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Relato erótico: “Pillé a mi vecina recién divorciada muy caliente 5” (POR GOLFO)

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11

Sobre las nueve de la mañana, sentí que Paloma se despertaba, que sigilosamente se levantaba y abriendo el armaría, cogía unas cuantas corbatas. Supe de inmediato cual era su intención y acomodando mi cabeza en la almohada, me quedé mirando mientras con mucho cuidado para no despertarla, tomaba el brazo derecho de mi esposa y lo ataba al cabecero.

        «Lo de ayer iba en serio», me dije al ver que repetía la misma operación con el izquierdo.

        No contenta con limitar los movimientos de sus manos, mi vecina hizo lo mismo con los tobillos de María y solo después de comprobar que le iba resultar imposible el liberarse, se puso encima de ella y mirándome a los ojos comentó:

        ―Observa y disfruta, pero no intervengas.

        Tras lo cual, la empezó a besar. Como resulta lógico, mi esposa no tardó en despertar y al darse cuenta de que estaba atada, sonrió:

        ― ¿Y esto?

        Obviando la pregunta, Paloma sacó su lengua y bajando por su cuello, comenzó a lamer cada centímetro de su piel con la intención de ir derribando poco a poco sus defensas.

―Te has levantado traviesa― suspiró mi mujer al sentir que su amiga se apoderaba de sus pechos.

Nuevamente nuestra vecina se abstuvo de contestar y siguió su andadura, dejando un húmedo rastro con su lengua en su camino hacia el sexo de su inmóvil víctima.

―No seas cabrona, suéltame― le pidió María al sentir que los dedos de la morena separaban sus labios.

La ausencia de respuesta lejos de molestarla le hizo gracia y cerrando los ojos, decidió al sentir que la lengua de Paloma jugueteaba entre sus pliegues mientras buscaba su clítoris.

Mi vecina no pudo reprimir un suspiro al saborear ese sabroso coño y poseída de un fervor casi religioso, buscó con su boca el placer de mi esposa. Contraviniendo sus órdenes, acaricié los pechos de María y mientras le regalaba un pellizco en sus pezones, la besé.

Para mi sorpresa, mi amada pareja de tantos años debía de estar muy necesitada porque necesitar más prolegómenos, se corrió sobre las sabanas.  Paloma al notarlo no se sintió satisfecha y queriendo prolongar el éxtasis de su amiga, metió un par de dedos con el propósito claro de follársela mientras con la otra mano se empezaba a masturbar.

―Sigue comiéndome las tetas, cabrón― me soltó totalmente desaforada María.

Alucinado, la hice caso mientras era testigo de cómo su cuerpo convulsionaba sobre la cama al verse presa de un renovado, pero no por ello menos prodigioso orgasmo.

―Se nota que le ha gustado su despertar a la zorra de tu mujer― me comentó nuestra vecina mientras seguía atacando con firmeza y decisión el coño de mi señora.

Deseando que su amiga profundizara el contacto, mi mujer buscó moviendo sus caderas presionara la morena, pero lo único que consiguió fue elevar su calentura.

―Necesito que me folles― me rogó gritando.

Sus chillidos se convirtieron en alaridos de placer cuando cambiando de postura, Paloma entrelazó sus piernas con las de ella mientras le restregaba el coño contra su indefensa vulva. 

Para entonces deseaba unirme, pero no lo hice quizás porque hasta entonces nunca había presenciado algo tan erótico. Lo único que me permití fue acariciarlas mientras ellas disfrutaban como lobas en celo al sentir la humedad de la otra mezclándose con la suya en una arcaica danza de fecundidad.

Comprendí lo cachonda que se había puesto mi mujer al observar que, dominada por un frenesí asombroso, al percibir los síntomas de un nuevo placer, forzó aún más su postura y viendo que no podía usar sus manos, se metió los dedos del pie de Paloma en la boca mientras la oía explotar dando puñetazos contra el colchón.

―Joder, cariño. ¡Qué forma de correrte! ― comenté descojonado.

Su entrega provocó que nuestra vecina decidiera dar un paso más y desprendiéndose de sus piernas, se alzó sobre ella para acto seguido, acercar su coño a la boca de María.

 ―Trabaja puta, ¡lame mi sexo! ― exigió con tono seco.

Mi mujer no quiso o no pudo negarle ese capricho y sacando su lengua comenzó a devorar ese mas que encharcado chumino. Incapaz de seguir al margen, me puse detrás de nuestra vecina y mientras María daba buena cuenta de su flujo, posé la cabeza de mi glande entre sus nalgas.

Paloma al sentir el contacto, me rogó que la tomara. No pude desoír su pedido y de un solo empujón, rellené su conducto. El grito que pegó al ser sodomizada de ese modo azuzó todavía más a mi mujer e imprimiendo mayor velocidad a su lengua, recogió hambrienta el maná que brotaba del coño de la morena.

―Hijo de puta― gimiendo en arameo, mi vecina se corrió al sentir ese doble y certero ataque.

Y es que mientras María se hacía fuerte en su sexo con la boca, mis embestidas se volvieron salvajes y con mis huevos rebotando en su sexo, la besé.

Paloma recibió mis labios con alegría y moviendo su trasero, me imploró que acelerara aún más.

―Te voy a destrozar― comenté preocupado.

―Me da igual― insistió chillando.

Complaciendo su petición, incrementé mi velocidad. No me extrañó escuchar sus aullidos, pero no por ello me compadecí de Paloma y usando mis manos como garras, me aferré a sus tetas decidido a terminar de romper el carnoso y duro trasero que la naturaleza le dio.

Al poco tiempo, noté su flujo recorriendo mis muslos y preso de una lujuria sin par al comprender que se acercaba mi propio orgasmo, mordí su cuello. Ese brutal sobre su piel fue la gota que le faltaba para rendirse y desplomándose sobre el rostro de María, explotó dejándose llevar por el placer.

―Baña mi culo con tu semen― rugió todavía insatisfecha.

Aceptando su sugerencia, me cogí de sus caderas y forzando cada una de mis embestidas, no paré hasta derramar mi simiente en el interior de trasero. Tras lo cual, exhausto pero contento me tumbé en la cama junto a mi esposa que seguía atada al cabecero.

―Libérame― susurró esta.

Con voz tan seca como autoritaria, Paloma contestó:

―Te equivocas si piensas que esto se ha acabado― y poniendo cara de viciosa, continuó: ―Me ha encantado que tu marido me encule en tu presencia, pero ahora necesito sentir que siento al follarme a una puta como tú.

María, que no entendía todavía las intenciones de su amiga, tardó en reaccionar y Paloma aprovechó el momento para darle una sonora bofetada.

―Me has hecho daño, zorra― se quejó tocándose la adolorida mejilla.

Nuestra vecina soltó una carcajada:

― ¿No te gustó? Pues eso no es nada en comparación con el que te voy a hacer si no me obedeces.

He de confesar que me excitó ver la indefensión de mi pareja y por eso mantuve un silencio cómplice, mientras la morena se levantaba de la cama y sin esconder sus intenciones, se ajustaba un arnés a la cintura.

― ¿No pensaras meterme esa cosa? ― preocupada chilló mi mujer al ver el tamaño del pene que llevaba adosado.

Sonriendo, Paloma se permitió el lujo de pasar uno de sus dedos por los pliegues del sexo de su víctima antes de contestarla:

―No te quejes tanto. Las dos sabemos que te pone cachonda saber que voy a follarte.

María buscó mi apoyo con su mirada, pero al ver mi sonrisa, comprendió que no iba a defenderla y por primera vez se empezó a preocupar. Nuestra vecina al darse cuenta cogió los pechos de mi mujer y me los enseñó diciendo:

―Menudo par de pitones tiene tu perra― y aumentando la vergüenza de María, le pellizcó los pezones mientras le susurraba que era una guarra.  

Mi señora gimió de deseo al notar la acción de los dedos de la morena sobre sus areolas y sin dejarme de mirar, nuevamente me pidió ayuda. Si pensaba que iba a ir en su auxilio, se equivocaba porque haciendo caso omiso de sus ruegos, me senté en una silla para contemplar su rendición.

―Separa tus rodillas, puta. Quiero que el cerdo de tu marido disfrute de la visión de tu coño mientras te follo―, ordenó mientras con las manos, le abría las piernas.

Desde mi posición, pude observar que María se estaba excitando por momentos. No solo tenía los pezones erectos, sino que se notaba que la humedad estaba haciendo aparición en su sexo.

La morena al notarlo metió dos dedos en el interior del coño de mi amada mientras torturaba sus pezones con los dedos. María, luchando contra el deseo y con la cara desencajada, comenzó a llorar implorando que la dejara. Sin apiadarse de sus lágrimas, nuestra vecina murmuró en su oído:

― ¿Qué sientes al saberte en mis manos? Estás cachonda, ¿verdad? ¡Guarra!

Tras lo cual y viendo que mi señora había dejado de combatir su dominio y que aceptaba que la estuviese masturbando con dos dedos, le preguntó si estaba lista para ser follada por ella.

―Nunca― respondió mientras intentaba soltarse.

Paloma, al oír su respuesta, sonrió y acercando a la boca de mi esposa el enorme glande de plástico que tenía entre sus piernas, le soltó:

―Harías bien en embadurnarlo con saliva, si no quieres que te lo incruste totalmente seco.

Con resignación en su mirada y temiendo que nuestra vecina cumpliera su amenaza, María separó los labios y se lo metió en la boca con la intención de lubricarlo. Lo que no previó fue que Paloma viera en ello su oportunidad y dando un pequeño empujón, se lo clavara en la garganta.

Sorprendida, chilló de dolor, pero no intentó huir y sacándoselo de la boca, lo comenzó a lamer como si de mi pene se tratara. Mas excitado de lo que me gustaría reconocer, observé la cara de lujuria que nuestra vecina al contemplar la entrega de su amiga al cambiar la boca por el interior del coño de mi amada. Tras varios intentos fallidos, por fin, completó su objetivo y una vez conseguido ni siquiera esperó a que su víctima se acostumbrara y comenzó a machacar su vagina con sadismo.

― ¡Te lo ruego, déjame! ― chilló en busca de su compasión.

―Todavía no te enteras de lo mucho que me pone el follarte― respondió y recalcando su dominio, le mordió en los labios.

Esa dura caricia espoleó la faceta sumisa de mi mujer y ante mi pasmo contemplé que, cambiando de expresión, pedía a su captora que siguiera castigándola porque había sido muy puta.

―Suéltala― me pidió sin dejar de machacar su interior con ese trabuco de plástico.

Por alguna razón no pude negarme y tras liberarla, fui testigo de que, cambiando de postura, la ponía a cuatro patas sobre la cama y sin decir ni agua va, volvía a empalarla mientras dándole una serie de azotes le castigaba sus nalgas.

― ¡Sigue! – gritó al sentir ese sádico correctivo sobre su trasero.

Incapaz de hacer nada por defenderla, admiré como nuestra vecina azotaba una y otra vez a mi mujer mientras le perforaba el coño sin compasión. Ya con el culo de su víctima casi en carne viva, paró y mirándome, me preguntó si me apetecía darle por culo mientras ella seguía follándosela.

Temiendo que fuese demasiado el castigo, me me negué, pero entonces escuché que mi señora me decía:

―Mi trasero te espera.

Sin llegar a creer lo que había oído, la miré y al observar que sonreía, pedí a Paloma que me dejara encima. Nuestra vecina no se lo pensó dos veces y tumbándose en la cama, exigió a María que se volviera a meter el pene artificial.

Sin esperar a que esa puta sádica repitiera su orden, mi esposa se empaló y acto seguido separó sus nalgas con sus dos manos, dándome a entender que estaba lista.

Habituado a sus gustos, supe que debía lubricarla y por ello, estaba recogiendo parte de su flujo para untarle el ojete cuando Paloma me gritó que parara porque no se merecía ser tomada con muchos miramientos.

―Obedece a esa zorra― gritó mi mujer.

Su autorización junto con las risas con las que Paloma recibió el insulto aguijoneó mi calentura y forcé la entrada trasera de mi esposa con mi pene. Gracias a su ano estaba acostumbrado a ser usado sexualmente, no la desgarré porque si no, a buen seguro, la violencia que usé hubiese tenido consecuencias.

― ¡Dios! ― aulló al sentir su ojete mancillado.

La morena se rio al comprobar la cara de sufrimiento de María, producto del salvaje modo en que la estábamos cabalgando:

― ¿Te ha dicho tu marido que eres una buena yegua? ―  disfrutando de su entrega, preguntó.

―Me encanta― sin contestar estrictamente la pregunta mi mujer confesó para acto seguido decirle que estaba a punto de correrse.

Creyó que había cometido un error al decírselo porque al oírla, Paloma tiró de su melena y mordiendo con saña sus labios, le prohibió correrse.

―Por favor, no aguanto más― respondió llorando.

Supo que la había malinterpretado porque saliendo de su coño, nuestra vecina me pidió que la sustituyera en el sexo de María, diciendo:

―No podemos desperdiciar tu simiente, es hora de que preñes a tu parienta.

No hizo falta que me lo repitiera, y tras ensartarla con una certera cuchillada, la cogí de sus pechos y reinicié la cabalgada. Contagiada por la lujuria, mi señora me rogó que la tomara sin compasión y disfrutando de la cadencia con la que la cabeza de mi glande chocaba con la pared de su vagina, berreó como una loca pidiendo más.

 Que exteriorizara así su rendición fue la gota que le faltaba a mi pene para reventar y esta vez, fui yo quien rugió de placer sentir que regaba con mi semilla su fértil útero mientras se desplomaba sobre la cama.

Cuando ya satisfecho saqué mi verga de su interior, Paloma se tumbó a nuestro lado y besándonos a ambos, comentó:

―Dile a la puta de tu señora que en cuanto descanse, se ponga el arnés porque quiero recibir el mismo tratamiento.

La respuesta de mi amada María no pudo ser más genuina por que pegando un grito de alegría contestó:

―Estaré encantada de hacerlo.

Tras lo cual hundió su lengua en el rosado esfínter de Paloma, nuestra fiel amiga, nuestra despechada vecina, pero ante todo nuestra ardiente y calentorra amante.

12

El resto del verano no volvimos a ver al ex marido de Paloma. En un principio pensamos que, molesto por compartir lugar de veraneo con ella, había cogido a su nueva, joven y preñadísima mujer y se la había llevado a otro pueblo. Lo cierto es que no fue así. Por motivos de trabajo tuvo que volver a Madrid, dejando a la que había sido su secretaria disfrutando de la playa.

        La primera vez que nos dimos cuenta de que la muchacha estaba sola fue cuando una mañana mi esposa comentó porque no llevábamos a Paloma a conocer una coqueta cala que había a unos kilómetros.

―Es preciosa pero no tiene chiringuito― respondí poco dispuesto a perder todo un día en un sitio sin bar.

María y nuestra vecina debían haberlo hablado porque callaron mi boca al enseñarme una nevera repleta de cervezas. No tardé en dar mi brazo a torcer al prometer mi señora que si no teníamos compañía me compensaría gratamente.

―Tenéis razón, puede estar bien― repliqué imaginando a ese par en plan calentorras.

Paloma me pidió que llevara una cámara de fotos. Al preguntarle porqué, con tono pícaro, respondió:

―La zorra de tu mujer no tiene fotos bañándonos en el mar en pelotas.

― ¿Y tú?

Soltando una carcajada, confesó que tampoco.

La perspectiva no podía ser más interesante. Por eso recogiendo todos los bártulos, nos subimos al coche y una hora después de haberlo decidido, llegamos en compañía de mis dos mujeres a esa recóndita playa.

La elección de sus trajes de baño no podía ser casual, eran un ejemplo de indecencia que dudo que ninguna de las dos hubiese atrevido a ponerse si en vez de esa cala totalmente desierta, hubiese estado atestada.

 «Serán unas golfas, pero están muy buenas», sentencié mentalmente al admirar sus cuerpos maduros dentro de esos escuetos bikinis que resaltaban la perfección de sus formas.

Nuestra vecina se percató de mi mirada y sonriendo cogió de la mano a mi mujer para acto seguido salir corriendo. Con la cámara de fotos colgada en mi cuello, la puta sombrilla, la nevera y demás utensilios playeros a cuesta, llegué diez minutos más tarde a donde ese par de cabronas habían colocado las toallas.

 ―Me habéis dejado con todo― protesté más cabreado que una mona.

 Sonriendo de oreja a oreja, María se acercó a Paloma y tumbándose sobre ella, la besó. Juro que no me esperaba que empezaran tan fuerte y menos que mirando mi entrepierna y con tono divertido me dijeran que si con tan poco me había puesto cachondo.

―Sois un par de pervertidas― respondí mientras me fijaba en que los pezones de ambas se habrían erizado bajo la ropa.

Lejos de molestarles el insulto, se rieron e incluso María me reconoció que me habían llevado ahí porque querían que les hiciese un book erótico. He de decir que, aunque ya tenía en la cabeza hacerle fotos picantes, nunca me imaginé que me pidieran que les tomara unas de claro carácter porno y por ello con tono extrañado, pregunté a Paloma si estaba de acuerdo con mi esposa.

―Claro― respondió: ― La idea me parece buenísima. Así tendremos el mejor y más cachondo recuerdo de este verano.

Estaba preparando ya el trípode cuando de pronto escuchamos que llegaba alguien y maldiciendo por el retraso que eso supondría, les pregunté si no tenían calor.

―Tengo el coño al rojo vivo― en plan bestia comentó la morena.

 Desternillada por la burrada, María tomó de la mano a nuestra amante y salió corriendo hacia el agua mientras decía tonto el último. Deseando acompañarlas, me entretuve ocultando la cámara no fuera que me la robaran durante el baño y eso me permitió reconocer a la mujer que estaba entrando a la playa.

 «¡No puede ser! Es la chavala por la que dejaron a Paloma», dije para mí al ver que dejaba caer su bolso al lado de nuestras toallas.

Habiendo tanta arena, me extraño que se plantara tan cerca de nosotros y por ello me la quedé mirando mientras se despojaba del vestido que llevaba puesto, dejando al aire su embarazo. Estaba pensando que esa niña aún con panza estaba más que apetecible cuando dirigiéndose a mí, susurró si no me importaba que se colocara ahí, pero es que había tan poca gente que le daba miedo tomar el sol tan sola.

―No hay problema― respondí un tanto cortado al saber que no nos había reconocido.

Mirandola de reojo, concluí que embutida en ese traje de baño tan pegado, esa rubia de ojos verdes estaba más que buena.

«¡Menudos melones!», mentalmente exclamé al revisar el tamaño de sus hinchados pechos. Eran tan enormes en proporción con su cuerpo que involuntariamente mi miembro se endureció solo con pensar en que se sentiría teniéndolos en la boca.

El repaso que di a sus desmesuradas ubres tampoco le pasó desapercibido pero la joven, en vez de enfadarse, al ver que me la comía con los ojos sonrió. El destino quiso que en ese momento desde la orilla María me preguntara si iba a tardar mucho en acompañarlas y aproveché ese comentario para salir huyendo de ahí sin que se me notara mucho.

La erección que lucía al llegar hasta ella, la intrigó y descojonada me pidió que le explicara lo que había pasado justo en el instante que Paloma se nos unía.

―No os lo vais a creer. ¿Sabéis quien es la cría que se ha puesto junto a nosotros? ― sin anestesia solté.

Mirando hacia la playa, ambas comprendieron quien era al observar la prominente curvatura de su estómago.

― ¿No fastidies que es la nueva? ― contestó con evidente cabreo la despechada.

―Así es. Pero no busques a tu ex, porque no vendrá. Me ha dicho que viene sola al pedirme permiso para ponerse tan cerca.

Justo entonces, mi esposa comentó a nuestra amante que con ella ahí era imposible hacer el book y que por qué no se acercaban a decirle a la recién llegada quien era para que se fuera. Sorprendiéndonos como tantas otras veces, Paloma se negó de plano y con una sonrisa malévola, nos pidió que la acompañáramos de vuelta a nuestras toallas.

He de confesar que no sabía lo que se le había ocurrido y por eso me resultó extraño que nada mas tumbarse en su toalla, nuestra vecina lanzándome el bote de la crema me pidiera que si la ayudaba. No me esperaba ni el tono meloso con el que lo pidió y menos que se quitara la parte de arriba del bikini.

― ¿Qué te pasa? ¿No quieres meterme mano? ― soltó al ver que no comenzaba.

Comprendí que lo había dicho en voz alta para que la pareja de su ex lo oyera. Asumiendo que lo que quería era escandalizarla, me eché un buen chorro en la mano y tanteando el terreno, comencé a esparcirla por sus hombros esperando que me diera instrucciones

―Te dejo que seas más atrevido― susurró al sentir mis dedos dando un suave masaje a los músculos de su cuello.

Curiosamente, la embarazada no parecía en absoluto escandalizada con la actitud de Paloma. Muy al contrario, cualquiera diría que le divertía No sabiendo a qué atenerme, decidí seguir untando la crema y bajando por su cuerpo, empezando casi en el cuello, fui recorriendo su espalda hasta llegar cerca de su trasero.

La morena suspiró al notar el frescor sobre su piel y sin que yo se lo tuviese que pedir se quitó la braguita del bikini.

―Échame también en el trasero. Piensa que, si se me quema, luego no vas a poder jugar con él.

Muerto de vergüenza al ser consciente que la joven había tenido que escucharla. Antes de complacer su deseo, me quedé mirando el culo que tenía que untar y devolviendo la burrada le dije que me iba a resultar imposible no ponerme bruto si tenía que echarle crema a esa maravilla.

Muerta de risa, Paloma contestó:

―A pesar de mis años, lo tengo cojonudo.

 Hasta ese momento, mi esposa había permanecido al margen, pero al ver que por no parecer demasiado ansioso estaba embadurnándoselo con las yemas sin apoyar la palma, intervino y dando un sonoro azote sobre el trasero de nuestra amante, me exigió que usara toda la mano para que no le quedara marca.

Creí que el gemido de Paloma al experimentar esa inesperada caricia iba a escandalizar a la muchacha, pero haciéndome ver lo equivocado que estaba, sin dejar de espiarnos, la chavala sonrió:

«¿De qué va esta tía? Cualquiera diría que se está divirtiendo», me pregunté al ver que ni se marchaba indignada de la playa, ni tampoco cogiendo su toalla se cambiaba de sitio

Obedeciendo a mi señora, me puse a untar el trasero de nuestra amante con una friega descontrolada sobre sus nalgas. Fue entonces cuando, di un pasó más cogiendo el bote y echando un buen chorro sobre su raja. La bestia de Paloma al sentir el bronceador acercándose a su ojete, separó sus cachetes con las manos y poniendo su culo en pompa, me soltó:

―No te cortes.

Comprendí que me daba vía libre para recorrer los bordes de su ojete. Lo que no me esperaba fue que en ese momento María usará uno de sus dedos para horadar el culo de nuestra amante.

―Dios, ¡cómo me gusta! ― suspiró su víctima mientras se quedaba mirando a la pareja de su ex.

La embarazada ni siquiera se inmutó y siguió observando la escena sin perderse detalle. Convencido de mi papel, me puse ya sin reparos a disfrutar de ese trasero. Y magreando con descaro sus nalgas, las abrí en dirección a la joven para que pudiera contemplar por vez primera el ojete de Paloma.

«Esta tía no se va ni echándola un cubo de aceite hirviendo», pensé asumiendo por su mirada que se estaba excitando.

Queriendo verificar este extremo, crucé la frontera de lo moralmente aceptable, comenté en voz alta que se notaba que lo tenía ya dilatado y eso que decía que últimamente le había dado uso.

―Para el idiota de mi ex, el culo no existe sexualmente. Siempre decía que era solo para cagar― respondió casi gritando. 

Juro que me pareció escuchar un gemido proveniente de nuestra vecina de playa de placer y debió ser así porque María me pidió que la ayudara.

― ¿Ayudarte a qué? ― pregunté.

Su respuesta consistió en volver a introducir una yema en el trasero de nuestra amante mientras me cogía la mano y la ponía sobre su sexo.

―Mira que sois putas― sonreí y lanzándome en picado, comencé a masturbarla mientras ella hacía lo propio con Paloma.

Mirando de reojo, observé que la embarazada no perdía detalle de la escena. Fue entonces cuando señalando la cámara se me ocurrió decirle:

― ¿Te importaría sacarnos unas fotos?

Mi intención había sido que se ofendiera con la pregunta, por eso me sorprendió que con las mejillas totalmente coloradas la joven rubia accediera. Pero aún mas que cogiendo la cámara comenzara a sacar primeros planos del modo en que mi esposa hundía su yema en el trasero de Paloma mientras la masturbaba.

«Joder con la preñadita», pensé al ver el interés con el que inmortalizaba el momento en el que María sumergía un segundo dedo en el rosado esfínter de nuestra amante.

―Dios, ¡cómo me gusta! ― aulló la morena ya totalmente cachonda por el doble estímulo al que la estaba sometiendo.

Sabiendo que no tardaría en correrse, pedí a mi mujer que incrementara la velocidad de sus incursiones mientras me acomodaba de forma que la joven tuviese el mejor ángulo y quitándome el bañador, separé las piernas de la mujer.

―Saca una buena foto mientras se la empotro― comenté riendo.

Tras lo cual, cogiendo mi pene, me puse a juguetear con el sexo de Paloma.

―Fóllame― imploró con su rostro transformado por la lujuria al experimenta el modo en que mi glande se iba abriendo paso entre sus pliegues.

El morbo de saber que nos estaban fotografiando me puso a mil y con un duro movimiento de caderas hundí mi verga hasta el fondo de su coño.

― ¡Hazme sentir mujer! ― rugió la morena al notar que lo tenía encharcado por la facilidad con la que mi verga entró hasta chocar con la pared de su vagina.

La embarazada no pudo evitar soltar una carcajada al escuchar a mi esposa pedir que le sacara una foto de la lengua de Paloma lamiendo su sexo:

―Lo haría encantada pero primero debería vuestra putita estar comiéndotelo.

 ―Eso lo arreglo en un segundo― respondió María cogiendo la cabeza de nuestra vecina y llevándola a su entrepierna.

Paloma al escuchar que la nueva se refería a ella como vuestra putita se volvió loca y mientras se ponía a devorar el chumino de mi mujer con un ansia brutal, moviendo su trasero, se empezó a meter y a sacar mi pene de su interior a una velocidad inusitada.

―Se nota que la tenéis bien educada― sacando una foto de sus pechos, comentó la joven dejando entrever que suponía en vez de nuestra amante era nuestra sumisa.

Que su sustituta la rebajara a vulgar esclava, la indignó y sin poder reprimirse, le contestó diciendo que no era más que una mujer cuyo ex la había desatendido y que ahora que era libre, había encontrado la felicidad con una pareja amiga.

―No tienes porqué dar explicaciones, ¡puta! ― soltó María y desmontando sus argumentos, le exigió con un doloroso azote que siguiera chupando.

 Humillada hasta decir basta y sintiéndose una zorra, Paloma imprimió a sus caderas una velocidad tal que en su afán por ser tomada me hizo daño:

―Tranquila ― me quejé, pero viendo que no respondía y que seguía descontrolada, le regalé una nueva nalgada diciendo: ― ¡Te he dicho que más despacio!

Paloma sollozó al saber que la novia de su ex jamás se creería que no era nuestra sumisa después de esos dos azotes, pero eso lejos de cortarla curiosamente la excitó y voz en grito, me pidió que no parara de follarla. Al comprobar su entrega, decidí ir en busca de mi placer y cambiando de postura, la agarré de la melena y renovando mis azotes, la azucé a incrementar su ritmo.

Que siguiera castigando sus nalgas mientras su sustituta no paraba de inmortalizarlo, la enervó y todavía con más ardor me exigió

― ¡Sígueme follando como nunca me follaba el inútil de mi marido! ― aulló con su respiración entrecortada por el placer.

Riéndome de ella y susurrando en su oído lo puta que era seguí cabalgando a nuestra amante mientras la embarazada dejaba para la posteridad grabado en la memoria de la cámara.

Asumiendo que la joven estaba encantada siendo la fotógrafa, incrementé el ritmo de mis cuchilladas para conseguir que se grabara en su cerebro la escena y ejerciendo una autoridad que nadie me había dado, la exigí que se masturbara al mismo tiempo que hacía fotos.

Mi esposa se rio al ver que la embarazada se empezaba a pellizcar uno de sus hinchados pechos para cumplir mi orden mientras fotografiaba el sometimiento de la ex de su pareja.

―Parece que la rubita es tan puta como tú― señalando a la joven, murmuró en el oído de nuestra amante.

 La morena al verlo no pudo más y pegando un brutal berrido, se corrió empapando mis piernas con su flujo. El orgasmo de Paloma ejerció de imán y sin poder refrenar ese influjo, haciendo una foto tras otra, la joven se acercó. Momento que aproveché para decirles a ambas que yo no había acabado y cambiando de objetivo, de un solo arreón incrusté mi pene hasta el fondo de su culo.

― ¡Cabronazo! ― gritó al experimentar su ojete invadido.

Sus lamentos lejos de hacerme retroceder me dieron alas para forzando hasta lo indecible su esfínter, comenzar a machacar sus intestinos con mi verga mientras su sustituta nos miraba alucinada.

Los pezones de la rubia marcándose bajo el traje de baño de embarazada me confirmaron que se estaba viendo excitada por la escena. Su calentura tampoco pasó desapercibida a mi mujer que, fijándose en la mancha oscura de su entrepierna, sonriendo le comentó que si necesitaba ayuda para relajarse solo tenía que decirlo.

La chavala estaba tan concentrada enfocando la cámara para tomar un primer plano del momento que no intuyó que María, acercándose por detrás, tomara sus pechos entre las manos mientras le decía que su marido era un imbécil por dejarla sola.

―Todavía no nos hemos casado― contestó sin rehuir el contacto.

Contemplar que María acariciaba a su rival fue demasiado intenso para Paloma y más cuando lamiendo una de sus ubres, escuchó que le decía:

―El mío estaría encantado de consolarte.

Aceptando su derrota, la embarazada dio un gemido al sentir la boca de esa desconocida mamando de ella y y sin darse cuenta empezó a disfrutar mientras a un metro escaso la ex mujer de su novio se debatía inmersa en un mar de sensaciones que nuevamente la impulsaban al placer.

 ―Fóllate a esa perra también― dijo cabreada al ver que se andaba besando con María: ― Se nota que está en celo.

Al escucharla, la joven soltó una carcajada y separándose de mi señora, devolvió la cámara mientras me decía:

―Hoy tengo prisa, pero no lo descarto. Si mañana volvéis a esta playa y me veis llegar, ya sabéis a lo que vengo.

Tras lo cual, acomodándose los pechos dentro del traje de baño, muerta de risa, cogió su toalla y se fue…



Relato erótico: “LAS MIL Y UNA NOCHE PORNO 2” (PUBLICADO POR VALEROSO32)

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Acompañé a la princesa al lugar que me decía que lo había descubierto por casualidad en una cascada bañándose desnuda desaparecía detrás de la cascada había una cueva y al otro lado estaba el lugar.

era difícil vernos porque la cascada tapaba todo en fin llegamos al lugar me quede maravillado del lugar era como un edén un lago con aguas cristalinas unos árboles frutales que daban frutos jugosos animales encantadores todo un paraíso. me comí un fruto y apareció otro enseguida en el árbol entonces comprendí que ese lugar no era natural, sino que estaba echo con magia.
– seguramente no estamos solos hay que tener cuidado.
– tienes razón extranjero- se rio el que parecía una especie de mago.
– quien sois.
– soy Abel Yosef Abel Yosef.
-aquel mago malvado que quiso quitar la princesa Jazmín a Aladino.
– el mismo. veo que me conocéis.
– en mi época no sois real sino un cuento.
– aquí soy una realidad y esta es mi guarida junto con mi hija Sephora.
-también bellísima.
él se rio
– pero como habéis tenido una hija con Jazmín imposible -dije yo- se casó con Aladino.
– si extranjero, pero yo una noche me convertí en Aladino y pasé la noche con ella jajajaja. se quedó embarazada y cuando lo supo Aladino la dejo pensando que la había engañado jajaja. yo me lleve a su hija ahora mi hija esa fu mi venganza.
– sois un ser malvado.
– si y tu princesa es mía jamás jajaja. no lo podrás impedir.
cuando intente enfrentarme a él se rio hizo un gesto con la mano sim importancia y una cuerda por si misma me ato y me dejo inmóvil se reía jaja así que cogió a la princesa sin que yo pudiera hacer nada y la hipnotizo.
– serás mi esclava por ala -dijo el mago- y tu -refiriéndose a mi -serás de mi hija serás su esclavo.
– por ala maldito seas -dije yo.
– no te enfades extranjero ro gozaremos mucho los 4 ya lo veras.
Sephora me hizo tomar un bebido mágico que, aunque sabía lo que hacía no podía evitarlo. se desnudaron los dos y nos denudaron a nosotros la princesa sabía lo que hacía, pero no podía resistirse y Abel Yosef empezó a besarla y a comerla el coño ella se volvía loca de gusto.
– a así mi amo follarme por ala os deseo- dijo Arabela.
el mago se descojonaba.
– jaja seréis mi concubina jaajaja.
mientras su hija Sephora me comía la poya.
– menuda verga padre tiene este cabrón.7
– es todo tuya hija fóllatele al igual que me follas a mí.
– si padre viviremos juntos los 4 y gozaremos mucho.
me quede alucinado así que este cabrón también se follaba a la hija.
– si cabrón mi padre me folla y yo a él lo pasamos de puta madre.
solo comprendí que era una zorra igual que el padre un cabrón ella seguía comiéndome la poya y ya la comía el chocho a Sephora ella gozaba mientras su padre Abel Yosef se follaba a la princesa Arabela por el culo ella se volvía loca.
– así mi amo follarme fuerte rómpeme el culo por ala que gusto.
– ahora cambiamos de postura.
y Abel Yosef se jodió a la princesa Arabela por el chocho y yo la dii por culo a la vez Arabela que había sido virgen y yo la había desvirgado hace poco se volvía loca con dos poyas y la doble penetración.
– así soy vuestras putas así hacerme corre que gusto.
ellas misma se empalaba las poyas ya no creo que la hiciera falta que el mago la obligara mientras Sephora me comía los huevos por abajo mientras me follaba Arabela.
– fóllatela a esa zorra conviértela en una puta como yo -dijo Sephora.
– si así quiero estar siempre que gusto -dijo Arabela.
que el cabrón del mago con la magia hacía que la poya le creciera más de lo normal Arabela estaba en el paraíso cuando la follaba el mago y yo por detrás luego cogimos a Sephora y su padre se la metió por el culo y yo por el chocho y empezamos a follarla.
– aprende zorra -dijo Sephora a Arabela -como se folla.
Arabela se masturbaba.
– deja algo para mi so puta que yo también quiero -dijo Arabela.
– cállate so guarra luego te comeré el chocho y el culo- dijo Sephora- aprenderás a ser bisexual como yo y te gustaran los rabos y las almejas.
luego se comieron una a la otra el coño y el culo se volvieron locas las dos después de la follada dijo Abel Yosef:
– tú puedes irte ella es mía aquel que entra en este jardín me pertenece.
– padre yo le quiero.
– tu tranquila hija ya te conseguiré otro igual al fin de al cabo te gustan tantos las poyas que más da una que otra. yo no puedo salir, pero los incautos que entrar no salen jamás. así que dame las gracias porque te deje salir. ella será feliz aquí con mi hija y conmigo -dijo el mago -la follaremos siempre que queramos y será nuestra puta no será desgraciada gozará mucho.
así que tuve que irme sin poder hacer nada ya que no podía compararme con su magia y seguí mi camino tenía que encontrar otra vez la cueva y dejar el tesoro para volver a mi mundo andando por l arena encontré una botella y la abrí joder parecía que tenía un mensaje lo leí.
– aquel que me encuentre y me lea tendrá derecho a tres deseos.
de pronto de la botella aprecio un tipo de genio:
– pide los tres deseos.
– sácame de aquí y devuélveme a mi mundo.
– imposible yo solo tengo poder aquí.
– llévame donde está la cueva para devolver el tesoro de alibaba.
– imposible ella solo aparece durante unas lunas tienes que hallarla por ti mismo hay no puedo ayudarte.
– joder entonces que puedes hacer tú- le dije al genio.
– puedo concederte cosas materiales aquí.
– bien quiero una buena comida.
– concedido- y apareció un banquete no le faltaba de nada me puse las botas ya que hace varios días que no comía andado por ahí.
-necesito un medio de trasporte.
– concedido -dijo el genio y apareció una alfombra mágica- ella te hará volar donde tú quieras solo tienes que decir vuela alfombra y volara y cuando quieras bajar dile baja alfombra y te hará caso el otro deseo quiero guárdalo para más tarde de acuerdo llámame cuando me necesites, pero recuerda solo tienes derecho a un y último deseo extranjero y desapareció CONTINUARA

Relato erótico: “El viejo conserje y la muy inocente universitaria. (parte I)” (PUBLICADO POR AMOINFERNAL)

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El viejo conserje y la muy inocente universitaria.

De como por convertí a una joven inocente en una esclava fiel y en la mayor de las putas que he tenido:

 

Primera parte.

 

Buenas noches a todos. Después de mucho tiempo sin escribir nada por temas personales, me apetece contaros una nueva y ficticia historia que lleva mucho tiempo rondándome por la cabeza. Se trata de una serie de relatos muy directos, intensos y fuertes donde la dominación, el sometimiento, el sexo con jovencitas y el sexo no consentido serán la premisa de esta modesta serie. De modo que espero que os guste. Relatados en primera persona, con diálogos lo más constantes posibles, buscando no cansar al lector. Espero que disfrutéis de ellos al leerlos, al igual que yo el escribirlos.

Si os pido que seáis pacientes mientras escribo y subo dichos relatos ya que actualmente el tiempo que tengo para escribir, es muy poco. Un saludo y comienzo a relataros esta primera parte, que si os adelanto, será muy intensa.

Día 1

Antes de nada, me gustaría presentarme. Mi nombre es Sebastián Morales, “Sebas” para los amigos, soy un hombre de 64 años que aún tiene la necesidad de seguir trabajando en el puesto que llevo más de 35 años, soy conserje de un edificio de pisos del centro de una importante ciudad del país, que aunque, no siendo un piso de lujo, pueden permitirse tener a un conserje que les haga todas las funciones propias del puesto. Limpiar, barrer, recoger la basura etc. Vivo en el mismo edificio en un pequeño apartamento, debajo de la portería, muy pequeño, pero en el cual no pago nada, ya que puedo residir en el a cambio del trabajo y de un sueldo algo más reducido.

Los residentes de este edificio han ido cambiando con los años, desde gente muy adinerada y petulante, hasta algunos pisos para estudiantes o gente que va y viene. He estado siempre soltero, y tengo que decir la verdad, he sido muy vicioso y me ha gustado siempre ir con unas y con otras, follar con putas, con alguna que otra vecina, en fin, digamos que soy un puto viejo verde. En una ocasión, una de las estudiantes que residía de alquiler en uno de los pisos del edificio, llegó tan borracha, que di buena cuenta de ella, pero bueno eso es otra historia.

Físicamente, no es que sea excesivamente agraciado, otro de los motivos este, por el que no me he casado nunca. Mido 1.65m, peso 135 kilos, calvo y con una barriga prominente, bastante prominente.

 

Como os dije, en el edificio donde trabajo hay gente de todo tipo, pero me había llamado la atención desde hace unos meses atrás la hija de la vecina del 12º piso, una linda y jovencita de 18 años recién cumplidos, rubia de ojos azules, hija de una señora mayor que enviudó hace más de 15 años. Una mujer chapada a la antigua, que tuvo a su única hija, su mayor tesoro, casi con 45 años. Al morir su esposo, y las dejó llenas de deudas. Educó a su hija como pudo, teniendo que trabajar horas y horas, limpiando en casas de gente de mucho dinero a costa de un sueldo mísero que apenas les daba para vivir y pagar el alquiler, es más, llevaban casi 6 meses de retraso del alquiler y yo, afortunadamente, y habiéndomelo ordenado antes los propietarios del piso, era el encargado de cobrarles el alquiler.

 

Esta ricura de niña llamada Clara, acababa de cumplir 18 primaveras y como os he dicho había sido educada muy a la antigua, propio de una mujer que había sido la típica ama de casa de zonas rurales de finales de los 70, donde las mujeres solo estaban para hacer las labores que les mandaba su marido. Una jovencita muy introvertida y tímida. Solo iba del colegio a casa y de casa al colegio, y ahora en este caso acababa de entrar en una universidad reigiosa, se había matriculado en historia. No salía con amigas ni se le conocía ningún novio.

 

Iba siempre vestida con ropa ancha y cómoda que no marcase nada de su cuerpo, o bien con el uniforme de la universidad, si así es, dicha universidad se daban las clases por sexos y obligatoriamente debían llevar el uniforme.

 

Uniforme típico, como el de los colegios de monjas. Pude saber también, que la madre pagaba las mensualidades de dicha facultad, cuando y como podía, para no perder la educación estricta y rígida que ella quería para su única hija y aunque nunca llevaba ropa que pudiera marcar su figura, si es cierto que se podía adivinar una preciosa figura escondida bajo sus atuendos y yo no paraba de imaginármela desnuda arrodillada ante mí, haciéndome una intensa mamada hasta el final, o a cuatro patas taladrando su precioso culo.

 

Tenía que follármela a toda costa, convertirla en mi puta para el resto de su vida, así que urdí un plan y me dispuse a ponerlo en marcha.

 

Lo primero que hice fue ponerme en contacto con los propietarios del piso, que eran los hijos de un señor mayor fallecido hace años, concretamente con el hijo mayor del fallecido, y que además residían en otro país y les comenté el retraso tan largo que llevaban en los pagos, a lo cual el inmediatamente se puso en contacto con ellas informándoles de que si no procedía a pagar las mensualidades que les adeudaban procedería a demandarlas y a echarlas de la casa y que hablaran conmigo para arreglar el tema del alquiler, que ya me encargaría yo de gestionarlo todo adecuadamente.

 

Esta noticia callo muy fuerte en la madre de Clara, más si cabe que dicha llamada fue hecha a primera hora de la mañana, pasando un calvario durante todo el día pensando cómo podría afrontar dicha deuda, casi 4000 euros.

 

Ese mismo día ya bien entrada la noche, a eso de las 22:00, decidí subir al apartamento de Isabel, que así se llamaba la madre de Clara y empezar a poner en marcha la primera parte de mi plan.

 

Llame a su puerta y entre en su casa, bastante humilde por cierto, sin televisión ni si quiera y empecé a hablar con ellas dos que estaban allí, con un tono muy serio, directo y amenazador, dándoles de plazo 15 días para que al menos pudieran cancelar la mitad de la deuda. Isabel entre un mar de lágrimas dijo que era imposible pagar todo eso, que por favor les ayudara con el dueño. Me quede mirándolas fijamente con semblante pensativo, mirándolas de arriba abajo, sobre todo a Clara, que iba en pijama de verano ya. Aprecié entonces su voluptuoso cuerpo y sus más que grandes tetas, y casi me vuelvo loco allí. Mi mente empezó a enloquecer.

 

Entonces, y después de hacer como que me quedaba pensativo y de decir en varias ocasiones que no podía hacer otra cosa, que los hijos del dueño que había fallecido, eran los que mandaban en este asunto. Al oírme decir eso, la madre se echó a llorar abrazando a su hija, la cual se abrazó a ella llorando también.

 

Como en un gesto de caridad cristiana con ellas inicie la parte más importante de mi plan para hacerme con la chica, de modo que les hable proponiéndoles lo siguiente:

 

SebasPodríamos hacer lo siguiente Doña Isabel, yo tengo mucho trabajo aquí en el edificio y ya soy mayor, necesito a alguien que me ayude a limpiar mi casa, que me haga la comida me planche, etc. vamos necesito una chacha, ¡una criada de toda la vida de Dios! Si usted se encargara de hacer todo eso, yo me encargaría personalmente de hablar con el hijo mayor del difunto propietario, para que les dejara pagar poco a poco, es más, si estuviera satisfecho con sus servicios, yo mismo me encargaría de pagar su deuda, siempre y cuando estuviera todo el día conmigo en casa realizando todas y cualquiera de las tareas que yo le ordenase, sin poner pega a ninguna de ellas, ya fuese limpiar, planchar, fregar, cocinar, limpiar las escaleras por mí, tareas del edificio que a mí no me gusta hacer, cualquier cosa que yo le ordenara usted la haría para mí sin poner objeción alguna. Si usted cumpliera con todas mis exigencias, yo pagaría su deuda con sumo gusto. Todo esto evidentemente si con su trabajo yo estuviera, como le dije anteriormente muy muy satisfecho.

 

Isabel puso cara entre aliviada y extrañada, no sabía que decir, a lo cual le insistí que esas eran mis condiciones para hacerme cargo de su deuda, a lo que ella, después de unos segundos en silencio, cabizbaja y pensativa, pero con lágrimas en los ojos me contestó:

Isabel– Me encantará poder llegar a ese acuerdo con usted Don Sebastián, pero si lo hago, tendría que dejar todos mis otros empleos y tengo que ir a limpiar a muchos sitios para poder sacar algo de dinero para pagar la universidad de mi hija, los gastos diarios de casa, la luz y el agua. Si lo hago, no podría pagar el resto de cosas….no puedo hacerlo Sebastián, lo siento de veras y creo que es usted un buen hombre y un cristiano ejemplar que quiere ayudar a una viuda en apuros a la cual su difunto marido dejo arruinada antes de morir y a su única hija. Ella es lo único que tengo. Lo siento no puedo hacerlo, Tendremos que irnos del piso Sebastián.

 

Dijo compungida con cara triste y mirando al suelo, llenándose sus ojos de lágrimas, a lo cual Clara, al terminar de hablar su madre y viendo como lloraba desconsolada porque no podía hacer nada y conocedora de todo lo que su madre trabajaba por tratar de sobrevivir y de darle una buena educación, habló entonces, es ese mismo momento, en un tono muy bajo y mirando al suelo con los ojos llorosos dijo:

 

Clara- Madre, yo me haré cargo de ese trabajo ya que usted no puede. Ahora podría encargarme de estas tareas por usted y ayudarle a pagar la deuda madre, ahora empezamos ya las vacaciones de verano y podría hacerlo por usted y por las dos madre, ¡déjeme ayudarle madre! Déjeme que haga esto para devolverle al menos un poco de todo lo que usted me da a mí.

 

Al escuchar eso, creía que me desmayaba, estaba aceptando mis condiciones sin saber lo que le esperaba desde ese momento

 

La madre la miro y la abrazó llorando, agradeciéndole lo que estaba haciendo por la familia y le dijo en voz alta y delante de mí, con voz muy apenada por la situación, pero agradecida al mismo tiempo por el sacrificio que ella iba a hacer. La besó con fuerza en la frente y mientras la tenía abrazaba y su pequeña ricura le devolvía el abrazo, le dijo:

 

IsabelGracias hija mía, muchas gracias por lo que vas a hacer sacrificando tus vacaciones para ayudarnos a sobrevivir, gracias.

 

Las dos estaban fundidas en un abrazo que duró más de tres minutos, y yo estaba allí contemplando dicha escena, pero sin dejar de mirar de reojo a la quien pensaba convertir desde esa misma noche, en mi esclava particular, contemplando sus formas y sus curvas que se vislumbraban ahora perfectamente, notando como al abrazarse con su madre uno de sus pechos se veía a través del lateral del pijama de tirantes que llevaba.

 

Isabel– Hija mía este hombre tan bueno, tan cristiano nos ha sido enviado por el creador y gracias a su bondad y con la ayuda de Dios nuestro señor nos va a ayudar a salir de este problema tan terrible que tenemos. Gracias a Dios aún hay hombres buenos. Así que por favor obedece a don Sebastián en todo lo que te diga y haz todas las tareas que te ordene por muy dificultosas y extrañas que te parezcan. Él nos va a ayudar con todo esto. Es un buen cristiano y debemos expirar nuestros pecados a través de nuestro trabajo con él y de nuestro sacrificio sirviéndole en aquello que nos ordene, ¡en todo hija mía!, ¡en todo lo que él nos ordene hacer!

 

A lo que al oír lo que decía, me apresuré a ganar terreno a mi favor con la pequeña, y hacerle ver y entender que debía obedecer en todo, de modo que interrumpí las palabras de Isabel hacia su hija, para que pudiera entender quién era el que mandaba allí, y hablando con tono alto y autoritario dije lo siguiente:

 

SebasEvidentemente, la pequeña estará a prueba durante una semana y si me convence y me satisface plenamente a todas y cada una de las tareas que le ordene hacer, todo lo que yo ordene repito, si es así, y durante esa semana me demuestra que quiere ayudarla de verdad, entonces y solo entonces, me haré cargo de la deuda, y si me hago cargo de la deuda, tendrá que trabajar para mi todos los días del año, jornada completa en fines de semana y vacaciones, y todas las tardes durante la época universitaria, ¿lo habéis entendido las dos?¿estáis dispuestas a hacerlo por muy tedioso y extraño que os pueda parecer aquellas tareas que os pida que hagáis?

 

Clara iba a contestar, pero su madre la interrumpió diciendo que no me preocupara que su hija obedecería en todo lo que yo le dijera y obedecería en todo sin poner ninguna excusa.

 

No me lo podía creer, estaba obligando a su hija a obedecerme en todo lo que le dijera y ordenase. Lo que su madre ignoraba evidentemente era que tipo de cosas iba a hacer su joven hija para mí. La cabeza me daba vueltas. No podía esperar a mañana así que le improvisé en ese instante y dije.

 

SebasMe parece muy bien, así me gusta que todos entendamos el acuerdo al cual hemos llegado…. (Me quedé pensativo durante unos segundos mirándolas a las dos y volví a hablar diciendo) – perfecto, pues vamos a hacer lo siguiente, voy a hacerte una prueba ahora mismo Clara, quiero que bajes conmigo y me hagas una demostración durante un par de horas, para ver así como trabajas y te desenvuelves obedeciéndome en las tareas que vas a realizar para mí, ¿de acuerdo?

 

A lo que la madre contestó que ya bajaba ella a hacer esa tarea y se dispuso a salir. Me iba a joder la madre con sus ganas de agradarme, de modo que la hice parar y le dije que lo sentía mucho pero, que la que iba a trabajar para mí, era Clara y ella tenía que ser la que hiciera esta prueba sin ayuda de su madre, ya que su madre no iba a estar para ayudarla en sus tareas diarias conmigo como mi criada. Entonces ella asintió comprendiendo la situación y Clara dijo que bajaba en unos minutos en cuanto se quitara el pijama que llevaba, y que bajaba enseguida y que por supuesto que sería muy obediente y haría todo lo que le ordenara para trabajar y pagar la deuda.

 

 

 

Sebasno te preocupes pequeña, no es necesario que te cambies, será una prueba de un par de horas solamente…

 

Me di la vuelta dirigiéndome a la puerta, mirándola desafiante indicándole con la mano que se diera prisa en salir. A lo cual ella rápidamente salió por la puerta delante de mí, rozando su cuerpo contra él mío. Una vez salió y mirando a su madre, le habló tratando de calmar los llantos de ella, para que no se preocupara, que haría bien su trabajo.

 

Salimos entonces los dos del apartamento, cerrando yo la puerta de un portazo y nos dirigimos hacia el ascensor que estaba al final del pasillo, lejos de la vista de su madre a través de la mirilla de la puerta del apartamento, a lo que su madre, mientras nos íbamos, le grito desde dentro.

 

Isabel¡Hazlo bien hija y obedece en todo lo que te diga el señor Sebastián que es nuestro salvador en la tierra enviado por Dios nuestro señor!

 

Nos dirigíamos hacia el ascensor que estaba a unos  15 metros de su puerta pero en el lado opuesto, de modo que la madrecita no podría ver ya nada de lo que iba a pasar desde ese momento.

 

Ya había conseguido lo que quería, y ella estaba a mi merced, pensaba hacer con ella barbaridades que jamás hice antes con nadie y he de admitir que soy sexualmente muy activo, dominante, a veces hasta extremos insospechados y con ella, pensaba empezar de manera inmediata, iba a conseguir lo que yo quería de esa nenita, y no iba a esperar mucho, no iba a llegar ni si quiera a la portería, ni si quiera a mi apartamento sin  llevarme ya, desde ese mismo instante mi primera recompensa, iba a empezar a disfrutar de ella inmediatamente. Así que cogiéndola del brazo la traje hacia mí, poniéndola justo delante de mía, pegando su cuerpo completamente al mío, y dejando su culo a la altura de mí ya más que dura y empalmada polla, cogiéndola de las caderas, la apreté contra mi paquete, lo hice como pude ya que mi oronda barriga hacía que esa tarea fuera difícil, pero aun así, lo conseguí.

Ella lo notó y trató de echarse hacia un lado, pero en ese instante, apreté más fuerte aun si cabe, mis manos en sus caderas y apreté su lindo culo a mi polla con más fuerza aún que instantes antes, notando como ella se ponía extremadamente nerviosa por lo que estaba pasando, entonces, acercando mi cara a su oreja, le susurré muy despacio al oído, con tono desafiante y dominante al mismo tiempo.

 

Sebas En tus manos está que yo pague la deuda que tenéis, así que si no me obedeces en todo lo que te ordene, os echaran de aquí y os tendréis que ir a vivir a la calle. Dime nenita, ¿vas a obedecerme en todo lo que te diga? ¿Vas a obedecerme tal y como te ha dicho tu madre que hagas en cualquier cosa que yo te ordene siempre y sin preguntar ni rechistar en nada??

 

Hubo unos segundos de pausa. Mientras se disponía a contestarme, yo apretaba cada vez más mi polla contra su exquisito y durísimo culo, metiéndola entre sus dos cachetes, a través del corto pantalón de su pijama, disfrutando cada segundo de aquel momento. Metía también una de mis manos por debajo de su camiseta hasta llegar a uno de sus pechos, duros, jóvenes pero ya de buen tamaño, apretándolo con todas mis fuerzas, pellizcando su pezón con fuerza, a lo que ella hizo una muesca al sentir el dolor que le estaba provocando. Instantes después, una voz muy bajita que casi no salía de su cuerpo dijo:

 

Clara- Si don Sebastián, así lo haré no se preocupe. Haré cualquier cosa que me ordene.

 

Mientras hablaba, percibía sus lágrimas y su entrecortada voz, pero en mi interior no podía sentirme más satisfecho de lo que estaba consiguiendo. Además todo era de manera consentida, tanto por ella como por su madre que fue la que le ordenó hacerlo.

 

 

 

En ese momento el ascensor llego. Era un ascensor antiguo, de los que tienes que abrir la puerta tú y luego dos puertas abatibles y también debes cerrarlas, pequeño y que daba muchos problemas.

 

Abrí la puerta, y entramos dentro, más bien, la empujé hacia dentro, empotrándola contra la pared del ascensor. Introduje la llave maestra que baja directamente hasta el apartamento que estaba debajo de la portería, sin parar en ningún piso.

 

El ascensor paraba en el piso inferior al bajo, que era donde estaba mi vivienda y a esa zona nadie podía acceder, solo yo, y si yo usaba esa llave, el ascensor solo bajaba hasta mi planta, más concretamente, dentro de mi vivienda.

 

Empezó entonces a bajar hacia abajo, lentamente, ya que era un ascensor viejo y teníamos que bajar desde la planta 12. Me acerque a ella y sin pensarlo ni un instante, me puse justo delante de ella metiendo mis manos dentro de su camiseta, apreté con fuerza sus pechos, haciéndola sentir mucho dolor mientras pellizcaba sus pezones, al mismo tiempo, metí mi lengua dentro de su boca, lamiendo la suya como si no hubiera un mañana. Me retire de su boca y le dije:

 

Sebas- Desde este momento vas a ser mi puta, y haré contigo lo que me apetezca sino quieres que la puta sea tu madre. Me llamarás amo en todo momento y yo hare contigo lo que me plazca. ¿Entiendes bien zorra?

Clara– si mi amo, si mi amo. Decía mientras no paraba de llorar. Haré lo que usted me pida que haga.

 

Ya no podía más, le quite la camiseta y por fin tuve esas perfectas tetas delante de mí. Las cuales empecé a morder, a pellizcar sus rosados y vírgenes pezones, mientras lloraba de dolor, lágrimas constantes de pena y humillación.

 

A todo esto, el ascensor seguía bajando hacia mi vivienda, sabía que mientras estuviera la llave puesta, nadie podría ni llamarlo ni interrumpir la bajada y sinceramente, mi polla no podía esperar más.

 

Sebas¿sabes lo que es chupar una polla zorrita? ¿Lo has visto alguna vez?

Clara- no señor, jamás he visto el miembro de un hombre, solo en los libros de ciencias y una vez en una foto de un móvil que me enseñó una compañera de universidad hace un par de días. Mi madre me dijo que mirar eso es pecado, que solo lo he de ver del hombre con quien me case y no antes del día de mi boda. Que debo ser pura para mi esposo.

Sebas jajajaja, de verdad pequeña…..pues hoy vas a saber lo que es bueno de verdad, te vas a hinchar de disfrutar de una polla, mi polla.

 

La empuje hasta el suelo y la puse de rodillas con su cara frente a mi polla aun dentro del pantalón, casi a punto de estallar. Me desabroché el pantalón y lo dejé caer hasta el suelo, apareciendo inhiesta delante de su cara a escasos 2 cm de sus labios. Ella seguía con los ojos llenos de lágrimas, pero no me importó lo más mínimo. Cogí entonces mi polla con una mano y la dirigí hacia su boca, aun cerrada.

 

Sebas Abre la boca puta, que vas a chupar una polla por primera vez.

La abrió solo un poco, pero yo empuje mi polla con fuerza obligándola a abrirla aún más y llegándole casi hasta su garganta, la metí toda entera, de un solo golpe. Notaba como se atragantaba.

 

No estaba dispuesto a parar, de modo que con la mano que tenía libre la cogí por detrás de la nuca y empecé a follarme su boca como si del coño más rico se tratase, dando embestidas profundas dejándola dentro de sus tiernos labios y disfrutando como un loco, golpeando su barbilla con mis gordas pelotas y al mismo tiempo su frente con la barriga sudorosa.

 

Que locura de aquel momento, no podía parar de follarme esa linda boquita. Estaba tan caliente que no pude aguantar mucho, así que después de un par de minutos brutales, me corrí en su boca obligándola a que se lo tragara todo. Ella un poco más y vomita del asco que sintió.

 

Ya hacia un par de minutos que el ascensor había llegado a mi planta y aun excitado y con la polla entre los labios de mi joven putita, llena de leche aun, que le goteaba hasta sus pechos, saque mi polla y con los pantalones bajados y cogiéndola de su rubio pelo, la arrastre hasta dentro de la habitación, mientras ella gritaba de dolor y lloraba pidiendo clemencia por el tirón de pelo que le estaba propinando. Cosa que no iba a suceder por supuesto, no pensaba parar de someterla, y de un empujón la tire contra el suelo y me senté en mi sofá delante de ella.

 

La dejé ahí tirada mientras me desnudaba por completo, y le dije que hiciera lo mismo. Cosa que ella hizo mientras no dejaba de llorar. Entonces pude ver por completo su cuerpo desnudo con un culo perfecto y un coño que aunque con pelo parecía bien cuidado.

 

Me levanté, me puse delante de ella y le ordené que se arrodillara de nuevo, colocándose entonces otra vez delante de mi ahora flácida polla. Cogí entonces mi polla, la puse delante de su cara, y le dije que abriese la boca y sacara su lengua. Ella lo hizo pensando que iba a chupármela otra vez, pero no fue así, comencé entonces a mearme en su cara y dentro de su boca. En ese momento pude ver una cara de terror que jamás había visto antes. Meándole en su cara, su  boca, sus labios, sus tetas, era una sensación increíble.

 

Unos segundos después, cuando terminé, le dije:

 

Sebas ahora puta ve a fregarme los platos mientras descanso unos minutos, ¡vamos rápido!

Cosa que ella hizo de manera inmediata.

Tenerla allí, desnuda, llorando, sometida y humillada, delante de mí, era una sensación brutal y tengo que decir la verdad, no me podía esperar mucho más a follármela, así que no me lo pensé dos veces y apenas 5 minutos después de haberme corrido como un bestia, estaba empalmado otra vez. Me levanté y me fui hacia ella colocándome detrás de ella y poniendo mi polla entre su culo otra vez.

 

Sebas prepárate zorra, ahora vas a empezar a pagar de verdad la deuda de tu madre. A ver si es verdad que vales 4000 euros.

