonó a gloria bendita y negándome a hacerla caso, le grité:
-¡Puta! ¿Primero me provocas y ahora me pides que pare? ¡No pienso hacerlo!
Azuzada por mi orden y no queriendo dejar en mal lugar a sus compatriotas, mi consuegra se abrió los cachetes con sus manos y me dijo gritando:
-¡Rómpele el culo a tu guarra!
En ese instante, era tal la cantidad de flujo que brotaba de entre sus piernas que con cada cuchillada sobre sus grandes nalgas, este salpicaba  mis piernas y aromatizaba con su olor a hembra excitada el ambiente
-¡Dios! ¡Cómo me gusta!- ladró mientras chillaba de placer.
La excitación que llevaba acumulando durante el día provocó que no pudiese aguantar mas sin descargar mi simiente y por ello cogiéndola de los hombros, profundicé mi ataque mientras castigaba sus cuartos traseros con mi polla. No tardé en correrme esparciendo mi semilla en el interior de sus intestinos y Helga al notar como rellenaba su conducto con mi semen, convirtió su culo en una ordeñadora y moviéndolo con desenfreno buscó sacar hasta la última gota depositada en mis testículos. Satisfecho y exhausto, cuando sentí que mi verga iba ya perdiendo fuelle, di la vuelta a esa mujer y la besé.
Mi beso fue el de un amante agradecido pero el de Helga al responder lo fue aún más y con una ternura brutal, dejó que mi lengua jugueteara con la suya hasta que con una sonrisa en sus labios, me preguntó:
-¿Qué van a decir los muchachos cuando sepan lo nuestro?
-No lo sé- respondí- pero piensa una excusa porque acabo de escuchar la puerta.
En un principio, Helga pensó que le estaba tomando el pelo pero abriendo la puerta un poco comprobó que su hija y mi chaval no solo habían llegado sino que estaban sentados en el salón esperando que saliéramos.
-¿Qué hacemos?
Estaba abochornada, sabiendo que la había escuchado gritar mientras la poseía, Se sentía incapaz de enfrentarse con Britta y por eso me imploró a que una vez vestido, fuera yo quien saliera del baño. Aunque tampoco era un plato de mi gusto, decidí hacerla caso y ser yo quien diera la cara.
Con ganas de fugarme a España por el corte de enfrentarme con mi nuera después de haberme follado a su madre, salí del baño. Pensaba que Britta estaría encabronada pero al verme salió corriendo a mis brazos y tras darme un beso en la mejilla, me dio las gracias. Si la actitud de ella era de por sí extraña, mas lo fue ver llegar a mi hijo y después de darme un abrazo que con una sonrisa, me dijera:
-Gracias Papá, sabía que podía confiar en ti pero tengo que reconocer que me ha sorprendido la prisa que te has dado.
Os juro que estaba tan nervioso y confundido que no comprendí sus palabras y por eso le pregunté a qué se refería. José muerto de risa me respondió:
-Mi esposa estaba preocupada por madre porque llevaba mucho tiempo sin pareja y conociéndote, le dije que bastaba con invitaros a pasar una temporada juntos para solucionar ese tema.
Cabreado por  el modo que nos habían manipulado, quise cerciorarme de sus intenciones y por eso dirigiéndome a su esposa le pregunté:
-¿Planeaste esto con mi hijo?
Muerta de risa, la chavala contestó:
-Al principio no estaba segura pero,  sabiendo que eres un buen hombre, no tenía nada que perder si probábamos.
Al evidenciar que habíamos sido unas marionetas en manos de los muchachos  me divirtió y aprovechando que Helga estaba saliendo en ese momento del baño, la agarré de la cintura y dándola un beso de tornillo en la boca, susurré en su oído:
-Todo va bien, tu hija y mi hijo nos han invitado a este viaje esperando que nos acostáramos.
-No te creo- respondió pero al ver el rubor que coloreaba las mejillas de Britta, supo que era verdad.
Entonces soltando una carcajada, la llevé rumbo a mi habitación mientras decía a la intrigante pareja:
-Espero que os hayais traído tapones para las orejas porque esta noche no os pensamos dejar dormir- y dando  un azote en el trasero a mi consuegra, le pregunté: -Cariño, ¿estás de acuerdo?
Mirando a su retoño, contestó:
-Por supuesto, vamos a enseñar a estos dos cómo con nuestra edad, ¡se puede follar sin parar!
 
 
Para comentarios, también tenéis mi email:
golfoenmadrid@hotmail.es
 
¡SEGURO QUE TE GUSTARÁ!

 


Relato erótico: «El club 3+4» (POR BUENBATO)

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SOMETIENDO 4Eliseo; que a pesar de las apariencias se encontraba en completo estado de incertidumbre, repleto de nervios, respiró aliviado ante la respuesta de Blanca. Sacó su mano de las bragas de la chica y con Sin títulounas palmaditas en el culo le ordenó que subiera. La chica subía mientras Eliseo la seguía por detrás con los mismos o más nervios que la chica; hasta entonces se estaba dando cuenta de la gravedad de su proposición pero no pensaba echarse hacia atrás, se fundió en el mismo aura de valor que hacía unas horas le habían hecho conseguir el cuerpo de Blanca. Tenía nervios pero también toda la intención de hacerlos a un lado.

Blanca se dirigió a su cuarto, donde Pilar se encontraba. Eliseo, por su parte, se desvió hacia su cuarto donde rápidamente tomó la videocámara; en menos de un minuto ya se encontraba en la recamara de sus hermanastras, colocó la videocámara sobre la misma mesa donde hacia unas horas se había grabado mientras follaba con Blanca. Esta vez a la muchacha no le sobresaltó tanto la presencia del aparato; Pilar, por su parte, no se daba cuenta de nada pues no apartaba la mirada de la pantalla de la computadora.

Ahora Eliseo era el que estaba realmente nervioso; miró a Blanca, quien comprendió el sentir del muchacho e intentó tranquilizarlo con la mirada. Llenándose de valor el muchacho se acercó a ella y se tumbó sobre la cama; Blanca se hizo a un lado, incorporándose para después colocarse de cuclillas sobre las piernas del muchacho.

– ¡Tú, vete! – alcanzó a gritar Pilar al sentir la presencia del muchacho, pero este no respondió y Pilar, desde luego, no se tomó la molestia de voltear la mirada.

Eliseo y Blanca se miraron un rato y de pronto las manos de la chica se dirigieron a la cintura del muchacho, desamarrando las cintas de sus bermudas, tomando la parte superior de la prenda al mismo tiempo que las de sus calzoncillos y arrastrándolos hacia sí, quedando frente a ella la erecta verga del muchacho. Esta vez Blanca había tomado la iniciativa.

Pero Pilar, ignorante de esta situación, no se pudo dar por enterada, lo que ayudó a que ambos muchachos mantuvieran el mismo ritmo de la adrenalina y continuaran con lo suyo. De estar en cuclillas la chica cambió a una posición arrodillada; una liga en sus muñecas le fue útil para amarrar sus cabellos rizados que le hacían ver tan preciosa. Sin pena ni gloria se inclinó hasta el pubis de del muchacho que se estremeció al sentir la fresca y suave boca de su hermanastra masajeando el glande de su pene. Algunos rizos llegaban a caer y posarse sobre el vientre y los testículos de Eliseo pero Blanca los recogía y colocaba sobre su oreja, y de vez en cuando lanzaba miradas fugaces a su hermano que acariciaba el rostro que en aquel momento le llenaba de placer.

La suavidad de las primeras mamadas se tornaron más apasionadas; el falo del muchacho comenzaba a desaparecer dentro de la boca de su hermanastra que empezaba a engullir con más fuerza hasta lograr en algunos momentos devorar casi toda la envergadura de aquel pedazo de carne. La mano de Blanca ya masajeaba y sobaba los testículos del afortunado muchacho. Todo había sucedido en un relativo silencio hasta que, al engullir casi todo el pene de su hermanastro, Blanca no pudo evitar lanzar una arcada.

A Pilar le llamó la atención el extraño sonido por lo que volteó; lo que miraban sus ojos era algo que no podía creer. Lo primero que alcanzo a ver fue a su hermana, de rodillas frente a Eliseo que miraba como la pobre Blanca tosía levemente, con su verga metida en la boca y su mano ocupada con los huevos de su hermanastro. La chica enmudeció con esta escena y un gritito ahogado dio aviso a la pareja de que su plan comenzaba a tomar forma.

Ahora también Blanca se había puesto nerviosa pero recobró la actitud y siguió mamando. Pilar no supo que hacer de modo que se giró de nuevo a mirar la pantalla de la computadora mientras sus manos temblaba; su piel estaba erizada con la escena que acaba de ver. Entonces, lentamente, comenzó a ponerse de pie; Blanca la miró, y al ver esto se puso de pie inmediatamente y se dirigió a cerrar la puerta con llave; le lanzó el llavero a Eliseo y, sin más, volvió a su posición a seguir chupando aquella pija.

Pilar estaba completamente confundida; entendía perfectamente lo que estaba sucediendo pero simplemente no podía creerlo ni encontraba explicación alguna para el espectáculo que sus ojos presenciaban. Tomó asiento de nuevo e intentó desviar la mirada pero la escena era tan atrayente que por un tiempo no pudo dejar de ver el ir y venir de los labios de su hermana por casi medio minuto. La mano de Eliseo acariciaba el precioso cabello de Blanca mientras esta ya comenzaba a alternar entre besuquear el glande, lamer el tronco de la verga y chupar cada uno de los huevos de su hermanastro. De pronto Blanca sacó de su boca uno de los testículos para rápidamente deshacerse de su blusa y en seguida del sostén que cubría sus tetas; al dejarlas al aire libre regresó para seguir chupando y lamiendo los testículos del afortunado muchacho. Tan excitado se encontraba Eliseo como sorprendido por el inesperado comportamiento de la chica.

Pilar seguía petrificada, estaba visiblemente incomoda con la situación pero también atraída por todo aquello que sucedía frente a sus ojos. De pronto Eliseo se puso de pie; se deshizo definitivamente de su bóxer y sus bermudas y, ordenándole a Blanca que se mantuviera en aquella situación se subió sobre la cama y se colocó detrás de ella. Pilar no pudo evitar fijarse en las dimensiones del falo de su hermanastro ni tampoco fue capaz de desviar la mirada al ver como este comenzaba a bajar el short deportivo y enseguida las blancas bragas de su hermana; dejando a la vista el redondo culo de Blanca, que se acomodó sin más para recibir la verga de su hermanastro.

El muchacho apuntó su verga a la entrada de aquel rosado coñito y, lentamente, comenzó a cavar entre aquellas cálidas y suaves carnes hasta que todo el tronco de su verga se vio inmerso en las paredes de aquella vagina. Blanca se mordió los labios de placer al tiempo que su hermanastro iniciaba un lento ir y venir que le hicieron aumentar el ritmo de su respiración. Entonces Blanca volteó a mirar a su petrificada hermana Pilar; ese era el primer contacto visual que tenían desde que todo eso inició y ninguna de las dos pudo desviar la mirada. De pronto Blanca alzó su mano derecha y la dirigió hacia Pilar; esperando que esta posara la suya, pero Pilar no reaccionó, estaba completamente nerviosa.

Blanca insistió y movía sus dedos a fin de atraer la mano de Pilar que, finalmente, aceptó y posó su temblorosa mano sobre la de su hermana. Blanca apretujó aquella desconfiada mano y jaló para atraer a su hermanita hacia ella; Pilar estaba en un azoro total, sus piernas perdieron fuerza y se sentó sobre el colchón que se agitaba en cada embestida que su hermanastro repartía a Blanca. No sabía que hacer mientras miraba de cerca como su hermanastra gemía de placer en cada ir y venir de la verga que invadía su interior. Blanca miró de nuevo a la asustada Pilar, le sonrió con unos labios desfigurados por el placer que le provocaba la verga de Eliseo. La muchacha llevó sus manos al rostro de su asustada hermana y acarició sus ruborizadas mejillas. Después sus manos descendieron y apretujó el abdomen de la chica al sentir un impulso dentro de su vagina; se repuso y trató de tranquilizar a Pilar sobándole su tembloroso vientre. Ninguna de los tres cruzaba palabras.

Sin esperárselo, una mano comenzó a arrastrase por debajo de los pantaloncillos cortos de Pilar; se trataba de Blanca, que no paraba de gemir al tiempo que sus dedos se instalaban en el coño de una absorta Pilar que ni siquiera tuvo tiempo de evitarlo. Blanca manoseó las partes íntimas de su hermana y sonrió al darse cuenta de algo: Pilar tenía el coño completamente húmedo. De vez en cuando la mayor de las hermanas lanzaba gritos ahogados y daba retorcijones al sentir en su vientre el placer de un orgasmo.

La piel de Pilar se había enchinado; sentir los dedos de su hermana magreando su coño le causaban un insoportable placer que de ningún modo se atrevía a justificar. Su cuerpo comenzaba a retorcerse cada que vez que los dedos de Blanca se replegaban en los húmedos labios de su vagina y un sudor de nervios y goce surgía de su piel. Dio un vistazo a su alrededor y miró todo desde otra perspectiva; su hermanastro se había quitado su camiseta y su cuerpo desnudo y sudoroso se fundía con erotismo con el de su hermana Blanca.

El sudor estaba en la piel de aquel trio de cuerpos; Pilar comenzó a degustar el placer que las manos de su hermana provocaban en ella. De pronto sintió que una fuerza jaloneaba la tela de sus pantaloncillos cortos y la alzaba levemente; se trataba de la mano de Eliseo que acerco a la chica hacia él, Pilar pensó en resistirse pero no podía, simplemente no podía. La mano de su hermana seguía aferrada a su coño y su piel se estremeció al sentir una segunda mano, más grande y menos delicada, arrastrándose bajó la tela de la parte trasera de su uniforme escolar. Era la mano de su hermanastro que se escabullía bajo sus bragas y acariciaba con pasión su suave y firme culito. Los dedos del muchacho se pasearon entre las nalgas de la perturbada chica que reventó en sensaciones al sentir la caricia de aquellos dedos sobre el asterisco de su ano.

Las embestidas de Eliseo sobre Blanca no cesaban; pero Blanca le obligó a detenerse un instante; tiempo  en el que, además de tomarse un respiro, utilizó para desvestir a Pilar de su blusa y su sujetador deportivo. Esto permitió a Eliseo admirar por primera vez los tiernos senos que apenas iban brotando del pecho blanco y virgen de Pilar; que ya no oponía, porque no podía o no quería, resistencia a todo aquello que en aquella recamara sucedía. Eliseo bajó de la cama y se colocó inmediatamente detrás de Pilar, a quien orientó para que se pusiera de pie. La muchacha obedeció, cegada por aquel ambiente de erotismo; no opuso resistencia cuando las manos de su hermanastro apretujaron las carnes de sus senos ni tampoco cuando sus pantaloncillos cortos y sus bragas amarillas descendieron hasta el suelo.

 

Eliseo estaba completamente ensoñado con toda aquella situación; en unas cuantas horas su vida había dado un giro de trescientos sesenta grados. Las mismas muchachas que apenas esa misma mañana le habían tratado de la forma más grosera posible, como lo hacían diario, ahora estaban ahí, a su merced. Se dio cuenta de que lo que imaginaba era cierto: el sexo, de alguna forma u otra, lo cambia todo, y a todos.

 

Sentía que sus manos se hacían trizas en cara caricia que daba a la suave piel de Pilar; volteaba a mirar a la cama donde Blanca seguía esperándolo en cuatro y sentía que su verga estallaba de placer. Dirigió a la menor de sus hermanastras sobre la cama, de rodillas a un lado de Blanca. Volvió a su anterior posición y sin previo aviso volvió a penetrar hasta lo más profundo del coño de Blanca. Inició de nuevo un va y viene sobre las nalgas de Blanca al tiempo que su mano derecha se posaba sobre el culo de Pilar, a quien le masajeaba el húmedo coñito con sus dedos. Les estaba dando placer a sus dos hermanastras; las dos gemían en un coro casi celestial. Eliseo se sentía en el cielo, se sentía feliz; más feliz que nunca.

Todo aquello le obligó, irremediablemente, a sentir como el placer de la eyaculación venía a él. No dio ningún aviso y rellenó el interior de Blanca de su leche. La chica se percató al sentir el semen caliente en su vientre. Eliseo pudo dar unas cuantas embestidas más antes de hacer a un lado a Blanca y caer rendido sobre la cama.

Descansando sobre la cama atrajo los cuerpos de las chicas hacia sí, una a cada lado; pensó que así debían sentirse los reyes. Sus manos acariciaban las caderas, los glúteos y las piernas de aquellas bellas chicas. Manoseó durante un rato sus coños mojados, especialmente el de Blanca, del que brotaba su semen que hacía unos momentos había depositado en su interior. El delicado cuerpo de Pilar era un sueño; una piel suave, limpia y pulcra que podía toquetear a su antojo y un coñito rosado y virgen que apenas había comenzado a saborear los placeres del sexo. La felicidad de aquel momento no cabía en la mente del afortunado muchacho; cada uno de los pasos de su arriesgado plan habían funcionado, por mera suerte quizás pero realmente estaba seguro en la teoría que retumbaba en su mente: el sexo, el maldito sexo cambia a todos, a todos.

Lo ajetreado del día le devino en un cansancio repentino; ni siquiera dijo nada cuando se levantó, se metió al baño, se dio una ducha, regresó desnudo y confiado a la recamara de sus hermanastras que lo miraban recostadas sobre la cama. El muchacho se vistió con la misma ropa y solo alcanzó a decirles algo a sus también agotadas hermanastras.

– Tengo mucho sueño, iré a dormirme.

Eliseo entró a su cuarto y de un sueño hecho realidad paso inmediatamente a otro; durmió como un bendito y no despertó hasta la mañana siguiente.

Al día siguiente la alarma del despertador sonó a las seis de la mañana, como de costumbre. Eliseo despertó de un largo sueño y mientras lograba incorporarse pensó en lo sucedido el día anterior: todavía no le cabía en la mente que todo aquello hubiese acontecido; pero así era, lo recordaba perfectamente.

No había adelantado nada de la tarea que su amigo Santino y él tenían pendiente; pero las diapositivas las podía hacer entre clases así que puso a cargar la batería de la laptop que necesitaría llevar ese día. Tras esto salió a darse una ducha; del baño apenas salía Blanca de haberse bañado, se miraron pero además de no dirigirse alguna ofensa todo parecía ir con normalidad. Eliseo no hizo mucho caso a esto por lo que se metió al baño y se dio una ducha.

Media hora más tarde ya estaba listo y solo espero cinco minutos más a que su hermanastra estuviese lista; dando el cuarto para las siete salieron juntos, como de costumbre. La escuela estaba a menos de quince minutos y normalmente, durante el trayecto a pie, jamás se dirigían la palabra. Eliseo se preguntaba si lo ocurrido el día anterior cambiaría de alguna forma las cosas pero no parecía ser así; no le dio mucha importancia, a fin de cuentas no tenía mucho que platicarle a Blanca. Tras unos minutos llegaron.

– Acuérdate – dijo Blanca mientras cruzaba el portón de la escuela – que hoy no iré a casa, tengo que ir con Liliana a hacer un trabajo.

– ¿Ya sabe tu papa?

– Le dije a tu mama, ella le comentará.

– Ok, si, entiendo – dijo Eliseo mientras miraba como la chica se alejaba.

Era hermosa, no podía dejar de pensar en ello. A su mente le vino algo que había estado en su mente durante la mañana y no dio cuenta cuando grito.

– ¡Blanca!

La chica se acercó extrañada, pero supuso que se trataba de algo importante.

– Estaba pensando – dijo Eliseo – sobre lo de ayer.

Blanca no mostró molestia pero su rostro si manifestó que no era el lugar más adecuado para ponerse a platicar de eso.

– No, es que, simplemente quiero saber de, tu sabes; no utilizamos nada, no sé si me explico…

– Eliseo – respondió la muchacha – la regla me viene en un par de días, no me voy a embarazar.

– ¿Y Pilar?

– Pero, si ni siquiera lo hiciste con Pilar; además a ella le baja uno o dos días después que a mí. ¿Ya me puedo ir?

– Si; solo quería saber eso.

– Si, eso estaba pensando también ayer; pero en otra ocasión deberíamos usar condón – opinó Blanca al tiempo que se despedía y se alejaba.

La última frase dejo perplejo al muchacho: de modo que Blanca suponía que habría una siguiente ocasión. Fuera como fuera la situación lo tenía muy ansioso; durante las clases no dejaba de pensar en todo lo que había sucedido y en lo mucho que seguramente estaba por suceder. La última clase se había suspendido y fue la que aprovecho para terminar junto a Santino el trabajo de las diapositivas. A justa hora lo concluyeron e inmediatamente se dirigió a su casa. Por su mente solo paseaba una idea, un deseo; el reloj apenas marcaba las dos y cuarto de la tarde pero él moría porque ya que diesen las tres en punto para estar junto a Pilar. Sin nada que pudiera hacer se sentó en la sala y miró el televisor.

A las tres en punto ya estaba preparándose para ir a recoger a la menor de sus hermanastras a la escuela. Anteriormente no hubiese estado tan ansioso en ir por ella, todo lo contraria, era una molestia. Pero las cosas eran muy distintas ahora y no podía esperar el momento de estar solo con ella. Dando las tres y cuarto ya estaba fuera; de nuevo coincidió con su madre y su padrastro que llegaban del trabajo para comer, esta vez traían pizza.

 

– ¿Ya vas por Pilar? – preguntó su madre al tiempo que le besaba en la mejilla

 

– Si – respondió Eliseo con un fingido desinterés

 

Saludó de lejos a su padrastro que estacionaba el automóvil y se fue directamente a la escuela de la muchacha; llegó temprano y  la espero ansioso afuera. A las tres y media la chica salía se despedía de sus amigas y se acercó a su hermanastro.

 

– Hola – dijo Pilar

 

– Hola – le respondió el muchacho

 

Como si todo corriera con normalidad la chica caminaba delante de él sin ningún motivo aparente para mirarlo o cruzar palabra con él. El muchacho estaba algo confundido pero supuso que a la chica le daría pena mirarlo siquiera. Pero Eliseo no tenía ningún problema en mirarla a ella; esta vez vestía el uniforme de diario, una falda de rayas azulada con una ajustada camisa blanca que le hacía remarcar su preciosa silueta. El muchacho podía sentirse culpable de todo aquello pero escondía su vergüenza en la idea de que nadie que estuviese en su misma situación podría actuar de forma distinta, o al menos era lo que él quería creer.

 

Llegaron a casa y la chica entró con toda normalidad, primero a revisar sus juegos de internet y luego bajar a comer pizza, que tanto le gustaba. Eliseo tranquilizó sus ansias y comió con normalidad también; acabó y subió a su cuarto a terminar una tarea.

 

– ¡Llegamos al rato! – gritó su madre desde la planta baja.

 

– ¡Sí! – respondió Eliseo, mientras apuraba sus manos en el copia y pega que daba forma a su trabajo escolar

 

Acabó y, cansado, se acostó en su cama. Pensó inmediatamente en Pilar, y en el hecho de que se encontraba solo con ella. Comenzó a estructurar en su mente muchas formas de poder acercarse a ella; sin Blanca no se le ocurría alguna forma. Supuso que en primera instancia Pilar lo rechazaría, así que se fue haciendo la idea de que, al menos esa tarde, no podría hacer de las suyas.

 

– ¡Oye! – dijo una voz que le tomó por sorpresa

 

Azorado, Eliseo volteó hacia su puerta. Era Pilar, que se asomaba por la puerta. El muchacho no supo que decir, de modo que la muchacha entró y encendió las luces. Ella, desde luego, también estaba muy nerviosa por lo que desvió un poco su atención en el desorden de aquel cuarto. Tomando un poco de valor el muchacho se puso de pie y se acercó a ella. Le iba a abrazar pero la chica continuó con su camino hasta sentarse en la orilla de la cama.

 

Eliseo de veras no sabía que hacer de modo que se sentó junto a ella; no se dijeron nada pero la mano de Pilar, en un momento de lucidez, se posó sobre la pierna de su hermanastro. Motivado por esto la palma de Eliseo cayó sobre la rodilla de la chica. No soportando ya la idea de echarse atrás siguió arrastrando su mano sobre la piel de la chica, esta no dijo nada, lo que supuso como una especie de aprobación.

 

Sus dedos paseaban sobre las rodillas de la chica, y en seguida se escabulleron bajo la falda; manoseó las tiernas piernas de su hermanastra y continuó su camino hacia su entrepierna. Un bulto se formó bajo los pantalones de Eliseo y la mano de la chica se posó sobre su entrepierna, como queriendo contener la excitada verga que no pudo más que endurecerse aún más.

 

La mano de Eliseo ya se pasaba en la tela de las bragas de la chica, acariciaba sobre estas la posición del coñito que poco a poco se humedecía en respuesta a aquel roce.

– ¿Me las quito? – preguntó Pilar, acerca de sus bragas, con un dejo tal de inocencia que Eliseo no pudo más que sonreír

 

El muchacho se acostó de espaldas sobre la cama, tomando a su hermanastra de la mano y atrayéndola hacia él. El pequeño cuerpo de la chica quedo en cuatro sobre él y pudo sentir de pronto las dos manos de su hermanastro recorriendo sus piernas e instalándose en caricias sobre su culo. El chico arrugó las bragas en el canal que se formaba entre las dos nalguitas de la muchacha, confeccionando una especie de tanguita. La muchacha no sabía cómo reaccionar, por lo que se dedicó simplemente a disfrutar de las sensaciones que aquel manoseo le provocaba. Se mantenía recargada sobre el pecho de su hermanastro mientras este jugueteaba con las carnes de su culito alzado.

 

La chica se cansó un poco, de modo que suavemente tuvo que apoyar su coñito sobre el bulto de Eliseo. Este recorrió entonces todo el cuerpo de la chica con sus dos afortunadas manos; desde las piernas hasta las tetas, el muchacho saboreo con sus dedos el precioso cuerpo de su hermanastra. Entonces tomó el rostro de la chiquilla y lo acercó al suyo, estampándole en sus labios un apasionado beso en el que Pilar terminó perdiéndose. Poco a poco la chica se fue apasionando mientras juntaba sus labios con los de Eliseo, al tiempo que este seguía acariciando su delicado cuerpo. Mientras se besaban, Eliseo iba deshaciéndose de las bragas de la chica hasta que el húmedo coño de la muchacha se restregaba con su abultada entrepierna.

 

Eliseo, loco por aquella caliente situación tomó de la cintura a la chica y le oriento para que se girara, de modo que el virgen y húmedo coño de la chiquilla le quedó frente a su rostro. Sin perder el tiempo dirigió su lengua a la rosada raja de Pilar, que en seguida se contrajo al sentir aquella placentera sensación que la boca de su hermanastro le provocaba. El muchacho paseaba su lengua en cada pliegue de aquel coño e introducía su lengua todo lo que podía. La chica no sabía si iba a poder soportar todo aquello; trataba instintivamente de alejar su coño de aquella lengua que la conmocionaba pero las manos de Eliseo sobre sus piernas no dejaban alejar su culito de ahí. Pilar no pudo sostenerse más y la parte superior de su cuerpo se derrumbó sobre las piernas del muchacho; quedó recostada, con su mejilla sobre la abultada entrepierna de Eliseo mientras trataba de soportar cada lengüeteo que este le proveía a su excitado coño.

 

El placer le llenaba la cabeza a la chiquilla que, viendo su posición, se atrevió a desabrochar el cinturón y el pantalón de Eliseo para después comenzar a desvestirlo. La erecta verga de su hermanastro se erigió frente al rostro morboso de la chiquilla que, casi de forma instintiva, se llevó aquel pedazo de carne a su boca. Sin proponérselo había generado un perfecto sesenta y nueve; el pene de su hermanastro a duras penas le cabía en la boca y no tenía la menor idea de cómo debía chupar una pija. Pensaba preguntarle a Eliseo la manera en que debía hacerlo, pero este estaba tan bien ocupado lamiendo su rajita que prefirió no distraerlo. Tenía unas extrañas ganas de mamar aquel pedazo de carne que estaba frente a ella, por lo que opto por el autoaprendizaje. Se llevó aquella verga a la boca e inició un mete y saca que poco a poco tomaba buen ritmo; la chica era lista, sabía de antemano que no debía utilizar los dientes. Aplicada esta regla solo se dedicó, siempre y cuando los lengüetazos de Eliseo no la hicieran sentir desfallecer, a masajear con sus labios en forma de “O” toda la longitud posible de aquella verga. La muchacha aprendió con agilidad y en aquel momento Eliseo se sentía en el cielo.

Sin embargo la chica apenas podía concentrarse en chupar aquel pene pues la fuerza de la lengua de su hermanastro había aumentado y su coño comenzó a volverse más sensible; la pobre chiquilla se abrazaba a las piernas de Eliseo mientras su cuerpo se estremecía de placer con los últimos lengüetazos que soportó antes de que su coño reventara en fluidos ante tremendo orgasmo. Eliseo tuvo que entrecerrar los ojos cuando un chorrito de líquido escapo de aquel coñito estrecho. Sabía que la muchacha estaba en pleno punto y rápidamente se incorporó para inmediatamente colocarse detrás de ella. La chica apenas pudo presentirlo cuando el glande de Eliseo ya comenzaba a empujar en su virgen vagina.

 

La chica entró en terror pero en el fondo también estaba ansiosa de que aquella verga la penetrara hasta el fondo; el día anterior había quedado tan caliente que su desilusión fue grande al ver como Eliseo se había ido a dormir. Había esperado toda la noche sin poder dormir y durante todas las horas de clases para este momento; deseaba ya que ese pedazo de carne la follara de una buena vez. El muchacho comenzó penetrando poco a poco, mientras el diámetro de su verga empujaba las paredes del estrecho coño de Pilar. A la muchacha le dolía un poco y sus manos se aferraban y apretujaban las sabanas. El falo de Eliseo se abría camino y tuvo que hacer fuerza cuando una especie de elástico detuvo su camino.

 

– Duele – tuvo que admitir Pilar en aquel momento

 

Eliseo no dijo nada; se detuvo un poco a pensar y en seguida continúo empujando. Algo se resistía al tiempo que Pilar echaba su nuca hacia atrás con tal de soportar aquel dolor. De pronto, tras forzar un poco más, Eliseo pudo por fin penetrar a la chica. Un hilo de sangre fluyo del coño de la chica pero Eliseo prefirió no mencionarlo. Pilar dejo de sentir dolo poco a poco mientras Eliseo comenzaba la lenta y progresiva tarea de meter y sacar su verga de aquel estrecho coño.

Relato erótico: «De la cama de mi esposa a la de mi cuñada (1 de 2)» (POR GOLFO)

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Sin título3Sin títuloLa historia que os voy a contar puede parecer una fantasía de dolescente pero me ocurrió y aunque resulte un tanto hipócrita, no me siento culpable de lo que pasó porque fue Alicia no solo la que propició ese traslado sino la única responsable que yo hundiera mi cara entre sus muslos.

Antes de nada tengo que presentarme, me llamo Alejandro y soy un hombre maduro y del montón. Con casi cuarenta y cinco años, no tengo un cuerpo de modelo y aunque he perdido más pelo de lo que me gustaría, lo que no ha menguado con los años son mis ganas de follar.   Reconozco que estoy bruto todo el tiempo. Cuando no estoy mirando las piernas de las mujeres que pasan a mi lado es porque estoy mirándolas el culo. Me confieso un salido y mi mujer que lo sabe me tiene vigilado y a la menor sospecha, me monta un escándalo para que vuelva al redil. Por eso no comprendo cómo durante unas vacaciones cometió el error de no advertir las maniobras de su caprichosa hermana.

Mi querida cuñada es una de las personas más volubles que conozco. Con  treinta y cinco tacos y a pesar de estar bastante buena, no ha conseguido una pareja estable por su carácter.  Pasa de un estado de euforia a la mayor de las tristezas sin motivo aparente y lo mismo le ocurre con los hombres, un día está enamorada por un tipo y al día siguiente, ese amor se convierte en odio feroz. Siempre he opinado que estaba un poco loca pero no por ello dejaba de reconocer que esa morena tenía un par de pechos dignos de ser mordisqueados.

Por todo ello, no creáis que me hizo mucha gracia cuando María me contó que ese verano Alicia iba a acompañarnos a Gandía. Pensé que esa pesada iba a resultar un estorbo sin saber que su presencia iba a cambiar mi vida, dándole un giro de ciento ochenta grados.

El viaje en coche.

Para los que no lo sepáis Gandía es la típica ciudad de veraneo del mediterráneo español que multiplica su población en agosto gracias a los miles de turistas que recibe.  A principios de ese mes, tal y como mi esposa y su hermanita habían planeado, toda la familia salimos rumbo a esa ciudad y cuando digo toda la familia en ella incluyo a mi esposa, mi hijo de ocho años, el puto perro, mi cuñada y por supuesto a mí.

Ya desde el inicio del viaje, la bruja de Alicia se tuvo que hacer notar al negarse a viajar en la parte trasera, alegando que le daba miedo el chucho.

« ¡Será puta!», pensé al oírla porque mi perro lo que daba era lástima. Ejemplar de pura raza callejera, el pobre bicho además de escuálido y enano, era un pedazo de marica que tenía miedo hasta de su sombra. Sabiendo que era una mera excusa para ir delante, no dije nada cuando mi mujer se pasó atrás por no discutir con su hermana.

Sé que esa zorra se dio cuenta de mi cabreo porque al sentarse en el asiento del copiloto, me soltó:

― No te enfades de verdad tengo miedo de ese dinosaurio.

« Encima con recochineo», mascullé al oír el apelativo con el que se dirigía mi pobre “Fortachón” antes de percatarme que yo mismo al ponerle el nombre me había reído de su tamaño.

Durante todo el trayecto el sol nos dio de frente, de modo que el habitáculo no tardó en calentarse por mucho que teníamos el aire acondicionado a tope. Mi esposa, mi hijo y la advenediza de mi cuñada no pararon de quejarse pero fue la puta de Alicia la que aprovechando que había parado a repostar en una gasolinera, la que aprovechó para ponerse un bikini con el que ir el resto del viaje.

Os juro que al verla sentarse de esa forma en su asiento tuve que hacer un esfuerzo para no babear:

« ¡Menudas tetas!», exclamé mentalmente al observar de reojo esos dos enormes melones apenas cubiertos por dos trozos de tela negra.

Lo peor fue que al encender el coche y ponerse en funcionamiento el aire, este pegaba directamente sobre sus pechos e inconscientemente sus pezones se le pusieron duros como piedras. Fue entonces cuando aprovechando que mi mujer no había llegado con el crío, decidí soltarle una andanada diciendo de broma mientras señalaba sus pitones:

― Cuñadita, ¿te pongo cachonda?

Tras la sorpresa inicial, esa zorra me sonrió soltando:

― Ya te gustaría a ti. Tú eres el último hombre con el que me acostaría.

Muerto de risa al ver el color que habían adquirido sus mejillas, contesté sin dejar de mirar los dos bultos que pedían a gritos ser tocados bajo su bikini:

― En eso tienes razón, preferiría ser eunuco a acostarme contigo. ¡Con tu hermana tengo suficiente!

La expresión de cabreo con la que me miró me tenía que haber puesto en preaviso. Sin duda fue entonces cuando al herir su amor propio, esa guarra decidió hacerme ver cuán equivocado estaba  y solo la llegada de María impidió que esa caprichosa mujer iniciara su ataque sobre mí en ese instante.

Tampoco tardó mucho porque una vez habíamos reiniciado la marcha, ese engendro del demonio aludiendo a la temperatura que hacía se dedicó a remojarse el escote con el propósito de ponerme verraco. Ni que decir tiene ¡que lo consiguió! Ningún heterosexual hubiera permanecido indiferente a la calenturienta escena de ver a esa monada acariciándose los pechos mojados una y otra vez mientras observaba de  reojo mi reacción.

Espero que sepáis comprender que mi sobre estimulado pene reaccionara alzándose nervioso bajo mi pantalón mientras yo intentaba infructuosamente prestar atención a la carretera en vez de a ella. Pero por mucho que lo intenté mi ojos volvían inapelablemente a fijarse en el modo que Alicia se pellizcaba los pezones a pesar de saber que lo hacía para joderme.

El colmo fue que casi llegando a nuestro destino y aprovechando que su hermana mayor se había quedado dormida,  me soltó mientras rozaba con su mano mi inflada entrepierna:

― Pues va a ser que no eres eunuco.

Si mi verga ya estaba intranquila por su exhibicionismo, al sentir su leve roce alcanzó de golpe una brutal erección sin que yo pudiera hacer nada por evitarlo. Alicia, descojonada al percatarse de mi erección, acercó su boca a mi oído y me susurró:

― Nunca debías haberme retado. De Gandía no me voy sin haberte follado.

Su amenaza me dejó paralizado porque conocía de sobra su carácter caprichoso y que cuando se proponía algo, esa zorra no paraba hasta que lo conseguía…

El apartamento tampoco ayuda.

Ya en nuestro destino, mi querida cuñadita volvió a montarla gorda al descubrir que el piso que habíamos alquilado y que en teoría era para seis adultos, en realidad era un pequeño apartamento con dos habitaciones y que cada una de ellas solo contaba con una cama de matrimonio.

― ¿No esperareis que duerma con Alejandrito?― soltó quejándose no tanto por no disponer ni de un cuarto para ella sola como por el hecho de tener que compartir colchón con su sobrino.

Maria, mi mujer, que había sido la quien se había ocupado de rentarlo, se trató de disculpar enseñándole el folleto donde se veía que había al menos tres camas. Fue entonces cuando mi cuñadita cayó en la cuenta que una de las camas que aparecían era un sofá y creyendo que se había librado de dormir con el chaval, intentó abrirlo y descubrió que estaba roto.

― Mierda― exclamó de muy mala leche― ¡mañana mismo vamos a la agencia y que nos cambien de piso!

Su cabreo era tal que me abstuve de hacer ningún comentario y huyendo de la quema, cogí a mi crio y me lo llevé a nadar a la piscina. Al cabo de unos quince minutos, las cosas se debían haber  calmado un poco porque vi entrar a María con Alicia. Mi esposa venía apesadumbrada por lo que no me costó entender que la bronca había sido total pero en cambio mi querida cuñadita venía feliz y contenta, como si nada hubiese ocurrido. Si había sospechado que era bipolar, el comportamiento de ese día me lo confirmó; una vez se había desahogado con su hermana, la morena había pasado página y se puso a jugar con Alejandrito con una alegría tal que nadie hubiera podido afirmar que minutos antes esa mujer estaba hecha un basilisco.

Tratando de calmar a mi mujer me acerqué a ella y le pregunté si quería que le pusiera bronceador. María me lo agradeció el detalle y olvidándome de su hermanita, comencé a untar la crema por su cuerpo, desconociendo que desde el agua Alicia no perdía detalle y que esa pérfida mujer querría que lo repitiera con ella.

La paz duró una media hora hasta que cansada de jugar con mi hijo, volvió a donde estaban nuestras tumbonas y comenzó a discutir con mi esposa por un motivo que la verdad ni recuerdo. Lo que si me consta es que María se levantó y hecha una furia se subió al piso sin despedirse. La sonrisa que descubrí en la cara de Alicia me alertó que se avecinaban problemas y dicho y hecho, en cuanto comprobó que su hermana había desaparecido, se acomodó en la tumbona y llamando mi atención me pidió que le pusiera protector tal y como había hecho antes con mi esposa.

Medio cortado pero ante todo alertado del peligro, me acerqué a regañadientes y comencé a echarle crema en la espalda mientras ella me provocaba con gemidos de placer cada vez que sentía mis manos recorriendo su piel.

  • No te pases― susurré en su oído, temiendo que sus suspiros llegaran a los oídos de los vecinos y creyeran estos que entre Alicia y yo había una relación que no existía.

La muy guarra, lejos de cerrar la boca y dejar de abochornarme,  siguió mostrando su satisfacción con mugidos más propios de una vaca que de una mujer decente. Viendo su actitud, di por terminado lo que estaba haciendo con un azote en su culo diciendo:

  • Pareces una cría. ¡No sé a qué juegas!

Alicia al sentir mi indoloro manotazo sobre sus nalgas, me regaló una sonrisa mientras decía:

  • ¡Qué rico! ¿Te he dicho alguna vez que me encanta que los hombres me premien con una buena azotaina después de hacer el amor?

Las palabras de mi cuñada consiguieron sonrojarme al imaginarme por primera vez haciendo uso de su espléndido cuerpo pero rápidamente me sobrepuse y en voz baja le contesté que se quedaría con las ganas porque entre ella y yo nunca pasaría nada.  Muerta de risa, la muy cretina respondió mientras se daba la vuelta y se quitaba la parte de arriba del bikini:

  • Sabes perfectamente que te haré caer y que antes de que te des cuentas estarás mamando de mis peras mientras me follas.

Sorprendido por su descaro no pude más que deleitarme mirando esas tetazas casi perfectas mientras ella las terminaba de untar con bronceador.

« ¡Con esas pechugas tendré que andarme con cuidado si no quiero caer en sus garras!», pensé al tiempo que retenía en mi retina la belleza de los pezones negros y duros que decoraban su pecho.

Sumido en una especie de trancé permanecí como un pazguato viendo como mi cuñada embadurnaba esas dos maravillas hasta que mi hijo me pidió que le acompañara a nadar a la piscina. Al levantarme, el bulto de mi entrepierna dejó claro a mi acosadora que sus maniobras habían tenido éxito y decidida a no dejar de pasar la oportunidad de restregármelo, al pasar a su lado, me dijo:

― Tu pajarito necesitan que le den de comer, si me necesitas ya sabes dónde encontrarme.

Esa nada velada invitación a desfogarme con ella, me terminó de excitar y queriendo disminuir mi calentura, me tiré al agua esperando que eso me calmara. Desgraciadamente la imagen de esa maldita y de sus peras ya se había quedado grabada en mi cerebro y por mucho que intenté borrarla jugando con mi chaval, al salir de la piscina seguía allí reconcomiéndome. Por fortuna, para entonces mi cuñadita había vuelto al apartamento.

« Alicia es peligrosa, ¡debo andar con cuidado!”, recapacité a mi pesar al  percatarme del disgusto con el que había descubierto su ausencia, « ¡Está loca!».

Alicia sigue cerrando la soga alrededor de mi cuello.

Dos horas más tarde y asumiendo que era la hora de cenar y que no podía postergar mi vuelta, agarré a mi chaval y subí con él al piso alquilado.  Al entrar todo parecía haber vuelto a la normalidad porque María y Alicia estaban charlando animadamente en el salón sin que nada revelara tirantez alguna entre ellas dos. La concordia de las hermanas me hizo temer que mi cuñada había solo aplazado su ataque y que debía de permanecer atento sino quería que mi matrimonio fuera directo al precipicio.

Por eso directamente me metí a duchar, deseando que al salir esa zumbada se hubiese olvidado de su capricho. Para mi desgracia, al sentir el chorro de agua caliente cayendo por mi cuerpo me relajé y me puse a recordar los pitones de Alicia:

« Estará loca pero también está buena», mascullé entre dientes mientras por acto reflejo mi miembro se despertaba entre mis piernas.  Todavía hoy me arrepiento de haberme dejado llevar por la imaginación pero reconozco que, al notar mi erección, cogí mi pene y mientras me imaginaba mordisqueando los pechos de la hermana de mi mujer, no pude evitar el pajearme visualizando en mi mente a ella ofreciéndome sus tetas como anticipo al resto de su cuerpo.

Mi estado febril hizo que acelerara el movimiento de mis manos al verme mordisqueando las areolas de sus senos mientras ella no paraba de ronronear como un cachorrito. En mi cabeza, mi cuñada ya no era esa mujer caprichosa y bipolar sino una hembra ardiente que reaccionaba con lujuria a mis caricias. Estaba a punto de correrme cuando un ruido me hizo despertar y al girarme hacia la puerta, pillé a esa morena observándome desde la puerta. Asustado traté de taparme pero entonces soltando una carcajada esa arpía me soltó:

― Veo que estabas pensando en mí.

El bochorno que sentía al haber sido cazado de esa forma, no me permitió responderle una fresca y por eso me sentí todavía más avergonzado cuando me dijo antes de irse:

― Por cierto, tienes un pene apetitoso.

Si de por sí eso era embarazoso más lo fue que me lo dijera relamiéndose los labios. La ausencia de moral de mi cuñada consiguió desmoronarme y de muy mala leche, salí de la ducha sabiendo que esa puta no iba a dejar de acosarme. Por su carácter, tenía claro que Alicia no iba a cejar hasta meterme en problemas. Hundido en la miseria, terminé de vestirme y salí al salón.

Supe que mis problemas no habían hecho nada más que empezar, cuando mi niño me informó que después de cenar les iba a llevar a su tía y a él al cine. Tratando de escaquearme, pregunté a mi mujer si ella no prefería ir por mí pero entonces María me contestó que se encontraba muy cansada y que prefería quedarse leyendo un libro.

« ¡Mierda!», exclamé para mis adentros sin demostrar mi disgusto, no fuera a ser que con ello mi esposa se mosqueara y empezara a sospechar. Si ya era incómodo el acoso de Alicia, no quería empeorarlo con los celos de María.

Entre tanto y desde el sofá, mi cuñadita sonreía satisfecha previendo que, sin la presencia de su hermana, yo sería una presa fácil. Confieso que en ese instante me sentía como cordero que va hacia el matadero y por eso hice el último intento que María nos acompañara.

― Te prometo que estoy muy cansada― respondió la aludida dando por zanjado el tema.

El tono cansino que usó al contestarme no me dio más alternativa que aceptar, creyendo que la presencia de su sobrino haría que esa arpía se contuviera y retrasara sus planes. Desgraciadamente nada más terminar de cenar y salir hacia el coche rumbo al cine, Alicia me sacó de mi error porque sin importarle que Alejandrito pudiera oírla, susurró en mi oído:

― Te voy a poner como una moto.

Su amenaza consiguió hacerme anticipar el suplicio que esa noche iba a tener que soportar pero simulando una tranquilidad que no tenía, me abstuve de contestarla y sin más me subí al vehículo. De camino al centro comercial, mi cuñadita se entretuvo subiéndose la minifalda que llevaba para obligarme, aunque fuera de reojo, a mirarle sus piernas y no contenta con ello, aprovechando que mi hijo llevaba cascos, me preguntó si me gustaba la ropa interior que llevaba puesta.  Girando mi cabeza, descubrí que:

 ¡La muy puta no se había puesto bragas!

Su sexo completamente depilado se mostraba en plenitud. Confieso que me sorprendió su exhibicionismo y supe que de haber estado solo con ella hubiese hundido mi cara entre sus piernas aunque me hubiese costado mi matrimonio.

― Tápate― murmuré separando mi vista de sus muslos, – ¡te puede ver el crio!

A pesar que sabía que esa maldita estaba jugando conmigo, la visión de su coño me excitó de sobremanera y temí por primera vez que si Alicia seguía jugando conmigo, tarde o temprano caería en la tentación y terminaría follándomela. En ese momento, deseé estar a mil kilómetros de mi cuñada y así estar a salvo de sus manejos. En cambio por su sonrisa, se notaba que ella estaba feliz haciéndome sufrir y más cuando se fijó que bajo mi pantalón mi apetito crecía sin control. Al percatarse de ello, incrementó mi turbación pasando su mano por encima de mi bragueta mientras me decía:

― No sabes las ganas que tiene mi conejo de comerse tu zanahoria.

Sudando la gota gorda, conseguí  de alguna manera llegar a nuestro destino sin lanzarme sobre esa puta y enseñarle que conmigo no se jugaba. Mi cabreo era tal que había decidido que devolverle con creces mi angustia. Curiosamente el tomar esa decisión me tranquilizó y por ello ya no me escandalizó su forma de abrazarme al bajarme del coche ni que se pegara a mí mientras hacíamos la cola para entrar en el cine.

Una vez dentro de la sala, como teníamos tiempo, compré palomitas y refrescos para los tres porque con mi chaval entretenido, le pasaría inadvertido lo que pasara a su lado. Cuando me senté entre los dos, mi queridísima cuñada se mostró encantada pensando que así, con su sobrino alejado, iba a poder seguir con su acoso una vez se hubiesen apagado las luces.

Tal y como había previsto, al hacerse la oscuridad, la muy ramera ni siquiera esperó a que empezara la película para posar su mano sobre mi pierna. Disimulando mis planes, no reaccioné a su contacto y ella, saboreando su triunfo, fue subiendo sus dedos lentamente hasta mi entrepierna. Mi falta de rechazo le dio alas y no tardé en sentir su palma agarrando mi pene mientras con los ojos fijos en la pantalla, veía los primeros compases de la película.

« Tú sigue que luego te arrepentirás», rumié interiormente satisfecho cuando esa zorrita metió su mano en mi bragueta y comenzó a pajearme.

Reconozco que para entonces el morbo de disfrutar de una paja hecha por la hermana pequeña de mi mujer ya me tenía dominado y por eso esperé a que incrementara la velocidad con la que me estaba masturbando para dejar caer mi mano entre sus muslos. Mi cuñada pegó un grito al sentir que directamente mis dedos separaban los labios de su sexo y comenzaban a acariciarle el clítoris. Tras el susto inicial, intentó sin éxito que parara pero afianzándome en mi ataque, me dediqué a masajear con mayor énfasis ese botón.

Al notarlo, nuevamente buscó rechazarme usando las dos manos pero solo consiguió que metiera una de mis falanges en el fondo de su coño.

― Por favor, ¡para! – susurró en mi oído al comprender que el cazador se había convertido en presa.

Su nerviosismo pero sobretodo la humedad que manaba de entre sus piernas fueron el aliciente que necesitaba para comenzar a follármela con los dedos mientras tenía a mi derecha a mi hijo absorto con la película. Sin darle tiempo a acostumbrarse comencé a meter y a sacar mi dedo de su interior mientras seguía masturbándola.

Para entonces mi victima ya había comprendido que nada podía hacer por evitar mis caricias porque para ello tendría que montar un escándalo. Poco a poco se fue relajando,  al notar que su cuerpo empezaba a reaccionar e involuntariamente colaboró conmigo separando sus rodillas. Su nueva postura y el hecho de no llevar bragas me permitieron irla calentando lentamente de manera que al cabo de unos minutos, cada vez que metía mi yema dentro de su chocho, este chapoteaba encharcado. Al advertirlo, decidí dar un paso más y sacando un hielo de mi refresco, lo llevé hasta su sexo y sin pedirle opinión se lo introduje dentro de su vagina.

― ¡Dios!― escuché que gemía descompuesta antes que el contraste de temperatura la hiciera llegar a un placentero pero silencioso orgasmo.

Seguí jugando con el hielo en su interior hasta que su propia calentura lo derritió y entonces le incrusté otro para así seguir con mi maniobra. Para entonces Alicia estaba disfrutando como una loca y sin importarle que la señora de al lado pudiese verla, llevó sus manos hasta los pechos y comenzó a pellizcarse los pezones. Uno tras otro, su chocho absorbió diez hielos que se disolvieron al tiempo que ella unía un orgasmo con el siguiente, completamente entregada a mí, su cuñado.

Desconozco cuantas veces se corrió sobre la butaca de ese cine, solo puedo deciros que ya estaba terminando el coñazo de película que habíamos ido a ver cuándo acercando mi boca a su oído, le mordí la oreja mientras le susurraba:

― No debiste jugar con fuego. Ahora lo comprendes, ¿verdad putita?

Mis palabras la llevaron por enésima vez al orgasmo y sacando mi mano de entre sus piernas, la dejé convulsionando de placer sobre su asiento. Habiéndome vengado, presté atención a lo que sucedía en la gran pantalla y me olvidé de ella porque sabía que había recibido su merecido.

Al encenderse las luces, mi cuñada estaba colorada y sudorosa pero ante todo avergonzada porque era incapaz de levantarse al tener la falda empapada. Comprendiendo su problema, le cedí mi rebeca para que se tapara y que así mi chaval no se diera cuenta que su tía parecía haberse meado encima. Ella me agradeció el detalle y tras anudársela a la cintura, sonriendo se acercó a mí y me dijo:

― Eres un cabrón. Ten por seguro que me vengaré.

El tono meloso y en absoluto enfadado con el que imprimió a su amenaza, me informó que no estaba cabreada pero también que tendría que estar en alerta para cuando esa guarrilla quisiera devolverme la afrenta con creces.

A la salida, la arpía se había vuelto una corderita y se mantuvo callada todo el viaje  de vuelta. Ya en la casa, se despidió de mí meneando su trasero con descaro y aprovechando que Alejandrito iba adelante, se levantó la falda para que pudiera contemplar en toda su plenitud sus desnudas nalgas. La visión de ese culo elevó la temperatura de mi cuerpo de manera tal que nada más entrar en mi habitación me pegué a mi mujer que dormía plácidamente en su cama.

María al notar mi presencia se acurrucó contra mí, permitiendo que mis manos recorrieran su pecho. Por mi parte, comencé a acariciar sus pezones buscando despertarla. Sabía que mi mujer no se iba a oponer y deseando hacerle el amor, empecé a acariciarla. Su trasero, duro y respingón me tenía subyugado desde que la conocí pero como en ese momento lo que realmente me apetecía era una sesión de sexo tranquila, pegándome a su espalda, le acaricié el estómago. Subiendo por su dorso me encontré con el inicio de sus pechos, Siendo delgada, lo mejor de María eran sus senos. Grandes pero suaves al tacto, a pesar de sus cuarenta años se mantenían en su sitio y aunque parezca una exageración seguían pareciendo los de una veinteañera.

Al pasar mis dedos por sus pezones, tocándolos levemente, escuché un jadeo que me hizo saber que estaba despierta. Mi esposa  que se había mantenido quieta, presionó sus nalgas contra mi miembro, descubriendo que estaba listo para que ella lo usase.

― ¿Estás bruto cariño?― preguntó desperezándose.

Al escuchar su pregunta, no dudé en alojarlo entre sus piernas, sin meterlo. Ella, moviendo sus caderas con una lentitud exasperante, expresó sin palabras su aceptación.  Cuando deslicé mi mano hasta su sexo, curiosamente me lo encontré empapado.

― Por lo que veo, tú también― respondí acariciando su clítoris.

No llevaba ni medio minuto cuando mi esposa me sorprendió levantando una de sus piernas e incrustándose mi verga en su interior. Me sentí feliz al comprobar que su sexo recibió al mío con facilidad, de forma que pude disfrutar de como mi glande iba rozando con sus pliegues hasta que por fin hubo sido totalmente devorado por ella.  Fue entonces cuando cogí un pezón entre mis dedos y se lo apreté. María al sentirlo, creyó ver en ello el banderazo de salida, y acelerando sus movimientos, buscó nuestro mutuo placer mientras su vagina recibía golosa mi pene.

― ¿Qué tal la película?― susurró en mi oído mientras  forzaba mi penetración con sus caderas.

Separando su pelo, besé su cuello y respondiendo con un leve mordisco, le dije:

― Hasta los cojones de tu hermana. Estaba deseando volver contigo.

Mis palabras la alegraron y con su respiración entrecortada, comenzó a gemir  mientras el interior de su pubis hervía de excitación. Sus jadeos se  incrementaron a la par que el movimiento con el que respondía a cada uno de mis ataques:

―Fóllame Cabrón― chilló al notar que se corría.

Descojonado por su entrega, le di la vuelta y forzando su boca con mi  lengua, llevé mis manos hasta su culo.

― Eres un poco calentorra, putita mía, ¿lo sabías?

― Sí― me contestó al tiempo que sin esperar mi aceptación  se sentaba a horcajadas sobre mí, empalándose.

María aulló al sentirse llena y notar mi glande chocando con la pared de su vagina justo cuando un ruido me hizo levantar la mirada y descubrir a su hermana espiando desde la puerta entre abierta. Os reconozco que me calentó ver a esa zorrita en plan voyeur e incrementando el morbo que sentía al follarme a mi mujer con ella espiando, solté a María para que lo oyera Alicia:

― No se te ocurra gritar, no vaya a ser que esa loca se despierte y quiera unirse a nosotros.

Mi mujer ajena a estar siendo observada, muerta de risa, contestó:

― Por eso no te preocupes, estoy segura que mi hermana además de medio sorda es frígida.

Sonreí al observar el gesto de cabreo con el que la aludida escuchó la burrada y disfrutando del momento, incrementé la velocidad de mis cuchilladas mientras me afianzaba cogiendo sus tetas con mis manos. El nuevo ritmo hizo que el cuerpo de Maria mostrara los primeros síntomas del orgasmo y por eso seguí machacando su interior sin dejar de mirar de reojo a mi cuñada. Justo en ese momento, me percaté de un detalle que hasta entonces me había pasado desapercibido:

“¡Alicia se estaba masturbando de pie en el pasillo!

Sin llegarme a creer lo que estaba viendo, no dije nada y mirando fijamente a esa espía, cambié de posición para que María no pudiese verla y poniéndola a cuatro patas, le pedí que se agarrara del cabecero. Mi mujer pegó un aullido al hundir mi verga de un solo golpe en su interior pero rápidamente se rehízo y con lujuria, me rogó que no parara de tomarla. Como comprenderéis lo le hice ascos a sus deseos y con mayor énfasis, seguí acuchillando su coño al tiempo que sonreía a su hermanita. Alicia, desde su privilegiado lugar, estaba desbocada y hundiendo sus dedos en su coño, no paraba de torturar el botón que escondían los pliegues de su sexo, siendo consciente de su pecado y sabiendo que yo la estaba retando al dejarla ser testigo de cómo me tiraba a mi mujer.

Fue entonces cuando María comenzó a agitarse gritando de placer presa de un gigantesco orgasmo. Deseando que mi cuñada se muriera de envidia y se diera cuenta que con mi esposa tenía suficiente, aceleré aún más el compás de mis caderas. Producto de ello, mi mujer unió un clímax con el siguiente mientras su cuerpo convulsionaba entre mis piernas. Con mi insistencia la llevé al límite y ya totalmente agotada, me rogó que me corriera diciendo:

― Lléname de tu leche.

Su ruego junto con el cúmulo de sensaciones que se habían ido acumulando en mi interior desde que masturbé a la zorrita de mi cuñada, hicieron que pegando un gemido descargara mis huevos, regando con mi semen su conducto. María al sentir su conducto anegado, se desplomó sobre la cama dando tiempo a Alicia a huir rumbo a su cuarto. Satisfecho, me tumbé junto a ella abrazándola deseando que con esa demostración esa perturbada se diese por enterada, pero con el convencimiento que al día siguiente tendría que seguir lidiando con su caprichoso carácter.

 

Relato erótico: «Si bebes mucha leche te corres mejor» (POR MARIANO)

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cuñada portada3SI BEBES MUCHA LECHE TE CORRES MEJOR

Sin títuloTenía apenas cinco minutos para terminar de ponerme “guapo” si quería acudir con puntualidad a mi cita con Rosa. Nunca me ha gustado llegar tarde a una cita y menos cuando se trata de una mujer.  Terminé de arreglarme la barba de 3 días y peiné mi negro cabello hacia atrás. Sólo me faltaba un toque final de colonia. Mientras comenzaba a aplicármela, sonó el teléfono móvil. Tuve un  desagradable presagio.

–       ¿Sí? ¿Quién es?

–       Hola Antonio, soy Rosa – la voz de la mujer con la que estaba citado sonaba indecisa y apagada – verás, me ha surgido un problema familiar de última hora y no vamos a poder vernos.

–       ¿Algo grave? – respondí con sincera preocupación.

–       No, grave no es, afortunadamente.

–        ¿Y no hay manera de solucionarlo? – repliqué con un cierto mosqueo interior.

–       Pues no. Lo siento mucho, Antonio, pero es un tema delicado y no puedo esquivarlo.  De verdad que me apetecía mucho quedar contigo esta noche, pero no tengo alternativa. ¿No te enfadas, verdad?

–       No pasa nada, mujer – le mentí caballerosamente, pues me había dejado realmente jodido – ya quedaremos en otra ocasión.

–       Gracias Antonio, eres un solete, ya te recompensaré, te lo prometo.  Ciao.

No me cabía duda alguna de que cumpliría su promesa, aunque  en realidad esa recompensa me la habría dado esa misma noche. Con 35 años, 5 menos que yo, Rosa es una mujer simpática y muy voluptuosa, rubia teñida de pelo corto, con buenas tetas, pero lo mejor es que en lo sexual se presta a todo y tiene la experiencia que da la madurez para hacerlo bien, muy bien, especialmente las mamadas, que son de infarto. Además no tiene ataduras sentimentales con lo que era el plato ideal para una buena noche de jodienda.

Seguramente por ese motivo había llamado a Rosa y no a otra de las muchas  conocidas que tengo en mi agenda telefónica. Necesitaba con urgencia tener una noche “completa” después de casi un mes de continuos viajes de trabajo en los que no había tenido  tiempo para nada ni incluso ganas  de hacerme una paja. Había regresado a casa por fin a primera hora de la tarde y lo primero que había hecho era concertar y preparar con mimo esa cita que ahora se desvanecía en el último momento, dejándome con las ganas y con un monumental cabreo que no quise mostrar a Rosa.

Busqué una solución de emergencia, agenda y teléfono en mano, intentando no desperdiciar la noche, pero no hubo manera de conseguir resultado alguno. Parecía que todas mis amigas se habían puesto de acuerdo para arruinarme la noche. El destino me empujaba a una velada solitaria en mi apartamento, frente al televisor  y con una copa como única compañía. ¡Un plan cojonudo, vamos!

Llevaba ya un rato medio adormecido en el sofá, bajo el influjo del devenir monótono y uniforme de una película de misterio, cuando sonó de nuevo el móvil. Me desperecé, ilusionado con la posibilidad de que alguna de mis contactadas hubiera cambiado de idea y de que al final tuviera la velada deseada.

–       Hombre Antonio, por fin estás de vuelta – reconocí de inmediato la voz de mi buen amigo Pedro  al otro lado del teléfono.

–       Hola Pedro, pues sí, por fin he terminado con este puto mes de trabajo – la verdad es que contesté con la desgana natural que me había dejado comprobar que la noche seguía teniendo el mismo aspecto negro que antes. Pedro se dio cuenta de ello, me conocía bastante bien.

–       Joder Antonio, pues no parece que estés muy contento de tu vuelta, te noto como cabreado.

Le conté la situación y bromeó conmigo, queriendo darme algo de ánimo, aunque tampoco tuvo demasiado éxito.

–       Vale Antonio, reconozco que después de un mes sin mojar debes estar desesperado y más si tenías casi a tiro a la buenorra de Rosa, pero date un día más de descanso hasta mañana, así la cogerás aún con más ganas.

–       Ya, tienes razón, intentaré quedar de nuevo con ella y desquitarme – contesté

–       Oye, ¿y si te vienes conmigo? He quedado con Pepi en su casa. Tiene un pequeño ático con terraza y me ha invitado a un picoteo.

–       No sé – contesté con desgana – tampoco me seduce mucho la idea, yo no conozco a esa Pepi, ni ella a mí. ¿Qué pinto yo allí?

–       Pepi no pondrá pegas, no te preocupes, tú eres mi amigo y yo ya llevo un tiempecillo con ella. Además se trata de algo informal,  ya lo ha hecho otras veces e invita a varios amigos suyos. No se trata de una orgía, claro, pero al menos podrás comer, beber, charlar y entretenerte un poco.

La verdad es que la cosa seguía sin interesarme,  pero Pedro me insistió y no pude encontrar ninguna excusa,  sabiendo él, como sabía, cuáles eran mis expectativas para esa noche. Quedé en  que me llevaba  él y pasó a recogerme una media hora más tarde, sobre las 10 de la noche.

Nos recibió Pepi, una mujer morena, bastante alta e interesante, a la que Pedro me presentó como su amiga, aunque él me había dicho que eran algo más que eso, y que me trató desde el primer momento con mucha simpatía. Pasamos a través de un salón no muy grande hacia la terraza del ático, pequeña, pero muy coqueta, en la que, alrededor de una mesa baja de cristal, charlaban los invitados de Pepi, bajo la luz indirecta de un foco lateral que iluminaba la estancia abierta a la noche madrileña de inicios del mes de  Septiembre.

Todos estaban sentados en asientos que eran distintos entre ellos y algo cochambrosos, probablemente retales regalados por amigos o familiares, por lo que imaginé que Pepi no era precisamente una ricachona. La anfitriona se percató de que faltaba una silla y se aprestó a traérmela, dado que Pedro se había ya acomodado en una de las dos que estaban libres. Al entregármela, Pepi me dijo por lo bajini y con una amplia sonrisa “Toma Antonio, no puedo consentir que ese cuerpazo esté mucho tiempo de pie”.  Me halagó y me gustó el interés y el trato de la mujer, aunque la silla era tan vieja como las otras. Incluso comencé a hacerme ilusiones sobre ella, dudando si Pedro decía la verdad y si, realmente, era territorio prohibido.

Apenas diez minutos, entre sorbos de cerveza y canapés fríos que llevarme a la boca, fueron suficientes para  darme cuenta de que la velada iba a ser un auténtico rollazo. La charla versaba sobre fútbol, un tema sin interés para mí  y sobre el que además no podía intervenir,  por desconocimiento. Como me aburría, me dediqué a observar a los allí presentes, que tampoco eran muchos, con los que formaba un círculo alrededor de la mesa de picoteo.

A mi derecha había dos hombres de más o menos mi edad que tampoco intervenían en la conversación y se dedicaban básicamente a comer. Los dos iban de negro y ambos tenían la cabeza rapada. Parecían gemelos.

Continuando el círculo, una chica de unos 30 años, requetepintada, con el cabello teñido  de un morado chillón y una vestimenta de mil colores super hortera. Ella sí entraba al trapo del fútbol, con un espantoso y desagradable tono de voz cazallero.

El siguiente invitado se llevaba la palma, un tipo cincuentón, con unas greñas negras y  onduladas a lo afro, gafas enormes y una vestimenta de pantalón y camisa blanca Ariel. Su aspecto era de friqui total, y era el que manejaba la conversación futbolera, sentando cátedra con sus opiniones,  secundadas siempre por la hortera, en mi opinión interesadamente,  y por mi amigo Pedro, al que tenía justo a mi izquierda.

El círculo lo cerraban Pepi y una mujer también cincuentona y feísima que llevaba un traje verde pistacho horrible. Ambas charlaban entre ellas, ajenas al tema principal.  Lo único interesante e ilusionante parecía seguir siendo Pepi,  a la que pillé un par de veces dirigirme su mirada de ojos negros, pero un gesto de Pedro agarrándola por la cintura, seguido de un piquito en los labios por parte de ambos, echó por tierra las estúpidas esperanzas que mis ganas de un mes de sequía me habían hecho concebir.

Tuve el impulso de marcharme, pero eso hubiera sido una descortesía hacia Pepi y hacia mi amigo Pedro, que además se había prestado a hacerme de chofer. De modo que me resigné a permanecer formando parte del pintoresco cuadro de los allí presentes y esperar a que la charla pudiera desembocar en un tema en el que por lo menos pudiera intervenir, si es que antes no me dormía.

En ese momento sonó el timbre y Pepi nos anunció: “Debe ser Tato, ya me extrañaba que se retrasara tanto”, y se fue al interior de la casa. De inmediato pensé que, visto el panorama, a saber qué aspecto tendría el recién llegado, de modo que ni quise mirar el regreso de la dueña de la casa con el amigo Tato.

–       Pues me equivoqué – apuntó Pepi al regresar – no era Tato, os presento a mi amiga Laura.

–       Hola, ¿Cómo estáis? – saludó una voz  dulce y femenina que me sacó del trance

Junto a Pepi había una mujer de unos 35 años, no muy alta y algo rellenita, con el cabello castaño liso y a media melena. Vestía, afortunadamente, de un modo normal, con una camisa a rayas blanca y azul, y una falda negra corta, unos centímetros algo por encima del muslo. La camisa, holgadita, no dejaba entrever demasiado bien el tamaño de las tetas, aunque estas prometían.  Esbozaba una sonrisa bonita y natural, muy a tono con las agraciadas facciones de su cara. Destacaban los ojos, grandes y de color marrón oscuro, con cejas curvadas y cuidadas. Tal vez no era un  bellezón, pero a mí me parecía muy atractiva, aunque en mi estado, y visto el resto del personal femenino a excepción de la imposible Pepi, era lógico que me atrajera. El caso es que me interesó desde el mismo momento en que se presentó y más aún cuando vi que se sentaba junto a mí, ocupando la silla que cortésmente le había dejado Pedro mientras él buscaba otro asiento en el interior de la casa.

El greñas insistió con el tema del fútbol, pero esta vez recibió, ante la sorpresa general de todos, las réplicas de Laura, que parecía saber bastante del tema y no estaba muy de acuerdo con él. La confrontación entre ambos se acentuó y yo comencé a disfrutar viendo el creciente disgusto del sabiondo recibiendo las críticas de Laura y saboreando el  modo de hablar, agradable, firme y a veces hasta socarrón de la última invitada. Creo que incluso llegué a aprender algo de fútbol en los pocos minutos que duró la discusión.

Luego Laura contó un par de chistes, siempre relacionados con el balompié, demostrando tener mucha gracia y arte para hacerlo, e iba a contar un tercero cuando Pepi, extrañamente,  la cortó por lo sano, preguntándole por las vacaciones que acababa de disfrutar.  A partir de ahí la conversación se animó para todos, repasando los lugares en los que tanto ella como los demás habían veraneado. Como yo viajo mucho, por temas laborales, tuve ocasión de intervenir y participé en la charla mucho más animado. Tocamos varias ciudades que conocíamos tanto Laura como yo, lo que me permitió dirigirme más directamente a ella, sin poder remediar quedar cada vez más atrapado por su simpatía y estilo al hablar. Por fin me encontraba a gusto y entretenido, y se me fue pasando el cabreo que tenía por no haber podido follar esa noche. 

Hubo un momento en el que las mujeres se levantaron para traer más bebida, y aproveché para intentar saber algo más de Laura, preguntándole a  mi amigo Pedro, pero él no la conocía ni había oído hablar a Pepi de ella. Viendo mi interés, me dijo que le iba a intentar sonsacar algo más a Pepi y se metió en la casa.  A la vuelta se me acercó y me dijo al oído con aire burlón:

–       Tío, creo que has pinchado en hueso.  Está casada y tiene dos hijos pequeños. Ha podido venir porque su marido se ha quedado con los niños, pero Pepi cree que se irá prontito.

Las palabras de Antonio me sorprendieron. No sé por qué, pero en ningún momento se me había pasado por la cabeza la posibilidad de que Laura estuviera casada, es más, estaba convencido de que  era una mujer libre, tal vez  porque Pepi lo era y parecía que también sus otras dos amigas.  Otra vez una jodida noticia y las ilusiones que me empezaba a hacer se rompían. Pedro notó mi decepción.

–       Lo siento chico, está claro que esta no es tu noche – y añadió burlonamente – ¿Otra cervecita?

–       ¡Venga con esa cerveza! – le dije sin titubear – al fin y al cabo nada ha cambiado respecto a cómo estaba cuando llegué. Bueno, no es cierto del todo  – añadí, señalando con un ademán a las otras dos invitadas –  al menos ahora hay una mujer guapa y bien vestida.

–       Oye,  no te pases, que también está Pepi – salió Pedro en defensa de su chica.

–       Tienes razón – le contesté mientras recordaba que también ella había suscitado mi atención al recibirme en su casa. Me di cuenta de que estaba realmente muy desesperado, así que decidí pensar de nuevo en Rosa, decidido a intentar quedar con ella el día siguiente.

La velada fue decayendo un poco, con la charla monótona y acaparadora del “enterao”. Ahora se las daba de atleta, fardando de tener unas técnicas cojonudas para correr largas distancias sin cansarse.  En eso saltó Laura:

–       Pues mi hermano también hace footing y hace unos días me mandó  un mensaje que hablaba precisamente del el tema. 

–       ¿Ah sí? ¿Y qué decía el mensaje? – preguntó Pepi, con desgana.

–       Pues trataba de un informe científico.  Según ese informe, por lo visto, si bebes mucha leche te corres mejor.

Todos nos quedamos en silencio ante lo que Laura acababa de decir, observando como un dulce y encantador rubor asomaba en sus mejillas. Fue ella la misma la que empezó a reírse  de un modo tan natural como cautivador.

–       ¡Ayyy, que me he equivocado! – dijo Laura, ya entre la risa generalizada de todos nosotros – que no quería decir eso. Vamos, ya sabéis lo que quería decir,  que la leche es buena para correr. ¡Jolín, ya me entendéis! – y se le volvieron a escapar unas carcajadas encantadoras, sólo cegadas por las desagradables y cazalleras de la chica de los mil colores.

Eran los momentos más divertidos y mejores de la noche, y cuando parecía que todos nos calmábamos las risas volvían a salir. Y Pepi decidió aplicar unas dosis de  picardía dirigiéndose a su amiga:

–       Oye Laura, ¿y el informe decía que tipo de leche es la que hay que tomar para conseguir tan buenos resultados?

Hubo nuevas risas de todos los presentes, incluidas las de Laura, que contestó:

–       Pues no sé, supongo que de vaca ¿no? A lo mejor desnatada, para que no tenga grasa, pero no recuerdo que el informe dijera nada de eso. 

De nuevo se hizo el silencio, y ninguno de nosotros tenía claro si la cándida respuesta de Laura era sincera o fingida, ya que también ella se había reído con la pregunta de Pepi. Pero su semblante parecía apuntar hacia la inocencia. Ella notó que algo pasaba, pues todos la mirábamos expectantes.

–       ¿Qué pasa? ¿Qué he dicho ahora? – y por primera vez en la noche vi que posaba su mirada directa en mí, una mirada breve, que pareció esquivar en cuanto yo la descubrí, mientras esperaba una aclaración de alguien.

–       ¡Jo tía! – intervino de nuevo Pepi, que para algo era su amiga – a veces eres más inocente que un petisui. No me refería a leche de vaca o de cabra, sino a otro tipo de leche.

–       No te entiendo Pepi, ¿A qué tipo de leche te refieres? – preguntó Laura, con toda la inocencia del mundo.

–       ¡A leche de macho, coño, al semen! ¡A ver si sales algún día del cascarón! – replicó Pepi, dando expresivamente a entender  que su atractiva amiga no tenía remedio.

–       ¡Vale! Ya tuviste que salir con algo así, como siempre. ¡Es que tienes una mente! – protestó Laura

–       Pues claro – intervino, bromeando, la cincuentona – la cosa viene muy al caso, el semen tiene componentes  nutritivos y vitamínicos. Ya lo dice el refrán “una buena mamadita por la mañana y … a correr”.

–       ¡Puaff, qué asco! – replicó Laura, sin poder evitar lo que parecía una natural mueca de repulsión.

–       ¿Qué pasa hija? – siguió la cincuentona  – ¿Tanto te disgusta?

Laura no contestó, repitió la mueca de repulsión y buscó a su amiga Pepi, quien, sin embargo,  no la ayudó precisamente.

–       Déjalo ya Vicky, Laura es así, Si no es capaz ni de chupársela a su marido.

De nuevo los colores asomaron en la linda mujer, y optó por no seguir con la conversación aduciendo la necesidad de ir al servicio. Pepi se aprestó a acompañarla, posiblemente para disculparse por haber abierto a los invitados algunas de sus interioridades. De hecho me pareció escuchar que discutían, mientras los presentes iniciaban una nueva conversación intrascendente que ni quise ni pude seguir pues mi atención seguía concentrado en esa mujer  que empezaba a alterarme. Laura había dado síntomas de firmeza y aplomo en su discusión con el pelanas, pero el aspecto íntimo que había conocido de ella poco antes me intrigaba. Las mujeres de mi agenda no eran para nada remilgadas en esos asuntos, para mí  era una novedad que existiera una mujer así. Noté un leve y agradable cosquilleo en mi entrepierna. Y me propuse intentar entablar una conversación con ella, apenas volviera.

En ese momento se levantaron los dos “men in black”, despidiéndose de la mesa, pues al parecer actuaban en algún garito. Tal vez por eso iban con el mismo atuendo. Temí que al marcharse ellos, Laura, con el enfado que parecía tener, decidiera hacer lo mismo, pero afortunadamente apareció de nuevo en la terraza, ocupando su asiento, junto al mío. Pepi y Pedro seguían despidiéndose de los dos invitados y pensé que era el momento de hablarla, antes de que se desarrollara una nueva tertulia entre todos. Me dirigí a ella con cautela intentando suavizar su herida:

–       Siento lo que ha pasado antes, espero que no te haya incomodado demasiado.

–       ¡Bah! No pasa nada, ya estoy acostumbrada – me contestó, con tono de circunstancias y sin levantar la mirada del vaso de coca-cola que sostenía en sus manos, lo que me hizo dudar en seguir la conversación. Pero, para mi sorpresa, fue ella misma la que continuó.

–       Además, ¡qué leches! Es verdad lo que ha dicho Pepi – y mirándome fijamente a los ojos siguió – es por esa babilla que se os pone a todos los hombres en la punta del pene cuando os empalmáis ¡Puaahh!- Y repitió una vez más la mueca de desagrado.

Reconozco que eso me desconcertó. El tema sobre el que estaba hablando Laura no era precisamente de los que se cuenta fácilmente a un casi desconocido, como era yo, y menos sin quitarle la vista de los ojos, pero ella lo hacía con firmeza, con toda la naturalidad del mundo. No pude evitar pensar que, aun refiriéndose genéricamente  a todos los hombres, ella se estaba dirigiendo directamente a mí y que seguramente debió pasar por su cabeza, al igual que por la mía, una imagen, aun fugaz, de mi polla empalmada y pringada de líquido preseminal.  Esa mujer era todo un misterio. Mezclaba candidez, firmeza, simpatía y naturalidad a partes iguales. Lástima que estuviera casada, cada vez me ponía más. Los cosquilleos aumentaron mientras buscaba las palabras adecuadas para la respuesta que ella esperaba,  mirándome sin cesar.

–       Bueno, es algo natural. Ya sabes, sirve para preparar el terreno. Lo mismo os pasa a las mujeres en el coño ¿no? – Y me arrepentí de inmediato de no haber usado otra palabra más suave, como vagina o sexo, pero creo que ella ni le dio importancia.

–       Ya, si ya sé que es así – afirmó  – pero, no sé, me pasa igual que con la gelatina, es verla y me da repelús y seguro que luego sabe muy bien.

–       No lo dudes, pero hay que probarla para conocer el sabor – añadí tal vez con excesiva picardía, consiguiendo que me mostrara de nuevo su preciosa sonrisa, abierta y franca,  aunque no llegué  a saber si había entendido el doble sentido de mi respuesta  o si había regresado a la inocencia mostrada antes, con su amiga Pepi.

Durante unos segundos estuvimos callados, hasta que le pregunté de qué conocía a Pepi. Me comentó que eran amigas desde niñas y que habían pasado por etapas de mejor o peor sintonía, pero ahora coincidían trabajando en la misma a empresa. Me dijo también que eran buenas amigas aunque Pepi solía meterse mucho con ella, sobretodo en el tema del sexo. Luego hablamos durante un buen rato de nuevo sobre muestras experiencias viajeras, tema en el que manteníamos una muy buena sintonía, lo que provocó  que me fuera prendando de ella cada vez más.

Mientras Laura y yo manteníamos nuestra particular conversación, en la mesa había otra tertulia, pero noté en más de una ocasión que Pepi nos observaba en silencio. Intuí que había algo especial entre las dos mujeres, pero no podía saber qué era.  Intentando averiguar algo más, pregunté a Laura en qué trabajaban y me dijo que se dedicaban a captar clientes en una operadora telefónica, nada que pudiera darme pistas sobre la relación entre las dos amigas. Lógicamente ella también me preguntó:

–       Y tú, ¿a qué te dedicas?

–       Pues he tenido un mes loco trabajando para la Ashley Madison – le contesté

–       ¿Para quién? – me preguntó ella.

–       Ashley Madison – reiteré con firmeza, pero viendo que ella ponía cara de póker seguí – ¡No me digas que no lo conoces!

–       Pues no – contestó Laura – ¿qué es eso?

En el fondo no debía sorprenderme su inocente desconocimiento, pero aun así me extrañó, así que la saqué de dudas.

–       Es una empresa que se dedica a promover aventuras infieles con discreción.

–       ¿Queeeé…? – Exclamó  con un gesto de sorpresa encantador y que mantuvo hasta que contesté.

–       Lo que has oído, si quieres tener una aventurita infiel sin dejar rastro alguno, no tienes más que contactar con ellos.

–       ¿Y tú te dedicas a organizar los contactos? – me dijo aún sorprendida.

–       No, no – le dije – yo soy publicista, durante este último mes he estado promocionando la empresa en varias ciudades de España. Los contactos se consiguen a través de internet, bajo anonimato.

–       No me lo puedo creer – y tras quedar un rato pensativa siguió – ¿Y a quien le puede interesar eso? Es como contestar a un contacto del periódico o algo así ¿no?

Me parecía muy interesante hablar con Laura de eso, estaba siendo  una oportunidad para conocerla un poco más y mejor.  Y le expliqué la “ventaja” básica.

–       Bueno, si tienes una aventura infiel con un amigo o compi de trabajo siempre queda abierta la posibilidad de que antes o después llegue a saberlo tu pareja. Con este sistema no hay rastro alguno, y tú puedes tener tu infidelidad sin problemas.

Laura volvió a quedarse pensativa, hasta que me replicó con absoluta firmeza y convencimiento:

–       ¡Pero eso es absurdo! – hizo una pequeña pausa, mientras me miraba con incredulidad,  y siguió – Es que no entiendo que una infidelidad se contrate de antemano,  vamos que a uno se le ocurra un día, de la noche a la mañana querer ser infiel, así sin más, y que encima busque un desconocido para conseguirlo – se mantuvo algo pensativa antes de concluir su opinión –  yo supongo que una infidelidad es algo espontáneo, algo que surge sin quererlo, simplemente porque se den circunstancias especiales que la provoque, pero sin haberlo meditado de antemano.

Su razonamiento era sincero y  en el fondo coherente con su aparente manera de pensar, pero lo mejor  es que dejaba cosas muy interesantes en el aire. Por si acaso intenté investigar más allá, echando un anzuelo:

–       ¿Es que te ha pasado eso a ti alguna vez?

–       ¡Nooo! ¡Claro que no! No lo digo por experiencia propia, por supuesto. Yo nunca he sido infiel a mi pareja. Es sólo una opinión – hizo una pausa y siguió – Además yo nunca he tenido necesidad de ser infiel ¿Por qué iba a serlo?

Su última frase invitaba aún más a ilusionarme. Seguramente Laura era de ese tipo de mujeres, felices con sus parejas, a las que ni se les pasaba por la cabeza ser infieles, pero ella misma no había cerrado la puerta a la posibilidad de  que surgiera espontáneamente, hasta llegar a necesitar serlo. Era una perspectiva más que atractiva y observaba que ella seguía pensativa, dejando claro que el tema del que charlábamos seguía rondándola por la cabeza.

Verla así, tan callada, pensando en Dios sabe qué, hizo que mi imaginación se desbocara y  que regresara el cosquilleo en mi polla. Empecé a pensar en que tal vez pudiera llevármela a la cama, no esa noche, claro, pero me propuse buscar durante el resto de la velada la forma de poder quedar con Laura otro día para intentar conseguirlo. Algunas de mis conocidas eran también casadas, pero volcadas alegre y conscientemente a la infidelidad. El caso de Laura era distinto, ella era una esposa fiel, seguramente muy feliz en su matrimonio, y eso hacía que follármela fuese difícil pero muy morboso y excitante. Aún así, necesitaba algún signo más por parte de ella que me diera más confianza para intentarlo. Se me ocurrió ver cuál era su reacción antes una maniobra tan inocente como la de apoyar mi mano descuidadamente sobre el nacimiento de su falda justo por encima de la rodilla, mientras le decía:

–       Tengo la impresión de que esta conversación tal vez te resulte algo incomoda.

Laura observó mi  mano posada sobre ella y me dirigió una mirada directa, pero no hizo gesto alguno para apartarla ni para recriminármelo. Simplemente me contestó:

–       ¡No, que va! En absoluto. Es que nunca había pensado en este tipo de cosas. Me ha resultado curioso que exista alguien que se dedique a eso.

Volvió a quedarse pensativa y entonces fue ella la que me preguntó:

–       ¿Y tú? ¿Buscarías una infidelidad a través de ellos?

Ahí ella me sorprendió. Tuve de inmediato la sensación de que hacerme esa pregunta era una de los cosas que le rondaba por la cabeza y que incluso le había costado hacerlo. Su interés por mí no era sino un acicate más para lo que yo ya estaba tramando.

–       Nunca he tenido que pensar en eso – contesté mirándola fijamente y sin quitar mi mano de su muslo – Yo no tengo ataduras sentimentales, no puedo ser infiel.

–       ¿Ah sí? ¿No estás casado? Vaya, no sé por qué pensé que lo estabas. Debí imaginármelo – dijo ella bajando la mirada y quedándose una vez más pensativa sin poner reparo alguno a mi mano, dormida sobre su pierna.

Su estimulante pasividad me dio valor, y moví suavemente las yemas de los dedos de mi mano, lo suficiente para acariciar la dureza de su muslo, por encima de la fina tela de su falda negra, mientras que el cosquilleo se comenzaba a convertir en un ligero alzamiento de mi polla. Ojeé  rápidamente alrededor y allí estaba Pepi, observándonos una vez más con atención y descubriendo mi insignificante, pero atrevido escarceo con Laura. Y entonces la muy cabrona se levantó de golpe, diciendo que ya estaba bien de charla, que tocaba bailar. Laura salió de su ensoñación, pero no se levantó de inmediato, dejando que le acariciara aún un poco más. Lo hizo lentamente, cuando ya todos habían abandonado la terraza, dejando conscientemente que mi mano resbalara hasta quedar lejos del dulce apoyo de su muslo. Entré tras ella, convencido de que poder tirármela no era tan descabellado.

Poco después todos estábamos en el pequeño salón de la casa bailando salsa y rumbas, algo que no se me da muy bien, aunque viendo moverse al greñas y a mi amigo Pedro, tampoco salía yo tan mal parado.  La que se movía de miedo era Laura, o eso me parecía a mí claro, con mucha gracia y feminidad. Nuestras miradas se cruzaron varias veces, e incluso me pareció que intencionadamente por parte de ella. Cada vez  la deseaba más. Lo único malo es que ella miraba con frecuencia su reloj de pulsera, casi anunciando que ya debía marcharse. 

Llevaríamos una media hora de baile y yo aguantaba sólo para ver si conseguía tener  la oportunidad de volver a abordar a Laura e intentar invitarla a comer un día, por muy casada que estuviera. En ese momento ella le dijo algo al oído a Pepi y esta quitó la música, Tal y como me temía, Laura anunció que se marchaba y el resto de invitados la imitaron. Mis planes parecían irse al carajo, pues no iba a tener tiempo ni de hablar con ella de nuevo. Iban ya saliendo todos de la casa y despidiéndose, cuando vi que Pepi cogía del brazo a Laura, quien ya tenía incluso su bolso al hombro, y la llevaba a parte en un rincón del descansillo, mientras los demás desaparecían por el ascensor. Yo, desilusionado,  le hice señas a Pedro de irnos también, pues la verdad es que ya no me apetecía seguir allí, pero él no me hizo caso. No sabía de qué diablos estaban hablando las dos mujeres, pero vi que Laura ponía en más de una ocasión cara de contrariedad señalando a Pepi el reloj de pulsera, haciendo ver que era tarde.

Finalmente las dos se acercaron de nuevo a la casa, mientras Pepi decía:

–       ¡Joder! Lo que me ha costado conseguir convencerla  de que se quede un poco más.

–       Pero sólo un ratito – matizó Laura con su preciosa sonrisa – tengo a mi marido y a los niños solos en casa.

Justo antes de entrar en casa, me percaté de que Pepi, una vez más, me observaba y al descubrirla me lanzó una sonrisa, justo antes de abrazarse a Pedro y adelantarse al interior.  Seguía sin entender esas miradas de Pepi, pero lo cierto es que igual que me había aguado la fiesta cuando invitó a todos a bailar, ahora me proporcionaba una oportunidad única para abordar de nuevo Laura. Una copa, Pepi y Pedro a su bola, muy difícil no tenía que  ser encontrar el momento para charlar los dos a solas. Lo malo fue que Pepi insistió en lo de bailar y eso me jodió el plan, porque Pedro y Laura aceptaron seguir moviendo el cuerpo y yo no tuve más remedio que hacerlo también, con toda la desgana del mundo.

Llevábamos unos desesperantes 10 minutos bailando una música moderna que a veces yo oía por la radio. Tenía que hablar como fuera con Laura y pensé hacerlo en medio del baile, aunque fuera a voces, cuando de pronto el ritmo cambió, como la noche y el día, y empezó a sonar una música lenta y melódica.  Ante nuestra sorpresa general Pepi trato de explicarse:

–       ¡Uyy! Lo siento. Se me ha colado este tema – y acercándose a un sorprendido Pedro le dijo – bueno, ya que estamos, ¿por qué no?

Y se agarraron los dos, dejándonos a Laura y a mí paralizados, sin saber muy bien cómo reaccionar. Laura pareció hacer un amago de dejar la improvisada pista de baile cuando Pepi se dirigió a ambos:

–       ¡Vamos chicos! ¿Qué pasa? ¡Acompañadnos en el baile! – pero nosotros seguíamos indecisos y ella añadió, dirigiéndose directamente a mí – Venga, no mordéis ¿no?

Yo no sabía interpretar el comportamiento de Pepi, pero lo cierto era que  me lo estaba poniendo en bandeja de plata y no podía desaprovecharlo. Ante una todavía aturdida Laura me acerqué a ella y la tomé suavemente de la espalda y el costado. Afortunadamente ella me  siguió, poniendo un brazo sobre mi hombro y apoyando una de sus manos sobre mi pecho, en claro ademán de querer guardar las distancias. Empezamos a bailar despacio y muy separados, pero yo la notaba en tensión, suponía que por la situación, aunque en el fondo ésta tampoco tenía nada de especial, simplemente era rara, por poco habitual. No estaba muy convencido de proponerle en ese momento la cita y me pareció que tal vez era preferible que nos sentáramos a hablar. Le pregunté con cautela:

–       ¿Estás bien? ¿Prefieres que vayamos a la terraza a beber algo?

Laura me miró con esos embelesadores ojos marrones oscuros y esbozó una sonrisa

–       No, no te preocupes. No pasa nada.

–       Es que te noto tensa

–       Hace mucho que no bailo agarrado, ni con mi marido. Se me hace raro, pero me gusta bailar y además me apetece. Venga, sigamos bailando, acompañemos a estos tortolitos.

El “me apetece” me encantó, indicaba que se encontraba a gusto bailando conmigo, eso era un as a mi favor a la hora de triunfar en lo de verla otro día. Seguimos girando y al poco tuve  la sensación de que ella estaba menos tensa, de que incluso se movía con más naturalidad que  yo. Tener tan cerca a esa mujer me alteraba, eso era evidente, y pensé que ese era el momento de poner en marcha mis planes parar quedar con ella otro día.

–       ¿Qué horario de comida tenéis en el trabajo? – le pregunté sin rodeos.

Laura me miró con extrañeza, esbozó su sonrisa y se tomó un tiempo antes de contestar:

–       ¿Y eso? – y dejando pasar un rato, como si pensara la respuesta, siguió – tenemos una hora para comer ¿Era eso lo que querías saber, verdad? Suelo comer con Pepi u otras compañeras, pero a veces lo hago sola.

Parecía querer ponérmelo a huevo, diciendo que a veces comía sola, tanto como que sabía hacia donde iba yo. Le seguí el juego.

–     Veo que eres un poco bruja, así que sabrás cual es la próxima pregunta, aunque no sé si contestarás lo que quiero.

–     A ver, deja que adivine. Me vas a invitar a comer, pero crees que como estoy casada no aceptaré ¿verdad? Pues claro que no aceptaré – concluyó,  dejándome más cortado que una paraguaya y sin palabras. Ella seguía mirándome risueña, notando mi desconcierto y decepción,  y amplió su sonrisa antes de volver a hablarme:

–     Que no hombre, que es una broma. Claro que podemos quedar a comer un día ¿por qué no? Me gustaría. Además me tienes que contar más cosas de esa Madi Fenison – y apoyó suavemente su rostro sobre mi pecho y hombro.

–     ¡Estupendo! – exclamé ilusionado, sin corregirle lo más mínimo el mal pronunciado nombre.

Me sentía genial bailando agarrado a esa preciosa mujer, aunque fuera  a distancia. Además iba a quedar con ella otro día y eso me iba a permitir explorar lo que para mí era todo un terreno virgen por descubrir, como era conquistar y llevarme a la cama a una preciosa y fiel esposa. Desde luego no iba a dejar de intentarlo. Incliné mi cabeza y la junté a la altura de la suya, mientras bailábamos al son de la música lenta que seguía desgranando notas desde hacía un buen rato.  Instintivamente  intentaba  arrimarme más a Laura, pero su mano en mi pecho me lo impedía.

En uno de los giros me fijé en la otra pareja, y coincidí con Pepi, cruzando ella, una vez más, su mirada con la mía, tal vez llevaba haciéndolo un buen rato ¿Pero qué diablos quería decirme con  tanta mirada? Mientras pensaba en ello, la anfitriona se separó de Pedro y apagó la luz principal del salón, regresando con su pareja. La estancia quedó sumida en una cálida e intima penumbra, iluminada tan solo por la pequeña luz de una lamparita de mesa al fondo del salón. Ni que decir tiene que la semioscuridad hizo subir la temperatura erótica ambiental un par de grados.

Pero en mi caso subió varios grados más cuando poco después Laura retiró de mi pecho su brazo atenazador y me lo puso junto al otro rodeándome por el cuello. Tardé unos segundos en reaccionar, lo justo para convencerme de que con ese gesto voluntario, ella estaba quitando todo obstáculo para arrimarme a su cuerpo. Aún dudaba, pero debía arriesgarme y la arrastré hacia mí con suavidad. Noté con alegría que ella no ponía oposición alguna y al poco pude sentir todas sus carnes apretarse a las mías. El baile se sumergió en un tono de erotismo que crecía y crecía, del mismo que lo hacía mi polla, sin esconderse para nada a Laura, que ya tenía que sentir claramente mi erección, sin que al parecer eso la incomodara. De igual modo yo notaba su pubis contra el mío y sobretodo la rotundidad de sus pechos, que ya presagiaba su holgada blusa.  Sumamente excitado con lo que estaba pasando,  quise ver qué más podía sacar de lo que quedara de baile, poniendo  mis manos en funcionamiento para acariciar  la espalda de Laura. Tanteé toda su piel por encima de la blusa arriesgándome en ocasiones por los costados hasta casi rozar sus tetas, que como intuía, se sentían voluminosas a la presión.

Pero lo mejor era que Laura no estaba quieta, me acariciaba de cuando en cuando el pelo del cogote y eso me dio más ánimos para seguir y ocuparme de su trasero. La falda era bastante fina y mi mano inquieta pudo sentir con deleite la redondez de su culito. Acaricié abiertamente todo su trasero y noté la marca del elástico de  sus bragas. No usaba tanga, sino una prenda convencional y tal vez por ello recordé en ese momento que en realidad estaba manoseando una mujer que decía estar felizmente casada y que jamás había sido infiel. Pensar en ello me provocó un placentero escalofrío y unos deseos  incontrolables  de ir aún más allá, pero recordé que no estábamos solos allí y levanté la mirada temiendo lo peor. En efecto allí estaba Pepi contemplándome a mí a y mi mano paseándose por el cuerpo de Laura. Eso me hizo parar y casi retroceder. Valoré la posibilidad de invitar a Laura a irnos de allí, pero sabía que era el encanto de la situación que se había creado la que me estaba permitiendo disfrutar de ella. Laura apoyaba su frente en mi pecho, con el rostro agachado, ajena por completo al comportamiento de su amiga. Tras un par de giros más vi que Pepi seguía mirándonos, pero sin decir nada, casi como una voyeur a la caza de su presa, y decidí pasar de ella, o tal vez contentarla,  para buscar lo que más ansiaba ya, tocar directamente la carne de la preciosa mujercita con la que bailaba estrechamente agarrado, esperando que ella siguiese consintiendo en dejarme meterla mano allá por donde yo quisiera.

Bajé una de mis manos por su muslo y comencé a enrollar la fina tela de la falda. El camino seguía  libre y me apoderé de su carne tibia a medio muslo.  Acaricié la zona descubierta circularmente y avancé rápidamente. Me apoderé de su culo y le magree los cachetes,  deleitándome con la redondez de los mismos. Temía que la música terminara y estaba tan encendido que pensé en investigar cuanto antes a la zona de su sexo.   Cuando Laura notó que me separaba para facilitarme el paso a la zona de su coño, me cogió la mano y la retuvo, diciéndome suavemente al oído:

–       No Antonio, no. Estoy muy a gusto, estoy muy bien. No lo estropees.

Yo no entendí su actitud. Me estaba dejando sobarla a conciencia y ahora me frenaba en seco. Contesté casi con la inercia de la premura:

–       Vámonos a otro sitio, Laura. No nos quedemos aquí.

–       Chissss, – me susurró aun mas sensualmente – he dicho que no lo estropees, por favor.

–       Perdón  – le dije apesadumbrado y confuso

Ella arrastró mi mano de nuevo sobre su trasero, manteniendo la suya encima, pero dejando que la moviera libremente por esa zona. Giró levemente la cabeza dejando su cuello a la altura de mis labios. Sin tener ya muy claro cuál sería su reacción, la besé allí suavemente, sintiendo en ella un claro estremecimiento de placer, por lo que de inmediato busqué su boca, encontrándome con un rechazo suyo  que me desconcertó aún más. Tal vez ella estaba a gusto   sólo con esos escarceos amorosos, propios de adolescentes, pero yo quería más, no me podía conformar con bailar agarrados y tocarle el culo o rozarle el cuello con mis labios. Un nuevo intento fallido de meterle mano por su zona púbica me enfadó y pensé en dejar de bailar y desistir de Laura. En ese momento escuché el ligero ruido de una puerta cerrarse. Laura separó el rostro de mi cuerpo para mirar y de inmediato se volvió a apoyar en el. Al girar me percaté que Pepi y Pedro ya no estaban allí con nosotros, nos habían dejado solos, probablemente para ir a follar.

Pensar en la pareja follando me excitó aún más y decidí acabar con esa absurda situación. Una vez más intenté tocarle su zona delantera, pero en esa ocasión no encontré la resistencia de Laura, aunque su mano permaneciera pegada a la mía. Daba la impresión de que la no presencia de Pepi y Pedro junto a nosotros hubiera roto sus barreras. Animado por ello, decidí cambiar la situación. Le cogí su mano, la apoyé sobre mi duro paquete y la solté viendo, con morboso gusto, como ella presionaba levemente mi polla por encima del pantalón. Libre de todo obstáculo, avancé decididamente hacia mi objetivo.  Le acaricié el pubis por encima de sus bragas aterciopeladas e hice un primer recorrido en la zona de su raja. Laura se estremeció en esa primera pasada, en la que noté perfectamente marcado y húmedo el surco de su rajita, lo que ya me indicaba que su coño era de escaso vello. Intensifiqué mis caricias y comprobé con entusiasmo como la esposita empezaba a gemir y retorcerse con mis dedos, abandonando su juego adolescente. Hasta su mano cobro vida y empezó a tantear el tamaño de mi encendido cipote.

En ese momento supe que  finalmente la noche no iba a acabar blanco y que no iba a tener que esperar a otro día para poder follarme a esa dulce y preciosa mujer casada. Metí mis dedos por debajo de las bragas y busqué sin más su ardiente clítoris. Cuando me puse a masturbarla  Laura pareció descontrolarse y sus gemidos se hicieron demasiado sonoros. Volteé con la otra mano su rostro hacia el mío y pronunció en alto “¡Ay no!¡Nooo!”. Le reprendí  suavemente con un “Shhhh”. Laura se frenó y entreabrió sus maravillosos ojos, diciendo en un tono más bajito “¡Déjalo ya, por favor!”, pero suplicándome con ellos que continuara adelante.  Aproveché para ahogar sus gemidos besándola en la boca, y ella ahí sí que me respondió y con voraz pasión.  Mientras nos comíamos las lenguas, la seguía masturbando, y tenía que sujetarla pues se retorcía de placer. Nunca había visto que una mujer se excitara tanto solo con la estimulación manual, hasta parecía poder correrse allí mismo, algo que desde luego yo no quería que aún sucediese. Empezaba a sentirme algo incomodo así y pensé otra vez en llevármela de allí, pero temía estropearlo todo si ella se enfriaba. Oteé en la penumbra de la habitación y me percaté que, además del baño,  solo había un dormitorio, donde seguramente estaban Pepi y Pedro. La única opción que me quedaba era el sofá y allí arrastré a Laura con el firme propósito de tirármela cuanto antes.  

Ya en el sofá me puse sobre ella y sin dejar de besarla en la boca di una primera pasada con mis manos sobre sus tetas, comprobando que efectivamente eran grandes y esponjosas. Le desabotoné a toda prosa la blusa y ella misma se aprestó a desabrocharse el sostén por la espalda. En un momento la dejé desnuda de cintura para arriba y me apoderé de sus grandes pechos, algo blandos, pero con unos pezones voluminosos y duros por la excitación. Me dediqué a ellos unos instantes comprobando que acariciárselos no era lo que más ponía a Laura, de modo que me deslicé hacia abajo para besárselos mientras que le volvía a meter mano en el coño, por debajo de las bragas,  para concentrarme en su rajita, pues no quería que perdiera su calentura. El efecto fue instantáneo, Laura comenzó de nuevo a gemir y moverse al toque de mis dedos en su clítoris. Me maravillaba y gustaba comprobar la pasión y calentura de esa mujer con solo masturbarla. Me preguntaba si su cornudo marido se lo haría también o no. Laura tiró de mi pelo hacia arriba, obligándome a unir mis labios con los suyos. Su lengua jugaba con la mía con el mismo descontrol que movía su pelvis al compás de mi estimulación. Joder con la casada, como besaba la tía.

No me quise detener mucho más en ese juego, quería follármela ya, pero antes quería contemplar y comerme ese caliente chocho cuya fidelidad iba a profanar. Imaginaba que si con los dedos Laura se excitaba tanto, con la lengua iba a ser la leche. Repté sofá abajo rozándola con mis labios en mi descenso. Miré su rostro, la boca entreabierta y los ojos cerrados, soltando gemido tras gemido, pues yo no había querido parar en ningún momento  de pajearla, aunque ahora utilizaba el pulgar en lugar dl dedo índice, por mi posición sobre ella. En ese momento también me percaté de que ya no sonaba música alguna, oyéndose sólo los gemidos de la mujer que tenía por fin a mi merced.

Dejé de masturbarla para quitarle la falda y dejarla solo con unas bragas blancas, de tejido parecido al terciopelo. Las bragas no tenían nada de especial, pero a mí lo que me interesaba era lo que ocultaban. Cuando empecé a bajárselas, muy despacio, ella cerró púdicamente sus piernas, aunque ya no podía hacer nada por evitar enseñarme su chocho. Descubrí primero un monte de Venus con escasos y diseminados pelillos  antes de dejar asomar el principio de su brillante raja. Una vez tiradas las bragas al suelo, le fui separando y alzando los muslos, sin hacer ningún caso al poco convincente “esto no, no puede ser” que pronunció ella mientras se intentaba cubrir. Un intenso aroma a sexo femenino inundó el aire cercano a mi nariz, cuando aparté las manos de Laura y por fin quedó a mi vista. Ahí estaba, todo para mí, el coño de esa fiel y bella esposa.

La visión era embelesadora, la raja era muy larga y aparecía muy cerrada salvo el bultito que formaba en la parte superior lo que sobresalía de los labios mayores. Unos penachillos de vello largos y castaños se esparramaban por los bordes de su rajita, Tal vez yo estaba muy salido, después de tanta inactividad, pero a mí me parecía un coño precioso, aunque lo mejor vino cuando fui abriendo los pliegues con mis dedos, descubriendo un surco tortuoso y muy profundo, completamente húmedo y lubricado. Laura miraba expectante y yo lance mi boca en picado sobre esa maravillosa raja, la lamí, la mordisqueé, cogí sus pliegues con mis ansiosos labios, metí mi lengua por su ácida abertura y me volqué con su clítoris, esperando que Laura se contorneara baja mi trabajo y a ser posible hasta que me echara su jugos corriéndose.

No encontré la reacción que deseaba. Ella permanecía rígida y ni tan siquiera gemía. Temí que perdiera la excitación, con lo que volví a usar mis dedos para estimularla, y eso funcionó, una vez más. Me di cuenta de que el sexo oral no era de su gusto, o eso es lo que demostraba y si ella no gozaba no tenía tampoco atractivo para mí. Había llegado el momento de penetrarla, de follarla bien follada, de que los cuernos a su marido fueran completos. Cada vez que pensaba en su condición de casada y en el marido en casa con los hijos, ajeno a todo lo que le estaba haciendo y le iba a hacer, me sacudían unas sensaciones morbosas y desconocidas. En eso Laura me sorprendió agradablemente:

–       ¿A qué esperas, Antonio? – me dijo sensualmente entre gemido y gemido – ¡Házmelo ya! Vamos, estoy esperando.

