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Relato erótico: “El cambio de Susana, su despertar 2” (PUBLICADO POR ALEX)

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Buenos días soy Susana,

Me he abierto este mail para escribirme contigo, no nos escribamos mas al corporativo por motivos obvios te parece?

No se por dónde empezar, pero bueno vamos allá,

Me tuviste toda la noche dándole vueltas a lo de vestirme como me habías pedido, no era por lo que tenía que llevar, pues lo suelo llevar, si no por hacerlo por indicación tuya, eso me turbo un poco, cuando leí tu petición me gusto, y a la vez me asuste, pues una cosa es soñar y otra muy diferente entrar en rol así. Ayer por la mañana me he desperté mojada, supongo que por haber estado toda la noche dando vueltas en la cama sin conciliar el sueño por el motivo anterior, me sentía activa, me sentía bien, por lo que decidí hacerte caso y probar …

Por la mañana ya en la oficina estaba como una chiquilla esperándote ver entrar y que vieras que te había hecho caso, y a la vez me sentía bien, cuando me pediste que me quitara las bragas, buffff, no sabía qué hacer, pero me convenciste y me atreví, estuve todo el día empapada, me sentía desnuda, parecía como si todo el mundo supiera que no llevaba bragas, la sensación era horrible, pero a la vez placentera, muy placentera porque estuve todo el día, excitada, contenta, hacía mucho tiempo que no me sentía así de feliz.

Cuando me fui a casa, no me atreví a sentarme en el metro, por si alguien se daba cuenta, pero me seguía sintiendo desnuda y como si todo el mundo lo supiera, era una sensación extraña, pero no me disgustaba, más bien todo lo contrario.

Al llegar a casa la rutina de cada día, niña, marido, preparar la cena, deseaba poder meterme en mi bañera, poder lavarme abajo, pues al estar todo el día en ese estado debía oler a perros, cuando al fin pude escaparme, me desnude en el baño, pase mis dedos por abajo y estaba toda mojada, mis dedos salieron con hilillos entre ellos, creo que nunca había estado así, supongo que también era por la cantidad de horas que había estado en ese estado, me mire en el espejo, y me puse los dedos nuevamente abajo, volviendo a tocarme, pero esta vez empecé a tocar mi bolita,
buffff, casi se me doblan las piernas al hacerlo, estaba sensible, muy sensible, empecé a tocarme indirectamente porque me era más placentero que hacerlo directamente, y me miraba en el espejo, me gustaba, mi imagen y mi cuerpo así me lo demostraban, cada vez lo hacía más rápido, y el placer seguía en aumento, creo que debí soltar algún gemido porque mi marido llamo a la puerta preguntándome si estaba bien, “maldita sea” pensé y tan bien que estaba en ese momento, y me corto el rollo.

Me metí en la bañera que ya se había llenado, me estire, me relaje, y pensé en cómo me había sentido durante el día, nuevamente mis dedos volvieron a la carga, la sensación del agua caliente, y mis dedos jugando cada vez más rápido, me estaban llenando de placer, pero me sentía nerviosa, no sé el porqué, pero hubo un momento que lo que sentía era ya muy intenso, estaba como agitada, y muy nerviosa, eso hizo que me asustara, no sé si fue porque estaba ahogando mis propios gemidos, si fue por las sensaciones que estaba experimentando o el porqué, pero me entro miedo y pare, cerré mis piernas atrapando mi propia mano entre ellas, mi respiración estaba muy
agitada, como si me faltara el aire, porque unos minutos después me conseguí sosegar un poco, acabe de bañarme, y dar por finalizado el baño.

Joder, tengo 38 años y tienes que venir tu a decirme que debo hacer para poder disfrutar de mi misma, esto es surrealista, y debes pensar que soy tonta, pero debo confesarte que lo que he experimentado hoy en esa bañera, ni en mis mejores sueños lo había podido imaginar, gracias 🙂

Todo esto me ha llenado de preguntas, esta noche nuevamente en vela, pensando que si lo de ayer fue tan placentero ¿como debe ser tener un orgasmo? madre mía, creo que no puedo ni imaginarlo, me he tanteado varias veces esta noche por debajo del pijama, nuevamente toda la noche mojada y mi marido roncando a mi lado, y yo totalmente volcada en mis pensamientos, bufff debo confesarte que también he jugado un poquito tocándome, me está gustando, creo que me estoy viciando jejejeje, pero cuando notaba que me estaba acelerando paraba por miedo a que mi marido se diera cuenta, una vez me he levantado a ver a la niña y luego me he metido en el baño a tocarme nuevamente, madre mía, el corazón se me dispara, las piernas me flaquean, mis sonidos son imposibles de ahogar, pongo unas caras rarísimas, pero hay un momento que debo parar, me pongo nerviosa, me falta el aire y no puedo seguir, ¿puede ser por ansia? ¿o debe ser por miedo? ¿que hago preguntándote a ti si eres un tío? ¿me estaré volviendo loca?¿o tal vez una pervertida?

Esta mañana me he vestido para ti nuevamente, cuando he llegado a la oficina ya he tenido que ir al baño a secarme, me sentía otra vez mojada, ¿que estás haciendo conmigo? somos compañeros y nunca te he mirado como nada mas, y no sé ni si realmente me atraes, pero si se que tú tienes la culpa de yo este así, alegre, contenta, feliz, con ganas de verte y de contarte todo esto.

Este es el correo que leí cuando venia hacia el trabajo, cuando entre en la oficina la busque con la mirada, allí estaba ella, buscando mi presencia, me dirigí directamente hacia ella, dándole los buenos días y dándole las gracias por el mail, a lo que ella me lo agradeció. Me dirigí hacia mi mesa, y volví a releer nuevamente el mail,
¿como podía ser que una mujer de 38 años fuera tan ingenua respecto al sexo? ¿me gustaba Susana? ¿quería ir mas allá con ella, e intentar que descubriera ese mundo a mi lado? eran preguntas que me venían a la mente, la verdad que la chica se conservaba bien, y no disgustaba en absoluto, pero la tenia más bien como compañera de trabajo, ni tan siquiera como amiga, ¿podría salir bien algo así?

Me acerque a su mesa, y me senté en la silla que tenía enfrente, me quede en silencio unos segundos, mirándola, observándola, ella me miraba con cara de extrañeza y algo ruborizada, y le dije:

“quítate las bragas, y déjalas en el cajón” hizo la intención de levantarse para ir al baño, a lo que le negué con la cabeza, y diciéndole “aquí y ahora” Susana volvió a sentarse, su estado ahora era de nerviosismo, mirando a todas partes, yo seguía enfrente de ella,
disimuladamente fue bajando sus bragas hasta el suelo, cogiéndolas rápidamente y metiéndolas en el cajón intentando esconderlas, a lo que le dije “Bonitas bragas ¿como están?” contestándome ella que algo húmedas, sonreí, me levante y me fui nuevamente a mi mesa.

Al cabo de unos minutos me llego un mail suyo, pidiéndome salir a tomar café juntos a la calle, me levante y me dirigí a la salida, haciendo ella lo mismo, juntándonos en la puerta del ascensor, en ascensor bajaba vacio, cosa que aproveche para tocarle por primera vez su sexo, tenía su sexo con una buena mata de pelos, pase mis dedos por sus labios, sintiendo toda su humedad, y luego le acaricie el clítoris, Susana estaba expectante, nerviosa y asustada por lo que estaba pasando, y a la vez estaba excitada y gustosa con lo que le estaba haciendo, apoyo sus manos en la pared del ascensor, y sus piernas se separaron para facilitarme el acceso, Susana esta que se derretía …

Luego en la cafetería, estuvimos hablando tranquilamente, sobre lo que estaba experimentando estos días, me comento que lo que estaba sintiendo era contradictorio, que nunca se había sentido así, que se sentía bien y le gustaba, y a la vez se sentía sucia por estar mojada todo el día, se sentía desnuda, pero que todo ello puesto en una balanza esta se decantaba por seguir jugando conmigo, me pregunto si ella me gustaba, y que si quería seguir con aquello, que ahora mismo se sentía como una chiquilla con mariposas en el estómago todo el día, yo por mi parte le dije que me atraía
como mujer, y que me atraía la idea de seguir con el juego, pero que si seguíamos eso cada día iría a más, que lo ocurrido hasta ese momento no era nada, y que solo era el inicio de su despertar sexual, que en mis manos la utilizaría como yo quisiera, y que haría cosas que jamás podía imaginar que haría, la invite a que meditara sobre todo ello, pues lo que venía a continuación podía romper con todo lo que ella pensaba como su esquema de vida diaria, y que necesitaba meditar sobre todo ello.

Continuará …

Quiero agradeceros vuestros comentarios, ellos son lo que me animan a continuar escribiendo a pesar de mi poco tiempo para ello.

Como siempre estoy a vuestra disposición tanto en el mail como en el msn, para lo que deseéis y sois bienvenid@s.

mar.lex.bcn@gmail.com


Relato erótico: “La sacristía” (PUBLICADO POR SIBARITA)

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Como la mayor parte de las historias, también esta se inicia de una forma totalmente banal. La tarde no había sido especialmente entretenida en Benidorm, habíamos entrado y salido de varios vares de copas sin encontrar en ellos nada interesante ni original; estábamos en medio de una calle llena de jóvenes en celo, mas en realidad lo que aparentaban que otra cosa cualquiera. No parecía aconsejable el intentar mezclarse en aquel caldo de cultivo para cualquier problema, cuando nos dimos cuenta de que nos observaba un tipo solitario de unos cuarenta años, y que al movernos de un lado para otro nos seguía de cerca y mirando muy fijo. Caminando atravesamos un pequeño parque para llegar a nuestro coche, siempre con el a dos pasos detrás nuestro y sin decir palabra, salvo que al caminar, escribía algo sobre un papel que, contra lo esperado, se acerco a dárnoslo justo cuando ya estábamos cerrando las puertas para irnos.

Leímos el papel en el que nos decía ser muy tímido por no haberse atrevido a acercarse y hablarnos, que hubiera estado loco por bailar aunque fuera una sola vez con ella, seguido por una serie de alabanzas , y nos proponía invitarnos a una copa en un pub que había muy cercano.

Nos hacía gracia la cosa y tampoco teníamos prisa en el regreso, así es que bajamos del coche y aceptamos acompañarle. Muy cortes, educado, empeñado en invitar a copas y mas copas que, por un efecto extraño, conseguían que el escote del vestido se ampliase por segundos y que los ojos de nuestro anfitrión se fueran desorbitando. Siempre cortes, nos invito a conocer un pub especial, y lo era, porque en una casa vieja reproducía el ambiente cargado de una antigua sacristía o iglesia de aldea, en la que aparte de la decoración, bien ambientada, había minúsculos ambientes ubicados entre escaleras, balcones interiores y celosías, equipados por pequeñas mesitas y taburetes de paja y madera, y sobre cada mesa una especie de pequeña palmatoria o velorio apenas suficiente para disimular la penumbra ambiental. Todo un conjunto intimo, agradable y discreto, al cual se accedía por una muy estrecha escalera para el servicio a las dos piezas de arriba.

Tomamos asiento los tres sobre los estrechos taburetes, con lo cual estábamos tan pegados que ella, estando en el centro, soportaba el peso de nuestros brazos sobre sus hombros e inevitablemente que nuestras manos descansaran sobre sus pechos ya descubiertos, no tanto por inercia como por la innegable atracción que ejercían sobre nuestras manos, si bien lo del descanso era un simple eufemismo, nuestras manos no cesaban de apretarlos, de acariciarlos, de estrujarlos, mientras nuestras bocas devoraban la suya. No importa ni se quien dio el primer paso para llevar las manos a sus piernas, su corto vestido se encontraba ya enrollado a la cintura y nuestras manos, de ambos lados, trataban de hacer descender la braga hasta quitársela. Estaba ya desnuda por entero y no parábamos de recorrerla con las manos, con nuestras bocas sobre su sexo o su boca; nuestros dedos chocaban pugnando por penetrarla, mientras sus manos, que hacía tiempo habían desabrochado nuestros pantalones, jugaban con nuestras pollas a punto de explosión. Fue nuestro anfitrión el que tomo la iniciativa de atraerla por los hombros para que su espalda quedase apoyada sobre su cuerpo, con lo que me ofrecía el magnífico espectáculo de su sexo, así pude acercarme a ella, que levanto sus piernas a mi encuentro y al encontrarnos se fundieron nuestros sexos en una ansiosa búsqueda que solo termino con un majestuoso orgasmo conjunto.

Riendo un rato por el esfuerzo hecho, era el momento de que nuestro anfitrión tomase el relevo. Por precaución habíamos recuperado nuestras ropas y muy en plan serios pedido nuevas copas que bebimos mientras echábamos un vistazo a la parte superior del local, ya que antes no nos habíamos fijado en nada. Vimos un amplio balcón cuadricular, que cubierto de celosías permitía ver la decoración de la planta baja llena de estatuas y ornamentos religiosos, y a las inciertas luces mejor aun la perfecta silueta del cuerpo de Maria que tiraba de nosotros. En segundos estábamos sobre ella cubriéndola de caricias. Ahora fue nuestro anfitrión el que al tiempo que la levantaba el vestido, sacaba y buscaba la entrada de su sexo con su verga, mientras a mi me tocaba sostenerles para evitarles caer a la planta baja, dada la precariedad del apoyo existente.

La experiencia había sido de lo más excitante, pero no había terminado todavía. Miguel, nuestro anfitrión, a estas alturas ya sabíamos su nombre, nos invito a conocer la zona, dando un paseo con su coche. No recuerdo la marca aunque si era bastante cómodo, de modo que los dos se sentaron en los asientos delanteros mientras que yo lo hice en el trasero, desde el que mejor dominaba el panorama y además tenía acceso a los cordones que retenían el escote del vestido. El efecto era impresionante, bastó con deshacer la simple lazada para que todo el escote se viniera abajo, con lo cual el paseo aun fue más agradable para nosotros; ella sentada delante con Miguel, una de cuyas manos estaba permanentemente ocupada en su coño, y yo detrás, con las mías acariciando sus tetas libres y al aire. Algunas caras de la gente con las que nos cruzábamos, eran de apoteosis.

Fuimos en el coche hasta una zona bastante elevada y desde la cual se veía toda la enorme bahía, desde luego el lugar era precioso y totalmente solitario, con una gran cadena de hierro para impedir el paso, pero Miguel aparentemente conocía bien el truco, porque la evito y continuamos aun durante un buen trecho. Cuando al fin detuvo el coche y apago el motor, el silencio era casi absoluto, pero a cambio estábamos perfectamente iluminados por las luces de un cielo esplendoroso.

Hacía rato que el vestido de Maria, toda su ropa en realidad, estaba desperdigada por el suelo del coche, lo mismo que la nuestra; basto pues que ella basculase su asiento hacia atrás para que Miguel se colocase encima de ella y con un par de maniobras metiera su polla dentro de ella. Tampoco ella se había quedado quieta, porque con los brazos extendidos hacia atrás tomo mi cabeza para hacer que mi boca apresase la suya; mis manos sin parar de acariciar sus tetas, jugando nuestras lenguas en besos interminables, mientras Miguel bombeaba su sexo como un poseído y ella respondía elevando sus caderas a su encuentro hasta, en un ultimo espasmo, corrernos los tres al mismo tiempo, pero ni siquiera con eso están contentos, en cuanto reponen un poco las fuerzas, se meten los dos en la parte trasera del coche y comienzan una nueva exhibición de contorsiones, sentada sobre las piernas de él y dándole las tetas, vuelta de espaldas mientras él hace esfuerzos por metérsela por el culo sin conseguirlo, en fin, de mil maneras, porque el coche tampoco es una maravilla en cuanto a espacio, pero en esos casos todo vale.  Ni que decir tiene que ese lugar se ha convertido en uno de nuestros favoritos, y que a Miguel solemos encontrarle con cierta frecuencia. Aparte de que nos llama con frecuencia pidiendo nuevas citas.

La última visita que hicimos al Pub fue un poco más animada que los anteriores; el camarero, después supimos que era el dueño del local, se había dado cuenta de nuestras aventuras en el primer piso y aprovechando que esa noche escaseaban los clientes, se decidió a participar en nuestros juegos y, cuando menos le esperábamos, apareció de la nada y la sorprendió a ella agarrándola por la espalda, léase tetas, cuando estaba con el vestido bajado hasta la cintura.

Es ella quien continúa el relato.

Bailamos, mejor dicho, apenas nos movimos, salvo las manos de Miguel sobre mi cuerpo y la presión de su verga aun oculta, sobre mi sexo. Volvimos a la mesa y nada mas sentarme, sus manos me ayudaban a retirar mi braga, apoderándose su mano de mi sexo. En un momento, dos de sus dedos me habían penetrado, los sentía muy dentro y con un frenético movimiento que provoco que a mi vez dejara al descubierto la verga de Miguel, y nada mas hacerlo me tomo entre sus brazos para sentarme sobre el, haciendo que esa verga me penetrase hasta lo mas profundo.

Así estábamos cuando sentí que, desde atrás, dos nuevas manos tomaban  mis pechos. No me volví, creo que lo esperaba, de alguna manera sabía que el camarero no se contentaría con haber visto mis pechos desnudos, Fue bien aceptado por Miguel, que aprovecho su ayuda para desnudarme entera y tomarme en sus brazos mientras el camarero juntaba las dos mesas para depositarme sobre ellas. Al momento, los dos estaban igualmente desnudos y, mientras Miguel se tendía sobre mi metiéndome su verga, el joven camarero acercaba la suya hasta mi boca que le recibió ansiosa. Cada envite de Miguel provocaba que la verga del camarero entrase mas y mas en mi garganta, ya no podía ni paladearla, solo sentir como crecía y como de golpe descargaba potentes chorros de semen que casi me ahogaban. Miguel mientras tanto, iba a lo suyo, había levantado mis piernas y colocado mis pies sobre sus hombros, de tal manera que vagina y ano quedaban a su alcance y largamente expuestos; su verga ya bien lubricada en la vagina, no tardó en hacer presión sobre mi esfínter, y cuando estuvo suficientemente dilatado, se metió como Pedro por su casa.  Tres o cuatro envites y se retiraba para cambiar de sitio, tan pronto la metía por el culo, como por la vagina, y a la vista de ello, el camarero reclamaba su parte.

Se había sentado sobre una butaca baja, su verga bien erguida esperaba su presa, y Miguel, en un acrobático gesto me deposito sobre ella, sin sacarme su verga de la vagina, mientras por el mismo peso de mi cuerpo, la verga del camarero me empalaba.

No sé cuantos orgasmos tuvimos, ni el tiempo que duro, habían cerrado el local, y dejado solos en el, después supimos que el joven camarero era hijo del dueño. Tampoco entonces me dejaron vestirme, desnuda totalmente me bajo Miguel hasta el coche, para depositarme sobre el capot del mismo. No había nadie en los alrededores, y aprovechó  para metérmela de nuevo, aunque esta vez en un polvo rápido, por temor a que pasase una patrulla, de las muchas que vigilan la zona.

A todo esto, el joven camarero había cerrado su local y al vernos se acerco a nosotros. Todavía le quedaban ganas, y nos propuso llevarnos a su casa, teníamos tiempo, de modo que aceptamos no sin que aquello diera origen a un pequeño debate, con quien de los dos hombres yo haría el corto viaje; al final gano Miguel pero solo a medias puesto que el camarero dejo su coche y vino con nosotros. La situación era cómica, los tres íbamos sentados en la parte trasera, yo en medio, desnuda totalmente, con la mano del joven jugando con mis tetas, y las libres de ambos compartiendo  mi vagina. Imaginar las caras de la gente que nos veía, cada vez que debíamos parar ante un semáforo. La verdad es que yo no estaba para fijarme en tales detalles, el trabajo que ellos estaban haciendo sobre mi, me había transportado al séptimo cielo, así es que ni me entere del recorrido hecho hasta llegar a la casa del joven, ni tampoco en ella hubo demasiadas palabras, como por milagro la corte había crecido, una gruesa verga clavada en mi vagina, una segunda en mi trasero, otra nueva en mi boca y dos mas a las que masturbaba con mis manos, suficientes para que en un momento todo mi cuerpo nadase en semen caliente.

 

“Pintor de Soledades” LIBRO PARA DESCARGAR (POR GOLFO)

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Sinopsis:

Una crisis creativa obliga a un pintor a refugiarse en un hotelito escondido en mitad de la selva de Costa Rica con la intención de encontrar la inspiración perdida pintar pero no encuentra la tranquilidad que deseaba por la presencia de la impresionante directora del establecimiento junto con la de una divorciada deseando tener dueño. Pero lo que realmente alteró su existencia fue descubrir la alegría de la hija de la dueña bañándose con una amiga en una cascada.

Poco a poco descubre lo que esconden en su interior esas tres mujeres y al tiempo que plasma en sus cuadros la naturaleza del lugar y la personalidad de sus modelos, Mateo se plantea su vida, el sexo pero sobre todo sus sentimientos .

MÁS DE 130 PÁGINAS DE ALTO CONTENIDO ERÓTICO

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Para que podías echarle un vistazo, os anexo los CUATRO PRIMEROS CAPÍTULOS:

1

Sabía antes de entrar que la reunión de esa mañana sería dura y que versaría en gran medida sobre la falta de inspiración que me tenía paralizado. Lo que no me esperaba fue que evitando cualquier tipo de prolegómeno, mi representante harto de esperar las obras con las que celebrar la exposición que tenía comprometida me soltara:
―Mateo tienes que olvidar de una vez a esa zorra y ponerte a pintar.
―Lo sé pero no puedo. No he perdido sólo a mi novia sino también a mi musa― repliqué molesto.
Sabía que Alberto tenía razón porque llevaba seis meses sin tocar un pincel pero es que me veía incapaz. Solo el pensar en ponerme frente a un lienzo me ponía de mala leche al saber que de hacerlo, perdería el tiempo por carecer de inspiración.
«Andrea lo era todo y ahora ya no está», murmuré en mi interior sin exteriorizarlo.
―Tienes que continuar con tu vida― contestó― no eres el primero ni el último al que han dejado y por ello como tu amigo te ruego que intentes borrarla de tu memoria.
―¡Cómo si fuera tan fácil!― protesté destrozado― Todo me recuerda a ella. Madrid, el barrio, mi casa.
―Joder, ¡pues vete a otro sitio! A la playa, al campo…― estaba respondiendo cuando de pronto se acordó de un pequeño pueblo del que le habían hablado por su belleza y que están situado en las faldas de un volcán: ― …o a un lugar fuera de España.
Por su tono supe que me iba a proponer un destino y adelantándome, le pregunté en qué había pensado:
―Uno de mis clientes ha remodelado un hotelito rural muy cerca del Turrialba y sé que si le pido que te haga un precio especial, lo hará encantado.
―¿Dónde eso? Te juro que no sé de qué hablas.
Mi agente a carcajada limpia, me soltó:
―En Costa Rica. El Turrialba es un volcán y por lo que sé, la zona es impresionante.
―¡Estás de coña!― repliqué.
Pero entonces sin dar su brazo a torcer, Alberto me describió la finca y los alrededores como una especie de edén paradisiaco alejado de la civilización y en mitad de la selva. Su entusiasmo me convenció y antes de dejar que me echara atrás, llamó a su conocido y acordó que me quedara ahí durante tres meses a cambio de dos cuadros.
Con todo cerrado, me atreví a reconocerle que no me importaban las diez horas de viaje en avión ni las cuatro por carretera, lo que realmente me echaba para atrás es no estar cerca de Andrea por si se arrepentía y me podía volver.
―Estas idiota, esa puta ha cazado a ese ricachón y no va a soltarlo hasta que consiga su dinero― contestó encolerizado.
Asumiendo nuevamente que decía la verdad, llamé a una agencia de viajes y contraté el primer vuelo que saliera hacia San José.

Costa Rica era uno de los pocos países hispanoamericanos que no conocía y por eso al llegar me sorprendió no sólo su nivel de vida sino la alegría que parecía un rasgo común en todos sus habitantes
Aun así me pareció una ironía el lema con el que se publicitaban en el resto del mundo porque mientras se hartaban de decir “pura vida” en mi caso era “puta vida”.
Molesto con el universo y cagándome en los muertos de mi agente, recogí el todoterreno que había alquilado para mi estancia en esas tierras. Pero fue al meter la dirección de la hacienda a la que iba en el GPS cuando el ánimo se me cayó a los pies:
―Tres horas para recorrer setenta y cinco kilómetros― exclamé en el enorme Toyota de alquiler: ―Debe de estar mal― me dije tratando de auto convencer.
Desgraciadamente la realidad confirmó los negros augurios de ese siniestro aparato por qué a los diez kilómetros de la capital, la autopista terminó dando paso una pequeña y mal asfaltada carretera.
«Menuda mierda», protesté quince minutos después al comprobar en la pantalla que debía meterme en un camino de tierra y por ello haciéndome al arcén busqué otro trayecto.
Fue inútil, a mi destino solo se podía acceder por la ruta que me había marcado inicialmente.
«Solo quedan cincuenta kilómetros», pensé mientras arrancaba.
El hijo de perra de Murphy se rio de mí y lo que había empezado mal, empeoró al caer un diluvio universal que ralentizó más si cabe mi paupérrimo ritmo.
«¡No puede ser!», amargamente protesté cuando tuve que poner las reductoras tras una advertencia del vehículo al deslizarse peligrosamente en una curva, «¡Voy a menos de veinte kilómetros por hora!».
La situación no era preocupante.
«Tienes gasolina, agua y teléfono. Estas en un país conocido por su seguridad y lo máximo que te puede ocurrir es quedarte tirado», mascullé de mal humor justo cuando de improviso la lluvia terminó y un sol de justicia apareció entre los árboles.
Con nuevos bríos afronté el resto del camino, bríos que se fueron convirtiendo en hastío con el paso del tiempo hasta que cuatro horas y diez minutos después de salir del aeropuerto, llegué a mi destino.
―¡Qué maravilla!― exclamé al contemplar la hacienda en la que iba a pasar esos tres meses.
Y no era para menos porque nadie me había dicho que era un palacio tipo colonial solo comparable con el impresionante entorno en el que estaba situado.
Acababa de apagar el todoterreno cuando mi sorpresa se incrementó al observar que del interior de esa mansión salía una diosa.
«¿Quién será?», me pregunté babeando mientras esa belleza se acercaba meneando su trasero.
Pocas veces había contemplado algo tan sensual ni tan bello como esa desconocida bajando las escaleras. Su pelo incrementaba el atractivo de unos ojos tan negros como la noche. Pero fue al verla sonreír cuando mi corazón amenazó con detenerse.
«Debe de ser de mi edad», dije para mi mientras trataba de recuperar la respiración, calculando que debía rondar los treinta y tantos.
Ajena al exhaustivo escrutinio al que la estaba sometiendo, alargó su mano mientras me decía:
―Soy Soledad, la directora de “El Quemado”. Usted debe ser Mateo Cienfuegos, el famoso pintor.
Azorado por ese inesperado piropo, negué esa fama mientras estrechaba su mano y entonces cometí un error del que no tardé en arrepentirme, intenté saludarla a la manera española, es decir con un beso en la mejilla.
―¿Qué tipo de mujer cree que soy?― espetó al sentir que invadía su espacio vital.
A pesar de mis disculpas, la cordialidad había desaparecido de su rostro siendo sustituida por una frialdad que me hizo entumecer.
―Tiene su habitación lista, sígame― comentó con tono gélido sin esperar a que recogiera las maletas.
Convencido de haber mancillado de alguna forma el honor de esa mujer tomé mi equipaje y corriendo por los pasillos, la seguí sin intentar otra conversación que la habitual entre un gerente de hotel y un huésped. De forma que en silencio dejé que me mostrara el cuarto que me había preparado sin expresar la satisfacción que me produjo la intensidad de la luz que se colaba por las ventanas.
«Es un sitio ideal para pintar», sentencié mientras profesionalmente Soledad me enseñaba la enorme cama King Size con la que estaba dotada esa habitación.
Tampoco me llamaron la atención ni el lujoso jacuzzi del baño añejo ni el despacho reservado para mi uso porque estaba obnubilado observando los diferentes colores del paisaje selvático que se divisaba desde sus ventanas.
―Todo lo que ve es parte de la finca― con voz gélida me espetó la morena al ver el poco caso que hacía a su explicaciones.
―Es imposible―alcancé a decir mientras me hacía una idea de la complejidad que sería plasmar esas tonalidades en un lienzo.
Soledad malinterpretó mi respuesta y con una mezcla de orgullo y desdén replicó:
―El Quemado abarca mil quinientas hectáreas de bosque tropical. Pocas fincas en el país pueden comparársele por la riqueza de sus maderas y la diversidad de su fauna.
Como artista me la sudaba el aspecto económico o medio ambiental de ese paisaje, estaba fascinado con su belleza. Por eso no me digné a contestarla y sacando por primera vez en meses mi cuaderno de dibujo, me puse a dibujar un primer bosquejo de esa vista.
―La cena es a las ocho. Por favor sea puntual― dijo con aspereza al comprobar que me había olvidado de su presencia.
Hoy comprendo que esa monada hubiese dado por supuesto que era un cretino pero ese día estaba tan alucinado por mis ganas de pintar que no comprendí que me había portado como un maleducado.
Es más absorto en el dibujo, se me pasó el tiempo sin darme cuenta y ya habían dado las ocho y media cuando caí en que llegaba tarde.
«Joder, va a pensar que lo he hecho a propósito».
No me equivocaba por que al llegar al comedor, el cabreo de Soledad se masticaba en el ambiente. Y por segunda vez en esa tarde tuve que disculparme. Como en la ocasión anterior, no sirvió de nada porque esa morena no me quiso escuchar y si me hablo fue para preguntar lo que quería de cenar.
«Menudo cabreo tiene la condenada», murmuré para mí mientras le contestaba que algo ligero porque estaba agotado.
La costarricense me miró sin rastro de compasión y pasando mi comanda a una de las camareras, me dejó solo cenando sin despedirse.
―Hasta mañana― alcancé a escuchar antes de verla desaparecer por la puerta…

2

El cansancio del viaje me hizo caer rendido sobre la cama y aunque mi intención era quedarme trabajando hasta las diez para recuperarme del Jet-Lag, en cuanto puse mi cabeza sobre la almohada me dormí. Por primera vez en meses, mi sueño fue profundo y sin altibajos, de forma que el amanecer me encontró descansado y con ganas de pintar. Mirando el reloj, comprendí que tenía que hacer tiempo durante dos horas:
«Puedo dar una vuelta por la zona hasta que a las siete abran el comedor», pensé mientras ataba los cordones de mis zapatillas. Ya listo cogí una cámara de fotos y salí de esa mansión.
Los dieciocho grados de temperatura a esa hora me hicieron temer que una vez avanzase la mañana, el calor se haría insoportable. Por ello me alegró haber salido tan temprano y sacando mi móvil, comprobé que funcionaba el navegador. Tras lo cual sin miedo a perderme, me adentré en la selva a través de una senda que nacía a pocos metros del hotel.
El verde esmeralda de esa arboleda me engulló sin permitir que mi vista se extendiera a lo lejos pero eso en vez de molestarme, me cautivó al descubrir una variedad de flores y plantas de indudable belleza y que a los que los ojos de un europeo parecían de otro planeta.
«Son increíbles», murmuré para mí mientras fotografiaba todo lo que tenía a mi alcance.
Nada quedó sin ser inmortalizado, desde un enorme hormiguero a unas primorosas orquídeas fueron objeto de mi teleobjetivo. Cuando después de una hora mi entusiasmo amenazaba con decaer, de improviso vi que se abría un hueco en esa floresta y al cruzarlo, me encontré de bruces con el paisaje más cautivante que jamás había contemplado. Confieso que me quedé anonadado al observar esa cascada y la pequeña laguna que se formaba a sus pies.
―No puede ser cierto― murmuré frotándome los ojos incapaz de creer que algo tan extraordinario pudiese existir.
Parecía el resultado del trabajo del genio de un paisajista. Dos enormes jacarandas con sus flores rojas eran el marco de entrada a ese paraíso. Conteniendo la respiración no fuera a desaparecer, me acerqué a comprobar esas cristalinas aguas. Ya en la orilla comprendí que ese lago rebosaba de vida al ver los perfiles plateados de multitud de peces.
«Esto merece por si solo una exposición», resolví mientras guardaba en mi teléfono la localización exacta de ese emplazamiento para poder volver pertrechado con todo lo necesario para plasmarlo en lienzo.
Deseando coger mis pinceles, busqué el camino de vuelta al hotel y para mi sorpresa, descubrí que estaba a menos de un kilómetro.
«Debo de haber estado dando vueltas a su alrededor», asumí mientras me orientaba.
Diez minutos después, estaba entrando por la puerta cuando me topé con la directora. Estaba tan feliz por el provecho de mi paseo que, al ver que me miraba con cara avinagrada, me hizo gracia y queriendo vengar el modo en que me trataba, la saludé diciendo:
―Cuando ayer la conocí, creí que nada podía competir con su belleza pero me equivoqué: ¡El Quemado es todavía más bello!
Aunque mi ataque contenía implícito un piropo, no preví que esa bruja se pusiera colorada y menos que saliera huyendo por la escalera sin decir nada.
«¡Qué tía más rara!», zanjé sin darle mayor importancia.
Tras lo cual, me dirigí al comedor a desayunar opíparamente para así no tener que parar por hambre si tal y como esperaba me daban las horas pintando. Afortunadamente María, la camarera regordeta de la noche anterior, me informó que me habían preparado un desayuno típico costarricense con gallo pinto, huevos, plátano maduro, carne en salsa y tortillas.
―¿Nada más?― comenté muerto de risa porque al contrario que en ese país, mi costumbre era tomar únicamente un café y como mucho unas tostadas
La morena cazó al vuelo que iba de broma y sonriendo de oreja a oreja, replicó:
―Primero acábeselo y luego hablamos.
La naturalidad de esa muchacha me gustó y entablando conversación con ella, me enteré que las tres cuartas partes de los hombres del pueblo más cercano trabajaban en la hacienda bajo el mandato de Soledad que además de dirigir el hotel, controlaba la gestión de toda la plantación.
―Los compadezco― comenté en plan de guasa.
María no entendió a qué me refería y al explicar que teniendo de jefa a ese témpano de hielo el trabajo allí debía ser un infierno, muy ofendida me replicó:
―Se equivoca con la patrona. Doña Soledad es una bendición para este pueblo. Desde que se quedó viuda, no solo ha sacado adelante la plantación que le dejó su marido sino que se ha convertido en el sostén de las mujeres pobres de la zona. Nadie sabe lo que hubiese sido de nosotros si ella no estuviera aquí.
La adoración con la que hablaba de su jefa me impactó al no concordar con la imagen preconcebida que tenía de esa mujer. De ser cierto lo que decía, me había equivocado totalmente con ella.
«La tiene en un altar», asumí y tratando de sacar más información de esa regordeta porque no en vano me acababa de informar que ella era “mi cliente”, decidí aprovechar su naturaleza charlatana. Por eso le pedí que disculpara mi torpeza porque había hablado sin saber y que hasta ese momento, nadie me había contado que Soledad había perdido a su marido.
Mi interés por su jefa no le pasó inadvertido y con todo lujo de detalles, me explicó que enviudó a raíz de un accidente de avioneta y que una vez sola, había conseguido salir adelante sin ayuda de nadie.
―¿Hace cuantos años ocurrió?― pregunté.
Se tomó unos segundos en contestar:
―Su hija era una niña por lo que debe de hacer unos diez años.
Que ese monumento de hielo fuera capaz de enfrentar con entereza una desgracia entraba dentro de mis esquemas pero que fuese madre no me lo esperaba.
«Menuda sorpresa», dije para mí cada vez más interesado.
Desafortunadamente, me quedé con las ganas de seguir averiguando cosas de ella porque desde la cocina llamaron a la camarera cortando de plano la conversación.
«No importa», pensé mientras salía hacia mi cuarto: «ya tendré tiempo de enterarme quien es realmente esa belleza».
Acababa de recoger todos mis bártulos cuando nuevamente me encontré con la dueña y señora de la hacienda pero en esta ocasión al verme con el caballete, el lienzo y demás instrumentos, me preguntó si iba a volver a comer. Al contestarla que no creía porque pensaba pasarme el día pintando, llamó a la cocina y les ordenó que me prepararan un almuerzo.
―Muchas gracias― respondí extrañado de su actitud, ya que aunque mantuvo en todo momento el rostro serio, creí adivinar una cierta cordialidad en su trato.
Lo más raro fue que una vez me trajeron esa bolsa con comida y agua, Soledad se dio cuenta que tendría que hacer dos viajes y sin preguntar mi opinión pidió a un mozo que me acompañara.
«Definitivamente esta tía es bipolar», murmuré mientras salía rumbo a la laguna…

3

Mucha gente puede suponer que pintar un cuadro es una tarea fácil pero no es así. Quién se haya enfrentado ante un lienzo en blanco sabe de lo que hablo. Antes de siquiera pensar en coger el pincel, el verdadero artista invierte horas en buscar lo que realmente quiere expresar en su obra. Docenas sino cientos de bocetos se realizan en papel intentando dar con el encuadre, la luz y la orientación justa antes de intentar plasmar su idea en tela.
Eso fue lo que me ocurrió ese día. Estaba tan entusiasmado con ese paraje salvaje que me pasé gran parte de la mañana intentando decidir con que parte de ese paraíso debía empezar. Las ideas se arremolinaban en mi mente y tan pronto comenzaba a hacer un bosquejo de los rayos de sol filtrándose a través de la espesura como de pronto cambiaba de objetivo y me ponía a dibujar una flor en particular.
«Tengo que centrarme», pensé al verme, tras una época de sequía, pletórico y con cientos de ideas.
Desgraciadamente todo a mi alrededor me resultaba digno de ser interpretado por mi arte y dejarlo para la posteridad. Por ello ya eran cerca de las doce cuando me di por vencido y decidí volver a coger la cámara para en la soledad de mi habitación analizar las imágenes y tomar la decisión de por dónde empezar. Recuerdo que estaba tomando una panorámica del lugar cuando escuché unas voces adolescentes acercándose y sin saber que me indujo a hacerlo, me escondí mientras maldecía su interrupción.
Los culpables resultaron ser dos crías de la zona que venían a bañarse en la laguna. Juro que su presencia me parecía un sacrilegio, una mancha que echaba por tierra la naturaleza impoluta de ese edén. Por ello en un principio no me fijé en la indudable belleza de sus cuerpos juveniles cuando despojándose de la ropa se pusieron a nadar en bikini alterando irremediablemente el entorno.
Todo eso cambió cuando ajenas a estar siendo observadas por un forastero, las chavalas se dejaron llevar por la inocencia que daban sus pocos años y comenzaron a jugar a mojarse la una a la otra. La alegría que transmitían con sus risas me pareció adorable y aprovechando que tenía en mi mano la cámara, comencé a retratarlas discretamente.
Sintiéndome un voyeur utilicé mi teleobjetivo para buscar el enfoque y fue entonces cuando me percaté que eran dos bellezas de mujer y que había encontrado las musas que llevaba tantos meses añorando.
«Son la dulzura personificada», murmuré mientras iba acercándolas en la pantalla e inconscientemente me centraba en el contraste de la blancura casi nívea de la que parecía más joven y la piel morena de la mayor.
Obsesionado con ellas, no paré de fotografiar sus cuerpos compitiendo mientras se hacían aguadillas sin tener constancia en ese momento de la brutal sensualidad que trasmitían esos pechos al rozarse entre ellos.
Las intrusas estuvieron jugando más de media hora en esas cristalinas aguas hasta que ya cansadas decidieron tomar el sol sobre una piedra. La primera en salir de la laguna fue la rubia y al hacerlo me quedé casi sin respiración al observar la perfección de sus curvas.
«¡Es preciosa!», exclamé en silencio mientras grababa en mi memoria y en la de la cámara el caminar de esa leona de larga melena clara, «debe tener veinte años».
Con mi corazón bombeando a mil por hora, admiré desde mi escondite su impresionante trasero sin dejar de pulsar el botón que sin desearlo esa noche me permitiría revisar hasta la extenuación la gloriosa sensualidad de sus nalgas.
«No he visto nada igual», certifiqué aproximando la imagen como si la tuviese a escasos centímetros de mi cara.
No tardé en pasar de la dureza de sus glúteos a la exuberancia de sus senos y con auténtico frenesí, capturé el discurrir del profundo canal que discurría entre ellos mientras mi conciencia me pedía que parara porque era insano la atracción que estaba sintiendo por esa muchacha recién salida de la adolescencia.
Dejando al lado esos reproches, continué inmortalizando el busto de la desconocida dejando patente que tanto tiempo en el agua había endurecido sus pezones.
«¡Quien los tuviera en la boca!», sentencié ya totalmente excitado al soñar que algún día serían míos.
Estaba todavía salivando con esa imagen cuando la morena salió del agua. La diferencia de edad con su amiga no fue óbice para que mi propia calentura me azuzara a buscar captar la sensualidad que transmitía y sin pensármelo dos veces, con el zoom busqué el lado más erótico de la recién llegada.
Ignorando mi presencia, la muchacha me lo puso fácil porque mientras trataba de encontrar postura en la roca me deleitó con unas instantáneas en las que parecía ir a abalanzarse sobre su compañera. Sabiendo que estaba infringiendo todo tipo de moral, me concentré en sus gruesos labios y en el exotismo de sus ojos negros antes de pasar a fotografiar sus pechos.
Más pequeños que los de la rubia me parecieron igualmente atractivos debido a que por su edad y su tamaño la gravedad no había hecho estragos en ellos.
«Parecen los cuernos de un toro», mascullé para mí al comparar su delicada forma con los pitones de esa bestia.
Deslizando mi objetivo por su cuerpo comprobé la ausencia de grasa abdominal pero reconozco que me quedé obnubilado al contemplar el modo en que su cintura se ensanchaba para dar entrada a sus caderas. Temiendo no tener otra oportunidad, perpetué su trasero centrándome en la forma en que el estrecho bikini desaparecía entre sus nalgas mientras ese primoroso ejemplar de raza mestiza se daba la vuelta para que el sol terminara de secarle la espalda.
«Alberto se va a quedar alucinado cuando le mande los primeros bocetos», pensé mientras seguía tomando fotos de mis inesperadas modelos, «siempre me ha dicho que mis cuadros adolecen de falta de pasión».
Al cabo de un rato las dos crías se dieron cuenta de la hora y cogiendo su ropa, desaparecieron de mi vista. Ebrio de emoción esperé un tiempo prudencial antes de volver al hotel por temor a toparme con ellas y que sospecharan que había descubierto su guarida secreta.
Ya en mi habitación descargué la memoria en el ordenador y comencé a revisar los cientos de instantáneas que había hecho esa mañana. Reconozco que pasé por alto todas aquellas que plasmaban la belleza del lugar y estudié con detalle en las aparecían mis musas. Excitado, obsesionado y ciego de lujuria repasé una por una, deleitándome en el erotismo que manaba de sus juegos y eligiendo una me puse a plasmar mi idea sobre un papel.
Incomprensiblemente ese día todo me salía bien y al cabo de dos horas había rellenado dos cuadernos con dibujos subidos de tono de mis “princesas”. Particularmente estaba encantado con uno en el que había trasformado el inocente momento en el que la morena estaba acomodándose al lado de su amiga en una alegoría del amor lésbico entre dos mujeres, dotando al modo en que miraba a la rubia de un deseo tan brutal como prohibido.
«Por este tengo que empezar», me dije tras comprobar la fuerza onírica que tendría para los que una vez terminado lo contemplaran.
Sin más dilación, tracé el primer bosquejo sobre el lienzo.
Jamás he sido partidario de la pintura rápida y mis cuadros eran reflejo de ellos. Mi gusto por el detalle me hacían acercarme peligrosamente al hiperrealismo y solo el aspecto onírico que impregnaba a mis obras lo alejaban de ese tipo de arte. Aun así a la hora de cenar ese trozo de tela había dejado de ser blanco y cualquiera que conociera a esas chavalas las hubiera reconocido de inmediato. Por ello antes de dirigirme al comedor y temiendo que un indiscreto echara un ojo a mi creación preferí taparlo, no fuera a ser que me causara problemas con la gente del lugar.
Mi satisfacción era inmensa al sentirme nuevamente un artista y no un fracasado. Quizás por ello, al llegar al restaurante y ver a el gesto poco amigable de doña Soledad no me importó. Es más queriendo demostrarle lo poco que me afectaba su sequedad, me atreví a decirle con tono divertido:
―Señora, ¿algún día me va a permitir retratarla? Es una pena que el resto del mundo no conozca el tesoro que esconde esta hacienda.
Como siempre había ocurrido, observé que al oír mi piropo sus mejillas adquirían sin querer una tonalidad rojiza antes de darse la vuelta ignorándome.
«Aunque era broma, no me importaría pintarla», me dije al girarme y ratificar que la indudable belleza madura de su rostro iba acompañada por unas posaderas que lejos de afearla, realzaban su atractivo.
«Dios debió pensar en mí el día en que repartió tantos dones entre las mujeres de esta zona», murmuré mentalmente mientras elegía una mesa alejada de la entrada…

4

Estaba mirando la carta cuando María llegó y con su desparpajo habitual comentó que si tenía hambre tenía la obligación de probar el “casado” que había preparado la cocinera.
―Prefiero las casadas― respondí en plan de guasa sin prever que la camarera soltara una carcajada que retumbó en toda la sala.
Los otros huéspedes se nos quedaron mirando tratando de averiguar el motivo de las risas de esa morena. Aunque solo fueron unos segundos, me pareció una eternidad el tiempo que esa mujer tardó en recobrar la compostura y por eso cuando me explicó que el casado era un plato costarricense compuesto por un montón de ingredientes, estaba tan cortado que ni siquiera la escuché.
―Me parece bien― respondí deseando que desapareciera rumbo a la cocina y dejar de ser el centro de las miradas.
A pesar de ejercer una profesión en la que la intercomunicación con los clientes es básica, soy bastante tímido y por eso cuando me atreví a mirar a mi alrededor, me sorprendió observar que una cuarentona de buen ver me sonreía. Al comprobar que era a mí devolví la sonrisa sin mayor intención que ser educado pero esa castaña interpretó ese gesto como una invitación y cogiendo su bolso, se acercó hasta mi mesa.
―Soy Patricia― dijo extendiendo su mano hacia mí.
No queriendo cometer dos veces el mismo error evité saludarla con un beso en la mejilla, únicamente se la estreché y mientras veía que se sentaba sin haber sido invitada, me soltó:
–Mateo, desde que Soledad me contó que iba a quedarse con ella su pintor favorito, tenía ganas de conocerte.
―¿Y eso?― contesté intrigado por el supuesto fervor que la dueña de todo ese paraje sentía por mi pintura.
Aprovechando que le había dado entrada con mi pregunta, se relajó en su silla mientras me comentaba:
―Durante nuestro último viaje a España, acudí con Sole a una exposición grupal de pintura y mi amiga se quedó tan impresionada con sus cuadros que se compró uno.
Deseando saber cuál era, le pregunté si sabía su título:
―Ni idea― respondió pero entonces sacando su móvil me dijo: ―Creo que tengo un selfie en el que sale.
Tras revisar unos segundos en su teléfono, lo encontró y pasándomelo, dijo con voz pícara:
―Siempre me ha parecido un poco fuerte.
Reconozco que me quedé pasmado al enterarme que esa mujer había sido la valiente que se había atrevido a comprar la que consideraba mi obra más erótica hasta el momento y que no era otra que el retrato de mi ex novia desnuda llamándome desde la cama.
«¡Qué curioso!», musité mentalmente al no cuadrarme que encima tuviese el valor de colgarlo en el salón de su casa, teniendo en cuenta el lujo de detalles con el que había plasmado tanto el cuerpo de mi musa como mi trasero.
Estaba todavía pensando en ello cuando la indiscreta mujer me preguntó quién era la modelo.
―Alguien de mi pasado que amé― respondí escuetamente.
―Soledad siempre ha dicho que le entusiasma porque se nota el amor con el que el autor pintó a la muchacha y que más que una invitación de ella para llevarlo a la cama, era la expresión inconsciente del deseo del artista por ser amado.
―Yo no lo hubiese expresado mejor― repliqué confirmando de ese modo que esa interpretación era la correcta en vista a como habíamos terminado.
Fue entonces cuando Patricia dejó claras sus intenciones cuando me preguntó si aceptaba encargos. Antes de contestar observé que bajo su blusa habían emergido dos pequeños volcanes y recreando mi mirada en ellos quise saber qué tipo de cuadro deseaba que le pintara.
Sin ningún tipo de rubor, la mujer respondió:
―Quiero un retrato mío desnuda antes que la edad haga mella en mi cuerpo.
Azuzado por la expresión llena de lujuria de sus ojos, no pude negarme. Es más sabiéndome al mando, le hice saber que de aceptar y aunque estaba abierto a sugerencias, sería yo quien eligiera el modo de plasmarla en el lienzo.
Recibió mis palabras con alegría y tras cerrar conmigo el precio, me prometió total libertad diciendo:
―Te juro que no pondré objeción alguna a tus deseos. Por tener un cuadro pintado por ti, soy capaz de modelar atada a una cama.
―Tomo nota― contesté de broma suponiendo que había sido una exageración de su parte.
Pero entonces la cuarentona se descubrió ante mí al insistir en el tema:
―¿En serio me pintarías amordazada e indefensa?
Adivinando que más que un deseo era una necesidad, quise saber si tras esa fachada de dama se escondía una sumisa y por eso arriesgándome a que montara un escándalo, acercando mi boca a su oído susurré:
―Ese tipo de encargo, tiene un coste extra. Si quieres algo así, quítate las bragas y dámelas.
El gemido que salió de su garganta afianzó mi impresión de hallarme ante una mujer esclava de una sexualidad desaforada y no queriendo que se lo pudiese pensar, le exigí que me las diera inmediatamente.
―¿Aquí?― respondió con los ojos como platos llena de pavor.
Pero al ver que me mantenía firme en mi postura, maniobrando por debajo del mantel se las quitó y disimuladamente me las dio. Decidido a forzar su claudicación y que se revelara como una hembra necesitada de dueño, cogí esa coqueta prenda entre mis dedos y extendiéndola sobre la mesa, insistí:
―¿Te gustaría que las oliera?
Con la respiración entrecortada dudó unos instantes y tras mirar a su alrededor y comprobar que nadie nos miraba, dijo con su voz cargada de emoción al saber que con ello firmaba su rendición:
―Me encantaría.
Satisfecho que hubiese caído por voluntad propia en mis garras, decidí usar el poder que ella misma me había entregado al decir:
―Todo en la vida tiene un precio: quiero verte masturbándote mientras lo hago.
Confieso que me sorprendió la facilidad con la que aceptó mi orden pero aún más que en su rostro apareciera una sonrisa mientras me decía:
―Será un placer, amo― tras lo cual escondiendo su mano de la vista de todos, se acomodó en la silla y comenzó a tocarse.
La llegada de la camarera con nuestros platos la puso a prueba y nuevamente demostró que quería estar a la altura porque en ningún momento hizo ademán de sacarla sino que incluso me percaté que incrementaba la velocidad con la que torturaba su sexo.
―Muchas gracias, María― comenté a la camarera al advertir que miraba alucinada tanto a mi invitada como a la prenda de encaje que lucía al lado de mi tenedor.
Esperé un momento a que se fuera y con una sonrisa de oreja a oreja, comenté a mi inesperada adquisición:
―¿No tendrás ninguna duda que se ha dado cuenta de lo que hacías?
―Sé que me ha visto― contestó con un brillo en sus pupilas que me hizo saber que la había excitado el hecho de ser pillada en esa situación tan incómoda.
Dando por sentado que además de sumisa, esa mujer era exhibicionista, premié su desempeño llevando sus bragas a mi nariz. Ese gesto fue el detonante de su placer y mordiendo sus labios para no gritar, se corrió ante la presencia del que sabía que sería su dueño mientras durara mi estancia en esa región.
El silencioso orgasmo de la castaña azuzó mi lado dominante, por ello mientras dejaba de olisquear esa prenda y me la guardaba en el bolsillo, dejé caer que me gustaban las putas sin pelos en el coño. Ese insulto claramente dirigido a ella no la importó y temblando todavía de placer, contestó:
―Esta misma noche me lo afeitaré para que no tenga queja.
Habiendo conseguido todo lo que me proponía la dejé descansar y cambiando de tema, le pregunté de qué conocía a la dueña de esa hacienda.
―Amo, la conozco desde niñas. Fuimos juntas a la misma clase.
Que siguiera dirigiéndose a mí con ese apelativo cuando claramente había dejado de comportarme como tal, me intrigó y al preguntárselo, Patricia contestó:
―Usted es el primero en conocer mi secreto, ni siquiera mi ex marido lo sabe y para mí es una liberación poderle llamar así.
―¿Estás divorciada?
―Gracias a Dios así es, no sabe lo aburrido que era vivir con un hombre que no ejerciera como tal y que tuviese que ser yo quién llevara las riendas de todo.
Descojonado por esa respuesta, repliqué:
―Conmigo las únicas riendas que llevarás serán las de tus bridas cuando te monte.
Esa nada sutil promesa desbordó a la mujer y comportándose como una verdadera lunática, me pidió permiso para volver a masturbarse.
―Ahora vamos a comer, tengo hambre― respondí advirtiendo por primera vez la barbaridad que me habían puesto para cenar ya que en mi plato no solo había arroz con frijoles sino también plátano, col e incluso carne.
Poniendo un puchero, aceptó mi orden y se puso a cenar con apetito mientras me miraba con una devoción que jamás había visto en ninguna de mis parejas. Por mi parte, la amistad de esa mujer con doña Soledad me tenía confundido y empecé a valorar si la rudeza con la que me trataba no escondería una personalidad parecida a la de su amiga.
«No puede ser», medité mientras saboreaba el estupendo pero excesivo platillo, «no hubiese sido de sacar una hacienda como esta adelante».
A partir de ese momento, decidí que debía intentar acercarme a esa enigmática mujer para descubrir cómo era y sabiendo que de conocer que Patricia se había entregado a mí, nunca se produciría ese acercamiento, la ordené que no se lo dijera y que frente a los demás, se comportara normalmente.
―Así lo haré, amo― prometió.
Curiosamente, a partir de ese momento, la castaña me hizo caso y desmelenándose, me demostró que era una mujer lista y divertida con la que pasé una hora muy entretenida mientras terminábamos de cenar. Solo al llegar el postre y acercarse el momento de decir adiós, me pasó su dirección en un papel diciendo:
―Mañana su sucia putita esperará ilusionada que su dueño la pinte en su casa.
―¿Solo pintarte?― pregunté soltando una carcajada.
Bajando sus ojos en plan coqueto, contestó:
―Si tiene tiempo y ganas me encantaría que me obligara a entregarme a usted.
Tras despedirme de ella en el hall del hotelito, subí directamente a mi habitación. Al llegar y ver en el reloj que era temprano, el estado de ebullición de mis neuronas fue productivo porque en vez de abocarme a rememorar el día haciéndome una paja, decidí sacar el cuadro que tenía a medias y ponerme a pintar. Me consta que la dosis de testosterona que me había inyectado en vena tuvo bastante que ver con la sensualidad con la que exageré el tamaño de los pezones de la morena. Juro que no fue mi intención pero mientras perfilaba los músculos de mi involuntaria modelo, los dibujé en tensión dando la impresión visual que era una pantera lista para lanzarse sobre su presa.
En cambio a la rubia la dibujé durmiendo y relajada ajena a que en breves momentos iba a ser despertada violentamente por la lujuria de su amiga. En ella mi pincel resaltó la palidez de su piel y solo me permití añadir unas gotas sobre su pecho que ir en concordancia con su empapado pelo.
Eran casi la una de la madrugada cuando alejándome dos pasos del cuadro, lo miré complacido al saber sin ningún género de dudas que era de lo mejor que nunca había pintado y decidí dejarlo hasta el día siguiente antes de darle fin al firmarlo.
«Tiene fuerza, potencia, sensualidad», sentencié y cerrando los ojos me dormí…

Relato erótico: “La infiel Diana y sus cornudos (Steven) parte12” (PUBLICADO POR BOSTMUTRU)

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Al día siguiente fuimos con el padre para el curso prematrimonial en la mañana después a realizar los preparativos para la boda recoger las invitaciones para empezarlas a enviar buscar sitios para la recepción y así se pasó el día al siguiente día tocaba la mismas rutina el curso y más preparativos para la boda mientras estábamos en el curso sonó el teléfono de Diana se disculpó un momento con el padre y contesto…. Hola buen día…. Doña Lucia hola como a estado…. Si yo bien mi novio y mi niño bien jejeje…. Si, si estoy ocupada es que estoy en el curso prematrimonial…. No tranquila no se preocupe…. Pero en la tarde podría sacar tiempo e ir hacerle la visita como dijo la otra vez una tarde de chicas jejeje…. Si yo voy yo me acuerdo donde es…. Por ahí a eso de las 2:30…. Si, si ahí estaré y aprovecho para entregarle la invitación a la boda…. A para que vea que si me acuerdo de usted bueno la dejo besos nos vemos pronto. Al escuchar me di cuenta que era doña Lucia su ex suegra eso me puso alerta y Diana acepto ir así que lo mejor era no dejarla ir sola con lo que ocurrió hace 2 días era mejor no arriesgar así que me agregue a la visita…. Amor vamos a ir a ver a la señora Lucia…. Aaa no amor yo voy sola hay mucho que hacer tu aprovecha y sigues con los preparativos yo solo voy a ir un momento y vuelvo. Algo en ella no me dio total confianza y con las cosas que han pasado me daba motivos para dudar pero no quería levantarles sospechas…. Ok amor yo continuo con las diligencias le respondí.

Debía asegurarme de que mi futura esposa no fuera hacer algo malo así que pensé en Adrián él podría ayudarme así que cuando tuve un momento a solas que fui al baño lo llame…. Hola Adrián…. Hola Steven como estas como van las cosas…. Eee pues ahí…. Como así que ahí…. No mira lo que pasa es que tengo un problemita resulta que tu mamá llamo a Diana para invitarla a su casa hace unos días no la encontramos en un centro comercial y le hizo la invitación…. Qué raro mamá no me dijo nada de haberlos visto…. Si y pues prácticamente la invito a ella sola dijo que para tener una tarde de chicas…. Aaa claro ya empiezo a entender pero no te preocupes lo que paso con ellas fue hace años y ya ahora todo es diferentes confía en Diana…. Este si lo que pasa es que Diana no se ha portado muy bien últimamente…. A que te refieres te engaño de nuevo…. Este sí y pues esa reunión con tu mamá no me está gustando…. Como así y como te engaño con quien…. No ahora no te puedo contar pero necesito que me ayudes…. Y como…. Simple solo está presente mientras están ellas juntas así las podrías controlar…. Y a qué horas es que quedaron de verse…. A las 2:30 pm…. Uff Steven lo veo difícil tengo una reunión de negocios acá en la empresa de mi padre y es a las 2 no se si pueda llegar…. No como así…. No pero tranquilo la reunión es a las 2 tal vez no demore mucho apenas termine salgo para la casa de mis padres y me presento de improviso…. Te lo agradecería mucho solo espero que no pase nada…. Tranquilo yo te entiendo vas a ver que no pasa nada…. Ok gracias…. Yo te llamo apenas termine la visita en la casa de mi mamá y te cuento como estuvo…. ok gracias Adrián me tengo que ir hablamos más rato…. Chao.

Terminamos el curso salimos a casa de los suegros estuvimos un rato allá almorzamos Diana dejo unos teteros para él bebe y las cosas de el listas ya a las 2:15 pm me dio un beso y se despidió de mí y el niño para ir a casa de Lucia diciéndome que trataría de no demorarse que le haría una visita corta, yo continúe en casa haciendo los preparativos para el matrimonio a eso de las 2:45 recibí un mensaje de Adrián diciendo que acababa de terminar su reunión que, qué pena no pudo terminarla antes pero que no me preocupara que ya iba para la casa de sus padres que me iba a mantener informado mandándome mensajes para que estuviera tranquilo me preocupo el hecho de que no estuviera allá pero me tranquilizo un poco saber que Adrián ya iba para allá y que me iba a estar informando así que continúe con mi tarea concentrándome en ella para no llenarme la cabeza de ideas que no me iban hacer bien y así paso el tiempo cuando me di cuenta ya habían pasado 2 hora con 30 minutos ya eran las 5pm y Adrián no me había mandado ningún mensaje ni nada así que le escribí preguntándole que había pasado dieron las 5:20pm cuando recibí un mensaje de Adrián diciéndome Steven perdón mejor nos vemos y te cuento, ahí me preocupe, me escribió que lo esperara en la tienda de la esquina de la casa de mis suegros que iba para allá que en 15 minutos llegaba espere ese tiempo y me dirigí a ese sitio cuando llegue él también lo hacía en su carro me dijo que subiera, cuando lo hice me miro preocupado diciéndome lo siento.

No puede ser Adrián dime que no paso…. Si lo que creías que iba pasar sucedió…. Lo viste y no hiciste nada…. No pude solo me quede paralizado me trajo recuerdos y solo me quede mirando…. Y que viste cuéntamelo todo…. Te lo contare rápido Diana no debe demorar en llegar a casa de tus suegros….ok.

Adrián: Al terminar la reunión me dirigí lo más rápido que pude a casa de mis padres llegue a eso de 3:30 pm tengo copia de las llaves así que entre a la unidad luego a la casa, cuando entre a ella mire la sala y no vi a nadie pero lo que si vi tirados en medio de la sala esparcidos en el suelo y el sofá fue unos jeans, una tanga blanca otra negra, una blusa blanca, un sostén junto a unos tenis además de un vestido y unos tacones que distinguí eran de mi madre todos.

Steven: no puede ser.

Adrián: y no solo eso también encontré ropa de hombre.

Steven: que quieres decir.

Adrián: si déjame te termino de contar, al ver esto sin hacer ruido subí al segundo nivel ahí empecé a escuchar ruidos que provenían de la habitación de mis padres al acercarme con cuidado escondiéndome tras el marco de la puerta pude ver a mi madre y a Diana totalmente denudas y con ellas estaba Don Javier mi vecino de 75 años totalmente desnudo la imagen era impresionante este hombre con la piel arrugada con manchas, delgado que dejaba ver sus costillas y a pesar de ello con barriga, su rostro ya más demacrado por el tiempo tenía a tu mujer con esas torneadas y provocativas piernas totalmente abiertas sosteniéndola de los tobillos, clavándole su enorme y gorda verga de 23 cm que se conservaba tal y como la recuerdo penetrándole cada centímetro a buen ritmo haciendo que las enormes y paradas tetas de tu novia se movieran violentamente, gimiendo mordiéndose el labio inferior con cara de placer en medio de la cama matrimonial de mis padres y al lado de ellos sobre la cama mi madre se encontraba arrodillada apretándose una teta con una mano y metiéndose los dedos en la concha con la otra dándose placer observando como él sudado, sensual y voluptuoso cuerpo de su ex nuera se mecía a cada pollazo que le metía ese anciano haciéndola venirse a chorros gritando por el orgasmo.

Diana le decía…. Aaahhh siiii Javier como me la metes aaahhh que buenos recuerdos ummm y que rica verga aaahhh igual que antes aaahh fue buena idea veniiiiirrrrr…. Que rica estas puta y ahora que eres mamá tienes el cuerpo más exuberante de verdadero puton, le decía Javier…. Siii que bueno que viniste Dianita mira cómo te extrañaba como estas de rica mami le decía mi madre. Para después acostarse casi encima de ella mientras Javier la seguía clavando y empezarla a besar jugando con sus lenguas apasionadamente y apretándole una teta.

Luego cambiaron de posición mi medre se acostó abriendo sus piernas tu mujer se puso encima de ella quedando en cuatro dejando pegadas sus conchitas mojadas y babeantes el viejo se puso detrás de Diana y la empezó a clavar se la enterró toda de una abriéndole su cuquita sacándole un gemido de placer al verse sorprendida la empezó a bombear con fuerza para después de un rato sacársela y clavarla por la vagina mojada de mi madre que empezó a gemir mientras eran penetradas las mujeres seguían besándose rozándose sus pezones duros en puntas estimulándose tetas con tetas y de esas masas gordas y paradas que tiene tu mujer empezaron a chorrearse y a soltar unas gotas de leche que rodaban por el cuerpo de mi madre y terminaban en la cama el viejo las iba alternando un rato le daba a tu prometida y el otro a mi madre era cómo ver la mejor película porno la habitación olía a puro sexo…. Aahhh si Javier seguinosla metiendo asiiii aaaahhh decía mi madre para después decirle a Diana, poneme ese par de tetotas que te gastas en la boca que te las quiero chupar a ver cómo esta esa lechita…. Aaaahhhh siii doña Lucia tomeeee chupelaaass bieeen que aaaahhh uuummm están aaahh mmnnn bien jugosas aaahhhyyy, le decía tu mujer. Así las tuvo Javier clavándolas disfrutando de mi madre y tu mujer como por 30 minutos mientras ellas seguían comiéndose sus bocas jugando con sus lenguas y chupándose las tetas pasado ese tiempo el viejo de crepito empezó a anunciarles que se venía le saco el pollon a mi madre y se la clavo entera a tu mujer empezándola a bombear duro y rápido…. Aaaahhh si putas me vengo, Dianita te voy a llenar esa concha tragona que tenes como regalo de bienvenida aaahhh aaahhh me vengo me vengoooo…. Aaahhh siiii siento tu leche, siento tu leche como me llena me estas llenando todaaaa aaahhhh. Pude ver como los enormes huevos del viejo se contraían mientras le surtía leche a tu prometida conté 8 lechazos y fueron abundantes porque le escurrían por la vagina a Diana mientras Javier la seguía bombeando ella tuvo un orgasmo intenso sus ojos quedaron en blanco y cayo sin fuerzas sobre mi madre la cual aprovecho para manosearla y empezarla a besar.