 

La retire de la zona donde estaban los platos y la lleve hasta la mesa, la tumbe boca arriba y puse la cabeza de mi polla frente a su coño, y empecé a empujar con fuerza, pero estaba muy estrecho, no entraba con facilidad, a lo que ella no dejaba de llorar y de gritar. Quería partirla en dos, de modo que me aparte un poco, cogí un poco de aceite de oliva que tenía en la cocina y embadurne bien mi polla, su coño y su culo. De ese modo y sin más dilación, de un solo golpe, clave mi polla en lo más profundo de su coño, a lo que ella al sentirlo, grito estremecida de dolor y se desmayó.

 

Yo no pensaba parar de follármela en ningún momento, no, seguiría follándomela sin parar ni un solo segundo, no pensaba dejar de disfrutar de ese instante.

 

Pasaban los minutos y ella aún seguía desmayada por el dolor que sintió al ser desvirgada y follada por primera vez, sentía como sus paredes vaginales se adaptaban perfectamente a mi polla, estaba estrecho caliente e increíblemente lubricado. Aunque parezca mentira, y pasados unos minutos más, seguía follándomela sin parar ni bajar mi erección. Además lo hacía de manera brutal, dura y agresiva.

 

Poco después, ella comenzó a despertarse y aunque seguía con lágrimas en los ojos ya no lloraba y yo seguía disfrutando de ella. Noté entonces como mis pelotas se cargaban se semen, estaba a punto de explotar en su coño, de modo que le dije que se arrodillara de nuevo y se metiera mi polla en la boca, que ella hizo sin más dilación corriéndome entonces como un bestia de nuevo en su boca, obligándola a que se tragase todo y limpiase mi polla hasta dejarla completamente limpia, cosa que ella hizo durante varios minutos hasta que la dejó perfectamente limpia y reluciente. Miré entonces el reloj, había pasado casi una hora de las dos que ella iba a estar allí probando su valía. Le dije entonces:

 

Sebasponte a fregar y a limpiar la cocina que eso es para lo que estás aquí también preciosa. Y descansa, que antes de irte repetiremos….mejor pensado, no necesito que friegues nada hoy, asi que arrodíllate de nuevo y metete mi polla en tu boca otra vez hasta que te lo ordene no dejes de chuparla, aunque no esté dura, chúpala sin parar.

 

Siguió así durante unos minutos, chupandola entera de arriba abajo, mis pelotas, hasta mi ano también en alguna ocasión. Solo el tenerla allí hacia que me volviera loco, o quería dejar de sodomizarla y humillara, miles de ideas se agolpaban e mi mente, y aso hacía que me pusiera a mil. De modo que mientras me la chupaba, comencé a grabarla con mi móvil haciendo que mirase a la cámara dijese su nombre su edad, y que contara que le había hecho y si lo hacía porque ella quería. Lo cual era afirmativo todo. Pero en mi mente quería seguir humillándola y sodomizándola más. Entonces me dieron ganas de mear otra vez, y le dije que cogiera unn recipiente que había sobre la mesa, que se arrodillara y abriera la boca, ordenandola entonces que debía de tragarse todo lo que iba a recibir en ese momento. Comencé entonces a descargar una larga, caliente y muy amarilla meada sobre su cara y su boca, mientras ella trataba de tragarlo que podía. El resto caía sobre el recipiente que le ordene pusiera debajo de su barbilla, para no desperdiciar nada. Cuando terminé de mearme nuevamente en ella hice que guardase el recipiente en la cocina y que volviera, para entonces, volvía a estar excitadísimo. Quería destrozarla viva de nuevo. Ahora quería ser extremo con ella. Así que me acerqué hasta ella cogiendo mi cinturón que saqué de mi pantalón y la cogiéndola de su cabello, la llevé a tirones hasta la  mesa, colocándola boca abajo con sus manos detrás de su espalda, las cuales até con mi cinturón. Seguidamente, le di la vuelta y la tumbé boca arriba sobre la mesa, pero antes, cogí unas cuerdas que tenía en el cajón de la misma mesa y le puse una cuerda alrededor de sus tobillos, subiendo sus piernas hacia su cabeza, y dejando todo su coño y su ano expuestos para mí. Su cabeza colgaba por la parte posterior de la mesa, y sus tetas se balanceaban con el movimiento de la misma.

 

La escena era escabrosamente perversa, aquella puta era mi objeto de sometimiento, perversión y sodomización.

 

Me aparté un poco de ella mirando su cara de terror mientras suplicaba clemencia. No pensaba hacerlo. Quería más. De modo que sin pensarlo dos veces metí mi polla en su boca hasta su garganta, hasta notar que se asfixiaba. Pero quería más, más aun. Saqué entonces mi polla y decidí ir a por más.

 

Así que busque en la cocina varios juguetes para ella. Unas pinzas para la ropa, un destornillador y unas velas. Entonces le pregunté:

 

Sebas-  prefieres que te folle el culo, o prefieres otros juguetes. A lo que ella dijo:

Clara- no por favor el culo no! Se lo ruego!

 

Sebas- está bien como quieras, pero veras como dentro de un rato me suplicas que te destroce el culo puta.

 

FIN DE LA PRIMERA PARTE DEL PRIMER DIA.

Espero que os haya gustado, trataré de tener la siguiente parte pronto. Un saludo.

“Mi nuera, ¡una ingrata! Mi venganza, ¡una necesidad!” LIBRO PARA DESCARGAR (POR GOLFO)

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SINOPSIS:

La relación entre un suegro y su nuera no siempre es idílica. Muchas veces con el paso de tiempo, el continuo roce hace que se vaya convirtiendo en auténtico odio. Ese fue el caso de nuestro protagonista. Creyendo que era una buena influencia, cuando su hijo presentó a su chica, incluso alentó el noviazgo. Pero tras diez años de conocerla, la rubia demostró ser una zorra egoísta e insaciable que terminó separando a la familia.
Un accidente en el que perdió a su chaval cambia su forma de pensar y dejando atrás todo el decoro y la hipocresía que hasta entonces habían marcado su actuación, Pedro decide vengarse de su nuera y como primera medida, la arruina y se queda con su nieto…

Bájatelo pinchando en el banner o en el siguiente enlace:

Para que podías echarle un vistazo, os anexo EL  PRIMER CAPÍTULO:

Capítulo 1

1

La relación entre un suegro y su nuera no siempre es idílica. Muchas veces con el paso de tiempo, el continuo roce hace que se vaya convirtiendo en auténtico odio. Ese fue mi caso. Cuando mi hijo Manuel me presentó a su chica, en un principio me pareció una rubita graciosa y bonita incapaz de romper un plato y por eso incluso alenté su noviazgo. Ahora tras diez años de aquello, me arrepiento porque esa cría demostró ser una zorra egoísta e insaciable que solo pensaba en el dinero que algún día heredaría. Si eso era de por sí motivo suficiente para detestarla, que tuviera por madre a un zorrón desorejado que exigía a su yerno cada vez más para mantener su alto nivel de vida, era algo que me sacaba de las casillas.

Cuando me di cuenta de que esa niña era un jodido parásito ya era tarde, porque Manuel ya se había casado con ella. Aun, así como padre me vi obligado a hablar con mi hijo y de hombre a hombre, explicarle la pésima opinión que tenía de su esposa y sobre todo de su puñetera familia.  Desgraciadamente, el chaval se puso de parte de ella de forma que nuestra relación se fue enfriando hasta el extremo que ni siquiera me invitó al bautizo de su hijo.

Os juro que, aunque esa descortesía me dolió, más lo fue el motivo que adujo mi chaval cuando le eché en cara no hacerlo:

―Sonia no tiene por qué aguantarte y quiero que ese día sea perfecto.

Ni siquiera me digné a contestarle lo que opinaba de esa arpía y desde entonces solo había hablado en contadas ocasiones con él.  Gracias a la esmerada educación que le había dado, mi hijo era autosuficiente. Con un buen trabajo y un mejor sueldo, no necesitaba de mi ayuda. Sé que hoy me arrepiento de no haber intentado otro acercamiento, pero el propio ritmo de vida en el que estaba inmerso evitó que lo hiciera pensando que tendría tiempo para ello en el futuro.

Para que os hagáis una idea más exacta de lo hijo de puta que resultó esa monada, un dato: Habiéndome separado de mi mujer hacía un montón de años, Sonia consiguió que mi ex y yo nos pusiéramos de acuerdo en algo:

¡Nuestra nuera era un mal bicho!

Conmigo ya lejos de Manuel, se concentró en su madre y cuando mi nieto tenía escasos tres meses de vida, un día la echó de su casa. Todavía recuerdo ese día, fuera de sí, Aurora me llamó para contarme lo sucedido. Por lo visto, había discutido con Teresa, la madre de Sonia y al enterarse su hija, a base de empujones la había puesto de patitas en la calle sin que mi chaval hiciera algo por evitarlo.

―Pedro, esa mujer está loca y tiene a nuestro hijo embobado― me soltó casi llorando

No pude estar más de acuerdo y dándole la razón, le pedí que, ya que Manuel había roto cualquier puente conmigo, ella al menos intentara seguir en contacto con él. Pero tal y como me temía, mi ex también se vio apartada de su lado y por eso durante dos años, apenas supimos nada de su vida.

Si obviamos mi fracaso con mi chaval, en ese tiempo, la vida no pudo más que sonreírme y aunque el resto del país estaba en crisis, mi empresa fue como un tiro y conseguí convertirla en una perita en dulce por la que diversos inversores empezaron a interesarse. Cansado del día a día y tras varios meses de negociaciones, conseguí venderla a un precio tan elevado que con cincuenta y cinco recién cumplidos me jubilé.

Con muchos ceros en mi cuenta corriente, creí que había llegado el momento de cumplir esos sueños que el trabajo me había impedido hacer. Desgraciadamente, los hechos se ocuparon de hacerlo inviable.

Estaba celebrando la venta y mi nueva vida con un amigo cuando recibí la llamada de mi nuera. Supe antes de contestar que algo grave pasaba para que esa egoísta se olvidara del odio que sentía por mí y me llamara.  Mis negros augurios se cumplieron al escuchar que, desde el otro lado del teléfono, Sonia me informaba de que su padre y mi hijo habían sufrido un accidente. Con su voz encogida por el dolor, mi nuera me contó que su viejo había muerto y que Manuel estaba ingresado en la unidad de cuidados intensivos.

Confieso que no supe que contestar y con el alma destrozada, solo pude preguntar por el hospital donde le estaban tratando. Al colgar, como un huracán, la angustia por haber fallado como padre me golpeó en la cara y sin ánimo de ni siquiera conducir, le pedí a mi amigo que me llevara hasta allá. Al llegar al Gregorio Marañón, la primera persona con la que me topé fue mi consuegra que ni siquiera me saludó. Pero lo más increíble fue que cuando sabiendo que había perdido a su esposo, me acerqué a darle el pésame, esa perra hija de siete padres tuvo los santos huevos de echar la culpa de su fallecimiento a mi hijo.

Con inaudita paciencia, la escuché achacar a Manuel ese accidente tras lo cual, le solté:

― ¡Qué te den por culo! ― y sintiéndome liberado, fui a ver a mi hijo.

Al llegar a su planta, pregunté si alguien podía informarme y tras varias gestiones conseguí que saliera un médico. El internista me explicó que el traumatismo craneal de mi chaval era tan importante que era difícil que sobreviviera y que de hacerlo le quedarían graves.  Mi vida se desmoronó en un instante al saber que lo perdía. Todavía estaba intentando asimilar la noticia cuando llegó Sonia hecha una energúmena y con muy malos modos, me echó de allí y prohibió a los médicos que me permitieran pasar a despedirme de Manuel.

Ese enésimo enfrentamiento fue la gota que colmó el vaso y os tengo que reconocer que, a partir de ese momento, mi rencor se transformó en autentico animadversión y solo podía pensar en cómo joder la existencia a esas dos putas.

Lo primero que hice fue llamar a mi abogado para intentar que un juez me permitiera acceder a donde estaba mi hijo, pasando por alto la orden de esa maldita. El letrado una vez había terminado de exponerle el asunto, me dio su opinión:

―Pedro, ¡no tienes nada que hacer! Con tu hijo incapacitado, la opinión de tu nuera es la que prevalece.

Cómo comprenderéis, eso no me contuvo y ordenándole que de todas formas lo intentara, comprendí que, si quería estar con mi retoño en sus últimos momentos, debía utilizar otros caminos.  Sin salir del hospital, me fui directamente a ver al director. El tipo resultó ser un ser humano excepcional y tras escuchar mi situación, se puso en mi lugar y me dijo:

―Cómo la orden de su nuera es tajante, legalmente no puedo hacer nada― ya creía que me iba a ir de su despacho con las manos vacías cuando le escuche decir: ―Pero como padre lo comprendo y por eso le propongo que vea a su hijo cuando tengamos la certeza de que su mujer no va a estar en el hospital.

Esperanzado pregunté:

― ¿A qué hora sugiere?

El director me contestó:

―De dos a tres de la madrugada.

Ese fue el motivo por el cual durante los treinta y tres días en que mi hijo tardó en morir, tanto Aurora, su madre, como yo fuimos una presencia nocturna constante en esos pasillos. Aleccionada por su jefe, la enfermera de la noche nos dejaba pasar y sentarnos durante una hora a ver como nuestro Manuel le costaba aspirar del oxígeno al que estaba conectado. Cada uno de esos minutos, no redujo sino acrecentó el odio que sentía por esas dos brujas hasta hacerlo mi razón de vivir.

Por eso, os tengo que confesar que antes de que tuviera que enterrar a mi hijo, ya tenía planeada mi venganza. Lo más gracioso fue que las armas con la que les iba a hacer pagar a esas zorras todas sus afrentas me las dieron ellas mismas. Acostumbradas a vivir al día sin pensar en el futuro, no habían ahorrado. Con sus hipotecas al límite y sin más fuente de ingreso que la pensión de viudedad, esas dos mujeres la iban a pasar mal. Averiguando a través de un detective, descubrí varios malos manejos de mi difunto consuegro y a través de una denuncia anónima, informé de ellos a la agencia tributaria. Sé que hice mal, pero falsifiqué un par de papeles para que pareciera que mi hijo había sido su cómplice de forma que Hacienda les instruyó un expediente y embargó incluso esa pensión.

Con la paciencia que da el resentimiento, esperé que fallaran en las cuotas de sus hipotecas y me acerqué a su banco. Tras una brevísima negociación, compré las deudas a través de una de mis compañías y a los tres meses del entierro de mi chaval, les metí una demanda de desahucio.

― ¡Qué se jodan las muy putas! ― pensé nada más firmarla.

Una vez con todo en marcha, me relajé y me puse a buscar una finca donde vivir. Por una vez, la suerte me sonrió y conseguí comprar un cortijo a cincuenta kilómetros de Sevilla, donde no solo iba a vivir con mi nieto, sino que era el sitio donde iba a tener lugar mi venganza. Los jueces, como no podía ser de otra forma, me dieron la razón y las echaron de sus casas.

«Sus penurias solo han empezado», me dije el día que conocí la sentencia y llamando a mi abogado, le di vía libre para que ejecutara mi siguiente paso.

Con otra vuelta de tuerca y basándome en la cuasi indigencia en la que había quedado mi nuera, reclamé la patria potestad de mi nieto. Sabía que esa reclamación teniendo en contra a un buen abogado no tendría éxito, pero como esa indeseable no podría pagarlo, me froté las manos por anticipado.

Tal y como había previsto, Sonia en cuanto se enteró de mi demanda me telefoneó hecha una furia y llamándome de todo menos bonito, me juró que no pararía hasta hacerme la vida imposible.

―Mira zorrita― la repliqué cuando dejó de soltar improperios por su boca: ― Soy mucho más rico e inteligente que tú y encima te llevo ventaja; he tenido tiempo para preparar mi venganza. ¡Llámame cuando quieras negociar! ― tras lo cual colgué.

Los acontecimientos a posteriori me dieron la razón y sin dinero con el que pagar a un defensor de prestigio, se tuvo que conformar con acudir a uno de oficio y como dice el viejo dicho: “Al que obra mal, se le pudre el culo”, mi pobre e hija de perra nuera tuvo la mala fortuna de caer en manos de un corrupto. El cual al enterarse de quien era su contrincante, prefirió pasarse por mis oficinas y sacar un buen redito de ese asunto en vez de pelearlo.

Cómo os imaginareis, se vendió traicionándola. El juicio, como no podía ser de otra forma, resultó ser un desastre para sus intereses y justo el día en que mi hijo hacía seis meses muerto, el juez me otorgó la patria potestad y la custodia de mi nieto. Cuando acompañado de un oficial de policía acudí a la pensión donde malvivían esas dos putas a recoger a Manolito, Sonia quiso darme pena y llorando a moco tendido, se arrodilló a mis pies pidiendo que no le quitara a su hijo.

Pateándola a un lado, me deshice de ella y cogiendo a mi nieto en mis brazos, descubrí que para el niño era un desconocido y que no quería venir conmigo. Curiosamente sus lloros y los berridos de la zorra de su madre me sonaron a música de Beethoven y mirando a esa rubia a la cara, le dije:

―Despídete de Manolito, dudo que lo vuelvas a ver. Ahora mismo nos vamos a vivir a Sevilla.

El dolor de esa madre fue inmenso, pero no mayor al que sentí cuando esa puta me apartó de mi hijo y por eso en vez de compadecerme de ella cuando desesperada me amenazó con suicidarse, le solté:

―Si quieres matarte, ¡hazlo! Pero si quieres otra salida, te espero con tu madre esta tarde en mi casa― y dejándola tirada en el suelo, me fui con su hijo en mis brazos.

2

Nada más salir de esa mierda de pensión y ante mi manifiesta incapacidad de acallar los llantos de mi nieto, decidí optar por la solución más fácil y llevé al crío a casa de su otra abuela. Aurora, con la que gracias a mi nuera me había reconciliado, se quedó muda al verme entrar con Manolito y cogiéndolo de mis brazos, lo empezó a besar como desesperada.

Mirando la escena, sonreí al darme cuenta de que, aunque seguíamos sin ser pareja, al menos nos hablábamos.

― ¿Cómo has conseguido que esa guarra te lo deje? ― me preguntó una vez había calmado su necesidad de cariño.

Muerto de risa le expliqué que desde que nuestro hijo había muerto, me había abocado a hacer que la existencia de esas dos fuera la peor posible y que por fin me habían dado la patria potestad del crío:

― ¡Qué se jodan! ― exclamó al escucharme y tras unos instantes comprendió que, si yo era el tutor del chaval, iba a tener la oportunidad de verlo cuando quisiera, directamente me lo preguntó.

― ¡Por supuesto! ¡Eres su abuela! ― le respondí y acercándome a ella, aproveché que tenía las manos ocupadas con su nieto para acariciarle el culo, mientras le decía al oído: ―Si quieres cuando vengas, puedes dormir en mi cama.

Aurora, al sentir mis caricias, suspiró como una gata en celo y retirando mi mano de sus nalgas me dijo:

― ¡Pedro! ¡No sigas que llevo muchos años a dieta!

Su confesión me extrañó de sobre manera porque mi ex era una cincuentona de muy buen ver y no tenía duda alguna de que debía de haber recibido más de una propuesta al respecto. El morbo de descubrir que llevaba tiempo sin sexo me hizo buscar el provocarla para ver como reaccionaba y pegándome mi pene contra su culo, la abracé y besándola en el cuello, le solté:

―Eso podemos arreglarlo ahora mismo.

Contra toda lógica, no solo no separó, sino que, forzando el contacto, restregó sus nalgas contra mi entrepierna mientras me pedía que me quedara quieto. Mientras con su voz me pedía paz, el resto de su cuerpo ya había iniciado la guerra, por lo que declaré abiertas las hostilidades cogiendo uno de sus pechos en mi mano.

Se me puso dura nada más oír el gemido que salió de su garganta y ya consumido por la pasión, le subí la falda y con mis manos acaricié uno de sus cachetes.

― ¡Para o no respondo! ― gritó descompuesta.

Incrementando su calentura metí mi mano por su escote y sacando un pecho de su encierro, pellizqué suavemente su pezón.

― ¡Tú lo has querido! ― chilló mientras salía corriendo de la habitación.

Tras dejar en manos de la muchacha de servicio al crio. y antes de darme cuenta, mi ex se había arrodillado a mis pies y me había bajado la bragueta:

 ― ¡Ya no me acordaba de ella! ― dijo con una sonrisa al sacar mi polla de su encierro.

Descojonado, le respondí:

― ¡Pues yo todavía echo de menos tus mamadas!

Su cara se iluminó al escuchar mis palabras y con un empujón me tumbó en la cama:

―Quítate la camisa, ¡cabrón! ― me dijo con voz suave pero dotada de una autoridad que no me pasó desapercibida.

Ni que decir tiene que obedecí y yendo por delante de sus deseos, me desnudé por entero. Mi ex al verme en pelotas se mordió los labios y subiéndose sobre mí, empezó a besar mi pecho mientras una de sus manos jugueteaba con mis testículos.

― ¡Estoy brutísima! ― confesó mordisqueando uno de mis pezones.

Sin darme otra oportunidad, su lengua fue dejando un húmedo rastro en dirección a mi sexo. Éste esperaba erguido su llegada. Usando su larga melena a modo de escoba, fue barriendo mis dudas y antiguos recelos, de modo que, cuando sus labios entraron en contacto con mi glande, ya no recordaba la razón por la que me había separado de ella.

Aurora, ajena a mis reparos, estaba con su particular lucha e introduciendo a su adversario hasta el fondo de su garganta, no le dio tregua. Queriendo vencer sin dejar prisioneros, aceleró sus movimientos hasta que, desarmado, me derramé en su interior. 

Mi ex no permitió que ni una sola gota se desperdiciara, como si mi semen fuese un manjar de los dioses y ella una muerta de hambre, recibió mi semen con alborozo y una vez hubo ordeñado mi miembro hizo desaparecer cualquier rastro de nuestra pasión.

Sus labores de limpieza provocaron que me volviera a excitar. Aurora, admirando mi sexo nuevamente erguido, se pasó la lengua por los labios y sentándose a horcajadas sobre él, se fue empalando lentamente sin separar sus ojos de los míos.

― ¡Cuánto tiempo ha pasado desde la última vez! ― gritó.

Al oír que los gemidos de la que había sido mi compañera, recordé que le gustaban los pellizcos y cogiendo un pecho con cada mano, pellizqué sus pezones. Paulatinamente, su paso tranquilo fue convirtiéndose en trote y su trote en galope. Con un ritmo desenfrenado y cabalgando sobre mi cuerpo, sintió que el placer le dominaba y acercando su boca a la mía mientras me besaba, se corrió sonoramente sin dejar de moverse. Su clímax llamó al mío y forzando mi penetración atrayéndola con mis manos, eyaculé bañando su vagina.

Abrazados, descansamos unos minutos. Pasado el tiempo, Aurora levantó su cara y mirándome a los ojos, me preguntó si mi oferta seguía en pie. Sabiendo que se refería a compartir mi cama, preferí serle sincero y sin importarme que descubriera el resentido en que me había convertido, le conté los planes que tenía para nuestra nuera y la zorra de su madre.

Si en un principio, se sintió escandalizada con lo que les tenía preparado, recordó que ese par de putas la habían separado de su único hijo y soltando una carcajada, me dijo:

― Pedro, ¡cuenta conmigo!

«Relato erótico: “Pillé a mi vecina recién divorciada muy caliente 6” (POR GOLFO)»

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13

Paloma, la vecina, tenía un cabreo de narices al saber que la pareja de su ex se nos haya escapado viva por muy poco. Recordando su comportamiento, mi esposa decide darle un escarmiento y la ata contra el cabecero.

Al llegar al apartamento, Paloma tardó en tranquilizarse. Aunque había disfrutado y mucho esa mañana en la pequeña cala, no podía dejar a un lado que la novia de su ex se había escapado viva.

        «Faltó muy poco para que claudicara», pensó al recordar a María mamando de sus pechos.

        Aunque en un principio su intención era escandalizar a la joven para que se marchara, una vez metida en faena se había excitado y realmente pensó en que nos la terminaríamos follando entre los tres.

        ―Me hubiese encantado tener una foto de esa niñata comiéndome el potorro― en plan vulgar se había quejado a María.

Mi media naranja no se lo pensó dos veces y a carcajada limpia, le replicó que tal y como se habían desarrollado las cosas, tenía suerte que esa criatura no hubiese aceptado la oferta:

―Estabas tan excitada que no dudo que te hubieses lanzado tú antes que ella y la foto que tendríamos sería la tuya devorando su coño.

Nuestra vecina y amante supo que mi esposa tenía razón y por eso en vez de insistir, nos sacó la promesa de que si al día siguiente la embarazada se dejaba caer por esa playa le daríamos la oportunidad de ser ella la primera en atacarla.

―Pensad en el morbo que me provoca que esa putilla esté embarazada de Juan.

Al escucharla, me quedé pensando en que nunca me había tirado a una preñada y menos a una que estuviera de seis meses. Al imaginar la postura que tendría que adoptar para que su panza me permitiera tirármela, me puso a cien.

«Mas vale que no digas nada», dije para mí al saber que ni a María ni a Paloma les haría ninguna gracia que saber que esa jovencita me ponía también cachondo.

Se que hice bien al quedarme callado cuando mi esposa comentó que a ella lo que realmente le excitaba de ella era la leche de sus tetas.

―Nos estas tomando el pelo. Es imposible que sin haber dado a luz ya la produzca― comenté seguro de lo que decía.

Desternillada de risa, replicó:

―Te equivocas, Raúl. Es muy normal que a partir del segundo trimestre de embarazo las embarazadas segreguen calostro. Y te puedo asegurar que al menos el de esa putilla está delicioso.

Juro que hasta ese momento siempre había supuesto que el calostro comenzaba a segregarse a partir del parto y al saber que María ya lo había probado, elevó mi calentura hasta límites nada razonables.

Preso de una lujuria sin par, contesté:

―No sé si se me hará probar las de esa incauta, pero lo que tengo claro es que, cuando os preñe a cualquiera de las dos, pienso ponerme las botas ordeñando vuestras tetas.

 Mi salvajada lejos de molestarlas las azuzó y mientras Paloma se arrodillaba en la cama con la intención de provocarme, mi esposa susurró en mi oído:

―Te ayudo a preñarla si luego me permites a mí mamar de ella.

Que le diese o no permiso daba igual, si nuestra vecina se embarazaba de mí, su producción láctea sería para ambos. Por ello, muerto de risa, respondí que si me ayudaba solo me podía comprometer a que ella también se quedara en cinta.

Mi respuesta incentivó mas si cabe su natural lujuria y mientras me desnudaba, no sé cómo convenció a Paloma de que se dejara atar al cabecero.

― ¿Queréis jugar duro? ― comenté.

Para entonces nuestra amante yacía inmovilizada y por eso nada pudo hacer cuando acercándome a ella me entretuve acariciando su sexo.

―Por favor, no me violes― dijo haciéndose la damisela en peligro.

Sonreí al escucharla y dando una sonora nalgada en sus ancas, la contesté:

―Solo vamos a tomar lo que es nuestro, ¿verdad cariño?

María estuvo de acuerdo y por eso en cuanto le hice una seña, separó las piernas de la morena y comenzó a besarla sin importarle los gritos que empezó a dar su víctima. Descojonado y mientras María cumplía mis deseos, me dediqué a torturar los pezones de Paloma.

 ―Pienso denunciaros― la escuché decir, pero no la creí porque era evidente su calentura.

En plan capullo, decidí morderlos suavemente con mis dientes.

―De hoy no pasa que te quedes preñada.

―Ni se te ocurra, te he dicho que no quiero― contestó con la respiración entrecortada.

Mi mujer estaba besuqueando el interior de sus muslos cuando pellizcando sus pechos, pasé mi mano por su trasero, comentando que me gustaba su culo.

Nuestra vecina asumió lo que la iba a hacer incluso antes de sentir que uno de mis dedos se hacía fuerte en su ojete y por ello nos rogó que la dejásemos.

―Ni de coña― contestó María mientras aprovechaba para meter la lengua en su vagina.

―Dejadme, no estoy de broma― gritó descompuesta al sentir que iba a ser incapaz de resistir mucho tiempo sin correrse.

Durante un minuto, dejé que mi señora comiese de su coño hasta que pegando un grito no pudo evitar sufrir un largo e intenso orgasmo mientras derramaba su flujo sobre el colchón.

―Ves lo pronto que cambias de opinión― comenté al oír su gozo y sin dejarla descansar, le informé que iba a cumplir mi promesa: ―Aunque me apetece romperte el culo, creo que ha llegado la hora de hacerte madre.

Curiosamente fue María la que más se excitó con mis palabras y dando un sonoro azote a una de las nalgas de Paloma le comentó que no se quejara por haber sido elegida la primera en ser inseminada.

―Si quieres me pongo a bailar de alegría― respondió ésta todavía actuando.

―Bailar no sé, pero mover el trasero seguro― dije interviniendo. Tras lo cual, le levanté las piernas posándolas sobre mis hombros y antes de que pudiera reponerse de la sorpresa, la penetré.

La morena pegó un largo gemido al ir absorbiendo mi verga en su interior:

―Por favor, desatadme.

 Mi esposa que hasta ese momento había permanecido al margen, comprendió, dado que nuestra amante estaba entrando en calor, que podía aprovechar que seguía atada. Por eso y mientras yo comenzaba a machacar su cuerpo con mi pene, ella le puso el coño al alcance de su boca y sin cortarse un pelo la ordenó que se lo empezara a comer.

― ¿Y si me niego? ― se atrevió a decir.

Supo de su error al ver que María no solo se sentaba sobre su cara, sino que a la vez que le regalaba sendos pellizcos sobre las tetas.

―Hija de perra― chilló por primera vez enfadada.

Arrepentida de haberse dejado maniatar, se quejó de la actitud de mi mujer, pero en cambio a mí la escena me excitó e incrementando el ritmo de mis caderas continué a lo mío.

―Cabrones― chilló al sentir que entraba en calor y que contra su voluntad estaba empezando a gozar.

― ¿Qué coño esperas para usar tu boca? ― reclamó María colocándole nuevamente su sexo en la boca, pero esta vez sin forzarla.

 Sin ser consciente de que eso significaba su entrega, Paloma sacó su lengua y la introdujo lentamente en la vulva de mi esposa, la cual gritando su victoria a los cuatro vientos buscó con ardor que la penetrara por completo.

 Su rendición no por esperada resultó menos total y tirando de sus brazos forcé su entrada una y otra vez cada vez más rápido mientras María gozaba presionando la cabeza de nuestra vecina contra su sexo. Ese fue el instante en que todo se desencadenó y Paloma, olvidando su papel de víctima, hizo que su lengua se apoderara del clítoris mientras yo seguía erre que erre barriendo sus últimas defensas con mi miembro.

Nuestra estimada y calentorra vecina no tardó en correrse, y con ella, mi esposa. Los jadeos y gemidos de ambas mujeres fueron la señal que esperaba para lanzarme como un loco en busca de mi propio placer y agarrándome firmemente de los hombros de Paloma, reinicié la cabalgada.

Mi pene apuñaló su cuerpo impunemente mientras ella se retorcía gritando de placer mientras María se masturbaba como una loca usando dedos de las dos manos.

El cúmulo de sensaciones nos lanzó hacía un orgasmo compartido y explotando derramé mi simiente en su interior mientras mis dos mujeres berreaban su gozo. Víctima de una sobredosis de sexo caí desplomado sobre el colchón.

 La profundidad e intensidad de mi clímax provocó que tardara un buen rato en recuperarme y cuando lo hice, vi que mi esposa estaba desatando a Paloma, la cual todavía permanecía con la mirada perdida.

― ¿Qué ha pasado? ―, pregunté viendo su estado.

―Nuestra zorrita no ha aguantado tanto placer ― contestó María y sonriendo, me preguntó si estaba listo para hacer uso de la que siempre sería mi favorita.

―No creo poder― contesté muerto de risa.

Confiada en sus dotes “mamatorias” y abriendo su boca, no hizo caso de mis palabras y se puso a reanimar mi alicaído miembro…

14

Dando por sentado que iba a ser la protagonista de esa jornada, la novia del ex de Paloma llegó puntual a la cala y suspiró aliviada cuando nos vio tirados en nuestras toallas. Mientras bajaba por las escaleras hasta la arena, no pudo dejar de sentir un escalofrío al recordar lo bruta que se había puesto el día anterior. Todavía no se lo podía creer que hubiese permitido que una mujer hubiese mamado de sus pechos y lo que incluso era peor, que le había encantado sentir como se apoderaba de sus pezones con los labios y succionaba de ellos.

Siempre había sabido que bajo la fachada de dulce y tierna jovencita escondía una sexualidad desacerbada, pero aun así nunca había sentido inclinaciones lésbicas y menos había participado en una orgía.

«Todo eso va a cambiar hoy», pensó recordando las veces que esa noche se había tenido que masturbar imaginando el momento en que se entregara a esos tres maduros que había conocido en la playa y mientras se acercaba a nuestro campamento no dejaba de darle vueltas a porque no se había negado de plano cuando le pedí que cogiera la cámara de fotos e inmortalizara el momento en que sodomizaba a Paloma.

―Desde niña mi mayor fantasía siempre ha sido que alguien me rompiera el culito― confesó sin turbarse en absoluto.

Pero volviendo la historia, he de decir que ni siquiera me había dado cuenta de su llegada cuando a mi derecha escuché decir:

― ¿Puedo tumbarme con vosotros?

―Claro― respondió mi señora: ―Te estábamos esperando.

Abriendo los ojos, sonreí al ver que se presentaba a mis dos acompañantes de beso y al comprobar que no me levantaba, se agachó hacía mi diciendo:

―Me llamo Bea.

Al oír su nombre caí en la cuenta de que no nos habíamos preocupado por saber cómo se llamaba. Por eso hasta entonces y para los tres, esa rubita era la nueva putita de Juan, la zorrita del ex de Paloma o la vaquita lechera que íbamos a ordeñar.

―Soy Raúl― dije mirándola a los ojos: ―No estábamos seguros de que vinieras.

Sin levantar su mirada, la joven me admitió que ella tampoco y que solo después de desayunar había tomado la decisión de acudir a la cita. Teniéndola tan cerca me percaté de que, aunque no lo quisiera reconocer la idea de pasar la mañana con nosotros la traía sobreexcitada.

«Tiene los pezones duros como piedras», me dije al contemplar los dos montecillos que se formaban bajo su traje de baño.

Paloma, ejerciendo de anfitriona, la ayudó a colocar su toalla sobre la arena y mientras lo hacían pude recrear mi mirada en el profundo canalillo que formaban sus tetas llenas de leche.

«Me está entrando hambre», pensé anticipando el sabor que tendría su calostro. La prueba de que ese líquido blanquecino estaría delicioso la tenía al lado y es que, desde su sitio, María, que ya lo había probado, no paraba de lamerse los labios pensando en repetir.

El interés que nuestra vecina estaba poniendo para que la recién llegada se sintiera bien acogida me dio que pensar porque no en vano esa mujercita no solo la había sustituido en el corazón de su marido, sino que por su culpa el tal Juan la había abandonado.

«Esta cabrona quiere algo», sentencié.

Al comprobar que se ponía a charlar con ella como si fueran buenas amigas, supe que la joven desconocía completamente que Paloma era la ex de su pareja. De no ser así, la tal Bea sería una geta o una hipócrita de lujo.

«Ninguna de las dos sabe como actuar ni cuando dar el primer paso», sentencié al observar que los minutos pasaban y que nadie se atrevía a perder las formas.

Por ello, decidí ser yo quien lo hiciera y quejándome del calor, me quité el traje de baño mientras preguntaba si alguien me acompañaba a darme un baño.

―Yo voy― dijo María y sin que yo se lo tuviera que decir se despojó del bikini para acompañarme.

 Beatriz no quería ser la única en quedarse en la toalla y venciendo la vergüenza de que la viésemos desnuda dado su estado, comentó a Paloma si estaría demasiado ridícula bañándose en pelota picada con esa panza. La morena comprendiendo sus motivos, les quitó importancia al contestar:

―Ridícula, no. ¡Fascinante!

Y para demostrar que hasta ella se sentía se sentía atraída por su cuerpo germinado, sacando uno de los pechos de la rubia del traje de baño, lo lamió. Bea creyó que esa húmeda caricia era un intento de darle confianza y poniendo un puchero, le soltó:

―Gracias, pero hasta mi pareja piensa que parezco una ballena.

Esa confidencia indignó a Paloma, la cual sin medir sus palabras y recordando las veces en que la había menospreciado, cargó las tintas contra él diciendo:

―Juan siempre ha sido un cretino. No le hagas ni puto caso. Lo que tiene de agradable fuera de casa, lo tiene de imbécil dentro.

Con la boca abierta, Bea preguntó cómo era que lo conocía. Cayendo en su metedura de pata, la morena respondió:

―Creí que lo sabías…

― ¿Qué sabía el qué? – insistió la joven.

Colorada como un tomate y sabiendo que en cuanto se lo dijera, esa cría saldría corriendo, contestó:

―Que soy Paloma… su ex.

Tal y como había anticipado, esa bomba era de tal calibre que nada mas reponerse de la sorpresa, la joven cogió sus cosas y desapareció rumbo a su coche, dejando a nuestra vecina jodida doblemente. Primero porque, nuevamente, Bea se le escapaba viva y en segundo, porque se sentía culpable de haberla hecho sentirse mal.

Por ello, con el ánimo por los suelos, se acercó renqueando a donde María y yo nos estábamos bañando. Al verla llegar sin levantar los pies de la arena, supe que algo había pasado    

«Esa criatura no se merece que el mismo que la embarazó la rechace por gorda», se dijo cada vez de peor humor y necesitando liberar la mala baba que traía, nos explicó lo ocurrido.

―No comprendo cómo has podido vivir con ese hijo de perra tantos años― murmuró mi mujer tan cabreada como ella al escucharla.

Por mi parte y aunque estaba de acuerdo, no intervine. No fuera a ser que la internacional femenina en plena actividad me viera como un saco de boxeo al cual golpear. Por ello, esperé a que terminaran de ponerlo a parir para dejar caer como si nada:

―No lo comenté antes porque no era interesante. Pero si creéis conveniente hacer una visita a esa preciosidad, sé dónde se aloja.

Como no podía ser de otra forma, mis palabras levantaron sus suspicacias. Solo tras contarles que, al día siguiente de nuestro primer encuentro con Juan, le había visto salir de un chalecito, se tranquilizaron y me preguntaron mi opinión al respecto.

―Yo personalmente mandaría a María de avanzadilla para que la invite a cenar en el restaurant que hay en la esquina de su casa. Si sigue mínimamente interesada, el quedar en un lugar público y conocido hará que se sienta cómoda y aceptará.

Tanto mi esposa como nuestra amante aceptaron mi plan cómo el único posible y por eso al volver hacia casa, nos desviamos un poco para que María tocara en la puerta de esa joven.

― ¿Crees que aceptará? ― me preguntó Paloma mientras esperábamos.

Iba a contestar que no, cuando de pronto, vi que mi señora volvía sonriendo y cambiando sobre la marcha mi respuesta, contesté:

―Por supuesto, ¡soy irresistible!…

Relato erótico: “Historias de Maureen: El Ex” (PUBLICADO POR PRISMA ESCRITOR)

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-En serio te llega al pincho, ¿no?

 

-Pta, sí…

 

-No has cambiado nada, conchatumare.

 

Javier terminó de armar el pucho y se lo pasó a Maureen, que lo encendió con presteza. Pronto, el cuarto se copó con el tufo penetrante de la marihuana. No había ventilador allí, así que Maureen se levantó a abrir la ventana para poder botar un poco del humo y el olor. Javier la observó mientras que ella fumaba: al igual que él, estaba desnuda, pero su larguísimo cabello azabache ocultaba sus nalgas prietas dándole un aire elegante. La conocía bien, por eso no se preocupó por decirle nada aunque sabía que la ventana daba a la calle. Vio la hora: apenas las 8, tenían mucho tiempo por delante.

 

Mientras que aspiraba su pucho de marihuana, Javier alcanzó su celular para revisar sus mensajes. Como esperaba, tenía ya varios mensajes de su enamorada, que le mostraba que seguía enfrascada en los estudios de sus parciales. Él, por su parte, estaba oficialmente haciendo lo mismo. 

 

-¿Es ella?

 

Maureen había dejado de fumar hacia la calle y regresaba a la cama con Javier. Él admiró brevemente los piercings que se había hecho su ex-pareja en su plano ombligo y los pequeños pezones antes de responder que sí. Maureen se echó a su lado en la posición de la Maja Desnuda de Goya y se puso a observar lo que Javier le escribía a su enamorada actual.

 

-¡Jaja! ¡qué cojuda esa pendeja!

 

Maureen conocía a la novia de Javier. Habían juergueado juntas en varias ocasiones y se podían llamar compañeras de fiesta en toda la regla. Aunque habían salido a la playa juntas y hasta fotos en redes sociales tenían, todo esto le importaba poco a Maureen, que tenía tanta paciencia como cola un Boston Terrier. Le había agarrado enojo por un episodio que no venía al caso y ya no le hablaba desde hace un buen tiempo y por eso ahora estaba allí, desnuda junto a su novio en un cuarto de hotel. 

 

-¿Qué te dice la huevona esa?

 

-Que está estudiando… esa nota pues.

 

Maureen había dejado su pucho a un lado para tomar el pene de Javier en la mano. Este, por supuesto, se puso duro rápidamente.

 

-Puta madre no hagas eso que no me concentro…

 

-A mí qué chucha.

 

Javier conocía a la chica y pensaba que igual hubieran acabado en esa situación pelea o no, aunque ella ciertamente hacía que Maureen se esforzara más. En el tiempo que habían estado juntos como pareja el sexo siempre había sido bueno, pero desde que volvieron a hacerlo tras su ruptura era aun mejor. Ni siquiera la había buscado esa vez que la encontró de vuelta yendo de compras, cuando volvieron a hablar como viejos amigos solamente mientras que ella iba a buscar pan. Esa tarde llevaba un short muy apretado y pequeño y un polo corto que exhibía su nuevo piercing, que lo sorprendió. Habían salido del supermercado a caminar un rato sin plan alguno, él le había contado de su nueva enamorada y los casi 6 meses de relación que llevaba con ella, y Maureen pareció genuinamente feliz por él en aquella ocasión. 

 

-Oye, vamos a un telo.

 

-¿Ah?

 

-Ya me oíste, vamos a un telo.

 

-¿Para qué?

 

-No te hagas el cojudo, ¿quieres?

 

-Te acabo de contar de mi novia, Mau.

 

-A mí qué chucha. Hace tiempo que no me meten pinga como debe ser y tengo ganas. Además los exes siempre tienen remembers, no me jodas.

 

-Mau no la hago, además no traigo condones. 

 

-Métemela así nomás, mejor. No me digas que no quieres.

 

-Mau no es acerca de eso…lo sabes.

 

-Ya te dije que a mí qué chucha.

Total, que en resumidas cuentas Javier acabó aceptando la proposición de su ex. Muy aparte de que Maureen tuviera una personalidad avasalladora como la de un tirano fascista del siglo pasado, como todos saben la carne es débil y Javier acabó accediendo cuando su ex pareja le ofreció el permiso de, cito, “reventarle el culo a pingazos”. Ella siempre había tenido un buen culo gracias al ejercicio, pero como Javier pudo comprobar, desde su ruptura lo había tonificado de una gran manera. Él, por supuesto, hizo buen uso del ofrecimiento y reventó el ano de Maureen en la habitación del hotel más cercano hasta quedar peor que un maratonista olímpico. En casi 4 horas apenas tocó su vagina, en cambio sodomizándola sin piedad y viniéndose sin tapujos en el ajustado culo de su ex novia, que bufó como una cerda. Ambos se quedaron dormidos del cansancio hasta el día siguiente, cuando Javier descubrió decenas de mensajes angustiados de su actual novia preguntando por él. A su lado, su pareja pasada seguía dormida de costado, exhibiendo un raudal de semen seco que salía de su ano.

Pero regresando al presente, Javier luchaba por mantener la concentración en el chat con su enamorada.

-Puta madre…

Maureen ya no solamente lo masturbaba, sino que le lamía los testículos y escupía su pene para succionarlo.

 

 

-Concha de su madre, Maureen…

-No jodas, bien que te gusta que te chupe la pinga…

-Sí pero ahora no pues pendeja…

-Calla mierda, disfruta nomás.

Maureen, fiel a su costumbre, al final siempre hacía lo que le daba la gana. Sin importarle las dificultades de Javier por concentrarse en textear, empezó a chuparle el pene con ahínco, sin escatimar saliva y bulla de su garganta. Las manos de Javier no paraban de temblar ante la monumental mamada que su ex le estaba regalando, y pronto sus respuestas se volvieron una misión imposible.

-Ven…

Totalmente sometido a la voluntad de Maureen, Javier obedeció y se paró delante del monumental espejo de la pared. Volteó la mirada hacia la larga superficie pulida y se vio a sí mismo aún sujetando torpemente su celular mientras que su ex novia estaba de rodillas ante él succionando su pene como si quisiera derretirlo con el calor de su boca. En todo el tiempo que estuvieron juntos nunca ella le había hecho una mamada tan salvaje como la de ese momento, tan ardiente húmeda e impetuosa que sentía que se le iba el cerebro en cada embate.

-Oye, si tú no sigues yo tampoco.

-¿Qué?

-Respóndele a tu flaca o no sigo.

-No jodas… no recuerdo ni mi nombre ahora…

-Respóndele o no sigo.

Muy a su pesar, el sometido ex novio tuvo que aunar lo poco (poquísimo) de razón que le quedaba y responderle a su novia actual sin que, de paso, sospechara nada. Por supuesto, la mamada salvaje de Maureen y la imagen reflejada de ella arrodillada ante él succionando su pene como si no hubiera mañana no ayudaba en nada, y muchas veces tuvo que parar para que su subconsciente no lo traicionara.

-Mau… por favor… ya no aguanto…

-Ok, si quieres cáchame la boca.

Javier no necesitó oírla dos veces. Aventó su celular a la cama y tomó a Maureen de la cabeza. Con rabia y una calentura que ya dolía, empezó a penetrarle furiosamente la boca. Ella, increíblemente, aguantó las embestidas del grueso pene de Javier, que estaba hinchado de sangre y parecía a punto de explotar. El celular seguía vibrando, notificando nuevos mensajes mientras que Javier solo podía pensar en la boca de su ex y el placer que le estaba dando.

-Mierda…

El pobre pene necesitó apenas un par de sacudidas para empezar a soltar su caudal blanco y viscoso, que fue directamente disparado hacia su cara y sus pequeñas tetas perforadas.

-Concha tu mare… ¡avisa al menos!

Maureen se dirigió al baño a limpiarse mientras que Javier, ya desahogado y con algo más de cerebro, volvió a tomar su celular y vio los mensajes de su novia que le decía que lo quería, que se cuidara e iba a continuar estudiando. Se sintió como una cucaracha al leer esas líneas.

-¿Quién se murió?

-Nadie Mau… es solo que en serio me siento como una mierda, no deberíamos seguir haciendo esto.

-¿Te vas a ir tan temprano y sin otro round al menos? tu pinga aún tiene para dar.

-No está bien esto, Mau…

-Lo que no está bien es que me estés cachando el culo todo el tiempo y dejes mi concha sin tocar.

Maureen había tomado de nuevo el pene semi flácido de Javier y lo masajeaba con habilidad, devolviéndolo poco a poco a la vida.

-Que no, Mau.

-Tú no te vayas sin cacharme la concha.

La boca y las caricias de su ex novia hicieron maravillas, y pronto el pene de Javier estuvo listo para la acción de nuevo. El remordimiento se iba.

-Ven, vamos.

Maureen se echó sobre el colchón separando las piernas como las aguas del mar rojo. Su raja, pelada y apetitosa, lo tentaba. Se había concentrado tanto en metérsela por el culo que, en efecto, había sido tremendamente negligente con su concha. Los recuerdos de caches pasados le vinieron a la cabeza (la de abajo) y le pedían una sola cosa: revivirlos.

-Ya… pero esta es la última vez.

-Entonces hazla valer.

Otra vez Javier había perdido su capacidad de razonar. Ganado por el deseo, se puso encima de su ex y apuntó su glande a la húmeda entrada. No le daba la cabeza para otra cosa así que empujó hacia dentro de una sola vez. No le sorprendió notar que Maureen estaba mojada como un piso recién trapeado.

Empezó una penetración salvaje alimentada únicamente por sus ridículos niveles de adrenalina. Su pene ansioso se deslizaba una y otra vez en el interior de Maureen, que gemía a todo pulmón.

-¡Ay qué rico! ¡métemela! ¡no pares, mierda!

Los gemidos y las exigencias de su ex pareja se alternaban con el sonido que provocaban sus cuerpos chocando y el chapoteo proveniente de la empapada vagina de Maureen, que parecía agradecer cada embate de Javier. El espejo, confidente fiel y silencioso, observaba callado la imagen del hombre de espaldas que, como un poseso, no paraba sus penetraciones furiosas. Las piernas de ella, largas y blancas, se asían a la espalda sudorosa de él para que no la soltara. Se ponía más y más rojo a medida que se prolongaba la penetración, el hombre sudaba como un caño abierto.

Javier sentía que no iba a durar mucho más en esa condición. Su físico y su cuerpo a punto de explotar de nuevo no paraban de enviar alarmas, pero Maureen lo abrazaba con sus piernas y no lo dejaba ir.

-Me voy a venir…

-Vente dentro. Tomaré pastilla, no pares.

-Ya…

Un hombre arrecho está en condiciones de prometer el mundo y la luna. Javier cogió las piernas de Maureen y las colocó sobre sus hombros. Con lo último de su fuerza física, volvió a acelerar mientras que ella bufaba. Unos minutos después, su pene se infló por última vez y escupió lo último de semen que le quedaba dentro de la vagina de su ex. A medida que jadeaba recuperando sus fuerzas, regresaba también la culpa. “Soy una cucaracha” pensaba él mientra sentía la vagina de Maureen palpitar en su aún erecto pene. Lo sacó un minuto después y su ex se paró sin decir nada para ir al baño. Él, por su parte, se tiró en la cama aplastado por el remordimiento mientras oía la ducha encenderse. Maureen salió poco después con la toalla puesta y empezó a vestirse. 

-¿A dónde vas? 

-Tengo una reu luego.

-¿Y me vas a dejar así?

-Pta eres libre de irte a donde quieras ah, ya no eres mi flaco, aparte. 

Era cierto. Todo esa situación era, como ella misma había dicho, una mera cuestión de diversión. Le entraron ganas de llorar. Maureen no lo notó: después de cambiarse, lanzó una despedida escueta y salió de la habitación. Javier se quedó en la cama desparramado con su culpa y su pene cansado, mientras que su celular seguía vibrando de notificaciones. 

PD: Este es mi primer relato, espero les agrade y no sean tan crueles con él. Críticas constructivas son bienvenidas y por si les interesa tendré más material. ¡Gracias por leer!

 

Relato erótico: Condenadas al infierno (POR VIERI32)

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El juez Saavedra se recostaba plácidamente en mullido sofá del departamento. A su lado, también sentada, su esposa la señora Saavedra, bebiendo una Margarita, ambos observando el atardecer por el ventanal en la lujosa sala. Estaban de vacaciones en aquel paraíso romántico llamado Cancún.
Había entrado en dicho departamento un joven camarero con una bandeja de plata en mano;
– Buenas tardes, Señor Saavedra.
– Ah, camarero. La merienda… adelante, adelante.
– Mi amor – interrumpió la esposa en tono serio – trata de cuidar tu alimentación.
– Ah, pero cómo viniste cariño… déjame disfrutar un poco de la vida. – El joven, sin hacerles caso, se dirigió hacia el televisor de la sala para encenderlo. Al instante una voz sonó desde aquel aparato;
“Buenas tardes Señor Juez y Señora Saavedra… quiero decir, ¿buenas noches?¿Qué hora es por allí? Va, no me importa.”
– ¿Cariño? ¿Oíste eso? – Preguntó la esposa. Ambos giraron la vista hacia el televisor y lentamente se dirigieron al sofá para sentarse frente al mencionado aparato.
“Seguro se estará preguntando que quién mierda soy yo… Tal vez si su senil memoria chispea, recordará que usted me ha condenado a cuarenta y siete años de prisión por presunta manipulación y tráfico de drogas. Bueno, digamos que no quise terminar mi condena…”
– ¿Cariño? – preguntó la esposa – ¿quién es el hombre de la televisión? – El juez Saavedra estaba inmutable, casi temblando mientras seguía clavando sus ojos en el televisor.
“La transmisión que está viendo es en vivo. Ah, y no piense escaparse o apagar la televisión… ni mucho menos pedir auxilio, tengo un camarada infiltrado en su departamento.” – Al instante el camarero lanzó la bandeja al suelo y desenfundó un arma de grueso calibre con una media sonrisa dibujada en el rostro;
– Es cierto – dijo el camarero – ahora disfruten de la función. Manténganse sentados y vean la televisión.
“Seguro se estará preguntando también qué hago yo en su enorme mansión Ah, ¿No se le dije, Señor Juez? Mis hombres y yo estamos ocupando su mansión ahora mismo mientras usted disfruta de Cancún.”
El juez casi tuvo un paro cardíaco cuando escuchó esas palabras clavarse en lo profundo de su ser, y ni qué decir cuando el hombre prosiguió la transmisión;
“Como ve, ahora estoy sentado en el cómodo sofá de su lujosa sala… por cierto, ¿escucha los gritos en el fondo, señor Juez? Bueno, esas son sus decentes, delicadas y hermosas nenas Sofía y Marisol. Yo y mis hombres la vamos a pasar de lujo con esas chiquillas… y sus padres serán los espectadores de lujo.”
-Condenadas al Infierno-
“No se me desespere Señor Juez, que no somos tan brutales. Ah, ahí vienen, forzadas por mis hombres hasta el centro de su sala, mírelas, maniatadas y llorando a moco tendido. Pero qué marranas, deberían sentirse orgullosas, casi una treintena de hombres las desean y sólo lloran como niñitas consentidas.”
Ambos padres miraban con impotencia el televisor, viendo cómo sus hijas iban a ser utilizadas y vejadas por los hombres en vivo y en directo. El Juez Saavedra fue inmediatamente esposado a uno de los brazos del sofá y enmudecido con una cinta pegada en su boca a fin de no pedir ayuda. Repentinamente el muchacho que los tenía cautivo se sentó a su lado y ordenó a la señora Saavedra que se la chupara. Como la mujer se negó instintivamente, el joven blandeó su arma al aire;
-Venga, vieja calentona, vaya quitándose las ropas y déjeme contemplar ese cuerpo de yegua maciza… vamos, vamos.
La espantada mujer, al borde del llanto e invadida por un sentimiento de impotencia al ver el arma, fue lentamente quitándose las ropas hasta quedar desnuda. Se dirigió hacia el muchacho para arrodillarse frente a él y tomó su venoso mástil con la mano temblándole.
– A chupar, zorra de mierda, ¿qué espera? – y reposó el arma en su cabeza de manera amenazante. La señora Saavedra empezó la felación al lado de su marido, quien prefirió mirar la televisión;

“Bueno, bueno, lamento que mis hombres estén desgarrando tan cruelmente sus ropas, pero como que las putitas no quieren cooperar. ¡Ah! Mire a la menor, ¿cómo se llama? Sí, sí, Marisol. Su uniforme de colegiala no le favorece en absoluto, qué muslos se manda, las tetas bien prominentes, más que las de su hermana mayor Sofía, que es una universitaria bien atractiva pero de escasas curvas, ¡qué cuerpos bronceados se mandan los dos! Estará orgullosa la señora Saavedra por haber engendrado tamañas putitas, ¿no? Vea cómo se tapan sus partes privadas, las tetas con un brazo y su entrepierna con el otro, miran con pavor a mis hombres. Las veo demasiado flacas, supongo que se cuidaron mucho, crecieron en salones de belleza y gimnasios, típicos de las hijitas de gente rica como usted… ah, no, mire a mi compañero, el gordo grasoso, quiere introducirle el dedo corazón entre las piernas a la colegiala. Ahí la están sujetando para abrirle las piernas… ¡cómo se retuerce la nena, no quiere! Mire ahora, otro de mis hombres se está retirando su cinturón… ahora lo está doblando. ¡Parece que le va a azotar! Qué bestias son mis hombres, en fin. Ahí se acerca y… ¡Uh! El cinturón golpeó entre sus tetazas ¡Eso debe doler! ¡Cómo llora la putita! Bueno, al menos ya entiende que debe quedarse quieta, el gordo le está metiendo el dedo… vaya, como que le cuesta introducirlo. Seguro tiene un agujerito de lo más apretado… bueno, eso va a cambiar hoy.”

. . . . .

En la recepción de aquel hotel en Cancún, uno de los encargados había entrado en el sótano de la cocina a fin de entender de dónde provenían los sonidos de unos golpes ahogados. Quedó mudo al abrir la puerta del sótano y ver en el fondo a uno de sus camareros atado y sin ropas.
Tras ayudarlo, el camarero le relató que un extraño joven lo atacó y terminó vistiéndose con sus propias ropas para luego abandonarlo atado en el sótano. Rápidamente, el encargado comunicó el suceso al administrador, quien pensando que un ladrón había ingresado en las instalaciones, gestionó una llamada para la policía local a fin de atrapar al intruso.
Cerraron los accesos del hotel y tras unos minutos apareció un grupo de oficiales quienes decidieron tomar las riendas del caso. Entre ellos, el afamado comisario Riviere, quien ordenó buscar piso por piso al intruso y de paso advertir a los ocupantes de los departamentos que no salieran hasta que terminara la búsqueda.
. . . . .
Nuevamente en el departamento, el “camarero” estaba sentado plácidamente en el sofá, pero ya con la señora Saavedra sentada sobre él, de espalda, montándolo tras la chupada que le dio.
– ¡Salte, salte como la puta que es, vieja guarra! – ordenaba el muchacho. Los senos de la mujer se bamboleaban por los lados descontroladamente, ella gemía mudamente mientras su marido estaba hecho un desastre, no sabía si mirar la televisión donde sus hijas eran degradadas a juguetes sexuales o mirar a su esposa, quien lo corneaba con un muchacho que tenía la mitad de su edad;
“Como ve, en la otra esquina de su sala está chillando agudamente Sofía. Está maniatada al pasamano de la escalera y una barra de acero separa sus piernas mediante unos dogales injertados en los tobillos… se estará preguntando qué hace esa mujer introduciéndole barritas de chocolate en su tierna vagina… pues, esa es su empleada doméstica. Así es, señor Saavedra, la que lavaba sus ropas, la que le cocinaba, atendía el teléfono y arreglaba su mansión… ella era de las mías y me ha mantenido bien informado. Por cierto, ¿es buena ocasión para decirle a la Cornudísima Señora Saavedra que usted se ha acostado con la “empleada” en varias ocasiones?”
Al oír esto, la Señora Saavedra no pudo evitar sentir aquella noticia como un golpe a su vida. Como venganza a la infidelidad de su marido, empezó a gozar de la cabalgada que se mandaba con el chico de la pistola. Empezó a saltar más enérgicamente y a lanzar gritos de placer.
– Mira nada más – sonrió el muchacho- parece que a la vieja le gusta esto. ¡Eh! Deja de gritar así que nos pueden oír.

El joven dirigió su mano al hinchado botón de la mujer para friccionarlo duramente, pero ordenándole que ni se le ocurriese gritar. La señora Saavedra no pudo evitar llegarse mientras veía a sus hijas protagonizando una auténtica película de porno duro, empezó a temblar y emanar flujos a borbotones;

– Señor Juez – prosiguió el muchacho, gimiendo del placer – ¡qué… qué buena está su esposa! ¡Se corre como cerda viendo cómo son violadas sus hijitas! ¡Madre mía!
Mientras, en la televisión, proseguía el show en vivo; “Bueno, a Sofía le están retirando las barritas de chocolate empapadas de sus jugos y fuerzan a su hermanita a probarlas. ¡Pero qué brutos mis hombres, no tienen contemplaciones en azotar a Marisol para que pruebe el chocolate! Ah, bien, bien, ya está comiendo… joder, qué desagradecida, parece que va a vomitar.”
“Ahora observe cómo tres de mis hombres se llevan a Sofía para trabajarle esos agujeros tan apretaditos. Pobrecita, está viendo el pene de uno de los negros y parece que se va a desmayar. Ahí se acuesta uno en el suelo y la obligan a sentarse sobre él. ¿Ve cómo se niega? Qué malcriada, y mire, un, dos y tres varazos en la espalda y la nena ya aprende… ¡cómo llora, qué pesada! Apenas quiere sentarse sobre el negrazo, entra muy lentamente el pene, ¿ve cómo fuerza los pliegues de sus labios vaginales? Sofía está sudando raudales, se nota que le está forzando mucho su tierno capullito… ¡ah, no! Un segundo hombre le está metiendo dedos en el trasero de manera brutal… ¡eh, un poco más lento, compañero! Y ya, el tercero se la metió en la boca, vea cómo toma con violencia un puñado de su pelo y empieza el vaivén, le penetra la boca como si fuera un agujero más… qué imagen más bonita, su hija siendo poseída por tres hombres desconocidos en su sala.”

