Quantcast
Channel: PORNOGRAFO AFICIONADO
Viewing all 7967 articles
Browse latest View live

Relato erótico: “La infiel Diana y sus cornudos (Antonio) Parte 2” (PUBLICADO POR BOSTMUTRU)

$
0
0

TODO COMENZÓ POR UNA PARTIDA2Steven me miro sorprendido con inquietud preguntándome que más pudo haber pasado.

Sin título12El paseo no había terminado ahí le conteste lo que paso después me hizo entender que Diana no fue hecha para la fidelidad sino para el placer.

Volviendo a retomar la historia donde quedo, al día siguiente desperté no tenía ganas de levantarme de la cama me sentía deprimido sin voluntad tenía miedo de mirar a Diana a los ojos me sentía vulnerable ante ella tampoco quería ver al tío sentía rabia quería matarlo pero no podía me era extraño empecé a sentir como si me dominara y solo aceptaba que fuera el macho de mi novia además de el verlo como me lanza miradas burlonas de satisfacción por ser el primero en catar a mi deliciosa y rica novia.

Decidí levantarme eran la 8am ya algunos miembros de la familia se habían levantado desayune me di un baño eran las 9:30am ya casi todos se habían despertado los únicos que faltaban por despertar eran Diana y Rodrigo supongo porque estaban cansados por la trasnochada y todo el ejercicio físico del día anterior para confirmarme esto la esposa de Rodrigo comenta estando varias personas presentes en la sala.

—Rodrigo no quiere levantarse esta roncando intente despertarlo, pero me dice que se siente algo cansado que va a dormir otro rato para recargar energías.

Solo pensaba viejo hijo de puta me imagino que recargar energías para seguir cogiéndose a la sobrina, eso me hizo enojar salí un rato al jardín a despejarme un poco espere a que Diana se despertara lo hizo a eso del mediodía con la misma ropa sucia que se puso en la madrugada untada de semen seco en su entrepierna de cuando le lleno el coño Rodrigo, Diana saludo a la familia a mí me abrazo me dio un besito todo como si nunca hubiera pasado nada como si todo lo vivido el día anterior nunca paso sentí una falsa cama yo amaba esa mujer solo quería estar con ella, a los pocos minutos apareció el adorado tío con una gran sonrisa saludando a todos y por supuesto a mí me saludo con su típica risa burlona y con una mira que me decía me voy a seguir disfrutando a tu noviecita y hacerte un súper cornudo.

Ya estaban sirviendo el almuerzo todos nos empezamos sentar a la mesa cuando Rodrigo dijo que mejor se iba a dar un baño y bajaba a almorzar tomo rumbo al segundo piso para ir al baño, 5 minutos después Diana dijo también se iba a bañar y bajaba a almorzar y que después fuéramos al pueblo a dar una vuelta, la tía le dijo que usara el baño de la habitación principal ya que su tío estaría ocupando el otro a mí me dio una punzada en el estómago comí lo más rápido que pude a los 10 minutos termine inventando una excusa dije que iba por mi billetera que la deje en el cuarto cuando subí al segundo piso en silencio mire el cuarto de baño estaba vacío pero parecía como si alguien lo hubiera usado en el piso marcas de agua y el piso de la ducha estaba mojado observé el piso vi que las marcas de agua se dirigían a la habitación principal la puerta estaba cerrada pero sin seguro la abrí sin hacer ruido y empecé a escuchar jadeos casi imperceptibles el corazón se me empezó a arrugar me acerque a la puerta de baño que estaba entreabierta.

Lo que vi fue como si me clavaran una espina en el corazón mi dulce y rica novia estaba apoyada con sus manos sobre el lavamanos mirándose al espejo con una cara de puta perdida su cabello seco y trencitas de niña buena jadeando inclinada hacia adelante poniendo ese culote rico y apretado en pompa mientras detrás de ella su tío con el poco pelo que tiene en la cabeza mojado y la toalla en el suelo la penetraba a toda velocidad con ese pollon de 22cm que le habría ese coño que se encontraba todo baboso, chorreante agarrándola y apretándola de una de sus suaves y redondas nalgotas con una mano y con la otra se afianzaba y apretaba una de sus deliciosas, hinchadas, paradas y turgentes tetones, el ritmo que le imprimía al mete y saca era endiablado parecía que la quisiera acabar mientras Diana le decía:

—tío aaaahhh ya me aaayyy voy a venir aaaaaahhhh…

—no querías tu rapidin toma tu rapidin puta aaaaaa.

En eso Diana empezaba a tener un orgasmo brutal las ricas patas que se gasta le empezaban a temblar miré el reflejo del espejo y vi como sus ojos se empezaban a voltear dando sus últimos gemidos su tío solo le decía:

—aaaaa perrita que rico cuando te venís esa cuca me está apretando la verga en forma espasmódica que rico como le la exprimís.

Le fue sacando la verga y de ese coño empezaron a chorrear flujos que bajaban por sus suculentas piernas Diana se dio vuelta y cayo de rodillas frente a él.

—Sobrinita cuando te vienes te encharcas toda jejeje ven acá te doy tu premio.

Cogió su pollón y esta se lo empezó a chupar lo más rápido que pudo hasta que el lanzo un quejido ahogado y se empezó a venir dentro de la boca de mi chica ella no lo soltaba la mantenía dentro de su boca chupando y tragando semen yo solo veía como esos huevotes se contraían y movían en forma espasmódica cada vez que la surtía de un lechazo por el movimiento de sus huevas alcance a contar 8 lechazos que se tragó mi tierna novia, observo que apenas le sacan la polla de la boca se pasa la lengua por los labios saboreándose mirando fijamente a su macho en el acto tardaron como 10 minutos.

—Listo princesa ya te di tu ración con este rapidin ahora báñate rápido no vaya a subir alguien y nos vea además nos deben estar extrañando allá bajo sobre todo tu cornudo….

—Ay gracias tío por la rica lechita ya con esta cogidita me puedo aguantar las ganas de seguir cogiendo hasta la noche me bajaste la calentura que traía me voy a bañar rápido para ir con mi cornudin….

—No te preocupes mamacita rica que en la noche te doy tu otra tanda.

El viejo recogió la toalla del suelo mientras se la ponía en la cintura salí lo más rápido que pude cerrando la puerta con cuidado y apenas alcanzando a entrar a mi habitación y con la puerta entreabierta alcance a ver a ese viejo asqueroso entrar a su habitación para vestirse.

Yo en mi habitación detrás solo recordaba lo que acababa de ver y sobre todo la actitud de Diana que estaba toda hecha una puta que mantenía caliente tenia las hormonas a mil como si toda esa sexualidad reprimida que guardaba en su potente y delicioso cuerpo se hubiera desbordado y ya no la pudiera contener, no desaprovecha momento para bajarse la calentura con el tío y que además ya me empezaba a tratar de cornudin en ese momento tenía la polla tiesa me dolía de lo dura que estaba se me notaba el bulto pero ni modo no podía hacerme una paja para bajármela no me podía demorar así que tome mi billetera baje y decidí salir rápidamente hacia el jardín trasero para que no vieran la carpa que traía en mis pantalones, dirigiéndome a la salida que da al jardín trasero me encontré al primo de Diana, David que entraba a la casa vi que me miraba raro a los ojos y al bulto que me gastaba intente desviar la mirada salí rápido voltee y el seguía mirándome como extrañado pero siguió su rumbo hacia la sala yo me senté en unas sillas que habían afuera mirando hacia la casa y tenía una vista de su interior atreves de la puerta trasera y una ventanita, más tranquilo me arrepentí por permitir que el viejo se cogiera a mi novia me decía no voy a permitir que esto vuelva a ocurrir, 5 minutos después bajo el tío se sentó a comer pasado unos 10 minutos bajo Diana así que me acerque ya la erección se me había bajado cuando la vi se me empezó a parar la verga otra vez traía unos shorcitos blancos que le llega más arriba de medio muslo que le quedaba justico casi como una segunda piel que se le quiere meter entre las nalgas haciendo notar las formas de ese culote gordito y redondo que tiene de esos que si se ponen ropa interior negra seles nota como que se transparenta y claro que se notaba por que se le alcanzaba a ver que traía puesta una tanguita negra que se le perdía entre los cachetes también traía puesto una blusita negra de cuello en v que le quedaba ajustadita y le hacía ver las tetas gorditas hinchaditas bien puestecitas y le marcaba su figura de guitarra, en sus pies unas converse rojas con unas mediecitas tobilleras y para rematar todo esto sus tradicionales trencitas con sus dos mechoncitos al frente que adornan su carita de lolita de mirada inocente con una boquita de labios suaves que provocan comérsela y no fue el único que lo noto el viejo hijo de puta del tío no dejaba de mírale el chocho apretadito y el delicioso culo que se veía además de mirarle esas tetas hinchaditas que se le veían con esa blusita negra ajustadita que traía para el primo tampoco pasó desapercibida le miraba el chocho, el culo, las tetas con unas ganas de comérsela como lo hacía su padre.

Diana inocentemente como si nada con una actuación digna de un Oscar a la mejor actriz como si no se hubiera bajado la calentura en el baño con el tío haces solo unos minutos atrás se sienta en la mesa para empezar a comer y me dice:

—amorcito ven siéntate conmigo y me haces compañía mientras como…

—Claro amor.

Me senté a su lado en la mesa mientras el viejo triple hijo de puta me miraba burlonamente con una risita entre labios y movía la cabeza como negando, eso me lleno de rabia quería caerle a golpes pero seguía sintiendo esa impotencia, frustración el saber que ese viejo asqueroso, barrigón, grasoso y sudoroso se había convertido en el macho de mi novia y la había pervertido me excitaba me ponía súper caliente y me ponía la polla a mil debía reconocer que me ponía cachondo los cuernos que me estaba poniendo Diana ella a todo esto se dio cuenta de las expresiones de burla del viejo pero disimulo e hizo como si nada y empezó a comer, el viejo por su parte termino de comer levanto los platos y los llevo a la cocina después paso a la sala con la familia a ver televisión con los demás echándole una miradita esporádica a su rica sobrinita.

Diana solo comió la mitad de la comida dijo que no podía más y era obvio con la ración generosa de leche que le dio el tío, esas 8 descargas que le propino y que había acabado de tragarse la llenaron, Diana se levantó para llevar los platos y restos de comida y no tardaron ni un instante su tío y su primo en darle una mirada degenerada, perversa y sobarse disimuladamente la entrepierna, yo por mi parte también le di una miradita y me acomode la polla en el pantalón que se me estaba parando.

Diana volvió y pregunto a la familia que si nos íbamos al pueblo las tías le respondieron que sí que estaban esperando que la princesa está muy demorada se lo decían en forma de broma y se empezaron a reír ya el tío había reparado el carro el día anterior así que fuimos cómodamente.

Llegamos al pueblo al parque principal donde habían artesanías música se veía mucha gente que iba de paseo caminaba feliz de mano de mi novia entre la multitud lograba notar como varias personas no dejaban de ver lo rica que se veía Diana y me la morboseaban, caminamos toda la familia por entre los puestos de artesanías mirando curioseando las cosas que ofrecían ahí mientras el tío y su hijo aprovechaban para mirar y curiosear a mi novia como dos chacales asechando a su presa cuando parábamos en algún puesto donde había varias personas el tío aprovechaba para meterle mano disimuladamente a mi novia, ella se daba cuenta que la estaba manoseando y lo dejaba hacer disimulándolo muy bien en algunas ocasiones aprovechaba y le restregaba esa pollota morcillona que llevaba dentro del pantalón pasándosela por ese par de nalgas en algunas ocasiones apoyándosela y empujándosela por entre ellas de manera fugas para no despertar sospechas, yo también me daba cuenta de lo que le estaba haciendo el tío pero no era el único pude ver que David también se daba cuenta de que algo estaba pasando que su papito estaba aprovechando para manosear a conciencia a su prima y de que esta o parecía no enterarse o se estaba dejando tocar, la familia empezó a dispersarse por entre el parque yo aproveche para alejarla del tío disimuladamente veía desde lejos como la miraba ocasionalmente al igual que su primo.

Así pasamos la tarde caminado juntos de la mano besándonos diciendo cuanto nos queríamos me sentía feliz y enamorado y podía sentir lo mismo por parte de ella nos sentíamos muy cercanos en mi mente un pensamiento pasaba como me puede engañar y portarse como si nada yo sentía que me quería de verdad me pregunte y si intento algo con ella así que empecé a abrazarla a darle besos más apasionados ella me correspondía así que empecé acariciarla a intentar cogerle el culo y las tetas disimuladamente pero ella me detuvo me dijo que no, que no estaba lista me retiro las manos me dijo que le tuviera paciencia que ella me amaba y le gustaba cuando yo la trata como a una dama, me sentí desilusionado con rabia totalmente frustrado por que al tío si se le entregaba sin condiciones como una perra llena de lujuria era como dos persona conmigo era dulce amorosa por otro lado con el tío se comportaba de manera desatada lujuriosa deseosa sedienta de placer toda una puta, Diana vio mi desilusión y me dio un tierno apasionado y dulce beso en la boca pude sentir esa suave y delicada lengua que me hizo olvidar todo me dijo:

—amor vamos despacio no dudes de mi yo te amo solo dame tiempo sé que quieres estar conmigo, pero aun no estoy lista yo solo quiero construir una relación sólida y bonita contigo.

Solo la abrace le di un beso y le dije que esperaría lo que fuera necesaria que la amaba, sonreímos y seguimos caminando de la mano.

En un momento pasamos cerca de una farmacia me dijo que la esperara un momento afuera de ella que tenía dolor de cabeza que iba a comprar una pasta que ya volvía se demoró un poco alcance a ver que se guardaba una bolsita pequeña con lo que parecía unas pastas y las guardo en un bolsillito de su shorcito y salió le pregunte que si estaba bien me dijo que sí que ya se estaba sintiendo mejor y se le estaba pasando el dolor, le pregunte si había comprado unas pastas me dijo que sí que eran unas aspirinas por si volvía a sentirse mal ya iba a empezar anochecer así que nos reunimos con el resto de la familia y nos dirigimos de vuelta a la finca.

Ya en ella se empezó a preparar la comida las mujeres empezaron a preparar la comida Diana su madre y las tres tías entraron a la cocina que era algo pequeña apenas cabían se dividieron las tareas para terminar pronto por otro lado los demás nos quedamos en la sala viendo una película desde donde estaba podía verlas en la cocina.

En un momento Rodrigo dijo:

—que bien nos caería unas cervecitas mientras esta la comida —sus cuñados respondieron si claro buena idea a lo que Rodrigo respondió— no se preocupen voy por ellas a la nevera y las traigo todo con servicio completo jajaja eso sí solo para los mayores jejejeje —que en total éramos 5 los 4 tíos de Diana y yo.

Rodrigo se levantó me miro con una sonrisa se dirigió a la cocina cuando veo que pasa al lado de Diana observó que disimuladamente le empieza a pasar el bulto por las nalgas y a tocárselo rápidamente con una mano para seguir en dirección a la nevera para sacar tres cervezas y volver a pasar al lado de Diana quien disimuladamente pone el culo en pompa para que el tío la pase rastrillándole todo ese culo el tío al ver esto aprovecha le empieza a restregar el bulto y cuando lo tiene justo en medio de las nalgas le da una estocada disimulada y sigue su camino, las tías ni se dan cuenta por estar preparando la comida y estar todas hacia el mesón por otro lado en la sala todos estaban atentos a la televisión excepto David que disimuladamente alcanzo a ver toda la acción, al llegar a la sala tanto David como yo pudimos percatarnos del bulto morcillón que traía, los demás cuñados al verlo llegar recibieron las cervezas, le preguntaron la tuya y la de Antonio el en forma graciosa les dice:

—eee pero es que solo tengo dos manos ya voy por las dos que faltan.

Me miro con una sonrisa hipócrita y se dirigió de nuevo a la cocina pude ver que Diana al ver que su tiito adorado volvía de nuevo a la cocina se le dibujo una sonrisa en la cara y volvió aparar el culo en poma de manera disimulada, el tío aprovecho para meterle la mano en medio de esos dos cachetes rozarla nuevamente con su bulto y meterle otra estocada pasar a la nevera sacar las 2 cervezas y volver donde Diana que lo seguía esperando en la misma posición donde le rastrillo toda la polla y cuando la tenía nuevamente entre sus nalgas le metió su buena estocada todo esto nuevamente sin que nadie se enterara a excepción mía y nuevamente de David que disimuladamente vio todo y que empezaba a notársele un bulto en el pantalón cuando llego Rodrigo con las cervezas me entrego una con una pequeña risita pude notar que tenía ese bulto morcillón fue y se sentó sonriendo como si nada voltee a mirar a Diana y traía una sonrisa de oreja a oreja.

Las mujeres terminaron de cocinar, sirvieron comimos hablamos amenamente entre todos veíamos televisión y así paso el tiempo ya eran como las 10pm cuando la gente se empezó a despedir para ir a dormir así hasta las 11pm solo quedábamos Diana su mamá, el padrastro, Rodrigo su esposa y yo, Diana dijo que ya tenía sueño que se iba a dormir se despidió de todos se acercó me dio un beso en la mejilla y subió a su habitación unos instantes después los demás dijeron que tenían sueño y se retiraron a sus habitaciones igual que yo, llegue a ella me puse ropa más cómoda para dormir David ya estaba dormido así que subí al camarote no quería dormirme porque sabía que cuando todos durmieran habría función, por un lado quería estar equivocado y que nada pasara por otro solo quería ver a Diana como esa diosa del sexo en la que estaba convertida quería verla engañándome poniéndome los cuernos mientras me masturbara placenteramente así que espere dieron las 12, 12:30, 1am y no escuchaba nada anormal, me quede dormido un pequeño lapso y desperté a la 1:50am con ganas de orinar salí con cuidado de no despertar a David fui al baño al salir me fije que la puerta de la habitación de Diana entreabierta me asome y no la vi en su cama así que con cuidado baje por las escaleras y me quede escondido en ellas detrás de la pared que da a la sala.

La vi ahí sobre el sofá completa mente desnuda con sus manos apoyadas en el respaldo a cuatro patas arqueando la espalda hacia abajo sacando el culo mientras el tío la tenía agarrada fuertemente de la cintura con sus manos enterrándole esa pollota por esa vagina empapada que se estiraba y se abría con cada embestida que le daba a buen ritmo, ese par de tetas gorditas y jugosas con los pezones hinchadísimos que parecían que le fueran a estallar se movían armoniosamente con la clavada que le propinaban, gemían y hablaban suavemente para no ser descubiertos….

—Aaaahhh aaahhh tiiioo me tuviste caaalienteee todooo eeel diiiaa que manocedaaa mee meetiis te no aguaantabaa las gaanas dee volver haaa coogerr fue unaa tortura laa esperaaa nooo podiaa aguantaarr maaass tiempo aaaahh que riicoo….

—Yo tampoco podía aguantar princesa como te vestiste de rica hoy con ese shorcito y como se te veían las tetas sentía que se me iban a explotar los huevos aaaahh que rica estas sobrinitaaaa.

Por mi parte ya tenía la pija afuera totalmente parada haciéndome una deliciosa paja mirando lo rico que se cogían a mi novia, disfrutando del espectáculo.

—En laa tarde paasee por una farmaciaaa para tomaar me laa pildoraa del diia deespuees yyy compraarr antiiconceptivoos yaa mee lo tomee paraa que te me puedaaas veniirr a guustooo aaaahhh siiin riesgo de quee me puedaaas preñar aaaahhh me voy a venirrr aaahhh….

—Aaaa bebe que rico como te venís se siente muy rico como aprieta y me mojas la polla uuufff.

Rodrigo le saco la pija a su sobrina la volteó le abrió las piernas las puso en sus hombros y le dejo ir entero esos 22cm hasta que sus bolas chocaron con sus nalgas, pude ver como mi pobre Diana puso sus manos en su boca para ahogar el grito mientras el tío le metía ese miembro a toda velocidad con todas sus fuerzas y ella controlándose para no gritar empezaba a gemir suavemente….

—Aaaahh mi putica te voy a llenar toda ojalá te deje preñada mi amor las perras como tu deben estar preñadas aaahhh siiii.

Mientras el tío le seguía dando Diana esta tomo sus buenas tetas hinchadas con ambas manos como ofreciéndoselas este no perdió tiempo y se las empezó a chupar con mucha fuerza como queriéndole arrancar los pezones como si dieran leche y se quisiera amamantar de manera desesperada y empezó acelerar las embestidas hasta que le empezó a dar clavadas profundas y dejarle bien adentro los 22cm ese par de huevotes se empezaron a mover solos como con vida propia la vagina de Diana toda abierta empezar a tener espasmos el viejo solo ahogo un grito y entrecortado le dijo me vengo puta toma mi semen en tus entrañas….

—Me vine también tiioo siento tu leche en mis entrañas….

—Lo siento puta siento como se mueve tu vagina con mi verga adentro como la aprieta aaaa que puta más caliente.

Yo por mi parte estaba lanzando leche mientras veía como esos huevos se seguían moviendo con ese pene dentro de la vagina que estaba escurriendo toda, después de ese placer pensé ese viejo asqueroso me la está preñando uuff ojalá funcionen esas pastas y no me la vaya a dejar barrigona.

En el sofá Diana quedo desmadejada se veía agotada inerte como en trance con ese viejo encima que no le sacaba la verga mientras la besaba le pasaba la lengua por la mejilla se la metía en la boca le cogía las tetas se las chupaba se las estiraba hacía con ellas todo lo que le daba la gana hasta que se cansó de jugar con ellas después de un tiempo se las soltó y le saco la polla ya toda morcillona tomo sus calzoncillos y una pantaloneta que usaba para dormir y se los puso le dio una sonrisa le dijo puta y tomo camino hacia su habitación dejándola con esas deliciosas piernas abiertas chorreando semen que le brotaba de su coñito abierto y caía al, suelo las tetas todas hinchadas con marcas de chupetones colorados todas babeadas su cuerpo todo sudado y en su cara una mirada perdida con una sonrisa dibujada.

Rápidamente antes de que me viera el viejo me subí la pantaloneta todo untado de semen corrí y me metí en mi habitación con cuidado me asome Rodrigo entro al baño salió y entro después a su habitación yo salí nuevamente base y me asome con cuidado diana seguía en el sofá tirada con las patas abiertas recuperándose luego se arrodillo enfrente de los goterones de semen que había en el suelo se inclinó y los lamio con su lengüita como una perrita luego tomo su calzoncito limpio el untadito que quedaba después se paró y se lo puso toda untada y llena de leche luego el shorcito pequeño que usa para dormir y su blusita volví rápidamente a mi habitación la vi pasar caminando con pesadez desde la puerta entreabierta cerré la puerta y me subí al camarote no pude aguantar más y me masturbe nuevamente estaba tan caliente que no me demore nada después de eso perdí la conciencia y caí dormido.

Al día siguiente desperté totalmente arrepentido por no detener a ese viejo pervertido y dejar que me cogiera a mi novia me había dicho que no lo iba a volver a permitir pero sucedió me sentía muy mal me lo volví a repetir, no voy a dejar que me la vuelva a coger, David ya no estaba en la habitación, recordé como Dianita me puso los cuernos me sentía como un estúpido sobre todo por creerle el cuento del dolor de cabeza la muy perra solo fue a comprar sus anticonceptivos para poder seguir follando a gusto con el tío sin que este usara condón y para que le rellenara las entrañas como a ella le encantaba, mi noviecita y ese viejo se la estaban pasando muy bien en el pase yo por mi parte totalmente confundido me sentía mal temeroso herido pero la excitación era mucho mayor que todo eso y me gustaba sentirme así viéndola follar y adornándome la cabeza con unos cuernos que cada día crecían más me estaba volviendo adicto a eso.

Decidí salir de la cama eran como las 10 am naturalmente Diana y el tío seguían durmiendo supongo que se levantarían al medio día la nueva novedad era que temprano en la mañana el esposo de la tía de Diana dueña de la finca había recibido una llamada de que su padre se había enfermado y que estaba en el hospital tiempo después me entere que se recuperó y salió del hospital pero en ese momento decidieron salir de emergencia a la ciudad su tía, su esposo y la hija de ellos así que dejo encargadas a sus hermanas que cuidaran la casa para que se quedaran el tiempo que quisieran así que se despidieron y se fueron yo desayune me fui a bañar mientras lo hacía pensé en lo rica que esta Dianita me desleche me vestí conviví un rato con la familia con el suegro y la suegrita David como siempre indiferente creo que no la estaba pasando bien en el paseo, paso el tiempo la mamá y las tías de Diana se pusieron hacer el almuerzo las niñas en el jardín y los hombres en la sala viendo películas y hablando al medio día bajo Diana saludo a todos me saludo a mi cariñosamente con un beso, la mamá le dijo:

—hija sí que está durmiendo mucho está enferma o que.

Diana de lo más serena le responde:

—no es que el clima esta lo mas de rico para dormir no provoca salir de la cama…

—vea más bien vaya báñese que ya casi voy a servir…

—bueno mamá.

Y subió en eso bajaba Rodrigo se cruzaron en el camino, pero ella siguió derecho, saludo a todos por supuesto a mí de forma irónica en eso su esposa le dice:

—otro dormilón que le está pasando amor no será que no está durmiendo en las noches y se está acostando tarde voy a tener que ponerle cuidado a ver qué es lo que le está pasando….

—Jajajaja nada mi amor es que tengo que aprovechar las vacaciones para poder descansar todo lo que pueda….

—Hmm voy a tener que estar pendiente a ver en la noche para que se duerma tempranito…

—bueno amor más bien me voy a bañar…

—Diana acabo de subir a bañarse métase al baño de la habitación principal ya le llevo la ropa…

—bueno cariño.

El viejo se le vio desilusionado por que no iba a poder hacer lo mismo de ayer las cosas se complicaban y sobre todo su mujer iba a estar más pendiente en la noche así que fue a bañarse y la esposa fue detrás le preparo la ropa y se la entrego.

10 minutos después bajo Diana con unos jeans que le contorneaban su lindas y provocativas piernas, dejaban ver un par de nalga bonitas y redondas una camiseta blanca con un estampado de Mickey mouse que permitía divisar una hermosa figura unos tenis y sus tradicionales colitas 10 minutos después bajo Rodrigo justo cuando empezaron a servir el almuerzo mientras comíamos la mamá de Diana comentó:

—pienso que lo mejor sería acortar el paseo e irnos….

—No mamá yo todavía me quiero quedar un más tiempo, —lo decía intentado disimular la preocupación de no tener más tiempo de estar con el tío….

—Pero hija con eso de que el suegro de mi hermana está en el hospital no está como bien… —si respondieron las tías.

—Ha no sabía mamá…

—si hija pienso deberíamos quedarnos el hasta todo el día de mañana y al siguiente día después de almuerzo volver a la ciudad ustedes que piensan….

—Si nos parece bien —estuvimos todos de acuerdo.

Terminamos de comer decidimos salir a caminar para pasar aprovechar y conocer por un sendero muy bonito con toda la familia habían árboles se podía divisar un hermoso paisaje empezó anochecer decidimos volver al pueblo para comer fuera y vivir el ambiente nocturno, comimos y dimos vueltas por ahí había mucha gente bebiendo en el parque escuchando música el ambiente muy vivo y con tanta distracción y ruido el tío Rodrigo empezó hablarle a Diana casi no podía escucharlos por la algarabía y la música a alto volumen pero alcance a escuchar que esa noche no podían hacer nada porque su esposa lo iba a tener vigilado sospechaba que no estaba durmiendo, Diana como resignada acepto y pasamos el tiempo tomando cervecitas para los más grandes y refrescos o algún snack para los más jóvenes paso el tiempo eran como las 10pm y mientras todo ese tiempo pasaba y con toda la gente, el ambiente jovial Rodrigo su tío querido aprovechaba para apretarle las nalgas David vio lo que hacía su padre y en una de las ocasiones Diana se dio cuenta de que los había visto se puso colorada e intento disimular que no pasaba nada, David viendo la actitud de su padre y la de prima que se lo permitía se envalentono y cuando podía entre la multitud le empezaba a sobar el culo le metía la mano entre los glúteos y se los apretaba sin ningún pudor Diana solo callaba e intentaba disimular para que ni su tío que en ese momento estaba ocupado con su esposa, ni nadie más se diera cuenta de lo que le estaba haciendo el primo, yo por mi parte me hacia el que no me daba cuenta de nada y la abrazaba, ya la familia empezó decir que se estaba haciendo tarde que mejor nos fuéramos para la finca estuvimos de acuerdo pero en esas Diana dice que tenía que ir al baño que no creía aguantar le pregunte que si la acompañaba me dijo que no que tranquilo que iba a entrar a un bar que estaba al frente de donde estábamos y se podía ver a simple vista que la esperáramos que no se iba a demorar en esas el primo David dice que también quería ir veo que los dos cogen rumbo hacia el bar y entre la multitud justo antes de entrar al bar veo que David le manda una nalgada fuerte que sorprende a Diana y le hace dar un brinquito ella no alcanza a reaccionar cuando su primo la empuja al interior del establecimiento, yo me quede en shock con una punzada en el estómago y una sensación de inseguridad que me recorría el cuerpo.

Rápidamente dije que iba por un poco de agua y me encamine hacia el bar entre y a la persona que atiende le pedí un botella con agua y le pregunte donde estaban los baños me entre la botella y me señalo un pasillo al fondo al costado izquierdo del establecimiento le pague y me dirigí con el corazón en la mano hacia los baños al llegar a la mitad del pasillo habían dos puertas una al lado de la otra cada una con la identificación de hombres y mujeres, el pasillo seguía unos 2 m. y giraba hacia la derecha entre al de hombres y estaba vacío, me ya se me estaba saliendo el corazón decidí mirar en el de mujeres me asome con cuidado de que nadie me viera, mi sorpresa estaba vacío también me preguntaba dónde estaban si los vi entrar al bar, recordé que el pasillo daba un giro salí voltee por el pasillo seguía 5 m. a una habitación oscura con la puerta abierta en medio del pasillo habían cajas con mercancía para el bar seguí sin hacer ruido me asome con cuidado era un cuarto pequeño que usaban como almacén sin iluminación la única luz que había era la de la luna que entraba por una ventanita que daba sobre unas cajas y sobre ellas se encontraba mi novia inclinada hacia adelante totalmente apoyada en las tetas, el abdomen y la cara con las manos al lado de su cara, el primo la tenía sacando el culo de pie con el jean y el calzoncito a medio muslo y las piernas a todo lo que el jean le permitía abrirlas mostrando ese culote esas nalgotas bien paradas desde atrás se le podía ver como se le brotaba ese coño gordito y humedecido, David a diferencia de su padre tenía un cuerpo atlético su rostro no era tan desagradable como el de su padre cabello corto casi a ras estilo reguetonero aproximadamente 1.70mts este la sujetaba de la cara con su mano izquierda haciéndole presión contra las cajas no la dejaba levantar él se empezaba a desabrochar el cinturón desabotonarse el pantalón y bajárselo a medio muslo junto con su ropa interior al ver eso me escondí detrás de unas cajas que estaban al lado de la puerta.

Diana le decía:

—David primo no lo haga.

Mientras le apuntaba con su mano derecha una polla grande como de 19 cm. gruesa como la del papá llena de venas y con unos huevos casi igual de grandes que los de su progenitor lentamente se la fue hundiendo en la cuquita esta se empezó abrir a todo lo que le daba gracias a las cogidas que le metía el tío esta se adaptó rápidamente a su nuevo inquilino y se empezó a empapar toda, David al notar lo mojada que estaba esa jugosa y apretadita chochita y como lo recibió sin problemas la empezó a bombear rápidamente le cogió con su mano derecha su nalga derecha se la empezó apretar para después comenzar a repartirle nalgadas fuertes en todo ese culo mientras no paraba de bombearla y golpearla Diana solo gemía resistiendo el maltrato, las nalgas se le empezaron a poner coloradas Diana ya no protestaba solo gemía placenteramente.

—aaaaahhhh David me estás dando muy duro aaaahh me estas volviendo mierda aaahhh no pares aaaahh queee riiicooooo me vas haceeer orinaaaarr.

Así la tuvo 5 minutos y se la saco pude verle la vergota hinchada y dura como el acero toda mojada de los jugos de Diana y el coñito de mi novia chorreando, abierto y todo babeado, su culote todo rojo en esas nalgotas todas redonditas se le podía ver que le quedaron marcadas la palma de la mano yo tenía una erección tremenda me dolía la verga estaba a punto de reventar casi me vengo de ver el trato que le dio David a mi tierna novia esa sensación de miedo incertidumbre y excitación por ser cornudo nuevamente me tenía caliente.

Diana quedo tirada sobre las cajas ofreciendo el culo, David empezó a su subirse la ropa interior y el pantalón e intentarse acodar esa vergota adentro como podía Diana levanto la cabeza y le pregunto:

—por qué paras sígueme cogiendo.

David solo la miro y le dijo:

—jajaja puta nalgona esto solo fue una probadita de lo que te espera, cuando todos estén dormidos te voy a dar la cogida que te mereces eso por andar ahí de ofrecida y calienta pollas poniéndole el culo y dejándote manosear de mi papá….

—Tú me viste….

—Claro que si grandísima puta, vi cómo le parabas el culo en la cocina mientras nadie veía y él te metía mano y te restregaba toda esa polla, ahora arréglate que nos están esperando jejeje si supiera Antonio la zorra que tiene por novia….

—No le digas por favor….

—Claro que no porque a cambio te voy a seguir usando a mi gusto.

Volvió a pasar pensé estoy permitiendo que me la vuelvan a coger y peor aún ahora era su primo no puedo dejar que pase de nuevo me decía, pero no hacía nada no tenía las fuerzas para detenerlo tenía miedo de perderla y que pensara que era poco hombre por haberlo permitido.

En esas se dio vuelta para salir, yo corrí a toda velocidad con la verga parada y un dolor en los huevos de no poderme venir solo alcance a entrar al baño de mujeres que por suerte estaba vacío David paso cuando salió del pasillo salí lo más rápido que pude para que Diana no me alcanzara a ver aproveche mientras se acomodaba la ropa, David iba como a 6 m. delante de mi justo cuando llega a la entrada del bar un viejo como de 60 años con cara de pervertido le dice:

—que buena nalgada le metiste a esa zorra se la merece por tener esa carita de niña buena, estar tan rica y andar parando vergas por ahí.

David solo le sonrió perversamente y siguió adonde estaba el resto de la familia yo llegue un ínstate después con la botella de agua y Diana llego como a los 5 minutos diciendo que el baño estaba lleno, tremenda puta falsa que tengo por novia pensaba al mirarla con una sonrisa llena de amor.

Llegamos a la finca a eso de las 10:30pm cansados así que empezamos a despedirnos para ir a dormir todo muy normal, David se cambió de ropa solo uso una pantaloneta para dormir y se acostó en la cama para dormir yo también me cambie subí al camarote solo espere a ver qué ocurría disimulando dormir paso el tiempo ya tenía mucho sueño a eso de las 12:30am se abrió la puerta alcance a reconocer que era Diana que entraba a la habitación con su pequeño shorcito y una camisetica blanca se dirigió con cuidado hacia el camarote miro hacia mí para asegurase de que dormía, cerré los ojos y me hice el dormido después se sentó en la cama de abajo y empezó a susurrarle a David.

—Primo despierta ya estoy lista te estoy esperando….

—Hmm a hola putica ya estas listica eeh ven toma chúpame la polla.

Yo no podía ver, pero empecé a escuchar los sonidos de la boca de mi novia de chupadas que le propinaba al miembro de su primo quien gemía sin hacer mucho ruido….

—Uff que rico lo chupas como una profesional, quien iba a pensar que mi primita la niña de la casa tuviera tanto vicio….

—Que rico sabe tu pipi primo casi no me cabe en la boca….

—Degústala cerdita que es toda para ti….

—Hmmm hmmm gracias.

Así estuvieron un ratico hasta que Diana le susurro….

—Ven mejor vamos a otra parte que Antonio nos puede ver….

—Ok tiene razón no vaya a ser que el cornudo nos dañe la fiesta.

Se levantaron David iba con sus 19cm de barra gruesa, venosa junto con sus enormes pelotas afuera de la pantaloneta dirigiéndose hacia la salida mientras Diana le agarraba esa barra de carne con una mano halándola dirigiendo el camino, después de que salieron los seguí con cuidado al llegar abajo David le pregunto….

—En donde lo hacemos….

—Mejor vamos afuera por la puerta de atrás.

Diana lo arrastro agarrándolo de la polla y se lo llevo a la parte de atrás de la casa volteo por una esquina yo los seguí y me quede observando detrás de esa esquina, ahí Diana se arrodillo y le empezó a chupar la polla al primo este empezó a gemir de placer, la miraba con sus manos acariciaba su linda carita las empezó a llevar atrás de su cabeza tomo sus trencitas y empezó a mover su pelvis adelante y atrás fue cogiendo buen ritmo a mi pobre novia le estaban empezando a follar la boca violentamente la pobre solo aguantaba las embestía podía ver como se le empezaba a chorrear las babas de la boca y bajaban por su cuello….

—Siiii puta que buena eres que profesional te la tragas toda no sabía que fueras tan experimentada aaaahhh que rico aaaahhh mámamela toda puta uff ojalá estuviera tu novio aquí para que se llenara de orgullo viendo lo puta y lo buena mamona que eres aaaahhh me vas hacer venir jajajaja.

Mi dulce novia no podía hacer nada simplemente recibir verga.

Después de un rato David paro y le saco la verga toda babeada, Diana intentaba recuperar el aliento ahí arrodillada con el miembro del primo sobre la cara este le dijo:

—y que estás ahí termíname de bajar la pantaloneta y la ropa interior también quítate toda la ropa.

Diana sumisamente se la quitó y lo dejo desnudo después se levantó se quitó el shorcito con sus calzoncitos luego su blusita dejando ver ese par de tetas grandecitas todas hinchadas con esos pezones rosados delicioso.

Al ver eso David se las agarro y las apretó con ambas manos mientras Diana lanzaba suaves quejidos….

—Ahora si puta primita hora de probar a que sabes por qué te vez deliciosa.

La empujo contra la pared de la casa y le comenzó a chupar ese par de tetas como desesperado, las apretaba, las chupaba duro les pasaba la lengua por todo ese par de ubres les lamia esos pezones que estaban en punta todos brotado dándoles pequeños mordiscos y succionándolos como queriendo sacarles leche por ese par de teteros, se estaba amamantando a gusto.

Diana se quejaba gemía era doloroso y placentero para ella solo le decía….

—Aaaayyy aaayyy toomalaas sooon tuyaaass para aaahhh queee te alimeeentes biiiien aaaahh aaayyyy que ricooo primitooohh me vooyy a venir de solooohhh chuparme laaass tetaaas.

Acto seguido empezó a tener un espasmo y el chochito le empezó a escurrir por suerte la tenían contra la pared que le impidió caerse.

—Uufff primita que orgásmica eres mira cómo te viniste estas muy rica esas tetas saben deliciosas ojalá dieran leche ahora me pregunto a qué sabe ese coño mojado y apretadito que tienes.

David se agacho le abrió esas suculentas piernas y con hambre le metió la boca en el coño se lo empezó a comer le metía la lengua en esa vagina que estaba aguada se la pasaba por el clítoris, la recorría toda le chupaba el clítoris le succionaba los labios que ya los tenia colorados e inflamados, mi novia solo apretaba la cabeza de su primo contra su coño gemía se quejaba intentando contener los gritos que le provocaba estaba totalmente entregada solo sentía placer y quería más.

David la soltó y le ordeno….

—Voltéate puta apoya las manos contra la pared y parame ese culote que te mandas que te la voy a clavar.

Diana como buena niña que siempre ha sido obediente acato la orden al instante, David le metió una nalgada la reacomodo le arqueo la cintura poniendo ese rico culo en pompa le dirigió esos 19cm gruesos y sin compasión se los dejo ir todos hasta el fondo solo veía como esos huevotes chocaron contra ella de manera violenta fue lo único que le quedo a fuera, la cara de mi noviecita era un poema mirando al cielo sin poder respira con los ojos perdidos totalmente en blanco y la boca abierta a todo lo que da pero sin emitir ningún sonido.

David empezó a decirle….

—Aaaaahhh primita que apretadita estas como me masajeas la polla con ese coño.

Puso sus manos en las caderas de ese hermoso angelito que tenía clavado y la empezó a bombear a un ritmo prudencial disfrutando del rose que le daban las paredes apretadas de la vagina de la prima quien en ese momento recobro la conciencia comenzando a gemir….

—Aaaaahhh primito querido aaahhh que rico aaahhh se sienteee, siento como seee aaaahhh frotaaaa todaaaa esa vergotaaa dentro de miiiii aaaahhhh te quiero mucho primitooo aaahhh.

Siguieron en una sinfonía de gemidos entre los dos y disfrutando el uno del otro de esa magnífica cogida.

Yo ya tenía la polla afuera haciéndome una placentera paja estaba sudando súper caliente.

Estuvieron un buen rato en esa pose hasta que David se la saco la volteo puso esas apetecibles piernas de Diana alrededor de su cintura la cogió de ese espectacular par de nalgas la levanto se las apretó y dejo caer a su prima sobre esa polla parada que encontró camino a esa babosa y apretada vagina, Diana al sentir a ese enorme invasor se abrazó desesperada a su primo que la apoyo contra la pared y la empezó a bombear subiéndola de arriba a abajo con buen ritmo le estuvo dando un buen tiempo donde le empezó acelerar las embestidas ambos gemían se miraron se empezaron a besar con pasión jugaban con sus lenguas mientras cogían a un ritmo acelerado, yo me seguía masturbando como loco con las huevas a punto de reventar.

David desmonto a su prima se acostó en el suelo se cogió la polla con la mano dejándola vertical y le dijo a mi novia….

—Ven móntate y cabálgala a tu gusto.

Que obediente es paso una pierna por sobre David comenzó a bajar metiéndose centímetro a centímetro de verga hasta quedar arrodillada sobre su familiar y quedar clavada por 19cm de carne gorda y dura se arqueo toda hacia adelante dejándole ofrecidas ese par de tetas grandes hinchadas con los pezones rosaditos brotados y parados, David los cogió y los apretó con ambas manos mientras mi amorcito lo empezaba a cabalgar solo gemía y saltaba a gusto tenía una gran sonrisa en su cara era feliz como niña buena con juguete nuevo, ese hermoso par de tetas solo brincaban al ritmo que le ponía en la cabalgada que iba de fuerte a suave en ocasiones se dejaba caer y se restregaba con toda esa polla adentró haciendo movimientos circulares simplemente gozaba plenamente.

Nuevamente David la descabalgo y le ordeno acostarse en el suelo y abrirle esas piernas.

Que obediente es pensaba al instante ya estaba boca arriba con las piernas abiertas David cogió ese par de patas se las puso en los hombros y le metió toda la polla le empezó a dar muy duro sin descanso estuvo así 5 min Diana tenía los ojos al revés su mirada desorbitada con la boca abierta gimiendo sudada como sin voluntad cuando David dijo….

—Que me estás haciendo me estas apretando la polla con ese coñote que te mandas, me vas hacer venir me vas a sacar la leche siento como si me succionara la verga no aguanto más me vengo.

David empezó a gemir y a llenarle el coño a mi novia que tenía espasmos cada vez que su primo le descargaba un lechazo en el coño yo solo veía esa verga clavada en la cuquita hinchada de mi novia y como que no aguantaba tanta leche adentro que se le empezaba a salir por entre la vagina y el pene que tenía clavado y que el primo no le sacaba le estaba dando sus últimas surtidas, al ver eso no aguante más y descargue grandes chorros de leche contra la pared de la casa me vine brutalmente sentí demasiado placer.

David cayó encima de su prima y se quedó ahí con la polla adentro un rato todos sudados después se la saco Diana toda tirada y sin fuerzas le sonrió.

David le dijo….

—Primita párate que hay que volver a las habitaciones que nos pueden ver, ojalá tu novio estuviera aquí para ver lo buena que eres en la cama.

La tomo la ayudo a levantarse ahí desnudos los dos y viendo lo rica que estaba su prima la tomo y le empezó a meter un morreo e a besarla apasionadamente le sobaba el culo le apretaba las tetas le besaba el cuello mi novia lo complacía y se dejaba lo besaba y le acariciaba esa polla morcillona untada de semen y sus flujos se agacho se la limpio con la lengua, la chupo tragándose todo dejándola limpia, toda la faena en total duro como media hora.

Se empezaron a vestir yo me subí la pantaloneta y salí rápido a la habitación me hice el dormido un rato después llego David pensando que estaba dormido dijo suavemente….

—Si supieras la tremenda puta que te conseguiste de novia.

Y se acostó en la cama exhausto, al escuchar ese comentario se me empezó a parar la polla no resistí y en la oscuridad me la saque con cuidado de que no se diera cuenta David me empecé a pajear y a los 3 minutos ya me venía termine cansado de tanto placer a eso de la 1:10am simplemente me dormí.

Todos mis escuchas estaban sorprendidos por lo que les contaba Steven, Adrián y Leandro desde su escondite.

Steven: Uufff mi mujercita sí que le encanto el sexo desde un principio.

Antonio: si la pobre se volvió adicta desde que el tío la desvirgo ya no podía vivir sin sentir placer.

Steven: con razón están candente en la cama y no resistió el serme fiel tenía que calmar sus instintos.

Adrián: con razón me puso los cuernos a mí también.

Antonio: si el tío la hizo adicta.

Steven: no como me dice eso voy a tener que tener cuidado con el tío y el primo para que no me la vayan a coger otra vez.

Antonio: con el tío y con el primo hmm no solamente de ellos vas a tener que cuidarla el peligro está más cerca de lo que crees.

Steven: que quieres decir con eso.

Antonio: Déjame que te termine de contar si quieres, esto todavía no ha terminado.

Steven: no puede ser, si termíname de contar no me dejes con la inquietud.

Lo decía con preocupación en su mirada y un bulto en sus pantalones.

Continuará….

Recibo críticas y comentarios.

  • : Steven me miró sorprendido con inquietud preguntándome que más pudo haber pasado.
 

Relato erótico: “El viaje del adios” (PUBLICADO POR PEDRO)

$
0
0

 

TODO COMENZÓ POR UNA PARTIDA2

imageHace cinco años me casé con Lucia recién salidos de la facultad ella tuvo un retraso en su periodo, sus padres y los míos estudiaron en colegios de educación estricta a la antigua, se hacían la ilusión de ser abuelos, trabajamos en una empresa internacional con matriz en U.S.A salimos de paseo un viernes después de trabajar por el Caribe solo era el fin de semana no recuerdo cuantos marchamos, le sentó mal la comida enlatada a Lucia no salimos del cuarto por dos días, fue cuando se apagaron las luces escuche ruido de tormenta no recuerdo más, al despertar llame a mi esposa

 – Lucía donde estás 

una patada que acertó en mi estómago me confirmó donde, logre quitar lo que me tenía atrapado igual a mi esposa, al salir de eso que parecía una lata, eso fue lo que era una lata de dos piezas fue cuando escuchamos 

 – auxilio

alguien gritó en el otro palazo del barco lo que fue del barco, logramos sacarla, era una tía caminamos a la playa me pareció una isla pequeña para un barco, grande para nosotros tres, cuando me a brazo

 – Antonio que significa esto

– no sé que se piensa ella 

 – Antonio no te acuerdas ” Paula ” éramos novios al comenzar la facultad

 – no me acuerdo pero de eso tiempo paso

 – me puedes decir de qué habla 

 – una amiga del Instituto, te presento a Paula, Lucía mi esposa 

 – te volviste loco prometimos no casarnos 

 – creo que mejor busca comida donde dormir

regreso al pedazo de barco que nos trajo a la isla , encuentro comida en lata en ambos lugares que eran los camarotes, me adentro en la isla encuentro restos de acentamientos humanos una choza algo deteriorada nada serio la reparo, trabajo en equipo hacemos, cenamos, dormimos en amacas, en la mañana

 – Antonio busca algo de comer las latas no duraran

cuando crío mi abuela me llevó a los niños exploradores aprendí muchas cosas, creí que nunca utilizaría, atrapo peces con una red que hice, en cuento algunas herramientas un machete creo, unos árboles frutales que alguien sembró antes de nuestra llegada, sobrevivimos una semana en la siguiente no sé qué día tampoco una fecha exacta escucho que grita Lucía a todo lo que puede

 – Antonio 

cojo el machete salgo corriendo a buscar por qué grita, es un tío un mulato o de África no sé hasta dónde nos mandó el tornado…

 – Que dice, este tío  – solo emite sonidos pero entiende lo que hablamos

  – algo escribe en la arena 

mi nombre es Murphi vivo en el otro lado de la isla 

 – podríamos visitarlo

no me di cuenta que usa tapa rabo se le salía la pinga por un lado, Paula creo que se dio cuenta, Lucía no lo miraba

 – Murphi no usas ropa 

se acomoda la polla, nos hace una seña para seguirlo, entre la maleza nos pasamos es algo como un camino que está cubierto, lo despejó poco a poco, llegamos a su choza, trata de hablar un idioma me parece Africano, una tía mulata sale, atrás otra más joven atrás un crío que corre a braza a Murphi

 – quienes son ellos 

 – nuestro barco se accidentó hace unas semanas 

 – por aquí no pasa ruta de barcos, pasa lejos cada tres meses

 –  ” tres meses ” 

cuando nos dimos cuenta Murphi folla a la otra tía como si fuera el último día, ambos mulatos la luz permitía como esa barra de carne entraba salía de la entrada del placer de esa mujer la cual lo disfrutaba gimiendo sin ningún recato por estar nosotros presentes

 – ella quien es 

– mi hija, como no tenemos más macho, Murphi la folla

– si la embaraza

 – desde que nació Murphi mi hijo, no me preña, por más que follamos, menos a Michel

  – no tiene problemas de celos 

  – él es tu macho, preguntas cosas bobas, me gustaría me follara tu macho, tener crios, Michel sea madre  

 – no él es mi esposo

 – seguro el bobo de Murphi los invito a nuestra choza 

  – me gustaría 

 – no caben en la choza 

 – tenemos la nuestra marchamos 

 – Murphi compórtate hay invitados 

vimos cómo se la montaban los dos se nota que tienen mucha práctica, me jala Lucía, marchamos a nuestro lado de la isla, por la forma de hablar estamos en el Caribe, me dice Lucía 

  – Antonio vi que tienen una lancha, podremos salir antes de medio año

– como

  – llevaremos la cuenta de cuando paso

 – no dijo cuándo pasó o pasara 

  – tienes razón 

 – Antonio podemos hacer el amor 

 – estás loca tia es mi esposo

 – ver a esos dos follar me puso mal, no veo más tios 

 – serás puta 

 – te aseguro que antes de que pase un barco e trepas por las paredes en este caso alas palmeras 

 – eres una …

 – no podemos pelear 

Paula tiene una cara que no reconozco, al otro día vamos con la mujer de Murphi 

 – cuando pasara el siguiente barco

 – pasó ayer mientras hablamos 

 – cuál es tu nombre 

 – Mae 

los días pasaron creo que normal, pero la verdad fue que Paula se volvió más suelta por decir comenzó con quitarse la camisa, solo con una mini falda el bra después solo en bikini termino solo con un tanga que solo tapaba lo que hay que tapar lo demás expuesto, tanto hasta que un día la vi masturbandose  frente ami sin pudor, se quita la braga estuviera solo o con l

Lucia corría a bañarse al mar  me dijo Lucia

  – haremos el amor, te veo mal

 – gracias amor no sabes cómo lo necesito

  – no te pases cuánto tiene que lo hicimos

 – cuatro meses me tienes a pan y agua 

– te alivias solo

 – marchemos a ver a Mae nos preste la lancha

marchamos los tres, le platicamos nuestro plan 

 – está bien solo quiero que tu macho folle a Michel

 – estas loca  

 – Murphi no nos preña es el único macho

 – marchemos no prestará la lancha 

caminamos a nuestra choza, la tomó por sorpresa nos besamos la abrazo subimos a la amaca, ella quiere estar arriba pero el movimiento no le permite hacer como ella quiere siente que se cae, cambiamos de lugar ahora me toca arriba no me parece difícil moverme lo hacemos hasta que caemos felices cansados veo hacia la entrada de la choza, Paula se terminaba de masturbar, nos arreglamos para continuar la vida, pasaron unos días me dijo Lucía 

  – follaras con Paula tenemos un acuerdo

 – estas segura 

  – no se te ocurra embarazarla 

pasaron dos días, Lucía dijo que marchaba a pasear, Paula me llamo fuimos al mar ahí lo hicimos fue una cosa sublime nunca había follado en el mar, lo gramos sacar el pedazo de barco que nos trajo, nuestros amigos nos colaboraron, antes de que pasara el barco todo se nubló toda la tarde, dos días no salimos de la choza, la lluvia paro seguía nublado, vi una tía después de salir de la choza grite a Lucía y Paula 

  – mira una tía  

  – está muerta 

  – déjala 

logramos sacarla le aplicó la respiración de boca a boca se reanima pero aún está aturdida 

  – Antonio es un tío  

  – donde no lo veo

 – sostiene algo

 Paula me colabora, llega Murphi logramos traerlo

 – está vivo

  – si tiene fiebre 

  – llevémoslo a mi choza tengo medicamentos 

 – hembrita cuida a esa hembra, les daré hierba para que no les de fiebre 

  • : Vivía feliz con mi esposa trabajamos en la misma empresa nos dieron un viaje por el Caribe donde nos perdemos en una isla, todo lo que nos ocurre solo sirve para separarnos, al final ella me abandona en la isla eso sirve para replantear mi vida regreso a Madrid me caso vivo feliz con mi esposa, tenemos una hija en común
 

Relato erótico: “Mi profesora no era decente sino muy puta” (POR GOLFO)

$
0
0

Sin título1

Para contaros esta historia, me tengo que retrotraer unos años a cuando recién salido del colegio acababa de entrar en la universidad. Recuerdo con añoranza esa época, durante la cual no solo aprendí los rudimentos básicos de todo geólogo sino el arte de complacer a una mujer. Curiosamente mi profesora en esos menesteres fue la catedrática de Cristalografía.
Doña Mercedes, aparte de estar buenísima, era un hueso duro de roer por lo que todos los estudiantes temblábamos al verla entrar en el aula. Con una mala leche proverbial, usaba y abusaba de su poder para menospreciar a los que habíamos tenido la desgracia de tenerla como tutora. Su menosprecio no tenía sexo, le daba igual que el objeto de su ira fuera una mujer o un hombre, en cuanto te enfilaba podía darte por jodido. Todavía me acuerdo de la primera vez que la tomó conmigo.
Esa mañana el metro se había retrasado y por eso llegué tarde a sus clases. Al entrar se me ocurrió no pedir perdón por mi retraso y obviando que ya estaba explicando la materia, me senté. La muy zorra no esperó a que me hubiera acomodado en mi asiento y alzando la voz, dijo:
-Se puede ver por la falta de interés del Sr. Martínez que domina los sistemas cristalinos- y señalando la pizarra, prosiguió diciendo: -¿Nos puede obsequiar con su sabiduría?
La fortuna había hecho que la tarde anterior, hubiese estudiado lo que íbamos a dar con esa arpía y aun así, totalmente acojonado, subí a la palestra desde donde los profesores impartían sus clases. Nada más llegar a su lado, me soltó:
-Como no ha tenido tiempo de escucharme, les estaba explicando a sus compañeros que había siete tipos de sistemas-
No queriendo parecer un palurdo, cogí el toro por los cuernos y demostrando una tranquilidad que no tenía, expliqué a mis amigos que aunque había  treinta y dos posibles agrupaciones  de cristales en función de sus elementos de simetría, se podían reagrupar en siete sistemas. Debió sorprenderle que lo supiera pero decidida a humillarme, esperó a que terminara de enunciar los tipos para preguntar:
-Parece que Usted no es tan inculto como parece pero me puede explicar: ¿Cómo le afecta a un haz de rayos x  el pasar por cada una de esas estructuras cristalinas? 
Aunque sabía que su asignatura se basaba en eso, no supe que responder y con el rabo entre las piernas, lo reconocí en público. Satisfecha por haberme pillado, lo explicó ella. Tras lo cual y mandándome a mi asiento, me ordenó que el lunes siguiente quería en su mesa un trabajo de cincuenta páginas sobre el asunto.
Cabreado, me mordí un huevo y no contesté a esa guarra como se merecía. Sabía que si me quejaba, de algún modo esa mujer me lo haría pagar. El resto de los presentes tampoco dijo nada porque temía ser objeto del mismo castigo. Durante los cuarenta minutos que quedaban de su clase, me quedé refunfuñando pero aun siendo imposible, deseando devolverle la afrenta. Observándola mientras daba la lección, me percaté por primera vez que esa cuarentona estaba buena. Con un metro setenta y una melena rubia, su severa vestimenta no podía ocultar que Doña Mercedes tenía un cuerpo que haría suspirar a cualquier muchacho de mi edad.
Dotada por la naturaleza de unos pechos grandes e hinchados, la blusa que llevaba en esos instantes era demasiado estrecha y eso hacía que los botones parecieran estar a punto de estallar. Absorto contemplándola dejé volar mi imaginación y deseé que mi venganza consistiera en tirármela. Ya excitado con la idea, mi pene reaccionó poniéndose erecto cuando al caérsele la tiza, se agachó para recogerla.
“¡Menudo culo tiene la vieja!”, exclamé para mí al comprobar la clase de pandero que tenía.
Sus nalgas me parecieron una maravilla y prendado por tan bella estampa, no pude retirar mis ojos de ellas con la suficiente rapidez y por eso al incorporarse, la profesora se percató de la forma en que la miraba. Curiosamente, no dijo nada y dando por terminada la clase, desapareció por la puerta. Aunque aliviado por su súbita desaparición, no pude dejar de echarme en cara el haber sido tan idiota.
En ese momento no lo supe pero al sorprenderme, se escandalizó por el brillo de mis ojos pero una vez en su despacho, cerró la puerta y recordando que había adivinado la erección de mi miembro a través del pantalón, se excitó y levantándose la falda se tuvo que masturbar mientras se lamentaba de que fuera su alumno y no un hombre que le hubiesen presentado cualquier noche.

 

Mientras tanto, fui el objeto de las burlas de mis compañeros que regodeándose en mi desgracia, me sentenciaron diciendo que por lo que sabían de otros años, esa puta siempre la tomaba con uno y que por bocazas, me había tocado a mí ser su víctima ese curso. Tengo que reconocer que su guasa no hizo mella en mí porque mi mente divagaba en ese momento, soñando con hacer mío ese culito.
Doña Mercedes inicia su acoso.
Tratando de no dar otro motivo a esa zorra para humillarme aún más, me pasé ese puto fin de semana encerrado en casa, haciendo el trabajo que me había ordenado. Sabiendo que no iba a dejar pasar la oportunidad para putearme, decidí leer varios de los libros que había publicado y de esa forma teniéndola a ella como principal referencia, no pudiera objetar nada de cómo había desarrollado el tema.
Satisfecho pero en absoluto tranquilo llegué a su oficina ese lunes.    Al entrar en su cubículo, me pidió que cerrara la puerta y ordenando que me sentara, empezó a revisar el trabajo. La muy hoja de puta me dejó en la silla mientras se ponía a estudiar concienzudamente mi escrito. Durante los primeros diez minutos estaba tan nervioso que no pude hacer otra cosa que mirarla y eso fue mi perdición porque al recorrer su cuerpo con mis ojos, me empecé a excitar al comprobar la perfección de sus curvas.
Ajena a mi escrutinio, mi profesora estaba tan concentrada en el trabajo que no se percató de que uno de los botones de su blusa se había abierto dejándome disfrutar de parte del coqueto sujetador de encaje que portaba. Absorto en tratar de vislumbrar de alguna forma su pezón, me estaba acomodando en mi asiento cuando involuntariamente, o eso pensé, Doña Mercedes se acarició un pecho. Como un resorte mi pene se irguió bajo mi bragueta y ya dominado por el morbo, no quité ojo de su escote.
Aunque me pareció en ese instante imposible, la profesora cambió de postura mostrándome sin pudor el inicio de una negra aureola. Intentando que no notara mi erección estaba ahuecando mi pantalón cuando levantando su mirada de los papeles, me pilló haciéndolo. Noté que se había dado cuenta porque contrariando su fama, se mordió los labios antes de decirme con voz entrecortada:
-Su trabajo está muy bien, le felicito.
-Gracias- y tratando de huir de allí, le pregunté si podía volver a clase.
Afortunadamente me dio permiso y cogiendo mi bolsa, salí de su despacho hecho un mar de dudas. No me podía creer lo ocurrido y dirigiéndome directamente al baño, me encerré en uno de sus retretes mientras liberando mi pene me empezaba a masturbar recordando su mirada de deseo. Mientras daba rienda suelta a mi excitación, deseé no haberme equivocado y que sus intenciones fueran otras.
Con mi lujuria saciada, me auto convencí de que lo había imaginado y olvidando el tema, volví al aula donde mis compañeros estaban. Al verme entrar, me preguntaron cómo me había ido e incapaz de reconocer lo vivido, dije entre risas que como siempre, ese zorrón me había puesto a caer de un burro.
Desde ese día, la actitud de Doña Mercedes hacia mí no solo no cambió sino que me cogió como el saco donde descargar sus golpes y era rara la clase donde no se metía conmigo. Pero realmente si había cambiado porque después de reñirme en público, esperaba a que todo el mundo saliera para pedirme que le ayudara a llevar sus trastos al despacho. Ya en su cubículo resolvía las dudas que pudiese tener mientras hacía una clara exhibición de su cuerpo.

 

Aunque parezca una fantasía de adolescente, se convirtió en rutina que esa cuarentona me explicara nuevamente la materia entre esas paredes, dejando que se le abrieran los botones de su camisa o bien permitiendo que la falda se le levantara dejándome disfrutar de sus piernas. Era un acuerdo tácito, ni ella ni yo comentamos jamás, en esas reuniones, su exhibicionismo ni dejó que  pasara de ahí. Lo más que llegamos fue un día que al ir a coger de un estante un libro con el que explayarse en su explicación, dio un paso en falso. Al tratarla de sostener, puse mis manos en sus nalgas y durante unos segundos nos quedamos callados mientras cada uno decidía si tendría el suficiente valor de dar el siguiente paso.
Desgraciadamente, ninguno se atrevió y separando mis manos de su culo, me volví a sentar en la silla. Al hacerlo, descubrí que sus pezones estaban totalmente erectos bajo la tela y despidiéndome de ella, la dejé plantada. Meses más tarde me reconoció que al irme, atrancó su puerta y separando sus rodillas se masturbó deseando y temiendo que algún día la hiciese mía.
 
Por una casualidad todo se descontrola.
Llevábamos medio trimestre con ese juego, cuando su departamento decidió hacer una salida al campo. Aunque estaba programada de ante mano, con  una alegría no compartida por mis compañeros, escuché que durante una de sus conferencias, nos avisaba que el jueves y el viernes siguientes, ella y otros cinco profesores nos llevarían a comprobar in situ las diferentes formaciones rocosas de la sierra de Madrid.
Como éramos solo doce los que cursábamos ese seminario, nos dividió en grupos de un docente por cada dos alumnos.  Al revisar la lista, descubrí que nos había tocado a Irene y a mí con ella. Deseando que llegara ese viaje de estudios, pregunté a mi compañera sino sería bueno que nos juntáramos para estudiar la zona que en teoría íbamos a recorrer.
Como ambos sabíamos que nos iba a examinar a conciencia durante esos dos días, no puso reparo alguno y el martes por la tarde, nos reunimos en su casa. Sabiendo que esa muchacha, además de ser un bombón, era un cerebrito llegué a la cita tranquilo pero al recibirme vestida con una bata y un grueso pijama me percaté de que tenía un trancazo de tomo y lomo. Temiendo contagiarme y que la gripe me impidiera ir a ese viaje, me mantuve distante y en menos de cinco minutos, me repartí con ella la zona a estudiar.
Irene aquejada de fiebre y con dolores de cabeza que le hacían imposible salir de casa, faltó al día siguiente. Esa misma tarde la llamé y con voz compungida me confesó que no podría ir. Lejos de enfadarme, me alegró su ausencia y frotándome las manos, con voz apenada la calmé diciendo:
-Tú no te preocupes. Si te sientes mejor, ya sabes dónde estamos.
Esa monada agradeció mi comprensión y prometiendo que si mejoraba se nos uniría, colgó. Como no quería anticipar su enfermedad, no fuera a ser que conociéndola Doña Mercedes cambiase la distribución de los alumnos, me abstuve de llamarla y por eso al día siguiente se cabreó, cuando habiéndose ido los otros grupos, se lo conté.
Su enfado se fue diluyendo al paso de los kilómetros y por eso al salir de la autopista con destino al parque natural de Peñalara, ya estaba de buen humor. Lo noté enseguida porque haciendo como si fuera un despiste, dejó que su falda se izara por encima de sus rodillas. Al ver que me estaba mostrando sus piernas con descaro, de la misma forma, no disimulé al contemplarlas. Con los ojos fijos en ella, recorrí con mi vista sus tobillos, pantorrillas y muslos dejando clara mi excitación al hacerlo. Sé que ella se contagió de mi entusiasmo porque sin soltar las manos del volante, me dijo que me pusiera cómodo.

 

Creyendo que lo que quería era verme, me desabroché el cinturón y ya estaba abriéndome el pantalón cuando dio un volantazo y entrando en una gasolinera, me soltó:
-Ahora vuelvo- y dejándome solo en el automóvil, desapareció en el interior del establecimiento.
Asustado por si me había adelantado, esperé su vuelta. A los diez minutos, apareció con una bolsa con bebidas y sentándose en su asiento reanudó la marcha. En silencio, aguardé a que ella diese el siguiente paso porque no quería contrariarla y menos hacer el ridículo con un ataque antes de tiempo.
-Dame una coca cola- dijo rompiendo el incómodo silencio.
Al sacar la lata, descubrí que mi decente profesora no solo había adquirido refrescos sino que en el fondo de la bolsa había una botella de whisky. Ya roto el hielo, le pregunté si solía beber ese licor, a lo que ella soltando una carcajada respondió:
-Solo bebo después de echar un buen polvo.
Admirado por su franqueza y por lo que significaban sus palabras, me la quedé mirando. Reconozco que me sorprendió descubrir que llevaba su falda totalmente levantada y que había aprovechado su entrada en la gasolinera para despojarse de su ropa interior.
-¡No lleva bragas!- exclamé pegando un grito.
Doña Mercedes, poniendo voz de putón, respondió a mi exabrupto en voz baja diciendo:
-Y a ti, eso te gusta. ¿No es verdad?
Avergonzado y con rubor en mi rostro, respondí:
-Ya lo sabe-
Muerta de risa y separando sus rodillas mientras conducía, me soltó:
-Relájate y disfruta-
Por supuesto que disfruté pero en lo que respecta a relajarme no pude porque excitada hasta unos niveles insospechados, la profesora tenía el coño encharcado. La humedad que brillaba entre los pliegues de su sexo me dio los arrestos suficientes para que sin que me hubiera dado permiso, empezara a acariciar sus piernas.
El gemido de deseo que surgió de sus garganta al sentir mis yemas recorriendo su piel, fue el estímulo que necesitaba para sin cortarme ir subiendo por sus muslos. Mi avance le hizo separar sus rodillas aún más y sin retirar sus ojos de la carretera, esperó mi llegada. Sabiendo que mi acompañante era una mujer con experiencia, decidí no defraudarla y por eso ralenticé el avance de mis dedos, de forma que cuando ya mi mano estaba a escasos centímetros de su poblado sexo, sus suspiros ya denotaban la excitación que le corría por su cuerpo.
-No sabía que sus enseñanzas incluían el estudio de las cuevas- solté en plan de guasa mientras con un dedo separaba los pliegues de su negra gruta.
-Eso y mucho más- espetó con voz colmada de deseo al sentir que no solo había cogido su clítoris entre mis yemas sino que aprovechando su entrega, uno de mis dedos se introdujo en su interior.
El olor a hembra necesitada llenó con su aroma el estrecho habitáculo del coche y contagiado de su pasión, me puse a pajearla mientras alababa su belleza. La calentura que le corroía sus entrañas, le hizo parar a un lado del camino y olvidándose de los otros automovilistas, me pidió que siguiera masturbándola mientras tumbaba para atrás su asiento.
No me lo tuvo que repetir e imprimiendo a mis caricias de un ritmo cada vez más rápido, estimulé su botón mientras metía y sacaba un par de dedos del fondo de su sexo. Sin dejar de gemir, mi profesora buscó su placer abriéndose la camisa. Al poner sus pechos a mi disposición, no me lo pensé dos veces y recorriendo con mi lengua los bordes de sus pezones, me puse a mamar de ellos mientras mi mano seguía sin pausa con la paja.
-¡Qué gusto!- gritó la rubia retorciéndose en el asiento.
Al adivinar la cercanía de su orgasmo, mordí levemente una de sus aureolas. Ella al sentir mis dientes presionando su pezón, aulló como posesa y derramando su placer sobre el asiento, se corrió dando gritos. No satisfecho intenté prolongar su clímax pero entonces y  mientras se acomodaba la ropa, preguntó:
-¿Tienes carnet de conducir?
-Sí- contesté.
Dejándome con la palabra en mi boca, salió del coche y abriendo mi puerta, me soltó:
-¡Conduce!
A empujones me cambió de asiento. Doña Mercedes dejando a un lado su fama de adusta profesora, ni siquiera esperó a que arrancara para con sus manos bajarme la bragueta.
No tardé en sentir como la humedad de su boca envolvía toda mi extensión mientras con su mano acariciaba mis testículos. Su lengua recorría todos los pliegues de mi glande, lubricando mi pene con su saliva. No me podía creer que esa cuarentona que llevaba meses volviéndome loco, estuviera ahora haciéndome una mamada.
El colmo del morbo fue ver cómo se retorció en el asiento buscando la mejor posición para profundizar sus caricias. No pude contenerme y soltando una mano del volante, le levanté el vestido dejando expuesto su maravilloso culo. La visión de esas nalgas desnudas incrementó mi calentura y pasando mi palma por su trasero, lo acaricié sin vergüenza alguna. Ella suspiró al sentir mi mano, recorriendo sus posaderas. Envalentonado por su rápida respuesta, alargué mi brazo rozando su cueva. Esta vez fue un gemido lo que escuché, mientras uno de mis dedos se introducía en su sexo. El flujo que lo anegaba, me demostró que seguía totalmente dominada por la lujuria.
Fuera de sí, buscó su propio placer masturbándose mientras devoraba mi miembro. Creí estar en el cielo cuando sentí que se lo metía por completo en su garganta. Con veinte años recién cumplidos, nunca ninguna de mis parejas se había introducido mi pene hasta la base, jamás había sentido la presión que me estaba ejerciendo, con sus labios besándome el inicio de mi falo.
“¡Que bruta está!”, pensé justo antes de oír cómo se volvía a correr empapando la tapicería de asiento.
Acomplejado por su maestría, la vi arquear su cuerpo y sin sacar mi sexo de su boca, intentó que yo profundizara mis caricias, diciendo:

 

-¡Mi culo es tuyo!
Concentrado en su placer introduje uno de mis dedos en su ojete y al hacerlo estuve a punto de chocar contra el coche que venía de frente. El susto hizo que olvidándose de la mamada que me estaba haciendo, me dijera:
-Ya estamos cerca- y acomodándose la ropa, me informó que tenía que tomar la siguiente desviación.
Como comprenderéis, me quejé al ver que paraba pero entonces metiendo un dedo en lo más profundo de su coño, lo llevó hasta y boca y dejando que lo chupara, me preguntó entre risas:
-¿Traes traje de baño?
-No- respondí
Descojonada al oírme, contestó mientras ponía una expresión pícara en su cara:
-Huy, ¡Qué pena! Yo tampoco- y prosiguiendo con su guasa, me soltó: -¡Tendremos que bañarnos desnudos en el estanque al que te voy a llevar!
La promesa de verla completamente desnuda apaciguó mi malestar y pisando el acelerador, busqué acortar mi espera. Felizmente no llevaba ni cinco minutos por ese pasaje de piedras, cuando la escuché pedirme que parara. Nada más parar el vehículo abrió la puerta y soltando una carcajada, me soltó:
-Mi ropa te enseñará el camino-
Tras lo cual la vi salir corriendo internándose en el bosque. Alucinado no me quedó más remedio que ir recogiendo las prendas que dejaba caer en su carrera y cada vez más excitado, buscar la siguiente entre los matorrales. Supe que quedaba poco al recoger sus zapatos y doblando un recodo me encontré que sentada sobre una piedra me esperaba totalmente desnuda.
-Señor Martínez, ¡Su profesora le necesita!- dijo mientras se mordía los labios, provocándome.
La cara de deseo con la que me llamaba, me hizo reaccionar y empecé a desnudarme mientras me acercaba a donde estaba. Extasiado comprobé que era todavía más atractiva en pelotas de lo que me había imaginado. Sus pechos aun siendo enormes, no se había dejado vencer por la edad e inhiestos me retaban mientras su dueña separaba sus piernas. 
Sin esperar a que me diera su bendición, al llegar a su lado me arrodillé e hundiendo mi cara entre sus muslos, caté otra vez el sabor de ese coño que por maduro no dejaba de ser atrayente.  La rubia suspiró aliviada al sentir mi lengua recorriendo los pliegues de su sexo y en voz alta, me informó que llevaba deseándolo desde que me regañó ese día en clase.
-¡Que buena está mi profe!- me escuchó decir mientras  tomaba posesión de su  entrepierna.
Dándome vía libre a que me apoderara de su clítoris, se pellizcó los pechos mientras yo, separando sus labios como si fueran la piel de un plátano, dejé al descubierto ese botón que iba buscando. Tanteando con la punta de mi lengua sus bordes, la oí gemir y entonces al apretarlo entre los dientes mi boca se llenó del flujo que manaba de su cueva. Al sentirlo, la cuarentona que llevaba suspirando un buen rato, aferró con sus manos mi cabeza en un intento de prolongar el placer que estaba sintiendo. Su éxtasis fue incrementándose a la par de mi calentura y prolongando su espera, me separé de ella.
Insatisfecha me rogó que continuara pero obviando sus deseos, la cogí entre mis brazos y depositándola en una zona de césped, me la quedé mirando con mi pene entre mis manos.
-¡Voy a follarme a la zorra de Cristalografía!- le informé mientras me arrodillaba entre sus muslos.
-Se lo ruego, ¡Señor Martínez!- imploró con su respiración entrecortada al sentir mi glande jugueteando  con su sexo.
Siguiendo con el papel de discípulo y docente, introduje unos centímetros de mi extensión en su interior y entonces pregunté:
-¿Le gusta lo que hace su alumno al putón de mi profe?
Sí-respondió con su voz impregnada de pasión.
-¿Mucho?- insistí mientras uno de mis dedos jugaba con su clítoris.
-¡Sí!- contestó, apretando sus pechos entre sus manos.
Su calentura me confirmó lo que necesitaba y metiendo un poco más mi pene en su coño, esperé su reacción.
-¡Hágalo! ¡Complace a esta zorra! – y pegando un alarido, exclamó: Por favor, ¡no aguanto más!-.
Lentamente, centímetro a centímetro, fui introduciendo mi verga. Toda la piel de mi extensión al hacerlo, disfrutó de los pliegues de su sexo. Su cueva se me mostró estrecha y sorprendido noté que ejercía una intensa presión al irla empalando. Su pasión era total, levantando su trasero del césped, intentó metérsela más profundamente pero lo incomodo de la postura no se lo permitió.
Me recreé observándola mientras intentaba infructuosamente de ensartarse con mi pene. Estaba como poseída, sus ganas de que me la follara eran tantas que incluso me hizo daño.
-Quieta– grité y alzándola, la puse a cuatro patas.
Si ya era hermosa de frente, por detrás lo era aún más. Sus nalgas duras y prietas para tener cuarenta años, me hicieron saber que esa mujer dedicaba muchas horas a la semana a fortalecer sus músculos. Al separar sus cachetes descubrí que escondían un tesoro virgen que decidí que tenía que desvirgar y no lo hice en ese instante al estar convencido de que iba a hacerlo en un futuro. Por eso y poniendo mi pene en su cueva, le pedí que se echara despacio hacia atrás. No debió de entenderme porque al notar la punta abriéndose camino dentro de ella de un solo golpe se lo insertó.
Pegó un grito que resonó en el bosque al sentirse llena y moviendo sus caderas, me pidió que la tomara. Doña Mercedes dejó de ser mi profesora para convertirse en mi yegua y recreándose en mi monta, me agarré de sus pechos para iniciar mi cabalgar. Relinchando al sentir que mi pene, ya descompuesta me rogó que la tomara. Satisfecho, escuché cómo gemía cada vez que mi sexo chocaba contra la pared de su vagina pero, fue el sonido del chapoteo que manaba de su cueva inundada cada vez que la penetraba, lo que me hizo incrementar la velocidad de mis incursiones. Cambiando de posición, agarré su melena como si de riendas se tratara y palmeándole el trasero, azucé a mi montura para que reforzara su ritmo. Sentir los azotes la excitó más si cabe y berreando como una puta, me pidió que no parara.
Excitado por el rendimiento de mi yegua, fui azotándola mientras ella se hundía en un estado de locura que me dejó helado.
-Fóllate a la puta de tu profe sin piedad- rogó implorando un mayor castigo.
Decidido a no dejar que me dominara, saqué mi polla de su interior y muerto de risa me tumbé a su lado. Doña Mercedes, insatisfecha y queriendo más, me tumbó boca arriba y poniéndose a horcajadas sobre mí, se empaló con mi miembro mientras el flujo que manaba de su sexo mojaba mis piernas. Hipnotizado por sus pechos, me quedé mirando como rebotaban arriba y abajo mientras su dueña se empalaba. Su bamboleo y la imposibilidad de besarlos por la postura, me habían puesto a cien y por eso mojando mis dedos en su sexo, los froté humedeciéndolos.
La antipática catedrática se dejó hacer y entonces con voz autoritaria, le pedí que fuera ella quien los besase. Doña Mercedes obedeciendo a su alumno, me hizo caso y cogiéndolos con sus manos los estiró y se los llevó a su boca. Os reconozco que creí correrme cuando sacando su lengua, los besó con lascivia. Tanta lascivia que fue demasiado para mi torturado pene y explotando en el interior de su cueva, me corrí.
La rubia al sentir que mi simiente bañaba su vientre de cuatro décadas, aceleró sus embestidas intentando juntar su orgasmo con el mío. Justo cuando terminaba de ordeñar mi miembro y la última oleada de semen brotaba de mi glande, Doña Mercedes consiguió su objetivo y pegando un grito se corrió. Totalmente exhaustos, caímos sobre el césped.
Al cabo de unos minutos, me besó y recogiendo su ropa, me ordenó que me levantara.
-Arriba, ¡Vago! Tenemos una tarea que hacer.
-¿Y el baño que me prometió en el estanque?
Sonriendo, me lanzó mi pantalón mientras me decía:
-¡Todavía nos quedan dos días!
 
Si quieres ver un reportaje fotográfico más amplio sobre la modelo que inspira este relato búscalo en mi otro Blog:     http://fotosgolfas.blogspot.com.es/
 
¡SEGURO QUE TE GUSTARÁ!
 

 

 

Relato erótico: “La infiel Diana y sus cornudos (Antonio) Parte 3” (PUBLICADO POR BOSTMUTRU)

$
0
0

TODO COMENZÓ POR UNA PARTIDA2Les seguí contando ya al día siguiente sería el último día que estaríamos en la finca desperté a eso de las 9am Sin títulonuevamente sintiéndome como un miserable como poco hombre arrepentido de dejar que ahora el primo me le surtiera pija a mi novia y la dejara bien cogida me decía no lo voy a permitir no me la voy a dejar coger nuevamente.

Baje el camarote David seguía dormido con cara de satisfacción, me puse una camiseta unos zapatos y baje ya la mayoría estaban despiertos incluso el tío que pervirtió a mi novia por lo que no se trasnocho atendiendo a la sobrina los únicos que faltaban era Diana y David estaban algo trasnochados era obvio los salude a todos desayune mi suegra dijo que iba a despertar a los bellos durmientes que teníamos que aprovechar que era el último día para ir al rio y un rato al pueblo, fue los despertó se levantaron asperezados de mala gana desayunaron se alistaron y aseo le las 10 ya estábamos llegando al rio.

Organizamos donde nos iba a quedar empezamos a compartir y a meternos al rio a bañar Diana como siempre muy recatada entro con ropa encima de su bikini a bañar al rio llevaba una camisetica gris de manga corta pegada al cuerpo que apenas le cubría hasta la cintura y le dejaba ver su bonita figura y unos shorcitos de tela que apenas le cubría ese culo redondito y nalgón fue meterse al agua y empezar a parar vergas toda esa ropa se le pego y se le empezó a meter por sus deliciosos pliegues, el tío Roberto solo la miraba con cara de pervertido se saboreaba nada más con mirar tremenda hembra eso si teniendo cuidado de que su amada esposa no lo fuera a ver, David hacia lo mismo, Diana se percató de que sus dos machos la miraban y disimuladamente se coloca en poses mostrándose para provocarlos más eso sin que ellos se percataran que les estaba coqueteando a los dos, ya este par de degenerados padre e hijo estando en el agua tenían los bultos levantados se los tocaba y mostraban a Diana disimuladamente y luego se metían al agua para que no los vieran ninguno de los dos se enteraban que su sobrina y prima ya se había revolcado con los dos el único era yo que lo había visto todo en esas estábamos mientras Diana, mis cuñadas, su prima, su primo y yo jugábamos con una pelota David no desaprovechaba para en medio del juego manosear a Diana agarrarle las tetas el culo rastrillarla puntearla con la verga en medio de ese par de nalgotas y mi amorcito disimulando pero en la cara ya se le veía lo caliente que andaba, así estuvimos como una hora cuando la esposa de Rodrigo se acerca a él le da un abrazo de forma cariñosa cuando se percató de la tremenda erección que traía su esposo y sorprendida dice….

—hay amor que paso por que esta así….

—Es que estoy contento por ti amor (mintió era obvio por quien se gastaba esa erección) ….

