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Relato erótico: “Así empezó una fiesta” (PUBLICADO POR SIBARITA)

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Estaba invitada a la fiesta anual del Club de la Prensa, una de las fiestas más importantes de cada año, por la ingente cantidad de periodistas empresarios, banqueros y arribistas que acudían. Como no podía ser menos, habría “alfombra roja” por la que se lucirían los famosos, y después “el típico diorama” ante el cual posarían los famosetes y famosos luciendo sus plumas de pavo real. Yo no lo soy, casi nadie me conoce. Me han invitado por la publicación de mi primer libro y no creo tanto que haya sido por su calidad, confieso que ha tenido muy buenas criticas, sino porque no es muy frecuente que una mujer joven, escriba un libro erótico y bastante crudo, de modo que siempre habrá algún periodista en busca de morbo y haciendo preguntas.

Para no desentonar demasiado, la tendencia de todas las mujeres en general, eran las trasparencias, los enormes escotes que dejaban salir, más que mostraban montones de tetas operadas, había elegido un sobrio vestido negro, largo y sin mangas, pero con mas de un truco, los laterales estaban totalmente abiertos y se mantenían sujetos por un broche de presión oculto a nivel de la cintura, de modo que el conjunto pareciese una sencilla túnica con aberturas laterales. En realidad, se trataba de un poncho de seda natural de color negro mate, que se vestía por la cabeza; con broches cerrados era sencillo, desabrochado se abriría al caminar o a voluntad mía, y permitiría ver que no había ningún otro tipo de ropa bajo él. En dos palabras, podía pasar en un instante, a ser el vestido más erótico de la fiesta si yo lo deseaba.

Transcurrieron algunas horas, discursos, condecoraciones, honores y chismes y comentarios por todas partes, de todo lo cual también tuve mi dosis.

Después la fiesta realmente se trasladó a una espléndida finca a las afueras de la ciudad, pero ya los ancianos se habían retirado, comenzaba la verdadera fiesta y, este año, con proliferación de jóvenes promesas, de gente con verdaderas ganas de pasar lo que pensaban, sería una noche inolvidable para cada uno de ellos, y creyendo muchos, que esa noche les proporcionaría su lanzamiento a la fama y las portadas.

Las estrellas de los programas de corazón se enzarzaron en una despiadada competencia para ligar a los ya conocidos, utilizaban todos los argumentos y medios, los escotes de los vestidos de algunas de ellas parecían haberse ampliado, no tardaron mucho en aparecer los primeros pechos desnudos, eran ofrecidos a los “machos” como señuelo para una relación aunque fuera montanea, incluso que fuera suficiente para la foto que los periódicos amarillos publicarían al día siguiente: de ahí a la piscina solo había un paso, un chapuzón era más adecuado, primero las vestidas, mas tarde todo eran cuerpos desnudos los que ocupaban la piscina, parejas se formaban que follaban claramente dentro o fuera del agua.

Yo estaba con algunos amigos y mi editor, reunidos en torno a una mesa, sin participar en el alboroto general, charlábamos, reíamos y hasta hacíamos algún comentario acerca de las escenas que se desarrollaban ante nuestros ojos, bebíamos en cantidad realmente y llegado un momento, con todos nosotros pasados de alegres y risas más sonoras. Alguien propuso jugar al viejo juego “prueba o respuesta”, en el que debíamos responder con la verdad a las preguntas que se nos formularan, o en el caso de preferir la prueba, cumplir aquello que se nos ordenase, al tiempo de beber otra copa más. Echamos una moneda al aire para determinar quien sería la primera o primero. Fue una chica bastante aparatosa que eligió “respuesta”, tuvo que contestar a una tonta pregunta sobre si tenía nuevo novio, por lo visto acababa de romper con el último hasta ese momento. El segundo fue mi editor, que también eligió respuesta, y aquí comenzaron a complicarse las cosas, le preguntaron si su amante era una mujer casada y conocida; por supuesto respondió con la negativa, pero uno de los periodistas presentes, habló para recordarle como se habían encontrado días antes, y como le habían pedido que no contase nada. Mi editor, bastante molesto, tuvo que quitarse la chaqueta y beberse de un solo trago, una copa de Vodka, para a continuación formularle su pregunta al periodista indiscreto, y esta fue sobre si había tenido sexo con una starlet a cambio de promocionarla. La cosa se iba complicando y acabó siendo mi turno. Me preguntaron el por qué la autora de un libro tan erótico como el mío, vestía de forma tan recatada, y mi respuesta fue soltar, sin que nadie se diera cuenta, los broches laterales del vestido y levantarme de mi butaca. Fue suficiente respuesta ante la cual todos se quedaron atónitos, al levantarme, el vestido se abrió por completo y todos vieron mi cuerpo desnudo. Se hizo e silencio en el grupo hasta que alguien reaccionó con un ¡bravo!, que fue seguido por un aplauso de todos. Pareciera que aquel gesto mío liberaba los tabúes de todos, uno de los presentes, de un tirón, hizo descender hasta la cintura el escote de su pareja, que le respondió con un manotazo y ante las risas generales, siguió sentada y con los pechos fuera, y así continuó el juego, en el que yo era consciente del error cometido; si conseguían pillarme en una sola mentira, la sola prenda que llevaba era el vestido y, si me lo quitaba, quedaría totalmente desnuda.

Mis contertulios no eran tontos, se había dado perfecta cuenta de la situación y las preguntas de todos iban a centrarse sobre mi para hacerme caer en un renuncio. La primera que recibí fue directa, mi novela, era tal o todos eran verdades de mi vida. Escapé respondiendo que, el efecto, casi todo en el libro eran vivencias personales, lo que fue tan solo un escape momentáneo porque las preguntas ya se centraron en situaciones concretas de mi libro.

Siguió el juego y empezaron a aparecer los primeros desnudos, las pruebas, las preguntas y los castigos eran cada vez mas fuertes y provocadores, de modo que, al cabo de un rato, era yo la sola mujer que no había caído en ningún renuncio, y la única por tanto que permanecía con mi vestido puesto.

En el grupo había un hombre al que yo no conocía, moreno, cerca de los 50, atractivo y que parecía muy seguro de si mismo. No había tenido oportunidad de hacerme  ninguna pregunta, aunque no paraba de mirarme fijamente desde hacía largo rato, ahora le tocaba por fin a él y se dirigió a uno de mis conocidos que falló en su respuesta y eligió “prueba”, la que le dictó el desconocido me involucraba, le ordenó levantarse, dirigirse hacia mí y hacerme una caricia en el pecho, bajo el vestido. El desconocido me miraba de forma provocativa, esperaba que yo me negase a ello y, ante su desafío evidente, acepté que lo hiciera ante su evidente sorpresa y la de todos. Yo misma abrí el vestido descubriendo mis pechos y “el afortunado” se contentó con posar simplemente su mano sobre uno de ellos, estaba muy cortado y no se atrevió a más. Mi retador se declaró vencido, me pidió disculpas por su osadía y allí se terminó el juego.

La noche había empezado a refrescar y todo entramos en la casa. Mi vestido continuaba suelto y a cada movimiento descubría mi cuerpo totalmente desnudo, con lo que atraje sin desearlo a varios moscones con la intención clara de llevarme a una cama. Me rescató mi retador de antes, se presentó como Alfredo, periodista y director de una revista especializada en temas profesionales, joyería y relojería.

Hablamos de muchos temas, sentados en un rincón tranquilo, mientras la fiesta terminaba con algunas parejas en puro desmadre, de modo que decidimos marcharnos. Era socio de un club privado, me dijo, y me invitó a seguir en el nuestra conversación, de modo que encargué a un chico del servicio que llevara mi coche hasta mi casa, y en el suyo, me llevó hasta su club, situado en uno de los barrios mas chic de la ciudad. La casa, rodeada por un gran jardín que impedía su vista desde la calle, la decoración de muy buen gusto, se notaba el dinero por todas partes, pero no se veía, todo era elegante y discreto. El bar era especial, no un salón de acuerdo con las normas, sino espacios cerrados, equipados con sofás y butacas en torno a una mesita baja, música ambiental a elegir,  clásica o moderna, pantalla de video para ordenar servicio, y el nuestro no tardó nada en servirnos una botella de champagne y las dos copas. Bebimos mientras me contaba la historia de su club, era una larga historia y el club mantenía absoluto silencio sobre su propia existencia y, por supuesto, la de sus socios. Allí no había barreras, todo estaba permitido y sujeto a una sola norma, todo lo que allí se hacía o se hablaba, allí permanecía.

Con lo que había bebido en la fiesta anterior, mas el champagne de ahora, yo me sentía un poco como flotando en el espacio, totalmente deshinibida, tranquila y libre, metida en el ambiente relajante pero que, al mismo tiempo, me producía una extraña sensación de ansia interior. En un momento me di cuenta de que mi vestido se había desplazado, el frente de mi cuerpo se mostraba totalmente desnudo, los panes del vestido echados hacia atrás. Fue en ese momento que Alfredo puso su brazo tras mi cuello y apoyé mi cabeza sobre su pecho, tenía ganas de besarle, y lo hice, quedando prendida de su boca durante largo rato. Sabía besar, no cabía duda, y mientras lo hacía, sus manos acariciaban todo mi cuerpo. Fueron mis manos las que buscaron bajo su pantalón para encontrar su polla, y mi boca la que la absorbió entera, me sabía a gloria, la hacía entrar en mi boca hasta la glotis y aún más allá, era larga aunque gruesa y recibí su descarga para tragarme toda, y nada insatisfecha porque mientras recobraba su rigidez, su boca pegada a mi vagina y sus dedos entrando y saliendo de ella me iban excitando más y más, su lengua titilaba mi clítoris acercándome al orgasmo, y cuando por fin hizo contacto con mi vagina, se metió hasta que sentí sus testículos pegados a mi. Era tal la excitación a la que me habían llevado sus caricias que no podía parar de moverme, nuestros cuerpos chocaban cada vez con mas violencia, más rápidamente y cuando sentí que llegaban su orgasmo y el mío, impedí con mis brazos y piernas que se retirase para eyacular fuera, tuve toda su descarga dentro de mi, una y otra vez, porque después de la primera llegó otra.

Recuperados un poco del esfuerzo nos vestimos y me llevó hasta otra sala muy amplia, llena de sillones de dos plazas, sobre los que distintas parejas se acariciaban, hablaban o bailaban en una pista central. Sonaba una antigua canción de Barry White y su ritmo provocador invitaba a bailar, de modo que salimos a la pista; éramos una pareja más pero en pocos minutos, el vuelo de los panes de mi vestido, que a cada giro destapaban mi cuerpo, nos convirtió en protagonistas y un amplio circulo se formó en torno a nosotros, circulo que se fue estrechando a cada momento y las manos de todos los hombres se avanzaban para tocar mi cuerpo. La situación se había convertido en un polvorín a punto de hacer explosión, y solo la oportunísima aparición del administrador del local, junto con su equipo de seguridad, impidió que se produjera una tragedia. Alfredo y yo aprovechamos el tumulto para escapar de allí, montamos en su coche y no paramos de correr hasta el mismo centro de la ciudad, donde paramos todavía con miedo, ante un bar que permanecía abierto. Era un bar sí, pero lleno de camioneros y comerciantes de un mercado cercano, lo que implica que mi entrada y lo que el vestido mostraba, fuera de nuevo la atracción de todos los presentes. Un tipo grande, con barba poblada y aspecto autoritario se dirigió a mí, ignorando a mi pareja, me tomó entre sus brazos y me obligó a bailar al son de la música de ambiente. Me temí lo peor, que sería violada por todos ellos, pero al apretarme me habló al oído y en voz baja; me dijo que iba a tratar de sacarnos de allí a mi y a mi amigo, y para ello debería seguirle la corriente. Apartó el vestido para que todos pudieran verme desnuda, apretaba mis pechos con sus enormes manos y tomándome en vilo alzó su voz para decir que todos me iban a follar y él sería el primero: me llevó en brazos hasta una habitación situada bajo una escalera descendiente. Todos nos siguieron ansiosos de ver el espectáculo que seguiría, pero él les conminó a permanecer en el salón e irían entrando uno a uno, a medida que fueran terminando. Quedamos solos en el pasillo y, en vez de entrar en aquella habitación, descendió rápidamente la escalera, abrió una puerta y nos encontramos en un callejón de la parte trasera. Había una gran moto allí, que puso en marcha y me sentó ante él cuando la puso en marcha saliendo de allí disparados. No se detuvo hasta llegar a una especie de almacén en el que entró directamente con la moto y solo entonces me di cuenta de que el vestido volaba en torno nuestro, que estaba totalmente desnuda entre sus brazos y contra uno de mis muslos sentía el bulto y la presión de una verga que parecía ser enorme y cuyo roce inevitable, m estaba calentando por momentos. También él lo había sentido porque allí mismo, sobre la moto, me colocó en la posición adecuada para desnudando su verga, penetrarme, y en el mismo momento de sentirle dentro de mi, sobrevenirme un abrumador orgasmo.

Después, sobre la cama, en el  suelo, sobre la mesa, fueron horas las que pasamos sin parar de follar. Me tomó como quiso, por la vagina, la boca o por el culo y aquella fue la penetración mas violenta y salvaje que haya tenido en mi vida, lo que no impide que fuera también una, sino la más, satisfactoria de mi vida porque en ella llegamos hasta mas allá de los límites del erotismo, al punto extremo en el que muy importantes y casi desconocidos círculos japoneses, sostienen que el orgasmo supremo tan solo se consigue en el instante mismo de la muerte; como cuando su gigantesca polla estaba literalmente empotrada en mi garganta y mi asfixia me hacía perder el conocimiento al tiempo que en mi corrida arrojaba ríos de lava, o cuando me empotró literalmente sobre su polla tanto por la vagina como por mi ano. En ese momento perdí el conocimiento.

Pasé después días hospitalizada y en cura de sueño hasta mi recuperación total. Nunca más volví a ver a aquel gigante y, la verdad es que tampoco he querido hacer ningún tipo de averigüación al respecto. Lo ocurrido esa noche queda tan solo para mi.

 

 


Relato erótico: “Mi secretaria tiene cara de niña y cuerpo de mujer 9 Y FINAL” (POR GOLFO)

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CAPÍTULO 9

Cuando madre e hija me confirmaron su disposición para quedarse embarazadas, creció en mí la sensación de verme acorralado, manipulado y hasta usado por esas dos. Desde el principio me había parecido sumamente extraño que sin apenas conocerme esas dos mujeres tan guapas me hubiesen nombrado su dueño y acogido en su casa sin pedir nada a cambio. Por eso la seguridad con la que tanto mi secretaria como su progenitora daban por sentado que sus vientres podían y debían engendrar un hijo mío, me perturbó.
«Para ellas soy un mero donante de esperma», sentencié cabreado.
Aunque gran parte de mí no estaba de acuerdo con esa reflexión y sabía que era injusta, no pude quedarme con ellas y salí de allí. Ya en la calle, busqué un bar donde ahogar mis penas sumergiéndolas en alcohol. Tras las primeras copas durante las cuales mantenía todos y cada uno de mis reproches hacia su actitud, me tranquilicé y comencé a ver los aspectos positivos de ese deseo.
«Tengo cuarenta años y si espero más, en vez de padre seré abuelo», recapacité mientras apuraba mi tercer whisky.
Tampoco me pareció una locura la idea de hacerles el amor estando preñadas porque siempre me habían gustado las panzas de las mujeres embarazadas, pero lo que realmente me hizo comprender que no era tan mala decisión fue cuando me las imaginé dando de mamar a un hijo. La imagen de sus pechos cargados de leche se convirtió en definitiva y pagando la cuenta, volví a la casa.
Mi fuga las había preocupado seriamente al temer que se habían extralimitado y por eso cuando me vieron llegar, ambas me pidieron perdón por haberse planteado el hacerme padre. Curiosamente la más preocupada de las dos era Azucena, la cual con lágrimas en los ojos, me rogó que no tomara en cuenta la idiotez que habían planteado y que a partir de ese momento, tanto ella como María iban a tomar la píldora.
Sin revelar mi cambio de opinión, quise saber los motivos que le habían llevado a ella en particular a tantear con la maternidad. Mi pregunta la cogió desprevenida y por ello le costó unos segundos responder con sus mejillas completamente coloradas:
-Me falta poco para la menopausia y como siempre me había quedado con ganas de otro hijo, pensé en que usted me lo diera.
Ignoro el porqué pero algo me decía que siendo verdad su respuesta se había guardado la verdadera razón. Como no estaba seguro preferí interrogar a María por los suyos y ésta con la inconsciencia propia de la edad, contestó:
-Mi madre y yo tememos el día en que te canse de nosotras y conociéndote sabemos que con un hijo nunca nos abandonará.
Me horrorizó escuchar tal insensatez porque además de ser un recurso inútil si terminaba hasta los huevos de ellas, se le podía dar la vuelta y por ello contesté:
-No os habéis dado cuenta que si es al revés y sois vosotras las que os desilusionáis de mí, tendríais que aguantarme por ser el padre de vuestro hijo.
Mirando al suelo, la cuarentona contestó:
-Olvidando el hecho que he jurado servirle de por vida, un hijo suyo sería un regalo y siempre le estaría agradecida.
Supe a ciencia cierta que sería así y respecto a ella, esa respuesta me valía pero no así respecto a su hija porque debido a su juventud tenía años para planteárselo antes que la naturaleza siguiera su cauce y no pudiese tener descendencia.
Mirándola a los ojos, pedí su opinión y tras unos segundos pensando, respondió:
-Eres injusto con nosotras al considerarnos menos por ser tus sumisas. ¿Acaso te cuestionarías mis razones si fuera tu novia?
-Sería lo mismo, es más te llamaría loca porque solo hace unos días que nos conocemos.
Fuera de sí, me soltó:
-¿Y si fuera tu esposa?
Ahí me pilló porque según nuestra educación un hijo es la consecuencia lógica de casarse. Por eso defendiéndome como gato panza arriba, contesté.
-Pero no lo eres, ¡no estamos casados!
Con lágrimas en los ojos y dejándose caer en la alfombra, llorando replicó:
-Para mí, ¡si lo estamos! – y recitando parte del ritual en el que se convirtió en mi sumisa, me soltó: -Desnuda llegué a ti, te reconocí como mi dueño. Te cedí mi corazón y te juré fidelidad de por vida. ¿No es eso suficiente prueba que soy tu mujer?
Su dolor me paralizó y mientras trataba de asimilar sus palabras, mi preciosa secretaria insistió:
-Nunca pensé que se podía querer a alguien como yo te quiero y menos que desearía ser madre tan joven- y haciendo una pausa, me gritó: ¡Joder! ¡Te amo! ¡Soy tuya! ¡Y quiero que me preñes! ¿Te parece tan raro?
Todavía con su grito retumbando en mis oídos, fui a ella y estrechándola entre mis brazos, la besé. María respondió a mis besos con pasión mientras su madre se unía a nosotros reclamando su lugar. Sus bocas y sus cuerpos buscaron mis caricias sin pedirme nada a cambio y de pie en mitad del salón, comprendí que acababa de unir mi destino a ellas.
Nuestras ropas nos sobraban y prenda a prenda, fueron cayendo a la alfombra mientras mis manos, sus manos firmaban la paz acariciando mi pecho, sus pechos. Contagiados por la lujuria, nos sumimos en el placer sin importar a quien pertenecía la piel a la que besábamos, el culo que acariciábamos o el sexo del que nos adueñábamos, convirtiendo ese maremágnum de cuerpos en una danza de fecundidad que no parecía tener fin.
Confirmé mi completa claudicación cuando María separando los pliegues de su madre, cogió mi sexo y con voz dulce pero firme, comentó:
-No solo queremos ser tus sumisas, queremos ser tus mujeres y formar una familia. ¿Estás dispuesto a correr ese riesgo?
-¡Lo estoy!- contesté mientras hundía mi sexo en la vagina de Azucena.
-¡Gracias!¡Amor mío!- gritó la rubia al experimentar mi intrusión y saber lo que significaba.
María no quiso quedarse fuera y poniendo su coño en la boca de su madre-esposa-pareja forzó el contacto presionando con las manos su cabeza. Ésta agradecida se concentró en el clítoris de la morena mientras yo iba acelerando lentamente la velocidad de mis caderas. Conociendo de antemano cual era mi papel, no me permití ninguna licencia y concentrado en germinar a la mayor de mis esposas, recibí con agrado la confirmación que iba en buen camino al sentir como su sexo rezumaba de flujo.
-Muévete o tendré que obligarte- ordené recordándole a la rubia que además de ser mi mujer seguía siendo mi sumisa.
Mi violenta reacción las dejó paralizadas y por eso repitiendo mi órdago, le volví a dar otra nalgada:
-Me habéis exigido que os preñe y eso pienso hacer aunque para ello tenga que violaros.
Mis palabras les sirvieron de acicate al echarles en cara el motivo por el que estábamos haciendo ese trio. María dándome la razón dijo:
-Fóllatela sin contemplaciones.
Su consentimiento me dio alas y agarrando a su madre de las caderas, profundicé en mis embestidas. Usando mi pene cual cuchillo, apuñalé su sexo con ferocidad. Mi nuevo ímpetu provocó que Azucena recordara que además de su hombre era su dueño y al mezclarse en su interior mi violencia y mi ternura, ese extraña dualidad elevó la cota de su excitación hasta límites pocas veces antes experimentados.
-¡Me corro!- bufó indefensa.
Su entrega fue la gota que derramó el vaso de su retoño y uniéndose a su placer, explotó en su boca. Ser testigo del sus orgasmos simultáneos, me permitió liberar mi tensión y con una copiosa eyaculación, sembré de blanca simiente la vagina de Azucena.
Reconozco que fue una sensación rara saber que esa cuarentona esperaba con desesperación que mi semen germinara su útero y por eso creo que tardé tanto tiempo en vaciar mis huevos.
Satisfecha al comprobar la cara de felicidad de su madre, me rogó que la llevara en brazos hasta la cama:
-No quiero que por levantarse, esta anciana pierda la oportunidad de ser madre.
Me pareció una completa idiotez que creyera que poniéndose de pie, disminuirían las posibilidades de resultar embarazada pero como no quería discutir por un tema tan nimio, no dije nada y respeté su petición. Levantando del suelo a la rubia, la llevé hasta nuestro cuarto y depositándola suavemente sobre la cama, aguardé.
Tras lo cual María me pidió que me tumbara entre ellas dos. Ni que decir tiene que obedecí, sin saber que tenía pensado esa morena. No acababa de acomodarme cuando me pidió que me quedara inmóvil. Reconozco que me picaba la curiosidad y por eso apoyando mi cabeza en la almohada, esperé a ver qué hacían cerrando los ojos para que mi mirada no cortara su inspiración.
Privado de la vista, me concentré en lo que experimentaba al sentir cuatro manos recorriendo mi pecho. Perfectamente distinguí cuáles eran de Azucena y cuáles eran las de su hija porque las de esta última se mostraron más atrevidas. Poco a poco los toqueteos de ambas mujeres fueron adquiriendo confianza y en un momento dado, María tomó mi miembro entre sus manos y este se irguió orgulloso, creciendo hasta su longitud máxima.
-¿Estas cachondo o te ha picado una abeja?- preguntó divertida al abarcar entre sus dedos mi erección.
Soltando una carcajada, su madre en plan de guasa le explicó que desgraciadamente por muchos hombres que conociera, eran pocos los que tenían entre sus piernas algo de ese tamaño y dureza. Su piropo azuzó mi calentura mientras esperaba sus siguientes movimientos. Viendo que las dejaba hacer, juntaron sus manos sobre mi pene e imprimiendo un suave ritmo, me empezaron a masturbar.
Confieso que me encantó cuando al unísono María y Azucena fueron izando y bajando la piel de mi miembro de un modo tan coordinado que consiguieron dotar a esa paja de una sensualidad pocas veces experimentada por mí.
-¡Bésame!- soltó la menor de mis sumisas más alterada de lo que nunca había supuesto que estaría al pajearme en conjunto con su madre.
Alucinado contemplé como Azucena, cogiendo sus labios entre los suyos, la besaba con pasión. Su ardor me hizo entreabrir los ojos y ver que la rubia no solo le había hecho caso sino que llevando su mano a la entrepierna de su retoño, la estaba acariciando. Los gemidos de la morena no tardaron en surgir de su garganta al ver hoyado su sexo. Y dejándolas interactuar, disfruté de la forma tierna pero apasionada con la que esas dos bellezas se hacían el amor.
En un momento dado, ya parecía que me habían olvidado cuando pasando una pierna sobre mí, María se empezó a ensartar con mi miembro mientras la otra favorecía su excitación acariciándole los pechos. Esa dupla de caricias me permitió apreciar casi de inmediato como se humedecía su sexo mientras absorbía en su interior mi miembro.
Azucena contenta de tenernos juntos en la cama, comenzó a mamar de los pechos de la morena mientras mi falo desaparecía centímetro a centímetro dentro su chavala. A partir de ese momento, María aceleró sus maniobras, dejando que mi pene entrar y saliera a sus anchas de su interior mientras bajaba mis manos hasta su culo y cogiéndola de la cintura, me ponía ayudarla. El contacto mi glande chocando contra la pared de su vagina incrementó sus ganas de ser inseminada y ya sin ninguna cortapisa, cabalgó sobre mí alegremente.
Al advertir que su hija estaba disfrutando, la madre decidió que ella también quería disfrutar y llevando su sexo a mi boca, me pidió que se lo comiera. No hice ascos a su sugerencia y separando sus labios, localicé ese hinchado clítoris y me puse a jugar con él con mi lengua hasta que conseguí sacar de su dueña prolongados y fuertes gemidos con cada lamida.
María al ver que Azucena se retorcía gozando le dedicó un pellizco en un pezón, recriminándole en plan de broma que fuera tan zorra.
-¡Más respeto! No soy una zorra sino vuestra zorra- exclamó sin pararse de mover.
Lo que no se esperaba en absoluto la mayor de mis sumisas fue que su pequeña sonriendo le contestara:
-Espero que Manuel tenga reservas, porque esto me está encantando y quiero repetir.
Muerta de risa, al escuchar que sin haber terminado ya estaba pensando en follar otra vez, exclamó:
-Hija mía, ¡eres un putón desorejao!
Esa sintonía carente de personalismos no celos les hizo sincronizar sus cuerpos y aunque parezca mentira, al mismo tiempo saboreé el clímax de la rubia mientras el flujo de la morena salpicaba mis piernas y cansado de mantenerme a la expectativa, decidí tomar las riendas y sin pedirles su opinión, las obligué a cambiar de posición y poniéndolas una encima de la otra, cogí a María de las caderas y de un solo empujón le clavé todo mi estoque.
Esta no protestó por el cambio sino que chillando de placer, besó a su madre con pasión. Completamente entregadas a la lujuria, mis sumisas vieron como alternando entre sus sexos mi pene repartía sus atenciones entre las dos. Una vez era el coño de la madre el que recibía mi ataque para sin pausa ni aviso previo fuera el de la chavala el objeto del mismo trato.
Esa alternancia las sorprendió y mientras se retorcían de placer, la morena me pidió que aunque fuera esporádicamente esa postura pasara a formar parte de nuestra rutina sexual. Sin poderme creer que les estuviera gustando tanto, les informé que la próxima vez probaría con otra variante.
-¿Cuál?- preguntó.
Descojonado, contesté:
-En vez vuestros coños usaré vuestros culos.
Recibieron esa amenaza con ilusión y a base de gritos me jalonearon para que incrementara la violencia de mis penetraciones. No hizo falta que lo repitieran mucho y usando mi miembro como ariete, agrandé la brecha de sus defensas y en particular en las de María que pegando un sonoro aullido se corrió.
-¿Te gusta putita como te trata nuestro macho?- preguntó su madre.
Con la respiración entrecortada y mientras el reguero de flujo que brotaba de su coño bañaba el de su pareja, respondió:
-¡Sí! Me encanta como me folla nuestro marido.
Asumiendo el hecho que se refiriera a mí de ese modo, repliqué:
-Pues ya que soy vuestro marido, os aviso que no voy a dejaros de follar a todas horas hasta que os quedéis embarazadas para que una vez hayáis parido, desayunar y cenar con vuestra leche.
Esa amenaza surtió el efecto contrario y bufando de placer, María se asió a los pechos de Azucena pidiéndome más caña. ¡Por supuesto se la di! Cogiéndola de los hombros, los usé para impulsarme de manera que con cada embestida mi glande chocaba con la pared de su vagina mientras mis huevos rebotaban contra su vulva convertida en un frontón.
-Sigue, por favor, ¡no pares!- aulló de placer la muchacha.
Era tal su calentura que olvidando toda prudencia, apoyó su cara en la almohada y separando con las manos sus nalgas, buscó que mi pene se hundiera aún más hondo en su interior. Al hacerlo me permitió redescubrir su ojete y si no llego a estar convencido a inseminarlas, con gusto le hubiera roto ese precioso culo que sin pensar a lo que se exponía, había puesto a mi disposición.
-Si sigues presumiendo de culo abierto, ¡cambio de objetivo!
Mi exabrupto terminó de excitarla y dejándose caer sobre su vieja, me imploró que me corriera en su interior. No sé si fue su ruego o si esa postura facilitó mi eyaculación pero lo cierto es que mi cuerpo se vio envuelto por el placer y con bruscas sacudidas de mis caderas, rellené su vagina con lo que tanto ansiaban y ella al sentir que esparcía mi semilla en su fértil vagina, llorando me pidió que la besara.
-¿Qué te pasa?
-Nada, mi amor. Lloro porque soy feliz. Al saber que además de ser tus mujeres y fieles putas quieres que seamos las madres de tus hijos…

EPÍLOGO

Esa noche y las semanas siguientes, me dediqué en cuerpo y alma a dejar preñadas a ese par de bellezas y sé que lo conseguí porque desde hace dos meses, todas las mañanas María y Azucena compiten por ver cuál de las dos llega antes a vomitar al baño.
Todavía casi no se les nota la panza pero lo que me tiene sumamente ilusionado es comprobar el tamaño que están adquiriendo sus pechos. Si al final su producción va en consonancia con el grosor de sus ubres, sé que cada vez que se los pida:
¡Tendré mi ración de leche asegurada!

FIN

Relato erótico: “MI DON: Zeus – Ganancias (21)” (POR SAULILLO77)

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GANANCIAS

Pasaron un par de días después de tirarme a la mujer delante del marido, me habían dado unos días libres, los pase con mi Leona, con ella, liberaba a la bestia de mi interior, esa parte de Zeus oscura y siniestra, quería saber como controlarla y ninguna otra mujer podía soportar lo suficiente como para darme entreno en ello, me di cuenta de que una vez en ese estado era realmente peligroso, a mi pobre Leona la destroce las primeras veces, y no era nada fácil, si bien follando como siempre podía estar 4, 5 o 6 horas disfrutando con subidas y bajadas de velocidad, cuando abría el cofre y salía aquel otro tipo de mis entrañas, en 2 horas la hacia desvanecerse, no era nada mas que lo que solía hacer follando a alta velocidad o con gran excitación, pero la diferencia es que lo hacia sin parar, sin descansos, sin bajar el ritmo ni atender a suplicas, era reventar lo que tuviera delante y no parar hasta darme por satisfecho, eso, lejos de molestar a Mercedes, mi Leona se volvió aun mas sumisa, las mordidas en su hombro eran ya casi hacerla entrar en un estado hipnótico, podía hacerle o pedirle lo que me diera la gana, lo hacia encantada, no es que no disfrutara del sexo, es que se pasaba gran parte de ese tiempo medio ida, de hecho se excitaba, se mojaba o se volvía loca mas con mi satisfacción reconocida en mis mordeduras en el hombro de reconocer implícitamente que ella era la única que me llevaba a aquel estado, que del propio sexo. Ella estaba allí para satisfacerme a mi, y su placer radicaba en lograrlo y saber que era la única que lo hacia. Me fue tremendamente útil, después de 2 días en que no salimos de su casa ni de su cama, empecé a dominar a aquel animal, las primeras veces era un tornado de categoría 5, ella solo podía agarrarse y aguantar a que pasara, quería parar pero mi mente y mi cuerpo no me obedecían, después pude ir frenando y conteniéndome, solo al final, y cuando termine la ultima vez, era como un botón, podía encenderlo y estar 40 minutos sin parar y luego volver a darle y parar, me costaba un mundo pero paraba. Cuando salí de su casa al 3º día la había destrozado tanto que había anulado su voluntad, solo quería que me la tirara en ese estado para complacerme.

Yo salí de allí cansado y agarrotado pero satisfecho, había sido un entreno muy bueno, y quería que eso fuera un arma mas de mi repertorio de ahora en adelante, Madamme me llamo, Azucena requería de mis servicios, había negociado y me había subido a 4.000€ por 1 hora, no por noche, 2.000€ limpios para mi, accedí encantando y me fui derecho a su casa a la hora acordada. Desde el minuto 1 fui Zeus.

-AZUCENA: dios, menos mal, ya estas disponible, Madamme me daba largas, es normal, debes de trabajar un montón.

-ZEUS: si que he andado liado, pero siempre tender tiempo para ti, esta vez no habrá preliminares ni juegos, ve a la cama y desnúdate, te voy a hacer estallar en una hora, hasta que ruegas por tu vida.- me miro sabiendo que no iba en broma

-AZUCENA: para eso te he hecho venir, el otro día me gusto, pero me quede con ganas de más.

-ZEUS: pues hoy no me pienso cortar contigo como el otro día- me acerque a ella y le bese con lengua penetrándola hasta la laringe, dándole un buen azote en el culo.- ve desnudándote y ponte a 4 patas en la cama, ábrete el coño con la mano y mastúrbate, cuando estés bien mojada avísame y entraré a destrozarte.

Obedecido como una colegiala tonta, yo me desnudé y me quedé en la puerta esperando, la oía masturbarse y gemir, saberlo y mis ganas de probarme ante ella me la pusieron dura recordando los ultimo días con mi Leona.

-AZUCENA: puedes entrar ya, ven y ábreme.

Entre con la mirada de asesino, estaba como la había dicho, a cuatro aptas metiéndose 3 dedos en el coño, que emanaba fluidos, estaría gorda, si, pero en ese momento estaba preciosa, me coloque detrás de ella de rodillas, la di un buen azote por su buen comportamiento y sin mas la penetré del tirón, le entro toda y ella gritó de determinación, de ser justo lo que quería o incluso mejor, fui bueno y de inicio la trabajé con cuidado, metiéndola despacio y penetrando fuerte, esas sacudidas la hacían derretirse, fui aumentando el ritmo muy poco a poco, hasta ser continuadas sin parar, se corrió a los 10 minutos, mas los 10 de la espera me quedaban 40 minutos, le entraba toda sin dificultad, así que active el botón, saque a mi bestia y comencé un ritmo frenético, al principio ella reía y disfrutaba por la impresión, a los 20 minutos de no parar se corrió otras dos veces, ya no reía ni disfrutaba, gozaba con un cerdo en un barrizal, los últimos 10 minutos se le doblaron los brazos y solo recibía gimiendo como loca, provocando multi orgasmos, no lo era, pero mi ritmo no la daba descanso entre ellos, estaba en un punto en el que solo con no parar la sacaba corridas como fuentes, se contraía y se estiraba buscado comodidad y águate pero no había salida, era un martillo neumático, empezó a pedir, rogar y suplicar que parara.

-AZUCENA: ¡¡¡¡PARA POR DIOS, PARA QUE ME VOY A DESMAYAR, JODER COMO ME FOLLAS, ESTO ES GLORIA, NO AGUANTO MAS, SACALAAAAAA!!!- Aguanté unos segundos mas por que me iba a correr

-ZEUS: me voy a correr en tu coño- no era una pregunta si no un a afirmación, rayando la orden

-AZUCENA: ¡¡¡DONDE TE DE LA PUTA GANA PERO TERMINA DE UNA JODIDA VEZ!!! ¡¡¡AHHHHHHHHHH!!!!- se volvió a correr ante mis embestidas finales y eyaculé dentro de ella, bajando un poco el ritmo paulatinamente hasta parar. – ¡¡dios, me has destrozado, eres un hombre de palabra, me vas a salir hasta barato!!

-ZEUS: me pones como una moto, y por que solo es un hora y ya acabamos que si no te echaba otro.- la solté un azote mas definitivo y la descabalgué, dejándola caer rendida en la cama, con la cara congestionada, lagrimas de gusto y pequeñas contracciones pro todo el cuerpo. – si te ves capaz la próxima paga 2 horas y te dejare que no podrás andar bien en una semana.

Me vestí saliendo de allí sintiéndome algo mal, pero era mi papel, y había cumplido, en menos de una hora la había dejado tan abierta y exhausta como antes me hubiera costado 2 o 3 horas, no me dio tiempo ni a llegar a mi casa, me llamo Madamme.

-MADAMME: ¿pero que has hecho a Azucena?, me acaba de llamar, que dice que mañana te quiere allí otra vez, que pagara lo que sea por una noche entera, nunca me había pedido algo así, tan seguido.

-YO: solo le he dado a probar un poco de lo que te di a ti.

-MADAMME: pues normal que estuviera así de ida, casi no la entendía, esto tenemos que aprovecharlo, puedes quedar, necesito hablar contigo con urgencia.

-YO: claro, aunque……Azucena me ha dejado a medias….ven a buscarme, y si me la chupas y te lo tragas tendrás mi atención.- yo seguía trabajándome a Madamme, mi intención era convertir a esa dominatriz, a esa mujer fuerte y orgullosa, la mas segura de si misma que había conocido, en una de mis zorras sodomizadas, solo por ver si lo lograba, un reto tonto que me puse.

-MADAMME: ¿Cómo, que encima ni te has corrido con ella?- dudé en decir que no, pero Azucena podía habérselo dicho mas adelante.

-YO: no, si me he corrido, pero me ha dejado con ganas de más, y solo tú me haces sentirme vacío, venga, si no eres tú será otra la que pague el pato, pero yo no la disfrutaré tanto como a ti y encima tendrás que esperar para hablar conmigo- todo eran mentiras, halagos vacíos y argumentos dirigidos.

-MADAMME: esta bien, dime donde te recojo- su tono era de estar sonriendo aunque no lo quería hacer notar, la di una dirección lejos de mi casa, sabia por donde vivía pero no quería que supiera donde exactamente.

Tardo unos 20 minutos en llegar a la zona de la cita, llego con una limusina, reconocí a una de las moles al volante, con media calle mirándonos, no era habitual ver un coche así por ese barrio, me metí en al parte de atrás donde estaba Madamme sentada de piernas cruzadas sonriendo, con una pose de clase y elegancia. Entre en modo Zeus, la parte de mi que quería hacer sumisa a aquella mujer, nada mas entrar la di un beso de tornillo con lengua.

-YO: joder si que has tardado, la próxima vez que tardes tanto me avisas y me tiro a una mientras espero.

-MADAMME: lo siento amor, andaba en la otra punta de la ciudad y …..- la corte, la limusina iba con lunas tintadas así que me baje los pantalones y me saque la polla.

-ZEUS: menos excusas y mas chupar, que me ha dejado con un calentón de la leche.- me miro con cierto aire de ofensa.

-MADAMME: oye, que yo no soy una cualquiera…- la volví a interrumpir.

-ZEUS: ¿me quieres aquí o no?- amague con salir del coche.

-MADAMME: espera, si, te necesito aquí.

-ZEUS: pues a chupar, no quiero oír nada hasta que no te vea tragarte mi semen, y sácate la tetas, así tardaras menos.- estaba en automático, decía palabras y la trataba como nadie se atrevía, lo notaba en su mirada.

Aun así se bajo el vestido dejándome sus tetas a la vista, se arrodilló en el suelo de la limusina ya en marcha, dio la orden de dar vueltas por el barrio, se puso entre mis piernas y con cierta admiración de nuevo, agarro con ambas manos y se la metió en la boca, estaba morcillona, así que le costo un poco, pero sus hábiles manos y su lengua, que era un ente diferente de nosotros, me la pusieron como un estaca, era una maravilla lo que hacia con su lengua en mi glande, en eso nadie la igualaba, y entre los meneos del coche y los suyos estaba por reventar a los 15 minutos, no quería que fuera tan fácil y si bien su lengua daba gusto, eran sus manos las que me estaban acelerando.

-ZEUS: mira que soy, bueno, anda, pellízcate los pezones con las 2 manos, y sigue chupando solo con la boca.- me miro algo abrumada, como pensando que si no era suficiente con la mamada que me hacia- venga, si es por ti que se que te gusta, ¿o acaso no eres capaz de sacarme una corrida sin las manos?- la pique el orgullo.

Obedeció inconscientemente, solo para probarme que podía, pero me había obedecido una orden, se trabajo las tetas mientras su boca y mi polla tenían una pelea, era difícil metérsela bien sin tenerla sujeta y hacer esas maravillas con la lengua sin estar fija, eso ralentizó mi corrida media hora mas, pero al final podía notaba su excitación, no solo el trabajo, en su cara, ella vio de lejos mi corrida, hundió su boca en la garganta y sin apenas arcadas recibió mi eyaculación, sobrio al sacársela de la boca y enseñándome mi semen, se lo trago.

-ZEUS: muy bien, así me gusta, eres única, nadie lo lograría así- otra mentira aduladora- anda límpiamela bien ya con las manos si quieres y me dices lo que quieres.- era otra orden, pero ahora ya no tenia motivo moral para obedecerme, aun así lo hizo, estaba muy excitada, me la dejo limpia de babas se levanto, sentándose a mi lado, sin soltar mi polla y se cruzo de piernas colocándomelas encima de la mía, yo abrí el brazo para acercarla sus tetas a mi pecho, y su cara a la mía.

-MADAMME: mira, esto te sonara fuerte, pero tenemos una oportunidad de meterte en la 1º división, son 10.000€ para ti por una sola noche.

-ZEUS: ¿y que debo hacer?

-MADAMME: de momento es solo una oportunidad, así que no te daré detalles hasta que estés dentro, el problema es entrar.

-ZEUS: ¿y cual es el problema?

-MADAMME: el problema es David, es un cliente nuevo, le encanta montar fiestas de orgías, el problema es que solo contrata personal que haya visto en acción.

-ZEUS: eso no es problema, puedo reventar a cualquiera delante suya.

-MADAMME: el problema es que es un cliente nuevo, sus gustos son los hombres y lo que mas le gusta es chupar pollas enormes, paga casi 5.000€ por una buena polla que chupar, y solo te contratara si te la chupa antes.- me quede difuso.

-ZEUS: ya te dije que no me molestan los gays, pero no soy uno.

-MADAMME: es la primera, y puede que única, oportunidad de meterte en esa liga en menos de la semana y media que te queda, es mucho dinero y una vez dentro serás de la elite y solo echaras polvos que tú quieras.

-ZEUS: si me parece genial, pero no es por lo que pueda ganar, es que me temo que si me la chupa un tío, no se me levante.

-MADAMME: no digas tonterías, es como si lo hiciera yo, se le da bien chupar.

-ZEUS: perdóname pero no, no es lo mismo verte a ti y tu belleza que a un tío, a mi no me da vergüenza, pero temo no dar la talla.- me quede pensativo, no a posta pero si deje verlo.

-MADAMME: ¿que piensas?

-ZEUS. ¿Cuando seria la prueba?

-MADAMME: en 2 horas, de ahí mi premura, están buscando una buena polla para un espectáculo y alguien le hablo de ti.

-ZEUS: estoy pensando que, si tuviera una motivación, una imagen mental reciente de sexo salvaje quizá si diera la talla, me podría concentrar en ella y no en que sea un tío.

-MADAMME: perfecto, llamaré a alguna de mis chicas y……..- la corte con un beso.

-ZEUS: ¿por que vas a llamar a nadie?, cuando lo que quiero es volver a follarte a ti – la metí mano en las tetas, pellizcándole el pezón.

-MADAMME: no por dios, la ultima vez casi me destrozas, mejor hago venir….- la corte de otro beso.

-ZEUS: ¿y cuanto tardaran en venir, o cuanto me quedara para un polvo memorable? ¿Me lo podrá dar alguna de esas?, no como tu y lo sabes.- la pegue a mi, notando sus pechos en mis costillas y mi cara a milímetros de la suya, jugando a besarla sin hacerlo.

-MADAMME: si ya se que yo soy especial pero yo ya deje este mundo, ahora soy la jefa y no puedo ir abusando……- la corté con un cachete en una teta.

-ZEUS: ¿abusar? ¿Tu?, de primeras que esto es solo una inversión, quieres tenerme en la 1º división y el único camino para ello es dar la talla con un gay que me la chupe, la única opción es darme algo que me la ponga dura solo con recordarlo, si me traes a alguien en menos de 20 minutos que lo haga lo asumiré, pero si no, tienes que ser tu, aquí y ahora, hacerme vibrar hasta que llegue la hora y entonces daré la talla, ¿abusar? ¿Tu?, no olvides que hablas con Zeus, el que va a abusar soy yo.

-MADAMME: esta bien deja que…..- ni me moleste, la metí la mano por la falda del vestido y la masturbé fuertemente abriéndola de mientras le comía el pezón trabajado, estaba tieso, de un tirón me la subí encima a horcajadas y la tenia ardiendo sobre mi.

La deje caer de espaldas y le arranque el vestido y el tanga, la abrí de piernas y hundí mi cara en su coño, podía decir lo que quisiera, o no admitirlo, pero su cuerpo no mentía estaba mojada, y apenas 10 minutos de comida y penetración con mis dedos la sacaron un orgasmo, la tenia caliente perdida, me volví a sentar en el sillón y me la subí encima de nuevo, la tenia dura otra vez, ella la agarro acariciándola mientras nos besábamos, dios, que lengua tenia, era increíble como se entrelazaba con la mía, hacia que sacara mi lengua para luego chuparla como una polla, yo le acariciaba el coño por detrás de su enorme culo, era una hembra de bandera, se levanto un poco para dejarme sus tetas en la cara, las chupaba y mordía suavemente, sacándola algún gemido, cuando bajo su cuerpo se empalo la polla entera, era una sensación plena, de completar un rompecabezas, y al contrario que muchas, su cara no cambió, estaba tan excitada que no tenia tiempo para juegos, movía su cadera de forma circular sin sacarla, solo se hacia hueco con ella dentro, mientras yo me afanaba en ponerle duros aquellos pezones que coronaban 2 tetas de campeonato, una vez acostumbrada me tumbo y apoyándose en el respaldo, se hizo dueña de la situación, yo no me movía, la deje hacer, ¡¡y como se movía ella!!, era una locura, mezclaba minutos de metérsela y sacársela entera con movimientos amplios, con otros momentos en que casi no la sacaba ni la metía, solo se movía la cadera, con gestos cortos y rápidos, podía notar sus nalgas botando en contra dirección a su pelvis, se volvió a correr a los 20 minutos pero me entere por los fluidos que brotaban, ella no había hecho una sola mueca, y seguía moviéndose como una loba. Se cabreaba con el paso de los minutos, a estas alturas ella debía soler hacer reventar a un hombre y yo esta allí, quieto mirando pasmado, disfrutando de todo su poder, iba aumentado el ritmo hasta que aveces se sacaba la polla, con gestos hábiles en la siguiente embestida se volvía a empalar.

-MADAMME: madre de dios, ¿es que tú no te cansas nunca? Ufff me estas poniendo a 1000.

-ZEUS: ¿de que me voy a cansar si aun no he hecho nada?- era cierto, no me habia movido, solo me había dejado follar, pero eso la confundió, no entendía como podía estar tan fresco.

Cambio de táctica, se dio la vuelta y se volvió a ensartar, ahora de espaldas, agarrándose al techo y el resto de asientos, allí lo pase peor, ver directamente su culo vibrando ante su ritmo me éxito bastante, ver como en momentos determinada subía todo su cuerpo y se dejaba caer rebotando contra mi, gimiendo sin parar, no me resistía y de vez en cuando el daba un azote, pero era inevitable ante la visión de su culo haciendo desaparecer mi polla, me estaba hartando de no moverme pasados 40 minutos, así que la cogí en volandas sin sacarla de ella, la junte y estire la piernas, las levante y baje la cintura hasta tener margen y allí empezó mi polvo, me arranque a buen ritmo, mantenido zonas cómodas, la saque el 3º orgasmo sin problemas, mi cadera fue cogiendo velocidad, tanta que se tuvo que abrir y doblarse de piernas para no dar en el techo con ellas, eso generaba menos fricción pero me daba mejor agarre, allí activé a mi bestia, y durante 30 minutos me la folle a un ritmo animal, sin parar, sacándola varias orgasmos mas hasta oír como rogaba que parara.

-ZEUS: no esta nada mal, con esto puedo ir tirando, pero para asegurarnos me gustara abrirte el culo otra vez.

-MADAMME: no, por dios, ya tengo el coño irritado de nuevo, no me vas a dejar sin poder sentarme bien otra semana.

-ZEUS: tu misma, pero aun queda media hora para la cita y yo aun no estoy contento, quiero follarte el culo ahora mismo así que ábrete las nalgas.- otra orden velada aunque ya no lo era tanto.

-MADAMME: esta bien, ábreme el culo, pero si te pido que pares, para.

Se puso a 4 patas y se abrió de nalgas con una mano mientras con la otra recogía sus propios fluidos y se trabajaba el ano sola, yo la ayude metiendo mi lengua allí, y luego un dedo, y otro, eso la hizo mover la cadera inconscientemente, me dio pie, y la ensarté, eso la hizo levantar su torso, así que lleve mis manos a su pezones y en esa misma posición active el botón de nuevo, si no le había entrado mi polla entera a la 1º, lo hizo después, sonaba cada golpe en su trasero, y teniéndola bien agarrada por la tetas acelere hasta no parar, ella ya solo callaba, disfrutaba como una niña en silencio, no quería gritar para no admitir que le estaba encantado que la partiera el culo, se corrió varias veces mas y me pidió que parara, me costo un minuto pero lo hice, sin sacarla de ella, la deje coger aire, sin soltar sus tetas notaba como se le hinchaba el pecho, después me pido que siguiera, y active de nuevo, esta vez ya para acabar casi con la hora pegada de la cita, me corrí en su culo regalando un ultimo minuto bestia, de animal, de fierra salvaje, que pese a que notaba como se retorcía en mis brazos, la encantó.

-ZEUS: joder, esto si merece la pena, si no se me pone dura solo con mirarte es que no soy humano

-MADAMME: eres una bestia, y me encanta, nadie me parte como tu, nadie me trata como tu, vas a ser mío.- no me gusto esa denominación, la di un azote y la susurré al oído.

-ZEUS: tu eres mía, yo soy Zeus y te voy a follar cuando me de la gana a mi, la próxima vez que lo hagamos te daré por el culo sin parar hasta reventarte y no parare aunque me lo supliques, ninguno de tus chicos podrá pararme.

-MADAMME: no seas tonto, aquí mando yo, anda vamos a la cita y duchémonos antes, estamos hechos unas guarros.

-ZEUS: esta bien, como quieras, quedas advertida, no me vuelvas a decir eso de que soy tuyo- la mire fijamente- no estropees lo buena que eres follando.

-MADAMME: vale, pero ahora céntrate.- lo paso por alto sin darle importancia a mi amenaza.

Subimos a las oficinas de New Servies, dejo a las moles abajo, la Recepcionista tembló de solo verme entrar, la salude educadamente, nos dijo que David ya había llegado y estaba esperando ansioso, en la parte de atrás había unas duchas, nos aseamos y salimos, la atraje de la cintura hacia mi a Madamme dándola un buen morreo y apretando su culo.

-ZEUS: para el camino, me la pones dura solo con tu olor.- sonrío agradecida.

Entramos a la sala y Madamme nos presento, no se que esperaba ver, pero imaginar a un gay, con toda las ideas preconcebidas que tengáis, bien, ¿lo tenéis? pues lo que tenia delante no casaba con nada de eso. Era un chico alto rubio con el pelo corto, guapo, bien afeitado y con un traje de oficina, serio y formal, se le notaba un cuerpo musculoso.

-MADAMME: hola David, siento el retraso, estabamos…liados, te presento a Zeus, el chico nuevo.

-DAVID: encantado de conocerte – extendió su mano para saludar educadamente, yo fui esperando un apretón de manos suave y lo que me encontré fue hombría, siempre me ha gustado apretar fuerte las manos a los hombres, es como una señal de virilidad supongo, y el me agarro fuerte, tuve que subir el nivel de mi fuera rápidamente para no parecer un flojo.

-YO: encantado igualmente, al parecer te han hablado de mí, ya estaban tardando.- miro sorprendido a Madamme.

-MADAMME: si, es que el chico no solo tiene el nombre si no la actitud, perdónale.

-DAVID: no hay nada que perdonar, por lo que he oído se merece eso y mas, bien sentaros y os explico.- nos acomodamos, Madamme hizo esfuerzos titánicos para que la sentarse no se notara que iba abierta y dolorida.- veras, monto fiestas para gente rica, rica y poderosa, de esas que no puedes saber quien son y que nadie puede ver allí, monto un espectáculos entre un chico y una chica, que tienen que follar durante 2 horas, lo haréis en una cama, en una habitación cerrada rodeados de espejos tintados, en cada uno habrá un cliente con alguna puta o gígolo de poca monta para que se diviertan si ven lo que les gusta en el centro, por motivos que no vienen al caso el chico del centro al que suelo contratar me ha fallado, la fiesta es en 2 días y estoy desesperado, tengo varias opciones pero preguntado por ahí me han hablado de ti, así que vengo a ver que tal y debo decir que de inicio, siendo sincero, no veo nada atractivo.

-MADAMME: a mi me paso lo mismo y a todos, el chico es mono pero no es un guaperas.

-DAVID: entonces supongo que al menos follara bien- se me escapo una risa al ver como Madamme se contenía la respuesta colocándose bien en la silla para que no le doliera en culo.

-MADAMME: mas que follar bien, es una bestia, le he visto y sentido en acción y no he visto nada así desde Carlinhos.- la cara de David se ilumino, yo no sabia a quien se referían- además la tiene enorme, se ha llevado por delante a todas las chicas con las que le he visto follar, lleva 2 semanas aquí y ya esta en 5.000€ la hora de sexo.

-DAVID: espectacular, ojalá sea cierto, y tu ¿que pasa?, ¿no tienes nada que decir?- me miraba ante mi pasividad.

-ZEUS: no he venido a charlar, vengo a que me la chupes de una puta vez para que cuando te saque la mandíbula del sitio me dejes participar en tu mierda de fiesta.

-DAVID: joder con el novato, mira que no soy ningún bocazas, la chupo de cine y te voy a poner a prueba, si aguantas mas de 1 hora con la polla dura y sin correrte estas dentro.

-ZEUS: perfecto, deja que Madamme se quede, para cuando te hartes de chupármela sin conseguir que me corra lo haga una profesional como ella.- estaba metiendo en el papel, pero en realidad estaba acojonado, me la iba a chupar un tío.

-DAVID: pues no hay más que hablar, fuera ropa.

Me puse algo nervioso, pero recordé a Eli y sus palabras, céntrate, analiza y resuelve, me desnude dejándole pasmado con mi polla en reposo, Madamem se rió, yo también era una actitud recurrente, David también se desnudo, y certifico mis sospechas era carne de gimnasio, estaba cuadrado, sin duda alguna mujer hetero se lamentaría al saber que era gay, y no iba mal armado, de unos 18 centímetros en reposo, me sentó en una silla y se puso de rodillas cogiéndome la polla, esa sensación me turbo la mente pero deje hacer, como todas , 1º la admiró, y se mordió el labio, la masturbo un poco, la veía un poco retraída, y yo pense lo mismo, la sensación no me gustaba, así que cerré los ojos fingiendo gusto, cuando en realidad la palabra era repelús, cuando note sus labios rodeando mi glande los abrí, la imagen de un tío chupándomela me provoco un leve salto en la silla, pero no me moví mucho, el siguió chupando el glande y jugando con su lengua, la tenia grande pero no estaba ni de lejos tiesa, quise recordar algo en mi mente para calentarme pero todo se borraba con cada lametón de aquel hombre, me fije entonces en Madamme, que estaba mirando atenta, siguiendo la jugada, recordé sus tetas, su culo, su ano perforado, la sesión de sexo que acabamos de tener, y sin apartar la vista de ella, mi polla se empezó a hinchar, quiero pensar que fue por ese recuerdo, y no por las caricias en mi rabo de un hombre, pero no puedo negar que hubo un momento en que me empezó a gustar aquello, sin ser Madamme su lengua era rápida y sabia donde tocar o chupar para sacarme placer hasta ponérmela dura del todo.

-DAVID: joder, si que era cierto, ganas muchos sin la ropa, ahora solo relájate y disfruta.

Y eso hice, me daba igual que fuera un hombre, me la estaba chupando de cine, tanto que vi como Madamme se calentaba de aquella visión, a David se le puso dura y se masturbaba, podía intuirlo debajo de mis piernas, y con la otra mano pajeaba sin descanso, lamiendo todo mi tronco, y metiéndose mas de media polla en la boca, jugando con su lengua, durante media hora lo disfrute con reparos, la siguiente media hora me dio igual, incluso la agarre la cabeza para guiarle en el ritmo, se dejaba la polla en la boca mientras masturbaba violentamente, luego chupaba hasta sacar un sonido de “pop” al terminar en mi capullo, no llevo un ranking, pero estaba siendo la 2º o 3º mejor mamada de mi vida, y la 1º fue la que me hizo Raquel en el hospital, por el simple hecho de ser la primera. Pasada la hora, pensé que estaría pidiéndole que parara por el objetivo ya cumplido, pero el deje seguir hasta correrme, tardo otros 20 minutos y gran esfuerzo de sus manos y garganta pero me corrí en su boca, y con bastante gusto, al ser hombre sabia como tocar una polla, cuando acabó de sacarme todo, se lo trago, joder,”que cantidad de gente se lo tragaba hoy en día”, pense.

-ZEUS: joder, ya era hora, casi me duermo, estoy dentro ¿no?

-DAVID: de sobra, al principio te ha costado pero luego, vaya encanto que tienes aquí, Madamme.

-MADAMME: ya te lo dije, – se arreglaba el vestido, durante la mamada se había estado tocando- y aun no le has visto follar.

-DAVID: bueno, si el quiere podemos hacerlo aquí y ahora.

-ZEUS: lo siento, pero hoy mi polla es para ella, la quiero destrozar delante de ti.- Madamme me miro atónita.

-MADAMME: cariño me has follado 2 horas antes de venir y llevas una mamada de mas de 1 hora con el, ¿todavía quieres mas? Por que yo no estoy ya para tanto trote……..- esa afirmación y los tiempos asombraron a David.

-ZEUS: pues tráeme a la recepcionista, yo con este calentón no me quedo, y quiero que David lo vea, o tu o ella.- se quedo pensativa, se había calentado mucho, pero llevaba mucho trote de mi parte ese día. Cogió un teléfono de la sala y marcó el número de la recepción, la mando venir.

RECEPCIONISTA: dígame señora ¿que desea?- ella miraba mi cuerpo desnudo con la polla medio tiesa y el cuerpo perfecto de David.

-MADAMME: aquí Zeus que por lo visto aun tiene ganas de marcha, ayúdale.- su cara se volvió triste, pero acato, se fue a poner de rodillas ante mi para chupármela.

-ZEUS: ¿a donde vas?, ya me la han chupado mucho hoy, ahora quiero partirte en dos, y esta vez en serio, no como el otro día.- David y Madamme se reían ante la cara de la Recepcionista, que se desnudo sabiendo lo que se le venia encima, quise tener cuidado y tratarla bien, pero estaba en mi papel de Zeus, no podría permitirme ese lujo.- mas vale que la chica que contrates esa un fiera como yo, o el espectáculo va a durar menos de 1 hora, si no me crees mira lo que le hago a esta profesional.

La empotre contra la pared, dejándola de espaldas a mi, la solté un azote fuerte, la abrí de nalgas y con mi polla ya tiesa por la situación, busque su coño mientras la susurra guarradas como que la iba a partir en 2, localice su coño, me sorprendió encontrarlo húmedo, y eso ayudó a ensartarla, soltó un alarido que sonó por medio edificio cuando seguí penetrándola hasta el punto de meterla toda con ella, colgaba de la pared, sin tocar con los pies el suelo, la deje así un minuto, hasta que dejo de gritar y moverse, poco la verdad, cada movimiento era un centímetro mas que la penetraba, no noté la pared de su útero pero si mas presión de la que había sentido nunca, fue decreciendo pero llegaba a ser insoportable, cuando dejo de gritar la deje posarse en el suelo, y dándola medio segundo, la saque entera y la volví a hundir, repitiendo jugada dejando 5 segundos entre cada estoque, su coño ya se abría sin mucha resistencia y notaba fluido correrme por la pelvis, eso me hizo activar a mi bestia, la agarre de los brazos dejándoselos por detrás, como esposada, y sujetándola contra la pared, ataque, no hubo piedad ni amnistía, lo oí rogar por que parara pero me negué en redondo, lo decía de boca pero su cuerpo pedía mas, no rebotaba contra la pared por que la tenia sujete, y mi cadera percutía sin parar, a los 10 minutos se corrió, vi a Madamme chupándosela a David, seria bi-sexual, no gay, o lo que estaban viendo los 2 les excito hasta ese punto, eso empeoró las cosas para la Recepcionista, aumente un punto la velocidad, y no paré hasta desmayarla 1 hora mas tarde, paré unos minutos al notar su cuerpo inerte, pero cerciorando que solo estaba agotada y no desmayada continué, dándola azotes para que se moviera, estaba un poco fuera de mi, vi de reojo como David se estaba follando a Madamme, ella me miraba con cara de disfrutarlo pero sin mucha pasión. Solté a la recepcionista que cayo al suelo redonda, me molesto que no me hubiera dejado y a el si, decidí castigarla.