Me incorporé y me quite rápidamente toda la ropa, Me acerqué a ella, enseñándole mi polla, completamente tiesa y dispuesta. Laura acerco su mano y me la acarició suavemente en toda su extensión, incluidos los huevos, para luego darme uno cuatro o cinco meneos que me parecieron increíbles.

–       Házmelo – repitió, usando esa curiosa palabrita, como si le diera miedo decir “follame” – vamos, ponte el preservativo – añadió, soltando mi instrumento y colocándose mejor en el sofá.

Un escalofrío me recorrió. No tenía globitos, no había pensado ni por lo más remoto que fuera a necesitarlos esa noche. Y Laura seguro que tampoco tenía, claro. ¡Qué problema!

–       No tengo condón – le dije con un hilo de voz

–       ¡Nooooo! – protestó Laura

–       Podría pedirle uno a Pedro, seguro que ….  – y deje a medias la estupidez  que se me había ocurrido y de la que me arrepentí al instante.

Laura sonrió ante mi falta de iniciativa y fue directa:

–       Pues tendrás que bajarte. No creo que pase nada, pero mejor no arriesgar – y me agarró de nuevo la verga, que había declinado, para volver a masturbarme, consiguiendo que recuperara de inmediato su esplendor.

Esa mujer era sorprendente, lejos de sus anteriores  valores cándidos y melindrosos, ella se mostraba ahora firme y decidida en su propósito. No había pretexto alguno, ni que faltara el preservativo, ni que estuviéramos a apenas unos metros de distancia de su amiga Pepi y de mi amigo Pedro, ni que lo que iba a hacer significara ponerle los cuernos a su esposo y traicionar su feliz matrimonio. Quería follar, simplemente eso.

Me situé entre sus piernas y coloqué mi polla a la entrada de su coño, recreándome en esos últimos instantes previos a penetrar a la fiel esposa que tenía entera para mí. Al iniciar la deliciosa penetración sentí las paredes de su vagina adherirse por completo a mi verga mientras ella emitía un pequeño quejido de dolor  seguido de un inmediato suspiro cuando  se la enterré por completo. No soy de polla larga, pero sí la tengo gruesa, por eso los primeros movimientos, al follarla, los hice lentamente, para acoplar nuestros cuerpos  Laura se aferró a mi culo y empecé a moverme ya con más rapidez, transformando sus suspiros en gemidos de placer. No quería perderme nada de ese cuerpo, me agarré a sus tetazas pellizcando sus grandes pezones y busqué su boca para besarnos. Por fin estaba follándomela, ella había sucumbido y gozaba a cada embestida, incluso arañándome el trasero y la espalda.

En un determinado momento ella despegó sus labios de los míos y me susurró:

–       Házmelo más despacio, más despacio –  y añadió – pero fuerte.

Ahí estaba otra vez con la palabrita, pero yo no estaba muy seguro de lo que  quería, con lo de despacio y fuerte. Intenté complacerla, pero  no tardó mucho en decirme:

–       Mejor lo hacemos al revés.

–       ¿Hacer qué? – le contesté, harto ya de la palabrita

–       Pues eso – contestó, empujándome suavemente para que me saliera de ella. 

Se incorporó y me indicó que me tumbaran el sofá y entonces fui yo quien le preguntó:

–       ¿Qué es lo que me vas a hacer, Laura?

–       Pues eso – repitió, como sorprendida

–       ¿Eso qué? – insistí, queriendo oír otra cosa de sus labios, mientras le sonreía  con malicia.

Laura por fin captó el mensaje y aunque le costó, acabó pronunciando lo que yo quería escuchar

–       Vale. Te voy a follar, eso es lo que te voy a hacer – afirmó colocándose sobre mi y empalándose ella misma en mi herramienta.

Esa postura nunca ha sido muy de mi agrado, pero los siguientes minutos los recordaré toda mi vida. Ya en su primer descenso, Laura se movió con extrema  lentitud, dejándose caer poco a poco hasta el fondo, para reiniciar la subida con igual lentitud. Los movimientos los fue repitiendo con igual cadencia lo que me hizo comprender qué era lo que ella quería con lo de despacio y fuerte. En cada bombeo iba notando como su coño se comía mi polla centímetro a centímetro, provocándome un placer indescriptible, haciendo que mi verga alcanzara un punto de erección que hacía a un más excitante la siguiente penetración. Laura acompañaba cada lento descenso sobre mi polla con un prolongado gemido que culminaba con una especie de  quejido final cuando terminaba de ensartarse mi instrumento, antes de reiniciar la subida. Su corrida parecía muy cercana y yo mismo podía correrme también si seguía aplicándose en  esa forma maravillosa de follarme.  Me apoderé con una mano de uno de sus pezones y me puse a chupar el otro, estimulándola de tal modo que ya no pudo aguantar mucho más. En uno de sus descensos el tono del gemido fue mayúsculo u el quejido final, al terminar de hincarse en mi polla,  fue un grito ronco y largo. Laura se corrió  gimiendo y gritando sin control y tuve miedo de que Pepi y Pedro pudieran oírla, pero confiaba en que ellos mismos estuvieran a lo suyo.

Terminado su orgasmo, Laura se derrumbó sobre mí, quedándose quieta y suspirando suavemente, sintiendo mi verga, dura como una piedra, enterrada en su interior. La dejé relajarse hasta que ella misma abrió sus ojos para mirarme y preguntarme “¿Y tú?”. La besé dulcemente en los labios y le dije “salte”. Lo hizo y se quedó a la expectativa.  Yo mismo la puse de rodillas frente al sofá e incliné su cuerpo hacia adelante. Me coloqué detrás de ella, contemplando la belleza de su redondo trasero, lista para ser embestida. Laura giró su rostro y sonrió viendo mi admiración por su culito, mientras me masturbaba frente a él. Fue inevitable inclinarme y meter mi cabeza entre sus piernas. Le lamí toda la raja y saboreé con deleite los restos húmedos y olorosos de su reciente corrida. Sin buscarlo me encontré ante el pequeño agujerito de su ano y decidí terminar ahí mi exploración, aplicándole unas caricias con mi lengua que la hicieron estremecerse. Tal vez por eso, cuando apunté con mi verga, ella debió pensar que iba a encularla y no dudó en mostrarme su rechazo.

“No, no, eso no” – dijo mirándome con rostro de evidente susto.

No era mi intención hacerlo, no era el momento más adecuado para sodomizarla. El polvo comenzaba a durar bastante y en cualquier momento podían salir Pepi y Pedro de nuevo al salón, aunque eso a mí me preocupaba bien poco. Puse el capullo de mi verga a la entrada de su coño, calmando así sus temores sin necesidad de contestarle. Un fuerte empujón y de nuevo tenía mi polla enterradas en su delicioso chocho. Me agarré bien a sus caderas y empecé de nuevo a  follarla, utilizando mi propia técnica, la de moverme de atrás a adelante salvajemente,  agitando su cuerpo como a una muñeca de trapo.

Estaba disfrutando follándomela a placer, a lo bestia, profundizando en su sexo todo lo que podía, haciendo que todo su cuerpo se agitara con mi bombeo, y sobre todo sus tetas, que subían y bajaban en un delicioso y mareante meneo. Tenías ya unas ganas locas de correrme, pero lo de tenerme que salir del coño de Laura, para hacerlo fuera, me disgustaba enormemente. Entonces se me empezó a ocurrir una idea perversa,  obscena y sobretodo muy difícil de conseguir. Seguí follándola mientras ideaba como ponerla en práctica y se me hizo evidente que lo primero que tenía que conseguir era volver a excitar a Laura, algo que ni yo misma sabía si era posible, una vez que ella ya se había corrido poco antes. Mantener el ritmo impetuoso con el que se la estaba metiendo no era lo más adecuado en ese momento. Debía aprovecharme de las enseñanzas  y puntos débiles que Laura me había mostrado antes de llegar a su anterior orgasmo.

Dejé de follarla y la hice tumbarse en el sofá, boca arriba. Me puse sobre ella y al penetrarla, la besé en la boca. Eso era una de las cosas que ya sabía que le excitaba. La otra era aplicarme en su forma de follar y así lo hice, entrando y saliendo con lentitud en su coño pero profundizando en él todo lo que podía. Despacio y fuerte, como ella quería.  El efecto fue inmediato, como demostraban sus crecientes gemidos y sus manos arañándome la espalda. A mí también me estaba atrapando, como antes, esa manera de follar, llevándome a un grado de excitación peligroso, cercana a provocar mi propia corrida.

En unos pocos minutos de jodienda, me di cuenta de que Laura ya estaba de nuevo lo suficientemente excitada como para querer correrse de nuevo. Debía salirme de su precioso coño, algo que me seguía costando hacer, e incluso por un momento pensé en dejarme llevar y correrme dentro de ella, pasara lo que pasara, pero estaba también seguro de que, si  conseguía lo que me había propuesto, no me iba a arrepentir.

Bajé mi mano izquierda a su sexo y me puse a pajear su clítoris, mientras sacaba mi estaca de ella, incorporándome. Laura entreabrió los ojos y puso su  mirada en mi polla que apuntaba al frente, dura e imponente. Ella seguramente esperaba  que yo me corriera sobre su barriga, pero eso no iba a pasar, claro. Acerqué mi cara a la suya y la besé de nuevo en la boca, sin dejar de masturbarla, constatando que ella cerraba de nuevo los ojos y me correspondía con voracidad, de nuevo totalmente entregada.  Mientras la besaba, la abracé por debajo de sus hombros, rodeándolos, moviendo su cuerpo suavemente hacia arriba para apoyar su cabeza en el brazo del sofá, para que ésta quedara a la altura de mi herramienta.

No me costó mucho conseguirlo, hasta ella colaboró, supongo que pensando que lo que yo buscaba era otra forma de aumentar su placer, sin saber que realmente ahora lo que buscaba era el mío.

Todo iba bien, tenía a esa mujer en mis manos, excitada y deseosa, y en la posición adecuada para abordar la parte más complicada del plan y que no era otra que conseguir que Laura me chupara la polla. Sabía por Pepi y por ella misma que no lo había hecho nunca y la posibilidad de que fuera yo el que disfrutara de su primera mamada, antes incluso que su propio y amado esposo, me tenía en un estado de excitación sexual sin precedentes. La tarea no era sencilla, debía romper sus barreras psicológicas y su rechazo natural a meterse en la boca una buena picha.

Aceleré el movimiento de mis dedos sobre su clítoris, mientras yo mismo me pajeaba. Laura se retorcía sobre el sofá, presa de la excitación, momento que aproveché para acercar mi polla a su cara y apoyarla sobre ella. Ella no reaccionó inmediatamente, hasta que notó mi capullo sobre sus labios. Ahí fue cuando, entre gemido y gemido, protestó suavemente

–          Ay, no Antonio, es que …..la babilla – y echó la cara al otro lado.

Maldije mi torpeza, al no haber tenido en cuenta la humedad en la punta de mi picha. Pero La protesta de Laura había sido mínima, mucho menor de lo que yo mismo esperaba. Me limpié     y le volteé el rostro hacia mí. Aproveché que tenía los labios entreabiertos y le metí la punta de mi polla. Quería penetrarla por la boca tan despacio como ella misma hacía al follar, pero Laura, en uno de sus incontrolados movimientos de placer, se metió sin querer mi picha hasta la mitad. Un escalofrío de gusto y morbo me recorrió cuando vi mi verga a medio enterrar en su boca y sentí su calidez  sin que ella la rechazara. Dejé de sujetarle la cabeza y comencé a meneármela entre sus labios, esperando que mis líquidos preseminales, mezclados con su saliva, no le produjeran asco alguno. En realidad ella estaba tan excitada que no creo que lo notara. Estuve un par de minutos haciéndome una de las más deliciosas pajas de mi vida, con mi polla a medio hundir en su boca. Vi que los gemidos de Laura se hacían más intensos, estaba próxima a correrse. Se apartó de su presa para  susurrarme:

–          No lo hagas dentro, ¿eh?

Y dicho esto dejó la boca entreabierta, dándome permiso para volver a metérsela. No dudé en hacerlo y en cuanto la tuvo dentro ella misma empezó a usar su lengua, mamándomela. Lo hacía con algo de torpeza, con sus sentidos más volcados al placer de su inminente corrida, pero para mí era una gloria que ella misma se aprestara a chupármela. Por si eso fuera poco, Laura acercó su mano a mis huevos para acariciármelos. Una vez más me vino la imagen de su marido, allí en su casa, viendo la tele y pensando que su mujercita se entretenía charlando en casa de una amiga. Esa imagen y la excitación que me producía Laura chupándomela fue demasiado. Me di cuenta que me iba correr en poco y eso hizo que instintivamente comenzara  a  follarme a Laura por la boca, intentando llegar lo más adentro que podía. Tras unos instantes de maravillosa follada, Laura dio un fuerte respingo y con un largo y sonoro gemido inició su segundo orgasmo de la noche, justo en el momento en que yo mismo notaba mi leche subir por mi verga, lista para derramarse también. Me salí a toda prisa de su boca para correrme fuera, pero no pude evitar quedarme apuntando a su bello rostro. Dos largos chorretones de leche le cubrieron cada lado de la cara, cubriendo incluso sus ojos, que mantenía cerrados. Era demasiado morboso y excitante ver su boca aún abierta, mientras seguía corriéndose. Haciendo caso omiso de sus deseos y cumpliendo los míos propios, volví a metérsela por la boca mientras un tercer chorro salía disparado a su paladar. Los siguientes fueron ya directamente a su garganta, mientras yo me corría a gusto y copiosamente, empujando mi picha al fondo de su boca.

Nuestras dos intensas corridas simultáneas llegaron a su fin. Laura me miraba, desfallecida. Entre sus labios aún se sumergía  mi polla, nadando en el charco natural de semen y saliva que se había formado en su boca, mientras yo me sujetaba la base, meneándomela suavemente.

Repentinamente subió la intensidad de la luz.

–       ¡Vaya, vaya con Laura! – escuché la voz de Pepi junto a nosotros

Laura soltó de golpe su caramelo, incorporándose y exclamando en alto:

–       ¡Pepi! ¿Qué leches? – al hablar dos grueso goterones de lefa se escaparan de su boca – ¿Qué haces aquí? – siguió, mientras se tragaba lo que aún le quedaba dentro.

–       ¿Que qué hago aquí? ¡Pero si esta es mi casa! – replicó Pepi con aire de ofendida – Más bien, ¿qué haces tú?

–       Quiero decir que qué haces aquí, en el salón, creía que estabas con tu novio. 

–       Claro que estaba con él, pero no has sido muy silenciosa precisamente – y añadió con sorna –   ¡si te vieras la cara! Creo que con tanta leche, la próxima vez que tengas que correr lo vas a hacer muy bien.

En ese momento vi salir a Pedro del dormitorio de su chica, acercándose a nosotros, mirando atónito el cuadro que allí se desarrollaba.

–       ¡Madre mía! Esto no puede estar pasando – murmuraba Laura sobresaltada, mientras se quitaba  con los dedos los restos de leche esparcidos por su rostro, sin importar a donde los echaba, sacudiéndoselos después y salpicando todo a su alrededor, incluso a nosotros.

–     ¡Ay Dios! ¡Ay Dios! ¿Cómo he llegado a esto? – se decía a sí misma, evidentemente muy nerviosa.

–     Como has llegado no parece muy difícil de entender, querida, lo que no sé es qué vas a hacer ahora – intervino de nuevo su amiga, que volvía manifestarse con notable crueldad – supongo que afrontarlo y decirle a tu marido lo que ha pasado aquí esta noche ¿no crees? 

Laura la miró con enfado y le recriminó:

–       ¡Tú no estás bien! ¿Cómo voy a decírselo? – y bajó la vista unos segundos, justo antes de levantarse, preciosamente desnuda, y abandonarnos rauda y pesarosa, murmurando – ¿Qué leches hago ahora? ¿Qué hago?

–       ¡Joder, quien me lo iba a decir! – nos dijo Pepi a los dos, mientras Laura se metía en el baño.

Pepi la siguió y se encerró con ella. Las oíamos hablar a distancia, básicamente a Pepi que parecía sermonearla. Al rato esta última salió a recoger la ropa de Laura, esparcida por el suelo, y regresó al baño con su amiga. Yo me puse el slip y vi a Pedro acercarse a mí y decirme algo apagado:

–       ¿Y quién te lo iba a decir a ti?

Vi que mi buen amigo me sonreía sinceramente, contento y feliz de que mi nefasta noche hubiera tenido ese giro tan imprevisto.

–       ¿Sabes Pedro? – le dije – te debo una comida, o dos o, bueno, las que quieras. Aunque no lo creas, gracias a tu invitación probablemente he disfrutado del mejor sexo de mi vida.

–       No exageres – me contestó – tú has pasado ya por  muchas  mujeres, esta es una más ¿no?  Además, ya la has visto marcharse, se la veía mal, muy jodida. Es una mujer casada, con compromisos, con la vida arreglada. ¿Crees que está bien lo que le has hecho?

Tardé unos segundos en contestar, mientras seguía vistiéndome. Quería que entendiera lo que yo sentía. Finalmente le dije:

–       Precisamente eso es lo que me ha hecho disfrutar como nunca. Tú lo has dicho  Pedro, está casada, felizmente casada y vive en completa armonía con su marido e hijos. Pero hoy le ha puesto los cuernos a su esposo y lo ha hecho conmigo, he sido yo el que se la ha tirado, tío. Y ahora parecerá estar arrepentida, pero te juro que ha disfrutado como una cerda, que me ha pedido ella misma que me la follara, que se ha corrido dos veces. E incluso he conseguido que me la mame, he sido el primero en meterle una buena picha en la boca y se la he llenado de semen. ¿No crees que son motivos suficientes para haberlo gozado? Es lo más morboso que jamás me ha ocurrido ¿o no?

Pedro me observaba, tal vez no del todo convencido. Tenía que vivir él mismo la experiencia para saborearla. Antes de esa noche ni yo mismo me  hubiera imaginado tener esas sensaciones.

–       ¿Sabes? Eres un cabrón – me espetó, dándome una palmada de buen amigo en mi espalda, aun desnuda, justo antes de terminar de vestirme.

Al rato reaparecieron Laura y Pepi, esta última ya vestida, con su falda negra y blusa azul y blanca. Estaba más sosegada, pero evitaba mirarnos. Se dirigió a los tres, pero mirando a su amiga.

–       Lo de esta noche ha ocurrido y ya está, no hay quien lo cambie. Sé que se lo debo contar a mi marido y así lo voy a hacer. Espero que comprenda que ha sido un desliz y que sea capaz de perdonarme. Pero os pido  que no lo aireéis vosotros por ahí ¡Y me voy ya! – concluyó con su habitual firmeza.

La verdad es que yo no entendía muy bien por qué tenía que decirnos todo eso a nosotros, me parecía innecesario e inoportuno. Creo que Pepi la había  inducido a hacerlo, tal vez para humillarla aún  más. En todo caso Laura había recobrado su temple y firmeza natural y al final sí fue capaz de dirigir la mirada a su amante de la noche, o sea a mí.

Fui el último del que se despidió, antes de marcharse.

–       Creo que al final no podremos comer. Lo siento – me susurró antes de darme un beso en la mejilla – Gracias, lo he pasado genial – añadió, muy, muy bajito, para que no la oyeran, prendándome con otra de sus sonrisas, y  salió del apartamento.

Me habría gustado haberle dicho algo, pero no me dio ni tiempo para ello.   La admiré una vez más, mientras se alejaba hacia el ascensor. Puede que estuviera arrepentida de lo que había hecho, pero no de lo que había disfrutado y yo formaría parte de eso para siempre, lo que me hizo sentir orgulloso. Iba a ser difícil que pudiera volver a verla, y eso me apenó un poco.

Un mes después quedé con Pedro para tomar una copa y al despedirnos me dio un sobre cerrado. Cuando le pregunté qué era me dijo que no tenía ni idea, tan sólo que Pepi le había encargado de dármelo. Ya en casa abrí el sobre, viendo que contenía un dvd y otro sobre cerrado en el que ponía “mira antes la película”. Intrigado, inserté el dvd en el reproductor de mi dormitorio. No tardé mucho en reconocer al hombre que, de espaldas a la cámara y bajo la tenue luz de una lamparita, se follaba a una mujer con gran ímpetu. ¡Habían grabado el final de mi polvo con Laura! Me costaba creerlo. Me excité casi al instante, y me masturbé a gusto viendo las secuencias finales. Quien grababa incluso había acercado el zoom de la cámara para captar con más luminosidad el momento culminante, el de mi eyaculacíón sobre el bello rostro y la boca de la mujer. No pude evitar volver a hacerlo en ese mismo instante y me corrí disfrutando con tan morbosas imágenes.

Saqué el dvd y abrí el sobre pequeña. Había una cuartilla con una nota escrita a mano:

No sé si esto te interesará o no, pero tú eres tan protagonista como Laura de esas imágenes, así que creo que te las debo. Te confieso que estuve toda la noche pendiente de vosotros, viendo con placer como mi modosita fiel amiga y tú os arrimabais. E intenté hacer todo lo que pude para facilitar su infidelidad, para demostrarle que no todo es tan fácil y bonito en la vida. Convencer a Laura para que no se fuera, la música lenta, atenuar la luz, desaparecer Pedro y yo, al parecer lo hice bien, muy bien. Y el toque final, grabar este video, que tenía pensado utilizar para terminar de desmadejar su perfecto matrimonio. Laura me dijo que le contó todo a su marido y que tuvieron una pequeña crisis pasajera. No s si será cierto o no, pero de lo que sí estoy segura es de que no le ha contado que, además de follar contigo, te ha chupado también la polla. Lo que dije en la mesa era cierto, Laura jamás se lo había hecho a su esposo, más de una vez habían discutido sobre ello. Enterarse de eso puede ser muy duro para el esposo de Laura, pero aún más jodido puede ser para él comprobar que su mujercita ha permitido a su amante incluso correrse  en su cara y en su boca y que hasta se ha  tragado su leche. Durante un tiempo he dudado en enseñarle la dura realidad, pero finalmente he decidido no hacerlo, al fin y al cabo él es un buen tío y me cae bien.

La cinta es tuya, tú sabrás lo que quieres hacer con ella.

Pepi”

Lo que acababa de leer no hacía sino reflejar el odio de Pepi hacia su amiga Laura y sobre todo hacia su evidente estabilidad emocional y familiar, que ni siquiera su episodio de infidelidad parecía haber alterado significativamente. Pepi había maquinado todo aquello para perjudicar a su amiga. Pobre Laura, pensé, con amigas como esa, quien necesita enemigas.

Estuve un buen rato sopesando qué hacer con el video, auto convenciéndome de que lo mejor era tirarlo a la basura. Pensé en el esposo de Laura. Pepi tendría buenas razones para considerarle un buen tío, no me cabía duda, pero ¿y yo? ¿Soy yo un buen tío? ¿Acaso debía serlo en ese momento?

Me di cuenta de que Pepi, inteligentemente, aún seguía maquinando. Decidí guardar el dvd en el cajón de mi mesilla de noche, el mismo cajón del que extraje a continuación mi agenda telefónica. Abrí la agenda por la letra L. Una Laura aparecía escrita entre otros nombre femeninos. Al final de la lista añadí uno nuevo  “Laura, casada”. Aún no podía poner el teléfono, pero hacerlo era cuestión de unas horas. Un conocido cosquilleo asomaba en mi entrepierna. Guardé la agenda, cogí el dvd y lo introduje de nuevo en el reproductor.

FIN

MARIANO

«COMO DESCUBRÍ MI NATURALEZA DOMINANTE» (POR GOLFO) LIBRO PARA DESCARGAR

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Sinopsis:

Una universitaria se va a vivir a casa de su tía enferma, cuando muere tiene que hacerse cuidado de un bebé sin saber que terminará entre las sábanas del viudo. Junto con él descubrirá su verdadera naturaleza. Mientras con su amado es todo dulzura, con las mujeres se comportará como una estricta dominante

ALTO CONTENIDO ERÓTICO

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Para que podías echarle un vistazo, os anexo los dos primeros capítulos:

Capítulo 1.

Mi nombre es Elena y soy una estudiante de medicina de veintidós años. Mi vida sería como la de cualquier otra si no llega a ser porque actualmente caliento las sábanas de mi tío. Muchos se podrán ver sorprendidos e incluso escandalizados pero soy feliz amando y deseando a ese hombre.
Si quiero explicaros como llegué a acostarme con el tío Manuel, tengo que retroceder cuatro años cuando llegué a Madrid a estudiar. Habiendo acabado el colegio en mi Valladolid natal, mis padres decidieron que cursara medicina en la Autónoma de Madrid y por eso me vi viviendo en la capital. Aunque iba a residir en un colegio mayor, mi madre me encomendó a su hermana pequeña que vivía también ahí. La tía Susana me tomó bajo su amparo y de esa forma, empecé a frecuentar su casa. Allí fue donde conocí a su marido, un moreno de muy buen ver que además de estar bueno, era uno de los directivos más jóvenes de un gran banco.
Desde un primer momento, comprendí que eran un matrimonio ideal. Guapos y ricos, estaban enamorados uno del otro. Su esposo estaba dedicado en cuerpo y alma a satisfacer a la tía. Nada era poco para ella, mi tío la consentía y mimaba de tal forma que empecé sin darme cuenta a envidiar su relación. Muchas veces desee que llegado el momento, encontrara yo también una pareja que me quisiera con locura.
Para colmo, mi tía Susana era un bellezón por lo que siempre me sentí apocada en su presencia. Dulce y buena, esa mujer me trató con un cariño tal que jamás se me ocurrió que algún día la sustituiría en su cama. Aunque apreciaba en su justa medida a su marido y sabía que destilaba virilidad por todos sus poros, nunca llegué a verlo como era un hombre, siempre lo consideré materia prohibida. Por eso me alegré cuando me enteré de que se había quedado embarazada.
Esa pareja llevaba buscando muchos años el tener hijos y siendo profundamente conservadora, Susana vio en el fruto que crecía en su vientre un regalo de Dios. Por eso cuando en una revisión rutinaria le descubrieron que padecía cáncer, se negó en rotundo a tratárselo porque eso pondría en peligro la viabilidad del feto. Inútilmente la intenté convencer de que ya tendría otras oportunidades de ser madre pero mis palabras cargadas de razón cayeron en saco roto.
Lo único de lo que pude convencerla fue de que me dejara cuidarla en su casa. Al principio se negó también pero con la ayuda de mi tío, al final dio su brazo a torcer. Por esa desgraciada circunstancia me fui a vivir a ese chalet del Viso y eso cambió mi vida. Nunca he vuelto a dejar esas paredes y os confieso que espero nunca tenerlo que hacer.
La tía estaba de cinco meses cuando se enteró y viéndola parecía imposible que estuviera tan mal y que el cáncer le estuviera corroyendo por dentro. Sus pechos que ya eran grandes, se pusieron enormes al entrar en estado y su cara nunca reflejó la enfermedad de forma clara su enfermedad. Al llegar a su casa, me acogió como si fuera su propia hermana y me dio el cuarto de invitados que estaba junto al suyo. Debido a que mi pared pegaba con la suya, fui testigo de las noches de dolor que pasó esa pareja y de cómo Manuel lloraba en silencio la agonía de la que era su vida.
Gracias a mis estudios, casi a diario le tenía que explicar cómo iba evolucionando el cáncer de su amada y aunque las noticias eran cada vez peores, nunca se mostró desánimo y cuanto peor pintaba la cosa, con más cariño cuidaba a su amor. Fue entonces cuando poco a poco me enamoré de ese buen hombre. Aunque fuera mi tío y me llevara quince años, no pude dejar de valorar su dedicación y sin darme cuenta, su presencia se hizo parte esencial en mi vida.
A los ochos meses de embarazo, el cáncer se le había extendido a los pulmones y por eso su médico insistió en adelantar el parto. Todavía recuerdo esa tarde. Mi tía me llamó a su cuarto y con gran entereza, me pidió que le dijera la verdad:
―Si lo adelantamos, ¿Mi hijo correrá peligro?
―No― contesté sin mentir – ya tiene buen peso y es más dañino para él seguir dentro de tu útero por si todo falla.
Indirectamente, le estaba diciendo que su hígado no podía dar más de sí y que en cualquier momento podría colapsar, matando no solo a ella sino a su retoño. Mi franqueza la convenció y cogiéndome de la mano, me soltó:
―Elena. Quiero que me prometas algo….
―Por supuesto, tía― respondí sin saber que quería.
―….si muero, quiero que te ocupes de criar a mi hijo. ¡Debes ser su madre!
Aunque estaba escandalizada por el verdadero significado de sus palabras, no pude contrariarla y se lo prometí. “La pobre debe de estar delirando”, me dije mientras le prestaba ese extraño juramento porque no en vano el niño tendría un padre. Un gemido de dolor me hizo olvidar el asunto y llamando al médico pedí su ayuda. El médico al ver que había empeorado su estado, decidió no esperar más y llamando a una ambulancia, se la llevó al hospital.
De esa forma, tuve que ser yo quien le diera la noticia a su marido:
―Tío, tienes que venir. Estamos en el hospital San Carlos. Van a provocar el parto.
Ni que decir tiene que dejó todo y acudió lo más rápido que pudo a esa clínica. Cuando llegó, su mujer estaba en quirófano y por eso fui testigo de su derrumbe. Completamente deshecho, se hundió en un sillón y sin hacer aspavientos, se puso a llorar como un crio. Al cabo de una hora, uno de los que la trataban nos vino avisar de que el niño había nacido bien y que se tendría que pasar unos días en la incubadora.
Acababa de darnos la buena noticia, cuando mi tío preguntó por su mujer. El medico puso cara de circunstancias y con voz pausada, contestó que la estaban tratando de extirpar el cáncer del hígado. Sus palabras tranquilizaron a Manuel pero no a mí, porque no me cupo ninguna duda de que esa operación solo serviría para alargarle la vida pero no para salvarla.
La noticia del nacimiento de Manolito le alegró y confiado en la salvación de la madre me pidió que le acompañara a ver al crío en el nido. Os juro que viendo su alegría, no fui capaz de decirle la verdad y con el corazón encogido acudí con él a ver al bebé.
En cuanto lo vi, me eché a llorar porque no en vano sabía que ya se le podía considerar huérfano:
“¡Nunca iba a llegar a conocer a su madre!”
En cambio su padre al verlo no pudo reprimir el orgullo y casi a voz en grito, empezó a alabar la fortaleza que mostraba ya en la cuna. Tampoco en esa ocasión me fue posible explicarle el motivo de mi llanto y secándome las lágrimas, sonreí diciendo que estaba de acuerdo.
Como os podréis imaginar cuatro horas después apareció su médico y cogiendo del brazo al marido de la paciente, le explicó que se habían encontrado con que el cáncer se había extendido de forma tal que no había nada que hacer. Mi tío estaba tan destrozado que no pudo preguntar por la esperanza de vida de su mujer, por lo que tuve que ser yo quien lo hiciera.
―Dudo que tenga un mes― contestó el cirujano apesadumbrado.
La noticia le cayó como un jarro de agua fría a su marido y hundiéndose en un doloroso silencio, se quedó callado el resto de la tarde. Os juro que se ya quería a ese hombre, el duelo del que fui testigo me hizo amarlo más. Nunca había visto y estoy segura que nunca veré a nadie que adore de esa forma a su mujer.
La agonía de mi tía Susana iba a ser larga y por eso decidí exponerle a mi tío que durante el tiempo que me necesitara allí me tendría y que por el cuidado de su hijo, no se preocupara porque yo me ocuparía de él.
―Gracias― contestó con la voz tomada― te lo agradezco. Voy a necesitar toda la ayuda posible.
Tras lo cual se encerró en el baño para que no le viera llorar. Esa noche, dormimos los dos en la habitación y a la mañana siguiente, una enfermera nos vino a avisar que Susana quería vernos. Al llegar a la UCI, Manuel volvió a demostrar un coraje digno de encomio porque el hombre que saludó a su mujer, era otro. Frente a ella, no hizo muestra del dolor que sentía e incluso bromeó con ella sobre el próximo verano.
Su esposa, que no era tonta, se dio cuenta de la farsa de su marido pero no dijo nada. En un momento que me quedé con ella a solas, me preguntó:
―¿Cuánto me queda?
―Muy poco― respondí con el corazón encogido.
Fue entonces cuando cogiéndome de la mano me recordó mi promesa diciendo:
―¡Cuida de nuestro hijo! ¡Haz que esté orgullosa de él!
Sin saber que decir, volví a reafirmar mi juramento tras lo cual mi tía sonrió diciendo:
―Manuel sabrá hacerte muy feliz.
La rotundidad de su afirmación y el hecho que el aludido volviera a entrar en la habitación hizo imposible que la contrariara. Mi rechazo no era a la idea de compartir mi vida con ese hombre sino a que conociéndolo nunca nadie podría sustituirla en su corazón.

CAPÍTULO 2

A los dos días, nos dieron al niño. Siendo sano no tenía ningún sentido que estuviera más tiempo en el hospital por lo que tuvimos que llevárnoslo a casa mientras su madre agonizaba en una habitación. Todavía recuerdo esa mañana, Manuel lo cogió en brazos y su cara reflejó la angustia que sentía. Compadeciéndome de él, se lo retiré y con todo el cariño que pude, dije:
―Tío, déjamelo a mí. Tú ocúpate de Susana y no te preocupes, lo cuidaré como si fuera mío hasta que puedas hacerlo.
Indirectamente, le estaba diciendo que yo lo cuidaría hasta que su madre hubiese muerto pero lejos de caer en lo inevitable, ese hombretón me contestó:
―Gracias, cuando salga Susana de esta, también sabrá compensarte.
No quise responderle que nunca saldría y despidiéndome de él, llevé al bebe hasta su casa. Durante el trayecto, pensé en el lio que me había metido pero mirando al bebe y verlo tan indefenso decidí que debía dejar ese tema para el futuro. Acostumbrada a los recién nacidos por las prácticas que había hecho en Pediatría neonatal, no tuve problemas en hacerme con todo lo indispensable para cuidarlo y por eso una hora después, ya cómodamente instalada en el salón, empecé a darle el biberón.
Eso que es tan normal y que toda madre sabe hacer, me resultó imposible porque el chaval no cogía la tetina y desesperada llamé a mi madre. Tal y como me esperaba mientras marcaba, se rió de mí llamándome novata y ante mi insistencia, me preguntó:
―¿Por qué no intentas dárselo con el pecho descubierto?
Al preguntarle el por qué, soltó una carcajada diciendo:
―Tonta, porque al oír tu corazón y sentir tu piel, se tranquilizará.
Su respuesta me convenció y quitándome la camisa, puse su carita contra mi pecho. Ocurrió exactamente como había predicho, en cuanto Manolito sintió mi corazón, se asió como un loco del biberón y empezó a comer. Lo que no me había avisado mi madre, fue que al sentir yo su cara contra mi seno, me indujo a considerarlo ya mío y con una alegría que me invadió por completo, sonreí pensando en que no sería tan desagradable cumplir la promesa dada.
Una vez se había terminado las dos onzas y al ir a cambiarle ocurrió otra cosa que me dejó apabullada. Entretenida colocando el portabebé, no me percaté que había puesto su cabeza contra mi pecho y el enano al sentir uno de mis pezones contra su boca, instintivamente se puso a mamar. El placer físico que sentí fue inmenso (no un orgasmo no penséis mal). La sensación de notar sus labios succionando en busca de una leche inexistente fue tan tierna que de mis ojos brotaron unas lágrimas de dicha que me dejaron confundida.
No sé si obré mal pero lo cierto es que a partir de entonces después de cada toma, dejaba que el bebé se durmiera con mi pezón en su boca.
“Es como darle un chupete”, me decía para convencerme de que no era raro pero lo cierto es que cuanto más mamaba ese crio de mis pechos, mi amor por él se incrementaba y empecé a verlo como hijo mío.
Lo que no fue tan normal y lo reconozco fue que ya a partir del tercer día, me entraran verdaderas ganas de amamantarlo y obviando toda cordura, investigué si había algo que me provocara leche. No tardé en hallar que la Prolactina ayudaba y sin meditar las consecuencias, busqué estimular la producción de leche con ella.
Mientras esto ocurría, mi tía agonizaba y Manuel vivía día y noche en el hospital solo viniendo a casa durante un par de horas para ver al chaval. Dueña absoluta de la casa, nadie fue consciente de que me empezaba a tomar esa medicina. A la semana justa de nacer, fue la primera vez que mi niño bebió la leche de mis pechos y al notarlo, me creí la mujer más feliz del mundo. No sé si fue la medicina, el estímulo de mis pezones o algo psicológico pero la verdad es que mis pechos no solo crecieron sino que se convirtieron en un par de tetas que rivalizaban con los de cualquier ama de cría.
Mi producción fue tal que dejé de darle biberón y solo mamando de mis pechos, Manolito empezó a coger peso y a criarse estupendamente. El primer problema fue a los quince días de nacido que aprovechando que su madre había mejorado momentáneamente, Manuel decidió bautizarle junto a ella. La presencia del padre mientras le vestía y las tres horas que estuvimos en el Hospital, provocaron que mis pechos se inflaran como balones, llegando incluso, a sin necesidad de que el bebé me estimulara, de mis pezones brotara un manantial de leche dejándome perdida la camisa. Sé que mi tío se percató de algo por el modo en que me miró al darse cuenta de los dos manchones que tenía en mi blusa, pero creo que no quiso investigar más cuando ante la pregunta de cómo me había manchado, le contesté que se me había caído café.
La cara con la que se me quedó mirando los pechos, no solo me intranquilizó porque me descubriera sino porque percibí un ramalazo de deseo en ella. Lo cierto es que más excitada de lo que me gustaría reconocer, al llegar a casa di de mamar al que ya consideraba propio y tumbándome en la cama, no pude evitar masturbarme pensando en Manuel.
Al principio fue casi involuntario, mientras recordaba sus ojos fijos en mi escote, dejé caer una mano sobre mis pechos y lentamente me puse a acariciarlos. Mis pezones se pusieron inmediatamente duros y al sentirlos no fui capaz de parar. Como una quinceañera, me desabroché la blusa y pasando mi mano por encima de mi sujetador, empecé a estimularlos mientras con los ojos cerrados soñaba que era mi tío quien los tocaba.
Mi calentura fue en aumento y ya ni siquiera pellizcarlos me fue suficiente y por eso levantándome la falda, comencé a sobar mi pubis mientras seguía imaginado que eran sus dedos los que se acercaban cada vez más a mi sexo. Por mucho que intenté un par de veces dejarlo, no pude y al cabo de cinco minutos, no solo me terminé de desnudar sino que abriendo el cajón de la mesilla, saqué un consolador.
Comportándome como una actriz porno en una escena, lamí ese pene artificial suspirando por que algún fuera el de él y ya completamente lubricado con mi saliva, me lo introduje hasta el fondo mientras me derretía deseando que fuera Manuel el que me hubiese separado las rodillas y me estuviese follando. La lujuria me dominó al imaginar a mi tío entre mis piernas y uniendo un orgasmo con el siguiente no paré hasta que agotada, caí desplomada pero insatisfecha. Cuando me recuperé, cayeron sobre mí los remordimientos de haberme dejado llevar por esos sentimientos mientras el objeto de mis deseos estaba cuidando a la mujer que realmente amaba y por eso no pude evitar echarme a llorar, prometiéndome a mí misma que eso no se volvería a repetir.
Tratando de olvidar lo ocurrido, intenté estudiar algo porque tenía bastante dejadas las materias de mi carrera. Llevaba media hora enfrascada entre los libros cuando escuché el llanto de mi bebe y corriendo fui a ver que le pasaba. Manolito en cuanto le cogí en brazos, buscó mi pezón y olvidándome de todo, sonreí dejando que mamara.
―Voy a ser tu madre aunque tu padre todavía no lo sepa― susurré al oído del niño mientras mi entrepierna se volvía a encharcar.

Relato erótico: «Apocalipsis 2» (POR CABALLEROCAPAGRIS)

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prostituto por errorMiró de nuevo, apartándose hacia un extremo. Un nuevo relámpago iluminó toda la colina que bajaba suave por la parte delantera de la casa hasta el bosque profundo.

Sin títuloEstaba plagada de caminantes que subían la colina de forma lenta y perdida, como si no les afectase la intensa lluvia.

Hizo señas a su Madre para que no hablara. Ella lo miró extrañada, con los ojos graves y la mirada apocalíptica. Se acercó y le dio una escopeta cargada y dos cajas más de munición.

Se acercó y le tapó la boca intentando que no chillase. Le susurró al oído.

“Hay caminantes fuera. Llévate la vela y baja al sótano. Toma esta escopeta y estas dos cajas de balas, aunque abajo hay más velas, linternas, armas y munición. Enciérrate y no salgas pase lo que pase. Si no aparezco en varios días abre la puerta y ten cuidado. Si hay caminantes dispárales en la cabeza y ponte a salvo lo más rápido que puedas. Intenta no abandonar el hogar. Si tienes la posibilidad rehace la vida aquí de nuevo. Si estuviera la casa plagada abre la puerta y espera arrinconada abajo. Si eres rápida podrás ir matándolo uno a uno, pues son lentos y torpes. Pero no hagas nada demasiado peligroso. Allí abajo, en el peor de los casos, podrás sobrevivir años. Por la pequeña ventanita se cuela una rendija de sol que incide en la pared lateral durante dos horas al día”.

“¿Por qué no bajas conmigo?. Lo construimos esperando que llegase este día”

Su voz se ahogaba en las lágrimas que no cesaban de brotar de sus bonitos ojos, como el pequeño hilo de agua en el nacimiento de un río.

“No debe ser hoy cuando nos rindamos. Algo me dice que podré con ellos. Podré defender nuestro hogar. Tengo que intentarlo. Quiero hacerlo por ti”.

La mirada espantada de su madre fue como un libro abierto. La besó en la frente y la abrazó. Ella rompió a llorar, silenciosamente. Sin decir nada se encerró, la puerta del sótano era de acero puro, la había conseguido en un almacén de puertas no muy lejano. Se había propuesto hacer del sótano un bunker para situaciones como esa. Bien provisto de alimentos y con las dos camas que había en la antigua habitación de invitados.

Solo tenía una opción, subir al tejado y disparar uno a uno a sus cabezas. En el cuerpo a cuerpo lo acabarían rodeando. Miró por todas las ventanas. Estaban muy bien aseguradas y la puerta de entrada era de calidad suficiente como para que la torpeza de los caminantes  pudiese con ella. Pudo contemplar, cuando cada relámpago se lo permitía, que básicamente se agolpaban en la zona delantera de la casa, todos venían del bosque frondoso que se extendía al final de la colina, subiéndola por aquella vertiente, la menos sinuosa y cómoda, se encontraban de bruces con la fachada principal del hogar de Jaime y María.  El pequeño camino de la izquierda, descuidado a propósito para no dar pistas de vida a posibles humanos, también estaba lleno de caminantes. Ese camino llevaba hasta su coche, escondido tras unos arbustos, y más a la izquierda darían con el huerto.

Cruzó los dedos para que no lo hubieran descubierto.

La tormenta amainaba y la noche quedaba sumida en la oscuridad, la lluvia fina parecía perpetuarse, cuando en aquella zona se ponía a llover podrían pasar días así, con una llovizna constante y fría, helada por el gélido aliento de las cimas nevadas que le rodeaban, aunque estuvieran en pleno verano.

Rápidamente trazó un plan. No tardó mucho en decidirse, pues no le quedaban muchas opciones y el tiempo jugaba en su contra.

Tendría que utilizar luz artificial, así que cogió una de sus linternas más amplias y se adosó al cinturón unas cuantas bengalas. Cargó su escopeta preferida y acopló a las piernas, con cinta aislante, cuatro pistolas cargadas. Su arsenal era digno del ejército de un pequeño país. Incluso guardaba dos cajas de granadas de mano, las cuales guardaba como oro en paño para una situación verdaderamente desesperada.

También cargó una pequeña mochilita de balas de la escopeta. Con todo eso tendría que tener suficiente.

Los caminantes se agolpaban en la puerta principal, arañándola torpemente como un pequeño perro que pide al dueño entrar en la casa para resguardarse de la lluvia. Fue hacia la salita y se asomó a la ventana. Por aquel lateral apenas había dos caminantes despistados. Abrió una de las bengalas y la lanzó entre las tablas. De ese modo los atraía a la zona opuesta al coche y al huerto.

Pidió al cielo que la llovizna no la apagara.

Atraídos por el fuego, los caminantes se dirigieron hacia aquel lateral. La llama se apagó y lanzó otra. En poco tiempo la mayor parte de ellos se agolpada en torno al fuego.

Era el momento de entrar en acción.

Agarrando con fuerza la escopeta salió a la calle. Tres caminantes estaban próximos a la puerta, pudo cerrarla y asegurarla antes que llegaran. Los tres no tardaron en tener una bala adosada a la materia gris, o lo que fuera que aquellos perros del demonio tuvieran ahí dentro.

Se apresuró hacia la zona trasera de la casa, por la parte en la que no estaba la llama, pasando por el lateral de la cocina; rodeando el coche y el pequeño huerto. Por el camino fue disparando a discreción a todo el que se le acercaba, no eran muchos, pero en ese trayecto pudo haber abatido a una docena de ellos. Tuvo que coger una de las pistolas para disparar a los dos últimos, ya que se le echaron demasiado encima.

En la zona trasera de la casa saltó y trepó por las ventanas hasta llegar arriba. Algunos intentaron imitarlo, pero no pudieron conseguirlo, eran demasiado lentos, demasiado torpes, demasiado irracionales.

Solo tenían una virtud lo que lo hacían tan peligrosos, nunca se cansaban, nunca dormían. Siempre deambulaban persiguiendo devorar, preferiblemente a humanos.

“¡Malditos idiotas!”.

Se quedó mirándolos un instante, lo miraban hambrientos, emitiendo ese ruido constante, con las mandíbulas desencajadas, algunos con algún ojo descolgado, todos con las ropas rasgadas, muchos con articulaciones rotas y con trozos de cara sin piel.

Tiró otra de las bengalas en esa zona trasera, más discreta y escondida. Pronto se llenó de decenas de ellos. Empezó a disparar tranquilamente, se sentía extrañamente a salvo. Su escopeta escupía la bala, y tras cada fogonazo caía un caminante.

Cuando se quedó sin cartuchos, recargó con suma tranquilidad. Silbando una vieja canción de infancia, con la esperanza de que su madre pudiera oírlo.

Lanzó otra bengala y continuó disparando, apenas quedaban unos pocos en pié. Se despidió de cada uno antes de apretar el gatillo.

La lluvia había cesado y una montaña de cuerpos inertes se agolpaba frente a él.

Miró alrededor sin apenas percibir más peligro. Solo un par de ellos subían de nuevo por la colina. Se preguntó por qué estaban allí, no era normal verlos, aquel lugar estaba alejado de todo, rodeado de altas montañas y con un terreno demasiado abrupto y salvaje. ¿Qué podría haberles atraído?, no creyó que su casa fuese la razón. Tal vez estaban allí por alguna otra causa, y la casa les habría llamado la atención, al haber aparecido iluminada por los rayos de la noche.

Pero, ¿qué podría haberles atraído a aquella zona?. Por lo que había podido aprender solo se guiaban para comer y era en las ciudades y grandes poblaciones por donde andaban a sus anchas, comiendo humanos muertos y mascotas heridas. En mitad del bosque no era fácil encontrar animales muertos y desde luego no había humanos. Además, solo se guiaban por el hedor de la carne en descomposición y su madre y él estaban más vivos que nunca.

Hedor de carne muerta.

“¡El ciervo!”.

Lamentó no haberlo quemado, los caminantes deberían haber olido su carne desde lejos, uno habría seguido a otro y así hasta toda la congregación que habían reunido en el entorno de su casa.

La certeza de explicarse el por qué de aquella inesperada visita le suscitó una nueva duda. ¿Cuántos más habría allá abajo?. La noche era su aliada, o lo intentaba o se condenaban para siempre.

Entró en casa, cogió más balas y agarró su machete. Los que pudiera matar sin hacer ruido mejor que mejor.

Colina abajo se cruzó con seis más, todos sintieron el frío del acero en sus sesos.

Se agazapó entre los árboles mirando alrededor. Avanzó poco a poco hasta llegar a la zona en la que había enterrado el ciervo. Allí estaban, eran pocos, concretamente cinco. Se repartían lo que quedaba del animal.

No había mucha carne, sin duda los demás habrían ido a buscar más comida a otro sitio y al ver su casa desde abajo habrían decidido, si es que esos malditos idiotas podían tomar decisiones, ir a probar suerte allí.

Estaban mínimamente separados uno de los otros, cada uno con su menú, ni rastro del ciervo, lo habían devorado por completo.

Uno a uno fue clavando su machete con saña y sed de sangre. La cara de Jaime enloquecía en cada envestida, aquellos desgraciados apenas pudieron ponerle en apuros. Ni un rasguño, ni una caída, ni una torcedura. Toda la sangre que bañaba a Jaime era de aquellos desgraciados, a los que acuchilló hasta quedar exhausto.

Durante toda la noche anduvo merodeando alrededor de la casa y por el bosque, buscando más amigos a los que dar tan calurosa bienvenida. Ni rastro de ellos.

Al amanecer amontonó todos los cuerpos en la zona trasera de la casa, donde había acribillado a la mayoría desde el tejado. Cuando el sol, hermoso y bienvenido tras una fría noche de lluvia y muerte, hizo acto de presencia, quemó los cuerpos en una descomunal hoguera que luchaba por alcanzar el cielo, como una ofrenda a Dios, mostrándole que de momento lograban vencer en su lucha contra su todopoderoso enemigo.

Esperó pacientemente a que finalizase la hoguera para enterrar, colina abajo, los calcinados huesos que quedaron de las llamas.

El Sol estaba muy alto cuando dio por culminado el plan percibido a la ligera en la temerosa noche de lluvia. Se dirigió a su casa tan orgulloso como cansado. Lleno de sangre de caminantes y con las ropas rasgadas, podría pasar por uno de ellos, pensó. Entró en casa y golpeó en la puerta del sótano.

“Mama, mama. ¿Me oyes?. Soy yo, puedes salir, puedes abrir. Todo pasó”.

Tras un incómodo y alarmante silencio la puerta se entreabrió lentamente. Su madre asomó tras la rendija y al verle la abrió entera hasta fundirse en un abrazo.

“Sabía que lo lograrías mi nene. Dios no iba a abandonarte pues pasé toda la noche rezando”.

“Matar caminantes se está convirtiendo en mi deporte favorito”.

Rieron, ella le acarició las mejillas. Su vestido estaba lleno de sangre tras el abrazo.

“¿Estás bien?, ¿te has herido?”.

“Toda esta sangre es de ellos. Voy a lavarme y a tirar esta ropa”.

Su madre acarició su brazo desnudo y musculoso. La sangre no permitía saber donde empezaba la camiseta de manga corta. Con la otra mano acarició el otro brazo. Sus manos se llenaron de sangre de caminante.

“Esta sangre es el testigo de tu lucha por protegerme, por proteger a la humanidad”

Se acercó mucho hasta abrazarle de nuevo, ladeó la cabeza y lamió su cuello, llevándose parte de la sangre consigo. Su boca estaba roja, como su hubiera comido carne cruda. Sus ojos desorbitados por la excitación. Lo besó. Su lengua recorría toda la boca de su hijo. Luego lo agarró de la mano y lo condujo al sofá del salón.

Allí quitó sus ropas sucias y llenas de sangre. Cuando quedó completamente desnudo le lamió toda su piel manchada y sudada, hasta dejarla limpia.

“Bebo la sangre del enemigo del señor. Con esta acción lavo y libero de maldad los músculos del guerrero”

Estaba visiblemente muy excitada. Con toda su boca y cara manchadas se quitó el vestido dejándolo caer. Su cuerpo fue ofrecido completamente desnudo. Se sentó en los regazos de su hijo y le ofreció los pechos agarrándolos con la mano para acercarlos a su boca.

“Aquí tienes mis pechos, amor, mama de ellos, tenlos como premio por tu lucha victoriosa”

Su lengua recorrió los pezones, amplios y rosados. Ella se lamió y pasó sus dedos por ellos, dejándolos rojos. Él  los agarró, lamió y comió. Eran deliciosos, la generosidad de la talla ciento veinte le otorgaron una erección que tardaba en llegar. El cansancio se tornó en deseo. Y su madre se convirtió en el regalo de Dios por mantener con vida a lo más importante de su creación.

Tal vez deliraba pero de repente las palabras de su madre ganaban sentido. Estarían ambos locos, y si en su locura deberían vivir por siempre jamás, mejor vivir bien y ser el macho de una hembra entregada a él. De esta forma ella conseguía que defendiera la casa con la garra con la que lo había hecho la noche anterior. Se preguntó si ese mismo valor lo hubiera empleado en el caso de no haber gozado del cuerpo y el calor de su madre. Tal vez no, tal vez aquella loca religiosa llevase razón, su cuerpo le había otorgado el relax suficiente para sacar fuerzas de donde probablemente no había.

La miró. Con la boca llena de sangre y la mirada desorbitada estaba más cerca de ser una enviada del diablo que una borrega de Dios. Se preguntó cuándo perdió la cabeza aquella mujer. Tal vez en aquellas noches de silencio, en las que no hablaban, esperando que llegasen y todo acabase. Ahí también debió perderla él.

Su polla estaba pletórica.

“Quiero follarte mama”.

“Fóllame nene, folla a tu perra”.

El susurro le erizó la piel, no parecía su voz, es como si estuviese poseída. Le agarró el sexo, estaba muy mojado. La excitación que en ese momento sufría su madre no parecía de este mundo.

La colocó a cuatro patas sobre el sofá. Ella gemía esperando.  Abrió las nalgas y rebuscó bajo el amplio bello. Por fin la metió. Esta vez folló fuerte desde el inicio. Ella mantuvo la postura gimiendo en voz alta. Sus nalgas bailaban y su espalda caía poco a poco, pero en todo momento sus caderas permanecían muy arriba, facilitándole la labor.

Se la sacó y le abrió mucho las nalgas. Lamió su mano y la pasó por el ano. Se incorporó un poco más y colocó el capullo. Apretó hasta que entró, más fácilmente de lo que hubiera jurado. Enseguida su pene entró casi hasta la mitad e inició una follada lenta, metiendo en cada embestida un poco más.

Los gemidos aumentaron.

“Eso es, rómpele el culo a mamá. Aquí me tienes, desahógate cariño. Elimina la tensión de la batalla con la hembra de tu casa”.

Se detuvo para descansar, no quería correrse. Pero su madre no estaba por la labor de parar. Se sentó a su lado y descendió hasta darle una fuerte mamada.

“Ummmm mama no sigas que me voy”.

Ella se puso de rodillas en el suelo y siguió comiéndosela desde ahí. La sangre de su boca se mezclaba con la polla, su saliva y el líquido que empezaba a salir del capullo. Empezó a masturbarle mientras le miraba, lo alternaba con rápidas y profundas tragadas de polla.

“Vamos, corete amor. Dámelo todo”

Mientras le masturbaba abría mucho su boca, esperando el premio. Cuando el semen empezó a brotar la introdujo de nuevo en la boca. Moviendo el miembro lentamente, tragándolo todo. Hasta quedar completamente vacío.

Se sentó, educadamente a su lado en el sofá. Jaime resopló y se levantó a beber un par de sorbos de whisky. Al abrir la despensa recordó la inmensa suerte que tuvo aquel día. Un camión cargado de botellas de whisky de alta calidad, parado en la cuneta de una carretera principal, posiblemente iría camino de la gran ciudad. Nadie en su interior y las botellas intactas. No pudo cargar todas y dio un total de tres viajes. Acabó almacenando casi trescientas botellas. No solo las utilizaba para beber sorbos lentos que lo templasen a diario, también lo habían utilizado para curar alguna herida, conservando el alcohol médico que guardaban en menor cantidad. Cogió una nueva botella. Debían quedar unas cuarenta de las sesenta que subió del sótano en cuanto las tuvo todas reunidas. El resto permanecían bien protegidas abajo.

Bebió un largo trago. Miró a su madre. Sentada en el sofá, completamente desnuda y medio embadurnada de sangre de caminante.

“Tendrás que limpiar ese sofá. Ya tienes tarea para esta tarde. Yo aseguraré un par de tablas que me crujieron anoche mientras disparaba desde el tejado”.

Su madre miraba al infinito, como si volviera de un sueño lo miro.

“¿Eran muchos?”

“Los suficientes para que no bajemos la guardia nunca más. He pensado en ir en busca de focos para proteger todo el perímetro de la colina. Tendría que ser con batería propia o pilas. Todas las noches lo encenderemos a ratos para vigilar. Tampoco conviene llamar demasiado la atención, pero la oscuridad de noches como la pasada nos exponen demasiado”

Su madre le miró preocupada. Él reparó en que estaba sentada con las piernas sobre el sofá, abierta de piernas. Podía notar como su sexo seguía húmedo. Cayó en la cuenta de que no la había follado lo suficiente. No era propio de ella que estuviera ahí, completamente desnuda, a plena vista de su hijo.  La sintió frágil y necesitada. Abandonada del Dios en el que tanto confiaba.

“¿Dónde irás a buscar los focos?”

Su voz agonizó en una súplica de preocupación

“A la gran ciudad. No me quedará más remedio”

“Es muy peligroso, no sabes qué vas a encontrar allí. De momento no los necesitamos, fue una tormenta pasajera. Aprovecha una de las salidas del otoño, justo antes de las lluvias y nevadas invernales….”

“Anoche estuvimos a punto de morir. No fuiste consciente en ningún momento del peligro que corrimos. Analizaré opciones sin tener que moverme aun. Mientras haga buen tiempo podremos aguantar”

Bebió otro largo sorbo en silencio. Su madre permanecía sentada. Sintió que quería dejarla necesitada. Pensó en que si tal vez la relación con su madre iba a empezar a cambiar para siempre, sería mejor que él tomase el mando de la situación. El hecho de que ella hubiese ofrecido su cuerpo era un acto de inmoralidad mortal, sin duda la hacía más débil y sumisa; en una mujer de sus profundas convicciones no cabría otra cosa. Él podía verlo, notaba como su madre había aceptado el destino y había dado un paso, sin duda movida por una excelsa necesidad sexual, de marcar más claramente el patrón de comportamientos en el hogar.

Jaime supo que jamás sería su madre de ahí en adelante. Ahora era una mujer a la que proteger, pues ella pedía protección con su perdida y atemorizada mirada. Y aquella mujer había aceptado el roll de hembra de la casa, donde mantenerla en orden y limpia y estar al servicio del macho se había convertido en la forma escogida para espiar sus pecados; en el juicio divino constante en el que andaba metida.

Bebió otro largo sorbo, casi se había bebido media botella. Ella lo miraba de soslayo, temerosa y deseosa. Sin atreverse a dar el paso de tener más sexo, aunque solo un rato antes habría tomado toda la iniciativa.

Se colocó frente a ella con la botella de whisky agarrada. Dio otro sorbo. María levantó la cara y esforzó una sonrisa, dejando salir levemente la lengua alrededor de los labios.

“Creo que deberías lavarte. Luego iré yo. Cuando tengas tiempo me gustaría que quitases los pelos de tu coño. Desmejoran tu silueta y no me dejan disfrutar en plenitud de tu coño. La depilación de tus piernas es impecable, utiliza la misma cuchilla para rasurártelo. Y mantenlo siempre limpio”.

“Sí hijo mío”.

“Otra cosa, échate algo más de tinte. Has criado más canas de la cuenta últimamente. En mis próximas batidas dedicaré un esfuerzo extra en productos de higiene y estética. Ya que vamos a morir en manos del diablo, que este nos pille dignos”.

“Gracias mi amor. ¿Algo más?”.

“No olvides limpiar el sofá. Yo me asearé fuera y luego repararé el tejado. Nos vemos a la hora de la cena”.

María se levantó. Jaime guardó la botella de whisky. Justo antes de salir con un cubo para cargarlo de agua en el pozo escucho dos suspiros prolongados procedentes del cuarto de baño.

Mientras arreglaba los pocos desperfectos provocados en el tejado la noche anterior se sintió puro de mente. Aquel paraje era realmente bello, con montañas de cimas nevadas y bosques plagados de bellos y elegantes árboles. La colina, en cuya cima estaba la casa, era verde y las flores silvestres daban un aroma especial al entorno. Lo único que tanto le chocaba era que no hubiera pájaros. Su ausencia daba un ambiente tétrico y apocalíptico que le erizaba tanto la piel como el ruido constante de los caminantes.

El hecho de que siguieran vivos reafirmaba el convencimiento de haber construido un lugar seguro donde vivir. Además, lo normal es que por allí nunca pasaran caminantes. Realmente con el paso del tiempo había empezado a temer más el que algún día se acercasen humanos colina arriba. A los caminantes los controlaban, eran simples y predecibles. Los humanos, en cambio, pueden llegar a ser retorcidos y peligrosos, llenos de locura impredecible, tanto como el que una madre y un hijo acaben follando impregnados de sangre de muertos vivientes.

En lo que respectaba su madre se sentía bien con la situación. Al fin y al cabo, pensó, era el sino de la historia del ser humano. Unos son más dependientes y los que mandan necesitan saber que su labor es reconocida. Siempre fue así. Además el macho siempre ha de disponer de una hembra, y viceversa. Podría tratarse de una nueva ráfaga de locura, pero hasta veía normal el giro de la relación con su madre. Normal, humano y natural.

Una brisa fría bajó de las montañas justo cuando se disponía a bajar del tejado. Achacó a su locura el suspiro que llegó a sus oídos.

“socorroooooooooo”.

Lo sintió en la nuca pero a la vez lejano, como si viniese de detrás de las montañas. Miró en la dirección desde donde lo sintió. La montaña permanecía inerte y señera, poderosa y distante. Todo estaba tal cual estuvo siempre. Además, detrás de aquella montaña solo había más y más y cada vez más altas.

Tal vez fuese que realmente se estaba volviendo loco.

Cenaron mejillones enlatados y sopa de cebolla. El calor del caldo le rejuveneció por dentro, el placer de aquellas humeantes cucharadas le asentaba y transportaba a cuando todo era normal. Un efecto similar al de dormir, cuando al despertar siempre sentía un segundo de felicidad antes de llegar el terror.

No hablaron, como hacían casi siempre. Y apenas se miraron. Ella vestía otro de sus vestidos, esta vez uno rojo burdeos. Uno de los más atrevidos que guardaba, pues la caída llegaba hasta unos cuatro dedos por encima de la rodilla estando de pie, y algunos más al sentarse. Ella se cruzó de piernas mostrando todo el muslo izquierdo. Jaime se embelesó, era muy bello, sin duda.

Ella le miró de reojo y soltó un soplido para hacerse notar, como una especie de ritual que indicaba que iba a hablar.

“Hice lo que me dijiste, hijo mío”

Jaime sonrió magnánimo. Intentó imaginar cómo sería su sexo depilado. Miró sus piernas de nuevo, ella lo notó y se descruzó. Acto seguido movió su silla hacia la de él y se acomodó abriendo las piernas.

Pudo verlo entero, algo sombreado por el vestido que abarcaba medio palmo de muslo. Estaba totalmente depilado, a simple vista parecía una obra maestra, a tener en cuenta que solo contó con una cuchilla y algo de jabón para el trabajo.

Le pareció más pequeño y acogedor, mucho más bonito, realmente lo era. No pudo controlar una erección de caballo. Más provocada por la obediencia de su madre al depilarse que por la vista en sí.

“Estupendo. Creo que has hecho un bello trabajo, ha quedado realmente bonito”

Ella se giró de nuevo y siguió comiendo.

“Gracias amor”

Cuando acabó de comer dejó su plato en el fregadero. Su madre empezó a fregar. Contuvo el impulso de coger la botella de whisky, últimamente estaba bebiendo demasiado.

Dio una vuelta por la casa para comprobar que todo estaba bien fuera. La noche era estrellada y había cuarto menguante de luz plateada, la suficiente  para no atisbar sombras extrañas. Todo parecía en orden. Se sentó en el butacón del salón con la escopeta en la mano e inició una de sus silenciosas noches de vigilia.

Cuando su madre terminó de fregar y recoger la cocina se sentó en el butacón frente a él y estuvieron en silencio. Como tantas y tantas noches.

Jaime sintió un impulso atroz de comer el sexo de su madre. Recién rasurado y limpio tendría que ser una delicia. Ella lo miraba cruzada de piernas, de vez en cuando cambiaba de apoyo dejándoselo ver en pleno movimiento. Ella respiraba agitada, él aguantaba tranquilo, cambiando sus miradas de vigilante del exterior a observador de su madre. Ella parecía cómoda, el brillo de su mirada era diferente al de tantas noches de aquella situación. Parecía no estar tan pendiente de los ruidos del exterior, como siempre hacía, como de provocar el que su hijo se abalanzase sobre ella.

Jaime decidió no sufrir más.

“El sofá ha quedado muy limpio, buen trabajo mamá”

“Gracias mi amor”

“He pensado que podemos intentar recuperar la rutina anterior. Deberías dormir por las noches y darme el relevo vigilante desde el amanecer hasta mediodía”.

Ella pareció decepcionada.

“Sí mi nene. Si crees que es lo mejor así se hará. Buenas noches”

Se levantó y se encaminó a las escaleras. La detuvo justo antes de empezar a subir.

“Por cierto, mamá, antes de acostarte”

“Dime vida”

Le habló sin mirarla.

“Desnúdate y siéntate en el sofá. Ponte cómoda abierta de piernas. Necesito evadirme un poco antes de enfrentarme a esta noche en soledad”

Ella sonrió y dejó escapar un errático suspiro de expiración. Fundida de nervios y excitación.

“Lo que tú ordenes, mi nene”

Se sentó en la mitad del sofá de dos plazas que se extendía desde la ventana central, en torno a la cual se encontraban los dos butacones, y la puerta de entrada. Colocó su culo justo en la separación de las dos mitades del biplaza. Se abrió de piernas, completamente desnuda. Jaime la observó, los pechos parecían más caídos en esa postura, y no guardaba relación con el majestuoso coño, el cual podría pasar por el de una mujer de veinte años menos.

Dejó la escopeta recostada contra la pared bajo el ventanal y acercó la vela desde la repisa donde solía estar hasta una mesita más próxima a donde se encontraba ella. Se levantó despacio y se arrodilló frente a ella.

No hacía falta hablar. Se acomodó y sostuvo a su madre muy abierta agarrándola por la zona inferior de los muslos, rozando las nalgas con los dedos. María era pequeña y bien manejable, extraordinariamente dócil.

Primero lo besó, dejando deslizar la lengua inocentemente, trayendo consigo olor a mujer mezclado con el jabón barato que usaban. La miró, reposaba la cabeza en la espalda del sofá, decidida a pasar un buen rato. Ahora le pasó la lengua desde el ombligo hasta el ano, y vuelta a subir deteniéndose en el botón. Jugó haciendo círculos y dando lametones de abajo arriba y viceversa. María empezó a retorcerse lentamente en el sofá. Sus manos agarraban la cabeza de su hijo, acompañándola en los movimientos y dejándole hacer, sin dirigirle.

Él la miró de nuevo, ella le sonrió acariciándole el pelo.

“¿Te gusta así mi vida?”

“Delicioso, sin pelos es exquisito, todo un coño”

“Me alegra que te guste amor, cómeselo a mamá”.

Esto último lo dijo con voz susurrante. Regresó al trabajo. Al lamer de nuevo lo encontró más abierto y húmedo, esperando de nuevo su lengua. Lo lamió y besó, mordisqueó los labios vaginales y acabó metiendo uno, dos, tres dedos. Lamió el ano mientras sus dedos no cesaban de penetrar, y ella lo acompañó de gemidos aprobatorios, que llenaban la casa del ruido caliente de hembra en celo.

Jaime se levantó y desnudó. Había bebido el suficiente jugo como para saber que el sexo de su madre necesitaba una buena polla, y él podía ofrecerla. Se desvistió por completo y se acopló a ella, la cual lo recibió sin cambiar de posición y con los brazos y piernas abiertas.

Algo agachado, sin llegar a apoyar las rodillas en el sofá, la trabajó con empujones de fuerza, intentando no parecer torpe, de menos a más hasta lograr introducirla entera. Ella le tenía abrazado en torno a la nuca y echaba un poco el cuello hacia delante para lamer sus pezones; lo cual le daba más ánimos para seguir y seguir.

Se encontraba pletórico, sintiendo que aguantaba lo que quisiese, sabiendo disfrutar del momento. Su madre era una  espléndida folladora, nada que ver con la torpeza y vergüenza mostrada la primera vez. Ahora, desatada, ni se acordaba de Dios en mitad del acto; solo se centraba en ser placentera y generosa, y en disfrutar todo lo que podía.

“Cambiemos”

A su orden ella se levantó, ahora se sentó en el mismo sitio donde estaba ella y le extendió los brazos. Ella agarró su mano y se acercó. Se acopló de rodillas en torno a su cintura. Con su mano derecha se la agarró y la clavó, luego se sentó sobre él. Quedaron abrazados y moviéndose a la vez. Él le agarraba las nalgas, las cuales se movían sensualmente de arriba abajo acompañando el movimiento que desde abajo le llegaba en sentido contrario. Ella le abrazaba y miraba fijamente a los ojos. Se besaron profunda y guarramente, compartiendo salivas cada vez más espesas, en una insistencia maternal de mantener siempre la lengua muy dentro de la boca de su hijo, recorriendo sus dientes. Las babas cayeron por sus pechos, los cuales él lamió a la vez que María echaba la cabeza hacia atrás, moviendo el culo más fuerte. Justo cuando sentía que se iba su madre lo apretó más contra sí y con un profundo gimoteo orgásmico provocó el final de su hijo.

Gimieron y gritaron a la vez. Él sintió que la cueva se humedecía considerablemente justo en el momento de eyacular, sintiendo una maravillosa situación placentera, nunca antes vivida.

Esa noche María durmió feliz y Jaime no dejó de rememorar el que, probablemente, habría sido el mejor polvo de su vida. Nunca uno antes con tanta sensualidad, intensidad, compenetración y ternura.

Madre no hay más que una.

Al día siguiente durmió poco. Al amanecer un cúmulo de nubes ocultó al Sol en su nacimiento. Preocupado porque volvieran las lluvias y les pillase de nuevo desprevenido para ver venir posibles caminantes, solo dio vueltas acompañadas de pasajeros e inquietos sueños, durante un par de horas.

Al levantarse pidió a su madre, que empezaba a afanarse en la cocina, que pusiera algo fuerte para comer y le preparase una pequeña mochila. Iba a ir a la gran ciudad a buscar los focos.

Ella se abrazó llorando. Nunca llevó bien que se fuera, pero siempre lo aceptó como algo necesario y sin lo que no podrían sobrevivir. Él tampoco tenía mínimas ganas de ausentarse durante todo el día, no volvería hasta la noche y debería conducir sin los faros del coche para no llamar la atención.

Pero tenía muy asumido su roll de protector del hogar. Y su obligación ahora era hacer lo posible para evitar que una situación de tanto peligro se volviese a repetir. Y para ello tendría que mejorar el sistema de iluminación nocturno. Además buscaría nuevas bengalas. Sabía perfectamente dónde buscar.

Partió cuando el Sol casi llegaba a la zona más alta de su parábola. El coche estaba sobradamente cuidado pues piezas de coches, generadores y herramientas de taller era lo que más fácil le había sido encontrar. Lo revisaba casi a diario y siempre estaba con el depósito lleno de gasolina y un bidón guardado en el maletero; por si debían huir.

Las ordenes a su madre fueron claras. Nada de desviar la atención. Debería estar alerta todo el tiempo que estuviese sola, vigilante y con un arma siempre a mano. Quedó encerrada cuando él deslizaba lentamente su coche por el mal cuidado camino que lo llevaría, colina abajo, a un camino algo mejor preparado; el cual transcurriría unos quilómetros entre las montañas hasta llegar a una carretera comarcal tan descuidada o más que el camino.

El paisaje era delicioso, nunca se cansaba de admirarlo, conduciendo a escasos cuarenta quilómetros por hora, tratando de no dañar el coche en los baches; en cuestión de unos veinte quilómetros llegaría a la carretera nacional que tendría que conducirle a la ciudad.

Todo estaba en orden. Ni rastro de nada raro, solo paisajes y paisajes. Al pasar por un pequeño puente vio un caminante. Estaba de pie encima del riachuelo que pasaba por debajo de la carretera, cerca del lago. Estaría como a unos quince quilómetros de su hogar. Con aquel terreno montañoso era todo un mundo, pero se había propuesto no dejar vivo a ninguno que viese por aquella zona.

Detuvo el coche y bajó hasta el riachuelo. Cuando lo vio se fue directo a él con ese andar torpe, arrastrando los pies por la superficie de una cuarta de agua, chapoteando torpemente.

Hasta que estuvo a unos dos metros no se percató que era una mujer. No tenía apenas pelo, pero conservaba la figura y la mirada de lo que sin duda tuvo que ser una bella chica en su vida humana. Sintió lástima y trató de imaginarla llena de vida y sueños unos meses antes. El matarla era lo mejor que podía hacer por ella ahora. Justo cuando se lanzó con las mandíbulas muy abiertas, desesperadamente  hambrienta, sacó el machete que llevaba adosado al cinturón y se lo clavó en lafrente, entre los ojos. Cayó fulminada, tiñendo de rojo el pequeño riachuelo.

La carretera nacional estaba en un muy buen estado, tal y como la recordaba de la última vez que condujo por ella un par de meses atrás. Algunos coches abandonados en las cunetas y algunos cadáveres en descomposición.

Un cartel medio derrumbado anunciaba que quedaban ochenta quilómetros para la gran ciudad. Condujo a una velocidad crucero de unos ochenta quilómetros por hora. Llegando a ella pudo ver grupos reducidos de caminantes que deambulaban por la cuneta, algunos dentro de la carretera. A todos los esquivó cuidadosamente, allí no eran su problema  a no ser que amenazasen su vida.

Las casas y los edificios de entrada a la ciudad estaba derruidos, algunos ardían. Fijó la atención en busca de posible presencia humana. Ni rastro aparente.

Tomó un desvío antes de adentrarse en la solitaria ciudad, más tétrica que nunca. Daba miedo, con sus avenidas, jardines, edificios y plazas abandonadas. Llenas de caminantes, pensó en que más que probablemente habría humanos escondidos en los edificios, luchando por sobrevivir mucho más de lo que lo hacían ellos. El desvío lo llevó a un polígono industrial situado al sur, justo al otro extremo de la urbe.

La gran superficie de la jardinería y el hogar invitaba a todo menos a aproximarse. Aparcó el coche en la carretera, fuera del aparcamiento lleno de coches destrozados. Caminó entre ellos, con el machete y una de sus pistolas preparados. Con sumo cuidado accedió al interior del recinto.

Lo primero que vio al entrar fue un caminante, deambulaba por un pasillo del fondo. Vestía traje de seguridad; ¿sería el vigilante de aquel lugar?.

Intentó evitarlo. Caminó por los pasillos intentando no encontrarse con él, vigilante por si otros amigos anduvieran cerca.

Pudo ver focos en lo alto de una litera en una calle colindante. Iban a pilas y las enormes baterías descansaban justo al lado, a la misma altura. Retrocedió pero tuvo que agazaparse de forma fulminante. Tres caminantes acababan de entrar por la puerta principal. Justo por la zona hacia la que se dirigía. Se había propuesto no enfrentarse a ellos, solo quería coger lo que necesitaba y salir pitando. Los nuevos caminantes anduvieron por el pasillo donde se encontraban los focos y las pilas. Jaime se asomó a él. Justo a la altura de lo que necesitaba se cruzaron con el guardia de seguridad y empezaron a empujarse con el torso los unos a los otros, de forma torpe, emitiendo ese ruido constante tan escalofriante.

Pasó un largo rato y parecían no querer moverse de allí. Miró alrededor y se asomó fuera. Su coche seguía donde estaba y no había rastro de nueva compañía. Decidió llamarles la atención. Se dejó ver. Los cuatro fueron directamente tras su silueta, guiados por aquel insaciable apetito. Los llevó hasta la calle del fondo y corrió por una lateral hasta llegar a la de los focos de nuevo. Los caminantes le habían perdido la pista, tendría apenas un minuto hasta que dieran de nuevo con él.

Confió a la suerte el que se mantuvieran todos juntos.

Agarró los dos focos y acarreó con varias pilas. Tendría que llevarlos a peso, no había tiempo de buscar carritos y hacía tiempo que decidió no buscar nada más. Justo al salir corriendo los cuatro fantásticos lo interceptaron en la puerta de salida. De nuevo se fueron a por él. Corrió de forma más torpe por la carga, en dirección opuesta hasta dar una vuelta al establecimiento. Consiguió generarse vía libre.

Corrió hasta el coche y guardó todo en el maletero.  Al girarse tenía a otro a punto de darle alcance.

Trastabilló y cayó al suelo a merced del susto. Se le echó encima con las fauces abiertas dispuestas a darse un festín. Era más grande que él, pero no más fuerte. Le sostuvo los brazos arriba, impidiendo que sus dientes impactasen. Estaba totalmente tumbado con el desgraciado fortachón casi inmovilizándole. Miró hacia atrás y pudo ver como cuatro pares de pies se arrastraban a escasos cinco metros. Ya estaban ahí sus amigos, enemigos de los focos a pilas.

Se la jugó. Soltó su mano derecha para agarrar la pistola. Rápidamente giró la cabeza hacia el lado opuesto. El otro cayó de cara sobre el asfalto. Al girarse tuvo justo el tiempo para dispararle en la frente. Un agujero limpio lo dejó en una mueca satánica, justo antes de que le convirtiera en uno de los suyos.

Disparar en mitad de aquel lugar era justo lo que no quería hacer.

Rápidamente se puso en pié y disparó cuatro balas más, a escasas cuatro cuartas, sobre las cuatro cabezas huecas restantes.

Sesos sobre el asfalto. Tranquilidad pasajera.

Al fondo unos cuantos amigos más se aproximaban atraídos por el ruido de los disparos. Al arrancar pudo ver que otros medio taponaban la salida hacia la carretera de circunvalación. Aceleró llevándose a tres por delante. Limpiaparabrisas manchado y parte delantera del coche abollada y teñida de rojo. Aceleró sin mirar atrás. Si lo hubiera hecho habría visto a más de un millar de caminantes que se agolpaban en torno a los cinco compañeros caídos.

Se había librado de milagro, y ya iban dos veces en muy poco tiempo.

La vuelta la hizo más rápida, buscando que no se le hiciera de noche.  Al llegar al camino que llegaba a su casa justo empezaba a anochecer.

Cuando enfiló el camino mal cuidado que subía la colina pudo ver su hogar. Destartalado y fortificado, desde ahí abajo daba la impresión de ser una especie de casa encantada; definitivamente no invitaba a acercarse a nadie.

Algo le detuvo. Sintió que su hogar quería transmitirle algo. No tardó en darse cuenta de qué.

Se le heló la sangre y contuvo la respiración.

Detuvo el coche y lo apartó del camino, intentando dejarlo lo más fuera de la vista posible. Cargó con la pistola llena de balas y el machete preparado. Se acercó colina arriba de forma sigilosa.

Al llegar la rodeó y se aproximó al exterior de la ventana de la cocina. Allí estaba, las tablas de debajo estaban teñidas de verde. Su madre había volcado la pequeña lata preparada con pintura justo al lado de dicha ventana.

No había dudas, era la señal que tenían preestablecida de que algo fuera de lo común ocurría, para cuando uno de los dos se ausentaba. Rodeó la casa vigilante. Desde la ventana de la habitación de su madre salía un pequeño resplandor amarillento producto de alguna de las velas.

Por un momento barajó la idea de que hubiera sido un accidente. Entró en la casa con cuidado. La puerta del sótano entreabierta le quitaron las dudas. Un tarro roto en el suelo le hizo visualizar lo ocurrido: Su madre se apresuró a tirar la pintura, para alertarle cuando volviese. Luego corrió para encerrarse en el sótano, rompiendo el tarro a su paso. Pero alguien la interceptó antes de entrar.

Afinó el oído, no logró escuchar nada. Con mucho cuidado recorrió la zona inferior de la casa. No había nadie ni nada que le diera más pistas de lo ocurrido.

Se encaminó hacia la escalera. Una botella de whisky vacía en el segundo escalón. Miró. La puerta de la habitación de su madre estaba entre abierta, la luz amarillenta se reflejaba en la pared de enfrente, justo en el borde superior de la escalera.

Agudizó el oído y pudo oírla. Su madre gemía de forma pausada y constante. Al llegar arriba se asomó y entonces pudo verlo todo.

Dos hombres de aspecto desarrapado, gordos y grandes, con barbas y pelo largo. Desnudos en la cama de mi madre. Pantalones y chupas de cuero en el suelo, junto a uno de los vestidos de María. Ella estaba a cuatro patas, comiéndole la polla a uno de los dos, que estaba de rodillas a la altura de la almohada. El otro la enculaba con fuerza.

Lo que realmente le sorprendió fue ver que ella disfrutaba. Movía el culo pidiendo más embestidas, el de atrás, superado por la exigencia de la hembra, hacía lo que podía. Los gemidos constantes y medio callados eran provocados por tener la otra polla muy metida en la boca.

Jaime esperó pacientemente a que acabasen. Ambos se corrieron en la boca. Ella se mostró agradecida, tragando todo el semen de forma sonriente y generosa. Luego las lamió para dejarlas bien limpias. Ambos sentados uno al lado del otro en la cama, con sus barrigas enormes y la mujer frente a ellos de rodilla.

Cuando acabaron entró en la habitación cargando con la pistola.

Los dos barbudos lo miraron aterrados, como si se culparan por no haber tenido cuidado, visualizando una  inminente muerte. Su madre disimuló un llanto y se fue tras su hijo como una perrilla a la que están maltratando y se escuda detrás de su amo.

Jaime ordenó a su madre que fuera a lavarse y no saliese del baño hasta nueva orden. Cuando se fue, cerró la puerta de la habitación y se adentró un par de metros. La visión de esos hombretones desnudos y asustados le pareció cómica y circense.

“¿Quiénes sois?. ¿De dónde venís?”

No respondieron. O al menos murmuraron algo como “jódete”.

Jaime disparó una bala en una de las rodillas de cada uno. Se retorcieron de dolor y lloraron como críos. Entonces Jaime se acercó un paso más y les apuntó al paquete.

“Creo que no me he explicado bien, o al menos no me habéis entendido como un servidor pretendía. Dejen que me presente. Soy Jaime y he tenido la humanidad de dejaros acabar de follar a mi madre. No vais a salir vivos de esta habitación, de eso puede estar vuestras mercedes seguro. Peroe ustedes dependerá el morir de lenta agonía o que un disparo en vuestras sucias cabezas acorte lo que tengo pensaros haceros si no habláis”.

Sonrió amable.

“¿Me he explicado bien?”

Asintieron como dos cobardes temerosos.

“Perfecto. Y bien, ¿Quiénes sois?. ¿De dónde venís?”.

Relato erótico: » Miradas… 2ª y 3ª parte» (POR DULCEY MORBOSO)

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me darías 2 …. El hombre le explicó a Nuria que iría a la cocina un momento. Le indicó que aprovechara para ponerse cómoda y que enseguida volverÍa. La joven vió como Damián desaparecía por el pasillo y Sin títulocon mucho nerviosismo comenzó a desabrochar su blusa. Se la quitó y la apoyó en el sillón de la esquina. Miró hacia el pasillo y desabrochó su pantalón. Descalzándose y quitándose los calcetines se acercó a la cama. Sin pensárselo dos veces se quitó el pantalón. Se miró en un espejo que había frente a la cama. Se ruborizó al verse en braguitas en la habitación de un hombre que apenas conocía. Nuria se tumbó en la cama. Su corazón latía muy acelerado…

    Damián terminó en la cocina y pensó que aquella muchacha ya había tenido tiempo para relajarse un poco. La verdad, él también estaba nerviosísimo pensando que sucedería con ella. Recordaba la tarde anterior y deseaba volver a tener la oportunidad de admirar su joven cuerpo desnudo. Al girar en el pasillo, pudo ver los pies de la joven sobre la cama. Según se iba acercando pudo ver que sus piernas estaban desnudas. Al llegar a la habitación la vió tumbada en su cama. Estaba preciosa. Estaba tan sólo con un sujetador azul y una braguita del mismo color. Sus miradas se encontraron y las mejillas de la joven se ruborizaron.

      – Tranquila pequeña , no sientas vergüenza. Eres una muchacha preciosa…

      – Gracias , usted es muy bueno y agradable conmigo.

 

     El hombre se sentó en la cama a su lado y le acariciaba el cabello transmitiéndole confianza y cariño. Ella al sentir aquellas caricias se acercó a él.

         – Te gusta haber dado el paso de venir a junto mío?

         – Si . Pero siento muchos nervios y vergüenza…

         – Hagamos como antes Nuria, cierra los ojos cariño…- La joven los cerró y él siguió hablándole con mucha ternura – Quieres que te vea otra vez desnuda? Contesta con tu cabeza.

         Nuria asintió. Damián le hablaba al oído. Su voz era grave y le transmitía sensación de protección. Con delicadeza la giró poniéndola boca abajo. Ella con los ojos cerrados sentía la mano de aquel hombre acariciar su cabello,su espalda. Su corazón latía desbocado. Los dedos hábiles de aquel hombre desabrocharon su sujetador. Nuria escuchaba como ese señor le decía palabras cariñosas mientras le deslizaba las tiras del sujetador por los brazos y se lo quitaba. Aquella mano acariciaba de nuevo su espalda. Estaba caliente.Nunca la acariciaran con tanta delicadeza. Su cuerpo tembló al sentir la caricia de ese hombre en sus nalgas por encima de la braguita.

           Damián miraba el hermoso cuerpo de aquella jovencita. Su piel era suave. Su excitación era muy fuerte. Tenía en su cama a la jovencita que tantas veces había imaginado desnuda. La muchacha que tantas veces había espiado con su novio, había ido a su casa para estar sola con él. Damián gimió de placer al acariciar las nalgas de la pequeña. Sus dedos agarraron con suavidad el borde de la prenda íntima y la comenzó a bajar. Nuria presa de la vergüenza se tapó la cara con la almohada. Un sin fin de sensaciones se apoderaron de su cuerpo al sentirse desnuda. Un intenso cosquilleo se apoderó de su sexo al sentir que aquel señor acariciaba sus nalgas desnudas y separándolas un poco le decía:

          – Tienes un culo y un ano precioso…

       Nuria no pudo evitar gemir cuando sintió los dedos de aquel señor rozar su rajita húmeda.

         – Estoy mirando tu rajita Nuria, disfruta pequeña

         – Mirela Damián – respondió ella excitada por el morbo de sentir que la miraba.

       Damián la giró de nuevo poniéndola boca arriba. Nuria con la cara tapada por la almohada se estremeció al sentir que ese hombre la estaba mirando totalmente desnuda. Le acarició los pechos. Jamás había pensado que sus pezones se podían poner tan duros. Aquel hombre sabía cómo acariciarla y darle placer. Su mano bajó hacia su rajita y se la acarició. Damián se sorprendió de lo mojada que estaba aquella jovencita. Sentirla así lo hizo gemir de morbo. Aquel sexo era hermoso. Al separar sus labios se sorprendió al ver su color rosa intenso. El clitoris juvenil asomaba rogando ser iniciado al placer. Llevaba dieciocho años oculto entre aquellos pliegues deseando ser mimado y besado por alguien. Damián miró el clítoris de la muchacha y supo entender que reclamaba. Un intenso gemido escapó de la garganta de la jovencita cuando sintió que ese señor le besó su rajita y sus labios rozaban su clítoris. Lamió con verdadero placer aquel delicioso coño lleno de abundantes flujos. Nuria gemía muy excitada y sorprendida por el placer que aquel hombre le hacía sentir.

         Se excitó muchísimo cuando al separarse un poco, vió como Nuria levantaba las caderas buscando su boca. Aquella muchacha se moría por sentir que le lamía el coño. Damián lamió su clítoris y cuando vió que la muchacha iba a sentir orgasmo, lo atrapó entre sus labios y succionó hábilmente. Fue el orgasmo más maravilloso que había presenciado nunca. El cuerpo de aquella joven se agitaba en convulsiones maravillosas de placer. Nuria sintió que Damián retiraba la almohada y se ruborizó al verlo. Él la abrazó. Besando su cabeza mientras la joven aún sufría pequeñas convulsiones le hablaba al oído tranquilizando…

         Nuria se abrazaba a Damián muy fuerte. Pensaba que nunca había imaginado que se podían sentir orgasmos tan intensos. Lo miraba con reparo y a la vez con agradecimiento por haberla hecho sentir tanto placer…

          – Damián….- le dijo ella con voz nerviosa

          – Dime pequeña….

          – Me gustaría poder verte como ayer – Nuria se sonrojó al reconocerle a aquel hombre su deseo de verlo desnudo.

          – Claro Nuria, me veras como desees….

        Damián besó la cabeza de la joven y ella lo miró. Muy nerviosa puso la mano sobre los ojos de él tapándose los y acercó su boca a la de ese hombre. Sus labios entreabiertos lo besaron. Damián se estremeció al sentir que aquella muchacha lo besaba en la boca profundamente….

 

(CONTINUARÁ)

Damián estaba muy excitado al sentir como aquella joven, lo abrazaba y besaba profundamente. La petición de la muchacha, por verlo como la tarde anterior, le hizo sentir cierto reparo.Pero deseaba agradecerle a Nuria, todo lo que estaba sucediendo en esos momentos. Se levantó de la cama y de pie, al lado de ésta, comenzó a desabrocharse la camisa. Nuria lo miraba con curiosidad y nerviosismo. Al sacarse la camisa, ella miró su pecho cubierto de vellos canosos. Damián miraba el cuerpo de la joven y sentía su virilidad totalmente inflamada. Nuria separó un poco sus piernas al darse cuenta que Damián buscaba su sexo con la mirada. Vió como él , se desabrochaba el pantalón y se lo quitaba. Ella se dió cuenta que estaba excitado, pues el sexo de aquel señor, se marcaba con claridad bajo la tela del slip. Damián sentía la mirada de aquella joven en su slip. Nadie le había mirado con tanta espectación. Se bajó el slip. Su polla empalmada, estaba a la vista de Nuria y un escalofrío recorrió su cuerpo al escuchar como la pequeña gemía al mirar su polla.

      – ¿Cómo quieres verme cariño? – Damián rompió el silencio preguntando que deseaba la joven.

      – Me gustaría verte como ayer, en el sillón – Nuria sentía vergüenza por decir lo que deseaba.

        Él se acercó al sillón de la esquina y apartando la ropa de ella, se sentó. Veía a Nuria desnuda. Aún tenía el sabor de su coño en la boca. Mirando entre las piernas de la joven, llevó su mano a su polla y la rodeó con sus dedos. Nuria observaba con verdadera devoción, como el hombre comenzó a masturbarse para ella. No podía apartar la mirada del sexo de aquel señor. Era gordo y sus venas se marcaban en la fina piel de su polla. Miraba los testículos de aquel hombre. Eran grandes y cubiertos por pequeños vellos blancos.

     Comenzó a acariciarse el sexo mirando a Damián. Un gemido de ese hombre, le hizo comprender que le excitaba mirarla tocándose. Por primera vez en su vida, se estaba masturbando delante de otra persona. Miraba la polla de aquel hombre y su sexo rogaba ser masturbado más fuerte y rápido.

        Damián, vió como Nuria se levantaba de la cama y se acercaba al sillón donde él estaba. Se arrodilló delante de él. Damián había detenido su masturbación al no saber que deseaba la muchacha. La miraba como interrogándola por sus deseos.

         – Siga por favor, acaríciese…

        Sólo deseaba hacer realidad los deseos de Nuria. Sabía que los deseos de ella, serían los deseos suyos. Siguió masturbándose. La cercanía de la joven hizo aumentar su excitación. Nuria miraba fascinada aquella polla. Se sorprendía al ver el glande amoratado de aquel señor. Brillaba y estaba mojado. Volvió a mirar aquellos testículos. Ahora estando tan cerca, sentía que le excitaba mirarlos.

          Damián gimió, cuando sintió la mano suave de Nuria acariciarle los huevos. Se miraron y en sus miradas veían la vergüenza por lo que sentían pero también la excitación. Aquella muchacha le acariciaba con curiosidad los huevos y le hacía gemir. Sintió los dedos de Nuria acariciar la base de su polla. Paró de masturbarse y dejó que ella saciara su curiosidad. Los dedos de aquella joven se deslizaban por su polla. El rostro de ella era de fascinación. Damián sentía la yema de sus dedos recorrer las venas. Gimió cuando Nuria  los pasó con delicadeza  por su glande. Su polla iba a explotar de placer como esa joven no parara de tocarlo así. Nuria miró la cara de Damián y vió que tenía los ojos cerrados y gemía. Comprendió lo que necesitaba ese señor. A pesar de sus temores por no saber hacerlo bien, agarró aquella polla con su mano y comenzó a masturbarla. Damián se moría del placer que le estaba dando aquella muchacha.

           Aquella mano suave le estaba dando el mayor placer de su vida. Nuria aumentó el ritmo.. Jamás había imaginado que le haría una paja a un señor tan mayor y le encantaba hacerlo.Aquella polla estaba caliente y totalmente dura. Nuria llevó su mano libre entre sus piernas y comenzó a tocarse mientras masturbaba a ese señor.

         Damián gemía. Podía sentir en su polla la respiración entrecortada de la joven. Nuria gimió al sentir como aquel sexo excitado rozaba su cara. Nunca había tenido tan cerca de su cara un sexo masculino. Masturbaba a ese señor con rapidez. El olor de aquella polla acariciaba su nariz. Era un olor desconocido para ella. Se sorprendió acercando su nariz y oliendo el glande de aquel señor. Le gustaba aquel olor. Damián estaba alterado totalmente por lo que estaba haciéndole aquella muchacha. Nuria no pudo evitar acercar sus labios y besar la amoratada punta de aquel fascinante miembro. Su clítoris estalló de placer al ver el primer chorro de semen salir de aquella polla. Después otro chorro y otro….Nuria miraba fascinada la polla de ese señor correrse, en un orgasmo muy fuerte, provocado por ella.

        Se miraron exhaustos y Damián la cogió en brazos. Sus mejillas estaban coloradas. Ninguno de los dos sabía si era por la vergüenza de lo vivido, o por el fuerte orgasmo que habían sentido.

        Esta vez, fue él quien acercó su boca a la de ella y ella abrió sus labios. Se besaron. . Damián pensaba hasta ese día, que jamás volvería a vivir de nuevo esa pasión. Nuria mientras lo besaba, pensaba que por fín estaba descubriendo esa pasión que tantas veces había leído y escuchado hablar sobre ella…

Relato erótico: «De la cama de mi esposa a la de mi cuñada (2 de 2)» (POR GOLFO)

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Sin título Al día siguiente, la mano de mi esposa acariciando mi pene me despertó. Todavía medio dormido abrí los ojos y observé a María a mis pies, lamiendo mi glande mientras me agarraba la verga entre sus dedos. Me quedó claro que mi mujer no había tenido bastante con la sesión de sexo que habíamos compartido la noche anterior a pesar de los múltiples orgasmos que consiguió antes de caer dormida. En silencio, recordé el acoso al que me tenía sometido su hermana y como esa zorrita nos había estado espiando mientras hacíamos el amor. Ese recuerdo y sus lametazos hicieron que mi extensión se alzara y recibiera sus caricias con una gran erección.
«¡Sigue con ganas!”, satisfecho me dije al verla ponerse en cuclillas y sin hablar, recorrer con su lengua mi extensión.
Su maestría mamando quedó confirmada al notar como se recreaba en mi glande con suaves besos y largos lengüetazos al tiempo que con sus manos acariciaba suavemente mis testículos. La calentura que la embargaba era tal que ni siquiera tuve que tocarla para que mi mujer pusiera como una moto ya que dominada por un impulso extraño a esas horas, se estaba masturbando. Su lujuria la hizo jadear aún antes que consiguiera despertarme por completo y frotando su coño contra mi pierna, movió sus caderas en busca del placer hasta que fui espectador de su orgasmo.
Sorprendido pero encantado a la vez, presioné su cabeza contra mi miembro diciendo:
― Cómetela putita antes que tu hermana se despierte.
Mi permiso y la alusión a Alicia, hizo que María se introdujera mi pene en la boca sin mayor prolegómeno. Para entonces, mi esposa parecía estar poseída por un espíritu lascivo que le exigía como sacrificio desayunar mi leche para calmar su hambre. Con mi verga hasta el fondo de su garganta, le costaba respirar pero era tal su necesidad que no le importó y por eso abriendo sus labios, dio cobijo a mi extensión en el interior de su boca. Justo cuando sus labios rozaron la base de mi falo, sentí como todo su cuerpo volvía a temblar.
Totalmente excitada, me miró directamente a los ojos e incorporándose sobre el colchón, disfruté del modo que se empalaba. Su aullido al sentir mi cabeza golpeando contra la pared de su vagina me terminó de despertar y antes que cambiar de opinión, me aferré a sus tetas y comencé un galope desenfrenado mientras acuchillaba con mi instrumento su interior.
― Me encanta― susurró descompuesta.
Aullando calladamente cada vez que mi verga recorría su conducto, me rogó que no parara. Su entrega se maximizó al experimentar un duro pellizco en ambos pezones.
― ¡Sigue mi amor! ¡Dame duro antes que se despierten!
Al oírla comprendí la razón de sus prisas, quería disfrutar lo más posible antes que la presencia de mi hijo y de mi cuñada lo hicieran imposible. Por eso y sin mediar palabra, la di la vuelta y poniéndola de rodillas sobre el colchón, la volví a penetrar de un solo empujón. La nueva postura le hizo gritar por lo que momentáneamente me quedé parado. Viendo mi interrupción y deseando más, mordió su almohada mientras movía sus caderas, informándome así que estaba dispuesta.
Contagiado ya de su calentura, la cogí de la melena y usando su pelo como riendas, galopé sobre ella a un ritmo infernal. Su coño totalmente encharcado facilitó mi salvaje monta y dando un sonoro azote sobre su culo, le exigí que se moviera. Mi ruda caricia la volvió loca y convirtiendo su sexo en una batidora, zarandeó mi pene con sus orgasmos como música de fondo.
―¡ Dios! ¡Cómo me gusta!― chilló sin dejar de menear su trasero.
Desgraciadamente en ese momento, escuchamos que Alejandrito se había despertado y no queriendo que nos descubriera follando, se separó de mí dejándome con el pito tieso e insatisfecho.
« ¡Mierda con el niño!», protesté al quedarme con las ganas de correrme y cabreado, me comencé a vestir mientras veía a mi esposa salir atándose la bata a poner el desayuno a nuestro hijo.
Al salir de la habitación me topé de frente con mi cuñada, la cual sonriendo se acercó a mí y aprovechando que María estaba en la cocina, murmuró en mi oído:
―Toda tu leche es para mí. He tenido que despertar al niño para evitar que siguieras tirándote a mi hermana.
Os juro que si no hubiese estado mi familia en ese piso, en ese momento hubiera cogido a esa guarra y la hubiese abofeteado para castigarla por esa jugarreta pero, en vez de ello, me tuve que tragar mi resentimiento y poniendo buena cara, ir a desayunar mientras escuchaba en mi espalda la carcajada de Alicia.
« Tengo que darle una lección o no me dejará en paz», mascullé más decidido que nunca a vengar esa afrenta.
Declaro la guerra a mi cuñadita.
Mientras me tomaba el café, resolví que tenía que pasar al contraataque cuando Alicia se sentó frente a mí y se puso a comer una tostada simulando que estaba mamando una verga. Su cara de puta y el modo en que me exhibía los pechos cada vez que María se daba la vuelta fueron la gota que derramó mi paciencia.
Hecho una furia dejé a las dos hermanas charlando animadamente y me fui a mi cuarto. Al pasar por la habitación que ocupaban mi hijo y mi cuñada decidí entrar a ver si hallaba una forma de vengarme. Al rebuscar entre sus cosas encontré un enorme consolador. Nada más verlo, se iluminó mi cara y retrocediendo mis pasos, volví a la cocina donde disimuladamente robé un bote lleno de chile cayena sin que ninguna de las dos se diera cuenta Ya de vuelta a su habitación, embadurné ese falo artificial con el picante sabiendo que si se le ocurría usarlo sin lavarlo previamente, Alicia vería las estrellas. Muerto de risa al anticipar su castigo, guardé el aparato dejando las cosas como estaban y esperé acontecimientos mientras me ponía a leer un libro en el salón.
Ajena a ese sabotaje, mi cuñada terminó de desayunar y se encerró en su cuarto. Os juro que al hacerlo nunca pensé que veía culminada mi venganza tan pronto. Sorprendiéndome por lo temprano que recibió su merecido, escuché un grito justo antes de ver saliendo a Alicia medio empelotas en dirección a baño. Sus chillidos de dolor alertaron a su hermana que preocupada comenzó a golpear la puerta mientras le preguntaba si le pasaba algo. Desde dentro, respondió que le había dado un tirón, sin ser capaz de reconocer que había sido objeto de una broma porque de hacerlo le tendía que reconocer que se había estado masturbando. Disfrutando cada uno de esos berridos, no me atreví a levantar mi cara de la novela para que mi esposa no se percatara que tenía algo que ver y por eso cómodamente sentado en ese sofá, me divirtió escuchar durante casi media hora correr el agua de la ducha, sabiendo que en esos instantes esa putilla estaría tratando de apaciguar el incendio provocado en su coño.
« ¡Qué se joda!», pensé y no deseando estar en ese apartamento cuando saliera, cogí a mi hijo y me fui con él a la playa mientras mi esposa esperaba a ver que le pasaba a su hermanita.