—Amor eso no es sano hay que hacer algo.

Dirigiéndose a sus hermanas les dijo….

—tengo que volver a la finca que se me quedaron unas pastas y les pico el ojo….

La mama de Diana le respondió:

—eeehh pero si ya va a ser la hora del almuerzo falta una hora y tenían que ir a comprarlo al pueblo….

La esposa de Rodrigo dijo que a esa hora volvían.

Se llevó a rastras a Rodrigo sin que este pudiera opinar.

En mi interior reí me dije por lo menos la esposa lo va a mantener alejado de mi Diana solo falta que se fuera el primo para tener tranquilidad.

Mi suegra empezó a decir que por que no comprábamos la comida en el pueblo y la traíamos al rio para comer nos pareció buena idea a todos así que decidieron que mi suegra, su hermana y esposos fueran al pueblo a traer la comida como el trayecto era corto 15 minutos a pie decidieron caminar y así distraerse a Diana por ser tan responsable le encargaron que cuidara a sus hermanitas y primos, ya la cosa no se empezaba a ver bien para mi empecé a ver como que se avecinaba algo pero dije mientras este aquí y sobre todo con las niñas no puede pasar nada las niñas empezaron a decir que tenían sed de tanto jugar, mi suegra me dijo:

—hay una tienda como a 10 minutos por que no compras dos botellas de gaseosas para que tomen y para el almuerzo.

Diana me miro con cara de súplica y como de no le vas hacer el favor a mi mamá, no le podía decir no a mi suegra, le dije claro con mucho gusto y por dentro pensaba me voy arrepentir de esto.

Diana el primo y las niñas siguieron jugando en el rio mientras los demás salimos a cumplir con nuestras tareas yo solo di una última mirada y David tenía una sonrisa de oreja a oreja y Diana también no me quedo de otra salí caminando rápido y cuando los perdí de vista arranque a correr no quería dejar a Diana mucho tiempo sola con el primo y me la fuera a coger, llegue a la tienda en 5 minutos y volví en otros 5 cuando llegue o sorpresa solo estaban las dos hermanas y la prima jugando en el rio le pregunte a la hermana más pequeña (9 años) que era la que tenía más cerca y tu hermana, me dijo que se había ido con David a explorar el rio más arriba y que no se demorarían que nos quedáramos aquí….

El miedo y la incertidumbre me recorrieron todo el cuerpo le dije que se quedara ahí que los iba a buscar.

Salí rápidamente a buscarlos subí rio arriba no los veía estaba azarado al otro lado del rio vi un pequeño sendero casi oculto decidí ir por ahí pero nada solo vi una roca gigante solo miraría atrás de ella y me devolvería cuando fui a ver ahí estaban la tenía contra la roca la estaba besando se comían las bocas era espectacular se veía muy sensual y deliciosa con su ropa toda mojada toda pegada a ese cuerpo solo hecho para el placer.

La camisetica gris toda mojada a su cuerpo hacían ver esas tetas enormes más grandes y apetecibles David le apretaba una mientras no paraban de besarse el shorcito mojado se le pegaba a ese culo metiéndose en sus pliegues David con su mano libre le apretaba una nalgota los dos la estaban pasando bien yo de nuevo sintiéndome traicionado y con una excitación que no aguantaba me saque la verga y me empecé a pajear oculto sin hacer ruido mirando cómo me corneaba nuevamente.

David le subió la camisa hasta el cuello y le saco esas grades tetas del sostén del bikini se veía súper ricas y apetitosas se las empezó a chupar se amamantaba de una a otra Diana gemía muy feliz con la cara llena de lujuria, David paro le desabrocho el shorcito se lo quito la volteo contra la roca la acomodo le puso ese culaso en pompa con las piernas un poco abiertas dejándola indefensa se arrodillo ante tremendas nalgas le dio una nalgada Diana solo voltio su cabecita para verlo arrodillado detrás de su culo.

David le dijo….

—Que rico culaso, ese culo va hacer mío.

Acto seguido le abrió las nalgas y le enterró la lengua en el ano.

Diana no esperaba eso solo grito:

—aaaaahhhhhh mi culooooo mi culitooooo noooo aaaahhhh por ahí nooooooo.

David no paro le siguió metiendo su lengua y moviéndola en círculos le pasaba la lengua a gusto le lamia ese hoyito rosadito se lo chupaba y le pasaba la lengua como queriéndoselo arrancar a punta de lengüetazos ya Diana no ponía objeción tenía la mirada perdida y solo le paraba más el culo para facilitarle el trabajo, David le empezó a escupir en el ano y lo llenaba de babitas y se lo acomodaba con los dedos.

David le pregunta….

—Me vas a dejar, cierto puta.

Diana con su cabecita hacia atrás mirando lo que le hacia su primo con una expresión de puta completa le respondió….

—Si hace lo que tengas que hacer solo tené cuidado que soy virgen por ahí.

Apenas le dijo eso David le metió un dedo suavemente, yo me vine votando chorros de leche al piso, pero no se me bajaba la erección y seguía excitado.

David le metía el dedo y se lo sacaba lo movía en círculos le escupía el ano le seguía moviendo el dedo por dentro se lo metía y se lo sacaba, la cara de Diana era de puta no le molestaba estaba sintiendo mucho placer, David le metió dos dedos y le dio el mismo tratamiento Diana se acostumbraba solo gemía como una perra loca de placer, David le metió tres dedos ya Diana empezó a gemir más fuerte después de un rato le saco los dedos pude ver su anito rosadito algo abiertico.

David le dijo….

—Chúpamela y déjamela bien babeada o te va a doler.

Diana se arrodillo le empezó a chupar esa pollota mi pobre novia apenas le cabía toda esa vergota como podía la chupaba pero ella es muy decidida y se metía más de la mitad le acariciaba esas pelotas se sacaba el pene de la boca y se metía uno de esos huevotes que apenas le cabía en la boca y se lo chupaba le escupía la verga se la dejo toda llena de babas totalmente mojada y le dijo a su primo….

—Ya te la deje lista primito….

—Bueno puta ahora ponente en cuatro que te voy a desvirgar el ano.

Diana acato la orden del primo se puso a cuatro patas le paro bien ese culote arqueo la cintura dejándola bien parada.

David le dijo:

—mejor pone la cara en el suelo deja el culo así y con las manos abrite las nalgas.

La visión era pornografía pura no pude resistir ver a mi novia así toda ofrecida estaba bien puta me volví a venir bote más leche al suelo la polla no se me bajaba seguía erecto me dolían los huevos.

David se acomodó sobre el culo de su prima la verga de David descomunal para el anito se su prima a pesar de estar un poquito abierto por la dilatación parecía que no iba a entrar parecía que si se la metía la iba a matar lentamente fue bajando y empezó hacerle presión a ese anito rosadito con esa cabezota el culo de mi novia se empezó a estirar su carita se empezaba a desfigurar a medida que entraba cada centímetro era un rostro de dolor y sufrimiento empezó a gritar….

—Noooooo por favor para aaaaaaaa me estas matando noooooo….

—Tranquila preciosa solo va la mitad jejejeje….

—Noooo ya no más me estas abriendo toda aaaaaayyyy.

David no se detenía metía más y más a Diana se le salieron las lágrimas pero lo intrigante era que no dejaba de para el culo y abrirse esas nalgotas bellas hasta que David hizo tope con el culo de su prima se la metió hasta las pelotas, le metió esa barra de carne de 19 cm, solo veía como el primo había acabado de desvirgar analmente a mi novia.

Se quedaron quietos para que ese culo se adaptara a tremendo invasor David fue bajando sus manos por el abdomen hasta llegar a ese enorme par de tetas se agarró a cada una apretándolas duro la fue levantado de ellas hasta que quedo en cuatro mi pobre novia quedo en cuatro con la espalda arqueada poniéndole el culo parado con toda la verga enterrada en el ano, el sobre esa bella espalda, mi pobre amada solo sollozaba David le empezó a besar el cuello chuparle una oreja besarle una mejilla y a decirle lo linda que era que se veía preciosa con toda esa polla dentro del culo que se veía como una Diosa del sexo mi novia se fue relajando David le seguía apretando esas tetas que estaban a reventar estaban muy hinchadas los pezones estaban brotados como si se le fueran a reventar David bajo una mano y le empezó a tocar el clítoris Diana tenía el coño hecho una cascada le chorreaba toda ya Diana gemía y David se empezó a mover suave la empezaba a sacar casi toda y la metía lentamente Diana parecía una gatita ronroneando su querido primo empezó acelerar más Diana gemía más y más ya era puro placer David se aferró de sus tetas y le empezó a dar más duro y a besarla se pasaban sus lenguas y seguían cogiendo ya solo eran la imagen del placer Diana le dijo:

—aaaahhhh creo que aaahhh me voy aaaah veniiiirrr….

—Venite amor venite que tenemos que acabar rápido.

David se arrodillo atrás de mi novia sin sacarle ese pedazo de carne la agarro de las cadera y se la empezó a meter duro y rápido mi amorcito empezó a gritar de placer y a poner los ojos en blanco David empezó a gritar y eyacular dentro del culo de mi novia las pelotas se le movían con cada venida hasta que le dio una última clavada dura y profunda dejándole esa verga toda enterrada, mi amorcito cayo de cara toda desmadejada con la mira perdida, babeando por la boca con el culo todavía en pompa y su primo aferrado a ese buen par de nalgas con la polla adentro mientras se recuperaban yo me vine nuevamente tire más semen al piso ya el pene me dolía de lo tan duro que se me había puesto.

David le saco ese pedazo de morcilla gruesa, el culito de mi niña estaba todo abierto se lo había estirado todo, de él broto goterones de leche con un hilito de sangre que le pasaban sobre esa vagina chorreante y caían al suelo dejando un charco blanco en él, algunos goterones bajaban por sus piernas y quedaban ahí pegados.

David le dijo….

—Amor estas bien….

—Si un poquito adolorida pero bien….

—Te gusto mi zorrita….

—Al principio me dolió pero ya después le cogí el gusto al final me gustó mucho casi me partes en dos pero me encanto me gusta que me la metan por el culo quiero que me la sigan metiendo por el culo también….

—Diana eres una puta quien te ve primita con esa apariencia de niña buena y en realidad eres toda una puta ven más bien levántate que tu novio el cornudo ya debía haber llegado.

Habían pasado 20 minutos del acto sexual en total ya habían pasado 30 minutos desde que los adultos habían salido por la comida ya deberían estar llegando y no iban a encontrar a Diana a su primo y a mí, salí rápidamente de vuelta donde estaban las niñas al llegar los adultos no habían llegado la hermanita me pregunto por Diana le dije que no los encontré a los 5 minutos llego mi novia caminando con dificultad junto al primo, le pregunte que donde estaba y por qué se había ido con el primo, nerviosa me dijo no es que queríamos conocer un poco y explorar que no se habían demorado tan solo fue un momento también le pregunte por que caminaba así con dificultad y tenía los ojos llorosos tratando de guardar compostura y disimulando el nerviosismo me dijo que se había resbalado y que cayo sentada golpeándose fuerte por eso estaba así pero que ya se está sintiendo mejor, después me pregunto que si había llegado hace mucho yo le mentí y le dije que había acabado de llegar, 5 minutos después llego el resto de la familia con la comida y después el tío Rodrigo y su esposa que venía con una enorme sonrisa, se sirvió la comida, comimos junto al rio recogimos todo fuimos al pueblo pasamos la tarde hablan, caminando, conociendo, compartiendo en familia.

Veía como el Tío Rodrigo se acercaba le decía cosas pero no escuchaba así paso el resto del día hasta que se hizo de noche y volvimos a la finca estuvimos hablando un rato más Diana se portaba normal conmigo como una buena novia, dieron las 11pm todos empezamos a retirarnos para dormir ya al siguiente día volveríamos a la ciudad.

Me encontraba cansado así que apenas me subí a la cama caí dormido David también se durmió eran como la 1:10am cuando sentí que el camarote se movió entre dormido vi que David salía de la habitación pensé que iría al baño espere un rato note que se demoró en volver habían pasado como 15 minutos ya se me hizo raro tanta demora baje del camarote no había nadie en el baño iba a bajar por las escaleras cuando lo encontré escondido agachado ahí con la pantaloneta abajo el pene parado masturbándose y mirando hacia la sala, estuvo un rato ahí hasta que se levantó entro en la sala, yo me acerque y ocupe su lugar.

En la sala con la lámpara prendida se veía a mi novia abierta de piernas el tío la tenía agarrada de cada tobillo enterrándole la verga con muchas ganas mi novia gemía suavemente con los ojos cerrados sintiendo mucho placer, Rodrigo se detuvo de cuando vio a su hijo ahí parado con esa vergota hinchada a punto de reventar Diana al sentir que su tío se detuvo con toda esa pollota enterrada abrió los ojos vio ahí a su primo con la pantaloneta abajo y su pene parado.

David le dijo a su prima:

—que puta eres también te estas acostando con mi papá.

Rodrigo sorprendido al escuchar eso solo dijo:

—que te acostaste con mi hijo que puta saliste y eso que solo te desvirgue hace un par de días.

David: Tú fuiste el que le estrenaste ese coño que envidia papá bueno por lo menos le alcance a romper el culo antes que tú.

Rodrigo: sobrina me sorprendes que rápido te volviste una viciosita y tan buena niña que te veías todos en la familia te ven con orgullo y con tanto cariño, si tu mamá y tu papá supieran que la niñita de sus es tan putica se morirían de vergüenza jajajaja y pobre de tu novio si te viera jajajaja abierta de piernas y con mi verga hasta las entrañas jajajaja.

Diana: aaaahhh hmmmm tío esto es culpa suya yo me estaba portando bien hasta que usted se aprovechó de mi aaaaiii que rico es esto y mi primo también tiene la culpa él también me cogió estando yo tranquila más bien deje de hablar y sígase moviendo tío.

David: que pedazo de puta es mi prima no me culpe que usted empezó por andar de buscona ahí con ese par de tetas grandes, ese culazo y esas trencitas dejándose manosear y que le apoyaran la verga entre ese par de nalgas.

Mientras le decía eso Rodrigo había reiniciado el mete y saca como si nada y mi novia ya estaba gimiendo mirando a sus dos machos con cara de vicio, así estaban cuando David les dijo:

—no me van a dejar así —mostrándoles la verga toda tiesa.

El papá le dijo:

—claro que no hijo seria mal padre.

Y le cedió el turno David cogió a mi novia de los tobillos y la empezó a clavar duro como lo hacía su padre mientras este le colocaba la polla en la boca a su sobrina quien empezaba a chupar a gusto así estuvieron turnando se a mi novia por un tiempo, después la pusieron en cuatro sobre el sofá apoyando sus manos sobre el espaldar y parando ese espectacular culo, el tío Roberto le empezó a penetrar el coño aguado a mi novia agarrándose de las cadera y dándole como si no importara mi amorcito era feliz solo gemía contenta abriendo su dulce boquita de lolita pa cual no demoro en ser ocupada por su primo que le metió su pedazote de carne ahogándole los gemidos igual que antes padre e hijo se la turnaban cambiado de agujeros.

En uno de esos turnos que le toco a David clavarla por la concha decidió que era mejor idea volverle a romper el culo así que sin consultar le apretó la verga sobre su ano que todavía estaba un poco abierto por el tratamiento recibido en el rio y esta fue entrando lentamente al sentir esto mi novia empezó a desfigurarse le la cara ya iba a gritar cuando su tío vio eso y decidió silenciarla metiéndole lo más que pudo de esos 22cm de carne gruesa y empezarle a embestir la boca así estuvieron un rato mi novia estaba toda ida solo se dejaba la cogían como una muñequita de trapo, cambiaron de turno ahora el tío al ver ese culo abierto ya listico no lo dudo y le empezó a meter ese monstro por el culo mi novia lo resistió con orgullo ya sentía placer por el sexo anal que le estaban propinando solo gemía placenteramente David le puso la verga en la cara y ella empezó a chupar muy contenta así estuvieron mientras el tío la bombeaba duro aferrado a sus nalgotas.

Estuvieron un buen tiempo turnándose el culo de mi novia hasta que ya veían que no iban aguantar más estaban muy excitados así que el tío le dijo a mi novia….

—Ven sobrinita cabálgame que ya voy acabar y te quiero chupar ese par de grandes tetas lechera.

Se sentó en el sofá quedando un poco afuera su cabeza se apoyaba en el espaldar Diana se le monto encima y lo cabalgo como buena jinete estaba saltando sus grandes tetas se bamboleaban ella las cogió con sus manos se las ofreció al tío que de inmediato la trajo hacia él y se las empezó a chupar les pasaba la lengua las chupeteaba como queriendo sacar leche en esa posición quedo con el culo en pompa el tío cogió con sus dos manos y le agarro esas deliciosas redondas voluminosas y bien paradas nalgas y se las abrió diciendo “hijo te toca”.

David al ver como su papá le ofrecía las nalgas de mi novia no dudo y le enterró ese trozo de carne por ese culote se agarró de las deliciosas caderas de mi novia y la empezó a bombear duro, los tres gemían suave pero placenteramente, padre e hijo se coordinaron en las embestidas mientras uno se la enterraba toda en sus entrañas el otro casi se la sacaba y así estuvieron dándole un mete y saca a mi tierna novia que se dejaba sumisamente con una cara de puta perdida llena de placer en toda la habitación se escuchaban sus suaves gemidos estuvieron así hasta que después de 5 minutos empezaron a jadear más intensamente hasta que las grandes pelotas de tío empezó a contraerse y a moverse me le empezó a llenar de le che la concha casi al instante a su primo lo ocurría lo mismo y le empezó a eyacular en los intestinos se los estaban llenando era un espectáculo ver como se contraían y movían esas vergas y esos huevos surtiendo a mi novia de una cantidad impresiónate de leche que le empezaba a escurrir por sus orificios aun con esas vergas bien metidas la cara de ella tenía una expresión de placer intenso los ojos los tenía en blanco y estaba babeando, su tío solo decía dios mío me está ordeñando la verga siento como me la exprime y su primo también comentó:

—aaaahhh su culo también me está exprimiendo la verga siento como me la aprieta.

Así estuvieron hasta que dejaron de moverse quedaron ahí con mi novia en medio y con sus vergas metidas y chorreantes mientras había visto todo eso yo me masturbaba como loco y me venía con cantidades de leche que me tire encima.

Después de ver cómo le habían metido esa doble penetración a mi novia subí a la habitación a descansar los dejé ahí, ya más relajado un sentimiento de culpa que me empezaba a invadir caí dormido.

A la mañana siguiente desperté a eso de la 9:30am ya casi todos estaban despiertos solo faltaban David y Diana cuando baje del camarote David dormía placenteramente baje salude a todos vi al tío Roberto lucia cansado me saludo me miraba burlonamente con ironía en su cara, la familia ya alistaba maletas se organizaban yo desayune me vestí organice maleta, como a las 10:30am despertó David estaba contento me miraba y se sonreía me saludo como su padre con una doble intención sabía que también se burlaba de mi por lo cornudo que me habían hecho en el paseo, el desayuno se vistió, prepararon la comida sirvieron a eso de las 12:30pm despertó mi novia se veía ojerosa le preguntaron que si estaba bien dijo que no había podido dormir que dio muchas vueltas, yo solo pensaba lo mentirosa que era, no durmió bien por estar ensartada por el primo y el tío, me sentía cornudo, traicionado con ese arrepentimiento deje que desvirgaran a mi novia por todos sus agujeros ella iba a regresar a casa hecha una adicta al sexo, adicta a su tío y primo sabía que no se iba a detener ahí y cuando tuviera la oportunidad me seguiría poniendo unos lindos cuernos.

Todos estaban en el primer piso listos esperando ya casi todos tenían el equipaje listo faltaba mi novia quien comió rápido y disimuladamente le hizo un guiño al primo mientras comía termino dijo que se bañaba alistaba la maleta y bajaba así que tuvimos que esperarla 10 minutos después empezamos a montar las cosas en los vehículos y hablar fuera de la casa entre todos mientras esperábamos para irnos de un momento a otro perdí a David de vista ya no estaba afuera de la casa me escabullí en un momento que estaban todos distraídos solo pensaba no puede ser que vuelva a pasar con cuidado subí al segundo piso el baño estaba vacío todas las puertas de las habitaciones estaban cerradas abrí la que ocupaba con David lentamente pero no había nadie ahí me acerque a la que ocupaba Diana y escuche ruidos me quede escuchando pegado a ella y alcance a oír ….

—Primita toma tu lechita para que te vayas a la casa cargadita chúpamela rápido que nos van a empezar a buscar….

Solo se escuchaba las chupeteadas “glop glop glop que rica la tienes primo glop glop glop glop”.

No podía creer mi novia le estaba haciendo una mamada de despedida al primo así estuvieron un rato hasta que escuché ruidos en las escaleras rápidamente entre en la habitación que ocupaba y entreabrí la puerta y pude ver pasando al padrastro de mi novia se dirigió a la habitación de Diana y sin preguntar abrió la puerta mientras entraba y decía…

—Diana su mamá que se apure que nos va a coger la tarde.

Mientras su cara se empezaba a poner blanca y abría los ojos, me acerque por detrás escondido tras el marco de la puerta, la imagen era increíble David le sacaba la polla toda enorme y morcillona untada de babas y semen de la boca a mi novia, Diana había acabado de tragar una buena cantidad de semen se encontraba arrodillada con el cabello mojado toda húmeda envuelta en una minúscula toalla que apenas le cubría ese par de tetas grandes pero no ese delicioso culo ya que al estar arrodillada se le salía todo, mi novia con la cara pálida la boca abierta con algo de semen que le salía por la comisura de sus labios.

De sus ojos empezaban a brotar un par de lágrimas por cada una de sus mejillas.

Padrastro: Que está pasando aquí.

David: nada tío.

Padrastro: Como que nada, tienes la polla afuera untada de semen y babas y mi hija esta arrodillada con la boca untada de tu semen.

Diana: Papá no es lo que parece.

Padrastro: Que no es lo que parece entonces me estoy imaginando que le acabas de hacer una mamada a tu primo, a tu primo Diana que va a pensar tu mamá y toda la familia de esto.

Diana: Papá no les diga nada por favor.

David: Tío si no diga nada.

Padrastro: Cállese David que me da ganas de golpearlo más bien salga de aquí voy hablar con esta vagabunda.

Rápidamente me escondí en la habitación que ocupaba nuevamente vi pasar a David acomodándose la polla y subiéndose el pantalón iba asustado, me asome y vi la puerta que se cerraba, pero no quedo totalmente cerrada quedo entreabierta aproveche para mirar que sucedía.

El padrastro se acercó a su hija que seguía arrodillada mirándolo con lágrimas en los ojos con su cabeza a la altura de la entrepierna de su padrastro.

Padrastro: no lo puedo creer Diana su mamá todo lo que la ha cuidado y mire como se comporta como una puta.

Diana: No papá solo fue una vez, yo no lo vuelvo hacer por favor no le diga a mi mamá.

Padrastro: Si claro una vez, a ver y por qué lo estaba haciendo.

Diana: Tenia curiosidad y mi primo me convenció.

Padrastro: Curiosidad tremenda puta nos salió de seguro ya te has acostado con un resto de personas porque con esa carita de niña buena y ese cuerpazo que te gastas ya debes estar más usada que puta barata.

Diana: No papá no me diga eso yo no he estado con nadie.

Padrastro: Si como no cuando te vas a quedar en casa de tus amigas seguro aprovechas para acostarte con todos los que podas sos toda una puta pobre tú novio debe tener unos cuernos gigantescos.

Diana: No papá eso no es cierto.

Padrastro: Yo le decía a tu mamá que no te dejara ir a quedarte donde tus amigas por que de seguro te ibas a putear…. Ya que sos una puta te voy a enseñar.

Su padrastro es un hombre muy serio trabajador de 1.68mts.

De contextura algo delgada algo barrigón, calvo narizón de piel blanca una persona que siempre ha estado pendiente de su familia y la ha cuidado mucho que conoció a Diana cuando tan solo tenía 5 añitos, se empezó a desabrochar el pantalón se bajó un poco el calzoncillo y saco una verga de 20cm parada cabezona gruesita con un par de pelotas grandes toda peluda se la apunto a la boca y le dijo.

Padrastro: Chúpala rápido que nos están esperando.

Diana: no yo no se lo voy a chupar usted es mi papá es esposo de mi mamá no la voy a engañar a ella.

Padrastro: ahora te vas hacer la digna la niña buena si no quieres que le diga a nadie me vas a tener que sacar toda la leche puta.

Acto seguido la cogió de la nuca y le enterró la mitad de esa verga a mi dulce novia que le escurrían las grimas en la mejilla….

Padrastro: Haceme venir rápido que no tenemos tiempo.

Empezó a darle un mete y saca rápido Mi novia ponía sus tiernas manitas en su pelvis intentando que no le diera tan duro así estuvo un ratico hasta que con su manito derecha le agarro lo que le queda afuera de polla y con la izquierda le empezó a acariciar los huevotes a su padrastro ya cambio de actitud dejo de llorar miro a su papito querido con cara perdida de lujuria y empezó a chupar con devoción le pasaba la lengua por todo el tronco le chupaba los huevos se la metía lo más que podía degustaba la polla de su padre la estaba disfrutando toda su padre solo gemía mandaba su cabeza hacia atrás cerraba los ojos y le decía…

Padrastro: que puta eres, yo lo sabía con esa carita de niña y ese cuerpo tan rico, apretadito y delicioso ibas a terminar siendo toda una perra no ibas a aguantar toda esa calentura contenida en ese cuerpecito, vas hacer una perra….

Diana: Papá tu verga está muy rica no me pude contener….

Padrastro: Pobre tu novio y pobre tu mamá tuve que aprovechar la oportunidad es que tu estas muchísimo más rica que tu mamá y la mamas muchísimo mejor que ella….

Diana: Mi mamá te la chupa….

Padrastro: Si, pero no casi hay que rogarle….

Diana: Lo que se pierde mamá….

Padrastro: No te imaginas las manos de pajas que me he hecho en tu honor de verte con poquita ropa en casa me la pones dura pero de ahora en adelante vas hacer mi puta personal y no quiero que te acuestes con nadie ni con tu primo me oíste perra….

Diana: Si papi….

Padrastro: A putica me voy venir….

Diana: Si papi dame semen.

El padrastro le saco polla de la boca a mi novia le dijo que la dejara abierta y se le empezó a venir encima de la cara con los primeros cinco chorros que la dejaron toda untada eran de gran cantidad le cayó en la frente los ojos nariz mejillas le dejo la cara perdida en semen los últimos cuatro se los dio en la boca llenándosela de leche la cual trago y degusto pasándose los labios por la boca y sonriéndole….

Diana: Está muy rica papá quisiera tomarla todo el tiempo….

Padrastro: No te preocupes de ahora en adelante tu papá te va a dar la lechita.

Cogió la polla se la restregó por toda la cara se la unto de su seme y le dijo déjamela bien limpia, Diana la chupó le quito todo el semen y se la dejo limpia, después el padrastro se empezó a subir el pantalón y le dijo:

Padrastro: baja rápido que nos esperan.

Mi novia estuvo como 5 minutos chupándole la polla lo hizo con gran maestría porque lo hizo venir rápido.

Salí rápido baje las escaleras y entre al baño que hay en el primer piso tenía una tremenda erección no pude hacerme una paja y me dolían los huevos cuando Salí de la casa el padrastro se puso nervioso y me pregunto dónde estaba tocándome el estómago le dije es que me sentí muy mal del estómago y fui al baño del primer piso y estuve un buen rato ahí, eso a él lo tranquilizo y si tenía el estómago revuelto después de ver la mamada que le metió mi novia al papá era seguro que se la iba a empezar a coger y teniéndola bajo el mismo techo no iba a desaprovechar para llenarle el coño de leche, me sentía con inseguridad temeroso traicionado pero muy enamorado y fue más el amor que decidí hacerme como el que no había visto nada en esos días callar y no confesarle de que lo sabía todo y que también me excitaba verla siendo tan perra y engañándome que me causaba placer ser su cornudo, no quería perderla estaba ciego de amor.

Luego vi que el padrastro se acercó a David que lucía nervioso le hablo lo que le dijo parece que lo tranquilizo y ya se calmó un poco más, deduje que le dijo que no iba a decir nada porque la familia nunca se enteró de los deslices de Diana con su tío y su primo, 10 minutos después bajo Diana con sus trencitas una camiseta unos jeans y unos tenis sonriendo como si nada se acercó a mí me abrazo y me dijo gracias por venir al paseo conmigo y mi familia la pase muy bien, me dio un beso en la boca muy apasionado, me supo raro creo que era el sabor de la leche del papá, le dije gracias amor por invitarme te amo.

Volvimos a casa fue el fin del paseo, pero el inicio de mis cuernos.

Steven: no lo puedo creer también mi suegro.

Antonio: si, de él también tienes que cuidarte va a estar más difícil teniéndolo en la misma casa, pero no te asustes tal vez eso ya quedo en el pasado y no vuelva a pasar.

Steven: dios te oiga no me gustaría que mi suegro aprovechara las vacaciones para cogérmela toda a mi mujer.

Antonio: bueno y también de alguno que otro amigo de Diana.

Adrián: si lo sabré yo jajajaja.

Steven: cuales amigos.

Adrián: creo que Antonio no ha terminado de contar algo que termine y te cuento mi lo que me paso cuando era novio de Diana.

Antonio: ok les voy a terminar de contar.

Continuará….

Recibo críticas o comentarios.

  • : Me sigue poniendo los cuernos, las cosas se salieron de control y solamente guardo silencio sin que se dé cuenta que lo he visto todo.
 

Relato erótico: “Viviana 15” (POR ERNESTO LOPEZ)

$
0
0

PORTADA ALUMNA2Dudé como seguir, tenía ganas de darle un duro escarmiento y realmente hacerle daño, en ese momento me imaginé Sin títulocomo castigaba y abusaba de su pequeña hija indefensa y quería hacérselo pagar.

Pero me contuve, recordé la frase que la venganza es un plato que debe comerse frio y decidí postergar ese castigo. No obstante algo tenía que hacer, puse una película alemana donde un verdugo primero y una chica después torturaban sin piedad a una esclava medio veterana.

No buscaban causarle placer, sólo la castigaban de distintas maneras sin la menor clemencia. Decidí reproducir lo más fielmente posible lo que mostraba la pantalla, allí la tenían atada a la pared y le pegaban con un látigo de frente y espalda, yo la até al barral del placard y le di con el cinturón, el verdugo le puso agujas de inyecciones en las tetas, yo como no tenía use agujas de coser para el mismo fin.

Así nos entretuvimos casi dos horas, al terminar ya era de tardecita, Mierda quería que me la coja, no lo decía pero lo demostraba, me hice el boludo y cuando acabamos la sesión le dije: “vestite con una mini bien cortita y una blusa, tacos y nada más”

Por supuesto obedeció sin saber para que, le di el casete que habíamos visto, un papelito con la dirección del video y le ordené: “andá acá, devolvé este video y trae un par más, si el dueño te pregunta algo le decís la verdad y si te quiere coger lo dejas, a pelo y por donde quiera.”

Salió sin preguntar nada, iba aprendiendo, buen síntoma. Llamé a Viviana a la casa, le propuse venir a cenar a casa de su mamá y que trajera al nene, podíamos luego dejarlo durmiendo en una habitación alejada y divertirnos nosotros en el dormitorio de Mierda, aceptó entusiasmada. Me acosté un rato para dormir, la noche sería larga y quería tener suficiente energía

Cuando mierda volvió del video club, unas dos horas más tarde, no quedaban dudas que había cogido con el gordo y degenerado dueño del video. ¿Cómo te fue? pregunté sonriendo.

-“ Muy bien mi amo, traje cuatro películas que el señor del negocio me recomendó”

-“ No te hagas la pelotuda y dame los detalles” insistí para humillarla más

-“ Cuando subimos al entrepiso él lo hizo detrás mío y miró descaradamente mi entrepierna…”

Iba a seguir con la historia pero la interrumpí tomándola del pelo y dándole un par de buenas cachetadas, “mirá pelotuda, o nombrás las cosas por su nombre o esta noche vas a quedar para ir al hospital de las piñas que te voy a dar”

-“Perdón amo, subimos y me miró la concha y el orto, una vez arriba haciéndose el profesional me preguntó que rubro me gustaba, contesté que el sado como el film que devolvía y agregué que lo habíamos interpretado además de verlo”

-“Me imagino la cara del gordo” dije cagándome de risa

-“Si, se sorprendió bastante y ahí nomás me dijo que si me cogía podía llevar todas las películas que quisiera el tiempo que sea, por supuesto acepté siguiendo sus ordenes”

-“ Sólo porque yo te lo ordené?

-“ No, en realidad yo también tenía ganas, estar vestida de puta, sin ropa interior y rodeada por todos esos video con carátulas explícitas me había motivado mucho”

-“ Muy bien, así se hace, ¿y cómo te cogió?

-“ La sacó del pantalón y me la hizo chupar un rato, cuando estuvo bien dura me abrió la blusa para morderme las tetas, me subió la mini hasta la cintura y allí mismo, en el piso me la metió de una. Como yo estaba muy mojada entró refácil, bombeó un rato y preguntó si podía dármela por el culo, le conteste que todos mis agujeros estaban a su disposición, levantó mis piernas y me la metió por el orto hasta que acabamos”.

-“ Bastante aburrido, la próxima quiero que seas más guarra, no se, que salgas en bolas a atender el negocio, que le pidas que te castigue un poco, metete algún objeto, coger solamente no es aceptable”

-“Está claro amo, así se hará” contestó entusiasmada, era hermoso ver lo rápido que se emputecía.

-“ Bueno, date una ducha, prepará la mesa para cuatro y conseguí algo de comida. Esta noche vienen a cenar tu hija y tu nieto”

Se sorprendió pero no dijo nada y se puso a hacer lo que le mandé, yo seguí durmiendo un rato en su cama.

Me levanté cuando escuché el timbre de la puerta, Mierda les abrió la puerta a los invitados, ya tenía la mesa preparada, les dijo:”que bueno que vinieron a visitar a la abuela, en un ratito llega la comida”, mire con complicidad a Viviana quien afirmó: “por nada, seguro que nos divertiremos mucho”

Durante la cena, cuando no miraba el nene, le metía mano a cualquiera de las dos, tocando sus conchas o pellizcando los pezones para ir entrando en calor. Al terminar Viviana rápidamente se ocupó de acostarlo en una cama en la otra punta del pasillo , a los pocos minutos regresó alegre,: “ya se durmió”

Fuimos al dormitorio de Mierda y nos dispusimos para disfrutar la noche, llevamos tres vasos, hielo y una botella de whisky para ir entrando en calor, puse una película de una orgía donde un montón de machos pijudos abusaban brutalmente de dos chiquilinas, realmente las trataban como si fueran un pedazo de carne.

Estábamos tomando un trago cuando comencé mi plan diciendo: “¿sabés Viviana de lo que me enteré?, cuando eras niña tu madre no solo te pegaba sino que también te tocaba para excitarse ella y su amiga lesbiana”

Mierda no esperaba que contara esto y se quedo petrificada, Viviana demoró unos segundos en comprender mis palabras, cuando reaccionó preguntó: ¿Es cierto lo que dice Ernesto?”

-“ Siii, yo este… , resulta que estaba sin sexo y me di cuenta que me gustaba pero no quería hacerte daño, sólo disfrutar un poco con ..”

No pudo terminar su relato, Viviana la agarró de los pelos, la tiró al piso y la empezó a patear con toda su furia sin cuidar donde caían sus golpes.

La paré y le ordené: “quieta, ya habrá tiempo para eso, por ahora descansá un poco y disfrutemos”, con muy pocas ganas pero obedeció, en realidad quería tensar un poco más la cuerda, así que ordené “Mierda, quiero que castigues a Viviana exactamente igual que lo hacías cuando era niña”

Me miró con ojos suplicantes porque sabía lo que eso podía generar, pero no se atrevió a decir nada, tomó a Viviana de la mano, se sentó, la puso sobre su regazo y procedió como lo había hecho conmigo, En este caso le sacó la pollera y la bombacha, alternaba las nalgadas con toqueteos en su concha y su culo.

Deje un rato que afloraran los recuerdos de Vivi y cuando me pareció suficiente paré el acto.

-“ Bueno, espero que haya sido agradable rememorar momentos de la niñez, todo sea por mejorar la relaciones familiares” comenté con sorna.

Esperaba una reacción de Viviana al menos tan violenta como la anterior, pero para mi sorpresa se quedó quieta, estaba como ensimismada, al rato dijo: Bueno, vamos a coger que para eso vinimos, ¿no?”

Ahora el sorprendido era yo, le pregunté “¿no le vas a dar un terrible escarmiento por lo que te hizo?

-“Aunque no lo creas me gustó, recordé de golpe la historia completa, es cierto, con los castigos siempre había toqueteos que me calentaban muchísimo, después me encerraba en el baño y yo misma me daba placer con unas terribles pajas hasta quedar exhausta”

Intervino Mierda: “ ¿Te acordás que siempre en el baño había cepillos, frasquitos u otros objetos apropiados para masturbarte?¿Quién crees que los ponía y para qué?

Bueno, no se había cumplido mi expectativa, yo esperaba que Viviana descargara toda su furia contra su madre y resultó que le había gustado y estaba contenta con haber revivido esos sentimientos.

Con las masocas nunca se sabe, a veces salen para el lado que uno menos se imagina.

Pero la última intervención de Mierda me sirvió para volver a encender el fuego y ponerle algo de pimienta a la noche, con voz enojada grité “¿pero podés ser tan pelotuda? te dijimos mil veces que no podés hablar si no se te pregunta, pero no, la Mierda se cree que es una persona y puede hablar cuando se le canta el orto !!”

“Desnudate por completo” ordené, Mierda aun tenía un vestidito normal que se había puesto para recibir a su nieto.” Ponete el corpiño y la bombacha que te regalé” mostró pánico en su rostro pero igual obedeció de inmediato.

Cuando Viviana vio como eran las prendas mencionadas, con todas su púas aún manchadas de sangre se entusiasmó: “ así que esto le regalaste a la vieja, me voy a poner celosa” bromeó

-“Vos también lo vas a usar, no te preocupes. ¿No te gustaría ser vos ahora quien le de la paliza a ella? Mira también compré un par de reglas como las que ella usaba”

La sonrisa maligna de Viviana era hermosa, si bien el hecho que su madre la castigara con fines sexuales no era tan grave para ella, igual le guardaba rencor, competía por mis atenciones y además le daba un sádico placer actuar como ama.

La agarró de los pelos, la acostó sobre la cama culo para arriba, le dio terribles reglazos en espalda, culo y muslos, siempre con la bombacha puesta para que las chinches perforaran su concha. Cuando estuvo al rojo vivo la dio vuelta y repitió la operación de frente.

En este caso los golpes eran mucho más efectivos porque cuando caían sobre sus tetas o su concha (lo que ocurría la mayoría de las veces) hacía que se clavaran las chinches en los pezones y en clítoris, Mierda no paraba de llorar.

Mientras yo había desnudado a Viviana y me entretenía metiéndole los dedos y jugando con sus pezones para excitarla más, sabía que eso hacía que sus golpes fueran más intensos.
El castigo duró bastante y Viviana no se detuvo hasta que el cuerpo de su madre quedara totalmente rojo, mostrando las marcas de los reglazos. Viviana estaba agotada y transpirada como si hubiera corrido una maratón.

Por supuesto eso no me impidió usarla para mi placer, la tiré arriba de su madre para que con nuestro peso se le clavaran más los pinchos y la cogí por la concha violentamente, ambos gozamos como cerdos.

Cuando me separé le ordené: “pero pobre tu madre no gozó nada, ponele tu concha en la boca para que la limpie y pueda disfrutar mi leche”. Por supuesto no se hizo rogar y se sentó en la cara de Mierda quien chupó con ansias mi semen, los fluidos de Viviana y toda su transpiración, al terminar dijo: “muchas gracias amo”.

Contesté: “esta es la primera vez que hablás sin permiso para no decir boludeces, me gustó, a partir de ahora cada vez que alguien te coja, te pegue o te humille deberás agradecer y mejor que no lo olvides”

-“Gracias amo” fue su escueta respuesta.

CONTINUARÁ

 

La señora (Miércoles, la confesión) (POR RUN214)

$
0
0

herederas3LA CONFESIÓN

          La jornada transcurrió sin novedad. Bethelyn no se atrevió a pasar sola ni un momento. Estuvo con el ama de llaves y sus criadas la mayor parte del tiempo hasta que, al llegar la noche y una vez acabada la cena, todos los criados se fueron retirando a sus aposentos quedándose sola.
 Su esposo continuaría en su despacho hasta altas horas como de costumbre, así que subió resignada las escaleras hacia su habitación en soledad y con el alma en un puño sin dejar de pensar en la pasada visita furtiva de Garse.
 Al llegar al pasillo superior se topó con el ama de llaves.
-Elise, espera.
-¿Señora?
-Acompáñame.
Elise, la fiel ama de llaves, acompañó a su señora hasta su alcoba. Bethelyn la hizo pasar y cerró la puerta tras ellas.
-Quédate conmigo esta noche, Elise.
-¿Quedarme? ¿Aquí, en su dormitorio?
-No quiero estar sola.
-Pero… mi marido estará esperándome.
-Solo hasta que llegue mi esposo.
-Yo… no se que decir… -alegó azorada.
-Por favor, no quiero estar sola. Quédate.
No era usual que las criadas acompañen a sus señoras en sus horas de alcoba. Tampoco tenía una relación tan estrecha con su señora como para permitirse tales confianzas. Pero era su señora y lo que le pedía tampoco era algo descabellado.
 Cabizbaja, asintió con la cabeza y Bethelyn la abrazó agradecida. Elise ayudó a su señora a desvestirse, le colocó el camisón y la vio meterse en la cama. Se hizo un silencio en el que ninguna de las 2 habó. Bethelyn la miró extrañada.
-¿A que esperas?
Su criada era mayor que ella, no obstante se ruborizó como una adolescente y desvió la mirada hacia abajo.
-¿Quiere que me meta con usted, señora?
-Claro, ¿Pasa algo malo?
-N…nada señora. ¿He de desvestirme?
-¿No pensarás meterte con vestido y todo?
Se descalzó y se deshizo del vestido. No tenía camisón así que se metió a la cama en ropa interior. Estiró el brazo para apagar la vela que las iluminaba desde la mesilla.
-¡No!, no la apagues. No quiero estar en la oscuridad.
-Entiendo. Como quiera señora.
El ama de llaves se acostó y Bethelyn la abrazó. Pegó su cuerpo al de la mujer y hundió la cabeza en su cuello. Sentía el calor de la otra mujer a través de su cuerpo y de sus piernas desnudas.
-Gracias Elise.
Elise estaba acalorada. No movía ni un músculo. Intentó cerrar los ojos y dormir sin éxito. Bethelyn tampoco podía. Temía a su hijo. Aun guardaba el abrecartas en un cajón de la mesilla. Si ese mal nacido volvía, haría una locura.
– · –
Al final, el sopor y el cansancio acumulado, pudo con las mujeres y ambas se durmieron. Había pasado un buen rato y la vela se había consumido un buen trecho. Bethelyn abrió los ojos y vio la cara de Elise a escasos centímetros de la suya, dormía. Su aliento acariciaba su rostro. Había estado muy nerviosa desde que le pidiera su compañía. Su criada ocupaba el lado derecho de la cama, el de su esposo. Durante el sueño se había girado y había pasado un brazo por encima de su señora. Ambas se abrazaban como colegialas con las piernas entrelazadas. Se permitió esbozar una sonrisa de paz que se borró de inmediato al ver la figura de un hombre en pie detrás de su criada. Era Garse.
 Su primer pensamiento fue hacerse con el abrecartas pero estaba paralizada por el miedo. Garse la miraba con odio. Se sacó la polla del pijama y señalo a su madre. Después, con la misma mano, señaló su polla. Bethelyn abrazó a su ama de llaves, aun dormida, con más fuerza.
 Garse hizo el gesto con la mano simulando chupar una polla. Era una amenaza para ella o quizás una predicción. Empezó a menearse la polla frente a su madre.
 Bethelyn estaba a punto de romper a llorar. Su hijo no le haría nada estando la criada delante ¿o sí?
 Él continuaba meneándosela. Se estaba haciendo una paja delante de su horrorizada madre mientras Elise continuaba dormida, ajena a lo que sucedía a sus espaldas.
 ¿Que debía hacer? ¿Qué podía hacer? Si se giraba podría atrapar el abrecartas del cajón antes de que él reaccionara y defenderse con él. El ama de llaves se despertaría y vería a su hijo. Se descubriría todo, absolutamente todo, incluido lo de Ernest. La vergüenza caería sobre ella y sobre su marido. Adiós a su carrera política. Adiós a su matrimonio.
 En un momento dado los ojos de Garse se cerraron, su boca se abrió y su cara dibujó una mueca de dolor. Se estaba corriendo. Su semen brotó desde su polla en dirección a las mujeres. La mayor parte cayó en el pelo de Elise aunque la cara de su madre también recibió algún disparo.
 Garse utilizó la falda de Elise que estaba sobre el galán para limpiarse, miró a las mujeres con expresión de asco y abandonó el dormitorio en silencio. Bethelyn se limpió la cara con la manga con cuidado de no despertar a la criada y con lágrimas en los ojos la abrazó con más fuerza hundiendo la cabeza en su cuello. Comenzó a llorar.
– · –
Trascurrió el tiempo. Su ama de llaves continuaba en la misma posición de abrazo. El semen de su pelo formaba pequeños pegotes resecos no perceptibles a simple vista. Bethelyn había terminado por dormirse de nuevo. La vela de la mesilla titilaba sus últimos estertores antes de apagarse. Junto a ella había otra vela aun mayor enfundada en un candil y justo al lado la figura de un hombre se erguía ante ellas. Su marido las miraba desconcertado desde la misma posición donde antes estuviera Garse.
 Cuando Bethelyn se percató de la presencia de su marido despertó a su compañera y ésta reaccionó nerviosa al ver a su señor junto a ella. El instinto del recato hizo que se tapara hasta el cuello con las sábanas. Sus ojos iban de su señor a su señora y de nuevo a su señor. Bethelyn la tocó en el hombro.
-Gracias por tu compañía Elise, ya te puedes ir.
-S…Si señora.
Destapó las mantas y se levantó de la cama hacía su vestido con paso nervioso. Eduard no pudo pasar por alto sus muslos desnudos y su trasero enfundado en aquellas bragas. Intentó descubrir algo a través de su generoso escote mientras la mujer se colocaba aprisa el vestido y abandonaba la estancia como un rayo.
-¿Y bien?
-No me gusta estar sola.
-Estabais muy juntas y Elise aun es una mujer muy guapa. –Dijo con una sonrisilla ladina.
-Y tú muy estúpido o muy sordo.
-Si alguna vez quisieras… con una mujer…
-¡No! Eso me da asco. ¿Tú te haces pajas con otros hombres?
Su marido borró la sonrisa.
-Solo bromeaba.
Se metió en la cama y ocupó el lugar de Elise. Noto el calor que su ama de llaves había dejado en su lugar de la cama y el olor de su pelo en la almohada. Se excitó al fantasear con a las 2 mujeres juntas. Acarició a su esposa que se había tumbado de espaldas a él y deslizó su mano entre sus piernas. Metió la mano en las bragas y exploró su coño. No detectó signos libidinosos en él. Adiós a su última esperanza lésbica.
-¿Satisfecho?
-No lo sé. En cualquier caso. –continuó. -Si tuvieras algo que contarme…
-Si tuviera algo que contarte, no te gustaría oírlo.
-A lo mejor sí. –contestó socarronamente.
-Te aseguro que no.
Súbitamente Bethelyn se desmoronó y comenzó a llorar sin motivo aparente. Su marido arrugó la frente preocupado.
-¿Que pasa Bet? ¿Qué está pasando aquí? Cuéntamelo.  –Su mujer no decía nada. Solo lloraba. -¿Por qué lloras? ¡Habla, cojones!
– · –
El sol había salido hacía rato pero la oscuridad reinaba en el dormitorio de Garse. Dormía plácidamente con las sábanas hasta las orejas. El ama de llaves entró como todos los putos días a despertarle e insistirle en que se levantara por orden de su puñetero padre. La misma ama de llaves que le había chafado el polvo de ayer con su madre. Se había tenido que conformar con una paja a su salud sobre su cabeza. Pero esto no iba a quedar así.
 Elise era una mujer madura pero que aun tenía una buena follada. Cada mañana soportaba la misma tortura. Subía las persianas, abría las ventanas y retiraba las mantas hasta los pies. Pero hoy sería diferente. Estaba desnudo con la polla preparada. En cuando le retirara las mantas se iba a llevar una sorpresa. Ella y su coño peludo.
 Cuando aquella cabrona izó las persianas, el sol iluminó tanto la habitación que casi le deja ciego. Notó las manos de la sirvienta retirar las mantas de golpe. El frío matutino bañó su cuerpo desnudo. Se colocó boca arriba y levantó los brazos hacía sus tetas.
 Antes de que pudiera hacer nada una mano le sujetó del cuello contra la almohada. Otra mano se posó en sus huevos. Esto iba a ser más interesante de lo que pensaba. Sonrió con los ojos aun medio cegados por la luz.
 La mano de sus huevos se cerró como una tenaza apretujándolos casi hasta reventarlos. Un alarido quedó a medio salir de su garganta, pues la manaza del cuello empezó a estrangularle. Abrió los ojos de par en par y vio 2 brazos velludos arremangados hasta el codo. Al final de los cuales distinguió el bigote poblado de su padre.
-Te gusta jugar con las cosas de mi propiedad ¿Eh, cabrón?
El dolor de los huevos era insoportable, además se ahogaba. Sentía los latidos del corazón en las sienes como martillos. Empezaba a ponerse morado con los ojos a punto de salirse de las cuencas.
-Te voy a reventar tus huevos de maricón, folla-madres.
 Quería hablar pero de su garganta solo salía un gorjeo inaudible. La imagen de su padre con los dientes apretados y su frente arrugada como una uva pasa comenzaba a volverse borrosa por culpa de los lagrimones de sus ojos. Tenía miedo, mucho miedo. Abría y cerraba la boca como un pez fuera del agua.
-Te lo puedo explicar. –Consiguió balbucear.
-¿El qué? ¿Qué se te pone dura con el coño de tu madre?
Eduard Brucel escupía las palabras a escasos centímetros de la cara de Garse. Motitas de saliva impactaban en la cara de su hijo.
-¿Te haces pajas con tu madre, enfermo de mierda? Te voy a curar a base de hostias.
-Espera, espera un momento. Me haces mucho daño.
-También le hacías daño a tu madre cuando se la metías por el culo. Te gusta metérsela por el culo y correrte dentro ¿verdad?
Garse miraba a su padre como una ardilla que contempla a un halcón, atrapada en sus garras y que sabe que va a ser comida.
-A tu madre nunca se la he metido por el culo. No le gusta y le duele. Y vas tú y se lo follas y te corres dentro, hijo de puta. ¿Te gusta follártela por el culo? ¿Te gusta cabrón?
Garse solo pensaba en una cosa, que acabe ya. El dolor en sus pelotas era insufrible. No sentía las piernas y su padre no paraba de apretujarle los cojones.
-Hay algo que no sabes. Suéltame, por favor padre.
-Lo sé todo mamón. Sé que te la follas a traición, que le das por el culo, que le has lamido las tetas y el coño. ¿Te gusta pasarle la lengua por la raja, cerdo? ¿Te gusta como le huele el coño a tu madre?
-Por favor padre… suéltame los huevos. Hay algo que no sabes de mamá. Suéltame y te lo digo… por favor.
Eduard siseó sus palabras.
-¡Empieza a hablar, niñato! Pero como no me digas algo que no sepa te reviento los huevos, hijo de la grandísima puta, violador folla-madres.
– · –
Bethelyn estaba de pie en el pasillo cuando oyó un alarido inhumano que atravesó toda la mansión. Era Garse. Al cabo de unos instantes su marido apareció junto a ella. Salía del dormitorio de su hijo. Intercambiaron la mirada durante unos momentos.
-Hoy mismo partirá hacía la casa de sus abuelos. En cuanto a ti…
No acabó la frase. Se giró y comenzó a caminar hacía el fondo del pasillo dejando sola a su mujer con la cara entre las manos. Eduard se pasó el resto del día en su despacho.
– · –
Casi al mediodía la señora y su ama de llaves discutían sentadas a la mesa del salón.
-Lo siento señora pero no puedo.
-Elise, te lo estoy pidiendo por favor.
-No, no y no. Lo siento pero no.
-Ya sé que no es fácil. No te lo pediría si no fuera de vital importancia. Salvará mi matrimonio.
-Pero destrozará el mío.
-No te estoy pidiendo nada que yo misma no estaría dispuesta ofrecer.
El ama de llaves estrujaba nerviosa un pañuelo mientras hablaba. Tenía la cara colorada y no paraba de mojarse los labios como si fuera un tic nervioso.
-Que no sea por dinero, Elise.
-Ya sabe usted que no lo es. Lo siento pero no puedo hacerlo.
Se levantó y se fue del salón. Al llegar al quicio de la puerta su señora la llamó.
-Dime al menos que lo pensarás.
La miró como quien mira un ogro de 3 cabezas.
-Adiós señora.
– · –
Pero que su propio hijo se la follara y disfrutara de ella impunemente le hacía perder los nervios. Se enfurecía pensando en su pequeño hijo cabrón.
 Abrió la puerta de su dormitorio y vio a su ama de llaves sentada en el borde de la cama frente a él. Ésta se levantó como un muelle.
 Eduard la miró pero no dijo nada. Se acercó a ella hasta colocarse a un metro.
-Ayer estabas con mi mujer en mi cama.
-Sí señor.
-¿Os tocasteis?
-¿Señor?
Posó la manaza sobre una de sus tetas y la apretó levemente. Elise dio un brinco.
-¿Te tocó mi mujer aquí?
-N…No señor. –Tragó saliva.
-¿Por qué estás aquí?
-La señora dijo que usted quería verme.
-¿No te explicó para qué?
-Se lo expliqué punto por punto. –Contestó Bethelyn desde la otra punta de la habitación.
-¿Y bien?
-Está de acuerdo.
-¿Lo estás, Elise?
Por toda respuesta su ama de llaves bajó la cabeza. Brucel sonrió.
-Te vi en ropa interior ayer. Estás muy guapa en bragas. Me gustó verte así.
La criada agachó la cabeza y se soltó el vestido dejándolo caer a sus pies. El escote de su blusón ofrecía parte del canalillo entre sus tetas y a través de sus bragas se adivinaba su negro bosque.
 Eduard miró a su criada con más hambre que un perro pequeño. Metió las manos bajo el blusón y palpó aquel melonar calentito. Se llenó las manos con las tetas de su ama de llaves y sintió sus pezones entre los dedos. Había deseado tanto este momento.

-¿Te gusta que te acaricie, Elise?

-N…No señor.
-¿Y ella?
-Tampoco señor. No me atraen las mujeres.
-Entiendo. Prefieres acariciarte tú, ¿verdad? –Bajó su mano hasta introducirla bajo sus bragas y palpó su vello y sus labios. Maravilloso.
-¿Señor? –La cara de horror de la criada era un poema.
-¿Sabes lo que me gusta, Elise? ¿Te lo ha explicado mi mujer?
-S…Sí…, señor. Punto por punto.
-Acércate Bet.
Su mujer se colocó junto a ellos.
-Desnúdate.
Se desnudó frente a su criada que la miraba horrorizada. Su marido las miraba a ambas mientras se mordía el labio inferior con lascivia.
 Bethelyn le quitó el blusón a su criada y la abrazó. Sus tetas se juntaron y sus pezones se aplastaron el uno contra el otro. Después, se mojó los labios, tragó saliva y la besó en la boca. Con cada beso iba metiendo más la lengua en la boca de la otra mujer. Su marido babeaba.
 Cuando posó una mano sobre la teta de su criada, ésta se contrajo pero no impidió que la sobara ni amasara su seno. Como tampoco se movió cuando su señora le mamó los pezones mientras deslizaba la mano bajo sus bragas.
 El toqueteo de sus dedos en su clítoris era tan desagradable como los lametones en sus pezones. Aunque no tanto como cuando le introdujo el dedo en el coño y comenzó a meterlo y sacarlo una y otra vez.
 Eduard Brucel también se había desnudado. Se estaba masturbando frente a las mujeres mientras miraba a su ama de llaves sentarse en el mismo borde de la cama que cuando llegó. Estaba completamente desnuda, con las piernas abiertas y su negro coño expuesto a la vista. Bethelyn, de rodillas frente a su criada, miraba a su marido con cara suplicante.
-Hazlo.
-Por favor, Ed.
-Hazlo Bet, hazlo. –Jadeó su marido.
Elise nunca había visto nada tan grotesco en toda su vida. Había oído rumores de infidelidad sobre su señora, había descubierto en más de una ocasión al señorito masturbándose entre las sábanas. Incluso se llegó a hablar de algún tema de faldas entre la señora y su suegro. Pero lo que estaba a punto de ocurrir ahora no se lo hubiese imaginado jamás.
 Su señora, estaba arrodillada frente a ella con las manos apoyadas en sus rodillas abiertas mirando a su esposo, el señor. Éste miraba a ambas mujeres mientras se masturbaba de pie. Elise veía deslizarse el glande dentro y fuera de su manaza una y otra vez. Las pelotas de su señor botaban con cada sacudida bajo aquel poblado bosque de vello púbico. Lo hacía con la cara desencajada y la boca abierta de par en par, respirando como un búfalo en una estampida, mientras el sudor bañaba la frente de su señor. Pero lo peor no era eso.
 Su señora acercó la cara a su coño, sacó la lengua y lamió su raja con la punta de la lengua. Una mujer lamiendo a otra mujer. Al principio lo hizo suavemente pero después metió la lengua entre los pliegues de sus labios vaginales e intentó masturbarla lamiendo su clítoris repetidamente mientras metía una y otra vez sus dedos dentro de su coño.
Miró a su señor. Éste había puesto una rodilla sobre la cama y seguía masturbándose frente a ella. Su polla estaba a escasos centímetros de su cara.
-Chupa.
Sabía lo que debía hacer y lo hizo. Abrir la boca.
La polla de su señor entró hasta la mitad. Después ella asió su mástil y siguió masturbándolo mientras le lamía. Con la otra mano masajeaba sus pelotas hinchadas. Solo deseaba que todo acabase pronto. Su señor no había perdido el tiempo en atrapar sus ubres mientras se la chupaba.
 El tiempo pasó despacio. Una eternidad de lamidas y chupadas. Al final lo inevitable llegó. El semen inundó su boca y su señor, por fin, dejó de amasar sus tetas. Era caliente y espeso. Un sabor desagradable. Desagradable y denigrante. Eduard se desplomó hacia atrás sobre la cama, sudoroso.
 Su señora también dejó en paz su violentado coño y se sentó a su lado con la cara entre las manos. Estuvo a punto de consolarla pero, ¿acaso alguien le consolaba a ella? En lugar de eso se levantó y cogió su ropa para vestirse.
-¿A donde vas?
-¿Señor? Pensaba que…
-Pues no. Vuelve a la cama.
Miró a su señora que tenía la misma cara de disgusto que ella. Después vio como Bethelyn se tumbaba boca arriba con las piernas abiertas.
-Vamos Elise, compláceme.
Obedeció cabizbaja a su señor. Se subió de nuevo a la cama colocándose a 4 patas entre las piernas de su señora. Bajó la cabeza hacia su coño y noto su olor. Era desagradable oler el coño de otra mujer. El sabor de la polla o el semen de su señor no eran muy diferentes del de su marido. Tampoco diferían mucho el de sus coños, pero era distinto. Mujer lamiendo a mujer.
 Cruzó la mirada con su señora un instante. Después volvió la mirada al peludo coño que tenía delante, lo miro como si fuera algo asqueroso. Cerro los ojos, abrió la boca, saco la lengua y la acerco a lo negro de su entrepierna con la cara contraída por el asco.
 Su coño estaba tibio, el sabor terroso fue tan desagradable como esperaba. En su boca se mezcló el sabor del semen y el del coño de sus señores. Pronto encontró su clítoris y se concentró en lamerlo y besarlo. Lo besó como de un amante perdido se tratara. El señor disfrutaba con eso.
 Eduard disfrutaba con eso y con algo más. Se colocó tras su ama de llaves, sostuvo sus caderas, acaricio su culo y sus ubres y… la penetró. Lo hizo despacio. No tenía una polla pequeña por lo que no quería metérsela bruscamente. Después gozó con sus tetazas mientras se la follaba desde atrás. Lo hizo durante un buen rato.
 Eduard disfrutaba con el coño de su ama de llaves. Tenía una polla muy grande y por suerte para él Elise no tenía un coño pequeño por lo que podía follarla sin problemas. Entraba y salía suavemente. La penetraba hasta dentro bruscamente para sacarla despacito, disfrutando de su calor. Era tan gratificante follar con una mujer como esa.
-Ya estoy casi a punto. Vamos, besaros ahora.
Elise se incorporó hasta colocarse sobre Bethelyn. Sus tetas y sus pezones estaban juntos de nuevo, sus coños se tocaban también. Comenzaron a besarse la boca como posesas en una guerra de lenguas mientras Eduard penetraba a su ama de llaves con más ardor.
-Estoy a punto. Me voy a correr. Córrete Bet. Correos las 2.
No era lo peor de la noche pero si de lo más humillante. Las 2 mujeres empezaron a gemir la una contra la otra. Se abrazaban y se sobaban las tetas y el coño mientras gimoteaban simulando un orgasmo.
 Por fin Brucel se corrió en el coño de su amante temporal. Sudoroso y cansado se desplomó de nuevo al lado de las mujeres. Estaba rendido. Al fin y al cabo la jornada no había sido tan desastrosa. Se durmió feliz. El descanso del guerrero.
 Las mujeres dudaron mientras veían al hombre respirar plácidamente junto a ellas. Por fin Bethelyn hizo una seña a su criada y ésta se quitó de encima. Esta vez nadie impidió que el ama de llaves abandonara la habitación en silencio.
 Bethelyn se hizo un hobillo y se abrazó las piernas. Ya no podía ver a Ernest, su amante; su hijo la había follado contra su voluntad incluso por el culo y ahora se lo hacía con una mujer delante de su marido. ¿Por qué cada vez iba todo a peor?
 El titilar de la vela fue lo último que Bethelyn vio antes de dormirse entre pesadillas.
A todos gracias por leerme, SI QUERÉIS HACERME ALGÚN COMENTARIO, MI EMAIL ES boligrafo16@hotmail.com
 

Relato erótico:” El viaje del adios final” (PUBLICADO POR PEDRO)

$
0
0

 

NUERA4Si busca un relato donde el protagonista domina, folla sin consentimiento, controla a su antojo a las tías, se equivocaron de relato

tumblr_inline_o8gsej0tdI1t35chj_1280.png.cfNadie dice nada, lo llevamos a su choza, nos da la hierba para no enfermar de calentura, paula cuida a la otra tía, la dejamos en la hamaca donde dormía, me duermo junto a Lucia, al otro día me pongo a tejer otra hamaca la termino en la tarde, al siguiente día está mejor se levanta pregunta

          Donde estamos

          En algún lugar del Caribe creo

Nos presentamos, les contamos como llegamos a la isla

          Mi nombre es Cintia vivía en California, vine a trabajar a Miami, me invitaron a pasear en un Yate, no sé qué paso lo último es que flotaba en el mar una ola me cubrió, hasta que desperté aquí

          Marchamos con Mae seguro sabes quién es el tío que llego contigo

Se nota la cara de preocupación, nos sigue al llegar vemos que no tiene fiebre nos dice Mae

          No habla, espero sepa follar

          Como te llamas tío

Su mirada esta perdida, le veo que tiene un golpe, es una herida en la cabeza, esta infectada, por suerte tiene un botiquín medico lo vi el primer día que vimos su lado, lo curo no es nada grave

          Salvaste a mi macho, tu eres mi macho principal preña aMichel

          Mejor se recupere

          Donde aprendiste a curar Antonio

Colaboraba  a mi novia

          No sigas

          Mi macho cuanto tarda en recuperar se

          Mañana regreso a revisarlo

Marchamos a nuestro lado Murphy está de nuevo dale que no paro con Michel, al llegar dice Cintia

          Su nombre es George estaba en el mismo Yate, es norte Americano, no se nada más, porque ella viste así

          Olvídalo, el es mi esposo no follara contigo

          Antonio como aprendiste tantas cosas

          Mi abuela me mandaba con los niños exploradores en las vacaciones

          Aprendiste algo que no involucre mujeres

          No, en el colegio e instituto fueron maestras

Marcho a terminar de hacer otra hamaca, la coloco la que usara Cintia, juntamos comida, comemos cenamos, al otro día reviso a George, se ve mejor pasa la semana, es cuando me dice George

          Donde estamos, agradezco sus cuidados

          Hablo mi macho, te gustaría vivir con nosotros

          Cintia eres tu

          Si

          Que fue lo que paso no recuerdo nada, como llegue

          Macho calma, mi macho que le pasa

          Talvez la herida el golpe olvido cosas que recordara con el tiempo

          Vete con tus hembras regresa la tormenta

Marchamos a nuestra choza los ahora cuatro, preparamos la comida

          Porque nos dice hembras, no sabe nuestros nombres

          Calma Cintia ella es como la jefa de la isla

La lluvia corto la conversación entramos a la choza, comimos, la tarde paso tranquila la lluvia paro, en la noche seque lloviendo en la mañana paro la lluvia, almorzamos en so vino Mae

          Hembrita donde está mi macho

          Que pasa Mae

          Quiero mi macho donde lo tienen, entréguenlo zorras  

De entre la vegetación apareció George, lo vio las tres tías la enfrentaban ,no pasó nada

          Mae solo estaba perdido

          No se metan con mi macho, me preocupe por ti

Marcharon, Lucia fue tras ella claro nosotros al llegar a su choza le reclama

          Nadie es propiedad de nadie

          Este es mi lado cojo lo que considero mío, te respeto, no me obligues a quitar tu macho

          Marchemos Lucia tiene razón

          Lo mismo en mi lado

Al llegar a nuestro lado

          Porque la defiendes

          Solo evito problemas

          No va aprestarnos nada

          Quiero saber lo que pasa, sé que apenas llegue

          Cada tres meses pasa un barco, frente a la choza de Mae, el día que paso fue la tormenta al otro llegas

          No quieres volver a tu casa

          No tengo mucho porque volver, mis tíos con los que vivía regresaron a su país de origen

          Queremos volver pero no sabemos dónde estamos

Busco la comida rápido comenzara a llover, comemos pescado, la tormenta esta fuerte, no salimos de la choza al otro día esta igual, al siguiente el cielo esta nublado pero paro la lluvia, salgo a orinar fuera, marcho a la playa, las tres se lavan, veo una lancha corro a cogerla no se la lleven las olas

          Antonio tráela

          Colaboren esta algo pesada

          Trae una tía

La saco de la lancha, esta desvanecida, Cintia la cuida regreso a sacar la lancha la dejo entre unas palmeras la amarro

          Antonio revísala

          Si

Solo esta dormida, veo un motor de lancha corro a sacarlo, me colabora Murphy

          Gracias

          Machito deja de juntar basura, la tormenta trajo a esta mujer revísala

La reviso es una mulata, aplico respiración de boca a boca se recupera escupe el agua que trago la dejo junto con Cintia que cuida   a la otra tía

          Machitos,  Murphy miren es un machito rescátenlo

Solo Murphy corre le colaboro, es una caja trae un tío, lo sacamos, Murphy le soba la polla por encima de la ropa, levanta la mano indicando algo, al llegar a la playa el tío trata de besarme logro evitarlo lo suelto Murphy si lo besa, corre Mae que lo quita, ella se morrea con él, los manoseos son mas violentos , le saca la polla se la incrusta ella, se esta follando al mulato

          Mae es el lado de mi isla mas respeto

El tío como que despierta quiere como pegar a Mae a Lucia

          Antonio

          Murphy sácala s de aquí

Les muestro el machete

          Marisa mi amor te protegeré

          Mi nombre es Mae

          Marisa donde estas

Lo vemos correr al mar, Mae esta tirada, grita el mulato

          Rápido ayuda un doctor

          Que te den por el culo siendo la matriarca me dejas tirada

          “ ayuda “ “ por dios  ayuda”

Trae una mulata

          Antonio revísala

          Amigo eres doctor

          No aprendiz, toma Lucia   

Coge el machete, la deja en la arena bajo unas palmeras, esta fría, respiración nula, me mira

          Lo siento está muerta

          Por dios revísala bien , la amo nos fugamos

Me mira, me suplica, no puedo hacer nada, me abraza los pies, corre grita como buscando algo, corre al mar Murphy lo desvanece , antes que cometa una locura, lo trae a la playa, las otras dos tías se recuperan me mira Mae, se dirige a Lucia

          Esta macho es mio, tienen el propio, entierren a esa hembra

          Claro como es mi lado

          Machito tienes dos hembras nuevas disfruta las, machito dos nos vamos

          No quiero marchar contigo Mae

          Porque no machito dos

          Solo me quieres para follar , no me gustas

           Como gritas cuando te cojo, mi hija te coge, vámonos

          Me que do en este lado

          Regreso por ti  acomodo a mi nuevo macho

Marcharon los tres sin George

          Paula, Cintia colaboren las cajas traen comida

Trae comida en lata, unas frutas, una botella de wiski, otra de ron que guardo para mi, George comienza a beber

          Antonio te falta enterrarla

          Mi nombre es Shannon

          Llevamos la comida a la choza

          Mi nombre es Shani también colaboro

George se está embriagando, tomo una pala cavo un hoyo para enterrar la, con unas tablas de la caja formo una cruz, entro a la choza George esta ebrio, viene Mae con Murphy

  –  que paso con el mulato

    –   mi macho tres está dormido, mañana vemos, donde mi macho dos

    –   no te rendirá esta ebrio

  –  este me coge esta noche le folla Murphy

  –  espera George sé que da

  –  Lucia no los provoques

  –  Hembrita tenemos un acuerdo, tu macho se queda contigo, macho para mí, macho para mi hija

  –  tienes a Murphy

  –  ese macho es mío, respeta me llevo el tu yo, son míos, porque gobierno esta isla

  –  George es una persona importante

  –  hembrita hazte respetar o te quitan el macho  

  –  mi nombre es Shannon

  –  esta ebrio llévate lo

  –  si no tuvieras dueña

Los tres marcharon, cenamos en silencio, coloque otras dos hamacas, en la mañana regresaba de pescar

           Busca tu propia choza

          Que pasa Lucia

          Aquí mando, es mi parte de isla, te prohíbo marches al otro lado

Me quito los pescados, recojo frutas, me pongo hacer mi choza entre unos arboles, es pequeña tejo una hamaca, como ceno, me duermo, en la mañana reviso que tengo para comer, reparo el motor de lancha, logro hacer unos remos, paseo en lancha no me hablan las vi sin ropa pero ni se enteraron que las vi, bebo un trago cada día de la botella de ron, quiero morir, no me aseo menos me afeito, paso un mes, no volvió George menos Mae, marcho al otro lado solo una miradita desde lejos, lo que veo es horrible unos tíos se llevan a George, matan a todos, espero estén lejos para enterrar los, marcho a nuestro lado, por eso no regresaban al otro lado, veo un barco a lo lejos trato de llamar la atención hablo a las mujeres entro a la choza pero no veo a nadie al salir el barco se fue, Lucia me abandono se marchó lo merezco quiero morir, logro con los días colocar el motor en la lancha logro salir de la isla encuentro un yate claro antes me corte la barbe me puse ropa mejor, me dice hacia donde esta santo Domingo, me dan comida, al llegar trabajo consigo juntar para un boleto para ir a Miami después en la embajada de España consigo mis documentos para volver a mi país a Madrid casi dos años sin ver a mis padres lloran al verme, Lucia no se que les conto, me entretuvieron tres días, quería  salir, me dijo mi madre

          Antonio; lucia nos dijo que no sabia nada de ti, como los daban por muertos, se caso hace poco

          No importa quiero lo mio

          La vi antes de tu llegada, esta embarazada

          Solo quiero lo mio Mamá

          Se lo dimos nosotros

          Estabas muerto

          Vendrá de visita logro rehacer su vida con

En eso fue abrir mi madre, los hizo pasar cuando los vi

          Antonio creí que estabas muerto

          Si también lo pensé, te quedaste con George

          No es lo que piensas te lo cuento todo

          Mira George

          Perdió todo unos tíos lo encontraron le robaron

          Juro que fue casualidad que la encontré

          Como que mataste a todos del otro lado de la isla

          No quisieron colaborar

          Lucia solo quiero lo mío

          Antonio tenemos problemas

          Lo siento quiero lo mío

          Tendremos un hijo nuestro

          No olvides que desde que llegamos no lo hacemos no trates de engañarme, te diré que George es un estafador lo buscan en su país

Entro la guardia, lo detienen, mis padres quedaron sorprendidos, me case con una prima lejana que vivía en el pueblo, tengo dos hijos la parejita, por consideración, mis padres me pidieron le colaborara a Lucia después de sufrir un aborto, quedara  sola, por lo que  estuvimos  casados antes, tenemos una hija, la cuido mientras su madre marcha a visitar a sus abuelos, están enfermos, ella es mi hija, Lucia quedo como mi amante, lo acepto, hacemos el amor, no follamos, siempre me pide a completemos la parejita, mi esposa creo sabe algo, las tengo contentas a las dos, somos felices.