-ZEUS: con que estabas muy cansada eh….- me acerque y aparté a David de malas maneras- déjame a mi que tu no sabes montar a esta yegua salvaje.- se la hundí en el culo del tirón sacándola un alarido casi como a la Recepcionista que convulsionaba en su inconsciencia en el suelo.- anda cállala la boca y métele la polla en ella, a ver si así se calma.- David obedeció, se puso delante de ella y se la puso en la boca, ella chupo por acallar su lamentos, odiaba que la hiciera gritar y gemir, odiaba que lo lograra y que yo fuera consciente de ello.

Volví a activar la maquina, mis bestia había salido del infierno y no quería regresar hasta verse saciada, podría hacer un descripción larga y detallada, lo que importa es que la destrocé el culo como el 1º día, la hacia gritar que parara mientras trataba de coordinarse para seguir chupándole la polla a David, pero sin sus moles cerca cumplí mi amenaza, la abrí el culo tanto que mi polla apenas rozaba su ano, estuve mas de 1 hora destrozándola el culo, literalmente, la primera parte exigía que parara, lo hacia a desgana, solo cuando sentía arder su culo, al correrse dejaba de portestar, lo soportaba, luego lo pedía, estaba abrumada, quería ponerme las manos en el pecho para redimir mis embestidas, pero solo durante 1 minuto, después se apartaba y se dejaba hacer, decía guarradas al correrse sobre mi mala educación jajajajja, luego lo rogaba, estaba exhausta y dolorida quería que aquello parara realmente, no soportaba mas, pero yo era una fuerza de la naturaleza ante el que no se podía hacer nada, solo tratar de sobrellevarlo, se corría y pedía mas. Al final desistió de suplicar, solo disfrutaba de aquel dolor que le enseñé a desear, fue la sensación que dio, le dolería igual o mas pero lo estaba disfrutando. David de corrió en la cara de Madamme, antes de mis ultimas acometidas, se quedo sentado, admirando la escena, incrédulo ante mi brutalidad, yo ya no follaba, me hacia una paja con el cuerpo inerte de Madamme, sin bajar el ritmo ni un ápice, hasta correrme de nuevo en su culo, oyendo sus quejas de placer agotador, a mi me dolía la espalda y los riñones, tenia un calambre en un pierna desde hacia rato y estaba exhausto, pero termine por rendir a aquella mujer, experta y forjada con caos de la calle y de alto nivel, yo, un niñato de 19 años recién cumplidos la había derrotado. David se vistió, saludándome encantado y llevándose a la Recepcionista, aun tirada en el suelo, salió citándose para la fiesta. Yo seguía empalando con la polla flácida a Madamme, la sujetaba con los brazos, estaba medio ida, la agarre del pelo y tire de ella para despertarla.

-ZEUS: ¿quien soy yo?

-MADAMME: eres Zeus.

-ZEUS: ¿y que ocurre cuando Zeus te da un orden?

-MADAMME: no lo se….yo soy la jefa….- estaba agotada, medio ida, la di un fuerte golpe en un teta, para luego pellizcarle el pezón.

-ZEUS: no me enfades mujer, ¿acaso quieres que te vuelva a follar durante otra hora?, sabes que soy capaz, eres la jefa de estos mierdas, pero yo, soy tu dios ahora.- tembló solo de oírlo, no era fiscalmente capaz, pero la amenaza le parecía real. – ya te lo advertí en el coche y me tomaste a broma, ahora, dime, ¿quien soy?

-MADAMME: eres Zeus,…… mi…….mi dios.

-ZEUS: ¿y que ocurre cuando Zeus te da una orden?

-MADAMME: ………se………cumple.

-ZEUS: esta bien, ¿quieres que follémos mas veces?

-MADAMME: ¡¡dios, si!! – Lo que quería oír- y que me revientes. – eso me descoloco, realmente le había gustado aquello, y era mi amenaza, tenia que cambiar de táctica, no tenia que amenazar con ello si no amenazar con quitárselo, pero podía ser una pose, una actuación y que en cuento se recuperara hacerme la vida imposible, debía actuar con cabeza, y Madamme era demasiado.

-ZEUS: dime tu nombre, tu nombre real.- se quedo pensativa, no podía permitirlo así que la levante para volver a follármela como amenaza.

-MADAMME: Clara, me llamo Clara Esteban Pardillo.

-ZEUS: ¿seguro? ¿No me estarás mintiendo?- saco el documento de identidad a tientas en su bolso mientras la tiraba de la cabeza hacia atrás por el pelo, me lo enseño, le hice un foto con el móvil, luego otra a ella conmigo dentro, luego otras con los 2 y el logo de la empresa, le enseñe como lo mandé a un mail.

-ZEUS: ¿quieras que follémos y que te reviente como ahora?- asintió levemente.

-MADAMME: que follémos, y luego que me revientes, peor solo cuando yo quiera.- eso era posesivo, no tolerable.

-ZEUS: entiendes que si no cumples mis ordenes, no te diré que me he enfadado, que haré que follémos y de repente te reventaré como ahora, o peor, sin tu permiso, no entenderás el por que al principio, pero cuando lleves 2 horas como ahora entenderás que hiciste algo que me enfado. Podemos ser Madamme y Zeus, follar para pasarlo bien y cuanto YO quieras puedo reventarte como ahora, pero si me enfadas de más, se acabó, me largo, no volverás a verme y te quedaras anhelando a que otro llene el hueco que deje en ti, pero nadie lo lograra, y lo sabes. ¿Has entendido?

-MADAMME: si.- asintió con cierta desgana.

-ZEUS: si no estas de acuerdo dilo ahora, no volveremos a follar, seré tu mejor activo, pero no volverás a ser penetrada por mi. ¿Quieres eso?

-MADAMME: no.

-ZEUS: pues a partir de ahora eres mía, segurías siendo mi contacto con la empresa, pero trabare cuando me de la gana, me buscarás las clientes que yo te diga y cuando me salga de los cojones te are lo que me de la gana, y tu obedecerás en todo, si me enfado puedo reventarte como ahora, a traición, y se acabó, quedaremos en paz y seguiremos jugando – cambié el tono, apreté mi polla en su interior y su pelo hacia atrás- pero si me la juegas, si tratas de hacer cualquier cosa que nos esa lo que yo te pido, o intentas algo contra mi, alguien ira a la policía, a la prensa y los políticos, acudiera a todas las puertas para que se sepa lo que ocurre aquí con las fotos que acabo de hacer, y los que estén en el ajo os repudiaran, y se hablará de todo esto, y que esta dirigido por Clara Esteban Pardillo, – cogí el documento – con el nº de identidad ***********, y arruinaré el necio, a ti, y los jefes que están detrás de todo esto, si, los jefes que te dan a esas moles de países del este como protección, se enfadan mucho contigo, y sabes que no son gente a la que enfadar, pero tu puedes evitar todo eso, estamos aquí solos tu y yo, nadie tiene por que enterarse, simplemente has de ser mía, completa e irrevocablemente, ¿estamos?

-MADAMME: si. – no se si se el había pasado ya por la cabeza que según saliéramos de allí las moles me partieran las piernas o algo, así que corte de raíz, la tenia amenazada y pillada, y en ese “si” iba implícito que desistía cualquier ofensiva , su única opción era la completa y total sumisión a mi.

-ZEUS: esta bien, te creo, pero recuerda bien este momento, y piensa en esta sensación que te cubre, piensa si quieres perderlo todo antes de volver a faltarme al respeto de cualquier manera, palabra o acto.- la saque de ella, aquella situación me la había vuelto poner dura, bendita juventud, me senté y quise probar mi nuevo juéguete.- ahora ven aquí y chúpala como bien sabes, haz que me corra en media hora o voy a follarte de nuevo y no seré tan delicado.- palabras vacías pero llenas de tensión.

Ella gateo hasta donde yo estaba, y me la chupaba de forma torpe, estaba agotada, humillada, pillada, sumisa y aun así se las arreglo para sacarme el semen en 30 minutos, la situación realmente le gustaba, que alguien la dominara a ella, pense que echaría de menos esa sensación de sus años en la calle, o sentir a alguien mas fuerte que ella dominarla. Le ordene dejares en la boca un rato mientras yo me iba a las duchas y volvía, entonces la di permiso para tragárselo, la lleve a las duchas, necesitaba ayuda para moverse, pero una vez allí la obligué a ducharse sola, delante de mi, me reía en su cara cuando trataba de limpiarse el semen y los fluidos del coño o el culo, era rozarlos y se estremecía de dolor, pero se mordía el labio, recordaba que le había hecho ese dolor, y la excitaba. Mi mente quiso follárme la de nuevo, pero ni ante la visión de esa hembra sumisa mojándose todo el cuerpo y temblando al frotarse el coño por el dolor de mis embestidas, se me empalmo. Era la 1º vez que mi mente quería y mi cuerpo dijo basta, pero no se me notó en absoluto, la ayude a vestirse no se podía agachar sin ladearse demasiado.

-ZEUS: esta bien, prepara todo con David y asegúrate de que no me la juegue, ahora quiero mas de los 20.000€, vas a buscarme a tus mejores clientas, las que mas paguen y las vas a subir el precio un poco para que me las tire, me da igual como, lógralo, ya me encargare yo de que queden contentas y hasta les parecerá poco dinero, ah y de regalo busca a la mas guapa, a la que este mas buena, si es famosa mejor, y haz lo mismo, súbela el precio, vas a crear una categoría especial solo para mi, por encima de los demás.

-MADAMME: como tu quieras, te llamare cuando tenga las citas.- me gustó su tono, mezcla de agradecimiento, excitación, sumisión y obediencia, la di un buen beso con lengua y me fui de allí.

Directo a mi casa, dormí mas de 10 horas, las suficientes para guardar a la bestia en su guarida, y al levantarme comí y bebí como un naufrago al entrar en un bufett libre, mi madre me pedía que lo hiciera mas despacio, que me iba a sentar mal. Tenia que quedar con mis amigos para decirles que lo del piso iba binen pero me fui a la cama de nuevo, tenia agujetas por toda la cintura y las piernas, tenia que relajarme. Me despertó un llamada de Madamme, ya tenia a la 1º clienta, me dio dirección y foto, eran 8.000€ para mi por 1 hora, me aviso de que era una anciana, rica y muy cachonda, la foto lo demostraba. Fui a la dirección y según abrió la puerta me recibió en pelotas, una señora de 68 años, arrugada y con la carne caída, con el coño lleno de bello, me dio igual , era Zeus, y la trabaje con mis manos hasta tenerla ardiendo para regalar la follada de su vida, casi la da un infarto cuando se corrió, luego baje el ritmo, no necesita a la bestia, basto conmigo, y para ser tan mayor me demostró mas aguante que algunas mas jóvenes que había catado, salí de allí entre abrazos y alabanzas de la señora. Pense en ir a visitar a mi Leona, llevaba mas de 24 horas sin seco de verdad y pese a que me la puso dura, aquella anciana no me hizo correrme, incluso pense en llamar a Madamme pero quise guardarme, la fiesta de David era la día siguiente, mi Leona era capaz de mermarme y Madamme estaría dolorida, además quería hacerla desearme. Me fui casa y me lié a ver páginas y videos de posturas y trucos sexuales, quería ir bien preparado, Madamme me mandó un mensaje, con la hora y el lugar, no importaba que ropa llevara, la gente no me iba a ver vestido.

Pase la mañana siguiente con los amigos y hablando con Ana, les enseñe la cuenta con 15.000€, estaban locos de contentos, les invite a comer para celebrarlo, me insistían en saber de donde había salido el dinero, les dije que estaba trabando para un empresa y que paginaban muy bien y al contado por trabajos duros y de malos horarios, una media verdad, les convenció, mas que mis palabras el hecho de tener ya el dinero, me fui a casa y me eche una buena siesta para cargar las pilas, me levanté con 3 horas para la cita, el camino era 1 hora así que durante ese tiempo hice ejercicio, había elido que así tonificaba y marcaba los músculos, quería verme atractivo, me di un buen baño, dejándome allí y notando como la suciedad se despegaba de mi, salí, me hice todo lo que la higiene personal obliga, me peine un poco,( creo que nunca os lo he dicho, pero mi pelo crece muy rápido, tengo que cortármelo muy a menudo por que si no me da calor, y odio el calor, desde antes de la operación me deje la barba de 3 días famosa), me arregle y me perfume como para una boda, me dio lastima luego ponerme cualquier cosa encima, y fui a la cita en transporte publico, por el camino pense que era una tontería, ahora tenia dinero suficiente para sacarme el carnet de conducir y algún coche de 2º mano, tenia al típico amigo flipado de las motos y los coches, un bala perdida que me caía bien y al que había ayudado con algún lío que otro, no le seria difícil encontrar un coche en condiciones y barato, en su defecto una moto, una scooter de esas para poder desplazarme rápido. Me estaba adelantando, me di una bofetada a mi mismo, me gusta darme algún toque físicamente cuando creo que lo necesito, como si mi conciencia se adueñara de mi mano. Me centre, iba a ser una noche movidita, serian 2 horas pero tenia que dar la talla, no pasarme, o si hacerlo, joder, me iba a tirar a un chica y no sabían quien era o como follaba, no fue ansiedad, pero si me llene de curiosidad, estaba claro que dar la talla lo iba a hacer.

Me baje una para antes de llegar al destino y me acerque con cuidado desde lejos, era una casa grande, casi una mansión, de 3 o 4 pisos había luces y gente entrando vestida de fiesta de alto copete, había fotógrafos y paparazzis en la entrad y hasta una zona donde se les hacían fotos y se les entrevistaba, vi a varias de esas reporteras buenorras de programas de tv, y alguna famosa de alto nivel, actrices o modelos, me mire y no acerté con la ropa, si me acercaba mas daría el cante y me seria difícil explicar que hacia por alli. Por suerte me llamo David, no sabia como tenia mi numero, supuse que Madamme ayudo.

-DAVID: oye, ¿donde andas?

-YO: estoy en la puerta, vaya fiestón, he venido sin arreglar no me puedo acercar sin que me vean y se hagan preguntas.

-DAVID: esta bien, da la vuelta al edificio, allí están descargando el catering, acércate y di que te mando yo para ayudar, mete cualquier cosa a la cocina, allí te espero en 10 minutos.

Di un amplio rodeo para no llamar la atención de nadie, me acerque y vi los camiones descargándose, me ofrecí ayudar de parte de David y me dieron unas bandejas a meter, seguí a uno que iba delante mía, y deje las bandejas a su lado, allí David me abordo.

-DAVID: joder, ya creía que no venias, que susto, anda sígueme- me cogió de la mano y me arrastro por los pasillos hasta bajar a un sótano, bajamos otra planta mas, casi por un pasillo oculto, y allí rodeo un pared circular, y me metió en un habitación adyacente, allí me sentó y me dijo que esperara, que iba a traerme a mi compañera en el centro de la sala.

La habitación era poco mas que un cuarto de trastos, con una mesa y unas sillas, encima un nevera con agua y bebidas isotónicas, algo de fruta, y hasta reconocí la viagra, condones y algún juguete mas, consoladores, vestidos de enfermera, sirvienta o secretaria y vestidos de bombero, policía, obrero…….. era un pequeño santuario al fetiche, con su zona del sado especial, fustas, cuero, látex y cadenas. Solo había una puerta al otro lado de por donde yo había entrado, un puerta roja acolchada, muy porno, con una lucecita encima apagada. Se abrió la puerta y entro David con una mujer a su lado, nos presento.

-DAVID: bien, por fin estáis los 2 y aun queda un rato, bien sentados- a mi me lo dijo a la chica se lo indico- bien este es Zeus- la gritaba como si estuviera sorda, me miro- esta es la Geisha, me ha costado traerla, es la puta con mas nombre de París, es francesa y no entiende ni papa de español, le han explicado mas o menos lo que vais a hacer, quedaros aquí, comed y beber lo que queráis, dentro de 1 hora o así bajare a avisar para que os preparéis, no habrá nada especial, no quiero abrumarte aun mas, nada de juguetes ni vestidos ni fetiches, aunque asegúrate de que se deja los tacones, os quedareis en ropa interior, yo me saldré a presentar, cuando se encienda la luz de la puerta, alía arriba, entráis, deja que entre ella primero y dala unos segundos de lucimiento, después entras tu, veras que solo es una sala circular, llena de espejos, y una cama redonda en medio que da vueltas, deja que ella lleve el ritmo, tiene mas tablas, tenéis que aguantar 2 horas de sexo, no te preocupes por ella, es otra bestia, la puedes hacer de todo, esta limpia y según creo tu con la vasectomía, así que nada de condones, y si ves que no puedes usa la viagra de ahí, pase lo que pase no puedes fallar, puedes ser mejor o peor, pero no falles.

-ZEUS: esta bien, no te preocupes por mi, ya viste que no soy ningún enclenque, solo te pregunto si quieres que la destroce o no al final.

-DAVID: ¿y si te destroza ella antes?

-ZEUS: buena apreciación, supongo que solo queda probar para saberlo.- David giro la cara, se le paso un idea, pero no me la comento.

-DAVID: bueno, da igual, por ahora os vais a quedar aquí y luego bajo para avisar. – le dijo algo en un francés españolizado a la mujer y se fue.

Allí nos quedamos los 2, en silencio, oyendo de fondo los ruidos de la fiesta que había por encima de nosotros, intente hablar con ella un par de veces, pero solo me miraba y sonreía, no contestaba, es mas, saco un móvil y se puso a trastear con el, de su físico no puedo hablar aun por que se apreciaba, iba vestida con ropa amplia y poco sugerente, pero si de su cara, seria francesa aunque tenia ciertos rasgos asiáticos, de ahí su nombre, guapa a rabiar, piel suave y lisa, casi sin maquillar, con un poco de sombra de ojos que la hacían mas bella aun, pómulos prominentes, ojos negros y cara fina, no llegaba a ser china o japonesa, solo tenia los ojos un poco mas rasgados de lo habitual, y eso le daba un morbo tremendo, con el pelo moreno, recogido en un moño con palillos enredados en el para sujetarlo. Me pase media hora aburrido, me tome algo de beber y le ofrecí, cogió una botella de agua, quise gastarle una broma con uno de los plátanos de la bandeja de la fruta, pero me miró como si estuviera loco, no hablaría mi idioma pero sus ojos decían mucho, entre otras cosas que yo era un imbécil y que si no podían haberse buscado a otro. Me harte de tratar de llamar su atención, y me levanté a dar una vuelta por la habitación, mirando y jugueteando con las cosas de por allí, haciendo el tonto con una de las fustas de la zona del sado me di un golpe en la mano que realmente me dolió y solté un quejido sonoro, eso la provoco una risa que yo oí.

-ZEUS: hay que tener cuidado con estas cosas- me miro sin entenderme pero se reía, por fin reaccionó y se levantó acercándose a mi, me cogió la fusta y la dio la vuelta y me golpeo en la mano con ella, no me dolió casi nada- ahhhhhh que es al revés jajajjaja.- nos reímos ante mi poca sabiduría, y ante eso comenzamos a ver y señalarnos lo que nos llamaba la atención.

Ella se probaba algún vestido con la percha puesta, poniéndoselo por encima, y como chaval que era me fui a ver el traje de policía, era realmente completo, con esposas, porra, placa y radio. Pasados unos minutos coincidimos donde los consoladores, me señalaba y luego a ellos, no entendía, hizo el gesto con ambos dedos índices separándose, como preguntando el tamaño, supuse que era el mío, ella iba cogiendo de menos a mas y me los enseñaba, yo iba diciendo que no a todos, que mas grande, ninguno de allí era como la mía, y al final me mira incrédula, reía ante mi soberbia, me fui donde el traje de policía y saque la porra, marque con los dedos ¾ de ella y le indique que al menos así de larga aunque mas ancha, ella se retorció, un poco de risa y otro poco de sorpresa, hacia gestos de que no la tomara el pelo, yo trataba de aguantar la seriedad pero al verla reír y soltar alguna frase susurrada en francés, se me escapaba un sonrisa boba. No se por que, pero aquella inocencia, o tontería, mía le hacia gracia, estaría acostumbrada a gente “mas profesional” no se, yo seguí el juego, y con la música de fondo le ofrecí mi mano para bailar, ella preguntaba en francés, como si estuviera loco, pero me reafirme con la mirada, ella acepto el reto, se fue a quitarse el abrigo que llevaba dejándolo cuidadosamente en la silla, fue la 1º vez que la veía de forma que pueda describiría.

Era una mujer de bandera, obvio, de unos 25 o 27 años, llevaba una camiseta corta que apenas le tapaba los pechos, palabra de honor, y unos vaqueros ajustados, no de tela vaquera, si no mas elástica, con uno tacones de infarto, eso la ayudaba a no quedar muy descolgada de mi corpulencia, sin ellos debería ir por el 1,67, le sacaba mas de una cabeza y media con los zapatos puestos, no le costaba andar con esas agujas por tacones pero sus pasos debían de ser cortos, me dio tiempo a admirar su cuerpo, tenia el vientre formado, de gim, pechos medianos, para mi gusto tirando a cortos, pero bien colocados, y un trasero de 1º, los pantalones se lo hacían, pero los llenaba, caderas algo anchas pero no desproporcionadas. Sus muslos al andar rebotaban dentro de las perneras del pantalón, y se le marcaba claramente el puente en la ingle. Iba a ser un polvazo y aun no la había visto desnuda, se acercó a mi me cogió la mano, como cortesía y buscando apoyo firme, hice un saludo cortés a lo que ella respondió con otro, y pusimos la pose típica de baile, juntando las manos y ella agarrándose de mi hombro y yo de su cintura, fue inocente, no la pegué a mi, simplemente bailamos un vals, moviéndonos por el espacio de la habitación, de vez en cuando la hacia dar una vuelta sobre si misma agarrada de mi mano, nos reíamos de nuestro atrevimiento al acelerar el ritmo de los pies, ya le daba hasta 2 o 3 vueltas y poníamos poses, no se si noto mi polla, o no, en algún gesto, pero si que vi la cara de asombro y esa forma de relamerse o morderse le labio discretamente que tanto había visto últimamente, iluso de mi, preferí pensar que le estaba gustando el momento. Notando un poco la monotonía y el cansancio en su pies, decidí dar un ultimo pase recostándola sobre mis brazos, ella encogió una pierna como una bailarina profesional, agarrándose de mis brazos y riendo, mi cara se quedo a milímetros de la suya, mientras mis manos iban mas debajo de lo necesario en su espalda, allí me percate de sus ojos negros, casi me pierdo en ellos, me quede 2 segundos mirándolos absorto antes de intentar cerrar el baile con un beso en la mejilla, pero no se si conscientemente o no, ella giro la cara y me beso los labios, lo que si se es que le gustó, por que se quedó allí y llevó una mano a mi cara, para separarse unas décimas después relamiéndose, con los ojos torneados y una sonrisa enorme. De golpe se abrió la puerta y entró David, con la tontería había pasado ya mucho rato, y del susto se me cayo la mujer al suelo, mas que por mi, por ella, se sobresalto tanto que el tacón apoyado en el suelo se le resbaló, no cayó redonda si no que se me escurrió sin soltarla, de inmediato la levante casi a pulso, no pesaba nada, si llegaba a los 57 kilos seria un milagro.

-DAVID: vaya, espero no haber ininterrumpido nada.- entro sin mas como un elefante en una cristalería.

-ZEUS: no, solo calentábamos.- la ayude a recuperar la compostura.

-DAVID: bien, por que tenemos un problema- le dio un papel escrito en francés a ella- mira, iba a ser una sesión normal, he reunido a los 8 clientes que estarán detrás de los espejos, y estaban charlando antes de meterse en sus habitaciones, al decirles que la chica era la Geisha, muchos se han emocionado, tiene cierto renombre, y han querido apostar.

-ZEUS: ¿en que?

-DAVID: en cuanto iba hacer que te corrieras, tiene muy buena fama, y alguno decía que en menos de 30 minutos, mas al decirle que eras nuevo y muy joven.

-ZEUS: pues se van a llevar un chasco, ya lo sabes.

-DAVID: yo lo se, pero ellos no me creían, de hecho no se iba a apostar puesto que nadie iba en tu favor, hasta que ha llegado Madamme…..

-ZEUS: ¿esta aquí?

-DAVID: si, ha querido insistir al ser tu 1º vez en estas cosas, les ha dejado fanfarronear, y luego ha dicho que aceptaba la apuesta, pero no a cuando te hacia correrte, si no que tu la ibas a dejar rota antes de las 2 horas.- pensé en que me la estaba jugando o devolviendo por el roto que la hice, o quizá solo era consciente de mis habilidades, pero ella era una vieja ex prostituta desentrenada, allí tenia a una de 1º nivel, joven, en forma y con fama.- como no se han puesto de acuerdo en el como, han decidido votarlo, vais a entrar ahí los dos, y vais a tener que follar a lo bestia, encima de cada espejo hay unas luces, verdes y rojas, el verde eres tu y el rojo es ella, si alguno de los 2 se rinde antes de 2 horas, pierde automáticamente, y si cuando pasen las 2 horas, seguís los 2 en pie, se contaran las luces, las vais a ir viendo todo el tiempo, pueden ir cambiando de opinión según crean conveniente, pero te digo que la apuesta esta cerrada ya. 8 a 1.

-ZEUS: ¿y el 1 es Madamme?- asintió.

-DAVID: así que lo vas a tener jodido para ganarte que voten en contra de su apuesta, eso si, el que gane, aparte de los 10.000€, se lleva un 25% de la apuesta, entre Madamme y yo les hemos sacado unos 50.000€, así que si entras y pierdes son 10.000€, pero si entras y ganas te vas con 22.500€, el resto es para el ganador, ósea Madamme, restándole mi porcentaje por organizarlo.- miré a la mujer que leía las indicaciones en el papel, y al cavara nos miró con sonrisa picara, asintió antes nuestras miradas.

-ZEUS: …..¿y cuando empezamos?

-DAVID: ya, entro y os presento, entrad en ropa interior, como te dije, y deja que ella se luzca primero, luego entras tu, os presentare como en un combate de boxeo, y estaré claramente del lado de ella, es una pose, pero tengo mis dudas, dejaste a Madamme rota delante de mi, pero esto es otra cosa, ella es otra cosa.- la señalo.- un vez presentados me meteré por uno de los espejos donde esta Madamme, al entrar y cerrar, comenzáis, ¿de acuerdo?- nos lo dijo a los 2, asentimos- bien, pues fuera ropa y voy entrando.- me miró- suerte, la vas a necesitar.

Se puso con el pomo en la puerta, cogió aire, templó los nervios, y entró, abriendo la puerta y dejándome ver la cama en el centro, redonda y giratoria, con un espejo enfrente, andaba liado desvistiéndome, y no perdiendo ojo de cómo se desnudaba ella, yo me quede en slips, que me marcaban bien, pero era ridículo al verla a ella, era una especie de princesa asiática, piel suave y cuidada, le venia perfecto con los rasgos físicos, unas tetas que temblaban dentro del sujetador, y un tanga de hilo fino, con elegancia pero muy excitante, la forma de quitarse el pantalón, enrollándolo para sacárselo y dejando el culo en pompa me descoloco, vaya trasero, y vaya piernas, pura fibra, le temblaban de tensión, no de flacidez, se soltó el pelo, quitando los palillos que llevaba puestos en el moño, dejando caer una larga melena que le llegaba hasta el culo, me miro y sin saber por que su imagen me recordó a la de Pocahontas, la protagonista de aquella película para críos, una versión adulta y erótica, y eso me excitó. Se oía de fondo a David hablando del enfrentamiento, mientras los 2 nos poníamos a la altura de la puerta, yo calentado músculos que sabia que iba a necesitar, y ella destentando el cuerpo, pero ni yo podía quitar la vista de ella ni ella de mi, en concreto de mis slips, ya la tenia morcillona y se notaba, fue uno de los momentos mas eróticos y nerviosos que he tenido, como la 1º vez que vas a montar en una monta rusa de crío, un hormigueo en el estomago me estaba hacinado morirme de ansias. Por fin David la presentó, le veía apareciendo y desapareciendo en el marco de la puerta, la llamó y ella fue a salir, la cogí del brazos y le extendí mi mano, para desearla suerte, ella me correspondió, y aproveché para besarla la mano con gesto gentil, no buscaba ser dulce con ella, si no que la pareciera ser un caballero educado, alguien que no la lastimaría, cosa que no era en absoluto, ¿por 30.000€?, iba a entrar allí a destrozarla como fuese. Ella entró y se contoneó saludando, dando una vuelta de honor, podía notar muchos ojos clavándose en ella, incluso algún golpe en los cristales dado desde el otro lado. Se recostó sobre la cama, de forma sensual, andando a 4 patas despacio para regalarle una buena visión a todos los ángulos, echado el cuerpo hacia delante y hacia taras apoyada solo sobre las rodillas, cuando le toco mi zona, me llamo con un dedo, con cara de loba insaciable, sin duda ella también quería ese dinero.

-DAVID: bien, ya tenemos a la chica, pero damas y caballeros, hoy tenemos a un nuevo concursante, un chico nuevo, joven y con aspecto de buena gente, pero no se confundan ni un ápice, es un animal, una bestia salvaje que viene dispuesto a convertirse en el dios de esta sala, ¡¡¡¡¡el es Zeus!!!!!!- tarde un par de segundos en salir, dejando algo colgado a David, y al entrar, asomé solo la cabeza, con gesto de perro asustado, como si me hubiera equivocado de habitación, en ese momento era Raúl, el gordo, el páyasete que siempre tiene que hacer la gracia, pensé, que seria mas divertido así, que no solo fuera follar si no que vieran antes sus ojos en esas 2 horas mi evolución en ese año largo desde la operación, que les sorprendería o asombraría mas verme trasformarme de aquel acomplejado a la bestia que sabia que tenia dentro.

David me miraba atónito, entendía que lo hacia a propósito, pero no sabia por que, yo me colocaba el slips y el lo arreglo un poco como buen orador que demostró ser, siguiendo la broma aunque no la entendía, achacándolo a los nervios, me daba indicaciones de las cosas que tenia que hacer, como girarme, o dar la vuelta por los espejos, y yo bromeaba, tropezando, o arreglándome delante de uno de los espejos, o equivocarme en alguna indicación. No lo sabia, y David me estaba perdonando la vida con la mirada, pero casi podía oír las risas detrás de mi reflejo.

-DAVID: bien parece que ya nos hemos centrado, aquí, si, en el centro, la chica, ya me voy yo , sabéis lo que tenis que hacer.- me miro rogándome que dejara la broma, y se fue por uno de los espejos que se abrió, pude ver de refilón a Madamme, que tenia la cara roja de risa, me miró apenas un suspiro, y clave mi mirada en ella, no savia si me estaba jugando o no, pero la mirada era de que la castigaría mas tarde o mas temprano.

Por ahora me quise centrar, me acerqué a la cama donde la Geihsa estaba, también con cierta congestión por la risa, se compuso y gateando hasta donde estaba yo se arrodilló delante de mi, bajándose de la cama, y comenzó a acariciar mi cuerpo, la habitación se tensó de golpe, sus caricias eran expertas y eróticas, por mis piernas o mi estomago, rozaba de pasada mi bulto en el slip, dejando que me calentara, estuvo así un rato, un buen rato, en el que pude ver un marcador con una cuenta atrás de 2 horas y 8 luces rojas y una verde, por donde había salido David. Sus caricias se la hubieran puesto dura ya al mas pintado, incluso comenzó a acariciar por encima de la tela del slip, pero aquello no crecía, llevo su boca a la tela y daba lametones y mordisqueaba suavemente el enorme bulto de mi ropa interior, pero nada, no crecía, a los 10 minutos se cabreó, y metió la mano por dentro, con cara de ansia, agarró y acarició, pero notó un tacto distinto al habitual, de hecho algo se movía sin estar pegado a mi cuerpo, tiró y saco……un plátano, lo miro confundida, yo me tronchaba de mi broma, esos segundos de mas que tarde en entrar los aproveche para meterme una banana en los slips, la situación no podía ser mas cómica, oía unas carcajadas sonoras, y apostaría mi vida a que David estaba jurando en arameo ante mi ocurrencia. Si, quise gastar la broma, pero no me hubiera atrevido si no fuera por 2 buenas ideas, 1º los clientes estaban detrás de unos espejos a oscuras y lejos, no podían admirar de cerca mi gran tamaño, así que pensé en darles una escala, un medida estándar familiar, y 2º, sacar a la Geisha del papel, hacer algo tan diferente que la descolocara y la pusiera en desventaja ante mi.

Me salió perfecto, Geisha estaba de rodillas mirando el plátano atontada, la levanté y la tumbé en la cama de un tirón, cayendo sobre ella con todo mi peso, aplastándola y comiéndome su boca como un animal, le costó un par de minutos cogerme el ritmo de la boca, para entonces yo ya le metía la lengua hasta el esófago, y la acariciaba el cuerpo entero, buscando quizá algún punto débil que explotar, no lo encontré, pero logre que se abriera bien de piernas y me rodeara con ellas, con los tacones puestos, trataba de acariciarme la espalda con los brazos, pero mi peso y corpulencia no le dejaban, atinó ante mis arremetidas a meter las manos hacia abajo y entonces si, acariciar mi polla sobre la tela, pero aun con el plátano en la mano. Baje por su cuello con mi boca, mientras mis manos buscaban la apertura del sujetador, se abría por delante así que baje la boca, y con los dientes atine a sacárselo, sus tetas se movieron poco, como se intuía eran medianas, normales, pero muy bien colocadas y naturales, me lance a chupar los pezones, hasta que no estaba duro uno no trabajaba el otro, eso la hizo meter la mano libre de fruta por dentro de mis slips, y ya pajear suavemente mi miembro creciente, estuvimos así otros 10 minutos hasta que al final se me puso dura, notaba su mano que casi no abarcaba mi enorme pene, la ayude quitándole el plátano de la mano, poniéndome en pie, me saque el slip y deje que luciera su tamaño a plena vista, eso hizo cambiar 2 o 3 luces de golpe a verde, había ganado el 1º round, pero aun quedaba mucho. Ella quiso ponerse a chupármela, pero no iba a dejar que se luciera con una mamada de 1º nivel, podía haberme hecho pasar por tonto, bromista y buenazo, pero mi en mi cabeza era una partido de ajedrez con 22.500 motivos para ganar, así que me tumbé y dándola un azote la quite el tenga, de un tirón lo rompí, sacándola un gemido de lastima o de placer, me dio igual, la abrí de piernas y me la cargué encima mía, haciendo un 69 conmigo tumbado boca arriba, si ella se iba a lucir con la mamada yo lo haría con una comida de coño.

Como buena profesional, cogió de la base del tronco mi miembro ya tieso, y jugó con el, dándose golpes en la cara y haciendo comparativas con su cara, podía verlo en los espejos, quería dar a entender que era demasiado grande para ella, y justo después, se metió media polla del tirón, para luego rematar metiéndose otro cuarto, notaba su campanilla y aun así no había arcadas, se la saco, la escupió y babeo, para volver a engullir ahora del tirón ¾ , sin duda su fama era merecida, la chupaba casi igual de bien que Madamme, debían de hacer un curso previo o algo, sus lenguas no se movían de forma natural, era una gloria gozar de aquello, tanto que sus engullidas y lamentos, sus golpes con el rabo tieso en la boca o las mejillas me descentraron a mi, sus manos y su lengua lograban que me tensara, debía actuar rápido, así que le baje la cadera y con una mano le separé los labios, totalmente rasurada, y con un pequeño tatuaje en la zona del pubis, una mariposa echa con unas letras en chino o japonés, no me molesté mas en mirar y si en trabajar su coño, no estaba nada húmedo, asi que comencé chupándolo bien y jugando a penetrarla con la lengua, buscando su clítoris, mientras le separa las nalgas con fuerza y las soltaba, generando un efecto rebote, con algún cachete flojo, trabajé y chupe lo mejor que sabia, y note como su cadera iba cogiendo ritmo y se lubricaba su interior, pero pese a empezar a jugar con mis dedos dentro de ella, no lograba que el ritmo de su mamada descendiera, me estaba matando y llevaba menos de 5 minutos, las luces se volvieron todas rojas, menos 1, necesitaba un consolador para estimularla mas, pero no tenia ninguno a mano, ¿o si?, joder le puto plátano, ¿por que no?, lo cogí, lo babeé un poco y abriéndola los labios mayores se lo metí de golpe, por sorpresa, no le costo nada aceptarlo dentro de si, pero la sorpresa de hacerlo le saco la cadena del ritmo de la mamada, no se esperaba eso, echo todo su cuerpo hacia delante sacándola un gemido de placer puro, parando hasta sus expertas manos que pajeaban sin descanso desde hacia rato, me asegure de repetir la penetración tantas veces como para sacarla de ritmo, tardo unos 5 minutos mas en dejar de dar respingos con cada penetración afrutada, mientras mis dedos seguían trabajándola el clítoris, volviendo a ver luces verdes, asegurándome que la curvatura del plátano incidiera en su punto G, eso la hizo llenarse de fluidos, sin correrse, y el plátano ya no generaba fricción alguna, pese a notarla excitada su ritmo en la mamada volvió, 10 minutos después de aquellos su velocidad en las manos aumento tanto que no aguanté mas y reventé en su boca, lo vio venir y una si supo hacer que la corrida se viera por todos los ángulos sacándosela en el ultimo momento, sin parar sus manos. Cuando terminé ella reía victoriosa, al ver todos luces rojas, menos 1, la pobre se creía que había acabado, que como cualquier otro, al correrse 1 vez, ya no podía volver al ruedo, que equivocada estaba, era demasiado joven como para que después de 2 minutos comiéndola el coño, ya sin el plátano, notando su calor interior, no se me volviera a poner como una piedra, el 2º round lo gano ella, pero esperaba ganar por ko en poco mas de 30 minutos, y no lo logró.

Ella se enfado ante mi recuperación, y volvió a lo suyo, pero esta vez yo tenia ventaja, trabajándola con el ABC de Eli, la saque un orgasmo que la sacudió el cuerpo entero, obligándola a arquear la espalda y dejar su mamada, cuando se le pasaron los espasmos le di un buen azote para quitármela de encima, ya estaba bien de preliminares, quedaba 1 hora y 20 minutos, tocaba follar de verdad si quería darle margen a cansarse y después sacar a mi bestia. Ella entendió lo mismo, se dio la vuelta sobre mi y nos besamos mientras se colocaba a horcajadas sobre mi, con mi polla aun fuera cabeceando en su vientre, se paso un par de minutos restregando su cuerpo sobre mi, su pecho en mi cara y pegando la pelvis para presionar mi rabo, agarro mi miembro y trato de elevarse para metérselo, pero era tan pequeña y yo tan grande que no le daban las piernas, así que se puso en pie y fue bajando hasta quedarse de cuclillas, allí se abrió los labios mayores, previamente habiéndose lamido la palma de la mano, y con asombroso equilibro con tacones puestos incluidos, de dirigió mi polla a su interior, dejándose caer poco a poco, mordiéndose el labio con fuerza, notando como cada centímetro de mi la iba abriendo, al inicio entró limpia, pero pasada media polla la tenia tan gorda que la hizo bajar el ritmo de su cadera, se echo un poco hacia atrás para apoyarse sobre la cama o mi piernas y clavado los pies en el colchón, subía un poco para volver a ir bajando, decidí dejarla hacer, que se luciera, que diera todo, como hizo Madamme, y luego rematarla, siguió el guión, fue bajando hasta que por incompresible que fuera, se le metí toda, intentó ponerse de rodillas a horcajadas como antes pero al dejar caer el peso de su cuerpo la llenaba por dentro, tuvo que quedarse apoyada y gobernar el ritmo así, cansándose aun mas, eso no evito que cuando se sintió cómoda, pego un acelerón paulatino en su cadera, yo disfrutaba, me dejaba hacer no me cansaba y realmente era una delicia ver aquel cuerpecito ser penetrado en mi totalidad, cogió gran ritmo y se sacaba mas de media polla antes de volver a caer, pero la postura le era incomoda, no la dominaba, trato de nuevo de ponerse de rodillas, pero mi miembro no se lo permitía, no creo que por dolor si no que al ponerse en esa situación la penetración era tan profunda y caliente que no podía evitar excitarse de mas. Cambió de táctica y se puso de cuclillas de nuevo, apoyándose en mi pecho y desde allí gobernar, le fue mejor en ritmo pero esa posición era si cabe mas cansada para su piernas, yo me asegure que durante 20 minutos fuera ella la que me follara, sin mover un solo músculo, y al ser la 2º corrida sabia que tenia mas aguante, no esta ni de lejos cerca de correrme y ella tiritaba y paraba las embestidas ante su calentura, en una de esas la agarre el culo y la bombee suavemente, aun como si fuera Raúl, eso bastó para sacarla un 2º orgasmo que la hizo ponerse de pie y frotarse el clítoris hasta bañarme en sus fluidos, pero reaccionó bien volviendo a metérsela entra, y ahora si, una vez que se corrió, le dio igual, se puso de rodillas conmigo totalmente dentro, disfruto de la sensación, la cara era de placer, y haciendo movimientos circulares dejo su cuerpo muerto hasta lograr una buena cadena de ritmo, una vez logrado y pasado los clamares de su interior por el orgasmo, me dio un bofetada suave en la cara, por ser malo con ella y hacerla correrse, mirándome con ojos de venganza. Su cadera cogió vida propia, se sacaba y se metía mi polla entera del tirón, pero pese a la amplitud necesaria para ello, su velocidad era endiablada, ahora si estaba follándome en serio, notaba sus nalgas rebotar, el sonido de un golpeo incesante lleno la sala, y la deje desenfrenarse durante 20 minutos, quise ir a tomar en control yo, pero fue demasiado, su cadera me partió en dos y me corrí de nuevo en su interior, soltando una alarido de lujuria, ella lo notó, como me iba desinflando en ella, y sin parar de girar sus caderas se mordía un dedo mientras jugueteaba con la otra mano en mi pecho, me había cabalgado como había querido, se lucio y me saco de rueda, si había alguna luz verde se volvió roja, todas menos 1, estaba feliz, el 3º round fue suyo, pero cometió un error fatal, si hubiera parado allí, me hubiera costado sin su ayuda volver a tener una erección, pero su cuerpo le traiciono, estaba disfrutando realmente del sexo, y no dejo de mover sus caderas hasta que volvió a notar como se me podía dura, seria la 3º corrida, aun mas duradera que la 2º y mucho mas que la 1º, ella se había corrido 2 veces y estaba disfrutando tanto o mas que yo de aquella sesión.

Saque a Zeus, la levante de la cadera y ahora fui yo quien ataco, plante bien los pies en mi postura mas trabajada, y acelere sin parar, sacándola gemidos y alaridos con cada aumento de revoluciones, notaba que mis huevos rebotaban en su culo con cada embestida y arremetí sin piedad hasta sacarla otro orgasmo que la descoloco, no se espero ese arreón, pero no espere a que se recuperara, seguí a la misma velocidad hasta sacarla otro orgasmo pocos minutos después, mire el reloj, quedaba, 25 minutos y aquella hembra estaba gozando, no pidiendo suplica, aunque mis méritos estaban reflejados en 3 luces verdes, estaba claro que había que arriesgar, y no lo podía hacer con ella encima, apreté hasta sacarla el 4º orgasmo, estaba tan caliente de mi continuidad, que eran casi seguidos, allí la saque de mi, la puse a 4 patas y colocándome detrás la moje un dedo en sus fluidos y la penetré con cierta violencia por el culo con el, estaba tan caliente que no me costo nada meterle el 2º, es mas se separaba las nalgas ella sola, estaba cansada y abrumada pero tenia aguante, no quise trabajarla mejor el ano, quedaban 20 minutos y no quería ponérselo sencillo, iba a destrozarla por el culo, la coloque bien agarrada, coloqué mi glande y apretando con un animal, evitando que se fuera para delante, la ensarte del golpe, toda, estremeciéndola, retorciéndola, haciéndola gritar y viendo su cara desmontada en los espejos, con la boca mas abierta de lo que era posible, no di cuartel, invoque a la bestia y sin dejar que se acostumbrara comencé a follármela como el animal indómito que en el fondo tenia dentro, la agarré de los brazos usándolos como riendas de caballo, y percutiendo a una velocidad infernal, ella quería dominar el ritmo con su cadera pero no se lo permitía, me convertí en un vendaval que la azotaba cuando la notaba que se corría, nada de cachetes, golpes que harían temblar a mis colombianas, no pare, no di esperanza ni cuartel, fui una maquina que solo aceleraba duramente los últimos 17 minutos de esos 20, todas las luces se volvieron verdes, menos 1, lo tenia ganado, la había matado con el spirnt final, quería salirse de mi pero no se lo permití en ningún momento, estaba desatado. Quería mi pleno, la cogí del vientre, y en boladas la estampé contra el cristal de aquella luz roja, restregando las tetas en el cristal y con ella en el aire, cogida de las piernas, me la folle los ultimas 3 minutos de forma grotesca y salvaje, sacándola otro orgasmo que baño el cristal, estaba ida, sobre la bocina, pero había logrado tenerla inerte, no inconsciente pero no era capaz de hacer o decir nada, solo disfrutaba y recibía, para cuando el reloj llego a cero todo eran luces verdes, aun así estuve otros 10 minutos así, levantándola por lo aires y dejándola caer a plomo abriéndola el culo, hasta que me corrí dentro de ella, aun así golpee un par de veces mas para dejarle toda mi semilla dentro, para entonces dejarla apoyada en el suelo, contra el cristal, tiritando agarrándose el coño y el ano a la vez, como otras tantas mujeres antes que ella, no solo es que me duro menos que Madamme, mi Leona, o Eleonor, es que hasta Yasmine me hubiera dado mas juego, aunque ellas estaba acostumbradas a mi pene, pero ellas apenas habían disfrutado de la bestia, ella aguantó 20 minutos de sexo anal descomunal, y estaba sollozando de gusto en el suelo desnuda y sodomizada, ella, una puta de alto vuelos de París, por un crío 7 años menor del extrarradio de Madrid.

Entro David aplaudiendo con al ropa mal colocada, de refilón vi de nuevo a Madamme abierta de piernas con el coño rojo de haberse follada a David claramente, yo cogí el plátano lleno de fluidos de la cama, paseándome como un león guardián por delante de los espejos, lo pelé y me lo comí con cara de buscar una presa mas decente. David se acerco y me declaró campeón y ganador por unanimidad, dando por finalizada la ceremonia y apagando las luces, me fui directo a la puerta donde estaba Madamme, la pillé de espaldas arreglándose el vestido, me pegué a ella dejándole mi polla flácida llena de fluidos y creo que de sangre del culo de Geisha, en su trasero, y agarrándola las tetas.

-ZEUS: ¿por que coño has aceptado la apuesta?- mi tono era del dios que tenia que ser para ella.

-MADAMME: solo quería hacerte ganar mas dinero, cuidar de mi dios, sabia de sobra que la ibas a reventar y aunque no lo hubieras hecho, los 10,000€ te los hubiera llevado igual, ahora tendrás mucho mas dinero, ¿David te dijo que eran?

-ZEUS: ¿22.500€?, eran 10.000€ mas el 25% de la apuesta, 50.000€

-MADAMME: que carbón, te la ha jugado, y me quería meter a mi en el ajo, si, el 25%, pero de 100.000, son 25.000€ + los 10.000€ por el trabajo, son 35.000€- se me inflo la cara de enfado y ella lo notó, se giró agarrándome la cara con autentico pánico.- ¿que pasa, no estas contento?

-ZEUS: David me ha dicho que la apuesta eran 50.000€, mi parte de la apuesta 12.500€ mas mi parte de 10.000€- me miró horrorizada.

-MADAMME: no, eso no es lo que hablamos todos arriba, la apuesta era de 100.000€ no de 50.000€, luego en privado me ha dicho que si cerraba la boca me daría una parte de los otros 50.000€, pero me he negado, sabes que no te miento, eres mi dios, y estoy de tu lado, dime que lo sabes, por favor- estaba fingiendo un enfado que en realidad era leve, para mi 35 o 22 no eran diferencia, para Raúl era un pastón de mas, pero ahora que sabia del engaño, Zeus no me fiaba y tenia que asegúrame de quien me la estaba jugando, la agarré de la mano y tiré de ella hacia la sala central, allí a tientas vi a David agachado hablando con Geisha, le agarré del cuello y casi por el aire le saque a la sala adyacente.

-ZEUS: ¿Cuánto era la apuesta?- le tiré al suelo, medio ahogado, mi personaje estaba muy enfadado.

-MADAMME: dile la verdad, dile que eran…….- la solté un bofetón sin demasiada fuerza.

-ZEUS: tu cierra la puta boca, dime David, ¿cuanto era la apuesta? Y ten en cuenta que de tu sinceridad dependerá que te joda la vida o no.

-DAVID: oye, tranquilizante, cof cof…..esto no es tan sencillo cof…mi comisión es variable……- le hundí mi pie en las costillas, me di cuenta que Zeus era una persona diferente a mi, alguien realmente peligroso al que no había que joder.

-ZEUS: ¿QUE CUANTO ERA LA APUESTA? ¿O QUIERES QUE TE HUNDA UNA COSTILLA EN EL PULMÓN?- se retorcía en el suelo del golpe.

-DAVID: ¡¡¡100.000!!! Joder, puto animal, eran 100.000, si solo eran 50.000, yo sacaba mas tajada.

-ZEUS: eres una puta mierda asquerosa, una rata de alcantarilla, y encima un imbécil retrasado, ¿creías que Madamme no me lo iba decir?

-DAVID: oye necesitaba el dinero, tengo líos de drogas y……- me agache para darle una bofetada, le di parte en el iodo, se lo deje pitando por que se quedo tonto, le susurre algo al oído a Madamme que hizo encantada de obedecer.

-ZEUS: me importa una mierda, me has intentado engañar mi y a Madamme,- cogí el papel en francés del suelo, el que el dio a Geisha, las cifras eran iguales que las mías.- y ahora lo pagarás de un forma u otra, escúchame- le agarre la cara- te voy a dejar aquí, atado, desnudo y con 2 consoladores metidos por el culo, con alguna de esa mordazas puestas y te voy a dar con la fusta mas grande hasta que te vea sangrar MI dinero, y te pienso dejar así e irme, eso por intentar engañarme a mi, ya te encontrara alguien de aquí, después vas a coger todo el dinero de la apuesta y lo vas a repartir, quiero 50.000€ para mi, otros 30.000€ para Madamme, y págale 20.000€ a Geisha, y el resto es tuyo, todo lo que han pagado esos ricachones por organizar la sesión sin la apuesta, fíjate si soy bondadoso. O eso, o voy directo a la prensa a contar de tus fiestecitas con famosos, veremos quien se te acerca cuando salgas en los programas rosas a diario. Que decides, ¿lo 1º o lo 2º?

-DAVID: lo 1º.

-ZEUS: desnúdate completamente y ponte sobre la mesa con el pecho sobre ella.- obedeció dolorido.

Se veía la marca de mi golpe en las costillas, cogí unas cadenas y las esposas de la zona del sado, las pase por la mesa y le até de tal forma que quedo inmóvil, atado con las manos a las patas por encima y los pies por abajo, uniéndolos con cadenas para que no pudiera sacar las esposas por las aptas, le metí una mordaza de esas de pelota roja en la boca, cogí los 2 consoladores mas grandes que había, le metí el mas pequeño de los 2, que encima vibraba, lo encendí y se lo clave, ese es el verbo correcto, en el ano, costo relativamente poco, aunque le dolió, se lo metí entero, para luego coger el mas grande y haciendo una fuerza bestial metérselo también por el culo, los tenia tan aprisionados que hacían v al salirse de su culo, si con el 1º hasta podía disfrutar ahora solo había dolor, cogí la fusta con la que me había hecho daño, la cogí mal adrede, y comencé a amartillar los consoladores sacando alaridos de dolor y suplica, lloraba, cuando note que no le entraban mas le di con fuerza desmedida por todo el cuerpo, las piernas, la espalda y el culo, dejando todas las zonas rojas, escocidas y en algunas hasta con hematomas o sangrando, le hice gritar su nombre completo y decir que aquello era sexo consentido y que le encantaba, se retorcía de tal manera que hubiera dicho lo que me diera la gana, de hecho me dijo el nombre y apellidos, con ocupaciones, de todos los asistentes a la fiesta, los ocultos tras los espejos. Supero el umbral del dolor pasados unos minutos, ese punto en que los nervios se desconectan para dejar de sufrir, ya no había motivos para seguir.

-ZEUS: con esto, y luego los ingresos de dinero, queda en paz, ahora mira a Madamme- lo hizo y la descubrió con el móvil grabando toda la escena, con los golpes ni se dio cuenta pero había cogido 1º plano de todo- ahora te tengo en vídeo siendo sodomizado, consintiéndolo legalmente, con tu verdadero nombre completo y el de tus clientes, me he asegurado de todas formas que no se vean nuestras caras y puedo editar el vídeo para distorsionar mi voz y mi imagen, eso es solo un seguro, como se te ocurra la mas mínima trampa para mi o Madamme, te voy a joder la vida, ¿me oyes?, si haces lo que te digo podrás seguir con tu mísera vida, pero si vuelves a intentar jugárnosla esto te parecerá una broma. ¿Asiente si lo has entendido?- lo hizo llorando, a sabiendas, humillado, castigado y vendido, no tenia opción.- venga Madamme, aquí hemos terminado.- según paro de gravar, se me tiro encima besándome como poseída.

-MADAMME: me has puesto cachonda pérdida, fóllame ahora mismo, te lo imploro.

-ZEUS: creía que esta basura ya te había follado.

-MADAMME: este es un mierda que no sabe como tratarme, tu si – me agarro la polla para levantármela con su habilidad casi innata, gruñí de descontento, ella se arrodillo suplicando, con su mano masturbándose por debajo del vestido- por favor, te lo ruego dios mío, ábreme el culo otra vez, como has hecho con esa cría, párteme en 2, llevo 3 idas loca pensando en como me abriste el culo, como hacia mucho que nadie me lo abría.

-ZEUS: ya te dije que se hará lo que yo diga, y sabias que tus actos me enfadarían, y que conllevarían un castigo.

-MADAMME: lo se, por eso lo he hecho.

-ZEUS: así que quieres ser castigada, pues el castigo es que dejes de tocarte, llama a tu moles y que vengan, nos vamos a ir de aquí cada uno a su casa, y tu te vas a encargar de que a Geisha se la cuide hasta que se recupere, y reciba su dinero, yo el mío, y tu el tuyo de parte de este mierda, y mientras prepárame mas citas caras, y aun estoy esperando a la mas guapa, no me vuelvas a fallar o sabes que de ti también tengo cosas.

-MADAMME: no hace falta que las uses ni me amenaces, no conmigo, y los sabes, soy tuya, eres mi dios y haré lo que me ordenes.- se puso en pie y se arregló el vestido mientras llamaba a sus moles, obedeció al dedillo, y se llevaron a Geisha, medio desnuda e ida. Antes de irse la dije que se había portado bien al decirme la verdad de la apuesta, que si seguía a si quizá me la volviera a reventar pronto, y con ello la metí mi mano en el coño, besándola con lengua dejándola tiesa al meterle mi mano casi entera en el coño, levantándola por el aire de un pie, estaba empapada como una colegiala ante su ídolo, su boca podía mentir, sus cuerpo no, le ponía aquel dominio que ejercía sobre ella.

-ZEUS: ahora vete y no me falles de nuevo, no quiero que vuelvas a apostar por mi o no sin mi consentimiento.- yo tenia unas ganas loas de reventarla, todo aquello y aquel momento me tenia excitado, pero mi personaje Zeus era implacable.

Me vestí y me fui directo a casa de mi Leona, creo que fue la follada mas bestia y animal que la di hasta el momento, eran casi las 12 de la noche y no paré hasta desmayarla 5 horas después, la 1º hora fui a mi ritmo, las otras fui la bestia, no paré de abrirla el coño, hasta que se rindió, y no era fácil, entonces la destroce el ano como había hecho con Geihsa y quise hacer con Madamme, allí perdí a mi leona, con mi penúltima corrida la mordí tan fuerte de rabia y de estrés que la desperté de la inconsciencia con un gemido de placer y dolor que le encantaba, para seguir tirándomela otra hora mas hasta apaciguar a l abestia, allí no desactive nada, la desate y la única mujer que conocía que podía soportar a duras penas hasta agotarme era ella. Al día siguiente llamo al colegio para decir que no iba, que se encontraba mal, la tuve que ayudar a ducharse y vestirse, ya era Raúl, de nuevo, la bestia había sido saciada, y pese a estar aun medio ida después de 7 horas de sueño, tenia una sonrisa de felicidad pura, de saber que a aquel animal solo lo calmaba ella, según supe aun falto un par de días mas antes de regresar a su vida normal y el colegio.

Madamme me llamo unos días mas tarde, se había asegurado de que David pagara todo, y de que Geihsa no volviera a Francia, se quedó con nosotros en la empresa, dijo algo de que no había nada en Francia que la atara, y con un pequeño incentivo económico la captaron. También me aviso para otro trabajo gordo, al día siguiente otra vieja decrépita, me soltaron 8.000€ por 1 hora, aunque fue media hora, lo que me duro la vieja, para cuando acabé con casi todo rondaba los 80.000€ en menos de 4 semanas, y aun quedaba la sorpresa final antes de retirarme.

CONTINUARA………

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Sinopsis:

Contra mi voluntad, mi madre me informa que su hermana pequeña, mi tía Elena, me va a hacer compañía ese verano en Laredo. Cabreado intento convencer pero no da su brazo a torcer por lo que salgo rumbo a la playa con ella, sin saber que ese verano cambiaría para siempre el rumbo de nuestras vidas. Junto con ella, seduzco a Belén y a su madre.

A partir de ahí, los cuatro juntos nos sumergimos en una espiral de sexo.

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Para que podías echarle un vistazo, os anexo EL  PRIMER CAPÍTULO:

Capítulo 1

La historia que os voy a contar me ocurrió hace algunos años, cuando estaba estudiando en la universidad. Con casi veintidós años y una más que decente carrera, mis viejos no podían ningún impedimento a que durante las vacaciones de verano, me fuera solo a la casa que teníamos en Laredo. Acostumbraba al terminar los exámenes a irme allí solo y durante más de un mes, pegarme una vida de sultán a base de copas y playa. Por eso cuando una semana antes de salir rumbo a ese paraíso mi madre me informó que tendría que compartir el chalet con mi tía, me disgustó.
Aunque mi relación con la hermana pequeña de mi madre era buena, aun así me jodió porque con Elena allí no podría comportarme como siempre.
«Se ha acabado andar desnudo y llevarme a zorritas a la cama», pensé, «y para colmo tendré que cargar con ella».
Mis reticencias tenían base ya que mi tía era una solterona de cuarenta años a la que nunca se le había conocido novio y que era famosa en la familia por su ingenuidad en temas de pareja. No sé cuántas veces presencié como mi padre le tomaba el pelo abusando de su falta de picardía hasta que mi madre salía en su auxilio y le explicaba el asunto. Al entender la burla, Elena se ponía colorada y cambiaba de tema.
―No entiendo que con casi cuarenta años caigas siempre en esas bromas― le decía mi vieja, ― ¡Madura!
Los justificados reproches de su hermana lo único que conseguían era incrementar la vergüenza de la pobre que normalmente terminaba yéndose de la habitación para evitar que su cuñado siguiera riéndose de ella.
Pero volviendo a ese día, por mucho que intenté hacerle ver a mi madre que además de joderme las vacaciones su hermana se aburriría al estar sola, no conseguí que diera su brazo a torcer y por eso me tuve que hacer a la idea de pasar un mes con ella.