Como el edificio estaba en primera línea, en menos de cinco minutos ya había instalado mi sombrilla y extendiendo las toallas junto a ella, nos fuimos a nadar mientras me reconcomían los remordimientos al comprender que me había pasado. No en vano, sabía que en esos momentos Alicia estaría hecha una furia al saber que si tenía el chocho descarnado se debía a que yo había puesto algo en su consolador.
Bastante intrigado y preocupado por su reacción, desde la orilla continuamente me daba la vuelta para ver su llegada. A la hora de estar con mi chaval, observé que María y Alicia acababan de llegar a la playa. Curiosamente desde mi puesto de observación, las vi bromeando y cansado de estar solo, decidí aventurarme de vuelta.
Tanteando el terreno, pregunté a mi cuñada como seguía y entonces esa hipócrita luciendo la mejor de sus sonrisas, comentó que acalorada. Mi esposa que desconocía lo ocurrido no comprendió la indirecta y mirando en su teléfono la temperatura, comentó que no fuera exagerada que solo hacían veintiocho grados. Por mi parte, yo sí la cogí al vuelo pero no dije nada y haciéndome el despistado, me tumbé a tomar el sol mientras las dos mujeres se iban a dar un chapuzón.
Ni siquiera me había dado tiempo de cerrar los ojos cuando escuché que Alicia volvía de muy mala lecha. Al preguntarle que ocurría, indignada me contestó:
― Lo sabes muy bien, ¡maldito! En cuanto he entrado al agua, la sal me ha empezado a picar y he tenido que irme corriendo hasta las duchas― tras lo cual recogió sus cosas y casi gritando me informó que eso no se iba a quedar así, mientras volvía al apartamento.
Viéndola marchar, no pude contener una carcajada al percatarme que, con su chumino irritado, tenía que andar con las piernas abiertas. Mi cuñada al escuchar mi risa, se dio la vuelta y llegando ante mí, me soltó:
― Te odio pero no por lo que crees― y separando con sus dedos un poco su braguita, me enseño su sexo mientras me decía: ―Mira, lo tengo tan inflamado que cada vez que rozan lo pliegues contra mi clítoris, creo que me voy a correr. Tú ríete pero lo único que has conseguido es ponerme más cachonda.
Desde la toalla, me quedé callado sin ser capaz de retirar la vista de esos labios gruesos y colorados que me estaba mostrando. No comprendo aún como me atreví a soltar en ese momento:
― No me importaría darles un par de lametazos.
Alicia al escuchar mi burrada, se indignó pero justo cuando iba a responderme con otra fresca, se lo pensó y cambiando su tono altanero por uno totalmente sumiso, contestó:
― Nada me gustaría más que te comportaras como mi dueño. Si al final decides hacerlo, ¡te espero en el piso!
Su propuesta me calentó de sobremanera pero temiendo las consecuencias, me excusé recordándole que era su cuñado. Mis palabras le hicieron gracia y pegándose a mí me respondió que eso no me había importado en el cine mientras disimuladamente acariciaba mi verga por encima del pantalón.
― Nos pueden ver― protesté más excitado de lo que me hubiese gustado estar.
Entonces con una alegría desbordante, me recordó su oferta y despidiéndose de mí abandonó la playa, dejando mi pene mirando al infinito y a mí valorando por primera vez su proposición, debido a cambio que intuí en ella cuando se refirió a como su dueño.
« ¿Será sumisa?», me pregunté dejando mi imaginación volar.
Unos diez minutos más tarde, Alicia y Alejandrito volvieron del agua. Mi esposa al no ver a mi cuñada, me preguntó si había discutido con ella. Disimulando, le contesté que no y que su hermana había regresado por que no se sentía bien. Más tranquila, fue cuando me pidió si podía ir a ver como estaba, diciendo:
― No te importaría ir con ella por si necesita algo mientras le doy de comer al niño.
― Me dijo que se iba a acostar― mentí no queriendo cumplir su deseo porque eso significaría quedarme a solas con ella.
Mi respuesta no le satisfizo y fue tanta su insistencia que no me quedó más remedio que obedecer no fuera a ser que se oliera lo que realmente ocurría. De vuelta al apartamento, estaba intrigado pero también interesado por saber si realmente mi cuñadita andaba en busca de alguien que la dominara y que al verme me obligara de alguna forma a cumplir su capricho. Por eso al entrar lo hice en silencio. Al ver que no estaba en el salón, estaba a punto de marcharme cuando la vi salir de mi cuarto portando entre sus manos los calzoncillos que había usado el día anterior.
Su expresión de vergüenza al verse descubierta oliendo mis gayumbos me hizo reír y recreándome en su bochorno, decidí comprobar ese extremo. Sin tenerlas todas conmigo, me acerqué a ella diciendo:
― Eres más puta de lo que creía― para acto seguido coger uno de sus pezones entre mis dedos.
Alicia no pudo reprimir un gemido al notar el suave pellizco con el que regalé a su areola. El rostro de mi cuñadita se iluminó de felicidad por ese rudo tratamiento y antes de que me diera cuenta, se arrodilló a mis pies mientras bajaba mi traje de baño.
― ¡Quiero mi ración de leche!― tras lo cual acercando su cara, frotó mi sexo contra ella mientras me decía que iba a dejarme seco.
Viendo que no me oponía, la hermana de mi mujer abrió sus labios y mientras acariciaba mi extensión con sus manos, se dedicó a besar mis huevos. Como comprenderéis, mi erección fue inmediata y ella, una vez había conseguido crecer a su máximo tamaño, la engulló humedeciéndola por completo. No satisfecha con ello, se puso a lamer con desesperación mi glande, hasta que viendo que ya estaba listo, me sonrió diciendo:
― ¿Si te la mamo, luego me vas a follar?
Comprendí que iba a ser objeto de una mamada que le iba a dar igual lo que dijera y por eso, separé mis piernas para facilitar sus maniobras. Mi cuñadita ya se había incrustado mi verga hasta el fondo de su garganta cuando mi móvil empezó a sonar dentro de mi bolsillo.
Al sacarlo, vi que era mi mujer y antes de contestar, le dije:
― Es tu hermana.
Alicia no pudo ocultar su disgusto y tras unos momentos quieta, decidió que le daba lo mismo. Estaba contestando justo cuando esa zorrita, decidió recoger en su boca mis testículos. Confieso que me dio morbo experimentar la calidez de su boca mientras hablaba con su hermana por teléfono.
« ¡Será Puta!», me dije mientras le explicaba a María que Alicia ya se sentía mejor pero que me había pedido que le preparara un té.
Mi esposa ajena a que su marido estaba siendo mamado en ese momento por su hermana, me rogó que esperara a que se lo tomara no fuera a sentarle mal.
― No te preocupes, esperaré a que se lo haya bebido― respondí mientras la morena intentaba absorber la mayor superficie posible de mi miembro en su interior.
Antes de colgar, me dio las gracias por ocuparme de Alicia. Entre tanto su hermana se incrustó mi miembro hasta el fondo de su garganta. Al sentir sus labios en la base, me quedé alucinado por la destreza con la que estaba ordeñando mi pene.
― Eres una puta mamona― susurré mientras le acariciaba el pelo, satisfecho.
― Lo sé― respondió reanudando esa felación con mayor intensidad aún.
Usando su boca, su lengua y su garganta, mi cuñada buscó mi placer con un ansia que me dejó perplejo. Alternando lametazos con profundas succiones, elevó mi temperatura hasta que viendo que no podría contener más mi eyaculación le avisé que me corría. Entonces y solo entonces, se la sacó y mientras permanecía con la boca abierta, chilló diciendo:
― Llena mi cara con tu semen.
La lascivia de su deseo terminó de derrumbar mis defensas y explotando de placer, embadurné su rostro con mi lefa mientras ella lo intentaba recoger con su lengua. Ya con todas sus mejillas llenas de mi leche, se volvió a embutir mi miembro buscando ordeñar hasta la última gota. El morbo de su acción me impelió a agarrar su cabeza y olvidando cualquier rastro de cordura, follarle la garganta una y otra vez hasta que mis huevos quedaron secos.
Satisfecho, saqué mi verga de su interior y fue entonces cuando sentándose en el suelo, Alicia volvió a sorprenderme al coger los restos de mi placer y separando sus piernas, empezar a untarse sus adoloridos labios mientras me decía:
― Ya que fuiste el causante de mi escozor, será tu leche la que me calme.
Tras lo cual se empezó a masturbar, teniéndome a mí como mero espectador. Su cara de lujuria me estaba volviendo a excitar cuando recordé que debía volver junto a mi esposa para que no se mosqueara. Por eso, acercándome a esa putilla, la obligué a levantarse y forzando sus labios con mi lengua, la besé al tiempo que dando un repaso con mis manos sobre su trasero, le decía:
― Me tengo que ir pero este culo será mío.
Alicia comportándose como una niña enamorada, se pegó a mí y contestó:
― Ya es tuyo, solo tienes que tomar posesión de él.
La sinceridad con la que proclamó que era mía, me asustó y saliendo del piso, retorné junto a mi familia sabiendo que tarde o temprano, reclamaría mi propiedad…
Un hecho fortuito acelera todo.
Ya estaba entrando a la playa cuando mi móvil empezó a sonar. Era María, quien bastante nerviosa me informó que estaba en el puesto de la cruz roja. Al preguntarle qué hacía allí, me respondió que un pez escorpión le había clavado su aguijón a Alejandrito y que le estaban curando. Como comprenderéis directamente me fui a ver a mi chaval porque aunque esa picadura no era grave, la había sufrido en mi propia carne y sabía que era muy dolorosa.
Tal y como me imaginaba, mi crio estaba llorando desconsoladamente cuando hice mi aparición en la tienda de campaña donde estaba instalado el puesto de socorro.
― Tranquilo cariño, sé que duele― le dije viendo que su madre no podía calmarle.
El muchacho no dejó de berrear mientras el enfermero de guardia limpiaba su herida, de forma que al terminar y todavía con lágrimas en los ojos tuve que llevarlo en mis brazos hasta la casa. Una vez allí, le tumbamos con el píe en alto en el salón para que al menos pudiese ver la tele mientras los tres adultos nos alternábamos para que nunca estuviera solo.
Curiosamente, su tía fue sumamente cariñosa con él y sin que ni su hermana ni yo se lo tuviésemos que pedir, se desvivió en satisfacer hasta el último de sus caprichos. Le dio igual el tenerse que levantar un montón de veces bien por agua, bien por un dulce. Olvidándose de su carácter voluble, Alicia se comportó como si ella fuese su madre. Su transformación fue tan total que no le pasó desapercibida a María que llevándome a un rincón, me comentó en voz baja:
― ¿Qué le pasa a esta? ¡Parece hasta buena persona!
Muerto de risa, contesté:
― Le debe haber cabreado que le picara a él en vez de a mí.
Mi esposa sonrió al oírme pero rápidamente me amonestó por meterme con su hermana diciendo:
― Alicia te quiere mucho, lo que pasa es que no sabe demostrarlo.
Sus palabras me hicieron temer que estuviera con la mosca detrás de la oreja y que empezara a sospechar que entre mi cuñada y yo existiera un lío. No queriendo que discurriera la conversación por esos términos, insistí medio en guasa:
― Claro que me quiere. ¡Me quiere bien lejos!
Temiendo que en parte tuviera razón y Alicia me odiara, María dio por cancelada la discusión al decirme:
― No seas malo, ¡es mi hermana!
Durante el resto de la tarde no hubo nada que destacar de no ser lo meloso y necesitado de cariño que se comportó Alejandrito. El problema fue tras la cena cuando el niño insistió en dormir con su madre. Al principio mi mujer se negó recordando que no estábamos en casa y que solo había dos camas pero cuando la hermana pequeña de mi mujer intervino diciendo:
― De eso nada, tu niño te necesita. No me pasará nada por compartir mi cama con tu marido.
Os juro que me sorprendió su ofrecimiento pero temiendo la reacción de María, rápidamente dije:
― No te preocupes, puedo dormir en el sofá.
Increíblemente, mi esposa dio la razón a mi cuñada recordándome que ese sillón estaba roto. La puntilla la dio Alicia al soltar medio en broma:
― ¿Temes acaso que intente violarte?
La carcajada de María terminó con mis reticencias y a regañadientes acepté dormir en la habitación de su hermana, aunque en mi interior lo deseaba. El problema era que sabía a ciencia cierta que me la iba a follar y temía que alertada por el ruido, María nos descubriera…
Por fin hago mía a esa putilla.
Nervioso pero simulando una tranquilidad que no tenía, tras la cena me puse a ver la tele abrazado a mi esposa mientras mi cuñada se sentaba en el suelo. Durante las dos horas que tardó la película, por mi mente pasaron multitud de imágenes anticipando lo que iba a suceder en cuanto me fuera a la cama en compañía de Alicia. Algunas eran agradables como cuando la imaginaba con mi verga incrustada en su culo pero también os tengo que reconocer que tuve otras francamente preocupantes, en las que mi mujer nos pillaba jodiendo y nos montaba una bronca sin par.
Mis temores se fueron incrementando con el transcurso del tiempo al advertir que Alicia se removía continuamente en su asiento, muestra clara que a ella también le estaba afectando la espera. Su histerismo era tan patente que no me extrañó que faltando cinco minutos se levantara y saliera rumbo a la cocina. Lo que no me esperaba fue que volviera con una bandeja con un vaso de leche y unas galletas, los cuales ofreció a su hermana.
Mi mujer que siempre acostumbraba beber una taza antes de acostarse, le dio las gracias y sin dejar de mirar la tele, dio buena cuenta de lo que había traído. La sonrisa que descubrí en mi cuñada mientras su hermana bebía, me alertó que algo le había puesto en su bebida.
« ¡Le ha dado un somnífero!», supuse recordando su carácter manipulador.
La confirmación de ello vino a modo de bostezo cuando sin que hubiese acabado la película, María se despidió de mí aduciendo que estaba cansada. Lo curioso es que junto con ella también se marchó mi cuñada dejándome solo en la tele.
Confieso que desde ese momento me empecé a poner cachondo porque sabía que en pocos minutos iba a compartir sábanas con Alicia. Solo imaginar sus tetas dentro de mi boca hizo que mi verga se despertara bajo mi pantalón y meditara el irme a por ella. Pero la cautela hizo que esperara un rato antes de levantarme e ir a su habitación.
Al apagar la tele, primero fui al cuarto de mi esposa para darle un beso culpable de buenas noches pero María no me respondió porque estaba dormida. Ya tranquilo al saber que estaba noqueada, fui a encontrarme con mi cuñada. Nada más abrir su puerta y gracias a que tenía la luz encendida, supe que seguía en el baño por lo que tranquilamente me puse el pijama y esperé a que llegara.
Alicia todavía tardó unos cinco minutos en aparecer y cuando lo hizo me dejó totalmente desilusionado porque venía vestida con un camisón de franela que parecía una coraza. Su vestimenta me hizo creer que no iba a ser tan fácil el tirármela y más cuando se metió entre las sábanas sin siquiera dirigirme la palabra.
« ¿Esta tía de qué va?», me pregunté al ver su actitud distante y conociendo su carácter voluble, decidí apagar la luz y ponerme a dormir. 

Llevábamos un cuarto de hora acostados cuando esa zorrita decidió dar el primer paso y acercando su cuerpo al mío, comenzó a restregar su culo contra mi sexo. Cómo os imaginareis dejé que siguiera rozándose contra mí durante un rato antes de responder a sus arrumacos. Viendo que ya estaba excitada, posé mi mano en una de sus piernas y comencé a subir por ella rumbo a su culo. Mi cuñada al sentir mis dedos bajo su horroroso camisón, gimió calladamente mientras incrementaba el movimiento de sus caderas.
― ¿Estás bruta?― susurré en su oído justo al descubrir que no llevaba bragas.
Alicia no contestó pero con sus duras nalgas a mi entera disposición, eso no me importó y seguí recorriendo con mis yemas sus dos cachetes mientras ella seguía suspirando cada vez más.
«¡Menudo culo tiene la condenada! », me dije al acariciar esa maravilla.
Para entonces, tengo que confesar que estaba verraco y con mi pene tieso, por eso olvidando toda prudencia lo saqué de mi pijama y lo alojé entre sus piernas sin meterlo mientras llevaba mis manos hasta sus pechos. Mi cuñada al sentir el roce de mi glande entre los pliegues de su coño protestó intentando que se lo incrustara.
― ¡Quieta!― le exigí― ¡Te follaré cuando yo decida!
Mi tono paró de golpe sus maniobras pero no consiguió acallar los sonidos que salieron de su garganta al experimentar el pellizco que solté en uno de sus pezones, como tampoco evitó que su sexo se inundara. La humedad de su vulva abrazó mi verga, facilitando el roce con el que estaba estimulando su lujuria.
― ¡Tómame ya! ¡Lo necesito!― aulló sin percatarse que aunque mi esposa estaba sedada, mi hijo podía despertarse con su gemido.
Su imprudencia me encabronó y levantándome de la cama, busqué el cajón de su ropa interior. Una vez lo había localizado, cogí una de sus bragas y volviendo a la cama, se la metí en la boca diciendo:
― Así no podrás gritar mientras te follo.
Su cara de sorpresa se incrementó cuando al volver al colchón, la puse a cuatro patas y sin darle opción a quejarse, le clavé mi extensión en su interior de un solo golpe.
―…ummmm..― rugió calladamente satisfecha de haber cumplido su capricho y posando la cabeza contra la almohada, levantó su trasero facilitando mis maniobras.
La entrega de mi cuñada me permitió ir lentamente acelerando el vaivén con el que con mi polla la iba acuchillando hasta que el lento cabalgar de un inicio se transformó en un alocado galope. Usando a Alicia como montura, cabalgué sobre ella una y otra vez mientras ella se retorcía de placer entre mis piernas al sentirse llena. Entonces y solo entonces, empezó a mover sus caderas como si se recreara con mi monta y comportándose como una yegua, relinchó calladamente al notar que usaba sus dos ubres como agarre. El tenerla amordazada con sus bragas, evitó escuchara sus berridos cada vez que mi glande chocaba con la pared de su vagina pero increíblemente al no poder chillar, mi cuñada se lanzó como posesa en busca de su placer.
― ¡Te gusta!― le grité al escuchar el chapoteo que producían mi verga cada vez que entraba y salía de su encharcado coño.
Ya lanzado, agarré su melena a modo de riendas y azotando sin hacer ruido su trasero, le ordené que se moviera. Esos azotes impensables dos días antes, la excitaron aún más y por gestos, me pidió que no parara. Disfrutando de mi dominio, decidí putearla y sacando mi polla de su interior, me tumbé sobre la cama diciendo:
― Quiero que te empales como la puta que eres.
Con su respiración entrecortada obedeciendo, se puso a horcajadas sobre mí y se empaló con mi miembro, reiniciando nuestro salvaje cabalgar. Sus pechos botando arriba y abajo siguiendo el compás con el que se ensartaba hizo nacer mi lado ruin y pegando otro pellizco en una de sus areolas, le ordené:
― Muéstrame lo zorra que eres. ¡Bésate los pezones!
Mi sumisa cuñada nuevamente me obedeció y cogiendo sus tetas las estiró hasta llevar los pezones hasta su boca. Una vez allí, se sacó las bragas que le había colocado y sonriendo comenzó a lamerlos mientras seguía saltando como loca sobre mi pene. La lujuria que descubrí en su cara fue el detonante para que creciendo desde el fondo de mi ser, un brutal orgasmo se extendiera por mi cuerpo y explotase en el interior de su sexo.
Alicia, al sentir que mi semen encharcaba su ya de por sí húmedo conducto, incrementó sus embestidas. Todavía seguía ordeñando mi verga cuando esa guarra empezó a brutalmente correrse sobre mí. Con su cara desencajada por el esfuerzo, se dejó caer sobre mí y acercando su boca a mi oído, me susurró:
― Gracias, mi amor. Llevaba años deseando ser tuya.
Su confesión me dejó paralizado porque siempre había supuesto que me detestaba y jamás supuse que era una forma de evitar el demostrar su atracción por mí. No creyendo sus palabras, le exigí que se explicase:
― Siempre había envidiado a María por ser tu mujer pero lo sufría en silencio. No fue hasta hace un mes que le confesé a mi hermana que estaba enamorada de ti.
Saber que mi esposa lo sabía y aun así permitió que me acostara con ella, me hizo comprender que entres esas dos me habían manipulado. Mosqueado, le solté:
― ¡Entonces no la has drogado!
Soltando una carcajada, me respondió:
― ¡Por supuesto que no! – y levantándose de la cama, sonrió al decirme: ― Voy a buscarla. ¡Está esperando que le avise que ya puede entrar!

¡SEGURO QUE TE GUSTARÁ!

 


Relato erótico: «Mi don: Pamela y Karin – el instituto 3/3 (11)» (POR SAULILLO77)

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Hola, este es mi 11º relato y como tal pido disculpas anticipadas por todos lo errores cometidos. Estos hechos son mezcla de realidad y ficción, no voy a mentir diciendo que esto es 100% real. Lo primero es contar mi historia, intentare ser lo mas breve posible.

Sin títuloMi nombre es Raúl, tengo 25 años y lo ocurrido empezó en mis últimos años de Instituto, 17-18 años, considero mi infancia como algo normal en cualquier crió, familia normal con padre, chapado a la antigua y alma bohemia, madre devota y alegre,  hermana mayor, mandona pero de buen corazón, todos de buen comer y algo pasados de peso, sin cosas raras, vivo a las afueras de Madrid actualmente, aunque crecí en la gran ciudad. Mi infancia fue lo normal, con las connotaciones que eso lleva, sabemos de sobra lo crueles que son los críos y mientras unos son los gafotas, otros los empollones, las feas, los enanos….etc. Todos encasillados en un rol, a mi me toco ser el gordo, y la verdad lo era. Nunca me prive de nada al comer pero fue con 12 años cuando empece a coger peso, tampoco es que a la hora de hacer deporte huyera, jugaba mucho al fútbol con los amigos y estaba apuntado a muchas actividades extra escolares, ya fuera natación , esgrima, taekwondo, o karate, pero no me ayudaba con el peso. Lo bueno era que seguía creciendo y llegue muy rápido a coger gran altura y corpulencia, disimulaba algo mi barriga, todavía no lo sabia pero esto seria muy importante en adelante. Siempre me decían que era cosa de genes o familia, y así lo acepte. Como casi todo gordo en un colegio o instituto al final o lo afrontas o te hundes, y como tal siempre lo lleve bien, el estigma del gordo gracioso me ayudo ha hacer amigos y una actitud simpática y algo socarrona me llevo a tener una vida social muy buena. Eso si, con las chicas ni hablar, todas me querían como su amigo, algo que me sacaba de quicio. Pues no paraba de ver como caían una y otra vez en los brazos de amigos o compañeros y luego salían escaldadas por las tonterías de los críos, siempre pensando que yo seria mucho mejor que ellas, pero nunca atreviéndome por mi aspecto a dar ese paso que se necesitaba. Un tío que con 17 años y ya rondaba el 1,90 y los 120 kilos no atraía demasiado, cierto es que era moreno,  de ojos negros y buenas espaldas, pero no compensaba.

Además, tengo algo de educación clásica, por mi padre, algo mayor que mi madre y chapado a la antigua, algo que en el fondo me gustaba ya que me enseño a pensar por mi mismo y obrar con responsabilidad sin miedo a los demás, pero también a tratar con demasiado celo a las damas, y lo mezclaba con una sinceridad brutal, heredada de mi madre, «las verdades solo hacen daño a los que la temen, y hace fuerte a quien la afronta», solía decirme. Una mezcla peligrosa, no tienes miedo a la verdad ni a lo que piensen los demás. También, o en consecuencia, algo bocazas, pero sin mala intención, solo por hacer la gracia puedo ser algo cabrón. Nunca he sido un lumbreras, pero soy listo, muy vago eso si, si estudiara sacaría un 10 tras otro, pero con solo atender un poco sacabas un 6 por que molestarme, al fin y al cabo es información inútil que pasado el examen no volveré a necesitar.

Con el paso de mi infancia empece a sufrir jaquecas, achacadas a las horas de tv, ordenador o a querer faltar a ls escuela, ciertamente algunas lo serian pero otras no, me diagnosticaron migrañas, pero cuando me daban ningún medicamento era capaz de calmarme, así que decidieron hacerme un escáner  y salto la sorpresa, Con 17 años apunto de hacer los 18 e iniciar mi ultimo curso de instituto, un tumor benigno alojado cerca da la pituitaria, no era grande ni grave pero me provocaba los dolores de cabeza y al estar cerca del controlador de las hormonas, suponían que mi crecimiento adelantado y volumen corporal se debía a ello. Se decidió operar, no recuerdo haber pasado tanto miedo en mi vida como las horas previas a la operación, gracias a dios todo salió bien y con el apoyo de mi familia y amigos,  todo salió hacia delante y es donde realmente comienza mi historia.

Después de la operación, y unos cuantos días en al UCI de los que recuerdo bien poco, me tenían sedado, con un aparatoso vendaje en la cabeza e intubado hasta poder verificar que no había daños cerebrales. Me subieron a planta y pasadas una semana empece ha hacer rehabilitación, primero ejercicios de habla, coordinación y razonamiento, y después físicamente, era un trapo, no tenia fuerzas y había mucho que mover, pero pasaron los días y casi sin esfuerzo empecé a perder kilos, cogí fuerzas, en mi casa alucinaban de como me estaba quedando y ante esa celeridad muchos médicos me pedían calma, yo no quería, me encantaba aquello, pero tenia que llegar el momento en que mi tozudez cayo ante mi físico , a pocos días del alta, en unos ejercicios de rutina decidí forzar y mi pie cedió, cisura en el empeine y otra semana de reposo total, donde cumplí los 18. Aquí ocurrió la magia, debido a mi necesidad de descansar me asignaron un cuarto y una enfermera en especial para mis cuidados, se llamaba Raquel, la llevaba viendo muchos días y había cierta amistad hasta el punto de que en situaciones en que mi familia no podía estar era ella quien me ayudaba a…..la higiene personal, solía solicitar la ayuda de algún celador pero andaban escasos de personal, y yo hinchado de orgullo trataba de hacerme el duro moviéndome con la otra pierna.

Como os conté en mi anterior relato, ella fue mi 1º relación sexual, y la que me abrió los ojos, el tumor y su extracción me provoco una serie de cambios físicos, perdida de peso y volumen, además de, sin saber muy bien como, una polla enrome entre mis piernas. Pero las situación con ella, no dio para mas, me recupere perfectamente y llego el día de irme del hospital. Después toco poner en  práctica la teoría y Eli, la fisioterapeuta que me estaba ayudando con un problema en el pie, me la confirmo. Ahora era mi profesora y me enseñaba todo lo que se podría necesitar, y con unas amigas llego la magia. Después de mis 2 primeras semanas de aprendizaje y teoría, llegaba la hora del examen práctico. Ahora de mi aprendizaje,  Eli me invito a una fiesta que quiso usar de examen, y se desmadro. Un tiempo después inicie unas vacaciones tórridas con una familiar lejana, acabe desvirgando y abriéndola al mundo del sexo, teniendo que marcharse pero con planes de reencuentro. Pase los últimos meses de institulo tirándome a todo lo que veía.

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Ya he leído algunos comentarios, gracias por los consejos, tratare de corregir, debido a varios comentarios paso a quitar en negrita las conversaciones

Es cierto que quienes sigan la serie, es una lata, pero la 1º parte casi no cambia, con bajar un poco la rueda del ratón se soluciona, de ahí que ponga estas pequeñas anotaciones separadas del resto, Y así los que empiecen un relato sin seguir el orden, tengan una idea general rápida.

Y si, es una deformidad de polla, pero tenia que ser así.

Pido disculpas por los “tochazos” que escribo, estas primeras experiencias llevan mucha información, y es importante a mí entender. Alguno más así y os prometo que los siguientes no serán tan grandes.

Inicio una serie de relatos que detallan los últimos 5 meses de instituto, debido a la cantidad de información y a que muchas de las relaciones relatadas se sobreponen unas con otras en el tiempo, y pueden cambiar de género, los divido, con aclaraciones previas de su contenido.

Aquí inicio el relato donde explico algunas de las reacciones con otras alumnas del instituto.

Pasaron los días y toco volver al instituto, las primeras semanas las pase lacónico y mustio, la vuelta de Ana a su casa y el fin de nuestras sesiones de sexo  me tenían triste, no era por el sexo, si no por la sensación de tener una mujer a tu lado, que te desea tanto como tu a ella y que te reconforta, que calmaba  la fiera que llevaba dentro, y n me refiero a mi pene. Mis notas en el curso eran algo pobres, nunca fui un “listillo” pero siempre sacaba notas fáciles, 6-7 sin demasiado estudiar, la media la sacaba seguro, pero mis padres me dieron un toque, ya no colaba la historia del pobre crío operado, ya estaba mas cerca de los 19 que de los 18 y de la operación, “tenia que prestar mas atención en el instituto”, y a fe que lo hice, esas palabras retumbaron en mi cabeza unos días, ¿Qué me pasaba?, era un chico joven de 18 años, moreno,  de 1,90, de espaldas grandes y fuertes, apuesto, de unos 85 kilos,  con cierta tonificación, sin llegar a marcar músculo, había tenido sexo con penetración con 3 mujeres diferentes, repetidas veces con cada una, había echo de casi todo en el sexo sin penetración con otras 4 diferentes,  alguna de esas ex actriz porno, entrenado y con cierta experiencia, con una polla enorme y  una legión de colegialas adolescentes con las hormonas alteradas ante mi.

Según pasaron los días, la sensación de que estaba perdiendo el tiempo,  crecía en mi interior, llegue a quedar con Eli, que le iba de cine con su forma de llevar el gym,  deseando sexo con ella,  pero no me dejo,  me incito a lanzarme a por las del instituto. Todo indicaba una sola dirección, y fui a por ello convencido de que era lo que se tenía que hacer.

Os diré que durante los siguientes 5 meses folle no menos de 40 veces,  con mas de 12 alumnas distintas,  os sorprendería el numero tan corto de alumnas que ya no eran vírgenes a esas alturas, a mi me sorprendió al menos, me costo encontrar alguna y siempre de escalas menores en las clases sociales de los institutos,  siempre de ultimo curso y mayores de edad, por mi y las palabra de Eli, se me insinuaron igual chicas de 17, de 16 y me choco profundamente una de 15 que afirmaba no ser virgen ya y que quería guerra, las ignore a todas.

Sin contar las que lo intentaron y no se pudo por que literalmente no les entraba mi pene,  pero si sexo oral o masturbaciones mutuas,  otras salían corriendo al verme desnudo y la polla colgando, una incluso salió corriendo solo con sentarse encima de mi con la ropa puesta aun, el rumor de mi polla corría como la pólvora y note como, pasadas unas semanas desde que empece, las chicas que no conocía no me miraban a la cara, si no a la entrepierna directamente, y las que si me conocían cambiaron su actitud hacia mi diametralmente, se salvaron algunas de las mejores y mas morbosas por estar ya con novio y ser amigos míos, y lo digo así por que mas de 3 de ese tipo se me insinuaron claramente, y no digo insinuar si no cogerme la polla y arrastrarme al baño, pero me negué en casi todos los casos, en otros la chica o situación era demasiado excitante y el amigo no era tan cercano. Los compañeros no ayudaban,  pase de ser el gordo y toda la enciclopedia de insultos y bromas que lleva detrás, a ser el trípode, el tres piernas o el hombre del bastón, al principio me molestaban sus comentarios, pero me di cuenta que lejos de avergonzarme a mi, que estaba acostumbrado a usar el humor como mecanismo de defensa ante esos ataques cuando estaba gordo, una gran polla no seria problema, o  a la chicas, esas palabras me fijaban como objetivo, era un reto para ellas, en el 60% de los polvos que eche, solo tenia que bajarme el pantalón, y otros con usar una trampa sencilla de presumir y hacerlas caer en el “no te creo”. Echaba de menos mucho los juegos y la conquista, buscaba un reto,  pero realmente no lo encontré en esas alumnas.

Como es demasiada información, paso a relatar las 3 chicas que merecen la pena ser contadas.

La historia debe continuar.

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Quedaba 1 mes para el final del curso, y a estas alturas era difícil encontrar una alumna mayor de 18 soltera que no hubiera pasado por mi de alguna manera, yo ya no le hacia ascos a nada, pense que todas merecieran disfrutar así que baje el listón queriendo regalarme a las chicas menos populares, mas “feillas” o con kilos de mas, aquí lo pase mejor, algunas aun eran vírgenes y desvirgué a 2, mientras que a otras no les entraba mi polla así que disfrutábamos de sexo oral y masturbaciones, siempre podría desahogarme con Rocío o la aprendiz, como os dije,  sorprendido me encontré cuando me harte de ellas, así que   siempre lograba que alguna de las que ya me había tirado cayera de nuevo, no eran tan fogosas ni tan profundas pero en la variedad esta el gozo.

Yo me convertí en un carbón, en ese chico que no quería ser, un capullo arrogante que se creía superior, y aunque objetivamente pienso que lo era, al comentármelo Marina en una de las pocas veces que me la volví a zumbar, me dejo pensativo, Eli me había avisado, yo no quería ser así, pero tenia a  la mitad de las chicas del instituto persiguiéndome, mi mentalidad de adolescente me volcaba en esa dirección. Estaba retomando el tiempo perdido, por así decirlo, gane un barbaridad de experiencia y aprendí a tratar a una mujer según su forma o tipo, hasta ese momento era, en el sexo, un empollón  experiencia en el tiempo,  al salir del instituto era una maquina de follar que buscaba restos, salvo Rocío ninguna se metía mi polla entera, y la mayoría no pasaba de la mitad.

Me ha costado mucho elegir quien seria la 3º de las alumnas que os relato, como os he dicho las sesiones con todas eran bastante iguales y solo algunas merecían la pena ser relatadas. Al final me he quedado con 2, no podía dejar pasar ninguna.

3º-1 La diosa de ébano, Pamela.

Andaba algo absorto, las sesiones de sexo con Rocío y aprendiz eran salvajes pero llego un punto en que no avanzábamos, me canse de ver sus cuerpos desnudos, ya no me excitaba nada mas verlas, tenían que trabajar mi pene un buen rato para lograr que me empalmara. Así que,  dejándolas un poco de lado, mas a Rocía que a la aprendiz, volví de caza,  buscando……..algo diferente.

Lo encontré en Pamela, una chica de mi curso pero de otra clase, era un poco tímida y callada, sin muchas amigas,  llevaba solo 2 años en España, sus padres eran de costa de marfil y habían venido en busca de trabajo, hablaba y entendida bien el español pero lo hacia con un toque francés, que hablaba perfectamente. Me fije en ella por su piel, esa chica era negra, no morena ni tostada, era de un negro brillante, liso y  atractivo. Media 1,75, tenia el pelo negro, suelto, media melena cayendo hacia un lado de su cara y siempre liso, supuse que debía alisárselo todos los idas por que si no lo hacia se el encrespaba el pelo, pero eso le daba aun mas morbo a una cara espectacular, sus ojos eran marrones,  la piel de su cara no tenia imperfecciones, era muy guapa,  lo mejor es que tenia unos labios enormes, hinchados, se ponía algo de lápiz de labios rosa que contrastaba con su oscuridad, como el blanco de sus ojos, el físico era fácil de adivinar, llevaba siempre camisetas con botones bien ceñidas, abrochadas por encima de sus pechos, eran prominentes y el sujetador le daba una figura deliciosa, como casi todas las chicas de la época, llevaba un pantalón ajustado desde su cintura hasta las rodillas, allí cambiaba algo y se abrían un poco en forma de campana, ya fuera vaquero o de tela. Lo que no tenían las demás era su espectacular trasero, parecía que le fuera a reventar la tela, se le marcaban bien las bragas, y  cuando andaba le retumbaban las nalgas  de forma que todos los tíos clavábamos nuestras miradas en ella, no los buscaba ni se contoneaba, le salía de forma natural, mas de uno no pudo resistirse y al pasar ella por su lado la daba un cachete en el culo, al principio ella se enfadaba mucho, pero con el paso del tiempo llego a aceptar que su culo provocaba aquello, y pese  que no esta bien, era un culo de negra, de esos que generan envidia, bien colocado, grande  y redondo.

No me fue difícil iniciar una relación de amigos con ella, como digo,  era una solitaria, si que cualquier muestra de cariño o afecto era bien recibida, durante una semana me trabaje su  amistad, hasta la defendí de un chico que como os digo no se resistió y la dio un cachete en el culo, ella casi ni reacciono, ya lo veía normal, pero le abronqué. Después charlo conmigo, su acento francés me derretía, pero como no se como escribirlo, siempre que ella hable,  lo podéis imaginar.

-YO: no deberías dejarte manosear.

-PAMELA: te agradezco tus palabras, pero casi ni me importa ya.

-YO: no esta bien que te dejes, mereces un respeto.- la acariciaba un brazo, ya la tenia en ese punto de confianza.

-PAMELA: si yo no les dejaba, pero es que no me hacían caso, y no quiero ir a las profesoras y ganarme enemigos, así que ya me da igual, les dejo y así todos contentos.

-YO: ¿todos?, no creo que tu estés contenta.- no podía, ¿o si?

-PAMELA: bueno, no me gusta, pero……….

-YO: ¿que?

-PAMELA: pues que…….sabes,  no tengo muchos amigas, ni menos chicos, no hay mas africanos o descendientes, y por ser…..negra, los chicos no se acercan a mi, así al menos me siento……..

-YO: …….deseada.- asintió un poco avergonzada por reconocerlo.

-PAMELA: no esta bien,  supongo, pero me vale.

-YO: bueno, eso es por que tú quieres.

-PAMELA: ¿por que?

-YO: hombre, no te creas que los chicos lo hacen con todas, solo contigo, y es normal………- la deje botando para que preguntara.

-PAMELA: ¿normal por que?- hice como si me costara responder.

-YO: pues por que tienes un trasero espectacular, el mejor culo del instituto de largo, yo también me he fijado, y tu lo sabes, si quisieras podrías ponente unos pantalones mas sueltos y así disimular, pero vienes siempre tan ……..apretada,  que a tu paso vas dejando a todos tiesos, ¿Cómo resistirse a golpearlo? – Se abrumo, era una verdad como un templo.

-PAMELA: bueno, si, un poco, pero también es que todos me quedan así, me cuesta un mundo ponerme los pantalones, en la tienda me pruebo muchos, pero……..

-YO: los llenas, joder es que lo tienes enorme, pero no en el mal sentido, es precioso y verte caminar de espadas es un pecado.

-PAMELA: jajjajaja muchas gracias, la verdad es que tenia algo de complejo pero empieza a gustarme este rollo, tender que sacarle partido si quiero salir con chicos de aquí.

-YO: ¿de aquí?

-PAMELA: claro, yo ya salía con chico en mi país – se indigno un poco- a ver que te crees, si ni soy virgen.- se dio cuenta de que su comodidad en la conversación la había soltado la lengua de mas, pero normalice la situación.

-YO: ni lo pongo en duda, desde luego tenías que arrasar allí, y es una pena que aquí no te venas así, como te veo yo, una mujer espectacular.- puse mi mano sobre una de sus piernas.

Mis palabras calaron en su cabeza, y me miraban como si hubiera dado en el clavo de un impedimento en su cabeza, hasta el punto de que debió recordar algo, ¿las conversaciones de chicas en el baño  sobre mi y mi polla?, así que sonriendo y tratando de disimular me miro a la polla.

-YO: si, yo también tengo mis problemas.- me agarre la polla por encima de la ropa, se sobresalto.

-PAMELA: perdona, no quería decir……….¿que problemas?, ¡si eres el mas popular y  cada semana andas con una distinta colgada del cuello!.

-YO: pues si, pero no…..vamos, que busco……pero ninguna me………..llena, por así decirlo – volví apretarme la polla con la mano- es difícil encontrar a una mujer que sea capaz de………aguantar.

Se le notaba en la mirada que aquellas palabras resonaron en su cabeza mientras le comentaba alguna otra cosa como si lo que hubiera dicho no tuviera relevancia. Al ser viernes quede con Rocío y la aprendiz para ir a su casa, pero antes invite a Pamela a tomar un helado, ya era primavera y el calor aumentaba, seguimos charlando de su vida allí de su adaptación, después acompañándola al metro para que se fuera a casa,  entro en una tienda y salió con un par de bebidas, se esas en vasos de cartón y tapa de plástico, se bebía una ofreciéndome la otra, bebi, y la hizo mucha gracia, dándome 2 besos en la mejilla, se fue.

-PAMELA: ya me contaras el lunes.

No entendí el comentario, y me fui para casa de Rocío, (las siguientes 3 horas podría dedicarle 1 o 2 relatos largos, pero no lo haré, entre otras cosas por que no me gusto quien fui, como me comporte y lo que ocurrió, se puede decir que es lo mas cerca que he estado nunca de la violación.) La casa no estaba lejos y fui andando, según avanzaba note un calor creciente en mi, un calor que empezó como un hormigueo y fue aumentando hasta abrasarme bajo la piel, no sudaba,  no era el tiempo,  ni la ropa, era yo, llegando un momento se me puso dura, sin motivos ni provocaciones, la gente mi miraba por la calle pero me daba igual estaba ido, para cuando llegue con Rocío estaba ahogado, abrasado y con una erección de caballo, sin mediar palabra cogí a la aprendiz y me la lleve al cuarto, nos desnude, la abrí de piernas y sin mas la penetre, estaba rebosando de lujuria, en 10 minutos ya la tenia corriéndose y en 20 comencé a penetrarla mas profundamente de lo que solía, sin cuidado, como era normal, la destrozaba,  golpeaba la pared de su útero con mi glande, pero en vez de parar o frenarme, seguí golpeando, sus gritos ya no eran de placer si no de dolor  pidiendo ayuda, entro Rocío y me tuvo que parar, le costo, cuando me di cuenta de  lo que pasaba me quite de encima a la aprendiz y le arranque la ropa a Rocío, en un cuarto de hora la tenia en la misma situación que con la aprendiz, pero metiéndosela toda, después de 40 minutos sin parar sin correrme y sin notar que me calmara,  sus gemidos de placer pasaron al silencio y del silencio a la suplica de que parara , se había corrido unas 6 veces y yo no paraba, no podía, se derrumbo en la cama medio ida, yo me enfade por que no se movía, me quede de pie,  quemándome la piel, con un fuego interno, una erección bestial después de haberme follado durante mas de 1 hora a 2 chicas sin correrme, no entendía nada, mire a la aprendiz y su cara era de pánico, de miedo por que la volviera a tocar. Tome conciencia y salí de allí pitando, cogí un taxi y fui derecho al gym de Eli, la llame diciéndola que me daba igual que estuviera haciendo, que desalojara el gym por que iba para allí,  a reventarla.

El dolor en mi polla empezó, seguía tiesa, sin bajar y sin que mi cuerpo pudiera hacer nada, y mi mente no entendiera, cuando llegue al gym y subí,  estaba Eli y la monitora cubana, pregunte que hacia allí, no le había dado tiempo de recoger, razone por 1º vez en hora y media, pedí que se quedara, le  dije que en ese momento no confiaba en mi mismo y en que pudiera hacerla daño. Le conté lo que pasaba mientras me desnudaba, la cubana alucino al ver mi polla, y Eli al verme desesperado, sabia que aquel no era yo, estaba ardiendo , solo quería que alguien apagara mi fuego, y los gestos de cariño preocupados de Eli no ayudaron, me abrazo y no aguante la sensación de mi polla chocando con su cuerpo, la rompí la ropa, la tire al suelo y me la folle salvajemente, ella se dejaba hacer, no quedaba otra ante mi abrumadora fuerza,  de refilón veía a la cubana desnuda y abierta de piernas masturbándose con energía,  pero me daba igual hasta ni miraba a la diosa que tenia empalada debajo de mi, durante otra hora me la folle sin parar y sin correrme, de vez en cuando ella se corría y pedía cambio de posición, o que ella llevara el ritmo,  para que no le doliera, pero no tardaba mucho en que la volvía a hacer daño, estaba fuera de mi, era un potro desbocado, se la emti por el culo, y  otros 20 minutos así,  Eli ya estaba agotada, hastiada y sin fuerzas, la cubana se ofreció orgullosa a continuar el testigo, mal hecho, no estaba en mis cabales, la revénte tan fuerte que en menos de 30 minutos ya la tenia gritando de dolor pero no paraba, creo que se llego desmayar, varias veces, su cuerpo era inerte. Eli volvió en si y me separo de ella, me sentó y me hico una mamada de tal forma que de cualquier otra manera en menos de 7 minutos ya estaría eyaculando, pero nada, llevaba 2 horas largas,  me había follado  4 mujeres distintas, sin eyacular, ni la erección bajara,  sin que se me pasara el calor. A la desesperada Eli se chupo un dedo y me lo metió por el culo, buscando el punto G del hombre, ya lo habíamos ensayado,  no me había gustado, ahora me daba igual solo quería que aquello parara. No se donde toco pero por fin,  casi después de 3 horas y con el numero de emergencias marcado en el móvil, eyacule, reventé como un animal, se me paso el dolor pero seguía abrasado  y con la polla dura, ya con la ayuda de la cubana, vuelta a la consciencia,  siguieron chupándome la polla con un dedo metido por el culo, en 20 minutos eyacule unas 4 veces, con cada una de ellas, mi polla perdía fuelle y mi cuerpo se relajaba.

-ELI: dios mío, menos mal, esto ya esta casi normal, ¿Qué coño has tomado?

-YO: nada, estaba tomando algo con un chica, luego he ido a ver a unas amigas y me sentía ya así, me las he tirado pero las he reventado, he venido aquí y ya me has visto.

-ELI: ¿has tomado viagra o algo?

-YO: que va, ¡¡ni que me hiciera falta!! ya los sabes.

-CUBANA: esto no es viagra, esto es una mierda africana, he iodo hablar de ella, se la dan a los guerreros antes de las batallas y  antes de casarse, para empezar la noche de bodas y asegurar virilidad.

-ELI: esa chica, ¿con la que has tomado algo? ¿Te ha dado a probar algo?

-YO: no, nos hemos tomado unos helados, yo mismo los compre, luego solo unas………-MALDITA ZORRRA, LAS BEBIDAS.- ………..¡¡que guarra,  me ha metido algo en la bebida!!.

Pase una hora mas con ellas dos, tranquilizándonos y retomando un estado natural, las había partido, la cubana efectivamente se había desmayado un par de veces y Eli estaba totalmente escocida, nos duchamos con cuidado de no volver a levantar el ánimo y me volviera el efecto. Pase el fin de semana tranquillo en casa, Rocío me llamaba por que le había encantado y quería repetir, pero decidí vengarme de Pamela, ¿porque lo habrá echo? Llego el lunes y en el descanso fui directo a ella.

-PAMELA: ¿que pasa?, ¿que tal lo has pasado?

-YO: pues abastaste mas puta loca, ¿que coño me diste?

-PAMELA: unas gotas de una cosa que guarda mi padre antes de tirarse a mi madre, no veas como gritan jajaja.

-YO: muy gracioso ¿y las has probado?

-PAMELA: ¿yo? Que va, me pareció divertido dártelas.

-YO: ¿por que los has hecho?

-PAMELA: por que se que vas detrás de mi, no soy boba, me ha llegado el turno, ¿no?, pues si me quieres tenias que sufrir un poco, que fuera diferente conmigo, que me demostraras estar a la altura.

-YO: pues lo has logrado, casi parto a 2 compañeras tuyas y he destrozado a otras 2 mujeres adultas., ¿te parece suficiente?

-PAMELA: ¿había 2 en casa de Rocío?  te seguí, escuchaba los gritos de Rocío  a través de la puerta y luego en el gym,  lo vi todo por una ventana del callejón.- me quede asombrado.- que sepas que me hiciste correrme un par de veces, me hacia un dedo cada vez que veía como las perforabas sin piedad.

-YO: muy bien, las cartas están sobre la mesa, ¿y ahora?- sea cerco a mi acariciando mi pecho, le lebrato poniéndose de puntillas y quedándose a milímetros de mi cara.

-PAMELA: ¿ahora?, ahora me vas a follar como lo hacías con ellas, mañana mis padres salen por la tarde, después de clase,  vamos allí y me vas a reventar –  me beso, de forma caliente, con sus labios jugosos y grandes, cuando la pille el ritmo metió su lengua en mi boca, de forma obscena con movimientos lentos pero pasionales, la frene un poco por que si no le ensartaba allí mismo, entre el enfado y la fogosidad. Se dio la vuelta y poniéndome el culo en la polla se restregaba- mañana te veo- y dando un golpe de cintura final se fue, ahora si,  contoneándose sexualmente.

El plan era claro, llame a Eli para pedir consejo y me imploro que reventara a aquella furcia, una idea se gestaba en mi cabeza. Llego el ida siguiente, y ella venia preparada para la guerra, una camisa tan asustada que no dejaba lugar a la imaginación, con mas botones descorchados de los normal, se la veían bien las tetas y el comienzo de sus sujetador, con el resto de botones aguantado de forma titánica,  lo que me mato a mi,   y a  todos lo tíos, fue su falda, la 1º vez que la vi así, era azul marino,  de tubo, elástica, le llegaba por las rodillas, sin medias, ni señales de ropa interior. Mi mirada, y la de todos,  se calvo en su culo, la parte de la tela de había entre sus nalgas estaba tensa, tanto que la costura estaba al máximo, se notaba la separación entre las telas y los hilos soportando a duras penas. Al descaso la lleve al baño y nos besamos apasionadamente, como el día anterior, pero esta vez la levante la falda y le abrí la camisa, tenia un cuerpo perfecto, un vientre liso y unas tetas preciosas debajo del sujetador, al meter mi mano por su falda y levantarla un poco, cosa que me costo debido a la tirantez de la ropa, certifique que allí no había ni bragas,  ni tanga, masajeaba pro encima de su coño y con la humedad creciente metí uno y leudo 2 dedos en ella mientras seguíamos besándonos como animales en celo.

-PAMELA: para,  o no llegamos a mi casa, esta todo preparado allí.

-YO: te voy a destrozar, vas a arrepentirte toda tu vida de lo que me has hecho.

-PAMELA: ya veremos, yo no soy una de estas niñatas, yo me he follado ya a muchos que la tenían grande en mi país.

Lleve mi boca a sus tetas, pero por desgracia sonó la campana de vuelta a clase, lleve mis dedo manchados de sus flujo a su boca,  los chupo como una polla,  antes de medio vestirse y salir de allí. Llegue tarde a clase, me tuve que hacer una paja rápida en el baño. Las horas se me hicieron eternas, mi cabeza pensaba en como poder tirármela, de forma que le gustara al inicio pero luego rogara perdón. Al salir de clase fuimos por el metro a su casa, durante todo el viaje nos besábamos y la metía mano, acababan siempre mis dedos en un trasero, la tela estaba tirante pero se notaba a leguas que tenia el culo como una pierda., mientras nos comíamos la boca el uno al otro, había sitio para sentarse pero ella se sentó encima mía, nos daban igual el resto, estabamos ella y yo solos en el universo. Al salir del metro ella iba delante y yo detrás, dándola con la polla dura en su trasero, andábamos mal, de forma torpe pero sin separarnos. Subimos a su casa, la visión de ella subiendo las escaleras delante de mi era evocadora, no me reprimí y le daba cachetes, con cada golpe aumentaba la fuerza, su culo era mármol, casi ni se movía al golpearlo, al pararse para sacar la llaves me pegue a su trasero y besándola por el cuello daba pequeños golpes con la cintura en su culo. Le costo una eternidad abrir la puerta, se le cerraban los ojos mientras mis caricias la calentaban, no atinaba con las llaves, me harté y la estampe contra la puerta,  cargando todo mi peso sobre ella, le cogí las llaves y sin dejar de frotarme contra ella, abrí la puerta de golpe, eso lo tenia pensado, al hacerlo cayo de bruces hacia delante, casi no le dio tiempo a poner la manos y quedar a 4 patas, debido a la fuerza y la rapidez de la caída se le rompió parte de las costuras de la falda, dejándome ver parte de su ano, la tela cedió y con ella sus nalgas aprisionadas que se iban abriendo, intento levantarse pero no la deje, la di una patadita en el culo para que fuera a gatas, mientras me desnudaba, no tendría piedad, no habría compasión, no era una mujer a la que dar cariño, si no un trozo de carne que iba a masacrar. Debido a su andar a gatas con cada paso se el rompía un poco mas la tela, para cuando llego al sofá la tenia rota del todo, aun aguantaba en al parte mas alta en los riñones, pero se le había rajado por toda la línea de su culo hasta su coño, Se quiso levantar de nuevo pero no la deje, ya totalmente desnudo,  me puse de rodillas detrás de ella y metí mi polla por la raja de su falda, entre sus peinas,  hasta que mi polla se freno por al parte de delante de la falda, sobresaliendo claramente, la imagen podía confundirse de la de un travestí, con falda y sin ropa interior, con  una erección, pero era yo desde atrás, agache mi cuerpo y le rompí los botones de la camisa tirando de la tela, levante su torso para quedar de rodillas los dos,  conmigo pegado a ella por detrás, mientras besaba su espalda y hombros,  lleve mis manos a sus tetas y de un tirón le saque el sujetador, sin desabrochar ni nada.

-PAMELA: ¿me vas romper toda la ropa?

-YO: te voy a romper todo- lleve mis manos de sus tetas a la parte mas baja de su falda y tire hasta que las costuras cedieron, mientras ella giraba su cabeza para besarle con su lengua y sus labios carnosos, sabía usarlos.

La rompí la falda en totalidad quedando solo la parte de la cintura, entonces la desabroche la cremallera y se lo quite, ya con los 2 desnudos frotaba mi tronco de la polla por su culo, abriendo sus labios vaginales, me estaba empapando la polla, miró había abajo y entonces vio mi polla sobresaliendo con cada movimiento.

-PAMELA: dios, era cierto, calzas un buena polla, va a ser divertido.

-YO: puede que al principio, pero ya te lo he dicho, vas a desear morir.

Baje una mano a su coño por delante, dirigí mi glande a su coño y una vez colocado, embestí, dio un salto en el mismo sitio abriendo la boca con un grito corto, devolví mis mano a sus tetas, las tenia duras como todo el cuerpo, terso,  con cierta aspereza en la piel, con unos pezones enromes y negros,  erectos, agarrándoselos con fuerza comencé a mover la pelvis, con cuidado al inicio, pero con cada embestida la llegaba mas dentro, ella soltaba un grito corto en cada una de ellas, hasta que la velocidad era tan alta que solo había un grito continuo, cogía aire y seguía, no podía penetrarla mas por que su enorme y duro culo era una pared sobre la que rebotaba, el sonido era hipnótico, estuve así 20 minutos con ella buscando con sus labios y manos mi cara, de la fuerza aveces caía hacia delante pero la volvía a levantar. Su interior era como ella, duro y terso, sentía como me presionaba la polla, no todo el tiempo, si no por fases, controlaba sus músculos vaginales, la jodida tenia aguante, la puse a cuatro patas y allí si la penetre mas profundamente,, ya no gritaba, respiraba entre golpes a su trasero, lleve mis manos a sus nalgas y las separaba bien, era difícil, estaban muy duro, pero logre penetrar casi del todo, en esa posición y frotando su punto G llego su primera corrida, fue una fuente y cayo tumbada gritando algo en francés, no la deje respirar, me adelante ,  la coloque las piernas juntas pasando por encima de ellas, totalmente tumbada boca abajo, dirigí mi polla a su coño separando bien sus nalgas de nuevo y la volví a ensartar, coloque los brazos en posición y dejando caer mi pelvis para luego levantarla,  percutía sobre su trasero, el ritmo ya era tan rápido que su culo era gelatina en un terremoto, lo tenia terso pero ya no le daba tiempo a su carne a colocarse antes del la siéguente embestida. Esa posición incide directamente en el punto G, así que en menos de 15 minutos se corrió otras dos veces, arrastrándose por el suelo para alejarse de mí,  gritando, ya en algo africano,  pero la seguía, sin perdón.

Pasó la 1º hora y entre combustiones de ella me corrí sin parar dentro de su coño, me senté en el sofá, satisfecho, ella se dio la vuelta rápidamente y de rodillas agarro mi polla algo flácida, y con ambas manos pajeaba mientras se metía mas de media polla en la boca.

-PAMELA: esto no ha acabado.

-YO: claro que no, no ha estado mal como calentamiento.- mi polla se puso dura de nuevo al ver su ansia.

Me la miro, la 1º vez que la tenia delante totalmente erecta, el blanco de sus ojos se hizo evidente, pero reaccionando siguió a lo suyo, con energía y queriendo sacarme una corrida, movía su lengua como una profesional y sus labios carnosos rodeaban mi polla, se metía gran cantidad sin noticias de arcadas o malestar. Lo estaba haciendo bien.

-YO: asi no vas a lograr que me corra – la pique y cayó, sorprendida por mis palabras falsas, quiso aumentar el ritmo y la velocidad, pero se le salió la cadena varias veces.- anda déjame a mí.

La levante y la puse de espaldas el sofá, la abrí de piernas y vi como goteaba de fluidos y semen, con algo de reparo separe sus labios mayores, eran negros y  contrastaban con su interior, era rosado y el clítoris estaba enorme, me comí su coño como todo un experto, las masturbaba con los dedos buscando su punto G, mientras trabajaba su monte de Venus con la lengua, estaba totalmente rasurada, metía mi lengua en su coño,  se volvió a correr, continúe haciendo lo mismos hasta la 2º corrida,  ella gritaba groserías y se frotaba las tetas fuera de si, se mordía los labios de forma violenta, como mordiéndolos para aguantar mejor, después de la 3º corrido estaba hecha una fiera.

-PAMELA: dame polla carbón, ¡¡DAME POLLA!!.

-YO: no se, ando algo desanimado, quizá si me dieras unas gotas de lo del otro día.

Me miro extrañada, pero mirándome comerle el coño,  la tenia loca, se fue corriendo a un cuarto y volvió con un frasco que me dio tirándose sobre el sofá masturbándose.

-PAMELA: solo unas gotas y me podrás follar durante un buen tiempo.- Me la jugué, cogí el frasco y le di un sorbo, no mucha cantidad, pero si mas de unas gotas, ella puso cara de pánico.

-YO: así sabrás lo que sintieron exactamente.- me lance a sus tetas a lamer su pezones mientras jugaba con ella, se dejaba hacer a  la espera, note el calor incipiente, y pasados 10 minutos ya estaba como el otro día, la pegue a mi y la penetre, del todo, roce mi glande con su útero, dio un grito de dolor agudo, la saque un poco, deje que se acomodara con un ardor en mi interior enorme.- esto es lo que querías, aquí lo tienes.

Me la folle, en todo el termino y usos de la palabra, durante una hora en esa misma posición, ella se corrió no menos de 5 veces pero aguantaba, la cambie de posición y la penetre por detrás el coño como,  a lo perrillo, otra hora otras 4-5 corridas, y sus gritos era desatados, la siguiente medio hora la paso en silencio, se movía aveces pero callada.

-PAMELA: para, por favor, me voy, me partes, me duele.- la ignore.

Llevaba ya 2 horas desde que me tome las gotas, y ella estaba rendida,  ya ni rogaba que parara, estaba justo en el punto donde la quería. Pare, ella cogía aire a duras penas, me recosté sobre ella.

-YO: me he cansado ya de tu coño.- respiro aliviada- ahora te voy a dar por el culo.- se removió como poseída por mis palabras, la sujete- querías que te destrozara como a ellas, pues a ellas las di por el culo, es tu turno.

Cogí un poco de todos los fluidos que de ella emanaban y unte su ano, metí un dedo y comprobé que no era virgen por allí, era demasiado fácil, metí dos, todo esto sin dejar de follármela por el coño, metí 3, la penetraba como un karateka parte bloques de piedra, se volvió a correr, metí 4 dedos, estaba fuera de mi, cuando la vi abierta lo suficiente, saque mi polla de su coño y la clavé en su ano, grito fuerte, tenia la cara desencajada, cayo a plomo sin moverse sobre el sofá, pero yo solo había empezado, agarrando su cintura me la folle por el culo otra hora mas, ya ni se corría, no tenia mas o no lo disfrutaba, solo sufría el castigo que se había ganado.

Llevada ya casi 4 horas follándomela desde que tome las gotas, llame a Eli para que viniera, tardo media hora, en la que seguí destrozando su coño, se desmayo una vez,  pare y  deje que se recuperara y cuando volvía en si, la volvía a penetrar por el culo, hasta que se volvía a desmayar, y repetía la operación. En unos de los “descansos” con ella desmayada y el culo en pompa, llamaron la puerta, abrí con cuidado de que no fuera su familia, que huebra sido de mi si su padre entra y ve a su hija desnuda,  medio muerta,  con un agujero como un puño cerrado en su culo, era Eli, al entrar mi miro, estaba rojo,  con la polla dura,  palpitando en el aire, miro a la chica y vi compasión en sus ojos.

-ELI: ¿que la has hecho? por dios….

-YO: la he reventado durante una hora, como me dijiste,  luego  he tomado un sorbo de lo que me dio y  llevo 4 horas sin dejar de penetrarla, y sigo ileso, o me ayudas o la mato.

-ELI: madre de dios, mírala a la cara,  esta como Carla cuando le mete el consolador enorme por el culo.

Me sentó en el sofá, y revisando que la chica estuviera bien, me dedico una mamada perfecta,  metió un dedo por el culo, no me gustaba pero era necesario, de forma que me corrí al poco tiempo. Ya desahogado, Eli se desnudo, y se puso encima de mi, ensartándose, pase otra hora tirándome a aquella diosa de gym con Pamela hecha un cojín en el sofá, sin moverse, recobro la consciencia, parpadeaba al menos,  pero no se movía. Eli logro sacarme follando las 3-4 corridas necesarias para apagar mi fuego, yo la saque por lo memos 10,  las ultimas por el culo , sin cambiar de posición, me lo pido así por que tenia el coño escocido del otro día, y le estaba poniendo la piel de la vagina  en carne viva.

Pasada hora y media y ya agotados de follar, nos duchamos, llevamos a el cuerpo casi inerte de Pamela al baño y la bañamos de arriba a abajo, las pusimos algo de ropa y la dejamos acostada en la cama. No dijo ni una palabra, ni hizo gesto alguno, me había pasado con ella. Salimos de su casa.

-ELI: oye, no puedes ir llamándome cuando te pasen estas cosas, tengo cosas que hacer, estamos siguiendo las clases de sexo después con algunas alumnas nuevas y los monitores.

-YO: lo siento,  pero sabía que eras la única que podía ayudarme.

-ELI: no puedes volver a dejar a una chica así, ¿me oyes? Te lo advertí,  a saber lo que hará cuando se recupere.

-YO: tranquila, no pienso volver a tomarme nada de esa mierda, pero tiene lo que quería de mí, otra cosa es que la  sobrepasara.

-ELI: ¿y como no lo ibas ha hacer? tu pedazo de polla y esta mierda no deben volver a coincidir- saco el frasco de su bolsillo.

-YO: ¿que haces con eso?

-ELI: me vendrá bien para las practicas, quien sabe.

Me dejo en casa con el coche y se fue. De Pamela no se supo nada en toda una  semana, no fue al colegio, llamo para decir que estaba enferma, a la siguiente semana apareció, mucho mas recatada y con ropa ancha de deporte, andaba como si hubiera venido a colegio  a caballo, totalmente escocida, dolorida, al sentarse lo hacia despacio, se llevo hasta un cojín para la silla. Su actitud fue de fantasma, la había bajado los humos, hable con ella pero ni me miraba a la cara, se protegía el cuerpo con los brazos, me dijo que su padre andaba enfadado, se creyó lo de que estaba enferma hasta que no vio el frasco del elixir, se invento una historia de que lo uso con un chico,   no le dijo quien, y la castigaron severamente, pero vieron que estaba hecha un cromo, su madre la había ayudado con unas pomadas y masajes.

-YO: pues siento tu dolor, pero eso te pasa por ir de lista, la próxima vez que quieras divertirte ve con cuidado, o te volverás a encontrar a un pez mas grande que tu.- la levante al mirada y la bese fuertemente, ella no quería, no volvimos a hablar

No se como,  el rumor de lo ocurrido llego a la gente, yo no abrí la boca y no entendía por que lo haría ella, supongo que ataron cabos,  al verme con ella unos días antes, no se decía nada del frasco pero si de que la había reventado, eso no ayudo a su vida social, ya que muchas chicas habían pasado por mi y no se tiraron una semana en casa de reposo, pobres ingenuas,  si supieran lo que había sufrido realmente.

3º-2 La estudiante de intercambio, Karin.

Esta historia es bastante corta, el ultimo año, se unió a nosotros una estudiante de intercambio, de Suecia, se llamaba Karin,  con un apellido largo, tanto, que nadie sabia pronunciar, y menos escribir, mas que hablar, escupía el castellano, palabras sueltas,  sin consonancia en sexo, genero y numero, como Tarzán, había estudiado español en su  país, y lo perfecciono bastante, aunque a final de curso se le escapara alguna palabra mal colocada o se quedara pillada 3 segundos buscando un palabra rumiándola en su idioma.

Físicamente os lo podéis imaginar, una sueca de las películas de Pajares y Esteso, alta,  pasaba del 1,82, rubia platino con media melena, lo suficiente para ponerse una coleta corta aveces, espigada, siempre iba con mayas térmicas o leggins oscuros, y algún jersey o vestido que le baja hasta taparla a duras penas la cintura, solía ir al principio con zapatos de tacón medio, pero el recomendaron que se pusiera  algo menos llamativo, era increíble el poder de atracción que tenían sus andares con el sonido de sus tacones en el suelo, y mas con un par de tetas enormes, que tenia, y rebotaban con sus andares, no se por que, seria cuestión de convencionalismos de su país, pero no parecía darse cuenta o no le importaba ir con generosos escotes que hacían ver a la perfección como sus tetas vibraban al andar o moverse,  o  ropa ceñida que hiciera notar  cada uno de sus movimientos y por ende, atraer la mirada de todo macho sobre la zona, cuando se agacha a  coger algo,  casi se podía oír el sonido de las pollas de mis compañeros sentados golpear la mesa debido a una erección instantánea, se hacia el silencio,  cuando hubo mas confianza alguna chica le decía que se tapara un poco, que las dejaba en ridículo,  pero no hacia caso o no entendía el por que. La cosa empeoro cuando se fue pasando el frío, aun en primavera,  las chicas solían ir sin el abrigo pero bien tapadas,  ella era del norte de Europa, llegaba vestida como siempre pero cuando le daba calor se quitaba el jersey o el vestido, dejando su cuerpo al descubierto, con los leggins ajustados y una camiseta interior pegada a su piel,   su pechos que eran prominentes, se hacían evidentes, con  su sujetador enorme debajo, los tirantes del sostén y de su  camiseta interior soportaban el peso estoicamente,  pero tan estirados que dejaban un hueco entre ellos la  piel de sus hombros y tetas,  dejando ves  gran parte de sus pechos, aun así, ella parecía tan normal, sin darle importancia a que mis compañeros babearan mirándola, y las chicas la observaran con odio. Tengo que decir que todo lo bueno que tenia de tetas, al quitarse la ropa que la cubría por encima se perdía, los leggins no ayudaban, los profesores masculinos la sacaban a la pizarra continuamente mirándola,  tan embobados como el resto, anda escasa de culo, o al menos la comparación entre el pecho y su culo era muy desigual, no ayudaba a que sus piernas estaban bien formadas, muslos anchos y gemelos duros del uso de zapatos. Era de actitud jovial y alegre, no aprecia consciente del poder que ejercía sobre los hombres y se abraza con todo el mundo, abrazos largos y fuertes, lo único mas sensual que ver como ella se abraza a un tío y el tenia que girar la cadera para que no notara su erección, era verla abrazar a una mujer y aplastar sus tetas contra las suyas, eso las altas, las mas bajas se tenían que hacer hueco con la cabeza entre sus tetas. Su pelo era rubio platino, pero con el paso de las semanas fue poniéndose mechas de colores pastel, una de cada color diferente, cuando ya tenia todo el pelo de colores se ponía todo el pelo de un solo color, rusa fucsia o azul relámpago.

Retomemos en el tiempo, creo recordar que esto paso después de iniciar mis sesiones con Rocío y la aprendiz, pero bastante antes de Pamela, el rumor sobre mi era una grosería evidente, la gente me bromeaba en la cara y las chicas me gastaban bromas, las que me tire, las que no se puedo aunque querrían y las que no, todas me tomaron por un monstruo de feria, era el centro de todas las miradas y me gustaba aquel papel. Las charlas en los baños de chicas, el foro oficial femenino y megáfono de rumores por lo visto, según me dijo Marina,  era ya un desenfreno, hablaban de cómo me había follado y la grande que la tenía y de las experiencias, algunas que ni me había,  tirado aun, o que no llegue a hacerlo, ni me habían visto desnudo.

Aquellas palabras debieron legar al oído de Karin, esa semana tocaba rubio platino con mechas rosas en el pelo, un día,  al inicio del descanso,  se me acerco a preguntarme si podía ayudarla con el castellano en los descansos quedándome con ella en clase mientras todos salían, me ofrecí encantado, sobretodo al oírla hablar, no podré mucha conversación, 1º por que no la hubo y 2º por que su acento es difícil de escribir, pero os basta con saber que yo ya la había oído hablar y no se le daba tan mal como en ese momento me quería hacer oír, hablaba como si acabara de llegar, excusa barata para quedarse a solas conmigo, y encima lo dijo conmigo sentado en unas escaleras, agachándose  y apoyándose con su brazos estirados en el escalón donde estaba, apretando su monumental escote a  pocas distancia de mi cara. Ningún hombre hetero se lo hubiera negado, y no lo hice,  clavando mi mirada entre sus tetas, chocando una contra otra, sin cambiar de posición, totalmente agachada hacia mi, se puso a dar saltitos y a aplaudir de emoción dándome las gracias, la visión de sus tetas abriéndose y cerrándose dejándome ver la junta del sostén y parte de su vientre me la empalmaron de inmediato, el remate fue que lanzo su cuerpo contra mi para abrazarme,  pero de tal forma que sus tetas me daban en la barbilla, y se quedo así unos segundos, se volvió hacia atrás y me pido que la abrazara yo también, me decidí allí mismo,  me la foliaría, me fui a poner en pie para abrazarla y dejar que notara mi pene palpitando, pero no me dejo y fue ella la que se recostó sobre mi tumbándose encima mía literalmente, mientras me decía lo agradecida que estaba, con sus tetas cortándome la  respiración, una estaba tan arriba que la estaba hundiendo mi mentón en  ella, no solo se abrazaba si no que se contoneaba o se movía, no se cual seria el verbo apropiado, no era estrictamente sensual, si no buscando un apostura cómoda, lo hizo hasta que yo también quede estirado del todo y nuestras pelvis se juntaron, dejándome notar el miembro,  con las brazos aun sin tocarla, se paro en seco, levanto la cabeza y mirándome de cerca me recalco, con inocencia falsa,  que no le estaba abrazando, que si no le gustaba le haría un feo, encantado de la vida la rodee con mis brazos y me  apreté con ella rodeando su espalda y sus riñones,  moviéndose de nuevo sobre mi, como estabamos en unos escalones,  al estar rectos sobre ellos su cuerpo empezó a descender sobre mi, gracias a dios sus tetas hicieron tope con mi pecho y se quedo allí, no menos de un minuto.

-YO: que te caes.- lleve mis manos a su culo y agarrando una nalga con cada mano tire de ella hacia arriba, restregando desde su vientre hasta su cintura mi polla enjaulada,  hasta volver a darme con sus tetas en la mandíbula, eso la agrado y me volvió a abrazar de forma ya mas sensual, con sus brazos recogidos dejando que la gravedad y su peso me aplastaran,

KARIN: gratias, no saber cuanto yo quiero aprender con usted.-  hablaba mal   a posta,  pero como no se movía me daba igual seguía con una diosa nórdica con tetas enormes comprimiéndose encima mía,   con su culo agarrado firmemente “para que no se cayera.”.

Decidí que, estando en la gloria, no me movería de esa posición hasta que ella quisiera, supongo que ella penso lo mismo y con todos los compañeros fuera del edificio en el descanso, estuvimos así mas de un cuarto de hora, mis manso ya no solo agarraba, sino apretaban levemente, subiendo su cuerpo un poco para volver a dejarlo caer, oía como sus boca se hacia agua al lado de mi oído, como se mordía el labio.

KARIN: ¿y si empezar ahorra?- lo dijo levantado la cabeza y dejándomela a distancia de beso.

-YO: como tu quieras, pero yo me quedaría así el resto de mi vida.- mentira, me estaba clamando los escalones por toda la espalda, pero la saque una sonrisa, sonreí yo,  la frase era algo compleja y  la había entendido, entendí que no necesitaba esas clase.

Me tiro un pico, un beso dulce a los labios, sonoro,  de esos que se dan las chicas de hoy todo el tiempo, se levanto apoyando su mano en mi pierna,  peligrosamente cerca de mi polla, extendió la mano para ayudarme a levantarme pero sin echarse para atrás, como no podía ser de otra forma por las leyes de la física, al levantarme,  la tenia encima, con sus tetas pegadas al cuerpo, y las ser tan alta, casi cara con cara, con mi polla clavándose en su vientre bajo, quedamos así unos segundos, miro hacia arriba, y yo abajo, vi una cara de niña pequeña, de no romper un plato, pero mordiéndose el labio inferior de lujuria,(era increíble que hasta que no me lo dijo Eli lo de morderse el labio no lo viera),  clave mis ojos en los suyos y aguanté,  eran de un color antinatural, mezcla de marrón y  gris,  atisbe trazas verdes, debido a la luz de un ventana  tenia los iris totalmente expandidos, no se cuanto estuvimos así, para mi se paro el tiempo, note como llevo su mano a la mía de forma lenta,  entrelazando los dedos, cuando la tenia bien agarrada se levanto un poco hacia mi y de golpe se dio la vuelta y echo a correr por un pasillo, conmigo siguiendo su afán,  como un perro fiel, riendo, ella se llevo la mano agarrada a su costado dejando que el dorso de mi mano notara su pecho  botar, me puse a su altura, era glorioso ver como saltaban aquellas tetas, y me di cuenta de que ella hacia lo mismo, me miraba la polla rebotando en mis pantalones y pensaría algo parecido.

Llegamos a una clase que  estaba vacía desde hacia meses, ella par de correr y se dejo apoyar de espaldas contra la puerta, respirando de forma agitada, ligeramente agachada,  con su pecho subiendo y bajado fuertemente, yo deje de correr unos pasos antes para admirar a aquella hembra, aquella pose, aquellas tetas.

-YO: ¿quieres estudiar aquí? Esta algo apartado.

-KARIN: ¿studie? studera kön Jajajajajajjajaja – supuse que era sueco, ni la entendí ni me moleste en preguntar.

Abrió la puerta pero no se aparto, de modo que al entrar nuestros cuerpos se frotaron, ella sus tetas y yo mi pene, me senté en un lado de una mesa y ella al lado. Quise empezar a hablar pero su pose me callo, al sentarse sus pechos le botaron,  acerco la silla con golpes de cadera que le hacían rebotar y cuando estaba a nivel, estiro la espalda y apoyo las tetas encima de la mesa, poniendo cara de chica buena, atendiendo. Tenia los ojos clavados en aquellas dos montañas, la pregunte que íbamos ha hacer y ella solo quiera hablar, nivel conversación, iniciamos una  de desconocidos, presentándonos,  mientras ella fingía equivocarse yo fingía corregirla, sin demasiado disimulo metía palabras mal sonantes, pene en vez de pero,  o coño en vez de moño, yo me reía por que lo decía el papel tomado y por que me daba cuenta de su burdo truco. La corregía diciendo que eso no estaba bien dicho y que eran palabras mal usadas, podían meterla en un lío. Ella se centro en saber que palabras no podía decir para no liarse, así que saque un diccionario y lo abrí, ella se acerco a mi y me rodeo con un brazo por la espalda, mientras fingía atender al libro, y las indicaciones, mientras sacaba pecho no tan disimuladamente como se creía. Yo ya estaba cachondo perdido y quedaba media hora para que volvieran los compañeros así que deje el diccionario de pie en la esquina de la mesa, no se que me invente para levantarme y con la polla lo tire al suelo, dejando mi bulto a la vista, clavo la vista en el, luego disimulo agachándose para coger la diccionario, lo dejo en la mesa sin dejar de mirármela, el trabajo estaba hecho ella decidía.

-KARIN: det stora, det kommer att göra ont.  –señalo mi polla mirándome como queriendo preguntar.

-YO: si eso se llama pene, polla, cipote, nabo,  miembro viril ….etc y te la voy a meter hasta que hables castellano antiguo.

Solto una sonora carcajada, pero cuando acabo me miraba mojándose los labios con la lengua, ladeando la cabeza. Extendí mi mano y la cogió, la levante y la empuje contra la mesa, casa con cara, me pegue a ella con mis manos en su cintura, y me quede a medio milímetro de besarla.

-YO: pídelo, di que quieres mi polla, que quieres follar ahora mismo,  en español y te daré el polvo de tu vida.- note que se le erizo la piel, busco mis labios pero los apretaba lo suficiente para hacerme rogar.

-KARIN: fóllame, por favor, quiero que me cubras.- no era un yegua o una vaca,  pero su dicción mejoro bastante.

La bese, lentamente, dejando que nuestros labios se pegaran, acercando mi pelvis a su cuerpo, ella se apoyaba contra la mesa con el cuerpo vencido, sin escapatoria, el segundo beso fue mas lento aun, saboree sus labios, el tercero ya fue con lengua directamente, con una de sus manos agarrándome del pelo atrayéndola hacia ella, yo subía mis manos por su espalda, por dentro de la ropa, acariciándola, levantando un poco la camiseta, dios como besaba, era lo mas delicioso que había probado, abría la boca y la cerraba con una finura digna de una reina, pero movía la lengua como la mas guarra del reino, la termine recostando sobre la mesa, quedando su piernas colgando en el aire, y echándola sobre ella, a un lado,  continuaba besándola, llevando mi mano a su ombligo, mientras la acariciaba baje mi mano hasta meterla por dentro de los leggins, deje de besarla para pedirla permiso, tardo unos segundos en abrir los ojos, cuando lo hizo me pidió en el idioma del sexo que continuara, y así lo hice, levante con los dedos la parte de la prenda y metí mi mano por dentro, mientras la besaba el cuello, ella tenia una mano encima de mi bulto y lo medio acariciaba, metí la mano por dentro de su ropa interior y llegue a un poco de bello publico, jugué con el un poco para luego bajar, ella ayudo separando las piernas y comencé a frotar la parte superior de su coño, su respiración se agito,  notando que estaba empapada, metí un dedo en su coño sin dificultad, otra que no era virgen. La seguí acariciando con un dedo metido lo sacaba poco a poco y lo volvía a meter, sus besos pasaron de dulces a pasionales, me levantaba la cabeza de su cuello u oídos,  para ello.

Mi mano ya se movía con soltura en su coño, ella vibrara y gemía en mis manos, el remate fue cuando metí mi cara en su escote besando la carne  rebosante de cada pecho, eso la mato y se corrió como una loca en mi mano, no me lo creí, a aquella belleza nórdica  no le ponía el cuello,  el ombligo o sus lóbulos de la oreja, aquella especie de regalo del cielo,  de pechos enormes, ¡¡¡le ponía burra que le trabajara las tetas!!! No perdería el tiempo, me senté en una silla y me la puse montada encima de mi, le saque la camiseta, dios,  que pedazo de tetas, el sujetador era rojo, enorme, ya se intuía, encima era de los que se desabrochaba por delante, con un truco de Rocío, lo desabroche con la boca, metiendo mi cara entre sus tetas, al hacerlo salió despedido y sus tetas cayeron un poco, pero seguían en sus sitio. Aquellas tetas era un regalo por algo que había hecho, eran enormes pero bien colocadas,  suaves, coronadas por unos pezones diminutos que estaba para rayar diamantes, con una mano en cada teta,  sujetándolas y apretándolas mi boca se volvió independiente, lamía, besaba, chupaba, babeaba y mordía indiscriminadamente, ella se frotaba con el bulto de mi pantalón, pero cuando me centre en uno de sus pezones un par de minutos, la chica estallo hacia atrás, si no la  tengo sujeta de los pechos se me va al suelo, se corrió otras vez gritando algo, la fui ayudando a quedar sentada en el suelo, y encones me levante y me baje el pantalón y el slip de golpe para volver a sentarme.

-YO: tu turno.

Su mirada era de asombro, sus ojos abiertos, sea cerco y la agarro con una mano, intentó ponerse entre mis piernas pero su tetas no le dejaban, así que ni corta ni perezosa se las agarró, paso por encima de mis piernas, y las dejo caer rodeándome los huevos, apoyándolas en mis piernas, allí si tenia acceso pleno,  y lo uso, con ambas manos recorría todo el tronco, y le daba besitos suaves y calientes al capullo, fue cogiendo ritmo hasta que se metía buena parte de la polla en la boca, no podía bajar mas por que sus propias tetas le hacían tope, verlas siendo estrujadas por el peso de una mujer por en ansia de chupármela fue una maravilla, me corrí, fue demasiado, y la muy  sueca no solo no se asqueo si no que se lo trago. Me agradó de tal manera que me levanté,  la cogí en volandas y la senté en la mesa, me puse de rodillas y levantándola la cadera le saque los leggins y las bragas a la vez,  levante sus piernas y vi su coño blanco,  con bello rubio corto, sin dejarla abrir ni doblar la piernas,  metí mi  boca en su coño, la lamí de arriba a abajo y de vez en cuenco la penetraba con la lengua, chupando sus labios mayores con fuerza para separarlos de su piel. Lleve una mano allí y la penetre con un dedo, subiendo el nivel con 2 dedos al poco tiempo, y logrando acaricia su punto G ,  una nueva corrida.

Quedaban ya solo 10 minutos pero esa no se escapaba sin su ración de polla, la abrí de piernas, estaba roja de pasión, atraje su cadera hacia fuera, dirigí mi miembro a su vagina y la moje con parte de sus jugos internos, apunte y de un golpe de cadera metí media polla, aquello no fallaba nunca, grito corto de sorpresa y emoción, luego iba metiendo y sacando con calma hasta que notaba una profundidad y comodidad necesarias, y comenzaba a  bombear sin parar, tenia que darme prisa así que agarre sus tetas como apoyo, y así,  cogí ritmo de crucero, logre que se corriera un par de veces solo con acariciar sus pezones, no lograba penétrala del todo, no tenia tiempo para mas,  así que la di la vuelta, sin dejar de ensartarla, apoyo los pies en el suelo, quedando recostada sobre la mesa, con sus tetas aplastadas contra ella, di gracias a dios por una mesa clavada al suelo, y regale   una follada como dios manda,  a un ritmo bestial, se oía a la vez a mis huevos chocar con sus muslos y a sus tetas restregarse por la mesa, la agarre por el vientre y la levante pegando mi pecho a su espalda, llevando mi manos a sus tetas y besándola la espalda,  no deje de golear, si se hacia daño con las piernas apoyadas en la mesa no lo dijo, solo gemía y susurraba en sueco, tocando la campana note como se corría y  pegando un  leve acelerón final me corrí con ella.

Nos tuvimos que vestir a toda prisa, la acompañe al baño aun sin nadie por allí, nos aseamos y ver como se limpiaba las tetas de babas con una toalla húmeda casi me la tiro de nuevo, para cuando salimos los 2 del baño ya empezaban a llegar alumnos, la acompañe a su clase y en la puerta nos fundimos en un beso pasional, la cogí del culo y la levante apretándola contra mi.

-YO: siempre que quieras repasar, avísame en los descansos- la di una sonora palmada en el culo, y se fue, feliz, satisfecha.

Al día siguiente repetimos, era increíble, solo 20 minutos  para besarnos,  conmigo tumbado en la mesa y ella encima  de mi, con el cuerpo estirado,  con ropa, besándonos y acariciándonos, yo logre que se corriera solo con magrear bien sus tetas, que quedaban a la altura de mi cara, el resto de la hora solo foliábamos como si no lo hubiéremos hecho nunca, cuando la penetraba estando boca arriba sus tetas eran entes independientes, se movían de forma alborotada, ella se las quería sujetar pero yo no la dejaba, me tumbaba sobre ella o hacia que se incorpora hasta pegar nuestros cuerpos y seguía triándomela, cuando quería que se corriera solo tenia que lamer sus pezones unos minutos, cuando me quería correr yo solo aceleraba ritmo hasta sacarla improperios en sueco, no la penetraba toda,  pero si mas que a la mayoría,  la chupaba de miedo, tenían una lengua de infarto y se lo tragaba, joder, que mas se podía pedir.

Estuvimos una semana jugando, hasta que un día ella dice que vio a alguien mirar, yo lo comprobé pero ya no se fiaba, echamos un par de polvos mas,  pero ya esporádicos, solo cuando ella estaba segura de que nadie miraba. La imagen de sus tetas, de aquel abrazo intimo en las escaleras o ella encima de mí desnuda con sus pechos apretados contra mi, jamas se me olvidara y aun hoy lo uso mentalmente para lograr erecciones, la pena es que a fin de curso volvió a su Suecia y no supe mas de ella.

 

Con este relato cierro la serie  del instituto con las alumnas, os adelanto ya,  que aunque pueda quedar un poco pesado en el tiempo y no avancemos, los siguientes 2-3 relatos serán de relaciones en el instituto con profesoras o mujeres no alumnas, al menso no como tema central,  en ese marco temporal de los ultimas 5 meses de instituto,  me estoy planteando si hacer  3, o si hacer 2 y  poner la guinda con el relato de mi graduación a final de curso, aquello no se si guardármelo para mi disfrute personal. Os informare.

CONTINUARA……….

Relato erótico: «La ingenua alumna que resultó muy puta «(POR GOLFO)

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La piscina.
Todavía recuerdo el día que vi por primera vez a Celia. Estaba en la piscina de la universidad donde doy clases cuando la vi jugando con uno de sus compañeros de primer curso.  Tonteando y disfrutando del modo en que el muchacho babeaba por ella, esa cría se dedicó a lucir su bikini negro mientras le sacaba la lengua retándolo.
Reconozco que me impresionó ver el descaro con el que meneaba su trasero mientras calentaba a su víctima. Su cuerpo bien formado me pareció aún más apetecible al admirar ese culito con forma de corazón formado por dos nalgas duras y prietas.
“¡Está buena!”, tuve que reconocer y ya interesado, me fijé en sus pechos.
Pechos de adolescente, recién salidos de la niñez, que despertaron al maduro perverso que tanto me costaba esconder. Su forma y tamaño me parecieron ideales y por eso me vi mordisqueando sus pezones mientras los sostenía entre mis manos.
“Seguro que son rosados”, pensé más excitado de lo que me gustaría reconocer.
Su cara de pícara y su sonrisa insolente solo hicieron incrementar mi turbación al saber que si seguía observándola, terminaría deseando hacerla mía aunque fuera usando la violencia. La cría era espectacular y soñando despierto, imaginé lo que sentiría al abrirla de piernas y mientras ella intentaba librarse de mi ataque, jugar con mi glande en su entrada.
“¡No dejaría de gritar!», me dije visualizando en mi mente como la desfloraba de un solo golpe mientras agarraba sus nalgas para hundir mi miembro dentro de su cuerpo.
Los chillidos de Celia en mi cerebro se confundían con las risas de la muchacha en la realidad provocando que, bajo mi traje de baño, mi apetito creciera mientras observaba sus juegos adolescentes. Absorto mientras me deleitaba con su vientre plano y el enorme tatuaje que lucía en su dorso, la lujuria hizo que me viera desgarrando su bikini y mordiendo sus tetas.
Al  comprobar la erección entre mis muslos decidí irme de allí, no fuera a ser que alguien se percatara y fuera con la noticia al decano que en el claustro tenía a un degenerado…
A partir de ese día, todas las tardes, convertí en una morbosa rutina el sentarme  en esa mesa a espiarla mientras Celia nadaba. Curiosamente la cría al verme llegar vestido de traje y con mi corbata, siempre me devolvía una sonrisa como si se alegrara con mi presencia.
Memorizando sus movimientos en mi recuerdo, al salir de la alberca y volver a mi despacho, me encerraba en el baño para una vez en la seguridad de ese cubículo, dejar volar mi imaginación y masturbarme mientras los recordaba.
Poco a poco, mis diarias visitas tuvieron un efecto no previsto cuando esa rubita empezó a colocar su bolso y su toalla en una silla de mi mesa. Como si fuera un acuerdo tácito entre esa niña y yo, le cuidaba sus pertenencias y ella me pagaba secándose junto a mí al salir de la piscina. Obviando la diferencia de edad y el hecho que nunca habíamos cruzado más palabra que un hola y un adiós, Celia se exhibía ante mí recorriendo con la franela las diferentes partes de su anatomía.
«¿A qué juega?», me preguntaba mientras buscaba el descuido que me dejara admirar uno de sus pezones o la postura que permitiera a mis ojos contemplar los labios que se escondían bajo el tanga de su bikini.
Mi necesidad y su descaro fueron creciendo con el tiempo y antes de dos meses, esa criatura se permitía el lujo de acariciarse los pechos mientras mantenía fijos sus ojos en los míos. Día tras día, antes de ir a nuestra cita luchaba con todas las fuerzas para entrar en razón y dejarla plantada. Pero todos mis esfuerzos eran inútiles y al final siempre acudía a contemplar su belleza.
Por su parte, Celia también se convirtió en adicta a las caricias de mis miradas y si algún día por algo me retrasaba, me recibía con un reproche en sus ojos y castigándome reducía al mínimo la duración con la que hacía alarde de su cuerpo.
Aún recuerdo una tarde cuando aprovechando que no había nadie más en ese lugar, ese engendro del demonio se plantó frente a mí y desplazando la tela que tapaba sus pechos, me regaló con la visión celestial que para mí suponían sus pezones.
-Son maravillosos- me atreví a decir dirigiéndome a ella.
Luciendo una sonrisa, llevó un par de dedos a su boca e impregnándolos con su saliva,  sin dejarme de mirar se puso a recorrer las rosadas areolas con sus yemas. El brillo de sus ojos al descubrir el bulto que rellenaba mi bragueta fue tan intenso que creí durante unos segundos que le había excitado pero entonces escuché que murmurando me decía:
-¡Maldito viejo verde! ¡Te excita mirarme!
Mi decepción fue enorme y comportándome como un cobarde, hui de ahí con el rabo entre las piernas. Con mi autoestima por los suelos y mi corazón roto, decidí que jamás volvería a dejar que mis hormonas me llevaran de vuelta a ese lugar….
Mi despacho
Durante dos semanas, al llegar la hora, me encerraba en mi despacho y me obligaba a mantenerme sentado, cuando todo mi ser lloraba por no estar disfrutando de su belleza. Como si fuera un  peculiar síndrome de abstinencia, todo mi cuerpo sudaba y se contraía al imaginarse que alguien me hubiese sustituido en la mesa y que en vez de ser yo quien admirase el exhibicionismo de de Celia, fuese otro.
Lo que nunca me imaginé fue que a ella le pasara algo semejante y que cuando al día siguiente de insultarme comprobó mi ausencia, se  había encerrado en su vestidor y llorando se había echado en   cara su error. Tampoco supe ni nadie me dijo que día tras día la rubita acudía a la cita esperando que de algún modo la perdonara y pudiese volver a sentir la calidez de mi mirada acariciando su cuerpo casi desnudo.
Un martes estaba hundido en el sillón de mi oficina sufriendo los embates de mi  depresión cuando escuché que alguien tocaba la puerta. Sin saber quién era el molesto incordio que venía a perturbar mi auto encierro estuve a un tris de mandarle a la mierda pero un último asomo de cordura, me hizo decir:
-Pase.
Reconozco que no supe reaccionar cuando descubrí que mi visita era mi musa, la cual, sonriendo cerró la puerta con pestillo y en silencio se empezó a desnudar sin que yo hiciera nada por evitarlo. Usando sus deditos, desabrochó uno a uno los botones de su camisa para acto seguido, doblándola con cuidado dejarla sobre la silla de confidente que había frente a la mesa de mi cubículo.
-¡Que bella eres!- exclamé impresionado por sus pechos todavía cubiertos por el coqueto sujetador azul que llevaba puesto.
Mi piropo dibujó una sonrisa en sus labios y siguiendo un plan previamente elaborado, se acercó hasta mí para cerrar con uno de sus dedos mi boca mientras me decía:
-No hables.
Su orden fue clara y reteniendo las ganas que tenía de decirle lo mucho que la había echado  de menos, la muchacha se dio la vuelta dejando que su falda se deslizara hasta sus pies. Centímetro a centímetro, fue descubriendo las nalgas que me tenían obsesionado.  Por mucho que habían sido objeto de mi adoración durante meses, al verlas a un escaso palmo de mi cara me parecieron aún más preciosas y solo el miedo a que saliera huyendo, evitó que alargara las manos para tocarlas. 
Celia disfrutando del morbo de exhibirse ante un maduro como yo, se dio la vuelta y mirándome a los ojos, dejó caer los tirantes de su sujetador mientras se mordía el labio inferior de su boca. Sujetando con sus manos ambas copas, se deshizo del broche y retirando lentamente la tela que aún cubría sus pechos, gimió de deseo. La hermosura de sus pezones erectos me dejó paralizado.
«¡Son perfectos!», sentencié mientras mi respiración se aceleraba al comprobar que los tatuajes que lucía esa damisela, los hacía todavía más atrayentes.
La muchacha no pudo evitar que del fondo de su garganta surgiera un callado sollozo de placer al contemplar el efecto que estaba teniendo su sensual striptease bajo mi pantalón. Curiosamente al ver mi erección, sintió miedo y vistiéndose con rapidez desapareció sin más, dejándome solo en mi despacho.
Sin llegar a asimilar completamente lo que había sucedido cerré la puerta y sacando mi pene de su encierro, comencé a rememorar la tersura de su piel mientras mi mano restregaba arriba y abajo su recuerdo.
Esa noche me costó dormir. Me reconcomía la idea que Celia nunca volviera a brindarme la hermosura de su cuerpo pero también el saber que a los ojos de la sociedad era un maldito pervertido. Además de los veinte años que la llevaba, estaba el hecho que yo era un profesor y ella una alumna.  Si nuestra rara relación llegaba a los oídos de los demás docentes, de nada serviría que no le diera clase. Para todos mis colegas sería un paria al que había que echar de la universidad.
Aun sabiendo el riesgo que corría al día siguiente, cancelé un par de tutorías para que llegado el caso y ese ángel volviera a mi despacho, nada ni nadie nos molestara. Tal y como había hecho veinticuatro horas antes, Celia esperó mi permiso antes de entrar  pero esa vez, al pasar a mi cubículo, se sentó en mis rodillas y mirando fijamente a mis ojos, me soltó:
-Sé que te pone el mirarme pero yo quiero algo más. ¡Quiero que me toques!
Al oírla quise corresponder a sus deseos acariciando sus pezones con mis dedos pero entonces esa jovencita mostró  su disgusto y retirando mis manos, susurró en mi oído:
-Todavía no te he dado permiso.
Para acto seguido comenzar a desabrochar su camisa mientras restregaba su sexo contra el mío. La expresión de lujuria de Celia era total pero temiendo su reacción, me quedé quieto mientras se terminaba de abrir  de par en par la blusa.
-¿Te gusta el sujetador que me he comprado?- preguntó al sentir mi mirada recorriendo por el canalillo que se formaba entre sus senos.
-Sí- reconocí maravillado.
-Desabróchalo- me ordenó a la vez que sonreía al notar mi erección presionando entre sus piernas.
Como un autómata obedecí llevando mis manos a su espalda y abriendo el corchete. Celia gimió descompuesta en cuanto notó que había liberado sus pechos y poniendo  cara de puta fue dejando caer los tirantes que lo sujetaban mientras me miraba fijamente a los ojos. La sensualidad con la que esa cría se quitó esa prenda fue tal que no pude aguantar y sin pedirle permiso, hundí mi cara entre sus tetas.
La condenada muchacha al sentirlo soltó una carcajada y ofreciéndome como ofrenda sus pechos, llevó uno de sus pezones a mi boca y riendo me pidió:
-¡Chúpalo!
Ni que decir tiene que abriendo los labios me apoderé de su rosada areola mientras su dueña gemía al notar esa húmeda caricia. La calentura de Celia la hizo incrementar el roce de su sexo contra mi pantalón al experimentar como mi lengua recorría sus senos. Sus gemidos  me dieron la confianza que necesitaba para forzar el contacto de su coño contra mi pene poniendo mis manos sobre su culo. La cría aulló como una loca al notar mis palmas presionando sus nalgas y moviendo sus caderas, buscó su placer con mayor énfasis.
Os juro que para entonces solo podía pensar en follármela pero temiendo romper el encanto y que Celia saliera huyendo de mi despacho como Cenicienta, tuve que conformarme con seguir mamando de sus pechos mientras ella se masturbaba usando mi verga como instrumento. El continuo roce de mis labios sobre sus pechos hizo que el sexo de esa jovencita se encharcara y su flujo rebasara la tela de su tanga mojando mi pantalón. Al notar la humedad que brotaba de su vulva y escuchar los berridos de placer con los que la cría amenizaba mi despacho,  supe que no tardaría en correrse. Lo que no me esperaba es que al llegar al orgasmo, Celia se levantara de mis rodillas y acomodándose la ropa, saliera de mi oficina.
«¡Menuda zorra!», maldije al comprobar que había desaparecido sin despedirse y dejándome con un enorme dolor de huevos e insatisfecho.
Seguía todavía torturándome cuando de pronto volvió a entrar y con una seguridad que no tenía nada que ver con su edad, me preguntó dónde vivía.  Abrumado por esa pregunta se la di y fue entonces cuando me soltó riendo:
-A las nueve estaré ahí para que me invites a cenar- tras lo cual se largó definitivamente…
Mi casa.
Como os podréis imaginar, me pasé el resto de la tarde pensando en ella y nada más terminar de dar mi última clase, salí corriendo a comprar algo de cena porque entre mis virtudes no está la de saber cocinar. Asumiendo que siendo tan joven no valoraría la comida gourmet, decidí ir a lo seguro y encargué en un restaurante cercano unas pizzas.
No viendo que llegara la hora, deambulé nervioso por mi casa y mientras la esperaba, en mi mente se acumulaban la imagen de sus pechos desnudos y el sabor de sus pezones. Afortunadamente, Celia fue puntual  y exactamente a la hora pactada, escuché que tocaba el timbre. Nervioso abrí la puerta y cuando lo hice, me quedé paralizado al verla vestida con un coqueto uniforme de colegiala.
-Buenas noches. señor profesor. Necesito unas clases particulares, ¿puedo pasar?
Sonreí al comprender a qué quería jugar y dejándola entrar, le pregunté qué necesitaba que le explicase. Celia puso cara de rubia tonta y mientras se quitaba el jersey azul que llevaba puesto, me contestó:
-No entiendo porque mi cuerpo se altera cuando usted me mira.
Tras lo cual, me preguntó dónde la iba a dar clase.  Dudé en ese instante entre mi dormitorio o el salón y no queriendo ser demasiado descarado para que ella no supiera lo ansioso que estaba de disfrutar de su cuerpo, señalando a este último, dije:
-Todo recto.
Cumpliendo mi orden, Celia se encaminó hacia el salón. Al seguirla por el pasillo, me maravilló observar la exquisita forma de sus nalgas.
«Son perfectas», pensé ya excitado al comprobar que con esa minifalda y con esos tacones, sus piernas se veían aún mas impresionantes que en bikini.
Una vez allí, Celia se sentó en el sofá y separando sus rodillas, me preguntó:
-Profesor, ¿es normal lo que siento aquí abajo al sentirme observada por un maduro?
Dotando a mi voz de un tono exigente, respondí sin dejar de mirar entre sus piernas al descubrir que llevaba unas anticuadas bragas de perlé:
-¿Cualquier maduro o solo yo?
Bajando su mirada,  aprovechó a desabrocharse un par de botones de su camisa antes de contestar:
-No lo sé porque solo usted es tan cerdo de mirarme así.
Reconozco que me impactó una respuesta tan directa y asumiendo que debía interpretar mi papel de estricto profesor, le dije:
-Señorita, cuide su lenguaje o tendré que darle un escarmiento.
Mi amenaza la afectó y con un extraño brillo en sus ojos, se disculpó diciendo:
-Lo siento pero es que cuando usted me acaricia con la mirada siento que mis pezones se ponen duros como escarpias- y terminándose de abrir la blusa blanca de su disfraz de colegiala, me mostró uno de sus pechos diciendo:-¡Fíjese cómo me los pone!
Me quedé perplejo al comprobar que no mentía y que tenía sus areolas erectas. Conociendo que era un juego lento el que quería interpretar, acercando  mi cara a sus tetas, respondí:
-No sé, no sé. No los veo suficientemente  duros- y con la típica voz de maestro, sugerí: Quizás si se los pellizca, podamos conseguir la dureza necesaria para proseguir con este experimento.
Azuzada por mis piropos, llevó sus manos a sus pechos y acariciándolos primero un poco, cogiendo entre sus yemas los rosados pezones que decoraban cada uno de sus pechos, lo pellizcó mientras su garganta emitía un gemido de placer.
-Sigue, todavía pueden endurecerse más-  comenté profesionalmente, sabiendo que debajo de mi bragueta mi miembro también se había visto afectado.
La cría siguió torturando sus areolas con mayor intensidad mientras se mordía los labios para no gritar. Entretanto había acercado una silla a sofá para no perderme nada de su extraño striptease. Mi cercanía aceleró su calentura y con lujuria en sus ojos, preguntó a la vez que se terminaba de despojar de su camisa:
-Profesor, ¿está seguro que mis tetitas son normales?
Y poniéndolos a escasos centímetros de mi boca, se quedó quieta esperando mi respuesta. Asumiendo que era una insinuación, cogí uno de sus pechos y sacando la lengua recorrí la aureola como si estuviera probando un manjar mientras su dueña suspiraba llena de deseo.
-Esta tetita está sana, veamos si la otra también- comenté mientras repetía la operación con el otro pecho.
 Como era una carrera por etapas, estuve mamando unos segundos tras lo cual, mi criada volvió a dejarme solo.
Celia gimió como  en celo al sentir mis dientes mordisqueando su pezón y sentándose sobre mis rodillas como esa mañana, me informó tácitamente que estaba dispuesta a seguir pero que debía ser yo quien diera el siguiente paso. Asumiendo mi papel llevé mis manos hasta su trasero y tras acariciarle las nalgas, comenté:
-Señorita, tengo que revisar el resto de su cuerpo para certificar cuál es su problema.
La cría no pudo reprimir una alarido al notar que mis dedos recorrían sin disimulo la raja de su culo. La sorpresa de sentir que las caricias de esa noche incluían esa parte de su cuerpo, la dejó paralizada. Reconozco que fui un cabrón porque valiéndome de su inexperiencia, metí una de mis yemas en su entrada trasera.  
-¿Qué hace?- indignada protestó.
Como no había intentado separarse de mí, seguí acariciando los bordes de su esfínter mientras contestaba:
-Comprobar si su problema es anal- y con una sonrisa en mis labios, proseguí diciendo: -Enséñeme su coño.
Al escuchar mi orden, se despojó de sus bragas y quizás producto de la vergüenza que sentía, cerró los ojos mientras con sus dedos separaba los labios de su sexo para mostrármelo sin que nada obstaculizara mi visión.
-Parece tenerlo sano pero para estar seguro tendré que probarlo. Señorita, túmbese sobre la mesa.
La alegría con la que se tomó mi sugerencia fue tal que no  me quedó duda que le comiera el coño era una de sus fantasías. Gimiendo descaradamente, Celia separó sus rodillas y llevando una mano a su entrepierna, se empezó a masturbar mientras me decía:
-Es todo suyo.
Mi valoración preliminar consistió en llevar mi mano a su sexo y con dos dedos empezar a acariciarla. Durante dos minutos recorrí su vulva hasta que con el sudor cayendo por sus pechos y con el coño encharcado, mi supuesto objeto de estudio se quejó preguntando cuando iba a comprobar si todo era normal entre sus piernas.
Deseando complacerla, acomedé la silla frente a la mesa donde tenía aposentado su trasero y obligándola a que separara sus rodillas, tanteé con mi lengua cerca de su sexo. Celia suspiró ya descompuesta y dio un respingo al sentir que me iba acercando a su meta.  Agachándome entre sus muslos, acerqué mi boca a su sexo y sacando la lengua, fui recogiendo los bordes de su vulva sin hablar. Mi sensual examen se prolongó durante unos segundos mientras la cría se estremecía al sentir mi cálido aliento tan cerca de su coño. Incrementando su deseo, acaricié sus nalgas mientras le preguntaba qué era lo que estaba sintiendo.
-¡Me arde todo!- exclamó al experimentar por primera vez la humeda caricia de mi lengua sobre su vulva y separando aún más sus rodillas, facilitó mi incursión.
Para entonces era yo quien necesitaba probar el dulce sabor que se escondía a escasos centímetros de mi cara y separando los pegajosos pliegues de su sexo, descubrí que su clítoris estaba totalmente hinchado.  Sin pérdida de tiempo, lamí con decisión su botón y al oír los gemidos de placer que emitía la muchacha, resolví mordisquearlo.
Celia, al sentir la presión  de mis dientes sobre su erecto botón, se retorció sobre la mesa y pegando un alarido se corrió sonoramente. Aprovechando su entrega y sin permitir ningún tipo de descanso, le metí un par de dedos en el interior de su vulva y  con un lento mete-saca, conseguí prolongar su orgasmo.
Para entonces, la alumna estaba desbordada por el cúmulo de sensaciones que se amontonaban en sus neuronas y aullando como una loca, me preguntó si el problema no necesitaba una inyección. Al comprender que me estaba pidiendo que la tomara, me bajé los pantalones y cogiendo mi pene entre mis manos acerqué mi glande a su vulva.
-¡Mi coñito necesita su medicina!- Chilló al tiempo que llevando sus manos hasta sus pechos se pellizcaba los pezones.
Deseando que esa criatura ardiera, incrementé su calentura jugueteando con su sexo durante unos segundos antes de meter parcialmente mi glande dentro de ella. Tanto sus ojos como sus gritos me pedían que la hiciera mujer pero haciendo oídos sordos a sus ruegos, permanecí sin profundizar en mi penetración. El morbo de sentirse a punto de ser follada, hizo que se corriera. Momento que aproveché para de una sólo empujón, introducir mi miembro al completo en su interior.
Acto seguido y sin esperar a que se acostumbrara a tenerlo dentro, comencé un lento galope. Metiendo y sacando mi pene de su cueva, la usé como montura. Para entonces esa mujercita estaba totalmente dominada por la lujuria y clavando sus uñas en mi espalda, me rogó que acelerara. Pero obviando sus deseos, seguí penetrándola al mismo ritmo.
-¿No crees que ya es suficiente medicina?- Pregunté siguiendo su juego.
-No- gimió desesperada al creer que iba a sacársela y abrazándome con sus piernas, buscó no perder el contacto mientras se retorcía llorando de placer.
Para entonces todo mi ser anhelaba dejarme llevar y colocando sus piernas sobre mis hombros, forcé su entrada con mi pene. La nueva posición hizo que mi glande chocara con dureza contra la pared de su vagina, Celia, al sentir mis huevos rebotando contra su diminuto cuerpo, se puso a gritar como si la estuviese matando. Olvidando que estaba actuando como una inocente colegiala, permitió que su pasión se desbordara y a voz en grito, me rogó que siguiera follándomela diciendo:
-Dame duro, cabrón.
Su insulto despertó la bestia que siempre había permanecido dormida en mi interior y bajándola de la mesa, giré su cuerpo para poder hacer uso de ella de un modo más brutal. Sin pedirle permiso, separé sus nalgas con mis manos para tantear con una de mis yemas su ojete. La resistencia de su ano me confirmo que se había usado poco y eso hizo que le incrustara un segundo dedo. El aullido de placer con el que esa cría contestó a mi maniobra, me dejó claro que no se iba a quejar en demasía y olvidando toda precaución, cogí mi pene en la mano y tras unos segundos, forcé ese estrecho agujero con mi miembro.
Celia, con lágrimas en los ojos, absorbió centímetro a centímetro mi verga y solo cuando sintió que se la había clavado por completo, se quejó diciendo.
-¡Me duele!
Intentando no incrementar su castigo, empecé a que se acostumbrara mientras me aferraba a sus pechos. Con ella más tranquila, empecé a deslizar mi verga dentro y fuera de su ano hasta que la presión que sentía en su esfínter se fue diluyendo.  Al asumir que el dolor iba a desaparecer poco a poco y que sería sustituido por  placer, aceleré mis penetraciones.
La cría se quejó nuevamente pero esta vez, sin compadecerme de ella, le solté:
-¡Cállate y disfruta!
Que no le obedeciera, le cabreó y tratando de zafarse de mi ataque, intentó sacársela mientras me exigía que parara. Por segunda vez obvié sus deseos, dando inicio a un loco cabalgar sobre su culo.
-¡Me haces daño!- Gritó al notar que le estaba rompiendo el culo.
-¡Te jodes! ¡Puta! –grité soltando a la vez un duro azote en una de sus nalgas.
El insulto produjo un efecto no  previsto y sin llegar a comprenderlo en su plenitud, Celia comenzó a gozar entre gemidos. Cuanto más castigaba su trasero, esa cría se mostraba más excitada. Asumiendo que le gustaba la rudeza, descargué una serie de mandobles sobre sus nalgas. Al sentirlos, esa chavala me imploró que la siguiera empalando y sin esperar mi respuesta llevó  su mano a su clítoris y se empezó a masturbar a la par que me informaba que se corría. Cuando escuché que chillando me rogaba que descargara mi simiente en el interior de su culo, no aguanté más y afianzándome con las manos en sus pechos, dejé que mi pene explotara en sus intestinos.
Agotado, me dejé caer sobre el sofá dejando a la muchacha despatarrada sobre la mesa.  No llevaba ni un minuto sentado, cuando oí que se levantaba y sentándose a mi lado, me miró con una sonrisa mientras me decía:
-Ahora comprendo porque me excitabas. ¡Eres un maldito pervertido!- Y sin darme tiempo a reaccionar, se agachó entre mis piernas intentando reanimar  mi maltrecho pene. Al comprobar que poco a poco recuperaba su erección, levantando su mirada, me soltó: -Por cierto, le he dicho a mis padres que dormiré con unas amigas y que no me esperen hasta el lunes.
Solté una carcajada al comprender que, siendo viernes, esa zorrita había asumido que se podía quedar en mi casa todo el fin de semana. 

