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Relato erótico: “La puta de mi esposa metió en mi cama a su amiga” (POR GOLFO)

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no son dos sino tres2Creo que la gran mayoría de los hombres hemos fantaseado con la idea de hacer un trio con su pareja y de ellos también me consta que un porcentaje elevadísimo, ha deseado hacerlo con esa conocida buenorra que nos pone cachondos cada vez que coincidimos con ella.
¡Qué tire la primera piedra, el que nunca ha soñado con compartir a su esposa con otra! ¡Qué me insulte aquel que jamás ha insinuado a su pareja con ello!
Sinceramente creo que el 99% de mis lectores han deseado sumergirse entre las piernas de una belleza con su novia o mujer participando a su lado. ¡Eso me ocurrió a mí! Y por eso quiero contároslo.
Lo primero es presentarme, me llamo Alejandro y no soy un adonis. De  estatura normal, con cuarenta cinco años y un poco de sobrepeso, me considero un tipo del montón. Ejecutivo de una multinacional llevo una vida complicada, con continuos viajes y mucho estrés. Sé que mis prolongadas ausencias  han sido un factor decisivo en lo que os voy a contar.
Llevo casado diez años con María. Mi mujer al contrario que yo es una preciosidad. Rubia de uno setenta, tengo que reconocer que esta buenísima y ella lo sabe. La conocí cuando en el trabajo me promocionaron a gerente de zona y me asignaron a una secretaria.
Todavía recuerdo el día que la vi entrar en mi despacho y con cara de no haber roto un plato en su vida, me informó que iba a ser mi asistente. Os juro que me quedé helado al ver su belleza. Dotada con un cuerpo escultural, irradiaba sensualidad por todos sus poros. Desde el primer momento me gustó y solo el hecho de ser nuevo en mi puesto evitó que desde el primer momento intentara seducirla. Afortunadamente, ella no opinaba así e inició una labor de acoso y derribo a la que fui incapaz de negarme.
Para que os hagáis una idea de lo que hablo: Al día siguiente de conocerla, llegué a la oficina y me encontré a la que iba a ser mi esposa, acomodando mi escritorio. Al verla le pregunté qué hacía, ella con todo el descaro del mundo me sonrió diciendo:
-Ordenar tu despacho. Se nota que eres un poco desastre, ¡Me imagino que tu casa debe ser un caos!
-Para nada- contesté bastante ofendido. –¡Aunque vivo solo, mi piso está perfectamente arreglado!
Soltando una carcajada, dudó de mis palabras e incrementando mi cabreo, se acercó a mí y pasando la mano por mi traje, respondió:
-Se nota que no tienes pareja. Llevas la ropa sin planchar.
Su impertinencia me hizo saltar y sin medir mis palabras, le ofrecí que un día fuera a comprobar in situ que no mentía cuando había afirmado que me desenvolvía con destreza en las labores del hogar. Hoy en día, no tengo ninguna duda que su intención era que la invitara a salir porque aceptando al vuelo mi proposición, me soltó:
-De acuerdo, estamos a miércoles. El viernes me invitas a cenar en tu casa y así me demuestras que estoy equivocada
Tras lo cual, salió de mi despacho contorneando sus caderas. Su huida no me permitió echarme atrás y por eso con cara de bobo, tuve que quedarme mirando su trasero mientras ella se iba. Os reconozco que me quedé maravillado por semejante pandero y más excitado de lo que me gustaría reconocer, decidí que nada perdía invitándola a cenar. El cúmulo de asuntos sobre mi mesa, no me dejó tiempo para pensar en ello durante los siguientes días y solo recordé la puñetera cena, el viernes al medio día cuando al despedirse, me preguntó a qué hora tenía que llegar a mi apartamento.

-¿No quieres que pase a buscarte?- pregunté intentando ser cortés.
-Prefiero ir en mi coche- respondió- así no tienes que preocuparte luego en acercarme.
-Bien, por cierto, ¿Tienes algún plato preferido?-
-Yo como de todo- respondió con tono pícaro.
 Bastante cortado por su respuesta, pregunté – ¿Te parece a las nueve y media?
-Perfecto, ¡Allí estaré!
Su seguridad me desarmó y previendo que iba a ser una crítica estricta, salí de la oficina y dirigiéndome a mi casa, me puse a limpiar todo dejándola inmaculada. Asumiendo que mis dotes culinarias eran bastante malas, decidí encargar la comida a un restaurante de lujo, de forma, que a las ocho ya estaba listo ya que cuando mi invitada llegara, lo único que tendría que hacer era calentar los platos en el horno.
No habían dado la hora cuando escuché al telefonillo sonar, sabiendo que era María, abrí la puerta y saliendo al descansillo, esperé su llegada. Al verla salir del ascensor, me quedé de piedra al comprobar que mi secretaria venía embutida en un traje de raso negro cuyo escote dejaba bastante poco a la imaginación. Ella se dio cuenta del efecto que había provocado en mí y sin esperar a que me hubiese acostumbrado, se entretuvo posando para mí mientras me decía:
-¿Me queda bien el vestido?-
Fui incapaz de mentirle y mientras le decía que estaba impresionante, mis ojos recorrieron sin disimulo su cuerpo. Fue entonces cuando realmente me fije en el vestido que llevaba. Su vestido de tubo marcaba con claridad su espectacular cuerpo pero era su falda la que terminando un poco más arriba de las caderas, la que realmente me tenía subyugado al mostrar la perfección de sus piernas mientras resaltaba las curvas de un culo prieto y redondeado. La delgada tela tampoco podía ocultar la rotundidad de sus pechos y menos cuando María había decidido esa noche que no llevaría  sujetador. Confieso que me excité en cuanto reparé que producto de mi mirada, los pezones de la muchacha se erizaron traicionando a su dueña. María, lejos de incomodarse por el modo en que repasaba su anatomía, se lo tomó en plan de guasa y cogiéndome del brazo, me pidió que le enseñara mi casa, diciendo:
-Deja algo para después de cenar. He venido a comprobar que eres tan buen amo de casa.
Turbado por mi comportamiento pero sobre todo porque ella se hubiese percatado de mi asombro, le  mostré el apartamento mientras sentía como mi corazón no podía dejar de palpitar con rapidez por su presencia. El colmo fue cuando le mostré mi habitación, muerta de risa, mi compañera de trabajo me  tomó el pelo por el tamaño de mi cama:
-Eres un pillín. En esta King-size, ¡Te debes haber corrido buenas juergas!
No comprendo todavía hoy por qué le respondí que no y que aunque no me creyera ella era la primera mujer en subir a mi apartamento.
-¿No serás gay?- preguntó interesada.
Os reconozco que tardé en contestarla porque mientras me hacía la pregunta la muchacha se había tumbado encima de las sabanas adoptando una postura que invitaba a uno a lanzarse encima. Haciendo un esfuerzo, retiré mi mirada de sus piernas y cogiéndola de la mano, la levanté mientras le decía:
-No lo soy y si seguimos aquí, no sé si voy a poder no demostrártelo.
La confirmación de mi sexualidad le puso de buen humor y pegándose a mi cuerpo, me susurró al oído preguntando que le iba a dar de cenar. Por el tono, supe al instante que lo que realmente me estaba preguntando era si me iba a acostar con ella esa misma noche y por eso, mientras la conducía al comedor, mi polla marcaba el camino totalmente erecta bajo el pantalón.
 

Temiendo el rumbo que estaba tomando la velada, comprendí que me iba a resultar imposible salir indemne de ella. Para  terminar de incrementar mi desasosiego, al sentarnos había previsto ponerme frente a ella pero María cambiando de silla, se colocó a mi lado. Aunque curiosamente esa mujer resultó ser un encanto y estar dotada de una amena charla, para mí fue un suplicio porque desde mi sitio tenía una perfecta visión de sus pechos. Reconozco que me pasé media cena mirando su escote y la otra media intentando que no se notara mi calentura.
Lo cierto es que gracias al vino con el que acompañamos la cena, tanto ella como yo nos fuimos poco a poco relajando y ya en el postre, me preguntó cogiendo mi mano entre las suyas:
-¿Vas a tardar mucho en besarme?
Nunca hubiese supuesto que me preguntaría tal cosa y completamente paralizado, tuvo que ser ella quien acercando sus labios a los míos, me besara. Entonces y solo entonces, la abracé y dejándome llevar por las sensaciones, respondí a su beso con más besos. La calentura acumulada durante una hora me indujo a recorrer con mis dedos sus pechos mientras mi lengua jugaba con la suya en el interior de su boca. Mis yemas, al separar la tela de su vestido, se encontraron con unos pezones duros y excitados que en cuanto los toqué se erizaron.
Sonriendo, María se levantó de la mesa y tendiéndome su mano, me soltó:
-¿No crees que es hora de estrenar esa cama?
Ni siquiera la respondí y siguiendo a esa mujer por el pasillo, aparecí en mi cuarto sin habérmelo propuesto. Antes de que me diese cuenta, mi hasta entonces secretaría me empezó a hacer un sensual striptease sin dejarme de mirar.
Os podréis imaginar que al ver que esa diosa dejaba caer su vestido al suelo y sin esperar a que me desnudara, venir a mi lado, fue aliciente suficiente para que con rapidez me deshiciera de mi ropa. Mi cara de miedo debió de ser patente porque pegando su piel contra la mía, me susurró:
-Déjame a mí. No sé con qué tipo de mujer has estado pero yo te haré gozar- y sentándose en la cama, me ordenó: -¡Ven aquí!
Sentándome a su lado en el colchón, creí estar en el cielo cuando María, con una sonrisa en su boca, llevó mis manos a esos pechos que me habían vuelto loco solo unos minutos antes.
-Son tuyos- declaró con voz firme: -¡Tócalos!
No pude negarme a obedecer y sopesando esas dos maravillas entre mis dedos, comencé a acariciarlos mientras la muchacha no paraba de suspirar. Su entrega me dio los arrestos suficientes para juguetear con sus pezones, los cuales, se pusieron duros como piedras al sentir mi caricia.
-¡Chúpamelos!- gritó descompuesta a sentir los pellizcos que le estaba dando a sus aureolas.

Siguiendo a rajatabla sus instrucciones, llevé mi boca a su pezón derecho y comencé a lamerlo.  María al experimentar la humedad de mi boca, gimió sonoramente y arqueando su cuerpo, puso su otro pecho al alcance de mi lengua. Os tengo que reconocer que para entonces cualquier reparo que sintiera por ser su jefe y ella mi secretaria había desaparecido y lanzándome en picado sobre su otro seno, fui pasando de un pezón a otro con la música de fondo de su respiración entrecortada.
-¡Me encanta!- chilló al sentir que la presión de mis dientes sobre uno de ellos.
Su calentura era tal que sin esperar a que yo diera el siguiente paso, se tumbó en la cama y abriendo sus piernas de par en par, se me ofreció diciendo:
-¿Te gusta mi coño?
Todavía no comprendo porque no le salté encima y me la follé en ese instante, lo cierto es que poniéndome entre sus piernas, alcé uno de sus muslos y empecé a darle pequeños lametazos mientras escuchaba en mis oídos sus gemidos.  Confiado en mi buen hacer, me fui acercando a la meta mientras ella no paraba de pedirme que me diera más prisa. Ya estaba a escasos centímetros de su sexo cuando dejé lo que estaba haciendo y me paré a contemplarlo. Extasiado, observé que lo tenía casi totalmente depilado a excepción de un pequeño triangulo.
-Por favor, ¡No puedo más!- se quejó al sentir que no avanzaba.
Al mirarla, no me costó adivinar que estaba a punto de caramelo y por eso, hundiendo mi cabeza en su entrepierna, probé por vez primera el sabor de su coño. Ese primer lametazo en su vulva, me devolvió su aroma dulzón y ya sin perder más el tiempo, separé con mis dedos sus pliegues y con mis dientes me apoderé de su botón. Al presionar con ellos su clítoris, escuché como de la garganta de la muchacha salía un grito de deseo.
-Dios, ¡Qué gusto!-
La confesión de la mujer  aceptando el placer que sentía, me hizo recrearme en su coño y dando pequeños círculos alrededor de su entrada, fui metiendo lentamente mi lengua dentro de ella. Usándola como estoque, seguí introduciendo y sacando mi lengua de su interior cada vez más rápido. Sin poderse mantener quieta, María arqueó su cuerpo para facilitar mis maniobras. No me costó traducir sus gemidos y por eso cuando convulsionó en mi boca, corriéndose brutalmente, no me pilló desprevenido.
Decidido a enseñarle a esa mujer que aunque no hubiese llevado a ninguna otra hasta esa cama, en cuestiones de sexo no era ningún novato, le di la vuelta y poniéndola de rodillas sobre el colchón, acerqué mi pene a su chocho mientras le decía:
-Te voy a dar lo que has venido a buscar.
La muchacha sonrió al sentir que mi glande se abría camino en su interior y girando su cabeza, respondió:
-Montáme como a una puta.
Descojonado por su burrada, metí el resto de mi pene dentro de ella y cogiendo su melena entre mis manos, le contesté:
-Te voy a montar hasta me implores que pare.
-Mucho prometes, te aviso que soy muy guarra- riendo, me soltó.
 

 
Habiendo declarado ella la guerra con sus palabras, di inicio a las hostilidades con un sonoro azote en su trasero. Tras lo cual me agarré a sus pechos y tomándolos como apoyo, comencé a machacar su sexo usando mi miembro como ariete. Mi ahora esposa chilló al sentir mi pene chocar contra la pared de su vagina y deseando sentir mi promesa, colaboró conmigo moviendo sus caderas.
-Sé un buen jefe y ¡Fóllate a la zorra de tu secretaria!- chilló azuzando mi reacción.
Su reto no se quedó sin respuesta e incrementando tanto la velocidad como la profundidad de mis penetraciones, seguí aguijoneando su interior con mi polla. Su coño aunque empapado, era tan estrecho que podía sentir cada uno de sus pliegues presionando mi extensión cada vez que la metía o sacaba de dentro de ella. Impresionado por la sensación de embutirlo en un sitio tan angosto, me agarré de su culo para presionar aún más si cabe esa vagina.
María al experimentar la nueva posición y que en ella, mi glande rozaba contra las paredes antes de ir a chocarse contra el final de su chocho, gimió desesperada y antes que pudiera evitarlo, se corrió pegando alaridos. Su orgasmo fue la gota que desencadenó mi lujuria y ya sin cuidado alguno, me lancé en un galope desenfrenado con el único objetivo de saciar mi necesidad de placer. Mi ritmo desbocado la llevó de un clímax a otro sin parar y solo cuando sintió mi eyaculación y a mi semen rellenando su sexo, se derrumbó agotada sobre las sábanas mientras me decía:
-Si crees que con esto me conformo, estás muy equivocado. Pienso obligarte a que me uses durante todo el fin de semana.
Lo cierto es que no fue solo esos dos días, María entró a mi casa para no salir jamás porque cuando el domingo ya nos despedíamos, le pedí que se quedara:
-No puedo- contestó y poniendo cara de niña buena, dijo: -Vivo con mis padres y son muy tradicionales.
Alucino todavía de lo que respondí ante semejante estupidez ya que no había tenido problema en quedarse esas dos noches. Aunque os parezca mentira, cogí el alambre de una tapón de cava y haciendo un anillo rústico, me arrodillé ante ella y le pedí que se casara conmigo. La muchacha se me quedó mirando y al darse cuenta de que iba en serio, me besó y se quejó diciendo:
-Mira que eres lento. ¡Has tardado cuarenta y ocho horas en darte cuenta!
Al cabo de dos meses nos casamos y desde entonces vivimos juntos. Os confieso que he sido muy feliz porque además de ser una buena esposa, María no ha dejado de comportarse como una guarra en la cama. Juntos hemos descubierto facetas desconocidas en nuestra sexualidad. Hemos intercambiado roles, unas veces ella ha sido una dominante ama y otras las más dulce de las sumisas, pero siempre habíamos sido fieles a esa promesa y nunca se me había pasado por la cabeza lo contrario.

Por eso me resultó tan raro el cambio que experimentó cuando conoció a Susana. Habiéndola conocido en el gimnasio, me la presentó una tarde en que fui a recogerla al salir del trabajo. Tras la sorpresa inicial de hallarme ante un bombón de raza negra y después de haber observado la complicidad existente entre esas dos mujeres, algo en mí me avisó que esa belleza iba a trastocar mi matrimonio. Os juro que pensé que iba a ser yo quien cayera postrado ante semejante hembra si seguía tratándola asiduamente. Ignorando lo que se me avecinaba, decidí reducir mi trato con ella al percatarme del modo en que le estaba observando.
Con los ojos fijos en su culo, fantaseé con la idea de apropiarme de ese trasero y con mi verga tomar posesión de él. También merece que os cuente que además de un espléndido culo, Susana tenía un par de pechos inmensos que llamaban a sumergir la cara de uno entre ellos. No solo eran enormes sino que aún sin sujetador se mantenían tiesos sin necesitar su ayuda. Y para colmo su cara era de una dulzura tal que te veías hipnotizado por ella.
“¡Menuda hembra!” exclamé mentalmente cuando al despedirme de ella con un beso en la mejilla, aspiré su aroma.
Un científico pedante hubiera dicho de mí que me quedé dopado con sus endorfinas. Lo cierto es que esa noche al llegar a casa, le hice el amor a María mientras mi mente soñaba que era su amiga la que gemía de placer entre mis piernas. Me imaginé a ese pedazo de negra gimiendo cada vez que mi pene entraba en su coño y a mí agarrado a sus pechos, mamando de ellos como un niño. Desconozco si mi esposa se percató de ello, aunque creo que no, algo si debió de olerse porque al terminar y mientras yacía abrazada a mí, me preguntó que me había parecido su amiga.
-Está muy buena- confesé sin darle la menor importancia.
-¿Verdad que es impresionante?- insistió.
Como no quería ser pillado con el pie cambiado, preferí hacerme el dormido y no contestarla. Lo cierto es que desde ese día tuvimos a la susodicha hasta en la sopa. Siempre que llegaba a casa, ahí estaba. Como estaba divorciada y a mi esposa le daba pena, los fines de semana nos acompañaban a la sierra y yo por mucho que intentaba evitarla, cada vez me parecía más atractiva. Mi huidizo modo de tratarla le hizo creer que me caía mal y por eso, una mañana que María se había ido a comprar en el supermercado, Susana vio la ocasión para aclararlo.
Me encontró en mi despacho, contestando a unos mails y con determinación se plantó frente a mí y a bocajarro me preguntó porque no la soportaba. Sin saber que contestar por que daba igual lo que respondiera ya que sabía que le iba a sentar mal, traté de escapar sin contestarla pero previendo mi huida, se cruzó en la puerta evitándolo.
-¿Por qué te caigo mal? ¿Qué te he hecho?- insistió.
-No me caes mal- respondí viendo que no me quedaba más remedio.
-Mientes- me reclamó ya enfadada – cada vez que estoy en una habitación, haces lo posible para evitarme.
Aunque estaba equivocada, su actitud me hizo comprender que debía explicarle los motivos por los que la rehuía y con voz temblorosa le pedí que se sentara.  Como no sabía por dónde empezar, me tomé un tiempo para organizar mis ideas tras lo cual le pedí que no me interrumpiera:
-Reconozco que huyo de ti pero no es por lo que piensas. Como sabes estoy enamorado de María y nunca le he sido infiel….
-¿Y eso que tiene que ver?- protestó cortando mi discurso.
Cabreado por su interrupción, le solté:
-¡Mucho!. Eres una mujer bellísima y cada vez que te miro, deseo hundirme entre tus pechos- mi confesión le pilló desprevenida y sin darle tiempo a reaccionar, proseguí diciendo: -Si te evito es porque no quiero hacerla daño. Ahora que ya lo sabes, te pido que lo olvides y me sigas tratando como hasta hoy. ¿Comprendido?
Asustada por mis palabras, me prometió no contárselo y dejándome solo, fue ella la que esta vez salió huyendo. Me quedó claro que cumplió su palabra porque durante las siguientes semanas, todo siguió casi igual. Y digo casi porque aunque mi esposa no cambió en su actitud hacia mí, Susana sí lo hizo. Si de por sí esa mujer vestía de forma provocativa, a partir de ese día incrementó la sensualidad de su vestimenta disminuyendo el tamaño de la tela. Desde entonces, no fue raro verla con escuetas minifaldas y profundos escotes mientras era cada vez más cariñosa conmigo.

Sé que María se dio cuenta porque una noche mientras hacíamos el amor, me confesó que sentía celos del modo en que su amiga me trataba. Haciéndome el despistado, le pregunté a qué se refería:
-Creo que Susana está colada por ti- me soltó segura de mis sentimientos.
-¡No digas tonterías!- respondí- Le caigo bien, ¡Nada más!
Lo cortante de mi respuesta, le hizo cambiar de tema y por eso no vi la determinación de sus ojos  De haberla visto, no me hubiera cogido de improviso lo que ocurrió una semana más tarde. Era un viernes y como acababa de llegar de un viaje de tres días por las distintas sucursales de mi empresa, estaba cansado por eso me sentó fatal que mi esposa me informara que su amiga iba a venir a cenar a casa esa noche.
Cabreado me metí en el baño a ducharme, pensando quizás que el agua caliente me relajaría. Pero no fue así y cuando salí de la ducha, seguía enfadado por eso sin ninguna gana me vestí. Al llegar al comedor, me encontré con María y Susana hablando y sin hacerlas ni caso, fui hasta el bar y me serví una copa.
-Mira que eres maleducado- me espetó mi mujer al ver que solo había puesto una para mí –Cariño ¿nos puedes poner unos cubatas a nosotras?
Refunfuñando, se los serví y a la hora de dárselo, mi esposa pegó su cuerpo al mío y en plan putón, me lo agradeció mientras rozaba con su mano mi entrepierna. No sé a quién le sorprendió más su actitud, si a mí o a su amiga porque con los ojos abiertos de par en par vio cómo me pajeaba sin pudor.
-¿Qué haces?- protesté separándola- ¡Tenemos público!
Muerta de risa, me contestó:
-No creo que se escandalice al ver a una mujer acariciando a su marido.
No sé si ella pero yo sí y maldiciendo, me alejé de las dos y me fui a sentar en un sofá. Curiosamente, vi que francamente molesta la negra cogía a mi esposa del brazo y se la llevaba fuera a otra habitación. Al cabo de cinco minutos, observé que volvían y que mientras María llegaba sonriendo, su amiga venía con el cejo fruncido. Convencido que era un tema de mujeres, no le di mayor importancia hasta que me percaté que algo tramaban porque mi mujer obligó a Susana a sentarse a mi lado mientras ella se sentaba del otro.
-¿Qué ocurre?- pregunté dejando mi copa en la mesilla.
Cerrando mi boca con un beso, María me abrazó mientras sus dedos me empezaban a acariciar. Si ya eso era raro, más lo fue sentir que su mano bajaba a mi entrepierna y antes que pudiese reaccionar, me bajara la bragueta.
-¡Maria!- exclamé escandalizado mientras con un acto reflejo retiraba su mano.
Entonces, mi amada esposa, usando un tono serio, me soltó:
-Sé que lo estás deseando, ¡Así que te aguantas!- tras lo cual, obvió mis protestas y sacó mi miembro de su encierro.

Asustado por sus actos, miré a su amiga y descubrí que aunque estaba igual de escandalizada que yo, se estaba mordiendo los labios mientras miraba de reojo mi pene. Ni que decir tiene que cuando me empezó a pajear en presencia de la morena, me vi traicionado por mi miembro que haciendo caso omiso a mi turbación se izó erecto al primer jaloneo. Tratando de calmarme, pasé mis brazos por detrás de las mujeres y posándolos sobre el sillón, me concentré en evitar correrme. En ese momento, escuché que mi esposa ordenaba a la que hasta entonces consideraba su amiga:
-Ayúdame, me consta que te mueres por probar la polla de mi marido- sin considerar siquiera que pudiese negarse, le cogió la cabeza y la llevó hasta mi verga: -¡Cómetela! No niegues ahora que te has masturbado soñando con esto-
Fue entonces cuando supe a qué coño jugaba. Cómo tantas otras veces, mi mujer estaba adoptando el rol de ama con la única diferencia que en este caso, había invitado a otra persona como sumisa. Más excitado que nunca, le guiñé un ojo. Al ver mi gesto, sonrió y recalcando su dominio sobre su amiga, le obligó a abrir su boca y a introducirse mi pene en ella.
-¡Chúpala hasta el fondo!- ordenó mientras se levantaba.
La negrita se debatía entre el corte que le daba comerse mi polla con ella enfrente y excitada por hacerlo pero obedeció embutiéndose mi miembro hasta el fondo de la garganta. La lentitud con la que absorbió toda la extensión me permitió sentir la tersura de sus labios al hacerlo y por eso, ya sumido en la lujuria, aproveché para tocar esos pechos que me habían vuelto loco desde que la conociera. Tal y como me había imaginado, las tetas de Susana eran duras como piedras, por eso y temiendo no tener otra oportunidad de tocarlas, metí mi mano bajo su escote y recogí entre mis yemas uno de sus pezones. Nada mas sentir mi caricia, la mujer gimió de deseo y ya convencida de desear hacerlo, reinició su mamada con mayor énfasis.
Aprovechando que estábamos ocupados, María se desnudó y ya en pelotas, se acercó a su amiga por detrás y sin esperar una aceptación por su parte, la empezó a desabrochar la camisa mientras le decía:
-Esta noche serás nuestra puta, ¡Lo quieras o no!- y para dar mayor determinación a sus palabras, pellizcó sus pechos con dureza.
Su pobre victima chilló al sentir el duro trato pero siguió mamándome el pene con rapidez. Su entrega me hizo saber que esa mujer gozaba con el sexo salvaje además de que a todas luces era bisexual. Demostrando una maestría inimaginable, Susana se dedicó a satisfacerme con esmero mientras mi esposa le despojaba de la falda. Comprendí que no iba a tardar en correrme cuando observé que le arrancaba el tanga con rudeza, tras lo cual con un sonoro azote, espoleó a la morena diciendo:
-Tienes un culo cojonudo. Estoy segura que Alejandro hará buen uso de él.
El morbo de tener a esa preciosidad entre mis piernas y a mi esposa dirigiéndola, fue demasiado para mí y previendo mi orgasmo, se los avisé. Al oírme, María se tumbó en la alfombra y de modo autoritario, me pidió que me derramara en su piel. Conociendo sus gustos, saqué mi pene de la boca de la negra y usándolo como si de una manguera se tratase, esparcí mi semen por su cuerpo, para acto seguido, coger a su amiga y obligándola a agacharse, decirle:
-Tu ama esta manchada, ¡Límpiala!
Sin ser capaz de oponerse a nuestros deseos, Susana obedeció y usando su lengua fue retirando mi lujuria de la piel de mi amada. No os tengo que contar que María estaba excitada ni que al sentir la boca de su amiga recogiendo mi simiente de su cuerpo, empezó a gemir como una loca, presa de la excitación. Lo que si resultó novedoso para mí fue verla disfrutar en brazos de otra mujer por lo que semejante visión, reanimó mi alicaído miembro de manera que en un par de minutos ya estaba listo para la acción.
Para entonces, la morena se estaba comiendo el coño de mi esposa y su postura dejaba su culo a mi entera disposición. Aunque me provocaba la idea de rompérselo, decidí ir poco a poco y empezar por su sexo. Por eso, me terminé de desnudar y poniéndome detrás de ella, tanteé con mi glande los pliegues de su chocho para acto seguido incrustarle de un solo golpe toda mi extensión. Al sentir que llenaba su conducto de un modo tan abrupto, chilló pero no hizo intento alguno por evitarlo.
-¡Te gusta! ¿Verdad puta?- le soltó mi mujer al oír su gemido.
-¡Sí!- confesó sin dejar de lamer el sexo que tenía en su boca.
María, entonces, se acomodó poniendo sus manos en el sillón y abriéndose las nalgas, le ordenó:
-¡Prepárame! Quiero que cuando acabe contigo, mi marido me tome por detrás.
La mujer se quedó indecisa sobre cómo actuar por lo que tuve que azuzar su respuesta dando una dolorosa nalgada en su culo. Mi dulce caricia terminó de desbordarla y pegando un alarido se corrió mientras comenzaba a relajar el esfínter de mi esposa con su lengua. Ya totalmente absorto en el frenesí, me agarré con una mano de su pecho mientras usaba la otra para espolear a mi montura con más azotes. La combinación de mi pene retozando en su interior y mi mano castigando sus nalgas, la llevó a su estado tal que sin poderlo evitar unió un orgasmo con el siguiente mientras con su boca cumplía las órdenes de su amiga.
-¡No puedo más!- se quejó cayendo agotada sobre la alfombra.
Su renuncia me dejó solo con mi mujer, la cual estaba deseando ser tomada por lo que aprovechando que seguía con el pene tieso, me acerqué a ella y dando un beso en su culo, le pregunté si estaba preparada.
-¡Fóllame! ¡Cabrón!- contestó cogiendo mi sexo y poniéndolo en su entrada trasera.
No me lo tuvo que repetir dos veces y con una suave presión de mis caderas, introduje mi glande unos centímetros en su interior. Esa penetración a medias, la dejó insatisfecha y con un rápido movimiento, presionó su cuerpo contra el mío metiendo por completo mi extensión en sus intestinos.
-¡Dios! ¡Qué gusto!- berreó como cierva en celo y sin esperar a que mi miembro se hubiese acostumbrado, comenzó a moverse imprimiendo a sus movimientos de un ritmo brutal.
La urgencia con la que se movía me convenció de dejar de ser cuidadoso y cogiéndola de sus hombros, inicié un mete saca tan rápido que al cabo de poco tiempo, elevó su excitación a niveles impensables.
-¡Me corro!- la escuché decir con voz entrecortada  –¡No pares! ¡Por favor!
Pero por mucho que intenté retrasar mi propio orgasmo, no pude y uniéndome a ella exploté bañando con mi esperma su angosto conducto. María al sentir el calor de mi simiente en su interior, se dejó caer sobre el sillón y convulsionando de placer, consiguió su enésimo clímax antes de derrumbarse. Su caída precipitó la mía y abrazándome a ella, me quedé descansando absolutamente desbordado por las sensaciones.
Por eso, ni María ni yo nos dimos cuenta que Susana se había levantado dejándonos tumbados sobre la alfombra. Solo nos percatamos al cabo de cinco minutos y cuando estábamos discutiendo si nos habíamos pasado con la pobre, la vimos entrar vestida con un delantal y con una bandeja en las manos.
-¿Los señores van a cenar en el salón? o ¿Prefieren hacer uso de su esclava en la cama mientras cenan?

Solté una carcajada al oírla al comprender que mi esposa había adivinado los deseos de su amiga y que desde entonces seríamos tres los que compartiéramos esa casa.

Si quieres ver un reportaje fotográfico más amplio sobre la modelo que inspira este relato búscalo en mi otro Blog:     http://fotosgolfas.blogspot.com.es/
¡SEGURO QUE TE GUSTARÁ!
 
 
 

Relato erótico: “Caí entre las piernas de mi “ingenua” secretaria” (POR GOLFO)

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PORTADA ALUMNA2

Los hombres al mirar a una mujer tienden a fijarse en una parte de su cuerpo, La gran mayoría se fija en su culo o en sus tetas pero yo tengo predilección por las piernas. Es más, por mi experiencia cuando una hembra tiene buenas patas, el resto de su cuerpo va en sintonía. Unos muslos espectaculares suele llevar asociado un cuerpo no menos llamativo.

Hoy, os voy a contar como mi fijación por esos atributos femeninos, cambiaron mi vida y me llevaron a vivir una experiencia inolvidable. Todo empezó el día que la que había sido mi secretaria durante diez años, se casó y se fue de la empresa. Os tengo que reconocer que en un primer momento me cabreó su decisión porque me dejaba un hueco que me iba a resultar difícil de rellenar porque, no en vano, ella se había convertido en una pieza esencial en mi compañía.  Por eso cuando me lo comunicó, le pregunté si conocía a alguien de confianza que pudiera cubrir su baja. Tras pensarlo durante un minuto, María contestó que tenía una prima que acababa de terminar la carrera y que todavía no había encontrado trabajo pero que tenía un problema.
Mosqueado, le pregunté cuál era:
-Es muy joven. Usted siempre ha dicho que prefiere que sus empleados sean mayores de treinta años y Clara solo tiene veintitrés.
-¿Está preparada?
-Para lo que necesita sí. Es licenciada en Administración de empresas, domina Office y habla inglés.
Siempre había tenido reparos en contratar a veinteañeros porque siento que no están maduros para asumir responsabilidades pero al venir recomendada por ella, decidí hacer una excepción.
-¿Puedes quedarte hasta que aprenda?
-Por supuesto. Estoy segura que en menos de quince días mi prima es capaz de asimilar mi puesto. ¡Verá que no le defrauda!
Como no tenía nada que perder, le pedí que hablara con ella y que le concertara una cita para que yo la entrevistara al día siguiente. Después de agradecerme haber dado una oportunidad a su parienta, me dejó solo en el despacho. En ese instante no lo sabía pero esa decisión trastocaría mi vida por completo.
Soy un hombre hecho a mí mismo. Nacido en una familia de clase media, fui el único que no siguió la tradición familiar de ser militar. Nieto e hijo de militares, mi viejo nos educó pensando siempre que, al terminar el colegio, íbamos mis tres hermanos y yo a entrar en la Academia Militar de Zaragoza. Por eso cuando le comuniqué que prefería ser ingeniero, para él, fue como si le dijera que era Gay y aunque con esa decisión me hundí en el ostracismo familiar, mi desarrollo profesional me dio la razón: Con cuarenta años, era el director de una empresa de consulting tecnológico con sucursales en varios países. Dedicado en cuerpo y alma a mi carrera, no había tenido tiempo (o eso pensaba yo) de formalizar una relación seria y por eso seguía soltero y sin compromiso.
Volviendo a la historia que os estoy contando. Al día siguiente, mi secretaria me trajo a su prima y después de que hubiese pasado las pruebas del departamento de recursos humano, me la presentó para ver si la aceptaba como mi asistente. Os tengo que reconocer que cuando la conocí no me impresionó; me resultó una chavala muy guapa pero carente de cualquier tipo de atractivo. Hoy sé que advertida por Maria de mis gustos tradicionales a la hora de vestir, se disfrazó de beata para que yo no me percatara del bombón que estaba contratando. Vestida con un traje de chaqueta, cuya falda le llegaba por debajo de las rodillas, nada me sugirió la verdadera naturaleza de sus piernas.
Ese engaño propició que la colocara porque de haber sabido que esa cría estaba dotada de las piernas más alucinantes con las que me he topado hasta el día de hoy, nunca la hubiese contratado para evitar meter la tentación en la oficina. Durante las dos semanas que duró su aprendizaje Clara se comportó como una chavala avispada y tal como había prometido su prima, cuando se fue no solo no la eché de menos sino que la suplió incluso con mayor efectividad.
El problema vino cuando sin la supervisión familiar, poco a poco, fue olvidándose de los consejos y empezó a vestir de una forma correcta pero más en sintonía con su edad. La primera vez que caí en la cuenta de la belleza de sus piernas, fue un viernes en la tarde que previendo que no tendría tiempo para volver a su casa a cambiarse, Clara apareció en el trabajo con  una minifalda de impacto. Todavía recuerdo que estaba sentado en mi mesa cuando al pedirle un informe, la muchacha sin saber la conmoción que iba a provocar, llegó confiada a mi lado.  Os juro que al levantar la mirada de los papeles y ver ese espectáculo frente a mí esperando instrucciones, me quedé sin habla al observar la perfección de sus muslos y de sus pantorrillas.
Incapaz de retirar mis ojos de ella, recorrí con mi vista sus maravillosas extremidades para continuar con su culo y con su pecho. “Dios mío, ¡Qué mujer!”, exclamé mentalmente mientras por debajo de mi pantalón, mi sexo cobraba vida. Sé que mi atrevida mirada no le pasó inadvertida porque al llegar a su cara, observé que el rubor cubría sus mejillas.
-¿Desea algo más?- preguntó avergonzada y al contestarle que no, salió huyendo de mi despacho.
No sé qué fue más erótico si la visión de sus piernas estáticas o verlas siguiendo el movimiento acompasado de su culo. Lo cierto es que cuando desapareció por la puerta, el recuerdo de sus tobillos, pantorrillas y muslos quedó fijado en mi memoria durante todo el fin de semana. Aunque junto con dos amigos me fui a pasar esos días a un velero, cada vez que me quedaba solo o no tenía nada que hacer, volvían a mi mente la frescura y lozanía de esa cría al caminar. Reconozco que hasta me masturbé soñando con que mis manos recorrían esa piel y que su dueña se excitaba al hacerlo.
Por eso, el lunes al llegar a trabajar lo primero que hice fue mirar como venía vestida y me tranquilicé al comprobar que había vuelto a colocarse el uniforme monjil de secretaria. Aun así, con una fijación enfermiza, le echaba una ojeada cada dos por tres, imaginando la continuación de esos finos tobillos que veía a través del cristal. Mi secretaria no hizo ningún comentario a lo sucedido el viernes anterior por lo que al cabo de las horas, me olvidé del asunto encerrándolo en el baúl de las cosas inútiles.

Desgraciadamente el martes, Clara volvió a aparecer por la oficina con una minifalda y aunque intenté evitar mirarla, fui incapaz. Estaba como obsesionado, no solo no perdía ocasión de mirarla subrepticiamente sino que, cansado de observarla a distancia, le pedí que entrara en mi despacho porque quería dictarle una carta. La muchacha, ajena a la verdadera razón por la que la había llamado, se sentó en frente de mí para tomar notas. Al darme cuenta que mi propia mesa me ocultaba aquello que quería admirar, le insinué si no iba a estar más cómoda apoyando su libreta en la mesa de juntas que tenía en una esquina.

Ingenuamente, me dio las gracias y se pasó a una silla colocada en ese lugar. Creí haber muerto y que estaba en el cielo al contemplar la perfección del cuerpo de esa cría así como la tersura de su piel. Desde mi sillón, me quedé embelesado en la contemplación de sus piernas mientras ella esperaba confundida que empezara a dictarle. Confieso que no me di cuenta de ello hasta que con voz indecisa me preguntó si volvía en otro momento:
-¡No!- contesté horrorizado por perder la sensual estampa de Clara escribiendo.
Tomando aire, busqué algo que decirle y como no se me ocurría nada, me puse a dictarle un escrito de queja por falta de pago. Como no era tonta, me preguntó si no prefería que me mandase el formato oficial que usábamos en la compañía. Reparando en el ridículo que estaba haciendo, le pedí perdón y le acepté su sugerencia. Extrañada por mi comportamiento, Clara se levantó y volvió a su lugar pero, al hacerlo, separó sus rodillas y durante un segundo contemplé el tanga que llevaba puesto. Fue tiempo suficiente para que mi miembro reaccionara y se pusiera erecto de inmediato. Debí de poner una cara de asombro tan genuina que la chavala se me quedó mirando como si me pasara algo y sin saber a ciencia cierta que ocurría, salió casi corriendo hasta su mesa.
Cabreado por mi actuación pero sobre todo por haber perdido la oportunidad de recrearme en semejante belleza, intenté tranquilizarme pero por mucho que lo intenté, sus puñeteras piernas seguían fijas en mi retina. Sin saber qué hacer, me levanté y abriendo la puerta del baño que tenía en mi despacho, me metí en él y encerrándome en ese estrecho cubículo, di rienda a mi fantasía masturbándome. Al terminar era tanta mi vergüenza que sentía por mis actos que cogiendo la calle, salí de la oficina sin reparar que Clara entraba en mi baño al irme. Posteriormente, me ha reconocido que entró preocupada, pensando que había vomitado o algo así y que al descubrir restos de mi semen esparcido por el suelo, fue consciente de la atracción que provocaba en mí y que excitada, decidió utilizarla.
Desde ese día, echó a la basura el horrendo traje con el que la conocí y empezó a llevar ropa cada vez más ajustada y minifaldas más exiguas. De forma que se convirtió en una rutina que la llamara a mi despacho y le dictara cualquier tontería con el único objeto de recorrer con mi mirada su cuerpo. Aunque yo no era consciente al estar ofuscado con ella, mi secretaria descubrió el placer de ser observada y paulatinamente, su juego se fue convirtiendo en una necesidad porque al sentir la caricia de mis ojos, su cuerpo entraba en ebullición y dominada por mi misma obsesión, al salir de mi despacho tenía que liberar su calentura pajeándose en el cuarto de baño de empleados.
Los días y las semanas pasaron y lejos de reducirse nuestra mutua dependencia con el paso del tiempo se incrementó. Ya no me bastaba con dictarle una carta sino que con cualquier excusa, la llamaba a mi lado y me recreaba en mi particular vicio.  A ella le ocurría otro tanto, su calentura era tal que ya no se conformaba con mostrarme las piernas sino que con mayor asiduidad al llegar a mi despacho, se recreaba en su exhibicionismo desabrochándose un par de botones de su blusa para sentir mis ojos deleitándose en su pecho. Sin darnos cuenta, nos habíamos convertido en adictos uno del otro y nuestras continuas juntas a solas, empezaron a crear suspicacias en la oficina.

Una tarde, preocupado por las habladurías, mi socio, Alberto me cogió por banda y abusando de la confianza que existía entre nosotros, me preguntó si estaba liado con mi secretaria.

-¡Para nada!- protesté al escucharlo – ¡La llevo más de quince años!
-Pues haz algo, porque ¡Lo parece! Te pasas todo el jodido día encerrado con ella y para colmo, esa cría viene vestida como una puta.
Sus palabras me ofendieron y no tanto por mí sino por ella. En ese momento, no pensé en cómo me afectaba ese chisme sino en la reputación de Clara, por lo que al cabo de unos minutos y cuando ya me había tranquilizado, le prometí que hablaría con ella. Os tengo que reconocer que al irse, me quedé pensando en el asunto y comprendí que de haber observado ese comportamiento en él, también yo hubiese supuesto lo mismo. Ya decidido a terminar con ese juego, esperé a que dieran las siete y aprovechando que los demás empleados de la firma habían salido, la llamé a mi despacho.
Fue entonces cuando al verla sentarse frente a mí y como con un hábito aprendido desde niña, separar sus rodillas para que pudiese contemplar la coqueta braguita de encaje que llevaba puesta, fue cuando me percaté que mi juego era correspondido. Con los pezones duros como piedras y su boca entreabierta, esperó mis instrucciones. Alucinado, me la quedé mirando como si nunca le hubiese puesto los ojos encima y cayéndome del guindo, descubrí en su sexo una mancha oscura que me reveló su excitación.
Sacando fuerzas de mi interior, le dije toscamente que teníamos que hablar. Clara, que no sabía el motivo de mi llamada, se inclinó hacia mí mostrando su escote sin cortarse, haciéndomelo todavía más difícil. Supe que ni no se lo decía de corrido, no iba a ser capaz de terminar por lo que pidiéndola que no me interrumpiera, le expliqué las habladurías de sus compañeros. Os prometo que me sentí cucaracha al hacerlo y más cuando de sus ojos empezaron dos gruesos lagrimones, pero convencido de que era lo mejor, le ordené que a partir de ese día viniera más discreta a la oficina.
Había previsto muchas reacciones por parte de ella. Desde que se enfadara, a que me renunciara en el acto. Lo que no preví fue que echándose a llorar, me preguntara:
-Entonces, ¿Nunca más me va a mirar?
Su respuesta me dejó anonadado y acercándome a donde estaba sentada, le acaricié el pelo mientras le decía con dulzura.
-¿Te gusta que te mire?
Aun llorando, me reconoció que sí y no contenta con ello, me explicó que disfrutaba y se excitaba cada vez que yo la llamaba para verla. Su confesión se prolongó durante unos minutos, minutos durante los cuales me reconoció avergonzada que todos los días se masturbaba un par de veces en la oficina y que al llegar a casa, soñaba con ser mía. Tratando de asimilar sus palabras, me quedé pensando durante un rato y tras acomodar mis pensamientos, le susurré:
-A mí también me enloquece mirarte pero tendrás que reconocer que no podemos seguir así- y buscando otro motivo que afianzara mi determinación, le dije:- Además, para ti, soy un viejo.
El dolor que vi reflejado en su rostro, me desarmó y más cuando escuché su contestación:
-Mariano, no te considero un viejo sino un hombre muy atractivo que me ha hecho sentir mujer. Prefiero ser tu amante a los ojos de los demás a no volver a experimentar la caricia de tus ojos.

Os juro que todavía me asombra lo que hice a continuación. Dominado por una lujuria inenarrable, cerré la puerta del despacho con pestillo y sentándome en mi sillón, le pedí que se desnudara. Increíblemente, la muchacha al oír mis palabras, sonrió y poniéndose de pie en mitad de la habitación, comenzó un sensual striptease echando por tierra toda nuestra conversación. Desde mi sitio vi a esa morena desabrochar su falda y con una lentitud que me volvió loco, ir deslizándola centímetro a centímetro.

Tuve que tragar saliva al contemplar el inicio de su braga y más cuando dándose la vuelta, me mostró cómo iba apareciendo sus nalgas. Ese culo con el que tanto había soñado, me pareció todavía más increíble al percatarme que aun teniendo la piel tostada no mostraba la señal de un bikini.
“¡Toma el sol desnuda!” pensé para mí.
Duro y bien formado era una tentación difícil de soportar y aun así, haciendo un esfuerzo sobrehumano, me quedé sentado mientras mi pene me pedía acción. Clara supo al instante que me estaba excitando al ver el bulto de mi entrepierna y contagiada por mi excitación, se mordió los labios para a continuación dejar caer su falda al suelo.
¡Qué belleza!- exclamé en voz alta al observar sus piernas sin nada que estorbara mi visión.
Satisfecha al oír mi piropo se dio la vuelta y botón a botón se fue desabrochando la camisa mientras me decía con una sensualidad sin límite:
-He soñado tanto con esto que no me lo creo.
Los breves segundos que tardó en terminar lo que estaba haciendo, me parecieron una eternidad y por eso cuando ya tenía la camisa totalmente desabrochada, incapaz de contenerme, le solté:
-¡Hazlo  ya! ¡Joder! Necesito verte!
Muerta de risa, dominando la situación y sin hacerme caso, se sentó en una silla y separando las piernas, me preguntó si me gustaba lo que estaba viendo. La puta cría estaba gozando con mi entrega pero, al quedarme mirando a su sexo, descubrí que ella también estaba sobre excitada porque una mancha oscura de flujo en su braga la traicionaba.
-¡Enséñame tus pechos!- pedí con auténtica necesidad.
Clara concediendo parcialmente mi deseo, se abrió la camisa y sin quitarse el sujetador, sopesó sus senos con sus manos mientras me decía:
-¿No crees que los tengo demasiado grandes?
Sin poderme contener, me levanté de mi silla y le amenacé que si no me mostraba de una puta vez las tetas, iba a tener que ser yo quien  lo hiciera. Soltando una carcajada, se deshizo de su blusa y poniendo cara de puta, se dio la vuelta y me pidió que le desabrochara el sostén. Ni que decir tiene que me acerqué a donde estaba y con verdadera urgencia, la levanté y llevé mis manos a su espalda. Al tocar su piel, un escalofrío recorrió mi cuerpo y excediéndome en mi función, posé mi mano sobre sus pechos.
“¡Que delicia!”, alabé mentalmente mientras metía una mano por dentro de la tela y cogía entre mis yemas un pezón.

Mi  suave pellizco la hizo gemir de placer pero separándose de mí, protestó diciendo que no me había dado permiso de tocarla. Excitado como estaba, me vi obligado a sentarme en la mesa y babeando de deseo, me quedé observando como la muchacha se volvía a acomodar en su silla. Supe que debía de seguirle el juego cuando despojándose del sujetador, cogió en sus manos sus dos melones y me dijo:

-Si te portas bien, dejaré que me folles.
Su promesa me dejó anclado en mi sitio y costándome respirar, tuve que admirar sin acercarme como Clara cogía entre sus dedos las rosadas aureolas de sus pechos y acariciándolas con suavidad, me soltaba:
-¿No te gustaría que te diera de mamar?
Desesperado, contesté que sí.
-Estoy deseando sentir tu lengua recorriendo mis tetas pero antes quiero ver tu polla.
Dominado por un apetito brutal, me saqué el pene del pantalón. Clara al ver que le había obedecido se quitó el tanga y separando las rodillas, me demostró la humedad que la embargaba y metiendo un dedo en su vulva, se lo sacó y llevándoselo a la boca, comentó emocionada:
-Estoy brutísima. ¡Mira como me tienes!-
No hacía falta que me ordenara eso, con mis ojos clavados en su entrepierna, no podía dejar de admirar la belleza de ese coño. Casi depilado por completo, la estrecha franja de pelo que lo decoraba, maximizaba la sensualidad de sus rosados labios. 
-¿Te gustaría ver cómo me masturbo?- preguntó con un tono pícaro y antes que le pudiese contestar, llevó una mano hasta allí y separando sus pliegues, se empezó a pajear.

Nunca había visto nada tan erótico pero la calentura de la escena se vio todavía más incrementada cuando a los pocos segundos llegaron a mis oídos los gemidos que surgían de su garganta.  Comportándose como una fulana, mi secretaria se dedicó a acariciar su clítoris mientras con la otra mano, se pellizcaba con dureza un pezón. Reconozco que para entonces mi propia mano ya había agarrado mi extensión y solo el miedo a romper el encanto en el que estaba sumergido, evitó que buscara liberar mi hambre con mis dedos.

Afortunadamente, Clara pegando un grito me soltó:
-¡Qué esperas! ¡Mastúrbate para mí!
No tuvo que volvérmelo a repetir, dando un ritmo frenético a mi muñeca, cumplí sus órdenes mientras ella mantenía su mirada fija en mi entrepierna. Puede que os resulte extraño que dos personas, que ni siquiera se habían dado jamás un beso, estuvieran sentados uno frente al otro masturbándose sin tocarse. Sé que es raro, pero lo cierto es que en ese momento nuestras hormonas nos controlaban y tanto ella como yo, continuamos haciéndolo hasta que pegando un alarido, vi cómo se corría.
-¡Me encanta!- chilló convulsionando en la silla pero sin parar de meter y sacarse los dedos de su sexo.
Fue entonces cuando incapaz de mantenerme sentado más tiempo, me acerqué a ella y poniendo mi pene a escasos centímetros  de su cara, le pedí que me hiciera una mamada. No me costó ver en sus ojos que deseaba metérselo en su boca pero tras unos segundos de indecisión, se levantó de la silla y mientras cogía su ropa, me soltó:
-Hoy, ¡No!
Cabreado hasta la medula, me sentí manipulado y os confieso que estuve a punto de violarla pero entonces acercándose a mí, me besó en los labios y mientras me ayudaba a subirme el pantalón, me dijo:
-Estoy  deseando ser tuya pero son las ocho y a esta hora, llegan las señoras de la limpieza. ¿No querrás que nos pillen follando?- y muerta de risa, recalcó su disposición diciendo: – ¡Te aviso que soy muy gritona!

Intentando que no se me escapara viva, le pedí que me acompañara a casa pero con una sonrisa en sus labios, se negó en rotundo y dijo:

-Lo siento, amor mío. ¡He quedado con tus futuros suegros!
Su descaro me hizo reír y dándole un azote en su trasero, la agarré de la cintura y volví a besarla. Esta vez me correspondió y pegando su cuerpo a mí, colocó mi polla en su entrepierna y con una maestría brutal, empezó a rozarse contra ella.  Estábamos dejándonos llevar por nuestra pasión cuando escuchamos a las limpiadoras entrar y separándose de mí, sonrió diciendo:
-¡Mañana nos vemos!- tras lo cual me dejó solo con mi pene pidiendo guerra.
Ni que decir tiene que me quedé caliente como un burro y por eso nada más llegar a mi apartamento, tuve que saciar mis ansias con dos pajas mientras soñaba con que llegara el día siguiente.





Todo se acelera.
Esa mañana, me desperté deseando y temiendo llegar a mi oficina. La tarde anterior no solo me había dejado llevar por mi bragueta sino lo más importante fue que descubrí que era correspondido. Clara, mi joven e ingenua secretaria había demostrado ser una hembra caliente y dispuesta a ser tomada por mí. Os reconozco que cuando iba en el coche rumbo a la empresa, estaba aterrorizado porque me había entrado la paranoia de que esa muchacha no iba a aparecer a trabajar.
Llevaba ya diez minutos en mi despacho, cuando la vi entrar y aunque venía vestida con una falda larga hasta los tobillos y un jersey de cuello vuelto, respiré aliviado. Sonrió al verme y se sentó como tantos otros días en su mesa como si nada pasara. Reconozco que me sentí hundido por su actitud pero al cabo de un rato, recibí un mail suyo en mi ordenador que decía:
-Por tu culpa, no he podido dormir. No he hecho otra cosa que dar vueltas en mi cama, pensando en lo que ocurrió ayer. Quiero ser tuya pero tienes razón, no debemos dar más que hablar. ¿Qué propones?
Mi pene reaccionó al leerlo y con la urgencia que me exigió mi deseo por ella, la contesté si esa noche al salir, me acompañaba a mi apartamento.
-No puedo esperar tanto. Tengo el chocho empapado de solo pensar que estás a unos pocos metros de mí. ¡Te necesito antes!- respondió por la misma vía pero esta vez adjuntó un archivo.
Al abrirlo, me encontré con una foto de un picardías negro de encaje con una nota donde me explicaba que se lo había comprado anoche al salir de trabajar y que quería estrenarlo conmigo. Solo imaginármela con él puesto, hizo que mi corazón empezara a palpitar a mil por hora y cometiendo una indiscreción, le pregunté si lo llevaba puesto. Observándola desde mi mesa, vi que lo leía tras lo cual se levantó, desapareciendo de su sitio. Intrigado estuve a punto de seguirla pero decidí no hacerlo. A los diez minutos, volvió y entrando con una sonrisa en sus labios, se acercó a mí y depositando  una bolsa en mis manos, me dijo antes de desaparecer:
-Lo llevaba puesto pero ahora ya no. Espero que te guste, aunque te confieso que debe estar empapado porque me he corrido en el baño.
Al abrirla, observé que es su interior estaba el picardías perfectamente doblado bolsa pero al hacerlo llegó hasta mi nariz un aroma de mujer que no me costó reconocer como suyo. Justo entonces apareció por la puerta mi socio y sentándose en una silla, descojonado, me comentó:

-Ya veo que has hablado con tu secretaria. Es lo mejor, te juro que con las pintas que llevaba hasta a mí me ponía bruto.

Sin ser consciente de que mi secretaria no llevaba ropa interior, Alberto se explayó alabando el traje tan apropiado que llevaba la cría ese día. Con mi mano acariciando la suave tela de su picardías, contesté:
-Te dije que no tenías por qué preocuparte.
Satisfecho por mi respuesta me dejó solo, momento que aproveché para abrir la bolsa y respirar el olor dulzón que desprendía. Ya totalmente excitado, tecleé en mi ordenador:
-¿Por qué no dices que te sientes mal y me esperas en la esquina?
 Ansioso esperé su respuesta. Cuando llegó al cabo, me encontré con algo que no me esperaba:
-De acuerdo, ¡Me voy! pero antes me das la llave de tu casa y te esperó allí a las dos. Nadie va a sospechar si lo hacemos así.
Sin saber cómo actuar, estaba todavía pensando en ello cuando vi que se levantaba. Desde la puerta me dijo que se encontraba enferma para que lo oyeran todos y llegando hasta mí, extendió su mano diciendo en voz baja:
-Tus llaves-
Confuso y mientras se las daba, pregunté si sabía dónde vivía. Ella me respondió riendo:
-Mariano, ¡Soy tu secretaria!
Su contestación a todas luces lógica me terminó de convencer, tras lo cual, poniendo nuevamente cara de dolor desapareció de la oficina. Al verla partir, miré mi reloj y pensé:
“Son la diez, ¿Qué va a hacer en estas cuatro horas?”.
 Sabiendo que pronto lo sabría, me intenté concentrar en el día a día pero me resultó imposible porque el paso de los minutos me acercaba al momento que la volvería a ver. La mañana resultó un suplicio al pasar con una lentitud exasperante. Deseando que transcurriera rápida, se me hizo eterna. Por eso no habían dado las dos menos cuarto cuando recogí mis cosas y advirtiendo que no iba a volver por la tarde, salí de la oficina. Mientras me acercaba a casa me iba poniendo cada vez más nervioso. Cuando llegué tuve que tocar el timbre para que me abriera.
Tardó en abrir la puerta y cuando lo hizo, me quedé paralizado al verla vestida con un coqueto uniforme de criada.
-Buenos días, señor. ¿Cómo le ha ido en la oficina?
Reconocí en seguida su juego y haciendo como si fuera algo cotidiano, dejé que me quitara la chaqueta. Cumpliendo a rajatabla su papel, Clara la colgó en un perchero y girándose hacía mí, me informó que la comida estaba lista y servilmente, me pidió que la acompañase. Al seguirla por el pasillo, me maravilló observar el movimiento de su culo mientras caminaba pero más aún la perfección de esas piernas izadas sobre unos gigantescos tacones de aguja.
“¡Qué buena está!” pensé al recalar en que de seguro había recortado la falda porque en ninguna casa normal permitirían que la sirvienta llevase esa minúscula minifalda.
Ya en el comedor, me obligó a sentarme en la mesa y desapareciendo por la puerta, entró en la cocina. Al volver con el primer plato, algo había cambiado: aprovechando su ida, se había desabrochado un par de botones de su camisa. Reconozco que lo que menos me apetecía era comer, lo que realmente deseaba era saltarla encima y tras despojarla de su indumentaria, follármela allí mismo. Mi chacha-secretaria llegó sonriendo y al servirme la sopa, posó su escote en mi cuello mientras decía:
-Señor, espero que le guste la sopa de almejas. Son mi especialidad.
Rozando sus pechos contra mí durante unos segundos consiguió que mi excitación creciera pero al darme la vuelta con la intención de comerle sus tetas, se separó de mí y se quedó parada mirando como tomaba la sopa. No pudiendo hacer otra cosa, la probé para descubrir que estaba deliciosa  y dirigiéndome a ella, alabé su plato diciendo:
-Señorita, es una de las sopas más ricas que he probado en la vida.
-¿En serio? ¡Me encanta que me lo diga!- contestó desabrochándose otro botón.
Al verla hacerlo, comprendí las normas de ese juego y continuando con las alabanzas, le solté:
-¡Está en su punto! Un sabor definido donde creo descubrir varias especias- al ver que su mano desprendía otro botón, seguí diciendo:- Azafrán, orégano, ajo…
Para el aquel entonces se había despojado de la blusa, dejándome admirar su torso desnudo donde únicamente el sujetador negro de encaje, evitaba que  tuviese una visión completa de sus pechos. Azuzada por mis piropos, llevó sus manos a sus pechos y acariciándolos por encima de la tela, pegó un gemido de placer. Entretanto, por debajo de mi bragueta, mi miembro ya había adquirido toda su dureza y deseando acelerar su extraño striptease, me terminé la sopa diciendo:
-Creo que voy a tener que agradecer de alguna manera al chef de semejante delicia.
Al escucharme, llevó sus manos a la espalda y con una sensualidad sin límites, se quitó el sostén. Sus pechos desnudos rebotaron arriba y abajo al acercarse a retirar el plato y  poniéndolos a escasos centímetros de mi boca, se quedó quieta esperando su recompensa. Asumiendo que era una insinuación, cogí por vez primera una de esas maravillas y sacando la lengua recorrí su rosada aureola mientras escuchaba a su dueña suspirar llena de deseo. Como era una carrera por etapas, estuve mamando unos segundos tras lo cual, mi criada volvió a dejarme solo.
Al retornar, se había deshecho de su falda y venía vestida únicamente con un tanga y unas medias a mitad de muslo que maximizaban el erotismo de la muchacha. El calor que se iba aglutinando en mi entrepierna me hizo desembarazarme de mi corbata y quitándomela, me abrí el cuello de la camisa.
-Si el señor tiene calor, puede irse poniendo cómodo- me espetó con voz sensual mientras se acercaba.
Comprendiendo que quería que yo también me fuera desnudando, contesté mientras me terminaba de desabrochar todos los botones:
-Si el segundo plato es un manjar como el primero, creo que tendré que contratar de por vida a la cocinera.
Clara pegó un grito de alegría al escuchar mi oferta y llegando hasta mí, dejó la vianda en la mesa quedándose pegada a mí. Con sus piernas rozando mi silla, me informó que debía dar yo el siguiente paso, por lo que, llevando mi mano hasta su trasero, le acaricié sus nalgas mientras le preguntaba qué era lo que me había preparado:
-Pechugas al champagne- contestó con la voz entrecortada.
Al venir el pollo desmenuzado, no tuve que cortar y aprovechando esa circunstancia, llevé un trozo a mi boca mientras mis dedos recorrían sin disimulo la raja de su culo.
-¡Delicioso!- exclamé sin mentir –dime como lo has preparado-
Satisfecha, Clara fue detallando la receta mientras mis yemas cada vez más confiadas le estaban acariciando el esfínter. Reconozco que fui un cabrón porque valiéndome de su entrega, metí una de mis yemas en su entrada trasera.  Ella al sentir mi intrusión, pegó un gemido pero no intentó separarse y continuó explicándome el proceso de cocción.  Satisfecho la dejé marchar cuando terminó y adoptando la misma postura, esperó mis alabanzas pero esta vez lo que hice fue al ir comiendo me iba quitando ropa.
Primero me quité los zapatos, luego la camisa y ya con el torso desnudo, le solté:
-Exquisitamente presentado, la rama de perejil encima de las cebollas cambray le dan un aire fresco.
Al escuchar mis palabras, se despojó del tanga y volviendo a la posición inicial, se me quedó mirando. Mientras me desabrochaba el pantalón, le dije:
-La nata de la salsa le ha dado un toque especial en consonancia con el resto del plato…- gimiendo descaradamente, separó sus rodillas y llevando una mano a su entrepierna, se empezó a masturbar mientras me oía – … ¡En resumen! ¡Un diez!
Mi valoración coincidió con su orgasmo y teniendo que cerrar sus piernas para evitar que el flujo corriera por sus piernas vino a recoger mi plato. Esta vez su recompensa consistió en llevar mi mano a su sexo y con dos dedos empezar a acariciarla. Estuve dos minutos recorriendo su vulva hasta que con el sudor cayendo por sus pechos y con el coño encharcado, mi sirvienta se quejó del calor que hacía. Comprendí lo que quería y quitándome el pantalón, me quedé solo en calzoncillos.
Satisfecha, se llevó la loza a la cocina y esta vez, volvió enseguida llevando un bote de crema montada entre sus manos. Muerto de risa, le pregunté que tenía de postre:
-Bizcocho de crema- respondió mientras se subía encima de la mesa.
Deseándolo probar, dejé que aposentara su trasero y se abriera de piernas, para acto seguido, decorar con crema su sexo. Con la espalda posada sobre el mantel y poniendo su bizcocho al alcance de mi paladar, suspiró al decirme:
-Señor, este es un plato para comérselo lentamente.
Tanteando el terreno cogí entre mis dedos un poco de nata y mientras me bajaba el calzón, alabé su textura. Clara dio un respingo al sentir que lo hacía y con piel de gallina, esperó en silencio mi siguiente paso. Agachándome entre sus muslos, acerqué mi boca a su sexo y sacando la lengua, fui recogiendo la crema de los bordes sin hablar. Mi sensual postre se estremeció al sentir mi cálido aliento tan cerca de su meta sin tocarla. Incrementando su deseo, acaricié sus nalgas mientras daba buena cuenta de la crema.
-¡Esplendido!- exclamé al probar el sabor dulzón de su sexo.

La mujer chilló dándome las gracias y separando aún más sus rodillas, facilitó mi incursión. Para entonces ya casi no quedaba crema y separando los pegajosos pliegues de su sexo, descubrí que su clítoris estaba totalmente hinchado. Sin perder el tiempo, recorrí con mi lengua su botón y al oír los gemidos de placer que emitía la muchacha, decidí mordisquearlo. Clara al experimentar la presión  de mis dientes, convulsionó sobre la mesa y pegando un alarido se corrió sonoramente. Sin darle tiempo a descansar, introduje un par de dedos en el interior de su sexo e iniciando un lento mete-saca, prolongué su orgasmo.

Para entonces, mi supuesta criada estaba desbordada por las sensaciones y sin parar de gritar, me preguntó si no prefería echar un poco de leche al postre. No me lo tuvo que aclarar, comprendí en seguida que me estaba pidiendo que la tomara. Complaciendo sus deseos, me levanté de la silla y cogiendo mi pene entre mis manos acerqué mi glande a su vulva.

-¡Señor! ¡Su bizcocho está a punto de quemarse!- gritó mientras se pellizcaba los pezones, ansiosa de que empezara.
Incrementando el morbo de la cría, jugueteé con su sexo durante unos antes de introducirme unos centímetros dentro de ella. Sus ojos me pedían que continuara, que la hiciera mujer de una vez, pero haciendo caso omiso a sus ruegos, proseguí tonteando en sus labios. Tal y como me esperaba, se corrió gritando, momento que aproveché para de una sólo golpe meterme por completo en su interior. Sin esperar a que se acostumbrara a tenerlo dentro, inicié un lento movimiento, sacando y metiendo mi falo en su cueva. Clara estaba como poseída, clavando sus uñas en mi espalda, me abrazaba con sus piernas, intentando que acelerara mis incursiones, pero reteniéndome seguí al mismo ritmo.
-¿Está listo mi postre?-, le pregunté siguiendo el juego,- o ¿Necesita que lo siga orneando?-.
Se la veía desesperada, quería recuperar el tiempo perdido y agarrándose a los bordes de la mesa, se retorcía llorando de placer. Mi propia excitación me dominó y poniendo sus piernas en mis hombros forcé su entrada con mi pene. Esa nueva posición hizo que mi glande chocara contra la pared de su vagina y entonces, al sentir mis huevos rebotando contra su cuerpo, se puso a gritar desesperada. Su pasión se desbordó y ya sin disimulo, me pedía que siguiera follándomela dejando su papel de criada y de sensual postre a un  lado.  Convencido que esa iba a ser la primera vez de muchas, incrementé la velocidad de mis arremetidas mientras recogía entre mis manos sus pechos.
-¡Tienes una tetas maravillosas!- exclamé pellizcando sus pezones.
-¡Son todas tuyas!- berreó como posesa.
Con sus caderas convertidas en un torbellino, buscó mi placer mientras su cuerpo  se estremecía sobre el mantel. Su enésimo orgasmo fue brutal y mientras se mordía los labios, me pidió que me derramara en su interior.  La niña tímida había desaparecido totalmente, y en su lugar apareció una hembra ansiosa de ser tomada que pegando alaridos, intentaba calmar su calentura.Entonces cuando me di cuenta que no iba a poder aguantar mucho más, y apoyando mis manos en sus hombros forcé mi penetración, mientras me licuaba en su interior. En intensas erupciones, mi pene se vació en su cueva, consiguiendo que la muchacha se corriera a la vez, de forma que juntos cabalgamos hacia el clímax.
Cansado y agotado, me desplome sobre ella y así permanecimos unidos durante un tiempo. Ya recuperado, la cogí entre mis brazos y la llevé hasta mi cama. Tras depositarla en el colchón, me tumbé a su lado  y por primera vez, la besé en sus labios.
-No te he dicho que me encantan las piernas de mi chacha.
Sonriendo, contestó:
-Señor, no se preocupe. La zorra de su secretaria ya me lo contó, solo espero que cuando se la folle en la oficina, siga teniendo fuerzas para repetir en casa.
Descojonado y a la vez ilusionado de que la muchacha quisiera prolongar en el tiempo ese duplo de funciones, le pregunté:
-Por cierto, ¿No tendrás otras Claras que presentarme?
Muerta de risa y mientras trataba de reanimar mi pene entre sus manos, me contestó:
-Somos muchas: Hay una estricta policía, una profesora masoquista e incluso una beata que está deseando ser convertida en puta.
Solté una carcajada al oírla y deseando conocer sus otras facetas, me callé para concentrarme en la mamada que en ese momento, mi Clara-sirvienta, me  estaba obsequiando.