Nos vamos a Laredo mi tía y yo.
Tal y como habíamos quedado, a mediados de Junio, me vi saliendo con ella rumbo al norte. Como a ella no le apetecía conducir en cuanto metimos nuestro equipaje, me dio las llaves de su coche diciendo:
― ¿Quieres conducir? Estoy muy cansada.
Ni que decir tiene que en cuanto la escuché acepté de inmediato porque no en vano el automóvil en cuestión era un precioso BMW descapotable. Encantado con la idea me puse al volante mientras ella se sentaba en el asiento del copiloto. Ya preparados, nos pusimos en camino. No tardé en comprobar que mi tía no había mentido porque al rato se quedó dormida.
Para los que no lo sepan, entre Madrid y Laredo hay unos cuatrocientos cincuenta kilómetros y se tarda unas cuatro horas sin incluir paradas y viendo que no iba a obtener conversación de ella, puse la radio y decidí comprobar si como decían las revistas, ese coche era una maravilla. Con ella roncando a pierna suelta y aunque había mucho tráfico, llegué a Burgos en menos de dos horas y como me había pedido parar en el hotel Landa para almorzar, directamente me salí de la autopista y entré en el parking de ese establecimiento.
Ya aparcado y antes de despertarla, me la quedé mirando. Mi tía seguía dormida y eso me permitió observarla con detenimiento sin que ella se percatara de ese escrutinio.
«Para su edad está buena», sentencié después darle un buen repaso y comprobar que la naturaleza le había dotado de unas ubres que rivalizarían con las de cualquier vaca, «lo que no comprendo es porqué nunca ha tenido novio».
En ese momento fue cuando realmente empecé a verla como mujer ya que hasta entonces Elena era únicamente la hermana de mamá pero ese día corroboré que esa ingenua era dueña de un cuerpo espectacular. Su melena castaña, su estupendo culo y sus largas piernas hacían de ella una mujer atractiva. La confirmación de todo ello vino cuando habiéndola despertado, entramos al restaurante de ese hotel y todos los hombres presentes en el local se quedaron mirando embobados el movimiento de sus nalgas al caminar.
Muerto de risa y queriendo romper el hielo, susurré en su oído:
―Tía, ¡Debías haberte puesto un traje menos pegado!
Ella que ni se había fijado en las miradas que le echaban, me preguntó si no le quedaba bien. Os juro que entonces caí en la cuenta que no sabía el efecto que su cuerpo provocaba a su paso y soltando una carcajada, le solté:
― Estupendamente. ¡Ese es el problema! – y señalando a un grupo de cuarentones sentados en una mesa, proseguí diciendo: ― ¡Te están comiendo con los ojos!
Al mirar hacía ese lugar y comprobar mis palabras, se puso nerviosa y totalmente colorada, me rogó que me pusiera de modo que tapara a esa tropa de salidos. Cómo es normal, obedecí y colocándome de frente a ella, llamé al camarero y pedí nuestras consumiciones.
Mientras nos las traía, Elena seguía muy alterada y se mantenía con la cabeza gacha como si eso evitara que la siguieran mirando. Esa actitud tan esquiva, ratificó punto por punto la opinión que mi viejo tenía de su cuñada:
“Mi tía era, además de ingenua, de una timidez casi enfermiza».
Viendo el mal rato que estaba pasando, le propuse que nos fuéramos pero entonces ella, con un tono de súplica, me soltó:
― ¿Soy tan fea?
Alucinado porque esa mujer hubiese malinterpretado la situación, me tomé unos segundos antes de contestar:
― ¿Eres tonta o qué? No te das cuenta que si te están mirando es porque estás buenísima.
Mi respuesta la descolocó y casi llorando, dijo de muy mal humor:
― ¡No me tomes el pelo! ¡Sé lo que soy y me miro al espejo!
Fue entonces cuando asumiendo que necesitaba que alguien le abriera los ojos y sin recapacitar sobre las consecuencias, contesté:
― Pues ponte gafas. No solo no eres fea sino que eres una belleza. La gran mayoría de las mujeres desearían que las miraran así. Esos tipos te están devorando con los ojos porque seguramente ninguna de sus esposas tiene unas tetas y un trasero tan impresionantes como el tuyo.
La firmeza con la que hablé le hizo quedarse pensando y tras unos instantes de confusión, sonriendo me contestó:
― Gracias por el piropo pero no te creo.
Debí haberme quedado callado pero me parecía inconcebible que se minusvalorara de ese modo y por eso cometí el error de cogerle de la mano y decirle:
― No te he mentido. Si no fueras mi tía, intentaría ligar contigo.
Lo creáis o no creo que en ese preciso momento esa mujer me creyó porque mirándome a los ojos, me dio las gracias sin percatarse que bajo su vestido involuntariamente sus pezones se le habían puesto duros. El tamaño de esos dos bultos fue tal que no pude más que quedarme embobado mientras pensaba:
“¡No me puedo creer que nunca me hubiese fijado en sus pitones».
Tuvo que ser el camarero quien rompiera el incómodo silencio que se había instalado entre nosotros al traer la comanda. Ambos agradecimos su interrupción, ella porque estaba alucinada por el calor con el que la miraba su sobrino y yo por el descubrimiento que Elena era una mujer de bandera.
Al terminar ninguno de los dos comentó nada y hablando de temas insustanciales, nos montamos en el coche sin ser enteramente conscientes que esa breve parada había cambiado algo entre nosotros.
«Estoy como una cabra», mascullé entre dientes, «seguro que se ha dado cuenta de cómo le miraba las tetas».

Durante el resto del camino la hermana de mi madre se mantuvo casi en silencio como rumiando lo sucedido. Solo cuando ya habíamos dejado atrás Bilbao y estábamos a punto de llegar a Laredo, salió de su mutismo y como si no hubiéramos dejado de hablar del tema, me preguntó:
―Si estoy tan buena, ¿Por qué ningún hombre me ha hecho caso?
Como su pregunta me parecía una solemne idiotez, sin medirme, contesté:
―Ya que tienes ese cuerpazo, ¡Muéstralo! ¡Olvídate de trajes cerrados y ponte un escote! ¡Verás cómo acuden en manada!
Confieso que nunca preví que tomándome la palabra, me soltara:
―¿Tú me ayudarías? ¿Me acompañaría a escoger ropa?
La dulzura pero sobre todo la angustia que demostró al pedírmelo, no me dio pie a negarme y por eso le prometí que al día siguiente, la acompañaría de compras. Lo que no me esperaba que poniendo un puchero, Elena contestara:
―No seas malo. Es temprano, ¿Por qué no hoy?
Al mirar el reloj y descubrir que ni siquiera era hora de comer, contesté:
―De acuerdo. Bajamos el equipaje en casa, comemos y te acompaño.
Su sonrisa hizo que mereciera la pena perderme esa tarde de playa, por eso no me quejé cuando habiendo descargado nuestras cosas y sin darme tiempo de acomodarlas en mi habitación, me rogó que fuéramos a un centro comercial a comer y así tener más tiempo para elegir.
―¡He despertado a la bestia!― exclamé al notar la urgencia en sus ojos.
Elena soltando una carcajada, me despeinó con una mano diciendo:
―He decidido hacerte caso y cambiar.
La alegría de su tono me debió advertir que algo iba a suceder pero comportándome como un lelo, me dejé llevar a rastras hasta ese lugar. Una vez allí, entramos en un italiano y mientras comíamos, mi tía no paró de señalar los vestidos de las crías que iban y venían por la galería, preguntando como le quedarían a ella. El colmo fue al terminar y cuando nos dirigíamos hacia el ZARA, Elena se quedó mirando el escaparate de Victoria Secret´s y mostrándome un picardías tan escueto como subido de tono, me preguntara:
―¿Te parecería bien que me lo comprara o es demasiado atrevido?
Cortado por que me preguntara algo tan íntimo, contesté:
―Seguro que te queda de perlas.
Elena al dar por sentada mi aprobación entró conmigo en el local y dirigiéndose a una vendedora, pidió que trajeran uno de su talla. Ya con él en su mano, se metió en el probador dejándome a mí con su bolso fuera. No habían trascurrido tres minutos cuando vi que se entreabría la puerta y la mano de mi tía haciéndome señas de que entrara. Sonrojado hasta decir basta, le hice caso y entré en el pequeño habitáculo para encontrarme a mi tía únicamente vestida con ese conjunto.
Confieso que me quedé obnubilado al contemplarla de esa guisa y recreando mi mirada en sus enormes pechos, no pude más que mostrarle mi asombro diciendo:
― ¡Quién te follara!
La burrada de mi respuesta, la hizo reír y mientras me echaba otra vez para afuera, la escuché decir:
―¡Mira que eres bruto! ¡Qué soy tu tía!
Por su tono descubrí que no se había enfadado por mi exabrupto ya que aunque era el hijo de su hermana, de cierta manera se había sentido halagada con esa muestra tan soez de admiración.
«No puede ser», pensé al saber que además para ella yo era un crío.
Al salir ratificó que no le había molestado tomándome del brazo y con una alegría desbordante, llevándome de una tienda a otra en busca de trapos. No os podéis hacer una idea de cuantas visitamos y cuanta ropa se probó hasta que al cabo de dos horas y con tres bolsas repletas con sus compras, salimos de ese centro comercial.
Ya en el coche, mi tía comentó entre risas:
―Creo que me he pasado. Me he comprado cuatro vestidos, el conjunto de lencería y un par de bikinis.
―Más bien― contesté mientras encendía el automóvil.
Ni siquiera habíamos salido del parking cuando haciéndome parar, me pidió que bajara la capota ya que le apetecía sentir la brisa del mar. Haciendo caso, oprimí el botón y en menos de diez segundos, el techo se escondió y ya totalmente descapotados salimos a la calle.
―¡Me encanta!― chilló con alegría,
La felicidad de su rostro mientras recorríamos el paseo marítimo, me puso de buen humor y momentáneamente me olvidé el parentesco que nos unía, llegando al extremo de posar mi mano sobre su muslo. Al darme cuenta, la retiré lo más rápido que pude pero entonces Elena protestó diciendo:
―Déjala ahí, no me molesta.
La naturalidad con la que lo dijo, me hizo conocer que quizás en pocas ocasiones había sentido sobre su piel la caricia de un hombre y por eso no pude evitar excitarme pensando que podía seguir siendo virgen.
«Estoy desvariando», exclamé mentalmente al percatarme que esa mujer que estaba deseando desflorar era mi familiar mientras a mi lado, ella había vuelto a poner mi mano sobre su muslo.
Instintivamente, mi imaginación voló y mientras pensaba en cómo sería ella en la cama, comencé a acariciarla hasta que la realidad volvió de golpe en un semáforo cuando al mirarla descubrí que tenía su vestido completamente subido y que podía verle las bragas.
«¡Qué coño estoy haciendo!», pensé al darme cuenta que estaba tocando a la hermana de mi madre.
Asustado por ese hecho pero no queriendo que ella se molestara con una rápida huida, aproveché que se ponía verde para retirar mi mano al tener que meter la marcha y ya no volví a ponerla sobre su muslo. Pasado un minuto de reojo comprobé que Elena estaba cabreada pero como no podía reconocer que estaba disfrutando con los toqueteos de su sobrino y más aún el pedirme descaradamente que los continuara.
Afortunadamente estábamos cerca de la casa de mis padres y por eso sin preguntar me dirigí directamente hacia allá. Nada más cruzar la puerta, mi tía desapareció rumbo a su cuarto dejándome con mi conciencia. En mi mente me veía como un pervertidor que se estaba aprovechando de la ingenuidad de esa mujer y de su falta de experiencia y por eso decidí tratar de evitar cualquier tipo de familiaridad aun sabiendo que eso me iba a resultar difícil porque estaríamos ella y yo solos durante un mes.
Habiéndolo resuelto comprendí que lo mejor que podía hacer era irme a dar una vuelta y eso hice. En pocas palabras, hui como un cobarde y no volví hasta que Elena me informó que me estaba esperando para cenar.
―Al rato llego― contesté acojonado que le dijera a mi vieja que la había estado tocando.
Aunque le había dicho que tardaría en volver, comprendí que no me quedaba más remedio que ir a verla y pedirle de alguna manera perdón. Creo que mi tía debió de suponer que tardaría más tiempo porque al entrar en el chalet, escuché que estaba la tele puesta.
Al acercarme al salón, la encontré viendo una de mis películas porno. No sé si fue la sorpresa o el morbo pero desde la puerta me puse a espiar que es lo que hacía para descubrir que creyéndose sola, se estaba masturbando mientras miraba como en la pantalla un jovencito se tiraba a una cuarentona.
“¡No me lo puedo creer!», pensé al saber que entre todas mis películas había ido a escoger una que bien podría ser nuestra historia. «Un veinteañero con una dama que le dobla en edad».
Ese descubrimiento y los gemidos que salían de su garganta al acariciarse el clítoris, me pusieron como una moto y bajándome la bragueta saqué mi pene de su encierro y me empecé a pajear mientras observaba en el sofá a mi tía tocándose. Elena sin saber que su sobrino la espiaba desde el zaguán, separó sus rodillas y metiendo su mano por debajo de su braga, separó sus labios y usando un dedo, lo metió dentro de su sexo.
Sabía que me podía descubrir pero aun así necesitaba verla mejor y por eso agachándome, gateé hasta detrás de un sillón desde donde tendría una vista inmejorable de sus maniobras. Para empeorar la situación y mi calentura, en ese momento, mi querida tía cogió uno de sus senos apretándolo con la mano izquierda mientras la derecha no dejaba de torturar su mojado coño.
“¡Está tan bruta como yo», tuve que admitir mientras me pajeaba para calmar mi excitación.
A mi lado, Elena intensificó sus toqueteos pegando sonoros gemidos. Os juro que podía ver hasta el sudor cayendo por el canalillo de su escote pero aun así quería más. Totalmente excitada, la vi cómo se arqueaba su espalda y como cerraba sus piernas con su mano dentro de ella en un intento de controlar el placer que estaba sintiendo. En ese momento, cerró los ojos cerrados y mientras disfrutaba de un brutal orgasmo, mi tía gritó mi nombre y cayó agotada sobre el sofá, momento que aproveché para salir en silencio tanto de la habitación como de la casa.
Ya en el jardín, me quedé pensando en lo que había visto y no queriendo que Elena se sintiera incómoda, me dije que no le contaría nunca que la había descubierto haciéndose una paja pensando en mí.
“Está tan sola que incluso fantasea que su sobrino intenta seducirla», sentencié tomando la decisión de no darle ninguna excusa para que se sintiera atraída.
La cena.
Diez minutos más tarde, no podía prolongar mi llegada y como no quería volverla a pillar en un renuncio, saludé en voz alta antes de entrar.
― Estoy aquí― contestó Elena.
Siguiendo el sonido de su voz, llegué a la cocina donde mi tía estaba preparando la cena. Nada más verla, supe que me iba a resultar complicado no babear mirándola porque se había puesto cómoda poniéndose una bata negra de raso, tan corta que apenas le tapaba el culo.
“¿De qué va?», me pregunté al observarla porque a lo escueto de su bata se sumaba unas medias de encaje a medio muslo. “¡Se está exhibiendo!».
La certeza de que Elena estaba desbocada y que de algún modo intentaba seducirme, me hizo palidecer y tratando de que no notara la atracción que sentía por ella, abrí el refrigerador y saqué una cerveza. Todavía no la había abierto cuando de pronto se giró y dijo:
― Tengo una botella de vino enfriando. ¿Me podrías poner otra copa?
Su tono meloso me puso los vellos de punta y dejando la cerveza, saqué la botella mientras trataba de ordenar mis pensamientos. Al mirarla, descubrí que ya se había bebido la mitad.
“Macho recuerda quien es», repetí mentalmente intentando retirar mi mirada de su trasero, “está buena pero es tu tía».
Sintiéndome un mierda, serví dos vasos. Al darle el suyo, mi hasta entonces ingenua familiar extendió su brazo y gracias a ello, se le abrió un poco la bata dejándome descubrir que llevaba puesto el picardías que había elegido esa tarde. Mis ojos no pudieron evitar el recorrer su escote y ella al notar que la miraba, sonriendo me soltó:
― Me he puesto el conjunto que tanto te gustó― tras lo cual y sin medirse, se abrió la bata y modeló con descaro a través de la cocina la lencería que llevaba puesta.
Por mucho que intenté no verme afectado con esa exhibición sentándome en una silla, fallé por completo. Sabía que estaba medio borracha pero aun así bajo mi pantalón mi pene salió de su letargo y como si llevase un resorte, se puso duro como pocas veces. El tamaño del bulto que intentaba ocultar era tal que Elena advirtió mi embarazo y en vez de hacer como ni no se hubiera dado cuenta, acercándose a mí, susurró en mi oído con voz alcoholizada:
― ¡Qué mono! A mi sobrinito le gusta cómo me queda.
Colorado y lleno de vergüenza, me quedé callado pero entonces, mi tía envalentonada por mi silencio dio un paso más y sentándose sobre mis rodillas, me preguntó:
― ¿Tú crees que los hombres se fijarían en mí?
Con sus tetas a escasos centímetros de mi boca y mientras intentaba aparentar una tranquilidad que no tenía, con voz temblorosa, respondí:
― Si no se fijan es que son maricas.
Mi respuesta no le satisfizo y cogiendo sus gigantescas peras entre sus manos, insistió:
― ¿No te parece que tengo demasiado pecho?
La desinhibición de esa mujer me estaba poniendo malo. Todo mi ser me pedía hundir la cara en su hondo canalillo pero mi mente me pedía prudencia por lo que haciendo un esfuerzo contesté:
― Para nada.
Mi tía sonrió al escuchar mi respuesta y disfrutando de mi parálisis, se bajó de mis rodillas y dándose la vuelta, puso su pandero a la altura de mi cara y descaradamente siguió acosándome al preguntar:
― Entonces: ¿Será que no me hacen caso porque tengo un culito gordo?
Para entonces estaba como una moto y por eso comprenderéis que tuve que hacer un verdadero ejercicio de autocontrol para no saltar sobre ese par de nalgas que con tanta desfachatez mi tía ponía a mi alcance. Como no le contestaba, Elena estrechó su lazo diciendo:
― Tócalo y dime si lo tengo demasiado flácido.
Como un autómata obedecí llevando mis manos hasta sus glúteos. Si ya de por sí me parecía que Elena tenía un trasero cojonudo al palpar con mis yemas lo duro que lo tenía no pude más que decir mientras seguía manoseándolo:
― ¡Es perfecto y quién diga lo contrario es un imbécil!
La hermana de mi madre al sentir mis magreos gimió de placer y con su respiración entrecortada, se sentó nuevamente sobre mí haciendo que su culo presionara mi verga. Entonces y con un tono sensual, me preguntó:
― ¿Entonces porque no tengo un hombre a mi lado?
Si cómo eso no fuera poco y perdiendo cualquier recato, mi tía comenzó un suave vaivén con su trasero, de forma que mi erecto pene quedó aprisionado entre sus nalgas.
― Elena, ¡Para o no respondo!― protesté al sentir el roce de su sexo contra el mío.
― ¡Contesta!― gritó sin dejar de moverse― ¡Necesito saber por qué estoy sola!
La situación se desbordó sin remedio al sentir la humedad que desprendía su vulva a través de mi pantalón y llevando mis manos hasta sus pechos, me apoderé de ellos y contesté:
― ¡No lo sé! ¡No lo comprendo!
Mi chillido agónico era un pedido de ayuda que no fue escuchado por esa mujer. Mi tía olvidando la cordura, forzó mi calentura restregando sin pausa su coño contra mi miembro. Su continuo acoso no menguó un ápice cuando la lujuria me dominó y metí mis manos bajo su picardías para amasar sus senos, Es más al notar que cogía entre mis dedos sus areolas, rugió como una puta diciendo:
― ¿Por qué no se dan cuenta que necesito un hombre?
Su pregunta resultaba a todas luces extraña si pensáis que en ese instante, mi verga y su chocho estaban a punto de explotar pero aun así contesté:
― ¡Yo si me doy cuenta!
Fue entonces cuando como si estuviéramos sincronizados tanto ella como yo nos vimos avasallados por el placer y sin dejar de movernos, Elena se corrió mientras sentía entre sus piernas que mi pene empezaba a lanzar su simiente sobre mi pantalón. Os juro que ese orgasmo fue brutal y que mi tía disfrutó de él tanto como yo pero entonces debió de percatarse que estaba mal porque levantándose de mis rodillas, me respondió:
― Tú no me sirves, ¡Eres mi sobrino!― y haciendo como si nada hubiera ocurrido, me soltó: ― ¿Cenamos?
Reconozco que tuve que morderme un huevo para no soltarle una hostia al escuchar su desprecio porque no en vano se podría decir que casi me había violado y que ya satisfecha me dejaba tirado como un kleenex usado. Pero cuando iba a maldecirla, vi en su mirada que se sentía culpable de lo ocurrido.
“Siente remordimientos por su actitud», me pareció entender y por eso, no dije nada y en vez de ello, le ayudé a poner la mesa.
Tal y como os imaginareis, durante la cena hubo un silencio sepulcral producto de la certeza de nuestro error pero también a que ambos estábamos tratando de asimilar qué nos había llevado a ese simulacro de acto sexual. Me consta que a ella le estaba reconcomiendo la culpa por haber abusado del hijo de su hermana mientras yo no paraba de echarme en cara que de alguna manera había sido el responsable de su desliz.
Por eso cuando al terminar de cenar, Elena me pidió si podía recoger la mesa, respondí que sí y vi como una liberación que sin despedirse mi tía se fuera a su habitación. Al ir metiendo los platos en el lavavajillas, no podía dejar de repasar todo ese día tratando de hallar la razón por la que esa mujer había actuado así, pero por mucho que lo intenté no lo conseguí y por eso mientras subía a mi cuarto, sentencié:
“Esperemos que mañana todo haya quedado en un mal sueño»…

Todo empeora.
Esa noche fue un suplicio porque mi dormitar se convirtió en pesadilla al imaginarme a mi madre echándome la bronca por haber seducido a su hermana borracha. En mi sueño, me intenté disculpar con ella pero no quiso escuchar mis razones y tras mucho discutir, cerró la discusión diciendo:
― Si llego a saber que mi hijo sería un violador, ¡Hubiera abortado!
Por eso al despertar, me encontraba hundido anímicamente. Me sentía responsable de la metamorfosis que había llevado a esa ingenua y apocada mujer a convertirse en la amantis religiosa de la noche anterior. No me cabía en la cabeza que mi tía me hubiera usado para masturbarse para acto seguido desprenderse de mí como si nada hubiera pasado entre nosotros.
«¡Debe de tener un trauma de infancia!», sentencié y por enésima vez resolví que no volvería a darle motivos para que fantaseara conmigo.
Cómo no tenía ningún sentido quedarme encerrado en mi cuarto, poniéndome un bañador bajé a desayunar. Allí en la cocina, me encontré con Elena. Al observar las profundas ojeras que lucía en su rostro comprendí que también había pasado una mala noche. La tristeza de sus ojos me enterneció y mientras me servía un café, hice como si no me acordara de nada y fingiendo normalidad, le pregunté:
―Me apetece ir a la playa. ¿Me acompañas?
―No sé si debo― respondió con un tono que traslucía la vergüenza que sentía.
Todavía no me explico por qué pero en ese momento intuí que debería enfrentar el problema y por eso sentándome frente a mi tía, le dije:
―Si es por lo que ocurrió anoche, no te preocupes. Fue mi culpa, tú había bebido y te juro que nunca volverá a ocurrir.
Mi auto denuncia la tranquilizó y viendo que yo también estaba arrepentido, contestó:
―Te equivocas, yo soy la mayor y el alcohol no es excusa. Debería haber puesto la cordura― tras lo cual y pensándolo durante unos segundos, dijo: ―¡Dame diez minutos y te acompaño!
Os reconozco que me alegró que Elena no montara un drama sobre todo porque eso significaba que mi vieja nunca se enteraría que su hijito se había dado unos buenos achuchones con su hermana pequeña. Aunque toda esa supuesta tranquilidad desapareció de golpe cuando la vi bajar por las escaleras porque venía estrenando uno de los bikinis que se compró el día anterior y por mucho que se tapaba con un pareo, su belleza hizo que me quedara con la boca abierta al contemplar lo buenísima que estaba.
«¡Dios! Está para darle un buen bocado», pensé mientras retiraba mi vista de ella.
Afortunadamente Elena no advirtió mi mirada y alegremente cogió las llaves de su coche para salir al garaje. Al hacerlo me dio una panorámica excelente de sus nalgas sin caer en el efecto que ellas tendrían en su sobrino.
«¡Menudo culo el de mi tía!», farfullé mentalmente mientras como un perrito faldero la seguía.
Ya en su BMW, me preguntó a qué playa quería ir. Mi estado de shock no me permitía concentrarme y por eso contesté que me daba lo mismo. Elena al escuchar mi respuesta, se quedó pensando durante unos momentos antes de decirme si me apetecía ir al Puntal. Sé que cuando lo dijo debía haberle avisado que esa playa llevaba varios años siendo un refugio nudista pero entonces mi lado perverso me lo impidió porque quería ver como saldría de esta.
―Está bien. Hace tiempo que no voy― contesté.
Habiendo decidido el lugar, bajó la capota y arrancó el coche. Como Laredo es una ciudad pequeña y el Puntal está a la salida del casco urbano, en menos de diez minutos ya estaba aparcando. Ajena al tipo de prácticas que se hacían ahí, mi tía abrió el maletero y sacó las toallas y su sombrilla sin mirar hacia la arena. No fue hasta que habiendo abandonado el paseo entramos en la playa propiamente cuando se percató que la gran mayoría de los veraneantes que estaban tomando el sol estaban desnudos.
―¡No me dijiste que era una playa nudista!― exclamó enfadada encarándose conmigo.
―No lo sabía – mentí― si quieres nos vamos a otra.
Sé que no me creyó pero cuando ya creía que nos daríamos la vuelta, me miró diciendo:
―A mí no me importa pero no esperes que me empelote.
Por su actitud comprendí que sabía que se lo había ocultado para probarla pero también que una vez lanzado el reto, había decidido aceptarlo y no dejarse intimidar. La prueba palpable fue cuando habiendo plantado la sombrilla en la arena, se quitó el pareo y con la mayor naturalidad del mundo, hizo lo mismo con la parte superior de su bikini. Ya en topless, me miró diciendo:
―¿Es esto lo que querías?
No pude ni contestar porque mis ojos se habían quedado prendados en esos pechos que siendo enormes se mantenían firmes, desafiando a la ley de la gravedad. Todavía no me había recuperado de la sorpresa cuando escuché su orden:
―Ahora te toca a ti.
Su tono firme y duro no me dejó otra alternativa que bajarme el traje de baño y desnudarme mientras ella me miraba. En su mirada no había deseo sino enfado pero aun así no pudo evitar asombrarse cuando vio el tamaño de mi pene medio morcillón. Por mi parte estaba totalmente cortado y por eso coloqué mi toalla a dos metros de ella, lejos de la protectora sombra del parasol.
Mi tía habiendo ganado esa batalla sacó la crema solar y se puso a embadurnar su cuerpo con protector mientras yo era incapaz de retirar mis ojos del modo en que se amasaba los pechos para evitar quemarse. Aunque me consta que no fue su intención, esa maniobra provocó que poco a poco mi ya medio excitado miembro alcanzara su máxima dureza. Previéndolo, me di la vuelta para que Elena no se enterara de lo verraco que había puesto a su sobrino. Por su parte cuando terminó de darse crema, ignorándome, sacó un libro de su bolsa de playa, se puso a leer.
«¡Qué vergüenza!», pensé mientras intentaba tranquilizarme para que se me bajara la erección: «Esto me ocurre por cabrón».
Desgraciadamente para mí, cuanto mayor era mi esfuerzo menor era el resultado y por eso durante más de media hora, tuve la polla tiesa sin poder levantarme. Esa inactividad junto con lo poco que había descansado la noche anterior hicieron que me quedara dormido y solo desperté cuando el calor de la mañana era insoportable. Sudando como un cerdo, abrí los ojos y descubrí que mi tía no estaba en su toalla.
«Debe de haberse ido a dar un paseo», sentencié y aprovechando su ausencia, salí corriendo a darme un chapuzón en el mar.
El agua del cantábrico estaba fría y gracias a ello, se calmó el escozor que sentía en mi piel. Pero no evitó que al cabo de unos minutos tomando olas al ver a Elena caminando hacia mí con sus pechos al aire, mi verga volviera a salir de su letargo por el sensual bamboleo de esas dos maravillas.
―¡Está helada!― gritó mientras se sumergía en el mar.
Al emerger y acercarse a mí, comprobé que sus pezones se le habían puesto duros por el contraste de temperatura y no porque estuviera excitada. El que sí estaba caliente como en celo era yo, que viendo esos dos erectos botones decorando sus pechos no pude más que babear mientras me recriminaba mi poca fuerza de voluntad:
«Tengo que dejar de mirarla como mujer, ¡es mi tía!».
Ignorando mi estado, Elena estuvo nadando a mi alrededor hasta que ya con frio decidió volver a su toalla. Viéndola marchar hacía la orilla y en vista que entre mis piernas mi pene seguía excitado, juzgué mejor esperar a que se me bajara. Por eso y aunque me apetecía tumbarme al sol, preferí seguir a remojo. Durante casi media hora estuve nadando hasta que me tranquilicé y entonces con mi miembro ya normal, volví a donde ella estaba.
Fue entonces cuando levantando la mirada de su libro, soltó espantada:
―¡Te has quemado!― para acto seguido recriminarme como si fuera mi madre por no haberme puesto crema.
Aunque me picaba la espalda, tengo que reconocer que no me había dado cuenta que estaba rojo como un camarón y por eso acepté volver a casa en cuanto ella lo dijo. Lo peor fue que durante todo el trayecto, no paró de echarme la bronca y de tratarme como un crío. Su insistencia en mi falta de criterio consiguió ponerme de mala leche y por eso al llegar al chalet, directamente me metí en mi cuarto.
«¿Quién coño se creé?», maldije mientras me tiraba sobre el colchón. Estaba todavía repelando del modo en que me había tratado cuando la vi entrar con un frasco de crema hidratante en sus manos y sin pedirme opinión, me exigió que me quitara el traje de baño para untarme de after sun. Incapaz de rebelarme, me tumbé boca abajo y esperé como un reo de muerte espera la guillotina. Tan cabreado estaba que no me percaté del erotismo que eso entrañaría hasta que sentí el frescor de la crema mientras mi tía la esparcía por mi espalda.
«¡Qué gozada!», pensé al sentir sus dedos recorriendo mi piel. Pero fue cuando noté que sus yemas extendiendo el ungüento por mi culo cuando no pude evitar gemir de placer. Creo que fue entonces cuando ella se percató de la escena y que aunque fuera su sobrino, la realidad es que era una cuarentona acariciando el cuerpo desnudo de un veinteañero, porque de pronto noté crecer bajo la parte superior de su bikini dos pequeños bultos que se fueron haciendo cada vez más grandes.
«¡Se está poniendo bruta!», comprendí. Deseando que siguiera, cerré los ojos y me quedé callado. Sus caricias se fueron haciendo más sutiles, más sensuales hasta que asimilé que lo que realmente estaba haciendo era meterme mano descaradamente. Entusiasmado, experimenté como sus dedos recorrían mi espalda de una forma nada filial, deteniéndose especialmente en mis nalgas. Justo entonces oí un suspiro y entreabriendo mis parpados, descubrí una mancha de humedad en la braga de su bikini.
Su calentura iba en aumento de manera exponencial y sin pensarlo bien, mi tía decidió que esa postura era incómoda y tratando de mejorarla, se puso a horcajadas sobre mí con una pierna a cada lado de mi cuerpo. Al hacerlo su braguita quedó en contacto con mi piel desnuda y de esa forma certifiqué lo mojado de su coño. El continuo masajeo fue lentamente asolando su cordura hasta que absolutamente entregada, empezó a llorar mientras sus dedos recorrían sin parar mis nalgas.
―¿Qué te ocurre?― pregunté dándome la vuelta sin percatarme que boca arriba, dejaba al descubierto mi erección.
Ella al ver mi pene en ese estado, se tapó los ojos y salió corriendo hacia la puerta pero justo cuando ya estaba a punto de salir de la habitación, se giró y con un gran dolor reflejado en su voz, preguntó:
―¿Querías saber lo que le ocurre a tu tía?― y sin esperar mi respuesta, me gritó: ―¡Qué está loca y te desea! – tras lo cual desapareció rumbo a su cuarto.
Su rotunda confesión me dejó K.O. y por eso tardé unos segundos en salir tras ella. La encontré tirada sobre su cama llorando a moco tendido y solo se me ocurrió, tumbarme con ella y abrazándola por detrás tratar de consolarla diciendo:
―Si estás loca, yo también. Sé que está mal pero no puedo evitar verte como mujer.
Una vez confesado que yo sentía lo mismo que ella, no di ningún otro paso permaneciendo únicamente abrazado a Elena. Durante unos minutos, mi tía siguió berreando hasta que lentamente noté que dejaba de sollozar.
―¿Qué vamos a hacer?― dándose la vuelta y mirándome a los ojos, preguntó.
Su pregunta era una llamada de auxilio y aunque en realidad me estaba pidiendo que intentáramos olvidar la atracción que existía entre nosotros al ver el brillo de su mirada y fijarme en sus labios entreabiertos no pude reprimir mis ganas de besarla. Fue un beso suave al principio que rápidamente se volvió apasionado mientras nuestros cuerpos se entrelazaban.
―Te deseo, Elena― susurré en su oído.
―Esto no está bien― escuché que me decía mientras sus labios me colmaban de caricias.
Al notar su urgencia llevé mis manos hasta su bikini y lo desabroché porque me necesitaba sentir la perfección de sus pechos. Mi tía, totalmente contagiada por la pasión, se quedó quieta mientras mis dedos reptaban por su piel. Su mente todavía luchaba contra la idea de acostarse con el hijo de su hermana pero al notar mis caricias, tuvo que morderse los labios para no gritar.
Por mi parte yo ya estaba convencido de dejar a un lado los prejuicios sociales y con mis manos sopesé el tamaño de sus senos. Mientras ella no paraba de gemir, recogiendo entre mis dedos uno de sus pezones lo acerqué a mi boca y sacando la lengua, comencé a recorrer con ella los bordes de su areola.
―Por favor, para― chilló indecisa.
Por mucho que conocía y comprendía sus razones, al oír su súplica lejos de renunciar me azuzó a seguir y bajando por su cuerpo, rocé con mis dedos su tanga.
―No seas malo― rogó apretando sus mandíbulas al notar que mis dedos se habían apoderado de su clítoris.
Totalmente indefensa se quedó quieta mientras sufría y disfrutaba por igual la tortura de su botón. Su entrega me dio los arrestos suficientes para sacarle por los pies su braga y descubrir que mi tía llevaba el coño exquisitamente depilado.
―¡Qué maravilla!― exclamé en voz alta y sin esperar su respuesta, hundí mi cara entre sus piernas.
No me extrañó encontrarme con su sexo empapado pero lo que no me esperaba fue que al pasar mi lengua por sus labios, esa mujer colapsara y pegando un gritó se corriera. Al hacerlo, el aroma a mujer necesitada inundó mi papilas y recreándome en su sabor, recogí su flujo en mi boca mientras mis manos se apoderaban de sus pechos.
―¡No sigas!― se quejó casi llorando.
Aunque verbalmente me exigía que cesara en mi ataque, el resto de su cuerpo me pedía lo contrario mientras involuntariamente separaba sus rodillas y posando su mano en mi cabeza, forzaba el contacto de mi boca. Su doble discurso no consiguió desviarme de mi propósito y mientras pellizcaba sus pezones, introduje mi lengua hasta el fondo de su sexo.
Mi tía chilló de deseo al sentir horadado su conducto y reptando por la cama, me rogó que no continuara. Haciendo caso omiso a su petición, seguí jugando en el interior de su cueva hasta que sentí cómo el placer la dominaba y con su cuerpo temblando, se corría nuevamente en mi boca. Su clímax me informó que estaba dispuesta y atrayéndola hacia mí, puse la cabeza de mi glande entre los labios de su sexo.
―Necesito hacerte el amor― balbuceé casi sin poder hablar por la lujuria.
Con una sonrisa en sus labios, me respondió:
―Yo también― y recalcando sus palabras, gritó: ― ¡Hazme sentir mujer! ¡Necesito ser tuya!
Su completa aceptación permitió que de un solo empujón rellenara su conducto con mi pene. Mi tía al sentir mi glande chocando contra la pared de su vagina, gritó presa del deseo y retorciéndose como posesa, me exigió que la amara. Obedeciendo me apoderé de sus senos y usándolos como ancla, me afiancé con ellos antes de comenzar un suave trote con nuestros cuerpos.
Fue cuando entre gemidos, me gritó:
―Júrame que no te vas arrepentir de esto.
―Jamás―respondí y fuera de mí, incrementé mi velocidad de mis penetraciones.
Elena respondió a mi ataque con pasión y sin importarle ya que el hombre que la estaba haciendo gozar fuera su sobrino, me chilló que no parara. El sonido de los muelles de la cama chirriando se mezcló con sus aullidos y como si fuera la primera vez, se corrió por tercera vez sin parar de moverse. Por mi parte al no haber conseguido satisfacer mi lujuria, convertí mi suave galope en una desenfrenada carrera en busca del placer mientras mi tía disfrutaba de una sucesión de ruidosos orgasmos.
Cuando con mi pene a punto de sembrar su vientre la informé que me iba a correr, en vez de pedirme que eyaculara fuera, Elena contrajo los músculos de su vagina y con una presión desconocida por mí, me obligó a vaciarme en su vagina mientras me decía:
―Quiero sentirlo.
Ni que decir tiene que obedecí y seguí apuñalando su coño hasta que exploté en su interior y agotado por el esfuerzo, me desplomé a su lado. Fue entonces cuando Elena me abrazó llorando. Anonadado pero sobretodo preocupado, le pregunté que le ocurría:
―Soy feliz. Ya había perdido la esperanza que un hombre se fijara en mí.
Sabiendo de la importancia que para ella tenía esa confesión, levanté mi cara y mientras la besaba, le contesté tratando de desdramatizar la situación:
―No solo me he fijado en ti, también en tus tetas.
Soltó una carcajada al oír mi burrada y mientras con sus manos se apoderaba de mis huevos, respondió:
―¿Solo mis tetas? ¿No hay nada más que te guste de mí?
―¡Tu culo!― confesé mientras entre sus dedos mi pene reaccionaba con otra erección.
Muerta de risa, se dio la vuelta y llevando mi miembro hasta su esfínter, susurró:
― Ya que eres tan desgraciado de haber violado a tu tía, termina lo que has empezado. ¡Úsalo! ¡Es todo tuyo!

Relato erótico: “El juego de billar” (PUBLICADO POR SIBARITA)

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Por orden del gran jefe indio hoy me toca poner en practica mis dotes como jugadora de billar, de modo que me visto con la ropa mas adecuada para ello, el vestidíto rosa atado sobre la nuca con un simple lazo, minifalda realmente mini, y un escote, en V muy mayúscula, delante que me llega un poco mas abajo del ombligo y que al menor movimiento desnuda mis pechos y sin moverme los deja ver casi por entero. Fuimos al pub cercano a la zona de los ingleses pensando que como casi siempre, estaría medio vacío, pero esta noche no era así; había nada menos que una fiesta de estudiantes, todos chicos de entre veinte y pocos mas años, pero había que hacer con lo que había, así es que no tardé mucho en estar rodeada de mosquitos hambrientos que me comían con los ojos y pasaban constantemente al lado buscando un poquito de roce y echando ojeadas a mi escote.

No tardaron mucho, los cuatro cinco mas atrevidos, en entablar conversación conmigo, ofrecerme cigarrillos e incluso invitarme a una copa. Poco rato después era ya el contonearse al ritmo de la música y por fin uno de ellos me invitase a bailar. Por supuesto lo de baile era solo una palabra porque, si bien comenzó suelto, al ver como mi vestido se abría casi por completo sin que yo hiciera nada por cerrarlo, el baile se convirtió en un estrecho abrazo en el que el jovencito trataba de mostrarme la firmeza de su paquete.

Le dejé disfrutar durante un rato, y ser la envidia de sus compañeros, pero yo había ido a otra cosa y después de terminar mi copa, les dejé en la barra para dirigirme a la sala interior, donde está la mesa  de billar, y allí comencé a jugar con mi acompañante; ninguno de los dos sabemos gran cosa pero la cuestión era provocar con mi escote a cuanta gente hubiera cerca y, en efecto, a la mitad de la primera partida, la mesa estaba rodeada por toda la banda de estudiantes cada vez mas bebidos y con los ojos mas desorbitados; si me inclinaba para tratar de golpear una bola, por detrás se me veía la braga y por delante mis tetas bailaban sueltas y a la vista de todos.

Se reían de mis gracias y errores al tratar de manejar el taco de billar, por supuesto que los comentarios eran referentes en su totalidad a su disposición a enseñarme a manejar el taco que cada uno llevaba bajo sus pantalones, hasta que me decidí a jugar un poco con el mismo chico con el que ya había bailado en la otra sala; estaba orgulloso e inflado como un pavo ante sus compañeros por haber sido elegido, y dispuesto a mostrarme todas sus habilidades como conquistador, de modo que me dispuse a seguirle el juego. Le pedí me enseñase a coger el taco de forma correcta y trató de hacerlo colocándose detrás de mí, solo que en vez de tomar el taco y colocar mis manos, lo que hizo fue con las suyas abrir por completo mi escote y agarrar mis tetas ante las ovaciones de los demás, y yo le respondí haciendo que mis nalgas sobresalieran aun más hacia atrás y moviéndolas frotando su paquete que, por cierto, abultaba bastante, con lo cual terminé de ponerle a millón y todos sus amiguetes babeaban. Un solo gesto mío apoyando mis manos sobre las suyas que apretaban mis pechos, bastó para que se desatase totalmente, soltó la lazada que cierra el escote de mi vestido, y al hacerlo me dejó desnuda desde la cintura para arriba, me hizo dar la vuelta hasta vernos las caras y haciendo presión con su cuerpo hizo que me tumbase sobre la mesa de billar; sus amigos habían cerrado filas en torno nuestro, impidiendo que nadie desde fuera pudiera ver lo que sucedía a través de las cámaras de seguridad, y habían formado una autentica barrera en la que la tensión era palpable.

No tengo ni idea del nombre del muchacho, pero si que estaba lanzado y ya dispuesto a todo; tumbada como estaba hizo descender mi braga con sus manos, para de inmediato desabrochar su pantalón y bajárselo junto con sus calzoncillos. Ahí tuvo el detalle de frenarse un poco, abrió mis piernas y metió su cabeza entre ellas para llegar con su lengua hasta mi sexo y comenzar una fenomenal comida de coño aunque no duró demasiado, a su edad no estaba para templanzas, así es que lo dejó en pocos minutos y agarrando su verga buscó hacer presión sobre mis labios vaginales y metérmela sin demasiado esfuerzo. Tampoco estuvo mucho en esa postura, sacó su polla que agarró con su mano y comenzó a frotar con ella la entrada de mi vagina; no se si fue por casualidad o por destreza pero el maldito estaba frotándome directamente el clítoris, y con ello a mi me empezaban a entrar escalofríos, me estaba calentando por momentos y a aquel ritmo, la que no iba a tardar en correrme era yo, y en efecto así fue porque el niñato tenía una habilidad pasmosa y, cosa extraña, parecía que los efectos del alcohol ingerido, lo que hacían era darle fuerzas, claro está que tampoco él podía resistir mucho mas y así me lo hizo sentir con sus espasmos, gracias a lo cual pude hacer que su polla saliese de mi vagina y con ello evitar que me llenase con su semen.

Aquello era increíble, al tiempo que el jovencito me follaba, las manos de la mayoría de sus compañeros estaban sobre mi cuerpo, apretaban mis tetas, babeaban sobre mi cuerpo, pedían a gritos a su compañero que me metiera su polla por el culo, y todo ello hasta que avisados por el escándalo formado, llegaron los dueños del local poniendo fin a todo y avisando de que habían llamado a la policía. Por supuesto la desbandada fue general saliendo todos corriendo, pero una vez fuera del local, volvieron a formar su grupo haciendo tiempo y esperando que lo de la policía no fuese cierto y que yo saliera. Estaba claro que si lo hubiera hecho, me hubieran follado todos y cada uno de ellos, de modo que me quedé en el pub a solas con los dueños y el personal que trabajaba en el local.

Todo lo ocurrido había hecho que el local se vaciase por completo, lo cual representaba una sensible pérdida económica para el negocio y todos ellos querían resarcirse de la manera que fuese. Habían cerrado las puertas y rejas del local para evitar problemas si al grupo de estudiantes les daba por ponerse violentos. Al DJ del local se le ocurrió la idea de poner música, supongo que tratando de distender el tenso ambiente, y lo consiguió en principio porque uno de los dueños dijo que ya no habría modo de continuar abierto, y ordeno a uno de los camareros que sirviera una copa a cada uno, por cuenta de la casa.

Estábamos todos sentados en las butacas que rodean la mesa de billar, entre risas me cuestionaban para saber que es lo que exactamente había pasado, ya que nadie de entre ellos se había apercibido de nada hasta que los chicos habían empezado a armar escándalo con sus gritos. Les conté que todo había sido causado por una partida de billar y, de entrada no se lo creían demasiado; me pidieron de repetir o jugar otra partida y así lo hicimos, una partida en parejas, en la que yo jugaba con el DJ contra uno de los dueños y un camarero sudamericano. Así comenzamos hasta que, al llegar mi turno de jugar, e inclinarme para golpear la bola, se abrió totalmente mi escote como no podía menos de suceder, y entonces entendieron todos lo que había pasado un rato antes. La temperatura ambiente parecía haber subido de golpe unos cuantos grados, seguimos con la partida pero ahora había mas tensión y estaban todos mas pendientes de mi juego aunque nadie forzase la situación por el momento; nadie se había quedado sentado y todos rodeaban la mesa de juego, cuando me tocaba jugar se hacía el silencio, pero nadie miraba otra cosa que lo que descubría el escote de mi vestido y como recompensa, este se abría con gran frecuencia, con lo que mis tetas quedaban totalmente descubiertas. En la progresión del juego cometí el error de meter la bola blanca, realmente aquello nos hubiera hecho, a mi pareja y a mi, perder la partida, pero como nuestros contrincantes habían descubierto que yo no sabía jugar, propusieron que aquel o aquella que metiese la bola blanca debería sufrir un castigo impuesto por la pareja contraria, siendo perdonado ese primer error mío. Continuamos el juego con poca fortuna por nuestra parte, puesto que perdimos la partida, así que nos propusieron la revancha después de servir otras copas que entonaron aún más el ambiente, pero que no sirvieron para que mejorara mi juego puesto que no tardé mucho en meter otra vez, la bola blanca donde no debía. Aparte de la rechifla general debatiendo sobre la sanción que debían imponerme, decidieron que el resto de la partida debería jugarla con el vestido abierto hasta la cintura, aunque yo puse la condición de que ninguno podría tocarme; yo cumplí con mi parte de la pena impuesta, y ellos con la suya porque era evidente que verme así, desnuda de cintura para arriba y no poder tocarme, también era una pena para ellos. Siguió el juego por un rato, pero me daba cuenta de que ahora los consejos que me daban, estaban mas encaminados a que volviera a meter la dichosa bola blanca que a otra cosa y, en efecto, no tardé en pifiarla de nuevo y fijaron otra sanción, solo podría acariciarme durante cinco minutos de reloj, aquel que consiguiera hacer tres carambolas seguidas, fuera quien fuese de los dos equipos. Ahora si que los tres empezaron a poner atención a lo que hacían y a tratar de jugar como virtuosos. Le tocaba jugar al equipo contrario, carambola y segunda tirada fallada; segundo enemigo, fallo a la primera y turno de mi compañero, carambola a la primera, la segunda igualmente, la tercera ¡carambola!, y nunca mejor dicho porque fue de churro, pero el caso es que lo había conseguido y me tocaba pagar ante el regocijo general y la envidia de todos. El trato era que solo podrían tocar lo descubierto, de modo que sus manos fueron directas a mis tetas, y a ellas siguió su boca que comenzó a lamerme los pezones. Cinco minutos no dieron para mucho y aunque a mi compañero de juego le costaba desprenderse de mi pecho, las protestas de sus colegas le obligaron a continuar el juego. Me tocaba tirar a mi, pero no era mi noche propicia y, otra vez volví a meter la bola blanca; nueva pena y esta vez era quitarme el vestido y quedarme tan solo con la braga, todo ello ante un panorama que ya anunciaba todo lo que seguiría, ya que al tiempo que me quitaba el vestido, las ropas de los tíos también desaparecían y ahora éramos cinco los que estábamos casi desnudos.

Continuó el juego y durante un par de rondas no sucedió nada aunque buscaban desesperadamente hacer tres carambolas seguidas sin lograrlo; a la tercera ronda era nuevamente mi turno de jugar, logre hacer carambola pero con tan mala suerte que también metí la bola blanca y ya antes de establecer la sanción que me impondrían, el ambiente se había puesto al rojo vivo; ya solo me quedaba la braga así es que quitármela no cambiaba gran cosa, aparte de que las penas que me habían impuesto eran cuestión de puro morbo y de querer alargar las cosas, todos sabíamos que acabaría follando con los cuatro y lo que estábamos haciendo era retrasar el momento de comenzar la orgía en la que todos estábamos pensando. El que rompió el esquema fue el DJ, mi pareja de juego, ya estaba al rojo vivo desde el refregón precedente, de modo que sin encomendarse ni a dios ni al diablo, me cogió en brazos para depositarme sobre la mesa, comenzó a lamer y besar mis tetas y con su boca fue descendiendo por todo mi cuerpo hasta agarrar el borde de la braga con sus dientes y hacerla descender por mis muslos y piernas. Por supuesto que su boca no se quedó abajo, sino que volvió a subir hasta mi sexo y comenzó a lamer y mordisquear mi clítoris al tiempo que metía un par de dedos en mi vagina  y los movía follándome con ellos; yo estaba ya que ardía así que tiré de él hasta tenerle encima mío, y con su verga totalmente dilatada presionando mi sexo hasta encontrar camino y penetrarme con fuerza, iniciando un continuo bombeo que terminó en una muy abundante corrida sobre mi vientre ya que de hacerlo dentro me hubiera llenado.

Apenas tuve tiempo de limpiarme con servilletas de papel, cuando uno de los dueños me atrajo hacia él. Se había sentado sobre uno de los sillones y su verga apuntaba al techo pareciendo el mástil de una bandera, con cuidado me senté sobre ella, era tan larga que de no hacerlo así me hubiera destrozado, pero una vez encontrado su acomodo en mi interior, no tardó en correrse, esta vez sí, en mi interior y sin pedir permiso. Todavía sentada sobre él sentí que unas manos hacían presión sobre mis hombros, forzándonos a tumbarnos sobre el sillón, uno de ellos trataba me hacer presión con su verga sobre mi ano buscando la apertura del esfinter y metérmela por allí; reaccioné a tiempo para evitarlo y como en aquel momento eyaculó el que me la tenía metida en la vagina, pude levantarme y evitarlo pero no así el que todo el semen que me había descargado, se derramase sobre su propio pantalón, poniéndole perdido.

El siguiente pedía que le hiciera una mamada, se me da bien, de forma que fue agarrar su polla, darle un par de chupadas para humectarla, y comenzar a masturbarle con mi mano al tiempo que con mi pulgar frotaba su glande. Continué lamiéndola desde la base hasta la cima tres o cuatro veces para después tomarla con mi boca, momento en el que él ya no podía contenerse y empezó a mover sus caderas como si mi boca fuera mi vagina y me estuviera follando por ella. No tardó demasiado en correrse ni yo en escupir su semen y era el turno del ultimo, un camarero, y fue mas original que todos los anteriores, se acostó de lado sobre uno de los sofás y yo hice lo mismo boca arriba; con sus dedos comenzó a juguetear con mi sexo, buscó mi clítoris hasta encontrarlo y comenzó a frotarlo suavemente, me metía sus dedos de la otra mano, me lamía hasta conseguir que yo también me embalase y tomase su verga con mi boca; aquello era un 69 perfecto pero no duró mucho porque me dio la vuelta colocándose encima para repetir el juego de las caricias sobre mi clítoris, solo que esta vez lo hacía con su polla cada vez mas mojada; su juego era meterla y sacarla variando el ritmo en que lo hacía, por momentos parecía sacarla completamente de mi vagina para, de un fuerte envite de su pelvis, clavármela hasta lo mas profundo; otras veces era una penetración lenta y profunda, como si quisiera meterse entero dentro de mi cuerpo, al tiempo que con su mano seguía acariciando el clítoris y llegando a un extremo en el que ya el control era imposible, los dos acelerábamos cada vez mas y mas, hasta que el estallido se produjo y ambos hicimos explosión en un largo y simultaneo orgasmo que nos dejó tendidos y sin fuerzas.

Ahí terminó la fiesta, después de asearme como mejor pude, todos me acompañaron en sus coches hasta mi casa y ya en la puerta, nos despedimos con un beso. Había sido una larga noche.

Relato erótico: “Mayo y yo” (PUBLICADO POR SIBARITA)

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Habíamos quedado en la Plaza del Ayuntamiento, y allí estaba esperando mi llegada. Se quedo sorprendido por el atrevimiento de mi vestimenta al verme descender del coche, teniendo en cuenta el lugar al que nos dirigíamos. Con toda la intención, mi ropa consistía en una minifalda negra, sin medias, y una chaqueta a juego, cerrada con un solo botón, y sin nada bajo ella.

Sin quitarme los ojos del escote, me saludó con dos besos muy cerca de la boca y entramos en la cafetería. No había mucha gente en ella, unos jovencitos compatriotas y conocidos de Mayo, que me miraron asombrados, y un par de camareros para el servicio de la sala, uno de los cuales acudió enseguida a preguntarnos lo que deseábamos, pero sin mirarnos a la cara, solamente atraído por mis tetas, que se podían entrever por la abertura de la chaqueta.

Mayo, muy lanzado y tremendamente morboso, se sentó frente a mi y comenzó a acariciarme las piernas, a lo cual yo le ayudaba al colocarlas sobre las suyas, subiendo por ellas con descaro. No se cortó para nada cuando llegó el camarero con nuestro pedido y este, absorto como estaba, por muy poco pudo evitar el dejar caer la bandeja sobre nosotros.

Que calor tengo, dije, desabrochando el único botón de mi chaqueta que la mantenía medio cerrada, y con toda tranquilidad la abrí por completo desnudando mi pecho y sin dejar de mirarle. El camarero se quedó alucinando, como si no pudiera creer que aquello le pasaba a él.

Mayo, desde luego, aprovechó la ocasión, comenzó con un dedo a seguir la línea de un imaginario collar sobre mi pecho,  hasta posarlo sobre uno de mis pezones; primero con un dedo, después toda la mano, mientras que, con la otra subiendo por mis piernas, había llegado al lugar donde esperaba encontrarse con la barrera de mi tanga y su sorpresa fue mayúscula a no encontrarla, y poder llegar en su exploración hasta mi sexo. De cara a él, separe mis piernas permitiéndole el acceso. Su dedo se posó sobre mis labios, los acarició presionando hasta lograr que se humedecieran lo bastante como para permitirle el paso sin dañarme; poco a poco iba logrando que se abrieran, con el dedo acarició mi clítoris que respondió de inmediato a la caricia, siguió presionando y yo sentía como se abría camino, como me penetraba con él, hasta sentir el resto de su mano que le impedía ir mas lejos.

Me di cuenta de pronto, que el camarero no había cesado de dar vueltas en torno nuestro, se había colocado tras de Mayo,  desde donde tenía una estupenda vista de mis piernas abiertas, y como la mano de Mayo tapaba mi sexo, el pobre diablo debía estar tratando de ver si llevaba braga puesta.

Le ordené a Mayo, llama al camarero. Cuando acudió le dije que era yo quien le llamaba. Antes, cuando barría el suelo, no vio mi collar de perlas?, le pregunté abriendo completamente mi chaqueta. Lo llevaba sobre el pecho, continué, siempre con la mano de Mayo sobre una de mis tetas y su dedo metido hasta lo mas profundo de mi sexo.

El hombre babeaba literalmente, mientras Mayo se moría de risa. Me respondió que no lo había visto, pero que lo buscaría  y comenzó a hacerlo alrededor mío, entre mis piernas. Como para ayudarle, me puse en pie y abrí mis brazos en cruz, como invitándole a buscar sobre mi.  Avanzó su mano, pero no se atrevió a tocarme aunque yo seguía con la chaqueta totalmente abierta,  el no quitaba los ojos de mis tetas, y Mayo, con el mayor descaro, acariciaba de nuevo mis piernas. Me dirigí a él, has encontrado alguna de mis perlas, pregunté. Acariciándome el clítoris respondió, solo una; continué preguntando, Mayo, recuerdas si en algún momento he ido al baño?.  No lo recuerdo, me contestó él. Es posible, les dije, que haya podido caérseme en el baño, así es que voy a ver.

Voy yo, señora, dijo el camarero, pero no acepté y acompañada de Mayo me dirigí al Servicio, entramos juntos y nada mas hacerlo me abrazó por la espalda  apoderándose de mis tetas. Eres mala, me dijo sin soltarme, que te ha hecho ese pobre hombre?. Es grasiento, respondí, sucio, babea como un perro; ya verás como no tardará mucho en aparecer por aquí para ver lo que hacemos.

Démosle una sorpresa dijo Mayo,  me tomó en brazos hasta sentarme sobre  el mueble del lavabo y abriéndome las piernas se puso de rodillas para simular que me chupaba el coño. Pasaron minutos y no se estuvo quieto, sus manos y su boca dejaron de simular; sentía su lengua sobre el clítoris, lamiéndome, excitándome hasta que se puso en pié sacando una polla enorme, realmente mayor de lo que nunca antes había visto. Con las piernas abiertas, como estaba, se colocó entre ellas, con las manos separé los labios de mi sexo y nada más hacerlo me penetró de un golpe. Sentí que estaba llena, aquella polla enorme me llenaba por completo y hasta parecía crecer dentro de mi, abrazada a su cuello, sin parar de besarnos, nuestro ritmo se aceleraba en busca del orgasmo cuando oímos la puerta, era el camarero. Desde ella el me miraba, había abierto su pantalón y sacado su polla, se estaba masturbando, y yo le miraba a sus ojos, diciéndole en silencio espera, tú tendrás también tu ración.

Mayo se retiró de mi y se volvió furioso hacia el camarero, le había interrumpido con su entrada y estaba al borde de un orgasmo abortado. Imbécil!,  le gritó, agitando aquel miembro monstruoso, ahora eres tu quien me la va a chupar, le dijo. El camarero me miró perplejo, yo estaba sentada sobre la plataforma del lavabo, con las piernas y la chaqueta abiertas, muy seria le dije, busca mis perlas, es el collar de perlas de mi perro, y señalando a Mayo, continué, ya ves como se pone sino lo tiene. El camarero se hincó de rodillas ante mi sin fingir buscar nada, acercando su boca hasta mi sexo, comenzó a lamerlo como si el perro fuera él. Le aparté, y señalando a Mayo, le dije, hazlo, si se la chupas, después yo chuparé la tuya.

Sin dudarlo un instante, el camarero se puso en cuclillas ante Mayo, tratando de meter aquella polla gigante en su boca, no tardó ni un segundo Mayo en correrse, estaba tan caliente que comenzó a arrojar su semen en dirección a la cara y pelo del camarero, poniéndole perdido, para nada más terminar dirigirse  hacia mi; su polla no parecía haber disminuido pese a la tremenda descarga que acababa de tener, abrió más aún mis piernas,  con los dedos mojados de su saliva, humedeció la entrada de mi sexo y la cabeza de su polla que nuevamente me penetró con furia, sin contención alguna. Clavada como estaba me levanto en vilo, con mis piernas rodeando su cintura, chocábamos contra las paredes, contra el lavabo, contra la puerta que se abrió con estrépito mientras un violentísimo orgasmo nos sacudía a ambos.

Recuperada la calma vi como el camarero lavaba su cabeza y me dio asco. Recompuse mi ropa y salí del baño, atrás quedaban los dos, el camarero inmundo y Mayo que había dejado de interesarme, se había convertido en solo una herramienta para ser utilizada, y él, nada tonto, lo sintió. Al día siguiente había desaparecido totalmente y nunca volví a verle, pero antes teníamos que finalizar aquella cita, y nada mejor para ello que los compatriotas de Mayo, que continuaban expectantes en su mesa y sin perder detalle de lo que hacíamos.

Le dije a Mayo que les invitase a nuestra mesa, pero bajo la premisa de que él no se cortase en sus caricias, de modo que no habían terminado de sentarse cuando mi chaqueta estaba de nuevo totalmente desabrochada y con sus manos sobre mis tetas, a la vista de lo cual, sus tres amigos se consideraron también invitados a participar en el festín. Eran bastante desmañados, por lo que Mayo tuvo que actuar como una especie de introductor de embajadores, imponiéndoles calma y mas delicadeza en lo que hacían. Una vez puestos al orden comenzamos el juego, en  el que ya la participación de Mayo estaba limitada a marcar el camino a sus amigos, pese a sus evidentes deseos, su verga ya no daba para mucho mas después del mucho sexo que habíamos tenido.

Con las manos de sus amigos en mis tetas, entre mis piernas, desabroché sus pantalones y descubrí sus vergas, a dos les masturbaba con mis manos, mientras la del tercero se había metido en mi boca, pero pronto todo aquello había dejado de interesarme, me molestaba incluso, así que puse fin a todo aquello, recompuse mi ropa y salí del local sin decir adiós a nadie.

Relato erótico “Me compré una bella esposa asiática por internet” (POR GOLFO)

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Relato ficticio pero que podría ser real porque está basado en informes periodísticos y páginas webs que incluyo. Curioseando por la red, entro en contacto con una dulce jovencita sin saber que con ese sencillo acto, mi vida cambiaría para siempre.