 

 
 
Para comentarios, también tenéis mi email:
golfoenmadrid@hotmail.es
 
 Si quieres ver un reportaje fotográfico más amplio sobre la modelo que inspira este relato búscalo en mi otro Blog:     http://fotosgolfas.blogspot.com.es/

 

 

¡SEGURO QUE TE GUSTARÁ!
 

Relato erótico: «La cazadora II) (POR XELLA)

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Se despertó despejada y descansada, salió de la cama de un salto y se situó frente al espejo. No se cansaba de observar su nuevo cuerpo.   

 

Sin títuloSe sentía viva, mejor de lo que había estado nunca. El recuerdo de sus últimos meses como Diego Lozano era ya un espejismo. También se sentía sexy. Mientras más observaba su cuerpo, más le gustaba.   

 

Fue al armario y comenzó a rebuscar entre la ropa. A diferencia del día anterior, en el que pensaba que nunca se pondría ciertas cosas de las que allí había, comenzó a rebuscar con entusiasmo entre las prendas. Se sentía bien consigo misma, estaba perdiendo las pocas reticencias que tenía a ser una mujer, no sabia si por el hecho de haber despertado sus poderes, de que la almohada le había sentado bien o por qué, pero el hecho es que se quería sentir guapa también.   

 

Comenzó a dejar un montón de modelitos sobre la cama y cuando estuvo satisfecha empezó a probarselos.   

 

Primero se puso un conjunto de braguita y sujetador azul con encaje negro y quedó muy satisfecha de la imagen que le devolvía el espejo. Siguió probando varios conjuntos de lencería. Como hombre le volvían loco y como mujer, además, le producía una sensación de satisfacción que le quedara tan bien. Se decidió por un tanguita negro con lacitos rojos y un sujetador a juego que levantaba y colocaba sus pechos. Acompañó el conjunto con unos pantaloncitos vaqueros y un top que mostraba su escote.   

 

Intentó hacerse una coleta pues no estaba muy acostumbrada al pelo largo pero, al no conseguirlo, lo dejó suelto y se dirigió a ver a su pequeña amiga…   

 

– ¡Buenos días! ¿Qué tal has dormido?   

 

Missy la miró y Diana pudo notar todo el odio que la profesaba.   

 

– Oh, vamos… ¿Estás enfadada conmigo? Si yo no te he hecho nada… todavía.   

 

Cogió una silla y la colocó frente a su presa. La miró fijamente a los ojos.   

 

– Vaya… Esos hombres fueron muy duros contigo, ¿Verdad? – Preguntó, escudriñando los recuerdos de los últimos meses. – No te preocupes pequeña. Conmigo lo vas a pasar muchísimo mejor.   

 

Intentó primeramente hacer desaparecer el sentimiento de odio hacia ella, pero se dió cuenta de que era más difícil que hacer que se callara.   

 

Para callarla, solo tuvo que despertar sentimientos que ya existían dentro de Missy, pues en el fondo era consciente de que no le servía de nada gritar y resistirse. Pero para eliminar el odio no tenía nada en lo que basarse, no sentía ni una pizca de aprecio por ella…   

 

Después de intentarlo casi una hora, desistió y se fue a desayunar. Un café la despejaría. Empezó a darle vueltas al asunto… ¿Cómo podría crear un pensamiento que no existía? No tenía ni idea… Es más, no tenía muy claro como hacia para modificar su mente… Parecía algo innato en ella. De repente se le ocurrió una idea. No sabia crear un pensamiento nuevo, pero a lo mejor podía redirigir sensaciones existentes.   

 

Se colocó de nuevo ante Missy y rebusca en sus sensaciones recientes. Pudo ver como cuando aquellos hombres la violaban, aunque no quisiera, alcanzaba cierto grado de excitacion, incluso alguna vez llegó a correrse.   

 

Aisló esa sensación y comenzó a potenciarla, asociandola a su presencia. Poco a poco, pudo ver como la mente de la ex-detective cambiaba en su percepción hacia ella, haciendo nacer los sentimientos que estaba buscando y ayudandola a enterrar el odio que sentía.   

 

Tardó la mañana y la tarde enteras, pero consiguió que Missy la apreciara realmente. Había eliminado todo pensamiento de huir o rebelarse de su cabeza y asociado una sensación de bienestar y placer al complacerla. Estaba creando una bonita mascota.   

 

Se había dado cuenta durante el proceso, que la mejor manera de modificar la mente de la chica era «plantando la semilla» del pensamiento que quería obtener y, poco a poco, hacer que la propia víctima lo desarrollase.   

 

Se sentía cansada pero satisfecha. Había avanzado mucho durante ese día y estaba empezando a comprender y dominar sus poderes, aunque todavía no era consciente del alcance que tenían estos. 

 

Se fué a la cama y Missy, complaciente, se durmió acurrucada a los pies de la cama. Diana estaba sorprendida, según había observado en la mente de Missy, los hombres que la tenían secuestrada habían estado obligándola a comportarse como una mascota y ella no lo soportaba… pero ahora… lo hacía con gusto, Diana veía en su mente que estaba satisfecha con su actitud. Había conseguido en un día lo que tres violentos hombres no habían logrado en meses. Sólo de pensar lo que haría con las dos zorras que le habían destrozado la vida… 

 

Se durmió entre esos pensamientos, con una sonrisa perversa en la boca. 

 

Al despertar, notó como Missy se desperezaba. Cuando la vió allí, desnuda e indefensa, se le ocurrió que sería lo próximo que haría. 

 

– ¡Missy! – La llamó.  

 

La perrita la miró expectante. Diana podía ver en sus ojos el deseo de acatar cualquier orden suya. Apartó las sábanas y separó las piernas, mostrándola el camino a la vez que bombardeaba su mente con las imagenes de lesbianismo que había vivido en su cautiverio. Notaba como el coño de Missy se humedecía mientras se lanzaba solícita a la entrepierna de su dueña. 

 

Diana estaba muy excitada, si con una masturbación acabó en una cadena de orgasmos mayor de la que había vivido jamás como hombre, ¿Qué pasaría con el sexo oral? Pronto lo descubriría, puesto que la ex-detective estaba apartando su tanga con cuidado. 

 

Notó el aliento de la chica cuando se acercó a su sexo, el ligero roce de sus labios con los pelitos que tenía (Su cuerpo estaba perfectamente depilado, salvo por una pequeña tirita de pelo en el coño) la hizo estremecer y, cuando su perra dió el primer lametón, soltó un sonoro gemido. 

 

Eso animó a Missy, que vió que a su dueña le gustaba como lo estaba haciendo, y se lanzó a lamer con fruicción el coño de Diana. Su lengua lo recorría de arriba a abajo, introduciendose en sus pliegues, deteniéndose en su clitoris, llevando al éxtasis a su pareja. 

 

Introdujo dos dedos de golpe para masturbarla y comenzó a follarla con ellos, acompasando sus movimientos a los de Diana que había comenzado a mover sus caderas, intentando acelerar el ritmo. 

 

Cuando estaba cercana al orgasmo, agarró a Missy de la cabeza y la enterró en su coño. La chica, casi sin poder respirar, comenzó a lamer aquél manjar hasta que llevó a su dueña al orgasmo. La cara se llenó de sus flujos pero no se detuvo, siguió lamiendo aquél húmedo coño para llevar a Diana a un orgasmo tras otro, hasta que la mujer quedó exhausta. 

 

No tuvo que decirle nada, Missy paró de lamer en cuanto Diana quiso que parase. 

 

– Veo que esto se te dá bastante bien. – Dijo la voz de Tamiko desde la puerta. 

 

Missy se sobresaltó y se echó a un lado, pero Diana no se molestó ni en taparse. 

 

– ¿Cuanto tiempo llevas ahí? 

 

– El suficiente. 

 

Diana se dejó caer en la cama y suspiró. 

 

– Esto… Esto es más de lo que me podría haber imaginado nunca… – Confesó. 

 

– ¿Ves por qué no te quise decir en qué consistía? Me habrías tildado de loca. 

 

– ¿Qué más da? Habrías podido obligarme a hacer lo que quisieras, ¿No es verdad? 

 

– Tecnicamente si, pero preferí hacerlo así. 

 

– Entonces… No… ¿No tocaste nada de nada? 

 

– Bueno, tuve que eliminar ciertas… barreras. 

 

– ¿Barreras? 

 

– Si, una pequeña ayuda para evitar que el cambio fuese traumático. Simplemente te predispuse para que aceptaras tu nuevo cuerpo y tu nueva vida. No es fácil que un hombre se acostumbre de un día para otro a ser una mujer, son demasiados cambios. ¿Te arrepientes de algo? 

 

– … No. 

 

– Pues no hay mas que hablar. 

 

Tamiko se acercó a la cama y observó a Missy, acurrucada en un lado de la cama. 

 

– Has progresado muy rápido, no pensaba que hubieses sometido a esta mujer tan rápido… ¿Te ha resultado difícil? 

 

– Realmente no… la primera tarde no conseguí nada, sólo dolores de cabeza, pero en momento en el que… desperté, todo fué rodado. Realmente no se cómo lo hago… 

 

– Es natural, es algo innato en tí ahora. Es como respirar, sabes que puedes hacerlo, pero no eres realmente consciente de mover los pulmones para ellos. 

 

– Entonces… ¿Estoy preparada? ¿Cuando comenzaré a cazar? 

 

– No tan rápido. Has aprendido a usar tus poderes, pero todavía falta algo por hacer. 

 

– ¿El qué? 

 

– Todavía no eres una contigo misma. Hay algo que te falta hacer. 

 

Diana miró a Tamiko a los ojos y, aunque no era capaz de leer su mente, supo perfectamente a que se refería. 

 

– Pero… No se si podré. 

 

– Claro que podrás. Tu determinación es enorme y no debes poner ningún prejuicio en el camino. Ahora eres una mujer 100%, no debe darte reparo. Debes aprender a usar todas tus armas en tu favor. 

 

Diana comprendió a qué se había referido Tamiko al decir que había tenido que eliminar ciertas barreras… 

 

– Me alegra ver todo lo que has avanzado. – Concluyó la asiática. – Te vuelvo a dejar a tu aire. Volveré de nuevo pasado mañana y veremos los progresos que has hecho. 

 

– De acuerdo. – Contestó Diana, decidida a hacer lo que tuviera que hacer. – No te decepcionaré. 

 

——— 

 

Diana estaba preparada, llevaba toda la mañana concienciandose, pensando en los pros y los contras de lo que iba a hacer.  

 

Por un lado, sentía que debía tener alguna reticencia, pues hasta hace poco había sido un hombre, pero realmente no sentía ningún tipo de rechazo por esa razón… Supuso que sería cosa de Tamiko…  

 

Por otro lado, ahora era una mujer y seguiría siéndolo por el resto de su vida. No le atraían especialmente los hombres, pero no le desagradaban tampoco. Había disfrutado tanto de la masturbacion como de la experiencia que había tenido con Missy y, el pensar si estar con un hombre seria mejor o peor le incitaba curiosidad.  

 

Pero el hecho que decantaba la balanza era el de convertirse en cazadora. Si no hacia esto no conseguiría su venganza, así que el resto de valoraciones era innecesario. Teniendo eso en cuenta, se preparó a conciencia.  

 

Iba a salir de casa por primera vez desde el cambio y quería estar espectacular pues, aun sabiendo que con sus poderes podía lograr su cometido, interiormente, el hecho de seducir y sentirse deseada le daba bastante morbo, así que sacó del armario un vestido gris, ajustado y con la espalda al aire. La falda le llegaba a medio muslo. Se puso un diminuto tanga y un sujetador de encaje, unas medias que acababan justo por encima de la falda y se dispuso a maquillarse… Y ahí vió el fallo que tenía su plan…  

 

¡No tenía ni idea! No se había maquillado nunca ni sabia nada sobre el tema… Entonces se le ocurrió una idea.  

 

– ¡Missy! – Llamó. – ¿Tu sabrías maquillarme?  

 

Pudo ver en su mente como la sola idea de ayudarla hizo feliz a la mujer que, asintiendo con la cabeza sonrió ampliamente. Comenzó a ponerle potingues en la cara y, mientras acababa, Diana pensó que tendría que aprender a hacer muchas cosas para adaptarse a su nuevo cuerpo…  

 

El siguiente problema vino con los tacones… Se había imaginado el atuendo con unos tacones altísimos que realzasen su trasero, pero evidentemente no sabia andar con ellos. Solucionó la papeleta cambiándose el vestido por uno rojo, con la falda algo más larga pero con una raja lateral casi hasta la cadera, y poniéndose unas botas altas con un pequeño tacón. Esa altura si era capaz de manejarla.  

 

Y allí se encontraba, bajando en el ascensor al garaje a buscar el coche que le había facilitado la corporación. Y cuando lo vio se quedó muda. Un precioso Audi R8 estaba aparcado en su plaza. ¿Cómo era posible? O la corporación era muy poderosa, o tenían las expectativas muy altas con respecto a ella… o las dos cosas…  

 

Cogió el coche y se dirigió al centro de la ciudad. Dejó el coche aparcado y se camino hacia una discoteca que conocía. Era bastante exclusiva, pero no creía tener problemas con eso. Mientras andaba, se cruzó con un grupo de chicos haciendo botellón que se quedaron mirándola y, entonces, sufrió un fuerte mareo que la hizo caer al suelo.  

 

Todo se había vuelto confuso. ¿Qué estaba pasando? Un montón de imágenes daban vueltas en su cabeza, escuchaba voces y sentimientos confusos. Podía ver como los chicos se habían acercado a ayudarla, pero mientras más venían peor se encontraba.  

 

«No puedo» Pensó. «Son demasiadas mentes»  

 

– D-Dejadme… – Susurró. – Por favor, dejadme sola.  

 

Los chicos debían pensar que estaba borracha o drogada o algo.  

 

– Yo no quiero líos. – Escucho decir a uno.  

 

– ¿Y la vamos a dejar aquí? – Dijo otro.  

 

– Yo me largo.  

 

El miedo a que viniese la policía y les pillara haciendo botellón fue más fuerte que el deseo de ayudar, así que se fueron de allí. Todos menos uno.  

 

– ¿S-Se encuentra bien?  

 

Diana le miró. Mientras los demás se alejaban, ella fue notándose más despejada. Comenzaba a separar la mente del chico del resto, que cada vez notaba de forma más débil.  

 

– Sí… Gracias…  

 

La mujer notaba el deseo que producía en el hombre y como, desde esa posición, miraba disimuladamente el nacimiento de sus pechos.  

 

Diana sonrió. Había encontrado a su presa…  

 

Le miro y vió que era bastante atractivo. Moreno, pelo corto, estaba bastante fuerte. Comenzó a sentir un comezón en la entrepierna.  

 

«¿Será posible que me este calentando con un hombre?» Pensó.  

 

El tacto de sus manos, notar sus fuertes brazos levantandola. Se dió cuenta de la fragilidad de su cuerpo femenino, ahora no tenía la musculatura de antaño.  

 

Cuando la levantó, quedó frente a él,  era más alto que ella. Diana podía ver el deseo en sus ojos.  

 

– Aaauh. – Exclamó la mujer, agarrándose el tobillo.  

 

– ¿Se ha hecho daño? – Preguntó solicito el chico.  

 

– Un poco. – Mintió Diana. – Pero creo que podré andar.  

 

Hizo el amago de dar un paso y se dejó caer sobre el cuerpo de su víctima.  

 

– Creo que no podrá caminar con ese pie.  

 

– Oh…  

 

– ¿Quiere que la acompañe a algún lado?  

 

– Tengo el coche un poco más allá… Y por favor, tuteame. – Al decir eso miro a los ojos del chico, sintiendo la vergüenza y la calentura que le producía la situación.  

 

– P-Por supuesto… Eh…  

 

– Diana.  

 

– Por supuesto Diana. Yo soy Héctor.  

 

– Encantada Héctor. Y… Muchas gracias. – Diana acompañó la frase con una sutil caricia en el brazo del hombre.  

 

Podía notar en él las sensaciones que antes le eran habituales, veía como la deseaba, la desnudaba con la mirada y no era para menos con el cuerpazo que tenía. Comenzó a acrecentar en él esos pensamientos y notaba como el bulto de su entrepierna crecía.  

 

Comenzaron a andar y ella se apoyaba sobre el cuerpo del chico, haciéndose la desvalida. Estaba descubriendo lo que en su otra vida había vivido muchas veces, que una chica con un cuerpo bonito puede conseguir muchas cosas solo con proponerselo.  

 

– Aquí es. – Dijo cuando llegaron al coche.  

 

Pudo notar perfectamente el asombro de Héctor cuando vió el cochazo que tenía. «Además de estar buenísima, rica» Pensaba.  

 

– Muchas gracias. – Continuó Diana. – No se como agradecertelo…  

 

Era divertidisimo ver como por la cabeza de chico se pasaban decenas de formas con las que podría agradecérselo, y en casi todas ellas Diana acababa de rodillas ante él.  

 

– ¿Quieres que te acerque a algún lado? – Preguntó la mujer, sabiendo perfectamente la respuesta de Héctor.  

 

– ¿Eh? S-Sí… Mis amigos están…  

 

– Móntate. – Le cortó. El chico se montó en el coche casi sin pensarlo.  

 

Diana arrancó el coche y se puso en camino.  

 

– P-Por ahí no es… – Dijo Héctor.  

 

La mujer veía como múltiples ideas pasaban por la mente del chico. Unas buenas, otras no tanto. Notaba como le intimidaba en cierta medida. Estaba muy buena y encima tenía dinero, lo que hacía pensar a Héctor que estaba fuera de su nivel. No tuvo más que reforzar esos pensamientos para conseguir lo que quería. Bombardeó su cerebro con imágenes de dominación femenina y resaltó su superioridad ante la de él. Poco a poco veía como sus pensamientos se amoldaban a su gusto.  

 

– ¿Estás nervioso? – Le preguntó.  

 

– U-Un poco…  

 

– No te preocupes. – Le calmó. – No voy a hacerte nada malo.  

 

Sin saber por qué, esas palabras eliminaron de la mente de Héctor todas sus preocupaciones y el chico se relajó. Observaba de reojo el cuerpo de Diana, sus muslos habían quedado al aire al sentarse, dejando a la vista el inicio de las medias.  

 

– ¿Te gusta lo que ves? – Preguntó la mujer.  

 

Héctor inmediatamente bajo la mirada. 

 

– No te cortes… Es bueno que te guste… ¿Por qué no me demuestras cuanto te gusta?  

 

Sin saber por qué razón, como un autómata, el chico se desabrochó la bragueta y se sacó la polla, que quedó apuntando al techo del coche mostrando la excitacion de Héctor. «¿Qué cojones estoy haciendo?» Se preguntaba el chico. «¡Guárdate la polla! ¡No la cagues!» Se decía, pero su cuerpo no obedecía.  

 

– Vaya… Que descarado… – Comentó Diana, avergonzando al chico. Los colores subían a sus mejillas. – ¿Qué pretendes hacer con eso?  

 

– Y-Yo… – Intentó excusarse. Pero, mientras hablaba, su mano se dirigió a su miembro y comenzó a masturbarse. ¿Por qué no podía parar? ¿Se estaba volviendo loco?  

 

Diana miraba con atención la polla de Héctor, era bastante grande, más que la suya cuando era Diego. La situación era excitante, nunca había pensado que llegaría a desear lo que estaba a punto de pasar, pero después de todos los cambios que habían ocurrido, tampoco le sorprendía.  

 

– L-Lo siento… – Balbuceaba el chico. – N-No se que me pasa…  

 

– ¿No lo sabes? ¿Nunca te has tocado la colita o que? – Héctor bajó la mirada. – Te estás haciendo una paja delante de una desconocida… ¿Tan cachondo te pongo?  

 

– Sí… – Contestó Héctor, que no podía evitar decir la verdad. ¿Qué le estaba pasando?  

 

Diana llegó a un descampado y aparcó. Su acompañante seguía meneandosela, con la cabeza gacha por la vergüenza. Nunca había estado en una situación así, aquella mujer le excitaba tanto como le turbaba. Notaba como si le atravesase con la mirada, como si cada rincón de su mente estuviese abierto a ella. Estaba cerca de llegar al orgasmo, no podía parar y aunque pudiese, ¿Quería?  

 

Estaba deseando tener sexo con aquella diosa, pero se sentía tan inferior a ella que pensaba que la única opción que tenía era hacerse una paja. Entonces notó como ella se inclinaba sobre él y, con un ligero roce, acariciaba sus pelotas con dos dedos. Estaba a punto de correrse cuando ella se acercó a su oído.  

 

– No puedes correrte. – Susurró.  

 

Era imposible, estaba a punto de reventar, las caricias de la mujer eran tremendamente excitante pero, por extraño que pareciese, no acababa. Habría jurado que no podía aguantar más, pero…  

 

– Sal del coche. – Ordenó Diana.  

 

Obedeció inmediatamente. Se sentía como un niño pequeño que no podía desobedecer a un adulto.  

 

La mujer le llevó a la parte delantera del coche.  

 

– Desnúdate.  

 

El tono sosegado y seductor con el que hablaba era imposible de eludir por Héctor, y sus ojos… aquellos ojos eran irresistibles… En unos segundos la ropa del chico estaba tirada en el suelo y su mano volvía a agarrar su miembro. ¿Cómo no se había corrido ya? Estaba a punto de explotar…  

 

Diana miraba con deseo la polla de aquél joven… La verdad es que le sorprendía su falta de recelo… Pero antes de nada, quería jugar algo más con él.  

 

– ¿Tienes novia? – Preguntó, aun sabiendo perfectamente la respuesta.  

 

– No.  

 

– ¿Por qué? Un chico apuesto como tú lo hará con facilidad…  

 

El chico se sonrojo ante el halago.  

 

– Por que…  

 

– Vamos, no tengas miedo de hablar conmigo.  

 

Héctor notaba que era inútil mentir, que de alguna manera no podía ocultarle nada a aquella mujer.  

 

– Por que sois todas unas zorras… – Sentenció. – Me hicieron suficiente daño como para atarme a una mujer…  

 

– Así que es eso… ¿Te parezco una zorra, Héctor?  

 

– N-No… – No estaba mintiendo.  

 

– Entonces… ¿Qué te parezco?  

 

– Una… Una diosa.  

 

El chico seguía masturbandose frenéticamente, son poder correrse. Diana sonreía satisfecha.  

 

– Una diosa, ¿Eh? ¿Te parece que tengo un cuerpo de diosa?  

 

Comenzó a quitarse el vestido mientras hablaba, mostrando la preciosa y diminuta lencería que llevaba. Héctor observaba boquiabierto el espectáculo que estaba presenciando, aquella espectacular mujer se estaba desnudado delante suyo, ¡Y no podía dejar de masturbarse!  

 

Diana se acercó a Héctor y comenzó a acariciarle el pecho, descendiendo hasta agarrar su rabo, sustituyendo a su mano. Se agachó ante la polla del chico y comenzó a masturbarle.  

 

Podía sentir como tenia la polla durisima, a punto de reventar,  notaba en su mano las venas hinchadas, la sentía palpitar. Había bloqueado en la mente de Héctor la posibilidad de correrse, al menos hasta haber quedado plenamente satisfecha, no quería que el juego se acabase antes de tiempo.  

 

Acercó sus labios al glande del chico. Notaba el olor característico de la polla y eso la excitaba. Cuando lo rozó con su lengua, Héctor dejó escapar un gemido de placer. Eso calentó todavía más a Diana que, a parte de su calentura, podía sentir en su cuerpo todas las sensaciones del chico, así que sin pensárselo dos veces se introdujo aquella tremenda verla en la boca.  

 

«No es nada desagradable» Pensó Diana. «Es incluso excitante» 

 

El vaivén de su cabeza cada vez era más profundo, a medida que se iba acostumbrando al tamaño del aparato. Un par de veces intentó introducirselo entero, pero de momento era demasiado para ella…  

 

Con una mano acariciaba los huevos del chico, notando lo hinchados que estaban.  

 

– ¿Quieres correrte? – Preguntó, sacándose la polla de la boca.  

 

– ¡S-Sí!  

 

– Esta bien… Pero antes tienes que hacer que me corra yo… Arrodillate. – Ordenó.  

 

Héctor se dejó caer y Diana se levantó y, poniéndose de espaldas al chico, comenzó a quitarse el tanga que llevaba sin doblar las piernas, dejandole una preciosa vista de su culo y su coño. Se separó las nalgas con las manos, dejando su rajita abierta y expuesta ante la cara de su presa. Podía notar el fuerte y erotico aroma de su sexo a través de la mente de Héctor.  

 

Suspiró cuando notó el roce de la lengua recorriendo su sexo.  La técnica difería bastante de la de Missy que era más delicada,  más suave. El chico era algo más rudo, más basto, pero aún así, la estaba volviendo loca. 

 

Se corrió en su boca entre sonoros gemidos y se apartó de él, ordenandole que se tumbara en el suelo. Se despojó del sujetador y, colocándose a horcajadas, fue introduciéndose lentamente aquella barra de carne en su coño. 

 

La sensación era indescriptible. Se sentía llena por dentro, abierta en dos por esa polla que avanzaba inexorable a su interior, pero a la vez, era consciente de todas las sensaciones de Héctor. Notaba como su rabo se deslizaba dentro de su húmedo coño hasta que se lo introdujo completamente. 

 

Se quedó inmóvil unos segundos, asimilando la marea de sensaciones que estaba viviendo y, poco a poco comenzó a realizar un ligero movimiento de vaivén. 

 

La polla entraba y salia de su sexo mientras aumentaba el ritmo. Apoyó sus manos en el pecho del chico, dándole una perfecta visión de sus tetas botando ante él. En unos minutos, estaba botando como una loca sobre la polla que la penetraba. En el descampado solo se oían los gemidos de la pareja y el ruido que producían los dos cuerpos al chocar. 

 

Héctor estaba gozando como nunca en su vida, ¡Era una auténtica diosa! Y aún así, seguía sin poder correrse… 

 

Diana tuvo varios orgasmos mientras cabalgata al muchacho y, a sabiendas de que no le había permitido correrse todavía, pensó que era el momento de darle su premio a aquel chico. 

 

¿Cómo lo haría? 

 

No sabia muy bien si podía quedarse embarazada, así que descarto el coño. El culo no tenía intención de estrenarlo todavía, así que eso le dejaba una opción. 

 

Hizo que el chico volviera a levantarse y, arrodillados ante él, volvió a meterse aquella tranca en la boca. Pudo notar el sabor de su sexo, pero no le desagradaba en absoluto. 

 

– ¡Correte! –  Le ordenó. Y en unos segundos una marea de semen llenó su boca y su garganta. 

 

Mientras eyaculaba, Diana vivió como si fuese él la intensidad de su orgasmo, haciendo que se corriera nuevamente. 

 

 

 

«Vivir el sexo por partida doble es maravilloso» Pensó, entre los estertores de su orgasmo. 

 

Se notaba que el chico había estado aguantando debido a la gran cantidad que eyaculó. Diana no fue capaz de mantenerlo todo en su boca escupiendo parte al suelo. Mientras se tragaba lo que había quedado en su boca, notó como si su cuerpo se inflamaba de vitalidad, se sentía mejor que nunca. De nuevo sintió su mente clara y despejada, como la había sentido en su primera masturbacion. 

 

Se apartó del chico y se incorporó. 

 

– Vamos, vístete. – Le dijo. 

 

Héctor, boquiabierto y extasiado todavía, acabó la orden, viendo como aquella mujer que parecía una diosa hacia lo propio. 

 

Se montaron en el coche y no cruzaron palabra. Diana le llevó a donde estaban sus amigos y, para despedirse, le enseñó el tanga que no se había puesto y se lo metió en uno de los bolsillos. 

 

– Para que te acuerdes de esta noche. – Dijo dándole un beso húmedo en la boca. 

 

– ¿N-Nos volveremos a ver? – Balbuceó Héctor. 

 

– Todo llegará… 

 

El chico salió del coche y al verle, sus amigos se acercaron para ver donde había estado. Diana se asustó, no quería volver a perder la cabeza como antes, con tanta mente revoloteando en su cabeza, pero esta vez fue distinto… Todo estaba claro, podía distinguir perfectamente una mente de otra, todos los sentimientos, todos los recuerdos eran completamente independientes unos de otros… Entonces comenzó a atar cabos sobre la naturaleza de sus poderes… 

 

Eliminó todo recuerdo de ella de la mente de los chicos, excepto de Héctor, aunque no le permitió hablar de ello, arrancó el coche y se dirigió a su apartamento, satisfecha de como se estaban desarrollando las cosas.

Relato erótico: «Bluetooth 2ª Parte» (POR ALEX BLAME)

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LA OBSESION 2BLUETOOTH

Sin título-Hola Jackie ¿Qué tal?

-Aquí esperando, aburrida. –dice ella con disgusto. -¿Cuándo piensas llegar?

-Me he levantado temprano y ya casi estoy en Savannah. Deliciosa ciudad, desde que vi “Medianoche en el jardín del bien y del mal” he querido visitarla. Ese ambiente tan tórrido y recargado seguro que las mujeres de allí son todo fuego.

-¡Ni se te ocurra! Tienes que estar aquí esta noche. –replica Jackie enfadada.

-Era broma mujer, ya sé que te mueres por verme, ¿Qué tal pasaste la noche? –le pregunto con malicia.

-No sé la de vueltas que di en la cama. Como vuelvas hacerme algo así te retiro la palabra.

-Americanos, siempre lo queréis todo aquí y ahora, no sabéis disfrutar de la espera…

-Sí seguro ayer esperaste mucho para follarte a la versión femenina de Wyatt Earp.

-Como aún me quedan quinientas millas te lo voy a contar. En el fondo la joven  estaba harta de ver a la misma gente día tras día,  así que después de que le pagué la multa se relajó y dejó que le invitara al café y a la tarta. Cuando entramos en la cafetería todo los parroquianos se giraron y empezaron a hacerle preguntas sobre mí como si yo no existiese.  Tras unos segundos en los que la agente Simpson les mandó a la mierda yo tomé la palabra y me presenté invitándoles a una ronda de café y un poco de tarta.

-Con mi dinero por supuesto.

-Vamos no te quejes tanto, total solo eran siete personas las que estaban allí a esas horas y así se pusieron a comer y dejaron de curiosear. La agente y yo nos sentamos en una mesa alejada del bullicio general y nos pusimos a charlar mientras comíamos una porción de tarta de arándanos riquísima. Me interrogó a conciencia y cuando le dije que estaba de paso y que sólo pasaría la noche no pudo evitar un leve gesto de desilusión. La radio crepitó y una voz de mujer le dio un aviso de un accidente en las afueras de la ciudad, así que tuvo que dejarme tan precipitadamente que no pude decirla ni adiós.

-Vaya –me interrumpe Jackie –así que al final dormiste sólo.

-No adelantes acontecimientos. –le digo yo –Como te iba diciendo La agente Simpson, o Sarah como le llamaban los parroquianos tuvo que dejarme plantado así que me acerqué a la barra y después de pagar la cuenta le pregunté al camarero por un buen hotel. El camarero, un negro gigantesco con una sonrisa bonachona me indicó la dirección de un hotel cercano. El hotel era el típico establecimiento con encanto. Una gran mansión de estilo sureño con sus columnas en la entrada y un jardín enorme con una vegetación exuberante que amenaza con apoderarse de toda la propiedad. Los dueños la habían reformado totalmente por dentro creando diez habitaciones amplias de techos espectacularmente altos y enormes camas con dosel. De las diez sólo una de ellas estaba ocupada así que escogí la más tranquila que daba a la parte de atrás. Como no tenía nada que hacer…

-Salvo coger el coche y llegar aquí lo antes posible…

-…Decidí dar un paseo por Fayette. Me hizo gracia porque todo el mundo fue superamable, incluso uno de los tipos de la cafetería con el que me crucé me saludó y me llamó por mi nombre. Me encanta la hospitalidad sureña.

-Si por el día te saludamos y por la noche nos calzamos una sábana y quemamos una cruz delante de la casa de un negro. –dice Jackie sarcástica.

-Sea como tú dices o no, el caso es que disfruté del largo paseo, de las fantásticas mansiones del barrio y del sol vespertino. Cuando volví al hotel, la abuelita que estaba en recepción me entregó la llave de mi habitación con una sonrisa que no entendí hasta que abrí la puerta.  Dentro de la habitación me estaba esperando la agente Simpson repantigada en un sofá orejero, con una copa e brandy en la mano y un ligero aire de aburrimiento. Ante mi mirada interrogativa ella se limitó a decirme que por algo era policía.  Después de reprocharme lo mucho que había tardado se levantó desperezándose como una gata mimada y se acercó a mí para colgarse de mi cuello dándome un par de besos desinteresados. Le pregunté por el accidente mientras le rodeaba las caderas aparentando el mismo desinterés que había fingido ella, o por lo menos intentándolo. Sarah sació mi curiosidad contándome cómo un tipo totalmente borracho se  las había ingeniado para encajar su Dodge Ram en el exiguo espacio que había entre una farola y una parada de autobuses mientras me mordisqueaba la oreja. Al abrazarla comprobé que era casi tan alta como yo, su cuerpo era robusto, para nada fofo, aún llevaba puesto el traje de faena a pesar de haber terminado su turno y olía ligeramente a sudor.

-Así qué esa zorra andaba tan caliente que ni siquiera pasó por su casa a cambiarse… -dice Jackie.

-No sé si lo hizo a posta o no pero no sabes cómo me puso tener a una mujer de uniforme en mis brazos. Con un movimiento casual cogí su sombrero y lo lancé sobre el sofá y una cascada de pelo rubio cayó sobre sus hombros. Siguiendo con el juego del disimulo subí mis manos y comencé a jugar con el pelo espeso y brillante acercando mis labios a los suyos pero sin llegar a entrar en contacto. Sarah no se movió  limitándose  a entreabrir la boca y mostrarme como el extremo de su lengua rozaba sus incisivos incitándome a besarla. Me acerqué unos milímetros más mirándola a los ojos y en el último momento tiré del pelo para retrasar su cabeza y besar y lamer su cuello. La agente soltó un gemido ronco, apretó su cuerpo contra mí y deshaciéndose de mi presa me dio un largo y húmedo beso mientras me arrancaba la ropa. Tras unos segundos me empujó hasta dejarme sentado en la cama y comenzó a quitarse el uniforme poco a poco,  primero las botas y los calcetines, luego la chaqueta y más tarde el pantalón revelando unos muslos potentes sin rastro de celulitis. Sin terminar de desabrocharse la camisa se sentó sobre mí con sus braguitas de algodón. Mí polla reaccionó inmediatamente ante el contacto endureciéndose como la piedra. Sarah lo notó y comenzó a balancearse lentamente  con una sonrisa de satisfacción en su cara. Yo terminé de quitarle la camisa y el sujetador deportivo descubriendo unos pechos enormes, ligeramente caídos con unas areolas rosadas y grandes como galletas oreo. Les pegué unos chupetones, la agente suspiró excitada y me besó de nuevo sin dejar de moverse encima de mí. Estrujé sus pechos y su culo cada vez más excitado y con un movimiento rápido nos giramos y me tumbé encima de ella. Metí mis manos bajo sus bragas y  acaricié su sexo con delicadeza. Bajé mi cabeza y tirando de las bragas hacia abajo deje a descubierto un pubis cubierto de una mata de pelo rubio y rizado. Con mi lengua recorrí su monte de venus,  sus labios y lamí  los jugos que salían de su coño ardiente. Poco a poco los gemidos fueron transformándose en gritos a medida que mis manos y mi boca la exploraban y la penetraban  buscando los lugares más sensibles de su sexo.  Atendiendo sus suplicas me incorporé y la penetré. Su vagina me acogió suave, cálida y húmeda como las noches en el sur,  Sarah gimió y me abrazó con tanta fuerza cuando llegó al orgasmo que creí que me iba a partir en dos. Cuando al fin se relajó  me apartó y levantándose se abrazó a una de las columnas que sujetaba el dosel de la cama. Movió su cuerpo ruborizado y sudoroso y sonrió satisfecha y a la vez anhelante. Me acerqué a su espalda y acaricié su culo redondo y pecoso como el tuyo, le separé los cachetes  y acaricié su ano…

-No me jorobes…  – dijo Jackie sorprendida.

-Lo recorrí con suavidad y metí un dedo en su interior. Ella se estremeció y volviendo su cara me hizo un leve gesto de asentimiento. Más excitado que nunca la abracé estrechamente  y con delicadeza comencé a entrar en su culo lentamente, parando y esperando unos segundos cada vez que la agente gemía de dolor, acariciando  su clítoris y besando su nuca y sus orejas. Finalmente comenzó a relajarse y a disfrutar y aceleré el ritmo de mis empujones. Sarah gemía y se agarraba a la columna de madera clavando sus uñas en ella y mordiéndola, pidiéndome más, yo obediente seguí acelerando mi ritmo hasta que un nuevo orgasmo la paralizó. Debo reconocer que está vez estuve a punto de correrme pero recordando mi promesa logré retirar mi miembro de su ano aún estremecido justo antes de hacerlo. Me quité el condón rápidamente y lo anudé para que no sospechara y nos tumbamos uno al lado del otro jadeando rendidos.

-¡Depravado! ¡Sodomita! ¡Suertudo!

-Nada de lo que haya hecho estos dos días se compara con lo que le voy a hacer a ese cuerpo de infarto cuando te eche el guante. Prepárate porque ya estoy en Jacksonvile, acabo de entrar en la península de Florida y dentro de menos de tres horas estaré ahí.

Continuará

Relato erótico: «Aunque me costó: ¡Por fin me follo a mi mujer!» (POR GOLFO)

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Segundo episodio de Marina, la perroflauta con la que me casé.
Tal y como os comenté en el primer episodio, la vida me sonreía pero me faltaba un hijo para sentirme satisfecho. Por eso me puse a buscar una mujer con la que tener descendencia. El problema fue que cuando la encontré resultó que no solo era una extremista sino que me odiaba porque sin saberlo había mandado a su padre al paro.
Aunque éramos polos opuestos, vi en ella un oponente formidable y por eso cediéndole la mitad de mi fortuna me casé con ella. No teníamos nada en común, ella era una activista de izquierdas y yo un potentado. Ella creía en elevados ideales y para mí, el dinero era mi razón de ser.
Para colmo, en mi despedida de soltero, contrato a una puta que parecía su clon que resultó una mujer maravillosa…
 
 
Mi noche de bodas
Al terminar nuestro banquete de boda, pensé que había llegado el momento de hacerla mía y por eso, acercándome a su lado, le susurré al oído:
-No es hora que nos vayamos a la cama.
-Claro, “cariño”- contestó la muy zorra- tú a la tuya y yo a la mía.
Creyendo que iba de broma le recordé el contrato que habíamos firmado. Fue entonces cuando soltando una carcajada, sacó una copia de su bolso y me dijo:
-Para ser un tiburón financiero, tienes muy malos asesores. Léelo bien. Este contrato solo me obliga a engendrar a tu hijo, no ha tener vida marital.
-Te equivocas- respondí cabreado- lo he redactado yo mismo y sé que te obliga a vivir bajo mi mismo techo.
Descojonada, me contestó:
-Tu mayordomo vive bajo tu mismo techo. ¿Eso significa que te acuestas con él?
-¿Y cómo cojones vas a quedarte embarazada sino es acostándote conmigo?
-Con inseminación artificial- respondió disfrutando la hija de perra.
-Me niego- protesté.
-Entonces te demandaré por incumplimiento de contrato y no solo me quedaré con mi 50% sino también con el tuyo.
 Dándome cuenta por primera vez del lío en el que había metido, salí hecho una furia del salón. Hasta mi llegó el sonido de sus risas.
“Sera puta”, pensé, “esto no se queda así”.
Sentado en la barra del bar, llamé a mi abogado y tras explicarle el tema, me dijo:
-Manuel, ¿Puedo serte sincero?
-¿Tan mal lo ves?
Se tomó unos segundos para contestar diciendo:
-Según mi opinión profesional, estás jodido. El contrato ha sido mal redactado y tu única solución, aunque no está nada claro que ganes, es que intentes anularlo.
Sin poder echar la culpa a nadie más que a mí, colgué el teléfono y pedí una copa al camarero. Anular el contrato además de casi imposible, significaría que había ganado esa cabrona y por eso apurando de un trago mi whisky pedí otro más mientras pensaba en cómo solucionarlo. Tenía claro que no iba a dejar que esa cría se saliera con la suya y encima se quedara con la mitad de mi dinero pero no se me ocurría como darle la vuelta.
Cuando más desesperado estaba por no encontrar una salida, sentí que me tocaban en el hombro. Al darme la vuelta, vi que Marina con otro traje sonreía a mi lado. Pensando que venía a torturarme, ni siquiera me digné a saludarla y me di la vuelta.
-Chiquillo, ¿Así es como saludas a tus amigas?
Al escuchar su acento sevillano, caí en que no era mi nueva esposa sino su clon. Sentí que mi noche iba a cambiar y levantando mi culo del asiento, le pedí que me acompañara.
-¿Qué te ocurre para estar tan malhumorado?- me preguntó mientras llamaba al camarero.
Increíblemente no me importó su pregunta ya que entre nosotros se había tejido una extraña amistad impensable entre puta y cliente. Quizás por eso o puede que en ese instante necesitara una segunda opinión, le expliqué lo sucedido. La muchacha me escuchó atentamente y solo cuando terminé, me soltó con su típico gracejo andaluz, muerta de risa:
-La jodida te tiene agarrado de los huevos.
-Así es- respondí de mejor humor por la burrada- es peor que la serpiente de la biblia.
Fue entonces cuando me percaté que no sabía su nombre porque la noche anterior había insistido en que la llamara Marina, por eso bromeando con ella, le solté:
-¿Qué quieres por tu nombre real?
-Poca cosa, un beso y…mil euros.
Saqué de inmediato de mi cartera su tarifa pero antes de dársela, le dije:
-Espero que esto incluya toda la noche.
Descojonada, la castaña me respondió:
-Por supuesto, puedo ser una puta cara pero no una estafadora como tú.
Encantado por su caradura, le di un beso e insistí en que me dijera como se llamaba.
-Triana me puso mi santa madre.
Satisfecho por no tener que llamarla como a ese engendro del demonio y volviendo al tema que me había llevado hasta la barra de ese bar, le dije:
-¿Se te ocurre algo para salir de este embrollo?.
-Lo tienes fácil…- contestó haciendo una pausa-…¡Mátala! o ¡Viólala!
-No seas bestia- respondí soltando una carcajada- matarla lo había pensado pero lo de violarla me parece muy duro.
-“Quillo”, entonces tendrás que enamorarla. Estoy segura que esa zorrita se moja con solo pensar en que te la tires.
-¡No la conoces! ¡Es fría como un tempano!
Sin importarle las demás personas que estaban en el local, cogió mi mano y se la llevó a la entrepierna diciendo:
-Si eres capaz de excitarme sabiendo que solo eres un cliente, ¿Qué crees que le ocurrirá a esa niña?
Su optimismo me dio esperanzas y bastante más verraco de lo que nunca le llegaría a reconocer, pagué nuestras copas y directamente, me la llevé a la habitación.
Nada más cerrar la puerta, Triana se lanzó sobre mí y sin darme tiempo a quitarme los pantalones, sacó mi pene de su encierro. Pensé que iba a hacerme una mamada pero en vez de arrodillarse, se bajó las bragas y me pidió que la tomara. Su entrega me calentó de sobre manera y apoyando su espalda contra la pared, la cogí en mis brazos y de un solo arreón la penetré hasta el fondo.
-¡Animal!- chilló al sentirse invadida y forzada por mi miembro, pero en vez de intentarse zafar del castigo, se apoyó en mis hombros para profundizar su herida.
La cabeza de mi pene chocó contra la pared de su vagina sacando sus primeros gemidos. Sabiendo que no estaba suficientemente lubricada, esperé a que se relajara antes de iniciar un galope desenfrenado, pero ella me gritó como posesa que la tomara diciendo:
-¡Fóllame!
Fusionando nuestros cuerpos con un ritmo brutal,  la garganta de la muchacha no dejó de aullar al mismo tiempo que sentía su coño forzado. En pocos segundos un cálido flujo recorrió mis piernas mientras Triana se derretía en mis brazos con una extraña facilidad. Sin llegarme a creer su entrega, fui testigo de su orgasmo aún antes de que el mío diera señales. Manteniéndola en volandas, disfruté de su placer mientras en mi entrepierna se iba acumulando la tensión.
Sin estar cansado, la llevé hasta la cama y tumbándola sobre el colchón, la volví a penetrar con mi miembro. Esta nueva postura me permitió deleitarme con la visión de sus enormes pechos bamboleándose al ritmo de mis caderas mientras su dueña pedía mis caricias. Absorto en esas dos maravillas, las acerqué a mi  boca.
Triana berreó como una loca cuando sintió la tortura de  mis dientes sobre sus pezones. Ya totalmente fuera de sí, clavó sus uñas en mi espalda. El dolor que sentí azuzó mi morbo y deseando derramarme en su interior, comencé a galopar sobre ella. Con mi pene golpeando su vagina y mis huevos rebotando contra su sexo, exploté dentro de su cueva  mientras a mis oídos llegaban sus gritos de placer.
Agotado me desplomé a su lado. Aunque no me lo esperaba, Triana se abrazó a mí y con su cabeza sobre su pecho, sonriendo me soltó:
-Definitivamente, Marina tiene suerte- y levantando su mirada, me preguntó: -¿A qué hora os marcháis?
-A las ocho- respondí.
Mirando su reloj sonrió y dijo:
-Tengo tres horas para que nunca olvides tu noche de bodas….
 
Nuestro viaje en avión.
 
Esa mañana me levanté gracias a la alarma del despertador. Había dormido poquísimo pero no me arrepentía, mi noche de bodas había resultado perfecta de no ser que la había pasado con una mujer que no era mi esposa. Lo único malo fue que al abrir los ojos, la sevillana había desaparecido. Asumiendo su papel, discretamente se había marchado sin despedirse.
“¡Qué muchacha más encantadora!”, me dije notando su ausencia.
Lamentando en cierta forma el haberme casado con Marina y no con Triana, me vestí y bajé a encontrarme con mi esposa. La muy hija de perra estaba esperándome en el hall y nada más verme se acercó a mí, diciendo:
-Tienes mala cara, ¿Te emborrachaste ayer?
-Para nada- respondí- un ángel se apiadó de mí y me hizo olvidarme de la que faltaba en mi cama.
La mera insinuación de que había pasado la noche con otra mujer, curiosamente le afectó y de muy mal humor, me pidió que saliéramos rumbo al aeropuerto. Durante el trayecto en coche, se mantuvo en silencio demostrándome sin querer su cabreo. Pensando en su reacción, por primera vez, dudé si Triana tenía razón y esa perroflauta en verdad se sentía atraída por mí.
“Es imposible”, sentencié.
Ya en mi avión particular y en vista de su silencio, saqué unos informes sobre el país donde íbamos para ver si había alguna posibilidad de hacer negocio aprovechando mi estancia.  Al cabo de una hora me había hecho una idea de lo que me iba a encontrar; Sierra Leona es el segundo país más pobre del mundo. Su pobreza viene en gran medida de la guerra civil que ha devastado ese país durante décadas, así como por la corrupción de sus gobernantes. Tras leer que entre  sus riquezas naturales estaba una de las reservas más importante de “rutilo”, me empezó a interesar ya que ese mineral es la base para extraer  “titanio”.
-Coño- me dije- puede que no haya sido tan mala idea venir hasta el culo del mundo.
Cogiendo el teléfono, llamé a un contacto para que me investigara si había forma de contactar con los actuales gobernantes. Acababa de colgar cuando al girarme, vi que Marina estaba dormida en un asiento cercano.
“Dormida parece hasta buena”, pensé.
Recreándome, observé su belleza. La naturaleza le había sido generosa, no solo era una mujer bellísima sino que tenía un par de poderosas razones realmente espectaculares. Vestida con un vestido de algodón, se veía a través de la tela que sus pechos estaban decorados con dos negros y hermosos pezones.
“Está bien buena”, sentencié ya interesado.
Bajando mi mirada por su cuerpo, disfruté de sus piernas.
“Es perfecta”.
Sus muslos y sus pantorrillas parecían cincelados por un escultor, pero lo que realmente me dejó impresionado fue la perfección de sus pies. Cuidados con esmero, tenía las uñas pintadas de rojo.
Llevaba al menos cinco minutos admirándola cuando oí que se quejaba de la postura. Apiadándome de ella, me acerqué y sin despertarla, la cogí entre mis brazos y la llevé hasta la cama que había en el pequeño dormitorio del avión. Al depositarla sobre las sabanas, la vi tan bella que no me pude retener y le robé un suave beso.
Fue entonces cuando abriendo los ojos, sonrió y me dijo:
-Aunque seas un ladrón, gracias.
Creí ver en su respuesta una clara invitación y por eso quise tumbarme a su lado pero ella lo impidió diciendo:
-Sigue trabajando y déjame en paz.
Su tono indignado me hizo salir de ese compartimento y enfadado, volver hasta mi asiento.
“Será hija de puta”, mascullé.
Desgraciadamente para mí, esa mujer me atraía y sus desplantes lo único que conseguían eran incrementar mi deseo. Intentando olvidar su presencia, intenté concentrarme en la pila de informes que tenía que revisar pero me fue imposible.
¡No podía quitármela de la mente!
No me siento muy orgulloso de lo que os voy a contar pero dejando a un lado los papeles y actuando como voyeur, conecté vía ordenador con la cámara instalada en esa alcoba. Mi primera sorpresa fue descubrir que creyéndose a salvo, Marina se había desnudado pero la segunda y sin duda la mayor de las dos, fue percatarme que esa supuestamente frígida se estaba masturbando con los ojos cerrados.
“¡No puede ser!”, exclamé mentalmente mientras seguía totalmente hipnotizado esa escena.
Durante un largo rato, violé su intimidad observando como mi esposa masajeaba su clítoris mientras con su otra mano pellizcaba sus pezones. La razón pero sobre todo la moral me empujaban a apagar el portátil, pero el morbo de espiarla mientras esa mujer se dejaba llevar por la pasión me lo impidió. Así fui testigo de cómo Marina se iba calentando sin ser consciente que su lujuria estaba siendo observada por mí.
“Dios, ¡Que erótico!”, sentencié mientras en la otra habitación, la mujer disfrutaba.
Coincidiendo con su clímax, me pareció leer en sus labios mi nombre.
“Me he equivocado”, pensé al parecerme imposible que fuese yo el objeto de su deseo, “¡Debe estar pensando en otro!”.
Celoso hasta decir basta, apagué el puñetero ordenador y me serví una copa.  Aunque me serví mi whisky preferido, no pude disfrutar de su sabor porque mi mente estaba ocupada recordando la visión de su cuerpo mientras se masturbaba. Desplomándome sobre mi asiento, descubrí aterrorizado que ya no era cuestión de amor propio sino que realmente deseaba hacerla “mi mujer”.
 
Llegamos a Sierra Leona.
 
El aterrizaje en el aeropuerto de Lungi transcurrió sin novedad a pesar de lo exiguo de su pista. Al bajarnos del avión, ese país nos recibió con una bofetada de calor que me hizo pensar en un horno a todo gas.
-¡Puta madre! ¡Qué bochorno!- exclamé casi sin respiración.
A mi lado, mi esposa se rio de mí diciendo:
-Solo a ti se te ocurre venir con corbata.
Sé que debí de hacerla caso pero el orgullo me impidió quitármela en ese instante. Soportando más de cuarenta grados, la seguí hasta la terminal. Dentro del edificio, la situación empeoró porque al calor del ambiente se sumó el producido por el gentío allí congregado.
“A la mierda”, me dije y claudicando, me desprendí de la puñetera corbata.
Por mucho que fuera el aeropuerto de la capital de ese país, sus instalaciones eran una mierda. Sin aire acondicionado y con sus muros agrietados, me hizo temer lo que nos íbamos a encontrar en el campo de refugiados. Mi humor ya era pésimo pero al ver la alegría con la que esa mujer entregaba los pasaportes al policía, se incrementó mi malestar y nuevamente me arrepentí del día que tomé la decisión de casarme con esa mujer.
“Está disfrutando la muy zorra”, rumié  entre dientes de muy mala leche.
Cualquier situación es susceptible de empeorar, dice una de las leyes de Murphy y doy testimonio de su veracidad. Si ya de por sí, ese calor era inhumano cuando por fin salimos de la terminal y junto con los miembros de la ONG nos subimos en la parte de atrás de una pick-up, comprendí las penurias que tendríamos que soportar durante ese jodido mes.
-Verdad que es precioso- soltó Marina camino a nuestro destino.
“¡Es un estercolero!”, pensé pero en vez de exteriorizar mi espanto, le respondí:
-Maravilloso.
-La pena es que a este paraíso lo jodieron las internacionales con sus oscuros intereses.
Debí morderme la lengua pero me indignó la forma tan evidente con el que retorcía la historia a favor de su ideología y sin medir las consecuencias, le solté:
-¡No me jodas! A todas las multinacionales les interesa la estabilidad para así hacer negocios, a esta tierra la ha devastado la división entre sus diferentes tribus.
Mi respuesta cargada de razón no la satisfizo y dimos inicio a una larga discusión donde ella achacaba todos los males de ese pueblo a  los mercaderes de armas y yo, a su incultura y al odio entre las diferentes etnias. Nuestros compañeros de batea nos miraban acojonados. Sin atreverse a intervenir, no les parecía normal que unos recién casados discutieran de ese modo.
En un momento dado, Marina dando por finiquitada la discusión soltó:
-Mejor dejémoslo porque no eres más que un fascista.
Incapaz de quedarme callado, respondí:
-Tienes razón, es imposible hacer razonar a una perroflauta como tú.
 Con nuevos bríos renovamos nuestra bronca y solo dejamos de echarnos los trastos cuando la camioneta llegó al campo de refugiados. La pobreza y la masificación del lugar era tal que incluso me llegó a afectar. No cabía en mi mente que tantos hombres y mujeres y niños pudieran subsistir en tan paupérrimas condiciones.
-Joder- exclamé realmente conmovido.
A mi lado, Marina con el corazón encogido lloraba como una cría. Para ella ver toda esa hambre y desesperación, fue demasiado y cerrando los ojos, deseó que no fuera verdad lo que veía,
-¿Cuánta personas malviven aquí?- pregunté a uno de los veteranos.
-Más de treinta mil- respondió- y crece cada día.  Aunque ahora Sierra Leona está en Paz, no dejan de llegar nuevos refugiados de otros países de la región.
Sabiendo que era solo uno de muchos y que la ONU calculaba más de diez millones de desplazados en esa área, realmente me impactó ver ese conglomerado de chabolas, sin luz eléctrica, sin agua pero sobre todo sin las menores condiciones higiénicas. Al paso de nuestro vehículo, multitud de esos desgraciados se acercó buscando quizás unas migajas que llevar a sus hambrientos estómagos. La angustia que leí en sus ojos, me emocionó y por eso antes de llegar a donde tenía esa ONG su cuartel general, decidí que había que hacer algo.
La casualidad quiso que la directora de ese lugar estuviera esperando nuestra llegada y obviando que Marina esperaba mi ayuda con nuestro equipaje, la cogí del brazo y me la llevé de paseo.  Al cabo de una hora, me hice una idea de las necesidades más perentorias del campamento y sin explicárselo a mi mujer, tomé medidas para que mi gente organizara el rápido abasto.
Al  volver a donde había dejado a Marina bajando nuestros enseres, tuve que preguntar por ella porque no la veía por ninguna parte. Un voluntario me ayudó a encontrar la tienda de campaña donde íbamos a dormir. Cuando entré, mi esposa estaba roja de ira y antes de que me diera cuenta, tiró mi ropa y mi saco de dormir fuera diciendo:
-No soy tu chacha para ir cargando tus cosas mientras tonteas con esa zorra.
-¿De qué zorra hablas?
-De la rubia con la que te has ido dejándome sola con todo.
El desprecio con el que se refería a la jefa de todo ese tinglado, me hizo gracia y sin sacarla de su error, hurgué en su herida diciendo:
-Es lo único agradable que  me he encontrado en esta mierda de país.-
Disfrutando de la reacción que había provocado en ella mi desaparición con Helen, le dije:
-Por cierto, hemos quedado con ella a cenar. Nos espera en una hora.
-No te da vergüenza en vez de trabajar a favor de esta gente, dedicarte a ligar con todo lo que lleva faldas.
Solté una carcajada al oírla y saboreando la situación, le solté:
-¿No estarás celosa?
-Vete a la mierda- contestó y dotando a su tono de todo el desprecio que pudo, terminó diciendo: -¡En África hay que tener cuidado! ¡No vaya a ser que  cojas el sida!…
 
Nuestra primera noche y nuestro segundo día en ese campamento.
 
Tal y como me había anticipado, esa noche, Marina se negó de plano a acompañarme y por eso, cené solo con la directora. Esa cena además de muy agradable, nos permitió planear el modo en que distribuiríamos los víveres que había conseguido. La rubia estaba tan encantada con mi colaboración que incluso se apuntó a acompañarme al día siguiente a ver al presidente de esa república africana.
Al volver a nuestra tienda, la cabrona de mi esposa se n. egó a dejarme entrar aun sabiendo que si dormía a la intemperie sería pasto de los mosquitos. Por mucho que insistí no conseguí hacerla cambiar de opinión y no  me quedó más remedio que irme a dormir al amparo de la nave de una iglesia protestante que había en el lugar.
El sol del amanecer me despertó y tras desayunar, fui a coger ropa con la que al menos dar imagen de hombre de negocios y no la de un pordiosero. Al no ver a mi esposa, cogí lo que necesitaba de la mochila y me fui a duchar. Al cabo de media hora y ya vestido con mejores galas, me recogieron para llevarme a la capital.
Estaba metiéndome en el coche cuando vi aparecer a Marina. Ella al verme acompañado por la directora del campo, llegó corriendo y me preguntó dónde iba.
-A Freetown con Helen- respondí sabiendo que se molestaría- ¿Quieres venir?
-No, me quedó trabajando- de muy malas maneras me contestó.
Como seguía indignado por el modo que me había prohibido la entrada en la tienda que era tanto de ella como mía, no le expliqué las razones de mi partida dejándola con la duda de que narices iba a hacer con esa mujer…
Freetown, la capital de Sierra Leona, con más de un millón de habitantes no se le puede considerar una gran ciudad sino un puerto rodeado de kilómetros de chabolas. Mis contactos me había conseguido una cita con el mandatario de ese país y por eso nada más llegar al palacio presidencial, nos llevaron directamente a verle.
La sorpresa fue que no estaba solo sino con otros dos ministros. Helen me miró alucinada porque llevaba cinco años por esos parajes y nunca había conseguido ver a nadie superior a un subsecretario. Viendo su inexperiencia, le pedí que me dejara hablar a mí.
Para resumir, rápidamente les expliqué que me había comprometido con esa ONG a donar gratuitamente el abasto de arroz y legumbres que necesitaran durante dos años pero como no era mi intención el figurar, le pedí al presidente que anunciara él la medida. El tipo que era un viejo zorro comprendió que eso aumentaría su popularidad y dejando a sus ministros que cerraran los flecos de la ayuda con Helen, me cogió del brazo y me susurró:
-Ya que nos hemos ocupado del pueblo, ahora, ¡Hablemos de negocios!
El mandatario me llevó a una cantina que tenía en el sótano y alrededor de de una mesa y una botella, nos pusimos a negociar. Seis horas después y con varios contratos bajo el brazo, llegamos de vuelta al campamento.  Los primeros camiones con los víveres ya habían llegado. Al buscar a Marina la vi repartiendo la comida recibida entre esa pobre gente. Si de por sí ya estaba enfadada conmigo cuando al acercarme a saludarla, olió que me había tomado varias cervezas se indignó y dejándolo todo, fue contra mí pegándome mientras gritaba:
-¡Y yo que pensaba que conseguiría cambiarte!
Aunque pude evitar casi todos sus golpes, no me fue posible parar su último bofetón.  Sin decir nada, me di la vuelta y me fui directamente a hacer las maletas. Podía soportar sus desplantes pero nunca que se atreviera a usar la violencia.
“Soy un imbécil”, me dije mientras  doblaba la ropa para salir por patas de ese país y de su vida.
Acababa de cerrar las maletas cuando la vi entrar con lágrimas en los ojos.
-Lo siento- dijo avergonzada- me volví loca cuando te vi irte con Helen. Ahora que me ha contado la ayuda que has prestado no sé qué decir.
-Me da igual lo que digas, ¡Me voy!
Acercándose a donde yo estaba, me cogió de la mano, diciendo:
-Perdóname, he sido una tonta. Los celos me hicieron actuar así.
El silencio se adueñó de la tienda, tanto ella como yo,  nos dimos cuenta del verdadero significado de sus palabras. Esa mujer, la extremista que en teoría me odiaba en realidad deseaba compartir conmigo su vida.  El modo artero y cruel con el que me había tratado era un modo de defensa. Sin tenerlas todas conmigo, la agarré de la cintura y la besé.
Marina respondió con pasión a mi beso, frotando su pubis contra mi pene. La presión que ejerció sobre él, me produjo de inmediato una erección y ya dominado por la calentura de tenerla entre mis brazos, deslicé mis manos hasta su trasero.
-¿Estas segura?
Separándose de mí, me miró mientras dejaba caer los tirantes que sostenían su vestido. Al caer este al suelo, me permitió observarla totalmente desnuda por primera vez. Era de una belleza deslumbrante. Con un cuerpo de escándalo, sus grandes pechos y su estrecha cintura eran el adorno necesario para hacer honor a su trasero.
¡Sus duras nalgas eran dignas de un museo!
Os juro que de buen grado me hubiera quedado observándola durante horas porque era perfecta pero al descubrir en sus ojos un enorme deseo, decidí tumbarla en la cama. Marina sonriendo dejó que lo hiciera. Teniéndola sobre el pequeño catre, empecé a acariciarla. Mis manos recorrieron su cuello, bajando por su cuerpo. Sus dos negros botones se le pusieron duros incluso antes de que los tocara.
-Eres hermosa- susurré mientras pellizcaba uno de ellos.
Mi esposa, la perroflauta, gimió al sentir mi caricia. Deseando darle placer, sustituí mis dedos  por mi lengua y apoderándome de ellos, los mamé como iba a hacer nuestros hijos en unos años.
-Me encanta- suspiró reteniendo un grito.
Tener su pezón en mi boca mientras, mis yemas se recreaban en el resto de su cuerpo, era una verdadera gozada. Disfrutando de todos y cada uno de sus gemidos decidí que nuestra primera vez tenía que ser ideal.
Quería  hacerla mía lentamente. Por eso poniéndome en pie, me fui desnudando sintiendo sus ojos clavados en mis maniobras. Su mirada era una mezcla de deseo y de necesidad que me dejó alucinado. Marina me observaba ansiosa, nerviosa, como si estuviera temerosa de fallarme. Ya desnudo, me tumbé a su lado abrazándola.
Mi todavía no estrenada esposa restregó su pubis contra mi sexo, invitándome a que la poseyera pero en vez de lanzarme de lleno, le dije:
Antes necesito tocarte.
Bajando por su cuerpo, dejé sus pachos y me concentré en su estómago liso. Sin gota de grasa era precioso.  Mi lengua fue recorriéndolo.
-Te deseo- gimió descompuesta al notar que me acercaba a su entrepierna.
Al contrario de la mujer que tanto se parecía, Marina lo tenía exquisitamente depilado. Su aspecto juvenil era un engaño porque no tardé en comprobar que olía a hembra hambrienta.
-¡Qué maravilla!- alcancé a decir antes de hundir mi cara entre sus muslos.
Usando mis dedos, separé sus labios y fue entonces cuando apareció ante mí su  erecto botón rosado. La genuina hermosura de su clítoris me invitó a jugar con él. Con la lengua como instrumento de tortura lo lamí continuadamente  mientras pellizcaba sus pezones.
-¡Como me gusta!- berreó gritando para acto seguido llenar mi boca con el flujo que manaba de su cueva.
El dulce orgasmo que asoló a la muchacha se vio prolongado durante un largo rato. Aferrando con sus manos mi cabeza, me pidió que la hiciera el amor. En un intento de prolongar el placer que estaba sintiendo mi mujer, no dejé de beber de su rio hasta que llorando me imploró:
-¡Fóllame!
-¿Quién quieres que te folle?, ¿Tu novio?, ¿Tu Amante? o ¡Tu esposo!-, le pregunté cruelmente, poniendo la cabeza de mi glande en su abertura.
-¡Mi esposo!- me respondió con la respiración entrecortada.
-¿Acaso tienes novio o amante?- dije mientras jugaba con su clítoris.
-¡No! ¡Solo te tengo a ti!-, contestó apretando sus pechos con sus manos.
Escucharla tan desesperada, me excitó e introduciendo la punta de mi pene en su interior, esperé su reacción.
-¡Fóllame!, por favor, ¡no aguanto más!-.
Lentamente, le fui metiendo mi pene. Al hacerlo, toda la piel de mi extensión disfrutó de los pliegues de su sexo al irla empalando. La estrechez y la suavidad de su cueva sublimaron mi deseo y viendo que mi calentura era total,  comprendí que en esa postura no tardaría en correrme.  Por eso sacándola de su interior, la puse a cuatro patas.
-¡Qué haces! ¡Te necesito dentro de mí!- gritó molesta.
Al ver su trasero advertí alborozado que esas poderosas nalgas escondían un tesoro virgen que no desvirgué en ese instante al estar convencido de que iba a hacerlo en un futuro. Colocando la cabeza de mi verga en la entrada de su cueva, le pedí que se echara despacio hacia atrás.  Pero su urgencia y la necesidad que tenía de ser tomada le hizo de un golpe insertársela hasta el fondo.
Marina al sentirse llena empezó a mover sus caderas como si se recreara con mi monta. Comportándose como una yegua, relinchó al sentir que me agarraba a sus dos ubres y empezaba a cabalgarla. Apuñalando sin piedad su sexo con mi pene, no tardé en escuchar sus berridos cada vez que mi glande chocaba con la pared de su vagina.
-¡Úsame como a una de tus putas!- gritó descompuesta al sentir el chapoteo que producían sus labios cada vez que sacaba mi verga de su interior.
Al escucharla, agarré su negro pelo a modo de riendas y azotando su trasero, le ordené que se moviera. Mis azotes  la excitaron aún más y sin importarle que alguien del campamento nos escuchara, me pidió que no parara. Disfrutando de mi dominio, me salí de ella y me tumbé en el catre.
-No seas cabrón- me soltó molesta por la interrupción.
Con su respiración entrecortada y mientras no dejaba de exigirme que la tomara, poniéndose a horcajadas sobre mí, se empaló con mi miembro reiniciando un salvaje cabalgar. No tardé en deleitarme con la visión de sus pechos rebotando arriba y abajo al compás de los movimientos de sus caderas.
-Bésate los pezones- ordené.
Mi ya por entera mujer me hizo caso y estirándolos con las manos,  se los llevó a su boca y los besó. Eso fue el detonante para que naciendo en el fondo de mi ser, el placer se extendiera por mi cuerpo y explotase en el interior de su cueva.
Marina, al sentir que mi simiente bañaba su estrecho conducto, aceleró sus embestidas. Acababa de terminar de ordeñar mi miembro, cuando  ella empezó a brutalmente correrse sobre mí. Con su cara desencajada por el esfuerzo, me dio las gracias diciendo:
-No sabes cómo necesitaba ser tuya.
Totalmente exhausto caí sobre las sabanas, abrazado a una mujer que apenas conocía pero que se había convertido en  mi obsesión. Llevábamos cinco minutos descansando cuando apoyándose en los codos, me preguntó:
-Cariño, ¿Por qué no me explicaste lo que había hecho?
Muerto de risa le contesté:
-Mi querida perroflauta, nunca lo hubieses entendido. Hay veces que hace más quien está en un despacho al teléfono que un centenar de obreros maza en mano.
Sonriendo aunque me había metido con su ideología, contestó:
-Para ser un facha de mierda, tienes bastante razón – y soltando una carcajada, prosiguió diciendo: – A partir de hoy, tomaré en cuenta tu opinión, pero ahora fóllame otra vez o te pongo a trabajar repartiendo la comida.

 

Por supuesto que esa noche me la follé y no solo una vez, sino varias. Lo que nunca le conté fue que habiéndome gastado quinientos mil euros en dar de comer a esa pobre gente, gané con su presidente más de diez millones.

 

¡SEGURO QUE TE GUSTARÁ!
 
 

Relato erótico: «Lavándote» (POR DULCEYMORBOSO)

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LAVÁNDOTE

Sin títuloEstabas en una casa sola y yo iba a junto tuya. Al abrirme la puerta te vi hermosa como siempre, nos sonreímos nerviosos. Me decías que entrara, nada más cerrar la puerta nos miramos, casi temblábamos de sentirnos cerca. Fue un acto instantáneo, los dos nos fundimos en un abrazo. Siento tu corazón latir desbocado y el mío le contesta acelerado. Te lleno de besos tu rostro, y mi boca poco a poco busca la tuya. Se rozan y se entreabren como deseando acariciarse entre ellas. Nuestras bocas se juntan y saboreo tu saliva que me embriaga, nuestras lenguas asoman nerviosas buscándose…se acarician entre ellas. Me siento feliz de estar así, de tenerte en mis brazos…Nuestro abrazo es intenso, fuerte, lleno de ternura. Una ternura que poco a poco se transforma en pasión pero ninguno desea frenar esa pasión….Acaricio tu pelo, me encanta y deseo hacer algo que siempre tuve en mis pensamientos. Te cojo de la mano, preguntándote donde está el baño te llevo hacia él. Tú solo llevas un pijama de verano rosa que estás muy hermosa con él. Busco una silla…

          – Siéntate cariño-te digo con ternura…

Tú te sientas y te pido que eches la cabeza para atras.Tu lo haces nerviosa…

          -Deseo lavarte el pelo-te digo al oído

Sientes el agua templada mojar tu pelo. Lo hago con muchísima delicadeza, te transmito ternura. Lo enjabono con mucha suavidad…poco a poco…Me gusta mirar tu rostro mientras lo hago. Veo tus ojos cerrados, tú boquita entreabierta. Tú cara es de estar disfrutando de ese instante. El agua resbala por tu cuello, pequeñas gotas van deslizándose por tu piel hasta tropezar con la parte de arriba del pijama. No hago nada por evitarlo, me gusta esa imagen y por tu cara veo que a ti te gusta esa caricia del agua recorriendo tu piel. Sin dejar de lavar tu pelo observo que esa agua cada vez va empapando más tu pijama. La marca de humedad en la tela se va extendiendo. Es como si buscara tus pechos. Tú notas esa humedad, notas la tela empapada que se va pegando cada vez más a tu piel. Te da un poco de vergüenza sentir que tus pechos reaccionan al sentir esa humedad…

           -Tranquila cariño, no sientas vergüenza…-mis palabras acarician tus oídos

 

Tu respiración se acelera, la tela empapada del pijama se pega a tus pechos y se dibujan en la tela tus pezones. Se despiertan y empujan la tela como deseando ser liberados. Con mucha suavidad llevo mis manos a tu pijama y lo levanto. Te lo quito. Tú te dejas llevar por las sensaciones.Tus pechos quedan liberados de la prisión del pijama. Los miro. Son preciosos…Enjabono tu pelo poco a poco. Ahora el agua se desliza directamente a tus pechos, y esa sensación hace que sientas placer. Notas muchas gotitas recorriendo tus pechos. Es como una carrera cuya meta es el pezón que se siente muy estimulado por ese contacto. Puedo percibir tus suspiros, estas agitada. Miro tu pezón adornado por muchas gotitas que lo acarician….

Esta inflamado de deseo. Lo  miro. Él es como si me mirara pidiéndome que acuda en su ayuda y no puedo negarsela.Acerco mi cara a él lo miro con ternura. Hasta me escucho diciéndole con cariño…»tranquilo…estoy aquí…».De mi boca sale un pequeño soplo directo a él para aliviarlo. Escucho que gimes al sentir ese aire fresco golpear tu pezon.Acerco mis labios. Lo beso. Está muy duro y sensible. Ahora necesita calor. Mis labios lo rodean. Sientes el calor de mi boca. Vuelves a gemir…Lo intento calmar con la caricia de mi lengua. Lamo despacito tu pezón precioso…Mis labios se abrazan a él rodeándolo…Succiono…Tu gimes…

 

….Mientras lamo y succiono tu pezón miro tu cara, estas preciosa. Tú ojos se entreabren y miras tu pezón en mi boca y eso te crea morbo. Gimes de nuevo, sientes una corriente interna por tu cuerpo que hace que al mínimo roce sientas placer. Sin dejar de succionar miro tu otro pecho. Gotitas de agua se acumulan en el pezón libre. Este al vibrar hace que se derramen, resbalando por tu vientre. Se acumulan en tu ombligo y este una vez lleno vierte gotitas que resbalan. Ahora es tu pantalón del pijama el que se empieza a humedecer. Primero la goma, la mancha de humedad va creciendo.Tu  pantalón se está empapando y se pega cada vez más a tu piel, a tu sexo…Cojo gel en mis manos. Miro tus pechos desnudos y sin decirte nada comienzo a masajearlos. Me da mucho morbo lavarte los pechos. Se llenan de jabon.Mis manos los masajean, acarician. Miras mis manos y te excita que te los esté lavando así .Nadie lo hizo de esta manera. Te lavo los pezones…Gimes, estas agitadísima y me miras. En tu rostro veo placer, excitación pero también un poco de timidez, vergüenza.

            -Tranquila mi niña…solo disfruta. Me gusta cuidarte-Mientras te digo esto al oído, no dejo de acariciarte. Te beso con ternura, con pasión

 

Miro tu pantalón y está totalmente empapado. Tú rajita se dibuja en la tela. Es tan bonita cariño…Me pongo de rodillas delante tuya y miro tus piernas, tus muslos…Te tranquilizo con mi mirada, con mis palabras. Mis manos agarran la goma de tu pijama y lo comienzo a deslizar por tus muslos. Mi corazón late desbocado al saber que tu sexo se va a mostrar a mí…Bajo un poquito más el pijama y lo veo. Es precioso…Separo tus piernas con mucha suavidad sin dejar de mirarlo. Las gotitas resbalan desde tu ombligo y caen hacia él. Sientes su roce. Cada gotita se desliza por los pliegues de tu rajita creándote mucho placer. Este placer hace que se viertan desde su interior más gotitas. Pero son gotitas de deseo, del néctar interno de mi niña. Noto el olor de tu rajita y me encanta Sara.Mis dedos acarician tus ingles, acarician los lados de tu rajita y con mucha suavidad apoyo los pulgares a ambos lados. Separo sus labios. Deseo que tu olor salga libremente, deseo dejar el camino libre para que el néctar de tu rajita se derrame…

No puedo evitar acercar mi cara. Me excita mirar tu rajita tan de cerca, sentir su calor, su olor. Te da un poco de vergüenza pero esa vergüenza se transforma en mucha excitación cuando ves que te estoy oliendo tu rajita y olerla me hace gemir. Nunca imaginaras que el olor de tu rajita pudiera crear ese placer. Me lo crea cariño, me da muchísimo morbo olertela.Tu rajita vibra y la miro. Es tan hermosa, sensible, delicada….No puedo evitar posar mis labios en ella. Le doy besitos muy suaves. Ella reacciona a esa ternura. Me separo unos milímetros y es tu rajita la que me busca. Es como una segunda boquita y sus labios entreabiertos se posan en mi lengua que asoma entre mis labios.Desea acariciar cada pliegue de tu rajita. Lamo tu rajita cariño. Es deliciosa. Lamo muy suave, luego un poco más fuerte. Lamo los labios, lamo por toda la rajita. Me excita tu sabor, me excita estar lamiéndote Sara…Al subir mi lengua roza tu clítoris, está muy excitado. Un espasmo recorre tu cuerpo. Como sucedió antes con tu pezón, tu clítoris se muestra a mí. Es como si me pidiera que lo calme. Le doy un besito y vibra. Otro besito…otro…otro…Tus gemido se hacen cada vez más fuertes. Lo acaricio con mi lengua y es delicioso. Le soplo despacito. Te estremeces…Lo beso. Gimes…Mis labios lo rodean…tus manos agarran mi cabeza….Succiono…si mi niña, succiono de él como de tu pezón antes….Tu clítoris palpita, se hincha…Succiono más fuerte…Tus gemidos se transforman en gritos…Tu cuerpo se descontrola. Noto espasmos en tu vientre cada vez más seguidos…Succiono,lamo,chupo,beso….Un intenso orgasmo envuelve tu cuerpo…Es maravilloso cariño….

….Tu orgasmo se desata como un volcán en erupción y en mis labios sentí tu clítoris estallar palpitante.Tu presa del intenso placer intentabas cerrar las piernas pues era un placer demasiado fuerte. Mis manos en tus muslos mantenían tus piernas abiertas. Mantenían tu sexo expuesto a mis besos. Poco a poco liberé tu clítoris de mis labios, lo mire…palpitaba de placer. Mi lengua asomo entre mis labios y un roce en tu clítoris te hace estremecer. Me doy cuenta de lo que necesita y comienzo a lamer de nuevo tu clitoris.Miro tu cara, me miras asustada al sentir como un nuevo orgasmo te está alcanzando. Lamo sin parar cariño, siento que te llega y detengo la caricia. Te miro y en completo estado de excitación llevas tus manos a mi cabeza. No opongo resistencia y siento como ahora eres tú la que adelantas tus caderas. Eres tú la que busca con tu sexo mi boca. EL sexo de mi niña se posa en mi boca. Si cariño…tu sexo es el que me está besando la boca, se abre para mi.Tus caderas se mueven sobre mi boca. Te frotas contra mí, te masturbas alocadamente contra mi lengua. Un nuevo orgasmo irrumpe desde el interior de tu sexo y mojas mis labios, mi boca, mi cara…Me excita sentirme mojado por tu sexo…Poco a poco me voy levantando y beso tu boca con pasion,deseo…Acaricio tus pechos. Me separo un poco y te miro. Tú con tus ojos cerrados sientes las contracciones de tu sexo. Me desabrocho el pantalón,me  desnudo…Beso tu boca.Sientes mis manos acariciar tu cara.El tacto de mis manos sobre tu mejilla cambia.Sientes un tacto suave,caliente…Es un tacto nuevo,distinto ,que notas que te gusta mucho.Notas que ese tacto humedece tu mejilla poco a poco…Respiras y un olor excitante te llena de morbo…entreabres tus ojos y lo ves.Gimes de morbo al ver mi sexo acariciando tu cara,recorriendo tu rostro con infinita ternura.Mi glande recorre tu mejilla,sientes su tacto en los parpados cerrados,en tu nariz.Noto que respiras profundamente como buscando ese olor de mi sexo.Gimes…Veo que te excita cariño y acaricio con mi glande entre tu labio superior y la nariz…Tu hueles y gimes.Tu cuerpo tiembla de morbo.Dibujo con mi glande tu boquita recorriendo los labios.Te los humedece con mi deseo.Lo separo un poquito y veo tu lengua asomarse recorriendo tus labios.Tu rostro refleja lo mucho que te gusta y deseo darte lo que deseas.Mi glande se apoya en tu boca y ahora tu lengua puede buscar directamente ese sabor.La noto rozarme el glande.Primero timidamente,como con vergúenza.Pero el deseo es mas fuerte y tu lengua lame con pasión recogiendo mis gotitas de deseo.Notas mi tremenda excitación y eso te excita…Tu lengua lame todo mi sexo.Sientes en tu lengua cada vena,sientes como palpita.Tu lengua busca mis testículos y los acaricia.Me haces gemir.De nuevo sube hacia el glande,se enrosca en el.Miro tu cara,tu boca…Llevas tu nariz a mi glande,respiras de el…Gemimos juntos.Tu boca se abre y busca esa entrega.Desea sentir mi pene introducirse en ella.Es como si deseara sentir que mi pene le hace el amor y yo también deseo hacérselo.Empujo muy lentamente.Tu boca me acepta.se humedece llenando mi pene de saliva.Tus manos se agarran a mis nalgas y eres tu la que diriges el ritmo de la penetración.Mi sexo se hincha,sientes que mi orgasmo esta proximo.Cada vez mueves con mas deseo mis caderas hacia ti,es un vaiven maravilloso.Intento aguantar la llegada de mi orgasmo pero tu manera de agarrar mis nalgas y de mover tu boca sobre mi me hace ver que también deseas que mi orgasmo me alcance.Mis piernas apenas me sostienen.Noto mi glande muy hinchado apunto de explotar.Me miras con deseo…Tu mano alcanza mis testiculos y los masajea…Gimo…Succionas con pasión…Noto mi glande tenso…Un chorro de semen sale disparado alcanzando tu paladar…Succionas mas intenso…Otro chorro baña tu lengua…Otro chorro…No paras de lamer…Un último chorro riega tu boquita…Me tranquilizas con suaves besos.Te miro…Nunca deseé tanto besar a alguien y aunque tu boca aún conserva restos de mi orgasmo te beso con pasión.No me molestan,son restos de nuestra pasión desbordada.Te abrazo..

…El orgasmo derramado en tu boquita aun lo sentía en mis piernas temblorosas, en mi cuerpo agitado. Te beso con muchísima pasión y mis manos acarician tus pechos. Te veo agitada, excitadita,tus muslos abiertos mostrándome tu sexo así me lo hacen ver. Tú sexo esta húmedo, semiabierto, brilla de la humedad de tu orgasmo sentido minutos antes. Al verlo no puedo evitar desearlo de nuevo. Deseo acariciartelo.Mi mano se posa en él y lo masturbo muy suavemente mientras te abrazo apoyando tu cara en mi estómago. Un gemido tuyo rompe el silencio. Mis caricias hacen reaccionar tu cuerpo que vibra de deseo. Tú coñito moja mi mano y eso me excita. A pesar de acabar de tener un orgasmo siento mi pene como comienza a despertarse de nuevo. Nos miramos a los ojos, los dos sabemos lo que va a suceder,los dos lo deseamos. Agarro tu mano y te levanto de la silla. Frente a frente, mirandonos.Nos fundimos en un abrazo apasionado. Nuestras bocas se buscan desesperadas, nuestras lenguas se acarician. Es el encuentro de nuestros cuerpos…Desnudos, pegados…Tu boca y mi boca besándose, lamiéndose, saboreandose.Tus pechos pegados a mi pecho. Siento tus pezones buscando los míos, se encuentran, se rozan.Tus pezones erectos clavándose en mi pecho. Nuestros sexos frente a frente. Se miran. Mi pene al ver tu coñito, al sentir su presencia comienza a endurecerse. Tú coñito al ver mi pene se va separando. Es como si se estuvieran llamando. Ellos solos actúan como si tuvieran vida propia. Se están conociendo, se aman mi niña. Mi pene ante la llamada de tu coñito se llena de vigor. Crece, siente calor, mucho calor…y ese calor le hace aproximarse a tu coñito.Sabe que solo tu coñito puede calmar ese calor intenso. Roza tu coñito y este se abre aún más. Es como si le estuviera mostrando el camino para calmarse. Mi glande roza esa abertura maravillosa. Sabe que solo entrando en ti podrá calmarse. Solo tú podrás saciarle su sed de ti mi niña. Un calor intenso se apodera de tu coñito al notar mi glande resbalar hacia tu interior. Te está penetrando y un gemido escapa de nuestras bocas. Notas mi pene totalmente hinchado penetrarte con infinita suavidad…Noto tu coñito abrazarse a mi pene. Tú coñito es como un guante de terciopelo que me envuelve. Nunca sentí mi pene así de hinchado…Nunca sentiste un pene tan deseoso, tan suave acariciando el interior de tu coñito.Nos miramos…Mis manos agarran tus nalgas, tus manos agarran las mías…Gemimos boca con boca.Tus manos me aprietan contra ti…mis manos te aprietan contra mí…Nunca sentimos una penetración tan intensa, tan profunda. Estamos quietos, sintiéndonos…Un ligero vaivén de nuestras caderas nos transportan al más intenso placer. Esos golpes de caderas cada vez son más rapidos.Tu boca se hunde en mi cuello, me muerdes…Nuestros sexos están mojadisimos…resbalan dándonos mucho placer.Gemimos…Gritamos. Sientes el roce de mi pubis en tu clítoris hinchadito, sientes que va a estallar cariño. Noto mi glande tenso, se hincha aún más dentro de ti…Sabemos que el orgasmo nos alcanzara en breve. Movemos las caderas en un ritmo frenetico.Te abrazas a mi muy fuerte…Entre gritos, gemidos, jadeos nos miramos. Un chorro de semen golpea el interior de tu coñito y te hace explotar…Fuertes chorros de semen te llenan mi vida. Sentimos el más grande de los orgasmos…Los dos juntos, a la vez…Temblando de placer…Nos miramos. Te beso cariño. Estamos sorprendidos por el orgasmo tan intenso que hemos sentido juntos. Te abrazo fuerte…

Libro: «La puta de mi cuñada» PARA DESCARGAR (POR GOLFO)

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Sinopsis:

¿Quién no ha soñado con tirarse a su cuñada?. En este relato, la cuñada de Manuel, además de estar buenísima, es una zorra que le ha estado chantajeando. Las circunstancias de la vida hacen que consiga vengarse un día en una playa de México. 
A partir de ahí, su relación se consolida y juntos descubren sus límites sexuales.

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Para que podías echarle un vistazo, os anexo el primer capítulo:

CAPÍTULO 1

El culo de una cuñada es el sumun del morbo, no creo que haya nadie que no sueñe con follarse ese trasero que nos pone cachondos durante las interminables cenas familiares. Muchos de nosotros tenemos a una hermana de nuestra mujer que además de estar buenísima, nos apetece tener a nuestra disposición. En otras ocasiones, nuestra cuñada es una zorra manipuladora que nos ha hecho la vida imposible durante años y para vengarnos, nos encantaría tirárnosla.

Mi caso abarca ambas situaciones. Nuria, además de ser quizás la mujer más guapa y sexual que he visto, es una cabrona egoísta que me ha estado jodiendo desde que me casé con su hermana.

Para empezar, la forma más fácil de describirla es deciros que esa guarra sin escrúpulos parece salida de un anuncio de Victoria Secret´s pero en vez de ser un ángel es un engendro del infierno que disfruta humillando a todos los que tiene a su alrededor.  Con una melena morena y unos labios que apetece morder, esa puta tiene una cara de niña buena que para nada hace honor a su carácter. Los ojos verdes de esa mujer y las pecas que decoran su cara mienten como bellacos, aunque destilen dulzura y parezca ser un muchacha indefensa, la realidad es que ese zorrón es un bicho insensible que vive humillando a diestra y siniestra a sus semejantes.

Reconozco que la llevo odiando desde que era novio de su hermana, pero también que cada vez que la veo, me pone como una puñetera moto. Sus enormes pechos y su culo en forma de corazón son una tentación irresistible. Noches enteras me las he pasado soñando en que un día tendría entre mis piernas a esa monada y en que dominada por la pasión, me pidiera que la tomase contra el baño de casa de sus padres. Ese deseo insano se fue acumulando durante años hasta hacerse una verdadera obsesión. Desgraciadamente su pésimo carácter y nuestra mala relación evitó que siquiera hiciera algún intento para intimar con ella. Nuestro único trato consistía en breves y corteses frases que escondían nuestra enemistad a ojos de su hermana, mi esposa.

Inés, mi mujer, siempre ha ignorado que la detestaba desde que una noche siendo todavía soltero, estando de copas con unos amigos, me encontré con ella en un bar. Esa noche al ver que Nuria estaba borracha, pensé que lo mejor era llevarla a casa para que no hiciera más el ridículo. Tuve que llevármela casi a rastras y ya en el coche, se me empezó a insinuar. Confieso que animado por el par de cubatas, caí en la trampa y cogiéndola de la cintura, la intenté besar. Esa guarra no solo se rio de mí por creerla sino que usando la grabación que me hizo mientras intentaba disculparme, me estuvo chantajeando desde entonces.

Su chantaje no consistió en pedirme dinero ni tampoco en nada material, fue peor. Nuria me ha coaccionado durante años amenazándome en revelar ese maldito material si no le presentaba contactos con los que pudiera medrar. Ambos somos ejecutivos de alto nivel y trabajamos en la misma compañía, por lo que esa fría mujer no ha dudado en quitarme contratos e incluso robarme clientes gracias a que una noche tuve un tropezón.

La historia que os voy a contar tiene relación con todo esto. La empresa farmacéutica en la que trabajamos realiza cada dos años una convención mundial en alguna parte del planeta y ese año, eligió como sede Cancún. Este relato va de como conseguí no solo tirarme a esa puta sino que disfruté rompiéndole el culo en una de sus playas.

Todavía me parece que fue ayer cuando en mitad de una reunión familiar, Nuria estuvo toda la tarde explicándole a mi mujer, el comportamiento libertino de todos en la compañía en esa clase de eventos:

― Y no creas que tu marido es inmune, los hombres en esas reuniones de comportan como machos hambrientos, dispuestos a bajarse los pantalones ya sea con una puta o con una compañera que sea mínimamente solícita.

― Manuel no es así―  respondió mi mujer defendiéndome

― Nena, ¡A ver si te enteras!: solo hay dos clases de hombres, los infieles y los eunucos. Todos los machos de nuestra especie se aparean con cualquier hembra en cuanto tienen la mínima oportunidad.

Aunque estaba presente en  esa conversación, no intervine porque de haberlo hecho, hubiera salido escaldado. Al llegar a casa, sufrí un interrogatorio tipo Gestapo por parte de mi señora, donde me exigió que le enumerara todas y cada una de las compañeras que iban a esa convención. En cuanto le expliqué que era de carácter mundial y que desconocía quien iba a ir de cada país, realmente celosa, me obligó a contarle quien iba de España.

― Somos diez, pero a parte de tu hermana, las dos únicas mujeres que van son Lucía y María. Y como bien sabes, son lesbianas.

Más tranquila, medio se disculpó pero cuando ya estábamos en la cama, me reconoció que le había pedido a Nuria que me vigilase.

― ¿No te fías de mí?

― Sí―  contestó―  pero teniendo a mi hermana como tu ángel guardián, me aseguro que ninguna pelandusca intente acostarse contigo.

Sin ganas de pelear, decidí callar y dándome la vuelta, me dormí.

La convención.

Quien haya estado en un evento de este tipo sabrá que las conferencias, las ponencias y demás actividades son solo una excusa para que buscar que exista una mejor interrelación entre los miembros de las distintas áreas de una empresa. Lo cierto es que lo más importante de esas reuniones ocurre alrededor del bar.

Recuerdo que al llegar al hotel, con disgusto comprobé que el azar habría dispuesto que la hija de perra de mi querida cuñada se alojaba en la habitación de al lado. Reconozco que me cabreó porque teniéndola tan cerca, su estrecho marcaje haría imposible que me diera un homenaje con una compañera y por eso, asumiendo que no me podría pegar el clásico revolcón, decidí dedicarme a hacer la pelota a los jefes. Mr. Goldsmith, el gran sheriff, el mandamás absoluto de la empresa fue mi objetivo.  Desde la mañana del primer día me junté con él y estuve riéndole las gracias durante toda la jornada. Como os imaginareis, Nuria al observar que había hecho tan buenas migas con el presidente, me paró en mitad del pasillo y me exigió que esa noche se lo presentara durante la cena. No me quedó duda que su intención era seducir al setentón y de esa manera, escalar puestos dentro de la estructura.

Con gesto serio acepté, aunque interiormente estaba descojonado al conocer de antemano las oscuras apetencias de ese viejo. La hermana de mi mujer nunca me hubiera pedido que la contactara con ese sujeto si hubiera sabido que ese pervertido disfrutaba del sexo como mero observador y que durante la última convención, me había follado a la jefa de recursos humanos del Reino Unido teniéndole a él, sentado en una silla del mismo cuarto. Decidido a no perder la oportunidad de tirarme a ese zorrón, entre dos ponencias me acerqué al anciano y señalando a mi cuñada, le expliqué mis planes.

Muerto de risa, me preguntó si creía que Nuria estaría de acuerdo:

―  Arthur, no solo lo creo sino que estoy convencido. Esa puta es un parásito que usa todo tipo de ardides para subir en el escalafón.

― De acuerdo, el hecho que sea tu cuñada lo hace más interesante. Si tú estás dispuesto, por mí no hay problema. Os sentareis a mi lado―  y por medio de un apretón de manos, ratificamos nuestro acuerdo.

Satisfecho con el curso de los acontecimientos, le llegué a esa guarra y cogiéndola del brazo, le expliqué que esa noche íbamos a ser los dos los invitados principales del gran jefe. No creyéndose su suerte, Nuria me agradeció mis gestiones y con una sonrisa, dijo en tono grandilocuente:

― Cuando sea la directora de España, me acordaré de ti y de lo mucho que te deberé.

― No te preocupes: si llegado el caso te olvidas, ¡Seré yo quien te lo recuerde!

Os juro que verla tan ansiosa de seducir a ese, en teoría, pobre hombre, me excitó y apartándome de ella para que no lo notara, quedé con ella en irla a recoger a las nueve en su habitación. Celebrando de antemano mi victoria, me fui al bar y llamando al camarero, me pedí un whisky. Estando allí me encontré con Martha, la directiva con la que había estado en el pasado evento. Sus intenciones fueron claras desde el inicio porque nada más saludarme, directamente me preguntó si me apetecía repetir mientras me acariciaba con su mano mi pierna.

Viendo que se me acumulaba el trabajo, estuve a punto de rechazar sus lisonjas pero al observar su profundo escote y descubrir que bajo el vestido, esa rubia tenía los pezones en punta, miré mi reloj.

« Son las cinco», pensé, « tengo tres horas».

Al comprobar que teníamos tiempo para retozar un poco antes de la cena, le pregunté el número de su habitación y apurando mi bebida, quedé con ella allí en diez minutos. Disimulando, la inglesita se despidió de mí y desapareció del bar. Haciendo tiempo, me dediqué a saludar a unos conocidos, tras lo cual, me dirigí directamente hacia el ascensor. Desgraciadamente, no me percaté que mi futura víctima se había coscado de todo y que en cuanto entré en él, se acercó a comprobar en qué piso me bajaba.

Ajeno a su escrutinio, llegué hasta el cuarto de la mujer y tocando a su puerta, entré. Martha me recibió con un picardías de encaje y sin darme tiempo a reaccionar, se lanzó a mis brazos. Ni siquiera esperó a que la cerrara, como una salvaje comenzó a desabrocharme el pantalón y sacando mi miembro, quiso mamármelo. No la dejé, dándole la vuelta, le bajé las bragas y sin más prolegómeno, la ensarté violentamente. La rubia chilló moviendo sus caderas mientras gemía de placer. De pie y apoyando sus brazos en la pared se dejó follar sin quejarse. Si en un principio, mi pene se encontró con que su conducto estaba semi cerrado y seco, tras unos segundos, gracias a la excitación de la mujer, campeó libremente mientras ella se derretía a base de mis pollazos.

No os podéis hacer una idea de lo que fue: gritando en voz alta se corrió cuando yo apenas acababa de empezar y desde ahí, encadenó un orgasmo tras otro mientras me imploraba que no parara. Por supuesto queda que no me detuve, cogiendo sus pechos entre mis manos, forcé mi ritmo hasta que su vulva se convirtió en un frontón donde no dejaban de rebotar mis huevos.

― ¡Dios mío!―  aulló al sentir que cogiéndola en brazos, la llevaba hasta mi cama sin sacar de su interior mi extensión y ya totalmente entregada, se vio lanzada sobre las sábanas. Al caer sobre ella, mi pene se incrustó hasta el fondo de su vagina y lejos de revolverse, recibió con gozo mi trato diciendo: ― ¡Fóllame!

Sus deseos fueron órdenes y pasando mi mano por debajo, levanté su trasero y cumplí su deseo, penetrándola aun con más intensidad. Pidiéndome una tregua, se quitó el picardías, dejándome disfrutar de su cuerpo al desnudo y moviendo su trasero, buscó reanudar nuestra lujuria. Alucinado por la perfección de sus pezones, llevé mis manos hasta sus pechos y recogiendo sus dos botones entre mis yemas, los pellizqué suavemente. Mi involuntario gesto fue la señal de inicio de su salvaje cabalgar. Martha, usando mi pene como si fuera un machete, se empaló con él mientras berreando como una loca me gritaba su pasión. Azuzado por sus palabras, marqué nuestro ritmo con azotes en su culo. Ella al sentir las duras caricias sobre sus nalgas, me rogó que continuara.

Pero el cúmulo de sensaciones me desbordó y derramándome en su interior, me corrí salvajemente. Agotado, dejé que mi cuerpo cayera a su lado y seguí besándola mientras descansaba. Cuando mi amiga quiso reanimar mi miembro a base de lametazos, agarré su cara y separándome de ella, le expliqué que tenía que ahorrar fuerzas.

― ¿Y eso?

Aunque pensaba que se iba a cabrear, le conté mis planes y que esa noche me iba a vengar de mi cuñada. Contra toda lógica, Martha me escuchó con interés sin enfadarse y solo cuando terminé de exponerle el asunto, me soltó:

― ¿Por qué no le dices al jefe que me invite a mí también? Estoy segura que ese cerdo dirá que sí y de esa forma, podrás contar conmigo para castigar a tu cuñada.

No tardé ni tres segundos en aceptar y cerrando nuestro trato con un beso, decidí vestirme porque todavía tenía que contactar con Arthur y preguntarle si le parecía bien el cambio de planes. Lo que no esperaba fue que al salir al pasillo, Nuria estuviera cómodamente sentada en un sofá. Al verme aparecer de esa habitación todavía abrochándome la camisa, soltó una carcajada y poniendo cara de superioridad, dijo:

― Eres un capullo. ¡Te he pillado!

Incapaz de reaccionar, tuve que aguantar su bronca con estoicismo y tras varios minutos durante los cuales esa maldita no dejó de amenazarme con contárselo a su hermana, le pedí que no lo hiciera y que en contraprestación, me tendría a su disposición para lo que deseara. Viendo que estaba en sus manos y haciéndose la magnánima, me soltó:

― Por ahora, ¡No se lo diré! Pero te aviso que me cobraré con creces este favor―  tras lo cual cogió el ascensor dejándome solo.

Al irse me quedé pensando que si el plan que había diseñado se iba al traste, me podía dar por jodido porque esa puta iba a aprovechar lo que sabía para hacerme la vida imposible.  Asumiendo que me iba a chantajear, busqué a m jefe y sin decirle nada de esa pillada, le pedí si esa noche podía Martha acompañarnos. El viejo, como no podía ser de otra forma, se quedó encantado con la idea y movió sus hilos para que esa noche, los cuatro cenáramos al lado. Más tranquilo pero en absoluto convencido de que todo iba a ir bien, llegué a mi cuarto y directamente, me metí a duchar. Bajo el chorro de agua, al repasar el plan, comprendí que era casi imposible que Nuria fuese tan tonta de caer en la trampa. Por eso, mientras me afeitaba estaba acojonado.

Al dar las nueve, estaba listo y como cordero que va al matadero, llamé a su puerta. Nuria salió enseguida. Reconozco que al verla ataviada con ese vestido negro, me quedé extasiado. Embutida en un traje totalmente pegado y con un sugerente escote, el zorrón de mi cuñada estaba divina, Sé que ella se dio cuenta de la forma tan poco filial que la miré porque poniendo cara de asco, me espetó:

― No comprendo cómo has conseguido engañar a mi hermana tantos años. ¡Eres un cerdo!

Deseando devolverle el insulto e incluso soltarle un bofetón, me quedé callado y galantemente le cedí el paso. Encantada por el dominio que ejercía sobre mí, fue hacia el ascensor meneando su trasero con el único objetivo de humillarme. Aunque estaba indignado, no pude dejar de recrearme en la perfección de sus formas y bastante excitado, seguí sus pasos deseando que esa noche fuera la perdición de esa perra.

Al llegar al salón, Mr Goldsmisth estaba charlando amenamente con Martha. En cuanto nos vio entrar nos llamó a su lado y recreando la mirada en el busto de mi acompañante, la besó en la mejilla mientras su mano recorría disimuladamente su trasero. Mi cuñada comportándose como un putón desorejado, no solo se dejó hacer sino que, pegándose al viejo, alentó sus maniobras. Arthur, aleccionado por mí de lo zorra que era esa mujer, disfrutó como un enano manoseándola con descaro.  Cuando el maître avisó que la cena estaba lista, mi cuñada se colgó del brazo de nuestro jefe y alegremente, dejó que la sentara a su lado.

Aprovechando que iban delante, Martha susurró en mi oído:

― No sabía que esa guarra estaba tan buena. ¡Será un placer ayudarte!

Sonreí al escucharla y un poco más tranquilo, ocupé mi lugar. Con Nuria a la izquierda y la rubia a la derecha, afronté uno de los mayores retos de mi vida porque del resultado de esa velada, iba a depender si al volver a Madrid siguiera teniendo un matrimonio. Durante el banquete, mi superior se dejó querer por mi cuñada y preparando el camino, rellenó continuamente su copa con vino, de manera que ya en el segundo plato, observé que el alcohol estaba haciendo estragos en su mente.

« ¡Está borracha!», suspiré aliviado, al reparar que su lengua se trababa y que olvidándose que había público, Nuria aceptaba de buen grado que el viejo le estuviera acariciando la pierna por debajo del mantel.

Estábamos todavía en el postre cuando dirigiéndose a mí, Arthur preguntó si le acompañábamos después de cenar a tomar una copa en su yate. Haciéndome de rogar, le dije que estaba un poco cansado. En ese momento, Nuria me pegó una patada y haciéndome una seña, exigió que la acompañara hasta el baño.  Al salir del salón, me cogió por banda y con tono duro, me dijo:

― ¿A qué coño juegas? No pienso dejar que eches a perder esta oportunidad. Ahora mismo, vas y le dices a ese anciano que lo has pensado mejor y que por supuesto aceptas la invitación.

Cerrando el nudo alrededor de su cuello, protesté diciendo:

― Pero, ¡Eres tonta o qué! Si voy de sujeta― velas, lo único que haré es estorbar.

 Asumiendo que tenía razón, lo pensó mejor y no queriendo que mi presencia coartara sus deseos, me soltó:

― ¡Llévate a la rubia que tienes al lado!

Tuve que retener la carcajada de mi garganta y poniendo cara de circunstancias, cedí a sus requerimientos y volviendo a la mesa, cumplí su orden. Arthur me guiñó un ojo y despidiéndose de los demás, nos citó en diez minutos en el embarcadero del hotel. El yate del presidente resultó ser una enorme embarcación de veinte metros de eslora y decorada con un lujo tal que al verse dentro de ella, la zorra de mi cuñada creyó cumplidas sus fantasías de poder y riqueza.