“Mire nuevamente a la colegiala, arrodillada frente al sofá, lamiéndosela al gordo mientras sus manitos pajean los sexos de otros dos hombres que están a sendos lados de su cuerpito, todo ello lo hace a punta de pistola. Observe cómo sus lágrimas y mocos se mezclan con el semen del hombre al que se la chupa, pobrecita, y eso que la punta del pene apenas entra en su boquita. Ese rostro de resignación de la nena no tiene precio. Por cierto Señor Juez, me parece curioso, cuando su empleada nos abrió las puertas, nos

 

encontramos a la nena estudiando “Lengua Castellana” en su cuarto… vaya, qué giros da la vida, ahora le estamos ayudando a usar la lengua a la putilla… ¿ve que al fin y al cabo somos buenas influencia, señor Juez?”

. . . . .
 

El comisario Riviere ya había recibido varios informes de su grupo desplegado en el edificio, iban varios los pisos requisados pero no encontraban al sospechoso. Sólo encontraron un par de camareros, pero eran todos reconocidos por el administrador como sus empleados. El hombre decidió tomar la posta del asunto y empezó a ayudar en la búsqueda en los pisos que aún faltaban.

Mientras, en el departamento, la señora Saavedra seguía saltando sobre el muchacho y su esposo continuaba observando el televisor totalmente atónito;
“¿Ve lo que tengo en mi mano, señor Juez? Seguro que sabe lo que es… es un enorme consolador de dos cabezas, especiales para las chicas. Parece que Marisol vio el consolador… ¿te gusta, niña? ¿Pero por qué lloras ahora? Caramba, gente rica, ¿quién los entiende? Ahí traen a sus adoradas hijas en el centro de la sala, apenas han sido usadas y ya se quieren morir… qué mugrientas se ven, ¿no?. Ah, ¡cómo se abrazan! Se están dando fuerza, pero bueno, así desnudas parecen ser más bien putitas lesbianas. Ahora me traen a la universitaria Sofía, mire cómo la sujetan, le están introduciendo las braguitas de su hermana colegiala en la boca, sirve como bozal, muy práctico. Ahora le abren las piernas y estiran vulgarmente sus labios vaginales. ¿Ve esa carne rosadita de primera? Es ahí donde yo aparezco, señor Juez.”
“Observe, estoy metiendo el consolador en la nena… ¡se retuerce como loca!, si no fuera por la braga gritaría como una puta en celo, es que este es de los más grandes que conseguí. Para meter esto debo girarlo como rosca… esto… así… ¿ve? Jo, no pensé que entraría la cabeza en el agujero de su puta hija. Mírela, ya no llora, tiene su rostro triste de zorra lleno de lágrimas y mocos, creo que en el fondo le está gustando… muy en el fondo. Y ahora la nata, su dulce hermanita se sentará sobre la otra cabeza del consolador… bueno, mírela ahí, se niega rotundamente a hacerlo. Estas zorritas aún no conocen el morbo del sexo filial y lésbico… Ah, el negro le está dando fustazos insistentemente en los muslos, uno, dos, tres… ¡no para! Esto, vea cómo chilla la putita, ¡se cayó al suelo! Pero qué marrana. Creo que ya lo pensó bien, se está dirigiendo hacia su hermana para sentarse sobre la otra punta del consolador. Veo que aprenden rápido, unos buenos azotes y ya cumplen órdenes.”
Mientras tanto, en Cancún, la señora Saavedra, luego de haberse corrido con el muchacho, fue obligada a punta de pistola a acostarse boca abajo sobre una mesa, que estaba ubicada entre el televisor y el sofá donde estaba esposado el Juez.
Allí el joven la sometía analmente no sin antes introducirle cinta adhesiva en su boca a modo de bozal y esposar sus manos en sendas patas de la mesa para inmovilizarla. El muchacho se dirigía al esposo mientras la sodomizaba;
– Qué culo se manda su esposa, Señor Juez, joder… mire esas nalgas… qué rugoso se siente encularla. Mierda, ¡míre cómo se retuerce su puta señora! Y luego entrecierra las piernas y arquea la espalda… creo que le gusta. Sí. Tengo unos amigos a quienes las presentaré, sí, su putísima esposa se la va a pasar un campeonato con nosotros… vamos…
El señor Saavedra estaba devastado, ya no miraba nada, sólo se limitaba a escuchar los gemidos de su esposa frente a él y el llanto de sus hijas en la televisión;
“Ve qué hermosas se ven, llorando, sudando y teniendo sexo entre ellas. El negro les ordena que se besen, chaquea el cinturón al aire y… ¡mírelas! ¡Cómo se morrean con fuerza!, se nota que no quieren volver a sufrir más trallazos.”
Media hora fueron enfocadas en medio de su incesto forzado hasta que por fin los hombres la separaron. Ellas estaban exhaustas y rogaban descanso, pero eso estaba lejos de cumplirse;
“Ahora están llevando a Sofía otra vez a la esquina de la sala entre cuatro negros. Bueno, allá ella con su orgía. ¿Y la nena Marisol? Pues allí se la están llevando mis hombres al segundo piso. Se la pasarán cañón con ella. Mírela, no tiene ni fuerzas para subir los escalones.¡Cómo tiembla!”
La cámara enfocaba primero cómo Sofía era vejada en un sándwich de negros… dos veces. Sus gritos pronto se ahogaron cuando otros hombres le insertaron sus erectos sexos en la boca para penetrarla enérgicamente para luego llenársela de semen. El líquido pegajoso ya era tanto, que cuando otro la penetraba ahí, se le escurría de entre los labios de su boca y colgaba vergonzosamente de sus labios. Todo eso mientras sufría del sándwich sexual.
Luego la cámara fue dirigiéndose al segundo piso donde mostraba a su hija menor, Marisol, llorando por la penetración anal a la que el gordo la sometía en la cama matrimonial. La joven se retorcía como podía y su rostro estaba totalmente enrojecido y sudoroso. Cuando el hombre se largó todo en sus intestinos, no le dieron tregua a la jovencita y la sujetaron en la cama para introducirle una variedad de objetos en ambos agujeros. Primero bananas, que luego la forzaron a comer, así como luego huevos de chocolate en el trasero para dárselos de comer nuevamente. Obviamente no pudo completar la faena pues parecía querer vomitar cada tanto mientras seguían injertándole objetos como bolillas chinas y consoladores de varios tamaños. Cuando la cámara bajó a la sala para enfocar nuevamente a Sofía en la orgía, el perro de la mansión había entrado ladrando;
 
“¡Joder! ¿Y ese perrote? Apareció de repente… habrá oído las quejas de sus dos amas. Menos mal entró a la sala con intenciones de jugar con mis hombres… mueve la cola como si fuéramos todos sus amigos. A ver si el perro se desenvuelve como todo un macho con la universitaria de Sofía. Eh, qué tonto soy, parece que Sofía me escuchó y se está retorciendo como loca allí en la orgía donde está… ¡Eh! Nena, ¿te asusta que un bicho te la meta? Anda, que dentro de poco te será de lo más normal… vamos, muchachos, suéltenla y tráiganla al centro de la sala.”
“Mire a su puta hija, quiere protestar pero sólo sale el semen de mis hombres de su boca… ¡Qué pesada es! Llora como niñita mientras la atan en la mesa para que el perro penetre su culito.”

En efecto, reposaron al perro sobre la espalda de Sofía y ordenaron a la muchacha – a punta de pistola – que envíe el erecto pene del perro en su agujero que ella desee. Lógicamente la joven no estaba como para captar órdenes, así que uno de los hombres se puso un guante y llevó el sexo del can en su trasero. Fue filmada cerca de diez minutos con el perro bombeándola violentamente y rasguñándole la espalda con sus patas hasta que Sofía chilló ensordecedoramente, con su rostro enrojecido y bañado en lágrimas y sudor… al parecer el perro estaba trancado a ella y empezaba a tirar semen en sus tripas.

“Bueno, mientras esperamos a que el perro se desacople de la putita, le diré que no extrañe mucho a sus hijas… ¿Que qué? Esto… ¿No se lo dije? ¡Disculpe, es que a veces soy un desfachatado! Nos llevaremos a sus dos hijas a nuestra base en compensación por los años que me condenó a la cárcel. A partir de hoy, sus adoradas niñas serán las putas de mi grupo, no se preocupe, las haremos masticar algunos mejunjes para que se mantengan excitadas, de otra forma dudo que aguanten el estilo de vida de putas. Tal vez las pongamos a callejear por dinero en el país donde iremos… Eh, no se ponga así Señor Juez, es que necesitamos más ingresos.”
“¿Ve el rostro de la marranita de su hija mientras el perro sigue trancado y expulsando semen en su culito? ¡Mire el rostro de zorra enviciada! ¡Está disfrutando! ¿Será que mis hombres le dieron de tragar alguna sustancia prohibida? Parece que sí. Y ahí están bajando por las escaleras a Marisol, apenas camina, seguro le dieron duro… ¿Qué le pasa? Ah, escuchó todo lo que dije y patalea como tonta, creo que esto de ser puta de por vida no le gusta… ¡Madre Santa, cómo llora nuevamente! Ya, ya la está calmando el gordo, flagelándola con el cinturón… y ahora la está callando al introducir su grasoso pene en su boquita ahí en la escalera. Ya decía yo que estas furcias maleducadas no saben apreciar la buena vida, pero ya verán. Lastimosamente no tenemos la lujosa comida que ellas degustan todos los días aquí, probablemente vivan de semen, agua y lo que sobre de nuestra comida. Tal vez se hagan adictas a alguna droga que tenemos produciendo… ¡Uh! ¿Qué dije? ¡Me descubrió! Parece que usted no estaba tan equivocado después de todo, Señor Juez. Sí, producimos drogas… “
“Ahí las llevan a la camioneta estacionada en su jardín, mírelas, bañadas en sudor y semen, sus rostros llorando raudales… ahí también subirá el perro con ellas. Nos llevaremos a los tres. Ah, mire, el negro le introdujo consoladores en sus irritados agujeritos y ata sus manos a sus respectivas espaldas… y vea cómo vibran los aparatillos. ¿Soy yo o estoy viendo brillantes fluidos escapándose de sus vaginitas? ¿Ve el rostro de sus hijas? Parece que les está empezando a gustar, ¿no?¿O será que ambas están drogadas? Joder, debo hablar con mis hombres, como está la cosa creo que sus hijas ya son adictas a esos mejunjes que le dieron. Bueno, ahí le pusieron las máscaras de cuero y directo a la camioneta las dos chiquilinas.”
. . . . .
El comisario había derribado la puerta del departamento con una fuerte patada, entró con el arma apuntando hasta la sala con otros oficiales tras él. Sorprendidos quedaron al ver al Juez esposado al sofá, con su sexo visiblemente erecto bajo el pantalón, viendo una especie de película de porno con dos jovencitas de protagonistas – aún no sabía que eran las hijas del Juez – mientras que la Señora Saavedra estaba acostada boca abajo sobre una mesa, con sus manos esposadas a sendas patas de dicha mesa, con su rostro impregnado de lo que parecía ser semen.
Del baño del departamento salió sonriente el muchacho que los mantuvo cautivos, pero su sonrisa se oscureció al ver a los oficiales, quienes rápidamente se abalanzaron hacia él para arrestarlo. Todos bajaron sus armas y el comisario Riviere se acercó al televisor donde continuaba hablando un extraño hombre;
“Si quiere saber cómo le va a sus emputecidas hijas con nosotros, sólo deberá ir dentro de dos meses al mercado negro y buscar en los clubes de películas clandestinas, la sección de porno duro… seguro sabrá reconocerlas en las portadas de videos de orgías, sesiones forzadas de incesto lésbico así como de zoofilia en las que su hermoso perro será partícipe con las dos. Haga todo lo que crea conveniente para encontrarme, incluso pida ayuda a esa policía estatal de mierda que protege a los ciudadanos… sí, vamos. Será gracioso ver a la policía intentar localizarme. Pues nada más, disfrute su semana en Cancún, señor Juez y señora… sé que yo he disfrutado la mía en su mansión y con sus adoradas hijas.”
El comisario Riviere y sus oficiales aún no sabían que estaban viendo en el televisor a un hombre que pronto debían capturar… y a dos jovencitas que debían rescatar.
Continuará…
 
 
Si quieres hacer un comentario directamente al autor: chvieri85@gmail.com
 

«Relato erótico: “Pillé a mi vecina recién divorciada muy caliente 7” (POR GOLFO)»

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15

«Ya debe ser la hora», pensé al oír que Paloma y   María salían del baño. Asumiendo que habían terminado de acicalarse, cogí mi chaqueta y salí del cuarto. Al cruzar la puerta me encontré con que me esperaban embutidas en unos vestidos de noche francamente provocativos. Con grandes escotes y escasez de falda, dejaban al descubierto la mayor parte de sus cuerpos.

Durante unos momentos, babeando su belleza, disfruté mirándolas. Ellas, lejos de sentirse incómodas por mi repaso, se sintieron halagadas y con desparpajo, se pusieron a lucir los modelitos.

― ¿Estamos guapas? ― preguntó mi mujer.

―Estáis preciosas― reconocí admirando los muslámenes de ambas.

―Fíjate en María― comentó Paloma: ― Si no fuera porque tenemos prisa, ahora mismo me podría a lamer esos preciosos pechos.

― ¡Coño con la que estaba triste! ― respondió la aludida.

―Siento decirte que tiene toda la razón. Ese vestido te hace un culo formidable― intervine rozando con mi mano su trasero.

Mi señora, sonriendo, nos recordó que teníamos una cita y llamando al ascensor, dio por terminada la conversación. Lo que no se esperaba era que, al entrar en el cubículo, Paloma, mirándola, dijera:

― ¿Te has fijado que se le han puesto duros?

― ¿El qué? ― contesté haciéndome el despistado.

―Los pezones― y antes que María pudiera decir algo, acercando la mano a su pecho, le pellizcó el derecho.  

―Menudo despiste tengo, no me había dado cuenta― respondí e imitando a nuestra vecina, cogí el izquierdo entre mis dedos y expliqué: ―La pena es que nos están esperando porque si no me encantaría mordisquearlos aquí mismo.

María, ejerciendo de víctima, se quejó de esas rudas caricias y nos dijo que como broma ya tenía suficiente. Paloma no quiso soltar a su presa y acercándose a ella, susurró en su oído:

―Si quieres, que tu marido se vaya adelantando mientras tú y yo volvemos al cuarto.

 Cuando iba a contestar, se abrió el ascensor y dos turistas entraron en el estrecho habitáculo y eso hizo que nos tuviéramos que pegar unos a otros, dejando a mi señora entre los dos.

―Os conozco― poniéndose sería María nos avisó.

Obviando la amenaza implícita de sus palabras, sin pensárselo dos veces, dejando caer su mano por el trasero de mi esposa, Paloma se puso a magrearla.

―Me voy a cabrear― murmuró nuevamente.

Fijándome en ella, me percaté que se estaba viendo afectada por los continuos magreos de nuestra amante y que para evitar que los dos desconocidos notaran su excitación, miraba al techo mordiéndose los labios.

―Eres una hija de puta― cuando llegamos a la planta baja, dijo al salir.

Y demostrando que no le había molestado ese ataque, nos abrazó mientras íbamos caminando al restaurante donde habíamos quedado con la embarazada. Los cinco minutos que tardamos en llegar nos sirvieron para terminar de pulir los detalles de la velada y el modo en que intentaríamos seducir a esa monada.

En la puerta nos enteramos de que éramos los primeros y dando una generosa propina al maître, pedí que nos pusiera en una mesa tranquila. Ese tipo de petición debía ser algo habitual porque llevándonos a una, un poco alejada y oscura, me guiñó un ojo diciendo:

―Aquí nadie les molestará.

Comprendí al instante a que se refería. Aunque desde esa mesa teníamos una perfecta visión de todo el restaurante y debido al juego de luces, nuestra mesa se mantenía en penumbra, dificultando la percepción de lo que ocurriera allí. Satisfecho, puse a María y a Paloma cada una a un lado, de manera que cuando Bea llegara no le quedaría más remedio que sentarse frente a mí y llamando al camarero, le pedí que nos abriera una botella de vino.

―Ahí viene― nos avisó mi esposa.

Al darme la vuelta, reconozco me quedé sin habla. La jovencísima embarazada estaba preciosa con el conjunto de lino blanco totalmente pegado que había elegido para esa noche ya que entre otras cosas magnificaba tanto sus pechos como su vientre.

Por ello, tardé en reaccionar y tuvo que ser Paloma quien la saludara diciendo:

―Pareces una diosa.

La chavala se puso roja al escuchar el piropo de la madura y acercándose hasta ella, le dio un beso en la mejilla firmando el armisticio de una guerra que ninguna de las dos contendientes quería. Al saludarme, su boca quedó a pocos centímetros de la mía, pero recordando que según nuestros planes yo no era quien debía dar el primer paso, me abstuve de darle un pico e imitando a Paloma, la besé en plan casto.

―Siéntate a mi lado― dijo María tras saludarla.

Bea sonriendo se sentó en la silla que le habíamos asignado sin caer en la cuenta de que en ese sitio nada podría hacer ante un ataque coordinado de mis dos mujeres. Aunque lo cierto es que debió imaginárselo cuando nada mas sentarse, mi señora aprovechó para disimuladamente dejar caer la mano sobre su muslo.

―Siento el malentendido, te juro que pensé que sabías quien era y por eso no creí necesario explicártelo― entrando a saco Paloma le soltó.

Agradeciendo en cierta forma su sinceridad la novia de su ex respondió:

―No tenías porqué saber que no te conocía y menos que Juan te definió como un marimacho sin gracia a la que se le había olvidado hasta follar.

Soltando una carcajada, intervine diciendo:

― ¡Con esa descripción es lógico que no te reconociera!

Cabreada con la imagen que su antiguo marido había dado de ella, pero también conmigo por mis risas, Paloma no pudo más que preguntar a Beatriz que opinaba de ella:

―Eres la encarnación de una WHIP― respondió.

Al ver que la morena no la había entendido el acrónimo, se lo aclaró diciendo:

―Woman who is hot, intelligent and in her prime.

―Me has dejado igual― respondió Paloma debido a su total desconocimiento del inglés.

Muerta de risa, Bea le hizo una carantoña en la mejilla mientras la contestaba:

―Significa mujer ardiente, inteligente y en su mejor momento”.

―En resumen: ¡qué estás muy buena! ― María concluyó.

Radiante tras escuchar el piropo de labios de la que se suponía su rival, devolviendo la lisonja, respondió:

―En cambio tú, eres el morbo hecho mujer. Desde que te vi en la playa sueño con besarte.

― ¿Y a qué esperas?

No había terminado de decirlo cuando Paloma ya estaba cerrando su boca con un beso.  Al ver que sin cortarse le atacaba, recordé que habíamos quedado en que fuera mi señora la que empezara y realmente creí que había metido la pata, pero para mi sorpresa la joven respondió al beso con pasión.

―Se te han adelantado― comenté muerto de risa a María.

Riendo, María y con toda intención se puso a acariciar la pierna de Beatriz mientras esta seguía morreándose con nuestra vecina. Fijándome en la embarazada, descubrí que sus pezones se habían erizado por las caricias de mi mujer.  Su ausencia de reacción espoleó a mi esposa e incrementando la apuesta, subió por su muslo y descaradamente empezó a acariciar su pubis mientras me decía:

―Cariño, ¿sabías que esta zorrita no tiene ni un pelo en su coño?

―No― respondí haciéndome el impactado: ―En serio, ¿lo tiene afeitado?

―Completamente― replicó para a continuación empezar a alabar sus pechos diciendo que además de grandes y llenos de leche, los tenía en su sitio.

Interviniendo, Paloma preguntó su los tenía tan bonitos como ella mientras se ahuecaba el escote para que mi esposa y yo disfrutáramos de su visión.

Beatriz, incapaz de contenerse, gimió de deseo y bajando su mano, acarició la mano que le estaba masturbando mientras separaba aún más sus piernas:

―Sois malos.

Decidido a no comprobar personalmente la calidad de esas ubres, levantándome del asiento, metí mi mano por su escote para acariciarlas y tras masajearlas unos segundos, contesté:

―Diferentes, tus tetitas son un vicio, pero los suyos piden ser mordisqueados.

Mi esposa al ver que con las yemas de mis dedos me dedicaba a pellizcar los pezones de Bea, aceleró las caricias mientras posaba su otra mano en mi entrepierna.

―No seas cabrona, concéntrate en nuestra invitada― le pedí.

 Poniendo cara de no haber roto un plato, obedeció retirando su mano y con toda la mala leche del mundo, incrementó la velocidad con la que pajeaba a la joven mientras le preguntaba porque estaba tan callada.

Beatriz no pudo contestar ya que en ese preciso instante se estaba corriendo y Paloma viendo las dificultades de su teórica rival, contestó:

―La pobre está todavía cortada, pero verás que en unos minutos entra en confianza.

― ¡No es eso! ― protestó la cría: ―Estoy pensando en cómo vengarme de vosotras dos. ¡Pedazos de putas!

Nuestras risas incrementaron su cabreo y completamente derrotada, me dijo que necesitaba irse al baño. Momento que aproveché para picar su amor propio diciéndole al oído que cuando saliera del mismo, quería que me diera sus bragas.

No me respondió, pero me dio lo mismo porque sabía que iba a obedecerme. Mi señora al verla huir se rio y pegándose a mí, me dio un beso mientras me decía:

― ¿Te habrás dado cuenta de que he cumplido?

―Tú sí, pero Paloma no― respondí y mirando a nuestra vecina le exigí: ―Quiero que te metas debajo de la mesa y que cuando vuelva, le comas el coño.

Haciéndose la inocente, intentó protestar arguyendo que era un local público, pero fui inflexible y no tuvo más remedio que disimuladamente introducirse bajo el mantel.

Beatriz al volver solo me preguntó que donde estaba.

 ―Le han llamado al móvil―contesté y mirándola a los ojos, le dije si no me traía algo.

Al oírme, me dio sus bragas mientras se ponía en plan gallito diciendo que fuera la última vez que mandaba a mi esposa a masturbarla.  

Esperé a que terminara de hablar y en vez de disculparme, le pregunté por lo que había sentido. Sus mejillas se sonrojaron y bajando la mirada, me contestó:

―Me ha puesto brutísima. Pero eso no es justo porque no he podido ni defenderme.

―Ahora me toca jugar a mí― respondí:  ― Quiero que te subas el vestido y abras tus piernas.

La joven viéndome al otro lado de la mesa se creyó a salvo y soltando una carcajada, me llamó pervertido.

―Hazlo― insistí.

Haciendo caso a mi petición, se levantó la falda y abrió sus piernas:

―No sé qué buscas― dijo.

 Paloma supo que había llegado su momento y poniendo sus manos en las rodillas de la desprevenida joven, llevó la lengua hasta su entrepierna. Asustada por la sorpresa Beatriz gritó, pero al mirar hacia abajo y ver quien acababa de darle ese lametazo, se relajó.

― ¿Te lo han comido alguna vez en público? – bebiendo de mi copa, pregunté sabiendo que en ese momento la lengua de la morena estaba dando buena cuenta del inflamado clítoris de la embarazada.

―Nunca― replicó sin mencionar lo que estaba ocurriendo bajo el mantel: ― pero siempre hay una primera vez.

 Consciente que debía hacerla hablar de lo que estaba experimentando porque cuanto más largara, más cachonda se pondría, le pedí que me dijera desde cuando sabía que iba a convertirse en nuestra amante.

―Desde que vi como tratabas a tus dos zorras― respondió sin importarle la presencia de María ni la de Paloma.

Viendo que apretaba el mantel entre sus manos, presa del deseo, insistí:

― ¿Y qué pensaste cuando supiste que una de ellas era la ex de tu pareja?

―Al principio, me sentí engañada pero luego al pensarlo, me dio mucho morbo― respondió, tras lo cual, ya sin ningún pudor, gimió de placer y posando sus manos en la cabeza de Paloma, disfrutó de las caricias de la morena y por segunda vez, se corrió sobre su silla.

 Disimuladamente, miré bajo el mantel y no me extrañó descubrir que mi vecina se estaba masturbando mientras hacía lo propio con su rival. Satisfecho al comprobar que todo iba según lo planeado, dejé que saliera de su encierro y retornara a su silla.

Al salir de debajo del mantel, los ojos de la morena delataban su excitación y por eso le pregunté que le había parecido, refiriéndome al coño de la joven. Pero entendiendo mal mi pregunta, contestó:

― Nunca creí que fuera capaz de hacer algo tan pervertido y menos disfrutar como una perra haciéndolo―contestó.

Despelotada de risa, Beatriz intervino diciendo:

―Serás puta. No sabes el corte que me dio sentir tu lengua en mi coño. Creí que todo el mundo se estaba dando cuenta.

― ¿Y eso te puso cachonda? ― dejé caer interesado.

―Jamás nada me ha afectado tanto― contestó.

 ―Entonces, ¿te ha gustado? ― susurró mi esposa en su oído.

 ―Sí. Estoy deseando que me llevéis a vuestra casa para perderme entre vuestros brazos.

―Todo a su tiempo― interrumpí: ― Antes de entregarte nuestros cuerpos, quiero cenar.

 ― ¿Me lo prometes? ― poniendo un puchero contestó.

Muerta de risa, Paloma contestó:

―Si este no quiere, no te preocupes… ni María ni yo te dejaremos tirada.

16

Después de cenar, nos llevamos a la embarazada a casa. Sabiendo que sería nuestra última oportunidad de seducirla, mi esposa me pide que deje la iniciativa a ella y Paloma. ULTIMO RELATO DE LA SERIE.

La alegría y armonía de la cena se prolongaron de camino a casa. Aun así, me quedó claro que las continuas bromas de Paloma y las exageradas risas de Bea eran una muestra del nerviosismo que cundía entre ellas. Por ello cuando acercándose a mí, María me pidió que mantuviera una actitud tranquila y que no forzara una rápida entrega de la embarazada, acepté.

        Supe también que había hablado con nuestra vecina cuando al entrar en el apartamento, sin que se lo tuviera que pedir y mientras yo me ocupaba de servir unas copas, Paloma puso una canción lenta y melosa en el equipo de música.

        Demostrando para que le habían servido los años de ballet clásico, María se quitó los zapatos y se puso a bailar en el salón.  Beatriz que desconocía esa faceta de mi esposa se quedó absorta siguiendo con su mirada el vaivén que imprimía a sus caderas. El suave ritmo de la música, lo pegado de su vestido y la sensualidad con la que se meneaba la tenían alucinada.

        ― ¿Verdad que es bella? ― Paloma susurró en su oído mientras la sacaba a bailar.

Incapaz de negarse, la joven embarazada la acompañó sin dejar de babear con el erotismo que manaba de María y muy a su pesar, se puso como un tomate cuando mi esposa le pidió ayuda para bajar la cremallera de su vestido.

Temblando como un flan, se la bajó mientras la música y su corazón se aceleraban al unísono.  Sintiéndose liberada María reinició el baile, pero convirtiéndolo en un descarado flirteo y mirando a la joven, lentamente fue bajándose la tela de sus hombros.

― ¡Dios! ¡Qué guapa eres! ― musitó al descubrir que los pechos de mi señora además de grandes eran tan duros que apenas se bamboleaban al bailar.

Mas afectada de lo que le hubiese gustado estar, sus pezones se erizaron bajo la ropa al ver que girándose María dejaba caer su vestido al suelo.

― ¿Qué tipazo tiene verdad? ― comentó Paloma al ver que la novia de su ex era incapaz de retirar su mirada del trasero de mi señora.

―Es increíble― respondió la joven al comprobar que a pesar de tener quince años más que ella, su cuerpo no tenía ni una gota de grasa.

Siguiendo la canción, María se quitó el tanga tras lo cual girando hacía ella con los brazos bajados, lució su cuerpo totalmente desnudo.

― ¡Estás depilada! ― no pudo dejar de exclamar al comprobar que nada le estorbaba la completa visión de su sexo.

Riendo y con una mirada pícara en sus ojos, mi esposa se fue acercando a ella en plan pantera. La sexualidad que emanaba la envolvió y ya presa de la lujuria, suspiró al sentir que sonriendo la empezaba a acariciar. Paloma no quiso perder la oportunidad y uniéndose a María, comenzó a besar a la joven mientras ella me miraba pidiendo ayuda.

―Relájate y disfruta― susurré observando desde lejos la escena.

Estar al margen me permitió admirar la belleza de los germinados pechos de la rubia, cuyo escueto vestido no lograba ocultar.

―Tranquila preciosa, no muerden― insistí mintiendo descaradamente porque si algo tenía claro es que alguna de esas dos pronto andaría mordisqueando esos monumentos.

 Coordinando sus ataques, María cerró su boca con un beso mientras Paloma deslizaba sus tirantes y liberando así sus pechos y los abultados pezones que los decoraban.

―Por favor― alcanzó a sollozar al sentir que los labios de mi esposa comenzaban a recorrer su cuello con dirección a sus pechos.

―Sois unas cabronas― protestó con un gemido al experimentar la respiración de las dos mujeres muy cerca de una de sus areolas.

Esta vez fui yo quien cerró su boca con un beso. Mi lengua se abrió paso entre sus labios, al mismo tiempo que mis manos se deshacían de su vestido. Las pocas defensas que todavía le quedaban desaparecieron cuando totalmente desnuda sintió las manos y los besos de los tres recorriendo su cuerpo.

―Quiero ser vuestra ― suspiró descompuesta casi llorando al verse dominada por una lujuria extrema.

―Lo serás, putita ― contestó Paloma mientras dejaba caer su ropa.

 Con el deseo latiendo en todas las células, Bea se dejó llevar a nuestro cuarto y posando sus labios en los de la morena, susurró:

―Me pone cachonda saber que eras la mujer de Juan.

Para mi sorpresa, la morena replicó mientras la tumbaba sobre las sábanas:

―A mí me ocurre algo parecido, estoy deseando que le pongas los cuernos conmigo y que luego te folle mi hombre.

Haciéndose la indignada, María se unió a ellas diciendo:

― ¿Y yo qué? También quiero probar a esta monada.

 Respondiendo a su queja, Bea se lanzó a sus brazos buscando sus besos mientras desde la puerta me permitía el lujo de ser testigo esa “tierna” escena.

―Seré de los tres― murmuró estrechándola contra su pecho.

Confirmando su interés con hechos, mi señora fue la primera en bajar por su cuello y comenzar a mamar de esos pechos con una determinación que me dejó acojonado. Los suspiros de la rubia no se hicieron esperar y mientras era objeto de los mimos de mis dos hembras, decidí intervenir.

Sorprendiendo a la joven, me deslicé entre sus piernas y separando los pliegues de su sexo, di un largo lametazo en el botón erecto que hallé escondido en los pliegues de su sexo.

― ¡Qué gozada! ― aulló al verse estimulada por todos lados.

Al igual que mi señora, Bea llevaba el coño depilado y gracias a ello, pude mordisquear su clítoris sin que nada me impidiera observar cómo su coño se iba anegando por momentos. Justo cuando iba a comenzar a introducirle dos dedos, Paloma me tomó la delantera y comenzó a follársela con sus yemas.

―Perra― gimió al sentirse desbordada.

Y no era para menos porque mientras la ex de su novio y yo jugábamos en su coño, María se dedicaba a mamar de sus pechos.

―Me corro― aulló la chavala al verse sacudida por el placer.

Sacando los dedos del coño, Paloma se lo prohibió diciendo:

―Todavía no lo hagas, quiero que nos corramos las tres a la vez.

Olvidando mi presencia, las tres se tumbaron en la cama y formando una especie de serpiente que se mordía la cola, puso su sexo al alcance de la boca de la rubia mientras buscaba el placer de mi esposa entre sus pliegues. María cerrando el círculo se dedicó a devorar la vulva de la recién incorporada.

 Recordando que ya dos veces esa monada se había escapado viva, decidí esperar antes de hacerla mía.

«Primero debe entregarse a ellas», pensé mientras en el apartamento se comenzaba a escuchar los suspiros de placer provenientes de sus gargantas.

―Cariño, Juan no te merece ― rugió nuestra vecina al sentir que la novia de su ex introducía una de sus yemas dentro de ella.

Bea se mostró encantada con la expresión de deseo que vio en la morena y sumando otro dedo, comenzó a follársela mientras era objeto del mismo tratamiento por parte de mi esposa. Los primeros síntomas de la cercanía de un orgasmo alertaron a Paloma y comprendiendo que tenía que hacer algo para que María las alcanzara mordisqueó con dureza su clítoris, consiguiendo que de inmediato se le llenara la boca de flujo.

 ―Guarra, ¡me encanta! ― chilló esta con alegría.

Admitiendo que no era mi momento, pero no pudiendo permanecer al margen, me dediqué a jugar con ellas, exigiendo a la que veía más caliente que se calmara mientras que azuzaba a acelerar las caricias sobre la veía más fría. De forma que, al cabo de unos minutos, comprendí que las tres estaban a punto y usando un tono autoritario, ordené a las tres que se corrieran. 

Nunca creí que me obedecieran y aunque parezca cosa de fábula, esas tres bellezas retorciéndose sobre las sábanas fueron presas de un gigantesco orgasmo.

―No me lo puedo creer― exclamé cabreado al ver que seguían ignorándome y que no contentas con el placer que habían compartido, las tres habían intercambiado de pareja de juegos y se habían lanzado sobre la que antes le había devorado el coño.

 Al ver que se volvían a sumergir en la pasión, decidí que era mi turno y separando a Bea, la preparé para ser la primera que follaría esa noche. De inmediato, María protestó diciendo que todavía ella no había sentido la lengua de nuestra nueva adquisición. Descojonado observé que la embarazada asentía con la cabeza y muerto de risa, la cogí de su melena llevando su cara entre los muslos de mi insatisfecha esposa.

―Gracias― respondió esta al experimentar que se reanudaban las caricias de la rubia.

 Aprovechando que la tenía a cuatro patas y sin pedirle su opinión, comencé a jugar con mi pene en el coño de joven preñada.

―Fóllatela― viendo mis intenciones me azuzó Paloma.

No hizo falta que me lo pidiera dos veces y lentamente fui introduciendo mi glande en su interior. Producto de su embarazo y a pesar de la humedad que lo anegaba, su conducto era tan estrecho que me costó entrar.

―Rómpeme― gimió descompuesta al sentir que ya tenía embutido la mitad de mi pene.

La presión que ejercía su coño me encantó e incrementando la fuerza de mis caderas sumergí centímetro a centímetro el resto.  

―Esto si es un pene― chilló al saberse llena.

Sus palabras nos revelaron la insatisfacción que sentía con su actual pareja y no queriendo pecar de indiscreto, me quedé callado. Paloma a ver mi cara se echó a reír y en voz baja, me explicó que el miembro de su ex era más bien escaso.

        ― ¿Eso es cierto? ― pregunté.

Colorada y casi llorando, la aludida confirmó que Juan no estaba bien dotado y que encima era un mal amante.

Soltando una carcajada, respondí:

―Niña, eso no es el fin del mundo. Cada vez que necesites un buen pollazo, nos llamas.

Tras lo cual, y viendo en el rostro de la cría se iluminaba con una sonrisa, le pregunté si estaba lista para que la hiciera mía.

―Ya soy tuya― rugió descompuesta respondió mientras sin pensar en las consecuencias se echaba para atrás empalándose.

Esperando a que se acostumbrara a la invasión me quedé quieto, pero ella obviando el dolor que estaba sintiendo se comenzó a mover sin esperar. Gracias a lo caliente que mis mujeres la habían puesto, sus berridos no se hicieron esperar y mientras Paloma se lanzaba a mamar de sus pechos, Bea me incitó diciendo:

― ¡Fóllame como la puta que soy!

La voz de la embarazada estaba teñida de una inmensa excitación y al percatarme del riachuelo de flujo que caía por mis muslos, la cogí de la cadera incrementando la velocidad de mis incursiones.

  ― ¡Muévete! ¡Guarra! ― exigí.

Mi insulto la enervó, pero aún más sentir mi extensión chocando con la pared de su vagina y poco habituada a un miembro en condiciones, se volvió loca y aullando como posesa, me rogó que continuara.

―Te gusta, ¿verdad zorra? ― pregunté notando que el placer la iba conquistando poco a poco.

Para entonces la humedad de la chavala era completa y tras anegar su coño, se desbordó haciendo que con cada penetración salpicara a su alrededor. Con mis muslos empapados, observé que María y Paloma incrementaban la presión sobre nuestra nueva amante mordisqueando sus pezones mientras la joven era pasto del fuego de un gigantesco orgasmo.

― ¡Necesito sentir esto! ― gritó.

Su chillido azuzó mi calentura al comprender que se refería al tamaño de mi sexo y exprimiendo uno de sus pechos entre mis dedos, hice brotar un hilillo de líquido blanco.

― ¡Tiene leche! ― gritó mi mujer al verlo y antes de que Paloma pudiese arrebatarle el puesto, se lanzó en picado a mamar de él.

Nuestra amada vecina reaccionó apoderándose del otro y pegando un grito de alegría, me informó que también de ese seno manaba ese manjar. Beatriz al notarse ordeñada se vio golpeada por el placer y sin dejar de mover sus caderas, se corrió dando chillidos.

La virulencia de su orgasmo se iba incrementando por momentos y con todas sus neuronas amenazando con achicharrarse de tanto placer, me rogó que la acompañara. Su petición provocó que me dejara llevar y que explotara derramando mi simiente en su útero ya germinado. Ella al sentirlo no dejó de exprimir mi sexo hasta que, con mis huevos ya vacíos, caí totalmente agotado sobre ella.

Las otras dos que habían mantenido en un discreto segundo plano, se abrazaron a nosotros mientras pensaban en lo mucho que le debían al idiota de Juan por haberse vuelto solo a Madrid, dejándonos a esa preciosidad.

Epílogo

Hace ya mas de cuatro meses que volvimos del verano. En este tiempo, los sucesos se han desencadenado a una velocidad de órdago dando al traste con la vida que llevábamos antes.

Bea no solo dio a luz una monada de crio al que contra la opinión del padre le puso mi nombre, sino que abandonó a Juan y para terminar de sellar la desgracia de su antigua pareja, junto con Paloma, se mudó a vivir con nosotros.

        Durante unas semanas, tuvimos las normales tiranteces mientras nos acostumbrábamos a vivir tantos en la misma casa. Ahora lo único malo es que nos vamos a ver obligados a abandonar el piso en que llevamos doce años y la razón no es otra que, en pocos meses, no vamos a caber en él, ya que el puñetero destino ha creído pertinente que aumente nuestra peculiar familia.

María y Paloma, contra todo pronóstico, ¡se han quedado embarazadas!…

Fin


Relato erótico: La Inteligente y Los Rufianes (POR KAISER)

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“¡Ustedes son los alumnos más brutos que jamás he tenido!” empieza ella, los gritos se escuchan hasta en el pasillo, “¿esta con ellos?” pregunta una inspectora, un auxiliar a cargo del aseo le responde asintiendo con la cabeza, “me lo imaginaba”. “¡Repasamos mil veces esto en clases les di todas las oportunidades y se sacan puros rojos grupo de rufianes incompetentes!” agrega, “¡ustedes son solo un grupo de flojos que no serán nada en la vida!”, Alejandra sigue con su acido discurso, sin embargo sus estudiantes prácticamente no le prestan atención a sus palabras, para ellos esto ya es normal.
Durante varios minutos Alejandra sigue hablando pero ellos no se inmutan, uno lee una revista, otro escucha música y otro se entretiene jugando con su celular, cuando Alejandra se da cuenta hierve de rabia y golpea la mesa. “¡Señorita no se enoje tanto!”, le dice uno, “¡es cierto relájese o de lo contrario le dará una ulcera!” agrega, “¡ustedes son una verdadera ulcera, una peste en realidad!”. “¡Además usted tiene parte de la culpa por nuestro bajo rendimiento!” le dice otro, Alejandra se muestra más que sorprendida, casi escandalizada por esta afirmación “¡¿Qué cosa!?”, “¡pero claro, con una profesora tan guapa y sexy como usted es muy difícil concentrarse!” le responde, sus compañeros de inmediato le encuentran la razón y le empiezan a hacer toda clase de preguntas indiscretas, “¡lárguense de aquí en el acto antes que lo ahorque uno a uno!”, con esto finaliza la clase, al salir, y solo por fastidiarla aun más, ellos se retiran diciéndole toda clase de piropos y cumplidos.
Alejandra llega a la sala de profesores donde hay varios de sus colegas, la expresión en su rostro lo dice todo y nadie se atreve, siquiera, a saludarla. “¿Un café sin azúcar?” le pregunta una colega, “preferiría un trago a estas alturas, uno fuerte” responde ella y de improviso otro profesor le acerca una pequeña botella, “es whisky, creo que lo necesitas más que yo”, aunque normalmente es bastante recatada en esta ocasión cogio la botella y se la bebió casi toda de un sorbo. “Que horror están cada día peor” comenta ella, “es que no sabes manejarlos”, “¿y que quieres que haga?, se pasan todas las clases mirándome el culo y no me dejan en paz, en lugar de querer aprender solo quieren saber de mi, de que medidas soy, cual es mi talla de sostén y cosas por el estilo” se queja ella. “Entonces sígueles el juego”, Alejandra mira a su colega con cara de no creer lo que escucho, “es lógico, dales lo que quieren y así te van a dejar en paz, usa la cabeza mujer” le dice su amiga que se retira de la sala.
Hace un mes Alejandra fue llamada a la oficina del director el cual le ofreció una tarea en particular, que se hiciera cargo, fuera del horario de clases, de un grupo de alumnos con problemas de notas. Alejandra, que es considerada como una profesora muy capaz, acepto el encargo pese a los consejos de algunos que no lo hiciera pues el grupo que le iba a tocar esta compuestos por los alumnos más problemáticos del colegio, 12 en un comienzo pero ahora solo seis siguen en sus clases, sin embargo ella, orgullosa y confiada de sus capacidades, decidió seguir adelante. Un mes después se lamenta de su decisión.
A eso de las 5 de la tarde ella entra a la sala donde la esperan, de inmediato se escuchan algunos silbidos y unos piropos también. Alejandra, a pesar del aspecto severo de su rostro y su mirada, es una mujer bastante atractiva físicamente y ello sumado a unos chicos inmaduros, atrevidos y con las hormonas exaltadas por la edad es una difícil combinación para manejar.
Fiel a su estilo no pierde tiempo y empieza la clase, anota la materia en la pizarra y empieza a hablar explicando los contenidos, sin embargo sus alumnos no le prestan atención a su voz, sino que más bien a su cuerpo. Con su cabello claro largo hasta un poco más debajo de los hombros y sus ajustados jeans que marcan la silueta de su culo y sus piernas Alejandra se convierte en imán para ellos y pronto escucha murmullos a sus espaldas. “Hora de probar la psicología inversa” se dice a si misma.

“Tengo 35 años” dice en voz alta para sorpresa de todos, “¿Cómo dijo?” el muchacho se muestra sorprendido, “que tengo 35 años acaso no era eso lo que querías saber”. Ellos se miran las caras y empiezan a hacerle más preguntas, finalmente Alejandra decide enfrentar la situación. “Muy bien grupo de rufianes, les propongo un trato, si yo acepto responder todas sus preguntas, ¿pondrán atención a la materia que les estoy pasando?”, ellos se miran y hacen un acuerdo sin decirse una palabra, “¿todas nuestras preguntas?”, Alejandra sabe que la van a provocar, pero si consigue mantener la calma y no dejarse llevar por su temperamento puede ser la única forma de hacerlos estudiar, “todas sus preguntas” responde. Ellos se frotan las manos.
“¿Casada o soltera?”, “divorciada”, “por lo visto no era un tipo inteligente” dice uno, “¿tiene novio o amante?”, “no, sigo sola”, las expresiones de alegría no se hicieron esperar ante esta respuesta, incluso Alejandra esboza una tímida sonrisa, “¿Cuáles son sus medidas?” le pregunta el más salido de sus alumnos, ella respira hondo antes de responder, “98-62-97” contesta, los chicos celebran aun más, “¿son de verdad o?”, “si son reales no me he puesto implantes” agrega después, “¿a que edad dejo de ser virgen?”, Alejandra se mantiene calmada, “a los 15”, “¿ha tenido sexo con más de un hombre?”, aquí la presionaron bastante y ella se muerde la lengua para no decirle un par de barbaridades, “sí” responde, ellos ya parecen una manada de lobos hambrientos rodeando a un cordero, “¿alguna otra pregunta?”, “solo una más, ¿ha tenido sexo con otra mujer?”, Alejandra lo piensa un instante esta fue una pregunta bien directa, “si, cuando estaba en la universidad” las caras de los chicos al escucharla lo dicen todo, con unas simples respuestas ella los dejo hirviendo.
José que actúa como vocero de sus compañeros se pone de pie, “estamos listos, puede seguir con la clase”, luego se sienta y Alejandra sigue con lo suyo. Esa tarde estudiaron como nunca, le pusieron atención y desarrollaron todos los ejercicios como jamás lo habían hecho antes. Incluso aceptaron quedarse después de la hora para estudiar algo, “con tal de seguir contemplando sus curvas nos quedaríamos hasta el amanecer” le dice José, “no te pases de listo y estudia” le responde Alejandra.

El resto de la semana se les hizo corta, Alejandra respondía sus dudas personales y a cambio de ello y aguantar sus miradas después estudiaban y le ponían toda la atención, además el tiempo apremiaba y se acercan los exámenes finales, Alejandra se da cuenta que hay una posibilidad, después de todo, que ellos aprueben.

“¡Perfecto con todo lo que hemos estudiado nos vamos a sacar puros sietes!” dice José, “yo no le pido peras al roble me conformo con que aprueben” dice Alejandra, “¿acaso duda que podemos sacarnos un siete en esos exámenes?” le pregunta Daniel, “pues creo que algunos si pero definitivamente no todos, no se crean tan inteligentes”, ellos se toman la respuesta de Alejandra de forma muy seria. “¿Quiere apostar?”, ella los queda mirando algo sorprendida, “¿apostar que cosa, sobre que?”, “le apostamos lo que quiera a que todos aprobamos los exámenes y en su asignatura los seis nos sacamos un siete” le dice José muy seguro con el apoyo de sus compañeros. “¿Deben estar locos?” comenta Alejandra pero ellos se mantiene firmes, “de acuerdo y que apostamos” les dice Alejandra interesada. Ellos se quedan pensando, “les propongo esto si ustedes no aprueban todos o si no se sacan todos un siete en mí examen final deberán pintar mí casa y ordenarla”, “¿Por qué su casa?” pregunta Sergio, “es que no la he podido pintar aun” responde ella. Los chicos se miran las caras y después conversan entre ellos sin que Alejandra los escuche, “esta bien” dice José, “pero, si nosotros ganamos, usted nos mostrara esos lindos pechos que tiene”.
Alejandra no podía creer lo que oía, “¡están ustedes locos!” exclama asombrada, “no, además es justo” insiste José. Alejandra lo piensa un instante, aun si aprueban las demás asignaturas ellos aun deben hacer su examen por lo tanto tiene toda la ventaja, además la idea de obtener “mano de obra barata” para pintar su casa, una labor pesada y tediosa, le resulta atractiva, “esta bien, acepto la oferta, si yo gano ustedes me pintan y ordenan mi casa, si ustedes ganas les muestro mis pechos”. Alejandra y José, que representa a sus compañeros, se dan la mano cerrando el trato, de inmediato ellos salen corriendo hacia la biblioteca. “Están perdidos, me voy a asegurar que jamás puedan sacarse un siete en mi examen, no me voy a exhibir ante ellos” dice con una malévola sonrisa.
La semana va transcurriendo y los exámenes se suceden uno tras otro. Alejandra, a través de sus colegas, se mantiene al tanto del progreso de sus rufianes como ella los llama. Para su sorpresa están aprobando varias asignaturas, en un comienzo se preocupa, pero Alejandra sabe que aun deber dar uno con ella y no se los va a dejar nada fácil. En su oficina ella prepara su examen y a fin de evitar cualquier “filtración” los hace todos distintos y trabaja desde el pendrive en su computador no dejando ninguna copia en el. Incluso los imprime en su casa a fin de evitar que alguien les haga el favor de sacarles una copia, ella no deja nada al azar, así que el viernes cuando llega el momento Alejandra esta confiada, a esas alturas ya han aprobado las demás asignaturas.
Al entrar a la sala la miran de forma bastante lasciva, pero ella no se inmuta. Los separa bien a todos, a Matías lo sienta a su lado, es más listo de los seis. Sergio, José, Daniel, Hugo y Fernando son los otros. “Bien pueden comenzar, tienen dos horas” les dice ella que los vigila atentamente. Dos horas después han terminado y le entregan los exámenes calmadamente. “Queremos que los revise ahora mismo para evitar, confusiones”, José y los demás se le acercan, Alejandra accede, ella sabe que es imposible que todos se hayan sacado un siete.
Al cabo de media hora la sonrisa y la seguridad de Alejandra comienzan a esfumarse cundo los sietes se empiezan a repetir, ellos se mantiene silentes a su lado, Alejandra esta horrorizada y procede a revisar los exámenes de nuevo, en realidad los revisa cuatro veces seguidas y cuando encuentra algo malo ellos le protestan alegando que ella esta haciendo trampa, luego de un rato se convence, todos aprobaron y todos se sacaron un siete, “¡ustedes hicieron trampa!” les dice, “pruébelo” le responde José desafiándola, pero a pesar de todo Alejandra no tiene indicios de ello.
Finalmente Alejandra se rinde y admite su derrota para total alegría de sus rufianes que ansiosos esperan que ella pague la apuesta. “Listo, para evitar interrupciones” le dice Fernando que cierra con llave la puerta y Hugo cierra las cortinas también, “no puedo creer lo bajo que he caído” dice Alejandra. Los chicos la rodean y esperan que ella haga su parte. Alejandra deja su chaqueta en su escritorio, se queda con su blusa y debajo una simple polera de tirantes, ella viste jeans negros ajustados.
Lentamente se abre su blusa y la polera marca la silueta de sus pechos, se ven bastante grandes y ella misma se avergüenza al notar sus pezones erectos, a pesar de todo esta situación la excita pero trata de disimularlo. Los chicos están hipnotizados por ella. Sobre su silla deja su blusa y después lentamente se sube su polera, sus pechos se asoman poco a poco, Alejandra usa un sostén negro con encajes, este apenas parece contener sus senos. Su respiración se hace algo agitada debido a las miradas fijas de sus alumnos, esto la delata abiertamente y ellos se le acercan aun más. Los chicos comentan acerca de su belleza y la perfección de sus senos, Alejandra se ve temerosa e insegura, “yo creo que es suficiente” dice ella y de forma temblorosa trata de bajarse su polera, sin embargo José y Fernando le toman las manos y la detienen.
“Es usted una mujer muy bella, déjenos apreciar su belleza” le dice José al oído. Alejandra no dice nada y solo reacciona cuando siente como le agarran el culo, “es magnifico” dice Matías que esta detrás. Otras manos se meten entre sus piernas y por encima de sus ajustados jeans le frotan su coño, Alejandra no opone resistencia y sus intensos suspiros delatan lo excitada que en realidad esta.
Sorpresivamente José le da un beso a Alejandra, al principio ella intenta resistirse pero sus fuerzas flaquean con bastante rapidez. Hugo y Daniel le toman sus pechos y se los empiezan a chupar y lamer mientras Fernando, Matías y Sergio le meten mano por todo su cuerpo y le desabrochan y bajan sus jeans. “¿Hace cuanto tiempo que no la follan?” le pregunta Fernando a Alejandra, “hace, mucho” responde con una débil voz, “eso lo vamos a arreglar ahora” le dice Hugo. José le toma su mano a su profesora y la lleva hacia su verga, ella se sorprende al sentirla dura y tiesa, Fernando le hace lo mismo y Alejandra se ve frotando dos vergas simultáneamente. Matías al fin cumple su fantasía y hunde su lengua entre las nalgas de su profesora, ella lo siente meterse ahí y mueve sus caderas para excitarlo aun más. Sergio le frota su coño y con sus dedos le separa los labios de su vagina y desliza con fuerza la punta de su lengua ahí. Alejandra se ve agobiada por semejantes caricias que recorren cada rincón de su voluptuosa figura.
Alejandra pronto se deja llevar por su excitación, se vuelve más ardiente a cada rato y ellos no dejan de satisfacerla. Siente unos atrevidos dedos metiéndose con fuerza en su culo en su sexo, ella gime desesperadamente mientras se besa con uno y otro. Sus pechos se los chupan a cada momento y Alejandra no para de frotar las vergas de José y Fernando.
Como pueden le quitan sus jeans dejándola solo con su ropa interior y su polera subida, Alejandra se recuesta sobre su escritorio y ellos descienden sobre su cuerpo cual manada de lobos lo hace sobre su presa. Alejandra se retuerce de placer al sentir las manos y las bocas de sus rufianes recorriendo su cuerpo, ella apenas puede contenerse y pronto sus gemidos se hacen bastante fuertes e inundan la sala en la que están. José le acerca su verga y Alejandra sin dudarlo se la empieza a mamar, Sergio se pone a su lado y ella con su mano se la frota y después la pone en su boca, la calidez de sus labios y la forma en que la chupa los hace delirar, Alejandra pronto los tiene a todos cerca y ella esta más que dispuesta a hacerles una mamada, los incita a que pongas sus miembros en su boca.
Hugo y Daniel se deleitan follandola con sus dedos, los gemidos de Alejandra se ven ahogados por las vergas de los otros que entran y salen de su boca, ella se mueve inquieta y agita sus caderas ante la acometida que recibe en sus agujeros, los chicos le chupan sus pechos y lamen cada rincón de su cuerpo. Su excitación alcanza un nuevo nivel cuando Hugo decide aprovecharse y la penetra, Alejandra siente su miembro enterrarse en su coño y como la recorre por dentro, “¡follame más duro!” le pide. Hugo arremete con todo sobre Alejandra, la hace estremecerse mientras ella sigue degustando cada verga que se pone en su boca, sus grandes pechos se agitan y Matías y José se los chupan ansiosamente, ella se ve inundada por el placer.
“¡Muévete es mi turno!” le dice Matías, él a pesar de ser el más pequeño de los seis, se la folla con bastantes ganas, hacia tiempo que quería hacer esto y no pierde la ocasión. Apoya las piernas de Alejandra sobre sus hombros y le da con todo. Ella de pronto se ve con Sergio encima que pone su miembro entre sus pechos y se hace una paja con ellos, a Alejandra le gusta esto y le dice que siga sin detenerse. Matías no ha terminado con ella, saca su verga erecta y Alejandra empieza a gemir como loca cuando él se lo hace por el culo, “¡uy profe si lo tiene tan estrecho!” le dice mientras su miembro se ve atrapado en el culo de Alejandra que pronto goza como loca.
Ella consigue controlar un poco la situación, le pide a José que se acueste sobre unos pupitres y se le monta encima empalándose firmemente en él. Alejandra le cabalga con fuerza y al mismo tiempo se besa con sus alumnos, sus pechos bailan con cada embestida, “¡ven aquí, follame por detrás!” le pide a Fernando el cual tiene la verga más gruesa de todos, Alejandra se inclina un poco y él se la comienza a meter, Alejandra siente que la van a partir en dos, pero le gusta. Al cabo de un instante se ve con ambas vergas bien metidas en su cuerpo y recorriéndola sin cesar.
Alejandra da rienda suelta a su lujuria y sus alumnos le siguen el paso. Se lo monta salvajemente con todos y le encanta sentir dos vergas penetrándola al mismo tiempo, les mama sus vergas y usa sus grandes pechos para masturbarlos, los chicos le dan duro y ella se deja de todo lo que ellos quieran. Se muestra ansiosa cuando siente como Matías y Daniel le meten ambas vergas en su coño mientras José la penetra por el culo. Alejandra muestra una faceta que ellos jamás creyeron posible ver en una mujer tan severa. El sudor se escurre por su cuerpo pero ellos igual siguen dándole, Alejandra esta insaciable y goza de este momento.
Uno a uno comenzaron a correrse sobre ella, sus descargas de semen se esparcen por su cuerpo y sobre cada una de sus curvas. Alejandra las recibe en su culo con todo agrado, degusta y saborea, hacia tiempo que no probaba algo así. “¡Señorita es usted fantástica!” le dice Sergio, Alejandra se muestra orgullosa del cumplido, se siente mejor que nunca. Se soba sus pechos cubiertos de semen y consiente que José y Fernando se corran en su rostro, le ofrece el culo a Matías para que este se corra en el, satisface a cada uno de sus alumnos y los satisface bien.
El sábado Alejandra despertó bien tarde, quedo rendida tras lo sucedido ayer. Fue una experiencia extrema y el solo recordarlo la pone bastante caliente. Se da una ducha y come algo ya que esta hambrienta. Luego se pone ropa ligera de trabajo y empieza a preparar las cosas, “bien, nadie va a pintar este sitio por mi” si dice a si misma.
El timbre de la puerta la distrae y ella va a abrir cuando iba a comenzar a trabajar, se sorprende al ver a sus rufianes ahí. “¿Y ustedes que hacen aquí?” les pregunta, “venimos a pintarle la casa” le responde José, ella no entiende nada y ellos entran a su casa, “pero la apuesta y lo sucedido ayer”, ellos se largan a reír, “pues le confesamos que, hicimos trampa en su examen, ya lo conocíamos de antemano” le confiesa Fernando. Alejandra se muestra sorprendida y no lo cree, “¡es imposible, tome todas las precauciones ni siquiera dejaba copias del mismo en mi computador!”. Matías da un paso al frente, sonríe y se arregla sus anteojos, “deje un virus en su computador, cada vez que usted lo usaba este dejaba una copia de lo que escribía, así obtuvimos el examen, se copiaba sin que usted lo supiera, fue mi mejor trabajo hasta ahora” dice con orgullo.
Como si nada ellos se ponen manos a la obra frente a una desconcertada Alejandra. Sus alumnos le ayudan a completar su labor y ya a eso de las 10 de la noche han terminado. “Bien señorita, nosotros cumplimos, nos vemos el lunes” le dice Hugo y ellos se despiden y comienzan a irse. “¡Esperen!” les grita ella, “aun les falta algo que hacer” y Alejandra se desnuda y se para entre ellos, “aun les falta un trabajo que hacer conmigo” les dice, “¡pues por usted haremos lo que nos pida!” y Alejandra se lanza a los brazos y vergas de su grupo de rufianes.
 

Relato erótico: “MI DON: Raúl – Nuevo trabajo, viejas amigas (43)” (POR SAULILLO77)

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Bueno, ¿y ahora que?, supongo que os lo estaréis preguntado, después de haber cortado con Casandra, más o menos de forma tranquila y consensuada, se presentaba ante mi de nuevo un mundo lleno de posibilidades, pero yo me preguntaba lo mismo, “¿y ahora, que?”, no tenia ni la más remota idea de que narices hacer con mi vida, habían pasado unas 2 semanas desde la ruptura, era un robot, de casa al trabajo y del trabajo a casa, salía a correr o en bicicleta de vez en cuando para despejarme y mantenerme en forma, sin rumbo ni objetivo, solo parecía descansar.

La 1º idea que se me pasó pro la cabeza era mandar un mensaje como cuando oficialicé con Casandra nuestro noviazgo, pero con una foto de mi rabo y un mensaje “estoy libre”, me parecía gracioso y sin duda unas cuantas acudirían a tener sexo, pero sentía que eso era retroceder al pasado, volver a perderme en el mar del que Casandra, para bien o para mal, me había sacado, descartado. La 2º idea fue estar soltero y sin sexo un tiempo, un periodo de luto o para aclarar mis ideas, pero fue casi tan mala decisión como la 1º, y más con las habituales clases de conducir por las tardes con mis 3 amigas, Alicia ya se había sacado el carnet, pero aun así nos acompaña, y menos mal, era una barrera psicológica, con ella allí no me atrevía a atacar a las otras 2, Lara se mostró aun más ansiosa al saber que había roto con Casandra, y a Naira aun me la tenia que meter entre las piernas para enseñarla a cambiar de marchas, ya lo hacia sola, pero “así me siento más segura”, me decía mientras apretaba su trasero contra mi polla, así que descartado también. La 3º idea fue consecuencia de la 2º, no aguantaba ni un minuto más sin follar, con un dolor de huevos enorme, y tenia erecciones imponentes viendo anuncios de colonias o cosas así, me masturbaba a diario 2 o 3 veces pero dios sabe que no era lo mismo, así que se me ocurrió que podría llamar a Eli, o a mi Leona y desfogarme con ellas, estarían encantadas. Pensé que así podría ir tirando.