Todo comenzó un día como cualquier otro. Estaba desayunando en un bar cuando como leí en el periódico El Mundo un artículo sobre el tráfico de mujeres donde el periodista contaba su experiencia. Queriendo averiguar si realmente existía la posibilidad de comprarse una mujer por internet, el director le autorizó a intentarlo y aunque parezca imposible, consiguió adquirir como “esposa” a una preciosa jovencita por mil quinientos euros.
Para dar mayor credibilidad a lo sucedido, el autor incluyó unas estadísticas que revelaban que más de 150.000 occidentales habían conseguido “novia” por este sistema en los últimos tres años. Como no podía ser de otra forma, terminó alertando que la mayoría de esos matrimonios terminaban en fracaso.
Quizá esa noticia me hubiera pasado desapercibida pero os confieso que por aquel entonces llevaba casi un año sin relaciones sexuales desde que mi mujer me abandonó por otro. Por ello, quedó grabada en mi cerebro y esa noche, decidí curiosear un poco en internet.
Mi sorpresa fue encontrarme no una sino cientos de webs dedicadas a conseguir novias por internet. La gran mayoría prometían rusas o eslavas pero mi idea era otra: “me gustaban las asiáticas”.
En mi mente, las europeas del este seguirían siendo europeas con todo lo que lleva. La cercanía cultural lejos de ser un punto a favor era un inconveniente.
«Al principio se comportaran bien pero en cuanto se acostumbren al país serán como las españolas», pensé recordando los cuernos con los que mi ex me había regalado.
En cambio, me parecía un sueño la sumisión que observaba en la china del “Todo a cien” de la esquina. Callada y discreta no alzaba la voz cuando el marido le ordenaba algo en ese bazar.
«Eso quiero para mí», sentencié descartando a las de origen europeo.
Concentrándome en las de origen asiático, llegué a una serie de páginas donde por dos o tres mil euros te aseguran una de estas novias. Tras analizarlas, el miedo a que fuera una estafa me contuvo pero seguí investigando. Estaba a punto de claudicar cuando de improviso me topé con una web donde ofrecían un extenso surtido de supuestas jóvenes a las cuales podrías acceder por la módica suma de ¡Quince euros!
«¡No es posible!», me dije viendo una nueva trampa en ello.
El poco dinero que arriesgaría me indujo a probar y tras leer la letra pequeña, comprendí que la página web solo se obligaba a ponerte en contacto con la candidata elegida y nada más.
«Es solo un servicio de citas como otros tantos», decepcionado asumí pero justo cuando estaba a punto de claudicar, me fijé en una jovencita de veinte años que era un primor.
Por sus fotos, la chavala en cuestión era impresionante pero lo que realmente me intrigó fue la descripción que supuestamente hacía de ella:
“Me llamo Kim-ly y busco un marido mayor de cuarenta años que me dé estabilidad. Soy de una familia campesina y como la segunda de cinco hermanas, si no consigo un hombre que se case conmigo, mi destino será trabajar en alguno de los restaurantes de mi ciudad”.
No tuve que ser un genio para comprender que el tipo de local a los que se refería nada tenía que ver con lo que se entiende en España con ello y que la realidad debía ser más dura.

Olvidando el tema, esa tarde salí de copas con unos amigos. Cómo tantas veces, la noche resultó un desastre y después de gastarme ciento cincuenta euros en cenar y en bebidas, volví a casa solo y cabreado porque las dos mujeres a las que entré me mandaron con viento fresco.
Ya en la soledad de mi cuarto, recordé la publicidad de esa web:
“¿Cansado de mujeres occidentales que no te dedican el tiempo que te mereces y sólo se interesan por tu dinero?. La solución está en Asia, donde una esposa dulce, fiel, cariñosa y entregada al hogar será tuya por poco”.
Os parecerá perverso pero os confieso que mientras intentaba dormir, hice cálculos de cuanto me gastaba anualmente buscando infructuosamente novia entre las barras de los tugurios y me quedé acojonado al darme cuenta que en el último año, me había pulido más de tres mil euros.
«Si resulta ser verdad, me lo ahorraría en seis meses», cavilé esperanzado mientras llevaba la mano hasta mi pene y me ponía a soñar con esa preciosa vietnamita de internet…

Kim-ly o mejor dicho su padre contesta a mi reclamo.
A la mañana siguiente, me sorprendió encontrar en mi correo un email de Kim-ly. Impactado, lo abrí de inmediato y medio desilusionado descubrí que no era de ella sino del que decía ser su padre.
En él y con el pésimo español del traductor de google, ese tipo quería averiguar cuáles eran mis intenciones con su hija ya que estaba preocupado. Por lo visto la muchacha había llegado a casa diciendo que la agencia matrimonial le había conseguido un novio y como su progenitor, me pedía que le confirmara que no era miembro de una organización de trata de blancas.
«Tendrá caradura, menudo timo», sonreí al leerlo y contestando en plan de guasa ese mensaje, le expliqué que era un español de cuarenta y cinco años que buscaba una mujer dócil con la que compartir vida y cama. Asumiendo que era todo mentira, proseguí diciendo que nunca la vendería pero que sería un marido exigente que no permitiría que me levantara la voz y que a cambio, le daría una vida acomodada y mucho placer.
Tras lo cual, envié la contestación.
«Ningún padre aceptaría que su hija se fuera con un tipo así», me reí esperando que en el siguiente email la estafa quedara clara.
Lo que nunca me preví fue que a las dos horas, el supuesto ascendiente de mi “conquista” me preguntara vía web donde viviría su hija y si pensaba darle descendencia.
Obviando cualquier dato personal, respondí que en su niña viviría en Madrid y respecto a los hijos, escribí:
-Tendremos todos los que nos dé Buda, pero le anticipo que soy un hombre tradicional y mi idea es tenerla permanentemente preñada.
«¡Qué bruto soy!», exclamé mentalmente mientras le daba a enviar.
No llevaba ni diez minutos enfrente del ordenador cuando Loan, ese era su nombre, respondió a mi misiva diciendo:
-Me alegra saber que el pretendiente de mi hija piensa parecido a mí, nunca aceptaría tener un yerno que no supiera cual es el lugar de una mujer honesta.
Todo me parecía grotesco porque según parecía el machismo inherente a mis escritos lo había tranquilizado. Para colmo de cinismo, ese viejo se permitió el lujo de acabar dándome autorización para contactar con su hija anexando un email.
«Esto debe ser un robo», concluí tras leerlo pero como no tenía nada que perder, escribí un mensaje a esa “teórica” belleza donde le describía mi casa, la vida que llevaba y mis atributos. Dando especial énfasis a esto último porque por lo que había leído los asiáticos solían calzar escaso.
«A ver que contesta», sonreí convencido que en la siguiente comunicación me pediría dinero.
No pensando que contestaría esa misma tarde y aprovechando que era sábado, me fui a un bar a tomarme unas cañas. De forma que no fue hasta la hora de cenar cuando comprobé que Kim-ly me había contestado.
Curiosamente en la comunicación, la vietnamita no hacía referencia alguna a ningún aspecto monetario y tras una descripción de su país, me decía que estaba encantada con ser mi novia y con la perspectiva de salir de su ciudad para venir a Europa pero lo que realmente me hizo gracia fue que al final de su mensaje, la cría me informaba que tenía miedo de no ser capaz de satisfacer a un hombre con semejante miembro, diciendo:
-Respecto a sus medidas, he preguntado a mi madre y se ha reído al compararlas con las de mi padre. Según ella, son más de le doble de las de él. ¿Creé que mi cuerpo podrá soportarlo? Y de ser así, ¿no me hará mucho daño?
Que hablara de esa forma del tema, me confirmó que era un fraude y por eso, siguiendo la corriente, le contesté:
-Te dolerá al principio pero en cuanto te acostumbres, el placer que obtendrás será inmenso- y cachondeándome de ella, le pregunté: ¿Te apetece una foto para que veas que es verdad y que no miento?
No habían pasado cinco minutos, cuando vi que me había contestado:
-Mi madre me ha dicho que la mande. Quiere saber que algo así existe.
La respuesta me hizo soltar una carcajada y muerto de risa, me empecé a pajear con una revista porno. Cuando mi verga alcanzó la longitud deseada, cogí una regla y poniéndola a su lado, la fotografié para acto seguido escribir en mi ordenador:
-16 cm de placer obtendrás cuando seas mía.
«Tengo que reconocer que se trabajan este negocio», me dije una vez mandado.
Kim-ly debía estar frente a su computadora porque al poco rato, recibí su respuesta:
-Mama está impresionada. Dice que con semejante ayuda, me hará muy feliz.
Mi sorpresa se incrementó al abrir un archivo adjunto con una fotografía de una señora mayor y de mi “novia” riendo ante una impresión tamaño natural de mi verga. La constatación que al menos esa cría existía y que no era un oscuro defraudador me puso verraco y queriendo alagar a ambas, le mandé un piropo donde les decía que comprendía que fuera tan bella teniendo una madre así.
Como si estuviésemos chateando, Kim-ly me dio las gracias en su nombre y en el de su vieja, tras lo cual me pidió una foto mía. No viendo ningún peligro en ello, anexé una imagen mía de cuerpo entero que me había tomado ese verano en la Manga.
La muchachita tardó unos minutos en contestar pero cuando lo hizo, me quedé gratamente sorprendido porque me mandaba una de ella en bikini que no admitía fraude al llevar en su mano la que yo le había enviado.
«Existe y está buenísima», pensé al admirar las bellas formas con las que Buda la había dotado.
A vosotros os reconozco que puse especial interés en sus pequeños pero apetitosos pechos y en ese culito con forma de corazón que me hizo suspirar. Sabiendo que era parte de un timo, aun así no pude dejar de imaginarme que al final fuera verdad y que de pronto me encontrara sin quererlo con una princesa oriental como mujer.
Por ello ya increíblemente excitado, le pregunté directamente cuanto tendría que pagar para que su familia aceptara que se viniera conmigo.
Su contestación me dejó perplejo:
-Nada hasta el día de nuestra boda. Antes mis padres quieren conocerle para estar seguros a quien me van a confiar de por vida- tras lo cual, escribió: -Habiendo aceptado, lo usual es que el novio pague una dote de veinticinco millones de dongs.
Nada más leer esa cifra, me escandalicé por lo elevada que parecía pero al buscarlo en internet, me resultó ridícula al verla traducida a algo que conocía:
«¡Son apenas mil euros!».
Suponiendo que fuera verdad, equivalía a menos de siete salidas como las de la noche anterior. Sin llegármelo a creer, busqué cuanto costaba un viaje desde Madrid a Tuyên Quang, la capital más cercana al pueblo donde vivía. El problema que me encontré fue que no había un vuelo directo por lo que tuve que hacer un cálculo aproximado y en edreams.com, encontré que por menos de novecientos euros llegaría hasta Hanoi la capital. De allí a su aldea que estaba a ciento treinta kilómetros era un trayecto de tres horas por lo que a números rápidos calculé que serían unos mil cien.
Para entonces, mi cerebro iba a toda velocidad. Mil cien de mi viaje, más mil de la dote, más mil de su venida a España: ¡Kim-ly me saldría en unos tres mil euros!
La cantidad siendo importante me la podía permitir y a pesar del riesgo que todo resultara una estafa, decidí seguir adelante y sin pensármelo dos veces, le pregunté cuándo podrían sus viejos recibirme. La cría se vio sorprendida por mi rápida respuesta y como me confirmaría después en otro email, tuvo que localizar a su padre para que fuera el cabeza de familia quien respondiera.
No fue hasta el día siguiente cuando recibí la réplica:
-Mis padres estarían honrados en recibirle en quince días.
Os parecerá una locura pero, olvidando cualquier tipo de prudencia, confirmé el vuelo y la contesté de inmediato con mi fecha de llegada.
-Con esperanza, mi familia le estará esperando- contestó para mandarme las señas de su casa a continuación…

Parecerá grotesco pero una vez tomada esa decisión, la espera me resultó una eternidad. Todos los días llegaba del trabajo y me conectaba a chatear con mi novia, sin saber si a la vuelta de mi viaje vendía casado o solamente con tres mil euros menos en mi cuenta corriente.
«Si todo resulta un fraude, al menos conoceré ese país», me repetía continuamente intentando darme una confianza que no tenía.
Por si era verdad, contacté con la embajada Vietnamita en Madrid y al enterarme que para casarme en ese país con una de sus ciudadanas me exigían tener residencia, se me cayó el alma a los pies. Al comentárselo, mi novia se quedó preocupada pero tras preguntarlo al juez de paz de su ciudad, me escribió más tranquila:
-El funcionario estaría dispuesto a hacer la vista gorda por cien euros.
Cómo ese monto no era desorbitado, acepté y seguí con los preparativos. Aun así me gasté otros doscientos en un certificado médico prenupcial que exigían las autoridades de ese país y demás papeles. De manera que el día que me despedí de mis compañeros de oficina porque me iba de vacaciones, ya llevaba gastados entre pitos y flautas cerca de mil trescientos.
Reconozco que al montarme en el avión, estaba nervioso y por eso cuando mi vecino de asiento me dio conversación, vi en ello una manera de evitar el miedo que me daba el despegue. La casualidad quiso que ese tipo fuera un agente de ventas acostumbrado a esa cultura y que iba a ese lejano país a cerrar un trato con el gobierno.
Al saber que se desenvolvía con soltura en Vietnam, le conté el propósito de mi viaje. Manuel escuchó muerto de risa mi historia y al terminar, me soltó:
-Eso no me lo pierdo. Aprovechando que llegamos el viernes y que no puedo hacer nada hasta el lunes, ¿te importaría que te acompañara?
En un principio creí que iba de coña pero al llamar a la azafata y pedirle una botella de champagne, comprendí que lo decía en serio y sabiendo que me vendría bien su ayuda para que no me timaran, decidí aceptar su oferta.
Las siguientes quince horas nos hicimos amigos por lo que al llegar a Hanoi ya no tenía ninguna duda que ese desconocido iba a ir conmigo hasta esa remota aldea. Viendo que hablaba vietnamita, dejé que él negociara el taxi que nos llevaría hasta nuestro destino y reconozco que lo hizo bien porque cerró el trato por una miseria.
Ya en el coche, Manuel me reconoció que muchas veces había estado tentado de hacer lo que yo pero que nunca se había atrevido. La pícara expresión de su cara me hizo gracia y por ello, no pude dejar de preguntar:
-¿Por qué no aprovechas? Tengo entendido que Kim-ly tiene otras cuatro hermanas. ¡A lo mejor nos hacen precio especial!
Os juro que lo había dicho de broma pero el otro cuarentón se lo tomó como una oferta en firme y tras pensarlo detenidamente durante diez minutos, me dijo:
-¡Hagámoslo! Si es verdad que esas niñas existen, elegiré una para mí- tras lo cual pidió al taxista que parara en una tienda donde comprar una botella de whisky.
-¿Y eso?- pregunté
Descojonado, contestó:
-Pensemos en positivo. Como a estas horas, mañana estaremos casados. ¡Esta noche es nuestra despedida de solteros!…
Mi última juerga de soltero.
Al llegar a la ciudad de Tuyên Quang, nos hospedamos en el mejor hotel y nos fuimos de copas. Mi acompañante, que conocía a la perfección la vida nocturna de ese país, fue mi guía y tras cenar en un restaurante, entramos en un tugurio. Nuestra presencia causó alboroto y en menos de un minuto, cada uno tenía una preciosa vietnamita posada en sus muslos. Acababa de dar un beso a la mía cuando con una sonrisa, Manuel me advirtió:
-En Asia hay que tener cuidado que no te den gato por liebre.
-No entiendo- contesté.
Fue entonces cuando, ante mi escándalo, metió sus dedos bajo el tanga que llevaba la muchacha que acababa yo de besar y sacó de su interior un pene pequeño y flácido.
-Ves a lo que me refiero. Estas dos son travestis- y recalcando sus palabras por si no había entendido, dijo:- Aquí les llaman Ladyboys.
Para entonces me había levantado furioso, tirando a la zorra de mis rodillas y confieso que si en ese momento mi amigo no me hubiera calmado, quizás hubiese pegado una hostia al pobre muchacho caído en el suelo.
Destornillado de risa, Manuel levantó al crio y llamando al jefe del local, le pidió que nos mandara dos mujeres.
-Aquí se acepta la homosexualidad como algo normal- comentó y dando un sorbo a su bebida esperó la llegada de las putas.
Os juro que estaba alucinado por la tranquilidad con la que se había tomado el tema cuando de pronto, llegó a nuestra mesa una anciana de aspecto respetable y nos preguntó, en un perfecto inglés, qué era lo que queríamos exactamente.
Sin perder la calma, Manuel me preguntó:
-¿De qué edad te gustan?
Impresionado comprendí que la celestina había asumido que íbamos en busca de menores de edad y por ello, muy mosqueado, le contesté:
-¡Que sean mayores!
La carcajada de mi acompañante al oír mi respuesta, me dejó helado:
-Por mayores… ¿te refieres?
Ya cabreado contesté:
-¡Qué tengan al menos veinte años!
Sin parar de reír, habló con la vieja y llegó a un trato. Al terminar, me miró diciendo:
-Como no puedo estar seguro de su edad, he pensado que dejemos los polvos para mañana y esta noche hacer algo diferente…
Su enigmática respuesta me dejó paralizado hasta que Manuel advirtiendo mi mosqueo, contestó:
-He pedido uno de los famosos masajes asiáticos para los dos
No tuve que ser un genio para asumir que tendrían “final feliz” y aceptando su consejo, lo acompañé por el pasillo hasta que la señora nos dio una habitación para cada uno. Os confieso que no me hizo gracia separarme de Manuel y por eso los cinco minutos que tardó la teórica masajista en llegar me resultaron eternos.
Mis reparos desaparecieron de inmediato, al ver entrar a una diosa oriental de apenas uno cincuenta.
«¡Menudo bombón!», pensé más que satisfecho por su belleza.
La recién llegada era tan impresionante que todas las células de mi cuerpo se alborotaron cuando por señas me pidió que me desnudara.
«¡Cómo está la chiquilla!», exclamé en mi mente al recorrer con mi mirada ese pequeño pero suculento cuerpo que el destino había puesto a mi alcance.
«Tiene un culo de fantasía», me dije mientras me desprendía de la ropa.
Pero fue cuando únicamente tapado por una toalla, esa mujercita se acercó a mí cuando vi un extraño parecido en ella con mi futura esposa. Asumiendo que todas las vietnamitas me parecían iguales, me relajé al sentir sus delicadas manos acariciando mi pecho.
«¡Qué gozada!», mascullé entre dientes cuando incrementó la presión de sus palmas sobre mis músculos dotando a sus movimientos de una profesionalidad no exenta de erotismo.
Mi pene que hasta entonces se había mantenido en letargo, se fue despertando poco a poco siguiendo el ritmo de sus caricias y por eso no pude evitar que una brutal erección naciera entre mis piernas.
-Me estás poniendo bruto- susurré a la oriental ya verraco.
La cría sonrió al oírme y como si me hubiese entendido, retiró la toalla dejando mi tallo al descubierto. Poco acostumbrada a los occidentales, su cara reflejó sorpresa al admirar mi tamaño.
-Umm- gimió descaradamente y sacando un bote con aceite, lo fue embadurnando mientras sonreía.
Como habréis supuesto, dejé que esa morenita me empezara a masturbar. Curiosamente, su expresión al principio impávida fue cambiando al irme pajeando e incluso creí notar que a la muchacha se le estaban poniendo duros los pezones.
-Vas a conseguir que me corra- murmuré entusiasmado.
Sin aviso previo, la masajista dejó caer su vestido y completamente desnuda, se dedicó a untar con el aceite su cuerpo. Con su piel bien untada, se subió encima de mí y comenzó a restregar su diminuta anatomía contra la mía mientras comenzaba a gemir calladamente. Asumiendo que esos gemidos eran parte de su papel de puta, no por ello pude evitar excitarme. Pero lo que realmente me terminó de calentar fue cuando la chavala aprovechó que estaba boca arriba para acoger mi verga entre sus muslos.
«¡Tiene el coño empapado!», medité extrañado al comprobar la facilidad con la que se deslizaba mi tallo por los pliegues de esa oriental.
La constatación de su fogosidad incrementó mi calentura y llevando mis manos hasta su culo, forcé el roce de su sexo contra el mío mientras me quedaba admirado por la dureza de sus nalgas.
-Umm- suspiró poseída por un inhabitual ardor en alguien de su profesión al sentir el tamaño del pene que tenía en su entrepierna.
Para entonces el teórico masaje se había convertido en una danza de apareamiento. Aún sabiendo que era de pago, me resultó super erótico ver a esa mujer alzar su cuerpo con sus pitones bien duros, tras lo cual y con una sonrisa en los labios, irse empalando lentamente en mi polla. Centímetro a centímetro observé como iba desapareciendo dentro de su coño mientras la cría hacía verdaderos esfuerzos para no correrse.
-No creo que te quepa- dije a sabiendas que no me iba a entender- eres demasiado pequeña.
Supuse que no iba a conseguirlo porque cuando apenas llevaba la mitad de mi verga, noté que mi glande chocaba con la pared de su vagina pero me equivoqué. La oriental, al ver su minúsculo conducto abarrotado con el miembro de su cliente, se transformó y dejándose caer de golpe sobre mi verga, comenzó a cabalgar sobre mí a pesar del dolor que se reflejaba en su cara.
-¡Mira que eres bruta!- exclamé descojonado al comprobar que el sufrimiento azuzaba su lujuria y que con mayor énfasis, buscaba su placer.
El entusiasmo con el que se empalaba era a todas luces exagerado y atónito, fui testigo de cómo su sufrimiento se iba convirtiendo en gozo mientras sus pequeños pechos se bambaleaban arriba y abajo siguiendo el ritmo de su galope.
-Ahhh- chilló en un momento dado al notar que se avecinaba el orgasmo y meneando su melena negra aceleró el asalto.
El manantial de cálido flujo que de improviso brotó de su coño me alertó de la cercanía de su placer. Cogiéndola de las caderas, ahondé en la profundidad de mis penetraciones. Elevando y bajando su cuerpo, experimenté una y otra vez el modo en que mi verga chocaba contra los límites de su vagina mientras esa muchacha no paraba de berrear.
-¿Te gusta verdad puta?- susurré en su oído al tiempo que usando los dientes le daba un suave mordisco.
Increíblemente, ese bocado provocó que su cuerpo colapsara sobre mí y aullando como desesperada, se corrió sin dejar de machacar su interior con mi pene. La entrega de esa fulana y la humedad que manaba de su sexo espolearon mi excitación.
-¡Eres increíble!- grité ya poseído por la pasión y cogiendo a esa cría la puse a cuatro patas sobre la camilla para acto seguido volver a embutir mi miembro en su coño.
La rudeza con la que la penetré la hizo aullar pero lejos de tratarse de zafar de ese castigo, la muchacha recibió con alborozo el nuevo ataque y mirándome a los ojos, me rogó en silencio que la tomara. La nueva postura me permitió experimentar con mayor rotundidad el estrecho conducto que poseía esa mujer y estimulado por ello, moví mis caderas dando inicio a ese definitivo asalto.
Los chillidos que brotaron de su garganta cada vez que mi verga campeaba dentro de ella, me incitaron a acelerar mis movimientos. El nuevo compás con el que follé a esa criatura, inutilizó todas sus defensas y casi llorando, se corrió reiteradamente mientras sus ojos parecían salirse de sus orbitas.
-Para ser una puta, se nota que estás disfrutando- le solté ya convencido que por alguna causa esa joven estaba excitada en exceso y que a pesar de su profesión era clara su calentura.
Quizás por eso, me permití lanzar un sonoro azote sobre sus nalgas. La oriental al sentir esa ruda caricia, se volvió loca y trastornada de placer se dejó caer sobre las sábanas, al tiempo que me pedía mediante gestos que siguiera azuzándola de esa forma. Ni que decir tiene que la complací y descargando una serie de mandobles sobre sus cachetes, marqué con ellos el ritmo de mis penetraciones.
El profuso manantial que brotaba de su interior no podía ser simulado y asumiendo que esa zorrita estaba gozando, acrecenté más si cabe la velocidad de mis incursiones hasta que casi agotado, me dejé llevar y descargué mi semen dentro de ella. Al sentir la explosión de mi verga en su interior, pegó un grito y convirtió su coño en una ordeñadora que no paró de succionar hasta que consiguió extraer hasta la última gota de mis huevos. Entonces y solo entonces, se dio la vuelta y sonriendo me besó en los labios diciéndome adiós en un rudimentario español. Mientras la observaba marchar, deseé que fuera ella en vez de Kim-Ly con quien al día siguiente me casara…
Conozco a la familia de mi novia.
Saliendo de ese tugurio, Manuel me comentó que estaba cansado y me pidió volver al hotel. Satisfecho después de estar con la putilla, no puse impedimento alguno y por eso debían ser cerca de la dos de la mañana cuando caí rendido en la cama.
A la mañana siguiente, nos despertamos cerca de la diez y poniéndonos guapos, fuimos a visitar a mi futura esposa y a su familia. Mi recién estrenado amigo nuevamente fue el encargado de conseguir un taxista que nos llevar hasta la aldea donde nos esperaban y aunque os parezca imposible tardamos cerca de una hora en recorrer los veinte kilómetros que nos separaban de ella.
Una vez allí, no tuvimos dificultad en encontrar la humilde morada de esa mujer pero no por ello, no nos sorprendió descubrir que eran cerca de cincuenta personas las que nos esperaban en su puerta.
-Ha venido todo el pueblo- comentó Manuel muerto de risa.
No me costó reconocer a la madre y por ello supuse que el tipo que tenía a su lado era su marido. Al comprobar que era un viejo extremadamente bajo, reí entre dientes al recordar la sorpresa de esa señora cuando supo de mis dimensiones.
-Nuestro futuro suegro es un enano- murmuró mi conocido en plan de guasa.
El tipo en cuestión se acercó a nosotros llevando a su lado a un joven que resultó ser un intérprete, cosa que agradecí porque así al saludarnos en inglés, pude comprender lo que se decía. Lo primero que hizo el viejo fue agradecernos la visita y llamando a su mujer nos la presentó para acto seguido hacernos pasar al interior de la casa.
La pobreza de la estancia a la que entramos me recordó la naturaleza del acuerdo que me había llevado hasta allí y buscando a mi supuesta novia recorrí los rostros de los presentes. Cuando ya casi había terminado, reconocí en un rincón el rostro de la mujer con la que me había acostado la noche anterior.
«Es la putilla de ayer», pensé.
Al sonreírla, noté que sus mejillas se teñían de rojo al saberse descubierta y no queriendo incomodarla en exceso, decidí hacer como si no la conociera.
Mientras tanto, Manuel estaba comentando al patriarca lo felices que estábamos de hallarnos en su presencia y entrando directamente al trapo, le explicó que éramos dos los interesados en conseguir esposa. Al anciano se le iluminó la cara al escuchar que quizás iba a doblar su dinero y pegando un grito, llamó a sus hijas.
Una tras otra, vimos desfilar a cuatro crías realmente bonitas entre las cuales reconocí a mi futura. Kim-Ly era en persona una cría preciosa pero carente de la sensualidad de la que permanecía escondida en una esquina. Os reconozco que estaba desilusionado pero entonces el vietnamita pegó otro grito y ante mi sorpresa vi que saliendo de su escondite, se levantaba y con paso temeroso se ponía en la fila.
«¡Es su hermana!», no tuve que ser un genio para adivinar.
La chavala, aterrorizada porque la descubriera frente a toda su familia, era incapaz de levantar su mirada. Su padre al darse cuenta, con otro berrido, la ordenó que nos mirara. Las lágrimas que recorrían su rostro fueron la demostración clara que estaba abochornada.
Manuel que curiosamente se había quedado prendado de Kim-Ly, no fue consciente de la belleza que se estaba perdiendo y llevándome a un lado, con toda la geta del mundo, me preguntó si me importaba que él se quedara con la que estaba reservada para mí.
Haciéndome el enfadado pero interesado por la oferta en mi interior, le contesté que primero negociara con el padre cuanto nos costaría agenciarnos a dos en vez de a una. El vejete fue tasando a sus hijas al mismo precio que habíamos acordado pero al llegar a la que realmente me interesaba redujo el precio a la mitad.
«¿Por qué la valorará tan bajo?», me pregunté y acercándome a mi amigo, le insistí en que lo averiguara.
La respuesta de su viejo me escandalizó al oírla de los labios del intérprete. Por lo visto Tién, ese era el nombre de la susodicha, había manchado el honor de la familia. Como conocía o creía conocer la razón, no pregunté más y negociando con Manuel, le dije:
-Si quieres quedarte con Kim-Ly tendrás que hacerme una oferta.
A mi amigo se le abrieron los ojos y sabiendo que le iba a costar un esfuerzo el conseguir su capricho, contestó:
-Si accedes, pagaría yo todo el gasto de la boda y tú únicamente la dote.
Viendo que estaba encoñado con Kim-Ly y que esta parecía gustarle mi amigo, disimulando mi alegría, discutí con él hasta que Manuel accedió en hacerse cargo incluso de la dote cuando le comenté quien era mi elegida.
-Estás loco- contestó cerrando el acuerdo con un apretón de manos.
Tras lo cual, explicó al intérprete nuestra decisión. Cuando el joven se la trasladó al padre de las muchachas, este intentó que cambiáramos de opinión rebajando el precio de una de las más pequeñas mientras Tién me miraba alucinada. La esperanza con la que recibió que yo estuviera interesada en ella, se trasmutó en terror al oír que su viejo prefería desprenderse de otra de sus hermanas.
-Quiero a Tién- insistí a mi amigo.
El anciano al ver mi insistencia, dijo algo en voz baja al intérprete. Por su cara, comprendí que era algo grave y por eso esperé con preocupación su traducción:
-El señor quiere hacerle saber que la hija que ha elegido le desobedeció yendo a la escuela a escondidas.
Al escuchar los reparos del padre, no pude más que soltar una carcajada y reiterando mi interés por ella, le pedí que trasladara al padre mis palabras:
-No se preocupe, sabré atar en corto a esta fierecilla.
Su viejo ya satisfecho al haberme avisado, obligó a la muchacha a acercarse a mí y poniendo mi mano en su cintura, me contestó:
-Si le desobedece, ¡no dude en castigarla!
Estaba a punto de responder cuando interviniendo por primera vez, Tién se me anticipó, diciendo mientras una enorme sonrisa iluminaba su cara en un perfecto inglés.
-Mi marido nunca tendrá queja de mí.
Que tuviera forma de comunicarme directamente con ella, me alegró y acercándome a ella, susurré en su oído:
-Menuda sorpresa encontrarte aquí.
Mi nueva prometida se sonrojó y totalmente colorada, me contestó:
-Yo sí sabía quién eras.
Su lacónica respuesta me sorprendió porque con ella me estaba informando que se había acostado conmigo a sabiendas que se suponía que iba a ser su cuñado. Intrigado quise el motivo y ella muy nerviosa me contestó:
-No quería que la primera vez que vieras a mi hermana fuera en ese lugar.
-¿Kim-Ly estaba ahí?- pregunté.
Fue entonces cuando Tién se dio cuenta que había metido la pata y totalmente abochornada, me respondió:
-Creía que tu amigo se lo había contado. Anoche Kim estuvo con él.
Aunque me podía haber sentido indignado, reconozco que me hizo gracia saber que la razón por la que Manuel había insistido en elegir a esa chavala era porque ya la había probado.
«Le ha pasado lo mismo que a mí. Impresionado por su forma de follar, decidió quedársela para él», sentencié en absoluto molesto y no queriendo delatar ante su gente a qué se dedicaban las dos, me quedé callado.
Tién malinterpretó mi silencio y con lágrimas en los ojos, me dijo en voz baja:
-Por favor, cásate conmigo. Te juro que si me llevas contigo, nunca te arrepentirás.
La desesperación que leí en su cara me enterneció y acariciando su mejilla, la tranquilicé diciendo:
-No te preocupes, mi decisión no ha cambiado pero ¿te importa que te haga una pregunta?
Ante eso, la cría me dijo qué era lo que quería saber.
-Ayer, ¿te corriste o fingiste que lo hacías?
Muerta de risa, me contestó:
-¡Disfruté como una loca!…

Lo prometido es deuda, os anexo los links que me dieron la idea.
Link de la noticia: (Cómo compré una esposa)
http://www.elmundo.es/cronica/2002/354/1027952545.html
http://www.elcomercio.es/20100109/sociedad/como-comprar-mujer-euros-20100109.html
Links a agencias matrimoniales orientales.
http://www.qq-99.com/en/vietnam.php
http://www.rosebrides.com/chinese-brides.html
http://www.jnvietbride.com.sg/main.php

Relato erótico: “Descubriendo a Lucía (16)” (POR ALFASCORPII)

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Aunque llevaba una vida personal rica y variada, infinitamente más rica y variada de lo que había sido la de la Lucía original, el trabajo ocupaba una gran parte de mi tiempo. Sé que podría dar una impresión equivocada, por sólo relatar mis recuerdos más extraños o más gratificantes pero, en realidad, la mayor parte de mi nueva vida la pasaba inmersa en el trabajo, con agotadoras jornadas desde las ocho de la mañana que fácilmente se prolongaban hasta las ocho de la tarde, con apenas una hora para comer y veinte minutos para el café matutino. Me pasaba la mayoría de mañanas de reunión en reunión o enganchada al teléfono, por lo que tenía que emplear las tardes en revisar la ingente cantidad de correos electrónicos diarios, planificar el trabajo y las estrategias a seguir, y preparar las reuniones del día siguiente. Era un auténtico estrés al que ya me había acostumbrado, gracias, sobre todo, a mi capacidad para olvidarme del trabajo en cuanto tenía tiempo de asueto, y para ello, todas mis experiencias sexuales habían resultado de lo más efectivas, despejando mi mente y haciendo desaparecer el estrés gozando de mi nueva condición. Tal vez eso fuera lo que le había faltado a Lucía antes de convertirme yo en ella, no había conseguido abstraerse del trabajo, siempre pensando en él. Sin duda, tendría que haber follado más y con más intensidad.

Pero lo de evadirme del trabajo me fue imposible durante una temporada, puesto que como estrategia de ampliación de negocio y expansión hacia nuevos mercados, la junta directiva de la empresa, yo incluida, decidió abrir una sucursal en China, concretamente en Shanghái. Todo estaba preparado, con el personal chino seleccionado y entrenado por nuestro departamento de formación, con algunos de nuestros mandos intermedios habiendo pasado allí estancias, y con su propio equipo directivo ya estructurado para comenzar a funcionar. Y sólo faltaba un detalle, mi estancia en China para supervisar, durante algo más de mes y medio, los inicios de la aventura empresarial.

Me trasladé a Shanghái para vivir en un buen hotel durante las siete semanas que tenía por delante aunque, prácticamente, sólo lo pisaría para dormir, pues debía aprovechar al máximo mi presencia en la nueva sucursal, de tal modo que, a posteriori, no hiciera falta más que alguna visita puntual.

Ya instalada e incorporada al equipo chino, cuando llegaba al hotel, antes de meterme en la cama, tan sólo tenía tiempo de pedir algo para cenar y escribir mensajes con el móvil a mi hermana y amigas, puesto que la diferencia horaria hacía difícil hablar directamente con ellas. Incluso, los fines de semana que tenía para pasar allí, ya los tenía programados para visitar a clientes y potenciales clientes, tanto del país, como de Corea del Sur y Japón.

La primera semana fue muy dura, trabajando codo con codo con mis colegas chinos, asesorándoles en la política de la empresa y las estrategias comerciales de la misma para conseguir una posición en China y otros países de la región. Y el fin de semana fue agotador, con una visita relámpago a Tokio para afianzar los contactos que durante meses habíamos establecido con futuros clientes japoneses. Y cuando, al fin, regresé a mi hotel el domingo por la noche, al conectar mi móvil a internet, entre los mensajes de mi hermana, Alicia y Raquel, encontré uno de Pedro que me puso los pelos de punta:

– Hola, Lucía. Ya me ha dicho Alicia que estás de viaje, pero me dijiste que si había alguna novedad te avisara. ¡Antonio ha despertado!.

Aún tienen que hacerle pruebas, pero parece que está bien, un poco desorientado y débil por haber estado casi cinco meses en coma, pero bien.

No me han dejado entrar a verle, solo le han permitido el paso a sus padres, pero mañana ya podré visitarle.

Besos.

El móvil me tembló en la mano y me sentí mareada. No podía creer lo que estaba leyendo, ¿cómo era posible?. Mi primer impulso fue llamar a Pedro, pero enseguida me di cuenta de que no sabría qué decir. Me quedé bloqueada ante la apabullante cantidad de preguntas que se agolparon en mi mente, aunque una de ellas destacaba por encima del resto: ¿quién era el Antonio que había despertado?. Sabía la respuesta de antemano: si yo ahora era Lucía, entonces él… Ni me atrevía a materializar el pensamiento, como si el hacerlo lo convirtiera en real y el eludirlo pudiera servir para descartarlo, pero sabía que era la única posibilidad lógica dentro de la locura que era todo cuanto había ocurrido.

Con las manos temblorosas, conseguí escribirle un mensaje a Pedro agradeciéndole el aviso, y le pedí que, cuando supiera algo más, me escribiese.

Para que no se preocupasen por la falta de respuesta, escribí a mi hermana y amigas diciéndoles que estaba de vuelta en Shanghái, que estaba agotada del viaje y que ya les contestaría con más tranquilidad.

Aquella noche no habría podido pegar ojo por el bullicio de preguntas y temores en mi cabeza, pero el cansancio acumulado por el intenso fin de semana fue mi aliado, sumiéndome en un profundo sueño para que pudiera afrontar la noticia con un nuevo amanecer.

El día se me hizo eterno, ocupada con el trabajo pero con la cabeza a miles de kilómetros de donde físicamente me encontraba. Para evitar distraerme aún más, había dejado intencionadamente el móvil personal en el hotel, pero no veía el momento de que la jornada acabase para volver a mi habitación y encenderlo ansiando nuevas noticias.

Apenas tuve tiempo de quitarme los zapatos y dejar el maletín de trabajo tirado en el sofá de la confortable habitación. Encendí el móvil, y en cuanto cogió la red del hotel, los mensajes de Pedro lo hicieron sonar:

– Hola, Lucía. Hoy he podido ver a Pedro. Los médicos le están haciendo pruebas mentales para ver si el accidente o el coma le han dejado secuelas, aunque todo parece indicar que no. Yo le he visto muy bien, sólo tiene las típicas lagunas por haber estado tanto tiempo ausente, así que le han dicho que se lo tome con calma.

Si todo está tan bien como parece, en un par de días le darán el alta, aunque aún tendrá que ir mucho al hospital para hacer rehabilitación intensiva.

No sé quién se lo habrá dicho, pero sabe que nos conocimos y me ha preguntado por ti. Le he dicho que vas a estar fuera bastante tiempo. Está deseando hablar contigo.

Besos.

Lo que leí, lejos de calmarme, me puso aún más nerviosa. Si Antonio le había preguntado a su amigo por mí, no había ninguna duda: Antonio era la persona cuyo cuerpo y vida yo había ocupado. Él era la antigua Lucía como yo era el antiguo Antonio. Mis peliculeras sospechas se habían confirmado, ¡nos habíamos intercambiado!.

Tenía que volver a casa, tenía que hablar imperiosamente con ella/él. Estaría tan confusa/o como yo lo estuve al principio, hasta que fui asimilando mi nueva identidad para hacerla completamente mía. Tomé la decisión de quedarme un par de días en Shanghái para dejar todo lo más atado posible, y volver a casa argumentando una circunstancia personal de máxima gravedad.

Contesté a Pedro agradeciéndole la información, y le pedí que le dijese a Antonio que iba a anticipar mi regreso a casa para llegar en tres días y poder ir a verle cuanto antes.

Al día siguiente, a primera hora, le comuniqué por mail a Gerardo que debía volver a casa por un asunto ineludible, y también se lo expliqué a mis colegas chinos, quienes mostraron su desconcierto y decepción. Gerardo no tardó en llamarme para pedirme más explicaciones, la empresa se estaba jugando mucho, y sólo mi presencia en China le tranquilizaba a él y a los inversores. Tuve que inventarme una historia de grave enfermedad de un amigo, con pronóstico mortal, y tuve que prometer que, en cuanto acabase todo, volvería a Shanghái para continuar con mi trabajo.

Por la noche, al encender el móvil personal, tuve nuevos mensajes de Pedro:

– Hola, Lucía. Esta mañana he vuelto a ver a Antonio, y me ha pedido que te diga que no te juegues tu carrera por volver a casa antes de tiempo, que ya tendréis tiempo para hablar y que prefiere que por el momento no os veáis. También me ha dicho que, en cuanto pueda, te escribirá él mismo.

No lo entiendo, Lucía, ¿pero qué hay entre vosotros?. Él no me lo ha querido decir. ¿Estabais juntos en secreto?.

Me quedé perpleja, aunque pensándolo con más frialdad, llegué a la conclusión de que Antonio tenía razón. No debía jugarme mi futuro ni el de la empresa, y la distancia y el tiempo nos ayudarían a los dos a pensar antes de enfrentarnos cara a cara, lo cual podría ser un auténtico shock. Es cierto que yo ya le había visto muchas veces en el hospital, pero siempre le había visto como a una carcasa vacía, y ahora la realidad era muy diferente, algo sobrenatural para lo que tendríamos que estar preparados mentalmente, especialmente ella/él, que llevaba varios meses de desventaja. Y si quería tener contacto conmigo a través de mensajes, tal vez sirviera para preparar el terreno ante el inevitable encuentro que tendríamos que tener.

Volví a agradecer a Pedro su ayuda y le pedí disculpas por haberle utilizado de mensajero. Y, obviando sus preguntas, le pedí que cuidase de su madre y siguiera haciéndola feliz, lo cual ya sabía que hacía por los mensajes que mi amiga me mandaba.

Los chinos alucinaron al anunciarles que, definitivamente, me quedaría con ellos como había estado previsto. Se sintieron aliviados, en especial mi equivalente en la sucursal. Pero quien respiró mucho más tranquilo fue Gerardo, cuando se lo dije directamente por teléfono. Al Director General tuve que contarle el extraño caso de cómo mi amigo había sido mal diagnosticado por un garrafal error médico, y que con tratamiento se repondría.

Pasé tres días enfrascada en el trabajo sin tener más noticias de Antonio cuando llegaba al hotel, por lo que mi nerviosismo iba en aumento y varias veces estuve a punto de reservar un billete de avión. Hasta que, al cuarto día, al encender un momento el teléfono por la mañana antes de ir a trabajar, recibí varios mensajes de un número que no tenía almacenado en la memoria de mi móvil, pero que conocía perfectamente, era el número de mi anterior móvil, el que ahora pertenecía a Antonio.

– Hola. La verdad es que no sé cómo dirigirme a ti… Sé que estás a miles de kilómetros de aquí, y tal vez eso facilite este trago.

Hoy me han dado el alta en el hospital, y aunque llevo tres días haciendo rehabilitación, aún necesito ayuda para moverme. Tus padres… Mis padres son encantadores, y me están ayudando mucho.

Tengo todo el cuerpo dolorido, un cuerpo que aún no entiendo, aunque no lo estoy llevando del todo mal porque creo que es un pequeño precio por haber vuelto a nacer. Porque eso es lo que ha pasado, ¿no?. Tú y yo hemos vuelto a nacer. Tenemos tanto de qué hablar…

Espero tu respuesta.

Las lágrimas de agolparon en mis azules ojos, rebosando hasta resbalar por mis mejillas. Eran lágrimas de dolor por el recordatorio de la familia que había dejado atrás, pero también eran lágrimas de miedo, por la incertidumbre de lo que podría pasar; lágrimas de culpabilidad, por haber usurpado la vida de aquella que ahora me escribía como hombre., y también eran lágrimas de alegría, porque ella/él aparentaba más entereza de la que yo había tenido cuando desperté en su situación, no parecía guardarme rencor.

Reponiéndome del cúmulo de sensaciones, y tras respirar hondo, le contesté imaginando que no vería mi respuesta hasta la hora de levantarse en España.

– Hola. Imagino el shock que habrá sido despertar y encontrarte así, porque yo pasé por lo mismo.

Sin duda, ambos hemos vuelto a nacer, aunque yo ya he tenido tiempo de digerirlo. Supongo que tendrás un millón de preguntas, y yo no podré contestarte a casi ninguna. No sé cómo ni por qué ha pasado esto, lo único que sé es que estoy viviendo la que era tu vida, y he hecho cambios… Y tú tendrás que vivir la que yo dejé en aquel hospital.

Ahora yo soy Lucía, y tú Antonio, y no hay vuelta atrás.

Espero que no estés sufriendo.

Me fui a trabajar, y tuve que ser disciplinada para centrarme en lo que estaba haciendo. Por suerte, el tener que comunicarme en inglés me obligaba a esforzarme, y eso hacía más sencillo apartar mis pensamientos personales para dar cabida solo a los profesionales. Y más teniendo en cuenta que para ese día tenía que realizar un par de presentaciones.

Al concluir la jornada, me despedí de mi homólogo chino, quien era el único que quedaba en la oficina, pero cuando ya estaba en la calle, a punto de tomar un taxi, me di cuenta de que las prisas por llegar al hotel para mirar el móvil me habían hecho olvidar el maletín, por lo que volví por él. Al llegar nuevamente a la última planta del edificio, vi que el subdirector chino estaba sentado en la sala de reuniones viendo un vídeo reproducido por el proyector en la pantalla gigante. Con curiosidad, me acerqué a la puerta, y comprobé que era el vídeo que habían grabado de mi última presentación.

– ¡Cómo es esta gente!- pensé-. Realmente viven para trabajar.

Mi homólogo parecía seguir la presentación con gran interés, aunque le noté inquieto. Así que decidí acercarme a él para preguntarle si le había quedado alguna duda o había algo que no le parecía adecuado para aplicarlo en su país. Para no asustarle por mi irrupción desde atrás, directamente le rodeé para saludarle mostrándome ante él, y entonces descubrí la causa de su inquietud. Aquel chino cuarentón tenía los pantalones y los calzoncillos por las rodillas, y empuñaba con fruición su polla, pajeándose con mi imagen proyectada en la pantalla gigante.

– ¡Lucíaaaaaaaaaahhhh…! –exclamó corriéndose en aquel preciso instante.

El denso líquido blanco embadurnó su mano, y en su rostro se dibujó un gesto mezcla de satisfacción y vergüenza. No pude evitarlo, me partí de risa. La risa más sincera que tuve durante toda mi estancia en aquel país, y que me sirvió para descargarme de gran cantidad de la tensión acumulada.

– Veo que te ha gustado mucho mi presentación –le dije entre risas-. Espero que las próximas te resulten tan satisfactorias…

A pesar de la vergüenza, él también se echó a reír, y todo quedó en aquella anécdota. Aquel hombre estaba felizmente casado, y además no me atraía nada, por lo que aquella fue mi única experiencia sexual en China. Nunca lo mencionamos, y actuamos como si nunca hubiera pasado, aunque reconozco que me gustó sentirme deseada incluso en aquellas latitudes.

Ya en el hotel con mi maletín, enseguida encendí el móvil. Tenía mensajes de Alicia y mi hermana, pero los dejé para después, los que más me interesaban eran los de Antonio, a quien ya había incluido en mi agenda de contactos.

– Lucía (aún se me hace un poco extraño referirme a ti por mi antiguo nombre), la verdad es que no ha sido ningún shock el despertarme y verme así.

Me quedé atónita, y seguí leyendo.

– Durante el tiempo que he estado en coma, he saltado de sueño en sueño, a cada cual más peculiar. Pero lo más extraño es que, de vez en cuando, estaba consciente, aunque no pudiera dar ninguna señal de ello. Y en esos momentos de consciencia escuchaba mi voz, tu voz, contándome cada experiencia que habías vivido, cada sentimiento, cada sensación… Y después, un torrente de recuerdos de tu anterior ser, mi nuevo ser, acudía a mi mente hasta desbordarla y sumirme nuevamente en un profundo sueño.

Te aseguro que cuando desperté, sabía perfectamente cuál era mi nueva realidad, y para nada estoy sufriendo. Es más, afronto mi nueva vida como un reto, y con ilusión, así que no tienes que preocuparte por lo que hayas hecho o dejado de hacer, porque como tú has dicho: ahora tú eres Lucía, y yo soy Antonio, y no hay vuelta atrás.

Seguiremos hablando.

Leí y releí los mensajes, como si en ellos pudiera encontrar algo que se me hubiese escapado. Y tras cada lectura, siempre llegué a la misma conclusión: la antigua Lucía ya no existía, se había convertido en Antonio y ya lo tenía perfectamente asumido, y además lo sabía todo de mí.

Tras un largo día de agotador trabajo, incluyendo la curiosa anécdota con el subdirector chino, no me sentía preparada para contestar. Mi cerebro ya había sido sometido a demasiado esfuerzo, e incluso ya había tenido mi dosis de surrealismo, por lo que necesitaba dormir para poder contestar con la mente clara.

Al día siguiente me levanté un poco antes de lo habitual para poder escribir a Antonio con tranquilidad, y así iniciamos una conversación que se prolongó durante toda mi estancia en Shanghái, en la que ambos tuvimos tiempo de sobra para pensar nuestras palabras, puesto que los dos empleábamos la primera hora de nuestras respectivas mañanas para contestar.

– No sabía que podías escucharme estando allí tumbado. Ni siquiera quise pensar que tú estuvieras allí. Me serviste como anclaje a la realidad, y a la vez como desahogo. Lo sabes todo de mí.

Me alucina que hayas asimilado tan bien tu nueva situación, ahora eres un tío, y tampoco es que mi vida anterior fuera espectacular… Creo que has salido perdiendo…

– Sí, lo sé todo de ti- me contestó- tanto por tus recuerdos que conservo hasta el día del accidente, como por todo lo que me contaste después. Pero no te preocupes, no te juzgo (aunque hayas sido un poco díscola), es más, te admiro. Parece que eres mejor Lucía de lo que yo fui jamás, tú has sabido vivir…

Si te soy sincero, lo único que echo de menos de verdad es a mi hermana, pero habiéndote escuchado a ti, supongo que eso también pasará, puesto que tengo una nueva familia.

Mensaje a mensaje, nos fuimos sincerando el uno con el otro, estableciendo una extraña amistad separados por la distancia y el cambio horario.

Antonio me confesó que cuando aún era Lucía se había sentido atrapada en su vida, y que no había sido capaz de encontrar la forma de reconducirla. Necesitaba un cambio drástico y muchas veces había soñado con él, aunque nunca había imaginado que supusiese un milagroso intercambio de cuerpo. Ahora que era un hombre, con toda una vida por delante, quería partir de cero entretejiendo los mimbres que yo le había dejado para reinventarse a sí mismo, tal y como yo había hecho. Y a pesar de los sinsabores de una dura rehabilitación física, estaba disfrutando de la experiencia de ser un hombre, con sus ventajas e inconvenientes, con sus nuevos sentimientos y gustos, tal y como a mí me había ocurrido.

El nuevo Antonio era más ambicioso de lo que el antiguo había sido, pero no iba a dejarse llevar por esa ambición. Prefería llevar una vida más sencilla y relajada, y abrirse más al mundo para disfrutar de las cosas buenas de la vida.

Habiendo cogido confianza ya, con largas ristras de mensajes diarios y buenas parrafadas, tanto trascendentes, como triviales, la confianza se hizo mutua, puesto que aquel secreto que ambos compartíamos era solamente nuestro, y ni siquiera nuestras familias o mejores amistades lo sabrían jamás.

Ya bromeábamos entre nosotros, y nos contábamos nuestro día a día como a un buen amigo, pues por medio de los recuerdos que compartíamos, nadie nos conocía tan bien como él conocía a la nueva Lucía y yo conocía al nuevo Antonio. Yo le contaba mis progresos en China, y él sus progresos con la rehabilitación, y así fue transcurriendo el tiempo hasta que él ya estaba preparado para incorporarse a una vida normal, y yo debía volver a casa con mi misión cumplida en la sucursal asiática.

Al regreso a España, informé de primera mano a Gerardo de cuanto se había avanzado con la nueva aventura empresarial, aunque ya le había adelantado casi todo por medio de mails diarios. Él se alegró de que todo hubiera ido bien, y su entrepierna me hizo sentir cuánto se alegraba de tenerme de vuelta cuando me abrazó. Como siempre, tuve que rechazar elegantemente su invitación para celebrar mi regreso a solas.

Decidí tomarme una semana de vacaciones para descansar mentalmente de mi periplo asiático y retomar la vida normal poco a poco. Aunque mi verdadero motivo era disponer de tiempo para pasarlo con Antonio y ayudarle en lo que fuese necesario durante su adaptación. Aunque por lo que sabía por medio de sus mensajes, estaba siendo menos traumática que la mía, ya que durante sus momentos de “consciencia” durante el coma, ya se había preparado mentalmente.

El primer día de mis vacaciones ya quedé con él. Aunque, en cierto modo, temía el encuentro, también estaba ansiosa. Tras meses guardando el increíble secreto en el que consistía mi existencia, por fin podía hablarlo abiertamente con alguien, y ese alguien ya no solo escucharía, sino que podría interactuar conmigo y, tal vez, juntos, entender el porqué de todo aquello.

Mi primera idea fue acudir al encuentro lo más cómoda posible, ya tenía seleccionados unos vaqueros, una camiseta y un jersey de algodón, todo muy casual. Pero cambié de opinión al mirarme en los espejos del vestidor para acabar poniéndome un discreto pero bonito vestido y unas botas altas. Quería darle a Antonio una buena impresión mostrándome femenina, para que no pensara que me había abandonado transformándome en un marimacho.

Cuando me abrió la puerta de su (mi antiguo) pequeño piso, nos quedamos los dos mirándonos paralizados. Tuve una sensación de vacío en el estómago, incluso vértigo. El Antonio que tenía ante mí era la imagen que había tenido de mí misma durante años, el mismo que había permanecido dormido en aquella cama de hospital. Pero había algo distinto en él que no supe explicarme, algo que me hizo mirarle como si fuera la primera vez que lo viera, y percibí que a él le ocurría lo mismo.

– Lucía… -dijo rompiendo el tenso silencio.

– Antonio… -contesté dando un paso hacia él.

Nos dimos dos besos, y en cuanto mi mejilla rozó la suya, sentí una descarga eléctrica recorriendo mi espina dorsal.

– Estás… -dijo tomándose su tiempo para respirar hondo- …muy guapa.

– Gracias –le contesté sintiendo cómo el rubor subía a mis mejillas.

Otros hombres me habían halagado con adjetivos más efusivos, elaborados y explícitos, pero el de Antonio me había afectado infinitamente más. Tal vez fuera porque, en el fondo, buscaba su aprobación.

– Tú también estás bien –añadí volviendo a estudiarle de arriba a abajo.

Vestía con unos sencillos vaqueros y un polo, pero noté el duro entrenamiento al que se había sometido en el último mes y medio para rehabilitarse, llenaba más la ropa y le quedaba especialmente bien.

Me invitó a entrar y sirvió café para los dos. El pequeño y modesto piso me llenó de recuerdos de mi vida pasada, aunque se notaba la mano del nuevo Antonio. Muchas de las que habían sido mis cosas habían desaparecido y habían sido sustituidas por otras. Parecía que él había sido más radical de lo que yo fui al adaptarme a mi nueva vida.

Al principio, la conversación fue tensa, con preguntas de cortesía como qué tal había sido mi vuelo o como cuándo tenía él intención de reincorporarse al trabajo.

– Vaya, ¡ya actúas como mi jefa!- exclamó-. ¡Espero que seas menos cabrona de lo que yo era!- y se echó a reír.

Aquello provocó también mi risa, y por fin el hielo se rompió para iniciar una charla abierta, como la que habíamos mantenido durante tanto tiempo a través de mensajes de móvil.

– La verdad es que ya tengo ganas de incorporarme al trabajo –me dijo-. Ahora que ya me encuentro bien, empiezo a aburrirme. Necesito algo con lo que entretener mi mente.

– Te entiendo, siempre fuiste una persona muy ocupada, y aunque quieras tomártelo con más calma, seguro que necesitas algo que te estimule –le dije.

– Eso es. Ahora tengo ante mí todo un mundo de retos, pero no pienso dejarme absorber por ellos, no estoy dispuesto a cometer errores pasados. Se me ha dado la oportunidad de empezar de nuevo y ser mucho más feliz de lo que era. Porque… ¿tú eres feliz con quién eres ahora? –me preguntó clavando sus intensos ojos marrón oscuro en los míos.

– Si me hubieras hecho esa pregunta al principio de todo esto –le contesté manteniendo su mirada-, te habría dicho que no. Me sentí desbordada por ser una mujer, tantas cosas distintas, tantas sensaciones nuevas, tantos nuevos sentimientos, tanto desconcierto… Y tu vida, era tan ordenada, metódica y pulcra, que me sentí intimidada por no estar a la altura.

– Ya…

– Pero ahora sí que soy feliz, más feliz de lo que era antes. He conseguido encauzar mis sentimientos y energías para conseguir lo que quiero y ser capaz de afrontar cada reto. Antes me había estancado, dejándome llevar por la costumbre, y no hacía nada por alcanzar las metas que tenía. Pero desde que soy Lucía, me he obligado a superarme a mí misma, y puedo estar orgullosa de ser una persona de éxito, tanto en lo profesional como en lo personal.

– Me alegro mucho –me contestó con total sinceridad-. Realmente creo que eres mejor Lucía de lo que yo nunca fui, y eso me hace ilusionarme más por querer ser mejor Antonio de lo que fuiste tú. Voy a canalizar todas mis energías para conseguirlo, que por cierto, desde que soy un hombre son muchas y aún no las domino.

Me reí con ganas.

– No te rías, lo digo en serio –dijo él, aunque sonriendo-. Una vez recuperado para ser capaz de valerme por mí solo, empecé a sentir un hambre brutal, y tenía que comer a todas horas…

Me reí a carcajadas.

– Y claro, como comía tanto, me sentía lleno de energía y con la necesidad de consumirla haciendo algo, así que empecé a doblar y triplicar los ejercicios de rehabilitación, con lo que después volvía a tener más hambre. ¡Ahora entiendo por qué los tíos son unos tragones!.

Se me saltaron las lágrimas de la risa. Realmente, el poder hablar con Antonio de nuestras sórdidas experiencias, era lo mejor que me podía pasar.

– Y se nota que has entrenado duro –le dije poniendo inconscientemente la mano sobre uno de sus pectorales.

Los dos sentimos nuevamente la descarga recorriendo nuestras espinas dorsales, y mi sensación de vértigo volvió a hacerse patente. Enseguida aparté la mano. Él sonrió y noté cómo sus ojos, inconscientemente, me miraban de arriba abajo dilatándose sus pupilas. El rubor volvió a mis mejillas.

– Cuéntame más cosas- le pedí-. Te servirá como desahogo, e incluso podrás reírte de ellas. Si podías oírme en el hospital, tú ya conoces mis sensaciones con ese tipo de detalles.

– ¿Quieres que te cuente cosas como lo de afeitarme o hacer pis?- preguntó riendo.

– Sí, lo segundo parece divertido -asentí riendo con él-. Pero dicho así no suena muy masculino, mejor di “mear”.

– ¡Perfecto, “Mear”!. Con este tipo de detalles quería que me ayudases.

– Lo de mear de pie ha sido toda una experiencia para mí. ¡Qué comodidad!. Fácil y rápido, aunque la primera vez puse el váter perdido.

– ¡No me lo creo! –exclamé con las lágrimas saltándoseme nuevamente por la risa.

– Es cierto, no veas cómo me costó apuntar, hasta que me di cuenta que no debía pensar en ello, que mi cuerpo sabía cómo hacerlo él solito…

– ¿Entonces ya apuntas bien con la manguera? –le pregunté sin poder dejar de reír.

– Pues claro que sí –contestó riendo conmigo-. Ser un hombre es muy fácil, es todo muy básico. Rutinas básicas, necesidades básicas, gustos básicos… La única dificultad se me plantea algunas mañanas, que me levanto con la cosa como una estaca…

Instintivamente mi mirada fue a posarse en su entrepierna, y él captó mi gesto. Enseguida volví mis ojos hacia su rostro, y le vi ligeramente colorado. Involuntariamente, mi mirada volvió a su entrepierna, y esta vez encontré que comenzaba a marcar paquete. Sentí cómo me mordía el labio, y al volver a levantar la vista me encontré con sus penetrantes ojos fijos en mis sonrosados pétalos de rosa. Un hormigueo me recorrió por dentro y le sonreí.

– Claro –dije-, entonces sí que hay que apuntar bien…

– Bueno, eso con la práctica se consigue –contestó devolviéndome una cálida sonrisa-. ¡Pero es que es como si tuviera vida propia!. Me resulta dificilísimo que se me baje o evitar que se me levante cada dos por tres.

– Como ahora –repliqué sin poder evitar que mis ojos volvieran a posarse sobre su ya descarado abultamiento.

– Como ahora…

Sentí cómo mis pezones se ponían duros, y a pesar del sujetador y el vestido, supe a ciencia cierta que se me marcaban, pues la mirada de Antonio fue a ellos y vi el brillo en sus ojos.

– Eso es que estás hasta las cejas de testosterona –le dije sacándole de su ensoñación con mis pechos-. ¿No haces nada para que se te pase? –le pregunté con una sonrisa pícara.

– Bueno… -contestó avergonzado-, me pongo a entrenar hasta que se me baja…

Me reí sin poder evitarlo.

– Ya veo…. –dije observando cómo él no podía evitar que su mirada bajase una y otra vez a mis pechos-. ¿Y te funciona?.

– Más o menos, porque enseguida se me vuelve a poner dura. Y si te soy sincero, creo que debo tener algo mal.

– ¿Algo mal, por qué? –pregunté sorprendida.

– Pues porque a veces también me duelen mucho los testículos. Como ahora, que me están matando…

No pude contener una nueva carcajada.

-¿Te ríes de mí? –preguntó ofendido-. Esto es serio, y pensé que tal vez tú podrías ayudarme y decirme qué es lo que me pasa.

– Lo siento, no me río de ti… Es que eres tan novato… -añadí poniendo distraídamente mi mano sobre su pierna y disfrutando de la electrizante sensación.

-¿Lo ves?. Ahora es incluso peor, siento que me duele por dentro hasta la parte de atrás, como si tuviese algo inflamado.

– Déjame ver –le indiqué con mi mirada apuntando a su entrepierna.

-¡¿Qué dices?!, ¿quieres que me saque la… polla?.

– Quieres que te ayude, ¿no?. Pues tendré que ver cuál es el problema. Tranquilo, ahí no hay nada que no haya visto ya.

Antonio dudó por un momento, pero vi que estaba realmente preocupado y no sabía identificar las sensaciones que me describía.

– Está bien –dijo poniéndose en pie ante mí-, tienes toda la razón. Tampoco tengo a nadie más a quien contarle esto… Mira.