El viejo que tenía muchos tiros dados a lo largo de su dilatada vida, nos llevó hasta un enorme salón y allí, puso música lenta antes de preguntarnos si abría una botella de champagne. No os podéis imaginar mi descojone cuando sirviendo cuatro copas, Arthur levantó la suya, diciendo:

― ¡Porqué esta noche sea larga y divertida!

Nuria sin saber lo que se avecinaba y creyéndose ya la directora para España de la compañía, soltó una carcajada mientras se colocaba las tetas con sus manos. Conociéndola como la conocía, no me quedó duda alguna que en ese momento, tenía el chocho encharcado suponiendo que el viejo no tardaría en caer entre sus brazos.

Martha, más acostumbrada que ella a los gustos de su jefe, se puso a bailar de manera sensual. Mi cuñada se quedó alucinada de que esa alta ejecutiva, sin cortarse un pelo y siguiendo el ritmo de la música, se empezara a acariciar los pechos mirándonos al resto con cara de lujuria. Pero entonces, quizás temiendo competencia, decidió que no iba a dejar a la rubia que se quedara con el viejo e imitándola, comenzó a bailar de una forma aún más provocativa.

El presi, azuzando la actuación de ambas mujeres, aplaudió cada uno de sus movimientos mientras no dejaba de rellenar sus copas. El ambiente se caldeó aún más cuando Martha decidió que había llegado el momento y cogiendo a mi  cuñada de la cintura, empezó a bailar pegándose a ella.  Mi cuñada que en un primer momento se había mostrado poco receptiva con los arrumacos lésbicos de la inglesa, al ver la reacción del anciano que, sin quitarle el ojo de encima, pidió más acción, decidió que era un trago que podría sobrellevar.

Incrementando el morbo del baile, no dudó en empezar a acariciar los pechos de la rubia mientras pegaba su pubis contra el de su partenaire. Confieso que me sorprendió su actuación y más cuando Martha respondiendo a sus mimos, le levantó la falda y sin importarla que estuviéramos mirando, le masajeó el culo. Para entonces, Arthur ya estaba como una moto y con lujuria en su voz, les prometió un aumento de sueldo si le complacían. Aunque el verdadero objetivo de Nuria no era otro que un salto en el escalafón de la empresa, decidió que por ahora eso le bastaba y buscando complacer a su jefe, deslizó los tirantes de la rubia, dejando al aire sus poderosos atributos.

Mi amiga, más ducha que ella en esas artes, no solo le bajó la parte de arriba del vestido sino que agachando la cabeza, cogió uno de sus pechos en la mano y empezó a mamar de sus pezones. Sin todavía creer que mis planes se fueran cumpliendo a rajatabla, fui testigo de sus gemidos cuando la inglesa la terminó de quitar el traje sin dejar de chupar sus pechos. Ni que decir tiene que para entonces, estaba excitado y que bajo mi pantalón, mi pene me pedía acción pero decidiendo darle tiempo al tiempo, esperé que los acontecimientos se precipitaran antes de entrar en acción.

No sé si fue el morbo de ser observada por mí o la promesa de la recompensa pero lo cierto es que Nuria dominada por una pasión hasta entonces inimaginable, dejó que la rubia la tumbara y ya en el suelo, le quitara por fin el tanga. Confieso que al disfrutar por vez primera de su cuerpo totalmente desnudo y confirmar que esa guarra no solo tenía unas tetas de ensueño sino que su entrepierna lucía un chocho completamente depilado, estuve a punto de lanzarme sobre ella. Afortunadamente, Martha se me adelantó y separando sus rodillas, hundió su cara en esa maravilla.

Sabiendo que no iba a tener otra oportunidad, coloqué mi móvil en una mesilla y ajustando la cámara empecé a grabar los sucesos que ocurrieron en esa habitación para tener un arma con la que liberarme de su acoso. Dejando que mi iphone perpetuara ese momento solo, volví al lado del americano y junto a él, fui testigo de cómo la rubia consiguió que mi cuñada llegara al orgasmo mientras le comía el coño. Nunca supuse que Nuria,  al hacerlo se pusiera a pegar gritos y que berreando como una puta, le pidiera más. Martha concediéndole su deseo metió un par de dedos en su vulva y sin dejar de mordisquear el clítoris de mi cuñada, empezó a follársela con la mano.

Uniendo un clímax con otro, la hermana de mi esposa disfrutó de sus caricias con una pasión que me hizo comprender que no era la primera vez que compartía algo así con otra mujer. Mi jefe contagiado por esa escena, se bajó la bragueta y cogiendo su pene entre las manos, se empezó a pajear. En un momento dado, mi cuñada se dio cuenta de lo que estaba ocurriendo y saliéndose del abrazo de Martha gateó hasta la silla del anciano y poniendo cara de puta, preguntó si le podía ayudar.

 Pero entonces, Arthur me señaló a mí y sin importarle el parentesco que nos unía, le soltó:

― Sí, me apetece ver como se la mamas a Manuel.

Sorprendida por tamaña petición, me miró con los ojos abiertos implorando mi ayuda pero entonces sin compadecerme de ella, puse una sonrisa y sacando mi miembro de su encierro, lo puse a su disposición. Nuria, incapaz de reusar cumplir el mandato del anciano y echando humo por la humillación, se acercó a mi silla se apoderó de mi extensión casi llorando.  Mi pene le quedaba a la altura de su boca y sin mediar palabra abrió sus labios, se lo introdujo en la boca. No pudiendo soportar la vergüenza, cerró los ojos, suponiendo que el hecho de no ver disminuiría la humillación del momento.

― Abre los ojos ¡Puta! Quiero que veas que es a mí, a quién chupas―  le exigí.

De sus ojos, dos lágrimas de ignominia brotaron mientras su lengua se apoderaba de mi sexo. De mi interior salieron unas gotas pre― seminales, las cuales fueron sin deseo, mecánicamente recogidas por ella. No satisfecho en absoluto, forcé su cabeza con mis manos y mientras hundía mi pene en su garganta, nuestro jefe incrementó su vergüenza diciendo:

― Tenías razón al decirme que esta perra tenía un cuerpo de locura pero nunca me imaginé que además fuera tan puta.

Intentando que el trago se pasara enseguida, mi cuñada aceleró sus maniobras y usando la boca como si de su coño se tratase, metió y sacó mi miembro con una velocidad pasmosa. Sobre excitado como estaba, no tardé en derramar mi simiente en su garganta y dueño de la situación, le exigí que se la tragara toda. Indignada por mi trato, se intentó rebelar pero entonces acudiendo en mi ayuda, Martha presionando su cabeza contra mi entrepierna le obligó a cumplir con mi exigencia. Una vez, había limpiado los restos de esperma de mi sexo, me levanté de la silla y poniéndome la ropa, me despedí de mi jefe dejándola a ella tumbada en el suelo, llorando.

Antes de irme, recogí mi móvil y preguntando a Martha si me acompañaba, salí con ella de regreso al hotel. Ya en mi habitación, la rubia y yo dimos rienda suelta a nuestra atracción y durante toda la noche, no paramos de follar descojonados por la desgracia de mi cuñada.

Rompo el culo a mi cuñada en una playa nudista.

A la mañana siguiente, Martha tenía que exponer en la convención y por eso nada más despertarnos, me dejó solo. Sin ganas de tragarme ese coñazo y sabiendo que mi jefe disculparía mi ausencia, cogí una toalla y con un periódico bajo el brazo, me fui a una playa cercana, la del hotel Hidden Beach. Ya en ella, me percaté que era nudista y obviando el asunto, me desnudé y me puse a tomar el sol. Al cabo de dos horas, me había acabado el diario y aburrido decidí iniciar mi venganza. Cogiendo el móvil envié a mi cuñada el video de la noche anterior, tras lo cual me metí al mar a darme un chapuzón. Al volver a la toalla, tal y como había previsto, tenía media docena de llamadas de mi cuñada.

Al devolverle la llamada, Nuria me pidió angustiada que teníamos que hablar. Sin explicarle nada, le dije que estaba en esa playa. La mujer estaba tan desesperada que me rogó que la esperase allí. Muerto de risa, usé el cuarto de hora que tardó en llegar para planear mis siguientes movimientos.

Reconozco que disfruté de antemano su entrega y por eso cuando la vi aparecer ya estaba caliente. Al llegar a mi lado, no hizo mención alguna a que estuviese en pelotas y sentándose en la arena, intentó disculpar su comportamiento echándole la culpa al alcohol. En silencio, esperé que me implorara que no hiciera uso del video que le había mandado. Entonces y solo entonces, señalándole la naturaleza de la playa, le exigí que se desnudara. Mi cuñada recibió mis palabras como una ofensa y negándose de plano, me dijo que no le parecía apropiado porque era mi cuñada.

Soltando una carcajada, usé todo el desprecio que pude, para soltarle:

― Eso no te importó anoche mientras me hacía esa mamada.

Helada al recordar lo ocurrido, comprendió que el sujeto de sus chantajes durante años la tenía en sus manos y sin poder negarse se empezó a desnudar. Sentándome en la toalla, me la quedé mirando mientras lo hacía y magnificando su vergüenza, alabé sus pechos y pezones cuando dejó caer su vestido.

― Por favor, Manuel. ¡No me hagas hacerlo!―  me pidió entre lágrimas al ser consciente de mis intenciones.

― Quiero ver de cerca ese chochito que tan gustosamente le diste a Martha―  respondí disfrutando de mi dominio.

Sumida en el llanto, se quitó el tanga y quedándose de pie, tapó su desnudez con sus manos.

― No creo que a tu hermana, le alegre verte mamando de mi polla.

Nuria, al asimilar la amenaza implícita que llevaban mis palabras, dejó caer sus manos y con el rubor decorando sus mejillas, disfruté de su cuerpo sin que nada evitara mi examen. Teniéndola así, me recreé  contemplando sus enormes tetas y bajando por su dorso, me maravilló contemplar nuevamente su sexo. El pequeño triangulo de pelos que decoraba su vulva, era una tentación imposible de soportar y por eso alzando la voz, le dije:

― ¿Qué esperas? ¡Puta! ¡Acércate!

Luchando contra sus prejuicios se mantuvo quieta. Entonces al ser consciente de la pelea de su interior y forzando su claudicación, cogí el teléfono y llamé a mi esposa. No os podéis imaginar su cara cuando al contestar del otro lado, saludé a Inés diciendo:

― Hola preciosa, ¿Cómo estás?… Yo bien, en la playa con tu hermana – y tapando durante un instante el auricular, pregunté a esa zorra si quería que qué le contara lo de la noche anterior, tras lo cual y volviendo a la llamada, proseguí con la plática –Sí cariño, hace mucho calor pero espera que Nuria quiere enseñarme algo…

La aludida, acojonada porque le revelase lo ocurrido, puso su sexo a escasos centímetros de mi cara. Satisfecho por su sumisión, lo olisqueé como aperitivo al banquete que me iba a dar después. Su olor dulzón se impregnó en mis papilas y rebotando entre mis piernas, mi pene se alzó mostrando su conformidad. Justo en ese momento, Inés quiso que le pasase a su hermana y por eso le di el móvil. Asustada hasta decir basta, Nuria contestó el saludo de mi mujer justo a la vez que sintió cómo uno de mis dedos se introducía en su sexo.

La zorra de mi cuñada tuvo que morderse los labios para evitar el grito que surgía de su garganta y con la respiración entrecortada, fue contestando a las preguntas de su pariente mientras mis yemas jugueteaban con su clítoris.

― Sí, no te preocupes―  escuché que decía –Manuel se está portando como un caballero y no tengo queja de él.

Esa mentira y la humedad que envolvía ya mis dedos, me rebelaron su completa rendición. Afianzando mi dominio, me levanté y sin dejar de pajear su entrepierna, llevé una mano a sus pechos y con saña, me dediqué a pellizcarlos.  Nuria al sentir la presión a la que tenía sometida a sus pezones, involuntariamente cerró las piernas y no pudiendo continuar hablando colgó el teléfono. Cuando lo hizo, pensé que iba a huir de mi lado pero, contrariamente a ello, se quedó quieta  sin quejarse.

― ¡Guarra! ¿Te gusta que te trate así?

Pegando un grito, lo negó pero su coño empapado de deseo la traicionó y acelerando la velocidad de las yemas que te tenía entre sus piernas, la seguí calentando mientras la insultaba de viva voz. Su primer gemido no se hizo esperar y desolada por que hubiera descubierto que estaba excitada, se dejó tumbar en la toalla.

Aprovechándome de que no había nadie más en la playa, me tumbé a su lado y durante unos minutos me dediqué a masturbarla mientras le decía que era una puta. Dominada por la excitación, no solo dejó que lo hiciera sino que con una entrega total, empezó a berrear de placer al sentir como su cuerpo reaccionaba. No tardé en notar que estaba a punto de correrse y comprendiendo que esa batalla la tenía que ganar, me agaché entre sus piernas mientras le decía:

― He deseado follarte, zorra, desde hace años y te puedo asegurar que antes que acabe este día habré estrenado todos tus agujeros.

Mis palabras la terminaron de derrotar y antes de que mi lengua recorriera su clítoris, Nuria ya estaba dando alaridos de deseo e involuntariamente, separó sus rodillas para facilitar mi incursión. Su sabor azuzó aún más si cabe mi lujuria y separando los hinchados pliegues del sexo que tenía enfrente, me dediqué a comérmelo mientras mi víctima se derretía sin remedio.  Su orgasmo fue casi inmediato y derramando su flujo sobre la toalla, la hermana de mi mujer me rogó entre lágrimas que no parara. Con el objeto de conseguir su completa sumisión, mordisqueé su botón mientras mis dedos se introducían una y otra vez en su interior.

Ya convertida en un volcán a punto de estallar, Nuria me pidió que la tomara sin darse cuenta de lo que significaban sus palabras.

― ¿Qué has dicho?

Avergonzada pero necesitada de mi polla, no solo me gritó que la usase a mi gusto sino que poniéndose a cuatro patas, dijo con voz entrecortada por su pasión:

― Fóllame, ¡Lo necesito!

Lo que nunca se había imaginado ese zorrón fue que dándole un azote en su trasero, le pidiese que me mostrara su entrada trasera. Aterrorizada, me explico que su culo era virgen pero ante mi insistencia no pudo más que separarse las nalgas. Verla separándose los glúteos con sus manos mientras me rogaba que no tomara posesión de su ano, fue demasiado para mí y como un autómata, me agaché y sacando la lengua empecé a recorrer los bordes de su esfínter mientras acariciaba su clítoris con mi mano. Ilusionado comprobé que mi cuñada no me había mentido porque su entrada trasera estaba incólume. El saber que nadie la había hoyado ese rosado agujero me dio alas  y recogiendo parte del flujo que anegaba su sexo, fui untando con ese líquido viscoso su ano.

― ¡Me encanta!―  chilló al sentir que uno de mis dedos se abría paso y reptando por la toalla, apoyó su cabeza en la arena mientras levantaba su trasero. 

La nueva posición me permitió observar con tranquilidad que los muslos de la mujer temblaban cada vez que introducía mi falange en su interior y ya más seguro de mí mismo, decidí dar otro paso y dándole otro azote, metí las yemas de dos dedos dentro de su orificio.

― Ahhhh―  gritó mordiéndose el labio. 

Su gemido fue un aviso de que tenía que tener cuidado y por eso volví a lubricar su ano mientras esperaba a que se relajase. La morena moviendo sus caderas me informó, sin querer, que estaba dispuesta. Esta vez, tuve cuidado y moviendo mis dedos alrededor de su cerrado músculo, fui dilatándolo mientras que con la otra mano, la empezaba a masturbar. 

― ¡No puede ser!―  aulló al sentir sus dos entradas siendo objeto de mi caricias.

Venciendo sus anteriores reparos, mi cuñadita se llevó las manos a sus pechos y pellizcando sus pezones, buscó agrandar su excitación. Increíblemente al terminar de meter los dos dedos, se corrió sonoramente mientras su cuerpo convulsionaba bajo el sol de esa mañana. Sin dejarla reposar, embadurné mi órgano con su flujo y poniéndome detrás de ella, llevé mi glande ante su entrada: 

― ¿Estás lista?―  pregunté mientras jugueteaba con su esfínter. 

Ni siquiera esperó a que terminara de hablar y tomando por primera vez la iniciativa,  llevó su cuerpo hacia atrás y lentamente fue metiéndoselo. La parsimonia con la que se empaló, me permitió sentir cada rugosidad de su ano apartándose ante el avance de mi miembro. Sin gritar pero con un rictus de dolor en su cara, prosiguió con su labor hasta que sintió la base de mi pene chocando con su culo y entonces y solo entonces, se permitió quejarse del sufrimiento que estaba experimentado.

― ¡Cómo duele!―  exclamó cayendo rendida sobre la toalla.

Venciendo las ganas que tenía de empezar a disfrutar de semejante culo, esperé que se acostumbrara a tenerlo dentro y para que no se enfriara el ardor de la muchacha, aceleré mis caricias sobre su clítoris. Pegando un nuevo berrido, Nuria me informó que se había relajado y levantando su cara de la arena, me rogó que comenzara a cabalgarla. 

Su expresión de genuino deseo no solo me convenció que había conseguido mi objetivo sino que me reveló que a partir de ese día esa puta estaría a mi entera disposición. Haciendo uso de mi nueva posesión, fui con tranquilidad extrayendo mi sexo de su interior y cuando casi había terminado de sacarlo, el putón en el que se había convertido mi cuñada, con un movimiento de sus caderas, se lo volvió a introducir. A partir de ese momento, Nuria y yo dimos  inicio a un juego por el cual yo intentaba recuperarlo y ella lo impedía al volvérselo a embutir. Poco a poco, el ritmo con el que la daba por culo se fue acelerando, convirtiendo nuestro tranquilo trotar en un desbocado galope. Temiendo que en una de esas, mi pene se saliera y provocara un accidente, hizo que cogiera con mis manos sus enormes ubres para no descabalgar.

― ¡Me encanta!―  me confesó al experimentar que con la nueva postura mis penetraciones eran todavía más profundas.

― ¡Serás puta!―  contesté descojonado al oírla y estimulado por su entrega, le di un fuerte azote. 

― ¡Que gusto!―  gritó al sentir mi mano y comportándose como la guarra que era,  me imploró más. 

No tuvo que volver a decírmelo, alternando de una nalga a otra, le fui propinando sonoras cachetadas marcando el compás con el que la penetraba. El durísimo trato  la llevó al borde de la locura y ya  con su culo completamente rojo, empezó a estremecerse al sentir los síntomas de un orgasmo brutal. Fue impresionante ver a Nuria, temblando de placer mientras su garganta no dejaba de rogar que siguiera azotándola:

― ¡No dejes de follarme!, ¡Por favor!―  aulló al sentir que el gozo desgarraba su interior. 

Su actitud sumisa fue el acicate que me faltaba y cogiendo sus pezones entre mis dedos, los pellizqué con dureza mientras usaba su culo como frontón.  Pegando un alarido, perdió el control y moviendo sus caderas, se corrió.

Con la tarea ya hecha, decidí que era mi momento y concentrándome  en mi propio placer, forcé su esfínter al máximo con fieras cuchilladas de mi estoque. Desesperada, Nuria aulló pidiendo un descanso pero absorto por la lujuria, no le hice caso y seguí violando su intestino hasta que sentí que estaba a punto de correrme. Mi orgasmo fue total. Cada uno de los músculos de mi cuerpo se estremeció de placer mientras  mi pene vertía su simiente rellenando el estrecho conducto de la mujer.

Al terminar de eyacular, saqué mi pene de su culo y agotado, me tumbé a su lado. Mi cuñada entonces hizo algo insólito en ella, recibiéndome con los brazos abiertos, me besó mientras  no dejaba de agradecerme el haberla hecho sentir tanto placer y acurrucada en esa posición, se quedó dormida. La dejé descansar durante unos minutos durante los cuales, al rememorar lo ocurrido caí en la cuenta que aunque no era mi intención le había ayudado a desprenderse de los complejos que le habían maniatado desde niña.

« Esta zorra ha descubierto su faceta sumisa y ya no podrá desembarazarse de ella», pensé mientras la miraba.

¡Estaba preciosa! Su cara relajada demostraba que mi querida cuñadita por primera vez  era una mujer feliz. Temiendo que cogiese una insolación, la desperté y abriendo sus ojos, me miró con ternura mientras me preguntaba:

― ¿Ahora qué?

Supe que con sus palabras quería saber si ahí acababa todo o por el contrario, esa playa era el inicio de una relación. Soltando una carcajada, le ayudé a levantarse y cogiéndola entre mis brazos, le dije:

― ¡No pienso dejarte escapar! 

Luciendo una sonrisa de oreja a oreja, me contestó:

― Vamos a darnos un baño rápido al hotel porque Mr. Goldsmith me ha pedido que te dijera que quiere verte esta tarde nuevamente en su yate.

― ¿A mí solo?―  pregunté con la mosca detrás de la oreja.

― No, también quiere que vayamos Martha y yo―  y poniendo cara de no haber roto un plato, me confesó: ― Por ella no te preocupes, antes de venir a la playa, se lo he explicado y está de acuerdo.

Ya completamente seguro de que esa zorra escondía algo, insistí:

― ¿Sabes lo que quiere el viejo?

― Sí, te va a nombrar director para Europa y desea celebrar tu nombramiento…―  contestó muerta de risa y tomando aire, prosiguió diciendo: ― También piensa sugerirte que nos nombres a la rubia y a mí como responsables para el Reino Unido y España.

Solté una carcajada al comprobar que esa zorra, sabiendo que iba a ser su jefe, maniobró para darme la noticia y que su supuesta sumisión solo era un paso más en su carrera.  Sin importarme el motivo que tuviera, decidí que iba a abusar de mi puesto y cogiéndola de la cintura, volví junto con ella a mi habitación.

 

 


Relato erótico: «La esposa de un narco y su hermana son mis vecinas» (POR GOLFO)

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TODO COMENZÓ POR UNA PARTIDA2Capítulo uno:

Sin-t-C3-ADtulo29Estoy jodido. Mi ritmo de vida se ha visto alterado por culpa de mis vecinas. Hasta hace seis meses, siempre me había considerado un perro en lo que respecta a mujeres y aun así, con cuarenta y tres años,  me he visto sorprendido por la actitud  que  han mostrado desde que se  mudaron al ático de al lado.
 Todavía recuerdo el sábado que hicieron la mudanza. Ese día tenía una resaca monumental producto de la ingesta incontrolada de Whisky a la que estoy fatalmente habituado. Me había acostado pasadas las seis de la madrugada con una borrachera de las que hacen época pero con una borracha del montón.  
Todavía seguía durmiendo cuando sin previo aviso, llegó a mis oídos el escándalo de los trabajadores de la empresa de mudanza subiendo y colocando los muebles. Tardé en reconocer la razón de tamaño estrépito, el dolor de mi cabeza me hizo levantarme y sin darme cuenta que como única vestimenta llevaba unos calzoncillos, salí al rellano a ver cuál era la razón de semejante ruido. Al abrir la puerta me encontré de bruces con un enorme aparador que bloqueaba la salida de mi piso. Hecho una furia, obligué a los operarios a desbloquear el paso y cabreado volví a mi cama.
En mi cuarto, María, una asidua  visitante de la casa, se estaba vistiendo.
-Marcos. Me voy. Gracias por lo de ayer.
En mis planes estaba pasarme todo el fin de semana retozando con esa mujer, pero gracias a mis “amables vecinos”  me lo iba a pasar solo. Comprendiendo a la mujer, no hice ningún intento para que cambiara de opinión. De haber sido al revés, yo hubiera tardado incluso menos tiempo en salir huyendo de ese infierno. 
-Te invito a tomar un café al bar de abajo- le dije mientras me ponía una camiseta y un pantalón corto. Necesitaba inyectarme en vena cafeína.
Mi amiga aceptó mi invitación de buen grado y en menos de cinco minutos estábamos sentados en la barra desayunando. Ella quiso que me fuera a su casa a seguir con lo nuestro pero ya se había perdido la magia. Sus negras ojeras me hicieron recordar una vieja expresión: “ayer me acosté a las tres con una chica diez, hoy me levanté a las diez con una chica tres”. Buscando una excusa, rechacé su oferta amablemente prometiéndole que el siguiente viernes iba a invitarla a cenar en compensación. Prefería quedarme solo a tener que volver a empezar con el galanteo con ese gallo desplumado que era María sin el maquillaje. Ambos sabíamos que era mentira, nuestra relación consiste solo en sexo esporádico, cuando ella o yo estábamos sin plan, nos llamábamos para echar un polvo y nada más.
Al despedirnos, decidí salir a correr por el Retiro con la sana intención de sudar todo el alcohol ingerido.  Tengo la costumbre de darle cuatro vueltas a ese parque a diario, pero ese día fui incapaz de completar la segunda. Con el bofe fuera, me tuve que sentar en uno de sus bancos a intenta normalizar mi respiración. “Joder, anoche me pasé”, pensé sin reconocer que un cuarentón no tiene el mismo aguante que un muchacho y que aunque había bebido en exceso, la realidad de mi estado tenía mucho más que ver con mi edad. Con la moral por los suelos, volví a mi piso.
Había trascurrido solo dos horas y por eso me sorprendió descubrir que habían acabado con la mudanza. Encantado con el silencio reinante en casa, me metí en la sauna que había hecho instalar en la terraza. El vapor obró maravillas, abriendo mis poros y eliminando las toxinas de poblaban mis venas. Al cabo de media hora, completamente sudado salí y sin pensar en que después de dos años volvía a tener vecinos, me tiré desnudo a la pequeña piscina que tengo en el segundo piso del dúplex donde vivo. Sé que es un lujo carísimo, pero después de quince años ejerciendo como abogado penalista es un capricho al que no estoy dispuesto a renunciar. Estuve haciendo largos un buen rato, hasta que el frio de esa mañana primaveral me obligó a salir.
Estaba secándome las piernas cuando a mi espalda escuché unas risas de mujer.  Al girarme, descubrí que dos mujeres, que debían rondar los treinta años, estaban mirándome al otro lado del murete que dividía nuestras terrazas. Avergonzado, me enrollé la toalla y sonriendo en plan hipócrita, me metí de nuevo en mi habitación.
“¡Mierda!, voy a tener que poner un seto si quiero seguir bañándome en pelotas”, me dije molesto por la intromisión de las dos muchachas.
Acababa de terminar de vestirme cuando escuché que alguien tocaba el timbre, y sin terminar de arreglarme salí a ver quién era. Me sorprendió toparme de frente con mis dos vecinas. Debido al corte de verme siendo observado, ni siquiera había tenido tiempo de percatarme que además de ser dos preciosidades de mujer, las conocía:
Eran Tania y Sofía, la esposa y la hermana de Dmitri  Paulovich, un narco al que había defendido hacía tres meses y que aprovechando que había conseguido sacarle de la trena mediante una elevada fianza, había huido de España, o al menos eso era lo que se suponía. Sin saber que decir, les abrí la puerta de par en par y bastante más asustado de lo que me hubiese gustado reconocer les pregunté en qué podía servirles.
Tanía, la mujer de ese sanguinario, en un perfecto español pero imbuido en un fuerte acento ruso, me pidió perdón si me habían molestado sus risas pero que les había sorprendido darse cuenta que su vecino no era otro que el abogado de su marido.
-Soy yo el que les tiene que pedir perdón. Llevo demasiado tiempo sin vecinos, y me había acostumbrado a nadar desnudo. Lo siento no se volverá a repetir.
-No se preocupe por eso. En nuestra Rusia natal el desnudo no es ningún tabú. Hemos venido a invitarle a cenar como muestra de nuestro arrepentimiento.
La naturalidad con la que se refirió a mi escena nudista, me tranquilizó y sin pensármelo dos veces, acepté su invitación, tras lo cual se despidieron de mí con un “hasta luego”. De haber visto como Sofía me miraba el culo, quizás no hubiese aceptado ir esa noche a cenar, no en vano su hermano era el responsable directo de medio centenar de muertes.
Al cerrar la puerta, me desmoroné. Había luchado duro para conseguir un estatus y ahora de un plumazo, mi paraíso se iba a convertir en un infierno. Vivir pared con pared con uno de los tipos más peligroso de toda el hampa ruso era una idea que no me agradaba nada y peor, si ese hombre me había pagado una suculenta suma para conseguir que le sacara. Nadie se iba a creer que nuestra relación solo había consistido en dos visitas a la cárcel y que no tenía nada que ver con sus sucios enjuagues y negocios. Hecho un  manojo de nervios, decidí salir a comer a un restaurante para pensar qué narices iba a hacer con mi vida ahora que la mafia había llamado a mi puerta. Nada más salir, comprendí que debía de vender mi casa y mudarme por mucho que la crisis estuviera en su máximo apogeo. En el portal de mi casa dos enormes sicarios estaban haciendo guardia con caras de pocos amigos.
Durante la comida, hice un recuento de los diferentes escenarios con los que me iba a encontrar. Si seguía viviendo a su lado, era un hecho que no iba a poderme escapar de formar parte de su organización, pero si me iba de espantada, ese hijo de puta se enteraría y podía pensar que no le quería como vecino, lo que era en la práctica una condena a muerte. Hiciera lo que hiciese, estaba jodido. “Lo mejor que puedo hacer es ser educado pero intentar reducir al mínimo el trato”, me dije prometiéndome a mí mismo que esa noche iba a ser la primera y última que cenara con ellos.
Recordando las normas de educación rusa, salí a comprar unos presentes que llevar a la cena. Según su estricto protocolo el invitado debía de llevar regalos a todos los anfitriones y como no sabía si Dmitri estaba escondido en la casa, opté por ser prudente y decidí también comprarle a él. No me resultó fácil elegir, un mafioso tiene de todo por lo que me incliné por lo caro y entrando en Loewe le compré unos gemelos de oro. Ya que estaba allí, pedí consejo a la dependienta respecto a las dos mujeres.
-A las rusas les encantan los pañuelos-, me respondió.
Al salir por la puerta, mi cuenta corriente había recibido un bajón considerable pero estaba contento, no iban a poderse quejar de mi esplendidez. No me apetecía volver a casa, por lo que para hacer tiempo, me fui al corte inglés de Serrano a comprarme un traje.  De vuelta a mi piso, me dediqué a leer un rato en una tumbona de la piscina, esperando que así se me hiciera más corta la espera. Estaba totalmente enfrascado en la lectura, cuando un ruido me hizo levantar mi mirada del libro. Sofía, la hermana pequeña del mafioso, estaba dándose crema completamente desnuda en su terraza. La visión de ese pedazo de mujer en cueros mientras se extendía la protección por toda su piel, hizo que se me cayera el café, estrellándose la taza contra el suelo.
Asustado, me puse a recoger los pedazos, cuando de repente escuché que me decía si necesitaba ayuda. Tratando de parecer tranquilo, le dije que no, que lo único que pasaba era que había roto una taza.
-¿Qué es lo que ponerle nervioso?- me contestó.
 Al mirarla, me quedé petrificado,  la muchacha se estaba pellizcando su pezones mientras con su lengua recorría sensualmente sus labios. Sin saber qué hacer ni que responder, terminé de recoger el estropicio y sin hablar, me metí a la casa. Ya en el salón, miré hacia atrás a ver que hacía. Sofía, consciente de ser observada, se abrió de piernas y separando los labios de su sexo, empezó a masturbarse sin pudor. No tuve que ver más, si antes tenía miedo de tenerles de vecinos, tras esa demostración estaba aterrorizado. Dmitri era un hijo de perra celoso y no creí que le hiciera ninguna gracia que un picapleitos se enrollara con su hermanita.
“Para colmo de males, la niña es una calientapollas”, pensé mientras trataba de tranquilizarme metiéndome en la bañera. “Joder, si su hermano no fuera quién es, le iba a dar a esa cría lo que se merece”, me dije al recordar lo buenísima que estaba, “la haría berrear de placer y la pondría a besarme los pies”.
Excitado, cerré los ojos y  me dediqué a relajar mi inhiesto miembro. Dejándome  llevar por la fantasía, visualicé como sería ponerla en plan perrito sobre mis sabanas. Me la imaginé entrando en mi habitación y suplicando que le hiciera el amor. En mi mente, me tumbé en la cama y le ordené que se hiciera cargo de mi pene. Sofía no se hizo de rogar y acercando su boca, me empezó a dar una mamada de campeonato. Me vi penetrándola, haciéndola chillar de placer mientras me pedía más. En mi mente, su cuñada,  alertada por los gritos,  entraba en mi cuarto. Al vernos disfrutando, se excitó y retirando a la pelirroja de mí, hizo explotar mi sexo en el interior de su boca. 
Era un imposible, aunque se metieran en mi cama desnudas nunca podría disfrutar de sus caricias, era demasiado peligroso, pero el morbo de esa situación hizo que no tardara en correrme. Ya tranquilo,  observé que sobre el agua mi semen navegaba formando figuras. “Qué desperdicio”, me dije y fijándome en el reloj, supe que ya era la hora de vestirme para la cena.
A las nueve en punto, estaba tocando el timbre de su casa. Para los rusos la puntualidad es una virtud y su ausencia una falta de educación imperdonable. Una sirvienta me abrió la puerta con una sonrisa y, cortésmente,  me hizo pasar a la biblioteca. Tuve que reconocer que la empresa de mudanzas había hecho un buen trabajo, era difícil darse cuenta que esas dos mujeres llevaban escasas doce horas en ese piso. Todo estaba en su lugar y en contra de lo que me esperaba, la elección de la decoración denotaba un gusto que poco tenía que ver con la idea preconcebida de lo que me iba encontrar. Había supuesto que esa familia iba hacer uso de la típica ostentación del nuevo rico. Sobre la mesa, una botella de vodka helado y tres vasos.
-Bienvenido-, escuché a mi espalda. Al darme la vuelta, vi que Tanía, mi anfitriona, era la que me había saludado. Su elegancia volvió a sorprenderme. Enfundada en un traje largo sin escote parecía una diosa. Su pelo rubio y su piel blanca eran realzados por  la negra tela.
-Gracias- le respondí -¿su marido?
-No va a venir, pero le ha dejado un mensaje- me contestó y con gesto serio encendió el DVD.
En la pantalla de la televisión apareció un suntuoso despacho y detrás de la mesa, Dmitri. No me costó reconocer esa cara, puesto que, ya formaba parte de mis pesadillas. Parecía contento, sin hacer caso a que estaba siendo grabado, bromeaba con uno de sus esbirros. Al cabo de dos minutos, debieron de avisarle y dirigiéndose a la cámara, empezó a dirigirse a mí.
-Marcos, ¡Querido hermano!, siento no haberme podido despedirme de ti pero, como sabes mis negocios, requerían mi presencia fuera de España. Solo nos hemos visto un par de veces pero ya te considero de mi sangre y por eso te encomiendo lo más sagrado para mí, mi esposa y mi dulce hermana. Necesito que no les falte de nada y que te ocupes de defenderlas si las autoridades buscan una posible deportación. Sé que no vas a defraudar la confianza que deposito en ti y como muestra de mi agradecimiento, permíteme darte este ejemplo de amistad- En ese momento, su esposa puso en mis manos un maletín.  Dudé un instante si abrirlo o no, ese cabrón no había pedido mi opinión, me estaba ordenando no solo que me hiciera cargo de la defensa legal de ambas mujeres sino que ocupara de ellas por completo.
“No tengo más remedio que aceptar sino lo hago soy hombre muerto”, pensé  mientras abría  el maletín.  Me quedé sin habla al contemplar su contenido, estaba repleto de fajos de billetes de cien euros. No pude evitar exclamar:
-¡Debe haber más de quinientos mil euros!
-Setecientos cincuenta mil, exactamente- Tania me rectificó -es para cubrir los gastos que le ocasionemos durante los próximos doce meses.
“¡Puta madre! Son ciento veinticinco millones de pesetas, por ese dinero vendo hasta mi madre”, me dije sin salir de mi asombro. El ruso jugaba duro, si aguantaba, sin meterme en demasiados líos, cinco años, me podía jubilar en las Islas vírgenes.
-Considéreme su abogado- dije extendiéndole la mano.
La mujer, tirando de ella, me plantó un beso en la mejilla y al hacerlo pegó su cuerpo contra el mío. Sentir sus pechos me excitó. La mujer se dio cuenta y alargando el abrazo, sonriendo, me respondió cogiendo la botella de la mesa:
-Hay que celebrarlo.
Sirvió dos copas y de un solo trago se bebió su contenido. Al imitarla, el vodka quemó dolorosamente mi garganta, haciéndome toser. Ella se percató que no estaba habituado a ese licor y aun así las rellenó nuevamente, alzando su copa, hizo un brindis en ruso que no comprendí y al interrogarla por su significado, me respondió:
– Qué no sea ésta la última vez que bebemos juntos, con ayuda de Dios-
Es de todos conocidos la importancia que dan lo eslavos a los brindis, y por eso buscando satisfacer esa costumbre, levanté mi bebida diciendo:
-Señora, juro por mi honor servirla. ¡Que nuestra amistad dure muchos años!
Satisfecha por mis palabras, vació su vodka y señalándome el mío, esperó a que yo hiciera lo mismo.  No me hice de rogar, pensaba que mi estómago no iba a soportar otra agresión igual pero en contra de lo que parecía lógico, ese segundo trago me encantó. En ese momento, Sofía hizo su entrada a la habitación, preguntando que estábamos celebrando. Su cuñada acercándose a ella, le explicó:
-Marcos ha aceptado ser el hombre de confianza de Dmitri, sabes lo que significa, a partir de ahora debes obedecerle.
-Por mí, estar bien. Yo contenta- respondió en ese español chapurreado tan característico, tras lo cual me miró y poniéndose melosa, me dijo: -no dudar de colaboración mía.
Su tono me puso la piel de gallina. Era una declaración de guerra, la muchacha se me estaba insinuando sin importarle que la esposa de su hermano estuviera presente. Tratando de quitar hierro al asunto,  decidí preguntarles si había algo urgente que tratar.
-Eso, ¡mañana! Te hemos invitado y la cena ya está lista-, contestó Tanía, zanjando el asunto.
-Perdone mi despiste, señora, le he traído un presente- dije dando a cada una su paquete. La dependienta de Loewe había acertado de pleno, a las dos mujeres les entusiasmó su regalo. Según ellas, se notaba que conocía al sexo femenino, Dmitri les había obsequiado muchas cosas pero ninguna tan fina.
-¿Pasamos a cenar?- preguntó Tania.
No esperó mi respuesta, abriendo una puerta corrediza me mostró el comedor. Al entrar estuve a punto de gritar al sentir la mano de Sofía magreándome descaradamente el culo. Intenté que la señora de la casa no se diera cuenta de los toqueteos que estaba siendo objeto pero dudo mucho que una mujer, tan avispada, no se percatara de lo que estaba haciendo su cuñada. Con educación les acerqué la silla para que se sentaran.
-Eres todo un caballero- galantemente me agradeció Tania. -En nuestra patria se ha perdido la buena educación. Ahora solo abundan los patanes.
Esa rubia destilaba clase por todos sus poros, su delicado modo de moverse, la finura de sus rasgos, hablaban de sus orígenes cien por cien aristocráticos. En cambio, Sofía era un volcán a punto de explotar, su enorme vitalidad iba acorde con el tamaño de sus pechos. La naturaleza la había dotado de dos enormes senos, que en ese mismo instante me mostraba en su plenitud a través del escote de su vestido.
“Tranquilo macho, esa mujer es un peligro”, tuve que repetir mentalmente varias veces para que la excitación no me dominara:”Si le pones la mano encima, su hermano te corta los huevos”
La incomodidad inicial se fue relajando durante el trascurso de la cena. Ambas jóvenes no solo eran unas modelos de belleza sino que demostraron tener una extensa cultura y un gran sentido del humor, de modo que cuando cayó la primera botella, ya habíamos entrado en confianza y fue Sofía, la que preguntó si tenía novia.
-No, ninguna mujer con un poco de sentido común me aguanta. Soy el prototipo de solterón empedernido.
-Las españolas no saber de hombres, ¿Verdad?, -.
Esperaba que Tanía, cortarse la conversación pero en vez de ello, contestó:
-Si, en Moscú no duras seis meses soltero. Alguna compatriota te echaría el lazo nada más verte.
-¿El lazo?, y ¡un polvo!- soltó la pelirroja con una sonrisa pícara.
Su cuñada, lejos de escandalizarse de la burrada que había soltado la pelirroja, se destornilló de risa, dándole la razón:
-Si nunca he comprendido porqué en España piensan que las rusas somos frías, no hay nadie más caliente que una moscovita. Sino que le pregunten a mi marido.
Las carcajadas de ambas bellezas fueron un aviso de que me estaba moviendo por arenas movedizas y tratando de salirme del pantano en el que me había metido, contesté que la próxima vez que fuera tenía que presentarme a una de sus amigas. Fue entonces cuando noté que un pie desnudo estaba subiendo por mi pantalón y se concentraba en mi entrepierna.  No tenía ninguna duda sobre quien era la propietaria del pie que frotaba mi pene. Durante unos minutos tuve que soportar que la muchacha intentara  hacerme una paja mientras yo seguía platicando tranquilamente con Tania. Afortunadamente cuando ya creía que no iba a poder aguantar sin correrme, la criada llegó  y susurró al oído de su señora que acababan de llegar otros invitados.
Sonriendo, me explicó que habían invitado a unos amigos a tomar una copa, si no me importaba, tomaríamos el café en la terraza. Accedí encantado, ya que eso me daba la oportunidad de salir airoso del acoso de Sofía. Camino de la azotea volví a ser objeto de las caricias de la pelirroja. Con la desfachatez que da la juventud, me agarró de la cintura y me dijo que estaba cachonda desde que me vio desnudo esa mañana. Tratando de evitar un escándalo, no tuve más remedio que llevármela a un rincón y pedirle que parara que no estaba bien porque yo era un empleado de Dmitri,
La muchacha me escuchó poniendo un puchero, para acto seguido decirme:
-Yo dejarte por hoy, pero tú dame beso.
No sé por qué cedí a su chantaje y cogiéndola entre mis brazos acerqué mis labios a los suyos. Si pensaba que se iba a conformar con un morreo corto, estaba equivocado, pegándose a mí, me besó sensualmente mientras rozaba sin disimulo su sexo contra mi pierna. Tenía que haberme separado en ese instante pero me dejé llevar por la lujuria y agarrando sus nalgas, profundicé en ella de tal manera que si no llega a ser porque escuchamos que los invitados se acercaban la hubiese desnudado allí mismo.
“¡Cómo me pone esta cría!”, pensé mientras disimulaba la erección.
Tania, ejerciendo de anfitriona, me introdujo a las tres parejas. Dos de ellas trabajaban en la embajada mientras que el otro matrimonio estaba de visita, lo más curioso fue el modo en que me presentó:
-Marcos es el encargado de España, cualquier tema en ausencia de mi marido tendréis que tratarlo con él.
Las caras de los asistentes se transformaron y con un respeto desmedido se fueron  presentado, explicando cuáles eran sus funciones dentro de la organización. Asustado por lo súbito de mi  nombramiento, me quedé callado memorizando lo que me estaban diciendo.  Cuando acabaron esperé a que Tania estuviese sola y acercándome a ella, le pedí explicaciones:
-Tú no te preocupes, poca gente lo sabe pero yo soy la verdadera jefa de la familia. Cuando te lleguen con un problema, solo tendrás que preguntarme.
 Creo que fue entonces cuando realmente caí en la bronca en la que me había metido. Dmitri no era más que el lacayo que su mujer usaba para sortear el machismo imperante dentro de la mafia y  ella, sabiendo que su marido iba a estar inoperante durante largo tiempo, había decidido sustituirlo por mí. Estaba en las manos de esa bella y fría mujer. Sintiéndome una mierda, cogí una botella y sentado en un rincón, empecé a beber sin control. Desconozco si me pidieron opinión o si lo dieron por hecho, pero al cabo de media hora la fiesta se trasladó a mi terraza porqué la gente quería tomarse un baño. Totalmente borracho aproveché para ausentarme y sin despedirme, me fui a dormir la moña en mi cama.
Debían de ser las cinco de la madrugada cuando me desperté con la garganta reseca.  Sin encender la luz, me levanté a servirme un coctel de aspirinas que me permitiera seguir durmiendo. Tras ponerme el albornoz, salí rumbo a la cocina pero al cruzar el salón, escuché que todavía quedaba alguien de la fiesta en la piscina. No queriendo molestar pero intrigado por los jadeos que llegaban a mis oídos, fui sigilosamente hasta la ventana para descubrir una escena que me dejó de piedra. Sobre una de las tumbonas, Tania estaba totalmente desnuda y Sofía le estaba comiendo con pasión su sexo.  No pude retirar la vista de esas dos mujeres haciendo el amor. La rubia con la cabeza echada hacia atrás disfrutaba de las caricias de la hermana de su marido mientras con sus dedos no dejaba de pellizcarse los pechos. Era alucinante ser coparticipe involuntario de tanto placer, incapaz de dejar de mirarlas mi miembro despertó de su letargo e irguiéndose, me pidió que le hiciera caso.  Nunca he sido un voyeur pero reconozco que ver a Sofía disfrutando del coño de Tania era algo que jamás iba a volver a tener la oportunidad de ver y asiéndolo con mi mano, empecé a masturbarme.
Llevaban  tiempo haciéndolo porque la rubia no tardó en retorcerse gritando mientras se corría en la boca de su amante. Pensé que con su orgasmo  había terminado el espectáculo, pero me llevé una grata sorpresa al ver como cambiaban de postura y Sofía se ponía a cuatro patas, para facilitar que las caricias de la otra mujer. Fue entonces cuando me percaté que Tanía estaba totalmente depilada y que encima tenía un culo de infarto.  Completamente dominado por la lujuria, disfruté del modo en que le separó las nalgas. Mi recién estrenada jefa sacando su lengua se entretuvo relajando los músculos del esfínter. Sofía tuvo que morderse los labios para no gritar al sentir que su ano era violado por los dedos de la mujer.
Si aquello ya era de por sí alucinante, más aún fue ver que Tanía se levantaba y se ajustaba un arnés con un tremendo falo a su cintura. Le susurró unas dulces palabras mientras  se acercaba y colocando la punta del consolador en el esfínter de su indefensa cuñada, de un solo golpe se lo introdujo por completo en su interior. Sofía gritó al sentir que se desgarraba por dentro, pero no intentó liberarse del castigo, sino que meneando sus caderas buscó amoldarse al instrumento antes de empezar a moverse como posesa. Su cuñada esperó que se acomodase antes de darle una fuerte nalgada en el culo. Fue el estímulo que ambas necesitaban para lanzarse en un galope desbocado. Para afianzarse, la rubia uso los pechos de su cuñada como agarre y mordiéndole el cuello, cambió el culo de la muchacha por su sexo y con fuerza la penetró mientras su indefensa víctima se derrumbaba sobre la tumbona.  Los gemidos de placer de Sofía coincidieron con mi orgasmo y retirándome sin hacer ruido, volví a mi cama aún más sediento de lo que me levanté.
“Hay que joderse, pensaba que la fijación de Sofía por mí me iba a traer problemas con Dmitri, pero ahora resulta que también es la putita de su cuñada. Sera mejor que evite cualquier relación con ella”.
Capítulo dos:
Ese domingo se me pegaron las sábanas de manera que ya habían dado las doce cuando fui a la cocina a desayunar.  Esa mañana me serví un café triple que me hiciera reaccionar. La cafeína recorriendo las venas era lo que necesitaba para poder pensar. Haciendo un repaso a las últimas veinticuatro horas me di cuenta de lo mucho que había cambiado mi vida. Hasta ayer, mi profesión era ser abogado penalista pero no sabía exactamente cuál iba a ser en el futuro. Me había vendido a la mafia, y como cuentan de la droga, se sabe cómo uno entra pero no como sale. Solo esperaba que no fuera dentro de un cajón de madera.
Por otra parte estaba el tema de Sofía. La muchacha estaba para mojar pan, pero solo hablarla era peligroso. Si me enrollaba con ella, podía causar el enfado de Dmitri y de Tania y lo más gracioso del asunto, no tenía claro cuál de los dos era más peligroso. Pensando en ello, salí taza en mano a mi terraza. De haberlo analizado antes quizás no hubiese decidido tomar el aire puesto que allí era sencillo que cualquiera de las dos mujeres me viera y eso era lo último que me apetecía. Afortunadamente no había nadie y de esa forma me tumbé tranquilamente en una hamaca sin que nadie me molestara. El sol, pegándome en la cama, me dio sueño y acomodándome, me quedé dormido.
No debía de llevar medía hora transpuesto cuando escuché el clásico ruido de alguien tirándose a la piscina. Creí que era la descarada de Sofía pero al abrir los ojos me llevé la sorpresa que quien estaba subiendo por la escalerilla no era otra que su cuñada Tania. Estaba espectacular con un bikini rojo, de esos, que en vez de ocultar la desnudez de quien lo lleva, realza las formas de su cuerpo.
-¿Todavía durmiendo?,  creí que eras activo cuando te contraté. Ven al agua, está buenísima.
-Ahora voy, espera que me ponga un traje de baño- respondí.
Curiosamente creí descubrir un mohín en su rostro como si hubiese esperado que me bañara otra vez desnudo. Me di toda la prisa que pude, de manera que en menos de dos minutos ya estaba con ella en la piscina.  La mujer, sin hacerme caso, se dedicó a hacer largos durante media hora, por lo que no tuve más remedio que imitarla.  Era una nadadora estupenda, me costaba seguir su ritmo, se notaba que esa mujer estaba acostumbrada a hacer ejercicio. Ya estaba agotado cuando debió pensar que era suficiente y saliendo de la piscina, se acostó en la misma tumbona que la noche anterior usó para tirarse a su cuñada.
Sin saber qué hacer, la seguí afuera y me tumbé en una que había al lado. Era como si yo no existiera. Mirándola de reojo, me encandilé de la perfección de sus curvas. Sus pechos al no ser tan grandes, tenían una consistencia que sería la envidia de cualquier española y el sueño de cualquier español. Sus piernas eran largas y divinamente contorneadas. Su estómago completamente liso no tenía ni rastro de grasa.
“¡Quien se la follara!”, me dije mientras con mi vista la seguía devorando. “no me extraña que Dmitri sea su perro faldero, yo también me dejaría poner un collar si con ello compartiera su alcoba”.
Como si además de bella, esa mujer tuviese telepatía, de pronto me pidió que le diese crema. Nervioso como un quinceañero, cogí el bote y derramando un podo en su espalda, empecé a extendérsela por su cuello.  El tacto de su piel era suave. Poco a poco fui tomando confianza y mis manos empezaron a recorrer su espalda con absoluta libertad. Nunca en mi vida había tenido una hembra semejante a mi disposición para darle bronceador y por eso quizás lo hice tan sumamente lento que parecía un masaje. 
Me estaba poniendo bruto mientras Tania, ajena a cuales eran mis sentimientos, permanecía con los ojos cerrados. Al terminar de extenderle la crema por la espalda no creí conveniente seguir con sus piernas y menos con el culo, por lo que cerrando el bote volví a mi tumbona. No me había tumbado cuando la escuché quejarse, pidiendo que terminara. No quería quemarse.  Asustado pero a la vez ansioso de tocar sus piernas, me puse a su lado y cuidadosamente fui con mis manos llenas de crema dándole un masaje en las plantas de sus pies. Debió de gustarle por que empecé a oír unos gemidos de satisfacción, lo que me dio pie a sin ningún pudor recorrer sus piernas presionando sus músculos.  Podía parecer un masaje profesional, pero yo sabía que no lo era, al ser consciente de la tremenda erección que estaba soportando. 
Quedaba lo mejor y lo más difícil. Sus glúteos esperaban mis manos y no podía defraudarlos.  Con mi sexo dolorosamente tieso, eché un buen montón de crema en cada nalga antes de siquiera pensar en posar mis palmas en esos monumentos.
“Qué belleza”, me dije al acariciarlos.
Como si fuera una obra de arte y yo un restaurador, fui mimando con mis manos cada centímetro de su piel sin atreverme a acercarme a ninguna de sus dos entradas. Estaba caliente pero no loco.  Lentamente, fui profundizando en mis caricias, extendiendo la crema hasta donde la prudencia me dejó, sin dejar de pensar cómo sería poseer a esa mujer. Estaba a punto de cometer una idiotez cuando me habló:
-Marcos, ¡Para!
Saliendo de mi ensoñación, divisé que sus ojos se habían posado en mi pene y que lejos de indignarse, una sonrisa había hecho su aparición en su boca:
– Eres un maestro dando masajes pero yo soy tu jefa-.
No hizo falta que dijera más, avergonzado mascullé una disculpa y sin pensármelo dos veces, me lancé a la piscina esperando que se me bajara la excitación.  Al salir, se había ido. Acojonado de haberla molestado, decidí salir a dar una vuelta por Madrid.
“¡Como puedo ser tan imbécil!, ¡Pero qué insensato soy!, ¿Cómo he podido ser tan animal de ponerme cachondo dándole crema?”, no paré de decirme mientras me vestía. “Esa tipa con solo chasquear los dedos podría matarme y voy yo y le meto mano, decididamente ¡Soy gilipollas!”.
Estaba sacando mi coche del garaje cuando uno de los gorilas de Tanía me hizo parar.
-Don Marcos, tenemos instrucciones precisas de protegerle, sino le importa: Yo conduzco.
Lo inesperado de su petición no me dejó  reaccionar y antes que me diera cuenta, el ruso conducía y yo estaba sentado en la parte trasera del automóvil. La mafia es como un virus, en cuanto entra se extiende sin control por todos los aspectos de tu vida, dejas de ser libre para convertirte en un engranaje más de la organización. Era un hecho irrefutable que mi existencia rutinaria había cambiado y debía de amoldarme a ese nuevo ritmo de vida. Tenía mucho dinero y desconocía si tendría tiempo para gastarlo por lo que dirigiéndome al chofer le pedí que me llevara a Jockey, uno de los restaurantes más caros de Madrid. Solo había estado una vez y recordaba después de dos años su ensalada templada de cangrejos.
Al llegar a la puerta, el portero me recordó que por protocolo los clientes debían de llevar corbata y que el establecimiento ponía a mi disposición un extenso surtido para elegir. Sonreí pensando que era una pijería a la que tenía que acostumbrarme. Elegí una verde que combinaba con mi chaqueta y pasé adentro. Es una gozada el servicio, nada más entrar el maître me acompañó a una mesa y preguntó:
-Doña Tania, ¿le va a acompañar?
Me quedé pasmado. Al preguntarle como sabía que conocía a esa mujer, me respondió que lo había supuesto porqué era una de sus mejores clientas y yo había llegado con su chofer. Haciendo como si ese detalle no tuviera importancia, pedí que me trajeran un aperitivo. Nada más irse, mi mente empezó a recapacitar sobre su significado. Si un mero maître había hilado cabos que sería de la policía. Estaba seguro que en ese instante, mis datos estaban siendo revisados por la brigada central. En otras palabras; ¡estaba fichado! Cuando ya creía que nada podía ir peor, vi a Sofía entrando por la puerta y dirigiéndose a donde yo estaba. Como no tenía más remedio que aceptar su compañía, me levanté a acercarle la silla.
-Eres malo. Estaba sola y no me has invitado a comer- dijo con una de sus típicas sonrisas de niña buena.
“La verdad es que si esta monada no fuera la hermana de Dmitri, no me importaría nada tener con ella un escarceo. Realmente está buenísima”, pensé al observarla. Sabía perfectamente que no podía dejarme llevar, pero siempre es agradable sentir que una preciosidad como la que tenía enfrente se interesara por uno. 
-¿Qué quieres tomar?- pregunté para romper el hielo.
-Un hombre bueno-  respondió sin dejar de sonreír.
No me explico porque en vez de salir corriendo, decidí meterme con su deficiente español.
-Pues si quieres un modelo, no sé qué haces conmigo. Te llevo quince años.
Se quedó pensando, creo que tardó en comprender que le estaba tomando el pelo.
-Tu estar bueno pero yo decir corazón-, me contestó cogiendo mi mano y llevándola a su pecho.
No me esperaba que sin importarle las apariencias para explicarse me obligara a tocar esos maravillosos senos. No sé si más cortado que excitado o al revés, retiré mi mano, disimulando.
-No vuelvas a hacer eso- la reñí -estamos en un lugar público-.
-Ellos comprenden, yo con mi novio- dijo alegremente mientras volvía a llevársela a su pecho.
-Sofía, por favor, no hagas el ridículo-  le susurré al oído. 
La situación me estaba resultando harto incomoda, si Tanía era una asidua visitante no tardaría en enterarse que su cuñada se había comportado como una vulgar fulana.
-De acuerdo, pero tú y yo novios- me soltó como si nada.
Su insistencia hizo que saltaran todas mis alarmas y tomando aliento, le dije muy serio:
-Sofía, soy sólo tu abogado.
En ese momento vino el camarero a preguntarnos qué quería la señorita de beber. La interrupción hizo que tuviera que esperar a que la muchacha pidiera, para oír una contestación que me heló hasta el tuétano.
-No, tú mi novio. Yo ver en el juicio y Tania prometer tú eres mío.
Casi me caigo de la silla al oírlo. La zorra de su cuñada había comprado el piso de al lado y  me había contratado,  sólo con el propósito de regalarle, a su querida niña, un novio. Tratando de buscar una salida,  se me ocurrió preguntarle qué era lo que opinaba Dmitri de eso y al oír su respuesta supe que estaba jodido:
-Gustar, con marido español no deportación.
No me quedaron fuerzas de seguir discutiendo, ese par de hijos de puta vieron, en el capricho de Sofía, una salida perfecta. Dmitri se aseguraba que no deportaran a su hermana y Tanía conseguía una fachada que le permitiera seguir tirándose a la hermanita de su esposo. Durante el resto de la comida, me mantuve en silencio rumiando las noticias que acababan de darme. Tras el sofocón inicial después de analizarlo, no me pareció tan mala idea y no solo porque estaba buenísima sino porque me daba una razón que hiciera dudar a la policía de mi verdadera relación con esa organización.
“Seré el marido de pega de esta niña y así ellos creerán que soy un pelele”.
Habiendo tomado ya la decisión, era necesario que hacerla pública y que mejor que fueran los propios camareros los que les fueran a la pasma con el chisme. Llamé al camarero y le pedí que nos trajera una botella de Moët.
Al venir con el carísimo champán, cogí el alambre del tapón e hice con él un rústico anillo. Sofía no entendía que narices estaba haciendo. Solo lo comprendió cuando poniéndome de rodillas, le pedí que se casara conmigo. El grito de alegría de la muchacha retumbó en el local, haciendo que todos los comensales se voltearan a ver como un cuarentón estaba postrado frente a una bella joven.
-Sí, ¡me caso contigo!- respondió chillando y sin parar de dar saltos de felicidad.
Aunque parezca increíble, los cincuenta ricachones que había en el restaurante se pusieron de pie y empezaron a aplaudir. Abochornado por el rotundo éxito de mi idea, tuve que agradecer a la audiencia. Con Sofía a mi lado, me di cuenta que todos esperaban el beso de rigor, por lo que no me quedó más remedio que agarrarla por la cintura y dárselo. La exagerada pasión que imprimió Sofía al beso terminó de convencer a todos que era real nuestra unión, creo que incluso debieron darse cuenta que cuando la muchacha dejó de restregarse contra mí, mi pene ya estaba en lo más álgido de la erección.
Decidí que ya era suficiente, y pidiendo la cuenta salimos del lugar, con el convencimiento que en ese momento todo el mundo comentaría en las mesas que otro pobre tonto que se había enamorado de su secretaria. No tenía sentido ir en dos coches,  por lo que me subí al enorme mercedes 600 que había traído a mi futura esposa. Nada más sentarme junto a ella, me cogió la mano y me dijo:
-No creas que soy tonta. De imbécil, no tengo un pelo. Me gustas desde que te vi en el estrado pero sé que no me amas. Eso es cuestión de tiempo, estoy segura que vas a terminar enamorado de mí. Esto es un negocio, tú me das lo que yo quiero y yo lo que tú necesitas. Por cierto, como ves, ¡Tu mujercita habla perfectamente español y sin acento!
No supe que decir, me había engañado totalmente con su pose de niña boba. La mujer que tenía a mi lado era una actriz maravillosa, escondiéndose detrás de una supuesta estupidez pasaba inadvertida para los enemigos de su hermano y evitaba ser objeto de los celos de Tania.
-Tu llevarme a por anillo, no poder llegar con éste a casa- acurrucándose como una enamorada, me susurró mientras pasaba su mano por mi entrepierna.
Comprar un anillo un domingo en la tarde en Madrid es imposible, excepto si eres un mafioso ruso. Solo tuve que preguntarle al chofer y tras un par de llamadas, nos abrieron una lujosa joyería del barrio de Salamanca. Afortunadamente, Tanía me había dado ese enorme anticipo, porque si no los cien mil euros que me gasté en la puñetera piedra  me hubieran quebrado. Mientras Sofía elegía el que más le gustaba, yo no podía dejar de pensar que diría su cuñada de todo esto, sabía a la perfección que formaba parte de su plan pero aún me venía continuamente a la mente la escena lésbica que había presenciado, por eso en cuanto tuve oportunidad le pregunté discretamente, para que no se enterara nuestro guardaespaldas, cómo íbamos a plantearlo.
-Tú, déjame a mí. Para Tania, soy una tonta  que se ha encaprichado del primer hombre inteligente con el que se ha topado. Ella sabe que ayer nos besamos y creerá que no ha hecho falta que ella te obligara tal y como tenía planeado, sino que, como hombre, nos has podido resistirte a mis encantos.
Tomándome mi tiempo, fui al grano. Le conté  lo que había visto y le expliqué  mis temores. Ella al oírme, se echó a reír:
-Ya te dijimos que las moscovitas somos unas calentorras. Ni ella ni yo somos lesbianas pero, cuando no hay un hombre disponible, nos consolamos mutuamente. Por eso no te inquietes, mejor harías en preocuparte por el día que te pille con ella en la cama.
Más tranquilo y siguiéndole la corriente le dije:
-¿Qué harías?, ¿cortarme los huevos?
-No, bobo- respondió con una carcajada -la ayudaría a dejarte seco, ¡mi amor!
Solo imaginarme con esas dos bellezas en la misma cama, me excitó y fue entonces cuando tomé la decisión de hacerlo realidad y por vez primera, la besé sin que me diese miedo que alguien nos viera.
No me da vergüenza reconocer que, mientras volvíamos a casa, estaba acojonado. Aún después de las explicaciones de Sofía, seguía teniendo miedo a la reacción de la gran Jefa. Tania debía de cargar sobre sus espaldas con la autoría intelectual de un buen número de ejecuciones y de ajustes de cuentas, no me cabía duda que no debía de ser extraño que ella se hubiese despachado en persona a algún competidor pero era un hecho cierto que, siguiendo sus órdenes, sus sicarios se habían desembarazado de una buena cifra. Por eso me alegró que ella no estuviera  cuando llegamos a su apartamento.
-¿Qué te apetece hacer?- ronroneó Sofía, pegando su cuerpo al mío.
Estábamos solos y en teoría, esa maravilla de mujer era mi novia. No me costó decidir, agarrándola de la cintura la besé mientras iba desabrochando su falda. Mi querida rusa suspiró al sentir que caía al suelo y como si llevara años sin ser acariciada se lanzó contra mí, desgarrando mi camisa. Sus dientes se apoderaron de mi pecho mientras su dueña intentaba desabrochar mi pantalón. Increíblemente excitada,  gimió al ver mi sexo totalmente inhiesto saliendo de su encierro.
-Te deseo, ¡mi querido picapleitos!
Quería que nuestra primera vez fuera tranquila pero su ardor se me contagió y apoyando mi cuerpo contra la pared, le rompí las bragas y poniendo sus piernas alrededor de mi cintura, coloqué la punta de mi glande en su sexo. Sofía no pudo esperar y forzando sus labios, se empaló lentamente, sintiendo como se introducía centímetro a centímetro mi extensión en su cueva. Nada más sentir que la cabeza chocaba contra la pared de su vagina, empezó a cabalgar usándome de montura. Mi pene erecto era un puñal con el que quería matar su necesidad de ser tomada.  Moviendo sus caderas se echó hacia atrás para darme sus pechos como ofrenda.  La visión de sus pezones, contraídos por la excitación, fueron el acicate que necesitaba el tranquilo abogado para convertirse en Mr. Hade. Completamente dominado por la lujuria, usé una de mis manos para poner su pecho en mi boca.
Sofía gritó al notar que mis dientes se cerraban cruelmente sobre su pezón y agarrando mi cabeza, me pidió que no parara. La humedad que manaba de ella me informó de la cercanía de su orgasmo. Su respiración agitada no le permitía seguir alzándose sobre mi pene, por lo que tuve que ser yo quien, asiéndola de su culo, la  ayudara a sacar y meter mi sexo dentro del suyo. Al percatarse que ya no le era tan cansada esa postura, se puso como loca y acelerando sus maniobras,  explotó  derramando su flujo sobre mis piernas.   Los gemidos de placer de la muchacha me espolearon y como un joven garañón, galopé en busca de mi orgasmo. Ya no importaba que esa mujer fuera la hermana de un mafioso, en mi mente era mi hembra y yo, su semental. Siguiendo el dictado de mi instinto busqué esparcir  mi simiente en su campo. Con el coño completamente mojado, Sofía disfrutaba  cada vez que mi verga, al entrar y salir, presionaba sobre sus labios y rellenaba su vagina.   Su clímax estaba siendo sensualmente prolongado por mis maniobras, llevándola del placer al éxtasis y vuelta a empezar.  Clavando sus uñas en mi espalda, me rogó que me corriera, que necesitaba sentir mi eyaculación en su interior. 
La entrega de la muchacha era total. Berreando en mis brazos, se estaba corriendo por segunda ocasión cuando al levantar mi cabeza, vi a su cuñada mirándonos desde la terraza. Su gesto no era de enfado sino de satisfacción, dándome a entender que aprobaba lo que estábamos haciendo. El morbo de ser observado, hizo que mi pene estallara dentro de Sofía mientras veía a la rusa volviendo a su piso.
-Vamos a tu cama, esto es solo un  aperitivo  de lo que vas a disfrutar conmigo- susurró mi recién estrenada novia.
Sus palabras me hicieron soñar en tenerlas a las dos entre mis brazos y llevándola en volandas, me dirigía a mi cuarto.
-¡Qué impetuoso!- me dijo al tirarla encima de mi cama y tumbarme a su lado,-pareces que tienes ganas de seguir dándole placer a tu mujercita-.
-Los españoles también somos unos calentorros- contesté mientras le abría las piernas y sin ningún tipo de delicadeza la volvía a penetrar.
Me recibió totalmente mojada y abrazándome con sus piernas, buscó que mi penetración fuera total.
-Cabrón, ¡Me estás poniendo a mil! Me gustaría que la boba de Tania nos viera. Se moriría de envidia al saber que tenía razón cuando,  el día que te vi con el juez, le dije que eras un perfecto semental.
Solté una carcajada al oírla. Moviendo mis caderas, la atraje hacia mí y le expliqué que sus deseos se habían convertido en realidad.
-No te entiendo.
-Tania nos ha estado espiando mientras lo hacíamos en el salón, y te puedo prometer que no se le notaba enfadada-.
-¡Mierda!-, exclamó soltándose de mi abrazo -tengo que ir a hablar con ella. No quiero que se enoje-.
-Ahora soy yo el que no comprende, no me has dicho que estaba todo hablado-.
-Sí, pero la jefa es la jefa y querrá novedades-, me contestó mientras salía completamente desnuda de mi habitación y dando un portazo me dejó compuesto y sin novia.
“Quien entienda algo que me lo aclare”, pensé mientras me vestía. En teoría, las dos mujeres habían maniobrado para que Sofía me llevara a la cama, por lo que no comprendía cual era la urgencia. Con el paso de los minutos me fui poniendo cada vez más nervioso, al imaginarme que la muchacha me había mentido sobre la verdadera relación que le unía con su cuñada. Si en un principio estaba intrigado al cabo de la media hora estaba histérico.  “Joder, la he cagado. Me he tirado a su putita”.
 

 

Relato erótico: «El club 5+6» (POR BUENBATO)

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La chica entró en terror pero en el fondo también estaba ansiosa de que aquella verga la penetrara Sin títulohasta el fondo; el día anterior había quedado tan caliente que su desilusión fue grande al ver como Eliseo se había ido a dormir. Había esperado toda la noche sin poder dormir y durante todas las horas de clases para este momento; deseaba ya que ese pedazo de carne la follara de una buena vez. El muchacho comenzó penetrando poco a poco, mientras el diámetro de su verga empujaba las paredes del estrecho coño de Pilar. A la muchacha le dolía un poco y sus manos se aferraban y apretujaban las sabanas. El falo de Eliseo se abría camino y tuvo que hacer fuerza cuando una especie de elástico detuvo su camino.

– Duele – tuvo que admitir Pilar en aquel momento

Eliseo no dijo nada; se detuvo un poco a pensar y en seguida continúo empujando. Algo se resistía al tiempo que Pilar echaba su nuca hacia atrás con tal de soportar aquel dolor. De pronto, tras forzar un poco más, Eliseo pudo por fin penetrar a la chica. Un hilo de sangre fluyo del coño de la chica pero Eliseo prefirió no mencionarlo. Pilar dejo de sentir dolo poco a poco mientras Eliseo comenzaba la lenta y progresiva tarea de meter y sacar su verga de aquel estrecho coño.

Se trataba de un coño pequeño, de cuyo frente apenas y brotaban los vellos más finos. Eran vellos oscuros como su cabello pero daban la impresión de ser rubios por la delgadez que tenían. Tocarlos y acariciarlos era probablemente la muestra más exacta del concepto de suavidad. Eran tan finos y delicados que Eliseo se tragó varios sin darse cuenta mientras le realizó el sexo oral. Ahora aquella suavidad rozaba ligeramente la piel de la verga de Eliseo, el cual se sentía tan sensible en aquella situación que podía incluso contar cuantos de aquellos delicados vellos rozaban su falo.

La tarea no era del todo fácil; Eliseo tuvo que asumir la responsabilidad que conlleva despojar de la virginidad a una chica como Pilar. Debía tener cuidado de no lastimarla mientras su verga se deslizaba dentro de la apretada vagina de la muchacha. Esta se retorcía de placer y dolor, quería enterrar su cabeza en el colchón mientras su coño comenzaba lentamente a dilatarse. El dolor disminuía poco a poco para después dar paso a un placer intolerable que recorría cada uno de sus nervios. Sentía como su hermanastro aumentaba la velocidad y como el calor de su coño abrazaba aquel falo.

Eliseo calculó bien y, para cuando comenzaba con un normalizado mete y saca, el coño de Pilar ya estaba completamente humedecido y con la dilatación justa para disfrutar de aquello. Los inevitables gemidos salían poco a poco de la entreabierta y fresca boca de la muchachita. Los ojos de su hermanastra parecían voltearse mientras taladraba su recién estrenado coño con su verga. Las manos del muchacho, posadas sobre cada una de las suaves nalguitas de la chiquilla, mantenían alzado aquel culito mientras le repartía placer en cada topada entre su verga y el coño de Pilar. Sus testículos rozaban el agradecido clítoris de la muchacha mientras esta elevaba el nivel de sus gemidos. Ambos sudaban ya mientras sus cuerpos se precipitaban en el turbulento acto de gozo.

El deleite de la chica le hacía morderse los labios inferiores mientras gemidos y grititos escapaban de vez en cuando de su anudada garganta. Su piel se había crispado mientras su corazón no paraba de latir con una fuerza extraordinaria. El falo entero del muchacho salía completamente de aquel mojado coño para después precipitarse hacia dentro de nuevo, provocando excitación a ambos en cada ir y venir.

Cuando Eliseo tomó ritmo posó sus manos sobre la delicada espalda de la menor de sus hermanastras, la acercó alzándola hacia su pecho mientras sus dedos se abalanzaban sobre los botones de la sudada camisa blanca que aguardaba el hermoso pecho de la chica. Su pene no dejaba de entrar y salir mientras la muchacha no podía más que dejarse llevar por todo aquello. Todos los botones de su camisa estaban ahora desabrochados y la prenda dejaba caer sobre el culito alzado de Pilar que aún era ocultado por su faldita de rayas azuladas.

Las manos de Eliseo se entretuvieron un poco más para retirar el sostén de entrenamiento de su hermanastra; listo esto, las nacientes tetitas de la chica y sus rosados pezones quedaron libres y al aire. Fueron recibidos de inmediato por las manos de su hermanastro quienes acariciaron su sensible piel. El placer de todo aquello era indiscutible; Pilar sentía el masajeo de sus senos al tiempo que una verga se paseaba dulcemente en su coño. La chica gemía y gemía mientras su nuca se apoyaba regocijada sobre el pecho sudado de Eliseo. Las manos de Eliseo se movían con tal intensidad que la chica nunca supo en que momento su falda fue despojada de su culo y lanzada al suelo para dejarla en una completa desnudez.

El muchacho no perdía el tiempo en aquel preciado momento, sus manos recorrían con libertad el delicado y formidable cuerpo de Pilar; sus manos bajaban como resbaladilla desde los tiernos senos, a través de la cinturita que le llevaba al redondo y suave culo de la chica, donde sus manos se detenían para acariciarlas y sentir el cielo. Cualquier cosa le agradaba a Pilar, quien de pronto se estremeció ante una inexplicable tensión; su cuerpo se endureció y sus puños se cerraron cuando de inmediato un chorro de líquido invadió su coño y un torrente de placer recorrió todo su cuerpo. Sentía que se desmayaba mientras sus fuerzas se agotaban.

Eliseo advirtió el orgasmo que la chiquilla acababa de experimentar pero no detuvo la marcha y continuó embistiéndola mientras su hermanastra no tenía otra opción que retorcerse sobre el colchón y restregar su cara en él. Gemía con mayor fuerza, como pidiendo auxilio, pero no se atrevía a exigir a Eliseo que se detuviera; estaba dispuesta a soportar todo el placer de aquel momento y de los que fuesen a llegar. Se sentía bien, le encantaba todo aquello y se sentía libre y feliz de saberlo y disfrutarlo.

El sudor de ambos los hacia resbalarse con sus propios cuerpos; ambos pensaron en encender el aire acondicionado pero ninguno de los dos se atrevía a separarse el uno al otro. Descansaron un rato del ajetreo pero Eliseo ni siquiera sacaba su verga de aquel coño estrecho que le abrazaba con su calor juvenil toda la carne de su falo. Era tal sensación de placer y deseo que el muchacho estaba estremecido de no poder creer en lo que le estaba sucediendo; durante el largo rato que se mantuvieron en silencio. Pilar sentía en su interior cada detalle, cada vena y cada movimiento de la verga que se alojaba en su coño; su cuerpo fue recorrido por una sensación eléctrica cuando sintió sobre sus espaldas un beso por parte de su hermanastro; un beso en el que el muchacho agradecía todo, absolutamente todo aquello que estaba ocurriendo.

Escucharon el abrir de la puerta y un murmullo de voces que no se dieron el tiempo de reconocer; un impulso los hizo querer dirigirse directamente hacia sus ropas. Parecían dos ladrones huyendo de la escena del crimen; y su alarma aumentó cuando unos pasos acelerados subieron las escaleras. Eliseo olvido la ropa y se apuró, completamente desnudo, de un salto a la puerta que se encontraba entreabierta. Pilar, congelada en incertidumbre, parada en una esquina, solo ocultaba hasta donde podía su precioso cuerpo desnudo colocándose encima los dos únicos trapos que había alcanzado a tomar: los calzoncillos de su hermanastro y su falda escolar arrugada por el ajetreo. Cuando Eliseo alcanzó a asomarse, pudo reconocer antes de cerrar la puerta que quien había llegado era Blanca.

– ¿No estarías en casa de Liliana? – preguntó sorprendido de que llegara a casa a esa hora.

Pero Blanca no pudo responder de inmediato; la verga de su hermanastro estaba completamente a la vista y, aunque su erección se desinflaba lentamente, aún conservaba dimensiones suficientes para que un temblor recorriera su cuerpo y una sensación invadiera a su coño. Tardó unos segundos en componerse, y para Eliseo fue evidente el rubor en el rostro de su hermanastra; rescatando un poco de lucidez, la chica le respondió al tiempo que entraba al baño para lavarse el rostro.

– Sólo compramos el material – dijo, mientras el agua del grifo caía sobre su manos y lavaba su cara – Yo voy a armar el trabajo; una parte solamente, el resto lo terminaremos en la escuela.

– Ah, bueno – murmuró Eliseo, quien recordó su desnudez y volteó hacia su cuarto para buscar alguna de sus prendas mientras Blanca terminaba de lavar su cara.

Pero el muchacho no encontraba sus calzoncillos hasta que fijó su mirada en Pilar; rápidamente le hizo una seña a la chiquilla y esta no tuvo más opción que lanzarle la prenda; la pobre chica, sin atrever a moverse de su lugar no sabía ahora si taparse sus tetitas o su coño; optó, finalmente, por vestirse rápidamente con la falda y tapar con sus brazos cruzados la desnudez de su torso.

Blanca salió de pronto; dirigiéndose hacia las escaleras cuando, sin que Eliseo lo contemplara, se dio la media vuelta y se acercó a la puerta del cuarto de su hermanastro y de un solo empujón la abrió por completo. Se encontró con la mirada de espanto de su hermana menor y escaneó rápidamente la desnudez de la chiquilla.

– ¿Todo bien? – preguntó Blanca, y Pilar solo pudo contestar afirmativamente con un movimiento de su apenado rostro.

Blanca salió del cuarto y miró rápidamente a Eliseo, que no podía ocultar lo vergonzosa que le resultaba aquella situación.

– No hay problema – murmuró Blanca, con una sonrisa extraña que el muchacho no logro interpretar

Blanca se acercó a él y se dejó caer sobre sus rodillas; bajó de golpe los calzoncillos del muchacho y tomó suavemente aquella verga con su mano. Estaba apenas perdiendo su erección, por lo que no pasaron muchos segundos hasta que la situación le provocó un endurecimiento total. La chica mamó aquella verga con una prisa extraña, casi desesperada; se ayudaba de sus manos para masajear aquel pene que de todas formas ya estaba a punto de eyacular cuando estaba con Pilar. Le excitaba pensar que Blanca chupaba su verga recién salida y aun impregnada de los jugos de Pilar; sentía una sensación de poder tal que acariciaba los cabellos de Blanca como si esta fuese una mascota.

Blanca estaba completamente distinta; parecía una experta en el arte de chupar falos, y la única explicación que Eliseo encontró a aquello fue recordar la afición de la chica por las películas pornográficas. Blanca chupaba hasta el fondo y de pronto sacaba el falo lleno de su propia saliva para dirigirse a chupar los testículos de Eliseo sin dejar de masajear el largo de aquella verga con su mano. Todo era con tal precisión y habilidad que parecía ensayado. Unos sonidos bajos pero extraños salían de la boca ansiosa de la muchacha mientras se tragaba todo lo que podía de aquella verga; de pronto disminuía la velocidad y chupaba con ternura, solo para regresar repentinamente a los movimientos enérgicos que hacían que el cuerpo de su antes tan odiado hermanastro se estremeciera de placer.

De pronto, Eliseo sintió que la eyaculación estaba próxima y, tomando la cabeza de la chica, la apretujó lo más que pudo contra su verga. Un líquido caliente fue expulsado dentro de la boca de Blanca que respiraba como podía al tiempo que miraba a su hermanastro con una mirada sumisa que el muchacho recibió con beneplácito. El muchacho finalmente sacó su verga de aquella boca y señalo las mejillas de la chica, donde escurría un poco de líquido que escapó. Sin problemas, la chica limpio sus mejillas con su dedo que finalmente se llevó a la boca. Todavía complació más al muchacho limpiando el exceso que había quedado en el glande de aquella verga; y, como si no fuera suficiente, abrió su boca para que Eliseo pudiera constatar que todo su semen había sido tragado.

Eliseo no pudo más que quedarse callado; si Blanca le intentaba comunicar algo con aquel extraño comportamiento era algo que iba a tardar en digerir. La chica, sin perturbación visible, le dijo:

– Voy abajo – le avisó mientras vestía cuidadosamente a Eliseo con sus calzoncillos – terminaremos como en media hora.

La chica se puso de pie y bajó velozmente, y en seguida se escucharon las voces de ella y su compañera de clases. Eliseo se quedó pensativo algunos segundos y regresó a su cuarto; asegurándose esta vez de cerrar con seguro. Se encontró con la angelical figura de Pilar, que seguía inmóvil en la misma esquina y se mantuvo así todavía un buen rato hasta que un rayo de lucidez la hizo regresar a la realidad y rápidamente agarró sus prendas. Solo encontró su sostén y su blusa; pero estaba tan nerviosa por aquella situación que se escabulló como animalito y salió rápidamente del cuarto.

Eliseo no la siguió, comprendió la situación que pasaba su hermanastra y solo se sentó en su cama a pensar las cosas. Su mirada recorrió el cuarto y curiosamente dio con las bragas de Pilar; se puso de pie y las tomó. Eran unas bragas preciosas: rosadas, hechas de fibra de un algodón suave, con un aspecto infantil, y húmedas en el frente por la excitación de la muchacha. Él las olió y el olor invadió su cuerpo y aceleró el latir de su corazón hasta el punto que una nueva erección se asomaba bajo sus calzoncillos. Se liberó de ellos, y su erección creció con la desnudez. Eliseo se volvió loco; arrojó las bragas y salió del cuarto.

Pensaba dirigirse al cuarto de sus hermanastras; pero escucho toser la voz de la chica. La puerta estaba entreabierta y la miró sin que esta se percatara mientras lavaba su rostro; no se había vestido con la blusa y el sostén; de modo que solo la falda la vestía en ese momento. El muchacho, completamente loco de deseo, no dudo un segundo en entrar. La chica se sobresaltó pero se mantuvo inmóvil en la misma posición que curiosamente parecía ceder su culo a los deseos del muchacho. Pero este la tomó de los hombros y la volteó; la miró fijamente y enseguida le estampó un beso del que ambos no pudieron separarse por casi un minuto. La abrazó como si no quisiera perderla nunca, y la pobre chiquilla estaba tan emocionada por todo lo sucedido hasta entonces que estaba perdiendo el concepto de realidad que durante años se había forjado en su mentalidad. Cuando el beso acabó, Eliseo solo dio una orden.

– Vamos a tu cuarto – dijo – Agarra tus cosas.

Pilar obedeció y en menos de un par de minutos ya se encontraba acostada sobre su cama, pura hasta entonces, con el cuerpo desnudo de su hermano entre sus piernas, con un pene bien erecto atravesando su coño y con unos labios prohibidos besándola sin pausa alguna. Eran más lentas pero más apasionadas las suaves embestidas que la excitaban de la misma forma, o incluso aún más, a la chica. Pasaron minutos y minutos en los que Eliseo aprovechó para explorar los detalles más íntimos de la piel de la muchacha. Sin si quiera advertirlo, el muchacho había provocado dos orgasmos a su hermanastra; los más hermosos que ella había sentido hasta ese día. Aunque Eliseo aun no perdía su erección tuvo que darse un descanso a petición de la agotada muchacha.

Se tumbaron sobre la cama; Pilar se acostó a su lado y apoyó su cabeza sobre el pecho de Eliseo que manoseaba suavemente su culo. Sus dedos jugueteaban suavemente con los líquidos expulsados desde el interior de aquel coñito; Pilar sonreía satisfecha ante aquello.

Minutos después escucharon las voces y el alboroto de Blanca, que despedía a Liliana; se asustaron al principio al creer que se trataba de sus padres pero recordaron tranquilos que aún faltaba casi un par de horas para que ellos llegaran. Escucharon los pasos de Blanca e inmediatamente la vieron entrar, sin alarmarse esta vez, con naturalidad al cuarto. Blanca sonrió ante la barbaridad que sus ojos veían, pero terminó acostándose junto a su hermanastro. Complacido, Eliseo besó a Blanca mientras sus manos se divertían con el culo desnudo de Pilar y  enseguida se dirigieron a la entrepierna tibia bajó el uniforme deportivo de Blanca.

El muchacho estaba cansado pero un impulso natural le empujó a seguir con la faena y no desaprovechar aquel sueño en el que estaba inmerso. Pilar, sin problema alguno, asistió a su hermanastro y le ayudó a desvestir a su propia hermana. La mayor de las hermanas ni siquiera notó esto, estaba cegada en el deseo que llevaba encima. Sin duda alguna, se dejó despojar de sus ropas mientras las manos de su hermanastro recorrían todo su cuerpo.

Sin importar las dos erecciones anteriores, el pene de Eliseo se preparaba ya para la siguiente faena. Blanca se encontraba solo con las bragas y el sostén puesto; pero estos no duraron mucho pues, casi al mismo tiempo, Pilar la despojó de las bragas mientras su hermanastro le desabrochaba el corpiño.

Apenas se retiró la tela, sus pezones fueron recibidos por los ansiosos labios de Eliseo. Por su parte, Pilar solo se mantuvo en su lugar, hincada en la posición de una geisha. No sabía qué hacer, pero le empezaba a gustar lo que miraba; la lascivia se había convertido en una constante dentro de sus pensamientos. No solo le había terminado por gustar el mantener relaciones sexuales con su hermanastro, sino que comenzaba a agarrarle el gusto a ver a su propia hermana ser follada por él.

También a Blanca le había sucedido algo parecido, y no tenía ningún problema de ser grabada, observada e incluso tocada por su pequeña hermana mientras cogía con su hermanastro. Algo similar a cualquier droga había cambiado las adolescentes mentes de los tres, y era algo que no daba muestras de terminar pronto.

Dejándose llevar por aquel ambiente de erotismo, Pilar se acercó por detrás de su hermanastro y le intentó abrazar torpemente, pues el muchacho estaba entretenido besuqueando las tetas, el cuello y los labios de una Blanca que se ponía cada vez más caliente. La mayor de las hermanas, cegada seguramente por la excitación, notó el comportamiento de su hermanita y se le ocurrió el mayor de los atrevimientos hasta entonces: sin mediar palabra, la tomó por la nuca y la acercó a su pubis.

La primera reacción de Pilar no fue lo esperado, se intentó alejar ante aquello. Eliseo se dio cuenta de esto; los tres se detuvieron por primera vez. Era obvio que Pilar se sentía incomoda con la idea de realizarle sexo oral a su hermana; no era algo tan sencillo de decidir después de todo. Blanca se sintió avergonzada con aquello, y esto se notaba en su enrojecido rostro. Incluso Eliseo se sintió como un idiota; al grado de que se preguntaba si aquello era correcto más allá de los placeres.

Pasaron largos segundos, y Pilar notó la incomodidad de aquel momento. Ahí estaban los tres; hacia menos de una semana que se comportaban como cualquier trio de hermanos y ahora estaban ahí, completamente desnudos y en medio un torbellino sexual.

Pilar se dio cuenta de que estaba provocando lo que podría ser la ruptura de aquello; no sabía cómo remediarlo pues su intención no era acabar con todas aquellas cosas que seguramente estaban por venir. A ella le gustaba todo aquello, sí, pero, ¿chupar la vagina de su propia hermana? Era algo que desde luego le incomodaba así de pronto pero, finalmente, ¿qué más daba? Armándose de valor, se acomodó frente a su hermana. Ante la expectación de los dos mayores, abrió con suavidad las piernas de su hermana y dirigió sus labios al coño tembloroso.

– Pilar – la detuvo con voz entrecortada – si no quieres no.

Pilar la miró, casi con compasión y, sin mediar palabra, besó los labios vaginales de Blanca. La hermana mayor se estremeció con aquello, su piel se enchinó y era capaz de sentir cada movimiento de la boca de su hermanita. Pilar hacia aquello con tal calma que parecía estar catando el sabor del coño. Volvió su mirada directamente a los ojos

– Si – le dijo con una voz tan suave como sus besos – si quiero.

Eliseo, que seguía sin poder creer todo aquello, sintió en el fondo un suspiro de tranquilidad al concluir que todo seguía viento en popa. Pero se mantuvo un momento como observador del oral que Pilar le practicaba a su hermana mayor. Al principio la chiquilla era torpe, pero poco a poco los gemidos de su hermana mayor se intensificaban y era así como sabía que iba por el camino correcto. Contrario a lo que se imaginaba, chupar un coño no era tan difícil ni desagradable; y, en el fondo, le parecía excitante la idea de provocar todo aquello a Blanca.

Pasados algunos minutos, Eliseo se atrevió a unirse a la fiesta. No sabía ni por dónde empezar, por un lado estaba el culito levantado y expuesto de Pilar y por el otro las tetas y la boca gimiendo de Blanca. Se le podía ocurrir cualquier cosa pero optó por una; abierto de las piernas, se colocó cuidadosamente sobre el cuello de Blanca y le ofreció su verga erecta. Blanca no tuvo ningún inconveniente y, a pesar de los gemidos que su hermanita le causaba, recibió de buena gana aquel falo y lo chupó con deleite. Ahí estaban de nuevo los tres, dándose placer.

A pesar de su torpeza inicial, Pilar no tardó mucho en provocar el primer orgasmo a Blanca, que se sintió un poco avergonzada al darse cuenta que la cara de su hermana había sido parcialmente salpicada por sus líquidos vaginales. Pero a Pilar no pareció importarle mucho pues incluso aumentó la pasión en sus labios, obligando a Blanca a sacar la verga de Eliseo de su boca y gemir fuertemente mientras su cuerpo se tensaba.

Eliseo decidió que era momento de cambiar posiciones y colocó a ambas chicas en cuatro sobre la cama. Era obvio que no iba a poder penetrar a ambas al mismo tiempo pero el solo hecho de observar aquellos dos culitos dispuestos solo para él ya era todo un deleite. Decidió iniciar con Blanca, a quien consideraba la más urgida en ser penetrada, y en realidad era así.

Perfectamente dispuesta, la chica disfrutó cada segundo en que el pene de su hermanastro se clavaba entre sus labios vaginales. Posterior a esto, sentía como aquel glande se remojaba dentro de su coño para inmediatamente sentir los primeros bombeos. Había esperado con desesperación para ese momento, sabía que no faltaba ni una hora para que sus padres llegaran pero deseaba que el tiempo se detuviera un poco para que Eliseo la follara a plenitud.

Eliseo aumentaba poco a poco los bombeos sobre aquel coño, mientras su mano derecha se dedicaba a ofrecer a Pilar un poco de placer. La chiquilla en realidad hubiese preferido aquella verga que daba placer a su hermana, pero era lo suficiente compasiva para esperar. De un momento a otro, Eliseo pareció volverse un animal y aumentó el ritmo de tal forma que Blanca cambio sus gemidos por gritos. Pilar veía aquella imagen con erotismo, solo ver a su hermana y a su hermanastro en aquella salvajada le provocaba una inundación en su coño.

No tardó mucho en llegar el siguiente orgasmo de Blanca, quien pidió a gritos una pausa que Eliseo no concedió, pues siguió taladrando a la muchacha con la misma intensidad. La pobre Blanca tuvo que dejar escapar algunas lágrimas con todo aquel placer que recibía en su vagina.

Mientras se follaba a Blanca, Eliseo posaba su mirada en dos figuras que le estaban volviendo loco. No paraba de enfocar su vista en la entrada del ano de ambas chicas. Se trataba de dos asteriscos perfectos y apretados; y a pesar de ser hermanas, ambas chicas tenían esfínteres con características muy distintas. El culo de Blanca era claro, con una entonación central más bien rosada. Pilar, por su parte, tenía un ojete aún más apretado y pequeño aun, y en vez del tono rosado de su hermana tenía agujero más bien oscuro. La sola idea de romperle el culo a ambas le estaba volviendo loco, pero le parecía una proposición tan grave que temía que eso provocara el acabose de aquella aventura. Sabiamente, prefirió esperar, al menos por el momento.

Pasaron los minutos y otro orgasmo llegó para Blanca; agotada, la muchacha se dejó caer sobre la cama. Eliseo, rabioso de placer, sacó su verga de Blanca y se posó detrás de Pilar, que seguía pacientemente esperando en la misma posición en cuatro, exponiendo sin tapujos la belleza de su culo.

Eliseo solo tuvo que magrear un poco con su pene aquel coño ya dispuesto a ser penetrado. Apenas vio la oportunidad, clavó de golpe su falo en la pobre chica, que esta vez no recibió los mismos cuidados de hacia unas horas. Pero Pilar no se sintió enfadada, al contrario, deseaba ser tratada de la misma salvaje forma con la que hacía unos momentos su hermana había sido follada. Quería ser maltratada, quien sabe por qué, pero eso quería.

Sin saberlo, Eliseo le cumplía sus deseos taladrando velozmente aquel coñito. Pilar gritaba como loca ante cada embestida, y al igual que Blanca, no pasó mucho tiempo cuando las lágrimas brotaron de sus ojos.

– ¡Cabrón! – gritó, llamando la atención de los otros dos, que nunca la habían escuchado decir semejante palabra – ¡Sigue, sigue! ¡Cabrón! – repitió

Y el cabrón de Eliseo no pudo más que obedecer; y siguió penetrando con gusto a su pequeña hermanastra. La muchacha sintió también la misma sensación que Blanca había experimentado hacia algunos minutos: llegado el primer orgasmo, Eliseo no le permitió descansar, sino que aumentó el ritmo y la fuerza de sus embestidas, no dejándole a la chiquilla otra opción que revolver su cara sobre la almohada.

Justo en ese momento, Eliseo presintió por fin lo que había estado deseando desde hacía mucho: un torbellino se sintió a lo largo de su falo y enseguida un chorro de semen y esperma se precipitó en el interior de Pilar; era la primera vez que Eliseo eyaculaba dentro de la chica y, sin duda, esto le dejaba satisfecho. También la muchachita disfrutó el calor de aquella viscosa sustancia en su coño.

Pasados algunos segundos, Eliseo sacó su falo del interior  de Pilar, tomó sus cosas y se retiró hacia su cuarto. Así, como si nada, el muchacho había abandonado a sus hermanastras desnudas, agotadas y recién folladas, como si de un par de putas se tratara.

En realidad, Eliseo se había ido tan precipitadamente por que no faltaban más de quince minutos para que sus padres llegaran. Veinte minutos después, los padres llegaron y se encontraron con la normalidad de todos los días. No podían ni siquiera imaginar lo que en esa casa sucedía en cada una de sus ausencias. No se imaginaban siquiera la posibilidad de ello. No sabían en lo absoluto como Eliseo se follaba por las tardes a las dos hermanas, y probablemente no lo sabrían nunca.

Fueron semanas de locura; casi todos los días Eliseo recibía alguna mamada o algún encuentro fugaz por parte de Blanca. Nada le encantaba más que la idea de tenerlas a ambas al mismo tiempo; pero rara vez se presentaba la oportunidad. Peor aún, Pilar, por alguna extraña razón, comenzó a pasarse tardes enteras en casas de sus compañeras de clases. Esto volvía loco a Eliseo que la deseaba como a nada en el mundo; sentía el temor a perder los placeres que esta le había dado y apenas le bastaba con los arrebatos sexuales con la hermana mayor para soportar aquel deseo. En su paranoia, el muchacho llego a temer que esa era la forma de Pilar de alejarse de él para siempre. Para cuando Pilar llegaba a casa, lo hacía con sus padres.

Pero un respiró llegó cuando Eliseo cumplió los dieciséis años; durante las horas de ausencia de los padres las dos muchachas llevaron a la cocina a su hermanastro y le regalaron un pastel individual al que el muchacho sopló la vela y se comió con gusto, pues era además el primer detalle que alguna de ellas le regalaban desde que Eliseo llegó a aquella casa.

Apenas terminó de comer el pequeño postre, Blanca se precipito bajo la mesa ante la sorpresa del muchacho. Pilar, por su parte, se encargó de alejar la mesita de ahí y se dirigió enseguida a acompañar a Blanca en la tarea de desvestir las bermudas de Eliseo. La situación era tan excitante que para cuando las dos hermanas lograron quitarle el calzoncillo a su hermanastro, este ya tenía la verga perfectamente erecta.

Relato erótico: «Apocalipsis 3» (POR CABALLEROCAPAGRIS)

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Bajó los cadáveres al salón. María se sobresaltó emitiendo un quejido trágico.

Sin título“¿Te has vuelto loco?. ¿Qué iban a hacerte?. Estaban desnudos y desarmados por el amor de Dios”.

Jaime los arrinconó en una esquina ante la puerta de salida. Se secó el sudor provocado por el  esfuerzo y miró el reguero de sangre dejado por sus cabezas agujereadas. Había pasado una media hora desde que se encerrara con ellos en la habitación de su madre.

“Limpia la sangre”

María se acercó con un gesto teatral, que intentaba transmitir incredulidad con un atisbo de desesperación.

“¿Me has oído?, ¿por qué los has matado? , ¿acaso ahora matamos también a seres humanos?”

“¡Por lo que yo sé han invadido nuestra propiedad y estaban violándote!”

La mirada furiosa que le dedicó a su madre la aplacó al instante.

“Pero….”

“¿Pero?, ¿acaso ahora hay peros?. Deberían darte más miedo los vivos que los muertos. ¿Es que no te enteras de nada?. Seguramente pensaban matarte cuando se hubieran desahogado, no iban a correr el mínimo riesgo por ti, y robar todo lo que tenemos antes de salir corriendo. Todo lo que me ha costado reunir para tenernos a salvo. No ha habido un viaje en el que no haya puesto en peligro mi vida para salvar la tuya. ¿Y así me lo agradeces?. ¡Aquí mando yo!, si no te gusta mi forma de sobrevivir puedes marcharte cuando quieras, pero no vuelvas más”.

Señaló la puerta y se quedó mirándola fijamente.

“Lo que quería decir es….”

“Vi como disfrutabas, vi tu deseo. ¿En qué puñetas te estás convirtiendo?. Que nunca se te olvide que de lo único que se trata es de sobrevivir. Yo solo me fio de mí; si me das motivos para desconfiar ni el ser mi madre te va a librar de alguna de mis balas. Si te quedas bajo el techo que he creado poniendo mi vida en juego será con mis normas. Jugar a la puta zorra enviada de Dios es muy bonito. Pero la realidad está ahí fuera, la muerte y la destrucción nos acecha cada segundo que seguimos vivos, y cada vez nos come un centímetro más de terreno. Esos no venían a proponer consignas de haz el amor en lugar de la guerra. Vinieron a violarte, robarnos y quemar la casa. Lo único es que encontraron a una mujer deseosa de ser violada. Y eso me plantea dudas, tendré que pensar mucho en ello”

María lloró y se abrazó a su hijo. Él no devolvió su abrazo. La apartó con un pequeño empujón y sacó los cadáveres fuera. Antes de ir a la zona de detrás de la casa para quemarlos  se dirigió de nuevo a su madre.

“Ahora limpia tu habitación, la escalera y el rellano. Está todo lleno de sangre”

María quería explicarse, quería decir que tiró el bote de pintura aterrada cuando los vio llegar con aquel ruido ensordecedor de sus motos. Que no tuvo tiempo de esconderse. Mientras ellos bebían el whisky ella lloraba agazapada en un rincón, temerosa de haber fallado a su hijo. Quería explicarle que le dijeron que si no colaboraba la matarían. Les dijo que estaba sola, que vivía allí desde el suceso y que sobrevivía como podía. Ellos iban a violarla y a llevársela para poder tener una hembra más a la que atacar en sus largas noches de borrachera y excesos. Quiso explicarle que los sedujo, que planteó todo para ganar tiempo, mientras pensaba un plan que nunca llegó a su mente. Que lo único en que pensó fue en sobrevivir, y para eso tuvo que mover el culo, lamer barrigas sebosas y mamar aquellas pequeñas pollas que tan poco aguante y fuerza tenían.

Pero no pudo decirle nada, porque se lo impedía  la culpa de haber disfrutado, de haberse sentido a gusto desnuda entre aquellos peligrosos hombres.

Mientras limpiaba lloró, temerosa de haber defraudado a su hijo, a su macho, a su protector. Él, una vez más, había cumplido con su cometido de tenerla a salvo. Cada día que pasaba le quedaban pocas dudas de que Jaime lo conseguiría. Ella solo tenía que ser una buena madre, una buena compañera, era todo en cuanto debía concentrarse. Y, por el Dios que en ese momento la observaba, que deseaba hacerlo. Que gozaba siendo generosa con él. Y por ese mismo Dios que se cayera muerta en ese instante si las bragas mojadas que tenía no era provocado por la autoridad firme de su hijo.

Mientras el fuego consumía lo que quedaba de los únicos seres humanos a los que había visto desde el suceso, descontando a su madre, Jaime paseó colina abajo poniendo en orden la información dada por aquellos visitantes fugaces.

Hablaron con poca claridad, pero hablaron. Les dio credibilidad, tan seguro estaba de ello como de que habían intentado liarle con informaciones difusas. Lo único que sacó en claro es que había un pequeño asentamiento humano no muy lejos de allí. A unas tres horas a pie entre la zona más inaccesible de las montañas, en dirección este. Eso significaba medio día en moto, el que habían echado en una supuesta batida en búsqueda de víveres hasta dar con su casa.

Habían muerto jurando que nunca quisieron hacer daño a su madre, que ella les sedujo, que estaban muy necesitados y no perdieron la oportunidad de estar con una mujer.  Le habían hablado del asentamiento y le habían invitado a unirse a ellos.

Eran pocos según dijeron, dos hombres más y las hijas de uno de ellos. Habían logrado tener una pequeña sociedad. Las jóvenes eran hijas del jefe y nadie se atrevía a tocarlas. Ellos eran solo unos esbirros. Pero su jefe era bondadoso y cuidaba espiritualmente de ellos.

Sentía que habían incurrido en algunas contradicciones, pero la idea de un asentamiento no muy lejano pareció quedar clara.

Encontró las motos donde le dijeron. Escondidas en el frondoso bosque. Dos Harley Davidson en aparente muy buen estado. Las llevó una por una hasta su casa y las escondió en el sótano. Antes les extrajo la gasolina y las guardó en bidones.

“Voy a ir en busca de la pista que me dieron”

Su madre se detuvo en mitad del fregado de los platos tras la cena. Jaime bebía de su botella de whisky. Ella se giró, las manos impregnadas de jabón y la cara marcada de pánico.

“¿No les habrás creído verdad?”

“No en todo. Pero creo que el asentamiento es cierto. Voy a ir entre las montañas. Partiré al amanecer. Si está en un radio de tres horas subiendo por allí arriba, es posible que lo encuentre en un día, dos a lo sumo”

María dejó las labores y se sentó en el sofá, anonadada. Pensando en decir algo, pero le miró en silencio, profundamente preocupada.

“No pienso dejarme ver. Iré a espiar. Algo me dice que allí no hay nada bueno. Por eso mismo quiero ir, está lo suficientemente cerca para que pueda suponernos un problema serio,…. Como ha estado a punto de ocurrir de hecho”

“No sabes a lo que vas a enfrentarte hijo mío. Por favor no vayas, ya ha pasado el peligro. Tú mismo me has dicho varias veces que esta casa está perfectamente escondida entre las montañas. Ahora necesitas relajarte, ha sido un día muy duro. Deja que yo me encargue, tú solo ponte cómodo y disfruta mi amor, mi señor.”

Se arrodilló frente e él y le acarició el paquete, enseguida se le puso enorme. Sonriente, bondadosa, desabrochó la bragueta de botones de su pantalón de pana marrón. La polla emergió imperiosa. Jaime estaba tan enfadado como necesitado, le vendría bien una buena mamada. Tuvo tentaciones de quitarla de una patada, pero le dejó hacer.

María tenía las manos húmedas del fregado, pero enseguida se acopló bien en la paja inicial. Empezó a darle lametones de abajo arriba, lentos y sensuales, mientras no dejaba de mirar a su hijo de forma sumisa y generosa. Atrás se insinuaban sus caderas y trasero, bajo el vestido. Desde la otra zona del salón debería verse su amplio culo con alguna de sus bragas aparentemente mojadas.

Bajó todo el pellejo hasta quedar su capullo libre. Entonces lo lamió, pasando insistentemente la lengua por donde debería salir un regalo en forma de semen cálido, confortable y apremiante del buen trabajo. Le supo salado, con olor a pis, no se había lavado y se notaba.

Pero eso le gustó, se sintió doblemente dichosa, además de relajarle, también iba  a asear a su hijo.

La mamada no tardó en llegar. Tras lamerle los huevos mientras le masturbaba fuerte, y recrearse mirando el potente paquete de su hijo, María la engulló. Su boca la recorría casi entera, en cada bajaba intentaba llegar más lejos, provocándole arcadas que culminaba en separar la boca muy abierta, dejando caer saliva espesa sobre el capullo mientras gemía susurrante.

Antes de correrse le agarró la cabeza y la estrujó contra su polla. Ella permaneció inmóvil mientras el semen salía a raudales directamente en su garganta. Se la metió entera hasta más allá de la campanilla, provocando un vómito incontrolable, el cual tragó en parte, junto a su semen, saliendo el resto por la comisura de los labios.