El viejo le saco la verga y se quedó mirando a las mujeres, mi madre aprovecho que Diana estaba semi inconsciente la voltio tirándola sobre la cama y quedando encima de ella la siguió besando, agarrándole sus enormes y parados senos cuando tu mujer reacciono correspondió a sus besos y caricias, mi madre levanto una sus piernas y se metió entre ellas quedando de tijeras pegando su vagina a la babeante, carnosa y chorreante de semen vagina de tu mujer empezándose a mover y rozarse entre ellas empezaron a gemir …. Aaahhh siiii hubiera sido divertido ser tu nuera Lucia como me das placer aaahhh…. Siii mi amor no sabes cómo te deseooo la hubiéramos pasado muy bien en familiaaa mmmnn ooohh mi hijo es un estupidooo aahhhh. El viejo solo las miraba sonriendo y con su polla toda morcilluda mostrando señales de vidas.

Las mujeres siguieron así sacándose orgasmos besándose después Diana le chupaba las tetas a mi madre un rato para después bajar y abrir sus piernas y empezar a pasarle la lengua por su vagina chupándola jugando con su clítoris haciendo gemir a mi madre y sacándole orgasmos después hicieron un 69 quedando tu mujer encima de mi madre ambas mujeres se comían las conchas que tenían al frente con verdadera gula de repente mi madre empezó a pasarle la lengua por el rosado ano de tu mujer aferrándose a cada nalgota carnuda de tu prometida abriéndolas y enterrándole la lengua metiéndola y sacándola esto la sorprendió haciéndola gemir…. Aaahhh lucia por Dios que atrevida mmmnnn ooohh aaahh. Sacando la lengua de su culo mi madre le respondió…. Lo siento mi amor es que tienes un culo tan apetecible que no me aguante pero si quieres me detengo…. Noooo por favor no pares dame lengua por el culito te lo suplico. Mi madre no la hizo esperar y le empezó a comer el culo a tu mujer ella solo gemía y como agradecimiento se empeñó en comerle bien la concha a mi madre dándole placer mi madre alternaba entre la vagina y el culo de Diana empezándole a meter los dedos por ese culote que se gasta tu mujer primero uno después dos mientras le seguía chupando la vagina metiéndole su lengua succionado su clítoris tratándolo de arrancar así estuvieron alrededor de 30 minutos hasta que al fin las dos llegaron al orgasmo quedando una encima de la otra en eso el viejo Javier se puso de rodillas en frente de Diana quien levanto su cabeza y vio la enorme polla del viejo totalmente parada desafiante y este le dijo…. miren par de putas como me pusieron…. Huy que grande y dura la tenes vos no podes dejarme ir sin que me la metas por el culo respondió Diana…. En serio bebe quieres que te encule…. Si métemela por el culo Javier, le pidió tu prometida.

El viejo fue detrás de Diana la tomo de la cadera levanto esas redondas perfectas y voluminoso par de nalgas poniendo ese culazo que tiene tu mujer en pompa con mi madre aun debajo de ella, Diana solo arqueo su espalda dejándole ese culo expuesto para el tremendo garrote que le iba a meter el viejo verde de Javier que dijo…. Qué bueno que me lo dejaste preparado lucia mi verga le va a entrar como cuchillo caliente en mantequilla…. Qué envidia como vas a disfrutar de ese culo respondió mi madre…. Que golosa eres lucia ya te comiste ese culo y aun así quieres más jajajaja…. Es que mira esta hembra es mucha mujer lo único que provoca es sexo…. Jajaja si es cierto es mucha hembra para un solo hombre o mujer jejeje pero mejor se buena y chúpame la verga que ahora me toca hacerle el culo a mí. Cuando termino de decir eso le metió ese pollon a mi madre que se lo chupo con gran maestría dejándoselo lleno de babas para después apuntar al culo de tu prometida y empezarlo a meter lentamente y sin detenerse hasta que su pelvis choco contra ese par de nalgas haciéndolas vibrar por el choque, el culo de Diana solo se abrió recibiendo a su venoso invitado que al sentirla toda adentro solo gimió ronroneando como una gatica en celo el viejo solo empezó a bombear lentamente disfrutando de cada centímetro del culo de tu prometida y ella solo paraba bien su culo disfrutando de cada centímetro de verga que le metía el viejo gimiendo pidiéndole al viejo que no parara que le gustaba como le hacia el culo, Javier mientras sodomizaba a tu mujer le pidió a mi madre que le chupara sus enormes pelotas y le comiera la concha a Diana me madre muy obediente siguió sus órdenes, Diana aprovechaba y le metía los dedos en la vagina a mi madre y así todos disfrutaban del trio que se habían montado.

A pesar de la edad el viejo Javier tenía mucha resistencia le estuvo perforando el culo a tu mujer como por media hora cambiando el ritmo unas veces rápido otras veces se la enterraba duro otras lentamente se puede decir que se gozo a tu mujer como le dio la gana ya al final le empezó a dar sin piedad duro yo solo veía como le entraba la verga del viejo a gran velocidad chocando su pelvis contra su culo haciendo que ese hermoso par de nalgas vibraran y se escuchara fuertemente un plas, plas, plas como si la estuvieran nalgueando Diana solo gemía y pedía que le diera más fuerte que le destrozara el culo Javier le anuncio que iba a acabar…. Puton ya me vengo te voy a llenar ese culazo de leche…. Siii aahhh papi lléname de leche aaahhh que me quiero ir con el culo lleno de leche para la casa aaaahhh por favooorrrr. El viejo le dio 4 empujones mientras se venía llenándole el culo a tu mujer ella mientras tanto tuvo un enorme orgasmo sus ojos se blanquearon su cuerpo empezó a convulsionar quedando tirada sobre la concha de mi madre la cual aprovecho para chupar los jugos que salían de la vagina de Diana, el viejo aprovecho y le pidió a mi madre que le limpiara la polla se la metió en su boca y ella con gran habilidad se la dejo bien limpia. Diana quedo prácticamente desmayada cuando por fin se recuperó miro el reloj y dijo hay por Dios ya es tarde le dije a Steven que no me demoraba necesito ducharme lucia lavarme el cuerpo me prestas tu baño…. Claro mi amor límpiate bien para que tu novio no se entere que es un cornudito jejejeje…. Hay que mala Lucia no se burle de mi amorcito jejejeje bueno me voy a la ducha que me tengo que ir.

Adrián: yo Salí lo más rápido que pude de la casa y te llame no debe tardar en llegar y pues eso fue todo lo que paso y lo siento Steven pero no lo pude evitar.

Steven: yo me sentía confundido por el engaño de mi mujer estaba triste, temeroso pero también sentía una erección que me iba a romper el pantalón.

Adrián: también debo decirte que alcance a grabar algunos videos con el celular.

Steven: que en serio déjame verlos.

Adrián: no te preocupes yo te los envió por whatsapp mejor ve a casa antes de que llegue.

Steven: ok pero no te olvides de mandarlos por favor.

Volví a casa de mis suegros y 5 minutos después llego Diana que me abrazo y me dio un beso apasionado su mirada era diferente estaba llena de lujuria tenía una sonrisa pícara con una expresión de niña traviesa se me quedo mirando y me dijo…. Amor estas bien…. Si si…. Porque me miras así…. Así como…. Como raro…. Aaa es que me hacías falta mi amor y es mirada de asombro por lo bella que eres…. Hay amor tu tan lindo te mereces muchos besitos. Diciendo eso me empezó a besar apasionadamente. Un rato después escuche los sonidos de mensajes de mi celular cuando lo mire vi que eran mensajes de Adrián lo guarde para mirarlos más tarde cuando estuviera solo.

Después comimos en familia me pregunto cómo seguían los preparativo y todo eso yo le pregunte como le había ido con doña Lucia me dijo que bien que recordaron viejos tiempos y que por eso se le paso el tiempo.

Diana me dijo que después del curso prematrimonial del día de mañana quería ir a comprar algo de ropa yo le dije que si ya tarde en la noche mientras todos dormían me levante mire que mi amorcito estuviera durmiendo y con la sesión de sexo que tuvo se durmió profunda tome mi celular y me fui al baño ahí pude ver los videos veía como un viejo decrepito con un pollon se cogía a mi mujer como le llenaba la vagina de semen, como mi prometida tenía una relación lesbiana y disfrutaba de ella, y como el viejo cogía a mi mujer y la enculaba yo no aguante y me saque la polla y me empecé a hacer una paja desesperado viendo los videos que mi mujer y soltando choros y chorros de leche que caían sobre el piso del baño, limpie y luego me fui a dormir con mi infiel prometida madre de mi hijo.

Al día siguiente nos levantamos para ir al curso me vestí con una camisa de algodón roja un jean negro y unos tenis Diana por su parte uso un blue jean que le marcaba muy bien las piernas y ese culo redondo de infarto que tiene con una camisetica de algodón blanca que le llegaba casi al ombligo la más pequeña que tenía y le quedaba apretada habiendo que se le marcara ese voluminoso par de tetas paradas, firmes casi transparentándose pudiéndose ver a través de ellas el sostén blanco que las mantenía juntas, unos tenis con su cabello recogido en un moña y unas gafas medicadas que la daban un toque de intelectual pero que debajo de ellas conservaba la mirada picara y coqueta de lujuria con la que llego a casa la noche anterior. Antes de salir a la reja que protege la casa de mis suegros se acercó un indigente una persona de la calle con la ropa toda rota y sucia en sandalias con el cabello alborotado delgado pero a través de su camisa rota se podía ver que tenía sus músculos tonificados su pantalón todo harapiento tenía un roto a medio muslo izquierdo casi cerca de su ingle que al agacharse lograba verse casi la punta de su pene que se notaba algo grande, mire a Diana y me di cuenta que ella noto ese detalle con una sonrisa pícara, el hombre llevaba un costal donde metía las cosas que encontraba para reciclar que le daba la gente, el hombre se dirigió a nosotros y nos pidió si tenía algunas cosas para desechar sea ropa vieja, cartón, plástico o algo que le sirviera para su reciclaje, Diana con una sonrisa y casi mordiéndose el labio mirando entre su rostro y entrepierna con disimulo le respondió…. Lo siento pero por el momento no tenemos nada pero si puedo yo después le doy alguito…. Bueno muchas gracias princesa. El hombre tomo su costal y siguió su camino Diana como si nada me miro y me dijo vamos que se nos hace tarde, tomamos un taxi y nos dirigimos al curso.

Ya en el curso el padre Manuel se veía algo incómodo gracias al abultado busto de mi prometida y como casi se trasparentaba por lo ajustada que le quedaba la pequeña camiseta Diana se dio cuenta y se movía sugestivamente para incomodarlo a propósito y cuando salimos del curso me dijo muy divertida…. Jajaja viste al padrecito amor no dejaba de mirarme casi se le salían los ojos jajajaj…. Si pero la culpa la tienes tu recuerda que él es un hombre de Dios y no me gusto que lo provocaras debiste ponerte una camisa que te quedara bien así casi se te ven los pechos…. Hay amor tan aburrido hay que disfrutar de la vida y ponerle un poquito de picante para divertirnos, más bien vamos al centro comercial a comprar algo de ropita ya que esta camisetica me queda algo apretada jejeje.

Me tomo de la mano y nos dirigimos a realizar las compras, ya en el centro comercial no pasó desapercibida gracias a su exuberante figura, su forma de caminar contoneando sus caderas moviendo ese gran culo yo me sentía algo incómodo ante la miradas que le daban los hombres a mi mujer así que me quede callado para no formar un mal ambiente ella solo me sonreía y me llevaba de su mano me daba algún que otro besito y eso para mí era suficiente me hacía sentir totalmente enamorado. Fuimos a diferentes tiendas lo diferente esta vez fue que Diana escogió ropa muy provocativa vestidos cortos ceñidos al cuerpo, shorcitos que no dejaban nada a la imaginación, bikinis muy pequeños, blusitas de tiritas que les dejaba casi afuera ese par de tetas camiseticas deportivas que le quedaban pegadas al cuerpo en fin algo totalmente a los gustos tradicionales y recatados que tenía mi mujer en su forma de vestir.

Al llegar a casa Diana se veía muy contenta con su nueva ropita organizándola y guardándola en el closet ya en la noche comimos en familia y más tarde llamo José el amigo de Diana para ver cómo estaba para invitarnos a bailar a una discoteca al día siguiente a Diana le pareció una buena idea y le dijo que por que no invitábamos a los demás que le dijera a Leandro que él sabe bailar y moverse muy bien dijo que iba a llamar a los demás para ver quienes iban que al dia siguiente nos avisaría. Yo solo pensaba no puede ser volver a ver al negro de mierda que se la cogió y al otro que también se había acostado con ella algo me decía que de esa salida nada bueno iba a salir para mí.

Al día siguiente nos alistamos para ir al curso me puse un jean y una camiseta Diana se estrenó su nueva ropita se puso unas sandalias, un shorcito blanco sin bolsillos atras que apenas lograba taparle ese precioso culote y una blusita azul de tiritas con un escote profundo que dejaba ver sus casi todas su enormes tetas afuera junto con su sostén blanco de encajé que las sostenía, con el cabello suelto y en sus labios se divisaba el brillo labial que provocaba comerle la boca al verla así le dije…. Amor te vas a ir así…. Si porque, que tiene de malo…. Es que se te ve casi todo como si se te fueran a salir los senos…. Hay no amor creo que me veo bien y así estoy cómoda y de malas si no te gusto porque no me voy a cambiar…. Tranquila mi amor yo solo decía…. Yo creo que me veo linda o acaso no?…. si amor te vez hermosa…. A bueno vamos rápido que mi mamá me dijo que mi primo David nos iba a llevar en su carro y nos esperaba mientras hacíamos el curso para llevarnos donde quisiéramos así que tenemos chofer jejeje.

Cuando salimos a la sala de la casa todos se quedaron con la boca abierta tanto su madre como su padrastro, hermanas y primo al ver a Diana con su shorcito que dejaba ver sus piernotas suaves y provocativas junto con ese enorme par de nalgas redondas y firmes por las cuales se le metía la fina tela de su short y al frente ese par de tetas grandes y carnosas bien paradas que casi se le salían de su blusita, su madre le dijo…. Mija vaya alístese rápido que se le hace tarde…. Si ya estoy lista mamá…. Aaa bue no este entonces vaya que su primo la va a llevar…. Si mami, venga saludo a mi primito. Se acercó a él le dio un beso en la mejilla y un abrazo muy efusivo que le hizo sentir ese par de tetas que se gasta…. Humm primito, primote este muchacho ya se creció ya es todo un machote…. Jajaja prima si tan solo te llevo un año pero si crecí bastante no te imaginas jajajaja…. Bueno vamos primito llévanos al curso que se nos hace tarde.

Nos despedimos de la familia y de nuestro bebe dejándolo al cuidado de mis suegros subimos a una camioneta plateada bastante grande con los vidrios con un polarizado o en tintado de vidrios totalmente negros Diana subió en el asiento del copiloto y yo me hice en el asiento de atrás durante todo el viaje a la iglesia que queda a las afueras de la ciudad mi amorcito estuvo hablando con su primo recordando los viejos tiempos con una sonrisa pícara exhibiendo su escote coqueteándole disimuladamente mientras el primo no perdía oportunidad para comerle las tetas con la mirada, yo me hacía como que no me daba cuenta o el distraído mirando el paisaje.

Cuando llegamos ya que era temprano la pequeña iglesia se encontraba en una zona campestre rodeada por grandes árboles estaba vacía en las mañanas ya que la comunidad cerca de ella era muy pequeña, David parqueo en paralelo justo al frente de las escaleras que dan a la entrada principal de la iglesia nos dijo que nos esperaba en el vehículo mientras hacíamos el curso.

Al entrar a la iglesia al pobre padre Manuel casi se le salen los ojos al ver a mi futura esposa como iba vestida sus ojos fueron directo a sus tetas solo cuando lo saludamos volvió en sí y tratando de disimular nos invitó a sentarnos en un banco nos habló sobre el matrimonio y todas esas cosas después me pidió dejarlo solo con Diana él quería hablar con cada uno de nosotros para aconsejarnos y saber más sobre nuestras vidas y formación así que mientras tanto salí de iglesia me reuní con David en el auto estuvimos hablando de cosas sin importancia como a los 30 minutos mi novia salía junto con el padre venían contentos y riendo, el padre Manuel me llamo justo al pasar al lado de Diana para entrar a la iglesia note que su sostén estaba algo corrido y debajo de su pequeña blusa súper escotada se le notaban la forma de sus pezones en punta totalmente parados seguí junto a Manuel quien me dijo que lo acompañara a la oficina que mientras hablábamos él podía organizar unos papeles entramos por una puerta que había al fondo al costado derecho de la iglesia que daba a una estancia esta tenía una salida que daba al costado derecho de la iglesia y una puerta que daba a una oficina mientras se sentó en el escritorio y organizaba uno papeles me pregunto sobre mi vida mi educación, mi familia, me dio consejos, sobre el matrimonio y lo afortunado de haber encontrado una mujer tan hermosa como pareja de vida pero todo esa charla la hizo de manera rápida y casi sin prestar atención de lo que me decía así que solo duramos como 15 minutos y me dijo que ya me podía retirar y que nos veíamos la próxima semana que me despidiera de Diana que él iba a seguir con su papeleo, me despedí y aproveche para salir por la salida que da al costado de la iglesia.

Al doblar a la esquina que da a la entrada principal cual fue mi sorpresa que hacia el lado que da al conductor fuera de esa enorme camioneta que se encontraba en paralelo a la entrada principal de la iglesia se encontraba Diana mi prometida y su primo, ella con su shorcito debajo de su enorme y redondo culo parándolo en pompa empinada ofreciéndolo a su primo con sus manos apoyadas en el marco de la ventana del conductor que se encontraba abierta, David detrás de ella con el pantalón y su ropa interior en las rodillas enterrándole una verga gorda llena de venas se veía grande como 23 cm con fuerza y a toda velocidad por la chorreante y mojada vagina de mi mujer que con cada movimiento hacia que sus enormes y voluminosas tetas con los pezones parados totalmente brotados señal inequívoca de lo caliente que estaba, se salieran de su diminuta blusa moviéndose descontroladamente y haciendo vibrar ese enorme par de nalgas redondas sin nada de celulitis perfectas haciendo que sonaran con el característico plas, plas, plas, plas, cada vez que su pelvis chocaba contra el maravilloso culo de mi mujer enterrándole ese enorme y grueso pedazo de carne aferrándose de sus caderas para tenerla firme, el amor de mi vida solo gemía suavemente intentando no gritar por el placer que le daba su relación incestuosa la expresión de su rostro era de completa lujuria, disfrute, placer estaba desconectada del mundo solo paraba su cola para que su primo se la siguiera cogiendo apenas lograba escuchar lo que suavemente le decía…. Si primito siii seguimela metiendo uummm…. Claro que si mi rica y putota primita te voy a coger todo lo que pueda….ooohh si primito cógeme todo lo que queras…. Sentís mi verga, la sentís putita sentís como creció…. Aahhh siii mmnnn como has crecido la tenes más grande ooohh te la siento toda…. Así me gusta primita…. Ahhh asiii me gusta primito ooohhh.

Yo solo veía detrás de la esquina de la iglesia a ese par de primos que se escondían detrás de la camioneta que daba de frente a la puerta principal de la iglesia observándola esperando a que saliera de ella mientras ellos seguían cogiendo con extrema lujuria, la imagen era irreal un par de primos manteniendo una relación incestuosa frente a una iglesia y yo con unos cuernos enormes con una erección descomunal no pude aguantarme y me saque la verga empezándome hacer una paja viendo como mi prometida me era infiel me engañaba con su primo así la tuvo 10 minutos perforándola hasta que David no aguanto más y le anunció que se venía…. Me vengo primita te voy a llenar la concha de leche tengo lo huevos cargados aaahhhh toma puta tómala toda aahhh…. Aaaahhh siii me vengo lléname la siento toda siento como me llenas aaahh. Vi como David le enterraba la verga profundamente a mi novia con cada lechazo que le metía descargándose en sus entrañas y mi pobre amada solo se convulsiono tuvo un orgasmo que le hizo perder la fuerza de sus piernas haciéndola casi caer pero por fortuna David la agarro de sus enormes par de tetas apretándoselas y aun con la polla adentro evitando que se callera, yo simplemente al ver esto me vine en un orgasmo intenso votando chorros y chorros de semen casi me caigo al suelo quede apoyado en la pared.

Mire de nuevo y si como David sujetaba desde atrás a mi prometida agarrándola de sus enormes tetas acariciando los rosados, hinchados y parados pezones restregándole su enorme y morcilluda verga untada de semen por las voluminosas y redondas nalgas de mi mujer quien volteaba su rostro para agradecerle con un beso apasionado con lengua veía como se comían sus bocas con pasión mientras mi corazón se astillaba y mi verga empezaba a tener una nueva erección.

Terminado el beso se empezaron a arreglar sus ropas David se subió su ropa interior y su pantalón abrochándoselo, mi prometida con sus pezones totalmente brotados se los acomodo dentro de su sostén se acomodó su diminuta blusita súper escotada, se acomodó su diminuta tanga blanca con hilito que se metía entre sus potentes nalgas con su conchita carnosa toda babosa llena de semen, para después acomodarse su pequeño short blanco que cubrió su delicioso trasero untado por semen y fluidos que le dejo su primo durante su morreo, debajo de ese shorcito mi prometía iba cargada de leche de macho, ella después de organizada simplemente le dio un besito en la boca a David y se sentó en el asiento del copiloto, yo me guarde la verga y me devolví por el camino que había llegado logrando evitar que el padre Manuel me viera Salí por la entrada principal mi novia me miraba desde el asiento del copiloto con una sonrisa de oreja a oreja algo burlona y una mirada de pervertida que no podía esconder me acerque a la puerta y le pregunte que pasaba ella solo me dijo…. Hay amor es que no puedo creer lo afortunada que soy me voy a casar con un hombre maravilloso por eso te sonrió así es que me haces muy feliz. Se acercó a mí y me dio un beso apasionado…. Vamos amor sube vamos a comer algo que tengo hambre.

Subí al vehículo yo no podía creer que como mi amada mujer era tan sínica y capas de mentirme de esta forma, David subió también lo encendió y fuimos a un restaurante en el trayecto mientras el conducía muy disimuladamente cada que metía un cambio o cada que creía que estaba distraído aprovechaba para toquetear a mi prometida manoseándole su deliciosa, suave, provocativa y torneada pierna izquierda apretando su delicioso muslo, Diana solo disimulaba y hablaba como si no estuviera pasando nada, yo atrás me hacia el tonto con una erección que me iba a romper el pantalón y así paso toda la tarde en el restaurante Diana aprovechaba para manosearle la polla a su primo debajo del mantel de la mesa, después fuimos a un centro comercial a mirar vitrinas y cosas y cada vez que podían disimuladamente Diana le para el culo y David aprovechaba para tallarle la polla en medio de las nalgas apoyándosela con fuerza o cuando podía sin que nadie la viera le agarraba la polla encima del pantalón y se la apretaba y así paso el resto de la tarde metiéndose mano mientras podían.

Ya a eso de las 5 de la tarde volvimos a casa David se despidió no sin antes darle un abrazo a Diana sintiendo todo su cuerpo y susurrándole algo al oído.

Comimos con la familia de mis suegros y después Diana me recordó que íbamos a salir a bailar más tarde con sus amigos.

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Relato erótico: “Luna azul mejor que el viagra” (POR GOLFO)

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La conocí una noche oscura, sin luna, una noche negra, como mi propio estado de ánimo, el malecón, atestado de gente, bebiendo y divirtiéndose, profundizaba mas mi depresión. Como a un zombie, mis piernas me llevaban hacia el café de la Parroquia, mientras mi mente se reconcomía en una espiral autodestructiva

.
El ruido de las cucharitas al chocar con el cristal, tan típicamente jarocho, me hizo reaccionar, en una mesa de la acera, estaba Tito, mi amigo de juergas, un golfo como yo, simpático, cuya apariencia no delataba sus años de borracheras y excesos, por el contrario se mantenía joven, era un cazador avispado, preparado para saltar sobre cualquier presa que llevara faldas, sin importarle, lo mas mínimo, el hecho estar casado (Casado, pero no castrado…. era su frase preferida). A su lado estaba sentada, una de sus tantas amigas.
¡Compadre!-, me llamó, – siéntate con nosotros-, y dirigiéndose a la mujer, le dijo, – Luna, te presento al gachupín mas cabrón que ha llegado a pisar Veracruz-.
A regañadientes, me acerqué. Al saludarla, su aroma, a hembra satisfecha, inundó el ambiente, lejos de hacerme reaccionar, me hundió más en mi propia melancolía. Mecánicamente, me senté en la silla que el mesero, me tendía.
-¡Que onda!, llevaba un chingo de tiempo sin verte-, alegramente comentó mi amigo, -ya no te dejas ver-.
-He estado muy ocupado-, contesté tratando de evadir la contestación.
No me apetecía nada, el convivir en ese momento, quería estar solo. La conversación empezó a recorrer las diferentes peripecias, en la que habíamos estado involucrados, la exageración era el tono predominante, Tito me describía como un superman incansable, cuyas proezas rivalizarían con cualquier actor porno. Tanta alabanza, empezaba a calar en mi interior, a nadie le molesta que le ensalcen, empecé a reirme, a disfrutar. Luna era una morena de pelo corto, atractiva, su escote dejaba entrever unos magníficos pechos, que no me eran indiferentes. La escasez de su falda, mostraba descaradamente unas piernas contorneadas. Ella, sabedora de su atractivo, jugaba con nosotros, unas veces cruzándolas, otras agachándose para que buscáramos con la mirada, entre el canal de sus senos, el inicio rosado de sus pezones.
Las cervezas, que con ansia consumía, provocaron que necesitara ir al baño. De pié, frente al urinario, me dí cuenta que estaba feliz, mis problemas parecían lejanos, el alcohol y la muchacha me habían reanimado, entre mis manos estaba la demostración, lejos de estar en letargo, me pedía acción.
Al volver a la mesa, vi que María, la esposa de mi amigo, le estaba montando la bronca, a voz en grito le reprochaba que fuera tan descarado de exhibir a su amante en publico. Los tres estaban de pié, Luna no sabía donde meterse.
-Hola María-, le dije acercándome, mi mano se posó en la cintura de Luna,- veo que ya conoces a mi novia-, con un beso en sus labios, afiancé mis palabras.
Para la muchacha, fuí su tabla de salvación, pegando su cuerpo al mío, abrió sus labios, dejando profundizar a mi lengua en su boca.
-¿Tu Novia?, pero, Tú, ¿No andabas con una chilanga-, contestó azorada, por el ridículo que había montado, sin dejarme contestar, pidió disculpas a los dos, -Que oso, he montado, parece ser que he metido la pata hasta el fondo, perdonar pero me confundí-.
Tito, estaba atónito, no cabía en si de gozo, por la forma que se había librado, y sin dejar pasar la oportunidad, la acusó de ver moros con trinquetes en todas partes, de ser una celosa incorregible, y magnánimamente le comunicó que la perdonaba, pero que se asegurara antes.
Mientras tanto, seguía abrazado a la muñeca, sus pechos se clavaban contra mi, su proximidad motivó que algo en mí, empezara a crecer, ya no me pedía acción, me pedía una guerra sin cuartel, violenta, larga, inhumana, donde no hubiera prisioneros, donde el final viniera marcado por el cansancio de tanta destrucción.
Con una sonrisa, sin palabras, me demostró que había reparado en mi excitación:
-Mira que eres GOLFO-, me susurro al oído, sin separarse, disfrutando de su control sobre mí, recién adquirido, sus caderas presionaron aun más mis pantalones, reforzando la necesidad imperiosa de salir de su encierro. Sus pezones se tornaron duros, su camisa no pudo ocultar las dos pequeñas montañitas que crecieron en la cima de sus pechos, cuando mi mano empezó a recorrer la curva de su trasero.
De no haber sido, por María que intentando disculparse, nos cortó al invitarnos a cenar, la situación se hubiera vuelto insoportable.
Luna, no me dejó responder, antes que tanto Tito como Yo, pudiéramos buscar una excusa para rechazar la invitación, ella aceptó.
-De acuerdo, pero nos tenéis que llevar, ya que no hemos traído carro-.

Como corderos al sacrificio, fuimos llevados al coche. La cara de mi amigo era un poema, no creía que se pudiera salvar durante la cena, yo, por mi parte, no estaba mejor, sabía que era un peón en manos de las dos mujeres.

 
Contra la costumbre mexicana, donde los hombres ocupan las plazas delanteras, Luna hizo que me sentara a su lado, dejando al matrimonio delante. No habíamos arrancado, cuando ya estaba pegada a mi, y sus manos, sin vergüenza, recorrían mis piernas, concentrándose en la ya demasiada excitada e indefensa presa.

Las dos mujeres charlaban de cosas insulsas, mientras unos dedos se hacían fuertes, asiendo el total de mi extensión, y comenzando a imprimir un movimiento frenético. La situación era morbosa, estaba siendo masturbado, por la novia de mi amigo, en presencia de su esposa.
-Estas muy callado-, afirmó María hablándome,- ¿te ha comido la lengua un gato?.
No podía contestarla, toda mi concentración estaba en evitar correrme. Con un guiño, me hizo saber, que sabía lo que estabamos haciendo en el asiento trasero, y que no le importaba. Luna previendo mi climax, agachó su cabeza, introduciéndose mi pene en su boca. La suavidad de sus labios, y la humedad de su lengua, hicieron el resto, en breves sacudidas exploté, recogiendo ella, hasta el ultimo resto de la lava que salía de la erupción que había provocado.
Incorporándose, me besó, compartiendo conmigo el resto del semen que todavía no se había tragado. Su sabor dulzon me sorprendió, ya que nunca lo había probado, pero lejos de asquearme, me reactivó.
Habíamos llegado al restaurante, las dos mujeres se fueron al baño, mientras el camarero nos acercó a nuestra mesa.
-Gracias-, me dijo Tito,- no sabes como te agradezco el favor, si no llega a ser por ti, me caigo con todo el paquete. ¿Pero, ahora ,que coño hacemos?.
-Disimular-, le contesté sintiéndome mal, le había traicionado en su presencia, y ni se había enterado, y lo peor, es que estaba encantado.
Durante la cena, quizás por no soportar la tensión de tener a la esposa y a la amante sentadas en la misma mesa, mi amigo, el gran vividor, se dedicó a beber sin control, sus copas se llenaban y se vaciaban con asombrosa rapidez. Su mujer, que en otras ocasiones, le criticaba su afición a la bebida, se mantenía tranquila, hasta se podía decir que le alentaba a seguir emborrachándose. Luna, en papel estelar, bromeaba, reía, coqueaba no solo conmigo, sino con Tito, y hasta con María, se sabía la reina, y ejercía. Yo, por mi parte, seguía excitado, mis miradas recorrían ansiosas las figuras de mis dos acompañantes, eran dos mujeres de bandera, diferentes la piel blanca y el pelo rubio de Maria, contrastaban con el color cobrizo y el pelo negro de la muchacha, pero iguales en atractivo.
Al pagar la cuenta, el estado de Tito, era ya lamentable, el alcohol ingerido era demasiado, le costaba hablar, su lengua se trababa, de forma que era inteligible. Decidimos que así no podía conducir, por lo que agarré el coche, para acercarlos a su casa. Durante el trayecto, tuve que soportar que me repitiera mil veces, lo amigo que era mio, que me consideraba un hermano, que gracias a Dios que me había conocido, que era su cuatache….
El peso de su amistad, recayó sobre mí, cuando tuve que cargarle hasta su cama, ochenta kilos de borracho durante un trayecto que se me hizo eterno.
María parecía encantada:
-No te quejes, cuando te vas de pedo con él, la mayoría de las veces, soy yo, quien tiene que subirle, a la habitación, así que, hoy te ha tocado-.
Jodido, y cabreado, le subí por las escaleras, varias veces estuve a punto de caerme rodando por ellas, mientras oía las risas de las mujeres y escuchaba la música, de un cantante de salsa, que habían puesto.
Por fín, conseguí mi objetivo, bruscamente le dejé caer sobre el colchón.
-Quítate al menos los zapatos-, le pedí, como toda respuesta un gruñido, por lo que fui yo el que tuvo que quitárselos, y arroparle. Mi amigo, ya no era el cazador implacable, sino un guiñapo ebrio.
Cuando me reuní con ellas, estaban platicando animadamente mientras se tomaban una cuba.
No hay una para mí-, pregunté, refiriéndome a una copa.
No, hay dos-, me contestó Maria,- vuestra demostración en el carro, me ha puesto cachonda-, mientras me besaba.
Luna, no se hizo de rogar, su mano empezó a recorrer mi miembro, a la vez que se abrazaba a nosotros dos.
Con urgencia, desnudamos a la rubia. EL vestido, al caer, mostró un cuerpo bien formado, sus senos eran mucho mejores de lo que me había imaginado.
-Quiero que me comas entera-, dijo, mientras se sentaba en la mesa del comedor, abriendo sus piernas.
Me fijé en su sexo, depilado, dejando solo un pequeño triangulo de pelos, que como una flecha señalaba mi destino.
Cogí sus pies con las manos, mi lengua comenzó a dibujar círculos, alrededor de su pierna, acercándome despacio hacia abajo. Su excitación era enorme, la esposa de mi amigo, se estaba comportando como una puta. La humedad de su monte, se convirtió en un torrente cuando con la punta descubrí su clítoris. Ya no me pude refrenar, como si fuera un micropene, mi lengua se introdujo en su interior, a la vez que mi mano apretaba el pecho que Luna me había dejado libre. La morena estaba chupando el pezón de la rubia, mientras su mano estaba ocupada estimulándose ella misma.

Esa unión a tres, donde ella era el centro de atención, provocó su orgasmo, sin vergüenza, agarró mi cabeza , para que mi boca se hiciera cargo del río que en ese momento caía sin control sobre la mesa.
Sobreexcitado, me quité los pantalones, y dándole la vuelta, la penetré sin compasión. Luna aprovecho la ocasión para tumbarse en la mesa, y que María se hiciera cargo de su sexo.
Cada vez que mi miembro se introducía en su vulva, su lengua entraba en la de la morena. Poco a poco fui incrementado mis acometidas, mis dedos empezaron a jugar con ella, introduciéndose en su entrada trasera. El sentir que su orificio virgen era violado la excitó mas si cabe, y con sus manos estrujó cruelmente los pechos de Luna.
-Hazlo-, me pidió.
Supe enseguida, lo que quería, sacando mi pene, comencé a restregarlo contra sus nalgas para aprovechar que la humedad facilitaría la maniobra. Ella protestó, lo necesitaba ya, con su mano me dirigió directamente. De un solo golpe, toda mi extensión entró dentro de ella, dos lágrimas fueron la única demostración del daño. Ya no era persona, estaba dominado por la urgencia, usé su pelo como riendas y cabalgué directamente hacia mi destino, explotando y llenándola de mi semen.
Agotado, me tumbé en la mesa, Luna se acercó pidiendo su ración.
-Espera un poco que me recupere-, le pedí,-si lo hubiera sabido me habría tomado antes, una de esas pastillas azules-
Para qué necesitas Viagra, teniendo a la Luna azul- Me contestó, mientras sus labios se abrían para recibir su promesa,
Tenía razón:
¿ Para que quiero el Viagra teniendo a Luna azul?

 
 

 

 
 

Relato erótico: “MI DON: Zeus – El trabajo final (22)” (POR SAULILLO77)

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EL TRABAJO FINAL

Estaba enajenado, faltaba menos de una semana para el regreso de Ana, llevaba 1 mes casi follando sin parar, habiendo desatado y controlado a un bestia en mi interior y asustándome en momentos ante mi personaje, Zeus, me asustaba de lo que era capaz de hacer, no era yo, era otra personalidad dentro de mi, un tipo dominante, engreído, implacable, egoísta y peligroso si se le enfadaba, después de la fiesta de ricachones quise alejarme unos días de todo, serenarme, volver a sentirme un tipo normal y regresar a mis objetivos, mi mente se dividía, como Zeus quería seguir en la empresa de Madamme, quiera ganar dinero e ir reventando a mujeres por la ciudad, sodomizar aun mas a Madamme, disfrutar de esa parte oscura y excitante de mi vida, pero el era solo un seudónimo, un personaje, o al menos empezó siéndolo, no tenia poder de decisión, ¿o si? yo era Raúl, y tenia que ganarle la batalla, todo me había llevado a esa situación, pero estaba allí por el dinero del piso, aquellos 6.000€ para asegurarnos un sitio donde irnos a vivir mis amigos y yo, con Ana, disfrutar de la compañía de una mujer, y no de forma sexual, si no en una relación de iguales, de respeto y amor, no de sumisión y deseo, pero Zeus era todo lo que un hombre podía soñar, una maquina de follar que además de tener una polla enorme había ganado algo mas de 80.000€ en 3 semanas largas. Me descubrí muchas veces teniendo diálogos mentales o hablando en voz alta, discutiendo Raúl y Zeus sobre mi futuro. Mi madre me miraba como si estuviera loco, pero tampoco es que antes fuera un chico muy normal, mi cabeza siempre fue a una velocidad distinta del resto, mi mente echaba a volar y desaparecía de la realidad minutos u horas. Quise hablar con alguien del tema, quizá Eli me entendiera pero sentía en mi interior que era tema mío, que lo debía solucionar yo, y no podría ser de otra forma, leí artículos de desdoblamiento de personalidad, me tranquilice un poco, no daba el perfil, se han de tener crisis de ausencia, errores en la apreciación del tiempo, lapsus mentales o generalmente oír a los demás hablar de cosas que tu no recuerdas haber hecho, así como dolores de cabeza, arritmias, respiraciones agitadas sin motivo o abuso de alcohol o drogas, nada de eso, yo tenia la mente lucida, recordaba todo, no tenia crisis, ni tomaba nada, simplemente mi cabeza era muy imaginativa, me había creído mi personaje, y mientras fuera solo eso, Raúl dominaría todo.

Me llamo Madamme, tenia mi trabajo final, quería quedar para comentarme los detalles, al parecer era un trabajo especial, pero temiendo mis reprimendas admitió por teléfono que también quería verme en persona, le dije que solo si era en su casa, tenia ganas de ver como seria, obedeció mandado a una de la moles con un coche a recogerme, llegué a su casa, un chalet en una urbanización de las afueras, de esas con nombre propio, vallas y seguridad privada. Me abrió la puerta de su casa donde se quedaron las 2 moles, me recibió con un camisón de satén y una bata de seda, con su actitud altiva, cuando cerro la puerta se le cambio el rictus, agacho la cabeza y junto las manos por delante, totalmente obediente y sumisa. Si ella adoptó sin reparos su papel, yo asumí el mío de Zeus, cambié mi mirada ante si rostro, miraba de reojo, y me fui acercando lentamente, hasta olerla el pelo, la notaba temblar, tiritaba ante mi presencia, esa diosa del sexo, una puta experta que era una mujer de bandera y follaba como los ángeles, se encogía al sentir mi respiración en su cuello, le castañeteaban los dientes y se tenia que morder el labio para evitar el sonido. Sin duda las duras sesiones de sexo que tuvimos, la visión de mi destrozando a la Geisha y la imagen final de mi, humillando a David, totalmente desatado, expresando mi furia, la excitaban y la hacían tenerme miedo, pánico de actuar de cualquier modo y provocarme.

-ZEUS: no tienes por que temerme, si puedo ser temible cuando me enfadan, si te portas bien puedo ser bondadoso y dulce.- la acaricié por el brazo con una mano y la levanté la cara para admirar su mirada, sumisa y de adoración, con los ojos vidriosos.

-MADAMME: si es lo que deseas, ser dulce y bueno, y crees que es lo que merezco, lo acepto, pero no es lo que yo espero.- una lagrima cayo por su mejilla ante esa revelación, ella no quería que fuera así, pero no podía evitar sentirse atraída por mi y mi forma de dominio, como si fuera algo de su pasado que deseaba no echar de menos, pero que ansiaba encontrar, y lo obtenía solo de mi.

-ZEUS: ¿quieres que te castigue por apostar por mi sin mi consentimiento, pese a que se que es lo que quieres y a que después, me avisaras del embuste de David?- asintió rompiendo a llorar.- vaya, me dejas en un dilema, te mereces el castigo, pero se que lo deseas, mi impulso seria no dártelo para hacerte sufrir.

-MADAMME: pero mi señor, quizá no deba castigarme, y si premiarme por lo de David.- negociaba de forma inteligente, sin que pareciera que lo hacia.

-ZEUS: es cierto, pero pese a que te portaste bien- cambie mi cara a enfado- era tu deber para con tu dios, no te portaste bien, hiciste lo que tenias que hacer, ¿o acaso me hubieras vendido?- la bese en el hombro para dar esa sensación de serenidad ante la acusación, eso la hizo temblar de horror.

-MADAMME: no………no, jamas, tienes razón, hice lo correcto y no me merezco premio por ello, siento si os he ofendido al decirlo.

-ZEUS: eso ya es otra cosa, si comprendes que no eres dueña de ti en mi presencia, que todo lo que hagas o digas debe ser lo que yo deseo, ira bien, y te follaré como se que deseas, pero tendrás que ganártelo.- la quite la bata, dejándola solo con el camisón que apenas le pesaba de los muslos, metí mi mano por debajo y agarré el coño por encima de la ropa interior, notándolo encharcado- ves como eres mi perra, aun no te he tocado y estas chorreando de deseo.

-MADAMME: dígame que desea y se lo concederé, haré lo que usted ordene por ganarme el derecho a ser castigada.- su respiración se aceleraba ante los movimientos de mis dedos en su prenda húmeda.

-ZEUS: por ahora, desnúdate, déjate los tacones, y vete a ese sofá de allí, comienza a masturbarte y mientras me vas diciendo los detalles del ultimo trabajo.- obedeció como devota que era, se tumbó boca arriba y abrió de piernas, comenzando a masturbarse de forma rápida y caliente, como si yo no estuviera allí, sentado a su lado, mirándola atentamente.

-MADAMME: es una clienta nueva, es la mujer mas guapa de toda la clientela……….uf…………, la conocí en la fiesta de David, es una modelo de 24 años………….ummmm………esta muy buena y paga muy bien, casi 20.000€.- se estaba calentando con sus dedos hábiles.

-ZEUS: y por que una modelo guapa y rica necesitaría de nuestros servicios, tendría a 40 hombres con solo chasquear los dedos, y menos tan caro.

-MADAMME: es por su forma de ser……..ummmmmmmm uf………..de joven abusaron de ella, empezó muy joven de modelo, a los 16 , y ese mundo es mucho mas grotesco de lo que se piensa la gente, la drogaban y abusaban de ella desde el principio- se metía ya 3 dedos en el coño, acariciándose los senos.- ahora dejo a su mánager y a su padre, que también la desvirgó y violó desde los 14 años, es tan famosa y conocida en el mundo de la moda que ficho por una gran firma y ellos ahora son los que la llevan, sin abusar ni nada, taparon aquello para no dañar su imagen, pero ella ufffffff, ella ya no es una mujer normal, tiene necesidades especiales.

-ZEUS: ¿y que necesidades son esas?

-MADAMME: necesita ser violada, desde que se separo de esa gente ha estado con hombres pero todos la tratan como si fuera de cristal, y es una muñeca rota, necesita sentirse humillada y sucia, abusada para poder disfrutar, esta desesperada y acudió a nosotros al verte follar en la fiesta, ¡¡¡DIOSSS!!!- se corrió, pero como no había dicho nada de que parara, siguió- hemos montado para que este fin de semana este libre, y tu la violes todo el fin de semana.

-ZEUS: no soy ningún salvaje, no pienso follar si no es consentido.

-MADAMME: no es una violación en si, solo un juego, mira la carpeta de la mesa, hay un contrato firmado de consentimiento, con unas fotos suyas, esta todo atado y preparado para que parezca real, pero no lo será, en el móvil tienes un vídeo, como te gusta, con ella firmando el contrato y conmigo comentándoselo todo..- lo hice, vi y leí el contrato, con cláusulas millonarias en caso de que se sepa por ambos lados, firmado por Madamme, nuestro abogado y ella, al ver las fotos no me lo creí, era una famosa modelo nacional, evidentemente no puedo decir quien era, pero la había visto durante semanas en los carteles de las paradas de autobús y en anuncios de tv, acababa de lanzar una campaña de unos grandes almacenes, era una belleza espectacular, rubia de ojos azules y cuerpo perfecto.

-ZEUS: vaya, como son las cosas, ¿esta dulzura y belleza necesita que la violen?

-MADAMME: mas que eso, ella llegará el viernes a casa y tu has de asaltarla en el portal, luego una vez dentro de su casa has de hacer lo que te de la gana, átala, azótala, maltrátala, todo sin pasarte ni marcarla gravemente, vive de su cuerpo, ella actuara como si fuera real y has de hacer lo mismo, durante todo el fin de semana es tuya y puedes hacer lo que quieras, ella aceptó, solo impuso que cuando estés con ella, tendrás que ponerte la colonia de su padre, son las únicas condiciones.- se volvió a correr en su mano pero estaba tan excitada que apenas se le notó- el domingo por la tarde solo has de liberarla e irte. ¿Si es que deseas hacerlo?

-ZEUS: pues así se hará, pero asegúrate de que no me afecte de ningún modo negativo.

-MADAMME: no es la 1º vez que hacemos algo así, no habrá problemas, me ocupare personalmente.

-ZEUS: me gusta lo del vídeo, me lo voy a mandar a mi móvil para asegurarme, esto es portarse bien, me gusta como lo has llevado todo.- sin dejar de masturbarse camino de su 3º corrida, levantó la mirada sonriente ante mis palabras.

-MADAMME. ¿Estas contento?- pregunto ilusionada.

-ZEUS: mucho, has obedecido y me has hecho una buena ofrenda, y eso merece premio, por ahora súbete encima mía y fóllame, no quiero que me beses sin me toques a mi o a ti, solo ensártate mi polla en el coño y viólame tu a mi.- yo ya me estaba masturbando con el rabo fuera ante sus énfasis en el dedo que se hacia, de un bote me cabalgó y se ensartó toda, su mirada era de logro y satisfacción.

Obedeciéndome me violó, su cadera cogió ritmo de crucero apoyada en el respaldo del sofá, al poco de empezar se corrió, pero no dejo de moverse, alternaba movimientos, aveces estaba subiendo y bajando todo el cuerpo y otros solo movía la cadera, quería ganarse el castigo así que no paró hasta verse agotada casi 1 hora mas tarde, justo lo que quería, Zeus podría ser un dios pero yo era humano, si me arrancaba de 0 podría no llegar a matarla, si dejaba que se desfondara 1º seria sencillo, aun así la deje un rato mas cabalgándome exhausta hasta que me corrí dentro de ella, dejándola otro minuto mas subiendo y bajando por mi polla flácida hasta volver a ponérmela dura, había gritado mucho y le había abierto el coño todo lo posible.

-ZEUS: así me gusta, eras un perra buena y obediente, y te has ganado que te destroce como se que deseas.- se le iluminó la cara, la bese dándola permiso para devolvérmelo, su lengua era una maravilla y no aguantaba mas sin probarla, su forma de usar la boca era obscenamente atractiva, seguía sacándome la lengua y chupándomela como una polla, eso me encantaba y le daba azotes continuos en el culo cada vez que dejaba de penetrarse mi miembro, mis manos se fueron a su pecho, trabajándola los pezones, sabia que la volvía loca así que lo hice a conciencia, dejándolos duros y mordidos, eso la aceleraba el ritmo, y se corrió sobre mi otra vez.- vaya, me has dejado bañado, antes de abrirte el culo déjamela limpia con la boca y recuerda no usar las manos.

Me gustó como obedeció, como si le quitaran dinero cada décima de segundo que tardaba en reaccionar, se arrodilló ante mi y poniendo las manos a su espalda engulló la polla hasta ¾, pera seguir apretando poco a poco, casi le saco la mandíbula del sitio, pero logró metérsela toda, con claros gestos de atragantarse, pero aguantó así unos segundos, dejo que su boca sintiera todo mi poder y que fuera babeada por ella, lo hizo varias veces para luego ir trabajando el tronco con sus labios y el glande con su lengua, era una gozada, y aun sin las manos me estaba llevando a mi 2º corrida, en vez de hacerla parar, la agarré la cabeza y me la follé por la boca, al inicio le dejaba la cabeza inmóvil pero después la movía en contra de mis embestidas sacándola una arcada con cada una de ellas, nunca ante me había follado a alguien por la boca, me la habían chupado de 1000 maneras y se lo habían tragado otras tantas, pero eso no era una mamada, era penetrar un agujero, aun así lograba jugar con su lengua y me corrí en su boca explotando en numerosos chorros que cayeron directos a su garganta, ella no paraba de tragar, le moqueaba la nariz, sollozaba pero aun soltándola la cabeza siguió chupándomela hasta volver a ponérmela dura.

-ZEUS: eres muy buena con la boca, pero ahora me toca a mi, y te voy a partir el culo, te voy a meter algún consolador por el coño para que no te relajes, ¿donde tienes?

-MADAMME: en mi cuarto, arriba.

-ZEUS: coño pues vamos a tu cuarto.- me la subí encima y la penetré por el coño, se cruzo de piernas rodeándome y besándonos como posesos, la subí, dándola fuerte en cada descanso contra una pared, y al llegar a su cuarto me la baje de encima, se fue a un cajón a buscar el consolador, la muy animal volvió con uno tan grande como mi polla, yo me fije en el cuarto, era un cama normal pero toda la habitación estaba llena de cadenas, cuerdas, postes y esposas, con trajes de hombre de látex, hasta un columpio.

-MADAMME: ¿este le vale a mi señor?

-ZEUS: perfecto, vaya cuarto, te gusta ser una dominatriz por lo que veo.

-MADAMME: si, desde que deje las calles la única forma de sentirme viva es dominando a hombres.

-ZEUS:y ahora estas a mis pies.

-MADAMME: pero es que tu no eres un hombre, eres un dios, eres mi dios.- se hundió en consolador en el coño hasta metérselo entero.

-ZEUS: pues este dios te va a atar a ese columpio y te va a dar por el culo hasta que ruegues perdón. Se le erizo la piel y se echo a temblar de nuevo, hasta ahora me había contenido, pero me cansé de juegos.

Ella se puso en el columpio y se ató sola, quedo tumbada boca arriba, con las piernas bien abiertas a una altura perfecta de penetración, con el coño abrumado por el con descomunal consolador allí alojado, me acerque y no trabaje su ano, directamente apreté el glande hasta penetrarla, gritó descosida a la que le di un tortazo en un teta, cogí unas pinzas unidas con una cadenita, y se las puse en los pezones, quedaban tirantes y con cada movimiento de las cadenas tiraban mas ,eso la hizo chorrear por el coño, ayudo a que mi penetración fuera mas rápido en el culo, pero cada centímetro que la abría era un movimiento de cadenas y un placer descomunal en ella, la deje dentro hasta notar cierta comodidad, entonces la balancee hacia delante y la ensarte con la vuelta, eso casi la hace desmayar al momento, de gusto, explotó en otro orgasmo haciéndola tirar de las cadenas y tirar de sus pezones, la sujeté un poco de las caderas y saqué a la bestia, ya no habría piedad , quería el castigo, y lo iba a tener, acelere sin parar hasta coger el ritmo de animal salvaje y no paré, se corrió tantas veces que perdí la cuenta y paso mas de 1 hora y media hasta que me volví a correr en su culo, el movimiento de las cadenas la ponían tan excitada que no se desvanecía, disfrutaba como una perra pidiendo mas.

-ZEUS: déjate las cadenas de los pezones pero estoy viendo allí unas maderas, póntelas y túmbate sobre la cama boca abajo, a ver como se te ve así.

Disparada lo hizo, tardo unos segundos, el aparato era complejo, pero se tumbo sobre la cama y se lo terminó de colocar, era una especie de cepo para la cabeza y las manos, pero que al quedar atado, otro madero aprisionaba sus pechos, até la cadena a un gancho del artilugio, y con cada mínimo movimiento le tiraba de los pezones, luego puse la almohada en su vientre para levantar la cadera y até sus piernas con unas esposas, una a cada lado de la cama a unas varillas , dejándola totalmente abierta de piernas, le metí el consolador de nuevo en el coño, se le había medio salido, y admirando el agujero que se cerraba en su ano, la volví a arremeter, totalmente expuesta y estirada de piernas, como las gimnastas en el suelo, recibió mi ira en su culo, la azotaba sin parar cada vez que se corría, que era muy a menudo, sin soltarla, sin dejar de destrozarla el culo, empezó a no disfrútalo, a sufrirlo, a desear que acabara, pero era justo lo que quería, aguantar mi violencia, deseaba ese dolor, y yo se lo di, se lo reventé hasta que se desmayo, allí paré y la abofetee la cara hasta despertarla, para seguir abriendo el culo, rogaba por su vida, lloraba y pedía clemencia, pero sus ojos y su cuerpo decían otra cosa, pedían mas y su cuerpo se hacia fuerte contra mis penetraciones, goteando fluidos sobre la cama, para cundo me corrí en su culo de nuevo la mujer balbuceaba cosas sin sentido, estaba ida y rendida, destrozada, pero sonreía, era lo que quería, le gustaba sentirse arruinada, al sacarme la polla vi sangre mezclada con fluidos y semen.

-ZEUS: eres una buena mujer, y ahí tienes lo que has pedido, tu dios te ha reventado y suerte tienes de que deba irme, por que si no seguiría toda el día – mentira estaba cansado- mándame todo de la modelo cuando lo tengas, y si todo va bien, esta será la última vez que me veas.

-MADAMME: no……yo quiero……….no………..no vayas…………..soy yo……..no……..- la quite unas ataduras, y la deje en ese estado, ida y convulsionando.

Me di una rápida ducha y le dije a una de la moles que Madamme había ordenado que me llevaran a casa, así lo hicieron, una vez cerca de casa descanse todo lo que quedó de día, pensé en mis próximos días hasta el viernes, mi cita con la modelo, para el lunes Ana ya estaría aquí, y tenia muchas mujeres a las que saciar antes de retirarme. Llame a mi Leona, y quede en ir a verla por la tarde del día siguiente, por la mañana quedé con Yasmine, habían vuelto del eterno viaje con sus padres, igual que su madre, estaban ya en casa pero su padre se había quedado por temas de negocios en brasil, me dijo que no había nada bien y que discutieron mucho en el viaje. Se me ocurrió una buena despedida de mis colombianas, la acompañe a su casa donde estaba su madre, y según entré se desnudo avisando a su madre, buscando unos tacones grandes, su madre bajo sonriendo y desnuda, dios, hacia mucho que no las veía, estaban buenisimas, el culo de Yasmine pedía guerra y las tetas de Eleonor aun mas, comentamos algo del viaje de pasada pero yo no tenia tiempo, las azoté un par de veces recordando que yo era su macho, me las llevé a la piscina y allí me ventile a las 2, Yasmine estaba desentrenada y apenas me duro una hora por el coño, pero Eleonor venia de intentar recuperar a su marido, bien entrenada, la tuve que abrir el culo y activar a la bestia para sacarla gritos de dolor y pasión, en menos de 30 minutos cayo agotada e ida, era la 1º vez que sintió a la bestia en su interior, para entonces ataque de nuevo a Yasmine, ya recuperada, y la di su parte de bestia por el culo, era una gozada reventar contra esas nalgas de joven, y la hice comerle las tetas a su madre hasta sacarla aquellos pezones enromes y me volvían locos, estuve toda la mañana follándomelas sin parar, sacando a la bestia de vez en cuando y hacendosas rogar por piedad, pero siempre que terminaba con una la otra le cogía el relevo, me corrí comiéndole las tetas a al madre, estaba deliciosa, y gritaba guarradas sobre lo mierda de su marido y que yo era mucho mas hombre que el. Terminamos los 3 en la cama de matrimonio, fornicando como conejos en celo, Yasmine fue la 1º en irse al país de nunca jamas, fue Eleonor recibió por las 2, sacándola orgasmos que la partían por dentro, y matándola al final, sacando a mi bestia, una fuente de chorros y gritos lleno la cama antes de caer ida, junto a su hija, amabas idas y medio dormidas, con espasmos musculares, y sonriendo de manera inconsciente. Yo aun tenía aguante, pese a disfrutarlas, mis últimas sesiones con Madamme me dieron unas ansias desorbitadas.

Comí en casa de las colombianas mientras dormían en la cama, y me fui sin despedirme, dejando una nota, ya sabrían de mi, me fui directo a casa de mi Leona, que me esperaba desnuda, se me subió encima y me pido que la destrozara como las ultimas veces, no necesitaba pedirlo, iba para ello, su lengua y su boca me la pusieron dura y abriéndola por el culo la destrocé mas de 3 horas, si con las colombianas me coartaba, no lo haría con ella, corte la cadena y deje que la bestia se divirtiera con aquel trozo de carne que tenia delante, tuvo suerte de mi sesión matutina, si no hubieran sido mucho mas cruel con ella, aun así la terminé por dejar agotada y muerta en la cama, dormí con ella para volver a follármela de forma animal al día siguiente, no sabia si me iba a despedir de ella también pero me aseguré de que fuera la follada mas animal que pude darla, la desgarré por dentro, y notaba como ella se derretía, la empotraba contra la pared y la clavaba mi polla hasta el fondo sacándola alaridos que los vecinos oían, fui la fuerza de la naturaleza que sabia que ella soportaba, a duras penas. Al acabar, se sostenía en pie de milagro, la deje irse a trabajar al instituto, pero casi no podía ni con su alma, llamé a un par de chicas mas que andaban detrás de mi y me las tiré en una orgía en casa de la Leona, con ellas no tuve ni que sacar a la bestia, no me duró ninguna mas de 30 minutos a un ritmo normal, las que se dejaban por el culo las hundí hasta el fondo desgarrando y haciendo sangrar a mas de una, tanto yo como ellas quedaron satisfechas, era una buena forma de acabar. Me fui dejándola una nota igual a las colombianas, y pidiéndola disculpas por las chicas de la habitación que se encontraría al volver a casa, y que seguiría siendo mi Leona, siempre que quisiera serlo.

Ya estaba en paz, despedido de todo, de mi vida de cazador, me prepare para una ultima fiesta, una ultima cacería, la modelo, busque y leí en Internet videos y relatos de violaciones, (así descubrí esta pagina), quería información, trucos e ideas. Es asombroso lo fácil que resulta encontrar información de algo delictivo y que estaba tan socialmente repudiado, no es algo que me haya gustado ni haya planeado nunca pero supongo que como todos, he fantaseado con ello, sobretodo antes de la operación, coger a una chica mona llevarla a un lugar apartado y obligarla a follar contra su voluntad, pero yo no soñaba con la violación, no me atraía forzarla, si no que al comenzar la mujer se diera cuenta de lo buen amante que era y terminara dejándose, la violación era solo para romper el hielo, ese hielo que por entonces me aprecia infranqueable, pero jamas paso de allí, ahora tenia que hacerlo, y pese a que fuera consentido, un escalofrío de conciencia repasaba mi cuerpo. También busque información sobre ella, la modelo, llamémosla…..Kira, había estado muy ocupada desde que ficho por una gran forma, antes había hecho trabajos mas esporádicos, pero también me sorprendió la facilidad con la que se puede saber un montón de cosas de gente con cierta fama, el rumor sobre su padre y el manager no era tan secreto, aunque encontré referencias similares a casi todas las modelos que encontré, o todas pasaron por lo mismo o era un rumor extendido entre el gremio. Era una autentica belleza, un mujer despampanante, paso de ser modelo infantil a una mujer de bandera, medidas perfectas 90-60-90, y en alguna web o paginas rosa vi fotos en top-less o descuidos con minifaldas, sesiones de fotos, cosas así, pero ninguna referencia a novios o parejas. Madamme me mando la dirección y la hora del viernes, todo estaba listo.

Llevé una mochila, con algo de ropa y algunas cosas que podría necesitar, me presenté 3 horas antes de la indicada, estudié la zona, revise cámaras, incluso lleve algo de propaganda para meterme en el portal sin llamar la atención, me fue inútil, era un chalet a las afueras, estudie la distribución, incluso me asome por encima de la verja de su casa, pensé en que zona seria mejor atacarla y como hacerlo sin llamar la atención de nadie, no seria difícil eran chalets muy alejados unos de otros, observe el dispositivo de seguridad, la alarma, tenia que esperar a que la desactivara para actuar pero debía hacerlo antes de que cerrara la puerta, pero si venia en coche tendría que meterme detrás de el al abrir la verja y atacarla al abrir la puerta del chalet, amagué e hice tiempos, de cuanto tardaba desde x lugar a la puerta o de x sitio a la verja del aparcamiento, lo tenia todo calculado, me quede agazapado detrás de unos arbustos y a la espera, la sorpresa llegó cuando se presentaron un par de coches y camionetas de agencias de noticias, paparazzis, eso me podía acarrear problemas, no podía abordarla con 10 periodistas en la puerta, pensé en llamar y cancelarlo todo, no podía hacerlo con ellos allí, pero Zeus volvió a escena, me coloqué una gorra hacia atrás, una cinta que llevaba para las llaves me la colgué al cuello y le puse un bono de transporte publico dado la vuelta, con una cámara de fotos que me llevé, salí y me deje ver, daba el palo como fanático o admirador perturbado mas que como periodista y me preguntaron de donde era, solté alguna de las web donde había visto fotos de Kira, y pareció colar, de hecho hasta me felicitaron por los logros de alguna de las fotos de la web de otros personajes, era todo muy falso, se notaba que me adulaban para soltarme la lengua por si tenia noticias frescas. Por lo que yo sabia, esa no era la casa de Kira, si no un chalet de alguien que se lo presto para ese fin de semana, devolviéndoles el favor les sonsaque que alguien de la agencia de modelos les vendió la información del lugar, tácticas habituales, pero era información que solo sabían unos pocos, me preguntaron como la conocía yo, me vi algo pillado, gane tiempo preguntado si aquel coche del fondo era ella, se pusieron como locos a gravar y pedir paso en directo a las tv, falsa alarma, me lo había invitando, luego les respondí que tenia algo comprometedor contra la agencia de modelos, se me echaron encima como buitres acosándome para que les dijera el que, aludiendo al compañerismo y al buen rollo, pero me negué fingiendo soberbia, me hizo mucha gracia como los tenia a todos comiendo de mi mano con solo decir palabras falsas. Por desgracia mi madre se tragaba esos programas de media tarde, programas rosas hablando horas de si a tal famoso se le cae un diente o si a tal famosa la duele un pie, de mas joven lo miraba con ella o lo tenia de fondo haciendo deberes, siempre me parecieron escoria, y ahora que los tenia delante mas, eran basura que se tragaba cualquier bulo, y eso me dio una idea, comencé a inventarme historias como que a tal modelo le pasaba esto, o que tal agencia me había dicho no se que, y a los poco minutos hacían conexiones en directo soltándolo como verdades inamovibles. Me separe fingiendo una llamada, y pese a que me dejaban de lado, notaba sus miradas clavadas en mi, suponían que si yo estaba allí era la mejor conexión con la noticia. Me aparte lo suficiente para hacer una llamada.

-MADAMME: dime, ¿algún problema?

-ZEUS: unos 20 en realidad, esto esta lleno de periodistas, me he hecho pasar por uno de ellos pero nos los tenemos que quitar de encima si quiero actuar.

-MADAMME: mierda, ¿como se han enterado del lugar?

-ZEUS: por lo visto a alguien de la agencia le gusta mas el dinero que la intimidad, eso ahora no importa, lo que interesa es que los tengo comiendo de mi mano, se creen que tengo hilo directo con alguien, y se tragan lo que les diga, tengo que darles algo para que se vayan de aquí.

-MADAMME: te escucho.

-ZEUS: busca en el catalogo, una chica de las tuyas que de el pego como Kira, haz que se vista como una de esas famosas, con gafas grandes y bien tapada para que no de el cante, mándala a aluna cafetería lejos de aquí, sácala unas fotos de refilón, sin que se note el cambio y mándalas a alguna agencia de noticias anónimamente, yo me los trabajare aquí para que se lo traguen, y hazlo rápido, falta poco para la hora 0.

Según colgué, pense fríamente, y volví al grupo, estaban atentos de mi llamada, puse cara de decepción, al instante me preguntaron, me hice de rogar pero al final les dije que lo del piso era información falsa, que nos la habían colado a todos, era un bulo para dejarla irse a su casa tranquila, y hasta que la habían visto en una cafetería de la otra punta, se rieron de mi, se mofaron por que me habían engañado y ellos tenían información de 1º mano de que ella acudiría a esa dirección. Aun así, llamaron por teléfono y preguntaron a sus fuentes, en realidad nadie la había visto desde hacia horas, se quedaron en su sitio, volviéndose locos con cada coche que pasaba siendo todos falsas alarmas. A la media hora les empezó a sonar el móvil a todos, mensajes y llamadas, las fotos de una mujer que se parecía a ella en una cafetería les estaban llegando a todos, eso, y mis palabras bastaron, con una prisa descomunal empezaron a recoger e irse, quise subirme a alguno de los coches pero como ratas que son me decían que me buscara la vida y con sorna me agradecieron el soplo, se iban riéndose a carcajada limpia mientras yo fingía desesperación cuando me estaba tronchando de todo aquello por dentro. Llamé a Madamme.