Se desabrochó el pantalón y se lo bajó hasta las rodillas junto a la ropa interior. Su verga, aquella que había sido mía, se mostró vigorosamente erecta, congestionada y surcada de gruesas venas recorriendo su tronco mientras su circuncidado glande se veía suave y rosado, con humedad en su punta. Era la polla que en mi anterior vida siempre había visto, la que había acariciado y empuñado, con la que me había estrenado con Alicia siendo un adolescente… Pero ante mis azules ojos de mujer, se presentó como si fuera la primera vez que la viera. Me pareció hermosa, poderosa y excitante.

-¿Y bien? –preguntó impaciente.

– Yo no veo nada que esté mal –le contesté acercándome a su inhiesto miembro para examinarlo de cerca-. De hecho, lo veo bien, lo veo muuuuy bien… -añadí con tono meloso.

Los impulsos que llevaba tiempo reprimiendo se me hicieron más apremiantes que nunca. En Shanghái, mis compañeros asiáticos no me habían atraído nada y me había resultado fácil, pero en aquella situación…

– ¿Entonces qué me pasa?, ¿por qué me duele todo tanto?.

– Nene, estás muy excitado y necesitas descargar, eso es lo único que te pasa. En cuanto te descargues, te sentirás aliviado.

– ¿Te refieres a que me haga una paja?. Nunca pensé que fuera una verdadera necesidad física, sino más bien puro vicio.

– Es un poco de las dos cosas, ya lo verás. Yo puedo ayudarte…

– Uuffff, Lucía –resopló él-. Creo que eso sería muy raro… Tú… Yo…

– Pues yo creo que no -contesté modulando aún más mi voz-. Creo que ahora mismo yo soy la causante de tu… sufrimiento –añadí mirándole directamente a los ojos.

– Ahora mismo no puedo negarlo –me sonrió sonrojándose-, pero sigo pensando que es raro.

– Tenemos muchísimo más en común que con cualquier persona que conozcamos o vayamos a conocer jamás. Quieres abrirte más al mundo, ¿no?. Pues ahora tienes una nueva amiga, y está dispuesta a ayudarte… Estaré encantada de ayudarte…

– ¡Buf!. Siento hasta palpitaciones en mi interior… Creo que lo necesito ya… ¿Me ayudarás haciéndome una paja?.

– Te ayudaré haciendo algo mejor, mucho mejor –contesté humedeciéndome los labios-. Tú disfruta.

Con mi mano derecha tomé suavemente su congestionado falo, y la sensación que recorrió todo mi cuerpo hizo que me ardiesen los pezones. Antonio tuvo la misma sensación y arqueó ligeramente la espalda acercando aún más su lanza a mi rostro. Mis labios se posaron sobre su glande, y se fueron abriendo rodeando su grosor mientras pasaba deslizándose entre ellos.

– Uuuuuuuuuuuffffffffff… -resopló él profundamente-. Qué labios tan suavessssss…

Fui reclinándome hacia delante, sintiendo cómo la gruesa cabeza de aquel cetro penetraba en mi boca y se deslizaba por mi lengua.

– Diossssssss, está tan mojada… -le oí decir.

Para Antonio era su primera experiencia como hombre, y no podía reprimir la necesidad de exteriorizar lo que estaba sintiendo.

Succioné lentamente su polla hacia el interior de mi boca, envolviéndola con toda ella hasta que alcanzó mi límite al fondo del paladar. Ahora que tenía referencias, supe que no estaba nada mal dotado.

– Oooooooohhhhhhh –gimió-. Qué caliente y húmeda tienes la boca… Me encantaaaaaaahhhh….

Sabía que no aguantaría mucho. Si hasta ese momento no se había masturbado, no tardaría nada en correrse, a no ser que hubiese tenido alguna polución nocturna reciente, lo cual sabía que no había sucedido por el agudo dolor al que se había referido. Así que decidí hacerle una mamada suave y pausada, para que tuviera tiempo de disfrutarla antes de liberarse.

Con cuanta dura carne me cabía en la boca, realicé pequeñas succiones apenas sacándola un dedo de mí, acariciándosela con la lengua y degustando el salado sabor de su piel.

– Uuuuuuuuffffffffff… ¡Qué gusto da eso!. No me extraña que todos los tíos estén obsesionados con que se la chupen… Uuuuuufffffff…

Succioné con un poco más de fuerza recorriendo todo el grueso tronco moviéndome hacia atrás, e imprimí más fuerza aún hundiendo mis carrillos para que, sin dejar de echarme hacia atrás, su glande saliera con dificultad friccionándose con mis labios hasta salir de pronto con un sonoro beso.

– ¡Diossssssssss, qué delicia!. Haces que me palpite hasta la raíz…

Le había dejado la redonda cabeza colorada, haciéndomela ver más irresistible aún. Pero antes de volver a atacar, sabiendo que con ello le remataría, me divertí contemplando su cara de gusto con los ojos cerrados y las mandíbulas en tensión. Ni se atrevía a mirarme.

Besé el frenillo, y con la punta de mi lengua se lo acaricié lentamente.

– Joder, joder, joderrrrrrrr… Esassss cosssssquillasssssssss…

Mi lengua guio su glande hasta mis labios, para que estos, suaves y engrosados de excitación, lo envolvieran y succionaran nuevamente hacia el interior de mi boca permitiendo que toda ella fuese invadida por la virilidad de Antonio.

– Uuuuuuuuuuummmmmm…

Realicé el recorrido inverso chupando aún más fuerte que antes, y sentí su músculo palpitar contra mi lengua.

– Es demasiadooooohhhh, no puedo máaaaaaasssssss, siento que voy a explotaaaaaaarrrrr…

Esa vez me detuve en la corona del glande, y chupé, y chupé con movimientos cortos sin llegar a sacármelo, succionando, acariciando con la lengua y oprimiendo con los labios.

– Lucía, Lucíaaaa, Lucíaaaaaaa, Lucíaaaaaaaaaaaaaaaahhhhhhhhhh…

Su polla entró en erupción como un potente volcán, llenándome la boca con la hirviente eyaculación de su semen, inundándome con su sabor, el sabor de leche de macho más delicioso que había probado nunca; el más dulce y exquisito que había tenido en mi boca. Un auténtico manjar del que, tal vez, otra mujer no habría tenido la misma percepción, pero que para mí fue sublime. La repentina sensación de la cálida explosión dentro de mi boca fue tan excitante, que estuve a punto de correrme de forma espontánea.

Seguí mamando, chupando, y chupando para que aquel néctar no dejase de manar de la verga de Antonio, chocando con violencia su candente elixir contra mi paladar para hacerme sentir glotona tragando la esencia de aquel que no podía dejar de repetir mi nombre entre gruñidos de placer.

Su orgasmo fue intenso y prolongado, deleitándome con su generosidad para calmar mi sed de hombre hasta dejarme saciada con la última gota de su catarsis.

Con una última succión, me saqué la polla de la boca y limpié la saliva de mis labios contemplando cómo Antonio resoplaba reponiéndose de su intensa experiencia.

– ¿Aliviado?- le pregunté con una sonrisa.

– Uuuuffff, totalmente –contestó guardando su decadente virilidad y recolocándose la ropa-. El dolor ha desaparecido, y ha sido… increíble. Gracias.

– No tienes por qué dármelas. Ha sido un placer ayudarte, y me alegra que te haya gustado.

– Era un poco ignorante en temas de hombres, ahora entiendo todo mucho mejor. Me siento más vivo que nunca.

La conversación fue interrumpida por su móvil. Antonio lo cogió y se quedó mirando la pantalla sin descolgar hasta que dejó de sonar.

– Debo devolver la llamada –me dijo con fastidio-. Son mis padres. Me dijeron que me llamarían para venir a verme. Lo siento…

– No te preocupes –le contesté contrariada y sintiendo nostalgia al ser mencionados-. Ahora son tu familia… Debo marcharme.

– ¿Nos veremos mañana?.

– Sí, claro, si quieres… –contesté sintiéndome sorprendentemente ilusionada.

– Pues a última hora de la tarde me paso por tu casa. Creo que me sé bien la dirección, jajaja…

Al llegar a casa, tras rememorar durante todo el camino cada palabra, cada gesto, cada sentimiento de aquella extraña tarde, me sentí feliz por cómo había transcurrido. Había ido infinitamente mejor de lo que pude imaginar, y el final había sido deliciosamente demencial. ¡Había disfrutado dándole placer a quien ocupaba el cuerpo que yo había dejado atrás con mi antigua vida!. ¿Se le podría llamar a eso una rocambolesca masturbación?. Me reí con mi propia idea, y suspiré volviendo a recordar cómo cada vez que había tocado a Antonio, todo mi cuerpo se había visto sacudido por una energía que jamás había sentido. Desde el primer momento del reencuentro, no le había visto como a mi anterior yo; le había visto como a alguien completamente nuevo y luminoso para mí, haciéndome sentir irremediablemente atraída por él.

Rememorando cómo había tenido su sexo en mi boca y, sobre todo, la excitación de sentir cómo se había corrido dentro de ella, pareciéndome su orgasmo el más exquisito manjar de dioses, me masturbé tranquilamente ante los espejos de mi lujoso vestidor, gozando de mis propias caricias imaginando que eran las manos de Antonio. Disfruté contemplando mi propio reflejo desde distintos ángulos, en lo que habría parecido un canto al narcisismo, pero que en realidad era la comprobación de que la belleza que los espejos reflejaban, aún era capaz de alimentar los deseos del hombre que, en silencio, sobrevivía en lo más profundo de mi alma, sepultado bajo toneladas de feminidad.

Alcancé un relajante orgasmo observando mis propios gestos de placer, gestos que deseé que Antonio pudiera ver siendo él quien me los provocase. No podía creer que mi encuentro con él me hubiera afectado tanto, ni de aquella manera. Ya estaba impaciente por su visita.

CONTINUARÁ…

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Relato erótico: “Una nena indefensa fue mi perdición” (POR GOLFO)

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Reconozco que siempre he sido un cabrón y que a través de los años he aprovechado cualquier oportunidad para echar un polvo, sin importarme los sentimientos de la otra persona. Me he tirado casadas, divorciadas, solteras, altas, bajas, flacas y gordas, en cuanto se me han puesto a tiro.
Me traía sin cuidado las armas a usar para llevármelas a la cama. Buscando mi satisfacción personal, he desempeñado diferentes papeles para conseguirlo. Desde el tímido inexperto al más osado conquistador. Todo valía para aliviar mi calentura. Por ello cuando una mañana me enteré de la difícil situación en que había quedado una criatura, decidí aprovecharme y eso fue mi perdición.
Recuerdo como si fuera ayer, como supe de sus problemas. Estaba entre los brazos de María, una asistente social con la que compartía algo más que arrumacos, cuando recibió una llamada de una cliente. Como el cerdo que soy, al oír que mi amante le aconsejaba que rehacer su vida y olvidar al novio que la había dejado embarazada, no pude menos que poner atención a su conversación.
«Una posible víctima», pensé mientras escuchaba como María trataba de consolarla.
Así me enteré que la chavala en cuestión tenía apenas diecinueve años y que su pareja, en cuanto nació su hija, la había abandonado sin importarle que al hacerlo, la dejara desamparada y sin medios para cuidar a su retoño.
«Suena interesante», me dije poniendo todavía mayor atención a la charla.
Aunque ya estaba interesado, cuando escuché a mi polvo-amiga recriminarle que tenía que madurar y buscarse un trabajo con el que mantenerse, supe que sería bastante fácil conseguir una nueva muesca en mi escopeta.
Tras colgar y mientras la asistente social anotaba unos datos en su expediente, disimuladamente me acerqué y comprobé alborozado que la tal Malena no solo no era fea sino que era un auténtico bombón.
«Está buenísima», sentencié al observar la foto en la que su oscura melena hacía resaltar los ojos azules con los que la naturaleza la había dotado y para colmo todo ello enmarcado en un rostro dulce y bello.
Reconozco que tuve que retener las ganas de preguntar por ella. No quería que notara que había despertado mi interés, sobre todo porque sabía que mi conocida no tardaría en pedir mi ayuda para buscarle un trabajo.
Y así fue. Apenas volvimos a la cama, María me preguntó si podía encontrar un trabajo a una de sus clientes. Haciéndome el despistado, pregunté qué tipo de perfil tenía y si era de confianza.
-Pongo la mano en el fuego por esta cría- contestó ilusionada por hacer una buena obra y sin pensar en las consecuencias, me explicó que aunque no tenía una gran formación, era una niña inteligente y de buenos principios que la mala suerte la había hecho conocer a un desalmado que había abusado de ella.
-Pobre chavala- murmuré encantado y buscando sacar mayor información, insistí en que me dijera todo lo que sabía de ella.
Así me enteré que provenía de una familia humilde y que la extremada religiosidad de sus padres había provocado que, al enterarse que estaba preñada, la apartaran de su lado como si estuviera apestada.
«Indefensa y sola, ¡me gusta!», medité mentalmente mientras en mi rostro ponía una expresión indignada.
María desconocía mis turbias intenciones y por ello no puso reparo en explicarme que la estricta educación que había recibido desde niña, la había convertido en una presa fácil.
-No te entiendo- dejé caer cada vez más encantado con las posibilidades que se me abrían.
-Malena es una incauta que todavía cree en la bondad del ser humano y está tan desesperada por conseguir un modo de vivir, que me temo que caiga en manos de otro hijo de perra como su anterior novio.
-No será para tanto- insistí.
-Desgraciadamente es así. Sin experiencia ni formación, esa niña es carne de cañón de un prostíbulo sino consigue un trabajo que le permita mantener a su hijita.
Poniendo cara de comprender el problema, como si realmente me importara su futuro, insinué a su asistente social que resultaría complicado encontrar un puesto para ella pero que podría hacer un esfuerzo y darle cobijo en mi casa mientras tanto.
-¿Harías eso por mí?- exclamó encantada con la idea porque aunque me conocía de sobra, nunca supuso que sería tan ruin de aprovecharme de la desgracia de su cliente.
Muerto de risa, contesté:
-Si pero con una condición…-habiendo captado su atención, le dije: -Tendrás que regalarme tu culo.
Sonriendo de oreja a oreja, María me contestó poniéndose a cuatro patas en el colchón…

Preparo la trampa para Malena.
Sabiendo que al día siguiente María me pondría en bandeja a esa criatura, utilicé el resto del día para prepararme. Lo primero que hice fui ir a la “tienda del espía” y comprar una serie de artilugios que necesitaría para convertir mi chalet en una trampa. Tras pagar una suculenta cuenta en ese local, me vi llevando a mi coche varias cámaras camufladas, así como un completo sistema de espionaje.
Ya en mi casa, coloqué una en el cuarto que iba a prestar a esa monada para que ella y su hijita durmieran, otra en el baño que ella usaría y las demás repartidas por la casa. Tras lo cual, pacientemente, programé el sistema para que en mi ausencia grabaran todo lo que ocurría para que al volver pudiera visualizarlo en la soledad de mi habitación. Mis intenciones eran claras, intentaría seducir a esa incauta pero de no caer en mis brazos, usaría las grabaciones para chantajearla.
«Malena será mía antes de darse cuenta», resolví esperanzado y por eso esa noche, salí a celebrarlo con un par de colegas.
Llevaba tres copas y otras tantas cervezas cuando de improviso, mi teléfono empezó a sonar. Extrañado porque alguien me llamara a esas horas, lo saqué de la chaqueta y descubrí que era María quien estaba al otro lado.
-Necesito que vengas a mi oficina- gritó nada mas descolgar.
La urgencia con la que me habló me hizo saber que estaba en dificultades y aprovechando que estaba con mis amigos, les convencí para que me acompañaran.
Afortunadamente, Juan y Pedro son dos tíos con huevos porque al llegar al edificio de la asistente social nos encontramos con un energúmeno dando voces e intentando arrebatar un bebé de las manos de su madre mientras María intentaba evitarlo. Nadie tuvo que decirme quien eran, supe al instante que la desdichada muchacha era Malena y que ese animal era su antiguo novio.
Quizás gracias al alcohol, ni siquiera lo medité e interponiéndome entre ellos, recriminé al tipejo su comportamiento. El maldito al comprobar que éramos tres, los hombres que las defendían, se lo pensó mejor y retrocediendo hasta su coche, nos amenazó con terribles consecuencias si le dábamos amparo.
-Te estaré esperando- grité encarando al sujeto, el cual no tuvo más remedio que meterse en el automóvil y salir quemando ruedas. Habiendo huido, me giré y fue entonces cuando por primera vez comprendí que quizás me había equivocado al ofrecer mi ayuda.
¡Malena no era guapa! ¡Era una diosa!
Las lágrimas y su desesperación lejos de menguar su atractivo, lo realzaban al darle un aspecto angelical.
Todavía no me había dado tiempo de reponerme de la sorpresa cuando al presentarnos María, la muchacha se lanzó a mis brazos llorando como una magdalena.
-Tranquila. Si ese cabrón vuelve, tendrá que vérselas conmigo- susurré en su oído mientras intentaba tranquilizarla.
La muchacha al oírme, levantó su cara y me miró. Os juro que me quedé de piedra, incapaz de hablar, al ver en su rostro una devota expresión que iba más allá del mero agradecimiento. Lo creáis o no, me da igual. Malena me observaba como a un caballero andante bajo cuya protección nada malo le pasaría.
«Menuda pieza debe de ser su exnovio», pensé al leer, en sus ojos, el terror que le profesaba.
Tuvo que ser María quien rompiera el silencio que se había instalado sobre esa fría acera, al pedirme que nos fuéramos de allí.
-¿Dónde vamos?- pregunté todavía anonadado por la belleza de esa joven madre.
-Malena no puede volver a la pensión donde vive. Su ex debe de estarla esperando allí. Mejor vamos a tu casa.
Cómo con las prisas había dejado mi coche en el restaurante, los seis nos tuvimos que acomodar en el todoterreno de Juan. Mis colegas se pusieron delante, dejándome a mí con las dos mujeres y la bebé en la parte trasera.
Durante el trayecto, mi amiga se encargó de calmar a la castaña, diciendo que junto a mí, su novio no se atrevería a molestarla. Si ya de por sí que me atribuyera un valor que no tenía, me resultó incómodo, más lo fue escucharla decir que podía fiarse plenamente de mí porque era un buen hombre.
-Lo sé- contestó la cría mirándome con adoración- lo he notado nada más verlo.
Su respuesta me puso la piel de gallina porque creí intuir en ella una mezcla de amor, entrega y sumisión que nada tenía que ver con la imagen que me había hecho de ella.
Al llegar al chalet y mientras mis amigos se ponían la enésima copa, junto a María, acompañé a Malena a su cuarto. La cría estaba tan impresionada con el lujo que veía por doquier que no fue capaz de decir nada pero al entrar en la habitación y ver al lado de su cama una pequeña cuna para su hija, no pudo retener más el llanto y a moco tendido, se puso a llorar mientras me agradecía mis atenciones.
Totalmente cortado, la dejé en manos de mi amiga y pensando en el lio que me había metido, bajé a acompañar a los convulsos bebedores que había dejado en el salón. A María tampoco debió de resultarle sencillo consolarla porque tardó casi una hora en reunirse con nosotros. Su ausencia me permitió tomarme otras dos copas y bromear en plan machote de lo sucedido mientras interiormente, me daba vergüenza el haber instalado esas cámaras.
Una vez abajo, la asistente social rehusó ponerse un lingotazo y con expresión cansada, nos pidió que la acercáramos a su casa. Juan y Pedro se ofrecieron a hacerlo, de forma que me vi despidiéndome de los tres en la puerta.
«Seré un capullo pero esa cría no se merece que me aproveche de ella», dije para mis adentros por el pasillo camino a mi cuarto.
Ya en él, me desnudé y me metí en la cama, sin dejar de pensar en la desvalida muchacha que descansaba junto a su hija en la habitación de al lado. Sin ganas de dormir, encendí la tele y puse una serie policiaca que me hiciera olvidar su presencia. No habían pasado ni cinco minutos cuando escuché que tocaban a mi puerta.
-Pasa- respondí sabiendo que no podía ser otra que Malena.
Para lo que no estaba preparado fue para verla entrar únicamente vestida con una de mis camisas. La chavala se percató de mi mirada y tras pedirme perdón, me explicó que como, había dejado su ropa en la pensión, Maria se la había dado.
No sé si en ese momento, me impresionó más el dolor que traslucía por todos sus poros o el impresionante atractivo y la sensualidad de esa cría vestida de esa forma. Lo cierto es que no pude dejar de admirar la belleza de sus piernas desnudas mientras Malena se acercaba a mí pero fue al sentarse al borde de mi colchón cuando mi corazón se puso a mil al descubrir el alucinante canalillo que se adivinaba entre sus pechos.
-No importa- alcancé a decir- mañana te conseguiré algo que ponerte.
Mis palabras resultaron sinceras, a pesar que mi mente solo podía especular con desgarrar esa camisa y por ello, al escucharme, la joven se puso nuevamente a llorar mientras me decía que, de alguna forma, conseguiría compensar la ayuda que le estaba brindando.
Reconozco que, momentáneamente, me compadecí de ella y sin otras intenciones que calmarla, la abracé. Lo malo fue que al estrecharla entre mis brazos, sentí sus hinchados pechos presionando contra el mío e involuntariamente, mi pene se alzó bajo la sábana como pocas veces antes. Todavía desconozco si esa cría se percató de la violenta atracción que provocó en mí pero lo cierto es que si lo hizo, no le importó porque no hizo ningún intento de separarse.
«Tranquilo macho, no es el momento», me repetí tratando de evitar que mis hormonas me hicieran cometer una tontería.
Ajena a la tortura que suponía tenerla abrazada y buscando mi auxilio, Malena apoyó su cabeza en mi pecho y con tono quejumbroso, me dio nuevamente las gracias por lo que estaba haciendo por ella.
-No es nada- contesté, contemplando de reojo su busto, cada vez más excitado- cualquiera haría lo mismo.
-Eso no es cierto. Desde niña sé que si un hombre te ayuda es porque quiere algo. En cambio, tú me has ayudado sin pedirme nada a cambio.
El tono meloso de la muchacha incrementó mi turbación:
¡Parecía que estaba tonteando conmigo!
Asumiendo que no debía cometer una burrada, conseguí separarme de ella y mientras todo mi ser me pedía hundirme entre sus piernas, la mandé a su cuarto diciendo:
-Ya hablaremos en la mañana. Ahora es mejor que vayas con tu hija, no vaya a despertarse.
Frunciendo el ceño, Malena aceptó mi sugerencia pero antes de irse desde la puerta, me preguntó:
-¿A qué hora te despiertas?
-Aprovechando que es sábado, me levantaré a las diez. ¿Por qué lo preguntas?
Regalándome una dulce sonrisa, me respondió:
-Ya que nos permites vivir contigo, que menos que prepararte el desayuno.
Tras lo cual, se despidió de mí y tomó rumbo a su habitación, sin saber que mientras iba por el pasillo, me quedaba admirando el sensual meneo de sus nalgas al caminar.
«¡Menudo culo tiene!», exclamé absorto al certificar la dureza de ese trasero.
Ya solo, apagué la luz, deseando que el descanso me hiciera olvidar las ganas que tenía de poseerla. Desgraciadamente, la oscuridad de mi cuarto, en vez de relajarme, me excitó al no poder alejar la imagen de su belleza.
Era tanta mi calentura que todavía hoy me avergüenzo por haber dejado volar mi imaginación esa noche como mal menor. Sabiendo que, de no hacerlo, corría el riesgo de pasarme la noche en vela, me imaginé a esa preciosidad llegando hasta mi cama, diciendo:
-¿Puedo ayudarte a descansar?- tras lo cual sin pedir mi opinión, se arrodilló y metiendo su mano bajó las sábanas, empezó a acariciar mi entrepierna.
Cachondo por esa visión, forcé mi fantasía para que Malena, poniendo cara de putón desorejado, comentara mientras se subía sobre mí:
-Necesito agradecerte tu ayu
da- y recalcando sus palabras, buscó el contacto de mis labios.
No tardé en responder a su beso con pasión. Malena al comprobar que cedía y que mis manos acariciaban su culo desnudo, llevó sus manos hasta mi pene y sacándolo de su encierro, me gritó:
-¡Tómame!
Incapaz de mantener la cordura, separé sus piernas y permití que acomodara mi miembro en su sexo. Contra toda lógica, ella pareció la más necesitada y con un breve movimiento se lo incrustó hasta dentro pegando un grito. Su chillido desencadeno mi lujuria y quitándole mi camisa, descubrí con placer la perfección de sus tetas. Dotadas con unos pezones grandes y negros, se me antojaron irresistibles y abriendo mi boca, me puse a saborear de ese manjar con sus gemidos como música ambiente.
Malena, presa por la pasión, se quedó quieta mientras mi lengua jugaba con los bordes de sus areolas, al tiempo que mis caricias se iban haciendo cada vez más obsesivas. Disfrutando de mi ataque, las caderas de esa onírica mujer comenzaron a moverse en busca del placer.
-Estoy cachonda- suspiró al sentir que sopesando con mis manos el tamaño de sus senos, pellizcaba uno de sus pezones.
Obviando su calentura, con un lento vaivén, fui haciéndome dueño con mi pene de su cueva. Ella al notar su sexo atiborrado, pegó un aullido y sin poder hacer nada, se vio sacudida por el placer mientras un torrente de flujo corría por mis muslos.
-Fóllame, mi caballero andante- suspiró totalmente indefensa- ¡soy toda tuya!
Su exacerbada petición me terminó de excitar y pellizcando nuevamente sus pezones, profundicé el ataque que soportaba su coño con mi pene. La cría, al experimentar la presión de mi glande chocando contra la pared de su vagina, gritó y retorciéndose como posesa, me pidió que no parara. Obedeciendo me apoderé de sus senos y usándolos como ancla, me afiancé en ellos antes de comenzar un suave trote con nuestros cuerpos. Fue entonces su cuando, berreando entre gemidos, chilló:
-Demuéstrame que eres un hombre.
Sus deseos me hicieron enloquecer y cómo un perturbado, incrementé la profundidad de mis caderas mientras ella, voz en grito, me azuzaba a que me dejara llevar y la preñara. La paranoia en la que estaba instalado no me permitió recordar que todo era producto de mi mente y al escucharla, convertí mi lento trotar en un desbocado galope cuyo único fin era satisfacer mi lujuria.
Mientras alcanzaba esa meta imaginaria, esa cría disfrutó sin pausa de una sucesión de ruidosos orgasmos. La entrega de la que hizo gala convirtió mi cerebro en una caldera a punto de explotar y por eso viendo que mi pene no tardaría en sembrar su vientre con mi simiente, la informé de lo que iba a ocurrir.
Malena, al escuchar mi aviso, contestó desesperada que me corriera dentro de ella y contrayendo los músculos de su vagina, obligó a mi pene a vaciarse en su interior.
-Mi caballero andante- sollozó al notar las descargas de mi miembro y sin dejar que lo sacara, convirtió su coño en una batidora que zarandeó sin descanso hasta que consiguió ordeñar todo el semen de mis huevos.
Agotado por el esfuerzo, me desplomé en la cama y aunque sabía que no era real, me encantó oír a esa morena decir mientras volvía a su alcoba:
-Esto es solo un anticipo del placer que te daré.
Ya relajado y con una sonrisa en los labios, cerré los ojos y caí en brazos de Morfeo…

Mi primer día con Malena y con su hija.
Habituado a vivir solo, esa mañana me despertó el sonido de la ducha. Saber que esa monada iba a bañarse, me hizo saltar de la cama y con la urgencia de un chaval, encendí mi ordenador. Los pocos segundos que tardé en abrir el sistema de espionaje que había instalado en mi casa, me parecieron eternos. La primera imagen que vi de la cámara que tenía en su baño, fue la de sus bragas tiradas en el suelo. Esa prenda fue suficiente para que mi pene saliera de su letargo. Os juro que ya estaba excitado aun antes de ver su silueta a través de la mampara transparente de la ducha. Por ello me perdonareis que, como si estuviera contemplando una película porno, disfrutara del modo tan sensual con el que esa morena se enjabonaba.
«Está como un tren», sentencié al observar por primera vez sus pechos.
Grandes, duros e hinchados eran todavía más espectaculares de lo que me había imaginado. Eran tan maravillosos que sin ningún pudor, me puse a masturbarme en su honor.
-¡Qué pasada!- exclamé en voz baja cuando en la pantalla esa mujer se dio la vuelta y pude contemplar que los rosados pezones que decoraban sus tetas, pero lo que realmente me impactó fue el cuidado bosque que esa crecía en su entrepierna.
Aunque sabía que esa indefensa y joven madre era un primor, confieso que me sorprendió el tamaño de sus pitones. Había supuesto que serían grandes pero nada me preparó para contemplar la perfección de sus formas, como tampoco estaba preparado la exquisita belleza del resto de su cuerpo.
«¡Joder! ¡Qué guapa es!”, pensé incrementando el ritmo de mi paja.
Al estar atento a lo que ocurría en la pantalla, me quedé con la boca abierta cuando ajena a estar siendo espiada por mí, Malena separó sus piernas para enjabonarse la ingle, permitiendo que mi vista se recreara en su chocho. A pesar de no llevarlo completamente depilado, me pareció extrañamente atractivo. Acostumbrado a la moda actual donde las mujeres retiran todo tipo de pelo, os tengo que reconocer que mi respiración se aceleró al contemplar esa maravillosa mata.
«¡Tiene que ser mía!», sentencié ya alborotado.
Para colmo, si no llego a saber que era imposible, el modo tan lento y sensual con el que se enjabonaba, bien podría hacerme suponer que esa chavala se estaba exhibiendo y que lo que realmente quería era ponerme verraco. Completamente absorto mirándola, me masturbé con más fuerza al disfrutar de todos y cada uno de sus movimientos. Para entonces, comprenderéis que deseara ser yo quien la enjabonara y que fueran mis manos las que recorrieran su espléndido cuerpo. También sé que me perdonareis que en ese momento, me imaginara manoseando sus pechos, acariciando su espalda pero sobre todo verme dando lengüetazos en su sexo.
«¡Debe de tener un coño dulce y sabroso!», me dije mientras mi muñeca buscaba sin pausa darme placer.
El empujón que mi pene necesitaba para explotar fue verla agacharse a recoger el jabón que había resbalado de sus manos porque ese movimiento me permitió admirar nuevamente con su culo y descubrir entre sus nalgas, un rosado y virginal esfínter.
«¡Nunca se lo han roto!», exclamé al imaginarme que iba a ser yo quien desvirgara esa trasero y demasiado excitado para aguantar, descargando mi simiente sobre la alfombra, me corrí en silencio.
Al terminar, el sentimiento de culpa me golpeó con gran fuerza y no queriendo que esa muchacha descubriera esas manchas blancas y comprendiera que la había estado espiando, las limpié. Tras lo cual cerré el ordenador y bajé a la cocina, intentando olvidar su cuerpo mojado. Pero por mucho que me esforcé, todos mis intentos resultaron infructuosos porque lo quisiera o no, su piel desnuda se había grabado a fuego en mi mente y ya jamás se desvanecería.
Estaba preparándome un café cuando un ruido me hizo saber que tenía compañía. Al girarme, descubrí que Malena acababa de entrar con su hija en brazos. Por su cara, algo la había enfadado pero no fue hasta que me recriminó que me hubiese despertado antes de tiempo, cuando recordé que la noche anterior esa monada me había dicho que ella preparara el desayuno.
-Perdona- respondí y tomando asiento, dejé que fuera ella quien lo sirviera.
Desde mi silla, fui consciente de las dificultades de Malena para cocinar con su bebé en brazos y sin pensarlo dos veces, le pedí que me dejara tenerla a mí para que ella pudiera estar más libre. La muchacha me miró confundida pero al ver mi tranquilidad me pasó a su hija.
Curiosamente, su cría no se puso a llorar al estar en brazos de un extraño sino que dando alegres balbuceos, demostró que estaba encantada conmigo. Mi falta de experiencia con un bebé no fue óbice para que yo también disfrutara haciendo carantoñas a esa criatura y por ello cuando me trajo el café, Malena no hizo ningún intento en arrebatármela sino que se sentó frente a mí y se puso a mirarme con una extraña expresión de felicidad.
-Le gustas- me informó sin dejar de observarme.
Sus palabras pero sobre todo su tono consiguieron sonrojarme e incapaz de articular palabra, me quedé jugando con la niña mientras su madre desayunaba. Sintiendo sus ojos fijos en mí, me estaba empezando a impacientar cuando de pronto la nenita se echó a llorar.
-Tiene hambre- dijo Malena mientras la tomaba de mis manos y antes de que pudiera hacer algo por evitarlo, se sacó un pecho y se puso a darle de mamar.
Alucinado, no perdí detalle de cómo la cría se aferraba a su pezón. La naturalidad con la que Malena realizó ese acto no me pasó inadvertida. Su actitud confiada no era lógica porque apenas me conocía. A pesar de ello, me fui calentando al escuchar los ruidos que la niñita hacía al mamar.
«Dios, ¡Estoy bruto!», me quejé en silencio mientras bajo mi pantalón mi apetito crecía sin control.
Malena, que en un principio no se había dado cuenta de mi mirada, al percatarse que no le quitaba ojo, se empezó a mover incómoda en su silla. Involuntariamente dije maravillado:
-¡Qué hermoso!-
Mi halago tuvo un efecto no previsto, la chavala soltando un suspiro, se puso colorada y me preguntó si era la primera vez que veía a un bebé mamar. Al responderle afirmativamente, me pidió que me acercara más. No pude negarme y un poco confuso, puse mi silla a su lado y seguí ese natural acto totalmente embobado.
Encantada con la expresión de mi rostro, Malena se rio a carcajadas diciendo:
-Me estas devorando con la mirada.
Siendo cierto, me ruborizó su descaro y por ello me levanté pero entonces, cogiendo mi mano, la muchacha me obligó a retornar a mi silla y me dijo:
-No quiero que te vayas. Me gusta sentir tu mirada.
Sus palabras provocaron que mi pene se volviera a alzar e inconscientemente pasé mi mano por su brazo. Malena se removió inquieta en su silla y sin ningún poner ningún reparo a mis caricias, se cambió a la niña de pecho. Para entonces, el ver a su bebé mamando mientras una gota brotaba del pezón que se acababa de quedar libre, me fueron llevando a un estado difícil de describir. Con una mezcla de ternura y de lujuria, no pude retener mi mano cuando se acercó a su areola y recogió entre sus dedos, ese blanco néctar. Tampoco pude hacer nada cuando involuntariamente, mis labios se abrieron para saborear su leche.
-¡Qué haces!- esa cría me recriminó mi actuación, totalmente enfadada.
Supe que me había pasado y huyendo de su lado, subí a mi cuarto a tranquilizarme. Con su sabor todavía en mis papilas, tuve que masturbarme dos veces para conseguirlo.
«Joder, soy un imbécil», murmuré cabreado. La conducta de esa muchacha me tenía desconcertado. Cuando la conocí, me pareció una ingenua que el destino la había llevado a estar sola e indefensa. Luego y en mi descargo os he de decir que su desfachatez en la cocina me hizo suponer que era un zorrón en busca de polla y que me estaba dando entrada.
Por ello, ¡metí la pata!
-No entiendo nada- sentencié al temer que mi actuación había abierto los ojos a esa muchacha y que ya no podría aprovecharme de ella…

Relato erótico: “La Fábrica (32)” (POR MARTINA LEMMI)

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LA FÁBRICA 31

Las fichas me cayeron todas juntas. ¡Con razón me sonaba haber oído previamente ese nombre de labios de Evelyn! Ahora recordaba perfectamente que ella la había mencionado aquel día en la oficina de Luis, justo unos momentos antes de dar media vuelta y renunciar. Conque ésa era la chica… No sé por qué, pero no la había imaginado tan joven. Sus ojos, ahora que ella sabía quién era yo, brillaban de un modo especial… y en ese brillo descubrí una mezcla de sentimientos y sensaciones que iban desde la incredulidad hasta la alegría, pero una alegría sádicamente perversa, difícil de definir; por un momento me hizo acordar a Rocío, pero a la vez había algo distinto en Mica: como si dentro de ella anidaran mil resentimientos pugnando por salir a la luz; y yo, sin comerla ni beberla, era, de algún modo, el blanco de buena parte de esos resentimientos desde el momento en que, en definitiva, me había quedado con el puesto que antes había sido suyo.

Durante unos segundos se quedó mirándome sin decir palabra y ello produjo en mí un efecto intimidatorio. Era como si estuviera ordenando sus pensamientos y tratando de ubicar en el justo contexto lo que su amiga acababa de decirle acerca de mí; y en la medida en su mente parecía ir poniendo las piezas en su lugar, su semblante se iba transformando, al punto que una sonrisa iba tomando forma y ampliándose cada vez más en la medida en que las comisuras se le iban estirando: y en esa sonrisa, por alguna razón… sólo vi maldad. Volví a bajar la mirada, envuelta en una mezcla de terror y vergüenza.

“No… te lo puedo creer – comenzó a repetir Mica, terminando así con su silencio -. ¡No te lo puedo creer! No, no, Evelyn, me estás jodiendo…”

“¿Jodiéndote en qué, boluda? ¡Es ella, te estoy diciendo! ¡Es Sole! ¡Nadita!”

Aun sin verla, pude percibir claramente que Mica, sin levantarse del sofá, se inclinaba un poco hacia mí. Sus dedos se deslizaron por entre mis cabellos y me rozaron la nuca para terminar descubriendo el collar que yo llevaba al cuello. Tironeó del mismo de tal forma que me vi obligada a levantar la cabeza y mirarla nuevamente. Sus ojos, de todas formas, no estaban ya fijos en los míos sino en el collar que, de pronto, parecía haber acaparado su atención. Lo rodeó deslizando sus dedos por sobre el material casi como si lo acariciase.

“¿Y esto? – preguntó, extrañada -. ¿Fue idea tuya, Eve?”

“No, de Ro” – le respondió la colorada, con un deje divertido en su voz.

Mica alzó las cejas y sus hombros se sacudieron ligeramente, como impactada por la respuesta; no dejó de sonreír, sin embargo.

“¿Ro? Mirá vos… ¿Qué le pasó a esa chica?”

“Je, está irreconocible – rió Evelyn -. De pronto ha pasado a ser la más degenerada de las hijas de puta”

“¿De quién habrá aprendido, no?” – rio Mica.

“Ja, no sé. No me hago cargo de todo – respondió Evelyn dirigiendo la mirada hacia el techo y poniendo las palmas hacia arriba -. Yo seré perversa, pero esa guacha me está ganando. Se le ocurren cosas que hasta a mí me dan miedo…”

De pronto sentí un tintineo metálico bajo mi barbilla y no fue difícil adivinar que Mica había descubierto la anilla del collar y jugueteaba con ésta.

“Esto es para colocar un mosquetón… una correa o cadena…” – dijo, despaciosamente, mientras un helor me recorría de arriba abajo la columna vertebral al tratar de adivinar qué podría llegar a estar tramando.

“¡Tengo cadena! – enfatizó Evelyn con entusiasmo y, casi de inmediato, se puso en pie para ir hacia el sillón sobre el cual arrojara la cadena algún momento antes -. ¿Te la alcanzo?”

Mica, esta vez sí, me miró más decididamente… y todo su rostro pareció verse contagiado por la sádica sonrisa que sus labios lucían. Asintió ligeramente con la cabeza antes de responder:

“Por favor, Eve…”

Casi ni terminó de responder que Evelyn estaba a su lado tendiéndole la cadena. No hacía falta mucha percepción para darse cuenta de lo mucho que la colorada estaba disfrutando el entregarme a Mica prácticamente en bandeja. De todas formas, yo no llegaba a entender por qué debía sentirme tan atemorizada o preocupada: yo no le había hecho nada a esa muchacha a quien ni siquiera conocía pero, claro, había que ver cómo lo veía ella. Siempre con sus ojos clavados en los míos, tomó la cadena entre sus manos y rápidamente calzó el mosquetón a la anilla. Apenas lo hizo, tiró con fuerza de la cadena, tanto que se me vencieron los codos y casi caí de bruces contra las rodillas de Mica.

“Eve… – dijo ella de pronto, siempre en ese tono calmo y pausado que a mí, sin embargo, se me antojaba como siniestramente frío y calculador -. ¿Por qué no te traés algo para tomar y picar?”

“Ah… – contestó Evelyn -, pero es que eso era justamente lo que estaba por pedirle a nadita que hiciera”

“Ya habrá tiempo de que nos atienda como corresponde – dictaminó Mica -, pero ahora, si no te jode, me gustaría hablar en privado un par de cosillas con… nadita”

Evelyn la miró con cierta sorpresa y abrió grandes los ojos pero, enseguida, partió hacia la cocina haciendo así caso al pedido de su amiga: era raro verla acatar lo que otro disponía; estaba más que evidente que la ansiedad por entregarme a los perversos sentimientos de venganza de su amiga podía más que su ego. Y lo más increíble del asunto fue que me sentí terriblemente desvalida y desprotegida cuando ella se fue; hubiera preferido mil veces que me enviasen a la cocina aun cuando ello implicara como inevitable corolario la humillación de tener que servir a aquella chiquilla. No estando Evelyn allí, yo sentía que Mica perdía toda inhibición y límites, en caso de tenerlos. Y en efecto, como para comenzar a confirmar mis suposiciones, apenas su amiga salió de la sala, la jovencita volvió a jalar de la cadena obligándome a mirarla a los ojos.

“¿Evelyn te habló de mí?” – preguntó, de sopetón.

Yo temblaba de manera descontrolada; se me hacía difícil hablar, pero conseguí, trabajosamente, hacerlo:

“M… muy poco, s… señorita M… Micaela; casi nada. Alg… una vez la m… mencionó, sí, p… pero…”

“A mí sí me habló mucho de vos” – me interrumpió ella, sacudiendo la cabeza y los ojos tal como lo haría un psicópata. Yo no podía más de terror: aunque la temperatura era confortable y el ambiente plácido en esa casa, un intenso frío me recorrió todo el cuerpo, potenciado por mi desnudez. Miré nerviosamente de costado para ver si había noticias del regreso de Evelyn, pero apenas intenté girar el cuello, Mica volvió a jalar de la cadena para volver a captar mi atención.

“¿Y sabés que me contó?” – preguntó, levantando sugerentemente una ceja y ladeando ligeramente el rostro para mirarme de soslayo.

Negué con la cabeza; quería responder, pero era tanto el miedo que mi lengua estaba cada vez más aterida, paralizada.

“Me dijo que te anduviste dejando coger por todo el mundo adentro de esa fábrica – continuó, sin esperar mi respuesta -. ¿Es eso cierto?”

La pregunta, desde luego, era capciosa y malévola, al punto que ni siquiera era posible dar una respuesta acabada o definitiva. Por eso mismo fue que vacilé: no sabía qué ni cómo contestar. A Mica, sin embargo, poco parecían importarle mis posibles respuestas y, de hecho, ni siquiera se preocupaba en esperarlas: aunque lo presentara en forma de diálogo, lo suyo era un interrogatorio al cual me estaba sometiendo; y más que interrogatorio, podría decirse monólogo.

“Te cogió el asqueroso de Hugo – continuó ella, en tono lacerante, como si sintiese repulsión pero a la vez disfrutara de enterrarme cada palabra como una daga -: y en tu propia fiesta de casamiento. Y ya le venías lamiendo el culo y chupándole el pito en la fábrica. ¿Es eso cierto?”

Una angustia indecible se apoderó de mí: mi cuerpo, que ya para entonces era un tembladeral sin control; las lágrimas acudieron nuevamente a mis ojos, tal como lo hicieran minutos antes al verme acorralada por Evelyn: los cerré, pero ella jaló con fuerza de la cadena en clara orden de que los abriera nuevamente.

“¿Es cierto?” – insistió, ahora imprimiendo a su voz un tono de intriga que era claramente falso pues sabía de sobra la respuesta.

“S… sí – musité -; es… cierto, s… señorita Mica”

Una excesivamente histriónica expresión de horror se instaló en su rostro.

“¡Qué asco! – exclamó con desprecio -. ¡Ese cerdo de mierda! A mí me rajaron precisamente por no acceder a hacer esas cosas, ¿lo sabías?”

Negué con la cabeza.

“Pero vos no tuviste ningún problema en acceder” – sentenció con dureza, mientras su expresión viraba del horror a la repugnancia.

Yo ya ni siquiera tenía palabras. Y en caso de tenerlas, ¿qué sentido tenía que en ese contexto yo le retrucara diciendo que sí me había molestado acceder a tales degradaciones? Y aun si lo negaba, no dejaba de ser una verdad a medias, pues después de todo había sido yo quien, prácticamente, arrastrara a Hugo hasta el baño de damas para que me cogiera a gusto durante mi fiesta de casamiento. Y pensar que, en ese momento, yo creía estarle pasando factura a Daniel por su affaire con Floriana. Qué tonta e ilusa había sido: lo único que había logrado era hundirme todavía más en mi pozo de degradación y, de hecho, estaba siendo ahora víctima de que esa chiquilla insolente a quien ni siquiera conocía, me refregase en la cara lo indecente de mi comportamiento. No sabía qué me dolía más: si lo ponzoñoso de las palabras de Mica o el hecho de que, en parte, tuviera razón. A ella, por supuesto, seguía sin importarle demasiado si yo hablaba o no.

“Y en esa fiesta también te cogió el pajero de mierda de Luis, ¿eso es verdad también?” – volvió a la carga, con la misma dosis de veneno en su lengua.

Quería morirme: era para mí la peor ignominia el tener que admitir tales cosas de mi reciente pasado; de hecho, y haciendo memoria sobre el asunto que Mica traía a colación, también en ese caso había sido yo la que impeliera a Luis a cogerme en el baño.

“S… sí, señorita Micaela” – asentí, sollozando.

Abrió aun más grandes los ojos y frunció la boca mientras asentía varias veces fingiendo sorpresa.

“¿Y tu esposo por dónde andaba en ese momento?” – preguntó, incisiva.

“P… pues andaba… por ahí” – balbuceé, de manera entrecortada y tragando saliva varias veces.

“¡Esto sí que es grande! – exclamó Mica con impostada admiración -. ¿Y es verdad que también te cogió un cliente al cual le hiciste una venta? ¿Un tal… hmm… In…?”

“Inchausti” – le confirmé ante lo que ya para esa altura era ineludible. No podía creer que hasta eso le hubiera contado Evelyn.

“¡Eso sí, Inchausti! ¡Es verdad entonces! Y, decime una cosa… ¿ también te cogió el sereno de la fábrica? ¿El retardado ése? ¿Cómo era que se llamaba?”

“Milo…” – dije, con resignación.

“Cierto, Milo; hay que tener estómago eh… En fin… ¿y alguien más?”

Yo ya no sabía qué decir y, a decir verdad, hasta comenzaba a fallarme la memoria y ni siquiera era capaz de recordar por mí misma cuántos me habían cogido desde que había entrado a trabajar en la fábrica. El hecho de que no lograra llevar la cuenta era otra feroz bofetada contra la dignidad que alguna vez creía haber tenido.

“Dos strippers, tengo entendido” – indagó Mica, cada vez más incisiva y lacerante. Una vez más, la muy hija de puta confirmaba que ya sabía de antemano las respuestas.

“S… sí, señorita Micaela – musité -. En realidad… uno por la vagina y el otro… por la cola”

Idiota de mí. ¿Tenía necesidad de aclarar eso? ¿Por qué lo hice? ¿Acaso suponía que lavaba en parte mi prontuario el hecho de que uno de ambos me hubiera cogido por el culo y no por mi sexo?

“Ah, veo que tenés servicio completo – se mofó Mica con un revoleo de ojos -; sos de las que entregan también por detrás; muy poquitas lo hacen, eh: ya hay que ser muy puta para eso. Definitivamente, estoy viendo que yo no tenía la más mínima chance de retener ese puesto laboral: ninguna posibilidad de competir. ¿Alguien más?”

¡Competir! ¡Dios! ¿En qué momento había existido una competencia entre ambas? Tenía ganas de gritar, de decirle que, en definitiva, yo había entrado a trabajar en la fábrica cuando ella ya no formaba parte del personal y, como tal, no existió nunca una “competencia” entre ambas. ¿Tan obtusa podía ser la mente de esa jovencita para pensar que sí o, sencillamente, sabía bien que no había sido de ese modo pero, aun así, necesitaba resarcir de algún modo su dañado orgullo?

“También un policía – irrumpió en ese momento una voz, a la cual rápidamente reconocí como de Evelyn; en parte me alegró el hecho de saberla de regreso, pero por otro lado su llegada se producía justo a tiempo para agregar un tipo más a mi humillante lista -. Eso fue hoy mismo, en la comisaría”

Mica abrió su boca cuán grande era, al igual que sus ojos.

“¿Un policía? – aulló -. ¿Es eso cierto, nadita?”

“Y también un vendedor de pochoclo de la plaza – agregó Evelyn mientras depositaba una bandeja sobre una mesa ratona -. Le hizo el culo… y delante de su esposo, que nunca se dio por enterado”

“¡Wow! ¡Esto está para el Guiness! – exclamó Mica, mirándome con gesto de perplejidad -. Ahora entiendo por qué me rajaron de ese puesto y te lo ofrecieron a vos: ¡imposible encontrar una mina tan fácil, tan puta! ¡Qué inmunda! ¡Das asco!”

Coronó sus palabras arrojándome un escupitajo en mi rostro, el cual traté de asimilar de la mejor manera posible. Demás está decir que no reaccioné y, a decir verdad, la saliva corriendo por mi cara no era en ese momento lo peor que podía pasarme. Yo sólo deseaba que el tema se desviase de alguna forma. Irónicamente, una vez más, mis esperanzas se depositaban en Evelyn: ojalá se le ocurriese cambiar abruptamente de tema. Y lo hizo… sólo que no del modo en que yo esperaba.

“¿Y te mostró lo que tiene detrás?” – preguntó, en tono divertido.

Maldito mi deseo de que Evelyn cambiara el tema… Más humillaciones. Más vergüenza. Más deseo de no estar allí…

“Hmm, no – respondió Mica, con gesto intrigado y echando atrás los hombros -. ¿Qué es lo que tenés detrás, nadita?”

“Mostrale” – me ordenó Evelyn, casi con indiferencia y mientras destapaba una cerveza.

Resignada y sabiendo que ya no tenía ningún sentido seguir tratando de aparecer como un ser humano con algo de dignidad, supe que no me quedaba más camino que girarme. Mica aflojó la tensión de la cadena para permitírmelo y, así, sobre palmas y rodillas, fui dándome la vuelta sobre la alfombra hasta enseñarle mi trasero.

“¿Qué es eso?” – aulló la joven, esta vez sin nada de impostura: su sorpresa era real.

Juro que deseé morir. Lo que ella estaba viendo en ese momento no era otra cosa que el consolador enterrado en mi cola.

“Otra de las depravadas ocurrencias de Ro” – explicó Evelyn para, inmediatamente, pasar a exponer con todo detalle el funcionamiento del aparatito, lo cual provocó en Mica reiteradas exclamaciones de asombro e incredulidad.

“¿Vos… decís que con una llave se expande?” – preguntó, como tratando de asimilar el dato.

“Por supuesto, hacé la prueba” – respondió su amiga y deduje que, obviamente, le estaría entregando la llave que expandía o contraía el consolador.

Como si hiciera falta algo para confirmar mi suposición, pude enseguida sentir el objeto agrandarse dentro de mí mientras mi cuerpo se retorcía de dolor. Los codos volvieron a vencérseme y mi rostro cayó pesadamente contra la alfombra.

“¡No te puedo creer! – exclamó Mica, rebosante de alegría -. ¡Esto es lo más! ¡Esta Rocío es un genio!”

Trabajosamente, me volví a incorporar sobre las palmas de mis manos hasta volver a colocarme a cuatro patas. Luego del alivio momentáneo que me había significado el que Evelyn tuviera la deferencia de comprimirlo, ahora volvía a sentir el consolador dilatado dentro de mí y la primera sensación era fatal: parecía increíble que antes lo hubiera llevado durante tanto rato con la llave girada en tal posición. Mica volvió a tironear de la cadena, lo cual me obligó a levantar la vista hacia el techo, siempre teniéndola a ella a mis espaldas. Me tomó por los cabellos; se estaba desatando y dando cada vez más rienda suelta a sus instintos más perversos y a sus deseos de “venganza”. ¿Venganza? ¡Dios! ¿Venganza de qué si yo nada le había hecho? En su mente, resentida y enferma, a ella la habían despedido de la fábrica por no acceder a cosas que yo sí; lo peor de todo era que, quizás, en algún punto, tenía razón.

“Te gusta, putita; ¿cierto que sí? – me dijo en un tono que mezclaba revanchismo y sorna; la sentí tan cerca de mi oído que deduje que tal vez se hubiera arrodillado por detrás de mí o bien acercado de alguna manera -. Te gusta que te metan cosas por el culo, ¿verdad? Si es la pija de un stripper, la de un vendedor de pochoclo o un aparatito es lo menos, ¿no? Lo que querés es tener siempre el culito bien atendido, ¿no es así?”

No me daba ninguna chance de responder a las preguntas que me hacía, ya que me zamarreaba por los cabellos una y otra vez haciendo que mi cabeza fuera alternadamente hacia adelante y hacia atrás tal como si asintiera; yo sólo conseguía emitir algún que otro quejido de dolor como consecuencia tanto del dolor que el objeto en mi cola provocaba como de la fuerza que Evelyn no escatimaba al zamarrearme.

“La verdad que este aparatito es genial – insistió; su voz se alejó algo de mi oído, por lo cual inferí que debía estarle hablando a Evelyn -… Una brillante adquisición de Ro…”

“Sí – convino Evelyn -; de hecho, la idea era dejárselo en forma provisoria, pero… no sé”

“¿Provisoria por qué? Lo lleva muy bien puesto…”

“Je, sí, es que… con Rocío le habíamos colocado otro y la muy estúpida lo perdió” – recalcó con especial énfasis el epíteto que bien sabía que remitía a Rocío y a las sensaciones que yo misma, instantes antes, había admitido que el insulto me provocaba; si la zorra buscó calentarme, lo logró: sentí mi sexo humedecerse.

“¿Cómo que lo perdió?” – rugió Mica volviendo a tironear de mis cabellos.

“En realidad se lo quitó” – respondió la colorada.

“¿Es verdad eso?” – bramó Mica, una vez más contra mi oído.

“S… sí, señorita M… Micaela: es v… verdad; m… me lo quité” – balbuceé como pude, de manera entrecortada.

“¿Y en dónde está?” – preguntó la joven.

Se produjo un silencio, pues yo aún no había mencionado el hecho de que el consolador pudiese estar en manos del nuevo sereno.

“No lo sé – contestó Evelyn, con aire de indiferencia -. Supongo que en la fábrica, pero… habría que preguntarle a nadita”

“¿Dónde está?” – volvió a rugir Mica, zamarreándome por los cabellos una vez más. Mi cabeza iba hacia adelante y hacia atrás como un adefesio.

“E… en la f… fábrica, supongo, señorita M… Mica” – respondí, a la primera pausa que hizo en el zamarreo.

“¿Supongo? ¿Qué querés decir con eso? ¿Sos estúpida o te hacés? ¿Está en la fábrica o no?”

Ahora era Mica, totalmente desconocedora de mi historia personal en relación a lo que me pasaba con ese calificativo cada vez que me lo decía Rocío, quien acababa de llamarme “estúpida”: la excitación volvió a mí…

“Es que… lo tenía el sereno”

“¿Sereno? ¿De qué hablás? ¿Milo? ¿Acaso no lo echaron?”

“Sí – le confirmó Evelyn -. En efecto, fue despedido. Nadita, no te referirás al nuevo, ¿no?”

“Sí, s… señorita Evelyn: el nuevo sereno es quien tenía el consolador la última vez que lo vi”

“Aaah bueeeenoooo – espetó a viva voz Mica -. ¿Te bajaste también al sereno nuevo? ¿No te alcanzó con el anterior? ¿Querías más pija?”

“Ahora voy entendiendo – agregó Evelyn con voz queda -: nadita se quitó el consolador para que…”

“El nuevo sereno le rompiera el culo” – completó Mica.

¡Dios! No podía dejar que siguieran sacando conclusiones equivocadas; ya bastante denigrada había sido yo como para que, además, cargara con culpas que no tenía. Quizás debí quedarme callada, pero no pude; me salió del alma:

“¡No! – exclamé, en lo que era casi un sollozo gritado -. ¡No fue así! Yo…”

No pude terminar la frase. La palma de una mano abierta me llegó de costado y se estampó contra mi mejilla con una fuerza que ni a Evelyn le había conocido. Otra vez las manos volvieron a vencérseme y mi boca besó la alfombra.

“¡Silencio, puta! – bramó Mica -. ¡Nadie te autorizó a hablar y, de hecho, nadie te preguntó nada! ¿O sí?”

Yo tardaba en contestar pues el dolor me escocía la mandíbula; ello impacientó a Mica, quien volvió a golpearme con fuerza, pero esta vez sobre una nalga: caí de costado.

“N… no, señorita Mica… ela: n… nadie me preguntó nada” – balbuceé, haciendo grandes esfuerzos para que las palabras pudieran brotar de mi garganta.

“Entonces silencio – dijo, de manera cortante -; y volvamos al tema: habíamos quedado entonces en que el sereno se quedó con el consolador después de que te lo quitaste para que te rompiera el culo…”

“Mañana mismo vas a tener que ir a reclamárselo, nadita” – se interpuso Evelyn, quien había pasado a un insólito segundo plano pero cuando intervenía hacía valer su autoridad… y también su sadismo.

Mi rostro enrojeció. ¿Ir en busca del sereno y pedirle que me devolviera el consolador? ¿Se podía pensar en una humillación peor? Pero por muy degradante que fuera, yo ya sabía para esa altura que no podía contradecirlas: ni a ella ni a Mica.

“S… sí, señorita Evelyn – dije como pude y casi sin aliento -. M… mañana lo haré”

“Me parece bien – terció Mica -: es lo que corresponde pero, de todas formas, yo insisto en que no habría que removerle el consolador que lleva puesto. Éste me parece genial y sería una pena que fuera provisorio”

“Yo pensé lo mismo – confirmó Evelyn, lo cual me provocó un estremecimiento -; el otro… en fin, lo dejaré para el putito de Luchi…”

“¿Luciano? – preguntó Mica en tono de diversión -. Cierto que me contaste que ahora resulta que le gusta que le metan cosas por la colita…”

“Sí, tal cual; de hecho ya hoy pasó por la oficina y se puso caprichoso cuando supo que hoy no iba a haber aparatito para él porque, claro, en ese momento, estaba ocupado en el culo de nadita. Se puso denso pero le di un par de cachetazos y lo mandé a trabajar; fue como un perrito…”

Mica rió a más no poder y yo no paraba de sorprenderme: aun a pesar de todo lo que había visto a Luciano rebajarse ante Evelyn, era el colmo imaginarlo siendo abofeteado por ella. Qué locura; cómo había cambiado todo…

“¿Y dónde pensás hacerla dormir hoy?” – preguntó de sopetón Mica.

“Hmm… mi idea era que nadita durmiese aquí, en el sofá – respondió Evelyn algo dubitativa -, aunque de acuerdo a su condición creo que sería mejor que durmiera en la alfombra”

“Disculpame que te contradiga – replicó Mica, en lo que, a mis oídos, constituía un altísimo atrevimiento dada la jerarquía que yo, en mi mente, otorgaba a Evelyn -: de acuerdo a su condición debería dormir afuera, en la cucha de uno de los perros”

Un nuevo estremecimiento me recorrió la columna vertebral y di un respingo. Un abrupto silencio se prolongó durante algunos segundos sin que yo supiera si el mismo se debía a que Evelyn estaba evaluando la propuesta o bien a que estaba a punto de estallar al ser contradicha por su amiga; era iluso de mi parte, sin embargo, considerar la segunda posibilidad: eran, justamente, amigas; se manejaban como tales y, por lo tanto, como iguales. Yo simplemente era un objeto en manos de Evelyn, pero un objeto que ella estaba dispuesta a compartir con Mica del mismo modo que ya lo había hecho con Rocío. Las cartas estaban jugadas de tal modo que su poder sobre mí incluía el cederme gentilmente a aquellas a quienes consideraba sus amigas y que, por lo tanto, tenían igual derecho que ella a disfrutar de mí. Era raro decirlo, pero había que admitir que Evelyn era una excelente amiga…

“Sí, es buena idea… – acordó, al cabo de un momento -, pero… los perros…”

“Ellos sí pueden dormir sobre la alfombra – sugirió Mica, quien ya parecía haber pensado en todo o bien pensaba rápido y sobre la marcha -: ambos, por supuesto; si dejás a uno de ellos afuera durante la noche, lo más posible será que al otro día encuentres sólo los pedazos de nadita…”

Se me heló la sangre ante el comentario, no sólo por el contenido sino por el tono en que lo dijo: fue como si se divirtiera con la idea; como si buscara protegerme pero a la vez le produjera un sádico disfrute el pensar en la alternativa.

“Sí… – convino Evelyn, pensativa -: tenés razón; me gusta la idea. Hoy dormís afuera, nadita”

“S… sí, señorita Evelyn” – acepté sin chistar, recordando en ese momento que la colorada me había amenazado un rato antes con hacerme dormir afuera con los perros en caso de hacerla pasar un papelón ante su invitada. Por un momento se me cruzó por la cabeza que estaba faltando a su palabra, pero… no: ella no me haría dormir con los perros. Y por otra parte: ¿palabra? ¿Podía yo, llegado el caso, exigir algo al respecto?