El día que me decidí a llamarlas, casi escrito por un ser macabro, me llamaron del trabajo, al parecer iban a cerrar el supermercado y me mandaban a la calle, la noticia me sentó como una patada en los huevos, era un trabajo genial, pocas horas los fines de semana y buen sueldo, pero la crisis empezaba a asomar su feo rostro, me pase 1 semana de papeleos, no me jodia la vida, con el piso pagado y el sueldo del resto de mi casa vivíamos más que bien, ahorrábamos y mi sueldo era entero para mi, que salvo pagarme gasolina y el móvil, me sobraba dinero todos los meses, y de los 40.000€ que aun tenia en el banco de Madamme, había ahorrado otros 10.000€, y más que podía haber sido si no hubiera pagado las vacaciones con Casandra, además me daban un finiquito bastante amplio y el paro máximo al llevar 3 años trabajando allí. Económicamente no era un problema, pero no me podía permitir estar en casa tirado todo el día mientras los demás trabajan, aunque tuviera mi propio dinero, mi orgullo no me dejaba, así que hice lo que todo el mundo estaba haciendo últimamente, buscar trabajo. Como os decía la crisis empezaba y se notaba, apenas llamaban para entrevistas, y todo era comercial, ventas telefónicas o a puerta fría, siempre a comisión, sin sueldo base, aquello me parecía un atropello así que decía directamente que no, pero había pasado un mes desde mi despido y a mi hermana, pese a ser consciente de todo, se le empezaba a agriar el carácter y su cara al verme tirado en casa cuando se iba y volvía de trabajar era para echarse a temblar. La idea de volver con Madamme para que, aunque fuera ficticio, me diera un empleo, se me pasaba por la cabeza a diario, pero el problema era el mismo que siempre, seria rescatar a Zeus, y me daba demasiado respeto, incluso creo que la pobre Casandra soporto una fuga suya el día antes de romper, aquellas 4 veces seguidas rompiéndola el culo sin prestar atención a sus suplicas y lloros, aquel no era yo.

Estaba algo hastiado de pasar todo el día en casa y mi padre me dijo que, sin estar agobiados por el dinero, podría intentar meterme en algún trabajo de los que salían, de ventas a comisión, oído en sus labios y con su rotunda voz, no me pareció mala idea, la verdad era que en casi todas las entrevistas me habían cogido, aunque fuéramos muchos o solo 1, mi labia y desparpajo les gustaba, era yo el que los rechazaba. La siguiente llamada de un trabajo del mismo corte no les colgué al preguntar si era a comisión y me dijeron que si, concerté la entrevista y fui más o menos arreglado, no quería parecer ni muy serio ni muy descuidado, me puse 2 slips de calzoncillos para contener cualquier erección, que por esas alturas un abrazo me la ponía como una piedra, un pantalón de vestir, una camiseta y una camisa a juego, según mi madre ya que yo de eso no entiendo, y un abrigo por encima, empezca a hacer frío. No quería tampoco destacar, más de una entrevistadora se me había insinuado claramente y no quiera conseguir un trabajo a golpe de sexo, me parecía denigrante.

Acudí a la zona financiera de Madrid, la famosa Castellana, casi a la altura del estadio Bernabeu, a las 8:55 de la mañana, como me gustaba llegaría puntual, era un bloque alto de 10 pisos con oficinas, pregunté al portero y me indicó que la empresa que buscaba estaba en al 7º planta, me presenté a la recepcionista entregándole el curriculum y rellenado otro personalizado que me dieron, sentándome en un descansillo en el que había varias sillas y un sillón donde había más gente, rellené el formulario y lo entregué, pese a llegar en punto cuando me habían citado, habían dado la misma hora a por lo menos otras 20 personas, alguna ya esperaban de pie y yo le di mi asiento a una señora algo mayor, casi con edad de jubilarse. Me serené y contemplé la escena, de fondo se veía un largo pasillo y gente sentada a los lados, en habitaciones con mesas y teléfonos, llamando o charlando entre si, detrás de la recepcionista, bastante mona todo sea dicho, había 3 habitaciones pequeñas y de ellas salían y entraban según les fueran llamando, había 3 entrevistadores, un hombre muy apuesto de traje e impecablemente arreglado, una mujer baja y algo feúcha, también bien vestida y por ultimo una 3º mujer, al verla maldecía mi suerte, era una mujer con la piel blanca como la nieve, morena de pelo con un largo peinado ondulado, de al menos 1,85 con tacones negros altos, vestía de forma seria, de oficina pero muy sensual, con una falda ajustada por debajo de las rodillas que estilizaban sus cartucheras y una camisa abierta enseñando un ligero escote, con un chaleco de vestir por encima cerrado a modo de corsé que le realzaban un par de tetas muy bonitas, con el cuerpo fino y delgado, pero con curvas donde tenia que tenerlas, no me dio tiempo a fijarme más por que llamó a otro aspirante para entrevistarlo, comencé a rezar por que no me tocara ella, con el calentón que iba parecería un retrasado delante de ella, y si no me pillaba con la polla tiesa seria un milagro. Los 3 iban saliendo y cogiendo el formulario del siguiente cuando terminaban con el anterior, sin orden, el 1º del montón, trataba de hacer memoria y cuadrar cuanto tardaba cada uno, pero estaba demasiado tenso, y hasta empezaba a sudar. “Raúl” escuché de fondo, al mirar me encontré con el hombre de pie y mi formulario en la mano, con la mujer atractiva cogiendo el siguiente formulario.

-YO: si….soy yo.

-HOMBRE: pasa conmigo………..- suspiré aliviado cerrando el puño con alegría contenida, metiéndome en el cuarto que aquel hombre me señalaba – por favor, toma asiento – me dijo mientras cerraba la puerta y rodeaba una mesa para sentarse enfrente mía.

-YO: buenos días.

-HOMBRE: buenos días….soy Luis – extendió su mano y se la apreté con fuerza en el saludo – bien, vamos a empezar la entrevista…Raúl – leyó en el formulario – 1º te explico como funcionamos aquí y luego me cuentas un poco de tu experiencia laboral.

-YO: de acuerdo.

-LUIS: perfecto, te comento, somos una empresa de seguros, nos dedicamos a todo tipo de pólizas, ya sean a particulares o empresas, ya sabes como funcionan supongo, ahora mismo mucha gente esta necesitada de cubrirse las espaldas y necesitamos aprovecharnos de ello, necesitamos comerciales que hagan ventas, somos un grupo joven y relativamente nuevos por lo que tenemos que ser más agresivos, algunos no lo soportan, ¿tu como te ves?

-YO: depende de cómo se trabaje.

-LUIS: tenemos muchas formas, hay gente que solo llama por teléfono, otros que salen a la calle, o gente que hace las 2 cosas, eso como veamos que cada uno rinde mejor, como te digo aquí buscamos beneficios, somos un poco tiburones y quien no nos siga el ritmo se va fuera, no tenemos horarios, como te decía, gente que viene 4 horas y con llamar se hace el mínimo y otros que se tiran todo el día pateando las calles y no llegan, ya depende de ti como vendas, tenemos nuestros balances y nuestros mínimos, si no llegas se te agrace el esfuerzo pero no nos compensa ni a nosotros ni a ti estar aquí, si llegas te mantienes y empiezas a cobrar un tanto % de lo que ventas, dependiendo de que tipo de seguro y cuanto paga el cliente recibes más o menos.

-YO: ¿y todo es a comisión?

-LUIS: si, aunque ya te digo que no aceptamos menos de x ventas, por ejemplo, 1 a día, sea de lo que sea, eso son como mínimo 400€ si es de los seguros mas bajos, con eso podemos tirar, si no llegas a eso es que no merece la pena, a ti el transporte y a nosotros el gasto. ¿Estas de acuerdo? – aquí es donde solía salir corriendo en las otras entrevistas, pero ya puestos.

-YO: si, no hay problema aunque no se como se me dará esto de vender.

-LUIS: ¿no lo has echo antes?

-YO: no.

-LUIS: bien, vamos a ver tu experiencia laboral – leía el formulario, aunque no había mucho que leer – veo que estudios tienes el graduado, ¿solo eso o estas estudiando en la universidad?

-YO: no, solo eso, después me puse a trabajar.

-LUIS: lo decía por que tenemos varios chicos que vienen solo de tarde y estudian por la mañana, pero bueno, no tiene importancia, aquí lo que importa es……- le corté.

-YO: beneficios – sonrió al mirarme.

-LUIS: exacto, bien, después has estado en….- tragó salaba al leer el nombre de la empresa ficticia de Madamme, aunque fuera ficticia era experiencia laboral – ….Now Services.

-YO: si un mes largo nada más – no sabía si que hubiera reconocido aquello era bueno o malo.

-LUIS: y luego…….- paso del tema de puntillas.

-YO: un supermercado, los fines de semana.

-LUIS: ¿y leo que llegaste a encarado por las mañanas?

-YO: si, lo mio me costó – en concreto tirarme y chantajear a mi jefa.

-LUIS: ¿y por que lo dejaste?

-YO: la empresa cerró, no se que paso pero lo cerraron todo y nos echaron.

-LUIS: ¿y ya esta, nada más?

-YO: pues no.

-LUIS: es poca experiencia la verdad, pero como te digo esto no tiene nada que ver con la edad o la experiencia, necesito saber que vendes, ¿tú crees que podrías?

-YO: ponme a prueba – torció la cabeza sorprendido y agradado.

-LUIS muy bien, véndeme algo. – se cruzó de brazos desafiándome.

Seria muy largo e intrascendente poner como se lo vendí, pero se lo vendí, mejor dicho, me vendí bien, le hacia reír y seguir mis razonamientos, el me ponía las típicas trabas, “no tango dinero ahora”, ”no necesito eso”, ”estoy ocupado”, toda las iba saltando o esquivando, a los 5 minutos me pidió que parara por que no me callaba.

-LUIS: esta bien, esta bien, ya vale, veo que tienes madera.

-YO: no se si es madera, solo soy muy afable, y se guiar conversaciones, supongo que eso es bueno.

-LUIS: pues más te vale, aquí cuesta mucho arrancar, así que por mí, empiezas ya.

-YO: ¿me escogen?

-LUIS: tengo que hablarlo con mis compañeras, estamos buscando un numero determinado y gente muy especifica, ellas también tendrán sus opciones, pero esta tarde te llamo y te digo si o no, pero por mi , si.- me extendió su mano y se la aferré con fuerza.

-YO: gracias.

Me despedí con un sabor a victoria en los labios, no era raro dejar buena impresión pero si que casi me asegurara que me cogían, llegué a casa eufórico y justo después de comer me llamo Luis, diciéndome que me aceptaban y que empezaba un curso al día siguiente, todas las mañanas de 1 semana tenia que pasarme por allí y estudiarme los seguros que vendíamos antes de ponerme a llamar a al gente, de la alegría llame a Eli para tirármela y desahogarme, pero estaba de viaje, así que sin pensarlo llamé a mi leona.

-YO: ven a mi casa hoy a las 17 horas.

-LEONOA: si mi león – oír como casi se corre al decirlo, ilusionada por mi voz me puso dura hasta que llegó una par de horas mas tarde

Mi casa era un desierto por las tardes, mi padre volvía a la hora de cenar, mi madre salía con las amigas y mi hermana salía de trabajar tarde y se iba con Liz a cenar, muchas noches ni se pasaba por casa hasta el día siguiente, al oír la puerta casi me desnudo para recibirla desnudo, pero lo mismo venia con su crío, tendría un año medio casi, desde que la llamé y estaba dando a luz la había llamado un para de veces para saber como iba todo, pero Casandra no me dejaba verla, por suerte al verla estaba sola, de pie en la puerta con un brillo en los ojos especial.

-YO: hola preciosa.

-LEONA: hola.

-YO: pasa por favor – la acompañé a sofá y nos sentamos en el, ella parecía asustada.

-LEONA: ¿que tal……todo?

-YO: pues muy bien, estoy muy contento, sobretodo de tenerte aquí – la acaricié la rodilla y la apartó con suavidad.

-LEONA: yo también……te…..te he echado de menos.

-YO: y yo a ti – tampoco iba a mentirla diciéndola que no – ¿te ocurre algo?

-LEONA: es que…….es que hace mucho que no…..me siento rara, estoy casada y ahora tengo un crío.

-YO: ¿y que tal con el niño?

-LEONA: pues genial, es un sol y nos tiene embobados en casa – yo ni la escuchaba me importaba una mierda el crío, sus ojos de color miel me hechizaban.

-YO: ¿entonces……..todo bien en casa?

-LEONA: pues si, mi marido es un buen hombre, cuida del niño ahora – su mirada era de cierto pesar.

-YO: mira, no he pensado antes de llamar, quizá……..

-LEONA: no…….te……..te necesito.

-YO: ¿estas segura?

-LEONA: si, mi marido es cariñoso y atento, pero no es como tu, no es mi león, y desde que di a luz…no……..no me llena, se esfuerza pero no me corro con el – ahora era ella la que llevaba su mano a mi pierna.

-YO: ¿le serias infiel?

-LEONA: no es infidelidad, yo me entregué a ti antes, como tu leona – acariciaba ya mi verga a punto de estallar bajo el pantalón – ¿sigo siendo tu leona? – se incorporó sobre mi lamiéndome el cuello, con timidez, yo estaba perdido ya, iba a reventar a mi ex profesora.

-YO: siempre lo serás – alzó la mirada casi bendecida por los dioses, sacándose la blusa del hombro mostrándomelo, apartando la cinta del sujetador, dejándome ver su piel suave e impoluta, sin la antigua marca de mis dientes en ella.

-LEONA: muérdeme – se pegó a mi cuerpo acariciándome con pasión mientras yo hundía mi cabeza en su cuello, besándola y lamido con cuidado mientras ella me sujetaba la cabeza – muérdeme – suplicó entre suspiros.

Abrí la boca metiéndome su hombro casi entero, chupándola mientras sentía su cuerpo temblar ante el amago, casi se elevaba para notar mis dientes, pero los apartaba, era cruel, estaba sediento de sexo pero no debía de olvidar mi rol en aquella situación yo mandaba y decidía.

-YO: no voy a morderte – suplicó con la mirada.

-LEONA: ¿por que? – la sujeté de la cadera y de un tirón me la senté encima a horcajadas.

-YO: por que no te lo has ganado – la azoté en el culo tan fuerte que se me durmió la mano, en cambió ella gimió de gusto.

-LEONA: es cierto, mi león, llevo mucho sin merecérmelo, deja que te compense.

Comenzó a quitarse la blusa y luego el sujetador, dejando ante mi un par de tetas deliciosas, las acaricié y amasé con las manos, algo caídas por sus 38 años ya, pero atractivas.

-YO: ¿están más grandes?

-LEONA: si mi león, dar a luz me trajo este regalo – disfrutaba de ello, antes eran normales pero ahora eran algo más abombadas y sensuales.

-YO: están duras.

-LEONA: es que aun estoy lactando, están llenas de leche por que hemos empezado a darle el biberón al niño, me duelen un poco.

Ni pedí permiso, lamí sus pezones chupándoselos con fuerza y apretándolos como un pellejo de vino, sus suspiros aparecieron junto a su leche materna, brotaba un fino hilo de uno de sus pezones y chupé de el, era delicioso, agrio pero con una textura tierna, al poco de empezar gemía de gusto y sentí en la otra mano caer unas gotas, su otro pezón estaba goteando totalmente erecto, los ataqué con más fuerza aun y tragué todo lo que pude, me apretaba contra ella con sus manos mientras se retorcía entre el placer y el dolor que se desvanecía, al terminar sentía sus senos en las manos más blandos pero igual de bonitos, nos besamos con lascivia, limpiaba la leche de mis labios con su lengua y terminaba tirando de mis labios con sus dientes, pero no como Casandra, era mucho mas dulce y sensual.

-YO: ¿mejor?

-LEONA: mucho mejor, gracias mi león, déjame que te saque yo tu leche.

Resbaló su cuerpo hasta caer de rodillas al suelo, me puse en pie bajándome el pantalón y mi polla saltó endiablada ante su cara, al verla se mordió el labio, se escupió en las manos y se aferró a ella como ambas, masturbando velozmente mientras daba pequeños lametones a la punta.

-LEONA: dios santo, no la recordaba tan grande – la cogí de la nuca, quitándola la coleta del pelo y tirando de el.

-YO: no hables, chupa.

Sonrió ante aquella frase, me costaba recordar como tenia que tratarla, pero le gustó, se metió el glande entero en la boca chupándolo lentamente, casi me corro en ese momento, tenia tal atasco que me tenia que concentrar en otra cosa para no hacer el ridículo delante de ella, sus labios recorrieron todo el ancho y largo de mi rabo, de forma lenta y lujuriosa, casi deleitándose con los ojos cerrados de cada bocado, jugando con su lengua en la punta y haciéndome suspirar cada vez que pasaba sus blancos dientes por mi glande, tenia que pararla y descargaría en ella demasiado rápido, la cogí de la nuca y la senté en el sofá mal recostada, le saqué la falda larga que llevaba con tanta fuerza que sus bragas fueron detrás, al sacarlas se abrió de piernas con el coño húmedo y un línea gruesa de cabello bien cuidado, me arrodillé entre sus piernas besándola la cara interna de los muslos, lamiendo las gotas de sus fluidos que habían caído por allí, hundiendo mi boca en su coño, succionando y chupando, pasando la lengua por cada rincón haciéndola gemir de gusto, centrándome en un hinchado clítoris mientras metía 2 dedos buscando su punto G, tenia claro que si yo estaba falto de sexo ella también, se retorció sobre el sofá aferrada a un cojín mientras la metía la lengua por todos los lugares que podía, tuve que meterla 4 dedos en el coño para generar fricción, lo tenia muy abierto, así que me incorporé y apuntando a su cuño la susurré.

-YO: aquí esta tu león.

La empalé tan fuerte que se movió el sofá entero, su gritó fue una aullido que la levantó del respaldo para abrazarme hincando sus uñas en mi, volvía a sacarla y meterla lentamente y a la 5º entrada se corrió tan fuerte que temblaba entre mis brazos.

-LEONA: ¡¡ohhh dios siiiiiii!!

No me contuve esta vez y la follé salvajemente, al minuto me corrí dentro de ella mientras me gritaba que la diera más duro, provocándole otro animal orgasmos al sentir mi leche llenándola, de poco nos sirvió a ambos, a mi ni se me bajó la erección, caí sobre sus pechos y al poco de estar besándolos la estaba percutiendo otra vez, el sofá dejo de moverse al toparse con un escalón así que dejé de perseguirla de rodillas, se estaba corriendo una vez tras otra mientras yo la daba golpes de cadera que la levantaban medio palmo del sofá, lamía sus pezones tiesos mientras aun salía leche de ellos, aferrado a sus senos como un bebé, ella tiraba de mi pelo con una mano mientras me hacia largos arañazos en la espalda, gimiendo poseída, con espasmos leves al correrse, la bestia entró sin pedir permiso, me puse en pie con ella rodeándome con las piernas colgada del aire en mi cuello, aferrándome a sus enormes nalgas, besándonos con pasión, mientras seguía subiéndola y bajándola hasta sentir su bello rozándome, un manantial de fluidos goteaba en el suelo, mi 2º corrida me tensó y ella la vio venir, descabalgó y se arrodilló chupándomela con fuerza descargándome en su boca, me la dejó limpia y tiesa de nuevo, tragándose todo, por esas alturas Casandra ya estaría desvanecida, pero ella se puso a 4 patas sobre el sofá abriéndose de nalgas.

-LEONA: dame por detrás mi león.- la azoté de nuevo, fue un halago en forma de gesto, al ponerme detrás su culo era una maravilla, opulento y desbordante, pero bien formado, apenas se la veía la vagina por sus nalgas.

-YO: yo decido por donde.

La embestí por el coño sujetándola por los hombros para llegar mas profundamente, sus alaridos al sentir la fricción eran rítmicos, encorvaba la espalda haciendo fuerza contra mi, se sujetó al reposa brazos del sofá por tener algo firme a lo que sujetarse mientras la bestia la estaba matando, la azotaba cada vez que se corría, ralentizado las embestidas, para continuar cuando podía respirar de nuevo, el sudor caía de mi cara en su espalda mientras ella pedía más, había olvidado que aquella no era una mujer normal, era una hembra sedienta. Metí un dedo en su culo de forma repentina, se tensó al momento.

-LEONA: te cuidado mi león, mi ano no ha sido abierto desde la ultima vez que nos vimos.

-YO: ¿y tu marido?

-LEONA: jajajajaja mi marido apenas aguanta media hora con mi coño, esta más que feliz de su mujer, mi culo es solo tuyo.

-YO: buena leona – embestía lo más fuerte que podía mientras apretaba con la mano en el hombro en que antaño una marca morada ensangrentada cubría su piel.

Fui trabajándome su culo con los dedos abriéndolo casi de 0, sin dejar de follarla el coño y hacerla correrse, se iba dilatando antes sus lamentos ahogados por un placer descomunal, al sentirlo listo saqué mi polla de ella, lamiendo su ano para tenerlo bien lubricado, y apretando el glande con fuerza, ella tensaba los músculos mientras gritaba de dolor, estiraba los dedos de los pies mientras golpeaba con ellos en el sillón.

-LEONA: ¡¡¡¡no pares, por dios, no pares, NO PARES!!!

Era casi orgullo lo que sentía al metérsela violentamente por el culo, su esfínter se relajó un poco al sentir media polla dentro, pero palpitaba sobre mi verga, iba apretando según notaba menos presión y su cara era de dolor, pero seguía diciendo que se la metiera, casi se desencaja la mandíbula para morder el reposa brazos, mientras unas lagrimas caían por su cara, la estocada final la puso de rodillas pegando su espalda a mi pecho, la agarré las tetas para mantenerla así, mientras bajaba la cadera y volvía a subir oyendo como su respiración se entrecortaba, besándola en la zona a morder, su contoneaba lentamente dolorida, pero a los poco minutos ya estaba cabalgándola, con el sonido de mi vientre pegando en su culo, ella se apartaba las nalgas, y yo la sujetaba de los senos, pellizcándolos, al saltarla cayó de bruces y se salió de mi tirándose al suelo, gateando aturdida, el agujero en su tremendo culo era colosal, me fui detrás de ella, casi quería huir de mi, pero de cuclillas detrás de ella la volví a meter del tirón en su culo, sacando a la bestia y martirizándola, me pasé así media hora, abriéndola el culo hasta que un orgasmos anal la hizo reventar en una explosión de sensaciones, se encogía y estiraba según las corrientes eléctricas la recorrían el cuerpo, sollozando, la di la vuelta poniéndola boca arriba y abriéndola de piernas, metiéndosela por el culo de cara, me rodeó con los muslos de forma instintiva poniendo sus manos en mi pecho a modo de freno pero era inútil, estaba vencida y yo aun tenia ganas de más, la follé sacándola varios orgasmos anales mas leves, hasta que fui yo el que se corrió enérgicamente en su culo, al sentirlo sus suspiros eran casi nulos, su mirada estaba perdida, pero no en el infinito, si no en mi, me acariciaba la cara y los brazos de forma torpe, mientras termina de vaciarme en ella.

-LEONA: oh dios………..oh dios……….- lo repetía entre respiraciones, cogió fuerza y aire para decir otra cosa – …….¿ya mi león?, ¿ya me lo he ganado? – la besé lentamente mientras me recomponía.

-YO: no ha estado mal, pero esto me lo da una cualquiera, y tú eres mi leona.

-LEONA: follaje otra vez, soy tuya, hazme el amor hasta que me lo merezca – me suplicaba que continuara.

La cogí en brazos y la llevé a mi cuarto, cualquier familiar podía vernos allí al regresar, arreglé un poco el salón y me la subí en brazos, estaba casi agotada pero me lamía el cuello lentamente, poniéndomela dura otra vez, la tumbé en la cama boca abajo, totalmente estirada y me eché sobre ella metiéndosela por el coño, haciendo flexiones sobre ella mientras la penetraba bruscamente hasta que la bestia aparecía de nuevo, ella lloraba pidiendo más, sus orgasmos era casi inadvertidos, tenia el cuerpo rojo y el culo marcado de mi mano y la seguía follando, estiba algo cansado, lentamente fui bajando el ritmo hasta llenarla el coño de semen, veía como un hilo de baba caía de su rostro por las sabanas. Ahora si se lo estaba ganando, me recosté sobre ella apartándola el cabello del hombro.

-LEONA: ¿ahora si?

-YO: es un comienzo – hinqué mis dientes en su hombro mordiendo con fuerza, se retorció, no se si de placer o de dolor, o de ambos, la mordí tan fuerte que salió sangre.

-LEONA: oh mi león, soy tuya – jadeaba mientras mi polla volvía a crecer en su coño, la puse a 4 patas pero se venció de brazos dejándome el culo ofrecido, la saqué de su coño y la metí por el culo con facilidad.

Azotándola pasa saber que estaba consciente por sus gemidos, deleitándome de como hacia desaparecer mi barra de carne en ella, creo que se desmayó pero los orgasmos la devolvían a la consciencia, estaba inerte, solo jadeaba y la levanté con los brazos para pellizcarla las tetas, el remate final de 5 minutos con la bestia, que ya pedía clemencia, me dio para saborear el más absoluto desgaste. Estaba agarrotado y magullado, pero me dio para un sprint final glorioso haciéndola botar los senos y al correrme volver a morderla ferozmente, esa sensación la resucitaba, sentir mis dientes la ponían en un estado casi hipnótico. Caí rendido a su lado, se arrastró hasta mi y dándome un beso cansado, se quedó dormida, casi me duermo con ella, habían sido 5 polvos en menos de 3 horas, pero no podía dejarla dormir, si mis padres se presentaban tendría que dar explicaciones, la cogí en brazos y la metí en la ducha, el agua fría la despertó más que mis llamadas, y una vez despierta se abalanzó sobre mi besándome, me metió en la ducha con ella y me obligó a follarla el coño mientras repasaba mi cuerpo con sus manos, fue genial pegarla a la pared de la ducha y abrirla de piernas en el aire metiéndosela mientras no dejaba de mordisquearla el hombro, sus reacciones eran de lo más entretenidas, luego de espaldas la abrí el culo gozando de cómo se corría y pegaba a la pared y al llenarle de semen la mordí de nuevo, más fuerte que nuca, oí como mi mandíbula cedía y todo.

-YO: eres mi leona, ahora si.

-LEONA: soy tuya, mi león, ahora siempre – se giró para besarme tirando de mi labio con los dientes.

La dejé solo para que terminara de ducharse, se acariciaba la marca ennegrecida de un hombro, con orgullo, mientras se sujetaba a la pared de la ducha, estaba débil, se vistió torpemente y cuando lo hizo se sentó en mi regazo besándome con pasión.

-LEONA: ¿y ahora que mi león?

-YO: dios, no lo se, mi vida es un desastre pero ahora se que te quiero a mi lado – sonrió halagada.

-LEONA: mi león quizá quiera pasarse por mi casa cada tarde, mi marido se lleva a mi hijo con sus padres y yo estoy sola en casa.- me besó con lengua, casi ahogándome.

-YO: quizá, eso lo decido yo – mordía en su hombro que se había dejado descubierto, sus gemidos eran obscenos.

-LEONA: como gustes – la agarré una de sus tetas mejoradas, torciéndola el gesto.

-YO: y más te vale dejar de darle el pecho a tu hijo, estas preciosidades llenas de leche son mías a partir de ahora.

-LEONA: son tuyas, como yo – se bajó la blusa dejándome un seno descubierto, no me resistí la lamerlo y chuparlo.

La di un fuerte azote al morderla de nuevo, se terminó de vestir sin dejar de ser sobada y acariciada, y se marchó con el tiempo justo, a los 5 minutos apareció mi madre, diciéndome que se había cruzado con mi ex profesora en la calle, no dije nada para no darla pistas.

Ya tenia con quien desahogarme, pese a mostrar firmeza con ella, tenia toda la intención de ir cada tarde a follármela a su casa, que mujer, con todas mis amantes y novias ninguna soportaría 6 polvos en 3 horas, contando el de la ducha, cierto era que a partir del 3º ella solo recibía, no hacia esfuerzo alguno, pero se mantenía consciente al menos. Dormí como un lirón y me desperté renovado y con ganas de comerme el mundo.

Acudí al curso y estaba Luis, me presento a otros 7 compañeros que iban a dar el curso conmigo, me sorprendió ser tan pocos, ya que por lo menos vi a 30 personas el día anterior, y comenzó a hablarnos de los seguros, tomando notas de todo, teníamos un par de descansos donde nos conocimos los nuevos, éramos solo 2 tíos por 5 mujeres, al parecer ellas venden más, y de las 5, 4 estaban muy buenas, ya sabia por que vendían más, aparte la que no estaba buena tenia al menos una 100 de pecho, con un ligero escote tendría a cualquier tío firmando un papel sin prestar atención.

Como son muchas hago un ejercicio sencillo, símiles famosos y uso sus nombres.

Tenia a una versión de Cameron Diaz con el pelo corto y buen trasero, una Penélope Cruz con gafas y más joven casi de mi edad, Jessica Alba con un marcado acento peruano y la piel mas oscurecida, una Kate Perry de ojos verdes y alta, sin tacones estaría por el 1,80, y la tetona que era casi un calco de Pamela Anderson, pero a la actual, no a la de los vigilantes, un grupo bastante atractivo en que si no te fijabas bien hasta la tetona no desentonaba, el hombre era también agraciado, se daba un aire a Hugh Jackman, aunque con canas y mas edad, destilaba sobriedad y respeto. Ya por concluir, y por si no tenéis una idea mental de mi, el actor que más se parece a mi, aunque no es tan conocido es Joe Manganiello, menos marcado muscularmente pero la gente que me conoce y ha visto cierta serie me lo ha dicho bastante.

Charlábamos un rato, y todos bastante amigables y abiertos, del mismo perfil diría yo, creo que notaron en mi mirada como me relamía de pensar en tirármelas a todas, incluso a Pamela, tendría unos 43 años y eran evidentes ciertas operaciones, por lo poco que la saqué, era la mujer florero de algún ricachón hasta que se hartó de ella y se buscó una más joven, ahora buscaba trabajo por 1º vez en su vida. Penélope era algo más tímida y casi no habló pero tenia una sonrisa encantadora, Cameron era mucho mas jovial, me sacaría 4 años y no paraba de reírse apoyándose en el brazo de los demás ante cualquier chorrada, fue Kate la que me tenía desconcertado, mientras que hablaba y conversaba de forma fluida su rostro era impasible, casi no mostraba emociones, me estaba costando sacar conclusiones de ella, por que sus ojos verdes brillaban profundamente. Quise tomar algo con ellos al terminar el curso pero no accedieron, así que se fueron a casa cada uno por su lado, yo ya había avisado en casa que después del curso me no pasaría por casa e iría un rato de paseo, no era mentira, iba a pasear a casa de Merche, mi leona.

Al llegar me abrió la puerta con una bata demasiado corta, pasé entre caricias y al cerrar la puerta se bario la bata mostrado su cuerpo desnudo, era increíble que una mujer de 38 años y con un parto hacia un año y medio tuviera ese cuerpazo, afloraba cierta piel de naranja en su caderas y sus pechos caían ligeramente, pero era una visión muy agradable, me acerqué a ella acariciando con los dedos la zona de su hombro tonalmente morada, al rozarla siseó de dolor.

-YO: ¿te duele?

-LEONA: un poco.

-YO: es que me volviste loco ayer.

-LEONA: lo se – me acarició el pecho.

-YO: ¿que te ha dicho tu marido al verla?

-LEONA: no la ha visto, hace meses que no me toca – pasé la mano por sus hombros dejando caer la bata al suelo.

-YO: pues no sabe lo que se pierde.

-LEONA: ni lo sabrá jamas, nadie me folla como tu – me cogió de la cara besándome dulcemente.

Pues no iba a perder el tiempo, mis manos se perdieron por su cuerpo, acariciándola con suavidad, una entre sus piernas, parecía nerviosa, como la 1º vez, cuando metí mis dedos en su interior ya estaba chorreando, lo llevé a su boca y chupó como si fuera un rabo delicioso, me desnudé y me senté en el sofá, a mi llamada, y no antes, se movió, sentándose de rodillas sobre mi, a mi orden apretó sus senos contra mi cara, los chupaba comiéndome sus pezones duros y la leche materna que salía de ellos, gemía sin hacer nada que no la ordenara, al acariciarla las tetas estaba casi más duras que el día anterior.

-YO: están muy duras y sale mucha leche.

-LEONA: es que hoy no he usado el sacaleche, la he guardado para ti.

Que delicia de mujer, mamé de ellos no menos de 1 hora, dejándola seca y gimiendo de gusto, tenia los pezones sensibles y enrojecidos, y mi polla ya daba cabezazos, me masturbaba con las manos hacia tiempo, cuando dejé sus senos nos besamos, sus labios eran fuego y su lengua el diablo, me llenaba la boca con sus gestos, lentamente acariciaba la entrada a su cueva con mi rabo y cuando ella no podía más la penetré lentamente sacándole gemidos de agonía, al tenerla totalmente empalada hizo una serie de giros de cadera que fueron una maravilla, me vencía sobre ella sujetándola de su grandes nalgas, besándola el cuello, la subía y bajaba la cadera rápidamente, estaba jadeando antes de darse cuenta, era un espectáculo verla rebotar abajo del todo, cogí yo el mando con la bestia, sin delicadeza, plantando los pies y reventándola en 20 minutos que la hicieron correrse 4 veces antes de que le llenara de semen, la mordía en el hombro sintiendo el escalofrío que la recorría el cuerpo. Al instante se arrodilló comiéndomela de forma rápida y con fuerza, cuando la tuve tiesa se sentó sobe mi dándome la espalda, la penetré el coño mientras se recostaba sobre mi abierta de piernas, la cogí por los muslos y casi como a una rana, la estuve follando una hora hasta que el sudar y el cansancio me hicieron descargar sobre ella, al soltarla empezó a gatear contoneándose, fui tras ella metiendo mi cara entre sus nalgas, preparando su ano para justo después metérsela por el culo, chilló tanto que se tapó la boca para no alertar a los vecinos, aunque dentro del piso era audible hasta el “chapoteo” de su coño y los golpes de mis testículos en su piel. Aferrado a sus caderas la abrí el culo violentamente, azotándola fuerte y provocándola orgasmos anales que la hacía dar golpes al suelo con llantos ahogados, desatados los 2 la levantaba el cuerpo por los senos amasándolos y penetrándola sin descanso, hinqué los dientes de nuevo en ella sintiendo como me vaciaba con fuertes espasmos.

Paso un rato hasta que alguno reaccionó, ella se incorporó con una sonrisa enorme y besándome, se tumbó boca arriba en el suelo y me metió entre sus piernas, a base de caricias logró una erección que buscaba, la metí por el coño follándola salvajemente, aquella mujer no tenia fin, estaba 1 hora dándola tan salvajemente que me dolía la cadera, pero estaba gozando como hacia mucho que no disfrutaba, intercalando minutos de frenesí con algunos de cadencia lenta que la hacían retorcerse de placer entre orgasmos, me rodeaba con las piernas haciendo fuerza en el movimiento para llenarla, sus senos rebotaban al comas de mis acometidas y al correrme tembló al explotar en un orgasmo que me bañó la pelvis, se salió de mi de la inercia y me corrí en su vientre manchándola todo el torso, se pasó varios minutos recogiendo la mezcla de sudor, semen y fluidos de su cuerpo y chupándose el dedo, o dándomelo a mi para lamérselo, me rendí a su cuerpo, ella misma me ofreció su cuello y mordí en el como si fuera un vampiro, sus supimos al hacerlo eran indescriptibles sentía un placer depravado en ese gesto.

-YO: ¿cuando viene tu marido?

-LEONA: no lo se, ¿que hora es?

-YO: pues casi las 18 horas.

-LEAONA: dios, tan tarde, debe estar al caer.

-YO: joder, pues me largo.

Me vestí velozmente, con ella retozando por el suelo ronroneando, casi parecía que quería que la pillaran por que tiraba de mi ropa al ponérmela, se reía cuando la levanté del suelo y la hice por el aire, metiendo el dedo corazón en su coño y luego al dejarla en el suelo hacérselo lamer.

-LEONA: esta muy rico.

-YO: tu si que estas rica – la doblé la espalda de un fuerte besó agarrándola del culo y jugando con sus nalgas, tenia que decirla algo antes de irme, no era una amante normal – mañana te voy a follar solo por el culo.

-LEONA: como desees – sonrió gustándole la idea.

De un fuerte azote me fui casi corriendo, me apreció ver a su marido con el cochecito del bebé a lo lejos, pero no me iba a parar a hablar con el, me alejé con el coche pensando en que tan bien o mal estaba haciendo a esa pareja, hasta que me di cuenta que no era asunto mío, si no de ella, si quería jugar jugaríamos, por todos los dioses, como follaba, que aguanté y que lujuria. Lo que me esperaba no era mejor, acudí tarde a la cita con las chicas del apartamento para enseñarlas a conducir, Alicia ya se había ido y Naira iba a salir, la pillé saliendo en tanga y sujetador del baño, pero por 1º vez no se sonrojó ni se tapó, era estúpido, ya la haba visto, y dormido con ella, desnuda, me besó peligrosamente cerca de los labios, venciéndose sobre mi pecho, lamentando perderse la clase, y se alejó a vestirse. Entré de golpe en la habitación de Lara, estaba totalmente desnudo secándose con una toalla, al verme se asustó pero se recompuso jugando su bazas, sus enormes tetas, pero no hacia falta, iba más caliente que ella, mi sesión con la leona había sido buena ¿pero solo 3 polvos?, necesitaba más, y Lara me lo leyó en la cara.

-LARA: hoy no habrá clases, ¿no?- cerré la puerta tras de mi.

-YO: de conducir, no.

Asalté su cuerpo, me recibió de brazos abiertos, besándonos, la tumbé en la cama agarrando sus enormes tetas y lamiéndola los pezones, a los 3 minutos ya estaba con el coño mojado, y yo con el rabo fuera, me rodeó con la piernas y la penetré demasiado, rozando su útero, medí bien y ahora si comencé a follarla, su cara era de estar en el cuelo, de nuevo me tenia follándola hundiendo mi monstruosidad en ella mientras mis manos y mi lengua la atacaban las tetas, a la media hora gritaba tanto que esperaba que Naira se hubiera ido, me daba vergüenza ajena como chillaba, pero ver sus enormes y bien puestos senos vibrando como un flan me volvían loco, la besaba para acallarla, pero si lo hacia la dejaba sin aire, la levanté por el aire pegando la espalda a una pared y continuaba penetrando con cuidado de no pasarme, ella golpeaba la pared absorbiendo mi energía, sus orgasmos se perdieron en mi cabeza, a partir de 6 dejé de contar, solo con trabajarla un poco los pezones se volvía loca. Me corrí llenado de semen su interior, era increíble que aun me quedara después de los 2 días que llevaba, pero casi un mes y medio sin follar me tenían bien cargado, la dejé sobre la cama pero resbaló quedando “rezando” sobre ella, me arrodillé detrás de su cuerpo, amasando aquellas preciosidades que tenia por pechos, mi polla reaccionó y se puso dura metiéndose entre sus muslos, metí mis dedos en su coño y la acaricié el ano, jugando con el, sus suspiros se aceleraron, quería negarse pero lo deseaba, ella misma me lo dijo el fin de semana, apunté a su ano y le penetré de 3 fuertes estocadas, se aferró aun más fuerte a las sabanas con cada una, le daba palmadas en los pezones mientras no los pellizcaba, estaba roja y compungida pero ya me la estaba follando, levantándola las rodillas del suelo con cada arremetida, un volcán en erupción salió de su coño con el orgasmo anal, y gritó tan fuerte que alertó a alguien, la puerta se abrió de golpe y aluciné al ver a Mara, con los ojos en abiertos mirando como Lara chillaba al meter mi rabo en ella, no sabia que estaba en casa, o quizá ya se había hecho tarde, pero me daba igual, no iba a parar, ahora mis ojos estaban clavados en Mara, con la mano en el pomo sin saber que decir, Lara chillaba, aveces parecía pedir auxilio y otras gozar, así que se quedó allí, parada, mirando, y yo me fijaba en ella, eso me puso más bestia y me puse en pie, cogiéndola de las piernas a Lara, y tumbándome en la cama boca arriba, con ella sentada encima mía, como si fuera un juguete, follándola el culo dejando un 1º plano de mi falo enorme apareciendo y desapareciendo en Lara. Sentía que aveces Mara iba a cerrar la puerta, y en otras que se uniría a nosotros, pero no hacia nada, solo miraba, le regalé un orgasmo anal de Lara, que se quedó inmóvil respirando con dificultad, y al correrme salí de ella y Lara por instinto muscular buscó mi polla para tragársela, tenia los ojos cerrados y creo que no había visto a Mara, pero le dejó ver como me la chupaba, fue cuando me percaté de que Mara iba en bragas y una camiseta vieja encima que apenas le tapaba el vientre, por lo que sus pezones duros destacaban sin sujetador bajo la tela, y con una mano firme en el pomo, estaba acariciándose con la otra en el ombligo, cerca de la línea elástica de la prenda intima, frotándose los muslos entre si, Lara sacó mi semen y se lo tragó como bien enseñada que estaba.

La dejé acostada en la cama por que Mara había reaccionado y se había ido, Lara estaba agotada y jadeando, pero aferrada a mi, con miedo a que me fuera, me costó soltarme de ella, tenia curiosidad por Mara, ¿que estaría haciendo?, ya era al 2º vez que sabia que me había visto follar, contando la del fin de semana antes de empezar con Casandra, o si había alguien más en la casa. Fui buscando y preguntando, me puse los slip por tener algo de decoro, y me encontré a Mara en la cocina, de espaldas apoyada en la encimera, parecía temblar tomando un vaso de agua.

-YO: hey, ¿que pasa?

-MARA: ah hola…..- sonrío sin mirarme.

-YO: no te he saludado, te pregunto…… ¿que te pasa?

-MARA: a mi nada jajaja – me acerqué a ella por detrás hasta que se estremeció al sentir mi presencia a escaso espacio de ella.

-YO: nada no, no te hagas la boba, has estado mirando un buen rato.

-MARA: no seas payaso, solo he mirado por que oía gritos, pero nada más.

-YO: te has quedado mirando hasta el final……..- mis manos pasaron por sus mulos desnudos, los apartó con una mano sin darse la vuelta aun – …….y te ha gustado.

-MARA: no, para, no he visto nada – me pegué a su espalda dejando que mi polla descansara entre sus nalgas.

-YO: ya, como el fin de semana aquel, al menos hoy has tenido mejor plano – se giró sorprendida.

-MARA: yo…no….ósea….no vimos nada – me pegué tanto a ella que mi polla se rozaba con su vientre y la parte alta de sus bragas, doblando la espalda contra la encimera.

YO: ¿vimos?, ¿quien más estaba contigo?, no me digas que Alicia también miró…..- me hacia el tonto para tenerla descolocada, ya sabia por las grabaciones que habían mirado.

-MARA: no……ella no vio nada…….ni yo….vamos que…….- le aparté el poco pelo medio largo que tenia en el cuello besándoselo, estaba nerviosa y confusa, me reía por que nunca la había viso así, era un mujer fría y seria.

-YO: la próxima vez te aviso con tiempo pero que lo veas todo – me alejé de ella, dejándola aturdida y descentrada, con el vaso de agua vibrando en la mano, ya tenia sexo suficiente por hoy y a Mara la quería destrozar cuando cayera, que ahora sabia que seria pronto.

Al marcharme me fui a casa y comí algo por 1º vez en todo día que no era producido por el sexo, me di un chapuzón en la piscina climatizada y me acosté agotado y feliz.

Los días se sucedieron igual, por la mañana curso, iba a comer al piso de mi leona para follarla un par de horas, me pasaba la 1º de ellas comiéndome sus senos lactantes, luego acudía a las clases de conducir con las universitarias, la mitad de los días son había clase y me follaba a Lara degustando sus majestuosos pechos, Naira o Mara estaban en casa, si no las dos, y escuchaban gemir y gritar a Lara, pero ninguna se atrevía a mirar, le dejaba el coche a Alicia para que fuera cogiendo practica, y no tenerla en casa mientras ocurría, aunque sabia lo que pasaba, al acabar me iba a casa a descansar. El fin de semana lo pasé en casa descansando, y cogiendo fuerzas.

Llegó el lunes y ya habíamos pasado el curso, lo tenia todo más o menos memorizado, y si no, tenia los apuntes, un galimatías que solo entendía yo, Luis nos hizo un examen y todos salvo Pamela aprobaron, aun así la firmaron el contrato, entendí que no hacia falta que ella vendiera, con estar presente con otro vendedor ya tendría a todos los varones más pendiente de sus senos que de la explicación, y tenia un tono de voz agradable.

-LUIS: bien, ahora que vamos a empezar os dividiremos, vais a hacer de todo un poco con algunos de mis compañeros, y depende de cómo os vean os pondremos con teléfonos, en la calle o ambas cosas, bien os presento a los 3 superiores que os vamos a coordinar, yo llevo la centralita de teléfonos, aquí mi amiga de ira fácil –– señaló a la hermosa joven de piel blanca – se llama Alexis, lleva los mixtos, y mi bella compañera – señaló a la feúcha – es Encarnación, lleva toda la venta en la calle y a puerta fría.

Nos saludaron y nos comentaron como funcionaria todo, obviamente le presté más atención a Alexis, pasé de tenerla pánico a fijarla como objetivo, es lo que hacia descargarme a diario con mi leona y Lara. Alexis se movía de forma elegante y con clase, tendría unos 28 años, estaba de pie hablando de como harían las cosas con ella, su cuerpo era fino y delgado, podría rodear sus piernas y brazos con las manos, unos tacones altos la estilizaban la figura, con una falda ajustada negra por debajo de la rodilla y una camisa con chaqueta de vestir por encima, su ondulado y largo pelo, morena pero con reflejos rojizos, le agraciaba una cara algo rígida en los rasgos secos y con unos pómulos altos y sobresalientes, sus ojos parecían negros pero tenían una luz avellana muy bonita, y apenas iba maquillada, con ese tono de piel tan blanco se notaria mucho, solo unos labios rojos brillantes destacaban, pero la embellecían, una ligera sombra de ojos y algo de colorete para realzar los pómulos, tenia lo que se llama una cintura de avispa, para luego salir disparadas unas amplias caderas y un pecho turgente, estaba tan perdido en su figura que debió percatarse y dejó la explicación.

-ALEXIS: oye, ¿te pasa algo?

-YO: no, nada, es que es mucha información.

-ALEXIS: ya, pues espadilla – chasqueó los dedos – por que como no me rindas ahí fuera te mando a la puta calle.

-LUIS: bueno, cálmate mujer, solo se ha despistado.

-ALEXIS: no me gusta, es un novato, un crío que se cree que lo sabe todo – todos se miraron incrédulos, pero yo ya sabia que aquella mujer era una depredadora, la había visto dar voces entre los pasillos esos días.

-LUIS: ya lo veremos, esta aquí por que yo lo elegí, así que deja el tema y continua – Alexis suspiró exasperada, tenia ganas de decir más pero Luis puso un tono seco y debía de ser superior a ella en el escalafón, así que prosiguió su presentación..

Al acabar nos dividieron y yo me quedé con Pamela y Penélope, con Luis en las llamadas, nos dieron un argumentario, un listado y nos pusimos a ello, Encarnación planeaba una ruta con Hugh y Kate, mientras coordinaba todo con un grupo mayor, Alexis que estaba con Jessica y Cameron. Los de Encarnación elegían una calle y se la pateaban, a puerta fría, pisos, edificios, locales….etc, mientras que los de Alexis hacían llamadas hasta tener suficientes visitas a una zona y se iban allí a vender cara a cara, de inmediato con el paso de los días me di cuenta que el mejor grupo era el de Alexis, podías pasarte 7 horas llamando por teléfono y no conseguida nada, o ir a puerta fría por las casas y los locales y no lograr nada, como me pasaba a mi, aunque sin presiones por ser nuevos y nos dejaban de lado para que aprendiéramos, pero me jodia no empezar a vender, pero al llegar al grupo de Alexis nos pasaron a un habitación “vip”, donde al entrar parecía un club de modelos, no había una sola persona fea o mal arreglada, estaban tirados, de risas, charlando de cosas mundanas, de forma desenfadada, estaban 2 o 3 horas llamando a posibles clientes a visitar y cuando tenían varios en x zona, iban en parejas a esa zona, si tenían suerte hacían 1 o 2 ventas y ya habían cumplido el día, ni regresaban a la oficina y las 12 de la mañana ya dejaban de trabajar, tenia claro que eran la elite, los que más vendían y por lo tanto a los que dejaban trabajar a su manera.

Me desahogaba con mi leona y Lara de las tremendas broncas que me caían de Alexis, me tenia enviciado, y que no llevara ninguna venta por teléfono o pateando calles la mosqueaban, pero me mandó con otro hombre a un zona a la que tenían vistas, y al volver trajimos 3 ventas, el compañero llevaba la voz cantante en 2 de ellas pero la 3º me la hice yo solo, le debió decir algo bueno de mi a Alexis por que al día siguiente me puso con ella, “ven guapo y bien vestido, o no vengas” me dijo, acudí con el traje de Eric, que me quedaba de cine, hasta al verme sonrió complacida. Yo era una mera mascota a su lado, acompañándola mientras se contoneaba por la oficina y llamaba por teléfono, yo cogía las notas que ella me indicaba. Me deleitaba con mis compañeras, y sobretodo con Alexis, hoy iba especialmente provocativa, con un vestido rosa chicle muy ajustado y un sujetador prieto con un escote bastante elegante, mostrando lo justo de unos senos que rebotaban sobresaliendo al caminar, con la falda acabando por la mitad de sus muslos, con una chaqueta de vestir por encima.

-ALEXIS: bien, ya tengo bastantes en la zona oeste, podemos ir allí y echar la mañana, quiero ver como te mueves.

-YO: por mi perfecto.

-ALEXIS: ¿tienes coche?, por que pagarnos un taxi ida y vuelta no es rentable y con estos taconazos no puedo andar mucho – se agachó mostrándome sus senos ampliamente, cruzándose de piernas sensualmente, acariciándose los tobillos con las manos, se apartó el pelo para dejarme buena vista, sonreía al darme cuenta de que me estaba “vendiendo algo”, y esas eran sus armas, caí “inocentemente”, siendo consciente de lo que estaba haciendo.

-YO: si…… te llevo yo…..sin problemas – le añadí una pausa para parecer más hechizado de lo que estaba, se incorporó dando un bote para que sus senos tardaran en reajustarse, sonriendo de una forma agradable y dulce, falsa, “ahora ya se la cara que pone cuando logra algo que quiere”.

-ALEXIS: bien, pues en camino – reía al caminar conmigo detrás, lo mismo se pensaba que me tenía en sus manos.

Fui a por mi coche dejándola en la esquina del trabajo, con esos tacones tampoco podía caminar demasiado, y no sin que al menos 4 coches la pitaran y alguno le soltara alguna guarrada, pero no se podía quejar, estabamos a 15 grados e iba enseñando más pechuga en un pavo. Al sentarse finamente en el coche me percaté del tanga en su vestido, tan ajustado que se marcaba, y me esforcé por centrarme en la carretera y no en sus senos vibrando del movimiento del coche, o el roce de mis dedos en su pierna al cambiar de marcha. Al llegar al 1º sitio iba derecho al piso.

-ALEXIS: ¿donde vas? 1º vamos a desayunar algo, ¿no? – su tono no era una pregunta, ya se encaminaba a una cafetería, “me tengo que hacer de su grupo como sea”, pensé, no solo trabajaban cuando o como querían si no que encima se iban a desayunar en vez de trabajar.

Era increíblemente sutil, apartarse el pelo cuidadosamente, al pedir agacharse a escoger un bollo, algo dubitativa ante el dependiente, un cruce de piernas lento para el camarero, o al ir a pagar sujetarme el brazo con delicadeza diciendo un “no, pago yo” con los ojos torneados poniendo morritos. Eran detalles sutiles que para el ojo no entrenado pasaban como gestos normales, pero no lo eran, al dependiente le sacó ir a la cocina y traerla un bollo recién hecho, al camarero le sacó que no cobró más que lo mío, borrando lo que ella había tomado, y yo fingí de nuevo caer a sus pies pagando la cuenta. Al salir me empecé a reír de todo, ella me entendía, se pasó todo el desayuno estudiándome con los ojos, y ya intitula, o eso parecía, que yo no era como los demás.

-ALEXIS: bien, vamos al 1º sitio, era en ese piso, ¿no? – señaló al bloque de enfrente.

-YO: si, un señor mayor, parecía interesado en un seguro de vida – tiraba de notas, aunque los había memorizado.

-ALEXIS: perfecto, déjame hablar a mi, tu solo asiente y sígueme el rollo – se paró enfrente del portal, se metió la manos en el sujetador colocándose las tetas más rebosantes, tiró del vestido para aumentar el escote y se remangó la parte de abajo hasta ser casi una minifalda.

-YO: jajajaja ¿en serio? – me miró con desdén.

-ALEXIS: esto va así novato, beneficios y ventas, y lo que más vende es el sexo – se me puso delante y me quitó la corbata, me abrió varios botones de la camisa dejando ver el nacimiento de mi trabajado pecho y me atusó el pelo un poco.

-YO: ¿y que voy a hacer yo? – sonreía dejándola hacer.

-ALEXIS: quien sabe, lo mismo esta la mujer y podemos venderla algo, o el señor es gay, da igual, la cuestión es……

-YO: vender, ya me ha quedado claro – me cogió de la cara con una mano apretando mis carrillos, como una abisela a su nieto.

-ALEXIS: mira al novato como aprende – con tono de burla – ahora cierra la boca y déjame a mí – llamó al timbre.

Sobra decir que al abrir la puerta casi se le cae la mandíbula postiza al hombre, de un solo vistazo ya le tenia en el bote, se presentó educadamente y se identificó como la persona que le había llamado, logró que nos dejara entrar y se ofreciera a servirla algo de beber, a ella, a mi ni me preguntó, Alexis se sentó agradeciéndoselo cordialmente y se cruzó de piernas ajustándose aun más el vestido, yo estaba de pie a su lado y le iba dando papeles según se los pedía, el hombre empezó atento a lo que le decían, pero Alexis le desviaba la mirada, no puedo culparle, aun así no estaba seguro de contratarlo, al ser algo mayor le salía caro, Alexis argumentó con lógica, yo ya veía la venta perdida cuando el señor se puso en pie quejándose de que todos le cobraban mucho por ser mayor pese a tener buena salud, fue cuando Alexis le enseñó el mismo papel de antes, se sentó a mirarlo y ella se puso en pie, a su lado agachándose y señalándole el papel, pero apartándose el cabello para dejarle una 1º línea de sus tetas, al rato se sentó en el brazo del sillón del caballero, rozándole con el muslo en un brazo, la pasaba el brazo por detrás de la espalda acariciándole suavemente mientras hacia bromas sobre lo fuerte y sano que era, y le explicaba los increíbles beneficios del seguro, a los 5 minutos el hombre ya había firmado una póliza de seguro de vida bastante caro al mes, y que solo cubría fallecimiento natural, no accidentes, se pasaría al menos 10 años pagando si todo iba bien y si le atropellaba un coche, no verían un duro sus familiares y lo que hubiera pagado estaría perdido.

Me sentí mal al salir de allí, pero así son las ventas, me decía Alexis, repitió la operación con otros 4 hombres en vistas, con sus mujeres delante incluso, con más o menos coqueteo debido al interés real o no del cliente, y todos firmaron en menos de 30 minutos, incluso una mujer convenció a su marido para que firmara, con tal de sacarle a esa señora de encima, no podía competir con un albornoz largo y rulos.

-ALEXIS: ves, así se trabaja, con esto ya hemos compensado tu mierda de inicio, pero no puedo hacerte el trabajo siempre – me dijo al dejar la casa del ultimo señor que había firmado, le vendió un seguro contra incendios ¡¡para la piscina de su jardín!!

-YO: cuando me dejes alguna libre.

-ALEXIS: ah, ¿te crees listo?

-YO: no tengo tu escote pero creo que si – sonrió sin llegar a ofenderse.

-ALEXIS: muy bien, veamos que sabes hacer.

Me acompañó al siguiente piso, se colocó el vestido todo lo recatada que pudo y cerró la chaqueta, para colmo al abrir la puerta un hombre de 35 años apreció, seguí los pasos de Alexis y nos invitó a pasar para explicarle el seguro, creo que era de coche, le expliqué todo de forma sencilla y ágil, el señor lo entendió por que me hacia preguntas en caso de que ocurriera x cosa, y se lo rebatía, pero el nuestro era más caro que el que pagaba al incluirle un servicio más, cuando estaba apunto de echarme la venta abajo ataqué su virilidad con un argumento, más o menos le llamé gallina y poco hombre, con palabras dulces y de seda, explicando que ese servicio era tan vital que merecía la pena, hasta salía barato, no se como pero funcionó, firmó encantado, y al salir le di la mano con firmeza, asegurándole que un hombre cuida así de su familia.

-ALEXIS: vaya, no esta nada mal, no había pensado nunca que llamar nenaza a un tío iba a conseguir que firmara.

-YO: por que no eres hombre – reconocerlo chicos, si os dicen que no tenéis huevos para hacer algo, lo que más deseáis es hacerlo para cerrar bocas.

-ALEXIS: muy bien, creo que por hoy ya hemos terminado.

-YO: pero si aun son las 12:30 nos quedan gente en la lista…..- sonrió, regresó su mirada de “corderito”, se me acercó contoneándose, sujetándose de la solapa de mí traje.

-ALEXIS: no me voy a pasar más tiempo con estos tacones dando vueltas por ahí con un novato como tu, llevamos 6 ventas en 7 visitas, estoy cansada y dolorida, ¿no querrás hacerme sufrir? llévame a casa – de nuevo usaba sus senos rozándose contra mi pecho, se había vencido sobre mi levantando una pierna de forma erótica para mostrarme cuanto le dolían los pies y de paso frotarse contra mi, alzando la mirada como un cachorro.

Era muy buena, mi cabeza me pedía a gritos obedecerla, cogerla en brazos y llevarla a su casa en brazos si hacia falta, deseaba cuidarla, ansiaba protegerla con mi vida, y todas esas estupideces que se nos pasan por la cabeza a los tíos cuando una mujer agraciada se muestra así con nosotros, pero yo no era una venta, pensé que seria un buen momento como cualquier otro para plantarle cara.

-YO: déjate de juegos, no estoy aquí para tus tonterías de zorra presuntuosa, vengo a trabajar – casi se cae de bruces al suelo al escucharlo, se apartó de mi ofendida.

-ALEXIS: oye, a mi no me hables así.

-YO: pues céntrate y ponte a andar, nos quedan 3 casas – me importaban una mierda las casas, y las ventas, como ella decía eran suficientes para cubrir no el día, si no la semana, pero la iba a dejar claro que sus juegos no servían de nada contra mi.

-ALEXIS: no voy a ir, así que nos vamos al coche ahora, se cruzó de brazos reafirmándose.

-YO: como quieras, el coche es mío y tengo las llaves, me voy a esas casas, si quieres ven, si no quédate ahí bien quitecita – antes de poder oír su respuesta eché a andar, la escuchaba de fondo casi gritar, pero yo me reía.

No me siguió, y de las 3 casa hice 1 venta, y en una de ellas, si huebra estado a mi lado hubiera ciado otra, el tío era un baboso impresentable que con solo verla hubiera firmado su propia defunción sin enterarse, al volver la vi apoyada en mi coche sentada sobe el capó, cruzada de brazos y moviendo el pie de forma ansiosa.

-ALEXIS: ¡maldito cabrón, ¿ya estas contento? estoy congelada! – estabamos a unos 14 grados e iba muy ligera de ropa.

-YO: haberte vestido más – me reía al ver la furia en sus ojos.

-ALEXIS: ¿pero tu de que vas chaval?, voy hablar con Luis para que te eche.