-ZEUS: ha colado, gran trabajo.

-MADAMME: gracias, pero en cuanto lleguen y la vean sabrán que no es ella y volverán a la casa, no podemos dejar que estén fuera mientras montas el numerito.

-ZEUS: cierto, habla con tu chica, dila que cuando les vea llegar se tape la cara y se suba a un taxi, que no la vean la cara de cerca, una vez en el taxi mándala a la casa de verdad y que repita el proceso, entrando en la casa que se tape, después solo tiene que quitarse el disfraz y salir tranquilamente como una vecina mas, se quedaran a las puertas de su casa vacía todo el fin de semana.

-MADAMME: dalo por hecho.

Di un par de vueltas a la finca, más lejos y más cerca para asegurarme de que no quedaba nadie con una cámara con lente de gran alcance, si fuera cosa mía yo lo hubiera hecho, pero por lo visto esa escoria no tenia presupuesto para ir dejando gente por si acaso. Retomé la situación, guarde mis trastos, me coloqué un pasamontañas en la cabeza, y me escondí detrás del seto, mi corazón se aceleraba con el paso de los minutos, me sudaban las manos y estaba nervioso, cada coche que pasaba casi me daba un vuelco el corazón, hasta dude de mi capacidad de resolución, pero eché rodilla a tierra, me calme y dejé que Zeus se ocupara de esto, seria un carbón peligroso, pero tenia los nervios de acero. Por fin, sobre la hora acordada, paso un coche y se paró enfrente de la casa, se quedó allí parado unos segundos mientras la verja del aparcamiento se abría, y una vez abierta se quedó parado, no se si queriendo darme tiempo o si por que tenia dudas, no podía ver bien desde mi posición el interior del coche, parecía haber solo el conductor, al final aceleró despacio y entró, sabia que tardaría 7 segundos en colocarme en la puerta y que tendría que girar el coche hacia la derecha, eso le dejaba un ángulo muerto al aparcar que tendría que aprovechar antes de que saliera del coche, paso el coche, y eché a correr bajando el pasamontañas, llegué apurado cuando se cerro la verja pero aun así me dio tiempo a pensar 1 segundo antes de entrar, ese segundo casi me cuesta un disgusto, pasé por los pelos y me puse agachado detrás del coche, siguiendo su maniobra hasta que aparcó, aprecié mejor el interior, solo había el conductor y apareció una melena rubia, era ella.

Se quedó unos segundos con el motor en marcha, luego otro minuto con el coche apagado, no quería que me viera a si que no sabia si dudaba o me daba tiempo a actuar, no podía asomarme a ver, la puerta de su casa quedaba de su lado, así que según salió, y ando, yo me moví para quedar siempre en su ángulo muerto, podía adivinar su posición al verla los pies por debajo del coche, se bajó y se quedó parada, veía unos bonito pies metidos en uno zapatos de tacón dignos de la inquisición, eso solo podía generar dolor, y el terreno de gravilla no ayudo a su andar, se dio la vuelta y echó a andar a su puerta, hasta la zona de cemento, allí me asomé con cuidado y vi su andar, era modelo, sin duda, vaya manera de menear el culo, que estilo y que elegancia, su cabello rubio caía hasta su cintura, liso, en un brazo doblado llevaba el bolso y un chaqueta, en la otra mano jugaba con las llaves, el torso lo cubría una camiseta de mujer, azul, de tela fina y reflectante, muy ajustada, y de remate una minifalda rosa, con algo de vuelo, que apenas la tapaba el culo, desde mi poción agachada pude admirar su ropa interior, la parte abultada de su coño y al subir 2 escalones de la entrada, un tanga rosado que la separaba las nalgas, sus andares casi me hacen olvidarme de por que estaba allí, reaccioné a tiempo mientras intentaba abrir la puerta de su casa y me arrastre hasta la parte de los escalones, detrás de una planta, muy cerca de ella, casi la oía respirar, pero no me veía, yo a ella si por los huecos de la planta. Abría la puerta lentamente, lo hacia de forma torpe y adrede, esperando que pasara algo, abrió la puerta y sonó la alarma, me asusté un poco pero la vi abrir la tapa del teclado, marcar el numero, que anote mentalmente, y esperar, recibió el aviso de la centralita pidiéndola la palabra clave.

-KIRA: pradera

-CENTRALITA: muy bien, disculpe la molestia y tenga usted un buen día.- solo el teclado y se puso todo en verde, ella se quedo parada con la puerta abierta, se dio la vuelta y se puso a mirar, me quedé inmóvil.

-KIRA: pues nada, otro que se raja, otra vez será, al menos tengo el finde tranquilo- estaba claro que creía que me había cagado, y no lo iba a hacer.

Se dio la vuelta y fue a entrar en la casa, yo pegué un salto y me puse detrás de ella, no me oyó, así que se dio la vuelta para cerrar y entonces vio mi corpulencia a menos de 1 metro de ella, se sobresaltó, y su 1º instinto fue cerrar la puerta al verme con el pasamontañas, puse el pie mientras ella intentaba cerrarla, a la 3º le di una patada a la puerta que la abrió del todo golpeándola y tirándola al suelo, su cara era de autentico pánico, ya se había dado por rendida y mi sorpresa la abrumó, trato de ponerse en pie pero los tacones no la dejaban, se dio la vuelta gateando, dejándome una visión de su culo al aire de primera, trataba de huir torpemente mientras cerré la puerta, ande despacio hacia ella, dejando que el pánico entorpeciera mas sus movimientos, la alcancé pasado medio pasillo, la agarré del pelo de la cabeza y tire de el, se había sacado el móvil del bolso, pero de los nervios ni lo había desbloqueado, se lo cogí y lo estampe en mil pedazos contra la pared.

-ZEUS: ¿a quien querías llamar zorra estúpida?

-KIRA: por favor, yo no, déjeme…….- ponía las manos en posición de defensiva, tratando de calmarme.

-ZEUS: ¿donde esta el dinero?- se le cambio la mirada- ¿QUE DONDE ESTA EL PUTO DINERO?- quería confundirla, que pensara que era real, que no buscaba violarla, si no robar.

-KIRA: no lo se, no es mi casa, no se si tienen o no, por favor déjeme….- la levante de los pelos poniéndola en pie, la hice caminar, sujetaba mi mano para que no la hiciera daño.

-ZEUS: vamos a dar una vuelta por la casa, me vas a decir donde esta el puto dinero.- lo hicimos, la zarandeaba y la amenaza con golpearla, pero ya estaba suficientemente horrorizada, el no saber si era real o no la tenia confundida, repasé cada habitación rompiendo teléfonos fijos, revisándola el bolso, y mirando por las habitaciones, suplicaba que la soltara, que me daría lo que llevaba en el bolso, pero no la hacia caso.- me cago en tu puta madre, aquí no hay nada.

-KIRA: ya se lo dije, no es mi casa, me la han dejado el fin de semana, suélteme por favor, le daré lo que llevo encima y se podrá ir.

-ZEUS: ¿te parezco un ratero de poca monta?, ya he mirado tu bolso y 400€ no es botín suficiente, quiero joyas, tv, lo que se pueda sacar de esta casa de ricos.

-KIRA: aquí no hay nada de valor, solo estimo nosotros, por favor coja lo que quiera y se podrá ir.- estaba temblando y cada vez que tiraba de su pelo la veía suplica en su mirada, estaba muy confundida.

-ZEUS: mira, mas te vale que saque una buena tajada por que si no me enfadare, y no quieres verme enfadado, te voy a atar a ese radiador, y voy a poner esta casa patas arriba, como no encuentre nada vender a por ti, y te haré daño, ¿entiendes?

-KIRA: si, pero por dios, no me haga daño, soy modelo, puedo pagarle mucho mas, déjeme que salga y vaya a un cajero…- la solté un bofetón.

-ZEUS: puta de mierda, ¿te crees que soy imbécil?, no vas a salir de aquí, ya me has dicho que tenemos todo el fin de semana para nosotros solos, y me lo voy a cobrar de una forma- la metí la mano en el culo- o de otra, modelo.- lamí su cara de forma grosera.

-KIRA: no, no por dios, suéltame desgraciado, no me toques……..- la solté otro bofetón.

-ZEUS: deja de gritar o te arranco el tanga y te lo meto en la boca para después cerrártela con cinta.- se cayo al instante, sollozaba y me miraba tratando de adivinar, realmente no sabia si era el juego o no, había logrado eso, sus maravillosos ojos azules me penetraron.

Cogí unas bridas que llevaba en la mochila, la tire al suelo y la até de pies y manos, dejándola atada al tubo del radiador, me moví por toda la casa, haciendo mas ruido que rompiendo cosas, dejándola pensar, me eché una abundante cantidad de la colonia que me habían indicado, la que usaba su padre, ya había jugado lo suficiente, su mirada era de pánico absoluto, y quería tranquilizarla, hacerla saber sin decírselo que era un juego. Volví cabreado, enfadado moviendo los pesados muebles y sofás delante de ella, haciendo una exhibición de fuerza para amedrentarla, cuando le di la vuelta al sofá de 3 piezas de una brazada, su cara era de horror, se encogió sobre si misma, se hizo un bola sin querer mirarme, totalmente sobrepasada. Me acerqué a ella lentamente notando como con cada paso se pegaba mas a al radiador, la quise levantar la mirada peor hacia fuerza para no hacerlo, temía ver algo para reconocerme, me pegué a ella y la agarre la cabeza para que me mirara, sus ojos azules estaban abiertos, cristalinos y húmedos, algo rojos de haber llorado, o de estar a punto de hacerlo, entonces lo notó, olió la colonia, inspiró fuertemente para reconocerla y cerró los ojos, se tranquilizó al entender que era yo y no otro cualquiera, y a la vez noté como su cuerpo se excitaba, fue un atisbo, su lenguaje corporal cambio ligeramente, sacó un poco la espalda del radiador, y dejó su cuerpo relajado sobre el suelo en vez de estar en tensión.

-ZEUS: aquí no hay nada de valor, nada, salvo tu…….- la agarré del pelo, una cosa es que supiera que era un juego y otra que dejara de jugar, abrió lo ojos de nuevo pero su mirada era de calentura, de hecho notaba como se frotaba los muslos uno contra otro- ….nos lo vamos a pasar bien este fin de semana, pero estoy harto del pasamontañas, y como no puedes reconocerme te voy a poner una cinta en los ojos, y no te la quitarás en todo el fin de semana, si lo haces te mato, ¿me entiendes?- asintió relamiéndose.

Saqué de la mochila una cinta preparada, la eché unas gotas de la colonia y se la puse, la até fuerte y me aseguré de que no viera nada, la solté del radiador y la cogí de la atadura del as manos, la levanté los brazos y la pegué contra una pared, de frente a mi, totalmente estirada sobre la pared, casi colgando, saque un cuchillo, uno de estos de metal sin filo, de los que se usan para untar la mantequilla o cosas así, pero ella no lo sabia, y al notar el frío acero sobre su mejilla se estremeció.

-ZEUS: bien, ahora que he captado tu atención, voy a poner unas normas, si te portas bien, me iré el domingo, te dejaré libre y seguirías con tu vida, esto no habrá pasado, pero si no las sigues te cortare esa bonita cara, y el cuerpo, de forma que no volverás a trabajar, ¿entiendes modelo? -asintió- bien, la 1º es que no gritaras a no ser que yo te lo pida, si entiendo que pides ayuda de algún modo, te cortaré.- jugaba con el filo del cuchillo por su cuello.- la 2º es que vas a ser mi puta, harás y dirás lo que yo quiera y no tendrás opinión ni personalidad, eres mi zorra y harás lo que yo quiera que hagas, o te cortare- le rompí el 1º primer botón de la camisa- si sigues esas 2 normas sencillas, todo ira bien, pero si tratas de huir, si tratas de pedir ayuda, si te quitas la cinta de los ojos, me desobedeces o simplemente no me obedeces inmediatamente, adivina que te haré……..

-KIRA: me cortarás.- le rompí el 2º botón de la camisa, atisbando ya su sujetador, su respiración se agitó.

-ZEUS: bien, puedes hablar y pedir cosas, te dirigirás a mi como “amo”, si quieres ir al servicio o si necesitas comer o descansar puedes pedírmelo, yo decidiré si te portas bien y mereces ser atendida, y ten en cuenta que te voy a violar y vas a saber lo que es un hombre de verdad.- le pegué mi polla semi erecta en el muslo, eso la hizo morderse el labio, eso y oler la colonia en mi y en la cinta, podía notar como se contoneaba para frotarse los muslos.- ¿probamos si lo entiendes?

-KIRA: si……..amo.- la rompí otro botón dejando ya su sujetador rosado a la vista, quedando solo 2.

-ZEUS: bien, me gusta que las zorras como tu colaboren, por que vas a colaborar.

-KIRA: si, amo.- la metí el cuchillo en la boca asustándola.

-ZEUS: no era una pregunta, vas a colaborar- le metí la mano debajo de la falda notando gotas de fluidos cayendo entre sus muslos- y veo que te gusta jajajajjaa, eres una zorra como todas las demás- la rompí con las manos la camisa del todo, dejándola con el sujetador bien a al vista, como si fuera una chaqueta, que preciosidad de tetas, se merecía cada € que cobraba.- dilo, admítelo, que eres una zorra y te gusta esto.

-ZIRA: los soy, amo, soy una zorra, como todas y me gusta ser así.- su cintura se contraía, sentir mis dedos en su coño la encendieron.

-ZEUS: así es, y yo se como tratar a las zorras, ahora mismo te voy a dar una ducha fría, no vas a disfrutar hasta mañana de mi rabo partiéndote, y lo vas a disfrutar, ahora te voy a dejar toda la noche atada a la barra de la ducha, y por tu osadía de contestar sin ser un pregunta, te voy a dejar con los tacones puestos, vestida, empapada, y vas a estar toda la noche así, ¿estas conforme?

-KIRA: si, amo.

-ZEUS: genial, por que me da igual que no lo estés.

La bajé los brazos y como si fuera un perro, dando saltos por la brida de sus tobillos, la llevé a uno de los baños, la dejé orinar, delante de mi, su torpeza me ponía a 100, la metí en una ducha, resbala con los tacones, y la quité las bridas poniéndole unas esposas con terciopelo, para no dejarla marcas, en muñecas y tobillos, la levanté los brazos y se los pase por la barra de la ducha, la esposé y me asegure de que fuera seguro, encendí la ducha, deje el agua tibia y la coloqué en su soporte, mojándola la cabeza y todo el cuerpo, empapando su camiseta, su sujetador, la mini falda y sus piernas, destrozándola los zapatos, serian caros supongo, y me puse de pie a su lado, viendo como no paraba de escupir agua que le caía en la cara, la visión de una mujer mojada siempre me la ponía dura así que me hice una paja allí, delante de ella, sin que supiera si estaba allí o no, la veía tratando de forcejear, soltarse o moverse, pero estaba inmóvil de pies y manos, cada intento la costaba un resbalón, no me siento orgulloso pero reconozco que me corrí como un animal ante esa visión. Después me fui al salón, recogí mis cosas y me instalé en una habitación, me di una buena ducha, estaba empapado en sudor, me fui a vestir, pero pensé. ¿Por que?, así que me quede en pelotas, y no me puse nada mas en todo el finde, se hacia tarde y me fui a acostar, echándola un vistazo antes y durante la noche, me llevé un portátil y pase gran parte de la noche riendo y viendo películas o series, haciendo ruido para hacerme notar y que me oyera de lejos y pasándome en silencio para ver que hacia. Con los tacones era bastante alta, así que le dio para darse la vuelta y sentarse en el borde de la ducha, pero con los brazos totalmente estirados, las ultimas veces la vi dar cabezadas, se dormía de pie, se le cansaban las piernas, no era mi problema, así que me fui a dormir cerca de las 4 de la mañana, me desperté sobre de las 10, últimamente con 6 horas de sueño rendía todo el día y no quería tenerla mas tiempo así, hice algo de ruido para que ella notara mi presencia con mi rutina higiénica y me fui a por ella, la visión era de película de miedo, ella estaba colgada de los brazos, doblada de las piernas y con el agua corriendo por todo su cuerpo, movía la cabeza así que estaba despierta, pero no podía ponerse de pie.

-ZEUS: buenos idas zorra, te has portado bien, así que te voy a quitar las esposas, y te voy a dejar que te adecentes en el baño, pero estaré justo a tu lado ayudándote, no hagas tonterías por que tengo a mi amigo de metal a mano.- se lo pasé por el escote.

Al soltarla las manos cayeron rendidas, la ayudé a levantarse, pese a estar tibia el agua estaba tenia tiritando, la quité la ropa, despegándola de su cuerpo húmedo, la desnude despacio, dejando que se apoyara en mi, de lo contrario se caía, al quitarle el sujetador vi sus tetas al natural, mucho mejor que en fotos, tersas, firmes y bien colocadas, con unos pezones pequeños pero tiesos del agua, la minifalda cayó a plomo al abrirla un poco la cremallera, estaba empapada, me dejo un cuerpo perfecto ante mi, solo con los zapatos, la venda y un tanga diminuto de color rosa, oscuro debido al agua, se lo fui quitando desenrollándolo por sus largas piernas, descubriendo un coño rasurado y un culo que rozaba la perfección, era la perfección hecha mujer, aun así me pareció que le faltaban 2 o 3 kilos para ser perfecta, al menos para mi, se le notaban demasiado las costillas o los huesos de la pelvis. Noté como se estremecía ante mis manos, la sensación de vulnerabilidad era total, y me eché gran parte de la colonia, ella lo olió y se volvió a erizar, lo tenía que pasar muy mal cuando iba por la calle o en el trabajo y alguien mas usaba esa colonia, seguro que con solo ese olor podías tirártela. La dejé sentada en el retrete, y mientras orinaba le quite los zapatos, estaban para tirarlos, ella suspiró de placer, no se si por el alivio en su vejiga o en sus pies. Al volver a ponerla de pie quedó sensiblemente mas abajo que antes, con los zapatos casi era de mi altura, pero sin ellos le sacaba una cabeza, era alta pero yo era mucho mas grande y corpulento, la deje beber de un zumo que había en la nevera, tragó como si le fuera la vida en ello, la volví a meter en la ducha, pero esta vez yo con ella, la cogí por detrás dejando que mi rabo se notara entre sus piernas y encendí la ducha de nuevo, esta vez mas caliente, y nos duché juntos, ya me había duchando pero puesto a sujetarla y sobarla ¿por que no otra?, se sostenía bien ya sin los zapatos, le zumo la dio energías, aun así la apretaba contra mi mientras enjabonaba los 2 cuerpos, me pasé 1º hora repasando todo su contorno, acariciando y frotando sin parar aquella belleza, cuando me centre en su coño la notaba gemir, y cuando le separaba las nalgas con mi mano enjabonada puede notar como se corría en mi mano, la lleve a su boca obligándola a chuparme los dedos, con el cuchillo en su nuca, los chupó temerosa, mas que por lo que el clavaba en la nuca, por lo que sentía entre sus piernas, la tenia durísima, sobresalía y se había abierto paso entre sus piernas, jugaba, con miedo a reprimendas, a apretar los muslos, tuve la tentación de reventarla allí mismo, pero me contuve, dios sabrá como, me centré en el champú y su cabello, no ayudó, con cuidado se lo saqueé todo dejándoselo por fuera de la venda de los ojos, era un rubio platino excitante, mas aun mojado. Al salir de la ducha le acerque su bolso y a tientas saco algunos objetos de higiene personal que vi la registrarlo, delante de mi se secó de la ducha, se cepilló los dientes y se echó crema por todo el cuerpo, me pidió permiso para lavarse la cara quitándose la venda, se lo negué.

-ZEUS: vamos a ir abajo, he preparado un desayuno, unos zumos y cereales con tostadas, yo voy a desayunar eso, tu me la vas a chupar, y si logras que me corra y te lo tragas, antes de que termine, te dejaré desayunar- le puse el cuchillo en el cuello- pero como noté tus dientes no se volverá a saber de ti, ¿has entendido?

-KIRA: si, amo.

-ZEUS: bien, me gusta verte desnuda, no te volverás a poner nada de ropa si yo no te lo mando, y me molesta no poder quitarte la venda, eres realmente guapa, no como esas modelos que viven de fotografías retocadas o maquillaje ostentoso- era cierto- por ahora bastara. Camina delante de mi, te iré dando indicaciones, y si fallas te azotaré en el culo.

Obedeció sin mas, iba palpando las paredes, le iba dando indicaciones y cuando se equivocaba o tardaba en reaccionar la partía mi mano en sus nalgas, las primeras veces gimió de sorpresa o dolor pero después el calor y rojez de sus nalgas se elevó, y disfrutaba, incluso fallaba a propósito. La coloqué al lado de la mesa y la golpee para dejarla de rodillas sobre la silla, tiré de su pelo hasta elevar el torso y me senté en esa misma silla, se apoyó en mis piernas.

-ZEUS: bien, que comiencen los juegos del hambre, te aviso, como muy deprisa, y si no haces que me corra, no solo no comerás si no que te volveré a poner los tacones y no te los quitare.

Mordí un tostada para hacer el disparo de salida, ella palpó con sus manos hasta encontrar mi polla tiesa como una vela por culpa de la ducha, según la palpó se le abrió la boca de forma grotesca.

-KIRA: mi amo, tiene usted una polla enorme.- me eché una gotas de colonia por el cuerpo.

-ZEUS: ya lo se, no necesito de adulaciones de zorras como tu, empieza a chupar o ve pensando en unos zapatos dolorosos.

-KIRA: amo, no se si me entrará en la boca.

-ZEUS: no es mi problema, aunque si quieres, puedo ayudarte- le metí el cuchillo en la boca de nuevo, tirando de su mejilla, si fuera cortante seria hasta peligroso.- ¿te ayudo?

-KIRA: no, muchas gracias amo, pero ya me las apañare.

Y bien que lo hizo, comenzado una masturbación a 2 manos, besaba y chupaba la punta de mi polla, mientras yo desayunaba lentamente, la iba a dejar ganar esa carrera, y ciertamente la visión de una supermodelo con los ojos vendados agarrando con ambas manos y chupando mi polla a duras penas, me estaba encantando. El ritmo de sus manos iba aumentando, y la cantidad de carne que engullía también, dejaba que mi polla chocara de lado con su cara y le penetrara hasta inflarla los mofletes, luego trabajaba mi tronco con su lengua, y al oler las gotas de colonia se volvió loca, se abofeteaba la cara con mi rabo, y no de forma cariñosa, no se muy bien como su boca se abrió mas, engullendo mas de media polla entre arcadas y babas, estuvo 20 minutos fuera de si tragando falo como poseída hasta que me corrí en su boca, ella cerró los labios y dejo que la llenara de semen, cuando terminé se separo y tragó de forma clara, me encantaba ese sonido.

-KIRA: ¿ya me dejas desayunar papa?- se dio cuenta de su lapsus- digo amo.

-ZEUS: no, tranquila, me gusta esa palabra, mejor que amo, que es muy fría, llámame papa.- sonrío ante mi ocurrencia.

-KIRA: este bien, papa, después de haberte comido la polla hasta tragarme tu semen, ¿me dejas desayunar?

-ZEUS: perfecto hija mía, ven y siéntate en el regazo de tu padre, para que te de de comer.

Sonreía mucho, esa mujer no necesitaba ser violada, ahora lo veía claro, no quería dominio de macho, quiera que yo fuera su padre y que su padre abusara de ella, una vez entendí eso, solo era cuestión de manejarla, la senté sobre mi regazo pegando su coño húmedo y su culo enrojecido a mi polla flácida, dándola zumo y cereales, dándola de comer como si fuera mi hija, jugando con ella, Hablábamos como padre e hija y bromeábamos, a mi me costó seguirle el hilo, tenia un jaleo en la cabeza de cuidado, era Raúl, siendo mi personaje Zeus, que hacia de violador anónimo, que fingía ser el padre de una supermodelo. Me centré en ella, en cuidarla y mimarla, y alimentarla bien y jugar de forma inocente pese a que sus movimientos me la estaban poniendo dura y ella lo notaba, como no podría.

-KIRA: oye papa, se que es mucho pedir, pero me gustaría quitarme la venda, se que tu no quieres pero me hace mucho ilusión, hace mucho que no te veo.- no sabia que hacer, ella era consciente del juego, y en el fondo era la clienta, si quería pasar de una violación a una relación con su padre, tenia su derecho, ¿pero me podía permitir dejar que me viera?

-ZEUS: hija, sabes que me incomoda, desde la operación estética parezco diferente.- improvise y probé si seguía el juego.

-KIRA: ya lo se papa, y si no quieres no lo hagas, pero me encanta que me folles mirándome a los ojos, y quiero que me folles ahora mismo.- su cuerpo se echo para atrás y se frotaba contra mi poniéndomela dura hasta el punto de salir disparada entre sus mulos, mientras me besaba la mejilla- venga papa, solo quiero que me abras el coño como antes de separarnos, te echo de menos dentro de mi – sin duda la balanza de poder había cambiado, no era una dulce cría de la que habían abusado, era una despiadada mujer que obtenía lo que quería gracias a su cuerpo, o si alguna vez fue esa niña, ya no quedaba nada de ella, me recordó a Rocio, la zorra del instituto, la mujer que todo lo que creía tener era su fisico y se aprovechaba de los palurdos de los hombres que babeaban por ella, pensé en volver a mi papel de violador, de dominante, de quitarla esa idea de la cabeza, pero me llamó mas la curiosidad de ver hasta que punto su padre a su manager abusaron de ella o ella abuso de ellos.

-ZEUS: mira que sabes que no te puedo negar nada cuando te pones así.- asumí el papel de padre calzonazos.- pero te lo tienes que ganar, te llevo al sofá y se te corres antes que yo te la quito, pero si me corro antes yo, te la quedas puesta.

-KIRA: si papa, eres el mejor- aplaudía y reía mientras se levantaba, tanteó con las manos hasta llegar al sofá y gateo hacia el, moviendo su culo de forma provocativa, la iba dando azotes en el mientras ella echaba la cabeza hacia atrás recibiéndolos encantada, al llegar se tubo boca arriba y se abrió de piernas frotándose el coño mojado de excitación, era una manipuladora nata.- venga papa, ven a follarte a tu hija.

Si era lo que quería, se lo iba a dar, el papel y la lógica me dictaban ello, esa preciosidad de mujer, una modelo que provocaba infartos a su paso estaba desnuda abierta de piernas y masturbándose, pidiendo que la follara como si fuera su padre, hasta Zeus tiene sus limites, me fui a por ella poseído, me dejé caer sobre su cuerpo besándola, y jugando con sus tetas mientras mi polla cabeceaba en la entrada de su coño.

-ZEUS: joder hija mía, me la pones a reventar.

-KIRA: pues fóllame de una vez no seas nenaza, papi.

Metí mi mano en su coño, mientras jugaba con mi lengua en sus pezones, la trabaje y penetre un poco para prepararla, y cuando lo estuvo, la empale como un soldado ataca al enemigo, no me sorprendió que a la 1º le entró toda mi polla, de muñeca de cristal no tenia nada, era una autentica guarra de 1º nivel, y me la folle mas de 1 hora así, besándola por el cuello o los pechos, sin dejar de acelerar el ritmo de mi cadera y sacándola gritos de pasión y lujuria, la sujeté la cadera y aguante un buen ritmo hasta empezar a notar sus espasmos, se corrió sin parar, se frotaba el clítoris mientras seguía siendo percutida.

-KIRA: joder papa, en la operación te agrandaron la polla, me estas partiendo como nunca, sigue así papa. sigue así papa, me he corrido pero aun quiero mas, antes de quitarme la venda.

-ZEUS: te gusta que tu padre te destroce el coño ¿verdad?, tu padre se esta portando bien contigo.

-KIRA: si, no quiero que te alejes de mi, sigue follándome hasta que te vacíes dentro de mi, quiero sentir el semen de mi progenitor bañándome por dentro.

El sexo era más bien normalito, pero la situación era explosiva, sus palabras eran de delirio, realmente estaba trastornada con el tema de su padre, siendo precavido me llevé la colonia y cuando estaba por reventar nos bañé a ambos con ella, ese gesto en si la volvió a sacudir el cuerpo en otro orgasmo esta vez con un chorro de fluidos que me bañó, la metí la 5º marcha casi sacando a la bestia para terminar llenándola de semen, caí sobre ella sudando y ahogando sus lamentos con mi lengua.

-KIRA: joder papa, así da gusto.

-ZEUS: tu padre ya no es ese mierda al que manipulabas, ahora es un hombre de verdad y te va a hacer temblar todo lo que queda de semana. Quítate la venda.- lo hizo, y le costo nos minutos enfocar y ver bien, tenia algo de rímel corrido, pero sus ojos azules era un espectáculo, para cuando me vio, sonrío, yo ya estaba tieso de nuevo y sentándome me la subí a horcajadas encima.

-KIRA: papa, la operación te ha sentado genial, pareces mucho más joven y vigoroso.

-ZEUS: lo soy, no lo parezco, y si no vas a ver ahora lo que es follar de verdad.

La ensarté entera sacándola un gemido de gloria, bajé la cadera y le hice sitio, le regalé mi mejor poción y comenzando suave fui subiendo las embestidas, paulatinamente, cogiendo mesetas de ritmo en las que la hacia temblar, se corrió varias veces mientras se movía como loca encima mía, quería llevar ella el ritmo, dominar a su padre con el sexo, pero yo no era su padre, saque a la bestia y dominé a aquella yegua, aceleré hasta el máximo , hasta que el sonido de las pelvis chocando llenaba la sala y eran tan seguidos que no sabias cual era el final y cual el inicio, una penetración constante a alta velocidad que la abría sin parar, ya no se movía a los 10 minutos, se agarro a mi y soportó el vendaval, con un gemido constante, solo cortado para coger aire, y para sus explosiones en cada orgasmo, pusimos frente con frente y sus mirada de azul cielo, llena de pasión y lujuria me calentó aun mas, tenia que sujetarla para que no saliera despedida con cada embestida, y cuando la electricidad de cada corrida la cruzaba, sus piernas trataban de zafarse de mi, pero no di cuartel, estuve una hora hasta correrme otra vez e ir parando poco a poco hasta notarme vacío dentro de ella.

-ZEUS: así folla tu padre ahora, y mas vale que me respetes, aquí ya no manipularas a nadie.

-KIRA: lo que tú digas papa, si me follas así quien te puede cuestionar, dios, estoy llena de ti, de tu semen, de tu sudor y tus babas, me siento sucia, guarra y feliz.

-ZEUS: pues vamos a la ducha, y allí te pienso abrir el culo.- la di un azote para que se saliera de mí.

-KIRA: papa, con esa polla enorme no se si me va a doler, te la chupo otra vez y…….- la aplasté contra mi besándola y metiendo mis dedos en sus nalgas.

-ZEUS: he dicho que te voy a abrir el culo, soy tu padre, obedece.

-KIRA: si papi, como antes, me abrirás y me harás gritar de placer jijijiji- se fue corriendo, no entendía muy bien la relación con su padre, estaba claro que ella manipulaba, pero no era una femme fatale, solo quería hacer feliz a su padre y solo sabia hacerlo follando.

Cuando subí la visión de su cuerpo desnudo siendo masajeado me la puso dura al momento, entré y me coloqué detrás de ella, besándola el cuello y dejando que mi tronco frotara su coño goteante de agua, semen y fluidos, acariciándola un pecho con un mano, llevé mis dedos de la otra a su ano, con el agua y la excitación se lo abrí sin problemas y le metí el glande sin dificultad, al ir penetrándola es cuando note presión, gritos y tensión, paraba y deja que se acostumbrara, después volvía a penetrar , así hasta tenerla totalmente empalada, de puntillas, suspirado, la deje así hasta que sus pies se colocaron en el suelo el baño, arqueando su espalda y disfrutando de la sensación de plenitud, la agarré por las nalgas las separé, y notando cierto espacio, la bombeaba lentamente sacándola gemidos de gozo, fui aumentando el ritmo hasta volver a sacar a la bestia cuando le entraba toda del tirón, eso la mató, se acariciaba el coño mientras yo la percutía, se movía en contra de mi cadera para sentirse aun mas llena, la dominé del todo, pegándola a la pared del baño, y totalmente recta y estirada sobre ella, la viole el culo sin compasión, en varios momentos me pidió que parara o que su padre no la trataba así, pero no lo hice, fue un martillo neumático que terminó por rendirla al placer y a disfrutar de aquella sensación, Al ir a correrme apreté el ritmo y la fuerza de las embestidas levantándola los pies de la bañera con cada uno de ellos, me vacié en su ano dándola un buen azote en el culo.

-ZEUS: así me gusta ahora, hija mía, y voy a reventarte así toda la tarde y mañana hasta que me vaya, asúmelo ahora mientras me voy a ver la tv, cuando quieras mas, solo has de bajar y pedírmelo educadamente.- me di una agua rápida para dejarme limpio y me fui al salón, dejándola confusa, tirada en la ducha.

No sabia si eso la gustaría o no, si mi forma de actuar la excitaba o la enfriaba, si me había pasado o no, 1 hora estuve viendo la tv, esperando a que ella se decidiera, o se recuperara, la había dado bastante fuerte aunque sin pasarme, ya era por la tarde cuando la oí andar detrás de mi, se puso enfrente y con la cara compungida me miro a los ojos con cara de niña buena.

-KIRA: papa, me gusta que me folles así, me hace mas feliz que me partas con tu enorme polla, y quiero que, por favor, me vuelvas a abrir el culo, ”por fi”- tenia preparado toda eventualidad en mi cabeza.

-ZEUS: esta bien, si es lo que quieres lo haré, pero antes vas a tener que ganártelo, ya no basta con que lo pidas.

-KIRA: ¿que quieres que haga papi?

-ZEUS: hazme un pase de modelos, de ropa interior, ponte unos buenos tacones y demuéstrale a tu padre que sigues siendo mi pequeña.

Salió disparada al coche, desnuda y todo, temí que se fuera a escapar, la miré desde la casa, saco una maleta y la metió en la casa, me sentó en un sofá y dejo la maleta en la parte de la cocina, tenia 2 puertas así que iba, se ponía algo sexy y se hacia el paseo como modelo saliendo por una de las puertas, se paraba delante de mi y hacia poses y gestos excitantes, realmente conocía el oficio, luego se daba la vuelta y salía contoneando su culo, elevado por unos buenos tacones, por la otra puerta, me la puso dura desde el principio, los conjuntos eran de ropa interior fina y elegante, pero muy excitante, bragas de encaje, tangas minúsculos, sujetadores que iban decreciendo, ligueros, medias, corsés, camisones y corpiños, sumados a sus hábiles y estudiados gestos, me fui a por la cámara, que ya había usado con ella con los ojos cerrados, y la puse en modo grabación, era un espectáculo memorable, aun así me aseguré de no dejar de gravar y enfocar el sofá, pasado un rato me harté, la tenia muy dura y sabia que solo una mujer me calmaría, y esa supermodelo inestable con una complejo de Electra del tamaño del Himalaya, iba a ser mi víctima, me escondí detrás de la puerta, cuando ella salió a la siguiente, se quedó parada buscándome, la asalté por detrás, la metí mano de mil maneras masturbando la polla con su trasero.

-ZEUS: has calentado a papi, y ahora te va a hacer gozar- sonrío.

La aparté el tanga que llevaba, ni se lo baje, simplemente se lo dejé a un lado y la penetré por el coño desde atrás, la sujete fuerte y la masacré, su posición aprisionada y sus tacones la tenían a una altura perfecta para desatarme y así lo hice, no pare de golpear hasta sacarla un orgasmo que casi la desvanece, empapó sus piernas con su fluidos mientras yo seguía percutiendo, sonando el chop chop de mi polla en su inundado coño, se apoyaba en mi brazo que la tenia agarrada y trataba de subirse a el, ganar espacio para que mis penetraciones no la llegaran tan dentro pero eso solo me calentó mas, gemía gritando que su padre la estaba destrozando y que le encantaba, cuando le arranqué el 2º orgasmo se dejo ir , la tuve que sujetar y dejarla a 4 patas sobre el sofá, me eché gran parte de colonia y deje que eso la reactivara de nuevo, entonces se la saqué del coño y la hundí en su ano, no me costo nada metérsela entera pero ella grito de dolor, la di por el culo lo mas fuerte que pude, sacando a la bestia de mi interior , azotándola sin descanso cuando notaba que me bañaba con su coño, estaba disfrutándolo como una perra, como la zorra que era, y yo también, empalar a aquella modelo me estaba volviendo loco, cada azote era un desahogo, cuando cayó su torso al sofá, exhausta y dejándose violar el ano, pegué el acelerón final corriéndome dentro de su ano de forma animal.

-KIRA: ¿estas contento papi? – hablaba entre suspiros.

-ZEUS: claro que si hija, eres un regalo del cielo, y te has ganado un buen descanso, pero esta noche te voy a volver a follar.

-KIRA: claro que si, quiero que mi padre sea feliz y se sienta orgulloso de mi.

Se dio la vuelta y gateando se me subió encima, estabamos agotados pero aun así nos besamos y chupamos por todo el cuerpo, notaba sus espasmos al notar mi polla creciente de nuevo en su vientre, y la volví a follar por el coño, de cara, clavando nuestras miradas y viendo como disfrutábamos el uno del otro, el ritmo de sus caderas aceleró, su pelvis tomó vida propia, se sacaba casi entera mi rabo y se lo volvía insertar sin descanso, se corrió un par de veces ante el grueso de mi polla y la fricción generada, mientras no dejábamos de besarnos con lengua cuando se paraba a descansar, al final ella no podía mas y tomé yo el mando, la cogí en brazos y me levanté empotrándola en la pared, con ella en el aire, penetrándola hasta rendirla sobre mi, para acabar terminar corriéndome en su coño, bañándola entera, ella me cogía la cara, se relamía de placer entre bocanadas de aire, le encantaba la sensación de que la llenara de leche.

Se nos había echo tarde, comimos algo para retomar fuerzas y seguimos jugando como un padre y su hija, haciendo el tonto, estabamos agotados, nos dimos un ducha rápida juntos, casi la vuelvo a penetrar allí, pero ella jugaba a huir de mi, nos tumbamos en la cama juntos y se me eché encima, mas que de forma sensual, de forma de niña, queriendo sentir el pecho de su padre, su olor, me hablaba, me decía que me echaba de menos pero que sus nuevos jefes no le querían cerca de mi, y que se sentía sola y poco querida, pero que conmigo allí todo cambiaría. Mientras jugaba con su pelo de seda, pensaba en lo rota que estaba la mente de aquella chica, la pena que me daba, no me creía que una cosa tan bella por fuera estuviera tan podrida por dentro. Creí que en algún momento follaríamos, pero se quedo dormida, por momentos se metía el dedo pulgar en la boca, era como un bebé, que al sentir el latido de mi corazón se tranquilizaba, se sentía segura, a salvo, se acurrucaba contra mi, nos tapé a los 2 con un sabana y mi calor corporal la sumió en un sueño dulce e inocente, tener a aquella modelo desnuda sobre mi no me calentó nada, es mas, me generó cierta sensación de bienestar, el hecho de dormir con una mujer sin tener que tirármela me recordó a mis inicios con Irene, mi 1º novia, la que me dio lo que buscaba, esa paz interior que te da la confianza de otra persona en tu vida.

Casi me dormí siendo Raúl, eso se me pasó al despertar, tenia a Kira comiéndome la polla, haciéndome un 69, mi mala costumbre de empalmarme por las mañanas me demostró que todas las mujeres al verme así no podían resistirse a ello, ya me paso con las colombianas, con mi Leona en varias ocasiones, la dejé hacer hasta que me corrí y se lo tragó, tuve la tentación de comerla el coño, ¿pero para que? sin decir nada se volvió a dar la vuelta y se recostó sobre mi pecho.

-ZEUS: así da gusto levantarse.

-KIRA: se que te gusta una buena mamada por las mañanas papa, y a mi me encanta chuparte esa pedazo de polla.

-ZEUS: sabes que esta tarde me he de marchar- me abrazo muy fuerte.

-KIRA: si, pero no quiero, me siento feliz contigo a mi lado.

-ZEUS: pues aprovechemos el tiempo, hagamos lo que tu quieras, pásalo bien y así recordaras este momento cuando estés triste.- yo pensaba en sexo.

-KIRA: claro papa, eres muy bueno conmigo, solo quedémonos así un rato más.

-ZEUS: esta bien…….- le concedí su petición, la verdad es que estaba cansado, llevaba 1 mes a todo ritmo, y la mamada me había dejado relajado, no me dormí pero si entré en ese estado de domingo por la mañana, de saber que no tienes que levantarte y por lo tanto, remolonear, de hecho los 2 lo hacíamos.

Estuvimos así un par de horas, de hecho fui al baño y me volví a la cama, y ella hizo lo mismo minutos después, la recibí con lo brazos abiertos pegando su cabeza a mi pecho, acariciando su cabeza y su espalda, ella solo se dejaba hacer, estabamos disfrutando de esa tranquilidad, ella de mi tórax subiendo y bajando a cada respiración, y yo de la sensación de su cuerpo sobre el mío sin atisbo de erotismo. Me rugieron las tripas pasada otra hora, reímos por ello y me cogió de la mano llevándome a la cocina, allí comimos algo, mirándonos fijamente mientras nos alimentamos, casi no hacían falta palabras, de vez en cuando se echaba sobre mi para abrazarme, solo para sentir mis brazos rodeándola y mi olor. Al cavara de comer nos tumbamos en el sofá, yo detrás de ella, apoyando su cabeza en uno de mis brazos y agarrándome la otra mano con la suya, me la pasó por encima de ella, cubriéndola, protegiéndola, haciéndola sentir segura, al rato se dio la vuelta quedando cara a cara, dormitábamos, nos mirábamos a los ojos, y de vez en cuando nos dábamos algún beso en la nariz la mejilla o la frente. Mis temores se hicieron realidad, no íbamos a follar mas, pero eso, aunque me hubiera gustado un polvo de despedida, me gustó, era dulce, inocente y cariñoso, cosas que llevaba mucho sin sentir, y supongo que ella también. Al final llegó la hora de irme, ella fue un lapa pegada a mi, no se separaba y jugaba a deshacer mi mochila cuando la hacia, la azoté el culo por traviesa, pero su forma de ser había retrocedido en el tiempo, era una cría de 10 años, me vestí con dificultades, ella se propuso ponérmelo difícil, me puse rudo y serio y entendió que aquello debía de acabar, se puso un camisón para no ir en pelotas, y me acompañó a la puerta.

-ZEUS: adiós, mi pequeña, espero volver a verte pronto.

-KIRA: adiós no, hasta luego,……….papa.- se acercó y me dio un tieso, suave y largo beso en los labios, se dio la vuelta y cerró la puerta lentamente hasta que la perdí de vista, me quede parado en la puerta, analizando aquel fin de semana tan raro, a aquella supermodelo que paso de querer ser violada, a ser controlada por el sexo de su padre y terminó siendo una niña que echaba de menos a su padre.

El camino a casa fue extraño, le mandé un mensaje a Madamme, informándola de que todo fue bien y de los gustos especiales de Kira, despidiéndome con un hasta pronto, que no me volviera a mandar trabajos y que hasta que yo no lo hiciera, no se pusiera en contacto conmigo de forma alguna, no tenia intención de volver a trabajar con ella pero nunca se sabe.

Pensaba en ese ultimo día con Kira, en lo a gusto que estuve, no diría felicidad, todo era un juego, pero si una sensación de armonía me arropaba, de haber encontrado en aquella casa una parte de mi, olvidada o aparcada, y me gustó darme cuenta de ello, de que pese a que Zeus era divertido, excitante y peligroso, no lograba llenar ese vacío, o no me hacia alcanzar esa sensación de plenitud que roce esas horas abrazado a aquella mujer, sin malicia ni oscuridad, una mujer por la que pagarían millones, caerían reinos y desataría guerras. Estaba cansado, agotado, hastiado de todo de nuevo, volvió la sensación al salir del instituto, aquella sensación de vacío, pero esta vez seria diferente, Ana llegaría pronto, y eso me iluminó por dentro, recordar que todo lo acontecido ese mes, era solo el camino, y ahora, llegaba a la meta.

CONTINUARA……………….

Relato erótico: ” Hércules. Capítulo 26. Arabella planta cara” (POR ALEX BLAME)

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Capitulo 26. Arabela planta cara.

Las oraciones de Arabela no fueron escuchadas y Hércules se presentó puntualmente, vistiendo un traje de lino blanco y una sonrisa de desfachatez que casi le sacó de quicio. Con una naturalidad desarmante subió por las escalerillas del pequeño buque y saludó a todos los presentes antes de acercarse a ella.

—Hola, querida, te garantizo que esta travesía no la olvidarás. —dijo a modo de saludo.

Arabela le devolvió un frío beso en la mejilla, intentando mantener una imagen de profesionalidad. Tras pensar en cómo incluir a Hércules en la expedición, había pagado a uno de los chicos para todo el doble de sueldo y lo había despedido en secreto para sustituirlo por él. Para justificar su ausencia había dicho que el chico tenía la gripe A y debía guardar cama una semana mínimo. No sabía cuánto tardaría el equipo en darse cuenta de la mentira, pero la alegría que sintió al tener a Hércules cerca fue colosal.

El barco era un pequeño mercante reconvertido en buque oceanográfico. Arabela no había escatimado en gastos y lo había dotado de toda clase de instrumentos de rastreo. Hércules siguió a su amante que le enseñó orgullosa cada rincón de la nave antes de llegar a la sala de mando.

La capitana Goldman les esperaba con una actitud serena y profesional en el puente de mando, saludó a la jefa de la expedición y apenas le dirigió una mirada a Hércules, como si se tratase de un insignificante insecto. Arabela escuchó con interés de los sugerentes labios de la capitana las últimas previsiones para la travesía y observó como, ayudados por el práctico, abandonaban el puerto a un tercio de potencia.

El mar estaba tranquilo, olas de menos de un metro, eran apenas suficientes para balancear ligeramente el barco, lo que fue suficiente para que Hércules se sintiese ligeramente indispuesto las primeras horas de viaje, hasta que su cuerpo logró adaptarse.

En cuanto se sintió un poco mejor, salió del camarote y se dirigió al puente, donde encontró a la capitana charlando con Bela y poniéndole ojitos.

—Ahora que estamos en aguas internacionales podrás levantar el secreto y decirme cual es nuestra misión. —dijo él interrumpiendo la animada conversación.

La cara de satisfacción que puso Arabela al verle no pasó desapercibida a la capitana, que no pudo evitar fruncir el ceño antes de alejarse para dar unas supuestas instrucciones al timonel.

Bela le guio hasta la mesa de mapas donde, con una uña color vino, señaló una pequeño islote deshabitado en las Cícladas, a pocas millas de la isla de Tera.

Aquí, en esta isla, dentro de un enorme tubo de lava semiinundado, está escondida la reliquia más importante del mundo antiguo. Todos creyeron que estaba loca por creer que las leyendas eran ciertas, pero en un par de semanas le demostraré al mundo lo equivocado que estaba.

—¿Qué coños hace ahí el Arca de la Alianza? —preguntó Hércules haciéndose el tonto.

Arabela no pudo evitar soltar una carcajada ante la ocurrencia del joven. La verdad es que no se lo había planteado, pero quizás esa debería ser la siguiente reliquia que debería buscar.

—No, tonto, busco la caja de Pandora.

—¿La caja de Pandora? ¿Y para qué demonios la quieres? La última vez que la manipularon acabó jodida toda la humanidad y Pandora quedó como ejemplo de lo peligrosa que puede ser la idiotez. En mi opinión ese trasto debería seguir perdido. Lo que deberías hacer es hundir con explosivos el túnel de lava. —dijo Hércules haciendo un esfuerzo por disuadir a la mujer.

—Los textos dicen que al cerrarla quedó la esperanza dentro de ella…

—Y suponiendo que eso sea cierto y que no tenga la epidemia definitiva que acabe con esta mierda de humanidad. ¿Qué tiene de bueno la esperanza? —replicó Hércules recordando los sentimientos que había despertado Akanke en él y la profunda desesperación que sintió cuando esta apareció muerta— La esperanza es el deseo de los perezosos y los cobardes. Todos los que no quieren o no pueden conseguir algo, tienen la esperanza de conseguirlo… como si solo con esperar te cayese todo como maná del cielo.

Las palabras de Hércules la hirieron y la enfadaron. Ella no era una idiota, había estudiado todos los escritos de los antiguos filósofos griegos y romanos, logrando separar el grano de la paja y había seguido con determinación y minuciosidad las pistas que había dejado Epimeteo por toda la Hélade hasta conseguir encontrar el sitio donde la caja estaba enterrada y estaba segura al cien por cien de que era lo que contenía… ¿O tenía la esperanza de saberlo?

Enfadada por el fugaz pensamiento frunció el ceño y abandonó el puente de mando con paso rápido en dirección a su camarote.

Hércules la dejó ir. Por un momento vio con cierta esperanza (jodida esperanza, apareciendo una y otra vez) que la mujer vacilaba, pero rápidamente se impuso su orgullo y la vio salir de la habitación con gesto airado.

No volvió a verla hasta la hora de la cena. Se había sentado al lado de la capitana con quién charlaba animadamente. La oficial sonreía, rozaba el brazo de la millonaria y le lanzaba inequívocas miradas de interés a las que Arabela respondía con risas desinhibidas. Hércules se sentó en una esquina alejada y se limitó a observarlas con gesto taciturno. ¿Se habría pasado o solo quería darle una lección? Aquella mujer estaba acostumbrada a hacer lo que le daba la gana y si quería llevar a cabo la misión con éxito, eso debía cambiar radicalmente.

Una determinación comenzó a crecer en su mente cuando terminaron los postres y las dos mujeres abandonaron la mesa cogidas de la mano con descaro. Hércules las observó salir satisfecho.

Esperó unos minutos a que los presentes olvidasen el incidente e iniciasen la sobremesa y disculpándose abandonó el comedor atestado de humo y risas.

Se dirigió al camarote de Arabela y tal como esperaba vio luz saliendo por debajo de la puerta. Con cuidado sacó unas ganzúas y aprovechando una de las sesiones de adiestramiento de Afrodita, manipuló la cerradura en silencio hasta que consiguió abrir la puerta del camarote.

Las estancias de la millonaria parecían más la suite de un crucero que el camarote de un buque oceanográfico. Al traspasar el umbral se encontró en un pequeño recibidor adornado con un mueble de madera de cerezo, y una pequeña banqueta. Avanzó en silencio y atravesó una sala de estar de considerables dimensiones en dirección a una puerta entornada que había en el fondo. Ruidos apagados y respiraciones agitadas surgían del otro lado de la puerta.

Ahogando el ruido de sus pasos en la espesa moqueta llegó hasta el umbral, pero se lo pensó mejor y se volvió al recibidor para coger la banqueta y colocarla de manera que pudiese asistir al espectáculo arropado por la oscuridad y cómodamente sentado.

Cuando finalmente se sentó, las dos mujeres ya estaban desnudas. La capitana Goldman no estaba mal a pesar de que no era su tipo. Tenía el pelo rubio y bastante corto por la nuca y las sienes y más largo y de aspecto despeinado en la parte superior. Tenía el cuerpo esbelto y unas tetas pequeñas con unos pezones diminutos y rosados, uno de ellos con un piercing. Hércules bajó la mirada para observar el culo de la mujer, pequeño y respingón y las piernas delgadas, con las rodillas un pelín huesudas para su gusto.

Las dos mujeres, ignorando que eran observadas por una figura en las sombras, estaban besándose y abrazándose estrechamente. La tez pálida y el pelo rojo de Arabela contrastaban fuertemente con la piel morena de la capitana. La millonaria acarició el brazo de la oficial y fue recorriendo con los dedos toda su longitud hasta llegar al hombro y a los pechos. Rozó los pezones de la joven haciendo que la mujer suspirase suavemente. Arabela aprovechó el momento y se lanzó sobre los labios entreabiertos besándolos con un ansia que para Hércules resulto un pelín exagerado.

De un empujón la tiró sobre la cama, se sentó sobre el muslo de la capitana y comenzó a mover sus caderas restregando su sexo contra los muslos morenos de Goldman. En cuestión de segundos Arabela jadeaba y agitaba sus caderas mientras se estrujaba los pechos con fuerza. Hércules no podía separar la vista de ardiente pubis de la mujer hinchado y húmedo de deseo.

Con un movimiento sorpresivo, la capitana se giró tumbando a su jefa de espaldas para a continuación tomar el mando de las operaciones. Hércules vio como la joven enterraba su cabeza entre las piernas de Arabela que pronto comenzó a estremecerse gimiendo y gritando a medida que se acercaba al éxtasis.

La capitana se giró y sin separar los labios del hipersensible sexo de Arabela, puso las piernas a ambos lados de su cabeza. Las dos mujeres se acariciaron y besaron sus sexos mutuamente, moviendo las caderas como abejas furiosas. Los gemidos de ambas se mezclaban y confundían haciéndose cada vez más intensos hasta que ambas se vieron asaltadas por un intenso orgasmo.

Con el calor aun recorriendo sus cuerpos, Hércules se levantó de su asiento y aplaudió como si fuera un espectador satisfecho. La capitana Goldman se levantó como accionada por un resorte y se abalanzó sobre él, pero no era rival. Con la facilidad con la que se desharía de un mosquito, cogió a la mujer desnuda por las muñecas y sin ninguna contemplación la sacó de la estancia a rastras y la echó de allí mientras ella no dejaba de insultarle y decirle que iba a acusarle de amotinamiento y a colgarle del mástil dónde lo dejaría para que se pudriese a la vista de toda la tripulación.

Hércules cerró la puerta y deslizó el pestillo dejando que la mujer siguiera despotricando desnuda desde el otro lado. A continuación se dio la vuelta y se dirigió a la habitación donde Arabela seguía tumbada, desnuda, con la mata de pelo rojo que tenía entre las piernas llamando su atención de la misma forma que las llamas atraerían a un pirómano.

—¿Quién te crees que eres para tratarnos así?

Hércules no la hizo caso y cogiéndola por el pelo la obligó a levantarse estrellando su cuerpo contra el mamparo con una fuerza cuidadosamente calculada. La mujer soltó un suspiro ahogado sorprendida por la violencia de la respuesta de Hércules.

El joven se acercó a ella dominándola con su envergadura y obligándola a levantar la cabeza en una postura incomoda para mantener la mirada fija en el. Soltó el pelo de Arabela e inmovilizó su mandíbula para besarla. Ella, al principio se resistió, pero el sabor y el erotismo que exudaba aquel hombre eran enloquecedores y en cuestión de segundos se había olvidado de la capitana y estaba restregando su cuerpo desnudo contra la erección que abultaba los pantalones de Hércules.

Nunca se había sentido tan vulnerable y excitada a la vez. Se había llevado a la capitana del barco a la cama con la única intención de hacerle daño a Hércules. Creyendo que si ella no lograba desligarse de él, quizás él pudiese hacer el trabajo. Pero Hércules no era un tipo normal, irradiaba una fuerza y una confianza en sí mismo que la subyugaba. Cuando se dio cuenta se estaba comiendo su lengua golosamente, mientras él acariciaba sus pezones y los pellizcaba con suavidad haciendo que un escalofrío recorriese su espina dorsal.

Hubiese seguido besando a aquel hombre hasta que el tiempo se congelara, pero Hércules separó los labios para poder besar y mordisquear su cuello, sus axilas y terminar en sus pezones ya crecidos y erizados por sus caricias.

Arabela gimió y rodeó los rizos del joven con sus brazos sintiendo como cada caricia y cada lengüetazo amenazaban con hacerla perder el poco control que le quedaba.

Hércules sabía que la tenía a su merced y no esperó más. Cogiéndola por la cintura, le dio la vuelta y la obligó a ponerse de espaldas a él, con las manos apoyadas en la cama. Sin una sola palabra se abrió los pantalones y la penetró de un solo golpe. Todo su cuerpo se estremeció, conmovido por el salvaje empujón. Arabela gritó y se aferró al colchón clavando las uñas en él mientras Hércules le propinaba una brutal andanada.

Arabela se sentía abrumada por el placer primario y salvaje que sentía. Por fin sintió que su amante no se guardaba nada. Las manos de Hércules se agarraban a sus caderas hincándose dolorosamente en su carne y produciendo un delicioso contraste en comparación con el intenso placer que irradiaba desde su coño, de manera que no tardó demasiado en correrse. El orgasmo fue tan intenso que, indefensa, no pudo hacer nada cuando Hércules la obligó a arrodillarse en el suelo y le metió la polla en la boca obligándola a chupársela unos instantes antes de sacarla de nuevo y eyacular sobre su cara y su cuello.

Sin una palabra, ni una caricia, el hombre se tumbó en la cama con un gesto ausente mientras ella, aun estremecida y confusa, se acurrucó a sus pies limpiándose el semen que corría por su cara, consciente de que a partir de ese momento no sería capaz de respirar si él no se lo permitía.

NOTA: Esta es una serie de treinta y seis capítulos, cada uno en una de las categorías de esta web. Trataré de publicar uno cada tres días y al final de cada uno indicaré cual es la categoría del capítulo siguiente. Además, si queréis leer esta serie desde el principio o saber algo más sobre ella, puedes hacerlo en el índice que he publicado en la sección de entrevistas/ info: http://www.todorelatos.com/relato/124900/

PRÓXIMO CAPÍTULO: DOMINACIÓN

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alexblame@gmx.es

Relato erótico: “La Fábrica (33)” (POR MARTINA LEMMI)

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LA FÁBRICA 33

El terror se posesionó de mí a tal punto que di un salto sobre las palmas de mis manos e instintivamente giré la cabeza por sobre mi hombro. Mica me miraba con una mueca siniestramente divertida.

“Tranquila – me dijo, en falso tono tranquilizador, mientras me enseñaba la botella en su mano -. Has tenido cosas peores que esto dentro del culo, ¿o no?”

Coronó sus palabras con un guiño de ojos que sólo destilaba sadismo. Moví mi cabeza a un lado y a otro en señal de negación o, más bien, de súplica.

“P… por f… favor, s… señorita Micaela, s… se lo rueg…”

No me dio tiempo de terminar la frase: antes de que pudiese siquiera reaccionar y siempre manteniendo mi cabeza tomada por los cabellos, introdujo el pico de la botella dentro de mi boca de tal modo que cuando quise cerrarla ya era tarde y sólo sirvió para que me rechinaran y dolieran los dientes al impactar contra el vidrio. El líquido comenzó a correr y, poco a poco, fue fluyendo hacia mi garganta sin que yo pudiera hacer nada por evitarlo; sólo lograba emitir algunos ahogados quejidos de angustia que eran apenas audibles.

“Vamos – me apuró Mica -: mirá lo buenas y comprensivas que somos Eve y yo: ¡si hasta te permitimos participar de nuestra fiesta! Así que te quiero ver vaciar el contenido de esta botella…”

La cerveza fue bajando dentro de mí en un solo trago y comencé a sentirme mal; experimenté un súbito mareo y tuve náuseas pero, por otra parte, sabía que era preferible cumplir cuanto antes con lo que ella me imponía: abrigaba la esperanza, una vez más ilusa, de que la muy perra se viera de ese modo satisfecha y olvidara finalmente su amenaza de introducirme la botella por el culo; nada más lejos de ello, como no podía ser de otra forma… Una vez que noté que ya no caía gota alguna hacia mi garganta, permanecí en vano a la espera de que Mica retirara la botella de mi boca pero no daba visos de hacerlo; la miré… y ella también me miraba a mí.

“¿Nos mostrás cómo le chupabas la pija a Hugo? ¿Y a Luis? – espetó, burlona -. ¡Vamos, no seas mala! ¡Queremos ver!”

Yo sólo me preguntaba cuándo acabaría todo aquello, cuándo llegaría el momento en que diera por saciada su sed de venganza. Pero no: daba la impresión de que, para ella, la diversión sólo había comenzado. Tal como lo expresara instantes antes, había esperado mucho por ese momento… y no lo iba a dejar tan escapar tan fácilmente ni, mucho menos, hacérmelo llevadero…

Miré de reojo en busca de Evelyn. ¿Qué esperaba de ella? Verdaderamente no lo sabía; por lo pronto, la colorada estaba allí, de brazos cruzados, luciendo en su rostro una mueca igual de divertida que la de su amiga y en actitud de espera muy semejante.

No habiendo por lo tanto ya más caminos para escapar a tamaña humillación, abrí algo más la boca y deslicé mi lengua por sobre el vidrio. Las risas de ambas, como no podía ser de otra manera, llenaron el ambiente. Cerré los ojos para no verlas aunque, por otra parte, sabía que al hacerlo sólo daría la impresión de estar atravesando una especie de éxtasis oral, lo cual ,desde ya, no podía más que complacer a Mica.

“Mmmm, ¿así se la chupabas? ¡Qué pedazo de puta! – dijo, en tono burlón -. No es difícil entender por qué seguís trabajando en esa fábrica”

Las palabras, corrosivas e hirientes, entraban en mis oídos de manera irrespetuosa y lacerante. Quería no oírlas, pero… ¿cómo? Por lo pronto, lo que hice fue hacer aro con mi boca y mamar el pico de la botella yendo hacia arriba y hacia abajo hasta llegar al cuello, tal como si estuviera practicándole una mamada a alguien. Mica rió y movió la botella hacia afuera y luego adentro de mi boca, una y otra vez, imitando claramente el movimiento de un miembro masculino.

“Chupás bien – dictaminó, con fingido tono de admiración -. Interesante: ¿concha también?”

Abrí enormes los ojos pues me causó un súbito espanto el pensar qué pudiese llegar a tener en mente. Por otra parte, acudió a mi cabeza el recuerdo de Tatiana, la bella novia de Luis, con quien yo había tenido mis primeras prácticas lésbicas. Debido a ello, la amenaza de Mica me produjo una extraña mezcla de terror y excitación, pero sabía que no podía dejar traslucir tal sensación pues aún estaba fresco en mí el recuerdo de la bofetada que me había propinado Evelyn al acusarme despectivamente de “torta”. De hecho, bastó la mordaz sugerencia de su amiga para que la colorada se encargase de recordarlo:

“También le gusta – dijo, con un deje de repugnancia en la voz -. Hace un rato estuvo a punto de besarme. No se lo permití, por supuesto”

Mica abría los ojos cada vez más grandes.

“¿De verdad? – exclamó, al parecer atónita -. Mmm, qué interesante…”

“Puaj… un asco” – replicó despectivamente Evelyn al advertir en las palabras de su amiga algo más de tolerancia hacia conductas lésbicas.

Yo no tenía más remedio que seguir mamando el pico de la botella cual si fuera un miembro y sólo dejé de hacerlo cuando Mica, repentinamente, la retiró de mi boca; utilizó tan poca delicadeza que, nuevamente, me hizo doler los dientes. Empujó mi cabeza por los cabellos haciéndola caer hacia adelante.

“A ver ese culo” – dijo imperativa, confirmándome así que no había olvidado su amenaza en lo más mínimo sino que sólo la había dejado durante unos instantes en lista de espera.

Pude sentir cómo giraba la llave del consolador y, de inmediato, cómo el mismo se comprimía dentro de mi recto. Se trataba, desde luego, de un alivio sólo momentáneo pues bien sabía yo que el paso siguiente sería retirármelo de allí pero tan sólo para reemplazarlo por la botella.

Al quitarme el objeto, lo hizo, nuevamente, sin delicadeza alguna, lo cual me arrancó un gritito de dolor. Mi canal rectal estaba, obviamente, abierto, ante lo cual Mica no iba a dejar pasar un instante más para permitir que se cerrara nuevamente. Antes de que yo llegara a percatarme de algo, el consolador ya no estaba allí y en su lugar había introducido la botella, tal como lo delató el frío que me invadió por dentro. Alcé los hombros de manera casi maquinal mientras mi espalda se arqueaba, hundiéndose en su base.

La diferencia con el consolador era brutal; por mucho que éste se expandiera dentro de mí, su contextura símil caucho hacía que mi recto se adaptara a su forma y viceversa. Pero la botella era perversamente fría y rígida, con lo que el dolor era también mayor.

“¿Qué pasa? – preguntó Mica, quien persistía en zamarrearme y en mantenerme tomada por la cabellera, tanto que me obligó a izar la cabeza mientras mi cuerpo se contraía -. ¿Vas a decirme que te duele? ¡No nos jodas! ¡Con tu experiencia y con todo lo que te han metido ahí dentro, esto apenas puede hacerte cosquillas!”

Remató su comentario empujando la botella aún más, con lo cual mi cuerpo se retorció nuevamente. Dos cosas temí en ese momento: por un lado, y no sé bien por qué, me producía espanto la idea de que la botella, de algún modo, pudiese llegar a dañar a mi bebé; por otra parte, la sentí tan en mi interior que comencé a temblar de terror al pensar en la posibilidad de que, quizás, no hubiera luego forma de removerla. Casi como un colofón para mis pensamientos, las palabras de Mica entraron en mis oídos como cuchillos.

“Oh, oh – dijo, mientras parecía ahora tironear de la botella hacia atrás -; creo que no va a salir tan fácilmente. ¿Tan cerrados tenés todavía los plexos con tanta cosa que has tenido allí dentro? – se burló -. En fin: ya conocés la leyenda urbana, ¿verdad?”

Llena de estupor, negué con la cabeza. La realidad era que no tenía idea de qué me hablaba.

“Leyenda urbana – repitió -. Vos sí la conocés, ¿verdad, Evelyn?”