Cuando la soltó cayó sentada en el suelo, vomitando más por el asco de haberse tragado gran parte de su propio vómito. Jadeante le dio las gracias por el semen.

“Mírate, das asco”.

“Lo sé hijo, pero ha sido un acto necesario, mil gracias por darme el semen mi señor”.

Jaime siguió bebiendo, su madre llegó, ya aseada y se sentó en su butacón frente a él.

Jaime le habló como si no hubiera pasado nada, continuando con la conversación anterior a la puerca mamada.

“Conozco bien estas montañas. Hay muchos bosques salpicados de colinas así, y picos inaccesibles. Algo me dice que están muy arriba, en alguna casa abandonada, tal vez en algo mucho mejor”

“¿Cómo la estación de esquí?”

“No creo, si no me engañaron en las distancias, esa queda mucho más lejos”

Su madre se levantó y se sentó en sus rodillas. Quiso besarle en los labios, su coño permanecía muy mojado. Jaime se apartó y se levantó bruscamente.

“Voy a dormir, partiré al amanecer. Tendrás que hacer el esfuerzo de no dormir hasta que llegue. El mío será exponerme de nuevo en busca de nuestra seguridad. De tu seguridad…”

Ella añadió algo más.

“¿Y los caminantes?”

“Caminando por allí arriba veré a pocos”

El equipaje era tétrico y completo. Nada de ropas. Su escopeta, dos pistolas y su machete. Balas suficientes, algo de comida, agua a racionalizar y lo más importante, una de las botellas de whisky. A pesar de empezar a apretar el calor, en la cima de las montañas parecía que aun perduraba el invierno, zonas semidesérticas a más de dos mil metros de altitud, con nieve acumulada en las partes más húmedas, resistiendo su salida ladera abajo.

Pasó por caserones abandonados, huertos quemados y poblados derruidos vistos desde lejos. Atento a señales de humo, si estaban tan arriba necesitarían fuego para casi todo. Atento a posible vida humana.  Pero ni siquiera veía vida de caminante. Tenía ganas de ver a uno aunque fuera, echaba de menos estrujar sesos con su machete.

Agradeció su buena forma física a pesar del camino agotador. Subió a lo alto de la montaña más alta de la zona, casi a tres mil metros. La cima tras la que se veía salir el sol desde su casa. Agudizó la vista y no vio absolutamente nada. Su colina se camuflaba entre otras tantas y la espesura de los bosques próximos. Intentaba ver su casa y solo veía paisaje de montañas. Le resultó curioso al comparar lo cercana y clara que se ve aquella cima desde la puerta principal de su hogar.

Esta cima es como la luna, pensó. Tan cercana y tan lejos.

El sol se dirigía hacia el oeste, sin duda habían pasado unas seis horas desde que cogió el rumbo. Calculó que habiendo seguido un camino a menor altitud, podría haber empleado unas tres horas en llegar a aquella zona. Estaba, pues en el punto desde el cual podría distinguir el asentamiento en cualquier momento. Todo estaba preparado, pasaría allí la noche. La vista panorámica era total, y cualquier luz, cualquier fuego no muy lejano debería poder divisarse desde allí. Además, allí se sentía liberado de caminantes, aunque nunca convenía bajar la guardia.

Cuando la botella de whisky llegó a la mitad y sus músculos y huesos habían sucumbido a su calor, agazapado entre sus ropas y sin haber apenas comido, Morfeo invadió su vigilia. Las estrellas tiritaban sobre su cabeza y el horizonte no le dio ninguna pista.

Al poco de quedar dormido soñó con una voz de mujer, joven mujer. Que cantaba una melódica canción. Aquella mujer le miró, sus cabellos de oro sedoso otorgaban una cara angelical, cantando con una dulce media sonrisa. Pero su voz se tornó chillona, de sus cabellos corrieron desesperadas culebras negras y la canción culminó a gritos desesperados……

“Socorrooooooooooooooooo”

Se despertó como un resorte. Su respiración era muy agitada. Todo parecía haber sido un sueño. Hasta que volvió a oírlo.

“Socorroooooooooooooooo”.

Rápidamente se puso en pié, recordó el suspiro similar que sintió en su nuca aquel día arreglando el tejado. Lo achacó a las montañas y su locura, justo lo sintió llegar de aquella montaña. Ahora lo pudo escuchar alto y claro, aquella mujer no estaba muy lejos de allí.

Decidió tomárselo con calma. Ni dar voces, ni encender la linterna ni dar un paso en falso.  Necesitaba pensar, sacar conclusiones, encontrar las piedras más seguras para cruzar el río. Probablemente esa chica estuviera sola y encerrada en algún sitio, en caso contrario no estaría pidiendo auxilio. Lo más lógico era pensar que otros seres humanos la tenían encerrada por algún motivo, en una prisión improvisada cercana a la cima más alta de la zona. Pesando en frío no era mal lugar para ello. Probablemente estuviera mucho tiempo sola, y aprovechaba para gritar confiando en que alguien la oyera. Sin duda esos gritos no lo habían oído los que la tenían allí, ya que en caso contrario se habrían encargado de que no los diera más; con lo que llegó a la conclusión que sus captores estarían lejos.

¿Serían sus captores aquellos dos hombres que mató?. ¿O bien el supuesto cabecilla del supuesto asentamiento del que hablaron?.  Cabía la posibilidad de que no tuviera nada que ver con ellos, cosa que dudaba. Pero tal vez fuera presa de otras personas o bien una mujer sola que había quedado aislada en algún lugar, y que no se atrevía a salir. Esa última idea también la descartó, no tenía sentido querer hacer ver que estaba allí en ese caso.

De todas las posibilidades la más lógica era que era retenida en contra de su voluntad. Y que los que allí la tenían estaban lejos en ese momento.

Esperó paciente y preparado que de nuevo pidiese auxilio. De noche poco más podría hacer. Pero nada, solo se escuchaba el silencio del planeta agonizante.

“Socorrooooooooooooooooooooo”

Trastabilló y cayó, juraría que no se había quedado dormido, pero aquello de nuevo le despertó. El Sol rallaba el horizonte y el frío se hacía insoportable.

“Socorrooooooooooooooooooooo”.

Parecía provenir del norte, montaña abajo. Bebió dos tragos largos para entrar en calor y caminó despacio en esa dirección. El amanecer le fue abriendo colores para que pudiera ir viendo mejor. Solo rocas, hierbas marcianas y nieve…. Más abajo empezaban los árboles.

Los árboles le dieron la bienvenida y le tragaron, aquella zona, aunque no muy lejos de la cima, empezaba a ser más peligrosa. Agudizó los sentidos y avanzó esperando oír de nuevo la señal de socorro, muy atento a todo.

Escuchó un crujido y se detuvo en seco. Interpretando en el aire que soplaba en sus oídos todo lo que podía. Desde la supuesta dirección del crujido no veía nada, el viento podría haberle traicionado. Quedó quieto, respirando, escuchando, sintiendo…..

Otro crujido, esta vez más cercano, justo tras de él.  Se giró rápido.

Allí estaba.

Un caminante se acercaba. Notaba algo extraño en él pero no supo bien qué era. Se fue hacia él y le atravesó el cerebro con el machete, entrando a través del ojo derecho.

Chas, cayó fulminado. Recogió el machete y lo limpio. Rápidamente cayó en la cuenta de lo que le había resultado extraño, aquel caminante no emitía ningún ruido. Se había aproximado a él de forma sigilosa, siendo descubierto solo por el crujir de alguna rama que pisó. Además, había necesitado más fuerza de la habitual para atravesarle el cráneo

Se le erizó la piel. Se acercó al caminante y lo analizó. Abrió su boca, todo estaba perfecto.

¡Había matado a un humano!. Su aspecto desgarrado y sucio le había hecho dudar. Miró sus pupilas y metió la mano en su boca. Juraría que estaba drogado. Siguió analizándolo, un pie dislocado….. tenía todo lo que un ser humano necesitaría para parecer un caminante.

Qué extraño. No sabía qué conclusión sacar de todo aquello, se sentó apoyando la espalda en un tronco. Bebió algo, pensativo. Entonces vio la cabaña.

Se encontraba clavada a dos árboles cercanos, hecha de tablas y toda suerte de maderas, bien escondida entre la arboleda, cerca de la cima.

La rodeó, solo una puerta, bien cerrada con un candado. No había ventanas y como pudo se asomó entre una de las rendijas que dejaban las tablas. Unos ojos espantados le devolvieron la mirada. Retrocedió, trastabilló y cayó de espaldas, rodando unos metros hasta chocar contra un árbol.

¿Era un caminante?, no. Esos ojos no eran de caminante.

Se aproximó de nuevo.

“¿Hola?. ¿Quién eres?”.

Un silencio espeso, demasiado largo, se adueñó del instante. El viento domaba la copa de los árboles, el extraño silencio de los bosques post apocalípticos, sin el cantar de los pájaros.

Una tímida voz calló al silencio.

“Le has matado”.

Jaime miró a la persona que acababa de matar, al humano que parecía caminante.

“¿A él?”.

Lo señaló, colina abajo. Se dio cuenta de lo absurdo de la situación. ¿A quién se lo señalaba?.

“A mi guardián”.

Su voz sonaba débil, sin fuerza, o tal vez con un tono captado del cautiverio, robado de la soledad.

“¿Te tenía aquí sola?”.

“Sí, cuidaba de mí. Me apartaba de los caminantes, aquí me siento segura. Tú me das miedo”.

“No debes temerme. Soy de los buenos de esta película. Dudo que tu guardián lo fuese, no te tendría aquí encerrada”

“Llevo tanto tiempo aquí que ya formo parte de esto. Estas tablas no existirían sin mí, este bosque no callaría si mis oídos no oyeran la nada. Antes no era así, antes el cantar de los pájaros me despertaban al alba y el husmear de los lobos me asustaba en la madrugada. Ahora ni pájaros ni lobos. Un día mi guardián me dijo que todo se acababa. Me trajo uno para que lo viera, para que me sintiera dichosa de estar aquí, protegida”

Su voz iba ganando fuerzas, era joven y decidida, joven y atemorizada, joven y apaciguada, joven y entregada.

“¿Cuánto tiempo llevas aquí?.

De nuevo otro silencio, de nuevo el viento en los árboles.

“Un año, dos, qué más da. En cualquier caso demasiado tiempo”

“¿Él te tenía aquí?”.

“Sí, desde que me abordó a la salida del instituto aquel día. He acabado siendo su amante, su confidente. Había días que no venía. Pero hoy estaba preparada”

“¿Preparada para qué?”.

“Para fugarme. Vino a follarme otra vez, aproveché para atacarle, lo dejé herido. Después salió y anduvo un rato por los alrededores. Hasta que te vio”

“Pensé que era uno de ellos”.

“Hiciste bien en matarle, te hubiera matado”.

Jaime puso cara extrañada.

“Soy Jaime. ¿Me dejas rescatarte?”.

“Sara, encantada Jaime. Sara Toscano”.

Ese nombre…. Enseguida cayó. Haría más de un año se hizo famosa por su desaparición sin dejar rastro. La policía llevaba meses buscándola en el momento en el que se produjo el suceso. La daban por muerta, otra joven más violada y asesinada.

“Te conozco. Tus padres te buscaron hasta la saciedad, toda la ciudad se volcó en ayudar a la policía. ¿Llevas aquí todo el tiempo?”

Sus sollozos ahogaron las palabras. Jaime partió el candado, al abrirse la puerta la contempló. Estaba agazapada en un rincón, llorando amargamente. Sucia y con las ropas desgarradas, medio tapada con una manta apulgarada. Un cuenco con agua y fruta putrefacta llena de moscas en la esquina contraria a donde se recogía para llorar.

Jaime la sacó y la abrazó. Olía a diablos y su pelo, posiblemente moreno, acumulaba una especie de costra marrón.

“Dios, pensaba que eras uno de ellos. Pensé que ibas a violarme”

“No, ya está, ya está. Has caído en buenas manos. ¿Quiénes son ellos?”.

“Los trae y me violan. Dice que vive con ellos, él me ofrece a mí y ellos le acogen en su granja. Tenían esa especie de trato.”

Ella se agitó y miró asustada en dirección de la frondosidad.

“Tenemos que irnos, pueden venir”.

 Corrieron hasta llegar de nuevo a la cima. Desde allí anduvieron camino de la casa de Jaime. Él le contó que vivía con su madre, que tenían una casa bien protegida con mucha munición y comida. Que mató a dos motoristas que se acostaban con su madre. Ella los reconoció como dos de sus violadores. Él le dijo que no tenía nada más que temer, que viviría con ellos. Que ayudaría en las labores del hogar y de vigilancia. Que le vendría bien a su madre para cuando él saliese a buscar más necesidades.

Ella le dijo que tenía diecisiete años, tal vez dieciocho. Que colaboraría en lo posible. Que le ayudaría a llevar mejor el día a día. Sus lágrimas eran sinceras. Su rostro marcaba el dolor en cada arruga de suciedad. Sus ojos no engañaban, estaba llena de vida y juventud.

Había rescatado a Sara, la famosa chica desaparecida. La decisión estaba tomada, su familia acababa de crecer. Su escondite albergaría un nuevo miembro.

Su madre estaba pelando una patata cuidadosamente, mientras cocía la cáscara que iba desprendiendo. Cuando vio a su hijo y  a aquella chica entrar se quedó de piedra. En posición defensiva, como el animal que espera el ataque inminente de un depredador.

Jaime le hizo señas para que se sentara.

“Ella es Sara, Sara toscano”.

La mirada de María se alteró, sin duda la había recordado. Fue a decir algo pero se detuvo en el instante de abrir la boca. Respiró y preguntó algo que no tenía nada que ver con lo que pretendía decir.

“¿Se puede saber qué hace aquí?”

 “Alégrate pues tu Dios estará orgulloso. La he salvado, estaba encerrada en una cabaña de mala muerte, en el bosque arriba de la montaña. Llevaba más de un año. He decidido que a partir de ahora vivirá con nosotros. Así que deberás tratarla como a una hija más. Ella te ayudará en las labores del hogar y hará que nuestros turnos de vigilancia sean más cómodos. Gracias a ella mejorará nuestra calidad de vida y tendremos más fácil el sobrevivir”.

“Pero……”

“No hay peros. Prepárale un baño calentando agua del pozo. Y saca una pastilla de jabón nueva para ella sola, falta le hace”

“Si señor”.

María fue arriba y Sara miró extrañada a Jaime.

“¿Señor?”

Jaime le contó toda la historia con su madre. Su locura, la locura de ambos, el cómo había pedido perdón a Dios. Su relación, sus encuentros sexuales. El cómo ella había aceptado su destino de satisfacer al que llamaba macho de la casa, amo del hogar, protector de sus vidas.

“Esto es el fin del mundo Sara. Formamos parte del pequeño grupo de seres humanos que nos ha tocado vivirlo. Se trata de sobrevivir. Es curioso, pero tu cautiverio te ha salvado la vida. Si nunca te hubieran secuestrado tal vez ahora estarías muerta, o lo que es peor, muerta en vida”

Sara suspiró y miró la estancia inferior del hogar.

“Esto parece confortable”.

“Lo es, aquí estaremos bien. Ahora ve arriba y date un baño. Te prepararé una cama al lado de la mía en mi habitación. La subiré, pues guardamos algunas en el sótano. Pondré un camisón de mi madre sobre ella. Mi madre te indicará dónde está la habitación. Tras el baño, ve a vestirte y baja a cenar; luego  duerme, descansa. A partir de mañana te espera una vida nueva, empezaré por enseñarte a disparar”.

Jaime y María esperaban en la mesa a que Sara bajase para la cena. Unos pies descalzos se deslizaron escaleras abajo. Jaime recorrió el cuerpo de abajo arriba. Su boca se fue abriendo poco a poco al ir descubriéndola.

Sara, percibida como una Diosa en un mundo apartado de Dios. Como una ilusión en mitad de la sinrazón, como un suspiro en mitad del océano. Sus bellas piernas, de muslos prietos, agitados al unísono bajo la estrecha bata de su madre. Sus caderas vistiéndola perfecta, disimulando la ligera imperfercción de la marca de caderas amplias y trasero regordete de su madre, y que la misma bata consiguió amoldar. Rondaría el metro sesenta y poco, y en torno a unos sesenta quilos, que la hacían inmortal al hambre que pudo haber pasado; como si el diablo le hubiese ofrecido conservar ese cuerpo a pesar de su espantoso cautiverio.

Sus pechos bailaban libres bajo el ropaje ajustado de la bata. Parecían amplios y acogedores, en su sitio.

“Pechos en su sitio, ummm, que de tiempo sin verlos”.

Su madre miró enfadada a la chica, miró confundida a su hijo. María se sintió desplazada, agredida en su propia casa.

“Gracias guapo”

Dijo Sara justo al sentarse. Su pelo moreno, bello, brillaba suelto cayendo sobre el abultamiento de sus ubres jóvenes. Sus ojos negros, amplios, expresivos y simpáticos. Con aquella mirada de aterrada esperanza que vio a través de las tablas de su cabaña. Nariz algo chata, labios sugerentes y rojos.

“En serio, ¿has hecho un pacto con el Diablo?, parece que vienes de una sesión de belleza en lugar de meses de sufrimiento”.

“Bueno, siempre tuve la ilusión de que un hombre bueno, como tú, me salvase”.

Sonrió gustosa y Jaime se consideró la persona más dichosa del mundo que no era mundo. Del universo con fin.

La seriedad de su madre durante la cena no le extrañó. Decidió que le gustaba la situación, sabía que tendría a esa chica abierta de patas cuando quisiese, y que sería mejor amante que su madre. Es ideal, una para cada cosa. ¿O no?, la idea de tener dos hembras a su servicio le empalmó infinitamente, le excitó tanto que su ego se convirtió en una planta enredadera que abarcaba todo el mundo, haciéndolo suyo.

La joven y la madura. Diez y muchos y cincuenta y tantos. Su casa más limpia, todo más ordenado, los tres más seguros. Él más satisfecho. Decidió que era bueno que compitieran. No pensaba en dejar de lado a su madre; además, ¡qué demonios!, le gustaba la cama de su madre; experimentada y muy guarra. Y, ¡qué cojones!, le gustaba follarla y pensar que lo hacía con su madre. A quien engañar….

Tendría que ser más autoritario, con dos gallinas en el corral el gallo precisaría de más presencia y decisión.

“Mamá. Tú esta noche vigilarás hasta el alba. Sara necesita descansar y yo estoy agotado de mi expedición. Cuando ralle el sol, te sustituiré”.

“Vale hijo, he pensado que tal vez podrías habilitarle a Sara la habitación del fondo, para que tenga intimidad…”

“¡No!, la habitación del fondo seguirá haciendo de almacén”

“pero para eso tenemos el sótano”

“Agradezco, querida madre, tus puntos de vista, sin duda todos van orientados en la comodidad de nuestra incipiente comunidad de tres. Pero no podemos tener todo en el mismo sitio, al menos no mientras sea posible. Sara dormirá en mi habitación, en la cama que con tanto esfuerzo he colocado junto a la mía. Hay espacio suficiente.”

“Si es lo que deseas… cariño…… He pensado que podrías subir un instante conmigo a mi habitación mientras Sara recoge las cosas de la cena…….”

Se abrió de piernas para que pudiera verle su sexo depilado, tal y como él había pedido que lo tuviera, de forma que Sara no lo viese.  Jaime se puso muy caliente, pero decidió que no”.

“Recoge tú. Sara y yo subiremos. Le contaré todo lo que es el día a día aquí y luego dormiremos.”

“Vale cariño, como desees”

Dócil, aunque su cara decía lo contario. Su madre seguía ganando puntos, pensó, no obstante.

En cuanto cerró la puerta tras de sí, Sara se despojó de la bata. Se quedó mirándolo en silencio, hablando con la mirada. Jaime se sentó en el borde de la cama y la atrajo ofreciéndole la mano. Sus pechos eran mejores aun de lo que parecían. Proporcionados, simétricos, amplios y regordetes, bien puestos. Con pezones grandes y aureola rosada, algo oscura tal vez. Simplemente era muy bella. Una Diosa de carne y hueso a la que aferrarse en aquellos momentos.

“¿A qué se debe el honor de poder contemplarte desnuda?”

“El honor es mío de poder haber sido rescatada. Ahora soy tuya y siempre lo seré. Nunca podría compensarte el que me hayas salvado de un infierno, y que me hayas ofrecido un hogar y una seguridad. Quiero asegurarme que sabes entender mi gratitud, para que no haya malentendidos a partir de mañana”.

Dicho esto se colocó de rodillas sobre la cama, andando a gatas hasta quedar perfectamente cuadrada con la cabeza a la altura de la almohada. Permaneciendo a cuatro patas, con las rodillas bien clavadas y algo separadas, manteniendo alto el trasero.

Ofreciéndose.

Jaime la contempló. El sexo tenía pelos, pero no tantos, sin duda mantenido al gusto de su captor; mal afeitado, eso sí. Pero aun así bello, ni grande ni pequeño, muy rojo y llamativo visto desde atrás, justo bajo su ano limpio.

La pose le daba más dignidad que sumisión, el estar a cuatro patas siempre separó a las mujeres en dos grupos: las que posan con dignidad y las que posan sumisas. Su madre pertenecía al segundo grupo, pero Sara, sin duda, al primero.

No estaba de más que el gallo tuviera a una gallina de cada tipo en el corral.

Sus muslos firmes, desembocando en un  no menos firme trasero, el cual permanecía arriba, esperándole.

Se desnudó y se colocó detrás. Le agarró las nalgas duras, cuando Sara esperaba recibir un pollazo algo húmedo le sorprendió. La lengua de Jaime recorrió su sexo. Sara no lo esperaba y gimió con cálida sinceridad, dejándose caer hacia adelante. Jaime permaneció lamiéndole, recibiendo flujos vaginales, mientras Sara gemía y gemía.

María, desde abajo, escuchó los gemidos. Su cara se ensombreció. Permanecía sentada, vigilante de la colina abajo, esperando aquello, esperando los gemidos. Llegaron antes de lo que imaginaba, y sintió punzadas de rabia en su estómago.

Él dejó de lamer y ella recuperó la dignidad a cuatro patas. Su polla le entró con suma facilidad. La habitación se llenó de colores de deseo, las paredes quedaron pintadas con la libido de la indescriptible sensación de haber introducido la polla en el coño de aquella espectacular joven.

Ella gemía, gustosa, amable, acompañando las embestidas. Como gimen las putas, pensó. Pero poco a poco fue venciéndose más hacia delante, gimiendo un poco más alto, acabando a chillidos quejosos.

María no podía concentrarse con el ruido, y subió a ver.

Abrió la puerta cuidadosamente, asomándose  sin que le vieran. La chica cabalgaba a su hijo, se fijó en sus pechos tersos botando con firmeza a la vez que sus caderas se clavaban sobre el paquete de Jaime. Se tocó las suyas, amplias y caídas. Se sintió menos mujer, sintió que el mundo se le caía encima, pero a la vez una rabia incontenida, y muchas fuerzas para luchar por su macho.

Ella se levantó y colocó a Jaime atravesado en la cama. Ahora se puso en cuclillas y se pinchó la polla, muy grande y a mil en ese momento. Ahora Sara quedaba de cara a la puerta. A María no le dio tiempo de apartarse para no ser descubierta, pues Sara ya le estaba mirando fijamente.

María quedó petrificada, sin dejar de mirarla, sin dejar de mirarlos. Ella empezó a dar saltitos, botando, mostrando una excelente forma física, con sus brazos colocados en jarra contra sus caderas; guardando bien el equilibrio. La visión de cómo la polla entraba en el coño era perfecta desde la posición de su madre.  Él le agarraba los pechos desde abajo, gimiendo como un oso. Ella sonreía mirando a su madre, gimiendo mucho. Los gemidos eran a todas luces falsos, pues no dejaba de sonreír a María. Cada poco le lanzaba besos; dejándole claro que ahora era ella la que marcaba al macho.

María no pudo evitar excitarse, no pudo evitar mojar las bragas. Cuando Jaime se corrió, Sara le comió todo el rabo hasta dejarlo bien limpio. Sara miró de nuevo a la puerta pero María ya no estaba allí.

No cruzaron palabras, se dieron un pico y Sara, sonriente, se fue a su cama. Jaime quedó pensativo sobre la suya, satisfecho, muy satisfecho.

Cuando se estaba quedando dormido le despertó unos suspiros. Le eran familiares, aquellos suspiros de su madre, algo lejanos, posiblemente provenientes del salón donde vigilaba.

El día amaneció precioso. El sol iluminaba alto, dando calor al entorno, cuando Sara bajó las escaleras. Hacía horas que Jaime le había dado el relevo a su madre. Quiso besarla, morrearla y darle algo de caña antes de que se fuera a dormir, pero ella no se dejó, se excusó por puro cansancio. Lo cierto es que se fue con una seriedad no habitual en ella, más propicia a seriedad triste en vez de enfadada.

Sara comió algo que le tenía preparado. Vestía con el camisón y unas zapatillas de Jaime que le quedaban algo grandes. Resplandecía igual que el día.

“tendremos que ir a buscarte ropa. Vendrás conmigo, a la ciudad. Saldremos en cuanto mi madre haya dormido una hora más. De camino matarás a todos los caminantes que nos encontremos, siempre en condiciones de seguridad. Algo me dice que no has matado nunca a ninguno”

Ella acabó de masticar.

“Llevas razón, pero no sé si podré hacerlo, me da un miedo atroz. Creo que lo mejor es que me quede aquí, ayudando a tu madre en las labores…..”

“Acabas acostumbrándote, descuida. Tienes que venir, debes aprender a usar el machete y las armas contra ellos. Lo haremos a la vuelta, antes tendremos que buscarte ropa. Lo primero es lo primero. Iremos a un centro comercial al que he ido bastantes veces. No será necesario llegar a la ciudad, está antes, cercano al campo de fútbol, colindante a la autopista de entrada. Nunca he tenido problemas allí, está precintado y jamás encontré caminantes dentro.”

“Lo conozco, iba al cine con mis amigas allí…..”

Lloró

“Eh, tranquila; la vida es dura, nada es como antes, pero debes centrarte en sobrevivir, no te puedes permitir llorar…. Créeme”

Levantó la cara, sus preciosos ojos estaban inundados de lágrimas.

“¿Me ayudarás a encontrar a mis padres?, ¿me llevarías a mi casa por si estuvieran allí?”

Jaime puso cara de incredulidad.

“¿Estás de broma?, nadie ha sobrevivido en la ciudad, si vas a tu casa posiblemente morirás, todo está infectado de caminantes; solo en reductos como este, o como el de tus captores, se puede sobrevivir. No has estado en la ciudad, esta tarde lo verás con tus propios ojos y me dirás si crees que quedan esperanzas para nadie”.

“Vivimos en una casa amplia, solitaria, en mitad de una urbanización de mansiones ricas. Mi padre era…. Mi padre es abogado, ganaba mucho dinero. Es posible que hayan podido atrincherarse allí, debo ir, siento que debo ir”

“Acábate el desayuno, despertaré a mi madre y saldremos. Si tenemos tiempo nos pasaremos, pero no me pondré en peligro por tus padres, que te quede claro. Te he acogido en mi hogar; la seguridad es lo único que me preocupa. Eres bienvenida pero no te confundas, eres prescindible, altamente prescindible. No consentiré que nos pongas en peligro”.

Encontraron varias prendas que le iban bien, tanto veraniegas como de invierno, y varios pares de zapatos.

Se les hizo tarde, Jaime prometió a Sara ir otro día a tantear la posibilidad de que sus padres estuvieran con vida, pero que debían irse para que no se les hiciera de noche por el camino.

 A la vuelta, ya al atardecer, dieron con un grupo de caminantes que deambulaban por el alcen de la carretera, unos quilómetros antes de llegar al camino que los meterían en la serranía camino de su colina.

Eran dos hombres y tres mujeres. Caminaban sin rumbo fijo, separados unos dos metros unos de los otros. Detuvo el coche sigilosamente en la otra zona de la calzada.

“Ahí los tienes, perfectos para tu estreno oficial como superviviente”.

Lo miró con los ojos muy abiertos, negando con la cabeza.

“Estás muy loco si piensas que voy a matar a esos……”

Jaime cogió la pistola que llevaba en el compartimento de la puerta de piloto, quitó el seguro y lo puso sobre la sien de Sara.

“Si vives con nosotros tendrás que ser capaz de matar caminantes, disparando y a mano. En caso contrario no nos supondrás más que problemas”

Hizo una pausa, mirando a los cinco desgraciados que deambulaban arrastrando los pies por el asfalto bacheado del alcen.

“Y me temo que tendría que matarte, pues ya conoces nuestro escondite. Así que sospecho que no tienes elección, a no ser que quieras morir. Apostaría que mi madre no se entristecerá si no vuelvo contigo”

“Supongo que me vendrá bien matarlos……. En fin nuestra pequeña comunidad debe ser lo primero”

Sara bajó del coche, asustada, Jaime fue tras ella machete en una mano y pistola en la otra.

“Ten, mata a los dos últimos de un machetazo en la cabeza, con decisión; en cuanto les estrujas los sesos caen como moscas; sus cabezas son extrañamente fáciles de penetrar, casi como si estuvieran hechas de mantequilla. En realidad matar caminantes es de lo más fácil. Luego corre y dispara a los demás en la cabeza, alejándote un poco”

Jaime se sorprendió por la destreza mostrada por la joven. Estaba preparado con un hacha por si necesitaba ayuda, pero no le hizo falta. En menos de un minuto se había ventilado a aquellos cinco siervos del diablo.

“¿Estás segura que nunca has hecho esto?”

“No, es mi primera vez. Todo sea por nuestra pequeña casa. Uf, menuda masacre de sesos, ¡cabrones!”

Sara apoyó a Jaime contra el coche, la noche caía, reflejos dorados pintaban un cuarto del cielo desde el horizonte, vistiendo a las nubes de colores anaranjados y violetas.

“Matar muertos vivientes me ha abierto el apetito, cariño”

Jaime se dejó hacer, aun sabiendo que debían irse cuanto antes de allí; no era seguro estar de noche fuera.

Se arrodilló frente a él y le sonrió. Dulce sonrisa de adolescente hecha mujer. Le desabrochó el cinturón y aflojó los botones de la bragueta. Al sacarla estaba ya enorme, ella puso cara de sorprendida, guiñándole un ojo, uno de sus bellos y expresivos ojos grandes y negros.

Apretó el pellejo para atrás, hasta quedar el capullo al aire, y pasó su lengua por él; como calibrando el sabor y la temperatura con precaución.

Jaime tragó saliva, temió el no saber decir que no, el verse superado por la belleza de aquella joven. Temía no controlar el aspecto sexual de Sara como lo hacía con su madre. Pero en esos momentos tenía muy claro que una mamada era la única posibilidad.

La masturbó un rato, hablándole con suavidad, casi en susurros muy femeninos.

“Quiero que descargues tensión, hazlo sobre mi cara, no tengas problemas. Entre tanta destrucción necesitarás todo el relax del mundo, y yo también amor; me encanta tu polla, me encanta mamarlas, me encanta follar, me encantas tú”

Empezó a masturbarla con ritmo rápido, mientras su lengua se movía muy ágil rozando por la punta. Luego se metió el capullo en la boca y colocó sus manos sobre la tapicería de la puerta del coche donde se encontraba apoyado Jaime. Y así, sin manos, empezó a engullir la gran polla de la persona que le había salvado la vida. Moviendo la cabeza hacia adelante y hacia atrás, hacia adelante y hacia atrás, la boca muy abierta; el que tuviera la cara más menudita y pequeña que su madre ayudaba  a la sensación de que aquella mamada resultase más salvaje y brutal que las dulces que la que le parió le regalaba.

Hacia delante y hacia atrás, recorriéndola entera. Hasta que en un espasmo soltó la primera carga de semen, que ella tragó entera. Entonces la agarró y la refregó por su cara, llenándose de leche menos espesa la nariz, las mejillas, los ojos, la frente. Estrujó la polla contra toda su cara y luego Sara la limpió a base de escupirla y lamerla, con la misma dedicación con la que un perro lame sus heridas.

Al llegar a casa María estaba preocupada por la hora. Aliviada de verlos ofreció que comieran algo. Sara pidió un segundo.

“Primero he de ir al baño, he de limpiarme la cara del semen de Jaime. Ummm, su hijo es todo un hombre, sabe cómo cuidar de una mujer en momentos como este”.

Cuando entró en el baño María miró a Jaime inquisitiva.

“¿De verdad te fías de esta chica?”

“Mata bien y hace buena compañía. Su ayuda te servirá de mucho y todos estaremos más descansados”

“Amor, no te dejes convencer por su belleza, su buen cuerpo, por lo que pueda hacerte, acuérdate de los dos que me follaban; estaban mejor muertos aunque me hicieran disfrutar….”

“Aquellos eran parte de los que tenían secuestrada a Sara, ¡créete que es muy diferente!”

María se acercó y le agarró el paquete, lamiendo su cuello y besándolo.

“Pero yo soy tu sierva, yo soy la mujer de la casa, yo soy tu zorra mi niño; no te olvides de eso amor”

“Tranquila madre, hay para las dos. Somos tres, con compenetración y generosidad nos mantendremos a salvo”

Hizo una pausa, sopesando sus palabras

“Solo necesito motivos para manteneros a salvo a las dos. Ninguna de las dos sois imprescindibles, no en este mundo”

La noche se cerró por completo y la mirada de Jaime se perdió en el infinito mientras abrazaba a su madre.

Relato erótico: «El despertar de Cassandra 6» (POR PERVERSO)

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Antes de continuar, mis más sinceros agradecimientos a todos aquellos que siguen, leen, comentan y valoran esta porno novela, esperando y este capítulo sea de su agrado.

Sin título……… después de su cacareada, el maestro Pepe se dirigía a paso lento y gelatinoso a un grupito de niñas, recorriéndolas con su morbosa mirada y saboreándoselas a todas mientras se acercaba a ellas al tiempo que se rascaba sus bolas apretadas dentro de su tieso pantalón color camel, analizando de manera anatómica especialmente a Cassandrita, viendo como esta última lucía radiante y fresquecita a pesar del calor agobiante, su piel blanquita y chapudita1 contrastaba luciendo angelicalmente sobre su negro y lacio cabello, mientras el viento se lo jugaba teniendo ella que acomodárselo pues en ocasiones delgados mechones le revoloteaban en su bello rostro incomodándola un poco, riendo ella coqueta con el resto de sus amigas por quien sabe que niñerías que entre ellas se consultaban secretamente. Sin embargo el gordo y moreno docente pronto desvió esas calientes miradas hacia el cuerpecito de su alumna notando lo apretadito de su uniforme, principalmente su falda que a pesar de llegarle casi a las rodillas y ser de tablones se ajustaba perfecta a las femeninas y potentes caderas realzando el redondo culito de su más sabrosa alumna.

-hooola mis niñas, ¿Cómo están?, ¿Qué traman?, ¿Por qué tanta secreteada?- saludaba el libidinoso aspirando toda una selecta cantidad de aromas frutales y florales emanados del pequeño escuadrón de bellos ángeles, muchas de ellas a nada de terminar su fase de desarrollo, viéndose como todas unas mujercitas dignas de ser encamadas por tan adónico personaje.

“¿Quién quiere ser la primera en mamarme la verga?” pensaba en su cochambrosa mente.

-hola maestro, buenas tardes maestro, jijiji,- respondían algunas y reían otras, para esto la verga del viejo no cabía ya en sus apretados calzones llegándole a incomodar pues su glande era casi degollado por el grueso elástico de su ropa interior, aun así, un descomunal tronco se empezaba a dibujar debajo del obeso vientre del viejo.

-¿Por qué andan muchas de ustedes afuera?, ¿Qué no tienen clases?- preguntaba el rechoncho maestro lanzado miradas galanescas como si estuviera en alguna firma de autógrafos y estas niñas conformaran parte de su selecta fanaticada.

-noo, no vino el maestro de Geografía,-

-sii, y no nos quisieron adelantar la última clase- decían algunas, había faltado el maestro encargado de la clase que trascurría y eso les había dado a los niños una hora libre.

-ahh miren, bueno mis niñas yo me retiro a mi cubículo, cualquier cosa que se les ofrezca allí estaré jeje- decía el empalmado maestro retirándose no sin antes dándole un último y cochino repaso a todas pero volviéndose nuevamente hacia ellas dijo, una vez ganada cierta distancia.

-ehh, Cassandrita, mija, se me olvidaba- el profe hacía una seña para que esta nenita se le acercara, fue aquí donde un viejo flaco quien preparaba su aula estiraba su delgado cuello como zuricata tratando de observar esta escena y para ponerse cómodo sacaba uno de los bancos pero sin dejar de ver el desenvolvimiento de su gordo amigo.

-sip, mande- la nena llegaba tan risueña y jovial como siempre lo era, parándose enfrente de su viejo mentor, llevando sus manitas hacia su espalda y entrelazándoselas, realizando un leve movimiento rotativo con su curvilíneo cuerpo, todo esto sin dejar de mirar la grasosa cara de su entrenador.

-mi niña, en la lista de asistencia a las prácticas de voli tengo algunos días en donde no te anotaste- dictó el redondo maestro.

-ehh, de veras profe?, pero si yo he venido a todas las prácticas- afirmaba Cassandra.

-sí, sí, lo sé mi niña, lo sé y no encuentro explicación lógica para tal suceso, recién apenas iba a enviar ese formato a Servicios Escolares para que se vaciara la calificación pero por suerte me di cuenta antes, aun así te aviso para que pases a anotarte por favor hija, yo lo haría por ti pero quiero que seas tú quien lo haga para que veas que si vas a tener tu calificación, ya no importa que me regañen por no enviarla en tiempo y forma, lo importante es que a ti no te afecte- argumentaba el viejo y sudoroso maestro dándoselas de salvador para con la niña, quien atenta asentía con la cabeza a todo lo que el maestro decía.

-si maestro, gracias, ¿Quiere que vaya ahorita?- preguntaba la nena observando como el viejo sacudía su sudada camisa, dejándole ver un pecho sumamente peludo casi de oso.

-no mi niña, al ratito que salgas, mientras sigue jugando con tus amiguitas y si las están molestando aquella parvada de pervertidos que están allá díganme y yo me los arreglo- decía el viejo mirando su reloj dándose cuenta que la hora libre de los niños estaba por terminar, razón por la cual decidió suspender su encuentro con la nena hasta la hora de la salida y señalando a los alumnos con los cuales rato atrás estuvo platicando sobre el cómo tratar a las mujeres.

-jjjjjj, si maestro, a la salida paso- Cassandra se retiraba hacia sus demás amigas, el profe en tanto aprovechaba que la nena daba la vuelta para de forma descarada volverle a mirar el culo y su ligero movimiento de caderas, así como esa cinturita y esas potentes piernas que se asomaban un poco cada que la falda levantaba mientras la nena daba un paso.

“mmm, chiquita sabrosa, te has de ver bien rica en cuatro patas”,pensaba el maquiavélico personaje sin saber que ya había otro viejo que podía comprobar lo dicho.

EL DESPERTAR SEXUAL DE CASSANDRA

EL SEÑOR DE LA TIENDA Y SUS PERVERTIDOS AMIGOS

—————————————-

En el cubículo de Pepe…

El viejo y gordo maestro dialogaba por su celular con su colega Teo, sentado en la silla de su escritorio y con sus patas arriba contaba cómo le había hecho para citar a su alumna más comestible a la hora de la salida y en donde según él confiaba en su suerte y exagerado carisma para sacarle a la nena una plática un poco más allá de temas institucionales.

-así merito pendejo, en unos minutos he hecho lo que tú no has podido hacer en todo un semestre… con suerte y hasta la descalzono y me la cojo aquí mismo ahhgg ahhgg ahhgg… mmm con lo rico que le ha de saber el bollito agggghhhfff… primero le voy a mamar las chiches jeje, y luego le meto mano ahí abajito y le estiro el frijol… bueno ya te dejo, voy a meneármela un ratito con unas fotos que tengo de ella en shortcitos para entrar en calor jeje- colgaba Pepe exhibiendo una sonrisa de oreja a oreja, arrugando toda la extensión de su regordeta mandíbula y dejando apreciar la escasa higiene dental así como su deformada dentadura de burro.

Un garrafón de agua puesto en el enfriador adornaba la pequeña oficina del vulgar maestro quien se frotaba las bolas como esperando a que de estas se manifestara algún genio que le cumplieran algún deseo a medida que su porcina cara expresaba un gesto de vulgar satisfacción ante sus rascados, además de un cuadro con una imagen de él siendo saludado por el Gobernador del Estado ubicada a la vista de sus visitas, su título que lo acreditaba como maestro educativo y del lado derecho un poster de Pink Floyd pues el viejo se las daba de muy conocedor de esos géneros aparte de que esa música lo hacía recordar sus tiempos de soltería y en donde según sus alegatos culeaba como enajenado a cuanta hembra se le atravesara siempre y cuando esta fuera digna de su verga, un sinfín de envolturas de papas fritas y envases de refrescos llenaban su cesto de basura, a todo esto un plato de unicel con restos de comida que al parecer hace unas horas fueron gorditas pellizcadas adornaban su escritorio, una revista del conejito yacía entremetida sin mucho éxito en medio de unas carpetas escolares.

El grueso sujeto casi se relamía las bembas y se acariciaba constantemente la barbilla esperando ver a la nena entrar por la puerta, por su mente pasaban tantas cosas sucias como el separarle los labios vaginales a tan jugosa muchachita y con su babosa lengua buscarle el clítoris para realizarle aberrantes succiones sobre ese palpitante órgano, acomodándose y desacomodándose él mismo sobre su silla producto de la calentura que en ese momento sentía, sudaba de sus axilas por la emoción y apenas se preguntaba por qué no había invitado a la nena antes a su oficina, fue ahí donde maquiló otra degenerada idea en donde el profe Teo tendría que ofrecer su complicidad para la realización de la misma.

Estaba tan desesperado, con la verga bien parada y casi saliéndosele de sus pantalones cuando en eso escuchó el timbre de salida, sin embargo la nena no aparecía, el viejo bribón había comprado un par de pececitos pues el profesor Teo le comentó que él tenía unos en su laboratorio y que las nenas se entretenían viéndolos nadar o estirar el chipo pidiendo alimento, además Teo los había ubicado a una altura donde las estudiantes tenían que recargar sus cuerpos lo que las obligaba a levantar un poco el culo de esta manera, siendo un deleite para los alumnos y por supuesto para el flaco y chimuelo docente con dedos de gancho.

Pepe continuaba en sus reflexivos momentos imaginando a Cassandrita sentada en sus piernas mientras él le metía mano y le daba su buen besote de lengua cuando en eso hizo aparición la susodicha depositando su mochila en la entrada y disculpándose por la tardanza, hubiera querido ver a la nena enfundada en un minúsculo short deportivo de esos que lo calentaban pero no se podía tener todo en la vida, al menos por el momento, pensaba para sí el peludo sujeto sintiendo sus axilas resbalosas debido al excesivo sudor, ya habría forma de tenerla así la próxima semana, se decía.

-no hay problema Cassandrita, pásale, siéntate jeje, déjame buscar la lista de asistencia- decía el degenerado sin poder dejar de admirar la belleza de la chiquilla, y es que parecía que el viejo no se cansaba nunca de reverenciarla, le sorprendía que a su corta edad esta niña poseyera un cuerpo tan femenino, tan delicado, pero a la vez tan bien formadito.

La nena pasaba y se sentaba cuidadosa de que su falda no quedara más arriba de lo estrictamente permitido, así era ella, coqueta pero cuidadosa cuando estaba en público, pero rápidamente alertó a los peces y se acomodó para poder observarlos mejor, y es que la pecera estaba en el escritorio pero acercada más hacia el arrecho maestro quien descaradamente casi se comía los desarrollados melones que abultaban debajo de la blusa, así que Cassandra ubicó sus bracitos de forma paralela arriba del escritorio recargándose del borde de este con su vientre, echando hacia adelante su cuerpo.

-maestro pero… mire, este creo que ya se murió- dijo la nena apuntando a un pececito que yacía flotando panza para arriba.

-ehh, a ver- el maestro Pepe bien pudo comprobar lo que decía la nena desde su ubicación, pero prefirió levantarse y verificar lo dicho por la mocosa ubicándose detrás de esta.

Era un verdadero tormento para el profe el estar detrás de la nena con ella recargada en el escritorio moviendo ligeramente sus caderas, como si esta estuviera realizando una invitación a poseerla de la manera más insana jamás imaginada pero Pepe sabía que esto no era así, que debía contenerse ante los juegos sucios y tácticas mundanas practicadas por la colegiala para hacer perder la cordura a tan ejemplar catedrático.

-mire- dijo Cassandrita echando su cuerpo todavía más hacia adelante sin alertar las desequilibradas miradas que Pepe realizaba a su cuerpo, en especial a su culote, imaginando el asno los apretados calzones que se debía de cargar la nena y que ajustarían perfectos al cuerpo de la niña, principalmente a su carnosa panocha, el maestro Pepe gargareaba saliva con estos eróticos espejismos.

El viejo se dio gusto admirándole el culo y casi mandándose una nalgada, de hecho se atrevía a acomodar sus manotas como si en verdad fuera a tomar a la nena de su cintura para proceder a embestirla y en un momento se atrevió a realizar oscilaciones pélvicas mientras llevaba a cabo un movimiento con su brazo derecho como si estuviera montando un potro salvaje, o una potranquilla, al tiempo que sacaba su lenguota y la giraba impúdicamente poniendo cara de enfermo sexual, algo que haría dudar a cualquiera que lo viera sobre sus facultades mentales, todo esto sin ser alertado por la nena quien sin saber ayudaba con su posición para la realización de tan trastornadas actuaciones.

El maestro Pepe se acercó más llegando a apreciar en la espalda de la nena las marcas que denotaban su ajustado brasier, sin pensárselo posó una de sus grasosas manos (esa con la que se frotó las bolas) en la espalda de ella y comenzó con un ligero masaje, Cassandrita sintió esa manota posarse sobre su espalda pero al no advertir malicia (según ella) no se incomodó, al parecer las manoseadas que le había dado el viejo tendero estaban cambiando el análisis de la nena que implicaba el no satanizar el que un hombre ponga una mano sobre ella, siempre y cuando sea para realizarle un cariñito obviamente sin ir más allá, así lo entendía la mujercita dando su consentimiento ante el grasiento manoseo volteando y mostrándole al viejo una ligera sonrisita.

-si es cierto, está muerto, pobrecito, es que a veces estoy tan ocupado que no me doy tiempo ni para echarles un poco de alimento, como tú sabes mi niña doy clases a todos los grados en esta escuela- decía el viejo mientras seguía frotando su mano contra la femenina espalda de la niña, a veces llegando a donde empieza la espalda baja.

-sí, debe de ser difícil- afirmaba la nena volteando a ver de vez en cuando a su pervertido instructor, observando como una pequeña flotilla de moscas revoloteaban alrededor de su cara, así como algunos tiesos pelos nasales sobresalían de sus narices llegándose a enredar con su mal cortado bigote de macho (para el maestro Pepe y la gran mayoría de los machos viejos, el poseer bigote y pelo en el cuerpo era muestra de masculinidad, razón por la cual el docente criticaba al novio de Asdany en cuanto a su sexualidad debido a su lampiña condición).

-mucho Cassandrita, oye, y porque se te hizo tarde?- preguntaba el cachondo maestro tratando de regular su salivación con asquerosos movimientos bucales ya que estaba tremendamente sobrecalentado con el simple hecho de estar palpando el cuerpecito de la niña, esa misma a la que le auguró unas potentes curvas cuando la vio por primera vez el día de las inscripciones aun con su uniforme de niña de secundaria.

“esa niña se va a poner bien buena”, fueron las palabras inmortalizadas que Pepe pronunció al flaco Teo cuando ambos galanazos observaban a los nuevos prospectos en la fila de inscripción, aunque también repasando a alguna que otra madre de familia bien conservada acompañando a su retoño.

-ahh, es que unos compañeros estaban exponiendo y el maestro Teo no nos dejaba salir a los que ya habíamos pasado hasta que todos acabaran- Cassandrita ya había tomado las caricias como algo cotidiano, siempre y cuando no bajaran a terrenos prohibidos, incluso se había puesto a alimentar al pescadito vivo con el alimento que le fue proporcionado por el maestro mientras ambos yacían muy juntitos en esa caliente oficina.

-el maestro Teo!!, apoco ese viejo con cara de zombie te da la última hora?- preguntaba Pepe pues para la realización de su artimañoso plan esto le favorecía.

-jijijij, síp, lo que es hoy, los martes… ahh y mañana- respondía la nena.

-uhm, interesante, muy interesante- dijo Pepe, con una tremenda inflamación en su pantalón y una pequeñísima mancha de humedad en la tela del mismo, dejando de frotar la espalda de la nena para rascarse ahora su barbilla.

-sabes Cassandrita, se me ocurre algo, que tal si esos días en los que el maestro Teo te da clases la última hora, en vez de ir a tomar tus clases con el viejo flaco, vienes a mi cubículo a ayudarme con los pendientes que tengo… algo así como mi secretaria- decía el profe tomando asiento arriba del pobre escritorio abriendo ligeramente sus rechonchas piernas pero procurando dejar a la vista de la colegiala su remarcada herramienta sexual de medidas aún desconocidas, además de esos huevotes que se le abultaban sobremanera en un plan sucio por conocer la reacción de la nena ante tal desvergonzada maniobra.

-jijij, maestro, no puedo hacer eso- negaba la nena aun sin alertar malas intenciones en su maestro, ella seguía con vistas en los animalitos.

-¿Por qué no?, Cassandrita- con el simple hecho de estar a tan solo centímetros de distancia, compartiendo el mismo espacio, olfateando su embriagante perfume con esa gorda y desparramada nariz llena de enormes cacarizos, el viejo Pepe estaba encandiladísimo, su verga ya estaba bravísima y con su cabeza completamente lubricada, era tal la cantidad de lubricante expulsado que el viejo ya se sentía como si anduviera meado, casi le daban ganas de sacar su pepino y mostrarlo a la niña sin pudor alguno.

-pues porque si hago eso estaría faltando a la clase del maestro Teo y se va a enojar, y me va a reprobar por inasistencias jijij- respondía la nena regalándole una sonrisa al viejo, concluyendo ella de alimentar al pez y volviéndose a sentar en su silla acomodando su pelito por detrás de una de sus orejas.

-claro que no mi niña, yo hablaría con él para que eso no suceda, yo tengo mucha preponderancia aquí en la zona escolar y ese viejo feo no creo que se oponga sabiendo las poderosas amistades que tengo dentro del Sindicato- dijo Pepe, siempre presumiendo sus influencias dentro del Magisterio, cosa que ya había presumido también a la güerita.

-jijiji, no sé, y que se supone que tendría que hacer?- preguntó ella apretando coqueta sus rosaditos y brillosos labios y colocando sus manitas en cada una de sus piernas.

-bueno pues estar aquí conmigo… ayudándome a archivar mis notas… actualizar mi bandeja de entrada, para eso te prestaría mi lap… irme a sacar algunas copias y alimentar a mi pescadito- aclaró el viejo todo caliente y sudado a mas no poder y en un momento en que desviaba su mirada hacia su reloj de pulso pudo apreciar, cuando la devolvió, como Cassandra se le quedó viendo por unos breves segundos a la desgarradora herramienta que se le formaba debajo de sus pantalones y como la mocosa apretaba aún más sus labios así como sus piernas, esto solo calentó más al macuarro, supo que la nena rondaba el anzuelo casi abriendo la boca, solo era cuestión de acercárselo otro poquito, ¿Cómo? Pues ofreciéndole algunos beneficios.

-y a cambio, como recompensa, te pasaré la clave del guai fai (Wi-fi) de la escuela, y hablaré con Teo para que te exente de cualquier tarea de fin de semestre que piense encargarles, porque acá entre nos piensa encargarles una muy pesada (susurraba el viejo), además ¿Sabías que Teo siempre me trae su examen escrito en libreta para que yo se lo pase a computadora?, jeje no le sabe a las computadoras, en pocas palabras tendrás la clave para ese examen, obvio que yo no le diré que fuiste tú quien lo pasó a digital, ese será nuestro secreto, bueno, si aceptas claro, que te parece?- Cassandrita se lo pensó, de por si Laboratorio (Química) era una de las materias que más se le dificultaban, no al grado de reprobarla pero si tenía la oportunidad de pasarla con diez pues que mejor.

-pero cómo?, usted le diría al maestro Teo que me ponga asistencia… sin asistir a su clase?- preguntaba la nena quitando su vista de donde la tenía una vez viéndose sorprendida por el verde viejo sin cuello y disimulando desviarla a cualquier parte, aunque le echaba una ojeada rápida de vez en cuando al escandaloso trozo carnal del viejo Pepe.

-claro mi niña, que inteligente, ves porque quiero que seas tú quien me ayude?- dijo el viejo y envalentonado por la situación llevó una de sus manos y la puso en una de las desnudas rodillas de la nena.

-pero y mis compañeros, ¿no se enojarán cuando vean que yo no entro a las clases y ellos sí?, es que las clases del maestro Teo son aburridísimas- dijo la nena ahora un poco nerviosa por la gorda mano que tenía haciéndole cariñitos en su rodilla, volteando a ver hasta temerosa a la aberrante cara del pervertido maestro y como la papada del viejo se abultaba más cada que este contraía su cabeza.

-ellos no tienen ni que enterarse, ni que enojarse, diré que estás haciendo una actividad extra para mí, bueno, que dices?- preguntaba el viejo, quitando su mano pues notó cierto nerviosismo por parte de la nena y temió que esto pudiera afectar en su decisión.

Sin embargo, cuando la nena meditaba su respuesta y estando a escasos segundos de ella vocearla, una llamada alertó a la pareja, el celular del viejo maestro sonaba teniendo que atenderla pues se trataba del Director del plantel.

“me lleva la verga, lo que faltaba, ahora que vergas querrá este pendejo”

-Cassandrita, mi niña, tengo que retirarme, piensa lo que te dije y me das tu respuesta, pero me la das ehh jeje- dijo el viejo una vez dialogado con el Director a sabiendas que tenía que presentarse en la Dirección pero a la vez tan cachondo por la propuesta hecha a su alumna, además de ver como esta mocosa se la pensó un poco, señas de que había esperanzas y más caliente aun porque su morboso cometido había rendido frutos, la nena había visto su tremenda herramienta y aun así esta se la pensaba considerando que si aceptaba tenía que estar encerrada con el viejo durante una hora.

-si maestro, yo también ya me voy, ya es tarde, hasta mañana- se despedía la nena recogiendo su mochila y abandonando la oficina.

Hay que hacer mención que la escuela donde la nena cursaba además de impartir clases normales también contaba con aulas equipadas para enseñar algunos oficios como por ejemplo la electrónica, la carpintería, la soldadura etc., para los varones; costura y repostería para las señoritas, siendo esta última, la de repostería, la clase que Cassandrita había escogido para completar su avance reticular, era obligatorio para cualquier alumno escoger una de estas opciones. Ese día, en su clase de repostería la nena había elaborado flan napolitano y había dejado dicho manjar en las manos de su amiga Lupita quien la esperaba afuera mientras ella iba a checar lo de sus asistencias con el pervertido de Pepe, Lupita, al ser una niña muy vivaracha vio esta la oportunidad perfecta para Armandito quien salía de la escuela y se disponía a retirarse.

-Armandoo!!, Armandoo!!, veen!!- gritaba la nena aun con una chillona vocecita más infantil que juvenil, siendo alertada por el joven quien se dirigió a ver que se le ofrecía.

-qué pasó? Lupita, dime, ¿y ese flan?, dame- preguntaba el joven notando como esta otra niña, sentada en su motito, cargaba ese postre con ambas manitas.

-no es mío, es de tus ojos- respondía la nena refiriéndose a Cassandra.

-ahh, y dónde está?- volvía a preguntar el muchacho.

-entró a revisar no sé qué… oye, a donde te diriges?- cuestionaba la nena, para esto ya se veía en su inocente carita ese brillo de cuando estaba construyendo algo en su cabecita.

-ay Lupita pues a mi casa- respondía el joven ajustándose la mochila la cual solo le colgaba de una de sus hombrera.

-y si te digo que hoy puedes acompañar a Cassandra, hasta la suya- argumentaba la nena.

-cómo?- preguntaba interesado el muchacho.

-mira, ¿ves este flan?, me ha pedido que la ayude a llevárselo ya que pues… ya sabes, yo tengo moto jijij, yo le dije que sí pero obvio yo voy a tener otro compromiso y eso me va a impedir darle el aventón, entonces ahí entras tú, no pesa pero tú como todo un caballero lo vas a cargar por ella hasta su casa- se mandaba las instrucciones esta otra niña, pasándole el flan al muchacho.

-sii, sii, yo voy- y así quedaban este par de cómplices, llegando Cassandrita donde ellos, recibiendo la noticia de su amiga y aceptando de buena manera la ayuda de Armando, pero volteando ella hacia la tienda del viejo para asegurarse que su macho no la viera irse con otro, eso posiblemente lo pondría muy celoso, todo esto sin que sus amigos se dieran cuenta de la dirección de sus miradas, sin embargo para su fortuna el viejo no se divisaba, lo que si es que fue ella la que a escondidas enviaba un mensaje de despedida a un viejo que en ese momento se preparaba para recibir visitas.

No hay mucho que contar sobre lo que pasó durante el recorrido, el jovencito cargando el flan caminando al lado de su amor platónico, volteando de vez en cuando admirándole el perfecto perfil de la muchachita y haciéndolo sudar con su simple presencia, “es hermosa” pensaba el joven, ella era la que más hablaba, platicando principalmente de lo que no le gustó de las clases de ese día, “hasta quejándose de las clases se ve hermosa” volvía a pensar el muchacho, lo único bueno fue que Armando consiguió saber la dirección de su adorada además de recibir un pedazo de flan por parte de ella en recompensa por su ayuda, o al menos el jovencito creía que hasta ahí había llegado la noche.

-mmm, está muy rico, apoco tú lo hiciste?- preguntaba Armando ya en el portón de la casa de la niña, ambos ya para despedirse una vez que el joven terminara su postre.

-jiji, gracias, sí, yo lo hice solita- decía la niña orgullosa de ella misma, para eso el muchacho intentaba desesperado buscar algo con que seguir la plática, nada se le ocurría, incluso llegó a esos incómodos minutos en que solo hay silencio y hasta el sonido de los grillos era más fuerte que la interlocución de este par, hasta que en eso el joven quiso darle el plato ya vacío a su compañera pero él por lo nervioso que se encontraba soltó el plato antes de que la nena lo tomara, cayendo este al suelo y rompiéndose al ser de porcelana, los jóvenes casi al mismo tiempo se agacharon intentando atrapar al plato en el aire pero les fue imposible, aunque para Armando fue un momento épico y digno de escribirse para una novela romántica pues en su descenso ambos jóvenes casi juntan sus bocas al agacharse al mismo tiempo, ruborizándose ella y sudando nervioso él al tiempo que ambos disimulaban que no pasó nada rascándose sus cabecitas y mirando para lados contrarios, para esto la nena tomaba su falda y la pegaba a sus muslos para evitar enseñar de mas, siempre femenina pero sin perder su recato.

-asu2, discúlpame Cassandra, pero que tonto, no… no te preocupes, te compraré uno igual- se disculpaba el joven levantando los pedazos y aun rojo por lo sucedido.

-ay Armando, si me sigues acompañando me vas a dejar sin vajilla jijij- bromeaba la nena incomodando más al jovencito.

-no es cierto jijij, no te preocupes, lo digo jugando, lo bueno fue que no te cortaste- decía la nena pero justo en eso el muchachito, debido a lo nervioso que se encontraba y a que intentaba levantar los pedazos rotos, se cortaba la mano con una de las puntas.

-ayy, me corté- dijo el joven haciendo reír sin querer a su bella princesa, la jovencita entró a su casa después de superar el ataque de risas y de comprobar que la sangrante herida era superficial y regresó con un poco de yodo y algodón, tomaba la mano del muchacho entre sus blancas y delicadas manitas y comenzaba a aplicarle un ligero masaje por encima de la cortada, el joven no daba crédito a lo que ocurría, estaban ambos rostros tan cerca que casi se le arrojaba para darle un beso, pero no de esos morbosos besos de lengua como los que pegaba el viejo Marcelino, sino uno que demostrara todo el amor puro que este sentía por ella, y más porque los labios de Cassandrita (aquellos que en la secundaria alguna vez besó) lucían excelsos y brillosos gracias a la luz de un poste que se encontraba cerca, él sin embargo, con su otra mano tomó una de las manitas de la niña dejándose hacer.

Cassandrita, quien también recordaba aun ese lejano beso que ambos se dieron, el primer beso de ambos, sintió el contacto en su mano y se sonrojó, volteó a ver a su compañero pero este por su pena desvió su mirada aunque no dejó de tomarla de la mano, Cassandrita analizaba el rostro de su compañerito y recién apenas prestaba atención a lo mucho que había cambiado desde que ambos asistían a la secundaria, si acaso con algunas imperfecciones pero eran mínimas, su cabello uniformemente recortado de los laterales y un poco más abundante de la parte de arriba y el flequillo, incluso había estirado un poco en estatura siendo ahora él más alto que ella y esto le había favorecido a la hora de proporcionarle su cuerpo, sin mencionar que olía rico, a punto de vista de la nena su compañero sería un buen partido para cualquiera de sus compañeras, este par también llevaba tiempo de conocerse ya que venían estudiando juntos desde inicios de secundaria y desde ese entonces el joven ya sentía atracción por ella y no como la gran mayoría quienes se empezaron a interesar en la niña una vez que a esta le crecieron las tetas.

Una vez que Cassandrita terminaba por analizarlo regresaba a su actividad, momento aprovechado por el joven para volver a admirarla, siempre observando ese hermoso rostro el cual lucía concentrado, notando también el profesionalismo de la nena ante la actividad, y como no, si Cassandra también cursaba otra materia opcional llamada Paramédicos, lo más cercano a lo que ella quería estudiar cuando grande, Enfermería.

-Ca… Cassandra… s… si yo tuviera un accidente y fueras tú la que me diera los primeros auxilios, viéndote a ti pensaría que estaría muerto… y habría llegado al cielo creyendo que un ángel es el que me recibe- dijo el joven llevado por la emoción del momento poniendo tremendamente roja a su compañera, quien apretó sus labios y volteó para un lado escondiendo su coqueta sonrisa ante el halago, el joven aprovechó para acercar su cuerpo con el de ella notando que Cassandrita no se molestaba, al contrario, hasta ella había colocado sus manitas en ese juvenil pecho.

-Armando que cosas dices jiji, o te está afectando el olor del yodo o me pasé de jarabe con el flan jiji- decía la nena para disimuladamente empujarlo mientras sonreía, y así siguieron los jóvenes unos minutos más, solo despidiéndose hasta que la nena terminó de curarlo, por suerte había sido la mano izquierda así que esto no impediría que el niño faltara a clases.

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Media hora antes en la escuela…

El casi jubilado maestro caminaba rumbo a la Dirección, ¿Pero que podría querer a esta hora el Director?, se pensaba el cuerpo de barril mientras apresuraba su paso, su forma de menearse era por demás chistosa, dificultosa y en ocasiones imitativa a la forma de locomoción de los primates, echando un poco su cuerpo hacia adelante daba la impresión de que en cualquier momento se iría de chipo, su gruesa lonja se meneaba ante cada paso que daba, tan gruesa que casi estaba adsorbiéndole la hebilla del cinturón y el solo caminar ese pequeño tramo lo estaba haciendo sudar en cantidades excesivas, tanto que tuvo que sacar un pequeño paliacate y limpiarse su sobrada transpiración mientras su camisa ya iba empapadísima en sudor y toda una flota de mosquillas revoloteaban por su rostro.

Sin embargo el redondo no iba preocupado si se consideraba o creía que este viejo pudiera llevarse alguna llamada de atención por parte del líder de la institución educativa, si alguna vez el maestro Pepe dijo a Teo “que él allá arriba estaba bien parado” se debía precisamente a que el Director era homosexual, y en más de una ocasión el buen Pepe le había hecho uno que otro cariñito, no porque Pepe fuera bisexual o tuviera esos gustos, sino más bien como un medio para un fin, en materia laboral el maestro Pepe era muy conflictivo con sus demás colegas y teniendo al Director de su lado representaba una buena ventaja sobre los demás, su esposa era una señora demasiado vieja (más vieja que él) con la cual desde hace mucho ya no intimaba, y en muchas ocasiones tenía que conformarse levantando chotos de las gasolineras o bien con el Director de la escuela, un hombrecillo de estatura mediana y cuerpo flacucho quien además le brindaba ciertos beneficios monetarios por cada cariñito recibido, como el buen Pepe decía: mejor meterlo ahí que a un nido de arrieras3, ya que las hembras de los tugurios (señoras de por lo menos cuarenta años, sin ningún tipo de atractivo ni gracia para maquillarse) a los que Pepe asistía siempre cuidando su respetable identidad se encargaban de enmarañarlo con sus profesionales tácticas de ficheras hasta que este se emborrachara, sacándole toda la quincena para proceder llamar a la seguridad del local y despacharlo por falsos rumores sin que el buen Pepe disfrutara de los placeres carnales que esas hembras brindaban.

Atrás habían quedado esos gratos momentos en donde Pepe (mientras ocupaba un cargo más alto en el Sindicato, antes de ser relegado a la ardua tarea de impartir clases) podía disfrutar el codearse con gente de alcurnia, la elite educativa, y conocer a una que otra musa libertina que se ocupara en los campos de la pedagogía llegando a entablar pláticas con ellas y recibiendo alguna que otra felación por parte de algunas, tiempos en que Pepe aun tenía pelo y carecía de esa notable prolongación de su barriga, y es que Don Pepe nunca había sido guapo pero además de ser muy hábil con su lengua (labia y sexo oral) tenía algo entre sus piernas que enamoraba a todas aquellas catedráticas ninfas que basaban su felicidad en un trozo de carne sin hueso.

Pero los homosexuales gustos no habían causado mella en la orientación del viejo mentor, si bien todo esto lo hacía por conveniencia, para él, el principal deleite siempre sería un moldeado cuerpo femenino. Como todo buen macho, lo calentaba el ver a las jovencitas vestidas en sus apretados y cortos trapitos mostrando sus femeninas y voluptuosas siluetas, la potencia de un buen par de nalgas siendo apretadas por un minúsculo vestido, un ajustado leggins o un micro shorcito, y para referencia a todo esto y como principal alborotadora de sus masculinas hormonas estaba la joven practicante, a pesar de que Cassandrita y la rubia universitaria tenían una diferencia en edad de entre cuatro a cinco años el físico de una era prácticamente similar al de la otra, y en materia de estatura Cassandrita era incluso unos cuantos centímetros más alta que la güerita (si se midieran las dos sin tacones), y es que recordar que Cassandra era de las alumnas más desarrolladas del plantel y que cuando se maquillaba y vestía coquetamente bien podría aparentar ser una joven de unos veinte años, la nena sin tanta sombra y con un poco de rimmel cambiaba muchísimo.

Pero a todo esto Cassandra tenía una desventaja, su uniforme no la dejaba lucir como al viejo le gustaría, si bien su escolar atuendo se ajustaba a sus formas era muy recatado y no dejaba mostrar mucha piel, caso contrario a Asdany quien al no tener por qué portar un uniforme específico podía asistir a la escuela vestida como ella quisiera, utilizando vestidos de vuelo al principio de su estadía pero como veía que sus brillosas piernas no dejaban concentrase tanto al alumnado como al magisteriado cambió su estilo para vestirse ahora preferentemente de pantalón y blusas algunas un poco ajustadas y algo cortas bastando que la güerita levantara un poco sus brazos para dejar ver parte de ese perfecto vientre con todo y ombligo, y notándose las marcadas líneas que dividen un trabajado abdomen, y es que en pocas palabras Asdany era un portento de hembra cuyo cuerpo era imposible no disfrutarlo.

Mientras deambulaba, ni siquiera Pepe supo cómo llegó a estos pensamientos en donde involucraba a la güerita vestida como toda una putilla de esquina y siendo levantada por él en su camioneta para dirigirse a un motel y pegarse la culeada de su vida cuando, estando babeando y caliente como un burro, se daba cuenta que ya estaba en la puerta de la Dirección.

-adelante,- escuchó el sabio y gordo maestro decir del otro lado de la puerta, el gordo ingresaba y se encontraba con la delgada humanidad del Director mirándolo de frente sentado en su oficina, pero en la otra silla, en la de visitas, veía una pequeña cabecita rubia de una jovencita cuyo rostro no podía ver debido a que la joven estaba con vistas al rector, sin embargo Pepe reconocía que se trataba de Asdany.

“esta pirujilla también está aquí jeje” afirmaba mentalmente Don Pepe.

Con solo advertir la presencia de su némesis el viejo panzón empezó a sudar aun más, no tanto porque se sintiera intimidado pensando que la estudiante lo haya acusado nuevamente, sino porque para el obeso era imposible no experimentar calentura estando cerca de ella, calentura que aumentaba sus niveles de sudoración y que hacia bombear sangre a su miembro para que este en pocos segundos se pusiera rígido y pulsátil, en cambio las posibilidades de ser acusado solamente le causaban gracia y burla hacia la joven y rubia delatora puesto que sabía que contaba con el apoyo del Director, a menos hasta ese momento en que Pepe aun desconocía un importante secreto entre esos dos ahí sentados.

-Pepe, ¿ya conoces a mi sobrina?, verdad?- preguntó el Director, Asdany por su parte se entretenía apretando la pantalla táctil de su móvil cruzada femeninamente de piernas pero cuando escuchó el nombre de su más morboso admirador pudo expresar un gesto casi de vómito.

Por un momento el gordo se quedó sin que decir, recién apenas se enteraba que la güerita era pariente del Director, si bien el Director ya le había hecho algún comentario sobre el dejar de molestar a la muchachita, este aun no los presentaba formalmente, ni mucho menos había escuchado a la muchachita decirle tío o portarse como familiares, las únicas veces que los veía caminando juntos por los pasillos creía que era para tratar temas sobre sus prácticas serviciales.

-he tenido el gusto de topármela un par de veces por los pasillos aunque no la dicha de entablar una plática con ella jeje, muy guapa su sobrina y se nota que es una jovencita muy responsable y trabajadora… – el maestro Pepe hacía gestos como si tratara de recordar algo.

-ahora que recuerdo, creo que siii, platicamos el otro día sobre su desempeño y sobre si estaba interesada en experimentar… otras áreas jeje,- respondía el tripón maestro tan caballeroso como siempre lo era rascándose su rugosa y descuidada barbilla y saboreándose las apetecibles y rubias carnes expuestas ante él.

Para esto el gordo docente ya había llegado al escritorio donde los parientes estaban sentados y veía la hermosa carita de la nena mostrar un gesto de desagrado con sus rojos labios ante las halagadoras y educadas palabras del viejo rabo verde, todo esto sin dejar de presionar sobre la pantalla de su celular.

Este desvergonzado tenía una vista privilegiada del escote de la nena, que a pesar de no ser muy escandaloso resaltaba desde la ubicación del viejo, “cacho de rusa que me haría yo ahí” decía para sí el pervertido catedrático mirando como ese par de generosas tetas se apretaban entre ellas sin dejar de escanear de reojo a la nena pero con la suficiente y aguda visión como para detectarle su incomodidad apoyada en un ligero gesto torcido en sus labios así como distraerse en admirarle sus delicadas y cuidadas manitas con uñas pintadas en modernos y coquetos diseños las cuales sostenían el celular, sin embargo el viejo ya casi se imaginaba esas suaves manitas masturbándole la verga o tallándole los huevos mientras ambos se pegaban su buen besote con saliva escurriendo.

Asdany, ajena a ese romántico momento diseñado en la mente de Pepe, quedó sorprendida por el nivel de cinismo y canallería con el que se manejaba el instructor físico además de ser asaltada por las sendas oleadas de calor que del gordo emanaban propagándose mediante la radiación y es que Pepe se había puesto muy pegadito a ella mientras él meneaba sus ojos de manera camaleónica, ya que uno de sus ojos seguía evaluando a la nena mientras el otro prestaba atención al Director, incluso el Director se sorprendía al observar a Pepe con algún tipo de problema ocular ya que sus ojos lucían completamente desorbitados.

Fue en eso que la bella practicante se levantó de su asiento tomando un pequeño bolso que estaba sobre la mesa metiendo su celular dentro de este, agarrándose con una piraña su rubio y lacio cabello, tomando finamente de la parte trasera con ambas manos su ajustado mallón de estampado amezclillado para subirlo un poco, actividad en donde el maestro Pepe no perdió ni el mínimo detalle puesto que sabía que ese movimiento que realizan las nenas cuando se suben el pantalón hace que se les remarque la exuberancia de sus traseros además de admirar casi en cámara lenta ese desquiciante movimiento que realizaron esas esponjosas nalgas siendo levantadas por efecto de la inercia, y no solo eso, el buen maestro Pepe casi se infarta ya que tuvo la fortuna de alcanzar a ver un calzoncito color fucsia adornado con una tira de encaje color negro, algo que hizo que su rugiente y casi viviente verga a nada se le desprendiera de su cuerpo, sino fuera porque el Director complementaba el trío el maestro Pepe hubiera tomado a la prácticamente ahí mismo, la hubiera trambucado sobre la mesa bajándole los mallones y dejándole ir a lo bestia toda su verga una vez que la tuviera doblada en el escritorio no sin antes haberla nalgueado brutalmente por todas las veces que lo acusaba sin considerar que este pobre hombre ya estaba amonestado.

-tío ya me voy- dijo la nena acercándose al Director.

-Dany, si quieres puedes esperarme afuera y te llevo- ofrecía el pequeño hombrecillo.

-no tío gracias, me voy con Diana,- dijo la nena el tiempo que se despedía de su familiar con un cálido beso en la mejilla mientras el correspondía tomándola de sus hombros y dándole un beso en cada una de sus suaves mejillas, para esto el viejo Pepe ya estaba en su quinta fantasía más depravada consistente en estarse meando sobre el cuerpo desnudo, recién cogido y bañado en leche de la joven practicante quien ajena a estos enfermizos pensamientos dejaba una leve mancha roja en la mejilla de su tío.

-hoy mi noovio creo que no puede venir, no me contesta, así que aprovecho que todavía anda Diana por aquí- dijo la nena recalcando con un acento un poco altanero la palabra novio, dedicándole una altiva mirada al gordo mientras la decía.

“si yo fuera tu novio ni siquiera te dejaría ir a la escuela mamita rica, te tendría todo el día empinada metiéndote la verga hasta dentro, no servirías para otra cosa más que para rellenarte de mocos jejeje”, decía Pepe en su cochina mente, todavía la dulce nenita caminaba escuchándose el taconeo de sus zapatillas pasando cerca del gordo sin mirarlo, pero cuando pasaba a la misma altura que el obeso mentor ambas miradas se cruzaron para ella dedicarle otro de sus atractivos gestos consistentes en levantar solo una ceja, gestos enloquecedores para el viejo pues el depravado notaba la aun infantil carita de la nena adornada por unos coquetos y colorados labios los cuales se estiraron de un lado en una especie de sonrisa maliciosa expresada por ella quien creía que el viejo se llevaría una buena reprimenda, gestos que para la nena representaban el anotarse un punto para ella.

“chiquilla nalgona, has de ir bien escurrida del bollo nada más con verme jeje” pensaba el maligno docente casi a punto de vaciarse en leche ahí mismo gracias a los gestos de la aun estudiante, pensando que con esa vocecita tan dulce que se cargaba la güerita de seguro gemiría muy rico a la hora de estársela enchufando, meditaba todo esto sin dejar de mirarle descaradamente el culo mientras ella caminaba rumbo a la puerta, aun sabiendo el viejo que el Director se daba cuenta de que es lo que veía, pero como no vérselo si el mallón era tan entallado y casi hecho a la medida que remarcaba las líneas donde terminan las piernas y comienzan las nalgas, por no decir lo bien que se le pegaba a su panocha.

-Pepe, me comenta mi sobrina que nuevamente volviste a faltarle al respeto, no me quiso decir cómo, pero dice que fuiste muy grosero, que ahora si te pasaste- comentaba el Director con su amariconado acento una vez que su sobrina había abandonado el recinto, mientras Pepe iba acomodándose en la silla donde anterior estuvo sentada la güerita no sin antes pasar su obesa mano por el asiento de la silla y sentir aun la calidez que seguramente era la misma que se podía sentir en tan suculento trasero, el viejo estaba tan caliente que casi se lanza a devorar el tibio cojín que sirve para amortiguar las nalgas del que se siente.

-yoooo!!, pero que calumnias son esas?- objetaba el gordo llevándose esa mano palpadora a su nariz de marrano sin que el director dieran cuenta de tan pervertida acción.

-sí, tú!!, y no te hagas Pepe que ya van varias veces que me dice- el Director avanzaba hacia el gordo y una vez cerca de él intentaba regalar alguna que otra caricia al educador físico, caricias que el transpirado marrano trataba de evitar haciéndose el indignado ante lo cobardemente inventado por la nena.

-está loca!!, solo porque el otro día le dije que se le veía bien su pantaloncito, solo por eso se ofendió, mira Carlos, tu sobrina es de esas niñas que le gusta moverse coquetas y vestirse llamativas sabiendo que eso a los hombres como yo nos calienta, lo hacen a propósito!!, muchas pendejas excusan sus puterías con frases como: “yo me pongo falda porque tengo calor, no para calentarte” a lo que yo siempre he dicho: “saben que el niño es chillón y todavía lo pellizcan”, en todo caso los cumplidos que yo le digo van con la cortesía que me distingue, tú me conoces- abogaba para sí el rechoncho machista.

-pero también conozco a mi sobrina y mira que esa niña para quejarse es porque ya te debes de estar pasando, mucho cuidado Pepe, por estos días tendremos la visita del Supervisor y si ella se queja con él y el Supervisor decide tomar cartas en el asunto ahí si yo no podré meter las manos,-

-no creo, esa chiquilla ni siquiera pertenece a la platilla- puntualizaba Pepe.

-puede que no, pero está haciendo aquí su servicio y estoy pensando en la posibilidad de echarle la mano para que se quede con nosotros, me falta personal administrativo (al gordo casi se le salieron los ojos ante lo escuchado), pero si sigues molestándola como es tu costumbre no dudo que mi sobrina terminará por rechazar la oferta, además recuerda que ya estás reportado y la última vez el Supervisor me dijo que solo te pasaba esa, ni una más; aparte Dany es mi sobrina consentida y no me hace gracia que le falten al respeto y menos un viejo como tú, así que no malinterpretes las cosas y pienses que yo estoy de acuerdo con que la molestes o estoy consintiendo tus cochinadas, nooo Pepe!!, a mi sobrina déjala en paz, que para eso me tienes a miiiii- dijo el Director casi aventándose a los brazos del gordo sin embargo este se levantaba y manoteaba tratando de evitar la incómoda situación.

-pérate viejo maricón, que nos pueden ver- manoteaba Pepe.

-ay no, orita no hay nadie- decía el Director.

Y es que no eran muchas las ocasiones en que Pepe había tenido contacto carnal con el Director, y con condón (pues el ignorante maestro creía que lo maricón era algo así como una enfermedad de transmisión sexual), por mucho dos encuentros sexuales en tres años (casi el tiempo que Pepe llevaba en esa escuela) de clandestina relación ya que el caliente docente poseía muchas mañas y algo de labia como para escabullírsele a la hora de intimar no sin antes asegurarse de recibir su remuneración monetaria o en servicios ya que en ocasiones el Director proveía a Pepe hasta con dos mil pesos en efectivo solo por acompañarlo a algún evento, o a veces con recargas telefónicas de $500 pesos en donde solo de dos a tres whatsApps enviados al Director y Pepe ya estaba pidiendo otra recarga.

Aclarando que Pepe no era homosexual (para definir a un hombre como él, en México se utiliza un término denominado mayate4), solo estaba pasando por una mala racha tanto económica como sexual; “en tiempos de guerra, cualquier hoyo es refugio”, eran las sabias frases que el gordo se manejaba.

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Afuera, en el ya casi vacío estacionamiento de la escuela…

La joven practicante estaba por subirse al coche de su amiga cuando en eso escuchó una bocina proveniente de otro vehículo, dirigiendo su atractiva mirada daba cuenta de que se trataba de su novio, de este modo ella como quiera agradecía y se despedía de beso de su amiga Diana para dirigirse a donde su atlético prometido de músculos pronunciados la esperaba.

-a dónde ibas?- preguntaba un serio Michael una vez de camino rumbo a la residencia de su enamorada.

-a ningún lado más que para mi depa, Diana me iba a llevar, te mandé whatsApp preguntando si ibas a venir por mí pero… como nunca me respondiste- afirmaba Asdany.

-no vi necesario responderte si ya sabes que todos los jueves vengo por ti, y ya te he dicho que no me gusta verte con esa chava, no es buena influencia para ti- indicaba Michael.

-pues esa chava es con quien mejor he simpatizado, y solo porque a ti no te parezca su compañía voy a dejar de llevarme con ella- afirmaba la nena regalando a su enamorado una fingida sonrisa.

-Dany, esa muchacha fue novia de uno de mis compañeros de práctica, y la relación no terminó muy bien todo por… errores que ella cometió, así que si yo te digo que no es buena influencia para ti es porque no lo es- discutía el joven deportista vestido con sus pantaloncillos de práctica y un sport, dejando ver toda su ejercitada musculatura y la ausencia de vello en prácticamente todo su cuerpo, incluso en sus axilas.

-siempre que la relación de alguno de tus compañeros termina, siempre es culpa de la mujer, nunca de ellos, imagino que si algún día la nuestra se acaba también dirás que fue culpa mía?- alegaba la jovencita bajándole un poco a la música emitida por el autoestéreo para así asegurarse que su novio escuchara mejor sus términos, además de que la música de Pitbull que Michael sintonizaba en su auto no era muy del gusto de la rubia muchachita.

Por el momento el joven Michael se quedaba sin argumentos lógicos para responderle a su enamorada, solo le dedicó una mirada un poco seria para en segundos devolverla al camino, Asdany en cambio ya conocía parte de la historia, el detonante de la ruptura se debió a que el exnovio de Diana había descubierto que ella tenía ciertos gustos lésbicos y eso por supuesto que ponía nervioso al joven Michael, y más cuando vio que ambas nenas contaban con la confianza suficiente como para despedirse de beso.

-a Diana, más que como compañera, la veo como una amiga, y cuando yo escojo a alguna amistad sus preferencias sexuales suelen ser de las últimas cosas en que me fijo!, además Diana tiene novio!!, eso que hizo debió de haber sido no sé… curiosidad!!!, es una etapa por la que muchos seres humanos pasan principalmente en su juventud, yo no sé ustedes que se traen, son tan… machistas que se espantan con el simple hecho de ver a dos mujeres tomadas de la mano, ¿es muy difícil para ustedes los machos asimilar eso?, por Dios Michael en que mundo vives?, además que si a esas nos vamos hay muchos amigos tuyos que no representan buenos ejemplos para ti- debatía Asdany refiriéndose no tanto a amigos con tendencias sexuales distintas, sino a borrachos, promiscuos y drogadictos.

-no es lo mismo, estamos hablando de ti, no de mí!!- dijo Michael, sin embargo esto solo alteró más a su bella prometida, si había algo que la molestara era el hecho de que su novio saliera con frases como esa, como si él fuera perfecto o como si él pudiera controlarse mejor que ella.

-es que siempre hablamos de mí y nunca de ti, no puedo juntarme con tal chava porque es bisexual o lesbiana y para el niño está prohibido tener contacto con personas así!!, no puedo usar ropa tan ajustada porque seguro es… po… por… porque me gusta andar provocando a los hombres!!, no puedo platicar con algún amigo porque seguro él y yo tuvimos o tenemos algo!!, ahh pero el nene si puede irse con sus amigos a quien sabe dónde y regresar a altas horas de la noche!!, el nene si puede ponerse a platicar con otras chicas porque según él son a las que les enseñaba rutinas en el gym- se quejaba la nena.

-el que llegue tarde no quiere decir que ande con otra, y si, esas chavas que ves en el gym platicando sonrientes conmigo fueron alumnas mías, cuando enseñaba rutinas, antes de que empezara a salir contigo, antes de conocerte, pero tú siempre pensando mal, además no sé cómo llegamos a esto si el tema era tu amiguita- bien es cierto que el muchacho decía la verdad, él no tenía la culpa de poseer la adónica figura Willianlevizada que tanto llamaba la atención de las muchachitas, pero hasta ese momento el joven nunca le había sido infiel a su enamorada, de igual manera la joven practicante nunca había faltado al respeto de su prometido.

-mira sabes que, detén el auto, tomaré un taxi- finalizaba la nena.

-umm ya estás enojada, yo solo te lo digo por tu bien y tú siempre con tus arranques de niña inmadura, no lo digo porque ella sea así… lo digo por… ahh, ya olvídalo- el muchacho trataba de recomponer la situación.

-que bien ni que nada, para!!- decía enojada la nena.

-no voy a parar porque una vez que me vaya seguro llamarás a Diana para que venga a buscarte, y ni ella ni nadie tienen por qué enterarse de nuestros problemas…- y así siguió discutiendo la joven pareja de enamorados próximos a unir sus vidas hasta que llegaron a su destino, siendo Asdany muy clara en que esa noche prefería dormir sola.

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Esa misma tarde-noche, en la casa del viejo Marcelino…

El viejo había cerrado temprano su pequeño negocio pues se disponía a recibir visitas importantísimas, le llegaba un mensaje por parte de su adorada comentándole que ya se había retirado a su casa en un dialecto un poco empalagoso y adornado con uno que otro emoticono y a la casi media hora escuchaba que golpeaban la puerta de su local.

Habían pasado algunos días después de esa última reunión de viejos amigos y era esta noche en que se celebraba una junta más de “La Asociación del Pájaro Muerto”, razón social con la que era conocida la secta conformada por Don Marce y sus secuaces, apodo colocado a esta asociación por los jóvenes de la región a raíz de las avanzadas edades de los integrantes, todos viejos de cincuenta años para arriba, arrugados y manchados, de sonrisas negras o de plano chimuelos, cuerpos descuidados y empolvados, en total cuatro viejos que se reunían cada determinado tiempo para pasar nostálgicos momentos recordando sus años de juventud y viejas glorias en que solían invitar a bailar a las muchachas de su tiempo al ritmo de danzones, huapangos y sones jarochos.

Don Marce recibía en primera instancia a Don Filogonio, un viejo velador de la zona, era un señor robusto y un poco más alto que el tendero e igual de panzón que este último, de aspecto rancio y cara de perro bravo, poseían una deshidratada melena larga y canosa que iniciaba a media calva y se extendía casi hasta la nuca en un intento un poco fallido por copiarle el estilo al Loco Valdez, un rostro viejo y desgarbado con cejas notablemente pobladas, una nariz gorda y ancha, su reseca boca carecía de los cuatro primeros dientes superiores, además su aliento a tabaco era muy fuerte gracias a su gusto por los cigarrillos sin filtro, cosa que lo mantenía despierto pues en ocasiones le tocaba velar desde temprano, como en ese momento en que después de unas cervezas comenzaría su turno. Venía equipado con su vieja y oxidada bicicleta de manubrios curveados tuneada a manera que una lámpara de mano la hiciera de foco, por sus sucias ropas parecía más un vagabundo que un velador, además de llevar su garrote en caso de toparse con algún briboncillo que deambulara sin explicación por las oscuras calles de la comunidad.

-jeje, pasa, pásale Filo, aquí tengo otro garrote más largo que ese- opinaba el verde tendero, riendo y mostrando sus nada envidiadas y picadas encías.

-déjate de mamadas Marce, que hoy he quedado con un culo así de grande, así que no me quedaré mucho tiempo, toda la tarde he estado afilando la verga, ten- Don Filogonio daba a Don Mace su garrote pero el tendero al conocer esa mañosa acción por parte de su compadre se negó a aceptarlo ya que sabía que se trataba de una oración en doble sentido.

-tiene la pepa toda peluda, ayer que no estaba su marido se la estuve agarrando, así llena de pelos, ya le dije que se la resurara pinche vieja cochina, casi tiene más pelo en la panocha que yo en las axilas jeje- el viejo y agrio velador levantaba su brazo dejando ver su sudada y brillosa axila atiborrada en pelos, llevaba una camisa sin mangas y eso permitía ver su antihigiénico sobaco así como sus brazos muy lejos de tener una forma medianamente estética.

-me está chillando la ardilla jeje, Marce de casualidad no tendrás que me prestes un poco de desodorante?, no puedo presentarme así en una cita- preguntaba el viejo amigo de Don Marce al alertar sus agrios aromas, meneando asquerosamente su lengua cada que alegaba, su mandíbula parecía más la de un muñeco de ventrílocuo.

-si, si, déjame ver- el viejo locatario rascándose una nalga tomaba uno de los desodorantes de su inventario y se lo daba a Don Filo para de este modo reducir su traspiración, Don Filo tomaba asiento en un pequeño banquito y procedía a echarse antitraspirante en sus axilas y pecho, desabotonándose su camisa dejando ver sus pellejos colgados pareciendo que estuviera hecho de cera y se estuviera derritiendo, para proceder a quitarse los zapatos enseñando que no traía calcetines y echarse antitraspirante en sus despellejados pies de uñas negras y atacados de sabañones pero sin dejar de burlarse de su citada enamorada, rápidamente el pequeño cuarto se impregnó de un olor parecido al del queso el cual ni la potente acción del antitraspirante podía ocultar.

Estando en sus pláticas de machos, los jariosos ancianos ya empalmados por las guarrerías que berreaba el nocturno vigilante, escuchaban el sonido de una pequeña trompeta chicharronera que emitía un llamando o intento de llamar la atención de los niños que tuvieran la dicha de escucharla, además de un ronco y aguardentoso grito por parte de un jacarandoso viejo que montado en su triciclo anunciaba los esterilizados e higiénicos productos listos para su degustación:

-chicharrooooones!!!, palomiiiiitas!!!, jícamas con chiiiiile!!!!, pepinos con chiiiile!!!, pepino grande y jugosooooo!!!- gritaba el viejo a su paso mientras le daba un buen sorbo a su mula5 de a litro oculta en una bolsa de pan, mostrando un lento movimiento rotativo en sus delgadas piernas logrando mover de manera lenta el resto de su transporte.

Así se la pasaba gritoneando este anciano de nombre Don Candelario, era un viejo chaparro pero de pecho y espaldas anchas, cabello corto completamente canoso, siempre vistiendo un semitransparente, lullido y sudado sport que por lo sudado y lullido se podía apreciar la ubicación exacta de sus negras tetillas, su pequeño cuerpo tan esponjado era movido de manera pausada como si caminara en cámara lenta, también vestía un pantalón mezclilla lleno de grasas chicharronescas y arremangado a las rodillas, mostrando sus flacas pantorrillas completamente lampiñas y amarillentas, casi del color de un pollo crudo, en donde si mostraba un poco de fortaleza era en sus brazos, un poco gordos llegándose a notar ligeramente el músculo, y es que Don Candelario llevaba más de 40 años trabajando como chicharronero en la comunidad, empujando los siete días a la semana su destartalado triciclo en donde transportaba su nutritiva mercancía elaborada por sus propias y culinarias manos, un viejo conocido por siempre tener una sonrisa que regalar o más bien una carcajada grotesca en donde siempre salpicaba copiosas gotas de saliva.

Era por demás notoria el hambre de carne que poseía este otro verraco quien usaba los pantalones a la altura del ombligo, ya que al pasar cerca de una familia conformada por los padres y una adolescente hija casi se va a una coladera por admirar el estilizado cuerpo que estaba floreciendo en la joven damita y no prestar atención en el camino, lo que si es que su triciclo se ladeó lo que propició que el viejo cayera al pavimento y rodara un poco sobre este teniendo que ser esa familia la que ayudara en el levantamiento del pobre ancianito.

Sin embargo, Don Marce y Don Filogonio no perdían detalle de la treta de su compañero Cande dirigiendo su fogosa mirada hacia la entrepierna de la jovencita quien mientras ayudaba a su levantamiento este depravado ponía una de sus manos en una de las nalgas de la joven fingiendo estarse apoyando para levantarse de ese par de carnosas nalgas que se ajustaban y escandalizaban en el pantalón de lickra beige que la jovencita había escogido para levantar vergas por donde quiera que caminara y era precisamente el viejo Cande quien mañoso como de costumbre acercaba, al momento que se levantaba, su arrugado rostro a la entrepierna de la joven en su intento por incorporarse quedando su asqueroso rostro a una distancia de casi diez centímetros del sexo de la nena. El viejo caminaba lento pero cuando se trataba de manosear a alguna muchachita era habilidoso.

-cacho de vergazo que te pegates y todo por ir de caliente, viejo cochino- decía Don Marce una vez que el risueño Candelario llegaba a donde ellos, sobándose una de sus piernas, mostrando una mancha morada debido al golpe.

-cacho pero de pepa que se le marcaba a la chiquilla esa, casi le iba comiendo el pantaloncito jeje, casi me daban ganas de chupársela por sobre el trapito, traigo la verga bien dura iren (miren) jeje- decía Don Cande mientras mostraba su garruda erección a sus compañeros quienes rechazaron la oferta de mirar.

El ahora trío de hambrientos lobos pervertidos seguía observando degeneradamente a lo lejos a la desarrollada chiquilla quien junto a sus padres esperaba algún trasporte nocturno sin dejar cada uno de gruñir albañilescos cumplidos sobre su cuerpecito.

Estando en esas declamaciones eran alertados por la negra y también rechoncha sombra que se acercaba contraria a la dirección de sus calientes miradas, se trataba de Don Catarino, el cuarto miembro de la casi anciana cofradía, este otro sujeto de oficio bolero y zapatero traía su cajón equipado con todas la herramientas necesarias para lustrar el calzado de sus clientes, este otro viejo, de panza desparramada hacia adelante, como si estuviera preñado, apresuraba su paso para poder llegar a tiempo a la cita, era el de piel más oscura del grupo y de cabello semiconservado siguiendo un estilo de peinado algo juvenil tipo raya en medio pero por lo enroscado de sus cabellos no le salía muy bien dicho estilo quedando en un intento por demás ridículo.

Subiéndose constantemente los pantalones para no enseñar la raya de su peludo culo, el cachetón sujeto enseñaba parte de su obesa panza, y es que su deslavada camisa del PRI de esas que regalan en las campañas políticas era muy pequeña para su medida y esta no lograba abarcarle toda su barriga dejando ver buena parte de ella, era este mismo exceso de masa peluda la que impedía que el viejo pudiera ajustarse el pantalón a sus caderas quedando siempre flojo por lo cual se le bajaba a cada rato aun con el cinturón puesto.

Ya reunido el cuarteto Don Marce hacía gala de lo buen anfitrión y sacaba las mejores sillas de plástico que tenía y una vieja mesa de esas que se les quitan las patas, sacaba cuatro de sus cervezas más frías y echaba una bolsa de cacahuates surtidos en un plato botanero además de una antojable salsa de guacamole adornada con chicharrones de puerco ya todos duros y los cuales casi nadie agarraba debido a que la mayoría carecía de buena dentadura para así comenzar la plática consistente casi siempre en morbosear a las viejas y grotescas zorras que los ancestros se andaban comiendo pues a pesar de su galanura ninguno hasta ahora podía presumir hembras menores a los cuarenta años o de cuerpo atrayente.

-Marce, porque no prendes la tele?, ya debe de estar ese programa donde salen bailando unos culos que están como para mí- decía Don Cata tomando un puño de cacahuates y llevándolos a su boca para proceder a masticarlos como todo un marrano devorándose glotonamente el techate6, escuchándose un estruendo dentro de su boca donde no se sabía si eran los cacahuates los que tronaban o sus dientes siendo desprendidos a pedazos.

-pa´ ti va a ser esta!!!- exclamó Don Filo levantándose de su asiento, echando su oxidado coxis hacia adelante y frotándose vulgarmente sus partes nobles.

-jajaja, también ves ese programilla, yo solo lo veo por las viejas que están bien buenotas, luego salen con unos shorcitos enseñando media nalga o a veces con unos vestiditos así chiquitititos enseñando todo el calzón cuando se les levanta, y como se les mete entre la raya del culo mmmm jejej- opinaba Don Cande.

-y no solo el calzón, luego toda la papaya, la otra vez una se metió a bailar en tanques de agua y cuando salió se le marcaba un sapote, hasta me paré a sobárselo y a lamer la pantalla, me di unos jalones de verga cuando la vide7 jeje- volvía a afirmar Don Cata, para esto un revoltijo de raros y agrios aromas corporales ya había impregnado toda el área, tanto de sudor, como de una que otra flatulencia emanada de alguno de los integrantes, el pequeño cuarto olía a viejo.

-de que vergas están hablando?, viejos calenturientos, no les da vergüenza a su edad andarle viendo el culo a las muchachonas!!! jeje,- regañaba Don Filo mirando constantemente su reloj, dándole un total de cinco sorbos ininterrumpidos y bien cargados a su cerveza devorándola completamente para emitir un cavernario eructo.

-tu cállate viejo panzón, que pa´ eso te pintas solo- alegaba Don Cande desparramado en su silla, se había levantado su camisa mostrando un peludo y amarillento cuerpo casi conformado por gruesos flotadores.

-bueno, bueno, a ver, explíquenme, que programa dicen?- preguntaba Don Marce, estas últimas semanas había estado tan atareado que hasta de la tele se había olvidado.

-uno que ya anuncian que se va a acabar, prende la tele pa´que veas- el viejo Marce hacía caso a sus amigos y encendía una pequeña televisión que atoraba ingeniosamente del techo, mencionar que la reunión se llevaba a cabo en la parte donde es la tienda y Don Marce poseía esa televisión precisamente para no aburrirse en los ratos en que escaseaba la clientela.

-que cacho de culo se carga esa vieja, ira… ira… ira… que rico se le mueven las nalgas, ese pinche mono que está bailando con ella de seguro es hasta puto, si fuera yo me valdría verga la competencia y ya me la estuviera cogiendo jejeje- decía Don Cande evaluando a una de las bailarina, quizás ella con el conocimiento suficiente como para sospechar que muchos de los televidentes son viejos morbosos que solo ven el programa por degustar las selectas carnes que ahí se exhiben.

-de hecho yo siempre he pensado (Don Filo remojaba sus labios con un sorbo de otra cerveza y continuaba), ahhrrrgg, aquí faltan culos para atendernos, tú Marce, con el dinero que el banco te prestó ya hubieras remodelado el cuartito y hubieras puesto una cantinita jejje- sentenciaba el viejo velador.

-yo también eso he dicho, una que otra nalga aquí sirviéndonos las cervezas y dándonos los cacahuates en la boca, pero una nalga buena, no como las que se anda comiendo Filo que casi son hombres jejeje- argumentaba Candelario.

-eso es cierto, es muy cierto caballeros, pero también hay que aceptar que ya no somos esos jovenzuelos que arrasábamos con todas las muchachas que nos pusieran enfrente, bueno yo, ustedes no sé qué tanta suerte hayan tenido con las viejas jeje- sentado enseñando medio culo opinaba Don Cata, según él, el más guapo del grupo solo porque era el de la cabellera juvenil aunque la forma de su peinado pareciera más bien el nido de un pájaro.

A partir de ahí, tanto Filo como Cata, intentaban exponer algunos de sus más convincentes argumentos para convencer al resto del cuarteto que ellos eran los más galanes de la agrupación, un sinfín de nombres femeninos brotaban de las hediondas y podridas bocas de ambos vejetes además de cualquier cantidad de leperadas las cuales según ellos llegaron a realizarles o todavía realizaban a las hembras en cuestión, Don Marce en tanto escuchaba atento y con boca ligeramente abierta y babeante analizando a todas estas mujeres que ya habían pasado por las vergas de sus arrugados amigos y llegaba a la conclusión de que todas ellas eran señoras pasadas en edad y de cuerpos voluminosos que no lo calentaban para nada, pero que sin embargo aún esas viejas eran mucha carne para estos viciosos vejetes.

-y tú, Marce?, alguna hembra que te andes picando recientemente, tiene tiempísimo que no te conocemos a una- preguntaba Don Cata mostrando una de sus sonrisas más burlescas.

-no me sorprendería que de tanta inactividad ya hasta te hayas volvido choto jajaja- se burlaba también Don Filo, y así continuaron haciendo bulliyng al pobre viejo de espaldas arqueadas.

Don Marce en tanto, herido en su orgullo de macho por las burlas que se empezaron a dejar caer sobre él, no aguantó el revelar su pequeño secreto. Escuchando no más que risas burlonas y carcajadas grotescas en donde el viejo tendero era tomado como un mariconazo y en donde el buen Cata se había ofrecido a saciarle sus ganas de verga, el tendero dejaba callados a sus amigos con una frase.

-no tiene mucho que me ando comiendo a una chiquilla de la escuela de aquí enfrente- aunque el silencio fue prolongado, a los minutos después fue secundado por carcajadas aún más escandalosas.

-qué?, ¿no me creen?- cuestionaba el casi sesentero viejo con su arrugada cara visiblemente enojada pero cachonda a la vez, titilando su evidente ojo más grande que el otro.

-Marce, si no te andas comiendo ningún bollo no hay bronca, puedes decirnos que ninguno de nosotros dudaremos de tu sexualidad jeje, es relajo hombre, pero no salgas con esas mamadas de que te andas culeando a una chiquilla de prepa que esas mamadas se pegan acá abajo- tranquilizaba Cande.

-pero si es la puritita verdad- defendía el locatario.

-a ver!!, a ver!!, callaos todos!!, si Marce dice que se anda cogiendo a una chiquilla de la escuela esa es porque de alguna manera se anda cogiendo a alguien, aunque esta no sea una chiquilla de esa escuela, debe de ser alguna vieja que todos los días viene por su kilo de chorizo y cabeza de ajo o a un pinche maricón al que conoció en una esquina, conozco a este viejo caliente como la palma de mi mano y es un culión de primera, no se coge el mismo porque no se llega pero les apuesto que ya lo ha de ver intentado jeje- Don Cata salía en su defensa.

-estás pero bien pendejo viejo maricón, más bien el maricón eres tú con tus pelitos peinados y que te echas esas mariconadas que se echan los mocosos en el pelo, de seguro ya ni la verga se te para por tanta mamada que te echas, y de que me ando comiendo a una chiquilla me la ando comiendo, y si ustedes vieran lo buenota que está seguro hasta me dan el culo para que se los ponche jeje- puntualizaba Don Marce.

-a ver, enséñanos a ese bollito que te andas comiendo, anda, pruebas, quiero pruebas, a ver si es cierto- los viejos veían como Don Marce, después de pensársela un rato, sacaba de su descolorido short un celular, comenzaba a apretar algunos botones hasta que al parecer daba con lo que él buscaba, una sonrisa pervertida y un inusual babeo comenzaron a adornar y a escurrir de su fea cara para posteriormente mostrar a los presentes la pantalla del aparato en donde se apreciaba la carita de un verdadero ángel.

Rápidamente uno de los viejos calientes tomó el celular para admirar más de cerca el risueño, inocente, coqueto y casi infantil rostro de la señorita ahí exhibida y así hallarle parecido a alguna artista que él conociera pues era imposible creer que una joven de tan excesiva belleza tuviera algo que ver con un viejo como Don Marce, todavía el viejo que analizaba la foto se atrevía a ver al tendero tratando de encontrar algún tipo de lógica a todo esto, al no explicarse de manera contundente lo que Don Marce decía decidió pasar el celular al viejo siguiente y así sucesivamente, para después de regreso volver a analizar la foto, foto en donde solo aparecía el rostro de Cassandrita.

Para aumentar los niveles de envidia entre los miembros de la hermandad, Don Marce pidió que se le devolviera el celular para él buscar una foto en donde Cassandrita ahora aparecía mostrando su cuerpecito de medio muslo hacia arriba, vestida únicamente con un pequeñísimo short alicrado y una ajustada blusita ombliguera apenas tapándole sus desarrollados pechos, fue esta foto la que enloqueció a los demás vejestorios quienes comenzaron a chillar como puercos y brincar como simios, hasta babeaban de la emoción por admirar las frescas carnes juveniles tan blanquitas pero aun así, seguían escépticos en cuanto a que esa bella ninfa estuviera siendo disfrutada por un viejo cara de trasgo, incluso el Duende Maldito vendría siendo más atractivo que Don Marce, pensaban los vejetes.

-está buena la putilla, de eso no hay duda, pero como sabemos que en verdad te la andas comiendo?, solo mírate, estás viejo, feo y panzón- justificaba Filo, un viejo casi de la misma fisionomía que Marcelino.

-el burro hablando de orejas- remarcaba Cande.

-pa´mi que ni es cierto, esas fotos las descargates de la Intarnet, engañarás a estos viejos ignorantes pero a mí no, yo sé mucho de computadoras y esas mamadas de la compu… computalización- opinaba Cata.