“Bien, ya escuchaste – me dijo Mica volviendo a acercar su boca a mi oído -. Ahora vamos a tener un momento de diversión con vos…”

Otra vez el temblor se apoderó de mis huesos. ¿No se estaban ya divirtiendo lo suficiente al usar y disponer de mí como un objeto sin poder de decisión alguno? Parecía ser que no. Mica volvió a tomarme por los cabellos y me hizo llevar la cabeza hacia atrás hasta que quedé prácticamente mirando hacia el techo y fue entonces cuando su rostro, lleno de revancha y resentimiento, se ubicó por encima del mío.

“¿Sabés una cosa? – preguntó; su mirada extraviada volvía a verse psicótica -: aunque no lo puedas creer, durante todo este tiempo pensé mucho en vos. Desde que me echaron de la fábrica y Eve me contó que habían tomado una chica nueva, no hice más que pensar en si se trataría de una putita que fuera a ceder ante las pervertidas asquerosidades de Hugo o de Luis. Finalmente, y por lo que ella me contó, parece ser que sí. ¿Y sabés qué? Mi odio aumentó cada día, cada noche: sin conocerte, imaginé cómo sería tu rostro… y te imaginé así de trola, así de puta: una lacra viviente. Y sólo pensaba en la cantidad de cosas que te haría si te tuviera a mano. ¡Qué sorpresas gratas nos depara el destino a veces! ¿Verdad?”

Mientras mi terror seguía en aumento, bebió un trago del pico de la botella de cerveza que había traído Evelyn. Luego volvió a mirarme; sus ojos eran ponzoña pura:

“¿Qué te pasa? – me preguntó -. ¿Por qué ese gesto compungido? Te duele el culo, ¿verdad?”

Con las lágrimas cayéndome, asentí como pude, pues ella me seguía jalando por los cabellos de tal modo de tener mi cabeza echada hacia atrás.

“¿Te gustaría que te lo quitáramos por un rato?” – me preguntó, suavizando de repente el tono.

Debí haber desconfiado de la pregunta; el odio visceral que acababa de mostrar hacia mí con sus anteriores palabras no cuadraba en absoluto con el hecho de que, ahora, se propusiera conceder algún alivio a mi maltratada cola. Pero mi desesperación era tanta que la ingenuidad pudo más que la realidad.

“S… sí, señorita Mic… aela; me g… gustaría” – musité.

“Ajá, pero sabés que eso depende de lo que nosotras decidamos, ¿no?”

“S… sí, señorita Micaela, lo sé”

“Bien, entonces yo diría que si realmente querés que te lo quitemos por algún rato, vas a tener que pedir por favor”

Claro: allí estaba la clave. La muy desgraciada podía concederme un rato de alivio pero ello iba a valerme una nueva humillación, así que cerré los ojos, tragué saliva y haciendo de tripas corazón, imploré tal como ella pretendía:

“S… señorita Micaela; l… le r… ruego p… por favor que me q… quite el consolador de la cola p… por un m… momento…”

Como respuesta recibí un fuerte tirón de mis cabellos al punto que pensé que se me iba a quebrar la nuca.

“¡Somos dos! – me refrendó, acercando tanto su rostro al mío que pude sentir las gotitas de saliva impactándome -. ¡A las dos nos tenés que pedir!”

Volví a tragar saliva; mi voz era un hilillo y cada vez me costaba más sacar un sonido de mi garganta. Así y todo, me las arreglé para hacerlo:

“S… señorita Evelyn, señorita M… Micaela; les r… ruego por favor que me quiten p… por un momento el consolador de la cola”

Pude ver que sus músculos faciales se relajaban, de lo cual inferí que el tono de mi súplica le había, esta vez, conformado. Apuró un nuevo trago de la botella.

“Terminemos esta botella rápido – dijo, de pronto y hablándole a su amiga -; no veo la hora de sacarle eso y meterle esta botella por el culo”

CONTINUARÁ

“¿Qué hace la profesora en tu cama? ” Libro para descargar (POR GOLFO)

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SINOPSIS:


«¿Qué hace esa mujer en tu cama?» es una pregunta siempre difícil de contestar pero si encima quien está compartiendo contigo las sábanas es tu profesora y la persona que te la hace es una compañera secretamente enamorada de ti, se convierte en imposible.
En esta historia, Golfo nos narra las diferentes vicisitudes que tiene que pasar un universitario cuando en su vida entran a formar parte tres bellas mujeres. 
CONOCE A ESTE AUTOR, verdadero fenómeno de la red con más de 20 MILLONES DE VISITAS.

 ALTO CONTENIDO ERÓTICO

Bájatelo pinchando en el banner o en el siguiente enlace:

Para que podías echarle un vistazo, os anexo los primeros  capítulos:

Introducción

Nuestra historia no es sencilla de explicar y menos de entender. Para tratar de haceros ver las razones que nos llevaron a convertirnos en esa peculiar familia, me tengo que retrotraer unos años a cuando recién salido del colegio acababa de entrar en la universidad. Recuerdo con añoranza esa época, durante la cual no solo aprendí los rudimentos básicos de todo geólogo sino el arte de complacer a una mujer. Curiosamente la primera que me dio clases en esos menesteres sexuales fue la catedrática de Cristalografía.

Doña Mercedes, aparte de estar buenísima, era un hueso duro de roer. Su sola presencia hacía que todos los estudiantes tembláramos al verla entrar en el aula. Con una mala leche proverbial, usaba y abusaba de su poder para menospreciar a los que habíamos tenido la desgracia de tenerla como tutora. Su menosprecio no tenía sexo, le daba igual que el objeto de su ira fuera una mujer o un hombre, en cuanto te enfilaba podías darte por jodido.

Todavía me acuerdo de la primera vez que la tomó conmigo. Fue una mañana en la que el metro se había retrasado y por eso llegué tarde a sus clases. Al entrar se me ocurrió no pedir perdón por mi retraso y obviando que ya estaba explicando la materia, me senté. La muy zorra no esperó a que me hubiera acomodado en mi asiento y alzando la voz, dijo:

―Se puede ver por la falta de interés del Sr. Martínez que domina los sistemas cristalinos― y señalando la pizarra, prosiguió diciendo: ― ¿Nos puede obsequiar con su sabiduría?

La fortuna había hecho que la tarde anterior, hubiese estudiado lo que íbamos a dar con esa arpía y, aun así, totalmente acojonado, subí a la palestra desde donde los profesores impartían sus clases.

Nada más llegar a su lado, me soltó:

―Como no ha tenido tiempo de escucharme, les estaba explicando a sus compañeros que había siete tipos de sistemas.

No queriendo parecer un palurdo, cogí el toro por los cuernos y demostrando una tranquilidad que no tenía, expliqué a mis amigos que, aunque había treinta y dos posibles agrupaciones de cristales en función de sus elementos de simetría, se podían reagrupar en siete sistemas. Debió sorprenderla que lo supiera, pero decidida a humillarme, esperó a que terminara de enunciar los tipos para preguntar:

―Parece que Usted no es tan inculto como parece, pero me puede explicar: ¿Cómo le afecta a un haz de rayos X el pasar por cada una de esas estructuras cristalinas? 

Aunque sabía que su asignatura se basaba en eso, no supe que responder y con el rabo entre las piernas, lo reconocí en público. Satisfecha por haberme pillado, lo explicó ella. Tras lo cual y mandándome a mi asiento, me ordenó que el lunes siguiente quería en su mesa un trabajo de cincuenta páginas sobre el asunto.

Cabreado, me mordí un huevo y no contesté a esa guarra como se merecía. Sabía que, si me quejaba, de algún modo esa mujer me lo haría pagar. El resto de los presentes tampoco dijo nada porque temía ser objeto del mismo castigo. Durante los cuarenta minutos que quedaban de su clase, me quedé refunfuñando, pero aun siendo imposible, deseando devolverle la afrenta. Observándola mientras daba la lección, me percaté por primera vez que esa cuarentona estaba buena. Con un metro setenta y una melena rubia, su severa vestimenta no podía ocultar que Doña Mercedes tenía un cuerpo que haría suspirar a cualquier muchacho de mi edad.

Dotada por la naturaleza de unos pechos grandes e hinchados, la blusa que llevaba en esos instantes era demasiado estrecha y eso hacía que los botones parecieran estar a punto de estallar. Absorto contemplándola dejé volar mi imaginación y deseé que mi venganza consistiera en tirármela. Ya excitado con la idea, mi pene reaccionó poniéndose erecto cuando al caérsele la tiza, se agachó para recogerla.

«¡Menudo culo tiene la vieja!», exclamé para mí al comprobar la clase de pandero que tenía.

Sus nalgas me parecieron una maravilla y prendado por tan bella estampa, no pude retirar mis ojos de ellas con la suficiente rapidez y por eso al incorporarse, la profesora se percató de la forma en que la miraba. Por extraño que parezca, no dijo nada y dando por terminada la clase, desapareció por la puerta. Aunque aliviado por su súbita desaparición, no pude dejar de echarme en cara el haber sido tan idiota.

En ese momento no lo supe. Al sorprenderme, se escandalizó por el brillo de mis ojos, pero una vez en su despacho, cerró la puerta. Ya sin el peligro de ser descubierta, recordó la erección de mi miembro que había adivinado a través del pantalón. Excitada como pocas veces, se levantó la falda y se masturbó mientras se lamentaba de que fuera su alumno y no un hombre que le hubiesen presentado cualquier noche.

Mientras tanto, fui el objeto de las burlas de mis compañeros que, regodeándose en mi desgracia, me sentenciaron diciendo que por lo que sabían de otros años, esa puta siempre la tomaba con uno y que, por bocazas, me había tocado a mí ser su víctima ese curso. Tengo que reconocer que su guasa no hizo mella en mí porque mi mente divagaba en ese momento, soñando con hacer mío ese culito.

1

Tratando de no dar otro motivo a esa zorra para humillarme aún más, me pasé ese puto fin de semana encerrado en casa, haciendo el trabajo que me había ordenado.

Convencido de que no iba a dejar pasar la oportunidad para putearme, decidí leer varios de los libros que había publicado y de esa forma teniéndola a ella como principal referencia, no pudiera objetar nada de cómo había desarrollado el tema.

Satisfecho, pero en absoluto tranquilo llegué a su oficina ese lunes. Al entrar en su cubículo, me pidió que cerrara la puerta y tras ordenar que me sentara, empezó a revisar el trabajo. La muy hija de puta me dejó en la silla mientras se ponía a estudiar concienzudamente mi escrito. Durante los primeros diez minutos estaba tan nervioso que no pude hacer otra cosa que mirarla y eso fue mi perdición porque al recorrer su cuerpo con mis ojos, me empecé a excitar al comprobar la perfección de sus curvas.

Ajena a mi escrutinio, mi profesora estaba tan concentrada en el trabajo que no se percató de que uno de los botones de su blusa se había abierto dejándome disfrutar de parte del coqueto sujetador de encaje que portaba. Absorto en tratar de vislumbrar de alguna forma su pezón, me estaba acomodando en mi asiento cuando involuntariamente, o eso pensé, Doña Mercedes se acarició un pecho. Como un resorte mi pene se irguió bajo mi bragueta y ya dominado por el morbo, no quité ojo de su escote.

Aunque me pareció en ese instante imposible, la profesora cambió de postura mostrándome sin pudor el inicio de una negra aureola. Intentando que no notara mi erección estaba ahuecando mi pantalón cuando levantando su mirada de los papeles, me pilló haciéndolo. Noté que se había dado cuenta porque contrariando su fama, se mordió los labios antes de decirme con voz entrecortada:

―Su trabajo está muy bien, le felicito.

―Gracias― y tratando de huir de allí, le pregunté si podía volver a clase.

Afortunadamente me dio permiso y cogiendo mi bolsa, salí de su despacho hecho un mar de dudas. No me podía creer lo ocurrido y dirigiéndome directamente al baño, me encerré en uno de sus retretes y liberando mi pene, me empecé a masturbar recordando su mirada de deseo. Mientras daba rienda suelta a mi excitación, deseé no haberme equivocado y que sus intenciones fueran otras.

Con mi lujuria saciada, me auto convencí de que lo había imaginado y olvidando el tema, volví al aula donde mis compañeros estaban. Al verme entrar, me preguntaron cómo me había ido e incapaz de reconocer lo vivido, dije entre risas que como siempre ese zorrón me había puesto a caer de un burro.

Desde ese día, la actitud de Doña Mercedes hacia mí no solo no cambió, sino que me cogió como el saco donde descargar sus golpes y era rara la clase donde no se metía conmigo. Pero realmente si había cambiado porque después de reñirme en público, esperaba a que todo el mundo saliera para pedirme que le ayudara a llevar sus trastos al despacho. Ya en su cubículo resolvía las dudas que pudiese tener mientras hacía una clara exhibición de su cuerpo.

Aunque parezca una fantasía de adolescente, se convirtió en rutina que esa cuarentona me explicara nuevamente la materia entre esas paredes, dejando que se le abrieran los botones de su camisa o bien permitiendo que la falda se le levantara permitiéndome disfrutar de sus piernas.

Era un acuerdo tácito.

Ni ella ni yo comentamos jamás en esas reuniones su exhibicionismo ni dejó que pasara de ahí. Lo más que llegamos fue un día que al ir a coger de un estante un libro con el que explayarse en su explicación, dio un paso en falso. Al tratarla de sostener, puse mis manos en sus nalgas y durante unos segundos, nos quedamos callados mientras cada uno decidía si tenía el suficiente valor de dar el siguiente paso.

Desgraciadamente, ninguno se atrevió y separando mis manos de su culo, me volví a sentar en la silla. Al hacerlo, descubrí que sus pezones estaban totalmente erectos bajo la tela y despidiéndome de ella, la dejé plantada. Meses más tarde me reconoció que al irme, atrancó su puerta y separando sus rodillas se masturbó deseando y temiendo que algún día la hiciese mía.

2

Llevábamos medio trimestre con ese juego, cuando su departamento decidió hacer una salida al campo. Aunque estaba programada de ante mano, con una alegría no compartida por mis compañeros escuché durante una de sus conferencias que el jueves y el viernes siguientes, ella y otros cinco profesores nos llevarían a comprobar in situ las diferentes formaciones rocosas de la sierra de Madrid.

Como éramos solo doce los que cursábamos ese seminario, nos dividió en grupos de un docente por cada dos alumnos.  Al revisar la lista, descubrí que nos había tocado a Irene y a mí con ella. Deseando que llegara ese viaje de estudios, pregunté a mi compañera sino sería bueno que nos juntáramos para estudiar la zona que en teoría íbamos a recorrer.

Los dos sabíamos que nos iba a examinar a conciencia durante esos días y por ello no puso reparo alguno a que el martes por la tarde nos reuniéramos en su casa. A pesar de que esa muchacha, además de ser un bombón, era un cerebrito llegué a la cita tranquilo, pero al recibirme vestida con una bata y un grueso pijama me percaté de que tenía un trancazo de tomo y lomo. Temiendo contagiarme y que la gripe me impidiera ir a ese viaje, me mantuve distante y en menos de cinco minutos, me repartí con ella la zona a estudiar.

Irene aquejada de fiebre y con dolores de cabeza que le hacían imposible salir de casa, faltó al día siguiente. Esa misma tarde la llamé y con voz compungida me confesó que no podría ir. Lejos de enfadarme, me alegró su ausencia y frotándome las manos, con voz apenada la calmé diciendo:

―Tú no te preocupes. Si te sientes mejor, ya sabes dónde estamos.

Esa monada agradeció mi comprensión y prometiendo que si mejoraba se nos uniría, colgó. Como no quería anticipar su enfermedad, no fuera a ser que conociéndola Doña Mercedes cambiase la distribución de los alumnos, me abstuve de llamarla y por eso al día siguiente se cabreó, cuando habiéndose ido los otros grupos, se lo conté.

Su enfado se fue diluyendo al paso de los kilómetros y por eso al salir de la autopista con destino al parque natural de Peñalara, ya estaba de buen humor. Lo noté enseguida porque haciendo como si fuera un despiste, dejó que su falda se izara por encima de sus rodillas. Al ver que me estaba mostrando sus piernas con descaro, de la misma forma, no disimulé al contemplarlas. Con los ojos fijos en ella, recorrí con mi vista sus tobillos, pantorrillas y muslos dejando clara mi excitación al hacerlo. Sé que ella se contagió de mi entusiasmo porque sin soltar las manos del volante, me dijo que me pusiera cómodo.

Creyendo que lo que quería era verme, me desabroché el cinturón y ya estaba abriéndome el pantalón cuando dio un volantazo y entrando en una gasolinera, me soltó:

―Ahora vuelvo― y dejándome solo en el automóvil, desapareció en el interior del establecimiento.

Temiendo haberme adelantado, esperé su vuelta. A los diez minutos, apareció con una bolsa con bebidas y sentándose en su asiento reanudó la marcha. En silencio, aguardé a que ella diese el siguiente paso porque no quería contrariarla y menos hacer el ridículo con un ataque antes de tiempo.

―Dame una coca cola― dijo rompiendo el incómodo silencio.

Al sacar la lata, descubrí que mi decente profesora no solo había adquirido refrescos, sino que en el fondo de la bolsa había una botella de güisqui. Ya roto el hielo, le pregunté si solía beber ese licor, a lo que ella soltando una carcajada respondió:

―Solo bebo después de echar un buen polvo.

Admirado por su franqueza y por lo que significaban sus palabras, me la quedé mirando. Reconozco que me sorprendió descubrir que llevaba su falda totalmente levantada y que había aprovechado su entrada en la gasolinera para despojarse de su ropa interior.

― ¡No lleva bragas! ― exclamé pegando un grito.

Doña Mercedes, poniendo voz de putón, respondió a mi exabrupto en voz baja diciendo:

―Y a ti, eso te gusta. ¿No es verdad?

Avergonzado y con rubor en mi rostro, respondí:

―Ya lo sabe.

Muerta de risa y separando sus rodillas mientras conducía, me soltó:

―Relájate y disfruta.

Por supuesto que disfruté, pero en lo que respecta a relajarme no pude porque excitada hasta unos niveles insospechados, la profesora tenía el coño encharcado. La humedad que brillaba entre los pliegues de su sexo me dio los arrestos suficientes para que sin que me hubiera dado permiso, empezara a acariciar sus piernas.

El gemido de deseo que surgió de su garganta al sentir mis yemas recorriendo su piel, fue el estímulo que necesitaba para sin cortarme ir subiendo por sus muslos. Mi avance le hizo separar sus rodillas aún más y sin retirar sus ojos de la carretera, esperó mi llegada. Sabiendo que mi acompañante era una mujer con experiencia, decidí no defraudarla y por eso ralenticé el avance de mis dedos, de forma que cuando ya mi mano estaba a escasos centímetros de su poblado sexo, sus suspiros ya denotaban la excitación que le corría por su cuerpo.

―No sabía que sus enseñanzas incluían el estudio de las cuevas― solté en plan de guasa mientras con un dedo separaba los pliegues de su negra gruta.

―Eso y mucho más― espetó con voz colmada de deseo al sentir que no solo había cogido su clítoris entre mis yemas, sino que, aprovechando su entrega, uno de mis dedos se introdujo en su interior.

El olor a hembra necesitada llenó con su aroma el estrecho habitáculo del coche y contagiado de su pasión, me puse a pajearla mientras alababa su belleza. La calentura que le corroía sus entrañas le hizo parar a un lado del camino y olvidándose de los otros automovilistas, me pidió que siguiera masturbándola mientras tumbaba para atrás su asiento.

No me lo tuvo que repetir e imprimiendo a mis caricias de un ritmo cada vez más rápido, estimulé su botón mientras metía y sacaba un par de dedos del fondo de su sexo. Sin dejar de gemir, mi profesora buscó su placer abriéndose la camisa. Al poner sus pechos a mi disposición, no me lo pensé dos veces y recorriendo con mi lengua los bordes de sus pezones, me puse a mamar de ellos mientras mi mano seguía sin pausa con la paja.

― ¡Qué gusto! ― gritó la rubia retorciéndose en el asiento.

Al adivinar la cercanía de su orgasmo, mordí levemente una de sus aureolas. Ella al sentir mis dientes presionando su pezón, aulló como posesa y derramando su placer sobre el asiento, se corrió dando gritos. No satisfecho intenté prolongar su clímax, pero entonces y mientras se acomodaba la ropa, preguntó:

― ¿Tienes carné de conducir?

―Sí― contesté.

Dejándome con la palabra en mi boca, salió del coche y abriendo mi puerta, me soltó:

― ¡Conduce!

A empujones me cambió de asiento. Doña Mercedes dejando a un lado su fama de adusta profesora, ni siquiera esperó a que arrancara para con sus manos bajarme la bragueta.

No tardé en sentir como la humedad de su boca envolvía toda mi extensión mientras con su mano acariciaba mis testículos. Su lengua recorría todos los pliegues de mi glande, lubricando mi pene con su saliva. No me podía creer que esa cuarentona que llevaba meses volviéndome loco, estuviera ahora haciéndome una mamada.

El colmo del morbo fue ver cómo se retorció en el asiento buscando la mejor posición para profundizar sus caricias. No pude contenerme y soltando una mano del volante, le levanté el vestido dejando expuesto su maravilloso culo. La visión de esas nalgas desnudas incrementó mi calentura y pasando mi palma por su trasero, lo acaricié sin vergüenza alguna.

Suspiró al sentir mi mano recorriendo sus posaderas.

Envalentonado por su rápida respuesta, alargué mi brazo rozando su cueva. Esta vez fue un gemido lo que escuché, mientras uno de mis dedos se introducía en su sexo. El flujo que lo anegaba me demostró que seguía totalmente dominada por la lujuria.

Fuera de sí, buscó su propio placer masturbándose mientras devoraba mi miembro. Creí estar en el cielo cuando sentí que se lo metía por completo en su garganta. Con veinte años recién cumplidos, nunca ninguna de mis parejas se había introducido mi pene hasta la base. Jamás había sentido la presión que estaba ejerciendo con sus labios, besándome el inicio de mi falo.

«¡Que bruta está!», pensé justo antes de oír cómo se volvía a correr empapando la tapicería de asiento.

Acomplejado por su maestría, la vi arquear su cuerpo y sin sacar mi sexo de su boca, intentó que yo profundizara mis caricias, diciendo:

― ¡Mi culo es tuyo!

Concentrado en su placer introduje uno de mis dedos en su ojete y al hacerlo estuve a punto de chocar con el coche que venía de frente. El susto hizo que olvidándose de la mamada que me estaba haciendo, me dijera:

―Ya estamos cerca― y acomodándose la ropa, me informó que tenía que tomar la siguiente desviación.

Como comprenderéis, me quejé al ver que paraba, pero entonces metiendo un dedo en lo más profundo de su coño, lo llevó hasta y boca y dejando que lo chupara, me preguntó entre risas:

― ¿Traes traje de baño?

―No― respondí

Descojonada al oírme, contestó mientras ponía una expresión pícara en su cara:

―Huy, ¡Qué pena! Yo tampoco― y prosiguiendo con su guasa, me soltó: ― ¡Tendremos que bañarnos desnudos en el estanque al que te voy a llevar!

La promesa de verla completamente desnuda apaciguó mi malestar y pisando el acelerador, busqué acortar mi espera. Felizmente no llevaba ni cinco minutos por ese pasaje de piedras, cuando la escuché pedirme que detuviera el coche. Nada más parar el vehículo abrió la puerta y soltando una carcajada, me soltó:

―Mi ropa te enseñará el camino― tras lo cual la vi salir corriendo, internándose en el bosque.

Alucinado no me quedó más remedio que ir recogiendo las prendas que dejaba caer en su carrera y cada vez más excitado, buscar la siguiente entre los matorrales. Supe que quedaba poco al recoger sus zapatos y doblando un recodo me encontré que sentada sobre una piedra me esperaba totalmente desnuda.

―Señor Martínez, ¡Su profesora le necesita! ― dijo mientras se mordía los labios, provocándome.

La cara de deseo con la que me llamaba me hizo reaccionar y empecé a desnudarme mientras me acercaba a donde estaba. Extasiado comprobé que era todavía más atractiva en pelotas de lo que me había imaginado. Sus pechos aun siendo enormes, no se había dejado vencer por la edad e inhiestos me retaban mientras su dueña separaba sus piernas. 

Sin esperar a que me diera su bendición, al llegar a su lado me arrodillé y hundiendo mi cara entre sus muslos, caté otra vez el sabor de ese coño que por maduro no dejaba de ser atrayente.  La rubia suspiró aliviada al sentir mi lengua recorriendo los pliegues de su sexo y en voz alta, me informó que llevaba deseándolo desde que me regañó ese día en clase.

― ¡Que buena está mi profe! ― me escuchó decir mientras tomaba posesión de su entrepierna.

Dándome vía libre a que me apoderara de su clítoris, se pellizcó los pechos mientras yo, separando sus labios como si fueran la piel de un plátano, dejaba al descubierto el botón que iba buscando. Tanteando con la punta de mi lengua sus bordes, la oí gemir y entonces al apretarlo entre los dientes mi boca se llenó del flujo que manaba de su cueva. Al sentirlo, la cuarentona que llevaba suspirando un buen rato, aferró con sus manos mi cabeza en un intento de prolongar el placer que estaba sintiendo.

Su éxtasis fue incrementándose a la par de mi calentura y prolongando su espera, me separé de ella. Insatisfecha me rogó que continuara, pero obviando sus deseos, la cogí entre mis brazos y depositándola en una zona de césped, me la quedé mirando con mi pene entre mis manos.

― ¡Voy a follarme a la zorra de Cristalografía! ― le informé mientras me arrodillaba entre sus muslos.

―Se lo ruego, ¡señor Martínez! ― imploró con su respiración entrecortada al sentir mi glande jugueteando con su sexo.

Siguiendo con el papel de discípulo y docente, introduje unos centímetros de mi extensión en su interior y entonces pregunté:

― ¿Le gusta lo que hace su alumno al putón de mi profe?

Sí― respondió con su voz impregnada de pasión.

― ¿Mucho? ― insistí mientras uno de mis dedos jugaba con su clítoris.

― ¡Sí! ― contestó, apretando sus pechos entre sus manos.

Su calentura me confirmó lo que necesitaba y metiendo un poco más mi pene en su coño, esperé su reacción.

― ¡Hazlo! ¡Complace a esta zorra! ― y pegando un alarido, exclamó: Por favor, ¡no aguanto más!

Lentamente, centímetro a centímetro, fui introduciendo mi verga. Toda la piel de mi extensión al hacerlo disfrutó de los pliegues de su sexo. Su cueva se me mostró estrecha y sorprendido noté que ejercía una intensa presión al irla empalando. Su pasión era total, levantando su trasero del césped, intentó metérsela más profundamente, pero lo incomodo de la postura no se lo permitió.

Me recreé observándola mientras intentaba infructuosamente de ensartarse con mi pene. Estaba como poseída, sus ganas de que me la follara eran tantas que incluso me hizo daño.

―Quieta― grité y alzándola, la puse a cuatro patas.

Si ya era hermosa de frente, por detrás lo era aún más. Sus nalgas duras y prietas para tener cuarenta años me hicieron saber que esa mujer dedicaba muchas horas a la semana a fortalecer sus músculos. Al separar sus cachetes descubrí que escondían un tesoro virgen que decidí que tenía que desvirgar y no lo hice en ese instante al estar convencido de que iba a hacerlo en un futuro.

Por eso y poniendo mi pene en su cueva, le pedí que se echara despacio hacia atrás. No debió de entenderme porque al notar la punta abriéndose camino dentro de ella de un solo golpe se lo insertó. Al sentirse llena, pegó un grito que resonó en el bosque y moviendo sus caderas, me pidió que la tomara.

En ese instante, Doña Mercedes dejó de ser mi profesora para convertirse en mi yegua y recreándome en su monta, me agarré de sus pechos para iniciar mi cabalgar. Relinchando al sentir que mi pene, ya descompuesta me rogó que la tomara. Satisfecho, escuché cómo gemía cada vez que mi sexo chocaba con la pared de su vagina, pero fue el sonido del chapoteo que manaba de su cueva inundada cada vez que la penetraba, lo que me hizo incrementar la velocidad de mis incursiones. Cambiando de posición, agarré su melena como si de riendas se tratara y palmeándole el trasero, azucé a mi montura para que reforzara su ritmo.

Sentir los azotes la excitó más si cabe y berreando como una puta, me pidió que no parara. Entusiasmado por el rendimiento de mi yegua, seguí azotándola mientras ella se hundía en un estado de locura que me dejó helado.

―Fóllate a la puta de tu profe sin piedad― rogó implorando un mayor castigo.

Decidido a no dejar que me dominara, saqué mi polla de su interior y muerto de risa me tumbé a su lado. Doña Mercedes, insatisfecha y queriendo más, me tumbó boca arriba y poniéndose a horcajadas sobre mí, se empaló con mi miembro mientras el flujo que manaba de su sexo mojaba mis piernas. Hipnotizado por sus pechos, me quedé mirando como rebotaban arriba y abajo mientras su dueña se empalaba. Su bamboleo y la imposibilidad de besarlos por la postura me habían puesto a cien y por eso mojando mis dedos en su sexo, los froté humedeciéndolos.

La antipática catedrática se dejó hacer y entonces con voz autoritaria, le pedí que fuera ella quien los besase. Doña Mercedes obedeciendo a su alumno, me hizo caso y cogiéndolos con sus manos los estiró y se los llevó a su boca. Os reconozco que creí correrme cuando sacando su lengua, los besó con lascivia.

Tanta lascivia fue demasiado para mi torturado pene y explotando en el interior de su cueva, me corrí. La rubia al sentir que mi simiente bañaba su vientre de cuatro décadas aceleró sus embestidas intentando juntar su orgasmo con el mío. Justo cuando terminaba de ordeñar mi miembro y la última oleada de semen brotaba de mi glande, Doña Mercedes consiguió su objetivo y pegando un grito se corrió.

Totalmente exhaustos, caímos sobre el césped.

Al cabo de unos minutos, me besó y recogiendo su ropa, me ordenó que me levantara.

―Arriba, ¡vago! Tenemos una tarea que hacer.

― ¿Y el baño que me prometió en el estanque?

Sonriendo, me lanzó el pantalón mientras me decía:

― ¡Todavía nos quedan dos días!C

Relato erótico: “Fantasía con mi compañera de trabajo” (PUBLICADO POR AMANTE SINIESTRO)

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Hace seis meses que trabajo con ella, es una mujer deliciosa, ufff. Para algunos no es guapa y depende como se vista puede no resultar muy atractiva, pero deberían verla con su uniforme, simplemente una diosa. Una faldita pegada a sus muslos, un poco por encima de las rodillas, que hacen resaltar sus anchas caderas, sus fuertes muslos(a veces me pierdo imaginándome por entre medio de sus muslos).Una blusa ajustada que hace marcar esos pechos voluminosos, siempre me la quedo mirando, fijándome si lleva sujetador, si se le marcan los pezones o si son dulces como la miel.

Aunque trabajamos separados, siempre nos cruzamos en la máquina del café, al principio esperaba la hora que ella tenía como habitual tomarse un café para sobrellevar los días de invierno, pero ahora ya no miro la horas simplemente voy y ella está allí o aparece segundos más tarde. Hablamos de cosas típicas, como el tiempo, las series tontas que hacen por la tele, y esos aburridos programas que dan últimamente. Pero ni me acuerdo de lo que hablamos, porqué yo me paso todo ese tiempo, que para mí es eterno, mirándola de arriba hacia abajo, imaginando cientos de posturas, recorriéndole la piel con mi lengua, que esta maravilla de mujer posee.

Me sorprendo a mí mismo, tan machista, tratando a esta mujer como un objeto, pero de verdad, me vuelve loco, hace salir en mí un instinto animal del que no sabía que tenía.

Hace dos semanas, nos tocó turno de noche, pasadas las 10 de la noche los cafés eran para nosotros como el agua fresca de un cálido día de agosto, muy apetecibles. Para mí claro esta no era el café lo que me hacía ir cada media hora a la sala de cafetería, Solos los dos, en aquella sala inmensa con el solo ruido de los ordenadores, impresoras y demás aparatos fríos , hablábamos como siempre temas poco interesantes, bueno solo hablaba ella yo me la comía con los ojos. Me encantaba ver como se agachaba a coger el café, su faldita ya de por sí estrecha, se apretaba más a sus nalgas, y me mostraban culo bien redondito. Aun ahora, al escribirlo, imaginándomela, se me es imposible no tener una erección. No podía dejar de pensar en acercarme a ella, en cogerla de las caderas y pegar mi erección a ese culito tan precioso que tiene.

Subirle la falda y bajarle las braguitas, agacharme y comerle el coño y ese hipnotizador culito. No lo hice.

Continuamos hablando, se tomó el café y los dos nos fuimos a trabajar.

Al rato volvíamos a estar en la sala, en busca de otro café, siempre me apremiaba para coger primero el café así podía disfrutar del espectáculo que esta mujer me ofrecía en exclusiva. Se agachó como siempre, cogió el vaso y se dio la vuelta apoyando su espalda a la máquina del café. Sus pechos eran tremendos, quizás una 95-98, no sé, para mi eran muy apetecibles, ella hablaba y hablaba, y yo la miraba y disfrutaba pensando en arrancarle la blusa, desabrocharle el sujetador y lamerle esos pechos que debían saber a miel fresca. A carne, diabólica carne, que me vuelve loco. Comerle los pechos, apretarlos con mis manos, notar como esos pezones se endurecen en mi boca, sostener cada pecho en una mano y poder ir de uno al otro devorándolos. Pero…. no lo hice.

Nos tomamos el café, y seguimos cada uno con su trabajo. Antes de acabar nuestro turno, nos volvió a apetecer otro café, la diversión para mí se estaba terminando, como siempre cogí el café y me apoyé en la mesa que estaba delante de la maquina esperando que llegase mi musa, mi objeto sexual.

Ella apareció segundos más tarde y siguiendo el ritual, después de un saludo, se encamino hacia la máquina. Echo las monedas y poco después se agacho a coger el café, después se quedó apoyada en la maquina removiendo el azúcar y mirándome, lo mismo de siempre.

Aunque algo era diferente, esta vez no hablaba, no me había dado cuenta porque yo nunca prestaba atención a lo que decía, inmerso en mis pensamientos lujuriosos. Ella se incorporó y en cuatro pasos muy decididos se presentó a dos palmos de mí, mirándome a los ojos me dijo:

-¿cuántos cafés voy a tener que tomarme para que te atrevas a hacerme todas esas cosas que llevas pensando desde que nos conocemos?

Me quede petrificado, pensando si todo este tiempo que hablaba sin prestar atención a lo que decía, con la mente puesta solo en su cuerpo y en mis deseos más íntimos le estaría quizás contándole, soñando en voz alta, todos los placenteros juegos que hacía con la mente. Antes de poder articular palabra, ella dejo el café en la mesa, a mi lado, y se arrodillo ante mí, sus manos me quitaban el cinturón, desabrochando el botón y bajándome la cremallera. Metió su mano por dentro de mis calzoncillos y saco mi polla. Me masturbaba lentamente, mirándome a los ojos, yo más excitado que nunca, deje de pensar y me abandone a mis deseos, por una vez reales.

Seguía masturbándome con suavidad, esperando que mi erección llegara al punto máximo, cuando vio que la dureza era tal, acercó sus labios y se la metió entera, de un tirón, pero muy despacio, tragándosela casi por completo.

Mi musa recorrió con su lengua desde la base de mi polla hasta la punta una y otra vez, estaba excitadísimo, estaba a punto de explotar. Solté un gemido y la cogí de los pelos queriéndola apartar para no correrme en su boca, no podía articular palabra pero quería hacerle entender que estaba a punto de correrme y no quería…..aun no sabía sus gustos así que no sabía si le gustaba que le llenaran la boca de semen o si se molestaría.

Pero ella no me dio opción a nada más, se la sacó hasta la punta y se la volvió a meter entera, una y otra vez, no sé cuántas, pero no tarde en empezar a solar toda mi leche en su boca, y ella no paraba, seguía y seguía acumulando semen en su interior. Hasta que se dio cuenta que me había dejado seco, entonces se la sacó, la guardo donde estaba y me volvió a subir la bragueta y a ponerme el cinturón. Se levantó y me dijo:

– Solo nos queda media hora de nuestro turno, pero mañana espero que antes del primer café me devuelvas el placer que hoy te he dado.

Con una sonrisa cogió su café y salió de la sala, y yo sin haber podido decir un una sola palabra, sonreí y seguí con mi trabajo.

 

Relato erótico: “Una nena indefensa fue mi perdición 2” (POR GOLFO)

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Durante una hora, recordar cómo había metido la pata con esa chavala, me hizo permanecer en mi habitación. Sentía que había perdido la oportunidad de seducirla por imbécil y eso me traía jodido. Cómo zorro viejo en esas lides, no comprendía mi comportamiento.
«La tenías a huevo y la has cagado», maldije más cabreado que abochornado.
Cualquier otro estaría muerto de vergüenza pero mi falta de escrúpulos hacía que únicamente me enfadara el haber fallado de esa forma tan tonta y no el haber ofendido a Malena. Para mí, esa joven madre seguía siendo una presa y no una persona con sentimientos que para colmo necesitaba ayuda. Me daba lo mismo que se hubiese sentido traicionada por mí cuando incapaz de contener mi lujuria, había llevado mis dedos hasta su pecho para recoger una gota de leche materna.
«Estaba cojonuda», sentencié y al rememorar su sabor, en parte, disculpé mi actuación al pensar: «mereció la pena y fue ella la culpable».
Justifiqué ese desliz, echando la culpa a Malena.
«¿No esperaría que me quedara mirando? ¿A quién se le ocurre ponerse a dar de mamar frente a un desconocido?».
Dando por sentado su responsabilidad, decidí que no tenía que variar mis planes: intentaría seducirla y si no podía, ¡la chantajearía con sus imágenes desnuda!
Acababa de resolver certificar mi inmoralidad cuando un ruido me hizo saber que esa incauta había vuelto a su cuarto. Sin rastro de remordimientos encendí el monitor y me puse a ver lo que estaba grabando en ese momento la cámara que tenía instalada en esa habitación.
«No me extraña que lo haya hecho, está buenísima», me dije al ver en la pantalla a esa muchacha entrando con su niña.
Reconozco que aunque en un principio era el morbo lo que me hizo permanecer atento a las imágenes, fue ver una sonrisa en su cara lo que realmente me obligó a mantenerme pegado al televisor.
«No parece cabreada», con nuevos bríos, concluí.
Esa conclusión se vio confirmada mientras le cambiaba el pañal al escucharla decir:
-No sabes la ilusión que me hizo comprobar que también te cae bien Gonzalo. ¿Te gustaría que fuera tu papa?
Esa inocente pregunta debió de despertar todas mis alertas pero debido a la atracción que sentía por esa preciosidad, lo único que provocó fue que se reavivaran con más fuerzas mis esperanzas llevármela a la cama.
Habiendo decidido reiniciar mi acoso, mi seguridad de tirármela se vio reforzada cuando a través de los altavoces, la oí comentar muerta de risa:
– Pobrecito, ¡no pudo resistirse a probar mi leche! Tenías que haberle visto la cara que puso, ¡hasta me dio pena echarle la bronca!
«¡Será puta!», exclamé al oírla, «¡Lo hizo a propósito!».
Sabiéndome engañado, decidí que iba a usar esa información para follármela y por eso salí de mi cuarto rumbo al salón con una sola idea en mi mente:
«Si esperaba seducir a un tipo tímido y apocado que le había prestado desinteresadamente su ayuda, no había problema: ¡representaría ese papel!».

Dejo que Malena siga con sus planes.
Asumiendo que esa cría no tardaría en intentar que cayera enamorado de ella, tranquilamente me senté a esperar a que Malena se tropezara en su propia trampa.
Tal y como había supuesto, no tardó mucho en aparecer por la puerta. Supe que estaba actuando cuando la muchacha que entró no era la desvergonzada de hacía unos minutos sino la Malena ingenua e indefensa que María me presentó. «Es una estupenda actriz», murmuré mentalmente al oír que me preguntaba si podía entrar.
-Claro. Ya te dije que esta era tu casa.
Mis palabras provocaron que una involuntaria sonrisa iluminara su cara. Por ello cuando se sentó junto a mí y simulando una gran vergüenza me pidió si podía prestarle otra camisa, no la creí.
-Voy a hacer algo mejor. Te voy a comprar algo de ropa mientras conseguimos recuperar la tuya- respondí adoptando el papel de caballero andante.
Leí en sus ojos la satisfacción que sintió al ver que todo se desarrollaba según sus planes y por eso me divirtieron sus reticencias a aceptar mi ayuda. Como os imaginareis no tuve que insistir mucho para que me acompañara de compras y al cabo de cinco minutos, me vi tomando un taxi con las dos rumbo al lugar donde había dejado mi coche la noche anterior.
Durante el trayecto, Malena estuvo todo el tiempo jugando con su nena e incluso me hizo partícipe de esos juegos haciéndome cosquillas. No me lo pensé dos veces e imitándola, busqué devolverle esas divertidas caricias. La joven madre, al sentir mis dedos recorriendo su cintura se lanzó sobre mí con gran alegría, sin importarle la presencia del taxista, diciendo:
-Estas abusando de que soy una mujer.
Tampoco le afectó que al ponerse a horcajadas sobre mí, su sexo se restregara contra el mío, ni que sus juveniles tetas revolotearan a escasos centímetros de mi cara. Esos estímulos hicieron que bajo mi bragueta, mi pene se alzara inquieto. Sé que esa bruja manipuladora se percató de mi erección porque mordió mi oreja mientras me decía:
-No te da vergüenza tratarme así.
Su descaro me hizo llevar mis manos hasta su culo y afianzándome en sus duras nalgas, colocar mi verga contra su coño. Durante unos segundos, esa guarrilla disfrutó con esa presión en su entrepierna pero una vez consideró que era suficiente, aparentando estar enojada, puso un gesto serio y se bajó de mis rodillas sin hacer ningún otro comentario.
«Ahora me toca a mí actuar», concluí viendo su actitud y simulando un arrepentimiento que no sentía, le pedí perdón por haber magreado su culito.
-No importa- contestó sin mirarme, fingiendo un enfado que no existía.
De manera que cada uno cumplimos con nuestro papel. Ella con la dulce e inocente joven atosigada por el destino y yo con el del tipo sensible pero susceptible de ser manipulado. Por ello, recogiendo a su hija, salimos a coger un taxi.
No fue hasta que el taxista nos dejó en mi coche y que ya estábamos en su interior, cuando poniendo un tono compungido esa cría me soltó:
-Soy yo la que te tiene que pedir perdón. Me olvido con facilidad que apenas nos conocemos y que al saber de mí, con mi comportamiento puedes pensar que soy una chica irresponsable. Lo siento, a partir de ahora, me comportaré manteniendo las distancias.
«¡Un óscar es lo que se merece!», sentencié al saber que de no haber visto y oído la charla de esa cría con su bebé, me hubiese tragado ese falso arrepentimiento. En vez de desenmascararla, cogiendo su mano, contesté:
-Para nada. Yo soy el culpable por no darme cuenta que, en tu situación, debo cuidar mis actos y saber que ante todo eres vulnerable.
Recibió con una alegría desbordante mis palabras y antes que pudiera hacer algo por evitarlo, se lanzó a mis brazos y depositó un dulce beso en mi mejilla mientras me decía:
-Eres todo un caballero.
En ese instante, me hubiese gustado en vez de caballero ser su jinete y desgarrando su camisa, cabalgar su cuerpo con lujuria. Previendo que no tardaría en hacer realidad ese deseo, arranqué el coche rumbo a una boutique que conocía…

Malena desfalca mi tarjeta de crédito.
Durante el trayecto, no pude dejar de mirarla de reojo y reconocer al hacerlo que esa cría tenía unas patas de ensueño. Apenas cubiertos por un diminuto pantalón, los muslos de Malena se me antojaron una belleza. Bronceados y sin rastro de vello, eran una tentación irresistible y un manjar que deseaba catar con mi lengua.
Os juro que mientras conducía, no podía dejar de imaginar cómo sería recorrerlos a base de lengüetazos. La chavala, que no era tonta, lo advirtió y deseando incrementar la atracción que sentía por ella, descalzándose, apoyó sus piernas sobre el salpicadero para que de esa forma lucir aún más la hermosura de sus pies desnudos.
-¿Verdad que tengo los muslos un poco gordos?- preguntó forzando de esa forma que la mirara.
-Eres tonta, los tienes preciosos- contesté tras darles un buen repaso.
Malena no se contentó con esa mirada y cogiendo mi mano, la puso sobre uno de sus jamones, diciendo:
-Toca. Fíjate y dime si están fofos.
Fofos, ¡mis huevos! Las ancas de esa muchacha estaban duras como piedras y para colmo su piel era tersa y suave. Durante unos segundos, acaricié esa maravilla y cuando no pude más, retirando mis dedos, exclamé muerto de risa:
-Niña, ¡no soy de piedra!-
Ella, ruborizada, respondió con voz dulce:
-Yo, tampoco.
Su respuesta me hizo girar en mi asiento y casi estrello el coche al advertir que bajo la tela de su camisa, dos pequeños bultos confirmaban sus palabras.
«Tranquilo, macho. Todavía no está lista, ¡síguele el juego!», me dije reteniendo las ganas de saltar sobre ella.
Afortunadamente, acabábamos de llegar a Serrano y por ello, pude aguantar el tipo y aparqué mi automóvil. Viendo que no salía, caballerosamente, abrí su puerta y la ayudé a colocar a su hija en el cuco. Cuando todavía no habíamos iniciado camino hacia la boutique, como si fuera algo habitual, Malena me cogió de la mano y con ella en su poder, se puso a caminar por la acera.
«Actúa como si fuésemos novios», me dije complacido al ver a cada paso más cercana la presencia de esa criatura en mi cama y sin poner ningún reparo a su actitud, la llevé calle abajo.
Con una soltura fuera de lugar, dejó que yo llevara la canasta del bebé mientras ella iba mirando los distintos escaparates que pasábamos. Al llegar a La perla, una lencería de lujo, se abrazó a mí buscando que sintiera como sus pechos se pegaban al mío, antes de decirme:
-Siempre soñé con tener una pareja que me regalara algo de esa tienda.
No tuve que ser un genio para comprender que implícitamente me acababa de decir que si quería hundir mi cara entre sus piernas, debía complacer ese capricho. Por ello, asumí que me iba a costar una pasta y a pesar de ello, contesté:
-No soy tu novio pero me apetece cumplir tu sueño.
-Gracias- chilló y demostrando su alegría, me dio un beso en los labios mientras me decía: -A este paso, vas a hacer que me enamore de ti.
Con el recuerdo de su boca en mi mente, la seguí por la tienda, temiendo por el saqueo que iba a sufrir mi cuenta corriente. Afortunadamente, estaban de rebajas pero aun así, os confieso que sudé al leer el precio del coqueto picardías que había elegido:
«Ni que fuera de oro», rezongué asumiendo que nada me iba a librar de pagar esos cuatrocientos euros.
Sin mirar atrás, Malena se metió en uno de los probadores dejándome con su puñetera cría mientras se lo probaba. La bebé, en vez de echar de menos a su madre, me sonrió. Enternecido con ese gesto, le hice una carantoña y cogiéndola en brazos, murmuré:
-La pasta que me va a costar tirarme a tu madre.
Adela, la niña, balbuceó divertida como si entendiera mis palabras y por ello, hablándola con dulzura, descargué mi cabreo diciendo:
-No te acostumbres. En cuanto me la haya follado, desapareceré de vuestras vidas.
Ajena a su significado, me devolvió una nueva sonrisa y por primera vez en mi vida, deseé tener algún día una hija que se alegrara de verme al llegar a la oficina. Estaba todavía pensando en esa “herejía” cuando escuché que su madre me llamaba y con ella todavía en mis brazos, me acerqué a donde estaba.
Confieso que estuve a punto de dejarla caer cuando descorriendo la cortina, Malena apareció luciendo el sensual camisón que había elegido. Aunque la había visto desnuda, la visión de verla ataviada únicamente con ese conjunto me hizo trastabillar y si no llega a coger ella a la niña, podría haber habido un accidente.
-¿Te gusta cómo me queda?- preguntó con una coquetería innata que solo tienen las mujeres que se saben irresistibles.
-Pareces una diosa- contesté con la voz entrecortada mientras fijaba mi mirada en los pezones que se entreveían tras el encaje.
Descojonada, me agradeció el piropo y devolviéndome a su retoño, se volvió a encerrar en el vestuario. Otra vez con su hija a solas, no pude retener mi imaginación y me vi dejando caer los tirantes de ese picardías mientras su dueña se entregaba a mí.
-Tu madre es una zorra preciosa. Espero que cuando seas mayor, no la imites- le dije al bebé mientras trataba de calmarme.
Los dos minutos que tardó en salir me parecieron eternos pero lo que realmente me dejó perplejo fue que al hacerlo, Malena devolviera esa prenda al perchero de donde la había tomado y con tono triste, se girara hacía mí diciendo:
-Gracias, pero es demasiado. No puedo dejar que te gastes tanto dinero en mí.
Hoy reconozco que lo hizo para darme pena pero las ganas de verla sobre mi colchón a cuatro patas luciendo ese picardías, me hicieron cogerlo y con él en la mano, ir hasta la caja y allí pagarlo. Al salir de la tienda con su sueño en una bolsa, se acercó y pegándose como una lapa a mí, me dijo:
-Eres el hombre con el que siempre soñé- tras lo cual poniéndose de puntillas, me besó nuevamente pero en esta ocasión, dejando que mi lengua jugara con la suya.

Contagiado por la pasión de esa mujer, mi única mano libre se recreó en su trasero sin que el objeto de mi lujuria pusiera ningún pero. De no haber tenido otra mano sosteniendo a su hija: ¡hubiera amasado con las dos esa belleza!

La dureza de esas nalgas me tenían obsesionado y por ello, tuvo que ser ella la que poniendo un poco de cordura, se separara. De haberse separado únicamente, no hubiese tenido motivo de enfado pero esa arpía una vez fuera de mi alcance, se echó a llorar diciendo:
-Otra vez me he dejado llevar. Pensaras que soy una puta y que te he besado para pagarte con carne tu regalo.
Por supuesto que eso pensaba pero reteniendo mi furia, contesté:
-Eso jamás. Eres tu quien me tiene que perdonar. Sé que no es el momento pero tengo que decirte que desde que te vi, me pareciste inalcanzable y al besarme, dejé salir la atracción que siento por ti.
Mi confesión era lo que Malena quería oír pero siguiendo con el plan que había fraguado, todavía llorando, me soltó:
-No estoy preparada para otra relación, por favor, ¡llévame a casa!

Adela, su bebé, me conquista y ella me ejecuta.
«¡Tiene cojones el asunto!», mascullé mentalmente mientras conducía de camino a mi chalet. El juego de seducción, al que me tenía sometido esa zorrita, me estaba empezando a cansar. Me tenía hasta los huevos, tener que disimular y aguantar que esa manipuladora siguiera comportándose como una cría ingenua, cuando me constaba su verdadero carácter.
«Todo sea por tirármela», sentencié echando los dados al aire, «cómo no caiga esta noche, ¡la violo!».

Mi cabreo se vio incrementado cuando al llegar a casa Malena desapareció rumbo a su habitación, dejándome por enésima vez al cuidado de Adela.
«¡Esto es el colmo!», me dije mientras veía a esa bebé durmiendo tranquilamente en el cuco, «¡No soy su padre!».
Sobrepasado por una responsabilidad que no era mía, cargué a su retoño y me la llevé al salón, donde dejándola en un rincón, me puse una copa que ayudara a tranquilizarme. Con el whisky en la mano, me puse a dar vueltas por la habitación. Estaba cabreado. Mis planes no iban todo lo bien que a mí me gustaría. Para empezar, ya me había gastado cuatrocientos euros en Malena y el único pago que había recibido había sido un beso.
«Joder, con ese dinero, ¡podía haber pagado una puta de lujo!», rumié mentalmente sin percatarme que me iba acercando al lugar donde dormía plácidamente la bebita.
Adela, ajena a lo que pasaba por mi mente, se desperezó en su cuna y abriendo los ojos, me miró con una ternura que consiguió que se me erizaran todos los vellos de mi piel. Jamás en mi vida, nadie me había contemplado así. Su mirada fresca y carente de malicia se iluminó al reconocerme, o eso pensé, y luciendo una maravillosa sonrisa, levantó sus brazos para que la cogiera.
-Eres una golfilla- susurré sacándola del capazo y poniéndola en mis rodillas.
Para entonces, mis reticencias habían desaparecido y con gusto, comencé a jugar con ella mientras la bebé no dejaba de balbucear incoherencias con su voz de trapo.
Sé que suena raro, pero esa criatura consiguió despertar en mí un sentimiento paternal del que desconocía su existencia y tengo que reconoceros que me encantó. Sí, ¡me encantó disfrutar de sus risas mientras le hacía cosquillas!
-¡Tu padre es un idiota!- comenté en voz baja al no comprender como era posible que las hubiese dejado tiradas a ella y a su madre.
La chavalita sin comprender mis palabras se rio a carcajadas al sentir mis caricias. Enternecido por esos momentos de genuina felicidad, tardé en darme cuenta de lo que le ocurría cuando de pronto la vi enrojecer y no fue hasta que llegó a mi nariz un olor nauseabundo, cuando comprendí que la niña había hecho sus necesidades sobre el pañal.
-¡Qué peste!- exclamé divertido al percatarme que nada malo le pasaba.
Sabiendo el motivo de esa pestilencia, me levanté en busca de Malena. Tras buscarla por la casa, me topé la puerta de su cuarto cerrada y a pesar de mis llamadas, no contestó.
«Coño, ¿ahora qué hago?», me dije al escuchar que incómoda con la plasta maloliente de entre sus piernas, Adela empezaba a llorar.
Los que como yo nunca hayáis sido padres comprenderéis mi desesperación. Con cada berrido de esa niña, mi nerviosismo se vio exacerbado y corriendo fui en busca de la bolsa donde su madre guardaba los pañales, pensando que no sería tan difícil cambiarla.
¡Difícil no! ¡Imposible! Lo creáis o no, recogiendo una muda y las toallitas con las que le había visto hacerlo a Malena, me dirigí al baño.
Para empezar, quien haya diseñado esos artilugios seguro que aprendió en Ikea. ¡No fue un genio sino un perfecto inútil!… ¡No os riais!… Me costó hasta despegar los putos celos que mantenía cerrado el pañal. Lo peor es que tras dos minutos aguantando los lloros, cuando lo conseguí, llegó hasta mí con toda su fuerza el aroma de su cagada.
¡Casi vomito! ¡Fue asqueroso! Aunque esa monada se alimentase únicamente de la leche de su madre, su mierda apestaba a muertos.
Asqueado hasta decir basta, separé las piernas de Adela e intenté limpiarla con tan mala suerte que fue justo cuando estudiaba de cerca como tenía que realizar esa titánica labor, esa preciosa cría decidió que había llegado el momento de vaciar nuevamente sus intestinos y un chorro de excremento fue directamente hasta mi cara.
-¡No me lo puedo creer! ¡Me ha cagado encima!- grité con repugnancia.
Como dictaminó Murphy: “Todo es susceptible de empeorar”. Y así fue, al tratar de retirar la plasta de mis mejillas, tiré el pañal y cayó en mis pantalones. Para colmo Adela, no contenta con ese desaguisado, vació en ese instante también su vejiga, de forma que sus meados terminaron todos en mi camisa.
-¡La madre que te parió!- grité y mirándome al espejó, caí en la cuenta que tenía que hacer algo.
No solo tenía que lavar a esa niña sino además darme un duchazo. No se me ocurrió mejor idea que abrir el grifo del jacuzzi y llenar la bañera.
-Vamos a darnos un baño- murmuré muerto de risa por el ridículo que estaba haciendo.
Tampoco me resultó fácil, desnudarme con Adela en mis brazos. Sin ningún tipo de experiencia, me daba miedo dejarla en algún sitio, no se fuera a caer. Tras unos instantes de paranoia, decidí poner una toalla en el suelo y depositar allí a la cría mientras me quitaba la ropa.
Una vez desnudo, tanteé la temperatura del agua y tras advertir que estaba templada, me metí en el jacuzzi con la bebé. Afortunadamente, sus lloros cesaron en cuanto se sintió en ese líquido elemento y como si no hubiese pasado nada, comenzó a reír dichosa.
-Me reafirmo, ¡eres una pilla!- suspiré aliviado.
La algarabía con la que se tomó ese baño se me contagió y en menos de dos minutos, empecé a disfrutar como un enano en el Jacuzzi. Atrás quedaron la repulsiva sensación de ver mi rostro excrementado, solo existía la risa de Adela.
Justo cuando más me estaba divirtiendo, de pronto escuché desde la puerta una pregunta indignada:
-¿Qué haces con mi hija?
Al darme la vuelta, me encontré con una versión de Adela que no conocía. La dulce e ingenua, así como la manipuladora, habían desaparecido y me encontraba ante una loba protegiendo a su cachorro. La ira que irradiaba por sus poros me hizo saber que en ese momento yo era, para ella, un pederasta abusando de su cría. Totalmente cortado, le expliqué lo sucedido y como había terminado cagado de arriba abajo. Mis sinceras palabras tuvieron un efecto no previsto porque una vez se dio cuenta que no había nada pervertido en mi actuación, la muy cabrona se lo tomó a cachondeo y sentándose en la taza de wáter, se empezó a reír a carcajada limpia de mí.
Su recochineo me cabreó y más cuando ese engendro del demonio viendo mi turbación se dedicó a mirarme con descaro, tras lo cual, descojonada me soltó:
-Para ser casi un anciano, estás muy bueno desnudo.
Instintivamente me tapé y Malena al comprobar mi reacción, decidió incrementar su burla diciendo:
-¿Temes que intente violarte?
Enojado, contrataqué:
-¿Te parece normal estar ahí sentada mirando a un desconocido mientras se baña?
Muerta de risa, contestó que tenía razón y fue entonces cuando nuevamente me dejó perplejo al levantarse y dejar caer su ropa mientras me decía:
-Hazte a un lado para que quepamos los tres.
Confieso que no me lo esperaba y por ello solo pude obedecer mientras mis ojos se quedaban prendados con los impresionantes pechos que lucía esa nada indefensa damisela.
-¿Qué haces?- alcancé a decir cuando sin pedir permiso se acomodó a mi lado en la bañera.
Con una sonrisa de oreja a oreja, me respondió al tiempo que me quitaba a su Adela de las manos:
-Bañarme con mi hija y con un desconocido.
No sé qué me impactó más, si su desfachatez o la suavidad de su piel mojada contra la mía. Lo cierto es que como un resorte, mi verga se empinó entre mis piernas, dejando claro a esa arpía la atracción que sentía por ella. Malena no se dejó intimidar por mi erección y haciendo como si no se hubiese enterado, buscó su contacto jugando con la bebé. Ni que decir tiene que puedo ser burro pero no idiota y rápidamente comprendí que esos toqueteos, de casuales no tenían nada.
«¡Quiere ponerme cachondo!», exclamé para mí al notar que disimuladamente restregaba mi pene con uno de sus muslos.
La situación me tenía confundido y por eso poca cosa pude hacer cuando, incrementando exponencialmente su acoso, se colocó entre mis piernas. Reconozco que para entonces mi temperatura era mayor que el del agua pero me reconoceréis que era lógico, ya que en esa postura su trasero entraba en contacto con mi miembro.
-¿No te parece que te estás pasando?- pregunté.
Hipócritamente me contestó mientras apoyaba su espalda contra mi pecho:
-Solo somos dos adultos bañando a un bebé.
Lo irónico del asunto fue que, desde que conocí a esa mujer, había deseado tenerla desnuda entre mis piernas pero en ese momento, estaba avergonzado. Desconozco si mi cortedad fue producto de la presencia de su hija o por el contrario, lo que me ocurrió fue consecuencia de que ella llevara la iniciativa. La verdad es que no supe qué coño decir cuando Malena aprovechó mi “timidez” para colocar mi pene entre los pliegues de su sexo.
Ese acto disolvió todos mis reparos y llevando mis manos hasta sus pechos, besé el lóbulo de su oreja mientras susurraba en voz baja:
-Para ser casi una chiquilla, tienes unas tetas impresionantes- y recalcando mi admiración con hechos, con mis dedos empecé a recorrer sus pezones.
Sus areolas se erizaron de inmediato y su dueña aunque no dio muestra de rechazo, tampoco hizo ningún gesto de aceptación. Su falta de respuesta azuzó mi lado perverso y dejando caer mi mano, me aproximé a su coño.
-Cariño, nuestro caballero andante está siendo travieso- comentó a su hija al notar que mis dedos habían sobre pasado el bosquecillo perfectamente delineado y estaban separando los labios de su vulva.
Su implícita aceptación me permitió rebuscar y hallar el botón que se escondía entre ellos. Una vez localizado, con mis yemas me dediqué a acariciarlo mientras esperaba una reacción por su parte.
-Umm… está siendo muy travieso- gimió sin reconocer que era lo que deseaba.
Sabiendo que no había marcha atrás, me puse a masturbarla mientras con la otra mano pellizcaba suavemente sus pezones. Durante un par de minutos, Malena se dejó hacer hasta que, ya excitada, comenzó a restregarse contra mi verga con un movimiento de vaivén que me dejó encantado.
-¿Te gusta mi lanza?-pregunté siguiendo su broma.
-Mucho- murmuró fuera de sí.
Ratificando su afirmación, cogió mi ariete y presionándolo contra su coño, inició un lento cabalgar dejando que se deslizara una y otra vez por sus pliegues sin llegar a meterlo. La sensualidad del momento fue tal que no quise romperlo tratando de follármela sin más y por ello, gocé con la mutua paja que ambos nos estábamos regalando sin quejarme. También he de reconocer que aunque me daba morbo que Malena tuviese sobre su pecho a su hija, la presencia de ésta me hizo ser más precavido y no intentar forzar más allá de lo necesario.
-Nuestro caballero andante está siendo muy malo con tu mamá- rezongó presa del deseo como si hubiese escuchado mis pensamientos.
Adela, ajena a lo que realmente estaba ocurriendo, acercando su boca al pecho de la mujer, se puso a mamar.
-¡Dios!- sollozó su madre al sentir ese nuevo estímulo y mientras mis dedos la masturbaban y ella se restregaba contra mi polla, soltó un aullido y se corrió.
Lo creías o no, a pesar de estar inmersos en la bañera, fui consciente de su orgasmo al sentir su flujo impregnando toda mi verga con su característica densidad, muy diferente a la del agua y contagiándome de su placer, el inhiesto cañón de entre mis piernas escupió blancos obuses que quedaron flotando por la bañera.
Malena al recuperarse y ver esa nata sobre la espuma, se echó a reír. Para acto seguido, darme un beso rápido en los labios y levantarse junto con Adela. Ya desde fuera del jacuzzi, me dijo muerta de risa:
-Gracias por el baño. Nos vemos a la hora de comer.
Tras lo cual salió corriendo rumbo a su habitación, dejándome totalmente insatisfecho, solo pero sobre todo perplejo y por ello no pude más que mascullar:
-¡Será puta! ¿Y ahora qué hago para bajar mi erección?- porque aunque me acababa de correr, eran tanta mi calentura que mi pene no se me había bajado.
Sabiendo la respuesta, me puse a pajearme mientras pensaba en esa nada ingenua y manipuladora muchacha…

Relato erótico: “El club (10)” (POR BUENBATO)

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EL CLUB 10

Si alguna vez se había sentido preocupado por aquella situación, no se comparaba con ese momento. A veces, Eliseo imaginaba a la policía tocar su puerta y llevárselo directo al juez civil. Entendió entonces lo lejos que había llegado y lo mucho que se había arriesgado. Además de eso, las cosas habían empeorado.