Si quieres ver un reportaje fotográfico más amplio sobre la modelo que inspira este relato búscalo en mi otro Blog:     http://fotosgolfas.blogspot.com.es/
¡SEGURO QUE TE GUSTARÁ!


 

Relato erótico: “Dominada por mi alumno” (POR TALIBOS)

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DOMINADA POR MI ALUMNO 01:
INICIACIÓN:
Aún no comprendo cómo pasó. No entiendo cómo he podido acabar así. Nunca hubiera imaginado que guardase todo eso dentro de mí, ni sabía la clase de persona que podía llegar a ser.
Cuando escuchaba historias de ese tipo, pensaba que la gente que las contaba o bien mentía, o eran unos enfermos. Nunca soñé que nadie sería capaz de despertar esos sentimientos en mí, simplemente porque no creía que pudiese tenerlos.
Él ha despertado mi mitad más oscura, ha hecho aflorar desde lo más profundo de mi alma una mujer completamente distinta a la que creía ser.
Y me ha hecho hacer cosas que ni en mis más salvajes fantasías soñé con hacer…
Todo empezó hace un mes, con el curso ya a medias. Era el mes de Enero y acabábamos de reanudar las clases después de las vacaciones navideñas, con todo el mundo, profesores y alumnos, inmersos en esos tristes días que llaman de depresión post vacacional, una vez pasada la novedad de reencontrarte con los compañeros y comentar cómo hemos pasado las fiestas.
Para no presionar mucho a mis adormilados alumnos, habíamos dedicado la primera semana de clases a repasar los contenidos del trimestre anterior, con vistas a que los suspensos prepararan los exámenes de recuperación que pronto iba a convocar.
Llevo sólo un par de años dedicada a la enseñanza, pero en ese tiempo ya me he ganado reputación de ser bastante “hueso”. La verdad, no sé por qué, pues mis niveles de suspensos son muy similares a los de mis compañeros de claustro. Y es que una cosa es bien sabida, si un alumno es buen estudiante, las aprueba todas y si no lo es, aprueba aquellas que le da la gana (o en las que el profesor pasa la mano).
Lo único que se me ocurre que justifique mi fama de dura es que obligo a mis alumnos a llamarme “Señorita Sánchez” o profesora, pues dada mi propia juventud, no quiero que se tomen demasiadas confianzas llamándome por el nombre pila.
Yo procuro no regalar los aprobados e intento que mis alumnos trabajen y, en general, creo que lo consigo bastante bien. El año pasado, todos los alumnos que aprobé pasaron el examen de selectividad sin problemas, por lo que estoy bastante orgullosa del nivel de mis clases. No regalo nada, pero el que trabaja conmigo aprueba sin problemas.
Pero este curso tenía conmigo a la excepción… Jesús Novoa.
No entendía qué le pasaba a este chico. Obtenía magníficos resultados en todas las asignaturas del curso, lo mismo que en años anteriores. Y así fue con mi asignatura los primeros meses, pero en los últimos exámenes se había producido una debacle en sus resultados, lo que le había llevado a suspender el primer trimestre.
Extrañados, mis compañeros de claustro me habían interrogado sobre las malas notas de Jesús, con expresiones de desconcierto en el rostro. ¡Joder! A ver si se creían que yo le tenía manía al muchacho. No sé por qué, pero llegué incluso a mostrarles los exámenes, para que comprobaran que el chico de veras había suspendido. Me molestó mucho hacerlo, pues parecía que estaba justificándome ante los demás. Vale que yo era la profesora más joven (e inexperta) del claustro, pero estaba segura de estar haciendo un buen trabajo.
Fue precisamente esa molestia la que provocó que comenzase a prestarle especial atención a Novoa. Me di cuenta de que el chico se pasaba las clases mirándome con disimulo, escribiendo continuamente en su cuaderno, aunque tenía la sensación de que no estaba tomando apuntes precisamente.
Cuando Jesús se daba cuenta de que yo le miraba, apartaba los ojos con rapidez, clavando la vista en su pupitre y volviendo a su cuaderno. Eso sí, nunca noté que se ruborizara.
Tanta miradita y tanto secretito me dio las primeras pistas de lo que pasaba en realidad. No era la primera vez que me pasaba eso con un alumno, por lo que me sentí bastante segura de poder manejar la situación. Y además, para ser completamente sincera, he de reconocer que, en lo más hondo, me sentí un poco halagada con el comportamiento del chico.
Era obvio que Jesús se sentía atraído por mí y eso inflamó un poco mi ego. Está mal que yo lo diga, pero a mis 26 años soy una mujer bastante atractiva; cuando me arreglo bien, soy capaz de hacer que cualquier hombre vuelva la vista para mirar cómo me alejo. Pero últimamente mi vanidad andaba un poco de capa caída, pues las cosas no iban del todo bien con mi novio; por eso, al notar que un chico me encontraba atractiva, me sentí secretamente halagada.
De todas formas, no vayan a pensar que hice algo para acrecentar su interés, no cambié un ápice mi forma de comportarme ni con él ni con sus compañeros. Pero claro, había que encontrar solución al problema, pues no podía permitir que un buen estudiante echara por tierra su futuro suspendiendo una asignatura que sería fácil para él si no se hubiese encoñado con la profesora.
Decidí coger el toro por los cuernos, por lo que pensé en obligarle a que me enseñara lo que escribía en clase, pero no me atreví, pues si resultaba ser lo que me imaginaba, no ganaría nada poniéndole en evidencia ante sus compañeros y haciéndole pasar vergüenza.
Sabía que lo mejor era tener una charla con él, pero no acababa de decidirme, pues sabía, por experiencias previas, que esas situaciones solían ser bastante embarazosas y no me apetecía comerme un marrón de ese calibre nada más volver de las vacaciones.
Pero algo había que hacer.
No sé cómo sucedió, pero, poco a poco, el problema de Jesús fue llenando mi mente. Día tras día él seguía observándome subrepticiamente en clase y yo continuaba retrasando el momento en que debía enfrentarle y poner fin a aquello, pero no me decidía a hacerlo.
Comencé a pensar en él incluso en mi casa, mientras hacía la comida o limpiaba el polvo. Pero lo que creo que agravó la situación fue la ausencia de Mario, mi novio.
Mario es piloto, por lo que pasa bastante tiempo fuera de la ciudad, volando a lejanos países. Al principio de nuestra relación me parecía una profesión maravillosa, llena de romanticismo y aventura, y con la posibilidad de volar gratis a exóticos destinos durante las vacaciones.
Pero, a medida que nos estabilizamos como pareja, fui descubriendo el lado malo de tener a tu novio siempre por ahí de viaje. ¿Estará bien? ¿Vendrá otra vez enfermo por haber comido en Nueva Delhi? ¿Me será fiel? ¿Se estará follando a esa azafata con la que siempre anda?
Y lo más jodido… Si se pasa dos semanas sin aterrizar en la ciudad… ¿quién me folla a mí?
Pues sí, señores, pienso que, en todo lo que sucedió después, una buena parte de culpa la tuvo la frustración y la insatisfacción sexual que sentía. De hecho, en ese momento llevaba cerca de un mes sin ver a Mario, con el único consuelo de MC.
MC (que significa Made in China, como pone en la base) es un consolador de unos 25 centímetros, negro bragao, de unos 200 gramos de peso, que me meto en el coño con una frecuencia directamente proporcional a la duración de los viajes de mi novio el piloto.
Y precisamente estaba en plena faena con MC cuando me di cuenta de que el rostro que ocupaba mi mente mientras me lo clavaba no era el de Mario… sino el de Jesús.
Pero, ¿qué cojones me pasaba? (que llevaba un mes sin echar un kiki) ¿Estaba loca? (no, sólo cachonda) ¡Era un alumno! (sí, uno bastante guapo, por cierto) ¡Menor de edad! (ya tenía 17, casi 18) ¡Y yo tenía novio! (sí, uno a 10000 kilómetros de distancia)…
Además, ni siquiera estaba segura de que Jesús estuviese realmente encaprichado de mí. A lo mejor era otra cosa y yo me había estado montando la película.
Enfurecida conmigo misma (pero extrañamente caliente), rebusqué en la mesilla hasta encontrar mi otro amiguito. Un consolador más pequeño que MC, pero con un motorcito que lo hacía vibrar, que me ponía el clítoris a mil por hora. En más de una ocasión Mario había usado este juguete cuando practicábamos sexo. Sin embargo, siempre se había negado a usar a MC, creo que un poco acomplejado por la magnitud del instrumento (no me extraña).
Todavía muy caliente, me hundí bien a MC en el coño (no entero, no seáis bestias), lo suficiente para sentirme llena por completo. Encendí entonces el vibrador y me dediqué e frotarme el clítoris con el marchoso aparatejo, mientras MC continuaba su labor de horadar mis entrañas.
Mis ojos estaban clavados en la foto que había en mi mesilla, en la que aparecía Mario, elegantemente vestido con su uniforme de piloto mientras miraba a la cámara con expresión de latin lover.
Continué masturbándome lentamente pero con intensidad, hundiendo poco a poco el consolador en mi interior mientras las vibraciones me atravesaban el clítoris, subían por mi columna y enviaban enloquecedoras señales de placer a mis sentidos. Por fin, mi mente se centró en el hombre apropiado y pude así alcanzar un buen orgasmo con la imagen de mi querido Mario bailando en mis retinas…. Mario… Mario… Vuelve pronto…. Jesús Novoa…
¡Mierda! De la mañana siguiente no pasaba. Tenía que solucionar el problema de mi alumno de una vez por todas. Y rezar para que Mario volviera pronto y me diera un buen repaso…
A la mañana siguiente me costó levantarme, pues no había pasado buena noche. Hice la cama y preparé la ropa para el día, un suéter de lana y una falda gris, algo no demasiado sexy debido a la fastidiosa tarea que tenía que afrontar.
Me desnudé y fui a ducharme, dándome cuenta entonces de que seguía un poco cachonda. Mis senos estaban duros como rocas mientras el agua caliente resbalaba sobre ellos y se deslizaba por mi plano vientre, hasta perderse entre mis muslos. Un poco atontada, cogí la ducha de teléfono y enchufé el chorro directamente sobre mi coño, provocando que me pusiese más caliente todavía.
Pensé en salir de la ducha y buscar a MC para que me aliviara un poco, pero andaba muy justa de tiempo (no me gusta madrugar) y tenía clase con los de segundo a primera hora, por lo que no podía retrasarme.
Un poco frustrada, salí de la ducha y me sequé, regresando al cuarto a vestirme. Me puse la ropa interior, funcional, cómoda, ninguna de las exquisiteces que reservaba para Mario y me enfundé unos panties, muy apropiados para el frío de la época. Acabé de vestirme y me di cuenta de que era muy tarde, por lo que no tuve tiempo de desayunar siquiera, así que salí disparada al garaje donde cogí el coche.
Mientras conducía, me sentía nerviosa, inquieta, no sé si por la perspectiva de la inevitable charla con Jesús o porque aún andaba medio cachonda.
Posteriormente, y a tenor de lo que pasó después, he pensado que fue un error no hacerme una paja en la ducha y haber aliviado así un poco mi calentura. Quizá, si lo hubiera hecho, las cosas no habrían salido como finalmente salieron. Pero, pensándolo fríamente, dudo que una simple paja hubiera cambiado mucho el resultado final.
Llegué por los pelos a clase, sin poder pasar por la sala de profesores, aunque no había problema pues llevaba todos los papeles en mi maletín.
La mañana era jodida, pues tenía clase todas las horas, sin huecos de descanso, excepto el recreo. Durante esa media hora, aproveché para comprar uno de esos sándwiches de cartón de las máquinas expendedoras con el que matar un poco el hambre hasta la hora de salir y recobrar además algo de energía de cara al mal rato que iba a pasar con Jesús.
Por fin, llegó la hora de ir al aula de Novoa, donde, para más inri, me tocaba una clase doble de dos horas. Cuando comencé con la materia, pude sentir la mirada del chico fija en mí con más intensidad que otros días. Aturdida, me concentré en las explicaciones, tratando de expulsar de mi mente la imagen mí misma masturbándome soñando con la cara del chico. Y peor era cuando miraba directamente al muchacho, pues siempre le descubría con los ojos clavados en mí, para, a continuación, inclinarse sobre su cuaderno a escribir.
Tenía que acabar con aquello de una vez, no estaba concentrada en la clase y desde luego no iba a permitir que una tontería semejante influyera en mi trabajo.
Escribí unos ejercicios en la pizarra y les di diez minutos para resolverlos, que yo aproveché para despejar mi cerebro paseando entre las mesas y ayudando a los alumnos que me lo pedían.
Inconscientemente (o quizás no tanto) me mantuve alejada de Jesús, vagando por la otra punta de la clase. Cuando pasaron los diez minutos, pedí un voluntario para salir a la pizarra y ante la avalancha habitual de candidatos, tuve que coger la lista para escoger uno.
Entonces se me ocurrió darle una última oportunidad a Jesús. Si salía y lo resolvía correctamente, el asunto no era tan grave como creía y podría darle unos días más de margen, hasta que llegase el examen de recuperación y entonces ya se vería.
Como ven, una forma de evitar enfrentar el problema como cualquier otra.
–         A ver, Novoa – dije soltando la lista de alumnos sobre mi mesa – Sal a hacer el problema.
Sin embargo, mi gozo en un pozo. Jesús salió a la pizarra y se quedó allí medio alelado, sin saber cómo meterle mano al asunto. Esbozó unos números al pié de las ecuaciones pero no supo continuar, mientras me echaba disimuladas miraditas por el rabillo del ojo.
Tras un par de minutos sin hacer adelantar nada, le di permiso al chico para que volviese a su asiento. Me extrañó un poco que no se mostrase más avergonzado por no haber sabido resolver el problema, él que era un estudiante de matrícula, lo que para mí fue la primera señal de que algo no iba bien. Resignada, solté un suspiro y pronuncié las palabras que me había estado resistiendo a decir:
–         Jesús, al final de la clase quédate un momento. Quiero hablar contigo.
Un murmullo se levantó entre los alumnos, señal inequívoca de que un compañero se ha metido en un lío. El resto de chicos se reían por lo bajo, contentos, al parecer, de ver al empollón de la clase metido en dificultades.
Jesús, cabizbajo, se dirigió a su asiento y justo entonces me pareció ver una leve sonrisilla en sus labios. Segunda señal de que algo estaba jodido.
Una vez afrontada la situación y dado el primer paso para solucionarla, mi espíritu pareció librarse de un gran peso, con lo que pude impartir el resto de la clase con relativa normalidad.
Por fin, a las 14:30 sonó el timbre y los alumnos se apresuraron a recoger sus cosas, para salir disparados como todos los días.
–         Hey, hey, hey – grité para hacerme oír por encima de la barahúnda – No os olvidéis de que el miércoles de la semana que viene es el examen de recuperación. Ya sabéis los que tenéis que presentaros, pero si alguno de los aprobados quiere subir nota, tiene hasta este viernes para avisarme.
La verdad es que no sé si me escucharon, pues todos se largaban a toda prisa sin hacerme ni puto caso.
Todos menos Jesús.
Cuando el último alumno hubo salido hice de tripas corazón y me volví para enfrentarme con Jesús. Yo tenía una idea bastante clara de por dónde iba a ir la conversación e, ilusa de mí, pensaba que lo tenía todo controlado.
Recogí todas mis cosas y las guardé en el maletín, mirando por el rabillo del ojo a Jesús, que también había recogido y aguardaba sentado en su pupitre.
Decidida a no echarme atrás, aunque todo aquello me diera vergüenza, me acerqué a Jesús y me senté encima de la mesa de al lado, con los pies encima de la silla de Arturo, su compañero de pupitre.
–         Bueno – dije suspirando – Creo que ya sabes por qué te he hecho quedarte.
El chico simplemente asintió con la cabeza.
–         Jesús, no comprendo qué te pasa – mentí – Eres un estudiante excelente y sin embargo te has hundido en mi asignatura. Tus notas han ido a peor y has acabado suspendiendo. Jesús, mírame.
El alzó la vista y clavó sus ojos en los míos…
–         ¿Qué es lo que te pasa? ¿Por qué te va tan mal en mi clase? ¿Es culpa mía? ¿No entiendes cómo explico?
Dije eso como una pequeña trampa, sabedora de que, si lo que yo pensaba era cierto, él reaccionaría defendiéndome, lo que sería un buen indicio de lo que sucedía. No me equivoqué.
–         ¡No! ¡Señorita Sánchez! ¡No es culpa suya! ¡Es culpa mía! ¡No logro concentrarme! – exclamó con vehemencia.
Yo sonreí mentalmente al ver confirmadas mis sospechas; ahora sólo tenía que conseguir que admitiera que se sentía atraído por mí para poder soltarle el discurso que llevaba días ensayando, que me sentía muy halagada, pero que no podía ser, que él era muy joven… ya saben, el rollo típico en estos casos.
Pero, no sé por qué, lo que salió de mi boca fue:
–         Llámame Edurne, que ahora estamos solos…
¿Qué coño me pasaba? ¿Por qué había dicho eso? ¡A saber qué podría pensar el muchacho al otorgarle tanta confianza! ¡Así le iba a librar de su encaprichamiento por los cojones!
Un poco avergonzada, le miré a los ojos y el brillo que aprecié en el fondo de su mirada hizo que me estremeciera de la cabeza a los pies. Azorada, aparté la vista de él, arrepintiéndome inmediatamente por semejante muestra de debilidad, sintiendo que aquella mirada escondía mucho más de lo que sospechaba.
Intenté tranquilizarme y recuperar el control de la situación, fingiendo que nada había pasado.
–         ¿Y bien? – le dije – Puedes confiar en mí. Cuéntame cual es el problema y buscamos una solución. Estoy segura de que a un chico tan inteligente como tú debe pasarle algo para no aprobar mi asignatura…
–         Señorita Sánchez – dijo compungido – Es que… no puedo decírselo.
¡Bien! El que siguiera tratándome de usted, unido al hecho de que se mostrase avergonzado me devolvió gran parte de mi aplomo. Después de todo era posible que todo saliera bien, el chico se mostraba razonable y violento por la situación, con lo que recobré la confianza en poder manejar a aquel adolescente encoñado.
Seguimos con el tira y afloja un rato más, yo tratando de sonsacarle una confesión para largarle el discursito y él resistiéndose a admitir que su problema es que estaba encaprichado de su profesora.
Yo estaba más relajada, conduciendo la conversación hacia el terreno que me convenía, pero, aún así, me pilló un poco de sorpresa cuando él, de sopetón, lo admitió.
–         Lo que me pasa es que estoy enamorado de usted, señorita Sánchez.
Me quedé paralizada un segundo. Bueno, ya estaba, ya lo había dicho. Ahora podría soltarle el rollo y aconsejarle que visitara al psicólogo de la escuela… que se encargara él del problema.
Le miré y me quedé parada un segundo, pues, en vez de encontrarme con un rostro avergonzado y todo rojo, me encontré con un chico bastante seguro de si mismo que me miraba con cierto… descaro. Otra señal de que algo no iba como debía.
–         Caray, Jesús – continué – Me siento halagada… Pero tienes que entender que yo soy tu profesora y además eres muy joven para mí. Y esas serían razones suficientes para que no pueda pasar nada entre nosotros.
–         Pero…
–         Pero nada, Jesús. Y no sé si sabrás que tengo novio y que vamos a casarnos pronto – exageré.
–         Sí, un novio que nunca está en la ciudad y que la deja sola. Un imbécil así no se la merece… – me espetó secamente
Aquello me dejó perpleja.
–         ¿Y cómo sabes tú donde está mi novio? – le dije un tanto enojada.
–         Gloria me lo dijo – respondió.
Tenía lógica. El padre divorciado de Gloria (otra alumna) vivía en mi bloque y conocía a Mario.
–         Bueno – continué más tranquila – entonces sabrás que es piloto y es por eso que se ausenta.
–         ¡Si yo fuera su novio no la dejaría sola jamás! – exclamó infantilmente.
–         Claro, claro – asentí pisando terreno más firme – Pero tienes que entender que yo le quiero mucho y que no puedo corresponder a tus sentimientos.
Él apartó la mirada, aunque no parecía nada apesadumbrado.

–         Mira, no me malinterpretes – seguí – No pretendo despreciar tus sentimientos, pero, la experiencia me dice que lo que sientes en un simple encaprichamiento. Ya sé que no me crees, pero en serio, te juro que yo a tu edad pasé por lo mismo y cuando pase un poco de tiempo te fijarás en alguna compañera, saldrás con ella y te olvidarás de mí. Por ejemplo, la misma Gloria es muy atractiva ¿verdad?

–         Sí – respondió – Gloria está muy buena.
Esa simple afirmación y el tono en el que la dijo me inquietaron bastante, pero decidí que eran imaginaciones mías y seguí con la charla.
–         ¡Con lo guapo que eres seguro que no tienes problema para ligar! ¡Y además eres buen deportista! Y en cuanto arreglemos lo de tu suspenso… uno de los mejores estudiantes del centro. ¡Eres un partido magnífico!
Mierda. Había vuelto a meter la pata. ¿Por qué le echaba tantos piropos? ¡A ver si iba a pensarse que le encontraba atractivo!
Sin embargo, su respuesta volvió a descolocarme.
–         Yo no he dicho que me cueste ligar – me dijo muy seriamente – He tenido varias novias y con todas he tenido sexo.
Algo en su tono me asustó. No sé por qué, pero me sentí súbitamente azorada. Noté cómo la sangre afluía a mis mejillas, lo que hizo que me enfadara conmigo misma, pues me hacía perder el control de la situación.
–         Pu… pues entonces no te entiendo – balbuceé – Quizás sería mejor que hablaras con el consejero del centro…
–         Paso del psicólogo – dijo de nuevo con esa voz firme – Si fuera una tía todavía me lo planteaba.
¿Qué coño estaba pasando? De repente, parecía que estaba hablando con otra persona. Ya no era el chico tímido que confesaba avergonzado que estaba enamorado de su profesora, sino un hombre desnudando con la mirada a una mujer. Y ahora que lo pensaba bien ¿de veras fue en algún momento ese tímido alumno?
Un escalofrío recorrió mi columna a medida que me daba cuenta de la situación. Noté, sorprendida, que mis pechos estaban como rocas bajo mi suéter, pero, ¿por qué?
–         Mira, Jesús. Se está haciendo un poco tarde y tengo hambre. Si te parece continuamos la charla mañana. Podríamos llamar a tus padres – dije intentando meterle un poco de miedo.
–         Mi madre murió hace 3 años. Mi padre siempre anda de viaje y mi madrastra… bueno, si quiere llamamos a mi madrastra.
Otra vez ese tono amenazador.
–         Pero, señorita, creo que si charlamos un poco más podríamos solucionar mi problema…
–         ¿En serio? – dije estúpidamente.
–         Estoy seguro. Mire, ¿quiere saber cual es realmente mi problema?
–         ¡Claro! – respondí sin pensar, sólo por decir algo.
–         Que me paso sus horas de clase completamente empalmado y pensando en cómo sería tumbarla encima de su mesa y follármela.
Me quedé petrificada. El corazón me latía en los oídos, provocando que su voz me llegase como desde lejos.
–         ¿No me cree? – me preguntó – ¡Pues mire, si ahora mismo la tengo dura!
Mientras decía esto echó hacia atrás su silla, exponiendo ante mis atónitos ojos su entrepierna. No sé qué demonios pasó por mi mente pero, en vez de largarme de allí echando leches, clavé mi mirada en el notable bulto que había en su pantalón e, incomprensiblemente, mi cerebro comenzó a calcular el calibre del arma que se ocultaba en sus pantalones.
Por fin, mis neuronas reanudaron su funcionamiento y, levantándome de la mesa de un salto, me di la vuelta y fui hacia mi mesa, para recoger mi maletín y largarme. Traté de no acelerar el paso, intentando mantener una apariencia de normalidad y no demostrarle a Jesús lo turbada que me encontraba. El camino hasta la mesa se me hizo eterno, pero por fin llegué y recogí mi maletín. Me di la vuelta para enfrentarme con él una vez más, para decirle que iba a contárselo todo al director y tratar de recuperar así un poco de la dignidad perdida, pero, al hacerlo, me encontré de bruces con él, con lo que las palabras de amonestación murieron en mis labios.
–         Vamos, Edurne – me dijo con aquella sonrisilla que había empezado a temer – No te vayas, si ahora estamos solos. Y quiero que veas lo que te vas a perder si me rechazas.
Como un rayo, su mano salió disparada y me agarró por la muñeca. Con fuerza sorprendente, tiró de mi mano hasta apretarla contra el duro bulto de su entrepierna. Yo tironeé tratando de escapar de su presa, pero su garra era firme como el acero y no permitió que me separara ni un centímetro. Podía sentir la dureza de su pene a través del pantalón, apretándose contra el revés de mi mano.
Yo miré a Jesús con expresión suplicante, encontrándome de nuevo con aquel brillo acerado en su mirada.
–         Jesús – dije con voz apagada – Suéltame e intentaré olvidarme de lo que ha pasado.
–         Ahí te equivocas, Edurne – me respondió – Precisamente lo que quiero es que no lo olvides.
Un nuevo escalofrío recorrió mi columna e hizo que mis pechos se estremecieran. No quería admitirlo, pero me sentía extrañamente excitada. Sin embargo, luché por volver a recuperar el control tratando de aparentar calma.
–         Te he dicho que me sueltes. Si no lo haces gritaré.
–         Hazlo si te place. A estas horas sólo queda el conserje en el colegio. Si te escucha y viene puedes contarle lo que quieras. Me expulsarán y saldremos los dos en los periódicos. ¡Alumno trata de abusar de su maestra! – se burló.
–         Exactamente.
–         Pues, adelante, ¡grita! – me desafió – Pero si vas a hacerlo, ¡que sea de verdad!
Mientras decía esto, su mano libre se disparó hacia delante y aferró con fuerza mi seno izquierdo. Debido a la sorpresa, pegué un respingo y dejé caer el maletín al suelo. No sé por qué, pero fue como si la última barrera de protección que me protegía de él cayera junto con el maletín.
Debía reconocerlo. Estaba excitada.
–         ¿Y bien? ¿No gritas? – me dijo mientras estrujaba con saña mi pecho – ¡No me extraña! ¡A juzgar por lo duras que tienes las tetas creo que hoy voy a salirme con la mía!
Su mano apretó con fuerza mi seno. Me dolía, pues el chico clavaba sus dedos sin piedad en la suave carne, pero también me gustaba… Podía sentir el calor que desprendía su mano apretando, notaba cómo sus dedos se hincaban en mi ser, arrancando los últimos vestigios de resistencia de mi alma. Ya era suya.
Y él lo sabía.
–         ¡Vaya! – exclamó – No dices nada… Pues si no hablas tendré que pensar que quieres que esto pase….
No dije nada.
–         ¡Estupendo! ¡Buena chica! – dijo riendo – Te has ganado un premio… ¡Agárralo con fuerza que enseguida te lo doy!
Yo sabía perfectamente a qué se refería, pero, aunque sentí un fuerte impulso de obedecerle, logré resistir un poco más. Aunque fue en vano.
–         ¡Te he dicho agarres tu premio!
Mientras decía esto, me retorció el brazo y el pecho a la vez, obligándome a darle la vuelta a la mano, de forma que la palma quedó apretada contra su erección.
–         ¡Que lo agarres, zorra!
Aquel insultó recorrió mi cuerpo como un rayo. Me gustó, ahora, viéndolo con perspectiva, he de reconocer que me gustó. Estaba excitada… más de lo que lo había estado en mucho tiempo… Sin casi darme cuenta, mis dedos ciñeron su erección por encima del pantalón, apretando y sobando el duro falo de aquel muchacho.
Ya no había vuelta atrás.
Con una sonrisa de triunfo en los labios, Jesús liberó mi mano, pero yo, medio hipnotizada, seguí sobándole la verga por encima del pantalón.
Con más delicadeza esta vez, sus dos manos se apropiaron de mis pechos, que fueron sobados y estrujados a conciencia, aunque sin hacerme daño como antes. A esas alturas yo estaba medio loca de excitación, mucho más que nunca antes.
No me di cuenta de dónde la sacó, pero, cuando me quise dar cuenta, vi que tenía una navaja en su mano. Pulsando un botón, hizo que la hoja surgiera del mango y el brillo de la misma hizo que tratara de retroceder, asustada. Pero él no me dejó.
–         ¡Tranquila, zorra! – me insultó – No voy a cortarte.
Y dijo la verdad. Lo que hizo fue rasgarme el suéter de arriba  abajo, dejando mis pechos al aire, cubiertos por el sostén.
–         ¡Sigue sobándome el nabo! – me ordenó.
Obedecí sin dudarlo mientras él usaba la navaja para cortar el sujetador por el punto en que se unían ambas copas. Al hacerlo, el sujetador saltó a los lados, dejando mis pechos al aire, bamboleando duros como rocas.
–         ¡Menudas tetas! – dijo Jesús silbando de admiración  – ¡Mejores de lo que esperaba!
Y volvió a sobármelas, no sin antes cerrar la navaja y guardarla en un bolsillo del pantalón.
–         ¡Qué duras las tienes, puta! ¡Sabía que esto era lo que a ti te gustaba! ¡Sabía que te iba la marcha!
No respondí. Mi mente racional pugnaba por encontrar una salida, por salir escopetada de allí a la comisaría más próxima… Pero no lo hice, porque, en el fondo, sabía que él tenía razón.
–         ¡Para ya, zorra! – dijo – ¡Lo haces tan bien que voy a correrme en el pantalón!
Yo solté su verga, con el corazón latiendo con fuerza de expectación por lo que iba a suceder.
–         ¡Date la vuelta! ¡Y apóyate en el escritorio!
Con la cabeza ida, obedecí, quedando de espaldas a él con las manos apoyadas sobre mi mesa. Él se situó a mi espalda y, empujándome, me obligó a inclinarme, haciendo que mi trasero quedara en pompa.
–         ¡Saca más el culo! – exclamó haciéndome obedecer.
Medio sonámbula por la excitación, aguardaba expectante su siguiente paso. Miré hacia abajo y vi los moratones que habían comenzado a aparecer sobre el seno que me había estrujado. No tuve tiempo de lamentarme, pues enseguida me levantó la falda por encima de la figura y me dio un seco azote en el culo, aprovechando para amasar con ganas la nalga.
–         ¡Vaya mierda de bragas que llevas! – me espetó inesperadamente – ¡Y encima con panties! ¡Al que inventó esta mierda deberían colgarlo por los huevos!
Con rudeza, sus dedos se engancharon en la tela del panty y lo rasgaron violentamente. De un tirón, me bajó las bragas hasta los tobillos, dejándome desnuda e indefensa.
No sé por qué, supongo que porque estaba acostumbrada a practicar el sexo de otra forma, pero lo cierto es que me sorprendí mucho cuando, de repente, noté cómo situaba la punta de su pene en la entrada de mi vagina y con fuerza, comenzó a penetrarme desde atrás.
–         ¡Espera! ¡Espera! – acerté a decir – ¡Más despacio!
No me hizo ni caso. Sentí cómo su dura barra se abría paso como un émbolo entre los labios de mi vagina, separándolos con violencia y enterrándose hasta el fondo en mis entrañas.
Mi cuerpo experimentó un fuerte espasmo ante la súbita intrusión, lo que al parecer gustó mucho a Jesús.
–         ¡Joder, cómo aprietas, puta! – me gritó – ¡Esto sí es un coño y lo demás son tonterías!
Sin poder ni hablar, sentí como su poderoso falo me llenaba por completo, llegando a profundidades que nunca antes había alcanzado nadie… ni siquiera MC. Con el cuerpo tenso al máximo, sentí cómo mis entrañas se derretían de placer y experimenté el más violento orgasmo que jamás había tenido. Mi coño se inundó todavía más, provocando que cada embestida de aquel émbolo produjese un chapoteo que me excitaba todavía más. Podía sentir cómo mis propios líquidos resbalaban entre mis muslos, hasta mojar lo que quedaba de mis panties. Ante mis ojos, cerrados con fuerza, estallaron luces de colores e incluso creo que perdí el sentido durante unos segundos.
Pero a Jesús no le importó, concentrado únicamente en su placer personal continuó bombeando y bombeando, agarrado a mi cintura y usándola como asidero para que sus pollazos fueran más certeros.
Derrotada y sin fuerzas, me derrumbé sobre la mesa, permitiéndole que hiciese lo que quisiera conmigo.
El émbolo humano siguió horadándome sin piedad, y sucesivos orgasmos fueron asaltándome como fogonazos, dejándome devastada sobre la mesa, mero instrumento para que Jesús metiera la polla.
Por fin, el chico llegó al clímax. No sé si por precaución o porque le dio por ahí, pero lo cierto es que no se corrió dentro como me temía. Justo antes del orgasmo, me sacó la polla del coño y me soltó.
Como él ya no me sujetaba, mis piernas no pudieron sostenerme y caí de culo al suelo. Jesús, de pie a mi lado, me agarró por el pelo y tiró hacia atrás, para que mi cara quedara a su merced. Se pajeó la polla un par de veces hasta que se corrió, haciéndolo directamente sobre mi rostro, mi pelo y mis tetas, que quedaron pringosas de semen.
Cuando hubo vaciado los testículos y satisfecho por fin, se guardó la ahora fláccida verga en el pantalón y se sacudió la ropa, tremendamente orgulloso de la hazaña realizada. Yo, sin fuerzas, sentía cómo su pegajosa leche se deslizaba en gruesos pegotes sobre mi piel, formando regueros semen que me quemaban como tizones.
Jesús, tras mirarme unos segundos, miró su reloj y me dijo con tono impertinente:
–         Uf, señorita Sánchez, ¡qué tarde es! ¿Sería tan amable de llevarme en coche a mi casa?
No tuve fuerzas ni para contestar, así que sólo asentí con la cabeza.
–         ¡Muchas gracias! – exclamó él, fingiendo que yo tenía elección – ¡Pues vamos!
Con delicadeza (por primera vez en todo aquel episodio), Jesús me ayudó a incorporarme. Sorprendentemente, mis piernas me sostuvieron. Compungida, eché un vistazo a mis destrozadas ropas.
De pronto, Jesús se arrodilló a mi lado y agarró mis bragas, que seguían en mis tobillos.
–         ¡Quítate esta cosa tan fea! – me dijo.
Y yo le hice caso. Alzando primero un pie y después el otro, permití que el chico me librara de mis cómodas bragas de algodón. Tras hacerlo, volvió a levantarme la falda, echando un buen vistazo debajo.
–         ¡Joder, que bien puestecito que lo tienes todo! – exclamó mientras me sobaba el trasero y mi dolorida entrepierna.
Un nuevo escalofrío recorrió mi columna, incapaz de resistirme al dominio de aquel chico.
Como pude, me libré de los restos de mi suéter y mi sostén, quedando con las tetas al aire. Aprovechando la tela del jersey, me limpié los restos de semen de la cara y las tetas, con el dolor dibujado en la cara mientras aseaba el pecho que Jesús había maltratado.
Cuando terminé, el chico esperaba a mi lado para entregarme mi propio abrigo, que estaba colgado en el perchero cerca de la puerta. Me lo abroché hasta arriba, para disimular que, menos la falda, iba completamente desnuda debajo.
Por fortuna, no nos encontramos con el conserje al salir del centro, pues el tipo no estaba en su puesto. Cualquier otro día me habría enfadado ante semejante negligencia y le habría buscado para llamarle la atención, pero para eso estaba la cosa.
Renqueante, llegué junto a mi coche y accioné el mando para abrir las puertas, permitiendo que Jesús ocupara el asiento del copiloto.
Me indicó donde vivía y arranqué. Yo esperaba que, durante el trayecto, se dedicara a humillarme más todavía o intentara alguna otra canallada, pero permaneció en silencio, limitándose a darme indicaciones para llegar a su casa.
Cuando llegamos frente a su bloque, detuve el coche y esperé a que se bajara, pero él aún tenía algo que decirme.
–         Vamos a ver, Edurne. Como ya te habrás imaginado, todo esto formaba parte de mi plan para lograr echarte un polvo.
Un poco más recuperada, me di cuenta de que tenía fuerzas para contestarle.
–         ¿Has llegado incluso a suspender la asignatura para eso?
–         ¡Claro! Con tal de follarme  a un pedazo de coño como tú, bien merece la pena hacer un pequeño sacrificio.
No supe qué contestar.
–         ¿Te acuerdas de Ángel Ríos?
Por supuesto que sí. El curso anterior tuve una charla con él idéntica a la que esperaba tener con Jesús. Sólo que no acabó igual.
–         Pues eso – continuó – Me contó que había estado encoñado contigo y que tú le habías dado una charla en vez de llamar a los padres. Que eras muy guay, que si patatín que si patatán, y eso me dio la idea para quedarnos a solas. Total, puedo recuperar tu asignatura con la gorra.
–         Y te has salido con la tuya – concluí resignada.
–         Pues claro. Nena, a las zorritas como tú las huelo a dos kilómetros – dijo – No sé si será la forma en que os movéis, o cómo habláis, pero lo cierto es que detecto a las putas a las que les va la caña como si tuviera un radar.
No respondí. En lo que a mí se refería, debía reconocer que era verdad.
–         Pues eso. Ahora todo depende de ti.
Me quedé estupefacta. ¿Qué coño decía?
–         Si quieres – continuó – Lo dejamos aquí y sanseacabó. Pero, si lo prefieres…
–         ¡¿Qué cojones dices?! – exclamé con rabia – ¡Si prefiero el qué! ¡Me has violado, hijo de puta!
–         ¿Violado? – exclamó él con genuina sorpresa – Te he dado duro, que no es lo mismo. Si hubieras querido largarte, podrías haberlo hecho.
–         ¡Tenías una navaja!
–         En ningún momento te he amenazado con ella y no digas lo contrario porque tú sabes que digo la verdad.
De nuevo no supe qué decir.
–         Bueno, resumiendo. Si no te apetece, lo dejamos aquí y punto. Si quieres puedes echarte flores en el claustro de profesores cuando mis notas mejoren, diciendo que ha sido gracias a tu habilidad como maestra.
Sería hipócrita el hijo de puta.
–         Pero, si te ha gustado… y yo sé que te ha gustado… – dijo con sorna – El próximo día ven a clase con este colgante en el cuello. Eso sí, a partir de ahora tienes que usar ropa interior sexy, nada de panties ni esa mierda de bragas de vieja.
Estaba atónita por la desfachatez de aquel chaval. No podía creerlo. Estaba tan aturdida (o eso me dije a mí misma) que no acerté a rechazar el colgante que me tendía. Como una boba, me quedé mirando el brillante objeto. Era un corazón de acero atravesado por una espada, pequeñito, hasta podría haberme gustado de haberlo visto por ahí.
Furiosa apreté la mano sobre el colgante, dispuesta a tirárselo a la cara. Pero él no esperó mi respuesta y abrió la puerta del coche. Antes de bajarse, acarició mis senos por encima del abrigo, con firmeza, pero sin la violencia de antes, provocando que un nuevo temblor de placer recorriera mi cuerpo.
Cuando quise darme cuenta, Jesús se alejaba del coche y entraba en su portal, dejándome sola, al borde de las lágrimas…. Y caliente como una perra.
Continuará.
                                                                                TALIBOS
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Ernestalibos@hotmail.com

 

¡SEGURO QUE TE GUSTARÁ!
 

Relato erótico: “La señora. (Lunes, la Confusión) “(POR RUN214)

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herederas3LA SEÑORA BRUCEL
LUNES. LA CONFUSIÓN
Sin título
La oscuridad ocultaba su felonía. Todo el mundo dormía y ella no hacía ruido al caminar descalza por el pasillo de la mansión. Llegó a la puerta. Palpó hasta encontrar el pomo ylo giró lentamente. Se deslizó dentro del cuarto que ella sabía vacío y se metió en la cama a esperar con una sonrisa nerviosa en los labios.
 El aroma de la otra mujer, la que ocupaba esa cama cada noche, se respiraba entre las sabanas. Era una de sus empleadas, una mujer del servicio, la cocinera. Pero ahora, su sirvienta, se encontraba muy lejos. Lejos de la mansión, al igual que su propio marido, el señor de la casa.
Bethelyn tenía la noche para ella sola, libre de su marido y de la mujer de su amante.
 Ernest, el jardinero y marido de la cocinera, vendría a acostarse en cualquier momento y ella sería su sorpresa de buenas noches.
 La puerta se abrió, una oscura figura se coló dentro y comenzó a desnudarse, ella sonreía en silencio. Cuando el hombre se metió en la cama apenas se sorprendió al encontrarla, supo al instante quien era ella y por que estaba allí.
Sintió el cuerpo de su hombre desnudo. Él comenzó a acariciarla bajo el camisón, sus pechos, sus piernas, su coño desnudo. Estaba muy excitada. Ninguno quería romper el silencio que les protegía de los oídos de los demás miembros del servicio.
Notó como levantaba su camisón y comenzaba a lamer sus pezones mientras le recorría el cuerpo con sus manos nerviosas, húmedas y frías. Ella le abrazó, palpó su cuerpo delgado y fibroso, después llevó sus manos hasta su cabeza y le palpó su pelo lacio.
Algo no iba bien. No iba nada bien.
Aquellas no eran las manos grandes, fuertes y ásperas de su hombre. Tampoco era su lengua cálida y tierna la que le recorría el cuerpo y no había rastro de su ensortijada cabellera. No abrazaba el fornido y musculoso cuerpo de su amante sino un nervudo cuerpo de muchacho. Alguien estaba usurpando el lugar de Ernest el jardinero, su amante.
 No fue difícil llegar a la conclusión de que el hombre que la lamía y sobaba era el amante de la cocinera, su sirvienta que, desconocedor de la apresurada partida de su criada a últimas horas de la tarde, creía estar regocijándose con ella.
 La situación era dramática. Por un lado, alguno de sus haraposos sirvientes se estaba dando un festín con ella, mancillándola. Por otro, la vergonzosa y complicada posición en la que se encontraría si alguien supiera que la Señora de la casa, la esposa de un político y prestigioso hombre de negocios, visitaba furtivamente la cama del jardinero.
 Un sudor frío le recorrió el cuerpo y el pánico hizo presa de ella. No sabía qué hacer para salir de allí sin levantar las sospechas del intruso que manoseaba y besuqueaba. Se mantuvo en silencio, con la oscuridad como cómplice de su identidad. Manteniendo su anonimato por encima de todo para salir de allí sin ser descubierta.
El zagal no dejaba de amasar sus tetas y de restregar continuamente la polla contra su cadera. En una de las ocasiones en las que su mano pasó entre las piernas de ella aprovechó para meterle un dedo en el coño que le produjo un gemido de sorpresa y asco. Arqueó en cuerpo como acto reflejo a su intromisión y se retorció levemente cuando comenzó un continuo mete-saca digital. Tenía los ojos abiertos como platos y respiraba como si estuviera hasta el cuello en una bañera de agua helada.
 ¿Quién coño sería este mequetrefe que se atrevía a follarla con el dedo? –Cuando descubriera quien era el sucio amante de la cocinera lo mataría y después lo despediría. Y a la cocinera también, por puta.
 El muchacho se colocó entre sus piernas con la polla en ristre frotándola contra sus labios vaginales. Ella respiraba agitadamente, nerviosa, bloqueada por el miedo mientras su captor besaba su cuello y jugueteaba con sus pezones. Gimió de espanto cuando notó la punta de su polla en la entrada de su coño. Por acto reflejo puso las manos en los hombros de él y lo empujó para evitar la penetración. El intruso pareció entender la negativa de ella y no insistió en su intento por penetrarla. En lugar de eso, bajó sus labios hasta sus tetas y comenzó a besarlas. Las lamió y mordisqueó hasta hartarse de ellas y cuando lo hubo hecho, continuó su camino descendente hasta el pubis de la mujer.
Se entretuvo un buen rato antes de meter su lengua entre los pliegues de la señora. Buscó su clítoris, lo encontró e invirtió un buen tiempo en aquella zona.
La señora, horrorizada no paraba de retorcerse ligeramente para evitar, sin éxito, el contacto entre la lengua del allanador y su clítoris, lanzando apagados jadeos de repulsión.
 El zagal no podía ser ninguno de los criados, todos eran gente mayor y este mequetrefe solo era un adolescente. Debía ser el hijo de alguno de ellos. Los hijos de los criados también trabajaban en la mansión. Como ayudantes.
 Un dedo húmedo, empapado de saliva jugueteó con su ano y comenzó a penetrarla. Sobresaltada y horrorizada, apretó las sabanas entre sus manos, echó la cabeza hacia atrás con los ojos y la boca cerrados con fuerza. Tensó el cuerpo y levantó la cadera a la vez que contraía el ano lo que pudo. Era inútil. El dedo invasor ganaba terreno poco a poco, entrando y saliendo,  se introducía lenta e irremisiblemente.
Le hacía daño, la fricción del dedo le producía dolor. Dolor y asco. Además, con la cadera levantada dejaba su coño más expuesto a los lametazos del joven que ya no se contentaba solo con su clítoris y había extendido sus caricias bucales a toda la zona oscura. Al final, después de retorcerse y de pelear contra la lengua y el dedo del muchacho una batalla perdida desde el inicio, optó por la decisión más sabía pero mas humillante.
 Relajó su cuerpo, bajó la cadera, y levanto ligeramente las piernas para facilitar la violación anal y reducir de esa manera la fricción del dedo que ya se encontraba dentro de ella por completo.
 Iba a matarlo en cuanto supiese quien era ese degenerado. Había varios mocosos habitando la mansión. El ayudante de cocina había partido con la cocinera aquella misma tarde, por lo que quedaba descartado. El ayudante de las cocheras era rechoncho y blandito, descartado. Uno a uno eliminó todos lo muchachos de la mansión. Solo quedaba el porquerizo pero tampoco podía ser, el olor a estiércol de ese muchacho ya le habría delatado. Entonces ¿Quién?
 Notó los labios del mozo ascender por su cuerpo y llegar hasta su cuello que besó, y succionó con fruición. De nuevo la polla de aquel individuo merodeaba su coño que no estaba dispuesta a ofrecer a un ayudante de criado infecto.
Y entonces lo descubrió, supo quien era. El olor era la clave. El olor de su perfume que tantas veces ella le había visto aplicarse.
Su hijo.
Su propio hijo estaba intentando follársela. Él era el amante de la cocinera. Ese pequeño judas había ido en busca de la cocinera y sin embargo ahora estaba intentando meterle su polla a ella, a su madre. El peor de los incestos.
Abrió la boca para chillarle pero su grito quedó ahogado por un beso húmedo que le tapó la boca. Sus protestas, convertidas en sordos gemidos, nunca llegaron a salir de sus labios. El peso del muchacho y sus manos aprisionaban su cara y su cuerpo.
 Volvió a notar de nuevo la punta de la polla de su hijo en la entrada de su coño. Con el corazón desbocado y paralizada por el miedo solo pudo gemir como protesta cuando la polla comenzó a deslizarse dentro de su coño mientras la mano de él apretujaba su culo contra su cuerpo. Comenzó a follársela.
 A punto de llorar, con la boca tapada y recorrida por la lengua de él sintió como su hijo entraba y salía de ella frenéticamente, desbocado. Al menos su polla no era grande, pensó, el mete-saca era más desagradable que doloroso.
Su coño penetrado sin parar por la polla de su hijo, sus tetas sobadas y pellizcadas sin cesar, su cara aprisionada por una mano en su barbilla y su boca recorrida por la lengua de su captor dificultando su respiración.
Pero lo peor estaba por llegar. Su hijo aumentaba la cadencia de sus embestidas y ello solo significaba una cosa. La eyaculación. Su hijo iba a correrse dentro de ella.
Le empujó de las caderas, brincó y retorció la pelvis para zafarse todo lo que pudo pero todo fue inútil, no pudo evitar lo inevitable.
Él se corrió abundantemente mientras ella gemía de horror y asco. Dejó de arremeter con violencia el coño de su madre y convirtió su cadencia en un suave balanceo de entrada y salida de su polla. Disfrutó metiéndola y sacándola despacito en toda su longitud. Bethelyn había dejado de luchar. Había perdido. Soportaba como una espectadora de trapo el lento metesaca de su hijo, el monótono sobeteo de sus tetas y su culo. Su lengua todavía paseaba por su cara y su cuello.
Cuando por fin acabó su felonía, se quedó sobre ella, descansando, inerte, con sus manos sobre sus tetas y su polla dentro.
Aguardó en silencio, aguantando el llanto y la rabia. –me lo vas a pagar cabrón. –pensaba en la oscuridad de aquel dormitorio. –Garse, señorito de mierda.
 Garse, el señorito de la casa, su vástago. El vil, cruel y mal nacido hijo del diablo que tenía por hijo se estaba tirando a su cocinera y ahora se la había follado a ella, a ella, la Señora de la casa, su madre, la dueña de la mansión, descendiente de familia ilustre, mujer de un político notable.
Pasaron los minutos, él se había dormido sobre ella, su respiración era rasposa y lenta. Lo empujó a un lado, apartando sus asquerosas manos de su cuerpo, liberándose por fin de su polla que había quedado alojada en ella durante todo el tiempo. Se deslizó por el borde de la cama y abandonó la habitación sin hacer ruido.
 Cuando regresó a su habitación, a hurtadillas, protegida de nuevo por la oscuridad de la noche, sabiéndose a resguardo allí dentro, ya lo tenía claro. Al día siguiente el pequeño judas ingresaría en un internado, bien lejos. Lejos de ella y de la cocinera, esa puta. Donde no pudiera verle ni hacerle recordar aquella noche. Ciertas amistades en los puestos de dirección del colegio harían posible su ingreso de inmediato.
 Arrebujada entre las sábanas de su cama y con una mueca de asco no pudo dormir esa noche. Si mi hijo supiera lo que ha hecho –pensaba. -Si tan siquiera pudiera imaginar que es su madre y no la cocinera la mujer a la que se ha follado, a la que ha llenado de semen y saliva. Si supiera que me ha hecho pasar la peor noche de mi vida.
 Mientras tanto en la otra punta de la mansión, un adolescente volvía a su dormitorio y se tumbaba boca arriba en su cama. Ufano y con una sonrisa de oreja a oreja se acariciaba su polla de nuevo en erección.
A última hora de la tarde había oído a su padre pedir al marido de la cocinera que le acompañase en un viaje que les llevaría lejos de la mansión. Fue entonces cuando se le ocurrió visitar el dormitorio de ésta en el momento propicio, haciéndose pasar por el marido de la cocinera. Recreó los momentos de pasión en aquel cuarto.
Recordó como la mujer gemía de placer mientras la tocaba. Como se agitó de gusto al meterle un dedo por el culo mientras le comía el coño y como levantó las piernas para facilitarle la tarea. Como brincó y se agitó de placer mientras la follaba y se corría como una loca. Era un gran amante, un dandi, un conquistador sin parangón.
-Si mi madre supiera que era yo y no su amante el que la estaba follando. Que era mi cuerpo con el que disfrutaba. Si tan siquiera pudiese imaginar que era conmigo con quien se ha corrido como nunca y que la he hecho pasar la mejor noche de su vida.
Nota: Bueno, no se si os habrá gustado. No sé si queréis que siga con más desventuras de Bethelyn o preferís que lo deje aquí. No se si queréis historias más escabrosas o más light o si preferís que no escriba nada más.
A todos gracias por leerme, SI QUERÉIS HACERME ALGÚN COMENTARIO, MI EMAIL ES boligrafo16@hotmail.com
 

Relato erótico:: “Mi mejor conferencia” (POR CARLOS LOPEZ)

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indefensa1
Otra vez conferencia en Madrid, es parte de mi trabajo y a veces lo hago con ganas y otras con resignación. Esta vez es distinto pues desde hace semanas chateo con un desconocido de Madrid. Sin saber como ni por qué creamos historias en las que plasmamos nuestras fantasías más morbosas. No sabemos nada el uno del otro, ni siquiera nos hemos visto en fotos y tan sólo nuestras respectivas imaginaciones y las descripciones que hemos hecho nos dan una idea de nuestra apariencia.
Yo soy psicóloga y, al principio, sólo me movía un mero interés profesional y científico, además de una cierta curiosidad. Poco a poco fui cambiando y un día me di cuenta de que lo que me movía era ese animal que todos llevamos dentro. Ese animal que es culpable de casi todas las circunstancias que yo misma estudio en otras personas. Ese animal que, sí, también habita en mí. Con mi carita de buena, la imagen de mojigata que aún tengo en mi círculo más íntimo de amigas, en mi interior se ha despertado un volcán, un fenómeno de la naturaleza que no puedo, pero tampoco quiero controlar. Como en “los renglones torcidos de Dios”, sin darme cuenta he pasado de ser yo quien investiga a ser yo, yo misma, un objeto digno de ser estudiado y analizado en profundidad. Él me lo dice con frecuencia, que tiene que estudiarme en profundidad, que analizarme. Le llamo él, no sé su nombre verdadero, se hace pasar por Luis Parker.
Pero volvamos a nuestro relato. Sí, tengo que dar una conferencia en Madrid, y no, no lo he forzado yo. Una parte de mí está loca por que suceda algo de lo muchas veces hecho en nuestras fantasías, mientras que otra parte se niega a mezclar la vida profesional con la vida íntima. Me juego mucho y me ha costado mucho llegar hasta aquí, escribo artículos, mi trabajo es valorado y me apasiona. Él, sin embargo, parece tranquilo, indiferente, no ha mostrado el menor interés en mi llegada a la ciudad ni ha propuesto nada. Me desconcierta, empiezo a pensar que detrás de su personaje, divertido y morboso, haya una persona muy distinta, quizá una mujer, quizá un hombre casado o mayor. Dios mío, puede que hasta sea un niño… Lo mejor es no pensar en ello. No sé porque le he dicho que iría a su ciudad y no sé porque cuando me dijo que, como era su ciudad, quería jugar a un juego en el que yo hacía lo que él me indicaba le dije que sí. Es cierto que me dijo que se iba a portar bien, lo cual me tranquilizó, pero una parte de mí se decepcionó un poco.
Luego aclaró, dijo que bien del todo no, que si no no sería él mismo, por lo que la parte de mí que antes se había decepcionado reaccionó con alegría y un pequeño cosquilleo recorrió mi cuerpo.
Me encuentro tranquila, en mi hotel de Madrid, repasando las notas. No sé porque voy a ponerme las medias fetiche que él adora en sus fantasías, negras y a medio muslo. ¿Será sólo porque estoy en Madrid y de alguna forma presiento que estoy cerca? Creo que sólo por eso tengo una cierta excitación desde que me bajé del tren. Una agitación que me hace mirar continuamente alrededor pensando quién podría ser él. Pero ahora sigo repasando mis notas y sigo con mi ropa. Mis braguitas blancas de chica bien, otra concesión a quien ni siquiera ha dicho nada, mi traje de chaqueta gris, mi pelo castaño claro un poco rebelde recogido, mi aire profesional… ufffffffffff, debí haberle llamado pero me dio miedo al final.
Bip-bip mensaje de móvil “hola mi pequeña chica bien, q pensabas q no sé cómo estás… sólo espero que seas buena y sigas mis instrucciones como siempre. Apaga el sonido del móvil y tenlo siempre cerca, allí estaré”. Dos minutos después el segundo mensaje de móvil “Me muero por ver a mi niña aparentando ser buena y profesional, pero yo sé que sucios pensamientos se estarán mezclando en su cabeza”.
Casi me da un infarto, mi sexo está mojándose ya ¿qué me pasa? Ya no soy capaz de leer las notas. La conferencia apunta a catástrofe. Mi piel está erizada, mis pezones… Suena el teléfono de la habitación y me produce otro sobresalto. Llaman de la recepción “su taxi le espera”. Me tranquilizo. Vibra el móvil, mensaje “del taxi has de salir sin tu prenda blanca de niña buena. Estaré cerca.”. El corazón me late a mil… ¿cómo sabe que las llevo? ¿por qué dice que está cerca? ¿será el taxista? ¿estará en el hotel? Me niego a jugar! Pero subo al taxi temblando, es un Skoda, inmenso, no sé porque me siento justo detrás del taxista. Me habla y contesto sólo con monosílabos. El taxista no es. Calvo, barrigudo y sesentón, vino del pueblo en los 60 y no puede ser el tipo fino e irónico que me escribe esas historias. Mi cabeza da vueltas vertiginosamente. Mi excitación es alta, la conferencia apunta a desastre, mi pelo recogido, y noto gotitas de sudor en mi cuello. Mis piernas están juntas, se mueven un poco sin dar yo ninguna orden consciente, mis braguitas húmedas en mi centro, arrugaditas. ¿cómo voy a hacerlo? ¿por qué aún pienso en ello? Estamos llegando y vibra el móvil. “ánimo, no te obligo, tú decides, si es que no, que sepas que he sido feliz con nuestras fantasías. Suerte cielo”.
Sin pensarlo dos veces, subo mi falda, levanto mi culito y saco la prenda para él. Ya no la tengo, ya no soy una niña buena. Noto al taxista mirar cuando estoy levantando los pies y sacándola por mis zapatos. No ha visto nada, pero lo sabe todo. Mi carita está roja, pero la meto en el bolso y salgo triunfante del taxi. Altiva.
Ahora voy animada a la conferencia. Chica buena, chica culta, chica demonio cuando él lo pide, miro desafiante a la concurrencia. Tengo fuerza y poder. Tengo vida. Mi respiración mueve mi blusa. Mis pezones se marcan algo pese al suje de relleno (menos mal). Conferencia acerca de relaciones interpersonales. Hombre-hombre, hombre-mujer, mujer-mujer. Lo domino. Las palabras salen de mi boca como tantas veces, con soltura y con pasión. El público me sigue y yo sigo al público. ¿Quién será él?
Ruegos y preguntas. Vibra mi móvil. “lo has hecho genial, cielo, sé que has hecho lo que te dije, lo llevas escrito en la mirada. Ruego 1, muéstrame de alguna manera que tus braguitas están en tu bolso. Si lo haces me quedo al vino español”. Silencio. Miro nerviosa a la audiencia. Mis pezones van a romper la tela. Tengo frío y calor a la vez. Se levanta una chica y le llevan el micro. Pregunta sencilla, respuesta nerviosa. Segunda pregunta, un hombre mayor, segunda respuesta nerviosa que explico de espaldas al público sobre la transparencia. Creo oír un susurro lanzado hacia mí “ánimo”. Giro como un resorte. Atrás a la derecha, joder, no sé quién es, pero mientras pasan de nuevo el micro cojo mi bolso y dentro de mi puño, simulando un pañuelo, acerco la prenda a mi boca mientras carraspeo artificialmente mirando al lugar de donde vino el susurro. Provocadora. Al menos le gusta la ropa interior blanca y puede aparentar que es un kleenex.
Siguen las preguntas y poco a poco me voy relajando de nuevo, aunque siempre teniendo en la mente que allí, en el vino español estará él, y seguirá jugando conmigo.
La moderadora da por terminado el turno de preguntas, comenta que el vino español se dará en la sala adjunta y, poco a poco, el público va abandonando la sala. Este momento siempre es el más relajado, el más tranquilo ya que me deja con la sensación de haber cumplido con mi trabajo. Sin embargo, esta vez estoy inquieta, excitada, si hasta tengo la extraña sensación de que se me va a notar.
Junto con la moderadora y los miembros de la organización me desplazo al lugar indicado para el cocktail. Mi excitación hace que tenga un nudo en el estómago y no me deje comer nada, pero la garganta seca me ha hecho ir ya por el tercer vino blanco y mi cabeza empieza a sentirse algo mareada.
Me encuentro junto a la barra de un bar en el centro de conferencias, rodeada de varias personas haciendo preguntas, y sé que entre ellos está el responsable de mi estado constante de excitación. En concreto hay uno de ellos, con el pelo rapado y una sonrisa perfecta que no quita sus ojos de los míos. Estoy segura de que es él, pero justo le he perdido de vista. Suena un mensaje en mi móvil, el sonido me sobresalta, y me confirma mi sospecha acerca del chico del pelo rapado. Digo “disculpen” mientras lo miro disimuladamente: “cielo, suéltate otro botón de la blusa, que estoy cerca de ti y quiero ver mejor los lugares por los que van a pasar mis labios”. Con el típico comentario acerca del calor que hace, y con un recato habitual en estos casos mis manos se posan en mi blusa y obedecen la orden. Vuelvo a ver al chico y mirando de frente a su sonrisa suelto el botón. Mis pezones amenazan con romper la tela y se marcan a pesar de la ropa interior.
Estamos agrupados junto a la barra y cada pocos minutos se despide gente. Yo sigo mirando al chico rapado, va bien vestido con una camisa blanca con algunos botones desabrochados también y debajo de ella se adivina un cuerpo formado en gimnasio. También me muero por pasar mis labios sobre su pecho.
Distraídamente y sin prestar atención despido a las personas que se van. Cuando doy los pertinentes dos besos a uno de ellos susurra unas palabras en mi oído que me rompen los esquemas “en un minuto tendrás un mensaje con las próximas instrucciones”. Rápidamente se da la vuelta y se va. Veo su caminar, casi no me había fijado en él. Tiene la espalda ancha, es moreno, delgado y fibroso, el pelo un poco revuelto pero tiene unas entradas que le hacen interesante. Dios mío… ha sido determinado y firme en lo que ha dicho y también lo es en su caminar. También lo es en sus instrucciones. Sólo sus palabras al oído me han producido un escalofrío de sensaciones. Sigo hablando distraídamente pero estoy tan nerviosa que ya no sé ni lo que digo. Los 4 vinos blancos también tienen que ver en mi estado. Ya no me atrae para nada el chico del pelo rapado, que sigue mirándome pero al que yo ignoro. Ahora me parece vulgar.
Noto el mensaje 3 y me sobresalto una vez más: “Discúlpate y ve al aseo, recógete el pelo en una coleta, elige el último cubículo a la derecha y entra con los ojos cerrados. Se buena”. Me disculpo torpemente, creo que mis mejillas están rojas y lo de entrar con los ojos cerrados me ha producido una excitación adicional. Camino rápido pues tengo la sensación de que de mi sexo está tan mojado que algo de fluido podría resbalar por mis muslos. Ufffff mis braguitas en el bolso.
Entro en los aseos y ahora sí estoy temblando descontroladamente, pero algo me impulsa con determinación al lugar marcado. Llamo con los nudillos y cierro los ojos… la puerta se abre y una mano firme tira de mí hacia adentro. Soy un ángel y un demonio. Una chica buena y obediente pero a la vez un animal salvaje en busca de satisfacer un instinto vital y brutal. A pesar de mis treinta y muchos años él me habla como a una niña mientras se sitúa en mi espalda.
“Lo has hecho perfecto, cielo. Me ha encantado el planteamiento de la conferencia y, como eres una niña lista, la mejor de la clase, es hora de experimentar para comprobar las teorías”. Según va diciendo esto, sus manos recorren mis brazos, mis hombros, con un ligero masaje… mi cuello. Sus labios besan mis mejillas, mi piel, mis labios, mis párpados cerrados que no oso abrir. Sólo me dejo hacer, sus movimientos me tranquilizan pero provocan reacciones en mi cuerpo que no puedo controlar.
Me dice “vamos cielo, me moría por tenerte entre mis brazos, tenía mucha curiosidad por conocer la suavidad de tu piel, por que tú sientas la mía, por llevar a la práctica todo aquello que hemos fantaseado”. Y según va diciendo estas palabras suaves y reconfortantes coge mis manos y las pone abiertas contra la pared, mientras siento el aroma de su perfume y la dureza de sus músculos, la suavidad de su aliento, el sonido de sus palabras. “pon aquí las manitas, preciosa, y no las muevas hasta que yo no te diga”. Después de haber dado una extensa conferencia, después de haber demostrado jerarquía en mi carrera, después de haber triunfado como profesional, de haber criticado la actitud de los hombres desde mi perspectiva feminista… en este momento sólo puedo obedecer lo que él me dice, abandonarme a sus deseos que son los míos, y de mi boca no puede salir ninguna palabra, sólo gemidos ocasionales y una respiración acelerada.
Allí estoy yo, contra la pared con los ojos cerrados y sintiendo como él continúa recorriendo con sus labios mi cuello, mis orejas, mis mejillas, mi pelo, mis hombros (ufffffff es uno de mis puntos débiles) deseando con todas mis fuerzas que me haga cosas, todas las que el quiera, con su cuerpo, con sus manos, con sus labios…
El hace con pausa con dedicación, como un artesano pone el máximo cariño en su labor, diciéndome palabras bonitas, al contrario de lo que habitualmente hacía en nuestras conversaciones cibernéticas y me ponía en un terrible estado de excitación, ahora muestra otra vertiente de su personalidad, cariñoso, amable, dedicado, sensual, cuidadoso, pero a la vez decidido y dominante. Me dice que me estoy portando muy bien y que voy a tener el regalo que me tiene prometido, y yo estoy loca por saber lo que va a hacerme.
Se agacha detrás de mi y sube mi falda hasta mi cintura, me abre las piernas y me inclina levemente y empieza a pasar la lengua a todo lo largo de mi sexo, de forma constante, metódica, sujetando mis caderas que se mueven solas, sujetando mis gluteos… y él en su papel, decidido, constante, firme, de la misma forma que hace todas las cosas. Creo que nunca había estado tan húmeda, mientras él trabaja con dedicación cada una de las partes sensibles de esa parte de mi anatomía. En cada momento sabe cual es el siguiente movimiento de su lengua, de sus labios para mantener e incrementar el fuego que tengo dentro de mi cuerpo, pero sobre todo en mi sexo.
Y yo, yo empiezo a pensar en mí misma, en mi situación en un aseo cerrado de un centro de estudios, con la falda en la cintura, sin ropa interior, de la cual me he despojado desinhibida en un taxi (ufff eso lo he hecho yo con naturalidad y no reconozco a la chica que era aunque soy yo misma). Pero ahora ha salido otra versión de mí. Ahora mismo estoy dejando que una persona a la que no había visto en mi vida disponga de mi cuerpo a su antojo… y mi cuerpo piensa por si mismo y decide por mí a su capricho. Según esos pensamientos llegan a mi mente, empiezo a sentirme traviesa, chica mala, sucia, desatada, puta… y una corriente eléctrica placentera empieza a recorrer todo mi cuerpo, desde el centro mismo hasta cada una de las células… mis piernas no me sostienen más y voy resbalando por la pared, entre espasmos de gusto… gozando cada décima de segundo hasta que él me recoge hecha un ovillo, con mis ojitos cerrados y aún con el mejor orgasmo que recuerdo recorriendo mi cuerpo mientras él acaricia mi cabeza, mi pelo, mis mejillas que en este momento puedo jurar que están rojas.
Ha conseguido extraer un momento de pasión completamente desatada, ha conseguido que mostrase otra versión de mí misma, pero él también ha mostrado lo que es capaz de hacer con mi cuerpo y con mi voluntad. No, no quiero que acabe, pero tras estar varios minutos abrazado a mí acariciando mi pelo como a una niña, cuando mi respiración se ha ido regularizando, se ha levantado, me ha besado y me ha dicho “vamos cielo, tienes que seguir con tus compromisos que estarán preocupados por ti, arréglate, ponte las braguitas y sal que ERES LA MEJOR”.
“Llámame cuando termines” y cerró la puerta tras de sí, saliendo con paso firme.
Es mi primer relato. Decidme si queréis que continúe o mandadme sugerencias diablocasional@hotmail.com. Muchas Gracias 🙂
Carlos López
 