“Dos putitos jugando entre sí con una botella hasta que a uno se le queda encajada dentro del culo y ya no pueden sacarla” – le confirmó la colorada mientras yo seguía envuelta en espanto. Lo comentó en un tono terriblemente frío, como si se tratara de una anécdota cualquiera.

“Así es – dijo Mica -. Y tienen que ir a la guardia del hospital para sacársela”

De pronto entendí todo. Y no puedo poner en palabras los niveles a los que llegó mi terror. En efecto, sí había escuchado esa leyenda urbana una y mil veces, pero… ¿acaso estaban pensando en hacerme lo mismo? ¿Llevarme al hospital? Prefería morir antes que pasar por semejante humillación.

“Pero no temas – dijo Mica, suavizando el tono y como si hubiera leído mis pensamientos -: no vamos a hacerte pasar por semejante vergüenza; llamaremos para que venga la ambulancia”

Estuve a punto de dejar escapar un grito, pero la oportuna intervención de Evelyn hizo que las cosas se encaminaran un poco.

“Olvidate – dijo secamente y como si recuperara súbitamente el papel de líder que, desde hacía algún rato, parecía haber delegado en su amiga -; no en esta casa: de ninguna forma pienso pasar por ese papelón”

Claro. Debí haberlo supuesto. No era mi dignidad lo que preocupaba a Evelyn sino la suya propia; no importaba: de cualquier modo me servía. Mica pareció algo desalentada, pero no demasiado; más bien lo tomó con humor:

“Qué tonta que es esta Eve – dijo acercando otra vez su boca a mi oído -: es una chica a-bu-rri-da – acompañó cada sílaba con un zamarreo de mi cabeza -. No importa: lo vamos a pasar bien igual. Vamos para el baño: voy a tratar de sacarte la botella por mi cuenta”.

Jaló de mis cabellos para llevarme en dirección hacia el baño (¿acaso no iba a soltarme nunca?) y me vi obligada a ir tras sus pasos a cuatro patas. La angustia se apoderó de mí pues, de manera insólita y paradójica, prefería mil veces permanecer allí junto a Evelyn, que era la única de quien podía esperar que en algún momento pusiera algún límite. Por el contrario, yo bien sabía que, una vez en el baño, seríamos sólo Mica y yo, lo cual venía a significar que yo pasaría a estar por completo a su merced para lo que desease hacer conmigo. En eso y mientras iba tras ella, llegó a mis oídos la voz de Evelyn y una débil luz de esperanza se encendió en mí: después de todo, acababa de desautorizar a Mica a llamar una ambulancia; ¿por qué no podía hacer lo mismo ante la alocada idea de llevarme al baño para remover la botella? Mica se plantó en seco y giró sobre sus talones.

“¿Eve…? – preguntó, con gesto interrogativo.

“¿No tenés ganas de hacer pis?” – preguntó la aludida, en un tono que sonaba maliciosamente pícaro y sugerente.

Fue como si me hubiera corrido hielo por la columna vertebral; de hecho, yo entendí más rápido que Mica el sentido de la indirecta. Cómo no iba a entenderlo si, en definitiva, hacía pocos minutos que yo misma había admitido ante Evelyn el haberme excitado al ser meada por Rocío. Y ahora la pérfida colorada utilizaba eso en mi contra. Atónita, incrédula e impotente, bajé la vista hacia la alfombra.

“No te entiendo…” – dijo Mica, y pareció sonar sincera.

“Vas al baño – enfatizó Evelyn, remarcando bien cada palabra -; estuviste tomando cerveza, vas con nadita…”

Silencio. Era obvio que Mica seguía sin entender.

“¿Tengo que ser más explícita?” – preguntó Evelyn imprimiendo a sus palabras una vehemencia que sonaba algo prefabricada.

Debido a que yo seguía con la vista baja y, de hecho, me hallaba de espaldas a Evelyn (o como quiera que se diga cuando una se halla a cuatro patas), no pude ver si acompañó su pregunta final con algún gesto que evidenciara algo más el sentido; fuese como fuese y para mi pesar, Mica, esta vez, pareció entender.

“Ah…je… Entiendo – dijo despaciosamente; era como si paladeara las palabras; sin verla, tuve la sensación de que se estaba relamiendo, pero posiblemente ésa era la imagen que mi mente construía -; entiendo, Eve… Qué perversa sos. Después hablás de Rocío”

Volvió a jalarme de los cabellos para arrastrarme en dirección al baño. Era increíble, pero en ese momento yo deseaba que reclamase la cadena para llevarme por ella o que Evelyn misma se la ofreciese. Cuesta creer que la humillación siempre puede encontrar un peldaño más bajo: de pronto, prefería ser tratada como perra y no directamente como una basura. Por lo pronto, y si era real mi percepción sobre la súbita comprensión de la sugerencia de Evelyn por parte de Mica, me esperaba un destino aun más triste y patético en el baño…

Una vez que estuvimos allì, me dejó prácticamente caer de bruces sobre el bidet y tuve que tomarme desesperadamente por los bordes del sanitario para no romperme la boca contra el mismo. Irónico: había esperado con ansias el momento en que me soltara la cabellera y, cuando finalmente lo hacía, casi terminaba en desgracia para mí. Mis pechos quedaron colgando sobre la salida del agua; ignoro por qué, pero Mica abrió el grifo de tal modo que ésta impactara contra mis senos: viéndolo hoy, creo que no había en ello otro objetivo más que fastidiarme y humillarme; la forma no importaba…

“Levantá más el culo” – me ordenó, a la vez que me propinaba una fuerte palmada en una nalga; no tuve más remedio que obedecer; y así, ella me tenía en la posición que quería.

Pude sentir que aferraba la botella clavada en mi retaguardia y, una vez más, intentaba infructuosamente quitarla de allí tironeando desde la base. Al darse cuenta que no conseguía ningún resultado, optó por hacerla girar, casi como si pretendiese sacarla a rosca. Demás está decir que tampoco sirvió de nada: la botella permaneció allí, clavada entre mis plexos y sin replegarse en lo más mínimo. Pero lo peor del asunto no fue eso, sino que ese movimiento giratorio… me excitó. De manera refleja, me arqueé y crucé una pierna por sobre la pantorrilla de la otra mientras mi boca dejaba escapar un profundo gemido a pesar de mis ingentes esfuerzos por no hacerlo. Me quise morir cuando me di cuenta que el mismo brotó de mi garganta y rogué que Mica no se hubiera percatado de ello.

“Mmm… ¿qué pasó ahí? – espetó la muy perra, dejando así en evidencia que sí había oído -. ¿Te gusta esto?”

Remató sus palabras haciendo girar la botella una y otra vez, primero hacia un lado, luego hacia el otro y así sucesivamente. Cualquiera diría que estaba tratando de abrir una caja fuerte; la realidad era que sólo estaba jugando conmigo… Fue tal el grado de excitación que aspiré una profunda bocanada de aire para dejar escapar, luego, ya no uno, sino una serie involuntaria e irrefrenable de gemidos mientras mi cuerpo volvía a arquearse y mis pies pataleaban contra el piso del baño. Mica rio entre dientes de manera maliciosa: me tenía a su merced, vencida mi voluntad e inexistentes mi orgullo y dignidad.

“Y… sí – continuó Mica, en claro tono de menosprecio -: era obvio que iba a gustarte, putita. Además, esto sí que debe ser nuevo para vos. ¿O acaso ya te metieron por el culo una pija que diera vueltas? Ja…”

Para dejar aun más patente su comentario, insistió en hacer girar la botella pero ahora a mayor velocidad; mi excitación creció a niveles incontrolables y, por primera vez desde que Mica llegara a casa de Evelyn, sentí que perdía el control por completo; estaba viviendo el más intenso e impensado éxtasis de humillación a manos de una chiquilla a quien acababa de conocer pero que siempre me había odiado…

No sé durante cuánto tiempo duró el suplicio y, de hecho, me costaba verlo como tal aun cuando, sí, era alguna forma de tormento: ¿o acaso se puede pensar en una tortura peor que saber que a una le están sacando de adentro la peor parte de sí sin que pueda hacer nada para evitar mostrarla? Mientras seguía haciendo girar la botella, Mica no paraba de reír y de lanzar comentarios hirientes en mi contra. En algún momento pareció cansarse y volver al problema original que, en principio, nos había llevado hacia el cuarto de baño.

“Bien… – dijo, pensativa -. Hmm, a ver: ¿qué hacemos con esa botella? Está evidente que no sale. Ya sé, nadita, que te gustaría que te quedara allí para siempre y creeme que, de corazón, mami te daría el gustito pero… ¿sabés lo que pasa?: es un envase retornable, así que hay que llevarlo de vuelta al mercadito, jiji…”

No paraba de degradarme. Así como cada vez parecía yo encontrar un escalón más bajo en mi humillación también parecía encontrar siempre un nivel más arriba en el grado de malicia y sadismo. Cuando pensé que Evelyn no podía ser superada, asumió inesperadamente protagonismo Rocío… y cuando pensaba que ésta era insuperable, apareció Mica…

En eso sentí que un dedo se estaba deslizando perimetralmente en torno a mi orificio anal, trazando círculos justo en torno al cuello de la botella; patinaba al desplazarse y deduje rápidamente que Mica me estaba enjabonando el culo. El objetivo era, obviamente, facilitar la salida del envase haciendo más resbaladiza mi entrada pero, claro, la botella misma no dejaba que el dedo fuera más adentro, con lo cual sólo lograba enjabonarme de un modo superficial. Aun así, Mica volvió a tironear de la misma y, para poder hacer fuerza, apoyó un pie sobre mi nalga de tal modo que mi vientre se aplastó contra el borde del bidet mientras el agua fría que subía no paraba de bañarme los pechos. No sirvió; o, mejor dicho, sólo sirvió para hacerme doler.

“El problema – dijo, cavilosa y tal como si estuviera tratando de resolver un enigma científico – es que la botella está haciendo de sopapa. Va a ser difícil quitarla así”

La excitación que había sentido unos instantes antes se alejó y volvió a dejar lugar en mí al terror, ya que lo que acababa de decir Mica sólo podía, a mi juicio, ser interpretado como que se resignaba a dejarme la botella instalada allí o que, finalmente, decidía llevarme a un hospital o a una sala de primeros auxilios. Sin embargo, un estruendo de cristales rotos se dejó oír súbitamente a mis espaldas a la par que un intenso dolor me recorrió el ano por dentro: nunca supe de qué se valió Mica para romper la botella, pero lo cierto fue que varios trozos de la misma cayeron por entre mis piernas, las cuales separé cuanto pude a los efectos de que cayeran al piso; tenía, además que cuidar de no cortarme, desnuda y descalza como me hallaba.

“Ya está – anunció Mica, en tono satisfecho -. Te rompí el culo, jaja… Algo de lo que sabés bastante”

Su comentario mordaz, claro, aludía al hecho de que había roto la base de la botella a los efectos de eliminar el efecto sopapa. Supuse que entonces tiraría nuevamente de la botella para comprobar si salía pero, sin embargo, pareció como si intentara ultimar algunos detalles antes de hacerlo y, de hecho, pude sentir que un líquido jabonoso corría por dentro de la botella truncada y, finalmente, se escurría por dentro de mi ano: la muy perra me estaba también enjabonando por dentro y me echaba agua, buscando lograr un efecto semejante al de una enema, sólo que con el particular objetivo de lograr sacar una botella de mi culo. El estruendo de la base del envase al hacerse añicos fue tal que motivó que Evelyn, alarmada, asomase su cabeza por la puerta entornada.

“¿Qué hacés, tarada?” – le refrendó a su amiga Mica; a pesar del epíteto, su tono era más de sorpresa que de verdadera reprimenda. De hecho, su amiga no pareció darle mayor importancia.

“Trato de sacarle esto del culo, boluda” – le respondió Mica, haciendo también uso de una recíproca irreverencia, propia de la confianza entre íntimas amigas.

“Ay, qué retardada que sos – le replicó ácidamente Evelyn -; más te vale que no me dejen todos esos vidrios tirados por el piso porque no quiero cortarme cuando me duche”

“Perdé cuidado – le respondió Mica, en tono despectivo -: nadita se va a encargar de juntarlos todos uno por uno para que no te pinches; ahora… vamos a ver si esto sale…”

De reojo, pude ver que se envolvía la mano en papel higiénico, seguramente a los efectos de protegerla algo más ante la posibilidad de cortarse con la botella rota. Acto seguido, tomó lo que quedaba del envase y volvió a tironear… Para mi alivio, esta vez el cuello de la botella se deslizó mansamente fuera de mi túnel. Ya sé que cuesta creerlo pero una oscura parte de mí lo lamentó, pues supe que ya no volvería a vivir una experiencia como la de momentos antes, cuando Mica hiciera girar el envase dentro de mi cola.

“Bien – dictaminó, conforme-: ya está… Mucho más fácil de lo pensado”

“A ver, cerebrito – intervino Evelyn mientras su cabeza desaparecía nuevamente tras la puerta entornada -; hacé ahora que nadita limpie bien todo”

“Ya te dije que sí – le replicó Mica, con tono de hastío -: no es necesario que lo repitas tantas veces”

Llegó a mis oídos el sonido de los tacos de Evelyn alejándose; de algún modo, lo ocurrido con la botella era una suerte para mí: ahora seguramente yo sería puesta a limpiar y, con suerte, Mica olvidaría la maliciosa sugerencia que Evelyn le hiciera minutos antes. Una vez más y como ya era costumbre, me equivoqué:

“No te olvides de hacer pis” – le recordó desde la distancia, al otro lado de la puerta.

“Eso sí es algo que te agradezco que me lo recuerdes – le respondió Mica a viva voz y como si en verdad lo hubiese olvidado -. Vamos, nadita, a juntar rápido esos vidrios que me estoy haciendo encima”

Me golpeó varias veces en las nalgas para apurarme. Levanté mi tórax del bidet y me giré, aunque sin incorporarme. Miré hacia todos lados y luego alcé la vista hacia Mica con expresión interrogativa.

“Usá esto – me espetó al tiempo que me extendía una escobilla de baño que hasta un instante antes pendía de la pared -; apartalos simplemente y después los barrés. Dale, rápido, que tengo ganas de echarme un meo…”

Abatida y ya sin esperanza alguna, me dediqué a ir apartando uno a uno los trozos de cristal que se hallaban desparramados por el piso del baño e hice un montoncito con ellos junto al lavatorio. Sabía de sobra cuál era la suerte que me esperaba una vez que hubiese finalizado con tal tarea pero, a pesar de ello, nada había sido dicho del todo y, en algún rincón, me aferraba a la posibilidad de que Evelyn no le hubiera querido decir lo que yo sospechaba… o de que Mica no hubiese comprendido a su amiga. La poca esperanza que tenía al respecto, cayó diluida ante la siguiente orden que me dio:

“Bien – dijo -: ahora, te quiero de rodillas, con las espaldas apoyadas contra el inodoro y mirando hacia mí”

Sabiendo que ya mi suerte era irremisible, cumplí obedientemente con lo que me ordenaba y no puedo describir el brillo maligno que vi en esos ojos al elevar nuevamente la vista hacia ellos.

“Ahora – dijo, una vez que mi postura, al final, la satisfizo -: echá la espalda y los hombros hacia atrás y andá deslizando la cola sobre los talones hasta que tu cabeza quede mirando hacia arriba, sobre el inodoro”

Tragué saliva. Otra vez estuve a punto de llorar. Pero, a pesar de todo, hice lo que me decía. Una vez que me fui deslizando hacia atrás tal como ella me había ordenado, quedé mirando hacia el techo del baño exactamente como si mi cabeza fuera el inodoro mismo: mi cabellera pendía hacia adentro y estaba segura que estaba tocando el agua….Vi perfectamente lo que se venía; no era mi cabeza en realidad el inodoro sino más bien mi boca. La siguiente orden de Mica lo terminó de confirmar:

“Abriendo esa boca – me dijo, sonriente y con una mueca burlona -. Grande…”

CONTINUARÁ


Relato erótico: “Descubrí a mi secretaria en el jardín” (POR GOLFO)

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Eran las once de la noche de un viernes cuando escuché a Sultán. El perro iba a despertar a toda la urbanización con sus ladridos. “Seguramente debe de haber pillado a un gato”, pensé al levantarme del sofá donde estaba viendo la televisión. Al abrir la puerta, el frío de la noche me golpeó la cara, y para colmo, llovía a mares, por lo que volví a entrar para ponerme un abrigo.

Enfundado en el anorak empecé a buscar al animal por el jardín, disgustado por salir a esa horas y encima tener que empaparme. Al irme acercando me di cuenta que tenía algo acorralado, pero por el tamaño de la sombra no era un gato, debía de ser un perro, por lo que agarré un tubo por si tenía que defenderme. Cual no sería mi sorpresa al comprobar que su presa consistía en una mujer totalmente empapada, por lo que para evitar que le hiciera daño tuve que atar al perro, antes de preguntarle que narices hacían en mi jardín. Con Sultán a buen recaudo, me aproximé a la mujer, que resultó ser Carmen, mi secretaria.
-¿Qué coño haces aquí?-, le pregunté hecho una furia, mientras la levantaba del suelo.
No me contestó, por lo que decidí que lo mejor era entrar en la casa, la mujer estaba aterrada, y no me extrañaba después de pasar al menos cinco minutos acorralada sin saber si alguien la iba a oír.
Estaba hecha un desastre, el barro la cubría por completo, pelo, cara y ropa era todo uno, debió de tropezarse al huir del animal y rodar por el suelo. Ella siempre tan formal, tan bien conjuntada, tan discreta, debía de estar fatal para ni siquiera quejarse.
-No puedes estar así-, le dije mientras sacaba de un armario una toalla, para que se bañara.
Al extenderle la toalla, seguía con la mirada ausente.
-Carmen, despierta-
Nada, era como un mueble, seguía de pie en el mismo sitio que la había dejado.
-Tienes que tomar una ducha, sino te vas a enfermar-
Me empecé a preocupar, no reaccionaba. Estaba en estado de shock, por lo que tuve que obligarla a acompañarme al baño y abriéndole la ducha, la metí vestida debajo del agua caliente. No me lo podía creer, ni siquiera al sentir como el chorro golpeaba en su cara, se reanimaba, era una muñeca que se quedaba quieta en la posición que su dueño la dejaba. Necesitara ropa seca”, por lo que temiendo que se cayera, la senté en la bañera, dejándola sola en el baño.
Rápidamente busqué en mi armario algo que pudiera servirle, cosa difícil ya que yo era mucho mas alto que ella, por lo que me decidí por una camiseta y un pantalón de deporte. Al volver, al baño, no se había movido. Si no fuera por el hecho de que tenía los ojos abiertos, hubiera pensado que se había desmayado. “Joder, y ahora que hago”, nunca en mi vida me había enfrentado con una situación semejante, lo único que tenía claro es que tenía que terminar de quitarle el barro, esperando que para entonces hubiera recuperado la cordura.

Cortado por la situación, con el teléfono de la ducha le fui retirando la tierra tanto del pelo como de la ropa, no me entraba en la cabeza que ni siquiera reaccionara al notar como le retiraba los restos de césped de sus piernas. Sin saber como actuar, la pusé en pié para terminar de bañarla, como una autómata me obedecía, se dejaba limpiar sin oponer resistencia. Al cerrar el grifo, ya mi preocupación era máxima, tenía que secarla y cambiarla, pero para ello había que desnudarla, y no me sentía con ganas de hacerlo, no fuera a pensar mal de mí cuando se recuperara. Decidí que tenía que reanimarla de alguna manera, por lo que volví a sentarla y corriendo fui a por un café.
Suerte que en mi cocina siempre hay una cafetera lista, por lo que entre que saqué una taza y lo serví, no debí de abandonarla mas de un minuto. “Madre mía, que broncón”, pensé al retornar a su lado, y descubrir que todo seguía igual. Me senté en el suelo, para que me fuera mas fácil dárselo, pero descubrí lo complicado que era intentar obligar a beber a alguien que no responde. Tuve que usar mis dos manos para hacerlo, mientras que con una, le abría la boca, con la otra le vertía el café dentro. Tardé una eternidad en que se lo terminara, constantemente se atragantaba y vomitaba encima de mí.
Todo seguía igual, aunque no me gustara, tenía que quitarle la ropa, por lo que la saqué de la bañera, dejándola en medio del baño. Estaba totalmente descolocado, indeciso de cómo empezar. Traté de pensar como sería mas sencillo, si debía de empezar por arriba con la camisa, o por abajo con la falda. Muchas veces había desnudado a una mujer, pero jamás me había visto en algo parecido. Decidí quitarle primero la falda, por lo que bajándole el cierre, esta cayó al suelo. El agacharme a retirársela de los pies, me dio la oportunidad de verla sus piernas, la blancura de su piel resaltaba con el tanga rojo que llevaba puesto. La situación se estaba empezando a convertir en morbosa, nunca hubiera supuesto que una mojigata como ella, usara una prenda tan sexi. Le tocaba el turno a la blusa, por lo que me puse en frente de ella, y botón a botón fui desabrochándola. Cada vez que abría uno, el escote crecía dejándome entrever mas porción de su pecho. “Me estoy poniendo bruto”, reconocí molesto conmigo mismo, por lo que me di prisa en terminar.
Al quitarle la camisa, Carmen se quedó en ropa interior, su sujetador mas que esconder, exhibía la perfección de sus pechos, nunca me había fijado pero la señorita tenía un par dignos de museo. Tuve que rodearla con mis brazos para alcanzar el broche, lo que provocó que me tuviera que pegar a ella, la ducha no había conseguido acabar con su perfume, por lo que me llegó el olor a mujer en su totalidad. Me costó un poco pero conseguí abrir el corchete, y ya sin disimulo, la despojé con cuidado disfrutando de la visión de sus pezones. “Está buena la cabrona”, sentencié al verla desnuda. Durante dos años había tenido a mi lado a un cañón y no me percaté de ello.
No solo tenía buen cuerpo , al quitarle el maquillaje resultaba que era guapa, hay mujeres que lejos de mejorar pintadas, lo único que hacen es estropearse. Secarla fue otra cosa, al no tener ninguna prenda que la tapara, pude disfrutar y mucho de ella, cualquiera que me hubiese visto, no podría quejarse de la forma profesional en que la sequé, pero yo si sé, que sentí al recorrer con la toalla todo su cuerpo, que noté al levantarle los pechos para secarle sus pliegues, rozándole el borde de sus pezones, cómo me encantó el abrirle las piernas y descubrir un sexo perfectamente depilado, que tuve que secar concienzudamente, quedando impregnado su olor en mi mano.
Totalmente excitado le puse mi camiseta, y viendo lo bien que le quedaba con sus pitones marcándose sobre la tela, me olvidé de colocarle los pantalones, dejando su sexo al aire.
Llevándola de la mano, fuimos hasta salón, dejándola en el sofá de enfrente de la tele, mientras revisaba su bolso, tratando de descubrir algo de ella. Solo sabía que vivía por Móstoles y que su familia era de un pueblo de Burgos. En el bolso llevaba de todo pero nada que me sirviera para localizar a nadie amigo suyo, por lo que contrariado volví a la habitación. Me había dejado puesta la película porno, y Carmen absorta seguía las escenas que se estaban desarrollando. Me senté a su lado observándola, mientras en la tele una rubia le bajaba la bragueta al protagonista, cuando de pronto la muchacha se levanta e imitando a la actriz empieza a copiar sus movimiento. “No estoy abusando de ella”, me repetía, intentándome de autoconvencer que no estaba haciendo nada malo, al notar como se introducía mi pene en su boca, y empezaba a realizarme una exquisita mamada.
Seguía al pie de la letra, a la protagonista. Acelerando sus maniobras cuando la rubia incrementaba las suyas, mordisqueándome los testículos cuando la mujer lo hacía, y lo mas importante, tragándose todo mi semen como ocurría en la película.
Éramos parte de elenco, sin haber rodado ni un solo segundo de celuloide. Estaba siendo participe de la imaginación degenerada del guionista, por lo que esperé que nos deparaba la siguiente escena. Lo supe en cuanto se puso a cuatro piernas, iba a ser una escena de sexo anal, por lo que imitando en este caso al actor, me mojé las manos con el flujo de su sexo e introduciendo dos dedos relajé su esfínter, a la vez que le colocaba la punta de mi glande en su agujero. Fueron dos penetraciones brutales, una ficticia y una real, cabalgando sobre nuestras monturas en una carrera en la que los dos jinetes íbamos a resultar vencedores, golpeábamos sus lomos mientras tirábamos de las riendas de su pelo. Mi yegua relinchó desbocada al sentir como mi simiente le regaba el interior, y desplomada cayó sobre el sofá.
Desgraciadamente, la película terminó en ese momento y de igual forma Carmen recuperó en ese instante su pose distraída. Incrédulo esperé unos minutos a ver si la muchacha respondía pero fue una espera infructuosa, seguía en otra galaxia sin darse cuenta de lo que ocurría a su alrededor. Entre tanto, mi mente trabajaba a mil, el sentimiento de culpabilidad que sentía me obligo a vestirla y esta vez si le puse los pantalones, llevándola a la cama de invitados.
“Me he pasado dos pueblos”, era todo lo que me machaconamente pensaba mientras metía la ropa de mi secretaria en la secadora, “mañana como se acuerde de algo, me va a acusar de haberla violado”. Sin tener ni idea de cómo se lo iba a explicar, me acerqué al cuarto donde la había depositado, encontrándomela totalmente dormida, por lo que tomé la decisión de hacer lo mismo.
Dormí realmente mal, me pasé toda la noche imaginando que me metían en la cárcel y que un negrazo me usaba en la celda, por lo que a las ocho de la mañana ya estaba en pié desayunando, cuando apareció medio dormida en la cocina.
-Don Manuel, ¿qué ha pasado?, solo me acuerdo de venir a su casa a traerle unos papeles-, me preguntó totalmente ajena a lo que realmente había ocurrido.
-Carmen, anoche te encontré en estado de shock en mi jardín, , por lo que te metí en la casa, estabas empapada y helada por lo que tuve que cambiarte -, el rubor apareció en su cara al oír que yo la había desvestido,-como no me sabía ningún teléfono de tus amigos, te dejé durmiendo aquí-.
-Gracias, no se que me ocurrió. Perdone, ¿y mi ropa?-.
-Arrugada pero seca, disculpa que no sepa planchar-, le respondí mas tranquilo, sacando la ropa de la secadora.
Mientras se vestía en otra habitación, me senté a terminar de desayunar, respirando tranquilo, no se acordaba de nada, por lo que mis problemas habían terminado. Al volver la muchacha le ofrecí un café, pero me dijo que tenia prisa, por lo que la acompañe a la verja del jardín. Ya se iba cuando se dio la vuelta y mirándome me dijo:
-Don Manuel, siempre he pensado de usted que era un GOLFO…, pero cuando quiera puede invitarme a ver otra película-
Cerró la puerta, dejándome solo.

Relato erótico: “Las profecías se cumplen?” (POR AMORBOSO)

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No se si ha sido un sueño, una vivencia extrasensorial o he viajado realmente através del tiempo. Cuando se lo conté a mi madre, pensó que algo me pasaba en la cabeza. Las revisiones neurológicas no han detectado ningún problema. Me ha llevado al psiquiatra, que ante el relato atropellado y desordenado de mi historia, me ha mandado escribirla en el ordenador, organizarla cronológicamente y entregársela en la próxima visita.

Esta parte no irá en la historia que entregaré, pero la incluyo porque quiero publicarla en sitios donde alguien que le haya ocurrido lo mismo o algo parecido, se ponga en contacto conmigo antes de que me vuelva loco de verdad.

Me llamo Rodrigo, tengo 18 años, estudio Económicas, practico varios deportes y vivo con mi madre, Marta, de 36 años y mi hermana María de 2 años. Mi padre no vive con nosotros y casi no lo vemos. Se casaron muy jóvenes, porque mi madre ya estaba embarazada. Los diez primeros años de matrimonio fueron bien, con tendencia a decaer. A los doce se divorciaron cuando mi madre descubrió algunos devaneos de él. A los 15, ante la insistencia de mi padre mi madre se avino a aceptarlo de nuevo, pero sólo duraron un año quedando como recuerdo mi hermana María y un rechazo de mi madre hacia los hombres.

Mi historia tiene un principio en las noticias que aparecen desde hace unos meses en prensa y televisión. El incremento de los ataques terroristas por parte de grupos yihadistas en ciudades de todo el mundo, el gran movimiento de personas que, desde los países árabes, se reparten por todo el mundo en busca de refugio, escapando de la guerra que los masacra. Los comentarios de las tertulias hablando de los terroristas que se camuflan en esos movimientos, etc.

En una de esas tertulias, que escuchaba de fondo mientras hacía algunos trabajos, estuvieron hablando sobre estos problemas y su relación con las profecías de Nostradamus. Los escuchaba hablar, pero sin prestar demasiada atención, pero al día siguiente fui a una librería especializada en libros usados, donde compro los que necesito para mis estudios, ya que, aunque no vivimos mal gracias al trabajo de mi madre, procuro gastar lo menos posible. En ella encontré una edición antigua de dichas profecías, con comentarios y traducciones, y la compré por curiosidad.

Tengo que decir que me resultó un peñazo enorme. Leía una página y me saltaba cuatro (o veinte), hasta que llegué a las que se supone afectan a nuestros días o días de un futuro cercano. Entre ellas se habla de una guerra del mundo árabe contra Europa que me llamó la atención y otras cosas más de las que no había bases por las que pensar que eso estaba sucediendo ya.

El libro terminaba con una serie de poemas sin traducir, con algunos títulos que hablaban del amor, de la guerra, del futuro, del dinero…, etc. Estaban en su idioma original, un italiano antiguo, con mezcla de latín y alguna versión de otro idioma. En días sucesivos, cuando tenía tiempo, me acostumbre a declamarlos dándole toda la pompa que se me ocurría, pues me divertía por lo gracioso que sonaba.

El 23 de marzo pasado, fue un miércoles festivo en mi localidad. Me desperté sobre las nueve, desayuné y, como no tenía nada mejor que hacer, me puse a declamar un rato, sentado en la cama y con la espalda apoyada en la cabecera.

A eso de las once, debí quedarme dormido. Me despertaron unas manipulaciones en mi cabeza y dolor en la parte posterior de la misma. Cuando abrí los ojos, me encontré con una mujer de unos 40 años que me quitaba una venda de la cabeza con manchas de sangre en algunos puntos, pero lo más extraño era que llevaba ropas normales, con varios remiendos. Es decir, no era ni mi madre ni una enfermera.

-¿Qué ha pasado? ¿Qué me ha pasado? –Pregunté, al tiempo que desistía de levantarme al sentir un fuerte mareo y tener que contener una náusea que se acercaba a mi garganta.

-Shhhhsssss. No hables ni te muevas. Recibiste un fuerte golpe en la cabeza que te podía haber matado. ¿Te acuerdas?

-No, no recuerdo nada de eso. ¿Cómo sucedió? ¿Y quién eres tú? ¿Dónde está mi madre? …

-Shhhhhsss. Espera. Vamos poco a poco. Yo te contaré. El doctor dijo que por el lugar del golpe, podrías perder la memoria cercana, pero que será algo pasajero. ¿Qué es lo último que recuerdas?

-Que es el 23 de marzo de 2016 y que me he quedado dormido sobre las 11 de la mañana para despertarme así… Pero … ¿Qué día es hoy? Y ¿Quién es usted?.

-Dios mío, debe ser peor que de lo que pensaba el doctor. Hoy es 23 de marzo, pero de 2036. ¿No recuerdas nada de los últimos días, meses o años?

-No. No recuerdo nada posterior a esa fecha. Puedo contar mi vida con todo detalle hasta ese momento.

-Pffffff. –Soltó aire y continuó.- Te haré un poco de historia hasta que recuperes tu memoria:

“Estamos en un pueblo oculto entre montañas. Vivimos en cuevas o casas de madera ocultas entre los árboles. Desde hace diez años estamos en guerra contra los árabes, que invadieron y ocuparon nuestro país. Hace dos días salisteis a una incursión contra uno de los poblados enemigos que nos rodean y, al parecer, recibiste un golpe de maza, que por suerte no te alcanzó de lleno, pero que te hizo una buena herida en la cabeza y te dejó sin sentido.

Estuvieron a punto de dejarte por muerto, pero por suerte se dieron cuenta y te trajeron. Llevo estos dos días cuidándote. Yo soy Eva, una de las pocas mujeres que van quedando y que al ser viuda y en edad no fértil, como algunas otras, nos dedicamos a atender las necesidades de los hombres sin pareja.”

La miré detenidamente, aunque en algunos momentos no podía fijar la vista. Vi a una mujer que mostraba las huellas de haber pasado por un gran sufrimiento, que todavía no lo había superado del todo. Resignada a su suerte, pero con ganas de vivir y de compartirlas con los demás era lo que me transmitía. Llevaba el pelo rapado por los lados y detrás, con la parte superior más larga, tipo cepillo.

No se apreciaba una gran figura, ni era una belleza. De haberla cruzado por la calle no la hubiese mirado ni por guapa ni por fea. Su cara era muy corriente, con algunas arrugas en sus ojos y labios, su culo era grande y tenía algo de tripa. Las tetas no se apreciaban altas, sino más bien grandes y caídas. Aparentaba unos 45 ó 48 años, luego me enteré de que tenía 51.

-¿Por qué no hay más mujeres? ¿Y qué pasó con mi madre y mi hermana?

“A veces, cuando los hombres está fuera, peleando, las patrullas enemigas encuentran algún poblado, compuesto en su mayoría de mujeres, niños y ancianos. A los ancianos los matan y a las mujeres y niños los llevan prisioneros. Nos han dicho que, a las mujeres que son jóvenes y bonitas, las destinan a los harenes o a los prostíbulos de los soldados, las que no lo son pero pueden procrear, las destinan a tener hijos y las que no valen para una cosa ni otra, las destinan a trabajos junto con los hombres prisioneros.

Yo me uní a este campamento hace seis años, cuando atacaron nuestro pueblo y conseguimos escapar mi marido, mi hijo y yo. Hace dos años y medio me quedé viuda y ahora atiendo a cinco hombres, uno de ellos tú. Mi hijo Ramón, que vive con una muchacha, cumplirá 20 años el día 30 y es uno de tus soldados. Vive al otro lado del pueblo. No nos hablamos porque piensa que estoy mancillando la memoria de su padre con lo que hago.

Tu madre y hermana fueron capturadas al poco de llegar yo, y no sabemos nada de ellas hasta el día de hoy”.

Permanecí… o permaneceré… No se cómo decirlo. Lo pondré en pasado. Permanecí una semana en descanso y recuperación, enterándome de cómo había sucedido todo.

Los problemas económicos y sociales fomentaron la conversión al islamismo radical de muchos jóvenes, unido a la expansión por las guerras entre los extremistas radicales y el resto de los creyentes, que crearon una trama de terroristas suicidas en la sombra, esperando órdenes

En un momento dado, no se sabe quién la dio, surgió la orden de ataque. Primero fueron misiles contra Estados Unidos, Rusia, Inglaterra y Francia. Lo tenían organizado para hacer coincidir que, en todos los puestos de control de ataques en estos países, hubiese mayoría de terroristas que se encargaron de eliminar a los que podían dar el aviso. Luego, durante el ataque, se inmolaron en una serie de explosiones atómicas de las bombas que habían sabido ocultar a las inspecciones de la ONU. También arrasaron las zonas de producción de China, Japón, Taiwan, etc. Así como las fábricas de armas.

Fue una operación perfectamente planeada y ejecutada. Desaparecidas las principales potencias y sin posibilidad aumentar su armamento las demás, atacaron los países en una expansión sin parangón, nutriéndose de los simpatizantes y terroristas durmientes para ir colonizando el mundo.

Sólo tuvo un fallo. Destruyeron las fábricas de armas para dejar al enemigo sin ellas, pero no contaron que ellos mismos carecían de esas mismas fábricas y que las que tenían procedían del contrabando de esos mismos países que estaban destruyendo, por lo que, conforme aumentaban las batallas y escaramuzas, disminuían las municiones y conforme aumentaban los soldados, faltaban las armas, hasta el punto de tener que volver a utilizar espadas y lanzas, como antaño, ante la imposibilidad de destinar recursos para montar nuevas fábricas. Había petróleo, pero no vehículos en condiciones de funcionar, y si alguno lo hacía, dejaba de hacerlo en medio de una lucha entre ellos. Nosotros no teníamos ninguno, por supuesto.

Como consecuencia de su rápida expansión y las constantes batallas, su número de soldados no crecía lo suficiente, por eso las guarniciones de los poblados eran pequeñas, de todas formas, nosotros pocas veces atacábamos y casi siempre eran grupos desordenados en busca de comida, y ese detalle me había sugerido días atrás, la idea de atacarlas de forma bien planificada y liberar a los prisioneros ya que eso, además de poder contar con más gente, nos permitiría saber el por qué no se rebelaban contra ellos cuando eran muchos más.

Descubrimos que tenían una técnica quirúrgica mediante la cual, actuaban en partes del cerebro, anulando la capacidad de decisión, volviéndolos a educar para que realizasen las tareas que les encomendaban.

Así, los destinados al campo, eran entrenados para sembrar, regar, limpiar malas hierbas y recolectar, los destinados al ganado, a sus funciones propias, y todos lo hacían como autómatas, bajo la dirección de un jefe que se encargaba de decirles la tarea a realizar.

De ése primer ataque, rescatamos a 40 hombres y 15 mujeres, todos ellos idiotizados además de animales, semillas y alimentos, a los que reubicamos en las mismas tareas que tenían: el campo, los animales y la cocina, eso nos permitió recuperar para la lucha a los hombres que lo hacían hasta entonces, al no tener que dedicarlos a estas tareas.

Mi convalecencia terminó cuando nuestros puestos de vigilancia nos informaron de que había salido una patrulla con bastantes hombres, lo que dejaba bastante indefenso al pueblo del que partían. Partimos a caballo en su busca. Me extrañó lo bien que manejaba mi montura y lo seguro que me sentía con la espada en mi cintura. Luego me enteré de que era uno de los mejores espadachines del grupo, si no el mejor. Además de ser uno de los principales jefes del grupo. Descubrí también que mis recuerdos volvían conforme los iba necesitando.

Acostumbrados a la falta de resistencia marchaban confiados realizando su ronda, hasta que llegaron al lugar que consideré que podíamos establecer una trampa. Tras comentarlo con los compañeros, decidimos el cómo hacerlo y nos distribuimos en las laderas de un estrecho paso. Estábamos todos decididos a luchar, a pesar de que eran más que nosotros. La trampa era simple. Ningún militar, por muy tonto que fuese, hubiese caído en ella, pero nos enfrentábamos a fanáticos sin otro pensamiento que matar a los no creyentes o morir en nombre de su Dios y casi ninguna formación militar.

Cinco hombres aparecieron ante ellos, a prudente distancia, como sorprendiéndose de un inesperado encuentro, volviendo grupas y escapando a toda velocidad hacia la cañada, siendo seguidos por la patrulla hasta que penetraron en la trampa y una lluvia de flechas, lanzas, piedras y troncos los fueron eliminando en cuestión de segundos.

Envalentonados por la hazaña, segunda de nuestra época, decidimos atacar el poblado también. Éste era bastante importante, así que decidimos montar otra trampa. Una parte de los hombres se vistió con las ropas de los enemigos muertos para actuar como escolta, los demás actuaron como prisioneros y todos partieron hacia la población. Los que hacían de prisioneros iban andando, los soldados a caballo y el resto de las monturas en reata tras nosotros.

Hicimos coincidir nuestra aparición en el horizonte del poblado con los últimos rayos del sol frente a nosotros, que nos hacía destacar con nuestras cotas de malla brillantes como soldados amigos ante los guardias del poblado. Así conseguimos llegar y cruzar la empalizada de madera que la rodeaba cuando ya había oscurecido, lo que facilitó la eliminación de la vigilancia y todos los que formaban el cuerpo de guardia.

Desde allí, guiados por uno de los soldados que dejamos vivo y que no era de los que querían morir por su dios, aprovechando que no había luz por falta de electricidad; que la gente los mandaban a sus barracones y no se movían y que los propios soldados no salían del acuartelamiento si no era necesario, nos repartimos peinando el pueblo y degollando a cuantos encontrábamos, para confluir todos en el cuartel principal, un barracón donde dormían la mayoría y donde entraron los disfrazados de soldados primero, llegando al fondo y empezando a matar a todo el que se ponía delante mientras los empujaban a la salida. Al mismo tiempo entraron los demás, pillándolos en una pinza y eliminándolos a todos.

No podíamos llevarnos a los hombres y mujeres esclavizados, así que los reunimos a todos y me presenté como nuevo jefe, dando instrucciones de que debían obedecer a dos de los nuestros que se quedarían allí y al retén de 10 hombres de vigilancia.

Aquel poblado era muy grande, había unos mil hombres y seiscientas mujeres, doscientas de ellas destinadas al placer de la tropa. También recuperamos a 150 hombres y 80 mujeres, prisioneros capturados no hacía mucho, pendientes de enviar al lugar donde los reeducarían.

Nuestra vuelta al campamento, casi amaneciendo, fue muy celebrada por todos. Querían organizar una fiesta, pero aconsejé dejarlo para el día siguiente, para estar descansados y no dejar abandonada la guardia.

Yo fui a la que era mi casa, donde me encontré a Eva, a la que pedí que me preparase un baño. Cuando quedó listo, me desnudé y me metí en la bañera. Me quedé atónito al ver que ella se desnudaba también y se metía tras de mí, haciéndome encoger para permitir que se metiese y poniendo una pierna a cada lado mío. Seguidamente, tomó un paño, lo mojó y enjabonó para frotar mi cuerpo dejarme completamente limpio.

Mientras lo hacía, sentía sus tetas frotándose por mi espalda al tiempo que sus manos lo hacían por mi pecho. Los pelos de su coño me hacían cosquillas en mi culo y cuando sus manos bajaron a limpiar mi polla, que ya se encontraba a media asta, saltó como un muelle y se puso como el tronco de un árbol.

Me pajeó un momento, antes de seguir con su limpieza, al tiempo que empecé a sentir cómo frotaba su coño contra mi culo y se incrementaba el roce de sus tetas. Excitado por la situación, di por terminada la limpieza poniéndome de pie, seguido por ella, que tomó una gran toalla que previamente había dejado al lado, procediendo a secar mi cuerpo empezando por la espalda. Cuando terminó, me rodeó para seguir por delante, pero no le di tiempo, aparté la toalla dejándola caer y abracé su cuerpo, con una mano en la espalda y otra en su culo, presionándolo contra mí, y sobre todo contra mi enhiesta polla.

A mi memoria vinieron recuerdos, como destellos, de otras veces que habíamos hecho lo mismo, como si fuese una liturgia a realizar siempre que volvía a casa, antes de fundirnos en un morreo lujurioso acompañado de manoseos mutuos por todo el cuerpo mientras nos empujábamos hacia la cama.

En ese momento no me di cuenta, pero luego pensé que jamás me había acostado con una chica o mujer, mi experiencia sexual era tan dilatada que no pasaba de unos besos, mejor dicho, piquitos con una ex novia y alguna frotación bailando con amigas o conocidas. Sin embargo, parecía que había nacido besando, sabía lo que tenía que hacer para excitarla, cuando estaba preparada para penetrarla… Era algo extraño que me producía excitación y miedo a la vez. Conforme iba actuando sabía qué era lo siguiente que tenía que hacer.

Sabía lo excitada que estaba y la obligué a detenernos cuando nuestras piernas rozaron la cama. Me moví para retirar sus manos y que abrazase mi cuello. Hice que mi polla se metiese entre sus piernas y me puse a magrear su culo. Tenía un culo grande, aunque no tanto como me había parecido al principio. Su coño sin depilar dejaba resbalar mi polla por su centro, empapándola hasta hacerme sentir cómo goteaba por la punta su flujo, casi convertido en rio, y que yo recogía con la punta de mi dedo para humedecer su ano, acariciándolo con la yema y presionando ligeramente.

Emitía gemidos de placer, mientras nuestras lenguas estaban enzarzadas en una lucha sin cuartel. Por fin, se separó lo suficiente para decir:

-Métemela ya! No aguanto más.

Entonces la ayudé a recostarse en la cama, pero no le hice caso. Me extendí a mamar sus pezones, cortos y gordos, que estaban duros ya. Sus pechos estaban algo caídos y aplanados pero el conjunto resultaba muy excitante a mis ojos.

Saltaba de sus pechos a su boca y cuello, haciendo que mi polla puntease la entrada de su coño, resbalando hacia arriba, sin dejar que la penetrase, a pesar de los movimientos que ella hacía para que le entrase.

A los pocos minutos de estar en esa situación, empezó a darme puñetazos en la espalda mientras decía:

-¡Cabrón! ¡Fóllame de una puta vez, que hace rato que estoy apunto y siempre me cortas en el último momento!

Entonces si. En el siguiente punteo, no la dejé subir y se la clavé hasta el fondo, deteniéndome cuando nuestros pubis chocaron. Ella emitió un grito de placer y deseo, al tiempo que ponía sus talones en mi culo y forzaba su cuerpo para intentar meterla más, cosa ya imposible.

-Siiiiiiiiiiiiiiiiii. Aaaaaaaahhhh.

Ella misma, forzando la presión entre nuestros cuerpos, empezó a mover el suyo frotándose contra mí, no tardando ni medio minuto en alcanzar su placer, en un intenso y largo orgasmo. Curiosamente no gritó. Solamente resopló con fuerza aspirando y soltando aire.

– Ufffff Psssss Ufffff Psssss Ufffff Psssss Ufffff Psssss.

Nada más recuperarse, volvió a mover su cuerpo muy despacio, como aprovechando unos últimos coletazos de su orgasmo, pero poco a poco fue acelerando de nuevo, lo mismo que su respiración, yo me salí de ella y volví a chupar y lamer sus pezones. Ella seguía moviendo su cuerpo buscando mi contacto.

-Quieres más?

-Siiiiii. Necesito máaaassss. Mucho máaaassss.

Bajé hasta su coño y me dediqué a pasar la lengua recorriendo los bordes en un círculo infinito ella seguía moviendo su pelvis buscando colocar su clítoris ante ella, cosa que evitaba constantemente.

-Ohhhhh. No me hagas esooo. –Me decía.

Tenía el coño empapado, a pesar de la cantidad de flujo que se llevaba mi lengua, y empezó a soltar más cuando hice un recorrido desde abajo hacia arriba, por el centro, entrando ligeramente en ella y dando rápidos lengüetazos entre su vagina y la base del clítoris.

Los movimientos de su pelvis se hicieron más rápidos a la vez que gemía y pedía más.

-Aaaaaaaaaaahhhhhhhh Maaaasssss. Por favoooorrr.

Dejé mi tarea y la hice ponerse a cuatro patas, me coloqué tras ella y le hice bajar la cabeza hasta que chocó con la cama. Entonces mojé la punta de mi polla en su coño, al tiempo que me pajeaba para que recuperase la poca dureza que había perdido. Eso la puso frenética y volvió a insultarme pidiendo que la penetrase.

-Métemela de una vez, cabrón. No aguanto más.

Y se la metí…

-Waaaauuuuuu. Siiiiii.

Primero empecé despacio. La metía hasta que chocaban nuestros cuerpos, para volverla a sacar hasta que la punta quedaba en la entrada. La volvía a meter y de nuevo la sacaba. Cuando la tenía dentro, ella apretaba y aflojaba los músculos de la pelvis, lo que aumentaba mi placer y me estaba acercando a mi orgasmo.

Antes de que no pudiese seguir, aceleré mis movimientos, a la vez que me inclinaba sobre ella y llevaba mi mano para acariciar su clítoris. Sus gemidos eran cada vez más fuertes. Se acercaban más al grito que al gemido en si.

-AAAAAAAAAAAAAAAHHHHHHHHHHHHHHHH.

Pronto anunció:

-No pares ahora. Estoy apuntoooo. Me voy a correr otra veeeez.

Esas palabras fueron mi detonante. Se la clavé hasta el fondo, moví mis dedos con rapidez sobre su clítoris mientras soltaba mi leche en su interior. No se la cantidad que solté, pero debió de ser mucha por lo largo que fue. Ella también alcanzó su orgasmo, y esta vez lo anunciamos ambos.

-Aaaaaaaaaaa. Toma lecheeeeee. Me vas a dejar secooooo.

-Oooooohhhh. Siiii AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAHHHHHHHHHHHHH.

Caímos rendidos uno a cada lado, recuperándonos de la corrida. Me dijo:

-No se qué te pasa últimamente, pero te noto distinto. Hasta la forma de follar es distinta.

No pensé en ello, solo dije: “Creo que igual que siempre”. No había follado nunca, pero al fin y al cabo hasta hacía un par de semanas estaba harto de ver películas porno y leer historias y relatos sobre sexo mientras me pajeaba. Teoría mucha, práctica ninguna.

Poco después se levantó.

-¿Dónde vas? –Le pregunté.

-Te recuerdo que tengo otros cuatro hombres que atender.

-¿Por qué no me la chupas un poco para ponérmela dura otra vez y te hago ese culo que tienes y que está pidiendo polla?

-Ya te dije la primera vez que ni la chupaba ni me la dejaba meter por el culo, y menos una polla tan grande y gorda como la tuya. Pero si quieres, dentro de una media hora habré acabado con ellos y podemos continuar.

-¿Con los cuatro en media hora?

-Si. Bueno, solamente son dos, los otros dos los he atendido antes. ¿No lo recuerdas tampoco? Viven juntos en la misma casa pero no duran casi nada a la hora de follar. Solo sirven para calentarme. Seguramente podré venir incluso antes.

-Es igual, déjalo para mañana. También estoy cansado y me vendrá bien un sueño reparador.

-Cabrón. –Me dijo

Fue a la bañera, se lavó allí mismo, se vistió y marchó. Yo también fui para lavarme la polla y luego en el aguamanil, la cara y las manos. Después me acosté y me quedé dormido.

Desperté a media tarde. Se oía a Eva limpiar y trastear por la casa y la cocina. Mis ojos se posaron en un viejo libro, muy manoseado, que reconocí como el de las profecías. Eso me creó la necesidad imperiosa de reflexionar. Me quedé un rato en la cama pensando en lo que me había sucedido e intentando aclarar ideas.

En una escaramuza había resultado herido en la cabeza y como consecuencia de ello había perdido la memoria de los últimos veinte años. En mi cabeza creía que tenía la edad de 18 años y que acababa de leer el libro que descansaba junto a mi cama. Era un gran guerrero, muy hábil con la espada y con muy buenas ideas para la batalla, por lo que me habían nombrado presidente del consejo y jefe de las escasas tropas del poblado. Mi madre y hermana habían sido hechas prisioneras más de un año atrás. Estaba atendido por una mujer que a su vez atendía a otros cuatro hombres a la que me follaba desde no se cuando ni con qué frecuencia, pero que creía que era desde hacía tiempo y muchas veces. Y además, ¿cómo tendrían las pollas los otros, para decir que la mía era grande y gorda, cuando en las duchas después de los partidos y en el gimnasio era de los más normalitos… Y tenía 38 años… 38 años…

Salí desnudo y corriendo a la habitación que hacía de baño, donde había un espejo grande y algo roto. Cuando me puse ante él, me devolvió un imagen de un hombre mayor (de 38 años, como debía ser) con una poblada barba de la que no me había dado cuenta que llevaba porque debía ser habitual. Una cicatriz pequeña en el nacimiento del pelo y tres más en el torso. Al no tener agua corriente y lavándome en el aguamanil de la habitación, no había pensado en afeitarme, pues a los 18 años no tenía prácticamente barba y lo hacía muy de tarde en tarde. Eso propició que no hubiese visto mi imagen actual.

-Ah, ya estás levantado? Venía despertarte yo. Han venido dos miembros del consejo en tu busca para que vayas cuanto antes, pues hay noticias importantes.

Eva había entrado sin que me diese cuenta, ensimismado en mis pensamientos.

-Si, me visto y voy inmediatamente.

-No. Te vistes, comes algo y te vas después.

Cuando llegué, ya estaban todos los miembros del consejo, además de los oficiales y los hombres importantes del pueblo.

Fuimos informados de que una columna de soldados se dirigía al asentamiento más grande y cercano a nosotros. Esperaban su llegada en unos diez días. Era el relevo de la guarnición de la ciudad.

Los hombres y mujeres rescatados eran prácticamente gente con estudios o buenos profesionales. Al parecer intentaban recuperar algo de la cultura anterior para disponer de armas y máquinas con las que derrotar a los grupos que, desperdigados por las montañas, les hacíamos frente y robábamos sus alimentos en las incursiones, causando últimamente bastantes bajas entre sus filas.

Una vez escuchada esta información, pregunté qué podían hacer por nosotros. Uno dijo que podría fabricar bombas, que lo llevaba pensado desde tiempo atrás, pero no le habían dado oportunidad. En las proximidades había material suficiente para preparar pólvora, aunque no de buena calidad, pero que resultaría suficiente para causar grandes daños si sabíamos usarla.

-Pero para hacer bombas necesitamos recipientes que se rompan en mil pedazos cuando estallen. ¿Qué vamos a usar?

-Yo he trabajado en una cerámica. Puedo hacer recipientes que se rompan en pequeños trozos. –Dijo otro.

-También podemos meter clavos y tuercas. Vi muchos en viejas tiendas en el pueblo conquistado.-Dijo un tercero.

-A mí me llamó la atención unas alas delta en una tienda de deportes que podríamos usar para lanzarles las bombas. ¿Alguien sabe utilizarlas? –Dijo un soldado

Nadie dijo nada.

-Necesito voluntarios para aprender. –dije yo- e id ahora mismo a buscarlas. Buscad y traed también los libros y manuales que encontréis sobre su uso. Tenéis diez días para dominarlas.

El oficial y un soldado, que resultó ser Ramón, el hijo de Eva, fueron a buscarlas trayendo cinco de ellas y gran cantidad de manuales. De los voluntarios que se presentaron, elegimos a veinticinco de los cuales, a los tres días quedaban diez sanos, los demás estaban llenos de roturas y descalabros. Al quinto día hubo uno más espabilado que consiguió acertar con el ángulo de ataque y supo controlar las corrientes, manteniéndose mucho tiempo en el aire.

Pronto los demás asimilaron las enseñanzas del nuevo maestro se incorporaron otras diez personas más con lo que conseguimos veinte pilotos capaces de recorrer largas distancias volando, sobre todo de noche.

Por su parte, los alfareros hicieron unas ollas de cerámica con muchos cuadrados en su superficie, para crear unas zonas fuertes y otras débiles, así, al explotar, romperían por la parte débil y saldrían despedidas las fuertes.

Los químicos elaboraron pólvora, mejorando incluso la primera fórmula. Los resultados de las pruebas de las ollas con pólvora fueron espectaculares, tanto en efectos como en heridos entre los manipuladores. No eran las clásicas granadas de mano que estaba acostumbrado a ver en las películas, sino más bien algo más grande que balones de fútbol, pero cumplían los requerimientos que necesitábamos.

Se planteó un problema. Cada piloto solamente podría llevar dos bombas, tanto por manejo y encendido de la mecha como por seguridad, por lo que se organizaron los pilotos para que saliese un grupo, arrojase sus bombas y volviese. Un segundo grupo ya preparado, tomaría el ala y volvería al ataque. Así los cuatro grupos.

Con algunos oficiales estuvimos observando al ejército que se acercaba. Era una gran columna central, con patrullas en cabecera, flancos y retaguardia, lo bastante separadas para no poder resultar sorprendidos.

Hicimos algo parecido a la última vez. Algunos hombres vestidos de soldados se acercaron a la vista de las patrullas laterales cuando no podían verlos desde la columna, distrayendo su atención y permitiendo que ellos y otros hombres escondidos los sorprendieran y mataran. Después hicieron lo mismo con la retaguardia. Así, con ese sistema, nos hicimos con los flancos, retaguardia y avanzada. Todas patrullas fueron sustituidas por mis hombres en el último tramo de la marcha, antes de la llegada a la ciudad.

Cuando la columna principal ya tenía a la vista la ciudad, fueron atacados y bombardeados por las alas delta, pillándolos desprevenidos y muriendo o resultando heridos en su mayoría, pues cuando divisaron las delta que volaban una tras otra, no pensaron en un ataque ni consideraron el peligro que podían suponer cinco hombres volando contra una columna de varios cientos. Incluso les pareció curioso y se pararon a mirarlas.

Las bombas cayeron, unas explotaron en el suelo, otras cerca de él, pero todas mataron hombres y reventaron caballos. Los que consiguieron escapar se dirigieron hacia sus compañeros en las patrullas laterales, resultando muertos por mis hombres.

Las delta volvieron a recargar, mientras mis hombres reagrupados y ya sin enemigos, cabalgaban despavoridos hacia la ciudad, desde donde habían visto el ataque en la lejanía. Todavía espolearon más los caballos cuando aparecieron las delta y empezaron a soltar algunas bombas más tras ellos, simulando que seguía el ataque.

La guardia de la ciudad abrió las puertas y entramos en desbandada. Inmediatamente subimos a la empalizada para controlar un posible ataque enemigo, y nos distribuimos lo más posible, a la espera de que llegase pronto la noche, con ello intentábamos hacer algo de tiempo y evitar preguntas incómodas.

Solamente cuatro hombres que escaparon y se juntaron a nuestro grupo no subieron a la empalizada, y cuando fueron preguntados por sus oficiales, tuvieron que responder que debían de haber muerto, porque no se encontraban entre nosotros. Fue una suerte, porque aunque los entendíamos se hubiese notado nuestro acento al hablar.

Entre preguntas y búsquedas inútiles se hizo de noche, permitiendo que eliminásemos a los guardias “oficiales”, al cuerpo de guardia y dejásemos abiertas las puertas. También íbamos eliminando a los soldados que se acercaban a la empalizada.

Esa noche, multiplicaron la vigilancia en muchos puntos del poblado y tuvimos que organizar patrullas que con la excusa de control, se acercaban a los puestos y eliminaban y sustituían a los vigilantes.

Gran parte de esos puestos de vigilancia se encontraban en los acuartelamientos donde dormían las tropas, con el fin de alertarlas rápidamente en caso de ataque. Los sustitutos, una actuación perfectamente sincronizada, colocaron antorchas en los edificios que albergaban tropas o que era necesario eliminar.

Las deltas iniciaron un ir y venir destructivo que mató a muchos de los soldados. Los barracones de madera se incendiaron y también más soldados perecieron en el incendio, unos por el fuego y otros en las luchas entre ellos para escapar de él. Los que consiguieron escapar, pelearon y fueron abatidos por mis hombres camuflados, y los pocos que escaparon a ellos, cayeron a manos de los demás que entraban en la ciudad.

Diez horas después, la ciudad era un lago de sangre de los enemigos. Habían muerto también algunos esclavos, pocos, y resultado heridas tres mujeres de la cocina de los soldados. Los cadáveres de los soldados fueron sacados fuera por los esclavos, que en cantidad de varias decenas de miles estaban en la ciudad, lo que aceleró el proceso.

Era una de las ciudades grandes de la zona y gran productora agrícola, sobre todo de cereal, por eso y por su docilidad, había esclavos en gran cantidad. Unos los amontonaron y otros trajeron mucha madera. Cuando terminaron, prendimos fuego a la pira, mezcla de cadáveres y madera, liberamos a los prisioneros no esclavizados y partimos hacia el campamento, dejado unos cuantos al cargo de los esclavos, un retén de guardia y llevándonos a las esclavas heridas.

Al llegar, me fui directamente a casa. Pasé del jolgorio que se montó en el campamento. Por suerte, nuestro campamento había sido antiguamente una población importante, por lo que había cientos de casas vacías que pudieron ser ocupadas por los nuevos liberados.

En mi casa estaba Eva. Se repitió la situación anterior. Mientras ella llenaba la bañera con varios cubos yo me metí en el dormitorio y me masturbé hasta correrme. Cuando la bañera estuvo preparada, Eva, se desnudó y esperó a que me metiese yo.

Se colocó detrás de mí nuevamente y empezó a frotar mi cuerpo. Esta vez mi polla no reaccionó como esperaba, pero ella sí. Se fue calentando a base de frotamientos conmigo, pero yo pude aguantar estoico, con gran dolor de corazón. Cuando ya me consideré limpio, salí de la bañera y ella se puso a secarme, solo que esta vez no le hice nada. Me secó por detrás, luego por delante, insistió en mi polla sin conseguir nada.

-¿Qué te pasa hoy que no se te pone? ¿Has estado con otra?

-No, pero estoy cansado, ha sido un día muy duro. Debo necesitar mucho más estímulo.

-Déjame hacer y verás cómo te pongo en forma.

Me hizo recostar en la cama y ella se subió a caballo sobre mí. Su coño sobre mi polla acariciaba con sus pelos mi glande. Se inclinó para darnos un beso salvaje que anuló parte de mi concentración e hizo que, ayudado por la presión de su coño sobre ella, mi polla creciese ligeramente.

-Mmmmm. Esto promete. –Dijo al notarlo.

Seguimos besándonos, mientras ella continuaba frotándose conmigo. Yo intentaba recrear en mi mente las escenas más truculentas e impactantes de la batalla para hacer que mi polla bajase, sin conseguirlo, aunque tampoco aumentaba.

Bajó a lamer mis pezones al tiempo que acariciaba mi pecho y vientre. Poco a poco fue bajando hasta llegar a mi pubis, donde descansaba mi polla, que mantenía floja a consta de un gran esfuerzo y a cuyo alrededor repartió besos, además de frotarla con su mano.

Tras varios recorridos por el cuerpo, me dio un beso en el glande, cosa que agradecí con un pequeño gemido de placer, que no me costó soltar, para animarla a seguir por ese camino. No se dio cuenta o no quiso hacerlo. Siguió por mi cuerpo, sin obtener nada de mí, hasta que volvió a darme otro y yo también le correspondí con un nuevo gemido. Esta vez si se dio por enterada, por lo que empezó a repartirme besos por toda la polla.

El aumento de mis gemidos le dio nuevos ánimos y se metió el glande en la boca. Mi polla se descontroló y quedó a media asta, mientras un largo suspiro escapaba de mi boca.

-Aaaaaaaaaaaaaahhhhhhhh.

Empezó metiendo y sacando solamente el glande, mientras mantenía los labios presionando alrededor. Poco a poco fue metiendo más trozo, hasta que llegó a la mitad. Entonces la hice colocarse sobre mí para hacer un 69.

Volví a recorrer los bordes con mi lengua, metí la punta en su vagina y azoté con ella moviéndola a gran velocidad desde la base del clítoris hasta el perineo. Solo se oía el chapoteo de mi lengua en su coño y sus bufidos y sonidos casi ininteligibles.

– Pffff. Pffff. Pffff. Pffff. Pffff. Mmziiiimmmmm.

Yo mojaba el dedo pulgar en su coño y con él acariciaba su ano. Daba vueltas alrededor de su apretado agujero, consiguiendo que fuese cediendo poco a poco.

Cuando mi dedo entró en su culo puse mis labios alrededor de su alargado e hinchado clítoris y moviendo mi cabeza arriba y abajo para hacerle una mamada en su botoncito. Eso la descontroló y le hizo presionar su coño sobre mi cara, con mi boca apresando su clítoris y mi nariz incrustada en su agujero. Se empezó a mover frotándose contra mí, mientras yo atacaba su clítoris con la lengua.

Aguanté la respiración hasta casi la asfixia, mientras ella se corría, derramando líquidos que mojaban mi cara y escurrían por los lados. Por fin disminuyó su presión y siguió con la mamada, incorporando su mano para pajearme cuando se la sacaba y retirarla cuando se la metía.

Cuando sentí que mi orgasmo llegaba, subí las piernas sobre su cabeza para hacerle presión e incrustársela hasta la garganta, donde solté toda mi carga. Cuando terminé y la solté, se separó tosiendo y con arcadas, poniéndose en pie inmediatamente. Gruesos hilos de babas y semen caían desde sus labios y mojaban sus pechos mientras yo trataba de extraer cualquier residuo que hubiese quedado en mi polla.

Cuando pudo hablar, empezó a insultarme y a vestirse.

-¡Cerdo! ¡Cabrón! ¡Eres un maldito hijo de puta! Te has corrido en mi boca y me lo has hecho tragar. Eres un asqueroso… -Y un montón de improperios más.

Cuando me dejó hueco, le dije:

-Pero ¿has disfrutado?…

Y ella se calló un momento y dijo:

-No volveré más por aquí. ¡Cerdo! Mejor dicho, como tengo que seguir atendiendo tu casa, lo haré mientras no consiga liberarme, pero no volverás a tocarme nunca más. –Y se marchó.

Yo me recosté bien en la cama con la satisfacción de haber conseguido una parte de lo que deseaba y que había sido inspiración en mis masturbaciones cuando lo leía en los relatos o veía en los vídeos porno. Y pensando que, a partir de ese momento, debería ir buscando la forma de hacerme con su culo, me quedé dormido.

Relato erótico: “Acosado por mi jefa, la reina virgen” (POR GOLFO)

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-Manuel, la jefa quiere verte-, me informó mi secretaria nada más entrar ese lunes a la oficina-

¿Sabes que es lo que quiere?-, le pregunté, cabreado.

-Ni idea pero está de muy mala leche-, María me respondió, sabiendo que una llamada a primera hora significaba que esa puta iba a ordenar trabajo extra a todo el departamento.

“Mierda”,  pensé mientras me dirigía a su despacho.

Capítulo uno.