Ahora Blanca no le dirigía la palabra. Y de Santino y Sarah, ni hablar. Ella lo había tranquilizado por teléfono, pero no había sido clara, esperaba que a Santino se le enfriara la cabeza y pudieran hablar ambos. Pero si no, Santino saltaría de inmediato y lo denunciaría. Era todo un embrollo, y Eliseo se había metido en él. Había pasado de convertir su paraíso terrenal en un infierno.

– Creo que Blanca sólo está molesta – dijo Pilar, sacándose su verga de la boca – por el hecho de que hayas invitado a alguien más. Una vez ella y yo platicamos sobre eso, y prometimos que nadie más lo sabría. Ella creyó que todo esto sería sólo entre nosotros, como un secreto.

Eliseo le acarició el rostro. Pilar era ahora lo único que tenía. Le sorprendió escuchar aquello de ella. Parecía como si, en silencio, la chiquilla fuera la única en comprender lo que estaba sucediendo. Acarició suavemente sus mejillas antes de que ella regresara a engullir su glande.

Habían comido juntos, con sus padres, sin que se atrevieran a decir nada. El padre de las chicas intentó animarlos, pero encontró inútil cualquier intento. Rendidos, regresaron a la oficina, preguntándose sin duda qué estaba sucediendo entre sus hijos.

Blanca se dirigió directamente a su cuarto, sin que Eliseo se atreviera a detenerla. No sabía cómo pedirle disculpas por lo sucedido, y ella no parecía estar dispuesta a escuchar nada de él. Estresado, Eliseo se dirigió a la cocina, donde Pilar lavaba los trastes. Se colocó tras ella, abrazándola mientras su entrepierna se acurrucaba sobre el suave culo de la chiquilla.

Pilar adivinó la desnudez en la que se hallaba Eliseo, pero no se atrevió a decir nada y tampoco intentó zafarse. Tranquilamente terminó de lavar los trastes, y apenas terminó, las manos de Eliseo la invitaron a arrodillarse ante él.

Sin la menor duda, ella obedeció. Y recibió en su boca la endurecida verga que su hermanastro le ofrecía. Minutos después, Eliseo tomó asiento en una silla del comedor de la cocina. Llevaban más de diez minutos así, en lo que parecía más un masaje relajante que una mamada. Eliseo sonrío, adivinando que la chica deseaba hacerlo sentir mejor a su manera. Acarició su cabello, antes de empujar su cabeza hacía atrás. Fue cuando comenzaron a hablar de Blanca.

– Quizás tengas razón – dijo Eliseo – Pero es probable que ella no quiera volver a…participar – aún no sabía cómo expresar el hecho de que se follaba a sus propias hermanastras

Minutos después, la hizo ponerse de pie. Y la colocó recargada de sus hombros sobre un taburete alto de la barra de la cocina. De esa manera, se colocó de cuclillas tras ella. Sus manos alzaron su falda escolar sobre su espalda, revelando las bragas rosadas de algodón que cubrían su precioso culo. No tardó en deslizar sus bragas hacia abajo, dejando su trasero desnudo ante él. Eliseo llevó de inmediato su boca hacia la chica, y sus labios chocaron cálidamente sobre las blandas carnes de sus glúteos.

Continuó así largo rato, como si aquel suculento trasero fuera lo único comestible en el mundo. Entonces, enloquecido de deseo, sus manos apretujaron las nalgas, y ayudaron que aquel canal oscuro se abriese para que la boca de Eliseo pudiera deslizarse hacia el canal que se formaba entre ambos glúteos. Pilar sólo pudo cerrar los ojos, ante la extraña sensación que la lengua de su hermanastro provocaba en su esfínter. Era la primera vez que sentía algo así, y deseaba salir huyendo.

Pero no se atrevió. Lo que menos deseaba en aquel momento era disgustar más a Eliseo. Dejó que aquella lengua explorara aquella zona, sintió los lengüeteos desesperados con los que su hermano atacaba la zona de su ano. De pronto, un respiró apareció cuando la boca del muchacho se instaló en su coño. Entonces comenzó a suspirar de placer, sintiendo como su coño se iba humedeciendo más y más conforme la excitación aumentaba su intensidad. A esa altura, ya extrañaba la lengua de Eliseo en el ojo de su culo.

Y entonces la boca de Eliseo regresó a su esfínter. La fuerte lengua del muchacho lograba por momentos deslizarse entre su apretado ojete, que cedía ante la desesperada fuerza del muchacho. Poco a poco, las molestias de Pilar fueron disipándose, y un curioso placer la hacía preguntarse qué era aquella sensación que Eliseo provocaba con su boca. Con el tiempo, comenzó a pensar que la lengua de su hermanastro no estaba siendo lo suficientemente larga. Aquello le empezaba a parecer excitante.

Una pausa interrumpió aquello y, expectante, Pilar aguardo hasta que reconoció el glande de su hermanastro abriéndose paso a través de la entrada de su coño. En segundos, la verga endurecida de Eliseo se encontró dentro de su hermanastra, y Pilar acomodó sus piernas para hacer aquello más cómodo. Los vaivenes de Eliseo comenzaron, y Pilar comenzó a disfrutar entre jadeos los movimientos de su hermanastro. El muchacho lo hacía extrañamente lento, dándole la oportunidad a su hermanastra de sentir cada pliegue y vena dibujados a lo largo del tronco de su falo.

– Te quiero – dijo Eliseo, de una manera tan extraña que Pilar no lo hubiese creído de no ser porque lo repitió – Te quiero mucho.

Pilar no supo qué decir, apenas y se atrevió a girar el cuello, para recibir un beso de Eliseo. Con sus labios unidos, y la verga de su hermanastro dentro de sí, la chiquilla sintió detenerse el tiempo. Entonces sintió el dedo de Eliseo introducirse en su ano; fue tan repentino que esta sólo se percató del hecho hasta que las yema del dedo invasor acariciaba las paredes internas de su culo. El segundo dedo fue más doloroso, pero no hizo nada para detenerlo, porque el tener la verga de Eliseo clavada en su concha ya representaba demasiado.

Sin dejar a un lado sus lentas embestidas, Eliseo comenzó un mete y saca de ambos dedos sobre el culo de su hermanastra. Los había lubricado con sus propios jugos vaginales, pero no se había atrevido a ir más adentro, pues el dolor se dibujó de inmediato en el rostro de la confundida chica.

Sacó sus dedos y después su verga, y dirigió a Pilar a la sala. La sentó sobre el sofá y regresó a la cocina.

– Ve quitándote la ropa – le ordenó, al tiempo que desaparecía hacia la cocina.

La chica obedeció, y un par de minutos después, Eliseo regresó con varios utensilios de cocina y la botella de aceite de oliva. La chica imaginó lo que sucedía, pero no quiso hacer preguntas.

Eliseo dejó las cosas sobre la mesita central de la sala y se acercó a ella, que lo esperaba completamente desnuda sobre el sofá.

– Ponte así – dijo, alzándole las piernas, que la chica después tuvo que abrazar, de tal manera que la zona de su coño y su ano quedaban completamente expuestas.

Su hermana le había rasurado hacía varios días el coño, por lo que su entrepierna estaba salpicada de puntitos oscuros que revelaban el nuevo vello en crecimiento. Su coño manaba los jugos de su excitación, y su ano brillaba por la reciente invasión.

– ¿Qué harás? – preguntó reservadamente Pilar, como si tuviera alguna importancia.

– Romperte el culo – soltó Eliseo, con una serenidad extraña – Pero debo prepararte.

– ¡Ah! – dijo la chica, como si sólo hubiese preguntado la hora.

Eliseo colocó aceite en un pequeño plato de vajilla, de esa manera embadurnó con facilidad la parte posterior de una cuchara. Con el liso mango de la cuchara listo, Eliseo la apuntó a la entrada del ano de la chica.

Entró con relativa facilidad, y no fue hasta que a la punta chocó con las primeras paredes del interior de su ano, a mitad del mango, que la chica desdibujó su rostro para dar paso a una verdadera expresión de dolor. Pero lo soportó, y no tenía otra opción pues Eliseo no detuvo su avance hasta que el mango por completo no se hallo dentro de su culo.

El muchacho inició un lentísimo mete y saca, desde la punta hasta la cuchara completa. La chica soportaba el dolor con fuertes respiraciones, pero al menos Eliseo tenía el suficiente cuidado de no dañarla. La confundida mente de Pilar no distinguía ya la diferencia entre el dolor y el placer.

A continuación, Eliseo dejó sobre la mesa la cuchara, y tomó una espátula. Esta tenía un mango más largo, grueso y curvo de acero inoxidable. Sumergió el mango en el aceite y volvió a dirigirse al sofá, donde el palpitante esfínter de su hermanastra lo esperaba.

Los labios de Pilar se abrieron, soportando silenciosamente el dolor provocado por el abrirse paso de aquel objeto. Era un objeto frío y grueso que le provocó una sensación distinta. Se preguntaba a esas alturas cómo sería entonces recibir la verga de Eliseo.

– ¿Qué hacen? – preguntó, sin inmutarse siquiera de la completa desnudez en la que se hallaban.

No habían escuchado los pasos de Blanca, que se acercaba silenciosamente a la sala. Parecía haber despertado de una siesta; vestía unos pantalones de pijama azul marino con puntos blancos y una sencilla blusa de tirantes blanca que dejaba ver un sostén violeta debajo.

Si Eliseo se sobresaltó por ello, no lo demostró. Alzó la vista sólo para tranquilizar con su actitud serena a la nerviosa mirada de Pilar. Que miraba hacia abajo, evitando a toda costa la mirada de su hermana mayor.

Blanca llegó y recargó sus hombros sobre el respaldo del sofá. Miró lo que Eliseo estaba haciendo, pero ni siquiera se inmutó.

– ¿Qué parece? – preguntó Eliseo, con unas absurdas ganas de discutir.

Blanca se lamió los labios, estaba claro que no quería discutir. Se acercó y se agachó de cuclillas a un lado de Eliseo. Llevó su mano y la colocó sobre la de su hermanastro, que sostenía la espátula.

– ¿Puedo?

Eliseo no supo que decir. Su hermanastra le estaba ofreciendo ayuda para dilatarle el culo a su propia hermana. Pero era una lucha de imperturbabilidad, y Eliseo soltó la espátula como si la estuviese usando para cocinar.

Blanca sacó ligeramente el mango de la espátula, como si evaluara hasta qué grado el culo de su hermana podía soportarlo a aquellas alturas. Pasada aquella indagación, comenzó un mete y saca. Pero lo hizo con demasiada rapidez, a tal grado que Eliseo pensó si debía intervenir por el bien del pobre culo de Pilar, cuyos gemidos ya eran bastante claros. Pero no intervino, en vez de ello, vio cómo Pilar dirigía una mirada de ruego a su hermana mayor que, mirándola fijamente, no paraba la intensidad de sus manos.

Cuando los gemidos de Pilar se estaban convirtiendo en verdaderos gritos, Blanca se detuvo. Pilar suspiró aliviada, su pobre esfínter estaba enrojecido, y su hermana ni siquiera sacó la espátula, sino que la dejó clavada dentro de Pilar, que la sostenía con los agotados músculos de su recto.

– Eliseo – dijo Blanca, sin voltear a verlo

Eliseo ni siquiera estaba seguro de haberla escuchado, por la bajo de su voz.

– ¿Qué? – se atrevió a decir

– No estamos peleados – dijo Blanca, un poco más claro – No somos pareja, no tenemos que actuar como tal.

Eliseo no supo cómo interpretar aquello. Parecía que Blanca no hablaba más que para sí misma.

– Ok – dijo él

Blanca apretó los labios y volvió a tomar la plancha de la espátula; el rostro de Pilar se enrojeció aún más.

Aunque no decía nada; la verga de Eliseo se había endurecido hasta el límite. La escena que se desarrollaba frente a él era tan morbosa que se sorprendió de si mismo al haber logrado mantener de aquella manera la calma. Sus pantalones estaban a punto de estallar, mirando cómo Blanca masturbaba el ano de su hermanita, pero su rostro apenas y mostraba rastros de perturbación.

Blanca se mantuvo metiendo y sacando el mango de la espátula. A veces giraba hacía la mesita, para empapar un poco de aceite el objeto antes de volverlo a insertar en el culo de su hermana. Al menos estaba funcionando, cada vez el esfínter de Pilar se resistía menos a la penetración y en su mirada el dolor iba desapareciendo para dar paso al confuso placer que le comenzaba a provocar.

Entonces Blanca se detuvo y soltó de nuevo la espátula, dejándola otra vez insertada hasta el fondo del culo de Pilar. Eliseo nunca había tenido una pareja con la que durara más de algunos meses, por lo que no alcanzaba a comprender el extraño y sinsentido comportamiento que podía llegar a tener una mujer. Por eso no entendió porque Blanca se enderezó para deslizar sus pantalones y sus bragas a nivel del suelo, antes de acomodar sus rodillas y ofrecerle su culo completamente abierto.

– Bueno – murmuró, tratando de conservar la calma en su voz nerviosa – Si no quieres hablarme no me hables, pero quiero que me hagas lo que le ibas a hacer a Pilar.

Eliseo no supo qué contestar. El ojete de Blanca era de un tono más oscuro que el rosado claro de Pilar. Aunque no parecía haber sido penetrado nunca, al menos daba la sensación de ser menos apretado que el pobre esfínter de la más chica. De alguna manera Blanca logró mover sus músculos para hacer palpitar la entrada de su ano, en una clara invitación para su hermanastro.

Di un paso y después otro, quedando justo por encima del trasero de Blanca, que había regresado a su trabajo con la espátula y el recto de Pilar. Comprendió que Blanca no requeriría un trabajo previo de dilatación. Tomó la botella y con cuidado dejó caer un solo hilillo de aceite sobre la parte superior de sus nalgas, que se canalizó de inmediato hacia su arrugado ojete.

Dejó caer otro hilillo sobre su glande descubierto, y masturbó ligeramente su tronco para embadurnarlo brevemente. Cuando estuvo listo, dobló sus rodillas lo necesario para que la punta de su verga chocara con el esfínter de su hermanastra. Era la primera vez que penetraría a una mujer por el culo, y era también la primera vez que un pene penetraría el virgen ojete de Blanca.

Dejó irse, pero el apretado anillo de la chica le recordó que aquello sería distinto a lo acostumbrado. Fue incapaz de avanzar ni siquiera un centímetro entre los apretados músculos anales. Suspiró, comprendiendo que aquello no iba a ser fácil. Sostuvo las caderas de Blanca, para ejercer contra fuerza en el momento de penetrarla.

Volvió a intentarlo, y esta vez el glande pudo deslizarse hacía su culo. Sintió un dolor por la fuerza con la que Blanca abrazaba la sensible cabeza de su verga, pero lo soportó y siguió avanzando. La lubricación del aceite ayudó mucho una vez que se halló dentro, y era cuestión de tener cuidado de no lastimar a su hermanastra dentro de su interior.

– ¡Ahhh! – se quejó Blanca, cuando Eliseo decidió penetrarla completamente

Pilar se mordía los labios, porque Blanca había perdido las fuerzas de su mano y había clavado dolorosamente la espátula en su culo.

Eliseo permaneció unos segundos inmóvil, parecía querer memorizar para la posteridad la textura y calidez del interior de Blanca. Sólo después comenzó a sacar y a meter en lentos deslizamientos su verga.

– ¡Uhhhhhh! – tembló Blanca, en los primeros movimientos.

Pero el muchacho no se detuvo, parecía buscar el ritmo perfecto para provocar el ano de su hermanastra.

Con el tiempo Eliseo había logrado normalizar los mete y saca con los que arremetía contra el culo de su hermanastra. Blanca había acomodado sus caderas para facilitarle la tarea, mientras externaba el placer que Eliseo le proporcionaba a través de la espátula con la que estimulaba al ano de su hermana.

A veces Blanca alzaba la vista para mirar a Pilar, y esta sólo le compartía una expresión de confidencialidad. Pero la hermana mayor no buscaba eso, e intensificaba los movimientos de sus brazos hasta que provocaba que la boca de la chiquilla se abriera en forma de O del placer provocado. Entonces Blanca sonreía satisfecha, antes de regresar a sus gemidos provocados por las penetraciones de su hermanastro.

Los movimientos de Eliseo fueron intensificándose, y de igual manera, los de Blanca. La cabeza de Blanca comenzó a perturbarse por aquel extraño goce, y a veces buscaba cualquier cosa con la cual distraerse; era entonces cuando su boca descendía para posarse sobre el coño de su hermanita y besar sus labios, y lamer su entre pierna sin dejar de penetrarla una y otra vez con la espátula. Llevó su lengua hacía arriba, y estimuló durante buen rato el diminuto clítoris que se escondía entre los labios superiores de Pilar. La excitada mirada de Pilar era suficiente para que Blanca quedara satisfecha.

Pero tuvo que detenerse, porque entonces las arremetidas de Eliseo aumentaron su velocidad y Blanca ya no fue capaz de otra cosa más que de seguir moviendo torpemente la mano con la que estimulaba el culo de su hermana y de gemir intensamente de Placer. Sus gritos comenzaron a invadir toda la sala, y Eliseo se preguntó si alguien de fuera podría escucharlos. Él mismo se sentía tan extasiado que sus respiraciones eran sonoros jadeos.

Pilar también debió inspirarse en los gemidos de su hermana, y comenzó a atreverse a gimotear cada vez más alto. En verdad había tratado de reprimir sus enloquecidos quejidos de placer, pero ahora que Blanca gritaba descontroladamente se atrevió a unirse al coro. Esto provocó que su hermana mayor aumentara la velocidad de su mano, lo que hizo más intensos los gemidos de Pilar.

– ¡Cabrón! – gritó Blanca, cuando sintió una fuerte embestida de Eliseo

– Joder – era lo que decía Eliseo – Joder, puta.

Aquello provocó que Blanca comenzara a convertirse en una guarrilla, y ordenó a los músculos de su culo a apretar aún más el duro tronco de Eliseo.

– ¡Qué perra eres! – acusó el muchacho, que sabía perfectamente lo que Blanca pretendía.

Por toda respuesta, Blanca continuó apretando su ano y Eliseo siguió aumentando el rigor de sus embestidas. En una lucha de placer que estremecía a ambos por igual.

De pronto los gritos de Pilar aumentaron repentinamente su intensidad; Blanca pudo sentir como el esfínter de su hermanita parecía aflojarse, y unas extrañas convulsiones aparecieron en su coño y en su culo. Blanca sonrió, su mente, dominada por el placer comenzó a soltar improperios inimaginables hacia su hermanita.

– Te estás corriendo – dijo, con la voz entrecortada por las embestidas de Eliseo – Te estás corriendo, puta zorra. – repitió, mientras aumentaba sádicamente los movimientos de su mano.

Pilar abrazó con fuerza sus rodillas, tratando de soportar el terrible placer que recorría su cuerpo.

– Córrete, puta. ¡Córrete! – se unió Eliseo, quien miraba asombrado cómo el coño de Pilar comenzaba a escupir extraños fluidos

Aquella situación era tan morbosa y trastornada que los tres estaban irreconocibles.

– ¡Perra! ¡Perra! – continuaba Blanca, al tiempo que sus manos iban perdiendo fuerza pues ahora su cuerpo comenzaba a traicionarla. Soltó la espátula y colocó su mano sobre el suelo.

Sintió entonces lo que Pilar estaba sufriendo, porque de pronto sintió perder sus fuerzas y su cabeza se desplomó sobre el mojado coño de Pilar. Parecía como si fuese a desmayarse, pero en realidad se estaba corriendo.

Eliseo se percató de ello, por que sintió cómo el recto de Blanca vibraba alrededor de su verga. Justo a tiempo, porque él también tenía unas ganas tremendas de correrse. Desde la espalda hasta las nalgas, la piel de Blanca se estremeció, y de pronto Eliseo se sorprendió al sentir como una ligera brisa liquida salpicaba sus testículos. Bajó la vista y vio cómo una especie de fluido escapaba en pequeños borbotones del coño de su hermanastra.

Aquello fue más suficiente para Eliseo, quien entonces tomó a la chica fuertemente de la cintura, la penetró hasta el fondo y se detuvo para comenzar a manar su leche en su interior. Nunca antes había sentido tanto placer al eyacular, pues el estrecho culo de Blanca parecía extender el placer.

– ¡Mierda! – expresó Blanca, que seguía recostada en la entrepierna de una Pilar que miraba hacía el techo agotada, como si estuviese en pleno viaje provocado por algún hongo alucinógeno – Joder, que bien – agregó, mientras sentía el cálido fluir con que la leche de Eliseo rellenaba su culo.

Pilar dejó caer sus piernas al suelo, agotada, pero sin hacer que su hermana tuviera que alzar su cabeza sobre su coño.

Eliseo también se desplomó sobre el culo de Blanca, sin sacar su falo de su culo.

Recostada sobre Pilar, Blanca comenzó a reír extrañamente. Eliseo y Pilar se miraron extrañados, pero una sonrisa escapo de sus labios y pronto unieron sus enloquecidas risas a la mayor de las hermanas. Era como si estuviesen firmando un acuerdo de complicidad, como si aquel momento estuviera destinado a convertirse en un secreto que sólo ellos tres compartirían.

Entonces el teléfono de la sala comenzó a sonar. Todos voltearon al mismo tiempo, con una extraña sensación de nervios.

– Pásamelo – le ordenó a Pilar, que obedeció tan rápido que ni siquiera se sacó la espátula del culo al ponerse de pie.

Parecía un tierno patito, con la lámina de la espátula a modo de una graciosa colita. La chica respondió rápidamente.

– ¿Bueno?

– ¿Blanca?

– No, soy Pilar.

– Hola, ¿está Eliseo? Soy Sarah, la herma…

– Sí – le interrumpió la chiquilla – Te lo paso.

Se acercó a Eliseo y le entregó el teléfono.

– ¿Bueno?

– ¿Eliseo?

– Sarah, dime.

– He estado platicando con Santino, ya le hice entender las cosas.

Eliseo no entendió a qué se refería exactamente con eso. Se incorporó.

– ¿Cómo es eso? – dijo, al tiempo que sacaba su verga casi flácida del culo de Blanca.

Una pausa apareció, y a Eliseo le pareció escuchar la voz de Santino en el fondo, diciéndole algo así como “que lo sepa de una vez”.

– Él y yo también hicimos, lo que tú haces con Blanca y Pilar – dijo al fin Sarah, como si aquello fuera una revelación prohibida.

Santino sonrió, ¿por qué a todos les costaba trabajo decir aquellas cosas como son? Vio cómo una gota de semen se escapaba del ano de Blanca en el momento en que esta se incorporaba para sentarse al lado de Pilar, quien ya tenía la espátula en sus manos.

– Entiendo – dijo, tratando de no sonar sorprendido – No sé…

– Creo que deberíamos reunirnos – continuó Sarah, como si sólo tuviera el valor de decirlo una sola vez – Todos, nosotros y ustedes.

– ¿Para qué?

Sarah suspiró.

– Imagínatelo.

Eliseo se lo imaginó. Acordaron el fin de semana, en casa de los padres de los gemelos, quienes estarían fuera sábado y domingo.

Cuando Eliseo colgó, las expectantes miradas de sus hermanastras lo esperaban, curiosas.

– ¿Qué te dijo? – preguntó Blanca.

Eliseo las miró, buscando la manera de explicar las cosas.

– Quieren que nos veamos; iremos este fin de semana a la casa de sus papás.

CONTINUARÁ…

Relato erótico: “Thriller” (POR ALEX BLAME)

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THRILLER

Ramón se dio unos últimos toques a los rizos de su peluca frente al espejo retrovisor y salió a la fresca noche de Hallowen.

Mientras se acercaba a la casa de Diana miró hacia el cielo. La luna grande y oronda les observaba agazapada tras las nubes que se desplazaban lentamente arrastradas por un suave viento del sur.

—¡Hola Ramón!, Que disfraz más logrado. Date la vuelta y deja que te eche un vistazo. —dijo Diana al abrir la puerta de su casa.

Ramón levantó un brazo y dio una torpe pirueta y un gritito mientras se agarraba el paquete. La cazadora de cuero roja con las dos tiras negras dispuestas en v y los pantalones a juego crujieron a pesar de que se veían bastante ajados.

—¡Tachan! —exclamó él extendiendo los brazos.

—A pesar de que los zapatos negros y los calcetines blancos es lo correcto, sigues dándome grima. —dijo ella.

—¡Ja, lo dices tú meneando esa fusta!

Diana estaba espectacular vestida con un corpiño de cuero que realzaba su esbelta figura completado con un culotte también de cuero, unas medias de rejilla y unas botas de tacón de aguja hasta las rodillas. El largo pelo rubio se lo había teñido de violeta oscuro y se lo había recogido en un apretado moño escondiéndolo bajo una gorra de cuero de reminiscencias nazis.

Ella sonrió enseñando unos dientes blancos y brillantes como perlas que contrastaban con el maquillaje oscuro que adornaba sus labios y rodeaba sus ojos. Ramón sintió una punzada de deseo al ver a Diana morderse el labio y agitar la fusta haciendo que chasquease contra sus botas.

—¡Vamos! —dijo Diana cerrando la puerta.

—Cuando quieras dirty Diana. —dijo Ramón haciendo una torpísima imitación del Moonwalker.

—Sin pasarse pequeño Michael —replicó ella dándole un suave golpe con la fusta en el muslo.

Subieron al coche y veinte minutos después estaban aparcando. Al salir del coche oyeron la banda sonora de Blade salir por todas las grietas de aquella vieja fábrica abandonada.

Los organizadores no habían necesitado mucho para convertir aquel edificio en un lugar oscuro y siniestro. La fábrica Homs era una gran nave de ladrillo de finales del diecinueve con grandes ventanales oscurecidos por el polvo y espesas telas de araña. La mastodóntica maquinaria textil estaba oxidada y parecía no haber sido usada en decenios. Hasta habían tenido suerte con los antiguos focos que aun funcionaban bañando todo el lugar con una luz mortecina.

Los organizadores habían situado grandes altavoces intentando cubrir todos los espacios y habían colocado jaulas con fantasmales gogós retorciéndose al ritmo de la música. La barra tenía casi cuarenta metros de longitud, la habían adosado a la única pared libre de maquinaría y la habían poblado con esculturales camareros y camareras vestidos con uniformes de aire gótico.

En cuanto entraron, Diana le cogió por el brazo y lo arrastró a una de las múltiples pistas de baile. La chica se pegó a Ramón inmediatamente y comenzó a bailar apretando su cuerpo contra el de él, exhibiéndolo con malicia. Ramón le acompañaba moviendo ligeramente las piernas y sujetándole por la cintura sin perderse ninguno de sus contoneos.

El escueto vestido y la mirada traviesa bajo la gorra ligeramente ladeada atrajo a varios moscones, incluso un par de ellos intentaron acercarse y afanarle la chica a Ramón recibiendo sendos fustazos acompañados de crueles sonrisas.

Bailaron sin descanso durante más de una hora, hasta que Ramón, agotado, se llevó a Diana hacia la barra. Pidieron dos cervezas. Diana retrasó la cabeza y bebió con avidez. Ramón observo el largo cuello de la joven moverse mientras tragaba la cerveza fresca. Él dio un trago a la suya sin apartar los ojos del cuello y del pecho ligeramente sudoroso de la joven. Esperó con paciencia a que la chica terminara la cerveza y le dio un suave beso.

Diana reaccionó devolviéndoselo y pegando su cuerpo contra el de él.

—Creí que no lo ibas a hacer nunca. —dijo ella dejándose asir por la cintura y dándole un segundo beso más largo y húmedo.

La lengua de Diana entró en su boca, traviesa y apresurada, explorando cada rincón y colmando la boca de Ramón con una mezcla de aromas de cerveza y frutos secos. Sin pensar recorrió con sus manos la espalda y el cuello de la joven que respondió suspirando sin dejar de besarle.

—Cabrón, que bien besas. Espero que todo lo hagas así de bien. —dijo ella dándole un ligero fustazo en el culo.

Ramón no respondió y se limitó a recorrer el cuello de la joven con sus labios con suavidad, mordisqueando aquí y allá a medida que subía por el hacia su oreja.

—Vámonos, —le susurró él al oído— tengo una sorpresa.

Tras diez minutos de forcejeo consiguieron salir de la improvisada macrodiscoteca y llegaron al coche.

—¡Eh qué haces! —dijo Diana un poco mosqueada cuando Ramón le ciñó un pañuelo oscuro entorno a sus ojos.

—Tranquila, es una sorpresa, —dijo el tratando de serenarla— y estoy seguro de que te gustará.

Diana refunfuñó un poco pero se dejó hacer sentándose obediente, aunque un poco tensa, en el asiento del coche.

Ramón se sentó tras el volante y luego se inclinó sobre Diana; con la excusa de colocarle el cinturón de seguridad aprovechó para rozar con su boca las clavículas de la joven.

Diana suspiró y le insultó en voz baja un poco más relajada. Ramón arrancó el coche y encendió el radio CD. La música de Leonard Cohen ayudó a construir una atmósfera melancólica.

—Ya veo que lo tenías todo preparado. —dijo ella— ¿No me vas a dar una pista de adónde vamos?

—No, nada de nada.

El trayecto no fue muy largo y llegaron a su destino en apenas veinticinco minutos. Cuando Diana salió, ayudada por Ramón, una suave brisa le asaltó poniéndole la piel de gallina.

—¿Dónde estamos?

—Paciencia, en dos minutos habremos llegado y lo sabrás.

Ramón le cogió de la mano y le guio. Los tacones de sus botas se hundían en la tierra húmeda y le obligaban a apoyarse en Ramón para no tropezar. Se pararon un momento antes de oír un ruido de cadenas y unas bisagras que crujieron y chirriaron intentando oponerse sin éxito a los empujones de Ramón.

El barro dio paso a la grava y anduvieron unos metros hasta que finalmente Ramón se paró y abrazando a la joven por detrás le susurró al oído.

—It’s close to midnight and something evil’s lurking in the dark

Under the moonlight you see a sight that almost stops your heart

You try to scream but terror takes the sound before you make it

You start to freeze as horror looks you right between the eyes

You’re paralyzed*

Con la última sílaba, Ramón tiró del pañuelo dejando que la joven recuperase la vista.

—¡Qué fuerte! —dijo ella, sonriendo al ver el panteón de mármol blanco adornado con una multitud de rosas y claveles.— ahora sé porque tardaste tanto en llegar hoy.

—Tenía que prepararlo todo, —le susurró Ramón al oído mientras abrazaba a la joven por el talle acercando su culo contra él— No te imaginas lo que me ha costado recoger todas las flores. he dejado casi limpias las tumbas de los alrededores.

Diana se giró y le dio un largo y cálido beso a Ramón, dejando que este repasase todo su cuerpo con las manos. Apoyándose con las manos en los hombros de él dio un salto y se sentó sobre la lápida. Las flores le protegieron del frio mármol y amortiguaron la caida. Ramón intentó abalanzarse sobre ella. Con una sonrisa la chica levantó sus piernas y le detuvo poniendo sus tacones de aguja sobre el pecho de Ramón.

Frustrado agarró las botas de ella por los tobillos se los besó; continuó avanzando con labios y manos, pierna arriba hasta llegar al interior de los muslos de Diana. La joven suspiró y le revolvió el pelo con la fusta. Sin dejar de besarla, levantó unos momentos la vista y se paró hipnotizado observando como el sexo de la joven tensaba y se marcaba en el fino cuero negro del culotte.

Diana le dio un golpecito con la fusta para sacarle de su ensimismamiento y Ramón con un gesto rápido se lanzó sobre el sexo de la joven que se dobló emitiendo un grito de placer.

Ramón no esperó, deseaba explorar el sexo de la joven sin barreras. De dos tirones le apartó el culotte hasta las rodillas y separándole las piernas todo lo posible se sumergió en la entrepierna de Diana. El chico notó como la vulva crecía en el interior de su boca y se abría ante sus ojos como una cálida y húmeda flor.

Diana gimió aguijoneada por el deseo y con una mano tiró de la suave piel de su monte de Venus para exponer la parte más sensible de su sexo a la boca de Ramón.

Ramón no se cortó y lamió y mordisqueó las partes más sensibles de la joven haciéndole disfrutar como una loca.

—¡Vamos, métemela! —dijo ella con la voz ronca de deseo.

Ramón tiró de ella por toda respuesta y dándole la vuelta la puso de pie con los brazos apoyados sobre la tumba rodeada por un intenso aroma a rosas. Con un movimiento rápido se colocó el preservativo y tras asegurarse de que estaba preparada le introdujo la polla poco a poco.

Diana dio un largo suspiro de satisfacción e intentó separar la piernas todo lo que el culotte que aun estaba enredado en sus rodillas se lo permitía.

Ramón empujó suavemente mientras acariciaba el culo terso y los magníficos muslos de la joven tensos por el esfuerzo de mantener el equilibrio. Estaba tan excitante con aquel traje que no pudo evitar tirar de su cuello y levantarle la cabeza para poder besarle la nuca mientras la follaba cada vez más duro.

La joven intentaba mantener el equilibrio sin ningún otro apoyo que sus piernas pero no tuvo más remedio que apoyarse en la mano que la sujetaba el cuello. La falta de oxígeno intensificó su placer hasta que no pudo contenerse más y se corrió con un largo gemido.

Ramón acarició los músculos tensos y vibrantes de la joven y le soltó el cuello dejando que tomase una larga bocanada de aire.

Diana respiró el aire golosamente mientras él le daba la vuelta y la tumbaba sobre el panteón. La joven echó la cabeza hacia atrás viendo como un querubín la observaba desde un mausoleo cercano. Un par de segundos después notó como el culotte resbalaba por sus piernas hasta desaparecer liberándoselas. Diana abrió sus piernas inmediatamente mostrando a Ramón su sexo ardiente. Con un respingo recibió los dedos del hombre que jugaron con su sexo y lo penetraron buscando su punto G.

Un grito le indicó a Ramón que había dado con su objetivo y engarfiando los dedos lo acarició con suavidad obligando a Diana a suplicarle que le follase. No se hizo de rogar y la penetró disfrutando de la estrechez y el calor de la joven.

Una vez le hubo metido la polla hasta el fondo se paró a pesar de las protestas de la joven y soltando los corchetes del corsé le sacó los pechos. Eran pequeños y redondos con unos pezones rosados, grandes, invitadores.

Diana ronroneó y disfrutó de la admiración de Ramón al tiempo que le golpeaba con suavidad los muslos con la fusta.

Ramón le asió los pechos y se los estrujó con fuerza mientras comenzaba a moverse en su interior. Diana gimió y se dejó llevar disfrutando de la polla que le asaltaba una y otra vez sin descanso.

La joven se irguió y apoyando la fusta tras la nuca de él se agarró con las dos manos para mantenerse erguida y poder besarle mientras él seguía follándola.

Ramón agarró uno de los pechos y lo chupó y lo besó con violencia mientras la penetraba con más rapidez y contundencia, cada vez más cerca del clímax.

Diana sintió como la leche ardiente de Ramón se derramaba en su interior contenida por el condón. Él siguió penetrándola hasta que relámpagos de placer le atravesaron paralizándola.

Diana gimió y se retorció disfrutando de cada oleada de placer dejando que el torso de Ramón descansase sobre su vientre.

—¿Qué es eso? —susurró Diana nerviosa al oír pasos y susurros entre la bruma.

Ramón al principió no respondió concentrado como estaba en escuchar la respiración agitada y el corazón apresurado de la joven , pero al levantar la cabeza también él oyó chasquidos y risas ahogadas.

Diana se vistió apresuradamente y siguió a Ramón que avanzaba con autela entre las tumbas hacia un tenue resplandor que se acercaba hacia ellos en la oscuridad de la brumosa noche.

Un desgarrón entre la bruma permitió a la luna brillar e iluminar una fantasmal procesión de figuras vestidas con túnicas y capirotes blancos portando antorchas en las manos.

—Vamos, Pedro, no enredes.—dijo una de las figuras —aquí está bien.

Ramón y Diana suspiraron a un tiempo al ver que solo eran un grupo de gente disfrazada que también había elegido ese cementerio para hacer alguna broma.

—¿Qué van a hacer? —preguntó Diana en un susurro mientras observaba como los encapuchados apagaban las antorchas.

—Ni idea ¿Una orgía?

Desde su escondite a unos metros del grupo pudieron ver como uno de los desconocidos sacaba de una bolsa una gran vasija de barro y un cucharón. Otro sacó una garrafa de agua mineral y la vació en la vasija junto con una monda de limón unos granos de café y varios puñados de azúcar.

—Ya sé lo que están haciendo —dijo Ramón con una sonrisa.

—¡El mechero! —pidió una de las figuras más altas.

—Mierda me lo dejé en el coche. —dijo otro.

—¿Alguien tiene uno?

Un murmullo negativo se extendió entre los presentes.

—¡Joder para una cosa que os encargo! ¡Manda huevos! ¡ Y encima apagais todas las antorchas!—dijo el tipo alto.

—¡Coño, esto es mucho más divertido si se hace a oscuras! —replicó otro encapuchado para justificarse.

—Quizás yo pueda ayudar —dijo Ramón saliendo del escondite con Diana cogida de la mano.

—¡Joder, que susto! —dijo una de las figuras con voz de mujer—casi me meo en las bragas.

—Buena aparición Michael, ¿Por qué no os unís a nosotros? —le preguntó el hombre alto con una carcajada— este cementerio parece más concurrido que la Gran Vía.

Ramón y Diana se acercaron y se presentaron como Michael Jackson y Eva Braun mientras le tendían un mechero al cabecilla de la Santa Compaña.

—Apártate un poco Michael —dijo el que llevaba la voz cantante— no me gustaría volver a ver arder esos rizos.

El tipo no se hizo esperar y con una carcajada que pretendía ser lúgubre cogió un poco de orujo con el cucharón y le prendió fuego a la vez que comenzaba a recitar.

Todo el mundo se mantuvo en silencio observando bailar las llamas azuladas en el interior del recipiente mientras el hombre con voz profunda seguía recitando:

…Podridos leños agujereados,

hogar de gusanos y alimañas,

fuego de la Santa Compaña,

mal de ojo, negros maleficios;

hedor de los muertos, truenos y rayos;

hocico de sátiro y pata de conejo;

ladrar de zorro, rabo de marta,

aullido de perro, pregonero de la muerte…**

Poco a poco las largas llamas azules que surgían del cuenco fueron reduciéndose y amarilleando hasta que finalmente el maestro de ceremonias lo apagó de dos fuertes soplidos.

Con el licor aun humeando otro de los encapuchados empezó a sacar pequeñas tazas de barro de un bolsa y sumergiéndolas en el recipiente las llenó y las repartió entre los presentes. Otro más sacó un mp3 con unos altavoces y depositándolo sobre uno de los panteones lo conectó. La música celta inundó el cementerio invitando a la gente a beber, cantar y bailar. El tiempo se volvió confuso, Diana y Ramón bailaron con los desconocidos ligeramente embriagados por la magia de la queimada hasta que la luz del sol les anunció que la fiesta terminaba.

Ramón paró el coche frente a la puerta de la casa de Diana minutos después de la salida del sol.

—Gracias, —dijo ella dándole un beso— Ha sido una noche mágica.

—Me alegro de que te haya gustado —dijo el acariciando el pelo violeta. Yo también me lo he pasado genial. Esos tipos estaban un poco locos pero eran divertidos.

—Casi me muero de risa cuando quedamos con ellos para el año que viene.—replicó ella —pero lo que más me gustó fue el sexo. Me ha encantado como te molestaste para prepararlo todo. Espero que esta no sea la última sorpresa que me tengas preparada.

—Descuida, —dijo Ramón entre beso y beso— no lo sera.

—Por cierto lo pasé también que no me fije de quién era la tumba…

Ramón le susurro al oído la respuesta provocando que la joven se dirigiese a casa en medio de de un torrente de carcajadas.

*Es casi medianoche

y algo malvado está acechando en la oscuridad,

bajo la luz de la luna,

ves algo que casi para tu corazón ,

intentas gritar,

pero el terror se lleva el sonido antes de que lo hagas,

comienzas a congelarte (paralizarte)

mientras el horror te mira directamente a la cara,

estás paralizado.

De la canción Thriller de Michael Jackson.

**Fragmento del conjuro de la queimada.


Relato erótico: “Una nena indefensa fue mi perdición 3” (POR GOLFO)

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Una nena indefensa fue mi perdición 3.
Al salir de mi habitación, estaba hecho una furia. La actitud de esa zorra me hacía sentir engañado, manipulado pero ante todo usado. Jamás en mi vida me había enfrentado a una situación parecida. Con fama de buitre, en manos de Malena me sentía un pardillo.
«¿Qué coño me pasa?», murmuré para mí mientras bajaba al salón. No en vano había ofrecido mi ayuda a esa jovencita, creyendo que sería una presa fácil al estar indefensa.
Desgraciadamente, todas mis previsiones habían resultado erróneas y si al llegar había supuesto que no tardaría en pasármela por la piedra, en ese momento dudaba realmente si no sería yo finalmente su trofeo.
-Macho, ¡reacciona!- pensé en voz alta mientras buscaba el consuelo de un copazo.
Estaba todavía poniéndome hielos cuando a través de la cristalera del salón, vi a Malena en la piscina. Mi sorpresa fue total observar que estaba tomando el sol desnuda.
-¡Esta tía de qué va!- me pregunté al tiempo que terminaba de servirme el cubata.
Dudé que hacer. Esa guarrilla se merecía una reprimenda pero no queriendo parecer demasiado interesado pero, a la vez tratando de averiguar qué era lo que esa arpía me tenía preparado, salí a la terraza con mi bebida. Una vez allí, me senté en una mesa frente a la tumbona donde estaba tomando el sol y descaradamente di un exhaustivo repaso a su anatomía antes de comentar:
-Veo que es cierto que no tienes ropa.
Levantando su mirada, contestó con naturalidad:
-¿Te molesta? No creí que te importara puesto que ya me habías visto al natural.
Su desfachatez, al no dar importancia a lo sucedido en el jacuzzi, me confirmó que Malena tenía poco de ingenua. No en vano, se había masturbado usando mi miembro como consolador. Rememorando ese instante, me di cuenta que lo que más me molestaba no era que lo hubiese hecho sino que no me hubiese dejado terminar dentro de ella. Por eso y queriendo castigar su falta, la contesté mientras fijaba mis ojos en su entrepierna:
-En la bañera, no pude verte bien. Estaba ocupado tocándote las tetas.
Mi burrada, lejos de molestarla, la divirtió y soltando una carcajada, me espetó:
-¿Y qué te parezco? ¿Estoy buena?
Por la erección que lucía bajo el pantalón, era evidente la respuesta pero no queriendo ceder ante su evidente tonteo, respondí:
-Te falta culo.
-No parecía disgustarte por el modo que lo tocabas- contestó muerta de risa mientras para dar mayor énfasis a sus palabras, se levantaba y girándose, me mostraba sus nalgas.
Azuzado por su actitud, dando un sorbo a mi bebida, le aclaré:
-He dicho que te falta culo, no que no te echaría un polvo.
Mi intención había sido molestarla pero soltando una carcajada me hizo saber que había errado el blanco y más cuando mordiéndose los labios, me preguntó:
-¿Solo uno?
Ese jueguecito me estaba cansando al notar que ella llevaba la iniciativa, por ello decidí echar un órdago y alargando mi mano, acaricié su trasero antes de comentar:
-Para empezar. Luego dependiendo de cómo te portes, quizás me apetezca estrenarte por detrás- debí acertar porque en cuanto hice referencia a su agujero posterior, Malena se puso roja como un tomate.
Disfrutando de esa inesperada victoria, me quedé pensando en su reacción. Supe que había abierto una grieta en su armadura y queriendo aprovechar la circunstancia, la cogí de la cintura y la senté sobre mis rodillas mientras ella intentaba zafarse.
-¿Te da miedo que te rompa el culito?- susurré en su oído.
Increíblemente, Malena dejó de debatirse al escuchar mi pregunta e indignada, contestó:
-¡No me da miedo sino asco! Jamás he permitido que nadie lo intenté.
Todavía hoy doy gracias a que, al oírla, comprendiera que siendo una manipuladora nata no iba a permitir que ese tabú supusiera un estorbo para cumplir sus sueños. Gracias a las cámaras que había instalado en su cuarto, me había enterado que sus intenciones eran seducirme y que así tuviese que hacerme cargo de su hija. Por eso, dando un sonoro azote en una de sus nalgas, la reté diciendo:
-Te propongo algo. Tú me das tu trasero y yo me comprometo a cuidar de Adela y de ti indefinidamente.
Mi propuesta la sorprendió y por un momento estuvo a punto de soltarme una bofetada pero, tras unos segundos de indecisión, se levantó de mis rodillas y contestó:
-Déjame pensarlo.
Descojonado, la observé huyendo rumbo a la casa y cuando ya estaba a punto de entrar, le grité:
-No tardes mucho, ¡hay más culos en Madrid!…

Os tengo que confesar que pocas veces he disfrutado tanto de un copazo. Sabiendo que a esa cría no le quedaría más remedio que aceptar mi oferta, paladeé cada uno de los sorbos con lentitud mientras pensaba en mis siguientes pasos. Tras analizarlo, supuse que Malena no se entregaría tan fácilmente y que intentaría negociar.
«Lo va a tener complicado, ¡no pienso ceder respecto a su culo!», rumié satisfecho.
Estudiando las diferentes alternativas que me propondría, concluí que a buen seguro esa monada intentaría sacar un rédito económico.
«En ese aspecto puedo ser flexible», determiné gracias a mi buena situación financiera. «Le puedo poner un sueldo pero tendrá que ejercer de criada y mantener la casa limpia».
Otra de las cuestiones que pondría sobre la mesa era su hija. Sobre ese aspecto, Adela me gustaba por lo que dejaría que viviera en la casa pero poniendo unos límites: ¡Nunca la reconocería como hija mía!
Sin darme cuenta, fui enumerando los puntos en los que podríamos llegar a un acuerdo y cuales serían causa de fricción hasta que creyendo que había examinado el asunto desde todas las ópticas, concluí que la relación que tendría Malena conmigo sería una especie de pornochacha.
“Dinero, vivienda y protección a cambio de sexo”.
Fue entonces cuando recordé a su ex y caí en la cuenta que también tendría que ocuparme de ese cabrón. El tema no me preocupaba porque ya se había comportado como un cobarde pero aun así como medida de precaución decidí indagar quien era. Por eso, llamé a un amigo detective y le pedí que le investigara, tras lo cual y viendo que no tenía nada más que hacer, me fui a ver la tele.
Durante el resto de la mañana, Malena se quedó encerrada en su cuarto y solo tuve constancia de su presencia cuando escuché ruido procedente de la cocina. El típico sonido de cacerolas me hizo adivinar que estaba cocinando y satisfecho por el modo en que se estaba desarrollando todo, me acomodé en el sofá a esperar que me llamara.
«Ya está actuando de criada sin habérselo pedido», murmuré mientras llegaba hasta mí el delicioso olor de lo que estaba preparando: «Como sepa tal cómo huele, me voy a poner las botas», concluí.
Mi capacidad de asombro fue puesta en prueba cuando al cabo de media hora, vi salir a esa monada usando como única vestimenta uno de mis jerséis. La diferencia de tamaño hacía que en ella, ese suéter le sirviera de vestido.
«Realmente es un bombón», pensé mientras recorría con mi mirada los estupendos muslos de la criatura.
Haciendo como si no supiera que la estaba observando, Malena puso dos platos en la mesa y acercándose a mí con una sonrisa, me soltó:
-¿Te parece que hablemos de tu oferta mientras comemos?
Su tono dulce y sensual me informó que las negociaciones iban a ser arduas y que esa zorrita iba a usar todas sus armas para llegar a un acuerdo favorable a sus intereses.
-Me parece perfecto- respondí deseando saber qué era lo que iba a proponerme.
Satisfecha y creyendo con razón que sería menos duro con sus reivindicaciones con el estómago lleno, me pidió que me sentara mientras traía la comida. Tras lo cual, meneando descaradamente ese pandero que me traía loco, salió rumbo a la cocina.
«¡No tiene un polvo sino cien!», sentencié más excitado de lo que debería estar si no quería meter la pata y que al final el resultado fuera desastroso para mí.
Al cabo de unos pocos minutos, esa monada volvió con un guiso típico de su pueblo que sobrepasó todas mis expectativas.
-¡Está cojonudo!- exclamé impresionado y no era para menos, porque era una auténtica delicia.
Noté que le agradó mi exabrupto y dándome las gracias, llenó mi copa con vino mientras me decía:
-He pensado mucho en lo que me ofreces y aunque suene duro, he decidido hacerte una contraoferta…
-Soy todo oído- respondí.
Prestando toda mi atención, advertí que Malena estaba nerviosa y por ello no me extrañó que se tomara unos segundos en desvelar sus condiciones.
-Quiero que sepas que ante todo estoy agradecida a ti por cómo te has portado con nosotras- comenzó diciendo y quizás recordando las penurias que le hizo pasar el energúmeno que era el padre de Adela, su voz se quebró y necesitó un tiempo para tranquilizarse.
Mientras lo hacía, tuve que retener mis ganas de levantarme de mi asiento para consolarla porque lo quisiera o no, esa muchacha me tenía embelesado y sentía su dolor como mío propio.
«Joder, me tiene enchochado», murmuré mentalmente al darme cuenta.
Ya más tranquila, me soltó:
-Como sabes, he hecho muchas tonterías últimamente y no quiero que se repita. Ahora lo más importante para mí es Adela y por ella, estoy dispuesta a todo- tras lo cual, entró al trapo diciendo- -Me has pedido mi culo para seguirnos ayudando pero eso siempre sería temporal hasta que te cansaras de mí. Mi hija necesita estabilidad y no algo ocasional….- confieso que se me erizaron los pelos al comprender por donde iba. Malena confirmó mis augurios al decirme con tono serio:-…te ofrezco ser de tu propiedad para toda la vida con una única condición, reconocerás a Adela como tu hija.
Y tras soltar ese bombazo, se quedó callada esperando mi respuesta. Os juro que no había previsto esa propuesta y queriendo aclarar en qué consistía, dije:
-Cuando dices que serías de mi propiedad, ¿a qué te refieres exactamente?
Incapaz de verme a los ojos, respondió:
-Si aceptas ser el padre de la niña, yo seré tu puta, tu criada, tu enfermera y podrás hacer uso de mí cuándo, cómo, dónde y tantas veces como quieras..-y levantando su mirada, exclamó totalmente histérica:- …¡Coño! ¡Seré tu esclava!
Esa oferta iba más allá de mis expectativas pero también las responsabilidades que tendría que adquirir. Mi plan inicial era echarla un par de polvos y luego olvidarme. Pero esa zorrilla había cambiado las tornas y se entregaba a mí de por vida pero a cambio tendría que adoptar a su retoño.
-Tendré que pensarlo- sentencié lleno de dudas.
Curiosamente, Malena se alegró al no oír un “no” rotundo y acercándose a mí, se arrodilló a mis pies para acto seguido y sin pedir mi opinión, comenzar a acariciar mi entrepierna.
-¿Qué haces?- pregunté sorprendido.
Con un extraño brillo en sus ojos, me respondió mientras me bajaba la bragueta:
-Darte un anticipo por si aceptas ser mi dueño.
En cuanto tuvo mi sexo en sus manos, la expresión de su rostro cambió, denotando una lujuria que hasta entonces me había pasado desapercibida y cumpliendo con su palabra, lentamente se la fue introduciendo en la boca hasta que sus labios tocaron su base.
-Me estás poniendo bruto- susurré al notar que mi pene que hasta entonces se había mantenido en letargo, se había despertado producto de sus caricias y ya lucía una brutal erección.
Malena sonrió al oírme y sensualmente me bajó el pantalón, dejando mi tallo al descubierto. Aunque en realidad ya me lo había visto, su cara reflejó sorpresa al admirar mi tamaño.
-Umm- gimió atrevidamente mordiéndose los labios.
Sin mayor prolegómeno, esa muchachita me empezó a masturbar. La expresión de su cara, al principio impávida, fue cambiando al irme pajeando y cuando apenas llevaba unos segundos, me pareció que estaba excitada e incluso creí notar que se le habían puesto duros los pezones.
«Dios, ¡Qué boca!», exclamé mentalmente al sentir el sensual modo con el que volvía a apoderarse de mi miembro.
Con un ritmo excesivamente lento para mí, recorrió mi glande con su lengua y embadurnándolo con su saliva, me miró dulcemente antes de írselo metiendo centímetro a centímetro en su interior al tiempo que usando sus manos, acariciaba mis huevos cómo sondeando cuanto semen contenía dentro de ellos. La maestría que demostró me hizo gruñir satisfecho al advertir que su garganta parecía hecha exprofeso para mi pene.
Desgraciadamente la excitación acumulada y su pericia, hicieron que antes de tiempo descargara mi cargamento contra su paladar. Ella, lejos de mostrarse contrariada, se puso a ordeñar mi simiente con un ansia tal que creí que tardaría días en que se me volviera a poner dura.
Recreándose en mi verga con su lengua, recolectó mi semen mientras sus manos seguían ordeñándome buscando dejarme seco. Cuando de mis huevos ya no salía más leche, persiguió cualquier gota que hubiese quedado hasta que la dejó completamente limpia.
Una vez satisfecha, Malena me miró y lamiéndose los labios en plan guarrona, me soltó:
-Si quieres algo mas solo tienes que reconocer a Adela como tu hija- tras lo cual, se levantó y recogió los platos usados, dejándome solo en el comedor.

Relato erótico: “Mayo” (PUBLICADO POR SIBARITA)

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 Mayo está sobre mí, siento su enorme polla clavada hasta lo más profundo, no me pesa, es delgado, joven y fuerte aunque no musculoso; se mueve como un gato, hay mucho de felino en él, aparte de ser el personaje más morboso que nunca he conocido.

Nuestra relación ha comenzado esta misma tarde, en una discoteca bastante concurrida. Bailaba sola cuando se plantó ante mí y sin decir palabra, comenzó a bailar conmigo. No me desagradó, al contrario, lo hacía bien y su baile estaba cargado de sensualidad, como me gusta. Bailamos varias piezas juntos, sin tocarnos, hasta que el Dj puso música un poco más lenta, y entonces me tomó en sus brazos, con la mayor frescura me apretó contra él y me besó en el cuello, nos miramos a los ojos, su boca se acercó a la mía y nos besamos, apenas un roce, otro beso, ahora más intenso, más largo, nuestras bocas se abrieron y nuestras lenguas empezaron a buscarse, a entrelazarse, mientras que sus manos habían descendido de mi espalda hasta mis nalgas. Cesamos de bailar y tomando mi mano me condujo hasta uno de los sofás que rodean la pista de baile, eligió una zona no muy iluminada, donde nos sentamos y pidió unas bebidas. Su conversación era agradable, mitad húngaro, mitad rumano, llevaba poco tiempo en nuestro País, sin papeles y presumiendo de ello, se notaba que, como chico guapo, pretendía vivir de las mujeres y por eso buscaba las maduras. Yo lo soy, tengo 50 años recién cumplidos, y él apenas 24. Puedo presumir de un buen cuerpo, soy bonita, según dicen, y no represento más allá de 40, razones por las cuales se había dirigido a mí, eligiéndome entre todas las mujeres de la sala.

Desde el momento mismo que nos sentamos inició sus avances, repitió el largo beso que nos habíamos dado en la pista, más profundo, más largo. Pasó su brazo por encima de mis hombros, dejando caer su mano que, como por descuido, rozaba uno de mis pechos, le dejé hacer en espera de conocer su táctica. No tardó mucho, la mano que rozaba mi pecho se puso en movimiento, primero el roce se hizo más preciso, más notorio, después ya claramente lo tomó con su mano e inició leves apretones, siempre sobre la tela de mi vestido, fue buscando el escote hasta encontrarlo y, despacio, metió la mano por él hasta apresar mi pecho. No llevaba sostén, de modo que  el contacto fue directo y una vez que lo tuvo en su mano comenzó a sopesarlo, a buscarme el pezón que ya se encontraba inhiesto, a pellizcarlo, mientras su otra mano comenzaba la exploración entre mis piernas, haciendo presión sobre ellas, como pidiéndome de separarlas para tener mejor acceso hasta mi sexo. Le dejé llegar hasta que sus dedos tomaron contacto con mi braga, y cuando intentó apartar el borde para acceder a mi sexo, le detuve para darle una explicación, le conté quien era yo y lo que pretendía. Necesitaba a un chico como él, para preparar unas escenas de amor en una película, si estaba de acuerdo, aparte de cobrar las cantidades acordadas,  tendría un pequeño papel en la película.

Después de hacerme varias preguntas aceptó, pero todavía faltaba saber si realmente sería capaz de hacerlo medianamente bien, si tendría el mínimo de fotogenia necesario, así es que le invité a dejar la discoteca y acompañarme a un club privado, donde podríamos hacer algunas pruebas.

Al llegar, le indique algunos puntos sobre lo que debería tratar de hacer, y lo primero sería mostrarme sus habilidades para conseguir conquistar a una mujer y llevársela a la cama, hecho a su modo y manera, para ver sus virtudes y defectos estableciendo, a partir de ahí la mejor forma de actuar.

Escuchó atentamente las indicaciones, preguntó quién sería la mujer y al saber que iba a ser yo, observé destellos en sus ojos, lo cual era ya indicador de que podía establecerse con él una cierta química.

Nos sentamos en un sofá y sin más preámbulos se inclinó sobre mi estampándome un beso de autentico tornillo, sabía besar, no había la menor duda, iba rápido y al grano, sin dejar por ello de ser tremendamente sensual. Mientras su lengua jugaba con la mía, sus manos no permanecían quietas, en un momento se había abierto camino bajo  mí vestido, para cubrir mis pechos de besos y caricias, tomó mi mano para dirigirla sobre su pantalón, directamente sobre el generoso bulto formado bajo él, abrió la cremallera, siempre con mi mano dirigida por la suya, hizo presión en muda petición de que descubriese su verga y cuando esta hizo su aparición, depositó mi mano sobre ella. Tenía una verga enorme, monstruosa, según fui descubriendo por momentos mientras la acariciaba, su mano que me había abandonado, lo había hecho para proseguir su camino entre mis piernas, nada dejó de lado o sin acariciar, mis muslos, mi vientre, mi vagina, que a esas alturas ansiaba nuevas caricias.

Mayo se había dado cuenta, se puso en pié para tirar de mi y dirigirme sobre una de las camas, antes de llegar a ella ya me había desnudado enteramente, y cuando me hizo caer sobre la cama éramos ya dos cuerpos desnudos. Se colocó sobre mí, humedeció con saliva mi vagina y la cabezota de su verga, la frotó un par de veces a la entrada y sin más preliminares, me la metió hasta que sus testículos chocaron contra mi sexo, de un solo golpe me penetró hasta lo más profundo. No entiendo como, pero no sentí dolor alguno, como reflejo a su embestida, mis piernas se anudaron en su espalda, se movía sin cesar, de un lado para otro, una de sus manos apretaba mi pecho y, con la otra frotaba mi clítoris, no paraba más que para cambiar de postura, me dio la vuelta y volvió a penetrarme desde atrás, tiraba de mis caderas para que adoptase la posición del perrito, nueva penetración, de lado y siempre tras de mío, su mete y saca se aceleraba por momentos, al tiempo que aumentaba el ritmo de sus dedos en mi clítoris, yo estaba a punto de estallar y así fue, mi cuerpo comenzó a vibrar, a estremecerse ajeno a mi voluntad, me sobrevino un orgasmo apoteósico, durante el cual perdí la noción de todo lo que no fuese placer, y cuando decreció pude sentir sus espasmos en el momento en que comenzó a correrse y salió de mi para verter su semen sobre mi vientre. Tomé su verga con mis manos y la dirigí a mi boca para sentir su sabor, aunque ya le quedaban pocas fuerzas, me miró a los ojos y juntos estallamos en una monumental carcajada.