  • : leer en la primera parte
 

Relato erótico: La señora (Jueves, el pago) POR RUN214)

$
0
0

 
indefensa1Estaba de pie frente a Zarrio, el encargado de las caballerizas y marido de su ama de llaves.
Sin-t-C3-ADtulo13-Le di esto a Elise. ¿Por qué has obligado a tu mujer a devolvérmelo?
-Es dinero.
-Sí, es mucho dinero. Se lo di a ella por un favor que me hizo a cambio.
-Dejarse follar por su marido no es un favor, Señora Brucel.
Bethelyn se quedó de piedra. Sintió un calambrazo en el estómago como si acabase de tragar un vaso de amoniaco.
-¿Te ha contado Elise…?
-Por supuesto que me lo ha contado. Me pidió permiso para ir a su dormitorio. Me dijo que usted la obligó a hacerlo.
No estaba muy confundido su criado. Acosó a su mujer todo el día intentando convencerla. Como ella seguía reticente terminó por asustarla con el fantasma del despido. Nunca se desharía de su ama de llaves y no estaba orgullosa de haberla amenazado con aquello pero a veces situaciones difíciles requieren medidas desesperadas.
-¿Qué te ha contado tu mujer?
-Me lo ha contado todo. Incluido que usted y ella se lamieron el coño. ¡Vaya par de cerdas!
No se lo podía creer. Se supone que debía quedar en secreto. ¿Por qué cojones tuvo que contárselo al paleto de su marido? Además no era necesario darle ese tipo de detalles.
-Aun así, insisto. Quedaos con el dinero. –Titubeó.
-¿Es para aliviar su conciencia o para comprar nuestro silencio?
-Ambos. –Cortó Bethelyn tajante.
-Pues guárdeselo. A mi no me comprará con dinero.
-No quiero ofenderte ofreciéndote dinero, solo pretendo…
-Tendrá que comprarme con otra cosa.
-¿Q…Qué?
-Le dijo a mi mujer que usted no le pedía nada que no estuviera dispuesta a ofrecer. Pues bien, ofrézcamelo.
Miró al hombrecillo como quien mira lo que acaba de caer del culo de un perro. No estaba segura de lo que le estaba proponiendo. ¿Aquel sucio empleado de cuadras quería follar con ella, su señora? Le señaló con el dedo antes de escupir sus palabras.
-¿Pretendes que me acueste contigo… en tu cama?
-¿En mi cama? No, no, de acostarse nada, lo que quiero es follarla a usted aquí, a 4 patas como una yegua.
Bethelyn parpadeó varias veces. Pasó la mirada por la cuadra donde había encontrado a su criado. Un establo de madera mal oliente con varios compartimentos para caballos. Se encontraban en uno de los compartimentos, un recinto cuadrangular con espacio para 2 animales con el suelo repleto de paja y olor a mierda. Arrugó la cara como si fuera a escupir.
Dio 2 pasos dejando tras de si la puerta que cerraba el habitáculo.
-¿Ponerme a 4 patas como una perra en un establo maloliente para que me monte un miserable criado que huele a culo de caballo? ¿Con quién coño te crees que estas hablando?
-Con una zorra que se lame el coño con mi mujer. Me limpio el culo con su alta alcurnia y la de su marido. Creen que pueden hacer lo que quieran con la gente humilde. Pues yo también puedo. Así que deje de hacerme perder el tiempo. Quítese el vestido o lárguese y aténgase a las consecuencias cuando cuente lo que sé de usted.
La boca abierta, las cejas levantadas, los ojos parpadeando sin cesar, a punto de mearse en las bragas. Ese hombrecillo no era un ser inteligente. Jamás había dado muestras de merecer ningún cargo de responsabilidad. “Encargado de cuadras” era un eufemismo para definir su cargo de “limpiador de estiércol caballar”. ¿Sería posible que el más insignificante de sus criados estuviera en disposición de chantajearla?
-No te atreverás… soy tu señora… -Titubeó -Te pido de rodillas…
-Pídamelo a 4 patas.
Bethelyn le rogó, le amenazó, le insultó e incluso le escupió, pero minutos más tarde su vestido caía al suelo dejándola en bragas y camisola.
-Joder que ancas tiene señora. Enséñeme las ubres, destápese.
Obedeció sacándose la camisola por la cabeza. Sus tetazas pendularon antes de ser atrapadas por las zarpas del caballerizo.
-Mmmmff, menudas ubres que tiene señora. Con esto sí que habrá alimentado bien a su potrillo, el señorito, ¿eh?
El señorito, el cabrón violador del señorito. Bethelyn se mordió la lengua, y la siguió mordiendo cuando la mano del criado se metió bajo sus bragas y rebuscó entre su bosque negro y cuando se las quitó de un tirón.
-Menudo coño que tiene usted señora. Esto si que es una yegua como Dios manda.
-Ten más cuidado, me haces daño.
-Vamos, póngase a 4 patas, potranca. Que ganas tengo de montarla.
-No seas tan cortés.
-¿Cómo?
-Nada.
-No se le ocurra soltarme una coz, ¿eh?
-¿También vas a mirarme los dientes?
-¿Cómo dice?
Tan espabilado para follarse a su señora y tan corto para todo lo demás. Sucio, mal oliente, haragán ¿Sabría leer aquel hombre? ¿Cómo era posible que una mujer de la valía de Elise hubiese acabado casada con ese gañán ignorante?
Se colocó a 4 patas sobre la paja y sintió la polla caliente del caballerizo deslizarse entre sus piernas y sus nalgas mientras sus manos la acariciaban más como una yegua que como una mujer. ¿Como había llegado a esto? Se iba a dejar follar por el limpia cuadras.
El metesaca no se hizo esperar. Al menos no le hacía daño al follársela. Lo peor era oírle.
-Cabalga jaca, cabalga. Vas a relinchar de gusto cuando acabe. Dios, si fuera tu marido.
La escena era de lo más dramática. El marido de Elise, la sostenía por las caderas mientras la follaba. En un momento de excitación la había agarrado del pelo como si de una rienda se tratase. Tiraba hacía él, obligando a la mujer a echar la cabeza hacía atrás. La polla del hombre entraba y salía sin parar, sus tetas se balanceaban adelante y atrás mientras soportaba el calvario estoicamente. Alguien dijo:
-Papá, ¿Qué haces?
El grito de la mujer se oyó en todo el establo. Dio un bote y se colocó con la espalda en la pared. Frente a ella, en el quicio de la puerta, acababa de aparecer un joven imberbe. Se acurrucó en el suelo intentando tapar su desnudez con las manos.
-¿Quién es esa mujer, papá?
El hombrecillo y padre del intruso miraba con asombro el lugar donde otrora se encontrara el cuerpo de su señora. Conservaba las manos en el aire en la misma posición que cuando la sujetaba por las caderas. Miró a su hijo, después a Bethelyn y después otra vez a su hijo.
-Quien va a ser. Pues la señora Brucel. ¡Me la has espantado!
El zagal abrió los ojos como platos y se puso colorado cuando la reconoció.
-¿S…Señora Brucel?
-¡Fuera de aquí! Vete.
-De eso nada. El chaval se queda que para eso es mi hijo. Además, el también tiene derecho a follar.
-¿Queeee?
La pregunta la habían formulado al unísono la señora y el hijo del caballerizo que miraban al hombre todavía de rodillas.
-Mira hijo, tú ya tienes edad de follar así que hoy te vas a estrenar.
-Ni hablar. No pienso dejarme follar por este mequetrefe.
-Mi mujer folló con usted y su marido. Ahora usted follará con nosotros 2.
-¿Q…Que mamá follo con “Los Señores”?
Bethelyn se golpeó la frente con la palma de la mano. Iba a matar al bocazas de su criado. Levantó la vista y miró de nuevo al zagal. No se parecía en absoluto a su padre. Pelo y ojos claros, espigado, nervudo. Todo lo contrario que su padre. Bajo, rechoncho, moreno de piel, pelo y ojos y sumamente estúpido. El chico no había heredado nada de su padre. ¿O tal vez sí? Sopesó la situación antes de tomar una decisión.
-Está bien. Está bien. Tú ganas. Me dejaré follar. Total, puestos ya. Pero acabemos de una vez, no quiero que se entere nadie más.
Se destapó las tetas y abrió ligeramente las piernas.
-Jodd…dder, que tetas más grandes.
-Sí, tu madre también las tiene así. –Contestó su padre ufano.
-¿Mamá también las tiene así de grandes?
-Y el coño. Son iguales. Mira.
Lesmo, el ayudante e hijo del encargado de cuadras, se acercó y miro a la mujer babeando. Se arrodilló frente a ella durante un rato, después estiró los brazos para acariciarle las tetas.
-Que calentitas. Y que blanditas.
Bethelyn se dejó hacer con la cara roja como un tomate mientras el adolescente le amasaba sus tetas como si fueran masa de pan.
-Tu madre y ella se lamiscaron el coño.
-¿Q…Queeé? ¿Por qué?
-No sé. Me lo contó tu madre. Creo que es para comprobar si están en celo. Las yeguas también lo hacen.
-Señora, ¿Mi madre y usted se lamiscaron el coño?
Abrió la boca formando una O de sorpresa. Ese bocazas limpiador de cuadras mejor estaba calladito. Se puso más colorada de lo que ya estaba pero no contestó. El muchacho por su parte miró el coño de la mujer con más detenimiento y tras una breve reflexión acercó su lengua al pubis. Lo olió, sacó la lengua y la pasó por encima del vello púbico.
-No entiendo como a mamá le gusta hacer esto. Me he raspado la lengua.
Volvió a lamer a su Señora mientras su padre le miraba fijamente, pensativo, con la cara contraída. Parecía que estaba resolviendo mentalmente una raíz cúbica de 6 dígitos. Su frente estaba tan arrugada que ambas cejas se juntaban en el centro.
-Hijo, creo que no lo haces bien. Me parece que debes lamer el botoncito.
-Ah,…
Realizó un nuevo intento. Esta vez se entretuvo mas tiempo lamiendo. Bethelyn le miraba atónita mientras el padre seguía con el mismo rictus facial. Había entrecerrado los ojos y apretado el mentón. Sus brazos estaban cruzados con las manos bajo las axilas. La raíz cúbica debía tener por lo menos 9 dígitos ahora.
-No hijo, ese botón no. Eso es el ombligo. Tienes que lamer mucho más abajo, donde está el agujerito.
El muchacho levantó la cabeza perplejo.
-¿Mi madre le lamió ahí? –Bethelyn tragó saliva y asintió con la cabeza sin mirarle a la cara.
Se puso tensa cuando el muchacho realizó un nuevo intento. El mozo vio su cara de horror, por lo que dedujo que algo no debía hacer bien. Su padre seguía observando paciente.
-Ese agujero no. Eso el es culo. Tienes que lamer dentro de la raja.
-¿Dentro de la raja? ¡No me jodas!
-Ande señora, dígale donde para que acabemos antes.
Roja como un tomate maduro. Colocó 2 dedos a cada lado de sus labios vaginales y los separó. Apareció entonces una zona rosada que provocó la cara de sorpresa del chico.
-¿Estas seguro papá?
Su padre dudó y miro a la mujer que asintió ligeramente con la cabeza. La iban a follar 2 patanes ignorantes.
Por fin el zagal lamía en el sitio correcto. En el sitio correcto y alrededor del sitio correcto. Dentro de lo humillante que estaba siendo al menos quedaría bien lubricada para cuando quisiera meterla, si es que acertaba.
-Sabe raro. ¿Esto le gusta a mamá?
-Les debe gustar si lo han hecho, digo yo. Si las yeguas también lo hacen… por algo será.
-¿El coño de mi madre sabe igual que el suyo, señora? –Ella sabía la respuesta pero no se lo iba a decir.
-Bueno señora, ha llegado el momento de que mi hijo aprenda a follar. Túmbate hijo.
-¿C…Como, no querrás que sea yo la que le mote a él como si fuera una fulana?
-¿No querrá que estemos aquí toda la mañana para meterla, verdad?
Touché.
Lesmo se tumbó boca arriba, desnudo con la polla dura como solo un adolescente puede tenerla. Su señora se le acercó.
-Chúpesela.
-¿Cómo?
-Es lo justo, él también la ha chupado a usted.
-Serás cabrón. ¿Quieres que se la chupe al ayudante de limpiador de mierda de caballo?
-Su madre se la chupó a su marido. Es lo justo.
Desvió la mirada y apretó los labios. ¿Era lo justo? Que más daba. Se arrodilló entre sus piernas, se agachó, asió su polla y la metió en la boca.
La cara del chico era un poema. Los ojos como platos y la boca formando una O. ¿Sentirían su madre y la señora en el coño lo que estaba sintiendo en la polla?
Poco después la mujer se colocó por fin sobre él. Aquellas tetazas y aquel coño le parecían lo mas bonito que hubiese visto nunca. Y eran de la señora de la mansión, la dueña. La jefa de todos y cada uno de los criados incluidos sus padres. ¡Iba a follar con ella!
Su polla de deslizó dentro de la mujer hasta desaparecer por completo. Volvió a verla de nuevo cuando la mujer comenzó a subir y bajar sus caderas. Las tetas botaban y no perdió tiempo en atraparlas y mamar de ellas.
Zarrio miraba la escena embelesado. Que grande se estaba haciendo el mozuelo. Que orgulloso estaba de él. Su primera mujer era nada menos que la dueña de la mansión. Nada parecido a la primera mujer con la que se estrenó en su juventud, una vecina fea del pueblo.
Lo mejor era que la muy noble señora se comportaba como una puta cualquiera. Su culo subía y bajaba como si fuera una yegua en pleno galope.
Bethelyn Sintió un dedo toqueteando su ano. Notó como presionaba por entrar a través de él. Estaba tan lubricado con saliva que no le costó mucho esfuerzo lograrlo. Era más grueso de lo normal. Cuando Bethelyn se dio cuanta de que lo que entraba por su ano era la polla del sucio criado quiso evitar su progresión saltando hacia adelante pero las zarpas del caballerizo la sujetaron por las caderas.
-Quieta jamelga, quieta.
-No, por el culo no.
-Te va a montar un verdadero semental.
-Dios, me estáis follando los 2 a la vez. Para de una vez. Hacedlo de uno en uno.
-Una jaca como tú puede con 2 jinetes al mismo tiempo.
Zarrio agarró a su señora por el pelo y le azotó el culo.
-Galopa, galopa.
Envestía a su señora con brío. Cada sacudida del hombre hacía que ella se bamboleara adelante y atrás a lo largo de la polla del muchacho provocándole una follada de campeonato.
-Joder…, joder… ¿Con mamá también follas así?
-¿Con tu madre? ¿Follar así?… eh… sí, claro.
Su madre, la disciplinada ama de llaves de la prestigiosa mansión de los Brucel, una mujer metódica y dedicada en cuerpo y alma a su trabajo. La madre que le educó con valores rectos y castos gustaba de lamerse el coño con otras mujeres tan estiradas como ella y follaba como una yegua en celo. Miraba las tetas de la distinguida señora que tenia encima y se imaginó a su madre en esa posición con su polla entrando y saliendo a través de su negro coño. Cerró los ojos y meneó la cabeza. No, mi madre no.
La corrida de los 2 hombres no tardó en llegar. Inundaron su coño y su culo a la vez. Los 3 mantuvieron la posición en la que estaban durante los instantes que tomaron aire para recuperarse del esfuerzo. La señora Brucel, todavía a 4 patas meneaba la cabeza incrédula, al borde del llanto mientras los hombres se apearon de ella de uno en uno y se tumbaron en la paja ufanos.
-¿Ves hijo, las cosas que aprendes de tu padre?
-Y de mi madre. –Susurró con hastío.
Mientras tanto su señora se vestía rápidamente para salir de allí cuanto antes.
-Confío en su silencio y discreción. No quiero que nadie sepa jamás lo que ha pasado. ¿Entendido?
-¿Esta loca? ¿Cree que voy a ir por ahí diciendo que me he follado a la mujer de mi señor por que antes él se follo a la mía? Nadie me creería, excepto en lo de que se tira a mi mujer. A la gente le gusta mucho murmurar. Bastantes bromas tengo ya que soportar por estar casado con ella. ¿No le parece increíble que una mujer como Elise me haya escogido a mí como marido? Si alguien dijera algo de lo que ha pasado pensarían que soy un cornudo. Por no hablar de mi hijo. Dirían que es hijo de una puta. No soy tonto ¿sabe?
Bethelyn le miró incrédula. No, no era tonto. La tonta era ella, tonta de remate. Había dejado que la follara el que limpia la mierda del establo y su ayudante. Un analfabeto que huele a culo de caballo y un imberbe ignorante por… ¿nada?
Soltó un bufido y salió del establo como una exhalación en dirección a su casa.
A todos gracias por leerme, SI QUERÉIS HACERME ALGÚN COMENTARIO, MI EMAIL ES boligrafo16@hotmail.com
 

Relato erótico: Los compañeros de papá me cosieron a pollazos (POR ROCIO)

$
0
0

PORTADA ALUMNA2 

Mi papá solía traer a nuestra casa a muchos de sus compañeros de trabajo, tras un día arduo en la oficina, para beber y Sin títulopasar el rato. A mi hermano Sebastián le saludaban como si fueran colegas de toda la vida: chocaban los cinco, le preguntaban cómo le iba con sus conquistas y comentaban sobre su equipo de fútbol. Pero a mí en cambio siempre me trataban con mucho respeto, imagino que era así porque mi padre estaba allí.

Pero en una tarde me fui al baño para darme una ducha. Cuando terminé me di cuenta que no llevé conmigo mi bata, por lo que tuve que salir con una toallita muy pequeña remangada por mi cintura y con un brazo cubriéndome las tetas. Me topé con uno de sus amigos que quería entrar en el baño. Me miró de arriba para abajo sin mucha vergüenza, yo no sabía dónde meter mi cara porque estaba coloradísima.
Me dijo con una gran sonrisa:
-Hola Rocío. Soy el señor López, el jefe de tu padre.
Su propio jefe nada más y nada menos, pero yo no le hice mucho caso, me fui a pasos rápidos de allí pidiéndole disculpas.
Un par de noches después, mientras yo estaba hablando con mi novio por el móvil, ese mismo hombre entró en mi habitación. Fue muy rápido, se disculpó y dijo: “Así que aquí es tu habitación, yo estaba buscando el baño, perdón Rocío”. Y cerró la puerta inmediatamente. No le di mucha importancia pero más tarde entendería su extraño actuar.
Una tarde me fui a la casa de una amiga, y cuando volví, ese mismo señor me esperaba cerca de la entrada de mi casa, apoyado en su lujoso coche y con una tarjetita en su mano. A mí me daba mucho corte mirarle a los ojos.
-Hola señor López. ¿Vino con mi papá?
-No, Rocío, he venido por mi cuenta.
-¿Y por qué?
Yo me aparté un poquito para entrar en mi casa pero él me cerró el paso.
-Tu papá va a perder el trabajo a manos de un muchacho más joven y activo. ¿Lo sabías? Por eso nos ha estado invitando a su casa, para mostrarnos cómo se las arregla solo, con un hijo que pronto comenzará la universidad y una hija muy preciosa que comenzará ya su segundo año de la facultad.
-Eso es terrible, señor López. ¿Y por qué me lo cuenta a mí?
-Porque si tú quieres, puedo hacer que tu padre no solo siga en la empresa, sino que suba de puesto.
-¿Si yo quiero?
Me pasó su tarjetita y dijo que me esperaría con otros hombres en un departamento ubicado en el centro de Montevideo. Yo me quedé muda, arrugué la tarjetita y le solté un sonoro bofetón. Le grité un montón de cosas y me daba rabia que ese pervertido no borrara nunca la sonrisa de su cara. No quise armar más escándalo porque tengo vecinas chismosas y repelentes que ya estaban mirando el show que monté.
Esa noche discutí con mi papá al respecto, en su habitación, porque no quise que mi hermano escuchara. Me lo confesó todo, que su puesto apeligraba porque una persona que comenzó como auxiliar terminó escalando puestos y amenazaba con quitarle su lugar en la gerencia administrativa. Obviamente mi papá no sabía que su jefe me hizo una propuesta indecente, eso sí que le iba a enfurecer y ahí se iría al traste todo.
Le vi tan triste y preocupado, así que decidí abrazarlo y quedarme a dormir con él para tranquilizarle un poco. Me dije para mí misma que yo iba a hacer lo posible para salvar a nuestra familia, que iba a hacer un sacrificio y aceptar la propuesta indecente.
Al día siguiente le llamé a su jefe y tuve la conversación más surreal de mi vida:
-Hola señor López. Soy Rocío.
-Hola putita.
Me quedé cortada por unos segundos, vaya maneras del señor.
-Voy a irme esta noche al edificio que me dijo… Lo haré por mi padre, por mi familia, usted esta noche tendrá mi cuerpo pero nunca mi alma.
-¡Pfff! Me da igual, putita, la verdad. Ve junto a la señora Rosa en la portería a las cuatro de la tarde. Y trae unas almohadillas, que vas a pasar mucho tiempo de rodillas, ¡jajaja!
-Imbécil, no le da vergüenza hablar así.
-A las putas las hablo como quiero. Y tú eres una putita muy preciosa, cuando te vi salir del baño me dejaste muy caliente. Tengo unas ganas de ponerte de cuatro y reventarte el culo hasta que llores, marrana.
La verdad es que me calentó un poco pues de siempre he fantaseado con el sexo duro, pero nunca lo he admitido por temor a lo que diría mi novio, que seguro lo terminaría contando a sus amigos, que yo le conozco bien al cabrón. Y si bien con mis amigas soy muy abierta, hasta ese punto no llego. Así que dentro de mí, la cosa se puso algo ardiente.
-¡Marrano usted, viejo verde!
A la tarde me “preparé”. Es decir, me puse ropa holgada, me despeiné adrede, nada de maquillaje y hasta incluso me comí una cebolla entre lágrimas para que esos perros no disfrutaran nada conmigo. Llevé mi carterita con tan solo mi móvil y la camiseta de Peñarol de mi hermano, que si en ese edificio iban a llenarme de semen, qué mejor trapito para limpiarme toda que ese pedazo de tela de odiosos colores.
Envié sendos mensajes a mi papá y a mi hermano. Al primero le escribí: “Papi te amo un montón, no te preocupes por el trabajo que seguro lograrás demostrarle lo que vales. Voy a dormir en la casa de Andrea. TQM”. A mi hermano le envié: “Subnormal, ojalá te mueras”. En el fondo quiero mucho a mi hermano Sebastián y seguro que él lo sabe, pero no sé por qué me resulta más fácil insultarle antes de admitir que tiene un lugar en mi corazón.
Cuando llegué al edificio tras abordar un taxi, me quedé sorprendida: era de lujo y para colmo mi pinta no congeniaba con ese lugar repleto de hombres trajeados y mujeres con vestidos carísimos que me miraban por sobre el hombro. Por suerte la señora Rosa vino rápidamente hasta mí y me agarró del brazo para llevarme a uno de los baños para funcionarios.
-Así que tú eres la putita que va a hacerle la fiesta a esos hombres.
-No soy ninguna putita, me llamo Rocío.
-¡Joooo! ¿Pero y ese aliento que tienes, querida? Y menudas pintas tienes, no sé qué vieron en ti. Por suerte me han pagado para que te arregle un poco…
Me dijo que me quitara las ropas porque ella me iba a dar una ducha, yo le dije que eso lo podría hacer yo sola y en privacidad. La mujer me dijo que eso iba a ser imposible, porque le pagaron muy bien para asegurarse de que yo estuviera en condiciones, y que si me negaba, iba a traer a los de seguridad del edificio y entre ellos me iban a forzar a bañarme.
No tuve mucha opción realmente, me quité las ropas holgadas y me metí bajo la tibia ducha. Ella se encargaba de mirarme con los brazos cruzados y la mirada maliciosa. Me decía “Límpiate allí, te falta allá”, etc. Luego se soltó más y empezó a tirar dardos: “Qué lindo chochito tienes, ¿no te gustaría depilarlo?”, “Ese culito seguro que es apretadito, tras esta noche no vas a poder sentarte durante una semana, jajaja”.
Luego de la ducha, me dijo que me apoyara contra la pared y pusiera mi culo en pompa. Yo lo hice pero la verdad es que tenía muchísimo miedo, pensé que ella iba a tocarme, darme nalgadas o alguna perversión similar, pero no fue así:
-¿Rocío, ya practicaste sexo anal?
-No, Señora Rosa…
-Sé sincera, nena.
-Diosss… la verdad es que ya puedo aguantar hasta cuatro dedos, pero no más… ¿Por qué?
-Ay, por favor, como si fuera que no lo sabes.
Introdujo en el ano su dedito, hizo unos círculos allí para ensanchar un poquito pero yo aguanté, me mordí los labios y arañé la pared. Luego metió una manguerita especial y me dijo que me iba a limpiar el culo porque esa noche iba a debutar por detrás. La hija de puta me llenó las tripas tres malditas veces, yo parecía una embarazada de lo llena que me dejaba. Tenía unas ganas de metérsela yo misma en su trasero para que sintiera el mismo martirio que yo.
Cada vez que tenía las tripas llenas, debía evacuar en el inodoro como proceso de limpieza. Y así, a la tercera ocasión, ya solo salía agua limpia de mi culo. Yo estaba rojísima, fue súper humillante y cuando todo acabó pensé que por fin terminó lo peor de la noche. Pero qué burra fui al creer eso.
Le dije que me dolía la pancita pero me respondió que pronto me pasaría. Me mostró luego un trajecito de mucama francesa, me dijo que ese iba a ser mi uniforme, era demasiado corto y me desesperé. Me pidió que me tranquilizara y me sentara en el inodoro, porque iba a maquillarme. Arregló mi cabello en una coleta y le introdujo pernos de pelos con terminación en forma de rosas rojas. Me delineó los ojos con color negro para resaltar mis ojos café, delineó también mis labios con un lápiz rosa pálido y así coloreármelos con un labial del mismo tono. Cuando me vi en el espejo me quedé muda, yo lucía preciosísima, como una actriz de cabaret… lástima la ocasión no era la mejor de todas.
Me puso el collarcito de cuero, era bastante cómodo pues el interior estaba acolchado. Me ayudó luego a ponerme unas medias de red que llegaban hasta medio muslo, sin liguero. Y llegó lo peor, el trajecito de mucama: era de corsé, se iba a tardar su tiempo cosérmelo. Y por lo que se veía, era demasiado revelador, empujaría mis tetas para lucirlas en todo su esplendor, y por otro lado ni siquiera llegaría a cubrirme la mitad de mis muslos. Para colmo no iba a llevar ropa interior, nada de nada, con tan solo inclinarme ya se podía apreciar mis nalguitas y mi coño, fue demasiado vergonzoso al comprobarlo frente a un espejo.
Y así llegó por fin las ocho de la noche, mientras yo trataba de luchar contra esos malditos tacos altos, con la Señora Rosa sentada y fumándose un cigarrillo mientras me aconsejaba.

-Luces muy bien, Rocío. Estás perfecta, nada que ver con la campechana que eras hace unas horas.

-Señora Rosa, tengo miedo.
-¿Ah, sí? Pues no tienes por qué. Relájate, querida. Sírveles el champagne, los bocaditos, muéstrales tus encantos. Por lo que sé te van a pagar muy bien.
-Sí, un montonazo de dinero –mentí. Por lo visto ella no sabía que todo era un chantaje.
-¿Ya terminaste con el caramelito de menta? ¡Ese aliento era terrible!
-Sí, ya está todo, joder…
Me acompañó hasta el elevador, y antes de que se cerrara la puerta me dijo que todo lo que yo necesitaba estaba en el bar de ese departamento al que iba: la bandeja, las bebidas, las copas, los bocaditos… y los condones también estarían ahí. Con las piernas y manos temblándome, presioné el botón del último piso.
Cuando llegué y entré en la habitación que me indicaron, vi a ocho hombres maduros y trajeados en sillones que formaban un enorme círculo. En el centro había un colchón y un par de cámaras en trípode. La verdad es que por un momento pensé en salir corriendo de allí porque no me esperaba tanta gente pero me armé de valor por mi papá y nuestro futuro.
Todos y cada uno de esos hombres me comían con la mirada, murmuraron mucho cuando yo avanzaba hasta el bar para coger la bandeja. “¿Ella es la hija de Javier? Joder”, “No te puedo creer, Señor López, pensé que nos estabas mintiendo”, “Vamos a pasar una noche de lujo, por lo que se ve”. El Señor López carraspeó para silenciarlos a todos y me llamó:
-Oye, putita, ven aquí que te quiero presentar a los muchachos.
-No me vuelva a llamar putita, marrano.
-¡Es brava la nena! –dijo un señor.
-Así me gustan las mujeres, seguro es toda una guerrerita en la cama también.
-A pollazos te vamos a cambiar la actitud, Rocío, ¡jaja!
El señor López me ordenó que me sentara en su regazo. Yo estaba coloradísima y miraba solamente al suelo mientras ellos hacían comentarios obscenos acerca de mis tetas y mis piernas. Empezó a meter su mano bajo mi corto vestido de mucama. Gemí como cerdita cuando sentí sus enormes dedos jugar entre mis labios vaginales.
-Estás húmeda, putita.
-Ughhh… diosss… eso es porque me he dado una ducha, imbécil…
-¡Jaja, qué marrana es, cómo le gusta!
-¡Qué linda mucama tienes, pero parece que no tiene modales para hablar!
-No te puedo creer, Don López, si mi señora me pilla…
El señor dejó de manosearme: -Bueno, Rocío, me alegra tenerte aquí con nosotros. Quiero que empieces a servir los bocaditos y la cerveza, que ya va a comenzar el partido entre Peñarol y Nacional, ¡el superclásico! Sé buenita y nosotros vamos a portarnos también bien contigo.
-Está bien señor López –dije tratando de no gemir más porque el infeliz fue muy bueno tocándome y dejándome encharcada. Seguro que los demás podían ver en mi carita viciosa que aquello me gustaba, pero no les iba a dar el gusto de decírselos.
Me ordenó levantarme y que comenzara a trabajar. Me dirigí al bar y comprobé que, como Rosa me dijo, ya había bocaditos listos para ser cargados en la bandeja. Miré a los hombres y estos ya observaban la previa del juego por la TV, sonreí y aproveché para escupir en algunos sándwiches, con toda la rabia del mundo.
Al principio ellos estaban muy concentrados en la transmisión, así que realmente solo fue servirles cerveza y los bocaditos. Algunos que otros me daban cachetadas en el culo y me decían guarradas cuando estaba cerca, pero se nota que el fútbol corre por la sangre de los uruguayos porque aparte de eso, no me hacían mucho caso.
Todo comenzó a desmadrarse cuando terminó el primer tiempo. Un maduro muy gordo me pidió que me sentara en su regazo. Nada más sentarme, me metió mano y me hizo una fuertísima estimulación vaginal con sus expertos dedos, yo por un momento me dejé llevar, cerré los ojitos y gemí. Me gustó tanto que perdí el control de mis manos y la bandeja se cayó, con los bocaditos y alguna copa.
-¡Esta putita se corre rápido, Don López! Le falta más experiencia –dijo haciendo que sus dedos vibraran más y más fuerte dentro de mí.
-Ughhh… cabrónnnn… suficienteeee…
-Joder con la nena, es muy bocona. Sé obediente y recoge lo que has tirado…
-Ufff… sí señor –dije arrodillándome en el suelo para recoger lo que se había caído. Tenía que tirarlos al basurero pero buscaría una forma de servírselos de nuevo sin que se dieran cuenta.
Pero mientras recogía, el gordo tomó de mi collar y me atrajo hasta sus piernas, agarró mi mentón y me ordenó que abriera la boca porque me iba a dar de tomar cerveza. Vació media latita de cerveza que apenas pude tragar. Con los ojos cristalinos, con algo de la bebida escurriéndoseme de la boca y algo mareada, traté de reponerme pero él me sostuvo del hombro:
-Oye, putita, ¿de qué club eres?
-De Nacional, señor… pero no soy fanática…
-¿Sabes que mi señora no entiende una mierda del fútbol? Una vez festejó gol cuando la pelota se fue al lateral… ¡jajaja! Pero tú entiendes, ¿no?
No creo que le importara mucho mi respuesta porque metió mano entre mis tetas y empezó a magrearlas descaradamente. A mí me dolía un montón porque se notaba que era un bruto. Uno de sus amigos se levantó del asiento y, colocándose detrás de mí, levantó la faldita de mi vestido para revelar mis carnes:
-Hace rato que no tenía frente a mis ojos un culito como este, prieto, jugoso y con mucha carne –dijo dándome nalgadas.
-No puedo creer que la hija de Javier esté aquí, eres increíble don López.
Se arrodilló y metió un dedo en mi culo. Empezó a jugar, haciendo ganchitos y dibujando círculos adentro de mí.
-Uffff… por favor no muy fuerte señorrrr… -gemí mientras su dedo empezaba a follarme el culo con velocidad.
-Mira putita, será mejor uses esa boquita para otra cosa que no sea quejarte –dijo el gordo.

Se abrió la bragueta y sacó su tranca venosa y larga. Tomó un puñado de mi cabello e hizo restregar su glande entre mis labios. Era enorme y me iba a desencajar la mandíbula si me atrevía a dejarme follar por la boca. Como vio que yo no quería chupársela, tapó mi nariz y esperó a que yo abriera la boca para respirar. Me la metió al fondo cuando no pude aguantar más, y me folló la boca violentamente sin hacer caso a mi rostro coloradísimo y los sonidos de gárgaras. Su panza y su vello púbico me golpeaban toda la cara, la verdad es que ese señor me pareció todo un puerco y maleducado.

Repentinamente me soltaron, dejaron de macharme la boca y el culo, y me quedé tirada en el suelo tratando de respirar normalmente. Me sentía mareada y sobre todo, muy cabreada. Al parecer el segundo tiempo iba a comenzar y querían continuar viéndolo. El Señor López me ordenó muy rudamente que me levantara y que siguiera sirviendo. Me arreglé el vestido y, bastante cachonda, seguí sirviéndoles bocaditos sucios y bebidas escupidas sin ellos darse cuenta.
No sé cuánto terminó el juego, yo no estaba con muchas ganas de saberlo. Unos festejaron y otros se enojaron, y yo temblaba como loca porque el final del juego llegó y ellos se dedicarían a mí. Estaban borrachos, estaban eufóricos, se olía la testosterona en el aire y yo estaba a merced.
Tras servirles unas bebidas, otro señor me ordenó que me sentara en sus piernas para tocarme las tetas y culo tímidamente mientras veía las mejores jugadas del partido (así me enteré que ganó mi equipo por dos a uno). Mientras yo gemía y me restregaba contra él porque era muy gentil y sensual, el jefe ordenó que apagaran la televisión. Casi me caí al suelo del susto cuando dijo “enciendan ya las dos cámaras”, pues claro, me había olvidado que iban a filmar.
Temblando como una poseída, me levanté y les llené las copas de champagne a todos, y al terminar de servirle al último, el señor López me ordenó que me colocara en el centro del círculo, parada sobre el colchón. Uno de sus amigos se acercó a mí y me entregó una mascarilla veneciana para ocultar mi rostro (pero dejaría mi nariz y boca libres).
-Póntelo, putita, que si papi se entera que sus compañeros de trabajo te cocieron a pollazos…
-Diossss… Sois todos unos cabrones hijos de putas –dije poniéndomelo.
-Te juro que todavía creo que esto es un sueño, don López, ¡la hija de Javier!
-¡Ya está grabando!
Me ordenaron que me quitara las ropas. Yo temblaba un montón y realmente habrá sido patético cómo quedó filmado. Me costó demasiado deshacerme de tan ajustado traje, me ayudaron dos hombres a desatármelo, y al final me quedé solo con un collar, las medias de red y los tacos altos, parada en el centro.
-Vamos a comenzar un jueguito, Rocío.
-¡No diga mi nombre, que se va a grabar, viejo verde!
-Ah, pero putita, vamos a editar el sonido y ponerle música de fondo para que no se oiga. Escucha con atención. Somos ocho hombres, si logras que los ocho nos corramos en tu boca en menos de cincuenta minutos, tu padre va a obtener un aumento salarial del 50%. Solo puedes usar una mano, y desde luego tu boquita. Con la otra mano te vas a tocar tu chochito, ¿entendido? Cuando logres sacarle la leche a uno, beberás un traguito de cerveza y posteriormente deberás limpiar la polla recién ordeñada, usando solo tu lengua. ¡Cuidado, algunos tenemos mucho aguante, así que ponle empeño!
-¿Has traído las rodilleras, putita? ¡Jajaja!

Se bajaron las braguetas. Tragué saliva presa del desconcierto, no podía ser verdd lo que me dijo. Empezaron a hablar entre ellos, a beber de las copas. Cuando me dijo que el tiempo empezaba a correr, rápidamente me armé de valor. Me dirigí hacia el gordo pues ya se había follado mi boca y seguro que se quedó con las ganas de correrse, probablemente lograría sacarle la leche muy rápidamente.

Nada más me acerqué a su asquerosa polla, me tomó del cabello, bruto como siempre, y me folló violentamente hasta la garganta. Yo me retorcía como si estuviera poseída, me iba a matar, me iba a asfixiar, ni siquiera sabía dónde poner mis manos, instintivamente quise salirme pero el gordo era muy fuerte y me atajó hasta de mi collar. Por suerte, tal como sospeché, él ya estaba al borde del orgasmo. No tardé en sentir su leche en mi boca, y muy para mi mala suerte, llegó incluso a escurrirse la leche por mi nariz puesto que el maldito me la clavó hasta el fondo cuando se corrió.
Me quedé ahí, arrodillada y con la cabeza reposando en uno de sus muslos, tratando de recuperar la respiración. El gordo me tomó del mentón y me dio de beber un trago de algo fuertísimo que me quemó la boca y todas mis tripas. Pero hice fuerzas porque tenía que limpiar su tranca. Me dio un leve zurrón en la cabeza cuando toqué su polla:
-¡Solo usa la lengua para limpiar, putón!
-Ughh… Valeeee…
Fue ridículo, y de hecho ellos se reían mientras me veían limpiándosela a lengüetazos, con mis manos apoyadas en mi regazo. Como estaba morcillona, fue muy difícil que se quedara quieto ese pedazo de carne, y debía corregir constantemente mi cabeza y mi lengua para poder hacerlo bien. Tras poco más de un minuto, y con la lengua muy cansada, el gordo me acarició el hombro:
-Muy bien, Rocío, has cumplido conmigo. Te quedan siete más… ¡Arre!
-Joder… ¡son unos hijos de puta!
-Uy, la hija de Javier sigue con esa actitud peleona. En fin, tic tac, tic tac, ¡jajaja!
El hombre de al lado se inclinó desde su asiento y me agarró del collar para llevarme violentamente hasta su tranca. Se puso a masturbarse groseramente frente a mi atónita mirada, pero rápidamente su jefe le ordenó a todos que la única que iba a masturbarles era yo. Tragué saliva, puse mi mano en su polla y me la metí en la boca. No sé qué fijación tienen los hombres con metérmela hasta el fondo, pero por lo visto les gusta hacerlo. A mí me mareaba y apenas podía respirar, pero puse muchísimo empeño para poder ordeñarle rápido.
Con el correr de los hombres, perdí la noción del tiempo, perdí la sensibilidad de mi boca y hasta la de mi lengua. Me sentía tan sucia, una ramerita barata que buscaba pollas nada más ordeñar una. Les hacía una paja con mi mano mientras con la otra me tocaba mi coñito para poder excitarles más rápido, metí la puntita de mi lengua en las uretras de esos viejos, mordisqueé esos trocos y hasta aprendí que chupando los huevos, se corren más rápido. Bebí la cerveza, limpié las trancas solo con mi lengua. Me gradué de puta esa noche.
-La próxima vez te vamos a comprar un piercing para que te lo pongas en la lengua, la vamos a pasar de lujo contigo, Rocío.
-Escupe antes de chupar la polla, puta.
-No pongas carita fea cuando te tragas mi corrida, marrana.
Cuando llegué al séptimo hombre mi cara era una mezcla de sudor y semen. Respiraba por la boca porque mi nariz ya estaba repleta de leche, de la comisura de mmislabios se escurría semen sin parar, mi cabello antes bonito se había desparramado todo, uno de mis ojos lo tenía entreabierto porque una maldita gota de leche se fue allí, cuando un viejo se corrió violentamente. Mi cara estaba rojísima y me encontraba muy mareada de tanta cerveza.
-Hip… señññorrr… ¿cuánto tiempo me queda? –dije agarrando la carne del séptimo hombre.
-Pues lo siento Rocío, hace veinte minutos que perdiste.
-¡Jajajaja!
-Si es que… son unos cabronazos, les voy a matarrrr….
-Claro que sí, Rocío, claro que sí. Ahora vamos a jugar otro juego. Ponte de cuatro patas, trata de poner el culo en pompa. El Señor Mereles, al que no has podido llegar a chupársela, te va dar una rica pajita con sus dedos. Si logras aguantar diez minutos sin correrte, tu padre va a recibir…  ¡Un 70% de aumento!
-¡La puta, don López, por qué no me da a mí ese aumento!
-Hip… cabroneeeessss… quiero ir al baño para lavarme la cara…
-Nada de eso, putita. Vamos, que no tenemos todo el tiempo del mundo.
-Pues vale señorrrr…
Me coloqué de cuatro patas. Estaba muy mareada, me costaba mantener el culo en pompa sin balancearme. Por eso vinieron dos hombres y me sujetaron de la cintura. Otros pusieron la cámara justo frente a mi carita de cerda viciosa, seguramente para no perderse nada de mis expresiones.
Sentí que alguien me magreaba el culo mientras me decía guarradas. Algo de carne magra y yo qué sé, ya no podía entender nada de todos modos con lo borracha y cachonda que estaba. Me metió un dedo en el culo y empezó a jugar adentro. Con su otra mano se dedicó a masturbarme, pasando sus dedos entre mis abultados labios vaginales, tocando mi puntito de vez en cuando. Yo empezaba a gemir mientras los otros hacían comentarios obscenos. Se sentía tan rico y quería correrme pero tenía que aguantar por el futuro de mi padre, pero es que joder qué bien se sentía la mano del señor jugando ahí.
Aguanté muy bien, sin muchas quejas, incluso cuando metió un tercer dedo en el culo mientras dos entraban en mi coño. Tiempo atrás yo lloraba de dolor cuando me lo hacían, pero no sé si era porque yo estaba volada, borracha y muy cachonda, pero tampoco me dolió mucho cuando metió cuatro dedos hasta casi sus nudillos en mi culo. Sacaba y metía, sacaba y metía, su otra mano apretaba mi puntito y lo sacudía.
El señor dejó de darme tan rica pajita, y con sus dedos jugando en mi culo, le escuché hablar por su móvil:
-Hola querida, estoy aquí con mis amigos del trabajo.
-Uffff… señor por favor sea más gentil conmigo mmffff… -murmuré porque su mano era muy brusca follándome el culo.
Uno de los hombres cogió la cámara e hizo zoom apuntando mi cara. Dicha cámara estaba conectada al televisor HD de la sala, y de reojo vi mi carita de vicio, toda enrojecida y repleta de semen, viéndome gesticular del dolor porque los dedos del señor se ensañaban con mi culito.
-¡Jajaja! Deja de ser tan preocupada querida mía, simplemente estamos tomando una cervecita tras ver un buen partido de fútbol.
-Oohhhh diosssss… me va a romper en dos pedazos… díganle por favor que afloje el ritmo… uffff….
-Shhhh, silencio putita, no queremos que le descubran a nuestro amigo –me dijo uno de los dos hombres que me sujetaban.
-No soy ninguna putitaaaa… joderrrr…
-Vale cariño, trataré de no excederme con las bebidas. Te quiero mucho… Sí, adiós.
-¡Mffff… Uffff… Señor por favor, ¡va a romperme el culo! –grité cuando escuché que cortó la llamada.
-Mi señora casi te oye, furcia, te vamos a castigar.
-Noooo… no castigos… perdóooonnn… es que dueleee…
Me volvió a meter mano en el coño, jugando entre mis hinchadísimos labios vaginales, metiendo dedo y tocando mi puntito. Yo ya no disimulaba, me encontraba berreando y babeando del placer. Sabía que tenía que aguantar pero era imposible, para colmo los hombres que me sujetaban, empezaron a magrear mis tetas y a meter dedos en mi boca para que los lamiera.
Y me corrí, mordí el dedo de uno de los señores, que rápidamente lo quitó para que no le lastimara más. Arañé el colchón, vi de reojo en la tele que puse una cara feísima, abriendo mi boquita repleta de semen y gritando como cerdita mientras babeaba de placer. Me sentí tan decepcionada conmigo misma porque no fui capaz de aguantar más de cinco minutos. Los hombres me soltaron, se rieron de mí, viéndome retorcerme de placer en el colchón. Uno de ellos me tomó otra vez del mentón y vertió cerveza en mi boca, como castigo por volver a perder su maldito juego. Se fueron a sus asientos y el señor López, tras servirse de una copa de champagne, me habló:
-Perdiste, Rocío, te corriste en tan solo tres minutos… y treinta y dos segundos exactos, sí. Vamos a jugar a otra cosa, ¿vale?
-Tiempo… hip… ¡Tiempo de descanso, señor!
-Nada de eso, puta. Quítate la mascarilla un rato porque te voy a poner esta pañoleta para cubrir tus ojos. No te preocupes porque te va a gustar.
Se inclinó para cegarme con ese pedacito de tela negra. Me dijo que me iba a gustar, solo por eso me desesperé un montón.
-Muy bien. Ahora no puedes ver una mierda, y eso es bueno. Uno de los seis hombres a quienes se las has chupado te va a follar bien follada, y cuando termine de hacerlo, te quitaremos la pañoleta y vas a tener que adivinar quién fue. Si adivinas, le aumentaremos el salario a tu papá un… ¡100%!
-Joder don López, quisiera follarla yo –dijo uno, no sé quién.
-No, venga, don López, déjeme a mí, por fa, mi señora es una remilgada y no mojo desde hace rato.
-¡Te pago ahora mismo si me deja a mí, señor López!
-¡Suficiente, amigos! Van a sacar un palillo de estos seis que tengo. El más largo, se la monta, así de simple.
La verdad es que me sentía de todo menos afortunada, con tantos borrachos maduros con ganas de darme carne de la buena. Pasaron un par de minutos eternos para mí, pues estaba esperando al ganador, tirada en el colchón, tratando de que el alcohol, el olor a semen y el cansancio no me vencieran.
-¡Sí, putamadre, he ganado yo! –dijo un hombre con voz potente.
-Felicidades, pues comienza ya.
-Ayyy, diosss… por favor sea amable conmigo, señor…  -dije al desconocido ganador.
-A las putas las trato como se me antoja, ¿entiendes?
-Se nos está poniendo blandita la nena, ya no es tan respondona.

Como yo estaba acostada boca abajo porque estaba muy mareada, el hombre me tomó de la cintura y me dio media vuelta como si yo fuera una muñequita de juguete. Abrió mis piernas con una facilidad inusitada, me agarró de mis tobillos y las levantó. Luego reposó la punta de su pollón humedecido en mi rajita, restregándolo poco a poco para mi martirio, pues se sentía muy rico. Pero yo no iba a admitir que me estaba poniendo muy caliente.

Alguien, otra persona, o creo que fueron dos, me sujetaron nuevamente muy fuerte de la cintura, como para evitar que yo me retorciese mucho:
-Es por precaución, Rocío, verás, el que te va a follar es un auténtico toro. Es bien conocido por ser tan cascarrabias, y seguro que contigo se desquitará toda la rabia por el mal día de hoy en la oficina.
-Peeerooo… ¡yo no tengo la culpa de su mal día, señor!
-Hace años que no follaba con una chica tan linda como tú, con este chochito tan chiquito y apretadito como el que seguro tienes.
-Joooderrrr… -su polla cada vez se restregaba más fuerte por mi rajita -. Por favoooorrr… sea gentiiiillll….
-No me hables así, puta. Te voy a dar lo tuyo, por puta y por bocona.
Y me la clavó hasta el fondo. Chillé fuertísimo y me retorcí, arqueé la espalda y arañé el colchón. Ya supe por qué sus amigos me sujetaban tan fuerte, porque follaba muy rápido y violento. Por suerte yo estaba lubricada y ciertamente a gusto porque de otra forma sería un martirio para mí. Su enorme pollón entraba y salía con demasiada facilidad, y el cabrón gemía como un caballo o algo similar, era asqueroso. Me di cuenta de que tenía que adivinar quién me estaba metiéndola, así que traté de prestar atención a los detalles.
Sus amigos me soltaron y, casi inmediatamente, el hombre dejó mis tobillos y se acostó sobre mí,  aumentando el ritmo de sus envites, podía sentir su aliento a cerveza y escuchar sus bufidos asquerosos de animal. Me decía guarrerías y cosas terribles, vaya que era un maleducado, y cada vez que yo gemía por la forma brusca en que me follaba, me metía su lengua asquerosa hasta el fondo de mi boca para callarme.
Y se llegó, me la clavó hasta el fondo otra vez y se corrió dentro de mí. Vi las estrellas, grité muy fuerte y me retorcí como si estuviera poseída. Sentí toda la lechita desparramándose dentro de mis carnes, y para qué mentir, se sentía tan bien. Poco a poco fue bajando su ritmo mientras yo estaba tirada como un muñeco de trapo, dejándome hacer. Me besaba las tetas, me lamía la boca y mi nariz, ese olor a alcohol era muy fuerte pero me estaba acostumbrando.
-Mmmgg… ¡Se ha corrido dentro! No quiero quedar… hip… embarazada…
-Pues estás de suerte porque ya no puedo tener hijos, Rocío.
Se levantó y tras unos minutos en donde les oía moverse a mi alrededor, el señor López me quitó la venda:
-Adivina adivinador, Rocío. ¿Quién te folló de estos seis hombres sentados?
-Dios mío, señor…  ¿Cómo voy a saber?
-Pues trata.
-Joder… -vi a todos esos compañeros de trabjo de mi padre, sentados, sonriéndome -. Pues el viejo calvo, no sé…
-Me decepcionas, puta. Fallaste, te folló don Carlos –me señaló al tal Carlos, que me sonreía y levantaba su copa de champagne-. Como castigo, tomarás este vasito de cerveza. Abre la boca, puta.
-No quiero, así que gracias…
Tapó mi nariz y nada más abrir la boca vertió la bebida. Asqueada y cabreada, me tumbé en el colchón mientras uno de los hombres se dirigía a mí. Me puso la máscara veneciana y me dijo:
-Vaya, putita, no es hora de dormir aún.
-¿Y ahora… hip… y ahora quéee?
-Pues has perdido tres veces ya, Rocío. Creo que es hora de otro juego, ¿no? Ponte esta gabardina, iremos todos afuera para dar un paseo. Quítate la mascarilla, que esto no lo vamos a filmar. ¡Vamos a dar un paseo por la plaza frente al edificio!
Pensé que me iban a dejar vestir al menos, pero no. Me quitaron los zapatos de tacón porque no había forma humana de usarlas en mi condición, quedándome solo con las medias de red. Uno de los señores me prestó su gabardina, me la pusieron y de brazos me llevaron hasta el elevador. Bajamos hasta el primer piso y posteriormente nos fuimos a la plaza. Los hombres se sentaron en un banquillo más alejado, y me quedé sola con el señor López.
-Rocío, quiero que te ofrezcas a un muchacho que va a venir por este lugar. Es un chico con anteojos cuadrados, un auxiliar contable de nuestra oficina. Cóbrale unos dos mil pesos por follar.
-Hip… ¿Quéee? ¡Estás loco, viejo! –Dos mil pesos son como noventa dólares, para que se hagan una idea.
-400% de aumento salarial.
-Diossss… míooo… 400%.
-Yo y los demás estaremos viéndote desde el banquillo del fondo. ¡Ánimo, putita! –me dio una nalgada y se fue con sus compañeros.
Yo estaba hecha una calamidad. No sé qué hombre en este mundo querría estar conmigo, con mi cara hecha un desastre, borracha y sin ropas más que una gabardina y medias de red desgastadas. Ni siquiera  sabía cuánto tendría que esperar al chico. 400% de aumento salarial, madre mía, ya pensaba salir corriendo de ahí y arrastrar a mi papá hasta el centro comercial más cercano.
Vi a un muchacho de veintitantos, trajeado, proveniente de una oficina. No sabía si era él la persona con quien debía encontrarme, pero cuando vi los anteojos cuadrados lo confirmé. Me armé de valor para acercarme y hablarle, de todos modos con tanto alcohol en las venas no me fue difícil.
-Pss…. Pstttt… -le llamé.
-¿Me estás llamando a mí?
-Papi… ¿Te ha enviado el señor López?
-¿Pero qué cojones, cómo lo sabes?
-Dos mil pesos y soy tuya –le dije abriendo la gabardina y mostrándole mi completa desnudez. 400%. 400%.
-Joder qué asco –seguramente vio que estaba bañada en semen -. Pues ya veo, Don López me llamó por el móvil para que viniera a buscar una “sorpresa” en la plaza. Así que eres tú la “sorpresa”. Mira, marrana, resulta que tengo una novia que aún no quiere follar conmigo y por eso estoy con las hormonas reventando. Por lo visto don López lo notó. Así que mira nada más, me mandó a una putaca como tú. ¡Qué grande es mi jefe! ¿Vamos a mi coche?
Me llevó del brazo hasta su vehículo, estacionado cerca. Me introduje en el asiento trasero y me acosté. Estuve a punto de dormir hasta que el muchacho me dio un pellizco en una teta. Le mandé a la mierda porque no es forma de tratar a una chica, por más cansada y borracha que estuviera.
-Ya me quité las ropas, nena, y tengo puesto el forro. Ahora siéntate sobre mí que te voy a dar lo tuyo.
-Hip… vale papi… tranquilo y dulce, por favor…
-¡Ja! Una puta como tú merece ser taladrada sin piedad. Sube, que tengo que ir junto a mi novia dentro de unos veinte minutos.
Pobrecita la novia, porque su chico de follar poco sabía. Era el ser humano más torpe, brusco y grosero que he visto y oído en mi vida. No tardó más de cinco minutos, vociferando lo muy puta que soy. Yo bostecé para cabrearlo porque mucho habló de “taladrarme” y poco lo demostró. Realmente no creo que haya muchas cosas más interesantes que contar al respecto, salvo que vi a una chica que se tropezó en la calle mientras el muchacho esquelético me follaba. Cuando se corrió, me salí y le reclamé el dinero bastante molesta porque no gocé nada. Así pues, volví junto a los hombres trajeados que estaban charlando en el banquillo.
-Hip… el dinero, señor López… aquí está…

-¡Le has cobrado los dos mil pesos, jaja! Quédatelo para ti, Rocío. Lo prometido es deuda, tu papá tendrá un aumento del 400% y seguirá trabajando con nosotros. Volvamos al depa, que por si no lo has notado, yo aún no te he follado. Y necesito meterte la tranca hasta el fondo para cerrar este trato, ¿vale?

-Ojalá te mueras camino al edificio, cabrón.
-Me gustaba más cuando te ponías buenita. ¡Ahora volvió la puta perra, jaja!
-No  soy… hip… ¡ninguna puta! –vociferé mientras me tomaban de los brazos para volver.
De vuelta al departamento, me hicieron acostar en el colchón. Volvieron a ponerme la mascarilla, encendieron las cámaras, y el señor López con un amigo se empezaron a desnudar frente a mí mientras los otros miraban. Ellos fueron los dos únicos a quienes no se las he chupado en el primer juego, así que imagino que querían descargarse ya.
Se colocaron cada uno a sendos lados míos, desnudos y con sus enormes pollas morcillonas a centímetros de mí. Mientras, yo de rodillas, me quitaba el vello púbico y semen que se me había quedado pegado en mis labios por las marranadas que hice anteriormente.
-Cáscame la polla, puta, que me cuesta un poco “armarme”, jaja.
-Vale, don López.
-A mí también, y ponme un condón porque no te quiero preñar, puta -dijo tirándome un condón.
-Diosss… por favor sea gentil, señor.
Con cada mano en una polla, fui chupándoselas alternativamente mientras sus amigos se sentaban y se masturbaban a mi alrededor. No tardó la polla del jefe en armarse a pleno, pero me costó más ponérsela dura al otro, a quien tuve que chupar sus huevos y lamer el tronco de su polla para ponerlo a tope y forrarlo. Me sentía tan caliente, con el alcohol haciendo de las suyas, me dejé llevar por el deseo, mirando de vez en cuando la película porno que mostraba en la TV, una película porno en donde yo era la protagonista.
El amigo del señor López se acostó en el colchón y me ordenó que me acostara encima de él. Así lo hice, reposé mi cabeza en su velludo pecho mientras mis manos se clavaban en sus hombros. Me dijo que no me atreva a arañarle porque su señora le iba a pillar las marcas, y que yo me iba a arrepentir. Me dio un miedo tremendo cómo lo dijo así que muy sumisa le dije que no iba a arañarle si me follaba duro.
Y mientras su pollón entraba en mi encharcado agujero y me arrancaba un gemido, el señor López se arrodilló detrás de mí y me sujetó de la cadera. Pude sentir la cabeza caliente de su tranca queriendo entrar en mi culo, la verdad es que eso me alarmó, nunca he follado por el culo, y no quería que un hombre tan marrano y detestable como él fuera quien tuviera el privilegio.
-Te voy a romper el culo, puta.
-Señor… diossss míooo…. por favor no por atrás, aún no lo he hecho por ahí… ufffff…
-Pues ya se puede meter cuatro dedos en tu culo, no sé por qué te pones así, Rocío.
-Sepárale las nalgas, voy a filmar su agujerito.
-Ughhh… diossss…
-Mira la TV, puta, ¿ves ahí este hoyo que tienes? Está en alta definición, no te pierdas los detalles. ¿Ves cómo puedo meter mi dedo con facilidad? Y ahora dos… Ves qué fácil. Es tu ano, putita, y está bien ensanchado.
-Es asquerossssoooo… no miren, ¡dejen de ver la TV, apaguen esooo!
-Jajaja, qué cosas dices, es el culito más hermoso que he visto. Como verás, ya he metido tres dedos y tú apenas lo sientes. ¿Ves? Mira cómo agito…
-Ufff… ¡Ughhh joderrrr! Ojalá le metan dedos a usted, ya veremos si “apenas lo siente”, ¡cabrón!
Pero la verdad es que me ponía a cien ver mi culo sometido en la TV. Chillé cuando, tras retirar sus dedos, escupió en mi agujerito. Vi, mordiéndome los labios, cómo metía la punta de su polla muy forzadamente en la entrada. Poco a poco fue introdujendo el glande mientras yo me retorcía como una loca, si seguía así iba a arañar a mi amante que me follaba por el coño.
-Noooo….. uffff…. Duele… dueleeeee don Lópezzz…. –apenas podía hablar bien porque su socio era un buen follador.
-Joder qué apretadito tienes el culo, siento que me va a reventar el glande por la presión.
-Ughhhmm… es demasiado granddeeee…. Diossss santooooooo me voy a morir aquíiiiii….
-Vale, vale, marrana, no te pongas así, se ve que aún no estás lista para que te den por el culo, y no es plan de romper un juguete tan lindo como tú tan pronto.
-Uffff… uffff… gracias… ufffff…. –ya no pude hablar mucho porque su amigo me metió la lengua hasta el fondo, besándome por varios minutos. Yo estaba tan caliente y tan feliz porque mi culito estaba a salvo, que empecé a chupar la lengua del hombre mientras el señor López se conformó con follarme el culo con tres dedos.
-Mira cómo quedó de dilatado tu culo, puta. Mira la TV.
Casi me desmayé del susto, podía ver el enorme agujero que me hizo e incluso aprecié mis propias carnes interiores gracias a que quedó tan ensanchado y vejado. Me excitó muchísimo cuando vi, un poquito más abajo, la polla de su socio taladrándome sin piedad el coñito, enrojecido e hinchadísimo. Los otros hombres se levantaron y se acercaron para separar mis nalgas, quitando fotos, filmando, metiendo dedos y escupiendo adentro. Se sentía tan rico que pensé que me iba a desmayar del gusto.
Mis ojitos se pusieron blancos, empecé a gritar cosas inentendibles mientras poco a poco mis extremidades perdían la sensibilidad. Me corrí como una cerda mientras mi maduro amante seguía follándome con todo. A mi alrededor todos se masturbaban y me miraban con deseo, por primera vez en la noche me sentí la reina del lugar, siendo admirada por todos esos hombres, siendo la dueña de sus pajas.
Creo que terminé por desmayarme sobre el pecho del hombre que aún me follaba, con los dedos del señor López jugando dentro de mi culito adolorido, y el semen de los demás cayendo sobre mis nalgas. Uno me tomó del collar y me obligó a tragar la leche que se le escurría de su polla, y yo gustosa acepté antes de perder el conocimiento.
Cuando abrí los ojos, estaba sobre la hermosa y enorme cama del departamento. No sé cuánto tiempo pasó, pero allí estaban los ocho tíos hablando entre ellos, a mi alrededor. Todos ya vestidos como si no hubiera pasado nada. Había un par sentados en el borde de la cama, con sus manos acariciándome dulcemente. Uno de ellos era el señor López.
-Ha sido una gran noche, Rocío, la hemos pasado muy bien. Tenemos que irnos, nos esperan nuestras esposas en casa. Tú no te preocupes porque esta habitación tan bonita la hemos alquilado solo para ti. Duerme en la cama lo que resta de la madrugada, al amanecer vendrá Rosa con tus ropas y te acompañará hasta la salida, ¿vale?
-Señor López estoy demasiado mareada… madre mía…
-Tranquila, duerme ya. Y no te preocupes por tu padre, mañana le comunico de su aumento salarial. Le diré que lleve a su hermosa hija a pasear por el shopping y le compre lindas cosas, porque se lo merece. Por cierto, el jovencito con el que follaste en el coche, es el que pretende quitarle el puesto a tu padre… Pero ya no.
-Hip… ¿Ese esqueleto?… Pues folla como el culo….
-¡Jajaja! Qué marrana eres, Rocío. En fin, adiós bonita. Tienes mi número por si quieres repetir.
-En la puta vida volveré a repetir esta guarrada, viejos pervertidos… hip….
-Pues algunos de mis amigos aquí se quedaron con las ganas de montarte. ¿Piénsalo, vale? La recompensa será muy grande.
Me besó en la boca. Y los otros siete hombres hicieron fila también para meterme lengua, y yo muy cansada y tirada en la cama, poco hice para oponerme. Alguno me magreó el coñito, otro me mordió el muslo, uno me metió un dedo en la boca para que lo chupara. En fin, me alegró un montón saber que todo había terminado. Enredada entre las mantas, me dormí.
Al día siguiente me despertó Rosa. Me ayudó a cambiarme y me acompañó hasta la salida. Me dijo que pediría un taxi pero yo le dije que le llamaría a alguien muy especial para que me buscara. En menos de quince minutos, mi hermano Sebastián llegó en su coche de mierda (en serio, es feísimo) para recogerme.
-Rocío… ¿Qué haces en este lugar? ¿No iba a dormir en la casa de tu amiga?
-Cállate, ¿sí? Vayamos a tomar un café, que tengo resaca…
-Qué dices… ¿Resaca? ¿Estuviste aquí con tu novio, no es así, flaca?
-No te pongas celoso, Sebastián. Simplemente… arranca el coche.
-¿Ese trapito que llevas en la carterita es mi camiseta de Peñarol? ¿Por qué está tan sucio?
-¡Arrancaaaaa!
-Está bien, está bien, vamos a una cafetería… Pero no traje dinero conmigo.
-Pues yo invito el café, idiota. Mira, tengo dos mil pesos…
—————————————————
Gracias por leerme, queridos lectores de PORNOGRAFO AFICIONADO. Espero que les haya gustado el texto tanto como a mí me ha gustado escribirlo.
Besitos!
Rocío.
 
Si quieres hacerme un comentario, envíame un mail a:
rociohot19@yahoo.es

 

 

Relato erótico: “QUIEN SERA LA MEJOR LA MADRE O LAS HIJAS” (PUBLICADO POR JIHNM).

$
0
0

TODO COMENZÓ POR UNA PARTIDA2QUIEN SERA LA MEJOR

LA MADRE O LAS HIJAS.

 

Sin títuloEra el año de 1981, un año muy violento para Centro América, dos países hermanos sufrían en carne propia un estado de guerra interna, producto de una revolución sandinista y el otro de una lucha fratricida en el país más pequeño de américa central.

Una cadena de televisión de Sudamérica, me contrato para cubrir los acontecimientos que se estaban desarrollando en esos países.

Estaba bien pagado en dólares, y hay que decirlo la televisión es un mundo apasionante, porque la rutina no existe, ya que todos los días se viven historias diferentes y es muy parecido al arte, porque todo es creatividad y tú tienes que imaginarte como se presentara la noticia, desde el principio hasta su final, además te codeas con la gente que maneja el poder detrás de un escritorio y eres bien recibido y a veces hasta cobras, porque salgan diciendo, una serie de mentiras y pendejadas y a ese servicio se le conoce como relaciones públicas.

Otro de los privilegios de la profesión, es que tu micrófono y tu cámara, te abren puertas que para muchos, solo sueñan con entrar.

Dicho de otra manera, el militar tiene poder a través de su uniforme, el político detrás de su curul o escritorio, el religioso por la sotana o la biblia en la mano y por último el periodista con sus herramientas de trabajo.

Todo lo anterior significaba, que cuando uno se movía en busca de la noticia, por lo general y no todas las veces, eres bien recibido cuando llegas a cubrir algún evento noticioso, y te vuelves el centro de la atención, porque muchos se creen importantes que hasta pagarían de cualquier forma por salir en pantalla.

Hice toda esta introducción, para darles una idea del porque y cómo sucedieron las cosas, en este relato, ahora entremos de lleno en la trama.

Me encontraba en mi oficina, cuando recibí una llamada del secretario de prensa, comunicándome que una enorme cantidad de personas se encontraban en una de las fronteras y que funcionarios del gobierno como también embajadores de gobiernos amigos llegarían al lugar para ser testigos de la marea de gente que en calidad de refugiados y otros como sobrevivientes de atrocidades  venían huyendo de sus perseguidores,

 Pedían asilo para entrar al país.

Busque a mi camarógrafo y tomamos una camioneta Toyota de doble tracción, que nos servía para movilizarnos por cualquier carretera.

Tras varias horas de jornada llegamos a nuestro destino, hicimos tomas, entrevistas y tratamos de buscar el interés humano para trasladarlo al público y para el final los representantes del gobierno nos dieron, logística, información y alimentos que también eran servidos a las delegaciones diplomáticas.

Estando en la frontera, y caminando a la par de mi camarógrafo le pido que caminemos en medio de la gente para captar en sus rostros, el  sufrimiento que vivió esa población al salir huyendo de su país,

En medio de esa cantidad de personas algo me impresiono de gran manera, la vi de espaldas y ante mis ojos vi, el cuerpo más curvilíneo y hermoso que se podía esperar de una mujer.

 Tenía el pelo muy largo de color castaño y su piel blanca. Vestía unos sensuales pantaloncitos cortos, con una blusa manga larga y su estatura cuando mucho 1.65 mts.

Además note como que temblaba porque la temperatura se sentía muy baja en esa hora y apenas comenzaba la noche.

Me acerque donde ella y al llamarla diciéndole señorita, se da la media vuelta y una cara de niña de lo más preciosa, me sonríe al verme,

¿Cómo te llamas?

KARLA

¿Qué edad tienes?

Voy a cumplir 17 el próximo mes

¿Estás sola?

No, estoy con mi madre y mi hermana, que andan buscando comida, ya que no hemos comido nada desde ayer,

¿Tienes frio verdad, estas temblando?

Mucho y no tengo suéter.

Era lindísima con una inocencia que te robaba el corazón con solo verla y escucharla.

Sígueme al carro y te daré algo de comer y creo que mi abrigo te servirá para el frio.

Íbamos en camino cuando se escucho

¿Karla adónde vas?

Eran la madre y la hermana.

Mama él es el periodista que vino a ver qué nos pasa.

Yo solo me reí  y me presente con ellas.

Yo soy Héctor y él es Luis mi camarógrafo, y queríamos ayudar a su hija con algo de comer y un abrigo para el frio.

Su madre, con lo mal vestida que andaba no parecía gran cosa, porque usaba unos pantalones que no eran de su talla y se cubría el pelo con una especie de gorro en punta, pero su cara era de rasgos finos, y una estatura de 1.70 mts,

Por su parte la hermana, estaba más desarrollada pero igual de preciosa y era la más alta de todas, y un cuerpazo, que mostraba un redondo y escultural trasero en unos jeans todo sucios

´Por favor síganme, nuestro carro que está a unos quinientos metros y luego veremos qué puedo hacer por ustedes.

Nos siguieron y les dije que subieran al automóvil por el frio, y les fui a buscar raciones de comida que habían sobrado en las oficinas de la aduana.

Muy amables me dieron lo que les pedí, incluyendo algunas bebidas para ayudar a digerir los alimentos, que realmente eran deliciosos.

Volví con ellas y verdaderamente devoraron lo que les lleve y al terminar  pedí que me contaran su historia.

Su odisea comienza así, según lo que me conto la madre.

Eran una familia, que tenían una buena posición económica ya que su esposo y padre de las niñas había sido un coronel activo de las fuerzas armadas que se encargaba de la contra inteligencia y además especialista en lucha contra insurgentes y era el que tenía a su cargo el interrogatorio y el destino de todo aquel que caía en su jurisdicción.

En una revuelta en la pequeña ciudad donde habitaban, todos los elementos del gobierno, fueron asesinados por las tropas rebeldes.

El coronel fue de los últimos en caer y fue colgado en uno de los arboles más altos del parque central de la ciudad.

El odio hacia la persona del coronel no tenía límites, porque era conocido como el principal responsable de muchas muertes y desaparecidos en la zona, como también de las peores atrocidades en sus interrogatorios, cuando una persona estaba en sus manos.

La venganza del pueblo fue salvaje y a su mujer e hijas tuvieron que salir huyendo, solo con lo que tenían puesto y hasta tuvieron que disfrazarse, para no ser reconocidas y huir con la multitud que salió en veloz carrera con rumbo desconocido, hasta llegar a la frontera.

Durante la fuga, recibieron ayuda de almas caritativas pero también habían soplones que deseaban una recompensa por descubrirlas ante sus perseguidores.

Tuvieron que esconderse y viajar de noche, algunas veces en automóvil y otras simplemente a pie.

Nos contó que su marido no tenía familiares en el país y que realmente ella creía que era un mercenario que trabajaba para el gobierno de turno.

Nos dijo también, que ella conoció a su marido en un país de sur américa, cuando este llego a estudiar a una de las academias de su nación. Ahí se conocieron y el la trajo a centro américa donde nacieron sus hijas.

Además nos explicó, que sentían mucho miedo de ser reconocidas, porque la vida de sus hijas como la de ella, estarían en gran peligro porque dentro de los exiliados venían familiares de insurgentes y eso les provocaba una enorme inseguridad y no sabían que hacer para seguir adelante o ese lugar se convertiría en su trágico final.

Realmente su historia me conmovió y me atreví a decirles que yo sería su amigo y protector y que las llevaría conmigo, y trataría que la pasaran más o menos, mientras se mejoraba la situación en su lugar de origen.

Me vieron al rostro con mucho agradecimiento y no se cansaban de darme las gracias por la ayuda que les estaba ofreciendo.

Fui a buscar al coronel que tenía el mando en esa región fronteriza y amablemente le expuse mi deseo de ayudar a esas mujeres y que yo me haría cargo y responsable por ellas y que deseaba llevármelas a la capital en vista de que su seguridad estaba en riesgo por ser hijas y esposa de un  coronel  que fue asesinado en una zona próxima donde se presentaron las contingencias.

El coronel al darse cuenta que eran familia de un ex compañero de armas, me dio todas las facilidades y me asigno un oficial para que aligerara los trámites para su ingreso legal al país.

Se hicieron todos los arreglos y con ellas abordo, iniciamos nuestro regreso.

Durante los primeros kilómetros confirme los nombres de las tres.

Katia la madre

Karen la hija mayor y

Karla, la más tierna y menor de las hijas.

Después de unos minutos se durmieron, como si no lo hubieran hecho en días y despertaron hasta llegar a ciudad capital.

Llegamos en la madrugada y las lleve a mi departamento para luego irme a la oficina y editar  las tomas  y pegarnos al satélite para enviar la información.

Quiero aclarar que el trabajo de corresponsal, no significa que tengas que reportear todos los días, el trabajo se hace cuando hay una noticia, que pueda trascender a nivel mundial o es muy importante para la región, donde se viven los hechos.

Regrese a mi condominio, pero al entrar me fui directamente a mi habitación donde dormían en un profundo sueño y no quise despertarlas por lo que me quede en el sofá.

Cuando me desperté, ellas velaban mi descanso y me sentí apenado por lo tarde y porque sabía que no habían comido.

Como solo traían lo que tenían puesto era imperativo comprarles una muda de ropa y les dije.

Vamos a organizarnos, y por favor hagan una lista para el súper mercado, para víveres y todo lo que falte en la cocina para la preparación de la comida, y recuerden que hay que llenar el refrigerador para que no falte nada, postres, carnes y todo tipo de vegetales y bebidas.

También necesitamos una cama para usar la segunda habitación, Otra cosa es que necesitan ropa  y algunos accesorios que es propio de mujeres, les daré mi llave para que saquen copia y puedan entrar y salir cuando yo esté ausente.

Vamos a ir al banco para darles dinero y ustedes hacen las compras y como el departamento está muy cerca del centro comercial compren lo más necesario y lo demás lo compramos por la tarde, como es la cama.

Pero primero vamos a desayunar y comprar su ropa.

Retire dinero, y les entregue una buena suma y les dije que lo supieran administrar.

El dinero lo iba a recuperar y con bastante ganancia y me fui a la secretaria de prensa para pedir ayuda al ministro, consistente en una donación para realizar el proyecto humanitario de proteger una familia, que venía huyendo de la guerra.

Las autoridades al saber que yo era el protagonista del cuidado de esas mujeres, me asignaron una partida de fondos para los próximos tres meses, con la promesa de que ellos me seguirían ayudando  con toda seguridad para no desamparar a esa gente.

Por otro lado hice varias llamadas a empresarios solicitando ayuda en especies  y de todos, recibí notas especiales para entregarlas en los almacenes de su propiedad y que me fueran entregados los  artículos de acuerdo a las cantidades apuntadas en las mismas.

Eso es parte del poder que ofrece la profesión cuando hay credibilidad o hay el respaldo de un medio de información muy importante.

Cuando regrese para ir a comprar la cama, me estaban esperando modestamente vestidas con pantalones jeans y camisas y me di cuenta que la madre también era un espectáculo con un soberano trasero sumando a eso, una cara con un poco de maquillaje, que la hacía lucir realmente atractiva.

Nos organizamos, me prepararon la cena que resulto apetitosa y les dije que al día siguiente tendríamos otra jornada de compras y que se prepararan porque compraríamos un guardarropa completo para cada una.

La más alegre era la pequeña Karla, que se acercó a mí para abrazarme y darme las gracias a nombre de todas ellas.

Fuimos de tiendas y todas me llegaban a modelar para ver si me agradaba lo que estaban escogiendo.

Terminamos y regresamos a casa.

Yo tuve que salir y les aconseje que fueran al cine, porque habían unos multicines muy cerca y yo me fui de juerga a buscar los colegas para enterarme de las últimas novedades.

Al regresar me encontré a Katia despierta que me estaba esperando a media noche por si se me ofrecía algo, porque eso era lo que hacía cuando su marido salía por las noches, ya que algunas veces regresaba con hambre.

Insistió por ofrecerme algo, y de tanto, le pedí unos huevos a la ranchera.

Mientras comía me relato su vida de casada, diciéndome que la pasión entre ellos había terminado, y que si seguía con él era simplemente por las hijas, pero que su matrimonio hacía tiempo que había acabado.

Me conto que su marido la conoció cuando ella hacia vida nocturna como vedette en su país, y que al principio lo que la atrajo de su persona, es que se miraba muy importante, porque siempre andaba acompañado de altos oficiales de las fuerzas armadas.

Gastaba mucho dinero y daba excelentes propinas, y cuando la empezó a enamorar le obsequiaba costosos regalos.

También me explico que una vedette, no era una prostituta sino que una bella mujer, que monta un show de baile, en poca ropa.

Con el tiempo descubrió que su marido era un verdadero déspota en la casa y que sometía a sus hijas a duros castigos especialmente si fraternizaban con cualquier muchacho de la vecindad porque era extremadamente celoso.

Es por eso del comportamiento de sus hijas, que no se sentían tan adoloridas por la muerte de su padre, en verdad lo querían, pero ahora se sienten con más libertad y no tienen que ocultar sus deseos o su forma de ser.

Me decía que de dos años atrás ella estaba pensando en abandonarlo y que sus hijas la animaban a hacerlo, pero por temor al poder que tenía, tuvo miedo de provocarlo y que le hiciera un daño.

Se acercó a mí y me dio un beso muy cerca de los labios para hacerme la siguiente promesa.

Héctor, usted es el hombre de nuestra familia y de parte de todas nosotras, cualquier cosa que usted desee solo tiene que pedirla que nosotras estaremos para atenderlo.

Mi hija Karla lo adora porque siempre está hablando de usted, de lo guapo y varonil que luce como hombre.

Por su parte Karen, dice que usted es  el hombre perfecto para casarse con ella y esas declaraciones hacen que se produzca una riña de niñas enamoradas del mismo hombre.

De mi parte, desde hace tiempo que nadie me hace la corte, y todavía tengo mucho que ofrecer  y como muestra me dio un beso en la boca que me dejo con las ganas locas de cogerla en ese instante.

Pasaron los días, las semanas y de pronto se cumplió el mes de su estadía en mi casa.

Terminaba el mes de febrero, y las oleadas de calor se hacían presentes en el ambiente con temperaturas que llegaban en promedio a los 35 grados Celsius y el único cuarto que tenía aire acondicionado era el mío.

 Cierta mañana entro mi preciosa Karla, con una taza de café como es mi costumbre de tomar en las mañanas y se puso a hacerme cosquillas para que me levantara, me senté en la cama para tomarlo y ella se tiro en mi cama, y aspiraba fuertemente las sabanas porque decía que mi olor lo sentía en ellas.

De repente se levantó y se puso de pie frente a mí y me pregunto.

Héctor tengo un fuerte dolor aquí y se levantó la falda enseñándome su ropa interior blanca y se podía ver muy fácil ese pequeño chochito con escaso bello y se observaba el canal que la seda hacia dentro de sus labios vaginales y tomo una de mis manos para que palpara su entrepierna.

Mi verga inmediatamente cobro una erección salvaje, que para mí era muy difícil de disimular y que me duro todo el día y era peor cuando estaba cerca de mí.

Sus provocaciones siguieron y lo máximo fue, cuando estábamos cenando que se sentó a la par mío y bajo su mano y busco mi bragueta y me estuvo sobando la tranca por encima de la tela,  por momentos la apretaba para calcular sus dimensiones y me miraba con  una sonrisa maliciosa, como preguntándome si me gustaba.

Me fui de farra otra vez y cuando regreso, Katia me estaba esperando despierta, esa noche estaba vestida con un minúsculo pantaloncito y una camiseta de algodón producto de la gran ola de calor que se movía en el interior del departamento.

Vestida así, observe que tenía unos pechos muy redondos y de gran volumen, que se miraban impresionantes porque no usaba sujetador y aun así  lucían excepcionalmente firmes sobresaliendo la punta de sus pezones.

Su trasero era divino, con unas curvas y unos glúteos que daban cuenta de lo perfectos que eran debido al ejercicio de largas horas de baile, lo mismo que sus robustas y largas piernas y todo ese cuerpo serbia de base, a una cara tan bella que confirmaba lo dicho por ella con respecto a su trabajo como vedette en su juventud.

Me ofreció que me apetecía y le conteste que una cerveza.

Me la trajo con un vaso, y ella se sentó frente a mí tomándose un refresco de cola.

Sabes una cosa Katia…

Tu hija Karla, ha pasado todo el día provocándome y recuerda que soy hombre y no sé hasta cuando pueda soportar.

Ella me quedo viendo y me dijo, yo perdí mi virginidad a los 16 y fue muy dolorosa, que pase mucho tiempo odiando al maldito por el daño que me causo.

Mi hija está en esa etapa, cuando está descubriendo todo su potencial de mujer y te ha elegido a ti para que le enseñes el camino, para hacerse una mujer completa.

Prefiero que seas tú y no que se tope con un energúmeno, como me tocó a mí.

Karen y yo, vimos tu cara y tu reacción y no dijimos nada, pero sabíamos que algo estaba sucediendo porque Karla tenía su mano abajo y la estiraba para tocarte.

Por favor trátala con ternura y no hables de esta plática con ella porque la podría acomplejar o dañarla psicológicamente.

¿Pero a poco, no es bellísima mi hija? ¿O es que no te gusta?

Si pudieras leer mis pensamientos. Sabrías de mis deseos por ti y tus hijas.

Se acercó a mí y me dio un beso en la mejilla y se despidió sonriendo empinando su cuerpo para que viera su trasero en su máxima expresión al caminar.

Pasaron dos días y la ola de calor aumento de intensidad y cuando regrese muy noche de la oficina encontré nuevamente a Katia y me dijo que las muchachas no aguantaban el calor y se durmieron en mi cama.

Llegue hasta mi habitación y Katia las quiso despertar y le dije que no lo hiciera, por lo que me quite la ropa y me quede en bóxer y le dije a Katia que se quedara pero que no cabríamos los cuatro en la cama y ella escogió traer una almohada y tirarse al suelo muy cerca de mi lado.

Karen estaba en el extremo y vestía un pantaloncito igual a la madre y Karla quedo en el medio de nosotros vistiendo un coqueto camisón de jersey hasta la media pierna que apenas enseñaba sus preciosas nalgas.

Me dispuse a dormir y solo habían pasado una media hora cuando sentí la mano de Karla acariciando totalmente mi verga y la apretaba y  deslizaba su mano de arriba abajo como si estuviera masturbándome, acerco su pequeña boca y me dio un beso que duro una eternidad, para luego darse la espalda y acercar su trasero para pegarlo completamente a mí y jalar mi verga para colocarla entre sus piernas muy cerca de su chochito, usando los dedos de su mano para pegarlo lo más posible a su virginal entrada.

Lentamente se movía para provocar que mi glande hiciera fricción contra su clítoris que estaba protegido por una delgada y fina tela.

Pasamos como 20 minutos en esa deliciosa y erótica situación y fue cuando sus dedos separaron la  diminuta y delicada barrera de la tela y mi glande nadaba en esa conchita que estaba inundada a lo máximo de sus fluidos,

Karla trato de exponer más su bellísimo trasero arqueando su espalda , trataba como desesperada por sentir mi verga dentro de ella, le acaricie el pelo y quedamente le dije al oído que este no era el momento.

Me di la media vuelta y  pude ver a Katia que estaba en el  suelo a través de la  penumbra, que se estaba riendo y  acerco su mano para tocarme los labios   y llevar mi mano cerca de sus boca y chuparme uno de mis dedos para luego acercar uno de sus pechos para que se los tocara.

Parecía una tortura y solo me levante para ir al baño que estaba en el corredor y me di una ducha y al salir estaba Katia esperándome y solo se hinco ante mí y me pego una mamada que me hizo estallar en menos de tres minutos, para luego decirme…

Tenía unos deseos enormes de hacer esto  desde hace días, y es que tienes una tranca amorcito, que todas la hemos visto cuando estas vestido en tu bóxer por la mañana.

Ahora regresemos que Karla no se ha dormido por estar esperándote.

Me acosté nuevamente y Karla se acercó a mí para besarme de la deliciosa forma que solo ella podía hacerlo, luego se apretó lo más que pudo contra mí y busco conciliar el sueño.

Mientras tanto Karen que se hacia la dormida había estado observándonos a su hermana y  a mí en ese trance erótico, a la media luz de la penumbra.

Su mirada la tenía clavada en mis ojos y desabrocho el botón de su pantaloncito y levantando la pelvis se lo quito y metió su mano dentro de su braga como si estuviera masturbándose.

Con señas me indico que le extendiera mi mano y subió  su pelvis lo más que pudo para que estuviera a mi alcance y al no lograrlo se pegó más a su hermana y solo lograba ver en su rostro la promesa de mañana confirmándolo con señas, que la próxima noche seria de ella.

Pase la noche casi en vela, pero al final logre tomarme aunque fueran 4 horas y me levante más relajado, pero sintiendo los besos de Karla que me había traído el café.

Quiso desnudarme y la aparte y le dije…

Esto te voy hacer en la noche y le baje el jean que estaba usando y busque su chochito y lo descubrí y pase mi lengua por el varias veces hasta que casi se cae al sentir por primera vez ese tipo de emociones.

Cuando Salí, fui al comedor, y Karen y Katia me miraban pícaramente, como si hubieran sido cómplices de lo que pasó la noche anterior.

Llame a Katia y le pedí que me acompañara al centro comercial, para hacer un retiro en el banco y tuvieran suficiente dinero para sus gastos.

Íbamos saliendo cuando sus hijas dijeron que querían acompañarnos.

Cuando entramos al banco, me aparte con Katia y le murmure al oído, quiero que te compres la ropa interior más sexy, que esta noche llego a tu habitación, para que no me pase lo mismo que anoche.

Y lanzo una carcajada tapándose la boca.

Esa mañana me entere que habría una cumbre de presidentes y la misma se iba a realizar en un famoso balneario en el sur de México y toda la tarde pase acreditando mis credenciales para asistir al evento, y fui invitado a viajar en el avión presidencial,  dentro de la comitiva de prensa que lo iba a acompañar.

Llegue temprano al departamento para preparar mi equipaje y como estaban tristes por mi partida que duraría dos días, las invite a uno de los mejores restaurantes de la capital y luego al casino para que se entretuvieran en las traga perras, con el inconveniente que no querían dejar entrar a Karla por ser menor de edad y tuve que llamar al gerente quien me conocía muy bien y nos autorizó el paso y además nos obsequió una cortesía monetaria para que jugaran las damas.

Quiero agregar que las tres lucían como verdaderas bellezas y realmente era difícil escoger, pero yo siempre me quedaba con mi Karla, porque era la que no se apartaba de mí.

Regresamos al departamento y Katia se fue con sus hijas a su habitación y al cabo de media hora entraron Karla y Karen y peleándose por quien iba a estar a mi lado decidí que yo estaría en medio.

Como siempre Karla se pegó a mí y al  cabo de 15 minutos las dos quedaron en solo ropa interior,

Por primera vez siento los senos de Karla pegados contra mi pecho que decido  besarlos y tocarlos y realmente son extraordinarios con un volumen como si fueran de una mujer adulta, cuando aún les falta que desarrollar por su tierna edad

Por su parte Karen me aprisiona por la espalda y me quiere dar la media vuelta para darme un beso.

Llego donde ella y le doy un beso largo y le digo que en media hora  estaré con ella.

Se da la media vuelta y se hace al rincón contra la pared.

Karla me vuelve agarrar la verga como masturbándome y se baja la braga para que me monte en ella y coloca mi tranca en su mera entrada y se frota el clítoris  y empieza a subir y bajar su pelvis con un movimiento con mucho compas en su cintura y me jala contra ella porque se muere de las ganas de tenerla adentro.

En ese momento ya he perdido mi control y trato de meterla con un empujón. Pero ella al sentirlo retira su vagina diciéndome quedamente al oído que le duele.

Recupero mi lucidez, y bajo mis labios besando sus ojos, sus labios, su cuello, cada uno de esas deliciosas tetas para terminar hundiéndome en su pelvis que esta escasamente poblada ,continuo hasta llegar a la pequeña cereza, y la comienzo a besar, chupar y a rodearla en círculos con mi lengua.

Después de varios minutos suelta una pequeña vocecita con un tierno gemido …YAAAAAAAA

 Anunciándome que ha logrado su primer orgasmo.

 

Me levanto y voy al  baño a lavarme y untarme un poco de loción y regreso y veo a mi Karla como que ha encontrado el sendero a un sueño profundo

Busco mi lugar y Karen está esperándome, nos besamos apasionadamente y sus manos fueron a buscar el instrumento que todas querían tocar y que las tenía locas de deseo por sentir las notas que las harían calar hasta llegar al ansiado orgasmo.

Al igual que Karla, coloco mi verga muy cerca de su concha, pero no anduvo con muchos preámbulos y en un santiamén se quitó el panty  he hizo que me montara en ella y coloco mi tranca en la entrada de su virtuosa vulva.

Me imploraba que la hiciera mujer pero le pedí que se esperara porque deseaba disfrutar al máximo su virginidad.

Ella no estaba complacida con mi decisión y en un arrebato por la lujuria y el deseo, se montó encima de mí y quiso sentarse en ella para conseguir penetrarse por sí sola.

Te voy hacer una promesa, que tu primera noche como mujer, va a ser como nunca la has soñado.

Y decidí bajar al pozo para que ella también tuviera su orgasmo.

Les di tiempo suficiente para que se durmieran y Salí en dirección a buscar a KATIA,

Entre a su habitación y prendí la luz y  al verla tendida sobre la cama con una prenda de lencería de lo más sensual y erótico.

Me acerque a ella diciéndole…

En verdad ahora comprendo a tu difunto marido

, Porque en realidad  eres un espectáculo para la vista, el solo verte en poca ropa.

Katia, que ganas de cogerte tengo.

Ven aquí mi amor.

¿A cuál de mis hijas le hiciste el amor?

A ninguna cariño, las dos son vírgenes y quiero que su primera noche sea  algo especial.

Pero yo, quiero hacerte mi mujer, deseo tener mi verga en lo más profundo de ti.

Me acosté a su lado y la bese con toda la furia y pasión  resultante de la enorme excitación que sus hijas habían provocado en todo mí ser.

Palpe sus tetas, y su volumen y dureza me indicaron que eran grandiosas las libere del sujetador y eran perfectamente redondas y su pezones eran una delicia al mamarlos porque daban ganas de morderlos y entre más los acariciaba más erectos se exhibían.

Le miraba esos bellos ojos color miel, como también sus pequeños y delgados labios y una nariz perfecta de una belleza estética, que la hacían ver con rasgos de una  mujer, de la vieja Europa.

Ya no me podía contener y baje hasta su pelvis y deslice la sensual braga y un delicioso aroma de su concha llego hasta mi nariz, al mismo tiempo una fragancia de una loción muy dulce se impregnaba en toda ella.

Localice su delicado botón y lo acaricie y chupe con mis labios y mi lengua entro en acción lambiéndola  a la velocidad que me imponían sus movimientos de pelvis.