Relato erótico: “Amor de Jovencitas” (POR VIERI32)

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portada narco3No busco sino relatar el sentimiento romántico que termina desbocándose en dos jóvenes, por lo que si esperan morbo y sexo Sin títulobrutal de principio a fin, no les recmiendo el relato, pues saldrán decepcionad@s. Espero les guste. Gracias.
El colegio estaba prácticamente vacío a tan sólo minutos de haber sonado la campanilla. De entre el gentío que apresurado corría hacia la salida, una joven de unos 18 años caminaba en sentido contrario, dirigiéndose hacia dentro del lugar, con aspecto preocupado, apretujando sus cuadernos contra sus pechos, con su blonda cabellera dando saltos al ritmo de sus frenéticos movimientos, rebuscando con miradas rápidas en los pasillos del lugar donde sólo se presentaban vacíos a la vista.
Tras minutos de intensa búsqueda, sonrió cuando la encontró al final de uno de los tantos corredores del colegio.
Era su compañera y amiga, se encontraba en el suelo, con la espalda pegada en uno de los casilleros del lugar, y sus manos ocultando el rostro, con los cuadernos desparramados en el suelo.
-Ashley?… Estás bien? –preguntó al tiempo en que se arrodillaba frente a ella, intentando separar sus manos de su rostro.
Tras descubrir sus ojos sumidos en lágrimas, con sus ondulados y rojizos cabellos desbaratados en su rostro;
-Pero que te pasa?…
Apenas le respondió de entre sus sollozos, que el muchacho con la quien muy fascinada estaba, la había rechazado de manera brusca y vergonzosa.
Sienna, así se llama nuestra protagonista, la abrazó, no sin antes reprimirle que le había advertido que declararse a un muchacho era arriesgado y tonto.
La besó en su mejilla, sin importarle la inmensa cantidad de lágrimas que surcaban allí, ayudándola a levantarse.
Rumbeando entre los vacíos pasillos, ambas calladas y tomadas de los brazos, Sienna dejó caer bruscamente su mochila, haciendo que sus cuadernos se desparramen por el suelo, tirando las hojas sueltas por doquier.
Rápidamente Sienna los recogió, más su amiga Ashley se encontraba con un pedazo de papel que cayó cerca de ella, lo miraba fijamente;
-Que es esto?-preguntó aún con el rostro sollozante, mostrándole un enorme corazón dibujado, en el que estaban inscriptos tanto el nombre de una como la otra.
Sienna quedó ensimismada, su rostro adquirió un color rojo intenso, sus piernas flojearon y pareciera que se mareaba al verla sosteniendo un papel que expresaba los sentimientos tan íntimos de ella.
Su gusto, su amor hacia su mejor amiga estaba reflejado en un papel.
Con velocidad lo arrancó de sus manos, arrugándolo y lanzándolo a un basurero cercano;
-No es nada… –mintió, sin siquiera poder mirarla a los ojos
-Cómo no va a ser nada?! Pusiste nuestros nombres en un corazón!
Con la vergüenza invadiendo a Sienna, sus latidos haciéndose sentir fuertemente, se retiró a pasos apurados con la cabeza dándole vueltas.
Ashley consiguió atajarla por la mochila, trayéndola hacia sí;
-Es eso lo que sientes?… –Por un lado le extrañaba que una amiga de tantos años sentía aquello, más por otro, estaba bastante vulnerable por el reciente rechazo que había sufrido.
Antes de que Sienna pudiese reaccionar, al darse media vuelta para mirarla, su amiga ya acercaba sus labios a unirse junto a ella. La unión fue eléctrica, mil y una sensaciones brotando de su cuerpo tras el impacto de los labios. Aquellos celestiales segundos fueron prontamente terminados cuando Ashley volvió a retirar su boca.
Ahora era ella quien estaba sonrojada, aún así continuó;
– Por qué me lo ocultaste?
Presa del nerviosismo, atinó en responder;
-No pensaba arriesgar nuestra amist…
La volvió a besar de manera brusca, sorprendente. Sienna podía sentir las lágrimas de Ashley pegarse en su rostro. Los segundos pasaban, y una lengua ya atravesaba sin muchos inconvenientes los labios de una, jugando, liándose con la otra, mezclando los jugos salivales de ambas, con resonancias de succión que eran prodigiosos. Ashley sujetó su rostro con ambas manos, al tiempo en que la otra, presa de la calentura, envolvió con sus manos la cintura de ella, presionándola hacia sí, sintiendo sus juveniles pechos pegarse a los de ella, claro, separados por las finas telas de las camisas.
Ashley se volvió a retirar, totalmente confundida tras haberse lanzado, y dos veces. Con la cabeza gacha, se despidió fríamente, dirigiéndose rápidamente a la salida, dejándola a Sienna todavía parada, con la boca abierta y los ojos cerrados, totalmente sorprendida y por supuesto encantada de lo acontecido. Tras volver en sí, no tardó en recoger el resto de sus pertenencias, y volver para su casa, sin siquiera poder de dejar de pensar en Ashley tan sólo un segundo.
No sabía si llamarla o no, o como enfrentaría las clases el día siguiente, más aún así, sonreía dentro de ella, pues una fantasía tan acallada durante años había sido cumplida con aquel primer tierno beso, que bien pudo haber sido producto de la vulnerabilidad del rechazo, o de una sexualidad que pudiera estar aflorando en ella.
Al día siguiente, el clima estaba por lejos pésimo, las nubes negras atravesaban todo el cielo, los vientos eran fortísimos y se avecinaba una tormenta. La caminata rumbo al colegio fue poco amena, normalmente aprovecharía las condiciones del clima para faltar, más lo acontecido el día anterior la hizo reunir fuerzas.
Como era de esperar, pocos compañeros fueron, ya se notaba tras las ventanas del aula, el tremendo chaparrón que inundaba el jardín exterior del lugar.
Le extrañó que Ashley no viniese. Aprovechando el cambio de horario de profesores decidió escapar del aula, dirigiéndose al baño.
Allí se mojó el rostro, pensando si volver a su hogar era la más adecuado, puesto no había venido ella; su razón, su amor.
Su celular sonó, era un mensaje instantáneo, era Ashley!
Ella también estaba en el colegio, y tras avisarle que estaba en el baño, no tardó en toparse allí con Sienna.
Ni bien se vieron, se abrazaron, la pelirroja la besó en la mejilla, reconfortándola que no había olvidado el día anterior, es más, nunca lo olvidaría. Sienna por su parte, no pudo evitar derramar leves lágrimas, corriéndole sus rojizas mejillas, ante tan sensibles y decorosas palabras, provenientes de una voz tan delicada y angelical.
No pudo impedir culparse como es que lo había acallado tanto tiempo, tal vez por temor a no terminar una amistad de manera brusca, de no salir herida, de no echar por el suelo su dignidad. Pero ya no importaba, todo había acabado, estaba por fin con la joven de sus sueños, abrazándola con lágrimas de felicidad.
Uniendo fuertemente sus pequeños cuerpos, sumieron su amor en un largo beso, que se producía al tiempo que uno de los rayos de la tormenta afuera golpeaba con intensidad. El sonido de la lluvia afuera era intenso, más ellas dentro de aquel cálido baño, decidieron entrar en una de las puertas para consumar su amor.
Ashley quedó sentada sobre el inodoro, quitándose su camisa de colegiala, mostrando sus pequeños pechos que tenían una iluminación blanquecina por la luz reinante, abriendo sus piernas, recogiendo su falda, revelando sus muslos y blanca ropa interior, conjuntándose con una mirada hacia Sienna, una ojeada cargada de lujuria.
Por su parte, Sienna cayó arrodillada frente a ella, arrancándose también su camisa, sin importarle siquiera que algunos botones se desparramaran por el suelo. Ashley tuvo que bajar el rostro para alcanzarla y caer así en otro beso, mucho más ardiente, ya que las lenguas de ambas jugaban, succionando con la boca, recorriendo las cavidades bucales, mordiendo labios, con las manos de ambas atajando los rostros.
La arrodillada blonda, sin dejar de besarla mandó una mano hacia el sexo de su compañera, palpándola, sintiendo una leve humedad impregnarse en la ropa interior de Ashley, y por ende empapando su mano que tocaba sin pudor.
Los gemidos eran leves, la respiración de ambas eran entrecortadas producto de los toqueteos, si bien inexpertos, al menos calmaban el placer y éxtasis de sentir la lengua de su amiga invadiéndola mientras tocaba insistentemente el sexo de ella.
Recogió su mano, lamiendo sus dedos con un rostro dibujando un placer infinito, sonriendo pícaramente allí de rodillas, mirándola lascivamente mientras se mordía el dedo que estaba impregnado de jugos.
Habiéndose retirado las últimas prendas, Sienna dirigió su boca rumbo al fémino órgano de su amiga. Los sonidos de sus labios chupando superaban a los de la fuerte lluvia que acontecía afuera. Su lengua abriéndose camino entre los virginales labios, palpando los líquidos que la pelirroja derramaba a borbotones al tiempo en que Ashley mordía sus labios para no gritar del placer, pegando sus manos en las paredes del minúsculo baño.
Empujó luego con ambas manos el rostro de Sienna, como queriéndola meter mucho más hacia su sexo. La sensación de ser invadida por una jugosa lengua la ponía a mil revoluciones, su corazón latía fortísimo, el placer también.
Sienna se levantó, sentándose sobre los muslos de su amiga, volviéndose a unirse en un apasionado beso. La lengua de Sienna, impregnada de jugos de coño, danzando con la de su amiga, la llevaban a sentir la joven más dichosa. La saliva escapaba de las comisuras de los labios de sus bocas, atontadas de tanto amor, de tanto éxtasis. Alguna que otra vez Ashley se dirigía a chupar los lóbulos de la oreja, susurrándola que la amaba, la deseaba, la ansiaba ardientemente. Su amiga le correspondía con suaves y excitantes toqueteos al fémino órgano de ella, meciendo sus dedos entre sus vellos, sintiendo sus húmedos labios vaginales. Tras los intensos movimientos, jadeos, gemidos de placer, e incontables orgasmos acallados en besos, quedaron sumidas en un sentimental abrazo.
Permanecieron abrazadas así, desnudas, una sentada sobre la otra, acariciando sus juveniles cuerpos sin siquiera darse cuenta que alguien podría haber entrado allí en el baño. De todas maneras el colegio estaba con poca asistencia por la lluvia.
Por extraños motivos, ambas lloraban, tal vez de felicidad, de haber encontrado un alma gemela, que bien sabía regalar placer. Las lágrimas eran recogidas por las lenguas, consoladas con besos, y confortadas por palabras de cariño perpetuo.
Habiéndose vestido nuevamente, aunque bien Ashley tuvo que disimular su camisa sin unos cuantos botones, se dieron cuenta que habían pasado un par de horas y el colegio había suspendido las clases el resto del día. Se dirigieron felices, tomadas de las manos hacia la salida.
La lluvia era fortísima, no obstante poco les importó, tomadas siempre de las manos, bien las mujeres lo hacen sin esperar sorpresas o perjuicios, corriendo entre las gotas de aguas que transparentaban sus camisas. Más de una vez pararon, escondiéndose tras un árbol, tras un auto, donde sea, a fin de unir sus dulces labios en apasionantes muestras de afectos, sellándolos con salivosas lenguas y excitantes toqueteos a los senos de ambas, allí bajo las aguas de la lluvia. Una tarde que esperaban ambas nunca terminase. Pasaron toda la noche hablando por teléfono, sin siquiera dejar de pensar en el día siguiente, lo que harían y todo lo demás.
Planeaban dormir siempre en la casa de una, incontables noches de placer sucedían bajo las creíbles excusas de “estudiar más”. Allí pudo conocer al padre de Ashley, un viudo de más de 50 años, quien siempre la saludaba con sonrisas y bromas. Resulta que el padre andaba bien feliz, considerando que su hija al fin tenía una amiga permanente, con la quien no estuviese peleándose todo el tiempo. Es más, planeaba mudarse a otra ciudad, pero al ver que su hija la estaba pasando bien ( y vaya que sí) decidió permanecer en el lugar para alegría de ambas.
Las tantas noches en aquella habitación se encendían a mil sensaciones, con besos en sus desnudas pieles, bañadas de las leves luces del cuarto. Regodeándose bajo las sábanas de seda, pegando sus sudorosos cuerpos, donde las caricias se adentraban en sus sexos, palpándolos, meciéndolos, friccionando los dedos para sentir los chorreantes líquidos que surgían al tiempo en que las lenguas se entrelazaban, selladas con los húmedos labios de sus bocas, sintiendo los jadeos de una y la otra, la tibia respiración entrecortada por los gemidos de placer, moviendo sus cuerpos, restregándose mutuamente, con los pechos duros de ambas chocándose constantemente, sintiendo el roce de las rebeldes y punzantes aureolas.
Las palabras de amor eran pronunciadas en leves susurros, y ante vocablos tan sensibles, las lagrimas brotaban al tiempo en que sus bocas abiertas y jadeantes anunciaban un orgasmo que pensaban sólo en el nirvana podrían alcanzar. Resoplando y gimiendo al unísono en aquella lujuriosa habitación.
Las noches corrían y diversas posiciones eran probadas, con un libro que decidieron comprar tras un tiempo de ahorrar. Si bien la inexperiencia en el campo era obvia, las ganas, el amor y la calentura las hicieron experimentar nuevas posiciones en donde el placer hacía derramar jugos a borbotones, líquidos que no tardarían ser succionados tanto por una y la otra, para luego fundirse en apasionantes besuqueos donde los brebajes de ambas se mezclaban con sus salivas, produciendo hermosos y considerables retumbos de chupadas.
No había días en que una dejara de pensar en la otra, aquel amor que afloraba con el tiempo, se había convertido en una especie de droga.
Pero la felicidad que impregnaban en sus besos, manoseando sus sexos, chupando los pezones y articulando palabras de amor, nunca duraría, mucho menos en este mundo.
Habiendo pasado los días, el timbre en la casa de Ashley sonaba, quien fue a atender. Era Sienna, como siempre, quien al verla, se abalanzó chillando, abrazándola y besándola dulcemente en los labios.
Los ojos enormes de Ashley, asustados, apartándola bruscamente, hicieron a la blonda preguntar;
-Y eso porque?…
Ashley no pronunció palabras, solo esquinaba sus ojos hacia la sala. Sienna entró, observando al padre, parado y con los brazos cruzados, mirándolas con los ojos semiabiertos.
El color rojo en la cara de Sienna fue notable, más el silencio que reinaba en la casa era mucho peor. Ashley la tomó de los brazos y rumbearon afuera, preocupándose si en algún momento el padre ya estuviese sospechando.
Pasaban los días, y las sonrisas y bromas del padre se habían convertido en risas forzadas y miradas raras. La incomodidad era tremenda, más Ashley la tranquilizaba que aquello poco importaba, que ya era hora de pensar en la primera noche en que saldrían, y que incluso su padre se había ofrecido en llevarlas y traerlas, por lo que no pensara mal del hombre. Era un pub donde permitían menores, pues el control era estricto para los más jóvenes. Claro está, son mera propagandas bien tragadas por los padres. No tuvieron muchos inconvenientes en convencerlos de salir juntas esa vez.
Los días en el colegio pasaban rápidos, sentadas siempre juntas, apartadas del resto de sus compañeros. Nunca se las veía separadas, y más de una compañera habrá sospechado puesto que en los recesos no salían del baño. Nadie sabía que salían sonrientes por estar siempre intercambiando sus ropas interiores, mojadas de tantos toqueteos y caricias. Poco les importaba, se tenían a ellas, para sentir placer, llegar a los orgasmos más increíbles, para gozar como nunca podrían haberlo imaginado.
Había llegado la ansiada noche, Ashley se vistió de una pequeña falda negra, un top rojo, semejando con sus cabellos, calzándose unos tacos negros. Maquillándose tan delicadamente posible fuera, resaltando sus ojos y pómulos. Los labios parecían adquirir más carnosidad ante el labial rojo. Subió al auto de su padre, quien se dirigió a la casa de Sienna.
Allí la pelirroja la vio salir de la puerta del hogar, Sienna traía un corto vestido negro que intentaba dar la impresión de tener un gran escote. Sus torneados muslos regalaban mucho a la vista, brillando a la luz de la luna. Su maquillaje contrastaba con su rubia cabellera, venía sonriente. Se dirigía contoneando sus caderas al auto, saludando al padre, subiendo para ir al lugar.
-Miren preciosas –habló el señor mientras conducía- tienen mi número por cualquier cosa, si no pasa nada, las buscaré a eso de las 2 de la madrugada…
-Que!?-gritó Ashley- papá, es muy temprano!
-No lo es-sonrió- para ser la primera fiesta a la que van… no lo es.
No quedaron encantadas con la idea, pero tal vez tenía razón.
Bajaron frente al pub bailable, despidiéndose del señor, decidieron ir tomadas de las manos a formar la fila. Las miradas de los muchachos eran una constante, las palabrerías también. Bien supieron evitarlos hasta llegar por fin dentro.
Era tremendamente caluroso, apenas se podía mover de entre el gentío que danzaba en el oscuro lugar, que de vez en cuando centelleaban las potentes luces.
Ambas quedaron bailando juntas y con los cuerpos pegados, adhiriendo las manos en las nalgas, atrayéndose hacía sí, contoneándose al ritmo de la música, moviéndose para abajo, ciñendo sus caderas, subiendo nuevamente, sin siquiera dejarse de toqueteos intensos. Sus blancas ropas interiores brillaban a las luces de neón cuando se agachaban.
En cuestión de segundos sus encajes ya se sentían en extremo humedecidos, estaban ambas excitadas, con la calentura y el alcohol corriendo sus venas.
Se dejaron de bailes, poco tiempo les había dado el padre, por lo que sin más, se dirigieron a uno de los sofás apartados en las esquinas. Allí era más oscuro que el resto del lugar, apenas pudieron ubicarse de entre tanta gente sentada en los asientos allí, sembrando orgías de varias mujeres a un lado, y tres hombres y una joven al otro. Rodeadas de tantas muestras de placer y sexo, volvieron a los manoseos, caricias, arrancándose ambas la ropa interior, amasándolas dulcemente con sus delicadas manos al tiempo en que sus bocas no dejaban de darse muestras de constantes afectos. Las horas pasaron, ellas sin darse cuenta, de a poco el lugar se vaciaba, y las luces volvían, anunciando que la fiesta estaba terminando.
Ashley miró su reloj;
-Son las 3!
Sienna apenas podía levantar cabeza del alcohol;
-Mmmm…. mejor nos vamos….
-Pero mi pap….
Sienna selló su boca con unos dedos;
-No pasa nada, no quiero que me vea tan borracha… hip..
Ashley, cambió su rostro de preocupación a uno de sonrisas, le resultaba bastante gracioso verla así a su amiga. Se levantaron del sofá, despidiéndose entre risas de las tantas mujeres que allí continuaban con sus orgías.
Salieron apenas afuera, sintiendo una fuerte lluvia cayendo, Sienna la acorraló en la acera, rodeándola de abrazos y besuqueos;
-Te amo… –decía apenas con la lluvia bañándolas.
Ashley le devolvía con otros intensos manoseos en sus senos;
-Yo también… –respondió excitada- nunca me apartaré de ti! –expresaba mientras adentraba su lengua entre los labios de ella.
El sonido fuerte de una bocina las sacó del hermoso momento. Un auto, el del padre de Ashley, estaba en medio del camino. Obviamente se habían tardado más de lo normal, por lo que el padre de ésta ya salió a buscarlas.
Ambas quedaron boquiabiertas, mojadas por la lluvia y abrazadas. Bajó el padre, con el rostro de enojo tremendo, agarrando de bruces a su hija por el brazo, arrojando improperios a su amiga, quien aún no salía del trance de haber sido descubiertas.
La llevó al auto, mientras la pobre lloraba y pataleaba impotentemente. El hombre aseguró el auto a fin de no dejarla salir, dirigiéndose a Sienna;
-Conque eran más que amigas… me debí suponer que eras una puta lesbiana!
La tomó por el brazo, blandeándola tal muñeca de trapo;
-Pero es la última vez que la verás…
La soltó, dejándola caer de rodillas, siempre sorprendida, observando impotente el auto alejarse. Sienna empezaba a asimilar, y no tardó en llorar, sumida bajo la tormenta, abrazándose a sí misma, sus cabellos desbaratados por las aguas.
Sabía que nunca más la volvería a ver. Tal vez se mudarían a donde una vez el padre dijo irían.
Cogió un taxi para poder volver. Los días pasaban y no la encontraba ni en el colegio, ni en el ya vacío hogar de ella, en el que siempre venían camiones de mudanzas. Aquel mismo día en que pareciera haber perdido la esperanza, otra lluvia de aquellas se avecinaba. Recordándole sus primeros y últimos besos bajos las precipitaciones. Y mientras sollozaba desconsolada, mirando la lluvia en la ventana de su cuarto, se aseguró que nunca la olvidaría, que la buscaría hasta los confines de este impiadoso mundo, para rodearla de besos, caricias y palabras que ningún hombre podría ofrecer.
Una desdicha, de un amor tan incomprendido, rechazado por una ignorante sociedad, de una pasión objetada, tan enorme como hermosa, tan especial. Ella sabía que no era un simple enamoramiento, era mucho más que amor de jovencitas, mucho más.
Sólo un amor tan verdadero podría triunfar en semejantes adversidades, y por ende, sólo el tiempo y la esperanza lo dirán… y bien somos los últimos en perder la esperanza…
Si quieres hacer un comentario directamente al autor: chvieri85@gmail.com

 

 

Relato erótico: “Practicas de Tenis” (POR ROCIO)

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LA OBSESION 2
Hola mis queridos lectores de PORNÓGRAFO AFICIONADO, mi nombre es Rocío y tengo 19 años. Es el primer relato q escribo así Sin títuloque espero que me perdonen mis errores, no se me da muy bien escribir pero tengo muchas ganas de compartir mi historia así q hice un esfuerzo. Soy un poquito chiquita pues tengo 1.62, bien flaquita y bonita de cara. Tengo el cabello negro largo y lacio, pero suelo llevarlo en coleta. Mis amigas siempre dicen que tengo unas buenas tetas pero que mi fuerte es mi culito respingón.
Una bonita tarde en mi ciudad volví a mi casa tras practicar tenis con mi instructor. Fue un poco incómodo porque el entrenador personal, q es un viejo verde al fin y al cabo, se la pasó admirando mis piernas y mi culito, que con la faldita deportiva que yo llevaba imagino que le ponía loco porque se la pasaba poniéndose detrás de mí, restregando su bulto contra mi culo para explicarme komo debía golpear la bola. A mi me incomodaba y la única bola q quería pegar eran las suyas. Ya les había comentado a mis amigas sobre él y me dijeron q si yo me lo proponía, podía ligar con ese madurito y así conseguir clases gratis. Pero yo q soy un poquito tímida solo me reía de sus ocurrencias, además lo último q yo haría seria acostarme con un degenerado para conseguir favores.
Los que si me parecían atractivos eran esos dos enormes negros que solian terminar de entrenar cada vez que yo entraba en el recinto. Eran dos hermanos que por lo general tenían cara de poco amigos, pero conmigo siempre fueron correctos y amables, siempre me saludaban y alguna que otra vez se quedaron para mirar mi entrenamiento para hacerse comentarios entre ellos. 
Cuando volví a casa yo estaba con mucho sudor y fui directo al baño. Saludé rápido a mi padre, que no me hizo mucho caso pues estaba hablando por teléfono de manera muy nerviosa. Por último, para llegar al baño, pasé por la sala y vi a mi hermano mirando un partido de su equipo de fútbol así que le di un zurrón con mucho cariño. Tiene 18, 1.82 y es bastante atractivo, yo no soy nada celosa pero últimamente me molesta ver a tantas chiquillas ir y venir a nuestra casa cuando papá no está. En más de una ocasión he tenido que escuchar sus gritos de placer pues su cuarto está pegado al mío. Yo tengo novio pero jamás se  me ha ocurrido traerlo en casa.
Mientras me duchaba me toqué un poquito, pasé mis dedos x mis pequeñitos labios, jugué un poquito con mi puntito, la verdad es q era un placer inmenso con el agua tibia corriéndome por el cuerpito, tuve que morderme la boquita porque me estaba calentando más, imaginando como el madurito profesor de tenis me montaba en las graderías con los dos negros esperando su turno. Hummm, restregué mis piernitas y me masturbé rápido y rico. Fue raro porque jamás veía a mi entrenador personal de esa manera, pero es que con tanto toqueteo el muy infeliz consiguió que mi cuerpo se antojara por él.
Al dia siguiente volvi a entrenar. Esa vez el entrenador estaba demasiado juguetón, me rozaba mucho y la verdad es que normalmente yo debería mostrarle con gestos físicos mi desaprobación, incluso alguna vez estuve a punto de gritarle que dejara. Me tocaba la cinturita para decirme como debía colocarme para recibir la pelota, me hacia inclinar hacia adelante levemente. En fin, pero esa tarde yo estaba algo caliente, tal vez porque mi cuerpo le gustaba la idea de ser follada por ese madurito como solia fantasear en la ducha.
-Observa siempre la bola, Rocío.
-Lo sé, “profe”, siempre me lo dice… -sus fuertes manos me sujetaban de la cinturita.
-Para lograr un swing perfecto necesitas poner atención a la bola, y con la pose adecuada, podrás conseguirlo. Relájate, necesitas coordinar mejor tus movimientos.
Fue cuando mi cuerpo empezó a reclamarme por ese madurito. Me gustó un poco la idea loca de calentarlo, así que empece a menar más y más mi cintura, sintiendo su bulto entre mis nalgas. El se sorprendió un poco, al principio cuando yo le ponía mi trasero en contra de su entrepierna, él se retiraba un poquito, pues parece que era más de lo que él esperaba. Pero seguía sus clases:
-Presiona con mucha fuerza el mango de la raqueta, Rocío.
-Sí, profe, ¿así?
-Perfecto, Rocío.
Fingí un golpe cuando golpeé una pelota, y me tiré al suelo. El instructor vino y le dije que mi tobillo me dolía demasiado porque no puse una postura adecuada, así que me ayudó a reponerme y, llevándome por un brazo, me llevó hasta el banquillo para aplicarle hielo y un spray. Aproveché para gemir muy sexi a cada tacto.
Esa noche por suerte mi novio aplacó mis ansias. Se llama Christian, pero no pensé en él mientras follábamos, sino en mi instructor. Que era él quien me metia mano para jugar con mi clítoris, que era él el que me decía obscenidades mientras me metía lengua. Que mi culo y mis tetas eran sobadas por ese hombre maduro.
Al día siguiente más de lo mismo. Tengo una faldita deportiva cuando era más joven, y me la puse para calentar más al instructor, pues apenas me cubría. Los dos negros esa tarde se quedaron para verme entrenar, y de hecho creo que se fueron muy complacidos tanto con la vista como con mi comportamiento, pues a cada rato me apoyaba por mi instructor para decirle que mi tobillo me molestaba un poquito.
-No vamos a forzar más, Rocío, hoy ve a descansar.
-Pero “profe”, quiero un poquito de mimitos que ya verá cómo me pongo buena.
-Ahh, pero si eso es lo que quieres. Venga, vamos, ponte seria Rocío.
Me gustaba mucho el jueguito erótico que comencé. Y desde luego a los negros también, porque sonreían y me saludaban cada vez que cruzábamos la mirada.
-Manten la cabeza quieta. Los hombros siempre paralelos al suelo.
-Mucho hablar y poco mostrarme, profe – le recriminaba yo para que viniese a mí y me tocara un poco más.
Cuando terminó la clase fui directo al vestidor. La verdad es que el cabrón me dejó muy caliente con tanto toqueteo. No iba aguantar la caminata hasta mi casa, así que en las duchas del lugar me empecé a tocar con un par de deditos.

Rápidamente dejé de hacerlo cuando escuché abrirse la puerta del lugar. Era raro que otra mujer entrara, normalmente a esa hora soy la única chica que entrena. De todos modos me dediqué a ducharme para salir rápido de allí. Cuando me dejé llevar por el agua tibia, cerrando mis ojos y abriendo la boquita, sentí las manos gruesas y duras de alguien, tomándome de la cintura. Yo supe casi instantáneamente que esa persona era mi instructor, por la forma en que sus manos fuertes se posaban delicadamente en mí.
-¿Profe?
Me llevó contra la pared y sin darme tregua puso su mano en mi boca sorprendida. No podía verle, pero estaba segura que era él.
-¿Es usted, profe?
-Así que te estabas tocando, putita, ¿te ha gustado la clase? Podemos continuar aquí.
Era la voz del instructor que empezó a lamer mi lóbulo. Me quedé en shock. ¿Cómo sabía que yo me estaba tocando? ¿Acaso tenía una cámara que grababa el vestidor de las chicas? Cerró la llave de la ducha y empezó a tocar mi mojado culito con una mano mientras la otra me seguía sujetando contra la pared.
-Realmente es una preciosa chiquilla –dijo otra voz. ¿Quién era? ¿Había más gente?
-Hace rato que no montaba a alguien tan bonita, hermano – dijo otro. ¿Eran acaso los dos negros también?
A la fuerza conseguí darme la vuelta, me cubrí las tetas con una mano y mi coñito con la otra, muy aterrorizada ante esos tres hombres que me comían con la mirada. Me arrinconé en una esquina sin saber muy bien qué hacer.
-Si no haces lo que te decimos, vamos a publicar el vídeo en internet.
-¿Qué video?
-Eres una tonta del culo por lo que se ve. Te hemos grabado toda, cuando te estabas metiendo deditos y gemías como una putita caliente.
Me quise morir, esa gente lo vio todo.
-¡Os voy a denunciar!
-Si quieres. Cuando el vídeo se propague, serás muy conocida y no podrás salir ni de tu casa.
-¿Entonces qué es lo que quieren de mí?
-Que seas nuestra puta particular.
No me dejaron responder. Me agarraron del brazo y me lanzaron al suelo. Me quedé así, de cuatro patas, muy mareada por la situación, cuando sentí la mano del negro en mi colita, bajando y bajando hasta mi monte de venus para tocarlo con poco cariño. Como yo estaba algo caliente por la sesión de tenis, no pude evitar un gemido:
-Uuughhhhhh…
-Parece que a la putita le gusta.
-¡No me gusta, soltadme, soltadme! – dije revolviéndome. Logré apartarme y quedé acostada sobre el suelo, llorando, pero ellos no se apiadaron. Me pusieron boca arriba. Mi profesor empezó a chupar una de mis tetas, el negro la otra teta mientras su hermano me metía dedo. Eran tan denigrante, yo trataba de salirme de encima pero ellos eran muy fuertes.
-¿Vas a ser nuestra putita, Rocío? – preguntó mi profesor, y mordió mi pezón rosadito.
-Ooohhhh diosssssss… nooooo… jamássss…
-¿Por qué no, nena? –preguntó el negro, mientras su boca subía y subía hasta mi boquita para poder besarme y meterme lengua como ninguno de mis ex lo hizo. Quise protestar pero su lengua casi acaparaba toda mi boca y no me permitía hablar con mucha nitidez.
-Hummgg, uffff
Cuando dejó de besarme, muchos hilos de saliva se quedaron colgando entre mi boca y la de él, que me miraba sonriente. Mis ojos apenas se podían mantener abiertos porque su hermano ya había puesto su lengua entre mis labios vaginales, recorriéndolos fuertemente, aquello me iba a volver loca, con lo calentita que ya estaba.
Mi profesor imprevistamente puso sus rodillas entre mi sorprendida cara, y con fuerza me tomó de la quijada. Su polla erecta y asquerosa estaba apuntándome la boca.
-Abre la boca, puta.
-Ohhhggg… diosss, no, por favoooor.r… noooo – el negro era un cabrón experto en comer chuminos por lo que se podía sentir. Era lo único que evitaba que yo pudiera hablar con fluidez. Por suerte dejó la lamida por un momento y por fin pude armar frases con sentido:
-Por favor, basta, levántese instructor, no voy a hacer lo que me digáis jamás.
-Eso ya lo veremos –dijo el negro, poniendo la punta de su polla entre mis hinchadísimos labios vaginales.
-¡Noooo!, ¡Por favor nooooo!
-¿Pero qué dices, nena? Si estás mojadísima.                                                                                    
Me tomó de la cintura e hizo presión, amagó meter su enorme polla dentro de mí para partirme en dos. El instructor me calló con un pollazo, fue asqueroso sobre todo x q sus pelillos púbicos se iban contra mi nariz, ese asqueroso olor que me daba arcadas y la polla que me llenaba toda mi pequeña boca que apenas daba abasto.
El negro por su parte no tuvo mucha compasión y me la metió muy duramente. Senti algo eléctrico, muy fuerte, relampagueante, entre el dolor y el placer me revolví como loca sin poder protestar. Su hermano por otro lado no dudo en besar y chupar mi pancita, que era lo único que estaba “libre” de tormentos.
Yo estaba a punto de reventar, mi coñito estaba realmente muy caliente pero yo no lo iba a admitir jamás. Lastimosamente el negro sabía muy bien que mi cuerpito quería guerra, todo estaba a tope, y vaya que sabía follarme. Empecé a gemir como marrana mientras sentía como su leche se derramaba en mí.
-Vas a tener un bonito hijo negro, putita –se empezó a reir luego de correrse. El hermano tomó su lugar y empezó el mismo vaivén sin darme tregua. El cabronzado también sabía dar placer, así que me rendí, mientras la polla de mi instructor chorreaba leche en mi garganta, dejándome llevar por el placer.
-Ahhhgmmmm uummmmppppp….
-¿Vas a ser nuestra putita, sí o no? – dijo el negro que me montaba, mientras su hermano ya se limpiaba en la ducha.
 
-Nmmm… noooo… jamáss… ughh diossss… dueleeeee…
-Ya sabrás olvidar el dolor que luego vas a disfrutar marrana.
Se corrió, pude sentir su leche espesa y caliente recorrerme el coñito, dentro y fuera. A mí me dolía todo pero en el fondo también me sentía muy excitada. Solo que no lo iba a reconocer ante esos degenerados.
-Eres una calientapollas, vienes a estas horas en donde solo yo y mi hermano estamos. Nos saludas muy coqueta, meneando ese culito respingón que tienes, putita… vamos, que es obvio que te gusta.
-No es verdad, no es verdad –dije desde el suelo, tratando de reponerme.
-Ahora vas a poner en práctica mis consejos, Rocío.
-Qué quieres decir?
-Coge del mango con mucha fuerza, con tus dos manos – dijo mostrando su polla erecta. Los negros se rieron de la ocurrencia.
Con mucha indignación puse mis dos manos en su polla. Le miré a los ojos con carita de puchero pero no se apiadó de mí. Tomó de mi cabello y empujó mi cara para que pudiera tragar ese pedazo enorme de carne venosa.
La tranca iba y salía con mucha velocidad, tocaba la campanilla de mi garganta y me daban arcadas. El instructor se corrió en mi boca de nuevo, corriéndose directamente en mi garganta. Cuando sacó su pollón, se corrió un poquito más en mis labios y mejillas.
Cuando terminó, quedé con pelillos en la boca, con semen asqueroso pegándose por mis mejillas y mis labios, con ganas de escupirlo todo o vomitarlo también, pues he tragado mucho.
Me llevaron hacia la ducha y me hicieron apoyarme contra la pared. Yo estaba demasiado débil como para poner resistencia. El negro empezó a meterme sus dedos en mi culo, y yo grité del susto:
-Qué vas a hacer?
-Voy a darte por el culo, marrana. Se nota que eso es lo que quieres.
-Noooo, por favor, nunca lo hice por ahí… estás locooo!
-A callar! – metió dos dedos de manera muy violenta y me hizo sacudirme del dolor, apenas me podía sostener. Los dedos entraban y salían, lenta y duramente. Yo al principio chillaba del dolor, pero poco a poco logré controlarlo, hacer que mi culo se relajara y pudiera recibir los embistes de sus dedos. Y así estuvo follándome el culo con sus dos dedos, teniéndome a mí muy caliente y gimiendo ante la situación.
Puso su enorme pollón entre mis nalgas y me sujetó de mi cintura.
-Voy a follarte de dos formas, o duro o gentil. Elige.
-Ufff… por favor, no lo hagas… ¡Aghhhhmmm diosssss!
-Duro será – dijo mientras los otros dos se reían.
Fue demasiado doloroso. Lloré desconsolada mientras el negro me partía literalmente en dos pedazos y me aplastaba contra la pared. Besaba mi cuello mientras su enorme falo poco a poco entraba y era engullido por mi culito. No entró mucho, y al poco rato se salió de mí.
-Hice un buen trabajo al meter mis dedos, pero aún así va a doler cuando lo meta todo.
-¿TODO?
Puso otra vez su enorme glande en la punta de mi ano, y empezó a hacerme una rica paja con sus manos en mi clítoris hinchadísimo. Yo me mordía los labios con tal de no gemir, pero la verdad es que el hijo de puta sí sabía cómo hacer gozar a una chica.
-Agghggggg… CABRÓN, suéltameee… uffffff….
-¿Vas a ser nuestra putita?
Yo estaba muy caliente, me pedí perdón a mí misma y grité:
-Joder, síiiii, cabrón por favor continúaaaa… continúaaaa…
-¿Me lo repites, Rocío?
-Seré vuestra putitaaaa… joderrrr…. Continúaaa y no hables tanto hijoputaaa…
-¡Jaja! ¿Quieres que te la meta en el culo?
-Hmmm… síiii, por favor sé gentil, que es mi primera vezzzz…
-Te jodes marrana, no te vamos a follar aún por aquí.
Me soltó, me dejó caer en el suelo con semen goteando entre mis piernas. Fue vergonzoso haberme corrido por la paja que me hizo el cabrón, pero así fue. Y para colmo el negro no tenía intención aún de follarme por ahí. Pero ya habría tiempo para ello.
-Veo que has aceptado ser nuestra puta –dijo mi entrenador.
-Sí, lo que sea con tal de que no publiquen mi video – mentí, la verdad es que quería carne.
-Bien, a partir de mañana vendrás a entrenar con ropita más ajustada, y sin ropa interior.
-Sí, señor Gonzáles.
-Vístete. Y vamos a mi oficina que vamos a disfrutar un ratito contigo, putita.
Me dejaron para que me vistiera. Realmente fue una locura. Yo aún estaba muy caliente y, pese a que todo fue denigrante, me excitó cómo me trataron duro. Mientras me ponía de vuelta de mis ropitas, no pude evitar morderme la boca pensando en las guarrerías que me harían en la oficina, y en los días siguientes también. Me habían ganado, me convirtieron en su esclava sexual. De solo pensar en las obscenidades que me harían se me mojó de nuevo el chochito.
Cuando cogí mi móvil, vi que mi novio me había dejado un mensaje. Dijo que me estaría esperando esa noche para salir a un bailable. Si no fuera por ese mensaje, me habría olvidado que tengo novio. Me puse a cien solo de pensar que le estaba poniendo los cuernos con dos negros y un viejo verde.
Le escribí: “Christian mi amor, hoy no voy a poder q me duele muxo de tanto entrenar. El instructor estuvo un pokito cabroncete hoy”.  
Continuará, si así lo quieren. Perdon nuevamente por escribir tan maaaal. Espero que le halla gustado a alguien, me ha costado mucho porque no es una fantasía que se la pueda contar a alguien con normalidad, así q aproveché esta página.
Besitos.
Rocío
 
Si quieres hacerme un comentario, envíame un mail a:
 rociohot19@yahoo.es
 

Relato erótico: “La Empleada” (POR KAISER)

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JEFAS PORTADA2
 
Sentado en la camilla del hospital Javier se mira una y otra vez sus manos envueltas en abultados vendajes, de lejos sus padres lo observan con una expresión bastante seria, Javier baja la mirada, sabe que es culpa de él así que ahora mejor se queda callado sin quejarse en absoluto.
 
Tras la clase de química él y unos compañeros decidieron hacer un experimento por cuenta propia a escondidas en el laboratorio, desafortunadamente la situación se convirtió en un desastre cuando el pequeño “experimento” ocasiono una explosión y Javier sufrió quemaduras en sus manos, si bien no son severas lo tendrán con sus manos vendadas por un buen tiempo.
 
“¡Maldición!” exclama Javier, “¡será mejor que te calles mira que esto es tú culpa!” le recuerda su madre. Los padres de Javier conversan afuera del cuarto del hospital, ellos tienen un problema, ambos deben viajar por motivo del trabajo y a Javier no lo pueden llevar ni tampoco dejarlo solo. Conversan con algún familiar pero tampoco tienen éxito, finalmente tras hacer algunas consultas alguien les recomienda dejarlo con una empleada para que lo cuide por unos días, hasta que ellos lleguen y él se recupere. Es una decisión difícil dejar a su hijo al cuidado de una extraña pero muchas opciones no hay, finalmente consiguen a alguien con buenas referencias. La idea no le gusta nada a Javier.
 
Javier esta de vuelta en su casa, no podrá asistir a clases mientras se recupera, esta en su habitación viendo tele, sin embargo cuando trata de manejar el control remoto comienzan los problemas, las vendas le estorban y esto lo frustra bastante. “Será mejor que te acostumbres” le dice su madre que aparece acompañada de otra mujer, “ella es Marlene, será tu cuidadora durante los días que nosotros no estemos aquí”, Javier la observa, una mujer madura, de unos cuarenta y tantos años, cabello castaño y lentes además de un largo delantal, “tendrás que obedecerle en todo y cuidado con portarte mal” le advierte su madre en un severo tono.
 
Al poco rato los padres de Javier se van y Marlene comienza su trabajo ordenando la casa y preparándole la comida a Javier que debe aguantar que lo alimenten como aun bebe, “esto es humillante” dice él, Marlene solo sonríe, “para la próxima debes ser más cuidadoso” le dice ella. Sin embargo esto es solo el principio de los problemas de Javier.
 
Ahora depende solo de ella, hasta para sus necesidades más básicas, algo que él considera degradante, pero Marlene le ayuda en todo, es una mujer callada habla poco o nada y a pesar de los esfuerzos de Javier por saber algo más de ella, Marlene no le cuenta mucho, ni siquiera sabe si es casada o soltera.
 
“Ven aquí” le dice Marlene y Javier se desconcierta cuando ella comienza a desvestirlo, él se resiste, “debes bañarte, o acaso crees que estarás tanto tiempo sin darte una ducha”, con bastante vergüenza Javier permite que ella lo desvista, lo envuelve con una toalla y lo acompaña hasta el baño. El agua cae desde la ducha y Javier se para bajo ella, sus vendas están envueltas para evitar que se mojen, pero él solo le da la espalda a Marlene. “Soy una mujer de 42 años, te puede asegurar que a estas alturas de mi vida ya he visto más de un pene” le dice ella. Lo toma de los hombros y lo da media vuelta, Javier encuentra incomodo que ella lo enjabone y pase sus manos por su cuerpo, en especial cerca de su miembro.
 
Un chorro de agua le moja su delantal, Marlene se lo quita quedando solo con falda y sostén. Al darse media vuelta Javier queda casi boquiabierto al ver el tamaño de los pechos de Marlene, grandes, bien formados y con unos pezones que se marcan en el sostén. “¿Algún problema?” pregunta ella al ver la cara de Javier, “nada, nada” responde él nervioso. Mientras Marlene lo baña él cubre su verga con sus manos, cuando ella le lava el pelo le pone los pechos casi en la cara. “Aparta tus manos, tengo que enjuagarte bien”, al hacerlo aprecia el miembro de Javier erecto y duro, pero ella actúa con normalidad.
 
“Por lo visto estas contento de verme” le dice en broma al ver su erección, Javier se sonroja y aparta la mirada, pero no lo hace por mucho tiempo, al cabo de un instante tiene su vista fija en los pechos de Marlene otra vez y ella no le dice nada más al verlo tan incomodo por esta situación. “Estas listo, ahora ve a tu habitación”, le dice ella tras secarlo.
 
Cuando Javier esta solo lo único que hace es pensar en los pechos de Marlene, si bien al principio no le había puerto mayor atención, sin embargo ahora la observa con más detalle. Es una mujer guapa, bastante guapa ahora que la mira, tiene cierto encanto de mujer madura y sexy a pesar que siempre viste de forma recatada y no usa ropas llamativas, en ocasiones usa pantalones pero aun así se aprecia una figura bastante buena para su edad.
 
“¡Con un demonio!” regaña Javier, luego de unos días y un par de duchas ya no da más, Marlene lo tiene más que caliente y por más que trata no consigue hacerse una paja, las vendas se lo impiden. Trata de quitárselas pero tampoco puede. Hace de todo con tratar de masturbarse y calmar su calentura aunque sea por una vez, pero nada, fue en ese instante que Marlene entra a la habitación portando una bandeja con su once y lo sorprende en pleno intento. Desesperadamente Javier trata de cubrirse pero su erección y las vendas en sus manos le hacen imposible acomodarse los pantalones.
 
Avergonzado él baja la vista, Marlene lo mira con cara de compasión. “Me imagino que ha sido difícil estar sin poder relajarte” le dice ella que se sienta a su lado, Javier no la mira, “no hay por que avergonzarse, a tu edad es muy normal lo que haces”, Javier levanta la mirada, “lo malo es que con estas vendas es imposible, ¡que rabia!” exclama él.
 
Marlene se queda pensativa un momento, “si quieres te puedo dar una mano, pero esto será un secreto entre los dos”, Javier pone cara de sorpresa mientras ella lo pone de espaldas en la cama. Se sobresalta cuando las suaves manos de Marlene envuelven su miembro, “tranquilo, yo te voy a hacer una paja”, Javier no sabe que decir, pero pronto comienza a relajarse a medida que ella va frotando su verga suave y lentamente. Javier disfruta de aquel momento, ella frota con algo más de fuerza y rapidez su miembro y siente la mano de Marlene subir y bajar por el mismo, “esto es increíble” dice él bastante excitado, Marlene lo mira a los ojos mientras sigue masajeando su verga, le acaricia sus testículos y pasa sus dedos por encima de su glande, durante unos minutos Javier esta en las nubes disfrutando de estas caricias.
 
Al ver que él esta por correrse Marlene le frota su verga con ambas manos, para un chico de 12 años esto es demasiado y se corre de forma muy abundante cubriendo las manos de Marlene con su semen. “¡Uff, estuvo fantástico!” dice él aun bastante excitado, Marlene tiene picara sonrisa en su rostro, toma un poco de papel higiénico y limpia a Javier. Ella después va al baño a lavarse las manos y le sirve la once, en todo el rato Javier no deja de decirle que estuvo increíble que jamás había experimentado algo así. “¿Lo volveremos a hacer?” le pregunta, “tal vez” le responde Marlene con una sonrisa.
 
Temprano en la mañana Marlene lleva a Javier al doctor, él ansioso esperaba poder quitarse las vendas sin embargo el doctor determinó que si bien las heridas han cicatrizado bastante aun debe usar vendas por unos días más para total desconsuelo de Javier. “¿Le molesta mucho el uso de vendas en sus manos?” pregunta el doctor, “usted ni se lo imagina” le responde Marlene que después lleva a Javier al centro para distraerlo un rato y sacarlo del encierro de la casa. Por la tarde él recibe un llamado de sus padres que le dicen que mañana volverán a la casa. “Te echaré de menos” le dice Javier sabiendo que su cuidadora después ya no vendrá más, “¿me extrañaras a mi o a lo que hicimos el otro día?” le pregunta ella, “ambos” responde él.
 
Javier esta inquieto en su habitación, sabe que mañana a medio día llegan sus padres y que después ya no vera más a Marlene que simplemente lo tiene loco desde que ella accedió a sacarlo del “apuro” el otro día. Entiende que ella lo hizo más que nada por liberarlo de desesperación de no poder hacerse una paja algo habitual en un chico que esta en la “edad del mono” como dicen algunos. Javier duda en pedirle a Marlene que se lo haga por ultima vez, ella ha sido siempre bastante amable con él y lo ha cuidado con esmero y piensa que puede ser una falta de respeto pedirle que le haga una paja, sin embargo la testosterona puede más y Javier va a hablar con ella que esta en su habitación.
 
Usa sus pies para golpear la puerta y Marlene lo hace entrar, Javier esta visiblemente nervioso y titubea un poco mientras conversa con ella que lo escucha atentamente, no sabe bien como llevar la conversación y pedirle que lo haga otra vez. Sin embargo Marlene ya es una mujer madura y experimentada y la actitud de Javier es demasiado evidente para ella. “Por que mejor no me pides directamente que masturbe otra vez”, Javier se sonroja y finalmente lo reconoce, “me daba vergüenza pedírtelo”. “Entonces recuéstate en la cama y deja todo en mis manos” le dice ella.
 
Como puede Javier se el pantalón de su pijama y se acuesta en la cama, de pronto siente las manos de Marlene en su miembro y ella comienza a darle las caricias que a él tanto le gustaron el otro día. Javier nuevamente esta en otra a medida que las manos de Marlene envuelven su verga y la frotan incesantemente al igual que con sus testículos, sin embargo de pronto Javier abre sus ojos, siente algo más. Al levantarse observa su miembro desaparece entre los labios de Marlene, ella sube y baja con su boca por la erecta verga de Javier que esta por un lado atónito y por otro lado más caliente que antes al ver y sentir como ella le hace una mamada, “es hora que sepas que para frotar una verga se pueden usar más que las manos” le dice ella para después pasar su lengua desde sus testículos hasta su roja cabeza.
 
Javier esta en las nubes, él simplemente goza de algo inolvidable, su primera mamada y Marlene le demuestra que es una experta. Durante unos minutos ella no saca la verga de Javier de su boca, la chupa y lame sin detenerse dándole el máximo placer a este chico que ya ni siquiera habla, solo suspira al sentir la calida boca de Marlene envolviendo su miembro. “¿Por qué te detienes si esto se siente tan bien?” le dice Javier a su cuidadora al verla de pie. Sin embargo la cara de sorpresa de Javier pronto se hace presente cuando ve como ella se abre su blusa, sus pechos se aprecian cubiertos solo por el sostén negro que ella viste. Después se desabrocha lentamente sus jeans y se baja el cierre del mismo, Marlene se chupa un dedo mientras desliza una mano por su entrepierna, “es una pena que no puedas usar tus manos por aquí” le dice ella en medio de un ardiente gemido que se le escapa al frotarse su coño.
 
Con sutiles movimientos se va bajando los jeans, al agacharse Javier aprecia sus grandes pechos, “¡son los mejores que he visto!” dice él casi sin pensarlo. Marlene se ríe, “¿y has visto muchos acaso?”, “bueno, al menos en revistas pornográficas” responde Javier. Marlene, solo en ropa interior se pone encima de Javier haciendo sentir su cuerpo sobre el de él, “pero estos son naturales” dice ella mientras los pasa por encima del pecho de Javier hasta llegar a su rostro. “Realmente es una pena que tus manos estén vendadas, así como yo te he masturbado a ti tu podrías hacérmelo a mi”, si hay un momento en el que Javier se lamenta por haberse quemado sus manos es en este.
 
Marlene se acuesta al lado de Javier que la observa sin poder tocarla, ella se acaricia sus pechos y se aparta el sostén, los ojos de Javier están clavados en los senos de ella y en como se los acaricia, se pellizca sus pezones y se los lame, él esta que explota. Con atención ve como ella va deslizando una mano por su cuerpo, sobre sus senos, su vientre hasta desparecer bajo el calzón. Casi de inmediato ella comienza a gemir, Javier observa como se frota su coño, Marlene se mueve sobre la cama mientras sus gemidos se hacen más fuertes, ella se aparta su calzón y él ve su coño cubierto por una pequeña mata de vello pubico, sin embargo Javier esta más pendiente de cómo ella se masturba hundiendo sus dedos en su sexo.
 
Durante unos instantes Marlene se masturba frente a Javier que la observa atónito, se mete dedos en su coño y en su culo, él la observa impotente sin poder acariciar aquel magnifico cuerpo. “Ya has mirado suficiente” le dice ella que se desnuda por completo, Marlene se monta sobre él pasando sus pechos por encima del cuerpo de Javier que esta entre nervioso ante esta nueva situación y muy excitado por lo demás. Un calido beso de Marlene lo hace reaccionar, “ahora mete tu lengua en mi boca” y como un buen alumno él obedece a su profesora. Mientras ambos se besan ella sigue masturbándolo frotando de forma incesante su verga.
 
 

Marlene vuelve a ocuparse de la verga de Javier, se la chupa y lame de forma muy apasionada, al ver lo excitado que él esta Marlene usa sus pechos para hacerle una paja, la verga de Javier se pierde entre aquellos impresionantes pechos. Marlene se monta sobre Javier haciendo un 69, él ahora tiene frente a su rostro el coño de Marlene, ella se vuelve a meter sus dedos en su sexo y en su culo mientras él la observa, “aquí no necesitas más que tu lengua, métela bien adentro de mi coño” le pide ella. Con algo de timidez al principio Javier comienza a pasar su lengua por encima de la vagina de ella, probando el sabor de una mujer por primera vez. Ambos se lamen entre si, Marlene continua con la verga de Javier deslizándose entre sus labios y él aprende a como lamer a una mujer.

 
“Ya es hora que aprendas algo más”, Marlene toma la verga de Javier en sus manos y la guía hasta su coño mientras ella se le monta encima y suavemente se va dejando caer sobre la verga de Javier hasta acogerla por completo en su coño. Marlene lo toma de las muñecas y le empieza a cabalgar haciendo que sus pechos se agiten frente al rostro de Javier, Marlene hace que él devore sus pechos poniéndole sus pezones en la boca. Ella casi deja sin aliento a Javier, lo coge sin parar y él cierra los ojos mientras siente su polla deslizándose dentro del mojado coño de Marlene. Ambos se besan a cada momento y ella le pone sus pechos en la boca continuamente.
 
Sobre la cama Marlene se pone en cuatro, como Javier no puede guiar su verga ella lo hace poniéndola contra su coño, Javier se carga contra ella penetrándola hasta el fondo. Marlene se mueve salvajemente y se carga contra Javier sintiendo su miembro bien adentro de su sexo, ella se mete un dedo en el culo mientras él la coge solo para excitarlo más todavía. “¡Ya no doy más, me voy a correr!” dice Javier y finalmente acaba sobre el culo de Marlene, se corre de forma abundante y su semen escurre por encima de las nalgas y el coño de ella. Marlene decidida a no perder una gota se la empieza a mamar hasta hacerlo acabar otra vez. Ambos pasaron la noche juntos, Javier se lamenta que no la vera después de mañana, “tal vez nos volvamos a ver” le dice Marlene, “así espero, ya que con mis manos libres te devolveré el favor” le dice él.
 
Pasa un mes, Javier ya no usa vendas y a pesar de sus esfuerzos no ha podido volver a ver a Marlene. Una tarde fue con sus padres a un conocido restaurante por una fiesta que ahí se realiza. Para Javier es toda una lata estar ahí la mayoría son adultos y él es por lejos él más joven. Sin embargo en medio de la gente aprecia a una mesera que se le hace familiar, usando un ajustado traje de dos piezas. Ella esta preparando unos tragos cuando una mano se posa en sus nalgas y las aprieta, “te dije que si te volvía a ver te devolvería el favor” le dice Javier a Marlene. Sin decirle nada ella lo toma de la mano y lo lleva hasta un baño, donde lo besa, sin embargo Javier le sube su ajustada falda de inmediato y como le había prometido, ahora usa sus dedos para recorrer cada agujero de Marlene y masturbarla hasta más no poder metiéndoselos en su sexo y en su culo incansablemente.
 

Pese a los esfuerzos de Marlene sus gemidos son bastante fuertes y se oyen con claridad afuera del baño de mujeres mientras su joven amante no le da tregua. “Por lo visto la pareja que esta en el baño lo esta pasando muy bien” comenta una señora, “ya lo creo, a mí me gustaría tener una amante que me haga gemir así” agrega la madre de Javier riéndose mientras su hijo folla apasionadamente con Marlene.

 

Relato erótico: “Di por culo a la puta de mi cuñada en una playa” (POR GOLFO)

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PORTADA ALUMNA2El culo de una cuñada es el sumun del morbo, no creo que haya nadie que no sueñe con follarse ese trasero que nos pone cachondos durante las interminables cenas familiares. Muchos de nosotros tenemos a una hermana de nuestra mujer que además de estar buenísima, nos apetece tener a nuestra disposición. En otras ocasiones, nuestra cuñada es una zorra manipuladora que nos ha hecho la vida imposible durante años y para vengarnos, nos encantaría tirárnosla.
Mi caso abarca ambas situaciones. Nuria, además de ser quizás la mujer más guapa y sexual que he visto, es una cabrona egoísta que me ha estado jodiendo desde que me casé con su hermana.
Para empezar, la forma más fácil de describirla es deciros que esa guarra sin escrúpulos parece salida de un anuncio de Victoria Secret´s pero en vez de ser un ángel es un engendro del infierno que disfruta humillando a todos los que tiene a su alrededor.  Con una melena morena y unos labios que apetece morder, esa puta tiene una cara de niña buena que para nada hace honor a su carácter. Los ojos verdes de esa mujer y las pecas que decoran su cara mienten como bellacos, aunque destilen dulzura y parezca ser un muchacha indefensa, la realidad es que ese zorrón es un bicho insensible que vive humillando a diestra y siniestra a sus semejantes.
Reconozco que la llevo odiando desde que era novio de su hermana, pero también que cada vez que la veo, me pone como una puñetera moto. Sus enormes pechos y su culo en forma de corazón son una tentación irresistible. Noches enteras me las he pasado soñando en que un día tendría entre mis piernas a esa monada y en que dominada por la pasión, me pidiera que la tomase contra el baño de casa de sus padres. Ese deseo insano se fue acumulando durante años hasta hacerse una verdadera obsesión. Desgraciadamente su pésimo carácter y nuestra mala relación evitó que siquiera hiciera algún intento para intimar con ella. Nuestro único trato consistía en breves y corteses frases que escondían nuestra enemistad a ojos de su hermana, mi esposa.
Inés, mi mujer, siempre ha ignorado que la detestaba desde que una noche siendo todavía soltero, estando de copas con unos amigos, me encontré con ella en un bar. Esa noche al ver que Nuria estaba borracha, pensé que lo mejor era llevarla a casa para que no hiciera más el ridículo. Tuve que llevármela casi a rastras y ya en el coche, se me empezó a insinuar. Confieso que animado por el par de cubatas, caí en la trampa y cogiéndola de la cintura, la intenté besar. Esa guarra no solo se rio de mí por creerla sino que usando la grabación que me hizo mientras intentaba disculparme, me estuvo chantajeando desde entonces.
Su chantaje no consistió en pedirme dinero ni tampoco en nada material, fue peor. Nuria me ha coaccionado durante años amenazándome en revelar ese maldito material si no le presentaba contactos con los que pudiera medrar. Ambos somos ejecutivos de alto nivel y trabajamos en la misma compañía, por lo que esa fría mujer no ha dudado en quitarme contratos e incluso robarme clientes gracias a que una noche tuve un tropezón.
La historia que os voy a contar tiene relación con todo esto. La empresa farmacéutica en la que trabajamos realiza cada dos años una convención mundial en alguna parte del planeta y ese año, eligió como sede Cancún. Este relato va de como conseguí no solo tirarme a esa puta sino que disfruté rompiéndole el culo en una de sus playas.
Todavía me parece que fue ayer cuando en mitad de una reunión familiar, Nuria estuvo toda la tarde explicándole a mi mujer, el comportamiento libertino de todos en la compañía en esa clase de eventos:
-Y no creas que tu marido es inmune, los hombres en esas reuniones de comportan como machos hambrientos, dispuestos a bajarse los pantalones ya sea con una puta o con una compañera que sea mínimamente solícita.
-Manuel no es así- respondió mi mujer defendiéndome
-Nena, ¡A ver si te enteras!: solo hay dos clases de hombres, los infieles y los eunucos. Todos los machos de nuestra especie se aparean con cualquier hembra en cuanto tienen la mínima oportunidad.

 

Aunque estaba presente en  esa conversación, no intervine porque de haberlo hecho, hubiera salido escaldado. Al llegar a casa, sufrí un interrogatorio tipo Gestapo por parte de mi señora, donde me exigió que le enumerara todas y cada una de las compañeras que iban a esa convención. En cuanto le expliqué que era de carácter mundial y que desconocía quien iba a ir de cada país, realmente celosa, me obligó a contarle quien iba de España.
-Somos diez, pero a parte de tu hermana, las dos únicas mujeres que van son Lucía y María, las cuales, como bien sabes, son lesbianas.
Más tranquila, medio se disculpó pero cuando ya estábamos en la cama, me reconoció que le había pedido a Nuria que me vigilase.
-¿No te fías de mí?
-Sí- contestó- pero teniendo a mi hermana como tu ángel guardián, me aseguro que ninguna pelandusca intente acostarse contigo.
Sin ganas de pelear, decidí callar y dándome la vuelta, me dormí.
 