Alicia Almagro, no solo era mi jefa directa sino la fundadora y dueña de la empresa.  Aunque era insoportable, tengo que reconocer que fue la inteligencia innata de esa mujer, el factor que me hizo aceptar su oferta de trabajo hacía casi dos años. Todavía recuerdo como me impresionó oír de la boca de una chica tan joven las ideas y proyectos que tenía en mente. En ese momento, yo era un consultor senior de una de las mayores empresas del sector y por lo tanto a mis treinta años tenía una gran proyección en la multinacional americana en la que trabajaba, pero aun así decidí embarcarme en la aventura con esa mujer.

El tiempo me dio la razón, gracias a ella, el germen de la empresa que había creado se multiplicó como la espuma y, actualmente, tenía cerca de dos mil trabajadores en una veintena de países.  Mi desarrollo profesional fue acorde a la evolución de la compañía y no solo era el segundo al mando sino que esa bruja me había hecho millonario al cederme un cinco por ciento de las acciones pero, aun así, estaba a disgusto trabajando allí.
Pero lo que tenía de brillante, lo tenía de hija de perra. Era imposible acostumbrarse a su despótica forma de ser.  Nunca estaba contenta, siempre pedía más y lo que es peor para ella no existían ni las noches ni los fines de semana. Menos mal que era soltero y no tenía pareja fija, no lo hubiera soportado, esa arpía consideraba normal que si un sábado a las cinco de la mañana, se le ocurría una nueva idea, todo su equipo se levantara de la cama y fuera a la oficina a darle forma. Y encima nunca lo agradecía.
Durante el tiempo que llevaba bajo sus órdenes, tuve que dedicar gran parte de mi jornada a resolver los problemas que su mal carácter producía en la organización. Una vez se me ocurrió comentarle que debía ser mas humana con su gente, a lo que me respondió que si acaso no les pagaba bien. Al contestarle afirmativamente, me soltó que con eso bastaba y que si querían una mamá, que se fueran a casa.
-¿Se puede?-, pregunté al llegar a la puerta de su despacho y ver que estaba al teléfono. Ni siquiera se dignó a contestarme, de forma que tuve que esperar cinco minutos, de pie en el pasillo hasta que su majestad tuvo la decencia de dejarme pasar a sus dominios.
Una vez, se hubo despachado a gusto con su interlocutor, con una seña me ordenó que pasara y me sentara, para sin ningún tipo de educación soltarme a bocajarro:
-Me imagino que no tienes ni puñetera idea del mercado internacional de la petroquímica-.
-Se imagina bien-, le contesté porque, aunque tenía bastante idea de ese rubro, no aguantaría uno de sus temidos exámenes sobre la materia.
-No hay problema, te he preparado un breve dosier que debes aprenderte antes del viernes-, me dijo señalando tres gruesos volúmenes perfectamente encuadernados.
Sin rechistar, me levanté a coger la información que me daba y cuando ya salía por la puerta, escuché que preguntaba casi a voz en grito, que donde iba:
-A mi despacho, a estudiar-, respondí bastante molesto por su tono.
La mujer supo que se había pasado pero, incapaz de pedir perdón, esperó que me sentara para hablar:
-Sabes quien es Valentín Pastor-.
-Claro, el magnate mexicano-.
-Pues bien, gracias a un confidente me enteré de las dificultades económicas de la mayor empresa de la competencia y elaboré un plan mediante el cual su compañía podía absorberla a un coste bajísimo. Ya me conoces, no me gusta esperar que los clientes vengan a mí y por eso, en cuanto lo hube afinado, se lo mandé directamente-.
Sabiendo la respuesta de antemano, le pregunté si le había gustado. Alicia, poniendo su típica cara de superioridad, me contestó que le había encantado y que quería discutirlo ese mismo fin de semana.
-Entonces, ¿Cual es el problema?-.
Al mirarla esperando una respuesta, la vi ruborizarse antes de contestar:
-Como el Sr. Pastor es un machista reconocido y nunca hubiera prestado atención a un informe realizado por una mujer, lo firmé con tu nombre-.
Que esa zorra hubiera usurpado mi personalidad, no me sorprendió en demasía, pero había algo en su actitud nerviosa que no me cuadraba y conociéndola debía ser cuestión de dinero:
-¿De cuanto estamos hablando?-
-Si sale este negocio, nos llevaríamos una comisión de unos quince millones de euros- 
-¡Joder!-, exclamé al enterarme de la magnitud del asunto y poniéndome en funcionamiento, le dije que tenía que poner a todo mi equipo a trabajar si quería llegar a la reunión con mi equipo preparado.
-Eso no es todo, Pastor ha exigido privacidad absoluta y por lo tanto, esto no puede ser conocido fuera de estas paredes-.
-¿Me está diciendo que no puedo usar a mi gente para preparar esa reunión y que encima debo de ir solo?-.
-Fue muy específico con todos los detalles. Te reunirás con él en su isla el viernes en la tarde y solo puede acompañarte tu asistente-.
-Alicia, disculpe… ¿de que me sirve un asistente al que no puedo siquiera informar de que se trata?. Para eso, prefiero ir solo-.
-Te equivocas. Tu asistente sabe ya del tema mucho más de lo que tú nunca llegaras a conocer y estará preparado para resolver cualquier problema que surja-.
Ya completamente mosqueado, porque era una marioneta en sus manos, le solté:
-Y ¿Cuándo voy a tener el placer de conocer a ese genio?-.
En su cara se dibujó una sonrisa, la muy cabrona estaba disfrutando:

-Ya la conoces, seré yo quien te acompañe-.

Capítulo dos.
 
Después de la sorpresa inicial, intenté disuadirla de que era una locura. La presidenta de una compañía como la nuestra no se podía hacer pasar por una ayudante. Si el cliente lo descubría el escándalo sería máximo y nos restaría credibilidad.
-No te preocupes, jamás lo descubrirá-.
Sabiendo que no había forma de hacerle dar su brazo a torcer, le pregunté cual eran los pasos que había que seguir.
-Necesito que te familiarices con el asunto antes de darte todos los pormenores de mi plan. Vete a casa y mañana nos vemos a las siete y media-, me dijo dando por terminada la reunión.
Preocupado por no dar la talla ante semejante reto, me fui directamente a mi apartamento y durante las siguientes dieciocho horas no hice otra cosa que estudiar la información que esa mujer había recopilado.
Al día siguiente, llegué puntualmente a la cita. Alicia me estaba esperando y sin más prolegómenos, comenzó a desarrollar el plan que había concebido. Como no podía ser de otra forma, había captado el mensaje oculto que se escondía detrás de unas teóricamente inútiles confidencias de un amigo y había averiguado que debido a un supuesto éxito de esa empresa al adelantarse a la competencia en la compra de unos stocks, sin darse cuenta había abierto sin saberlo un enorme agujero por debajo de la línea de flotación y   esa mujer iba a provecharlo para parar su maquinaria y así hacerse con ella, a un precio ridículo.
Todas mis dudas y reparos, los fue demoliendo con una facilidad pasmosa, por mucho que intenté encontrar una falla me fue imposible. Derrotado, no me quedó más remedio que felicitarle por su idea.
-Gracias-, me respondió, -ahora debemos conseguir que asimiles todos sus aspectos. Tienes que ser capaz de exponerlo de manera convincente y sin errores-.
Ni siquiera me di por aludido, la perra de mi jefa dudaba que yo fuera capaz de conseguirlo y eso que en teoría era, después de ella, el más valido de toda la empresa. Para no aburriros os tengo que decir que mi vida durante esos días fue una pesadilla, horas de continuos ensayos, repletos de reproches y nada de descanso.
Afortunadamente, llegó el viernes. Habíamos quedado a las seis de la mañana en el aeropuerto y queriendo llegar antes que ella, me anticipé y a las cinco ya estaba haciendo cola frente al mostrador de la aerolínea. La tarde anterior habíamos mandado a un empleado a facturar por lo que solo tuve que sacar las tarjetas de embarque y esperar.
Estaba tomándome un café, cuando vi aparecer por la puerta de la cafetería a una preciosa rubia de pelo corto con una minifalda aún más exigua. Sin ningún tipo de reparo, me fijé que la niña no solo tenía unas piernas perfectas sino que lucía unos pechos impresionantes.
Babeando, fui incapaz de reaccionar cuando, sin pedirme permiso, se sentó en mi mesa.
-Buenos días-, me dijo con una sonrisa.
Sin ser capaz de dejar de mirarle los pechos, caí en la cuenta que ese primor no era otro que mi jefa. Acostumbrado a verla escondida detrás de un anodino traje de chaqueta y un anticuado corte de pelo nunca me había fijado que Alicia era una mujer y que encima estaba buena.
-¿Qué opinas?, ¿te gusta mi disfraz?-.
No pude ni contestar. Al haberse teñido de rubia, sus facciones se habían dulcificado, pero su tono dictatorial seguía siendo el mismo. Nada había cambiado. Como persona era una puta engreída y vestida así, parecía además una puta cara.
-¿Llevas todos los contratos?. Aún tenemos una hora antes de embarcar y quiero revisar que no hayas metido la pata-.
Tuve que reprimir un exabrupto y con profesionalidad, fui numerando y extendiéndole uno a uno todos los documentos que llevábamos una semana desarrollando. Me sentía lo que era en manos de esa mujer, un perrito faldero incapaz de revelarse ante su dueña. Si me hubiese quedado algo de dignidad, debería de haberme levantado de la mesa pero esa niña con aspecto de fulana me había comprado hace dos años y solo me quedaba el consuelo que, al menos, los números de mi cuenta corriente eran aún mas grandes que la humillación que sentía.
Escuché con satisfacción que teníamos que embarcar, eso me daba un respiro en su interrogatorio. Alicia se dirigió hacia el finger de acceso al avión, dejándome a mí cargando tanto mi maletín como el suyo pero, por vez primera, no me molestó, al darme la oportunidad de contemplar el contoneo de su trasero al caminar. Estaba alucinado. El cinturón ancho, que usaba como falda, resaltaba la perfección de sus formas y para colmo, descubrí que esa zorra llevaba puesto un coqueto tanga rojo.
“Joder”, pensé, “llevo dos años trabajando para ella y nunca me había dado cuenta del polvo que tiene esta tía”.
Involuntariamente, me fui excitando con el vaivén de sus caderas, por lo que no pude evitar que mi imaginación volara y me imaginara como sería Alicia en la cama.
-Seguro que es frígida-, murmuré.
-No lo creo-, me contestó un pasajero que me había oído y que al igual que yo, estaba ensimismado con su culo, -tiene pinta de ser una mamona de categoría -.
Solté una carcajada por la burrada del hombre y dirigiéndome  a él, le contesté:
-No sabe, usted, cuanto-.
Esa conversación espontánea, me cambió el humor, y sonriendo seguí a mi jefa al interior del avión.
Capítulo tres.
Debido a que nuestros billetes eran de primera clase, no tuvimos que recorrer el avión para localizar nuestros sitios. Nada mas acomodarse en su asiento, Alicia me hizo un repaso de la agenda:
-Como sabes, tenemos que hacer una escala en Santo Domingo, antes de coger el avión que nos llevará a la isla privada del capullo de Pastor. Allí llegaremos como a las ocho la tarde y nada mas llegar, su secretaria me ha confirmado que tenemos una cena, por lo que debemos descansar para llegar en forma-.
-Duerma-, le contesté,- yo tengo que revisar unos datos.
Ante mi respuesta, la muchacha pidió agua a la azafata y sacando una pastilla de su bolso, se la tomó, diciendo:
-Orfidal. Lo uso para poder descansar-.
No me extrañó que mi jefa, con la mala baba que se marcaba, necesitara de un opiáceo para dormir.
“La pena es que no se tome una sobredosis”, pensé y aprovechando que me dejaba en paz, me puse a revisar el correo de mi ordenador por lo que no me di cuenta cuando se durmió.
Al terminar fue,  cuando al mirarla, me quedé maravillado.
Alicia había tumbado su asiento y dormida, el diablo había desaparecido e, increíblemente, parecía un ángel. No solo era una mujer bellísima sino que era el deseo personificado. Sus piernas perfectamente contorneadas, daban paso a una estrecha cintura que se volvía voluptuosa al compararse con los enormes pechos que la naturaleza le había dotado.
Estaba observándola cuando, al removerse, su falda se le subió dejándome ver la tela de su tanga. Excitado, no pude más que acomodar mi posición para observarla con detenimiento.
“No comprendo porque se viste como mojigata”, me dije, “esta mujer, aunque sea inteligente, es boba. Con ese cuerpo podría tener al hombre que quisiera”.
En ese momento, salió de la cabina, uno de los pilotos y descaradamente, le dio un repaso. No comprendo el porqué pero me cabreó esa ojeada y moviendo a mi jefa, le pregunté si quería que la tapase. Ni siquiera se enteró, el orfidal la tenía noqueada. Por eso cogiendo una manta, la tapé y traté de sacarla de mi mente.
Me resultó imposible, cuanto mas intentaba no pensar en ella, mas obsesionado estaba. Creo que fue mi larga abstinencia lo que me llevó a cometer un acto del que todavía hoy, no me siento orgulloso. Aprovechando que estábamos solos en el compartimento de primera, disimulando metí mi mano por debajo de la manta y empecé a recorrer sus pechos.
“Que maravilla”, pensé al disfrutar de la suavidad de su piel. Envalentonado, jugué con descaro con sus pezones. Mi victima seguía dormida, al contrarió que mi pene que exigía su liberación. Sabiendo que ya no me podía parar, cogí otra manta con la que taparme y bajándome la bragueta, lo saqué de su encierro. Estaba como poseído, el morbo de aprovecharme de esa zorra era demasiado tentador y, por eso, deslizando mi mano por su cuerpo, empecé a acariciar su sexo.
Poco a poco, mis caricias fueron provocando que aunque Alicia no fuera consciente, su cuerpo se fuera excitando y su braguita se mojara. Al sentir que la humedad de su cueva, saqué mi mano y olisqueé mis dedos. Un aroma embriagador recorrió mis papilas y ya completamente desinhibido, me introduje dentro de su tanga y comencé a jugar con su clítoris mientras con la otra mano me empezaba a masturbar.
Creo que Alicia debía de estar soñando que alguien le hacia el amor, porque entre dientes suspiró. Al oírla, supe que estaba disfrutando por lo que aceleré mis toqueteos. La muchacha ajena a la violación que estaba siendo objeto abrió sus piernas, facilitando mis maniobras. Dominado por la lujuria, me concentré en mi excitación por lo que coincidiendo con su orgasmo, me corrí llenando de semen la manta que me tapaba.
Al haberme liberado, la cordura volvió y avergonzado por mis actos, acomodé su ropa y me levanté al baño.
“La he jodido”, medité al pensar en lo que había hecho, “solo espero que no se acuerde cuando despierte, sino puedo terminar hasta en la cárcel”.
Me tranquilicé al volver a mi asiento y comprobar que la cría seguía durmiendo.
“Me he pasado”, me dije sin reconocer al criminal en que, instantes antes, me había convertido.
El resto del viaje, fue una tortura. Durante cinco horas, mi conciencia me estuvo atormentando sin misericordia, rememorando como me había dejado llevar por mi instinto animal y me había aprovechado de esa mujer que plácidamente dormía a mi lado. Creo que fue la culpa lo que me machacó y poco antes de aterrizar, me quedé también dormido.
-Despierta-, escuché decir mientras me zarandeaban.
Asustado, abrí los ojos para descubrir que era Alicia la que desde el pasillo me llamaba.
-Ya hemos aterrizado. Levántate que no quiero perder el vuelo de conexión-.
Suspiré aliviado al percatarme que su tono no sonaba enfadado, por lo que no debía de recordar nada de lo sucedido. Con la cabeza gacha,  recogí nuestros enseres y la seguí por el aeropuerto.
La mujer parecía contenta. Pensé durante unos instantes que era debido a que aunque no lo supiera había disfrutado pero, al ver la efectividad con la que realizó los tramites de entrada, recordé que siempre que se enfrentaba a un nuevo reto, era así.
“Una ejecutiva agresiva que quería sumar un nuevo logro a su extenso curriculum”.
El segundo trayecto fue corto y en dos horas aterrizamos en un pequeño aeródromo, situado en una esquina de la isla del magnate. Al salir de las instalaciones, nos recogió la secretaria de Pastor, la cual después de saludarme y sin dirigirse a la que teóricamente era mi asistente, nos llevó a la mansión donde íbamos a conocer por fin a su jefe.
Me quedé de piedra al ver donde nos íbamos a quedar, era un enorme palacio de estilo francés. Guardando mis culpas en el baúl de los recuerdos, me concentré en el negocio que nos había llevado hasta allí y decidí que tenía que sacar ese tema hacia adelante porque el dinero de la comisión me vendría bien, por si tenía que dejar de trabajar en la empresa.
Un enorme antillano, vestido de mayordomo, nos esperaba en la escalinata del edificio. Habituado a los golfos con los que se codeaba su jefe, creyó que Alicia y yo éramos pareja y, sin darnos tiempo a reaccionar, nos llevó a una enorme habitación donde dejó nuestro equipaje, avisándonos que la cena era de etiqueta y que, en una hora, Don Valentín nos esperaba en el salón de recepciones.
Al cerrar la puerta, me di la vuelta a ver a mi jefa. En su cara, se veía  el disgusto de tener que compartir habitación conmigo.
-Perdone el malentendido. Ahora mismo, voy a pedir otra habitación para usted-, le dije abochornado.
-¡No!-, me contestó cabreada,- recuerda que este tipo es un machista asqueroso, por lo tanto me quedo aquí. Somos adultos para que, algo tan nimio, nos afecte. Lo importante es que firme el contrato-.
Asentí, tenía razón.
Esa perra, ¡siempre tenía razón!.
-Dúchate tú primero pero date prisa, porque hoy tengo que arreglarme y voy a tardar-.
Como no tenía mas remedio, saqué el esmoquin de la maleta y me metí al baño dejando a mi jefa trabajando con su ordenador. El agua de la ducha no pudo limpiar la desazón que tener a ese pedazo de mujer compartiendo conmigo la habitación y saber que lejos de esperarme una dulce noche, iba a ser una pesadilla, por eso, en menos de un cuarto de hora y ya completamente vestido, salí para dejarla entrar.
Ella al verme, me dio un repaso y por primera vez en su vida, me dijo algo agradable:
-Estás muy guapo de etiqueta-.
 Me sorprendió escuchar un piropo de su parte pero cuando ya me estaba ruborizando escuché:
-Espero que no se te suba a la cabeza-.
-No se preocupe, sé cual es mi papel-, y tratando de no prolongar mi estancia allí, le pedí  permiso para esperarla en el salón.
-Buena idea-, me contestó.- Así, no te tendré fisgando mientras me cambio-.
Ni me digné a contestarla y saliendo de la habitación, la dejé sola con su asfixiante superioridad. Ya en el pasillo, me di cuenta que no tenía ni idea donde se hallaba, por lo que bajando la gigantesca escalera de mármol, pregunté a un lacayo. Este me llevó el salón donde al entrar, me topé de frente con mi anfitrión.
-Don Valentín-, le dije extendiéndole mi mano, -soy Manuel Pineda-.
-Encantado muchacho-, me respondió, dándome un apretón de manos, -vamos a  servirnos  una copa-.
El tipo resultó divertido y rápidamente congeniamos, cuando ya íbamos por la segunda copa, me dijo:
-Aprovechando que es temprano, porque no vemos el tema que te ha traído hasta acá-.
-De acuerdo-, le contesté,- pero tengo que ir por mis papeles a la habitación y vuelvo-.
-De acuerdo, te espero en mi despacho-.
Rápidamente subí a la habitación, y tras recoger la documentación, miré hacia el baño y sorprendido descubrí que no había cerrado la puerta y a ella, desnuda, echándose crema. Asustado por mi intromisión, me escabullí  huyendo de allí con su figura grabada en mi retina.
“¡Cómo está la niña!”, pensé mientras entraba a una de las reuniones mas importantes de mi vida.
La que en teoría iba a ser una reunión preliminar, se prolongó más de dos horas, de manera que cuando llegamos al salón, me encontré con que todo el mundo nos esperaba. Alicia enfundada en un provocativo traje de lentejuelas. Aprovechando el instante, recorrí su cuerpo con mi mirada, descubriendo que mi estricta jefa no llevaba sujetador y que sus pezones se marcaban claramente bajo la tela. En ese momento se giró y al verme, me miró con cara de odio. Solo la presencia del magnate a mi lado, evitó que me montara un escandalo.
-¿No me vas a presentar a tu novieta?-, preguntó Don Valentin al verla. Yo, obnubilado por su belleza, tardé en responderle por lo que Alicia se me adelantó:
-Espero que el bobo de Manuel no le haya aburrido demasiado, perdónele es que es muy parado. Me llamo Alicia-.
El viejo, tomándose a guasa el puyazo de mi supuesta novia, le dio dos besos y dirigiéndose a mí, me soltó:
-Te has buscado una hembra de carácter y encima se llama como tu jefa, lo tuyo es de pecado-.
-Ya sabe, Don Valentín,  que el hombre es el único animal que tropieza dos veces con la misma piedra-.
Contra todo pronóstico, la muchacha se rio y cogiéndome del brazo, me hizo una carantoña mientras me susurraba al oído:
-Me puedes acompañar al baño-.
Disculpándome de nuestro anfitrión, la seguí. Ella esperó a que hubiéramos salido del  salón para recriminarme mi ausencia. Estaba hecha una furia.
-Tranquila jefa. No he perdido el tiempo, tengo en mi maletín los contratos ya firmados, todo ha ido a la perfección-.
Cabreada, pero satisfecha, me soltó:
-Y ¿porqué no me esperaste?.
-Comprenderá que no podía decirle que tenía que esperar a que mi bella asistente terminase de bañarse para tener la reunión-.
-Cierto, pero aún así debías haber buscado una excusa. Ahora volvamos a la cena-.
Cuando llegamos, los presentes se estaban acomodando en la mesa. Don Valentín nos había reservado los sitios contiguos al suyo, de manera que Alicia tuvo que sentarse entre nosotros. Al lado del anfitrión estaba su novia, una preciosa mulata de por lo menos veinte años menos que él. La cena resultó un éxito, mi jefa se comportó como una damisela divertida y hueca que nada tenía que ver con la dura ave de presa a la que me tenía acostumbrado.
Con las copas, el ambiente ya de por si relajado, se fue tornando en una fiesta. La primera que bebió en demasía fue Alicia, que nada mas empezar a tocar el conjunto, me sacó a bailar. Su actitud desinhibida me perturbó porque, sin ningún recato, pegó su cuerpo al mio al bailar.
La proximidad de semejante mujer me empezó a afectar y no pude más que alejarme de ella para que no notara que mi sexo crecía sin control debajo de mi pantalón.  Ella, al notar que me separaba, me cogió de la cintura y me obligó a pegarme nuevamente. Fue entonces cuando notó que una protuberancia golpeaba contra su pubis y cortada, me pidió volver a la mesa.
En ella, el dueño de la casa manoseaba a la mulata, Al vernos llegar, miró con lascivia a mi acompañante y me soltó:
-Muchacho, tenemos que reconocer que somos dos hombres afortunados al tener a dos pedazos de mujeres para hacernos felices-.
-Lo malo, Don Valentín, es que hacerles felices es muy fácil. No sé si su novia estará contenta pero  Manuel me tiene muy desatendida-.
Siguiendo la broma, contesté la estocada de mi jefa, diciendo:
-Sabes que la culpa la tiene la señora Almagro que me tiene agotado-.
-Ya será para menos-, dijo el magnate-, tengo entendido que tu presidenta es de armas tomar-.
-Si-, le contesté, -en la empresa dicen que siempre lleva pantalones porque si llevara falda, se le verían los huevos-.
Ante tamaña salvajada, mi interlocutor soltó una carcajada y llamando al camarero pidió una botella de Champagne.
-Brindemos por la huevuda, porque gracias a ella estamos aquí-.
Al levantar mi copa, miré a Alicia, la cual me devolvió una mirada cargada de odio.   Haciendo caso omiso, brindé con ella. Como la perfecta hija de puta que era, rápidamente se repuso y exhibiendo una sonrisa, le dijo a Don Valentín que estaba cansada y que si nos permitía retirarnos.
El viejo, aunque algo contrariado por nuestra ida, respondió que por supuesto pero que a la mañana siguiente nos esperaba a las diez para que le acompañáramos de pesca.
Durante el trayecto a la habitación, ninguno de los dos habló pero nada mas cerrar la puerta, la muchacha me dio un sonoro bofetón diciendo:
-Con que uso pantalón para esconder mis huevos-, de sus ojos dos lágrimas gritaban el dolor que la consumía.
Cuando ya iba a disculparme, Alicia bajó los tirantes de su vestido dejándolo caer y quedando desnuda, me gritó:
-Dame tus manos-.
Acojonado, se las di y ella, llevándolas a sus pechos, me dijo:
-Toca. Soy, ante todo, una mujer-.
Sentir sus senos bajo mis palmas, me hizo reaccionar y forzando el encuentro, la besé. La muchacha intentó zafarse de mi abrazo, pero lo evité con fuerza y cuando ella vio que era inútil, me devolvió el beso con pasión. 
Todavía no comprendo como me atreví, pero cogiéndola en brazos, le llevé a la cama y me empecé a desnudar. Alicia me miraba con una mezcla de deseo y de terror. Me daba igual lo que opinara. Después de tanto tiempo siendo ninguneado por ella, esa noche decidí que iba a ser yo, el jefe.
Tumbándome a su lado, la atraje hacía mí y nuevamente con un beso posesivo, forcé sus labios mientras mis manos acariciaban su trasero. La mujer no solo se dejó hacer, sino que con sus manos llevó mi cara a sus pechos.
Me estaba dando entrada, por lo que en esta ocasión y al contrario de lo ocurrido en el avión, no la estaba forzando. Con la tranquilidad que da el ser deseado, fui aproximándome con la lengua a una de sus aureolas, sin tocarla. Sus pezones se irguieron esperando el contacto, mientras su dueña suspiraba excitada.
Cuando mi boca se apoderó del pezón, Alicia no se pudo reprimir y gimió, diciendo:
-Hazme tuya pero, por favor, trátame bien-, y avergonzada, prosiguió diciendo, -Soy virgen-.
Tras la sorpresa inicial de saber que ese pedazo de mujer nunca había probado las delicias del sexo, el morbo de ser yo quien la desflorara, me hizo prometerle que tendría cuidado y reiniciando las caricias, fui recorriendo su cuerpo, aproximándome lentamente a mi meta.
Alicia, completamente entregada, abrió sus piernas para permitirme tomar posesión de su tesoro, pero en contra de lo que esperaba, pasé de largo acariciando sus piernas.
Oí como se quejaba, ¡quería ser tomada!.
Desde mi posición, puede contemplar como mi odiada jefa, se retorcía de deseo, pellizcando sus pechos mientras, con los ojos, me imploraba que la hiciera mujer. Si eso ya era de por sí, excitante aún lo fue mas observar que su sexo, completamente depilado, chorreaba.
Usando mi lengua, fui dibujando un tortuoso camino hacia su pubis. Los gemidos  callados de un inicio se habían convertido en un grito de entrega. Cuando me hallaba a escasos centímetros de su clítoris, me detuve y volví a reiniciar mi andadura por la otra pierna. Alicia cada vez más desesperada se mordió los labios para no correrse cuando sintió que me aproximaba. Vano intento porque cuando, separando sus labios, me apoderé de su botón, se corrió en mi boca.
Era su primera vez y por eso me entretuve durante largo tiempo, bebiendo de su fuente y jugando con su deseo.
Poseída por un frenesí hasta entonces desconocido, me ordenó que la desvirgara pero, en vez de obedecerla pasé por alto su exigencia y seguí en mi labor de asolar hasta la última de sus defensas. Usando mi lengua, me introduje en su vulva mientras ella no dejaba de soltar improperios por mi desobediencia.
Molesto, le exigí con un grito que se callara.
Se quedó muda por la sorpresa:
“Su dócil empleado ¡le había dado una orden!”.
Sabiendo que la tenía a mi merced, busqué su segundo orgasmo. No tardó en volver a derramarse sobre las sabanas, tras lo cual me separé de ella, tumbándome a su lado.
Agotada, tardó unos minutos en volver en sí, mientras eso ocurría, disfruté observando su cuerpo y su belleza. Mi jefa era un ejemplar de primera. Piernas perfectamente contorneadas, daban paso a una cadera de ensueño, siendo rematadas por unos pechos grandes y erguidos. En su cara, había desaparecido por completo el rictus autoritario que tanto la caracterizaba y en ese instante, no era dureza sino dulzura lo que reflejaba.
Al incorporarse, me miró extrañada que habiendo sido vencida, no hubiese hecho uso de ella. Cogiendo su cabeza, le di un beso tras lo cual le dije:
-Has bebido. Aunque eres una mujer bellísima y deseo hacerte el amor, no quiero pensar mañana que lo has hecho por el alcohol-.
-Pero-, me contestó mientras se apoderaba de mi todavía erguido sexo con sus manos,-¡quiero hacerlo!-.
Sabiendo que no iba a poder aguantar mucho y que como ella siguiera acariciado mi pene, mi férrea decisión iba a disolverse como un azucarillo, la agarré y pegando su cara a la mía, le solté:
-¿Qué es lo que no has entendido?. Te he dicho que en ese estado no voy aprovecharme de ti. ¡Esta noche no va a ocurrir nada más!. Así que sé una buena niña y abrázame-.
Pude leer en su cara disgusto pero también determinación y cuando ya creía que se iba a poner a gritar, sonrió y poniendo su cara en mi pecho, me abrazó.
Capítulo cuatro.
Esa noche, me costó conciliar el sueño, mi mente no dejaba de rememorar lo sucedido y el tener a mi jefa, completamente desnuda en mis brazos, tampoco facilitó que me durmiera. Como no podía ser de otro modo, me reconcomía el no haber aprovechado mi oportunidad y que quizás a la mañana siguiente, la dulce niña hubiera desaparecido dejando paso a la hija de puta de siempre.
Sin darme cuenta, me quedé completamente dormido por lo que al menos en lo que a mi respecta, no hay nada que reseñar hasta que a la mañana siguiente, me desperté solo en la cama. Nada mas abrir los ojos y ver que no estaba en la cama, pensé que mis mas negros augurios se habían hecho realidad y que ese día no solo me quedado sin trabajo, sino que además había dejado escapar viva a la mujer mas bella de todas las que se habían cruzado en mi camino.
Cabreado por mi idiotez, me levanté y como recordé que, esa mañana, habíamos quedado con Don Valentín en ir a pescar, me puse un polo y un traje de baño, para acto seguido bajar a desayunar.
Al llegar al comedor, Alicia estaba charlando animadamente con nuestro anfitrión y su novio. Nada mas verme, se levantó de la mesa y dándome un beso en la mejilla, disimulando, murmuró:
-Lo de anoche, ¡no ha ocurrido!. Tenemos que disimular y que el negocio siga adelante-.
-De acuerdo-, le respondí.
“Menuda puta”, pensé mientras me sentaba a la mesa, “esta zorra se ha arrepentido”.
Sabiendo que, además de que no iba a tener otra oportunidad con ella, me había quedado sin curro, empecé a meditar sobre mis siguientes pasos y sobre todo quien podría estar interesado en contratarme.
Notando que estaba ausente, Don Valentín, preguntó:
-Muchacho, ¿te preocupa algo?-.
Sin darme tiempo a contestar, mi jefa acariciando mi pierna y poniendo cara de enamorada, respondió:
-¡Que va!, le cuesta despertar después de una noche movidita, pero verá que después de un café estará en pleno rendimiento-.
Todos mi poros me exigían que saliera de allí pero, como el cobarde que soy, solo sonreí. La muchacha viendo que había pasado el peligro y sin retirar su mano, comentó en voz alta que estaba deseando montarse en un barco porque nunca la había llevado en uno.
-Eso se arregla en cuanto termine Manuel-, contestó el magnate.
Viendo que me estaban esperando, me tomé el café de un sorbo. Al levantarme, como si realmente fuéramos novios, Alicia me agarró de la cintura y riendo, se pegó a mí como una lapa. Como no me quedaba más remedio que disimular y como ya no tenía nada que perder, no dejé de acariciar su trasero mientras nos dirigíamos hacia el barco. 
En el muelle, nos esperaba un enorme yate de último modelo con más de treinta metros de eslora y varios pisos.  Dulce, la novia del magnate ejerciendo de anfitriona nos lo enseñó. Me quedé alucinado al comprobar que tenía todas las comodidades pero aún más cuando al llegar a un coqueto camarote, vi encima de la cama mis pertenencias. Cayendo en mi cara de asombro, nos explicó que como conocía a su hombre y que en el mar se volvía obsesivo, no quería que estuviésemos incomodos si decidía prolongar la jornada de pesca.
Mi jefa al oírlo se sentó al borde de la misma, y haciendo como si probara la cama, dio un par de botes mientras decía:
-Ojala nos quedemos, nunca he hecho el amor en el mar-.
No contesté a su descaro con una bordería porque había gente presente pero esperé a que salieran para decirle en voz baja y con todo el rencor del mundo:
-Doña Alicia. Una cosa es disimular y otra comportarse como una puta-.
La mujer, sonriendo, dio la callada por respuesta y agarrándome nuevamente de la cintura, me llevó donde estaban los dueños del barco.
Don Valentín estaba ordenando al capitán que zarpara y que se dirigiera hacia el este, ya que, allí, había observado un cardumen de atunes y por lo tanto sería muy fácil que nos encontráramos con un Marlin. Como no tenía ni idea de que clase de pez era ese, puse cara de ignorancia. Alicia, reparando en ello, me aclaró que era el mas grande de los peces espadas.
-Ya sabes, un bicho cuyo frente competiría con tu pene-.
Semejante ordinariez, hizo las delicias de los presentes pero, a mí, me sentó a cuerno quemado, por lo que siguiendo con su estilo soez, le solté al oído:
-Pues anoche, no te quejaste del tamaño-.
-No debe de ser muy grande, porque ni lo noté-, me respondió en absoluto afectada por mi falta de respeto.
Mordiéndome un huevo para no cachetearla, me acerqué a la barra del bar y me puse una cerveza. Ella, siguiéndome, dijo mientras con descaro toqueteaba mi culo:
-No bebas mucho que sino, luego, no funcionas-.
Gracias a que Dulce llegó en ese momento, no le canté lo que opinaba de la puta de su madre y del cornudo de su padre. En menos de media hora, había conseguido sacarme de mis casillas, borrando cualquier afecto que la noche anterior hubiese podido adquirir por esa mujer.
-Salgamos a la cubierta-, nos pidió la mulata.
Obedeciendo, pero con la mala leche reconcomiéndome por dentro, fui detrás de ella. Había decidido que aunque esa zorra no me echara, el lunes presentaría mi dimisión. En la cubierta, Don Valentín estaba preparando la caña y los anclajes del asiento desde el cual se pescaba ese enorme animal. Incapaz de ayudarle, me senté a su lado. Al menos así, además de hacerle compañía, me libraba un rato de la maldita presencia de mi jefa.
El viejo, agradeció el hecho que le acercara una cerveza y dándome un consejo, me dijo que tenía que atar mas corto a mi novia.
-Hijo, si la dejas libre, se te va a subir a las barbas. Hazme caso, parece una buena niña pero debe de saber quien es el hombre-.
Como no podía decirle que esa zorra con cara de niña buena era mi jefa, asentí y cambiando de tema le pregunté por la pesca del Marlin. Le debí tocar el tema exacto porque la siguiente hora se pasó explicándome como era la lucha con ese animal y como debía de hacer para conseguir sacarlo  del mar. Mientras tanto, las dos mujeres charlaron animadamente a la sombra de una sombrilla. No habían dado todavía las once, cuando despojándose del pareo, Alicia me informó que iba a tomar el sol y me pidió que le echara crema.
Al llegar a su lado, se tumbó de espaldas y desabrochándose el sujetador, dijo a la mulata:
-No sabes las manos que tiene mi novio-, y dirigiéndose a mí, se insinuó diciendo:-embadúrname entera, soy muy blanca y si no me quemo-.
Sabiendo que no quedaba mas remedio, le empecé a extender la crema por la espalda y piernas pero al llegar a su trasero, no me pareció correcto hacerlo en frente de Dulce. Ella, al notar que no le daba protector en sus nalgas se quejó, por lo que no puede negarme.
La muy cabrona, sabía que estaba pasando un mal rato y para hacerme sentir todavía mas jodido, abrió sus piernas para que tuviera acceso a todo su trasero. Enfadado, fui mas allá de lo que me pedía y tras darle un buen sobeteo a sus nalgas, empecé a tantear su esfínter. Por primera vez en la mañana, se calló sin decir nada, por lo que, envalentonado y echando un buen chorro de crema en mi mano, jugueteé con su ano mientras charlaba animadamente con la mulata que ajena a mis maniobras y al tapar su visión con mi cuerpo, no veía que mi dedo se introducía en el interior de mi jefa.
Contra todo pronostico, mi victima no se quejó y relajando sus nalgas, me dejó seguir haciendo. Cuando ya entraban tranquilamente dos dedos en su interior, decidí que ya era bastante y cambiando de objetivo, pasé a su sexo. No me extraño descubrir que estaba mojado y, haciendo a un lado el breve tanga, torturé su clítoris hasta que mi querida jefa se corrió silenciosamente en  mis dedos. Una vez conseguido mi objetivo, le di una sonora nalgada y con voz autoritaria, le ordené que nos trajera dos cervezas.
Sonrojada y humillada, se levantó y al cabo de dos minutos, llegó a donde estábamos pescando con una bandeja llena de cervezas. Cogiendo dos, le mandé que volviera a meter todas en el refrigerador para que no se calentaran. Se notó por su cara que nadie en su vida le había tratado así y echa una furia, se llevó el restante al interior.
Al volver, Dulce, que tomaba el sol en top-less, vio que ella seguía con la parte de arriba de su bikini, le preguntó si no quería quitárselo:
-No muchas gracias, me da vergüenza y además a Manuel no le gusta que lo haga-.
-No seas tonta-, respondí, -quítatelo, estamos en confianza y si quieres te vuelvo a echar crema-.
Ante esa sugerencia y sabiendo que si me emperraba, iba a volver a darle un nuevo repaso, se lo quitó diciéndome que no hacia falta que ella podía.
-Así me gusta, muchacho, que sepa quien manda-, me dijo el viejo mientras bebía la cerveza que le había traído mi supuesta novia.
Por primera vez, la tenía en mis manos y no pensaba dejar escapar la presa, por lo que cuando vi que se había acomodado en la tumbona, me bebí de un trago lo que restaba en la botella y le pedí que me trajera otra.
Su cara era un poema, estaba indignada pero aún así sabiendo lo que nos jugábamos con ese negocio, llegó sonriendo. Al coger la cerveza, le agarré de la cintura y sentándomela en las rodillas, le di un beso. Ella incapaz de zafarse de mi abrazo, se relajó y dándome un beso en la mejilla, preguntó a Valentín acerca de su vida.
Éste, animado, empezó a contarnos sus duros inicios y como poco a poco fue teniendo éxito. Cuando mas interesado  estaba en el relato, noté que la mano de la arpía cogía entre sus dedos mi sexo y sin que nadie se percatara, empezó a menearlo. La muy perra se estaba divirtiendo, pegando su torso desnudo al mio, evitaba que nuestro contertulio fuera consciente de que me estaba masturbando. Comprendiendo que no podía hacer nada para evitar su venganza y sobre todo deseando que llegara a buen puerto, me relajé disfrutando del momento.
Pero que equivocado estaba si creía que ese era su plan porque cuando mi jefa notó que me iba a correr, se levantó y nos dijo que se iba a por otras dos cervezas que las nuestras se habían calentado. Dejándome a mí, hirviendo y con el mástil apuntando al cielo.
Afortunadamente en ese momento, sentí que algo había picado y al tirar de mi caña, comprendí que era grande. Asustado le pedí consejo al dueño de barco, el cual dejando su asiento se acercó y me dijo que dejara que mi presa se cansara antes de intentar recoger mucho el sedal. No tardé en descubrir que era un Marlin el que había picado mi anzuelo. La siguiente media hora fue una de las más emocionantes de mi vida pero cuando conseguí subirlo al barco, estaba agotado. A mi lado, Alicia parecía estar orgullosa de mí pero, cuando me felicitó, comprendí que no era así, porque me susurró:

-Disfruta que es lo único que vas a pescar este fin de semana-.

 
Capítulo cinco.
Como estaba cansado después de la lucha con el animal, dejé que fuera el anfitrión, quien pescara y tranquilamente me puse a disfrutar de mi cerveza, pero me resultó imposible porque aprovechando que la mulata se había ido a su camarote y que el viejo estaba disfrutando con su afición, Alicia se tumbó frente a mí y pasando su mano por el cuerpo, empezó a pellizcarse los pezones.
Una vez había captado mi atención, metió una mano dentro de su bikini y sacándome la lengua, empezó a juguetear con su sexo. Verla casi desnuda, masturbándose y sabiendo que su  único objetivo era el calentarme, me enervó pero aun así no fui capaz de retirar la mirada de su cuerpo. Se estaba comportando como una atentica zorra e imitando la actuación de una actriz porno sacó sus dedos y acercándolos a su boca, los chupó mientras me guiñaba un ojo.
Alicia, que en un principio lo hacía para molestarme, se fue calentando y cambiando de postura, se puso a cuatro patas, dejándome observar no solo como se corría sin necesidad de mí, sino obligándome a ser consciente de la maravilla de mujer que había perdido. Una vez hubo terminado y caminando como una autentica puta en celo, se acercó a donde estábamos y metiendo sus dedos en mi boca, me dio a probar de su flujo, mientras decía:
-Os dejo, voy a ver a Dulce-.
Por segunda vez en esa mañana, esa zorra me dejó  con la miel en los labios y completamente excitado.
Gracias a que mi acompañante era un hombre inteligente y con una conversación divertida, mi cabreo se fue diluyendo en las docenas de cervezas que consumimos  mientras Don Valentín se hartaba de sacar peces para después de una desigual lucha devolverlos al mar. Al cabo de dos horas y quizás ya cansado por el gran numero de capturas, me preguntó sino tenía hambre. Con un breve gesto de cabeza, asentí y sin mas preámbulos, entramos en el salón.
Sobre la mesa, los marineros habían dispuesto un gran número de viandas. El sr. Pastor gruñó con satisfacción al probar uno de los aperitivos y gritando, llamó a su novia. Ésta no se hizo esperar, llegando acompañada de Alicia. Me quedé pasmado al verlas entrar, ambas se habían cambiado y  venían luciendo unos vestidos de lino, casi transparentes, que mas que ocultar los encantos de ambas, descaradamente provocaban que cualquier hombre presente deseara tenerlas entre los brazos.
-¡Que guapa!-, piropeó Don Valentín a Dulce,-estás para comerte-. Y sin importarle lo mas mínimo nuestra presencia, la besó con pasión.
Yo, por mi parte, ni me fijé en su actitud. Mis ojos estaban contemplando la belleza de mi jefa, ensimismado en como la delgada tela  dejaba traslucir su figura.
-¿Y a mí, no me dices nada?-. preguntó Alicia mientras se  daba una vuelta para que pudiese observar que debajo del vestido, no llevaba ropa interior.
-Estás bellísima-, tuve que reconocer.
Encantada por haber conseguido sacarme un halago, se acercó y en voz baja, me susurró:
-Verás pero no catarás-.
Debió de ser por la calentura no satisfecha o por el alcohol ingerido que cogiéndola de la cintura, forcé sus labios y manteniéndola entre mis brazos, le contesté:
-Antes que acabe el día, te habré hecho mía-.
Lejos de enfadarse, pasando su mano por encima de mi bañador, me sonrió.
“Ésta calientapollas, no me creé capaz”, pensé, “pero se equivoca”.Con  la decisión ya tomada, me senté a la mesa.
Dulce, actuando como la señora, fue sirviendo a cada uno su plato pero, cuando llegó a mí, Alicia le pidió que dejara que fuese ella la que me sirviese. Temí que me hiciera alguna trastada y por eso no la perdí de vista pero, en contra de lo que había supuesto, su actitud hacia mí parecía haber cambiado o nuevamente estaba actuando.
“¡Me estaba mimando!”
 Al terminar de comer, Don Valentín nos sugirió que tomáramos la copa en los sofás. No hallé ningún motivo para negarme por lo que le acompañé, sentándome en el que tenía enfrente.
Lo que no estaba en el guion fue que, sin preguntar, mi jefa se me acurrucara encima y apoyando su cabeza en mi pecho, se quedara dormida mientras yo hablaba con nuestro anfitrión. Él, al percatarse de que la muchacha se había quedado transpuesta, me dijo:
-Llévala a la cama. Nos vemos luego-.
Cogiéndola en mis brazos, la llevé al camarote y tras depositarla en la cama, ya me disponía a salir por la puerta, cuando oí que la muchacha me pedía que no me fuera. Extrañado, le pregunté que era lo que quería..
-¡Que cumplas tu palabra!, necesito ser tu mujer-, me dijo llorando,
-¿Se puede saber, de que coño vas?-, le contesté sacándome todo el rencor que llevaba acumulado. -Esta mañana al despertarme, te habías ido. Luego me dices que olvide lo ocurrido y después llevas todo el día comportándote como una autentica puta-.
Tardó en contestarme y cuando lo hizo, su respuesta me dejó helado por lo inesperado:
-Te crees muy macho pero no entiendes a las mujeres. ¡Llevo años enamorada de ti! Pero, para entregarme a tus brazos, necesitaba que aunque no me ames, al menos reconocieras que me deseas-.
No pudiendo asimilar sus palabras, salí huyendo hacia el salón, pero a mitad de camino, me di cuenta que desde que la conocí estaba subyugado por su inteligencia y que si durante todo ese tiempo la había soportado, era porque aunque no lo supiera, la quería. Dando la vuelta, entré en el camarote y le dije:
-Elige que prefieres, ¿A tu empleado  o a tu hombre?-.
Tras unos instantes, dando un salto, se acercó y riendo, contestó:
-Sin ninguna duda: ¡A mi hombre!-.
Deslizando el vestido por sus hombros, la desnudé. La sonrisa y el deseo que desprendía en ese momento hacía aún mas apetecible la belleza de esa mujer. Alicia, al notar que mi cuerpo respondía con una erección a la visión de su cuerpo desnudo, se rio y quitándome la camisa, me ordenó que la desvirgara.
-No habíamos quedado que no querías un empleado-, le dije mientras la tumbaba en la cama. –Ni se te ocurra ordenarme nada, pídemelo-.
La muchacha, al oir que la regañaba, se puso de rodillas y mientras me bajaba el traje de baño, me contestó:
-Tienes razón-, y tras guiñarme un ojo, dijo,-¿podría el dueño de este magnifico pene, poseer a ésta, su servidora?-.
Riendo su ocurrencia y mientras ella tomaba posesión de mi sexo con su boca, respondí:
-No solo te voy a desvirgar. Si te portas bien, quizás hasta deje que te vengas a vivir conmigo-.
Esas palabras le sirvieron de acicate  y usando su garganta como si se tratara de su sexo, se lo introdujo poco a poco hasta que sus labios tocaron la base de   mi pene.
-Serás virgen, pero haces unas mamadas de escandalo-, solté al percibir que, totalmente fuera de sí, acariciaba mis testículos mientras aceleraba las maniobras de su boca.
Mi querida jefa no tardó en advertir que me iba a correr y avisada de que su actuación dependía que tuviéramos futuro como pareja, cuando exploté, no dejó que nada de mi semen se derramara. No me podía creer que esa mujer tan estirada, no solo se tragara toda mi eyaculación sino que posteriormente, con su lengua me limpiara mi sexo sin protestar.
Cuando ya creía que me iba a dejar descansar, me rogó que me tumbara a su lado y  poniéndose entre mis piernas, buscó reactivar mi maltrecho aparato con su boca. ¡No tardó en conseguirlo!. La cría al observar mi erección, sonrió y poniéndose de rodillas frente a mí, sin hablar, me rogó que la tomara.
Sabiendo que era lo que esperaba de mí, me puse a su lado y pasando mi lengua por su sexo, separé sus labios y con agrado, escuché como gemía. Comprendí que no solo estaba dispuesta sino que todo su cuerpo ansiaba ser tomada, por lo que, aproximando mi glande jugué con su clítoris mientras ella no dejaba de suspirar excitada.
Quería que su primera vez fuera especial y por eso, cuidadosamente introduje mi pene en su interior, hasta encontrarme con su himen.  Sabiendo que mas allá, le iba a doler, esperé que ella se sintiera cómoda. Pero entonces, echándose hacia atrás, forzó mi penetración y de un solo golpe, se enterró toda mi extensión en su vagina.
Dio un grito, al sentir como su tela se rompía y que de pronto, mi pene la llenaba por completo. Yo, por mi parte, estaba ansioso de comenzar a moverme pero antes de hacerlo, le di tiempo para que se relajara. Una vez comprendí que ya podía, lentamente fui metiendo y sacando mi pene de su interior. La muchacha que hasta entonces se había mantenido expectante, me pidió que acelerara el paso mientras con su mano, acariciaba su botón del placer.
Los gemidos de placer de Alicia me hicieron incrementar mis embestidas y sin piedad, fui apuñalando su  interior con mi estoque. Mi victima no demoró en correrse sonoramente, mientras me rogaba que siguiera haciéndole el amor. Si ya era eso suficiente aliciente, mas aún fue verla pellizcando sus pezones sin misericordia.
-¿Te gusta que te folle?-, pregunté al sentir que por segunda vez, la muchacha llegaba al orgasmo.
-Si-, gritó sin acordarse de que estábamos en un barco y que la gente podía oírnos.
Dominado por la lujuria, la agarré de los pechos y profundizando en mi penetración, forcé su cuerpo hasta que mi pene chocó con la pared de su vagina. La reacción de la muchacha  no se hizo esperar y berreando, me pidió que la usara sin contemplaciones. Oirla tan entregada, me hizo preguntarle:
-¿Quién eres?, mi jefa o mi puta-.
-¡Quien tú quieras!, tu puta, tu amante o tu mujer-, respondió echa una loca.
Su rendición fue la gota que necesitaba mi vaso para derramarse, y cogiéndola de los hombros, regué mi siguiente en su interior, a la vez que le decía:
-La tres, mi puta, mi amante y mi mujer-.
Rendido caí sobre el colchón. Alicia, satisfecha, me abrazó y poniendo su cabeza en mi pecho, esperó que descansara en silencio. Esa tarde, no solo la había desvirgado, sino que la había liberado de sus demonios y por fin, se sentía una mujer. Al cabo de cinco minutos, ya repuesto, levanté su cara y dándole un beso en los labios,  pregunté como se sentía.
-De maravilla-, respondió y sabiendo que en ese momento, no podría negarle nada, dijo: -¿Qué tal me he portado?-.
-Muy bien-, contesté sin pensar mi respuesta.
Mi amada jefa, poniéndose encima de mi, me soltó:
-Lo suficiente para que al volver, me vaya a vivir contigo como prometiste-.
-¡Serás zorra!-, dije, azotando su trasero. –Sí, siempre que prometas comportarte igual todas las noches-.
-No solo haré eso, sino que todas las mañanas te juro que llegarás relajado a trabajar-, respondió con sus manos mientras buscaba repetir la faena.
Maravillado por el ímpetu de la cría, me dejé hacer y cuando ya tenía nuevamente mi pene en su interior, susurrando en su oído, le comenté:
-Será difícil. En la oficina, seguirás siendo la jefa pero ten cuidado o tendré que  castigarte al llegar a casa-.
-No tendrás queja de mí, pero ¿no has pensado que mi casa es más grande que la tuya?-.

Solté una carcajada al escucharla. Alicia, aunque estuviera enamorada, seguía siendo la misma que siempre. Pero me gustaba así, por lo que sin explicarle la razón de mi risa, me apoderé de uno de sus pechos, mientras me decía:

“O tengo cuidado, o  volveré a ser su perrito faldero”.

Si quieres ver un reportaje fotográfico más amplio sobre la modelo que inspira este relato búscalo en mi otro Blog:     http://fotosgolfas.blogspot.com.es/
 
 
¡SEGURO QUE TE GUSTARÁ!

Relato erótico:”Mi primera vez con Katrina” (PUBLICADO POR AMANTE SINIESTRO)

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MI PRIMERA VEZ CON KATRINA

Esta historia que les voy a relatar sucedió en el cumpleaños de mi hermana.

Como mi hermana (la cual cumplía 30 años) no quería festejar su cumpleaños, fui yo quien decidí junto a mi mamá que lo haga. La verdad es que hasta entonces todo había sido un rollo, pero la situación cambió de forma radical desde que mis padres convencieron a mi hermana de que lo festeje e invite a todas sus amigas y demás parientes.

La fiesta se realizó por la noche. Hacía un día estupendo, no demasiado caluroso. Comenzaron a llegar los invitados. Los primeros fueron Martha y Cleverd, amigos desde hace muchos años de mis padres. Él debe tener unos 50 años, pero Martha es más joven o, al menos, lo aparenta. Es morena, con algunos kilos de más, tetas caídas perfectamente bronceadas y piernas largas y sensuales también muy bronceadas. Se acerca a mí y me da un beso en la mejilla. Se le marcan los pezones en el vestido negro que ha traído hoy (No parece que lleve sujetador). Después de ellos vinieron bastantes parejas más, ninguna demasiado interesante… hasta que llegó Katrina. Katrina es una mujer separada, amiga de mi madre, de unos 45 años. Desde hace años no dejo de hacerme pajas pensando en ella; sólo verla me pone muy caliente. Es una mujer de estatura media, cabello de color castaño claro, labios gruesos muy sexys ( siempre pintados ) con tetas de tamaño medio pero con pezones que miran hacia arriba, del tamaño de un guisante. Tiene caderas anchas y un culito respingón. Siempre está ligeramente bronceada. Había venido con un traje de una pieza, de color crema, con la espalda al descubierto y anudado al cuello. En cuanto entró en la parcela, no pude dejar de mirarla; estaba para echarle unas cuantas cogidas. Después de saludar a las parejas que habían venido, vi como Katrina se acercaba hacia donde yo estaba.

Al llegar, me saludó y me dio un beso en la mejilla. Eso me puso aún más caliente. Sólo pensaba en cogérmela. Hablamos durante unos minutos, pero mi madre vino e interrumpió la conversación. Me dijo que había que ir a casa a coger hielos para las bebidas. Puse cara de enfado, pero no me quedó más remedio que ir y dejar de hablar con Katrina. Entré en casa y me dirigí a la cocina. No podía dejar de pensar en ella. Me empecé a excitar; me dolía la polla pues estaba más dura de lo normal. Me desabroché los botones del pantalón y empecé a masturbarme, pero me detuve ya que alguien podría verme, así que me fui hasta el servicio y me hice una paja tremenda pensando en Katrina en cuestión de segundos, ya que estaba a cien. Volví a la cocina para sacar los hielos del congelador. En ese momento, oí detrás de mí unos pasos. Me di la vuelta, y casi me muero del susto; era Katrina. Se acercó a mí y me dijo que mi madre le había mandado a buscarme. Me ayudó a coger todas las bolsas de hielo del congelador. Salí primero de la cocina y ella detrás. Cuando íbamos por el pasillo noté, de repente, una sensación de frío muy intensa en la espalda: ¡¡¡ME HABÍA METIDO UN CUBITO DE HIELO POR DENTRO DE LA CAMISETA!!! Me giré, y vi su sonrisa pícara. Me levanté la camiseta delante de ella para sacarme el hielo y, de paso, provocarla un poco. Su respuesta no se hizo esperar: No estas nada mal he – me dijo.

Intento cuidarlo lo más que puedo – le contesté.

¿Sabes lo que viene muy bien para mantenerse en forma?- preguntó.

Ni idea – dije, muy excitado.

Follar. Echar una buena cogida es lo mejor que hay para la salud. Sabes, hace un par de meses que no me como una buena polla, y estoy bastante hambrienta.

Me quedé con la boca abierta. No sabía qué hacer. Katrina siempre había sido mi fantasía sexual, pero nunca había pensado en que se hiciera realidad. No estaba ni empalmado del susto que tenía. Sin embargo, ella estaba mucho más activa. Todavía tenía la camiseta levantada, así que se acercó más a mí y comenzó a acariciarme con su mano derecha uno de mis pezones. Me empalmé de nuevo. Me cogió de la mano y me llevó rápidamente a mi habitación, en el piso superior. Cerró la puerta y me dijo que me tumbara en la cama. Me ordenó quitarme los pantalones y bajarme los slips. Yo estaba a cien, y no lo dudé ni un segundo; me quedé totalmente desnudo, con la verga totalmente tiesa y con restos de semen de la paja que me había hecho antes. Ella estaba totalmente vestida. Comenzó a hablar muy excitada: Uuuummm… Vaya tamaño de polla que tienes… nada mal. Me va a dar muuucho gusto tenerla dentro de mí. Veo que estás a cien. Tienes leche en la punta, ¿te has hecho una paja ahora?
Me he hecho una paja hace un poco pensando en ti – contesté.

Ojalá hubiera estado allí para verte. Bueno, da igual, ahora voy a disfrutarte entero. Quiero ser tuya en este instante – respondió.

Se desanudó el vestido color crema por el cuello. En ese momento, sus tetas quedaron al descubierto. Eran preciosas; no muy grandes, semi bronceadas, con grandes pezones que miraban hacia el techo de la habitación, desafiantes. Mi erección creció aún más, me dolía la polla y los testículos de tanta excitación. Katrina se quitó el vestido por los pies: ¡NO LLEVABA BRAGAS!. Tenía el coño depilado; sólo se había dejado una franja de pelitos en el centro, de color castaño claro. Se acercó rápidamente hacia mí y, sin mediar palabra, me cogió la polla y se la introdujo en su caliente y húmeda vagina, quedando sentada encima de mí. Yo la agarré de las tetas y ella comenzó a moverse arriba y abajo. Estaba a mil. Cuando estaba a punto de correrme Katrina se paró y acercó su boca a la mía para darme un beso y meterme la lengua hasta dentro. Quedamos abrazados un momento y después se separó y me dijo que la follara como si fuese una puta. Comenzó, de nuevo, con un sube y baja frenético sobre mi polla. Estaba totalmente ida. Mientras, yo masturbaba con mi dedo índice humedecido con saliva su clítoris, que era pequeñito y sonrosado. Katrina gemía constantemente. Después de un rato, le dije que me corría. Dijo que me corriera dentro, que le gustaba más, y que no había ningún problema. En cuanto lo hice, Katrina se bajó de mi polla y, viendo que estaba llena de semen y fluidos, la cogió con su mano derecha y se la metió en la boca, dando grandes lengüetazos y tragándoselo todo hasta dejarla limpia. Justo después, ordenó que me vistiera, que había que llevar los hielos a la fiesta. Me guiñó el ojo y me dijo que mis padres deberían organizar más fiestas como estas.

 

Espero les haya gustado. Saludos

P. D.: Espero sus comentarios.

 

 

Mi esposa es mi tia, mi mujer es mi hermana, mi amante es mi sobrina, final

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  • Carlos hazme el amor antes de partir a tu chalet

  • Claro con mucho amor

 

Quito poco a poco su ropa,  beso cada parte de su cuerpo, aparece ante mi vita, es un placer esto, ella se estremece, quito su sostén, aparece su pecho desarrollado, lo beso, chupo, succiono, quiero sacar el néctar que no tiene,

 

  • Para no aguanto más, me tiene en las nubes

  •  Así es como quiero que estés

 

Sigo besando su cuerpo, tiembla a cada beso ni importa donde sea, me encuentro cercas de su entre pierna creo que espera ataque ese lugar paso sigo con besos por sus bien formadas piernas, se nota que hace ejercicio, ella se asoma

 

  • Que haces

  • Solo quería hacer suspenso

  • Muero de ganas de ser tuya, no me hagas sufrir mas

  • Claro

 

Me armo de valor consiente de lo que hago. Le jalo su braga está pegada empapada de sus fluidos un aroma que inunda todo el cuarto

 

  • No sigas haciendo sufrir, eso no me gusta, no lo hagas

  • Está bien

 

Subo a su altura, ella me abraza con pies y brazos, no supe cómo,  sentí como la pinga era atraída hacia dentro de ella, solo un poco choco con algo,

 

  • Coopera no quieras que lo haga todo

  • No me digas que eres v…

  • Sí, me reservo par alguien especial

  • Esto te dolerá

  • Lo sé, lo espero hace mucho. Solo no seas bruto

  • Claro tratare

 

Trato de ser cariñoso con ella, no logro pasar el himen, ella gime creo que se desespera,

 

  • No aguanto más, me tienes …

 

Ella me hace rodar, ella queda en cima, sube lo más posible sin salir, se deja caer encima de mí, grita, cae encima de mí, con una voz casi inaudible

 

  • No te muevas

  • Si

 

Así estamos un rato, creo que se recupera

 

  • Ahora soy una mujer completa, hazme tu mujer

 

Ella se mueve lenta mente, me agarra de las manos, se incorpora, comienza, sube, baja, lentamente, casi no se nota, después aumenta, cada vez más rápido es algo raro logro controlarme ella suspira, gime, siento algo, moja mi pinga mi entre pierna, sigue sin parar, solo es lento, ahora vuelve hacer rápido, esta vez no soporto, parece que me quiere meter dentro de su cuerpo, no aguanto mi semen sale todo lo que tengo gruño de gusto ella cae sentí como me apretaba, me deja sin aliento, la dejo a un lado me falta el aire, pasa un rato logro recuperarme la veo

 

  • Eso me gusto, creí que sería menos hermoso, me hiciste tu mujer, te amo, te amo

  • Si Andrea, te amo

  • Que mal

  • Que pasa

  • Tenemos que marchar, quiero que me lo hagas todo el día

  • Moriremos sin remedio

  • Te imaginas, todo el día dale que dale, pegados comiendo, vamos abañarnos juntos

  • No creo que podamos marchar, si lo hacemos otra vez

  • No tonto bañarnos solamente, partimos a tu chalet

  • Si

 

Nos bañamos. Por separado esa mujer es una fiera, juntamos sus cosa claro nos besamos, marchamos a mi chalet, allegar ella las ve

 

  • Ellas quienes son

  • Laura su esposa, tu quien eres

  • Hola Andrea

  • Mi nombre es Yolanda su mujer

  • Mi nombre es Aleid mi hija Sanne espero le guste  a Carlos

  • Entonces soy Andrea su amante

 

No entiendo lo que paso, ellas no pelearon, al contrario se hablaron bien, vivimos como una gran familia feliz, solo pasaron unos días me llamaron mi abuela había muerto me dejo una carta comencé a leer

 

  • Carlos lamento lo que paso, juro que no lo sabía, encontré hace poco, antes de escribir esta carta, encontré unas pruebas, donde tu abuelo es el padre de Laura, no puedo hacer nada

 

Mi abuela quiso hacer un bien, le salió mal, continuo con la otra pagina

 

  • Tu abuelo escribe, tu padre marcho con sus amigos de la infancia, a un lugar, a folla con unas tías, en ese lugar tu padre preño a una tía, su hija es Yolanda, según tu abuelo anoto los datos

 

Veo que los datos son de, mi ahora mi mujer Yolanda, continuo con la otra hoja

 

  • Tu abuelo nunca me dijo, junto con tu padre, dieron dinero a una chavala que trabajaba en su chalet, tu hermano la preño, ella desapareció, deja estos datos espero tú la busques, seguro su madre murió tenia una enfermedad mal tratada, después de nacer Andrea

 

La madre que los pario,  que nos pario mi tia es mi esposa, mi hermana mi mujer , mi sobrina mi amante, en la cena trato de decirlo no me dejan en cabio me dicen

 

  • Carlos estoy embarazada

  • También estoy embarazada

  • Tengo dos semanas de embarazo

 

Todas me dicen

 

  • “ te amo mucho”

 

No digo nada, me guardo el secreto, vivimos felices…

“Doce noches, dos mujeres, una isla desierta” LIBRO PARA DESCARGAR (POR GOLFO)

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Sinopsis:

Tras un naufragio, Manuel se queda varado en una isla desierta con María y con Rocío. La fantasía de todo hombre y de muchas mujeres, es tener a dos bellezas a su entera disposición. Si encima una de ellas es su prima y la otra, la clásica amiga buenorra todavía más. En este relato os cuento eso, como el protagonista hace realidad su sueño y como ese accidente terrible, se convierte a la larga en lo mejor que le ha ocurrido en la vida.

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Para que podías echarle un vistazo, os anexo LOS DOS PRIMEROS CAPÍTULOS:

CAPÍTULO 1

La fantasía de todo hombre y de muchas mujeres, es tener a dos bellezas a su entera disposición. Si encima una de ellas es su prima y la otra, la clásica amiga buenorra todavía más. En este relato os cuento eso, como hice realidad mi sueño y como un accidente terrible, se convierte a la larga en lo mejor que me ha ocurrido en la vida.