Tras unos breves minutos se llevo sus dedos a la boca para taparla y unos sordos gemidos salieron de su interior…

UUUUUUUUUUUUUMMMMMMMMMMMMMMMMMMMMM

Mi lujuria y deseo por esa mujer estaban en lo máximo y solo me acomode e introduje mi verga, hasta el fondo que pude alcanzar.

Amorcito, que riata más grande y hermosa tienes, es más grande que la de mi marido y solo se le parece al maldito que me desvirgo,

Métala mi amor, máteme con ella, que rico coges Héctor,  dios mío me vas hacer correr, más rápido amor, mas, mas, mas ahora

SSSSSSSSSSSSSIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIII

Y casi al mismo tiempo explote dentro de ella.

Estábamos completamente sudados, y me gano el deseo de lamer el sudor que había en sus tetas y mis dedos detectaron la gran cantidad de semen que salía y brotaba de su concha.

La tome de la mano y nos metimos al baño para ducharnos y estando parados bajo el agua, la pegue fuertemente contra mi pecho y le acariciaba sus nalgas, en ese momento le pido…

Eres hermosa y bella, en la completa extensión de las palabras,

Tu cuerpo es perfecto y todo él es una visión para recordar, pero lo más espectacular es tu trasero y lo quiero hacer mío.

No me pida eso Héctor, usted está igual a mi marido que por negarme se enojaba conmigo.

Está bien Katia, no voy a insistir más, al fin que solo cumples conmigo por agradecimiento y porque necesitabas que alguien te recordara que también eres mujer.

Me di la vuelta en dirección a la puerta, cuando ella se me tiro al cuello y me dijo…

Si es cierto que necesitaba que alguien me recordara que soy mujer,

Pero también necesitaba sentirme segura, admirada y deseada y sentir algo más importante que creí que ya lo había olvidado como es enamorarme de un hombre.

Mi marido me conquisto con dinero y yo creí que podría lograr amarlo, pero ese día nunca llego y solo la costumbre y el temor hicieron que lo aguantara tantos años.

Pero ahora te tengo a ti, solo con lo que me hiciste sentir hace un rato, casi tocaba el cielo de felicidad.

Hace varias noches te dije que tú eras el hombre de la casa y de la familia y que pidieras, que nosotras estábamos para atenderte.

Así que puedes tomarme cuando quieras que yo seré feliz si tú lo estas.

La bese tiernamente en los labios por un largo rato a la vez acariciando su precioso trasero y le propongo lo siguiente.

Como fuiste vedette, coloca un pie en mi hombro.

Fácilmente lo puso y pregunto…

¿Algo más?

Y aproveche para meterle la verga.

Al sentirse penetrada lanzo su cabeza hacia atrás y proclamando al aire…

Héctor mi vida       haaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaagggggggg

La levante totalmente y me senté en la taza del inodoro y ella se enrosco en mi cintura y la tenía penetrada hasta el fondo y hacia palpitar mi verga dentro de ella. Que hacía que su locura aumentara y me comiera a besos, la mantuve así por un buen rato.

Para luego enterrarle el dedo medio en el ano y cuando iba por la mitad me empezó a jinetear logrando su tercer orgasmo de la noche.

Me quedo viendo con una mirada de alegría para luego mostrarse muy coqueta y dijo…

Que felices vas hacer a mis hijas con esa verga mi vida y ahora con lo que acabo de sentir mi culito es tuyo cuando quieras.

Salimos del baño y sus hijas nos estaban esperando y nos abrazamos los cuatro.

Nos fuimos a dormir y mis dos tiernas jamás se separaron de mi lado.

Ala mañana siguiente me levante a las 7am. Ya que el vuelo nuestro partía al medio día y había que preparar el equipo y la logística en México

La primera en llegar a saludarme con el café como siempre era mi adorada Karla.

Luego me fui al comedor y mis otras dos mujeres me esperaban con el desayuno servido y me recibían con un ardoroso beso.

Llame al encargado del condominio y le dije que necesitaba otro aire en la segunda habitación o que me consiguiera otro departamento con una central de aire y cualquier decisión quien tomaría la decisión final en mi ausencia seria mi familia, cuando dije esa frase, las tres se me tiraron para abrasarme y besarme.

Le di a Katia dinero, que eran parte de los viáticos que el gobierno me había asignado, y el número de la central oficial, que ellos tratarían de localizarme en caso de cualquier urgencia.

Como también hable en privado con cada una, tocándoles el chochito a excepción de Katia que le acariciaba el trasero y que los cuidaran para mi regreso en dos días.

Cumplida mi misión en México,

Hicimos el viaje de regreso tocando tierra  a las 5 pm, hicimos nuestro trabajo en la oficina, para luego conectarnos al satélite y enviar el reportaje.

Mi llegada al departamento fue como a las 10 de la noche y cuando abrí la puerta. Las tres se me tiraron encima para besarme y preguntarme si traía hambre, les conteste que sí y se pusieron a cocinarme a excepción de Karla que nunca se apartaba de mi lado.

Ya en la mesa comiendo, me preguntaban qué había pasado en México y yo les contaba la historia, las anécdotas y el volverse amigo de grandes personalidades como políticos, militares y colegas de la prensa internacional.

Ya para terminar de comer, mi pequeña Karla me lanza un comentario que casi hizo que me atragantara.

Dice mi madre, que ningún hombre la ha hecho sentirse tan feliz como tú lo hiciste la noche antes que te fueras.

Me quede sin palabras y esta vez fue Karen, quien me aclaro el comentario acercándose por mi espalda y dándome un tierno beso en la mejilla, me dijo…

Entre nosotras no hay secretos, porque además de ser nuestra madre, es también nuestra hermana mayor.

Nos pusimos a reír, pero Katia, lo hacía con carcajadas y con un movimiento afirmativo de su cabeza, me confirmaba  lo dicho por Karen.

¿QUIEN ES MEJOR, MI MADRE O UNA DE NOSOTRAS?

No puedo contestar esa pregunta, porque, solo he estado con Katia

Pero si les puedo decir que tiene un trasero y hace el amor como una real hembra,

Por parte de Karen es el vivo retrato de la madre que tiene un trasero y unas tetas pero corregido y aumentado y esos ojos color miel que son la marca registrada de todas mis mujeres.

Y yo, y yo, preguntaba Karla.

La miraba tiernamente  a los ojos y le conteste…

Tú, eres mi consentida, por ser la más pequeña y como dice el refrán la esencia no viene en barriles, viene en pequeños frascos y además son muy pero muy caros.

Tienes un trasero tan redondo y perfecto en sus curvas, al igual tus piernas y todo está repartido en una forma asombrosa que eres una maravilla cuando te veo desnuda.

Feliz y loca por mis palabras me colmo de besos por toda mi cara.

Katia se me acerco  acariciándome  y con un beso en la boca me dijo al oído…

Gracias por hacernos feliz a mí y a mis hijas.

Por su parte Karen hizo lo mismo con la diferencia que al susurrarme al oído dijo…

Nos contó mi madre que la volviste loca como ningún hombre lo había hecho, yo quiero lo mismo esta noche.

Miramos un rato televisión y de pronto de  nuevo  fue Karla la quien tomó el control remoto apagando el televisor y llamando a su madre le pidió que se desnudara como lo hacía cuando era vedette.

Busco  una música que por lo visto ya la habían usado para ensayar y marco play en la casetera.

Y una música de lo más erótica se dejó escuchar como lo es…

 “Je t’ aime… moi non plus”

Realmente la piel se me puso como de gallina y el show comenzó.

La cadencia de su cuerpo al ritmo de la música y lo sensual al desnudarse, más una ropa interior de lo más sexy me hizo ver una vez más, que Katia, cuando joven, fue de esas mujeres que paraban el tráfico y para comprobarlo solo tenía que ver a Karen.

Cuando termino, solo me levante del sofá y fui a darle un beso con todos los deseos de hacerla mía en ese lugar.  

Quedamente la escuche decir…

Cuando te suelten mis hijas, te acuerdas de mí, todavía tengo un regalo para vos.

Les pregunte si habían arreglado el problema del aire y me contestaron que sí, y pensé que por esa noche me dejarían descansar por el largo viaje.

Me fui a mi habitación y me quite la ropa.

 Estaba por apagar la luz, cuando entraron mis amores y me rasque la cabeza por lo que me esperaba.

Deje la luz encendida y camine a la cama y me tendí en medio de ellas dos y se pegaron una a cada lado utilizando mis brazos y mi pecho como almohada.

Y poco a poco sus manos iniciaron su labor en dirección de mi tranca, y en lo que termino esta frase, mostraba una enorme erección dentro de mi pequeño pantaloncillo, me lo quitaron y Karla se acercó para conocerlo a plena luz y abarcándolo con su pequeña mano dijo…

Que grande y gorda es.

Aspiro fuertemente para reconocer su olor y acerco su boca para darle un tierno beso en la punta del glande.

Bésalo más mi cielo.

Karen al  escuchar mi suplica, quiso tocarlo también y acerco sus labios y parecía que lo mordía con ellos.

De un momento a otro, ya lo chupaban y lambian y me hacían sentir su lengua alrededor y la calidez de su boca cuando trataban de disfrutar de él.

Al ver que pronto me harían explotar, llame a Karla, para besarle sus deliciosos senos.

El estado de excitación de mi criatura estaba al máximo, sus gemidos eran una súplica por llegar al orgasmo y fue entonces que le pedí que se sentara en mi boca.

Abrió las piernas para exponer su preciosa vagina en mi cara y al mismo tiempo separaba la tela que la cubría, esperando con ansia que mi lengua hiciera contacto con su clítoris.

Su chochito rebosaba de humedad y mi lengua como si fuera una serpiente con una veloz mordida se apodero de su solitaria presa y lo masacro a chupones y lambidas.

Esta vez, ya no reprimió sus quejidos y con un sonoro lamento me anunciaba su llegada al éxtasi             SSSSSSSSSSIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIII  AAAAAAMMMMOOOOOOORRRRRRRRRR.

Y tiro su cuerpo hacia delante cubriendo totalmente mi cara  con su pelvis, la cual sufría de fuertes contracciones de su corrida al clímax.

 

Quedo casi desfallecida y le ordene que me dejara solo con Karen.

Alegremente se despidió de mí con un beso y salió por la puerta.

Aparte a Karen de mi verga y ella trato de montarse sobre mí  pero fue cuando, con un beso muy largo le anuncie que esa noche seria mi mujer, pero con la condición que tendría que darme el mismo regalo que Katia, porque ella era el mejor trasero de la familia.

Muy alegre me dijo que sí, porque además ella quería que yo supiera que su cuerpo y su corazón eran de mi propiedad.

Le quite el sostén y por primera vez pude ver esa enormes tetas en toda su majestuosidad.

Seguidamente la puse en cuatro y deslice lentamente su braga y en la medida que lo iba haciendo mis labios y mi lengua nunca se despegaron de sus nalgas, para  degustar cada rincón de ese hermoso y portentoso trasero.

Le di la vuelta y la acosté abriendo sus piernas, para conocer la virginal entrada que mi verga tenía que tocar para poder entrar.

Me quede observando su inmaculado chocho, y  lo único que estaba a la vista era su rosado botón, que parecía un soldado firme custodiando la puerta sellada.

Lo bese y lo chupe para limpiarlo de los jugos que lo bañaban y fui colocando mi tranca para acariciarlo con mi glande, ante la mirada curiosa y preocupada de mi Karen, que no sabía cuándo se llevaría a cabo el asalto al interior de su lugar más resguardado de su cuerpo.

Tras restregar ni verga contra su vulva por varios minutos, hice varios empujones para puntear su puerta, mientras mi Karen colocaba sus manos en mi cintura y me hacia la advertencia que fuera gentil y que lo hiciera despacio, midiendo su dolor que no fuera mucho.

Cuando la vi que estaba más relajada, di un fuerte empujón y una mueca de dolor se dibujó en su cara y lágrimas se desprendían de sus ojos y bese sus labios para acallar su llanto y me mantuve inmóvil por varios minutos, para que ella se acostumbrara al dolor y pudiera soportar la estocada final.

Al cabo de un rato, le pregunte si todavía le dolía y me contesto que solo un poquito.

La saque y le enseñe la cabeza de mi verga cubierta de su sangre y se sonrió y fue cuando le dije que ya era mi mujer y me beso tiernamente con sus manos en mi rostro.

Volví a colocar mi verga nuevamente a la altura del mismo lugar  volví a esperar que se relajara y se la clave hasta el fondo, me quede inmóvil, pero esta vez sus brazos me abrazaban  hasta tocar mi espalda y con suaves movimientos entraba y salía de esa concha que ya mi tranca recorría en toda propiedad.

Pase un corto tiempo en esa labor, cuando sus cantos de placer aparecieron surcando el ambiente.

Imprimí velocidad a mis movimientos de cintura y frases de gozo y placer se dejaron escuchar de su boca.

QUE RICO Y DIVINO LO QUE SIENTO AMOR…

AHORA SI SOY TU MUJER… CON RAZON A MI MADRE LA TIENES LOCA…QUE RICA VERGA TIENES AMORCITO…

MAS RAPIDO AMOR…  YA SIENTO QUE ME VOY A CORRER…MAS RAPIDO… MASS…MMMAASSS…  MMMMMAAAASSSSSSSS

SSSSSSSSSSLLLLLLLLLLLLLLLLLLLLLLLLLLLLLLLLLLLLLLLLLLLLLLLLLLLLL.

Su orgasmo fue sonoro y las contracciones apretando mi verga, fueron el mejor premio de agradecimiento, que podía recibir mi verga, por un trabajo bien hecho.

Llena de felicidad me besaba por todas partes, en especial a mi pancho, (que todavía estaba erguido a más no poder), por todas las sensaciones que acababa de descubrir y sentir al convertirse en plena mujer.

¿Te gusto mi reina?

Héctor eres divino, me encanto y solo sentí dolor al principio pero después casi me volviste loca de placer.

Quiero más amor.

Recuerda que Katia me está esperando, ve a llamarla mientras voy al baño y me ducho.

Se despidió con mil besos y salió a buscar a la madre.

Cuando Salí del baño, me sorprendí que no encontré a Katia y espere a que apareciera.

Pasaron como cinco o más minutos y mi preciosa vedette apareció ante mí.

Desde que me vio, se lanzó sobre mí y me besaba dándome las gracias por lo feliz que había hecho a su hija en su primera vez.

Karen nos contó todo, como la trataste, lo delicado que fuiste y sobre todo lo contenta por no haber sufrido.

Porque nos confesó que sentía un terrible miedo de pasar por la misma experiencia dolorosa que yo pase.

Se quedó a dormir, pero su deseo por ti es insaciable, pero la más contenta es Karla, porque ahora que sabe lo que paso con Karen, dice que su miedo, también ha desaparecido y como ella es tu consentida, la trataras a ella como tu verdadera reina y que por eso la dejaste para el final.

Katia mi vida, estoy que exploto, porque me contuve durante toda la noche, para no terminar dentro de Karen, por temor a embarazarla.

Y solo se puso a reír.

Te cuento, que yo a las niñas, les compre las pastillas  contra el embarazo, que yo usaba, así que puedes correrte dentro de ellas sin ningún temor.

Y hasta ahora me lo dices, que tengo este gran dolor de huevos.

Y nos reímos a carcajadas.

Esta noche no te voy a cobrar mi regalo. Porque tengo mi propio plan contigo.

Mañana te daré dinero suficiente, para que vayan las tres al salón de belleza, se compran la mejor ropa interior y la ropa más sexy para que puedan usarla para una noche especial, pero Mañana concéntrate en Karla, porque le hago el amor por primera vez, o me mata.

Trata de vestirla de color blanco como, lo angelical que representa para mí.

Después de esa platica, le hice el amor como un loco y ella respondió de una forma magistral, articulando su esfínter que casi ella sola hizo todo el trabajo, de ordeñarme hasta la última gota.

Eran las ocho de la mañana, y la primera en entrar a mi habitación era Karla con mi taza de café.

Irradiaba de encanto y sensualidad, y su primera acción después de servirlo, fue sentarse en mi pierna y recostar su cabeza en mi cuello y garganta y decirme con una voz muy romántica que hoy, sería mi mujer.

 

Tomados de la mano nos sentamos en el comedor y Karen que traía mi desayuno, se sentó también a mi lado, dándome un tierno beso y con una sonrisa y una mirada me daba a entender lo feliz que estaba por lo de la noche anterior.

Después de salir del banco, me acerque a Karla para decirle que pasaría por ella a las seis de la tarde.

Cuando regrese y la vi, quede con la boca abierta.

Vestía un una licra de algodón muy pegada al cuerpo que hacían resaltar sus hermosa tetas coronadas con la punta de sus pezones que se erguían y eran remarcados claramente por la tela.

Su trasero era como una obra de arte, en el  que se podía apreciar la elegancia y la belleza de sus curvas en un culito respingón que solo verlo era un regalo a la vista de cualquiera.

Una estrecha cintura, la curva de sus caderas y unas piernas gruesas  en perfecta armonía a sus demás atributos,

Mas unos zapatos blancos de tacón alto, hacían que su caminar fuera elegante y majestuoso.

Su cara angelical, estaba adornada por una larga cabellera rubia que le llegaba al nacimiento de sus caderas.

Su maquillaje era sencillo y natural, sobresaliendo su recta y delicada nariz, unos tiernos labios remarcados en un color rosa y sus ojos color miel, La hacían verse como una niña que va a su fiesta de quince años.

La lleve a comer a uno de los mejores restaurantes, para después ir a una de las mejores discotecas de la ciudad.

A las dos horas de estar ahí, me pidió que nos fuéramos porque se sentía toda mojada de solo estar pensando que pronto estaría conmigo en la cama y que la haría mi mujer.

Tenía un serio problema en mis manos y ese también es producto que da la fama al salir en pantalla, que todo mundo te conoce.

Aunque quería llevarla al mejor hotel y pedir la mejor habitación, no podía hacerlo porque me reconocerían entrando con esta preciosura de mujer que aparentaba menor edad a la que tenía y hay que recordar que tu peor enemigo es tu compañero de profesión y más cuando son del sexo opuesto y te suben a sus crónicas de chismes.

Cambiando de idea la lleve a un motel y pedí la mejor habitación al cabo que solo estaríamos unas horas en ese lugar.

Al solo entrar,  me empujo a la cama y me beso apasionadamente como diciéndome que se quería fundir a mí, para no separarse nunca.

La acariciaba por todo el cuerpo, pero su trasero y sus tetas eran una sensibilidad, para recordar por toda una vida.

Se paró a la par de la cama y su vestido cayó al suelo, mostrándome una lencería blanca, que un fetichista de ese tipo de prendas, las hubiera guardado como la mejor pieza de su colección privada, por haber pertenecido a un ángel hecho mujer.

Se abalanzo sobre mi pecho y en una forma muy coqueta me pregunto…

Katia dijo que verme así te encantaría.

¿Es cierto?

Esto que te voy a decir, será un secreto entre los dos, porque si ellas lo supieran, les causaría un resentimiento que las tendría molestas contra mí.

Pero mi amor es solo para ti, tu eres la dueña de mi corazón, amo a tu madre y hermana, pero nunca como te amo a ti.

De la forma más tierna y cariñosa me beso y en una total entrega demando…

Hazme tuya mi amor.

La desnude lentamente, y sus redondos pechos estaban erectos y firmes y sus pezones eran su mayor debilidad que cuando coloque la punta de mi lengua en ellos, pude notar como su piel se erizaba y los botones de sus tetas cobraban una grandeza y firmeza para soportar mis lamidos y chupones en ese sector tan sensible.

Mi mano busco su virginal chochito, y mis dedos fueron recibidos con un completo baño por su abundante humedad.

Baje por su pelvis buscado su coñito, una tenue mata de bellos muy pequeños sobresalían de esa parte de su cuerpo, su rajita era bellísima con unos pequeños labios muy rosados, que al entreabrirlos,  su humedad era bastante notoria y su botoncito se mantenía firme, para no ahogarse por lo inundado que se encontraba el canal.

Su fragancia era la misma loción que usaba su madre, pero con la diferencia que su conchita transpiraba un olor fresco, suave y limpio, como cuando uno sube a un automóvil nuevo, por primera vez.

Saque mi lengua para acariciar mi  botón preferido y tras varios chupones mi tierna me toma del cabello y me aprieta contra su concha y ha tenido su primer orgasmo de la noche.

.Me levanto de la cama para quitarme la ropa y al hacerlo me sonrió con ella y me explica  que desde que se levantó, en lo único que ha pensado es en el hacer el amor conmigo y por eso estaba tan caliente, que solo sintió mi lengua y se corrió en el instante.

Con la verga en su máxima erección, me recuesto sobre la cama y la  atraigo hacia mí y la obligo a sentarse en mis huevos, quedando la punta de mi glande muy cerca de su coñito que ya se siente ansioso por estar dentro de él, como dueño de su gruta inexplorada, que pronto entrara a ser parte de su legítima propiedad.

Muy cariñosa me acerca sus labios para que se los bese y mis manos la abrazan para hacer un lento recorrido por su espalda hasta bajar a sus caderas y sentir la curva de sus nalgas para sentirlas en toda su perfección.

Acaricio sus delicados pechos extremadamente redondos y la graciosidad de sus pezones que me los brinda como un regalo para mi especial deleite.

Con la ayuda de mi mano derecha agarro mi verga que se ha convertido en un verdadero fierro y le pido que sea ella la que se siente sobre él y logre medir el grado de penetración que quiera lograr para no sentirme culpable al momento de su dolor cuando mi verga cruce el umbral de su virginal túnel que conduce a las profundidades del éxtasis.

Una de sus piernas la levanta para apoyar en ella uno de sus brazos y que además le sirva para levantar su cuerpo y con una de sus delicadas manos dirigí mi verga a su virginal entrada.

Por uno o dos minutos restriega mi glande por todo su chochito y con una mirada de decisión y valor se sienta sobre él, lanzando un pequeño gemido de dolor, pero también ha logrado que mi glande cruce la frágil barrera, y un cálido, jugoso y apretado recibimiento se cierna por todo el.

Mi tierna Karla, persiste con su mueca de dolor y para ayudarla a soportarlo mis manos van en su auxilio tomando sus pezones para acariciarlos y tomando más valor por efecto de mis caricias se decide y se lo ensarta totalmente dentro de ella y con lágrimas en su rostro baja su cabeza para descansar sobre mi pecho, yo quiero alcanzar sus labios pero casi no puedo y solo logro secar sus lágrimas que brotan de sus ojos con los besos de mis labios.

Después de varios minutos se incorpora y con leves movimientos mi verga se desliza en un ir y venir sintiéndose el amo y señor de esa gruta recién descubierta.

Sus facciones en su cara comienzan a cambiar y u gemido con canto de placer inundan la habitación, la niña temerosa ha desaparecido y una majestuosa hembra con hambre de sexo aparece en escena es una gata salvaje su ritmo  cobra velocidad, mi asombro es enorme al ver el cambio que ha tenido lugar al reconocer que una potranca de pura sangre ha venido a sustituir a una inocente criatura, muy atrás a quedado la niña y una putita se empieza a manifestar y entra en acción pellizcándose ella sola  sus  redondas tetas y sus pezones se exhiben en su máxima grandiosidad.

Su concha se revuelca contra el tronco de mi verga y pelvis buscando la máxima frotación contra su clítoris, sus caderas y cintura, se mueven en una increíble sincronía que en verdad la convierten por derecho propio en la reina de todas las putas habidas y por haber.

 Su maestría es natural, al igual de cualquier artista  y solo le falta un poco más de practica y estará lista para  hacer su obra maestra en la cama.

El manejo de su cadera y cintura me tienen anonadado y en un momento de locura me hace explotar y al mismo tiempo como queriendo ordeñarme su esfínter entra a escena con fuertes contracciones y en un acto de mucha técnica alcanza el orgasmo lanzando un quejido único que será su carta de presentación de aquí en adelante…

PPAAAAAAAAAAAAAAAPPPYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYY

Medio muerto por la fuerte descarga, me levanto y quedo viendo perplejo a aquella inocente que de la noche a la mañana se había convertido sin lugar a dudas en la única mujer que me había vencido con mucha ventaja en quien aguantaba más en la cama y me di cuenta que esa niña era una verdadera artista a la hora de hacer el sexo.

Me fui al baño para recapitular en todo lo que había sucedido y lo primero que pensé es que tal vez por mi excitación sumado a lo frágil que se miraba, eso dio como resultado que me sacara de concentración y me provocara el orgasmo.

 

Tenía que repetirlo para satisfacer mi ego  y pedí unos tragos y

Emparedados mientras recuperaba fuerzas y esperaba mi segunda oportunidad.

 

CONTINUARA

 

JIHNM

  • : En medio de esa cantidad de personas algo me impresiono de gran manera, la vi de espaldas y ante mis ojos vi, el cuerpo más curvilíneo y hermoso que se podía esperar de una mujer. Tenía el pelo muy largo de color castaño y su piel blanca. Vestía unos sensuales pantaloncitos cortos, con una blusa manga larga y su estatura cuando mucho 1.65 mts. Además note como que temblaba porque la temperatura se sentía muy baja en esa hora y apenas comenzaba la noche. Me acerque donde ella y al llamarla diciéndole señorita, se da la media vuelta y una cara de niña de lo más preciosa, me sonríe al verme, ¿Cómo te llamas? KARLA ¿Qué edad tienes? Voy a cumplir 17 el próximo mes ¿Estás sola? No, estoy con mi madre y mi hermana, que andan buscando comida, ya que no hemos comido nada desde ayer,
 

“DOMINANTES O SUMISAS” (SELECCIÓN DE RELATOS) Libro para descargar (POR GOLFO)

$
0
0

dominantes2SINOPSIS:

Selección de los mejores relatos de Fernando Neira (Golfo) sobre el famoso dilema que muchos se preguntan.
¿Realmente quién manda en una relación amo-esclava?
Muchos aseguran que los amos, mientras que otros os dirán que las sumisas.
Hazte tu propia opinión a través de los relatos de este autor, verdadero fenómeno de la red con más de 13 MILLONES DE VISITAS.

167 páginas de ALTO CONTENIDO ERÓTICO

Bájatelo pinchando en el banner o en el siguiente enlace:

https://www.amazon.es/dp/B01FKLOII8

Para que podías echarle un vistazo, os anexo los primeros  capítulos:

1.― Saqué a la puta que había en su interior
Volvía al D.F. después de cinco años sin pisarlo, el aeropuerto Benito Juárez me recibió ya reformado pero con los mismos defectos de siempre, con sus policías corruptos llamados mordelones, pero con ese sabor a desastre que me cautivó desde el primer día. Raimundo, mi antiguo chofer, me estaba esperando a la salida. No lo veía desde que me fui de México, el cabrón seguía igual, con sus pelos pincho y su blanquísima sonrisa.
―¿Qué paso, patrón?― con esta expresión tan mexicana y un fuerte abrazo me recibió nada más salir de la aduana.
Me encantó verle después de tanto tiempo, no podía olvidar los duros años que habíamos pasado juntos, y los múltiples incidentes en las que nos habíamos visto inmersos. Varias veces su pericia al volante, nos había librado de situaciones desagradables, pero en muchas mas ocasiones gracias a que se había mantenido abstemio, pudo cargarme hasta la cama después de una borrachera.
―¿Al hotel de siempre?― me preguntó como si no hubiera pasado más de unos días desde que no nos veíamos. Su actitud me recordó a Fray Luis de Leon que después de salir de la cárcel, abrió sus clases con una frase que ha pasado a la posteridad: “Como decíamos, ayer”.
Le respondí con un escueto “Si”, metiéndome en la Suburban, un todoterreno americano de siete plazas y dos toneladas de peso. Siempre me había chocado tanto su tamaño como la comodidad con la que trataba a sus pasajeros.
Emprendimos camino hacia Reforma, la capital parecía anclada en el tiempo, con su caótico tráfico, sus vendedores ambulantes y los cables colgando por todos lados, pero seguía siendo la mayor ciudad del mundo, peligrosa y atrayente, contaminada y señorial, indígena y cosmopolita. El D.F. fue, es y será el D.F., una ciudad que aterra y enamora por igual.
No podía dejar de mirar por la ventanilla, tratando de absorber toda lo que veía, los polis con sus Harleys, los niños fresas con sus coches último modelo, los inditos con su humilde caminar totalmente cargados. Sin darme cuenta La diana me recibió mostrándome sus voluptuosas nalgas, culo de negra en un negra aleación que representa a la diosa de la caza. Y a lo lejos el Angel.
Me he considerado siempre un hombre duro, pero en ese momento me emocioné, había vuelto a mi segunda patria.
―¿Cuánto tiempo se va a quedar?, Don Fer― me pregunto Ray, tratándome de dar conversación.
―Una semana, por desgracia― le solté sin caer en ese momento que esa frase vacía en este caso, estaba llena de significado.
―Y ¿Qué?, ¿Ha llamado a alguna de sus conquistas?
― No has cambiado nada, maldito Pelos― le contesté riendo a carcajadas.
―¿No me dirá que se ha vuelto puto?, menudo desperdicio para las viejas― me respondió en plan jocoso.
―No he llamado a nadie de antes, ya sabes, no me gusta ponerme chanclas que ya dejé tiradas― lo que no le expliqué que por primera vez en mi vida tenía una cita casi a ciegas.
Esa misma noche, exactamente en tres horas había quedado con María, una maravillosa escritora que no conocía en persona, pero con la que durante los últimos meses, había mantenido una mas que frecuente comunicación vía internet, y que en las últimas semanas había experimentado una subida de muchos grados respecto a la temperatura, pasando de un mero intercambio de textos, a una complicidad sexual donde fantaseábamos con nuestros tabúes y nuestros miedos.
Todo había comenzado cuando publicaron mi último libro, y no sé cómo recibí en mi e-mail una durísima crítica de una chilanga, en la que me acusaba de haber hecho una apología del “macho”, y donde me exigía una rectificación. Me hizo gracia el tono airado con el que me amonestaba, y algo me indujo a investigar quien coño era antes de contestarla. Fue muy fácil, casualmente teníamos el mismo editor. Resultaba que la mujer era también escritora, y tras leer uno de sus libros, tuve que reconocer que era mejor que yo, si tenía algún defecto era que en su buenísmo, todavía tenía esperanza en el ser humano.
Mi escrito de respuesta consistió en un relato erótico, donde ella era la pobre protagonista feminista mexicana, que era usada y abandonada por un “Macho” español. Le debió gustar, porqué a los pocos días recibí un correo, con una historia donde el Don Juan pierde su virilidad de un mordisco de su amada. Y de esa forma con mensajes de ida y vuelta, fuimos convirtiéndonos en amantes, nuestros cuerpos no se habían juntado nunca, pero en nuestras mentes habíamos ya participado en tríos, orgias, e incluso nos habíamos enamorado. Últimamente, habíamos descubierto que nos interesaba más que nada la dominación, de esa forma, alternativamente María se había convertido en sumisa y ama, y yo había experimentado o dado crueles castigos. Cuando supe que tenía que asistir a unas conferencias en la universidad autónoma de México, nuestros mail se centraron en que íbamos a hacer el día que nos viéramos, en cómo podíamos reaccionar, si la química física podía igualar a la literaria, y quien iba a ser el dominante y el dominado. Decidió ella, durante toda su vida había defendido los derechos de la mujer y por una vez quería experimentar lo que era ser usada.
El coche se había detenido en su destino, el María Isabel Sheraton seguía como siempre, lujoso pero eficiente, y con un gran servicio. Raimundo ya me había registrado, por lo que con ayuda del bell-boy, el botones en España, subimos mi equipaje.
―¿A qué hora le recojo?― me preguntó el chofer.
―¡Será si me redejo! le respondí indignado usando el doble sentido tan usual en México.
Tras unos momentos de confusión, Ray me espetó con una carcajada:
―¡No me chingue! Patrón, ¿a qué hora paso por usted?―
―A cuarto para las nueve― le contesté usando la forma del país que me había adoptado y no la normal en España que sería “a las nueve menos cuarto”.
―Sale, a esa hora le espero en la puerta― me dijo cerrando la puerta.
Tenía tiempo suficiente para tomar una ducha, y afeitarme. Quería dar una buena impresión, si la mujer era solo la mitad de apasionada que sus cuentos, esa noche iba a ser memorable. Debajo del agua, al enjabonarme, no podía dejar de pensar en las fotos que me había mandado bailando. Eran unas instantáneas artísticas, nada pornográficas, pero el erotismo que manaba de su figura desnuda, envuelta en una vaporosa tela, fueron suficientes para que mi corazón empezara a bombear, como loco, sangre a mi entrepierna. Tuve que abrir el agua fría para evitar desgastar mis energías antes de tiempo.
Me vestí de una manera informal con un traje de lino, la noche era calurosa, por lo que decidí no ponerme corbata. Y mirándome al espejo, me gustó lo que veía, todo hombre es un edonista enamorado de sí mismo, inmaduro y mentiroso, pero aún sabiéndolo no tenemos ganas de cambiar. Al cerrar la habitación, pensé que ojalá no volviera solo esa noche.
―Al Angus― le pedí a Ray al subirme en el coche. Había elegido ese restaurante de la zona Rosa, por dos motivos, estaba cerca del hotel, y lo más importante, era un sitio familiar, donde me iba a sentir cómodo.
Llegamos en cinco minutos, el tráfico había sido indulgente con nosotros, por lo que después de ser sentado por la espléndida jefa de sala, tuve que esperar cerca de un cuarto de hora antes que ella, hiciera su aparición.
Al verla entrar, la reconocí al instante, sus ojos negros son inconfundibles con su expresión de una profundidad casi religiosa. Cortado por la situación, me levanté a separarle la silla, para que se sentara.
―Vaya hay caballeros todavía― me dijo coquetamente.
―Ya sabes, soy gachupín, y eso en náhuatl significa hombre a caballo― le respondí divertido.
Este fue el comienzo de una magnífica velada, durante la cual conversamos, nos reímos, pero sobretodo nos conocimos. Nada en ella, me disgustaba. Todo lo contrario, era una mujer de bandera, digna representante de su raza, morena de pelo, dorada de piel y con un suave acento que resaltaba su feminidad.
Fue en el postre, cuando María me dijo:
―¿No tienes nada que preguntarme?
En su traviesa mirada descubrí a que se refería:
―Si, ¿cuánto tiempo vas a tardar en darme tu tanga?
―Espera que voy al baño….― me dijo levantándose, pero no la dejé.
―Quiero que te la quites aquí, enfrente de toda esta gente.
Me miró asustada, la estaba poniendo a prueba y ella lo sabía. Avergonzada, se volvió a sentar en la silla, disimulando poco a poco fue levantando su falda, y ya totalmente roja, con las dos manos se bajó la prenda. Nadie se había percatado de sus maniobras, cuando con una sonrisa me la dio en la mano. Era de encaje rojo, la poquísima tela no podía tapar nada, pero su razón de ser no era otra que ser vista.
Cogiéndola entre mis dedos, la extendí de forma que todos los comensales pudieron disfrutar de su visión aunque solo yo, pude hacerlo de su textura y de su olor.
―Huele a hembra― le dije satisfecho.
―Sí, me he masturbado con ella tal como me ordenaste, ¿amo?― fue su contestación.
―Bien hecho, pero ahora ya sabes, que toca―
―Si― me respondió antes de desaparecer debajo de la mesa. Lo hizo de una forma tan natural que pasó desapercibida, y solo cuando sentí como unas manos me bajaban la bragueta, comprendí que nunca se iba a echar atrás y que esa noche tenía a una mujer que cumpliría todos mis caprichos y todas mis órdenes. Era toda una experta, se lo tomó con tranquilidad, lo primero hizo fue liberar mi miembro de su prisión y con su lengua exploró todos los recovecos de mi glande, antes que ansiosamente su boca se apoderara de toda mi extensión. Sus manos no se quedaban atrás, jugueteando con mis testículos, mientras su dueña empapaba con sus maniobras todo mi sexo.
Me resultaba difícil seguir disimulando mi excitación, no solo era que el percibir como la húmeda calidez de su boca me calentaba, ni como sus manos me estimulaban con una dura y rítmica friega vertical, ni siquiera los cincuenta tipos que me miraban, lo que realmente me excitaba era pensar en cómo iba a hacer uso de ese bello cuerpo que se escondía detrás de ese vestido, en las posturas y experiencias que esa noche, íbamos a practicar. María aceleró sus maniobras al sentir como mis piernas se tensaban presagiando mi explosión, succionando y mordiéndome el capullo, mientras que sus dedos pellizcaban suavemente mis huevos. Todo mi cuerpo hirvió cuando con grandes ráfagas de placer me derramé en su boca. Su lengua le sirvió de cuchara, recogiendo y bebiendo todo mi semen, dejándolo húmedo pero limpio sin trazas del gozo que me había brindado.
De la misma forma, que me había bajado el cierre del pantalón, me lo subió. Y avisándola con mi mano que no había moros en la costa, la vi salir de debajo de la mesa. Su ojos estaban brillantes, sus mejillas coloradas, eran todos ellos síntomas de una mujer estimulada, azuzada por la travesura que había cometido y excitada por lo que iba a hacer.
―¿Te ha gustado?― preguntó mi opinión.
Como única respuesta, pedí la cuenta. Después de pagar, la cogí de la cintura, con la intención de irnos, pero antes de salir, la camarera me llamó con un gesto. Al acercarme donde estaba, discretamente me entregó un papel diciéndome que la llamara si quería que una tercera persona participara en nuestros juegos. No habíamos sido tan disimulados, por lo menos una persona nos había descubierto, y sin poder creerme mi suerte, le había gustado.
Ray tenía la suburban en la puerta, por lo que nos subimos de inmediato a la parte de atrás de la camioneta. Nada más sentarnos le dije al chofer que quería dar una vuelta por la ciudad antes de ir al hotel.
María me susurro al oído, que por qué no íbamos directamente a la habitación, que estaba muy caliente. Sonreí al escucharlo, pero tenía otros planes, y cogiéndole de la cabeza, la besé diciendo:
―Súbete la falda.
Sonrojada o no, me obedeció sin rechistar, y por vez primera pude contemplar su sexo depilado.
―Separa tus rodillas.
María empezaba a disfrutar de mi juego, y con una expresión ansiosa abrió sus piernas. Era una tentación demasiado fuerte el tenerlo tan cerca y no tocarlo, por lo que acariciando su pierna, me acerqué a su cueva y con dos dedos comprobé lo mojada que estaba. La mujer miraba fijamente mis maniobras, no pudiendo evitar el que un gemido saliera de su garganta cuando llevándome la mano a la boca, probé sus fluidos.
―¡Fernando!― dijo mi nombre como un ruego.
―Quiero ver como te masturbas, pero no te corras hasta que yo te diga― le respondí.
Se acomodó en el asiento, apoyándose en la puerta, de tal manera que me daba una completa visión de ella, y a la vez evitaba que Raimundo la pudiera ver por el retrovisor del coche.
Estábamos subiendo por la calle Insurgentes, cuando pude observar como sus manos acariciaban sus pechos por encima del vestido, y como coquetamente flexionaba una pierna para que el ángulo de mi mirada, me permitiera ver como con una mano separaba sus labios.
El sudor ya había hecho su aparición en su escote, cuando con las yemas empezó a torturar gradualmente su clítoris. Estaba en celo, el juego de sumisión la estaba llevando como en una nube hasta cotas de excitación impensables para ella.
Las manzanas de casas pasaban a nuestro alrededor, sin que nos diéramos cuenta, ella concentrada en su propio placer y yo, como hipnotizado, no podía retirar mi vista de ella. Dos dedos de una mano ya se habían introducido en su interior, mientras que los de la otra, restregaban su botón llevándola en volandas hacía su clímax.
―Enséñame los pechos― le dije distrayéndola un poco, si continuaba masturbándose a ese ritmo, iba a correrse sin remedio.
Disgustada, por su necesidad de derramarse, se fue abriendo, botón a botón, su escote. Su sujetador rojo iba a juego con el tanga que tenía en el bolsillo. Sensualmente me miraba, mientras se lo desabrochaba, y orgullosamente, me los ofreció al liberarlos de su encierro.
―Que buena estás― le solté sinceramente, al sostenerlos entre mis palmas. No demasiado grandes, duros, y con unos oscuros pezones que excitados me miraban.
―Gracias, amo― me respondió gimiendo, al notar mis dedos pellizcando sus aureolas.
―Tápate, luego haré uso de ellos―la mujer me obedeció, a la vez que le pedía al chofer que nos llevara al hotel.
Al terminar de abrocharse, me miró esperando que le dijera algo.
―Ahora sí, quiero que antes de llegar al Sheraton, te hayas venido.
Habiendo obtenido mi permiso, se aplicó rápidamente a sus maniobras, ya sin control buscó su placer, como si fueran un pene, tres dedos de ella se internaban y salían de su gruta sin dejar de mirarme. Y cuando unas descargas eléctricas surgieron de su interior, extendiéndose por todo su cuerpo, sumisamente me pidió mi aprobación.
―¡Puedes!― al oírlo, explotó. Su vagina como si fuera el nacimiento de un río, manó desenfrenadamente flujo hacia el exterior, empapando sus piernas y manchando la tapicería, mientras su pecho convulso se retorcía en el asiento.
―Gracias― me dijo expresando su gratitud, antes de acomodarse la ropa, porque ya estamos llegando a nuestro destino.
Raimundo se bajó del coche, para abrirle la puerta. María se entretuvo unos instantes antes de apearse, y susurrándome con su mejilla pegada a la mía, me dijo:
―Esta noche soy tuya, mi amo, úsame, humíllame, pero por favor déjame darte placer.
―¡Lo harás! preciosa, ¡Lo harás!

2.― Saqué a la puta que había en su interior (2)
Estábamos esperando el ascensor cuando oí como Raimundo se despedía de nosotros. Ya salía por el coche, cuando gritando le llamé:
―Espera, tienes que hacerme un favor.
Me escuchó con atención mientras le hablaba, sin cambiar su semblante. Era un hombre a carta cabal y solo cuando hube terminado, me dijo:
―Don Fer, usted sigue igual, nunca dejara de ser de sangre caliente― y carcajeándose ―¡no sé qué hace en España, México es su sitio!
Por la cara de pocos amigos de María, supe que no le había gustado que la dejase sola en el Hall del hotel. Pero su enfado desapareció en cuanto se cerró la puerta y estrechándola entre mis brazos la besé posesivamente, con mi lengua dentro de su boca y mis manos magreándole sus pechos.
―Ya era hora que me besaras― me dijo con una sonrisa en los labios ―te he dado mi tanga, te he hecho una felación, me has tocado mi sexo, mi pecho, incluso me he masturbado para ti, y hasta este instante no me habías besado.
―Es que soy muy duro― le repliqué divertido mientras con mi mano le daba un azote.
―¡Eh! para eso son, pero se piden― me contestó en son de broma.
―¿No eras mía, acaso?―
―Sí, mi amo―dijo guiñándome un ojo ― y espero que castigue a su querida esclava como se merece.
La mujer era un encanto, divertida, cariñosa, y lo mejor era que le encantaba jugar. Según ella, el sexo era diversión, le encantaba experimentar, que su cuerpo y su mente sintieran nuevas sensaciones, no importándola si eran o no agradables a priori, solo se negaba a realizar lo que ya había probado y no le había convencido. Le encantaba decir que en el sexo solo había una cosa que no le gustaba pero no se acordaba de que era. Todo mentira, lo que realmente ocurría en que con treinta años, nunca había practicado nada no convencional hasta que casualmente me conoció.
María entró a mi habitación corriendo, y huyendo de mis cosquillas se tiró sobre la cama de dos por dos, en la que íbamos a acostarnos. Esperó tumbada a que cerrara la puerta, y llamándome me pidió que me pusiera a su lado. Estaba espectacular, observando que no me acercaba, vino hacia mí ronroneando como una gata. Quería, necesitaba ser acariciada, su lomo se restregó contra mis piernas pidiéndome atención.
Sus garras arañaban mis pantalones reclamando que la hiciera caso, cuando le dije que se levantara.
Se puso en pie, sin saber que le tenía preparado.
―Quiero que te desnudes lentamente para que pueda valorar mi mercancía.
―¿Por dónde empiezo?― me preguntó coquetamente.
No le contesté con palabras, fueron mis manos desgarrando su vestido las que respondieron su pregunta. No se lo esperaba, pero en cuanto la despojé de su ropa, entendió que quería rapidez, que no podía dudar al obedecerme.
―Perdona― me dijo disculpándose.
Se fue quitando el sujetador sin dejarme de mirar a los ojos, trataba de descubrir por mis gestos, si me gustaba lo que estaba haciendo, deseaba satisfacerme, esa noche era mía, y no podía fallarme. Cuando ya estaba totalmente desnuda, me puse a su lado.
Levanté su barbilla. Ella creyó que quería besarla, pero se quedó con las ganas, estaba tasando mi adquisición.
―Guapa, distinguida.
Deslizando mi mano por su cuello, masajeé sus hombros.
―Buena estructura ósea, músculos tensos, típicos de la vida moderna.
Suspiró cuando sosteniendo sus pechos en mis palmas, intenté averiguar su peso, y dio un grito cuando pellizcando sus pezones comprobé su textura.
―Los he visto mejores― me miró preocupada por mi falta de entusiasmo, pero no puso ningún impedimento a que siguiera auscultándola.
Era el turno de su estómago, me tomé mi tiempo, mis dedos recorrieron lentamente la distancia entre sus senos y su ombligo, el tacto de su piel era cálido, suavemente calido como el de la seda. Mis maniobras habían comenzado a afectarle, su respiración se agitaba al ritmo de mis caricias, podía ver como se agitaba cada vez que el aire salía de sus pulmones. Sus oscuras aureolas simulaban sentir vergüenza, se habían retraído endureciéndose, y en su expresión la excitación había hecho su aparición.
Seguí bajando, me acercaba a su sexo, María facilitando la tarea, abrió sus piernas. Me encantaba ver que me había hecho caso y había depilado por completo su pubis, de esa forma me resultó sencillo separar sus labios. Estaban hinchados por la pasión que la empezaba a dominar, y cuando mis toqueteos se centraron en su clítoris estalló, derramando flujo entre mis dedos.
―Perdón, no pude evitarlo.
―¡Cállate!― le dije mostrándole mi enfado.
Estábamos actuando, sabía que era un juego, pero aún así me molestó, quién coño se creía para correrse sin mi permiso. Si era mi esclava debía comportase como una. Decidí castigarla, y sentándome en la cama le grité:
―Ven aquí, inmediatamente― señalándole mis piernas.
―Sí, mi amo― y acercándose donde estaba, intentó sentarse en ellas.
―Así ¡No!― y tumbándola sobre mis rodillas, empecé a azotarle el trasero.
Al principio suavemente, pero viendo que no se quejaba, fui incrementando tanto el ritmo como su intensidad. Nada, no respondía a los estímulos, por lo que mis palmadas ya eran francamente fuertes, cuando empezó a gemir siguiendo su compás. No conseguía interpretarlos, sus sollozos parecían una mezcla de dolor y de placer, y solo cuando chillando me pidió que siguiera castigándola comprendí que estaba disfrutando con la reprimenda. Eso me excitó, proseguí azotándola hasta que dos hechos simultáneamente tuvieron lugar. María se empezó a convulsionar por el gozo que sentía, y caí en que su piel mostraba los efectos de un castigo excesivo.
―Tienes prohibido correrte sin mi permiso, ¡esclava!― le ordené recalcando esta última palabra.
Estaba agotada, por lo que la dejé descansar. Se fue relajando progresivamente. Cuando consideré que ya había tenido suficiente recreo, me concentré en verificar los daños. Tenía el culo amoratado, pero nada que no se curara en un par de días, por lo que viendo que no tenía nada permanente, proseguí con el examen que me había interrumpido con su orgasmo. Sus nalgas eran poderosas, duras por el ejercicio continuado, pero el verdadero tesoro lo encontré al separarle sus dos cachetes. Como por arte de magia apareció ante mis ojos un esfínter rosado, que al examinarlo con cuidado, descubrí que era virgen, que ningún pene había hoyado su interior.
―¿Nunca has practicado el sexo anal?
Avergonzada como si eso fuera delito, bajó sus ojos sin contestarme. No me hacía falta, ya sabía la respuesta. La levanté de su posición y dándole un beso en los labios, le informé que su querido amo iba a estrenarlo. Estaba asustada, sabía que si no se hacía bien le dolería a lo bruto, por lo que después de pensarlo, me contestó que de acuerdo, que confiaba en mí.
―Descansa un poco mientras me preparo― le dije depositándola en la cama.
Nervioso, por la perspectiva de estrenarla, abrí mi neceser y sacando la crema hidratante hecha a base de aceite, volví a su lado. María también se había preparado, me recibió a cuatro patas sobre el colchón. Todavía no me había desnudado por lo que quitándome la ropa, me puse detrás de ella.
Extraje una buena cantidad de crema, que coloqué sobre su intacto hoyo. La extendí un poco por las rugosidades de su ano, antes de realizar ningún avance, necesitaba que se acostumbrara a que fuera manipulado. La mujer era novata, por lo que al principio estaba tensa, pero mis caricias fueron tranquilizándola y excitándola a la vez.
―Estoy lista― me dijo.
Fue un banderazo de salida. Con cuidado le introduje un dedo dentro de ella. Sus músculos se contrajeron por la invasión, pero sin sacarlo con movimientos circulares fui relajándolos. Progresivamente iba cediendo su la presión que ejercía y aumentaba el placer que sentía. Percibí que estaba dispuesta para que profundizara mi exploración, por lo que metí otro mas, mientras que con la otra mano pellizqué cruelmente su pezón izquierdo.
―¡Me gusta!― me gritó.
“Está claro que le gusta la violencia”, pensé al escuchar como el haber torturado sus pechos, la ponía bruta. Si quería sufrir, no se lo podía negar, y sustituyendo mis dedos, coloqué la punta de mi glande en su abertura, y dando un pequeño empujón embutí mi capullo en su interior.
―¡Agg!― gimió al experimentar el primer dolor.
Puse mis manos en su hombros, y tirando de ellos hacía mí mientras con mis caderas me echaba hacía ella, se lo clavé entero. Mis testículos rozaban sus nalgas, demostración suficiente de que la mujer había absorbido por completo.
―¡Sácalo! ¡Qué me destrozas!― me gritó llorando.
―¡Silencio!― le ordené―¡Quédate quieta mientras te acostumbras!
Me obedeció con lágrimas en los ojos, señal del sufrimiento que mi pene le causaba al romperle el escroto. Permaneció inmóvil, doliéndole todo su cuerpo, pero sin quejarse. A los pocos segundos empecé a sacárselo lentamente, de forma que noté sobre toda la extensión de mi sexo, cada una de las rugosidades de su anillo, y sin haber terminado, volví a metérselo centímetro a centímetro. Repitiendo esta operación, aceleré el ritmo paulatinamente, resultando cada vez más fácil mi invasión. El dolor se estaba tornando en placer en cada envite, y María comenzó a disfrutar de ello.
―Eres una buena yegua― le dije al oído humillándola― Debería prestarte a otros jinetes.
―Móntame más rápido, por favor― me pidió.
Nuestro suave trote se convirtió en un galope desenfrenado. Ya no se quejaba de dolor, si algo salía de su garganta eran gemidos de placer. Su cuerpo se retorcía cada vez que mis huevos rebotaban contra sus nalgas. Para no haberlo practicado nunca, recibía gustosa mi sexo. “Realmente me atrae esta hembra”, medité cuando agarrando sus pechos, los usé como anclaje de mis ataques.
―¡Mastúrbate!
No se lo tuve que repetir, como posesa se apoderó de su clítoris, y arañándolo con sus uñas, lo torturó al ritmo que yo imprimía. Se desplomó sobre la almohada, manteniendo su culo en pompa, al sentir las primeras descargas de su orgasmo. El cambio de posición me obligó a cogerle de las caderas, dándome cuenta que esta nueva postura era mejor, porque mi pene entraba más profundamente.
Su cueva explotó, encharcando tanto su sexo como sus piernas, mientras la mujer gritaba a los cuatro vientos el placer que experimentaba. Tuve un momento de indecisión cuando por los estertores de su gozo, se quedó parada. No sabía si sacársela para que me la mamara, o seguir rompiéndola. Decidí seguir con su trasero, y dándole una palmada en su cachete, le ordené que se moviera.
―¡Amo! soy tuya― respondió a mi estimulo moviendo sus caderas hacía adelante.
Observando su completa sumisión, y recordando lo caliente que la ponían los azotes, marqué la velocidad con mis manos sobre sus nalgas. Izquierda significaba que hacía adelante, derecha hacía atrás, con este sencillo método, fui dirigiéndola hacia mi propio placer.
Lo que no me esperaba es que María volviera a correrse de inmediato, su cueva no dejaba de producir flujo, y tanta fricción hizo que a los pocos minutos los dos estuviéramos mojados de cintura para abajo.
―¿Quieres que me venga?― le pregunté al prever que me faltaba poco para hacerlo. Era una pregunta teórica ya que me importaba poco su opinión, pero oir como me respondía que era una perra que no se merecía mi semilla, provocó que me derramara en su interior brutalmente, y con intensas andanadas de mi cañón la inundé por completo.
Agotado, caí encima de ella, y con mi pene dentro de ella, aprecié como se corría por última vez. Tumbado boca arriba, descansé del esfuerzo realizado, y asimilando todo lo que había ocurrido esa noche, concluí en que era una pena que esta mujer, viviera tan lejos, por que sino la convertiría en mi amante de planta.
―Amo, ¿puedo pedirle un favor?― me dijo sacándome de mi ensimismamiento.
Iba a contestarle que no jodiera, que quería descansar, cuando sonó el teléfono de la habitación. Era de recepción, diciéndome que me habían traído dos paquetes y que mi chofer, quería subírmelos aduciendo que los necesitaba.
–Es verdad― contesté ― que suba.
María me interrogó con su mirada.
―Raimundo te trae una sorpresa, pero mientras sube, límpiame― le dije señalando mi sexo.
Vorazmente, se aplicó a cumplir mi orden, y con su lengua retiró todos los restos que había en mi pene. Cumpliendo un doble propósito, aseármelo pero sobretodo prepararme para lo que se avecinaba.
Cuando tocaron en la puerta, le pedí que se tapara, siempre he sido un celoso de mis conquistas y no quería que mi chofer la viera desnuda. Al abrirla, Ray entró con una caja enorme de más de un metro y medio de altura en una carretilla, y tras saludarme me dio un portatrajes.
―¡Qué disfruten!― me soltó guiñándome un ojo, antes de salir como había entrado.
La sorpresa estaba reflejada en la cara de la mujer, no podía adivinar que contenía el enorme bulto que había a los pies de la cama.
―No preguntes y ponte esto― le ordené lanzándole la ropa.
María, en silencio, se fue al baño, había aprendido a no hablar sin mi autorización. Aprovechando su ausencia me tumbé en la cama, esperando que saliera. No tardó mucho en cambiarse, y al aparecer en el cuarto, estaba espectacular ataviada con un corsé negro de latex, que dejando libre los pezones levantaba sus pechos, le daba un aspecto a catwoman. En sus manos portaba una fusta y collar de cuero. Me gustó verla disfrazada de Domina.
―¿Y esto?― me preguntó, quizas pensando que quería cambiar de roll, y que ella fuera mi ama. La saqué de su error con solo mirarla.
―Dirígete a mí como amo si no quieres que te castigue,¡es para tu regalo!― y viendo que no comprendía tuve que ordenarle que abriera la caja.
El cartón con la que estaba formada, solo estaba pegado con velcro, por lo que le resultó sencillo desmontarla. Se quedó sin habla, cuando se encontró con una mujer vestida únicamente con un body blanco transparente.
―¿Es para mí?― me preguntó.
―María te presento a Laura― en un principio tampoco yo, la había reconocido, la larga falda del uniforme del restaurante me había impedido saber lo buena que estaba ―quizás la recuerdes del restaurante, es la gata que nos ha servido.
La muchacha no podía intervenir, ya que siguiendo mis instrucciones mi chofer le había colocado una mordaza. Eso y la oscuridad en la que se había mantenido, debían de haber aumentado su receptibilidad. Estaba asustada todavía cuando dándole la mano, mi esclava la sacó de la caja, dejándola de pié en medio de la habitación.
―Es tuya, y no me defraudes― le informé con una amenaza velada.
―Amo― sus ojos brillaban del deseo, pero algo la perturbaba ―nunca he estado con una mujer.
―Lo sé― fue mi escueta respuesta.
Sin más prólogo, María empezó a familiarizarse con su nuevo papel, usando la fusta para recorrer el cuerpo de la camarera. Desde mi privilegiado puesto de observación, pude observar como el instrumento de cuero, acariciaba los enormes pechos de la muchacha, como rozaba sus pezones, que poniéndose duros al instante reaccionaron al contacto, antes incluso que cruelmente se los pellizcara sin piedad. De no haberlo evitado la bola que tenía en la boca, hubiera escuchado el gemido de dolor de su garganta.
―Ponte a cuatro patas, perra― le ordenó asumiendo el control.
Mansamente, la muchacha se agachó en el suelo, adoptando la posición que le habían ordenado. Nada más hacerlo, la fusta castigó su trasero duramente.
―Abre las piernas.
Mi amante estaba aprendiendo rápidamente, es más se le veía que le excitaba de sobremanera el disponer a su antojo de un cuerpo tan perfecto. Sin darle tiempo a acomodarse, la punta de la herramienta recorrió el canalillo del culo de la rubia, y separando el delgado hilo del tanga, se introdujo en el interior de la cueva. Como si una descarga eléctrica la hubiese atravesado, Laura se estremeció al sentirlo, y sus caderas adquirieron vida propia moviéndose para disfrutar de la penetración. María al ver el efecto que sus maniobras tenían en ella, se sentó en su espalda y empezó a azotarla con la mano sin sacar el instrumento del sexo de la muchacha. El castigo se prolongó durante unos minutos, durante los cuales no dejo de mover la fusta, ni cesaron los azotes, solo cuando percibió que la muchacha se había corrido, paró y llevándose la punta de cuero a sus labios, probó por primera vez en su vida el flujo de una mujer.
―Quítate la mordaza, quiero besarte.
Fue un beso posesivo, de macho en celo. Maria agarrando su cabeza, la besó abriendole la boca, apoderándose con su lengua de la de la mujer. Estaba excitada, quería disfrutar de cada momento de su despertar sexual, y mordiéndole los labios, le dijo:
―Cómeme― mientras se sentaba en la cama a mi lado.
La pobre Laura fue directamente a su sexo, pero dándole una patada, le dijo que esa no era forma de tratar a su dueña, que empezara por los pies. A estas alturas mi sexo ya había descansado lo suficiente y erecto me pedía entrar en acción, pero decidí esperar un poco, quería que mi esclava se corriera en la boca de mi regalo.
María empezó a gemir desde el momento que la muchacha se metió los dedos de sus pies en la boca. Para ella era una experiencia nueva el ser tocada por otro miembro del sexo femenino, pero por el volumen de sus gritos, no se podía negar que le gustaba. La lengua de su regalo fue subiendo por sus piernas acercándose lentamente a su objetivo, y ella al sentir la calidez del aliento de la muchacha sobre su pubis, no pudo resistir mas y agarrándola del pelo, le obligó a apoderarse de su clítoris.
La camarera si tenía experiencia en comer coños, lo noté al instante, observando como separaba los labios con cuidado y con una mano estimulaba el botón del placer y con la otra, usando dos dedos, la penetraba. Fue visto y no visto, nada mas empezar ya se había corrido, pero sabiendo que era capaz de tener múltiples orgasmos y que yo ya estaba como una moto, le ordené que continuara comiéndoselo, mientras yo aprovechaba a ponerme a la espalda de la muchacha.
Estaba buenísima, era impresionante verla desde mi ángulo, con su culo paradito, mientras le practicaba el oral a María. No esperando nada más, le puse mi glande en su entrada y de un solo golpe la penetré hasta que la punta de mi miembro chocó con la pared de su vagina. Tenía sus músculos interiores educados, me abrazaban mi miembro con una presión que me hizo enloquecer. Era una máquina, se multiplicaba en el sexo, con su lengua estaba dándole placer a Maria, con sus manos estrujaba sus pechos, y todavía tenía aliento para mover sus caderas, buscando que me derramara en su interior.
Experta o no, fue la primera en correrse de los tres, y lo hizo sonoramente, gritando que no paráramos, que necesitaba sentirse mujer mientras se licuaba sobre mi pene. Estaba a punto de acompañarla cuando caí en la cuenta que todavía no había probado la cueva de mi esclava. Y sacándosela, le ordené que me lo dejara.
María levantó su cabeza para observar como poniéndole sus piernas en mis hombros, le introduje mi sexo en su interior.
―¡Gracias! Por fin me follas― me dijo al notar su cueva i nvadida.
Esta vez, nos corrimos a la vez, durante meses habíamos soñado en que se unieran nuestros sexos, y durante horas nuestros cuerpos se habían preparado para ese momento. Por eso, en cuanto note que se avecinaba su orgasmo, me dejé ir derramándome en su interior de forma que nuestros flujos se mezclaron al ritmo de nuestro placer.
Cansados nos tumbamos en la cama, besándonos cuando oímos a Laura preguntar:
―¿Puedo participar?
Con una carcajada le contesté:
―No sé qué opina mi esclava.
Y sonriendo, María la metió entre nosotros.

 

Relato erótico: Conociendo a Pamela 3 (POR KAISER)

$
0
0

PORTADA ALUMNA2Conociendo a Pamela
Sebastián almuerza con sus tíos, conversan un rato y los acompaña después de comer, sin embargo no haya el momento para que se vayan, solo quiere volver a la habitación de su prima y seguir leyendo su diario de vida para saber que otra aventura ella ha tenido.
Ese día ellos se van a trabajar más tarde de lo previsto, Sebastián se encarga de lavar la loza y ordenar, no quiere ser molestado por detalles. Después se va al living y espera con unas ansias cada vez más crecientes que ellos se vayan. Apenas lo hacen sale disparado hacia la habitación de Pamela.
De inmediato busca el diario de vida y salta sobre la cama para seguir leyendo y pajeandose. Pronto encuentra algo interesante.
19 de junio.
Había prueba de ciencias y yo no había estudiado nada, nada en absoluto, pero si me ausentaba seria peor, así que decidí lanzarme así no más a ver como iba.
Para variar la prueba estaba muy difícil, respondí lo que podía, que no fue mucho, y después me quede haciéndome la tonta tratando de ver si le podía copiar a alguien. En ese momento cayo un papel en mi mesa y después otro. Discretamente los tome y los abrí, eran parte de las respuestas de la prueba. Mire en todas direcciones pero no puede ver quien me los había lanzado, lo importante es que contenían parte de las respuestas.
Ya llevaba casi la mitad de la prueba cuando me di cuenta de donde venían los papeles. Eran dos chicos que estaban sentados tras de mi, Braulio y Miguel, chicos a los cuales yo no les hablaba en absoluto pues son unos nerds, por ello me sorprendió que me ayudaran. No son especialmente guapos, Braulio usa lentes y Miguel parece que no se peinara nunca, en realidad yo los evitaba antes, así que me sorprendió que salieran en mi ayuda ahora en especial considerando las bromas pesadas que les hice antes.
Sebastián sigue con interés el relato de Pamela.
Tenia casi toda la prueba respondida cuando de pronto el profesor noto algo, yo juraba que me había sorprendido y avanzaba hacia mí, pero paso a mi lado y se detuvo, les pregunto a Braulio y Miguel acerca de los papeles que tenían escritos y para quien eran. Ellos no dijeron nada y el profesor les quito las pruebas a ambos, “nota máxima un 3” les dijo, ellos tomaron sus cosas y se fueron, yo me sentí miserable por lo sucedido, mal que mal fue por mi culpa, por querer ayudarme les fue peor.
26 de junio.
A la semana siguiente me entregaron la prueba, el profesor estaba sorprendido al ver mi nota, yo también pero me quede callada. Me di media vuelta y ambos me miraban, yo les sonreí de vuelta y se sorprendieron, quise acercarme a ellos para darles las gracias pero unos chicos se me acercaron antes y no pude pasar, en realidad quería darles las gracias por su ayuda desinteresada no como la mayoría que solo me pedía algo a cambio de cualquier cosa.
Sebastián se sorprende al ver esta faceta de su prima, él creía que por su popularidad era más selectiva con sus amigos.
Durante el recreo fui al patio trasero donde suelen estar, los vi leyendo una revista y les hable, “¡gracias se pasaron!” les dije, al principio ellos no sabían que decir pues normalmente yo nunca los saludaba, les pregunte por que me ayudaron y Miguel me respondió, “te vimos en problemas”, lo dijo con mucha franqueza y honestidad, algo que me agrado en ellos. Me senté entre ambos, claramente los ponía nerviosos con mi presencia, de reojo me miraban las piernas pues mi falda es bastante corta o mis pechos dado el escote de mi blusa, a mi me divertía ponerlos así, nerviosos y cachondos. Ambos resultaron ser bastante simpáticos y bien educados pues en ningún momento trataron de pasarse de listos.
Tras calentarlos por un rato una amiga apareció y me llamo, me puse de pie asegurándome que vieran bien mis piernas luego me di vuelta y les dije, “espérenme después de clases” ellos mi miraron sorprendidos y yo les hice un guiño, después me fui. Decidí darles un premio a los dos.
Sebastián esta más expectante que nunca y sigue leyendo con atención.
Llegado el momento al terminar las clases me separe de mi grupo y fui hacia el patio trasero, ahí estaban ambos con cara de no entender nada, que ingenuos, pensé en ese momento. Antes que me vieran me arregle un poco, solté mi cabello y me abrí un par de botones de la blusa para que mis grandes pechos se vean mejor. Luego me acerque y les hable, los tome por sorpresa y casi los mate del susto. La expresión de sus rostros me hizo reír, ya me imaginaba como estos se deben matar a pajas pensando en mí.
Les dije que me acompañaran a un rincón del patio donde habían unos viejos escritorios botados, durante los recreos los chicos se vienen a fumar aquí pero a esta hora ya no hay nadie cerca. Braulio iba a hablar pero yo lo tome por sorpresa y le di un tremendo beso en la boca, lo deje helado y sin reacción. Miguel nos mira con cara de no creerlo, luego lo tomo a él y también le doy su beso, busco cruzar mi lengua con la suya y le tomo sus manos y las pongo sobre mi cuerpo. Hasta ese momento mi intención era excitarlos, dejarlos que me toquen y hacerles una buena mamada, pero nada más.
Los jale a ambos para quedar atrapada entre ellos, les comencé a sobar sus bultos que ya estaban más duros que nunca, al principio ellos estaban incrédulos, no creían lo que sucedía, que yo estuviera ahí, pero poco a poco fueron ganando confianza y comencé a sentir sus manos en mi cuerpo. Me empezaron a sobar el culo y a levantarme la falda y a acariciarme mis pechos. Me empezó a llamar la atención la forma en que me metían mano, no era de una manera torpe y brusca, lo hacían con suavidad usando bien sus manos y sus dedos al punto que comencé a gemir con bastante intensidad cuando los dedos de Braulio se deslizaron entre mis muslos.
Sebastián ya esta verga en mano, el solo imaginarse a su prima entre dos tipos lo hace hervir.
Rápidamente Miguel me desabrocho la blusa, se lanzo como loco sobre mis pechos, me quito el sostén y comenzó a devorarlos, a lamer mis pezones y a chuparlos de una forma increíble, me sobresalte cuando sentí como se metía una lengua entre mis nalgas, Braulio se agacho detrás de mi, me subió mi falda y deslizaba su lengua entre mis nalgas mientras sus dedos hurgaban en mi coño, a estas alturas estaba más que claro que mi idea de solo hacerles con mucho una simple mamada se había ido al trasto.
Sobre unos escritorios abandonados ahí Braulio se recostó y me hizo ponerse encima de su rostro, así puede sentir mejor su lengua paseándose por mi ardiente sexo, ¡rayos realmente sabia usar su lengua! Miguel se abrió sus pantalones y saco su miembro, de dimensiones nada despreciables, de inmediato empecé a degustarlo con mis labios, se lo chupaba y le pasaba mi lengua por su deliciosa y roja cabeza, después lo puse entre mis tetas y lo empecé a pajear con ellas. Su verga se perdía entre mis pechos y se lo hacia con más cada vez, todo esto mientras mi coño no dejaba de ser lamido por Braulio, pero esto apenas comenzaba.
Ellos se pusieron de pie y le dije a Braulio que era su turno, le abrí los pantalones y saque su miembro para empezar a atenderlo como se lo merecía, me incline frente a él y le hice la mejor mamada de su vida, Miguel no se quedo de ocioso y tras hacerme delirar haciéndome sexo oral decidió usar su verga la cual sentí poco a poco como me la fue metiendo hasta recibirla toda. Me sujeta de mis caderas y me folla con fuerza, como a mi me gusta, siento su verga moverse dentro de mi sexo, lo hace tan bien, además me gusta esta situación, recibir un miembro en mi boca y otro en mi coño a la vez, si bien antes me había besado con dos chicos al mismo tiempo esta es la primera vez que tengo sexo con dos.
El miembro de Sebastián esta que explota, con una mano sujeta el diario de vida y con la otra se masturba.
Entre ambos me pusieron de espaldas sobre aquel escritorio, Braulio no tardo en empalarme con su miembro, puse mis piernas sobre sus hombros y comenzó a darme bien duro, mis gemidos se escuchaban por todo el lugar, si alguien nos descubría me importaba un cuerno, hombre o mujer me lo follaba igual. A Miguel no tuve que decirle nada, de inmediato me la metió en la boca hasta el fondo, casi no me deja respirar al principio pero pronto le tome el ritmo, ¡me daba rabia conmigo misma, tanto tiempo despreciando estas dos vergas solo por que ellos se veían raros!, que idiota de mi parte.
Mis pechos no dejan de agitarse mientras entre los dos me cogen, se turnaban para follarme, yo pasaba de verga en verga y eso me encantaba. No dejaban de follarme y yo de mamar sus vergas, follamos como animales, sin parar. Braulio me dijo que se quería correr en mi boca y Miguel en mis tetas, decidí concederles a ambos lo que quieren. Me acosté en el suelo para hacerlo más fácil, Miguel se puso encima mió y su verga entre mis pechos de inmediato comenzó a hacerse una paja con ellos aprentadolos con firmeza contra su miembro, Braulio se hinco a mi lado y recibí su miembro en mi boca, y con mis manos le estimulaba sus testículos.
Me excitaba de manera increíble no solo lo que hacia y lo que ya habíamos hecho, la expresión de placer en sus rostros me calentaba aun más, estaba decidida a sacarles hasta la ultima gota de semen. A Braulio se la chupaba con todo, recorría su verga con mis labios y de pronto sentí que palpitaba, que se convulsionaba, entonces un torrente de semen inundo mi boca hasta rebosarla, sabia delicioso, casi al mismo tiempo Miguel cubrió mis senos con su semen el cual chorreaba sobre ellos.
En ese momento Sebastián se corre sobre la cama de Pamela, la descarga fue tal que salpica sus sabanas y este se escurre en su mano.
Tras recuperar el aliento y limpiarme un poco me ayudaron a ponerme de pie, jamás me habían follado, así fue algo increíble y digno de repetir en otra ocasión. Pasamos al baño y aproveche de lavarme y ordenarme la ropa. Los tres salimos del colegio y ellos me dejaron en el paradero, les di las gracias por tan excitante momento y me despedí dándoles unos ardientes besos, desde entonces ya no los considero unos nerds y en realidad somos ahora íntimos amigos.
Sebastián respira profundo, entre extasiado y cansado después de pajearse de esa forma. “¡Sebastián, Sebastián ya llegue!” escucha en ese momento. Él abre sus ojos espantado al ver el desorden, “Pamela, ¿a esta hora? No puede ser” se dice a si mismo, además escucha otras voces, las amigas de Pamela también están aquí, si no hace algo pronto se meterá en un tremendo lió.
 

Relato erótico: Conociendo a pamela 4 (POR KAISER)

$
0
0

NUERA4Conociendo a Pamela
 

Las voces se hacen cada vez más fuertes, de inmediato Sebastián ordena la cama y esconde el diario arrojándolo bajo la cama. Pamela sigue acercándose, si ella lo sorprende saliendo de su habitación le hará muchas preguntas sin mencionar que será el objeto de burla de las amigas de ella. Rápidamente se esconde en su armario y guarda absoluto silencio.

“¡Sebastián, Sebastián estas aquí!” le llama ella a gritos, él mantiene silencio en su escondite, “se te perdió tu primo parece” le dice una de sus amigas, “donde se metió este, ya se lo voy a llamar a su celular”, al oír esto Sebastián desesperadamente se busca su celular, sin embargo en el armario esta bastante apretado y no lo encuentra. “¡Malditos pantalones!” dice él al no poder sacarlo de su bolsillo, alcanza a quitarle el sonido justo en el momento en que Pamela marcaba su número. “Que raro no contesta, debió ir a los videojuegos seguramente” dice ella.
Sebastián consigue observarla a través de una rendija en el armario, ella conversa con sus amigas y acuerda ir a la casa de una de ellas mañana por la tarde después de clases para terminar un trabajo bastante urgente. Pamela sale de la habitación un instante, Sebastián piensa en salir pero antes que pueda hacerlo ella vuelve a entrar y deja una botella de agua mineral en su velador y luego se tira en su cama.
Desde su escondite Sebastián observa como la corta falda de colegio de su prima se levanto bastante, sus piernas y esos muslos tan bien formados se aprecian en gloria y majestad. Ella suspira profundamente, el día esta bastante caluroso y ella se agita su blusa para ventilarse un poco, “en ocasiones ustedes son un verdadero problema” dice ella refiriéndose a su busto de notable tamaño para su edad. Sebastián esta boquiabierto cuando ella se desabrocha su blusa dejando sus pechos cubiertos solo por el sostén que da la impresión de contenerlos apenas. Los pezones se marcan en el sostén que usa y el sudor se escurre por su cuerpo.
Sebastián trata de no moverse pero esta muy incomodo, al tratar de ubicarse mejor pasa a golpear la pared lo que de inmediato hace reaccionar a Pamela que mira directamente hacia el armario. Sebastián se queda quieto, “malditos ratones” dice ella que toma una pequeña botella de agua mineral y comienza a beber. Desde su escondite Sebastián no le pierde la vista a su prima, bebe lentamente y cada vez que la botella llega a sus carnosos labios él ya se imagina su verga deslizándose entre ellos.

Pamela sigue bebiendo, el agua esta bien fría y ella se pasa la botella por su rostro, de pronto derrama parte del agua sobre sus pechos por accidente. Ella se sobresalta un poco pero después intencionalmente lo hace con la idea de refrescarse. Sebastián no pierde detalle alguno de lo que sucede. Para su asombro Pamela se abre su sostén y descubre totalmente sus pechos con sus pezones erectos y firmes. Ella se los vuelve a moja y después se pasa la fría botella de agua entre los mismos y sobre sus pezones. Pamela suspira delicadamente, “esto se siente super rico” dice en voz alta.

Ella se sube su falda descubriendo su ropa interior, desliza la fría botella por entre sus pechos y después la hace descender por su vientre hasta llegar a su entrepierna donde la pasa por encima de su coño cada vez con más fuerza. Pamela comienza a gemir mientras Sebastián atónito la observa. Con una mano ella presiona la botella sobre su coño y con la otra se masajea sus pechos, sus gemidos y suspiros inundan la habitación mientras su primo trata desesperadamente de abrirse sus pantalones, su verga ya no da más de dura y tiesa.
Con sus dedos Pamela se aparta su ropa interior, Sebastián ve su sexo por primera vez, esta cubierto con un poco vello algo oscuro. Pamela se acaricia su sexo y separa los labios de su vagina buscando su clítoris, cada vez que se lo toca ella se retuerce en la cama. Sebastián esta más caliente que nunca y siente una tremenda envidia de aquellos que ya han disfrutado de su prima. Nuevamente ella usa la botella para masturbarse, se frota con fuerza su sexo y ella se agita y retuerce descontrolada sobre la cama. La botella se la pasa sin cesar sobre su sexo y la carga usando ambas manos.
Pamela se saca su calzón y lo tira al suelo, ella coge la botella y comienza a chuparla y a lamerla como si de una verga se tratara. La lubrica bien con saliva y después ella se pone en cuatro sobre la cama dándole a Sebastián la mejor vista posible. Tomándola con fuerza Pamela guía la botella hasta su coño y comienza a metérsela lentamente. Con la boca abierta Sebastián la observa, su verga esta que explota mientras la botella se va perdiendo en el ardiente y húmedo sexo de Pamela.

“¡Oh siii!” exclama ella terriblemente excitada mientras se va metiendo la botella rítmicamente. Sus pechos se agitan cada vez que ella la empuja dentro de su cuerpo, no conforme con ello se chupa sus dedos y después busca ansiosamente su culo, ella se masturba de forma fanática gimiendo como loca. Sebastián esta atónito observándola mientras se masturba por ambos agujeros hasta que ella se corre varias veces sobre su cama, Sebastián le salpica parte de la ropa en el armario al correrse.

Pamela coge la botella y la lame lentamente, ella saborea los jugos de su sexo y suspira profundamente. Luego se pone de pie y se desnuda por completo y su primo admira con detenimiento cada una de las curvas de su magnifico cuerpo, “es perfecta” se dice Sebastián a si mismo, ella saca una toalla de un mueble y sale de la habitación. Sebastián escucha el sonido de la ducha en el baño y luego como se cierra una puerta. Él espera unos minutos y finalmente sale del armario, sobre la cama ve la botella y la olfatea, “esta impregnada con tu olor” dice en alusión a Pamela.
Como puede se arregla los pantalones y sale lentamente por el pasillo, va a comenzar a bajar por la escalera cuando Pamela lo ve, “¿vaya estabas aquí, no te sentí?”, “eh, vengo llegando, como me di cuenta que te estabas duchando decidí ir a preparar algo de comer” responde con algo de nerviosismo. Pamela esta envuelta en la toalla y se seca su cabello mientras le habla, “¡que rico, prepárate una pizza, mi vieja dejo una lista en refrigerador!”, “hecho”, “yo bajo enseguida me voy a arreglar y voy, necesitaba darme una ducha, quede exhausta con tanto… ejercicio” le dice ella sonriendo, Pamela entra en su habitación y cierra la puerta. “Ya creo que hiciste mucho ejercicio” dice Sebastián en voz baja.
 
 
 

“EDUCANDO A UNA MALCRIADA. LA HIJA DE UN AMIGO” libro para descargar (POR GOLFO)

$
0
0

MALCRIADA2SINOPSIS:

El destino quiso que la hija de un amigo se metiera en problemas en Houston y que tuviera que ser yo quien la auxiliara. Su padre cansado de esa malcriada me pide que la eduque. Al intentarlo, esa pelirroja decide intentar seducirme sin saber adónde nos iba a llevar esa fijación.
CONOCE A ESTE AUTOR, verdadero fenómeno de la red con más de 13 MILLONES DE VISITAS.

 ALTO CONTENIDO ERÓTICO

Bájatelo pinchando en el banner o en el siguiente enlace:

https://www.amazon.es/dp/B01FKLOII8

Para que podías echarle un vistazo, os anexo los primeros  capítulos:

Capítulo 1

Toda mi vida he tenido fama de hombre serio y responsable. Celoso de mi vida privada, nunca se me ha conocido un desliz y menos algo escandaloso. Soltero empedernido, nunca he necesitado de la presencia de una mujer fija en mi casa para ser feliz. Aunque eso no quiere decir que no haya novias y parejas, soy y siempre seré heterosexual activo pero no un petimetre que babea ante las primeras faldas que se le cruzan.
Escojo con cuidado con quien me acuesto y por eso puedo vanagloriarme de haber disfrutado de los mejores culos de las distintas ciudades donde he vivido. A través de los años, han pasado por mi cama mujeres de distintas razas y condición. Blancas y negras, morenas y rubias, ricas y pobres pero todas de mi edad. Nunca me habían gustado las crías, es más, siempre me había repelido ver en una reunión al clásico ricachón con la jovencita de turno. Para mí, una mujer debe ser ante todo mujer y por eso nunca cuando veía a una monada recién salida de la adolescencia, podía opinar que la niña era preciosa pero no me sentía atraído.
Desgraciadamente eso cambió por culpa de Manolo, ¡Mi mejor amigo!.
Con cuarenta y cinco años, llevaba tres años viviendo en Houston cuando me llamó para decirme que su hija Isabel iba a pasar un año estudiando en esa ciudad. Reconozco que en un principio pensé que el motivo de esa llamada era que me iba a pedir que viviera conmigo pero me sacó de mi error al explicar que la universidad le pedía un contacto en los Estados Unidos y preguntarme si podía dar mi teléfono.
Cómo en teoría eso no me comprometía en absoluto, acepté desconociendo las consecuencias que esa decisión iba a tener en mi futuro y comportándome como un buen amigo, también me comprometí en irla a recoger al aeropuerto para acompañarla hasta la residencia donde se iba a quedar.
Ese día estaba en la zona de llegadas esperándola cuando la vi salir por lo puerta. Enseguida la reconocí porque era una versión en guapa y joven de su madre. Flaca, pelirroja y llena de pecas era una chavala muy atractiva pero en cuanto la examiné más de cerca, su poco pecho me recordó sus dieciochos años recién cumplidos y perdió cualquier tipo de interés sexual.
Isabel al verme, se acercó a mí y dándome un beso en la mejilla, agradeció que la llevara. No queriendo eternizar nuestra estancia en ese lugar, cogí su equipaje y lo metí en mi coche. La chavala al comprobar el enorme tamaño del vehículo, se quedó admirada y con naturalidad dijo riéndose:
―Este todoterreno es un típico ejemplo de los gustos masculinos― y olvidándose que era el amigo de su viejo, me soltó: ―Os gusta todo grande. Las tetas grandes, los culos enormes y las tías gordas.
Indignado por esa generalización, no pude contener mi lengua y contesté:
―Pues tú no debes comerte una rosca. Pecho enano, trasero diminuto y flaca como un suspiro.
Mi respuesta le sorprendió quizás porque no estaba acostumbrada a que nadie y menos un viejo le llevara la contraria. Durante unos segundos se quedó callada y tras reponerse del golpe a su autoestima, con todo el descaro del mundo, preguntó:
―Ya que crees que me hace falta unos kilos, ¿dónde me vas a llevar a comer?
Os confieso que si llego a saber el martirio que pasaría con ella ese restaurante, en vez de a uno de lujo, le hubiese llevado a un tugurio de carretera porque allí, entre moteros y camioneros, hubiera pasado desapercibida. Pero como era la hija de Manolo creí conveniente enseñarle Morson´s, uno de los locales más famosos de la ciudad.
¡Menudo desastre!
La maldita pecosa se comportó como una malcriada rechazando hasta tres veces los platos que el pobre maître le recomendaba diciendo lindezas como: ¿Me has visto cara de conejo?, ¿Al ser hispanos nos recomiendas los más baratos de la carta porque temes que no paguemos? , pero fue peor cuando al final acertó con un plato de su gusto, entonces con ganas de molestar tanto al empleado como a mí, le dijo:
―Haber empezado por ahí, mi acompañante piensa que estoy en los huesos y un grasiento filetón al estilo tejano me hará ponerme como una vaca para ser de su gusto.
“Esta tía es idiota”, pensé y asumiendo que no volvería a verla durante su estancia, me mordí un huevo y pedí mi comanda.
El resto de la comida fue de mar en peor. Isabel se dedicó a beber vino como si fuera agua hasta que bastante “alegre” empezó a meterse con los presentes en el lugar. Molesto y sobre todo alucinado de lo mal que había mi amigo educado a su hija, di por concluida la comida.
Al dejarla en la residencia, respiré aliviado y deseando no volver a estar a menos de un kilómetro de ella, le ofrecí hipócritamente mi ayuda durante su estancia en la capital del estado. La mujercita, segura de que nunca la iba a necesitar, me respondió:
―Gracias pero tendría que estar muy desesperada para llamar a un anciano.
Para mi desgracia los hechos posteriores la sacaron de su error….