 
 
 
 
La convención.
Quien haya estado en un evento de este tipo sabrá que las conferencias, las ponencias y demás actividades son solo una excusa para que buscar que exista una mejor interrelación entre los miembros de las distintas áreas de una empresa. Lo cierto es que lo más importante de esas reuniones ocurre alrededor del bar.
Recuerdo que al llegar al hotel, con disgusto comprobé que el azar habría dispuesto que la hija de perra de mi querida cuñada se alojaba en la habitación de al lado. Reconozco que me cabreó porque teniéndola tan cerca, su estrecho marcaje haría imposible que me diera un homenaje con una compañera y por eso, asumiendo que no me podría pegar el clásico revolcón, decidí dedicarme a hacer la pelota a los jefes. Mr. Goldsmith, el gran sheriff, el mandamás absoluto de la empresa fue mi objetivo.  Desde la mañana del primer día me junté con él y estuve riéndole las gracias durante toda la jornada. Como os imaginareis, Nuria al observar que había hecho tan buenas migas con el presidente, me paró en mitad del pasillo y me exigió que esa noche se lo presentara durante la cena. No me quedó duda que su intención era seducir al setentón y de esa manera, escalar puestos dentro de la estructura.
Con gesto serio acepté, aunque interiormente estaba descojonado al conocer de antemano las oscuras apetencias de ese viejo. La hermana de mi mujer nunca me hubiera pedido que la contactara con ese sujeto si hubiera sabido que ese pervertido disfrutaba del sexo como mero observador y que durante la última convención, me había follado a la jefa de recursos humanos del Reino Unido teniéndole a él, sentado en una silla del mismo cuarto. Decidido a no perder la oportunidad de tirarme a ese zorrón, entre dos ponencias me acerqué al anciano y señalando a mi cuñada, le expliqué mis planes.
Muerto de risa, me preguntó si creía que Nuria estaría de acuerdo:
– Arthur, no solo lo creo sino que estoy convencido. Esa puta es un parásito que usa todo tipo de ardides para subir en el escalafón.
-De acuerdo, el hecho que sea tu cuñada lo hace más interesante. Si tú estás dispuesto, por mí no hay problema. Os sentareis a mi lado- y por medio de un apretón de manos, ratificamos nuestro acuerdo.
Satisfecho con el curso de los acontecimientos, le llegué a esa guarra y cogiéndola del brazo, le expliqué que esa noche íbamos a ser los dos los invitados principales del gran jefe. No creyéndose su suerte, Nuria me agradeció mis gestiones y con una sonrisa, dijo en tono grandilocuente:
-Cuando sea la directora de España, me acordaré de ti y de lo mucho que te deberé.
-No te preocupes: si llegado el caso te olvidas, ¡Seré yo quien te lo recuerde!
Os juro que verla tan ansiosa de seducir a ese, en teoría, pobre hombre, me excitó y apartándome de ella para que no lo notara, quedé con ella en irla a recoger a las nueve en su habitación. Celebrando de antemano mi victoria, me fui al bar y llamando al camarero, me pedí un whisky. Estando allí me encontré con Martha, la directiva con la que había estado en el pasado evento. Sus intenciones fueron claras desde el inicio porque nada más saludarme, directamente me preguntó si me apetecía repetir mientras me acariciaba con su mano mi pierna.
Viendo que se me acumulaba el trabajo, estuve a punto de rechazar sus lisonjas pero al observar su profundo escote y descubrir que bajo el vestido, esa rubia tenía los pezones en punta, miré mi reloj.
“Son las cinco”, pensé, “tengo tres horas”.
Al comprobar que teníamos tiempo para retozar un poco antes de la cena, le pregunté el número de su habitación y apurando mi bebida, quedé con ella allí en diez minutos. Disimulando, la inglesita se despidió de mí y desapareció del bar. Haciendo tiempo, me dediqué a saludar a unos conocidos, tras lo cual, me dirigí directamente hacia el ascensor. Desgraciadamente, no me percaté que mi futura víctima se había coscado de todo y que en cuanto entré en él, se acercó a comprobar en qué piso me bajaba.
Ajeno a su escrutinio, llegué hasta el cuarto de la mujer y tocando a su puerta, entré. Martha me recibió con un picardías de encaje y sin darme tiempo a reaccionar, se lanzó a mis brazos. Ni siquiera esperó a que la cerrara, como una salvaje comenzó a desabrocharme el pantalón y sacando mi miembro, quiso mamármelo. No la dejé, dándole la vuelta, le bajé las bragas y sin más prolegómeno, la ensarté violentamente. La rubia chilló moviendo sus caderas mientras gemía de placer. De pie y apoyando sus brazos en la pared se dejó follar sin quejarse. Si en un principio, mi pene se encontró con que su conducto estaba semi cerrado y seco, tras unos segundos, gracias a la excitación de la mujer, campeó libremente mientras ella se derretía a base de mis pollazos.
No os podéis hacer una idea de lo que fue: gritando en voz alta se corrió cuando yo apenas acababa de empezar y desde ahí, encadenó un orgasmo tras otro mientras me imploraba que no parara. Por supuesto queda que no me detuve, cogiendo sus pechos entre mis manos, forcé mi ritmo hasta que su vulva se convirtió en un frontón donde no dejaban de rebotar mis huevos.
-¡Dios mío!- aulló al sentir que cogiéndola en brazos, la llevaba hasta mi cama sin sacar de su interior mi extensión y ya totalmente entregada, se vio lanzada sobre las sábanas. Al caer sobre ella, mi pene se incrustó hasta el fondo de su vagina y lejos de revolverse, recibió con gozo mi trato diciendo: -¡Fóllame!-
Sus deseos fueron órdenes y pasando mi mano por debajo, levanté su trasero y cumplí su deseo, penetrándola aun con más intensidad. Pidiéndome una tregua, se quitó el picardías, dejándome disfrutar de su cuerpo al desnudo y moviendo su trasero, buscó reanudar nuestra lujuria. Alucinado por la perfección de sus pezones, llevé mis manos hasta sus pechos y recogiendo sus dos botones entre mis yemas, los pellizqué suavemente. Mi involuntario gesto fue la señal de inicio de su salvaje cabalgar. Martha, usando mi pene como si fuera un machete, se empaló con él mientras berreando como una loca me gritaba su pasión. Azuzado por sus palabras, marqué nuestro ritmo con azotes en su culo. Ella al sentir las duras caricias sobre sus nalgas, me rogó que continuara.
Pero el cúmulo de sensaciones me desbordó y derramándome en su interior, me corrí salvajemente. Agotado, dejé que mi cuerpo cayera a su lado y seguí besándola mientras descansaba. Cuando mi amiga quiso reanimar mi miembro a base de lametazos, agarré su cara y separándome de ella, le expliqué que tenía que ahorrar fuerzas.
-¿Y eso?-
Aunque pensaba que se iba a cabrear, le conté mis planes y que esa noche me iba a vengar de mi cuñada. Contra toda lógica, Martha me escuchó con interés sin enfadarse y solo cuando terminé de exponerle el asunto, me soltó:
-¿Por qué no le dices al jefe que me invite a mí también? Estoy segura que ese cerdo dirá que sí y de esa forma, podrás contar conmigo para castigar a tu cuñada.
No tardé ni tres segundos en aceptar y cerrando nuestro trato con un beso, decidí vestirme porque todavía tenía que contactar con Arthur y preguntarle si le parecía bien el cambio de planes. Lo que no esperaba fue que al salir al pasillo, Nuria estuviera cómodamente sentada en un sofá. Al verme aparecer de esa habitación todavía abrochándome la camisa, soltó una carcajada y poniendo cara de superioridad, dijo:
-Eres un capullo. ¡Te he pillado!
Incapaz de reaccionar, tuve que aguantar su bronca con estoicismo y tras varios minutos durante los cuales esa maldita no dejó de amenazarme con contárselo a su hermana, le pedí que no lo hiciera y que en contraprestación, me tendría a su disposición para lo que deseara. Viendo que estaba en sus manos y haciéndose la magnánima, me soltó:
-Por ahora, ¡No se lo diré! Pero te aviso que me cobraré con creces este favor- tras lo cual cogió el ascensor dejándome solo.
Al irse me quedé pensando que si el plan que había diseñado se iba al traste, me podía dar por jodido porque esa puta iba a aprovechar lo que sabía para hacerme la vida imposible.  Asumiendo que me iba a chantajear, busqué a m jefe y sin decirle nada de esa pillada, le pedí si esa noche podía Martha acompañarnos. El viejo, como no podía ser de otra forma, se quedó encantado con la idea y movió sus hilos para que esa noche, los cuatro cenáramos al lado. Más tranquilo pero en absoluto convencido de que todo iba a ir bien, llegué a mi cuarto y directamente, me metí a duchar. Bajo el chorro de agua, al repasar el plan, comprendí que era casi imposible que Nuria fuese tan tonta de caer en la trampa. Por eso, mientras me afeitaba estaba acojonado.
Al dar las nueve, estaba listo y como cordero que va al matadero, llamé a su puerta. Nuria salió enseguida. Reconozco que al verla ataviada con ese vestido negro, me quedé extasiado. Embutida en un traje totalmente pegado y con un sugerente escote, el zorrón de mi cuñada estaba divina, Sé que ella se dio cuenta de la forma tan poco filial que la miré porque poniendo cara de asco, me espetó:
-No comprendo cómo has conseguido engañar a mi hermana tantos años, ¡Eres un cerdo!
Deseando devolverle el insulto e incluso soltarle un bofetón, me quedé callado y galantemente le cedí el paso. Encantada por el dominio que ejercía sobre mí, fue hacia el ascensor meneando su trasero con el único objetivo de humillarme. Aunque estaba indignado, no pude dejar de recrearme en la perfección de sus formas y bastante excitado, seguí sus pasos deseando que esa noche fuera la perdición de esa perra.
Al llegar al salón, Mr Goldsmisth estaba charlando amenamente con Martha. En cuanto nos vio entrar nos llamó a su lado y recreando la mirada en el busto de mi acompañante, la besó en la mejilla mientras su mano recorría disimuladamente su trasero. Mi cuñada comportándose como un putón desorejado, no solo se dejó hacer sino que, pegándose al viejo, alentó sus maniobras. Arthur, aleccionado por mí de lo zorra que era esa mujer, disfrutó como un enano manoseándola con descaro.  Cuando el maître avisó que la cena estaba lista, mi cuñada se colgó del brazo de nuestro jefe y alegremente, dejó que la sentara a su lado.
Aprovechando que iban delante, Martha susurró en mi oído:
-No sabía que esa guarra estaba tan buena. ¡Será un placer ayudarte!
Sonreí al escucharla y un poco más tranquilo, ocupé mi lugar. Con Nuria a la izquierda y la rubia a la derecha, afronté uno de los mayores retos de mi vida porque del resultado de esa velada, iba a depender si al volver a Madrid siguiera teniendo un matrimonio. Durante el banquete, mi superior se dejó querer por mi cuñada y preparando el camino, rellenó continuamente su copa con vino, de manera que ya en el segundo plato, observé que el alcohol estaba haciendo estragos en su mente.
“¡Está borracha!”, suspiré aliviado, al reparar que su lengua se trababa y que olvidándose que había público, Nuria aceptaba de buen grado que el viejo le estuviera acariciando la pierna por debajo del mantel.
Estábamos todavía en el postre cuando dirigiéndose a mí, Arthur preguntó si le acompañábamos después de cenar a tomar una copa en su yate. Haciéndome de rogar, le dije que estaba un poco cansado. En ese momento, Nuria me pegó una patada y haciéndome una seña, exigió que la acompañara hasta el baño.  Al salir del salón, me cogió por banda y con tono duro, me dijo:
-¿A qué coño juegas? No pienso dejar que eches a perder esta oportunidad. Ahora mismo, vas y le dices a ese anciano que lo has pensado mejor y que por supuesto aceptas la invitación.
Cerrando el nudo alrededor de su cuello, protesté diciendo:
-Pero, ¡Eres tonta o qué! Si voy de sujeta-velas, lo único que haré es estorbar.
 Asumiendo que tenía razón, lo pensó mejor y no queriendo que mi presencia coartara sus deseos, me soltó:
-¡Llévate a la rubia que tienes al lado!
Tuve que retener la carcajada de mi garganta y poniendo cara de circunstancias, cedí a sus requerimientos y volviendo a la mesa, cumplí su orden. Arthur me guiñó un ojo y despidiéndose de los demás, nos citó en diez minutos en el embarcadero del hotel. El yate del presidente resultó ser una enorme embarcación de veinte metros de eslora y decorada con un lujo tal que al verse dentro de ella, la zorra de mi cuñada creyó cumplidas sus fantasías de poder y riqueza.
El viejo que tenía muchos tiros dados a lo largo de su dilatada vida, nos llevó hasta un enorme salón y allí, puso música lenta antes de preguntarnos si abría una botella de champagne. No os podéis imaginar mi descojone cuando sirviendo cuatro copas, Arthur levantó la suya, diciendo:
-¡Porqué esta noche sea larga y divertida!
Nuria sin saber lo que se avecinaba y creyéndose ya la directora para España de la compañía, soltó una carcajada mientras se colocaba las tetas con sus manos. Conociéndola como la conocía, no me quedó duda alguna que en ese momento, tenía el chocho encharcado suponiendo que el viejo no tardaría en caer entre sus brazos.
Martha, más acostumbrada que ella a los gustos de su jefe, se puso a bailar de manera sensual. Mi cuñada se quedó alucinada de que esa alta ejecutiva, sin cortarse un pelo y siguiendo el ritmo de la música, se empezara a acariciar los pechos mirándonos al resto con cara de lujuria. Pero entonces, quizás temiendo competencia, decidió que no iba a dejar a la rubia que se quedara con el viejo e imitándola, comenzó a bailar de una forma aún más provocativa.
El presi, azuzando la actuación de ambas mujeres, aplaudió cada uno de sus movimientos mientras no dejaba de rellenar sus copas. El ambiente se caldeó aún más cuando Martha decidió que había llegado el momento y cogiendo a mi  cuñada de la cintura, empezó a bailar pegándose a ella.  Mi cuñada que en un primer momento se había mostrado poco receptiva con los arrumacos lésbicos de la inglesa, al ver la reacción del anciano que, sin quitarle el ojo de encima, pidió más acción, decidió que era un trago que podría sobrellevar.
Incrementando el morbo del baile, no dudó en empezar a acariciar los pechos de la rubia mientras pegaba su pubis contra el de su partenaire. Confieso que me sorprendió su actuación y más cuando Martha respondiendo a sus mimos, le levantó la falda y sin importarla que estuviéramos mirando, le masajeó el culo. Para entonces, Arthur ya estaba como una moto y con lujuria en su voz, les prometió un aumento de sueldo si le complacían. Aunque el verdadero objetivo de Nuria no era otro que un salto en el escalafón de la empresa, decidió que por ahora eso le bastaba y buscando complacer a su jefe, deslizó los tirantes de la rubia, dejando al aire sus poderosos atributos.
Mi amiga, más ducha que ella en esas artes, no solo le bajó la parte de arriba del vestido sino que agachando la cabeza, cogió uno de sus pechos en la mano y empezó a mamar de sus pezones. Sin todavía creer que mis planes se fueran cumpliendo a rajatabla, fui testigo de sus gemidos cuando la inglesa la terminó de quitar el traje sin dejar de chupar sus pechos. Ni que decir tiene que para entonces, estaba excitado y que bajo mi pantalón, mi pene me pedía acción pero decidiendo darle tiempo al tiempo, esperé que los acontecimientos se precipitaran antes de entrar en acción.
No sé si fue el morbo de ser observada por mí o la promesa de la recompensa pero lo cierto es que Nuria dominada por una pasión hasta entonces inimaginable, dejó que la rubia la tumbara y ya en el suelo, le quitara por fin el tanga. Confieso que al disfrutar por vez primera de su cuerpo totalmente desnudo y confirmar que esa guarra no solo tenía unas tetas de ensueño sino que su entrepierna lucía un chocho completamente depilado, estuve a punto de lanzarme sobre ella. Afortunadamente, Martha se me adelantó y separando sus rodillas, hundió su cara en esa maravilla.
Sabiendo que no iba a tener otra oportunidad, coloqué mi móvil en una mesilla y ajustando la cámara empecé a grabar los sucesos que ocurrieron en esa habitación para tener un arma con la que liberarme de su acoso. Dejando que mi iphone perpetuara ese momento solo, volví al lado del americano y junto a él, fui testigo de cómo la rubia consiguió que mi cuñada llegara al orgasmo mientras le comía el coño. Nunca supuse que Nuria,  al hacerlo se pusiera a pegar gritos y que berreando como una puta, le pidiera más. Martha concediéndole su deseo metió un par de dedos en su vulva y sin dejar de mordisquear el clítoris de mi cuñada, empezó a follársela con la mano.
Uniendo un clímax con otro, la hermana de mi esposa disfrutó de sus caricias con una pasión que me hizo comprender que no era la primera vez que compartía algo así con otra mujer. Mi jefe contagiado por esa escena, se bajó la bragueta y cogiendo su pene entre las manos, se empezó a pajear. En un momento dado, mi cuñada se dio cuenta de lo que estaba ocurriendo y saliéndose del abrazo de Martha gateó hasta la silla del anciano y poniendo cara de puta, preguntó si le podía ayudar.
 Pero entonces, Arthur me señaló a mí y sin importarle el parentesco que nos unía, le soltó:
-Sí, me apetece ver como se la mamas a Manuel.
Sorprendida por tamaña petición, me miró con los ojos abiertos implorando mi ayuda pero entonces sin compadecerme de ella, puse una sonrisa y sacando mi miembro de su encierro, lo puse a su disposición. Nuria, incapaz de reusar cumplir el mandato del anciano y echando humo por la humillación, se acercó a mi silla se apoderó de mi extensión casi llorando.  Mi pene le quedaba a la altura de su boca y sin mediar palabra abrió sus labios, se lo introdujo en la boca. No pudiendo soportar la vergüenza, cerró los ojos, suponiendo que el hecho de no ver disminuiría la humillación del momento.
-Abre los ojos ¡Puta! Quiero que veas que es a mí, a quién chupas-, le exigí.
De sus ojos, dos lágrimas de ignominia brotaron mientras su lengua se apoderaba de mi sexo. De mi interior salieron unas gotas pre-seminales, las cuales fueron sin deseo, mecánicamente recogidas por ella. No satisfecho en absoluto, forcé su cabeza con mis manos y mientras hundía mi pene en su garganta, nuestro jefe incrementó su vergüenza diciendo:
-Tenías razón al decirme que esta perra tenía un cuerpo de locura pero nunca me imaginé que además fuera tan puta.
Intentando que el trago se pasara enseguida, mi cuñada aceleró sus maniobras y usando la boca como si de su coño se tratase, metió y sacó mi miembro con una velocidad pasmosa. Sobre excitado como estaba, no tardé en derramar mi simiente en su garganta y dueño de la situación, le exigí que se la tragara toda. Indignada por mi trato, se intentó rebelar pero entonces acudiendo en mi ayuda, Martha presionando su cabeza contra mi entrepierna le obligó a cumplir con mi exigencia. Una vez, había limpiado los restos de esperma de mi sexo, me levanté de la silla y poniéndome la ropa, me despedí de mi jefe dejándola a ella tumbada en el suelo, llorando.
Antes de irme, recogí mi móvil y preguntando a Martha si me acompañaba, salí con ella de regreso al hotel. Ya en mi habitación, la rubia y yo dimos rienda suelta a nuestra atracción y durante toda la noche, no paramos de follar descojonados por la desgracia de mi cuñada.
 
Rompo el culo a mi cuñada en una playa nudista.
 
A la mañana siguiente, Martha tenía que exponer en la convención y por eso nada más despertarnos, me dejó solo. Sin ganas de tragarme ese coñazo y sabiendo que mi jefe disculparía mi ausencia, cogí una toalla y con un periódico bajo el brazo, me fui a una playa cercana, la del hotel Hidden Beach. Ya en ella, me percaté que era nudista y obviando el asunto, me desnudé y me puse a tomar el sol. Al cabo de dos horas, me había acabado el diario y aburrido decidí iniciar mi venganza. Cogiendo el móvil envié a mi cuñada el video de la noche anterior, tras lo cual me metí al mar a darme un chapuzón. Al volver a la toalla, tal y como había previsto, tenía media docena de llamadas de mi cuñada.
Al devolverle la llamada, Nuria me pidió angustiada que teníamos que hablar. Sin explicarle nada, le dije que estaba en esa playa. La mujer estaba tan desesperada que me rogó que la esperase allí. Muerto de risa, usé el cuarto de hora que tardó en llegar para planear mis siguientes movimientos.
Reconozco que disfruté de antemano su entrega y por eso cuando la vi aparecer ya estaba caliente. Al llegar a mi lado, no hizo mención alguna a que estuviese en pelotas y sentándose en la arena, intentó disculpar su comportamiento echándole la culpa al alcohol. En silencio, esperé que me implorara que no hiciera uso del video que le había mandado. Entonces y solo entonces, señalándole la naturaleza de la playa, le exigí que se desnudara. Mi cuñada recibió mis palabras como una ofensa y negándose de plano, me dijo que no le parecía apropiado porque era mi cuñada.
Soltando una carcajada, usé todo el desprecio que pude, para soltarle:
-Eso no te importó anoche mientras me hacía esa mamada.
Helada al recordar lo ocurrido, comprendió que el sujeto de sus chantajes durante años la tenía en sus manos y sin poder negarse se empezó a desnudar. Sentándome en la toalla, me la quedé mirando mientras lo hacía y magnificando su vergüenza, alabé sus pechos y pezones cuando dejó caer su vestido.
-Por favor, Manuel. ¡No me hagas hacerlo!- me pidió entre lágrimas al ser consciente de mis intenciones.
-Quiero ver de cerca ese chochito que tan gustosamente le diste a Martha- respondí disfrutando de mi dominio.
Sumida en el llanto, se quitó el tanga y quedándose de pie, tapó su desnudez con sus manos.
-No creo que a tu hermana, le alegre verte mamando de mi polla.
Nuria, al asimilar la amenaza implícita que llevaban mis palabras, dejó caer sus manos y con el rubor decorando sus mejillas, disfruté de su cuerpo sin que nada evitara mi examen. Teniéndola así, me recreé  contemplando sus enormes tetas y bajando por su dorso, me maravilló contemplar nuevamente su sexo. El pequeño triangulo de pelos que decoraba su vulva, era una tentación imposible de soportar y por eso alzando la voz, le dije:
-¿Qué esperas? ¡Puta! ¡Acércate!.
Luchando contra sus prejuicios se mantuvo quieta. Entonces al ser consciente de la pelea de su interior y forzando su claudicación, cogí el teléfono y llamé a mi esposa. No os podéis imaginar su cara cuando al contestar del otro lado, saludé a Inés diciendo:
-Hola preciosa, ¿Cómo estás?… Yo bien, en la playa con tu hermana – y tapando durante un instante el auricular, pregunté a esa zorra si quería que qué le contara lo de la noche anterior, tras lo cual y volviendo a la llamada, proseguí con la plática –Sí cariño, hace mucho calor pero espera que Nuria quiere enseñarme algo…
La aludida, acojonada porque le revelase lo ocurrido, puso su sexo a escasos centímetros de mi cara. Satisfecho por su sumisión, lo olisqueé como aperitivo al banquete que me iba a dar después. Su olor dulzón se impregnó en mis papilas y rebotando entre mis piernas, mi pene se alzó mostrando su conformidad. Justo en ese momento, Inés quiso que le pasase a su hermana y por eso le di el móvil. Asustada hasta decir basta, Nuria contestó el saludo de mi mujer justo a la vez que sintió cómo uno de mis dedos se introducía en su sexo.
La zorra de mi cuñada tuvo que morderse los labios para evitar el grito que surgía de su garganta y con la respiración entrecortada, fue contestando a las preguntas de su pariente mientras mis yemas jugueteaban con su clítoris.
-Sí, no te preocupes- escuché que decía –Manuel se está portando como un caballero y no tengo queja de él.
Esa mentira y la humedad que envolvía ya mis dedos, me rebelaron su completa rendición. Afianzando mi dominio, me levanté y sin dejar de pajear su entrepierna, llevé una mano a sus pechos y con saña, me dediqué a pellizcarlos.  Nuria al sentir la presión a la que tenía sometida a sus pezones, involuntariamente cerró las piernas y no pudiendo continuar hablando colgó el teléfono. Cuando lo hizo, pensé que iba a huir de mi lado pero, contrariamente a ello, se quedó quieta  sin quejarse.
-¡Guarra! ¿Te gusta que te trate así?
Pegando un grito, lo negó pero su coño empapado de deseo la traicionó y acelerando la velocidad de las yemas que te tenía entre sus piernas, la seguí calentando mientras la insultaba de viva voz. Su primer gemido no se hizo esperar y desolada por que hubiera descubierto que estaba excitada, se dejó tumbar en la toalla.
Aprovechándome de que no había nadie más en la playa, me tumbé a su lado y durante unos minutos me dediqué a masturbarla mientras le decía que era una puta. Dominada por la excitación, no solo dejó que lo hiciera sino que con una entrega total, empezó a berrear de placer al sentir como su cuerpo reaccionaba. No tardé en notar que estaba a punto de correrse y comprendiendo que esa batalla la tenía que ganar, me agaché entre sus piernas mientras le decía:
-He deseado follarte, zorra, desde hace años y te puedo asegurar que antes que acabe este día habré estrenado todos tus agujeros.
Mis palabras la terminaron de derrotar y antes de que mi lengua recorriera su clítoris, Nuria ya estaba dando alaridos de deseo e involuntariamente, separó sus rodillas para facilitar mi incursión. Su sabor azuzó aún más si cabe mi lujuria y separando los hinchados pliegues del sexo que tenía enfrente, me dediqué a comérmelo mientras mi víctima se derretía sin remedio.  Su orgasmo fue casi inmediato y derramando su flujo sobre la toalla, la hermana de mi mujer me rogó entre lágrimas que no parara. Con el objeto de conseguir su completa sumisión, mordisqueé su botón mientras mis dedos se introducían una y otra vez en su interior.
Ya convertida en un volcán a punto de estallar, Nuria me pidió que la tomara sin darse cuenta de lo que significaban sus palabras.
-¿Qué has dicho?
Avergonzada pero necesitada de mi polla, no solo me gritó que la usase a mi gusto sino que poniéndose a cuatro patas, dijo con voz entrecortada por su pasión:
-Fóllame, ¡Lo necesito!
Lo que nunca se había imaginado ese zorrón fue que dándole un azote en su trasero, le pidiese que me mostrara su entrada trasera. Aterrorizada, me explico que su culo era virgen pero ante mi insistencia no pudo más que separarse las nalgas. Verla separándose los glúteos con sus manos mientras me rogaba que no tomara posesión de su ano, fue demasiado para mí y como un autómata, me agaché y sacando la lengua empecé a recorrer los bordes de su esfínter mientras acariciaba su clítoris con mi mano. Ilusionado comprobé que mi cuñada no me había mentido porque su entrada trasera estaba incólume. El saber que nadie la había hoyado ese rosado agujero me dio alas  y recogiendo parte del flujo que anegaba su sexo, fui untando con ese líquido viscoso su ano.
-¡Me encanta!- chilló al sentir que uno de mis dedos se abría paso y reptando por la toalla, apoyó su cabeza en la arena mientras levantaba su trasero. 
La nueva posición me permitió observar con tranquilidad que los muslos de la mujer temblaban cada vez que introducía mi falange en su interior y ya más seguro de mí mismo, decidí dar otro paso y dándole otro azote, metí las yemas de dos dedos dentro de su orificio.
-Ahhhh- gritó mordiéndose el labio. 
Su gemido fue un aviso de que tenía que tener cuidado y por eso volví a lubricar su ano mientras esperaba a que se relajase. La morena moviendo sus caderas me informó, sin querer, que estaba dispuesta. Esta vez, tuve cuidado y moviendo mis dedos alrededor de su cerrado músculo, fui dilatándolo mientras que con la otra mano, la empezaba a masturbar. 
-¡No puede ser!- aulló al sentir sus dos entradas siendo objeto de mi caricias.
Venciendo sus anteriores reparos, mi cuñadita se llevó las manos a sus pechos y pellizcando sus pezones, buscó agrandar su excitación. Increíblemente al terminar de meter los dos dedos, se corrió sonoramente mientras su cuerpo convulsionaba bajo el sol de esa mañana. Sin dejarla reposar, embadurné mi órgano con su flujo y poniéndome detrás de ella, llevé mi glande ante su entrada: 
-¿Estás lista?- pregunté mientras jugueteaba con su esfínter. 
Ni siquiera esperó a que terminara de hablar y tomando por primera vez la iniciativa,  llevó su cuerpo hacia atrás y lentamente fue metiéndoselo. La parsimonia con la que se empaló, me permitió sentir cada rugosidad de su ano apartándose ante el avance de mi miembro. Sin gritar pero con un rictus de dolor en su cara, prosiguió con su labor hasta que sintió la base de mi pene chocando con su culo y entonces y solo entonces, se permitió quejarse del sufrimiento que estaba experimentado.
-¡Cómo duele!- exclamó cayendo rendida sobre la toalla.
Venciendo las ganas que tenía de empezar a disfrutar de semejante culo, esperé que se acostumbrara a tenerlo dentro y para que no se enfriara el ardor de la muchacha, aceleré mis caricias sobre su clítoris. Pegando un nuevo berrido, Nuria me informó que se había relajado y levantando su cara de la arena, me rogó que comenzara a cabalgarla. 
Su expresión de genuino deseo no solo me convenció que había conseguido mi objetivo sino que me reveló que a partir de ese día esa puta estaría a mi entera disposición. Haciendo uso de mi nueva posesión, fui con tranquilidad extrayendo mi sexo de su interior y cuando casi había terminado de sacarlo, el putón en el que se había convertido mi cuñada, con un movimiento de sus caderas, se lo volvió a introducir. A partir de ese momento, Nuria y yo dimos  inicio a un juego por el cual yo intentaba recuperarlo y ella lo impedía al volvérselo a embutir. Poco a poco, el ritmo con el que la daba por culo se fue acelerando, convirtiendo nuestro tranquilo trotar en un desbocado galope. Temiendo que en una de esas, mi pene se saliera y provocara un accidente, hizo que cogiera con mis manos sus enormes ubres para no descabalgar.
-¡Me encanta!- me confesó al experimentar que con la nueva postura mis penetraciones eran todavía más profundas.
-¡Serás puta!- contesté descojonado al oírla y estimulado por su entrega, le di un fuerte azote. 
-¡Que gusto!- gritó al sentir mi mano y comportándose como la guarra que era,  me imploró más. 
No tuvo que volver a decírmelo, alternando de una nalga a otra, le fui propinando sonoras cachetadas marcando el compás con el que la penetraba. El durísimo trato  la llevó al borde de la locura y ya  con su culo completamente rojo, empezó a estremecerse al sentir los síntomas de un orgasmo brutal. Fue impresionante ver a Nuria, temblando de placer mientras su garganta no dejaba de rogar que siguiera azotándola:
-¡No dejes de follarme!, ¡Por favor!- aulló al sentir que el gozo desgarraba su interior. 
Su actitud sumisa fue el acicate que me faltaba y cogiendo sus pezones entre mis dedos, los pellizqué con dureza mientras usaba su culo como frontón.  Pegando un alarido, perdió el control y moviendo sus caderas, se corrió.
Con la tarea ya hecha, decidí que era mi momento y concentrándome  en mi propio placer, forcé su esfínter al máximo con fieras cuchilladas de mi estoque. Desesperada, Nuria aulló pidiendo un descanso pero absorto por la lujuria, no le hice caso y seguí violando su intestino hasta que sentí que estaba a punto de correrme. Mi orgasmo fue total. Cada uno de los músculos de mi cuerpo se estremeció de placer mientras  mi pene vertía su simiente rellenando el estrecho conducto de la mujer.
Al terminar de eyacular, saqué mi pene de su culo y agotado, me tumbé a su lado. Mi cuñada entonces hizo algo insólito en ella, recibiéndome con los brazos abiertos, me besó mientras  no dejaba de agradecerme el haberla hecho sentir tanto placer y acurrucada en esa posición, se quedó dormida. La dejé descansar durante unos minutos durante los cuales, al rememorar lo ocurrido caí en la cuenta que aunque no era mi intención le había ayudado a desprenderse de los complejos que le habían maniatado desde niña.
“Esta zorra ha descubierto su faceta sumisa y ya no podrá desembarazarse de ella” pensé mientras la miraba.
¡Estaba preciosa! Su cara relajada demostraba que mi querida cuñadita por primera vez  era una mujer feliz. Temiendo que cogiese una insolación, la desperté y abriendo sus ojos, me miró con ternura mientras me preguntaba:
-¿Ahora qué?
Supe que con sus palabras quería saber si ahí acababa todo o por el contrario, esa playa era el inicio de una relación. Soltando una carcajada, le ayudé a levantarse y cogiéndola entre mis brazos, le dije:
-¡No pienso dejarte escapar!- 
Luciendo una sonrisa de oreja a oreja, me contestó:
-Vamos a darnos un baño rápido al hotel porque Mr. Goldsmith me ha pedido que te dijera que quiere verte esta tarde nuevamente en su yate.
-¿A mí solo?- pregunté con la mosca detrás de la oreja.
-No, también quiere que vayamos Martha y yo- y poniendo cara de no haber roto un plato, me confesó: -Por ella no te preocupes, antes de venir a la playa, se lo he explicado y está de acuerdo.
Ya completamente seguro de que esa zorra escondía algo, insistí:
-¿Sabes lo que quiere el viejo?
-Sí, te va a nombrar director para Europa y desea celebrar tu nombramiento…- contestó muerta de risa y tomando aire, prosiguió diciendo: -También piensa sugerirte que nos nombres a la rubia y a mí como responsables para el Reino Unido y España.

 

Solté una carcajada al comprobar que esa zorra, sabiendo que iba a ser su jefe, maniobró para darme la noticia y que su supuesta sumisión solo era un paso más en su carrera.  Sin importarme el motivo que tuviera, decidí que iba a abusar de mi puesto y cogiéndola de la cintura, volví junto con ella a mi habitación.

Si quieres ver un reportaje fotográfico más amplio sobre la modelo que inspira este relato búscalo en mi otro Blog:     http://fotosgolfas.blogspot.com.es/


¡SEGURO QUE TE GUSTARÁ!


 

La señora ( Martes, noche, la intrusión) (POR RUN214)

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          PORTADA ALUMNA2 Había estado todo el día acurrucada en la cama sin salir de ella. Solo había salido de su habitación para bajar a comer y fue por insistencia de su ama de llaves. Comió en compañía de su marido y su hijo. Su marido comió deprisa, en silencio, absorto en el plato de comida. Su hijo, que no paró de mirarla durante toda la comida, tampoco abrió la boca para decir nada. Solo sonreía cada vez que su mirada se cruzaba con la de su madre.
 Más de una vez estuvo tentada de contarle a su marido toda la verdad y que cada uno asumiera sus consecuencias. Pero la vergüenza del adulterio podía más que el rencor hacia el bastardo de su hijo.
 Fue la primera en levantarse de la mesa, no aguantó durante más tiempo su sonrisa de bobalicón. Pidió a su ama de llaves que preparase su dormitorio y se metió en la cama donde se pasó el resto del día hasta que su marido llegó entrada la noche.
 Estaba acurrucada entre las sábanas, de espaldas a la puerta cuando entró él. Le oyó desvestirse en la oscuridad y meterse a la cama, se acercó a ella y la abrazó. Comenzó a palparla bajo el camisón. Esa noche, su marido, había venido con ganas de follar.
-Déjame, esta noche no me apetece.
 Su marido no contestó. Le bajó las bragas y pegó su polla en su culo. Ella se giro enfadada.
-Que me dejes te he dicho. Hoy no me apetece.
 Por respuesta su marido la empujó poniéndola boca abajo y le sacó las bragas por completo de un tirón.
-¿Qué haces?… ¡Dios mío!… Garse ¿Eres tú?
-¿Sorprendida, putita?
-Dios, no… ¡Para! Que pares he dicho. Suéltame. Tu padre llegará en cualquier momento.
 Garse se echó encima de su espalda inmovilizándola.
-Te voy a follar el culo, puta.
-No lo hagas, por Dios Garse.
 Le untó saliva en su ano. Colocó la punta de la polla en la entrada y empujó pero apenas entró. Bethelyn contuvo un grito y apretó su ano todo lo que pudo.
-Relaja tu culo zorra. Si sigues así no podré meterla y me voy a enfadar.
-Jódete cabrón. Quítate de aquí y sal de mi cama. Vete de mi dormitorio.
 Garse tapó la boca y la nariz de su madre con una mano privándola de oxigeno.
-Mira madre. La situación es la siguiente. Tú me dejas follarte el culo y yo te dejo vivir.
Sin poder respirar, intentó golpearle hacia atrás, morderle, sacárselo de encima, pero todo era inútil. Estaba a punto de llorar. No podía ser. Otra vez no.
 Garse notó como su madre relajaba sus glúteos, resignada. De una nueva intentona alojó la polla en el ano de su madre. Estaba calentito y la polla se deslizaba suavemente. Abrió su mano lo justo para que pudiera respirar lo necesario.
-Acabaremos pronto. Lo único que debes hacer es estar como ahora, tranquilita. ¿Entiendes lo que te digo, zorra?
Bethelyn asintió con un gesto de cabeza y se dejó hacer. A punto del llanto soportó pacientemente que la sodomizara. Incluso abrió las piernas algo más para que la penetrara con menos fricción y menos dolor.
 Poco a poco notó como su ritmo empezaba a crecer. Se correría pronto y con un poco de suerte se iría de la habitación antes de que apareciera su marido.
 Garse disfrutaba de nuevo de su madre. Era suya de nuevo. No paró de sobarla todo el tiempo que estuvo follándole el culo. Había sido muy fácil. Quería darle a su madre por el culo y correrse dentro.
Y se corrió.
Lo hizo abundantemente. Las primeras sacudidas de semen las recibió dentro de su ano. Pero inmediatamente después Garse, el muy cabrón, sacó la polla del culo y se la metió en el coño donde quería terminar su corrida.
 Bethelyn dio un brinco al notar la polla atravesándola. Odiaba con todas sus fuerzas que le follara el coño pero más aun que se corriera dentro. El muy hijo de puta hacía ambas cosas.
 Cuando acabó se quedó sobre ella como un león sobre una gacela. Cansado, feliz, casi podía dormirse allí mismo con su madre debajo. Pero de repente, en medio de la noche, unos pasos se oyeron en el pasillo. Eduard Brucel había abandonado su despacho en la planta baja y venia hacia su dormitorio para acostarse.
Bethelyn, con los ojos abiertos como platos, hacía lo posible por no llorar. De hecho, no sabía si llorar o mearse encima. Garse, por su parte, que aún se encontraba sobre la espalda de su madre con la polla dentro de su coño, había incorporado su cuerpo y su cabeza como si fuera un perrillo de las praderas que otea el horizonte. Sus ojos estaban abiertos casi tanto como su boca en dirección a la puerta del dormitorio. No esperaba que su padre se retirara tan pronto. Se le escapo un pedo.
 La puerta se encontraba en un lateral de la habitación de tal manera que si alguien entrase por la puerta en línea recta terminaría tropezando con el lateral derecho de la cama. En cuanto su padre entrase les vería trabados como 2 perros.
 Los pasos se detuvieron junto a la puerta. La luz de la candela que portaba Eduard Brucel se filtraba por la rendija inferior. Con la respiración cortada ambos vieron girar la manilla lentamente. La puerta se abrió solo un poco, haciendo aparecer una rendija vertical iluminada.
 La luz a través de la puerta desapareció de súbito. El señor Brucel apagó la vela antes de entrar en el dormitorio. Terminó de abrir la puerta y se introdujo en la estancia en penumbra intentando no hacer ruido. La única iluminación provenía de la gran ventana en el lado inferior del cuarto con las estrellas como únicos focos de luz.
 Se desvistió en silencio en el mismo sitio que otrora lo hiciera su hijo. Dejó la ropa sobre el galán junto a la pared y se metió en la cama.
 Se acercó a su mujer e intentó abrazarla. Cuando lo hizo no pudo evitar levantar una ceja. Su mujer estaba acurrucada de espaldas a él y se hacía la dormida pero él supo que no lo estaba. Deslizó la mano por la cadera y la introdujo bajo el camisón. Levantó la otra ceja. Su mujer no llevaba bragas y eso significaba una cosa nada frecuente. Dirigió la mano hacia su coño.
 Bethelyn sintió la mano de su marido deslizarse por su coño pringoso y empapado de semen de Garse con el corazón desbocado. En el último momento, Garse se había tirado al suelo junto a su cama por el lado izquierdo. Ahora estaba tumbado boca arriba a menos de un metro totalmente desnudo. Podía verle la cara a través de la penumbra. Bethetyn estaba a punto de desmayarse y Garse apunto de orinarse encima.
-Por lo que veo, hoy tienes muchas ganas de follar. ¿Me estabas esperando?
 Bethelyn respiró aliviada. Si supiera que no eran fluidos vaginales lo que estaba tocando sino el semen de su propio hijo que acababa de correrse por todo su coño y su culo.
 Eduard se quitó los calzones e intentó montar a su mujer. Quiso colocarse sobre ella entre sus piernas, pero ella le detuvo para que no viera a Garse desnudo sobre la alfombra. Le empujó de espaldas y se puso a horcajadas sobre su marido, le cogió la polla y se la puso en la entrada de su coño.
-Mejor así.
-Joder, desde luego que sí.
Se metió la polla hasta dentro. Se coló en su coño lubricado a base de semen como un pescado deslizándose entre los dedos llenos de mermelada y comenzó a follárselo. Su marido no tardaría mucho en alcanzar el orgasmo.
 Eduard contemplaba a su mujer deslizarse a lo largo de su polla arriba y abajo. Le sacó el camisón por la cabeza y lo echó a un lado de la cama cayendo encima de Garse. Atrapó las tetas con sus manos y se las amasó.
-Me encanta que seas una señora en la casa y una puta en la cama.
Su mujer le dio una bofetada.
-¿Pero que coño haces?
-P…perdona, te di sin querer.
Garse sonrió. Miraba obnubilado como la puta de su madre follaba con su padre completamente desnuda. Bethelyn también le vigilaba de vez en cuando de reojo. Garse se estaba masturbando.
-Que buena estás, mujer. Con estas tetazas que tienes, la mayoría de los hombres de esta casa se pasarán el día pensando en follarte.
Bethelyn se mordió los labios. El jardinero y el cerdo de su hijo ya lo hacían.
-No me extrañaría descubrirte una noche con un hombre en la cama.
-¿C…Cómo?
-La tentación es muy grande. Y tú estás siempre tan sola.
-P…pues no hay nadie.
-Ya lo sé. Si lo hubiera, le reventaría los huevos. Y después te mataría.
Garse tragó saliva y dejó de masturbarse por unos instantes. Bethelyn comenzó a sudar todavía más. Giró la cabeza y miró a su hijo tumbado junto a la cama con la polla en la mano. Estaba muerta de miedo.
-A veces me das miedo.
-Es la verdad. Te mataría. No soportaría verte con otro hombre.
Se hizo el silencio.
-Aunque si te descubriera con una mujer… la cosa cambiaría.
-Vete a la mierda.
-En la casa hay alguna que otra sirvienta que…
-Cállate. No digas bobadas. ¿A ti te gusta follar con hombres?
-¿Cómo?
-Pues a mí tampoco con mujeres y menos del servicio. Lo que debes hacer es no dejarme sola tanto tiempo. Estoy harta de esperarte día y noche.
Garse nunca había imaginado a su madre con otra mujer. Aumentó su ritmo de masturbación.
-Sé que te he dejado sola durante estos últimos meses, pero tengo algo entre manos que no puedo dejar. Dame un poco más de tiempo. Voy a conseguir algo muy grande Bet.
Bethelyn no dijo nada más y siguió con el metesaca. En un momento dado sintió que su marido comenzaba a ponerse tenso. -Esto va a acabar enseguida. –Pensó.
-Mueve te más rápido, mi amor. Cabálgame mi puta.
 Le soltó otra bofetada.
-Joder ¿Pero que haces?
-P…Perdona fue sin querer otra vez. No se que ha pasado.
Cerró los ojos, apretó los labios, y se concentró en las tetas de su mujer. Bethelyn lamentó haberle arreado. El orgasmo estaba a punto de llegar y no quería retrasarlo. Después se dormiría como un lirón. Apoyó los brazos en el pecho de él y aumentó el ritmo de su cadera.
-Así, así. Cabálgame potra mía.
 Los ojos de Garse asomaban por el borde de la cama. La luz de las estrellas que entraba por la ventana iluminaba a su madre que brincaba como una posesa. Sus tetas botaban enloquecidas, su culo subía y bajaba sin cesar. Tenía el cuerpo empapado de sudor.
 Betehlyn miró a Garse de soslayo. Se estaba pajeando con frenesí con la boca abierta y los ojos a punto de salirse de las cuencas. El muy cabrón estaba disfrutando con su madre una vez más.
-¿Te falta mucho? –Preguntó su marido.-¿Qué?
-Que si te falta mucho para correrte. –Respondió Eduard –Estoy aguantando todo lo que puedo.
 Mierda puta. No se había dado cuenta de que su marido no pararía de follar hasta que ella también se hubiera corrido. Miró a Garse una vez más fulminándole con la mirada.
Se odió a si misma casi tanto como odiaba a su insidioso hijo. Tomó aire y muy a su pesar comenzó a fingir un orgasmo para disfrute de Garse.
Primero fue un leve gimoteo, después fue aumentando el volumen lanzando leves grititos de vez en cuando. Simuló el mismo orgasmo que tenía con él en privado. Eduard que disfrutaba como nunca de su mujer, se abandonó al placer y empezó a correrse abundantemente en su coño acompasando sus gemidos con los de ella. Garse, extasiado con el espectáculo, se corrió a la vez que su padre echando todo el semen en el camisón de su madre.
Cuando por fin terminó todo, Bethelyn se tumbó sobre su marido descansando unos momentos antes intentar retirarse a un costado.
-Chúpamela.
-¿Qué?
-Solo un poco.
-¿Ahora? Estoy muy cansada. Quiero dormir.
-Me apetece mucho.
-No, no quiero.
-Anda, chúpamela un poco y nos dormimos. Vamos mujer.
Miro de reojo a Garse. No le veía pero estaba segura de que estaría regodeándose. No quiso alargarlo más y gateó hacia atrás hasta que sus pies colgaron sobre la parte inferior de la cama.
Sostuvo la polla frente a la boca. Allí estaba el semen de los 2. Iba a lamer la corrida de su marido y su hijo juntos. Que desastre de noche.
 Se la metió en la boca y sintió el sabor amargo del semen de ambos. Ahogó una arcada y continuó lamiendo. Se la chupó con prisa. No quería estar mucho tiempo lamiendo pero cuando apenas llevaba un momento, dio un brinco asustada.
-¿Qué pasa?
-Nada, solo un escalofrío.
Garse había reptado hasta los pies de la cama donde se encontraba el culo en pompa de su madre e intentaba meterle mano entre las piernas. Ella movía el culo hacía los lados para evitar su toqueteo pero Garse era muy persistente. Ese imbécil iba a descubrirse él solo. Resignada, enfurecida y a punto de llorar optó por dejarse hacer.
 Los dedos de su hijo toqueteaban su culo y su coño hasta que uno de ellos consiguió introducirse por su ano. Comenzó a meterlo y sacarlo mientras ella chupaba la polla de su marido.
 Bethelyn toleró paciente la intromisión a su ano una vez más. Cuando no lo soportó por más tiempo, estiró el cuerpo hacia delante sacando el dedo del culo y dejándolo en el aire. Se recostó junto a su esposo con el alma y el ano doloridos.
-Gracias Bet, eres mejor que la mejor de las putas. Que pases buenas noches.
 Odió a su marido.
Transcurrió un tiempo hasta que Eduard quedó completamente dormido. Bethelyn vio a Garse levantarse del suelo. Mostraba su perenne sonrisa. Rodeó la cama hasta colocarse junto a su padre y allí de pie los miró a los durante un rato. Se rascó las pelotas y depositó sobre la cama el camisón de su madre, después se giró, recogió su pijama junto a la mesilla que su padre no había y abandonó la habitación en silencio.
 Bethelyn respiró aliviada por fin. Se incorporó quedando sentada en la cama, recogió su camisón y se lo puso. Volvió a tumbarse junto a su esposo. Se sentía húmeda y le pareció que olía a semen en alguna parte. Nada extraño teniendo en cuenta que esa noche se habían corrido 2 personas sobre ella. Cerró los ojos e intentó relajarse.
Esa noche tampoco durmió.
A todos gracias por leerme, SI QUERÉIS HACERME ALGÚN COMENTARIO, MI EMAIL ES boligrafo16@hotmail.com
 

Relato erótico: “La boda de mi mejor amigo” (POR CARLOS LOPEZ)

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DE LOCA A LOCA PORTADA2Hola a todos. Lo primero es dar las gracias por los comentarios y sugerencias que me distéis después de mi primer relato. Me Sin títulohan animado mucho y ahí va el segundo: Espero que a las lectoras les guste un chico guapo y azorado en ropa interior. Sí, del tipo de ropa interior que gusta a las mujeres. Voy a apostar: ¿Unos boxer ajustaditos negros? Jaja, pues sí, la historia empezó conmigo desnudo de cintura para abajo, me encuentro en un salón de un hotel porque me he tenido que quitar el pantalón para coser el botón… Fuera se oye música.
No soy muy hábil cosiendo y ni siquiera lo tengo a medias.
¿Por qué estoy en esta situación? Pues es la boda de uno de mis mejores amigos y, después de la comida, rica y copiosa, los vinos buenos (sobre todo ese blanco que han puesto, fresquito y que se sube sólo), postre, cava, un licorcito… a mí se me ha descosido el botón del pantalón. Por suerte, he conseguido que me dejen un estuchito con aguja e hilo para ir a solucionarlo. Siempre hay una chica que lo lleva en el bolso, aunque sea un minibolso. Esos estuchitos que a veces se encuentran en las habitaciones de los hoteles son geniales para esto. También me han dejado pasar a este pequeño salón donde los novios dejan los regalos y pueden descansar un poco…
Sentadito en una silla, y con afán y atención estoy dedicado a mi tarea. Joder, qué poca maña tengo para esto… y hoy justo, que no llevo cinturón con estos pantalones necesito el botón. En ese pensamiento estaba cuando, de repente, suena la puerta y, torpemente trato de taparme… tengo que tener una imagen ridícula… con zapatos, calcetines, camisa y corbata, pero con mis piernas al aire en esta grotesca postura sentado en una silla, ahora encogido y avergonzado.
Entra una chica de unos 35 años. Preciosa, ya la tenía echado el ojo pero me dio la sensación de que venía acompañada de un chico, puede que su novio o su marido. No puede evitar reírse de mí y, en este momento pienso que es un bicho. Con la cara de buena chica que tenía y que me había despertado la curiosidad. De hecho, me había pasado todo el rato de la iglesia observándola unos bancos delante de mí. Una chica alta, esbelta, de pelo clarito recogido y bonita figura realzada por el precioso vestido que lleva hoy. Toda la misa mirando sus curvas, las marcas de su ropa, los rizos de su pelo… y ahora casi la odio.
A ella, que además de ser una super mujer, también es un encanto, le han pedido ir al cuarto a dejar una prenda de la novia y ha accedido. Sin esperarlo ella también se encuentra con un desconocido en esa rara actitud y ríe, un poco nerviosa, tratando de darse cuenta de lo que estoy haciendo. El vino también ha hecho sus efectos en ella. Es una prima de la novia y también me había visto ya entre los invitados, seguro que también se ha dado cuenta de cómo la observaba, pero no tiene muy claro a qué grupo pertenezco. Mi sonrisa es ridícula y ella, que no puede evitar reírse, empieza a sentirte un poco cruel con esa actitud.
No está muy claro si es ese remordimiento de reírse de mi desgracia, o porque también ha tomado un poco de vino, o bien porque me ve super torpe y lo de ser un sol le puede… pero, sin mucho control por parte del hemisferio racional de su cerebro, de sus labios salen las palabras mágicas “anda, déjame que yo te ayudo….”
“Noooooo, no hace falta”, digo yo, que lo que más deseo en este mundo es que desaparezca por la puerta por la que ha venido, o bien que se haga un agujero repentino en el suelo y me trague la tierra. En esa postura ridícula, con mis boxer negros apretaditos… con todo y con eso ella dice con una sonrisa maternal en la boca “traeeee”, mientras tira de mi pantalón, y yo me pincho con la aguja en un dedo, jeje no es nada pero me quejo mucho. “Aysssssssss”, soplo en mi dedo, lo que hace que ella, que ya va entrando en una fase claramente demonio, se ría con más libertad y diga…. “Perdona, jajajaja, perdona de verdad.”
Ggggrrrrrrrr, joder, ahora lo que pienso es que tengo delante a una de las chicas más atractivas de la boda (según la valoración conjunta de los amigos del novio jeje no sólo mía) descojonándose de mí. Qué mala suerte que me tiene que pillar en esta situación, y encima sin pantalones. Ggggrrrrr, sacando fuerzas de flaqueza (o también por el efecto del alcohol), la digo con mi mejor sonrisa inocente mientras coge el pantalón y la aguja… “ahora vas a ver te voy a poner nerviosa mientras lo coses a ver si te pinchas tú también, listilla”.
Obviamente me sigue la broma desafiante… “jajajajajaja no creo que puedas, si eres tan torpe que no sabes ni coser un botón”.
y yo digo… “¿que no?” y me pongo detrás de ella, con mi mano puesta castamente en su cintura…. bueno, castamente, jajajajaja, de casto no tiene nada porque la tela de su vestido es muy muy fina y siento el tacto y el calor de su piel…. Es curiosa la situación en la que estamos, somos dos desconocidos a los que una circunstancia de azar les ha llevado hasta aquí. Ella ya se ha fijado en mi camisa que es un poco (solo un poco) apretada y se notan mis músculos… de chico fuerte pero no de gimnasio… también en la mirada, y supongo que en cómo me queda el culo de los pantalones… mejor dicho, me quedaba, porque ahora mis pantalones están en sus manos.
Cuando nota mi mano en su cintura… siente un “chispazo”, una sensación agradable y nerviosa, no sé… el tacto piel con piel a través del vestido finito… incluso rozo la tira de su tanguita. Ufffff, me muero por saber cómo será su ropa interior, cómo el tacto de su piel, las curvas de su cuerpo…
Entonces, la música se pone de mi lado (de nuestro lado), y ponen una canción lenta, típica de las bodas para bailarla cogidos por la cintura. Me pongo a hacer un poco el tonto y a moverme con la música con las manos en su cintura mientras ella se sacude un poco “quita anda” y continúa intentando enhebrar la aguja… y yo digo “te vas a pinchar”. No conocemos nuestros nombres y, quizá por ello, la tensión sexual de la situación va en aumento. Hasta ahora lo ocurrido era algo casto, un poco de broma, pero ahora con mis manos en su vestido…. no me sobrepaso aunque algo en ella desea y se siente bien con el contacto.
Ella siente mis manos grandes y fuertes en la parte alta de los huesos de sus caderas, y el sonido de mi voz provocadora “a ver si enhebras así…”. Ella se ríe y dice “déjame anda, que al final vas a tener que salir en calzoncillos a la boda”.
Y yo sigo con el juego y con mi mejor sonrisa seductora argumento “es que esta canción hay que bailarla”. Sólo mis manos le tocan. Fuertes pero no lascivas. Ella insiste simulando algo de firmeza “deja anda!” (aunque internamente está deseando que siga) y hace un gesto con las caderas como de soltarse de mi contacto. El gesto es muy leve y su voz ya es aniñada, parece que la situación o el vino se está poniendo a mi favor. En sus manos tiene la aguja y el hilo y no lo ha soltado. Con su gesto, sin querer y mínimamente, roza mi paquete, que no está excitado pero tampoco relajado, está vertical pegadito a mi cuerpo y dentro de los boxer. Ambos disimulamos como que no ha pasado nada (es lo que se hace en estos casos ¿no?). Sin embargo la tensión aumenta.
Yo sigo diciendo con amabilidad, “anda, deja eso y vamos a bailar”, a pesar de que ambos sabemos que hay un poco de riesgo de que alguien entre en la habitación y eso le da cierto reparo, pues es una chica con pareja y arriesga más. Sin embargo, también la idea de poder ser cazados en esa actitud le hace sentirse algo excitada… ese morbillo del riesgo, de acabar la boda siendo el objeto de murmuración le produce una sensación extraña. Pero en realidad quiere bailar. Casi todas las chicas quieren bailar y más en la situación que se había creado. Pero, ¿y sí nos descubren? Mucha gente la conoce, es una prima de la novia y todos sus familiares están allí y, aunque es un baile inocente, el chico está medio desnudo. Y sí, está un poco excitada y divertida, yo sigo en su espalda y eso le provoca agitación. Puede percibir el olor de mi colonia y, este aroma es mágico.
Le digo “venga, uno sólo” y ella mira hacia atrás sin oponer resistencia y sonríe. Otro roce inocente entre nuestros cuerpos, mmmmm. Entonces, dice “vamos, pero un baile sólo” deja el pantalón en una silla y, tomando el mando de la situación para evitar riesgos, me coge de la mano hacia una puerta que no yo no sé donde lleva. Da a una habitación con una mesa y sillas, seguro que es donde luego se hará el pago del restaurante. Se pone frente a mí, y comenzamos a bailar…. de momento no muy pegados, con mis manos en sus caderas y las suyas en mi cuello estoy empezando a sentirme en el cielo. Soy un desconocido pero mis manos la electrizan, igual que a mí las suyas en mi nuca. Seguimos bailando y nuestros cuerpos cada vez se atraen más…. noto como ella me acaricia el cuello y yo siento ya su pecho rozando el mío…. uffffff es delicioso… su sujetador no lleva relleno y noto sus pezones completamente duros. Cada vez estamos más próximos. Nuestras caderas también están ya muy juntas, ella ya me siente en completa plenitud.
Casi espontáneamente, nos fundimos en un beso (y digo casi porque algo tuve que ver yo allí). Aunque se había convertido en super esperado, en inevitable, comienza tímido… suave, tranquilo… y segundo a segundo va evolucionando y se convierte en salvaje, ansioso, brutal.
Mis manos siguen en el mismo sitio, atrayéndola sin disimulo, y ella siente mi bulto, se recrea en sus movimientos sobre él. Se muere por acceder a mis calzoncillos, son los que le gustan a ella pero su marido se niega a usar. El vuelo de la camisa me tapa un poco de sus ojos, no de su piel. No sabemos ni como nos llamamos pero seguimos besándonos. Sus manos recorren mi nuca y ahora sí está desatada. El beso ya no tiene nada de inocente, es únicamente húmedo, morboso, sexual.
Y le digo con la mejor de mis sonrisas seductoras “cielo, te voy a pedir sólo una cosa y sería feliz si me la dieses”… continúo “la situación es muy injusta porque a mí me falta una prenda y a ti no”. “Dame una prenda… para tener un recuerdo tuyo cuando salgas por la puerta y desaparezcas de mi vida.” y ella, con un gesto coqueto y elegante, pero con un brillo especial en los ojos me dice “date la vuelta” y sin que yo le vea mete las manos dentro de su falda y se desprende de su precioso tanguita negro. Está mojadito por la parte de abajo, y piensa “estoy loca, a ver como justifico yo esto con mi marido cuando llegue a casa” pero de todas formas lo mete en el bolsillo de mi camisa y dice “ya” con su mejor sonrisa. “Voy a meter la mano a ver qué es”… y ella dice…. “nooooo, espera, tienes que dejar pasar un tiempo, cuando estemos en la pista de baile con todo el mundo. Nos miraremos y tú sabrás cuál es esa prenda”
En ese momento, en el punto álgido en el que estamos ensimismados con la atracción mutua que se ha desatado con el morbo de la situación, suena la puerta repentinamente… otra emoción más y me da un infarto. Ella ve unas cortinas muy espesas (en estas salas las hay) y tira de mi mano hasta meternos rápidamente detrás, tratando de contener nuestra risa nerviosa. En la sala entra la familia de los novios y el dueño del restaurante. Van a pagar el evento y nosotros escondidos en un rincón de la sala muy muy juntitos. Nos da miedo hasta respirar detrás de las gruesas cortinas y, a pesar de estar escuchando la voz de sus propios tíos (quizá precisamente por eso) su mano se dirige divertida a mi boxer. Siempre he pensado que las tías son mucho más retorcidas y, en este caso el morbo de estar escondidos y de las ganas de jugar le podían… si hasta podría jurar que había una sonrisa traviesa en sus labios mientras acariciaba mi polla que estaba a punto de estallar.
Siempre he pensado que estas ocasiones hay que aprovecharlas, y que si no lo haces te arrepientes toda la vida. Así que tardo un segundo en copiar su maldad desplazando mis manos también por todas las partes prohibidas de su cuerpo. Uffffffffff es precioso el vestido, las formas, mis manos llegan hasta sus piernas y entonces empiezan a subir mientras nos besamos con muuucho cuidado para no hacer ruido. Lo extraño es que no se oiga el latir de nuestros corazones.
Estoy en las nubes. Sus piernas son super suaves, son de seda, y su cuerpo tiembla. Yo también estoy muy excitado y lo sabe perfectamente porque lo está provocando y comprobando ella misma con sus manos en mi cuerpo. Llego a su pubis y ya puedo confirmar cuál es la prenda que está en mi bolsillo. Su sexo está caliente, hinchadito, empapado, completamente depilado. Mi mano sólo hace presión desde el exterior. No puede evitar un gemido y su respiración se hace más fuerte. Mi otra mano va a su boca, haciendo con mis labios un sonido imperceptible “ssshhhhhhhhhhhh” siento sus labios besando mis dedos. Estamos desatados, somos dos niños traviesos escondidos detrás de las cortinas y sabemos que no podemos hacer ningún ruido. Mientras mi otra mano sigue jugando con su sexo. ¿Quién me lo iba a decir a mí cuando la veía delante en la iglesia?. Ella no se queda atrás y su mano se mueve arriba y abajo sobre mi boxer. Estamos ambos excitadísimos. Introduzco mis dedos en su boca y me los moja mucho, con ansiedad, y los devuelvo a su entrepierna. Acaricio con sus labios, moviendo mis deditos hacia el entorno exterior de su sexo en un gesto distraído, como para despistarla, pero repentinamente introduzco dos deditos en ella, poco, unos centímetros, y lanza otro suspiro que creo que ha oído todo el restaurante. Pero yo sigo dentro de ella, explorando todos los lugares, con suavidad a veces, y más rápidamente otras.
Se da la vuelta y yo le ayudo a situarla contra la pared en la esquina, mis manos siguen en su cuerpo, sus pechos suaves y redondos, su piel, ummmmm, su sexo, húmedo y palpitante, su respiración, y le digo “cielo, te voy a echar un polvo que siempre recordarás”. “Síiiii” colabora subiendo un poco la faldita de su vestido y colocándose un poco pese a que sigue casi de pie inclinada contra la pared. Qué pena que esté oscuro y no la pueda ver, pero mi miembro es guiado por su mano, juega frotando un poquito con él la entrada de su coño que a mí me quema, de sus labios ummmmm. Le tapo la boca cuando su respiración se pone fuerte. Y cuando quita su mano de mi polla, ya dirigida, empiezo suavemente a meterla y sacarla dentro de ella. Uffffff qué situación…. Ahora no podemos ni hablar, no nos conocemos, pero algo nos ha unido y estamos en el paraíso. El morbo de poder ser pillados en cualquier momento, y la atracción que sentimos es brutal.
En todo caso lo hacemos con muuuucho cuidado por el miedo a que nos pillen. Tan despacio que en cada movimiento voy sintiendo como su sexo se adapta a mi polla según entra y sale. A este ritmo es incluso más placentero. Mis manos se recrean en sus tetas, que he sacado por arriba del vestido. Mis dedos mojaditos moldean sus duros pezones y deslizan en movimientos circulares sobre sus aureolas. Me muero por verlos, pero esa noche no tuve la fortuna de hacerlo. Voy susurrando barbaridades en su oído que ahora no voy a repetir. Para picar su orgullo digo “no esperaba que una chica bien esté aquí en esta situación, dejándose hacer esto por un extraño” y ella dice “nunca te fíes de una chica bien, ni de quién ha provocado la situación”. Me ha picado ella a mí, le digo “eres una chica mala, y te voy a dar tu premio por ser así”, “síiii, dámelo” y voy notando cómo cuando le hablo, subiendo el tono de mis palabras sucias, empieza a contraerse, una de mis manos pasa de sus pechos a su boca. Se la tapo e imprimo un ritmo más duro dentro del silencio… “esto es lo que quiere esta chica bien” llego a ser duro duro en mis gestos. Ella, con su vestido subido, sudando, sin hacer ruido, el corazón a mil por hora, tiene un orgasmo laaaaargo y profundo mientras mis manos se pasean por todo su cuerpo. Se contrae, se clava en mí, se frota, se convulsiona, noto sus uñas en mi espalda apretando mi cuerpo contra su espalda… es larguísimo. Larguísimo, profundo, morboso, silencioso.
Sólo unos segundos después, cuando su cuerpo se va relajando, nota los espasmos del mío… y los leves ruidos que emito y se siente contenta, culpable, excitada, enfadada, llena de amor, de sensaciones contradictorias… pero sobre todo viva.
Después de todo, aún tuvimos la suerte de que se quedó la sala libre de gente muy pronto… me dio un beso suave en los labios y me dijo “me ha encantado conocerte, pero ahora no puedo ayudarte con el pantalón, me están esperando” y arreglando informalmente su vestido salió ella también de la sala dejándome con cara de tonto.
No viene al caso cómo conseguí coser el pantalón después de este episodio. Tampoco fue el último encuentro que tuve con ella, pues al poco rato de volver a la pista de baile, la novia nos presentó como si fuésemos completamente desconocidos y, haciéndonos los despistados, conocimos nuestros nombres por primera vez. No sé si alguien notaría el brillo en nuestros ojos las veces que bailamos. Desde luego el imbécil de su marido no la hizo demasiado caso en toda la boda, lo que supone una prueba más de hasta dónde puede llegar la estupidez humana. Ganas me dieron de volver a nuestro escondite. En uno de los dos bailes que compartimos disimulando amistad, cuando se hizo la oscuridad le robé un beso en los labios y, cuando se le subieron los colores le dije al oído “tenemos que quedar un día para que te devuelva la prenda que llevo en el bolsillo, chica bien”. “Ven a verme cuando tú quieras, trabajo en Zara, en la tienda del centro comercial XXXXXXX”.
Esta es la primera vez que cuento lo que pasó. Ni siquiera lo saben mis amigos y me he cuidado de no poner nombres reales aquí. Después de esto, han pasado más cosas que contaré en próximos relatos.
Agradezco cualquier comentario o sugerencia diablocasional@hotmail.com.
Carlos López
 
 
 

Relato erotico: “Mi hermano; el origen de mis quebraderos de cabeza” (POR HELENA)