-ohh chingada madre, nada los convence, espérenme- Don Marce salía rumbo a la parte donde es su casa para después de unos minutos regresar con una minúscula tanguita rosa manchada de un color rojo pardo así como impregnada con alguna rara sustancia añejada con consistencia similar a gargajos secos.

El viejo tendero hacia acto de pasar la íntima y femenina prenda, Don Cata era el primero en tomarla, lo hacía cuidadoso sosteniéndola de los finos laterales tratando de no embarrarse las manos con esa rara mezcla a la cual el viejo zapatero remendón ya había identificado como semen, y las pequeñas manchas rojas claramente referenciaban sangre.

-esto tampoco convence viejo mamavergas, un simple trapito con sangre de alguna cortada tuya y en donde claramente te hiciste una manuela no es prueba que satisfaga mis dudas, ustedes que dicen muchachos?- encuestaba el viejo Catarino.

-yo quisiera saber de dónde sacates esa pantaleta, de seguro Marce tú mismo la comprates y la manchates con algo, mira, mira, esto no es sangre- decía el chicharronero tallando la parte manchada, sintiendo su textura.

-pues es de la zorrita que les digo, del primer día que me la cogí jeje, la agarré quintita8 jejej- presumía el viejo Marcelino mostrando su clásica risilla enferma.

-que va a ser- por lo tanto Filo se mostraba incrédulo, como era posible lo que Don Marce le chachareaba si estaba refeo, además de que era conocido por ogro a quien no le gustaba tratar con infantes aunque el anciano velador recordaba verlo hacía algunos ayeres muy acomedido intentando entablar una conversación con un grupito de niñas precisamente de esa escuela, pero ese día las nenas le hacían caso a todo menos a este pendejo, pensaba Filo.

-viejos ardidos, hablan de pura puta envidia, miren, tengo hasta su número de teléfono, le voy a marcar para que vean- decía Don Marce rascándose su casi calva cabeza dejando caer algunos residuos blancuzcos a partir de su rascado y apretando nuevamente algunas teclas de su anticuado celular para ponérselo en su oreja derecha y decir muy risueño:

-le está entrando jejej, la llamada- hablaba el viejo en doble sentido.

————————————–

Minutos antes, en el cuarto de Cassandrita…

La bella niña ya había llegado tenía rato a su casa y Armandito había retirado a la suya, recién bañada entraba a su cuarto cubierta solo con su toalla, su curvilíneo cuerpo mostraba aún muchas gotitas de agua impregnadas adornando su piel y resbalando sensualmente sobre la misma, su exfoliada carita se mantenía libre de ese leve juego de sombras al que la nena ya se había hecho asidua todo para verse más mujercita así como sus labios se mantenían rosaditos una vez desprendidos del exquisito brillo labial sabor cereza con el que los adornaba.

La nena entraba a su cuarto y se sentaba frente a un pequeño tocador en donde yacían cuidadosamente acomodadas todas sus chacharitas, perfumes y adornos con los que gustaba embellecerse, situaba sus codos sobre el tocador y entre sus manos acomodaba sus mejillas mientras se observaba en el espejo pegando tremendo resoplido que levantaba el mechón de negro cabello que cruzaba por su rostro.

La niña suspiraba y se preguntaba que estaría haciendo el viejo en ese momento, tenía tantas ganas de verlo, de recorrer su caliente cuerpo con sus manitas, hasta se visualizaba ella agarrándole su paquete, ese mórbido pedazo de carne lleno de venas que la hacía sentirse tan mujer a la hora de tenerlo dentro. Entonces, pensando en el vejestorio, recordó también los finos gustos de tan selecto caballero y llevada por un aire de vanidad abrió uno de los cajones de su tocador para sacar un brasier, abriendo otro cajón para sacar ahora uno de sus calzoncitos más ajustados y que hiciera juego a su sostén. Era enloquecedora la forma que adoptaban sus senos a medida que el brasier los iba apretando, así como esa pantaleta siendo enrollada por sus muslos hasta que llegó a ajustarse con su tibio sexo, una vez vestida, o semivestida, se miraba en el espejo de cuerpo completo y se comparaba con las musas que Don Marce coleccionaba pegadas en su cuarto, se daba la vuelta y veía que su calzón era muy grande comparado con las casi microscópicas tangas que las modelos usaban para pararle la verga a su macho y con un dedito en su mentón suponía también que la vestimenta íntima de una mujer estaba muy distante de esas pantaletas de niña.

Sin desprenderse de su ropa interior volvía a enrollarse en su toalla y sentándose delicadamente buscaba su cepillo para proceder a acicalar cuidadosa y femeninamente su hermoso y azulado cabello, llevando casi media hora realizando esta actividad y considerando que su cabello había quedado lo suficientemente liso se colocó unos aretes y decidió incorporase y verse nuevamente en su espejo de cuerpo completo, caminó hacia el al tiempo que se iba desprendiendo de la toalla de estampados de las princesas de Disney dejándola tirada en el camino para llegar vestida únicamente en ropa interior ante el espejo.

Su espectacularidad era indescriptible, ella misma se veía comenzando en su hermosa e inocente carita y hacía a un lado su cuello para verificar que el chupetón del sábado pasado ya había desaparecido, femeninamente se tocaba uno de sus desarrollados pechos para proceder a apretujarlo levemente sintiéndolo más durito según ella, se daba media vuelta colocándose de perfil para ver qué tan levantada se veía su colita la cual no tenía ninguna falla ni defecto para volverse a dar media vuelta quedando de nuevo de frente al espejo mientras recorría con una de sus manitas un importante mechón de su cabello hasta la punta, la cual era tan larga que le llegaba casi al ombligo, llevaba ahora su mano deslizándola por su esbelto vientre y escurriéndola bajo el calzón así hasta que llegaba a su sexo, pero esta vez no sentía esa leve matita de vellos negros adornando su papayita, sentía su sexo muy suave, completamente depilado pero manteniendo una leve y enloquecedora pronunciación la cual hacia abultar ligeramente bajo sus calzones.

La nena recordaba que había dejado la puerta de su cuarto abierta y muchas veces su madre entraba sin aviso, así que rápidamente se dirigió a poner seguro pues pensaba autocomplacerse en la privacidad de su cuarto pensando que el viejo Marce la hacía suya nuevamente, pero escuchó casi al instante como su celular sonaba con tono de llamada, la nena se apresuraba para alcanzar la llamada y así semidesnuda se dejaba caer en su cama boca abajo levantando sus carnosas y moldeadas pantorrillas y uniendo sus tobillos, llevando el celular a su oreja no sin antes echarse a costado contrario su cabello para así contestar la llamada, alertando ella que se trataba de su macho, el hombre que la hizo mujer, cosa que la puso extremadamente nerviosa.

-holap, q… que pasó… q… que se le ofrece?… Don Marce- respondía la nerviosa nena aguantando una tremenda risa de emoción y hasta sudando de sus manitas.

-hola mi amor, apoco no puedo llamar a mi novia cuando yo quiera?- respondía el anciano y borracho pervertido también tratando de aguantar una cariada risa pero de lujuria revuelta con burla, haciéndole la seña de silencio a sus compinches pues estos parecían estar en una competencia por descubrir quien jadeaba más fuerte y quien poseía la dentadura más desgastada y amarillenta.

-dile que te mande una foto, encuera jeje- susurró Don Cata siendo advertido por sus demás amigos que guardara silencio.

-el altavooozz, ponla en altavoooz pa´que todos oigamos- decía murmurante el viejo Filo, cosa que a Don Marce le pareció buena idea.

Cuando Don Marce se refirió a ella con la palabra “novia” la nena pudo experimentar un revoloteadero de mariposas cosquilleándole todo su estómago, no pudo evitar sonrojarse y sudar de la emoción de que un viejo casi sesentero, de barbilla alijada, nariz atucanada, cejas canosas y pobladas, casi calvo, con un tronco corporal en forma de “b”  y con extremidades flacas y escurridas la reconociera como su novia, casi pegó un femenino grito como si estuviera en presencia de su artista masculino preferido.

-jijiji, Don Marce es que… jijji, no lo esperaba, ya… es tarde, ya me iba a… dormir- decía la coqueta nena mostrando deficiencia en su habla y enrollándose su cabello con su mano libre, apoyada de la cama con sus codos, aunque esto no se lo decía para que el viejo la dejara dormir, en el fondo ella también anhelaba tener una conversación con el viejo.

-yo también mi amor, pero quise marcarte pa´ ver como estabas, acuérdate que la última vez que platicamos fue el viernes para amanecer sábado jeje, ahh y otra cosa mi niña, ¿en qué quedamos?- decía el embustero y casi desdentado tendero, tan empalmado como los ahí presentes ya que Don Marce les murmuraba que el viernes había dormido él.

-jijij, ay Don Marce, no sé, hemos quedado en muchas cosas- decía la nena dándose la vuelta en la cama quedando ahora mirando al techo, friccionando coqueta sus interminables y moldeadas piernas, pero siempre procurando tenerlas cerradas protegiendo su feminidad aunque esta podía notarse un poco siendo cubierta a duras penas por su calzón.

-en que ya no me ibas a decir Don Marce, ¿Cómo me ibas a decir de ahora en adelante?- consultaba el verboso sujeto, del otro lado la nena se quedaba en pausa pero era obvio que no podía ocultar su felicidad, sus ruborizadas mejillas comprobaban lo dicho, ni siquiera ella sabía por qué su corazoncito había comenzado a latir descontrolado con solo haber escuchado la ronca y casi anciana voz del vejete quien del otro lado se tallaba las bolas de forma descarada en presencia de sus amigos sintiendo su verga al máximo.

-mi amor, jijijij- dijo por fin la nena seguido de una risita, la niña seguía boca arriba friccionándose sus muslos, pero ahora su mano libre hacía círculos en su esbelto abdomen.

-cómo?, mi chiquita, no te escuché jeje- hablaba el rancio pervertido ya casi queriéndose masturbar ahí mismo, con solo escuchar la voz de la nena se estaba viniendo en leche, también Cassandrita ponía de su parte sensualizándola bastante sin saber que además de su viejito otros tres morbosos abuelos rabo verdes con letras mayúsculas también escuchaban su íntima plática.

-mi amor jijiji, muaacckk- reafirmó la nena ahora seguido de un tronado beso, ella alcanzaba a tomar un lapicero así como un cuadernillo y en la última hoja de dicho útil escolar comenzaba a dibujar algunos corazoncitos rellenándolos con la misma tinta del bolígrafo.

-oye, mi niña- dijo Don Marce, jadeando como un perro y teniendo que acomodar repetidamente su verga dentro de sus ropas, sacando su mano y limpiándosela en su lullida camisa puesto que se había manchado de sus lubricantes masculinos.

-mande- respondía la nena.

-oye mi niña, ¿te acuerdas que la otra vez me mandates unas fotitos tuyas?, de tu cuerpecito- rebuznaba el viejo, sin duda era momento de pedir otro poco de material estimulante con el cual bien podría masturbarse esa noche así como obtener una tajante prueba para demostrar a sus compañeros que era cierto lo que decía, por lo tanto los calientes ancianos tenían mucho que habían identificado que la voz de la chiquilla bien podría pertenecer a una nenita cursando la preparatoria, y eso los tenía como burros cachondos.

-jijij, sip, ¿Por qué?- preguntaba la nena, aunque para ella no era difícil suponer que Don Marce le pediría unas cuantas fotos más, se podía sentir en el ambiente la calentura del tendero, la misma niña imaginaba la desfigurada cara de su enamorado cuando andaba jarioso pero para ella esa enferma faceta era la demostración del amor más puro, sin embargo ella misma había estado pensado muy seria acerca de su alocada y anterior acción consistente en andarle mandando fotos en poca ropa y hasta desnuda al chaquetero viejo, ella misma reflexionaba que estuvo mal lo que hizo.

(justo en ese momento el joven Armando, envalentonado, había decidió marcar también a Cassandra con la finalidad de ver si podía tener una conversación con ella antes de dormir, pero en las dos ocasiones que marcó al número de su enamorada siempre recibió la misma nota “el número que usted marcó, esta ocupado”)

-pos, porque quisiera que me mandaras unas cuantas- sugería el viejo, sus demás acompañantes acercaban un poco más cuando escucharon la petición del tendero, pero fueron alejados por él debido a que sus respiraciones eran tan pesadas que podían alertar a la nena además que Don Marce sabía que estaban empalmados y eso lo ponía nervioso.

-orita?- preguntaba la semidesnuda nena, sin querer toda esta situación la estaba haciendo entrar en calor, desde hace poco que ella misma sentía un aumento en su temperatura corporal, así como un iniciante y muy rico humedecimiento en su palpitante panochita, la nena podía sentir un líquido babosillo emanando de sus intimas partes.

-si mi niña- el viejo ya casi se ahogaba en su propia saliva.

-jiji, D… amor, es que… estoy casi desnuda- decía la nena remojando sus labios con su propia saliva, sus ojitos se comenzaban a entrecerrar y su respiración se hacía lenta y pesada haciendo que por momentos ella respirara por la boca dándole una faceta muy sugestiva.

-mejor mi niña, desnudita te ves bien rica- el viejo poco a poco comenzaba a expresarse de manera ordinaria.

-nooo, Don Marce, es que ese día… cuando le envié las fotos… lo que yo hice es algo que no debí de hacer- la nena hasta ponía el celular lo más cerca de su oído, sin duda por su mente deseaba la posibilidad de que el viejo guango estuviera ahí hablándole directamente al oído y acariciándole su cuerpecito, casi se imaginaba al viejo recostado detrás de ella mientras sus manos le acariciaban su conchita, para esto los ojitos de la mocosa también expresaban un brillo cachondo.

-claro que si mi niña, por algo somos novios y eso es algo que los novios hacen muy seguido, anda, no seas así, solo las quiero para meneármela un ratito, anda, no sabes como la tienes jeje- dijo el viejo volteando a ver a sus colegas riéndose silenciosamente.

-jiji, amor, no sea grosero- decía la nena sabiendo que el viejo se refería a como tenía su verga, y que de seguro la tenía durísima y gordísima pensaba ella, ella misma se la imaginaba en todo su esplendorosa carnalidad, llena de venas, palpitando, emanando un líquido viscoso de su punta pero sobre todo con un penetrante olor a verga, estas alucinaciones consistentes en dramatizar mentalmente las desmesuradas medidas de Don Marce no hacían más que mojar aún más la panochita de la nena quien ya casi sentía ese fierro tallándosele en su mojado sexo.

-ora mi niña, ¿me vas a dejar con las ganas?- suplicaba Marce, secándose el sudor de su cara con sus ancianas manos, sudando hasta del culo.

-es que no se- Cassandrita, mordiéndose sus labios, se revolvía su cuerpecito como una gatita esperando que la mimen, por momentos hasta manifestaba leves ondulaciones en sus caderas como si el viejo se la fuera a embutir en verdad, a todo esto seguía en ropa interior, sus pezones ya se habían erizado y marcado por debajo del brasier y su panochita ya había empapado el calzón remarcándose su canalito.

-ora mi niña, hazlo por mí jeje, no lo hemos hecho desde el viernes- insistía el vejete caliente mientras la nena tardaba en contestar.

“jiji, pobrecito Don Marce, debe de tener muchas ganas, está bien, le mandaré pero solo una” pensaba para sí misma la acalorada Cassandrita, sin darse cuenta desde cuando tallaba delicadamente el lapicero sobre su encharcada rajita regalándose exquisitas cosquillas en su zona íntima y aumentando más el nivel de humedad en esa zona.

-uhm, bueno, pero… solo será una, y saldré tapada un poquito ehh- Don Marce volteaba a ver a todos sus babeantes amigos con cara de pedófilos sedientos de jugos vaginales de jóvenes vírgenes y al notar que todos daban su visto bueno ante lo escuchado asintiendo con sus cabezas y frotándose sus manos, respondía:

-oquei mi niña, saldrás tapadita, pero no mucho ehh, además yo también tengo una condición para ti- rápidamente el viejo Marce pensaba en una jugada que demostraría que en verdad él era dueño de ese verdadero manjar de niña, algo que dejara muertos de envidia a los destartalados viejos de secos pellejos que se rascaban el bulto a su lado.

“ejejjeje, jejejejjej, se van a ir hasta de culo” reía dentro de sí el tendero.

-una condición?- preguntaba la nena.

-si mi niña, una condición- reafirmaba el viejo.

-a ver?- preguntaba la nena.

-bueno, tus pechitos tápatelos como tú quieras mi niña, pero para tu panochita quiero que recortes un pedazo de papel jeje, lo más chiquitito que puedas, que apenas y te tape el bollito aggghhh, y le escribas «Marce mi amor, todo esto es solo tuyo», y que con ese papel te tapes tu panochita jeje, siiii???- decía el degenerado sujeto mordiéndose sus labios y poniendo los ojos ahuevados de pura calentura. Del otro lado, la nena, después de haber oído las guarradas que pedía el descarado, escondía su colorada carita entre sus manos emitiendo una risita por demás coqueta para después comenzar a ventilarse su enrojecido rostro utilizando ambas manos como abanicos al mismo tiempo que con sus muslos trataba de apaciguar un poco la comezón de su concha, dejaba esperar algo de tiempo en su respuesta hasta que contestaba.

-Don Marce pero que cosas dice jijiji, ok, pero le aclaro que tampoco saldrá mi cara jijij, es que me da mucha pena salir así como usted quiere- articulaba la niña quejándose pero sin perder su coquetería.

-siii, siiii, como sea, pero que se vea tu cuerpecito, tu estomaguito y tu ombliguito jejeje- babeaba el vejestorio siendo casi alabado como si fuera un Dios por sus compañeros, todos ya casi con sus vergas de fuera, sus reverendos rabos estaban que reventaban dentro de sus pantalones, ninguno quería moverse debido a que la rigidez con la que se manifestaban los cuatro trozos carnales hacía imposible que sus dueños pudieran erigirse en la posición correcta muchos así encorvados mandaban punteadas al aire como si en verdad estuvieran cogiendo, cualquier movimiento en falso podría desencadenar que el descapullado glande de cualquiera de los ancestros fuera frotado por el pantalón corriéndose al instante.

-jijjiji, bueno, sí, espéreme, le mando la foto y cuelgo oki, porque mi mamá anda cerquita jiji, ahh Don Marce?- exclamaba la nena en parte excusándose porque sabía que si seguía platicando con el viejo este terminaría por pedirle todo un portafolio fotográfico así que se inventó eso de su madre, la nena ni siquiera se dio cuenta del momento en que había dibujado en una hoja de su libreta un corazonzote atravesado por una flecha y con las iniciales C y DM.

-que mi niña?- preguntaba el viejo.

-muaaacck, lo amo- decía la nena esto último con su boquita bien cerquita del teléfono y casi susurrándolo al tiempo que ya tallaba alegremente su panocha, casi logrando que al viejo le diera un infarto no tanto de enamoramiento pero si por tremenda calentura que le generó la despedida y algún tímido gemido expulsado por ella.

Cassandrita fue en busca de un lápiz labial color rojo para adornar sus carnosos labios y así salir elegante para la foto, recortaba el pedazo de papel con el detalle escrito y tomando los laterales de su calzón lo deslizaba lentamente, la nena estaba tan sensible de su zona íntima que hasta el desprendimiento de su trapito cuando se separaba de su panocha le provocó que de su feminidad comenzara a brotar más jugo, mordiéndose ella los labios de puro gusto y sintiendo una escandalosa humedad regada por su panocha, ingles y muslos internos, hasta su calzoncito parecía haber sido remojado en agua.

-ay Dios, nunca me había mojado tanto jijij- decía la nena y llevada por la curiosidad que le sobrevino recordando al viejo cochino olerle los calzones cada que se los quitaba acercó sus empapadas pantaletas a su nariz para aspirarlas, después de esa aspiración no pudo evitar mandarse otra más potente, sin duda le había encantado su afrodisiaco aroma, con razón Don Marce siempre le quitaba los calzones, pensaba la nena.

-mmm, huele rico… (la nena rectificaba una vez más pegándole una tercera aspiración justo a la parte del cazón diseñada para cubrirle su sexo), así oleremos todas??, o cada una tendrá su propio olor?- se preguntaba la nena para mandarse una cuarta aspiración y ya una vez satisfecha de tantas inhalaciones empezar a arreglarse tallándose el lápiz labial sobre sus carnosos labios, también secando su concha con su toalla para evitar que la humedad maltratara al papel.

Los viejos esperaron un lapso de poco menos de diez minutos cuando en eso le era enviada al viejo Marce una imagen de al parecer una jovencita de piel muy blanquita de entre quince a diecisiete añitos, acostada boca arriba en una cama, visiblemente desnuda pero cubriendo a duras penas sus amamantables pechos con un desabrochado brasier cuyos tirantes se enrollaban en los brazos de la niña y tapando su panocha estaba el papel con la sátira leyenda así como una roja marca de un beso, era tan pequeño que Don Marce tuvo que agrandar la imagen para poder leer si decía lo que él había ordenado y tan recortado que hacia evidente que la nena no llevaba calzones puesto que sus caderas carecían de hilos o elásticos de ropa interior que las rodeara.

Los viejos casi se van al suelo de chipo, hasta Don Marce estaba sorprendido con el nivel de sugestividad plasmada en esa fotito, rápidamente Don Cata se apoderó del teléfono y comenzó a buscarle parecido con la nena de las anteriores imágenes, si bien el rostro de Cassandrita no se mostraba mucho, con solo verle el mentón y sus coquetos labios pintados para la ocasión se podía comprobar que era la misma chiquilla, un momento después Don Cande arrebató el celular y con verga en mano emprendió una despavorida huida al baño, se podía escuchar al viejo haciendo fuertes bufidos asi como sonidos extraños que demostraban que el chicharronero se estaba pegando la despescuezada de verga de su vida, el viejo macuarro daba sendos jalones a su verga al tiempo que un colgajo de saliva caía de su boca pasando unos minutos para que se escuchara un tremendo pujido como si este desequilibrado estuviera siendo enculado por un burro siendo Marce quien tuvo que ir a sacarlo por cochino.

-ya ni la chingas puto Cande, acabo de limpiar al baño- el viejo proveedor de alimentos salía jadeante y bañado en sudor, y en la taza del baño se podían ver aun restos de su copiosa corrida desparramados por doquier.

-esa niña… me ha dejado seco, y eso que solo me he hecho la manuela con una de sus fotos, imagínate que se los tuviera que echar en la boca- decía el viejo pervertido una vez tomado aire para poder expresarse con claridad, recargando una de sus manos en el hombro de Marce pero siendo rechazado su gesto por parte del tendero por precaución.

-Marce, a mi pásamela por blutú, esa y otras cuantas fotos que tengas, yo quiero chaqueteármela en mi casa- decía el modernizado Don Cata frotándose el paquete por encima de sus pantalones sacando su celular el cual ni siquiera contaba con esa aplicación solo que el joven que se lo vendió decidió adornarlo un poco en cuanto a capacidad.

-y no tendrás un videíto de esa putilla onde te la etés culiando??, si lo tienes pásamelo jeje- preguntaba Don Filo tallándose su descuidada barbilla y deslizando su lengua por toda su boca de manera por demás obscena.

-oye Marce, y apoco si te la has cogido?- preguntaba el viejo Cande ya que entre la plática que sostuvieron los enamorados alcanzó a escuchar una frase alusiva a que no lo hacían desde el viernes.

-pos que no tás oyendo viejo sordo, ya me la cogí aquí en el sillón, en mi cama, cerca de su casa también le metí la verga jeje, hasta ella debajo del mostrador me la estuvo mamando un día antes de entrar a la escuela, ya hasta se quedó a dormir conmigo, esa vez cogimos toda la noche, esa es la ventaja con esas chiquillas, como andan en la edad en que a cada rato tienen la pepa caliente jejejej- dictaba Marce poniendo cara más que pervertida y dejando caer gruesas cantidades de babas de su boca.

-eres un hijo de puta, viejo rabo verde jeje, oye, oye, te la chupó?- preguntaba interesado Don Cata después de haber escuchado las letanías de Don Marce.

-claro pendejo, pos si eso fue lo primero que le enseñé, todavía le falta aprender a mover la lengua pero ya se la come toda la muy puta- respondía Don Marce.

-y… y… y… le has mamado el bollo?- tartamudeaba Don Cata.

-jeje, hasta la pregunta ofende mi hermano, le he pegado unos mamadones de panocha que pa´que te cuento, con dos lamidas ya la tiene como charco, casi me dan ganas de ir por un popote y ponérselo en el bollo para sorberle mejor los jugos- decía el viejo verde.

-y que tal le saben?- volvía a preguntar Cata.

-mmm exquisitos, no me lo vas a creer, pero le saben a jugo de manzana jeje, como a los juguitos de cartón esos que vendo, solo que yo los vendo fríos, y ella me los da calientitos- explicaba Don Marce.

-y… y la tiene peluda o se la resura?- cuestionaba Don Filo.

-jeje, hombre, no es de caballeros andar contando eso, pero como yo no soy un caballero te lo contaré, al principio tenía unos cuantos pelitos, pero ya le expliqué que se la tiene que resurar para que se me antoje jeje, ¿Apoco a ti te gusta que te salgan pelos en la comida?, no verdad?, es molesto eso, lo mismo con las panochas, estar como perro hambriento jambando papaya ggluuuupppp, ggluuuuuuuppp para que de repente te salga un pelo como que no, debe de estar así depiladita- contestaba Marce a la vez que formaba un rombo uniendo las yemas de sus dedos índice y pulgar de ambas manos y metiendo su asqueroso rostro en la forma geométrica simulaba con esto estarse devorando una panocha.

-oye Marce, y en donde se los echas cuando te vienes? Jeje,- los viejos estaban más que empalmados con la vulgar entrevista realizada al viejo tendero, pero es que estaban tan emocionados con la niña que querían saber todo de ella.

-ganas no me faltan por echárselos dentro pero le pienso, que tal si a la primera la preño y yo aún estoy muy joven para comprometerme formalmente con esa mocosa jeje, orita solo se los echo en la boca, y que creen?- decía el viejo microempresario dándole un profundo sorbo a su cerveza.

-queee??- coreaban los viejos.

-se los traga jeje, la muy puta se traga mis mocos- y así siguieron los viejos preguntando mas cosas íntimas sobre Marce y su enamorada, solo ellos saben hasta donde llegó su depravada plática.

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En la escuela…

El día viernes transcurría con normalidad y absoluta calma, al menos hasta el receso, en ese breve espacio de descanso dos viejos maestros se juntaban a dialogar sobre los últimos acontecimientos, el rechoncho educador físico ponía al tanto a su flacucho amigo sobre la idea que se la había ocurrido con respecto a Cassandrita, este en tanto aceptaba con infinito agrado y con una terrible erección bajo sus pantalones después de que Pepe lo asesorara recomendándole que él podría dejar encargado a su grupo con alguna actividad y así estar los dos viejos calientes encerrados en el cubículo del gordo con la buenota de su alumna, muy juntitos a ella debido a la estrechez de la oficina y empezando a berrear en su vulgar lenguaje a sabiendas que la nena los escucharía y posiblemente entraría a la plática pensaban ellos, los viejos chocaban sus vasos de refresco como símbolo de unión y lealtad por parte de las dos entidades al tiempo que pegaban cada uno una enfermiza carcajada, estaban tan cachondos imaginándose ya dentro del cubículo oliendo las agradables fragancias de Cassandrita e imaginándose su sugestivo cuerpecito apretado en sus ropitas que ni siquiera prestaban atención a las niñas que caminaban al lado de ellos.

-y ahora que estarán conspirando esos dos?- susurraba la practicante procurando que su amiga Diana no escuchara, sorprendiéndose de que el gordo anduviera tan pachanguero después de la “llamada de atención correctiva” que recibiría de su tío y viéndolo devorar la comida como un verdadero puerco, a veces intentando dar una mordida de hipopótamo a su empanada, pero por el lado contrario cayendo toda la concentración de salsa, queso y harto aguacate, incluso un puerco mostraría mayor civilidad que este tipejo disfrazado de maestro se decía la practicante ya casi sin ganas de comer ensartando un trozo de manzana de su ensalada de frutas con un tenedor y llevándoselo a su boquita refinadamente.

Ganas no le faltaban a la joven Asdany por pararse y dirigirse hacia la mesa de los pervertidos para decirle a Pepe que por favor comiera como la gente educada, pero en ese momento la rubia damita reconoció que algo andaba mal en ella, ¿Desde cuándo a ella le tenía porque interesar si el gordo comía o no de manera correcta?, ¿Desde cuándo a ella le tenía porque interesar lo que hacía o dejaba de hacer la morsa parlante?, Asdany se daba cuenta de que estaba siendo rebasada por su propia profesión, y que para lo que se supone estaba estudiando, aun así, no lograba encontrarle algo de lógica a su comportamiento o no aceptaba la teoría que lo explicara, con un leve giro de cabeza intentaba creerse como si nada hubiera pasado.

Sin embargo para ambos maestros ese momento tan esperado tendría que esperar pasada la visita del Supervisor pues consideraron conveniente no llevar las cosas tan aprisa, temiendo el maestro Pepe por las recientes llamadas de atención que este había recibido por culpa de la provocativa universitaria.

-debemos llevarnos las cosas con calma flaco, recuerda que no somos bien vistos en esta escuela y ahora tenemos otro par de ojos color miel observando todos nuestros movimientos, tú tranquilo que si no nos la cogemos este semestre aún nos queda otro jejeje- dijo Pepe alertando las repetitivas miradas que Asdany hacía principalmente hacia su obesa persona y mandando un cordial saludo a la practicante con su regordeta mano derecha llena de grasa de empanadas y salsa verde así como un gesto de beso una vez que ambas miradas se encontraron, gesto de sincera amabilidad que la güerita rechazó altaneramente desviando su mirada hacia cualquier otra parte una vez sabiéndose detectada por el morboso maestro quien para ella exhibía una sonrisa burlesca en su porcino rostro y hasta llegó a observarle un asqueroso movimiento lingual como si se la estuviera saboreando.

De un tiempo atrás Asdany había encontrado parecido a Pepe con esos porcinos personajes de la Guerra de las Galaxias conocidos como Gamorreanos por supuesto tomándolo como burla, una verdadera cobardía por parte de la practicante para un ejemplo de hombre que humildemente desempeña día a día una de las profesiones más nobles que existen, encargado de moldear a su imagen y semejanza a las nuevas generaciones y que con sus sabios consejos intentarán sacar a este país de la condición en que se encuentra.

-hoy no presionaré a esa chiquilla, hoy te la puedes disfrutar tú en tu clase, yo pediré permiso para retirarme temprano, esta semana ha sido muy pesada y quiero reposar tranquilamente mientras me leo la revista del vaquero y me masturbo pensando que me culeo a la güerita esa que está allá, hoy mis mocos serán para ella- anunciaba el calenturiento catedrático señalando con la vista a Asdany.

-jeje, jejeje, recién no tiene mucho me habías dicho que Cassandrita te calentaba más, y últimamente he notado que no le despegas la vista del culo a esa otra zorrita- alegaba el casi chimuelo Teo refiriéndose a la practicante.

-no sé flaco, estoy en un dilema… si en estos momentos me dieran a escoger entre una y otra, no sé a quién escogería, no sé que vergas me pasa, pero desde que la güerita me dio esa cachetada en aquella ocasión no he podido sacármela de mi mente, me dejó tremendamente calentado… no sabes lo que me calienta una mujer firme, una hembra brava que se da a respetar y que se cree mucho para mí, que esté completamente segura de que aspira a algo mucho mejor a lo que nosotros podemos aspirar profesionalmente hablando, son las que mejor sientes que te maman la verga aunque lo hagan torpemente y sabes porque?…  todos esos momentos en que ellas te miraban hacia abajo sintiéndose más que tú… valen la pena cuando arrodilladas te miran hacia arriba con la verga bien metida en sus boquitas jajajaj, jajajaja- finalizaba el gordo.

-las mujeres… son muy inestables gordo, aunque la mayoría con personalidades fáciles de influir y que por lo general con una copa que les invites y con una cartera gorda ya te están abriendo las piernas, pero también están aquellas que tienes que invertirles un poquito más de tiempo, basta analizarlas y descubrirles la personalidad, si quieres una para cogértela y nunca más volverla a ver está Dianita, pero si la quieres para una relación un poco más seria, se presta más la güerita- el esquelético viejo tomaba un sorbo de su refresco para rehidratar sus labios y continuaba.

-me he dado cuenta que la gran mayoría de las escuinclas están tan pendejas que prefieren a los mocosos que se las dan de payasos y con pinta de afeminados, a las hembras como la güerita basta con tocar un tema de su interés y llegar y hablarles bonito, elegante, que parezcas inteligente, pero sobre todo tratar de evitar verles el culo y las tetas, eso déjalo para las zorras nalga fáciles, porque esa güerita mi buen, nos ha demostrado que no es ninguna zorra, no veo cómo te la puedas llevar a la cama… quizás tu táctica de empezar a tu tosca y machista forma fracasó, para acercarte a ella debiste de haber empezado a tratarla como si fuera tu hija- reflexionaba Teo.

-ahh mamadas!!… esa puta está tan buena que aun siendo mi hija me la cojo… y me has de decir que su novio se ve muy inteligente?, yo no sé qué le ve si a leguas se le nota lo mariconazo, tiene toda la pinta de un maricón… yo tengo otra teoría, esa zorrita puede ser rocosa como tú dices, altanera, venir de familia acomodada, pero al igual que todas, tiene panocha entre las piernas, y llega un momento en que a todas se les come la panocha, la rasquiña vaginal no respeta clases sociales jejeje, y cuando una panocha se calienta no importa la marca del tornillo siempre y cuando sea de la medida solicitada jejeje, basta con estar en el lugar indicado y en el momento preciso y ser lo suficientemente ágil como para envolverla, y seducirla gracias a los propios encantos, esa pendeja va a caeeeer jejeje, te apuesto lo que quieras que antes de iniciar el otro semestre ya la tengo en la cama de un motel, ya casi me la veo aquí, mi flaco- decía el viejo llevando una de sus manos cerca de sus partes y meneándola como si la mujer invisible le estuviera mamando la verga.

-umm, otra apuesta, me encantan las apuestas y más si se trata de alguna de tus leperadas, viejo caliente jeje- se expresaba el contento Teo.

-así es pendejo, pero no estamos hablando de una nalgada o irle a decir alguna grosería, estamos hablando de esto (el gordo formaba un apretado circulo con los dedos índice y pulgar de una de sus manos el cual era penetrado repetidamente por el dedo medio de su otra mano), una apuesta como esa no valdría míseros quinientos pesos, apostemos algo más caro, que tal la casa que tienes de más… contra mi camioneta jeje- sugería Pepe.

-tu camioneta??, estás loco jeje, la calentura te ha nublado el cerebro viejo arrecho- advertía Teo.

-sí, mi camioneta contra tu casita, y no aceptaré un no por respuesta- retaba el gordo quien se sentía optimista, nunca se había sentido tanto en su vida.

-jejej, ok, aunque déjame decirte que no me importaría perder esa casa, ni la ocupo- decía el esquelético Teo tallándose su huesuda barbilla y considerando que era una verdadera estupidez por parte de su colega el apostarle una camioneta solo por una panocha, reflexionando Teo se decía: “cuantos meses o incluso años habrán pasado para que la güerita le aflojara sus agujeros a su novio, y este pendejo (Pepe) en menos de dos meses de conocerla ya se la quiere llevar a la cama, jajaja, ya tengo camioneta nueva”. Aunque Teo ya se preparaba escuchando al gordo una vez vencido el plazo rajándose en su apuesta.

-jeje, si la gano tengo pensado rentársela a una estudiante que esté bien buenota, imagina un día que no tenga para pagarme la renta jajaja, írmela a coger mientras mi futura esposa la güerita se queda encargada de mis cuatro chiquillos que le clavé en el primer preñazo jejej- imaginaba el grueso instructor físico observando como Asdany, junto con Diana, se levantaba de su asiento para dirigirse a quien sabe dónde, seguramente a su cubículo prestado, pero alertando al flaco con un ligero golpe de codo para que juntos disfrutaran de uno de los mejores culos que habían visto en sus casi treinta y pico años de servicio.

-apoco esto va en serio?, piensas bajarle a la güerita al chotito ese?- preguntaba Teo.

-no seas pendejo, esa putilla de esquina estará muy penetrable pero no me convence como para comprometerme con ella porque sé que ella nunca dejaría a su novio por un viejo cochino como yo jajajaja, hay que ser realistas mi buen, lo único que quiero es poseerla, tenerla en mi cama por lo menos una vez en la vida y con eso moriría feliz jeje, aunque si sería buena idea encajarle una cría y que la mantenga el otro pendejo- reía el depravado.

-un brindis, gordo, salud, salud jajajaja- reían los desalmados observando como Asdany caminaba contoneando su delineada figura al tiempo que volteaba a ver a Diana para comentarle algo, llevándose la practicante a la boca un popote para apretarlo con sus soberbios labios y así poder seguir disfrutando su malteada dietética, sin duda ajena a las oscuras y abominables intenciones de Pepe para con su apetecible cuerpecito.

-que salud ni que vergas, esto no se brinda con refresco, esto hay que festejarlo con un buen vino o un Jim Bean… un Jim Bean y un lomo, y tú, flaco asqueroso, te toca pagarlo- sentenciaba el gordo.

-ok, ok, en estos días, jajajaja, salud, salud- las carcajadas y los golpes en la mesa eran tan aberrantes que llamaban la atención de todos los ahí presentes, claro está que ninguno sabía de que se reía ese par de pervertidos.

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Viernes en la noche, Cassandrita nuevamente en su cuarto…

A nadie debe importar mucho que ese día Armandito no encontró pretexto ideal para que la nena lo dejara acompañarla nuevamente, además de que el joven se sentía incómodo siendo muy empalagoso, no era su estilo pegársele como chicle a las niñas como muchos otros lo hacen, todavía no eran nada y ya cuidaba darle su espacio.

Eran aproximadamente las diez de la noche y Cassandra vestida con sus endemoniadas ropitas de dormir arreglaba su cama de manera cuidadosa pero siempre ensalzando esas infernales curvas que la beneficiaban sobre el resto de sus amiguitas y que se escandalizaban cada vez que ella curveaba su cuerpo, gateaba arriba de la cama o lo hacía para adelante tratando de meter las orillas del forro de la cama en cada esquina.

Mientras tanto lejos de ahí, Don Marce se arreglaba fervientemente para tratar de quedar lo mas presentable posible, un viejo short todo lullido así como un sport lleno de hoyos por doquier y al cual ya se le había impregnado el sudor de puestas pasadas seguidos de unos zapatos negros con la suela un poco despegada y así sin ponerse calcetines se adornaba para hacerle una sorpresiva visita nocturna a su adorada.

Su incontenible verga no daba más y casi desgarraba el descolorido short ya que el viejo tan caliente como de costumbre imaginaba las porquerías que en cuestión de minutos podría llevar a cabo nuevamente con tan suculenta niña, el horroroso sujeto se veía en el espejo de su baño echándose un poco de agua en la cara para así eliminar el exceso de grasa imperante en ese arrugado y sesentero rostro, enjuagaba sus secos cabellos principalmente ese mechón que aún le sobrevivía saliendo hacia abajo como un pequeño flequillo y solo echaba un poco de agua a su barba de tres días tan rasposa que casi parecía fibra de lavar los trastes, por alguna extraña razón el viejo prefirió no lavarse los dientes ya que analizando los encuentros pasados corroboraba que a la nena no le importaba mucho que al viejo le oliera la boca.

Por momentos se distraía masajeándose la verga un rato la cual estaba muy estimulada y se apretaba queriendo ser liberada contra las enormes bolas de carne que el viejo tenía por testículos para después seguir él con sus labores de acicalamiento para salir todo acatrinado rumbo a la casa de su enamorada.

Pasados poco más de quince minutos Cassandrita se encontraba ya en su cama, acostada y cubriendo su cuerpo solo con un minúsculo top tapándole y apretándole los pechos y un calzoncito haciendo lo propio con la mitad de su exuberante trasero. En el oscuro cuarto solo la luz de la Luna alumbraba el potente cuerpo de la niña quien había elegido dormir destapada esa noche. La nena también recordaba los encuentros románticos con su enamorado y, pensando en todas las cosas que había vivido junto a él, todas esas locuras de pareja como el hacerlo en la calle y esas cosas, su panochita comenzó a acalorarse para después empezar a palpitar entrándole un escalofrió que le recorrió todo su apetecible cuerpecito y la obligó a realizar una sugestiva exhalación, de un tiempo para acá Cassandrita era atacada constantemente por esos calores que indicaban las ganas de sexo.

La niña disimuladamente comenzó a recorrer su manita desde el nacimiento de sus pechos, rodeándolos para proseguir su camino por esa línea que dividía femeninamente su abdomen llegando al contorno demarcado por su blanco calzoncito y dudando si continuar o no, hasta que decidió posarla sobre sus tibias partes íntimas, sintiendo sus labios y realizando con su manita una especie de círculo sobre ellos, la sensación era placentera puesto que Cassandrita ya tenía algo de conocimiento sobre lo que era la autosatisfacción, friccionaba delicadamente su concha y en ocasiones presionaba sobre su colorado frijolito regalándose ricos escalofríos en todo su cuerpecito que se denotaban en su carita poco a poco siendo trasformada por la naciente calentura.

Estando en su mente la idea de despojarse de su calzón para así tener mejor desenvolvimiento de su caliente actividad una pequeña piedra fue impactada contra su ventana, esto sacó a la nena de su trance ya con su calzón enredado a punto de mostrar su intimidad para acomodárselo y pararse a ver que había sucedido.

La atractiva chiquilla así en esas visiones semidesnudas se asomaba abriendo su corrediza ventana para alertar la presencia de una escurridiza sombra en su patio trasero, para ese malviviente debió de haber sido todo un erótico espectáculo admirar las frondosas carnes de la desarrollada mujercita quien recién se asomaba tapada apenas con un top y un minúsculo calzón que se apretaba a sus caderas pues Cassandrita se asomó sin buscar algo con que cubrirse un poco más.

-qui… quien anda ahí?- preguntaba temerosa la nena friccionándose sus hombros debido al fresco de la noche.

-respóndame o… hablaré a mis pad…- estando en eso la nena fue alertada por el viejo guarro quien demoró en contestar por estarse limpiando las babas ante la acalorante visión de su pequeña hembrita.

-soy yo mi niña jejeje- al reconocer a la sombra, así como la gargarea voz, Cassandrita mostró un especial brillo en sus negros ojitos, como si hubiera visto al príncipe gendarme que había venido a rescatarla de su cautiverio.

-Don Marce, es usted- la nena admiraba la escultural figura enclenque, aguada, encascorvada y de viejo regañón poncha pelotas que presentaba el amor de sus amores y a quien a kilómetros se veía que no dejaba de recorrer lasciva y visualmente cada una de las curvas de su doncella.

-pos claro chiquilla, quien más- decía el ardiente sujeto rascándose las bolas por tremendo espectáculo que le regalaba la nena, a pesar de dormir en segunda planta y de ser de noche el viejo podía admirar toda la carnosidad ahí presente y servida en bandeja de plata.

-ay Don Marce, es que pensé que era un ladrón, me asustó- la nena volteó para atrás cerciorándose que no fuera escuchada por sus padres, también creyendo que el vivo viejo seguro había utilizado el estrecho callejón que recorre la barda trasera de su (de ella) casa y que eso bien le podía haber valido entrar en completo anonimato.

-pos deja de pensar y dime como subo- el caliente pervertido ya escurriendo de su verga buscaba como desesperado por donde treparse para así llegar hasta la niña, bajarle los calzones y dejarle ir toda su masculinidad, imaginando con sus ojos ahuevados que la escuincla seguramente ya estaría empapada de su concha con solo verlo, y es que Don Marce confiaba que poseía una figura capaz de hacerle mojar la pepa a cualquier jovencita, según él, era un verdadero escurridero de vaginas donde quiera que él pasara.

-Don Marce, que pretende?- la nena en tanto, lejos de esas cochinas alucinaciones por parte de su hombre, se creía en un cuento de hadas tipo Rapunzel, casi queriendo tener esa larga cabellera para así dejarla caer y que el viejo trepara sobre ella, para así estar juntos nuevamente y demostrase el amor que entre ellos se sienten justo como el viejo le había enseñado que se ama, y analizando las distintas emociones, la nena confirmaba que el viejo tenía razón, no se veía tan rico cuando la pareja de los cuentos solo se besaba de manera simplona comparada con la forma en que el viejo le comía su boca, o le dejaba ir toda su verga.

-jeje, te vine a visitar mi princesita, tampoco puedo venir a ver a mi novia??- decía el pelmazo sintiéndose un poco raro pues él mismo reconocía que estas cursilerías eran para chiquillos chaqueteros, no para un hombre en su edad ideal para la maduración, aunque bien era cierto que si el viejo fuera una fruta ya se estaría oxidando.

-nooo, Don Marce, está loco, mis padres están abajo- dijo la nena un poco escandalizada por la osadía de su macho, aunque reconociendo que esto le gustaba, el que Don Marce se arriesgara de esta manera no hacía más que idiotizarla creyendo que el viejo iría hasta el fin del mundo por ella, bueno si, pero solo por su panocha.

-si sigues hablando fuerte más te van a escuchar- aconsejaba el viejo seductor.

-pero aun así, regrésese lo van a ver- la nena se mostraba nerviosa, hasta sus cejas se fruncían producto de su temor a que su amante fuera hallado por sus progenitores, no había tanto problema por los vecinos puesto que la barda al ser un poco alta no permitía mucha visualidad al patio trasero de la nena.

-nada mi niña, ya estoy trepando- dijo el viejo ya empezando a escalar como una salamanquesa, apoyándose de los barrotes de otra ventana y de la ayuda de un pequeño depósito de agua ubicado cerca.

El deforme y flácido cuerpo del viejo había logrado llegar a la ventana de su princesa, la nena se hacía un poco para atrás permitiéndole al viejo poder echar medio cuerpo dentro de su cuarto, este descerebrado llegaba casi en su último aliento, pegando tremenda exhalación cuando al fin se supo a salvo de no caerse al vacío, aun así la nena también había ayudado jalándolo del percudido short temiendo también ella que el viejo loco pudiera resbalar de último momento y pegarse un guamazo por calenturiento.

Una vez que el viejo cayó como piedra en un pequeño tapete, la nena como primera acción se dirigió fuera de su cuarto a asomarse por el barandal y determinar que sus padres no escucharon el zapotazo que se llevó Don Marce y regresar veloz a su cuarto toda nerviosa cerrando la puerta con seguro y hasta buscando algo con que atorarla pero notando que los muebles eran muy pesados como para moverlos ella, además de reflexionar en el escándalo que estos harían cuando los moviera.

-Don Marce pero en que estaba pensando?, se puede lastimar, está loco, lo van a ver, regrésese por favor- decía la asustada niña pero rápidamente fue tranquilizada por el vejestorio cara de burro caliente quien no veía otra cosa que los pechos de la chiquilla moverse de aquí para allá.

-shh, ya mi niña, tú tranquilita, solo vine a verte un ratito y me voy, tus papás están en casa?-

-sii, están abajo, tienen visitas, ya Don Marce yo no quiero que lo descubran, regrésese- decía la nena tomando al viejo de las manos, ambos de frente y de pie mostrando cuerpos más que contrastantes.

La comparación era terrible y acalorante, la nena lucía su perfecto cuerpecito conformado por sus nalguitas bien redonditas y levantaditas atravesadas por un pequeñito calzón blanco satinado y seguidas por una espalda breve y definida así como un vientre esbelto y bien cuidado aderezada ella con un buen par de antojables tetas que se apretaban al top, en cambio el viejo lucía ya arqueado por la edad, posición que le daba un aspecto semijorobado, así como unas piernillas todas flacas y peludas, sus pantorrillas eran dos auténticos palillos solo adornados por dos casi caídos chamorros, en cambio las de la nena lucían notoriamente mas revitalizadas y tonificadas, sin mencionar que su superioridad muscular era indiscurible.

-no me van a descubrir chiquilla, mira, que tal si primero nos sentamos en tu camita hasta que te relajes?, si?- dijo el viejo, y al recibir un asentimiento por parte de la semidesnuda chiquilla, la encaminó hacia la cama siempre tomados de la mano en donde ambos al unísono se sentaban bien juntitos, las tremendas piernas que se le hicieron a la nena al sentarse eran infernales y se marcaban endemoniadamente, no por nada practicaba voleibol, en cambio las del viejo sin ser unas garrochas demostraban mucha desventaja y flacidez comparadas con las de la chiquilla, en partes hasta parecía colgarle el pellejo.

-Don Marce, yo no quiero que lo descubran- dijo la nena tomándose ella de sus manitas y llevándolas a la altura de sus partes, recostándolas en sus piernas.

-claro que no mi niña, apoco no tenías ganas de estar conmigo?- el galante viejo con una de sus manos tomaba el mentón de la nena con la intención de que esta lo mirara a los ojos ya nublados por la vejez mientras la otra se iba a una de las piernas de ella, realizando un recorrido desde la rodilla hasta el inicio del calzón de laterales de cinco centímetros para elevarla por el aire con la caliente intención de mandarse otra cochina caricia.

-uhmm, jiji, sip, pero en otra parte, aquí es muy riesgoso- dijo la nena, aceptando las caricias y nuevamente tomándose de la mano del viejo, este en tanto le costaba un mundo poder despegar sus siniestras miradas de los sugestivos pechos de la nena, y en donde podían verse sus pezones remarcándose bajo el top, un enorme hilo de saliva descendía de su asquerosa boca, sin embargo su calenturienta mente meditaba sobre insistencia de la nena para que este se fuera, quizás si se aplicaba un poco podía sacar nuevamente provecho a esto, y es que en todo lo que lleva esta historia el viejo no ha hecho más que chantajear a la nena desde una perspectiva no tan descarada.

-bueno mi niña, te haré caso, me retiraré pero si me prometes algunas cosillas jejej- decía el malicioso con una sonrisa cariadamente aberrante, y una cara brillosamente aceitosa, sintiendo la nena el aliento cebollero de Don Marce casi pudiendo adivinar lo que cenó el viejo.

-jiji, cuáles?- decía la coquetilla señorita acomodando su cuerpo, contorsionando sus caderas a manera de quedar bien pegada a su macho, mostrándose en todo momento mimosa, cariñosa y muy hembrita.

-una es que… quiero que mañana sábado convenzas a tus papis que te dejen salir en la tarde, diles que vas a pasar todo el día en casa de tu amiguita pero con el detalle de que no irás a la casa de tu amiguita, irás a mi casa otra vez jejeje, está claro?- decía el descarriado.

-Don Marce, jijij, bueno, si es en el día sí creo que me den permiso, pero luego usted quiere que me quede también en la noche y ahí si no creo, no, no- respondía la nena quien ya había alertado las calientes miradas de Don Marce a sus casi desnudos senos, sin embargo no hacía nada por acomodarse su top, al contrario, se sentía alagada que su cuerpo llamara la atención de un viejo con gustos tan exquisitos.

-no te preocupes mi princesita, a las ocho cuando mucho vendrás saliendo de mi casa… bien llenita- no pudo evitar sonrojarse la nena ante tal albañilesco cumplido, y de cierto modo le estaba empezando a encontrar el gustillo a ese lenguaje anacado utilizado por el tendero, si bien Cassandrita veía mal que sus compañeritos y amiguitas de la escuela lo dijeran y evitaba meterse en ese tipo de pláticas, acá con su macho, en la intimidad y lejos de los demás, le causaban placenteras cosquillitas que el viejo se expresara en tonos vulgares principalmente al referirse a ella y por un momento se vio tentada a seguir el juego.

-jiji, llenita de qué?- la dulce nenita apretujaba su cuerpecito sin alertar que al viejo casi se le salieron los ojos cuando los brazos de ella comprimían de forma exquisita los carnosos melones haciéndolos abultar aun más por debajo del top, se podía apreciar hasta la aureola del pezón.

-llenita de leche, si sabes a cual leche me refiero?, verdad?- preguntó el desvergonzado rozando con sus labios la sensible orejita de la nena erizándola de su piel, para esto los dos cuerpos en pleno ascenso de temperatura estaban tan cerca que se apretujaban el uno con el otro.

-siii- murmuró la nena mordiéndose los labios, realizando un casi imperceptible movimiento de acercamiento hacia el viejo tratando de juntar sus carnosos labios con los de este, cosa que el viejo se dignó a rechazar siempre buscando la oreja de ella, lo que si es que el viejo trataba sin mucho éxito de sacar sus caídas tetillas y sumir su peluda y rechoncha panza para con esta sugestiva pose demostrar una especie de danza o ritual de cortejo en donde convenciera a su hembra de su masculinidad.

-de cuál?- atacaba el desfigurado abuelo juntándose aun más a la nena y sudando en exceso a sabiendas que la nena podría responder con algunas palabras no muy propias de su educado dialecto, una de las piernas de la nena estaba casi encima de una de las de el tendero y este se desvivía recorriendo todo el muslo interno con su mano.

-de esa, jiji, de esa que le sale… de ahí- expresó Cassandrita apuntando tímidamente la zona genital del viejo, volteando de reojo para descubrir algo dentro del short que luchaba por ser liberado, por momentos Cassandrita juraba ver que esa cosota se movía.

-jeje, de la que te doy de tomar cada que nos ponemos a hacer cositas?- el malsano viejo ya casi tenía los ojos pegados a las ubres de la chiquilla, ya habían pasado unos momentos en los que el descarado ya no veía los ojos de la niña, este parecía hablarle a sus chiches, la mirada de Cassandrita en cambio estaba agudísima tratando de recrear las medidas amorosas de su amante, pronto su sexo comenzó a picarle teniendo ella que ejercer un sutil movimiento de fricción con sus muslos para calmar un poco el hambre de verga de su bollito.

-jijij, ya Don Marce, ya váyase- decía la nena no por tratar de evitar ese verbal juego sucio, sino más bien porque no sabía mucho como expresarse en esos campos, aunque también a todo esto recordaba que para la seguridad de ella así como la del viejo este tenía que marcharse.

-me!!9, Me corres??- se quejaba el viejo quien de momento dirigía su caliente mirada al sexo de Cassandrita y pensaba en lo mojada que debía de estar a estas alturas la nena.

-noo Don Marce noo, es que en verdad no quiero que lo descubran, por favor- sin embargo el viejo no tenía intenciones de irse, así como había encontrado vestida a la nena se decía que estaba perfecta para darle unas buenas metidas de verga en donde no pararía de dejársela ir hasta el día del juicio, así que después de pensar ingenioso como poder envolver a la chiquilla en sus finas tácticas seductoras se preparaba para llevar a cabo su plan aprovechando lo dócil e inocentona que había resultado esa mocosa.

-bueno mi amor, por ahora me voy- dijo el mañoso viejo incorporándose de la cama, la nena por su parte permanecía sentada pero sin dejar de notar como Don Marce no se había acomodado el bulto en sus bermudas dejando ver como si este hubiera hurtado un pepino y lo llevara escondido bajo sus ropas, mientras tanto el viejo charlatán sentía como a raíz de que se levantó de la cama la nena apretó un poco su arrugada mano, detallándose en sus reflexiones que a pesar de que ella se lo pedía lo último que deseaba la nena era que él se fuera.

-pero antes- volvía a decir el viejo.

-ya como despedida y en consolación a que no podré meterte todo esto (el cochino vejete al decir esto se tomaba sus partes y las sacudía) quiero que por lo menos me despidas con un buen beso jeje- decía esto mientras su viscosa lengua serpenteaba dentro de su boca, esto pareció haber embrujado a la hermosa nenita quien al parecer sin pensar por propia voluntad respondía afirmativamente.

Afirmaba la nena sin poder quitar su mirada de la vieja osamenta del tendero, a pesar de ser un viejo con cuerpo bofo y deforme su descuidado cuerpo llamaba poderosamente la atención de la chiquilla quien con ojitos casi hipnotizados ya lo estaba imaginando desnudo, con un enorme brillo contorneando su escuálida figura, a él con una roja manzana en la mano pegándole una buena mordida escurriéndole de su negra boca todo el néctar de la fruta y con una hoja de un árbol censurándole sus partes, mordiéndose ella sugestiva su labio inferior ante tan idílica imagen.

El viejo fue quien tomó la iniciativa sentándose y posando delicadamente una de sus manos en la mejilla de Cassandrita para ambos irse acercándose lentamente, el viejo descomponiendo su cara en lascivia pura adelantándose en sacar la lengua antes de tiempo, ella poco a poco cerrando sus ojitos y acomodando sus labios para recibir ansiosa y ya agitada ese beso.

Cassandrita sintió como esa viscosa y caliente lengua entraba en su boquita realizando ondulantes y circulantes movimientos tratando de enrollarse con la suya, de vez en cuando ella seguía ese estilo tratando de meter lo más posible su lengua dentro de la boca del tendero, la cual estaba atascada en residuos de comidas pasadas que emitían un penetrante aroma pero a la nena parecía poco importarle, para esto el viejo llevaba sus manos y se apropiaba de la cintura de la muchachita, jamás había sentido piel tan suave como la que sus arrugadas manos tentaban, era como tocar la piel de un ángel.

La pareja moviendo ondulante sus cabezas seguía enfrascada en su sucio beso en donde muchas veces el viejo sacaba su lengua y se dedicaba a lamer los labios, mejillas, mentón y hasta la naricita de la cándida chiquilla quien ya se mostraba por demás sonrojada y dejaba que el asqueroso sugiera lamiéndola de prácticamente todo el rostro dejándoselo brilloso en babas para después ella copiar ese procedimiento y de vez en cuando lamerle la boca al tendero pareciendo una tierna gatita tomando su leche, por momentos más que besarse normalmente, ambos amantes comenzaban a lamerse lengua con lengua.

Para esto el viejo ejercía presión con sus manos tratando de derrumbar a la nena en la cama, esta al principio mostró resistencia pero al notar la perseverancia del locatario de la manera mas lenta posible su cuerpo se comenzó a ladear hacia la cama hasta que la pareja sin dejar de besarse y lamerse se vio acostada, solo las pantorrillas de cada uno permanecían fuera de la cama, cada quien apoyando sus pies en el piso.

El viejo ahora devoraba el cuello de la niña con notable desempeño estirando la suave piel de la nena con su negra boca, ella en tanto tomaba al viejo de sus caídos cachetes para besarlo mejor y comenzaba a emitir leves gemidos que no hacían mas que encandilar al vejete quien ahora amenazaba con bajar a esos amamantables melones de carne.

Fue en eso que el viejo decidió acomodarse mejor y se fue posicionando hasta quedar arriba de la nena, comenzando este descarado a realizar movimientos coitales aun sin metérsela, la nena en tanto llevada por la naciente calentura que era atizada al sentir un pesado cuerpo cilíndrico toquetearle su monte venus comenzó a ondular sus caderas tratando de sentir aun mas ese placentero contacto. Estando en esas ardientes sensaciones, en donde la nena no paraba de morderse los labios ya casi vencida empezaba a enrollar sus bracitos alrededor del cuerpo de la reliquia mientras el viejo casi se la comía de su cuello, Cassandrita recordó el lugar donde se encontraba y alertada detuvo al caliente pederasta.

-nooo, Don Marce, me dijo que solo un beso- dijo la nena completamente acalorada y acomodándose sus cabellos y ropitas viéndose en la cama ya con el viejo arriba de ella.

-otro ratito mi niña, ¿apoco no te la estás pasando muy rico? jejej- reía el malsano apoderándose de los frondosos melones de la nena comenzándolos a amasar por encima de la prenda.

-si pero es que…- alcanzaba a decir la chiquilla sin terminar de completar sus pensamientos, la imagen para el viejo era erotizante, el estar arriba de la chiquilla apretándole los pechos y admirarle su sonrojada carita junto a sus cabellitos regados por toda la cama lo tenían en completo estado de calentura, esto sumado al contacto que su verga, la cual no cabía en el short, hacía con el vientre de ella.

-ya chiquita, yo sé que tú lo deseas más que yo, solo siéntete, tienes la papaya hirviendo en calentura- dijo el viejo comenzando a frotar obscenamente la panocha de la nena con sus viejas manos mientras ella frunció sus cejas al sentir los toqueteos, fueron en total como veinte sucias oscilaciones que el viejo realizaba con las yemas de sus dedos índice y medio, sintiendo las tibiezas de esos sensibles terrenos, incluso la nena procedió a abrirse un poquito de muslos para permitir al viejo tocarla mejor mientras ambos se miraban a los ojos viendo hasta en la mirada la calentura que ambos sentían, especialmente ella, terminando el viejo de palparla y notando como una pequeña mancha húmeda aparecía adornando el calzón de la nena justo a la altura de su conchita.

-porque no te quitas tu calzoncito??- decía el vejestorio quien se lo hubiera bajado por sí mismo solo que quería llevar las cosas con calma y que fuera ella quien se desnudara para él, el estar en la casa de la chiquilla lo tenía tremendamente desencajado, sus ojos ya notaban la lujuria evidenciada en tremendas venas recorriéndolos y su verga estaba ardiente y escandalosamente babosa, parecía que expulsaba clara de huevo.

La nena no respondió nada, esa condición la hacía voltear constantemente a su puerta pero no podía dejar de experimentar una sensación aparte, algo que hacía ese momento distinto a los otros, para esto el viejo se había adelantado y ya jalaba uno de los laterales del calzón de Cassandra, dejando desnudo ese lado de sus caderas, la nena rápidamente llevó su manita tratando de impedir las depravadas intenciones del viejo pero este llevó su amarga boca a la orejita de ella para comenzar a hablarle en su pelado lenguaje.

-mi niña, te ves bien rica, bien deliciosa, te comería toda la noche, me importa una verga que tus papis estén abajo yo te la voy a meter toda- dijo el viejo casi metiendo su boca dentro de la oreja de la nena, a esto la nena solo respondía con un sutil remojo de labios secundado por un sensual movimiento en su tronco debido a las románticas declaraciones que el oxidado viejo le recitaba, para ella esto era una pequeña estrofa de la canción más romántica que jamás hubiera escuchado.

-quiero pegarte el mejor mamadón de panocha que te he dado hasta ahora y tu calzoncito me estorba jeje- decía el viejo dedicando ahora una asquerosa y bien cargada de saliva lamida al cachete de la nena, o más bien desde el cachete hasta su boquita, pasando por toda la línea de sus labios.

-anda, déjame mamártela tantito para luego meterte la verga, quiero oírte gritar, gemir, pedirme que te dé más verga, anda ricura yo sé que tú también lo quieres, sé que te gusta la verga- era imposible que el viejo hablara sin dejar de escupir saliva, y toda esta húmeda suciedad caía en el rostro de Cassandrita quien solo pasaba una de sus manitas para limpiársela pero sin mostrar facetas de asco.

-D… Don Marce, p… porque… me dice así?- preguntaba la nena ya que el viejo nunca había sido tan lepero con ella, no es que le resultara grosero sino más bien raro, aunque reconocía que cuando el viejo se vulgarizó ella pudo sentir como su panochita comenzó a palpitar como si su órgano sexual reaccionara o entendiera el plebeyo lenguaje de Don Marce.

-así como?, no te gusta??- preguntaba el vejete sin dejar de lamer la carita de la chiquilla, potentes lamidas de perro eran repasadas una y otra vez dejándole a la nena un lado de su carita brillosa en saliva.

-no sé- susurraba la nena con sus ojitos entrecerrados por la calentura, recordar que ambos seguían acostados, él arriba de ella, ella con sus muslos ligeramente abiertos ofreciéndole a su macho su tesoro más preciado y él viéndola como si se estuviera analizando un bistec.

-jeje, eso bien podría tomarse como un sí, anda cosita déjame montarte, déjame cogerte hasta que me muera, no quieres eso chiquilla calientilla jejej, tienes la pepita mojada porque estás caliente verdad?- rebuznaba el pervertido villano dejando caer su feo rostro en el cuello de la nena para tapizarla de más depravados besos, chupeteos y una que otra mordida.

La nena en tanto cerraba sus ojitos y llevaba una de sus manitas a acariciar la casi calva cabeza de Don Marcelino mientras la otra pasaba a acariciar la bola de panza toda lombricienta que le colgaba al viejo y que por las arrugas que la circundaban daba la apariencia de ser una bolsa maltratada, para esto el viejo la tomaba de su espalda baja con una de sus manos para acercar pelvis con pelvis y comenzar a realizar ambos enloquecedores movimientos danzantes llevando una perfecta sincronía, mientras la otra pervertida mano se mantenía adherida a uno de los pechos de la nena estrujándolo y estirándole el pezón, a todo esto la nena se sentía muy feliz y dichosa por la forma en que el viejo se la devoraba llegándose a sentir orgullosa de poder ser digna de los exquisitos gusto del pervertido tendero quien ya había comenzado a gruñir como perro hambriento.

-si- respondía la nena llevada por la calentura y abrazando al viejo así como también enrollándolo con sus muslos, ya haciendo ella movimientos como si se la estuvieran dejando ir.

-no te escuché, bollito rico- alegaba el viejo también realizando movimientos como si estuviera copulando, en otras palabras la pareja estaba culeando con ropa, el vejete en tanto no se cansaba de sacar su lengua y repasarla morbosamente por toda la carita de la nena, viscosos hilos de saliva unían su asquerosa boca con la de la niña quien ya gemía como si en verdad la sintiera toda adentro.

-sii!!- reafirmaba la nena.

-sí que mi nalgoncita- decía esto el viejo al tiempo que daba pervertidos sobajeos a las esponjosas nalgas de Cassandrita estirándole el calzón a la nena apretándosele de manera exquisita a su húmedo sexo.

-sí, estoy caliente, bájeme los calzones, métame la verga!!- decía la nena al tiempo que ella también comenzaba a lamer la zona auditiva de Don Marce, una zona llena de residuos negruzcos en la parte trasera de su oreja y amarillentos dentro de ella.

-jeje, de veras, y si tus papis nos oyen??- advertía el libidinoso viejo sintiendo el caliente aliento de su enamorada corriendo por su oreja, así como tímidos gemiditos que resonaban en lo más profundo de su oído y que solo hacían que en ese momento tuviera la verga toda carburada a punto de vaciarse, mientras ambos seguían danzando moviendo muy sugestivo sus zonas pélvicas rozándose el uno al otro, el viejo sintiendo como su verga era masturbada por dichos movimientos, podía sentir el prepucio liberando al glande en repetidas ocasiones.

-Don Marce yo lo amo, no importa, si mis papás nos ven y lo echan… yo me voy con usted- el malsano sujeto no pudo evitar poner cara de corrompido ante las fuertes declaraciones por parte de su prometida y en lo más profundo y retorcido de su cochambrosa mente llena de porno económica deseaba ver entrar a uno de los padres, en especial a la madre, y notar la cara escandalizada de ella al ver a la puta de su hija abriéndosele de patas a un viejo guarro y feo, y pensar en cómo la cosa evolucionaria a partir de ahí.

-iiiiii, demuéstrame que me amas mi niña, mámame la verga, no puedo metértela seca- dicho esto Don Marce se arrastraba un poco apoyado de sus rodillas llegando a colocarse arrodillado arriba de la carita de la chiquilla con la finalidad de ubicarle su verga exactamente arriba de su carita, se bajaba un poco el short liberando poco a poco su vaina.

A la jovencita casi le brillaron los ojitos al ver la desmesurada herramienta sexual llena de venas y embarrada de lubricante que se gastaba su viejito, tomaba el caliente y tieso fierro carnal con una de sus manitas sin dejar de seguir el bamboleante movimiento que adoptaron los testículos del macho, notando ella una separación entre ambas bolas colgantes como si estas estuvieran soldadas, acercaba su carita hacia el morado hongo pulsante representado por el glande y abría delicada su boquita para proceder a engullirse ese exagerado banano.

No le importó a ella que la verga del viejo luciera terriblemente asquerosa, y no porque estuviera sucia, al contrario, más que limpia esta vez no estaba tan descuidada, solo que lejos de estar seca la verga lucía brillosa en lubricantes, incluso cuando el glande se descapulló se podía apreciar como gruesos cordones babosos y gelatinosos iban quedando impregnado en el glande y escurrían por este hasta caer en la boquita y barbilla de Cassandrita, aun con esta exagerada lubricación los labios de la nena poco a poco fueron cobijando al glande.

Mientras tanto el malsano sujeto observaba la obediencia con la que la damita se comportaba, rápidamente posó sus manchadas manos en la cabecita de ella haciendo su cabeza (de él) hacia atrás debido al placer oral que la nena le regalaba, principalmente porque la lengüita de ella había comenzado con sus labores de reconocimiento más que chupar y eso le encantaba. Don Marce veía como poco después de ser lamido de su verga Cassandrita levantaba su mirada para cruzarla con la suya al tiempo que se sacaba la verga muy despacio, notando el viejo como la lengua de la niña servía en esos momentos como cama para su caliente herramienta.

-quítate los calzones- ordenaba el viejo a su bella doncella quien hizo sin reparo la encomienda al tiempo que volvía a engullirse la verga.

Pronto la verga del viejo se mostraba ensalivada casi hasta medio tronco mientras la nena tomaba con ambas manitas cada uno de los laterales del calzón mamando solo con la boca por unos cuantos segundos, cosa que sobreexcitó al viejo quien evidenciaba estos movimientos con una cara de auténtico sátiro, la nena levantaba uno de sus muslos para permitirse sacar el calzón por una pierna y así continuar con la otra, quedando la nena vestida únicamente con un insinuante top tapando a medias sus mamas.

La jugosa papaya quedaba expuesta ante los lujuriosos ojos del viejo quien prácticamente la devoró visualmente, ganas no le faltaban por jambarse ese agridulce y brilloso manjar que olía exquisito pero es que la nena estaba tan concentrada realizando un extraordinario trabajo oral que hacía al viejo no poder decidirse sobre el aventársele a esa panochita como un perro jarioso o seguir disfrutando de la placentera mamada que Cassandrita le estaba pegando, lo que si es que no pudo evitar expresar mentalmente su punto de vista acerca de la depilada condición de esa panochita

“jeje, esta putilla se le ha estado resurando, tal como le dije” fue la misma niña quien, sacándose la verga de su boca dijo algo que al viejo más bien le pareció una orden por parte de ella.

-Don Marce, vamos a hacerlo, aquí en mi cama- dijo la nena salpicando unas tenues gotitas de saliva atorada entre sus brillantes y aperladas encías, además un colgajo de saliva colgaba de su barbilla, y terminando de decir esto ella misma subía completamente a la cama empujando algunos peluches al suelo quedando solo uno acompañándola en la cama y se abría delicadamente de muslos, enseñando al viejo toda la pletórica humedad de su concha.

El sudado viejo no lo dudó ni un instante y llevado por esa hambre de papaya fresca y joven agachó su cuerpo al tiempo que levantaba uno de los muslos de la nena para darse el suficiente espacio y así poder comenzar con su morboso propósito. Lamia como un desesperado desde el inicio de la vaginal raya hasta su fin y por momentos se pegaba de ella y comenzaba a succionarle toda su pulpa mientras ella empezaba a gemir y revolverse en su camita aferrándose con sus manitas de las sábanas.

El viejo con la cara empapada en néctares femeninos escurriendo de su alijada barbilla paró por un momento liberándose de su short con todo y calzón sacándolo por ambas piernas quedando desnudo de la parte de abajo, mostrando su sumido y peludo trasero surcado por una oscura y aparentemente sucia raya para volver a hundir su calenturiento rostro en la húmeda conchita de Cassandrita, pero ahora aparte de estar succionando el jugo de esa pulposa papaya también se las ingeniaba para incrustar uno de sus dedos en la vagina de la chiquilla y comenzar a moverlo como si este fuera un destornillador.

La nena comenzó a mover muy sensualmente su cintura y caderas mientras el viejo le comía todo su sexo, abría su bocota llena de dientes negros como si en verdad se fuera a jambar la delicada zona intima de la niña, por momentos con una mano se dedicaba a abrirle los labios vaginales para proceder a revolver su lengua en el punto en donde él ya había ubicado la presencia de un botoncito erizado, logrando arrancarle a la nena gemidos un poco más escandalosos y que ella trataba de minimizar posando una de sus manitas en sus labios.

Pero el sinvergüenza vejete mientras más escuchaba a la nena querer apagar sus gemidos mejor se desempeñaba en estos menesteres con exquisitas oscilaciones linguales alrededor del estimulado frijolito penetrándola con uno de sus dedos medios y repasando constantemente la raya vaginal con cargadas lamidas. Pronto los muslos de la nena se tensaron aprisionando la cabeza del viejo y procurando acallarse con sus manitas.

Debido a esa maestría lingual con la que el viejo se manejaba Cassandrita no demoró mucho en comenzar a sentir un insoportable calor en su cuerpo así como unas ganas intensas de mover sus caderas como una batidora, teniéndolas que elevar y seguir moviéndolas en el aire con la boca del viejo bien pegada a su concha y con una terrible cara de cachondez de ambas partes, así hasta que la nena alcanzó el primer orgasmo de la noche.

Estando a segundos de que la nena se corriera viva fue atacada por una serie de espasmo que le advertían la llegada del avasallador orgasmo, gemía y gemía y cada gemido que sacaba venía con más potencia así hasta que sentía en la entrada de su concha los calientes jugos que recompensarían a su macho por tan placentera labor, moviendo ella su manita buscando una de sus almohadas para ahogar el orgásmico grito, dándose cuenta, ya una vez que se recuperaba del clímax, que lo que había servido para silenciar sus gemidos había sido el único peluche que seguía en la cama, aquel mismo que Armandito le había enviado anónimamente.

La caliente pareja permaneció unos minutos observándose detenidamente, el viejo se había escurrido hasta que sus ojerosos ojos estuvieran a la altura de los de ella, los cuales lucían aun con ese brillo propio de un orgasmo reciente, la jovencita trataba de recomponer su agitada respiración, su semidesnudo cuerpecito ya lucía un exquisito brillo producto de su sudor y una de sus manitas yacía posada en medio de sus pechos, fue ella misma quien aun orgásmicamente alterada llevo sus manitas para tomar la camisa del viejo desde sus inicios y sacársela completamente, quedando Don Marce completamente desnudo pues el mismo se sacaba sus zapatos apoyándose con los talones de sus pies dejando un leve aroma a patas.

Ahora tocaba el turno de la nena quien aun seguía vestida con su pequeño top que apenas y le tapaba medio pecho, pero antes de encuerarla por completo el viejo tomó la cintura de ella y apoyo su verga en esa colorada almejita, no con la intención de embutírsela pero si con toda la malicia y depravación de refregársela en su canalito vaginal, la verga del viejo al estar terriblemente rígida adquirió una forzada curvatura hacia abajo al ser desviada por la papaya de Cassandrita la cual no le permitía erigirse de manera normal.

La verga del viejo apuntaba de esta manera hacia la cama pero el tronco pasaba rozando los labios vaginales de la niña y en ocasiones abriéndoselos, comenzando así el viejo a ejercer movimientos copulares tallando sutilmente la panochita de ella con el venudo y palpitante tronco de su miembro. Al sentir el primer rozón la nena cerró sus ojitos y emitió un suspiro casi de amor para comenzar ella también a mover su pelvis intentando sentir más de ese pervertido roce, fue aquí que el viejo aprovechó la entrega de su enamorada para despojarla de su top y así quedar ambos completamente desnudos, refregándose sus sexos y sus cuerpos y tratando de meter sus lenguas lo más adentro de la boca contraria, sin mencionar que ambos se tomaban de las manos.

A estas alturas Don Marce sentía su verga muy húmeda, una humedad proveniente de la hirviente concha de su princesita la cual ya le había empapado completamente la gruesa vaina, y es que hasta la cama ya lucia adornada con algunas gotitas de lubricante vaginal que había caído producto de los estimulantes refriegos que ambos ejercían. Fue la misma chiquilla completamente caliente, tan caliente que no podía abrir sus ojos más allá de la mitad, quien tomó la verga de su macho, la sacudió un poco y la llevó ubicando el glande en la entrada de su vagina, intentando metérsela ella misma acercando sus caderas.

El viejo notando que la nena pedía verga no hizo mas que ejercer un poco de presión, poniendo cara de esfuerzo mínimo pues pronto el glande comenzó a sumirse lentamente dentro de esa papaya, a la cual le escurría un poco de néctar por cada centímetro de verga que la panocha se tragara. Mientras tanto la cara del viejo era de perversión pura, nuevamente sentía como su verga se iba hundiendo despacio en esa fresca papayita que a pesar de habérsela comido varias veces a sus anchas no podía dejar de disfrutar como si cada vez que le metería la verga a la nena fuera la primera vez para ellos.

Al tiempo que la verga de Don Marcelino iba abriendo paso la nena abría pero sus muslos quedando completamente expuesta a su macho, ambos pies de la nena sobresalían cada uno a un costado del deforme cuerpo del viejo, ella se remojaba sus labios y ladeaba su carita para ambos lados sabiéndose nuevamente penetrada por su “novio”, arqueaba sus bracitos y respiraba entrecortadamente mientras su carita se notaba ruborizada ante tan romántico momento, sus pechos bien paraditos y sus pezones tan erizados que daban a las chiches una forma puntiaguda.

Y así seguía la lenta penetración hasta que después de unos intensos y calientes segundos en donde el viejo no dejaba de escurrirse en sudor la parte más gruesa de la verga de Don Marcelino (el glande y la mitad del tronco) por fin logró entrar de manera completa permitiendo que la otra mitad entrara con menor esfuerzo, para así la nena verse completamente ensartada.

El viejo verde, al tiempo que lanzaba un tremendo mugido, se afianzaba de la fina cintura de la nena casi enterrando sus dedos y comenzaba a dejársela ir primero lento pero al paso de las primeras quince embestidas este pervertido ya bombeaba como un loco la delicada panochita de la nena, la lucha de ambos sexos se enfrascaba en repetitivas fricciones en donde podía escucharse claramente el sonido de los jugos batiéndose, la verga del viejo entraba de manera directa y profunda sacándole un placentero quejido a la sometida chiquilla en cada una de las perforaciones.

Mientras la tierna chiquilla era sometida vaginalmente por su viejo acosador, ella no hacia otra cosa más que gemir y dejarse penetrar por el pervertido quien la acercaba aferrándola de su cintura, viéndose en cada embestida como la nena era movida hasta de sus cabellitos, así como también sus pechos reaccionaban danzantes ante cada una de las acometidas.

Pasados unos minutos el viejo dejaba de embestir, se daba un descanso, y es que caminar hasta la casa de la mocosa, treparse como reo intentando abandonar la penitenciaria y llevar una media hora entre cachondeo y cogida lo habían agotado, aun así esto no fue motivo para que sacara su miembro de la vagina de la chiquilla quien agotada y sudada veía a su macho jadear desesperado, notándose en cada profunda respiración por parte de él las costillas que se remarcaban bajo su arrugada piel llena de manchas aun mas oscuras que su cobrizo pellejo, pero sin perder su condición de viejo panzón.

Mientras tanto la nena seguía abrazada a su macho con su carita mostrando una tonalidad rojiza atravesándole por debajo de sus ojos los cuales materia cerrados, en este lapso de tiempo las ubres de la chiquilla fueron ferozmente amasadas, mordidas, lamidas y chupadas por el pervertido quien no dejaba de succionar el pezón de dichas mamas, podía verse la quijada de Don Marce pegándose tremendas succiones como si quisiera deshidratar los carnosos melones naturalmente jugosos y los cuales ya estaban rojos por tanto magreo.

Mucho tiempo de reposo ya había transcurrido, aunque en ese tiempo la mandíbula de Don Marce nunca dejó de trabajar chupando ubres como un ternero, para esto el viejo considerando reanudar sus penetraciones levantaba de la cintura a la nena desacoplándola de él, girándola de su cuerpo con la intención de acomodarla de perrito, la nena entendía las desviadas intenciones de su hombre pero recibía unas palmaditas en sus carnosas nalgas por parte del viejo caliente mientras ella se enderezaba.

Era la primera vez que el viejo se atrevía a nalguear a la nena, por un momento el desequilibrado pensó que ella se voltearía y reclamaría dicho atrevimiento ya que después de las palmadas la nena se quedó quieta con su cuerpo ya casi acomodado al estilo perro, lo que el viejo no advirtió en primera instancia fue la risilla que expresó Cassandrita una vez que la nalguearon, le resultó gracioso a la nena pues para ella solo se nalguean a los niños chiquitos, más que enojarse le pareció una muestra de cariño y, recibiendo una cuarta y quinta nalgada, se atrevía a voltear a ver seductoramente al viejo, con un coqueto gesto torcido en sus labios.

Seguidamente Cassandrita se acomodó sosteniéndose con sus manitas de los tubos que formaban el respaldo de su cama, agarrándose fuertemente de ellos, el viejo se encargaba de bajarla un poco de su cintura al tiempo que le levantaba el culo, ondulándole el cuerpo para que este luciera como la pose perruna lo dictamina, tomaba su viscosa verga llena de moradas venas con una de sus manos y la acercaba a la palpitante panochita.

La nena sentía como esa desmesurada herramienta fuertemente olorosa nuevamente se le iba incrustando, de manera lenta y estimulante sentía como se le iba hasta el fondo, parecía que los ojitos de la nena reaccionaban a la irrupción vergal, puesto que mientras su conchita se la comía entera sus pupilas se perdían quedando sus ojos en blanco, así hasta que nuevamente quedaron acoplados, con los poco más de veinte centímetros bien adentro de ella, solo los arrugados y peludos huevotes de toro lucían afuera y abultándose entre ellos, y es que Don Marce tenía los huevos grandes en comparación al resto de su cuerpo, parecía que los tenia inflamados.

Una vez que se vio completamente dentro de la niña, el viejo cara de pederasta tomaba con sus manos las nalgas de la nena, casi enterrándole los dedos en sus calientes carnes y comenzaba a embestir a la chiquilla quien por mero estrella su carita contra los tubos debido a la vigorosidad del primer empellón teniendo que poner todas sus femeninas fuerzas en sus bracitos los cuales casi se le doblaron pero aguantaron las penetrantes fuerzas del caliente macho.

Sin embargo el garrudo viejo no dejó de poner empeño sexual por su parte y en cada que podía le asestaba un empujón aún más fuerte en donde la jovencita ya estaba con sus carita casi metida entre los tubos pero con su vista hacia abajo, así como su azulado cabello haciéndole de cascada por ambos costados de su cabeza. Lo gemidos de ambas partes resonaban por todo el cuarto, sin embargo la nena intentaba a medias no sonar tan escandalosa debido a que sus padres se encontraban abajo, así que viendo que el muñeco de peluche que le habían regalado no tiene mucho se encontraba al alcance de ella, bajó su carita y con los dientes tomó una de las orejas del mismo para así intentar calmar sus bramidos de hembra ante cada estocada que el viejo le daba, este en tanto sudaba gotas gordas que caían de su arrugada cara, por momentos sacaba su lengua señas de su concentración y se mandaba otro empellón el cual sonaba cuando su abultado y anciano vientre chocaba contra las atléticas carnes de la colegiala cimbrándola de todo su cuerpo.

Sin embargo más escandaloso resultaba ser el viejo, este desgraciado en ocasiones pegaba tremenda exhalación para mandarse un macabro gemido casi agónico todo con la intención de que sus quejidos fueran escuchados por los padres de la nena, estaba terriblemente sobrecalentado que poco le importaban las consecuencias, y, aunque bien sabía que por algo así podría ir a la cárcel (ya que la nena aun no contaba con los dieciocho años), para él resultaba un castigo que se quedaba corto ya después de haber disfrutado a sus anchas el formado cuerpo de la joven estudiante. Aun así la pareja podía estar tranquila pues entre risas y pláticas los padres de la niña se entretenían con sus visitas sin sospechar nada, además de que ellos se encontraban en el jardín delantero de la casa.

Por momentos el tripón de Don Marce se pegaba tremendo chillido de cochino volteando hacia la puerta para regresar su vista al brilloso cuerpo de la nena y mandarse un arponazo como si la quisiera partir, dejando un intervalo de tiempo entre embestidas para que la nena descansara o no se le desmayara, pero mandándose una de manera bestial cada que lo estimaba prudente, haciendo que Cassandrita hasta se retorciera ante cada animalesca cornada y pegara berridos casi animales, pero sin perder la posición de su cuerpo el cual lucia sensualmente arqueado, con su colita bien levantada, sus pechitos meneándose como campanas ante cada arremetida y su espalda luciendo femeninamente los músculos que la conformaban.

Para esto el muñeco que la nena sostenía con sus dientes ya estaba empapado en saliva puesto que ella había perdido hasta su concentración para babear, este peluche colgaba ya casi chispándosele de sus dientes, sus bracitos ya estaban casi rendidos y por momentos Don Marce ya la veía desplomarse, su cuerpo a estas alturas lucia sudado tanto de su propia traspiración como de la del viejo quien le tallaba y rasguñaba la espalda dejándole una marca roja con cada uno de sus dedos, sin embargo la nena se estimulaba más cuando sentía las yemas recorrerle desde sus hombros hasta su espalda baja en donde se le marcaban unos atractivos agujeritos.

El viejo veía como la nena recuperaba la posición de sus bracitos y fue ahí donde él aprovecho para dejarle caer todo su bofo cuerpo sobre la femenina espalda toda rasguñada, resintiendo la nena el peso extra y casi doblándose por la mitad de su cuerpo cuando el tendero se ubicaba arriba de ella. Don Marce se sostenía solo del cuerpo de la nena, sin sacarle la verga de su panochita jadeándole en el oído, chupándole su orejita de manera morbosa y hambrienta, pero fue la nena quien después de dejar caer el peluche se expresaba precisamente para decirle que la siguiera mancillando.

-Don Marce… Don Marce no pare… siga- en cada espacio la nena pegaba tremenda inhalación.

-te gusta mi niña?, te está gustando como te cojo?- repetía el asno sin dejar de aplastarla con su cuerpo, que a pesar de ser bofo y flácido aun así su masa corporal era superior a la de la niña, solamente de sus caderas y piernas la nena se veía más desarrollada que él.

-sii… siga, siga, nalguéeme mientras me coge… deme de nalgadas- decía la nena con gruesos hilos de saliva colgándole de sus labios.

-jejeje, ricura, te gustó que te nalgueara?- preguntaba el obsceno.

-no sé, no sé, pero sentí rico jijij, nalguéeme mientras me la mete, andeeee!!- la nena ya casi desesperada se dejaba ir para atrás con toda la intención de hundirse ella misma en la verga del viejo, mordiéndose su labio inferior cada que se la metía hasta el fondo mientras reculaba.

-andeee!!, siga Don Marceee, no sé qué tengo pero… me siento muy calienteeee!!!- decía la nena apretándose uno de sus pechos sintiendo exquisito en cada embestida que ella se daba, el viejo veía como la chiquilla echaba su cuerpo hacia atrás hasta que sus carnosas nalgas chocaban contra su panza la cual se movía gelatinosa en cada choque, sintiendo también como su verga se hundía hasta el fondo, era una verdadera delicia tener la verga metida en tan calientito y apretado reducto.

-pues si eso quieres putilla- dijo el viejo sin darse cuenta al momento en la manera en que había llamado a su princesita.

Casi al instante la nena detuvo sus arrimones, sin embargo había quedado con media verga metida dentro de ella siempre parando bien el culo, sin duda había escuchado al viejo pues este aún seguía comiéndole el oído, volteando ella de manera seria haciendo a un lado su cabeza con toda la intención de impedir que el pervertido siguiera lamiéndola, Don Marce notó la reacción de la nena y automáticamente pensó que se había ofendido y más cuando la escuchó decir:

-Don Marce, como me dijo?- cuestionaba la nena con un acento cortante, sin embargo para el viejo era una ventaja el que ella aún no se desacoplara, y para que mentir o hacerse menso pensaba el viejo si siempre soñó con llamar a su pequeña Diosa con adjetivos como ese.

-te dije putillaaaa!!! Ahhhgggrrr!!!- decía el viejo mandándose tremenda arremetida en contra de la chiquilla quien reaccionó frunciendo sus cejas y emputeciendo su carita de niña bien portada.

-aaayyyhhhh!!! ¿Cómo?? Don Marceeee!!- preguntaba la nena, sin embargo el viejo ya intuía algo de todo esto, a la nena le había gustado el término, le había gustado que le dijera putilla y ahora ella se hacia la pendeja preguntando como si no hubiera escuchado, aunque más bien esa pregunta se podría traducir como un dígame más fuerte solo que la nena no quería descarase tanto, reflexionaba el viejo.

-putillaaaa, te dije putilllaaaaa!!!!!, no eres más que una putilla calienteeeee!!! Jejeje- dijo el viejo mandándose otra cornada y pegándole a la nena una sonora nalgada dejándole plasmada su mano con todo y líneas que dividen la palma.

-ayyy, ayyy, ayyyy, aahhhmmm, Don Marceee!!!!- gemía la jovencita sintiendo como el viejo se despegaba de su cuerpo para volver a ocupar su posición detrás de ella, al tiempo que la tundía de nalgadas, de hecho los ayyyy eran producto de cada nalgada que el viejo le daba.

-chiquilla, mira nada más, que culote te cargas, desde que te vi siempre quise nalgueártelo jejeje- decía el viejo comenzando a embestir a la nena a velocidades astronómicas, una gran cantidad de flujo resbalaba y caía en toda su pesada consistencia del sexo de la nena.

-ayyy, de veras?? Don Marce!!!, ayyyy!!- preguntaba la nena, aunque por la enérgica velocidad con que era penetrada se escuchó como si estuviera deletreando la oración.

-si putilla, porque, eres mi putilla?, verdad- repetía el descerebrado, pegándole tremenda nalgada a la nena que le cimbró hasta la columna, el viejo Marce también podía sentir como de la vagina de la nena se desprendían gruesas cantidades de flujo, y, por la manera en que su verga estaba literalmente siendo absorbida por dicho conducto se atrevía a reír degenerado sabiendo que la nena se estaba viniendo.

-aayyy!!! Aayyy!!!, siiii!!!-

-sí que?, putilla- decía el viejo bajando su arrugado y descompuesto rostro para poder lamer a la nena de su tonificada espalda, erizándose ella de toda su piel al sentir la viscosa lengua formándole círculos en su espalda.

-sii… si… si soy… su putillaaa!!!, pero nada más de usteeeeeddd!!! Y cuando juguemos a estoooo!!!- decía la nena, sin embargo para ella esto era producto de algún otro de esos juegos raros del viejo, Cassandrita ya sabía el significado de la palabra puta, pero inocentemente lo referenciaba con algún tipo de juego íntimo con su macho, quien al tener mucho más edad que ella se entendía que estaba más experimentado o sabía más de estos menesteres, ya habría tiempo de preguntarle a Don Marce la finalidad de dicho juego, pensaba la nena, lo que si es que a ella le gustaba jugar a eso, ser la putilla del viejo y hasta se imaginaba que este pelmazo la había comprado o le estaba pagando por estarse revolcando con él, como si en verdad fuera una puta, e inconscientemente esto la hacía moverse más provocativa.

-jejeje, chiquilla nalgona, no me canso de nalguearte!!!, mira nada más que culo (plaafff!!!!, plafffff!!!, plaaffff!!!!), ahhggg, anda, dime cosas sucias, lo más sucio que te salga de tu cabecitaaa- decía el dañino viejo ahora sobándole a la nena sus nalgas, observándolas rojas debido a los golpes recibido pero sin dejar de embutírsela hasta su desarrollada matriz albergadora de óvulos en perfecto estado de desarrollo.

-ayyy, Don Marceee, mi amooor, no sé… qué cosas deciiiiiirrr mmmm- expresaba la nena recibiendo tantas nalgadas como embestidas, por momentos el viejo le tallaba las nalgas solo para que la nena se confiara y las pusiera flojitas para dejarle ir una nalgada de manera inesperada.

-anda, anda, lo primero que se te venga a la mente- dijo el viejo al tiempo que tomaba un buen mechón del cabello de ella para de esta manera atraerla hacia él, Cassandrita sintió el fuerte jalón pero no objetó nada, solo siguió emitiendo quejidos ante las penetraciones del viejo.

Por primera vez la nena era sometida de sus cabellitos por el viejo, el muy sinvergüenza se sentía con los derechos suficientes como para nalguearla y encima estirarle su pelo como si quisiera arrancárselo, pero aun con el rudo trato la nena no se molestó, al contrario, comenzó a mover su culote en círculos, moviendo de esta manera la gruesa palanca del viejo en un mismo movimiento, volteando de reojo para mirar por demás provocativa y retadora al tendero pervertido quien evidenciaba una risa enferma y cariada, su extremadamente fea cara se le había deformado insanamente.

-jij, amor, todo los días… me pongo calzones… solo para que usted me los baje- dijo la agitada nena poniéndose colorada de toda su cara y escondiendo la misma debido a la pena que sintió por decir tan acaloradas frases.

-jejeje, que bonita niña, tan obediente y tan buenota, desde la primera vez que te vi siempre quise darte verga jeje- reía el descarriado mandándose una embestida que casi le mete a la nena hasta los huevos

-uuuumgghhhh, Don Marceeee!!, de haber sabido… aahhhgg!!!, desde ese día que nos conocimos… uuyyy!!!, me hubiera metido a su tienda… mmmm!!, a coger con usteeed!!- la nena era tomada de ambas nalgas y era brutalmente atravesada por el viejo quien le dejaba ir toda su verga manteniendo varios segundos de intensa presión en contra de esa caliente papaya, mientras estos segundos pasaban el viejo hacia fuerzas en su pelvis como si quisiera que su verga se pusiera más larga y más gorda mientras las ondulaciones que ejercían las caderas y cintura de la chamaca se hicieron más enloquecedoras escuchándose como sus nalgas se friccionaban con la gruesa mata de pelos que forestaba la base del miembro.

Fue en eso que el acalorado viejo ya completamente sudado hasta de sus pocos cabellos y casi en las últimas agarró a la nena de sus caderas y dejándose caer él hacia la cama terminó también por derrumbarla, quedando ambos acostados, él detrás de ella y con su hedionda verga bien metida, moviéndose el viejo como gusano para tratar de que la nena sintiera su hombría alojarse muy adentro, y ella meneándose ondulantemente tratando de acoplarse con él, sintiendo en su nuca el pesado y caliente aliento del tendero quien seguía recalcándole lo buena y comestible que estaba siempre utilizando lenguaje burdo que no hacía más que calentar a la chiquilla.

El viejo para tener mejor ensamble tomaba las potentes caderas de la niña y prácticamente estrellaba el culo de ella contra su zona pélvica, ella llevó una de sus manitas para alcanzar la nuca del vejestorio y ladeando su bello rostro se pegaba un buen y asqueroso beso con el pervertido que mas que beso parecía que ambos se lamieran las bocas, ambas lenguas yacían revolviéndose mientras ella suspiraba ante los azotes y el morboso beso a la vez que el viejo la aprisionaba de su vientre y pechos pero sin dejar de ondularse, por momentos el viejo metía su ondulante lengua adentro de la boquita de la nena y esta se dedicaba a chupársela como si de una verga se tratara.

Estando en tan repulsivo beso Cassandrita sufría severas contracciones en todo su cuerpecito, comenzó a revolverse y a temblar como si estuviera recibiendo pinchazos en su cuerpo así como a ondular las caderas para su macho, el viejo en tanto sentía la poderosa contracción vaginal que se ejercía sobre su verga casi siéndole molida en el acto después de haber llevado una de sus hepáticas manos para estimular el ocupado sexo de la nena, para finalmente la nena dejarse ir completita, empapando la sábana con todo y colchón con sus agridulces esencias femeninas teniendo ella que tomar nuevamente el peluche y ahogar su potente gemido en él, mientras el viejo debido al inhumano trato que recibía su verga dentro de esa apretada concha hasta golpeteaba con una de sus manos el colchón como si él fuera un luchador que estuviera rindiéndose voluntariamente después de aplicársele una mortal llave.

Ya era tarde, iban a dar casi la una de la mañana y los padres de Cassandrita aún seguían abajo con las visitas sin sospechar que en ese momento su hija danzaba sugestiva bien ensartada en la verga de un viejo de casi sesenta años, un viejo que casi le cuadruplicaba la edad. Don Marce se había acostado en la cama, boca arriba, mostrando una espeluznante y amarillenta sonrisa peor que la del payaso asesino (Eso) y que haría llorar a cualquier niño de pecho mientras la nena yacía abierta de piernas y ensartada arriba de él, meneando las caderas de manera circular al tiempo que sus manitas recorrían eróticamente su curvilíneo cuerpo desde sus caderas, cintura, pechos hasta llegar a su cabello para revolverlo y lucir provocativamente despeinada, algo que la hacía ver tremendamente afelinada y más por la forma tan sugestiva en que sesgaba sus ojitos mientras miraba penetrantemente a su viejo macho quien lucía sorprendido, calentado y hasta se pellizcaba por la forma tan infartante en que se veía su ninfa.

De vez en cuando la nena bajaba y le pegaba una chorreante lamida al pecho del viejo lleno de pelos en su mayoría canosos, con su lengua jugaba con los negros y boludos pezones del viejo pernicioso los cuales eran rodeados por gruesos pelos negros y canos, la nena también bajaba su rostro con la finalidad de besar el sudado cuello de su amante así como de devorarle su encerillada oreja y pasar sus manitas por todo el pecho de este enredando sus deditos en la parte donde el vello corporal del viejo se mostraba más poblado viéndose en ella una faceta de calentura pura que pareciera sentir cada que recorría con sus manitas las caídas tetillas de su hombre, el viejo en tanto cada que sentía esa viscosa y caliente lengua de su joven y bella amante jugar dentro de su oreja lo ponía como burro así que tomó de su fina cintura y comenzó a ensartarla contra su verga.

La babeante nena estaba ya casi que se desmayaba de puro gusto y más porque recibía suaves caricias en su ano venidas de una de las inquietas manos de Don Marce, hubo un momento en que ambos amantes competían al parecer por obtener la posición de arriba ya que la nena al estar siendo ensartada encima del viejo pronto se vio empujada por este para quedar ahora ella debajo mientras el viejo no paraba de darle duro, pero poco le duró el gusto a Don Marce quien en pocos minutos se vio también empujado por la chiquilla para ahora él quedar tumbado en la cama mientras la nena se ensartaba por sí misma, apoyándose del pecho de viejo con sus manitas y elevando sus caderas con ayuda de su resorte para de este modo una vez en el aire dejar únicamente el glande dentro de ella y así dejarse caer sobre la palanca del viejo la cual casi parecía doblarse mientras la panochita se la iba comiendo.

Pronto la nena quien ya parecía un muñeco de trapo sufría el nacimiento de un orgasmo más, el viejo en tanto también ya no daba más y mandaba sus embates con visible cansancio, estaba a punto de correrse, de hecho algunas tenues gotas de lubricante preseminal revueltas con semen ya habían sido depositadas dentro de Cassandrita, sin embargo el viejo estaba dispuesto a terminar dentro de ella de manera completa.

Fue cuando Cassandrita jadeaba yéndose cortada que el viejo aprovechó su orgásmica vulnerabilidad para empujar a la nena y tirarla boca arriba en la revuelta y húmeda cama pero sin dejar de penetrarla, mandándose feroces embestidas como si estuviera guardándose sus últimas reservas para el gran final, mugiendo él y jadeando ella, sonriendo la jovencita con la lengua de fuera mientras él la tomaba de la cintura y terminaba por hundírsela, y cuando recién había dado un fuerte empujón su verga fue tomada por sorpresa y apretada de tal forma por la vagina de la colegiala que no tuvo otra que derramarse dentro de ella, recibiendo ella todo el oloroso elíxir masculino mientras arqueaba su pecho y pegaba un ahogado grito abrazándose fuerte al muñeco de felpa.

El viejo en tanto pegó tremendo rebuzno en donde casi le es desprendida su vieja y negra dentadura al sentir las copiosas cantidades de esperma salir de su verga disparadas a potentes velocidades, se sorprendía él mismo ya que el primer chorro lo sintió tan abundante que por un momento pensó que se estuviera orinando, incluso sentía que podía haber sido más la cantidad de semen expulsada en ese momento que aquella vez en que casi llenó medio vaso, sufriendo también contracciones cada que un grueso manguerazo amarillento salía de su verga, la nena por su parte sentía como su intimidad se iba inundando de algo caliente, a diferencia de las anteriores sesiones de sexo en donde ella sentía que precisamente algo caliente era lo que la abandonaba, aquí sentía la presencia de una extraña sustancia invadir y llenarle su empapada intimidad.

Sin duda la nena sabía que el viejo se estaba corriendo dentro de ella, o como ella lo entendía, estaba echando la leche dentro, a estas alturas de su edad ya sabía que el semen dentro de ella podía desencadenar consecuencias no planificadas, pero estaba sintiendo tan rico la caliente invasión que sin más se dejó caer rendida ante los brazos de su macho mientras este terminaba por rellenarla, hasta cierto punto el imaginar que podría quedar embarazada a tan temprana edad estaba haciendo que su calentura no bajara, sin embargo, mas por puro compromiso la nena susurraba unas palabras mientras su vagina se colmaba del apestoso líquido.

-noo Don Marcee, no me la eche dentroo… no está usando condón y a mí… me falta para mis días-

Aun así mientras alegaba, la nena con sus ojitos entrecerrados se agarraba con ambas manitas del cuello del viejo quien mostraba una faceta como si le estuvieran amputando el miembro, las muecas que hacia se veían más de dolor que de placer, manteniendo firme su verga y enterrándola lo más que podía cada que un chorro salía disparado de ella, así estuvo el viejo hasta que sintió que su verga no escupía más y cada vez perdía más dureza, sacándola por completo y saliendo reluciente en jugos aunque sin ningún rastro de semen, todo el prolífico líquido se había quedado dentro de la fecunda niña, pero unos momentos después un tímido arroyo blanco amarillento hacía acto de presencia emanando de la cueva de la jovencita, el caliente líquido escurría por la rajita de ella y fue el viejo quien con la intención de limpiarla tomó el muñeco de felpa regalo de Armandito para limpiar tal suciedad, tallando el muñeco en la concha de la nena quien yacía agitadísima y abierta de patas, dejando el muñeco impregnado de semen, sudor y jugos.

Una vez finalizado el ritual orgásmico la nena cerraba sus ojitos, estaba tan agotada que solo hizo por ladearse permitiéndole espacio a su macho en la cama para terminar profundamente dormida, no sin antes, con sus últimas fuerzas y advirtiendo que el viejo se había levantado de la cama, decir:

-Don Marce, no se vaya, quédese conmigo-

El viejo en tanto, todo cansado y desnudo, se dirigió a la puerta asegurándose que estuviera cerrada con seguro así como abrir la ventana y encender un ventilador para que los fuertes olores a sexo se escaparan, para regresar a la cama y arrimarse a su hembra abrazándola y volviéndole a introducir su apestosa verga a semen en el sexo de ella mientras la pareja siguió por unos buenos minutos abrazados comiéndose sus bocas, lamiéndose sus rostros y ondulando sus cuerpos, así hasta que el sueño venció primero a Cassandrita.

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Sábado, 9:30 am…

Con el viento emitido por el ventilador refrescándoles, la desnuda y destapada pareja dormía tranquilamente aun considerando los rumiantes ronquidos y escandalosas flatulencias que el vejete se mandaba y que parecía estarse desfondando, a pesar de todo eso la nena descansaba profundamente recargando su carita en el pecho de su hombre así como uno de sus bracitos atravesando el ñengo10 cuerpo y sus pechos aplastándose en contra de la peluda y morena bola de masa vieja. Sin embargo fue un fuerte jaloneo a la puerta lo que despertó a la joven colegiala, su padre ya se había ido a trabajar así que era su madre quien en su intento por abrir la puerta del cuarto de su hija para despertarla y decirle que bajara a desayunar se encontraba con la puerta atorada con seguro.

-Cassandra!, ¿Cassandra porque cerraste la puerta?!!, abre hija!!- decía la señora al tiempo que jaloneaba y tocaba la puerta, esto despertó a Cassandrita quien modorra se levantaba, pero recuperaba su viveza al darse cuenta de las condiciones de su cuarto, todo desordenado, con su ropa tirada en el suelo junto con la del viejo y encima ese desnudo pelafustán dormido y abierto de patas mientras se rascaba una de sus peludas piernas, sin mencionar su cuerpecito todo pegajoso por el sudor.

-Cassandra hija!!, estás bien??- preguntaba la madre, aun así no obtenía respuesta de su apetecible hija.

-si mamá!!, ahí voy!!- fueron unos instantes después en que Cassandrita lograba recuperar el habla, sin embargo no sabía para dónde dirigirse, por momentos caminaba hacia la puerta pero recordaba su completa desnudez y regresaba a la cama intentando despertar al viejo para después dar de vueltas por su cama buscando sus ropas.

-Don Marce, Don Marce despiértese, mi mamá- susurró la nerviosa chiquilla al tiempo que se embutía y ajustaba su top.

-hija, abre la puerta- dijo la madre volviendo a jalar la perilla.

-vooooy!!!- gritaba la nena poniéndose ahora un cortísimo short de mezclilla tan ajustado que se le metía entre las ingles y por las prisas sin calzón.