Capítulo 2.

Llevaba un mes sin recibir noticias suyas cuando me despertó el teléfono de mi mesilla sonando. Todavía medio dormido, escuché al contestar que mi interlocutor me preguntaba si estaba hablando con Javier Coronado.
―Sí― respondí.
Tras lo cual se presentó como el sargento Ramirez de la policía metropolitana de Houston y me informó que tenían detenida a Isabel Sílbela.
―¿Qué ha hecho esa cretina? – comenté ya totalmente despierto.
―La hemos detenido por alteración del orden público, consumo de drogas y resistencia a la autoridad.
Os juro que no me extrañó porque esa niñata era perfecta irresponsable y asumiendo su culpabilidad, quise saber cuál era su actual estatus y cuánto tiempo tenía que pasar en el calabozo. El agente revisando el dossier me comunicó que habían fijado el juicio para dentro de un mes y que como era su primer delito el juez había fijado la primera audiencia para en unas horas.
Una vez colgué, estuve a un tris de volverme a la cama pero el jodido enano que todos tenemos como conciencia no me dejó hacerlo y por eso vistiéndome fui llamé a un abogado y me fui a la comisaria.
“¡Menuda pieza!”, pensé mientras conducía hacía allí, “Lo que le debe haber hecho sufrir a su padre esta malcriada”.
Al presentarme ante el sargento en cuestión y ver este que yo era un hombre respetable, amablemente me informó de lo sucedido. Por lo visto, Isabel y unas amigas habían montado una fiestecita con alcohol y algún que otra gramo de coca que se les había ido de la mano. Totalmente borracha cuando llegó la patrulla del campus, se enfrentó a ellos y trató de resistirse.
“Será tonta, ¡No sabe que la policía de este país no se anda con bromas!”, exclamé mentalmente mientras pedía perdón al sujeto en nombre de su padre.
Fue entonces cuando Ramirez me comunicó que tenía que esperar a las ocho de la mañana para tener la audiencia preliminar con el juez donde tendría la oportunidad de pagar una fianza. Viendo que todavía eran las cinco y que no podía hacer nada en tres horas, me dirigí a un 24 horas a desayunar. Allí, sentado en la barra, llamé a Manolo para informarle de lo sucedido.
Como no podía ser de otra forma, mi amigo se cogió un rebote enorme y llamando de todo a su querida hija, me pidió que en cuanto pudiera la metiera en un avión y se la mandara.
―No te preocupes eso haré― respondí convencido de que esa misma tarde llevaría a Isabel al aeropuerto y la empaquetaría hacía España.
Pero como bien ha enunciado Murphy, “Cualquier situación por mala que sea es susceptible de empeorar y así fue. La maldita niñata al ser presentada ante el juez, se comportó como una irresponsable y tras llamarle fascista, se negó a declarar. El abogado que le conseguí había pactado con el fiscal que si aceptaba su culpabilidad, quedaría en una multa pero como no había cumplido con su parte, el letrado pidió prisión con fianza hasta que tuviese lugar el juicio. El juez no solo impuso una fianza de cinco mil dólares sino que en caso de aportarla, exigió que alguien se responsabilizara que la chavala no volviera a cometer ningún delito.
¿Os imagináis quien fue al idiota que le tocó?
Cabreado porque encima le había quitado el pasaporte, pagué la fianza y me comprometí a tenerla durante un mes bajo mi supervisión hasta que se celebrara el puñetero juicio.
Ya en el coche, empecé a echarle la bronca mientras la cría me miraba todavía en plan perdonavidas. Indignado por su actitud, le estaba recriminando su falta de cerebro cuando de pronto comenzó a vomitar manchando toda la tapicería. Todavía hoy no sé qué me enfadó más, si la peste o que al terminar Isabel tras limpiarse las babas, me dijera:
―Viejo, ¡Corta el rollo!
Aunque todo mi cuerpo me pedía darle un bofetón, me contuve y concentrándome en la conducción, fui directo a su residencia a recoger sus cosas porque tal y como había ordenado el magistrado, esa mujercita quedaba bajo mi supervisión y por lo tanto debía de vivir conmigo. El colmo fue cuando vi que al hacer la maleta, esa chavala metía entre sus ropas una bolsa con marihuana.
―¿Qué coño haces?― pregunté y sin darle tiempo a reaccionar, se la quité de la mano y arrojándolo en el wáter, tiré de la cadena.
―¡Te odio!― fueron las últimas palabras que pronunció hasta que ya en mi casa, se metió en la cama a dormir.
Aprovechando que esa boba estaba durmiendo la mona, llamé a su padre y de muy mala leche, le expliqué que gracias a la idiotez de su hija el juicio había ido de culo y que no solo le habían prohibido salir del país, sino que encima me había tenido que comprometer con el juez a que me hacía responsable de ella.
Manuel que hasta entonces se había mantenido entero, se desmoronó y mientras me pedía perdón, me explicó que desde que se había separado de su esposa, su retoño no había parado de darle problemas. Destrozado, me confesó que se veía incapaz de reeducarla porque en cuanto lo intentaba, su ex se ponía de parte de su hija, mandando al traste sus buenas intenciones.
―A mí, esa rebeldía me dura tres días. Si fuera su padre, sacaría mi mala leche y la pondría firme― comenté sin percatarme que mi amigo se agarraría a mis palabras como a un clavo ardiendo.
Fue entonces cuando llorando me pidió:
―¿Me harías ese favor?― y cogiéndome con el paso cambiado, me dijo:―Te ruego que lo intentes, es más, no quiero saber cómo lo abordas. Si tienes que encerrarla, ¡Hazlo!.
Aunque mi propuesta había sido retórica, la desesperación de Manolo me hizo compadecerme de él y por eso acepté el reto de convertir a esa niña malcriada en una persona de bien.
Hablo con Isabel.
Sin conocer las dificultades con las que me encontraría, había prometido a mi amigo que durante el mes en que esa deslenguada iba a permanecer en mi casa iba a reformar su actitud y por eso esperé a que se despertara para dejarle las cosas claras.
Sobre las seis de la tarde, Isabel hizo su aparición convencida de que nada había cambiado y que podría seguir comportándose como la niña caprichosa y conflictiva que llevaba tres años siendo. Desconociendo las órdenes de su padre había quedado con unos amigos para salir de copas y ya estaba cogiendo la puerta cuando escuchó que la decía:
―¿Dónde crees que vas?
―Con mis colegas― contestó y enfrentándose a mí, recalcó sus intenciones diciendo: ―¿Algún problema?
―Dos. Primero que vas vestida como una puta. Segundo y más importante, ¡No tienes permiso!
La pelirroja me miró atónita y creyendo que sería incapaz de obligarla a quedarse en casa, lanzó una carcajada antes de soltarme:
―¿Y qué vas a hacer? ¿Atarme a la cama?
Con tono tranquilo, respondí:
―Si me obligas, no dudaré en hacerlo pero preferiría que no tomar esa medida― y pidiéndole que se sentara, proseguí diciendo: ―He hablado con tu padre y me ha autorizado a usar inclusive la violencia para conseguir educarte de un puñetera vez.
―No te creo― contestó y cogiendo el teléfono, llamó a su viejo.
No me hizo falta oír la conversación porque con satisfacción observé que su rostro iba perdiendo el color mientras crecía su indignación. Al colgar, cabreadísima, me gritó que no pensaba obedecer y que iba jodido si pensaba que se comportaría como una niña buena. Lo que Isabel no se esperaba fue que al terminar de soltar su perorata, me levantara de mi asiento y sin hablar le soltara un tremendo tortazo.
Fue tanta la fuerza que imprimí a la bofetada que la chavala dio con sus huesos en el suelo. Entonces y sin compadecerme de ella, le solté:
―A partir de hoy, tienes prohibido el alcohol y cualquier tipo de drogas. Me pedirás permiso para todo. Si quieres salir, comer, ver la tele o dormir primero tendrás que pedir mi autorización.
Acostumbrada a hacer de su capa un sayo, por primera vez en su vida, tuvo que enfrentarse a alguien con más carácter y con los últimos restos de coraje, me lanzó una andanada diciendo:
―¿Y si quiero masturbarme? ¿También tendré que pedirte permiso?
Muerto de risa, le contesté:
―No soy un tirano y aunque tienes estrictamente prohibido el acostarte con alguien, comprendo que eres joven― y actuando como un rey magnánimo, cedí en ese extremo, diciendo: ―Si quieres masturbarte veinte veces al día, tienes mi palabra que nunca te diré nada.
Os confieso que en ese momento no supe interpretar el brillo de sus ojos cuando oyó mis palabras, de haber supuesto que esa arpía utilizaría mi promesa contra mí, jamás le hubiera otorgado tal permiso.
Habiendo dejado las cosas claras, permití que volviera a su habitación…

 

Relato erótico: Dominada por mi alumno 6 (POR TALIBOS)

$
0
0

Sin título1


HISTORIAS:
13Gloria y yo charlábamos relajadamente en el jacuzzi mientras la obediente Rocío me traía la bebida que habíamos pedido. Con un simple gesto, Gloria le indicó a la chica que se arrodillara detrás de ella y le masajeara suavemente los hombros mientras me contaba su historia.
Saboreé con placer el refrescante batido, sonriéndole a Rocío para demostrarle que me gustaba mucho. Ella agradeció el gesto con un leve asentimiento, sin dejar en ningún momento de acariciar y masajear la espalda de la otra joven, que continuó con su narración.
–         Como te decía – dijo Gloria – No hay nada especial que contar sobre cómo empecé con Jesús. Era un chico guapo e inteligente y todas las chicas andábamos detrás de él.
–         Me lo creo – asentí.
–         Por fin, reuní el valor suficiente y le invité a salir. Y él aceptó.
–         ¿Fuiste tú el que le invitó a él?
–         Sí. Tenía miedo de que otra se me adelantara, así que reuní valor y lo hice.
–         Vaya. Yo nunca he sido lo bastante valiente como para declararme a un chico – confesé.
–         Bueno – dijo Gloria – Yo sólo lo he hecho una vez…
–         Ya. Claro.
–         Pues eso. Salimos durante un tiempo y la cosa fue normal al principio. Ya sabes, dos adolescentes tímidos yendo al cine y a pasear. Lo típico, vaya.
–         ¿En serio?
–         Sí. Todo muy corriente y moliente. Empezamos a tener sexo a los dos meses de empezar a salir.
–         ¿Perdisteis la virginidad juntos?
–         Yo sí. Pero, para ese entonces, Jesús ya no era virgen. Y entonces la cosa empezó a cambiar.
–         Ya veo – asentí – Fue cuando empezó a montárselo con su madrastra.
–         Exacto – corroboró Gloria – Ella le descubrió un mundo nuevo, pues Esther es una sumisa de cuidado y claro, todo lo que aprendía con ella lo aplicaba luego conmigo. Fue todo tan progresivo que casi no me di cuenta de que cada día me iba pidiendo un poco más.
–         Entiendo.
–         Cuando me quise dar cuenta, me encontré totalmente dependiente de él. Sólo vivía para complacer sus deseos y era feliz únicamente cuando él me usaba como quería. Me volví una adicta. Ya verás, ya, a ti acabará pasándote lo mismo.
–         Creo que ya me está pasando – asentí dándole otro sorbo al batido.
–         Pues claro.
–         Y fue entonces cuando Jesús te hizo el piercing – dije señalando el corazoncito de plata que colgaba del pezón de mi alumna.
–         No, no… Lo de marcar a sus esclavas se le ocurrió tiempo después, cuando Kimiko se unió al grupo.
–         ¿Kimiko? ¿Ella fue la tercera?
–         No, la tercera fue nuestra querida amiga aquí presente. Y esa sí que es una historia interesante. ¿Verdad Rocío?
–         Sí, Ama – respondió la chica sin dejar su masaje.
–         ¿Te gustaría oírla? – me interrogó Gloria – Aunque te advierto que es un poco dura.
Miré unos instantes a Rocío, tratando de descubrir alguna señal que mostrase si le daba vergüenza o no que me contaran su historia, aunque su rostro impasible no dejaba traslucir nada.
Entonces me acordé del masaje que la chica me había administrado un rato antes y de  lo bien que me había comido el coño… Y ya no tuve dudas.
–         Claro que me gustará escucharlo. A partir de ahora vamos a pasar mucho tiempo juntas; mejor será que nos conozcamos bien.
–         ¡Estupendo! – exclamó Gloria – Pero antes, Rocío, tráenos un par de batidos más…
Mientras la joven se marchaba con los vasos vacíos, Gloria comenzó su historia…
SUMISIÓN DE ROCÍO:
–         Bueno. Todo empezó hace un par de años, en el instituto. Rocío estaba en nuestra misma clase…
–         ¿En serio? – la interrumpí – ¿Y cómo es que no sigue en vuestro curso?
–         Verás, ella nunca fue muy buena estudiante. Aunque no lo aparenta, es un par de años mayor que Jesús y que yo, tiene 20 tacos. Había repetido un par de cursos y por eso estaba en nuestro grupo; tenía fama de ser bastante… busca problemas.
–         ¿Quién? ¿Esa chica tan tranquila?
–         Te lo juro. Frecuentaba compañías bastante malas y en más de una ocasión la expulsaron temporalmente del centro.
–         ¿Por qué?
–         Una vez por acoso a un alumno de primero. Ya sabes, le dieron una paliza para quitarle el móvil o dinero, o algo así. Otra vez se rumoreó que fue por un asunto de drogas… La pillaron trapicheando en los servicios.
–         ¡Joder!
–         Sí, estaba hecha un elemento bueno. Era muy conocida en el insti, tanto por lo peligrosa que era como por lo buena que estaba, porque además, se vestía de una forma que… vaya, que revolucionaba bastante a los chicos. Pero claro, ninguno se atrevía a intentar nada con ella, pues siempre se mostraba muy arrogante y despreciativa. A más de uno lo cascó por mirarla de forma que no le gustó.
–         ¿En serio? ¿Esa chica? Si parece muy poca cosa.
–         Sí, así quedó después de que Jesús terminara con ella…
Un escalofrío me recorrió al escuchar esas palabras.
–         Pues eso, que era una quinqui de cuidado hasta que un día… tropezó con Jesús.
–         ¿Jesús fue a por ella?
–         No, no… Lo digo literalmente. En ese tiempo, Jesús no tenía ni el pensamiento de montarse un harén de esclavas. Se acostaba con dos mujeres que hacían todo lo que se le antojaba, ¿para qué quería más? Además, también ligaba bastante y se follaba a toda la que se le ponía a tiro, aunque claro, era sexo más “convencional”.
–         Ya, claro – asentí.
–         Hasta que una mañana… Jesús y Rocío atravesaron la puerta de la clase en direcciones opuestas… y exactamente al mismo tiempo.
–         No te entiendo – dije un poco despistada.
–         Jesús iba distraído hablando conmigo mientras entraba al aula y Rocío salía a la misma vez; y claro, chocaron.
–         ¿Se cayeron?
–         No, pero se dieron un buen golpe. Jesús, más inseguro de lo que es ahora, se apresuró a disculparse, pero Rocío cometió el error de enfrentarse a él.

–         ¿Cómo?

 
Sin-t-C3-ADtulo4

–         Aún recuerdo exactamente sus palabras:

  •  ¿Qué coño haces, imbécil? – le espetó Rocío a Jesús.
  • Perdona. No te había visto.
  • Pues ten más cuidado gilipollas.
–         La cosa podía haber terminado ahí – continuó Gloria – Pero Rocío tenía ganas de marcha y continuó atacando.
  • Vaya, vaya, empolloncete… Tienes cara de no haber cagado esta mañana – le dijo con una sonrisa maligna.
–         Jesús nunca me lo ha dicho, pero creo que lo que en realidad le cabreó fue que la gente que había alrededor se riera del comentario de Rocío. Así que no dudó ni un segundo en contestarle.
  • En cambio tú tienes cara de haber desayunado bien esta mañana… Por cierto, tienes una cosa blanca en la comisura de los labios. ¿No has estado antes en el despacho del director?
–         La gente se descojonó con la respuesta. Rocío se puso lívida de ira y no estando acostumbrada a que le plantaran cara en el instituto, hizo lo peor que pudo hacer.
–         ¿Qué hizo? – pregunté con interés, cautivada ya por la narración.
–         Abofeteó a Jesús.
–         ¡¿CÓMO?!
–         En serio. Allí delante de todo el mundo le dio una buena torta.
–         ¡Madre mía! ¿Y el profesor no hizo nada?
–         Todavía no había llegado.
–         ¿Y qué pasó?
–         En ese momento, nada más. Jesús se quedó mirando a Rocío con desprecio, pero no le devolvió la bofetada.
–         Claro, no iba a pegarle a una chica.
–         Exacto. De hecho, el respeto que todos sentían por Jesús aumentó mucho, pues le había plantado cara a la macarra de la clase y encima había sabido mantener el tipo. Quizás la cosa habría acabado ahí, pero Rocío no tuvo bastante y se dedicó a meterse con Jesús.
–         Menuda estúpida.
–         Digo… Durante los días siguientes, aprovechaba cualquier momento para burlarse de Jesús. Ya sabes, humillarle delante de los demás, insultarle… una vez, cuando iba con un par de amigotes suyos, llegó incluso a tirarle al suelo de un empujón.
–         ¡Joder!
–         Hasta que Jesús se hartó y puso su plan en marcha.
–         Cuenta, cuenta – le dije.
–         Un viernes, Jesús me dijo que no me marchara al acabar las clases.
–         Ahá.
–         Además, me entregó una bolsa que pesaba bastante para que la guardara en mi taquilla.
–         ¿Y qué contenía?
–         Como Jesús no me lo había prohibido, le eché un vistazo en durante el recreo. Y lo que vi me acojonó al máximo.
–         ¿Y qué era?
–         Un montón de parafernalia de sexshop. Había consoladores, una mordaza, esposas… pero lo peor de todo era un pedazo de consolador negro de casi medio metro tan grueso como mi brazo – dijo la chica mostrándome su antebrazo.
–         ¡Joder! – exclamé.
–         Y claro, yo no sabía que todo aquello era para Rocío, por lo que pensé que estaba destinado a mí, con lo que me pasé el resto de la mañana con el corazón en un puño.
–         Ya me lo imagino.
–         Yo pensaba que íbamos a montarnos algún numerito de los nuestros después de clase, por lo que, al ver todas aquellas cosas, me preocupé un montón.
–         Lo entiendo.
–         Por fin, a última hora, Jesús me indicó que le siguiera y yo, aunque he de reconocer que dudé un segundo, le obedecí. Pero no me esperaba lo que pasó.
–         ¿El qué?
–         Jesús, cuando el insti fue vaciándose, me llevó hasta el gimnasio y, cuando entramos, nos dimos de bruces con Rocío, que estaba dentro.
–         ¿Y qué hacía allí?
–         Al parecer la había citado el director.
–         ¿Armando?
–         Sí. Para ese entonces ya estaba en el ajo. No sé muy bien cómo, pero Jesús ya tenía algún tipo de trato con él. Creo que al principio le pasaba vídeos en los que salía follándose a alguna de las alumnas y el director se los pagaba, o bien con pasta o bien con favores…
–         Sí, ya lo supongo – asentí rememorando mi escabroso encuentro con Armando.  
–         Pues eso. Cuando entramos en el gimnasio no sé quien se sorprendió más, si Rocío o yo. Casi se me cayó la bolsa al suelo. El único tranquilo era Jesús.
–         Lógico – asentí.
–         Sí. Lógico. En cuanto se recuperó de la impresión, Rocío empezó a insultar de nuevo a Jesús, pero, esta vez, vio algo en su mirada que hizo que perdiera la seguridad en sí misma. Empezó a mirar a los lados con nerviosismo, supongo que pensando en cómo salir de allí, pues Jesús no se había movido de la puerta.
–         Seguro que se asustó al verse allí a solas con vosotros.
–         Claro. Estaba acostumbrada a ir con sus amiguitos para abusar de la gente. Encontrarse de pronto sola era algo nuevo para ella.
–         Sigue, sigue – la apremié.
–         Tras comprender que el director no venía con nosotros, Rocío hizo ademán de marcharse. Jesús, se echó a un lado para dejarla salir, pero entonces hizo algo que me dejó paralizada.
–         ¿El qué?
–         Cuando Rocío pasó a su lado, la agarró por la espalda y le puso en la cara un pañuelo con no sé qué coño impregnado. La cuestión fue que, tras forcejear un instante, Rocío se desmayó en sus brazos.
 
051

–         ¡Madre mía!

–         Yo estaba aterrada, pero Jesús me hizo reaccionar ordenándome que cerrara la puerta. Estaba asustada pero también… – dijo Gloria dubitativa.
–         Estabas deseando ver qué iba a pasar – terminé yo.
–         ¡Exacto! – exclamó la chica sonriéndome agradecida – Tras obedecerle, Jesús empezó a darme órdenes.
  • Ayúdame a moverla – me indicó.
–         Yo, como un autómata, sólo acerté a obedecer. Dejé la bolsa con las cosas en el suelo y ayudé a Jesús a arrastrarla al interior del gimnasio. La llevamos hasta uno de los lados, donde están los listones esos de madera en la pared que usamos en gimnasia.
–         Sí ya sé.
  • Desnúdala – me ordenó Jesús mientras él regresaba a recoger la bolsa con los artilugios.
–         Temblorosa, sólo pude obedecer lo que me ordenaba. Estaba medio en shock, aturdida por lo que estaba pasando. Y claro, llevaba ya mucho tiempo dedicada a obedecer hasta el más ínfimo de los deseos de Jesús, por lo que hice lo de siempre: acatar sus órdenes.
–         Lo entiendo – respondí al recordar cómo yo misma había permitido incluso que un viejo verde me desvirgara el culo por explícito deseo de mi Amo.
–         En cuanto la tuve desnuda, Jesús usó un juego de esposas para atarle las muñecas al listón más bajo de la escalera, para que no pudiera levantarse. Después, con mi ayuda, le sujetamos las piernas con unos grilletes para los tobillos.
–         ¿Cómo? – dije sin entender.
–         Mira, es una barra metálica como de medio metro más o menos – me dijo Gloria señalando la distancia aproximada con sus manos – En cada extremo hay un grillete, de forma que si sujetas uno en cada tobillo, es imposible cerrar las piernas.
–         Ya veo – asentí, haciéndome una imagen mental de la escena.
–         Pero no se conformó con eso.
–         ¿No?
–         No. Además, usó unas ligaduras especiales en las piernas sujetándolas encogidas.
–         ¿Para qué?
–         Para evitar que Rocío pudiera incorporarse. Verás, las cuerdas le permitían como máximo ponerse en cuclillas, pero nunca ponerse de pié. Si a eso le unimos que estaba esposada a la barra más baja de la escalera…
–         Le impedía por completo levantarse…
–         Correcto.
–         ¿Y para qué?
–         Eso me pregunté yo hasta que ví que Jesús sacaba de la bolsa el descomunal consolador.
–         ¡Joder!
–         ¡Digo! Primero amordazó a Rocío con una correa con una bolita roja en el centro. ¿Sabes cómo te digo?
–         Sí. Como las que salían en Pulp Fiction.
–         ¡Eso! Le colocó a Rocío la bola en la boca y le anudó la correa en la parte posterior de la cabeza.
–         Para que no pudiera pedir ayuda.
–         Bingo. Y entonces…
–         ¿Qué pasó?
–         La despertó.
Un nuevo escalofrío volvió a agitar mi cuerpo.
–         Aún puedo recordar la cara de espanto que puso Rocío cuando se dio cuenta de que estaba completamente desnuda y atada. Nos miró con los ojos como platos, forcejeando desesperada con sus ataduras, sin lograr hacerlas ceder lo más mínimo.
  • Ahora no te metes con el empollón de mierda, ¿eh? No pareces tan valiente sin los macarras de tus amigos a tu alrededor – le espetó Jesús.
–         Rocío se puso a llorar por toda respuesta – dijo Gloria.
  • ¿A que ahora no quieres darme una torta?¡Puta! Por fin estas en la postura que mejor te queda. ¡De rodillas y atada como una perra!
–         Siguió insultándola un buen rato más, usando un pié para tocarle los pechos y el coño. Rocío se estremecía ante su contacto, aterrorizada por lo que estaba pasando (y por lo que iba a pasarle). Cuando se hartó de insultarla, Jesús me hizo ayudarle a poner en práctica lo que tenía en mente.
–         ¿Qué hicisteis? – pregunté sobrecogida.
–         Jesús la cogió por las caderas desde detrás y la levantó del suelo como si fuese una pluma (aunque seguía esposada a la escalera). Después me dio indicaciones para que fijara el consolador gigante al piso, usando una ventosa que tenía en la base para que no se moviera.
–         ¡Dios! – exclamé.
–         Rocío, que ya se imaginaba lo que venía a continuación, se debatió en los brazos de Jesús, aunque claro, no podía hacer nada.
Yo también me imaginaba lo que venía después.
–         Lentamente, fue haciendo bajar el cuerpo de la chica, mientras yo me encargaba de mantener su coño bien abierto para que fuera empalándose en el consolador. Rocío luchaba como una posesa mientras sentía cómo el artilugio iba enterrándose en su vagina.
–         Joder – acerté a decir.
–         Por fin, los pies de Rocío tocaron el suelo, con lo que pudo detener la penetración. Aún así, tenía sus buenos catorce o quince centímetros en su interior, lo que hacía que espesos lagrimones resbalaran por sus mejillas. Su cuerpo estaba tenso como un arco, en cuclillas sobre el consolador, con el torso inclinado hacia delante, pues seguía esposada.
–         Vaya posturita.
–         Ya te digo. Era imposible que aguantara así mucho tiempo y ella lo sabía, por lo que miraba con ojos suplicantes a Jesús.
–         Pero él no se ablandó – concluí.
–         Ni un pelo – asintió ella – Yo, en cambio, sentía pena por la chica, pero a la vez estaba…
–         Extrañamente excitada – continué.
–         Exacto – dijo Gloria sonriéndome.
–         Te entiendo – dije – Yo me siento así ahora.
–         Sabía que lo entenderías. Pues bien, tras mirarla un par de minutos, Jesús me tomó de la mano y me condujo hacia la puerta. No podía creérmelo…
–         ¿La dejasteis allí? – exclamé atónita.
–         Vaya que sí. Cuando Rocío comprendió nuestras intenciones, volvió a agitarse presa del pánico, pero lo único que logró fue empalarse todavía más.
–         Por Dios…
  • Ahora vamos a comprobar la clase de zorra que estás hecha – le dijo – Tu te has pasado el último mes puteándome todo lo que has podido. Yo, como soy mejor persona que tú, voy a putearte sólo un par de horas. Nos vemos luego.
–         Antes de que cerrara la puerta, eché un último vistazo a Rocío y pude ver cómo forcejeaba frenéticamente, mirándonos con ojos desencajados. Ella gritaba y aullaba, aunque la mordaza evitaba que se oyera nada. Y hablando del rey de Roma…
Levanté la vista y vi que Rocío se aproximaba llevando nuestros batidos en una bandeja. Con habilidad, depositó los vasos junto a nosotras, al borde del jacuzzi.
–         Justo ahora le estaba contando a Edurne cómo fue tu primera tarde con el Amo – le dijo Gloria – ¿No te importa, ¿verdad?
–         Por supuesto que no – respondió Rocío sumisamente.
–         Voy por cuando te dejamos encerrada en el gimnasio, empalada en el consolador…

–         Ya veo.

 
072

–         No… ¿No te dolía? – balbuceé.

–         Al principio sí. Pero después empezó a gustarme – respondió la chica.
–         ¿En serio? – pregunté atónita.
Rocío miró a Gloria, como solicitando permiso para continuar.
–         Habla con libertad, Rocío. No pasa nada.
La muchacha asintió con la mirada y contestó a mi pregunta.
–         Me quería morir. Sentí vergüenza, asco, miedo… pero por encima de todo… terror. No sabía qué iba a pasarme. Hasta donde yo sabía, podían dejarme allí hasta el lunes, porque nadie iba a echarme de menos.
–         ¿Y tus padres? – indagué.
–         No estaban en la ciudad. Y si hubieran estado, no les habría importado mucho que yo no apareciera. Tampoco podía esperar ayuda del director, pues fue él quien me engañó para que fuera al gimnasio. Y mis amigos no me esperaban hasta la noche. Y aún así, a saber…
–         Sí, claro.
–         Me sentí desamparada, no sabía lo que iba a pasarme. La vagina me dolía por el consolador, pero pronto empezaron a dolerme mucho más las piernas, por tener que mantenerme casi de puntillas para evitar que se me clavara todavía más. El tiempo pasaba y yo estaba cada vez más cansada. No podía más, así que no tuve más remedio que aceptar que lo único que podía hacer era relajar el cuerpo para tratar de meterme aquella cosa lo máximo posible y poder así arrodillarme en el suelo. Como pude, me empalé al máximo en el consolador. Sudaba a chorros y podía sentir las lágrimas en mis mejillas. Por fin, lo logré y pude quedar arrodillada, aunque claro, eso hacía que el consolador se me clavara hasta el fondo. Tenía hasta calambres en las piernas.
–         Dios – siseé.
–         Pero fue entonces cuando noté el placer. Me sentía humillada al máximo, pero, extrañamente bien…
No podía creer lo que escuchaba.
–         Mientras tanto – la interrumpió Gloria, continuando con su narración – Jesús me llevó a un restaurante a almorzar. Se lo tomó con calma, con toda la tranquilidad del mundo, pero yo era un manojo de nervios, sin poder quitarme de la cabeza lo que le habíamos hecho a Rocío y lo que nos podía pasar si nos pillaban.
–         ¿Y Jesús? – pregunté.
–         Perfectamente tranquilo. En un par de ocasiones llegó a regañarme para que me tranquilizara. Me aseguró que no iba a pasar nada, que tenía a Rocío bien calada y pronto iba a tenerla comiendo de la palma de su mano. Fue entonces cuando dije una tontería.
  • ¿Y qué es lo que vas a hacer con otra chica? ¿Vas a montarte un harén?
–         Jesús se me quedó mirando con un extraño brillo en los ojos.
  • No es mala idea – me dijo – Tendré que meditarlo.
–         ¿Me estás diciendo que fuiste tú quien le dio la idea del grupo de esclavas? – casi grité.
–         Precisamente – dijo Gloria dándole un sorbo al batido – Aunque, tal y como se desarrollaron las cosas, se le habría ocurrido a él solito.
–         Sí, en eso tienes razón – asentí.
–         Pues bien, después de un par de horas y tras habernos dado un buen paseo, regresamos al instituto. Jesús, que llevaba las llaves en el bolsillo, abrió una puerta de servicio y nos colamos dentro, con cuidado de que nadie nos viera, aunque un viernes por la tarde aquello estaba desierto.
–         Ya.
–         Fuimos al gimnasio y Jesús abrió la puerta. Entré rápidamente, para ver cómo se encontraba Rocío…
–         ¿Y cómo estaba? – dije mirando a la muchacha.
–         Se había desmayado clavada en el consolador.
–         ¡Uf!
–         Estaba de rodillas, con el torso pegado al suelo y las manos todavía esposadas. El consolador se había enterrado en su interior mucho más de la mitad, no sé cómo no la partió en dos.
–         ¡Fiuuuu! – silbé admirada.
–         Junto a su cara, que estaba apoyada en el suelo, se había formado un charco de saliva que resbalaba de su boca por la comisura de los labios, señal de que llevaba un buen rato en coma.
–         Joder.
–         Pero, el charco era todavía mayor alrededor de la base del consolador – dijo Gloria mirando con ojos brillantes a Rocío.
–         ¿Cómo?
–         Lo que oyes. La vagina de Rocío había segregado tanto jugo que había resbalado por el consolador hasta formar un enorme charco en el suelo.
–         Madre mía – dije mirando con los ojos como platos a la chica.
–         Te lo juro. La tía se había corrido como una burra allí clavada, ¿digo o no digo la verdad?
Un tanto avergonzada, Rocío se limitó a asentir con la cabeza.
–         ¿Entiendes lo que te digo, Edurne? Jesús había comprendido la clase de golfa que es nuestra querida Rocío y le administró el tratamiento que necesitaba y que, desde luego, le gustaba más, ¿verdad?
Nuevo asentimiento.
–         Entonces, Jesús se agachó al lado de Rocío y dándole unos suaves cachetes en la cara, volvió a despertarla.
  • Despierta, zorra… Que ahora empieza lo bueno y no querrás perdértelo.
 
141

–         Rocío se despertó con la mirada perdida, como si no supiera donde estaba. La saliva seguía escurriéndosele por la comisura de los labios, por un lado de la bolita, dándole un aspecto todavía más desamparado.

  • ¿Sabes lo que viene ahora, puta? ¡Mira cómo tienes el coño! ¡Menuda puta! ¡Te has metido un consolador de medio metro sin problemas! ¡Te has corrido!
–         Rocío lloraba – decía Gloria mirándola – Pero algo en su expresión había cambiado. Ya no había miedo como antes, parecía más bien… como si estuviera en otro sitio. Me pareció incluso que sonreía, aunque la bola de su boca me impidió estar segura. ¿No es cierto?
–         No recuerdo muy bien aquel momento – respondió Rocío – Recuerdo el intenso dolor que sentía en las piernas, pero internamente me sentía… bien.
Yo estaba flipando.
–         Entonces, Jesús le dijo:
  • Madre mía, qué pedazo de coño de guarra que tienes. ¡Si la meto ahí no me voy ni a enterar, así que vamos a probar por otro sitio!
–         Mientras decía esto – dijo Gloria – le separó las nalgas con las manos dejando al aire su ano. Se veía hinchado y mojado, sin duda por el sudor y por la presencia del descomunal consolador en su vagina y supe sin lugar a dudas lo que se proponía a hacer Jesús.
  • Chúpaselo un poco, Gloria – me ordenó- Creo que voy a encularla un rato. Me apetece.
–         Como siempre, obedecí con presteza. Me arrodillé detrás del culo en pompa de Rocío y, separando sus nalgas, comencé a chuparle el ano. Lo tenía muy dilatado, por lo que no me costó nada meterle la lengua dentro. Por fortuna, Rocío lo tenía bastante limpito.
–         ¿Te gustó? – pregunté a Rocío.
–         Sí. Noté cómo su lengua se introducía en mi interior. Seguía llorando de miedo por lo que iba a pasarme, pero también… lo deseaba – respondió la chica.
–         ¿Era tu primera vez? – indagué.
–         ¿Por el culo? – intervino Gloria en vez de Rocío – ¡Ni de coña! ¡A ésta se la habían follado sus amigos de todas las maneras posibles! ¿No es verdad?
Rocío simplemente asintió, con una leve sonrisilla en los labios.
–         Y desde luego Jesús notó que el culito de Rocío estaba ya estrenado.
  • ¡Joder, puta! ¿Cuántas veces te han dado por el culo? ¡No voy a tener nada para estrenar!¡Déjalo ya, Gloria, que me muero por meterla!
–         Sabiendo por experiencias previas con Esther lo que le apetecía al Amo, abandoné el culito de Rocío y me arrodillé frente a él – dijo Gloria – En un segundo le saqué el nabo de la bragueta, que ya estaba bastante duro, y empecé a chupárselo para acabar de empalmarlo y para ensalivarlo bien. Cuando estuvo a punto, Jesús me apartó de su polla y se colocó detrás de Rocío, que ya no forcejeaba como antes.
–         ¿Se la metió con todo aquello metido en el coño? – pregunté incrédula.
–         No. Pero no lo hizo gracias a mí – respondió mi alumna.
–         ¿Cómo?
–         Me di cuenta de que si se la metía con el consolador dentro de la vagina iba a hacerle daño de verdad y así se lo hice notar a Jesús.
  • Amo – le dije un tanto insegura – Si se la metes en el culo con ese pedazo de consolador en el coño la vas a partir en dos. Le vas a hacer mucho daño.
–         Se lo pensó unos segundos antes de contestar.
  • Tienes razón – dijo – No quiero desgraciarla y que luego no me sirva. Sácaselo y desátale las piernas, pero no los tobillos.
–         Dando gracias mentalmente, me apresuré a liberar a Rocío de sus ataduras. Las cuerdas le habían dejado fuertes marcas en la piel y Rocío gemía mientras la desataba.
–         Es que me dolía un montón – dijo la chica ante la mirada de Gloria – Tenía fortísimos calambres.
–         Te entiendo – dije rememorando mi experiencia con cuerdas y directores.
–         Estaba completamente agarrotada – siguió Gloria – Tanto que, cuando le solté las piernas, no se sostuvo y se derrumbó, clavándose otro buen palmo de consolador en el coño.
–         ¿No te dolió? – pregunté.
–         Vi las estrellas. Eso sí, durante un segundo me olvidé de lo mucho que me dolían las piernas – respondió la chica.
–         Jesús me hizo darle masajes en las piernas, mientras él se acariciaba distraídamente el falo. Entonces, se lo pensó mejor y se acercó a nosotras. Con habilidad, le quitó a Rocío la mordaza y, antes de que me diera cuenta, la agarró por el pelo, le levantó la cabeza y le metió la polla en la boca hasta el fondo.
  • Así no perderé dureza – dijo por toda explicación – Ensalívala bien, que así te entrará más fácilmente en el culo.
–         ¿No pensaste en resistirte? – le pregunté a Rocío pensando en la técnica del mordisco en la salchicha.
–         No tenía fuerzas… Ni ganas… En aquel momento no lo hubiera admitido de ninguna manera… Pero hoy reconozco que tenía ganas de que me follara de una vez.
–         Continúo – dijo Gloria retomando el hilo – Con cuidado, le saqué el consolador del coño, mientras Jesús se movía lentamente en el interior de su boca. A medida que iba saliendo cada centímetro, Rocío gemía y se estremecía levemente, mientras yo contemplaba atónita el increíble trozo de consolador que esta zorra había logrado meterse.
Yo miraba con admiración a la zorra.
–         Por fin, salió la punta y, junto con ella, un buen borbotón de flujos del coño de esta guarra, ¿verdad?
–         Sí. Cuando salió por completo sentí un mini orgasmo.
–         Le di unas cuantas friegas más y, después de que Jesús la sacara de su boca, la ayudé a ponerse de rodillas con la cara pegada al suelo y el culo en pompa. Jesús, majestuosamente, se situó a su grupa y mirándome a los ojos, me indicó que quería que yo hiciera de mamporrera.
–         Joder… je, je – reí sin poder evitarlo.
–         Pues eso. Le agarré la verga toda pringosa de babas y coloqué la punta en la entrada del culito de la zorrita. ¿Y qué hizo Jesús entonces, chata?
–         Me la clavó hasta el fondo de un tirón. Primero metió la punta con cuidado y recuerdo que pensé tontamente que estaba siendo muy delicado. Pero, en cuanto comenzó a entrar el tronco, me dio un viaje que me hizo ver las estrellas. Cuando me quise dar cuenta su ingle estaba apretada contra mis nalgas y su pene me llegaba hasta las tripas. Ni siquiera noté que estaba gritando como loca.
–         Digo. Menudo cipotazo – dijo Gloria – Yo ni me lo creía. Lo único que atinaba a pensar era que, si se le ocurría hacerme eso a mí, me mataba fijo. Ésta daba auténticos alaridos mientras Jesús, sonriente, la agarraba de las caderas y empezaba a bombearle el culo. Rocío, desesperada, tironeaba de las esposas y chillaba, mientras el nabo se hundía inmisericorde una y otra vez en su culo.
–         Sentí un dolor atroz. Pensaba que me había destrozado el culo. Yo lloraba y le pedía perdón, le rogaba que parase, pero él no hacía caso – dijo Rocío ya inmersa en la narración – Entonces, Jesús llevó una mano hasta mi coño y empezó a frotármelo.
  • ¿De qué te quejas, puta? – me gritó – ¡Si estás empapada! ¡No me digas que no te está gustando!
–         No me preguntes por qué – dijo Rocío – pero sus palabras me hicieron darme cuenta de que… ¡en el fondo disfrutaba! ¡Me gustaba lo que hacía! Estaba alucinada, no podía creérmelo, así que seguí chillando y pidiéndole que parara, pero, en realidad, ¡no quería que parase!
–         Te entiendo – le dije recordando cómo me sentí yo después de que Jesús me follara la primera vez.
–         Jesús siguió enculándola un buen rato – continuó Gloria – sobándole las tetas y dándole unos empellones que amenazaban con estrellarla contra la pared. He de reconocer que aquello me había puesto cachondísima, sobre todo desde el momento en que los gritos de ésta comenzaron a menguar y sus gemidos de placer empezaron a subir…
–         Me corrí varias veces – siguió Rocío – Aunque yo me esforzaba por disimularlo mordiéndome los labios, pues no quería que se diera cuenta de que estaba disfrutando… pero era inútil, pues él leía en mí como en un libro abierto.
  • Te lo pasas bien, ¿eh, puta? ¿Cuántas veces te has corrido ya?
  • ¡Ni…ninguna! – mentí – ¡Déjame ya, hijo de puta!
  • ¿En serio? ¿Quieres que deje tu culo?
  • ¡SÍ!
  • ¡Pues va a ser que no!
–         Y la verdad es que me alegré de que no parase.
Se produjo entonces una pausa en el relato. Gloria y yo aprovechamos para echar sendos tragos a los batidos, para recobrar el aliento. Amablemente, le ofrecí mi batido a Rocío, que dudó unos segundos hasta que Gloria asintió con la cabeza.
–         Gracias, Ama – me dijo la chica.
Tras calmar la sed, nos quedamos mirándonos las unas a las otras unos segundos, hasta que Gloria decidió seguir.
–         Por fin, Jesús se corrió a lo bestia. No sólo le llenó el culo hasta el fondo, sino que después se la sacó y se le corrió encima pringándola por completo.
–         Sentí como fuego en mis entrañas cuando el Amo se derramó en mi interior. Mi mente se quedó en blanco y volví a correrme simplemente por sentir su semilla dentro de mí. Después noté mareada cómo su semen quemaba mi piel y me sentí feliz… aunque no quería reconocerlo.
  • Hi… hijo de puta – sollocé – Ya te has quedado a gusto. Ahora suéltame.
  • ¿Por qué? ¿Ya no tienes más ganas de fiesta? ¡Porque yo sí!
–         Entonces me dí cuenta de que, a pesar de la monumental corrida, su polla seguía como el mástil de la bandera. No podía creérmelo. Nunca había visto nada así con ninguno de los chicos con que me había acostado.
–         Y fueron unos cuantos, ¿verdad, guarra? – la interrumpió Gloria riendo – Aunque hay que reconocer que la semana previa a tu fiestecita Jesús se había abstenido de… usarnos, por lo que iba bien cargado y dispuesto.
–         Y es algo que le agradezco profundamente al Amo – dijo Rocío, sumisa.
–         Entonces Jesús me indicó que le alcanzase las llaves de las esposas. Lo hice un poco remisa, pues lo que me apetecía era que me dedicase a mí un rato – dijo Gloria – Él debió de notarlo, porque me dijo:
  • Te estás portando muy bien, nena. Tienes permiso para masturbarte.

–         Tras decirme esto, desató una de las muñecas de Rocío y, con bastante rudeza, la hizo incorporarse…

 
113

–         Las piernas no me sostenían, de lo contrario habría intentado huir. Aunque quizás no, pues en el fondo deseaba que me maltratara un rato más.

–         Estirando sus brazos hacia arriba – siguió Gloria – pasó las esposas por el listón más alto y volvió a atarla, de forma que quedó de pié con los brazos alzados. Como los grilletes le estorbaban, Jesús se arrodilló y la libró de ellos. Supongo que primero pensó en ordenármelo a mí, pero, cuando me miró, yo ya estaba despatarrada en el suelo, con las bragas en los tobillos y pasándome un vibrador por la vulva, mientras observaba sus maniobras, anhelando ser yo la afortunada.
  • Siempre he deseado hacer esto – dijo Jesús acercándose a Rocío con la verga en ristre.
–         Yo – dijo Rocío – al verle venir, pataleé indefensa, aunque sin mucha convicción. Jesús lo notó, pues me miraba con su típica sonrisa en los labios.
–         La conozco bien – asentí.
–         Agarrándome por los muslos, apretó su erección contra mi entrepierna y empezó a frotarla. Yo, deseando que me la metiera de una vez, cerré los ojos y aparté la cabeza, pero el Amo tenía ganas de jugar.
  • ¿La quieres? – me preguntó sin dejar de frotarla contra mis hinchados labios.
  • ¡NO! ¡Suéltame, cabrón! – atiné a decir, aunque me moría por tenerla dentro.
  • ¿En serio? – dijo él, juguetón – ¿De veras que no la quieres? Entonces será para otra. ¡Gloria, ven aquí!
–         Como un cohete me levanté y corrí hacia el Amo. Me agarró con rudeza y me dio la vuelta, obligándome a inclinarme y a agarrarme a un peldaño de la escalera junto a Rocío. Sin miramientos, como a él le gusta, me la clavó en mi encharcado coño y empezó a follarme. Me corrí a los cinco segundos y si no me derrumbé fue porque él me sostuvo en pié con sus fuertes brazos. 
  • Deberías ser más sincera – dijo Jesús mirando a Rocío a los ojos – ¿Ves cómo hace Gloria? Como se porta bien obtiene su recompensa. ¿No quieres tú lo mismo?
  • N… no – balbuceé.
  • Pues tu cuerpo dice otra cosa. ¡Gloria, tócale el coño y dime cómo está!
–         Como buenamente pude, solté una mano del peldaño y lo llevé a la entrepierna de Rocío. Efectivamente, Jesús tenía razón y los jugos resbalaban por la cara interna de los muslos de esta guarra, mientras que su coño estaba caliente y palpitante.
  • E… está empapada Amo – gemí mientras él seguía follándome, arrastrándome hacia un nuevo orgasmo.
  • ¿Lo ves? – resolló Jesús bombeando con más ganas. ¿Seguro que no la quieres? ¡Puede ser tuya sólo con pedirlo!
–         Me resistí un par de minutos más, aunque sabía que no iba a conseguirlo. Además, el Ama Gloria no dejó en ningún momento de juguetear en mi vagina con sus dedos, por lo que estaba caliente al máximo. Finalmente, me rendí.
  • Va… vale… – farfullé.
  • ¿Cómo dices? – dijo el Amo.
  • Que tú ganas… La quiero…
  • ¿El qué quieres? No te entiendo.
  • ¡TU POLLA! – aullé – ¡QUIERO TU POLLA! ¡QUIERO QUE ME FOLLES!
–         Por desgracia – dijo Gloria – eso era justo lo que Jesús estaba esperando. Sin perder un segundo, me la sacó del coño y se fue a por esta guarra, que ya estaba abierta de patas. En un momento, la tuvo ensartada y empezó a follársela, mientras la muy zorra gemía y chillaba con las piernas anudadas a la cintura de Jesús.
–         Me pasó como al Ama Gloria – dijo Rocío – En cuanto me penetró, el Amo me llevó al orgasmo. Estaba como loca, nunca me había sentido así. Me encantaba que me insultara, que me llamara guarra, puta… estaba excitadísima. Ya se me había olvidado todo lo que me había hecho, mis amigos, mi novio… todo. Lo único que quería era sentir cómo me follaba… cómo me usaba…
–         Yo, por mi parte – dijo Gloria – a pesar de haberme corrido una vez no tenía bastante, pues Jesús me había dejado a medias. Como tenía permiso volví a sentarme en el suelo y cogí el consolador. Entonces me asaltó una duda y cogí el consolador gigante, el de Rocío y, torpemente, me metí la punta en el coño.
–         Yo vi cómo el Ama Gloria hacía aquello, y eso me encendió más todavía.
–         Sin embargo, al sentir aquella enormidad en mi interior, me di cuenta de que era demasiado para mis posibilidades, así que lo saqué y seguí masturbándome con uno más normalito.
–         No se ofenda, Ama Gloria, pero el ver que usted no podía con el grande me llenó de estúpido orgullo.
–         No me ofendo, no me extraña que tu coño hubiera dado tanto de sí. Con tanta gente como lo usaba… – dijo Gloria un poco picada.
–         El Amo hizo que me corriera varias veces – siguió Rocío mirándome – Hasta que finalmente se corrió él también. Lo hizo directamente en mi interior, sin preocuparse, como es su derecho. Tras correrse, me la sacó de dentro, con lo que volví a quedar colgada de las esposas, con los pies en el suelo, mientras sentía cómo su simiente se deslizaba en mi interior y por mis muslos. Él, tranquilamente, sacó un paquete de tabaco y se tumbó en una colchoneta a echar un pitillo.
–         Se quedó allí tumbadito mirándonos – dijo Gloria – A mí machacándome el coño con un consolador y a esta zorra atada, sudorosa y pringada de semen. Cuando por fin me corrí, Jesús me dio un par de minutos para recuperarme y me dijo:
  • Gloria, son casi las siete de la tarde. Tengo un poco de hambre. Ve a comprar unos cafés y unos bollos.
–         Yo obedecí con presteza y, cogiendo las llaves que Jesús me ofrecía, salí del gimnasio.
–         ¿Y qué pasó mientras estuviste fuera?
–         Nada – intervino Rocío – El Amo se echó una cabezadita en la colchoneta, dejándome allí esposada, mientras mi mente trataba de encajar lo que había pasado. No podía creer lo que el Amo me había hecho pero, sobre todo, no podía creer estar deseando que me hiciera mucho más.
Los batidos se habían acabado, así que Rocío fue a por más. Gloria le dio permiso para traerse uno para ella. Durante un rato, no dijimos nada, mientras yo trataba de asimilar lo que me habían contado, representando en mi mente con gran claridad los fotogramas de la película que acababan de contarme.
Gloria también estaba extrañamente callada, contemplándome como tratando de sopesar cómo había encajado yo aquel relato.
Lo cierto era que, aunque estaba un poco aturdida por la magnitud de lo que acababa de escuchar (la narración de una violación en toda regla), me sentía muy excitada, sobre todo por haberlo escuchado todo directamente de labios de la víctima, que confesaba sin tapujos haber disfrutado de aquello.
No podía evitar trazar paralelismos entre la iniciación de Rocío y la mía propia, descubriendo que no me costaba tanto el aceptar que la chica hubiera sido capaz de disfrutar en una situación como esa pues, al fin y al cabo, a mí me había pasado algo semejante.
Poco después regresó Rocío con las bebidas. Sin decir nada, las repartió y volvió a situarse a espaldas de Gloria, reanudando el masaje en sus hombros.

–         A ver, por donde iba – dijo Gloria como si la pausa no hubiese existido – Regresé como a la media hora, con cafés y unos croissants que compré por allí cerca.

 
16

Efectivamente, cuando volví me encontré con Jesús dormitando sobre una colchoneta, mientras Rocío, medio desmayada, seguía esposada al listón.

–         Me dolían las muñecas por las esposas, pero apenas lo notaba, pues el coño me latía tan fuerte que tuve que empezar a frotar los muslos intentando darme un poco de placer. Estaba llorando y siseaba por lo bajo insultando y maldiciendo al Amo, pero interiormente estaba deseando que se levantara de la colchoneta y volviera a follarme – intervino Rocío mientras Gloria sorbía su batido.
–         O sea que, en el fondo, Jesús te había calado bien – dije.
–         Sí. Con el tiempo me contó que había percibido mi sumisión latente observándome con mi pandilla. Yo nunca llevaba la voz cantante, excepto cuando me enfrentaba a gente más débil que yo y siempre que me sintiera respaldada por mis amigos. Creo que por eso me metí tanto con el Amo antes de que me iniciara: porque había tenido miedo de él cuando nos enfrentamos en el aula y esa era una sensación que yo odiaba con toda mi alma. En el fondo, lo que yo quería era que alguien me dijera lo que debía hacer. Y eso lo notaban mis amigos y se aprovechaban de mí.
–         Sí – dijo Gloria – En realidad, aunque Rocío era una macarra en el colegio, metiéndose con los alumnos más jóvenes, en su grupo era una piltrafilla y todos hacían con ella lo que querían. Era un juguete sexual.
–         ¿En serio? – pregunté.
–         Desde luego. Pero todo eso cambió gracias a Jesús, ¿verdad, Rocío?
–         Así es.
Se produjo una nueva pausa hasta que Gloria continuó.
–         Desperté a Jesús y nos sentamos en la colchoneta a merendar. Ésta – dijo señalando a Rocío con el pulgar – nos insultaba sin mucho entusiasmo. Yo ya no sentía miedo porque fuera a denunciarnos o algo así, sobre todo después de haberla escuchado gemir de gusto y pedirle a Jesús que se la follara. Comprendí que seguía resistiéndose más porque era lo que se suponía que tenía que hacer que porque quisiera hacerlo realmente.
–         Es cierto. Era así – confirmó Rocío.
–         Jesús estaba super tranquilo, charlando amigablemente conmigo, haciendo planes para después. Yo pensaba que íbamos a reanudar la sesión de sexo, pues, desde luego, yo tenía ganas de más, pero Jesús estaba satisfecho, por lo que tuve que conformarme. Tras acabar, Jesús me ordenó que recogiera todas las cosas y yo obedecí mientras él se componía la ropa. Cuando estuvimos listos, me dijo que saliera.
–         En ese momento volví a asustarme muchísimo, pues pensé que pretendía dejarme allí atada – dijo Rocío – Pero no era así. Mientras me soltaba, el Amo me dio las primeras instrucciones de nuestra relación:
  • Ahora estamos en paz, putilla – me susurró – Puedes hacer lo que te venga en gana. Si quieres ir a la policía a denunciarme, no te cortes, aunque te advierto que te tengo grabada suplicando que te follara.
–         ¿Era cierto? – pregunté.
–         Nunca lo supe – dijo Rocío – Pero me daba igual, no pensaba denunciarle. Lo único que sentía en ese momento era ansiedad porque no se marchara.
  • Ahora me voy con Gloria a mi casa. Mis padres no regresan hasta el lunes y hoy se ha ganado que me la folle bien follada. Ésta es mi dirección – dijo dejando caer una tarjeta a mis pies – Si quieres que retomemos esto donde lo hemos dejado, puedes venir en cualquier momento de este fin de semana.
  • Una mierda voy a ir – respondí sin mucha convicción.
  • Como tú quieras – dijo el Amo sonriendo – Tú te lo pierdes.
  • Bastardo – acerté a escupirle.
  • Sí, sí, lo que tú quieras – dijo él riendo – Pero eso sí, las putas que entran en mi casa han de venir sin bragas. Así que ya sabes, si quieres volver a disfrutar de mi polla tendrás que venir en plan comando a mi casita. Por cierto, me gustan las minifaldas esas que sueles ponerte.
–         Tras decirme esto, las esposas se soltaron y caí de rodillas al suelo, completamente sin fuerzas. Miré cómo el Amo se alejaba de mí, dirigiéndose a la puerta del gimnasio, sintiendo cómo mi corazón latía desbocado, tratando de resistir el impulso de gritarle que volviera y acabara lo que había empezado… Lo logré a duras penas…
–         Jesús se reunió conmigo fuera del gimnasio – continuó Gloria – sonriente como si no hubiera pasado nada. Sorprendiéndome un poco, pues no solía mostrarse muy cariñoso en público, me rodeó los hombros con el brazo, atrayéndome hacia sí y me dio un beso en el pelo, agradeciéndome mi ayuda.
  • Te has portado muy bien, perrita – me dijo – Ahora vamos a pasar por tu casa y cogerás ropa para todo el fin de semana. Te vienes a mi casa, que mis padres no están y te quedas hasta el lunes conmigo. Te has ganado tu premio.
–         Salimos del colegio abrazados, con mi brazo rodeando su cintura mientras su mano se posaba directamente en mi culo. Me dio igual que nos viera la gente, pues me sentía totalmente feliz de saber que ese fin de semana Jesús era completamente mío. O eso me creía yo.
Se quedaron calladas tras acabar su relato. Yo me sentía bastante caliente por todo aquello e incluso sopesé ordenarle a Rocío que volviera a aplicarme el “tratamiento completo”, pero no me atreví. En vez de eso pregunté:
–         ¿Y qué pasó? ¿Fuiste finalmente a casa de Jesús?
–         ¿Tú que crees? – dijo riendo Gloria.
–         Supongo que sí – respondí encogiéndome de hombros.
–         ¿Quieres saber el resto?
–         ¡Claro!
–         Te has puesto un poquito cachonda, ¿verdad?
–         La verdad es que sí – respondí incorporándome un poco para que mis tetas surgieran del agua y pudieran observar lo duros que estaban mis pezones.
Aquello hizo sonreír a Rocío. Tenía una bonita sonrisa.
–         Bueno – dijo Gloria – pues Jesús cumplió lo prometido y se pasó la tarde-noche del viernes follándome a tutiplén. Me lo pasé de puta madre. Por desgracia, esta guarra no aguantó más y el sábado se presentó en casa de Jesús.
–         Lo siento, Ama Gloria – dijo Rocío bajando la mirada.
–         ¡No seas tonta! – rió Gloria – ¡Estoy de broma! Sabes perfectamente que me alegro mucho de que te unieras a nosotras…
–         Gracias, Ama.
Era obvio que a Gloria Rocío le caía infinitamente mejor que Kimiko. Mentalmente, me juré que averiguaría qué había pasado entre las dos para detestarse tanto.
–         Pues eso, estábamos en plena faena en la cama de sus padres cuando el timbre sonó – continuó Gloria – Extrañamente, pues lo habitual era que me ordenase a mí abrir la puerta, Jesús me la sacó del coño y se levantó de la cama, saliendo del dormitorio en pelotas, sudoroso y con la polla como un leño, dejándome confundida y agitada.
–         Ya lo supongo – reí.
–         Sist., no interrumpas, guarrilla – bromeó Gloria – Escuché cómo la puerta se abría y a Jesús saludando. Oí una voz femenina que respondía, pero claro, yo no sabía quien era porque no había estado presente durante la conversación final en el gimnasio y desde luego, Jesús no me había dicho nada.
–         Comprendo.
–         Muerta de curiosidad, me asomé con cuidado a la puerta para ver quien era la visitante y me encontré con ésta, con la falda levantada en el umbral de la puerta, enseñándole el coño a Jesús, para que pudiera comprobar que iba sin bragas.
–         ¡Vaya! – exclamé – Así que te rendiste sin contemplaciones.
–         ¡Oh, no! – respondió Rocío – En absoluto fue así.
–         ¿En serio?
–         Y tan en serio. Después de que me dejaran sola en el gimnasio, tardé un buen rato en reunir fuerzas suficientes para vestirme. Medio sonámbula, abandoné el centro aprovechando una puerta que me habían dejado abierta. Hundida, pues estando sola no tenía más remedio que reconocer que me había quedado con ganas de más, me dirigí a mi casa y me encerré en mi cuarto.
–         ¿No lloraste? – pregunté infantilmente, acordándome de mi propia reacción tras mi primer encuentro con Jesús.
–         Como una condenada. Me sentía triste, asqueada conmigo misma, pero sobre todo insatisfecha, lo que acentuaba el asco que sentía por mí.
–         Te entiendo – afirmé.
–         Aunque me repugnaba hacerlo, no tuve más remedio que masturbarme varias veces, tratando de calmar el fuego que ardía en mis entrañas, intentando calmarme lo suficiente para no salir corriendo en busca de la casa del Amo.
¡Joder! Aquella chica había experimentado exactamente los mismos sentimientos que yo.
–         A medida que iba calmándome, la rabia iba creciendo en mi interior. Y cuando llegó la noche, estaba más que decidida a vengarme.
–         ¡Oh!
–         La mañana del sábado me sorprendió sin haber pegado ojo. Ni siquiera había tratado de dormir. Completamente decidida, me duché para despejarme la cabeza y me colé en el despacho de mi padre.
–         ¿No estaban tus padres?
–         No. Estaban fuera – respondió Rocío – Me dejaban sola muy a menudo.
–         Ya.
–         Saqué la llave del escritorio de mi padre de su escondite (que yo conocía perfectamente) y abrí el cajón.
–         ¿Qué buscabas? – pregunté intrigada.
–         La pistola de mi padre.
–         ¡Dios mío! – exclamé al comprender las implicaciones de lo que Rocío me decía.
–         Me vestí como el Amo me había indicado, sin usar ropa interior, pero mi intención era únicamente lograr que me dejara entrar en su casa.
–         ¿Ibas a matarle? – exclamé horrorizada.
–         Estaba completamente decidida. O eso creía yo.
Estaba flipando con lo que escuchaba. Aunque, en realidad, tampoco era nada tan extraño. ¿Acaso no había deseado yo misma que Jesús se muriera la noche después de nuestro primer encuentro?
–         Me dirigí a la dirección que figuraba en la tarjeta y subí al piso. Jesús me abrió la puerta y, al verle, me quedé paralizada.
–         ¿Por qué? – pregunté.
–         ¡Porque estaba en pelotas y empalmado, tonta – exclamó Gloria riendo, incapaz de permanecer callada ni un segundo más.
–         Exactamente. Cuando le vi, con el pene erecto apuntando hacia mí, con la piel brillante por el sudor… sentí cómo mi vagina se estremecía, mientras un escalofrío me recorría de la cabeza a los pies.
–         Ya me imagino – asentí.
–         Durante un instante, me olvidé por completo de mis intenciones y me quedé mirando embobada su erección. Entonces escuché la risilla del Amo, lo que me devolvió a la realidad.
  • Vaya, vaya, has tardado un poco más de lo que pensaba. Pensé que vendrías ayer mismo.
  • No… no… – acerté a responder
  • Y bien, ¿has traído tu entrada?
–         Comprendí perfectamente a qué se refería, así que lentamente, me subí la falda para que pudiera verificar que iba sin bragas. Lo hice con cuidado, pues llevaba la pistola a mi espalda, metida en la cinturilla de la falda, no fuera a ser que se cayese.

–         Jesús, al comprobar que llevaba el coño al aire, sonrió y la hizo pasar – continuó Gloria, necesitada de hablar – Yo, que no quería que me pillaran espiando, corrí a la cama y me eché encima de un salto. Pocos segundos después, entró en el cuarto Jesús, aún con su empalmada en ristre, seguido por esta guarrilla, con una cara de acojone que daba risa.

–         Era normal – intervine –teniendo en cuenta lo que pensaba hacer…

–         Sí, supongo – coincidió mi alumna – Pues bien, Jesús se tumbó a mi lado y empezó a acariciarme las tetas. Me empujó un poco para que quedara de espaldas a él, estando los dos de costado y empezó a frotarme la polla por mi rajita desde atrás, lo que me hizo abrir las piernas, loca porque continuase con la faena, pero entonces…
–         Jesús me indicó que me desnudara – siguió Rocío – Durante un segundo estuve tentada de obedecerle, pero logré reunir valor suficiente y saqué la pistola apuntándoles a ambos.
–         Lo de valor suficiente es un decir – interrumpió Gloria – Porque las manos le temblaban tanto que, aunque estaba a menos de un metro de nosotros, no creo que nos hubiera acertado a ninguno.
–         ¿No te dio miedo? – pregunté dirigiéndome a Gloria.
–         ¿Estás de coña? – exclamó ésta – ¡Casi me cago encima del colchón! De no ser porque Jesús me agarró con fuerza, impidiéndome levantarme, hubiera quedado una silueta de mí atravesando la puerta de la casa…
–         Yo también estaba asustadísima… No comprendo cómo se me ocurrió hacer aquello – susurró Rocío.
Estuve a punto de decirle que la comprendía, pero me lo pensé mejor y callé, no fuera a ser que alguna le contara a Jesús que yo también había pensado en cargármelo.
–         Pues ni te cuento yo. En mi vida me habían apuntado con un arma. Y espero que esa fuese la última vez…
–         Ya me imagino – coincidí.
–         Estaba aterrorizada – siguió Rocío – A esas alturas no sé si pretendía hacerle daño de verdad, creo que realmente no me hubiese atrevido a apretar el gatillo, pero al menos quería darle un susto de muerte al Amo, vengarme y humillarle… hacerle suplicar por su vida, porque sentía que eso me ayudaría a recuperar el control de la mía pero…
–         Pero, ¿qué? – pregunté al ver que Rocío detenía la narración.
–         No conseguí nada – concluyó.
–         ¿Por qué no?
–         Porque el Amo no se amilanó lo más mínimo.
  • Vaya, así que has decidido acabar conmigo para vengarte – me dijo tranquilamente.
  • ¡Sí, cabrón, voy a volarte las pelotas! – respondí, enfadada sobre todo porque él no se mostrara asustado.
  • Pues vale, si es lo que quieres hacer…
  • ¿Q… qué?- balbuceé sin podérmelo creer.
–         Yo tampoco podía creérmelo – interrumpió Gloria.
  • Que si es lo que quieres hacer… no puedo hacer nada para impedírtelo. Estoy tumbado en la cama y tú estás de pié con un arma. Si intento quitártela me volarás la cabeza, así que no puedo hacer nada. Si estás decidida a ir a la cárcel, adelante, dispara.
  • ¡Voy a hacerlo! – grité reuniendo los pocos arrestos que me quedaban.
  • Pues hazlo. Pero antes quiero pedirte dos pequeños favores.
  • ¿Có… cómo? – murmuré.
  • Que me concedas dos favores antes de matarme. Ya sabes, la última voluntad del condenado.
  • Ha… habla – tartamudeé.
  • Primero, que no le hagas daño Gloria. Ella no tuvo la culpa de lo que pasó y no podría haber hecho nada para impedirlo. Además, si yo se lo ordeno no testificará en tu contra en el juicio así que no tendrás que preocuparte.
–         ¡Cuánto quise a Jesús en ese momento! Casi me echo a llorar – exclamó Gloria, incapaz de contenerse.
  • Y… ¿y el otro…? – susurré.
  • Que me dejes terminar el polvo que estaba echando. No quisiera morirme empalmado sin haberme corrido.
–         No podía creérmelo. La desfachatez del Amo me dejaba anonadada. Nada estaba saliendo como yo había planeado.
  • Quien calla otorga – dijo el Amo al ver que yo me había quedado con la boca abierta.
–         Y ni corto ni perezoso me endiñó un cipotazo desde atrás. Yo no me lo esperaba para nada, pues no podía creerme que se dedicara a follarme tranquilamente mientras una loca nos apuntaba con una pistola, pero, cuando quise darme cuenta, ya la tenía enterrada hasta el fondo y me estaba propinando sus formidables culetazos en el coño.
–         Me quedé atónita al ver cómo empezaba a tener sexo con el Ama Gloria ignorándome por completo. Yo miraba estúpidamente la pistola, como queriendo asegurarme de que realmente estaba allí…
–         Y Jesús, importándole todo un bledo, siguió folla que te folla, sujetándome bien fuerte, no fuera a ser que me diera por salir cagando leches de allí.
–         ¿Y te hubieras escapado dejándole allí? – pregunté.
–         ¡Ay, cariño! ¡En cuanto me la metió se me fueron de la cabeza todas las ideas de fuga! ¡No sé si fue porque aquel podía ser su último polvo, pero lo cierto es que me aplicó un tratamiento de primera categoría.
–         Madre mía – dije sin saber si reír o llorar.
–         Jesús siguió martilleándome el coño a lo bestia. Cuando se hartó de la posición me cogió por la cintura y, sin sacármela, me puso a cuatro patas y siguió follándome de rodillas desde atrás. Me penetraba con violencia, con empellones secos y certeros, que me hacían ver las estrellas. Me corrí a lo bestia, escuchando cómo su polla chapoteaba en mi inundado coño.
–         ¡Es verdad! – exclamó Rocío – ¡Aquel sonido! El ruido que hacía su pene al clavarse me estaba volviendo loca. Me sentía caliente, no podía pensar con claridad. Mis ojos estaban fijos en el pene del Amo, viendo cómo se hundía una y otra vez en Ama Gloria… y yo solamente deseaba ocupar su lugar….
  • Déjate ya de tonterías y únete a nosotros. Desnúdate de una puta vez – me ordenó el Amo de repente.
 
Sin-t-C3-ADtulo4

–         Y obedecí. Como un autómata dejé caer la pistola sobre la alfombra. Con rapidez, me despojé del jersey, la minifalda y los zapatos y me subí a la cama donde el Amo seguía hundiéndose una y otra vez en ella – dijo Rocío apretando levemente sobre los hombros de Gloria – Me acerqué al rostro del Amo e intenté besarle, pero él apartó la cara, poco dispuesto a perdonarme.

  • ¿Quieres besarme? – siseó – ¿Crees que voy a besar a una furcia que ha intentado matarme? ¡Aún te queda mucho antes de que te permita algo semejante!
  • Jesús, yo… – balbuceé confundida.
  • ¡Nada de Jesús, zorra! ¡Para ti soy, ahora y para siempre tu AMO!
  • Sí, Amo, lo que usted diga – asentí.
  • Y si quieres besar algo de mí, puedes empezar por ¡MI CULO!
–         Entendí perfectamente lo que el Amo me pedía. Ya lo había hecho antes con otros chicos. Me arrodillé detrás de él y le separé las nalgas con mis temblorosas manos, hundiendo mi cara en medio. Enseguida, empecé a estimular su ano con mi lengua, chupándolo con ardor y tratando de llegar cada vez más adentro.
–         Aquello le gustó mucho a Jesús, pues empezó a jadear y a gemir de placer y redobló sus esfuerzos en mi coño. Yo se lo agradecí con un nuevo orgasmo, que me dejó ya medio desmayada y sin fuerzas, aunque a él le dio igual pues siguió follándome con las mismas ganas.
  • ¡Límpiamelo bien, puerca! – gritó Jesús – ¡Que esta mañana he cagado un montón y no me he limpiado!
–         ¿En serio? – exclamé incrédula.
–         ¡Bah! – dijo Gloria – era una mentira para humillar a Rocío. ¿No te has dado cuenta de que Jesús es muy limpio?
–         Sí, era mentira – dijo Rocío – Y yo lo sabía, pero me encendió el que me insultara. Tenía la vagina empapada….
–         Jesús te calibró bien, ¿eh guarrilla? – rió Gloria.
–         Sí. El leyó a través de mí y comprendió mis auténticos deseos…
Las miré un par de segundos, atónita y alucinada por lo que me estaban contando. Aunque, en el fondo, lo que pensaba es que me hubiera gustado estar en su lugar.
–         Cuando Jesús notó que iba a correrse me la sacó del coño y apartó a Rocío de un empujón, dejándola tumbada sobre el colchón. De rodillas acercó su polla hasta la cara de esta guarra y se la metió en la boca hasta la garganta.
–         Casi me ahogo de la impresión, su pene se abrió paso sin compasión entre mis labios y se deslizó por mi garganta. No pude soportar las arcadas y traté de apartarme, pero el me sujetó con fuerza, manteniendo mi cara apretada contra su ingle.
–         Y se corrió, claro – aseveré de forma totalmente innecesaria.
–         ¡Y tanto que lo hizo! – rió Gloria – ¡Esta golfa no podía con tanta leche y gemía y lloraba tratando de escapar de Jesús, pero él se mantenía firme vaciando las pelotas en su garganta!
–         Comprendí que lo único que podía hacer era tragármelo todo – siguió Rocío con entusiasmo – aunque no podía con tanto semen y parte se escapaba por la comisura de mis labios, pues tenía toda la boca llena. Cuando el Amo estuvo satisfecho, me empujó a un lado y yo caí sobre el colchón, escupiendo sobre la alfombra gruesos pegotes de semen.
–         Me dio hasta pena verla así, pero ni se me pasó por la cabeza protestar, no fuera a ser que me hicieran a mí lo mismo – dijo Gloria.
  • Vamos, venid conmigo, que estoy todo sudado y quiero ducharme – ordenó Jesús.
–         En cuanto salió del dormitorio ayudé a Rocío a levantarse. Tenía miedo de que se cabreara otra vez y cogiera de nuevo el arma, pues Jesús había pasado olímpicamente de ella y la había dejado allí tirada.
–         Pero a mí ni se me pasó por la imaginación hacer algo semejante. Sólo quería ir detrás del Amo y hacer lo que me ordenara, para ver si así recibía un premio como el Ama Gloria.
–         Le seguimos al baño y nos metimos todos en la bañera, donde las dos nos dedicamos a lavar el cuerpo de Jesús.
–         Sí, ya sé cómo va eso – dije.
–         Lo que le hacíamos debía de gustarle, pues poco a poco la polla fue poniéndosele morcillona. Entonces nos ordenó que se la chupáramos. Ni cortas ni perezosas nos arrodillamos frente a él y procedimos a asearle el falo con nuestras lenguas, mientras éste crecía cada vez más.
–         Cuando estuvo bien duro – siguió Rocío – el Amo me obligó a darme la vuelta y a ofrecerle mi culo.
–         Con la habilidad que le caracteriza en estos menesteres, Jesús se la colocó en el culo y se la clavó hasta el fondo, mientras Rocío gritaba como si le rompieran el alma.
–         Es que me dolió mucho, Ama Gloria, yo no esperaba que me sodomizaran con tanta fuerza, sino que pensaba que el Amo iba a usar mi vagina.
–         Sea como fuere, los gritos de esta golfa molestaron a Jesús.
  • Tápale la boca a esta puta, Gloria – me ordenó.
–         Y claro, yo se la tapé con lo que más tenía a mano.
–         Déjame que lo adivine – la interrumpí riendo – Le pusiste el coño en la boca.
–         ¡Toma, claro! ¡Y la verdad es que me lo comió bien comido! ¡Desde luego no era su primera vez.
–         No, no lo era. Como mi Amo me ordenaba que le diera placer al Ama Gloria, yo me dediqué a ello con ahínco, mientras sentía cómo el pene del Amo se hundía una y otra vez en mi trasero. Poco a poco el dolor fue menguando y enseguida me encontré disfrutando al máximo.
–         ¡Digo! ¡No veas cómo gemía y aullaba contra mi coño! ¡Había hasta eco! – exclamó Gloria.
–         Eso es mérito suyo – retrucó Rocío haciéndonos reír a la tres.
–         Jesús siguió dale que te pego en el culo de ésta hasta que se hartó y se la clavó en el coño.

–         ¡Oh, fue maravilloso cuando la verga del Amo se deslizó en mi vagina! ¡Me sentí tan feliz que llegué al orgasmo!

–         Y yo también. Cuando esta guarra se corrió me chupó el coño con tantas ganas que yo también me corrí.

–         Por desgracia el Amo también estaba a punto y llegó al clímax enseguida, pues por mí hubiéramos seguido así para siempre. Su semen inundó mi vientre como antes había hecho en mi boca y me sentí feliz y satisfecha.
  • Será mejor que empieces a tomar la píldora si es que no lo haces ya – me dijo el Amo mientras se retiraba de mi interior – Aunque la verdad es que me importa una mierda si lo haces o no.
  • Sí, que lo hago… Amo – respondí.
  • Pues vale.
–         Dicho esto terminó de enjuagarse y salió de la bañera con una toalla.
  • ¡Recoged esta pocilga! – nos gritó.
–         Obviamente, ambas obedecimos rápidamente – dijo Rocío.
–         Y tanto. El resto del fin de semana fue más o menos igual. Jesús nos hizo estar desnudas a todas horas y nos usaba cómo y cuando quería – dijo Gloria.
–         Sí.  Yo estaba deseando en todo momento que el Amo viniera y se encargara de mí.
–         Supongo que por la novedad, Jesús se folló a esta guarra más veces que a mí ese fin de semana.
–         Lo siento mucho, Ama – dijo Rocío, de nuevo compungida.
–         ¡Bah! No fue culpa tuya. Además, yo también tuve mi ración, pues Jesús me dijo que podía ordenarle a Rocío lo que me diera la gana.
–         Y tú le pediste el tratamiento completo, claro – dije sonriendo.
–         El completo… varias veces. Y el completísimo… Unas cuantas también – respondió Gloria sonriendo a su vez.
–         El Amo me usó como quiso, lo que me llenó de felicidad. Por ejemplo, esa noche televisaron el partido de su equipo y el Amo me hizo chupársela mientras veía el partido.
–         ¡Seguro que se corrió cuando marcaron un gol! – reí.
–         Bueno, la verdad es que primero marcaron los del otro equipo. El Amo se enfadó y dijo que era culpa mía, por no chupársela bien, por lo que me dio unos azotes.
–         ¿Que era culpa tuya? – exclamé sorprendida.
–         Era solamente una forma de marcar territorio – intervino Gloria – Aunque el culo se lo dejó como un tomate.
–         No me importó. Me había portado muy mal con el Amo… le había amenazado con un arma… me merecía el castigo – dijo Rocío con la mirada baja.
–         Esa noche yo dormí con Jesús en la cama – dijo Gloria – Y ésta tuvo que dormir en la alfombra… con el consolador negro otra vez metido en el coño…
–         ¿En serio? – exclamé atónita – ¿Te ató otra vez?
–         No, no – dijo Rocío meneando la cabeza – Sólo me hizo dormir con el dildo alojado en mi interior. Y ni siquiera fue entero…
–         ¿Y por qué hizo eso?
–         Para que aprendiera cual era mi lugar.
Las tres nos quedamos calladas. Rocío se mostraba ahora un tanto cohibida, como si se avergonzara ahora de todo lo que me había contado.
–         El domingo por la noche regresó Esther a la casa. Jesús sabía que su padre no vendría, así que nos quedamos con él las tres – dijo Gloria – Entonces nos indicó a su madrastra y a mí que, a partir de entonces, Rocío sería una más del grupo y que cualquiera de nosotras podría ordenarle lo que le viniera en gana, pues tendría que obedecernos como si se tratara de él.
–         A mí no me importó en absoluto – siguió Rocío – Pues lo único en que podía pensar era en que Jesús volviera a usarme como le complaciera.
–         Y entonces instauró lo de los rangos – intervine.
–         ¡No, no! Eso fue mucho después. En ese momento éramos sólo tres y, aunque Esther y yo no nos llevábamos muy bien, todavía no era necesario nada semejante, pues Jesús se las apañaba para tenernos controladas. Esther me veía como algo parecido a la novia de Jesús, por lo que se sentía celosa y me incordiaba todo lo que podía, pero Rocío… no era una amenaza para nadie, pues lo único que quería era que le mandáramos cosas.
–         Sí, así descubrí mi verdadera naturaleza – dijo la chica.
–         ¡Joder! – exclamé – ¡Menuda historia! ¡Y yo que pensaba que lo mío había sido fuerte! ¡No sé si habría podido soportar lo que te pasó a ti!
–         Oh, sí que lo hubieras hecho… – dijo Rocío mirándome enigmáticamente.
Un nuevo silencio sepulcral se apoderó de la sala del jacuzzi.
–         Pero no te creas que todo fueron cosas malas para nuestra Rocío, ¿verdad, nena? – dijo Gloria.
–         No, por supuesto que no – respondió la aludida.
–         Sí, ya lo pillo – intervine yo – Lo que a ella le gusta es ser humillada y maltratada por todos, así que se lo pasa muy bien con todo esto.
–         ¡No sólo me refiero a eso! – exclamó Gloria – ¡Hablo de cambios en su vida!
–         ¿En su vida? – pregunté extrañada.
–         ¡Claro! – exclamó Gloria – A partir de ese instante, Jesús la apartó de esa pandilla de macarras que abusaban de ella.
–         Para abusar de ella él mismo – pensé en silencio.
–         Se acabaron los trapicheos de drogas, las peleas y los follones. Como se veía que Rocío no valía para estudiar bachillerato, le consiguió plaza en una academia de estética. ¡Y lo pagó todo de su bolsillo!
–         ¿En serio? – exclamé sorprendida.
–         ¡Y tanto! Entre los tres buscamos cual podría ser la vocación de Rocío y descubrimos que era muy buena con los masajes, así que la metimos en el cursillo y ya lleva casi un año trabajando aquí. Le va muy bien, folla cuanto quiere y gana un buen dinero ¿verdad, golfilla?
–         Es cierto. Además, desde mi posición puedo colaborar para que las el Amo y las otras siervas puedan disfrutar de estas instalaciones – dijo la chica.
–         ¿Y no pueden pillarte? – pregunté.
–         No lo creo. Tengo mucho cuidado. Pero, si pasara algo… mantengo una relación con el encargado del centro y estoy segura de que podría evitar el castigo.
–         Eso es por todo lo que le haces, guarrilla… – bromeó Gloria salpicando con agua a Rocío.
–         Y eso… ¿te lo ordenó Jesús? – indagué.
–         ¡Oh, no! El Amo nos permite a todas mantener relaciones con quien queramos, siempre que estemos listas en cualquier momento para que él pueda usarnos. Martín es simplemente… algo así como un novio.
–         ¿Y disfrutas con él? – pregunté mirando fijamente a Rocío.
–         Ni la milésima parte que con el Amo – respondió ella sin dudar un segundo – Aunque me temo que eso mismo me pasaría con cualquier hombre que no fuera él.
Eso mismo me temía yo.
Rocío tuvo que marcharse a seguir con sus quehaceres, pues se había hecho tarde y ya no íbamos a tener tiempo de aplicarnos los tratamientos de belleza, así que ella se reincorporó al trabajo.
Gloria y yo seguimos charlando un rato más, especialmente sobre Rocío y su particular relación con el grupo, hasta que el pellejo empezó a ponérsenos como los garbanzos en remojo.
Así me enteré de que Jesús se enfrentó con un par de macarras de la pandilla de Rocío, que no se resignaban a quedarse sin su juguete favorito, pero por lo visto eran unos mierdas y no se atrevieron con él.
Rocío, además, descubrió así quienes eran sus auténticos amigos dentro de su grupo y quienes se juntaban con ella para aprovecharse, con lo que consolidó una fuerte amistad con un par de chicas, a las que ella misma ayudó a salir de esos ambientes tan feos.
Aquello me dejó mucho más tranquila, pues el relato de la historia de Rocío había hecho que me formara una imagen de un Jesús despótico y sin sentimientos y eso era algo que no acababa de gustarme.
Pero al final comprendí que no era así, sino que Jesús, simplemente, nos daba a cada una lo que necesitábamos.
Hartas de estar en remojo salimos del jacuzzi y nos pusimos los albornoces. No hizo falta llamar a nadie para salir de allí, pues Gloria se conocía las instalaciones como la palma de la mano y me llevó sin problemas al cuarto donde estaba mi ropa.
Tras vestirnos, nos reunimos de nuevo en el hall y allí rellené el formulario para darme de alta como socia, que entregamos a la recepcionista. Justo cuando nos marchábamos, Rocío apareció para despedirse y Gloria, sorprendiéndome, le dio dos cariñosos besos en las mejillas. Yo la imité.
–         De vez en cuando agradece una pequeña muestra de cariño – me susurró mientras nos marchábamos.
Gloria me cayó todavía mejor después de eso.
……………………………………
Cuando llegamos al bloque era bastante tarde, casi la hora de cenar. Nos montamos juntas en el ascensor y Gloria se despidió de mí en el cuarto, quedando en venir a recogerme por la mañana para ir juntas al colegio. Aunque no tan temprano como ese día.
–         Y tranquila, que mañana no hay que masturbar a ningún conserje – me dijo sonriendo mientras se cerraba la puerta del ascensor.
Mi encantador novio me esperaba con la cena preparada, cosa que le agradecí enormemente. Como estaba hambrienta, prácticamente devoré la comida. Como estaba cachonda, prácticamente devoré su polla cuando nos fuimos al dormitorio.
Fue una noche de sexo genial. Pero me dormí algo insatisfecha, pues ese día no había estado con mi Amo Jesús.
Continuará.
                                                                                                       TALIBOS
Si deseas enviarme tus opiniones, mándame un E-Mail a:
 

Ernestalibos@hotmail.com

17

 

 

 

 

Relato erótico: La mamá del colegio (POR CARLOS LOPEZ)

$
0
0

 PORTADA ALUMNA2


Sin títuloNuevo episodio de la saga de aventuras y juegos con la doctora Ortiz. Esta vez introducimos en nuestro juego a Olga, la madre de familia, elegante e irreprochable esposa, que nos encontramos en el restaurante. Verlas juntas fue bestial, como describo ahora.