Esta historia tuvo lugar durante unas vacaciones familiares en Indonesia. Mi tío Enrique es un capullo al que la suerte y el trabajo constante le han hecho millonario. Decidido a hacer gala de su dinero, anualmente invita a mi familia y a otros amigos a acompañarle en un viaje a un lugar exótico. Para lo que no lo sepan, ese país consta de más de 17.000 islas de las cuales apenas unas quinientas están habitadas, el resto o bien nunca han tenido presencia humana o actualmente están desiertas. La historia que os voy a contar trata sobre una de ellas, Woholu un islote de treinta kilómetros cuadrados que estuvo habitado pero que desde hace más de cincuenta años solo viven en ella, monos, cerdos y pájaros.
Ese verano, el caprichoso de mi pariente decidió que fuéramos a Bali y no solo se llevó a mis viejos y a mí, sino que invitó a Rocío, la mejor amiga de mi prima María. El plan era cojonudo, nos pasaríamos un mes navegando entre las islas teniendo como base un hotel alucinante en la capital, Denpasar. El “Four Season” donde nos alojábamos era enorme, además de seis piscinas, no sé cuántos restaurantes y discotecas, tenía embarcadero propio. De allí salían los yates de pesca que los huéspedes alquilaban por horas.
Como el tío quería dejar claro que él era un personaje importante, alquiló, durante todo el mes: ¡Dos! Uno enorme en el que salían los mayores y uno de ocho metros para los jóvenes.
Como podréis comprender, no puse reparo alguno a esa clara marginación porque tanto mi prima como su amiga estaban buenísimas. Reconozco que eran unas pijas insoportables, que se lo tenían creído, pero verlas en bikini hacía que se me olvidaran todos los feos que ese par acostumbraban a hacerme. Para ellas, yo era el primo pobre; el mendigo que recogía las migas que caían de la mesa, pero me daba igual.
María, por ejemplo, era una diosa de veintidós años, rubia teñida y un cuerpo de los que hacen voltear a cualquiera al pasar a tu lado. Daba igual que tuviera poco pecho, su trasero te hacía obviar la falta de glándulas mamarias porque era todo vicio. Al mirarlo, os juro que hacía que me sintiera en el paraíso vikingo, deseando que ella fuera mi valkiria particular.
Rocío, su amiga, no se quedaba atrás. Castaña de pelo y con la piel morena, tenía una cara de morbo que me hacía suspirar cada vez que me pedía que le trajera, aunque fuera un puto refresco. Dotaba por la naturaleza con más pecho, su breve cintura maximizaba no solo este sino el magnífico culo que movía sin parar. En suma, yo, con mis veinte años recién cumplidos, me creía dueño de un harén, aunque realmente mi función fuera la de bufón. Sabía que el hermano de mi padre me invitaba para así no tenerse que ocupar de su hija.
― ¡Ocúpate de qué se lo pase bien! ― me soltó mi tío hace dos veranos y a partir de ahí siempre había sido ese mi cometido.
Daba igual el capricho que se le ocurriera a mi adorada prima, ahí estaba yo para pedirle una copa, echarle crema o incluso conseguirle el teléfono de algún macizo con el que quisiera ligar. Era su sirviente veinticuatro horas al día, siete días a la semana, pero no me quejaba porque también tenía sus recompensas. Por ejemplo, en Suecia durante un crucero la había visto desnuda por un segundo o en Australia le tuve que quitar de un pecho un alacrán y donde me permití el lujo de que mis manos se recrearan en sus tetas buscando otro que pudiera haberse quedado en ellas.
María sabía que me gustaba y por eso no perdía ocasión de excitarme. Continuamente se mostraba casi desnuda con el afán de turbar a su primo “pequeño” y por eso, no sé la cantidad de pajas que me había hecho en su honor. Si intentaba cualquier acercamiento, esa zorra se reía de mí e incluso me chantajeaba con decírselo a sus padres.
Todo eso cambió un feliz y desgraciado día en que los viejos quisieron ir a visitar unos templos, mi prima se negó a ir diciendo que prefería hacer submarinismo a una zona de la que le habían hablado. Lógicamente, su esclavo tuvo que acompañarlas y por eso estaba yo en el yate cuando en mitad de la travesía el capitán, un balinés entrado en años le informó que teníamos que volver porque se anticipaba tormenta. No os podeos imaginar el berrinche de niña malcriada que se cogió cuando el profesional le explicó que era peligroso. Enfurruñada y con el apoyo de su amiga hicieron de todo para ralentizar nuestra huida, de modo que cuando al final partimos de vuelta hacía puerto era demasiado tarde. Supe que estábamos en problemas cuando vi la cara de terror de Wong.
Luchando contra olas de seis metros y un viento huracanado, el marino intentó evitar el tifón, pero no pudo, por lo que en un momento dado decidió que nuestra única esperanza era embarrancar contra la primera isla que nos encontráramos. En un inglés penoso, el indonesio nos pidió que nos pusiéramos los salvavidas e histérico, explicó cuáles eran sus intenciones. María y Rocío fueron tan bobas que no se creyeron el peligro hasta pocos segundos antes que chocáramos con el arrecife.
Entonces y solo entonces se pusieron a gritar muertas de miedo. El choque fue tan brutal que nuestro barco se partió en dos. Yo, por mi parte, me vi lanzado por la borda y durante un instante creí que moría al no poder respirar. Afortunadamente, conseguí salir a flote y nadar hacia los restos del yate.
Me encontré a mi prima con una brecha en la cabeza y a su amiga desmayada. Aterrorizado, conseguí agarrarme a un trozo de quilla que flotaba cerca, lo que me permitió recoger a mis acompañantes, pero cuando intenté ayudar al capitán, lo hallé muerto con un golpe que se le había llevado media cabeza. No comprendo todavía como conseguí llevar a mi prima y a su amiga hasta la orilla. La tempestad era tal que nadamos a ciegas y cuando ya creía que no íbamos a sobrevivir, apareció de la nada la playa. Haciendo un último esfuerzo, toqué la arena y caí agotado sobre ella.
Desconozco cuanto tiempo, me quedé tumbado mientras me recuperaba. Solo sé que mientras trataba de tomar aire, ese par no hacía otra cosa que llorar. Cabreado, me levanté y sin mirar atrás busqué un cobijo donde guarecernos. Cosa que fue fácil porque a pocos metros de la playa se alzaba una iglesia y los restos de un antiguo poblado. Creyendo que estábamos a salvo, llamé a las dos muchachas mientras entraba en el lugar.
Reconozco que se me cayó el alma al suelo al comprobar que estaba en ruinas, pero asumiendo que cuando amainase el temporal encontraríamos ayuda, busqué en la sacristía un sitio donde evitar el seguirnos mojando. Aunque no sea lógico, no llevábamos más de cinco minutos a resguardo cuando la arpía de mi prima me ordenó que saliera en busca de auxilio. Como comprenderéis me la quedé mirando como si estuviese ida y me negué. María, furiosa al comprobar que no le obedecía, me juro que me arrepentiría de ello. Sus reproches en ese momento me entraron por un oído y me salieron por el otro, pero lo que realmente me sacó de quicio fue cuando me exigió de malos modos que hiciera una hoguera porque tenía frio.
―A ver cariño. ¿Cómo cojones quieres que haga fuego? ― repelé con muy mala leche.
Por su cara, comprendió lo inútil de su exigencia y hundiéndose en la desesperación, se echó a llorar. Por suerte, en ese momento, Rocío se buscó en el short que llevaba y con una expresión de alegría en su cara, se sacó el encendedor del bolsillo con el que le había visto encenderse un par de porros.
― ¿Esto servirá? ― dijo con tono tímido.
―Por supuesto― contesté y mirando a mi alrededor, caí en que los asientos de la iglesia, nos podía servir de leña.
Poniéndome de pie, rompí un par de ellos y recogiendo las astillas y unos periódicos, al cabo de un rato, los tres disfrutamos del reconfortante calor de una fogata. Ni siquiera entonces mi primita me dejó en paz porque viendo que había reducido su intensidad la tormenta, quiso que me adentrara en la oscuridad y buscara ayuda.
― ¡Tú estás loca! ― contesté muy cabreado― Si te fijas no hay una jodida luz que confirme que alguien vive por los alrededores. Mañana buscaré una carretera o una casa, pero ahora, ¡me niego!
―Eres un maldito cobarde― respondió –No sé cómo mi padre confió, en un niño, nuestro cuidado.
―Perdona, bonita. Primero no soy un niño y segundo, lo único que me ordenó mi tío fue que os cumpliera todos vuestros caprichos, nunca se imaginó que la idiota de su hija fuera tan irresponsable de hacernos naufragar.
Mi respuesta la indignó y dándose la vuelta, buscó acomodo entre los brazos de su amiga. Rocío, comprendió que estaba entre dos frentes y decidió no optar por ninguno de los bandos. Mientras acogía a su amiga, me lanzó una mirada comprensiva cómo pidiéndome tiempo para que recapacitara. Todavía no lo sabía, pero tiempo era lo único que podríamos obtener de esa jodida isla. Esa noche dormí fatal, porque además de dormir en el suelo cada vez que lo conseguía, me venía a la mente la inútil muerte del capitán.

A la mañana siguiente con el albor del día me desperté. Ya no llovía y tras recargar la hoguera, decidí ir a dar una vuelta por los alrededores. Os tengo que reconocer que fui un idiota porque en vez de recoger de la playa los restos del naufragio, busqué un lugar alto desde donde buscar ayuda. Al ser una isla de coral, no había una maldita montaña desde donde otear el horizonte por lo que decidí continuar por la playa, no fuera a perderme. Al cabo de dos horas, me quedé petrificado porque sin darme cuenta había dado la vuelta al islote sin encontrar más que cocoteros y un pequeño arroyo.
«Estamos jodidos», pensé al ver la torre de la iglesia porque o mucho me equivocaba o en todo ese maldito lugar no había más almas que las tres que ya conocía.
Al entrar en el edificio, me las encontré hablando tranquilamente. Mirándolas no solo me di cuenta de que no estaban asustadas como yo, sino que sus ropas, es decir sus bikinis estaban desgarrados y por eso, lo único que les preocupó al verme fue taparse sus vergüenzas. Haciendo caso omiso al espectáculo que me ofrecían, les expliqué a las dos lo ocurrido. Mientras Rocío comprendió al instante, pero la idiota de María dijo sin ser consciente de nuestras dificultades que no había que preocuparse porque su padre la encontraría.
―Eso espero, pero lo dudo. No tuvimos tiempo de dar la alarma y para colmo estoy seguro de que, aunque supieran cual era nuestro destino, nadie sabe dónde estamos o si hemos sobrevivido.
―No entiendo― replicó todavía muy segura de sí misma.
―María, ¿tienes idea de cuantas islas hay en este archipiélago? Primero buscarán el barco y luego al cabo de los días, empezarán por las grandes y habitadas. ¡Hazte a la idea! ¡Si queremos sobrevivir tenemos que hacerlo solos!
A la princesa se le cayó hechos pedazos el castillo que su mente había construido para evitar enfrentarse con su realidad y llegando a mi lado, me lanzó un tortazo mientras me decía:
― ¡Mentiroso! Nos has mentido para asustarnos.
―Si eso crees, haz lo que yo. Coge la playa y da la vuelta a la isla. Yo te espero aquí, tratando de recuperar algo que nos sirva del barco.
María sin dar su brazo a torcer, cogió a su amiga y enfiló hacía la playa. Por la actitud de Rocío, comprendí que me creía, pero no queriendo contrariarla, decidió acompañarla. Las tres horas que tardaron en regresar, las usé para salvar todo lo que pudiera del naufragio. Afortunadamente, conseguí sacar de los restos, aparejos de pesca, cañas, cuatro mantas e incluso dos ollas con las que el marino pensaba prepararnos la cena. También encontré un par de cuchillos, pero, aunque lo intenté nada del yate nos servía para comunicarnos con el exterior. Al acabar de rescatar todo lo útil que encontré, recargué la fogata y cogiendo las ollas me dirigí hacía el arroyo que había visto esa mañana.
Una vez nuevo en la iglesia, calenté el agua que había traído y sacando las cañas, me puse a pescar. Estaba tranquilamente sentado en la playa esperando que algún pez picara cuando las vi venir en dirección contraria a su marcha. Venían con los ojos rojos, síntoma que habían llorado y por eso las dejé descansar antes de decirles:
―Como habéis comprobado, no he mentido. Estamos en una maldita isla desierta. Si queremos sobrevivir hay varias cosas que tenemos por narices que hacer. Primero, la fogata siempre tiene que estar encendida. No sabemos el tiempo que pasará hasta que nos encuentren y no podemos malgastar el gas del mechero. Segundo, hay que beber agua hervida por lo que todos los días una de vosotras tendrá que ir a por agua. Tercero, mientras yo pesco, la otra debe de buscar cocos o cualquier vegetal consumible ya que no podemos depender de la pesca únicamente. Quinto….
― ¡Pero tú quien te crees para mandarnos! ― respondió hecha una energúmena mi prima –Hay que ahorrar fuerzas y me niego a cumplir tus órdenes.
Como me esperaba esa reacción, la dejé terminar de explayarse y solo cuando ya había acabado, le respondí:
―Tu misma. Hay dos cañas, dos cuchillos, cuatro mantas y un mechero. Yo pienso que es mejor que lo hagamos en común, pero si queréis nos dividimos lo poco que tenemos. Yo quiero una caña, un cuchillo y una manta, lo demás quedároslo vosotras, pero desde ahora te digo que no pienso trabajar para vosotras sin que me prestéis ayuda.
Y cogiendo la parte que me correspondía busqué una choza donde guarecerme mientras Rocía se debatía entre que bando elegir. Viendo que se quedaba con mi prima, apilé un montón de leña y cogiendo un rescoldo de la de ellas, encendí mi propia hoguera. Tras lo cual, agarré mi caña y me puse a pescar. Afortunadamente, se me dio bien y a la hora de comer ya tenía dos jureles en mi poder. Os reconozco que disfruté al ver sus caras hambrientas mientras yo me daba un banquetazo bien regado del agua de un coco que había conseguido partir. Sé que fui un poco cabrón, pero me deleité haciendo ruido al comer, diciendo lo buenos que estaban mientras a cincuenta metros ellas seguían discutiendo sobre como lanzar la caña. Al terminar, esperé que se enfriaran los pescados y ya helados, se los llevé para que comieran. Era una labor de zapa y si las cosas venían mal dadas iba a necesitarlas sanas.
María ni siquiera me miró cuando le acerqué la comida, pero su amiga me lo agradeció con un beso en la mejilla mientras dejaba que su pecho se pegara al mío en agradecimiento. Al percatarme que lo había hecho a propósito, ni corto no perezoso, acaricié uno de sus pezones, diciendo:
―Rocío, si quieres dormir calentito esta noche, ya sabes dónde me encuentro.
Tras lo cual, me fui a dar una vuelta por los alrededores mientras ellas dos se enfrascaban en una agría discusión. Mi prima le echaba en cara el haberse dejado magrear por mí mientras la otra le recriminaba nuestra delicada situación. Sonreí al escucharlas e internándome en el bosque, busqué algo de comer. Tal y como había previsto, aunque la isla estuviera deshabitada, sus antiguos habitantes debían de haber plantado árboles frutales por lo que, a la media hora, volví a mi choza con una cantidad ingente de mangos e incluso una penca de plátanos. Pero lo mejor no fue lo que recogí sino lo que vi en un claro.
Alertado por el ruido, descubrí una piara de cerdos salvajes que, careciendo de enemigos naturales, se habían acercado a mí a curiosear. Si hubiese tenido el cuchillo, podía haber matado a un par de crías, pero como me lo había dejado en el poblado, tuve que conformarme con el mero descubrimiento
De vuelta a la hoguera, la recargué y sentándome en una sombra, me puse a comer fruta. Rocío no tardó en acercarse y pedirme que le compartiera parte de lo recolectado, pero me negué a hacerlo hasta que en compensación me trajera un poco de leña. Ni siquiera protestó y al cabo de diez minutos volvió con lo que le había pedido. María viendo que estábamos comiendo, llegó a nuestro lado y pidió su parte, pero nuevamente me cerré en banda a no ser que trajera agua que calentar. Tal y como había previsto, me mandó a la mierda y dejándonos solos, siguió intentando pescar.
― ¿Crees que no rescatarán? ― preguntó su amiga mientras daba buena cuenta de uno de los mangos.
―Sin duda― contesté – el problema es cuando. Tenemos que mantenernos vivos mientras tanto y la idiota de mi prima no quiere comprenderlo.
―Dale tiempo, ¡se tiene que dar cuenta que te necesitamos! ― murmuró en mi oído mientras se pegaba en plan meloso –Yo confío en ti.
Aunque sabía que esa zorrita se acercaba a mí por conveniencia, me dejé querer y abrazándola, le planté un beso en la boca. Me respondió con pasión y por eso mientras nuestras lenguas jugaban, mis manos recorrieron su cuerpo palpando y disfrutando de cada centímetro de su piel. Descubrí que María nos miraba alucinada cuando mi boca ya había hecho presa en uno de los pezones de su amiga. Con los gemidos de la morena como música ambiente, me puse a lamer y a morder esas dos maravillas mientras mi prima se hacía la digna, pero seguía observando. Ni siquiera hice intento alguno de ocultarnos, a la vista, bajé la parte inferior del bikini de Rocío dejándole claro que a partir de ese instante ella era mía. Al hacerlo me encontré con el sexo que llevaba días soñando y metiendo mi lengua entre sus pliegues, me puse a mordisquear su clítoris mientras ella no paraba de aullar complacida por la mamada que le estaba obsequiando.
No sé si fue la propia desesperación que sentía la muchacha por nuestra desgracia, pero la verdad es que llevaba menos de un minuto enfrascado entre sus piernas cuando escuché los primeros síntomas de su orgasmo. Incrementando su deseo con pequeñas incursiones de mis dedos en su vulva, la llevé hasta el borde del abismo en poco tiempo.
― ¡Me corro! ― gritó sin importarle que su amiga la escuchara.
Mi propia calentura me hizo salirme de su entrepierna y bajándome el traje de baño, saqué mi miembro de su encierro y colocando mi glande en su entrada, lo inserté de un solo golpe hasta el fondo de su vagina.
― ¡Dios! ― chilló de placer la otrora niña pija y meneando sus caderas en plan goloso, convirtió su sexo en una especie de batidora con la que vapuleó mi pene.
Con mayor intensidad, seguí machacando su cuerpo al notar su excitación. Cada vez que la empalaba de su garganta salía un berrido de hembra en celo y por eso uniendo una descarga de placer con la siguiente, Rocío se entregó por entero a mí. Todavía no había descargado mi simiente en su interior cuando poniéndose enfrente, María le reclamó que se estaba tirando a su primo.
Sin separarse de mí y con sus piernas forzando otra penetración, la morena le contestó:
― ¿Lo querías para ti sola? ¡Pues te jodes! Me ha elegido a mí.
Mi pariente no se debía esperar semejante respuesta porque completamente indignada salió huyendo con el sonido de nuestra pasión rebotando en sus oídos. Absortos en una danza ancestral, seguimos disfrutando de nuestra unión hasta que me derramé en su interior dando gritos. Acababa de sacarla y ni siquiera me había dado tiempo a descansar cuando poniendo una sonrisa de oreja a oreja, esa muchacha me soltó:
―Espero que te acuerdes que yo fui la primera, no quiero que luego me dejes insatisfecha por follarte a esa tonta.
Ni se me había pasado por la cabeza, beneficiarme a mi prima porque siempre había sido un objeto de deseo fuera de mi alcance, pero las palabras de su amiga me hicieron plantearme que era posible y solo imaginármelo, levantó mi alicaído miembro. Ella se rio al advertir que estaba nuevamente dispuesto y mientras bajaba por mi pecho en dirección a mi entrepierna, exclamó:
―Creo que, aunque haya poca comida, ¡no voy a echar de menos el exterior!

CAPÍTULO 2

Aproveché el resto del día para restaurar como pude una cerca donde encerrar a los cerdos que había visto esa mañana. Comportándose como una buena asistente, mi nueva amante colaboró sin protestar y lo más raro sin preguntar para que la necesitaba. María debía de seguir enfadada porque no apareció hasta la hora de cenar. Cuando quiso acercarse a compartir nuestra comida, fue la propia Rocío la que se negó de plano y le exigió que al menos trajese más leña. Sin querer dar su brazo a torcer, la mandó a la mierda y volviendo a la iglesia, nos dejó en paz.
Reconozco que me dio pena y por eso al terminar, me acerqué con un racimo de plátanos y se los di sin exigirle contrapartida alguna. Mi prima me miró con angustia, pero su orgullo le impidió darme las gracias. No me importó, quedaba bien poco para que claudicara y corriera a nuestro lado, implorando ayuda. El resto de la fruta la coloqué dentro de la cerca, pero antes instalé una trampa para que, si algún animal entraba, se cerrara.
Al llegar a mi choza, acababa de empezar a llover y previendo que la noche iba a ser muy larga, me dispuse a recargar la hoguera cuando observé con satisfacción que Rocío lo había hecho en mi ausencia. Al mirarla, me quedé extasiado al comprobar que me esperaba desnuda y que con gestos me pedía que la estrechara entre mis brazos. No me lo tuvo que repetir, cogiendo su barbilla le di un beso mientras mis dedos recorrían esos preciosos pechos que no me cansaría jamás de disfrutar. La morena ni siquiera me dejó tumbarme, cogiendo mi pene entre sus manos, me empezó a besar mi extensión sin dejar de masajear mis huevos.
― ¿No has cenado bien? ― pregunté con recochineo al ver que abriendo su boca se lo metía sin hablar.
Como respuesta, lentamente se fue introduciendo mi falo mientras su lengua jugueteaba con mi extensión. Dotando a sus maniobras de una sensualidad brutal, no cejó hasta que, con el enterrado en su garganta, besó la base de mi miembro con sus labios. Sorprendido por la facilidad que lo hubiera conseguido sin sufrir arcadas, me quedé quieto mientras ella daba un ritmo lento a su mamada.
Poco a poco, fue acelerando el compás con el que se metía y sacaba el pene hasta que ya parecía que en vez de una boca era un sexo el que lo hacía. Sabiendo que estaba al mando y que esa cría seguiría estando al día siguiente, no intenté retener mi eyaculación y al poco tiempo, exploté en el interior de su boca. Rocío disfrutó de cada explosión y de cada gota hasta que, relamiéndose de gusto, dejó mi polla inmaculada sin resto de semen
Mientras ella, sin dejarme descansar, intentaba reanimar mi sexo, le pregunté por su urgencia. Al oírme soltó una carcajada diciéndome:
―No quiero que esa puta disfruté de ti sin habérselo trabajado.
Sin entender a qué se refería, no me importó que se empalara con mi miembro, pero al verla saltando sobre mí, no pude dejar de preguntar porque lo decía:
―Esta noche, ¡tu prima vendrá a por auxilio! No ves que la muy idiota no ha echado leña a su fogata. Cuando lo intente, no encontrará nada seco y por eso empapada pedirá nuestro calor.
Muerto de risa, comprendí que tenía toda la razón, pero advirtiendo que había usado nuestro en vez de tu calor, le pregunté directamente a que se refería. Mientras se pellizcaba un pezón, me respondió:
―Yo he trabajado y no esperarás que le deje entrar en nuestra manta: ¡Sin pedirle una compensación!
El sonido de la lluvia ocultó el sonido de mi risa al asimilar que esa muchacha era bisexual y que compartiría gozosa conmigo el cuerpo de su amiga. Después de hacer el amor, la aguardamos desnudos. Nuestra espera se alargó hasta cerca de las dos de la mañana y por eso cuando María hizo su aparición en la choza, Rocío estaba dormida. Completamente empapada y con los labios amoratados por el frio, me pidió permiso para entrar. Sin hacer ruido se acercó a la hoguera y temblando alargó sus manos al reconfortante calor del fuego.
―Ven, metete entre nosotros para calentarte― dije sin especificar lo que le teníamos preparado.
Totalmente colorada, se percató de nuestra desnudez aun antes de sentir nuestra piel contra su piel. Intentando no forzarla en demasía, la abracé dándole ese calor que tanto necesitaba. Tímidamente apoyó su cabeza en mi pecho y dejó que mi mano se aposentara en su culo sin quejarse. La morena que se había despertado también la abrazó, diciendo:
―Pobrecita, ¡Estás helada!
Tras lo cual, sin pedirle permiso empezó a acariciar su cuerpo, dando a sus caricias un sentido más allá del mero auxilio. Me di cuenta de que mi prima estaba escandalizada por esos mimos no pedidos al mirarme con los ojos abiertos. No dejé que protestara porque cerrando su boca con mis labios la besé mientras mis propias manos empezaban a sobrepasarse con ella. Pálida tuvo que soportar que mis besos fueran bajando por su cuello al estar más preocupada porque las manos de su amiga habían separado sus rodillas y esta se dedicaba a lo mismo que yo, pero en sus muslos.
―Por favor― rogó muerta de miedo cuando sintió que me apoderaba de sus pezones.
Obviando sus protestas, seguí mamando de esos pechos de ensueño mientras de sus ojos brotaban unas lágrimas de vergüenza. Rocío hizo lo propio, recreándose en el cuerpo que la casualidad le había puesto a su disposición, se dedicó a dar pequeños mordiscos en el camino hacia su meta.
―No soy lesbiana― protestó sin éxito al sentir el aliento de su amiga acercándose a su sexo.
Completamente excitado, seguí bebiendo de esos pechos que me encantaban desde niño y que nunca soñé en poseer, mientras la morena separaba los pliegues de nuestra víctima. Entonces, mi prima hizo el último intento de zafarse de nuestras caricias, pero se quedó quieta cuando reteniéndola entre mis brazos, le expliqué con voz suave:
―Somos tres en una isla desierta, si quieres que te cuidemos y te demos de comer, debes compartir con nosotros todo.
Vencida y humillada, esperó tensa y asqueada que la lengua de su amiga llegara hasta su clítoris. Al hacerlo no solo se limitó a lamer ese botón de placer, sino que, incrementando su angustia, le metió dos dedos en el interior.
― ¡Qué rico lo tienes! ― sonriendo le soltó – Llevo años deseando comerme tu coño.
La escena de por si cachonda subió enteros al ver que la morena se empezaba a masturbar mientras daba rienda suelta a deseos de antaño. Por mucho que mi prima intentó mantenerse al margen, nuestros mimos fueron derribando una a una las murallas que se había auto impuesto e inconscientemente, empezó a reaccionar moviendo sus caderas. Rocío al comprobar que ese sexo se empezaba a llenar de flujo, incrementó la acción de su lengua y usándola como si fuera un pene, traspasó con ella esa entrada.
Su primer gemido también venció mis reparos y llevando su mano a mi entrepierna, le exigí que me hiciera una paja. Lentamente como cogiendo confianza, mi prima me empezó a masturbar con los ojos cerrados. Sus dedos se habían cerrado sobre mi extensión mientras su dueña se debatía entre la moralidad de lo que estábamos haciendo y las sensaciones que estaba sintiendo.
Comprendí que la pasión iba ganando cuando acelerando su muñeca me pidió que la besara. Sé que estuvo mal y que fui un egoísta con mi primer amante, pero absorbido por la lujuria, separé a Roció y obligando a mi prima a subirse a horcajadas sobre mí, le exigí que se empalara. Me encantó ver la indecisión en su cara antes de alzarse y cogiendo mi pene, empezárselo a meter. Solo el saber que por mucho que viviera esa imagen iba a quedar en mi retina, hacía que ese naufragio hubiese valido la pena. No sé si fue que, en secreto, me deseaba o que su excitación era fruto de esa cuasi violación, lo cierto es que nada más sentir mi pene abriéndose camino en su vagina, mi prima empezó a aullar como loca y a retorcer su cuerpo sobre el mío.
― ¡Ves que no era tan difícil! ― exclamó su amiga, dándole un beso en los morros.
Esta vez María no le hizo ascos a su boca y devolviendo pasión con más pasión, gritó pidiendo nuestras caricias. La morena no solo respondió mamando de sus pechos, sino que al hacerlo puso su coño en mis labios. Comprendí que era lo que quería y separando los pliegues de su sexo, cogí entre mis dientes su clítoris. Rocío al experimentar el suave mordisco, rogó que continuara torturando su botón. No solo le hice caso y con mis dientes apreté fuertemente, sino que usando mis dedos empecé a acariciar el oscuro objeto de deseo que se escondía entre sus dos nalgas. El orgasmo de mi prima coincidió en el tiempo con la incursión de mis falanges en su ojete y mientras se dedicaba en cuerpo y alma a las tetas de la rubia, gritó de placer.
― ¡Me enloquece que me den por detrás! ― espetó descompuesta sin dejar de mover su culo.
No sé si fueron sus palabras o la sobreexcitación que absorbía a María lo que provocó que esta, uniera un clímax con el siguiente sin dar tregua. Con la cara empapada de los flujos de Rocío y mi pene siendo maltratado por una prima convertida en loba en celo, os tengo que reconocer que me corrí tan brutalmente que dudé que me quedaran fuerzas para el resto de la noche.
Desgraciadamente no tuve oportunidad de comprobarlo, porque en el preciso instante que Rocío y María intentaban recuperar la vitalidad de mi miembro, escuchamos un alboroto en el exterior. Los bufidos y los gruñidos solo podían provenir de una piara que hubiese caído en la trampa, por lo que me levanté de un salto y en pelotas corrí a asegurar la puerta de la cerca con una cuerda. Al volver empapado, las vi sonriendo desde dentro y nada más acercarme, Rocío me agradeció la captura diciendo:
―No te basta con dos cerdas, ¡Que has tenido que capturar más!
Me solté a reír y cogiendo entre mis brazos a mi par de guarras de dos patas, las llevé hasta la manta.

El segundo día, me desperté al alba con una a cada lado. Os juro que si no llega a ser porque tenía que comprobar cuantos cerdos habían caído en la trampa y asegurarme de que estaban bien encerrados, me hubiese quedado con ellas. Sin hacer ruido, me levanté y salí a ver los bichos. Os podréis imaginar la alegría que sentí al ver que eran una cochina con sus cinco lechones, los cautivos.
«Tenemos carne para más de un mes», me dije sin caer en la dificultad de conservarla en un ambiente tan húmedo y caluroso.
Después de revisar la cerca, volví a la choza de un humor inmejorable o eso creía porque nada más entrar, me encontré que mis dos mujercitas se habían despertado y que en ese momento Rocío estaba comiéndose el coño de mi prima. Descojonado por lo rápido que María se había habituado a que su amiga fuera también su amante y aunque me apetecía unirme a esas dos, decidí que era más importante el ponernos en actividad.
― ¡Cacho zorras! ¡Levantaos que tenemos cosas que hacer!
No hice caso ni a sus protestas ni a sus peticiones de que me tumbara con ellas. Enojadas porque les había cortado el placer que buscaban, me obedecieron a regañadientes. Rápidamente, dividí los deberes y mientras María se debía ocupar de ir a por agua, recoger leña y de mantener la hoguera, Rocío y yo debíamos ir a por más fruta tanto para nosotros como para nuestros invitados de cuatro patas. Esta vez no hubo una sola queja y poniéndonos manos a la obra, salí con la amiga de mi prima rumbo a la plantación abandonada. Sin obviar lo delicado de nuestra situación, tengo que confesar que mi estancia en esa isla iba mejor de lo que había supuesto en un principio. Con carne, pescado y fruta a raudales, teníamos asegurado lo básico. El único problema real era saber si algún día nos rescatarían por lo que debíamos actuar como si eso no fuera a suceder.
― ¿En qué piensas? ― preguntó la morena al ver que estaba pensativo.
Cómo de nada servía ocultarle que quizás nos pasáramos mucho tiempo en ese lugar, le expliqué que quería acondicionar la choza y construir una cama donde dormir, lejos de la humedad, de los insectos e incluso de alguna serpiente que decidiera hacernos una visita.
―Por eso no te preocupes, de algo ha tenido que servir mis diez años como boicot. No creo que tener problemas en levantar un sitio decente donde dormir.
― ¿Dormir? ― señalé muerto de risa al comprender que esa cría acababa de resolver uno de nuestros grandes problemas.
―Y follar― respondió encantada – No creas que me conformo con lo de ayer. Pienso explotarte a base de bien.
Anticipando su promesa, se pegó a mí y antes de que pudiera reaccionar ya me estaba besando. Su comportamiento pasado y como se restregaba contra mi sexo, me convenció de que me hallaba frente a una verdadera ninfómana. Sin importarle que estuviéramos en plena selva, me tumbó en el suelo y casi sin ningún prolegómeno, se empaló con mi pene mientras pedía que la tomara en plan salvaje. Su calentura era tal que ya tenía encharcado el coño antes siquiera de coger mi extensión entre sus manos y por eso, mi glande entró en su interior con una facilidad pasmosa.
― ¡Estás cachonda! ― le recriminé de guasa al advertirlo.
Rocío, dotando a su voz de una lujuria inaudita, respondió:
―Sí y ¡la culpa es tuya! Me cortaste cruelmente cuando estaba comiéndome el chochito de María y desde entonces, ando verraca.
Tras lo cual y con una urgencia total, comenzó a saltar sobre mi sexo mientras se pellizcaba los pezones. La velocidad excesiva que imprimió a su cuerpo me obligó a sujetarla, poniendo mis manos en su culo, para evitar que me hiciera daño. La morena al sentir mis garras en sus nalgas, lejos de ralentizar su cabalgar, lo aceleró. Cabreado por su brutalidad, le di un azote mientras le pedía calma. Lo súbito de mi caricia, le hizo parar.
―Sigue, pero tranquila― reclamé mientras le lanzaba otro viaje a su trasero.
Aunque sea difícil de creer, en ese momento, un torrente cálido brotó de su sexo empapando mis piernas por completo. Fue entonces cuando comprendí que le excitaba la rudeza y dándole otra nalgada, le pregunté:
― ¡Te gusta!, ¿Verdad, putita?
― ¡Sí! ― gimió descompuesta.
Su afirmación confirmó lo evidente y por eso, a base de palmadas en su trasero, fui marcando el ritmo mientras ella no paraba de aullar de placer ante cada caricia. El morbo de la situación, pero sobre todo el oír cómo se corría una y otra vez, me obligó a acelerar sus incursiones de modo que, en poco tiempo, Rocío se empalaba aún más rápido que antes. Con sus pechos rebotando arriba y abajo siguiendo el compás de sus caderas, esa zorra buscó mi placer mientras gritaba a los cuatro vientos lo mucho que estaba disfrutando.
Mi excitación, su entrega y ese elevado ritmo hicieron que en pocos minutos estuviera a punto de explotar. Al notar que mi orgasmo era inminente, agarré sus nalgas con fuerza. Roció chilló como posesa al sentir mi glande presionando la pared de su vagina y cayendo sobre mi cuerpo, se corrió sonoramente mientras mi pene expulsaba mi placer a base de blancos proyectiles de semen.
― ¡Dios! ― aulló forzando la penetración.
Completamente exhausta, disfrutó de las ultimas sacudidas de mi miembro, tras lo cual, se desplomó sobre mi pecho. Una vez había saciado mi calentura, la eché a un lado y me incorporé.
―Tenemos cosas que hacer― le dije mientras la levantaba del suelo.
Rocío, con una sonrisa en los labios, me miró satisfecha y saltando de alegría se adelantó. Al ver que se tocaba las nalgas coloradas por los azotes, me reí diciendo:
― Si te duele, espera. Esta noche pienso obligarte a cumplir tu promesa.
― ¿Qué promesa te hice? ― preguntó.
― ¡Qué tu culo sería mío! ― respondí.
Si pensaba que eso la sorprendería, me equivoqué, porque retrocediendo sobre sus pasos, se apoyó en un árbol mientras me decía:
― ¡No tienes que esperar! Mi culo es tuyo.
Solté una carcajada al observar la cara de putón verbenero que puso mientras con sus manos se separaba sus cachetes y sin negar que me apeteciera poseer ese rosado esfínter, decidí no hacerlo en ese momento porque nos habíamos comprometido con María en recoger la fruta.
―Vamos, guapa. ¡Tenemos cosa que hacer!
Hizo un breve intento de amotinarse, pero al ver que me alejaba, corrió tras de mí como si nada hubiese pasado. Ya en la plantación, nos pusimos a recolectar dos bolsones, de forma que, tras una hora de trabajo, decidimos que era suficiente por ese día. Estábamos cerca del poblado cuando de improviso, escuchamos un alarido. Comprendiendo que la única persona que podía haber emitido semejante grito era mi prima, salimos corriendo hacia ella. Esos quinientos metros en plena carrera se me hicieron eternos al pensar que María debía estar en peligro y por eso cuando vi lo que ocurría me eché a reír histéricamente.
― ¡Imbécil! ― me gritó al ver que me descojonaba de ella― ¡Quítamelo!
Reconozco que no pude, tronchado de risa, observé que un macaco se les había subido a los hombros y tal como hacen con otros miembros de su especie, la estaba espulgando el pelo. Rocío en cambio fue mucho más práctica, pues al llegar y ver el “gran problema”, con una sonrisa en su cara, sacó un plátano y llamando al mono se lo dio.
Como si fuera amaestrado, el jodido primate se bajó de mi prima y cogiendo la fruta se la puso a comer mientras su “victima” nos echaba en cara nuestro cachondeo:
― ¡Me podía haber mordido! ― reclamó furiosa.
El problema fue que cuanto más repelaba y más indignada se mostraba, nuestro jolgorio se incrementaba:
― ¡Es un animal salvaje! ― gritó ya hecha una energúmena.
En ese momento, el bicho pareció darse por aludido y acercándose a mi prima, se agarró a su pierna y comenzó a frotarse contra ella como si se estuviera apareando.
― ¡Y en celo! ― recalqué.
Lo grotesco de la escena y nuestras continuas risas, terminaron de contagiar a María que, cogiendo otro plátano, se lo lanzó lejos para que la dejara en paz. Ya más tranquila, peló otro y haciendo como si en vez de una fruta fuera un pene, lo empezó a lamer mientras me decía:
― ¿A ti, primito? ¿No te pongo bruto?
No hizo falta más para que mi polla saliera de su letargo y cogiéndola entre mis brazos, la besé mientras le decía que era una puta. Mi insulto no solo no la calmo sino azuzó su lujuria y bajando por mi pecho, me empezó a dar pequeños mordiscos. Sus actos que en otro momento me hubiesen parecido imposibles, me recordaron mi papel en esa isla.
“Tenía que complacer a las dos mujeres por igual”
Habiendo retozado esa mañana con Rocío, me pareció lógico hacerlo con mi prima y por eso, la apoyé contra la pared de la choza y separando sus nalgas, me puse a lamer el precioso coño de mi pariente. La postura me permitió también comprobar que su entrada trasera era virgen y tal descubrimiento me determinó a que dejara de serlo. Alternando las lamidas entre sus dos agujeros, fui elevando la temperatura de la cría.
Ya inmersa en el placer, no se quejó cuando introduje mi lengua en su ojete, sino que, pegando un gemido, me dio vía libre para continuar. Al mirar su reacción, me percaté que María tenía sus ojos fijos en algo que sucedía a mis espaldas. Girando la cabeza, comprobé que Rocío, su amiga y amante, se estaba masturbando, viéndonos hacer. Decidido a desflorar esa maravilla, seguí follando su culo con mi lengua mientras mis dedos recogían entre ellos su clítoris.
Su orgasmo no tardó en llegar y recogiendo parte del flujo que salía de su sexo, embadurné dos dedos y con ellos empapados, me dediqué a relajar el culito que me iba a beneficiar. Mi prima, en cuanto sintió mis yemas en su interior, berreó pidiéndome que me la follara.
―Princesa, eso después. Ahora me apetece estrenar tu otro hoyo.
Increíblemente, no había caído en cuales eran mis intenciones hasta que se lo dije y muy nerviosa, me confesó que nunca había hecho el sexo anal.
―Esa enfermedad es fácil de curar― le espeté mientras cogía mi pene entre mis manos y lo acercaba a su trasero.
Temblando, esperó que mi glande forzara su esfínter. Sabiendo que le iba a doler decidí no prolongar su angustia y con un movimiento de caderas, penetré en su interior. El grito que pegó fue muestra del dolor que sintió, pero no se apartó y por eso fui introduciendo lentamente toda mi extensión hasta que rellené por completo sus intestinos. Con lágrimas en los ojos soportó el sufrimiento y cuando esté llegó a hacerla temer que se iba desmayar, sintió que paulatinamente se hacía más soportable. Decidida a no dejarse vencer, empezó a moverse con mi pene dentro de su culo. Rocío, que hasta entonces se había mantenido a la expectativa, se acercó y mientras le daba un beso, bajó la mano a la entrepierna de mi prima. Cogiendo entre sus dedos el botón de María lo empezó a acariciar sin dejar de consolarla al oído.
― ¡Cómo duele! ― murmuró convencida de que el suplicio debía de cesar en algún momento.
Su amiga forzando sus caricias, le dijo que se relajara. Al oírlas, con cuidado empecé a mover mis caderas, sacando y metiendo mi miembro. Los gemidos de dolor se incrementaron momentáneamente pero cuando llegado un momento que se creía morir, el dolor se fue transformando en placer sin darse cuenta.
―Cariño, ¡déjate llevar! ― insistió Rocío al ver que seguía tensa.
Reconozco que, gracias a esa morena, mi prima consiguió relajarse, llegando incluso a ir marcando ella misma el ritmo. Sé que gran parte del mérito se debió a las caricias que su amiga estaba obsequiando a su amiga, pero la realidad es que fui incrementando mi compás hasta que el lento trote de un inicio se convirtió en un galope desenfrenado.
― ¡Me encanta! ― gritó sorprendida de la manera que su cuerpo estaba gozando y ya dominada por la excitación, me rogó que continuara.
Sus palabras fueron el acicate que necesitaba para cogiéndola de los hombros, forzar aún más si cabe la profundidad de mis embistes. Con mi sexo trocado en una maza, seguí golpeando su espléndido culo hasta que, con su cuerpo convertido en una pira ardiente, mi prima logró llegar a un clímax desconocido para ella y pegando un aullido, se corrió ferozmente. Su flujo fue tal que parecía que se estaba meando. Su entrega elevó mi lujuria y uniéndome a ella, exploté en sus intestinos. María al advertir que mi esperma se adueñaba de su culo, chilló de placer y extenuada, se dejó caer sobre la arena.
Rocío haciendo un berrinche ficticio, se quejó de que hubiese estrenado el pandero de María antes que el suyo y mientras descansábamos nos amenazó diciendo:
―Esta noche, espero que los dos, ¡os ocupéis de mí!
― ¿Y si no lo hacemos? ― respondí muerto de risa.
― ¡Llamaré al mono!

Relato erótico: “Descubriendo a Lucía (17)” (POR ALFASCORPII)

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Pasé el día con nerviosismo y ansiedad ante la visita de Antonio. Mi estado era absolutamente irracional, me sentía como una adolescente ante su primera cita. ¿Acaso era eso lo que estaba esperando?, ¿una cita?. Solo pensar en él hacía que me ruborizase, y no podía más que pensar en él. En ninguna de mis dos vidas había sentido algo tan intenso, y no era capaz de explicármelo a mí misma.

Traté de controlar mi estado con una larga sesión en mi gimnasio y un posterior baño en el jacuzzi. Pero no fue suficiente, así que decidí visitar a Alicia en su trabajo para reconfortarme con su amistad y distraer mi mente.

Hacía más de mes y medio que no veía a mi amiga. Tras mi regreso de Shanghái, aún no había tenido tiempo de quedar con ella, por lo que, al volver a encontrarnos, nos abrazamos dándonos dos cariñosos besos. Durante mi viaje, ambas nos habíamos echado de menos, y aprovechando la ausencia de clientes en la tienda de moda, nos pusimos al día. Ella, tal y como me había dicho por mensajes, me habló de lo a gusto que estaba con Pedro, y de cómo su pasión, lejos de verse disminuida, iba en aumento.

– Nos pasamos los fines de semana encerrados en casa –me dijo-. Él se siente culpable por haberse marchado aquel fin de semana a la playa dejándome sola en casa. Y yo, en secreto, me siento culpable por haber aprovechado esa circunstancia para tirarme a su amigo. Así que, nos pasamos los sábados y domingos follando sin parar, jajajajaja.

– ¡Qué suerte tienes! –le dije con sinceridad-. Debe ser increíble tener a alguien a quien quieres y deseas tanto que no puedes despegarte de él.

– Lo sé, es maravilloso, y todo es gracias a ti…

Jamás volveré a tener un desliz con otro mientras esté con él, estoy realmente enamorada, y no necesito a nadie más. Me tiene satisfecha más allá de lo que jamás pensé que pudiera estarlo, y cumple todos mis deseos y fantasías sin necesidad de que se lo pida, porque también son los suyos.

– No me digas, eso parece un ideal –comenté pensando en voz alta.

– ¿Recuerdas todas las guarradas que te dije que me gustaría que me hiciera su amigo salido?. Pues Pedro me las hace, y más…

– Uf, Alicia, eso suena pervertido y excitante.

– Y lo es… Sobre todo, los fines de semana. Si los de CSI me pasaran una luz ultravioleta de esas, ¡me iluminaría como el cartel de un puticlub!.

Las dos nos reímos a carcajadas.

Por las mañanas mi amiga no tenía dependientas a su cargo, y como seguía sin haber clientes, ya que la mayoría acudían por las tardes, Alicia me ofreció salir a la puerta para fumarse un cigarrillo e invitarme a mí a otro. No lo había vuelto a probar desde la última vez que estuve con ella, pero lo acepté pensando que ayudaría a calmar mis aún presentes nervios. Le conté mis vivencias en Asia, aunque realmente, apenas tenía nada que contar más que trabajo, salvo la anécdota con el subdirector pajillero que a ambas nos hizo reír de nuevo.

– ¿Y ya has visto a Antonio? –me preguntó sondeándome con la mirada-. Pedro me había dicho que se estaba recuperando bien, pero no lo comprobé hasta hace unos días, cuando visité a su madre y me lo encontré allí, en su casa.

Sentí cómo se me hacía un nudo en el estómago y los nervios volvían a dominarme.

– Sí, le vi ayer –contesté pidiéndole otro cigarrillo con la mano-. Está muy bien.

– ¡Y que lo digas, nena!. Parece mentira por lo que ha pasado, no solo está muy bien, sino que está mejor que antes –dijo mordiéndose el labio.

– ¿Tú también te has dado cuenta? –pregunté con curiosidad.

– Por supuesto, le conozco desde que era un crío… Ahora parece distinto, no sé, más… misterioso, tal vez. Y no hay duda de que se ha machacado bien con la rehabilitación, se ha puesto más buenorro –contestó guiñándome el ojo.

El nudo de mi estómago se tensó aún más. Aquella conversación no me estaba ayudando nada.

– Sí… -dije escapándoseme un suspiro.

– Venga, nena, dime qué hay entre vosotros. Hasta Pedro me ha preguntado si yo sabía algo.

– Bueno… Soy su jefa en el trabajo, y… Somos buenos amigos. Hoy he vuelto a quedar con él, va a venir a mi casa –noté cómo se subía el rubor a mis mejillas.

– Ya veo, ya… -comentó Alicia soplando el humo de su cigarrillo hacia mí-. No hace falta que me digas más. Anda, vamos a entrar y elegir un vestido con el que hagas que se le caiga la baba.

La tarde se me hizo eterna. Intenté ver una película, pero no le presté ninguna atención. Intenté leer un libro, pero no hacía más que pasar una y otra vez por el mismo párrafo. Me preparé un sándwich para merendar, ya que apenas había podido comer, pero no le di más que un bocado. Hasta que decidí arreglarme.

Casi nunca me maquillaba, y no porque no supiera, los recuerdos de la antigua Lucía me habían ayudado en eso, sino porque en realidad no me hacía falta. Miré mi reflejo en el espejo del baño, y simplemente adorné mi belleza natural con barra de labios roja, y rímel en las pestañas, haciendo mi azul mirada aún más intensa. Me puse lencería negra, ligera, casi etérea, y medias del mismo color. Me enfundé con el vestido de suave y flexible cuero rojo que Alicia me había ayudado a elegir, ajustado para delinear todas mis generosas formas femeninas desde el cuello hasta las rodillas, siendo la falda algo más ancha para resultar más cómodo. Puesto que era invierno, encima me puse una chaqueta negra entallada, también comprada en la tienda de Alicia, cuyos botones se cerraban hasta arriba dando la impresión de que el vestido fuese una falda.

– No debes mostrar todas tus cartas en la primera jugada –me había aconsejado mi amiga al probármelo-. Que le guste lo que vea, pero que le haga desear ver más. Mejor empezar insinuando, y que luego vea lo despampanante que estás.

Para rematar, unos fabulosos zapatos negros, finos y elegantes, con un buen tacón que realzaba la longitud de mis piernas y redondez de mi culito, y un par de gotas de mi exclusivo perfume. Estaba lista, sólo a falta de cepillar mi sedoso y largo cabello azabache, lo cual hice con dedicación, mientras las dudas me asaltaban.

¿No estaría llevando aquello demasiado lejos?. Me había preparado para recibir a Antonio como si aquello fuera una cita. ¡Pero no lo era!. Él no era cualquier tío al que yo quisiera seducir, ¡era la antigua Lucía atrapada en mi antiguo cuerpo!. ¡Menuda locura!. ¿Cómo podía atraerme tanto?, ¿por qué había sentido aquella extraña energía al tocarle?. ¿Y si él no sentía lo mismo?. Tal vez él se había dejado llevar por su nueva condición y sólo estaba explorando su masculinidad como yo misma había hecho explorando mi feminidad. Tal vez la atracción que en él había sentido el día anterior sólo era fruto de no ser capaz de controlar su nueva naturaleza y sentimientos. Yo ya había madurado como mujer, pero él no había tenido tiempo de madurar como hombre.

El sonido del telefonillo me sacó de mis pensamientos.

– Buenas tardes, señorita Lucía –oí la voz del portero del edificio al descolgar- . Un caballero pregunta por usted.

– Dígale que suba –contesté-. Gracias, Arturo.

Respiré hondo y conseguí controlar mis nervios diciéndome a mí misma que no debía mostrarme así, que siempre había tenido el control de la situación, y que esa ocasión no debía ser distinta.

Abrí la puerta cuando oí el timbre, y la primera buena señal no se hizo esperar. Antonio se había arreglado para mí, vistiendo una bonita chaqueta azul entallada bajo la cual se veía una camisa blanca con finas raya también azules, y unos pantalones color crema claro bien ajustados a sus piernas. No reconocí ninguna de aquellas prendas, eran nuevas, y le quedaban muy bien.

Segunda buena señal: Noté cómo me escaneaba de arriba abajo del mismo modo que yo hacía con él, y percibí el brillo en sus ojos y la bonita sonrisa que se le dibujó.

Tercera, cuarta y quinta buenas señales: Dio un paso hacia mí para darme dos besos, pero su mano, en lugar de ir a mi hombro o brazo, fue directa a tomarme por la cintura para atraerme hacia él. En cuanto entramos en contacto, sentí la característica descarga recorriendo mi espina dorsal, y en su mirada supe que él también la sentía. Y, por último, no se limitó a poner su cara contra la mía lanzando dos besos al aire, me dio los dos besos con suavidad en las mejillas, acariciándolas con sus labios.

Por un instante, sin respiración, nos quedamos los dos mirándonos fijamente. Me perdí en la intensidad de sus oscuros ojos mientras él nadaba en la profundidad de los míos.

– Pasa –le dije rompiendo el onírico momento-, estás… en tu casa.

A los dos se nos escapó una carcajada y entramos riendo al salón. Le ofrecí algo para beber, pero él rechazó la invitación, así que se sentó en el sofá y yo en el sillón ante él, observándonos mutuamente.

– Estás muy guapa –me dijo-. Veo que has desarrollado un buen gusto para la ropa.

– Gracias -contesté sintiéndome ruborizada porque se hubiese fijado-. Tú también estás guapo… No recuerdo que tuviera esa ropa que llevas.

– Bueno, creo que antes no destacabas por tu gusto por la moda. Tenías un armario bastante escaso, así que he comprado algunas cosillas.

– Reconozco que antes la ropa me importaba un pimiento –le dije observando cómo sus penetrantes ojos estudiaban cada uno de mis gestos-, pero ahora me encanta, como otras cosas que jamás pensé que podrían gustarme.

Inconscientemente, mi mirada fue a observar cómo los pantalones de Antonio envolvían sus muslos y marcaban paquete, lo cual no pasó desapercibido para él. Sentí cómo me estaba analizando, y aquello resultaba algo inquietante. Sin duda, en el interior del hombre que tenía frente a mí se encontraba la antigua Lucía, quien analizaba todo cuanto le rodeaba, incluyendo a las personas. Aparté la vista y él sonrió.

– Ya veo que realmente han cambiado tus gustos –dijo él-. A mí me ha pasado lo mismo…

En ese momento fue su mirada la que se detuvo en mis piernas, y percibí cómo sus ojos se abrían más indicándome que le gustaba lo que veía. Para mí fue la señal que necesitaba para sacar toda mi artillería y ponerle a prueba.

– Yo sí que voy a tomar algo –le dije poniéndome en pie-. El calor de la calefacción me da sed.

Desabroché lentamente los botones de mi chaqueta y observé cómo Antonio arqueaba una ceja. La abrí y, sacando pecho, me la saqué por los hombros dejando al descubierto mi vestido y cómo se ajustaba a mi figura quedándome como un guante.

A él se le escapó un resoplido y se quedó mirándome fijamente sin poder evitarlo, recorriendo mis curvas con sus inquisitivos ojos, llenándoselos con mis formas y recreándose con el contorno y volumen de mis pechos. Se quedó extasiado contemplándome, y tuve la satisfacción de ver cómo su paquete reaccionaba a lo que veía abultándose escandalosamente.

– Parece que ahora sí que necesitas tomar algo –le dije con una sonrisa.

– Sí… –contestó poniéndose en pie- Necesito tomarte a ti.

– ¿Cómo? –pregunté poniéndome en jarras marcando cadera.

– ¿Para qué dar más rodeos? –añadió acercándose a mí-. Siempre fui una persona directa. Lucía, desde ayer no puedo pensar más que en ti…

– ¿Ah, sí?. Supongo que la cura que te hice ha tenido efectos secundarios… –dije sin perder de vista la fálica forma que su pantalón marcaba.

– No es solo por eso –sus manos me tomaron por la cintura provocándonos a ambos esa maravillosa descarga de energía-. Te deseo desde el primer instante en que te vi. No puedo explicármelo, porque eres quien yo era, pero me atraes como la miel a una mosca…

Su cuerpo se pegó al mío haciéndome sentir la dureza de su entrepierna en mi zona pélvica. Mis pezones se erizaron hasta casi dolerme y me sentí mojada. Pasé mis brazos por sus hombros y permití que estrechara su abrazo en torno a mi cintura para sentir aún más su lanza y que mis pechos se aplastasen sobre el suyo.

– Yo tampoco puedo explicármelo –contesté con mis labios a escasos dos centímetros de los suyos-, pero también te deseo… Y cada vez que me tocas siento que necesito más…

Sus labios alcanzaron los míos y la electrizante sensación recorrió cada fibra de mi cuerpo haciéndome estremecer. Su lengua invadió mi boca yendo al encuentro de la mía, enredándose con ella en un jugoso baile, devorándome con el más excitante y pasional beso que jamás había sentido.

Nuestros cuerpos se oprimían el uno contra el otro, y sentí con satisfacción cómo, a pesar de ser su primera vez como hombre, los instintos de macho dominaban a Antonio con sus manos recorriendo la curva de mi cintura, agarrando mis caderas para fusionarme más a él, y tomándome con fuerza del culo, acariciando su redondez y apretándolo para que mi ropa interior terminase de empaparse.

Mis manos acariciaron su nuca, recorrieron sus hombros y espalda, y se colaron bajo sus brazos para agarrarle de la cintura y alcanzar su trasero deleitándome con su dureza.

Nuestras lenguas se acariciaban en nuestras bocas y nuestros labios se presionaban y succionaban con gula, prolongando el tórrido beso mientras nuestros cuerpos se frotaban mutuamente al compás del excitante ósculo al que ambos nos entregamos sin reservas.

Sus manos subieron por mi anatomía y tomaron mis grandes senos haciéndome gemir en su boca. Sus labios bajaron por mi barbilla y besaron mi cuello proporcionándome un placentero escalofrío mientras sus manos trataban de abarcar mis pechos. Me entregué a sus caricias girando sobre mí misma, sintiendo cómo su polla se restregaba con mi cadera y llegaba hasta aplastarse contra mi culo, escapándoseme una carcajada de satisfacción al sentirla dura y gruesa presionándome las nalgas mientras manoseaba mis tetazas a través del suave y fino cuero que las cubría.

– Me pones cachondísima –le dije casi sin aliento.

– Y tú a mí. ¿Lo sientes? –contestó empujando con su cadera.

– Uuummmm…sí –su verga se incrustaba en mis glúteos deliciosamente.

– Ahora entiendo por qué todos los tíos querían follarme… -me susurró pensando en voz alta-. Lucía, eres la criatura más bella y excitante que he visto jamás… Ahora que tengo polla no puedo pensar más que en recorrer todo tu cuerpo y metértela por cada orificio para llenarte de mí…

– Y yo quiero que lo hagas… Desde que todo esto empezó nunca he deseado tanto a un hombre como te deseo a ti… Anoche me masturbé recordando cómo te corrías en mi boca… Necesito que me folles, Antonio.

Me hizo girar nuevamente sobre mí misma e invadió mi boca con su lengua mientras sus manos volvían a agarrarme del culo con pasión. Abrumada por la excitación, tomé por un momento el control de mí misma para poner una mano sobre su pecho separándome de él succionando su labio inferior. Me di la vuelta y me encaminé al dormitorio, marcando sensualmente cada paso con mis caderas. Al llegar a la puerta le miré, y le vi parado con su potente erección a punto de reventarle el pantalón, disfrutando del espectáculo de mi culo contoneándose para él.

– ¿Todo bien? –le pregunté con sonrisa de picardía.

– Todo perfecto –aseguró viniendo tras de mí.

Antonio me alcanzó cuando llegaba a los pies de la cama, y me agarró el culo con salvaje pasión, haciéndome proferir un excitado “¡Auuumm!”.

– Me parece increíble que me guste tanto el culo de una tía –me susurró al oído mientras me lo masajeaba-, y más pensando que antes era mi propio culo…

– Y vuelve a ser tuyo –afirmé-, puedes hacer con él lo que quieras…

– Uuuuuufffffff… -resopló soltándolo para volver a restregar su paquete contra él y aferrarse a mis pechos-. Nunca había deseado nada con tanta intensidad… ¿Es siempre así? –preguntó amasando mis senos y empujándome con la cadera.

– Ahora eres un hombre –contesté alzando mis brazos y cogiéndole por la nuca para ofrecerle mis gracias en todo su esplendor-. Ahora todo tu mundo girará en torno al deseo…

Sin separarse de mí, apretando su dureza contra mis glúteos, abandonó los pechos para hallar la cremallera del vestido en mi espalda y bajarla completamente hasta la zona lumbar. Yo reculé empujándole para que se despegara de mí, y me giré para mostrarle cómo me quitaba la prenda de cuero rojo, descubriéndome lentamente hasta sacarla por los pies. Me quedé ante él, con mi lencería negra casi transparente, las medias y los tacones, mordiéndome el labio inferior a la espera de su reacción.

– Diosssssss… Eres puro fuego… -susurró escaneando cada milímetro de mi anatomía.

Parecía que fuese la primera vez que contemplaba mi cuerpo casi desnudo, y en realidad lo era, con su nueva perspectiva masculina. También él estaba descubriendo a Lucía. En sus oscuros ojos se reflejaba la fascinación, excitación y lujuria que el contemplarme le producía, y todo su ser clamaba por mí haciéndome sentir la mujer más deseada del mundo porque, para él, así lo era. Sin siquiera darse cuenta de lo que estaba haciendo, se quitó rápidamente toda su ropa, quedándose únicamente con el slip que envolvía sus atributos de forma increíblemente atractiva para mí, apenas dejando nada para la imaginación.

Contemplé su anatomía del mismo modo que él había contemplado la mía, sorprendiéndome y maravillándome con lo irresistiblemente atractivo que me resultaba aquel cuerpo que anteriormente había sido mío. Bajo mi azulada mirada, Antonio era el hombre más increíblemente sexy del mundo, un auténtico dios merecedor de mi adoración, el eje sobre el cual girarían todos mis deseos.

Nos fusionamos en un ardiente beso batallando por devorarnos mutuamente, sintiendo el calor de nuestros cuerpos pegados, disfrutando del tacto de nuestras febriles pieles. Las caricias de Antonio en mi espalda me hacían arquearla, y la presión de su palpitante músculo sobre mi braguita me sobrexcitaba haciéndome desear desesperadamente que todo él estuviera dentro de mí. Con magistral habilidad desabrochó mi sujetador, y tomó mis pechos con sus manos para acariciarlos mientras sus labios recorrían mi cuello bajando hasta la clavícula. Besó mis tetas, primero suavemente, después con pasión, succionándolas y comiéndoselas sin dejar de masajearlas con sus cálidas manos mientras mi pubis no podía dejar de frotarse contra la dureza que su slip envolvía.

Volvió a subir a mi boca, devolviéndome el aliento que sus caricias me arrancaban, mientras mis manos recorrían su fuerte torso memorizando el tacto de sus pectorales con la yema de mis dedos. Alcancé una de sus orejas con mis labios, y succioné el lóbulo dándole suaves mordiscos, a lo que él contestó con una carcajada de satisfacción. Mi húmeda lengua se coló en su oído y el cosquilleo le hizo apretarme en su abrazo aplastándome contra él.

– Voy comerte entero –le susurré al oído provocándole un escalofrío.

Recorrí su cuello y pecho con mis labios, y fui bajando por su abdomen trazando una línea recta con mi lengua hasta llegar a su cintura. Besé el imponente abultamiento de su ropa interior, oyéndole suspirar y, colocándome sumisamente de rodillas, le bajé la única prenda que le quedaba para adorar la majestuosidad de su erecto miembro. Le miré fijamente a los ojos, y él me devolvió la mirada con el deseo y la excitación reflejados en su rostro. Jamás había experimentado una mirada tan íntima, me sentí perdida en ella mientras una de mis manos le sujetaba de su culo en tensión y la otra empuñaba su virilidad.

Sus ojos navegaron en la mar embravecida de los míos mientras mi mano recorría suavemente la longitud de su tronco y acariciaba sus sensibles testículos, tomándolos como a dos frutas maduras.

– Mmmmmmm… -gimió con una gota de transparente néctar brotando en la punta de su estaca.

Mis labios besaron aquella muestra de su extrema excitación y mi lengua degustó el salado sabor de su lubricación. Manteniendo aún su mirada, acaricié el rosado glande con la lengua y disfruté del suave tacto de su piel. Mis labios se posaron de nuevo en la punta y fui echándome hacia delante, aún perdida en sus profundos ojos, para que la cabeza de su cetro fuese penetrando entre mis pétalos con suavidad, hasta alcanzar mi lengua y comenzar a arrastrarse sobre ella llenándome la boca con su polla. El contacto visual se rompió, al echar él hacia atrás la cabeza con un profundo suspiro mientras yo me concentraba en engullir cuanta carne era capaz.

Succioné con todas mis fuerzas, presa de la lujuria y glotonería, mientras me sacaba la verga de la boca, haciéndole estremecer hasta dejar salir su potente músculo de entre mis labios con un poderoso chasquido.

– Uuuuuuufffffffff… -resopló Antonio volviendo a mirarme-. Eso ha sido brutal… He sentido que me absorbías hasta la vida…

Sonreí y volví a meterme la polla en la boca chupándosela con verdadera gula. No podía reprimir mis ganas de él, y eso provocó que empezase a mamársela intensamente, moviendo mi cabeza hacia delante y hacia atrás a un buen ritmo, succionando la dura carne que hacía las delicias de mi paladar. Toda mi húmeda y cálida cavidad envolvía su plátano, haciéndome el hambre hundir mis carrillos tirando de él mientras mis labios le regalaban su opresora suavidad.

– Ooooh, oooooh, ooooooohhhhh…

Mi saliva lubricaba toda la longitud de su potente músculo entrando y saliendo de mi boca, resultándome tan exquisita su forma de deslizarse dentro de ella, que noté cómo mis muslos se mojaban con mis propios fluidos. Había descubierto que me gustaba practicar el sexo oral hasta el punto de convertirse en un pequeño vicio para mí, pero la sensación que me producía comerme la polla de Antonio escuchando sus gruñidos de placer, era la más sublime de mis experiencias bucales.

Mis chupadas eran cada vez más intensas, más voraces, más profundas, y a pesar de que sentí cómo la verga palpitaba sobre mi lengua, y Antonio me anunciaba con desesperación que iba a explotar, no pude dejar de succionar dentro y fuera sin disminuir la intensidad para prepararme ante la inminente corrida. Me agarré con ambas manos a sus prietos glúteos, y mis uñas se clavaron en su piel.

– Aaaaaaaaaaaaaaaaaaaahhhhhhhhhhh –le oí gritar orgásmicamente.

Sentí el cálido chorro de leche de macho estrellándose contra mi paladar, llenándome la boca de espeso y dulce néctar de hombre. La repentina descarga me hizo temblar de puro placer al sentir aquella polla derritiéndose dentro de mí. La varonil esencia era incontenible, se deslizó por mi garganta mientras la polla latía sobre mi lengua con nuevos chorros que impetuosamente golpeaban el cielo de mi boca, hasta que su arrebato decayó regando mis papilas gustativas. No dejé de succionar en ningún momento, con la verga deslizándose entre mis labios lubricados con su semen, bebiendo de aquella fuente para intensificar el orgasmo de Antonio y prolongar su placer hasta que quedase completamente satisfecho regalándome todo su delicioso esperma.

– Uuufffffff… -resopló mirando cómo, sentada sobre mis talones, daba los últimos lametazos a su glande-. Ha sido brutal, incluso mejor que ayer… Aunque sólo fuera por esto, merece la pena ser un tío.

– ¡No me digas!- exclamé mirándole fijamente y relamiendo los restos de semen de mis labios.