-YO: perfecto, dile de paso que he vendido otra póliza más, sin ti – abrió los ojos y me arrancó la carpeta de la mano.

-ALEXIS: no jodas, ¿que has hecho? – leía atentamente el documento.

-YO: pues magia – me senté a su lado apoyado en el coche.

-ALEXIS: vaya, por lo visto no eres tan inútil. – se levantó analizando la póliza.

-YO: bonito culo – se giró con rabia, pero me vio pasando el contorno del dedo por la figura, en forma de corazón, marcada de su culo en el coche, se desvanecía en el metal.

-ALEXIS: eres un guarro.

-YO: y tú una fresca, pero vendes bien, y por lo visto yo también.

-ALEXIS: un par de pólizas tu solo no te hace buen vendedor.

-YO: dame tiempo, o si no, habla con Luis para que me eche, sin duda le gustara oír como me dejaste solo y te negaste a seguir trabajando.

-ALEXIS: jajaja no te creerá.

-YO: a mi no, pero seguro que si hablamos con los clientes y les preguntamos si estabas le dirán que no – fue a hablar pero se vio pillada.

-ALEXIS: Luis no les molestara con esta chorrada…….

-YO: ya viste como me defendió el 1º día, le caigo bien, y soy convincente – cerró al carpeta de golpe y se cruzo de brazos, no sin antes apartarse el pelo detrás de la oreja, pensativa.

-ALEXIS: esta bien, no le diré nada – camino hacia mi señalándome con el dedo – pero no me vuelvas ha dejar tirada.

-YO: hecho, si tú dejas de usar tus artimañas conmigo, tus escotes y encantos tendrán locos a estos palurdos, pero yo no soy así, ¿estamos? – extendí mi mano para dársela, me miró fingiendo sorpresa, pero ahora ya tenia conformación de que me había dado cuenta de todo.

-ALEXIS: hecho, aunque no puedo decirte que no se me escapen, los llevo dentro ya – sentí su delicada mano apretando la mía con muy poca fuerza.

-YO: podré sobrevivir – sonrió, y por 1º vez creo que fue sincera, me parecía que me había ganado su respeto, o al menos que no me despreciara.

-ALEXIS: ¿nos vamos ya?, estoy helada – me quité la chaqueta y se la puse por encima, su mirada dibujaba una hilaridad – ¿quien usa sus artimañas ahora? – aspiró el olor de mi colonia, con una mueca alegre en el rostro, si yo la tenia calada, ella a mi más, mi 1º intento de acercamiento lo había visto venir.

-YO: solo soy educado, anda sube al coche – disimulé.

Nos fuimos directos a su casa, al preguntarla por como había ido a trabajar me dijo que tenia un amigo que la acercaba a diario y la pasaba a recoger, al insinuar si era su novio dijo que no, que solo eran amigos y ella no tenia pareja, pero fue un toma y daca, la conversación aparentaba ser cordial pero indagábamos en la vida del otro. Entendí que su amigo era un imbécil que había caído en sus redes y le tenia de esclavo, me hizo gracia por que vivía a 4 calles de mi casa, se despidió con 2 besos sacando pecho acercándose peligrosamente, al instante se lo bajó con la mano disculpándose.

-ALEXIS: es que me sale solo – retrocedió sin alejarse del todo.

-YO: no pasa nada, mientras no me la juegues nos llevaremos bien. – sonrió devolviéndome la chaqueta.

-ALEXIS: pues nos vemos mañana…..- jugaba con las llaves en la mano, pensativa, luego me miró a los ojos tratando de leerme la mente – ……….le voy a pedir a Luis que te asigne a mi grupo – sonreí por dentro, le había ganado la 1º batalla.

-YO: pues será un placer – al apartarse, instintivamente observó mi pierna, y el bulto disimulado, seria reflejo pero me miró la polla.

-ALEXIS: hasta mañana – su cara mostró algo parecido a una chispa, y se bajó regalándome una visión de su trasero, de calidad.

Me fui directo a celebrarlo con mi leona, descargando la ira acumulada en su coño, su boca y su ano, más de 3 horas me tuvo follándola hasta que me cansé, me dolía la mandíbula de tanto morderla y hasta el hombro tenia mala pinta, con un color verde amarillento, me fui directo a casa a descansar, pasando de Lara, y de las niñas de ese piso, había encontrado a horma de mi zapato, Alexis era un tiburón, y yo era otro, y ahora los 2 lo sabíamos.

CONTINUARA………..

Relato erótico: Entresijos de una guerra 9 (POR HELENA)

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Arrastré durante casi todo un mes el soberano cabreo que la reclusión obligatoria en la biblioteca me había ocasionado. Herman se disculpaba una y otra vez afirmando que lo entendía, pero que ya era hora de que yo comprendiese que lo hacía por mi bien. Y puede que lo entendiese, pero no por ello iba a pasarle por alto que me había encerrado en la biblioteca.

Durante aquel tiempo en el que la notoria disminución de comunicación me dejaba mucho tiempo para pensar, decidí no mencionar nada de la falsificación de divisas en mis informes. Finalmente me decanté por lo que a mi juicio era lo realmente importante: toda aquella gente que sufría las consecuencias de una política atroz y desproporcionada que el Reich había instaurado.
Y puesto que a mí los ingleses ni me iban ni me venían, y los franceses parecían acordarse de mí sólo cuando tenía algo suculento que contarles, el bienestar de mis empleados, de sus semejantes, y de los niños de un pueblo castigado sin una argumentación coherente, se convirtió en una obligación moral para mí. Aparqué mis escrúpulos y concluí que me arrimaría a quien más posibilidades me ofreciese para ellos en cada momento. Cosa que en aquel asunto de la falsificación de libras esterlinas me hacía inclinarme a favor de Berg, Herman y Krüger. Si la operación fracasaba, los niños que Krüger le había demandado a Herman volverían a circular por el campo siendo explotados deliberadamente.
Pero la sequía verbal que constituía mi represalia no impidió que mi marido llegase a casa un miércoles de finales de mayo y me dijese que tendría que viajar a Bélgica con Berg durante algunos días para arreglar unos asuntos.
-¿Puedo ir contigo a Bélgica? –Pregunté tragándome mi orgullo.
-Me encantaría–contestó con una amable sonrisa –. Pero no es un viaje de ocio, Erika.
-¿Asuntos de las SS?– Le demandé tratando de ocultar mi descontento.
-Oficialmente sí.
Guardé silencio ante la evidencia de que iban a aprovechar aquel viaje “oficial” para hacer alguna de esas gestiones que realizaban por detrás de sus respectivos cargos. Quería saber más, por supuesto, pero si oficialmente eran cosas de las SS no podría ir con él ni me iba a decir nada que fuese verdad del todo. De modo que acepté y confié en que las ocupaciones “extraoficiales” que iban a llevar a cabo durante aquel viaje “oficial” seguramente obrarían también a favor de mis nuevos intereses.
Berg y Krüger vinieron a cenar aquel mismo jueves. En la mesa sólo hablaron del evidente fracaso en Rusia y de la forma en la que los Aliados sabrían aprovechar eso, aunque yo sabía sobradamente que no era aquel tema lo que les traía por casa. En cualquier caso, parecían divertirse discutiendo las distintas opciones de futuro.
-Scholz, no es el mejor momento para ponerse con nacionalismos. Y menos si se tiene en cuenta en qué ha desembocado el nacionalsocialismo alemán –le dijo el Mayor de un modo muy casual.

-Desde luego que el nacionalsocialismo no es el futuro. Su política es insostenible –admitió Herman sin ningún problema -. Pero es que con todos los dominios que ahora pertenecen a Alemania, si los Aliados ganan, los Estados Unidos querrán ejercer su derecho a gestionar la liberación del territorio. Hace tiempo que van predicando por el mundo con su American Way of Life, para mí resulta bastante obvio en qué privilegiado lugar se van a encontrar si salen victoriosos.

-Pues para mí también resulta exageradamente obvio que si el European Way of Life consiste en ir aniquilándose unos a otros, el American Way of Life es muchísimo más atractivo –atajó Berg de un modo diplomático.
-Ya, pero es que es el “European Way of Life” el que ha llevado la ilustración y la cultura al mundo, Berg –protestó Herman sin perder el afable tono de la conversación, pero sin dar su brazo a torcer.
-Quizás por eso les interese tanto poner paz en Europa. Su educación es bastante “escueta” en algunos aspectos – añadió Krüger entre risas –. Pero piensa que los americanos vienen a hacer algo que a muchos nos encantaría hacer.
Resultaba halagador que no se cuidasen de mencionar sus verdaderas inclinaciones delante de mí. Pero detrás de mi pasivo mutismo se escondía todo un sinfín de preguntas acerca de aquellos turbios asuntos en los que se estaban metiendo. Preguntas cuyas respuestas tenía que robarles.
No cenaron mucho. De hecho renunciaron al postre para ir a “tomarse un trago” al despacho.
-Por el amor de Dios, esta vez no me obligues a encerrarte en ningún sitio… – me susurró Herman cuando se acercó para besarme la frente antes de retirarse con ellos.
Le dediqué una sonrisa de cortesía sin decir nada y les observé mientras salían del comedor. Pude escuchar una mínima parte de la conversación mientras subían las escaleras, pero casi preferí no haberla escuchado.
-¿No habéis pensado en tener hijos, Scholz? – Quiso saber el Mayor Krüger -. Tenéis una casa enorme. Si mi mujer y yo tuviésemos una así, me pediría más y más descendencia…
Todo el mundo nos preguntaba lo mismo tarde o temprano. Pero Herman siempre contestaba con evasivas, y yo hacía lo mismo. Algunos incluso no podían reprimir un gesto de curiosidad cuando decíamos que eso no entraba en nuestros planes.
-Por muy grande que sea la casa, no deja de estar en un país sumido en un contexto político y social en el que un niño no debería crecer – contestó Herman con rotundidad.
Sus dos acompañantes se rieron a pesar de que Berg tenía dos nietos de cinco y siete años. Supongo que él sí sabía por qué Herman y yo sólo éramos nosotros dos en aquella casa de exageradas proporciones.
Sólo nosotros dos y casi doscientas personas más que venían todos los días. Y a pesar de que yo jamás estaba sola en casa, un ramalazo de vértigo recorrió mi estómago dejándome paladear ligeramente la sensación de vacío. Me sentía mal. Fue la primera vez en toda mi vida en la que me sentí mal por no poder darle un hijo a mi marido. Y también fue la primera vez que la palabra “estéril” resonó en mi conciencia con todas sus letras, haciendo un eco que llegó a cada rincón de mi mollera, rebotando una y otra vez contra las huesudas paredes de mi cráneo.
Yo era infértil, y ya no era algo con lo que tenía que vivir, era algo que me aplastó inesperadamente. Por más que nosotros dos consumásemos nuestro matrimonio, nunca quedaría en el mundo una muestra tangible de lo mucho que nos amábamos. Algo en lo que reparé casi de manera espontánea y que me pareció sórdido, injusto, y terriblemente cruel.
Arrastré el puño de mi blusa con mis dedos hasta hacer que se deslizase sobre la palma de mi mano y aparté una pionera lágrima con el tejido. No sabía exactamente el por qué de aquella lágrima, pero sentí la irreprimible necesidad de llorar al imaginarme cómo podría ser la vida en aquella casa con uno o dos críos. Me imaginé a Herman atravesando la puerta y abrazando a nuestros hijos. Sería un buen padre, sin duda. Les enseñaría a montar a caballo, les llevaría de excursión a través de los senderos del bosque, jugaría con ellos, les leería antes de acostarles, les agasajaría de vez en cuando con regalos inesperados y les colmaría de besos cuando ellos le recibiesen alegremente al llegar después del trabajo. Luego les preguntaría por “mamá”, porque cuando los “papás” llegan a casa, siempre traen un beso para las “mamás”. Al menos eso era lo que ocurría en mi casa. Entonces supe que lloraba porque en aquel momento hubiese dado cualquier cosa por poder llegar a ver aquello que era completamente imposible.
<> pensé mientras aspiraba aire por la boca a causa de la lacrimógena sensación que se había extendido hasta mis fosas nasales.
No tenía por qué llorar. Ni siquiera tenía que permitirme pensar detenidamente en lo que podría haber sido mi vida si alguien no me hubiese mutilado las entrañas, al menos no si eso iba a hacerme sentir así. No era ninguna imposición disciplinaria, era simple lógica. ¿Por qué habría de sentirme yo mal por algo de lo que no tenía la culpa? No debía darle una importancia tan desmedida a un hecho con el que había cargado toda mi vida. Me enteré de que jamás podría ser madre incluso antes de que nos explicasen “de dónde venían los niños”.
Pero nada importó todo aquello cuando caí en la cuenta de que no hay concienciación previa que valga cuando alguien se da cuenta de que quiere lo que no puede tener. Me había ocurrido con Herman y ahora me ocurría con algo que – aunque se podía plantear de la misma manera -, era muy distinto. Y lo era porque yo ya sabía de entrada que no había ni la más mínima posibilidad de tontear con la idea de ser madre, como cuando me dejaba querer en brazos del que ahora era mi marido repitiéndome que lo nuestro no pasaría de un par de revolcones. No había nada que hacer, yo simplemente no era capaz de concebir un hijo, y a menos que Dios bajase del cielo para cambiar las cosas, ésa era la realidad que ahora me pesaba más que nunca mientras subía las escaleras lentamente sin entender cómo nunca había reparado en aquel escabroso hecho.
Escuché las voces de los tres hombres que se encontraban en el despacho cuando alcancé el final de las escaleras. Herman me había pedido que no volviese a intentar escucharles, pero no es que lo intentase, les oía perfectamente porque el despacho quedaba al final del mismo pasillo al que daba el último escalón, a unos metros de donde yo estaba. Así que hacer una parada en el camino no era exactamente lo mismo que una desobediencia exagerada.
– …El doctor Fenske… ¡menudo hijo de puta! – Decía Herman -. Guarda a tu gente de él, Krüger. No vaciles a la hora de hacerlo incluso aunque su aparente buena voluntad te diga lo contrario. Una vez me pidió cinco hombres de mi subcampo con unas determinadas características. Me fié de él y se los envié a la enfermería. El último de aquellos cinco murió a los seis días.
-Los doctores tienen carta blanca para realizar experimentos médicos con los prisioneros – añadió la voz de Berg provocándome una mueca de terror mientras seguía inmóvil en el último escalón. Me aferré al pasamano de madera maciza y continué escuchándoles -. He leído los informes que reportan a las oficinas centrales. Nadie lo mira con malos ojos porque los experimentos se llevan a cabo para desarrollar vacunas o investigaciones médicas que luego se utilizan para el bien del pueblo alemán. Pero también hay algunas chorradas teóricas que utilizan como pretexto para saciar la curiosidad de ilustres doctores acerca de cosas como qué pasa exactamente si te extraen algún hueso o algún órgano, o cómo se expande una determinada enfermedad en un cuerpo sano… en definitiva, pueden jugar con ellos igual que un niño jugaría a arrancarle las patas a un insecto. Scholz tiene razón, mejor no te fíes del médico.
-¡Me cago en la puta! ¡Los campos de concentración son mucho peor que los frentes de guerra! – Exclamó el Mayor.
-¡Lo son! – le respaldó Herman con decisión -. La razón le dispensa a uno del cargo de conciencia cuando la amenaza del enemigo es real, como ocurre en el frente. El campo de concentración… hace que te preguntes hasta qué punto es lícito defenderse de algo…
-Las cosas cambiarán cuando el ejército aliado nos repliegue. Porque ocurrirá señores, palabra de Berg. La información que nos llega acerca del ejército norteamericano es desesperanzadora para el Reich.
-Tampoco me consuela saber que tendremos que abandonar el país con documentación falsa después de pertenecer a una minoría que lo pone todo en peligro por intentar refrenar un poco esta locura.
-Bueno Scholz, comprende que los rusos, los ingleses, los americanos, o quienes sean los que terminen con todo esto, probablemente te encasqueten una bala en los sesos antes de que puedas explicarles que dentro de los malos, somos incluso buenos – replicó Krüger con cierta diversión.
Durante unos instantes se produjo un silencio sin que yo pudiese hacer nada por evitar pensar en aquello de; “abandonar el país con documentación falsa”. Herman no necesitaba documentación falsa, yo tenía un visado completamente válido y legal para él, y un salvoconducto para abandonar el país si es que el ejército aliado replegaba al alemán hasta la derrota. Todavía no me había planteado cómo le diría a Herman que yo tenía visados ingleses y franceses para ambos si algún día llegaba a cumplirse la palabra de Berg. Supongo que para mí era mucho más cómodo que Alemania ganase la guerra, pero me aterraba esa opción. Lo que realmente quería era largarme de allí con Herman y no volver a saber nada de políticas, de ideologías, ni de guerras.
-Si alguno de tus prisioneros necesita un médico, házmelo saber extraoficialmente y te enviaré uno. Los hay a patadas entre los reclusos, y aunque ahora que soy Comandante no puedo seguir organizando ningún subcampo en particular, sí que puedo coger a los prisioneros que me dé la gana y hacer con ellos lo que me plazca.
-Por eso te quiero ahí – interrumpió Berg -. A ti no se te ocurrirá ninguna locura como llevarte a una veintena de hombres para afinar tu puntería.
-¿Qué coño importa eso, Berg? – Inquirió Herman – ¿qué más da que yo no lo haga si hoy lo han hecho prácticamente en la totalidad de los campos de concentración y mañana harán lo mismo? O peor aún, ¿qué importa eso cuando sabes que a estas alturas todos los campos se están equipando con “estaciones Z”?
-No pienses en eso, Scholz. Céntrate en nuestro proyecto y saborea cada una de nuestras pequeñas victorias. Somos los únicos que tenemos pelotas para hacer lo correcto, aunque tengamos que hacerlo a espaldas de los ovejunos fieles del Reich. Si todo sale bien, evitaremos que mucha gente ponga sus pies en la “estación Z”.
Tras la voz del Mayor Krüger volvió a restablecerse un silencio. Pensaba sobre lo que acababa de escuchar intentando hacerme una idea concreta de aquello en lo que se estaban metiendo cuando la puerta del despacho se abrió repentinamente.
Herman me miró fijamente durante unos segundos antes de cerrar la puerta a sus espaldas y dirigirse a mí con paso firme.
-Yo… me iba a cama, Herman… – me excusé patosamente cuando llegó a mi altura.
Su ceño se contrajo antes de que me acariciase levemente la mejilla, sorprendiéndome exageradamente con aquel gesto.
-Erika, querida, me tienes preocupado. Tienes mala cara, ¿te ocurre algo? – Preguntó suavemente.
-No – contesté al mismo tiempo que negaba con la cabeza -. Me preguntaba si tardaríais mucho. No sabía si leer un rato y entretenerme con algo para esperarte despierta, o si dormirme antes de que te metieses en cama.
Herman me miró esbozando una tierna sonrisa que apenas se distinguía más allá de las comisuras de sus labios.
-¿Estás cansada?
-Un poco – respondí sinceramente.
-Entonces duerme, querida – dijo con un leve tono de voz antes de acercarse más y besarme la frente -. Voy a por coñac al sótano – me informó tras frotar cariñosamente mi brazo. Acto seguido comenzó a descender las escaleras -. Te quiero – añadió antes de desaparecer.
<> pensé. Pero no sé por qué no lo dije. Supongo que porque él ya tenía que tenerlo claro. Superé el último escalón y me dirigí a la habitación. Tal y como me había indicado Herman, me dormí antes de que él viniese a cama. Venciendo la tentación de levantarme sigilosamente e intentar escuchar algo más para dormirme mientras pensaba en la redacción de mi próximo informe. Todavía no sabía hasta qué punto era conveniente que mencionase las ocupaciones extraoficiales a las que se dedicaban los tres hombres que había en aquel momento en mi casa.
Durante el viaje de Herman a Bélgica estuve especialmente ociosa, ya que tampoco me apetecía especialmente dedicarme a nada en concreto. Me pasé los días charlando con Rachel y Esther, esperando a que Herman me telefonease al anochecer para saber qué tal andaba todo. Todavía me irritaba si pensaba que había sido capaz de encerrarme, pero el resentimiento se difuminó fácilmente para dejar paso a la inminente necesidad de tenerle de regreso y escuchar su voz al otro lado del aparato mientras aquello no sucedía.
Mi corazón dio un vuelco cuando un mensajero de las SS se presentó en casa una mañana. Fue como si de repente cobrase cuerpo la opción de que mi marido y los demás pudiesen pagar con su integridad aquellos asuntos extraoficiales que encubrían con asuntos oficiales. Y aquello me puso el vello apuntando al cielo. Pero el joven enviado sólo quería entregarme unas invitaciones para la inauguración de la célebre “estación Z”, y tras al menos una docena de reverencias que dejaba claro el alcance que el apellido Scholz todavía tenía en las SS, se retiró respetuosamente. Aquello me pareció extraño, Herman debería haber previsto que el acto de inauguración le cogería fuera y tenía que haberme dejado instrucciones al respecto.
Sin embargo cuando le conté lo sucedido, la retahíla de blasfemias que prodigó no me sorprendió en absoluto. Esperé pacientemente a que pusiese al tanto a Berg, y cuando se calmó un poco, me informó de que él llamaría a Sachsenhausen a la mañana siguiente para decirles que él no regresaría a tiempo para asistir a la inauguración y que yo no iba a ir sin él.
 

Barajé la posibilidad de acudir a la inauguración de la “estación Z”. Después de todo, yo tenía mi invitación allí mismo, ¿qué podía pasar? Pero lo cierto era que podían pasar bastantes cosas, incluido que Herman cumpliese por fin su amenaza de sacarme de Alemania – porque que iba a enterarse si yo acudía era un hecho consumado -. Y a lo peor, incluso podía pasar que acudir allí teniendo lagunas tan amplias como las que yo tenía acerca de términos como “Solución Final” o “Estación Z” no hiciese más que confundirme en lugar de aclararme algo. Puede que fuera una mala decisión, pero me decanté por quedarme en casa en vista de que la aventura no me garantizaba un éxito equiparable a los riegos que comportaba. Aunque me negase a abandonar mis deseos de querer saber más sobre esos términos que se me tenían vedados.

Herman anunció su regreso cuatro días después de que se inaugurase esa nueva zona del campo. Estaba decidida a preguntarle algo al respecto de aquel misterioso viaje y esos conceptos sin definición que tanto parecían amargarle, pero cuando salí a recibirle su imagen me lo impidió.
Cuando me casé con él hubiera podido pasar por un muchacho de veintipocos si se lo hubiera propuesto. Ahora, de repente, era un hombre que aparentaba unos treinta y cinco. Y yo no comprendía cómo se me habían pasado por alto todos aquellos cambios que tras una semana sin verle me parecían evidentes.
Supongo que precisamente porque no nos habíamos separado tanto tiempo desde que él había estado en el frente no acusé que su cara era ahora más afilada y remarcada, que su semblante era más serio, o que los surcos que antes sólo aparecían en su frente cuando fruncía el ceño, finalmente habían acabado instalándose en ella. Además lucía una incipiente barba y su pelo siempre impecable estaba despeinado y algo más largo de lo normal, lo que también le proporcionaba un aspecto más desaliñado al que no me tenía acostumbrada.
El cómputo general era que incluso así era elegante y seguía conservando esa sutil gracia en cada uno de sus movimientos que alertaría a cualquier mujer cuyo campo visual le interceptase. Estaba todavía a un abismo de poder decirse que Herman Scholz no era guapo o atractivo, e incluso se podía considerar insalvable la distancia que lo separaba de una apariencia “mediocre”. Pero sí que podía decirse que tenía mejor aspecto cuando regresaba del frente, y todo eso que me sorprendió de repente hizo que mis preguntas sobre la estación Z quedasen relegadas a un puesto sin prioridad dentro de mi cabeza.
-Te he traído chocolates– me dijo mientras me acariciaba el pelo tras besarme en los labios -. No son de Notre Dame, pero el chocolate belga tiene buena fama.
Sonreí conmovida por el gesto y acepté la caja que me extendía. La miré mientras entrábamos en casa y sentí unas irrefrenables ganas de llorar al recordar el aspecto de Herman la primera vez que me había traído chocolate francés. Evidentemente, no me importaban unas cuantas arrugas en su frente, o la inevitable huella del tiempo sobre su apariencia. Pero sí me importaba la idea de que estábamos malgastando los mejores años de nuestra vida en una guerra de mierda que le hacía envejecer prematuramente. Quizás yo también presentase un desmejorado aspecto en el que él también había reparado y que al igual que yo, había preferido no mencionar.
Probablemente fuese así, después de todo yo seguía dándole vueltas a todas esas incógnitas que tenía acerca de lo que él hacía o acerca de lo que debía reflejar en mis informes. Y todo eso me preocupaba, igual que a él su trabajo oficial y extraoficial. Además, todo estaba invadido por la exasperante seguridad de que el final de la guerra se apuntaba todavía lejano. Quién sabe, quizás cinco años más, o quizás diez. No importaba cuántos, serían insoportables, como los que ya habían transcurrido. Nos añadirían más preocupaciones. Seguramente Herman progresaría en su trabajo dentro del campo de prisioneros igual que había progresado en cada cosa que se le había asignado al tenerse sus méritos más en cuenta por su poderoso apellido, y yo tenía la certeza de que aquello le aplastaría y la duda de hasta qué punto podría soportarlo.
La primera lágrima me resultó incontenible y el golpe del equipaje de Herman contra el suelo me hizo levantar mis pupilas hasta encontrarme con las suyas.
-¿Erika? ¿Pero qué demonios te pasa? – Me preguntó con un gesto de inamovible seriedad -. ¿No habrás estado de nuevo metiendo las narices en asuntos que no te conciernen?
Sus ojos se clavaban en mi cara hasta el punto de dolerme la quietud de sus iris azules.
-No -. Contesté confirmando que últimamente lo único que le preocupaban eran esos “asuntos que no me concernían”.
-¿Entonces…? – Insistió inquieto como si en el fondo tratase de decirme que no tenía tiempo para mis tonterías.
No iba a decirle que estaba pensando que la guerra nos estaba haciendo mella – él lo tenía que saber mejor que yo -, ni tampoco que de repente le encontraba envejecido hasta el punto de que llamarle Teniente o Comandante ya no daba pie a pensar en una meteórica carrera militar porque ya no se acusaba su juventud para tales cargos. Así que busqué otra preocupación y la solté sin meditarlo.
-He pensado que me gustaría tener un hijo… – murmuré con una voz apenas audible y recuperando de nuevo el control sobre el llanto.
Iba a decirme algo después de que su cara expresase un mínimo gesto de sorpresa y contrariedad, pero contuvo lo que quiera que fuese y se limitó a coger aire y a suspirar mientras me envolvía entre sus brazos.
-Está bien, querida. Podemos visitar a algunos doctores para que evalúen hasta qué punto sería eso posible, ¿de acuerdo?
Asentí rodeando su cintura con mi caja de chocolates en una de mis manos y descolocada por su condescendiente reacción. Nunca me había imaginado una sumisión tan inmediata por su parte respecto a ese tema. Pensaba que me diría que ya sabía que eso era inviable, o que por lo menos discutiríamos los pros y los contras de algo semejante.
-Herman, eso es imposible – repuse tras unos segundos.
-Bueno, quizás no lo sea. A lo mejor hay alguna solución, y en ese caso iremos a donde sea necesario – me aseguró con tanta firmeza como suavidad.
-Pero si tú no quieres, no tienes por qué… – musité al recordar que él jamás había hecho ni dicho nada que me diese a entender que quisiese ser padre.
-¿Cómo no voy a querer, Erika? Claro que quiero, querida. Claro que quiero… – repitió pausadamente mientras me dejaba atisbar la sonrisa que lentamente dejaba caer sobre mis labios.
No tenía pensado mencionarle aquello, pero apenas tuve tiempo para plantearme si había sido una decisión acertada o no. Quizás hubiese podido hacerlo si no reparase en que le había echado de menos incluso desde antes de que se fuese, y todo por mi estúpida arrogancia. Ahora no me importaba en absoluto que me hubiese encerrado en la biblioteca, tenía que haber aceptado que me había ganado en aquella batalla sin pretender imponer ningún tipo de sequía verbal. ¿Para qué hacerlo si al final la necesidad de tenerle siempre termina pisoteando mi determinación?
Me sentí idiota mientras recorría su boca con mi lengua. Debería recordar siempre lo absurda que me siento cuando tarde o temprano me besa de esa manera y mis pezones se yerguen, rebelándose bajo mi blusa incluso antes de que sus manos los rocen.
Dejé que su boca se deslizase hacia mi yugular apretando sus labios sobre mi piel, al mismo tiempo que sus manos levantaban apresuradamente mi falda tras pasearse ligeramente sobre mis caderas. Me sorprendía aquella enérgica prisa que acentuaba sus movimientos, pero también me excitaba la idea de que había bastado un beso para encenderle de aquella manera y de que me iba a follar allí mismo.
-Te he echado tanto de menos… – me susurró con un matiz de desesperada voracidad.
Quise responder echando mano al cierre de su pantalón, más no pude. Sus manos arrebolaron mi falda hasta dejarla alrededor de mi cintura y luego se anclaron a mis muslos para elevarme hasta que rodeé su cintura con mis piernas. Entonces sentí cómo apartaba su equipaje con el pie para abrirse paso hacia el salón y empezaba a caminar con decisión, mirándome con socarronería a la vez que pugnaba por deslizar sus dedos bajo mis bragas al mismo tiempo que me sujetaba. Lo consiguió justo antes de que llegásemos al pie del sofá, y sus yemas palparon los húmedos e hinchados labios que custodiaban la caverna por la que su palpitante erección se revelaba bajo su ropa.
Se sentó sin llegar a perder el equilibrio – cosa que me pareció una hazaña -, y se despojó sin perder un segundo del fino jersey y la camisa de verano que llevaba por debajo. En otro tiempo hubiese sido imposible hacer aquello, pero ahora los sirvientes ya no se quedaban a dormir y la casa era sólo para nosotros a partir del toque de queda establecido para los prisioneros. Observé su torso comprobando que su espléndido pecho todavía mostraba una envidiable musculatura, y me dejé caer sobre él cuando sus manos me llevaron allí posándose sobre mis costillas.
Manoseó mis senos sin dejar de besarme el busto mientras me hacía cabalgar sobre la reprimida erección que yo quería descubrir. Pero no alcanzaba a hacerlo al hallarme recluida entre sus brazos, dejando que me desabrochase un par de botones del escote para acceder con su lengua a mis pezones.
Me separé ciertamente decidida, sustituyendo mis pechos por mis labios sobre los suyos mientras mis manos rebasaban su ombligo para hacerse con el cierre de su pantalón sin aventurarse a resbalar primero sobre la prenda, yendo directas a su objetivo para satisfacer la inmediata necesidad que quería consumir. Bajé la cremallera y tras obligar a su ropa interior a mantenerse por debajo de sus testículos comencé a acariciar su enorme sexo. Estaba caliente. Siempre lo está cuando lo sorprendo de esa manera, forcejeando por salir para reunirse con mi cuerpo, y eso hace que mi sexo se empape. Como lo hace el paladar de alguien que está frente a un manjar que anhela tragar. Sí, eso mismo es lo que le ocurre a mi sexo, que está impaciente por tragar el suyo.
Sujeté con firmeza la base de su miembro mientras me subía encima de él y tras echar a un lado mi ropa interior con ayuda de Herman, dejé que mis caderas descendiesen, acogiendo de una forma deliciosa aquella vara enhiesta que potenciaba mi deseo a la vez que él se acomodaba en el cojín del sofá, preparándose para que yo le cabalgase lo más cómodamente posible.
Sonreí satisfecha de tenerle dentro cuando mi clítoris se enterró en su vello púbico. Apoyé mis manos en el respaldo del sofá, a ambos lados de su cabeza, y comencé a moverme sin desperdiciar un solo instante. Me consumía sobremanera la idea de darle placer. Es algo que me ocurre siempre que me deja ver su cara mientras hacemos el amor. Todavía no puedo creer que sólo vaya a hacerlo con él el resto de mi vida. Pero luego pienso; <>, y entonces me parece un detalle trivial. Tan trivial como la convicción de que no puedo quejarme al respecto. No cuando todavía me excita ver sus ojos entrecerrarse bajo mi cara mientras me muevo una y otra vez, arriba y abajo sobre su pelvis, apurando el ritmo aunque el sudor haga acto de presencia en la parte baja de mi espalda y humedezca el interior de mis muslos mientras cabalgan casi a la altura de sus ingles.
-Dios mío, Erika… más despacio… – gimió.
No hice caso. Su cara no decía ni por asomo que lo estuviese pasando mal, sino todo lo contrario. Es más, sus manos se anclaron a mis ilíacos para imprimir más fuerza a mis movimientos. Y yo me deslizaba guiada por ellas como si mi cuerpo todavía pudiese darle cabida más adentro.
Me dejé caer sobre su tórax, rodeando su cuello con mis brazos y sintiendo la tensión en mis muslos que me indicaba lo insolentemente cerca que estaba de tener un orgasmo. Elevé mis labios unos centímetros, respirando costosamente a través de ellos mientras los dirigía al lóbulo de su oreja a la vez que sus brazos me apretaban más y más contra su cuerpo. Quise susurrarle que iba a correrme, pero él se me adelantó sin necesidad de palabras, sujetando mi nuca con una de sus manos a la vez que su cabeza caía sobre el respaldo del sofá y sus caderas se retorcían bajo las mías con el mismo descontrol que sus jadeos.
Mi boca silenció los últimos sonidos de la suya mientras su éxtasis se entrelazaba con el mío, obligándome a besarle hasta el punto de tener que contener la respiración. Como si quisiera enseñarle con mi lengua cuán satisfactorio me resultaba precipitarme al orgasmo de aquella manera, dejando que él me abriese el camino sin poder contenerse más. Y así, con mi lengua jugueteando con la suya, permanecí hasta que mis caderas se sentaron finalmente sobre él mientras sus manos iban dejándome de nuevo la holgura que siempre me procuran cuando me abrazan, y nuestro beso iba derivando en un suave vaivén que – aunque infinitamente cariñoso – ya no tenía ese matiz salvaje.
-Bélgica te ha sentado bien – bromeé descaradamente cuando me fue posible hablar. Su servicial y atenta sonrisa fue la respuesta que recogieron mis palabras, así que me aventuré a probar suerte -, ¿qué tal te fue con esos asuntos de las SS?
-Erika, querida… no lo estropees, ¿de acuerdo? – me pidió en un suspiro evocando el cansancio con su rostro.
 

Traté de esconder mi descontento y esta vez acepté mi derrota sin reparo alguno. Yo también estaba demasiado cansada como para insistir, así que simplemente apoyé mi cabeza bajo la suya.

-No te acomodes demasiado, tenemos que ir a cama… – me susurró apartándome el pelo hacia atrás.
-Tienes que cenar – repuse casi con imposición. Mi propuesta recibió un cansino suspiro que me hizo alzar la mirada hacia su cara para presenciar el gesto que lo acompañaba -. Herman, has perdido peso, ¿sabes? – Le reproché sin poder retener toda mi preocupación.
Él rompió a reír con una de sus carcajadas.
-¡No es verdad! – Le miré con desdén ante la insatisfacción de aquella respuesta -. Bueno, las redondeces ya no se llevan, querida… – añadió despreocupadamente.
No me quedó más remedio que rendirme de nuevo cuando él sujetó mis nalgas y en un par de movimientos se incorporó para llevarme hasta el dormitorio prendida a su cuerpo. Sencillamente, no hubo lugar a protesta.
Al día siguiente el movimiento del colchón cuando Herman se incorporó turbó mi sueño. Le vi salir por la puerta del dormitorio y reaparecer al cabo de una media hora ataviado con su uniforme.
-Erika, he pensado que si te parece bien podría acercarme hasta Berlín esta mañana y comentarle al doctor de la familia nuestro problema – me comentó con suavidad mientras se ajustaba la caña de sus botas tras sentarse en cama -. No creo que directamente sea de mucha ayuda, pero espero que por lo menos sepa remitirnos a alguien que sí lo sea, o a alguien que sepa decirnos algo más…
-Sería una buena manera de empezar – acepté con una leve sonrisa mientras me incorporaba en cama para dar el último retoque al cuello de su chaqueta.
Se despidió con un beso y me dejó en cama, a solas con la sensación de que jamás lo conseguiríamos, aunque albergando una ínfima esperanza de que quizás hubiese algo que hacer.
El día fue caluroso, típico de principios de junio. Se pasó rápido entre paseos a caballo por la mañana y charlas con mis cocineras por la tarde. Ahora prefería no importunar demasiado a Rachel y Esther por las mañanas puesto que tenían que ocuparse también de la comida de los demás empleados desde que Herman había ampliado las cuadras y construido un lugar en el que pudiesen comer para que no tuvieran que regresar al campo al mediodía. Sabía que conseguir aquello le había supuesto algún que otro quebradero de cabeza, pero el apellido Scholz rara vez fallaba a la hora de interceder positivamente en sus propósitos. Siempre había alguien en deuda con los Scholz, o simplemente desesperado por quedar bien con una de las mejores familias del régimen.
Estaba en la biblioteca de la casa cuando escuché el coche que traía de vuelta a Herman y me dirigí ilusionada a recibirle, deseosa de escuchar lo que el doctor de la familia le había dicho. Pero el hombre con el que me crucé en el rellano de las escaleras no era Herman, era el Comandante Scholz y en su rostro ardía la ira. Me aparté cuando me rebasó sin dirigirme ni una palabra, ni un gesto, ni nada que indicase siquiera que me había visto, y le seguí con la mirada hasta que se encerró en su despacho. En menos de un minuto su voz resonaba en toda la casa.
-¡Me largo, Berg! ¡¡Me largo de esta mierda de país!! – Esta vez no le estaba escuchando a hurtadillas, en realidad temía por si le escuchaban en Bremen -. ¡¡No, no, no y no!! Voy a hacer que mi madre y mi hermana abandonen Alemania y luego me iré con Erika, ¿te queda claro? – Bramó con cólera antes de hacer una pausa para dejar hablar a Berg – ¡Entonces falsificaré los papeles, capullo! – Supuse que Berg le había recordado que quizás resultase sospechoso que un cargo de las SS intentase abandonar el país con su esposa tras haber “evacuado” a su familia -. ¡No te atreverás, cabronazo! ¡No lo harás porque si lo haces, las sacaré a las tres de Alemania y me pegaré un tiro en la oficina central de Berlín después de entregar un escrito en el que detallaré tu plan de mierda!
El vértigo recorrió mi cuerpo hasta hacer que tuviese que sujetarme a la barandilla de las escaleras. Herman quería largarse de allí, y eso era lo que yo quería también. Seríamos felices lejos de aquella atroz Alemania de la guerra. Pero Berg y las SS seguramente no le permitirían hacerlo.
-Abre los ojos, Berg… no podemos llevar nada a cabo porque sabes que no es seguro enviarlos allí, ¡no si Hirsch no encuentra la forma de ponerlos al otro lado con un mínimo de garantías! Y mientras eso no ocurra, yo tengo que firmar cada día el traslado de millares de personas a la puta estación Z, llegar a casa y fingir que no soy un hijo de perra que merece el infierno. Así que Berg, me largo de Alemania. Y ni tú, ni nadie va a impedírmelo…
El silencio se hizo de nuevo y pocos segundos después un terrible golpe me hizo sobresaltarme en las escaleras. La puerta del despacho se abrió y Herman me llamó con dureza hasta acercarse y encontrarme en el rellano. Supongo que le parecí atemorizada porque luchó por relajar su expresión antes de volver a decirme algo.
-¿Vas a ir a Berlín esta semana? – Asentí mientras él se desabrochaba la chaqueta del uniforme -. Está bien, hazme el favor de hacer que vuelvan a ponerme un teléfono en mi despacho, ¿quieres? – Dijo visiblemente malhumorado al mismo tiempo que tiraba su chaqueta en medio del pasillo -. Voy a darme una ducha, hoy tengo mucho trabajo – añadió antes de desaparecer camino del baño.
Subí las escaleras y recogí su chaqueta del suelo echando un vistazo hacia el despacho entreabierto. El teléfono despedazado reposaba sobre las tablas del suelo y parte de la alfombra. Llevé la chaqueta a nuestro dormitorio, la dejé en su percha tras estirarla un poco y regresé al despacho para recoger lo que quedaba del aparato. Pero el ruido del teléfono de abajo me interrumpió. Dudé unos instantes si debía cogerlo, pero finalmente me apresuré escaleras abajo y descolgué el auricular.
Era Berg, y quería hablar con Herman. Parecía sobresaltado pero le dije que Herman estaba en la ducha y que yo acababa de llegar a casa. No me interesaba dar a conocer abiertamente que estaba al tanto de su reciente conversación, aunque él ya lo sabría porque mi supuesta ausencia – de ser cierta – resultaba demasiado oportuna. Prometí decirle a Herman que le telefonease en cuanto saliese de la ducha y me deshice de Berg para regresar de nuevo al despacho. Recogí todo y volví a la biblioteca en busca de tranquilidad y de mi cajetilla de tabaco. Que todavía descansaba al lado del cenicero que había sobre la mesa auxiliar cercana al sofá en el que había estado leyendo antes de que Herman regresase a casa.
Sostenía el libro entre una de mis manos mientras me fumaba un cigarrillo, pero en realidad pensaba acerca de la veracidad de las palabras de mi marido y sobre aquella idea de largarnos de allí sin volver la vista atrás, cosa que no me desagradaba en absoluto a pesar de saber que nuestra privilegiada posición dentro del Reich se tornaría un lastre difícil de arrastrar fuera de él. Inexplicablemente, no estaba amedrentada por la amenaza que tal cosa supondría para nuestra integridad. Estaba extrañamente decidida a largarme con Herman de allí si él iba en serio. Su brusca aparición en la biblioteca deshizo el hilo de mis cavilaciones.
-Ha llamado Berg. Quiere que le llames en cuanto puedas – le informé diligentemente.
Él me miró durante un par de segundos como si estuviese deliberando mentalmente acerca de cómo comportarse conmigo y finalmente habló.
-A la mierda Berg. Estoy harto… – manifestó mientras me cogía un cigarrillo y lo encendía para fumárselo mientras caminaba de un lado a otro de la estancia -. Erika, tenemos que largarnos de Alemania, querida – me soltó sin tapujos acercándose a una ventana.
-¿Te refieres a huir de aquí? – Inquirí aparentando no esperarme semejante cosa.
-Sí, eso es… – aceptó solemnemente tras unos minutos.
-¿Y a dónde iremos? – Pregunté tratando de imaginarme qué preguntas haría una mujer completamente ajena al mundo en el que se mueve su marido.
-A Suiza – contestó con decisión -. Está cerca y es neutral. No tiene tratado de extradición de ninguna clase con el Reich. Iremos a Berchstesgaden unos días, trataré de hacer que mi madre entre en razón e iremos con ellas a Suiza. Si ella no quiere dejar el país, nos llevaremos a Berta.
<> pensé al verme otra vez realizando el mismo éxodo. Suiza era la tierra prometida en la que yo había crecido. Un lugar al que no obstante, no quería volver.
-Está bien – le dije sin discutir su plan -. ¿Puedo al menos saber por qué tenemos que irnos?
La estancia se inundó de repente de un silencio gutural que no se rompió hasta pasados unos minutos eternos para mí.
-Porque no aguanto más, querida – murmuró con un débil y angustiado hilo de voz que se ahogó al final de sus palabras.
Me levanté del sillón para dirigirme a su lado, pero él se dio la vuelta y cruzó con paso firme el umbral de la puerta sin decir nada más.
Íbamos a huir. Me lo había dicho claramente y parecía no haber vuelta atrás. Me preguntaba qué le había hecho hacer tomar una decisión tan irrevocable pero estaba claro que fuera lo que fuese, le había afectado sobremanera. Quizás las cosas no habían ido bien en Bélgica, o quizás la enigmática Estación Z fuese la causante de todo aquello. Lo cierto es que todas esas cosas perdieron mi interés, porque yo me veía ya lejos de Alemania, donde términos como “Solución Final” ya no serían un objetivo acerca del cual indagar, y donde mi vida con Herman sería completamente normal.
Abandoné la biblioteca impulsivamente y tras una breve visita a mi antigua habitación, me presenté en el despacho de Herman con los últimos pasaportes falsos que me habían enviado. Había llegado el momento. No teníamos por qué huir hacia Suiza, podíamos abandonar Europa utilizando Inglaterra o la Francia no ocupada como escala. Los documentos que me habían enviado incluían también documentación con nombres falsos para ser utilizados en territorio alemán, y era más seguro no utilizar el apellido Scholz para que nadie pudiese anticiparse a nuestros movimientos, ni siquiera Berg. Además, para cuando mis superiores se diesen cuenta de que habíamos huido, no podrían hacer nada. Su madre y su hermana tendrían que trasladarse a Suiza por su cuenta, pero ellas eran libres de hacerlo en cualquier momento, pues no desempeñaban ningún cargo de relevancia dentro de aquella organización del terror que eran las SS.
Me acerqué a él desde su retaguardia, observando por encima de sus hombros cómo revisaba ciertos documentos de la caja fuerte del despacho. También pude ver que guardaba allí una pistola, hecho que me hizo preguntarme si de verdad era prudente poner las cartas sobre la mesa en aquel momento, cuando tenía inmediato acceso a un arma de fuego y yo ni siquiera tenía a mano un mísero abrecartas. Nunca sería prudente poner las cartas sobre la mesa, siempre lo había sabido. Pero sí que tenía que acabar mostrando algunas cartas, y eso es lo que eran aquellos pasaportes que contenía el sobre que apretaba con fuerza sobre mi torso.
-¿Qué haces? – Pregunté con cierta inseguridad.
-Estoy ordenando la documentación. Escucha, voy a meter unos papeles en esta carpeta – me dijo mostrándome un portadocumentos con el sello del Reich. No sé cuando nos iremos, pero si algún día telefoneo a casa para decirte que prepares el equipaje, tienes que ocultar esta carpeta entre nuestras cosas como sea, ¿me has entendido?
-No sé la contraseña de la caja fuerte, Herman – la voz me temblaba a causa del inminente momento de contarle que tenía documentación inglesa para los dos.
Él hizo una pausa para volverse con condescendencia hacia mí y tras poner el peso de sus implacables ojos sobre mi rostro, me contestó como si la contraseña fuese obvia.
-Es la fecha de nuestra boda.
Me sentí idiota al darme cuenta de que durante todo aquel tiempo había tenido la contraseña de aquel espacio blindado no sólo en mi cabeza, sino incluso grabado en mi propia alianza de boda.
-¿Qué llevas ahí? – Quiso saber posando su mirada en el sobre que yo sujetaba entre mis brazos.
<> repetí una y otra vez para mis adentros. <>. Por supuesto, no había sido tan imbécil de no pensar en una explicación plausible para explicarle por qué estaba yo en posesión de semejantes documentos cuando llegase la hora. Pero ello no evitaba que mi corazón galopase a medida que se incorporaba sin quitarme los ojos de encima.
Le extendí el sobre tratando de respirar hondo. Él lo cogió extrañado y analizó su exterior antes de separar las solapas que le daban acceso al interior. Un nudo en mi garganta imposibilitaba el ritmo normal de mi respiración al mismo tiempo que mis rodillas amenazaban con fallarme. Creí que me desmayaba cuando los párpados de Herman se abrieron al máximo, dejando aflorar su incrédula sorpresa al abrir uno de los pasaportes.
-¿Dónde coño has conseguido esto? – Me exigió con una voz autoritaria mientras vaciaba todos los documentos sobre el escritorio del despacho.
Quería contestarle. Quería soltarle mi excusa, pero sólo era capaz de mirarle enmudecida mientras examinaba de cerca un visado francés a su nombre.
-¿Erika…? – Insistió de nuevo.
-Mi padre… – logre articular pobremente -. Mi padre era profesor en la Universidad – no mentía, lo había sido. De hecho solía llevarme a pasear por el campus universitario alguna tarde. Pero él creía que mi padre había muerto meses después que el suyo, y yo tenía que entrecruzar la verdad con la mentira para tejer una meditada verdad a medias -. La clase intelectual, Herman… ¿recuerdas que fue la primera en renegar del Reich? – Pregunté un poco más segura. Él asintió sin entender todavía nada -. Bueno, él no huyó a otro país, dejó su trabajo y regresamos al pueblo. Pero muchos de sus amigos sí lo hicieron, y un par de ellos han colaborado activamente con las fuerzas de la resistencia francesa, y ahora también con los británicos… de modo que tienen contacto con las embajadas. Mi hermano buscó la manera de ponerme en contacto con ellos antes de irse a Norteamérica.
Ya estaba. Lo había hecho. Le había soltado mi excusa con una voz más que firme, dadas las circunstancias. Pero me impacientaba de manera exponencial al comprobar que él no decía nada al respecto. Comenzaba a creer que ni siquiera tendría tiempo de poner una mano sobre el pomo de la puerta antes de que una bala – o quizás una hostia sin precedentes – alcanzase mi cabeza. Pero mi marido se pronunció finalmente. Y lo hizo de una forma muy calmada.
-¿Me estás diciendo que esta documentación no es falsa, sino que ha salido de la mismísima embajada británica? – Repitió con una mueca de infinito desconcierto. Su pregunta tampoco sirvió para tranquilizarme. Yo sólo pensaba en que si él se daba la vuelta hacia aquella caja fuerte, yo tenía que salir corriendo sin pensármelo dos veces.
-Sí. Eso mismo… – balbuceé tras pensar que no tenía ni idea de si la habían sacado de la embajada o si había sido tramitada por otras vías.
-Erika Scholz, ¡¿tienes contacto con las embajadas del frente enemigo?! – Me exigió absolutamente descolocado. Yo no tuve más remedio que guardar silencio ante aquella reacción. Dudaba incluso de que mis piernas pudiesen sacarme de allí a tiempo, sólo quería llorar -. Por el amor de Dios, Erika, ¿tienes idea de lo que habría pasado si alguien llega a enterarse de esto?
-Bueno… yo no tengo contacto directo con las embajadas, Herman… – me defendí sin mentirle. Después de todo, siempre me mandaban intermediarios -. Los amigos de mi difunto padre…
-¿Los amigos de tu difunto padre te tienen en tan alta estima como para conseguirte el visado de alguien como yo sin más? ¡No me jodas, Erika! ¡¿Pretendes que me crea que te han dado una vía de escape para alguien cuya cabeza fuera del Reich vale oro?! – Me espetó con el rostro inyectado en sangre mientras blandía un pasaporte en el aire – ¡¿Qué coño te han pedido a cambio?! ¿Eres idiota o qué narices te pasa? ¡¡Si utilizo esta documentación estarán esperándome con un batallón de infantería al otro lado de la frontera!!
Mi cuerpo se encogía sistemáticamente a medida que Herman lanzaba confabulaciones a granel. Era evidente que no sabía qué pensar y yo tampoco había previsto la evidente posibilidad de que desconfiase de las intenciones de una embajada enemiga. Un error imperdonable que no hubiese cometido con ninguna otra persona. Pero el oficio ya se me había olvidado, o quizás mi cabeza le había hecho inmune a mis artimañas. El caso es que hacía ya tiempo que yo sólo era la esposa de Herman. El hecho de que tuviese que remitir informes sobre él o las tácticas militares de las que él estaba al corriente, parecían solamente hechos circunstanciales. Suficientemente sorprendida me encontraba con que me costase mentirle después de todo lo que le había mentido hasta ese momento. Pero tenía que hacerlo, sólo una vez más. Tenía que conseguir que no desaprobase la utilización de aquellos visados y todo sería normal.
-Herman, por favor, nadie va a detenerte… – afirmé a trompicones -. Es cierto que se mostraron reacios a darme para ti lo que les pedí para mí. Pero les dije que no me interesaba nada de lo que pudiesen ofrecerme si no podían sacarme de aquí contigo.
Él meneó la cabeza negándose a creerlo. Permaneció unos segundos en silencio mientras miraba la documentación de nuevo y tomó aire un par de veces antes de hablarme de nuevo.
-¿Qué les has dado? ¿Información? ¿Documentos?
<<¡Mierda!>> pensé con absoluta desesperación. Yo nunca le subestimé, pero al parecer, sí que me había sobreestimado a mí misma. Acababa de descubrirle mi juego de manera gratuita, y ahora no podía tirar por aquel espinoso camino por mucho que tuviese la certeza de que él supiese que había dado algo a cambio. ¡Menuda gilipollez creer que él aceptaría aquello sin hacer preguntas! Quizás tenía que haber esperado a que las bombas del ejército aliado estuviesen cayendo sobre nosotros. Sí, supongo que me lo había imaginado de esa manera, entonces él – consecuentemente con la situación – no hacía tantas preguntas. Pero los Aliados más cercanos eran los prisioneros que habían sido capturados y confinados en los campos y Herman quería explicaciones.
-Dinero – le mentí desesperanzada
 

.

-¡Y una mierda! Norteamérica les suministra desde antes de que nos casásemos y ahora lucha a su lado. No me mientas, ¿qué te pidieron a cambio? – Insistió de manera implacable. El llanto comenzó a surcar mis mejillas ante el callejón sin salida en el que me hallaba -. No voy a hacerte nada, Erika. Sólo quiero saber qué les interesa.
Su voz era ahora pausada, casi sincera, pero todavía alterada y desconcertante.
-Los campos de prisioneros – dije finalmente. Todavía podía jugar la baza de contar sólo una parte de la verdad -. Querían que les contase todo lo que sabía acerca de tu trabajo, de los campos y del trato que recibían los concentrados en los campamentos. No me pidieron nada específico, sólo lo que pudiese saber por estar casada contigo… – mentí de nuevo.
-¿Prestaste una declaración formal? – Inquirió con preocupación.