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PORTADA ALUMNA2

-¿Me estás escuchando? – preguntó Nerea insistentemente desde el sofá de al lado.
Sin título-Siii… – respondí por inercia mientras mis pensamientos fluían en otra dirección.
Me hubiese gustado contestarle que francamente, me importaba una mierda lo que me estaba contando. Llevaba más de una hora relatándome con todo lujo de detalles las guarradas que había puesto en práctica la noche del sábado anterior, cuando desapareció con un idiota que había conocido en la discoteca.
-Ya… Sigues dándole vueltas a esa atracción fatal que sientes por tu hermano, ¿no? Se te ve a leguas…
Suspiré arrepentida. Nunca debí habérselo contado y sin embargo, a principios de verano cometí exactamente esa tontería. La noche de San Juan, entre una cerveza y otra, le confesé lo que me venía rondando por la cabeza desde hacía algunos meses. Sí, exacto, mi hermano. Mi hermano mayor, el mismo que recuerdo guardándome con recelo de todo lo que nos rodeaba desde que tengo uso de razón. Incluso ahora, que tenemos 18 y 20 años.
-Bueno, está de toma pan y moja, claro…- continuó divagando – uno no desfila en su tiempo libre por ser un callo. Pero no te ofendas cuando afirmo que es un gilipollas integral.
Volví a suspirar. ¿Qué sabría ella? Mi hermano no se portaba bien con ninguna de mis amigas, y menos con Nerea. Solía decirme que no lograba entender qué más me podía aportar su compañía aparte de una ignorancia en estado puro. Pero Alejandro no era así. Era muy cariñoso y atento, siempre tenía un beso de buenos días para toda la familia y los cabreos no le duraban más de unas pocas horas en el caso más extremo. Bueno, exceptuando el que le acompañaba desde que había comenzado el verano.
Cuando comenzó a hacer sus pinitos en el mundo del modelaje nadie se lo tomó en serio, ni siquiera él mismo. Pero lo cierto es que mi hermano ha participado en desfiles con bastante asiduidad desde que se subió por primera vez a una pasarela, respaldado por una agencia de modelos que le descubrió cuando acompañaba a un amigo a un casting para figurar como extra en una película que se rodó en el barrio hace unos tres años. Siempre logró compaginarlo con sus estudios hasta este año, que comenzó a tomárselo más en serio y eso repercutió negativamente en su carrera. Y por ende, también en el humor de mis padres, que le insisten hasta la saciedad en que debe formarse, ya que lo que ahora le permite desfilar no le durará toda la vida. Él lo sabe, estamos muy unidos y me lo dice a menudo. No tiene intención de dejar la carrera, es sólo que cada vez le salen cosas más en serio y las cantidades de dinero que le ofrecen van en aumento. Es normal que se deje embaucar por eso, pero no hay nada que temer. Alejandro sabe perfectamente lo que tiene que hacer así que este verano le prometió a mis padres recuperar al menos la mitad de las asignaturas que le quedaron a lo largo del curso – que fueron casi todas porque durante la convocatoria de febrero estuvo en Milán y a la de Junio llegó apenas una semana antes tras desfilar en Barcelona -.
¡Y allí estaba yo! Sola con mi hermano en Madrid, renunciando a las dos semanas de playa en Málaga que me correspondían por terminar el bachillerato y aprobar la selectividad con matrícula. Pero no podía dejarle solo, él siempre me regalaba lo que quería desde que comenzó a percibir ingresos extras por “poner morritos”. Me llevaba con él si desfilaba fuera y podía acompañarle y en concreto, aquel año se había lucido. Me llevó a Grecia durante las vacaciones de Semana Santa porque además coincidía con mi cumpleaños. Grecia, el sueño de mi vida. Creo que fue a partir de entonces cuando empecé a verle como a un chico y no como a un hermano. Siempre supe que iría a Grecia pero nunca me imaginé que mi vida cambiaría de forma tan radical allí.
-Laura, joder… ¡Es tu hermano, tía! – las palabras de Nerea interrumpieron de nuevo mis cavilaciones.
-Lo sé, pero…
Ambas nos enderezamos en el sofá fingiendo ver la televisión cuando la puerta de casa se abrió. Alejandro entró sonriente con una amiga, la presentó brevemente antes de acercarse para besarme cariñosamente la coronilla y desapareció camino de su habitación con la ahora colorada amiga, que le siguió evitando mirarnos directamente. Inmediatamente se me formó un nudo en el estómago.
-Lo ves, es un cretino. Es un buen hermano, te compra un montón de cosas y te lleva por ahí siempre que puede, pero nadie en su sano juicio se enamoraría de alguien como él. En realidad estás en la mejor posición posible.
-Nerea, ¡por favor! – exclamé suplicante para que no me torturase más.
Mi secreto estaba a salvo con ella, era mi mejor amiga desde que éramos unas crías. Pero que mi mejor amiga carecía de tacto alguno, era una verdad incuestionable.
-Esa idiota estará dejándose hacer de todo pensando que se ha ligado al hombre de su vida y las dos sabemos que le importa un comino esa tía. Mañana traerá a otra y le hará lo mismo.
Opté por guardar silencio mientras Nerea se levantaba para llevar de vuelta a la cocina los vasos del refresco que nos habíamos tomado.
-En serio, Laura, ¿tanto te mola?
-“Molar” es una mierda para definirlo, créeme… – admití tras unos segundos.
-Pues “estar jodida” es cojonudo para describirte, ¿sabes? Porque es imposible, olvídalo…
Nerea se incorporó de nuevo, anunciando con toda naturalidad que necesitaba mear. Se dirigió al baño mientras yo me quedé en el salón, sumida en una espiral de pensamientos catastrofistas en los que me veía a mí misma odiando a cada una de las idiotas que cruzaba el umbral de la puerta de la mano de mi hermano. Nerea tenía razón, en todo, Alejandro pasaría de cada una de ellas y lo nuestro era imposible.
-¡Jo-der! ¡Tu hermano es un puto sádico de mierda! ¡Da más asco de lo que pensaba! – exclamó mi amiga moderando el tono de voz desde la entrada del salón. La miré sin entender a qué se refería y la seguí sin saber el motivo cuando me invitó con un gesto a hacerlo.
Caminamos hasta la puerta de la habitación de mi hermano y nos paramos ahí, Nerea me indicó que guardase silencio y apenas unos segundos después mi corazón latía desbocado al escuchar lo que estaba pasando al otro lado de la puerta.
Alejandro, – mi adorable hermano – le profería toda clase de insultos en un cierto tono juguetón a la pobre chica que nos había presentado hacía poco menos de media hora. La chica emitía algún vago sonido de aceptación de vez en cuando, mientras Nerea se desternillaba al escucharla totalmente sometida. No me hizo gracia. Sentí vergüenza ajena de todo aquello y regresé encolerizada al salón mientras los jadeos de la “amiga” de Alejandro comenzaban a hacerse escuchar por todo el pasillo.
Nerea me siguió reprimiendo las carcajadas y agradecí para mis adentros que hubiese optado por hacerme compañía en silencio en lugar de intentar argumentar algo coherente que sin duda hubiese terminado siendo una sandez de las suyas. Bueno, esta vez no se equivocaba. La que erraba era yo. No hacía falta ser una lumbrera para darse cuenta.
La puerta de la habitación de Alejandro se abrió pasada apenas una hora y la chica se deslizó a través de la entrada de mi casa hacia la salida sin dar ni pío. Mi hermano se asomó alegre a la puerta del salón tras despedir a su “putita” de turno.
-Nerea, guapa. Ya es de noche, ¿no te echan en falta en tu casa? – Bromeó acercándose para sentarse a mi lado. Le miré de reojo comprobando que ya vestía su pijama. Unos pantalones de algodón holgados y una camiseta fina de manga corta.
-¿Y tú? ¿No era que tanto tenías que estudiar, Alejandrito?
-Ya he estudiado todo lo que tenía pensado estudiar para hoy – contestó con cierto orgullo.
-La leyenda urbana es cierta, ¿sabes? Los modelos, en cuanto habláis, la cagáis de pleno – replicó mi amiga.
Me levanté con la excusa de llamar a mis padres para ver qué tal por Málaga antes de que la cosa fuera a más, Alejandro y Nerea solían mantener tensas conversaciones de vez en cuando. En realidad, creo que en el patio del colegio él y sus amigos ya jugaban a apuntar a Nerea y a mis amigas con el balón de fútbol.
Tras acompañar a mi amiga a la puerta llamé a mis padres y de nuevo les relaté un día más lo bien que iba todo y lo mucho que estudiaba mi hermano. Cuando me fue imposible continuar al teléfono por más tiempo, colgué y me escurrí discretamente a mi habitación. Solía cenar en salón con mi hermano mientras hablábamos de un sinfín de cosas, pero aquella noche eso era lo que menos me apetecía. Me puse mi camisón de verano y me recosté en cama dispuesta a leer un poco antes de dormir. Sabía por qué leía y aun así no era capaz de evitarlo. Los renglones de las páginas se desvanecían en mis pupilas mientras en mi cabeza sólo había lugar para una cosa; La posesiva voz de mi hermano dirigiendo cada acción que aquella zorra había llevado a cabo para él en su habitación. Era rastrero pero de todos modos, si no quería engañarme, tenía que admitir que la envidia me corroía. Yo hubiese hecho cosas mucho más rastreras por tener la oportunidad de que mi hermano…
Mi cuerpo dio un respingo sobre el colchón cuando mi puerta se abrió tras un par de golpes de nudillos desde el otro lado.
-¿No vienes a cenar? – preguntó la voz del origen de mis quebraderos de cabeza.
-No, no tengo hambre. Hemos estado picando algo mientras veíamos la tele…
Mi hermano desapareció por dónde había venido sin objetar nada, pero no tardó en regresar con una manzana en su mano. Entró de nuevo en mi habitación con naturalidad y se tumbó en cama a mi lado.
-Estás triste, ¿es por algún chico? ¿Quieres que le parta la cara a alguien?
<< A la guarra de tu amiga, para empezar >> Pensé. Sin embargo contesté con una negación tratando de ser convincente.
-¿Qué lees? – me preguntó arrebatándome el libro unos segundos para otear la portada.
Obtuvo su respuesta, así que me limité a recuperar mi postura anterior y continué leyendo. O haciendo que leía, me resultaba imposible hacerlo con mi hermano tumbado a mi lado en mi cama. No debería ponerme así por eso, ya he mencionado que él siempre ha sido muy cariñoso, lleva tumbándose en mi cama de esa forma durante toda su vida.
-¿Mal rollo con Nerea? – sugirió en un desesperado intento por entablar conversación.
Negué de nuevo con la cabeza. Esta vez acompañado de una mirada de curiosidad que no pude reprimir al preguntarme qué le había hecho deducir aquello.
-Es tonta, ya te lo he dicho…
-Es mi amiga, Alejandro. Yo también te lo he dicho – le interrumpí en un tono más cortante del que realmente pretendía.
-Sí, claro… – acató sin rechistar.
-Amiga de verdad. No como las tuyas – lancé medio en broma tratando de quitar hierro al asunto.
Alejandro se rió. Bueno, al menos conseguí que él se riese. A mí me enterraba en vida que él tuviese esa alocada vida sentimental mientras la mía era una infinita estepa por su puñetera culpa.
-¿Olga? – sí, Olga. Así se llamaba la afortunada de aquella tarde. Ya no me acordaba – ¡ni siquiera es mi amiga, Laura! Creo que ambos lo sabemos – me certificó entre risas.
-¿Nueva novia?
Él rió todavía más fuerte.
-¡Ni hablar!
Me reí con él dando pie a una conversación que se alargó hasta altas horas de la madrugada mientras yo maldecía el hecho de que fuéramos hijos de los mismos padres. Recuerdo vagamente que mientras me quedaba dormida despotricaba mentalmente acerca de la injusticia que se había cometido al darme aquel hermano, ¿no podía tener un mocoso infantil que me hiciera la vida imposible y que rebuscase en el cajón de mi ropa interior para reírse con sus amigos? No, a mí me tuvo que tocar el guapísimo hermano protector y cariñoso. Sí, <<¡mierda!>> fue lo último que pensé antes de dormirme.
Y <<¡mierda!>> fue lo primero que pensé al despertarme cuando me encontré a Alejandro con una bandeja de desayuno al lado de mi cama.
-¡Buenos días, Laurita! ¿Qué tal si desayunas y nos vamos de compras? ¿Te hace?
<<¡Joder Alejandro! ¿Qué si me hace? ¡Sigue así y acabarás consiguiendo que escriba mi nota de suicidio!>>
-No tengo dinero – contesté intentando excusarme.
-Pero yo sí, ¡tonta!
Me rendí. Desayuné y acepté la jornada de shopping con mi hermano, sabiendo que se me caería la baba cada vez que se probase algo.
El día transcurrió maravillosamente. Alejandro tenía la vaga idea de que su hermana pequeña estaba sufriendo por algún amor – y aunque estaba atinado con eso, al menos no se imaginaba que el sujeto que desataba todo aquello era él mismo -. Y para más inri, me dio un par de consejos para pasar de quien quiera que fuese. << ¡Gracias Alejandro!>> pensé. Pero el broche de oro fue el hecho de que estuviese realmente preocupado y que por eso me acaparase durante unos días, llevándome de aquí para allá y buscando mil cosas diarias que hacer juntos. ¡Ideal para olvidarle!
Sopesé la opción de decírselo, de verdad. Se me ocurrió que quizás fuese más sano. Al menos podría conseguir cierta distancia entre nosotros. Pero no lo hice. Y supongo que decidí callármelo precisamente para evitar esa distancia que supuestamente me ayudaría a obviarle con más facilidad. Me volvía loca, ya no podía pensar en otra cosa que en provocar sus atenciones. No resultaba difícil en absoluto, se deshacía en ellas cada vez que me mostraba mínimamente compungida y me gustaba. Me encantaba, para ser sincera.
La noche del viernes me dejé caer sobre su torso en el sofá, mientras veíamos una película. No esperaba su rechazo, pero me sorprendió que él me acogiese bajo su brazo y me hiciese un hueco todavía más cerca de él de lo que yo buscaba. Me alegré inútilmente y me embargó la agonía de tener que refrenar mi imaginación. No, no podía intentar nada más porque aquello no era ninguna insinuación. Alejandro era cariñoso porque era mi hermano.
Al día siguiente – el sábado por la mañana – me dijo que había invitado a un par de amigos a tomar unas cervezas en casa antes de salir. Se tomaba muy en serio lo de levantarme la moral porque me dejó caer que se lo mencionase a Nerea por si no quería estar sola en medio de sus amistades. No me hacía especial ilusión avisarla, le quería para mí sola el mayor tiempo posible antes de que llegasen nuestros padres. Pero ya que él había organizado un botellón en casa con sus amigos, yo avisé a Nerea y a Noa. Noa está también entre mis mejores amistades, pero en un rango bastante por debajo del de Nerea y por supuesto, ella no sabe nada de lo de Alejandro. Bueno, sólo Nerea y yo lo sabemos.
Noa aceptó encantada la invitación. A pesar de que mi hermano tenía fama de borde entre mis amigas, ninguna rechazaba la oportunidad de compartir estancia con él. Odiaba esa reacción por parte de mis amigas. Sobre todo desde que mi desdén me hizo ver que si supiesen jugar bien sus cartas, cualquiera de ellas podría tener una lícita oportunidad con él que a mí siempre se me denegaría por sentido común.
La noche llegó después de un día tranquilo en casa y tras cenar algo ligero me metí en la ducha repasando mentalmente las opciones de vestuario que tenía. Al final me decanté por estrenar el vestido claro que mi hermano me había comprado esa misma semana.
Me crucé con Alejandro por el pasillo, salía de la habitación de mis padres con el pelo todavía mojado y ataviado solamente con un bóxer. Se había duchado en el baño de mis padres para no esperar a que yo dejase libre el de casa. Inconscientemente aparté la cara de su cuerpo cerrando los ojos al pensar que mi mirada estaba mostrando mucho más de lo que yo quería dejar ver. Pero él se rió de mi reacción.
-¿Qué pasa? ¿Te da apuro verme así? – inquirió con pasmosa naturalidad burlándose de mí. Se me escapó una risa nerviosa pero ni con ésas fui capaz de volver a mirarle mientras los dos nos reíamos como tontos – ¡¿Laurita?! ¡Venga ya!
No parecía creérselo mientras me asediaba en ropa interior cada vez más sorprendido de mi reacción. Comenzó a tirar de la toalla que me envolvía haciendo el amago de dejarme tal y como nuestra madre me trajo al mundo.
-¡Anda, Laurita! ¿Cuántas veces nos hemos duchado juntos? ¡No puede ser! – exclamaba mientras me hacía cosquillas por encima de la toalla.
-¡Alejandro, por favor! – imploré mientras reunía el valor necesario para mirarle aparentando cierta seguridad. Él se rió al ver mi cara.
-¡Pero si estás como un tomate! ¡Tonta! – se burló antes de abrazarme y estamparme un enorme beso en la frente.
Acto seguido se encaminó hacia su habitación meneando la cabeza mientras yo me quedaba hiperventilando en el pasillo sin perderle de vista. <<¿ Por qué a mí? >> pregunté retóricamente al techo de mi casa. No obtuve respuesta pero supongo que si el techo pudiese dármela me contestaría; “por desviada mental”.
Me vestí tras cerrar la puerta de mi habitación y me maquillé un poco antes de volver a salir. Alejandro estaba en la cocina hablando por teléfono, repitiendo de mil formas distintas que no pensaba salir esa noche. En seguida deduje que se trataba de alguna de sus “amigas”. Le observé mientras me abría una botella de cerveza. Llevaba unos vaqueros oscuros que le quedaban de vicio perfectamente combinados con unas final zapatillas de tela y un ligero polo de manga corta que adquiría más percha sobre él de la que en realidad debiera tener. Colgó el teléfono tras despedirse y me miró con una enorme sonrisa.
-¿Mejor así? – preguntó con cierta gracia imitando un giro de pasarela.
No pude contener la risa y asentí mientras me reía.
-¿Ligaré esta noche? – planteó con fingido aire narcisista mientras se alborotaba un poco el pelo.
Se me encogió el corazón de repente y di un trago largo a mi cerveza. Él seguía esperando mi respuesta.
-Claro Alejandro. Tú siempre ligas – admití dejando caer mi mirada sobre la encimera de la cocina.
-Bueno, pero esta noche no seré el único – dijo convencido –, de lo contrario, dormiré con mi querida hermana. Te lo prometo.
A punto estuve de escanciar la cerveza por la nariz al escuchar aquello. ¿Alejandro bajo las sábanas conmigo? Como poco tendría sueños húmedos. ¡No! ¡De ninguna manera!
-¿Conmigo? ¿Por qué? – pregunté con más desesperación que curiosidad.
-Porque me apetece, Laura. Hace años que no dormimos juntos, me encantaba dormir contigo y de repente te da corte verme en calzoncillos aunque recuerdo que estuviste allí la primera vez que desfilé en ropa interior – la respuesta me dejó rota. Me hubiera gustado explicarle que eso fue cuando él todavía era mi hermano, no un hombre que hacía volar un deseo que yo trataba desesperadamente de enterrar – ¡a veces me gustaría no haber crecido, créeme! – añadió.
No supe lo que quiso decir ni tuve tiempo para sopesarlo detenidamente, lo achaqué a algún repentino complejo de Peter Pan, quizás ocasionado por algún numerito de alguna de sus “amigas”. El timbre sonó y él se dirigió a la puerta para abrir. Escuché las voces de sus amigos y distinguí una por encima de las otras. Iván, el bruto del grupo. Solía andar mucho con Alejandro y el resto, pero optó por trabajar tras terminar la ESO mientras que mi hermano y los demás siguieron estudiando, de modo que su tiempo para los colegas fue menguando paulatinamente.
-¡¿Laurita?! – exclamó un sorprendido Iván al verme en la cocina cuando entraron portando más alcohol. Le saludé vagamente con un movimiento de cabeza. Si Alejandro mantenía que Nerea era tonta, yo me apostaba una mano a que Iván era retrasado mental -¡Joder Jandrito! ¡Cómo ha crecido la cría! ¿La han visto en tu agencia? ¡Seguro que le salen más chollos que a ti!
Sí, definitivamente podría apostarme todas las extremidades y las conservaría todas.
-¡Eh, animal! ¡Nada de Laurita! Laura para ti, y de apellido; “intocable” ¿entendido? – espetó mi hermano en el acto.
Iván se reía mientras guardaba las bebidas en el frigorífico pero continuó echándome alguna que otra mirada mientras le comentaba a “Jandrito” que habían invitado a algunas “nenas”. Los imbéciles de sus amigos siempre les decían a las “nenas” que su amigo “Jandrito” era modelo… Mi hermano bromeaba diciendo que esa noche se tomaría un descanso, pero no se lo creía ni él. Al parecer, las “nenas” estaban de muerte.
Me terminé la cerveza y me acerqué a la nevera para procurarme la segunda mientras ellos hablaban de tías como si yo fuese uno más del grupo que de un momento a otro aportaría sus gilipolleces a la conversación de machos cabríos que estaban manteniendo en la cocina de mi casa.
Mis plegarias fueron escuchadas, Nerea y Noa llegaron antes de que mi segunda cerveza bajase más allá de la mitad.
-Me termino esto y nos piramos, ¿entendido? Por cierto Nerea, duermo en tu casa – dije nada más abrirles la puerta.
-¿Qué coño dices? ¡Yo duermo en tu casa! – Contestó mi amiga con desparpajo –. Es decir, he quedado con un tío y no pienso venir aquí con él. Pero me resultaría difícil explicarles a mis padres que tú duermes en mi casa y yo en la tuya.
Miré a Noa esperando el favor…
-Se supone que yo también duermo aquí… – me dijo con la boca pequeña.
¡Joder! Las mandé a la mierda mentalmente y me dirigí a la cocina para ofrecerles una cerveza a mis dos mentirosas amigas mientras yo apuraba la mía al tiempo que disfrutábamos de la delicadeza que mi hermano y sus amigos derrochaban al intercambiar detalles de sus rolletes, ahora instalados en cómodamente en los sofás del salón como si desde allí no se escuchase nada en la cocina. Nerea me miraba de reojo cada vez que salía a colación algún detalle acerca de Alejandro, pero yo me hacía la sueca. Lo sabía, Alejandro era un cerdo con las tías y sin embargo a mí me trataba mejor que nadie en el mundo. ¡Mierda! Yo también quería que él pudiese tratarme así, yo quería poder montarle un numerito por haberme prometido mucho hasta que terminase en su cama en lugar de simplemente odiar todo porque eso era imposible.
-Oye, podemos quedarnos un poco más, ¿no creéis? – preguntó Noa al terminarse su cerveza y cogiendo tres más en la nevera – a mí me resulta interesante escucharles. No deja de ser instructivo…
Dejé caer la cabeza sobre la mesa de la cocina, sintiendo arder mis mejillas tras haber cenado demasiado ligero y haberme bajado dos cervezas casi de penalti. El alcohol siempre me sentaba fatal, no solía beber.
-¿Instructivo para qué? ¿Acaso aspiras a prostituta o simplemente a golfa titulada? A mí me parecen unos cerdos – atajó Nerea.
-¡Venga ya, Nerea! ¡Ni que nosotras no hayamos hecho cada cosa que están mencionando ahí! Suena así fuera de contexto pero no me niegues que lo disfrutas cada vez que lo haces…
Nerea se rió mientras aceptaba la segunda cerveza y me pasaba mi tercera. Prácticamente me aferré a ella al reparar – gracias a mis dos buenas amigas – en que yo seguía buscando a alguien para empezar a hacer todo aquello. Me refiero a alguien que no fuese mi hermano. No es que me faltasen ocasiones pero es que a decir verdad, creo que nunca se me revolucionaron las hormonas en grado sumo al atravesar la dichosa edad del pavo. No, nadie me llamó la atención especialmente durante esa etapa. Estaba demasiado ocupada sacando sobresalientes en todas las asignaturas, con las actividades extraescolares, con los idiomas y con mi hermano. El gilipollas que me había disparado las hormonas a tiempo tardío. ¡Joder! ¿Cómo que nunca se me habían disparado las hormonas? ¿Qué coño era sino obsesionarme con mi hermano como si me fuera la vida en ello?
Casi sin quererlo reparé en lo adormecidos que parecían mis dedos y de repente, igual que un día vi a Alejandro y deseé probar esos labios hasta el punto de culparme por ello, así de inevitablemente supe que estaba como una cuba. ¡Genial! Justo a tiempo de recibir a nuestras invitadas VIP, las “nenas” que conformaban el harén que Iván había prometido al llegar. Ni siquiera me levanté. Las vi desfilar hacia el salón todas peripuestas y luego me las imaginé poniendo ojitos a mi hermano mientras escuchaba una a una cómo le saludaban.
Creo que me sentí descorazonada. Vacié de un trago lo poco que quedaba en la botella de mi tercera cerveza y me levanté para armarme con otra. El camino hacia la nevera fue suficiente para que decidiese cometer una estupidez, supongo que en un arrebato de no sé muy bien el qué, me decanté por un buen cubata de vodka. Nunca antes lo había probado pero me pareció un momento inmejorable. Mis amigas miraron asombradas mi destreza como barman mientras llenaba el vaso hasta más de la mitad con vodka y lo rellenaba con un chorro de lima antes de poner unas piedras de hielo que hicieron derramar parte del contenido por encima de la encimera. Lo hubiese limpiado pero ¡qué demonios! ¡Ya lo haría Alejandro creyendo que había sido alguno de sus colegas! Volví a mi silla y comencé a beber aquella mierda ante los incrédulos ojos de mis amigas mientras escuchábamos las risitas de las putillas que habían venido a conocer a mi hermano.
¡Que les den! ¡Yo soy su hermana! Vale, no puedo follármelo, pero a mí me quiere. A mí me cuida, me lleva de viaje, me regala un montón de cosas y se interesa por lo que hago. Mi particular remedio alcohólico bajó por mi garganta mientras pensaba que a efectos prácticos estaba en el mismo punto que aquellas zorras. Ambas partes anhelábamos algo que no podíamos tener de Alejandro, así que éramos igual de desgraciadas. No tenía nada a lo que aferrarme para declararme vencedora, o por lo menos, mejor parada que ellas. ¡Mierda otra vez!
-¡Laurita, niña! ¡Estás más pedo que Alfredo! – exclamó el bruto de Iván al entrar en la cocina en busca de copas para las “nenas”.
Con mil esfuerzos le mostré el dedo corazón de mi mano izquierda completamente erguido sobre los demás dedos acuclillados, provocando las carcajadas de mis amigas, que a esas alturas ya no estaban mucho mejor que yo.
-¡Hay que ver! ¡Verás cuando te vea Jandrito!
-¡Que te den por el culo! ¡A ti, a Jandrito y a vuestras zorras! – contesté disimulando la cólera con mi elevada tasa de alcoholemia.
Iván se retiró sin decir nada más. Nada que yo escuchase, al menos.
-¿Por qué no te lo tiras? – me preguntó Noa entre risas –. Está de buen ver, si yo fuera tú ya lo habría intentado…
Nerea lo desaprobó en el acto. Pero la idea se fraguó en mi cabeza. Sí, Iván no estaba mal. Me reí al encontrarme sopesando la opción. ¡Sí que había bebido! Si estuviese sobria le habría contestado que tirarse a Iván sería lo más parecido posible a experimentar el sexo de las cavernas en plena era moderna. Y sin embargo, el mismo cerebro que me había salvado el pellejo en cada examen de mi vida me decía que Iván era perfecto para desahogarme. Si “Jandrito” podía llevarse a cama a quien le diese la gana, entonces yo también podía. No, no dormiría sola, dormiría con quien menos se lo esperaba mi hermano. Y eso me provocaba cierta satisfacción teniendo en cuenta que él estaba en el salón rodeado de unas “nenas” cuyas únicas expectativas que generaban eran las de ser muy zorras.
Me incorporé como buenamente pude tras beberme hasta la última gota de aquella cosa asquerosa y caminé hasta el salón. Me apoyé en el marco de la puerta e intentando elevar mis pesados párpados entoné una pastosa voz;
-Iván, ¿puedes venir un momento? – torcí ligeramente mi boca en una sonrisa para resultar un poco coqueta pero no tengo ni idea de lo que acabe mostrando, pues todo el mundo me miró como si acabase de abrirme camino desde el corazón de una tumba.
Alejandro me miraba estupefacto, lo distinguí perfectamente entre dos de sus amiguitas.
-¿Qué quieres? – me preguntó Iván.
-Enseñarte algo –. Pude escuchar las risas de mis amigas, que provenían de la cocina mientras seguramente cruzaban apuestas.
Iván miró a Alejandro con curiosidad, que le dedicó un duro gesto en medio de los infantiles gritos de desafío del resto de sus amigos.
Creí que no vendría, me sentí gilipollas plantada en el marco de la puerta intentando que uno de ellos viniese conmigo ignorando de ese modo a unos bien curveados zorrones de su edad que lucían embutidas en prendas de las que mi madre me reprendería solamente por mirar. Pero finalmente se levantó y se dirigió hacia mí con un gesto de desconfianza.
Caminé por el pasillo hacia la puerta de mi habitación ante la incrédula mirada del amigo de mi hermano. << Ven, joder >> pensé. Y como si lo hubiera dicho en voz alta, él me siguió. Entré esperando que me siguiera sólo unos pasos más y para mi sorpresa, lo hizo.
-Oye, Laura. Me estás poniendo un poco nervio…
No le dejé terminar la frase. Me abalancé sobre él tras cerrar la puerta y comencé a besarle. En un principio me rehusó como pudo, sin llegar a apartarme, pero pronto se dejó llevar.
-Laurita, Alejandro me va a colgar, nena… – dijo haciendo un descanso para levantarme la falda del vestido y colar la mano a ras de mis ropa interior al tiempo que me arrastraba apresuradamente hacia la cama.
Suspiré mientras me dejaba caer sobre mi colchón lanzando lejos los zapatos.
-¿Quieres que le pidamos permiso? Mi hermano tiene que aceptar que su hermana pequeña ya no es pequeña, ¿no te parece?
-Estás muy pedo, tía. Si fueses cualquier otra… pero…
Me tapé la cara con las manos sin poder creérmelo, ¿iba a rechazarme? ¡Iván! ¡El tío cuya única aspiración en la vida era “probar chochetes” iba a dejarme tirada en cama por mi hermano! ¿Es que mi desafortunado criterio para fijarme en alguien iba a perseguirme siempre?
Reuní todo el coraje que fui capaz y sin dejar ver nada bajo el vestido me deshice de la pieza inferior de mi ropa interior para arrojarla a los pies de un Iván que me miraba debatiéndose entre lo que quería y lo que debía hacer.
-Aún con un par de cervezas encima, yo soy intocable para quien a mí me dé la gana. No para quien lo diga mi hermano.
Definitivamente, por mi boca hablaba el alcohol. Y si los oídos no me la jugaban, acababa de pedirle al tío más cerdo que era capaz de mentar que me follase.
Sí, por desgracia no me fallaban. Iván se deshizo rápidamente de la parte de arriba de su indumentaria y tras descalzarse se abalanzó sobre mí acaparándome por completo. Apagué la luz de la habitación en un desesperado intento de esconderle a mi vista a quién pertenecía aquella boca que me ahogaba, o aquellas manos que apenas me dedicaron un par de caricias para elevar mi vestido sobre mi cintura y buscar mi sexo al tiempo que inducían a las mías a ocuparse del suyo.
Intenté relajarme esperando que la incómoda sensación que me producían sus dedos buscando con insistencia la entrada de aquel lugar en el que nadie me había tan siquiera rozado con anterioridad desapareciese poco a poco dejando paso a ese placer del que todo el mundo hablaba. Pero el momento parecía no llegar y el hecho de tener que frotar su pene erecto entre mis manos casi por obligación no me ayudaba en absoluto.
De hecho me maldije a mí misma cuando tras forcejear un poco, consiguió introducirme un dedo y comenzó a moverlo salvajemente de dentro hacia afuera. No lo soportaba más, el dolor era cada vez más agudo y mientras mi escasa libido caía en picado, él parecía experimentar todo lo contrario.
Unos fuertes golpes en la puerta hicieron que “mi gran amante” cesase en su empeño por taladrarme – literalmente -.
-¡Iván, nos vamos! – gritó uno de los amigos de mi hermano.
Respiré aliviada por partida doble. Creí que ya no había marcha atrás en mi precipitada decisión y que había sido Alejandro el que había golpeado la puerta.
-¡Voy dentro de un rato! – contestó Iván haciendo que desease un coma temporal en aquel instante.
-No, Iván. Me refiero a que nos vamos todos…
-¡Iván! ¡Animal de bellota! ¡Sal de ahí ahora mismo! – ése sí era Alejandro. Su voz hizo que Iván se incorporase de inmediato tratando de vestirse lo más aprisa posible.
Escuchamos cómo los chicos le insistían a mi hermano para que no entrase mientras yo trataba de recolocarme el vestido sobre cama e Iván terminaba de ajustarse la bragueta. En ese mismo instante la puerta se abrió de golpe y el corazón me dio un vuelco al ver la cara de Alejandro.
-¡Lárgate ahora mismo! – gritó sin contemplaciones.
-Tío, tu hermana tiene una edad, ¿sabes? No vas a decirle siempre…
Alejandro se pellizcó el puente de la nariz cerrando los ojos.
-Iván, si sigues hablando como poco te parto la cara… ¡Lárgate joder! ¡¿Qué parte no entiendes?!
Iván se armó de valor y rebasó la posición de mi hermano marcando las distancias. Alejandro me miró como si le hubiera decepcionado y me dejó sola en mi habitación. Escuché que pedía a todos que se fueran. Incluso a Nerea y a Noa, que le insistieron levemente en entrar a mi habitación. Pero no las dejó.
Me senté en cama, todo me daba vueltas y las náuseas se mezclaban con el enfado, la ira y la impotencia que me provocaba pensar en lo ocurrido. Alejandro podía ser protector conmigo hasta cierto punto, y me gustaba que lo fuera. Pero aunque me sentí aliviada cuando hizo que Iván saliese de allí a toda prisa, me frustraba que él mismo echase por tierra mi intento de olvidarme de él durante unos instantes. Después de todo, yo sólo intentaba hacer lo correcto.
Trastabillé hasta el baño intentando no hacer ruido y me arrodillé frente a la taza justo a tiempo. Aparté la cabeza del retrete tras vomitar y tiré de la cadena, observando el chorro de agua y sintiendo unas repentinas ganas de meter mi cabeza en aquel remolino de agua fresca sin reparar en que era mi propio baño.
-Laura, ¿estás bien?
En ese momento dejé caer mi cabeza hacia delante, deseando que llegase a inclinarse lo suficiente como para ahogarme. Alejandro estaba allí. Y él fue el culpable de que mi nariz ni siquiera rozase el hueco del retrete. Me incorporó y me sentó en el la taza mientras abría el grifo del agua caliente de la bañera.
-Dúchate anda – me dijo con cierta resignación.
Obedecí y regresé a mi habitación sin cruzármelo. La ducha me había sentado bien, sobre todo teniendo en cuenta que mi cuerpo había sido lo suficientemente inteligente como para organizar un “autolavado” de estómago. Y aunque mi cabeza todavía no contaba con la agilidad con la que solía contar, mi percepción comenzaba a adquirir cierta cordura. Recogí mis braguitas del suelo de mi habitación tras ponerme el camisón y me topé de bruces con mi hermano al darme la vuelta.
-Dame. Iba a echarlas en el cesto de la ropa sucia.
No supe qué decir, de modo que hice lo que me pedía y me metí en cama sintiéndome una mezcla entre patética y desesperada, deseando que las sábanas que me cubría me hicieran invisible al resto del mundo. Mi hermano apareció poco después ataviado con la ropa que usaba para dormir.
-¿Hay un sitio para mí? – preguntó acariciándome el pelo cariñosamente.
Le hice un sitio en cama, aliviada de que aún mantuviese su promesa después de lo ocurrido y me aovillé dejando que él me abrazase pegando su pecho a mi espalda. La tranquilidad me invadió al verme de aquella forma con él, olvidándome momentáneamente de los sentimientos que me aplastaban desde que habían aparecido por primera vez y reconfortada de que así fuese.
-Lo siento – susurré.
Pude notar cómo suspiraba. Su cara estaba incluso más cerca de lo que me imaginaba.
-Así que Iván, ¿eh? – Dijo tratando de parecer desenfadado – no me lo trago, ¿en qué pensabas, Laurita?
-No lo sé. Supongo que en lo que se piensa en esas situaciones… – contesté tras descartar por completo la opción de contarle en qué coño estaba pensando e intentando zanjar el tema sin dar más vueltas.
-Pues te creía más cuerda, la verdad. Iván está a años luz de merecer besarte los pies – dijo suavemente dándome un beso en la coronilla y volviendo a acomodarse.
¡Me quería morir! ¿Cuerda yo? ¡Lo que me faltaba! Entonces alucinaría si supiese que desde hacía unos meses me había monopolizado por completo. Bueno, definitivamente no iba a decírselo, pero de repente sentí la necesidad de pararle los pies, ardiendo en el la frustración que sentí al pensar que era inútil dejar que me dijese aquellas cosas.
-Bueno, eso lo decidiré yo… Tú no me preguntas qué opino de tus “amigas”.
Le escuché reírse.
-Porque no necesito que me lo digas. Creo que no dejan lugar a dudas sobre lo que hay que opinar de ellas y tú eres demasiado inteligente como para que se te pase por alto algo tan obvio.
Torcí el gesto de mi cara en la oscuridad otorgándole la razón a Nerea. Mi hermano era un cerdo como hombre y eso me frustraba aún más por ser su única excepción.
-Pues entonces no sé ni para qué te molestas con ellas… – rezongué en voz baja con un inconfundible tono de irritación.
Lo notó. Tuvo que notar mi enfado y quizás mis celos, porque se arrimó a mí todavía más y me estrechó entre sus brazos al tiempo que buscaba mi oído con sus labios apoyando su cabeza suavemente sobre la mía.
-Porque tengo que seguir buscando…
Mi corazón iba a mil por hora, Alejandro me estaba susurrando al oído y mi piel se estaba erizando al tenerle tan sumamente cercano. Tragué saliva intentando disimular mi reacción y busqué algo coherente que decir mientras él enterraba su nariz en mi pelo. No lo encontré, sólo podía dejarme llevar por la forma en la que mi hermano hacía que mi nuca cosquillease cada vez que su aliento la rozaba.
-Necesito a alguien a quien querer como a ti. De verdad – los ojos se me quedaron como platos en el mismo momento en que me susurró eso. Sí, probablemente no se refería a lo que yo quería creer ni él pensaba que yo fuese siquiera a pensar en algo así. Contuve la respiración y continué escuchando sus palabras –. Pero no encuentro a nadie que me interese, que me haga reír o que me motive lo más mínimo como para compartir horas de conversación. ¿A ti no te pasa nunca?
Suspiré y por primera vez sentí pena por aquellas que pasaban por la cama de mi hermano. En especial por Olga.
-Supongo que a todos nos pasa, pero eso no te da derecho a tirártelas y ya está, ¿sabes? Deberías ser consecuente y pasar de ellas hasta que apareciese eso que buscas – mi voz sonó inesperadamente parecida a la de mi madre cuando nos llamaba la atención por algo que no le había gustado.
Alejandro se rió y me soltó para ponerse boca arriba a mi lado. Me extrañé pero no hice nada al respecto.
-¡No tienes ni idea de nada!
<<¡Mira quién va a hablar!>> pensé. ¡Ahora encima me trataba como a una cría! Eso me fulminó.
-¡Sí que la tengo! – protesté encendiendo la luz de la mesilla de noche y dándome la vuelta en cama para mirarle. Su perfecta cara casi me hace echarme atrás pero continué con mi réplica – ¡¿No creerás que porque me llames “Laurita” voy a ser una niña toda mi vida?! Y de todos modos es de dominio público que por norma general, el apetito sexual de los hombres es desmedido en comparación con el de las mujeres. No soy tan inocente como crees. Y sí, yo también tengo mis necesidades…
Y mi cuerpo daba fe de ellas cuando él se hallaba tan próximo. Me miró con ternura, se acercó de nuevo y me abrazó arrastrándome ligeramente entre sus brazos cuando se inclinó sobre mí para apagar la luz.
-Ojalá no fueses mi hermana – susurró antes de besarme cerca de la sien.
¡¿Qué?! El corazón se me detuvo de repente para comenzar a latir a un ritmo vertiginoso.
-¿Por qué? – pregunté por acto reflejo sin sopesar si de verdad quería escuchar la respuesta a aquella pregunta.
-Lo sabes perfectamente – me contestó con naturalidad acomodando la cabeza sobre la almohada.
No, no lo sabía. Mejor dicho, no quería saberlo. ¿Qué demonios me estaba dando a entender? ¡Joder! Deseé con todas mis fuerzas estar equivocada o de lo contrario, mi hermano me lo estaba poniendo en bandeja. Me quedé petrificada entre sus brazos, sin saber qué hacer ni qué esperar de él. Pero Alejandro se limitó a mantener su postura como si nada. ¿De verdad iba a dormir tranquilamente después de decirme algo así, o es que acaso yo ya había llegado al desquiciante punto de entender en las inofensivas palabras de un hermano lo que sólo tenía lugar en mi cabeza?
-¿Quieres que me vaya? – preguntó relajado.
-No – le respondí echa un manojo de nervios como buenamente pude.
-Si quieres que me vaya lo entenderé, en serio. Me parecería normal que te incomodase…
¡¿Que me incomodase el qué?! ¡Dilo Alejandro, joder! ¡Termina la frase porque mi cabeza está comenzando a jugármela! Pero no dijo nada más y su frase inconclusa sólo sirvió para empeorar más las cosas. La posibilidad de que algo pasase entre nosotros empezaba a ahogarme más que nunca. Hasta ese momento no había nada que temer porque se suponía que mi hermano nunca cometería el mismo error que yo. Pero era eso lo que me estaba diciendo, ¿no? ¡Mierda! No tenía ni idea de hasta qué punto él me estaba diciendo lo que yo me imaginaba.
-¿Que me molestase el qué? – dije con la débil voz que me salió a causa del nerviosismo. Para ser sincera, creo que me sentía como alguien se tiene que sentir en el momento exacto antes de sufrir una parada cardiorrespiratoria.
Pude escuchar cómo se reía levemente y me lo imaginé sonriendo en la oscuridad. ¡Joder! ¿Cómo podía tener ese aplomo? Si es que me estaba diciendo lo que yo creía, ya que tampoco descartaba la opción de que todo fuera fruto de mi imaginación.
-¿En serio hace falta que lo diga? Acabas de soltarme un discurso acerca de lo que has crecido y de tus amplios conocimientos sobre las necesidades de hombres y mujeres – guardé silencio por obligación. Mi cuerpo enmudeció sin aviso previo – bueno, yo soy un hombre y tú una mujer, ¿verdad? ¿Necesitas más ayuda? – negué con la cabeza sin tener ni puñetera idea de cómo íbamos a proceder a partir de ese momento que tanto había deseado en soledad y que ahora quería suprimir a toda costa.
– No quiero que me veas como a un peligro potencial – continuó diciéndome – ni nada de eso. Sé que somos hermanos y tengo claro el lugar que ocupo aunque no pueda evitar quererte más que a nada en el mundo.
¿Quererme más que a nada en el mundo? ¿Lo había dicho él? Me sentí como si estuviese cayendo en un abismo y el golpe fuera a ser brutal. Estaba más confundida en ese momento de lo que lo había estado desde que tenía memoria de mi existencia y esa misma memoria me llevaba inevitablemente a reconocer que era lo más bonito que nadie me había dicho jamás. Mi hermano me quería, sonreí como una boba en la oscuridad, fútilmente ilusionada por sus palabras intentando separarlas de la parte en la que dijo que sabía el lugar que ocupaba.
-¿Laura? – Levanté la cabeza esperando a que continuase hablando – necesito que me digas en serio si esto te molesta o no. Me preocupa de verdad que a partir de ahora me rechaces… Me gusta ser cariñoso contigo y aunque lo entendería, me dolería tener que guardar las distancias contigo o que vieses en mis muestras de afecto algo que…
No lo soporté, en el fondo supe que terminaría pasando desde que comencé a intuir lo que quería decirme así que decidí que no iba a alargarlo más. Busqué sus labios y los callé con los míos. No se movió. Es más, me apartó a la vez que se separaba de mí.
-Creo que no me entiendes – dijo apurado -. Estaba intentando decirte que tengo claro que nunca pasará nada entre nosotros por muy cariñoso que pueda ser contigo. No tienes por qué hacer esto, Laura.
Sí, él era mucho más cuerdo que yo. Pero era mi ansiado objeto de deseo y le tenía allí, a un parentesco de ser mío y afirmando que precisamente por eso nunca haría aquello con lo que yo soñaba.
-Alejandro, yo también te quiero más que a nada en el mundo – solté sin tapujos arrimándome a su lado y rodeándole con mis brazos. Le noté apabullado, ni siquiera me ponía una mano encima.
-Abrázame, por favor – le pedí.
Lo hizo, pero con mucho más recato. Me tomé la libertad de colar mi mano debajo de su camiseta y la dejé allí, apoyada sobre su abdomen al comprobar que comenzaba a incomodarse. ¡Dios mío! ¿Por qué me decía todo eso y luego me dejaba claro que nunca vamos a tener nada? ¡La situación era mucho peor que antes!
-Bésame – le pedí en un susurro, desesperada por provocar algo. Me dio un tierno beso en la parte alta de la frente – bésame de verdad, Alejandro – insistí elevando mis labios hacia él.
-No puedo, Laura. Si lo hago nada volverá a ser como ahora.
-¿Y qué? – Le repliqué – yo tampoco quiero que lo sea. Es horrible no poder tenerte, ¿a ti no te pasa? ¿De verdad vas a conformarte toda la vida con tratarme como a una hermana pequeña después de que te haya dicho que te quiero como mucho más que a un hermano?
-No me hagas esto, por favor. He pasado noches enteras dándole vueltas. Es lo que tenemos que hacer, tú y yo somos hermanos.
-¿Para qué me lo dices entonces? ¿Qué pretendes? Alejandro, por favor… te quiero de verdad…
Estaba casi suplicándole y aunque era consciente de que era una desesperada en toda regla, no me importaba. Llevé mi mano a su cuello y torcí su cara hacia la mía. Temblé al ver que cedía sin esfuerzo, ¿significaba eso que no se resistiría más? Me aventuré a comprobarlo por pura necesidad y de nuevo dejé que mis labios se posasen sobre los suyos. Seguía sin moverse, pero tampoco me apartaba esta vez, así que insistí hasta el punto de sentirme una idiota que estaba besando a una pared.
Bueno, la situación me superó. Estaba claro que me rechazaba de nuevo, así que reprimiendo las lágrimas como pude me retiré sin decir nada. Y justo en ese momento, mi hermano sujetó mi cuello con una de sus manos y me besó como nunca me había besado nadie en toda mi vida -no es que hubiese besado a un montón de chicos, pero es que en comparación con aquello, dudo que hubiese “besado de verdad” hasta aquel momento -. Sus labios arrastraban a los míos en un sugerente movimiento mientras su lengua buscaba la mía con juguetona delicadeza y yo me dejaba llevar, disfrutando de haber sobrepasado aquella mierda de prohibición que llevaba implícita lo de ser hermanos. No había derecho, no había ningún derecho en el mundo a prohibirnos aquello que estábamos haciendo, fuéramos lo que fuéramos.
Sujeté su cara entre mis manos para que no osase poner fin a aquel beso, no sin ir más allá. Si Alejandro besaba de aquella manera, estaba literalmente ardiendo por ver qué más podía enseñarme.
Debo reconocer que la congoja se apoderó de mí cuando me acordé de la pobre Olga. Bueno, yo era virgen y a mi hermano al parecer, le iba el sexo duro y todo eso de decir cosas subidas de tono… no estaba muy segura de que fuera a gustarme demasiado esa parte pero decidí que a pesar de mi inexperiencia, lo iba a dar todo para que a él le gustase. Y aun a pesar de esa firme decisión, temblé cuando la mano de Alejandro se posó en mi muslo. La respiración se me aceleró hasta el punto de entrecortarse sin que pudiese hacer nada por evitarlo, esperaba que de un momento a otro desviase la mano hacia el interior de mis piernas y buscase lo mismo que había buscado el bruto de su amigo hacía poco más de hora y media.

Pero no lo hizo, su mano subió, sí, pero siguió hasta mi espalda rozando apenas mi glúteo y admito sin reparo que me decepcionó. En el fondo quería aquello que temía. Quería que fuese él mismo porque quería que disfrutase, aunque para ello tuviese que decirme algunas de esas cosas o algo un poco más salvaje… tampoco sé exactamente qué demonios hacía con las tías, pero Olga profería sonidos que hacían pensar que como poco estaba rodando una película porno, y a mí… Hablando claro; ¡a mí ni siquiera me tocaba el culo! Así que en un intento de ser una mujer hecha y derecha, tomé la iniciativa. Le gané terreno sin dejar de besarnos y me coloqué sobre él a horcajadas. Ahora tenía que separar nuestros labios para sacarme el camisón y ahí llegaba un punto clave, quizás se lo pensase mejor mientras yo me desnudaba. Pero tenía que hacerlo, así que lo hice. Intenté dejar de besarle y para mi grata sorpresa comprobé que sus labios seguían a los míos sin querer perderles. Sí, la piel se me erizó cuando mi hermano me sujetó la mejilla con la palma de su mano al separar nuestros labios. En aquel momento me sentí deseada, pero no por mi hermano, sino por el hombre que era y aquello me excitó muchísimo.

Me deshice del camisón en un segundo, quedándome sólo con las braguitas y siguiendo con ello un orden mucho más lógico a la hora de desnudarme que el que había decidido seguir con Iván. Definitivamente, Alejandro no podía compararse con nadie.
No llevaba sujetador – nunca me lo pongo para dormir – así que en silencio me hice con una de sus manos y la posé sobre mis pechos. Pude escuchar cómo exhalaba nervioso, pero no movió su mano ni un milímetro del lugar donde yo la había dejado. Me incliné sobre él de nuevo para besarle, intentando hacerlo cómo él lo había hecho conmigo. Pero lo único que hice fue juntar nuestros labios de nuevo y dejar que él me condujese. Nos besamos apasionadamente, como si necesitásemos nuestros respectivos alientos más que cualquier otra cosa y un agradable cosquilleo se hizo dueño de mí cuando la mano de Alejandro comenzó a entretenerse con uno de mis pechos mientras que la otra me mantenía cerca de él.
Se estaba soltando, me empezaba a recorrer la espalda con una mano, desde el omóplato hasta el muslo, mientras la otra se aventuraba a jugar suavemente con mis pechos. Y la erección que ahora podía sentir firmemente bajo mi entrepierna estaba comenzando a provocarme un deseo difícil de controlar. Pero aquello aún distaba mucho de lo que me había imaginado al escuchar tras la puerta aquel día, ¿estaba conteniéndose? No quería eso, quería que me lo hiciese como a él le gustaba hacerlo.
Volví a incorporarme mucho más segura que antes y sujeté el bajo de su camiseta para quitársela sin la más mínima resistencia por su parte. Era extraño, Iván me había masturbado y mi cuerpo no había reaccionado y sin embargo ahora, tener a Alejandro entre mis piernas era suficiente para hacer que quisiera hacerle de todo. Me sentía la mujer más poderosa del mundo – al menos hasta que él comenzase a hacer algo -.
¡Dios mío! ¡Tenía la ligera impresión de que estrenarse de aquella manera sería ciertamente doloroso y aun así anhelaba el momento de tenerle dentro! Sí, el amor era contradicción en potencia, la gente no mentía en eso. Lo aparté de inmediato de mi cabeza en cuanto comencé a besar aquel torso desnudo bajando lentamente dispuesta a descubrir algo completamente nuevo para mí. Necesitaba concentrarme en aquello así que decidí que me preocuparía luego por el dolor, mordería la almohada si era necesario pero ahora no era el momento de pensar en eso.
Pero no fue el miedo al dolor lo que me hizo dar unos cuantos rodeos con los labios sobre el vientre de mi hermano, sino el miedo a no hacerlo bien o a no tener ni idea de lo que iba a hacer, para ser franca. Me centré de nuevo. Era Alejandro, mi hermano, el que hacía apenas unos días se había tirado salvajemente a una tía que no había visto antes y yo estaba allí, besándole cerca de su ombligo mientras deliberaba mentalmente acerca del siguiente paso, ¿en qué lugar me dejaba aquello? En el que merecía, sin duda. Aquel en el que no quería estar. Yo quería mostrarme como toda una mujer ante mi hermano. Sujeté la goma de su pantalón y la de su ropa interior y tiré de todo hacia abajo – aunque desnudarle era el menor de mis problemas, ahora venía lo difícil -. Recopilé mentalmente toda la información que tenía acerca del sexo oral e intenté combinarla lo mejor que pude con los gustos de mi hermano. Empecé suavemente por su glande, ya que me pareció más lógico comenzar con un poco de mesura aunque terminase adquiriendo un ritmo frenético que empezar directamente a intentar tragarme aquello. Supuse que lo estaba haciendo, por lo menos, pasable. Pues mi hermano exhaló una profunda bocanada de aire al tiempo que se llevaba las dos manos a la cara. ¡No tenía ni idea de que yo podía hacer eso! Me pareció fascinante y muy, pero que muy provocativo. De hecho, verle así me dio cierta seguridad. Sujeté la base de su miembro y comencé a introducirlo cada vez más en mi boca mientras Alejandro me dejaba percibir cada vez más muestras de lo que estaba sintiendo. Me encantó verle disfrutar, hacía que sintiese la necesidad de provocarle cada vez más y más placer. Y eso es exactamente lo que intenté, lo hice cada vez más y más rápido hasta que sentí sus manos rodeando mi cara. Me estremecí al pensar que en ese momento me iba a empezar a decir algo como lo que le escuché decirle a Olga, o quizás me empujase a lo bestia sobre su pelvis como había visto hacer en una película porno que Nerea y yo habíamos visto una vez a las tantas de la madrugada por simple curiosidad.
Nada más lejos de la realidad. Sus manos frenaron mi ritmo y me apartaron con suavidad mientras se incorporaba para sentarse en cama.
-Laurita, cariño – me dijo con una suave voz. A veces me llamaba cariño cuando me hablaba condescendientemente, pero no de aquella forma. Sentí un amago de escalofrío al escucharle – ¿has hecho esto alguna vez?
¡Vaya! ¡Estaba muy orgullosa de mí misma hasta ese momento!
-No – reconocí un poco avergonzada. Si lo había notado, en el fondo no lo había hecho tan bien. Mi confesión le arrancó una tierna risita y su “risita” me hundió en la miseria – ¡pero quiero hacerlo contigo! ¡Quiero que me lo hagas como te dé la gana! ¡Quiero que seas el primero y no quiero que te contengas por eso! – le dije del tirón para que no se lo pensase mejor. Quizás se echase atrás sólo porque yo no lo hubiese hecho antes – házmelo como se lo haces a todas esas amigas que tienes – le pedí acercándome a él y aferrándome a su cuello mientras me sentaba sobre sus caderas, rozando de nuevo la desesperación.
Alejandro se rió ligeramente antes de abrazarme y besarme de nuevo.
-¿Pero qué tonterías dices? – Me susurró entre beso y beso – ¿cómo voy a tratarte así? No seas boba. Ven aquí.
Me hubiera gustado insistirle en que era lo que en realidad quería pero acompañó sus susurros con una manera de abrazarme que me dejaron completamente a su merced. Anclándome con sus brazos me tumbó boca arriba en cama y se quedó sobre mí desnudo. Quería sacar las manos de su espalda para deshacerme de las braguitas que todavía llevaba pero tampoco hubiera sido capaz, entre su cuerpo y él mío no cabía ni una sola molécula de aire mientras me besaba y me acariciaba como sólo él sabía.
Cuando su boca se deslizó hacia mi cuello me sentí un poco desamparada, pero la sensación apenas duró una décima de segundo, lo mismo que tardó él en cubrir mi busto con sensuales besos, dejando que sus labios resbalasen sobre mí haciéndome sentir un agradable cosquilleo allí por donde pasaban. Sus manos envolvieron mis caderas con decisión mientras su boca jugaba con uno de mis pezones haciéndome acelerar el ritmo de mi respiración hasta que necesité abrir mis labios para coger aire cuando siguió bajando besándome todo el vientre y pasando sobre mi ropa interior para entretenerse con el interior de uno de mis muslos durante un par de segundos interminables para mí, que contenía la respiración ante la incertidumbre de lo que él iba a hacer a continuación.
Dejé escapar el aire de mis pulmones de una sola vez cuando sus manos sujetaron la única prenda que yo llevaba y la arrastraban hacia abajo. Le facilité la operación todo lo que pude elevando los pies en el momento oportuno y agarré fuerte la sábana cuando Alejandro se inclinó sobre mí de nuevo y sus dedos rozaron los labios de mi sexo. Comenzó a acariciarlo con suma delicadeza mientras apoyaba su frente a la altura de mi ombligo y me besaba el bajo vientre con ternura. Sus labios volvieron a deslizarse con cariño hasta que alcanzaron su objetivo, haciéndome gemir sin darme apenas cuenta de ello cuando la cálida humedad de su lengua buscó con habilidad mi clítoris. Sobra decir que nunca me habían hecho nada así pero algo me decía que tampoco me lo hubieran hecho de aquella manera. Sus movimientos suaves, sus caricias, el infinito cuidado que ponía en hacerme aquello… todo, absolutamente todo me hacía perder la cabeza. De hecho tuve la sensación de estar soñando, Alejandro era inalcanzable hacía apenas media hora.
Le estaba bastando con su lengua y sus labios para hacer que me retorciese de placer pero no le pareció suficiente, lo deduje cuando uno de sus dedos comenzó a recorrer el perímetro de la entrada al interior de mi cuerpo y me el pecho se me contrajo al recordar el dolor que eso mismo me había producido aquella misma noche. Pero con él no fue así, su dedo entró sin problemas y con sutileza, describiendo una trayectoria que me llevaba al mismísimo cielo mientras su lengua seguía explorando cada rincón de mi entrepierna. Si tuviese que decir en qué momento dejé de gemir para empezar a jadear, estaría en un aprieto. Estaba tan concentrada en lo que mi hermano me estaba haciendo sentir que me encontré ahogando mi voz mientras mi espalda se arqueaba y las piernas se me cerraban involuntariamente cuando experimenté mi primer orgasmo en compañía de alguien.
Cuando por fin me relajé mi hermano se incorporó, le esperé tumbada creyendo que volvería a mí, pero la luz se encendió de repente deslumbrándome de una forma molesta. Estaba de rodillas en cama, mirándome completamente desnudo y con una gran sonrisa en su cara. Me recorrió una oleada de vergüenza al verle mirándome así, todavía estaba exhausta y seguro que la imagen que daba en aquel momento no era la más sexy del mundo.
-¡Alejandro por Dios! ¡Apaga la luz! – le pedí un poco cortada buscando la llave de la lámpara.
-¿Por qué? – preguntó tumbándose sobre mí con cuidado de no apoyar todo su peso en mi cuerpo. Me besó el cuello con cariño y sujetó mi mano cuando conseguí hacerme con la llave de la luz – ¡para! Quiero verte.
Resoplé mostrando mi desacuerdo con la idea pero él se rió. Sus brazos me envolvieron de nuevo y sus labios volvieron a besarme el cuello, recorriéndolo lentamente y cruzando mi cara hasta que cayeron por fin sobre los míos, llevándolos de nuevo al compás del deseo. No sé durante cuánto tiempo nos besamos pero la varonil dureza de aquello que mi hermano no tenía más remedio que apoyar sobre mi pelvis en vista de la postura que manteníamos me llamó enseguida a buscar algo más – si mi primer orgasmo había sido arrollador, francamente, me moría por tener el segundo -.
Deslicé una mano entre nuestros torsos en busca de aquel miembro que alimentaba mi deseo y lo envolví en con ella para acariciarlo de arriba abajo recorriendo toda su extensión. Alejandro dejó caer su cabeza al lado de la mía mientras seguía besándome cada vez que los débiles sonidos que se abrían paso desde su garganta se lo permitían. Escucharle gemir sobre mi cuello y al lado de mi oído fue increíble, me hacía disfrutar con él sólo por el hecho oírle y sentir su aliento sobre mí.
-La muñeca, Laura. Mueve la muñeca… – me pidió entre susurros.
Le obedecí sin mediar palabra y el efecto fue inmediato. Intensificó sus gemidos y buscaba mis labios de vez en cuando para agasajarlos con uno de esos besos que me dejaban sin respiración. La idea de dejar la luz encendida me pareció inmejorable de repente, ver el placer reflejado en su cara me excitaba muchísimo más que cualquier otra cosa.
Creí que mi hermano estaba a las puertas de tener un orgasmo y aunque me gustaba la idea, necesitaba que todavía no ocurriese. Dejé de mover la mano con la que estaba haciendo que se desmoronase y abrí un poco más mis piernas en una clara señal de lo que quería. Lo entendió, se elevó tan sólo a unos milímetros de mí y apoyó su frente sobre la mía mientras me ayudaba con una de sus manos a colocar el bulboso extremo de su sexo justo sobre la cavidad del mío. Cuando sentí aquel primer contacto le miré directamente y descubrí unos ojos llenos de ternura que me analizaban minuciosamente, sentí unas irrefrenables ganas de besarle y tuve que hacerlo mientras nuestros brazos se arrebolaron imparables haciendo que su torso descansase sobre el mío mientras sentía cada milímetro de Alejandro abriéndose camino hacia mis adentros. Lo hacía muy lentamente, retrocediendo cada poco para volver a efectuar un nuevo impulso, cada cual más fácil que el anterior, más cercano a la meta y más reconfortante al comprobar que aquello estaba lejos de ser la terrible experiencia que yo esperaba. Pero él parecía inseguro, incluso hasta el punto de hacerme temer por momentos que no fuese capaz de hacerlo. Paró cuando nuestras pelvis encajaron a la perfección y volvió a mirarme de aquella forma.
-¿Duele? – me preguntó con una débil voz a escasos milímetros de mi cara.
¿Era eso? ¿Le preocupaba que me doliese? Me reí inesperadamente con mis manos alrededor de su cuello y él me acarició la cara mirándome con cierta curiosidad. En un arrebato de locura deseé que Nerea pudiese ver aquello, ¡al bruto de Alejandro! ¡A Alejandro el sádico! Pero enseguida decidí que aquello se quedaría para siempre entre nosotros.
-¿Qué? ¿Te hago daño? – me insistió ante mi falta de respuesta.
-No, no me duele en absoluto – le susurré antes de besarle.
Sus caderas empezaron a moverse entre mis piernas, haciendo que fuese y viniese entre ellas en un suave vaivén que estaba superando con creces mis expectativas.
-Pero me avisarás si te duele, ¿verdad? – me dijo sin parar de moverse.
Asentí con una irreprimible sonrisa al verle tan preocupado. ¡Lo adoraba! En el fondo creía que si algo pasaba entre nosotros no podría volver a mirarle a la cara y ahora, incluso antes de que terminase de pasar, sabía que difícilmente me podría sentir así con alguien más. Me cautivaba con aquellos ojos, me hacía tiritar con sus manos, sus besos me envolvían en sutileza y esa forma de entrar y salir de mí me obligaba a no querer que nadie más me hiciera aquello.
-Te quiero – esas dos palabras fueron la gota que colmó el vaso de mi placer. Lo dijo de una manera tan dulce y sincera que me estremecí.
No era la primera vez que me lo decía, me lo decía incluso delante de nuestros padres, pero sabía que no se refería a quererme de aquella manera que manifestaba de cara a otros. Me sentí pletórica al escuchárselo de aquel modo.
-Y yo a ti – dije con total convencimiento.
Me sonrió antes de fundirse conmigo en un beso de una inocente gracilidad que fue dejando paso a la avidez de la misma manera que nuestros cuerpos cabalgaban juntos hacia la meta del deseo. Supe que era una privilegiada por sentir aquello mi primera vez – no era ajena a los rumores de que solía ser un completo desastre – y la mía estaba siendo inmejorable. No podía dejar de mirarle, tenía la necesidad de observarle mientras aceleraba el ritmo con el que su cuerpo agraciaba al mío mientras nos deshacíamos en gemidos o intentábamos ahogarlos a base de besos, cualquier cosa valía.
Me aferré a su espalda y le rodeé con mis piernas mientras mi lengua reclamaba la suya cuando estuve al borde del segundo orgasmo de la noche, pero entonces él se detuvo.
-Tengo que parar… necesito parar un rato… – susurró compungido.
¿Por qué? Hacía más de un año que tomaba la píldora, él lo sabía. El ginecólogo terminó recomendándomela tras esperar hasta la saciedad a que mi menstruación se regulase por sí sola.
-No, no pares… – le pedí con cierta pena cuando se dispuso a hacer lo que había anunciado.
-Laurita, no puedo… si sigo voy a llegar, cariño…
-¡Por eso! ¡Yo también, Alejandro! – le apremié con necesidad.
Retomó el vertiginoso ritmo que teníamos, volviendo a hacer que rozase el éxtasis poco después. Estábamos casi gritando, nos abrazábamos con fuerza, haciendo que nuestros cuerpos encajasen cada vez más y provocando con ello un frenesí que nos hacía retorcernos en la inminente necesidad de saciar el deseo que nos poseía.
-Laurita, mi vida, ahora sí que tengo que salir…
-¡No, no, no! Alejandro, no… Sigue, termina… – le exigí volviendo a rodearle con mis piernas para que no lograse aquello que se proponía.
-Laura, voy a…
-Hazlo, hazlo dentro, termina conmigo. No salgas…
-¿Contigo? – Asentí como pude en medio del aturdimiento que me generaban sus impasibles embestidas – ¿dentro de ti? – Volví a asentir de nuevo con total convencimiento mientras mi cara expresaba el placer que él me hacía sentir – ¿estás segura?
Su voz sonó con desconfianza, como si no se creyese lo que le estaba pidiendo.
-Sí. Claro que estoy segura.
Justo después de decir aquello me abrazó con fuerza, dejando que el aire saliese de sus pulmones conformando un sugerente y desesperado jadeo que me erizó cada centímetro de piel. Me aferré a él y le seguí hasta que desembocamos juntos en un poético clímax al que nadie más podía haberme llevado. Fue todavía más increíble que mi primer orgasmo. Un escalofrío sin precedentes recorrió mi espalda justo antes de que me colapsase de gozo. No sé si grité o si le abracé, sólo recuerdo una gratificante satisfacción difícil de describir y los gritos que Alejandro trataba de ahogar cerca de mi cuello haciendo que perdiese el norte por completo al ser consciente de que él estaba sintiendo lo mismo. Le di mis labios cuando los suyos me los reclamaron, al mismo tiempo que sujetaba mis caderas para clavarse cada vez más dentro de mí mientras nuestro palpitante final comenzaba ya a expirar.
Nos relajamos por fin, suspirando ante la necesidad de hacer llegar el aire a unos pulmones que acababan de trabajar a pleno rendimiento. Mantuve mis piernas flexionadas mientras mi hermano se recostaba sobre mí para agasajar el óvalo de mi cara con sus labios sin abandonar la cálida humedad de mi interior, que todavía le acogía. Me encantaban esos besos, ¿volvería a regalármelos o todo aquello iba a quedarse en un hermoso desliz? Supuse que no era el momento de sacar el tema y continué recibiendo sus atenciones, que nada tenían que ver con el Alejandro que fardaba de rompecorazones delante de sus amigos.
-Te quedan bien los coloretes, ¿sabes? – me dijo frotando su nariz con la mía.
Me reí de su observación reparando en que él estaba directamente colorado, desde la frente hasta el mentón.
-Bueno, a ti te queda bien cualquier color… – le contesté.
Me besó en los labios con cariño y se incorporó despacio hasta que volvimos a ser dos cuerpos en lugar de uno. Suspiré al pensar que me gustaría saber cómo íbamos a comportarnos a partir de ahora.
Se acostó a mi lado y se acomodó boca arriba haciéndome un gesto con su brazo para que me acomodase bajo él. Lo hice, apoyé la cara sobre su pecho y posé una mano sobre aquel torso al que me había invitado. Me arropó y me acarició el pelo antes de envolverme con su brazo. No dijimos nada, me besó un par de veces en la parte alta de la frente pero nos dormimos en completo silencio.
A la mañana siguiente el sonido del teléfono de casa se coló en mi cabeza antes de terminar despertándome del todo. Me revolví en cama cuando Alejandro se levantó para atenderlo y para cuando desperté le escuché disculparse por no tener su móvil a mano en aquel momento. ¿Alguna amiga? Torcí los labios al pensar que probablemente era eso. El techo se me vino encima cuando le oí dar explicaciones de que no podía ir a ningún lugar antes del veinte de septiembre – era la fecha de su último examen -. ¡Mierda! ¿A quién le estaba dando tantas explicaciones? Elevé la cabeza un poco, lo justo para escucharle decir que a partir de ahí estaría disponible. El estómago se me revolvió y dejé caer la cabeza sobre la almohada, aunque eso no impidió que escuchase cómo exclamaba con ilusión que esperaba la llamada de quien quiera que fuese.
No lloré. Por puro orgullo decidí que no lloraría, ¿no quería el derecho a que él me hiciera lo mismo que a todas las demás? Bueno, ¡ahí lo tenía! Me negaba a creer que fuera tan rastrero conmigo después de protegerme de todo desde que éramos unos críos. Pero si lo era no le daría la satisfacción de montarle un numerito como todas las demás.
Estaba tan sumida en mis pensamientos que sólo cuando las sábanas se apartaron me di cuenta que se volvía a meter en cama. Le miré esperando que dijese algo que me diese una pista sobre cómo proceder.
-Buenos días – me dijo con una media sonrisa – siento lo del teléfono, ¿te ha despertado?
-Sí, pero no importa.
Se acomodó de lado, mirándome desde un plano superior con la cara apoyada sobre su brazo flexionado.
-Tengo que decirte algo.
Tuve que dejar caer mis párpados para que las lágrimas no empezasen a salir en aquel momento a pesar de que me lo había propuesto hacía un minuto escaso.
-Ya, ya lo sé… Lo de ayer estuvo mal. Perdimos los papeles y te arrepientes…
Le escuché reírse levemente y abrí los ojos para comprobar que mis oídos no me engañaban. No, no lo hacían. Pude ver su blanca hilera de dientes mientras se reía despreocupadamente.
-¡Por supuesto que perdimos los papeles! – Admitió alegre – pero no me arrepiento de ello.
-¿No? – pregunté incrédula tras recibir un beso en la frente.
-No – me confirmó tumbándose en cama y me acogió bajo su brazo igual que lo había hecho la noche anterior – ¿tú te arrepientes? – preguntó con cautela.
Negué enérgicamente arrancándole una tierna sonrisa.
-Lo que quería decirte es que me han llamado de la agencia – sí, admito que respiré tranquila por fin – me han ofrecido hacer un catálogo para una firma inglesa de moda joven.
-Papá y Mamá te matarán si se enteran de que vas a aceptar un trabajo después del curso que has hecho, Alejandro.
-Lo sé, les he dicho que tengo que examinarme primero. No me han puesto ninguna pega, sería para finales de septiembre.
-Tendrás que aprobar por lo menos cuatro – le recordé ciertamente preocupada por su integridad. Mi madre se ponía histérica cada vez que a Alejandro le salía algo que hacer para la agencia. Si no le daba una buena razón para tranquilizarla, le iban a montar una buena escena (otra vez).
-Lo sé, lo sé… – contestó mientras me acariciaba la mejilla – Bueno, ¿vendrás conmigo?
Me quedé helada cuando escuché eso.
-¿A dónde?
-A Londres. Las fotos me las sacarían allí. Podemos quedarnos unos días, ¿qué me dices?
-¿Dormiremos en la misma habitación? – Pregunté tras pensármelo durante un par de minutos.
-Sí, nos vendrá bien para recortar gastos – contestó quitándole importancia.
-¿En la misma cama? – Insistí.
-¿Por qué no? Somos hermanos, ¿qué iba a pasar?
Me reí de que lo abordase con esa naturalidad, pero me acongojé ante la posibilidad de que fuera algo puramente puntual aunque no se arrepintiese de ello. Levanté mi cabeza y le miré, parecía divertirse.
-Alejandro, ¿volverá a pasar?
¡Mierda! La voz se me desafinó justo al final de la pregunta como si me abrumase una posible respuesta negativa.
-Quizás…
-¿Quizás? – repetí tratando de ahogar la histeria.
Él se inclinó sobre mi cara y me besó los labios con la misma ternura que me había hecho enloquecer la noche anterior.
-Sólo si quieres – me dijo con su cara pegada a la mía. Su respuesta me provocó una sonrisa.
-¿Y si quiero que pase mucho antes?
-Estoy en la habitación de al lado.
-¿Y Papá y Mamá?
-Se lo diremos, lo entenderán.
-¡¿Qué?! – El pánico me abofeteó de repente. Esa idea me aterraba simplemente con mentarla.
Alejandro estalló en una carcajada mientras rodeaba mi cuerpo todavía desnudo.
-¡Es broma, tonta! Papá y Mamá no estarán siempre en casa… – argumentó antes de estamparme un beso en la mejilla.
-¿Y si lo están? ¿Y si de repente les entra la vena casera y se quedan en casa en lugar de salir?
Mi hermano me miró con más cariño del que podría describir y se procuró hábilmente un lugar entre mis muslos. Me dio un beso en los labios y me susurró;
-Entonces, si quieres estar conmigo, te llevaré a algún lugar donde solo estemos tú y yo.
 