Hola a todos, gracias por seguirme y gracias por los comentarios y el ánimo. Sigo con las aventuras con María, la doctora Ortiz, brillante psicóloga y guapa mujer. En mis relatos anteriores “Mi mejor conferencia”, “En el restaurante” y “La doctora Ortiz”, me aprovecho de situaciones morbosas para disfrutar del impresionante cuerpo de la doctora en distintos episodios y lugares… un aseo de un centro de conferencias (ella era la conferenciante!), mi propio coche, un restaurante de lujo, en la calle bajo la lluvia y, finalmente, en su propia consulta. Todos los casos han sido morbosos, pero el que más me impactó fue cuando nos encontramos en un restaurante de lujo a una conocida suya, Olga, y cómo ésta se quedó con ganas de verse envuelta en nuestros escarceos.
Siempre, en todos los episodios, María ha intentado dominar la situación, y yo siempre me he salido con la mía. Eso es lo que me tiene absolutamente enganchado a María. Su afán por imponerse a mí utilizando sus armas me fascina y me estimula. Al final, en todos los casos he sido capaz dar la vuelta a la situación, para que su propio morbo, generado por su propia mente sucia, la haya hecho someterse a mí. Entregarme su cuerpo para mí. Ella también ha salido ganando.
Mi última ocurrencia fue presentarme en su ciudad, y acudir a su consulta de psicología con nombre falso, en la distinguida clínica en la que trabaja. Tuve que tomar dos días libres en mi trabajo para pasar allí una noche. Mi hotel era céntrico y moderno, de esos con mesas tipo barra de bar y taburetes. En mi relato, “La doctora Ortiz” describo cómo aparecí por sorpresa en su consulta donde, después de un episodio sexual muy jugoso sobre su mesa, me fui tras darle un pequeño regalo en un paquetito con el nombre “María” y quedar citados para la noche… mis últimas palabras antes de salir de su consulta, mientras ella se vestía para atender al siguiente paciente fueron: “Luego nos vemos, María, en el paquete hay un pequeño detalle para ti, junto con una nota con el lugar y la hora de nuestra cita de esta noche. Puede que entonces tenga un regalo mejor. ¿Lo querrás probar? 🙂 …”
Había decidido hacerle un regalo. Había sido tan divertida la “lucha” en nuestros encuentros, que me había creado una enorme gran sentimiento de cariño hacia ella, además de una gran excitación cada vez que oía su voz, imaginaba su cuerpo, o su aroma estaba cerca. Es una mujer bella y sexy, de generosas curvas, pelo rubio y piel suave. En nuestras conversaciones morbosas, María me había confesado que, a pesar de ser heterosexual, tenía la fantasía de hacer el amor con una mujer, una mujer con curvas y el “culo redondo”. Según sus palabras “un culo como me gustan a mí”, y esa frase se me quedó grabada en la mente. A lo más que la doctora había sido capaz de llegar con otra mujer es a darse un beso largo en la boca en una noche de alcohol y carnaval. Y como sabía que ella no iba a atreverse nunca a propiciar algo así con una mujer, había decidido proporcionarle yo ese regalo.
Me faltaba un pequeño detalle para ello, otra mujer dispuesta. Y yo nunca he contratado ningún servicio sexual, ni pensaba hacerlo ahora. Pero estábamos en su ciudad. Es decir, también era la ciudad de la mujer con la que nos encontramos en el restaurante de Madrid el día de su conferencia… casada, elegante, impecable. Iba a intentar que fuera ella la elegida. Ya tenía pensada la maniobra para provocar toda la operación y estaba seguro de que me iba a salir bien. En el fondo, ya tenían alguna experiencia juntas. El día del restaurante, al vernos meternos mano bajo la mesa a María y a mí, Olga se excitó una barbaridad, hasta el punto que le entregó sus braguitas a María para mí en un episodio en el baño de señoras que aún no he aclarado. Aún las tengo, aunque hoy se las voy a devolver. Son suyas.
Antes de seguir, me gustaría contar lo que había en el paquete que acababa de regalar a María al salir de su consulta. Una muestra en un pequeño frasquito de la colonia que usaba yo. Por supuesto, de hombre. Un juego de ropa interior negra, que simulaba ser deportiva pero era muy exclusiva y sedosa. De la marca Chantal Thomass, me había costado un dineral, pero tanto ella como la ocasión lo merecían. Se lo había comprado porque me recordaba a los calzoncillos negros ajustaditos que uso a veces y mi objetivo, sin que ella lo supiese, era darle un cierto aire masculino esa noche. Y, por supuesto, una nota con unas breves instrucciones y comentarios. Decía así: “María, cielo, nuestros encuentros me han hecho muy feliz. Vale, reconozco que te he hecho pasar algún mal rato, aunque luego siempre te has divertido. Yo mucho, así que esta vez para compensarte, he decidido hacerte un buen y merecido regalo. Sabes que me gusta mucho jugar, y aún no te diré lo que es. Sólo quiero que esta noche, bajo tu ropa te pongas lo que va en el paquete (perfume incluido) y te espero en el restaurante japonés MIYAMA a las 21 horas. Besos, Carlos”.
Así que, como regalo para mi psicóloga, Iba a intentar un trío por sorpresa entre María, Olga y yo. No conocía a Olga bien, y había un cierto riesgo de que no aceptase, pero valía la pena correr el riesgo. Además, estaba claro que nuestros juegos la atraían y su aburrido marido no le hacía caso. Y ello pese a que Olga era mujer muy bella, morena, de pelo largo y liso, labios carnosos y bonitas curvas. María conocía a Olga porque tenía a un niño que iba al mismo colegio que sus sobrinos y, algún día que María los buscaba, coincidía con ella. Yo sabía dónde iba María al cole porque me lo había dicho, y estaba justo al lado de la clínica, así que ese día me presenté allí a la salida del colegio. Simulaba ser un padre más. Pantalones de pinzas y americana informal. Sin corbata.

Y sí allí, en la puerta del colegio estaba ella según lo previsto. Vaqueros claritos ajustados y botas de piel marrones con tacón. Cazadora marrón a juego con las botas. Impecable, como siempre. Me acerqué al corrillo de padres y madres en el que estaban esperando la apertura de la puerta del colegio. Al verme, la sorpresa fue enorme. Le cambió el color de su cara. No hay que olvidar que sólo me ha visto una vez en su vida, hacia pocas semanas, y en esa ocasión, en un restaurante de lujo, contempló como manipulaba a María bajo el mantel y se excitó tanto que quiso entrar simbólicamente en nuestro juego. Creo que el alcohol, y el poco caso que la hacía el imbécil de su marido, también la impulsaron a entrar en nuestro juego.

 

Yo me acerqué con mi mejor sonrisa al grupo de padres y, dirigiéndome a ella, dije “Olga! Qué sorpresa! Hacía tiempo que no coincidíamos…”. Ella, visiblemente nerviosa al reconocerme, correspondió a mi saludo con dos besos en las mejillas simulando también una vieja amistad, y se apartó un poco de su grupo. En ese momento, con una actitud amable y relajada, pero no insistente, le dije “es que tengo algo tuyo y te lo tenía que devolver… además, tú me hiciste un regalo precioso y yo tenía que corresponderte”. De su boca salían palabras un poco inconexas “pero… cómo has llegado… no…”. Yo, con mi mejor cortesía, contesté sus dudas “da igual cómo, no temas, no soy un loco ni nada parecido, estoy en esta ciudad circunstancialmente y sólo quería devolverte esto. Te escribí una nota también”. Y sin mucho más intercambio de palabras, le entregué el segundo paquetito que había preparado ese día (con el nombre Olga), y me alejé con una sonrisa. Había pretendido mostrar una actitud tranquila y amable, y creo que lo había conseguido Ya estaban abriendo las puertas del colegio y los padres se disponían a recoger a sus pequeños. Ella, seguro que con el corazón latiendo y una bolsita en la mano, también.

La suerte ya estaba echada.
El paquete de Olga contenía sus propias braguitas. Aquellas que llevaba y entregó a María para mí el día del restaurante. Granates y con bordados granates también. Junto con ellas, había un sobre grande que contenía un segundo sobre pequeño y una nota escrita por mí: “Perdona por no haberte devuelto la prenda lavada, me ha inspirado tu olor para lo que te voy a proponer en este mensaje. El día del restaurante en Madrid me quedé impactado con lo que pasó. Me encantaría tener un juego contigo. Por supuesto, sólo si quieres. No te preocupes, si no quieres, te prometo que no te volveré a ver y te deseo lo mejor. En caso de que quieras jugar, tienes que seguir unas reglas del juego. Son estas: 1. Sólo voy a estar un día en tu ciudad, me alojo en el hotel XXXX, y mañana me vuelvo a Madrid. A las 22:30 en punto tienes que estar en la puerta de mi habitación y sólo allí abres el segundo sobre que está dentro de éste. 2. Por supuesto, si vienes, tienes que hacer todo lo que yo diga, vas a experimentar sensaciones nuevas y yo voy a guiarte en ellas. 3. Si tu puntualidad no es absoluta, entenderé que no estás dispuesta a hacer lo que yo diga, entonces no habrá juego. 4. No temas, no habrá ningún daño físico ni sensación de dolor. Todo lo contrario, habrá placer y morbo. 5. A las 3 de la mañana, un taxi te devolverá a tu casa. 6. El vestido que traerás será el mismo que el que llevabas en el restaurante, jajajaja esta regla no es parte del juego y te lo puedes saltar. Sólo es un capricho mío.”
Ya tenía todo el juego preparado. María, la psicóloga, citada a las 21 horas en un restaurante japonés de esos en los en los que los platos de sushi circulan solos por la barra. Allí comeríamos algo, tomaríamos una copa, y la iría preparando para su regalo, aunque aún mantendría la sorpresa. En cuanto a Olga, ella debía aparecer a las 22:30 horas en la habitación de mi hotel y seguro que vendría enfundada dentro de su vestido granate. Esta petición era un capricho mío, pero me iba a servir para saber si estaba dispuesta a todo esa noche. El vestido era elegante, ajustado, ligeramente escotado con botones en la parte de delante, con tirante ancho y brazos descubiertos. Estaba loco por verla aparecer.
Algo me hacía estar seguro de que ella iba a venir. En el fondo, ya me había regalado sus braguitas el día de aquella cena, cuando la encontramos cenando con su marido y el jefe de él y su esposa. María nunca me contó lo que pasó en ese aseo de señoras. Sólo sé que María y Olga entraron juntas, y salieron con los colores subidos en las mejillas y sin ropa interior bajo el vestido. Cada vez que lo recordaba sentía excitación, y esta noche iba a tenerlas a ambas en mi habitación. No me podía sentir mejor.

La tarde era radiante, o eso me parecía a mí. Tras un breve paseo por la ciudad, volví a mi hotel y me di un largo baño relajante. Me vestí informal, con vaqueros, camisa y un toque de colonia, y a las 20:50 ya estaba en la barra del japonés esperando a María. Ella llegó con una falda de vuelo negra, zapatos de tacón negros, camisa blanca transparente bajo la que se adivinaba la lencería negra que le había comprado… ummmm estaba preciosa. Me acerqué a darla dos besos y puede percibir el olor de mi propia colonia. Era un aroma masculino, y todo iba sobre ruedas. Hasta sonrió cuando pedí al camarero un gintonic para ella sin pedirle permiso antes. Mi idea era calentarla poco a poco, empezando despacio y, cuando retornásemos al hotel, incrementar los estímulos. Así que la cena transcurrió tranquila. Ella me insistía en que le dijese su regalo, y yo le decía que fuese paciente, que era una sorpresa. Mientras, comíamos un poco de sushi y llegamos a tomar dos copas. Después de una hora, a las 22 horas, le di un largo y húmedo beso en la boca que me correspondió con pasión pegando su delicioso cuerpo al mío. Lo había conseguido, iba contenta y caliente.
Aún así, seguí con mi estrategia, y en el ascensor continué con besos y susurros cerca de su oído, que sé que la ponen a mil. Son justo las 22:15. Antes de llegar a la habitación, en el pasillo del hotel, la pongo pegada de cara a la pared y le hago un chequeo bajo su falda susurrando en su oído. Ummmmm el tacto de la ropa interior es impresionante. Digo “abre” y ella abre ligeramente las piernas, permitiéndome acceder entre sus braguitas a su sexo. Está empapado, no es sólo el juego que nos traemos, o los gintonics, o los susurros, el riesgo de poder ser sorprendidos en el pasillo del hotel también ayudan a ello.
Al entrar en la habitación, sin dar ninguna explicación, cojo un pañuelo negro de seda, grande, y lo pongo atado al pomo de la puerta, por fuera. Ella, que aún no sabe lo que va a pasar ni que está Olga implicada, me mira sorprendida y traviesa. Piensa que es para ella, pero se queda decepcionada cuando cierro la puerta y no hago más caso del pañuelo. Le digo “tranquiiiiiiiiila, María, tu regalo llegará pronto. Ven aquí!” y viene al instante… jajajaja me pone mucho verla así. Obediente y expectante. Es genial, no sé si aguantaré todo el juego sin participar.
Ya es casi la hora en la que Olga debe aparecer. María sigue sin saber nada, y yo estoy atento a los ruidos en el pasillo y parece que hay alguien al otro lado de la puerta. Ha llegado superpuntual. Estará leyendo lo que puse en el segundo sobre “Olga, si estás leyendo esto es porque quieres jugar conmigo. Verás un pañuelo de seda grande atado al pomo de la puerta. Pegado al pañuelo, hay una bolsita con unos tapones de oídos. Por favor, ponte los tapones y pliega el pañuelo y átatelo delante de los ojos. Llama a la puerta y ponte de espaldas a ella.”
Suenan sus nudillos sobre la puerta. Y observo la expresión de sorpresa en la cara de María. Ella no esperaba a nadie. Es mi momento de gloria y digo riéndome “Ha llegado tu sorpresa, a partir de ahora no puedes hablar ni emitir ningún sonido audible”. Me mira traviesa mientras me dirijo despacio hacia la puerta tomando nota mental de preguntarle más adelante a María qué esperaba. Abro y encuentro a Olga la puerta. De espaldas y temblando como un flan. Preciosa. Con su venda en los ojos. María tiene prohibido emitir ningún sonido pero su carita muestra sobre todo sorpresa, aunque también malicia. Le hago un gesto de silencio y de calma.
Con el dorso de mi mano acaricio el brazo de Olga, su carita, su pelo, le hablo al oído para que oiga. Los tapones que lleva puestos en los oídos no son demasiado efectivos. Mi pretensión es que oiga mi voz natural, pero no los susurros que intercambie con María. Mi tono es casi infantil, tranquilizador. Mientras, la guío andando hacia atrás dentro de la habitación y cierro la puerta.
– “Hola Olga, qué guapa estás, que pena que no pueda verte tus ojos, pero bueno, si te portas bien luego los liberaré y verás todo. De momento has sido muy buena… y voy a hacer que lo pases muy bien, ¿quieres?”
– “Sí” dice tímidamente
– “¿Vas a hacer todo lo que yo diga? ¿en nuestro juego? ¿con todas las reglas que había en el mensaje?”
– “Sí” aún más tímidamente, pero con algo de estremecimiento que me encanta… estoy alucinado, nunca pensé que tendría tanto poder y sigo con mi actuación de director del juego. Me aseguro de que no ve nada, y la volteo para que quede frente a nosotros. Sigo acariciando suavemente su cuerpo, brazos, espalda, pelo… despacio, tranquilizándola. Al cabo de dos minutos su respiración se nota más relajada. Continúo con el juego, mientras guiño un ojo a María.
– “Olga, desabróchate los botones del vestido, despacio, pero no te lo quites…
 

Mientras lo hace, voy hacia María que está sentada en un sofá de dos plazas frente a nosotros. Le hago un gesto de silencio y otro para que se levante y, como si fuera una niña, le despojo de la blusa y de la falda… está preciosa en ropa interior. Su cara es un poema. No puedo evitar detener mis dedos unos segundos sobre sus braguitas. Su sexo está hinchado, desprende mucho calor. La cojo de la mano y la acerco a Olga, pero todavía no la dejo actuar sobre ella.

Centrándome en Olga, está preciosa, con el vestido abierto sobre su pecho y el sujetador bordado sin tirantes ante mi vista. Su labio superior tiembla, introduzco mis manos en su vestido y acaricio directamente su piel. Ufffffffffff es brutal, acerco mis labios a los suyos y la beso despacio. Me corresponde con ansiedad y voy incrementando la intensidad cogiendo además su cabeza con mis manos. Ella coge la mía y me doy cuenta de que me he equivocado en algo.
Horror!!! No puedo dejar que use sus manos!! Mi diabólico plan es que María suplante mi papel ante Olga sin que ella lo sepa!!! Al menos sin que lo sepa inicialmente. Para eso he quitado la falda a María, para que el vuelo de la falda no roce a Olga y la haga sospechar. Entonces la hablo al oído de nuevo “Olga, eres preciosa, me muero por acariciar todo tu cuerpo, pero no quiero que uses tus manos. Quiero que tú sólo sientas lo que te hago, que lo esperes con ansiedad, pero que no dirijas nada. Voy a sujetarte las manos con una corbata, cielo. No te asustes”. No sólo no se asustó, sino que ella misma puso sus manos atrás. Y cuando llegué con mi corbata se dejaba hacer. Había entendido el juego. Su pecho se agitaba, ahora con excitación. Aún estaba de pié y até suavemente sus manos a la espalda.
Continué con mi beso con Olga, pero María ya estaba nerviosa y comenzó a rozar su cuerpo sobre mi espalda como una gata. Uffffff sabe que eso me vuelve loco. Sé que tengo poco tiempo sobre Olga, y meto de nuevo mis manos en su vestido, voy a su espalda y le desprendo el sujetador sacándolo y tirándolo sobre el sofá. Mis manos están sobre sus pechos. Son duros duros y los pezones parecen diamantes. Miran hacia arriba. Es hermosa. Mis deditos juegan con sus pezones y ella empieza a gemir… con movimientos muy leves tiro de ellos, los aplasto, los presiono con mis dedos. Estoy excitadísimo, no imaginaba que nunca fuera a tener a esta elegante mujer en este estado. A mi disposición.
Con cierto disgusto le doy la alternativa a María. Su carita de ansiedad es la de un niño esperando a que el dependiente de la pastelería le entregue su porción de tarta de chocolate. Con un gesto le pido suavidad, pero no hacía falta, sólo viendo las primeras caricias se nota claramente que, aunque nunca haya acariciado a otra mujer que no sea ella misma, sabe perfectamente lo que hay que hacer. Y lo hace.
Me siento en el sofá y contemplo. No puedo evitar pasar mi mano sobre mis vaqueros a lo largo de mi polla. Estoy muy excitado pero sé que me tengo que reservar para después. Cojo mi teléfono móvil y hago alguna foto sin que ellas se enteren. A María no le gusta mucho aunque alguna ya la he hecho. No pretendo nada raro con ellas, sólo recoger este momento. Dejo a María acariciarla… a su criterio. Va deteniéndose en distintos rincones de su cuerpo. Usa sus manos y sus labios. Tarda en introducirse dentro de su falda, pero cuando lo hace Olga esta gimiendo como si acabase de correr 5 kilómetros. Y aún no se ha metido en sus braguitas. Por cierto, Olga lleva las mismas braguitas que la devolví esta tarde y estaban sin lavar. Me produce una curiosidad extrema saber que pasa por la mente de una mujer así cuando, vistiéndose en su casa se las pone para venir con un desconocido. No sé si algún día se lo podré preguntar al ponérselas
María aún no ha besado sus labios y ese es el momento clave, en el que Olga puede sospechar que no soy yo quien la besa y descubrir el juego. Me levanto y observo de cerca los cuidados que proporciona María. Estoy alucinado, la situación me fascina, excitado al máximo sigo con mis ojos las manos de mi amiga a escasos centímetros. Ahora se centra en el entorno de su sexo, en la piel de sus muslos, pero sigue sin introducirse en el interior de sus ya húmedas braguitas. Con un gesto de besarme la palma de la mano, indico a María que bese a Olga, y ella me guiña el ojo incrementando el ritmo de su mano sobre el cuerpo de Olga, esta vez ya encima de su sexo sobre la ropa interior. Las caderas de Olga tienen vida propia sobre la mano de María, está casi fuera de sí.

A continuación María hace algo que me sorprende y me enardece más si cabe: con su otra mano toma a Olga del pelo tirando de él con suavidad y firmeza hacia atrás, y acopla su boca abierta sobre el cuello de su amiga… que gime y se agita con gran intensidad. No puedo aguantar más y yo mismo tomo la mano de María y la introduzco dentro de las braguitas de Olga, a la vez que me sitúo detrás de María y meto mi propia mano dentro de las braguitas de ella misma. Ha entendido mi juego y repite los movimientos de mis dedos sobre su sexo, con sus propios dedos sobre el sexo de Olga. Es como una correa de transmisión. No hace falta decir mucho más del estado de excitación de ella misma, su sexo está completamente encharcado.

Con un susurro sobre su oído, ordeno a María que bese la boca de Olga… y sujetando aún a Olga de su melena, se funden en un morreo brutal. No sé si Olga nota que esos labios no son los míos, pero si lo ha notado no parece importarle en absoluto. Poco a poco y moviéndose helicoidalmente, introduzco mis dedos más profundamente en María y ella hace lo propio sobre Olga, que sigue sus gestos con sus caderas. Es una grata sorpresa comprobar que María sabe lo que hace, tanto con sus dedos como con sus labios. En pocos segundos, Olga comienza a convulsionarse y a gemir en un volumen altísimo. Se será corriendo como posiblemente nunca ha hecho con su marido. La imagen es brutal. Ambas mujeres de pié, semidesnudas, una de ellas con los ojos vendados sin saber lo que está pasando, y la otra con una mirada diabólica haciéndola gozar.

Dejo que Olga acabe su largo orgasmo y, cuando noto que ambas se van relajando, yo Intensifico mis movimientos sobre el coño de María. Sigo situado detrás de ella, con los dedos de una mano dentro de su cuerpo, me centro en determinados rincones que ya voy conociendo, a la vez que con mi otra mano, humedeciendo mis deditos los deslizo con suavidad y rapidez sobre su clítoris. Acabo consiguiendo lo que pretendía. María, suelta el cuerpo de Olga separándose un paso de ella hacia atrás, agarra con fuerza mis muñecas sobre su sexo y experimenta su propio orgasmo profundo y silencioso. María está pendiente de todo, creo que el hecho de tener que guardar silencio potencia su clímax. Gira el cuello mirando tímidamente hacia atrás. Preciosa. De pié, con los colores subidos, y el cuerpo ligeramente encogido. Todo está saliendo de forma inmejorable. Dejo un minuto que se relaje, y con la mano aún en su sexo, la dirijo al sofá, dos metros más atrás. Digo “quédate aquí, tesoro”… y ella susurra “no te la folles aún, no sé si me gustaría verlo, al menos fóllame a mí primero”. “Ssssshhhh tranquila tesoro, aún tienes tú que jugar un poco más con ella, además, es tu regalo, no el mío”. Y su sonrisa la delata.

 

Olga, de pié, está a la espera de que yo le diga como seguir. Ha adoptado el papel de dejarse hacer y no emite ninguna protesta, pese a tenerla de pie ya un ratito. Voy hacia ella y no puedo evitar sólo rozar mínimamente su cuerpo con las yemas de mis dedos. Sus pezones responden al instante. Son morenos, con una aureola reducida y concentrada en su color café. Son largos y apuntan orgullosamente hacia arriba. Las palmas de mis manos se mueven como si estuvieran dejándose pintar una imaginaria línea por ellos. Deslizo los tirantes de su vestido hacia atrás, por sus hombros, y este cae al suelo. Me separo un metro y la contemplo. Está preciosa, aún un poco nerviosa y excitada. Con sus braguitas granates aún puestas y sin medias. Vino sin ellas.

La beso suavemente. Con mi mano en su brazo, la hago caminar “vamos preciosa, lo estás haciendo genial”, la siento en un taburete con la espalda apoyada en la mesa tipo barra de bar que hay en la habitación. La sensación de frío al apoyar su espalda la pone una vez más la piel de gallina. Uffffffffffffff otra vez los pezones duros. Dudo si soltar sus manos, pero no lo hago aún, me gusta tenerla así, obediente y expuesta. Y sigo acariciando sus hombros y sus brazos con mis manos. Bajando llego a sus caderas, la parte exterior de sus muslos, sus rodillas… las separo para ver su sexo. Es precioso, el vello es corto y presenta una forma triangular mayor de lo que es común ver hoy en día. Los labios son muy oscuros, bien marcados. Brillan semiabiertos. No puedo evitar comenzar un recorrido con mi boca y mi lengua sobre su piel. He empezado en su oído y sé perfectamente dónde voy a acabar. Lo hago despacio. Muy despacio. Concienzudamente.
Por la cara interna de sus brazos, entre sus costillas, la piel de sus muslos, o la zona de la clavícula… la parte inferior de sus senos, una curva perfecta… y bajo hacia su ombligo. Presiono ciertas partes aparentemente no erógenas con mis manos y noto su reacción excitada. Todo el cuerpo es sensible en este momento. Pero yo sigo mi camino a su sexo. Me agacho ante ella contemplando su precioso coñito que se muestra ante mí según abro más sus piernas con mis manos en sus rodillas. Se deja hacer. Se recoloca en el taburete deslizando su cuerpo hacia delante, para que tenga mejor acceso. Ella también se muere porque llegue al lugar que yo deseo llegar. Acabo mi disimulo y mi boca queda conectada a su vulva. Paso mi lengua suavemente. Está gimiendo otra vez, echa su cabeza hacia atrás y emite sonidos ininteligibles al ritmo de mi lengua en su interior. De nuevo estoy completamente empalmado pero sigo disfrutando este delicioso manjar. Concentrado en ella. Siento que goza con mis juegos.
Súbitamente, las palabras que salen de la boca de Olga me dejan paralizado “Uffffffffffffff mmmmm me encanta, pero quiero que me lo haga María… que lo haga ella, por favor”, y María estalla en una carcajada gigante “¡JAJAJAJAJAJAJAJAJAJA nos ha pillado…!”. Yo, entre divertido y excitado simulo tomar de nuevo el control de la situación y digo secamente “Ahh síiiii? María, ven!”. Ella se levanta con parsimonia, y moviendo sus caderas al andar al estilo Marilyn se sitúa a mi ladito. “Si, jefe?” dice divertida, justo antes de recibir un azote de mi mano en su precioso culito “Venga, doctora, ya ha oído a su paciente de esta noche, y creo que es una urgencia”.
Y después de quitarse sensualmente las braguitas para mí, se inclina provocativamente sobre el cuerpo de su amiga queriendo pasar los labios por la cara interior de sus muslos para jugar con ella de nuevo. Pero yo no quiero ya juegos. Me hago el ofendido en mi amor propio por haber sido descubierto en mi “siniestro” plan, siempre actuando (por dentro estoy muerto de risa) y, en mi papel de director de orquesta disgustado con los músicos, la cojo del pelo y centro su boca sobre el sexo de Olga, que sigue sentada en el taburete con las piernas abiertas… digo imperativo “tú ahí, que es tu regalo”. María separa su boca, me sonríe golosa y vuelve a la labor encomendada.
A continuación, simulando decisión en mis movimientos, hago lo siguiente que me da morbo: soltar las manos de Olga, liberar sus ojos del pañuelo y sus oídos. Estoy loco por que se vean la una a la otra… salvo el día del restaurante en el aseo siempre sus relaciones y conversaciones han sido formales y educadas. Dos chicas de orden. Y ahora se encuentran en este registro totalmente diferente. Dando rienda suelta a sus deseos ocultos. Es delicioso contemplarlo y participar. Jo, y eso que nunca he sido un fan de las relaciones entre chicas, pero en el momento, estar dentro del círculo me tenía hechizado. Tomé una cierta distancia, más o menos un metro, y me puse a contemplar la escena. Habían juntado sus bocas otra vez y las manos de ambas recorrían el cuerpo ajeno con ansiedad. Dejé esto suceder durante unos minutos, recostado en el sofá y con la mano sobre mi polla, me sentía satisfecho con la obra creada por mi sucia mente.
 

Pero María era golosa. Y su boca volvía a recorrer el cuerpo de Olga. Ella también sabía perfectamente dónde terminaba el recorrido de sus labios. La meta estaba entre las piernas de Olga. Ahora Olga sujetaba la cabeza de María contra su cuerpo a la vez que impulsaba su pelvis hacia ella. Las manos de María, abiertas, abarcaban los maravillosos glúteos de Olga sobre el taburete. Por su parte, el precioso culo de María, redondo y firme, se movía ligeramente con la escena. Entre sus piernas, la imagen de la grieta de su sexo, hinchado, era grandiosa. Olga tenía sus ojos clavados en mí, me miraba sin hacer nada, pero la carga sexual de sus ojos no soy capaz de describirla con palabras.

Me fui acercando, mi miembro estaba completamente excitado y, como los pezones de Olga que continuaba mirándome, también apuntaba hacia arriba. Me situé detrás de María, y con una pequeña advertencia consistente en situar mi mano sobre su grupa acariciándola, fui introduciendo poco a poco mi polla dentro de esa húmeda y caliente gruta, que últimamente me alojaba en su interior gustosamente. Sí, tengo mil cosas que probar con María y al final tiendo a acabármela follando en esta posición, pero este día era distinto. Olga me miraba, se mordía su labio inferior en una imagen preciosa. Yo también le miraba a ella como indicando que esta penetración no era sólo para María. También para ella. María me confesaría después que esos momentos en los que estaba en el medio de nosotros dos se sentía también la mujer más feliz del mundo.
Y sí, empecé a acelerar el ritmo y a poner cara de salvaje. Ocasionalmente, apretaba yo mismo desde atrás la cabeza de María contra el sexo de Olga. Otras veces acariciaba su longitudinalmente su columna. O le daba un azote. En realidad, todo ello formaba parte de una especie de actuación que le estaba dedicando a Olga. Algo así como “mira como dispongo de María”. Y poco a poco, quizá más por el trabajo que la boca de María la hacía sobre su coño, que por la imagen que yo le proporcionaba, empezó a contraerse… cerraba los ojos y los volvía a abrir para mirarme, como rebelándose ante lo que su cuerpo la ordenaba en otro profundo orgasmo. Y yo, actuando para ella y su momento, y para María que me sentía directamente, aceleré el ritmo al máximo de mi cuerpo, en un polvo salvaje y brutal, pero que dio el resultado esperado cuando los músculos internos de la doctora Ortiz tomaron vida propia sobre mi polla y ella se puso a gritar. A gritar a milímetros del coño de su amiga.
La escena era impresionante. Me hubiera encantado tenerla en un vídeo. Tomé nota mental de buscar algo así en Internet y mandárselo a ellas para que fueran conscientes del momento que me estaban regalando. Y así, luchando también contra mi mente que me llevaba a la explosión de mis sensaciones, y contra el ritmo diabólico que me impulsaba, me mantuve todo lo que pude sintiendo los últimos estertores del orgasmo de María. Después, tampoco aguanté mucho más, y notaba como se acercaba mi propio orgasmo. Envuelto por un aroma completamente sexual, me dejé llevar, pero aún quería añadir una guinda al momento. Saqué mi polla de dentro de María para que Olga la contemplase, la apoyé longitudinalmente sobre el valle de sus glúteos y, mirando a Olga en sus ojitos estallé brutalmente. Me encantó ver cómo la primera gota de mi semen impactó contra el torso desnudo de Olga. Estábamos desatados. Sin el menor pudor, la recogió con un dedo y se la llevó a la boca sin dejar de mirarme a los ojos. Era el paraíso. María también experimentaba escalofríos al sentir los chorros de mi caliente fluido sobre la piel sudorosa de su columna. Lo prolongué todo lo que pude y luego me dejé caer suavemente sobre su espalda, cubriéndola. Olga acariciaba cariñosamente nuestras cabezas. Nuestros cabellos.
Esa misma noche, hasta las 3 de la mañana en que llegó el taxi prometido a recoger a Olga, probamos muchas cosas más. Casi siempre las contemplé, y sólo participé completando escenas cuando ellas me lo pedían. Aún guardo algunas fotos en mi teléfono móvil que me comprometí a convertir en archivos protegidos y ocultos y enviárselas. Reímos, nos entregamos y gozamos. Tomamos varias copas. Incluso me di el placer de tumbarme en medio de la cama con cada una de ellas enroscada a cada lado de mi cuerpo. Una fantasía que no tenía mucho peso en mi sucia mente, pero que no pude evitar en ese momento practicarla. Mientras estaba en ese paraíso pensaba cómo dar una vuelta de tuerca más a nuestra historia. Pero de eso hablaré en el próximo capítulo.

Muchas gracias por llegar hasta aquí. Carlos López. diablocasional@hotmail.com

Si quieres ver un reportaje fotográfico más amplio sobre las modelos que inspiran este relato búscalo en mi otro Blog:     http://fotosgolfas.blogspot.com.es/

¡SEGURO QUE TE GUSTARÁ!
 
 
 

Relato erótico: La señora ( Viernes, la quiebra) (POR RUN214)

$
0
0

 
TODO COMENZÓ POR UNA PARTIDA2

VIERNES. LA QUIEBRA

                    Sin-t-C3-ADtulo3    Cuando Bethelyn llegó a la entrada de su casa, Elise acompañaba a un hombre hacia la salida. Éste se adelantó para saludarla.
-Buenos días señora Brucel, es un placer volver a verla.
-El placer es mutuo señor Janacec.
 El señor Janacec era el asesor financiero de su marido. En los últimos meses, su esposo, había pasado más tiempo con él que con ella misma. Era un hombre repelente, con el pelo aceitoso y muy pagado de sí mismo. Dirigía el banco en el que su marido tenía depositado gran parte de sus bienes.
-Es una pena que deba irme. Siempre es un placer verla pero el tiempo es tan escaso.
-Pues entonces no pierda más el tiempo. –Contestó lo más cortésmente que pudo.
 Elise estuvo todo el tiempo mirándola fijamente. Bethelyn pensó en ella con su marido y se la imaginó a 4 patas con su esposo galopándola como a una jaca en la intimidad de su alcoba.
 Sacudió la cabeza y borró esos pensamientos de un plumazo. Abandonó a ambos en la entrada y fue directamente a hablar con su marido a su despacho.
 Le encontró sentado tras su escritorio con los codos apoyados sobre la mesa y la cabeza entre sus manos. Abatido. La primera intención de confesarle lo ocurrido en el establo quedó aparcada de momento. Avanzó hacia él despacio.
-¿Que pasa Eduard? –No contestó.
-Ed ¿Qué ocurre?
-Estamos arruinados Bet.
-¿Qué?
-Acaban de decírmelo.
 Bethelyn recordó al petulante del señor Janacec. Eso era a lo que había venido ese pajarraco de mal agüero, para a comunicarle a su marido que estaba en bancarrota.
-Pero no puede ser. Somos la familia más influyente y poderosa de toda la región.
-El poder se consigue con dinero. Ya no tenemos dinero.
-Puedes vender algunas tierras o alguna casa.
-Está todo hipotecado. No tengo nada que canjear por dinero.
-¿Nada? Pero… al menos nos quedará esta mansión… ¿No? -Eduard Brucel negó con la cabeza.
-Pero… ¿Como es posible?
-He estado comprando todas las explotaciones de mineral de carbón de la región. El carbón es energía, quien posea la energía poseerá el poder y además obtendrá pingües beneficios. He hipotecado todo cuanto tenía para adquirirlas.
-Entonces… ¿por que estás arruinado? Explótalas, vende el mineral y recupera la inversión.
 Miró a su mujer con tristeza.
-Han aparecido varios yacimientos en países extranjeros. El precio dentro del país ha caído tanto que el coste de explotación es muy superior al de venta en el mercado.
-Pues…, pues…, véndelas todas y recupera tu dinero.
-Nadie las compraría.
 La mujer se sentó abatida en una de las sillas frente a él.
-¿Y ahora?
-Hay que sacar a nuestra hija de su internado. Despedir a nuestros criados y… recoger lo que nos quepa en un baúl. El resto está en manos de los acreedores.
-¿Sacarla del internado? ¿Y donde iremos? No pienso volver a casa de tus padres, y menos con Garse allí.
-Ya hablaremos de eso. De momento no tenemos otra opción, no hay a donde ir, no tenemos nada, menos que nada. Viviremos con ellos hasta que encontremos algún lugar. De momento he enviado recado para que Berta abandone la institución inmediatamente, mañana sábado podrá llegar aquí. Espero que seas tú quien se lo explique todo.
 

Berta era la hija de ambos. Estudiaba en el mejor y más refinado internado femenino del país. Muchacha educada y modesta pero con el mismo porte de dama señorial que su madre. Decirle que a partir de ahora formaría parte de la clase social más baja sería lo mismo que decirle a un jeque árabe que cambiara su palacio por un báter.

-Eduard, ¿No hay ninguna solución?
 Su marido la miraba con amargura sostenida.
-Una mínima esperanza. Se está debatiendo la posibilidad de gravar aranceles a las importaciones. Si se llevara a cabo, el precio del mineral subiría y haría viable la extracción en mis explotaciones. Pero es casi seguro que no se apruebe.
-Tú puedes influir en el consejo. Haz que se apruebe.
-Ya no puedo. He perdido el respeto. Lo único que se puede hacer es comprar el voto de algunos políticos ambiciosos. Sobornarlos.
-Hazlo, hazlo.
-Ya no tengo dinero Bet. Lo siento, quería conseguir algo grande pero… se ha convertido en humo.
-¡Janacec! Te debe mucho. Dile que su banco te preste el dinero. Estará dispuesto a hacerlo si se lo pides.
-Lo está Bet. Lo malo es el interés que pide a cambio.
-Ese usurero de mierda. Acéptalo, haz lo que sea para no perderlo todo. ¿Qué tipo de interés pide?
 Su marido la miraba con ojos tristes.
-Eres una mujer muy guapa Bet, Janacec no deja de recordármelo. ¿Sabes las pasiones que levantas en los hombres?
 No era momento de ponerse romántico. Le sostuvo la mirada largo rato hasta que cayó en la cuenta. Se levantó de la silla despacio mientras abría la boca incrédula.
-¿Qué interés pide esa sabandija, Ed? –Eduard no respondió. No hacía falta.
-¿A mí? ¿Me quiere a mí?
-Quiere lo que tienes entre las piernas.
-¡Que hijo de puta! ¿Quiere follarse a la mujer del hombre que le ha colocado donde está?
 El respetable señor Janacec. El ladino, falso y confabulador señor Janacec quería follarse a la mujer de su mentor. Un hombre de tez pálida y gestos amanerados. El típico hombre que saluda con la mano blanda y sudada. Un hombre que habla entre susurros y miradas de reojo.
 -¿Ese cerdo quiere follarme a cambio de prestarte calderilla? –Daba vueltas por el habitáculo, nerviosa. –Está bien. –Bufó. -Si el bienestar de todos nosotros pasa por mi coño, que así sea.
-Lo siento Bet. Odio que nadie te toque pero…
-Que más da. Acabo de dejarme follar por el encargado de las cuadras. Uno más que importancia tiene.
-¿Cómo dices?
-Lo que has oído. Había venido a decírtelo.
-¿Te ha follado el caballerizo?
-Te juro que he tenido que hacerlo, Ed. Me amenazó con contar lo que sabía. No tenía opción.
-¿Me estás diciendo que te acaba de follar el más mierdoso de mis criados?
-Y su hijo.
-¿También su… su…?
 
 

Eduard estaba nidrio. Miraba a su mujer a la que no conocía. Estaba metamorfoseando del abatimiento absoluto a una ira incontrolada. Las venas de su cuello se hinchaban a la par que las de sus ojos rojos como la sangre. Comenzó a gritar.

-¡Eres la señora de la mansión más importante de toda la región! ¿Como te puedes dejar follar por unos limpiadores de cuadras uno tras otro?
-En realidad lo hicieron a la vez. Mientras follaba con el hijo su padre me daba por el culo.
-¿Queee? ¿Pero es que todo el mundo le va ha follar el culo a mi mujer menos yo? Lo mato, juro que lo mato.
-¿Por qué? ¿Por follarse a tu mujer? ¿Acaso no te follaste tú a la suya? -Escupió sus palabras. -Mientras me obligabas a follármela yo también. Mientras nos obligabas a lamernos el coño.
 Mierda, tenía razón, y lo peor era que no podía montar un escándalo con eso. Y menos con la que se venía encima.
 Bethelyn se dio la vuelta y se dirigió a la salida. Su marido se calmó un poco y rebajó el tono.
-Espera, hay algo más que quiere el señor Janacec.
-¿También él quiere darme por el culo? –Dijo sin parar de andar.
-Es algo respecto a Berta.
 Casi se cae al suelo cuando le oyó nombrarla. Se paró en seco y se giró consternada hacia su marido ¿Que quería de su hija el cerdo de Janacec?
– · –
Berta, la hija de los Brucel, llego al día siguiente por la mañana. Su madre la abrazó con fuerza en cuanto bajó del carruaje. En otras circunstancias hubiese admirado su cuerpo de mujercita que abandona la adolescencia. Pero hoy su cuerpo le parecía una aberración. Estuvieron casi toda la mañana en su cuarto donde se lo explicó todo.
-No me lo puedo creer, entonces ahora somos… ¿Pobres?
-Hay una mínima posibilidad de pasar el bache.
-¿Cómo de mínima?
-Desesperada.

Berta estaba sentada en el borde de su cama con los ojos llorosos mientras retorcía un pañuelo de seda. Su madre la miraba apenada sin saber como comenzar lo que había venido a decirle.

-Dime Berta… tú… en todo el tiempo en el internado… ¿Has conocido varón?
-¿Como?
-Quiero decir, que si ya has intimado con algún hombre… a solas.
-Mamá, ¡que soy una señorita!
-Sí, bueno, verás… Es muy difícil explicarte esto Berta. A ver como te lo digo. Lo que quiero saber… lo que necesito saber, es si ya has follado.
-¿C…Comooo?
-Basta ya de rodeos hija. Mira, yo sé lo que se cuece dentro de un internado. Me he pasado más años que tú en uno de ellos. Sé de sobra que se pueden tener encuentros con un hombre si una quiere. Ahora dime la verdad porque necesito saberla. ¿Has follado ya o no?
 Se puso colorada como un tomate, bajó la mirada y asintió levemente con la cabeza. Su madre, en contra de lo que cabría esperar, respiró aliviada.
-¿Cuántas veces?
-Pero mamá…, pues…, no sé, varias.
-Dos, tres…
 Berta tragó saliva y no se atrevió a contestar.
-¿Diez? ¿Más de diez? ¿Cuántas?
-S…Sí… más de diez.
-¿Cómo la tenía de grande?
-¿Queeeé, pero, pero…, que preguntas son esas? ¿Y a ti que más te da como la tenía?
-Contéstame. ¿Cómo era su polla?
-Pues, pues…, normal, no sé.
 Bethelyn juntó la punta del índice y el pulgar formando un círculo.
-¿Era así de gorda?
 Berta estaba colorada de vergüenza. ¿Así eran las conversaciones madre e hija sobre temas sexuales? ¿Las madres preguntaban a sus hijas casaderas por el tamaño de las pollas de sus prometidos?
 

-¿Qué importancia tiene eso, mamá? Déjalo, por favor.

 Su madre separó ligeramente las puntas de los dedos haciendo el círculo un poco más grande.
-Tu padre tiene la polla así de gorda y a mi me entra sin problemas, sin dolor. Excepto por el culo. Por ahí no entra. ¿Cómo de grande te entra a ti una polla en el coño?
 Berta miró a su madre como quien mira a un leproso sacudirse la caspa.
-Me preguntas por el tamaño de la polla de mi prometido, me hablas de tus logros vaginales metiéndote pollas de tal o cual tamaño y lo peor, me cuentas como es la polla de papá. Mamá por favor, que asco.
 Su madre se masajeó las sienes con fruición.
-Mira hija, si te estoy preguntando todo esto es porque tu coño… y el mío, pueden ser los que nos devuelvan todo lo que hemos perdido. Podemos recuperarlo todo.
-¿C…Como? ¿Pero que dices?
-¿Te dejarías follar para recuperar todo lo que tienes?
-¿Dejarme follar?
-Sí, dejarte follar por alguien que te daría mucho asco. Dime ¿Lo harías?
– · –
El señor Janacec disfrutaba de la cena que le ofrecían sus anfitriones en su mansión. Había sido invitado a pasar una velada con ellos. Los sirvientes que rodeaban la mesa atendían prestos las necesidades de los comensales. Solo los asistentes sentados en aquella mesa conocían el propósito de tal invitación. La cena ofrecida era buena pero la noche iba a ser aun mejor para el ladino Janacec.
 Eduard Brucel apenas dijo nada durante la cena al igual que Berta, su hija. Bethelyn, en contra de lo que cabría esperar intercambió alguna frase hiriente con el que iba a ser otro crápula aprovechándose de ella. Siempre se creyó superior a aquel ser debilucho y lánguido pero a partir de esa noche sabía que se iba a rebajar a una miserable muesca en la cabecera de la cama de ese insecto.
 Cuando la cena acabó y las luces se apagaron, cada habitante de aquella mansión se retiró a su dormitorio. Una vez que todos estuvieron dormidos, el señor Janacec salió entonces de la alcoba de los invitados en dirección al dormitorio principal. Anduvo con paso sigiloso hasta alcanzar la puerta del dormitorio del gran Eduard Brucel.
 Cuando la abrió se encontró de frente con la señora Brucel que estaba sentada en el borde de la cama. Junto a ella estaba su hija que le miraba como una ardilla temerosa. El señor Brucel estaba de pie junto al ventanal observándole con gesto frío y distante.
-Acabemos de una puta vez.
-Claro, señor Brucel.
 Janacec se adelantó hasta situarse frente a las mujeres y se quitó las prendas de dormir que traía, quedando totalmente desnudo. Su polla estaba en erección, probablemente desde el momento en el que recibió la invitación de su mentor aceptando el trato. Ambas mujeres le contemplaban.
 Era un ser repelente, de aspecto blandito y contrahecho. Berta miraba su polla como quien está oliendo una mierda en el suelo. Su tamaño no le preocupó tanto como su aspecto. Janacec acarició a Bethelyn en la mejilla.
-¿Saben lo que tienen que hacer?
-Demasiado bien. –Contestó Eduard molesto desde la ventana.
-Pues a que esperan. Y usted, señora Brucel ¿Sabe cuanto tiempo he deseado esto?
-Sí, desde el día en que te cagó aquella mofeta.
-Se equivoca. Desde el día en que me abofeteó por piropearla.
-“Tienes unas tetas que te follaría por el culo” no es un piropo señor Janacec. Y menos el día de su propia boda con mi mejor amiga. La mujer que le ayudó a llegar donde está. Junto con mi marido, claro. Al que usted le va a convertir en un cornudo.
-Y algo más. Pero basta de hablar. Ahora chúpemela.
 Berta pestañeó varias veces para creerse lo que estaba viendo. Su madre abrió la boca y dejó que el hombre le metiera su polla dentro. Empezó a chupársela mientras aquel ser sobaba sus tetas por encima del vestido.
-Mire señor Brucel, mire como me la chupa su mujer.
 Había deseado tanto a Bethelyn, la mujer de aquel gran señor y cliente, pero sobre todo había deseado follarla delante de él. Por fin se hacía realidad. Le gustaba ver su polla entrando y saliendo de su boca pero sobretodo ver la cara de Eduard.
 Eduard estaba rojo de rabia. Apoyado en la ventana para no caerse o lanzarse a por ese gusano que mancillaba a su mujer y a él mismo. Pero había hecho un trato, necesitaba su dinero, su calderilla. Ya arreglarían cuentas a su debido momento.
-Menudas tetas que tiene su mujer señor Brucel. Estas sí que son ubres y no las de mi mujer.
 Janacec miraba a sus tres anfitriones ufano.
-Quítate el vestido, desnúdate tú también, vamos, todo el mundo desnudo, ya. Quiero ver los coños de tus 2 putas.
 Eduard cerró los ojos para no ver a su mujer y su hija.
-Mira Brucel, mira como le voy a follar el coño a tu puta. Jod…der, está muy calentito su coño. Vamos Brucel, mírame, cojones. Todo el mundo sabe lo que debe hacer, pues que se haga, vamos.
 Eduard miraba a su mujer. Seguía sentada en el borde de la cama pero ahora estaba desnuda y abierta de piernas con Janacec entre ellas follándosela mientras amasaba sus tetas. A su lado Berta, de pie y en paños menores, seguía con la cara desencajada por el asco, sin poder dejar de mirar a su madre humillada.
-Mira como la follo Brucel, mira como la preño para que tenga un bastardo mío. La voy a llenar de semen.
 Las tetas de Bethelyn botaban con cada sacudida de Janacec.
-Vamos muchacha, ahora te toca a ti. Quiero que hagas tu parte.
 Berta negó con la cabeza. No se atrevía. No podía.
-Vamos, ya sabes lo que tienes que hacer. Ya has visto como hay que chupar. Hazlo de una vez.
-Hazlo Berta. –Insistió su madre.
 

-N…No puedo.

-Sí que puedes. Todo el mundo puede. Sabéis lo que tenéis que hacer. ¡Hacedlo ya!
-Berta, hazlo, por favor.
-Y quítate toda la ropa, joder. Quiero verte las tetas y el coño.
 Miró a su padre y a su madre, después miró a la puerta. Podría salir corriendo pero la cara de angustia de su padre se lo impedía. Su padre estaba blanco como la leche. Tampoco para él iba a ser agradable ver a su hija haciendo lo que tenía que hacer.
 A regañadientes se deshizo de la camisola descubriendo sus tetas adolescentes. En un primer momento las tapó con las manos aunque terminó por descubrirlas a la vista de todos. Se deshizo de las bragas. Janacec babeaba.
 Tras unos momentos de duda se acercó a la cama y se subió a ella. Se colocó entre las piernas del hombre tumbado en ella con la cara a escasa distancia de su polla. Asió el miembro con una mano. La bilis le corroía el estómago que no paraba de dar arcadas.
-Piensa que es la polla de tu novio. –Dijo su madre.
 Cerró los ojos, abrió la boca y acercó la cara hacia aquella polla. Notó el sabor del glande cuando tocó su paladar. El tamaño era lo que más le llamó la atención. Empezó a chuparle metiéndose la polla adentro y afuera de su boca.
 Su padre no se hacía a la idea de lo que veía. Su mujer seguía sentada en el borde de la cama con los codos apoyados hacia atrás mientras ese mal nacido que no paraba de amasar sus tetas, Se la follaba. Su hija, a la que nunca había visto desnuda, mostraba su cuerpo esbelto. No había pensado que hubiera podido desarrollarse tanto. Estas tetas, esas caderas, ese bosquecillo entre las piernas. ¿Cuándo había empezado a cambiar su princesa?
 La había visto trepar a la cama donde él se había tumbado desnudo, tal y como había acordado en el trato con Janacec, y estaba chupándosela. Su hija, su princesa. Estaba chupando la polla flácida de su padre.
-Vamos Brucel. Tu polla dura en la boca de tu hija. ¡Vamos!
-No puedo Janacec. ¿No ves que es mi hija?
-Pues piensa en tu mujer, en la mía o en tu puta madre pero la tienes que tener bien dura.
 Eduard Brucel tenía la frente perlada de sudor. Si ya era humillante que su hija le viera con la polla al aire, tenerla dentro de su boca lo era aun más.
 Para ella no era menos humillante el hecho de chupársela. Para más INRI tenía que conseguir que se le pusiera dura a su propio padre…
-Acaríciale los huevos, hija. –Pidió su madre. –Utiliza tu mano libre.
-Sí, acaricia los huevos de tu padre pequeña putita. –Janacec no cabía en si de gozo.
 Berta obedeció y masajeó las pelotas de su padre. Sus testículos velludos, las ingles, el pubis y todo lo que se le ocurrió que fuera necesario para que su padre entrara en erección. Desgraciadamente los resultados eran escasos. Bethelyn sufría en silencio. El final de la tortura pasaba por su erección.
-El ano. –dijo entonces Janacec. –Métele el dedo por el culo.
 Berta escupió la polla de su padre. Éste a su vez levantó la cabeza y el cuerpo como un muelle.
-¡No! –Gritaron padre e hija a la vez.
-Hazlo de una vez, entraba en el trato, acabemos cuanto antes.
 Eduard cerró los ojos y se volvió a tumbar tapándose la cara con las manos; su hija contuvo una arcada de asco todavía con la polla de su padre en la mano; Janacec les miraba con la cara desencajada de excitación mientras Bethelyn retomaba de nuevo la tarea felatoria por orden de Janacec.
 Se chupó el dedo untándolo con abundante saliva. Su padre ya había abierto las piernas cuanto pudo. Puso la punta del dedo en la entrada del ano de su padre mientras sostenía su polla con la otra mano y apretó hacia dentro. De deslizó suavemente.
 Le hacía una mamada a su padre mientras le follaba el culo con el dedo. De vez en cuando acariciaba y masajeaba sus pelotas. La reacción no se hizo esperar. Se le estaba poniendo dura.
 Janacec sonrió. Contempló como crecía en el tamaño. La boca de la muchacha no era suficiente para abarcarla por completo.
-Te gusta ¿Eh, Brucel? Te gusta que te la metan por el culo.
 

Eduard Brucel se puso rojo de vergüenza. ¿Qué cojones estaba pasando? ¿Se le estaba poniendo dura por la mamada o por meterle un dedo por el culo?

 Berta notó las primeras secreciones seminales de la polla de su padre. No era la primera vez que ese tipo de lubricantes pasaban por su boca. También a ella le habían lamido el coño pero esto era distinto, era una aberración. Una hija lamiendo a su padre.
-¡Ahora! Señor Brucel, éste es el momento. Vamos muchacha, levántate.
 Berta sabía lo que debía hacer. Se colocó a horcajadas sobre su padre y colocó la punta de la polla en la entrada de su coño. Bajó lentamente su cuerpo hasta que entró por completo.
 La cara de su padre era un poema. No sabía si estaba más impresionado por estar penetrando a su propia hija o por el hecho de que su polla hubiera desaparecido por completo dentro de su coño. No era una polla pequeña ni mucho menos. Pocos eran los coños que alojasen su mástil. Su mujer era una de ellas. Al parecer, Berta había heredado el coño de su madre.
 Cuando su hija empezó a subir y bajar sobre él, la cosa empeoró aun más. Sentía placer, mucho placer. Eso ni era normal ni era sano. Cerró los ojos. Una cosa era follar obligado y otra muy diferente disfrutarlo. Cuando volvió a abrirlos lo primero que vio fueron las tetas de la fémina botar arriba y abajo. No eran grandes… aun. Si también heredaba las tetas de su madre, esa muchacha iba a dar más de un quebradero de cabeza a alguno que otro muchacho. ¿Cómo sería su hija con unas ubres así? Sacudió la cabeza y se maldijo por pensar en eso.
 Janacec había dado la vuelta a Bethelyn. Estaba apoyada con los codos sobre la cama mientras era follaba desde atrás. Janacec no podía estar más feliz. Se estaba follando a la mujer del gran Eduard Brucel, la altiva y señorial Bethelyn Brucel. Frente a él se encontraba el autoritario Eduard follándose nada menos que a su estirada hija. Babeaba de gusto.
-Se la está follando. –Pensaba. –A su propia hija. Se la está follando delante de mí.
 Eduard estaba pasando el peor y más humillante momento de su vida. Su mujer follada por un pusilánime mientras el se veía obligado a follarse a su princesa a la que le colgaban 2 tetas como 2 cántaros que no dejaban de menearse. Estaba a punto de correrse, no aguantaba más.
 Levantó sus manos y atrapó las tetas de su hija. Las sobó y lamió. Deslizó los pezones entre sus dedos sintiendo su cálido tacto. Se estaba corriendo. Se estaba corriendo mucho.
 Empujó a su hija dándole la vuelta y colocándose encima. La tumbó sobre la cama sin parar de follarla. Berta quedó boca arriba con su padre entre las piernas brincando y gimiendo como un mandril. Embestía como un loco contra su coño una y otra vez metiendo y sacando su polla mientras amasaba y lamía sus tetas. Parecía una morsa follándose a una muñeca.
 Berta no salía de su asombro. Su padre, empapado en sudor, la estaba follando salvajemente. Amasaba sus tetas y lamía sus pezones metía y sacaba su polla sin parar. Ese no era su padre, no le conocía. Pero lo peor es que ella se estaba corriendo también. ¿Qué coño estaba pasando?
 Detestaba a su padre. Había aguantado varias arcadas de asco mientras follaba con él. Ver su cuerpo desnudo y velludo era tan agradable como ver a un leproso tocando la guitarra. ¿Por qué le traicionaba su cuerpo? ¡Que alguien pare esto por dios!
 Cerró los ojos y apartó las manos del cuerpo de su padre y las apretó sobre el edredón. Rogó al cielo por que nadie se diera cuenta de su orgasmo. Se quedó inmóvil y apretó los dientes intentando no gemir.
 Cuando Eduard terminó de correrse se quedó sobre ella, extenuado. Su hija le miraba como un cordero asustado. ¿Habría sido muy cruel con ella? Dios santo. ¡La había violado!
 Berta estaba temblando de miedo. El peor y más desagradable orgasmo de toda su miserable vida.
 Bethelyn miraba confusa a su marido. Había follado a su hija como un poseso bramando como un búfalo mientras se corría. Ni en sus momentos más tórridos le había visto disfrutar así. Tras ella, Janacec daba los últimos estertores de placer contra su ano. Otro más que se la metía por el culo y se corría dentro.
 Janacec se apartó empapado en sudor, babeando de satisfacción.
-Bueno señor Brucel. Ha sido una noche estupenda. Su mujer tiene unas tetas y un culo maravillosos. Ha sido un placer follarla. Y por lo que veo el placer ha sido mutuo.
 Eduard no se atrevió a mirarle a la cara. Se giró de espaldas avergonzado, con las manos sobre la cabeza.
-Señor Brucel, señora Brucel, putita. Que tengan buenas noches.
 Recogió sus prendas de dormir y abandonó la habitación, ufano y satisfecho.
 Se hizo el silencio en el dormitorio. Berta fue la primera en reaccionar. Recogió sus ropas y abandonó el cuarto sin mirar atrás. Bethelyn estaba en la cama sentada con la mirada en el suelo.
-Te has follado a tu hija como un poseso.
-No sé que me pasó.
-Y te has corrido como nunca.
-Perdí el control, no era yo. Joder, no se que ha pasado. Lo juro.
-Yo sí lo sé. –Murmuró para sus adentros.
 Esa noche nadie durmió, excepto Janacec.
 
 
A todos gracias por leerme, SI QUERÉIS HACERME ALGÚN COMENTARIO, MI EMAIL ES boligrafo16@hotmail.com
 
 

Relato erótico: Entresijos de una guerra 3 (POR HELENA)

$
0
0

 
no son dos sino tres2

Cuando llegué a la cabaña disminuí el paso, haciendo que el caballo caminase con sigilo entre la maleza que rodeaba el 04camino de acceso. Todo iba bien hasta que relinchó sin aviso previo, descubriendo mi posición a pocos metros de la casa y haciendo que mi mano derecha se deslizase ágilmente dentro de la alforja para empuñar la pistola sin sacarla a la vista. Me quedé quieta delante de la escalera que llevaba a la puerta principal, observando en todas direcciones sin bajarme del caballo y sin alcanzar a ver nada, ¿qué coño ocurría? ¿A qué estaba jugando Furhmann?

Estreché la pistola con fuerza cuando la puerta se abrió y entonces, paré en seco la maniobra de sacarla rápidamente y disparar.
-¡¿Herman?! – Exclamé con sorpresa mientras él se dirigía hacia mí y se hacía con las riendas desde abajo para amarrar a Bisendorff a la barandilla de madera – ¿qué haces aquí?
-¿Por qué te sorprendes tanto? Creí que sabrías que era yo, ¿quién iba a pedirte que vinieses aquí? – contestó con total despreocupación mientras acariciaba el caballo -. Gracias por venir pero, ¿vas a quedarte ahí arriba? – Preguntó ofreciéndome su mano para ayudarme a bajar.
Decliné la oferta y bajé sin ayuda, ni siquiera me planteé que pudiese resultar un gesto grosero hasta que tuve los pies en el suelo.
-¿por qué no anunciaste que venías? – Quise saber.
-Porque oficialmente no he venido – argumentó sonriente -. Vamos dentro, quiero hablar contigo.
Le seguí desconcertada sin entender nada. Entramos y tras colgar mi abrigo me condujo hasta el gran salón, había una chimenea enorme con unos leños apilados que parecían estar esperando que alguien les prendiese fuego. Di un pequeño rodeo observando todos los trofeos de caza que colgaban de las paredes y los animales disecados que adornaban las estanterías. Una decoración muy acertada para aquel lugar, supongo.
-Erika, ¿me habías dicho tú que te encantaban los chocolates artesanos de Notre Dame? ¿O había sido Berta? – le miré contrariada por la inesperada pregunta pero la caja que tenía en sus manos me hizo guardarme cualquier palabra que no fuese de agradecimiento.
Nos sentamos en el sofá y tras saborear un par de piezas de chocolate le ofrecí una, pero Herman la rechazó.
-¿Por qué te quedas en la cabaña en lugar de ir a casa? Tu madre ni siquiera está, se ha ido a Berlín con Berta…
-Ya, pero la casa está llena de gente… gente con ojos y boca… – apostilló de un modo gracioso mientras cogía un cigarrillo y me ofrecía uno.
-Vale, yo también tengo ojos y boca.
-Me fío de ti, me lo debes por lo del chocolate – dijo tras darle la primera calada a su cigarro.
Me reí de nuevo sin llegar a entender por qué no iba a casa “oficialmente”.
-Bueno, está bien. Pero entonces dime qué demonios haces aquí, por qué me has mandado esa carta tan formal para pedirme que viniese y por qué no vas a casa.
-He venido porque me han dado unos días de permiso pero no voy a casa porque me apetece descansar, no quiero tener que aguantar a mi madre ni cruzarme con el gilipollas de Furhmann, y te he llamado porque quiero preguntarte una par de cosas y porque te he traído los chocolates para te sientas en la obligación de contestarme sinceramente. La carta era tan formal porque tuve que dictársela a una señorita a través de un teléfono, no quería parecer poco correcto – confesó con una enorme sonrisa.
-Muy bien, ¿qué quieres saber?
-¿Qué tal van las cosas en casa? ¿Qué tal mi madre y Berta? ¿Cómo están llevando lo de mi padre? Un poco de todo…
-Pues las cosas están como siempre. Tu madre ya está mejor, este verano ha aprovechado para cambiar la decoración de la casa de BerchstesgadenDijo que tu padre no le había dejado hacerlo el año anterior, pero que ahora que no puede verlo, no le parecerá mal. Y Berta, también se va sobreponiendo…
-¿Y Furhmann? ¿Va mucho por casa?
Casi me atraganto con el humo del cigarrillo al escuchar su pregunta, pero me recompuse lo mejor que pude y contesté.
-Sí. Se deja caer a menudo, para ver cómo está tu madre y todo eso…
-Ya… ¿Y nada más?
-No.
-¿Te molesta Furhmann?
-¿A mí? – Pregunté con un tono que pretendía indicarle que su anterior pregunta era una tontería – ¿por qué iba a molestarme que vaya a ver a tu madre?
-Claro, claro… – admitió mientras dejaba escapar el humo de sus labios al mismo tiempo que me fulminaba con la siguiente pregunta – no te pregunto si te molesta que vaya a ver a mi madre, te pregunto si Furhmann te incordia.
Tragué saliva antes de negar con la cabeza.
-¿Cuántos chocolates necesitas para contármelo, Erika? – Le miré preguntándome a qué se refería y él mismo me dio la respuesta casi de inmediato –. Verás, me han contado que hace unas semanas Furhmann apareció con Bisendorff en pésimas condiciones. Lo curioso es que tú habías pedido que lo ensillasen para ti esa tarde. Es más, el caballo tenía las monturas que usas tú cuando Furhmann lo dejó en la cuadra, el muy subnormal ni siquiera ajustó los estribos a su altura. Cuando se le preguntó al respecto dijo que le habías dado permiso para llevártelo pero sin embargo acudiste a la cuadra hecha una furia en cuanto él se fue y además, te vieron gritándole de todo cuando se llevó al caballo. ¿Vas a contarme qué pasa con el capullo de Furhmann o voy a volver a Francia con la intriga?
Estuve a punto de derrumbarme al recordar aquel día y por primera vez pensé en lo terriblemente estúpida que había sido. Si alguien le estaba enviando información a Herman de lo que pasaba en casa, una poderosa razón para hacer que alguien como él abandonase su puesto durante algunos días, era el descubrir que una espía le enseñaba francés a su hermana. Y de haber sido esa la razón que le había traído de vuelta, ahora tendría una bala en el cerebro, porque me había metido sin preocupación ni precaución alguna en una cabaña en medio de la nada con un oficial de las SS. Intenté no reprocharme nada, no era el momento. No tenía una bala en la mollera, tenía chocolate francés y Herman sólo quería saber lo de Furhmann. No podía contárselo pero tenía que decirle algo, me obligaba la sola forma que sus pupilas tenían de acribillarme.
-Aquella tarde iba a salir a pasear pero Furhmann llegó y comenzó a hacerme preguntas sobre el caballo… si tú estabas al tanto de que yo montaba a Bisendorff y esas cosas…
-¿Le dijiste que tenías mi consentimiento? – asentí mientras dejaba escapar el humo entre mis labios – ¿y qué te dijo? – pensé en las palabras de Furhmann y me asombré de la habilidad de Herman para meter el dedo en la llaga. Al parecer conocía demasiado bien al amante de su madre.
-Me dijo; “bájese del puñetero caballo, señorita Kaestner…” y luego amenazó con pegarle un tiro al animal, así que me bajé – mentí esperando que quien quiera que le hubiese dicho lo que había pasado no le hubiese descrito la situación al detalle – y Furhmann salió galopando como un loco en dirección al bosque.
-¿Y ya está? – Asentí de nuevo tras pensarlo durante algunos segundos. Ya no podía contarle más -. Es decir, ese imbécil fue a casa sólo para coger un caballo que estabas montando tú… – recapituló de un modo pensativo mientras yo movía la cabeza con un gesto afirmativo – tenía casi treinta caballos en las cuadras y sin embargo tuvo que escoger precisamente el que tú tenías… repito la pregunta, Erika, ¿te incordia Furhmann? Porque a mí sí me incordiaría que me hiciera eso.
-Bueno, supongo que le molestó no encontrar a tu madre y al verme salir a caballo se le antojó dar una vuelta. Es como un niño pequeño… – dije tratando de esconder mi nerviosismo mientras apagaba el cigarrillo.
-Furhmann está en pleno conocimiento de las idas y venidas de mi madre. Ni siquiera pretendía tocar el tema de por qué había aparecido allí cuando solamente estabas tú, ¿lo hace a menudo?
Suspiré acorralada, a lo mejor ya sabía la respuesta, porque estaba claro que eso se lo tenía que haber contado alguien del servicio, y el servicio sabía perfectamente que Furhmann se presentaba más de lo que yo quisiera cuando estaba sola. Me levanté dispuesta a enfilar el camino hacia la puerta. Lo último que quería en aquel momento era hablar de aquel bastardo.
-¿Te vas?
-Claro que me voy. Ya te he dicho de mil formas que Furhmann no me incordia. No sé qué pretendes que diga, ¿qué no me cae bien? ¡Claro que no! Yo también sé que a ti tampoco te entusiasma su presencia pero todos le aguantamos, ¿no?
-Vale, no pasa nada con Furhmann. Ven, siéntate por favor… ya que estás aquí, hazme compañía.
Me acerqué de nuevo y me apoyé sobre el respaldo del sofá, sin dejarme seducir demasiado por la idea de quedarme. Conocía a Herman lo suficiente como para saber que sometería mis gestos a un exhaustivo escrutinio y que intentaría sonsacarme algo en cuanto le fuese posible.
-¿Cuántos días vas a estar aquí? – pregunté sin mucho entusiasmo.
-Una semana – arqueé las cejas en señal de sorpresa. No me creía que fuese a estar siete días refugiado de su propia familia -. Mi madre recibirá mañana a primera hora la carta que le comunica que llegaré el lunes para la comida. Necesitaba un descanso, pero no puedo irme de aquí sin verlas.
La idea de tenerle en casa una semana me tranquilizó un poco. Furhmann evitaba a Herman, era de dominio público que había asperezas entre ellos que resultaban imposibles de limar.
-¿Has pedido el traslado?
-Sí. Por eso se supone que he venido… – fruncí el ceño con curiosidad, había dicho que sólo estaba de permiso – van a ascenderme por mi impecable labor en la campaña del “nuevo estado dentro del estado”. Los amigos de mi padre dicen que sería el superior perfecto para un puesto cerca de aquí. No sé… tampoco me han contado demasiado ni he preguntado mucho, me basta con que me saquen de allí y pueda volver a casa – me informó con desgana, no debía hacerle demasiada ilusión el ascenso -. No digas nada, se supone que es una sorpresa.
-No, claro… ¿qué serás a partir de ahora?
-El lunes me presentaré como el Teniente Scholz…
¡¿Teniente?! ¡Era impensable encontrar un teniente que no llegase a la treintena! Mi cara debió delatar mi sorpresa porque Herman me dedicó una tenue sonrisa.
-¿Por qué no te hace ilusión? Tu padre estaría orgulloso, eres muy joven para ser teniente.
-Me hace muchísima ilusión, créeme.
-Muy bien – dije ante su evidente falta de entusiasmo -. ¿Y después de la visita, cuándo tendremos al Teniente Scholz en casa?
-Supongo que regresaré para Navidad y ya me quedaré.
-Todavía quedan un par de meses… – reflexioné en voz alta mientras hacía cábalas.
-¿Te parece mucho? – preguntó con curiosidad. No supe qué contestar, simplemente me encogí de hombros – Tendré que asistir un tiempo a la escuela de oficiales. Vendé a Berlín de vez en cuando y pasaré algún fin de semana en casa. O en la cabaña, depende de la tranquilidad que necesite…
Nos quedamos en silencio durante un buen rato, sin saber qué decir. La idea fugaz de confesarle lo de Furhmann invadió mis pensamientos. Pero si se lo contaba y él empezaba a tirar del hilo, era inevitable que llegásemos a la parte que concernía a su difunto padre, de modo que determiné que mi silencio era una opción más prudente.
-Creo que va a llover, Erika, deberías irte antes de que empiece… – miré hacia afuera a través de la ventana. Tenía razón – ¿tienes planes para mañana?
-No, ¿quieres que venga?
Herman dudó durante unos instantes y finalmente me dio una respuesta.
-Si no es ninguna molestia, sería agradable. ¿Te importaría traerme un caballo? Podríamos salir a dar una vuelta.
-Claro, ¿necesitas algo más? Comida, algún libro, ropa… – mi interés le provocó una de sus arrebatadoras sonrisas.
-Trae lo que creas necesario – me contestó entre risas -. Sólo una cosa, el caballo pídeselo a Frank. Él sabe que estoy aquí.
Asentí antes de que se levantase y me acompañase gentilmente hasta el caballo. Así que el viejo Frank -el encargado de las cuadras- sabía que Herman estaba allí. Entonces debía ser él quien le informaba de lo que pasaba en casa. No tenía ni idea de que tuviese soplones entre el servicio, a su padre no le tragaban. Llegué a la cuadra justo antes de que la primera llovizna se precipitase y tras guardarme la pistola bajo la cazadora busqué a Frank. Le encontré enseñándole a un mozo en qué dirección tenía que cepillar a los caballos.
-Frank – le llamé -, ¿podría venir un momento para ayudarme con Bisendorff?
 
 
 
Sin-t-C3-ADtulo1

-Claro.

Dio las últimas instrucciones al muchacho y me acompañó amablemente.
-¿Quiere que lo desensille? – preguntó al llegar donde el caballo.
-Bueno, ayúdeme si es tan amable, pero puedo hacerlo yo – le dije mientras comenzaba a recoger los estribos -. Quería pedirle que me ensillase a Bisendorff mañana después de desayunar y a otro caballo más, si no es demasiada molestia. Póngales alforjas, necesito llevar cosas.
-Muy bien, señorita Kaestner. ¿Algún caballo en especial a parte de Bisendorff?
-No lo sé, es para Herman – le dejé caer con naturalidad provocándole una mueca asustada, como si acabase de descubrirle haciendo algo indebido -. Él me dijo que se lo pidiese a usted, no me dijo nada más.
Frank asintió y se dedicó a partir de ese momento a echarme una mano en el más estricto silencio, pensando seguramente sobre lo que podía y no podía decir. Un gesto que delataba demasiada complicidad.
-Frank, ¿fue usted quien le contó a Herman el incidente de Furhmann? Ya sabe, cuando se llevó a Bisendorff hace unas semanas…
-Sí – admitió en voz baja -. Tengo órdenes de comunicarle al señorito Scholz cualquier percance que ocurra con los animales. La cría de caballos es uno de los negocios más lucrativos de la familia y él es quién se ocupa de ello… – Me explicó como si hubiese guardado una intrínseca disculpa en sus palabras -. Mi lealtad hacia él es total y Bisendorff es ahora mismo uno de los mejores sementales de nuestras cuadras, ¿ha saltado usted con él? – Negué sin preocupación -. Pues hágalo, merece la pena. Superó sin esfuerzo el 1,65 en el campeonato nacional de salto de altura del año pasado – tras escuchar las palabras de Frank miré al animal con infinito respeto, después de todo, acababa de decirme que era capaz de saltar a una mujer de estatura media -. Sale usted a pasear a lomos de un campeón, señorita Kaestner – añadió de un modo bonachón.
Le observé mientras lo metía en la cuadra, tratando de hacerme una idea aproximada del dinero que aquel animal podía llegar a mover. Si Frank hubiese visto cómo Furhmann lo había encañonado sin miramientos, Herman se hubiese presentado en casa mucho antes. De repente me sentí aplastantemente culpable por el riesgo que había corrido mi precioso amigo equino.
-Muchas gracias, Frank – le dije educadamente antes de retirarme.
Di una vuelta por las cuadras antes de entrar en la casa, temiendo la posibilidad de una visita inesperada. Pero regresé cuando la noche comenzaba a caer, cené algo por mi cuenta para no importunar a la cocinera y me fui a cama. Mis últimos pensamientos giraron en torno a Herman “refugiándose” en aquella cabaña del bosque de algo que sólo él sabía, porque desde luego, nunca me imaginé que fuese alguien que necesitase la soledad de ese modo. Adoraba a Berta y si era capaz de hacer eso, entonces era una especie de superdotado para las relaciones sociales.
El día siguiente no amaneció de una manera espectacularmente buena, las nubes no daban tregua y la lluvia amenazaba con convertirse en una constante, dando fe de que ya estábamos a mediados de octubre. La nieve no tardaría mucho en llegar y me sorprendí a mí misma pensando que aquel lugar tenía que ser precioso cubierto de blanco. Cuando yo había llegado ya había comenzado el deshielo. Desayuné entre mis propias ideas y después de informar de que no iba a comer en casa, llené las alforjas con una buena cantidad de comida y fruta, una baraja de póker, un par de libros que cogí en la biblioteca de la casa y un par de cajetillas de tabaco. Frank me explicó antes de salir hacia la cabaña que no me había ensillado el caballo que solía montar Herman porque él nunca quería que supieran que estaba allí cuando iba a la cabaña. Se lo agradecí ocultando mi sorpresa. Aquel detalle dejaba al descubierto que no era la primera vez que hacía aquello.
-¿Te quedas aquí hasta mañana? – Bromeó Herman cuando me ayudó a vaciar las alforjas.
-¿Acaso tiene miedo, Teniente? – Contesté en su mismo tono de voz haciendo que menease la cabeza mientras se reía – no sabía si tenías comida, ni si querrías leer algo durante la noche… me dijiste que trajese lo que considerase necesario.
-Viajar contigo tiene que ser encantador, ¿cuántos pajes necesitarías para un viaje de una semana, por ejemplo?
-Está bien – le solté en un suspiro – me lo llevaré todo de vuelta, no te preocupes.
Se rió mientras me decía que no sería necesario y me daba las gracias. Después de dejarlo todo en la cabaña, salimos a pasear durante la mañana, bajo un cielo que amenazaba con empaparnos en cualquier momento y que sin embargo no terminaba de hacerlo. Nos quedamos a comer en una pradera rodeada de pinos que no sabría ubicar y por la que discurría un arroyo y después de eso, amenizamos la sobremesa con una partida de póker. Herman me enseñó una versión americana para dos jugadores tras reírse durante un buen rato de que hubiese incluido una baraja en el equipaje y me vapuleó sin esfuerzo aunque mentir fuese una de mis grandes habilidades. Estaba demasiado entretenida escuchándole hablar sobre su campaña en Francia – nada importante, casi todo eran anécdotas personales que a mis superiores no le importarían lo más mínimo – y echando un vistazo a los caballos para que no fuesen demasiado lejos mientras pastaban. Después de lo que me había contado el viejo Frank, sentía más cariño por Bisendorff que por cualquier persona de la familia Scholz a parte de Herman. Claro que, por otro lado, él también era la única persona de la familia Scholz con más mollera que el animal. Lástima que las SS estuviesen esperándole desde que había llegado al mundo, no podía haber sido de otro modo descendiendo de los ancestros que tenía.
Regresamos cuando la densidad de las nubes se intensificó peligrosamente sobre nosotros. Apuramos el paso pero el chaparrón que había estado al acecho durante todo el día hizo una estelar aparición a medio camino de la cabaña. Durante los diez primeros minutos traté de encontrar desesperadamente algo con lo que cubrirme pero cuando aparté el pelo mojado que caía sobre mi cara como si estuviese en medio de un baño y vi que Herman mantenía el ritmo sin molestarse por la lluvia, decidí hacer lo mismo en lugar de quejarme. Aguanté estoicamente el resto del trayecto y en cuanto llegamos, dejé que él guardase los caballos en las pequeñas cuadras que había tras la cabaña para escaparme rápidamente al interior de la casa. Me senté tiritando en una de las sillas de la cocina, necesitaba entrar en calor pero no quería manchar todo con aquellas botas embarradas.
-¿Estás bien? – Me preguntó Herman extrañado.
-Sí – mentí tratando de controlar mis dientes.
-Vale, entonces no será necesario que me moleste en encender la chimenea para que puedas secarte un poco, ¿te vas ya? – Preguntó divertido mientras se apoyaba en el umbral de la puerta.
Miré hacia la ventana, estaba oscureciendo pero aquella lluvia fría como el hielo seguía cayendo a mares sobre el bosque. Le miré de nuevo dejándole ver que la idea no me atraía demasiado. Él también estaba chorreando, ¿por qué no parecía importarle?
-No. Enciende la chimenea, por favor… – susurré.
Herman se retiró riéndose. Escuché sus pasos sobre la madera yendo de un lado a otro, subiendo al piso superior y luego bajando las escaleras de nuevo hasta que por fin apareció otra vez en la cocina.
-La chimenea ya está encendida. Te he preparado una de las habitaciones, la segunda a mano derecha tras subir las escaleras – anunció dejándome una de las mantas que llevaba bajo el brazo sobre la mesa. Le miré pasmada ante el cambio de planes -. Admite que no llegarías de una pieza si volvieses a casa – añadió con condescendencia.
No lo admití pero supongo que él aplicó eso de; “el que calla, otorga” porque salió riéndose después de decirme que iba a ocuparse de los caballos. Cuando estuve sola me levanté, me quité el abrigo y me descalcé antes de caminar con impunidad sobre el suelo o las alfombras. En especial sobre la del salón, que era la piel de un gran oso pardo que seguramente habría terminado sus días durante alguna de las cacerías del Coronel. Me paré delante la cabeza del animal envuelta en mi manta, me agaché y escruté sus ojos antes de deslizar mi mano sobre su cabeza como si fuese un gato. Era lo más suave que había tocado en mi vida pero la alfombra hubiese ganado muchísimo si la cabeza no te mirase de aquel modo mientras enseñaba los dientes. Me levanté cuando un escalofrío me recorrió la espalda y estiré mi manta sobre el oso para sentarme encima mirando hacia la chimenea y recibiendo el agradable calor que irradiaba la hoguera.
 