-No, no. No se me hubiese ocurrido poner nombre a esa información – me apresuré a decir -. Todo fue extraoficial. Saben que todo cuanto sé es por ti, pero no les di nada hasta que me aseguraron tu impunidad. Los documentos eran para cuando terminase la guerra, me prometieron que no habría cargos contra ti y que el salvoconducto que nos facilitarían para abandonar Alemania sería de confianza – declaré enfocándole con mis empañadas córneas. Él sólo me devolvía una mirada que por veces expresaba cierta desconfianza, hiriéndome con ese sencillo gesto. No podía decirle la verdad, sería la gota que colmaría el vaso. Pero tenía que encontrar una versión que bailase en esa penumbra que queda entre la mentira y la verdad, y que le sirviese para volver a mirarme con los mismos ojos de siempre -. Yo me vendería a mí misma antes de venderte a ti, Herman – le afirmé con total sinceridad -. Todo lo que les di, fue a cambio de tu seguridad.
Le vi guardar todo de nuevo en el sobre con un ademán pensativo y caminar hacia la caja fuerte. Mi cuerpo al completo se estremeció al pensar en aquella pistola que había visto allí, pero mi única reacción a parte de ésa, fue un aumento del caudal de mi llanto en lugar de salir corriendo como tenía pensado. Él guardó el sobre en la caja y cerró el mueble de nuevo. Respiré más aliviada al comprobar que no había cogido el arma y se sentó en la tosca silla que había tras el escritorio con el mismo gesto de cavilación.
-¿Sigues en contacto con ellos? – Negué con la cabeza provocándole una inesperada y mínima mueca de contrariedad – ¿Todavía puedes contactar con esos amigos de tu padre?
Había cierta nota de esperanza en su voz. Algo que yo no comprendía y que irracionalmente me vi obligada a satisfacer.
-Sería difícil, pero podría intentarlo – contesté albergando ciertas dudas.
-Inténtalo.
-¿Para qué? – Inquirí asombrada de la nueva actitud que acababa de adoptar.
-Diles que lo sé todo y que no me importa. Hay algo muchísimo más importante con lo que podrían ayudarme, y quiero que lo hagan.
-Herman… no van a ayudarte por las buenas… – musité atónita.
-No, claro que no. Pero quieren información acerca de la gestión de los prisioneros, ¿no? Entonces les interesará saber que hemos encontrado la manera de sacar de Alemania a grupos de prisioneros cada cierto tiempo. Pero no podemos simplemente cogerlos y ponerlos al otro lado del frente, porque para sacarlos de aquí tenemos que hacer constar su muerte. La mayoría moriría igualmente, y los que sobreviviesen contarían la historia de cómo llegaron al otro lado, poniendo así alerta al mando alemán cuando empiecen a circular rumores sobre prisioneros que en lugar de morir, aparecen en la Francia Libre o en Inglaterra. Pero si las embajadas se ocupan de ellos en cuanto pongan los pies en su territorio, aparte de asegurarse de que no se conviertan en ciudadanos de ninguna parte y de que la prensa no sepa jamás que existe un goteo de prisioneros hacia territorio enemigo… sería un buen negocio, puesto que hacerse cargo de ellos incluye, por supuesto, la toma de declaraciones extraoficiales que seguro le interesarían a más de un órgano militar.
-¿Cómo vas a sacar a prisioneros de Alemania? – Pregunté absolutamente descolocada tras meditar lo que acababa de contarme.
Sabía que para hacer que los trabajadores de casa constasen como “esenciales”, según la nueva normativa de trabajo, ya había tenido que utilizar su apellido, las influencias de éste y algo de dinero. De modo que sacar a gente no sólo del campo, sino del país, me parecía una locura descomunal.
-Berg me envió a Krüger a Sachsenhaussen por algo… ya escuchaste lo de los niños, pero hay más. Los prisioneros de Krüger son especialistas en los distintos campos de la falsificación, así que Berg nos ha enviado desde el mando distintos formularios y documentación relativa a operaciones secretas para que los prisioneros los falsifiquen. Con esos papeles se autorizaría el desplazamiento, supuestamente secreto, de un grupo de prisioneros a Breendonk, en Bélgica. El campo de Breendonk está bajo la tutela de Hirsch, que consiguió el puesto a cambio de un favor que se le debía a mi familia. Hirsch recibe el convoy en un barracón destinado a prisioneros de tránsito y los aísla del resto. El pueblo está cerca del paso de Calais, donde sólo treinta y dos kilómetros y medio separan a Inglaterra del resto de Europa. Así que en esa zona, algunos campamentos de ayuda humanitaria reciben soporte de cooperadores británicos. Hirsch, Berg y yo ya confirmamos que ellos estarían dispuestos a recoger a los prisioneros y ponerlos en suelo inglés embarcándolos en algún vuelo o buque de aprovisionamiento. Pero esas organizaciones se mantienen al margen de los Gobiernos, de ahí que puedan operar desde ambos territorios sin oposición y que no puedan garantizarnos qué pasará con esa gente cuando llegue al otro lado.
Sopesé toda la cadena de acciones que habían montado y formulé las evidentes preguntas.
-¿Pero por qué todas esas molestias de falsificar formularios y autorizaciones de operaciones secretas si en caso de que alguien se diese cuenta de ese viaje programado, el hecho de que los prisioneros procediesen de Sachsenhaussen, donde hay un grupo de prisioneros dedicados a la falsificación, y se dirigiesen a Breendonk ya apuntaría a Krüger, a ti y a Hirsch? ¿A nombre de quién se autorizan esos traslados supuestamente secretos? y, ¿cómo consigue Hirsch dejar esa gente en manos de una organización de ayuda humanitaria?
-Que los papeles sean falsos induce a creer que la ruta de traslado es aleatoria y que traslados así han estado sucediendo en más campos. Preferirían comprobarlo antes de meter un apellido como el nuestro en semejante traición, y sólo cuando hubiesen verificado que es un hecho aislado, el lugar de origen y destino de la marcha serían incriminatorios. Pero si eso sucediese, la competencia de tal asunto sería de la oficina central de las SS. Es decir, Berg sería de los primeros en estar al tanto de algo como eso y daría la voz de alarma. El tiempo que tardasen en atar cabos sería el tiempo del que todos nosotros dispondríamos para abandonar Alemania con la documentación falsa en la que los prisioneros de Krüger ya están trabajando – hizo una pausa tras contestar a mi primera pregunta y luego continuó hablando -. Yo me encargo de incluir a los prisioneros en un listado de bajas antes de que abandonen el campo de Sachsenhaussen, pero no lo tramito oficialmente hasta que Hirsch los haga “desaparecer”. Así que durante todo el viaje, de cara a las oficinas de Sachsenhaussen son bajas pendientes de tramitación, y de cara a los oficiales que puedan exigir la documentación de esos pasajeros en distintos puntos de control, son sujetos protegidos por una operación secreta encubierta. Eso les imposibilita para exigir más información… ni siquiera estarían autorizados a reclamar un listado de nombres, ya que eso sería responsabilidad de los oficiales que figurasen en los documentos, y ésos, son siempre nombres al azar que Berg nos facilitará desde las oficinas centrales. Cuando llegan a Hirsch, él sólo tiene que aislarlos hasta que se le presente la oportunidad de llevarlos clandestinamente a un lugar en el que los recogerán discretamente las organizaciones de ayuda humanitaria. Y como la “operación secreta” ha sido realizada a espaldas del mando y con documentación falsa, en lugar de firmar actas de conclusión de operaciones y remitirlas, tiene que deshacerse del papeleo. Breendonk es el campo más pequeño del todo el territorio, así que él es quien organiza todo, si algún subordinado preguntase, él sólo tendría que decir que eran prisioneros de tránsito de una operación secreta y que ya se ha encargado. Nadie sospechará de su juicio.
El plan que todos ellos habían organizado a espaldas de todo el mundo me había dejado absorta y maravillada. Aunque también era consciente de que por muy seguro que pudiese resultar con todas esas facilidades que todos ellos tenían, cabía la posibilidad de que alguien tirase del hilo, y entonces les aniquilarían a todos sin ningún reparo.
Aquella noche apenas dormimos, pero dimos buena cuenta de una cajetilla de tabaco mientras me detallaba todavía más el arriesgado cometido que se traían entre manos. Me aterrorizaba la idea de que terminasen ajusticiados por el Reich, pero parecían tener claras las vías de escape a su alcance en caso de que algo saliese mal. Se interesó más por mi padre, y aunque preguntaba acerca de ese misterioso hombre que había muerto meses antes de que nos casásemos, yo contestaba a sus preguntas citando a mi verdadero padre siempre que me era posible. Me sorprendió que no me pidiese nombres, ni que no quisiera tomar parte activa en el contacto que me había pedido que estableciese con los supuestos amigos de mi padre para que mediasen por los prisioneros que ellos se comprometían a evacuar a espaldas del régimen. Parecía fiarse de mí, aunque yo no descartaba que más adelante quisiera asegurarse de que nadie quedaba a expensas de recibir una sucia puñalada trapera.
Yo también hice mis preguntas, y me contestó a la mayoría, pero se negó a hablarme del motivo por el que, hacía apenas unas horas, tenía la firme idea de irse de Alemania. Algo visceral me indujo a archivar la misteriosa causa cerca del término “Solución Final” dentro de mi cabeza. Quizás porque era otra incógnita como lo era el término, o quizás no anduviese muy desencaminada, pero la cuestión era que los pasaportes que yo había presentado con la intención de acelerar la huída, no habían hecho más que posponerla.
Tardé dos semanas en recibir una respuesta de mis superiores. Dos semanas tensas que Herman y yo dedicamos a buscar un médico que supiese decirnos algo más que: “Habría que someterla a cirugía para evaluar los daños en la matriz”. Un proceso delicado que la mayoría me desaconsejaba al contarles los verdaderos motivos de mi esterilidad – que también era la razón por la que siempre tenía que ingeniármelas para que Herman no me entrase conmigo en las consultas -. A pesar de nuestros esfuerzos, ninguno supo decirnos nada nuevo.
Por otro lado, la respuesta de mis superiores fue la que esperábamos. Estaban dispuestos a hacerse cargo de los prisioneros y me hicieron llegar un sobre con las instrucciones que teníamos que llevar a cabo. Querían saber de antemano el número de personas que se enviaban y los nombres de éstas para elaborar su documentación, así como unos cuantos requisitos más acerca del lugar de recogida, o de la organización de ayuda humanitaria que iba a ayudarnos en Breendonk.
Herman aceptó todo en un principio, pero un par de días después manifestó que había un gran problema al respecto. Berg no estaba de acuerdo con el cambio de planes. Al parecer, Krüger se lo había tomado con algo de desconfianza al principio, pero él se había opuesto enérgicamente a cooperar con “supuestos contactos de confianza en las embajadas”. Alegaba que se arriesgaban demasiado como para introducir en el plan a potenciales interesados en sus pellejos. Y por supuesto, yo había perdido para él toda confianza al tener tales contactos. Incluso a pesar de que me apostaba un brazo a que Herman había obviado el detalle de mencionar que les había dado información a cambio. Bien pensado, Berg no era tan tonto como para no llegar a la misma conclusión que Herman. Si no preguntaba, era porque siempre iba un paso por delante y sabía que éste no le diría ni una palabra. De modo que entendí su desconfianza y acepté cenar con ellos en un hotel de Berlín al día siguiente para defender mi posición e intentar convencer a Berg de que nadie estaba interesado en que ninguno de ellos saliese mal parado de todo aquello.
No tocamos el tema durante la cena, puesto que fue en el restaurante, pero Krüger fue el encargado de reservar una habitación a la que subimos tras la escueta velada, y tras servir cuatro copas bien cargadas, Berg fue al grano al mismo tiempo que soltaba la primera bocanada de humo de su cigarro.
-Bien, todos estamos al tanto de las acusaciones que vamos a discutir esta noche, así que, ¿qué alega la dama para justificar la posesión de documentación expedida desde territorio enemigo?
-Sabes perfectamente lo que alego porque mi marido te lo ha contado. Así que, ¿qué alega el General para considerar que mis contactos no son de fiar? – Repuse sin amilanarme. No le debía gratitud alguna a alguien que no se fiaba de mí.
Krüger puso los ojos como platos y Herman emitió una débil risa mientras encendía un cigarrillo y se recostaba en el sofá mirando fijamente a Berg.
-Alego que si fuesen de fiar, los habrías mencionado hace tiempo.
-Quizás sí si supiese que podrían ser de ayuda, pero no soy la única que mantiene sus planes en secreto, ¿no? Por otro lado, déjame decirte que lo último que se me ocurriría sería hablar con el mando militar de amigos de mi familia que buscaron refugio político en el bando enemigo desde un principio. Gente que siempre tuvo claro que no serían partícipes de nada que tuviese que ver con el Reich ni con su régimen fascista, y que prefirió dejar su país antes que jurar una lealtad que tarde o temprano acabarían quebrantando.
Ahora los tres me miraban atónitos. A esas alturas, yo no podía evitar mentir más de lo que hablaba, pero aún así, me había permitido el lujo de poner a un General de las SS en su sitio. Y me hubiese encantado decirle algo más, pero él se me adelantó.
-Está bien, no necesito saber cómo ha llegado esa gente a tener trato con las embajadas, ni cómo han conseguido recibir tratos de favor de ellas – dijo como si el hecho careciese de importancia -. Pero me niego en rotundo a aceptar la ayuda de nadie con quien no haya negociado primero. Si no midiese cada palmo de mi confianza, todos nosotros estaríamos muertos hace mucho tiempo.
-Me temo que será imposible, Berg – contesté tras sopesar la situación en la que se hallaba el país. Sería sumamente difícil enviar a alguien. Aunque por otra parte, sabía que siempre había alguien lo suficientemente cerca de quien podían echar mano como intermediario. Pero si estuviesen dispuestos a hacerlo, lo habrían enviado a darme las instrucciones que me habían hecho llegar por escrito -. ¿Qué quieres negociar exactamente?
-¿Cómo que qué quiere negociar? – Interrumpió el Mayor Krüger -, ¿acaso nosotros no estamos en el ajo? Si íbamos a jugarnos las pelotas con el único respaldo de una documentación falsa, yo personalmente, me las jugaré más tranquilo con un blindaje como el que le habías procurado a tu marido – me explicó con su habitual tono de informal convicción.
-Yo puedo encargarme de eso – le dije volviéndome hacia Berg. Pero él negó de nuevo con la cabeza.
-No. No me harás cambiar de opinión, Erika. Me da igual con quien estés casada. Me reservo el derecho de confiar en quien crea oportuno y mi acertado criterio me ha mantenido a salvo todo este tiempo. No confiaré en nadie con quien no hable, así que me da igual el tiempo que tardes, pero conciértame una cita con alguno de ésos diplomáticos que dice que va a ayudarnos. No me importa el día, la hora ni el lugar. Sólo quiero que no vaya armado, que me demuestre que está acreditado por la embajada de su país y que efectivamente colaborarán.
-Está bien – aceptó Herman mientras yo pensaba en lo que me pedía. No retiré su palabra porque probablemente pudiese hacer algo si Berg me daba todas aquellas libertades para organizar una reunión -. Concertará un encuentro fuera de Berlín, es más seguro. Pero tú te comprometes a no permanecer escéptico, ni a juzgar precipitadamente a esa persona, aunque necesites dos días de entrevista para estar seguro.
-Krüger vendrá conmigo y te contará de primera mano los detalles de la “entrevista”, Scholz, ¿suficiente? – Herman asintió mientras se levantaba para caminar hasta la ventana, apartó la cortina y permaneció allí, echando una ojeada al tiempo que encendía otro pitillo.
 
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-Sí, por supuesto que iré – añadió Krüger -. Aunque quiero que quede claro que a pesar de que todo esto me genera un par de dudas que no plantearé por consideración, albergo la suficiente confianza como para creer que no se trata de ninguna conspiración británica para hacerse con un puñado de nazis. Carece de sentido alguno si por otra parte tienen la posibilidad de recoger a prisioneros que han convivido con su enemigo, así que supongo que me fío de tus contactos. Pero anticípales que queremos protección, no estará de más – matizó dirigiéndose a mí.

-También podrías venir tú, muchacho – lanzó Berg con cierta malicia como si pudiese haber alguna trama oculta en el hecho de que Herman, en un principio, no fuese a acompañarles a la entrevista -. Casi estoy pensando que lo mejor será que conozcas de primera mano a quienes van a estar al otro lado.
Apreté la mandíbula ante el grosero gesto que acababa de tener, esperando a que Herman no me dejase mal y aceptase su propuesta sólo para dejar claro que se fiaba de mí. Pero hizo algo mejor.
-Comprendo vuestra desconfianza, Berg. Pero como bien dijo Krüger; eran mis pelotas las que ella había blindado. De modo que espero que vosotros comprendáis que no estoy en el derecho de dudar de ella – contestó sin inmutarse.
-¡Joder! ¡Haz lo que te venga en gana! Pero si algo sale mal, espero que tengas las agallas de hacer lo que tienes que hacer… – murmuró Berg con cierto cabreo en la voz.
El silencio reinó de repente en la habitación. Aquel: “lo que tienes que hacer”, era sin duda pegarme un tiro. Y a Herman no le gustó nada, porque se dio la vuelta y avanzó un par de pasos hacia el sillón en el que Berg estaba antes de que Krüger se levantase rápidamente y le echase la mano al pecho para detenerle.
-¡Claro! Si algo saliese mal, tú ya lo tendrías todo bien atado para que esos hijos de puta supiesen que Erika está detrás de todo, ¿no? – Herman iba a seguir hablando pero Krüger le interrumpió haciéndole retroceder de nuevo hacia la ventana.
-Está bien, señores. Creo que llegados a este punto en el que estamos empezando a olvidar que todos estamos aquí por una causa común, será más prudente retirarnos. Vámonos Berg, mi mujer debe preguntarse dónde demonios me meto últimamente…
-Pues ándate con ojo, con las mujeres uno nunca sabe a qué atenerse – murmuró el General mientras se levantaba y se encaminaba hacia la salida -. Espero noticias suyas, señora Scholz – añadió antes de abrir la puerta y perderse en el pasillo.
Krüger se despidió con un amable gesto y le siguió dejándonos a solas en la habitación.
-Siento lo de Berg. Tiene derecho a pensar lo que quiera, pero no a insinuar abiertamente que no eres digna de confianza – dijo Herman tras unos minutos de silencio.
-No importa – dije levantándome sin querer darle demasiada importancia.
-Sí importa – insistió arrojando la colilla por la ventana antes de apresurarse a pasarme sus brazos alrededor.
-Entiendo vuestra desconfianza, Herman… – declaré sin ningún reparo.
No podía culparles por no fiarse de mí en aquellas circunstancias. Ya suponía un logro sobrehumano que Herman se hubiera tragado mi versión y que Krüger se reservase esas dudas por consideración. Quizás Berg era el único que tenía narices de decir lo que verdaderamente opinaban sobre todo aquello.
-Yo no desconfío de ti… – me dijo con una suave voz cerca del oído -. ¿Sabes una cosa?
-¿Qué? – Inquirí con despreocupación tras deshacerme de sus brazos para encenderme un cigarrillo.
Esperó a que le diese un par de caladas tomándose un trago de su copa y sólo cuando e insté con la cabeza a contestarme, habló de nuevo.
-Cuando le cortaste las alas a Berg… – comenzó dibujando una juguetona sonrisa que acentuó a medida que se acercaba a mí – …creí que me corría, querida.
Ambos nos echamos a reír al unísono tras escuchar aquello. Después, cuando nos serenamos un poco, me ofreció con un gesto el último trago de la copa que todavía tenía en la mano. La acepté sin decir ni una sola palabra y dejé que él se ocupase mientras tanto del cigarrillo que yo tenía entre manos.
-Bájate los pantalones, Her – le pedí dejando la copa vacía a un lado.
-Lo haría, querida – contestó impasible mientras daba una calada -. Lo haría si no se me hubiese metido en la cabeza la idea de que tú misma me los bajarías, y eso me ha traído de cabeza desde que salimos de casa…
Aguanté la risa ante aquella absurda respuesta mientras me acercaba a él para desabrochar sus pantalones y dejar que la gravedad hiciese el resto. Los dos miramos absortos cómo su cinturón golpeaba el suelo al mismo tiempo que la prenda. Ni siquiera había rozado su piel y bajo sus calzoncillos ya se notaba cierta protuberancia. No sé exactamente qué le había excitado, pero mi cuerpo comenzaba a sentir la irrefrenable atracción que aquella visión me provocaba.
Me acercó el cigarro a la boca y aspiré por la boquilla antes de que me lo retirase. Esperaba algún comentario acerca del siguiente paso mientras nos mirábamos a los ojos dejando entrever las ganas de darlo, pero no llegó. De modo que me arrodillé por propia iniciativa y tras acariciar expectante el apéndice que dibujaba aquel saliente en su entrepierna al pugnar por salir a mi encuentro, bajé lentamente aquella prenda, encontrándome cara a cara con aquella verga en alza.
Tenía claro para qué me había molestado en arrodillarme, y Herman también, por eso mi tacto se la había hecho crecer de aquella manera, porque seguramente ya estaba pensando en lo que iba a hacer a continuación. Me la metí lentamente en la boca y comencé a lamerla mientras veía de refilón el satisfactorio gesto de su cara.
Sujetó mi cabeza con una mano mientras utilizaba la otra para dar la última calada y apagar el cigarrillo en el cenicero. Cerrando su mano sobre un mechón de mi pelo y dirigiéndome suavemente para que no perdiese el ritmo. Siempre me ha parecido curioso el hecho de que no pueda evitar pensar en que me apasiona chupársela mientras lo hago. Supongo que, en general, me excita demasiado verle completamente entregado a lo que le hago, entonces la felación se me antoja perfecta para disfrutar de esa visión. Cuando me está penetrando, mis ojos suelen buscarle siempre que pueden, pero mi cabeza casi nunca está tan consciente como cuando le hago una felación.
Me la tragué entera sin previo aviso, haciendo que su expresión se contrajese al tiempo que atrapaba el labio inferior bajo sus dientes, y a continuación me miró de un modo inquietantemente posesivo mientras me la sacaba de la boca y la lamía de principio a fin sin retirar mis pupilas de las suyas. La mandíbula inferior se le cayó ligeramente a medida que yo repetía la operación un par de veces, hasta que él me indicó que me incorporase.
Lo hice mientras se deshacía de la ropa de su mitad inferior en apenas unos segundos. Me miró como si se estuviese pensando qué hacer a continuación y tras quitarse la camisa sin molestarse en desabrochársela me dio la vuelta para bajar lentamente la cremallera que mi vestido tenía en la espalda.
-Ven aquí… – murmuró mientras me conducía hacia una pared de la estancia.
Sentía su pecho cerca de mi columna, mientras sus brazos me guiaban hasta que abandonaron mi cintura para deslizar los finos tirantes del vestido hacia abajo. La prenda cayó hasta mi cintura, donde él tiró un poco más para hacer que se precipitase al suelo.
-Quítate el resto, querida…
Sonreí hacia el papel de la pared que constituía un testigo mudo de todo aquello y me deshice del sostén. Sus manos no tardaron nada en abarcar lo que antes contenía la prenda pero no me resistí, me dejé hacer mientras me inclinaba ligeramente para hacer lo mismo con mis bragas, notando el cálido aguijón que ya había tenido en mi boca al tiempo que una cuidadosa cadena de besos se depositaba sobre mi espalda.
Creí que me haría esperar, pero quizás no mintiese cuando me dijo que había estado a punto de correrse porque me penetró apenas me incorporé de nuevo y tuve que apoyarme con las manos en la pared para no perder el equilibrio.
Elevé las caderas, mostrándome pasiva y entregada a sus acometidas, sin el menor atisbo de objeción a algo que me resultaba exquisito. Sentía su miembro deslizarse adentro y afuera a un ritmo que en algunas ocasiones se me antojaba vertiginoso, y en otras podía llegar a parecerme parco. Todo mientras su cara respiraba sobre la piel de mi espalda, posándose sobre ella para besarme o lamerme. Cualquier cosa me valía, las dos me hacían jadear por igual.
Intenté echar un ojo hacia atrás, pero me resultaba imposible ver su rostro con claridad porque sus brazos se aferraban a mi cintura como si detrás de él se abriese un abismo al que no quería caerse. Apreté mi mandíbula y estallé en un gemido al tiempo que torcía de nuevo mi cara hacia la pared. Cerrando los párpados para deleitarme en lo que acababa de ver. En cómo me sujetaba mientras se afanaba desesperadamente por penetrarme. Perdiéndose en el mismo placer que yo. El mismo que nos hacía gemir al unísono.
Incliné mi espalda hacia adelante, casi hasta apoyar mi pecho sobre la pared al tiempo que mi cuerpo parecía quebrarse con un floreciente orgasmo que una vez consolidado, sacudió mis entrañas haciendo que succionasen acompasadamente aquello que lo había provocado. Me quedé sin fuerzas, respirando atropelladamente sobre el papel de pared mientras Herman me sujetaba más fuerte y reducía el ritmo hasta embestirme con profundos empellones más espaciados en el tiempo. Los espasmos de su miembro dentro de mi sexo y la inequívoca fluidez que éste adoptó al deslizarse de nuevo, me indicó lo que su cuerpo había anunciado al aferrarse endiabladamente al mío.
Mi aturdimiento post-coital duró el mismo tiempo que tardaron sus besos en devolverme a la realidad. Y aunque me hubiese gustado aprovechar la cama que había allí en lugar de tener que vestirnos y regresar a casa, Herman insistió en que dormir en Berlín no era seguro.
Aquella semana elaboré un informe en el que redactaba todo lo ocurrido después de que recibiésemos las instrucciones de mis superiores y lo entregué donde siempre, a la espera de una respuesta para Berg y asumiendo que antes de que alguien se reuniese con él, me pedirían un escrito en el que figurase al detalle la versión de los hechos que Berg conocía, algo que está a la orden del día en lo que yo consideraba ya un oficio temporal que sólo tendría que ejercer hasta el final de la guerra.
Apenas tres días después, sonó el teléfono una mañana y la voz de Berg me sorprendió al otro lado del aparato.
-Erika, escucha, he pensado en lo de la otra noche… y lo cierto es que me fui de allí con un mal sabor de boca… no debí haber dicho algunas cosas. Me gustaría hablar contigo sin que nadie nos molestas, ¿qué tal si te pasas por mi despacho antes del mediodía y nos tomamos un café tranquilamente?
Su tono era cordial, así que acepté sin darle demasiadas vueltas y en menos de un par de horas estaba en el corredor de la oficina general de las SS que daba al despacho de Berg. Fue cuando vi su cara cuando constaté que algo iba mal, y no me hizo esperar demasiado para dejarme saber de qué se trataba. Sirvió pacientemente el café que me había prometido, se disculpó por los precipitados comentarios que hizo la noche de la cena y lanzó lo que había querido decirme desde un principio.
-Como comprenderás, me he hecho a mí mismo la firme promesa de no volver a precipitarme. Pero también entenderás que todavía albergue mis dudas. De modo que… corrígeme si me equivoco – me pidió con saña contenida -, tengo entendido que tu apellido de soltera era Kaestner, ¿me equivoco?
Entonces, al comprender lo que había hecho, tuve que luchar contra mi propia tráquea para ingerir aquel primer trago de café sin que pareciese que su pregunta me había hecho atragantarme. El muy cabrón me había rastreado. Y seguramente quisiera hablar de cómo Erika Kaestner había aparecido de la nada.
 
Mas relatos míos en:

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Relato erótico: ” Las tortuosas vacaciones de una inocente jovencita “. (POR GOLFO)

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Este relato lo escribi junto con una de mis lectoras (E.R.)
El día que salí de Tuxtla rumbo a Houston no me esperaba que ese viaje cambiara para siempre mi vida. Mi idea era disfrutar de semana de compras y descansar. Agotada de tanto estudiar, el pasarme siete días sin tener que ver un libro era una especie de paraíso.
«¡Podré hacer lo que me venga en gana!»,  pensé mientras pasaba el control de pasaportes ya en Texas.
Para una joven de veinticuatro años como yo, esas vacaciones eran un breve paréntesis antes de volver a la universidad.  Habituada a estudiar como una mula, había decidido que me iba a tomar el sol y vaguear durante una semana. Por yo nada mas inscribirme en el hotel, me cambié de ropa y me puse el bikini que me había comprado exprofeso para ese viaje. Como no podía ser de otra forma, en cuanto me lo hice busqué en el espejo de mi habitación el comprobar cómo me quedaba.
-¡Me queda de miedo!- exclamé al verificar que ese traje de baño realzaba mi ya de por sí exuberante pecho. Dando media vuelta, miré mi trasero y sonreí también satisfecha por la firmeza de mis nalgas.
Desconociendo el efecto que causaría mi joven culito en los otros huéspedes, agarré una toalla y me dirigí a la alberca del hotel. Ya en el pasillo, las miradas que me echaron un par de  gringos me incomodaron por el brillo asqueroso de sus ojos:
«Son unos viejos verdes»,   sentencié y deseando huir del deseo que exteriorizaban  ese par de maduros, salí corriendo meneando mi trasero al ritmo de la  música que oía a través de los cascos de mi iPod.

Los tipos no pudieron evitar mirar mi culo ni mis tetas y eso lejos de agradarme, me enfadó  porque me parecía inconcebible que se fijaran en una cría que bien podía ser su hija. Afortunadamente ese mal rato acabó en cuanto crucé la puerta que salía al exterior ya que esos malditos prefirieron quedarse bajo el aire acondicionado del hall.
Todavía sintiéndome sucia por el modo que esos babosos me habían mirado, me tumbé en una hamaca y me puse a darme crema mientras echaba un vistazo a mi alrededor. La piscina estaba casi vacía. Únicamente un matrimonio chino jugaba con su hijo en la parte menos profunda. Eso me dio la tranquilidad de esparcir el bronceador  por mis nalgas.

Estaba terminando cuando sentí una presencia a mi lado y al girarme, comprobé que un hombretón enorme se había sentado en una mesa cercana y desde allí me observaba. Me puse colorada al notar sus ojos recorriendo mi trasero y por eso dejé de inmediato el bote de crema en el suelo y me giré para que no me siguiera mirando el trasero.
Fue entonces cuando escuché que me decía mientras tomaba un sorbo a su cerveza:
-Cómo no te eches crema en el pecho, esas tetitas blancas van a ponerse muy rojas.
No me digné a contestar y agarrando todas mis pertenencias, me cambié de lugar para evitar su cercanía. Lo que no me esperaba fue que ese tipo soltara una carcajada y mientras huía por segunda vez en menos de una hora, me soltara:
-¡Tienes un culo precioso! ¡Quién fuera su dueño!
«¡Menudo cerdo!», maldije en silencio al dejar mis cosas sobre la nueva hamaca, «¿Quién se cree que soy? ¡Una de sus putas!».
Todo mi ser seguía molesto con ese individuo y quizás por eso, de vez en cuando me giraba a ver que narices hacía. Afortunadamente, se había olvidado de mí y estaba charlando amigablemente con el empleado del bar. Observándolo de lejos, sospeché que debía de tener dinero por la forma de actuar pero lo confirmé cuando vi que una rubia con pinta de secretaria se sentaba junto a él y le empezaba a dar papeles para que firmara.
Durante cinco minutos, estuvo ocupado firmando  como el típico ejecutivo pero algo me decía que el respeto que le mostraba su empleada era excesivo y qué había algo raro entre los dos. No fue hasta que hubo terminado y la muchacha se hubo levantado, cuando comprendí que les unía algo más que una relación de trabajo porque antes de irse la rubia le beso una mano, la misma con la que dio un sonoro azote mientras le decía:
-Espérame en la cama desnuda, zorrita mía.
En ese momento, me indigné tanto con él como con la mujer. Con el tipo por el modo humillante con el que la había tratado y con ella, por permitírselo.
«Esa chava es idiota», pensé, «si tuviera un poco de dignidad, le mandaría a la fregada».
Encabronada sin motivo, decidí irme y no queriendo pasar por delante de ese cerdo, di la vuelta a la alberca entrando por una puerta lateral al hotel.
Ya en mi habitación, me desnudé y me metí a la regadera sin parar de pensar en esa pareja y en el extraño modo en que la mujer lo miraba:
«¡Parecía una perrita rogando el cariño de su dueño», dije escandalizada.
Aunque había leído 50 sombras de Grey, siempre lo había visto como literatura e increíblemente, esos dos me hicieron saber que ese tipo de relaciones enfermizas eran más comunes de lo que mi mente inexperta creía hasta entonces.
Continúe con mi baño, disfrutando el agua helada caer por mi cuerpo. Después de quince minutos disfrutando, salí a mi cuarto y comencé a buscar algo para salir a comer, hacia un día hermoso como para quedarme encerrada en mi cuarto así que busqué entre mi ropa algo para salir a comer.
Mientras me cambiaba miraba en el espejo toda mi anatomía, aunque soy una chica de estatura baja (154 cm) tengo una lindas piernas y un abdomen plano, a pesar de solo salir a correr por las tardes, mi piel es de color claro y resalta mi cabello rizado de color rojo y por ultimo mis pechos, que son un poco grandes resaltan muchas veces con la ropa que utilizo, además de mi estatura que también ayuda a que resalten.
Para salir a comer me recogí el cabello y me puse una camisola un poco holgada, unas mallas de color negro junto con un short corto por encima de ellos y para finalizar unas botas de color café.
« ¡Estoy esplendida! » me dije mirándome al espejo. Y salí directo a uno de los restaurantes de la ciudad. A pocas calles del hotel había uno agradable y decidí comer ahí, mientras esperaba a que me atendieran una chica se me acercó y me pidió permiso para sentarse junto conmigo. Cuando la miré, me quedé sorprendida. Era la chica que vi con aquel tipo asqueroso de la alberca.
Tartamudee un poco por la petición pero al final acepté que se sentara conmigo. 
 Hola, antes que nada quisiera disculparme por la actitud de mi jefe contigo esta mañana yo…
-No se preocupe, no le tome importancia – le dije interrumpiendo en eso llegó la camarera, que nos preguntó que queríamos tomar. -Una piña colada por favor – ordené-
La rubia ordenó lo mismo que yo pero al hacerlo noté que le tiró una mirada a la camarera y pensé que de seguro algo quiere con ella.
Seguimos hablando, pero no había mucho tema de conversación, sentía que ella quería hacerme su amiga, pero yo no se lo permitía, me incomodaba su presencia. De pronto se me quedó mirando y me dice:
-Sabes, tienes bonitos pechos.
Al oírla, me quedé con cara de “¡¡¡what!!!”.
-Eres muy hermosa, tienes un cabello fantástico y de color rojizo y tu piel parece muy suave.
En eso llego la camarera con las bebidas y agradecí que lo hiciera porque me estaba incomodando mucho. No espere a que me la sirviera y tomé mi bebida dando un gran trago.
Los próximos 3 minutos fueron de silencio y se me hicieron eternos, decidí que tenía que salir de ahí. Me puse de pie pero de forma inmediata me sentí muy mal y la vista se me empezó a oscurecer.
Cuando desperté estaba en un cuarto muy arreglado y sobre una cama muy cómoda, me dolía un poco la cabeza y no sabía dónde me encontraba. Durante unos instantes, traté de recordar cómo había llegado a ese lugar pero mi último recuerdo era en ese restaurant. Mi sorpresa no acabó ahí porque al fijarme en cómo iba vestida, me encontré que llevaba un uniforme de colegiala.
Os reconozco que me empecé a asustar y levantándome, busqué infructuosamente mi ropa mientras intentaba saber quién me había desnudado y vestido con ese disfraz. El convencimiento que me habían secuestrado iba creciendo en mi mente.
«Ha sido esa rubia», pensé y tratando de huir, fui hasta la puerta pero no se abrió. « ¡Estoy encerrada!», concluí muerta de miedo.
Durante una hora y a pesar que voz en grito llamé  a la causante de mi retención, nadie hizo acto de presencia. La soledad incrementó mi miedo y estaba ya francamente aterrorizada cuando se encendió una televisión que estaba colgada en la pared y empezó a mostrar diferentes partes de una finca. Sabiendo que mi futuro dependía de esa pantalla, me senté sobre el colchón y seguí atenta la evolución de la filmación.
En un momento dado, la imagen se mantuvo fija mostrando un elegante despacho. De improviso, el hombretón de la piscina entró a esa habitación y mientras se servía una copa, se dirigió a mí diciendo:
-Buenos días, jovencita. Antes de nada quiero presentarme, soy Alfonso Cisneros y estás en una de las fincas que poseo en Texas. Ayer cuando nos conocimos, tendrás que reconocer que te comportaste de un modo muy maleducado y por eso he decidido educarte.
Dando un sorbo a su bebida, esperó a que asimilara la noticia antes de proseguir diciendo:
-Considérate mi alumna porque dependiendo de tu evolución serás premiada o castigada. A partir de este momento, comienza tu educación y por eso te pido que abras el cajón que tienes a la derecha y enciendas el iPad que encontrarás en él.
Tan asustada estaba que no pude más que obedecer. Al encender  la tableta, apareció en ella el hombretón que sonriendo maléficamente, me pidió que con ella en la mano abriera la puerta. En esta ocasión no tuve problemas al girar el pomo y saliendo del cuarto donde había permanecido encerrada, observé que había un salón con amplias ventanas. Corriendo hacia ellas buscando averiguar que había en el exterior, observé con disgusto que alrededor de la casa se extendía una especie de desierto y que no había ningún signo de civilización.
-Tienes razón- dijo mi captor leyendo mis pensamientos- estás a veinte kilómetros de la primera carretera y a cincuenta del primer pueblo. Y por si fuera poco, verás que hay una verja que circunda la casa. Está ahí para protegerte porque fuera de ese límite, empieza mi parque zoológico particular. Lo creas o no, estás en medio de una reserva natural de cien mil hectáreas donde he recreado la fauna de la sabana africana. Si intentas huir, caerá en las garras de los leones o de las mandíbulas de alguna hiena.

Con lágrimas en los ojos y mirando su figura en esa pequeña pantalla, pregunté qué era lo que quería de mí. El malvado soltó una carcajada y respondió:

-Todo y nada. Eres mi experimento. Tus necesidades estarán plenamente cubiertas pero para conseguirlas tendrás que pagar un precio.
-No entiendo- respondí con el sudor ya recorriendo mi frente.
-Ya lo entenderás. Ahora quiero que salgas al jardín para que te vayas familiarizando con tu hogar- contestó cerrando la comunicación.
Con mi moral por los suelos, salí fuera de la casa y allí me encontré con un maravilloso vergel al que no le faltaba nada. Parecía el sueño de cualquier humano pero no pude  disfrutar de su belleza al saber que era mi jaula, de oro pero mi jaula.
« ¡Maldito perturbado!», exclamé mentalmente temiendo que de exteriorizarlo, ese hombre me oyera y me castigara.
Mi desazón se incrementó al recorrer la verja y descubrir a lo lejos a una leona con sus cachorros bebiendo de un pequeño riachuelo que cruzaba esa zona. Al verificar que ese hijo de puta no me había mentido, comencé a tiritar de miedo al saber que de algún modo ese tipo quería poseerme tanto física como mentalmente. Actuando como una autómata recorrí el resto del jardín. Tras lo cual volví al interior de la mansión y mecánicamente fui grabando en mi cerebro las diferentes habitaciones sin atreverme a tocar nada.
«Ese loco ha pensado en todo», sentencié al verificar que exceptuando un teléfono y un ordenador, esa casa disponía de todas las comodidades.
Al cabo de media hora deambulando sin rumbo fijo, decidí encender la televisión del salón pero entonces el iPad comenzó a sonar y al mirarlo, apareció en la pantalla:
“Para ver la televisión, deberás quitarte el jersey y la corbata”.
« ¡Maldito cerdo!», protesté en silencio y aunque esas prendas realmente me sobraban, no quise complacerle y por eso preferí quedarme sin ver la jodida tele.
Lo peor no fue eso sino que confirmé de esa forma las palabras de mi secuestrador cuando me dijo que tendría que pagar un precio. Tratando de saber cuál era el costo que tendría que asumir para cubrir mis necesidades, fui a la cocina y al intentar abrir la nevera, en la tableta pude leer:
“Quítate la falda y mastúrbate”.
Ese mensaje me trastornó y con todos los vellos de mi cuerpo, fui probando cada uno de los aparatos, descubriendo que cada uno encerraba un mensaje y que estos cambiaban cada vez que repetía esa acción. Así la primera vez que quise abrir el grifo del agua fría, leí que debía tocarme un pecho mientras que a la siguiente vez, ese cabrón me pedía que me descalzara.
Hundida en la miseria al saber que ese malvado me tendría como rata de laboratorio y que gobernaría cada uno de mis pasos, no pude soportar la angustia y me tiré en la cama a llorar. Durante dos horas no hice otra cosa que berrear y arrepentirme de haber iniciado ese viaje hasta que habiendo agotado todas mis lágrimas, comprendí que aunque no me gustara y hasta que averiguara el modo de huir tendría que obedecer si no quería fallecer de inanición.
«Obedeceré para que se confíe y en cuanto pueda: ¡Le mataré!», me dije en silencio declarando abiertas las hostilidades contra ese malnacido.
Lo avanzado de la hora y el tiempo que llevaba sin comer, me hicieron volver a la cocina y  que fuera por comida el primer pago. Al intentar abrir nuevamente la nevera, pude leer el siguiente mensaje:
“Abre el primer cajón de la derecha y bébete uno de los frascos que encuentres. Aviso es un potente afrodisiaco”.
La certeza de que ese loco nunca exageraba y que por tanto con ese líquido quería forzar mi excitación, me hizo dudar pero asumiendo la inutilidad de mis esfuerzos y creyendo que al estar sola en ese lugar el estar bruta no sería para tanto, decidí obedecer y abriendo el puñetero cajón, me bebí el contenido de uno de los botes.
En un principio, solo sentí  su sabor excesivamente dulzón por lo que abriendo la nevera, me puse a revisar los estantes:
« ¡Hay de todo!», mascullé entre dientes y sacando una bandeja con lasaña, quise calentarla en el microondas.
“Enciende el equipo de música”, con disgustó leí al comprobar que no servía.
Al seguir sus instrucciones comenzó a sonar  una canción que conocía de Jane Birkin, su Je t´aime. Curiosamente me hizo gracia que ese capullo creyera que me iban a afectar los gemidos que esa cantante daba a lo largo de esa melodía y muerta de risa me puse a tatarearla mientras se calentaba mi comida. No me percaté del modo subliminal que esa canción me fue preparando y tranquilamente me puse a comer cuando de pronto empecé a sentir calor.

Os juro que no había asumido esa sensación como producto del afrodisiaco y por eso me quité el jersey, mientras seguía tenedor a tenedor disfrutando de la lasaña. Pero cuando el calor seguía en aumento y ya me sobraba la corbata de colegiala, asustada comprendí la razón de tal sofoco. Aterrorizada y dejando al lado el dichoso plato, luché durante unos segundos que me parecieron eternos contra esa calentura química.

«Agua, un vaso de agua», suspiré ya con el rubor cubriendo mis mejillas.
Al intentar abrir el grifo y ver que estaba bloqueado, con angustia giré mi cabeza para leer la pantalla de la tableta:
“Abre el primer estante de la izquierda, saca el arnés y póntelo”.
Sin conocer realmente el significado del mensaje, fui a ver qué era lo que quería ese maldito. Al abrir la puerta de ese estante, descubrí entre sus baldas una especie de cinturón de castidad que llevaba adosado un pene.
-¡No pienso ponerme esa mierda!- grité a las paredes sabiendo que mis palabra serían escuchadas por mi captor. Sudando copiosamente pero decidida a no colocarme ese instrumento, me desabroché un par de botones de la camisa y usando un plato como abanicó, intenté refrescarme.
Desgraciadamente, el estimulante sexual que había tomado lentamente se iba apoderando de mi cuerpo y sufriendo lo indecible, noté como mi clítoris se empezaba a hinchar en mi entrepierna.
-No. ¡Por favor!- rogué al vacío mientras la calentura se incrementaba a tal grado que el mero roce de mis bragas contra ese botón ya erecto me producía espasmos de placer.  Sin dudarlo, me quité el tanga traidor  y liberada momentáneamente de esa tortura, recordé que había una piscina. En ella, creí encontrar la solución:
«Un capuzón es lo que necesito”, sentencié bastante segura que con eso podría apaciguar el incendio que en ese momento calcinaba mi cuerpo.
Desgraciadamente al intentar salir de la cocina,  la puerta se negó a abrirse y con un sonido, el iPad  me informó que tenía instrucciones. Desesperada, leí el mensaje:
“Para salir, ponte el arnés”.
-¡Maldito hijo de puta! ¡Te odio!- chillé mientras descargaba mi ira cogiendo una silla y estrellándola contra el suelo una y otra vez.
Histérica por el conjunto de sensaciones que se iba acumulando en mi entrepierna, intenté tirar la maldita puerta de un empujón pero solo conseguí hacerme daño.
-¡Nunca me lo pondré!- aullé derrotada al notar la calidez de mi flujo goteando por mis piernas.
Todo mi cuerpo me pedía lo liberara llevando mis dedos hasta mi sexo pero reuniendo la poca voluntad que me quedaba, continué luchando con todas mis fuerzas contra mi captor que seguía manteniéndose invisible pero que sabía que me miraba a través de las innumerables cámaras.
La certificación que ese maldito seguía atentamente la evolución de su experimento llegó a modo de ola de calor. Trabajando al cien por cien, el fan-coil del aire acondicionado escupía fuego.
-¡No me atormente más!- lloré tirada sobre el suelo de la cocina.
Un nuevo “vip” de la tableta me informó que mi secuestrador me mandaba un mensaje:
“Ponte el arnés. Si lo haces, funcionará toda la casa durante doce horas”.
-¡Hijo de puta!- grité al leerlo porque comprendí que lo quisiera o no, tenía que ponerme ese instrumento. Aun así, durante cinco minutos batallé contra la idea de sucumbir mientras mi cuerpo sufría el acoso de la sustancia que me había hecho beber.
Con mi camisa casi totalmente desabrochada, el sudor campeando por mi escote y mis pezones inflamados por el mismo ardor que sacudía mi sexo, me levanté y cogí el arnés. Tratando de averiguar cómo se colocaba leí su etiqueta y me eché a llorar:
“Aviso: una vez se cierre, este cinturón no podrá abrirse hasta el día siguiente”.
Mi pataleta debió de hacer gracia a mi captor porque se aminoró el calor que salía del fan-coil. Esa migaja de piedad me encolerizó porque no quería agradecerle nada a ese maldito y mirando a una de las cámaras, chillé mientras me ponía ese siniestro artilugio:
-¡Nunca me vencerás!
Para colocármelo, tuve que incrustar el pene que llevaba adosado en mi sexo y aunque no me costó que entrara gracias a lo lubricado que lo tenía, en mi interior me sentí violada y odié cada uno de los veinte centímetros que tenía de longitud. Con mi conducto atiborrado hasta límites impensables, cerré su hebilla sabiendo que no podría quitármela hasta que hubiesen pasado veinticuatro horas.
-¡Ya está maldito!- grité mientras me encaraba con mi oculto enemigo cuando de improviso ese enorme consolador empezó a vibrar y a moverse dentro de mi coño.
La intensidad con la que mi cuerpo recibió esas indeseadas caricias me dejó paralizada y ni siquiera había llegado a la puerta cuando pegando un berrido me corrí por primera vez.
«¡Aguanta!», me rogué a mi misma mientras gateaba rumbo a la cama en la que había despertado,«¡ No le des el gusto de ver tu orgasmo!”.
Lentamente y con mi cuerpo presa de un placer desconocido por mí, fui arrastrándome hasta esa habitación mientras me mordía los labios intentando que de mi garganta no saliera un ruido que confirmara a ese cabrón lo que realmente estaba sucediendo en mi cuerpo.
«¡Ya falta poco! », pensé al cruzar la puerta y ver que apenas un metro me separaba de las sábanas en las que pensaba ocultar mi gozo de ese sujeto.
Esos pocos palmos de distancia me parecieron una montaña insalvable porque a cada movimiento de cualquier parte de mi cuerpo, mi cerebro recibía una sacudida de placer que me hacía parar durante muchos segundos hasta que me relajaba.
Tras un buen rato e innumerables orgasmos, al fin conseguí escalar ese colchón y usando la manta como escudo ante sus miradas, mordí la almohada y liberando la tensión que se iba acumulando clímax tras clímax,  sucumbí de placer mientras mi mente lloraba de vergüenza e ignominia.
Los espasmos y orgasmos siguieron llenando todo mi cuerpo hasta que sin darme cuenta me quedé profundamente dormida. Durante toda la noche tuve sueños muy extraños, sueños donde yo me encontraba en situaciones sexuales y que las sentía de forma real, producto de los efectos de aquella bebida que tomé.
A la mañana siguiente el vibrador que aún seguía dentro de mi comenzó a vibrar con todo su poder y eso me despertó de mi letargo, aun con algo de sueño trataba de sacármelo pero era imposible. Me tomó algunos minutos poner mis pensamientos en orden y comprender de nuevo la situación en la que me encontraba.
Me senté en la cama sintiendo mi interior vibrar y miré a una de las cámaras que había en mi habitación.
– ¡Ya deja de torturarme! – le grité y casi de forma inmediata dejé de sentir las vibraciones en mi conchita.
Me puse de pie y lo primero que hice fue entrar al baño, como no quería que me espiara, tapé con una toalla la cámaras que había en las paredes y de forma inmediata me saqué el asqueroso uniforme de colegiala que tenía puesto desde ayer. Ya desnuda, lo único que tenía puesto era ese maldito arnés. Observé mis piernas cubiertas de mis juguitos secos de anoche y pude notar que mi sexo estaba muy rojo y sensible.
Comencé a llorar en silencio hasta que me quedé un poco más tranquila y me tomé una ducha.
Después de salir del baño me sentía mejor y con más fuerzas, me envolví en una toalla y salí al cuarto. En la cama había un conjunto y una nota que decía:
“ Para hoy, usa esto”.
Miré el conjunto y decidí probarlo.  No era nada del otro mundo, era un camisón azul un poco transparente que dejaba ver un poco el brasier blanco que venía, unos short cortos que realzaban mis piernas y unas botas cafés.
« Maldito pervertido, al menos esta vez no me veré como colegiala».
En eso sonó la Ipad dejando un mensaje:
“Dirígete al comedor para desayunar “.
Me dirigí hacia el comedor y al parecer todo estaba como ayer, solo y bien acomodado, incluso el desorden que dejé ayer en la cocina estaba acomodado.
«Hay alguien en la casa», comprendí mientras todos los vellos de mis brazos se erizaban.
En la mesa había servida una charola con algunos huevos, pan tostado, jugo y un poco de tocino, al solo verlo mi estómago comenzó a gruñir pero como a mi captor le hacía gracia, tenía que darle algo para poder comer. Mire la tableta:
“Para poder  disfrutar de tu desayuno sácate el brasier”.
« ¡Desgraciado! », maldije pero no me importo sacármelo, ya que mi blusa me cubría un poco, al instante que me lo saqué, la bandeja se abrió y pude por fin disfrutar de mi desayuno.
Una vez terminado, me puse de nuevo el brasier y revise la Ipad:
“ Si quieres deshacerte de mí regalito de anoche, dirígete hacia el sótano”.
 « Y ahora, ¿Qué pretende?», pensé con desánimo.
Tras lo cual y durante quince minutos busqué la puerta del sótano hasta que la encontré. Con una mezcla de miedo y desesperación,  bajé por las escaleras. Iba por el segundo escalón cuando a mi espalda, la puerta  se cerró de golpe dejándome completamente a oscuras.
“Continua bajando”, decía la IPad y así lo hice.
El corazón me latía muy fuerte y estaba en alerta contante, de pronto llegué a una mesa iluminada por una lámpara y encima de ella había una caja con una jeringa de vidrio.
“Bueno preciosa, esta es tu sorpresa”, leí en la pantalla, “si quieres salir de aquí inyéctate el contenido de esa jeringa”.
Me quedé estupefacta con su petición. Aunque sabía que era su peculiar rata de laboratorio, la idea de inyectarme otro químico me enervó y a oscuras grité:
– De ninguna manera me voy a inyectar algo que tú me pidas.
Un ruido me hizo mirar el iPad:
“Sabía que dirías eso, así que si no haces lo que te digo mis amigos se van a divertir contigo”.
Nada más terminar de leer esa amenaza,  dos luces se prendieron detrás de mí. Al girarme descubría que tras de unas rejas había dos tipos altos y descuidados, con pinta de locos, que para colmo de males empezaron a piropear mis pechos mientras en sus bocas babeaban lujuria.
Fue entonces cuando la reja que los contenían se empezó a abrir lentamente. Los sujetos al advertir que en pocos segundos podrían cruzarla, comenzaron a golpear los barrotes mientras chillaban dando gracias a mi secuestrador por el bombón que les regalaba.
Desesperada, sabiendo  que iban a violarme si no hacía algo, grité:
– ¡¡¡Esta bien, tu ganas!!!-  y sin pensarlo dos veces, me inyecté todo el contenido de la jeringa en mi pierna.
“Demasiado tarde preciosa”, escribió ese maldito antes de apretar el botón que abrió de golpe esa reja.
Los dos tipos salieron disparados hacia mí. Al verlo, comencé a correr por la oscuridad, recordando los pasos por los que había llegado ahí y mientras lo hacía, el consolador que se encontraba dentro de mi comenzó a vibrar muy fuerte ocasionando que mis piernas flaquearan. Sin mirar atrás, me puse de pie y seguí corriendo, Subí las escaleras, sintiendo los gemidos de mis persecutores muy cerca de mí cuando de pronto algo me toma de mi tobillo y me hace caer.
Afortunadamente el terror me repartir patadas al aire, algunas de las cuales debió de acertar porque sentí que dieron en algo blando y de inmediato me soltó. En eso la puerta detrás de mí se abrió y salí de ese infierno inmediatamente.
“Te has librado por poco”, leí, “esto te enseñara a obedecer a la primera. Recuerda que soy tu dueño y mientras sigas mis indicaciones, nada malo te pasara“.
Tirada en el suelo del hall, lloré mi desgracia durante más de una hora, hasta que ya con mis lagrímales secos, empecé a sentir una comezón en mis pechos. Asustada me quité el sujetador sin importarme que ese voyeur me viera para descubrir que se me habían hinchado y que mis pezones estaban extrañamente erectos:
-¡Cerdo!, ¿Qué me he inyectado?- chillé enfrentándome a uno de las cámaras.
“No te preocupes, no es peligroso. ¡Solo es un estimulador usado para la producción de leche!”. No me costó comprender cuál era la fantasía que ese fetichista quería ver cumplida porque el mismo me lo dijo al escribir: “Tu tarea esta mañana es ser mi vaca lechera, si quieres comer tendrás que ordeñarte y rellenar un vaso para que yo me lo beba”. Tras lo cual me envió una serie de instrucciones que harían más llevadera esa láctea función.
«¡Maldito degenerado!», pensé al leer que si no quería sufrir dolor debería masajearme tanto los pechos como mis areolas durante horas  y que además podía acelerar  mi producción lechera por medio del placer: «¡Quiere que me masturbe para él».
Tontamente, creí que la fama de buenas amas de cría que tenían las mujeres de mi familia me evitaría sentir los rigores de esa estimulación y por eso en vez de hacerle caso, me puse a leer un libro tirada cómodamente en el sofá del salón.
A la media hora, me di cuenta del error que había cometido al sentir una  dolorosa punzada en mis senos. Mi captor debió observar eufórico como me doblaba en el suelo presa de una agonía sin par. Sabiendo que ese sufrimiento se aminoraría amasando mis tetitas, me quité ese incómodo camisón y usando mis manos comencé a darme un masaje.
-¡Dios! ¡Como duele!- exclamé descompuesta al sentir como si unas agujas se estuvieran clavando en mis más que abultados pechos.
Durante largos minutos, sufrí los embates de mi estupidez hasta que mi sufrimiento físico fue menguando gracias a la acción de mis dedos pero por contrapartida, el psicológico  se vio incrementado al advertir que contra mi voluntad mi sexo se estaba encharcando.
-¡No quiero!- grité en cuanto sentí los primeros síntomas de un cruel orgasmo.
Incapaz de parar de masajear mis pechos y de estirar de mis pezones al conocer el destino que de dejar de hacerlo sufriría, la calentura se fue incrementando en mi entrepierna a pasos agigantados. Sabiendo que no tardaría en correrme, me puse a pensar que razones tendría mi secuestrador para torturarme de esa forma y entonces comprendí que en su perversa mente, era un objeto de estudio y que tanto el arnés como esa inyección cumplía un propósito:
« ¡Quiere lavarme el cerebro a través del sexo! Con el arnés me indujo un placer mecánico, con esta inyección me está obligando a buscarlo con mis manos… ¡Me está preparando para que me entregue a él!”.
Ese descubrimiento lejos de aminorar la excitación que ya nublaba mi entendimiento, la incrementó y gimiendo de vergüenza, llevé una de mis manos a mi entrepierna y escarbando entre los labios de mi vulva, busqué mi clítoris con ardor. Nada más posar una de mis yemas en ese botón, todas las neuronas de mi cerebro explosionaron y pegando un berrido, me corrí.
-¡Te detesto!- llegué a gritar antes que con renovada pasión mis manos reanudaran los pellizcos sobre los sensibles pezones de mis tetas y la dulce tortura sobre mi sexo. Pronto la leche empezó a emanar de mis pechos y mis manos se empaparon del líquido blanco que producía.
“Eso es preciosa, mastúrbate para mi” – escuché que desde unos altavoces me decía mi captor.
Todavía no me había repuesto de oír su voz cuando me ordenó:
-Ahora, sé una buena cría y llena el recipiente de vidrio que está en la mesa con esa rica leche que produces.
Humillada escuché sus órdenes mientras el placer de los orgasmos invadía mi cuerpo por completo. Luchando contra las sensaciones que asolaban mi cuerpo, tomé el camisón y cubrí mis pechos mientras trataba de ponerme de pie. Cuando lo logré un fuerte espasmo seguido de un orgasmo intenso me hizo caer de rodillas.
-Mmmm…. Aaaahhhh…. Uuuummmm…. –gemí sin reprimirme por primera  vez y desconociendo que esos ruidos eran el inicio de mi claudicación.
Gateando conseguí llegar al sofá y allí di rienda suelta a mi calentura mientras mi secuestrador me azuzaba a masturbarme mientras seguía ordeñando mis pechos.  Uniendo un orgasmo con el siguiente la lujuria me dominó y por eso no caí en que el tipo que me mantenía cautiva allí se había presentado ante mí cuando me hizo entrega de un vaso donde depositar mi leche.
-Dame de beber- ordenó con tono duro.
Abducida y sin voluntad, rellené ese envase al tiempo que todo mi cuerpo colapsaba por el placer hasta que perdí el conocimiento. Cuando desperté, todo el cuerpo lo sentía entumecido y no sabía que había pasado conmigo. El terror me paralizó al descubrir frente a mí al tipo observándome. Durante un minuto, reuní los pocos arrestos que me quedaban para preguntar:
-¿Qué quiere de mí?

 

Mi grito hizo gracia a mi captor que con una cruel sonrisa en sus labios contestó al tiempo que acercándose, hundía sus dedos en mi melena:
-Jajajaja, excelente pregunta, princesa.  Lo quiero todo de ti- y soltando una carcajada prosiguió diciendo: -Muñequita, quiero tu odio, quiero tu miedo, tu desesperación, tu placer y tu cuerpo.
La excitación que leí en sus ojos me aterró y más cuando al descubrir una gota de leche brotando de uno de mis pezones, se acercó y la recogió entre sus dedos para acto seguido llevársela a la boca.
Al ver el modo que se relamía saboreando el producto de mis pechos, sollocé aterrada más que por el miedo que ese tipo me producía, por el latigazo de placer que experimenté entre mis piernas.
-¡No me haga nada!- rogué tapando mis pechos con mis manos.
El siniestro sujeto sonrió y disfrutando de mi angustia, se sentó junto a mí mientras me decía:
-Eso no lo decides tú. Aunque no lo aceptes todavía eres mía y te usaré cuando y como me venga en gana.
No había todavía asimilado sus palabras cuando haciendo realidad su amenaza, me atrajo hacía él y retirando mis manos, se puso a admirar mi cuerpo sin importarle la vergüenza y el asco que se reflejaban en mi cara.
-Tienes unas tetas excelentes- susurró en mi oreja mientras me tocaba los pechos y jugaba con mis pezones sin que pudiera hacer nada por evitarlo.
Fue entonces cuando agarró el camisón que todavía llevaba puesto y lo bajó por mis hombros, dejándome totalmente desnuda. Indefensa y consciente que estaba en su poder, dos lagrimones recorriendo mis mejillas fueron el acicate que ese perverso necesitaba para sacando la lengua, comenzar a lascivamente lamer mi cara mientras yo tenía que refrenar las ganas de vomitar.
Obviando mi sufrimiento, me puso encima de sus rodillas. Tras lo cual se dedicó a satisfacer sus necesidades magreando mi trasero y restregando su miembro contra mi vulva mientras su boca se deslizaba por mi cuello.
-Por favor, ¡No me viole!- sollocé sabiendo que nada que dijera le iba a convencer.
Mis palabras lejos de hacerle apiadarse de mí, incrementaron el morbo que sentía y pegando un gemido, se apoderó de uno de mis pezones con su boca. Al notar sus labios mamando de mis pechos, experimenté una vergüenza doble, porque a la angustia de esa caricia forzada se sumaba la desesperación de sentir  que mi sexo se encharcaba.
Ajeno a lo que ocurría entre mis piernas, me obligó a ponerme a cuatro patas sobre el sofá y mientras sus yemas iban recorriendo todos los puntos sensibles de mi cuerpo, se desabrochó su pantalón y sacando su pene, se puso a juguetear con su glande en mi clítoris. Al descubrir la humedad de mi vulva, soltó una carcajada y pegándome un azote, el muy cerdo me preguntó:
-¿Qué prefieres que use antes? ¿Tu coño o tu culo?
Sabiendo que inevitablemente ese sujeto iba a violarme, creí que era menos humillante que me follara a que me sodomizara y por eso, reteniendo las ganas que tenía de arañar su cara, contesté:
-Mi coño.
Malignamente, mi captor soltó una carcajada y aprovechando que en esa posición tenía mi culo en pompa, cambió de objetivo y poniendo su glande en mi ojete de un golpe, me clavó todos sus centímetros en mi interior.
-Maldito- grité al sentir mi esfínter desgarrado.
El dolor que experimenté con ese maromo destrozando mis entrañas fue brutal y por eso intenté zafarme tirándome sobre el sofá pero el cabrón agarrándome de las caderas lo impidió. Os juro  que nunca en mi vida había sentido una invasión tan masiva. Era tanto mi sufrimiento que me costaba hasta respirar.
-¡Me duele!- grité paralizada por el martirio al que estaba siendo sometida cada vez que sentía su pene estrellándose una y otra vez contra mi culo.
El instrumento con el que me acuchillaba era tan enorme que cada vez que me forzaba el ojete pensaba que no era posible tanto dolor. Chillando con todas mis fuerzas imploré que dejara de sodomizarme pero cuanto más me quejaba mayor era la violencia de su asalto. Con cada estocada me faltaba el aire y solo cuando lo sacaba, mis pulmones podían respirar. No sé las veces que rogué que  cesara mi castigo, de lo único que soy consciente es que ese indeseable siguió con su falo castigando mi maltrecho ojete hasta que pegando un aullido me informó que se corría.
Al hacerlo, me mordió el hombro mientras su miembro explotaba dentro de mi culo. El copioso semen que se desparramaba por mi interior al menos sirvió como lubricante y por eso recibí con gozo cada una de sus explosiones. El desalmado malinterpretó mi suspiro y penetrando por última vez mi esfínter, se dejó caer a un lado mientras me decía:
-Esto solo ha sido un aperitivo. En cuanto me reponga, ¡Me harás una mamada!
Conociendo de antemano que siempre cumplía sus amenazas, lloré en silencio mi desgracia…..
 
 
Para comentarios, también tenéis mi email:
golfoenmadrid@hotmail.es
 

¡SEGURO QUE TE GUSTARÁ!

 

Relato erótico: “Las tortuosas vacaciones de una inocente jovencita 2” (POR GOLFO)

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Para los que no hayáis leído la primera parte, me llamo Esthela y para mi desgracia, durante un viaje de placer fui secuestrada por un millonario texano que me recluyó en una finca. Allí, he sufrido humillaciones de todo tipo: teniendo todo a mi disposición, debía de pagar en carne por ello. De forma que he sido su conejita de laboratorio y mediante hormonas, me ha convertido en  una vaca lechera a la que ordeña a su antojo.

Mis días han sido una sucesión de agravios, dolor y sexo. Para comer he tenido que mamársela, dejar que me sodomice y solo he mantenido mi virginidad a salvo porque ese malvado dice que la tiene reservada para un evento especial. Aunque no me he atrevido a preguntar cuándo va a hacer uso de ella porque temo su respuesta, sé que pronto lo averiguaré y que lo que ha planeado no va ser de mi agrado.

Os lo digo porque mi “dueño”, así quiere que le llame, hoy me ha traído ropa y me ha ordenado que me la ponga para dormir. Nada más verla, comprendí que esa túnica blanca podría ser mi “traje de novia y que con ella, ese pervertido me va a desflorar y quitar con ello, la poca autoestima que me queda.

¡Odio a ese cabrón! Ojala tuviera fuerzas para suicidarme y que terminar así con mi sufrimiento…

Mi despertar en unas ruinas.

A la mañana siguiente desperté completamente desnuda en una especie de catre. Recordaba haberme vestido con la túnica que me entregó mi secuestrador por lo que alguien debió de quitármela. Durante unos segundos dudé si esa habitación era parte de la finca pero rápidamente comprendí que estaba en una choza al ver a través de los huecos de los troncos que sostenían el tejado, que estaba en mitad de la selva.

«¡Hay gente!», exclamé esperanzada al oír voces en el exterior.

Creyendo que me había liberado, no me importó el salir corriendo sin nada que me tapara. Nada más irrumpir al exterior, se me cayó el alma a los pies al descubrir que estaba en mitad de la selva, dentro de una especie de aldea. Viendo que había un grupo de mujeres de aspecto oriental en una de las chozas, me acerqué a donde estaban y les pregunté:

-¿Dónde estoy? ¿Pueden ayudarme?

Las indígenas me miraron y mediante señas me hicieron entender que no me comprendían. Insistiendo, repetí mis preguntas en inglés con el mismo resultado, para ellas mis palabras eran ininteligibles. Casi llorando intenté explicarle que me habían secuestrado y que necesitaba su ayuda, pero lo único que conseguí fue que con una sonrisa una de las más ancianas me diera agua en un cazo de barro.

-No tengo sed, ¡lo que quiero es volver a casa!- grité derrumbándome al saber que ese sujeto había planeado todo y que me había dejado esperanzarme para que así fuera todavía más duro el saber que seguía en sus manos.

Sentada en un  tronco, me dejé llevar por mi angustia y comencé a sollozar desconsoladamente mientras esas mujeres me sonreían. Su actitud amable lejos de confortarme, azuzó mis llantos y durante largo rato, no hice otra cosa que llorar hasta que una joven de ojos rasgados se acercó a mi con un crio en sus brazos.

– Cho bú, cho bú- me pidió.