– Y la vista que ahora mismo tengo desde aquí –añadió sonriéndome desde las alturas-, me encanta…

Noté cómo me sonrojaba, en parte de vergüenza, cosa que hasta ese momento no había sentido con un hombre, por mi sumisa actitud; en parte de satisfacción, por haberle complacido, y en parte de coquetería, por sentirme halagada. Alimenté mi vanidad con picardía para ofrecerle una mejor vista aún, arqueando mi espalda para que contemplase bien mi culito de forma acorazonada, y presionando mis pechos con mis brazos para que se elevasen y mostrasen sensualmente su exuberancia mientras mis labios le lanzaban un beso.

– Digna de los sueños húmedos de cualquier hombre –pensó en voz alta-. Estás para comerte entera… Quiero comerte entera…

Me levanté y mis labios fueron al encuentro de los suyos. Me besó recorriendo mis curvas con sus manos como un alfarero dándole forma a un jarrón. Sus besos fueron a mi cuello, regalándome un placentero cosquilleo mientras succionaba mi delicada piel. Bajó hasta mis pechos besándolos mientras yo echaba la cabeza hacia atrás dejándome hacer. Siguió bajando por mi vientre, colando su lengua en mi ombligo con un nuevo cosquilleo, y continuó descendiendo hasta besar la humedad de mi braguita y aspirar su aroma de hembra excitada. Con exquisita delicadeza acarició mis muslos y pantorrillas sacándome las medias y los zapatos, para, finalmente, tirar de mi más íntima prenda deslizándola por mis piernas hasta quitármela. De rodillas, observó por unos momentos mi jugosa y sonrosada vulva.

– ¡Qué preciosidad! –exclamó con un suspiro.

Me cogió por las caderas y acarició la redondez de mi culito, incitándome para que mi pierna derecha pasara por encima de su hombro y mi sexo se le ofreciese como una fruta madura recién abierta. Con su cabeza entre mis muslos, sentí cómo lamía mis abultados labios mayores provocándome un escalofrío que me hizo suspirar, y besó con dedicación la entrada a mis placeres provocando que me dolieran los pezones de pura excitación. Su lengua exploró los pliegues de mi piel, acariciándolos y lamiéndolos mientras penetraba a través de ellos para llegar al origen de mis aguas termales.

– Uuuuuuummmm – gemí sujetando su cabeza de cabellos castaños.

Apretando con sus dedos mis glúteos, acarició la suavidad y el calor de mi almeja, subiendo con su lengua por ella hasta encontrar la sensible perla que escondía. Sus labios la besaron provocándome un estremecimiento y, haciéndome desear más, tiró de mi culito obligándome a sentarme sobre la cama.

– Túmbate y ponte cómoda –me susurró levantándose.

Mordiéndome el labio, ansiosa porque aquello continuase, obedecí tumbándome y ofreciéndome a él con mis ojos fijos en el magnetismo de su mirada.

Con su barbilla brillante por mi lubricación, Antonio se colocó sobre mí dándome un profundo beso en el cuello, para volver a descender por la geografía de mi cuerpo deteniéndose en las montañas que todo alpinista querría escalar. Las cogió con sus manos apretándolas, oprimiendo su volumen para que sus erizadas cúspides quisieran rozar el cielo. Con toda su boca tomó una de ellas, y se amamantó provocando un terremoto que sacudió todo mi ser. Después pasó a la otra, y se la comió haciéndome gemir. Sus labios tomaron el rosado pezón y lo chuparon con su lengua lamiendo su dureza, provocándome exquisitas descargas eléctricas que me recorrían en una tormenta de placenteras sensaciones. Del mismo modo estimuló mi otro pezón, mientras la palma de su mano cubría el pecho abandonado amasándolo y masajeándolo.

Habiendo conquistado sus cumbres, mi amante franqueó el paso montañoso y planeó sobre el valle de mi abdomen soplando su aliento, regalándome unas maravillosas cosquillas en mi hipersensible piel hasta llegar a la cueva que pedía ser nuevamente explorada.

Me agarró de los muslos situando su cabeza entre ellos, alcanzando mi monte de venus para besarlo suavemente. Sentí cómo seguía bajando y abría su boca para que su lengua se presentase penetrando entre mis labios mayores y menores, poniéndose dura como una pequeña polla y enterrándose en mi coño hasta que toda su boca se acopló a él.

– Aaaaaaaaaahhhhhhhh… -grité arqueándome sobre la cama.

Uno de los brazos de Antonio se estiró hasta que su mano alcanzó uno de mis senos, y lo agarró y acarició mientras su húmedo y manejable músculo se retorcía dentro de mí provocando que todo mi cuerpo se retorciese con él. Su lengua lamió todo mi coñito de abajo arriba una y otra vez, sin prisa pero sin pausa, alternando con besos que presionaban mi vulva mientras me penetraba con dureza alcanzando cuanta profundidad podía.

– Ooooooohhhhh, Diossssss, mmmmmmíoooooo… -me hizo gritar fuera de mí.

No había duda de que Antonio sabía perfectamente cómo complacerme. Sabía por propia experiencia de su vida pasada, qué haría vibrar a mi cuerpo, qué me haría enloquecer. Y lo estaba llevando a cabo con destreza, disfrutando él mismo de mi excitación, degustándola con la calma con la que se saborea el más exquisito de los manjares.

Atacó mi clítoris con la punta de su lengua, acariciándolo suavemente, rodeándolo y besándolo mientras dos de sus dedos penetraban lentamente hacia mi lubricada vagina,

– Uuuuuuuuuuuummmmm… -gemí mordiéndome el labio.

Las lamidas en mi botoncito aceleraron su ritmo, alternándose con succiones que me llevaban al borde del precipicio. Al mismo tiempo, los dos dedos exploraban mi calor interno, entrando y saliendo de él, dándome un exquisito placer que me hacía contonear mis caderas a con su ritmo.

Con la boca me comía el clítoris, con una mano acariciaba mis pechos, y con la otra me follaba lentamente. Era tanto el placer que me daba, que empezaba a sentir la necesidad de liberar toda la tensión sexual acumulada con un glorioso orgasmo. Pero mi devorador sabía cómo mantenerme en un delicado equilibrio para que, cuando pensaba que no podría más, él me hacía cruzar esa frontera sin descargarme, aumentando la intensidad de mi disfrute. Sin duda, aquella era la más exquisita de las torturas.

Sacó sus dedos de mí, y su boca atrapó toda mi vulva para que fuese su lengua la que me penetrase contorsionándose en mi interior. Sus dedos se encaminaron hacia abajo y recorrieron el gran cañón de mi culo abriéndose paso por él hasta hallar su puerta secreta.

– Aaaahhhh, aaaaahhhhh, aaaaaaaahhhhhhh… -jadeé sintiendo su lengua follándome y sus dedos entre mis nalgas.

Uno de sus dedos presionó mi entrada trasera y, bien lubricado, no tuvo ninguna dificultad para franquearla suavemente arrancándome un grito por la impresión. Aquella era una de las cosas que más me enloquecían de sentir mi culito perforado, que la primera impresión siempre resultaba tan poderosa como para dejarme sin aliento. Ese dedo trazó círculos dentro de mí, intensificando aún más lo que su lengua hacía en la entrada principal, y enseguida comprobó que ya estaba preparada para que el otro dedo le acompañase penetrándome con los dos a la vez.

– Dioooooooooosssssssssssss… -clamé.

El torrente de placer desbordó mis sentidos con una catarata de sensaciones que me llevaron hasta el delirio. Todo mi cuerpo se convulsionó y me corrí en la boca de Antonio, con él bebiendo del manantial de mi orgasmo, prolongándolo hasta el infinito con sus labios y lengua e intensificándolo al límite de mi locura con sus dedos dentro de mí.

Sintiendo aún los ecos del poderoso orgasmo recorriendo todo mi cuerpo, Antonio ascendió hasta llegar a mis labios e invadir mi boca con su deliciosa lengua. Sentí el calor de su piel sobre la mía, el peso de su cuerpo sobre mí, y la maravillosa sensación de cómo su glande se abría paso entre mis pliegues deslizándose a través de ellos para meterme toda su polla hasta el fondo.

– ¡¡¡Aaaaaaaaaaaahhhhhhhhh…!!! – grité sorprendida y complacida.

Una réplica del terremoto que acababa de sacudir mi cuerpo volvió a ponerme en tensión para hacerme alcanzar un nuevo orgasmo, aún más intenso que el que acababa de experimentar, exquisitamente inesperado y satisfactorio. Toda mi vagina se contrajo agasajando al repentino invasor, oprimiéndolo para sentir su dureza, grosor y longitud, haciéndome gritar en pleno éxtasis sintiendo cómo me llenaba por dentro mientras mis fluidos lo bañaban con su calor.

Sentí aquella verga como el instrumento de placer más sublime de cuantos había probado, y tuve la certeza de que aquella era la horma de mi zapato. Su tamaño era, simplemente, perfecto para mí, y su curvatura demencial para mis sentidos. La sentía toda dentro, acariciando y taladrándome en lo más profundo, dilatando mis paredes y estimulándolas para que la envolviesen como una funda hecha a medida. Sin duda, aquella polla existía para mí y mi coño para ella. Me entraba entera, toda ella, permitiendo que el pubis de Antonio se incrustase en el mío, presionándome el clítoris mientras sus pelotas acariciaban mi perineo y culo convirtiendo la penetración en la más maravillosa y completa experiencia que jamás había tenido.

Con mi orgasmo en pleno declive tras la satisfactoria primera acometida, Antonio comenzó a moverse dentro de mí sin dejar de besarme acariciándome los labios. Le noté inicialmente torpe. Tenía tantas ganas de follarme, y hacerlo bien, que sus inexpertos movimientos y ansiedad me indicaron que se estaba dejando arrastrar por el nerviosismo de ser su primera vez como hombre.

– Ya has conseguido que me corra dos veces seguidas –le susurré-. Así que, tranquilo, deja de pensar cómo hacerlo para darme más placer. Déjate llevar por lo que sientes, disfruta y tu cuerpo sabrá cómo hacer el resto…

Le agarré del culo, abracé su cintura con mis piernas, y él respondió dándome un magnífico empujón con el que me clavó su sable hasta el fondo.

– Uuuuuuummmmmmm… -gemí embriagada por la profundidad de su vigorosa arremetida.

– ¿Así? –me preguntó jadeando-. Estás tan preciosa cuando gimes…

– Uuuuufffff… Así… No pares…

Levantando sus caderas y haciéndome sentir toda su virilidad deslizándose dentro de mí, volvió a empujarme con fuerza, clavándomela entera y arrancándome un nuevo gemido. Ayudado por mis caricias en sus duros glúteos, arañándole cada vez que profundizaba, inició un ritmo de embestidas con el que me deleitó haciéndome sentir toda la potencia de su ariete abriendo y perforando mis entrañas, ensalzando la gloriosa sensación con el ímpetu de su pelvis golpeando rítmicamente mi vulva y haciendo vibrar el clítoris, avivando mi lujuria con el cosquilleo de sus testículos estrellándose contra el perineo y azotando mi culito.

Con su mirada encendida de pasión escrutando mi alma a través de mis ojos, nuestra unión trascendió más allá de nuestros cuerpos, fusionándonos por medio del placer en un solo ser que al fin se sentía completo.

Los dos gemíamos disfrutando de cada penetración, gozando de cómo nuestros cuerpos estaban hechos el uno para el otro sincronizándose en un fogoso baile que hacía hervir la sangre en nuestras venas, y acelerar nuestros corazones para redoblar como tambores de guerra.

Estaba disfrutando tanto de él, me excitaba tanto, le deseaba con tal intensidad, que anhelaba que me atravesase salvajemente con su polla, sentirle tan dentro que mi cuerpo combustionara, que me empalase convirtiéndome en una marioneta manejada por su verga… Le hice girar saliendo de mí y me coloqué sobre él.

– Quiero que me folles hasta hacerme desfallecer –le dije-, que me ensartes con tu polla y me mates de placer…

Sus manos me tomaron por la cintura y acompañaron mi movimiento de descenso mientras mi mano sujetaba su asta para clavarme en ella. Bajé metiéndomela entera hasta quedar totalmente ensartada con mi amante levantando sus caderas.

-¡Ooooooooooohhhhh! –grité.

Le sentí con mayor intensidad de lo que ya le había sentido, y el placer se hizo casi insoportable cuando me incorporé para quedar perpendicularmente a él, empalándome de tal modo que sentí cómo su lanza empujaba mis entrañas como si pudiera atravesarlas.

Antonio, con los dientes apretados sintiendo cómo mi vagina exprimía su pértiga tocando fondo, me contemplaba con fascinación, embebiéndose de cada uno de los rasgos de mi rostro y cada una de las formas de mi cuerpo; reflejándose en sus oscuros ojos que para él yo era la mayor obra de arte originada por la habilidad y genio del mejor de los escultores.

Desde que me convertí en Lucía me había sentido deseada por muchos hombres, pero nunca de aquel modo, no con esa magnitud. Era abrumador.

Sus manos acariciaron mi cintura, recorriendo su curva para bajar a las caderas y delinearlas hasta cogerme del culo y tirar de él hacia sí apretándome las nalgas.

– Aaaaaauuuuuuummmmm… -gemí quedándome sin respiración con su polla clavándose aún más en mí.

Moví las caderas hacia delante y hacia atrás, frotándome sobre su pelvis, disfrutando del calibre de su sexo llenando el mío, estrangulándolo con mis músculos internos y obligándome a morderme el labio para reprimir los escandalosos gemidos que hasta el portero del edificio podría escuchar.

– Uuuuuuuffffffff… -gimió él-. Me encanta cómo me aprietassssss…

Sentía mis pezones como puntas de flecha a punto de ser disparadas, y pareció que Antonio leyese mis pensamientos al subir sus manos para cubrírmelos y masajear la turgente generosidad de mis pechos. Sus caricias me volvieron loca, y me hicieron llevarme las manos a la cabeza para revolverme el cabello de forma inconsciente. Mi espalda se arqueó en respuesta a tanto placer, y no pude conformarme con contonear mis caderas ensartada en aquella deliciosa verga que me taladraba, tuve la necesidad de saltar sobre ella para que entrase y saliese de mí con golpes secos de su glande en la boca de mi útero y el choque de su pelvis con la mía. Aquello fue el apoteosis.

Antonio exprimió mis melones y acompañó mis botes sobre él subiendo y bajando la cadera, consiguiendo que las penetraciones fuesen más largas y potentes, logrando que todo mi cuerpo se retorciese sobre él como la cola de una lagartija.

Mis paredes internas devoraban su duro miembro con voracidad, tirando de él, masajeándolo y oprimiéndolo para sentir todo su grosor abriéndome por dentro, incitándole a profundizar más y más. El sube y baja por aquel mástil se hizo febril, perlando mi piel con sudor y ruborizando mis mejillas mientras mis dedos revolvían mi negra melena como si estuviese poseída. Y es que Antonio me estaba poseyendo hasta conseguir que en mi mundo no importase nada más que el placer que me estaba dando.

– Ah, ah, ah, ah, ah, ah… -jadeaba sin descanso.

– Ummm… Lucía… Uuuuummm… Lucía… -gemía él apretando mis senos como si fuera la primera vez que lo hiciera.

Entramos en puro frenesí, y él bajó sus manos de nuevo a mi culo para sujetarme mejor y darme una y otra vez sin piedad, haciendo que cada golpe de su cadera y penetración en mi coño fuese un húmedo estallido de sensaciones que recorrían todo mi cuerpo en rugientes oleadas.

Antonio gruñía de placer y esfuerzo, con una fiera mirada que se embebía del espectáculo de mis tetas botando al ritmo de sus embestidas. Y en su expresión pude ver que estaba llegando al límite de su capacidad para retener la inevitable liberación, al igual que yo sentía cómo todo mi cuerpo se estremecía con el preludio de un glorioso orgasmo.

– ¡¡¡Aaaaaaaaaaaaaaaaahhhhhhh!!! –grité logrando el éxtasis.

– ¡¡¡Oooooooooooooooooohhhhhhh!!! –gritó él con un rugido.

Alcancé el nirvana sintiendo cómo su cálida esencia irrumpía en mis entrañas como la lava de un volcán que entra en erupción con abundantes borbotones de incandescente magma. Nos corrimos a la vez, disfrutando de un sublime orgasmo que a ambos envolvió hasta hacernos perder la cabeza en un delirio de indescriptible placer que desbordó nuestros sentidos, haciéndonos despegar de la realidad.

Cuando volví al mundo terrenal, tras viajar por todo el universo de mis fantasías, fui consciente de que en realidad estaba despertando de un plácido sueño. Aquel increíble orgasmo compartido me había hecho entrar en un verdadero éxtasis, llegando a perder el conocimiento con él. Desperté sobre la cama experimentando una maravillosa sensación de paz y absoluta felicidad. Miré a mi izquierda, y vi a la preciosa Lucía dormida.

– ¡¡¡Lucía!!! –grité con voz varonil.

Al mirar hacia abajo y ver mi cuerpo de hombre, mi sorpresa se confirmó: volvía a ser Antonio.

CONTINUARÁ…

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Relato erótico: “Mi esposa se compró dos mujercitas por error” (POR GOLFO)

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Cuando por motivo de trabajo te desplazan a un lugar exótico, es importante antes de hacer nada conocer la cultura del país porque en caso contrario, es muy fácil meter la pata. Eso le ocurrió a mi mujer al poco tiempo de irnos a vivir a Birmania.
Dejando nuestro Madrid natal, nos habíamos desplazado hasta ese lejano país porque mi empresa me había nombrado delegado. Entre las prestaciones del puesto se incluía un magnifico chalet de casi quinientos metros para nuestro uso y disfrute.
Recuerdo que desde que María visitó las reformas de la casa donde íbamos vivir los siguientes cinco años, me avisó que no pensaba ocuparse ella de la limpieza.
-Si quieres que vivamos aquí, voy a necesitar ayuda.
Cómo me pagaban en euros y los salarios en esas tierras eran ridículos, no vi ningún inconveniente y le di vía libre para resolver ese problema como considerara conveniente, no en vano ella era la que iba a tener que lidiar con el servicio.
No siendo un tema inmediato por los retrasos en las obras, María aprovechó que durante los dos primeros meses vivíamos en un hotel para conocer un poco la ciudad. Fue durante uno de sus paseos por Yangon cuando conoció a una anciana que siendo natal de ese país, hablaba un poco de inglés.
María vio en ella a su salvación y la medio contrató como asesora para todo. De esa forma en compañía de Maung compró los muebles que le faltaban, conoció las mejores tiendas de la ciudad e incluso le presentó a un par de occidentales con las que ir a tomar café. Convencida que había hallado una mina al llegar el momento de la mudanza, también le planteó su problema con el servicio.
-Yo conseguir. Mujeres de mi pueblo, dulces, guapas, jóvenes y obedientes. ¿Le parece bien?
Mi mujer que es de la cofradía del puño agarrado, preguntó:
-¿Y cuánto me va a costar al mes?
-No mes, usted pagar 800 dólares americanos por cada una y luego solo comida y casa.
Creyendo que ese dinero era la comisión de la anciana por conseguirle unas criadas y que estas eran de un origen tan humilde que con la manutención se daban por satisfechas, hizo cálculos y comprendió que con que duraran cuatro meses habría cubierto de sobra el desembolso. Por eso y por la confianza que tenía en la mujer, aceptó sin medir claramente las consecuencias.
-Me mudo en dos semanas, ¿cree que podré tenerlas para entonces?
-Por supuesto, Maung mujer seria. Dos semanas, mujeres en su casa….
Aung y Mayi llegan a casa.
Tal y como habían quedado, a las dos semanas exactas la anciana llegó al chalet con las dos criadas. Debido a mi trabajo, ese día estaba de viaje en Tailandia y por eso tuvo que ser María quien las recibiera. Mi señora al verlas tan jovencitas lo primero que hizo fue preguntarle su edad.
La vieja creyendo que la queja de mi esposa era porque las consideraba mayores, contestó:
-Veintiuno y dieciocho. Pero ser vírgenes, ¿Usted querer comprobar?
Tamaño desatino incomodó a María y creyendo que en esa cultura una chica de servicio virgen era un signo de estatus, le contestó que no hacía falta. Tras lo cual, directamente las puso a limpiar los restos de la obra. Al cabo de tres horas de trabajo en las pobres crías no se tomaron ni un respiro,  mi señora miró su reloj y vio que ya era hora de comer. Como no había preparado nada por medio de señas, se llevó a las orientales a comer a un restaurante cercano.
Las chavalas que no comprendían nada se dejaron llevar sumisamente pero al ver que entraban a un restaurante se empezaron a mirar entre ellas completamente alucinadas. Mi mujer creyó que su confusión se debía a que aunque era un sitio popular, al ser de un pueblo en mitad de la sierra nunca habían en estado en un sitio de tanto lujo pero cuando intentó que se sentaran a su lado, sus caras de terror fueron tales que tuvo que llamar a la jefa que hablaba inglés para que le sirviera de traductora. Tras explicarle la situación, la birmana  comenzó a charlar con sus compatriotas. Como las dos crías eran de una zona tan remota, su dialecto fue entendido a duras penas por la mujer y luego de traducirlo, dijo:
-Señora, estas dos niñas se niegan a sentarse a comer con usted. Según ellas estarían menospreciando a la esposa de su dueño. Prefieren permanecer de pie y comer cuando usted acabe.
Desconociendo la cultura, no dio importancia a la forma en que se habían referido a ella y temiendo ofender alguna de sus costumbres, comenzó a comer. Las dos orientales se tranquilizaron pero asumiendo que ellas eran las sirvientas se negaron a que los empleados del local se ocuparan de su señora y por eso cada vez que le faltaba agua en su vaso, ellas se lo rellenaban y cuando trajeron los siguientes platos, se los quitaron de las manos y ellas fueron quien se lo colocaban en la mesa.
María que al principio estaba incomoda, al notar el mimo con el que ambas niñas la trataban, aceptó de buen grado ese esplendido trato y se auto convenció que había acertado contratándolas. Habiendo terminado, pidió que prepararan para unas bandejas con comida para ellas y pagando salió del local mientras Aung y Mayi la seguían cargando con las bolsas.
Ya en la casa y deseando tomarse un respiro, las dejó en la cocina comiendo mientras ella se iba a tomar un café con las dos británicas que había conocido. Como otras tardes se citó con esas amigas en un café cercano a la embajada americana famoso por sus gin-tonics.
El calor que ese día hacía en Yagon junto con la amena conversación hizo que sin darse cuenta, mi esposa bebiera demasiado y ya casi a la hora de cenar, tuviera que pedir un taxi para irse al chalet. Al bajar del vehículo, se encontró que Aung la mayor de las dos muchachas había salido a recibirla y viendo el estado en que se encontraba, la ayudó a llegar hasta la cama.
Borracha hasta decir basta, le hizo gracia que las dos crías compitieran por ver quién era quien la desnudaba pero aún más sus miradas cómplices al comprobar el tamaño de sus pechos. Como las asiáticas son más bien planas, se quedaron admiradas por el volumen exagerado de sus tetas y por eso les resultó imposible retirar sus ojos de mi esposa mientras involuntariamente los comparaban con los suyos.
-¡No son tan grandes!- protestó muerta de risa e iniciando un juego inocente cuyas consecuencias nunca previo, los cogió entre sus manos y les dijo: -Tocad, ¡Son naturales!
Cómo no entendieron sus palabras, fueron sus gestos los que malinterpretaron y creyendo que mi mujer les ordenaba que se los chuparan, un tanto cortadas la miraron tratando de confirmar que eso era lo que su jefa quería.
-Tocadlos, ¡No muerden!- insistió al ver la indecisión de las dos chicas.
Mayi, la menor y más morena de las dos, dando un paso hacia delante obedeció y cogiendo uno de los dos pechos que le ofrecían entre sus manos, lo llevó hasta su boca y empezó a mamar. Totalmente paralizada por la sorpresa, mi mujer se la quedó mirando mientras su compañera asiendo el otro, la imitó.
María tardó unos segundos en reaccionar porque en su fuero interno, sentir esas dos lenguas recorriendo sus pezones no le resultó desagradable pero al pensar que sus teóricas criadas lo único que estaban haciendo era obedecer, se sintió sucia y separándolas de sus pechos, las mandó a dormir.
Las birmanas tardaron en comprender que mi mujer las estaba echando del cuarto y creyendo que la habían fallado, con lágrimas en los ojos desaparecieron por la puerta mientras en la cama María trataba de asimilar lo ocurrido. El dolor que reflejaban sus caras era tal que supo que  de algún modo las había defraudado.
“En Birmania, la figura del jefe debe de ser parecida un señor feudal”, masculló entre dientes recordando que estos tenían derecho de pernada. “Han creído que les ordenaba satisfacer mis necesidades sexuales y en vez de indignarse lo han visto como algo natural”.
La  certeza que eran diferencias culturales no disminuyó la calentura que sintió al saber que podría hacer con ellas lo que le viniera en gana. Aunque nunca se había considerado bisexual y su único contacto con una mujer habían sido unos inocentes magreos con una compañera de colegio, María se excitó pensando en el poder que tendría sobre esas dos niñas y bajando su mano hasta su entrepierna, se empezó a masturbar soñando que cuando volviera del viaje, me sorprendería con una noche llena de placer…
María descubre una extraña sumisión en esas dos orientales.
A la mañana siguiente, mi mujer se despertó al oír que alguien estaba llenando el jacuzzi de su baño. Al abrir sus ojos, la claridad le hizo recordar las muchas copas que se había tomado y por eso le costó enfocar unos segundos. Cuando lo consiguió se encontró a las dos birmanas, arrodilladas junto a su cama sonriendo.
-Buenos días- alcanzó a decir antes de que Mayi la obligara a levantarse de la cama, diciéndole algo que no pudo comprender.
La alegría de la chavala disolvió sus reticencias y sin quejarse la acompañó hasta el baño. Una vez allí, la mayor Aung desabrochándole el camisón, se lo quitó dejándola completamente desnuda sobre las baldosas y llamando a la otra oriental entre las dos, la ayudaron a meterse en la bañera.
“¡Qué gozada!”, pensó al sentir la espuma templada sobre su piel y cerrando los ojos, creyó que estaba en el paraíso.
Estaba todavía asumiendo que a partir de ese día, sus criadas le tendrían el baño preparado para cuando se despertara cuando notó que una de las mujercitas había cogido una esponja y la empezaba a enjabonar.
“¡Me encanta que me mimen!”, exclamó mentalmente satisfecha al experimentar las manitas de Maya recorriendo con la pastilla de jabón sus pechos.
Aunque las dos crías no parecían tener otra intención que no fuera bañarla, María no pudo reprimir un gemido cuando sintió las caricias de cuatro manos sobre su anatomía.
“Me estoy poniendo cachonda”, meditó y ya con su coño encharcado, involuntariamente separó sus rodillas cuando notó que Aung acercaba la esponja a su entrepierna.
La birmana interpretó que su jefa le estaba dando entrada y sin pensárselo dos veces, usó sus pequeños dedos para acariciar el depilado coño de la occidental.  Con una dulzura que impidió que mi mujer se quejase, separó los pliegues de su sexo y se concentró en el erecto botón que escondían.
-¡Dios! ¡Cómo me gusta!- berreó cuando la otra cría se hizo notar llevando su boca hasta uno de los enormes pechos de su jefa.
El doble estímulo al que estaba siendo sometida venció toda resistencia y pegando un grito les exigió que siguieran con las caricias lésbicas. Aung quizás mas avezada que la menor, incrementó la velocidad con la que torturaba el clítoris de mi esposa mientras Mayi alternaba de un pecho a otro sin parar de mamar.
“¡Me voy a correr!”, meditó ya descompuesta y deseando que su cuerpo liberara la tensión acumulada, hizo algo que nunca pensó que se atrevería a hacer: olvidando cualquier resto de cordura introdujo su mano bajo el vestido de la mayor en busca de su sexo.
“¡No lleva ropa interior y está cachonda!”, entusiasmada descubrió al sentir que estaba empapada cuando sus dedos hurgaron directamente la cueva de la diminuta mujer. Aung lejos de intentar zafarse de esa caricia, buscó moviendo las caderas su contacto mientras introducía un par de yemas en el interior del chocho de mi señora.
Saberse al mando de una no le resultó suficiente y repitiendo la misma maniobra bajo la falda de la menor, confirmó que también la morenita tenía su coñito encharcado y con una sensación desconocida hasta entonces, se corrió pegando un gemido no se quejó al sentir la caricias. Aun habiendo conseguido el orgasmo, eso n fue óbice para que mi señora siguiera hirviendo y mientras masturbaba con cada mano a una de las orientales, quiso comprobar hasta donde llegaba su entrega y por medio de señas, les ordenó que se desnudaran.
La primera en comprender que era lo que María estaba diciendo fue la mayor de las dos que con un brillo especial en sus ojos se levantó y sin dejar de mirar a su jefa, se quitó la camiseta que llevaba.
Mi esposa, con posterioridad me reconoció, al admirar los diminutos pechos de la birmana no pudo aguantar más y sin esperar a que se quitara la falda, le exigió que se acercara a ella y al tenerla a su lado, por vez primera, abriendo su boca saboreó el sabor de un pezón de mujer.
La pequeña areola de la muchacha reaccionó al instante a esa húmeda caricia contrayéndose. María al comprobarlo buscó el otro y con un deseo insano, se puso a mamar de él mientras Aung se terminaba de desnudar. En cuanto la vio en pelotas, la hizo entrar con ella en la bañera y colocándola entre sus piernas, se recreó la vista contemplando el striptease de la segunda.
-¡Qué buena estás!- exclamó aun sabiendo que la cría era capaz de entenderla al admirar la sintonía de sus menudas y preciosas formas.
Dotada con unos pechos un poco más grandes que los de la otra oriental era maravillosa pero si a eso le sumaba la cinturita de avispa y su culo grande y prieto, Mayi le resultó sencillamente irresistible. Azuzada por la sensación de poderío que el saber que esas dos no le negarían ningún capricho, la llamó a su lado diciendo:
-¡Estás para comerte!.
La cría debió comprender el piropo porque al meterse en el jacuzzi en vez de tumbarse junto a María, se quedó de pie y acercando su sexo a la cara de mi mujer, se lo ofreció como homenaje. Durante unos instantes mi esposa dudó porque nunca se había comido un coño pero al observar esos labios tan apetitosos se le hizo la boca agua  y sacando su lengua se puso a degustar el manjar que esa niña tenía entre sus piernas.
-Joder, ¡Está riquísimo!- exclamó confundida al percatarse de la razón que tenía su marido al insistir en comerle el chumino cada dos por tres.
Aung que hasta entonces había permanecido entre las piernas de su dueña sin moverse, vio la oportunidad para comenzar a besar a mi mujer con una pasión desconocida.
María estaba tan concentrada en el sexo de Mayi que apenas se percató de los besos de esa otra mujer. Os preguntareis el porqué. La razón fue que al separar los pliegues de la chavala, se encontró de improviso con que tenía el himen intacto.
“¡No puede ser!” pensó y recordando las palabras de la anciana, por eso, dejando a la niña insatisfecha, exigió a la mayor que le mostrara su vulva. Levantándose y separando los labios, le enseñó el interior de su coño.
Tal y como le había asegurado, ¡Aung también era virgen!.
Fue entonces cuando como si una losa hubiese caído sobre ella, ese descubrimiento le confirmó que de alguna manera que no alcanzaba a comprender esas dos niñas creían que era su obligación el satisfacer aunque no lo desearan todos y cada uno de sus deseos. Su conciencia apagó de un soplo el fuego de su interior y en silencio salió de la bañera casi llorando.
“Soy una cerda. ¡Pobres crías!” continuamente machacó su cerebro mientras se ponía una bata.
A María no le cupo duda que una joven que siguiera teniendo su himen intacto, no se comportaría así sin una razón de peso. Por eso y aunque las birmanas seguían sus movimientos desde dentro de la bañera, salió del baño rumbo a su habitación.
La certeza que algo extraño motivaba dicho comportamiento se confirmó cuando al cabo de menos de un minuto esas dos princesitas llegaron y cayendo de rodillas, le empezaron a besar sus pies mientras le decían algo parecido a “PERDÓN”. El saber que no había ningún motivo por el que Anung y Mayi sintieran que le habían fallado y comprobar que eso las aterrorizaba, afianzó sus temores y decidió que iría a hablar con la anciana que se las había conseguido, pero antes debía de hacerlas saber que no estaba enfadada con ellas.
Dotando a su voz de un tono suave y a sus gestos de toda la ternura que pudo, las levantó del suelo y les secó sus lágrimas. La reacción de las muchachas abrazándola  mientras en su idioma le agradecían el haberlas perdonado ratificó su decisión de averiguar que pasaba y por eso, nada más vestirse, fue a entrevistarse con Maung.
María descubre que no ha contratado sino comprado a esas dos.
Como esa mujer vivía en uno de los peores suburbios de Yaon, mi esposa llamó a un taxista de confianza para que esperara mientras conseguía respuestas. Durante el trayecto, María trató de hallar la forma de preguntarle el porqué de esa actitud sin revelar que había utilizado a las birmanas para satisfacer sus “oscuras” necesidades.  No en vano era complicado confesar que la habían masturbado mientras la bañaban.
Por eso al llegar hasta el domicilio de esa señora, aceptó un té antes de plantearle sus dudas. Maung entendió que su visita estaba relacionada con las dos crías y antes de que ella le explicara qué pasaba, directamente le preguntó:
-¿Qué le han parecido mis paisanas? ¿Son tan obedientes como le dije?
-¡Demasiado!- contestó agradecida de que hubiese sacado el tema: -Nunca ponen una mala cara sin importarles lo que les pida.
Fue entonces cuando la anciana sonriendo contestó:
-Me alegro. Para ellas ha sido una suerte que una persona como usted las comprara ya que su destino normal hubiese sido terminar en un burdel.
María no asimiló el que las había comprado y solo se quedó con lo del “destino normal” por eso insistiendo preguntó:
-¿Por qué dices eso?
La señora dando otro sorbo al té, respondió:
-Desgraciadamente nacieron en una casa cuyos padres eran tan pobres que nunca hubieran podido pagarles una dote, por lo que desde niñas les han educado para que llegado el momento se convirtieran en las concubinas de algún ricachón aunque lo habitual es que dieran con sus huesos en algún tugurio de la capital- y recalcando su inevitable fin, confesó:- yo misma fui una de esas niñas y con quince años me vendieron a pederasta pero la suerte quiso que conociera a mi difunto marido y el me recomprara. ¡Desde entonces busco librar a mis paisanas de ese infierno! y por eso les busco acomodo en familias como la suya.
-¿Me está diciendo que soy su “dueña”?
-Así es. Aung y Mayi han tenido mucha fortuna. Sé que sirviendo a usted y a su marido, esas dos crías serán felices. Ellas mismas me dijeron al verla que nunca habían visto una mujer tan bella y se comprometieron conmigo en hacerle la vida lo más “placentera” que pudieran.
El tono con el que pronunció “placentera”, le confirmó que de algún modo se olía que su visita se debía a que  esas dos ya habían empezado a cumplir con esa promesa. María se quedó tan cortada que solo pudo bajar su mirada y con voz temblorosa, preguntar:
-¿Y mi marido? ¿Qué va  a pensar cuando se entere?
-¡Debe de saber qué son! Piense que mientras no hayan sido desfloradas por él: ¡Sus padres podrían revenderlas a otros amos!
Según mi señora cuando escuchó que las dos mujercitas todavía no estaban seguras si no me acostaba con ellas, la terminó de convencer que nunca se `perdonaría que terminaran en un putero y despidiéndose de la anciana, le prometió que en cuanto llegara a Birmania, las metería en mi cama.
Durante el trayecto de vuelta a casa, a mi mujer le dio tiempo de asimilar la conversación y fue entonces cuando cayó sobre ella la responsabilidad de hacer felices a esas dos crías. Como no teníamos hijos, decidió que de cierta forma las adoptaría y haría que yo, también las acogiera.
“Soy su dueña”, masculló entre dientes,” debo velar por su bienestar”.
Sin darse cuenta había aceptado su papel y por eso al entrar a la casa, le pareció normal que Mayi la recibiera de rodillas y que le quitara los zapatos siguiendo las costumbres de ese país. Ya descalza, llamó a Aung y llevándolas hasta su cuarto, abrió su armario y buscó algo de ropa que pudiera servirlas.
Las birmanas no sabían que era lo que quería su jefa pero aún así durante cinco minutos, permanecieron expectantes tratando de adivinar que se proponía. Asumiendo que las necesitaba para cambiarse cuando terminó de elegir las prendas que quería probarles, las dos la empezaron a desnudar.
La ternura con la que desabrocharon su camisa no impidió que se negara y más excitada de lo que le gustaría reconocer, por señas, pidió a la mayor que se quitara la camisola que llevaba puesta. Aung con una sonrisa se despojó de la misma y mirando a su dueña, se acercó y puso sus pechos a su disposición diciendo:
-Son suyos, mi ama.
La sorpresa de mi mujer fue total al escucharla hablar en español y por eso, no dudó en preguntarle si conocía su idioma. La oriental muerta de risa, cogió un diccionario de la librería y buscando una palabra en él contestó:
-Mayi y yo querer aprender.
Imitando a la cría, María buscó en ese libro la traducción  al birmano y dijo:
-Yo y mi marido os enseñaremos.
Sus rostros radiaron de felicidad y buscando los labios de mi mujer, las dos niñas comenzaron a besarla riendo mientras practicaban las primeras palabras de español.
-Ama, dejar amar.
Por medio de suaves empujones, tumbaron a mi mujer en la cama. María muerta de risa dejó que lo hicieran y desde las sabanas, observó cómo se desnudaban. Sus preciosos cuerpos al natural hicieron que el coño de mi mujer se encharcara y ya completamente dominada por la urgencia de poseerlas, las llamó a su lado diciendo:
-Venid zorritas.
Tanto Mayi como Aung respondieron a la orden de su dueña maullando como gatitas y ya sin ropa, acudieron a sus brazos. Nada más subirse al colchón, terminaron de desnudarla y con gran ternura se apoderaron de sus pechos con sus labios. Las caricias de las lenguas de esas crías provocó que de la garganta de María saliera un primer gemido.
-¡Me encanta!- sollozó mi esposa al sentir que dos lenguas recorrían los bordes de sus pezones.
Las orientales al comprobar el resultado de sus mimos incrementaron la presión acomodando sus sexos contra las piernas de su dueña. Según me confesó mi mujer, se volvió loca al sentir la humedad de esos coñitos rozando contra sus muslos y bajando sus manos por los diminutos cuerpos de las chavalas se apoderó de sus traseros.
Mayi al notar la palma de la mujer acariciando sus nalgas, buscó su boca y forzando sus labios, la besó mientras con sus deditos separaba los pliegues de su ama. Incapaz de reaccionar, María colaboró con la cría separando sus rodillas. Fue entonces cuando Aung vio su oportunidad y deslizándose sobre las sabanas, llevó su boca hasta la entrepierna de mi mujer.
Esta al sentir el doble estimulo de las yemas de la pequeña y la lengua de la mayor creyó que no tardaría en correrse y deseando devolver parte del placer que estaba recibiendo, llevó su propia boca hasta los pequeños pechos de Mayi y apoderándose de su pezón, comenzó a mamar con pasión. La cría gimió al sentir la dulce tortura de los dientes de su ama y dominada por la lujuria, fue reptando por el cuerpo de mi mujer hasta que logró poner su sexo a la altura de su boca. María al ver las intenciones de la muchacha, sonrió mientras le decía:
-¿Mi putita quiere que su ama le coma el coñito?- y sin importarle que no entendiera, directamente la levantó y la puso a horcajadas sobre su cara.
Mientras Aung tanteaba el terreno introduciendo un par de yemas dentro del estrecho conducto de su dueña, María se puso a lamer el sexo de la otra con una urgencia que a ella misma le sorprendió. El dulcísimo sabor de ese virginal chochito despertó su lado más lésbico y recreándose, buscó el placer de la cría mordisqueando su ya erecto clítoris.
El sollozo que surgió de la garganta de la oriental le reveló que estaba teniendo éxito pero reservando su himen para mí, se abstuvo de meter ningún dedo dentro de ese virginal sexo y usó para ello su lengua. La chavala al conocer por primera vez el amor de su ama pegó un grito y como si se hubiera abierto un grifo de su entrepierna brotó un riachuelo del que bebió sin parar María.
La satisfacción que sintió al notar que la niña se estaba corriendo, la calentó todavía más y usando su lengua como si fuera una cuchara, absorbió el templado flujo de Mayi mientras todo su pequeño cuerpo temblaba con una violencia inusitada.  Justo en ese momento, mi esposa sintió que los dedos de Aung iban más allá y estaban toqueteando su entrada trasera.
-¿Qué haces?- preguntó con la piel de gallina ya que nunca nadie había osado a hurgar en ese oscuro agujero.
La morenita creyendo que era de su agrado incrementó su acoso sobre su esfínter metiendo una de sus yemas en su interior. María aunque indignada, no creyó justo castigar la osadía de la cría pero aun así la llamó al orden dando una suave palmada sobre su trasero. Aung pensó que de algún modo su dueña quería jugar con ella y poniéndose a cuatro patas sobre el colchón, le dijo en español:
-Soy suya.
Ver a esa cría de tal guisa hizo que mi mujer sintiera nuevamente que era su dueña y deseando ejercer ese poder, se abalanzó sobre ella. La muchacha no se esperó que colocándose detrás de ella, María llevara las manos hasta sus pechos y mientras hacía como si la montaba, retorciera con suavidad sus pezones mientras susurraba en su oído:
-Estoy deseando ver cómo mi marido os folla.
Como si la hubiese entendido, la birmana empezó restregar su culo contra el sexo de mi mujer dando pequeños gemidos. Al oír el deseo que denotaba la cría, María comprendió que no podría esperar a mi llegada para hacer uso de su propiedad y deseando por primera vez poseer un pene entre sus piernas, usó sus manos para abrir sus dos nalgas. Ese sencillo gesto, además de permitirle observar un ano rosado y prieto, provocó que Mayi creyera erróneamente que su ama quería desflorarlo. Por eso se levantó de la cama y cogiendo de la mesilla un cepillo de madera, se lo pasó para que lo usara.
En un principio María no supo porqué se lo daba hasta que sacando la lengua, la morenita lo embadurnó con su saliva y por medio de gestos, le explicó que era para que lo usara con el culo de su compañera. Fue entonces cuando comprendió que esas dos habían mantenido su virginidad únicamente por su entrada delantera pero que habían dado rienda a su sexualidad por la trasera.
Ese descubrimiento, la excitó de sobremanera y venciendo su anterior reluctancia, pasó sus yemas por el ojete de Aung mientras esta gimiendo descaradamente, le informaba que deseaba que lo usara. Viendo la indecisión  de mi mujer, Mayi acudió en su ayuda y colocándose a su lado,  empapó uno de sus dedos en el coño de la cría y sin esperar su consentimiento, se lo metió por el ojete.
-Ummm- gimió Aung aprobando esa maniobra.
La naturalidad con la que recibió la yema de su amiga en su interior,  confirmó a María que esas chavalas lo habían hecho antes y por eso poniendo a Mayi en su lugar, le ordenó que continuara. La morenita no se hizo de rogar y embadurnando bien sus dedos en el sexo de su amiga, los usó para ir relajando ese objeto de deseo mientras mi esposa miraba.
“¡Qué erótico!”, Maria tuvo que admitir en cuanto oyó los continuos gemidos que salían de la garganta de Aung al experimentar esa caricia en su culito y con su sexo anegado, llevó una de sus manos hasta él y se empezó a masturbar sin dejar de mirar como Mayí  tenía dos dedos dentro de los intestinos de la otra.
Asumiendo que el ano de Aung estaba relajado, la oriental cogió el cepillo y se lo empezó a meter lentamente.  La cría berreó de gusto y eso le dio la oportunidad a su amiga de incrustárselo por completo ante la atenta mirada de su dueña. La pasión que esas dos niñas demostraron, vencieron todos sus reparos y mi esposa sustituyendo a Mayi, se apoderó de ese instrumento y comenzó a meterlo y sacarlo con rapidez.
-¿Te gusta verdad putita?- preguntó presa de una excitación desbordante y sin esperar respuesta, le dio un azote para que se moviera.
La muchacha gimió de placer mientras María seguía machacando su culo sin piedad. Mayi advirtiendo que su ama estaba excitada, se acercó a acariciarla. Fue tan grande el cúmulo de sensaciones que estaba conociendo mi mujer que cuando la otra chavala se puso a acariciar su clítoris, tirando de su melena le obligó a comerle el coño.
Nada más sentir la lengua de la cría recorriendo sus pliegues se corrió dando un grito que se prolongó durante largo rato porque su esclava sabiendo que era su función siguió lamiendo el sexo de su dueña mientras está daba buena cuenta del culo de su amiga. Uniendo un clímax con otro, María disfrutó del placer de tomar y ser tomada hasta que agotada, cayó sobre las sábanas y mientras se reponía de tanto placer, se preguntó cómo haría para que yo le permitiera quedarse con esas dos bellezas tan “atentas”.
Para comentarios, también tenéis mi email:
golfoenmadrid@hotmail.es
 

Relato erótico: “Viviana 5” (POR ERNESTO LOPEZ)

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Viviana 5

La película alemana era sobre una esclava sexual, aparecía colgada de pies y manos mientras era azotada por un tipo con una capucha que le tapaba la cara, ella tenía también como una máscara de cuero que cubría sus ojos y boca. La calidad de la imagen no era muy buena pero se veía claramente como se iban formando las marcas sobre su piel, debía tener algo en la boca porque sólo se oían quejidos apagados.

Yo había visto hacia años algunos cortos en super 8 pero sólo había gente cogiendo en situaciones más o menos comunes, nada como esto, le pregunté a Viviana si ella lo conocía: “si, pero en vivo, nunca había visto una película”

En la siguiente escena la chica estaba parada, atada de pies y manos a la pared con unas bandas de cuero y seguía siendo castigada por el verdugo, luego este le colocaba en los pezones y los labios vaginales unas pinzas metálicas con dientitos y de estas colgaba pesos que estiraban la carne, continuaba luego con los golpes de fusta.

Así seguía con los tipos de tormentos más diversos, en algún caso cambiaba el torturador por una chica, pero siempre “actuaba” la misma esclava. A la mujer se la veía quemándole con un cigarrillo el perímetro del ano, una vez que completó el círculo se ocupó de introducir de la peor manera posible un consolador de importantes dimensiones y romperle el orto sin ningún miramiento.

Luego se entretuvo “depilando” a la muchacha usando para ello una vela encendida, quemaba su vello púbico dejando la piel enrojecida, también dejaba unos segundos la llama debajo del los labios y del clítoris…

Mientras veíamos estas escenas Vivi, que ya estaba en bolas, se comenzó a masturbar ferozmente, metiéndose los dedos en concha y culo, pellizcándose los pezones, estaba recaliente.

Con el doble espectáculo, el de la tele y el cuadro en vivo, me le tiré encima para cogerla con ganas, pero me paró en seco y me dijo: “antes pégame, haceme doler, insúltame, quiero que me trates como a la perra de la película”. Con las ganas que yo tenía ahí nomás le encaje un par de cachetadas bien fuertes, sabiendo por supuesto que con eso no la iba a dejar satisfecha.

Seguí escupiéndola en la cara, ella abrió bien grande la boca para que le escupa adentro, agarré un cinturón de cuero crudo y le di unos cuantos cintazos en las tetas y en la concha, respondió dándose vuelta y levantando el culo dejando claro por donde quería que le diera. La complací con una serie de latigazos mucho más fuertes que antes, el lugar es menos sensible.

La hice dar vuelta nuevamente, tome el encendedor de cigarrillos y reproduje la depilación “ a fuego” que habíamos visto hace un rato, esto le encantó, gritaba que siguiera cuando ya no quedaban pelitos por quemar, así que busqué alcohol medicinal, froté su concha roja con este y le prendí fuego, las llamas duraron más de lo que esperaba y me asusté, pero ella seguía diciendo: “dame más, puto de mierda, maricón, cobarde, haceme gozar más fuerte o tenés miedo, cagón?”

Nunca hubiera imaginado que me animaría, pero después de lo que había visto que soportaba la chica de la película y el incentivo de Viviana, la hice levantar el orto, puse una almohada debajo para que la concha quedara bien hacia arriba y le eché un chorro de alcohol adentro de la argolla, nuevamente lo prendí con el encendedor, esta vez duró mucho más.
En cuanto se apagó se la metí de una mientras ella gritaba sin parar, no se si de placer o de dolor, no me importaba. Acabé pronto como era lógico, hervía de calentura, ella lo notó, me hizo girar y quedo subida arriba mío mirándome, “¿ aguantas otro sin sacarla ? ” preguntó con una sonrisa, “ yo si, ¿ y vos? contesté al toque, “yo podría seguir todo el día, cada vez me va arder más la concha y eso es lo mejor”, mientras me cabalgaba como una posesa.

El segundo polvo tampoco tardo mucho en llegar, se bajó y me la empezó a chupar, enseguida estuvo otra vez bien dura, se puso en cuatro mirando hacia la tele y se la volvió a meter en la concha. Así que yo seguía cogiéndola y mirando la película al mismo tiempo, estaba terminando con las tetas de la chica atravesadas por cantidad de agujas hipodérmicas y otras más grandes, plateadas, como punzones.

Se la saqué un instante, puse el otro film y volví a mi tarea, la otra película trataba de un viejo que era humillado y torturado por dos minas mucho más jóvenes, vestidas con ropa sexi. El hombre estaba desnudo con un antifaz y las chicas a cara descubierta le hacían todo tipos de atrocidades, se le sentaban en la cara y lo orinaban, le pisaban los testículos, se paraban encima de su pecho con tacos agujas, lo pateaban y escupían. Junto con estas caricias lo insultaban (la película era española por el acento) le decían que era cornudo, que mientras él estaba acá a su mujer se la estaban cogiendo unos negros con una polla enorme y la iban a preñar.

A mi no me gustó, no me calentaba ver al pobre tipo tan maltratado, pero me sorprendió la malicia demostrada por las chicas, no se les movía un pelo cuando realmente hacían sufrir al viejo sin ningún tipo de misericordia. Le pregunté a Viviana si eso no le llamaba la atención y dijo: “ no, para nada, siempre la mujer es mucho más dura en el sado, a mi también, las cosas más fuertes que me han hecho siempre fueron mujeres”

Ese dato si me calentó, le empecé a dar con más energía y a pegarle unos cachetazos en las nalgas, agradeció mirándome con su mejor sonrisa lujuriosa y relamiéndose los labios. Termino la película española que obviamente era casera, tomada con una cámara fija todo el tiempo, duraba una media hora. Nosotros seguíamos cogiendo con nuestra propia calentura sin prestarle demasiada atención a la pantalla, acabamos ambos una vez más y nos dimos el beso más apasionado que se pueda imaginar, estábamos felices.

Dijo: “te amo, estoy loca por vos, me quiero venir a vivir y que pasemos todo el día cogiendo como animales”, me quedé callado como un boludo, no sabía que decir. En realidad yo también tenía con ella una calentura absoluta, cuando no estábamos juntos me la pasaba pensando que podía hacer para agradarle más y muchas veces eso terminaba en una paja furibunda, pero me sorprendió con su afirmación y me asustó: no estaba preparado.

Por suerte rápidamente añadió: “ si no fuera por mi hijo ya lo habría hecho, la estoy pasando muy bien con vos, pero juré cuidar a Maxi antes que nada y voy a cumplirlo”, respire aliviado y le dije: “ya estamos cerca de la hora de salida, lávate un poco y anda a buscarlo”. Cuando salió del baño
pregunté: “¿podrá ir vos a devolver las películas esta tarde?, tengo que trabajar y después facultad”, “ si, el nene siempre duerme una siestita a la tarde, puedo dejarlo un ratito y devolverlas”
Bárbaro, le entregué los dos videos y la dirección del videoclub, cuando salía le ordené: “anda con una mini bien cortita”…

CONTINUARA

Relato erótico: “Ucronologia: El comienzo” (PUBLICADO POR ROZAS)

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He de admitir que escribir mis memorias sería demasiado largo y muy complejo. Nací y viví en lo que hoy se conoce como en la segunda mitad del siglo IV después de Cristo, precisamente en el peor momento de la historia. La caída del Imperio Romano de Occidente, como hijo de un senador me envió directamente al frente, ¡a mí! El menor de las familias, el que a sus quince años se había dedicado a recopilar textos históricos y que nunca le había importado la política. Pero se dio como se dio, en un sentido fue peor que nunca, fuera el único a la vista con un gladio, a caballo, muy patético. Y cayó la ciudad.

A decir verdad tuve suerte, hui, pero la perspectiva era horrorosa. Mujeres violadas, niños mutilados, caían como bolsas de carne frente a los Vándalos. Lo cierto es que estaba al menos feliz, aquella Roma estancada y sobrepoblada desaparecía. Igualmente me escape con todos los textos que pude copiar de la biblioteca romana antes que el fuego les llegase encima, y sin decir más me fui a Egipto antes de que las oleadas de barbaros continuasen.

Al llegar allá me di cuenta al ver las ruinas pre-Agustinas que la idea de inmortalidad del Imperio siempre fue imposible, y me acorde de la quema masiva de archivos. Sin duda tiempos oscuros se acercaban. Pero no me lamentaba, sentía frustración e ira, pero no sentía deseos de vengarme de los germanos. Lo que si deseaba era volver a mi tierra natal, algún dia, y ver las ciudades renacer, puras, carentes de burocracia y de dolores de cabeza. Volver a apreciar las obras como las de Constantino o Augusto, en vez de la decadente y perezosa barbarizacion. Pero eso se había perdido.

Hasta que dos años después de no salir de la biblioteca de Alejandría y hablar con los sabios locales, me encontré con algo maravilloso. Un ritual para la divina inmortalidad, indudablemente era impresionante que nadie más lo haya encontrado, pero no era algo que nadie más podría soportar…¡no se podía tener relaciones sexuales! Se trataba de un ritual de una diosa ante-egipcia, Innana, que le permitiría al portador el crecimiento de una “flor roja” dentro de una zona especifica del corazón para que la “sangre mala” no permita contagiar a la “buena” y el crecimiento se detenía. Me sorprendió, se supone que un tal “Gilamesh” lo invento en su momento como un método para perdurar su vida hasta encontrar un momento, o persona, idóneo para envejecer. No duro diez años. Pero detrás había una misteriosa figura de los cartagineses, Moloch, no me comentaron mucho. Al parecer decían que uno no solo se volvía inmortal, estaba “vivo en la muerte” o algo que no pude entender correctamente.

La gran mayoría que lo probaba eran adultos o viejos, ningún joven como yo. Y ningún joven que por las malditas costumbres de la Roma contemporánea no podía mantener relaciones. Así que, nada que perder, todo que ganar. Lo que note fue que era un proceso bastante siniestro, me llevaron una noche al rio Nilo en una noche de luna nueva, entonces note que estaban acercándose dos fenicios que tomaron a dos niños de no más de ocho años del cuello.

Los pusieron mientras temblaban de miedo sobre una basilla donde se encendió casi por arte de magia, un fuego que alumbraba una estatua.  En ella aparecía una figura aterradora, era Marduk siendo devorado por Moloch mientras este violaba a un niño.  Comenzaron a recitar palabras en un idioma desconocido, me agarraron de los brazos al ver que intentaba huir.

-Tranquilo, esto es la mitad, ya verás el resto.-No pude ver su expresión mientras temblaba de miedo. Y dijo- No escaparas como un mortal de acá.

Desnudaron a los niños y encendieron sus túnicas para tirarlas a un pozo al lado de la estatua. Donde había miles de niños degollados y cadáveres al rojo vivo. Los degollaron y los tiraron con lágrimas en los ojos al pozo. Seguían recitando palabras, me dieron mi gladio, y me desnudaron. Fui arrojado al pozo mientras lo cerraban. Las luces se apagaban, y me encontré con algo salido del infierno.

Moloch, estaba sorbiendo los cadáveres como si de un tifón se tratase, me arrastraba a su enorme boca. Pero me vio tentador. En medio de los cadáveres apareció con una figura horrible, tenía la cabeza y el pene de un burro, y media como cuatro metros de altura. Con espuma en la boca me dijo en mi lengua:

-Te voy a montar.

 Me obligo a ponerme contra la pared, pero con mi gladio le metí una apuñalada en la garganta. Chillo de dolor mientras veía su sangre negra correrse, note que se estaba desasiendo. Como si fuese cera, saco con su brazo delgado una enorme espada de bronce. Pero un golpe certero en su boca le hizo retroceder, no me habían entrenado en plugio para nada. Finalmente alzo los brazos para atacarme, pero le di una apuñalada en el pecho, después lo patee y cayó al piso. Lo continúe apuñalando hasta que cayó de dolor y se fue desangrando.

Comencé a ungirme con su sangre cada parte de su cuerpo, hasta que finalmente estaba un poco más oscuro y rojo que antes. De la cueva entonces se asomo una mujer desnuda con alas, como si de la luz de la mañana se tratase, y me dijo:

-Mataste al cuerpo físico de Moloch. Ahora vas a caminar por los dos mundos, por más que te bañes o te llenes de perfume la sangre te seguirá cubriendo.- Puso mi mano sobre mi pecho, y recito unas palabras.- De ahora en adelante no envejecerás, mientras no sientas la calidez de otro ser humano. Porque eso le demostrara a la muerte que aun podes generar vida.

-¿Y si pido que me castren?

-¿Preferís ser un gordo con voz de falsete el resto de la eternidad? -Claro que no  quería- No obstante podes morir por el fuego y el hierro. Te sanaras más que el resto, pero no te salvara de todas. Si pensas en hacerlo conmigo, olvídate, también cuento.

Así nomas desapareció, para cuando salí ya me había dado cuenta de los cambios, veía sombras que se transformaron en dioses y diosas de miles de religiones. También a demonios y genios, caminando con la gente como si nada.

No me puedo quejar, recorrí todo el norte de África en mis primeros cien años, recogiendo información de todo el lugar, observe el nacimiento del imperio Justiniano y su caída. Después fui hacia el Asia cuando los imperios chinos comenzaban a formarse, recorrí desde Persia hasta la India donde aprendí artes arcaicas y ciencias de diversos tipos. En China me embarque en los diferentes ríos del lugar, consiguiendo diversos secretos acerca de la ingeniería y la química. Aprendí a perfeccionar mis habilidades en artes marciales entre las guerras mongólicas hasta que ningún guerrero a caballo podía atacarme sin morir. Logre aprender diversos idiomas, y los traducía todos al latín que me habían enseñado. En ese momento comencé a transcribirlos en imprenta y depositarlos en específicos lugares para ocultarlos. Estuve cien años.

De vuelta en la India pase años perfeccionando mi meditación mezclándolo con la respiración griega hasta llegar a voluntad a fuerzas físicas superiores, y a poder transmutar mi mente a la de varios animales como aprendí en los persas y mongoles. Conocía toda la historia de los dioses y demonios, hable y me maneje con muchos cada vez que necesitaba algo de plata u oro. Del mas allá conocí inclusive las formas de expandir mis capacidades mentales para retener en mi memoria todo a su perfección, e incluso como transmitir mis pensamientos. Todo eso me tomo doscientos años.

Conocí a personajes que después se volverían ilustres, como Genhis Khan, Marco Polo (al que inclusive corregí en más de una ocasión), Kublai Khan y a diversos emperadores de la Dinastía Chi.

Subí hasta el Tibet donde logre asesinar a decenas de monjes que me negaron a traducir sus textos al chino, pero conseguí hablar a uno y me apropie también de eso.  Así estuve durante otros cien años

Con el tiempo me fui de vuelta a Oriente Medio donde me encontré con el nacimiento del Islam, donde logre ocultar a tiempo los restos del templo de Moloch. Mi fama entre los brujos solo increment. Pero aun así conseguí diversos minerales preciosos que logre usa para transmutarlos en otros. Mi viaje continuo donde mis conocimientos en medicina solo crecieron, así como la lectura de los astros. No solo eso, sino que comencé a comprender mas la economía de los países y ciudades.  Estuve ciento cincuenta años

Continúe por el sur de África, donde me encontré con diversas tribus las cuales poseían una curiosa serie de rituales que rozaban con la más cruda versión de incivilización que vi. Pero también me permitieron mejorar mis artes arcaicas al punto que era capaz de manipular las masas a largo plazo, así como “absorber” la suerte ajena. Con el tiempo aprendí a hacer uso de diversas pieles para poder transfigurar mi forma a los distintos animales hasta volverme cualquier animal que conozca. Allí estuve unos doscientos años.

Al volver al norte me entere de que en China estaban deseosos de armar barcos gigantes para explorar el resto del Océano. A pesar de mi larga vida nunca había sido marino, pero me embarque como polizonte donde pude visitar muchos lugares de Indonesia donde anote acerca de la ingeniería de los barcos, los frutos que tenían, etc. Comencé a hacerme un huerto en una isla donde los deposite, junto a una serie de artículos importantes de las diversas civilizaciones del sudeste asiático, incluyendo una katana. Una pésima arma, muy poco práctica y carente de cualquier clase de técnica real. Donde estuve yendo y viniendo por otros cien años con tal de conseguir hasta el último de los mejores animales y varios arboles prácticos. También en su momento asesine al almirante ya que su armada contaba con 40000 barcos gigantes para “comercio”, le provoque pesadillas hasta que murió de un ataque.

Inclusive lo convertí en un punto de encuentro para que la diversa comunidad de seres sobrenaturales pudiese ir y venir trayéndome cientos de conocimientos. Posteriormente fui en barcos chinos al continente que se bautizo como América, donde explore diversas civilizaciones de cada región. Encontré oro en abundancia el cual me reserve, además de telescopios de jade y un curioso calendario-cilindro que permitía conocer el destino en los aztecas. Aprendí varias lenguas y me lleve diversas verduras a medida que iba avanzando, además de conseguir diversas formas de “iluminación” con drogas diversas. Continúe por el Perú hasta llegar al Imperio Inca. Y llegue a Paraguay donde aprendí de la yerba mate, y me la lleve para mí. Continue hasta llegar al Rio de la Plata, al que encontré casi desierto. Había estado otros cien años, y decidí volver finalmente a Europa.

Por una serie de tratos en lo relacionado al destino, un viejo demonio me pidió que llevase la peste negra a Europa. Lo que colabore, la vi podrida y decidí destruirla por completo. Por lo que cargue con ratas muertas y demonios surgiendo del cadáver cientos de cadáveres a las ciudades. Espere lo mejor, solo los mejores podrían sobrevivir y al menos los cambios sociales se forzarían a ocurrir.  Un Baal mismo me pidió que colaborase con el trabajo y a cambio me otorgo la formula de legendaria piedra filosofal.

En tanto ya me había vuelto legendario en las filas del mal. En tanto me encontré con el Imperio Otomano, donde me bañe, ya que me acostumbre en América y China a hacerlo todos los días. Estuve otros cien años aprendiendo los nuevos aportes en ciencias diversas. Finalmente visite Inglaterra y vi los telares.

Para el 1492 sentí que mi viejo continente estaba retomando su forma. En definitiva las cosas se iban a poner agitadas, así que también era el mejor momento para poder obtener lo único que se me había sido negado desde mis tiempos de mortal: Poder.

La condesa Benigna era una mujer soberbia, en el Reino de Nápoles era la única noble que poseía su ciudad propia. Tenía veintitrés años, pero había enviudado tres veces.

 Venia de una familia noble notablemente problemática, sus tíos  eran guardianes y torturadores. Su madre se había tirado de la ventana cuando la condesa solo tenía cuatro años, su padre tenía la costumbre de violar monaguillos para después matarlos en las afueras del pueblo donde la llevaba a observar. Sus hermanos mayores habían muerto en base de duelos contra caballeros. Su tía materna a corta edad le enseño a la corta edad de doce años varias cosas, desde las artes del envenenamiento, el engaño, la magia oscura, hasta los placeres con otras mujeres.

El vaticano la odiaba y ella al vaticano. Pero era intocable. Aprovecho cada momento de su vida para reírse en la cara de las autoridades vestales, si el papa prohibía un libro, ella lo conseguía y lo divulgaba. Si echaba brujas, ellas las recogía. Si el papa mandaba a matar un sodomita, ella realizaba fiestas con monaguillos sodomitas mientras se masturbaba encantada viéndolos.

Pero un irónico juego del destino hizo que cada vez que se casase su marido muriese a los tres meses, unos dicen que ella mato a uno degollándolo mientras dormía, o el se suicidaron por verse incapaces de conversar con ella sin vomitar. Otro se cayó, tiro, o fue empujado por un acantilado. El tercero se descompuso y murió en el acto, misteriosamente. Y al tercer año ella tenía, en el momento, veinte años y ni siquiera había tenido un hijo. No solo eso, sino que los nobles de los alrededores le tenían miedo, como si estuviese completamente maldita.

No obstante inspiraba una sensualidad que desbordaba, con una piel bronceada propia de las napolitanas, senos grandes con pezones negros y grandes. Unos ojos marrones oscuros, ligeramente almendrados y una melena larga y ondulada de  un  negro azabache harían a cualquiera poner rígido de una forma u otra. Mediría metro ochenta y era particularmente sadomasoquista en el sexo incluido.

-¡Escúchame, puta!- Le dijo mientras le propiciaba una cachetada que le dejo una marca a Carolina, su asistente en el ocultismo.- Hace medio año que te tengo en busca de la solución para mi maldición, ¿y qué conseguiste? ¡Nada!