-Don Marceee, Don Marceeee- insistía la nena toda alterada y ahora moviéndolo con sus manitas pues el viejo no daba señas de despertar, hasta que para su suerte el pervertido tendero abría  sus ojos, los cuales le costó despegar por el exceso de lagañas.

-Don Marceee, mi mamá, escóndase-

-pero que mamadas de verga chiquilla, ¿Por qué me despiertas?- dijo el desnudo viejo con su cara atascada de grasa y meneando la boca como si estuviera acomodándose los dientes incorporándose pesadamente, sus pesadas bolas así como su rechoncha verga quedaban descaradamente a la vista de la nena quien por un momento desvió su mirada para alertarla al tiempo que apretaba sus muslos y remojaba sus labios notándole un parecido a la trompa de un elefante.

-Don Marceee, mi mamá está a punto de entrar, escóndase- el viejo escuchaba los jaloneos a la puerta, veía la carita de preocupación de la nena aunque también se dio tiempo para disfrutar lo bien que ese shortcito se le pegaba a su cuerpo, con esta caliente visión su glande poco a poco se asomaba alegremente por sobre el prepucio.

-pos ábrele, quiero que me vea aquí contigo, que sepa que dormimos juntos, así me presentas con ella como tu novio y futuro marido jejeje- decía el descarado mandándose una risa burlesca y apoderándose de las nalgas de la nena.

-nooo como cree, ¿quiere que me cuelguen?- decía la nena alejándose del pervertido e intentando mostrarse seria.

-Cassandra, ya mero?- hablaba su mamá, aun esperando afuera.

-vooooy mamá!!- gritaba la nena.

-ande Don Marce, métase debajo de la cama- nerviosa la nena fruncía sus cejas intentando convencer al pedazo de asno.

-ni madres, si no le abres a tu mamacita, le voy a abrir yo mismo jejeje- razonaba el vejete, para esto el prepucio ya se había corrido lo suficiente como para dejar ver la brillosa cabeza del pene, tan brillosa como olorosa a semen.

-nooo está loco, por favor hágame caso, métase debajo de la cama- murmuraba la nena poniendo cara enojada, poniendo sus manos en su desnuda cintura y arqueando su cuerpo un poco hacia adelante, ensalzando su femenina silueta.

El viejo aprovechó que la nena se acercó un poco a él, y con un movimiento extremadamente ágil para su edad tomó a la muchachita de uno de sus bracitos y dándole media vuelta la tiraba boca arriba a la cama, quedando el viejo arriba de ella inmovilizándola de sus brazos con una de sus manos, y de su tronco y piernas con su deforme trasero.

-bueno mi niña, me esconderé, pero si prometes que al rato que vayas a mi casa, mientras estemos cogiendo, me dejarás grabar un videíto entre nosotros jeje, nuestra propia porno mi princesita, si?- decía el viejo sometiendo a la nena mientras la madre de esta realizaba otra llamada.

-queee?, Don Marce usted está completamente loco jijiji, eso nooo, eso sí que noooo- dijo la nena toda roja y friccionándose sus carnosos labios constantemente, por momentos haciendo fuerzas para tratar de liberarse del pedófilo locatario.

-es eso o que tu mami me vea aquí contigo, tú decides cosita, y que sea rápido porque tu mami ya se está desesperando- decía el viejo, para esto el aliento mañanero del holgazán le resultaba un tanto incómodo a la nena, sin embargo en ese momento su mayor preocupación era que su madre ya llevaba varios minutos esperando y no podía dejar pasar más tiempo, sin duda tendría que inventarse algo coherente para explicar su retraso, pero primero tenía que quitarse al viejo de encima y esto lo lograría solo complaciéndolo en su capricho.

-bueno, está bien- dijo la nena.

-está bien que?- preguntaba el mañoso.

-sí, me dejaré grabar jijij, pero que no salga mi cara- condicionaba la nena.

-oquei mi niña, ahora me meteré debajo de tu camita pa´ que tu salgas a abrirle a tu mamita- el viejo se agachaba dificultoso ya que no podía aplastar su deforme cuerpo contra el suelo de manera óptima por lo rígido de su verga, Cassandrita vestida solo con un top y un shortcito en completa ausencia de calzones le abría la puerta a su madre pero interponiéndose ella entre el pasillo por si su progenitora pensaba entrar a su cuarto, no sin antes haber rociado un poco de su spray para pelo en el ambiente así como desodorante en su cuerpo.

-qué ma´?- preguntaba la nena tratando de actuar natural.

-hija, porque cerraste la puerta con seguro?- decía la suegra de Don Marce al tiempo de divisaba todas las esquinas del cuarto de su hija tratando de descubrir de donde emanaba un olorcito raro.

-ay mamá, es que anoche no dejaban dormir con su bulla- argumentaba la nena quien ya había sacado su comestible cuerpo de su cuarto y platicaba con su madre en las afueras de este, siempre cuidando que la puerta no se abriera tanto, la mamá por su parte creía que su hija había tomado la decisión de bajar a comer en esas condiciones semidesnudas así que le recalcó:

-umm, baja a desayunar pero antes ponte otra ropa, ya te he dicho que en tu cuarto puedes andar encuera si quieres pero afuera vístete bien, muchachita, llegan a venir visitas y te ven así, ándale apúrate- dijo la madre retirándose a la cocina.

-si mamá- Cassandra volvía a cerrar su puerta esta vez sin seguro, y mientras revolvía en su pequeño armario tratando de encontrar ropa adecuada el viejo comenzaba a salir de su escondite habiendo escuchado la plática y notando enojo en las palabras de su suegra.

-que tiene la vieja?- preguntaba el vejete quien aún desnudo se colocaba detrás de la nena, observando lo bien que ese shortcito se le ajustaba a las nalgas, de paso aprovechó para tomarla de la cintura tanto como de los hombros, al pobre viejillo no le daban las manos para abarcar lo que más pudiera del cuerpecito de la niña.

-ay, no sé, luego se pone con sus cosas, lo bueno que ya se va- dijo la nena con un tono molesta y sin prestarle importancia a la manera como Don Marce se había referido a su mami, y es que en ese aspecto su mamá era muy conservadora y muchas veces dicho conservacionismo fastidiaba a la jovencita, mucho había tenido que ver su mamá para que esta niña no asistiera a los eventos extraescolares que se celebraban a nivel regional y que involucraban a la población juvenil, mucho tenía que ver en que esta nena no tuviera novio formal.

-a dónde va?- preguntaba el viejo asaltando el cuello de la nena pegándole sus buenas lamidas al tiempo que sus manos se apoderaban de sus pechos.

-al negocio, un negocio de zapatos al que luego me lleva pero no me gusta ir porque me aburro- dijo la nena, para ella ya era muy normal que el viejo la manoseara a su antojo, incluso se quitaba el top luciendo sus tremendos pechos completamente blanquitos enfrente del viejo para ponerse ahora una femenina camiseta más holgada que le llegaba a medio muslo y que dejaba a la vista buena parte de sus hombros.

-ni que fuera yo a salir así,- seguía quejándose la nena, aunque su mamá más bien se lo había dicho por la desacomodada forma en que por las prisas se había embutido el top, luciendo casi tres cuartas partes de uno de sus pechos, razón principal por la que su mami la mandó a cambiarse de ropa.

-umm, eso es interesante, bien podríamos seguir cogiendo aquí sin interrupciones- decía el viejo ahora sobando las piernas de la nena, para esto la chiquilla había conservado su short ya que la camisa era un poco larga y alcanzaba a tapárselo por completo, en ese momento sacaba su cabello por el cuello de la camisa acariciando sus largas puntas las cuales llegaban hasta su cintura.

-jij, Don Marce usted solo piensa en eso- la nena peinaba con sus dedos su negro-azulado cabello después de sacarlo de su camisa y se lo recogía con ayuda de una pinza.

-siii, con solo ver tu cuerpecito quien pensaría en otra cosa, pero seguiremos con el programa- el viejo desnudo aprovechaba que la nena se encorvó un poco buscando unas sandalias para tomarla de la cintura y simular que la penetraba, parecía un perro cuando intenta penetrar la pierna de alguien, y es que a pesar de lo holgada de su camisa esta no podía esconder las medidas del culo de la nena y se pegaba alrededor de sus posaderas.

-que programa?- preguntaba la nena volteándose risueña, quedando frente al viejo, notando su varonil desnudez y depositando sus finas manos en el pecho de este, recorriendo el caliente y arrugado pecho mientras sus deditos se enredaban con algunos de los vellos y de paso viendo con sus ojitos como la verga del viejo se endurecía como si fuera este órgano el que recibiera las caricias, algo que la hizo morderse su labio inferior.

-lo que ya habíamos acordado mi niña, bajarás y le dirás a tu mamacita que te dé permiso de ir a la casa de tu amiguita, mientras la distraes con eso yo me escabulliré por tu ventana para esperarte allá, ahh, vete vestida normal pa´que no te regañe o sospeche, pero quiero te que lleves una muda de ropa muy chiquita escondida en tu mochila pa´que allá en la casa te la pongas, lo más chiquito que tengas jejeje- decía al viejo casi saliéndosele los ojos debido a su calentura, la nena también apoyaba en calentarlo mordiéndole la barbilla, teniendo que parase de puntillas para llegarle mientras pegaba exageradamente su cuerpo con el de él mientras el viejo la tomaba con una mano de la cintura y con la otra de las nalgas, para esto el mano larga le había levantado la camisa.

Don Marce sabía que tenía que escabullirse por el mismo camino por el que había entrado, no podía esperar a que su suegra se fuera y salir campante por la puerta principal ya que sabía que algún vecino podría observarlo y comentar algo al respecto.

-ok Don Marce, allá lo veo- la nena se abrazaba a su hombre, como el viejo estaba aún encuero la nena podía sentir su ya empalmada verga punteándola contra su sexo.

-jejeje, pero antes de que bajes, anda, despídeme con una mamada- dijo el viejo notando como Cassandrita miraba constantemente su miembro, Cassandra volteaba a ver el aberrante instrumento morado oscuro de la cabeza y moreno del tronco, lucia brilloso y apestoso debido a efectos de la corrida anterior la cual nunca fue limpiada, los olores a semen casi echado a perder llegaban hasta la naricita de la niña, aun así la nena se agachaba para complacer a su macho, que más que agacharse se arrodilló, sin embargo le hizo saber al viejo de su falta de higiene genital.

-Don Marce, huele feo… como a pescado descompuesto- decía la nena ya una vez arrodillada y acercando su naricita al manzanesco glande para así emitir sus veredictos en cuanto a la hediondez desprendida por tan asqueroso y pulsante hongo.

-no importa mi niña, tu lámelo, anda, límpiamelo con tu boquita- decía el puerco viejo, la nena sacaba tímidamente su lengüita para saborearse las rancias consistencias del aparato sexual, sabía feo y estaba muy oloroso.

Aun así al paso de un par de minutos ya estaba chupándole la verga al viejo como se debe, haciendo ella su cabeza de atrás hacia adelante en rítmicas y veloces repeticiones mientras los glup, glup eran acompañados de tímidos gemidos y una que otra lamida al glande, aferrando al viejo miembro con una de sus manitas y con la otra acomodándose constantemente su cabello hasta que algunos hilos de saliva comenzaban a dejarse caer por su boquita, así siguió la nena hasta que fue nuevamente llamada por su madre desde la cocina siendo esto la excusa para ella poder dejar de mamar, sintiendo en su aliento las asquerosidades propias de la verga del viejo.

Ya abajo y disfrutando de su desayuno…

-mamá, fíjate que ayer me llamó Lupe, dice que rentó unas películas y me dijo que si quería ir a verlas con ella… hoy, me dejas?- preguntaba la nena dándole un sorbo a su vaso de chocomilk, justo en ese instante un viejo sesentero hacía fuga bajándose con cuidado desde la ventana de su cuarto no sin antes el muy puerco robarse unos calzones de la señora madre pues cuando estuvo debajo de la cama alcanzó a verla de muy buen ver de las caderas para abajo, cayendo al suelo estando ya a punto de bajar pero levantándose de inmediato para emprender su cazcorva huida11 por la parte trasera, carcajeándose por sus pendejadas, sintiéndose adolescente otra vez.

-umm, ya acabaste la tarea?- preguntaba la señora madre.

-ay mamá, ya hice una poca, además apenas es sábado, ándale- insistía la nena, la madre se meditaba su respuesta considerando que la gran mayoría de fines de semana Cassandra se la pasaba encerrada en la casa o a veces aburrida en la zapatería, así que, que mejor que pasara un poco de tiempo con su amiguita quien había demostrado ser también una niña seria y de casa.

-está bien, solo no llegues tarde-

-no mamá-

Para esto la madre de Cassandrita se iba primero, la nena en lo que demoró bañándose, encremándose, planchándose su cabellito y perfumándose casi se le hizo una hora, aun así estando afuera esperando el autobús que la llevara al centro casi es encontrada nuevamente por su madre quien regresaba debido a que había olvidado un encargo a entregar precisamente ese día, cuando la señora estaba abriendo el pequeño portón que servía como entrada al patio de la casa vio a un niño en una bicicleta el cual pasaba cerquita de la banqueta dejando de pedalear en ese tramo para así no circular tan rápido, observándola el joven pero rápidamente quitando la mirada al verse detectado.

Y no solo ahí, cuando la señora entró a la casa, a partir de un pequeño hueco hecho en la persiana pudo observar como dicho niño pasaba nuevamente, volteando hacia la casa, estando la señora a punto de salir fue alcanzada por una de las vecinas a la cual también le debía un encargo por lo que se entretuvo buscando el paquete, estando ambas amas de casa platicando sobre algunos temas triviales en las afueras de la vivienda la mamá de Cassandra alertó por tercera vez la presencia del niño rondando la zona.

-ese niño, van tres veces que pasa nada más mirando para acá, lo conoces?- señalaba la mamá de Cassandra a la señora vecina.

-no, no lo había visto, no es de por aquí tal parece, me pregunto porque rondará tanto?- decía la señora volteando a ver de manera cómplice a la mamá de Cassandrita.

-a que te refieres?- cuestionaba también la mamá de la colegiala.

-ay Rosy te haces mensa, es obvio que ya le echó ojo a tu hija jiji, yo no vería sospechoso que ya te la anduvieran enamorando, lo que yo veo sospechoso es que no sean más de uno los que anden rondando el vecindario, de veras dónde está ella?- preguntaba la vecina.

-salió a ver a una amiga-

-umhh, una amiga?-

-allá ella si me está diciendo mentiras, esa niña, de un día para otro cambian las muñecas por cosméticos y maquillaje, solo crecen para darles a uno mortificaciones- aclaraba Doña Rosalba, la madre de Cassandrita.

-ay comadre, ya hueles a suegra jijiji-

-jajaja, nooo, Cassandra aún es una niña, es mi niña- estando las señoras platicando el niño pasaba por quien sabe cuanta vez, pero en esta ocasión frenaba al llegar al portón, le ponía la pata a la bici para que esta no se cayera y caminaba hasta detenerse en los adornos de hierro forjado de la cerca, ahí tomaba los barrotes con sus manos y metiendo un poco su rostro entre ellos saludaba.

-buenos días!!- saludaba el niño, ambas mujeres se dirigieron hacia él al tiempo que le respondían.

-buenos días jovencito, a quien busca?- preguntaba la mamá de Cassandra.

-buenos días señora, disculpe, de casualidad estará Cassandra?- preguntaba el joven.

-y quien la busca?- volvía a preguntar la madre de la solicitada.

-ahh sí, me llamo Armando, soy compañero de ella en la escuela y venía a verla porque entre los dos tenemos un trabajo pendiente que ya es para dentro de dos semanas y venía a repartir los temas… para empezar a hacerlo porque es mucho- explicaba el muchacho, para esto ya suponía que la señora quien hacía las preguntas era la madre de su enamorada, podía verse en la belleza de la señora quien a pesar de rasguñar los cuarenta aun mostraba de manera convincente que Cassandrita había heredado su hermosura a partir de los genes maternos.

-ahh mira que muchachito de responsable, en cambio esta chiquilla prefirió irse a ver películas con su amiga, queee bonita- la señora ponía faceta de enojo.

-no seño, no es para que la regañe, de hecho ella no sabía que yo iba a venir, solo que pasé a ver si de casualidad estaba- describía el niño.

-salió… y que a ver películas con su amiga, Lupita, a lo mejor esté allá- pronosticaba la señora mientras el niño cada vez se cohibía mas debido a que ambas mujeres no se cansaban de analizarlo con sus pesadas miradas, o al menos el joven así las sentía.

-tiene mucho que se fue?- preguntaba Armando.

-como una hora, más o menos- respondía la mamá de la niña aunque sin saber la hora exacta, solo dando un aproximado.

-ahh bueno, gracias, entonces iré a ver si está allá, con permiso- se despedía el joven pero una vez alejado dos cuadras se detenía orillándose cuidadoso, sacaba su celular y marcaba a Lupita pues algo en todo esto andaba mal, “¿Cómo va a estar en casa de Lupita si Lupita fue la que me mandó a esta hora?”, se decía el niño, oración que no quiso decir a la mamá de Cassandra por razones obvias.

-si bueno, Lupita-

-sí, que pasó?- respondía la nena.

-oye, pasé a ver si estaba Cassandra y algo no me cuadra…-

-¿Qué cosa?, habla más duro que no te escuchas-

-pasé a ver a Cassandra, tal como me lo dijiste, a la hora que me dijiste que se supone se queda sola en casa y me encontré a su mamá quien me dijo que no estaba- repetía Armando.

-pues espérala menso, ha de ver ido a un mandado-

-no, según su mamá, Cassandra está viendo películas… contigo!!-

-queee?-

-así me dijo-

-je… eso no puede ser, yo ni siquiera estoy en mi casa, voy rumbo a verme con Edgar, vamos a ir al cine, en serio eso te dijo?- preguntaba la incrédula Lupita.

Pero si la casa de Don Marce está ubicada enfrente de la escuela donde Cassandra asistía, y bien la niña se traslada a su escuela a pie haciéndose entre quince y veinte minutos caminando cuando mucho, ¿Por qué Cassandrita había tomado el autobús que la llevaría al Centro?, siendo el Centro un lugar muy distante del que había acordado con su “novio”…………

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1 diminutivo de chapudo (a); tonalidad rojiza que aparece en los rostros humanos cuando hace mucho calor, notándose más en las personas de piel blanca.

2 vocablo que denota frustración, asombro, también utilizados: aala o pa´su mecha.

3 hormiga de tamaño considerable cuya mordida es muy dolorosa.

4 dícese del hombre que se comporta como la parte activa en una relación homosexual, en secreto o en sociedad, con el principal objetivo de percibir fines de lucro a cambio de sus servicios sexuales o como simple mozo de compañía, un mayate puede tener una relación homosexual y heterosexual al mismo tiempo y esto no afecta su condición de macho, al contrario, en algunas partes de México pareciera aumentarla.

5 bebida alcohólica a base de caña, aguardiente.

6 desperdicio, platillo consistente en tortillas remojadas en agua de manera que estas se pongan blandas y sean fáciles de despicar para arrojar los pedazos a los puercos o a las aves de corral como alimento, puede ir aderezado con frutas y verduras averiadas o próximas a la descomposición.

7 expresión antigua y ya poco utilizada para decir vi (del verbo ver)

8 diminutivo de quinta o quinto, sinónimo de ser virgen.

9 monosílabo que denota sorpresa o asombro utilizado más que nada por los adultos mayores.

10 débil, sin fuerzas.

11 correr con las piernas arqueadas.

Notas adicionales:

Las áreas educativas y materias opcionales expresadas en el relato como parte del avance reticular de los estudiantes forman parte tanto de la educación secundaria como la preparatoria, juntándose intencionalmente de manera errónea en este relato para facilitar la construcción de algunas escenas.

Ningún pececito resultó herido en la realización de este relato.

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Relato erótico: «MI DON: Mercedes- Mi profesora, Mi Leona (12)» (POR SAULILLO77)

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Hola, este es mi 11º relato y como tal pido disculpas anticipadas por todos lo errores cometidos. Estos hechos son mezcla de realidad y ficción, no voy a mentir diciendo que esto es 100% real. Lo primero es contar mi historia, intentare ser lo mas breve posible.

Sin títuloMi nombre es Raúl, tengo 25 años y lo ocurrido empezó en mis últimos años de Instituto, 17-18 años, considero mi infancia como algo normal en cualquier crió, familia normal con padre, chapado a la antigua y alma bohemia, madre devota y alegre,  hermana mayor, mandona pero de buen corazón, todos de buen comer y algo pasados de peso, sin cosas raras, vivo a las afueras de Madrid actualmente, aunque crecí en la gran ciudad. Mi infancia fue lo normal, con las connotaciones que eso lleva, sabemos de sobra lo crueles que son los críos y mientras unos son los gafotas, otros los empollones, las feas, los enanos….etc. Todos encasillados en un rol, a mi me toco ser el gordo, y la verdad lo era. Nunca me prive de nada al comer pero fue con 12 años cuando empece a coger peso, tampoco es que a la hora de hacer deporte huyera, jugaba mucho al fútbol con los amigos y estaba apuntado a muchas actividades extra escolares, ya fuera natación , esgrima, taekwondo, o karate, pero no me ayudaba con el peso. Lo bueno era que seguía creciendo y llegue muy rápido a coger gran altura y corpulencia, disimulaba algo mi barriga, todavía no lo sabia pero esto seria muy importante en adelante. Siempre me decían que era cosa de genes o familia, y así lo acepte. Como casi todo gordo en un colegio o instituto al final o lo afrontas o te hundes, y como tal siempre lo lleve bien, el estigma del gordo gracioso me ayudo ha hacer amigos y una actitud simpática y algo socarrona me llevo a tener una vida social muy buena. Eso si, con las chicas ni hablar, todas me querían como su amigo, algo que me sacaba de quicio. Pues no paraba de ver como caían una y otra vez en los brazos de amigos o compañeros y luego salían escaldadas por las tonterías de los críos, siempre pensando que yo seria mucho mejor que ellas, pero nunca atreviéndome por mi aspecto a dar ese paso que se necesitaba. Un tío que con 17 años y ya rondaba el 1,90 y los 120 kilos no atraía demasiado, cierto es que era moreno,  de ojos negros y buenas espaldas, pero no compensaba.

Además, tengo algo de educación clásica, por mi padre, algo mayor que mi madre y chapado a la antigua, algo que en el fondo me gustaba ya que me enseño a pensar por mi mismo y obrar con responsabilidad sin miedo a los demás, pero también a tratar con demasiado celo a las damas, y lo mezclaba con una sinceridad brutal, heredada de mi madre, «las verdades solo hacen daño a los que la temen, y hace fuerte a quien la afronta», solía decirme. Una mezcla peligrosa, no tienes miedo a la verdad ni a lo que piensen los demás. También, o en consecuencia, algo bocazas, pero sin mala intención, solo por hacer la gracia puedo ser algo cabrón. Nunca he sido un lumbreras, pero soy listo, muy vago eso si, si estudiara sacaría un 10 tras otro, pero con solo atender un poco sacabas un 6 por que molestarme, al fin y al cabo es información inútil que pasado el examen no volveré a necesitar.

Con el paso de mi infancia empece a sufrir jaquecas, achacadas a las horas de tv, ordenador o a querer faltar a la escuela, ciertamente algunas lo serian pero otras no, me diagnosticaron migrañas, pero cuando me daban ningún medicamento era capaz de calmarme, así que decidieron hacerme un escáner  y salto la sorpresa, Con 17 años apunto de hacer los 18 e iniciar mi ultimo curso de instituto, un tumor benigno alojado cerca da la pituitaria, no era grande ni grave pero me provocaba los dolores de cabeza y al estar cerca del controlador de las hormonas, suponían que mi crecimiento adelantado y volumen corporal se debía a ello. Se decidió operar, no recuerdo haber pasado tanto miedo en mi vida como las horas previas a la operación, gracias a dios todo salió bien y con el apoyo de mi familia y amigos,  todo salió hacia delante y es donde realmente comienza mi historia.

Después de la operación, y unos cuantos días en al UCI de los que recuerdo bien poco, me tenían sedado, con un aparatoso vendaje en la cabeza e intubado hasta poder verificar que no había daños cerebrales. Me subieron a planta y pasadas una semana empece ha hacer rehabilitación, primero ejercicios de habla, coordinación y razonamiento, y después físicamente, era un trapo, no tenia fuerzas y había mucho que mover, pero pasaron los días y casi sin esfuerzo empecé a perder kilos, cogí fuerzas, en mi casa alucinaban de como me estaba quedando y ante esa celeridad muchos médicos me pedían calma, yo no quería, me encantaba aquello, pero tenia que llegar el momento en que mi tozudez cayo ante mi físico , a pocos días del alta, en unos ejercicios de rutina decidí forzar y mi pie cedió, cisura en el empeine y otra semana de reposo total, donde cumplí los 18. Aquí ocurrió la magia, debido a mi necesidad de descansar me asignaron un cuarto y una enfermera en especial para mis cuidados, se llamaba Raquel, la llevaba viendo muchos días y había cierta amistad hasta el punto de que en situaciones en que mi familia no podía estar era ella quien me ayudaba a…..la higiene personal, solía solicitar la ayuda de algún celador pero andaban escasos de personal, y yo hinchado de orgullo trataba de hacerme el duro moviéndome con la otra pierna.

Como os conté en mi anterior relato, ella fue mi 1º relación sexual, y la que me abrió los ojos, el tumor y su extracción me provoco una serie de cambios físicos, perdida de peso y volumen, además de, sin saber muy bien como, una polla enrome entre mis piernas. Pero las situación con ella, no dio para mas, me recupere perfectamente y llego el día de irme del hospital. Después toco poner en  práctica la teoría y Eli, la fisioterapeuta que me estaba ayudando con un problema en el pie, me la confirmo. Ahora era mi profesora y me enseñaba todo lo que se podría necesitar, y con unas amigas llego la magia. Después de mis 2 primeras semanas de aprendizaje y teoría, llegaba la hora del examen práctico. Ahora de mi aprendizaje,  Eli me invito a una fiesta que quiso usar de examen, y se desmadro. Un tiempo después inicie unas vacaciones tórridas con una familiar lejana, acabe desvirgando y abriéndola al mundo del sexo, teniendo que marcharse pero con planes de reencuentro. Pase los últimos meses de instituto tirándome a todo lo que veía.

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Ya he leído algunos comentarios, gracias por los consejos, tratare de corregir, debido a varios comentarios paso a quitar en negrita las conversaciones

Es cierto que quienes sigan la serie, es una lata, pero la 1º parte casi no cambia, con bajar un poco la rueda del ratón se soluciona, de ahí que ponga estas pequeñas anotaciones separadas del resto, Y así los que empiecen un relato sin seguir el orden, tengan una idea general rápida.

Y si, es una deformidad de polla, pero tenia que ser así.

Pido disculpas por los “tochazos” que escribo, estas primeras experiencias llevan mucha información, y es importante a mí entender. Alguno más así y os prometo que los siguientes no serán tan grandes.

Inicio una serie de relatos que detallan los últimos 5 meses de instituto, debido a la cantidad de información y a que muchas de las relaciones relatadas se sobreponen unas con otras en el tiempo, y pueden cambiar de género, los divido, con aclaraciones previas de su contenido.

Aquí inicio el relato donde explico algunas de las reacciones con otras alumnas del instituto.

Pasaron los días y toco volver al instituto, las primeras semanas las pase lacónico y mustio, la vuelta de Ana a su casa y el fin de nuestras sesiones de sexo  me tenían triste, no era por el sexo, si no por la sensación de tener una mujer a tu lado, que te desea tanto como tu a ella y que te reconforta, que calmaba  la fiera que llevaba dentro, y no me refiero a mi pene. Mis notas en el curso eran algo pobres, nunca fui un “listillo” pero siempre sacaba notas fáciles, 6-7 sin demasiado estudiar, la media la sacaba seguro, pero mis padres me dieron un toque, ya no colaba la historia del pobre crío operado, ya estaba mas cerca de los 19 que de los 18 y de la operación, “tenia que prestar mas atención en el instituto”, y a fe que lo hice, esas palabras retumbaron en mi cabeza unos días, ¿Qué me pasaba?, era un chico joven de 18 años, moreno,  de 1,90, de espaldas grandes y fuertes, apuesto, de unos 85 kilos,  con cierta tonificación, sin llegar a marcar músculo, había tenido sexo con penetración con 3 mujeres diferentes, repetidas veces con cada una, había echo de casi todo en el sexo sin penetración con otras 4 diferentes,  alguna de esas ex actriz porno, entrenado y con cierta experiencia, con una polla enorme y  una legión de colegialas adolescentes con las hormonas alteradas ante mi.

Según pasaron los días, la sensación de que estaba perdiendo el tiempo,  crecía en mi interior, llegue a quedar con Eli, que le iba de cine con su forma de llevar el gym,  deseando sexo con ella,  pero no me dejo,  me incito a lanzarme a por las del instituto. Todo indicaba una sola dirección, y fui a por ello convencido de que era lo que se tenía que hacer.

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Bien , una vez relatado todo lo que merecía la pena respecto a las alumnas,  y  aunque pueda quedar un poco pesado en el tiempo y no avancemos, los siguientes 2-3 relatos serán de relaciones en el instituto,  en ese marco temporal de los últimos 5 meses de instituto, pero con profesoras o mujeres no alumnas, al menos no como tema central,  me estoy planteando si hacer  3,  si hacer 2    poniendo la guinda con el relato de mi graduación al final de curso como 3º, o si hacer 3 y aparte el de la graduación, aquello no se si guardármelo para mi disfrute personal. Os informare.

Vamos a jugar con el marco temporal un poco, entre otras cosas por que ya ni recuerdo en que orden ocurrió.

Si, con las alumnas era una casanova, y gane mucha experiencia y lo pase bien, pero me llego a resultar demasiado fácil, era  un depredador al que le ponían la carne despedazada y deshuesada en la cara, y yo quería cazar piezas vivas. Eli me enseño a hacerlo, echaba de menos la emoción, así que en determinados momentos fije objetivos de mayor edad, mas complejos. Obviamente no fue tan fácil ni logre, por mucho,  el numero de alumnas, pero ellas eran hamburguesas industriales,  yo quería restaurantes de 5 tenedores, y allí solo se va cuando la ocasión lo merece. Puedo mencionar que fueron 4 las que me folle, antes de la graduación, de las cuales extraigo las mejores, y otras 3 con las que tuve sexo sin penetración, y por miedo a represalias, no encontrareis el relato de mi directora de 62 años, que hacia el final de curso,  me chantajeo, y para no avisar a mis padres de mis andanzas mujeriegas me obligo a dejarme hacer una mamada y se quito la dentadura postiza para ello. Asqueroso, si,  pero una de las mamadas mas memorables, o el de la profesora de ciencias sociales, una feminista de pro con la que había discutido durante años por su intención de reeducar en la superioridad de la mujer sobre el hombre, y me la termine zumbando solo por hacerla rabiar.

Esta es la historia de algunos de esas damas.

Creo que esta 1º historia la vamos a ubicar a principios de primavera, Marina ya había caído y las 3 primeras chicas después, nada a reseñar en ellas, aun no había empezado a conocerse mi fama, yo era un radar en busca de cualquier cosa que se pusiera a tiro, pero tuve una semana floja en cuanto a chicas, la que salió corriendo cuando se me sentó encima, así que mi mente amplio automáticamente el margen de error. Esta 1º no me resulto muy complicada, tuve suerte, la relato por que me sirvió para abrirme los ojos de cara a mujeres de mas edad.

La profesora,  Mercedes, “merche”.

Paso una semana sin que cayera ninguna,  así que comencé a mirar con otros ojos a ciertas mujeres, una fue la profesora de historia, Mercedes, de 34 años, la conocía desde que tenia 27, me vio convertir de niñato a hombre y luego de hombre a galán después de la operación, siempre se había preocupado por mi, quedaba mucho con mi madre para hablar de mis estudios, y siempre cerraba las charlas con un “vaso a hacer de ti un gran hombre”, era  severa con todos, pero  pese a ello,  conmigo siempre tuvimos un rollo especial, le sacaba sonrisas con mis tonterías que nadie mas lograba y teníamos confianza, fue la que me ayudo en parte con Marina.

Como mujer no había cambiado nada en mi cabeza, era una mujer normal, siempre iba con pantalón y chaqueta de traje, que se remangaba constantemente, disimulando su figura,  camiseta de botones, con zapatos de vestir cómodos, era morena  y llevaba el pelo con coleta siempre, pero la soltárselo siempre me había llamado la atención, lo tenia rizado y si lo estiraba era largo, pero le hacia un melena frondosa, su cara paso de jovencita a mujer madura pero no perdió una belleza nacida de la sencillez, sin maquillar casi nunca, no le hacia falta,  tenia uno ojos color miel de infarto. De su físico era difícil hablar, nunca iba demasiado descocada pero más de una vez al agacharse a hablar con alguien se le veía el sujetador a través de los pliegues de la camisa o los botones, se les veía un tamaño decente,  sin  exagerar, y un culo redondito, con las caderas anchas. El echo de que me fijara en ella, no fue ningún cambio si no en ver en ella algo habitual pero que no le di importancia hasta ese momento, tenia la manía de moverse por clase mientras explicaba, y se iba sentando o apoyando con el culo en los marcos de las ventanas, las puertas, la pizarra, o las mesas de los alumnos cuando quería hablar con alguno en particular, se sentaba en la mesa del de al lado. Lo llevaba haciendo toda la vida, pero un día  se recostó sobre la pizarra con su traje azul oscuro, y después se fue pasando, los chicos a su paso se reían y la señalaban, no entendía por que hasta que se dio la vuelta, se había llenado el culo de tiza blanca, la recorría de lado a lado del trasero, pero nadie la decía nada, siguió dando la clase, pero yo ya no atendía, solo la miraba el culo y veía como con la tiza, el traje oscuro ya no le disimulada nada, aquella señora tenia un señor culo, terminado la clase nos dejaba unos minutos para pasar apuntes y solucionar dudas, al imbécil de mi lado no se que el pasaba pero no entendía nada, y de tanto llamarla, ella se sentó en mi mesa y se agacho para explicárselo a el en persona, su forma de sentarse era normal dejando que su nalgas descansaran, pero vi toda aquella tiza y si hubiera sido un alumna la hubiera azotado allí mismo, con la excusa de limpiarla, pero el pudor me gano la batalla. Al finalizar la clase, me acerque a ella dejando que todos salieran, se había sentado en su mesa.

-YO: perdona Mercedes.

-MERCEDES: ¿dime? y no me llames Mercedes, por dios que me siento vieja,  nos conocemos de hace 8 años, Merche.

-YO: este bien, solo quería ser respetuoso para que supieras que lo que te voy a decir es con cariño y sin maldad.

-MERCHE: dime amor.

-YO: que…….vamos…..te has manchado de tiza el traje.- ella temiéndose algo peor se miro la parte de delante del traje buscando.

-MERCHE: ¿donde?

-YO: bueno….cuando te has puesto en la pizarra…..te has……..sentado, y….- abrió los ojos de sorpresa.

-MERCHE: ahhhhh por eso andaban riéndose estos golfos, que malos son,  y no me avisan, menos mal que te tengo a ti.- se levantó y se retorció sobre si misma mirándose el culo, cuando localizo la mancha comenzó a pegarse azotes y pasar la mano por su trasero frotado con energía, cuando creyó terminar me miro- ¿ya esta?

Me debió ver la cara de tonto mirándola el culo después del trasiego que se había metido ella sola, y se dio cuenta de que acababa de limpiarse el culo adelante de un alumno y le había dicho que le mirara el culo para ver si había terminado de limpiarse. Reaccione al levantar la mirada de su trasero y ver su cara de congestión.

-YO: si si, vamos no ha quedado nada que vea.- reacciono ella de nuevo al ver mi tranquilidad.

-MERCHE: pues deja de mirar y vete a estudiar,  vago- y me dio un golpecito de agradecimiento para sacarme de allí.

Los 2 días siguientes la acose, la perseguía por los pasillos mirándola el culo, acercándome a hablar con ella con excusas baratas y deleitándome con sus apoyos en las mesas de los compañeros, no fui el único pero si el mas atrevido, me pillo un par de veces mirándoselo, a la 3º o 4º  ya me miro con cara de “ya vale”, pero hubo una 5º y 6º.Al finalizar la clase se acerco y me dijo que me quedara.

-MERCHE: oye, siento lo del otro di, no debí hacerlo delante de ti.

-YO: ¿el que?- quiera disimular pero también que lo reconociera.

-MERCHE: ya sabes, lo de la mancha de tiza.

-YO: ah si, no pasa nada.

-MERCHE: no, si pasa, llevas unos días mas tonto de lo habitual, tienes que dejar de mirarme todo el tiempo.- me había cazado, pero fingí una vergüenza que en realidad no sentía.

-YO: bueno, lo siento, es que ya sabes la hormonas,  todo en mi vida va cambiando y no se, llamaste mi atención.

-MERCHE: pues tienes que parar, no es sano que te fijes en alguien como yo, tienes a muchas chicas de tu edad.

-YO: ya,  pero ninguna tan guapa como tu.- lo dije con el tono de broma que solía usar con ella, peor iba directa a su línea de flotación.

-MERCHE: anda tonto, no seas mentiroso, que aun recuerdo como te quedaste embobado con Marina durante el trabajo- se acordaba, no perdería oportunidad.

-YO: jajajja pues si, pero era mas por su parecido a alguna diosa griega, eso tiene su morbo, fue una surte que no…..- y me pare.

-MERCHE: que no,  ¿que?

-YO: nada, tienes razón déjalo, siento haberte molestado. – amague irme sin ninguna intención de hacerlo.

-MERCHE: que no es molestia tontorrón, si mas que molestarme hasta me ha subido el animo, jajajajaja, pero dime, ¿que fue una suerte?

-YO: bueno, veras, sabes como acabo el trabajo, conmigo….

-MERCHE: si, desnudo, vamos en “gallunbos”.

-YO: pues imagínate si….viendo a Marina me hubiera…….puesto tonto, jajaja tendría que haber acabado con un empalme de narices jajajajajjajajajaja – elegí las palabras con cuidado, quería que pareciera un broma, pero ella sabia que yo era capaz de hacerlo, y el hecho de que estuviéramos hablando abiertamente de ello, que recordara aquel momento, que pensara en aquel cuerpo jovial y medio desnudo, en el bulto escondido. Todo en una sola frase, tardo un segundo en responder.

-MERCHE: ya claro, ¿y te hubieras quedado así delante de toda la clase?

-YO: ya me conoces,  podría hacerlo ahora mismo.

-MERCHE: lo que me faltaba, que me vieran con un alumno desnudo en clase, anda tira, y piensa en  eso.

-YO: ¿en que?

-MERCHE: en dejar de mirarme así, que me siento un trozo de carne.

-YO: es que ahora que lo hemos hablado, no se si podré, si ya me he hecho alguna paja pensado en ti frotándote la tiza.- otra frase a la línea de flotación pero esta vez no reí, deje unos segundo de margen esperando su respuesta.

-MERCHE: oye no digas guarradas.- se puso en pie enfadada.

-YO: jajajjja será una guarrada, pero es la pura verdad y  te digo mas, alguno chico mas  también me han  dicho que lo ha hecho.- mentira y gorda, pero quería que se sintiera atractiva.

-MERCHE: ¿mas? No si ahora voy a tener club de fans.

-YO: pues te lo mereces, eres una mujer de bandera y nosotros no somos críos ya.- di un paso hacia ella, eso la puso nerviosa.

-MERCHE: te lo agradezco, y no sabes cuanto, pero no esta bien.- se llevo una mano a rascarse la cabeza.

-YO: ¿te crees que a nosotros nos importa que este bien? Somos adolescentes, nos movemos por impulsos- di otro paso hacia ella.

-MERCHE: si, vosotros,  pero yo no, tengo que mantener unas distancias……- dio un paso hacia atrás pero no había mas sitio.

-YO: pues es una pena, por que por mi cabeza se pasan muchas cosas que podría hacerte para disfrutar. – otro paso, ya estaba cerca.

-MERCHE: ¿si?, pues no va a poder, ser, los demás…..

-YO: me dan igual lo demás, aquí solo estamos tu y yo, llevas 3 idas rondado por mi cabeza, no hay fuerza en el universo que me aleje de ti.- se la veía muy nerviosa, pero no enfadada, le atraía lo que oía,  su barrera moral le gritaba peligro.

-MERCHE: por favor, no me hagas esto, en casa no van bien las cosas, mi novio…

-YO: tu novio es un mierda que tiene una mujer que no merece- di otro paso, estaba encima de ella, mis palabras fuera una lotería, pero acerté de pleno.

-MERCHE: no lo sabes tu bien, pero por favor, para.- lo hice cuando agachaba la cabeza hacia ella, puso una mano en mi pecho para frenarme.

-YO: esta bien, si es lo que quieres, te respetare, me iré y mañana esto será un mal recuerdo, pero solo si es lo que quieres tu, aquí y ahora,  antes, déjame besarte y me harás feliz.- mis palabras calaron, supuso que si se dejaba besar me calmaría y me iría.

Fui haciendo fuerza contra ella, su mano en mi pecho también era firme, pero gracias a mi corpulencia no me hacia falta acercarme tanto y con agachar la cabeza fui acercándome a sus labios.

-MERCHE: esto….no esta bien….no se……- balbuceaba con cada centímetro que me acercaba, la otra mano la tenia pegada a ella, doblada sobre su cuerpo,  debajo de su boca.

-YO: sabes lo que quieres al igual que yo, pero yo estoy dispuesto a jugármela por un solo beso tuyo, y se  que  desde que me viste desnudo después del trabajo me deseas- me lo invente,  pero cuadraba,  su mano en mi pecho cedió.

Junte mis labios a los suyos, con cariño y ternura, ella no se movía pero cerro los ojos, disfrutando, yo no me separe de ella y me mantuve unos segundos, para separe un poco de sus labios dejando que se despegaran  de los suyos.

-YO: dios, sabes mejoro que en mis sueños.- ella se relamió y abrió los ojos.

-MERCHE: y tu que en los míos.- alucine, de chiripa había dado con la profesora que soñaba conmigo.

Sin dudar,  ni dejarla pensar lance otro beso, esta vez ella llevo su mano a mi cara acariciándola, sin apartar la otra de mi pecho, pero ya sin oposición, si no de cariño. Este fue mal largo y ella participo abriendo la boca, me derritió al acabar mordió mi labio inferior tirando un poco de el.

-YO: ay- lo dije para hacerla saber que lo había notado pero  sin dolor.

-MERCHE: perdona, …

-YO: no hay nada que perdonar- tire el 3º beso este ya fue pura pasión, con leguas luchando en terreno enemigo,  y mientras ella me sujetaba la cara yo metía mis manos por dentro de su chaqueta.

-MERCHE: aquí no, nos pueden ver.- era mía, ya no le importaba el hecho, la pasión era mayor que la moral, si no que lo supieran.- dame unos días- me beso de nuevo y volvió a morderme el labio inferior, dios, vaya tontería y que sensación mas agradable acababa de descubrir.

Me hice con todo mi control para alejarme de ella, y salimos de allí, los 3 días siguientes siempre me quedaba a última hora, la buscaba en la clase que fuera, y nos besábamos mientras charlábamos. Por lo visto tenia un novio desde hace 4 años, vivían solos pero el tío era un vago redomado, en paro,  que vivía de ella y con el paso del tiempo no le soportaba, le daba asco tocarle. Por lo que entendí,  en esos días le echo de casa, no es que yo fuera la causa, pero si el detonante, supuse que no le gustaría sentirse sola y por eso mantenía la relación, pero conmigo a sus pies eso había cambiado. Durante las clases mis tirábamos miradas el uno al otro, y gracias al inepto de mi compañero, ella me regala la visión de su culo sentada en mi mesa, al inicio era como siempre pero después arqueaba la espalda, o no apoyaba las nalgas, si no que lo ponía en pompa ante mis narices. Al acabar una de esas clases, siendo ultima hora, me asegure de que nadie nos viera, y me lance a por ella, estaba de espaldas agachada recogiendo unos papeles, le plante mi polla, cuyo tamaño ella ya intuía, en medio de su trasero haciéndola ponerse en pie.

-MERCHE: ey,  ten cuidado que me tiras.

-YO: eso querría yo, tirarme encima de ti y hacerte el amor hasta el amanecer, pero no me dejas, como sigas jugando conmigo en clase,  en una de estas que pongas el culo como lo pones te violo delante de todos.- la metía mano por encima de la camisa.

-MERCHE: que bruto eres jajajja  quieto que nos van a ver.- lo decía pero no se apartaba.

-YO: ya te dije que a mi me da igual lo que piensen los demás, tengo mis limites y estas jugando con ellos- la di la vuelta de forma firme y la bese rabiosamente, doblando su espalda hacia atrás, apretando su cadera contra mi, al separar los labios esta vez fui yo el que tiro de su labio inferior con los dientes.

-MERCHE: dios, no sabes como me pones, tengo clavada tu imagen en calzoncillos, la gente no se dio cuenta pero cuando te peleabas con el otro chico se te marco la polla, desde entonces me tienes loca pensando en ti.

-YO: sabia que ese final te había gustado, pero no entiendo por que seguir esperando, puedo ser tuyo cuando quieras, me tienes alelado, te deseo como un naufrago desea una orilla, o un sediento en mitad del desierto un oasis.- la volví a besar, ya no solo la doblaba la espalda, la movía de lado a lado. Ella se reía entre besos por que casi se caía, pero la tenia bien sujeta.- has encendido un fuego y tienes que apagárlo.

-MERCHE: esta bien, dios, como te pones, este fin de vente a mi casa, el viernes al salir de aquí, tráete algo de ropa, a ver si apagamos ese fuego.

-YO: mas nos vale a los 2 o esto va a acabar muy mal, no aguanto más sentado viendo como te paseas por clase.

Faltaban un par de días aun para el viernes, me desahogue para poder aguantar con una chiquilla que la chupaba bastante bien, pero tenia la imagen del culo de Merche en la cabeza, más que de su culo, de su cintura, de sus anchas caderas. El propio viernes en el descaso la fui a buscar y estuvimos retozando como críos en un cuarto de limpieza con la llave echada, fue la 1º vez que la pude desnudar parcialmente, la abrí la camisa y admire sus tetas, como parecían,  nada desmesurado pero con un sujetador que las realzaban, me lance a besarlos y mordisquearlos, por lo visto el tema dientes y morder, le volvía loca, mientras mis manos se posaron en su trasero, era bando, y una delicia para masajear.

-YO: dios, me la has puesto a romper, o me corro ahora o no llegamos a final del día sin que te salte al cuello.

-MERCHE: yo estoy igual, necesito cariño, sácatela que estoy deseando verla.

Me ayudo a desabrocharme el pantalón sentándose en un cubo, cuando metió la mano para sacarla abrió la boca como si fuera a morirse allí mismo, al sacarla reía, de forma rara, como si acabara de darse cuenta del lío que se le venia encima.

-MERCHE: pero ¿que es esta burrada?

-YO: lo que tú me provocas.

-MERCHE: esto no es calentura, esto es ir bien armado.-  miro mi polla acercando su cara, mientras hacia un suave masaje – madre mía, ¡¡¡donde me he metido!!!

Siguió masajeando pero le dije que así de calmada no pasaría nada, así que aumento el ritmo, con ambas manos, sus tetas se movían debajo del sujetador a ritmo.

-YO: o me la chupas o vamos a estar aquí hasta año nuevo.- me miro ofendida.

-MERCHE: joder con el niño,  si que ha crecido.

Cogió la polla de la base y lamió mi glande, con suavidad, luego se metía en la boca la punta y jugaba con la lengua en mi capullo, para ir sacándoselo dejando que sus labios friccionaran, lo hizo un par de veces, hasta que sus babas rodaban toda la punta, allí comenzó una masturbación feroz lamiendo todo el tronco de mi polla y mirándome a la cara, mi pene era mas grande que su cara, era una delicia verla esforzarse, trataba aveces de engullir  pero no pasaba de 1/3, se ahogaba,  sus manos no paraban, la avise y eyacule en un cubo de basura que había allí.

-MERCHE: y esta ha sido la 1º, me vas a joder el fin de semana.

-YO: esa es la idea, TODO el fin de semana.- me lance a besarla para agradecérselo.

-MERCHE: dios, cálmate que tu ya estas,  pero falto yo y queda 10 minutos.- acepte el reto, la puse de espaldas y baje a su trasero, desabroche su pantalón y de lo baje, ¡¡dios,  que pedazo de culo, que cadera, que piernas!!.

-YO: haré que te corras antes de 10 minutos-  no resistí y apretando, mordí una de sus nalgas a través de la tela, eso la puso a 100 por que se retorció en el aire.

-MERCHE: fóllame,  aquí mismo,  por dios, que me vas a matar de placer.

-YO: aun no, te he dicho que haré que te corras pero vas a tener que aguantarte, no tendrás mi polla hasta las 12 de esta noche.- no se por que se me ocurrió pero me pareció justo hacerla esperar como ella hizo conmigo.

Metí mi boca en su coño, sin mas, desde atrás, levante su culo para tener mejor llegada, lamía su coño empapado por encima, cuando necesitaba respirar,  ya que la carne de su culo me ahogaba, sacaba la  cabeza, besaba una zona y después mordía, cada vez que lo hacia se retorcía su espalda, y volvía a atacar el coño, metí mi mano por dentro y acariciaba por encima el clítoris, cuando lo note abierto metí mis dedos en posición para masturbarla rápidamente el punto G, sacando mi cabeza y pegándola a sus nalgas, mordisqueando si parar, metía mi mano con fuerza,  acariciaba y la sacaba, aumentado el ritmo , ella gemía tratando de ahogar sus gritos, pero se le escapaban con cada mordisqueo, eso la volvía loca y lo iba a aprovechar todo el fin de semana. Antes de que tocara la campana ya se había corrido 2 veces, me empapo la mano, me levante mientras ella se apoyaba en un estante asfixiada. Lleve mis dedos mojados a su boca y ella los chupo encantada, el ultimo,  adivina, lo mordió un poco, haciéndome el daño justo, sin pasarse.

-YO: veo que te gusta morder, eres mi leona y este fin de semana te voy a marcar como tal – ella misma nos había explicado en clase que los machos leones al aparearse marcan  a sus hembras de un mordisco. Eso la derritió en mis manos, tenía el culo lleno de marcas de mis dientes, me beso loca de pasión, pero la obligue a vestirse, teníamos que volver y quería que estuviera desatada  de deseo.

Pasaron las ultimas horas y salí en su busca al acabar las clases, ella ya estaba en la puerta esperándome, salimos como almas que lleva el diablo, me subí al coche con ella, me contó que ni había dado clases, mando repasar y nada de ejercicios ni deberes para tener el finde entero libre, me daba igual, yo solo la miraba con deseo y ella se daba cuenta, en cada semáforo nos besábamos hasta que el de detrás nos pitaba por que ya estaba en verde. Cuando logramos aparcar se me subió encima del asiento del copiloto y nos quedamos allí, besándonos y metiéndonos mano, un buen rato, por fin subimos a su casa, era un piso sencillo de 1 sola habitación y un salón amplio, algo vacío, supongo que por que faltaban las cosas de su novio, o de su ex ahora, me dijo que me sentara un rato mientras se cambiaba y se ponía algo mas cómodo, su definición fue salir a los pocos minutos con una camiseta amplia que le caía por un hombro, sin sujetador  y en bragas, nada mas, estuve muy cerca de levantarme y tirármela allí mismo, pero ella me ayudo a dejarme mas cómodo a mi, me quito toda la ropa y me dejo en calzoncillos, no nos volvimos a vestir mas en todo el fin de semana. Nos sentamos en el sofá, uno al lado del otro,   seguimos el juego de los besos y caricias,  mientras yo la rodeaba con un brazo,  acariciaba su cuerpo con la otra, sobretodo sus piernas, que iba apretando, ella se apoyaba en el sofá con una mano, restregando uno de sus pechos contra mi,  y la otra me acaricia desde la cara hasta el pecho, el veinte o las piernas, cuando la cosa se calentó de mas,  ya tenia a su mano masajeando mi polla por encima de la tela, totalmente dura, sus besos ya eran fuertes y húmedos, con mis manos perdidas pro debajo de su camiseta.

-MERCHE: bueno, ya que estamos aquí, ¿por que no me follas de una vez?

-YO: ya te dije que hasta al 12 no la tendrás.

-MERCHE: aun quedan unas horas, ¿que quieres que hagamos mientras?- la solté el pelo, y cayo sobre su rostro, aquellos rizos le hacían una cara aun mas deseable.

-YO: te voy a comer entera.- diciendo esta la levante para montarla encima de mi, cara con cara y mientras la besaba le quite la camiseta, fue precioso ver como aparecían sus tetas ante mi y al quintarse la camiseta, su pelo cayo sobre sus hombros.

Llevo sus manos a mi cara y yo a su espalda, mientras nuestras pelvis se frotaban, sus movimientos con la boca se volvían más fuertes y  amplios, con su lengua llegándome a la campanilla  siempre que se separaba de mí mordía mi labio inferior. Baje la cabeza para ir por su cuello y cada ciertos besos y lametones tiraba a morder, pero sin pillar nada, par cuando llegué a sus pechos ella gemía de gusto, los trabaje como me adiestraron, masajeando, apretando y lamiendo cada pezón hasta que estaban duros y entonces los chupaba, me sujetaba la cabeza con fuerza, lleve mis manos por dentro de sus bragas, pero no por la zona de los riñones, las metí por debajo, por sus nalgas, juntando y separando a ritmo, de vez en cuando mordía un pezón duro, con cuidado y tiraba de el hasta que por fuerza se soltaba, eso la hacia revolverse de placer. Mis manos profundizaron  y ya acariciaba su coño con la punta de los dedos, estaba encharcada, un par de caricias mas y reventó con un orgasmo sobre mi, vibraba sin control, cayendo rendida hacia mi.

-MERCHE: dios, me vas a matar y no hemos ni empezado.

-YO: ¿que tal algo de matemáticas? ¿Un 69?

-MERCHE: no se, nuca lo he hecho.

-YO: pues por una vez te voy a enseñar algo a ti.- me levante con ella colgada de mi, la puse de pie y con suaves caricias y besos pasionales,  le fui bajando las bragas, agachando mi cabeza,  besando cada parte de su cuerpo, y estando ya aganchado me quite los slips, dejando mi polla apuntándola.

-MERCHE: joder, todavía no me lo creo, quería hacer de ti un hombre y vaya hombre te has convertido.- vi su coño de cara por 1º vez, estaba totalmente rasurado, con la piel roja.

-YO: vaya, parece que alguien se ha afeitado para la ocasión.- se puso roja al verse descubierta.

-MERCHE; es que llevaba mucho bello, hacia mucho que no me…..tocaban.- me pegue  a ella, con mi polla de lado en su vientre.

-YO: pues hasta ahora, por que te voy ha hacer mía.- la volví a besar tan fuerte que se arqueaba la espalda hacia atrás, agarrándola de uno de sus muslos hasta levantarle la pierna contra mi, baje la cadera para meter mi polla en el hueco creado, y quedar así unos minutos.

La note caliente de nuevo, con su coño empapando el miembro, así que me separe y me tumbe boca arriba, ella se quiso poner encima mirando a mi, pero la di la vuelta y quedamos invertidos, el 69, pegue su cadera a mi cabeza y comencé a comerle el monte, de forma dulce y persistente, separando sus labios vaginales para llegar mejor, ella entre espasmos que la producía, agarra mi polla, mas que para masajear, como punto de apoyo, pero tal era mi trabajo que su cuerpo y su mano subía y bajaban sin parar, se dio cuenta y llevando sus dos manos a la base de mi pene,  daba besos y lametones sádicos, me encantaba como chupaba el glande, se lo metía entero y luego se lo iba sacando dejando que sus labios fueran a contra pelo, como era de esperar, llego un punto en que daba pequeños mordiscos a la polla, por el tronco y el glande, eso me volvía loco y estaba apunto de correrme, pero no podía ser yo solo, así que coloque mis dedos, que estaban penetrando, en posición, dando rienda suelta a sus movimientos, acariciando su punto G. Ellas solo se sacaba mi polla de la boca para gemir y gritar, la avise de que me corría, esperando ver cual era su reacción , no fue otra que metérsela en la boca de nuevo, ella gano la carrera, y me empapo la cara de sus fluidos, del temblor que le entro logro que me corriera, la bañe toda la boca, la oí toser, y luego tragar, dios, que suerte tenia. Mire el reloj, aunque daban un par de horas para las 12.

-YO: ¿y si comemos algo sólido? por que estoy harto de almeja – se río a carcajadas, se levanto y se fue al baño desnuda, yo la seguí, y mientas se lavaba un poco la cara y enjuagaba la  boca con agua,  agachada, me plante detrás de ella.- o te vistes un poco o no nos va a dar tiempo.- me miro la polla en el reflejo del espejo, que ya estaba cogiendo cuerpo.

-MERCHE: ¿ya estas otra vez? ¡¡¡Que vigor!!!

Me puse los slips y ella las bragas y la camiseta, si íbamos a cocinar al menos tener precaución de que no nos saltara aceite, ella estaba en la encimera de la cocina troceando  para una ensalada, jugueteaba con un pie rascándose el otro, yo puse la mesa, pero al verla así, me puse detrás de ella, rodeándola y ”ayudándola”, cogió un espárrago y me lo daba a comer por encima de su hombro, reíamos, una situación simple, sensual, excitante. Comimos sin dejar de mirarnos y reír, pero sin decir una palabra, no hacía falta. Al recoger la cena, nos sentamos en el sofá a ver la tv, al inicio a mi lado, abrazándome, pero luego me eche para atrás y ella se sentó en el hueco de mis piernas abiertas, pegando su culo a mi polla creciente, rodeándola por el vientre como mis brazos, mientras ella los sujetaba, esa mujer no solo quería sexo, realmente necesitaba cariño, se acercaban las 12.

-MERCHE: ya queda poco, y no puedo pensar en otra cosa, te necesito, como nunca necesite a nadie.- movía su cadera.

-YO: no te preocupes, no te fallare, seré tuyo mientras quieras.- la apreté contra mi.

-MERCHE: llévame a la cama.

La puse en pie, y la di la vuelta, besándola con ternura, ella se agarro de mi cuello y se me subió encima rodeándome con las piernas, yo la sujetaba por en trasero y sin dejar de besarnos la lleve al cuarto, como no me conocía muy bien la casa nos dimos algún golpecito, ella reía pero seguía besándome, descolgó una mano encendiendo una luz, di gracias por que no veía nada, localice la cama y poniendo en el borde, la deje caer con cuidado de espaldas, mientras caía sobre ella, sin cambiar de posición , con ella rodeándome con las piernas, pero ya con su espalda recostada sobre la cama sin agarrarse a mi, con la cadera levantada, esa visión con ella quitándose la camiseta y sus tetas cayendo hacia su cara, con su pelo expandido alrededor de su cabeza mientras se mordía un dedo,  me la puso dura al momento, y acariciando sus pechos con una mano, estando de rodillas en la cama la cogí con la otra mano de la espalda y la volví a levantar hasta tenerla en volandas encima mía, besándonos apasionadamente de nuevo, ella no tocaba la cama, solo mis piernas, y mi cuello, yo aguantaba todo su peso,  de rodillas en la cama, con sus muslos clavándose en los míos. La acariciaba toda la espalda, notaba como se estiraba y doblaba en sus acometidas a mis labios, como de costumbre después de cada beso largo, mordía, ya la notar mi polla frotándose en su sus bragas se pego a mi echado la espalda hacia atrás de placer, ataque sus pechos, eran una gozada, y sus pezones duros, sonó el reloj, las 00:00.

-YO: es la hora, ¿estas lista?

-MERCHE: si, pero con cuidado, la tienes muy grande y no quiero estropear el momento.

-YO: te tratare como una princesa, hasta que me pidas que lo haga como a una zorra, y créeme, llegaras a desearlo.- mordí uno de sus pezones antes de dejarla recostarse de nuevo sobre la cama con la espalda.

La separe las piernas de mis riñones y  las apoye sobre mis hombros, aun con al cadera levantada, lleve mi mano al elástico de sus bragas y dando besos a sus gemelos, fui tirando hasta sacárselas, al pasar por mi cara vi y olí que estaban mojadas de nuevo, la abrí de piernas,  la moví hacia arriba en la cama, quería  tener sitio para meter mi cabeza en su interior. Mientras ella me agarraba del pelo, separaba sus labios mayores y lamía como un poseso su clítoris, mientras metía mis dedos en ella, estaba muy mojada, muy excitada, se corrió rápido, pellizcándose los pezones. Tire de sus pliegues vaginales con mis labios hasta sacarla gemidos, allí me puse en pie y me quite los slips, ella se fue derecha a chupármela, pero no al deje, la levante y la puse de pie, besándola de nuevo.

-YO: no, por ahora solo quiero que disfrutes tu.- y abrazándola me di la vuelta y me deje caer de golpe en la cama con ella estirada encima de mi, me encantaba esas sensación, ni polla aplastada por su peso, sus tetas en mi pecho y su pelo haciéndome cosquillas en la cara,  ella me besaba el cuello mientras yo acariciaba todo su cuerpo, se éxito tanto que ya se abrió de piernas y busca de ser penetrada, la tenia tan grande que tubo que levantar mucho sus caderas para apuntar bien, y una vez diseccionado, bajo lentamente, notando como la piel se tensaba y se abría paso mi miembro dentro de ella, era cierto que llevaba mucho sin ser penetrada, costo bastante meterla, cada pocos segundos, daba un respingo, se levantaba un poco para coger aire y seguía bajando, yo solo al dejaba hacer, bajo, y bajo mucho, mas de ¾ de mi pene estaban dentro ya, y se quedo así, mordiéndose el labio con los ojos cerrados, dejando que mi polla se adaptara a su interior, y viceversa. Note mucha presión pero que iba disminuyendo. Cuando se sintió segura, subió bastante para volver a bajar, hasta ese punto soltando un grito largo según bajaba, se paro unos segundos y volvió ha hacerlo, esta vez su grito fue mas corto.

-MECHE: me abre, noto como se me abre el puto coño.- me hizo algo de gracia su frase.

Repitió operación hasta que ya entraba y salía de mi con facilidad, gritando,  ya no de impresión si no de lujuria, de vez en cuando se echaba sobre mi para besarme sin dejar de moverse, su ritmo era fuerte y en una de esas se corrió, note claramente el flujo sobre mi polla dentro de ella, cayo rendida sobre mi.

-MERCHE: dios, como lo necesitaba, ha sido mejor de lo que pensaba.

-YO: ¿por que hablas en pasado? Esto no ha hecho amas que empezar.- me incorpore dejándola pegada a mi pecho y agarrando de su cadera la subí y baje fuertemente durante un rato,  ella se calentó de nuevo, me besaba el cuello y jugaba con su lengua en mi oído, mordiendo el lóbulo de la oreja mientras recibía golpe tras golpe, no lograba metérsela todo pero no hacia falta,  estaba disfrutando con al sensación de tirarme a aquella profesora que durante 8 años cuido de mi, y ahora era yo quien cuidaba de ella.

Mantuve el ritmo, incluso aumentado por fases durante un minuto, se volvió a correr pero ya no la di descanso, la subía del todo y la dejaba caer de golpe, gritaba con cada sacudida hasta que noto  que me contraía.

-YO: me voy a correr pero no te preocupes, tengo la vasectomía hecha.- eso la puso a 1000 y ya era ella quien rebotaba contra mí, explote de nervios, dando 2 o 3 golpes finales con cada eyaculación.

Caí de espaldas a al cama con ella pegada a mi y nos quedamos así una media hora, ella besaba mi pecho, y yo olía su pelo, mientras la abrazaba,  sin sacársela de dentro, flácida,  pero con una sensación de gusto indescriptible, eran la 01:30 y agotado me dormí con ella encima y ensartada, supuse que ella también, por que al despertar estabamos igual, pero yo con una erección enorme y ella moviendo su cadera de forma circular, tanto mi polla como ella se habían despertado antes que yo, y ya estaban de fiesta.

-YO: ¿que pasa? ¿No me vas a invitar?

-MERCHE: dios, me he despertado notando como me llenabas, como se inflaba dentro de mi.

-YO: mi cuerpo reacciono solo, pero de forma lógica, como no ponérseme dura con una mujer tan preciosa como tu dentro de ti.

-MERCHE: ya me has tratado como una princesa, ahora quiero que me folles, que me hagas gritar y me marques como tu loba.- me mordió el pecho.

-YO: prepárate.- lleve mis manos en su culo, la levante con la cadera y plante bien los pies en al cama, la sujete para que mantuviera la posición con las manos,  sin mediar palabra bombee su interior, al incoo buscando velocidad, acababa de despertarme, pero con el paso de los minutos, ya tenia un ritmo considerable, notaba como se mojaba por dentro mi polla y como caía fluidos de ella por el tronco, eso solo facilito mis penetraciones que sin ser totales, eran muy profundas.

La postura era inclinada hacia mi con su pelo cayendo sobre nuestras cabezas sin dejarme de besar y mordisquear, en media hora se corrió una,  dos y hasta tres veces, cada una con menos intervalo de tiempo con la anterior, hasta que fui yo quien reventé sobre ella, cayendo agitado y con las piernas agarrotadas del escuerzo, mi pecho subía y bajaba con cada respiración, y con el,   el  torso de ella, que se me abrazaba, con miedo a que me fuera a ir o algo.

-YO: como desayuno no ha estado nada mal, deja que vaya al baño y continuamos.

-MERCHE: vayamos los 2.

Nos metimos en la bañera que tenia,  juntos, acariciándonos y pringados de fluidos corporales, yo orine antes de entrar, (si, la gente mea nada mas levantare, yo al menos.), me puse detrás de ella, de pie, pegándome a su cuerpo,  mientras ella nos mojaba a los dos, nos dimos un buen repaso, mas bien se lo di yo a ella, pase mis manos húmedas y una esponja enjabonada,  por toda su piel y me centre en dejar impolutos sus pechos, luego metí mi mano,  por delante,  en su entrepierna, con la esponja frotaba la parte exterior de su vagina, y estibe así un rato hasta que me calenté, ella también, mi polla ya sobresalía  entre sus muslos, la pringué de jabón también , pero la aparte para profundizar mas, con la alcachofa del agua apuntaba a su vientre y metía mis dedos lo mas profundo que podía, medio limpiando,  medio acariciándola.

-YO: déjame que te folle aquí mismo, o no respondo de mi.

-MERCHE: métemela, métemela toda.

Apreté mi glande contra ella y la introduje, fue mas fácil que por la noche, ya estaba abierta y estaba muy húmeda con el agua y supongo que fluidos que provocaban mis caricias, una vez dentro me sujete a las paredes, percutiendo de forma pausada en su trasero, ella con cada penetración se ponía de puntillas para volver a bajar cuando la sacaba, lo hizo mientras el ritmo era suave, cuando la agarre de las caderas y acelere ya solo aguantaba, gemía y se apoyaba en la pared por miedo a caerse. Yo la sujetaba con una mano en la cadera y con la otra quería atraérla hacia mi , así,  busque pecho o vientre pero se me resbalaba, le lleve a su cuello, o el pelo tirando de el, o en su cara directamente, ella aprovechaba y me mordía los dedos, eso me recordó mi promesa, seguí bombeando hasta sacarla el 1º orgasmo, entonces roce mis dientes en su hombro derecho, no pare de penetrar a buen ritmo hasta sacarla el 2º orgasmo, esta ves mordí la misma zona suavemente, continúe sin parar hasta llegar al 3º, ella ya hacia fuerza contra mi, cuando le llego el 4º sentí una fuente bañándome la pelvis entre gritos suyos y míos,  no paro de gritar y moverse de forma alocada, llegue al punto de no saber si parar o no, pero decidí seguir hasta correrme, a los 45 minutos de meternos en el baño note mis huevos encoger, estaba cerca, tenia que hacer fuerza con los brazos pues ella casi no se sostenía, la eche para ataras apoyándose en mi y yo en la pared de enfrente con una mano, con la otra  rodeaba su vientre. En la misma zona de antes, ya marcada por los dientes, mordí, pero esta vez no fue ni suave ni con cuidado, mordí agarrando, apretando la mandíbula, sin dejar de aumentar el ritmo en el ultimo minuto de mi cadera y notando en mis dientes cada sacudida, ella comenzó a gritar mezcla de placer y dolor, pero seguía haciendo furia contra mi, gritando que no parara, eyacule casi sin darme cuenta, pues seguía penetrándola salvajemente hasta que se corrió de nuevo cayendo casi muerta sobre mi pecho, yo afloje la mandíbula, me dolía un poco,  vi la marca, los dientes bien profundos, la zona estaba roja y morada,  de una de las zonas vi que alguna gota de sangre  brotaba, me acerque a su oído.

-YO: eres una leona y eres mí leona.- se le erizo piel al mirar la marca echa, note en su espalda el escalofrío que la subía hasta la nuca.

-MERCHE: soy tu leona, me da igual que te tires a otras,  donde piso,  jamas deja huella una gata,  pero,  YO SOY TU LEONA. – lo dijo mientras disminuía el ritmo de las embestidas,  pero no paraba.

-YO: lo eres, pero mal hecho, no puedes imponer  normas a tu  macho, puedo cabrearme.

-MERCHE: puse te calmaría a follando.

-YO: no se si lo aguantaras.

-MERCHE: ponme a prueba,  ya noto como me llenas de nuevo.

Volví a acelerar el ritmo, durante una media hora sin parar,  se  a corrió un par de veces, ya caía y se puso de rodillas a chupármela en al bañera, no paro hasta que me saco su ración de semen, sus dientes,  y como los usaba,  eran una gozada, pero tenia que dar una lección a mi leona, me puse de rodillas y la levante hasta volverla a ensartar cara a cara, rodeándome con sus piernas, sin compasión,  la volví a penetrar, al inicio ella se agarraba a mi cuello,  pero ya le fallaban las fuerzas, se recostó sobre el suelo de la bañera con el agua cayendo sobre nosotros,  yo la tenia cogida de los riñones tirando de su cadera para sujetarla y así mi pelvis la percutía sin parar, era mi 3º corrida si que se hizo desear hasta por mi, casi 1 hora estuve así, sus ojos se ponían en blanco, se movía como un peso muerto pero de forma consciente,  dejando que la sujetara por la espalda, arqueando la espalda un montón, hasta apoyar la cabeza en la bañera, perdí la cuenta de las veces que se corrió, alguna me llenaba de flujos y otras no pero note todas en los calambres de su estomago, estaba por reventar así que la levante contra mi pecho, ella era fuego puro, y hacia fuerza invertida contra mi pelvis,  besándola,  acelere el ritmo final hasta que note que me corría, volví a hincar el diente en la zona de su hombro y apreté de nuevo, hasta sacarla un grito de dolor puro, pero seguía rebotando contra mi, unas sacudidas mas y me quede quieto aflojando despacio mis dientes, notando como se separaban de su carne, ya lo tenia realmente morado, con marcas bastante profundas, vi de nuevo sangre, así que chupe la zona hasta que dejo de sangrar. Rugí, tal como recordaba a los leones de  los documentales.

-YO: yo soy TU león, y YO decidiré si te ganas ser  mi leona, y CUANDO lo serás.- asintió agotada, derrumbada sobre el suelo de su bañera, salí  triunfal,  queriendo disimular mi agotamiento y por que ella no estaba segura conmigo en la misma bañera desnuda, podía volver al ataque y una quedaba fin de semana, no quería asustarla.

Me puse los slips y me fui a la cocina a desayunar, estaba famélico, la prepare algo, y pensé, mirando la puerta y oyendo como se movía,  si me habría pasado con ella o no, desde luego se comportaba como si fuera una leona,  y no sabia si mi lección seria bien o mal recibida. Salió del baño y al ver su cara supe que acerté, tenia una sonrisa de oreja a oreja, solo con las bragas puestas, vio la mesa puesta y se acerco corriendo, se me sentó encima  de forma lateral y me beso pasionalmente.

-YO: veo que te ha sentado bien el baño.

-MERCHE: es el mejor polvo que me han echado nunca,  vamos a disfrutar mucho,  siempre que tú quieras, MI LEÓN – casi me arranca al cabeza con sus besos,  no solo no la había cagado,  si no que había dado en el clavo. – dame de comer.

Cogí trozos de fruta y se los acercaba la boca, ella mordía con ganas, tenía hambre, y quería que su macho la alimentara, intercalaba dárselo con la mano o dejarlo en mi boca y que ella me besara para comer, se le cayo un poco de zumo en el pecho, ni me lo creía, lamí aquellas gotas, por limpiarlas, pero la cosa se me fue de la manos y trabaje su pezón como sabia que le gustaba,  antes de que la cosa fuera a mas la deje comer tranquila, pero sin bajarse de mis piernas, ideando en mi cabeza el siguiente paso. Observe la marca en su hombro, estaba morado y congestionado, los dientes ya no se marcaban tanto pero estaban bien visibles en su piel,  bese la zona.

-YO: ¿te duele?

-MERCHE: nada que una buena leona no aguante.

-YO: no eres buena, eres la mejor, pienso hacerte mía cuando y donde quiera.

-MERCHE: claro, menos en el inst……- no la deje acabar, mordí la zona de nuevo con suavidad, entendió la idea mientras sentía el leve dolor- ……donde y cuando quieras.

-YO: así me gusta, lamer tu pezón me la ha puesto dura, quiero hacerte mía ahora.

-MERCHE: ¿ahora? ¡Pero si acabamos de salir de la ducha!, ¡¡¡y me has follado durante 2 horas en el baño!!!- volví a morder,  esta vez con algo de fuerza, sacándola un gemido de dolor ahogado con cierta excitación, esta vez asimilo la idea.- soy toda tuya.

La levante y mi cuerpo con ella, nos quite a los dos la ropa interior, me senté en el sofá arrastrándola de la mano, me senté, la coloque  a horcajadas encima mía, sin masturbaciones previas ni nada, ya notaba su coño mojado, dirigí mi polla a su coño y se el metí hasta lo mas que dio, ella grito de pasión, estaba sumisa pero disfrutando, trabaje sus tetas para tenerlas totalmente excitada,  ella sola comenzó a subir y bajar por mi barra de carne.

-YO: quieta, no te he dado permiso para que te muevas.- se quedo pillada, pero con una sonrisa en la cara.

-MERCHE: perdona.

-YO: esta bien, pero me has faltado al respeto, eso exigirá un castigo a partir de ahora.- yo no se que basura me entro en la cabeza, me comportaba como un autentico imbécil, como un jefe de tribu déspota y egocéntrico, pero a ella le encantaba, lo se por que aun asintiendo, volvió ha hacerlo.

-MERCHE: ups, perdona, fue sin querer – su tono y como se mordió el labio,  los cojones, ¿quería castigo? pues se lo iba a dar.

-YO: eres una leona rebelde, voy a tener que enseñarte a pollazos como comportarte ante tu macho.- en mi puta vida creí que diciéndole eso a un chica,  se le iluminaría la cara, pero allí estaba,  pasando delante de mi.

Agarre firmemente  su cintura y haciendo hueco para mi pelvis, la subía y la bajaba con calma hasta dejar que su interior hiciera espacio, cuando note que vibraba de pura pasión subí y baje mi cadera, para coger ritmo, a contra dirección con ella, no tocaba el fondo de su útero pero tampoco la penetraba del todo, estuve así una hora, se corrió varias veces, cambiaba de posición el cuerpo buscando una comodidad que no le concedía, gritando como una loca, cuando se echaba sobre mi yo lamía y chupaba la zona amoratada en su hombro mientras ella se derretía,  hasta que me corrí en ella.

-YO: no ha estado mal como calentamiento, ahora date la vuelta-  se fue a poner el pie- no, te he dicho que te des la vuelta,  no que te la saques de dentro, venga que te ayudo- la eche hacia atrás y la sujete la piernas, pase una por encima de mi, levantando su cuerpo,  girándolo sobre el eje de mi miembro dentro de ella, ayudo que después de la eyaculación estaba algo floja,  hasta quedar de espaldas a mi-  recuéstate sobre mi y mueve las caderas sin ayuda de las manos,  hasta que se me ponga dura otra vez.

A estas alturas ella no hacia nada que yo no le pidiera, era agotador tener que pensar en todos su movimientos pero era excitante verla seguirlos al pie de la letra. Movía su cadera de forma circular, sin apoyarse en nada y sin que yo la ayudara lo mas mínimo,  buscando con su cara mis labios pero sin hacer nada, solo cuando yo giraba la cara y la besaba ella correspondía y se movía, cundo acababa me regalaba su mordida en mi labio inferior y se quedaba en esa posición hasta que yo volvía a por ella. Mi pene estaba ya duro, la ordene que subiera y bajara su cintura, solo apoyándose en su piernas, así que se puso medio en pie, sin sacársela,  obedeciéndome,  subía y bajada su cadera, al inicio solo eso, pero fue acelerando el ritmo hasta que la piel,  los músculos y su carne iban en contra dirección a sus movimientos, se corrió una par de veces en la siguiente hora, pero yo no decía nada así que ella no paraba ni descansa, la notaba flaquear pero en mi mente estaba clavado el numero 3, hasta que no llegara no la ordenaría parar, ya no tenia fuerzas para aguantar ella sola así que se dejaba caer y aprovechaba la inercia para volver a levantarse, llego su 3º corrida, y cuando note sus ultimas fuerzas la ordene parar y caer sobre mi.

-YO: bien, vas mejorando, pero ahora te voy a follar fuerte, no como antes –no sabia si podría siquiera,  pero quería que su mente pensara que lo de antes no era mi tope,  y para tenerla totalmente sumisa – y además deseo que sea por el culo.

-MERCHE: pero yo nunca me he dejado por….- era la 1º vez desde que empezamos que rechistaba, y me tenia que asegurar de que seria la ultima,  mordí de forma fuerte su hombro, hasta volver a sacarla sangre y se retorciera sobre mi, su grito  fue sonoro,  pero no de dolor,  si no de excitación, la empuje y cayo hacia delante para quedarse en el suelo a 4 patas,  pensó unos segundos y poniendo el culo lo mas erguido y en pompa posible,  ya por su cuenta, se giro para mírame a la cara – hazlo.

-YO: no se si te mereces ese honor. .- puse cara de no estar del todo conforme., ella se apoyo en la mesa y se lleve las manos a las nalgas abriéndose lo máximo posible.

-MERCHE: ábreme el culo, concédeme ese honor, MI LEÓN. – ¿honor?  ¡¡¡Estaba ofreciendo su culo virgen a una polla descomunal y aun así me las ingenie para que rogara por ese honor!!!

-YO: esta bien, pero como me vuelvas a faltar al respeto, me respondas de mala manera o me desobedezcas,  me busco a otra leona, una  que merezca la pena. ¿Asiente si lo has entendido?- lo hizo con gesto amplios y rápidos.- esta bien, voy a ser benevolente contigo,  lo haré con cuidado, y en el instituto harás lo que yo te diga,   me ocupare de que no te perjudique en nada, ¿me oyes? Que tipo de macho no cuida de su hembra.- no quería que perdiera su trabajo ni mucho menos que yo perdiera a aquella joya,  y sobretodo,  que ella lo supiera.

Me puse de rodillas detrás de ella, y llevando mi mano a su coño, empape bien de sus fluidos abundantes mis dedos,  los restregué por su ano, la sensación la hizo dar un espasmo,  con cada caricia daba un espasmo, pero callada, sin dejar de separarse las nalgas, cuando la note preparada hice presión con el dedo meñique, ella se iba hacia  adelante según empujaba así que gruñí, como un perro enfadado, ella entendió y se quedo quieta, al final entro el meñique y dio un golpe en la mesa.

-YO: para que veas que te quiero, te dejo que grites.- era increíble que aquellas palabras lograran aquellos objetivos.

-MERCHE: ¡¡¡dios!!!! Muchas gracias mi león, joder, ufffffff.- respiraba de forma animal, por la boca, haciendo un ruido sordo al salir el aire.

Continúe haciendo presión con el dedo hasta meterlo entero, ella seguía gritando, y deje allí el dedo hasta que note como su ano se dilataba, ella se tranquilizo un poco, pero no la deje demasiado, movía mi dedo dentro de ella, haciendo espacio, no se si la dolía pero la hacia retorcerse sin gritar, cuando vi que ya entraba fácil cambie de dedo y metí el corazón, otro golpe en la mesa y otra obscenidad gritada, mismo proceso, movimiento, dilatación y luego comencé a sacarlo y meterlo de su interior, del todo, para que fuera abriendo su ano lo mas fácilmente posible, sus gritos de dolor, se fueron apagando, ya su piel no estaba tirante, si no relajada y se movía al ritmo de mi dedo, estibe así 10 minutos en los que ella ya era quien llevaba el ritmo, chorreaba por el coño,  medí con pausa y en un gesto metí el índice también, no hubo golpe en la mesa pero si improperios,, los deje así , los 2 prados en seco, dejando que se adaptara, cuando note menos presión seguí perforando con los dedos el culo de mi leona, el procediendo igual, 10 minutos en que paso de gritar a metérselos ella sola,  disfrutándolo, yo rozaba con mi dura polla su coño,  embadurnándolo  bien.

-YO: te doy permiso para pedir que te la meta por el culo cuando estés lista.- fue una forma barroca de pedirle permiso sin que lo pareciera.

-MERCHE: déjame así un rato, dios, como lo disfruto, no pense que seria tan……excitante, tan divertido, tan placentero, me estas abriendo el culo y me encanta.

-YO: ves como tienes que hacer caso a tu macho.- asentía mientras se percudía ella sola con mis dedos, estaba bastante dilatada y si no me daba permiso seria yo quien diera el paso.

-MERCHE: esta bien, creo que ya puedes………..- la corte de raíz.

-YO: ¿me estas dando permiso? – no podía dejar que retomara una relación de iguales.

-MERCHE: disculpa mi león, le ruego perdón, y como tal,  no te pido, te imploro que me folles el ano con tu enorme polla.

-YO: no me vuelvas a fallar – saque mis dedos y dirige mi glande a su entrada – ahora,  por no saber comportarte,  no te voy a dejar que grites hasta que no me corra dentro de ti, así que si te duele, no grites, acelera el ritmo para que eyacule y así puedas gritar ¿ME HAS OÍDO?- asintió con pena en los ojos, aceptando su castigo.

Apreté fuerte y el glande entro limpio, había tajado bien la zona, y no note mas que un espasmo en ella, lo volví a sacar y lo volví a meter, mismo resultado, repetí hasta que salía y entraba sin fricción ni reacción  alguna, entonces al meterla apreté mas y le metí medio nabo de golpe, casi se le escapa un grito pero se tapo al boca con la mano, su piernas temblaban pero no se movía, agarre su cadera y fui sacándola de mi hasta el glande para volver a forzar hasta meterla ¾ , podía oirla sollozar, pero no gritar, se había metido el puño cerrado en la boca, desde esa posición inicie un movimiento circular, esperando que su ano se expandiera y dejara de abrasarme la polla en su interior, estuve así mas de 20 minutos ella se saco el puño de la boca, se tranquilizo y empezó a disfrutarlo, su coño se mojo de nuevo, lo note en la huevos, así que con todo preparado la avise y saque la polla de golpe, para arremeter una sola vez,  fuerte, se tuvo que volver a meter el puño en la boca, lo hice otra vez y se le oyó un gemido de dolor, a la 3º ella mordía con fuerza la mano, pero no me pare por ello, con cada ida y venida aceleraba el ritmo, su ano se fue relajando y la fricción se iba haciendo mas fluida, llego un momento en que se la estaba metiendo toda por el culo y de ella solo se oían respiraciones fuertes y gimoteos de pasión, saco su mano de la boca para apoyarse en la mesa ante mis acometidas,  vi la marca de sus dientes y sangre, me sentí orgulloso de ella y le regale un ritmo bestial, quería correrme rápido como recompensa, y así ocurrió,   15 minutos después con ella corriéndose con un orgasmo tras otro eyacule en su interior, dándola una cachetada fuerte en su culo, y agachándome a morder suavemente su hombro.

-YO: ya esta,  así se  comporta una leona normal,  has logrado que me corra, así que ya puedes gritar.- espera una reacción similar a las anteriores. Giro su cabeza mirándome,  con los ojos rojos de haber llorado pero llenos de lujuria.

-MERCHE: ahora ya no me hace falta mi león,  te ruego que me vuelvas a follar por el culo hasta poder sacarme los gritos a golpes.- me sentí el hombre mas afortunado sobre la faz de la tierra.

-YO: así habla una leona de verdad, una que merezca  llamarse mía.- vi orgullo y amor propio en su mirada.

-MERCHE: párteme el culo otra vez., por favor.

Se lo volví a partir, y esta vez llevaba mis manos a su coño, frotando, masturbando y metiendo mis dedos en ella, durante otra hora estuvimos así, se corrió tanates veces que desfalleció sobre la mesa, gritando que no parara, que quería mi semen en su interior, los vecinos tenia que estar oyendo todo aquello,  paro yo no pare hasta correrme otra vez en su interior, la levante contra mi pecho sujetándola de la tetas,  sin parar de rebotar en su trasero, y al eyacular mordí de nuevo su hombro,  esta vez de forma bestia, para arrancarla un grito de locura.

-YO: así es como follan los animales que somos, así no te dejaba tu ex ¿verdad?

-MERCHE: no mi león, ni de lejos, le ruego que me dejes descansar o no podré seguir complaciéndote sin quedar inconsciente.

-YO: te lo has ganado de sobra…… mi leona.- esas palabras la llenaron de dicha, se había ganado  ese nombre, y lo suyo le había costado.

Su cuerpo era inerte, estaba consciente pero no se movía, así que le saque mi polla, con machas de sangre en la punta, y algunas gotas de sangre y semen cayendo del tremendo agujero que tenia en el culo, la cogí en brazos y la lleve al baño, la limpie con cuidado y cariño, la duche de nuevo y la limpie bien por dentro, salió sangre, bastante,  de su culo, temí haberla desgarrado algo, la saque de la bañera, la sequé con cuidado, cogí una pomada vaginal que me indico con la mirada, la extendí por todo su coño y su culo, de forma cuidadosa, luego le puse unas bragas y la camiseta, cure la herida de su mano que se había hecho por obedecerme, y luego una pomada en el hombro, la lleve en brazos a la cama y allí la tumbe, ella me miraba a los ojos, vi como  su cara de desesperado agotamiento cambiaba por amor tierno,  ante mis cuidados, la deje allí sola, descansando.

Me fui a la ducha, abrí el grifo y me quede allí bajo el agua,  un buen rato, repasando todo lo ocurrido, dios, estaba al limite de mis fuerzas, pero no quería que ella lo supiera, estaba agotado, con la polla dolorida, calambres por todas partes, temblores en mis músculos, llegue a tiritar pese estar debajo de agua caliente, salí por miedo a que me mareara en la bañera, me seque rápidamente y me puse los slips, sentándome en el sofá, estaba todo perdido de manchas , flujos vaginales, semen,  sangre, babas  y sudor, recogí un poco todo aquello sacando fuerzas de donde no había, y como algo, ya había pasado la hora de comer, habíamos estado toda la mañana , desde las 10:00 que nos despertamos hasta las 17:00 que la deje en la cama,  follando casi sin parar, me prepare un bocadillo y me lo comí  con voracidad, bebí un montón de agua,  me recosté en el sofá y quede dormido por agotamiento. Me despertó un ruido, abrí los ojos,  eran las 22:00, mire y vi la puerta del baño cerrada, me levante y mire en el cuarto, ella no estaba, se había ido al baño derecha, prepare algo de comer y beber, mi cabeza le daba vueltas a como seria la reacción de ella al salir, ya era en frío, sin sexo de por medio, ¿se abría molestado?  Salió del baño y me vio preparando la mesa, corrió a abrazarme por detrás.

-YO: hey, ten cuidado, ¿como estas?- pregunté querido adivinar mas sus ideas.

-MERCHE: llena de vida, mi león, me has hecho la hembra mas feliz de la selva.- sonreí, la partida continuaba, le gustaba ese rollo, así que tome el papel de macho dominante de nuevo.

-YO: venga,  siéntate a comer tranquila, la reina de la selva se lo merece.- ella entendió que yo también quería seguir el juego, y río de felicidad, se sentó y devoro la cena, igual que yo bebió mucho agua.- sabes, te he dejado descansar por que te lo has ganado, pero no esta bien que un león duerma solo, esta noche dormiremos juntos.- ella quiso aceptar, pero recordando la mañana que le había dado, y el tono de mi frase, sabia que aquello no era una petición, si no un aviso de lo que iba a ocurrir.

-MERCHE: será un placer,  siento que no hayas dormido conmigo ahora, me has dejado muerta y no he podido rogarte que te quedaras,  me siento mal por no poder colmarte durante mas tiempo, pero te juro que con el paso del tiempo  aguantare mas, si decides seguir honrándome.- sus ojos decían al verdad, yo mantuve la cara de póker, realmente se  trago que yo  había quedado insatisfecho cuando en realidad estaba  casi muerto como ella.

-YO: eso no  lo dudes, te has ganado el derecho,  tú sola, de ser cubierta por mí.- sabia que eso la gustaba oírlo, al inicio de la mañana iba de leona dominante y prepotente,  durante el sexo se había dado cuenta de su inferioridad ante mi, y termino a esas alturas de la noche totalmente dominada y mojándose las bragas por oír que se había ganado ser follada así de nuevo.

Las siguientes 2 horas fue una marioneta, un robot guiado por voz, me seguía, y hacia todo lo que yo le ordenaba, al principio jugaba haciéndola saltar o cantar o bailar, reíamos pero luego la ordenaba cosas subidas de todo, la 1º desnudarse, y la 2º chupármela hasta que me corriera, volver a chupármela con el semen en la boca hasta volverme a correr y entonces,  que se lo tragara., luego que se masturbara ella sola hasta correrse, yo hacia que no la miraba pero como no hacerlo, seria un juguete sexual obediente pero era una pedazo de mujer. No aguante mas y la cogí en brazos para llevarla a su cuarto, allí la tire de mala manera la abrí de piernas y me la folle durante una hora hasta correrme yo, las suyas ni las conté.

-YO: ahora vete a ducharte, ven oliendo a flores e impoluta y me vas ha hacer un pase de modelos con toda tu ropa,

Lo hizo volando, volvió con el pelo mojado, totalmente desnuda, se puso unas bragas y mientras yo me sentaba en al cama masturbándome, apareció vestida de mil maneras, la que me la termino de poner dura, aparte del disfraz de gata,  fue vestida como iba al instituto.

-YO: ponte solo la ropa interior más sexy que tengas.

Pensó unos segundos y rebuscando saco una caja del fondo del armario, salió,  al volver se presento una diosa de los años 20 ante mi, blanco color hueso,  de arriba a bajo, corpiño ajustado que caía por debajo de su culo, había visto a mujeres pro la calle de fiesta con vestidos que tapaban menos,  le hacían unas tetas y una cintura de escandallo, medias altas con ligeros y un tanga por encima de ellos.

-YO: ponte los tacones mas altos e incómodos que tengas, hazme un baile, sensual, despacio, que me de tiempo a deleitarme con mi leona, oblígame a saltarte al cuello.

Así, lo hizo se puso unos zapatos con unos tacones de aguja enormes, se le doblaban los tobillos al andar pero no por lo dejo de bailotear, dios, la imagen de su culo valía  para paja, el corpiño  le tapaba parte de su trasero, pero se lo hacia aun mas deseable, la sensación constante de que en cualquier movimiento se le vería me calentó, y mas cuando lo noto y lo uso a su favor, aun así no quería entrar en batalla con el arma media cargada ya, seguí admirándola hasta que me corrí, ahora si, aproveché una de su vueltas para atacarla dejándola de espaldas a mi, contra la pared, me lance su hombro y mordí con pasión.

-YO: aquí esta tu león.- gimió de gusto pese a que el mordisco era tan fuerte que debió dolerle, todos eran así ya.

Le quite el tanga,  que al estar por encima de los ligeros no fue difícil, lleve sus manos atrás, y la espose atándola con el tanga, tal como estaba se la metí por el coño, estaba empapado no fue difícil, estuve media hora,  sacándola 2 orgasmos, sus piernas sobre sus tacones flaqueaban y decidí usarlo, sin sacarla de ella me senté  en la cama, y tire de su cuerpo para atrás, lo justo para que se venciera pero no lo suficiente para caer,  moje bien mi polla y la lleve a su ano, que apretando un poco metí el glande, ella temblaba,  la ordene que subiera y bajara, lo hizo sin queja alguna, estuvo haciéndolo con cuidado mientras alguna lagrimilla caía de sus ojos peor sin gritar, gimiendo de gloria, de vez en cuando le fallaba un pie, pero la tenia sostenida, cuando su flaqueza ya era evidente quite mi apoyo y a la 2º  intentona paso lo que tenia que pasar, le fallaron los dos tobillos, y cayo a plomo empalándose ella sola toda mi polla por el culo, soltó un grito de desesperación, intentando levantarse, pero teniendo las manos atadas por detrás y sin un apoyo firme en los pies, al poco de levantarse volvió a caer a plomo, deicidio que era mejor quedarse así,  yo no.

-YO: a que esperas, sácatela.

Lo volvió a intentar un par de veces, pero el resultado siempre era el mismo,  cada poco desistía, pero yo gruñía y lo volvía a hacer, lo hizo tanates veces que se corrió, y eso no ayudo a poder levantarse.

-MERCHE: quiero obedecerte mi león, pero me es imposible, si es lo que queréis ayúdame, lo suplico, pero   imploro que me folles así.

-YO: lo mejor para mi leona.

Agarre su cintura y la levante los suficiente para que se pusiera en pie, le quite los zapatos, mas que nada por que no se doblara un tobillo, y la volví a ensartar por el culo dejándola caer a plomo, agarrando de sus cartuchera la levantaba y bajaba arrancándola gritos de placer, orgasmos y alguna corrida con fluidos salió disparada de ella, yo seguía dándola lo mas fuerte que podía, ya solo la mantenía la dirección con las manos, la fuerza de levantarla la hacia con la cintura, perforándola con toda mi polla, 40  minutos después me corrí salvajemente, los botes finales de ella la hacían salir y entrar completamente de mi, del ultimo,  quedo en pie directamente, la cogí la mano y dándola la vuelta la tumbe sobre mi, restregando mi polla flácida entre sus piernas y ligeros, besando encarecidamente, después de morderla la marca, asumí que para mantenerla controlada cada eyaculación mía debía ir seguida de una mordedura allí, así que siempre lo hacia.

-YO: como mi leona has de saber que esta posición que tenemos ahora es la que mas me excita, recuérdalo, y me harás feliz.

-MERCHE: vivo por hacerlo, te ruego que me vuelvas a follar otra vez.- mordía mi mentón al hacerlo. Yo la  agarre por la cintura y la restregué contra mí, hasta que mi polla se volvió a poner dura.

-YO: ábrete de piernas, y metete mi polla en el coño.- lo hizo, sin moverse de esa posición.

Agarre su trasero y sin despegarla un ápice de mi,  la subía y bajaba por mi cuerpo acelerando cada vez, besándonos y mordiéndonos el uno al otro, pronto llego su corrida y con ella le di una bofetada en el culo, seguí tirándomela hasta la 2º y ahora otra bofetada en el otro lado, con cada golpe ella se estremecía, dios, le iba el sexo duro, la levante con la cadera y allí tome el mando del ritmo, perforándola sin piedad, con un orgasmos continuos,  gritaba sin parar, empezaba bajo, e iba subiendo hasta que no podía mas, cogía aire y volvía a empezar, otra hora así y con ella rendida a mi me corrí de nuevo,  y mordí de nuevo, solo con es gesto final se corrió ella.

-YO: vamos mi leona, aun queda mucha noche.

La coloque de lado metiendo mi polla flácida entres sus muslos, y besando el hombro castigado,  no tarde en empalmarme, la levante la peina y emita mi polla por detrás, a lo cuchara, baje su pierna y agarrándola las tetas la bombee, alternativamente su coño y su ano,  aquí ya perdí la noción del tiempo y de las corridas, lo hice hasta desfallecer, calcule después que fueron unas 2  horas y media,  sin parar, me corrí unas dos o tres veces y ella ni lo se y ni me importa, paso de disfrutar a rogar que parara y a callar y recibir como una campeona. Caí boca arriba, respirando   duras penas, ella hizo lo mismo, me miro.

-MERCHE: hoy no te vas a quedar con ganas de mas- arrastrándose como pudo se puso encima mía de nuevo, como le había dicho que me ponía,  besándome de forma torpe,  no coordinaba, pero su insistencia me la puso gorda de nuevo.

-YO: como quieras, pero ya te he dicho que esta noche dormimos juntos, esto no acabara con un polvo más.

-MERCHE: lo se.- con gran habilidad se dio la vuelta sobre si misma sin bajarse de mi, se abrió de piernas y se llevo mi polla a su ano, apretó y se le metió, yo fuera de mi por sus ganas de complacer, no podía ser menos.

Levantado su cuerpo, inicie un vaivén rapidísimo, tan calientes estabamos que en 10 minutos se corrió ella y yo en el 20, pero no pare hasta volveré a correr 30 minutos después, ella ya no se sostenía, subía y bajaba por que mi cuerpo lo hacia, estaba inerte de nuevo,  pero no pedía clemencia, si no mas ritmo, y yo se lo daba. Termine una hora mas tarde, sin fuerzas,  eyaculé otra vez y como en todas,  la mordía con fuerza el hombro.

-YO: te felicito, casi colmas a tu león.- ¿casi? Estaba por vomitar del esfuerzo,  cayo rodando hasta acabar tumbada boca abajo.

-MERCHE: mas……….dame………..mas, dame hasta que estés satisfecho, no te preocupes por mi- alucine, esa leona pedía mas y yo no tenia de donde, pero no podía quedar como un mentiroso.

Me gire quedando encima suya, coloque mi polla entre sus nalgas y empuje hasta metérsela por el coño, estuve una hora, penetrándola, de forma lenta y cansada, se volvió a correr, pero ya ni gritaba ni se movía, solo se notaba por que me mojaba la polla, me corrí otra vez y caí sobre ella, estaba medio morada así que con últimos gestos la desabroche el corpiño, se lo quite, mordí sin fuerza su hombro  y la abrace, quede así dormido, eran cerca de las 6 de la mañana y esta vez no hubo interrupciones por comer o ir al baños, fueron 6-7 horas seguidas, mi récord hasta la fecha. Cuando abrí un ojo eras las 13:00, y allí estaba Merche a mi lado en la misma posición que la había dejado, me fui al baño a orinar y lavarme un poco, tenia agujetas por todas partes, pero una sonrisa que no se me quitaba, dios, aquella leona me llegaba al limite del bien y del mal, y me traía de vuelta. Comí algo para meter en el estomago con un litro de agua del tirón, hice un emparedado y con otra botella de agua la lleve al cuarto, lo deje en la mesa, y la desperté con caricias en su espalda.

-YO: mi leona, es hora de despertarse.- bario un ojo, y me miro, cuando lo hizo debió de recordar la noche, y se despertó de golpe, con una sonrisa igual de imborrable que la mía.

-MERCHE: diem agua por favor, se incorporó y se bebió media botella del tirón, luego me miro, me dio un beso de tornillo y cogiendo el emparedado se fue al baño.

Tardo casi una hora en salir, la ducha corría y yo estaba impaciente por su salida, aun  quedaba toda la tarde del domingo. Al salir ya lo hizo totalmente desnuda, se me acerco, me bajo los slips y poniéndose de rodillas me la chupo, hasta correrme.

-YO: esto si es despertarse con animo.

-MERCHE: eres una bestia, eres mi bestia, eres mi macho y mi león, sabes, anoche me dejaste ida un par de veces pero la ultima ni la recuerdo, se que te pusiste encima por detrás pero me desmaye a la mitad, recuerdo soñar contigo follándome pero no se si era real o no. Eres mi león, y te pido que me folles ahora mismo.

-YO: como mi leona tienes ese honor de pedir que te folle, así que lo haré, pero recuerda que es domingo y a la cena tengo que irme.

-MERCHE: no te vayas, quédate aquí conmigo, no volvamos al instituto, fóllame entre estas paredes hasta que muramos de viejos, te lo ruego.- mordí su hombro fuerte, para que se dejar de jilipolleces, y asumiera de nuevo su papel.

-YO: te dije que donde y cuando yo quiera, no me obligues a quitarte el rol que te has ganado como mía – agacho la cabeza y asintió.- ahora vuelve a chupármela hasta que se ponga dura y te voy a follar sin parar hasta las 21:00, son las 15:00,  te será suficiente, mañana volveremos al instituto y haremos vida normal, no te insinuaras ni me pedirás nada, será como si esto no hubiera pasado, pero cuando me acerque y te muerda, volverás a ser mi leona, y  harás todo lo que yo te diga,  o te degradare, me has entendido¿? – volvió a asentir, esta vez mas feliz, sabiendo que el juego continuaría – ya me asegurare de que no se sepa ni de que te veas comprometida, cuidare de ti como parte de mi manada,  como dijiste,  me follaré a otras, y no te enfadaras, ni tendrás celos, por que ellas no son mis leonas, son diversión, solo  tu tienes ese honor, a menos que lo pierdas  por tu comportamiento. Seguirás con tu vida, buscaras novio, mejoraras tu posesión social, tendrás hijos, pero cuando te llame y te muerda, serás mía. Ahora a chupármela.

Mientras lo hacia como una salvaje mi cabeza era fría, había dejado zanjado el asunto, tendría sexo duro  siempre que quisiera y ella se comportaría como la chica dulce que era, haría su vida independientemente de mi. Por no alargarlo mas,  durante las horas siguientes hasta las 21:00 tuvimos sexo animal, de todas las formas y posiciones degradantes que se me ocurrieron, casi no cruzábamos palabras,  ya asumimos el papel de felinos grandes, gruñendo, andando a gatas y rugiendo, su ano ya no era ningún misterio, grito a dios por ser tan cabezona de no haberlo probado antes mientras era empalaba por mi, los gritos eran tan fuertes que los vecinos llamaron a la puerta, ella abrió desnuda un poco y les convenció de que no ocurría nada, pese a que era evidente, mas que nada por que mientras hablaba con ellos me  la estaba follando detrás. Con cada corrida suya ella me marcaba un hombro, pero era ridículo comparado con el moretón enorme, marcado de dientes y que supuraba sangre que tenia ella, con cada corrida mía la marcaba, al acabar el tiempo, me sentí orgulloso de mi, y de ella, yo estaba molido pero con tal orgullo que no lo notaba, y ella pese a tener mareos, estaba consciente y satisfecha.

-YO: me voy, recuerda mis palabras, haz tu vida, pero cuando te muerda….- se levanto a abrazarme.

-MERCHE: seré tuya, donde,  cuando y como quieras, el día o la hora  que sea, este con quien este, seré tuya por siempre, MI LEÓN.- me besó pasionalmente mientras mordía mis labios, yo metí mi mano en su culo y la levante contra mi hasta dejar su hombro a mi altura, mordí, la mas fuerte y bestia que le di, gimió de placer cuando aquello debía de ser una tortura, y con sangre suya en mi boca, la baje para  besarle con lengua.

-YO: hasta pronto, MI  LEONA.- Salí cerrando la puerta de golpe, en parte por darle la salida adecuada a la acción y por que ese ultimo beso casi me hace atacarla de nuevo.

Llegué a mi casa, cene, despacio, me dolía la mandíbula,  mi madre me pregunto que  me había pasado en la cara, la tenia llena de marcas de dientes, le dije que los sobrinos del amigo donde me había quedado a dormir eran muy traviesos, y me fui a la cama a dormir, las mejores 8 horas de sueño en mucho tiempo. Los siguientes meses hasta mi graduación  lo pasamos como lo pactado, parecía que ni nos conocíamos, pero en los descansos iba a por ella, y como un gesto hipnótico, al morderla el hombro se convertía en mía, follábamos con cuidado de no ser pillados, y luego la volvía a morder, para “desactivarla”, o al salir de clase íbamos a su casa y teníamos sesiones duras, muy duras pero sin llegar al sado,  de 4-5 horas, después pasaron las chicas mas jóvenes y la deje un poco de lado, pero siempre que andaba ofuscado, atascado o necesitaba desahogare iba a por ella. Aun hoy en ida, casi 9 años después, seguimos con esta relación, ella esta casada ya y tiene un crío de 7 años, pero siempre que la llamo o quedamos responde a la llamada de mi rugido, cuando la muerdo es como volver a ese fin de semana, me seguí follando repetidas veces los primeros 2 años, luego unas  2 veces al año, la mejor fue en la despedida de soltera que hizo, follarte a aquella mujer de aquella forma salvaje el día antes de su boda me saco de mis casillas.Como os dije, no fue la mas difícil de lograr, tuve mucha suerte,  pero fue la que me abrió el abanico de posibilidades, y desde luego la mujer que mas al limite me había llevado, hasta ahora.

Dios, que coño, cuando termine este relato la voy a volver a llamar, ha perdido algo de físico y aguante, pero sigue siendo MI LEONA.

CONTINUARA……….

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