Al no comprender que era lo que quería, me la quedé mirando y entonces, me pasó al bebé mediante gestos me explicó que quería que le diera de mamar. Estaba a punto de negarme cuando el puñetero enano al sentir mis pechos repletos, llevó su boca hasta uno de mis pezones y se puso a chupar con desesperación. La  sensación de esa boquita mamando de mi teta me gustó e incluso solté un suspiro, al notar que al vaciar mi seno estaba rebajando el dolor que sentía al tenerlo lleno.

Todavía no me había acostumbrado a tener al crio colgado de mi pecho cuando otra madre viendo que del otro brotaba un chorrito de leche, trajo a otro crio y lo puso también a mamar. La sorpresa de sentirme ama de cría me paralizó y aunque estaba indignada, no pude reaccionar al saber que dependía de la buena voluntad de los habitantes de ese poblado para sobrevivir. Mi decisión resultó acertada porque mientras los dos bebés me ordeñaban, llegó otra indígena con un plato de frutas y sin pedirme opinión, comenzó a darme de comer en la boca.

«Me están cebando para obtener mi leche», comprendí desesperada cuando la madre del chaval viendo que el niño ya se había atiborrado lo recogió, cediendo  su puesto en mis tetas a los retoños de otras dos mujeres que esperaban haciendo cola frente a mí.

Humillada hasta decir tuve que aguantar que, de dos en dos, los pequeños de la aldea mamaran de mis pechos hasta que consiguieron vaciarlos. Al darse cuenta que ya habían ordeñado todo su contenido, las mujeres cogieron a su hijos y reanudaron sus labores cotidianas, dejándome allí tirada.

«Para ellas, ¡soy ganado!», comprendí mientras volvía llorando a la choza en la que desperté y aunque fuera por un momento, eché de menos a mi captor porque al menos él era uno.

No llevaba ni diez minutos, escondida y llorando mi desgracia en la penumbra de esa cabaña cuando un ruido en la entrada me hizo levantar la mirada. Al hacerlo descubrí a dos muchachos todavía adolescentes observándome desde la puerta. En sus ojos detecté un extraño brillo, que se incrementó cuando en silencio se acercaron hasta el catre donde yo estaba.

-¿Qué queréis?- grité angustiada al no saber sus intenciones.

No tardé en comprobar qué era lo que les había llevado allí porque sentándose uno a cada lado, tapándome la boca, me hicieron callar mientras llevaban sus bocas hasta mis pechos. Al contrario que los niños que solo se alimentaban, la forma en que esos dos recorrieron con sus lenguas mis pezones me hizo saber que sus razones eran otras y más cuando el más avispado de los dos, llevó su mano hasta mi entrepierna y se puso a pajearme obviando mis protestas.

« ¡Van a violarme!», incapaz de gritar pensé mientras intentaba zafarme de su acoso.

A los mocosos les hizo gracia mi rebeldía y reteniéndome entre los dos, sin dejar de intentar succionar mi leche, se dedicaron a recorrer mi cuerpo con sus manos mientras intentaba defenderme con un frenesí que me dejó agotada. Cuando dejé de debatirme, las caricias de los chavales se hicieron más sensuales pero no por ello menos humillantes. Usando sus dientes mordisquearon mis pezones al tiempo que con sus dedos hurgaban en mis dos agujeros. La ausencia de violencia no consiguió tranquilizarme y por ello, intenté gritar cuando obligándome a ponerme a cuatro patas uno de ellos, separó mis nalgas con  sus manos y hundiendo su cara en ellas, comenzó a lamer mi ojete con su lengua.

-¡Por favor! ¡No lo hagas!- chillé al sentir su apéndice hurgando dentro de mi culo.

Pero entonces su acompañante, tirando de mi melena hacia abajo, introdujo su falo hasta el fondo de mi garganta evitando de ese modo mis quejas. Afortunadamente el tamaño de ambos miembros nada tenían que ver con la verga de mi captor porque de haber tenido la longitud y el grosor al que me tenía acostumbrada ese indeseable, a buen seguro me hubieran roto el culo de una manera cruel. Aun así al no haber preparado con anterioridad mi esfínter, su intrusión me dolió atrozmente.  

Con su pene en el interior de mis intestinos, el puñetero chaval llevó sus manos hasta mis ya adoloridos pezones y cogiéndolos entre los dedos, comenzó a tirar de ellos con pasión.

-¡Dios!- chillé al sentirlos maltratados.

La tortura de tetas produjo un efecto no previsto y como si esas adolescentes yemas hubiesen abierto un grifo en mis areolas, de  estas comenzó a brotar un chorro de blanca leche que emocionó al muchacho que tenía su polla en mi boca.  Sacando su miembro, se tumbó debajo de mí y se puso a mamar de mis pechos mientras su amigo machacaba sin parar mi entrada trasera.

-¡No quiero!- chillé angustiada al sentir que los dientes del puñetero crio alternando entre mis pechos y el pene  del otro campeando en mi culo estaban elevando la temperatura de mi cuerpo.

La mezcla de humillación, dolor y excitación me tenía confundida. Mientras mi mente se revelaba ante tamaña agresión, mi cuerpo comportándose como un traidor me pedía más. La humedad de mi chochito era una muestra evidente de mi calentura pero más aún que involuntariamente llevara una mano entre mis piernas y sin pensar, me pajeara mientras esos dos me forzaban. Mis agresores se rieron de mis gritos de angustia y mientras uno se daba un banquete con el nutritivo producto de mis tetas, el otro comenzó a azotarme en el culo pidiéndome mediante gestos que me moviera.

-¡Dejadme!- imploré descompuesta al notar que contra mi voluntad todas mis neuronas estaban en ebullición.

Sé que de haberme entendido, tampoco me hubiesen soltado ese par de energúmenos porque para ellos yo solo era un medio para satisfacer sus oscuras necesidades. Al no comprender siquiera mis palabras, los dos indígenas siguieron  a lo suyo hasta que sentí que el pene que estaba martilleando dentro de mi trasero, eyaculaba rellenando con su semen mi culito.

-¡Maldito!- aullé menos indignada de lo que debería porque en ese momento mi coño parecía un ardiente polvorín a punto de explotar.

La gota que derramó el vaso y que me llevó en volandas hasta el mayor orgasmo que nunca había sentido, fue levantar mi mirada y ver a mi “dueño” sonriendo a dos metros del catre donde estaba siendo violada. Su presencia y la satisfacción que sentía al verme disfrutando de esa agresión, hizo que mi cuerpo colapsara y liberando mi tensión, me corrí en voz en grito mientras increíblemente le pedía perdón a ese sujeto por hacerlo. Os juro que todavía hoy no comprendo que fue lo que me motivó a disculparme.

Muerto de risa, mi captor echó a los críos de la cabaña y sentándose en el catre, me contestó mientras acariciaba mi melena:

-Putita mía, no has podido evitarlo. Desde que conocí a esta tribu hace años y descubrí que estaban esperando que su diosa les mandara una reina, te he estado buscando por todo el mundo. Sabiendo que según sus creencias esa deidad les mandaría una virgen de cuyos pechos brotara leche, te capturé y te estoy condicionando para ser su representante terrenal.

-No entiendo- respondí limpiando las lágrimas que surcaban mis mejillas.

Mi “dueño” me regaló un lametazo en un pezón antes de contestar:

-Para ellos, esa reina les procurara alimento mientras ellos le ofrecen placer. Todas las penurias a las que te he sometido tenían una razón, está noche te desvirgaré en su presencia mientras amamantas a los miembros de la tribu.

Al conocer mi destino debía de haberme sentido molesta pero mi cuerpo me traicionó al notar su lengua recorriendo mis pechos y pegando un grito, me volví a correr sin poderlo evitar. Aun sabiendo que era producto del lavado de cerebro al que me tenía sometida, me retorcí sobre ese catre pidiendo que me tomara. Necesitaba ser desvirgada por “él” y por eso comportándome como su puta, me arrodillé frente a mi captor para rogarle que me hiciera suya.

Ese cabrón sonrió al ver mi entrega y manteniéndose de pie junto a mí, se bajó su bragueta. Comprendí que se esperaba de mí y por vez primera mi sexo se encharcó mientras metía una mano dentro de su pantalón para sacar su verga. Al sentir entre mis dedos ese duro tronco, mi boca se me hizo agua y como si me fuera mi vida en ello, se la saqué mientras babeaba.

-Necesito chupársela- susurré obsesionada mientras acercaba mi boca a su miembro.

En ese momento, mi mente estaba dividida. Una parte estaba avergonzada por mi claudicación pero la otra se sintió  arrastrada a devorar esa morbosa tentación que tenía a mi alcance. Sacando mi lengua me puse a lamer su extensión con lágrimas en los ojos.

« ¿Qué estoy haciendo?», maldije al tiempo que recorría golosamente los bordes de su glande. Cómo un ser sin voluntad, abrí mis labios y agachando lentamente mi cabeza, experimenté como ese pene se iba introduciendo en el interior de mi boca. La satisfacción que experimenté al sentir su erección llenando mi garganta y el latigazo de placer que inundó mi coño, me hicieron saber que estaba perdiendo la batalla contra ese sujeto.

El que se autodenominaba como mi dueño gruñó al experimentar la húmeda caricia con la que yo, su puta, le estaba regalando y presionando con sus manos sobre mi cabeza, hundió su verga por completo en mi interior mientras me ordenaba que me masturbara. Os juro que intenté hacer oídos sordos a su mandato pero entonces me vi contrariando mis deseos y separando mis rodillas, hundí un par de dedos en mi sexo al tiempo que su glande se hacía presente contra mis amígdalas.

« ¡No puedo parar!», casi llorando pensé al comprobar el ardor con el que torturaba mi clítoris.

Cuanto más intentaba evitar seguir pajeándome, con mayor énfasis introducía sin pausa mis yemas en mi vulva. Dominada por una pasión incontrolable buscaba que el placer de mi secuestrador coincidiera con el mío y por eso al sentir la explosión de su polla en mi boca, me corrí nuevamente mientras mi mente sollozaba de vergüenza.

Habiendo satisfecho sus oscuras apetencias, el sujeto me obligó a limpiar su verga con mi lengua para acto seguido desaparecer sin despedirse.

Durante el resto de la mañana, me quedé encerrada en la choza. Una vez que mi secuestrador me había dejado sola, la certeza que nunca volvería a mi país me hizo llorar desconsoladamente. Hundida en mi depresión, me acurruqué en un rincón del camastro dando rienda suelta a mi dolor. Fueron horas duras en las que añoré mi vida anterior dándola por perdida.

Mi humillación fue máxima cuando sobre sobre las doce, tres jovencitas llegaron cargadas con frutas. Al verlas me recluí todavía más en mi sufrimiento pero entonces ellas me forzaron a comer. En un principio incluso me abrieron la boca para que tragara hasta que viendo la inutilidad de mi rebeldía dejé que me fueran dando uno tras otro trozos de lo que ellas consideraban un manjar. El problema vino cuando al terminar y tal como me había anticipado el sujeto esas tres crías exigieron su recompensa.

Sacándome de mi sopor una de las muchachas me abrió la camisa y antes que me pudiese quejar acercó su boca a mi pezón para comenzar a mamar. Jamás en mi vida me imaginé amamantando a una mujer y menos a dos, porque a los pocos segundos una segunda se apropió del pecho libre y buscó mi leche. Os parecerá extraño pero tras la sorpresa inicial, la sensación de esas dos lenguas ordeñando mis ubres me gustó y por eso relajándome sobre el catre, dejé que siguieran ordeñándome. Lo que no me esperaba fue que la tercera, viendo mi disposición, se acomodara entre mis piernas y separándolas, hundiera su cara entre ellas.

-¡Qué haces!- protesté pegando un gemido.

La oriental malinterpretó mi queja y creyendo que era de placer, usó su lengua para dar un largo y profundo lametazo a lo largo de mi sexo. La ternura y sensualidad con la que esa jovencita trató mi coñito, me hizo gritar pero esta vez de gusto, tras lo cual sus dos compañeras sin dejar de mamar quisieron también agradecer mi leche por medio de caricias. Esas seis manos y esas tres bocas al unísono, me hicieron boquear y sin poderlo evitar, la calentura me dominó. Colaborando con mis captoras, separé aún más las rodillas al notar las manos de las chicas torturando mi clítoris mientras su amiga seguía dando buena cuenta de mi coño.

-¡Parad!- les pedí sabiendo que estaba a punto de correrme sin percatarme que, según sus creencias, ellas debían de procurar el placer de su reina para que sus pechos nunca se vaciaran.

Azuzadas por mis gritos, esas crías me hicieron ponerme en pie y mientras dos de ellas se ocupaban de mi sexo, sentí que la otra separaba mis nalgas y hundía su lengua dentro de mi ojete. Al experimentar esa intrusión, me volví loca y presionando las cabezas de las que tenía frente a mí, me corrí dando aullidos. Ellas al sentir el geiser en el que se había convertido mi coño, se alternaron en el intento de secar ese manantial mientras a mi espalda, la tercera seguía follando con su lengua mi culito.

-¡Dios!- gemí llena de gozo ya entregada al placer.

La persistencia y la profundidad de las caricias de las orientales hizo que uniera sin pausa un orgasmo con el siguiente al tiempo que en mi mente la idea que ese destino no iba a ser tan malo empezaba a florecer….

Relato erótico: Cena de empresa (POR CARLOS LÓPEZ)

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Trabajo en una empresa familiar de un tamaño relativamente grande (300 empleados), cuyo nombre no voy a decir para evitar problemas. En esta compañía existe la tradición de celebrar una cena de empresa todos los veranos antes de irnos de vacaciones.

Pues bien, este año el gran jefe, que así llamamos al propietario, había decidido que, en lugar de en uno de los restaurantes habituales de la ciudad, la cena fuese en una finca junto a un pueblo algo aislado, a unos 35 kilómetros de la ciudad. Hubo un cierto disgusto entre los trabajadores, porque eso nos obligaba bien a no beber alcohol, o bien a no poder llevar nuestro propio coche. De todas formas había que reconocer que el lugar era precioso y la cena, en pleno verano y al aire libre bajo un porche, prometía ser excepcional.
Yo tuve suerte pues mi compañero decidió llevar su vehículo y me acoplé con él. Sin embargo, en la mitad de la noche le llamaron por un imprevisto y tuvo que dejarnos. Como había bastante gente no me preocupé demasiado. Alguien me llevaría. De hecho, unas de las jefas de recursos humanos vive bastante cerca de mi casa. Justo ese día ella había llegado tarde a la cena porque se había perdido en el trayecto a la finca. Así que, pese a mi rechazo natural a los empleados de recursos humanos, me ofrecí a acompañarla cuando decidiéramos volver bromeando con que “ahora no se perdería, pero si lo hacía, al menos sería conmigo”.
La verdad es que nunca había intercambiado más de unas pocas palabras con ella y, cuando lo había hecho, había sido para discutir sobre los horarios que hacía, o sobre algunos gastos de viaje que ella consideraba “no justificables”. Era lo que se llama una esbirra de la empresa. Incluso los compañeros más malintencionados decían, por supuesto sin prueba alguna, que era la querida del dueño de la empresa. Lo cierto es que, pese a que era joven y hacía poco tiempo desde que se incorporó a la empresa, era la mano derecha del director de recursos humanos. En las negociaciones, era la que tomaba el papel de “poli malo”, dejando a su sonriente director aparentar una posición más conciliadora. En resumen, una auténtica hija de puta.
En todo caso, vivía cerca de mí, y me resolvía muy bien el asunto de mi retorno. De hecho, suponía que se quedaría hasta el final, aunque sólo fuese por hacer la pelota al jefe y a su esposa, que a estos eventos solía venir. Resuelto el asunto de mi vuelta, ya me relajé y me puse a disfrutar de la noche veraniega que amenazaba tormenta. No sé cuántas copas me bebí. Creo que bailé con todas las comerciales e incluso flirteé con un par de ellas que eran casadas y jugaban a “desatarse” en estas cenas, aunque luego nunca pasaba nada. Todas bromeaban conmigo diciéndome que “no hacía falta que ligase con ellas, porque ya tenía plan para luego”. También decían con toda la maldad que tienen las mujeres en estos casos que Vanesa, que así se llamaba mi conductora “se había vestido así de provocativa para el jefe, pero ahora tendría que ser para mí”.

La verdad es que la chica iba deslumbrante es noche. No diré que era una modelo de las de revista y medidas perfectas porque no era así, pero sí era extremadamente estilosa y atractiva. Tendría unos 35 años, morena con el pelo liso y media melena. Además, era tal como me gustan a mí, ligerísimamente más gruesa que el estándar y con curvas definidas. Se había puesto una falda negra, estrecha y por encima de la rodilla, y una camiseta entallada sin mangas que dejaba ver la piel tostada de sus brazos, imaginar su cuerpo bien proporcionado y un par de “poderosas razones” que captaban la atención de aquellos con los que se cruzaba (incluido yo mismo jaja). Llevaba unos sencillos pero elegantes zapatos de tacón que mis compañeras llamaban “peeptoes”, y que la hacían algo más alta que la imagen que tenía de ella, además de darle un aspecto de mujer fatal.

Por supuesto no hice ni puto caso a las bromas de mis compañeras sobre el aspecto de mi conductora, o contestaba bromeando diciendo que si alguna de ellas quería apuntarse podríamos hacer un trío. Lo cierto es que sobre las 4-5 de la madrugada, ya quedábamos muy pocas personas y el jefe decidió que ya era hora de volver a casa. La noche estaba muy oscura y plomiza. A lo lejos se divisaban ya algunos relámpagos y truenos anunciando la tormenta que se avecinaba.
Entre que Vanesa quiso pasar al aseo a última hora y tardó un rato, y que su coche estaba aparcado el último del parking, cuando fuimos a ponernos en marcha no quedaba ya nadie. Hasta el punto de que habían apagado los focos del aparcamiento y las nubes hacían que la noche fuera tan cerrada que prácticamente no se veía nada. Pese a que la notaba algo seria, le ofrecí el brazo para que se agarrase a mí, porque el suelo de la zona de aparcamiento era irregular para sus bonitos zapatos de tacón. Ella lo rechazó con un gesto de desdén que me hizo sentir algo ridículo. Parecía que quería tener un acercamiento cariñoso hacia ella, cuando en realidad y a pesar del alcohol que llevaba en mi cuerpo, tenía muy claro que cualquier intentona rara era una cagada de la que luego me iría a arrepentir. En todo caso, estaba claro que ella prefería correr el riesgo de tener un traspié que aparentar cualquier gesto amable hacia mí.
Sólo quedaba un coche, un flamante VW Golf GTI negro que no recordaba que ella tuviese. Pensaba que tenía un Citroen C3 verde manzana, y no que tuviese un coche tan pijo. Pero hacia él nos dirigíamos y era el último coche que quedaba en el parking. Le pregunté “¿y este coche?”, “es de mi novio, el mío está en el taller”… lo cual me hizo pensar que quizá mis compañeras tenían razón, y que había venido a la fiesta a lucirse ante el gran jefe. Abrió el coche y me senté en el asiento del copiloto, sin esperar que ella entrase primero ni tener el gesto cortés de sujetarle la puerta. Nada más entrar pulsó el botón que deja todas las puertas cerradas con el seguro puesto. Ese gesto, habitual en muchas mujeres, tendría una gran trascendencia luego.
Al sentarse se le subió la falda hasta la mitad de sus muslos, que me parecieron sólidos, morenos y muy sexys. Instintivamente había mirado a sus piernas. Mirada que fue contestada con otro gesto de disgusto y un “¿qué miras?” que me bajó la pequeña excitación que se había creado en mí.
Puso el motor en marcha y, a partir de ese momento, todo comenzó a ir mal. Para empezar, comenzó a llover con grandes goterones de agua que hacían que se viera muy mal a más de 15 o 20 metros de distancia. Como consecuencia de ello, Vanesa iba muy concentrada en la carretera y en la primera rotonda ya tuve la sensación de que había elegido mal la salida. Se lo dije, pero contestó que no y yo, al verla tan segura, pensé que tendría razón. Así que más adelante le indiqué el desvío que pensaba había que tomar y esta vez sí me hizo caso. Sin embargo, a los 10 minutos ya empezábamos a dudar porque el estado del firme cada vez era más irregular y la carretera más estrecha. No teníamos la sensación de estar volviendo a la ciudad. La verdad es que sus comentarios empezaban a ser un poco bordes:

 

Joder, no era por aquí
Bueno, yo creo que nos hemos equivocado ya en la primera rotonda –contesté yo-
No, te has confundido cuando has dicho que nos desviemos

 

Pasé de seguir con la polémica, aunque ya me estaba empezando yo también a enfadar por sus gestos de disgusto. Pensaba ¿por qué me habré vuelto yo con ella?, si hubiese ido con algún otro compañero, ya estaría durmiendo en mi cama. La situación era tensa, pero no quería discutir no fuera a ser que al final hasta me echase de su coche. Ella despotricaba de todo, decía

 

¿joder, a quién llamo yo a estas horas? –decía ella como si yo no existiese, pero yo contestaba-
da igual, no vas a saber explicarles donde estamos –recalcando el “estamos”- seguro que tu novio es maduro y ordenado. Tendrá un mapita. Anda para y lo miramos.
No, y no hables de mi novio –estaba muy cabreada-

 

 

Lo que pasó a continuación es digno de película del género esperpéntico. De repente, pasamos un cartel indicativo en la carretera, pero lo pasamos por la espalda, no lo vemos. Era un cartel para los que venían en sentido contrario. Entonces Vanesa frena de golpe, pero ya no se ve el cartel. Yo le dije “da la vuelta anda, hazme caso ahora que es por ahí”. Pero ella, por sus cojones, tuvo que salir del coche y mirarlo por ella misma. La tía sale del coche bajo la lluvia y se va caminando rápido para verlo.

No teníamos ni paraguas. Me quedé unos segundos en el coche pensando que esta chica es imbécil, pero no sé lo que me movió y salí detrás de ella dando un portazo. El cartel no estaba tan lejos, pero llovía fuerte y a los 10 segundos de estar fuera del coche ya estábamos empapados. Marcaba la dirección que yo pensaba. Entonces dije “bueno, pues ya sabemos donde estamos, sólo tenemos que ser capaces de dar la vuelta”. Vale, es verdad, fui un poco irónico, pero ella ni se dignó a contestarme, y volvió caminando bastante enfadada al coche. Yo detrás observaba las curvas de su cuerpo bajo la ropa completamente empapada. Iba pensando que era una lástima que fuese tan borde, porque tenía un culo redondo y bonito. Como me gustan a mí.
Cuando fue a abrir la puerta del coche, se dio cuenta de que estaba cerrado… fue a la puerta de atrás y del otro lado y cerrado también. Joder, la situación era espeluznante: ¡Nos habíamos dejado el coche en marcha, con las llaves puestas, y cerrado! … encima diluviaba y estábamos empapados. Dentro del coche estaba el bolso de Vanesa y nuestros teléfonos móviles. Lo único bueno es que era una tormenta de verano y la temperatura era buena. Entonces Vanesa estalló, y a mí se me pasó de golpe la borrachera:

 

Pero ¿tú eres gilipollas? ¡has cerrado el coche! ¡¡este imbécil me ha cerrado el coche!! –decía como si estuviera hablando con alguien-
Déjame intentar abrirlo. De todas formas la culpa es tuya, no haber echado el seguro.

 

Intenté abrirlo, no me creía que de una forma tan tonta se pudiesen quedar las llaves dentro, pero ella se lo tomó aún peor, como haciendo ver que no pensaba que ella fuera capaz de abrir su propia puerta.

 

Lo único que se me ocurre es que rompamos un cristal… luego podéis decir en el seguro que os lo han intentado robar –dije yo conciliador mirando alrededor para buscar una piedra, pero ella seguía cada vez más cabreada…-
¿Tú estás loco? El coche ni lo toques.
Pues nada, como eres tan lista encontrarás la manera de entrar en él sin llaves.
¿Pero qué hago yo aquí con un estúpido borracho baboso? empapándome y perdida… menos mal que me han visto todos salir contigo imbécil que si no tendría hasta miedo de que me pasase algo…

 

 

Entonces me cabreé como hacía años que no me pasaba. No me dolió lo de estúpido, pero lo de borracho y ya lo de baboso me llegó al alma, por no hablar de la burrada que había dejado “entrever” sobre mí. Me subió la tensión en segundos y no me pude contener en mi comentario. La hablé claro. En voz alta. Con una firmeza y crueldad que me sorprendieron a mí mismo:

 

¡Eres una lista! Estás aquí porque el jefe ha venido con su mujer, que si no ahora mismo estarías chupándole la polla. Toda la empresa lo sabe… Eres su puta… Joder, si no hay más que verte como vas vestida… si has estado toda la noche mirándole como una perra en celo… hasta su mujer se ha tenido que dar cuenta… de todas formas, todo el mundo lo sabe. Toda la empresa me lo ha dicho hoy y se han descojonado de mí por acompañar a la putita del jefe! ¡y encima dice que la voy a hacer algo! Pero que lo sepas ¡ANTES MUERTO QUE TIRARME A LA QUERIDA DEL AMO!

 

Me había quedado a gusto con el comentario. Vale, lo reconozco, me pasé… yo no contaba con ello, pero ella se derrumbó. Se puso a llorar amargamente. Mi afirmación de que todos sabían que se tiraba al jefe le hizo verdaderamente daño. De hecho era falso. Ella se mantenía apoyada con su hombro sobre el lateral del coche la impedía caerse materialmente. Su dignidad y su fortaleza de hacía unos segundos se había desvanecido… transcurrieron unos minutos y yo empecé a sentirme fatal por lo que había dicho. Estaba arrepentido de haberlo hecho. No puedo ver a una mujer llorar. Y menos por mi culpa. Sus malos modos los tenía que haber tomado a broma. Seguro que le afectó tener que romper el flamante coche de su novio.
Me quité la chaqueta y se la puse sobre los hombros… le dije “perdona, lo siento, me he pasado”… ella sólo hipaba y se dejaba cuidar. Se notaba que le había herido… y lo único que podía hacer era disculparme “perdona, Vanesa, era mentira lo que he dicho… nadie piensa eso… de verdad, te lo prometo”, “sólo se comenta que estás elegante y guapísima”… Joder, estaba desconsolada. Con los brazos cruzados, encogida, apoyando su hombro contra el coche y yo, yo detrás de ella, acariciaba su pelo y le decía las frases más tiernas que me pasaban por la cabeza…
A su espalda y bajo la lluvia, la veía ahora tan frágil que estaba a punto de abrazarla desde detrás y besar su cabeza. Continuaba diciéndole las cosas más amables que se me ocurrían. No sabía porque habíamos llegado a esa absurda situación.

 

Venga, Vanesa… jo perdona anda, vamos a intentar salir de aquí. Me he sentido herido y te he hablado así. En realidad, siempre te he tomado por una persona muy eficiente…
Perdona también tú -dijo con un hilo de voz-

 

Pero seguía llorando, ya más calmada pero aún con hipidos. No pude contenerme más y la abracé. La abracé con mi mayor ternura, sólo tratando de transmitir cariño, nada sexual ni morboso. Dejamos pasar un minuto así, bajo la lluvia. Entonces pasó algo que sinceramente no esperaba: ella dio la vuelta a su cabeza y me plantó un beso en los labios… un beso tierno y lloroso que duró unos pocos segundos sobre mi boca. Sus labios sabían a sal, temblaban, y cuando se separó yo lo proseguí. Lo proseguí con más fuerza unos segundos más y me separé.
Pero ella lo continuó a su vez, con más fuerza… y yo con más… cada vez más fuerte, llegaba ya a ser salvaje. Un morreo húmedo y salvaje. Empezamos a mordernos los labios… ufffffff qué recuerdo. Estábamos enfrentados. Ella con la espalda contra la puerta del coche y yo contra ella, besándola y presionando su cabeza con mi mano en su nuca, contra mi propia boca. La lluvia resbalaba por nuestros rostros, por nuestros cuerpos. Nos dominaba una extraña fuerza. No podíamos parar.
Mis manos abiertas sobre el cuello de ella acariciaban todos sus detalles, mientras ella había puesto las suyas a los lados de mi abdomen, bajo mis costillas, y me atraía contra su cuerpo. A pesar del agua las notaba calientes. Poco a poco fui desplazando una de mis manos a su pecho, cubriéndolo, abarcándolo… presionándolo sobre la ropa empapada. Su duro pezón se clavaba en la palma de mi mano a través de la ropa, pugnando por romperla completamente rígido… la lluvia, y la excitación lo mantenían así, y yo lo acariciaba con mis dedos incrementando delicadamente mi presión.
Nada más oír el gemido que salió espontáneamente de su garganta supe cómo iba a acabar la noche. Iba a acabar en sexo puro. Sexo desnudo bajo la lluvia entre dos casi-desconocidos que acababan de tener un enfrentamiento absurdo. Era una mezcla extraña de sensaciones… estábamos perdidos en medio de la nada y bajo una tormenta torrencial, aunque ninguno de nosotros sentía ningún frío en ese momento.
Ella con decisión pero algo temblorosa introdujo sus manos en el cuello de mi camisa haciendo que se desprendiesen dos botones. Fue algo muy sensual, sus manos acariciando mi pecho después de haber roto los botones de mi camisa. Entonces dijo con timidez y casi en voz baja “Por favor, ¿puedes hacerme sexo oral?”. Con total educación, como quien pide “puedes acercarme ese papel”. Yo, con la misma educación, contesté “Claro que sí”. Joder, yo lo estaba deseando y el hecho de que me lo pidiera incrementó el nivel de ebullición de mi sangre, que hacía ya minutos se había concentrado en alguna parte concreta de mi cuerpo. Una parte que estaba muy muy pegada a ella.
Aún ahora me excito al recordarlo… allí apoyada en el coche, bajo la lluvia, completamente empapados con la ropa pegada a nuestros cuerpos, la noche cerrada… y aún me dijo casi infantilmente queriendo corresponder “luego puedo hacértelo yo a ti…”. Joder, intuí que su novio sentiría asco por el sexo oral, y ella se moría por hacerlo y por sentirlo. Ahora estaba seguro de que el chico del Golf GTI era un auténtico imbécil.

Me puse manos a la obra,… muy muy despacio continué con mis besos y caricias, pasando mis labios por su cuello, sobre su camiseta en su pecho… buscando con mis labios sus pezones que se marcaban como si no llevase nada de ropa y destacaban en todo su esplendor dando forma al tejido de lycra. Y continuaba bajando muy poco a poco…. para detenerme y volver a subir a morder suavemente su pezón sobre la ropa…. Notaba su ansiedad, la buscaba… no se atrevía a decir nada, pero sus brazos me presionaban hacia abajo. Yo seguía con mi lentitud, a pesar de que está loco por comprobar qué había debajo de su falda.

Ella apretaba mi cabeza contra su pecho… unos segundos, para luego sorprenderse a sí misma bajándosela. Notaba que disfrutaba con lo que yo hacía, pero pese a todo notaba que se moría porque yo siguiese bajando. No me bastaba con sentir su cuerpo a través de la ropa y le subí su camiseta dejando al aire su abdomen. Me detuve en su preciosa piel dorada, bordeando con mi lengua la cintura de su falda. Sentía que la tormenta provocaba decenas de truenos y relámpagos, pero nada nos distraía. Yo estaba totalmente concentrado en ella. Como un músico tocando un instrumento sin tener ninguna conciencia de que había mundo exterior, ni lluvia, sólo atendía al ritmo de su respiración y a sus gemidos cada vez más continuos.
Así me centraba en el ombligo…. pero una de mis manos estaba ya dentro de su falda, entre sus piernas, en la parte interior de sus muslos, pero aún sin llegar a su sexo. Voluntariamente no llegaba para incrementar su deseo. A pesar de que ella estaba loca por que lo tocase, yo me regodeaba acariciando su piel supersuave, y rozándolo alguna vez en mi movimiento sobre la tela de sus braguitas. Lo sentía muy caliente, a pesar de la lluvia… y mojado, pero esto no era por la lluvia. Sabía que era por mi culpa… mi curiosidad le había subido un poco la falda y la visión de sus braguitas negras sencillas me parecía lo más espectacular del mundo.
A la vez, el movimiento de mi otra mano en su vientre era seguido por el de mi boca, que seguía bajando… como queriendo pasar por dentro de la cintura de la falda. Noté como inconscientemente y ella metía tripa como si mi boca pudiera pasar a través de su falda. Y yo pasaba una vez más mi lengua sobre esa piel de seda.
Mientras, mi otra mano jugaba ya con su sexo. De forma suave, sintiendo las formas sobre la tela de lycra, está hinchado y se nota el surco de su cuerpo. Ella gemía y volvía a hacer el gesto de empujar mi cabeza hacia abajo. Se estaba impacientando pero a mí me divertía la situación. Le había apartado las braguitas y pasaba las yemas de mis dedos suavemente, desde arriba, sin llegar a penetrarlo, y hacia abajo. Era una auténtica fuente. Me detenía en su clítoris, hinchado, y volvía a empezar. Ella estaba nerviosísima e involuntariamente movía sus caderas, pero yo marcaba el ritmo a mi manera.
Ella sola se subió la falda hasta la cintura en un gesto que supongo es habitual en las mujeres, pero a mí me pareció encantador. Y puse mis labios sobre su sexo, jugando. Su coño era una preciosidad, completamente depilado y abierto como una flor. Su mente de Venus era una suave curvatura, un pequeño promontorio curvo, con un precioso lunar que le daba una curiosa personalidad. Me había apartado unos centímetros para contemplarlo. Jamás en mi vida habría imaginado estar en esta situación ante el coño de esta mujer, de una de las jefas de recursos humanos… joder, la vida a veces nos proporciona un golpe de suerte y me había tocado a mí.
Pero ella ya no aguantaba más con su actitud sumisa y con cierta decisión apretó mi cabeza contra su centro… contra su sexo, y yo ya no me opuse. Por un momento pensé en obligarla a tener que decir con palabras lo que quería. Me parecía muy excitante en ese momento escuchar esas palabras soeces emitidas por una mujer altiva, que normalmente caminaba sobre cristales sin inmutarse. Pero no lo hice, introduje 2 dedos dentro de ella, explorándola, estaba mojadísima. A la vez puse mi lengua plana sobre su clítoris, presionándolo. Para que notase el calor de mi boca. Y ya, sin más dilación decidí que experimentase la mejor comida de coño de su vida pasada y probablemente futura.
 

Me centré en tener tu sexo en mis labios y comencé a pasar mi lengua longitudinalmente entre los labios de su sexo. Desde su comienzo y hasta el final.

Con mi máxima dedicación me detenía en algunos lugares, para luego volver a empezar el recorrido. Una vez y otra vez. Desde su agujerito apretado, hasta la piel suave suave de su monte de Venus. Y vuelta a empezar con más rapidez. Y vuelta a empezar con más presión. Y vuelta a empezar deteniéndome en la parte superior, haciendo círculos con mi lengua. O abriendo sus labios con mis dedos para que mi lengua profundice más y más.
Por la intensidad de sus gemidos sabía que lo estaba haciendo bien. Muy muy bien. Me posé con dedicación sobre su clítoris y comencé a mover mi lengua lateralmente… sin que se separase ni un segundo de su cuerpo. Mis manos acariciaban sus muslos, su piel suave, la carne tensa de sus glúteos. Mientras, sus manos me apretaban cada vez más contra ella y yo continuaba con mis circulitos sobre la parte más sensible de su sexo. Persistiendo un más en ello mientras comenzaba a sentir como esa parte de su cuerpo tomaba vida propia y comenzaba a contraerse compulsivamente. Me mantuve unos segundos más escuchando sus gritos “Sïiiiiiiiiiiiiii”, y aguantando la fuerza de sus manos apartándome de allí y sus piernas que buscaban cerrarse, hasta que me separé observando como encogía su cuerpo en torno a su sexo, cerrando sus piernas y poniendo sus manos entre ellas.
El espectáculo era grandioso. Estaba totalmente entregada a su placer. Yo mismo era capaz de ver y notar sus contracciones como. Sentía descargas eléctricas desde su coño hasta su abdomen y de allí a todo su cuerpo. Me mantuve de rodillas frente a ella. No hice nada más. Sólo dejar pasar unos minutos observándola… hasta que llegó a un momento en el que dijo “gracias”, y repitió varias veces aún con los ojos cerrados “gracias” “gracias” “gracias”. Y yo me sentía genial. Extraordinariamente bien. Siempre me ha fascinado tener la capacidad de provocar eso en una mujer, pero en este caso aún más. Era una chica tan pija y tan altiva, pero a la vez había descubierto una fase tan tierna y sensual, que aún estaba alucinado de tenerla junto a mí, así.
Me puse en pie a su lado, muy muy juntito, y la dejé respirar unos momentos más bajo la lluvia antes de susurrar en su oído:

 

Pero aún no he terminado contigo…
¿ah no?, si ahora me toca a mí…
No, hoy me toca a mí ser jefe –dije aludiendo a su cargo en la empresa superior al mío-
Ummmmm pues estoy deseando oír sus órdenes –susurró alegremente-

 

Entonces la di la vuelta de pie y la presioné contra el coche, al que se sujetó con sus manos a la altura del pecho. Fue un gesto muy sencillo, pero me puso a cien que se sujetase al coche mientras yo quedaba a su espalda. Aparté cuidadosamente a un lado su melena empapada y posé mis labios sobre su cuello… y pasé mis manos hacia sus pechos por debajo de la ropa y del sujetador que ya había soltado…. ummmmmm. No sabía si sería el frío o la lluvia pero sí notaba que según lo que hiciese con mis labios y mi lengua junto a su oído le producía escalofríos. Por supuesto sus pezones estaban completamente erguidos y rígidos. Entre mis besos combinaba algunos susurros, algunos más soeces y otros más cariñosos… “si supieses la de veces que he soñado con tenerte así…”.
Era un sueño, Vanesa gimiendo delante de mi cara, con mis manos en sus preciosas tetas, su falda subida… y los peeptoes de tacón. Lentamente la fui bajando las braguitas negras, deslizándolas por sus piernas sin dejarle moverse de esa postura. Levantó disciplinadamente los pies para que saliesen por sus zapatos y yo las guardé. Confieso que aún las guardo como un tesoro.
Me levanté y me pegué a ella, besando su nuca… estaba completamente excitado, llevaba mucho tiempo así, pero la pequeña relajación que tuve mientras le dejaba descansar de su orgasmo ya había pasado y acomodé mi pene en vertical sobre el valle de su precioso culazo. Notaba que la provocaba y se movía ligeramente para rozarlo más y excitarme a mí. Yo, por mi parte, seguía susurrando en su oído, notando cómo la estremecía “no he terminado contigo”… o “ahora voy a darte lo que tengo aquí para ti”… o “mira como me has puesto… lo tienes que solucionar”… y mordía levemente su piel, para seguir susurrando “ahora vas a ser buena y te vas a poner cómo yo diga”… “no te vas a mover… has entendido?”
 

Con mis manos cogí sus caderas y las separaré un poco del coche, sujetando sus manos sobre la parte de arriba de la puerta del coche que seguía en marcha y cerrado. Con mis pies separé sus piernas con el típico gesto que haría un policía con un detenido… jajajaja estaba haciendo un poco la representación de que estaba en mis manos. Así que me aparté medio metro con la intención de contemplar una vez más la escena y dejarla fotografiada en mi mente para toda mi vida. Vanesa se quiso mover, pero yo sujeté sus caderas diciendo “ssssshhhhh no te muevas, estás preciosa”, y reconociendo lo que hacía “quiero retener esta imagen mucho tiempo en mi mente”.

Su sexo estaba entreabierto, hinchado… la chica orgullosa era ahora cariñosa y colaboradora. Por una parte ansiosa por hacerme disfrutar también a mí, pero mirándome como dudando si dejarse hacer… pero la realidad es que estaba loca por que la follase y yo tampoco tardé mucho. Me acerqué y acomodé mi polla sobre los labios de su sexo depilado… sujeté sus caderas y la fui penetrando poco a poco hasta el final. En ese momento el que no pudo evitar un fuerte gemido fui yo. Bestial. Bajo la lluvia. Gozaba recreándome en follarme a la mujer más atractiva que había pasado cerca de mí en mucho tiempo. Ella, por su parte, miraba nuestro reflejo en el cristal del coche. Como si fuera un espejo, me miraba detrás de ella y se ponía aún más caliente. Entonces bajaba la cabeza cerrando los ojos y moviendo presionando su culo contra mí para estar más penetrada. Yo le decía “Mira… mira lo que te estoy haciendo…”. Uffffff qué recuerdo… aún me excito pensándolo.
Poco a poco fui moviéndome con más y más vigor. Con la ansiedad que me producía pensar que posiblemente nunca más la iría a tener así, pero con toda mi fuerza para hacerla que me recordase toda la vida como uno de sus mejores polvos. Joder sentía el calor de su coño en mi miembro durísimo, y la daba como si me fuera la vida en ello. Estaba súper mojada por dentro y por fuera y gemía desatada. Yo también estaba desatado y mis comentarios eran más soeces y repetitivos “te voy a reventar el coño…” o “¿esto es lo que querías no?” a los que ella sólo contestaba “Sí” entre gemidos. Sus tetas se movían con mis sacudidas y una de mis manos estaba sobre ellas, sintiendo cómo temblaban y dejando que sus durísimos pezones rozasen contra mi palma en sus movimientos. Era brutal. No sé el tiempo que estuvimos así, pero lo que sé es que empezó a contraerse, a cerrar su sexo sobre mi polla en contracciones… se estaba corriendo como una auténtica zorra. Gritaba. Y yo también gritaba “¡toma!” o “¡así!” descargando mi semen dentro de su cuerpo sin preocuparme de nada en ese momento. Era el mejor orgasmo que había tenido en mucho tiempo.
Fue genial, nos quedamos muchos minutos abrazados bajo la lluvia sin intercambiar palabras. Sólo al principio, cuando le di las gracias con todo el cariño que entonces fluía de mi ser, tal y como ella había hecho conmigo anteriormente… Empezaba a despuntar el día, ya no llovía y comenzaba un amanecer precioso que contemplábamos sin darnos cuenta de que estábamos casi tiritando de frío. Finalmente tuvimos que romper un cristal del coche, y volvimos escuchando música y sin hablar. Sin perdernos. Me dejó en el portal de mi casa con un beso en los labios y subí las escaleras con la mejor sensación de triunfo de mi vida, sabiendo que nunca olvidaría a Vanesa aunque nuestra relación fuera a ser tan efímera. ¿o no fue así?
Muchas gracias por los comentarios… acepto ideas para seguir la historia 🙂
Carlos López. diablocasional@hotmail.com
 

“Conociendo íntimamente a Paloma ( La vecina que encontró la paz y el placer con nosotros)” Libro para descargar (por GOLFO)

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Sinopsis:

En todos los edificios hay una mujer buenorra que levanta el ánimo de sus vecinos cuando la ven pasar por el portal y si la comunidad tiene piscina, su mera presencia tomando el sol provoca que aumente el número de hombres que por casualidad bajan a darse un chapuzón. Parece algo connatural a los tíos: sabiendo que es peligroso acercarse a ella, olvidan que su esposa puede pillarlos y se pavonean metiendo tripa por el borde del jardín, con la inútil esperanza que se fije en ellos.Así era Paloma. Una impresionante hembra de enormes senos y mejor culo a la que un buen día su marido cambió por otra mas joven.

Queriéndola ayudar, mi esposa la invita a pasar las vacaciones de verano con nosotros sin saber la atracción que siento por ella y lo caliente que esa zorra está.

A partir de ahí,  SE SUMERGE en una espiral de sexo.

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Para que podías echarle un vistazo, os anexo EL  PRIMER CAPÍTULO

1

En todos los edificios hay una mujer buenorra que levanta el ánimo de sus vecinos cuando la ven pasar por el portal y si la comunidad tiene piscina, su mera presencia tomando el sol provoca que aumente el número de hombres que por casualidad bajan a darse un chapuzón.

Parece algo connatural a los tíos: Sabiendo que es peligroso acercarse a ella, olvidan que su esposa puede pillarlos y se pavonean metiendo tripa por el borde del jardín, con la inútil esperanza que se fije en ellos.

Así era Paloma. Una impresionante hembra de enormes senos y mejor culo.

Todo lo que os diga es quedarse corto. Con sus treinta años y su melena morena era todo un espectáculo el verla andar al ser dueña de un trasero grande y duro que excitaba y estimulaba las mayores fantasías de todos aquellos que teníamos el privilegio de observarla.

Era tanto el morbo que producía entre los casados del bloque que corrió como la pólvora la noticia que se había divorciado. Curiosamente, esa buena nueva me llegó antes que por los amigotes por mi esposa cuando en una cena, me soltó como si nada ese bombazo diciendo:

― ¿A que no sabes de lo que me he enterado en la peluquería?

Harto de chismes de vecindad seguí comiendo sin preguntar, pensando que iba a contarme una historia sobre un hijo de algún vecino, pero entonces poniendo cara de asco me reveló que Juan, el marido de esa belleza, la había dejado por su secretaría. Reconozco que ya interesado, le pregunté cómo había sido.

Satisfecha de que le hiciera caso, me explicó:

―Por lo visto, le pilló una factura de un hotel e investigando descubrió que le ponía los cuernos con una jovencita que resultó ser su empleada.

Aunque me parecía inconcebible que alguien dejara a ese monumento, me quedé callado no queriendo hablar de más y que mi mujer se enterara que la encontraba irresistible.  María ya envalentonada, prosiguió diciendo:

―Ya le he dicho que el que pierde es él porque siendo tan guapa, no le costará encontrar alguien que le sustituya.

En ese momento, mi mente trabajaba a mil por hora al imaginarme a mí remplazando a ese cretino en su cama y por eso casi me atraganto cuando sin darle mayor importancia, me dijo que había invitado a esa preciosidad a nuestra casa en la playa.

Tratando de mantener la cordura, pregunté únicamente cuando había pensado que nos acompañara:

―La pobre está tan sola que le he dicho que puede pasarse con nosotros todo el mes.

«¡No puede ser!», pensé al comprender que se refería a nuestras vacaciones.

Asustado por tener esa tentación tan cerca, protesté diciendo que con ella en el chalé nos limitaría nuestras entradas y salidas, pero entonces, insistiendo me respondió de muy mala leche:

―Seguro que ahora me dirás que si su marido la ha abandonado es por algo. Tú verás que haces, pero ella viene.

Reculando di mi brazo a torcer temiendo que de insistir mi esposa sospechara que indudablemente me sentía atraído por nuestra vecina y como quedaban dos meses para el verano, lo dejé estar suponiendo que, llegada la hora, Paloma no nos acompañaría.

Lo cierto es que me equivocaba. Tan desolada se había quedado esa monada con el divorcio que, buscando compañía, se convirtió en habitual de mi casa. Rara era la noche que, al llegar de trabajar, no me encontraba a María y a Paloma charlando en el salón de mi casa. Afortunadamente en cuanto yo aparecía por la puerta, nuestra vecina se excusaba y desaparecía rumbo a su apartamento. Tan cotidiana era su huida que con la mosca detrás de la oreja, pregunté a mi mujer si Paloma tenía algo en contra de mí.

― ¡Qué va! ― contestó riendo― lo que pasa es que es muy tímida y se corta en tu presencia.

Aun pareciéndome ridículo que se sintiera cohibida ante mí, no dije nada porque me convenía que María no se percatara de lo mucho que me gustaba esa mujer.  Lo que no pude evitar fue pensar que difícilmente aceptaría acompañarnos a la playa si llevaba tan mal el verme.

Contra todo pronóstico una semana antes de salir de vacaciones, mi mujer me confirmó que la vecina iba a acompañarnos. Confieso no sé si esa noticia me alegró o por el contrario me molestó, porque sentía un sentimiento ambiguo. Por una parte, una pequeña porción de mi cerebro deseaba que viniera, soñando con que el roce entre nosotros la hiciera caer entre mis brazos. Mientras el resto temía con razón que mi esposa me pillara mirándole el culo o algo peor.

«Tengo que evitar que se me note», sentencié viendo que era inevitable que esa morena tentación pasara treinta días en nuestra casa.

Reconozco que el lavado de cerebro al que me sometí durante esos días no sirvió de nada y quedó en buenas intenciones en cuanto vi aparecer a Paloma el día que nos íbamos.  Ajena a la atracción que provocaba en mí, ese mujerón llegó vestido con un top y un short que más que tapar realzaban la rotundidad de sus formas. Babeando y excitado por igual tuve que retirar mi mirada de sus tetas para que, bajo mi pantalón, mi apetito no creciera sin control:

«¡Está buenísima!», sentencié mientras trataba de descubrir de reojo el tamaño y el color de sus pezones.

El destino o la suerte quisieron que ni ella ni mi mujer advirtieran el sudor que recorría mi frente mientras intentaba evitar la excitación que me nublaba la mente, de forma que en un cuarto de hora y con todo el equipaje en el coche emprendimos la marcha hacia nuestro lugar de vacaciones.

Ya frente al volante y mientras María y Paloma charlaban animadamente, usé el retrovisor para recrearme la vista con la belleza de esa mujer.

«Es perfecta», admití tras notar que todas mis hormonas estaban en ebullición por el mero hecho de observarla.

Sus ojos negros y sus carnosos labios eran el aditamento necesario para que esa mujer fuera el ideal de una hembra. Para colmo hasta su voz era sensual, dotada de un timbre grave casi varonil con escucharla era suficiente para que cualquier hombre soñara con que ella te susurrara al oído que te deseaba.

«Estoy jodido», maldije mentalmente al darme cuenta de que mi atención no estaba en la carretera sino en las dos piernas y en el pantaloncito de Paloma.

Las cuatro horas que tardamos en llegar a nuestro destino me resultaron un suplicio. Por mucho que intentaba olvidar a nuestra pasajera, continuamente mis ojos volvían a quedar fijos en ella. Tantas veces, la miré a través del espejo que la morena se percató e involuntariamente se puso roja.

«Estoy desvariando», pensé al ver que bajo su top dos pequeños bultos habían hecho su aparición y creer que se había sentido excitada por mi mirada. «Ni siquiera me soporta, en cuanto me ve sale por piernas».

La confirmación de mi error vino cuando charlando entre ellas, María le preguntó porque no se echaba un novio:

―Estoy bien así, no necesito un hombre que me vuelva a hacer daño― contestó mientras fijaba sus ojos en los míos.

El desprecio con el que se refirió a todos los de mi género fortaleció mi primera impresión y comprendí que, sintiéndose una víctima, odiaba a todo el que llevara un pene entre sus piernas.

«¡Qué desperdicio!», mascullé entre dientes al sentir que no existía posibilidad alguna de poner mis manos sobre esas dos nalgas.

Al llegar al chalé entraron hablando entre ellas, dejándome solo para subir las maletas. Cabreado subí primero las nuestras y fue al volver a por las de Paloma cuando localicé un consolador en una de sus bolsas.

― ¡Qué calladito se lo tenía la muy puta! ― reí tras asimilar la sorpresa de hallar ese enorme aparato entre sus cosas.

Ese descubrimiento me abrió los ojos e intuí que su supuesto desprecio por los hombres era una fachada con la que luchar contra su sexualidad, por eso mientras recorría el jardín rumbo a la casa decidí que haría todo lo posible por excitarla sin que mi mujer se diera cuenta…

2

Como era temprano María y Paloma decidieron darse un baño en la piscina. La morena ignorando lo que se le venía encima tuvo a bien plantarse un bikini azul tan provocativo que temí no poder aguantar semejante provocación y lanzarme sobre ella sin importarme que mi esposa estuviera presente.

Os puede parecer una exageración, pero si hubieseis contemplado como yo cómo la tela de su parte de arriba apenas conseguía ocultar de mi vista sus pezones estaríais de acuerdo. Sabiendo que de quedarme cerca María hubiese adivinado mi excitación, resolví dar una vuelta por la urbanización corriendo para borrar de mi mente su cuerpo.

Desgraciadamente por mucho que me esforcé tanto física como mentalmente, al volver todo sudado por el ejercicio seguía pensando en su culo y en sus tetas.

Ya de vuelta me acerqué a la piscina y al saludarlas, el modo en que esa morena se quedó mirando a mis pectorales llenos de sudor me hizo ratificar que su desdén por los hombres era ficticio.

«¡Está bruta!», con alegría asumí el exhaustivo examen al que me sometió y queriendo forzar su calentura, me acerqué a donde estaban y me lancé sobre mi mujer a darle besos.

― ¡Para! ― gritó muerta de risa por esa muestra de afecto― ¡Eres un guarro! ¡Estás empapado!

Obviando las quejas de María, la besé mientras miraba fijamente a los ojos de nuestra invitada. Esta sintió la lujuria con la que mi mirada recorrió su anatomía y mientras se ponía roja, involuntariamente cerró sus piernas para que no descubriera que había incitado su calentura. Desgraciadamente para ella, no dejé de comerla con la vista mientras descaradamente acariciaba los pechos de mi mujer por encima de su bañador. Al verlo, no pudo evitar morderse los labios exteriorizando su deseo.

― ¡Vete a duchar! ― me echó de su lado sin que nada en su actitud demostrara enfado por mi exhibición ante su amiga.

Satisfecho, me despedí de las dos y subí a mi cuarto de baño. Ya bajo el chorro de agua, el recuerdo del brillo de sus ojos me hizo desearla aún más y sintiendo una brutal erección entre mis piernas, me puse a pajearme mientras planeaba mis siguientes pasos para conseguir hundir mi cara entre las tetas de la morena.

Lo que nunca preví fue saliendo de la ducha y mientras me secaba en mi habitación que mi esposa llegara y sin hablar, se arrodillara ante mí en ese momento y que viendo mi pene estaba lo suficiente erecto, sin más prolegómenos, se lo metiera de un golpe hasta el fondo de su garganta.

― ¿Te ha puesto cachonda que te tocara frente a Paloma? ― pregunté descojonado al comprobar la virulencia con la que me hacía esa mamada.

Azuzada por mis palabras, usó su boca para imitar a su sexo y gimiendo, comenzó a embutirse y a sacarse mi miembro con una velocidad endiablada. Era tal su calentura que mientras metía y sacaba mi extensión cada vez más rápido, usó una de sus manos para acariciarme los testículos mientras metía la otra dentro de su bikini y ya totalmente excitada, gritó en voz alta:

― ¡Necesito tu leche!

Al exteriorizar su deseo elevó mi excitación y sin poderme retener me vacié en su boca. Andrea, al sentir mi semen chocando con su paladar, se volvió loca y sin perder ni una gota, se puso a devorar mi simiente sin dejar de masturbar.

― ¡Qué gusto! ― la oí chillar, mientras su cuerpo convulsionaba de placer a mis pies.

Absorta en su gozo, no le preocupó el volumen de sus gritos. Berreando como si la estuviese matando, terminó de ordeñarme y aún seguía masturbándose sin parar. Al ver que se comportaba como una ninfómana en celo, me excitó nuevamente y levantándola del suelo, la llevé hasta la cama.

Desde el colchón, me miró llena de lujuria y quitándose la braga se puso a cuatro patas mientras me pedía que la follara. Ver a mi mujer en esa postura, fue motivo suficiente para que mi verga recuperara todo su esplendor y acercándome hasta ella, jugueteé con mi glande en su entrada antes de que de un solo empujón se lo metiera hasta el fondo. María, al sentir su interior hoyado por mi herramienta, gimió de placer y sujetándose a la cama, me pidió que la tomara sin piedad.

Justo en ese momento percibí un ruido y al levantar mi mirada descubrí a nuestra vecina espiando desde la puerta. Mirándola a los ojos, agarré la melena de mi mujer y usándola como si fueran mis riendas y María, mi montura, la cabalgué con fiereza. Sin dejar de verla de pie en mitad del pasillo, mi pene empaló una y otra vez a mi esposa mientras Paloma se tocaba uno de sus enormes pechos ya excitada.

Sabiendo que la morena no perdía ojo de nuestra pasión, pregunté a mi mujer dejando caer un azote en sus nalgas:

― ¿Te gusta?

― ¡Sí! ― aulló y levantando todavía más su culo, chilló: ― ¡Me encanta que me folles como un animal!

Sé por la cara de sorpresa que lució Paloma al oír a su amiga que nunca se le pasó por la cabeza que pudiera ser tan zorra y por eso, deseando azuzar la calentura de mi vecina, incrementé mis embistes sobre el sexo de mi mujer siguiendo el ritmo de los azotes. Nalgada tras nalgada, fui derribando las defensas de ambas hasta que María aulló de placer con su trasero enrojecido mientras se corría. Paloma viendo que íbamos a acabar, se tuvo que conformar con huir con una inmensa calentura hasta su cuarto.

Ya solos sin espías, cogí a mi mujer de sus pechos y despachándome a gusto, dejé que mi pene se recreara en su interior, pero con mi mente soñando que a la que me estaba tirando era a la morena que se acababa de ir. El convencimiento que Paloma iba a ser mía fue el acicate que necesitaba para no retrasar más mi propio orgasmo. Y mientras María aullaba de placer, sembré con mi semen su interior mientras mi cuerpo convulsionaba pensando en la otra. Mi mujer al sentir las descargas de mi verga en su vagina se desplomó agotada contra el colchón.

Contento y queriendo ahorrar fuerzas no fuera a ser que nuestra vecina cayera antes de tiempo en mis brazos, me acurruqué a María y mientras le acariciaba tiernamente me pareció escuchar el ruido al encenderse de un consolador. Sonriendo, pensé:

«Ya falta menos» …

3

Sabiendo lo cachonda que está mi vecino, aprovecho para poco a poco irla calentando mientras mi mujer sigue en la inopia. Relato reescrito y vuelto a subir.

Pasado un rato y viendo que mi mujer se había quedado dormida, decidí levantarme e ir en busca de una cerveza fría. Al llegar a la cocina, me topé de frente con Paloma que al verme bajando su mirada intentó huir, pero reteniéndola del brazo, le pregunté si le había gustado.

― ¿El qué? ― contestó haciéndose la despistada y sin querer reconocer que ambos sabíamos su pecado.

Me hizo gracia su amnesia y acercándola a mí, llevé su mano hasta mi entrepierna mientras le decía:

―Conmigo cerca no tienes que usar aparatos eléctricos.

Asustada, intentó retirar sus dedos de mi pene, pero queriendo que sintiera una polla real, mantuve presionada su muñeca hasta que bajo mi pantalón pudo comprobar que mi miembro crecía. Cuando ya había alcanzado un tamaño decente la solté y susurrando en su oído, le dije:

―Si necesitas algo, ya sabes dónde estoy.

Indignada me recriminó mi comportamiento recordando que María era su amiga. Siendo cruel, acaricié su pecho al tiempo que le contestaba:

―Eso no te importó cuando te quedaste mirando ni tampoco cuando ya excitada te masturbaste pensando en mí.

Esa leve caricia provocó que, bajo su bikini, su pezón la traicionara irguiéndose como impulsado por un resorte y viéndose acorralada intentó soltarme una bofetada. Como había previsto tal circunstancia, paré su golpe y atrayéndola hacia mí, forcé su boca con mi lengua. Aunque en ese instante, abrió su boca dejando que mi lengua jugara con la suya, rápidamente se sobrepuso y casi llorando se apartó de mí diciendo:

―Por favor ¡No sigas!

No queriendo violentarla en exceso, la dejé ir, pero cuando ya desaparecía por la puerta, riendo le solté:

―Soy un hombre paciente. ¡Tengo un mes para que vengas rogando que te haga mía!

Consciente que esa zorrita llevaba más de cuatro meses sin follar y que su cuerpo era una bomba a punto de explotar, sabía que solo tenía que tocar las teclas adecuadas para que Paloma no pudiese aguantar más y cayera entre mis piernas. Para hacerla mía, debía conseguir que sus reparos se fueran diluyendo a la par que se incrementaba su calentura y curiosamente, María se convirtió esa noche en involuntaria cómplice de mis planes. Os preguntareis cómo. Muy sencillo, al despertar de la siesta, decidió que le apetecía salir a cenar fuera de casa y eso me dio la oportunidad de calentar esa olla a presión sin que pudiese evitarlo.

Cuando mi mujer me comentó que quería ir a conocer un restaurante que habían abierto, me hice el cansado para que no me viera ansioso de compartir mantel con ellas dos. Mi vecina al escuchar que no me apetecía, vio una escapatoria a mi acoso y con gran rapidez, aceptó la sugerencia.

―Si crees que te vas a escapar de mí, ¡Estas jodida! ― susurré en su oído aprovechando que María había ido a la cocina mientras con mi mano acariciaba una de sus nalgas.

La morena no pudo evitar que un gemido saliera de su garganta al sentir mis dedos recorriendo su trasero. Me encantó comprobar que esa mujer estaba tan necesitada que cualquier caricia la volvía loca y sin ganas de apresurar su caída, me separé de ella.