Mayo había superado su examen, con honores, y yo había tenido uno de los mejores orgasmos de mi vida.

Por esa noche ya no hubo más, aunque él hubiera deseado continuar toda la noche, me propuso ir a un hotel incluso, pero no acepté y quedamos para varios días después, en el estudio, donde darían comienzo los ensayos.

Tres días después se presentó puntual, ya todo estaba preparado en el estudio, se habían preparado los decorados de una casa completa, en la que deberíamos pasar tres días de continuos ensayos. Empezamos perdiendo un poco de tiempo, haciéndole pruebas de cámara en solitario y con una pequeña actriz rumana que él había traído, y que no servía para gran cosa, salvo que para demostrar sus ”habilidades”, la folló ante mis propios ojos, y  después de darse una ducha rápida, nos pusimos a trabajar.

Un poco desmañado al principio, se soltó en cuanto se dio cuenta de que cada una de las personas presentes, se dedicaba a su labor específica. Escuchó atentamente las instrucciones sobre lo que tendríamos que hacer durante los tres días próximos, en los que no debería abandonar la piel de su personaje. Terminados los ejercicios de calentamiento, en los cuales para romper el hielo, debíamos acariciarnos con las manos del otro, y en cuanto recibimos la orden de comenzar, saltó literalmente sobre mi tomándome en sus brazos y me tendió en el suelo sobre la gruesa alfombra. Me desnudó despacio, como quien pela una fruta delicada, cubriendo de besos y caricias cada centímetro de piel que iba descubriendo, me lavó de pies a cabeza con su lengua, trabajo que después repitió con sus dedos y su sexo, lo hacía subir rozándome, de mi ombligo a mi boca,  rozaba con él mis labios mientras que sus dedos acariciaban mi vagina hasta lograr que estuviera completamente abierta; una vez conseguido, frotó contra mis mucosas descubiertas la cabeza de su verga, y comenzó a meterse. Lo hacía lentamente, con cuidado, como si fuera la primera vez que me poseía, se detuvo como si hubiera encontrado un obstáculo en su progresión, estaba simulando el primer coito con una virgen, y yo respondiendo como si lo fuera. Aumentó la cadencia de sus movimientos, trataba de conseguir que yo tuviera un orgasmo, pero pese a su habilidad no me conocía lo bastante para lograrlo, mientras que él ya no podía controlarse. Se retiró de mi en el momento y vertió su semen sobre mi vientre, disculpándose por no haber podido evitarlo.

Durante la cena, hablamos sobre el tema, le tranquilicé, nos duchamos y nos fuimos cada uno a su cama, el día había sido largo, estábamos cansados y a Mayo todavía le esperaba en su cama su amiguita rumana, a la que muy pronto hizo estallar en un concierto de auténticos alaridos

A penas me había despertado cuando sentí una presencia extraña en mi cama, unas manos que me recorrían comprobando que duermo desnuda, y un cuerpo que se pegaba al mío, era el de Mayo, se había tomado al pié de la letra los ensayos en continuo durante tres días. Se había despertado con una erección tremenda, y en vez de follarse a Marian, la chica rumana, con la que había dormido, se vino a mi cama  y buscaba meter su cara entre mis piernas. Me costó convencerle para que me dejase asearme primero, estaba pegajosa de la sesión pasada, pero en cuanto me metí en la ducha, no tardó en entrar el también, con el socorrido pero siempre efectivo argumento de lavarme la espalda.

Tengo que reconocer que la hizo a conciencia, me enjabonó de pies a cabeza, lavó mi sexo, y de paso aprovechó para jugar un poco con mi clítoris para ponerme a tono, algo así como un corto juego de calentamiento, pues estaba ansioso por volver a la cama. Nada más hacerlo recomenzó lo que parecía ser su juego favorito, dicho con sus propias palabras, metérmela hasta los huevos, y el condenado lo hacía francamente bien. Lo asombroso es que aquella enorme polla que tiene, cupiera en mí enteramente y sin hacerme daño.

Los juegos en la ducha habían servido para calentarle más de lo que ya estaba, en cuanto me tuvo sobre la cama comenzó a darme otro baño, esta vez con su lengua, haciendo especial hincapié sobre mi clítoris, y provocando que mis piernas aprisionaran su cabeza. Así estuvo largo tiempo haciendo estremecer mi cuerpo, Nuevamente me penetró con fuerza, después, dándole la espalda, buscó mi ano con la cabezota de su verga, lo ensalivó y con cuidado me la fue metiendo. Yo tenía mi cabeza enterrada en la almohada, apenas si podía respirar, y más aún cuando cambió bruscamente de sitio, alternando, sentía la inminencia de su corrida y por ello la metió en mi vagina y un rio de semen me llenó completa.

No había terminado, descansó unos momentos antes de volver a recomenzar, pero lo hizo, después de unos pocos segundos o minutos, su verga había recobrado toda su fuerza, todo su tamaño, la sentía clavada hasta lo más profundo, y todavía él trataba de empujar más, de meterla mas a fondo, de que aquella fuera una corrida salvaje, y lo fue sin duda alguna, porque no dejó ni un solo orificio de mi cuerpo sin meterse por el, y nuevamente lavé su verga con mi boca y yo también me corrí casi gritando.

Era la una de la tarde, habíamos estado follando más de tres horas, y yo estaba realmente agotada. No me dejó vestirme, pedimos por teléfono comida preparada, y mientras esperábamos no cesó ni un momento en sus caricias. Llego la comida pedida y busqué una bata para abrir la puerta, no me dejó, me quitó la bata de las manos y se dirigió a la puerta para abrir desnudo como estaba, pensé que se limitaría a recibir los paquetes en la puerta, y cual no fue mi sorpresa al vele regresar acompañado y charlando tranquilamente con el motorizado. Me di cuenta de que estaba buscando provocarme, y me propuse recortarle un poco las alas, para que no se creyese tan importante. Me puse en pié y me acerqué a ellos, como para ayudar con los paquetes. El chico aluciaba y al mismo tiempo estaba rojo de vergüenza, lo que no evitaba que su pantalón abultase considerablemente, más todavía cuando pasé delante de él rozando su paquete. Me detuve a mirarle y volviéndome hacia Mayo, comencé a reír y le señalé que aquel muchacho era más expresivo que él. Palideció y se dio cuenta de que su juego no le había salido como él esperaba y que ahora, además, le dije de pagar la cuenta. Tuvo un buen detalle al marchar el chico, me pidió disculpas. Este Mayo aprendía a marchas forzadas, así es que metí la mano en la salsa de la comida y después con esa misma mano chorreante, le embadurné la polla para, inmediatamente, dirigir mi cabeza hasta ella y meterla en mi boca; su sexo ahora tenía sabor a curry, le fui dejando limpio con mi lengua, para después continuar saboreándola hasta que se corrió en mi boca, era un estupendo postre.

Esa noche y para variar, decidimos ir a bailar a una discoteca de moda. Me preparé con un minivestido con un gran escote en el frente y que descubría mi espalda por completo. He dicho bailar, y no es totalmente cierto puesto que apenas si bailamos dos piezas. Un inciso, mi vestido se mantiene por una cinta que se ata detrás del cuello, aclaro esto para decir que si un nudo se deshace, un simple nudo, todo mi vestido cae, y ese era el plan que yo presentí iba a hacer Mayo, me di cuenta cuando sentí sus manos sobre mi cuello mientras bailábamos, así es que le dejé plantado y salí rápidamente de la pista de baile en dirección hacia nuestra mesa. Al llegar me volví hacia él y fui yo quien deje caer voluntariamente mi vestido, ante la mirada de los ocupantes de un par de mesas cercanas.

Mayo llegó hasta mi haciendo gestos de estar superado y tapándose la cara, me ayudó a atar los cordones y nos sentamos. A partir de  ese momento fue una lucha de poder entre ambos, pretendía que sacase su verga del pantalón y se la acariciase, trataba de desnudar mis tetas, de morderlas, subía la falda de mi vestido, metía sus manos hasta alcanzar mi braga, se deslizaba bajo ella buscando llegar hasta mi sexo y penetrarme con sus dedos. Yo le iba cortando y permitiendo en cada intento, jugando con él hasta casi desesperarle, hasta ponerle a mil por hora, a tope, hasta el extremo de tener que ir corriendo al baño, de donde regresó ya más calmado.

El   siguiente sería el último de los tres días acordados. Habíamos dormido separados y su primer saludo fue para decirme que no había pegado ojo en toda la noche. No le pregunté la causa, la sabía, Mayo se había enviciado totalmente conmigo, tenía miedo de que aquel fuera el último de tres días de sexo desenfrenado.

Todo estaba preparado, cámaras, luces, decorado…, todo el personal estaba en su puesto, y comenzamos a trabajar como profesionales. La entrada en la casa, la seducción progresiva, la escena de amor en la cama, todo salió perfecto, hubo aplausos al final del rodaje, felicitaciones del Director y de todo el equipo, y es que durante todo el rodaje se había comportado como un actor real, había interpretado.

Mi premio personal se lo daría después, cuando nos quedáramos solos, cosa que no tardó en suceder porque, en medio de las risas generales, me tomó en vilo entre sus brazos y de ese modo me sacó de la sala. No paró de correr hasta llegar a la habitación que yo había utilizado como dormitorio durante los tres días, y depositándome sobre la cama, comenzar a desnudarme y desnudarse.

De lo último que me di cuenta antes de perderme en los brazos de Mayo, fue que la luz de grabación de una de las cámaras, parpadeaba. Alguien nos estaba filmando.

 

 

 

Relato erótico: “Una nena indefensa fue mi perdición 4” (POR GOLFO)

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La mamada con la que esa cría presionó para que tomara rápido una decisión, me dejó caliente e insatisfecho. Ser consciente que solo necesitaba ceder y reconocer a Adela como mi hija, para tener a Malena a mi entera satisfacción, me traía loco. No en vano, esa monada era la dueña de uno de los mejores culos con los que me había topado y necesitaba hacerlo mío.
La tenía a mi alcance pero el precio que tendría que pagar era caro. Como sabéis mi idea inicial era echarle unos polvos y tras lo cual olvidarme de ella, pero ella me había sorprendido con una oferta inimaginable por mí cuando la conocí:
«Si aceptaba ser el padre de su hija, ella se entregaría a mí sin poner ningún límite».
Reconozco que eso me tenía desconcertado, la razón me pedía rechazar ese ofrecimiento pero mis hormonas me pedían exactamente lo contrario y por ello no podía dejar de pensar en que la tendría donde, cuando y todas las veces que quisiera a mi disposición. Si ya eso era tentación suficiente, esa maldita niña había incrementado la apuesta poniendo sobre la mesa su virginal trasero.
«¡Sería el primero en usar su culo!».
Solo imaginarme separando sus duras nalgas para tomar al asalto ese inmaculado ojete, hacía que valorara dar ese salto al vacío. Me sentía como Enrique de Navarra, pretendiente al trono de Francia, cuando terminó con la cuestión sucesoria diciendo: “Paris, bien vale una misa”. En este caso y parafraseando a ese noble francés, sentencié:
-Malena, bien vale ser padre.
Aun así antes de dar ese paso, decidí consultarlo con Juan y por ello cogiendo mi móvil, le llamé. Como comprenderéis no podía soltarle ese bombazo telefónicamente, razón por la cual le invité a tomar unas copas en el bar de siempre. Mi amigo además de un estupendo abogado, es un gorrón incorregible por lo que no se pudo negar a un par de rondas gratis. Colgando el teléfono, salí de casa y cogí mi coche porque había quedado con él en media hora.
Tal y como había previsto, Juan ya estaba humedeciendo su garganta cuando llegué y por ello llamando al camarero pedí una copa para refrescar la mía. Mientras dábamos cuenta de la primera consumición le expliqué lo que me había ocurrido con la muchacha desde que la salváramos de su antigua pareja.
Chismoso como él solo, en silencio, escuchó cómo le narraba el peculiar modo en que esa chiquilla había empezado a tontear conmigo. Tampoco dijo nada cuando le conté la escenita en el probador y el subsecuente desfalco a mi tarjeta de crédito pero cuando le expliqué lo ocurrido en el jacuzzi y me explayé con los detalles de cómo Malena me había usado a modo de consolador, riendo, comentó:
-Y nos parecía una ingenua.
Sus palabras me dieron el valor de confesarle mi fascinación al verla en pelotas tomando el sol y cómo su descaro me había hecho discutir con ella. Asintiendo y de ese modo dándome la razón, escuchó mi relato pero cuando llegué al momento en que cabreado me había ofrecido a mantenerlas a las dos si me daba su trasero, descojonado me preguntó si me había dado una hostia.
-No, se indignó pero en vez de rechazar la idea de plano, me pidió un tiempo para pensárselo.
Muerto de risa, Juan espetó:
-Y ahora, ¡tienes miedo que acepte!.
Avergonzado, miré a mi copa y repliqué:
-Peor, ¡me ha hecho una contraoferta!
-¡No me jodas!- exclamó a carcajada limpia, tras lo que me preguntó limpiándose las lágrimas de los ojos – ¿Qué quiere esa zorrita y que te ofrece?
Fue entonces cuando le informé que si adoptaba como hija mía a su retoño, Malena se comprometía no solo a darme su culo sino a comportarse de por vida como mi esclava sexual.
-No es tonta la chavala- refunfuñó haciendo su aparición el abogado. – A efectos legales sería tu pareja de hecho y tú, el padre de su hija. De cansarte de ella o ella de ti, ¡podría pedirte una pensión compensatoria!
-Ya lo había pensado y es eso lo que me trae jodido- comenté y abriéndome de par en par a mi amigo, le expliqué que estaba encaprichado con Malena y que deseaba hacerla mía.
-Comprendo- murmuró y bebiéndose su copa de un trago, me soltó: – pídeme un whisky, mientras pienso en alguna solución.
Ni que decir tiene que llamé al empleado del bar y pedí que nos trajera la tercer tanda de bebidas. Juan mientras tanto puso su cerebro a trabajar y por eso cuando el camarero nos había rellenado los vasos, se le iluminó su cara y adoptando una postura de absoluta profesionalidad, dijo:
– Ya sabes que en cuestión legal, nada es blanco ni negro sino todo grises con matices.
-Lo sé- respondí al haber oído muchas veces de sus labios esa expresión con la que hacía referencia a la imposibilidad de establecer un pronóstico seguro sobre el resultado de un asunto- ¿qué se te ha ocurrido?
Sonriendo malévolamente, espetó:
-Si elaboramos el documento con el que reconoces esa paternidad de modo que se pueda sobreentender que lo haces porque Malena te ha convencido que la niña es sangre de tu sangre, de haber problemas, puedes acusarla de haber actuado de mala fe y anular esa adopción por estar basada en el engaño.
-¿Me estás diciendo que podría beneficiármela a mi antojo y que cuando me cansara de ella, romper el acuerdo?
-Es poco ético pero así es. No te puedo garantizar que salgas de rositas pero lo que sí te confirmo es que de haber pensión, te saldría barata.
-Eso es todo lo que quería oír- contesté y alzando mi copa, exclamé: -¡Brindemos por mi futura hija y por el culo de su madre!….

Dos horas y tres copas más tarde, salí del local con la idea de ir a tomar en propiedad lo que ya consideraba mío. Alcoholizado pero sobre todo caliente, encendí mi coche con la idea de disfrutar de esa putita en cuanto llegara a casa. Para que os hagáis una idea de lo cachondo que me había puesto la conversación con Juan, solo tengo que deciros que le obligué a redactar a mano el reconocimiento de paternidad que me abriría las puertas de su trasero. Hoy sé que si no llega a estar tan borracho como yo, mi amigo se hubiese negado a cometer semejante insensatez y me hubiese pedido más tiempo para estudiar el documento.
«Le voy a romper ese culito nada más verla», declaré excitado como un mono mientras conducía camino a mi casa.
Para entonces esa idea era una obsesión, en mi mente lo único que existía eran esas nalgas y mi deseo de usarlas. Obviando cualquier resto de cordura, aceleré para hundir cuanto antes mi cara entre sus piernas y gracias a ello, en menos de diez minutos, accioné el mando de la puerta que daba acceso a mi propiedad.
Lo que no me esperaba fue encontrarme a Malena siendo zarandeada por su ex. Azuzado por los gritos de esa mujer, salí del Porche y sin pensármelo dos veces, me fui contra él. El tipo en cuestión no se esperaba mi intervención y por eso al recibir mi empujón, salió despedido contra la pared.
-Fuera de mi casa- grité cogiendo una azada que el jardinero había dejado tirada en un rincón.
Envalentonado por su cara de miedo, repetí mi orden mientras señalaba la salida con el mango de madera de esa herramienta. A pesar del terror que se reflejaba en sus ojos, el sujeto tuvo el valor suficiente para encarárseme y con voz temblorosa, me pidió que no me metiera porque era un asunto entre él y la madre de su hija. Fue entonces cuando las musas se apiadaron de mí y soltando una carcajada impregnada de desprecio, contesté:
-¿Tu hija? ¡No me hagas reír! Todavía no sabes que llevas dos años siendo un cornudo y que mientras tu pagabas las facturas, yo era quien me la follaba…-haciendo un inciso dramático, esperé que asimilara la información para, acto seguido, dirigirme a la muchacha, diciendo: -¡Díselo! Dile quien es el verdadero padre de Adela.
Malena vio una salida a su situación y pegándose a mí, dejó que la cogiera de la cintura mientras contestaba con una sonrisa malévola en su rostro:
– Mi hija heredó los ojos verdes de su padre- tras lo cual me besó.
Su ex estaba perplejo, no se esperaba esa respuesta y tras comprobar el color de mis pupilas, la ira le consumió pero gracias a que llevaba en mi mano la azada, no se lanzó contra mí y mientras salía de la parcela, solo pudo gritar:
-¡Zorra! ¡Me vengaré!
La muchacha al ver que desaparecía dando un portazo, me dio las gracias y se intentó retirar, pero no la dejé y reteniéndola con mi brazo, forcé sus labios con mi lengua mientras con descaro me ponía a sobarle su trasero. Durante unos segundos, no dijo nada y se dejó hacer pero al notar que mi beso se iba haciendo cada vez más posesivo y que no me cortaba en estrujar su culo con mis manos, protestó diciendo:
-¿Qué haces?
-Tomar lo que es mío- respondí y antes que pudiera hacer algo por evitarlo, desgarré su blusa dejando sus pechos al descubierto.
Acostumbrada a manipular, quizás por eso, mi acción la cogió desprevenida. Nada pudo hacer para impedir que mi boca se apoderara de uno de sus pezones al tiempo que aprisionaba el otro entre mis dedos.
-Por favor- gimió la cría sin percatarse que, por su tono, descubrí que mi violencia le estaba excitando.
No sé si fue el alcohol o el deseo largamente reprimido pero, olvidando cualquier tipo de cautela, mordisqueé esas areolas con una voracidad creciente.
-No quiero- susurró descompuesta mientras involuntariamente colaboraba conmigo presionando mi cabeza contra su pecho.
Comprendí que Malena debía llevar tiempo sin alimentar a su retoño al saborear del pequeño torrente que brotaba de sus tetas y eso en vez de cortarme, espoleó aún más mi lujuria y alzándola entre mis brazos, apoyé su espalda contra el coche y me puse a mamar. La leche de esa mujer no consiguió saciarme, todo lo contrario y fuera de mí, bebí de esos dos cántaros buscando apagar mi sed.
Su dueña, que en un principio se había mostrado reacia, también se vio afectada por mi urgencia y contra su voluntad, un incendio se comenzó a formar entre sus piernas.
-Me encanta- murmuró mientras intentaba calmar la comezón que sentía, frotando su sexo contra el bulto que crecía sin control bajo mi pantalón.
Fascinado con sus ubres, no reparé en que me había bajado la bragueta hasta que metiendo una mano por ella, sacó mi verga de su encierro.
-¡Fóllame!- rogó con una rara entonación que no supe interpretar –¡Lo necesito!
Su petición enervó todavía más mi lujuria y sin cambiar de postura rasgué sus bragas, dejando indefenso mi siguiente objetivo. Malena supo que iba a ser complacida de un modo rudo cuando experimentó la acción de mis dedos sobre su clítoris.
-Esto es lo que deseabas, ¿verdad putita- comenté al escuchar el profundo gemido que salió de su garganta.
Ni siquiera pudo contestar, le costaba hasta el respirar mientras todo su cuerpo temblaba al ritmo con el que torturaba su ya henchido botón.
-Contesta, putita. ¡Te encanta! ¿Verdad que sí?- insistí reemplazando mis yemas por mi glande.
Ese pene que no podía ver, lo podía sentir frotándose contra su vulva y eso la traía loca. Deseando apaciguar su calentura, Malena, con un breve movimiento de caderas, colocó mi erección entre sus pliegues y me imploró que la tomara diciendo:
-Hazme tuya, te lo ruego. ¡No aguanto más!
La entrega de esa mujer se vio recompensada y lentamente fui introduciendo centímetro a centímetro mi miembro por ese estrecho conducto hasta que noté que, rellenándola por completo, la cabeza de mi verga chocaba contra la pared de su vagina.
-Dios, ¡me tienes totalmente empalada!- aulló de placer la cría, quizás acostumbrada a un falo de menor tamaño.
-Pues todavía no he terminado de meterla- susurré en su oído al tiempo que empezaba un rítmico martilleo con el que a cada embestida conseguía meter un poco más de polla en su interior.
-¡Me vas a matar!- gimió satisfecha al tiempo que colaboraba conmigo dejándose caer sobre mí.
Una y otra vez, seguí machacando su pequeño cuerpo hasta que producto de ese maltrato, su vagina cedió y mi pene campeó libremente en su interior.
-¡No pares!- gritó al sentir que la humedad se adueñaba de su sexo y que sus neuronas estaban a punto de explotar.
Yo también comprendí que no iba a tardar mucho en derramar mi simiente en su interior y asumiendo que no se iba a quejar, saqué mi verga de su coño, le di la vuelta y colocándola de espaldas a mí, la volví a penetrar pero esta vez sin piedad.
Esa nueva posición desbordó sus expectativas y no pudiendo retener más tiempo su orgasmo, gritando de gozo, se corrió apoyando su pecho sobre el capó del coche.
-¡Úsame!- chilló todavía necesitada de más placer.
Confieso que me daban igual sus deseos porque estaba inmerso en una vorágine cuyo único fin era liberar la tensión que se había acumulado en mis huevos. Buscando mis intereses, usé su melena como riendas y azuzando a mi montura con un par de azotes, convertí mi trote en un desbocado galopar.
-Así, ¡sigue así!- rugió al experimentar que su clímax se alargaba e intensificaba con esa desenfrenada monta.
Toda ella vibró de dicha al notar que lejos de aminorar mi ritmo, incluso lo aceleraba. Lo que no se esperaba fue que deseando marcarla como mía, llevara mi boca hasta su nuca y la mordiera con rudeza.
-Ahhh- gimió adolorida al notar mis dientes hundiéndose en los músculos de su cuello pero en vez de tratar de zafarse, maulló como gata en celo y convirtiendo sus caderas en un torbellino, buscó ordeñar mi miembro.
La temperatura de su coño, la humedad que envolvía mi verga y sus chillidos fueron los acicates que necesitaba para explotar. Sintiendo que estaba a punto de eyacular, me agarré a sus hombros y me lancé a tumba abierta en pos de mi placer. Malena comprendió mis intenciones y de viva voz, me rogó que sembrara su fértil interior con mi semen.
Juro que ni siquiera pensé en la posibilidad de dejarla embarazada, todo mi ser necesitaba descargar mi tensión dentro de ella y dejándome llevar, rellené con blancas descargas el interior de su vagina. La cría al notar que su conducto se llenaba de mi leche, se retorció buscando que no se desperdiciara nada, con lo que nuevamente se corrió.
-Se nota que tenías ganas de follar- exclamé satisfecho al verla sollozar tirada sobre el motor del Porche.
Lo que no me esperaba fue que levantando su mirada, me sonriera y con tono pícaro, contestara:
-Así es, desde que te conocí me moría de ganas de ser tuya. Por eso tuve que presionarte al ver que no me hacías caso.
Su descaro me hizo gracia y dando un sonoro azote en su todavía virginal trasero, contesté:
-Vete a ver a Adela, no vaya a ser que tenga hambre “nuestra hija”.
Su cara se iluminó al oír que me refería a su retoño de ese modo y riendo ilusionada, me preguntó si no le daba un beso antes. Muerto de risa, mordí sus labios y susurrando en su oído, le avisé:
-Esta noche, tu culo será mío.
Su respuesta no pudo ser más estimuladora porque con un brillo radiante en su mirada, respondió alegremente:
-Ya es tuyo, esta noche, ¡solo tomarás posesión de él!- tras lo cual salió corriendo hacia la casa, dejándome disfrutar de la desnudez de su trasero mientras subía por las escaleras.

Relato erótico: “El consuelo de mi suegra 1” (POR JULIAKI)

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El consuelo de mi suegra (1)

A mis veintitrés años me he convertido en uno de los enólogos más jóvenes de la comarca. Bien es verdad que el hecho de tener como novia a la hija del dueño de la bodega ayuda bastante, no digo que no, pero no es por no quitarme méritos… desde pequeño he “nadado” en vino y se puede decir que puedo valorar y catalogar mejor que muchos de los experimentados profesionales que conozco. Provengo de una familia humilde, pero muy trabajadora y casi todo lo aprendí de mi abuelo, un hombre que sabía todo en torno a este mundo y esa fue mi mejor baza para poder empezar en la bodega de mi futuro suegro. Me contrataron a prueba con 20 años, en un principio, gracias al nombre y prestigio de mi abuelo, pero después se puede decir que fui ganando la confianza de mis superiores con mi tesón en el trabajo y mi gran interés por conocer más cada día en este apasionante mundo. Así es como a los pocos meses logré entrar a trabajar en el laboratorio y fue allí donde conocí a Sofía, mi chica, la hija de los dueños.

Sofía me pareció una chica muy interesante en el primer impacto visual. Es cierto que no es un bombón ni nada por el estilo, pero tiene un no sé qué que para mí resulta tremendamente atractivo. Ese primer día en el laboratorio que me encontré con ella, me pareció muy sexy. Llevaba una bata blanca y estaba atareada rellenando un informe. Recuerdo que esa pose ya me encandiló, viéndola enfrascada en un microscopio, sentada en un taburete con sus piernas cruzadas y aquella melena negra larga que brillaba tanto como sus ojos. Levantó la mirada y esos enormes ojos negros contactaron con los míos dejándome atontado.

– ¡Uy!, hola no te había visto. – me dijo levantándose del taburete de un gracioso saltito.

– Hola.

– Soy Sofía, tú debes ser… – me sonrió esperando mi respuesta.

– Yo soy Víctor. – respondí dándole dos besos.

Aquella chica, apenas dos años menor que yo, resultó ser, aparte de mi nueva jefa, la encargada de darme las pautas de ese laboratorio y la que me iría enseñando algunas cosas nuevas que yo desconocía del vino, no solamente desde el punto de vista del sabor, el color, el aroma… sino a entenderlo desde su parte más técnica, a saber los porqués de sus reacciones químicas… Ella apenas tenía experiencia y escasos conocimientos, pero los pocos que tenía los fue compartiendo conmigo. Yo estaba encantado de tener a aquella joven y simpática profesora. Poco a poco, aparte de buenos compañeros, fuimos entablando una gran amistad y al cabo de un mes ya estábamos compartiendo algo más que mesa de trabajo y tubos de ensayo.

A modo de juego, recuerdo cómo le iba robando besos a mi compañera de mesa, justo cuando nos quedábamos a solas en el laboratorio, aunque tengo que confesar que la mayoría de las veces era ella la que me atacaba a mí, incluso habiendo gente cerca, algo que me ponía nervioso, pero al tiempo ese juego a escondidas resultaba muy morboso. Recuerdo aquella vez que hablábamos con uno de los encargados frente a nosotros sobre un problema con una barrica y la muy pícara empezó a acariciar mi polla por encima del pantalón escondida bajo la mesa. Yo no sabía ni cómo ponerme, pero veía en su perfil como sonreía triunfadora y traviesa. Otra vez llegó a trabajar antes que yo y me pidió que le diera un masaje en los hombros. Se puso de espaldas a mí y comencé a darle ese masaje relajante sobre la bata, pero ella me decía que era difícil y soltándose unos botones de la blanca prenda me permitió meter los dedos directamente sobre la piel de sus finos hombros.

– ¡No llevas sostén! – le dije en voz baja para que no nos oyera otro compañero que estaba relativamente cerca.

– Ni braguitas tampoco.

– ¿Estás desnuda? – pregunté alucinado en un susurro junto a su oído.

Su sonrisa era diabólicamente cachonda que me puso a mil. Se dio la vuelta para que nuestro otro compañero no viera nada y se abrió su bata de par en par. Fue la primera vez que vi el cuerpo desnudo de Sofía y evidentemente, aluciné. Sus tetas eran más bien pequeñas, pero a mí me encantaron, lo mismo que su cintura estrecha, su vientre plano y su sexo rasurado que me hicieron perder la razón. Me abalancé sobre ese cuerpo y ella me empujaba riendo como si aquello no formase parte del juego.

De aquellas travesuras, besos furtivos, tocamientos mezclados con risas y bromas, juegos de lo más variados, pasamos a terminar follando como locos en una de las grandes neveras donde guardamos las muestras sin importarnos que la pequeña estancia estuviera a 5 grados bajo cero.

Sofía era y es una mujer ardiente, le gusta el sexo y a pesar de su juventud tenía ya entonces una amplia experiencia. Aunque yo había tenido algunas otras aventuras con chicas del pueblo, quedaban bastante lejos de los conocimientos de esa mujer ardiente que no solo me enseñó las fórmulas químicas sino también las más locas de las artes amatorias. Fueron mis primeras mamadas y mis primeros polvos en entrega total y desenfrenada, en posturas inimaginables que sólo conocía de las pelis porno. Nunca dimos a conocer nuestras pequeñas aventuras, pues ambos sabíamos que eso podría separarnos definitivamente, por lo que preferimos llevarlo en absoluto secreto, aparte de que nuestros juegos cuanto más locos y prohibidos más nos ponían…

Ella me fue contando cosas de su vida, de su familia y así fue como me fui enterando de quien era mi jefe, Don Ernesto, a quien apenas había visto dos o tres veces en mis tres primeros meses de trabajo ya que el laboratorio estaba en un edificio separado de las oficinas principales.

Ella siempre me hablaba de su padre y lo hacía con total admiración. Un hombre de cincuenta años, reconocido empresario viticultor, con un par de marcas de un vino bien catalogado a nivel nacional, dueño de un par de negocios inmobiliarios y la bodega en la que trabajo, una de las más reconocidas de la comarca. Actualmente Ernesto tiene más de ochenta personas a su cargo, sin contar la época de vendimia. Un hombre, con cierto carácter, según ella me contaba, muy obsesionado con su trabajo y puntilloso, obsesionado con hacer las cosas bien. Por otro lado, según Sofía me contaba, es un padrazo y tiene a su hija como se suele decir “entre algodones”, tratándola, como a una niña, pues es hija única y evidentemente, su ojito derecho, pero de niña inocente… más bien poco.

Ernesto, enviudó cuando apenas Sofía tenía seis años, ahora ella tiene veinte. Fueron momentos muy duros para él y evidentemente también para ella. Unos años más tarde, su padre conoció a una mujer divorciada con la que se casó al poco tiempo y que es actualmente la madrastra de Sofía. Se llama Mónica y tiene diez años menos que su esposo, es decir cuarenta. La relación de mi chica con su nueva madre, por cierto, fue complicada desde un principio y no marcha del todo bien actualmente pero intentan respetar el espacio de cada una en todo lo posible. Las descripciones que me daba sobre su madrastra nada tenían que ver con las de su padre, al que ensalzaba y adoraba. Cada vez que salía a escena el nombre de Mónica, ella se ponía tensa y yo evitaba sacar la conversación siempre que podía. Hasta entonces no había tenido oportunidad de conocerla, pero por las cosas que me contaba Sofía, parecía ser toda una bruja.

Fue al cabo de unos cuatro o cinco meses cuando me dieron el aviso de que el gran jefe, me quería ver en su despacho. Me temí lo peor, porque cuando llamaba no era para dar coba precisamente. De todos era sabido su carácter y su forma de proceder. Subí a las oficinas preocupado y allí me atendió su secretaria que me hizo esperar sentado en uno de los sofás de recepción unos cuantos minutos que se me hicieron eternos y donde se incrementó mi nerviosismo.

En esa espera estaba cuando de pronto apareció por los pasillos una mujer impresionante. En ese momento me pareció que todo el mundo se había detenido y no había nada a mi alrededor, solo una increíble mujer rubia que llevaba un porte poderosamente sexy y elegante a la vez. Supe al instante que se trataba de Mónica, la esposa del jefe y madrastra de Sofía. No había tenido oportunidad de conocerla hasta entonces, pero sí había escuchado hablar a algunos compañeros de ella, comentando sus lindezas y grandes dotes, creyendo que estaban exagerando aunque después de verla, comprendí que se habían quedado realmente cortos en sus descripciones.

¡Qué imagen más impactante e hipnotizante! Esa mujer llevaba un traje de chaqueta gris, con una falda de tubo muy ceñida, una blusa de una o dos tallas menos, lo que hacía resaltar aquel busto extraordinariamente y unas medias negras rematadas con unos zapatos de tacón de aguja. Noté que se me secaba la garganta al presenciar aquella escena por primera vez, algo que además será difícil de olvidar mientras viva. La primera visión de Mónica es algo que permanecerá para siempre en mis retinas.

Desde luego no me la había imaginado así, ni muchísimo menos, ya que Sofía nunca me detalló sus enormes aptitudes físicas, muy alejada del prototipo de bruja que había dibujado en mi cabeza. Le acompañaban dos clientes que parecían más enfrascados en observar el culo y el resto de la anatomía de Mónica que en prestar atención a lo que ella les mostraba en un dossier. Esa belleza impresionante se deshacía en gestos de lo más sugerentes, sonrisas y miradas provocativas hacia aquellos clientes, lo que llevaría a que seguramente firmaran el contrato sin apenas mirar las condiciones. No era para menos. Mónica era una mujer madura que no aparentaba haber pasado esa frontera de los cuarenta, tremendamente atractiva, con un pelo rubio, rizado, ojos marrones grandes, una naricilla respingona y unos labios carnosos. Verla era comprender cómo era una mujer repleta de curvas, más remarcadas con aquel uniforme de ejecutiva agresiva, de gran volumen de pecho y de portentosas caderas, acompañado de una estrecha cintura y unas gafitas de pasta que la hacían, si cabe, más atrayente todavía.

Yo no podía quitar la mirada de aquel bellezón, que ciertamente podría ser mi madre, pero que me cautivó en un instante. Ni cuenta me di, que tenía a su marido en pie delante de mí observando cómo estaba comiéndome con los ojos a su esposa completamente ensimismado en sus andares y su extraordinaria belleza.

– ¡Víctor! – me dijo el hombre casi en un grito en tono seco.

Me puse en pie como un resorte. Noté como los carrillos me ardían. Sabía que él me había visto en esa distracción inolvidable, pero también que eso podría traerme terribles consecuencias. Me puse en lo peor.

– Vamos a mi despacho – añadió serio.

Seguí sus pasos avergonzado y preocupado. Me fijé también en ese hombre que caminaba delante de mí y nada tenía que ver con su esposa precisamente. Un hombre no muy alto, algo grueso, con una gran calvicie y con un aspecto mucho mayor de los cincuenta que me había contado su hija que tenía.

– Víctor Gallardo, ¿verdad? – me dijo invitándome a sentar en una silla al otro lado de su gran mesa de caoba mirándome fijamente a los ojos hasta llegar a intimidarme.

– Sí… don Ernesto. – contesté removiendo el pico de mi bata blanca de laboratorio.

– Llámame Ernesto.

– Sí, don Ernesto… digo Ernesto.

– ¿Qué tal tu trabajo en el laboratorio? – me preguntó.

– Bien.

– ¿Y con mi hija?

– Esto… bien.

– ¿Sabes que está formándose para ser la enóloga de la bodega?

– Sí, claro, precisamente estoy aprendiendo mucho con ella.

– Lo sé, aprendiendo mucho… – dijo con cierto retintín.

– Es una buena compañera. – traté de justificarme revolviéndome en la silla.

– No hace falta que disimules, Víctor.

Creí morirme en ese instante, no sabía qué responder, pero él me miraba serio, aunque me parecía vislumbrar una leve sonrisa, divertido de ver mi cara de susto. Traté de pensar rápidamente qué contestar, qué poder justificar ó qué hacer para tratar de convencer, pero era imposible jugar con ese hombre que de seguro estaba enterado de nuestro lío y aparte de mi jefe, ¡era el padre de Sofía!

– Entonces… usted sabe por ella… – dije yo tartamudeando y vencido ante su mirada desafiante.

– No, ella no me lo ha dicho.

– ¿Pero?

– Acabas de hacerlo tú. Se ve por tu cara que sois más que compañeros. – añadió.

El tío era un crack, pues sin saber nada, lo había sospechado o se me había notado demasiado, no lo sé, pero desde luego era un hombre de mundo que conocía a fondo a sus empleados con solo mirarles a la cara. A mí me había pillado en fuera de juego de lleno con una grandísima habilidad.

– Disculpe, don Ernes… Ernesto, pero solo somos amigos.

– Tranquilo, no te voy a despedir. Lo que quiero es el bien de mi hija. Y espero que tú sepas valorar eso y respetarla.

– Por supuesto.

– Espero que vayas en serio con ella.

– Claro. – respondí aunque no sabía muy bien si definir cómo “seria” nuestra relación

– Tampoco quiero que eso dificulte tu trabajo y por supuesto tampoco el de mi hija, ni que descuide sus estudios de enología. ¿Me comprendes?

– Por supuesto. – respondí con rotundidad.

– Bien, casi no te conozco, pero espero que ella haya sabido con quien empezar a tener una relación.

– Soy una persona seria, don Ernesto… digo, Ernesto.

– Lo sé. Tengo aquí tu informe y tus compañeros hablan maravillas de ti.

Aquello me gustó y no pude reprimir una gran sonrisa, primero porque me viera de la mejor manera y que mis compañeros hubieran comentado esas cosas buenas de mí… que es bastante cierto, soy un buen chico.

– Víctor, necesito que ayudes a mi hija. – me comentó levantando su vista del informe y mirándome fijamente…

– ¿Qué le ayude a ella?, ¿Yo?

– Si, tú.

– Pero…

– Mira, Sofía es una cría de tan solo diecinueve años. Ahora está formándose en la parte técnica, pero no vale solo con eso. El máster que está haciendo en la universidad va a servirle de mucho y a nuestra bodega también, pero el vino no es solo un producto químico con unas características técnicas como muchos se empeñan en decir.

– Desde luego que no. – afirmé seguro.

– Por eso. Tuve la suerte de conocer a tu abuelo, un gran hombre y con el que aprendí muchas cosas.

– ¿Usted?, ¿Aprendió de mi abuelo?

– Sí. Tu abuelo era un amante de este trabajo, que para él era una gran pasión. Recuerdo cuando me decía que el vino estaba vivo y cómo había que tratarlo, mimarlo, descubrir sus interioridades, las sorpresas que podría darte si sabías cómo domarlo.

– Sí, mi abuelo siempre decía eso… domar el vino.

– Por eso. Sé que él también te enseñó esas cosas, esas interioridades, esa pasión y quiero que tú se las contagies a mi hija, quiero que aprenda a ser una enóloga de cabeza, pero ante todo de corazón. Yo no puedo encaminarla en esa parte, porque no he sabido nunca transmitirle esas cosas, pero sé que tú sí. Sé que vives tu trabajo con pasión y eso es lo que quiero que ella empiece a ver también.

Era reconfortante oír aquello pero más saber cómo parecía conocerme ese hombre, mucho más de lo que imaginaba, mientras que yo no sabía ni qué decir, pensando que lo que esperaba de su visita no fuera otra cosa que reprenderme por estar con su hija o por babear al observar a su esposa minutos antes de entrar en su despacho, aunque luego comprendería que no era el único en admirar la belleza de su mujer, porque todos volvían la cabeza a su paso y a eso, Ernesto, debía estar acostumbrado.

Aquel hombre me fue dando unas pautas de cómo ir adiestrando a su hija en el mundo vitivinícola, desde conocer las cepas, hasta saber cuánto pueden influir las heladas, la tierra o la forma de cortar un racimo y descubrí que parecía tener la misma pasión contando las cosas que mi abuelo.

– ¿Me has entendido, Víctor? – dijo muy serio.

– Sí. Perfectamente.

– En cuanto a la relación con mi hija, no hace falta que te diga nada. Ella es una chiquilla inocente y quiero que la respetes.

A mi mente llegaron de nuevo las imágenes retozando de todas las maneras con Sofía y en múltiples ocasiones, bajo la mesa, en el almacén, en la nevera, en el parking… desde luego Sofía era dulce, simpática, dicharachera, pero no una chiquilla inocente precisamente. Si alguien me había enseñado hasta entonces algo sobre el sexo y cosas que ni había soñado, fue ella. Se notaba que era una dominadora de las artes amatorias, experta mamadora y hábil controladora del otro sexo hasta saber cómo dar placer a un hombre de todas las maneras posibles y en todos los lugares: en la cama, en el coche, sobre una alfombra o encima de la mesa de trabajo.

En ese instante mi jefe pulsó el interfono que comunicaba directamente con su secretaria.

– Diga a mi esposa que venga a mi despacho.

– Si don Ernesto – respondió la voz al otro lado.

Soltó el intercomunicador y siguió examinándome, supongo que dándole vueltas a la cabeza y pensando si era yo el yerno que había soñado para su tierna e inocente hija, como él decía.

– Quiero que conozcas a mi esposa. Creo que antes la has visto por los pasillos.

– Yo… – respondí con un nudo en la garganta.

Tardé unos segundos en recobrar serenidad, momentos que se me hicieron largos pero por suerte alguien entró en el despacho. Era ella.

– Hola cariño, ¿querías verme? – dijo aquella voz dulce de una mujer hermosísima.

– Sí, pasa. Voy a presentarte.

Me puse en pie y no pude retirar la vista de esa imagen de un bombón caminando sensualmente hasta la mesa en donde estábamos su esposo y yo. Se acercó hasta Ernesto dándole un beso sonoro en la mejilla apoyando sus manos en el hombro de este sin dejar de mirarme fijamente.

– ¿Quién es este joven tan guapo? – preguntó descaradamente.

Creo que en ese momento tuve una erección, aunque lo disimulé bien gracias a mi bata blanca larga y acercándome a unos libros apilados sobre la mesa del jefe. Ella parecía divertirse con mi alucine, ya que yo debía estar con la boca abierta.

– Mónica… él es Víctor. Es el nieto de Pascual, ¿te acuerdas? – le comentó Ernesto.

– Ah, sí, un buen hombre. Le recuerdo. Se jubiló hace cuatro años ¿no?

Yo asentí, incapaz de articular palabra. Solo podía fijarme en la rotundidad de sus caderas y aquella blusa blanca tan pegada que mostraba un gran escote del que era difícil escapar. Y una vez más, ella lo sabía.

– Pascual era un hombre alto y fuerte. Muy simpático y muy atractivo. – comentó Mónica refiriéndose a mi abuelo al tiempo que se humedecía los labios con la punta de su lengua.

– Gracias – respondí sonriente y orgulloso.

– Igual que su nieto. – afirmó mirándome de arriba a abajo.

Siempre se agradece que una mujer lo piropee a uno, pero viniendo de aquella señora tan espectacular, es algo realmente increíble. No sé si cambié de color, pero yo notaba como mis carrillos ardían.

– ¿Sabes que está con la niña? – intervino de pronto su marido.

El rostro de ella cambió radicalmente, pues al contrario que su esposo, no debía sospechar nada y parece ser que no le gustó nada saber que yo estuviera tonteando con su hijastra. Se quedó mirando a su marido como si estuviera preparando la carta de despido conociéndole y sabiendo que su hija era más que sagrada para él.

– Vaya con Sofía. – añadió Mónica dirigiendo su mirada hacia mí y volviendo a inspeccionar todo mi cuerpo que temblaba allí de pie como si me fueran a fusilar.

– Bueno, ya le he dicho que debe centrarse en el trabajo y respetar a Sofía – añadió Ernesto clavando su mirada de nuevo en mis ojos.

– Conociendo a tu hija… no sé yo si se dejará respetar… – apuntó ella con sorna.

– ¡No empieces, Mónica! – le recriminó su marido.

Aquella mujer, sin ser su madre, parecía conocer mejor a Sofía que su propio padre y por la forma de mirarme parecía estar diciéndome que era la pura verdad y que aquella chiquilla no era tan pura y tan inocente como la veía Ernesto. ¡Qué me lo dijeran a mí!

El jefe le fue contando a su esposa toda la conversación que había tenido conmigo minutos antes, como lo de seguir aprendiendo con su hija y al mismo tiempo sacar de ella la vena más sentimental para amar al producto y sentirlo. La idea general pasaba por compartir e intercambiar conocimientos entre su hija y yo, al tiempo que se ponía en valor la calidad del producto no solo a nivel técnico. El hecho de que yo estuviera con Sofía de manera menos profesional, parecía no molestarle tanto a su padre, aunque él evidentemente, ignoraba que no eran flirteos precisamente lo que desarrollábamos en el laboratorio entre prueba y prueba, sino que follábamos de mil maneras distintas y su hija era una auténtica loba y no la inocente caperucita.

– Víctor, es importante que tengas en cuenta una cosa. – dijo de pronto mi jefe.

– Dígame, Ernesto.

– Es necesario que vuestra relación personal no trascienda en la bodega.

– ¿Cómo? No entiendo.

– Verás, yo quiero estar enterado, pero no deseo que lo sepa el resto del personal, es necesario que ocultéis vuestra relación en todo lo posible, creo que no interesa por tu bien, el de mi hija y el de la propia bodega.

El interfono hizo un ruido y mi jefe lo pulsó esperando respuesta. Yo aproveché para observar las vertiginosas curvas de su esposa con cierto disimulo, aunque ella volvió a pillarme encandilado absorto en ese par de tetas que parecían salirse por el canalillo…

– Don Ernesto, los clientes ya están en la sala de reuniones. – dijo la voz de la secretaria.

– Gracias, sírvales el reserva del 96 y enseguida voy.

– ¿Son los italianos? – preguntó Mónica.

– Sí, déjame que empiece con ellos diez minutos y luego te acercas tú. Ya sabes…

– ¿Sólo diez minutos?

– Bueno, espera quince y luego te acercas. – terminó Ernesto.

Estaba claro que Mónica, aparte de ser la esposa del jefe y directora comercial de la empresa, era algo más que eso y su esposo lo explotaba a las mil maravillas. Sus armas de mujer eran empleadas como técnica de venta y eso debía resultar bastante eficiente. Primero su marido se camelaba a los clientes con regateos, precios, volumen de compra y cuando la discusión estaba a cierto límite, ella aparecía en escena descolocando a los tipos y llevándoles a su terreno. Con semejante cuerpo y tan buenas artes no debía resultar difícil cerrar cualquier contrato por muy complicado que fuera. Quizás no funcionase siempre, pero estaba claro que cualquier hombre quedaría prendado ante aquella mujer y nosotros, ya se sabe, nos cegamos y es que… “tiran más dos tetas que dos carretas”.

– Suerte, cariño. – respondió Mónica acompañando a su esposo a la puerta al tiempo que le daba un piquito pegando su armonioso cuerpo contra el de él algo que hizo que mi polla rebotara dentro de mi pantalón y seguramente la de su marido también. ¡Qué mujer!

Tras desaparecer su marido del despacho Mónica se dio la vuelta mirándome fijamente y comenzó a caminar lentamente hacia mí, de una forma muy sensual, marcando los pasos que resonaban con esos zapatos de aguja sobre el parquet. Imponía observar a una mujer así, pero yo me hubiera quedado viéndola horas.

– Bueno, Víctor, con la sorpresa no te he dado un par de besos. – dijo sonriente.

Esa preciosa rubia se pegó a mí, juntando su pecho al mío pudiendo percibir la enormidad de su busto y su blandura apretujándose contra mi tórax. La vista se me fue al canalillo que tenía a pocos centímetros y disfruté de aquella maravillosa visión. Mis manos se fueron a su cintura que agarré más que nada para no caerme al tiempo que su blanca sonrisa me deslumbraba y esos labios carnosos me daban dos besos sonoros en los carrillos pudiendo aspirar el aroma que impregnaba aquella mujer alucinante. Tuvo que notar mi erección y su sonrisa al separarnos me lo confirmó

– Siéntate Víctor y charlemos. – me dijo al tiempo que ella subía su redondo culo sobre la mesa justo a un palmo de donde yo me sentaba.

Podía haberse sentado en el sillón, sin embargo prefirió subirse a la mesa y ofrecerme otra visión de su deslumbrante cuerpo. Cruzó las piernas y aquella imagen volvió a resultarme más que seductora y atrayente. La mujer del jefe o la madre de mi novia, una impresionante madura pero de belleza colosal, estaba sentada sobre la mesa del despacho a escasos centímetros de mí. Las grandes caderas hacían que la falda de tubo se subiera un poco más, proporcionándome una gran visión de sus muslos y la marca del final de sus medias negras que hacían juego con su sostén ya que tuve la suerte de verlo cuando se pegó a mí. Imaginaba sus braguitas negras también bajo esa vestimenta tan atrayente, pero no podía certificarlo, hasta que de pronto, como si leyera mi pensamiento, hizo un nuevo cruce de piernas, esta vez más lento, a lo “Sharon Stone”, dejándome ver un par de segundos ese prohibitivo triángulo negro de sus bragas. Me siguió observando mientras yo seguía embobado ante su cuerpo y su sensualidad.

– Y dime Víctor ¿cuánto tiempo lleváis Sofía y tú? – me preguntó la rubia con aquella sonrisa y esos ojazos inmensos.

Inevitablemente mis ojos se iban a esos muslos embutidos en medias negras que tenía a escasa distancia. Ella lo sabía y sonreía victoriosa. Sin duda era una mujer muy segura de sus atributos y sus atractivos, por eso estoy convencido de que conseguía los objetivos comerciales más complicados.

– Bueno, poco… un par de meses. – respondí azorado.

– Entiendo. ¿Ya te la has follado?

Abrí los ojos como platos ante su pregunta tan directa y contundente.

– No, no. – respondí tartamudeando.

– Vamos, conmigo no hace falta que disimules. Yo no soy Ernesto. Sé de sobra como es la pequeña, aunque su padre esté ciego.

– Sí, bueno…

– No te preocupes, me lo esperaba de ella.

No cabía ninguna duda de que aquella mujer conocía a su hijastra a la perfección y yo no podía disimular, de hecho no hacía falta que siguiera respondiendo.

– En fin Víctor, me alegro mucho de haberte conocido, voy a ver si cerramos el trato con los italianos. Espero que nos veamos pronto.

– Claro, encantado, Mónica, cuando usted quiera.

– Oye por favor… de usted nada. No soy tan mayor. – protestó con un mohín en su cara.

– Perdón.

Al estar sentada a cierta altura sobre la gran mesa y bajarse de un saltito, tropezó torpemente al contactar sus taconazos en el suelo, aunque creo que no fue del todo inocentemente y apoyándose sobre mis hombros pegó sus tetazas sobre mi cara, durante un tiempo mayor del necesario, que se me hizo bastante más corto de lo que realmente duró y era claro que ella lo alargó más de lo necesario, algo que a mí me supo a gloria bendita. Aquellas prominentes tetas pegadas a mi cara era lo mejor que podría soñar en ese momento y para el resto de mis días.

– ¡Uy, perdona! – dijo con aquella sonrisa y saliendo del despacho con un meneo de caderas que me recordó a Marilyn en “Con faldas y a lo loco”.

Esa mujer sabía cómo poner a un hombre al máximo y no me extraña que Ernesto estuviera embobado con ella, como lo estaba yo en ese momento viéndola salir del despacho.

Cuando regresé al laboratorio le conté todo a Sofía, bueno, todo no, claro… la parte que hacía referencia a su madrastra la obvié, pero en cuanto a lo que me habló su padre no pareció sorprenderle tanto, pues le conocía bien y sabía hasta qué punto no se le podría escapar ningún detalle de nuestra secreta relación, sin embargo el tipo desconocía la faceta “más abierta” de su hija. De hecho cuando le hice el comentario:

– Tu padre me dijo que lleváramos esto en el más absoluto secreto.

– ¡Jeje, cómo es!… no quiere tonteos en la empresa.

– Y que te respetara… – añadí.

– ¿Y me vas a respetar? – me preguntó con su voz sensual agarrando mi polla por encima del pantalón acariciándola hasta conseguir ponérmela durísima.

Cogí su mano y tiré de ella, pues había conseguido alterarme más de lo que ya estaba tras mi tortuosa reunión minutos antes en las oficinas.

– ¿Dónde me llevas? – preguntaba Sofía sorprendida de mi carrera por los pasillos del laboratorio mientras yo tiraba de su mano.

Al final llegué a la habitación de la limpieza y tras colarnos en el pequeño habitáculo cerré la puerta echando el cerrojo por dentro.

– ¡Sofía, quiero follarte! – le dije empujándola contra una de las estanterías de aquel pequeño cuarto.

– ¡Caramba cariño, estás irreconocible!. Normalmente no tomas tú la iniciativa. – me contestó retadora

Era totalmente cierto, hasta entonces era ella la que me follaba a mí y no al revés. Dicen que en toda relación hay uno que domina y otro que se deja dominar, este era mi caso. Sin embargo, desde que había estado con su madre o mejor dicho, madrastra, mi cuerpo se había transformado y mi mente también, consiguiendo ponerme desbocado, fuera de mi. Prácticamente le arranque la bata a mi chica, pues los primeros botones se los desabroché pero los restantes salieron disparados debido a mi desesperación. Estaba cachondísimo. Con su bata abierta de par en par me entregué a besuquear sus tetitas por encima del pequeño sostén mientras ella acariciaba mi nuca.

– Madre mía, si que te ha puesto saber que mi padre está al tanto de lo nuestro.

Las palabras de Sofía me resultaban graciosas, teniendo en cuenta que lo que me había puesto, no era eso, sino su preciosa madrastra. Besé a mi novia con pasión como nunca antes había hecho y ella pareció agradecer esa entrega por mi parte. Tiré de su sostén hacia arriba lo que me permitía seguir jugando con sus pechos, pero esta vez dedicándome de lleno a sus pezones. Los mordía, los absorbía, los besaba…

Mi otra mano se metió en sus braguitas y pude palpar la humedad de su rasurado sexo.

– ¡Qué gusto, Víctor! – me repetía entre jadeos sin dejar de acariciar mi nuca.

Me agaché frente al cuerpo tembloroso de mi secreta novia y le bajé las braguitas admirando una vez más ese inflamado chochito que me pedía a gritos ser devorado. No lo dudé, tras mirarla a los ojos, cargados de excitación, me enfrasqué en chupetear esa húmeda rajita haciendo que emanaran más flujos todavía. Ella gemía acariciando mi pelo. Con mis ojos cerrados lo que venía a mi mente no era otra cosa que la imagen de su rubia madraza, esa mujer que había conseguido enervarme hasta perder la cabeza. Oyendo los gemidos de Sofía me parecía escuchar los de su madre y en ese momento me imaginaba ahí agachado frente al coño de la espectacular madurita, creyendo que era ese el que me estaba comiendo realmente.

En poco tiempo Sofía entró en un orgasmo brutal y se multiplicó el ritmo de sus temblores, de sus gemidos y de sus fluidos que llenaban mis labios y mi lengua. Con mi cara metida entre sus piernas mi novia obtuvo uno de los mejores y más sorprendentes premios que nunca le había dado por propia decisión.

Se puso de pie y con su bata abierta mostrando su desnudez dijo melosa:

– ¡Me toca!

Comencé a desabrochar los botones de mi bragueta, dispuesto a recibir los cálidos labios de mi chica, cuando de pronto alguien intentó abrir la puerta. Nos dimos un susto de muerte que nos dejó inmóviles.

Sofía se recompuso la bata y abrimos descubriendo a la limpiadora que nos miraba con cara de pocos amigos al vernos allí metidos. Disimulamos todo lo que pudimos, pero la risita de mi novia indicaba que no estábamos buscando lejía precisamente en aquel lugar.

El resto del día lo pasé tortuosamente pensando en el cuerpo desnudo de Sofía bajo la bata, pero sobre todo con el cuerpo deseado de su impresionante madre. Aquella noche tuve mi primera paja en honor a Mónica, soñando con aquellos ojos, esa boca y sobre todo con aquellas enormes tetas que estuvieron aprisionadas contra mi pecho, pero principalmente los segundos deliciosos en los que estuvieron contra mi cara. MI imagen era, además de esas tetas, aquellas monumentales caderas, ese culo redondo, aquellas piernas robustas adornadas con las medias negras. Me corrí en poco tiempo imaginando que era ella la que me masturbaba.

Juliaki

CONTINUARÁ…

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Relato erótico: “Mayo III. En la autopista” (POR SIBARITA)

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Mayo III

A pesar de que Mayo va en el asiento trasero, yo he preferido el asiento del copiloto, al lado del chofer que, muy profesional y atento a su trabajo, conduce el coche a gran velocidad, con destino a Madrid y sin, aparentemente prestar atención a  mis piernas, largamente descubiertas. Me he dado cuenta del malestar de Mayo, por no haberme sentado a su lado, y me vuelvo hacia él sonriente, haciendo un gesto para que se aproxime y darle un beso en los labios.

El problema con Mayo es que siempre quiere más y posee un fenomenal descaro  (aparte de una verga que mide sus buenos 30 cm. y una resistencia bárbara), así es que no tengo muchas posibilidades de mantenerle quieto, al beso suceden las caricias, pegado al respaldo de mi asiento, me rodea con sus brazos, y sus manos comienzan a buscar bajo mi blusa hasta descubrir mis senos que desnuda.

No es  cosa de tener un accidente, por una distracción del chofer, al que se le empiezan a animar los ojos, así es que le hago parar al borde de la ruta, y me paso al asiento trasero, junto a Mayo que me acoge en sus brazos que se han convertido en más inquietos que los tentáculos de un pulpo. En un momento me ha desnudado por completo y a base de contorsiones ha conseguido llegar con su lengua a mi clítoris, mientras la mía recorre su verga y la apreso con mis labios. Siento su latido en mi boca, a cada envite penetra más profundo, sus manos me recorren, me voltea haciendo que me siente sobre sus piernas, de cara a él; apenas si tiene que hacer un pequeño movimiento para penetrarme y comenzar a movernos buscando llegar y que me llegue hasta lo más profundo con esa verga enorme que me llena, una mano presionando mis tetas y la otra buscando llegar hasta mi ano. No alcanza y me da la vuelta, ahora es de espaldas a él, en equilibrio y sin llegar a sentarme, mientras que la punta de su sexo penetra en mi vagina, en realidad solo buscaba humectarse y una vez conseguido, la saca y busca la entrada de mi ano hasta encontrarla, presiona con cuidado para no hacerme daño, pero esa presión es firme hasta que consigue dilatarme lo suficiente para que penetre su gruesa cabezota. Con cuidado me dejo descender sobre ella, que avanza en mi interior hasta quedar sentada literalmente sobre sus testículos, y cuando el dolor amaina comienzo a mover mis caderas despacio, más deprisa, furiosamente. Movimientos en los que me sigue Mayo descontrolado totalmente.

Empalada como estoy, y no necesitando el apoyo de mis manos, estiro mis brazos hacia delante y tomo con mis manos la cabeza de Vittorio, el chofer, que se estremece a mi contacto y pierde por un momento los nervios y el control del vehículo, que da un gran bandazo, provocando con el brusco movimiento, que Mayo se corra en mi interior incontenible.

Vittorio ha conseguido recuperar el control del coche y aparca sobre el arcén de la autopista, permanece quieto en su asiento mientras trata de recuperar la calma, y cuando recobra el movimiento es para abrir su puerta y salir del coche. No es una fuga, todo lo contrario, abre la mía y tira de mi mano para sacarme de él, totalmente desnuda como estoy.

Me abrazo a él, que se desplaza hasta depositarme sobre el capot caliente; me mira así tumbada, con rapidez desabrocha su pantalón, desnudando una bastante gruesa verga completamente inhiesta, con ayuda de sus largas manos, separa los labios de mi vagina, la humecta con saliva y la ayuda de sus dedos, me penetra de un golpe cuando levanto mis caderas hacia él. A pesar de la violencia del momento, sus movimientos son lentos y profundos, demuestran sentimientos. El roce de su verga sobre mi  clítoris me provoca un placentero orgasmo, y el movimiento sigue, mis piernas le rodean, mis pies se anudan en su espalda, soy yo ahora quien se mueve, trato de hacerle avanzar más, que me penetre hasta lo más profundo, y cuando por fin consigo lo que parecía imposible, él se corre con secos movimientos, y ríos de su semen comienzan a inundarme, provocándome un nuevo y fuerte orgasmo, mientras otros coches pasan velozmente al lado nuestro, haciendo sonar sus bocinas al darse cuenta de lo que estamos haciendo.

Después, tranquilamente, entre Mayo y Vittorio, me ayudan a vestir y seguimos el viaje.

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