-Pero señora…-Le propicio otra cachetada que le dejo la cara roja. Lloro un poco por el dolor.- Es difícil, no he visto la causa aun de sus males, tal vez sea solamente su mala suerte…

Esta vez fue un golpe que dejo a la joven bruja contra el piso, se agarro la herida, chillando un poco. Carolina era una joven bastante bella, no vestía más que su uniforme de galena, pero no ocultaba un cuerpo grácil. Tenía el pelo un poco más liso y claro que Benigna, ojos azules y una piel pálida y suave. Con sus diecisiete años media metro sesenta y cinco, y estaba asustada a más no poder de Benigna. Si bien ella había visto un par de cosas turbias, la condesa sí que era peligrosa.

-¡No hay tal cosa como mala suerte!- La agarro de los pelos y se  llevo la cabeza de la joven frente a si-¡¿Te olvidaste quien soy yo?! ¿Qué carajos te va a pasar si te suelto y dejo que esos cornudos de la Iglesia te agarren.

Le arranco la capa negra que traía, dejándola con sus pequeños pero redondos senos al aire, quiso huir. Pero Benigna la agarro y le saco la parte trasera, totalmente desnuda. Benigna la puso en cuatro y la sentó sobre su falda, le dio abofeteadas hasta dejarla con la piel al rojo vivo.  Mientras no paraba de gritar y llorar la bruja. Pero Benigna no se detuvo, comenzó a abrirle los labios de la vulva y a acariciarlos mientras Carolina comenzaba a gemir y cada vez que parecía estar a punto del orgasmo, una nueva nalgada la devolvía a la realidad. A los diez minutos no aguanto más, sus ojos azules llenos de lagrimas vieron a Benigna con un gesto confuso.

-¿Quién es el ama de tu existencia?

-Usted…por favor…

-¿Queres que pare?- Benigna sonrió, la tenia sometida.

-¡Termine, ama mía!

Sin duda Benigna había domado a muchas doncellas, comenzó a pellizcarle los pezones, pequeños y rosados y a masajearle los senos. La irguió frente a ella para facilitar el trayecto, entonces uso su otra mano para comenzar apretarle el clítoris hasta hacerla gritar. Jugaba con el, lenta y duramente, triturándoselo con el pulgar, disfrutando que literalmente controlaba los gemidos de la pálida muchacha. Carolina gemía duramente, como si quisiese retener su venida, sus mejillas rojas y su garganta saca solo incrementaban la excitación de Benigna. Comenzó a soplarle las orejas y a lamerle el cuello, sensaciones eléctricas recorrían a la bruja. Acabo en su mano, poco a poco sus suspiros de placer aumentaron hasta que sintió como su vagina como si de una cascada se tratase, comenzó a desbordarse de jugos vaginales  que le llegaron hasta los muslos y resbalaron por sus piernas. Manchando el piso de mármol.

-Lame- Le ordeno metiendo sus dedos en la boca de Carolina, que chupaba mientras sus ojos lloraban de la indignación. La tiro al piso, con las piernas abiertas y aun caliente.- Debemos conseguir alguien que te estrene, odio limitarme así.

Carolina no dijo nada, comenzó a agarrar los restos de su ropa mientras trataba de tapar sus senos. Con un gesto de vergüenza nada disimulable.

-Encuéntrame un buen esposo, sino te tiro para los monasterios para que el Abad haga lo que se le dé la gana. Sería una lástima.- Le paso el dedo por la raya del culo haciéndola gemir.- Un juguete tan precioso para alguien que no se lo pueda usar.

Carolina quería llorar, sabía que escaparse era imposible, y que la loca esa sobrestimaba la magia. Pero Benigna estaba ocupada con otros asuntos en su ya complicadísima ciudad, uno de sus hermanos había muerto en medio de un duelo, en el que estúpidamente desafío a cinco al mismo tiempo…y gano, con demasiadas heridas. En definitiva la escalada política, social y económica en su familia era más una pelea contra la locura misma que contra enemigos reales.

Pero por los lazos familiares que la unían estaba obligada a adoptar a sus dos sobrinas, y enseñarles cualquier estupidez para conseguir un buen marido o ser independiente…pero el problema es que los nobles de la ciudad estaban todo el santo día matándose entre sí, y con el Reino de Nápoles la alianza política se había vuelto rígida. En otras palabras, los tiempos cambiaban para peor, el dinero se estaba volviendo el único método para tratar de ganar poder.

-Oh, Claudina, Agustina hace años que no las veo. Están crecidas.

Claudia y Agustina conocían perfectamente la mala fama de su tía Benigna, temblaban de miedo. Las dos eran mellizas de dieciséis, pero no gemelas. Claudia media aproximadamente un metro setenta, era de piel un poco oscura, tenía los ojos verdes oscuros y su cabeza estaba finamente cubierta de unos rizos rubios quemados por el sol. Mientras que Agustina era una muñeca de cera que apenas llegaba al metro sesenta, con ojos y pelo muy oscuros, también lo llevaba corto y rizado. El cuerpo era un contraste también, Claudia poseía unos senos medianos y apiramidados, y un culo redondo y suave, en cambio Agustina lo tenía parado y duro.

No era de menos, ir de la bella y civilizada ciudad de Milán a una ciudad casi desconocida de Nápoles que tanto las clases populares como las nobles vivían en edificios del estilo romano arcaico. Lleno de judíos, griegos y otros seres que nada tenían que ver con el Sacro Imperio Romano de donde pensaban sacar marido.

Honestamente era un cambio muy desagradable. Inclusive si semanas antes su padre había muerto y su madre se había tirado de la ventana por razones que ellas no querían explicar.

-¿Qué carajo ven?- Les dijo Benigna con voz bronca. Mientras Carolina llegaba detrás casi cojeando por el ejercicio sexual previo.

-Hola, tía…- Animo a decir Agustina mientras abrazaba a la otra con cierto miedo.

-¿No ven que casi es de noche? ¡Pasen! Que no tenemos todo el día, ¡mañana se les va decir lo que quieran, ahora déjense de joder y pasen.

Pasaron a la entrada mientras unos sirvientes hacían pasar el equipaje. Nadie durmió bien esa noche, como uno de los sirvientes dejo caer sobre el pie de Benigna una maleta, ella lo tiro al suelo y lo azoto hasta hacerle incapaz de levantarse. Agustina y Claudia durmieron juntas esperando lo peor, y Carolina abrazo a su gato negro esperando alguna idea o recuerdo que la salve.

Por supuesto yo había visto esto porque me había transmutado temporalmente en un cuervo. Me decidí, ya había estado en la ciudad meses antes y me di cuenta de la situación, en definitiva Benigna ya era casi la dueña de la ciudad. Y sus dos sobrinas al adentrarme en su mente, las descubrí como excelentes contadoras. Para llegar a ellas solamente necesitaba que Carolina me abriese las puertas a la mansión. En tanto, me encargaría de estimular el deseo entre las mujeres de la casa, porque sabía que desde el punto de vista estratégico, Nápoles era el mejor puerto de comercio hacia las potencias allegadas. Y su estabilidad política podría permitir el crecimiento industrial que vi en Inglaterra.

Así que envía a un par de íncubos, no a los clásicos brutos con una pija del tamaño de su puño. Sino que a los estimuladores del sueño. Me debían un favor por proteger archivos suyos en medio de la Inquisición, así que siempre estaban dispuestos a ayudarme en mis fantasías masturbadoras. Aun convertido en cuervo me dispuse a observar al par de graciosas mellizas.

Era otoño casi invierno, pero Milán es mucho más frio. Vestían apenas camisones blancos, y estaban abrazadas a la luz de la luna, que se filtraba por el vidrio azulado.  A eso de las tres de la mañana envíe a los dos incubos, uno para llevarle una lujuria a esas apetecibles sobrinitas y otro para llevarle un libro a Carolina, porque la pobre bruja me hizo sentir pena, además tenía curiosidad de ver si realmente había un demonio en el lugar.

En cualquier caso mientras Carolina dormía frente a su escritorio, encontraría  uno de mis escritos de ritos, cualquiera serviría para materializar un demonio.  El gran problema es que no tenía ni idea como iba invocar a su campeón para salvarla…

Mientras Agustina comenzó a recordar algo, no lo sabía, como cuervo mis habilidades psíquicas eran menores, pero los íncubos siempre les hacen recordar algo que excite a las mujeres y a las jóvenes.  Claudia comenzó a suspirar pesadamente, también parecía recordar algo que hizo que sudor y suspiros se despierten en ella. Las dos se despertaron y se quitaron el pelo de la cara, mientras se acomodaban en la cama.

-Soñé con mama- Soltó Claudia.

-¿Vos también?

Eso me intereso, sobrevolé cerca del candelabro.

-Creo que me acuerdo de algo que no vi hace mucho tiempo.- Dijo Agustina mientras acariciaba su rizado y oscuro pelo.

-Sí, antes de que ella se haya tirado de la ventana.- Se dijo- En el momento en que la encontraron con la criada. Nosotras nos habíamos escondido detrás de las cortinas por un juego, cuando teníamos como seis, y ¿Qué habíamos visto?

-Era a mama… con la sirvienta.- Agustina se sonrojo al decir eso. Me metí en sus pensamientos y note que Claudia pensaba lo mismo.

Era una escena bastante deliciosa, la sirvienta se trataba de una mujer muy mayor. Tenía el pelo bastante enmarañado y arrugas en la cara, además de unos brazos muy pálidos y delgados. Con unos ojos bastante azules y burlones. En cambio la madre de ellas era una mujer de tez pálida, ojos marrones oscuros y con un pelo negro azabache y armonioso.

Ellas entraban en la habitación y la cerraban con llave. Mientras que la sirvienta con una expresión irónica en su cara le comenzaba a acariciar la cara, mientras que la madre de Claudia y Agustina desviaba la vista con algo de vergüenza. La otra, la comenzó a desnudar. Hasta que únicamente la parte inferior de su cuerpo estaba cubierta por una delgada tela.

“-Siempre volves a mí. ¿Eso no quiere decir algo?

-Sigue siendo chantaje, no penses nada.”

La anciana rio, entonces le comenzó a rascar la barbilla.

“-Ya han pasado casi diez años. Encontrarte con unos cuantos libros de herejía, que simple. La primera vez te lo hice para que yo no avise a tu padre. Después bien me podrías haber matado. Pero una puta como a vos le encantan las viejas con su aliento podrido, su piel rugosa y su vulva bien velluda, ¿no?

-Yo…”

La anciana, le dio una abofeteada, mientras se lamia los labios.  La anciana forzó los labios contra la boca de la joven mujer, mientras el aliento podrido bañaba la boca de la mujer, su lengua llegaba a hacer que vaya gimiendo de placer. Los ojos de la anciana la miraban mientras que los de la joven madre se cerraban de placer. La comenzó a tocar por lo bajo mientras las piernas de la joven mujer parecían querer hacer que los dedos de la anciana quedasen atrapados entre sus muslos. La dejo de besar un momento para que eche un gemido, por lo bajo,  y la vieja le lamio el cuello para después morderle la oreja.

“¿No te encanta ser así de puta?

-No soy una…-Dijo mientras aun trataba de dominar su pasión, pero la vieja agarro uno de sus oscuros pezones y se lo apretó con furia. La mujer abrió sus ojos con dolor. Mientras la vieja la empujaba poniéndola en cuatro.

-¿Qué sos?- Ronco la vieja. Entonces alzo algo de la tela que ocultaba unas nalgas redondas y pálidas. Le propicio una nalgada que le dejo la piel roja. La otra mujer lloro de dolor y humillación. Otra nalgada mientras le comenzaba morder el pezón izquierdo con dureza.- ¡¿Qué carajos sos?!

-Soy una puta.– Pero la vieja, la volvió a nalguear. La joven mujer chillo de dolor. La vieja agarro sus nalgas y le abrió un apretado ano. Entonces comenzó a insertar el mango de un peine, lentamente, mientras su ano se seguía cerrando, tratando de evitar que entre más…o que salga. Aquella madre no paraba de llorar de dolor y humillación , mientras la vieja comenzaba a lamerle los labios de su vieja. Con un viejo apasionado y lento que abrazaba el resto de sus labios.

-¿Qué sos?– Le volvió a preguntar, hablando con su vagina. Volvió a introducirle el mango, que ya comenzaba a sacar hilos rojos de sangre que caían en la nariz de la vieja.

-¡Soy TU puta! ¡Y la de nadie más, ni siquiera de mi esposo!– Gimió mientras la veía por sus senos

Libérate, putita mía– Con estas palabras, la joven mujer tuvo un furioso orgasmo. Su vagina expulso líquidos que mancharon la alfombra, sus pálidos muslos  y la lengua de la anciana mientras caían a forma de cascada. Se derrumbo sobre el piso, cansada y llena de vergüenza. Incapaz de mirarse al espejo que había al otro lado de la habitación. Con lagrimas en los ojos pero con una sonrisa de placer que solo la hacían odiarse más a sí misma.

Con facilidad la anciana la subió sobre la cama mientras se llevaba los fluidos de su amante. Cantando una canción bastante alegre. La joven madre ni la quería mirar.

Querida negar tu goce no es nada sano, por lo menos no físicamente- Rio sarcásticamente

Retírate-Le dijo sin mirarle, sus nalgas estaban expuestas y ella mostraba su espalda pálida- No quiero verte en lo que queda del día. Me siento asqueada por todo.

Seguro que sería demasiado horrible ver tu cara de puta, cuando gemís como loca. ¿No? Eso es malo, es mentirte a vos misma, ¿no?

La anciana salto sobre ella y con unas cuerdas le ato las manos detrás de la espalda. Y mostro un espejo detrás de la cortina. Abrió el armario y apareció un viejo, de la misma edad que la criada. Pero su mirada estaba perdida, no ciego, sino que mirando al vacio. Era un siervo, de piel muy oscura, y con un aura de idiotez.

Linda adquisición, ¿no? Para un sirviente imbécil lo único que hay que hacer es darle de comer. Lo compras y lo matas.

¿Qué pretendes?-No respondió la anciana, le agarro el miembro y comenzó a masturbárselo mientras lo hacía avanzar a donde la madre. El hombre comenzó a agarrarle las caderas, en tanto la mujer estaba viéndose llorar. La anciana en tanto le decía al susurro.

Dale grita, mira que si nos encuentran vos terminas peor que yo ¿no?– En tanto el retardad ya estaba introduciéndole el miembro, la mujer comenzó entonces a gemir y llorar. El bombeo fue rápido y constante, provocando en la mujer suspiros de placer. En tanto la vieja se estaba masturbando de placer, al ver a su alumna suspirando de placer y viendo su cara con culpa al mismo tiempo.-¿Imagínate si este imbécil te preña?¡Que delicioso! ¿Cuál será tu nivel de sumisión?

El nombrado imbécil la cabalgaba con furia, mas por instinto que por ingenio, había logrado hacer que se retuerza de placer. Rozando tanto mente como pared vaginal, que la joven mujer ya no podía mas, estallo en otro orgasmo. Bañando el miembro oscuro del imbécil. Pero este continúo con sus brutales embestidas, al punto que la madre ya había tomado conciencia y lloraba de dolor y culpa. El imbécil tomo una última carga y se descargo. La semilla ardiente baño el cuello uteral de la mujer, haciendo que chille de dolor. Retiro el miembro, y cayo dormido. La mujer también se apoyo, cansada. La anciana, apoyo  su vagina al fondo de la cama. La madre se arrastro para lamerla nuevamente, con pasión.

Un mes después vio su vientre crecer, cuando su esposo llevaba semana de excursión de casa. Y se tiro por el balcón junto a la vieja.

 

 

 

Relato erótico: “Marraquest” (PUBLICADO POR SIBARITA)

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Estoy en Marraquech, con Chema, y nada es como estaba previsto o como me temía, todo lo contrario. Confieso que durante mucho tiempo fui reticente a aceptar esta invitación, como ya lo había sido con la que me hizo de pasar un par de días en su casa; realmente no la acepté, y sin embargo, cuando a la puerta de de venta de empanadas me preguntó si iba con él, acepté de inmediato. Montamos en su coche que arrancó de inmediato, como si todo lo tuviera preparado de antemano, y en silencio se dirigió velozmente a la autopista. Pensé por un momento que iríamos a Valencia, pero se desvió enseguida en la estación de servicio, y estacionó en una zona parcialmente sin luces; salió del coche y me tendió la mano para que descendiese, lo hice, y sin soltarla me atrajo hacia él para darme un beso en la boca, un beso al que siguió otro, y otro, y otro más, mientras sus manos deshacían el nudo de mi pareo y comenzaban a recorrerme todo el cuerpo, apretaban mis tetas, buscaban mis pezones, me quitaban la braga del bañador, única prenda que me quedaba puesta. Rápidamente me hizo entrar en el coche, con la misma rapidez con la que, nada mas hacerlo, me tumbo en el asiento y me penetró, no había tardado ni un minuto en desnudarse, menos aún en clavarme su verga que ahora sentía presionando con furia en mi interior. Paró de pronto, se retiró de mi y me ayudó a sentarme, me habló de su impaciencia, del tiempo que llevaba soñando con tenerme y de las muchas veces que me había resistido a sus requerimientos, preguntó mis razones, mis deseos, se mostró encantado aunque muy sorprendido de que, esta vez, yo hubiera aceptado y , casi sin darme cuenta, estábamos hablando como dos amigos de largo tiempo. Bromeamos sobre la incomodidad del coche, sobre como sería más fácil, ya que los dos teníamos claro que íbamos a continuar.

No tardamos  en hacerlo, desnudos como estábamos, y sentados el uno junto al otro, estiré mi brazo para hacerle una caricia en la mejilla, como si ese simple gesto fuera el detonante, me tomó entre sus brazos, esta vez suavemente y comenzó a besarme, extendiendo sus besos sobre mi cuerpo entero, reaccioné tomando su verga con mis manos e iniciando un suave movimiento, que le hizo detener sus besos. A duras penas conseguí sentarme sobre sus piernas haciendo que su verga me penetrase profundamente, casi no podíamos movernos, así que hice trabajar a todos los músculos para contraerlo y friccionar el grueso miembro que tenía prisionero en mi interior, nos miramos a los ojos y, tratando de estrechar mas todavía nuestra unión, soltamos la carcajada ambos y  no paramos de reírnos hasta que ambos sentimos la llegada de un fulminante orgasmo.

Todavía le quedaban fuerzas para continuar, a duras penas y siguiendo con las risas, cambiamos de postura, creo que pusimos en práctica todas las posibles posturas y hasta alguna nueva que inventamos, durante casi dos horas estuvimos follando sin parar, y quedamos en que iría a su casa donde pasaríamos juntos el fin de semana.

No fue así, sin embargo, algo me retenía y le fui dando largas con una excusa u otra, discutimos y hubo serias amenazas por parte de ambos, y sin embargo, aquello no tenía sentido, lo pensé seriamente y al fin di una respuesta afirmativa a su propuesta de este viaje, pero poniendo toda una serie de condiciones que aceptó: no sexo anal ni oral, solo sexo con él, sin participación de terceros.

Hoy hemos llegado  a Marraquech, y estamos en la casa-palacio de sus amigo Rita y Léopold, que desde nuestra llegada se muestran adorables: estamos los cuatro en un amplio salón, sentados en cómodas butacas de piel muy suave, Rita viste una especie de túnica azul cielo, de seda natural, bajo ella su cuerpo enteramente desnudo demuestra que pese a sus cuarenta años, tiene una preciosa silueta. Yo tengo puesta la misma túnica, de un azul mucho mas oscuro y, como ella, el cuerpo enteramente denudo bajo la túnica. Los dos hombres son de la misma edad, en torno a los cincuenta, la conversación es fluida, agradable y que se va animado a medida que los sirvientes nos van sirviendo bebidas. El primero en alabar la belleza de Rita es su propio marido que comienza a acariciarla por encima de la suave tela de la túnica. Rita ronronea como un gato y su mirada se dirige a Chema, le sonríe y a continuación fija sus ojos en los míos. La complicidad entre ellos tres es evidente, y su mirada expresa el deseo de que Chema haga lo mismo conmigo, pero este cumple su palabra y no lo hace, soy yo misma que me aproximo a él y muy cerca, hago caer la túnica de mis hombros; los tres me miran asombrados y yo misma lo estoy hasta el extremo de mostrarlo en mi cara, lo que provoca una carcajada general, a la cual me uno.

Nada ha pasado por el hecho de que Rita y yo estemos desnudas, la conversación sigue con fluidez, he perdido la cuenta de la cantidad de copas de vino que hemos tomado cada uno, de las bandejas con canapés o dulces que hemos consumido, de la cantidad de cigarrillos que hemos fumado; la música continúa sonando como fondo y el ambiente es relajado y agradable.

Nuestros anfitriones perciben mi cansancio y nos proponen terminar la jornada, tengo que reconocer que agradezco su gesto, aunque me temo que la sesión con Chema me dejará agotada. No es así, sin embargo, los tres me dejan en la puerta de la habitación que nos han asignado, y las camareras me ayudan a tomar un último baño antes de caer rendida en la cama.

Me despierta el olor de café fresco y me doy cuenta de que estoy sola en la cama, es Rita quien ha entrado, portando entre sus manos una taza con café, que me ofrece; la observo mientras bebo, como el día anterior, tan solo porta una túnica casi enteramente transparente y nada bajo ella. Se da cuenta de mi mirada y riendo me ofrece una idéntica a la suya, que visto después de haberme bañado. Los hombres nos esperan, van a enseñarme Marraquech en vivo y en directo, al tiempo que Rita y yo mostramos nuestros cuerpos desnudos, cubiertos solo por las túnicas que portamos, a todos los viandantes. Al principio siento que a mi cuerpo le queman los ojos y las miradas de la gente, poco a poco la sensación desaparece, borrada por el atractivo de todo lo que me rodea, pero al entrar en un local, que debe ser el equivalente  local a un bar cafetería, siento nuevamente esa especie de quemadura provocada por los ojos voraces que parecieran querer devorarnos a Rita y a mi.

Chema y sus amigo parecen divertirse con la situación, Rita se levanta y siguiendo el ritmo de la música, comienza un lento baile que, por momentos, va creciendo en intensidad, cada vez mas sensual, mas evidente, mas provocativo. Con gestos me invita a bailar con ella, todos los asistentes me miran y no me atrevo hasta que, viendo las caras de burla, me decido a salir al centro de la sala y trato de seguir el baile que hace Rita, ella me aplaude, se la ve muy contenta y sin parar de bailar se acerca a mi, me abraza unos segundos y después, poniendo sus manos sobre mis caderas, me hace bailar con ella. La música, el ambiente, las miradas de todos me provocan extrañas sensaciones, siento el contacto del cuerpo de Rita, sus manos sobre el mío, sus ojos que, de pronto han cambiado y parecieran querer desnudarme, pero es ella la que, sin parar de bailar, hace caer su túnica dejando ver su  cuerpo magnífico, ella la que toma mis manos para depositarlas sobre sus senos, ella la que acerca su boca a la mía, la que hace que su lengua se junte con la mía en un beso salvaje, la que hace caer mi túnica y me conduce fuera de la pista para hacerme caer sobre amplios almohadones, la que busca mis senos y mi sexo con su boca y sus manos, la que hace que sus dedos me penetren y provoca un orgasmo gigante sin dejar de mirarme sonriente. Después, y ya vestidas, regresamos junto a nuestros hombres, que nos esperan sonrientes, y  proseguimos el paseo.

Siento que algo ha cambiado para mi. Detallo con los ojos a nuestros compañeros, los evalúo y me doy cuenta de que, cada uno en su estilo, no están nada mal si bien que Chema es menos estilizado. De pronto me doy cuenta de que, mientras caminamos, Léopold no me pierde de vista, que me recorre el cuerpo con los ojos que me recorren acariciadores. Sin darnos cuenta aceleramos el paso para llegar a la casa, tenemos grandes bandejas de comida y frutas servidas directamente en torno al gran jakuzzi, y después de una ducha nos encontramos los cuatro envueltos en toallas y sentados sobre amplios almohadones.

Es Léopold el primero que, sin dejar de mirarme, tira de la toalla que cubre a Rita hasta desnudarla, toma una botella de vino y la vierte sobre ella para después beber sobre su piel. Chema no se queda atrás, retira mi toalla y tomando un puñado de fresas las aplasta sobre mi cuerpo desnudo, me refriega con ellas para después comenzar a lamerme, siento su lengua sobre mis senos, mordisquea mis pezones, desciende por mi vientre y se detiene sobre mi sexo que abre con la ayuda de sus dedos, comienza a titilar mi clítoris con su lengua, al tiempo que sus dedos me penetran; se arquea todo mi cuerpo y mis caderas avanzan hacia él, mientras siento que otras dos bocas se han apoderado de mis pezones, reconozco los cuerpos con mis manos, siento que una boca, la de Léopold se une a la mía mientras que Rita conduce la verga de Chema hasta mi vagina y le ayuda a penetrarme. Los tres están sobre mi, Léopold es el dueño de mi boca, Rita juega con la suya y mis pezones, mientras Chema bombea en mi interior y siento su fuerte descarga. Toma el relevo Léopold, siento su verga mas fuerte, mas profundo aunque lo hace con dulzura.

Veo que Rita está limpiando el sexo de Chema con su boca, para después sentarse sobre su verga y cabalgarlo, pero mi cuerpo está reaccionando a los impulsos provocados por Léopold, que mi orgasmo está muy cerca, mis piernas le aprisionan mientras acelera su ritmo, mas profundo, mas rápido, y llegamos juntos a la explosión quedándonos exhaustos. No tardamos mucho en continuar, a Chema aún le estaban haciendo efecto las pastillas de Viagra que se había tomado, de modo que fue el primero en recobrar la forma y las fuerzas y ahora se dirigía a mi. No fue muy delicado en un principio, parecía que no le había gustado que estuviera con Léopold, así es que tumbada como estaba, se puso encima mío clavándome su tremendo ariete. Repetía el mismo comportamiento que tuvo unas semanas antes, en su coche, metérmela violentamente, para luego calmarse y proceder con mucha mas delicadeza, y sabía hacerlo a la perfección, porque los dos llegamos al orgasmo de forma simultánea.

Este hombre es un caso especial, desde el primer día de conocernos no ha parado de hacerme proposiciones mas o menos indecentes, si le fuera posible se pasaría los días con su verga metida en mi vagina, me pasea por las calles con solo una túnica transparente sobre mi, de modo que todo el mundo pueda ver que estoy desnuda, me comparte con sus amigos Rita y Léopold, y al mismo tiempo es celoso como un autentico Otelo. Me quiere constantemente a su lado, está claro que desea sea su amante permanente, tenerme a su disposición cuando le plazca y como le plazca, pero todo lo quiere a golpe de dinero, no convence ni seduce, tan solo compra lo que se le antoja.

Ahora mismo está con Rita y yo estoy con Léopold que mordisquea mis pezones, mis piernas en torno a su cintura y me dejo resbalar sobre su cuerpo hasta sentir que su verga hace contacto con mi sexo: él se mueve hasta colocarse en la entrada del mío, presiona sobre él hasta que mis labios se abren dándole paso, poco a poco voy  sintiendo como avanza en mi interior, como me llena, los dos nos guiamos por la mirada del otro, y cuando siento que ha llegado al final, me muevo sobre él provocando el máximo contacto, el mayor placer para los dos, ya que él se preocupa solo del mío.

Todo es distinto de cómo imaginaba, me temía una semana de calvario y sin embargo es una delicia estar aquí. Volveré, no me cabe la menor duda, y no tanto por Chema, sino por esta hermosa pareja de amigos suyos, que ahora lo son también míos, y que, en esta semana, me han colmado de atenciones.

Jamás, antes de ahora, había hecho el amor con otra mujer, y sin embargo el haberlo hecho con Rita, reconozco que solo me ha proporcionado un placer increíble, aunque sigo prefiriendo hacerlo con un hombre, sobre todo si ese hombre es como Léopold, con su delicadeza. No hace mucho rato estaba sobre mi y su peso era agradable, frotaba con la punta de su verga la entrada a mi vagina, mientras mordisqueaba mis pezones, sabía excitarme para que yo misma buscase la penetración, y cuando se metía era incansable. Pocos hombres han conseguido provocarme como él, orgasmos tan magníficos, tantas ganas de tenerle dentro de mi.

Ahora, mientras escribo, está desnudo mirando como Rita y Chema disfrutan en el jakuzzi, tiene una soberbia erección que me provoca el deseo de acercarme a él, cosa que hago sin ningún reparo para tomar su verga entre mis manos, la acaricio y mi boca se apodera de ella por unos momentos, a él no le apetece eso, me coloca de espaldas a él y con esa verga que yo ansío, recorre todo mi dorso, se detiene en mis nalgas, me toma por las caderas, me levanta a su encuentro y siento de nuevo como entra, la saca de nuevo, la coloca a la entrada de mi esfínter, lo humedece con sus dedos empapados de saliva, y colocándola de nuevo, inicia una lenta y suave presión sobre mi ano. No protesto ni huyo del contacto, levanto mis caderas, facilito su intento hasta que siento como comienza a penetrarme, apenas si hay dolor, estoy tan empapada, tan ansiosa de él que le resulta fácil irla metiendo hasta sentir la presión de sus testículos ya pegados a mi. Acelera sus movimientos y cuando siento los chorros de su esperma que golpean mi interior, me corro yo con increíbles espasmos.

Hoy hemos pasado por una situación delicada, es lo menos que se puede decir, como todos los días, en la mañana salimos de paseo, Rita y yo vestidas únicamente con nuestras túnicas, Chema nos condujo por un laberinto de callejuelas hasta que nos perdimos literalmente, separadas de nuestros hombres en medio de un tumulto de gentes, nos encontramos en una plazoleta en la que un grupo de hombres, sentados en la terraza de un café, nos devoraban con los ojos. Sin darles importancia, nos sentamos y al momento comenzaron a hacernos gestos groseros, les ignoramos y eso parece que provoco su ira, porque tres de entre ellos se levantaron y se dirigieron a nosotras. No se que nos dijeron pero uno de ellos agarró a Rita por los senos y desgarró su bata dejándola con el pecho al aire. Ella no hizo ningún gesto de rebeldía pero si me hizo señales de que no les opusiera resistencia, así, cuando tirando de nosotras nos hicieron entrar en el café, les obedecimos mansamente. El hombre que había desgarrado la bata de Rita, ahora la empujo sobre una pila de almohadones y sacó su verga acercándose a ella, la agarró por los tobillos que llevó hasta sus hombros. En esa posición, el sexo de Rita quedaba completamente abierto y al alcance del bruto que, con un potente golpe de riñones, se la metió de golpe iniciando un incesante martilleo mientras con sus manos engarfiadas estrujaba sus pechos, indiferente a los gritos de dolor de Rita. No se como pude liberarme de los dos hombres que me sujetaban, pero conseguí llegar hasta  ella y sujetar entre las mías, la mano de Rita mientras el hombre la violaba. Algo pasó en ese momento, los ojos de Rita se abrieron y quedaron sujetos en los míos, su cara se iluminó con una sonrisa y nuestras manos se enlazaron fuertemente. No oí los gritos, ni me di cuenta de la llegada de Léopold y Chema con otros hombres, tan solo fui consciente de que estábamos abrazadas, en otro mundo, en otra esfera temporal, que la besé por toda la cara, en la frente, en los ojos, en los labios, mientras ella repetía sin cesar mi nombre,

Después y con todo cuidado nos trasladaron a la casa donde un médico amigo practicó una revisión completa sobre Rita, afortunadamente sin daños. Su mano seguía pegada a la mía y sus ojos se volvían a los míos sin cesar; no quiso que ninguna de sus sirvientas la bañara, y fui yo quien sumergida en la gran bañera con ella, la fui lavando enteramente, sintiendo los estremecimientos incontrolados de ella, cada vez que mis manos rozaban su cuerpo. No hice nada por aliviar su evidente deseo, ni ella hizo movimiento o petición alguna, hasta que manteniendo abierta una inmensa toalla, la ayudé a  salir del baño. Centímetro a centímetro fui secando su cuerpo, sin que ninguna de las dos pronunciásemos una sola palabra, y solo cuando dejé caer al suelo la toalla para depositar un leve beso sobre sus labios, emitió un gemido prolongado y se prendió a mi boca. Esta vez fui yo la que tomé la iniciativa, la que no dejé ni un centímetro de su piel sin recorrer, la que bebió de ella sin llegar a saciarme ni a saciarla. Mas tarde y ya calmadas, nos dirigimos desnudas a donde estaban nuestros hombres, ni siquiera les dejamos decir una palabra, nos abalanzamos sobre ellos, sin distinción de “propiedad”, y ellos respondieron de igual modo, se tal manera que en pocos minutos, éramos un amasijo de cuerpos y de miembros, no sabía, ni me importaba en ese instante, quien era el portador de la verga que me penetraba, ni la boca que lamía mis pezones, o a quien pertenecía la polla que albergaba en mi boca y cuyo semen absorbía gozosa.

Más tarde tuve una discusión con Chema, había hecho balance y, según sus cálculos, yo había follado más veces con Léopold y Rita, que con él, y estaba descontento, era él quien me pagaba y no estaba muy conforme con el producto obtenido. Tenía un ataque de celos y le salía el personaje vulgar que era en el fondo, así es que me propuse amargarle el resto del día.

Para nuestro cotidiano paseo, no me vestí con la acostumbrada bata transparente, sino que lo hice con una minifalda de cuero de color negro, exageradamente corta, y una chaqueta negra, cerrada al frente con un solo botón y que producía un extraño contraste entre mis piernas largamente descubiertas, y la aparente seriedad de la chaqueta. Todos me miraron extrañados, pero se abstuvieron de comentarios, y así salimos a dar nuestro paseo cotidiano. Cuando llegamos al Salón de Té, en el que solíamos tomar nuestro aperitivo cada día, todas las mesas estaban ocupadas, salvo la que nos estaba reservada; por supuesto era Rita el centro de todas las miradas, con su bata transparente, y era llegado mi momento porque, ante todo el mundo y sin que Chema se diera cuenta, desabroché el único botón de mi chaqueta y la abrí por entero, dejando que los ojos de todos los presentes se regalasen y comenzasen los murmullos. De nuestro grupo, Rita fue la sola que se dio cuenta de inmediato, y estuvo a punto de soltar la carcajada sobre todo al ver, un poco más tarde, la cara de Chema al darse cuenta de que mi pecho estaba a la vista de todos y, algunos de entre ellos, especialmente los más jóvenes iniciaban un aplauso hacia mi. A pesar de la furia de Chema, me puse en pié y me dirigí hacia el pequeño grupo que formaban, por supuesto sin abrochar mi chaqueta, me aceptaron alegres y me senté a su mesa cruzando las piernas, con lo que mi falda, ya de por sí muy corta, dejó ver que no portaba ningún tipo de ropa interior. Me reí ante sus expresiones de asombro, que aumentaron cuando les propuse mostrarles lo que yo ya conocía de la ciudad, y que, a cambio nos invitasen a Rita y a mí a cenar, si es que ella estaba de acuerdo en acompañarnos.

Los jóvenes se mostraron encantados, sobre todo cuando Rita se unió a  nosotros y pudieron admirar su preciosa silueta bajo la bata transparente que vestía. El ambiente se caldeó como por milagro, más aún cuando Léopold casi arrastró a  Chema para dejarnos solas con el grupo, y los chicos se dieron cuenta de que estábamos a solas con ellos; dos de ellos me preguntaron si era permitido acariciar aquello que veían, yo continuaba con la chaqueta abierta, y al mirarles sonriente, entendieron la muda respuesta y al momento tenía sus manos en mis pechos. A  una seña de Rita, el camarero que nos atendía, nos invitó a pasar dentro del local, que cerró sus puertas de inmediato, y quedó tan solo para nuestro uso. Al ritmo de la pegadiza música, yo bailaba con mis dos caballeros, cuyas manos no se estaban quietas pues mientras uno sujetaba mi pechos, el otro trataba de bajar la cremallera de mi falda hasta que esta cayó a mis pies quedando desnuda por entero. No era yo sola a estarlo, un rápido vistazo y comprobé que Rita y sus dos caballeros, se habían desnudado por completo y ellos se empeñaban en cubrir su cuerpo de caricias; las exigencias de los míos eran apremiantes, entre los dos me hicieron acostar sobre almohadones y se repartieron el trabajo, uno trataba de comerse mis pezones, y el otro se había empeñado en que mi clítoris, altamente sensible, me convirtiera en una mujer que solo ansiaba el máximo placer.

Tuve mi primer orgasmo en el momento mismo en que mi “comeclítoris” personal, dejó de hacerlo para meterme su polla de golpe y hasta lo mas profundo y descargarme una fenomenal corrida. El segundo no quería ser menos, en cuanto a originalidad se refiere, porque me pidió colocarme boca abajo, sobre manos y rodillas, y de esa forma intentaba perforar mi esfínter anal, consiguiéndolo en pocos segundos, el tiempo justo para que el primero de ellos, ya recuperado, me diera a comer su estupenda verga, si bien, a cada envite que recibía en mi trasero, hacía que la polla que tenía en mi boca, me llegase verdaderamente a la garganta, casi ahogándome cuando eyaculó en ella.

Rita, por su parte, no se había estado quieta, la vi tomada simultáneamente por su vagina y por el culo, cuando sentí sus mano sobre mi pecho, y ese fue el disparador para que se formase una melee de cuerpos en la que todos nos poseíamos y nadie se preocupaba de quien fuera el poseedor.

Mucho mas tarde nos acompañaron hasta la casa, en la que nos esperaban la calma y la tranquilidad de Léopold, y la rabia contenida apenas de Chema, pero él se lo había buscado y así tuvo que reconocerlo en la conversación que mantuvimos los cuatro, poco después y durante la cual Rita, tumbada sobre almohadones a mi lado, había aprovechado para llevar su mano hasta mi sexo y estaba mas pendiente de acariciar y juguetear con mi clítoris, que de la conversación en si. También a mi me estaba resultando muy difícil seguir el tema, las sensaciones producidas por las caricias de Rita me estaban llevando al paroxismo, mientras ella poniendo cara de inocente aparentaba no estar haciendo nada, así que cuando metió sus dedos hasta lo mas profundo de mi sexo, ya no me fue posible mantener control alguno, y mi cuerpo se convulsionó en fuertes espasmos, momento en que ella se avalanzó sobre mi y con su boca recibió mis jugos. Recuperadas y bañadas, un buen rato después, nuestros anfitriones nos hablaron de la sencilla fiesta que habían preparado en secreto para despedirnos, nuestra permanencia en su casa estaba a punto de terminar y yo me había sentido tan a gusto que había olvidado por completo la fecha del regreso.

La cena casi había terminado y llegaba la hora de los postres, previamente yo había saqueado la reserva de Viagra de Chema y después de pulverizar las pastillas, había mezclado el polvo resultante, en la bebida de Chema y Leopold, sin conocimiento de ellos, tenía prevista una sorpresa para ellos. Llegado el momento me ausenté del comedor e instantes mas tarde, los camareros llevaban el postre a la mesa, una enorme bandeja de helado que rodeaba el cuerpo desnudo de una mujer cubierta de chocolate. El asombro inicial dejó paso a las risas y después tres bocas ansiosas iniciaron la terea de hacer desaparecer el chocolate; mi boca, mis tetas y mi sexo fueron dominio de mis tres amigos que, sobre todo los dos hombres, rivalizaban por demostrar quien era mas goloso, así es que, en pocos minutos, estábamos los cuatro cubiertos de chocolate que yo saboreaba en la verga de Léopold, quien a su vez lo tomaba del sexo de Rita, y esta de la polla de Chema. Cuando Léopold eyaculó en mi boca, fui yo quien tome el relevo sobre el sexo de Rita, metiendo mi lengua hasta donde alcanzaba en su vagina, jugando con su clítoris, mordisqueándolo, al tiempo que Chema, ya recuperado gracias a sus eternas pastillas, me clavaba su verga en la vagina y Léopold me lamía las tetas. Fue desde luego el mejor postre que cada uno de nosotros había comido nunca.

Un par de horas después despegaba nuestro avión rumbo a Madrid, no sin antes prometer que volvería.

Relato erótico: “Mi esposa se compró dos mujercitas por error 2” (POR GOLFO)

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Como os comenté en el relato anterior, mi esposa buscando unas criadas que la ayudaran con la limpieza de nuestro chalet en Birmania, se deja aconsejar por una local y resulta que en vez de contratar, se compró dos mujercitas.
Las chavalas aleccionadas desde la infancia que debían de mimar y cuidar al que terminara siendo su dueño, la hacen descubrir la belleza del sexo lésbico así como la excitación de ser la propietaria del destino de ellas dos. María asumió que debía de procurar que yo aceptara que esas preciosidades nos sirvieran porque de no ser así, su futuro sería muy negro y con toda seguridad  irían a parar a un burdel. Para evitarlo, no solo necesitaba que viera con buenos ojos su presencia en casa sino también que para evitar que sus padres pudieran revenderlas, esas crías debían ser desvirgadas por mí.
Ajeno al papel que me tenía reservado yo seguía de viaje por la zona, lo que le permitió planear los pasos que tanto ella como Aung y Mayi darían para que, a  mi vuelta, no pudiera negarme a cumplir con mi función. Aunque llamaba a diario a mi mujer y sabía lo contenta que estaba con las dos birmanas que había contratado, nada me hizo sospechar que aunque no lo supiera, era ya dueño de sus vidas y de sus cuerpos, y que a mi retorno iba a tomar posesión   de ellas.
Mi vuelta a casa
Recuerdo que a mi llegada a Yagon, María me estaba esperando en el destartalado aeropuerto. Tras los rutinarios trámites en la aduana, salí a la sala de espera y me encontré que mi esposa venía acompañada de dos preciosas niñas, vestidas al modo tradicional birmano.
La juventud de las muchachas me sorprendió al igual que su atractivo pero como no quería que mi mujer se sintiera celosa, obvié su presencia y saludé a María con un beso en los labios. Ese gesto tan normal en un país como el nuestro, en Birmania se considera casi pornográfico y por eso todos los presentes se nos quedaron mirando con una expresión de desagrado con la excepción de ellas dos que lucieron una extraña sonrisa en su rostro.
Tras ese saludo mi mujer me presentó al servicio, diciendo:
-Alberto, te presento a Aung y a Mayi. Son las crías de las que te hablé.
No queriendo quedar como un bruto, las saludé con el típico saludo de esa zona, evitando el contacto físico mientras les daba un repaso con mi mirada. Las dos crías eran ambas estupendo especímenes de mujer de su etnia. Bajitas y guapas, sus caras tenían una dulzura no exenta de sensualidad, sensualidad que se vio confirmada cuando cogiendo mis maletas, las vi caminar rumbo a la salida. El movimiento estudiado de sus traseros, me hizo comprender que bajo las largas y coloreadas faldas que portaban se escondían dos duros culitos que serían un manjar en manos de cualquier hombre.
María descubrió en mi mirada que físicamente esas mujercitas me resultaban atractivas y tratando de forzar mi interés por ellas, me soltó:
-Aunque las veas pequeñitas, son fuertes. Siempre están dispuestas a trabajar y desde que llegaron a casa, no han parado de mimarme.
En ese momento no caí en el tipo de mimos a los que se refería mi esposa pero sus palabras me hicieron observarlas con mayor detenimiento y fue entonces cuando me percaté que aunque casi sin pechos, las dos birmanas tenían unos cuerpos muy apetecibles. Sin llegar a comprender los motivos por los que mi mujer había aceptado meter la tentación en casa, supe que a partir de ese día tendría que combatir las ganas de comprobar de primera mano, la famosa fogosidad de las habitantes de ese país.
Ya fuera del aeropuerto, nos esperaba el conductor que mi mujer había contratado para llevarnos a casa, el cual metió el equipaje mientras mi mujer y yo entrabamos en el vehículo. El coche en cuestión era un viejo taxi londinense donde los ocupantes se sentaban enfrentados, por lo que al entrar Mayi y Aung se colocaron mirando hacia nosotros. Curiosamente, nada más hacerlo, las crías se ocuparon de cerrar las cortinillas de las ventanas de forma que nada de lo que ocurriera en el interior pudiera ser visto por el taxista ni por los viandantes que poblaban las calles a esa hora.
Reconozco que me extrañó su comportamiento pero aun más que mi mujer me besara con pasión mientras me decía lo mucho que me había echado de menos. Como comprenderéis me quedé cortado al sentir las manos de María acariciando mi bragueta por el espectáculo que estábamos dando a esas niñas.
-Cariño, tenemos público- susurré en su oído mientras veía que las dos birmanas no perdían ojo de las maniobras de su jefa.
-Lo sé y eso me pone bruta- contestó totalmente lanzada.
Mi vergüenza se incrementó hasta límites inconcebibles cuando obviando mis protestas, mi mujer había sacado mi miembro de su encierro y con total falta de recato, me estaba empezando a pajear. Estuve a punto de rechazar sus caricias pero justo cuando iba a separarla de mí, observé la expresión de los ojos de las muchachas y comprendí que lejos de mostrar rechazo, estaban admirando el modo en que su patrona acariciaba con sus manos mi sexo.
Aunque María nunca había sido una mojigata en lo que respecta al sexo, aun así me sorprendió que sin cortarse un pelo y cuando todavía el taxista no había salido del parking, se arrodillara frente a mí y con una expresión de lujuria que me dejó alucinado, me miró y acercando su cabeza a mi miembro, se apoderó de él con sus labios.
-Relájate y disfruta- me dijo con voz de putón.
Sus palabras y las miradas de satisfacción de nuestras criadas despertaron mi lado perverso y ya convencido colaboré con ella, separando las rodillas de forma que mi pene quedó a la altura de su boca. Tras lo cual y sin mediar palabra abrió sus labios, se lo introdujo en la boca.
“¡Dios! ¡Que gozada!” pensé al sentir su lengua recorriendo mi extensión.
Pese a que nunca me había atraído el exhibicionismo, os tengo que reconocer que me excitó ser objeto de esa mamada mientras dos desconocidas disfrutaban de la escena a escasos centímetros de nosotros. A María debía pasarle algo parecido porque como posesa aceleró sus maniobras y usando la boca como si de su coño se tratase, metió y sacó mi miembro cada vez más rápido. Por su parte, Mayi y Aung como queriendo compartir parte de nuestro placer, se las veía cada vez más interesadas y con sus pezones marcándose bajo su blusa, siguieron las andanzas de mi mujer con una más que clara excitación.
-¿Te gusta que nos miren?- me preguntó María al comprobar que como las observaba.
-Sí- reconocí con la mosca detrás de la oreja.
Mi respuesta exacerbó su calentura y poniéndose a horcajadas sobre mis rodillas, se levantó la falda dejándome descubrir que no llevaba ropa interior. Antes de que me pudiera reponer de la sorpresa al ver su coño desnudo, María cogiendo mi sexo, se ensartó con él. Su inusual lujuria me pilló nuevamente descolocado y más cuando empezando a cabalgar lentamente usando mi pene como soporte, susurró en mi oído:
-¿Te gustaría follártelas?
La sola idea de disfrutar de esas  dos exóticas bellezas me pareció un sueño y llevando mis manos hasta su culo, colaboré con su galope, izando y bajando su cuerpo mientras se empalaba. Todavía no había asimilado su propuesta cuando con tono perverso, me preguntó:
-¿Y ver como ellas me follan?
Imaginarme a mi esposa en manos de esas dos, desbordó mis previsiones. Subyugado por el celo animal que denotaban sus palabras, me apoderé de sus pechos con la lengua  mientras María no dejaba de usar mi verga como instrumento con el que empalarse. Mi excitación ya de por sí enorme, se volvió insoportable cuando sentí su flujo recorriendo mis muslos mientras ella me decía:
-Esta noche te dejaré que las desvirgues, si tú me dejas mirar.
La seguridad con la que me lo dijo, me hizo comprender que era cierto y no pudiendo soportar más tiempo, descargué mi simiente en su interior mientras ella seguía cabalgando en busca de su propio placer. Al sentir mi semen bañando su vagina, mi esposa se unió a mí y pegando un sonoro grito, se corrió. La sonrisa con la que las dos birmanas respondieron a nuestro gozo confirmó en silencio todas y cada una de las palabras de María y por eso tras dejarla descansar, le pregunté cómo era posible y a que se debía el hecho que me hiciera tal propuesta.
-¿Recuerdas que te dije que había contratado dos criadas?- preguntó muerta de risa- Pues te mentí. Al quererlas contratar, me equivoqué y compré a estas dos mujercitas.
-No entiendo- respondí alucinado porque, sin ningún tipo de rubor,  me estuviera reconociendo algo así y por eso no pude más que preguntar: -¿Me estás diciendo que no son nuestras empleadas sino nuestras esclavas?
Soltando una carcajada, respondió:
-Así es – y poniendo cara de niña buena, prosiguió diciendo: – Mayi y Aung han resultado de lo mas “serviciales” y me han mimado de muchas formas mientras tú no estabas. Pero ahora que estás aquí, están deseando que su dueño las haga mujer.
Sin todavía llegármelo a creer, insistí:
-Perdona que te pregunte. ¿Las has usado sexualmente?
-Sí, cariño. Cómo estabas de viaje, me han cuidado muy bien en tu ausencia.
El descaro con el que me informó de su desliz lejos de cabrearme, me excitó y pasando mi mano por su pecho, pellizqué uno de sus pezones mientras le decía:
-Eres una puta infiel que se merece un castigo.
María sin inmutarse y con una sonrisa en su boca, contestó:
-Soy tu puta pero no puedo haberte sido infiel, si he usado para satisfacer mis necesidades a esas dos criaturas. Cómo eres su dueño a efectos prácticos, ha sido como si en vez de sus lenguas, hubiera sido tu pene el que me hubiera dado placer durante esta semana.
Descojonado acepté sus razones pero aun así la puse en mis rodillas y dándole una serie de sonoros azotes, castigué su infidelidad. Las risas de María al recibir su castigo y las caras de felicidad que esa dos crías pusieron al verlo incrementaron el morbo que sentía y por eso, con mi pito tieso, deseé llegar a casa mientras me saboreaba pensando en el placer que las tres mujeres me darían esa noche…
Llegamos los cuatro a casa.
La exquisita limpieza del chalet me ratificó que además de haberse ocupado de María, Mayi y Aung también habían cumplido con creces su función como criadas y por eso dejé que en manos de mi esposa lo que ocurriera a partir de ese momento. Con la tranquilidad que da el saber que nada me podía sorprender, dejé que mi mujer me enseñara como quedaban los muebles que había comprado mientras las dos birmanas desaparecían rumbo a la cocina.
Al llegar a el que iba a ser nuestro cuarto, me quedé de piedra al observar que María había cambiado la cama y en vez de la Queen que habíamos elegido, había una enorme King-Size de dos por dos. Ella al ver mi cara, riéndose, me aclaró:
 
-Era muy pequeña para los cuatro- y sin darme tiempo para asimilar esa frase, me llevó casi a rastras hasta el baño donde de pronto me encontré a las dos muchachas esperándonos.
Su actitud expectante me hizo reír y mirando a mi mujer, le pregunté qué era lo que me tenía preparado. Muerta de risa, me contestó:
-Pensé que te vendía bien un baño- tras lo cual hizo un gesto a la mayor de las dos.
Aung sabía que esperaba su dueña de ella y acercándose a mí, me empezó a desnudar mientras con cara de recochineo mi esposa se sentaba en una silla que había dejado exprofeso en una esquina del baño. Absortó, dejé que con sus diminutas manos desabrochara su camisa para que desde mi espalda, Mayi me la quitara.
-No te quejaras- dijo riéndose desde su asiento- ¡Dos vírgenes para ti solo!
Ni siquiera contesté porque justo entonces sentí que mientras la pequeña me besaba por detrás, Aung me estaba quitando el cinturón. El morbo de que dos niñas me estuvieran desnudando teniendo como testigo a la mujer con la que me había casado fue estímulo suficiente para que al caer mi pantalón, mi verga ya estuviera dura.
-Se nota que te gustan estas putitas- dijo María con satisfacción al ver mi estado.
Ni que decir tiene que estaba de acuerdo, ningún hombre en su sano juicio diría que no en mi situación y por eso sonreí mientras la oriental se agachaba a mis pies para terminarme de quitar la ropa. Ya totalmente desnudo, entre las dos, me ayudaron a entrar a la bañera y en silencio me empezaron a enjabonar.
Mi erección era brutal y aunque lo que realmente deseaba era desflorar a una de las dos, decidí que lo mejor dar su lugar a mi mujer y por eso mirándola, pregunté:
-¿No te bañas conmigo?
 María con tono triste, me respondió:
-Me gustaría pero hoy es el turno de nuestras zorritas.
Tras lo cual, mediante gestos, las azuzó a que se dieran prisa. Mayi la más morena y también la más joven fue la encargada de aclarar mi cuerpo y retirar los restos de jabón con sus manitas. El tierno modo en que lo hizo me terminó de calentar y viendo que tenía su cara a pocos centímetros de mi pene, no me pude contener y se lo puse en los labios. La morena miró a mi mujer pidiendo su permiso y al obtenerlo, sonriendo, sacó su lengua y empezó a recorrer con ella mi extensión.
-¿Estas segura de que puedo?- pregunté a mi mujer al sentir las caricias de la oriental.
En silencio, María se levantó la falda y separando sus rodillas, llamó a la otra cría  y ya con ella de rodillas, contestó:
-Por supuesto, siempre que dejes que Aung se coma mi chumino mientras tanto.
Como respuesta, presioné con mi verga los labios de Mayi, la cual abrió la boca y se fue introduciendo mi falo mientras con su lengua jugueteaba con mi extensión. Nunca en mi vida supuse que llegaría un día en el que una guapa jovencita me hiciera una mamada mientras otra no menos bella hacía lo propio con el coño de mi esposa y ya completamente dominado por la pasión, la cogí de la cabeza y se lo incrusté hasta el fondo de su garganta.  Sorprendido tanto por mi violencia como por la facilidad con la que la birmana lo había absorbido sin sufrir arcadas, lentamente fui metiendo y sacando mi pene de su boca, disfrutando de ese modo de la humedad y tersura de sus labios.
A menos de un metro de nosotros, su amiga lamía sin descanso el sexo de María mientras ella le azuzaba con prolongados gemidos de placer. Comprendí al oír su respiración fui acelerando el compás con el que me follaba la boca de la morenita sin que se quejara. Sintiendo  una extraña sensación de poderío y asumiendo ya que esa niña era de mi propiedad, no intenté retener mi eyaculación y al poco tiempo, exploté en el interior de su boca. Mi nueva y sumisa servidora disfrutó de cada explosión y de cada gota hasta que relamiéndose de gusto, dejó mi polla inmaculada sin resto de semen.
Al acabar de eyacular y mirar hacia donde mi esposa estaba sentada, la vi retorcerse de placer y lejos de sentir celos viéndola disfrutar con otra persona, me sentí feliz al saber que a partir de ese día íbamos a tener una vida sexual de lo más completa y ejerciendo de dueño absoluto de mis tres putas, obligué a las dos birmanas a llevar a mi señora hasta el cuarto.
Una vez allí, me tumbé en la cama e imprimiendo a mi voz de un tono dominante, la miré y le dije:
-Enséñame la mercancía que has comprado.
María sintió un escalofrío de gozo al escuchar esa orden y asumiendo que quizás nunca había sabido sacar de mí esa faceta, respondió:
-¿Cuál quieres que te muestre antes?
Nunca se había mostrado tan sumisa y disfrutando de ese papel, le exigí admirar a las dos a la vez. Obedeciendo con soltura juntó a las dos muchachas y con un gesto les ordenó que se fueran desnudando lentamente. Como si lo hubiesen practicado, Mayi y Aung desabotonaron su falda, dejándola caer al mismo tiempo. La sincronización de sus movimientos y la belleza de las cuatro piernas me hicieron tardar unos segundos en dar mi siguiente orden.  Tras unos momentos babeando de la visión de sus muslos y de los coquetos tangas que apenan cubrían sus sexos, pedí a mi esposa que les diera la vuelta porque quería contemplar sus culos.
Adoptando los modos de una institutriz enseñando a sus pupilas, María las giró y extralimitándose a mis deseos, masajeó sus nalgas mientras me decía:
-Tienen unos traseros duros y bien dispuestos para que los disfrutes- y bajando su mirada como avergonzada, me informó: -Cómo quería preservar su virginidad para que fueras tú quien la tomara y ellas me mostraron que podía usar sus culitos, te tengo que reconocer que ya he gozado usándolos.
Su respuesta me impactó porque no en vano siempre me había negado su entrada trasera y en cambio ahora me acababa de decir que de algún modo las había sodomizado. Tras analizar durante unos instantes, le solté que quería verla haciéndolo. Colorada hasta decir basta, se trató de zafar de mi orden diciendo que antes debía desvirgar a las muchachas pero entonces, usando uan autoridad que desconocía tener sobre ella, le dije:
-O me muestras con una de ellas como lo hacías o seré yo quien te destroce tu hermoso culo.
Mi seria amenaza produjo un efecto imprevisto, bajo su blusa observé que sus pezones se habían erizado delatando la calentura que mi orden había provocado en mi esposa y sin esperar a que la cumpliera se desnudó mientras sacaba de un cajón un arnés con un enorme pene doble adosado. Desde la cama, observé como María se colocaba ese instrumento, metiendo uno de sus extremos en el interior de su sexo. Aung al ver que se lo ponía, dedujo sus deseos y sin que ella tuviese que decírselo se puso a cuatro patas sobre la alfombra.
Si ya de por sí eso era los suficiente erótico para que mis hormonas empezaran a reaccionar, más aún lo fue observar a mi esposa mojando sus dedos en su propio coño para acto seguido llevarlos hasta el esfínter de la oriental y separando sus nalgas, empezar a relajarlo con esmero. La chavala al notar a su dueña hurgando en su ano, empezó a gemir de placer sabiendo lo que iba irremediablemente a pasar con su culito.
La escena no solo me calentó a mí sino también a la otra oriental que creyendo llegado su momento, se tumbó a mi lado y maullando como gatita con frio, buscó mi atención pero sobre todo el cobijo de mis brazos. Callado queda dicho que al pegarse a mí y aunque me interesaba observar a María poseyendo a su sumisa, no tuve más remedio que hacerle caso al comprobar el suave tacto de su piel y ayudándola con el resto de su ropa, la dejé desnuda sobre las sábanas.
“¡Qué belleza!”, exclamé mentalmente al admirar la belleza de su pequeño y moreno cuerpo.
Mayi al notar la caricia de mi mirada, se mordió los labios demostrándome un deseo innato y dando sus pechos como ofrenda a su dueño, los depositó en mi boca mientras se subía sobre mí. Reconozco que me mostré poco interesado porque en ese preciso instante, María estaba metiendo el enorme falo que llevaba adosado a su arnés en los intestinos de su momentánea pareja. La chavala tratando de captar mi atención se puso en pie en la cama y separando sus labios inferiores con dos dedos, me mostró que en el interior de su sexo permanecía intacto su himen. La visión de esa tela y saber que podía ser yo quien por fin la hiciera desaparecer fueron motivo suficiente para que me olvidara de mi señora y de los gritos que daba su víctima al ser cabalgada por ella y concentrándome en la morenita, decidí que al ser su primera vez debía de esmerarme.
“Si quiero que sea una amante fogosa, debe de disfrutar al ser desvirgada”, me dije mientras la tumbaba suavemente sobre el colchón.
La chavala malinterpretó mis deseos y agarrando mi pene entre sus manos, intentó que la penetrara pero, rehuyendo su contacto, la obligué a quedarse quieta mientras por gestos le decía que era yo quien mandaba.  La cara de la cría traslució su perplejidad al notar que su dueño en vez de hacer uso de ella directamente, recorría con su lengua su piel bajando desde el cuello rumbo a su sexo. Sabiendo que esa mujercita nunca había probado las delicias del sexo heterosexual, decidí  que tendría cuidado y reiniciando las caricias, fui recorriendo sus pechos, recreándome en sus diminutos pero duros pezones.
-Ahhh- gimió al sentir que usando mis dientes les daba un suave mordisco antes de reiniciar mi ruta para aproximarme lentamente a mi meta. Mi sirvienta, sumisa o lo que fuera, completamente entregada, separó sus rodillas para permitirme tomar posesión de su hasta entonces inviolado tesoro.
Sabiendo que había ganado una escaramuza pero deseando ganar la guerra, pasé cerca de su sexo pero dejándolo atrás, seguí acariciando sus piernas. La oriental se quejó al ver truncado su deseo y dominada por la calentura que abrasaba su interior, se pellizcó  los pechos mientras por señas me rogaba que la hiciera mujer.
Si eso ya era de por sí sensual, aún lo fue más observar que su depilado sexo brotaba un riachuelo muestra clara de su deseo. Obviando lo que me pedía mi entrepierna, usé mi lengua para acariciarla cada vez más cerca de su pubis. La pobre chavala, desesperada, aulló de placer cuando, separando sus hinchados labios, me apoderé de su botón. Era tanta su excitación que nada más sentir la húmeda caricia de mi lengua sobre su clítoris, retorciéndose sobre las sábanas, se corrió en mi boca.
“Dos a cero”, pensé y ya más seguro con mi labor, me entretuve durante largo tiempo bebiendo de su coño mientras Mayi unía un orgasmo con el siguiente sin parar.
Seguía machaconamente jugando con su deseo, cuando mi esposa me susurró al oído que ya era hora de que tomara posesión de mi feudo. Al girarme y mirarla, leí en los ojos de María una brutal pasión que nunca había contemplado en ella, por lo que cogiéndola del brazo, la tumbé en la cama junto a la cría y con tono duro, le solté:
-Quiero verte comiéndole los pechos mientras la poseo.
Poseída por un frenesí desconocido, mi mujer se lanzó a mamar de esos pechitos mientras Mayi esperaba con las piernas totalmente separadas que por fin su dueño la desflorara. Su expresión de genuino deseo me hizo comprender  que todo en ella  ansiaba ser tomada, por lo que, si mas prolegómeno,  aproximé mi glande  a su sexo y haciéndola sufrir, jugueteé con su clítoris hasta que ella llorando me rogo por gestos que la hiciera suya.
Comportándome como su dueño y maestro, introduje mi pene con cuidado en su interior hasta  que chocó contra su himen.  Una vez allí, esperé que ella se relajara. Pero entonces, echándose hacia adelante, forzó mi penetración y de un solo golpe, se enterró toda mi extensión en su vagina. La chavalita pegó un grito al sentir que su virginidad desaparecía y sin esperar a que su sexo se acostumbrara a esa incursión, con lágrimas en los ojos pero con una sonrisa en los labios se empezó a mover, metiendo y sacando mi pene de su interior.
Mi esposa que hasta entonces se había mantenido a la expectativa al ver el placer en la mirada de la chinita, obligó a la otra a que nos ayudara a derribar las últimas defensas de su amiga. Aung no se hizo de rogar y mientras daba cuenta de uno de los pechos de Mayi, llevó su mano hasta su imberbe coñito y la empezó a masturbar.
Los gemidos de la mujercita al sentir ese triple estímulo no tardaron en llegar al no ser capaz de asimilar que esas dos mujeres le estuvieran comiendo los pechos y pajeándola mientras sentían en su interior la furia de mi acoso. Al escuchar su gozo, incrementé el ritmo de mis embestidas. La facilidad con la que mi pene entraba y salía de su interior, me confirmó que esa niña estaba disfrutando con la experiencia  y ya sin preocuparme por hacerla daño, la penetré con fiereza. La hasta esa noche virgen cría no tardó en correrse mientras me rogaba con el movimiento de sus caderas que siguiera haciéndole el amor.
-¿Le gusta a mi putita  que su dueño se la folle?-, pregunté sin esperar respuesta al sentir que por segunda vez, esa mujercita llegaba al orgasmo.
Ya abducido por mis deseos, la agarré de los pechos y profundizando en mi penetración, forcé su pequeño cuerpo hasta que mi pene chocó con la pared de su vagina. Una y otra vez, usé mi pene como martillo con el que asolar cualquier resistencia de esa oriental hasta que cogiéndola de los hombros, regué su interior  sin pensar en que al contrario que en mi esposa, su vientre podía hacer germinar mi simiente.
La chavala al sentir su coño encharcado con su flujo y mi semen, sonrió satisfecha. Aunque en ese momento no lo sabía,  esa noche no solo la había desvirgado, sino que le había mostrado un futuro prometedor donde  podría ser  feliz dejando atrás los traumas de su infancia y posando  su cabeza sobre mi pecho, me miró como se adora a un rey.
Su mirada no le pasó inadvertida a María, la cual, alegremente me abrazó y susurrando en mi oído, dijo:
-Cariño, mira su cara de felicidad. ¡Has conseguido que esta niña se enamore de ti!
Sus palabras me hicieron fijarme y mirando a esa dulzura de cría que reposaba en mi pecho, comprendí que tenía razón porque al percatarse que la estaba mirando, Mayi se revolvió avergonzada y quizás creyendo que iba a zafarme de ella, me abrazó con fuerza.
-Lo ves- insistió mi mujer. –Aunque no nos entiende,  la cría sabe que  estamos hablando de ella y no quiere que te separes de su lado.
Conociendo las enormes carencias afectivas de esa dos mujercitas, llamé a Aung a nuestro lado y tumbándola junto a nosotros, nos quedamos los cuatro en la cama mientras pensaba en cómo había cambiado nuestra vida por un error. Seguía todavía dando vueltas a ese asunto cuando María comentó:
-Cariño, la otra cría está esperando ser tuya. ¿Te parece que vaya empezando yo mientras descansas?
Solté una carcajada al escucharla porque no tuve que ser un genio para comprender que mi mujer estaba encaprichada con esa chavala y su pregunta era una mera excusa para poseerla nuevamente.
 
 
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