 

Relato erótico: “Encanto adolescente” (POR VIERI32)

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PORTADA ALUMNA2Encanto Adolescente-
Tras agarrar la humeante taza de café, el hombre se retira del hogar. Un frío beso en la mejilla por parte de su ya indiferente esposa y se presta al auto. Tras más de 20 años de matrimonio, la frialdad de la relación alcanzó límites insospechados, pero a la vez, eran propias del tiempo. Ni siquiera tenían hijos, y aún así el trato era por lejos pesado.
Recorría las calles de la ciudad con su conciencia en exceso debilitada, era tal la irritabilidad que si no cambiaba de rutina, aquel hombre caería en una profunda crisis nerviosa.
Los mismos edificios, las mismas personas entrando en aquel ostentoso lugar de trabajo. Estacionó frente al lugar. Arturo, nuestro protagonista, los vio a todos, compañeros y amigos entrar en aquel impasible lugar laboral. Él sabía que al ingresar, su vida correría por los mismos parajes aburridos, papeleos aquí, papeleos allá, memos, chismes.. no le llenaban. No lo satisfacían. Para nada.
Tras frotarse la frente, decide salir de aquel lugar, no sabía dónde se dirigiría, pero al menos ese destino incierto sería por lejos mejor que aquellos aburridos cubículos. Reversa y partió a un destino desconocido, perdiéndose el auto en aquella inmensa urbe.
*
La joven Aurora no podía concebirlo, sus ojos no podían dar créditos; aquel jovenzuelo que con ahínco prometió su amor infinito, estaba dando un beso para nada decente a una compañera tras las graderías del campo de fútbol del colegio religioso. En una mano, la virginal blonda, sumida en lágrimas de rabia, estrujaba con total furia un pedazo de papel, lo presionó y arrojó con toda la violencia al gramado.
No quería interrumpirlos, allá ellos con sus afectos. Y mientras los veía con sus cadenciosas boca sumirse a roces de lenguas, jugosas y ruidosas, decidió que lo mejor sería irse lejos. Lejos de las seguras burlas, de las seguras palabras susurras que harían las otras compañeras, observándola.
Quería evitar aquello, y sin pensarlo demasiado, nuestra protagonista de diecisiete años, se alejó del campo de fútbol donde ya le advirtieron ver a su joven amor con otra. Y mientras se alejaba, los vientos se encargaron de perder el ya arrugado papel en que enmarcaba un bonito corazón dibujado con devoción y empeño; “Gabriel y Aurora“. Él fue su primer amor… y hoy fue su primera tragedia.
Se dirigió a la salida, más de una la miraba con ojos de burla, otras seguían observándola con celo. Celos producido, a que su adolescente cuerpo, era uno de los más deseados por los muchachos. Orgullosa se secó las lágrimas, levantó firme la cabeza, caminando tan pudorosamente fuera posible, atajando con ambas manos su corta falda a cuadros por la ventisca.
Aún así, era tal el poco largor de la pollera, que casi nada dejaba a la imaginación, dando a la vista, aquellos muslos blancos y torneados a una casi perfección. Su camisa, de una blancura tal, que se entreveraba a la vista una pequeña remerilla rosada, y que intentaba dar escote, pese a tener senos poco insinuantes. Sus medias recogidas hasta los tobillos, más el viento que regaba sus pelos por los aires, hicieron a muchos muchachos gritar “!Diosa!”… y muchas jovencitas murmurar “Puta”
Pero a la blonda Aurora no le importaba aquello, y saliendo del colegio, decidió ir a algún lugar donde arrojar sus llantos. Aún no sabía dónde, ya que el joven Arturo era su vida, y sus amigas no eran más que hipócritas deseosas de verla palidecer y arrojar su status por el suelo. No tenía a quién, pero fue tal su voluntad, que las lágrimas las aguantó en su caminata hacia las calles, abandonando el colegio donde los chismes alcanzarían la atmósfera.
*
La plaza estaba vacía, más allá una cuidadora de perros paseando a los animales. Arturo descansaba sobre el banquillo del lugar. El aire fresco debiera calmarlo, nada más lejos de la realidad. No podía quitarse de su cabeza, que la vida que llevaba, se realizaba a pasos predeciblemente mecanizados.
Tras levantarse, recorre el desolado lugar. Su caminata era nerviosa, su frente sudorosa evidenciaba que sus buenos tiempos ya pasaron. Pero a lo lejos, una joven blonda estaba postrada bajo un árbol. Aquella virginal belleza y encanto que transmitía su rostro, en aparente triste, hicieron a Arturo acercarse.
– ¿Que haces por aquí? – preguntó manso. Ella no le respondía, atinaba a mirar con la vista perdida el desolado lugar. Y era tal su posición, sentada sobre el gramado de la plaza, que la falda a cuadros daba una vista de sus piernas, y apenas divisando, una rosada ropa interior. El estruje de su camisa, dejaba a la vista de Arturo, un levemente pronunciado escote. Pero extrañamente, no le prendía por lo menos una leve excitación al verla así.
Dirán muchos que se sentó a su lado por calentura. Dirán pocos… y acertadamente, que lo hizo por apiadarse de su triste rostro. Y pegando su espalda contra el árbol, Arturo atinó a continuar;
– Hace años que no venía por aquí, lo hacía solo en mis momentos de tristeza. Cuando me casé, jamás pensé volver aquí.
– ¿Y por que ha venido? – contestó susurrando la joven, sin siquiera apartar su mirada al aire.
– Por que mi vida está estancada, niña, es más predecible que un discurso político.
– Pues, mire, señor – balbuceó- que yo venía en mis momentos de soledad, y hoy, estoy aquí por que la única persona en quien amaba y confiaba me… me… – y rompió un leve sollozo.
– ¿Amor?… eso no existe, niña. Aunque eres muy joven para creer que sólo es una invención. Una quimera con fin comercial. Lo siento por el muchacho, pero no te desanimes.
– Me llamo Aurora – suspiró – y me han traicionado horrible.
– Soy Arturo… y creo estar en plena crisis de edad media. – confesó entre risas.
El hielo fue roto, y en par de confidencias bajo el árbol, no tardaron en reconocer que si bien separados ampliamente por la edad, supieron conectarse rápidamente. Nimiedades y palabrerías era una constante. Aquella conversación dulce los había sacado de sus mundos, aminorando las cargas de sus penas.
Pero la joven no pudo evitar volver a caer en su pesar. Arturo, ahora sí al verla en espléndida belleza, posaba la mano bajo su mentón, lo levantó, dándole un beso excesivamente mundano, en la que tras aprisionar los labios, envió un leve roce de lengua. Aurora, lejos de evitar aquella invasión, le correspondió al sujetar con sus pequeñas manos el rostro del reciente conocido. Si bien la experiencia en besos de la muchacha era poca, las ganas, junto al desamor sufrido, la hicieron sucumbir en aquel apasionado beso de mundos distintos.
La sensación de ser invadida en su pequeña boca la estremeció, pero tuvo que apartarlo de una vez. En su rostro surcaban lágrimas, temía que aquel hombre se aprovechase de su situación, pero al cruzar sus cercanos ojos, lo vio, y sintió, que ambas almas pesaban cargas similares.
Aquellos minutos no eran sino un desenfreno bucal de lenguas impudorosas, experta una, inocente la otra. Pero el hombre, mientras la seguía besando, no pudo evitar recordar su esposa, si bien el amor pareciera extinto, no pensaba en adentrarse en los estados de la infidelidad. Y menos con una adolescente.
Se levantó, Aurora quedó con los ojos cerrados y la boca abierta, como deseando más, pero al verlo alejarse sin siquiera despedirse, corrió junto a él.
– ¿Adónde va?
– Tengo una esposa- dijo decepcionado – ¡no la amo, pero la tengo!
– ¡No me importa! – gritó extasiada, agarrándolo del brazo- quédese el resto del día. Le ruego.
– ¿No entiendes niña? Además, como sabrías si soy algún violador… ¿o asesino serial?
Aurora estalló en una carcajada que hizo a Arturo parar su huida; – ¿Acaso no aparento uno? – protestó.
– Para mí no – dijo con una sobriedad de locos, una inocencia en sus ojos, aquella jovencita deseosa de ser amada, de olvidarse de aquel infortunio colegial. De un salto lo vuelve a abrazar, subió su mentón y lo besa con lengua inclusa. Como si fuera de película, la joven dobló una pierna mientras Arturo, con suma incredulidad, la rodeó por su pequeña cintura, alzándola mientras seguían ambos en aquel arrebato de lenguas.
– No puedo- masculló, dejó de besarla, y tras una casi forzada media vuelta, retomó el camino. Aurora quedó tiesa, pareciera haber encontrado un nuevo sentido a su vida, nunca creyó en el amor a primera vista, y mucho menos por un hombre que casi triplicaba su edad, pero aquel beso eléctrico bajo el árbol, la dejó con una sensación extraña.
Lo vio subir al auto y alejarse, sin siquiera despedirse. Pero Aurora no lloraba, ni mucho menos se sentía triste, supo que aquel hombre, destrozado por lo predecible de su vida, volvería a la plaza. Cogió su mochila, y decidió volver a su hogar. En su caminar, no pudo dejar de pensar en aquel besuqueo, si bien morboso, trajo una paz que no creyó volver a sentir tras lo acontecido en su colegio.
*
Habían pasado dos días de su encuentro, aquella hermosura adolescente ocupaba toda su vida, desde sus cómputos, sus desayunos… y hasta durante las forzadas sesiones de amor con su esposa. Era imposible concentrarse, aquella encantadora voz, Aurora, pareciera un intrigante tabú.
No dio mas abasto, y en un arrebato de nerviosismo, decidió no ir al edificio de su trabajo. Se volcó rumbo a aquella plaza donde la conoció, sabía que las desventuras propias de una colegiala, la llevarían a aquel lugar.
Estacionó, recorriendo a pie el terreno, siempre vacío a tempranas horas. No la veía, rebuscaba y se desesperaba. Tal punto en que, cansado de escudriñar, se posó en el árbol donde la conoció. Pensaba que tal vez, lo mejor sería volver a su vida. Renunciar a aquella luz de esperanza rubia y adolescente que pareciera caída del cielo.
*
 
Dos días pasaron para Aurora, saliendo de su hogar, supuestamente rumbo al colegio, pero en realidad yendo a la plaza. Supo mediante amigas, que los chismes y habladurías propias de los compañeros sobre su infortunada infidelidad, ya era un verdadero monstruo mediático.
Pero poco le importaba, aquel hombre la hizo sentir una electricidad en todo el cuerpo. El hecho de que la haya poseído un maduro le hizo despertar un morbo que no creyó tener. No pudo evitar tener fantasías por lejos mundanas, entregada a aquel experto. Y fue cuando lo vio postrado bajo el árbol en que lo conoció.
– Sabía que volverías – cortó con su voz juvenil- tuve que venir por dos días sin ir al colegio.
– ¡Aurora! – se levantó brusco, mirándola como el sol la iluminaba como a un ángel, y gracias a ello, su obsesión se había convertido en amor, nunca creyó en ello, pero al ver aquel dulce rostro, rojizos pómulos, una leve sonrisa y una mirada inocente, sus dorados cabellos brillando como nunca, vestida como la reina de las colegialas… al verla así, quién no caería enamorado.
La joven se mordió los labios, sonrió y lo miró con aire casto. Y tras acercarse a su oído, musitó un leve “vayámonos lejos de aquí”
– Tus padres – sonrió- ¿no crees que te extrañarán? Y mi esposa…
– Dijiste que no la amabas – le replicó con aire celoso, acercándose y estrechándole la mano al hombre, quien sucumbido por todo lo acontecido, procede a aceptar la invitación. – entonces vayámonos… a donde al menos estemos solos – concluyó con aire seudo adulto.
Y tomados de las manos, aparentando padre e hija, se retiraron del lugar hacia el auto. Subieron y antes de que Arturo intentara arrancar al coche, la joven, sumida en notable calentura, se abalanza sobre el hombre, sentándose en su regazo, con las piernas separadas por el asiento. Con sus rostros tan cercanos, sumieron en otro ardiente beso, mientras la joven, con movimientos rápidos, se despojaba de su camisa, levantó sus brazos, e invitó al hombre que le retire su remerilla.
Con frenesí lo hizo, sus senos quedaron expuestos a la vista, su acaramelado ombligo también, beldad adolescente. Sin dejarse de rodeos, levanta su pequeña falda de cuadros por su cintura, su ropa interior fue arrancada de un brusco movimiento. Allí la vio, su virgo aún virgo, aquel rosado capullito levemente cubierto de vellos, y en donde la fisura de su feminidad, regalaba al tacto, una húmeda sensación al acariciarla con sus dedos. Plisaba y vibraba sus dedos en ella.
– Eres virgen aún? – preguntó extasiado, sin siquiera dejar de manosear aquel pequeño cuerpo que se contoneaba al ritmo de la agitación que le imponía en su sexo.
– Sí –susurró jadeante.
La tomó de la cintura, levantándola levemente, su motivado miembro relucía tras el pantalón. La joven no dudó en desprenderlo de los cintos, para observar con total susto, una venosa virilidad que apuntaba con potencia hacia arriba.
– Humedécemela atrás– ordenó, prendió la radio y subió a un volumen considerable. Aurora nunca había visto en su vida semejante órgano, pero tras ir al cómodo asiento trasero, pudo acomodarse de rodillas frente al hombre. Sus delicadas manos tomaron con temor aquel mástil. Lo veía con respeto, sabía que aquello pronto entraría en su feminidad, que aquello le arrancaría gritos de placer, pero antes debía succionar con ánimos.
Acercó su rostro, relamió sus labios, y con un rítmico sube y baja con sus manos, ofrecía leves lengüeteadas al glande.
– Mírame – susurró, la joven, sin siquiera dejar de lamer, miró con sus ya poco inocentes ojos. Lo felaba con tan poca soltura, que de vez en cuando el vigorizado órgano se le escurría entre las manos, y golpeaba con un sonido seco sus sonrosados pómulos. Tras engullir lo que físicamente podía, Arturo observó con todo el morbo posible, su glande resaltante bajo las mejillas de aquella jovencita, quien dicho sea de paso, seguía humectando a lengüetazos con movimientos poco peritos, pero en extremos excitantes. Los vellos del hombre espoleaban los labios de la joven, quien embelesada de la calentura, osaba de dar sus mejores movimientos de lengua.
Los gemidos de ambos eran notables, Arturo, preso del placer, mandó ambas manos en aquella cabeza, empujándola más y más, haciéndola enterrar hasta los límites, sintiéndola tocar su garganta. Y los sonidos de arcadas, junto a un repentino retuerce de la joven, la hizo alejar.
Su rostro sudoroso y enrojecido, jadeaba y respiraba entrecortada. – Me asfixiabas!- protestó. Pero Arturo, sonriente, la carga en su regazo, acariciando aquel pequeño cuerpo adolescente corroído en placer. La reposa sobre él, aquellos poco insinuantes, pero atractivos senos destacaban las aureolas erectas, sudaba y su espiración agitada, agobiada del éxtasis. Arturo reposó el glande entre los labios vaginales. Tras besarla, la muchacha lo mira con temor y embeleso.
– ¿Dolerá? – preguntó tiritando
– No te mentiré… tal vez sientas algo romperse, pero luego… no te arrepentirás.
– Hazlo –susurró extasiada, lo rodeó con sus piernas, y cerró los ojos a la espera.
De lenta llegada, se adentró, sintió la pequeña y frágil barrera. La miró, besándola y penetrando más. Sus gritos de desvirgamiento fueron aplacados por el beso más morboso que sintió de parte de Arturo.
Sus labios vaginales apenas daban paso, el hombre sentía la húmeda caparazón lubricarlo y hacer más fácil la lenta arribada. Jugos de la joven que corrían por el largor de la gruesa virilidad y por sus lechosos muslos.
Los bombeos eran lentos, esperando que la joven se acostumbrase al tamaño. Sentía como lo arañaba de la locura en la espalda. Aurora se arqueaba y gemía calamitosamente. El hombre por su parte, no dudó en enviar una mano en aquel juvenil trasero, adentrando a duras penas un dedo en su recto, retorciéndolo lentamente mientras la embestía con ahínco.
Pronto cesaron sus gritos, el placer ocupaba de las suyas mientras el órgano se enterraba hasta tocar el cuello uterino. Presa de la calentura, la joven se inclinó sobre el cuello, lo mordió, aplacando así, sus ansias al tiempo en que seguía sintiendo semejante miembro ultrajarla hasta más no poder.
Cada vez que aquel aparatoso miembro rozaba su ya endurecido clítoris, chillaba tal animal en celo, Arturo la veía como la joven saltaba e intentaba enterrársela más de lo que podía, sus pequeños senos se bamboleaban por su rostro, sus azulados ojos lacrimosos, llorando del placer, lo hicieron a nuestro protagonista, bombearla con más fuerza.
Verla a una adolescente, casi inocente y casi ingenua, gritando lastimeramente del placer que le infligía, le inspiraba un morbo de estratosfera. Los minutos siguieron en intensos resaltos, gritos, besos y caricias a aquel joven y sudoroso cuerpo de colegiala. Arturo se encrespaba, de veloz movimiento se separa de la adolescente;
– Vente aquí, arrodíllate frente a mí – indicó titubeando.
Tras reponerse, obviando el dolor de su membrana ya desvirgada, vuelve a arrodillarse. Vio aquel mástil bañado en sus propios néctares, y de lenta evaluación, un líquido blanquecino asomaba en la punta. Se inclinó como pudo, lanzó un leve roce de lengua en la punta, haciendo hilos de semen entre su lengua y el glande, lo recogió son su dedo, y decidió darse el gusto;
– ¡Sabe amargo! – protestó con la cara asqueada.
– S… S… sigue nomás… que ya le agarrarás el gusto… – cortó a duras penas.
Y la joven volvió a observar como los líquidos ya rebasaban los límites, volvió a inclinarse, lo tomó con ambas manos, y aprisionó el glande con sus labios, punzándolo con la lengua, y de pausado movimiento, bajó la boca por el tronco, recorriendo las venas y sintiendo los jugos, haciéndolo desaparecer de la vista hacia dentro de aquella dulce y pequeña boca.
Succionó como pudo, los jugos que osaron de derramar, impresos en aquel arterial mástil, se conjugaron con sus salivas. Las sintió todas, sus néctares, el semen que seguía fluyendo del glande, todo estos cuajos se derramaban en su diminuta boca. No dio abasto, y cedieron los líquidos por las junturas de sus rojizos labios, formando hilos y espesas gotas en su rostro.
No tuvo remedio más que saborearla toda, y tras recoger los sobrantes, los degustó extasiada del placer, mas aguantándose el sabor.
Sin fuerzas para más, se sumieron acostados en el asiento, donde la joven, adolorida por el virgo ya no virgo, recibía caricias en su aún humedecida intimidad. Los peritos dedos de Arturo se adentraba a raudas, sentía los vellos de la joven al recorrer su monte, la lubricidad era tal, que los olores de aquella dulce vagina en extremo carmesí y abultada, se impregnaban en su dedo. Aurora gesticulaba y gemía, se revolvía y aprisionaba con sus pequeños muslos, la mano del hombre allí masturbándola. Tras otro beso, no tuvieron mejor idea que pasar el resto del día juntos, paseándose por la ciudad, sin dejarse de manoseos, de confesarse intimidades y secretos que no creían poder decírselo a alguien.
– Aquí vivo – dijo Aurora
– Bonita casa, por cierto, cuando te volveré a ver?
– Búscame mañana al medio día, frente al Colegio Rennes… te estaré esperando, le diré a mamá que saldré a estudiar.
– ¡Ah! ¿Conque vas a volver al colegio? ¿Y ya no te molestan los chismes contra ti?
– Para nada – y le cedió un leve e inocente pico a sus labios, sonriente salió del auto, corriendo hacia su hogar. Arturo no podía creerlo, la veía andar, su falda se levantaba por la ventisca y divisaba a raudas la piel de su trasero, ya que su ropa interior se lo había arrancado.
– ¡Por Dios! – pensó- ¡Es hermosa! – y arrancó nuevamente el coche, rumbo nuevamente a su vida.
*
 
Aurora salía de su casa, la luna nocturna la iluminaba como la hermosa diva que era, sus pelos lisos tras ella, un pequeño top rosado que daba un escote de locos, regalaba la vista del acaramelado ombligo. Una exageradamente corta falda blanca y ajustada que daba a la vista, el casi perfecto redondel de sus nalgas, unos tacos altos, y tenéis a la vista, a una verdadera diosa del sexo juvenil.
Sus padres reposaban por la puerta de la entrada, ambos con aspecto desaprobador. Al frente del hogar, el automóvil de Arturo estaba estacionado.
– ¿De veras no nos dejarás saludar a Ricardo ? – preguntó la madre.
Aurora giró la vista enojada; ¡Mama – gritó con cólera –seguro me quieres avergonzar!
– Ya, ya. Ve que algún día lo conoceremos.
Subió extasiada, le sonrió y ordenó que arranque rumbo al pub.
– ¿Siguen sin sospechar tus padres?
– Tengo un amigo llamado Ricardo, se hace pasar por mi novio. Creen que él eres tú. – rió Aurora.
Y mientras conducía por la ciudad, no pudo evitar observarla por las piernas, mandó una mano, recogió la poca tela que cubría sus muslos, dirigiendo sus manos en su entrepierna, amasándolo levemente mientras maniobraba a raudas el coche.
Aurora se retorcía al son de sus caricias, gemía, suspiraba y se arqueaba en el asiento;
– ¿Estás bastante excitada, no lo crees? Si sigues así de húmeda, ¡seguro que mueres de deshidratamiento! – bromeó.
– Seguid.. –susurró, de veras le gustaba ser poseída por él, ya pasaron dos semanas de intenso amorío, bien casi todas en el coche, razón por la cual, decidieron pasar su primera noche en un bailable.
Tras llegar al asestado lugar, decidieron pegar sus cuerpos en aquel caluroso infierno de luces, músicas y masivo gentío que apenas daban paso. Sentía sus pequeños pechos pegarse a él, la bordeaba con sus manos, acariciaba sus nalgas, y la traía junto a él. Levantaba un brazo, la daba media vuelta, y contemplaba con éxtasis, aquel juvenil cuerpo, ella giraba lentamente para él, pese a las miradas de los tantos que la comían. Aquella faldita blanca brillaba bajo las luces de neón, la fina tela se levantaba levemente y daba a la vista generalizada, su redondez y ropa interior. La pegó junto a sí, su bulto pegándose entre sus nalgas. Aurora estaba encantada, se restregaba más y más al ritmo de la seductora música, sintiendo como se agrandaba al roce. Pero bailes y movimientos no era la razón de aquella velada nocturna.
Tras minutos, Aurora se la veía bastante sudada y al parecer, ardiente y deseosa de ser fieramente penetrada. Arturo la comprendió, y tras llevarla de brazos a un impúdico baño de hombres, se encierran en un cubículo.
La puso de espaldas a él, agarró su pequeña cintura, levantó la faldita, y bajaba su ropa interior, empapada ya de su propia condición de período de celo, dejando a la vista, aquel juvenil trasero.
– Penétrame… y no lo hagas dulce como sueles hacerlo – ordenó en tono severo.
Arturo lo entendió, separó las nalgas, y vio el capullo rosado en el que aún florecían vellos, reposa su virilidad, y de un fuerte envión, lo meció hasta el fondo, arrancándole a Aurora, un grito ensordecedor y penoso.
Del impulso y fuerza con que la penetraba, la joven no tuvo más remedio que sujetar con sus manos por el cubículo, mientras empezaba a sentir sus senos siendo brutalmente manoseados, el hombre que sin perdida, se inclinó y empezó un fuerte mordisco a su cuello.
Los bombeos eran fuertes y brutales, en cuestión de tiempo, aquel hombre descubrió una vena de zorra en aquella jovencita, que sin pudor, seguía gritando del placer, pidiendo más y más ferocidad;
– ¡Más adentro, más fuerte! – y arañaba las paredes al tiempo en que sentía la gruesa virilidad llenarla y taladrarla hasta el fondo humanamente posible. En medio de las embestidas, la inclinó sobre el inodoro, arrancó su miembro de las entrañas de la joven, quien pareciera tomarse un respiro, y se inclinó a separarles las nalgas.
Acercó sus manos a su boca y ordenó que los lamiese hasta dejarlos lubricados. Extasiada lo hizo, su lengua recorría con ahínco los dedos y entre ellos. Una vez humedecida la mano, se volvió hasta aquel apetitoso trasero.
La empaló con un par de dedos, Aurora gritaba y se retorcía al tiempo en que Arturo revolvía sus dedos dentro del recto. Una vez dilatada lo suficiente, reposó su palpitante órgano sobre su trasero.
La perforó con armónico decoro, era desvirgada por su recto. Le ordenaba que se relajara, que no fuerce las paredes. Aurora chillaba y se arqueaba a más no dar. Reía, lloraba, gemía y gritaba más y más. Golpeaba con el puño las paredes y se retorcía del placer. Aquella leve penetración del recto se volvía más rápida, la joven ya no dio abasto, y se rindió al primer rugido del orgasmo anal, al tiempo en que sentía los chorros tibios bañarle sus entrañas.
Cayó al suelo del cubículo con sus pequeños vestidos bañados en cuajos de semen. No tardaron en limpiarse ambos, y volver hacia el bailable. Y eso fue solo una de las tantas noches… solo una de las tantas.
*
La plaza estaba retozando de los colores del sol naciente en el horizonte. Arturo estaba sentado y esperando en un banco. Eran horas tempranísimas, y quedó en verse con la joven Aurora.
Desde lo lejos la vio venir, sonriente como siempre. Ya no era aquella triste adolescente que conoció, la había cambiado a parajes insospechados, la había convertido, en una verdadera adicta a su hombría. Ella se acercó, tenía sonriente un papel plegado en su mano;
– ¿Por que tan temprano, Arturo?
– Aurora, siéntate – dijo preocupado- Debo decirte… acerca de mi esposa…
– ¿La abandonarás como me prometiste… no es así? – siseó celosa.
– Aurora… mi esposa está embarazada, debo… esta relación nuestra, no es correcta. ¡Soy mucho mayor que tu! – La joven palideció al escucharlo.
– ¡No me importa! – gritó sollozando, cayendo en un arrebato de desesperación a sus pies – ¡No me abandones, te lo ruego! ¡Esa estúpida mujer quien no te merece, es injusto esto, tú no la amas!
Arturo cayó arrodillado frente a aquella delicia, no tuvo más remedio que besarla con la dulzura que correspondía, se levantó, y susurró un triste “Lo siento… no la amo… pero debo responsabilizarme por la criatura” y se alejó cabizbajo del lugar.
Ella no pudo contener sus lágrimas, aquel hombre que la había llevado hasta los extremos del placer, la estaba abandonando como si nada. ¿Y el amor? Ella recordó como por crueldad del destino, aquella frase suya; “amor… es una quimera con fin comercial
Miró sollozante el papel que sostenía, lo arrugó, y juró recuperar al hombre de sus sueños, lo vio alejar, y juró en sus adentros recuperarlo a como dé lugar.
A lo lejos Arturo subió al coche y arrancó. Aurora se levantó, se secó las lágrimas, y arrojó el papel que sostenía, alejándose de aquella plaza.
No fue un simple enamoramiento, fue mucho más que un encantamiento. Dos almas gemelas, que por crueldad del destino, nacieron en tiempos distintos, pero por alabanza de la vida, se encontraron y calmaron sus heridas. Aquella jovencita que calmó su desdicha, sintió una madurez y una esperanza de amor en el hombre.
Aquel hombre supo encontrar vitalidad en las más hermosas llanuras, las más dulces pieles lechosas de una adolescente, probando de los más deliciosos néctares que regalaba en su virgo hoy ya no casto.
Pero es sólo asunto del tiempo y del cruento destino, más nuestra indescriptible esperanza, saber si los amores verdaderos, sin distinción de edad, pueden perdurar… saber si se podrá llegar a un final feliz… por un Encanto Adolescente.
Y es cruento depender del destino.
Fue tal la ventisca, que al volar por los aires el papel que lanzó, allí podrán apreciar un corazón dibujado con el más puro sentimiento, y en hermosas letras escritas con el más dulce empeño, yaciendo impreso la frase;

 

“Aurora y Arturo”
 

Relato erótico: “Mi hermano es un cabrón” (POR ROCIO)

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verano inolvidable2Hola queridos lectores de Todorelatos. Mi nombre es Rocío y tengo 19 años, soy autora primeriza así que espero que sepan perdonar mis fallas, he recibido muchos consejos y apoyo así que traté de mejorar la ortografía y la redacción, perdón si vuelvo a cometer faltas, perdóooon. En mi anterior relato conté cómo mi instructor de tenis y dos negros me hicieron su putita a base de calentarme poco a poco.
Ya pasó una semana de aquello y los tres me usaban a su antojo. El viejo verde de mi instructor lo hacía en su oficina pero a los dos negros les encantaba utilizarme juntos en los vestidores. Como mi culito aún no estaba preparado para recibir sus enormes trancas, se decidían solo a follarme por el ano con dos dedos mientras el otro me daba duro por mi coñito. La verdad es que a veces me dolía un montón pero debo confesar que la dureza también me excitaba un poquito, por lo que esos dos me volvían loca hasta el punto de ni siquiera ser capaz de hablar fluido o pensar con claridad cuando me follaban.
Tras terminar mi entrenamiento, en donde por cierto lo practico sin mallas ni ropa interior por orden de mi instructor, se acercó él:  
-Muy bien, Rocío, ya te puedes ir a casa – rarísimo que no se me haya acercado a tocarme, o a exigir el uso de mi cuerpito.
-¿En serio, señor Gonzáles?
-Sí, ¿o quieres quedarte un ratito conmigo?
La verdad es que sí quería quedarme. Pero por un lado no quería decirle eso, no quería quedar como una putita adicta al sexo, no iba a admitirlo al menos no fácilmente. Ellos solo creían que yo aceptaba las  guarrerías por el chantaje que me hicieron.  
-Me quiero ir a mi casa, pero… Profe, la verdad es que me duele un poquito el tobillo, tal vez si da unos masajitos se me pasará.
-Ah, ¿pero otra vez ese tobillo, Rocío?
-Síiii –mentí-. Me lo he aguantado toda la tarde, pero cuando los swings me salían perfectos, no quise dejar la cancha.
-Mírate nada más, te pareces una profesional. Pero la próxima vez no vamos a forzar esta piernita, ¿vale?
Se acuclilló y tomó de mi pie. Yo gemí como una cerdita, porque sé que eso le calienta mucho.
-No parece estar hinchado…
-Pero me duele mucho, por favor profe –le puse una carita de pucherito.
-Tengo un spray por aquí, déjame buscar.
La verdad es que podría pasar toda la vida buscando su maldito spray, yo ya me había anticipado y lo lancé lejos, hacia los arbustos que lindaban la cancha de tenis cuando tuve la oportunidad. De esa manera tendríamos que ir a su oficina en búsqueda de un repuesto.
-Vaya, Rocío… no encuentro el spray.
-Seguro que en tu oficina tienes más, los he visto – los vi en un estante una tarde, cuando me llevó para comerme el coño como recompensa por haber mejorado mucho mis golpes.
-Joder, muchacha… la verdad es que por hoy quería evitar cualquier tentación contigo, pero no me queda otra. Vamos.
Y así fuimos. Yo estaba calentísima pero estaba disimulando muy bien, rengueando débilmente como si realmente estuviera lastimada, llevada de su brazo. Enredé mis dedos entre los de él para acariciarlo un poco pero muy extrañamente mi instructor se portaba muy bien. No entendí por qué no quería jugar conmigo, pero si quería guerra la tendría, lo iba a calentar hasta que me dé lo que yo anhelaba: su tranca venosa.
Y por suerte lo conseguí, no se aguantó: Él ya estaba sentado en su silla, yo debajo del escritorio. No sé por qué razón se le ocurrió meterme allí, pero bueno, me pidió que le hiciera una mamada. A mí me costaba acostumbrarme al olor de la polla de ese maduro, pero poco a poco y con la costumbre me estaba volviendo adicta a ella. No era tan grande como la de los dos negros, ni siquiera como la de mi cornudo novio, pero era el pedazo de carne más experto de todos ellos y el que más me hacía delirar cada vez que entraba en mi conejito.
Mamársela es de lo más cansador porque parece que el cabrón tiene un aguante bestial, no miento cuando digo que he estado más de veinte minutos chupándosela en los vestidores esperando que me regalara toda su espesa y caliente leche. Mi boca y mi lengua realmente se cansaban y llegaba hasta a doler de tanto chupeteo. Además el señor tiene la mala costumbre de agarrarme de mis pelos, meterme un pollazo hasta la campanilla, y sujetarme bien fuerte para correrse todo directamente en mi garganta, sin darme tregua ni posibilidad de desperdiciar una mísera gotita.
Cuando mi lengüita tocaba la puntita de su polla, jugando con ese agujerito de donde sale la leche, y con mis manitos jugando con sus huevos y con su tranca, escuché que la puerta se había abierto. Al principio me dio un poquito de corte y dejé de chupar, pero rápidamente me dio un golpecito en mi cabeza para que siguiera con lo mío. Así pues seguí lamiendo el falo mientras esa desconocida persona entraba en el lugar. Una voz de hombre mayor y muy conocida le dijo:
-Buen día, Instructor Gonzáles. ¿Ha visto a mi hija Rocío?
-Ah, es usted su padre. Le estaba esperando, por favor siéntese. Por cierto, su hija ya se fue hace rato, creo que dijo que iba a la casa de una de sus amigas a pasar el resto de la tarde.
En ese momento toda mi calentura bajó hasta el suelo. Quise dejar de chupar su verga pero el cabronazo de mi instructor hizo presión con su mano para que mi boquita no le abandonara. Y así, impotente, seguí ensalivando y succionando débilmente, atenta a la charla.
-Ah, ya veo, se ha ido temprano. Pues nada, vine a preguntar cómo le va a mi hija.
-Pues le va de fábulas, es una buena muchacha, muy aplicada y siempre da el 100%.
Eso me gustó mucho, muy orgullosa aumenté la fuerza de mi lengüita sobre esa polla.
-Me alegra oírlo. Yo ando muy ocupado y no puedo compartir mucho con ella, así que me alegra que esté en buenas manos.
-Me halagan sus palabras, señor. Pero solo hago mi trabajo.
-Vamos al grano, que no tengo tiempo. Me gustaría inscribir a mi hijo también, que, siendo sincero, es un vago. Creo que la disciplina y el deporte le harán bien, que pronto comenzará la universidad y parece que no endereza su estilo de vida.
¡Eso sería terrible para mí! Apreté los huevos de mi maduro amante y también mordí muy ligeramente ese enorme glande, dejándole claro que yo no quería que aceptara a mi hermano como alumno. Él se removió un poquito, como queriendo escapar de mis dedos y mis dientes, pero yo lo sujetaba fuerte al cabrón. No quería que aceptara eso, sería el fin de mis tardes de sexo con él y los negros, con mi hermanito pegado a mi lado durante todo el entrenamiento.
-Va a ser un placer tener al hermano de Rocío aquí, señor.
Me enojé muchísimo, le di un mordisco, pero el instructor no mostró ninguna queja.
-Muy amable de su parte, instructor, le dejo con sus asuntos.
-Adiós, señor.
Cuando cerró la puerta, salí del escritorio con mi carita evidentemente muy enojada. Y muy roja, que apenas podía respirar con su polla hasta mi garganta. El instructor me tomó de la mano cuando yo amagué irme de la oficina:
-¿Pero qué te pasa, mi putita?
-Ya veo que me vuelves a hablar como el viejo verde de siempre.
-¿Ves por qué no quería que te quedaras? Sabía que tu papá vendría a visitarme. Pero bueno, la verdad es que estuvo muy morboso.
-¿Va a aceptar a mi hermanito como alumno, Señor Gonzáles?
-Venga, marranita, no te me enojes. Ven que te voy a dar bien duro como te gusta. Hoy probaré meterte tres dedos en el culo, seguro que ya puedes aguantar.
-Estoy muy enojada, señor Gonzáles. ¡Me voy!
Cuando me alejé me dijo:
-¿Pero no te dolían los tobillos? ¡Ja, todo fue una excusa para venir aquí!, ¿no, putita? Por cierto, Rocío, tú no tienes ningún tipo de autoridad. Véngase para aquí, apóyate del escritorio y pon el culito en pompa.
Yo estaba nerviosa, vale, pero esas palabras me hicieron mojar un poquito por dentro. Así que me acerqué como me pidió, con la cara falsamente rabiosa, no sin antes sacar de mi bolsita un pote de vaselina. Si me iba a follar por el culo con sus dedos al menos debería tratar de hacerlo de la manera menos dolorosa posible, que yo no estaba para aguantar que me volviera a partir en dos.
-Vale, Señor Gonzáles, perdón. Pero por favor use la crema que en los últimos días me duele solo de sentarme.
-¿Te has traído vaselina?
-Sí, apúrese que no tengo tiempo para esto, Señor Gonzáles. Cuanto antes terminemos, mejor – Perdón padre, por ser tan mentirosa. Me levanté y remangué mi faldita muy arriba, y me sujeté del escritorio. Abrí bien mis piernas y miré a mi instructor.
Se untó la vaselina por los dedos de una mano, se levantó y se dirigió detrás de mí. Me dio una nalgada muy fuerte, pero resistí. Sabía que me daba nalgadas porque estaba haciendo algo mal. Puse mi cabeza en el escritorio a modo de apoyo y llevé mis manos en mi trasero, separé mis nalgas lo más que pude para que él pudiera penetrarme a gusto.
-¿Ya te has lavado el culito?
-Sí, Señor Gonzáles, puede hacerlo sin miedo.
-Muy bien. Por cierto, mi putita. ¿Ves el televisor frente a ti?
-¿Qué pasa con ese televisor, profe?
Un dedo empezó a entrar en mi ano. Chillé un poquito pero ya me estaba acostumbrando. Volví a mirar la TV. No podía creerlo, estaba viendo cómo los negros me estaban montando en los vestidores. Yo estaba siendo brutalmente follada, aplastada entre esos dos enormes tíos. Chillando y revolviéndome como loca. Para qué mentir, eso me excitó un montón:
-No puedo creer que me has vuelto a filmar, profe. Eso es asqueroso, no puedo verlo más.
-No seas ingenua, mi putita. Siempre filmamos. Algún día aprenderás a hacerlo tú también.
-¡Aaauuchhh! Mffff… ¡Duele-duele-duele!… -dos dedos ya entraban y me follaban el culo de manera violenta. Dejé de abrir mis nalgas y me sujeté de nuevo en el escritorio.
-Vas a venir con tu hermano todos los días, putita, ¿entendido?
Empezó a estimular mi clítoris. El cabrón ya me conocía muy bien. Yo gemía como una cerda, viendo la TV, sintiendo sus dedos pervertidos. Mis tetitas se bamboleaban sobre la mesa, de hecho un par de bolígrafos y carpetitas se cayeron al suelo por eso. 
-Vaaaaleeee joderrrr… me da iguaaallll…
-Veremos qué tan puta eres, te tengo preparado un plan.
-¿Plan? Ufff… ¡Aauuuchhh, jodeerrrr cabronazoooooo dueleeee!
Me corrí muy rápido. Con tres dedos en el culo y otros entrando en mi chochito visiblemente húmedo y enrojecido. Me quedé así, babeando y gimiendo débilmente sobre su escritorio, mirando de reojo cómo me montaban esos dos negros hermanos en la TV. Pero la tarde era muy larga y seguro que mi maduro amante tenía más guarrerías preparadas.
………………….
Al día siguiente yo y mi hermano Sebastián íbamos juntos al predio. No vivimos muy lejos, pero aun así sentí que toda la caminata era incomodísima y parecía muy larga. Para colmo mi hermano no le gustaba la idea de practicar, y menos conmigo. Que si era por él se dedicaría a jugar fútbol con los muchachos del barrio.
-Oye, flaca, ¿cuánto más falta para llegar?
-Solo hemos caminado diez minutos y ya te estás quejando, Sebastián.
-Vaya mierda, debería estar mi novia en el Mall o en cualquier otro lugar. Pero no, estoy aquí contigo.
-Mbufff, yo más que nadie deseo que estés bien lejos de aquí. Esto es una pesadilla.
-Sé que en el fondo me quieres, Rocío –dijo abrazándome.
No es verdad, en serio, yo creo que el cabrón es adoptado o algo. Si no fuera porque sus ojos y su nariz son idénticos a los míos… Pero me niego a pensar que comparta sangre con un subnormal como él, que cambia de pareja al dos por tres. Y para colmo es hincha del Peñarol, yo que soy seguidora de Nacional, su equipo archirrival.
Lo último que yo quería era escuchar su voz. Como dije en su momento, cada vez que lleva una chica a la casa para montarla, no puedo evitar oír sus gemidos pues su habitación está pegada a la mía, oigo los jadeos y groserías varias que se gasta aprovechando que no está mi padre. Es un asqueroso, básicamente.
Llegamos y se presentó a mi instructor. Se quedaron hablando un rato y yo aproveché para cambiarme en el vestidor. Fue cuando los negros entraron en el lugar y, muy a su estilo, me arrinconaron contra la pared para meterme dedos y lengua sin darme tiempo ni de respirar.
-Hola putita, ¿cómo estás?
-¿Nos extrañaste? Ayer no pudimos verte, seguro que el profe gozó todo este cuerpito para él solo.
Yo me hice de la remolona e hice fuerza para salirme de sus manos perversas.
-¡Basta! No, no les extrañé, por mí como si nunca vuelven aquí, par de pervertidos – mentí, claro que extrañaba el contacto de esos pollones. Era lo único en lo que pedía pensar en la noche anterior mientras yo y mi novio nos besábamos en el portal de mi casa. No me sé aún el nombre de esos dos hermanos pero es lo que menos me interesa de ellos, sinceramente.
-¡Ja, seguro que sí! Nos ha pedido el Señor Gonzáles que nos aseguremos que te quites las mallas.
-¿Pero por qué debería quitármela, tontos? Voy a entrenar con mi hermano, este juego ya no puede seguir. Si queréis usarme lo haremos luego del entrenamiento cuando él se vaya.
-¿Te tengo que recordar quién es el que manda aquí? – dijo el otro negro, que me aplastó contra la pared para meterme su lengua en mi boca.
-Ufff… bastaaa…
El otro empezó a meter sus dedos bajo mi faldita para masajear vulgarmente mi chumino, la meció bajo mi malla y buscó mi puntito que poco a poco se humedecía.
-Rocío, vas a entrenar sin las mallas. ¡Es una orden!
-Diossss… estás loco, no haré eso… ufff…
El cabronazo me pajeó la concha con maestría, separaba mis pequeños labios vaginales y buscaba mi clítoris. Yo me volvía loca y apenas podía hablar, pero con lágrimas en los casi cerrados ojos intenté armar una frase:
-Está bien… mffff… ufff… valeeee… lo haré, lo haré… pero déjenme en pazzzz…
-¿Me recuerdas quién eres, mi amor?
-Bastaaaa… diossss, suficienteeee… soy vuestra putita, valeeee…
-¡Jaja, eres increíble!, es darte una paja y convertirte en perra.
-Ahora quítate la malla y ve a la cancha, putita -ordenó su hermano.
No sé si existe alguien tan hijo de puta como para calentar a una chica de esa manera para dejarla luego a medias. Son un par de imbéciles, encima se llevaron mi malla, oliéndola y riendo mientras yo, muy calentita y algo cabreada, me dispuse a prepararme.
Llegué a la cancha y mi instructor se acercó:
-Vas a jugar un set contra tu hermano, ya estará terminando de calentar.
-No tengo mallas, profe – le susurré –. Y ese muchacho es mi hermano. Va a verme TODA. T-O-D-A.
-Si pierdes el set te vamos a follar yo y los negros en el vestidor, a modo de castigo. Ahora prepárate. 
-¿Qué?
Me palmeó la espalda y se sentó en el banquillo. Los dos negros le acompañaron muy sonrientes.
Yo me posicioné en mi puesto. Por un lado no quería hacer movimientos bruscos para levantar mi faldita y revelarle a mi hermanito que estaba sin mallas. Yo quería perder para que ellos me follaran entre los tres, era lo que yo anhelaba pues me dejaron muy calentita, pero tampoco quería que fuera muy evidente que me iba a dejar ganar.  
Mi instructor gritó:
 -¡Rocío, tu hermano va a sacar. Apóyate sobre las puntas de los pies, da pequeños saltitos a la espera del remate!
-Ya lo sé, cabrón, no es a mí a quien deberías dar clases –dije inclinándome, dando ligeros saltitos, mirando fijamente la bola en la mano de mi hermano.
-¡Ahí va, flaca!
La verdad es que yo esperaba mucho más de un hombre. Ese muchacho sí que era malo, la mayoría de sus remates iban en las redes o eran fáciles de devolver. Así, en un santiamén, el set se puso 1-0 a mi favor sin mucho esfuerzo.
-¡Sebastián, mira la bola, mira sus pies, sus manos, anticípate a sus movimientos! –gritaba el entrenador.
-¡No voy a perder contra una chica, flaca! ¡Toma!
Qué irónico, pues yo quería perder para ser montada. Ese último remate me exigió más de lo normal, por lo que tuve que correr tras la bola para poder devolvérsela. Sin darme cuenta el esfuerzo hizo que se levantara mi ya cortita falda y revelara mis carnes. Mi hermanito lo vio y se quedó estático, mirándome a mí y no la bola que pasó a su lado.
-¡Sebastián, qué cojones te pasa! –gritó el entrenador-. ¡Fíjate en la bola, en la bola!
Los negros se rieron. Uno de ellos sacó mi malla que la tenía guardada y lo olió, mirándome pícaro. Yo aún estaba a tope, y la verdad es que ver a mi hermano embobado por mi culito y mi entrepierna me pareció cuanto menos excitante.
El resto del juego me pasé exagerando los movimientos para revelar mis nalguitas y la bella mata de pelos que estaba encima de mis mojadísimos labios vaginales. El set ya estaba 5-0 a mi favor, y me di cuenta que yo no obtendría la carne que exigía mi cuerpo. Mi hermano, con una media erección evidente, poco podía hacer para ganarme. Así que le grité:
-¿¡Pero qué te pasa, Sebastián!? Sostén fuerte del mango.
-¿¡Qué dices!? ¿De qué… qué mango hablas?
-De tu raqueta, imbécil –dije mirando su casi evidente erección-. Cuando llega el momento de golpear el golpe de drive, tu cuerpo debe estar de lado, perpendicular a la red. Tú eres diestro, así que la punta de tu pie derecho debería apuntar al poste de la red de mi izquierda.
-¡Bien dicho, Rocío! –gritó uno de los negros.
-Escucha a tu hermana, Sebastián, ella sabe –dijo mi orgulloso entrenador.
Se sacudió la cabeza mientras yo trataba de bajar un poquito mi faldita. Si yo quería perder, necesitaba que el cabroncito se concentrara en el juego y no en mi mojado coñito. Hice de todo, dejé pasar golpes muy fáciles, le puse en bandeja de plata remates que me dejarían de contrapié. Y así, con mucho sacrificio y con una gran sonrisa en mi rostro, conseguí perder ante el peor jugador de tenis de la historia.
-¡Te vencí, Rocío!
-Es la derrota más sabrosa de mi vida – me dije a mí misma, mirando de reojo a mis tres amantes en el banquillo.
-Creo que por esta tarde es suficiente, Sebastián –mi entrenador se levantó y le dio unas palmadas en el hombro-. ¿Cómo estás, hombre?
-¡Buf!, un poco cansado, Señor Gonzáles.
-Pues claro, te falta ritmo. Ve a las duchas a descansar, por hoy hemos terminado.
Luego se acercó a mí, que yo estaba tomando agua de una botella que los negros me pasaron.
-Lo has hecho mal, putita. Seguro que lo has hecho adrede para que te montemos en las duchas.
-No, Señor Gonzáles, es que me da mucho corte jugar contra mi hermano estando yo sin mallas. Por eso perdí.
-Pues nada, tú también puedes ir a cambiarte e irte a tu casa.
-¿Pero qué dices, profe, no habrá castigo?
-¡Ja! Esta putita quiere pollas, perdió adrede –dijo uno de los negros.
-No quiero nada de ustedes cabrones, estoy bastante feliz de que no haya castigo –fingí una sonrisa mientras llevaba la botella a la boca.
-Te irás a tu casa y se acabó, marranita – me dijo dándome una fuerte nalgada que hizo que el agua se desparramara toda por mí.
Y así siguieron los siguientes días de entrenamiento. Mis tres amantes no me tocaban más que un poquito antes de jugar, en los vestidores, y me soltaban al campo toda caliente para jugar o entrenar con mi hermano. Para colmo el instructor me pedía que ayudara al chaval a adoptar una buena posición, decirle cómo recibir los golpes y consejos varios que requerían de contacto físico de mi parte. Obviamente mi hermano se calentaba un montón porque sabía que yo lo hacía sin nada debajo de mi faldita. Más de una vez en busca de explicarle cómo agarrar su raqueta, terminé rozando la polla morcillona.
Tras una semana ya, sin recibir contacto de parte de los negros, del viejo verde e incluso de mi novio que hizo un viaje familiar, recibiendo solo leves caricias antes de empezar las clases de tenis, yo estaba demasiado caliente. No sé si mi entrenador estaba jugando conmigo, acercándome más y más a mi hermano, calentándolo a él con mis carnes y dejándome a mí evidentemente excitada de tanto toqueteo, pero la verdad es que ese viejo verde sí que conoce mañas, no me extrañaría que su plan maestro fuera que yo terminara loca por Sebastián.
Esa noche el cabrón de mi hermano se trajo de nuevo a su novia a casa, pues papá salió. Yo escuchaba los jadeos y movimientos de la cama detrás de mi pared. Normalmente yo me bajaría a la sala para escuchar música bien fuerte, pero como estaba tan cachonda no pude evitar meterme dedos con una manito, mientras con la otra sostenía un vaso entre la pared y mi oído a fin de escuchar mejor a Sebastián y la putita de su novia.
Media hora después él se despidió de ella en la puerta de la casa, y quiso voler a su habitación, subiendo por las escaleras. Pero me aparecí para atajarle. Yo estaba tan solo con una remerilla de tiras que no me tapaba mi ombligo, y con un pantaloncillo muy cortito y apretado. Mi mirada molesta, cruzada de brazos.
-Joder, flaca, me has asustado. ¿Qué te pasa?
-Eres un marrano, eso pasa. ¿Hasta cuándo tengo que soportar tus gritos?
-A ver, ¿yo un marrano? Mira, no quería decírtelo, pero me asombra que me lo diga una chica que ENTRENA TENIS CON EL PUTO COÑO AL AIRE.
Me quedé rojísima, era la primera vez que me lo sacaba a colación.
-Me incomodan las mallas, es todo.
-Claro que sí, Rocío, claro que sí. He visto cómo miras al entrenador Gonzáles, y también a Richard y Germán.
-¿Quiénes son Richard y Germán?
-Los dos negros, tonta.
-Con que así se llaman…
-Se lo voy a decir a papá, Rocío.
-Vaaaale, idiota, no se lo digas. Yo no diré nada al respecto de la novia que traes cuando él no está.
-Genial, estamos a mano, hermanita. Entonces solo se lo diré a tu novio, Christian.
-¡Te mato, infeliz! ¿Qué más quieres?
-La verdad es que me pareces una puta. Pero una puta muy bonita –me sonrojé, la verdad -. De hecho creo que eres más bonita que cualquiera de las novias que he tenido.
-Te odio, cabrón, eso lo dices porque soy tu hermana.
-No, en serio, Rocío. Yo estoy caliente de tanto toqueteo en la cancha, tú lo sabes bien. Y sinceramente con mi novia no logro contentarme, es una puta remilgada que no quiere ni chupar mi polla.
-¡Controla tu lenguaje, cabrón!
-Venga, Rocío, si hubiera una chica más bonita que tú, no estaría aquí proponiéndote algo indecente. No se lo diré a tu novio si accedes – me tomó de la mano. Si antes yo estaba roja, no sé cuál sería el color intenso de mi rostro. Era demasiado halagador. Él es guapo, pero es mi hermano también. Le solté la mano y le di una bofetada cruel, solo para encerrarme en mi cuarto. El resto de la noche se la pasó golpeando mi puerta y llamándome a mi móvil, pero yo me limité a no hacerle ningún caso, a ponerme un auricular enorme y escuchar mi música, volviéndome a tocar mis pequeño y mojadito puntito imaginando que mi propio hermanito me daba una follada en su habitación.
El maldito entrenador había obtenido lo que quería. Yo estaba con ganas de mi hermano. Es un cabronazo mañoso, lo admito. Con rabia, con dos deditos entrando y con mucha excitación me corrí muy rico. Simplemente no estaba lista para dar ese paso en la vida real.
Al día siguiente llegamos al entrenamiento pero separados. Yo no iba a hablarle más, o al menos eso quería que él pensara. En el vestidor, los dos negros me hicieron una rica paja a mi clítoris mientras el otro me chupaba las tetas y mordisqueaba mis rosaditos pezones. Y como siempre, me dejaron a mitad solo para poder entrenar cachonda y con muchas ganas.
-Chicos, estoy harta de esto… mmffff… diosssss…
-¿Qué te pasa, perrita? ¿Quieres que te follemos como antes?
La punta de su polla se restregaba por mi rajita. Yo gemía como una maldita perrita en celo. Quería que me follaran duro y sin piedad.
-Cabronazossss… claro que síiiii… todos los días me dejáis a mediassss… ufff…
-Te jodes, princesita. Ahora ve a entrenar –dijo quitando su gigantesco glande de mi mojado chumino.
-Nooo… por favorrrr… solo un ratito, no le diré nada al Señor Gonzáles – le tomé de la mano a uno de ellos y lo traje para lamer un poquito sus enormes dedos. Lo que daría para que me la metiera un ratito más, ¡diossss! Le puse una carita de pucherito otra vez con la esperanza de que se apiadara de mí y me hiciera correr como cerdita.
-¡Jajaja, serás puta! –dijo su hermano.
-Lo siento, ¡a entrenar, Rocío!
Y otra vez de vuelta al entrenamiento. Estaba yo tras mi hermanito tratando de explicarle cómo jugar, poniendo mis manos en su cintura y trayéndolo junto a mí. Ni él ni yo entendíamos por qué mi padre le pagaba al entrenador, la verdad, ¿solo para mirarnos desde el banquillo?
-Sebastián, es importante finalizar el golpe de drive con la raqueta por encima de tu hombro izquierdo, ya que eres diestro. Recoge el cuello de la raqueta con la mano izquierda. Al finalizar el golpe, deberías quedarte parado.
-Vale, Rocío. Por cierto… quiero follarte –me susurró.
-¿Qué dices, cabrón?
-Te esperaré esta noche en la cocina. A las ocho, ¿qué dices? Papá volverá a salir por cuestiones de negocios. Mi novia quiere venir pero le dije que se vaya a la mierda, que encontré a la mujer de mis sueños.
Lo admito, si antes me dejaron caliente los negros, eso casi me dio un orgasmo instantáneo. También me dio mucha ternura, para qué mentir: “La mujer de mis sueños” ha dicho, ni siquiera mi novio me ha dicho algo tan bonito. Para colmo noté que mi hermano tenía la polla erecta bajo el short deportivo. Si mi instructor y los negros no iban a darme carne, entonces decidí que yo lo obtendría de alguien más.
-Jamás haré guarrerías contigo, pervertido – le susurré –. Ahora fíjate en la bola.
………………
Bajé a la cocina para tomar agua. Coincidentemente fui a la hora en la que me esperaría mi hermano allí. Y fui con una faldita muy corta y una remerilla también cortita y desgastada. Me hice de la sorprendida cuando lo vi sentado en la silla del comedor, como esperándome. Me sonreía mucho, pero yo hice como si no estuviera allí. Me dirigí a la heladera:
-Rocío, sabía que vendrías.
-Si supiera que tú estarías realmente esperándome, no vendría a tomar agua – mentí. Abrí la heladera y me agaché mucho para coger una jarra.
-Flaca, qué culito tienes.
-Eres un pervertido asqueroso – cargué el agua en el vasito y lo tomé.
-¿Vas a derramarte el agua por la remerilla, verdad?
La verdad es que el desgraciado me pilló. Solo por eso decidí no derramármela.
-No haré eso ni en tus sueños, tarado. Quítate esa idea loca que tienes en la cabeza.
Tomé el agua rápidamente y me acerqué a un florero. Esa tarde había escondido una cámara allí, apuntando la mesa de la cocina. Mi hermano ni enterado del tema, y apreté el botón REC.
-Venga, Rocío, estoy que me muero por ti –me tomó de la mano. Yo no pude disimular mi rostro colorado. Varios días sin recibir mi ración de sexo, con la calentura a tope terminó por destruirme. Y mirándolo con ternura le pregunté:
-¿Realmente quieres hacerlo? Somos hermanos, imbécil –nunca en mi vida dije una grosería con tanto cariño.
-Mi corazón no me engaña, flaca.
-“Flaca” dices… -me acerqué a él y puse mi mano en su mejilla para acariciarlo-. Jamás en la vida me rebajaré a follar contigo, pero de hacerlo… ¿serías tierno conmigo, Sebastián?
-¿Tierno, yo? No, no seré tierno y lo sabes, que siempre me escuchas tras la pared cuando follo con mi novia. Digo, a mi ex. Te haré chillar como perra en celo, Rocío.
Me puso a tope eso. Lo abracé y lo besé. Fue tan eléctrico el choque. Eléctrica la sensación en mi boquita recibiendo las caricias de la lengua de él, recibiendo sus manos en mi culo, esas poderosas manos que me apretaron las nalgas. Se levantó de la silla y hábilmente, con sus fuertes brazos, me cargó. Me iba a llevar a su habitación pero yo le puse una mano en su pecho para gemirle:
-Sebas… no, no, no… quiero hacerlo aquí, en la mesa.
-¿Qué? Será más cómodo en una cama.
-Aquí o en ningún otro lugar, es que me parece más morboso aquí – evidentemente quería que la cámara nos filmara, y jamás en la vida a mí se me ocurriría llevarlo a mi habitación, que es sagrado para mí. Y en su habitación ni en sueños, que no pienso acostarme donde esa putita de su ex gozaba como perra.
-Qué rara eres, Rocío. Pero en serio esa carita de vicio que tienes me vuelve loco, así que por ti iría hasta el fin del mundo.
El chumino estaba chorreando, la verdad, ya entendí por qué tenía tantas novias, sabía cómo hablar a una puta. Me sentó sobre la mesa, quitó los platos rápidamente, me subió la faldita, remangándola en mi vientre. Posteriormente me quitó la remerilla mientras yo gemía como una putita a cada tacto. Libre de ropas los dos, le abracé con mis piernitas y atraje su pelvis contra la mía, sintiendo su polla creciente contra mi chochito.
Me tumbó contra la mesa y se inclinó para chupar mis pezoncitos. Yo gemía un poco, trataba de atajarme porque quería que pareciera que yo le estaba haciendo un favor, que apenas iba a disfrutar con él. Pero por más de que lo intentara, mi hermano me conocía más bien que yo misma, sus manos me apretaron fuerte de la cintura –me encanta eso-, y puso la punta de su pene entre mis hinchadísimos y mojados labios. Dejó de chupar mis tetas y me habló:
-Rocío, quiero que me ruegues que te folle.
-Ufff… En la p-u-t-a vida, Sebastián, mmmfff, aaghhmm…
Su polla ahí se sentía riquísima, caliente y palpitante a la espera de entrar. Si fuera por mí, que me la metiera hasta el fondo, que ya he soportado bastante sin follar.
-No te la voy a meter hasta que me lo ruegues, flaca.  
Con sus dedos empezó a jugar con mi clítoris. Es mi punto débil, volví a entrecerrar mis ojos y a babear como perra sin siquiera ser capaz de pronunciar palabra alguna. Parecía que hablaba en un idioma extranjero, o que estuviera poseída:
-Diosss… mmfffff… sigue soñandooooo… cabróoon… ufff…
Volvió a chupar mis tetas. Joder, yo quería que me metiera la lengua hasta el fondo de la boca, y luego su polla hasta mi garganta, pero se ve que había que explicárselo con carteles y señales de humo o algo así. Mi cuerpo entero me pedía carne, más carne.
-Rocío, si no quieres pues me voy a la sala, que ya va a jugar Peñarol.
-Vaaaaleee…. Joddderrrr… métemela, Sebas… por favoooor, estoy cansada de que siempre me dejen a medias, cabróooon…
-¿Mande, chica? No entendí una mierda. Repítelo más lento.
El desgraciado no dejaba de masturbarme, de restregar su polla por mis labios que ya estaban hinchadísimos. Sin quererlo yo ya estaba empujando mi caderita contra la suya para comer ese pedazo de tranca que se gastaba.
-Que me la metasssss… que me la metassss de una vezzzz que no aguanto mássss… uffff…. Me voy a correr antes de que me la metassss hijoputaaa…
-¿Eres mi putita, vas a ser mi putita?
-Síiiii, toda tuyaaa… solo mételaaaaa…
Fue un poco doloroso porque, al plegar su polla en la raja, presionó con mucha fuerza. Grité un poquito fuerte y rápidamente atraje su cuerpo para que se recostara sobre mí, le arañé con fuerza su espalda. Para no seguir gritando le mordí el cuello, pero él aguantó como un auténtico macho mientras su enorme verga se abría paso en mi calentito interior.
Los dos jadeábamos mirándonos mientras su cadera describía un violento ir y venir que me ponía como loca. Quería decirle que lo amaba, seguro que él también, pero algo en los dos nos lo impedía. De todos modos yo estaba más que contenta, tras casi semana y media de dejarme cachonda, por fin podía desquitarme. No sé si fue plan de mi instructor, pero ya no importaba.
Sebastián se sabía trucos. Su polla describía ligeros círculos dentro de mí, antes de entrar hasta el fondo. Lo retiraba un poquito y volvía a dibujar formas circulares. Mis piernas y  brazos colgaron rendidos, ya no podía controlarlos, mi boquita ya no decía nada entendible, solo mascullaba y gemía como cerdita. De vez en cuando él me besaba y chupaba mis labios. Mis ojos ya no veían nada, era todo blanco, me sentía en el cielo. Ni mi instructor ni los negros sabían follar como él.
A lo lejos escuché mi móvil, me devolvió al mundo real, seguramente era mi novio que me llamaba pues ya regresó de su viaje familiar. Pero me importaba una mierda él. Así como mi hermano rompió con su novia para estar conmigo, yo no tendría problemas en cortar con él. Sebastián miró mi móvil y empezó a reírse. Luego me besó con mucha fuerza, lamió mis labios y luego mi sonrojada mejilla. Fue cuando empezó follarme más duro, más rápido. Seguramente quería que me volviera más loca hasta el punto de olvidarme del móvil. Y así fue, me rendí ante su hermosa y venosa polla que se encharcaba de mis jugos.
 -Me voy a correr, Rocío, mmff.
La mesa parecía que iba a romperse de tanto tambalearse.
-Hazlo dentro, por favor, mmm… ufff… he tomado la píldora…
-Eres una putita en serio, te has preparado bien, ¿no? Mmfff…
-Fue coincidencia que la tomara hoy, pensé en salir con mi novio, cabronazo… uuuuffff… -mentí descaradamente.
Me tomó fuerte de la cadera y su cara se puso muy rara. Jadeó muy fuerte y sus ojos parecían querer ponerse en blanco. Me la metió hasta el fondo y sentí toda su leche caliente dentro de mi chochito. Estuvo dándome tímidamente unos segundos más hasta que se retiró de mí. Yo estaba muerta, feliz pero muy cansada, tirada sobre la mesa con la baba escapándose vulgarmente de mi abierta boca. Desde allí le pregunté débilmente:
-Oye, Sebas… ¿Ha sido mejor que con tu novia?
-No, para nada. Con ella fue mejor.
-Eres un hijo de puta.
-Si me la chupas, vaya… entonces sí serás mejor que mi novia, Rocío. Ya te dije que ella es una remilgada.
-No voy a chuparte nada, idiota, sigue soñando. Extírpate las costillas y chúpatela tú mismo.
-Lo que tú digas, flaca – se sentó en la silla y abrió sus piernas. Puso sus manos tras su nuca y me sonrió.
-No me llames flaca, Sebastián, ya no más.
-¿Y cómo quieres que te llame, Rocío? Seguro que eres torpe chupando pollas.
Me levanté. El cabroncito iba a ver lo que era una buena mamada, sí señor. Tenía que apurarme, que realmente quería ver a mi novio esa noche porque hacía días que no estaba con él. Vale, pensé en cortar mi relación solo por la calentura, pero Christian (mi novio) es demasiado importante para mí. Seguro que también querría algo de mí esa noche, pero yo estaba un poco adolorida porque mi hermano fue muy bruto. Y eso que al día siguiente teníamos más clases de tenis, no habría descanso.
Me arrodillé y agarré su enorme tranca como si de una raqueta se tratase:
-Llámame “putita”. Soy tu putita, cabrón.
Continuará, si eso quieren ustedes. Espero q a alguien le haya gustado porque a mí sí. Nuevamente mil perdooooones si he cometido errores, es mi segundo relato ya.
Un besito.
Rocío.
Si quieres hacerme un comentario, envíame un mail a:
 rociohot19@yahoo.es
Sin-t-C3-ADtulo36
 

Relato erótico: “Conociendo a Pamela “(POR KAISER)