-Erika, la manta era para ti, mujer… – dijo Herman colocando a un lado la leña que traía en brazos.
-Ya… pero el oso… no sé, prefiero no sentarme directamente encima de él -. Él se rió mientras removía el fuego.

05Volvió a desaparecer y al cabo de poco tiempo regresó con un par de mantas más. ¿Cuántas mantas había en aquella casa? Acepté mi nuevo abrigo y me envolví en él mientras Herman se sentaba a mi lado justo al tiempo que un rayo caía en algún lugar del campo iluminando el salón.
-¿Te dan miedo las tormentas? – Me preguntó.
-No -. Era cierto, los rayos nunca me han alterado lo más mínimo pero me dio la sensación de que no me creía.
-¿Un trago para entrar en calor? – Torcí la cara para mirarle y reparé en la botella de ginebra que había traído.
-Claro – acepté cogiendo la botella y sacudiendo la cabeza tras la primera toma de contacto con el líquido – ¿me das uno? – Le pregunté al verle sacar la pitillera.
El frío de mi cuerpo fue menguando a medida que la botella de ginebra iba bajando entre risas, cigarrillos y una agradable conversación, de forma que para cuando Herman se levantó a echar al fuego un par de leños más, lo hizo tambaleándose ligeramente.
-¡Creo que es hora de guardar la botella! – Exclamé con una carcajada mientras me dejaba caer sobre la manta que cubría la alfombra.
-¿En serio? Tiene gracia, yo pensé lo mismo hace una hora… – me contestó haciéndome reír todavía más mientras se sentaba a mis pies – ¡Levanta! Estás encima de mi manta…
-Venga, Herman, estoy demasiado cómoda…
-Muy bien, muy bien… – se quejó mientras elevaba mis piernas y las colocaba sobre su regazo para taparse con parte de mi manta.
Alcanzó una cajetilla de tabaco, encendió un cigarrillo y me lo pasó antes de encenderse otro para él.
-Háblame de esa novia que me mencionaste – le pedí con diversión.
Me había hablado de una chica con la que había estado un par de años y todo parecía indicar que era una de esas jóvenes de sociedad, educada desde la infancia para casarse con alguien como él. Me picaba la curiosidad por saber más acerca de ese romance.
-Pues lo cierto es que ahora no me acuerdo de mucho… – admitió riéndose – si querías saber más cosas sobre ella, no debiste dejarme beber tanto…
-Tampoco estás tan borracho, Herman – alegué tras observarle dar un par de caladas a su cigarrillo. Ni siquiera se le había caído la ceniza fuera del cenicero -. Venga, ¿la querías mucho?
-¡Claro! fue la primera mujer con la que me acosté – me soltó con aplastante obviedad haciendo que me retorciese de risa.
-¡Herman! ¡Un caballero no dice esas cosas! – le reprendí casi por obligación.
Lo cierto es que me había parecido graciosísimo. Quizás porque me resultó un razonamiento demasiado tierno que no me esperaba. Había admitido que la quería mucho haciendo referencia a que ella había sido la primera, como si eso fuese algo inherente. ¡¿Qué coño hacía aquel hombre en las SS?! La primera vez que yo me había acostado voluntariamente con alguien, amor, cariño o afecto eran tan sólo palabras del diccionario.
-¿Por qué no? Sólo lo he dicho aquí, entre nosotros dos… no vayas pregonándolo y punto. A mí no me importa que lo sepas – admitió sin tapujos -. ¿Y qué hay de ti?
-Yo tampoco soy virgen – admití correspondiendo su sinceridad.
Herman cerró los ojos y acto seguido estalló de risa mientras se dejaba caer en la alfombra. Me pregunté qué le hacía tanta gracia pero no me atreví a entonar la pregunta, esperé a que dejase de reírse, segura de que él mismo lo haría.
-Vale, supongo que las damas sí dicen esas cosas… de cualquier manera, sólo te estaba preguntando si habías tenido alguna relación seria.
Me sonrojé un poco pero no fui capaz de contener las carcajadas cuando se explicó. Comenzamos a reírnos de un modo enfermizo y cuando conseguí calmarme lo suficiente, le di una respuesta.
-Claro. Tuve un par de “relaciones serias” –. De repente me asustó la idea de defraudarle así que me sentí casi obligada a darle a entender que yo también me había entregado por amor -. Bueno, ¿y qué pasó luego? ¿Por qué lo dejasteis?
-Porque le dije que quería tener al menos ocho hijos y se escandalizó – dijo de una forma muy seria. Quería reírme, me parecía ridículo pero me aguantaba la risa porque era la historia de su ruptura -. Es broma – dijo su voz liberándome de la barrera que contenía mis carcajadas – no te rías tanto, ¡habría que ver tu cara si un hombre te dijese eso!
-Bueno, en ese caso sería yo la que me riese de él porque no puedo tener descendencia -. Herman se incorporó sobre sus codos y tras apagar el cigarro en el cenicero me miró fijamente.
No se lo creía pero yo no estaba bromeando. Me habían violado brutalmente con trece años. El hombre que lo hizo me había llegado a dar por muerta, así que considerando los daños internos que aquello me causó, quedarme estéril era casi lo más leve que podía haberme pasado.
-¿En serio? – Me preguntó – pues no parece que te importe mucho, creí que te encantaría tener niños, eres institutriz.
-Es que me así con trece años, ni siquiera tuve la oportunidad de plantearme seriamente si querría descendencia.
-¡Venga, Erika! ¡Sé que me estás tomando el pelo! – Exclamó tras unos minutos de silencio.
Me reí. Pero lo hice de su incredulidad. Le insistí en que era verdad, le solté la historia de siempre; que me había ocurrido a raíz de que varios doctores no hubiesen sabido tratarme correctamente una rara enfermedad que casi me manda al otro barrio.
-Bueno, si es así, lo siento de verdad. Pero si es una broma, te acordarás de ésta…
-Me parece bien – admití sin darle importancia -. ¡Así que el Teniente Herman Scholz estuvo locamente enamorado…! – dejé caer en un suspiro para desviar la atención.
-Yo no diría tanto. Creí que lo estaba pero luego me di cuenta de que no.
Me quedé un rato mirando hacia el fuego, que se empeñaba en sobrevivir a base de quemar los restos de la leña que había consumido. Pensé en aquella novia de Herman y casi sentí envidia. Aquella mujer había tenido suerte, aparte de ser guapísimo y atractivo, seguramente la habría tratado bien. Sonreí al vacío y me aclaré la voz antes de retomar la conversación, que había ido decayendo un poco.
-Eso lo dices porque seguramente fue ella la que te dejó – dije con una voz débil. El furor del alcohol comenzaba a pasarse y ahora casi me costaba entonar -. Sé un hombre y admite que te enamoraste de ella, es más fácil.
-No, no es verdad – solté un vago quejido al escuchar de nuevo su negación pero siguió hablando –. Creí que estaba enamorado, pero después de que todo eso terminase, me enamoré. Por eso sé que antes no lo había estado.
-¿En serio? ¡Vaya! ¿Y quién era la otra? – Pregunté con curiosidad, me estaba empezando a interesar demasiado la vida amorosa de Herman.
-No hables en pasado, aún están las dos vivas… – protestó con cierta gracia.
-Perdona, lo hago inconscientemente al referirme sólo al espacio temporal que compartisteis juntos.
-Bueno, con esta última no he tenido nada. Me enamoré, nada más.
-¡¿Te dio calabazas?! – Exclamé riéndome de nuevo.
-No. Tampoco eso. No le dije nada.
-¡¿Por qué?! – Le exigí casi ofendida.
-No sé… – hizo una pausa para pensar algo y luego continuó hablando – supongo que porque las cosas no se me pusieron como yo esperaba. Además, ahora estoy muy enfadado con ella – añadió riéndose de algo que sólo él sabía y alargando la mano para coger la botella y terminarse la poca ginebra que quedaba.
-¿En serio? O sea, que aún estás enamorado de ella… – reflexioné mirando al techo sin que mi propia conclusión me hiciese demasiada gracia. Pero ahora tenía que seguir preguntando, si me callaba parecería una idiota y en el fondo, quería saber quién era la muy puñetera – ¿por qué estás tan enfadado con ella?
Herman se rió de nuevo y tras dejar la botella en su sitio para dejarse caer de nuevo sobre la alfombra me contestó.
-Porque hay algo que me preocupa muchísimo. Le he preguntado acerca de ello y sé que no me ha dicho la verdad.
No entendí nada. Tampoco me esforcé demasiado, desconecté en cuanto me dijo que “había algo que le preocupaba muchísimo”, eso significaba que tampoco iba a decir qué era lo que le preocupaba, así que al darme cuenta de que iba a encriptarlo todo, sus palabras dejaron de resultarme interesantes.
-Pues para empezar, tú tampoco le has dicho que estás enamorado de ella, así que no te enfades tanto. A lo mejor si se lo dices, se siente un poco obligada a decirte eso .Y si no, llévale chocolates, como haces conmigo… por cierto, ¿y mi caja?
-¿En serio crees que si se lo digo se sentirá “obligada” a ser sincera? – Preguntó con incredulidad.
-Te he dicho que pruebes, ¿dónde pusiste mi caja de chocolates?
-Vale, probaré. Tus chocolates están allí, en la mesa de comedor – dijo señalando hacia la mesa que había en la parte del salón destinada para el comedor – ¿voy a por ellos?
-No. Sólo quería saber dónde estaban.
Nos quedamos un rato en silencio, mirando al techo sin hacer nada más, sólo escuchando la lluvia y los débiles petardazos que el fuego provocaba sobre la leña de vez en cuando. Empezaba a creer que Herman se había quedado dormido, pero entonces me habló.
-Erika – me costó escucharle porque me llamó casi en un susurro. No contesté, sólo ladeé la cabeza para verle allí, mirándome desde más abajo, tumbados de forma que mis piernas quedasen apoyadas sobre su regazo formando un ángulo recto. Creí que me estaba vacilando porque no decía nada, pero de repente continuó hablando – ya he probado con los chocolates… – volvió a hacer una pausa. Juraría que estuvo a punto de reírse pero aguantó el tipo – me sentí un poco idiota cuando me di cuenta de que ni siquiera te los habías llevado – susurró sin apartar sus ojos de los míos.
Mi reacción fue nula. Me sentí como uno de aquellos animales disecados, con una expresión congelada e inamovible hasta el fin de los tiempos. Incapaz de apartar mis pupilas de aquellos ojos azules que seguían mirándome bajo la luz del fuego. Y aun con aquel rictus inducido por sus palabras, barajaba la opción de ir allí y besarle pero, ¿por qué habría de hacerlo? ¿Qué conseguiría yo a cambio? Quizás adelantar un poco el trabajo, ya que cuando volviese a casa, él sería mi nuevo objeto de marcaje. Pero todavía no lo era. Sin embargo, en un completo silencio que sólo se rompía con los atropellados latidos de mi propio corazón, sentí por primera vez en mi vida la necesidad de hacerlo desinteresadamente.
-¿Te molesta Furhmann? – Me preguntó despacio – dime la verdad, por favor.
-Sí – contesté tras mirarle un poco más en silencio.
Supongo que pensó que estaba debatiéndome entre si decirle la verdad o intentar mantener mi respuesta del día anterior. Pero sólo estaba mirándole, ya era consciente de que no sería capaz de mentirle después de que me hubiese dicho aquello. Mi corazón empezó a latir aceleradamente cuando Herman se incorporó mientras dejaba escapar un suspiro y se acercó para tumbarse a mi lado. Podría haber hecho miles de cosas, pero lo único que mi atrofiado cerebro me permitió hacer fue cederle un poco de manta para que se tapase. Lo hizo, se cubrió un poco y tras apoyar su cabeza sobre su brazo flexionado, volvió a mirarme de esa forma.
-¿Qué te hace?
-Nada – contesté. Su repentina declaración me había descolocado, pero no tanto como para contarle lo de Furhmann.
 
07

-Erika… – canturreó con los ojos cerrados, exigiendo de nuevo la respuesta – si no me lo cuentas tú, seguramente pensaré en cosas mucho peores. Anda, ¿qué te hace?

Suspiré pensando que eso ya era imposible, pero le solté una versión muy light sobre la manera que tenía Furhmann de molestarme. Omití cualquier contacto físico y armé para él una especie de “acoso” que se limitaba a alguna frase grosera de vez en cuando por parte del capullo de Furhmann. Decidí no incluir nada más en vista de que eso ya había sido suficiente para endurecer el gesto de su cara.
-Vale – dijo cuando terminé de narrarle mi escueta versión de los hechos -. Haré que le manden a otra parte, ¿quieres? – Abrí los ojos con incredulidad, ¿de verdad era así de fácil? ¿Contárselo a Herman y perderle de vista?
-¿Y tu madre? – Inquirí.
-Probablemente mi madre me pida que medie, o intentará mediar ella misma hablando con algún amigo de mi padre, pero nadie le librará. Te lo aseguro.
Justo en ese momento un relámpago iluminó de nuevo la habitación. Miré hacia la ventana y pude ver cómo la lluvia azotaba sin piedad los árboles que rodeaban la cabaña.
-Sabes que antes, cuando te pregunté si te daban miedo las tormentas, esperaba que me dijeras que sí para poder abrazarte… – me confesó con dejadez.
Giré para quedarme tumbada de lado, mirando hacia él. Y tras intentar controlar mi propia respiración o escuchar más allá de mis latidos, tomé el brazo sobre el que no estaba apoyándose y lo pasé alrededor de mi cintura tímidamente. Esperaba que fuese suficiente para que hiciese algo pero solamente me sonrió, así que mi siguiente paso fue arrimarme a su pecho y esconder mi cabeza bajo la suya. Olía bien a pesar de haber pasado un día al aire libre, haber regresado empapado y haberse secado encima de un oso bebiendo ginebra. Apoyé mis manos sobre su pecho, medio aturdida por la forma en la que mi sangre corría por mis venas, tan rápido que mis órganos apenas podían coger el oxígeno que necesitaban.
-Herman – le llamé con miedo. Su respuesta fue un vago sonido – lo de que estabas enamorado de mí… no sería una broma, ¿verdad?
-Depende – contestó después de reírse – ¿qué estás haciendo tú exactamente?
La pregunta me desconcertó pero el brazo que yo había colocado alrededor de mi cintura se estrechó suavemente para abrazarme, así que analicé mi comportamiento y contesté lo que me pareció más lógico.
-Intento que hagas algo.
-Bueno, entonces no. Para ser sincero, yo quería besarte pero me lo has puesto sustancialmente difícil al esconderte ahí. Creí que este abrazo era mi premio de consolación.
Sujeté una risa nerviosa hasta convertirla en una sonrisa invisible y separé mi cara de la parte baja de su cuello para elevarla hacia arriba y verle todavía apoyado sobre su mano. No dijo nada, estiró el brazo que sujetaba su cara y coló el antebrazo bajo mi nuca. Dejó que mi cabeza descansase sobre él mientras me volvía a dejar cuidadosamente boca arriba, al abrigo de aquel torso que me incapacitaba por completo para determinar qué hacer con mis temblorosas piernas, o para hacer que mis pulmones retomasen la misma frecuencia de trabajo de siempre. Pero yo no culpaba a mi cuerpo, reconocía la insalvable dificultad de hacer todo aquello mientras los ojos de Herman me miraban a menos de un palmo de distancia. Como también reconocía que suficiente hacía mi corazón al no pararse cuando aquellos labios comenzaron a descender sobre mí. Cortándome la respiración justo antes de establecer un dulce contacto, como si el aire que me mantenía con vida hubiese podido enturbiar un momento tan crucial.
12

Me besó con conmovedora inseguridad, moviendo los labios lentamente y abandonando mi cintura tras un par de segundos para sujetar mi cara, como si yo fuese a cometer la tontería de apartarla. No lo hubiese hecho por nada del mundo, lo que sentí cuando mi boca empezó a moverse guiada por la suya marcó la diferencia desde el primer momento. Podía repetirme que Herman era sólo un trabajo más, uno agradable que no me costaba hacer o que disfrutaba haciendo, pero estaba lejos de ser “uno más”. Y en el fondo lo sabía perfectamente, porque resultaba imposible obviar lo que le hacía diferente. Él hacía que todo cambiase, el ruido de la lluvia cayendo a mares allí fuera me pareció el ruido más sugerente del mundo, porque yo estaba al abrigo, a menos de un par de metros de un fuego casi extinto que seguía regalándonos sus últimos esfuerzos por mantener una agradable temperatura. Todo era inmejorable entre unos brazos que echaría de menos en el mismo instante en que me abandonasen, al igual que los labios que estaba besando o la cara que de repente rodeaba una de mis manos mientras la otra tanteaba un pecho tan firme como el antebrazo que soportaba mi cabeza.

Comencé a desabrochar los botones de su camisa mientras su mano se enredaba en mi pelo y nuestras lenguas se encontraban tímidamente en un primer abrazo que enseguida perdió la inocencia para dejar claro lo que ambos queríamos. Mis manos llegaron al último botón visible y tiraron de la camisa hacia arriba para liberarla del perímetro del pantalón al que Herman la había sometido. Todavía quedaba un botón más, uno que me pareció insignificante porque ya podía sentir su pecho desnudo a centímetros del mío. Lo acaricié. Deslicé mis manos desde su vientre insultantemente plano hasta su amplio tórax, dirigiéndolas luego hacia una espalda perfecta a través de unos hombros que se mostraban tensos mientras Herman se posicionaba entre mis piernas sin dejar de besarme y yo recorría una y otra vez la musculatura que había dejado al descubierto su camisa.
Su boca se despidió de la mía con un tenue y sensual movimiento que aunque daba a entender que volvería, resultaba ligeramente desesperante en un momento así, cuando yo ya me había acostumbrado a ese epicentro que eran nuestros labios. Su torso también se escapó de mis manos cuando él se incorporó hasta quedarse de rodillas entre mis piernas flexionadas. Se quitó la camisa sin dejar de mirarme y apoyó sus manos en mis caderas, deslizándolas sobre la ropa hasta encontrar el cierre de mi pantalón de montar. Dejé caer los párpados cuando sus dedos lo desabrocharon sutilmente, imaginándome ya aquellas manos desnudándome de aquella forma, erizándome la piel con su simple tacto. Suspiré débilmente cuando tras deslizar mi camisa fuera del pantalón abierto, comenzó a abrir el último botón, descamisándome al revés de como yo lo había hecho con él.
-Erika… – me susurró mientras sus manos desarmaban la siguiente barrera. Abrí los ojos y le encontré ligeramente inclinado sobre mí, mirándome de esa forma tan placenteramente aplastante – aun a riesgo de que esta noche tenga que seguir soñando por mi cuenta… – dijo lentamente antes de hacer una pausa y agacharse para besarme cerca del ombligo mientras seguía abriendo botones – supongo que sería correcto preguntarte si no prefieres esperar… – mi sujetador acababa de quedar al descubierto e hizo otra pausa para besarme entre ambos pechos – y también supongo que tengo que decirte que en caso de que quisieras hacerlo, no me importaría… – me reí antes de que terminase de desabrocharme la blusa y me besase el cuello mientras volvía a tumbarse sobre mí -. Aunque puestos a ser sinceros, esto último lo digo por ser cortés, porque sí que me importaría un poco. En realidad tendría que decirte que en caso de que quisieras esperar, quizás me enfadase conmigo mismo durante un par de segundos, pero ni siquiera lo notarías, así que puedes decirme la verdad…
-Muy bien Herman, te diré la verdad – le prometí mientras volvía a rodear su cuello con mis brazos -. Si alguna vez hubiese tenido ganas de esperar, se me habrían pasado en cuanto te quitaste la camisa – mi respuesta le causó un ataque de risa que controló para darme un beso.
-A veces eres demasiado sincera para ser una dama, ¿nunca te lo han dicho? – Pensé sobre lo que acababa de preguntarme, llegando a la conclusión de que efectivamente, no me lo había dicho nadie. Iba a contestarle pero uno de sus dedos silenció mis labios – Mejor no digas nada, cuando callas eres la criatura más adorable del mundo.
Casi me enfado. Casi, pero no pude porque sus labios atraparon mi labio inferior con inmenso cariño antes de dejarse caer hacia mi busto regalándole a mi cuerpo sensuales caricias y besos mientras me despojaba de cada una de mis prendas hasta dejarme completamente desnuda en una semioscuridad truncada por la luz que emitían las brasas a las que se había reducido el montón de leña de la chimenea. Apenas podía ver su cara con claridad mientras besaba mi vientre, pero su simple roce era irresistible e incomparable a la vez. Hacía que no necesitase nada más y que sin embargo lo desease. Siempre me había preguntado cómo sería en la cama, y siempre me había gustado concluir que debía ser atento. Pero lo que nunca me había imaginado, era la especial tranquilidad que suponía ser el centro de sus atenciones, o lo bien que sentaba que sus labios te besasen, sin importar dónde, porque cualquier sitio que escogiese resultaría idóneo. Era sencillamente fantástico.
Mi ensimismamiento en sus manos y su boca se rompió cuando su lengua me arrancó un profundo suspiro al hundirse en mi sexo, recorriéndolo de una forma tan suave que en un momento dado hizo que mi cuerpo temblase levemente. Estuve a punto de reírme de mi propia reacción pero me gustaba demasiado lo que Herman me hacía y el minucioso trabajo de su boca volvió a atraparme rápidamente. Me concentré en aquello, me gustaba más que nada de lo que me habían hecho hasta el momento, y estuve a punto de decírselo pero me limité a intentar controlar mis inspiraciones y espiraciones al recordar que me había dicho que cuando callaba era la criatura más adorable del mundo. Así que preferí seguir siendo adorable para él y no permitirme más que esos gemidos que no lograba contener mientras me abandonaba por completo a una dinámica que me llevaba directa a donde tanto me costaba llegar en otras ocasiones. Y entonces, cuando mi cabeza comenzaba a apoyarse sobre el suelo haciendo tanta fuerza que casi lograba elevar mi espalda y una de mis manos se aferraba a un mechón del lomo de aquel oso enfadado, Herman paró.
Por un instante me sentí sola a pesar de sentirle allí cerca, a muy poca distancia sobre mí. Abrí los ojos y vi su cara justo antes de que se perdiese en mi cuello, dejándome sentir más besos. Pequeños y diminutos contactos de sus labios sobre mi piel mezclados con su aliento, con su respiración y con ese aroma que él mismo desprendía, un aroma masculino y agradable que no le había abandonado a pesar de las adversidades del día. Ya no llevaba ropa encima, me di cuenta cuando dejó caer sus caderas entre la confluencia de mis muslos y su dura calidez se apoyó sobre la mía, blanda e impaciente por acogerle. Impaciente por ver cómo Herman Scholz se movía dentro de una mujer, e impaciente porque aquella mujer, era yo. No me hizo esperar demasiado. Elevó su cara sobre la mía mientras dejaba que su miembro excitantemente erecto tantease la entrada a mi cuerpo a la vez que yo le abría mis piernas un poco más en mi afán por facilitárselo todo lo posible, y comenzó a entrar. Despacio, con la misma delicadeza que había puesto en cada uno de sus movimientos anteriores. Alcanzando su meta casi con pereza y alejándose de ella, de nuevo con una estudiada parsimonia que empujaba el deseo como un resorte contenido y liberado de repente. Me resultaba imposible no retorcerme bajo su cuerpo, no apretar sus tríceps cuando su pelvis encajaba lentamente en la mía o no intentar seguirla cuando retrocedía para volver a empezar otra vez. Y todo mientras me miraba desde una penumbra que sólo nos dejaba percibir lo justo, mientras me apartaba el pelo de la cara y aprovechaba para acariciarla o mientras me callaba con algún beso que lograba hacerme caminar sobre la cuerda floja, a punto de caer de cabeza a un mar de placer infinito que resultaba tan tentador cuando sentía que estaba a punto de zambullirme en él… y de nuevo Herman, echándome una mano, descansando en mi interior durante el tiempo exacto que yo necesitaba para no caer. Frustrándome durante unas décimas de segundo por sujetarme de aquella manera tan cruel y recompensándome de nuevo con sus dulces movimientos cuando el peligro había pasado.
Sujeté su cara, sonriéndole con la boca entreabierta que mi torpe forma me respirar me obligaba a mantener e intentando mantener aquella mirada que no perdía detalle de mis reacciones. Me pareció que sonreía sutilmente antes de que su cabeza bajase una vez más hasta la mía. Esperaba uno de esos besos pero sentí el roce de su nariz en mi mejilla al mismo tiempo que una de sus manos cubría mi frente y parte de mi sien, conformando un marco para mi cara mientras su cuerpo se posaba por completo sobre el mío, sin dejar de empujar en ningún momento, pero en su línea, sin acelerar más de la cuenta. Obligándome constantemente a sentir cada detalle de cada vaivén mientras mis piernas rodeaban su cintura, dispuestas a quedarse allí el tiempo que hiciese falta, aunque todo parecía indicar que no iba a ser mucho más.
Su aliento se estampó cerca de la comisura de mi boca al tiempo que un rebelde empujón parecía escaparse del guión proporcionándome una dosis extra de placer y excitación. Busqué sus labios, encontrándome con ellos sin esfuerzo tras hacer un leve movimiento que los dejó directamente sobre los de Herman, y entonces mi lengua corrió directa hacia la suya, buscándola descaradamente para que no me pusiese ningún freno, para decirle explícitamente sin ningún sonido más que el de nuestros gemidos, que necesitaba que me dejase caer y que ya no me sujetase, ni me mirase, sino que cayese conmigo.
 
111

Y él lo entendió, porque la mano que cubría mi frente se desplazó hasta sujetar mi nuca mientras su boca me besaba con una fogosidad marca de la casa, porque tampoco llegaba a descuidarse en lo que parecía descontrolado, y eso resultaba irresistible viniendo de él. Tan irresistible como su vientre deslizándose sobre el mío a la vez que me penetraba con una extraña mezcla de énfasis y cuidado. Siempre sin perder el control, incluso en el momento en el que el aire de su garganta se escapó dando lugar a un quejido que se coló en mi boca e hizo que mi piel se erizase bajo la suya mientras mis caderas se tensaban, arrastrando su sexo dentro de ellas y haciendo que nuestros movimientos terminasen en aquello que yo ansiaba de un modo que rozaba la desesperación. Recuerdo que me aferré con fuerza a su cuello, que cerré los ojos mientras nuestro gimoteo resonaba en mis oídos y que Herman me besaba en la yugular justo antes de que mi cuerpo se saturase y experimentase el orgasmo más intenso al que jamás me habían arrastrado. Un orgasmo que me mostró un exponente del placer que yo desconocía y que se prolongó hasta que nuestro gran final comenzó a despedirse entre espasmos cada vez más débiles y escasos en el tiempo.

-Querida, necesito respirar… – me susurró una voz ahogada en un agónico tono. Aflojé mis brazos para que pudiese despegar su cabeza de mi cuello y me disculpé un poco avergonzada por apretarle de aquel modo, ¿a cuántos Scholz necesitaba ahogar? – ¡Gracias! – Exclamó tras inspirar y espirar profundamente un par de veces y antes de darme un beso en la frente haciendo que me temblasen las piernas mientras las retiraba de su cintura. Nunca me habían besado en la frente -. No te molestaría si no fuese importante, pero respirar suele serlo, ¿no crees?
Asentí mientras observaba su pelo despeinado bajo la suave luz. Le quedaba bien y parecía incluso un par de años más joven. Acaricié su mandíbula en silencio, mientras notaba todavía su miembro en mi interior, comenzando a menguar. Tampoco nadie se había quedado antes tanto tiempo allí, y paradójicamente, el gesto me resultó demasiado íntimo. Me besó la palma de la mano y se incorporó despacio. Primero elevando el torso sobre sus brazos y luego haciendo lo mismo con las caderas y sus piernas. Pero no llegó a levantarse, sobrepasó una de mis piernas y se dejó caer a mi lado, ofreciéndome cobijo bajo uno de sus brazos tras alargar la mano para coger un par de cojines del sofá más cercano. Me resguardé allí, con la cabeza apoyada en el brazo que me rodeaba hasta caer sobre mis costillas y esperando a que Herman terminase de extender una de las mantas sobre nosotros. Cuando terminó de hacerlo me relajé y cerré los ojos, pensado en todo lo que acababa de ocurrir.
Lo primero que pensé fue en las caricias de Herman, que no me habían abandonado en ningún momento y todavía se resistían a hacerlo, aun cuando él casi se estaba durmiendo. Tenía que reconocer que aunque aquella firme teoría de que el sexo no tenía nada que ver con el amor siguiese en vigencia, merecía que le añadiese un apartado en el que dejase constancia de que no obstante, cuando una se siente querida el sexo es incomparable hasta el punto de ridiculizar con un polvo toda una vida de revolcones. Y si encima, el hombre que te regala todo eso es alguien como Herman Scholz… de repente reparé en algo que había olvidado por completo: estaba en brazos de un Teniente de las SS. ¡No debería haber hecho aquello! ¡Y tampoco debería quedarme allí! Debería levantarme, vestirme y dormir en la habitación que me había preparado. Acostarme con él sin ningún interés de por medio ya había sido suficiente, podía justificármelo, pero si me quedaba allí, entre sus brazos, no habría excusa posible. Abandonaría la categoría de “desliz” y entraría directamente en la de “hecatombe”.
<<¡Levántate! ¿A qué esperas?>> pensé mientras Herman apoyaba su mejilla sobre mi cabeza y me cubría un poco más con la manta, colocándola cuidadosamente bajo mi cara. Bueno, podía esperar un poco más. Quizás él también fuese a irse a cama y entonces sería más fácil.
-¿Estás dormida? – me preguntó un débil hilo de voz. Negué con una tonta sonrisa que no pude evitar -. ¿Entonces por qué no hablas?
-Porque cuando callo resulto adorable… – susurré acomodándome en su pecho.
Decidí mientras se reía que podía quedarme allí con él. Estaba de permiso, así que no estaba ejerciendo como torturador en serie y técnicamente no era “el enemigo”. Me di cuenta de que era la excusa más pobre e insostenible que me había dado jamás a mí misma, pero quería quedarme.
Erika… – levanté la cabeza un poco hasta visualizar su cara, confundida por el acento francés con el que había pronunciado mi nombre.
Oui?- pregunté con curiosidad mientras apoyaba la barbilla sobre la mano que tenía sobre su pecho.
Je t’aime – me susurró despacio. Me reí y me acomodé de nuevo sobre él, sonriendo en la semioscuridad del salón.
Moi aussi – dije finalmente después de un par de minutos. Consciente de que si antes estaba planteándome levantarme e irme, el hecho de decirle que yo también le quería no venía a cuento. Pero quería decirlo. Porque nunca me lo habían dicho y porque de todos los hombres que conocía, él era por desgracia o por fortuna, el único a quien me apetecía decírselo.
-¿Segura? Te ha costado mucho soltarlo… – su voz me hizo reír de nuevo.
-Sí, por ahora creo que sí – dije mientras me abandonaba al sueño entre sus brazos.
No sé en qué momento me dormí aquella noche, pero sí sé que dormí bien y que me desperté desnuda entre mantas, con la cabeza sobre uno de los cojines, bajo la luz del día que entraba por las ventanas y sintiendo un agradable calor. Miré hacia la chimenea, estaba encendida, la leña era nueva y todavía no se había consumido mucho así que Herman debía haberla encendido hacía poco pero, ¿dónde estaba? No había rastro de él y empezaba a pensar que quizás la noche anterior la ginebra me había ayudado a “idealizarle un poco”.
-Buenos días – escuché de repente sobre mi cabeza.
Giré sobre mí misma para ponerme boca abajo y al mirar hacia el lugar del que procedía la voz le encontré allí, sentado en el suelo con una manta echada sobre los hombros y ataviado sólo con sus pantalones mientras sujetaba una taza humeante. La visión de su torso me dejó claro que, al menos el físico, no lo había idealizado.
-¿Qué haces?
-Te miro – contestó con sinceridad.
-¿Por qué?
-Porque he hecho café y me estaba preguntando si preferirías dormir un poco más o tomarte el café caliente – me informó con una sonrisa antes de dar un sorbo -. Además, tengo que darte una noticia buena y una mala, ¿cuál prefieres primero?
-La mala -. Mi elección no debió gustarle demasiado a juzgar por la forma en que torció la boca.
-La mala es que los bollos de desayuno que me trajiste ayer se han puesto duros y la buena es que quedan bollos – fruncí el ceño creyendo que había escuchado mal -. Lo sé, no tiene sentido, pero es que tenías que haberme pedido primero la buena. ¿Café?
Acepté enrollando la manta alrededor de mi cuerpo y me desplacé caminando de rodillas hacia él. Iba a coger mi taza y sentarme en frente pero me hizo un sitio entre sus piernas y abrió sus brazos esperando que aceptase el lugar. Lo hice y avancé un poco más para sentarme entre sus piernas de forma que mi espalda se apoyase en su pecho. Me pasó la taza tras arroparme un poco y desayunamos mientras hablábamos. Decidí quedarme el resto del día y regresar por la tarde, antes de que Berta y su madre volviesen de Berlín. No hicimos nada, dormir a ratos, mirar la chimenea desde el sofá y dejar que el tiempo volase inevitablemente mientras nos regalábamos besos y muestras de cariño. Un derroche de afecto que llegué a interpretar como el pago atrasado que la vida me debía. Y entonces, cuando empezaba a sopesar la idea de regresar a la casa para decir que me ausentaría aquella noche, Herman me recordó que a pesar de lo poco que le entusiasmaba la idea, tenía que irme.
-Erika, ¿no te olvidas de algo? – me preguntó antes de que me subiese al caballo. Sonreí como una idiota y me acerqué de nuevo para besarle -. Está bien, pero me refería a los chocolates. Empiezo a creer que no te gustan tanto como dices… – me susurró antes de guardar la caja en las alforjas y volver a besarme.
Cabalgué riéndome sin saber de qué mientras los cascos de Bisendorff recorrían el camino sin interrumpirse. Cuando llegué a las cuadras Frank estaba esperándome.
-Señorita Kaestner, la señora ya ha llegado. Quería hablar con usted, al parecer le han mencionado que no durmió aquí anoche… – me anunció compungido mientras recogía el caballo de Herman. ¡Mierda! No supe qué decir ni qué cara poner, estaba pensando en una excusa cuando él siguió hablando -. Me he tomado la libertad de decirle que uno de los caballos había sufrido un cólico y que se había quedado a dormir en las cuadras para ayudarme por si pasaba algo… – la mandíbula inferior se me cayó en gesto de sorpresa. Se lo agradecí de todo corazón pero parecía tener algo más que decirme -. Mire, Furhmann vino ayer por la tarde. También quería verla pero nadie supo decirle a dónde había ido. Anduvo por aquí un buen rato, me pidió un caballo pero le dije que tenía órdenes expresas del señorito Scholz de no dejar salir ningún caballo con mal tiempo y acabó marchándose. Parecía enfadado.
-Está bien, muchas gracias por todo, Frank.
-Tenga cuidado con Furhmann. Me temo que no se creyó lo que le dije, se quedó mirando la cuadra vacía de Bisendorff con curiosidad.
Bueno, eso sí era un problema. La próxima vez que tuviese que verme las caras con él estaría de un humor de perros. Pero por lo menos, Herman estaría en casa. Me despedí de Frank agradeciéndole todo de nuevo y me retiré a la casa. La señora no parecía molesta, me dio las gracias por ocuparme de los caballos de su hijo en mi tiempo libre y me pidió que las acompañase durante la cena. Estaba contenta porque Herman iba a visitarnos. Tuve que hacer un esfuerzo titánico para no estallar de risa cuando me lo dijo como si me lo estuviese anunciando en primicia.
Al día siguiente, el Teniente Scholz se presentó en casa como tal, y tras un par de días recibiendo visitas y llamadas de amigos de la familia que se querían felicitarle por el ascenso o por su impecable carrera y labor en el cuerpo, encontró una ocasión para proponerme un paseo a caballo que terminó inevitablemente en la cabaña. Aunque Berta estuvo a punto de estropearlo porque nos pilló justo cuando salíamos hacia las caballerizas vestidos con ropa de montar. Finalmente Herman le prometió que al día siguiente, aprovechando que su madre se iría por la mañana para pasar el día en Berlín con un grupo de amigas petulantes, nos iríamos los tres a pasear. El monstruo aceptó con tal de saltarse nuestras clases.
Los días transcurrieron con normalidad, quizás con más rapidez de la que me gustaría, pero con tranquilidad. Y eso era algo que no venía nada mal en un sitio como aquel de vez en cuando. A veces resultaba difícil compartir mesa delante de su madre y del demonio de Berta, o estar pendiente del servicio cuando nos cruzábamos a solas. Pero incluso tenía su punto cómico, porque luego nos reíamos de ello durante horas cuando salíamos a pasear. El día que viajé a Berlín para enviar mi informe caí en la cuenta de que apenas había conseguido información que remitir. Mencioné el ascenso de Herman y lo poco que sabía acerca de aquel cargo que le esperaba, pero sonreí cuando dejé el sobre en aquella trastienda al pensar que podría haber añadido una posdata diciendo que había sido la mejor semana de mi vida, pero me largué en cuanto la idea me tentó demasiado. Pensarían que había perdido irremediablemente la cordura. Aproveché el viaje para hacer un par de compras en la ciudad y al regresar a casa me encontré a Berta leyendo un libro en voz alta sentada en medio del salón. Sí, era cierto que la niña me importaba bien poco, pero incluso para ella era un comportamiento demasiado extraño. Me paré en la puerta y decidí echar un vistazo. Lamentablemente, me arrepentí en cuando di el primer paso hacia el interior de la estancia.
-¡Señorita Kaestner! ¡Qué alegría! – Exclamó la voz de Furhmann con una sarcástica inocencia – quédese escuchando esta magnífica historia que me está leyendo Berta.
-Tengo cosas que hacer – le espeté de un modo cortante.
-En ese caso, deje que la ayude… – dijo levantándose.
-No, no es necesario. Supongo que todo eso puede esperar – cedí cambiando de opinión en el mismo momento en el que aquel capullo se había levantado. Berta me miró extrañada mientras me acercaba a la ventana – ¿dónde está tu madre? – Le pregunté.
-Ha ido un momento a casa de los Fischer. Dijo que no tardaría.
-¿Y tu hermano? – La niña se encogió de hombros haciendo que el aire de mis pulmones saliese despedido de una forma sonora mientras Furhmann me dedicaba una asquerosa sonrisa – está bien, sigue leyendo.
Berta obedeció. Siguió leyendo al mismo tiempo que yo buscaba desesperadamente un indicio de que Herman andaba cerca, pero no lo encontré. Y las cosas se pusieron feas porque Furhmann caminó lentamente por la estancia en dirección a la misma ventana que yo estaba a punto de abrir para salir si era necesario.

-Berta, ¿qué tal las clases de francés con la señorita Kaestner? ¿Te gustan? – preguntó la voz de Furhmann a escasa distancia de mi espalda.

-No mucho – reconoció la niña.
-¿De verdad? Pues a mí me han dicho que la señorita Kaestner domina el “francés” a la perfección… – cerré los ojos tratando de respirar a un ritmo normal mientras una mano se posaba sobre mi hombro -. De hecho, me encantaría poder tener la oportunidad de que me enseñase ese amplio dominio que tiene…
-¡Furhmann! – Exclamó la voz de Herman desde el umbral de la puerta, haciendo que aquella mano se retractase y guardase las distancias al instante – ¿qué está haciendo aquí?
-¡Herman! Me alegro de…
-Teniente Scholz, si no le importa – le interrumpió Herman mientras yo caminaba hacia Berta y le pedía que se fuese a la habitación.
-Tiene que cuadrarse, le han ascendido – dijo la niña antes de levantarse con el libro.
-Preciosa, esas cosas no se hacen entre amigos. Tu padre tenía un rango mucho más alto y nunca me exigió tal cosa… – le explicó con seguridad. Berta suspiró airosa y se retiró -. Estaba cuidando de tu hermana. Tu madre ha ido a…
 
-No me importa lo que tenga que decirme – le espetó Herman interrumpiéndole de nuevo -. Y tampoco me importa lo que mi padre le exigía o no le exigía. La manera de proceder que tenía usted con él se la guarda para cuando visite su tumba, si es que hace tal cosa. Por lo que a mí respecta, tendrá que guardarme el debido respeto. Y más si está en mi casa. Así que si algún día le tengo delante y usted no se cuadra, sepa que mi queja llegará al comité de regulación interna antes de que salga por esa puerta.
Me quedé en el salón lo justo para ver cómo Furhmann se enderezaba ante Herman y después abandoné la estancia. Aunque me quedé al lado de las escaleras para escucharles.
-Sí, mi Teniente – contestó aquel cabrón con mucho menos entusiasmo del que ponía al manejar el doble sentido cuando hablaba de mi francés delante de Berta.
-Bien, ahora déjeme que le diga algunas cosas. Lo primero es que si vuelvo a encontrarle diciéndole gilipolleces de semejante calibre a una niña de doce años, me ocuparé personalmente de que se aburra usted del “francés”. Lo segundo es que si vuelve a molestar a Erika o a cualquier empleado de esta familia, y voy a enterarme si lo hace, también me ocuparé de que no le queden ganas de volver a hacerlo. Y lo tercero que quiero mencionarle es que si tiene usted la soberbia cara de volver a coger un caballo de las cuadras Scholz sin mi expreso consentimiento, también me ocuparé de que no quiera volver a tener un caballo cerca en lo que le resta de vida. ¿Me ha entendido?
-Sí, mi teniente – repitió con una voz castrada.
-Bien. Por último, sólo quería desearle suerte en la campaña del Frente Oriental.
-¡¿Qué?! – Exclamó de repente.
-¿Todavía no le han informado? – Le preguntó Herman.
-No, ¿de qué?
-Se va a Rusia el lunes de la semana que viene. Me lo mencionó el General Berg cuando me llamó ayer. Él también le desea suerte – le soltó haciendo que yo casi me desmayase en las escaleras a causa del tremendo alivio que sentí al escuchar aquello. Si Furhmann tenía la oportunidad de dejarse caer por casa después de lo que acababa de pasar, tendría que matarle o sería él quien me matase a mí -. Luche con dignidad y haga méritos. Le están dando la oportunidad de formar parte de la historia.
-¡Hijo de la grandísima puta! ¡Esto es cosa tuya, ¿verdad?! ¡Hablaré con tu madre! ¡Ella también tiene amigos, ¿pero quién coño te has creído?! – Gritó Furhmann. Su voz me sobresaltó. Creí que después de aquello llegarían a las manos, al fin y al cabo, yo conocía en primera persona lo tremendamente fácil que le resultaba a Furhmann sacar el puño a paseo.
-Dentro de un par de días recibirá la sanción correspondiente a tan gravísima falta de respeto y disciplina – le informó Herman con la mayor de las tranquilidades -. Espere a mi madre fuera, no le gusta que fumen aquí.
Me escondí de la puerta del salón en el entrante que dibujaban las escaleras pero Herman se dio de bruces conmigo cuando tomó la misma dirección. Me agarró suavemente el brazo y me obligó a subir con él.
-¿Estás bien? – me preguntó en el segundo piso mientras caminábamos a través del pasillo.
-Sí. ¿De dónde saliste? ¿De verdad le mandan a Rusia?
-Estaba en el despacho de mi padre, hablando por teléfono con Berg. ¡Ya lo creo que le mandan a Rusia! Sabía que todavía no le habrían informado porque acababan de confirmarme por teléfono que finalmente le llamaban al frente. Pero cuando bajé y me lo encontré allí, no pude esperar para decírselo – me contó con una sonrisa mientras abría la puerta de su dormitorio.
Me quedé en el pasillo, dispuesta a esperarle allí mientras hacía lo que tuviese que hacer.
-Vamos, pasa – me pidió.
Obedecí su voz y le seguí a la estancia, era la primera vez que entraba allí, parecía más amplia desde dentro pero apenas pude apreciarla. Herman cerró la puerta y me condujo a cama mientras sujetaba mi cara y me besaba sin tregua.
 
 

Relato erótico: “Numeros Primos I – Cony 1” (PUBLICADO POR MEWLEN)

$
0
0

MALCRIADA2Las visiones eran cada vez más vívidas; le costaba diferenciar entre el sueño y la vigilia. Los medicamentos la Sin títuloayudaban en algo a dormir, pero le advirtieron que el proceso de desintoxicación no sería agradable. No es que realmente tuviera alternativa, dado su estado de ingreso. Al menos volvía a soñar, se dijo… después de la balacera recordaba realmente muy poco.

Sintió acercarse a una enfermera. No fue capaz de reconocer su cara, pero al menos el tono de su voz era firme… algo de lo que aferrarse.

– La dosis de la tarde -le dijo escuetamente, mientras le aplicaba la inyección-

El dolor de la aguja le resultó ajeno. Hacía años que se había acostumbrado a la sensación. Miró la lámpara fluorescente del techo y trató de enfocarse en no sentir. Deseaba dormir más que nada en el mundo, pero los remanentes de Cristal en sus venas se lo impedían. Sentía su cuerpo como algo ajeno, y los cambios de humor no la ayudaban.

La enfermera se cercioró que sus esposas estuvieran bien firmes y apagó la luz sin siquiera despedirse, dejándola sola con una larga noche a la que enfrentar.

Era el quinto día; le habían dicho que sería el más difícil…

No le mintieron.

Lo primero fue el sentimiento: la rabia homicida que se alzaba en su cabeza. Si hubiera estado libre probablemente se habría volcado a atacar a quien estuviera a su alcance, pero las malditas esposas no cedían por más que hiciera fuerza. Llegó al extremo de hacerse sangre en las muñecas y tobillos, pero la cama no cedió. Después, comenzaron las visitas. Raúl… su amado Raúl… su cadáver lleno de impactos de bala… Peter, siempre riéndose de su ingenuidad… Danny, su última ilusión… Alfredo, su tabla de salvación… su nueva oportunidad… Gabriel, el hombre que más odiaba… y aquella figura sombría en la esquina… la niña triste… inexpresiva… su hija, Claudia.

Las imágenes comenzaron a cruzarse en su cabeza. Pasado, presente… quizás futuro, no lo sabía a ciencia cierta… gritó, luchó, forcejeó, convulsionó… no supo si quedó inconsciente o simplemente dormida.

Y recordó…

– Desnúdate -fue su saludo-
– ¿¡Perdón!?
– ¿Eres Dolores, no es cierto?
– Sí, sí, Dolores Hidalgo
– No… con ese nombre no me sirves… busca algo más llamativo para los clientes… ahora desnúdate, necesito ver la mercancía.

Tímidamente comenzó a quitarse la ropa. Danny, un hombre en la vida que deseaba dejar atrás, le hizo darse cuenta que la única forma de ganarse el sustento que tendría sería si trabajaba vendiéndose. No quiso aceptarlo en un principio, pero el dinero se termina y, cuando tienes otra boca que alimentar, con mayor velocidad aún.

– Mira, no tengo todo el día. Tengo más chicas que entrevistar y, créeme, las candidatas sobran.

Terminó la labor de forma apresurada. No pudo evitar el llevar sus manos a sus senos, pero la mirada del hombre la hizo bajarlas hasta la cintura.

– Hmmm. Veo que Danny no me mintió. Definitivamente podrías servir. ¿Cuánto llevas en el negocio?
– Dos años -mintió-
– ¿Y cuántos clientes has atendido?
– Yo diría que unos doscientos -volvió a mentir-

El hombre se acercó más y comenzó a revisarla con más detalle. La situación le resultaba bastante incómoda; se sentía como un trozo de carne en el aparador… el hombre dió una vuelta alrededor de ella y, cuando terminó, tomó sus pezones y se los retorció fuerte.

– ¿¡Qué haces, cretino!?
– Cada vez que me mientas te castigaré. Exijo de mis empleados una honestidad total… Es fundamental en este negocio.

Dolores lo miró molesta, pero a la vez sorprendida. Hacía tiempo que nadie la trataba de esa forma… la violencia, medida, le resultó deseable nuevamente.

– Está bien, lo siento… ¿qué quieres saber?
– Todo…
– Muy bien: Me llamo Dolores Hidalgo, dentro de 22 días cumplo los 26 años, tengo una hija. me prostituyo hace dos meses y he tenido 21 clientes
– Demasiado pocos, con razón reaccionas así.
– Por favor, dame una oportunidad… Danny me dijo que trabajas con clientes que pagan bien; te aseguro que puedo hacerlos pasar un buen rato… ya he estado con gente así, simplemente no cobrando.
– ¡Pero vaya desperdicio, mami!. Tienes un cuerpo de diosa y ¿te lo han estado usando gratis?
– Eso es pasado… Por favor… necesito el trabajo.
– A ver -dijo el hombre rascándose la cabeza-… es cierto: Danny siempre tuvo buen gusto en cosas de mujeres, pero tú claramente careces de experiencia.
– Mira… pruébame. Si después de una noche conmigo sigues diciendo lo mismo me voy por donde vine.
– ¡Una noche!… lo siento, mami, pero mi tiempo es valioso -dijo mientras se quitaba el reloj, una imitación de Cartier horrorosa-… tienes una hora; el tiempo corre -dijo poniendo la alarma de su reloj-.

Cerró los ojos y respiró profundamente un par de veces. “Imagina que es Raúl”, se dijo… se concentró en ese pensamiento y dejó que la inundase.

Se acercó a él y lo tomó suavemente por la cintura. Se empinó ante su cara y depositó en sus labios un tímido beso. Deslizó una de sus manos por su espalda mientras separaba sus labios, mirándolo lascivamente y mordiendo su propio labio inferior. No sintió si había logrado excitarlo, pero pudo ver un cierto brillo aprobatorio en sus ojos.

Se lanzó nuevamente en pos de sus labios, esta vez con más ahínco. Subió la mano de la espalda a la nuca y jugueteó con su ondulada cabellera rubia, mientras sus pezones hacían contacto con su camisa. El hombre comenzó a responder, pero sin desear tomar la iniciativa. resultaba claro que se trataba de una prueba y, estuviera disfrutándolo o no, el negocio estaba primero.

Ella se separó y retrocedió lentamente hasta sentarse en la cama. Juntó sus piernas y las puso de lado, proyectando una imagen de inocencia claramente estudiada, mientras apoyaba sus manos en la colcha. Sus labios se movieron sin emitir palabra y lo atrajo hacia sí solamente usando la mirada. El se acercó a ella colaborativo. La mujer comenzó a besar su abdomen mientras magreaba suavemente su trasero y se tomó un par de minutos en comenzar a quitarle el pantalón.

– ¿Siempre te tomas tu tiempo? -inquirió él-
– Casi siempre… quiero que mis clientes disfruten, que vuelvan a desear estar conmigo.
– Bien… detestaría que fueras otra buscadora de dinero que no sabe ni siquiera como mamar una verga

Entendió sus deseos y procedió segura. Le quitó el pantalón, arrodillándose a sus pies con sensualidad y luego le quitó las sandalias. Sus pies se le antojaron atractivos, así que decidió besarlos y lamerlos un poco. Miró hacia arriba y encontró aprobación, aunque no excesiva, así que se movió serpentinamente hacia su espalda mientras con sus manos indagaba dentro de sus boxers: encontró su verga a media asta. Se sorprendió cuando su tacto le reveló la circuncisión del hombre, pero este no hizo ademán de molestias antes las caricias sin lubricación. Alzó las manos hasta los pezones de su amante y desde allí trazó dos rutas curvas, acariciando cada centímetro de su pecho y abdomen. A la hora de liberar el pene de su prisión, lo hizo desde atrás, asiendo el boxer con los dientes y tirando de él hacia abajo con el peso de su cuerpo. Mordió luego suavemente sus nalgas e, incorporándose, pasó a ocupar el frente del hombre. Llevó una mano a su cuello y lo besó, esta vez intensamente, trenzando sus lenguas en un dulce combate de jadeos, mientras que con la otra mano comenzaba una suave paja. Por fin su amante respondió y comenzó a acariciarle las tetas, de forma suave, pero firme.

Se tomó su tiempo en excitarlo, deseaba disfrutarlo también. Prefirió esperar a que estuviera completamente erecto para utilizar su boca en su sexo. Bajó lenta y sinuosa hacia aquella enhiesta verga, dejando una camino de saliva a su paso. Juntó saliva unos segundos y apretó los labios. Quiso que él sintiera como si estuviese profanando una boca virginal… que le hiciera pensar en su ano. Comenzó a forzar su verga lentamente a que entrara en su boca de tal manera que la ilusión fue perfecta, tanto así que comenzó a arrancarle gemidos de genuino placer a su amante. Mantuvo apretados los labios con la fuerza suficiente para que él no perdiera un ápice la erección, mientras jugueteaba con su glande usando su lengua. El mensaje era claro, y él lo entendió.

– Muy bien, mami… si así lo quieres, voy a cogerte la boca

Puso sus manos en su cabello y lo acarició con delicadeza, mientras lentamente comenzaba a penetrar aquella boca. La garganta de Dolores comenzó a ser visitada con más insistencia por aquel glande. No supo bien porqué, pero comenzó a babear de una forma desconocida para ella hasta ahora.

– Bien… veo que te gusta lo que te hago… ahora, ¡traga!

Le incrustó con fuerza el resto de su tranca. La mujer fue tomada por sorpresa totalmente; creía que tenía el control de la situación, pero se equivocaba por completo. El vaivén de las caderas del hombre se hacía todavía más profundo y más rápido, mientras presionaba su cabeza firmemente contra él. Aún así, tuvo la prestancia para no perder el control; era demasiado lo que se jugaba, no pretendía volver con la cola entre las piernas, y menos a estar cerca de su ex-esposo. El hombre comenzó a acariciar su cabeza mientras le hablaba.

– Que maravilla… no te atragantaste… perfecto… no me has rozado con tus dientes… uffff… que delicia, mami… me das mucho placer, para ser una novata eres maravillosa… ya me vengo, sigue, sigue…

Reemplazó sus movimientos por fuertes embestidas en la boca de la mujer, buscando a la carrera el orgasmo. Ella contó once empellones que, contrario a experiencias anteriores, le provocaron una cierta excitación, hasta que pudo sentir cómo el pene del hombre comenzaba a sufrir los espasmos producto de tocar el cielo.

– Uffff, si, mami… veamos como te manejas con una buena corrida

No necesitó que le dieran pistas: el hecho que él le clavara la verga hasta el fondo de la garganta indicaba claramente, según ella, que quería que se tragase su semen, así que eso fue lo que hizo: Esperó que se descargara por completo en su boca e incluso succionó suavemente los restos que pudieran quedar dentro de su herramienta, para luego tragarlos sonoramente en dos mitades. El rostro de él era difícil de leer, pero al menos no se quejó cuando se puso de pie.

– Fue una muy buena mamada, mami… casi me haces olvidar que esto es un examen
– Y, ¿lo hice bien?
– Pues te diré: Te cogí bien la boquita, está claro que eres buena cogiendo, pero no es eso lo que necesito… al menos no es lo único que necesito
– ¡Lo que sea, haré lo que sea!
– Ya te dije, coges bien, pero… ¿que tal eres haciendo el amor?
– No te entiendo
– Eso mismo mami… mis clientes muchas veces son hombres o mujeres solos… a veces prisioneros de una vida sin amor. Para obtener una cogida, sexo, pueden hacerlo llamando a cualquier servicio de acompañantes… ¡y mira que en Miami hay montones!, pero yo no ofrezco sólo eso. Me parece bien que te tomes tu tiempo con tus clientes, y la mamas de maravilla, pero yo necesito más de tí… lo necesito todo.

El comenzó a tomar sus prendas, dispuesto a retirarse, pero ella lo detuvo.

– Me diste una hora
– Así fue, pero no creo que tenga sentido extender esto
– Calla… recién pasan de los 25 minutos.

Lo empujó suavemente a la cama. Él sonrió, quizás divertido por la determinación de la mujer.

Cambió de estrategia y se arrojó sobre él casi desesperada. Tomó su cara entre sus manos y la llenó con una lluvia de besos tal que él no tuvo más alternativa que responder uniendo su boca a la de ella y tomando por asalto su lengua con la propia. El beso fue apretado, con pasión y deseo. Sus piernas se entrelazaron y comenzaron a rodar por la cama, alternando cada tanto sus posiciones. Jugaron así varios minutos, aumentando la temperatura de la habitación mientras la de ellos no se quedaba a la zaga. En un momento de calma, con él encima, lanzaron sus manos a explorar el cuerpo del otro; Mientras ella revolvía su cabello él comenzó a amasar sus tetas con fuerza, arrancándole a la mujer una serie de jadeos que exhaló dentro de su boca. La mezcla de olores pareció volverlo loco. Se separó de ella y se arrancó la camisa y el pantalón casi rompiéndolos, mientras ella lo miraba anhelante, extendiendo sus brazos hacia él.

– Ven, tómame -susurró-

La miró, quizás sorprendido. Esa no era la prostituta con la que había tenido una sesión de sexo oral ni bien hacían 10 minutos. Tenía antes sí una mujer, una mujer deseosa de su hombre. Su miembro no necesitaba tampoco mayores razonamientos: daba botes rítmicamente pareciendo respirar, olfatear la jugosa concha de Dolores. Se concentró en no olvidar que se trataba de un examen, pero todos tenemos nuestros esqueletos en el armario, y él no era la excepción. Logró resistir el llamado de la mujer a duras penas, hasta que ella decidió usar su última arma.

El hombre pudo ver en aquella penumbra el delicado centellear de las lágrimas que comenzaban a inundar los ojos de la mujer. Observó con cuidado y no eran lágrimas de pena o desesperación por obtener el trabajo. El rubor en sus mejillas y pecho, la hinchazón en los labios mayores y en las tetas, aunadas a aquella tentadora acuosidad en los ojos, gritaban a los cuatro vientos el hecho que la mujer lo deseaba, que de veras lo deseaba. Su vagina parecía gimotear al ritmo de su respiración, invitándolo a tomar por asalto aquella jugosa entrada, a permitirse un momento de debilidad.

Y ya no quiso resistir.

No, no la penetró. Aquello fue mejor, más íntimo, más propio.

Se deslizó sobre ella y sus sexos se acoplaron de forma casi perfecta. Dolores arqueó ligeramente su espalda cuando sintió que su pelvis chocaba con la de él, en una genuina muestra de gozo. Se abrazó al hombre con todo su cuerpo, tratando inconscientemente de maximizar el contacto de pieles. Él gimió en su oreja, complacido por el calor recibido.

– Ámame, aunque sólo sea por esta noche -dijo ella-

Tomó la pierna derecha de la mujer y la levantó hasta ponerla sobre su hombro, buscando hacer sus embestidas más profundas. Dolores levantó su pelvis, curvando así su vagina y haciéndola más estrecha, acto que él claramente apreció. La mujer comenzó entonces un bamboleo con su sexo que él, claramente, no se esperaba. la cadencia del movimiento se incrementaba lentamente y él comenzaba a sentir los primeros avisos de un orgasmo. Mordió delicadamente el interior del muslo de ella y la mujer reaccionó con una contracción en su sexo. Cambió de el hombro donde apoyaba su pierna y pasó a tener a la mujer a su disposición en una posición de tijera. Desde allí lanzó sus manos ágilmente a recorrer las generosas nalgas de Dolores, cosa que su cuerpo agradeció encharcando aún más su vagina.

Mantuvieron esa posición algunos minutos; él no quería venirse aún y ella disfrutaba viendo las expresiones de placer de la cara de él. Cuando alteraron su acuerdo de placer mutuo, fue ella la que terminó de pasar su pierna al otro lado, hasta quedar de espaldas, con él arrodillado detrás de ella. Levantó levemente su culo, lo suficiente para hacer algo de espacio bajo su abdomen. Él no demoró más de un segundo en tomarla por las piernas y atraerla hacia su verga, que esperaba ansiosa el contacto con aquel agujero que tanto placer le daba. La deslizó sobre sus muslos y la empaló decidido. La cogió, la folló, la garchó y la zumbó sin parar hasta que sintió acercarse su orgasmo. Dolores giraba su cabeza para verlo disfrutar de forma tan plena de ella, de su cuerpo, de su aroma, de su sexo. Vio el brillo en sus ojos cuando decidió lanzarse en carrera por el ansiado éxtasis y se apartó de él.

El hombre sintió deseos de matarla simplemente por dejarlo a las puertas del orgasmo, pero Dolores tenía otros planes. Dejó que pasaran un par de minutos mientras se volvía a poner de espaldas en la cama, esta vez con las piernas cerradas, acariciándose en el proceso. Él trató en más de una ocasión el volver al ataque, pero ella, juguetona, le impidió el paso. Masturbó su verga con los pies para no correr riesgos que él perdiera la erección y, cuando notó que su respiración se calmaba un poco, abrió lentamente las piernas, exhibiendo ante él una vulva hinchada y enrojecida; anhelante de acción. Nuevamente extendió sus brazos hacia él y con una voz algo quebrada lo invitó a volver a ella.

– Vamos, te deseo dentro de mí.

Volvieron a fundirse en uno. Se besaron apasionadamente mientras él la penetraba con firmeza y ella hacía lo posible para contraer su sexo y darle más placer. Sintió los pezones de ella rayar sus pectorales casi como cuchillas y eso fue el disparo final que acabó por matar su cordura. Metió sus brazos bajo las axilas de ella y, sacando sus manos por detrás, la asió de los hombros y comenzó a taladrarla frenéticamente. Ella también se abandonó entonces al placer y empezó a responder al ritmo de sus caderas con un frenético bamboleo de sus caderas, buscando aumentar la profundidad de las embestidas de su amante.

La alarma del reloj sonó entonces, avisando que el encuentro debía terminar. Él, con presteza, se quitó el maldito aparato y lo estampó contra la pared, haciéndolo añicos. Ella sonrió, entendiendo que él deseaba acabar propiamente el encuentro, y se concentró en seguir brindándole placer, incrementando lentamente la presión que hacía con su vagina, y simultáneamente sintiendo ella como el calor crecía dentro de su mojado e hinchado sexo. Se concentró en sus sensaciones, despertando recuerdos olvidados acerca de cómo complacer correctamente a un hombre. Se abrazó a él aún más apretado y lo envolvió con sus piernas; quería que se viniera dentro de ella y, se dijo, no era tan sólo por el placer de su amante, sino del suyo propio. Hundió su cabeza en el cuello de su amante, musitando un par de palabras, y comenzó a mordisquearlo, terminando por dar una dentellada más fuerte mientras respiraba agitadamente sobre él. Lamió su sudor con un deseo y lujuria que creía olvidados, pero se vió sorprendida por el asalto de la lengua del hombre, primero en su lóbulo y de allí pasando diestramente a adentrarse en su boca..

Fue el mejor beso que le hubieran dado en mucho tiempo. Pasional, pero a la vez cálido; un beso en el que ella sentía posesión y deseo… un beso que le arrancó el alma y el aliento, sintiendo dentro de ella un calor especial, arrobador, que la cautivaba de formas indefinibles, transportándola a otros tiempos, donde había sido feliz.

Y, por primera vez en más de un año, tuvo un orgasmo real.

Quien primero cayó en las redes del éxtasis fue el hombre. El sentir su aliento en su oreja acabó por inclinar la balanza más allá del punto sin retorno y apenas sintió el mordisco de Dolores su verga comenzó a derramarse. Por un momento sintió como si su tranca se negara a expulsar su leche, para luego sentir una explosión en su entrepierna tan potente que no acertó en un principio a asimilar todo el placer que le causaba. Continuó embistiendo el sexo de la mujer mientras el suyo despedía aún varios chorros de semen; fue entonces cuando notó el orgasmo de ella.

Para Dolores, aquello le fue extraño. Casi pierde el control sobre sí misma, dado lo ajeno que le resultaba lo que sentía. Estaba acostumbrada a fingir sus orgasmos… incluso con su ex-esposo, sus orgasmos no pasaban más allá de lo que sentía cuando se masturbaba. no había tenido un orgasmo genuino desde que muriera su primer esposo, y este la tomaba por sorpresa. Notó como todos sus sentidos eran sobrepasados y entró en aquel divino estado de placer total, sintiendo las fuertes contracciones de su concha mientras la mezcla de jugos y leche que la llenaban comenzaba a derramarse hasta las sábanas. No supo cuánto tiempo pasó hasta que volvió a la tierra, pero su amante no se había quitado de encima; continuaba penetrándola suavemente mientras su verga se deshinchaba, mientras besaba delicadamente su cara, enjugando su sudor y sus lágrimas. Respondió a sus atenciones y estuvieron calmándose mutuamente varios minutos, hasta que él se tendió a un lado de ella.

– ¿Y bien? -preguntó una saciada Dolores-, ¿pasé la prueba?
– No -respondió él tranquilamente-
– ¿¡Qué!?… ¿¡cómo!?… pero…
– Sí, fue un sexo excelente, y no dudo que tus clientes estén complacidos contigo
– ¡Pero no puedes negar que lo deseaste!… ¡lo disfrutaste!
– Si mami, pero no hiciste lo que te pedí
– ¡Claro que lo hice, no me vengas con pendejadas!… ¡te hice el amor!
– No cariño, no me hiciste el amor
– ¿¡Cómo que no!?… puse sentimiento, puse deseo… ¡puse mi corazón en ello!
– Ya mami, pero hay un problemita
– ¿Que problema puede haber?… Ya veo, ¡tú lo que querías era cogerme gratis!, eres un cabrón, un hijo de la chingada, un…
– ¿Qué crees que pensarán tus amantes si les susurras “¡Oh Raúl!” en medio de una cogida?

Ella se detuvo en seco… no se dió cuenta, pero ante la mención recordó perfectamente haber dicho esas palabras… se había dejado llevar por lo intenso del encuentro y su mente la había transportado hasta su primer esposo, el único hombre al que le había hecho el amor.

Había perdido

Ocultó su llorosa cara entre sus piernas unos segundos y luego atinó a salir de la cama.

– Tienes razón -dijo disculpándose-, lamento haberte hecho perder tu tiempo
– Ya te dije, no puedo contratarte

Quiso retirarse, pero él la detuvo

– ¿Dónde vas?
– De vuelta a casa, a ver qué hago… ¿dónde más?
– Espera, te dije que no puedo contratarte, pero no te dije que te fueras
– No te entiendo
– Mira mami, según el reloj de la pared estuvimos cogiendo una hora y nueve minutos.
– ¿Y?
– Que yo no altero mis decisiones así como así. Te di una hora de plazo, pero fui yo quien decidió darte más tiempo. Eso me demuestra que tienes potencial.
– ¿Entonces?
– Entonces, no puedo contratarte… ahora, pero quiero proponerte un trato: llama a ese teléfono mañana -dijo extendiéndole una tarjeta que únicamente tenía un número-, a las una de la tarde me parece bien. Duerme y descansa, no quiero que decidas nada con la cabeza o la concha caliente. Si aceptas no quiero lloros después; te advierto que detesto que mis empleados rompan su palabra, lo suelen pagar caro.

Tomó la tarjeta y lo miró. Volvía a ser el cabrón, el proxeneta que había conocido al principio… la escena se nubló en su mente mientras creyó que veía algo de luz… la niebla se aclaró y le mostró lo que hizo al día siguiente.

Cuando llamó por teléfono él le indicó que lo esperara en un estacionamiento de un centro comercial. No tuvo mayores aprehensiones, considerando que era mediodía y la cantidad de gente le daba seguridad. La recogió en un sedán color negro, bastante discreto y casi nuevo, a juzgar por el olor del interior. Se saludaron sin siquiera un beso en la mejilla y él condujo hacia la zona de Coconut Grove, donde entraron a una mansión que estaba siendo remodelada. Condujeron hasta la parte trasera donde había una construcción al borde del mar; parecía una unidad de almacenamiento de dos pisos, pero claramente había también material de construcción desperdigado por allí. Detuvo el auto, tomó un maletín del asiento de atrás y le indicó que bajara y lo acompañara dentro, subiendo al segundo piso por una escalera lateral.

Lo siguió dentro, hallando en el lugar una mesa y dos sillas, bastante simples, como único mobiliario. Él le indicó con un gesto que se sentara, e hizo lo propio, al otro lado de la mesa. Una vez cómodos, le explicó su propósito.

– Verás mami, lo que quiero es que te cases conmigo.

Ella, claramente sorprendida, no hizo ningún comentario.

– No se por donde empezar, así que si te mareas me detienes y me pides que te explique, ¿bien? -continuó-. Ayer, de verdad, me impresionaste. No porque hayas sido la mejor mujer con la que haya cogido, sino por tu determinación. Cierto, tu cuerpo es un deleite y no niego que lo pasé divinamente, pero comparada con mis chicas diría que no superas a más de un par de ellas, y yo necesito lo mejor… pero, hay un trabajo que puedo darte ahora, si logramos llegar a un acuerdo
– Y dime -dijo reponiéndose-, ¿de que clase de acuerdo estamos hablando?
– Mira, por una parte, te quiero entrenar. Estoy seguro que en unos años serás la mejor de mis chicas, te divertirás un montón y ganarás mucho dinero… y lo mejor de todo, yo también ganaré mucho dinero con esa conchita tuya, mami.
– ¿Y la otra parte?
– Que me puedes servir de otra forma. Necesito arrendar algunas propiedades, esta entre ellas, y no quiero que mi nombre aparezca en ninguna parte, ¿me entiendes?
– ¿Ser tu palo blanco?
– ¡Vaya!, veo que también eres lista, mami.
– Empiezo a entender… ¿y que es lo que me ofreces?
– En rigor, te ofrezco el mundo mami. Para empezar, te ofrezco este apartamentico para que vivas tú y tu hija. No es muy lujoso pero tiene todo lo necesario, y me aseguré que tuviera todo para cuidar la belleza de quien lo ocupara. La parte de abajo aún  es un espacio de carga, pero podrás hacer con ella lo que quieras. Tiene una bonita vista al mar, está cubierto por unos setos que lo ocultan de la casa principal y tiene salida independiente a la calle, así que nadie te molestará… me dijeron que incluso cabe un carro pequeño por la callecita, y quien sabe, si reúnes suficiente dinero hasta puedes comprar un yate y lo amarras en el muelle.

Mientras él hablaba, recorrió el lugar. Claramente no era originalmente un espacio habitable, pero el trabajo hecho sobre él era suficientemente bueno. No se habían gastado un dineral, pero era acogedor y tenía todo lo necesario. Tampoco le mintieron acerca de sus necesidades para la belleza: el baño era de lujo, los ventanales amplios mostraban que estaban a metros del mar, poseía un muelle que claramente no estaba siendo utilizado y, en la azotea, había suficiente espacio para tomar el sol alejados de los mirones… Si bien es cierto las instalaciones distaban de ser lujosas, eran amplias y cumplían a la perfección con todo lo necesario, y la locación era simplemente soñada.

– ¿Supongo que de la mansión ni hablar? -dijo Dolores-
– No mami -rió él-, por ahora ni lo sueñes. Esa es para mis clientes… para hacer “reuniones de trabajo”
– Ya veo… pero, ¿dijiste que querías entrenarme?
– Por supuesto, ¿no supondrás que puedo hacer uso de tí así como estás?… no corazón, claro que no. Tendrás que aprender, y yo me encargaré que lo hagas. Aprenderás no sólo a coger como Dios manda sino que haré de tí una diosa del placer que será tan deseada que tendrás a los hombres a tus pies… si es que te dedicas a ello. Aprenderás también idiomas; veo que dominas bien el español y el inglés, pero quiero que llegues a hablarlos sin acento. Quiero que también domines el slang de los países que te vayan a aportar más clientes… no quiero que le digas a un español que te “coja” y él te levante y tú te quedes esperando el vergazo. Aprenderás además chino, japonés y alemán; te perdonaré un poco de acento, son idiomas difíciles para una latina, pero no el que no sepas lo suficiente… si aprendes algo de francés te regalaré un carro; nada ostentoso, pero te garantizo que no te decepcionará.
– Eso es lo que me pides… ¿que es lo que me prohibes?
– Chica lista, cada vez me gustas más. Lo primero es que espero que cumplas conmigo como esposa en la cama. Te usaré cuando y como yo quiera, además de tus sesiones de entrenamiento. Te convertiré en el coño más deseado de la costa este, pero te exigiré fidelidad: querré saber con quien te acuestas y con qué frecuencia. Eres libre de enamorarte de quien quieres, no es mi culpa si eres tan tonta, pero no permitiré que eso entorpezca tu trabajo, ni el sexo conmigo. Una vez que haya acabado de entrenarte seguirás siendo mi esposa, pero también serás una de mis chicas, así que esperaré de tí lo mismo que de ellas: dinero a montones, información privilegiada y el mejor sexo que me puedas dar. Por mi parte, te daré protección, dinero, lujos y placeres que ni siquiera sabes que existen. Podrás adquirir los bienes que quieras y puedas pagar; quedarán a tu nombre, nos casaremos con separación de bienes. Acerca de los vicios que tengas, o que adquieras, será exactamente lo mismo: tú te los pagas, pero si veo que afectan tu trabajo sólo te lo advertiré una vez, si no lo controlas… bueno… digamos que te estoy ofreciendo un contrato con el diablo.
– En resumen: Me ofreces seguridad a cambio de poseerme por completo
– Mami, mami… ¡veo que nos llevaremos muy bien!
– No te adelantes, aún no he aceptado. ¿Qué hay de mi hija?
– Me importa un bledo. Si quieres incluso le doy mi apellido. Te daré el dinero suficiente para que la críes, pero mantenla escondida del mundo; nada le baja el valor más a una chica que el que se sepa que tiene hijos… si quieres enviarla lejos, ocultarla o entrenarla para que sea tu sucesora, a mí me da igual.

Miró por la ventana y sopesó sus alternativas… al menos el hombre estaba siendo honesto con ella.

– Bien… acepto, ¿qué tengo que hacer?
– En verdad mami -dijo el hombre sacando un montón de papeles- quiero que leas y firmes esto. Es un detalle de lo que ya te expliqué, con el agregado que me reservo el derecho de alterar sus cláusulas como bien me parezca… no te preocupes, también prometo que, si lo hago, será solamente para mejorar lo que ahí está escrito.
– ¿Supongo que te das cuenta que esto no tiene ninguna validez legal?
– Por supuesto, muñequita, pero eso no tiene importancia para mí… lo que me interesa es que lo firmes sin sentirte obligada, que lo cumplas a cabalidad… y que sepas que si lo desobedeces habrá consecuencias. Recuerda, la ley no me importa demasiado.

Él le extendió un lápiz cuando ella terminó de leer

– Última oportunidad para arrepentirse, mami -dijo guiñando un ojo-
– Dame acá -sonrió ella-… sólo te pido que tratemos de ser buenos socios
– Tienes mi palabra

Firmó.

Apenas terminado, el hombre le entregó otro legajo de papeles, esta vez con un aspecto bastante más oficial.

– Bien mami, esto es tu primera orden: Son los papeles de tu cambio de nombre. Firma.

Los leyó rápidamente. Por medio de ese formulario su nombre cambiaba, oficialmente de “Dolores Hidalgo” a “Cony Cruz”.

– Maravilloso, mami… Cony… ahora, vamos por un juez de paz, que me muero por la noche de bodas.
– Creo que te falta algo -dijo Cony-
– ¿Que cosa, mami?… lo que sea que falte lo vemos esta tarde, ya te puedes ir mudando acá.
– Falta lo principal, tonto: tu nombre, no sé cómo te llamas

Él se puso de pié, miró a la cara de la mujer y dejó escapar una carcajada al percatarse de su omisión. Se acercó a ella y la tomó por la cintura sin miramientos

– Alfredo, Alfredo Carmona
– Bueno, Alfredo, cariño… ¿qué quieres que haga tu Cony?
– Lo primero -dijo Alfredo dándole una nalgada- será ir a casarnos; pasarás a ser Cony Carmona hoy mismo.

Se separó de ella y se dirigieron al automóvil. Ese fue el día en que Dolores desapareció para dejar paso a Cony.

La lucidez volvió esporádicamente a su cuerpo abstienente. No supo con seguridad si las largas sombras eran visiones provocadas por la fiebre que al parecer ganaba terreno sobre su cuerpo, si eran producto de la total falta de sueño o si eran parte de la realidad.

Los pinchazos de las agujas que le suministraban medicamentos se confundieron en su mente con los recuerdos de sus años locos, cuando tuvo el dinero y el poder que le hizo creer que podría ser dueña del mundo. Alfredo cumplió su promesa y ella se dedicó como una poseída, tanto así que a los tres años de firmar su enlace él consideró que Cony podía comenzar a trabajar. Fue allí cuando las cosas comenzaron a cambiar. Ahora, después de todo este tiempo, podía verlo, pero en aquel momento fue incapaz de prever el desastre que comenzaba a conjurarse.

Su historia fue típica: Bastó que se viera con el dinero suficiente en sus manos para comenzar a caer nuevamente en los vicios que había conocido con su primer esposo. Había jugado desde hacía años con las drogas y el alcohol, pero, de acuerdo a lo que ella creía, nunca permitió que la dominaran; además, tenía excelentes ganancias en el negocio, tanto así que pudo adquirir, mediante una corredora de bienes raíces, algunas propiedades en otros estados, mismas que puso en arriendo… se aventuró incluso a invertir (y perder) en la bolsa e incluso realizaba sus propios trabajos en el primer piso de su apartamento. Chequeó con su esposo y él le dió el visto bueno, siempre que no contraviniese su acuerdo ni le quitara clientes a su cartera. Puso también a su hija en un régimen de semi-internado, pudiendo así olvidarse de ella por largos períodos… la vida le iba de maravillas; nada podía salir mal.

Aún así, lo tenía bajo control, se repetía… hasta que apareció en su vida Gabriel.

La despertó el sonidos de sus propios quejidos. La neuralgia se hacía cada vez más insoportable y, por algún motivo, ahora le molestaba también la luz. La enfermera tomó su pulso y procedió a darle el alta sin fijarse en más detalles, así que una guardia la tomó de forma muy poco delicada y la llevó casi a rastras a la que sería desde ahora, y hasta que algún juez dijera lo contrario, su celda.

– ¡Abran la 38!

El grito de la carcelera casi le revienta los tímpanos, tanto así que estuvo a punto de perder el conocimiento. Lo que fuera que le habían dado en la última dosis le hacía más daño que bien.

– ¡Love, tienes compañera nueva!

Una cabeza se asomó desde la cama superior, dió una mirada a Cony y volvió a mirar el techo.

– Cony Cruz, aquella es tu nueva compañera, Lexington Love.
– Lexie… llámame de otra forma y tendrás problemas.

La guardia se retiró y cerraron la puerta. Cony no dijo palabra. La actitud de la joven dejaba claro que llevaba un tiempo en la cárcel, pero que tampoco era una reo curtida; si así hubiera sido simplemente la hubiese ignorado… Cony había tratado con ex-presidiarios y conocía bien esa mirada.

– Toma la cama de abajo -dijo Lexie asomándose nuevamente-, tampoco parece que fueras capaz de subir.

Cony musitó un “gracias” que no supo si fue oído y se recostó, buscando nuevamente el tan elusivo sueño, pero sólo encontró más visiones.

Ocho años después de su matrimonio, las cosas iban de maravilla. Dinero, influencias y placeres le llovían a montones, pero un día, al regresar a aquel apartamento donde inició su relación con Alfredo, se encontró con una sorpresa: Su hija, Claudia, estaba allí con un par de cajas.

La niña se acercó tímidamente y le extendió una carta, aguardando temerosa. En ella las autoridades de la escuela le explicaban, someramente, que dado el claro retraso de aprendizaje y comunicación de la joven, su nobilísima institución educativa se veía forzada a buscar para la muchacha otros rumbos educativos, idealmente en algún establecimiento preparado para lidiar con niños con necesidades especiales. Agradecían también los continuos aportes en dinero de Cony e incluso deslizaban la posibilidad de seguir recibiendolos, aún cuando la joven Claudia ya no formara parte del alumnado. Le informaban también que se habían tomado la libertad de inscribirla en una escuela que cumplía con los requisitos necesarios y que estaba a unos 20 minutos en coche desde su casa y se despedían con sus mejores deseos para ella y su pequeña hija.

Ni siquiera notó que la niña llevaba allí en casa varios días, que probablemente había pasado hambre y que estaba sucia. En el fondo, el sólo verle la cara le recordaba que era ella la responsable de la muerte de su amado Raúl, algo que jamás podría perdonarle.