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DE LOCA A LOCA PORTADA2Conociendo a la Prima
Sebastián no esta muy animado con la idea, sus padres van a salir por motivos de trabajo y él va a quedarse en la casa de unos tíos por unos días. La idea no le agrada mucho, estará lejos de sus amigos y conocidos, lo único positivo es que no tendrá que ir a clases.
Sus padres lo dejan con sus tíos, él conversa con ellos y les cuenta acerca del colegio y como le ha ido, “¡Pamela va estar feliz de verte por aquí!” le dice su tía. Sebastián se acuerda de su prima, Pamela a quien no ve desde hace años.
Cuando ambos eran solo unos niños chicos siempre andaban juntos y salían a jugar y compartían todo. Hacían una pareja bien especial aunque Pamela era dos años mayor que él. Sebastián aun la recuerda, de largo cabello tomado en trenzas, ojos cafés aunque debía usar lentes bien gruesos y bastante delgada, flaca en realidad con unas piernas que más bien parecían palillos, Sebastián aun conserva una foto de ella aunque de esto ya han pasado casi 7 años, ahora él tiene 14 y ella 16 pero jamás la volvió a ver de nuevo luego que sus padres se mudaran a otro lugar.
Él se esta instalando en la habitación que va a ocupar, justo al lado de la de su prima, esta sacando su ropa del bolso cuando siente una voz familiar, “¡¿en serio que esta aquí!?” oye con claridad, después siente unos pasos en la escalera, “¡hola como estas tanto tiempo!” le dice ella que casi le brinca encima, Pamela lo abraza de forma efusiva, Sebastián esta desconcertado, “no puede ser ella” piensa él, “¡pero habla acaso no estas feliz de verme!” le dice ella, Sebastián la mira y casi no la reconoce, le cuesta creer que ella.
En su habitación ambos conversan, Sebastián se excusa por su actitud, “es que no te había reconocido, en serio” le dice y le muestra una foto que tiene de ella cuando eran niños, “¡vaya en realidad era horrible a esa edad!” comenta Pamela, “¿pero como me veo ahora?” le pregunta ella poniéndose de pie y dándose una vuelta, “vaya que ha cambiado” se dice Sebastián a si mismo.
Pamela aun conserva su largo cabello castaño tomado en una sola trenza en lugar de dos, aun usa lentes pero mucho más pequeños que los de antes. De flaca ya no tiene nada, si antes además de flaca era plana ahora la historia es totalmente distinta. Su cuerpo es más rellenito, más proporcionado y con unas curvas impresionantes. Pamela venia llegando del colegio y aun esta con su uniforme, una blusa blanca que a pesar de su holgura recorta la silueta de sus pechos y una falda bien corta que luce unas piernas increíbles y un culo bien parado, Sebastián observa a su prima casi con la boca abierta, ella se ríe al ver su cara, “vez, he crecido y me ha crecido todo” le dice con soltura mientras se pone las manos sobre sus pechos.
“Me voy a cambiar de ropa y esta tarde salimos los dos” Sebastián le asiente con la cabeza, “¡que rico que estés por aquí!” le vuelve a decir ella que de improviso le da un beso en la boca, tal como lo hacia antes, dejando a su primo totalmente desconcertado.
Mientras Pamela se cambia de ropa Sebastián trata de convencerse que esta belleza es su prima, casi no lo puede creer, mira la foto y simplemente le parece increíble, pero en todo caso esta nueva Pamela ya lo tiene loco. Sebastián sale de su habitación y se dirige hacia el living pero pasa frente a la habitación de Pamela que esta con la puerta entreabierta, la tentación puede más y trata de espiarla, se esta acercando cuando la puerta se abre de improviso, “¡aha, te pille tratando de espiarme, debería darte vergüenza!” le dice Pamela, con el susto Sebastián tropezó y cayo de espaldas, ella se ríe al verlo así, después le tiende una mano y ambos salen al centro a recordar viejos tiempos.
Ambos se pasean por el centro comercial, Pamela habla y habla, le cuenta todo. Ella lo lleva bien tomado del brazo lo que provoca la envidia de muchos y el nerviosismo de Sebastián que se percata que todos los tipos con los que se cruzan los quedan mirando. Para Pamela esto no es problema, ya esta habituada a esto, sin embargo ahora con el escotado peto con tirantes y esos pantalones cortos bien ajustados ella se ve simplemente increíble, “la suerte de algunos” le dice un tipo de forma discreta a Sebastián cuya sonrisa no le cabe en el rostro.
Se pasearon toda la tarde, él invita a su prima a comer y después al cine, ambos planeaban seguir dando la hora hasta que la mama de Pamela la llamo para ordenarles que regresaran a la casa, “¡que no se te olvide que tú aun debes ir a clases!”, sin otra opción ellos regresan.
Por la noche ambos conversan en la habitación de Pamela, ella le cuenta que ha tenido varios novios e incluso le dice, sin tapujos, que perdió la virginidad a los 13 con un chico de 20, “¡fue increíble, me dio bien duro lo hicimos con todo!” le relata ella haciendo que su primo se sonroje visiblemente y se ponga más que nervioso, “¿y tu oye, a cuantas chicas ya te has tirado?”, Sebastián casi se atraganta con una galleta en al escucharla, apenas le sale el habla y ciertamente le avergüenza decir que es virgen, “a varias” responde él a duras penas, “¿pero cuenta como fue tu primera vez?”, Sebastián no haya que decirle o que inventar, pero en ese momento aparece la mama de Pamela para decirle que se vaya a dormir, “¡o de lo contrario mañana te levantas tarde y llegas atrasada!”, Sebastián respira aliviado, “mañana seguimos” le dice ella.
Al día siguiente él se despierta temprano, por la ventana de su habitación ve a Pamela salir corriendo detrás del bus, “ya va a llegar tarde de nuevo” comenta. Baja a la cocina donde su tía le tiene listo el desayuno, “¿espero que no te moleste quedarte solo en la casa?” le dice ella que debe trabajar junto a su marido, pero Sebastián no se hace problema alguno.
Tras desayunar hace su cama y ordena su habitación, después se instala en el living a ver televisión, pero no dan nada bueno y se aburre bastante rápido, entonces se acuerda que Pamela le dijo que tenia un computador en su habitación y que podía usarlo si quería. Tímidamente él abre la puerta de la pieza de su prima, a pesar de todo él no había ingresado antes.
Las paredes tapizadas con postres de famosos cantantes y estrellas de cine, incluso en el techo. Tal como él esperaba el desorden es evidente, la cama a medio hacer, ropa tirada por todos lados al igual que los cuadernos. Sebastián despeja el escritorio y enciende el computador, recoge algunos papeles y busca un basurero. Al mirar debajo de la cama encuentra un sostén de Pamela, él se sorprende por la talla, bastante grande a pesar de la edad, de inmediato se pone caliente con el solo imaginar esos bellos pechos. Curioso comienza a revisar los cajones en busca de algo más, encuentra la ropa interior de su prima, calzones todos ellos bien sexys, sobre todo los de color rojo. Al mirar nuevamente encuentra una caja escondida en el fondo del cajón, la sacude un poco y siente que algo se mueve, al abrirla se queda espantado, consoladores de todo tipo y tamaño, él esta incrédulo, “¿Pamela lesbiana?”, le cuesta creerlo, pero la sola idea de su prima usando estos para pajearse o follarse a otras chicas lo pone más caliente que nunca. Finalmente se hace una paja ahí mismo y se corre sobre uno de los sostenes de Pamela.
Ella llega más tarde de lo habitual ese día y bastante apurada. Saluda a Sebastián con un beso y después se va a su habitación, él esta muy nervioso temiendo que ella se de cuenta de algo. Pamela se cambia de ropa y luego habla con su mama y con él, “esta tarde no vamos a poder salir, debo ir a la casa de una amiga a hacer un trabajo urgente y no volveré hasta la noche, lo siento”, él se ve algo decepcionado, “si quieres te puedo ayudar”, “gracias, pero no”. Pamela se despide de su primo con un beso y luego se va dejándolo con los crespos hechos.
Cerca de las 8 de la tarde Pamela llama a su mama y le dice que un hermano de su amiga la ira a dejar más tarde, ella pregunta por Sebastián y su mama le dice que se quedo en la casa todo el día, Pamela se lamenta por haberlo dejado solo hoy, en todo caso le vuelve a decir que cerca de las once estará de regreso. La mama de Pamela luego le dice a Sebastián.
Sebastián esta en su habitación, son casi las once de la noche y sus tíos duermen. Él ve televisión cuando el ruido de un auto lo alerta, se asoma discretamente por la ventana y ve un auto frente a la casa. Suponiendo que se trata de Pamela baja al living a abrirle, mira por una ventana y en efecto es ella, pero aun sigue dentro del auto. Él esta algo extrañado y más aun cuando este, con sus luces apagadas, se pone en marcha y da la vuelta hacia un callejón aledaño a la casa. Sebastián se pone sus zapatillas y un poleron y sale en silencio a ver que ocurre.
Como puede se trepa al cerco para tratar de ver, el auto esta ahí, pero no consigue ver mucho. Luego cambia de lugar y entonces ve lo que realmente sucede en el auto, Pamela esta besándose y siendo manoseada por aquel sujeto. Sebastián se queda impactado, con una mezcla entre excitación y envidia. Desde su escondite él sigue observando.
A Pamela le suben su polera y sus pechos se asoman, Sebastián se impresiona por el tamaño de los mismos, grandes y firmes. Aquel sujeto, que debe tener unos 20 y tantos años, se los masajea con fuerza, a tirones le sube la polera y le aparta el sostén. Aquel tipo se le encima y le chupa y lame sus pezones, Pamela lo carga contra sus pechos para que se los devore con ganas. Sebastián se percata como le soba el culo a su prima, desesperadamente busca abrirle los jeans y le mete una mano entre las piernas.
Sebastián ya no da más y saca su miembro que esta más duro que nunca y ahí, escondido en medio de la noche, se empieza a hacer una paja mientras en un auto se follan a su prima.
Pamela yace acostada sobre el, ella le ha abierto los pantalones y Sebastián la observa deleitarse con su verga. Ella la tiene entre sus manos, la frota y la acaricia para después pasarle su lengua, Sebastián ya se imagina a su miembro pasándose entre los labios de Pamela. Ella demuestra lo mucho que sabe de esto, le pasa su lengua como si se tratara de un helado, el mientras le tiene metida su mano en el culo, se lo soba y con sus dedos le aparta el calzón para jugar con su ano, a Pamela le encanta.
Sebastián se acomoda un poco para ver mejor, lo hace justo a tiempo para ver el culo de su prima, le han bajado los jeans y se aprecian unas nalgas perfectas y como le meten mano entre ellas y también para ver a Pamela recibiendo aquel miembro entre sus carnosos labios. Ella se la empieza a chupar, su cabeza se mueve hacia arriba y hacia abajo recorriendo aquel pedazo de carne, Pamela se saborea y se nota que tiene mucha experiencia en ello. Sebastián esta incrédulo y muy caliente mientras observa a su prima hacer una tremenda mamada, la chupa con ganas y se traga todo ese miembro en su boca.
A Pamela la hacen cambiar de posición, se pone en cuatro dentro del auto con su culo bien expuesto. Le lamen el culo y su coño, se ve como le pasa la lengua y el rostro de Pamela delata lo mucho que disfruta de estas ardientes caricias, le meten los dedos por ambos agujeros a la vez, Pamela se retuerce y sus pechos se mueven delatando la fuerza de semejantes caricias. Sebastián no oye nada, pero se da cuenta que Pamela gime como loca.
Algo le dice ella y pronto su pareja se pone tras ella con su miembro totalmente erecto, Sebastián no pierde detalle de cómo su ardiente prima es duramente penetrada, la tiene sujeta de las caderas y el observa aquel miembro entrar y salir del coño de Pamela, ella se mueve y sus grandes pechos se agitan, ella se los acaricia y se toca su clítoris mientras la cogen. Sebastián se pajea con todo esta más caliente que nunca y lleno de envidia, como le encantaría estar ahí dándole a su prima.
En el auto aquel sujeto se sienta a un lado, Pamela se la aprovecha de chupar nuevamente para luego sacarse los jeans y montársele encima poniéndole sus pechos en la cara. Pamela se le monta salvajemente, ella hace que le chupen sus tetas y Sebastián observa como es penetrada hasta el fondo, incluso ve como le meten un dedo incesantemente en el culo, como le gustar ahí dándole por detrás, pero por ahora se conforma solo con pajearse.
El auto se mueve delatando como follan ahí dentro, Pamela se lo monta ansiosamente, Sebastián jamás había pensado que ella pudiera ser tan fogosa como ahora se muestra. Pamela esta de espaldas en un asiento con el tipo encima dándole bien duro, ella lo abraza para hacer que la penetre con más fuerza. Sebastián de pronto observa como le dan a pamela una serie de fuertes acometidas y después el sujeto de mueve sobre ella, luego la ve cubierta en semen. Sebastián se corre de forma abundante manchando su pijama, nunca se había corrido así. Pamela chupa aquella verga hasta sacarle la ultima gota de semen que ella saborea.
Viendo que Pamela se esta arreglando Sebastián se regresa a la casa de inmediato. Casi se cae al entrar y eso lo demora un poco. Sebastián llega a su habitación y se tira en la cama haciéndose el tonto y que estaba viendo tele, al cabo de un instante aparece ella.
“¿Aun despierto?” le pregunta ella que se sienta en su cama, “si, es que estaba viendo tele, ¿terminaste tu trabajo?”, “si, fue difícil pero terminamos”, “¿te vinieron a dejar?”, Pamela sonríe, “el hermano de una amiga, fue super amable” dice ella. “Estoy cansada, me voy a dormir mañana nos vemos”. Pamela se despide de él y se va a su habitación, Sebastián se queda pensativo pero pronto comienza a matarse a pajas por causa de su prima a quien recién empieza a conocer.
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Relato erótico: “Infiel a mi mujer con la hermana de mi amigo” (POR GOLFO)

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no son dos sino tres2Sé que si se entera mi esposa, me deja. Pero si el que algún día llega a saber de mi desliz es Manuel, él seguro me mata. Lo que os voy a contar ocurrió el pasado verano y aunque no estoy muy orgulloso de ello, no pude evitarlo.
¡Me follé a la hermana pequeña de un amigo!
No lo busqué, me lo encontré sin más y me consta que gran parte de la culpa la tuvo esa zorrita con cara de ángel de Luisa. Todo comenzó durante una comida en casa de Manuel. Mi amigo nos invitó a mi mujer y a mí a una barbacoa en su jardín y allí mientras alternábamos con los amigotes, se presentó esa criatura. No la reconocí cuando entró porque llevaba más de diez años sin verla. La última vez que la vi fue cuando tenía catorce años y la niña mona se había convertido en una diosa. Reconozco que me la quedé mirando pero sin otra intención que disfrutar de la maravillosa castaña de uno setenta que hablaba con el dueño de la casa.
-Javier, ¡Ven! ¿Recuerdas a mi hermana?- me soltó Manuel al ver que los estaba observando.
-¡Coño! ¡Cómo has cambiado!- respondí acercándome y dando un beso en la mejilla a esa monada.
La chavala sonrió al verme y dándose una vuelta completa para que la observara bien, me contestó:
-¿He cambiado para bien?
Estuve a punto de soltar una burrada pero al ser la hermana de mi amigo me corté y respondí:
-¡Por supuesto! ¡Estas guapísima!
La puñetera cría puso cara de satisfacción y prosiguiendo con un flirteo  del que yo no me había dado cuenta, dijo:
-Eso, ¡Se lo dirás a todas!
-¡Ni de coña!- contesté: -Si Carmen me oye, me corta los huevos.
Soltó una carcajada y despidiéndose momentáneamente, fue a saludar a otros amigos. Mientras se iba me quedé extasiado con su culo. Siendo muy delgada, la chavala tenía un pandero cojonudo y solo su parentesco con Manuel, evitó que hiciera el oportuno comentario soez que se merecía. Lo estrecho de sus caderas, dotaba a su trasero de una espectacularidad que me hizo seguirlo con la mirada.
“¡Qué buena está!” exclamé mentalmente al no poder exteriorizar mi opinión en público.
Otro amigo me distrajo al preguntarme algo y por eso me olvidé de ella durante unos minutos. Cuando la volví a ver, estaba con mi esposa charlando amigablemente por lo que me junté con ellas sin levantar suspicacias a mi alrededor.
Al llegar, mi esposa le estaba dando nuestro teléfono y extrañado por que lo hiciera pregunté el motivo:
-Luisa acaba de llegar a Madrid y está buscando un piso. Le he explicado que tenemos uno vacío en espera de ser alquilado.
Os tengo que confesar que me pareció estupendo porque nos vendría estupendamente el dinero si llegábamos a rentarlo y por eso me declaré dispuesto a enseñárselo en cualquier momento. En ese momento no le dí importancia a que dicho apartamento estuviera puerta con puerta con el nuestro.
-Si te gusta, hablaríamos de precio- oí que mi mujer le decía a modo de confidencia.
La cría se mostró entusiasmada porque le gustaba la zona y el tenernos de vecinos, por eso quedó con Carmen en irlo a ver al día siguiente. El resto de la comida transcurrió sin nada digno de mencionar a excepción de que Luisa no se separó de nosotros, riéndole las gracias a mi mujer y demostrando que además de estar buena, era una joven con la cabeza bien amueblada.

 

Cuando nos íbamos y ya en el coche, mi querida esposa, sin saber en qué lio nos estábamos metiendo, me dijo:
-Me apetece la idea de alquilárselo y no solo por la pasta. Me parece encantadora, aunque después de tantos años fuera, un poco sola.
No pude estar más de acuerdo con ella porque obviando nuestras dificultades de llegar a fin de mes, Manuel me había contado que su hermana había retornado a España porque su novio alemán la había dejado y que estaba bien jodida. Al contárselo, eso afianzó la determinación de Carmen que como buena samaritana decidió ayudarla.
 A la mañana siguiente, Luisa llegó puntualmente y tras ver el apartamento, decidió quedárselo sin pensar en otras opciones.  De forma que me convertí sin saberlo en el casero de la que causante de mi primera infidelidad. La verdad es que ese día y mientras tomábamos el aperitivo con ella, yo también estaba encantado con la idea.
La chavala tardó una semana en mudarse y todavía recuerdo esa tarde como  si fuera ayer porque estábamos ayudando a acomodar sus cosas, cuando me pidió que le llevara una caja a su habitación. Estaba cargándola cuando al tropezarme, la caja se abrió dejando desparramado por el suelo su contenido. Al irlo a recoger, me quedé acojonado al comprobar que consistía en su ropa interior. Más excitado de lo que me gustaría reconocer, fui metiéndola otra vez en su caja pero con tan mala suerte que justo al terminar y cuando solo faltaba por meter un coqueto tanga de encaje, me pilló con él en la mano. Avergonzado le expliqué lo ocurrido y ella soltando una carcajada, quitó importancia al incidente. El problema fue que al enterarme que esa mujer usaba unas prendas tan sugerentes por debajo de la ropa, no pude seguirla viendo como la hermana pequeña de mi amigo sino como el pedazo de hembra que era.
Para terminarla de joder, a partir de ese día su presencia en mi casa fue algo habitual porque habiéndose hecho amiga íntima de mi esposa, raro era el día que no se quedaba a cenar. El continuo trato lejos de aminorar su atractivo lo incrementó, llegándose a convertir en una obsesión. Esa melena larga, esos pequeños pechos y sobre todo ese culo con forma de corazón se erigieron en parte esenciales de mis sueños.  En cuanto Carmen se dormía, no podía dejar de imaginarme como sería poseer a esa niña y en un vano intento por quitármela de la cabeza, me recriminaba por tener tan oscuros pensamientos sobre ella. Desgraciadamente, noche tras noche, su figura aparecía en mi mente y solo liberando mi excitación con una paja, conseguía dormir.
Mi mujer nunca se enteró de la atracción que su nueva amiga producía en mí y por eso una noche a mediados de Julio, le contó que se iba de vacaciones en agosto y que como yo no podía tomármelas en verano, le pidió que me cuidara. Entre risas, le contestó que no se preocupara y que velaría porque no me comportara como el clásico Rodríguez y dirigiéndose a mí, dijo:
-No te voy a dejar que te desmadres y para cerciorarme, vendrás a casa a cenar mientras Carmen esté fuera.
La aludida se mostró encantada porque así se aseguraba que estaría acompañado. Por mi parte, no vi mayor problema porque aunque me sentía atraído por Luisa, no pensé nunca en la clase de marcaje que me sometería aprovechando la ausencia de mi esposa. Por eso esa conversación pasó a segundo plano hasta el viernes en que Carmen se fue. Estaba en el trabajo cuando recibí su llamada recordándome que esa noche tenía cena en su casa:
-Allí estaré- contesté sin darle mayor importancia.
Tras lo cual me sumergí en el día a día. Al salir del trabajo, decidí comprar una botella de vino para no llegar con las manos vacías. Una vez en casa, me cambié de ropa y directamente, toqué a su puerta. Mi inquilina no tardó en abrirla y cuando lo hizo, me quedé  anonadado al ver que se había vestido como para salir de copas. Con un escotado traje rojo, se veía a simple vista que se había pasado toda la tarde arreglándose.
-¿Y eso?- pregunté – ¿No íbamos a cenar aquí?
-Sí- contestó medio confundida- ¿Por qué lo dices?
Sin poder dejar de observarla con detenimiento, le respondí que era una pena que solo yo pudiera disfrutar de tanta belleza. Luisa al oír mi piropo me soltó:
-Tú te mereces esto y más.
Os juro que no caí en la cuenta de que estaba flirteando conmigo. Absorto mirando el cuerpo que lucía esa muchacha, no me fijé en su cara de deseo ni en que involuntariamente había juntado sus rodillas al sentir mi mirada acariciando sus pechos. Rompiendo en silencio que se había instalado entre nosotros, me llevó al comedor. Mientras la seguía por el pasillo, me quedé extasiado al comprobar el meneo que esa mujer daba a su trasero al caminar.
“¡Menudo culo!”, exclamé mentalmente dudando si bajo el vestido llevaba o no ropa interior. Las nalgas duras y bien puestas que se adivinaban al contraluz, me hicieron rememorar el día de la mudanza y las sensuales braguitas que descubrí en esa caja. Luisa, ajena al examen que estaba siendo objeto su anatomía, se entretuvo abriendo una botella de vino mientras yo no cejaba en la contemplación de sus piernas.
La raja a medio muslo de su falda me dejó entrever que la cría tenía una piernas de ensueño y ya bastante excitado, me acomodé el pantalón para que no notara que tenía mi pene medio empalmado. Desgraciadamente, se le dificultó el descorche y poniendo cara de circunstancias, me pidió que le ayudara. Al levantarme, la erección de mi miembro fue patente a sus ojos y relamiéndose los labios, insistió en que la auxiliara. Desconociendo de antemano que iba a aprovechar ese momento, me acerqué a ella. Al ir a coger la botella, pasé mis brazos por detrás de Luisa. Fue entonces cuando echándose para atrás pegó su pandero a mi sexo y ante mi mirada atónita, lo colocó entre sus cachetes y se empezó a restregar.
Olvidando que esa mujer además de ser amiga de mi esposa, era la hermana pequeña de Manuel, dejé que continuara durante unos segundos profundizando esa caricia. Mi polla a punto de estallar, me imploraba que cogiera a esa cría entre mis manos y allí mismo la tomara pero tras unos instantes de confusión, me separé de ella y haciendo como si no hubiese ocurrido nada, quité el jodido corcho. La cría al ver mi estado, muerta de risa, me soltó:
-Poco has tardado en comportarte como un clásico Rodríguez.
-No sé a qué te refieres- contesté confundido por su actitud.
-A mí no me engañas- respondió:-Como todos los hombres, no puedes negar tu género. En cuanto veis una oportunidad os dejáis llevar por vuestro pene.
Cabreado por su insulto y sobretodo porque aunque me jodiera tenía razón, le solté:
-No serás acaso tú, la que aprovechando la ausencia de Carmen, deseas probar lo que es suyo.
-Quizás- respondió y dejando deslizar los tirantes de su vestido, me preguntó: -¿No te parezco atractiva?
Alucinado por su descaro, vi cómo se abría el escote y tapándose su pecho con las manos, insistía:
-¿Te gustaría verme las tetas?- y poniendo cara de putón verbenero, se empezó a acariciar los pezones mientras decía: -Sé que llevas deseando comerme entera desde que me viste en casa de mi hermano.
Involuntariamente y siguiendo los dictados de mis hormonas, me acerqué a ella y agachando mi cara, me puse a mamar  de sus pechos. Descojonada por mi rápida claudicación, me retiró de un empujón y subiéndose el vestido, me soltó:
-¡No te he dado permiso!
Que se comportara como una estrecha cuando me había provocado, me terminó de enervar y cogiéndola entre mis brazos, la llevé hasta su cuarto. En el pasillo y mientras la llevaba en los hombros, no paró de insultar y de gritarme que le iba a contar tanto a su hermano como a mi esposa, lo ocurrido. Dominado por la lujuria, no pensé en las consecuencias y tirándola sobre la cama, me puse a desnudar.

 

Desde el colchón, Luisa seguía actuando y mientras no perdía ojo de mi striptease, me amenazaba con ir a la policía si la violaba. Cabreado y excitado por igual, me acerqué a ella y desgarrando su vestido con las manos, la dejé desnuda sobre las sábanas.
-¿Qué vas a hacer?
-Lo que llevas deseando desde que aparecí en tu puerta. ¡Voy a follarte! ¡Puta!- respondí separando sus rodillas.
Al hacerlo, descubrí que llevaba el pubis depilado e incapaz de contenerme, bajé mi cabeza entre sus piernas y sacando mi lengua, probé por vez primera el sabor agridulce de su sexo.
-¡Por favor! ¡No lo hagas!- me imploró intentando repeler mi ataque dando manotadas.
Su violenta reacción no hizo más que incrementar el morbo que sentía y dándole un sonoro bofetón, le ordené quedarse callada. La humedad que encontré en su sexo, me informó que esa mujer estaba cachonda y sabiendo que todo era un paripé y que yo era el hombre que había elegido para calmar su calentura, me puse a recorrer con mi lengua los bordes rosados de su vulva.
-¡Eres un cerdo!- gritó al sentir que me apoderaba del botón escondido entre sus labios.
Satisfecho por su silencio, cogí su clítoris entre mis dientes. Ni siquiera llevaba unos segundos mordisqueándolo cuando esa zorra empezó a gemir como una guarra. Azuzado por sus gemidos, seguí comiendo esa maravilla e incrementando el volumen de mis caricias, metí un dedo en su vulva.
– ¡Maldito!
Violentando mi acoso, incrementé la dureza de mi mordisco mientras unía otro dedo en el interior de su sexo. Tras unos minutos, follandola con mis manos y lengua, percibí que esa bruja ya mostraba indicios de que se iba a correr por lo que acelerando la velocidad de mi ataque, empecé a sacar y a meter mis yemas con rapidez. Tal como había previsto, la hermana de mi amigo llegó al orgasmo y berreando de placer, su cuerpo empezó a convulsionar sobre la cama mientras de su sexo brotaba un manantial. Al beber del flujo que salía de su cueva, profundicé y alargué su clímax, de manera que uniendo un orgasmo con otro fui demoliendo sus supuestas reticencias.
-¡Cabrón!- aulló al experimentar la rebelión de sus neuronas y presionando con sus manos mi cabeza, chilló con voz entrecortada: -Ya me has demostrado quién manda pero ¡No me folles!
Aunque de sus palabras se podía deducir que rechazaba la idea, su tono me informó que estaba ya dispuesta y por eso, me incorporé sobre el colchón y cogiendo mi pene entre mis manos, lo acerqué a su vulva.
-Te lo ruego, ¡No me violes!- gritó al sentir mi glande jugueteando con su entrada.
Incapaz de contenerme de un solo empujón, hundí mi extensión en su interior. La calidez que me encontré, me reafirmó su disposición y por eso, sin darle tiempo a acostumbrarse inicié su asalto. El olor a hembra excitada llenó las papilas de mi nariz mientras Luisa no dejaba de chillar que no siguiera follándola.
-¡Soy la hermana de tu amigo!- aullaba mientras sus caderas convertidas en un torbellino, buscaban mi contacto con mayor énfasis.
Con bruscas arremetidas y  golpeando la pared de su vagina con mi glande, busqué mi liberación mientras la cría seguía gritando. Sus lamentos lejos de conseguir su objetivo, me llevaron a un nivel de excitación brutal y por eso, a base de fieras cuchilladas con mi estoque, seguí machacando su sexo. Los sollozos que salían de su garganta no tenían nada que ver con lo que ocurría entre sus piernas. Totalmente anegado, su coño recibía mi pene con autentico gozo ya los pocos momentos, volví a sentir su orgasmo.
-¡Estás disfrutando puta!- grité mientras mis dedos pellizcaban los rosados pezones de la cría: ¡Deseabas ser mía!
-¡No!- chilló descompuesta.
Su mentira espoleó mis movimientos y poniendo sus piernas en mis hombros, seguí tomando lo que sabía que era mío con mayor ardor. La nueva posición hizo que su cuerpo empezara a temblar y pegando enormes gritos, se volvió a correr. Esté enésimo orgasmo, me contagió y uniéndome a ella, mi pene explotó regando su sexo de blanca simiente. La muchacha al sentirlo, lloró de placer y pegando alaridos se dejó caer sobre el colchón.
Agotado, me tumbé en la cama liberándola, momento que Luisa aprovechó para huir de mi lado y levantándose, me dejó solo en el cuarto. Su huida apresurada me hizo temer lo peor y abrumado por los remordimientos, llegué a pensar que había malinterpretado a la cría. Asustado y cabreado por mi actuación, estaba a punto de ir a buscarla para pedirle que me perdonara, cuando la vi entrar con una bandeja.
Ella al ver mi cara de asombro y luciendo una sonrisa, dijo:
-Tenía hambre-
Aliviado por sus palabras, solté una carcajada y ayudándola cogí la comida de sus manos. Luisa, sin esperar a acomodarse en la cama, empezó a comer mientras me decía:
-Me ha encantado que me violaras- y recalcando su respuesta, me soltó: -Después de cenar, quiero que me rompas el culo. ¿Podrás hacerlo?
Solté una carcajada al comprobar su descaro y por medio de un sonoro azote en sus nalgas, le informé de mi disposición. Entonces la chavala me volvió a sorprender y haciendo a un lado la bandeja, se acercó a mí cogiendo mi sexo entre sus manos, se lo llevó a su boca y sensualmente, lo empezó a besar mientras acariciaba mis testículos.
De pie sobre la alfombra, sentí sus labios abrirse y cómo con una tranquilidad pasmosa, esa chavala lo iba introduciendo en su interior. Devorando cada uno de los centímetros de mi piel, la hermanita de mi amigo fue absorbiendo mi extensión hasta que consiguió besar la base. Con él completamente embutido en su garganta, empezó a sacárselo lentamente para acto seguido volvérselo a meter.
-¡Eres una mamadora de lujo!- le espeté al comprobar que estaba utilizando su boca como si de su sexo se tratara y cada vez más rápido me estaba haciendo el amor sin usar ninguna otra parte de su cuerpo.
Me cuesta horrores describir su maestría. Luisa usó su lengua para presionar mi pene, conseguiendo que su boca se convirtiera por arte de magia en  un estrecho coño. Forzando el placer que sentía, llevé mis manos a su cabeza y comencé un brutal mete-saca en su garganta. Satisfecha y estimulando mi reacción, clavó sus uñas en mi culo. El dolor mezclado con la excitación que asolaba mi cuerpo, me dio alas y salvajemente seguí penetrando su garganta. Mi orgasmo no tardó en llegar y conseguí descargar en su boca la tensión acumulada, momento que aprovechó la chavala para recriminarme el modo en que la había usado. 
-Perdona- le dije al comprender que me había pasado.
Luisa soltó una carcajada y con un brillo en sus ojos, sonrió mientras me pedía que quería que cumpliera con su otra fantasía:
-¿Cuál?- pregunté.
-Quiero que me tomes por el trasero- contestó poniéndose a cuatro patas sobre la cama.
Al verla separándose los glúteos con sus manos mientras me exigía que tomara posesión de su ano, fue demasiado la gota que reactivó mi lujuria y agachándome entre sus piernas, me acerqué y recorrí con la lengua los bordes de su ano. La cría pegando un gemido, se puso a acariciar su clítoris con su mano.  Temiendo dejarme llevar demasiado pronto por el deseo y tratando de no desgarrarla, le pregunté si no tenía crema: 
-Tengo algo mejor- contestó sacando del cajón de la mesilla un bote de lubricante anal.
Al ver la enorme sonrisa que iluminó su cara, comprendí que esa mujer había más que fantaseado y que al seducirme, tenía previsto entregarme su culo. Su entrega  me permitió no tener que convencerla de algo que deseaba desde que había visto su culo desnudo y por eso abriendo el bote, cogí un poco de gel entre mis dedos. Sin más prolegómenos, unté su ano y con la tranquilidad que da la experiencia, empecé a relajar su esfínter. 
-¡Cómo me gusta!- aulló descompuesta al sentir uno de mis dedos abriéndose camino en su interior paso. Disfrutando del momento, cerró los ojos y apoyó su cabeza en la almohada mientras levantaba su trasero. 
La nueva posición me permitió observar que sus piernas  temblaban al sentir mi yema en su interior y seguro de lo que estaba haciendo, decidí incrementar el rumbo de mis caricias. Dándole un azote a una de sus nalgas, metí las yemas de dos dedos dentro de su orificio.
-Ahhhh- gritó al notar  un azote en una de sus nalgas mientras metía dos dedos dentro de su orificio.
Su gemido me alertó de que tenía que tener cuidado y por eso volví a lubricar su ano mientras esperaba a que se relajase. Luisa, pegando un gemido, me informó que estaba dispuesta. Con cuidado de no romper el encanto, moví mis falanges alrededor de su cerrado ano, dilatándolo mientras que con la otra mano, la empezaba a masturbar. 
-¡No puede ser!- aulló al sentir sus dos entradas siendo objeto de mi caricias.
Dominada por una lujuria insana, la hermana de Manuel se llevó las manos a sus pechos y pellizcando sus pezones, buscó agrandar su excitación. Increíblemente no esperó a que terminara de meter los dos dedos y pegando un alarido, se corrió sonoramente mientras su cuerpo se estremecía sobre las sábanas. Sin dejarla recuperarse, embadurné mi pene con el lubricante y poniéndome detrás de ella, llevé mi glande ante su entrada: 
-¡Tienes un culo estupendo!- le solté mientras  jugueteaba con su esfínter. 
-Lo sé- respondió y sin esperar a terminar de hablar, llevó su cuerpo hacia atrás.
Lentamente fue empalándose con mi verga, permitiéndome sentir cómo las  rugosidades de su ano se abrían ante el avance de mi miembro. Sin gritar pero con unas lágrimas cayendo por sus mejillas, continuó metiéndoselo hasta que sintió mi cuerpo chocando con su culo y entonces y solo entonces, se permitió quejarse del sufrimiento que había experimentado.
-¡Lo tienes enorme!- exclamó mientras se dejaba caer sobre el colchón.
Aunque no os tengo que contar las ganas que tenía de empezar a disfrutar de semejante culo, esperé que fuera ella quien decidiera cuando comenzar. Mientras lo hacía, aceleré mis caricias sobre su clítoris, de manera que, en medio minuto, la muchacha no solo se había relajado sino que ya estaba claramente excitada. Entonces levantando su cara de la almohada, me ordenó que comenzara mi ataque. 
La expresión de deseo reflejada en su rostro, me  convenció de empezar  y dotando a mi cuerpo de un ritmo pausado, fui extrayendo mi sexo de su interior. Al sentir que casi había terminado de sacarlo, Luisa con un movimiento de sus caderas se lo volvió a introducir. Repitiendo la operación cada vez más rápido, el compás con el que la cabalgaba se fue acelerando, convirtiendo nuestro trote en galope, mientras ella no dejaba de gritar.
-¡No pares!- ordenó a voz en grito al sentir que disminuía el ritmo de mis acometidas.
-¡No lo haré!- contesté tomando aire.
Fue entonces cuando cogiendo su melena, le di un fuerte azote y usando su pelo como riendas, reinicié mi loco cabalgar.
-¡Me encantan tus azotes!- gritó al sentir mi mano y meneando su trasero, me pidió más.
 Convencido por su respuesta que le gustaba el sexo duro, alternando de un cachete a otro, marqué el ritmo de mis incursiones con sonoras cachetadas. Sus nalgas recibieron una caricia cada vez que sacaba mi pene de su interior,  de manera que su cuarto se llenó del sonido  de gemidos, azotes y suspiros mientras yo seguía machacando con gozo su trasero. Con el culo completamente rojo Luisa empezó a estremecerse al sentir los síntomas de un orgasmo brutal y no contenta con ello, me chilló que siguiera.
Si de por si era impresionante ver a esa cría, temblando de placer entre mis piernas, lo fue aún más cuando convertida en un torrente de deseo me gritó:
-¡Llevo años soñando con esto! ¡Maldito!- y mientras el placer desgarraba su interior, prosiguió diciendo. –Desde niña he estado colada por ti y ahora que te tengo, ¡No voy a dejarte escapar!. 
Su confesión fue el aguijón que necesitaba y reanudando mis maniobras, pellizqué sus pezones con dureza mientras usaba su culo para desahogarme.  Luisa al sentir la rudeza de mis dedos, perdió el control y agitando sus caderas,  se corrió. Olvidándome de ella, empecé a usar mi miembro como si de un cuchillo de se tratara y rebanando su cuerpo, seguí violando su esfínter mientras mi víctima no dejaba de aullar desesperada.
El cúmulo de sensaciones y sus gritos me llevaron al borde de la histeria y derramándome en su interior, llegué a un brutal orgasmo mientras disfrutaba de su entrega. Agotado y exhausto, me tumbé al lado de Luisa, la cual me recibió con las brazos abiertos.
-Siempre te he amado- dijo mientras me besaba.
Asustado por la fuerza de sus sentimientos, le recordé que era un hombre casado y que quería a mi esposa. Entonces la puñetera cría, me contestó con una sonrisa en sus labios:
-Carmen me pidió que te cuidara y pienso hacerlo. Voy a ser tu mujer durante este mes y luego ya decidiremos qué hacer cuando vuelva.
La tranquilidad con la que me habló, me dejó helado y temiendo que esa chavala fuera la causante de que mi matrimonio se rompiera, me levanté y terminándome de vestir, salí huyendo de su piso. No había entrado en mi casa cuando escuché el sonido del teléfono.
Al contestar, descubrí con horror que era ella.
-¿Qué quieres?- pregunté mosqueado.
La cría soltó una carcajada y me dijo:
-¡Mira el mail que te acabo de enviar! Cuando lo hayas visto, vuelve. ¡Te espero en la cama!
Sin saber a qué se refería abrí mi correo. Temblando como un niño pillado haciendo pellas, visualicé el video que me había mandado. Aterrorizado comprobé que me había grabado y que ante otros ojos, no cabría ninguna duda  que la había violado. Sabiéndome en sus manos, volví a su piso y llamando a su puerta, esperé oír las condiciones de su chantaje.
-Amor mío, ¡Se está enfriando la cena!- respondió totalmente desnuda y sin hacer mención a lo ocurrido, me llevó de vuelta a su cuarto.

 

Mientras la seguía, fui consciente de que tenía un mes para convencerla que me dejara en paz o de lo contrario me podía dar por jodido.


 

La señora (Violación un martes) (POR RUN214)

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herederas3MARTES. LA VIOLACIÓN
Sin título         Bethelyn estaba sentada tras el escritorio, en el despacho de su marido, en la mansión que ambos poseían. Delante de ella había una carta parcialmente escrita dirigida a un internado masculino. No encontraba la posición adecuada en el sillón. Tenía el culo dolorido por la violación digital de su ano esa noche.
 Su hijo gesticulaba airado al otro lado del escritorio, frente a ella.
-¡No pienso ir a un internado de maricones, ni lo pienses!
–Irás. –contestó ella con mirada gélida.
 Garse rodeó el escritorio hasta colocarse junto a su madre, a su izquierda. Enfadadísimo, fuera de sí. Acercó su rostro al de ella.
-¿No has quedado satisfecha con la follada de anoche? -Espetó. -¿Por eso me quieres joder a mí?
Bethelyn perdió el color. Quedó petrificada. Su rostro pasó de blanco a morado y después a rojo de ira. Se levantó del sillón con cara de incredulidad pero temblando de rabia. Le señaló con el índice.
-Tú…, tú sabías…, ¿que era yo? -tartamudeó a punto de explotar. -Pues claro que lo sabía, puta, folla jardineros.
 A su madre le temblaban las aletas de la nariz. Tenía los ojos inyectados en sangre abiertos como soles. A Garse le divertía ver la cara de su madre, su ceño fruncido, sus labios apretados.
 La imagen que observaba cambió de súbito. Dejó de ver a su madre y se sorprendió contemplando la puerta del despacho que se encontraba 90 grados a su izquierda. Un zumbido en el oído llenaba su cabeza, no sentía la parte derecha de su cara y la oreja comenzaba a arderle.
 No había visto llegar el guantazo que le arreó su madre. De no ser por la mesa del escritorio en el que se apoyó, hubiese tenido que dar varios pasos para no perder el equilibrio.
Cuando el asustado Garse volvió la mirada, su madre ya estaba cargando el otro brazo para aporrear la otra mejilla. Pero su mano nunca llegó a su destino. Bethelyn recibió un puñetazo en el estómago que le dejó sin aire en sus pulmones.
 Intentó respirar sin éxito. Abrió y cerró la boca nerviosa, movió las manos alrededor de su estómago y cuello para intentar captar algo de aire pero era inútil, no llegaba nada. No podía respirar. El miedo comenzó a aflorar hasta que, al final, consiguió dar una pequeña bocanada.
Entonces Garse la empujó bruscamente contra la mesa, sobre la que cayó de bruces, golpeando su cuerpo.
 El poco aire que había tomado salió despedido por su boca volviendo a dejarla al borde de la asfixia. Presa del pánico por el ahogo, su único pensamiento era el de conseguir respirar. Entonces notó como le levantaban las faldas por detrás y le bajaban las bragas quedando su culo y sus carnes al aire. No, no podía ser. Otra vez no.
 Notó algo caliente y suave paseándose entre sus nalgas, su hijo se estaba excitando con su trasero. Se estaba restregando la polla en su culo.
-No se atreverá –Pensó –A plena luz del día, con todos los sirvientes en la casa de un lado a otro. -Pero su polla había adquirido mayor tamaño y ahora comenzaba a deslizarse entre sus piernas, rozando sus labios vaginales. Su hijo quería repetir lo de anoche por la fuerza.
 Si no hacía nada en muy poco tiempo su hijo se la follaría de nuevo. Pero le faltaba aire. Buscó algún objeto con el que golpearle y entonces vio el abrecartas sobre la mesa, podría clavárselo en un muslo y ganar tiempo para salir corriendo pero estaba lejos de su alcance.
 Comenzó a marearse, necesitaba aire ya. Su hijo tenía la punta de la polla en la entrada de su coño. Una bocanada de aire llegó a sus pulmones. Por fin, una pequeña tregua. Si pudiera alcanzar ese abrecartas.
 Otra bocanada de aire aun mayor que la anterior le dio fuerzas suficientes, estiró la mano para cogerlo justo cuando la polla de su hijo la penetró de un empujón.
Sus pulmones se desinflaron de golpe cuando su cuerpo volvió a caer contra el escritorio empujado por el envite de su hijo y aplastado por su peso. Tuvo que poner las manos sobre la mesa para frenar la caída y el aplastamiento.
 Era inevitable, su hijo se la estaba follando impunemente y ella ni tan siquiera podía gritar pidiendo auxilio. Cuando lo intentó de nuevo, de su boca solo salió un susurro inaudible y lo peor, la necesidad de aire le acuciaba horrorosamente.
 Dirigió su mirada al abrecartas. Su cuerpo estaba atrapado bajo el de Garse lo que le impedía moverse hacia su objetivo. Además, el entumecimiento empezaba a ser notorio.
 El continuo metesaca era violento y frenético. Parecía que su hijo hubiese adoptado las artes amatorias de un conejo. Arremetía sin cesar como un poseso. Incluso las patas de la mesa crujían con cada arremetida.
 Las manos de Garse comenzaron a subir nerviosas desde los muslos de su madre hacia la cadera y después por la cintura en dirección a sus tetas sin parar de sobarla. Sus manos se colaban bajo la ropa acariciando su piel. Pero al hacerlo, se erguía para poder explorar mejor, liberando de la opresión de su peso a su madre, casi a punto del desmayo. Gracias a eso sus pulmones recibieron una nueva bocanada de aire.
 Bethelyn, no impidió la intromisión a sus tetas y así poder conseguir algo más de oxígeno además de tener mayor libertad de movimientos. Se le iba la cabeza por momentos. Colocó sus manos, con las palmas apoyadas en la mesa, a cada lado de sus hombros, como alguien que hace flexiones. Se incorporó para facilitar otra pequeña bocanada de aire. Al hacerlo, su cuerpo se levantó y se separó de la mesa. Las manos de Garse, sobaron con más libertad sus ya violentadas tetas por debajo del vestido. Pellizcó suavemente sus pezones deslizándolos entre sus dedos.
 -Estás ganado la batalla pero no vas a ganar esta guerra, cabrón –Pensó Bethelyn al borde de la asfixia sin apartar la vista del abrecartas. –Hoy no te vas a correr dentro hijo de puta.
 Tenía que alcanzarlo y clavárselo en un muslo o mejor, en la punta de la minga. Con el susto y el dolor la soltaría y podría correr hacia la puerta y escapar de él. El problema era que la daga estaba fuera de su radio de alcance. Además, no le quedaba mucho tiempo antes de desmayarse.
 Su hijo, cada vez más erguido, estaba absorto en follarla y en amasar sus pezones. No se daba cuenta de que cada vez ella estaba menos aprisionada bajo su cuerpo. Bethelyn lo iba a aprovechar de la mejor manera. Con un fuerte cabezazo hacía atrás, en la nariz, quedaría aturdido lo suficiente como para que ella pudiera coger el abrecartas.
 Consiguió tomar una nueva y necesaria bocanada de aire, apretó las palmas de las manos contra la mesa y tensó sus brazos para levantarse lo más rápidamente y con la mayor fuerza posible. Se preparó para descargar el golpe. Un, dos, tres, ahora.
 Pero justo en ese momento la mano de su hijo agarró su nuca le hundió la cara contra el escritorio. Todo el peso de él cayó sobre ella aplastándola. Sus pulmones se desinflaron como un fuelle de nuevo.
 Su hijo se estaba corriendo. Lo hacía aparatosamente, jadeaba con profusión en su oreja mientras pellizcaba con más fuerza sus pezones, su polla entraba de forma estertórea y salía lentamente una y otra vez. Parecía no acabar nunca. El aturdimiento que tenía Bethelyn era tal que apenas era consciente de lo que le estaba pasando en ese momento.
 Por fin la batalla acabó. La había ganado él.
 Apunto del desmayo Garse comenzó a incorporarse liberándola de su peso. Ella lo agradeció con moderado alivio. Mareada, sin resuello y preocupada por ganar algo de aire para sus asfixiados pulmones. Tenía el cuerpo entumecido y las piernas y los brazos apenas le respondían.
 Cuando fue consciente de que la punta de la polla de su hijo estaba justo en su ano no tuvo fuerzas ni para contraerlo. Un leve empujón y la cabeza de su polla entró sin dificultad. Después un ligero metesaca acabó por alojarla por completo dentro de su culo. Notaba el vello púbico de su hijo acariciarle las nalgas en cada empujón.
 Le dolía. Sobretodo en su amor propio, pero no lloró. No delante de él.
Se irguió un poco para poder respirar. Tenía la boca totalmente abierta. El cuerpo casi no le respondía, le fallaban las piernas. Con la espalda casi vertical y su hijo acoplado a ella por detrás. Garse la abrazó por la cintura, bajo la falda. Acarició su vientre y su pubis. Después bajó sus dedos hasta su clítoris y jugueteó con él mientras, con la otra mano, amasaba las tetas por encima de la ropa. Le susurró al oído.
-Querías darme por el culo. Pero resulta que soy yo el que te la está metiendo por el culo a ti. ¿Te gusta putita? –Bethelyn, palideció al oír su tono chulesco.
 Entonces, sin motivo aparente, se salió de ella y se separó hacía atrás. La falda, que había estado sobre su espalda cayó volviendo a tapar su culo y sus piernas.
Bethelyn se incorporó por completo y comenzó a recuperar el resuello.
–Eres…, un…, hijo de puta. –Jadeó dificultosamente.
Garse se abrochaba los pantalones mientras sonreía.
-Te vas…, a…,  arrepentir…, Edipo de mierda. –Garse no decía nada. Solo sonreía.
-Cuando se lo cuente…, a tu padre…, te vas a cagar, cabrón.
 En ese momento la puerta del despacho se abrió y apareció un hombretón de bigote poblado y anchas patillas.
-¿Que hacéis en mi despacho? –Preguntó desde el quicio de la puerta. Era Eduard Brucel, el marido de Bethelyn y padre de Garse.
Bethelyn sonrió al ver a su marido. Había llegado en el momento oportuno. Miró a su hijo con expresión de triunfo, le señaló con el dedo acusador y le dijo a su marido:
-Tu hijo…
-Estamos hablando de Ernest, el Jardinero. –Atajó Garse.
Su madre perdió el color en el acto. Giró la cabeza hacia su hijo. Petrificada y sin habla pestañeaba incrédula.
-Mama dice que quiere despedirle. –Bethelyn puso los ojos como platos y la boca formando una O de sorpresa.
Su marido la miró extrañado. -¿Y eso?
-Pues, pues…, -Balbuceó Bethelyn. -A veces…, no obedece…, no hace lo que le ordeno. -Improvisó.
-Si lo dices por algo que le ordenaste ayer, no le culpes. Le tuve ocupado todo el día y a última hora de la tarde me acompañó a la ciudad.
-Ah, en ese caso…, yo…, no lo sabía.
-Bueno, pues ahora ya lo sabes. Fin de la discusión. Ernest se quedará donde está. Ahora dejadme solo, salid del despacho. –Dijo con tono impaciente mientras movía una mano como espantando moscas.
 Eduard echó a andar hacia el escritorio donde se encontraban su mujer y su hijo. Bethelyn, por su parte, comenzó a andar como un autómata hacia la salida rodeando la mesa, pero al hacerlo trastabilló con algo enredado en sus tobillos.
 Se apoyó en el escritorio para no caer y al echar la mirada abajo vio con horror que había tropezado con sus propias bragas aun enredadas en sus pies. Levantó la vista y vio acercarse a su marido a grandes zancadas desde la puerta. Se aproximaba rápidamente hacia la mesa. En cuanto la rodease las vería y sería muy difícil explicarle que hacían sus bragas allí.
 Sintió que alguien agarraba su tobillo y tiraba de él. Al girar la cabeza vio a Garse arrodillado tras ella. Cuando volvió a levantar la vista, su marido ya había rodeado la mesa y se encontraba junto a ella.
-Se te ha caído esto… madre. –Oyó decir a Garse a sus espaldas.
 Su marido la observaba fijamente con el ceño fruncido. Bethelyn le sostuvo la mirada. No abrió la boca para dar explicaciones. Sudaba profusamente y estaba mareada, a punto de desplomarse. Cuando por fin giró la cabeza para mirar a su endemoniado hijo vio que éste sonreía. Siempre sonreía.
 Tenía un brazo extendido hacia ella. En su mano sostenía una pluma. La otra mano descansaba en el bolsillo de su chaqueta. Con un movimiento lento y todavía con la respiración contenida cogió la pluma que le ofrecía. Giró la cabeza hacia su marido.
-Se me habrá caído, estaba escribiendo una carta a una amiga. –Acertó a decir.
 Dejó la pluma en el tintero y se hizo con la carta dirigida al internado a medio escribir que aun estaba sobre la mesa. Miró furtivamente a su marido y la dobló en 2 pliegues frente a él y se la guardó en un bolsillo.
 Su marido seguía observándola con ojos escrutadores. Los de Bethelyn eran de cordero degollado. El señor Eduard paseó la mirada por todo el escritorio.
-¿Y este desorden?
-Buscaba un sobre para la carta. He buscado por todos lo sitios pero…
Sin dejar terminar la frase, abrió el cajón más cercano, extrajo un sobre y se lo ofreció.
Bethelyn se secó la mano antes de cogerlo.
-Gracias. No recordaba donde estaban.
-Bien. No pasa nada. Ahora dejadme solo. Tengo mucho trabajo por hacer. He de preparar muchas cosas.
Sostuvo a su mujer por los hombros y dibujó una leve sonrisa.
-Bethelyn –Dijo mientras posaba sus amplias manos en sus mejillas, atrapando toda su cara entre ellas.
-Van a cambiar muchas cosas. Muy pronto. Estoy a punto de conseguir algo grande.
 Bethelyn correspondió con una sonrisa que no pasó de mueca cómica. Pronto terminaría por desmayarse si no salía de allí. Se dio la vuelta y comenzó a alejarse. Con cada paso hacia la puerta se sentía más lejos del peligro, más segura. Con cada paso también notaba el aire entrar bajo la falda hasta su coño. El frescor que le acariciaba sus partes la hacía sentirse desnuda.
Su hijo la adelantó antes de llegar a la puerta. Agarró el pomo y la sostuvo como un caballero mientras ella la cruzaba. Después la cerró tras ellos.
 Bethelyn siguió caminando unos pasos hasta alcanzar la escalera que ascendía al piso superior y se sujetó a la barandilla para no caer. Las piernas le temblaban como si fueran de queso. Cerró los ojos y por primera vez en mucho tiempo consiguió respirar profundamente. El sudor formaba pesadas gotas que corría por su cara.
 Garse se acercó y se puso frente a ella con un pie en el primer escalón mirando como se sujetaba a la barandilla, aferrada con ambas manos. Comenzó entonces a secarle a su madre el sudor de la frente con un pañuelo. Lo pasó por las mejillas, le limpió el labio superior y la barbilla. Lo hizo dulcemente. Acariciando su rostro con esmero. Le secó la comisura de los labios gentilmente, con delicadeza.
 Bethelyn abrió los ojos enfurecidos y apartó su mano de un manotazo.
 -No me toques cabrón. No me toques más o te juro que te mato.
Al fijarse en la mano de su hijo vio que no era un pañuelo lo que llevaba. Eran sus bragas. Le había pasado sus propias bragas por los morros.
-¡Serás cerdo! Me estabas restregado mis propias bragas por la cara, hijo de puta.
-¿No te gusta oler tu coño, putita?
 Puso los ojos en blanco y apretó los dientes.
-Como vuelvas a llamarme así te juro…
-¿Qué harás, puta? –Dijo con la perpetua sonrisa en sus labios. -¿Chivarte?, ¿te vas a chivar de tu hijo, putita?
-Tú no eres mi hijo, mal nacido. Eres el hijo de un demonio, niñato de mierda. Te vas a arrepentir de haberte follado a tu propia madre, miserable.
 Por toda respuesta Garse acercó su cara a la de su madre, le cogió una teta y se la apretó suavemente, en un lascivo sobeteo.
-Te voy a follar el culo, puta. –Susurró.
 Su madre no dijo nada. No se inmutó ni le apartó la mano. Le sostuvo la mirada llena de odio.
Garse sintió la punta de un objeto afilado bajo la barbilla presionando hacia arriba. Por primera vez el miedo se dibujo en su rostro. Soltó la teta de su madre y levantó ambas manos en un gesto de rendición. Se desplazó hacia atrás con la cabeza levantada. Ahora no sonreía y comenzaba a sudar. Había perdido el color. Cuando se apartó por completo la miró desde la distancia, perplejo.
 Observó el abrecartas en la mano de su madre. Los nudillos estaban blancos de tanto apretar el objeto que ahora se encontraba a una distancia prudencial de su cara. Volvió a recuperar la sonrisa burlona. Se llevó las bragas de su madre a la nariz y exhaló su aroma.
-Te voy a follar el culo putita. No duermas tranquila.
Dicho esto, se dio la vuelta y alejó por el pasillo.
 Bethelyn le vio desaparecer. No sabía si llorar o desmayarse. Tras unos momentos optó por no hacer ninguna de ambas cosas. Dio la vuelta, se guardó el abrecartas en el bolsillo y subió las escaleras hacia su cuarto. Cabizbaja y pensativa. ¿Que ha pasado para que su hijo se haya vuelto así?, ¿Por qué la había tomado con ella hasta el punto de violarla?
-Lo vas a pagar cabrón. Lo juro.
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Si te ha gustado, por favor,  envía algún comentario a mi email: boligrafo16@hotmail.com. Si no, disculpa por hacerte perder el rato.
 
 
 

De viaje con mi amiga Ana (POR CARLOS LÓPEZ)

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PORTADA ALUMNA2

Me costó la misma vida que Ana aceptase la oferta de viajar conmigo. A pesar de mi insistencia, unas veces de forma más sutil y otras más inoportuna, ella siempre me ha dejado claro que mi condición de separado nos hace incompatibles para realizar ciertas cosas juntos. Y yo, con resignación, acepto su criterio, pero para como sé que le encanta viajar no dejo de hacerle propuestas para ello.

Ana es una diosa, un sueño de mujer, alta, preciosa, con las sonrisa siempre en su cara, pelo castaño clarito ligeramente rojizo, un pecho rotundo, explosivo, culo redondo duramente esculpido en sus obsesivas clases de spinning, y una piel fina, sedosa, suave suave que hasta ese momento no había tenido la ocasión de acariciar… Pero no nos adelantemos, no sólo eso era lo que me tenía loco, Ana es una chica culta, irónica, sabe ser atrevida y morbosa, pero también discreta, dulce y cariñosa. Podría ser la madre ideal de mis hijos, pero también recordar solamente lo que pasó para ponerlo en el relato y lo que hice con ella me produce una excitación brutal.
Lo que ocurrió fue extraño, algo así como cuando decimos que se alinean los astros a nuestro favor. En realidad este año llevaba idea de dedicar una parte de mis vacaciones a ir a Australia. Desde hacía poco vivía allí uno de mis mejores amigos y junto con Gálvez, también gran amigo y copartícipe de muchas aventuras, pensaba disfrutar un recorrido por allí. Nuestro viaje, en plan Thelma y Louise masculino, planeaba recorrer gran parte de la isla y saborear la esencia de esa parte remota del mundo, tantas veces imaginada a través de libros y películas.
Desgraciadamente, unas circunstancias laborales impidieron a Gálvez la realización del viaje y, no atreviéndome a viajar yo solo para allí decidí aceptar la propuesta de mis amigos de posponer el viaje un año. Como consecuencia de ello y, con cierta rabia, me sentí decidido a realizar un viaje yo sólo, pero esta vez por España. Por supuesto insistí repetidamente a Ana que me acompañase al menos en una parte del viaje y ella, con su sonrisa y cercanía habitual me aclaró una vez más que estaría junto a mí al menos en la primera etapa, una bella ciudad de interior, patrimonio de la humanidad y, por supuesto, dejando claro que íbamos en calidad de amigos.
Las cosas cuando no se esperan son siempre más satisfactorias. Pero vayamos por partes, fui a recoger a Ana y allí estaba, esperándome delante de su portal con su maleta azul y beige, una minifalda vaquera de infarto y una camisetita de tirantes. Mi primer comentario irónico fue que no me iba a poder centrar en la carretera con ella vestida así a mi lado, a lo que ella, continuando con la broma, contestó que si no me gustaba su ropa se podría cambiar en un arcén y que tenía faldas más cortas. Ufffff, sólo me faltaban esos comentarios para que la presión dentro de mi pantalón aumentase imaginándome la escena. Por supuesto, sabía que era una broma de las mil que nos fuimos lanzando y que solían acabar con leves manotazos sobre mi brazo desnudo, a veces acompañados de caricia sobre la piel cuando notaba que se había pasado en el golpe y no podía defenderme por ir conduciendo.
Los inconvenientes de viajar con una chica adorable es que tienes que recorrer todas las tiendas de artesanía, productos y cachivaches originales que abundan en los lugares turísticos de España. De todas formas, las ventajas superaban con creces a los inconvenientes, no sólo por las furtivas miradas que podía dirigir a su cuerpo, los roces despistados que a veces ocurrían por azar, algún beso en la mejilla que me llevé cuando la hacía reír, o la cara de envidia que notaba en los hombres de toda condición con los que nos cruzábamos, yo diría que incluso en alguna mujer. De una de las tiendas en cuestión salió con carita de felicidad y con 2 lindos frasquitos de fino cristal gracias a los cuales ocurrió lo que voy a contar. Aún guardo parte de ellos como talismán.
 
Yo le dije, “qué bien, has traído licores para que te emborrache, luego no te quejes de lo que vaya a pasar Anita”
Ella, mostrándome las botellitas con su mejor sonrisa contestó, “Eres un listillo, no son licores son aceites corporales, uno con esencia de almendras dulces y otro de rosa de mosqueta. Mis favoritas, y mira que botellitas más monas, me he enamorado de ellas, así que lo que va a pasar si te los bebes es que te llevaré al hospital a que te curen”.
Yo siempre seguía con mi actitud “si me cuidas tú de enfermera con una faldita parecida a la que llevas me los bebo ahora mismo”.
“Buscaré un turno en el que sólo haya enfermeros hombres con bigote, pero si quieres les dejo alguna de mis minis” decía mientras mostraba su falda y yo me moría por seguir la línea de sus piernas hacia arriba.
Llegamos al hotel. Un antiguo palacio recientemente reconvertido por una cadena hotelera de las habituales. Nos dejó muy gratamente sorprendidos y encantados con la habitación que nos asignó el chico de recepción después de dar el habitual “repaso visual” a Ana y yo poner la cara que se estaba también haciendo habitual en mí de disgusto hacia todo hombre cercano. Teníamos 2 grandes camas pero, para mi alegría, juntas. Un pequeño balconcito desde el que se veían los tejados de la ciudad vieja, y un baño moderno con una ventanita de madera original del palacio, una bañera grande y una ducha acristalada. Ana, con una sonrisa de triunfo en la boca, puso las 2 botellitas de aceite en el alféizar de la ventana, como redondeando la decoración de nuestro refugio de las próximos 2 días.
La ciudad, preciosa. La visita guiada, genial. Las bajadas a los aljibes mágicas, por el frescor, la oscuridad, por que se sujetaba continuamente a mi brazo, por los roces ocasionales con su pecho y, claro, por la belleza de los lugares. Subía excitado y mirando sus piernas y su culo ummmm. Lo de agarrarse a mi brazo empezaba a hacerse una costumbre excitante. Lo de sentir su pecho contra mí, ufffffff, sus tetas redondas no lo puedo describir con palabras. Curiosamente ella siempre se ha metido conmigo diciendo que mi brazo no estaba lo suficientemente duro y musculado y yo, en esos momentos no me atrevía a decirle que es lo que realmente estaba duro, pero creo que ella se daba perfecta cuenta de todo. Siempre se dan cuenta de todo.
El primer día estaba siendo precioso, pero agotador. Largo viaje en coche, llegada al hotel, ruta guiada… serían sobre las 8 de la tarde y nos encontrábamos de vuelta en el hotel para descansar un poco, darnos una ducha, arreglarnos y salir a cenar en alguna de las terracitas que abundaban en las plazas de la ciudad. Ana pasó primero a la ducha y comentó que se iba a poner el pijama para descansar un poco en la cama y leer el libro que había traído. Yo me puse a hacer zapping intentando encontrar noticias deportivas mientras escuchaba el agua de la ducha. Me puse a pensar en que estaría recorriendo su cuerpo y… bueno, apagué la tele. Salió hermosa, con un pijama masculino de tela tipo Oxford de esos con botones por delante, un par de vueltas en las mangas y su sonrisa de siempre.
En ese momento pasé yo al cuarto de baño, me despojé de mi ropa, y me metí debajo de la moderna ducha de lluvia que había en el hotel. Apoyé mis manos en la pared y dejé pasar unos minutos allí, esta vez el agua recorriendo mi cuerpo. Estaba cansado y me fui relajando inconsciente del tiempo que llevaba allí. Al poco rato sentí que Ana llamaba con los nudillos a la puerta

 

Estás bien?
Sí, mejor sólo se puede estar de una forma que no voy a decirte justo ahora
Qué estarás haciendo… jajaja
No es lo que piensas, listilla, además seguro que tú también lo haces.
Seguro…
Jajaja qué mala eres! A ver si un día me lo cuentas con detalles… anda ahora salgo

 
 
Me envolví con una toalla blanca del hotel a la cintura y, viendo que el vapor se había acumulado, me dispuse a abrir la pequeña ventana. No sé muy bien cómo ocurrió, bien porque la ventana estaba un poco dura, bien por mi propia relajación, pero una de las botellitas de aceite corporal se tambaleó y se cayó. Mis intentos por salvarla antes de que llegase al suelo fueron inútiles y la botellita se quebró por la parte del cuello. Dios mío! Pensé, qué disgusto se va a llevar con lo contenta que estaba de haber encontrado estas botellitas.
La llamé: “Ana! Cielo! Jo, tengo una mala noticia para ti. Entra anda…”
Viendo el pequeño desastre dijo “No te preocupes, no pasa nada sólo es una botellita de aceite corporal”.
“La verdad es que huele fenomenal, qué pena”
“Sí”, dijo con una expresión de tristeza, y mi carita se puso también triste.
Me dieron ganas de abrazarla, pero iba a ser muy ridículo sólo por una botellita, aunque no íbamos a volver a pasar por el pueblo donde la compramos. Se me ocurrió algo “Ana, ahora no vamos a poder llevarnos este aceite que queda en la botellita, y yo me siento en deuda contigo… si quieres, para compensarte por mi torpeza te doy el mejor masaje de espalda de tu vida. Así aprovechamos el aceite que queda que, por cierto, huele fenomenal ¿De qué era?”
“De almendras dulces”
Pensaba que no querría porque, aunque siempre ha reconocido que siente atracción hacia mí, el pacto era que en el viaje no habría nada físico entre nosotros. Mi carita de perrito abandonado, de niño que sabe que ha metido la pata, creo que la convenció y dijo “venga, pero se bueno”.
Prometo que en el momento inicial, mi propósito era ser bueno y no tenía malas ideas en la cabeza, le había roto algo que ella había comprado con ilusión y sólo quería dar un masaje relajante a una buena amiga, pero el diablo que ocasionalmente todos llevamos dentro fue guiándome. Por supuesto y por suerte, el diablo también habita en ella.
Nos dirigimos hacia las camas y ella apartó la colcha que las cubría. Cuando se agachó a hacerlo me llevé la primera sorpresa inesperada, pude ver sus pechos por su escote, no llevaba sujetador… creo que no fue a propósito, pero mi idea inicial empezaba a desmoronarse. Eran geniales, grandes, redondos, con un pezón de color rosado clarito con una aureola grande… ufffff. Ana estaba distraída, si no se habría dado cuenta de mi expresión boquiabierta, dijo “Ten cuidado, que este aceite mancha mucho”.
Contesté tratando de ser convincente “Pues quítate el pijama, no te preocupes por mí, que yo he visto ya cuerpos desnudos muchas veces, de hecho soy un experto en mirarlos de reojo en la playa, podría ser campeón del mundo en esa disciplina.”
Sonriendo “jajajaja seguro que lo serías, pero no, creo que con que veas esto te puede valer” y soltando 2 botones de su pijama lo hizo resbalar quedando sus pechos bien cubierto y sus hombros y espalda descubiertos hasta más abajo de la mitad de su preciosa columna.
“Túmbate boca abajo, anda, puritana, que me voy a sentar en tu culo perfecto para darte el masaje”. Puse la botella en la mesilla, coloqué una toalla del baño sobre su culito, bajé un poco la persiana, encendí una vela que afortunadamente estaba en nuestra habitación del hotel con encanto, y puse música bajita con el altavoz de mi móvil. Las cosas salen cuando no se esperan y allí estaba yo, que sin pretenderlo había creado un ambiente que cualquier chica mataría por tener.
Antes de mancharme las manos, disimulando que apartaba algunos de sus cabellos que habían quedado fuera del recogido, me puse a acariciar su pelo, y su cuello… no sé si por el cansancio del día o por qué oí el primer gemido de aprobación y relajación. Empecé a pensar que la cosa iba bien, que podía torcerse hacia un episodio más caliente. Torcerse o enderezarse, claro. Imitando una actitud profesional puse un chorrito de aceite en mis manos y las froté para que estuvieran calientes. De todas formas ella ya tenía los ojos cerrados cuando empecé a pasar las yemas de mis dedos suavemente sobre sus hombros.
 
Me concentré y puse lo mejor de mí en ese masaje. Mis manos resbalaban por su piel como si hubieran sido creadas sólo para hacer eso, combinando deslizamientos con presión sostenida con roces suaves y sutiles, desplazando mis deditos por su columna de arriba abajo y de abajo a arriba, friccionando sus hombros, añadiendo aceite, pasando las yemas de mis dedos por su cuello, por sus hombros, llegando hasta su clavícula pero sin intención de ir más allá. Esto una vez y otra vez. Siempre sobre las partes que ella dejaba a mi disposición. Con el ambiente creado, y deseando que el masaje fuera largo, yo entré en una especie de trance, con los ojos cerrados mis manos se movían solas. Me sentía como un músico inspirado tocando un instrumento en la soledad de su casa. Ni siquiera me daba cuenta de que mi propio instrumento había tomado un tamaño y una dureza considerable.
Yo estaba sentado sobre su culito, ella tenía el pantalón del pijama, sobre ella una toalla y yo, estaba prácticamente desnudo pues todo el episodio me había sorprendido sólo con mi toalla anudada a la cintura y se había soltado. Mi polla estaba alojada sobre el valle que hace su culito, inmensa, y se movía con los movimientos de mi cuerpo al darla el masaje pero yo, estaba tan alucinado que no lo percibía hasta que, repentinamente, fui consciente que ella estaba gimiendo con cada una de mis caricias. Me asusté y paré, pero ella dijo con la voz más mimosa que he oído en mi vida “sigueeeeee”, y ahí me di cuenta de que estaba completamente en mis manos.
A partir de ese momento, el demonio que llevo dentro tomó las riendas de la situación. Le dije “Anita, cielo, antes de seguir quítate la chaqueta del pijama que se va a manchar. Lo haría yo pero tú tienes las manos limpias”. Sin poner ninguna objeción, se irguió un poco y se soltó los botones desprendiéndose de la prenda y tirándola al suelo con una cierta ansiedad. Bastante desinhibida, se bajó el pantalón, la toalla y el tanguita blanco que llevaba dejando a la vista el comienzo de su culito. La visión de la mini-puntilla del tanguita me tenía alucinado, pero también el movimiento de sus tetas al desprenderse de la ropa y ahora sí era plenamente consciente del estado de mi pene y de su posición sobre ella, pero ya no me sorprendía nada. Todo lo que hacíamos era tan natural como si fuéramos pareja desde hace mucho tiempo.
Ahora ya con menos delicadeza tomé la botella de aceite y puse un chorrito frío a lo largo de su columna. Como estaba rota salió demasiado, como consecuencia de ello tuvo un escalofrío que la hizo estremecer. “SSShhhh, tranquila” dije con una autoridad dulce mientras mis manos se hacían cargo de la cantidad de aceite y lo extendían por toda su espalda, esta vez sin obstáculos. Ella se dejaba hacer… yo iba descubriendo sus puntos débiles. A veces gemía, otras ronroneaba como una gatita, mis manos se desplazaban por las líneas de sus costillas, en cada pasada iba ganando terreno, y llegué a sus tetas… Uufffff, cuántas veces había soñado con tenerlas en mis manos y ahora eran mías. Ella misma se elevaba un poco para que fuera más allá, pero ahora era yo quien dominaba la situación y quería ponerla nerviosa. Cuando parecía que iba a llegar a los pezones, cambiaba el lugar del masaje al cuello, a la espalda, o bajaba hasta su culo aún semitapado por la toalla y su pantalón de pijama. Entre gemidos me decía “eres malo” y yo me ponía aún más burro. Ya estaba completamente desnudo pues mi toalla había quedado abandonada a un lado de la cama.
Pasé a hacer el masaje extremadamente suave, rozando los puntos estratégicos con mis uñas, mis palmas, o con las yemas de mis dedos y ella se veía cada vez más excitada. Cuando no lo esperaba me apoderé de sus pezones, parecían piedras de lo duros que estaban, los apretaba un poco para luego dejar mis deditos resbalar suavemente por la aureola. El aceite era mi aliado para todas las acciones, dejaba resbalar los pezones entre mis dedos, los hacía deslizarse con suavidad en mis manos hasta tomar su forma dura e hinchada, hacía cosquillas dejando deslizar las yemas de mis dedos circularmente por sus aureolas. Cogía con mis manos todo el volumen de sus tetas y dejaba clavarse los pezones en mis palmas… uffff, no puedo recordarlo sin que mi cuerpo se estremezca. El volumen de sus gemidos era ya altísimo y cualquiera que pasase por el pasillo del hotel los oiría claramente. No nos importaba nada. Ana se movía sobre mis manos abiertas sobre sus pechos, estaba loca porque los amasara, porque los masajeara, y yo la dejaba hacer. De vez en cuando, para poner más tensión al asunto, quitaba mis manos para distraída y lentamente coger más aceite de almendra dulce para extendérselo. Eso la enrabietaba y yo jugaba con ella, entre gemidos dijo “pero si estoy ya empapada” y ahí sí aproveché la ocasión.
 
“Sí? Estás empapada Ana? Vamos a verlo ahora mismo” y me levanté cogiendo en un único gesto su pantalón y su tanguita y lo deslicé por sus piernas hasta que salió por los pies. No puso ninguna objeción. Tampoco nos importaba nada que se manchase, de todas formas el tanguita estaba empapado y cierta parte del pantalón también. Pasé mis dedos por su coñito, suave suave porque estaba completamente depilado, tenía un color rosa precioso, brillante por sus fluidos y los labios uuufffff los labios estaban hinchadísimos. Deslizaba mis dedos sobre ellos sintiendo sus ondulaciones divinas. Metía un dedo, luego varios dentro, llegaba a su clítoris y me detenía allí unos segundos para retirar repentinamente la mano con un roce. Estaba crecido. Crecido en todos los aspectos pues sus gemidos me hacían sentirme así. Con decisión la puse en posición de perrito situándome detrás. Cuando mi polla durísima la tocaba y pensaba que la iba a penetrar, yo volvía a coger la botella de aceite y me entretenía con sus glúteos o con otra parte de su cuerpo. Cuando empezaba a protestar o quería cambiar su posición para acariciarme, o coger mi polla no la dejaba. Se ponía nerviosa porque quería tener en su poder esa parte de mí. Y yo empezaba a hablarla:

 

qué quieres Anita?
Acariciarte
Dónde?
En tu sexo
Jajajajaja en mi sexo?? Te refieres a mi polla?? A ver cómo sale la palabra “polla” de esa boquita tan educada
Jooooo luiisss, déjameeeeee –ponía voz de niña pequeña-
Pero qué es lo que quieres realmente? Quieres mi polla? En tu boquita? En tu coño? –decía yo mientras mis dedos se recorrían los rincones de su sexo para detenerse en su clítoris-
Por favor, por favor, no seas malo… penétrame
No sé lo que es penetrar Ana
Jooooo –otra vez ponía voz melosa-
Ahora no eres una chica bien, ahora eres una viciosa que quiere que la follen como nunca lo han hecho, y como eso tienes que hablar, como una puta
Follameeeee cabrón!!! –ahí me sorprendió, parecía que estaba deseando entrar en el juego-
Ahora mismo voy…

 
En realidad estaba loco por hacerlo. Me moría por ello y no usé mi técnica infalible de la penetración lenta, larga y continuada, sino que se la clavé de un golpe. No lo he dicho antes pero tengo una polla de dimensiones más que aceptables y ahora la estaba usando para que la sintiese bien… era una chica genial, una diosa y la tenía en posición de perrito, delante de mí, preciosa, gimiendo, llena de aceite, con su pelito castaño recogido pero del que se habían escapado algunos mechones, y yo la embestía metódicamente, como me gusta a mí, cambiando el ritmo de despacio despacio a fuerte fuerte en función de sus gemidos.
Ahora ya le combinaba comentarios cariñosos con otros bruscos y soeces. Tan pronto decía cariñosamente “Ana, cielo, que guapa estás así, tienes que estar más veces en este estado que te gusta mucho, eres la mejor mi niña”, como simulando ser más agresivo “Voy a sacar de ti a la zorra que llevas dentro, yo sabía que algún día te iba a hacer comportarte como una puta”, y repetía “como una puta, y ese día ha llegado, mi puta” resaltando el mi. Ella sólo gemía, respiraba fuerte, estaba fuera de sí. Nuestros cuerpos resbalaban por el efecto del aceite creando una sensación continua de sensualidad. Mis manos deslizaban por sus pechos, recorrían su espalda o cogían los huesos de su cadera para manejarla a mi antojo. Me quedaba muy poco para correrme y sabía (eso me lo había contado ella alguna vez) que a ella le solía costar bastante así que la ordené, cambiando a imperativa mi voz anteriormente dulce “Ana, tócate que quiero ver como una chica bien se toca su coño de viciosa, quiero ver como se corre como una perra en celo”. Notaba que el uso de palabras soeces la ponía muy muy cachonda, y no quería perder la ocasión de usarlas “Esto es lo que querías? Ana. Pues yo te lo daré porque te lo mereces. Porque te gusta mucho. Porque soy el mejor. Porque ahora eres mía, mi puta, y voy a usarte. Sí a usarte, a follarte, como a ti te gusta, ¿no te ves como estás?” Notaba que se empezaba a convulsionar y, tras llenármelo de saliva, empecé a jugar con mi dedito por la entradita de su orificio más cerrado, aunque con el aceite que había por todo su cuerpo no hacía falta saliva. Mi dedito sólo jugaba, no quería distraerla de sus tocamientos ni de la penetración que la estaba aplicando, sólo lo trabajaba con mi dedo y lo introducía ligeramente para que sintiese que estaba totalmente en mi poder y se sintiese doblemente penetrada.
Haciendo esto estaba cuando empecé a notar contracciones desde su interior, se convulsionaba y ahora casi gritaba. Comenzó un orgasmo prolongado, profundo, se clavaba contra mí y sentía los espasmos que partían de centro de su cuerpo, de su sexo, sentía su tacto interior, mientras trataba de poner la mente en blanco para aguantar un poco más. Ocasionalmente, cogía en un puñado todo su pelo y tiraba de él para colocar su cabeza de forma que viese los gestos de su carita. Pasaba mi mano por su columna vertebral consiguiendo añadir intensidad a los escalofríos que estaba sintiendo. De todo ello me quedo con la expresión de vicio de su cara, pero también con la fuerza que ponía en clavarse en mí… estaba tan alucinado que me olvidé de mi propio placer físico.
 
No sabría decir cuanto tiempo se prolongó esta fase de éxtasis, pero fue larguísimo e intenso. Fue como una explosión de las muchas horas de atracción física contenidas. Aunque yo seguía moviéndome despacio, poco a poco ella se fue relajando en su respiración, y me di cuenta que emitía sonidos suaves “ummmmm” “ummmmm”. Estaba ronroneando suavemente, como una gatita, y eso me devolvió a la realidad: yo estaba tremendamente caliente y ella estaba en mis manos. Tumbada lateralmente con mi polla aún clavada en su sexo. Deslizando mi piel sobre la suya, la coloqué tumbada de espaldas situándome yo sobre ella. Aún recuerdo la sensación del aceite en nuestros cuerpos. Como los movimientos que hacía sobre ella conllevaban un amplio deslizamiento cuerpo sobre cuerpo, piel sobre piel… con un punto de referencia sobre el que pivotaba todo, mi polla enterrada en su coño entre una humedad brutal.
Sus curvas, su piel suave y tersa, dorada, brillante, sin un único vello contrastaba y a la vez encajaba a la perfección con mis músculos, mis brazos, mi abdomen, mi pelo negro, el reflejo de mis venas azuladas. Sobre la cama completamente deshecha, nuestros cuerpos libres, con todo envuelto en una película de aceite de almendras dulces, que daba un olor característicamente morboso a la habitación. Me dediqué unos momentos a pasar mi lengua por sus pezones, por sus aureolas, pues me entró una cierta urgencia por aprovechar todos los recursos de su cuerpo que quizá nunca más volverían a estar en mi poder. Sujetó mi cabeza para controlar los movimientos de mi cabeza e, instintivamente, sujeté sus muñecas mientras seguía con mi lengua en sus pezones. La estaba volviendo loca, lo notaba, parecía que lo que hacía sobre su pecho se reflejaba en movimientos espasmódicos en su abdomen. Se revolvía contra el control que ejercía sobre su cuerpo.
No sé cómo lo hizo, pero en un movimiento rápido me volteó repentinamente situándose sobre mí. Me había salido de ella, pero en un gesto y con una sonrisa de triunfo se clavó ella solita sin usar las manos. Me dijo “¿ahora qué?” y empezó a frotarse moviendo sus caderas como una bailarina de danza del vientre. Estaba fuera de mí, y ella se reía. Continuaba moviendo su cuerpo sobre mí, que ahora estaba tumbado de espaldas, aprovechando los efectos del aceite. Se clavaba en mí como si estuviera poseída, se frotaba contra mí. Notaba que se estaba masturbando con mi cuerpo como si yo fuera un maniquí, un muñeco… dominando completamente la situación. Y yo, con esa diosa haciendo esto sobre mí, ya no podía aguantar más. Le dije “me falta muy poquito, cielo”, ahora era cariñoso, había asumido que ella me manejaba. Y me contestó acompasando sus palabras a sus movimientos “pues dámelo, dámelo, dámelo todo”. Oírle decir eso me sacó completamente de mis casillas y empecé a correrme, a correrme como un animal. Toda la tensión que tenía acumulada de todos los días que había quedado con ella, del viaje, de las veces que me había masturbado con ella en mis pensamientos salió en un orgasmo intenso y brutal… uno de los mejores de mi vida, escalofríos incluidos.
Nos desplomamos en la cama, aún acoplados, ella sobre mí resbalando en aceite de almendras dulces, jadeando después del esfuerzo realizado… ahora le aplicaba un tratamiento de pequeños besitos por todo su cuello y ella correspondía besando las palmas de mis manos. Cuando estábamos más relajados me dijo “gracias guapo, muchas gracias por invitarme a tu viaje y por ser un sol conmigo” y yo sentía sus palabras como puñales. Estaba claro, presentía que iba a continuar diciendo las palabras que todos hemos oído alguna vez, esas que dicen que esto no tenía que haber pasado… que tenemos que ser amigos… etcétera. De hecho, Ana suele decir que soy un “solete” porque sabe que me cabrea y yo le digo que soy un “chico malo”.
Lo cierto es que se habían acumulado muchos sentimientos y yo, que nunca lloro, casi tenía lágrimas en los ojos esperando las fatídicas palabras de retirada cuando me dijo “Carlos, vamos a hacer en este viaje el mejor sexo de nuestra vida… y luego ya veremos, sin promesas ni compromisos, pero este viaje es nuestro”.
Sobre los episodios que tuvimos en el resto del viaje escribiré nuevos relatos. Adelanto que ya estábamos desatados.
Carlos López diablocasional@hotmail.com. Gracias 🙂
 

Relato erótico: “La infiel Diana y sus cornudos (Antonio) parte 1 con prologo” (PUBLICADO POR BOSTMUTRU)

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TODO COMENZÓ POR UNA PARTIDA2—-Prologo

Sin títuloEsta es la historia mi ex y como nos hace unos completos cornudos lo que se contara a continuación gran parte es real otra la adorne un poco ustedes decidirán que creer, contaremos como detrás de esa apariencia de buena mujer dulce, recatada y hasta inocente hay una mujer que no se resiste a la tentación y al engaño de como una noche su actual pareja y sus antiguos novios y alguno que otro se enteran de las andanzas en diferentes etapas de la vida de Diana y como nos puso los cuernos y hasta logro humillarnos.

La historia comienza en Colombia no especificare en que región o ciudades, mi nombre es Antonio actualmente tengo 34 años iniciare este relato ya que conmigo comenzó todo lo que se narrara a continuación de la vida de mi ex Diana.

Diana ahora tiene 32 ella se fue a estudiar a Europa a realizar una maestría a los 29 años a España le fue bien pues ella siempre ha sido muy buena en los estudios, conoció a un ruso cuando termino la maestría y tuvo un noviazgo se fueron para suiza ya que él tenía su trabajo en ese país, aprovechando que estaba allá consiguió empezar un doctorado el cual está a punto de terminar, la relación con el no duro creo que al final no se entendían, estando en medio de su doctorado conoció a su actual pareja Steven(actualmente 32 años) originario de Suiza se fueron a vivir juntos las cosas marcharon bien y tuvieron un hijo que actualmente tiene 10 meses.
Aprovechando las vacaciones de diciembre decidieron venir a Colombia a para que Steven conociera a la familia de Diana y que los padres de ella y su familia conocieran a su hijo de paso reunirse con los amigos y actualizarnos de nuestras vidas.

Llego el momento de que Diana nos presentara a su bebe y a su pareja así que decidimos reunirnos en la casa de uno de nuestros amigos que se llama Fabián(31 años) que ya tiene esposa e hijo, fueron Leandro(34 años) que es el negro del grupo jejeje y tiene dos hijos y su esposa, Dana(31 años) con su esposo, Alejandra(32 años) y su esposo también un antiguo novio de Diana de nombre Adrián(31 años) que se volvió amigo nuestro y se encuentra soltero y yo que también fui novio de ella, solo falto José(33 años) que se alejó del círculo de amigos y solo aparece ocasionalmente tiene fama de conquistador él fue novio de Alejandra cuando todos empezamos a conocernos.

La reunión empezó se habló de nuestra vidas que hacíamos de recuerdos mientras tanto se bebió mucho licor se escuchó música y así se hizo tarde aprovechando que era fin de semana y que la casa donde estábamos era grande tenía varias habitaciones decidimos quedarnos a pasar la noche, las mujeres se llevaron a los niños el hijo de Diana y el de Fabián para que durmieran Diana en una habitación con su bebe y la esposa de Fabián con su bebe en la habitación principal ya a media noche Dana y Alejandra decidieron irse con sus esposos para sus casas en taxi, la esposa de Leandro tenia sueño y se fueron a dormir a una de las habitaciones de la casa Fabián también decidió irse a dormir nos dijo que estábamos como en su casa que el ya no daba más, solo quedamos en la sala Steven, Adrián y yo la actual pareja de Diana y sus Ex todos totalmente ebrios.

Steven hablaba bien el español para ser de suiza solo con un particular acento, nos pregunta aprovechando que no estaba Diana y que nos habíamos caído bien además de lo alcoholizados que como era ella cuando joven y de sus relaciones anteriores ya que él sabía que éramos sus ex, nosotros a manera de juego y entre risas le decíamos que como así que si no le había preguntado a ella de su vida él dijo que si pero que una cosa era que ella le contara y otra que lo escuchara de terceros, nosotros le respondimos que si es qué tenía dudas de ella, ya lo sabía yo por mi experiencia vivida con ella que no era un angelito como parece.
Él nos respondió que si le podíamos guardar un secreto le dijimos que sí, Steven nos dice es que la verdad Diana como pareja es increíble es una mujer muy linda con esa carita de inocencia es buena madre siempre está pendiente de mí del bebe la amo pero….
Ella me está engañando y a pesar de que lo descubrí me quedo callado por que no la quiero perder no podría vivir sin ella ustedes saben si ella era así con sus antiguas pareja?

La pregunta automáticamente me trajo recuerdos de lo vivido en el pasado con ella y esa sensación de miedo y excitación que recorre todo el cuerpo volvió a mí por mi mente recorrió el deseo de confesarle a Steven me vi reflejado en él y por lo vivido con ella sabía que era así, sabia como se originó todo ya que lo vi con mis propios ojos.
Observaba a Steven con miedo tristeza y esa sensación de incertidumbre en su rostro y decirle contarle lo que viví era lo mejor para que el supiera a qué atenerse y que decidir hacer con su vida.
Cuál fue mi sorpresa que al unísono Adrián y yo respondimos un rotundo SI.

Nuestras miradas se encontraron y quedamos sorprendidos le dije a ti te puso los cuernos, me respondió si y por lo que veo a ti también me respondió, le pregunte como te fue infiel, él me dijo que mejor empezara yo que había sido su novio antes.

Ante la mirada atónita de Steven empecé a narrar la historia que inicia 17 años antes y pude darme cuenta de que no solamente estábamos los tres escondido tras una esquina se encontraba Leandro espiando escuchando nuestras confesiones.

—— La infiel Diana y sus cornudos (Antonio) parte 1

Mi historia con Diana inicia cuando yo Antonio tenía 18 años y Diana recién cumplía los 16 nos conocimos por una amiga en común y de ahí con el resto de mis amigos Fabián, Leandro, José y por parte ella conocimos a Dana y Alejandra que son amigas del colegio cursaban 10 grado en un colegio solo de mujeres y vivían cerca, yo cursaba primer semestre en una universidad.

Diana era una niña de su casa inocente para su edad buena estudiante y responsable muy puesta en su lugar me encanto de ella su personalidad de gran corazón siempre ayudando en casa a su madre, su padrastro y sus dos hermanas siendo la hija modelo.

Físicamente es y era para esa edad una niña muy linda 1.
63 mts con carita inocente hermosa unos ojos cafés claros que a la luz se iluminan dándole un brillo especial que no podías dejar de observar de mirada inocente de piel suave toda una lolita con cabello crespo color castaño oscuro a la altura de los hombros pero siempre lo llevaba con dos transitas en forma de coleta en la parte de atrás de su cabeza y dos mechones de cabello al frente como una niña buena que en el fondo solo ínsita al deseo.
Su cuerpo para ser el de una adolecente estaba ya desarrollado y aun lo conserva igual una piernas tornada y gruesas suaves lisas que provocan acariciarlas con desenfreno, un culo redondo que dan ganas de amasarlo con unas caderas que dan a su cuerpo ese estilo de guitarra provocan meterle mano por entre sus piernas y por ultimo un buen par de tetas grandes 34c que provocan manoseárselas y chupárselas que van con ese cuerpo que solo provoca pecar.
Ella siempre fue muy recatada no le gustaba mostrar mucho a pesar de ser muy atractiva.

Empezamos a salir como amigos con todos los muchachos pero cada vez nuestra relación se fue haciendo más estrecha hasta que empezábamos a salir más solos que con los amigos no fuimos los únicos José y Alejandra también empezaron una relación, también me di cuenta que a Leandro le gustaba Diana por ser una adolecente tan linda pero ella solo lo veía como un amigo y no llego a darse cuenta de la atracción que sentía por ella.
Diana me invitaba a su casa y yo a la mía convivía con su familia, cuando hacían reuniones familiares, Diana me presentaba a su familia entre ellos había un tío político(Rodrigo, 41 años) el cual su madre le recomendaba que tuviera cuidado porque decían que él era un pervertido que siempre estaba de coqueto con las jovencitas se les insinuaba y siempre que había una niña linda cerca las miraba de forma perversa y no desaprovechaba oportunidad para estar abrazándolas y andar tocándolas también se cuidara de su hijo ósea su primo(David, 17años) que tenía una conducta muy parecida a la del papá.

En una de tantas reuniones con la familia de ella fue en unas vacaciones en una finca como a 2 horas de la ciudad de una de las tías de Diana se inició con un asado, a ella acudieron sus dos hermanas de 9 y 11años, tres tías una de ellas la dueña de la finca con sus respectivos maridos entre ellos el tío Rodrigo también fueron sus primas 3 en total que no pasan de los 12 años y el único primo varón David, notaba como el primo la miraba con deseo como desnudándola con la mirada ella se daba cuenta y se intimidaba y buscaba alejarse al igual su tío también la miraba de esa forma eso a ella la perturbaba y la ponía incomoda pero lograba disimularlo con el resto de la familia para mí no pasaba desapercibido.
Todos ayudábamos en el asado y colaborábamos con algo a mí me pidieron que ayudara con la carne en la parrilla que se encontraba en el jardín trasero de la finca que tenía una casa amplia de dos pisos con 4 habitaciones en el segundo piso un baño en la habitación principal y otro para las habitaciones toda la familia se encontraba en el jardín trasero, las niñas jugando algunos adultos hablando tomando cervezas, ahí de favor a Diana le pidieron que fuera a la casa y preparara una jarra de limonada yo me distraje con mis tareas ayudando pasaron como 5 minutos y perdí de vista al primo me empecé a preocupar y a buscarlo con la mirada no fuera que aprovechara para ir a molestar a Diana me volvió el alma al cuerpo cuando vi, se encontraba recostado en un árbol escuchando música con el celular seguí en lo mío cuando me acorde del tío a ese si no lo vi ahí volvió la preocupación en eso uno de los tíos de Diana me dice necesito más carne voy a ir por ella a la casa yo le dije tranquilo yo voy me dirigí a la casa veo al tío a un metro, ella se encontraba cortando unos limones dándole la espalda no se había dado cuenta de su presencia mientras este le morbosiaba ese culote que tiene y se agarraba la verga sobre el pantalón de repente le dijo.

Tío: hola como la estás pasando
Diana: ay hola tío me asusto no lo sentí
Tio: jajaja no te asustes no te voy hacer nada malo jejeje.
Como has crecido recuerdo cuando eras solo una niña ahora esta muy linda veo que te convertiste en toda una mujercita.

Ella toda apenada e incómoda le decía gracias tío.

Tío: y ese muchacho que vino contigo es tu novio.

Diana: Si Antonio es mi novio.

Tío: y cuanto llevan.

Diana: 6 meses.

Tío: y ya han estado juntos.

Diana: no y usted no tiene por qué preguntarme eso.

Tío: jajajaja no que tonto.

Diana: el me respeta y yo no tengo por qué contarle mis cosas.

Tío: respeto jajaja niña usted lo que necesita es un hombre de verdad no un niño, ese cuerpecito tuyo lo está pidiendo a gritos.

Diana se quedó como callada temerosa buscando que decirle mientras él la miraba como un lobo mira a un corderito acercándose y acariciándole el rostro y ella dejándose sin detener su avance en ese momento reaccione me aleje grite su nombré para anunciarme y hacerme como que apenas iba a entrar cundo llegue ella se encontraba con sus limones y el tío buscando en la nevera una cerveza al verme Diana me regalo una sonrisa y supo disimular lo que había ocurrido por otro lado su tío me miro con una sonrisa burlona.

Diana: amor y eso que haces por acá yo te hacia ayudando con el asado.

Antonio: no es que se está acabando la carne y me pidieron que llevara más, hay algún problema
Diana: no amor.

Antonio: y que hacen
Diana: aquí hablando con mi tio de cómo me iba en el colegio.

No podía creer me estaba mintiendo pero disimule creerle.

Tio: si es que la niña es muy inteligente es el orgullo de la casa tienes mucha suerte de estar con ella.

Me lo dijo con una actitud sobradora yo solo pensaba maldito degenerado.

Antonio: amor tú sabes dónde está la carne.

Diana: si ven te la paso.

Se dirigió a la nevera y saco unas piezas de carne que estaban en una bandeja me dio un besito en la mejilla y me dijo toma amor, mientras su tío miraba pícaramente.

Diana: mejor lleva esa carne que ya casi va a ser la hora para comer y deben estar esperando.

Prácticamente me saco de ahí, yo me quede desconcertado porque había visto lo que había ocurrido y ella no me dijo nada supuse que era porque no quería problemas armar un escándalo y dañar el paseo.

Decidí confiar en ella lleve la carne y seguí ayudando con el asado pero seguía inquieto así que decidí volver a la casa diciendo que iba al baño entre con cuidado y me acerque a la cocina y me escondí detrás de una pared la cual me permitía asomarme a la cocina y espiarlos.

Diana ya casi terminaba de preparar la limonada solo le faltaba el azúcar esta se encontraba en una alacena sobre el mesón algo alta para que ella se estiraba lo más que podía pero no alcanzaba a tomarla en eso el viejo tío Rodrigo se acerca por detrás y le restriega todo el bulto en ese rico culo metiéndolo entre sus bien redondas nalgas.

Tio: te ayudo jejeje
Diana: haaaaa, no.

Un suave gemido se escapa de esos dulces labios.

Tio: déjate ayudar para mi es todo un placer.

Diana: haaa, no yo puedo sola
Tio: tranquila mi putica se lo que necesitas y te lo voy a dar.

Y aprovecho para entregarle el recipiente con el azúcar poniendolo en sus manos e ir bajando sus manos y agarrarle esas tetas y estrujarlas a su gusto.

Yo me quede inmóvil en silencio inmóvil con un miedo que me recorría la espalda, frustrado con rabia me sentía impotente pero a la vez excitado la verga se me estaba poniendo dura, Diana no reaccionaba no ponía resistencia solo se dejaba hacer miraba ese acto grotesco una linda adolecente, una lolita con cara de inocencia y un cuerpo de pecado apoyada contra el mesón con un jean que le queda justo y le marca esas ricas nalgas, un tarro de azúcar en sus manos gimiendo suavemente y detrás de ella un viejo de 41 años barrigón, quedándose calvo blanco de piel grasosa de esas personas que siempre se ven sudorosas y sucias apoyándole la verga restregándosela haciendo movimientos de meter y saca agarrándole ese par de tetas que se ven voluminosas dentro de esa camiseta negra que usaba.

Diana: no aaahh aahh, pare que me hace
Tio: dándote lo que querías.

Diana: ya tengo el azúcar aahhaahaaa suélteme
Tio: zorrita eres una niña muy golosa tú lo que quieres es lo en este momento está entre tus ricas nalgas.

Diana: no déjeme que nos van a ver haahaahaa.

Y el viejo seguía y ella no hacía nada para páralo, el viejo la trae haca el empotrándola agarrándola de las tetas se acerca al oído de ella y le dice.

Tio: tienes razón te estas demorando mucho con esa limonada y a mí me va a empezar a buscar tu tia jejeje pero te aseguro algo de este paseo no te vas sin probar esta.

Acto seguido se despega de ella y le muestra el bulto que tiene en el pantalón que se ve enorme le agarra su tierna manita y hace que le apriete la verga con su mano.

Tio: mira como me tienes todo esto va a ser tuyo y te lo voy a dar por que te estoy viendo muy necesitada.

El viejo le soltó la mano pero ella no dejaba de agarrarle el bulto

Diana: No por favor yo todavía no he estado con nadie.

Tio: no puede ser, seré tu primer macho te voy a ser mi mujer es lo mejor que me ha pasado en la vida.

Justo al terminar de decir eso se acercó a ella y le pego un morreo de película con la mano izquierda le agarraba el culo se lo apretaba se la metía entre las nalgas y con la derecha le agarraba la teta izquierda mientras la besaba y le metía la lengua en la boca mientras tanto ella le seguía agarrando la verga y se dejaba hacer.

Al soltarla Diana le dijo por favor no.
El tío solo se burló y le dijo ya puedes soltarme la pija, ella reacciono como apenada y bajo la cabeza el solo se rio y la dejo ahí yo me escondí él se dirigió al baño me volví asomar a la cocina y Diana estaba agitada nunca la había visto así en ese momento me di cuenta que ella era una bomba de tiempo a punto de explotar que le gustaba que se aprovecharan de ella era sumisa y que yo no había conseguido nada porque creí que le gustaba que la respetaran ella me decía que eso le gustaba de mí que me portaba como un caballero.

Aproveche para volver a ayudar con el asado después salió Diana como si nada con la jarra de limonada se acercó a mí y estuvo conmigo mientras terminábamos con el asado nadie noto la demora por andar en sus cosas después de 10 minutos salió el tío creo que se hizo una paja porque ya no se le notaba el bulto que se gastaba.

Se sirvió la comida y notaba ciertas miradas entre el tío y Diana el de vez en cuando me miraba y se reía suavemente eso me enojaba y me ponía incomodo, la noche llego y la cosa quedo así a mí me dieron un pequeño cuarto con un camarote para cuando llegue la cama de abajo ya había sido ocupada por David así que para no incomodar tome la de arriba prácticamente no hablamos entre nosotros había tensión no le agradaba porque era el novio de su linda prima sentía celos el la deseaba.
Por otro lado Diana estaría en otro cuarto con sus hermanas y primas, en otra habitación dormía su mama el padrastro una tía y su esposo y en otra sus dos tías restantes con sus respectivos esposos entre ellos Rodrigo, esa noche no dormí bien en sueños venían imágenes de lo sucedido y la sentencia de Rodrigo diciendo que iba a ser su mujer desperté temprano con una erección tremenda me dirigí al baño a bañarme y hacerme una paja recordando lo que vi y como era sometida mi novia dejándose manosear al antojo de Rodrigo me vine como nunca bote una gran cantidad de leche termine arrodillado en el suelo del baño sintiéndome humillado y con temor de lo que iba a pasar.
Termine de bañarme y me vestí ya algunos habían despertado eran eso de las 8 a.
m.
decidieron que todos fuéramos a bañar al rio que está cerca al pueblo la finca se encontraba a 15 minutos en vehículo del pueblo así que apuraron a todos para salir a las 9am e ir al rio habían cuatro carros para llevar a toda la familia así que subimos a ellos con tan mala suerte para mí ya se darán cuenta por qué, que el carro del tío Rodrigo se averió al revisar el motor se observaba que una correa se había roto y se necesitaba un repuesto, en el pueblo había un pequeño taller y como quedaba de camino al rio se decidió ir todos en los tres carros restantes aprovechando que uno de los vehículos era una camioneta doble cabina con platón ahí podrían ir algunas personas ya que el trayecto era corto, en el pueblo Rodrigo compraría la correa para el carro iríamos al rio y al volver la instalaría pero con tan mala suerte que no había el repuesto ahí el mecánico le sugirió que fuera al siguiente pueblo que está a una hora de distancia en dirección a la finca pero que muy posiblemente no encontraría el repuesto ahí ya que esta algo difícil de conseguir que lo más seguro era ir a la ciudad que esta como a dos horas en la dirección al otro pueblo.

Tio: para no dañarles el pase voy a tomar un bus al siguiente pueblo si no encuentro el repuesto sigo hacia la ciudad mientras tanto ustedes vayan al rio y diviértanse.

Le dijeron que lo llevarían en uno de los carros él dijo que no que ya que éramos muchos era mejor que los carros se quedaran para poder movilizarnos que él estaría bien y que entre más rápido se fuera el en bus más rápido volvería.
Calculamos que se demoraría aproximadamente 4 horas en ir y volver y que el volvería para el almuerzo.
Yo me alegre porque iba a tener a ese viejo lejos de mi Diana así que fue a la estación del bus y en ese momento salía un bus con dirección a su destino que tomo rápidamente.

Los demás seguimos al rio, Diana siempre ha sido tímida así que para bañar utilizo una camiseta blanca algo grande para ella, un shorcito de algodón azul claro y debajo un bikini yo utilice una bermuda negra, todos estábamos muy contentos Diana se metió al rio y no sabía que era peor si solo hubiera entrado al rio en bikini o con toda esa ropa porque cuando se mojó se le pego al cuerpo mostrando esa tremenda figura que se gasta mostrando sus buenos pechos y su buen culo y a mí se me estaba parando la polla y no era el único cuando mire al primo la miraba con una cara de degenerado y se le veía un bulto casi tan grande como el del papá otros asistentes al rio también la miraban con deseo Diana inocente mente iba parando vergas por el lugar sin darse cuenta.
Así paso el tiempo estuvimos casi dos horas ahí luego decidieron ir hacer compras al supermercado por víveres y aprovechar ir a un restaurante y comer pero en el afán de salir de la finca diana olvido llevar ropa interior seca así que pidió si alguien la podía llevar a la finca para vestirse y volver le dijeron que bueno y que mejor se quedara que echará un ojito a la finca descansara iban a comprar la comida para llevar de ella y la del tio para cuando llegara de la ciudad así que la acompañe hasta la finca me prestaron un carro la deje ella entro a la casa y me devolví para el pueblo a unos 50 mts de la finca veo que viene la camioneta de uno de los tios con un tio y el padrastro de Diana venía con tres almuerzos y me dicen que si quería me devolviera y almorzara con Diana y le hiciera compañía mientras el resto se quedaba en el pueblo ellos se devolverían con el otro carro para poder traerlos a todos del pueblo yo me baje del carro se lo entregue al padrastro de Diana me dijeron que me acercaban yo les dije que no que estaba cerca y decidí caminar con los tres almuerzos ese corto trayecto devuelta a la finca.
al llegar entre tranquilo deje los almuerzos en la mesa y vi el repuesto nuevo para el carro del tio Rodrigo sobre ella cuando me disponía llamar a Diana para avisarle que estaba en casa escuche un grito en el segundo piso de la casa subí sin hacer ruido llegue a la puerta de su habitación que se encontraba abierta y cuál fue mi sorpresa cuando veo al tío Rodrigo sobre Diana que estaba tirada en la cama sobre la que duerme con la camiseta levantada mojada con las tetas fuera del sostén del bikini y el chupándoselas duro con desesperación apretándolas y amamantándose de ellas unas tetas espectaculares grandecitas con una aureola mediana perfectas para su tamaño rosaditas adornadas con unos pezones en punta mientras ella gritaba por el trato que estaban recibiendo ellos no me alcanzaron a ver así que rápidamente me oculte detrás del marco de la puerta no sé por qué lo hice en lugar de detener lo que sucedía.

Me quede callado sintiendo ese miedo recorrer mi cuerpo esa impotencia esa frustración ese enojo y también excitación la verga se me puso dura de ver a mi novia tirada en una cama dejando que ese viejo asqueroso y grotesco la tomara sin defenderse su única defensa era decirle.

Diana: tío por favor no aaaaaahhh para aaaahhh me haces doler aaaahhh

Parecía una puta con la mirada perdida gimiendo mientras el tío la manoseaba y le metía la mano en la entrepierna y la estimulaba.

Tio: estoy seguro que no quieres que pares estas toda mojadita mi pequeña putica y yo te lo prometí te voy a dar mi verga para que goces te voy a mandar a casa desvirgadita.
Tengo que aprovechar el momento, te vi llegar con el cornudito de tu novio y me escondí para que pensaran que no había llegado y tuve suerte porque no tuve que ir a la ciudad en el pueblo logre encontrar el repuesto, cuál fue mi sorpresa que te veo llegar a la finca y te dejan solita para que yo pueda disfrutarte.

Diana: no tío por favor no me desvirgue tengo novio y lo amo.

Su única resistencia eran solo palabras de las cuales su tío solo se burlaba pero de resto se dejaba besar acariciar el tío le estaba metiendo un morreo completo sobre la cama.

Le empezó a bajar el shorcito junto con la tanga del bikini se los saco por completo los tiro lejos y le abrió esas riquísimas piernas la imagen que se observaba era de lo más pornográfica que puede haber una hermosa lolita con carita de inocencia con sus dos trencitas y cuerpo de diabla su piel suave clara perfecta su camisa arremangada hasta el cuello ese par de tetas fuera del sostén del bikini con unos pezones completamente en puta rosaditos el viejo parado sudoroso con esa barriga prominente abriéndole ese par de piernas deliciosa con sus converse rojas aun puestas lográndose divisar un coñito una cuquita gorda apretada rosadita de labios carnocitos totalmente depilada solo pensaba el festín que se va a dar este viejo hijo de puta con mi novia y yo ahí sin hacer nada con los sentimientos encontrado a flor de piel no aguante más y me saque la polla y me empecé hacer una paja lentamente totalmente excitado perdiendo la cabeza viendo como mi novia me iba a poner los cuernos con el tío pervertido del cual su madre le advirtió que se cuidara y lo peor le iba a romper el coño antes que yo.

El viejo procedió a agacharse, acercarse olerla y empezar acariciarla diciéndole esta cuquita merece mucha verga y tu querido tío te la va a dar vas a ver cómo te encanta y al final tu solita vas a venir a buscarme para que te la clave terminado de decir eso empezó a pasarle la lengua por toda la rajita le habría esa chochita con los dedos le pasaba la lengua se la metía por toda su vagina le chupaba su clítoris ella solo gemía y se mordía los labios recibiendo esa placentera chupada de coño perdiendo su voluntad.

Tío: te gusta cómo te la chupa tu tio
Ella no respondía solo gemía e intenta conservar su dignidad mientras tanto el seguía chupando y ella gimiendo.

Tio: te gusta cómo te la chupa tu tio, respóndeme o acaso quieres que me detenga.
Al escuchar eso ella solo reacciono.

Diana: tio no por favor no te detengas, si me gusta lo que me haces aaahhh aaaahhh aaaahhh mmmm.

Yo observaba como mi novia ya empezaba a volverse la putica de su tio y si no hacía nada iba a terminar entregada a él como su macho y que creen seguí ahí haciéndome una paja observando como perdía a mi linda novia a manos de un pervertido que le iba a dar una clase intensiva y me la iba a pervertir.

Tio que rico me la chupas no pares siento que me vengo… si mi zorrita estas toda encharcadita….
Aaahhh ahhhh mmmm tio me vengo estoy toda mojada aaaaaaah aaaajaaaa aaaaaiiiiii.

Empezó a convulsionar todo su cuerpo vibraba y esas ricas tetas se movían descontroladamente se vino copiosamente en la boca de su tio le alcanzo a mojar la cara quedando tira despaturrada en la cama respirando con dificultad.

Que rico sabes mamacita pero ya es hora de que me des placer a mí y aprendas a chupar una buena polla.
Empezó a desabotonar su camisa mostrando esa prominente barriga llena de pelos se la quitó la dejo caer al suelo luego se quitó el pantalón dejando ver unos calzoncillos rojos desteñidos con el elástico gastado lleno de manchas amarillentas al frente y totalmente estirados por el bulto que se le hacía en la entrepierna que se veía descomunal era impresionante Diana miraba hipnotizada ese bulto no podía dejar de verlo la veía con cara de preocupación como asustada.
Te gusta lo que vez bebe en eso se bajó el calzoncillo dejándolo caer al suelo la cara de Diana era un poema no sabía que hacer estaba asustada y no podía dejar de ver tremenda verga me sorprendí el viejo hijo de puta se gastaba una verga descomunal la mía con la excitación estaba brotada gruesa de unos 16 cm pero la del querido tío era un monstro grueso lleno de venas cabezona le debía medir como 22cm con unas pelotas enormes y peludas, yo no solo pensé que le iban a romper el coño a mi novia sino que se lo iban a destrozar ella evidente mente asustada le dijo que por que no dejaban las cosas así él le respondió que después de darle placer a ella no era justo que lo dejara con tremendo garrote en ese estado.

Diana: tio eso es muy grande si me la metes me vas a destrozar si quiere se la chupo y lo dejo que se me venga encima pero no me meta eso por favor, le dijo en tono suplicante.

Tio: Déjame pensarlo mientras tanto ven siéntate en la cama y chúpame la verga que te mueres por tenerla en la boca.

Diana obedeció temerosa él viejo aprovecho para quitarle la camiseta y el sostén acercarle la verga a su dulce boquita y acariciando su linda carita de niña buena con una mano y con la otra en el cuello la verga empezó a abrirse paso por su tierna boquita lentamente mientras el viejo suspira y mandaba su cabeza medio calva hacia atrás le decía así mi niña suave usa tus labios para apretarme la verga chupa y usa tu lengua mientras me la chupas, yo solo veía el esfuerzo de la pobre Diana que apenas podía meterse semejante tranca en la boca el viejo empezaba a moverse hacia adelante y hacia atrás, ella solo intentaba resistir en una de esas le empieza a meter esa verga más y más ella empezó a desesperarse y a intentar sacarla pero la tenía bien sujeta pude ver como un par de lágrimas rodaban por sus mejillas mientras el viejo reía hasta que estuvo satisfecho y la soltó ella empezó a toser e intentar respirar.

No que le pasa que bruto eres casi me ahogo… el solo se reía y le respondió bebe tienes que aprender a tragártela toda… no ese pipi es muy grande todo eso no me cabe en la boca….
tranquila amor que con la practica vas aprender a chuparme la verga bien como a mí me gusta y vas a poder tragártela toda más bien ven y termínamela de chupar a tu gusto.
Diana se acercó a esa grotesca polla la tomo con sus manitas saco su lengüita y le empezó a lamer el glande pasado un rato le empezó a coger el gusto y empezó a meterse la cabeza en la boca siguió un rato más y ya degustaba esa verga con pasión casi se podía meter la mitad en la boca.

El viejo se sentó desnudo en la cama ella simplemente se arrodillo, Yo solo veía como empezaba a chupar esa verga con pasión ya lo estaba disfrutando ahí supe que le iba encantar mamar vergas chupaba esa verga como desesperada esperando su premio el tio solo le decía así bebe ves cómo te gusta la verga del tio ella solo respondía si tío está muy rica tu verga podría comérmela para siempre… así me gusta mi nenita me la estas chupando como una profesional me vas hacer venir… si tio nunca he probado semen pero si sabe tan rico como tu pipi quiero probar el tuyo.
Yo la veía Diana estaba muy caliente nunca la había visto así toda desesperada por verga era otra persona su cuerpo despedía lujuria y los peores pensamientos ya era más puta que la dulce jovencita de la que me enamore su cuerpo lleno de curvas solo incitaba a follar y el viejo no iba a desaprovechar la oportunidad, le pregunta sobrinita quieres la lechita de tu tio y ella dejando de chupar y suplicando le dice si por favor, entonces vas a tener que dejar que te la meta para poder deslecharme, mi novia esta vez no lo dudo le dijo está bien pero ten cuidado esa verga es muy grande para mí y me va a doler mucho…tranquila mi niña lo voy hacer con cuidado así que la tomo la acostó en la cama la pudo en el borde de la cama se acostó sobre ella la empezó a besar en la boca se daban lengua con pasión Diana estaba entregada le correspondía los besos, se besaban como enamorados apasionados yo sentía unos celos enormes de verla tan puta y tan receptiva con el tio seguía haciéndome la paja me dolía la verga de lo dura que la tenía estaba demasiado excitado viendo el show y la cornamenta que me montaba mi dulce novia y yo sintiéndome como un imbécil por tratarla con respeto y en el fondo lo que quería era que se aprovecharan de ella y la trataran como el objeto del placer que realmente mostraba su cuerpo mientras se besaban su querido tio le sobaba su enorme verga por su abdomen después se arrodillo en el suelo la abrió de piernas esa terrible tranca quedo justo a la altura de su jugoso coño.

El querido tiito cogió su enorme verga y empezó a restregarla en la entrada del jugoso coño de mi dulce novia esta comenzó a gemir, poco a poco empujo con fuerza para meter esa abominación en su tierno coño que estaba chorreante de sus jugos esto le ayudo a que empezara a entrarle lentamente Diana empezaba a quejarse yo solo veía desde mi escondite haciéndome una paja bestial como su pequeño coñito de iba abriendo a medida que esa vergota iba entrando y como sus paredes se iban estirando para dar cabida a tremendo invitado Diana se quejaba y daba muestras de dolor en su cara, la verga entraba sin detenerse la cara del tio era de éxtasis no podía creer que le estuviera partiendo el coño a su linda y bien educada sobrina alrededor del coño se mi novia empezaba a divisarse un poco de sangre ella le decía al tio que le dolía que parara pero él no tenía intenciones de detenerse ella le recordó que le había dicho que iba a tener cuidado, sus gritos ya empezaban a escucharse por toda la casa y eso más excitaba al viejo pervertido que ya le había metido más de la mitad totalmente enloquecido le empujo los 10cm faltantes de verga sin miramientos con todas sus fuerzas esto la destrozo le abrió el coño a todo lo que daba y un grito desgarrador se escuchó creería que hasta el pueblo y lágrimas brotaron de su rostro mientras le dejaban clavado toda la verga para que se acostumbrara sintiendo se victorioso por a ver desvirgado a Diana se le empezó a reír y a tratarla de puta y perra a burlarse de mi de lo cornudo que era y de lo fácil que había sido culiarcela mientras tanto Diana se quejaba le salían lagrimas no sabía cómo ponerse o qué hacer con tremenda tranca que atravesaba sus entrañas la estaban partiendo en dos y yo solo veía haciéndome una paja desesperada y pensando eso te pasa por puta.

Tio por favor sáquemela me está destrozando toda aaaaahhhh aaayyyyyy nooooo aaaaahhhhh pare por favor….
tranquila perra que dentro de un rato ya me vas a pedir que no te la saque nunca por ahora acostúmbrate a mi tamaño para que puedas gozar de una buena follada.

Rodrigo se inclinó sobre mi pobre novia y el mas mínimo movimiento era una agonía para ella que se quejaba este la empezó a besar sus labios dulcemente para para calmarla ella todavía se quejaba entonces decidió meter una mano entre ellos y estimular su clítoris consiguiendo que esta empezara a gemir entre dolor y placer así estuvieron un rato, sus besos continuaron pero ya empezaban hacerse más intensos se empezaban a comer sus bocas a jugar con sus lenguas veía como el viejo le metía su asquerosa lengua a mi hermosa novia ella simplemente la aceptaba con gusto y correspondía a sus caricias gimiendo ya más entregada, el tio se dio cuenta de eso y se empezó a mover lentamente metiendo y sacando sus 22cm casi hasta sacarla de su coño podía ver como se abría y cerraba su vagina como succionando esa verga, ella empezaba a gemir ya el dolor le estaba pasando solo había placer veía el rostro de mi novia como se le volteaban los ojos y como sus enormes tetas con sus pezones en punta se bamboleaban con el movimiento que le imprimía su tio que ya tomaban velocidad.

Aaaahhh siiii aaaaahh si tiiiiooo aaaa empiezo a sentir rico no pa.
res poo…or faaa.
vooorr….
sabía que te iba a gustar perrita se te notaba que por dentro llevas una puta tremenda sedienta de verga….
si tiiiooo cre.
ooo que siii soy bi…en putaaaaa aaaahhh sígueme clavando esa vergota aaaahhh…siiii putica aaaa que apretada estas me estas exprimiendo la polla como una buena puta aaaa lo que tú necesitas es un hombre de verdad un macho que te satisfaga aaaaa siiiiii no el niño cornudito que tienes por novio que es un tremendo imbécil que no supo cómo tratar una hembra como vos que le gusta que la traten como a una verdadera puta de seguro tiene una verga pequeña y por eso no te ha cogido aaaaa que rica estas puta.
Tenía razón mi verga era pequeña a comparación de la polla que se gastaba me sentí humillado pero me sentí peor cuando entre gemidos mi querida noviecita le decía si tienes razón y de ahora en adelante tú vas a ser mi macho y voy hacer lo que me pidas con tal de que me des pija siempre voy a ser tuya.
A mi Dulce Diana se le salió la puta sedienta de verga que llevaba dentro el tio logro lo que quería pervertir a su sobrina y tenerla a su disposición como su puta personal ahí entendí que de ahora en adelante iba a ser un cornudo incapaz de reclamarle algo por temor a perderla de que su tio iba a seguir beneficiándose de ella sin importarle la familia, al aceptar eso Diana también lo entendió sabía que engañaría a su familia y sobre todo a una de sus tias que también llevaría unos lindos cuernos y ella que siempre la había tratado como la hija que no tuvo eso la excitaba más y la ponía muy caliente mientras tanto su tio le chupaba sus jugosas tetas pasaba de una a otra y la seguía clavando con todas sus fuerza llevándola a un nuevo orgasmo que la hacía convulsionar y el cual le apretaba la verga a su amado tio como si se la estuviera succionando.

Aaaaa por dios putica como me exprimes la polla nunca había sentido nada así ni siquiera con tu tia he sentido tanto placer eres deliciosa me tienes loco….
Aaaahhh en serio tio te gusto….
si mi pequeña zorrita me facinas….
y lo hago mejor que mi tia….
claro que si amor eres mucho mejor que esa vieja cuarentona estas muchísimo más rica…aaiii tio gracias…claro que si guarrita ahora ven que no hemos terminado.

Su amado tio la levanto y la puso boca abajo sobre la cama dejando a la vista ese tremendo culo redondo que se gasta se subió encima de ella y le empezó a penetrar la vagina desde atrás Diana totalmente acostada empezó a recibir los pollasos de su macho que la empezó a clavar sin piedad ella solo gemía y le pedía más él se acostó sobre ella aplastándola empezando a besar su cuello después su mejilla izquierda has llegar a su boca donde empezó a meterle la lengua la cual recibía con gusto mientras gemía y recibía su verga con alegría, desde atrás podía ver como mi amada le metían tremendo mastodonte que atravesaba por entre sus nalgas hasta llegar a su vagina y como esta se abría al recibir los pollasos que le daba con desesperación parecía que quisiera matarla a punta de verga, pero ella solo pedía más y que le diera más duro su viejo amante la complacía y la clavaba a toda velocidad los gritos se escuchaban por toda la casa….
si grita todo lo que quieras aprovecha puta que no hay nadie en la casa y puedes gritar a gusto….
aaaahhh siiii aaaaahhh dame como a una puta aaaahh.

Pero yo si podía escuchar sus gritos que me taladraban la cabeza y el corazón empezaron a salirme algunas lágrimas pero no podía dejar hacerme una paja y mirar tremendo espectáculo estaba entregado al placer de ver a mi novia con la que pensé pasar bellos momentos siendo taladrada como una perra en celo por su ahora amado tio que la trataba como una verdadera puta y ella contenta de serlo, su tio la seguía clavando y sin sacarle la verga le puso ese culote en pompa quedando a cuatro patas como una verdadera perra la vista era espectacular ver esas nalgas perfectas paradas con ese pollon atravesándola y ella arqueándose para dejarle bien ese culo parado y la pueda seguir penetrando a su gusto el tio la agarro de ese par de nalgones y la empezó a clavar sacándole casi toda la verga dejándole solo la puntica para poder enterrársela de nuevo y así la cogió lo más rápido que pudo….
aaaaaa por favor no pares se escuchaban los gritos en toda la casa dame así la siento toda, siento como me entra tu vergota como me está abriendo por dentro no pares por favor…claro que no voy a parar tremenda puta me resultaste sobrinita te voy a dar toda la verga que te mereces que es mucha….
siiii aaaa siiii tiiiooo quieroooo muchaaa veeerrrgaaa.
Definitivamente mi amada novia ya era su puta y eso que solo le bastó un día y medio para hacerla su puta y faltaban 5 días más para que terminara el paseo solo pensaba que más podría pasar mientras tanto la faena seguía y de mi novia solo salían aullidos de placer y deseos de que se la sigan culiando en eso empieza a decir aaaaaa amoorrr me veeengo otra veeez ….
al escuchar eso Rodrigo aun teniéndola en cuatro agarrándola de sus trencitas como si estuviera cabalgando una yegua y que yegua la que cabalgaba en ese momento la suelta del cabello pone su barriga peluda y sudada sobre la espalda de mi amorcito dejándome una vista espectacular de como seberenda verga se le entierra en el coñito a Diana pasa sus manos por delante agarrando con cada mano ese par de tetones que además de ser grandecitas se le veían hinchadas por la excitación y se las empieza a apretar duro como si las quisiera ordeñar ahí empieza a tener un orgasmo brutal empezando a gritar aaayyyy aaaaayyyy mi cuquita, mi cuquita, me vengo con ese chimbo adentro casi la hace desmayarse y hacerla caer pero ya que su tio la tenía bien agarrada de las tetas no lo permitió el viejo empezó a decir a mierda me estas volviendo a exprimir la verga como me la aprietas siento que me estas ordeñando no aguanto más me voy a venir y como pudo le saco la verga del coño a mi novia ahí pude ver cómo le abrió todo el coño la volteo la sentó rápido ya casi se le salía la leche y a mí también ella toda perdida como desmadejada por orgasmo no coordinaba la tomo del cabello con su mano izquierda y con la derecha empezó a pajearse tremenda tranca que se veía descomunal al lado de su rostro y le dice no querías mi lechita bebe abre la boquita que te voy a dar tu ración ella como un autómata con la mirada perdida abrió su boquita y el empezó a pajearse rápido apenas se la jalo la primera ves soltó litros de leche sus huevotes que estaban bien cargados empezó a llenarle toda la carita el cabello y por supuesto su boquita se la lleno de leche parte de la leche que tenía en la cara le resbalaba y le caí en ese par de tetas que se gasta dejándoselas todas untadas cuando termino de eyacularla toda le dijo ahí tienes toda mi lechita ahora trágatela y ella aun sin voluntad empezó a tragar toda esa descarga que le tenía la boca a rebosar para después abrirla y mostrársela ahora vacía….
te gusto mi leche mamona…si está muy rica tio quiero más….
que puta insaciable eres sí que te gusta la verga ven te ayudo cogió su verga morcillona se la restregó por toda la cara recogiendo el semen que podía y le dijo toma cómetela que tiene leche, Dianita como una verdadera puta se la empezó a chupar quitándole todo el semen que traía tragándoselo y dejándole la verga limpita.

Yo por mi parte viendo como llenaba de semen a mi novia y se lo hacía tragar me vine con una buena cantidad de semen que se estrelló contra una pared la deje untada pero ni en comparación a la que recibió mi novia en su cara y en su boca la cual ahora guarda gustosa en sus entrañas, tome mi camisa por un costado y limpie el semen de la pared para no dejar evidencia de que había estado ahí.

Diana por su parte quedo tirada en la cama con cara de satisfacción agotada por el tratamiento que le dio su tio pero feliz en su cara se veía una sonrisa que nunca vi con algo de perversión que denotaba una felicidad que no le cabía en el cuerpo ahí estaba ella toda culiada y el viejo aun lado mirándola sentado con cara de triunfo por haberse follado a una buena hembra a pelo ni condón se puso y eso lo llenaba de orgullo a Diana tampoco le importo que no usaran protección ella simplemente gozo, el espectáculo y los cuernos bien puestos que me puso mi novia y su querido tio duro alrededor de una hora eran ya las 12 pm la familia estaba por llegar y tenía que hacer algo para disimular el hecho de que yo estaba ahí desde las 11am y que no los pillaran, así que baje al primer piso tome los almuerzos Salí de la casa y desde afuera grite Diana llegue con los almuerzos entre lentamente para darles tiempo y ponerlos sobre aviso llame a Diana nuevamente pero no respondía subí a su habitación y encontré la cama vacía algo desarreglada pero sin señales de Diana y de Rodrigo me asome por una venta y alca a ver a Rodrigo que iba con los pantalones en la mano y el repuesto del carro en calzoncillos con la camisa abierta saltando una barda a propiedad vecina que por suerte para él estaba vacía escabulléndose de repente escucho a Diana que me llama desde el baño diciéndome que se está bañando, baje y la espere mientras tanto intente comer el almuerzo pero no tenía muchas ganas después de ver todo lo que ocurrió a los 15 minutos baja Diana intentando disimular que nada pasaba pero bien sabía yo que si, ella con dudas empezó a cuestionarme que hace cuanto había llegado, porque estaba ahí, que por que no estaba con el resto de la familia, le respondí que hace poco había llegado que la llame desde afuera apenas llegue eso la tranquilizo un poco después le dije que me mandaron con los almuerzos para los dos y también el de su adorado tio para cuando llegara a eso de la 1pm por lo que venía desde la ciudad con el repuesto eso la tranquilizo pero se notaba extraña por lo ocurrido, le pregunte que si estaba bien me dijo que sí que solo era cansancio por estar nadando en el rio luego le ofrecí la comida que traía pero me dijo que mejor no que se sentía medio llena y no tenía hambre y como no después de que vi cómo se le comía la vergota se gastaba el tio y después se tragó una gran cantidad de leche este le surtió debía tener los intestinos llenos de semen del tio.
A eso de la 1pm llego el resto de la familia venían con las compras Diana disimulaba muy bien como si no hubiera hecho nada y con esa carita de niña buena y de inocencia que tiene a nadie se le pasaba por la cabeza que la niña se hubiera metido su buena fiesta en privado con su tio se portaba muy cariñosa conmigo afectuosa demostrándome el gran amor que decía sentir por mí, yo por mi parte trataba de disimular pero por dentro me sentía destrozado y humillado cada vez que miraba a Diana solo veía como se le entregaba al tio, las imágenes de como este la penetraba me causaban excitación y me ponía dura la polla la cual tenía que disimular para que no vieran mi erección cada rose que sentía de su piel sentía que me iba a venir a duras penas lograba resistir a eso de la 1:30pm apareció el tio la cara de Diana se ilumino se puso contenta de verlo y disimuladamente se miraban esta baja la cabeza cada vez que sus miradas se encontraban y le regalaba una tímida sonrisa yo por mi parte moría de celos y rabia, su tio cuando me miraba se burlaba de mi como si yo no me hubiera enterado de nada.

El resto del día paso se llegó la noche ya todos muy cansados se empezaron a retirar a sus habitaciones el tio Rodrigo se despidió de cada uno de los integrantes de la familia de penúltimo se despidió de Diana dándole un abrazo sintiendo todo ese delicioso cuerpo y mientras lo hacía me pareció que le murmuraba algo al oído por último se acercó a mi puso una mano a un costado de mi cara y con una sonrisa de desprecio y burlona me dijo que duermas bien Antonio hasta mañana, le respondí igualmente justo cuando se retiraba pude notar que en el pantalón se le estaba formando un bulto.

Todos se empezaron a retirar para ir a dormir Diana se despidió de mi me dio un suave beso en los labios diciéndome que me amaba yo le dije que igual que la amaba mucho y me hacía muy feliz el poder tenerla como novia.

Al llegar a la habitación e David ya estaba durmiendo en el camarote en la cama de abajo yo me subí a la de arriba e intente dormir, no podía dormir bien daba vueltas me despertaba estaba intranquilo me dieron ganas de ir al baño así que me levante con cuidado baje del camarote David se encontraba profundo me dirigí al baño descalzo luego de terminar baje a la cocina a tomar un poco de agua para tranquilizarme al bajar las escaleras la sala da al lado izquierdo y la cocina al lado derecho hacia el lado de la sala logre percibir una luz tenue así que me quede escondido tras las escalera escaleras me asome y pude ver una pequeña lámpara encendida sobre una mesita pequeña que está justo al lado del sofá y en el sofá o sorpresa estaba el tio Rodrigo desnudo y mi novia totalmente en pelota cabalgándolo como amazona podía ver como este le metía esa enorme polla mientras le agarraba esas nalgotas redondas que tiene con las dos manos y le dirigía el ritmo de la culiada mientras tanto mi novia con la cabeza hacia atrás gemía suavemente para que no la escucharan al ritmo de la follada que le estaban metiendo ofreciéndole ese par de tetas grandes a su tio para que se las chupara y se amamantara de ella en eso alcanzo a escuchar aaaaiiii tio me voy a venir otra vez que rico te siento aaaahh aaaaahhhh….
yo también me voy a venir putica exprímeme la verga como sabes aaaaa.
Ambos empezaron a venirse en un orgasmo que intentaban silenciar pude ver como escurría un líquido blanco por las enormes pelotas del tio y como estas se contraían en espasmos me di cuenta que está llenándole el coño a mi novia con litros de leche mientras esta se agitaba con cada surtida que le daba el tio.

Me llenaste toda siento toda tu leche dentro de mi aaaaa que sensación que rico como mi macho me llena….
a putica que rico es deslecharme dentro de ti nunca en mi vida había follado tan rico.

Aun con la verga adentro de ella toda morcillona se empezaron a besar el tio le metió la última manoseada a mi novia y le dijo pórtate como niña buena y límpiame la polla no quiero que tu tia se dé cuenta que estoy deslechado gracias a su sobrinita.
Diana descabalgo ese trozo de carne pude ver cómo le escurrían una gran cantidad de semen bajando por entre sus ricas piernas para luego arrodillarse y empezar a mamar esa morcilla que tiene el tio por verga la chupo con gran maestría tenía un talento natural para mamar vergas el tio solo gemía Diana se la dejo bien limpia pero no la soltaba hasta que le dijo ya putita golosa llevamos casi una hora follando y tú me sueltas la verga…perdón tio es que tu pipi está muy rico y tu leche sabe muy bien….
no te preocupes bebe que tu tio te va a seguir surtiendo tu lechita pero ya es hora de ir a dormir y pueden vernos ya encontraremos el momento para que te la pueda seguir metiendo….
bueno tio.

Diana se levantó con una sonrisa de niña inocente se puso su calzoncito así como estaba toda llena de leche luego un shorcito pequeño para dormir y después su camiseta amplia, yo mientras tanto subí las escaleras sin hacer ruido y me metí a mi habitación me subí al camarote me sentía traicionado, triste, con miedo totalmente confundido una lagrima salió de mi ojo y no aguante más baje mi pantaloneta y me empecé hacer una paja con desesperación estaba totalmente caliente no aguante mucho y me vine encima totalmente excitado y entregado a mis cuernos me guarde la polla me limpie la leche con mi ropa interior y lentamente me empecé a quedar dormido.

A todo esto Steven y Adrián me miran sorprendidos con una erección notable en sus pantalones mientras de reojo lograba ver a Leandro en su escondite agarrándose la polla.

Y eso que no les he terminado de contar como siguió el paseo.

Continuara….
?

  • : Esta es la historia mi ex y como nos hace unos completos cornudos lo que se contara a continuación gran parte es real otra la adorne un poco ustedes decidirán que creer, contaremos como detrás de esa apariencia de buena mujer dulce, recatada y hasta inocente hay una mujer que no se resiste a la tentación y al engaño de como una noche su actual pareja y sus antiguos novios y alguno que otro se enteran de las andanzas en diferentes etapas de la vida de Diana y como nos puso los cuernos y hasta logro humillarnos.
 

Relato erótico: “Cumpleaños inolvidable” (PUBLICADO POR PEDRO)

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no son dos sino tres2

imageEl fin de seman es el cumpleaños de mi prima, dejaran hacerlo en el chalet de sus padres, sin ningún adulto, dos amigas de mi prima se quedaran a dormir, Laura y Mercedes, la fiesta fue bien bebemos comemos algún bocadillo que compro en el mercadillo preparado, flirteo con sus amigas me gustaría follar con alguna de las dos, fue tal que se dejaron magrear las tetas el culo algún beso robado no sabía bien lo que pasaría loque al final de la fiesta me dicen

 –  Antonio te esperamos arriba en el cuarto

– te esperamos 

ellas marcharon me quede a recoger un poco comense a sentirme mal el alcohol hizo efecto, al subir al piso alguien me hablo no entendí nada nos abrazamos marchamos a un cuarto balanceándonos caímos a la cama no sé cómo, me dormí, unos susurros me despertaron, me besaba, me quito la ropa, me deje llevar, no había hecho algo como ahora lo hice, beso chupo su vagina, su flujo casi me ahoga , esperamos un poco, ella se subió encima de mi, dijo algo que no entendí, se penetro lentamente, nos besamos , nos amamos como nunca antes lo hice, no sólo fue una vez no recuerdo cuantas veces pero terminamos derrotados los dos felices, que damos dormidos unas terribles ganas de orinar me despertaron, marche al baño casi dormido, salí del baño al entrar a mi cuarto vi al hora en el móvil casi medio día, marche a bañarme,bajar a comer algo seguir recogiendo la casa junte tres bolsas de basura antes de llegar mis padres

– Antonio como fue todo

– bien no pasó nada 

– Buen día señor, señora 

eso dicen las amigas de mi prima, según colaboraron para hacer la comida, al rato bajo mi prima, comimos la vi diferente, Mama marchó a dejar a las amigas de mi prima, nosotros a nuestro chalet mi prima viene con nosotros, to fue normal el resto del fin de semana, comenzaron las clases en la facultad, cada uno marchó a su facultad, un mes después vino cuando mi madre no estaba salió a la compra era sábado 

 – Antonio tengo un mes de embarazo

 – habla con mi tía, de quién es 

 – cálculo que fue el día de mi cumpleaños, cuando encuentre a ese cabron …

 – también tienes culpa

 – estaba ebria, seguro esas dos me tierna alguien

  – no creo asegure las puertas

 – antes o después de dormir 

 – antes, que vas hacer 

 – conseguí una dirección donde hacen …

 – estas loca, busca otra solución 

llego mi madre colabore con la compra

  • : Mi prima cumple años hace una fiesta en el chalet, todo paso normal al marchar a dormir nose lo que pasó pero me follo a una tía que no sé quién sea al mes mi prima está preñada , cuando me entero mi cerebro dice que fui quien la preño, ella está tirada a la salida de una clínica de abortos, la llevo al doctor, nos castigan no volvemos hacer los mismos, hasta que ella me cuenta lo que pasó se lo digo que fui el cabron que la embarazó
 
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