Y, no contenta con eso, la niña resultó ser una anormal… una vergüenza, un monstruo, un desperdicio. Apenas hablaba y no reaccionaba ante nada, sólo ante sus golpes. Se “informó” en internet y determinó que su hija tenía autismo, así que la trató siempre como si tuviera la plaga… mal que mal, muchos “estudios científicos serios” aseguraban que el autismo era contagioso. Según ella, bastante hacía con cerciorarse que la niña recibiera educación y que no le faltara nada.

Pero esta vergüenza no la podía soportar: La habían expulsado de aquella escuela tan cara… seguramente sus clientes se enterarían que tenía una hija retrasada.

Levantó la mano para golpear a la niña y esta cubrió su cabeza con sus brazos… entonces sonó el timbre.

– No te alegres, condenada mocosa… una vez que atienda pondremos las cosas en orden -le dijo-

La niña corrió a esconderse

– Buenas tardes -le dijo un hombre de traje-, ¿es usted la señora o señorita Dolores Hidalgo?
– Erm… no -respondió dudosa-, mi nombre es Cony Carmona
– ¡Mierda, justo cuando pensé que la había encontrado!
– ¿Es muy importante?
– Más que importante, es urgente: Debo hacer efectiva una herencia y el plazo vence hoy a medianoche.

“Herencia”… palabra capaz de cambiar actitudes en un abrir y cerrar de ojos. Cony había aprendido a actuar bastante convincente durante esos años. Escogió una historia para convencerlo, y no le fue demasiado difícil.

Se mostró algo asustada. Miró hacia afuera y, a la entrada de la calle de servicio vio un sedán y una camioneta… nada realmente sospechoso… puso ojos llorosos y preguntó

– ¿No viene usted de parte de Peter?
– ¿Quién?
– Peter, Peter Avery, mi ex-esposo
– No… ¿señora?
– Sí, señora, pero mi nombre original es Dolores Hidalgo
– ¿Tiene usted alguna identificación que lo acredite?
– Antes de eso -Cony lo examinó-, ¿quién es usted?
– ¡Oh, perdón!… lo siento -dijo extrayendo una tarjeta de presentación-, mi nombre es Alexander Emery, y represento al bufete “Baker & Williams” de Boston. Hemos sido mandatados por el estado para intentar, in extremis, dar cumplimiento a la última voluntad de Mariana Hidalgo.
– ¿Mi prima?… ¿Marianita está muerta?
– Lamento haber sido yo quien se lo informara, pero sí. Mariana Hidalgo falleció hace casi 5 años.

La noticia la afectó de forma genuina, aunque no extrema, Mariana fue una prima muy querida en su infancia. Buscó en una pequeña caja de seguridad sus documentos y se los mostró al abogado, quien prosiguió.

– En casos como este -prosiguió el abogado- el estado hace todo lo posible por ocultarlo, pero nosotros estamos atentos
– No… no entiendo.
– Se lo explicaré brevemente. Mariana se casó y se divorció. Obtuvo un buen arreglo de aquello, recibiendo una fuerte suma de dinero para ella y un fideicomiso para su hijo.
– ¿Un hijo?
– Si, pero no nos adelantemos. Darle los detalles del caso ahora sería largo, pero el hecho es que su padre, un europeo rico y sin familia, falleció en un accidente de tráfico hace unos años, y no pudimos encontrar ningún pariente vivo en el país, además de usted. Por su parte, la señora Hidalgo se hizo asesorar bien y su testamento es claro, por lo que el estado debe esperar a que se cumplan 5 años sin reclamarlo para pasar a tomar posesión de los bienes de la señora Hidalgo… estamos hablando de bastante dinero, y el Tío Sam es el mayor buitre que pueda llegar a conocer.

Cony podía oler que no le estaba diciendo todo, pero le siguió el juego.

– Resumiendo: Si acepta usted la patria potestad del muchacho podrá usted también acceder, de forma indirecta, a los bienes heredados al joven por la señora Hidalgo
– Explíquese por favor -inquirió Cony-
– El dinero de la señora Hidalgo, a su muerte, pasó a formar parte del fideicomiso de su hijo, Gabriel Hidalgo (Antes Gabriel Jackson). que se le entregará cuando cumpla 24 años… tanto el dinero como el resto de los bienes han de ser administrados por su albacea, salvo cierto monto destinado a la manutención básica del joven, que se le entregará mensualmente, y el dinero necesario para pagar cualquier gasto médico que el joven pudiera tener… ahora, ¿está usted de acuerdo en aceptar la potestad?

Los ojos del abogado de veían suplicantes

– Muy bien -dijo Cony jugando con el lápiz-… ahora dime lo que no me estás contando.
– Por favor, firme.
– Mira, veo tu desesperación, así que aquí hay gato encerrado… ¡o me explicas todo o no firmo ni carajo!
– Está bien, señora Carmona… El muchacho es… extraño -dijo sacando un cartapacio de su maletín-

Se lo dió a leer a Cony. Si su hija tenía problemas, el muchacho no se quedaba a la zaga: Problemas del crecimiento, déficit comunicacional, trastornos de personalidad, hipersensibilidad a la luz solar (causado por un caso de porfiria leve), déficit de melanina, trastorno obsesivo compulsivo, hipersensibilidad a los olores y trastorno del sueño eran sólo algunos de los problemas.

– Le doy mi palabra que no es tan malo como se lee. Ninguna de sus condiciones son invalidantes. Además, todos sus gastos están pagados

Cony ya tenía experiencia leyendo contratos. El premio era grande, muy grande… el sólo hecho de pasar a usufructuar durante ocho años de un apartamento frente al mar en Miami Beach le hizo acelerar el pulso, eso sin contar el dinero, que era administrado por una firma de inversiones y, de acuerdo a los reportes, no hacía sino crecer. Notó también que, dadas las condiciones, no le sería muy difícil declarar interdicto al muchacho y quedarse con todo… cierto, había querido mucho a su prima, pero incluso ella le dió la espalda cuando murió Raúl… aún así, quiso presionar su suerte.

– Mira, por lo que veo me piden que me haga caso de un semi inválido, y yo no obtendré ninguna ganancia… además, mi hija ya tiene problemas y no sé si pueda atender al muchacho.
– ¡No se preocupe!, el joven es totalmente funcional. Los reportes de servicios infantiles indican que no necesitaba supervisión alguna. Además, su escolaridad está garantizada en una institución especializada al sur de la ciudad. Por otra parte, el estipendio mensual del joven es de algo más de tres mil dólares… en efectivo.
– No, lo siento, es demasiada responsabilidad para mí.

La tensión podía cortarse en el aire

– … Puedo ofrecerle un incentivo de cincuenta mil dólares, libres de impuesto… es la mitad de mi comisión -dijo derrotado-

Cony supuso que, en realidad, no sería más de un cuarto, pero no quiso seguir presionando.

– Está bien -dijo- haga los preparativos.

El abogado simplemente se asomó fuera e hizo una señal.

– El tiempo apremia -dijo escuetamente-

Entraron en el lugar tres personas más. Uno de ellos portando una maleta y una especie de gran saco de dormir, otro que procedió a revisar el lugar y preguntar algunas cosas hasta quedar conforme y un muchacho alto y delgado… daba la impresión de que si lo golpeaban podría quebrarse. El primer tipo siguió trayendo algunas cosas, y lo último que hizo fue entregarle un laptop al muchacho, quien lo abrió, esperó que la pantalla se pusiera blanca e hizo una señal afirmativa.

– Cierto -le dijo el abogado en voz baja-… tiene cierta fijación con su computador: puede estar horas “tecleando” frente a esa pantalla en blanco… no intente quitárselo, podría ponerse violento

Cony puso cara de resignada, pero, aparte de la posibilidad de obtener ese dinero, hubo otra cosa que la motivó a firmar: si el muchacho era tan independiente como le decía podría encajarle el cuidado de su hija, ¡y gratis!… seguro que entre fenómenos se entenderían.

La persona que revisó todo resultó ser un oficial judicial, quien, constatando que se cumplieran las condiciones mínimas requeridas, procedió a dar por válida la firma, indicando los trámites posteriores necesarios. Actuó también como ministro de fé para el improvisado contrato verbal entre Cony y el abogado, cobró sus “honorarios” por aquella visita a terreno y se largó feliz de la vida.

Acompañó al abogado a su hotel a firmar algunos papeles. Cuando recibió una llamada de su esposo con la información del trabajo de esa noche le explicó someramente el porqué no podía atender y que ya hablarían mañana.

Firmó… uuuf, ¡vaya que firmó! Tres veces, por ambas caras, arriba y abajo de la hoja firmó.

Quizás fue la adrenalina, o la excitación de aprovecharse de una oportunidad única, pero Cony comenzaba a sentir deseos de sexo. Quería algo rápido y caliente… una explosión de placer lo más intensa que pudiera… lo quería ahora… lo quería en ese instante.

Miró hacia Alexander y se encontró con un tipo joven, de menos de 30 años, bien vestido -sin caer en la ostentación- y suficientemente atractivo… el típico abogado estadounidense con deseos de arrasar en el mundo legal… decidió empezar al asalto sin demora.

Botó un lápiz y se inclinó lascivamente a recogerlo, mostrando su bien formado culo a menos de un metro del abogado, mirándolo coquetamente mientras se volvía a erguir. La mirada de Alexander fue inquisitiva, y ella contestó llevando sus manos hacia abajo para usar sus brazos y exhibir su pecho, invitándolo con la mirada.

No era la primera “firma de contrato” de Alexander.

Se abalanzó sobre ella besándola, mientras sus manos comenzaba a remover su blusa. Cony contestó el beso colgándose de él con brazos y piernas. Así la llevó Alexander hasta el escritorio y, cumpliendo lo que exige aquel ritual, echó a un lado todas las cosas que había sobre él, para luego poner a Cony sobre el mismo. Se separó de ella y comenzó a quitarse su camisa, mientras Cony terminaba de quitarse la blusa y subía su falda. No quiso privarse del placer de sentir al abogado rasgando sus pantimedias y a su vez Alexander no la hizo esperar.

La primera embestida vino cuando ella aún no tenía tiempo de calentar motores debidamente. Alexander, después de romper las pantimedias simplemente echó a un lado la tanga de Cony y sin demora aquella ansiosa verga se clavó por completo en las carnes de su amante.

– Veo que la información no estaba equivocada… ¡Eres una puta de tomo y lomo!
– ¡Si, soy una puta!… ¡la mejor de Miami!
– ¡Mi puta!
– ¡Si, tu puta!… ¡toda tuya!… ¡tu perra!

Alexander magreó sus tetas con fuerza, mientras Cony se retorcía de placer

– Más fuerte, cabrón… ¡méteme tu tranca hasta el fondo, que me vengo!

El abogado obedeció, aún a sabiendas que así no aguantaría demasiado. Atrajo un poco a Cony hacia sí y comenzó a taladrarla frenéticamente.

– ¡Sí, sí, sí!… ¡sigue maldito hijo de la chingada!
– ¿Te gusta dure, eh, puta?
– ¡Sí, duro!… ¡me gusta tu verga, maldito!, ¡me vengo con tu verga!
– Ya me vengo, perra… ¿dónde la quieres?

Por toda respuesta Cony simplemente disfrutó de su orgasmo y cruzó las piernas tras el culo de Alexander, quien descargó su leche lo más profundo que fue capaz… Cony, sin embargo, no había dado por finalizada la batalla

Apenas el abogado se separó de ella la mujer se puso de rodillas y metió el rezumante pene dentro de su experta boca, comenzando la labor de devolverle la vitalidad. Enrolló su lengua alrededor del glande y succionó con fuerza, casi forzando a volver a levantarse a aquella tranca. Alexander estaba en la gloria, tanto así que ni siquiera acertaba a insultarla como hacía unos minutos… simplemente se limitaba a acompañar los movimientos de su cabeza con suaves caricias… nunca le había hecho una mamada así de buena, y no sabía cuándo podría volver a disfrutar de ella, así que simplemente se dejó llevar, hasta que, a los pocos minutos, las pulsaciones de su pene le dijeron a Cony que se estaba viniendo

– Dámela toda, cochino… quiero beberme tu leche

Se descargó por completo dentro de ella, pintando de blanco el interior de su boca, partiendo en su garganta y terminando en sus labios. Una gota alcanzó a escapar por una de las comisuras, pero Cony la atrapó diestramente con su índice y lo chupó gustosa. Volvió a mamar el pene de Alexander, esta vez cerciorándose de limpiarlo bien y succionando los restos de leche de su interior… jugueteó también traviesamente con un dedo cerca del ano del abogado, encontrándose con que su pene reaccionaba positivamente.

– Veo que te gusta emplearte por completo
– Hey, preciosa… un buen abogado tiene que saber satisfacer las necesidades de sus clientes.
– Mira eh… me has dado una idea

Dió una última mamada, asegurándose de dejar el pene bien mojado con su saliva. Se puso en pié y se tumbó sobre el escritorio, mostrando su culo en gloria y majestad.

– No se si te quedan ganas… o fuerzas… pero a mí no me alcanza con la entrada y el plato de fondo… se me antoja el postre.

Separó sus nalgas mientras hablaba. Los ojos de Alexander no daban crédito al ofrecimiento. Pensó en negarse, considerando que dejaría el lugar echo un asco después del lance, pero el ver como el ano de Cony se abría sin ayuda, dejando un agujero oscuro de un par de centímetros que parecía invitarlo cual canto de sirena, despedazó todas sus dudas. Más aún, su verga se puso a tope cuando Cony repitió la maniobra, abriendo y cerrando a voluntad ese excitante agujerito.

– Ven, te quiero dentro de mí… si mi concha te gustó te juro que mi culo te volverá loco.

Fue todo lo que necesitó. La cabalgó con furia, casi con locura, jalandola del pelo y clavando las uñas de la otra mano en sus nalgas y sus tetas. El placer que le daba Cony con su ano era increíble. Apretaba y soltaba su esfínter con una maestría que él no había encontrado jamás. Trató de controlarse, pero los gemidos y berridos de Cony no hacían la cosa más fácil, menos aún cuando en un momento ella giró la cabeza para mirarlo y en sus ojos se dibujaba un orgasmo avasallador. Chilló y puñeteó el escritorio con fuerza, mientras las oleadas de placer la recorrían.

– ¡Sigue, sigue! -gritó a Alexander-… ¡reviéntame el culo, pinche cabrón!… ¡llévame a otro orgasmo!
– Como sigas así no aguanto… ¿quieres más placer?… ¡mastúrbate, puta!
– ¡Dios, eres un genio!… ¡me tienes tan estúpida con tu verga que no se me había ocurrido!

Cony llevó sus dedos a su clítoris y Alexander la acompañó penetrando su vagina y juntos la endilgaron directo a su tercera corrida, tan monumental que no alcanzó a gemir como deseaba, sino simplemente volvieron los puñetazos al escritorio, esta vez acompañados por espasmos en sus piernas y una generosa ración de fluidos escapando de su concha. Alexander, viéndola rendida, cargó todo su peso sobre el culo de Cony y en unas pocas estocadas descargó también su leche dentro de ella y la llevó, ya casi sin fuerzas pero totalmente satisfecho por las “negociaciones”, hasta su cama.

La noche fue fructífera, tanto en papeleo como en sexo. Despertaron alegres, adoloridos y abrazados al día siguiente, pasado mediodía. La llevó al apartamento que “heredaría” y ella quedó encantada. Volvieron a tener sexo, esta vez “probando la acústica” del lugar. A ella le gustaba gritar sus orgasmos, y Alexander no la defraudó en ganas. Cuando no pudo responder con su verga la lengua y los dedos hicieron un buen trabajo.

Quedaron satisfechos, había sido un buen negocio.

  • : Ante la posibilidad de una herencia, Cony rompe algunas barreras, sólo para acabar encerrada tras otras. Cuatro primos en busca del asesino de sus padres.
 

Relato erótico: “Numeros Primos II – Cony 2” (PUBLICADO POR MEWLEN)

$
0
0

NUERA4Regresó a casa cuando casi era ya de madrugada y se sorprendió por aquella figura extraña. El muchacho, de 16 años, Sin títuloera alto, de más de 1 metro y 90 centímetros, pero demasiado delgado; no creyó que pesara más de 60 kilos. Su piel era de una palidez casi fantasmagórica y su pelo de un color entre cenizo y blanco. Algunas manchas en la piel indicaban donde hubo llagas por el sol y quizás alguna otra enfermedad no mencionada… todo eso era enmarcado en unas sandalias, bermudas y camisa hawaiana, que no se había cambiado desde el día anterior.

En general, le pareció un muchacho feo… frío y maleducado: ni siquiera apartó su vista de aquella pantalla blanca

Cony dió un portazo, el chico se sobresaltó y se puso de pie, inclinando la cabeza para mirarla a los ojos y le dijo.

– Hola tía.

Anticlimático, como mínimo.

– ¿Gabriel, no es cierto?

Cony trató de sonar despectiva… el muchacho sintió su intención.

– Me instalé en la habitación más pequeña, espero que esté bien.

Era hora de poner los puntos sobre las íes.

– Mira niño, seré directa: Desde ahora te harás cargo de cuidar esta casa. Mi trabajo me mantiene alejada y no puedo pasar mucho tiempo acá
– Entiendo: escuché de los abogados acerca de su trabajo
– ¿Ah sí?… y dime, ¿qué escuchaste?
– Pues…  que usted se dedica a vender su cuerpo

Le cruzó la cara de una bofetada, el muchacho no alcanzó a verla venir

– Lo siento, no se enfade por favor.

Volvió a golpearlo.

– ¡No te permito que me faltes el respeto!, ¡y menos en mi casa!
– Lo siento. Las delicadezas suelen escapárseme. No pretendía ofenderla, tía, me disculpo nuevamente.

¿Podía ser tan tarado? -pensó Cony-… vería si se podía aprovechar de él aún más.

– Nada de eso. Si quieres seguir viviendo conmigo te ajustarás a mis reglas y me respetarás. No hay nada de malo en lo que hago para vivir…
– Pero yo no dije eso, tía

Lo abofeteó nuevamente

– … y no me interrumpirás jamás. Ahora, por atrevido, además de la casa te harás cargo de Claudia, mi hija… ¿dónde anda esa mocosa?… ¡Claudia!

Ante el grito, la muchacha apareció en instantes, jadeando, asustada.

– Claudia, saluda a Gabriel. Es tu primo. Se quedará a vivir acá con nosotras, contigo… le harás caso en todo lo que te diga, ¡o ya verás!, ahora ¡vete a tu cuarto!

El miedo era obvio en los ojos de la niña: el muchacho era un aliado de su madre, alguien a quien temer.

Gabriel se quedó parado donde estaba.

– ¿Qué haces ahí?
– No me ha dicho nada más.
– ¿Cómo?
– Qué tengo que hacer, cuáles son mis obligaciones.
– Mientras hagas lo que te dije, puedes hacer lo que quieras… ya me arreglaré yo con la trabajadora social.

El muchacho se sentó entonces y volvió a teclear como un poseído. ella se fue a dormir sin decir siquiera “buenas noches”.

Al día siguiente le sorprendió encontrar todo ordenado y razonablemente limpio, incluso había olor a comida. Gabriel estaba exactamente en la misma posición del día anterior, tecleando furiosamente sobre ese laptop roto… se puso de pié al verla entrar a la sala.

– Hice como usted me dijo, tía: las necesidades de la casa que pude notar están cubiertas, por favor dígame si puedo hacer algo más.

Siempre lo supo: con los niños había que aplicar mano dura.

– ¿Y Claudia?
– Es su habitación.
– ¿No la llevaste a la escuela?
– No supe a dónde debía llevarla, y cuando le pregunté a ella no recibí respuesta

Cony llamó a su hija a gritos… la niña apareció tan rauda como el día anterior.

– ¡¿Qué te dije de obedecer a Gabriel?! -preguntó Cony mientras comenzaba a golpearla-… A ver, ¡dime!… ¡te dije que hicieras lo que él te dijera!

La recriminó y golpeó un par de veces más, hasta que notó que Gabriel se tensaba con cada golpe…

– Y a tí, ¿qué te pasa?
– No se enfade, tía. Está claro que la niña necesita orden, estructura, pero no debe usted esforzarse en darle esa dádiva a alguien quien, claramente, no es capaz de  apreciarla.

Cony se detuvo y lo observó. El brillo en los ojos del joven le resultaba obvio… no supo a qué adjudicarlo hasta que notó su incipiente erección. “Con razón ayer aguantó todos mis golpes sin rechistar… ¡los estaba disfrutando!” pensó.

– Claudia, vete a tu cuarto y no salgas hasta que Gabriel o yo te llamemos.

Una vez que la niña se hubo retirado, se acercó decidida a Gabriel. El muchacho la miró tímidamente como siempre, pero el brillo de sus ojos seguía ahí. Se atrevió a probar su teoría.

– Me fallaste, Gabriel… no atendiste a mi hija como yo esperaba -dijo mientras retorcía un pezón del muchacho con toda su fuerza-

La cara de Gabriel se mantuvo impertérrita unos segundos, hasta que un mordisco en su labio inferior lo traicionó… “Vaya, vaya” se dijo Cony… “quedarme con su dinero será aún más sencillo”… decidió darle una probada de lo que podía esperar si se llevaban bien.

Lo tomó de una oreja y llevó su cara al suelo con violencia, mientras comenzaba a preparar el terreno.

– ¡Me desobedeciste!, ¡¿acaso no puedes controlar ni siquiera a una niña pequeña?!
– Perdóneme tía… no quise faltar a su confianza
– ¡Cállate!… ¡besa mis pies!…

El muchacho obedeció inseguro, besando tímidamente los pies de su tía, quien sonrió complacida.

– ¿Lo hago bien, tía?
– ¡Calla! -le atizó un puntapié mientras comenzaba a quitarse la ropa-, ¡ve a mi cuarto!.

Cony sacó un cinturón de su armario y le dedicó a Gabriel un latigazo en el culo. El muchacho dio un respingo, pero no se quejó

– Veo que es necesario que te discipline, Gabriel… dime, ¿te gusto?
– Es usted una madre preocupada, tía
– ¡No te hagas! -le gritó dándole otro latigazo-… me refiero si te atraigo como mujer
– Es usted una mujer muy hermosa, tía
– Y dime… ¿qué querrías hacer con esta hermosa mujer, cochino?
– Nada tía
– ¿Nada?
– Nada, sólo haría lo que usted quisiera que haga.

El papel comenzaba a gustarle a Cony. Tener un esclavo nerd virgen era una de sus fantasías menores aún no realizadas, y, si le servía para hacerse de la herencia del muchacho, cuánto mejor.

– Bueno -dijo ella-… entonces tu tía quiere que te desvistas y tiendas boca arriba en la cama.

Gabriel obedeció sorprendido por la orden, pero visiblemente complacido. Cony tuvo que contener la risa que le provocó la falta de experiencia del muchacho. Quería mantener la ilusión a toda costa, había una herencia en juego. Si lograba que se obsesionara con ella podría hacer lo que quisiera con él.

… Sería un trabajo fácil, se dijo… no más de 3 sesiones y lo tendría en la palma de su mano… quizás ni siquiera tuviera que cogérselo.

Comenzó la sesión de la misma forma que le agradaba a sus clientes con inclinaciones sádicas: Esposó a su sobrino a la cama con unas esposas que usaba para esos casos y, después de darle un par de caricias con el cinturón, pasó a vendarlo con una bufanda de seda. Una vez hecho eso trajo rápidamente el bolso que tenía preparado para estos lances.

Decidió empezar fuerte de inmediato. Tomó una vela y la encendió. Gabriel se tensó visiblemente, pero no dijo palabra. Comenzó a derramar la cera derretida por todo su pecho, arrancando ocasionalmente algún sonido, en particular cuando la derramaba sobre los pezones del muchacho. Viendo que podía avanzar aplicó una docena de pinzas de metal por todo el cuerpo del joven. Después de eso, puso otras pinzas en sus pezones, con la salvedad que estas estaban atadas entre ellas. Se entretuvo jugando a tirarlas mientras el muchacho se retorcía suavemente… demasiado suavemente para su gusto. Volvió a subir las apuestas algo de juego rudo, jalando juntamente el pelo y los pezones. Se alegró al ver que la erección del joven se había incrementado, pero el resto de las reacciones no le satisfacían. Había comenzado como un juego, pero, para ella, se estaba volviendo un asunto de orgullo: el mocoso tenía algo más de 16 años, era claramente un masoquista, y ella, una de las mujeres más deseadas de Miami, no era capaz de sacarle ni siquiera un gemido de placer.

Se arriesgó con todo: Subió a la cama y clavó fuerte sus tacones de aguja en el pecho del muchacho. No quiso aplicar todo su peso por miedo a hacerle daño real (y perder su premio), pero vio como se hundían profundo en su piel….

Cualquiera de sus clientes ya habría tenido un orgasmo… Gabriel recién manifestó algo de movimiento en su entrepierna… eso la irritó; había desvirgado a más de un mozalbete, normalmente a pedido de sus padres, y nunca había recibido queja de su desempeño… y ahora esta rareza, este fenómeno le gritaba en la cara que era incapaz… ahora vería.

Tomó el pene de Gabriel en sus manos y lo sopesó. No era nada comparado con otras trancas que le había tocado satisfacer, pero el muchacho calzaba un buen fierro, considerando su edad. Se permitió reconocer, eso sí, que le agradaba su forma, algo curva hacia arriba, y las venas le daban un aspecto de masculinidad madura. Se quitó las bragas y el sujetador con maestría… una lástima, pensó, tener que hacer el trabajo completo. Se tragó la verga enhiesta de Gabriel con un movimiento rápido y la enjugó abundantemente en su saliva. No había tenido tiempo de excitarse propiamente, así que su sexo estaba apenas húmedo.

– ¿Quieres que tía Cony te haga un hombre? -dijo cuando se separó-
– Sólo quiero lo que usted quiera, tía.

Cony se montó sobre él con presteza. Comenzó a frotar su vagina contra el sexo de Gabriel de forma lenta, buscando excitarlo más antes de proseguir. Separó sus labios: los de la boca buscando más aire y los de su sexo buscando más placer… encontró ambos, y en abundancia.

Notó, algo asustada, como su concha respondía a las caricias que le daba el pene de Gabriel. Hacía tiempo que no reaccionaba tan rápido ni tan efectivamente a la estimulación. Notó como sus pezones empezaban a elevarse y como su vulva comenzaba a engullir aquel pene, producto de la hinchazón de sus labios mayores. Su depilado sexo empezó a emitir fluidos, como reconociendo el hambre de verga. Aún estaba caliente, se dijo Cony… el abogado fue un buen amante, pero ella aún deseaba más. Los pliegues de su vagina se lubricaban más cada momento y ella, involuntariamente, dejó escapar un gemido.

Se llevó las manos a la boca. Una cosa era disfrutar del cuento, pero otra era perder el control. Azuzó nuevamente el pecho de Gabriel con el cinturón y, luego de eso, arrancó las pinzas de los pezones con rapidez. Gabriel levantó la cintura y su pene creció aún un poco más, pudo sentirlo cuando comenzó a rascar su clítoris… debió contenerse, pero el incendio en su entrepierna comenzaba a salirse de control.

Llevó su  pelvis hasta la cara de Gabriel, ofreciendo su mojado sexo ante la lengua del joven, quien, dada su inexperiencia, no supo qué hacer aparte de besar aquella concha. Tuvo que ser ella misma quien le diera las indicaciones básicas.

– Saca tu lengua… eso… ahora, muévela arriba y abajo… así… ufff, sigue… ahora más arriba… ahí… ese es mi clítoris… rodéalo con tus labios y juega con él… muy bien sobrino… mmm… eres un excelente alumno… continúa… ahora vuelve a bajar… sigue las líneas de mis labios… busca, hurga con tu leeeeeeengua… así, perfecto… hmmmm… bien, eso, traga mis jugos… ¿te gustan?
– Mucho, tía -dijo en una pausa-

Cony giró la cabeza y volvió a mirar la entrepierna de Gabriel. Por fin pudo ver algo de líquido preseminal en la punta de su glande, pero el muchacho claramente no daba señas de venirse… decidió quemar sus puentes.

– ¿Quieres que tía Cony te coja, degenerado?
– Haga usted lo que quiera conmigo, tía… es lo que más deseo desde que la ví.

Volvió a ponerse sobre su verga. Quizás sería su excitación, pero creyó verla más grande. Se frotó con ella nuevamente mientras le decía.

– Las esposas tienen un botón, búscalo y presiónalo… quedarás libre

Apenas escuchó el clic, les espetó

– ¡Y ahora, hijo de la chingada!, ¡muévete y dame placer!

Se empaló a sí misma en aquella tranca y se dejó ir, presa del primer orgasmo, sin detener el movimiento. Sentía como cada penetración causaba una creciente humedad entre sus piernas. Le extrañó por un instante que, siendo ella una amante que prefería sentirse llena de carne, un pene que no alcanza a sus gustos le provocase tanto placer… lo atribuyó al morbo cuando recordó que se estaba cogiendo a su sobrino.

Notó que Gabriel prácticamente no tomaba la iniciativa, así que guió sus manos a sus tetas y le indicó con gestos como debía jugar con ellas. Primero masajeándolas suavemente, de arriba hacia abajo, deslizando los pezones entre sus dedos; luego, desde abajo, acunándolos en sus palmas, para terminar juntándolos y mordisqueando sus pezones, ambos a la vez. Gabriel resultó un alumno aventajado… no necesitó palabras en todo ese proceso para entender cómo a ella le gustaba que acariciaran sus tetas, como prefería que le dieran placer. Pasado un rato el muchacho comenzó a alternar esos movimientos, agregando de su cosecha el lamer aquellos preciosos montículos en toda su extensión.

El segundo orgasmo le sobrevino a Cony gracias la succión de ambos pezones, justo en el momento de una penetración. A diferencia de otros encuentros y otros amantes, sus orgasmos no resultaban tan devastadores, pero los estaba alcanzando con mucha mayor facilidad… cosa de química, supuso: lo llevaban en la sangre.

Se abrazó al cuerpo de Gabriel y llevó sus tetas a su boca, diciéndole simplemente que “ya sabía que hacer”. Los lengüetazos no tardaron en regresar, acompañados de sonoros chupetones y un intenso magreo de aquellos monumentos. Cuando sintió que comenzaba a acercarse otro orgasmo se echó hacia atrás, separándose, y comenzó a controlar la penetración ella, apoyándose en sus propias manos y levantando la pelvis. Eso le permitió demorar el estallido… demasiado, para su gusto. Pasados unos minutos se percató que no sólo lo demoraba, sino que lo alejaba con sus propios movimientos… Gabriel, por su parte, seguía en la misma posición, como si esperara que aquellos pechos soñados volvieran a su boca

– Muévete tú también… no esperes que haga… todo el trabajo -le dijo desesperada-
– Hay algo que… quiero…. hacer que… espero le… guste
– ¡Hazlo ya y deja… de pedir… permiso… por todo!

Llevó sus manos a aquella curva bendita entre las caderas y la cintura de Cony y tomó el control de los movimientos de ella. Hizo que dejara de moverse tan frenéticamente y pasara a dejarse fluir, mientras él daba a su cintura un movimiento cadencioso, ondulante. Cony pudo ver nuevamente en la cara del muchacho su inexperiencia; parecía concentrado, como si explorara las sensaciones de ella… eso provocó en Cony un sentimiento extraño, desconocido, olvidado. No recordaba cuándo fue la última vez que uno de sus amantes se preocupó de hacerla gozar a ella olvidándose del placer propio. Le dedicó una sonrisa que se perdió entre sus jadeos.

Sí, jadeaba; para su sorpresa, Cony jadeaba como una posesa… como si pretendiera absorber el placer del aire. Gabriel pasó a recorrer con una de sus manos su abdomen, con dedos que a ella se le antojaron de seda… dedos que quemaban a su paso y dejaban rastros obscenos de gemidos candentes que subían desde su pecho a su garganta… que amenazaban con ahogarla. Sintió también la otra mano subiendo hasta su cintura por el centro de su espalda, jugando con el sudor que comenzaba condensarse en ese río natural…

… Y también sintió cuando ambas manos trabajaban juntas.

Gabriel usó de apoyo la mano que tenía en la espalda de su ardiente tía y subió la que jugaba en su abdomen hasta el centro de su pecho, haciendo presión y encorvando a Cony suavemente, haciéndola adoptar una pose extraña, pero para nada incómoda… Muy por el contrario, Cony disfrutó de la tensión que le brindaba y notó que en la cara de Gabriel había una mirada aprobatoria. Se sorprendió a sí misma al darse cuenta que le agradaba aquello, que deseaba la aprobación del joven.

Entonces, comenzó a entender el porqué de aquella preparación.

Gabriel la volvió a tomar por sobre las caderas hundiendo sin prisa, pero con todas sus fuerzas, su pene en la entrepierna de Cony. Dejó escapar un gemido aprobatorio de la labor del joven, quien continuó explorando en busca del placer de su amante. Cuando estuvo seguro de no poder adentrarse más, comenzó nuevamente con el mismo bamboleo que había probado antes, pero esta vez dirigiendo en todo momento los movimiento de Cony. No la forzaba -una obviedad dada su poca potencia física-, sino más bien la dirigía en la búsqueda de un camino ignoto, cosa que ella agradecía mediante su aroma, su sudor, sus jugos, sus gemidos, mientras se sentía subir y subir hasta una altura hasta ahora desconocida… le recordaba el calor del sol y la frescura del viento que cuando niña sintió más de una vez, estando en lo alto de una colina… la sensación la llenaba, la embriagaba… la hacía sentir bien.

Pasaron los minutos… quizás las horas, no lo sabía, pero la temperatura no hacía sino subir. En su pecho, sus labios, su entrepierna, toda ella estaba hecha un incendio… ¡Virgen santísima, como le gustaba!. Se encharcaba cada vez más, podía sentirlo. Hacía un rato había dejado de sentir sus piernas, pero no le importaba… bien podría habérselas cortado y no hubiera acusado recibo ante la calidez que sentía.

Fue allí que se desató. La tomó totalmente por sorpresa.

Gabriel presionó un poco más hacia adelante, haciendo que su clítoris se rozara con la piel del muchacho, y eso la hizo alcanzar otro cielo. Nació desde dentro de su sexo, hubiera deseado poder decir más, pero creció tan rápido que no pudo, no quiso oponerse al placer. Uno tras otro, una serie de gentiles orgasmos la llevaron al éxtasis. Trató de contar, pero cesó el empeño al llegar al sexto… de allí en más todo se volvió una masa de luz, calor, gemidos y humedad que duró un segundo o un siglo. Se sintió morir, sobrepasada por las sensaciones… se sintió más viva que nunca, conociendo un nuevo placer, una forma distinta de sentir. No era consciente de sus espasmos, de su respiración, de los rasguños en el pecho de Gabriel; nada de eso importaba.

Despertó.

Se había dormido sobre el pecho de Gabriel… se había desmayado… no lo sabía bien. Sintió en su cara la tensión de lágrimas secas y pudo oler los aromas que aquel encuentro había dejado en el ambiente. Miró a su amante, aún cubierto por la ridícula venda con la que había pretendido dominarlo.

– Perdona… no se que me pasó… ¿que fue lo que me hiciste?
– Erm…. bueno… no sabía si iba a funcionar, tía, pero parece que sí… espero le haya gustado
– Aún no me respondes -inquirió separándose un poco-, ¿qué fue eso?… ¿dónde lo aprendiste?… ¿no decías que eras virgen?.
– Lo soy, en serio… o sea, quiero decir… nadie me ha podido dar un orgasmo… ni las chicas en el orfanato, ni las chicas en las casas de tutelaje…

Se detuvo… ella lo noto… lo sintió.

Él seguía dentro de ella, igualmente erecto que antes…

… Ella se había venido como una loca, gozando como nadie la había hecho gozar en años, y él, un mocoso que ni siquiera era mayor de edad, un mocoso virgen -según sus palabras-, alguien a quien con sólo mirarlo debió deshacerse en una piscina de semen, seguía allí, insatisfecho, luego de horas de sexo con la mujer más deseada de Miami.

… No podía entenderlo.

– Lo siento tía, pero no se sienta mal; no es su culpa… soy yo quien está mal

¿¡Qué hacía!?… ¿el mocoso trataba de consolarla?… ¿a ella, una sacerdotisa del placer?

– … es un problema neurológico… mi sensibilidad es tan baja que sólo mediante el dolor siento algo; aún así nunca me he venido… bueno, los sueños no cuentan, supongo…

Su reacción fue casi visceral. Tomó el pene de Gabriel y lo metió en su boca, comenzando una furiosa mamada. Se aplicó con lo mejor de sus trucos, usando incluso su lengua, su mejor arma, en todo su esplendor. Los minutos fueron pasando y los quejidos del muchacho no llegaban…. se negaba a aceptarlo, pero con cada embiste de su boca la respuesta era más obvia.

Fue extraño; ella no era de esa forma. No se permitía esos deslices. Le afectaba demasiado el sentirse incapaz…el saber que Gabriel no había disfrutado le dolía más de lo que quería aceptar. Algo creció en su pecho y se forzó a callarlo, a pesar de querer gritarlo a los cuatro vientos.

Un momento de introspección, quizás, eso era lo que aquello había provocado. El verse a la cara en el espejo de su alma y saber que la visión no le gustaba… el conocer aquella faceta que no mostraba a nadie, ni siquiera a sí misma.

… Odiaba sentirse no deseada.

Se tragó las lágrimas que amenazaban con explotar en su pecho, contuvo aquel grito que quería narrar al mundo todo su sufrimiento. Simplemente tomó un par de piezas de ropa y se retiró del lugar… salió del apartamento y subió a su automóvil.

Allí, mientras las nieblas del sueño la envolvían, comenzó amargamente a llorar

– ¡Deja de sollozar!, ¿quieres?

Las palabras de la compañera de celda de Cony la hicieron dar un respingo. Era la primera noche que pasaba en la cárcel, luego de una semana en desintoxicación. Las drogas que le suministraron como reemplazo se le entregaron únicamente para sacarla de peligro vital; como imputada por el crimen que, orgullosamente, había cometido. Tristemente, sus derechos no le daban el privilegio de tener acceso a un tratamiento, simplemente a lo justo y necesario para no morir..

– Perdona Lexie -dijo mientras se limpiaba el sudor de su frente- … pensé que dormías
– Mira, está bien que sea tu primer día, la pálida por la abstención y todo eso, pero si no cierras el pico te juro que te daré verdaderas razones para llorar
– ¡Já!… Quizás eso sea una buena idea

La cara de Lexie asomó, intrigada, por el borde de la cama superior

– ¿No me digas que eres de las depresivas?… a ver, ¿qué fue lo que te metiste?
– … Euforia (metanfetamina de cristal)
– Fiuuuu… de las duras, ¿eh?, ¿y cuanto tiempo?
– ¿Diez… quince… veinte años?… no lo sé realmente
– ¡Jajajajaja!… ¡esa no te la cree nadie cariño!, ¿veinte años adicta al cristal?, ¡nadie dura tanto!
– No, supongo que no -dijo Cony conteniendo el dolor-… probablemente partí con algo más suave, no lo sé… mi mente no es lo que solía ser.
– ¡Eso, usa esa estrategia!… a veces el jurado lo cree -dijo secamente Lexie volviendo a acostarse-… buenas noches.

Pasaron los minutos y, por más que lo intentó, Cony no logró contener los embates de la abstinencia. Lo peor de los sueños vívidos ya habían cedido, gracias a la medicación, pero aún no era dueña de su cuerpo. Se sentía como una babosa en sal, no coordinaba bien sus movimientos, no podía dormir a pesar de que su cuerpo se lo pedía e, internamente, se sentía a punto de estallar. Se volvió a mirar el techo y un súbito ataque de claridad mental le reveló la mierda en que se había convertido su vida en un abrir y cerrar de ojos, y no pudo menos que llorar.

– ¡Ah mierda! -gritó hastiada Lexie- ¡ya cállate!
– Perdona, no puedo controlarlo
– Uy, “perdona, no puedo controlarlo” -se burló-… deja de quejarte si no quieres un puntapié en la cara.
– En serio… no puedo
– ¡Estoy hasta las tetas de tus cambios de humor!, ¡parece la regla con patas!
– Si tanto te molesta ve a quejarte al dueño del hotel
– ¡Ah, y graciosa la lindura!
– Cállate quieres…
– Cállate tú, idiota… eres tú la que no deja de quejarse, revolverse y llorar.
– Es que… nada es como debiera
– ¿Qué?… ¿arrepentida?
– Sí… no… no lo sé
– ¡Eres una puta drogadicta y mataste a alguien simplemente!, ¡ya supéralo!.

Eso le dió a Lexie unos minutos de paz… hasta verse interrumpida nuevamente

– Pero, ¡era mi familia! -sentenció Cony al borde de las lágrimas-

Casi… casi, tan cerca del sueño y tan lejos a la vez… Maldita vieja panchita… ¿acaso estaba buscando pelea?.

– A ver -juntó toda la paciencia que pudo reunir-, mira, yo maté a un cliente que se quiso propasar… tú y yo sabemos que el trabajo es peligroso, tus razones habrás tenido para hacer lo que hiciste, muñeca
– Por supuesto que las tengo: por su culpa mi hombre está en la cárcel… me traicionó, se lo merecía

El hastío en la voz de Lexie fue notorio, pero no pudo determinar si Cony se percató

– ¡Ja, ya decía yo!… tenía que haber un hombre metido… una movida de polla y te mojaste tó el coño, seguro
– Sí, claro… como si todo en la vida fuera tan simple… si hubiera podido arreglarlo con una cogida no estaría acá
– Pero cómo… ¿fue entonces culpa de un hombre que no te follaste?
– No, por supuesto que no… la culpa fue de dos personas.
– Entonces no te entiendo, “chavalilla”.
– Es algo más complicado de explicar
– Ah, ya… a ver -suspiró Lexie- cuéntamelo… ya que no me vas a dejar dormir tranquila, en el peor de los casos me tienes bien despierta hasta el desayuno y en el mejor de los casos tu historia es entretenida.. hazme un lugar en tu cama, no quiero que un guardia venga a molestar

Cony miró a su compañera de celda. Cuando se conocieron, hacía unas 16 horas, no había necesitado ser una detective para darse cuenta que era una prostituta al igual que ella. pero el desparpajo de la joven le resultaba divertido. Tenía la actitud de querer comerse el mundo y claramente no tenía los años de experiencia con los que contaba Cony, pero era también obvio que la vida la había hecho madurar a la fuerza.

– … Además -le dijo Lexie casi al oído-, si tu historia es buena prometo compensarte…

La midió un par de segundos más. No era excesivamente atractiva, pero el hecho de no haber perdido aún su acento español la volvía muy deseable para los clientes… La oferta era tentadora simplemente por el hecho de poder olvidarse, al menos vagamente, de su dolor, tanto del cuerpo como del corazón… y, le resultó sorprendente luego de días de total apatía, a ella también le provocaba un leve cosquilleo la idea.

Se movió hacia el lado y abrió las mantas

– Entra rápido… y no te olvides de poner tu almohada arriba para que no te echen en falta
– Mi vida, tú serás más vieja, pero yo llevo mucho más tiempo en el circo de overoles naranja.

Lexie entró lentamente en la cama, haciendo del proceso un pequeño ritual. Una vez dentro, se acercó a Cony coqueteándole de forma burlona, acariciando su culo y bajando por su pierna

– Bueno, ¿quieres o no escucharme?
– ¡Ay, que pesada!… está bien -dijo calmándose mientras ponía su cabeza sobre el hombro de Cony-… recuerda hablar bajito.

Cony miró a Lexie. La expresión de la chica era un tanto infantil, llena de curiosidad y con un dejo de morbo. Sus ojos cafés parecían atraerle de una forma misteriosa y, extrañamente, no sexual. La chica tenía esa propiedad de generar el deseo de estar con ella, no solo de poseerla.

– A ver, muñequita… ¿por donde empiezo?
– Ehm… ¿por el principio?
– Já… no, es mejor que empiece un poco antes: Verás, no siempre fui prostituta… claro, no nacemos siéndolo, pero la vida es la más puta de todas las putas y siempre quiere compañeras.
– ¡Buena esa!… recuérdame que la anote.
– Nací en El Paso, pero mi familia venía originalmente del otro lado del río, desde Ciudad Juárez. Me casé una vez en las Vegas, otra en San Francisco y otra en Miami, del primer matrimonio, con mi verdadero amor, me quedaron una viudez inesperada, una hija y el enfrentarme a la dura realidad que no sabía cómo ganarme la vida. Del segundo matrimonio me quedaron un par de fracturas y el saber que podía ganarme el pan para mi hija y yo en camas ajenas. El tercer matrimonio aún no se acaba, pero el lío en el que estoy tiene que ver con él.
– – Te sigo, continúa… pero te advierto que me empiezas a aburrir -dijo Lexie con una sonrisa pícara-… tu premio está corriendo peligro.
– Mi primer esposo, como te dije, fue mi único amor: Raúl Beltrán… un hombre donde los haya. Sabía tratarme, me cuidaba, en la cama era mi dios… yo besaba el suelo que él pisaba. Lo conocí una noche en un casino en Las Vegas cuando estaba en mi viaje de licenciatura y el amor fue instantáneo. Yo era una jovencita que aspiraba a ingresar a la universidad y el un joven comerciante que quería conquistar el mundo.  Estuvo dos semanas en la ciudad y no recuerdo haber salido más de 6 veces de la habitación. Pasadas esas dos semanas él tendría que viajar con urgencia a Sacramento y, la última noche que pasamos juntos, me propuso matrimonio.

Por primera vez en la velada, una sonrisa acudió al rostro de Cony… Continuó.

– Obviamente no es que no fuéramos a volver a encontrarnos. El era soltero y yo también, y teníamos los teléfonos y direcciones postales y de email del otro. Además de eso aún me quedaban algunos ahorros y podría haber acudido donde él me llamase… realmente si me hubiera pedido ir al infierno con él también le hubiera dicho que sí.
– No me digas nada: Tu boda fué de las instantáneas y Elvis fué tu juez de paz.
– ¡Ja!… te equivocas: Nos casó un imitador de Cantinflas… Raúl era fanático -recordó Cony-
– ¿Y luego?
– … Los mejores años de mi vida; nunca me faltó nada a su lado, ni material ni sentimentalmente. Trabajaba en el negocio de importaciones, así que sus labores lo llevaban a viajar constantemente; yo iba con él casi siempre, y gracias a eso pasamos años hermosos viajando por todo el país… una locura padrísima, conocí los 50 estados, más algunos de los mexicanos… fuí a las mejores fiestas, me codeé con gente sofisticada… y tuve mis primeros acercamientos con el mundo real.
– ¿Sexo… drogas?
– … Y rock and roll, chavita. Raúl era un hombre fogoso, amante de la vida… además, tú y yo sabemos bien que. si quieres obtener dinero y poder, tienes que ir donde esos bienes se transan… y esas “reuniones” no son más que orgías para gente rica.
– Lo siento, no sabría decirlo: mi manager nunca me consiguió un trabajo tan bueno como uno de esos.
– Quizás sea mejor así. Allí conocí el sexo duro, intercambio de parejas, tríos, cuadros plásticos y salté del caño ocasional de maría a darme una ración de azúcar (cocaína) de cuando en cuando… todo eso de bajo la atenta mirada de mi esposo.
– Hmmm… sigue, se empieza a poner interesante -dijo Lexie deslizando sus dedos por una de las piernas de Cony-
– Tranquila chiquita, no comas ansias… aún no llego a lo bueno. Toda esa vorágine terminó de golpe. Primero, me embaracé. No cabía en mí de felicidad y, al principio, Raúl estaba felicísimo… hasta que empecé a engordar
– Ya sé: el muy puerco te dejó botada… ¡todos los hombres son unos putos cerdos guarros!
– No exactamente. Al pasar los meses ya no me dejó acompañarlo en sus viajes… decía que le podía hacer mal al bebé…. Supuse también que se buscó una amante, porque comenzó a tener menos sexo conmigo… me juraba que estaba cada día más hermosa, pero había días en los que incluso su herramienta no funcionaba… lo notaba ojeroso, cansado. Peleamos varias veces y un día, en el parking de un centro comercial, después de habernos reconciliado en un hotel cercano, una rubia aparcó una furgoneta, se bajó de ella y mi mundo se fué al carajo -dijo Cony ya presa de las las lágrimas-

Lexie la miró con ternura. Fuera fingida o real, Cony no logró determinarlo… luego le dió un tierno beso en los labios y se abrazó a ella tratando de reconfortarla.

– Ya panchita… no llores… ¡todos los hombres son unos cerdos!.
– ¡No entiendes, pendeja!
– ¡SHHHHH!
– La rubia sacó un par de pistolas mientras que de la furgoneta bajaban 2 tipos más, con más armas, y empezaban a disparar hacia un automóvil a nuestras espaldas. Muerte por fuego cruzado en un asunto entre bandas de drogas, dijo la policía. Yo estuve en el hospital porque recibí dos balazos, uno de ellos en la panza… casi casi pierdo el bebé.
– Vaya…
– Desde el hospital, directo al abismo: Los últimos años me había portado muy mal con mi familia, así que me desconocieron. Las cuentas del hospital eran gigantescas y la familia de Raúl también desapareció. Afortunadamente, o eso pensé, uno de los hombres que conocí en aquellas fiestas me deseaba lo suficiente para casarse conmigo… ¡ja!, afortunadamente mis cacahuates…

Lexie comenzaba a adormilarse. Cony lo notó, pero sabía que dentro de poco su historia se pondría algo más interesante… quiso continuar.

– Al cabrón se llamaba Peter Avery, y luego de la primera semana, las cosas empezaron a ir mal. Nos instaló en una casa en los suburbios de San Francisco, pagó las cuentas vencidas del hospital y tuvimos aquella semana de “luna de miel en casa”. No se caracterizó por ser suave conmigo, pero no era algo que me incomodara realmente. Mi cuerpo era joven y supuse que podía afrontarlo sin problemas. Además, siendo sincera, me encantaba el sentirme deseada aún con la panza que tenía.
– Cuéntame, que te hacía -dijo Lexie volviendo a interesarse-
– A ver… para empezar, apenas me cargó dentro de la casa me empujó contra la pared, me levantó el vestido, bajó mis bragas y me clavó la verga hasta el fondo, en seco
– ¡Uy, que daño!
– Sí, pero realmente no me importaba. Era mi esposo y no hacía más que tomar posesión de lo que era suyo… lo que había comprado. Masajeó mis tetas sin piedad mientras que mordía mi cuello hasta hacerme un poco de sangre. Decía que quería borrar a mi anterior dueño y yo, en medio de esa vorágine de placer y dolor, estaba en el cielo. Me estuvo clavando más de veinte minutos y no parecía querer venirse. Me dio vuelta y me agachó para que comenzara a mamársela… ¡Dios, que pedazo de tranca tenía el desgraciado!, no por lo gigante, aunque tampoco era pequeña, sino por el aguante. Arrodillada frente a él comencé a usar mi lengua para darle placer; recorría su verga a lo largo y ancho, me la tragaba completa y aún así no se venía. Empezó violar mi boca, forzando su herramienta hasta atragantarme. Comenzó a jugar a asfixiarme con ella hasta que lo obligué a acabar metiéndole un dedo en el culo… y eso fue apenas entrando a la casa.
– ¿Y luego?
– El resto de la primera semana fue igual o más intenso. Yo quería olvidar la muerte de Raúl y él quería dar rienda suelta a su obsesión por mí. Me clavó y enculó en cada lugar de la casa. Se la mamé y me comió en los lugares que faltaron… la casa entera olía a sexo, era entrar él a la casa y buscarme como perro en celo y, sin darme tiempo a decir hola, embutir su herramienta en mí.
– Espera, espera, espera… hay algo que no me cuadra: ¿No estabas tú embarazada?
– Sí -dijo Cony sollozando-, pero entonces deseaba que ese bebé no existiera. Raúl dejó de amarme por su culpa… si no hubiera sido por él no hubiéramos estado en aquel parking… francamente quería que Peter me rompiera el coño y también mi útero… si aún hubiese sido legal habría abortado el bebé, pero el embarazo estaba demasiado avanzado…

A veces el universo es tan cruel como irónico

– Pasada la primera semana, se ausentó por medio mes. Un viaje de negocios, fue lo que me dijo. Dejó el dinero justo para mantener la casa y, cuando volvió, comencé a ver que aquel “afortunadamente” no era tal
– ¿Te metió cuernos?
– No chiquita… cuernos incluso los hubiera entendido. Cuando lo recibí con un beso iba, según yo, vestida para matar. Un babydoll que ocultaba bastante bien mi barriga y mostraba mis enormes tetas, regalo de las hormonas del embarazo y un conjunto de lencería color violeta eran mi armadura de combate para esa noche. También preparé el lugar con velas, incienso, luces bajas y música suave.
– Hmmm… puedo verlo -intervino Lexie, relamiéndose y tomando uno de los pechos de Cony-
– Mmmm… tranquila, aún es muy pronto -dijo Cony con un quejido, pero sin retirar la mano de la española-… No Lexie, lo siguiente que supe es que estaba en el suelo en una posición extraña, mirando entre la pared y el techo… mi visión se  movía rítmicamente, me dolía la cara de forma brutal y escuchaba sólo un pitido… mi cuerpo se negaba a responder e incluso algunos destellos de luz aparecían en mi visión
– ¡Maldito! -exclamó Lexie interrumpiendo su masaje-
– Veo que también te ha pasado. El sabor de la sangre en la boca fué lo que me devolvió al instante la conciencia. Escuché como él gritaba mientras me penetraba con algo más grande que su verga. Decía que era una puta, que cómo me había atrevido a traer acá a mi amante, que si hubiera llegado unos minutos antes también podría haberlo encontrado a él, que vió su carro irse cuando él llegaba, que me reventaría el coño con el bat como la puta que era, que me gustaba, que mis jugos no mentían, que cuando me compró no pensó que sería como las otras… que me mataría.
– ¡No!
– Después de ese día, me encerró en el sótano… casi me muero cuando me dí cuenta que, detrás de un estante de herramientas, había una puerta reforzada y, dentro de ella, la que sería mi “habitación” por casi dos meses… lo peor de todo fue cuando me encontré con que eso no detendría su modo de ser. Que abusara de mí se volvió cosa de todos los días… que me golpeara, también.
– ¿Cómo lo sobrellevaste?
– Hmpf… es extraño como la vida juega con la ironía, ¿no?. Soñé… Soñé con mi bebé; yo la estaba abrazando en un hospital… parecía recién nacida, pero su cara me recordaba tanto a Raúl que no podía sino llorar. Eso fue lo que me ayudó a soportar el encierro, los abusos, las golpizas… y el hambre.
– No te sigo
– Era una prueba de amor, me dijo Peter: me dejó sola por un mes, encerrada en aquella celda, vestida únicamente con una bolsa de estiércol, sin luz, calefacción, con un goteo de una cañerías rota como fuente de agua y con 3 latas de carne enlatada por toda comida.
– ¡Dios mío!
– Cuando volvió fue lo peor de todo -comenzó Cony mientras las lágrimas corrían por su rostro-… me tomó del pelo y me arrancó un buen mechón, mientras comenzaba a gritar y golpearme… decía que sólo teniendo un amante era posible que yo siguiera viva… que estaba harto de las putas como yo y que me haría pagar por reírme de él… el ambiente se llenaba con gritos, míos, de él, ¿qué más daba?… comenzó a llorar pidiéndome perdón pero al tocarme los golpes volvieron… que no toleraba que otro hombre me hubiera tocado, que era culpa de mi barriga, que le recordaba que no siempre fui suya… me golpeó, me orinó encima, según él, para marcarme como suya… yo no hacía sino pedirle que parara, que me perdonara, que me dejara ir y se olvidara de mí, que haría lo que él quisiera… “¡lo que quiero es que me respetes!” me gritó junto a un puñetazo en la cabeza que me mandó al suelo… entonces comenzó a patearme en la cara, el pecho, la barriga, la entrepierna… sentí que me fracturaba un par de costillas. Al cuarto o quinto golpe de patada en la cabeza casi pierdo el conocimiento… lo oí salir hecho una furia, diciendo que ahora sí que me mataba… dejando la puerta abierta.
– ¡Para Cony, ya no sigas! -dijo Lexie viendo los sollozos de Cony-
– No Lexie, déjame… me hace bien, me siento más ligera… ya casi termino… No se como pude pararme; un dolor horrible en una pierna casi me hace caer y podía respirar mal y ver peor. Llegué al patio y lo volví a ver: tenía una pistola en las manos… traté de correr pero apenas lograba caminar. Yo lloraba y gritaba pidiendo ayuda cuando escuché un disparo… comencé a correr, el dolor dejó de ser importante… “corre puta, la próxima no tendrás tanta suerte” me gritó a mis espaldas tan cerca que sentí el “clic” del arma cuando se preparaba a disparar… el tiro sonó cuando yo me perdía por la esquina del patio, a unos metros de la puerta del jardín… entonces escuché la música más linda, como enviada del cielo: sirenas de policía.
– ¿Te salvaron ellos?
– A medias. Los gritos de la pelea habían sido escuchados por los niños de uno de los vecinos; ellos le avisaron a sus padres y ellos a su vez a la policía. Entre que yo llegaba a la calle, esquivando un tercer balazo y mi esposo aparecía por el portón dos carros de la policía aparecieron en el lugar, uno de ellos se puso entre Peter y yo y el otro se detuvo detrás bajando rápidamente una pareja de policías pistola en mano. Peter no era tan idiota como yo creía y soltó el arma de inmediato y levantó las manos… si hubiera sido negro o latino yo creo que lo mataban, pero le ordenaron ponerse de rodillas con las piernas cruzadas y poner las manos tras la cabeza. Cuando lo detuvieron decía que todo había sido una broma; el arma resultó ser de fogueo, pero los golpes no tenía cómo explicarlos ni que yo estuviera vestida con una bolsa maloliente de arpillera… entonces… entonces, cuando ya me creía segura, ví como se hacía realidad el deseo que había pedido hacía algunos meses

La española le dedicó una larga mirada… al ver débilmente el rostro apretado de Cony comprendió

– … Vi como rompía aguas cuando me llevaban a una ambulancia… y el líquido no era claro, sino con sangre.

Lexie la miró casi llorando. Ambas eran prostitutas, mujeres que conocían el lado menos amable de la vida, mujeres que habían caminado por más calles de las que les gustaría reconocer, mujeres que sabían que tan bajo o que tan lejos puede llegar la irracionalidad del ser humano… mujeres al fin y al cabo.

Tímidamente acercó su cara a la de Cony hasta tocar su frente con la propia y le sonrió de forma inocente. Lexie conocía perfectamente el sentimiento; también había pasado por aquel lance en su trabajo, quizás de forma no tan brutal ,pero sabía perfectamente lo que se sentía. Nada puede realmente prepararte para el dolor, la humillación, el miedo, la vergüenza, las lágrimas. Te mientes, te dices que no fue nada, que ni siquiera lo sentiste, pero no es tu cuerpo el que más duele. Quiso, sinceramente, consolarla… en aquel agujero de mierda quería ser para ella un bálsamo, un oasis que le permitiera olvidar aquello.

Cony tampoco necesitó que le explicaran nada. Las miradas entre colegas le eran más elocuentes que las palabras. Aceptó simplemente el consuelo y lloró

– En serio, perdóname por lo de antes -dijo Cony enjugándose las lágrimas-… la pálida me tiene idiota, no sé lo que hago… ni siquiera sé cómo me siento
– Ya, tranquila… mi veneno no es ese pero entiendo como funciona. ¿Has logrado dormir algo?
– Nada… hace tres días que no duermo… me siento morir -dijo sollozando nuevamente-
– ¿Y el cuerpo?
– Lento… no me responde… estoy como ida… estoy cansada, hastiada…quiero…
– No sigas…
– Pero
– Shhh… todos tenemos algo… alguien.
– Yo… yo.

Lexie le dió un abrazo. Rodeó a Cony lo mejor que pudo con su cuerpo e intentó traspasarle su calor, su aliento, su cercanía. Ambas estaban vestidas con las prendas reglamentarias de la prisión a la hora de dormir, a saber: camiseta, sostén y braga holgada, tipo boxer, todo de algodón y de color blanco; difícilmente ropa para seducir… cosa que no tenía demasiada importancia en ese momento.

Comenzó por tocar las manos de Cony casi con reverencia. Envolvió la izquierda entre las dos suyas, la acarició y examinó con sus labios, usándolos como sus ojos en aquella oscuridad. Recorrió cada arruga, cada marca, cada accidente de esa mano. Paseó por las uñas, tan dañadas luego de los días en desintoxicación. Dibujó las venas del dorso de la mano, alzándose desafiantes aún de haber recibido el castigo de las agujas. Por algún motivo la fragancia de aquella mano le provocó un cosquilleo, era más que el simple jabón de la correccional… le dió un mordisquito a la parte gruesa antes del pulgar mientras iba en busca de la otra mano.

Un gritito coqueto de Cony le dijo que lo estaba haciendo bien.

– Tienes unas manos preciosas -le dijo Lexie besando efusivamente una de ellas-
– Estás loca -contestó Cony esbozando una sonrisa melancólica-… son feas… son manos de vieja… tienen arrugas… y cicatrices
– No son cicatrices Cony: son medallas de guerra -dijo Lexie mirándola, decidida a cambiar de juego-

Entrelazó los dedos de su mano derecha con la izquierda de Cony y, llevando la derecha de la misma a sus labios, exhaló el calor de sus pulmones en ella. Notó como Cony se movía discretamente mientras ella comenzó primero a mordisquear aquella mano y luego a besarla… eso la envalentonó a empezar a recorrerla con su lengua.

Otro cosquilleo le recorrió la nuca cuando notó en su lengua la sal de esa piel. Eso la hizo descargar otra andanada de lengüetazos entre los dedos de Cony, quien, por su parte, no daba crédito a las sensaciones que la joven Lexie le provocaba con sólo jugar con sus manos. Fuera de los márgenes de una relación, estaba acostumbrada a lo típico: un rápido mete y saca y el cliente había terminado. Si tenía suerte el galán o la dama de turno resultaba ser alguien con iniciativa y aguante, en cuyo caso solía olvidarse de los límites de tiempo y simplemente dejarse llevar… pero esos eran casos contados… ahora aún no se habían besado y la tristeza que habitaba su corazón de unos minutos atrás comenzaba a ser rápidamente reemplazada por una sensación de calor que nacía desde su bajo vientre.

No quiso seguir siendo una mera espectadora. Lexie tenía placenteramente inmovilizadas sus dos manos, pero esas no eran todas sus armas. Distrajo un poco la atención de la joven al presionar su entrepierna con su muslo, provocándole un pequeño quejido de placer y haciendo que mirara en dirección de su sexo: eso era lo que esperaba. Lanzó su boca en busca del lóbulo de la oreja de la española y, mordiéndolo con sus colmillos, comenzó a aplicar presión de forma intermitente.

Al tercer embate en su oreja, Lexie tuvo que interrumpir su juego de manos para exhalar un decidor gemido. Se miraron unos segundos y fue como si alguien hubiese dado el pistoletazo de partida a una carrera de placer y morbo.

Volvieron las dos a lo que estaban, pero con renovados ímpetus. Cony pudo notar fácilmente que las orejas eran uno de los puntos débiles de Lexie. Bastó con la estimulación anterior para que pudiera notar como subía la temperatura y el respirar de la muchacha se hacía más irregular, así que se decidió a recorrer el resto de esas curvas normalmente olvidadas de su anatomía y, una vez bien excitada, preparar el asalto sobre el cuello y el hombro a base de más besos y mordidas.

Lexie por su parte tampoco se andaba con juegos. Adivinó bien la sorpresa en el respirar de Cony al empezar a recibir placer desde sus manos, así que decidió pasar al siguiente nivel. Mientras recorría el espacio entre los dedos de Cony metió por sorpresa el dedo índice de la mayor dentro de su boca y lo envolvió con su lengua. La saliva embadurnó rápidamente el dedo y comenzó a escurrir por la mano de Cony de una forma tan obscena que a esta le recordó un coño mojado. Lexie aprovechó para meter en su boca en una sucesión continua los dedos medio, anular y meñique y comenzar a darles el mismo tratamiento que a su compañero.

La sensación fue extraña para Cony: Normalmente, era ella la obligada a recibir actos como ese; nunca había experimentado el placer de aquello y comenzaba a maldecirse por no haberlo hecho. Separó su cara del cuello de Lexie para mirarla en la penumbra. El brillo en sus ojos era acompañado por pequeños destellos alrededor de su boca. La saliva que escurría por su brazo le daba aún un toque más morboso a la escena… era como si Lexie le dijera que se follara su boca con su mano. La lengua de la joven tampoco hacía más fácil el mantener la calma y los apagados gemidos y la respiración entrecortada acentuaban el ambiente de erotismo… entonces le llegó la primera sorpresa.

Lexie metió su lengua entre sus dedos medio y anular y presionó hasta el final.

… y Cony tuvo un pequeño orgasmo.

No fue apoteósico ni la hizo conocer nuevas dimensiones. Fue una pequeña contracción en su vagina, casi como si su coño despertara, sin embargo el latigazo de placer fue real y, lo peor, totalmente sorpresivo. Según ella, aún no estaba ni cerca de venirse… cierto, la cosa iba por buen camino, pero el juego recién comenzaba.

Se separó para mirar a Lexie. Pudo notar en sus ojos un toque de superioridad que le divirtió y enfadó a la vez… No supo si besarla, golpearla, cogerla, nalgearla, comérsela o todo ello simultáneamente.

– ¡Que!… ¿te gustó? -preguntó Lexie-
– Condenada muchachita… ¿como hiciste eso?
– A todo el mundo le sorprende -rió Lexie-… no se porqué, pero casi nadie se da cuenta de lo excitado que está cuando lo hago. A los hombres normalmente les despierta la polla de inmediato.
– Pues yo como que me anduve viniendo
– Lo noté -dijo Lexie divertida-… eres una guarrilla oye, a la mayoría le toma unos diez o veinte lametones
– … Debe ser porque estaba fuera de forma.
– … O porque empiezo a gustarte.
– No lo creo chiquita… no podría gustarme alguien tan descuidada

Lexie no entendió de inmediato la frase, pero la sonrisa de triunfo de Cony la excitó sobremanera…

La mayor de acercó lentamente a su oído para hablarle… la voz fue fría, acerada… casi ajena.

– Olvidaste algo: Me soltaste las manos.

El movimiento fue sorpresivo. Cony abrazó a Lexie con brazos y piernas y, aprovechándose de su tamaño y fuerza superiores, se puso encima de Lexie con la facilidad que le entregaban sus años de experiencia en las lides del amor comprado.

Lexie no entendía qué pasaba. Era como si de pronto estuviese en la cama con otra persona. El brillo en los ojos de Cony era distinto; amenazador, leonino, hipnótico… aterrador.

– Me enseñaste algo nuevo usando la lengua, y no permito que nadie me supere en mi juego

El tono de Cony era verdaderamente intimidante… ¿¡Quién era esa mujer!?. Tenía una fuerza inesperada y una actitud que rezumaba peligro.

Lexie recordó entonces un detalle que había olvidado: no conocía los detalles reales del delito de Cony; bien podría ser que todo lo anterior fuera una pantomima y tratarse de una asesina a sangre fría. había leído un montón de casos similares y, si bien es cierto era pocas, existían mujeres que cometían semejante crimen simplemente porque podían hacerlo.

Un escalofrío recorrió su espalda. Sus vellos se erizaron por todo el cuerpo y su sudor se tornó frío. La palidez acudió a su rostro y comenzó a forcejear, pero la superioridad física de Cony era obvia. Recurrió a todas las armas que disponía, pero cada intento de zafarse era ágilmente contrarrestado por Cony. La maldita puta vieja era más ducha que ella. Quizás sabía artes marciales, quizás era la escuela de la calle, el hecho es que se veía indefectiblemente vencida.

– Condenada mocosa… -interrumpió Cony- te haré pagar la humillación hasta que no te quede sangre en las venas…
– No… ¡no! -sollozó Lexie-
– ¿Nunca te dije cómo fue que me gané mi estadía en la cárcel, cierto?
– … Para… para por favor
– … Asfixia
– ¡NO! -gritó brevemente Lexie-

Cony no le permitió seguir. Introdujo su lengua en la boca de Lexie con tal fuerza que la joven casi pierde el aliento, mientras sujetaba sus manos por sobre su cabeza… Lexie había pisado el terreno de Cony y no estaba dispuesta a dejar que la muchacha se marchara de allí con aquella victoria.

Lexie sintió como esa lengua invadía su boca inexorablemente. Palpando, presionando, removiéndose. Su propia lengua retrocedió ante el impulso de la intrusa y comenzaron a forcejear. Su cerebro pareció fallarle; en ningún momento se le cruzó por la cabeza el morderla, solamente el expulsarla. No permitiría que se quedara con su boca, pero de pronto se dió cuenta que su respiración se entrecortaba… ¿Qué tan larga era la lengua de esa maldita?.

Forcejeó por cosa de dos minutos hasta que la sensación de hormigueo en la cabeza empezó a ganarle. Recién entonces contempló la posibilidad: Estaba ante las puertas de la muerte y las fuerzas le fallaban. Comenzaron a pasar por su cabeza imágenes inconexas acerca de diversos estadios en su vida. Le costó un poco darse cuenta, ya que no fue en orden cronológico, pero al final notó que era aquel mítico momento en que ves tu vida antes de morir… cerró los ojos y se abandonó al destino.

Cony sintió que las fuerzas de Lexie se apagaban de forma definitiva y se supo por fin victoriosa. Apretó fuertemente el clítoris de Lexie con su rodilla mientras se separaba de ella, sin soltar sus manos.

… Lexie volvió a la vida, y se corrió.

No, eso no cabía dentro de ese parámetro. Se corrió, se vino, terminó, acabó, coceó como una burra, mató al monstruo de dos espaldas, sufrió la pequeña muerte… todo ello combinado y sin posibilidad de redención para ella.

Aspiró aire como quien, literalmente, aspira la vida, mientras que Cony seguía presionando rítmicamente su clítoris. Los orgasmos se sucedían uno tras otro sin que ella pudiera identificar dónde terminaba uno y comenzaba el otro. Le embargaba la alegría, estaba viva… coño, ¡estaba viva!, ¡estaba cachonda!, ¡estaba satisfecha!… y no paraba de correrse.

Dejó las sábanas perdidas con su sudor y algo de orina que escapó de su control. Al día siguiente les esperaría un castigo por el descalabro, pero ahora eso no le importaba… ¿cómo podría importarle algo tan banal?. Las oleadas de placer aún continuaban azotándola con menor intensidad cuando su cerebro volvió a funcionar. Sintió… sintió… Dios, no sabía que sentía, todo estaba confuso en su cabeza, lo único que tenía claro es que había sido la experiencia más placentera de su vida; bien valía el precio que había tenido que pagar por ella.

Cuando comenzó a calmarse se dio cuenta que Cony la miraba desde arriba… la mirada de superioridad había cambiado de dueño y, ahora lo sabía, estaba con quien la merecía. ¡Loores a quien se los merezca!: La experiencia triunfó sobre el brío.

– Y… ¿te gustó lo que te tenía que enseñar la viejita? -dijo Cony-
– Cabrona.. puta… capulla… zorra -dijo mientras comenzaba a sollozar-
– Shhh… no hables… descansa.

La soltó y la joven no hizo ademán de querer desembarazarse de ella. Cony atinó a pararse para dejar a Lexie sola en la cama, pero la muchacha le tomó la mano.

– No me dejes sola -le dijo-
– Lexie…

Cony no se pudo resistir a su mirada… se odió por ello, pero los ojos de la chiquilla comenzaban a hechizarla de una forma que no podía explicar y, lo peor de todo, le advertía una vocecita en su cerebro, no quería ignorar.

Volvió a entrar a la cama. Lexie la abrazó con fuerza

– Quédate conmigo… la noche aún no termina
– ¡¿Todavía quieres más?! -preguntó Cony sorprendida-
– ¡Sí!, ¡no!… no lo sé… me pusiste cachonda perdida, ya no sé que es arriba y que es abajo… ¿qué me hiciste?
– Una forma de asfixia erótica… me la enseñó mi sobrino, y a él se la enseñó un japonés… supongo que cuando tienes la verga pequeña no te queda otra que ser creativo

Se miraron unos segundos y estallaron en una risita cómplice.

– Serás tonta -dijo Lexie-
– Oye, oye, no me mires en menos… me conocen en Little Havana como “La mejor lengua de Miami”… mira

La lengua de Cony, estirada, le llegaba casi diez centímetros bajo el mentón.

– ¡Madre de Dios todopoderoso!… ¿es natural?
– Claro, como todo lo que ves… bueno, tengo un par de retoques encima, nada más que cosméticos, pero todo natural, nada más que lo que me dio la virgen y pervirtió el diablo

Rieron por lo bajo y al cabo de un rato Lexie volvió a mirarla de forma especial. Definitivamente Cony empezaba a odiarse seriamente por ello, pero comprendió que, le gustara la idea o no, la noche aún no había terminado

– Aún quiero jugar -dijo Lexie-, pero no seas tan violenta esta vez
– Anda, a dormir -dijo Cony sin mucho convencimiento-, que ya va a amanecer
– Todavía hay tiempo, además, tengo que darte tu premio por la historia
– Pero mi historia todavía no termina
– ¿¡Hay más!?
– Pues sí… no sé si igual de intensa, pero creo que más caliente
– ¿Cómo es eso?
– Pues, aún no te he hablado de mi manager, mi esposo actual… ni de mi sobrino.
– Hmmm… ¿tres hombres para la dama?
– Sólo dos: mi esposo es mi manager
– ¡Ah caray!
– Ya te dije, a dormir y mañana continuamos hablando, prometo entretenerte.
– No quiero… arrúllame.

Decir quien inició el beso no tendría sentido… la única verdad es que un par de horas antes del amanecer dos pares de tibios labios se encontraron en la oscuridad. Se besaron suavemente por varios minutos, sin siquiera sacar sus lenguas de sus vainas. Para sorpresa de la agresiva Lexie, fue Cony quien abrió los fuegos acariciando distraídamente el culo de su compañera, quien correspondió la atención con un mordisquito en el labio de Cony.

Las acrobacias, si no querían llamar la atención, les estaban vedadas. Eso no impidió que, cuando las respiraciones se hicieron entrecortadas, las manos no comenzaran un viaje de exploración. Cony mantenía la voz cantante, era para ella un asunto de antigüedad entre las sábanas. Además, el exiguo peso de Lexie le permitía moverla a su antojo. la atrajo aún más hacia su cuerpo, casi poniéndola del todo encima de ella y comenzó a masajear sus nalgas de forma lenta e inexorable. El gemido que dio Lexie cuando uno de sus dedos traviesamente se paseó acercándose su ano le dijo que sus caricias eran bien recibidas por la más joven. Metió su mano bajo las bragas y acaparó con su dedo medio la atención de su abertura, simplemente jugando sobre ella. Llevó su otra mano a la parte frontal del calzón y Lexie arqueó su espalda para levantar su pelvis, sin embargo se llevó una sopresa cuando Cony, en vez de quitarle la prenda, jaló suave y rítmicamente de ella, usando la tensión para estimular su vulva y apresar su clítoris

– Nggghhh… me matas… -dijo Lexie-… más rápido.

Cony simplemente atacó su boca con su larga lengua. La de Lexie de inmediato salió al encuentro y comenzaron una dura batalla. Cony sin embargo no aceleró sus acometidas con sus manos, excepto cuando notaba que Lexie quería tomar el control. La maestría de la mayor se demostraba por el hecho que la más joven no atinaba a nada más que masajear los senos de Cony… hasta que esta última cometió un pequeño error.

Cony retiró su mano con la que jugaba con la braga y quiso llevarla a la nuca de Lexie para forzar un beso más profundo, pero eso fue suficiente para Lexie. Con la agilidad que le daba su juventud se desembarazó de los labios de Cony y comenzó a serpentear con su lengua en dirección al coño de su compañera. Partió su recorrido con un certero mordisquillo a uno de sus lóbulos y fue bajando hasta llegar a su cuello. Se detuvo un momento a chupar con intensidad entre el cuello y el hombro de aquella hembra mientras levantaba velozmente su camiseta, dejándole un chupetón de recuerdo. Siguió su viaje dejando un rastro de saliva en pos de su canalillo y hundió su cara entre aquellos dos monumentos a la femineidad, mientras que con sus manos los acariciaba de arriba hacia abajo, deslizando los enhiestos pezones entre las comisuras de sus dedos… eso fue la perdición de Cony.

– Aaaaah!!!!… chiquilla traviesa, ¿cómo lo supiste?

Cony sacó su cara del sandwich de teta que se había fabricado, sonriendo por su ocurrencia

– No lo sabía, pero tus pitones son tremendos y están durísimos… los imagino rosado oscuro, sin ser aún café… me pregunto, ¿a qué saben?
– Noooooooooo…… ahhhhh…. mmmm….

… Y ya no se escucharon quejas por parte de Cony. Quejidos sí, a montones. Lexie había tomado con destreza entre sus labios uno de los pezones de Cony y lo aplastaba suavemente con los mismos, mientras que con su lengua estimulaba la punta de pezón sin chuparlo. Cuando la mayor de acostumbró, abrió su boca en plenitud y tragó, succionó y relamió en un solo movimiento cuanta teta le cupo dentro. La lengua de Lexie hacía el trabajo simultáneo de pistón y brocha y el orgasmo de Cony comenzaba a verse venir.

– Ufff… déjaaaaaame… déjame hacer algo por tí también, chiquilla

Con el poco autocontrol que le quedaba, Cony atacó con sus manos la zona en la que Lexie había mostrado respuesta. Se humedeció generosamente los dedos de ambas manos mientras jalaba de las nalgas a Lexie. Esta entendió de inmediato el mensaje y, buscando también ella disfrutar del encuentro, se encorvó lo suficiente para que Cony tuviera acceso a su entrada trasera. Hizo que la misma Lexie lamiera sus dedos antes de comenzar a trabajar el ano de la española.

– Hmmmm… se nota que no lo usas demasiado, Lexie
– No… como trabajo en la calle, mis clientes son casi todos jovencitos con poco aguante y no alcanzan a catarme el culo… ¿te gusta?
– Es estrecho, pero no me costará entrar… elástico… caliente… ¡Dios, te lo quiero comer!
– ¡Ja!, tranquila, tenemos años de encierro

Ambas aceleraron sus empeños… estaban seguras que al menos uno de los guardias debía haber pasado ya.

Cony empezó a masajear lentamente la abertura de Lexie. El sudor empezó a empapar la raja de ese pequeño culo y al rostro de Cony comenzó a llegar ese aroma inconfundible que le decía que su compañera estaba excitada, sin embargo no cambió de objetivo; quería probar si la chica era capaz de venirse usando sólo su ano. Cuando lo invadió con su índice el cuerpo de Lexie se tensó, pero no se quejó ni dijo nada. Empezó a moverlo y el culo de Lexie comenzó a acompañar el movimiento, regando con los jugos de su sexo el monte de venus de Cony. Aumentó las apuestas metiendo su dedo medio y Lexie tuvo un pequeño orgasmo que hizo que interrumpiera por un segundo el trabajo que hacía sobre las tetas de Cony. Volvió de inmediato a la faena: La estadounidense le sacaba unos diez años de edad, calculó, pero eso no implicaba que ella no tuviera también su orgullo… le demostraría lo que puede hacer la juventud.

Cony sintió el cambio de ritmo en sus senos, y le gustó. Las caricias y chupetones eran aplicados de forma experta por Lexie… casi diría que nadie le había comido nunca las tetas de esa forma. Con hambre, con pasión, con deseo e incluso con cariño. La chica sabía dónde apretar, cuándo chupar, y cómo lengüetear… y había descubierto sin ayuda una de las formas que más le gustaba que le chupasen sus hermosos y largos pezones.

Se estuvieron dando placer varios minutos más hasta que escucharon los ruidos que indicaban que comenzaba la última ronda de la noche… sí, se habían saltado una, y era imposible que el guardia no lo hubiera notado… mañana tendrían un segundo motivo para ser castigadas. Quizás las mandaran un día o dos a solitario, pero ya no importaba… todo lo que importaba era el ahora.

Cony usó su pulgar para atenazar el ano de Lexie desde afuera y comenzó frenéticamente a frotar esa pinza. Lexie por su parte, aprovechando la generosa anatomía de Cony, metió ambos pezones en su boca a la vez que clavaba dos de sus dedos en el sexo de la mayor. La corrida de ambas fue casi simultánea y, si bien para Lexie no fue tan intensa como la anterior, debieron ahogar sus berridos mutuamente con un beso largo y caliente.

Cuando se separaron, Lexie llevó sus dedos a su boca.

– Cony, sabes deliciosa
– ¿Que pasa? -le contestó con un beso en la frente-… ¿acaso quieres enamorarme?
– Bueno… sólo si tú te dejas.
– ¿Es eso una propuesta?
– Más o menos… -dijo Lexie con un leve sonrojo-
– ¿Y eso, chavita?… ¿no eras tú la dura prisionera con experiencia?
– … Digamos que me das pena, panchita.
– ¿Cómo dices?
– Sí, eso… tienes el aire como a perrito abandonado… “la mirada mustia” como decía mi abuela
– ¿O sea que soy como tu mascota?
– Hey, tampoco es eso… en ningún momento dejaría que mi mascota me comiera el coño -dijo Lexie con una mirada pícara-
– ¿Es otra propuesta?
– Es una promesa

Lexie le dió un pequeño beso en los labios a modo de buenas noches y se abrazó a ella. Cony aspiró nuevamente el aroma de su cabello y miró al cielo… no sabía que le estaba pasando, pero seguramente tendría mucho tiempo para averiguarlo.

… Esa noche, dos ángeles naranja soñaron amor.

  • : Cony siempre fue la princesita de su casa, hasta que conoció a Raúl. Quedó prendada de él a primera vista... y este fue el hecho que precipitó la historia. Cuatro primos en busca del asesino de sus padres.
 
Viewing all 7967 articles
Browse latest View live