― ¡Maldito! ― masculló entre dientes.

En ese instante, no estuve seguro si el insulto venía por haberle magreado o por el contrario por dejar de hacerlo. De lo que si estoy seguro es que esa mujer tenía su sexualidad a flor de piel porque ese leve toqueteo había provocado que sus pitones se pusieran duros como piedras.

―Estás cachonda. ¡No lo niegues! ― contesté sin sentir ningún tipo de piedad.

La vuelta de María evitó que siguiera acosándola, pero no me importó al saber que dispondría de muchas otras ocasiones durante esa noche.  Paloma por el contrario vio en mi esposa su tabla de salvación y colgándose de su brazo, me miró retándome. El desafío de su mirada me hizo saber que se creía a salvo.

«¡Lo llevas claro!», exclamé mentalmente resuelto a no darle tregua.

Desgraciadamente de camino al restaurante, no pude atacarla de ninguna forma porque sería demasiado evidente. Mi pasividad le permitió relajarse y por eso creyó que si se sentaba frente de mí estaría fuera del alcance de mi hostigamiento. Durante unos minutos fue así porque esperé a que hubiésemos pedido la cena y a que entre ellas ya estuvieran charlando para quitarme el zapato y con mi pie desnudo comenzar a acariciar uno de sus tobillos.

Al no esperárselo, pegó un pequeño grito.

― ¿Qué te pasa? ― pregunté mientras iba subiendo por su pantorrilla.

Mi descaro la dejó paralizada, lo que me permitió continuar acariciando sus muslos camino de mi meta. Su cara lívida mostraba su angustia al contrario que los dos botones que lucía bajo su blusa que exteriorizaban su excitación. Ya estaba cerca de su sexo cuando metiendo la mano bajo el mantel, Paloma retiró mi pie mientras con sus ojos me pedía compasión.

Ajena a la agresión a la que estaba sometiendo a nuestra vecina, María le comentó que estaba muy pálida.

―No me pasa nada― respondió mordiéndose los labios al notar que mi pie había vuelto a las andadas, pero esta vez con mayor énfasis al estar acariciando su sexo por encima de su tanga.

La humedad que descubrí al rozar esa tela ratificó su calentura y por ello, olvidado cualquier precaución busqué con mis dedos su clítoris y al encontrarlo, disfruté torturándolo mientras su dueña disimulaba charlando con mi señora.

«Está a punto de caramelo», me dije al notar su coño totalmente encharcado, «¡No tardará en correrse!».

Nuevamente, Paloma llevó su mano bajo la mesa, pero en esta ocasión no retiró mi pie, sino que empezó a acariciarlo mientras con uno de sus dedos retiraba la braga dándome acceso a su sexo. Como comprenderéis no perdí la oportunidad y hundiendo el más gordo en su interior, comencé a estimularla lentamente.

«¡Ya es mía!», pensé y recreándome en su mojada cavidad, lentamente saqué y metí mi dedo hasta que en silencio la morena no pudo evitar correrse por primera vez.

Satisfecho, volví a ponerme el zapato, al saber que ese orgasmo era su claudicación y que no tardaría en pedir que la follara. Habiendo conseguido mi objetivo, me dediqué a mi esposa dejando a Paloma caliente e insatisfecha.

Al terminar de cenar, María estaba cansada y por eso nos fuimos a casa. Y allí sabiendo que la morena nos oiría, hice el amor a mi esposa hasta bien entrada la madrugada….

4

A la mañana siguiente me desperté sobre las diez totalmente descansado y sabiendo por experiencia que María no iba a amanecer hasta las doce, me levanté sin levantar las persianas y me fui a desayunar.  En la cocina me encontré a Paloma con cara de haber dormido poco y sabiendo que yo era el causante de su insomnio, la saludé sin hacerle mucho caso.

― ¿Dónde está tu mujer? ― preguntó dejando traslucir su enfado.

―Por ella no te preocupes. Seguirá durmiendo hasta el mediodía― respondí dando a entender que podía entregarse a mí sin miedo a ser descubierta.

La superioridad que encerraba mi respuesta, la cabreó aún más y llegando hasta mí, se me encaró diciendo:

― ¿Quién coño te crees? ¡No voy a ser tuya!

Soltando una carcajada, la atraje hacia mí y pegando mi boca a la suya, forcé sus labios mientras mis manos daban un buen repaso a ese culo que llevaba tanto tiempo volviéndome loco. Durante un minuto, forniqué con mi lengua el interior de su boca mientras mi vecina se derretía y empezaba a frotar su vulva contra mi muslo. Habiendo demostrado a esa zorrita quien mandaba, le solté:

―Ya eres mía… solo falta que lo reconozcas― tras lo cual, la dejé sola y café en mano me fui a la piscina.

Llevaba solo unos minutos sobre la tumbona, cuando la vi salir con un bikini azul aún más diminuto que el del día anterior con el que parecía completamente desnuda. Interesado en saber que se proponía, me quedé observando como sus pechos se bamboleaban al caminar.

―Reconozco que tienes un par de buenas tetas― solté sonriendo al ver que arrastraba su tumbona junto a la mía

―Lo sé― contestó mientras dejaba caer la parte superior de su bikini.

Girando mi cabeza, la miré. Sus pechos eran tal y como me había imaginado:  grandes, duros y con unos pezones que invitaban a ser mordidos. Sabiendo que si me mantenía calmado la pondría aún más cardiaca, me reí en su cara diciendo:

― ¿Me los enseñas para que te los coma o solo para tomar el sol? ― fingiendo un desapego que no sentía al contemplarla.

¡Paloma era perfecta!

Su escultural cuerpo bien podría ser la portada de un Playboy. Si de por si era bellísima, si sumábamos su estrecha cintura, su culo de ensueño, esa morena era espectacular. Sonriendo, se acercó a mí y pegando su boca a mi oído, dijo con voz sensual:

―No me sigas castigando. Sabes que estoy muy bruta―su calentura debía ser máxima porque sacando una botella de crema bronceadora de su bolso, se puso a untarla por sus tetas mientras me decía: ― ¿Qué tengo que hacer para que me folles?

Su cambio de actitud me divirtió y mostrando indiferencia, le ordené:

― ¡Pellízcate los pezones!

La morena sonrió y cogiendo sus areolas entre sus dedos, se dedicó a complacerme con una determinación que me hizo saber que podría jugar con ella.

― ¡Quiero ver tu coño! ― le dije mientras bajo el traje de baño mi pene iba endureciéndose poco a poco.

Bastante más cachondo de lo que mi cara reflejaba, esperé a que esa zorrita se desprendiera de esa prenda. Paloma al comprobar mis ojos fijos en su entrepierna, gimió descompuesta mientras se bajaba la braga del bikini lentamente.

― ¡Acércate! ― pedí.

Rápidamente obedeció poniendo su sexo a escasos centímetros de mi boca. Al comprobar que lo llevaba exquisitamente depilado y que eso lo hacía más atrayente, saqué mi lengua y le pegué un largo lametazo mientras mi vecina se mordía los labios para no gritar. Su sabor me enloqueció, pero asumiendo que no estaba lista, separé mi cara y con voz autoritaria, ordené:

―Mastúrbate para mí.

Por su gesto supe que esa zorrita había advertido que no iba a poseerla hasta que todo su cuerpo estuviera hirviendo. Esperaba una queja, pero entonces se sentó frente a mí y separando sus rodillas dejó que su mano se fuera deslizando hasta que uno de sus dedos encontró el botón que emergía entre sus labios vaginales y mirándome a los ojos, preguntó:

―Si te obedezco, ¿me vas a follar?

―Sí, putita― respondí descojonado por la necesidad que su rostro reflejaba.

Mis palabras la tranquilizaron y con sus mejillas totalmente coloradas por la calentura que sentía, deslizó lentamente un dedo por su intimidad. El sollozo que surgió de su garganta ratificó mi opinión de que Paloma estaba hambrienta y gozoso observé que, tras ese estremecimiento de placer, todos los vellos de su cuerpo se erizaron al sentirse observada.

―Daté placer― susurré.

En silencio, mi vecina dibujó los contornos de su sexo con sus dedos mientras pensaba en el polvo con el que le regalaría después. La imagen de verse tomada tras tantos meses de espera provocó que toda su vulva se encharcara a la par que su mente volaba soñando en sentir mi verga rellenando ese conducto.

―Eres un cerdo― protestó necesitada al percatarse de la sonrisa que lucía mi rostro mientras la miraba.

Lo quisiera reconocer o no, Paloma comprendió que nunca había estado tan excitada y por eso decidió dar otro paso para conseguir que yo la complaciera. Sabía que, en ese instante, estaba mojando la tumbona con su flujo y que desde mi lugar podía advertir que tenía los pezones duros como piedras. Decidida a provocarme, llevó sus dedos empapados a la boca y me dijo mientras los succionaba saboreando sus propios fluidos.

― ¿No quieres probar?

Asumiendo que sus comentarios subidos de tono iban destinados a calentarme aún más, me negué y poniendo un tono duro, le exigí que se metiera un par de dedos en el coño. Al obedecer, esa zorrita notó que el placer invadió su cuerpo y gimiendo de gusto, empezó a meterlos y sacarlos lentamente. La calentura que asolaba su cuerpo la obligó a aumentar el ritmo de su masturbación hasta alcanzar una velocidad frenética.

― ¡Me voy a correr! ― aulló al tiempo que sus caderas se movían buscando profundizar el contacto con sus yemas.

Pero entonces, levantando la voz le prohibí que lo hiciera y recreándome en el poder que tenía sobre ella, le solté:

―Ponme crema.

Reteniendo las ganas de llegar al orgasmo, cogiendo el bote de protector, untó sus manos con él y me obedeció. Sus ojos revelaban la lujuria que dominaba toda su mente cuando comenzó a extender con sus manos la crema sobre mi piel.

― ¡Necesito que me folles! ― murmuró en mi oído mientras acariciaba mi pecho con sus yemas.

Cerrando los ojos, no me digné a contestarla al saber que con solo extender mi mano y tocar su vulva, esa morena se correría sin remedio. Envalentonada por mi indiferencia, recorrió con sus manos mi pecho, mi estómago y mis piernas. Al acreditar que bajo mi bañador mi pene no era inmune a sus caricias, me rogó que le diera permiso para subirse encima de mí y así poderme esparcir con mayor facilidad la crema bronceadora:

― ¡Tú misma! ― contesté al saber que era lo que esa guarrilla buscaba.

No tardé en comprobar que estaba en lo cierto porque sin pedir mi permiso y poniéndose a horcajadas en la tumbona, incrustó el bulto de mi entrepierna en su sexo y haciendo como si la follaba, se empezó a masturbar. No quise detenerla al saber que eso solo la haría más susceptible a mi poder ya que a tela de mi bañador impediría que culminara su acto, eso solo la haría calentarse aún más. Muerto de risa, me mantuve a la espera mientras Paloma se frotaba con urgencia su clítoris contra mi pene.

―Me encanta― berreó mientras se dejaba caer sobre mi pecho, haciéndome sentir la dureza de sus pezones contra mi piel.

Sus primeros gemidos no tardaron en llegar a mis oídos. La temperatura que abrasaba sus neuronas era tal que buscó mis labios con lujuria. Sin responder a sus besos, pero deseando dejar esa pose y follármela ahí mismo, aguanté su ataque hasta que pegando un grito se corrió sobré mí dejando una mancha sobre la tela de mi bañador.

Entonces y solo entonces, le ordené:

―Ponte a cuatro patas.

Mi vecina no necesitó que se lo repitiera para adoptar esa posición. Su cuerpo necesitaba mis caricias y ella lo sabía. Verla tan dispuesta, me permitió confesar:

―Llevo años deseando follarte, zorra.

Mi confesión fue el acicate que necesitaba para entregarse totalmente y por eso aun antes de que mi lengua recorriera su clítoris, Paloma ya estaba berreando de deseo e involuntariamente, separó sus rodillas para facilitar mi incursión. Su sabor dulzón al llenar mis papilas incrementó aún más si cabe mi lujuria y separando con dos dedos los pliegues de su sexo, me dediqué a mordisquearlo mientras la morena claudicaba sin remedio. Su segundo orgasmo fue casi inmediato y derramando su flujo por sus piernas, mi vecina me rogó que la tomara.

―Todavía, ¡No! ― respondí decidido a conseguir su completa rendición. Para ello, usando mis dientes torturé su botón mientras mis dedos se introducían una y otra vez en su interior.

Al notar que su cuerpo convulsionaba sin parar, vi llegado el momento de cumplir mi fantasía y cogiendo mi pene entre mis manos, lo acerqué hasta su entrada. La morena al advertir que me eternizaba jugando con su coño sin metérselo chilló descompuesta:

― ¡Hazme tuya! ¡Lo necesito!

Paloma era un incendio sin control. Berreaba y gemía sin pararse a pensar que mi esposa podría oír sus gritos. Lentamente, le fui metiendo mi pene. Al hacerlo, toda la piel de mi verga disfrutó de los pliegues de su sexo mientras la empalaba. La estrechez y la suavidad de su cueva incrementaron mi deseo, pero fue cuando me percaté de que entre sus nalgas se escondía un tesoro virgen y aun no hoyado cuando realmente me volví loco. Mi urgencia y la necesidad que tenía de ser tomada provocaron que de un solo empujón se la clavara hasta el fondo:

― ¡Házmelo como a tu esposa! ― gritó al notar su sexo lleno.

Su grito me hizo recordar la tarde anterior e imitando mi actuación de entonces, la cogí de la melena y dando un primer azoté en su trasero, exigí a Paloma que empezara a moverse. Mi vecina al oírme se lanzó en un galope desenfrenado moviendo sus caderas sin parar mientras se recreaba con mi monta.

― ¡Sigue! ― relinchó al sentir que me agarraba a sus dos tetas y empezaba a cabalgarla.

Apuñalando sin piedad su sexo con mi pene, no tardé en escuchar sus berridos cada vez que mi glande chocaba con la pared de su vagina. Para entonces, su calentura era tal que mi pene chapoteaba cada vez que forzaba su vulva con una nueva penetración. Contagiando de su pasión, agarré su a modo de riendas y con una nueva serie de azotes sobre su trasero, le ordené que se moviera. Esas nalgadas la excitaron aún más y comportándose como una puta, me pidió que no parara.

Disfrutando de su estado de necesidad, decidí hacerla sufrir y saliéndome de ella, me tumbé en la tumbona mientras le decía que se sirviera ella misma.

―Eres un cabrón― me soltó molesta por la interrupción.

Con su respiración entrecortada y mientras paraba de quejarse, se puso a horcajadas sobre mí y cerrando los ojos, se empaló con mi miembro. No tardó en reiniciar su salvaje cabalgar, pero esta vez mi postura me permitió admirar sus pechos rebotando arriba y abajo al compás de los movimientos de sus caderas.

― ¡Chúpate los pezones! ― ordené.

Desbocada como estaba, mi vecino me obedeció y estrujando sus tetas, se los llevó a su boca y los lamió. Ver a esa zorra lamiendo sus pechos fue la gota que necesitaba para que el placer se extendiera por mi cuerpo y derramase mi simiente en el interior de su cueva. Paloma al sentir que las detonaciones que bañaron su vagina aceleraron los movimientos de sus caderas y mientras intentaba ordeñar mi miembro, empezó a brutalmente correrse sobre mí. Con su cara desencajada por el esfuerzo, saltó una y otra vez usando mi pene como eje hasta que ya agotada, se dejó caer sobre mí mientras me daba las gracias diciendo:

―Me has hecho recordar que soy una mujer.

Viendo su cara de alegría, acaricié su culito con ganas de rompérselo, pero entonces miré el reloj y me percaté que mi mujer debía estar a punto de despertar. Sabiendo el riesgo que corría si María veía a su amiga tan feliz porque podría sospechar algo, le pedí que desapareciera durante un par de horas. Paloma comprendió mis razones, pero antes de irse y mientras sus manos jugueteaban con mi entrepierna, me rogó:

―Espero que esto se repita. ¡Me ha encantado!

Muerto de risa, contesté:

―Dalo por seguro. ¡Estoy deseando estrenar tu pandero!

Mi vecina sonrió al escuchar mi promesa y cogiendo su ropa, se fue a vestir mientras yo subía a despertar a mi esposa. Ya en mi habitación me tumbé a su lado y pegando mi cuerpo al suyo, busqué sus pechos.  María abrió los ojos al notar mis manos recorriendo sus pezones. Por su sonrisa comprendí que debía cumplir con mis obligaciones conyugales para que no sospechara y sin más prolegómeno, me desnudé mientras ella se apoderaba de mi sexo. Al contrario del día anterior, esa mañana mi mujer y yo hicimos el amor lentamente, disfrutando de nuestros cuerpos y solo cuando ambos habíamos obtenido nuestra dosis de placer, me preguntó por Paloma:

―Se ha levantado pronto y ha salido― contesté con más miedo que vergüenza que algo en mí hubiese hecho despertar su desconfianza.

Pero entonces, María que soltó una carcajada comentó:

―Tenemos que buscarle un novio.

Su pregunta me cogió fuera de juego y deseando saber por qué lo decía, pero sin ganas de mostrarme muy interesado, pregunté por qué:

―Ayer nos estuvo espiando cuando hacíamos el amor. La pobre lleva tanto tiempo sin un macho que está caliente― respondió en voz baja creyendo que podía enfadarme.

Haciéndome el despistado me reí y sin darle mayor importancia, contesté:

―Te lo juro: ¡No me había fijado!


Relato erótico: Dominada por mi alumno 11: Capítulo final (POR TALIBOS)

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CAPÍTULO FINAL:

 

He leído que algunas personas, cuando han estado cerca de la muerte, han experimentado experiencias extra corpóreas, en las que veían su propio cuerpo desde fuera.

Me lo creo. En aquel instante me pasó a mí.
No estoy diciendo que el shock de descubrir que mi misterioso amante era mi propio novio fuera a matarme, sino que la sensación de irrealidad que me embargó era tan intensa que me parecía estar contemplándolo todo desde lejos, como si no fuera yo la que estuviera a horcajadas sobre Mario, con su polla aún enterrada en las entrañas, mientras mi Amo, divertido, filmaba toda la escena.
No, esa no era yo. Aquello era un sueño, eso es, una terrible pesadilla de la que no tardaría en despertar. No era posible, no podía ser que todo aquello en lo que creía, mis vivencias personales, todo lo que había experimentado la últimas semanas, fueran una tremenda mentira. Yo era la que engañaba a su novio, yo era la depravada, la que disfrutaba obedeciendo los más insignificantes caprichos de su amante… ¿verdad?
–         ¿Estás bien perrita? Te has puesto pálida.
La voz de Jesús me llegó muy lejana, como si no estuviera a un metro escaso de mí. Aturdida, volví a mirar al hombre sobre el que estaba montada y acerqué una temblorosa mano a su rostro, rozándolo con las yemas de los dedos, para asegurarme de que estaba allí, de que era real.
Entonces me di cuenta de que Mario, como quien no quiere la cosa, no había dejado de juguetear con los dedos en uno de mis pezones, pellizcándolo con ganas, pero el cuerpo se me había quedado insensible, por lo que ni lo había notado.
De igual forma ya no notaba su polla en mi interior. Igual podía haber estado sentada sobre una nube. No sentía nada. Fue entonces cuando la cabeza empezó a darme vueltas, mareada. Cuando quise darme cuenta, las fuerzas me habían abandonado y estuve a punto de desmayarme sobre Mario.
–         Espera, acostémosla – dijo Jesús dejando de nuevo la cámara sobre la mesilla – La impresión ha sido mucho para ella.
Ayudada por los dos hombres, me tumbé desmadejada sobre el colchón, justo donde Mario había estado instantes antes. Como en un sueño, miré a mi alrededor, viendo como los dos hombres me observaban en silencio, de pie junto a la cama, con sus sudorosos cuerpos desnudos semejando estatuas griegas.
Con las fuerzas justas para mover los ojos, contemplé cómo Jesús caminaba hasta la puerta que comunicaba con el salón y la abría, asomándose y diciendo algo que no entendí.
Enseguida regresó al cuarto, dejando la puerta abierta, hasta que, segundos después, penetró en el cuarto Yolanda, portando una bandeja con una botella y copas que dejó sobre la mesita de noche. La joven iba desnuda de cintura para arriba, pues se había bajado (o le habían bajado) su hermoso vestido de noche hasta dejarlo enrollado en su cintura.
A la tenue luz de la lámpara, pude ver cómo los dos diminutos piercings que demostraban su pertenencia a Jesús brillaban en sus pezones. Sus enormes pechos bamboleaban mientras la chica servía una buena dosis de coñac en una de las copas. Cuidadosamente, me acercó la copa a los labios y me ayudó a beber un buen trago.
El efecto fue milagroso. La ardiente bebida se derramó en mi interior y reactivó la circulación de la sangre en mis venas. Enseguida noté cómo la vida regresaba a mí y un agradable calorcillo se extendió por todo mi cuerpo.
Yolanda, solícita, empezó a masajearme las muñecas en cuanto me hube recuperado lo suficiente como para sostener la copa yo sola.
Y en cuanto me encontré mejor… llegó la ira.
Con un creciente enfado brotando en mi interior, clavé la mirada en los dos hombres que me habían engañado, mientras ellos charlaban tranquilamente entre si, sin prestarme la más mínima atención. Me sentí estafada, timada, usada, todo era mentira… recordé lo mucho que me había preocupado pensando en cómo afrontar el problema de Mario… y al final él sabía perfectamente que estaba engañándole con Jesús…
Sin poder evitarlo, mis ojos se desviaron hacia la entrepierna de los hombres, observando sus cansadas vergas, brillantes todavía por los jugos de mi interior en los que se habían bañado…
–         No, no – me dije agitando la cabeza – ¿En qué estás pensando? ¡Te han mentido! ¡Te han utilizado! ¡TODO ERA MENTIRA!
Me obligué a mirar con odio a los dos hombres y justo entonces comprendí las palabras de Natalia de un rato antes, aunque a mí me pareciera que había sido años atrás: mi prueba final.
–         Esta puta ya está llena – dijo de repente Mario señalando hacia mí con la cabeza – Mira cómo le sale leche del coño…
La sorpresa me paralizó. Escuchar a Mario decir algo semejante me desconcertaba por completo. Él no era así. ¿O no? Aturdida, miré hacia abajo y comprobé que, efectivamente, mi cuerpo había expulsado un buen pegote del semen mezclado de los dos hombres, manchando el colchón. Se me revolvió el estómago.
–         No te preocupes – respondió Jesús mientras se servía una copa – Aún le cabe mucho más.
Y sucedió. Escucharles hablar de mí de esa forma provocó un estremecimiento de placer en mis entrañas. Debía reconocerlo, me había gustado que Mario dijera eso, que se refiriera a mí como a un objeto. ¿Pero qué clase de puta era yo?
Enfadada conmigo misma aparté la mirada, yendo a encontrarme con los comprensivos ojos de Yolanda, que no había parado de reactivar la circulación en mis venas frotando vigorosamente mis muñecas. Sin poder evitarlo, mis ojos se clavaron en sus tetazas, que se agitaban rítmicamente con las friegas. ¿Es que todo lo que me rodeaba era sexo?
No. Tenía que poner fin a aquello. Tenía que recuperar el control de mi vida.
–         Gracias, Yoli – le dije tratando de sonreírle – Ya me encuentro mejor.
Sin decir nada, la chica interrumpió las friegas y, tras dirigirme una callada mirada de complicidad, se volvió hacia Jesús en busca de nuevas instrucciones. Los dos hombres habían tomado asiento en sendas sillas que había en la habitación y nos miraban mientras daban pequeños tragos a sus copas de coñac.
–         Puedes volver a la sala, Yolanda – le dijo Jesús – A no ser que Mario quiera algo más.
Mario permaneció con los ojos clavados en la bella joven durante un segundo, hasta que, finalmente, en sus labios se dibujó una sonrisa perturbadoramente similar a las que Jesús solía esbozar. Me estremecí.
–         Pues, si no te importa – dijo mi novio – Creo que me apetece que esta guapa joven me chupe un rato la polla.
Sin poder evitarlo, en mi rostro se dibujó una expresión de infinito asombro. No podía creer que mi solícito novio, el hombre más educado del mundo, hubiera dicho algo semejante.
–         ¿Y por qué iba a importarme? Ya sabes cómo va esto – dijo simplemente Jesús.
Alucinada, observé cómo Yolanda, sin dudarlo un segundo, caminó hasta quedar justo frente a Mario, que la miraba sonriente. Mi novio, sin cortarse un pelo, se apoderó con su mano libre de las formidables tetazas de la chica y las amasó con evidente placer. Muda de asombro, mis ojos se desviaron hacia su entrepierna, constatando que su polla había empezado a despertar.
–         Venga, zorra, chúpamela – dijo por fin mi novio.
–         Sí, Mario – respondió ella arrodillándose entre los abiertos muslos del joven.
Desde mi posición en la cama, no podía ver directamente la mamada, pues quedaba justo a la espalda de Yolanda, pero, alucinada por lo que estaba sucediendo, no podía apartar la mirada de la escena. Mario se dio cuenta y me guiñó el ojo libidinosamente, mientras se recostaba en la silla para disfrutar la felación.
¿Quién era ese hombre que me miraba? No le conocía.
Entonces Jesús me devolvió a la realidad.
–         ¿Y bien perrita? ¿Qué va a ser? – me dijo repentinamente.
Dando un respingo, me volví hacia él desconcertada. Aunque el corazón me iba a mil por hora, mi cerebro estaba casi al ralentí, no comprendía nada de lo que pasaba.
–         ¿Qué? – dije sin saber qué más decir.
Anonadada, mi vista se desviaba alternativamente, posándose un instante en el rostro de mi Amo para a continuación ser atraída como un imán por la escenita de sexo que estaba produciéndose. Incrédula, observaba la nuca de Yolanda mientras su cabecita subía y bajaba en la entrepierna de mi novio, mientras ella seguía a cuatro patas en el suelo. Y tenía que reconocerlo. Me hubiera gustado ocupar su lugar.
–         Digo que qué piensas hacer. ¿Te vas o te quedas? – insistió Jesús.
Por fin logré concentrarme lo suficiente para prestarle toda mi atención. Jesús tenía razón, había llegado el momento de elegir.
–         No lo sé – respondí con sinceridad – No sé qué hacer.
–         Te lo pondré más fácil – dijo el chico – Te expondré claramente cuales son tus opciones.
–         De acuerdo – asentí.
–         Bien. Opción número uno. Decides que todo esto es demasiado para ti. Has sobrepasado tú límite. Recoges tus cosas, te vistes y te vas. Puedes salir por la puerta que da al jardín, no es necesario que veas a nadie más. Rodeas la casa, coges tu coche y sales de nuestras vidas para siempre.
–         Entiendo.
–         No me malinterpretes. Sin rencores. Seguiremos viéndonos en clase de vez en cuando, aunque procuraré asistir sólo lo necesario para no incomodarte. Te aseguro que puedo aprobar tu asignatura sin problemas aun sin ir a clase. Obviamente, no querré saber nada más de ti, así que, si luego cambias de opinión, tendrás que aguantarte. Pero eso sí, te juro que nadie se enterará jamás de lo que ha pasado entre nosotros, no te preocupes, no te encontrarás tus vídeos colgados en Internet ni nada. Lo borraré todo.
–         Te lo agradezco – dije sintiéndome más tranquila al comprender que, si quería, me quedaba una salida digna de todo aquello.
–         Por supuesto, tu relación con Mario acabará. Mañana mismo enviaríamos a alguien a recoger sus cosas de tu casa. Él ya es uno de los nuestros.
–         ¿De los nuestros? – exclamé, sintiendo renacer la ira en mi interior.
–         Paciencia perrita. Déjame continuar.
–         De acuerdo – concedí.
–         Opción número dos. Te sometes. Te conviertes en mi esclava con todas sus consecuencias. Y habría dos consecuencias especialmente importantes.
–         ¿Cuáles? – dije por decir algo.
–         La primera, es que serías también esclava de Mario. Y la segunda, es que, una o dos veces al mes, cuando celebremos estas fiestas, serás usada también por todos los demás.
Sentía bullir la ira en mi interior. Menuda encerrona. Los últimos jirones de independencia ardían dentro de mí, deseaba mandarles a todos al carajo, largarme de allí echando leches y borrar todo aquel capítulo de mi vida como si todo hubiese sido un mal sueño. Pero, ¿podría tener una vida normal después de todo aquello?
–         ¿Y no hay opción número tres? – dije, mientras el sonido de los chupetones que Yolanda propinaba a la polla de Mario amenazaba con volverme loca.
–         Bueno, realmente no. O lo tomas o lo dejas. Ahora bien, si quieres podría hacerte una concesión.
–         ¿Cuál?
–         Podría contarte toda la verdad. Bueno, no es que te haya mentido en nada, pero es obvio que hay muchas cosas que no sabes.
Desvié la mirada hacia Mario, contemplando cómo disfrutaba de la mamada. Vaya si había cosas que ignoraba.
–         Podría contártelo todo para que después puedas tomar una decisión. Durante estas semanas he disfrutado muchísimo contigo y creo que te mereces saberlo todo. No me malinterpretes, no es que piense que te deba algo, es sólo que… creo que te mereces una recompensa por haber sido tan buena perrita.
–         Ya. Y una mierda – dije reuniendo los pocos arrestos que me quedaban – Eres tú el que está deseando contármelo. Te encanta alardear de cómo has sido más listo que yo, de cómo me has engañado y usado para que hiciera todo lo que te ha dado la gana…
Jesús sonrió mientras bebía de su copa.
–         Ya te he dicho muchas veces que me conoces muy bien, perrita.
Mierda. Su sonrisa seguía haciendo que me temblasen las rodillas.
–         Pero yo también te conozco – continuó – Y estoy seguro de que te mueres por saberlo todo…
Joder. Vaya si me conocía.
–         ¿Y bien? ¿Qué decides?
Justo entonces Mario se puso en acción.
–         Ostias, zorra, qué bien la comes. Para, que quiero correrme en tus tetas.
Obediente, Yolanda detuvo la felación y abandonó el nabo de mi novio, arrodillándose delante de él y sujetándose los melones con las manos, ofreciéndolos sumisamente al hombre. Éste, entusiasmado, se agarró la polla y la meneó con ganas, precipitando su orgasmo y dirigiendo hábilmente los espesos lechazos, que aterrizaron sobre la desnuda piel de la jovencita, mientras Mario literalmente rebuznaba de placer.
–         ¡Toma puta, aquí tienes mi leche! ¿Te gusta sentir mi semen en tus tetazas?
–         Sí Mario, me gusta. Gracias por regalarme tu leche.
Observé que no le llamaba Amo, sino que le tuteaba. ¿Por qué? Otra cosa que me moría por averiguar. Y tomé mi decisión.
–         De acuerdo – dije – Tú ganas. Quiero saber todo lo que me has ocultado hasta hoy.
–         Estupendo – dijo el sonriente Jesús, aunque estoy segura de que él ya sabía cual iba a ser mi respuesta.
–         Pero quiero algo más – dije tratando de tener el control aunque fuese sólo un poquito.
–         Dime – dijo Jesús un poquito sorprendido.
–         Quiero saberlo todo. Quiero conocer tu historia desde el principio.
Su sonrisa se ensanchó. Mi petición le había complacido.
–         Claro perrita. Aunque va a ser un relato largo.
–         No importa, tenemos toda la noche – respondí algo más segura.
–         Y si tú quieres… toda la vida – dijo él mirándome fijamente.
Maldito cabrón. Su mirada ardió en mis entrañas, haciéndome estremecer. Seguía siendo suya.
–         Yolanda, trae otra botella de coñac. Edurne y yo vamos a quedarnos aquí un rato.
–         Yo también me quedo – dijo Mario estirando voluptuosamente los músculos – Necesito un rato para recuperarme y también me gustaría oír cómo empezaste a follarte a tu madre. Está un rato buena.
–         Está a tu disposición – dijo el chico.
–         Lo sé. Dentro de un rato quizás. Aquí hay tantos hermosos coñitos que es difícil decidirse por uno.
–         Tiempo tendrás de probarlos todos.
–         Seguro que sí.
Mientras los dos chicos charlaban, Yolanda, con las tetas embadurnadas de semen, salió del cuarto en busca de la botella. Yo, sintiéndome un tanto rebelde, cubrí mi desnudez con una sábana y miré desafiante a Jesús, pero él no dijo nada para impedir que me tapara. El mensaje estaba claro, hasta que tomara mi decisión, yo era libre de hacer lo que me viniera en gana, no era su esclava, pero después…
–         Bien perrita – dijo Jesús una vez que Yolanda hubo vuelto con la botella y  marchado de nuevo – Empezaremos por el principio…
LA HISTORIA DE JESÚS:
–         Tal y como me has pedido, voy a contarte mi historia desde el principio, para que conozcas un poco mi pasado y comprendas por qué soy como soy.
–         De acuerdo. Es lo que quiero – asentí.
–         Supongo que mi historia empieza en 2003…
–         ¿2003? Si sólo tendrías… 11 años – dije sorprendida – Creí que empezaste con Esther a los 14… ¿Hasta en eso me mentiste?
–         Tranquila, Edurne, vayamos por partes… Yo no te he mentido en nada. Déjame continuar.
–         Disculpa – asentí echando un trago de coñac.
–         Como bien dices, en 2003 yo era un crío de 11 años… Y no, antes de que digas nada, con esa edad no me dedicaba a perseguir chicas… Es sólo que siempre he pensado que fue entonces cuando empezó a forjarse mi manera de ser.
–         ¿Entonces?
–         Fue cuando murió mi madre.
Me quedé callada un momento, sin saber bien qué decir, como nos pasa a todos en circunstancias similares.
–         Lo siento – susurré.
–         Gracias. Pero no te preocupes. Fue hace mucho. Para ese entonces, llevaba ya 2 años divorciada de mi padre. Creo que el origen de mis problemas con él fue que, interiormente, le echaba la culpa a él del divorcio y de que mi madre ya no estuviera.
–         Ya, y supongo que sería culpa de ambos, como suele pasar en estos casos – intervino Mario muy serio.
–         Bueno… la verdad es que no. La culpa fue toda de ella.
–         ¿En serio? – dije un poco sorprendida.
–         ¡Oh, sí! Mamá era una golfa de cuidado.

El tono en que pronunció estas palabras me dejó helada. No es muy habitual que nadie hable así de su propia madre y menos si está muerta.

 
 
–         No me mires con esa cara, Edurne, es la pura verdad. El matrimonio con mi padre fue de conveniencia. El capital de la empresa en que trabaja mi padre (y el de Yolanda) es extranjero y se trata de gente… muy tradicional. Un hombre soltero no puede aspirar a ascender en una empresa como esa, así que mi padre se arregló un matrimonio. No había mucho amor entre mis padres.
–         Joder, es horrible – dije sin poder reprimirme.
–         No te creas, no es tan raro – continuó Jesús – De hecho, su segundo matrimonio, con Esther, fue por idéntico motivo.
–         Entiendo.
–         Mamá provenía de una familia adinerada venida a menos y al casarse con mi padre dispuso de dinero para recuperar algo de su antiguo estilo de vida. Pero pronto eso dejó de ser suficiente para ella, así que empezó a buscarse amantes que satisficieran sus necesidades… y que pagaran sus caprichos.
–         Parece sacado de una novela – dijo Mario.
–         Te aseguro que es algo más común de lo que crees.
–         No, si te creo – asintió mi novio.
–         Pues bien. Cuando sus desmadres se hicieron demasiado notorios, hasta el punto de que empezó a perjudicar la reputación de mi padre, éste simplemente pidió el divorcio. Tenía pruebas más que sobradas de las infidelidades de mi madre, así que no le salió muy caro. Y mamá simplemente se largó sin mirar atrás.
–         ¿No luchó por tu custodia? – exclamé anonadada.
–         No. De hecho, hasta su muerte, sólo la vi 2 o 3 veces más.
–         No te ofendas, pero tu madre era un poco… – dijo Mario.
–         Un poco no. Era una puta con todas las letras – sentenció Jesús.
Mentalmente le di la razón.
–         Aún así, un crío de11 años echaba de menos a su madre y culpaba a su padre de todo lo sucedido. Hasta que un día, harto de mis reproches, mi padre me contó con pelos y señales las infidelidades de mi madre, mostrándome incluso las fotos y vídeos que el detective que contrató para el divorcio había tomado. Fue un shock.
–         Qué cruel – dije, sin poder evitar sentir lástima por aquel niño.
–         Bueno, sí. Pero fue efectivo. Ya no volví a mencionar a mi madre. Aunque la relación con mi padre se agrió todavía más. Tardamos años en reconciliarnos.
–         ¿Y cómo murió tu madre? – preguntó Mario.
Jesús sonrió entonces y me miró con intensidad, haciendo que mi boca se secara.
–         Pues… murió como la puta que era.
Otra vez esa frialdad, ese odio… me estremecí bajo las sábanas y me arropé mejor.
–         Un día iba chupándole la polla a uno de sus amantes mientras éste conducía. Se salieron de la carretera y se estrellaron, muriendo ambos en el acto. En la autopsia, le sacaron a mi madre la polla del muerto de la boca. Se la había arrancado de cuajo de un mordisco al estrellarse, supongo que por el impacto.
Atónitos, Mario y yo nos miramos el uno al otro un instante, para a continuación volver a clavar la mirada en el joven, mirándole en silencio unos segundos. Entonces se echó a reír.
–         ¡Ja, ja, ja! Perrita, ya te he dicho que eres muy crédula… Pero no me esperaba que tú también lo fueras – dijo riendo dirigiéndose a Mario.
–         Vete a la mierda – respondió éste enfurruñado, al comprender que habíamos sido víctimas de una broma macabra.
–         Venga, que os he visto tan serios que no he podido evitar cachondearme. Es cierto que murió en accidente de coche y que iba con su novio… lo demás es inventado.
Jesús bebió de su coñac, todavía riendo. Pero sus ojos no reían, lo que me hizo preguntarme si estaría diciendo la verdad… o la habría dicho antes…
–         Bueno, como decía, todos estos hechos dejaron a un chico de 11 años, huérfano de madre y con una relación muy poco cordial con su padre. Y entonces llegó Esther…
–         ¿Se casaron enseguida?
–         Fue un noviazgo muy corto, como te digo, otro matrimonio de conveniencia. A Esther la conocí como un mes antes de la boda, se casaron y de repente, me encontré con una madrastra.
–         ¿Y eso fue en…?
–         Primavera de 2006… Yo tenía 14 recién cumplidos…
–         Ajá – asentí recordando que fue a esa edad cuando Jesús perdió la virginidad.
–         Imaginaos el cuadro. Un adolescente en plena pubertad, de pronto empieza a compartir techo con una joven veinteañera, bellísima y con un padre con el que no se lleva bien y que casi no estaba en casa.
–         Serías un volcán de hormonas – dijo Mario.
–         Y tanto. Los primeros meses de convivencia con Esther fueron el periodo de mi vida en que más me la he machacado… fue un auténtico infierno.
–         Ya – asintió Mario riendo – Te entiendo.
–         Al principio, ella se mostraba algo distante conmigo, pero, poco a poco, cuando fue viendo que no me llevaba bien con mi padre, fue cogiendo más confianza. Era obvio que no estaba muy feliz con su matrimonio y, al comprender que yo era enemigo del hombre que la subyugaba, fue acercándose cada vez más a mí.
–         Sigo sin comprender cómo se casó con tu padre si no le amaba. Creía que eso de las bodas concertadas era cosa del pasado.
–         ¿En serio? – dijo Mario en tono burlón – Pregúntale a un japonés. A Kimiko, por ejemplo.
–         Exacto. Mira, Edurne, tienes que comprender que, aun hoy en día, hay familias acaudaladas que educan a sus hijas para ser… damas. No tienen una carrera universitaria, pero sí una exquisita educación… Están entrenadas para ser la esposa del embajador, pero no saben hacer otra cosa. Mira a Isabel Preysler, por ejemplo.
–         Entiendo – asentí.
–         No es ninguna broma. Te aseguro que Esther sabría comportarse con exquisita corrección en una cena en la casa real, pero no sabes lo que le costó aprender a cocinar…

–         Vale, vale, ya lo entiendo – repetí.

 

–         Continúo. Como decía, me encontré de pronto con una guapa joven en la misma casa que yo y, aunque trataba de resistir mis impulsos, no podía evitar que los ojos se me fueran detrás de ella cada vez que pasaba por mi lado.

–         Te comprendo. A mí me pasaba lo mismo con mi hermana – intervino Mario, dejándome boquiabierta.
–         Pero no pasó absolutamente nada. Todo lo más, algunas pajas a escondidas e infernales noches en vela cuando mi padre estaba en casa y hacía uso de sus prerrogativas maritales. Escucharle resoplar en el cuarto de al lado, mientras me imaginaba lo que estaría haciéndole a Esther no mejoró mi relación con él precisamente.
–         Y empezaste a hacer acercamientos con la infeliz esposa – intervino Mario en tono burlón.
–         Te equivocas. Nada de eso. Era mi madrastra y yo luchaba tenazmente contra los impulsos sexuales que sentía al estar con ella. Yo deseaba de verdad que ella se convirtiera en mi madre.
Era lógico. Por mucha pubertad que estuviera atravesando no había que olvidar que Jesús era entonces un crío huérfano de madre y prácticamente de padre. Normal que quisiese tener una figura maternal.
–         ¿Y qué pasó? – pregunté ansiosa por saber.
–         ¿Recuerdas cómo hace unas semanas, en mi coche, te dije que no todas las mujeres son putas?
–         Sí – respondí muy seria – Y también me dijiste que yo sí lo era.
–         Exacto – dijo Jesús sonriendo satisfecho al comprobar que me acordaba – Pues bien. Ella también lo era.
Empecé a imaginarme lo que venía a continuación.
–         Yo me esforzaba y me esforzaba en apartar de mi mente los pensamientos libidinosos que sentía por mi madrastra. Y poco a poco lo fui consiguiendo, especialmente gracias a Gloria.
–         ¿A Gloria? – dije extrañada.
–         Sí. Por ese entonces Gloria me pidió  que saliéramos y claro, con una chica tan sexy, acepté sin pensármelo dos veces, aunque tenía fama de ser un tanto guarrilla.
–         Y vaya si lo era.
–         No te creas. Vaya si lo es ahora. Pero, a los 14, lo de Gloria era más bien apariencia. Era virgen, como yo, y, aunque había salido con un par de chicos antes que conmigo, no tenía mucha más experiencia.
Me reproché a mí misma el haber juzgado tan mal a Gloria. Mi experiencia como maestra me había obligado a enfrentarme en más de una ocasión a casos similares, en los que chicas adquirían fama de “guarras” y ellas lo aceptaban en un intento de integrarse y ser aceptadas, aunque, en realidad, tenían muy poca experiencia en materia de sexo.
–         Salimos durante un tiempo y poco a poco empezamos a iniciarnos en el sexo.
–         ¿Te la follaste? – dijo Mario con ese nuevo lenguaje soez que yo desconocía.
–         No, no. Empezamos poco a poco, como todos los adolescentes. Primero nos besábamos, luego empezó a dejarme meterle mano bajo el jersey… Ya sabes. Tardé más de un mes en lograr que me la meneara. Fue en su casa, mientras estudiábamos en el dormitorio, con su padre en el salón viendo la tele… El morbo fue tremendo…
–         Todo muy normal – dije para alentarle a continuar.
–         Mi relación con Esther era cada días más estrecha. Ella era mi confidente y yo le contaba cómo me iban las cosas con Gloria; parecía sinceramente feliz de que todo me fuera bien con ella, se alegraba por mí, me daba consejos… nada escabroso, no penséis mal, en fin…
–         Se comportaba como una madre…
–         Exacto.
–         Pues bien. Todo cambió en junio del 2006, pocos días antes del final de curso. Una mañana terminé las clases muy temprano. Como lo había aprobado todo, no tenía exámenes de recuperación que hacer, así que me encontré con que a la hora del recreo había terminado mis clases, por lo que, deseando mostrarle las buenas notas a Esther, me escabullí del centro y me fui a casa.
Instintivamente supe lo que venía a continuación.
–         Llegué al piso, pero no vi a nadie, por lo que pensé que Esther estaría comprando. Cogí un refresco de la nevera y me dirigí a mi cuarto, para jugar un rato al ordenador hasta que volviera. Pero entonces, al entrar en el pasillo, escuché sonidos provenientes del cuarto de mis padres.
–         Estaba follando con otro – dijo Mario de forma innecesaria.
–         Así era – respondió el joven asintiendo con la cabeza – Cuando escuché los inconfundibles sonidos del sexo, mi libido se despertó y pensé en echar un disimulado vistazo, a ver si podía pillar a Esther follando con mi padre.
–         Claro – dije – Tú pensabas que estaría con tu padre.
–         Ni se me pasó por la imaginación que la dulce y encantadora Esther fuera capaz de hacer lo mismo que mi madre. Pero me equivocaba.
Ya no me extrañaba que Jesús sintiera ese velado desprecio por las mujeres y que su pasión fuera usarlas y dominarlas. Sus malas experiencias había tenido.
–         Me asomé en silencio al cuarto y me quedé petrificado. Esther, completamente desnuda, cabalgaba enloquecida sobre el cuerpo de un muchacho al que reconocí enseguida. Era el hijo de la vecina, el de la puerta de al lado, un gañán maleducado que estaba siempre fumando porros en el parque que hay cerca de mi bloque.
–         Sería un shock.
–         Y tanto. Hasta me mareé como tú antes – dijo señalándome – Me agarré al marco de la puerta y observé la escena en silencio, decepcionado, amargado y excitado a partes iguales.
–         ¿Te vieron?
–         No. Estaban demasiado concentrados en lo que hacían. El niñato, estrujaba las tetas de Esther con ganas, pellizcándolas con dureza, pero aquello parecía encantarle a mi madrastra, que chillaba y le pedía que le diera más fuerte. Cuando se cansaron de la postura, se la folló de lado y luego Esther se puso a cuatro patas y el tipejo empezó a follársela por detrás, dándole vigorosos azotes en el culo hasta que se le puso como un tomate, mientras le gritaba una y otra vez que era una puta y le preguntaba si le gustaba.
–         Y a ella le encantaba, ¿no? – dijo Mario.
–         Y tanto.
–         Y entonces fue cuando decidiste que te acostarías con ella – intervine.
–         No, no olvides que mi experiencia era casi nula. No voy a negar que estaba excitadísimo por haber visto a mi madrastra follando, pero, aparte del shock y la sorpresa, tampoco era para tanto. Me sentía un poquito traicionado, pero tampoco era tan raro que Esther follara con otro, ya que la relación con mi padre era una pantomima. El enfado con ella vino después.
–         No te entiendo – dije extrañada.
–         Espera. Que enseguida llegamos. Como decía, el niñato aquel se la folló como quiso y mientras, como es lógico, aproveché para hacerles unas cuantas fotos a   escondidas con la cámara digital que tenía en mi cuarto. Ya sabéis que me encanta hacerlo.
–         ¿Por qué no usaste el móvil?
–         Porque el que tenía entonces no tenía cámara.
–         ¡Oh! – exclamé sintiéndome tonta – Claro.
–         Me refugié en mi dormitorio y me masturbé furiosamente tras descargar las fotos en el ordenador, mientras la parejita terminaba con lo suyo. Escuché entonces que se dirigían al salón y no sé qué impulso me hizo salir detrás para espiarles. Quizás, si no lo hubiera hecho, mi vida habría sido muy distinta.
Aquellas palabras me intrigaron muchísimo, por lo que me incorporé en la cama, decidida a no perderme detalle de la narración.
–         Los dos se habían sentado en el sofá, de espaldas a mí y bebían cerveza de la misma lata.
  • Qué buena estás cabrona – decía el niñato en ese preciso momento – Me están entrando ganas de follarte otra vez.
  • Mañana mejor, guapo. Ya es la una y mi “hijo” llega antes de las dos.
  • ¿Tu hijo? – dijo él, riendo – ¡Ah, el mariquita ese que anda siempre cargado de libros! No pasa nada, cuando venga le doy un par de ostias y le encierro en su cuarto.
  • Mejor no. No quiero que el cabrón de mi marido se entere de que ando follando por ahí con otros. A su anterior esposa le dio la patada por eso mismo y la dejó en la calle. No quiero que me pase lo mismo.
  • ¿”Follando con otros”?
  • A ver si te crees que eres la  única polla que me meto – dijo Esther dejándome atónito.
  • Pero la mía es la mejor, ¿eh? Anda, chúpamela un poquito…
  • No seas imbécil. Ya te he dicho que Jesús volverá pronto.
  • ¿Y qué? Seguro que igual le apetece unirse y todo. Como necesitas tantas pollas…
  • ¿Ese? No sabría ni por donde meterla. Está más verde que una lechuga. Se ha echado una novia o no sé qué y anda por ahí con ella.
  • ¿El mariquita tiene novia?
  • Sí y me alegro. No veas el coñazo que era antes, siempre babeando detrás de mí como un perro. Pensaba que cualquier día iba a correrse en los pantalones simplemente por rozarle. Ahora ha espabilado un poco, pero seguro que se caga del susto si me pilla contigo.
  • Está hecho un mierda bueno, ¿eh?
  • ¿Y qué quieres? Con semejante padre…
Jesús nos miró unos segundos en silencio antes de continuar.
–         Bueno, ya os imagináis lo que sigue, ¿no? La muy zorra empezó a contarle al niñato todas las intimidades que yo le había confiado, riéndose ambos a mi costa. No aguanté demasiado escuchando y pronto me largué de allí sin hacer ni un ruido, ardiendo de rabia en mi interior. Me sentí engañado y traicionado, pero completamente decidido a hacérselo pagar. Las confidencias que le había hecho… y mientras, aquella puta no había parado de reírse de mí a mis espaldas.
Le entendía. Un rato antes, yo me había sentido igual.
–         Enojado, decidí llamar a mi padre y contárselo todo, pero entonces un flash estalló en mi cerebro y de pronto lo vi todo con claridad meridiana. Y fue entonces, Edurne, cuando decidí que me acostaría con ella.
Yo asentí en silencio.
–         Mi mente empezó a trabajar a toda velocidad. Conocía el secreto de Esther, tenía pruebas de su infidelidad, ella no quería que mi padre se divorciara y sabía que lo haría si se enteraba… no tenía escapatoria.
–         Desde luego que no la tenía – asentí.
–         Entonces volviste a por ella y te la tiraste, ¿no? – dijo Mario tras rellenarse la copa.
–         No. En ese momento no. Como os digo, mi mente pareció expandirse en aquel instante. Tratando de serenarme, me fui al parque a sentarme en un banco y dediqué un buen rato a hacer planes. Poco a poco, el sentimiento de enojo fue desapareciendo, siendo sustituido por una especie de júbilo al irse dibujando en mi cabeza las líneas maestras del plan que me llevaría a follarme a Esther. No pasaba nada, yo había querido que aquella mujer se convirtiera en mi madre, pero ella me había traicionado. Bien, pues entonces se convertiría en mi puta…
No pude evitar estremecerme bajo las sábanas. Yo era su puta también…
–         Esperé en el parque casi una hora, serenándome, aunque seguía muy excitado. Cuando estuve listo, regresé a casa y me comporté con absoluta normalidad con Esther, exactamente como hacía ella. Llegué incluso a decirle que estaba muy guapa, mientras interiormente pensaba que era normal, pues estaba recién follada. Almorzamos tranquilamente, conversando como hacíamos todos los días; mientras, yo estaba cada vez más excitado, pensando en las mil y una formas en que iba a follármela.
–         ¿Y lo hiciste? – dijo Mario, al parecer deseoso de que el protagonista de la historia se zumbara a la princesa ya de una vez.
–         Unos días después. Ahora llego a eso. Me pasé el resto de la semana recopilando nuevas pruebas de las infidelidades de Esther. Como alumno modelo, no me costó mucho colar un justificante para escaquearme de unas cuantas clases, por lo que todos los días regresaba a casa antes de lo habitual y así pude constatar  que Esther había mentido, pues sólo tenía un amante, el niñato descerebrado; pero éste la visitaba a diario, así que pronto me encontré con una buena cantidad de material audiovisual en mi ordenador.
–         ¿No se enteraron de nada? – pregunté.
–         Fui muy discreto.
–         ¿Y para qué querías tantas fotos?
–         Quería tener bastante material para abrumarla con la amenaza de decírselo a mi padre. Pero también he de reconocer que me excitaba espiarles mientras follaban. Y aprendía…
–         Más pajas a escondidas, ¿eh? – dijo Mario.
–         Sí. Pero no tantas como antes. No te olvides de Gloria…
Tragué saliva en silencio, cautivada por el relato.
–         La pequeña Gloria pagó el pato de mi permanente estado de excitación. La misma tarde en que descubrí lo de Esther, me cité con ella para ir al cine. Ella no quería, pues tenía que estudiar pues estaban a punto de suspenderle un par de materias, pero yo le prometí que la ayudaría a estudiar. Fuimos a ver una puta mierda titulada “Ultravioleta”, que aunque mala de cojones, recordaré siempre con cariño, pues Gloria me la chupó por primera vez mientras la veíamos.
–         ¿En el cine?
–         Y con gente cerca – continuó Jesús – Ella no quería, pero yo prácticamente la obligué. Le dije que si no lo hacía cortaríamos, que no querría saber nada más de ella… todo lo que se me ocurrió. Hasta que, finalmente, me puse duro y se lo ordené… y ella me obedeció.
No me extrañaba.
–         Fue genial, que me la chupara allí en medio de la sala tuvo un morbo increíble. No había mucha gente, 15 o 20 personas todo lo más, pero la pareja que estaba en nuestra misma fila lo vio todo… y lo disfrutó.
–         Tendré que probar eso – dijo Mario.
–         Te lo recomiendo. Y cuando me corrí… Uffff… Qué delicia. La agarré por el cuello y la obligué a tragárselo todo… Qué maravilla, sentir cómo mi leche se derramaba en su boca mientras ella se afanaba por escapar de mí… y mientras, no dejaba de imaginar que era la boca de Esther la que me la estaba chupando…
Jesús hizo una pausa para echar un trago de coñac, vaciando su copa. Antes de que se lo pidieran, Mario volvió a rellenársela.
–         Tras aquello se cabreó muchísimo y se largó a su casa. Pensé que lo nuestro se había acabado y la verdad es que me importó una mierda. Pero, al día siguiente, una Gloria muy sumisa se acercó temblorosa a mí y me pidió disculpas por haberme dejado tirado. Me dejó de piedra: ¡ELLA ME PEDÍA DISCULPAS A MÍ POR HABERLA OBLIGADO A TRAGARSE MI CORRIDA EN EL CINE!!
–         Fliparías en colores.
–         Y tanto. Pero imaginé el infinito abanico de posibilidades que se abría ante mí… y me puse muy contento.
No pude evitar ponerme en la piel de Gloria y tuve que reconocer que, muy probablemente, yo habría actuado como ella.
–         La pobre me preguntó si querría ir a ayudarla para preparar los exámenes como le había prometido y claro, dije que sí. Me largué a casa durante el recreo y volví a fotografiar a Esther con el vecino y por la tarde… mamada en casa de Gloria. Iba cogiéndole gusto al asunto.
–         Qué envidia – dijo Mario.
–         ¿Por qué? Si te apetece, llámala y que venga a chupártela. Eso sí, si está complaciendo a uno de los otros, tendrás que esperar turno…
Me encogí bajo las sábanas. Si no me largaba de allí, ese era el futuro que me esperaba. Pero, ¿quería largarme realmente?
–         Las sesiones con Gloria durante esos días me hicieron ganar aplomo, así que decidí empezar con Esther aquel mismo fin de semana. Mi padre iba a estar fuera, así que era la ocasión perfecta.
Sin darme cuenta, me incorporé un poco en la cama, con los cinco sentidos pendientes de las palabras de Jesús.
–         Dejé que el día transcurriera tranquilo y, tras la cena, le dije a Esther si le apetecía ver una película. Me preguntó que cual y yo le dije que era una sorpresa.
–         Y menuda sorpresa – intervino Mario.
–         Ni te lo imaginas. Todavía tengo grabada en la memoria la imagen de la cara que puso cuando pulsé el play del DVD que había grabado en mi ordenador. Cuando en la tele apareció ella, follando como loca con el vecino, abrió tanto la boca que casi se le desencaja la mandíbula; los ojos parecían ir a salírsele de las órbitas y durante un minuto no supo ni cómo reaccionar.
  • Buena peli, ¿eh? – le dije.
–         Ella me miró, alucinada, incapaz de articular palabra. Sus ojos me miraban asombrados, con una expresión casi cómica de incredulidad en el rostro. Me miraba… no sé. Como si no supiera quien era yo.
–         No me extraña – asentí.
  • Y tengo también fotos… ¿Quieres verlas? – le dije mientras le alargaba algunas instantáneas que, dada su extraordinaria calidad artística, habían sido impresas en papel.
–         Sin saber muy bien lo que hacía, Esther cogió las fotos y las miró anonadada, sin acabar de creerse lo que estaba pasando. Yo permanecí en silencio a su lado, observando cómo poco a poco iba recuperando el control de sí misma.
  • Jesús, cariño… Esto no es lo que piensas. Ya sabes que tu padre y yo…
  • ¡¿CARIÑO!? – exclamé con furia – ¿Ya no soy el mariquita? ¿Ni babeo detrás de ti como un perro?
–         Se quedó petrificada por la sorpresa. No sabía qué decir. Miraba   alternativamente mi rostro y las fotos, como queriendo deducir por su contenido lo que yo habría podido escuchar de sus conversaciones íntimas con el vecino. Todo esto con la banda sonora de sus propios gemidos en el DVD.
  • Pero, eso no… – trató de decir.
  • ¿Pero, qué?¿Quien coño te crees que soy, puta?¿Crees que voy a consentir que una furcia como tú humille a mi padre follándose al mierda del vecino?
–         Quizás decir eso fue un error, pues ella sabía bien que a mí me importaba una mierda que humillaran al viejo, pero estaba tan acojonada que no se dio ni cuenta. Eso sí, pude ver perfectamente cómo se encogía ante la simple mención de mi padre.
  • Pero cari… Jesús. Te lo suplico. No le cuentes nada esto a tu padre. Te prometo que no volveré a hacer nada semejante. Es que me sentía tan sola…
  • ¿Sola? ¡Haberlo dicho antes, mujer! ¡Entonces no pasa nada! ¡Te has follado al vecino porque las mañanas se te hacían muy largas aprendiendo a preparar la bazofia que haces en la cocina! ¡Y claro, un buen nabo cura la soledad de puta madre! ¡Canela fina! ¡Es lo mejor para las putas!
  • No digas eso…- gimoteó ella, apartando la mirada.
  • ¿Y lo del mariquita? – le grité.
  • Eso fue… Perdona, eran estupideces… Charla de amantes.
  • ¿Charla de amantes? ¡Estúpida puta! ¿Y crees que con una simple disculpa es suficiente? ¡Le contaste a ese cabrón todo lo que te había confiado a ti!
–         No sé si me estoy explicando bien, Edurne – dijo Jesús – Lo que trato de expresar es que, a pesar de mis calculados planes, cuando los puse en práctica no pude evitar que la ira hiciera presa de mí. Estaba deseando follármela, pero tampoco hubiera estado mal darle un par de ostias.
–         Pero tú no eres así – dije mirándole fijamente – Tú consigues que las cosas salgan como quieres.
–         Exacto, perrita – dijo él olvidándose por un instante de no usar mi apodo de esclava – Así que respiré hondo y seguí con el plan.
  • ¿Y qué quieres que haga? – preguntó con desesperación – Haré cualquier cosa para que me perdones.
  • ¿Perdonarte? ¡A ti eso te importa una mierda! ¡Lo que no quieres es que mi padre se entere y te plante en la calle por puta!
–         Se quedó muda. Había dado en el blanco.
  • Pero algo sí que puedes hacer… – dijesin poder aguantarme más.
  • ¿El qué?
  • ¡CHÚPAME LA POLLA!
 

–         Y poniéndome de pie un salto, me levanté del sofá y me saqué la verga del pantalón. La tenía durísima, rezumante y deseosa de hundirse entre sus carnosos labios. Ella me miró un instante y puedo jurar que lo que leí en sus ojos no fue sorpresa. Hacía rato que Esther había adivinado por donde iban a ir los tiros. Lo que no se esperaba, es que el niñato inseguro que ella conocía fuera capaz de manejar a su antojo la situación.

  • Estás loco – dijo tratando de resistirse – Guárdate eso y haré como si…
  • ¡QUE ME LA CHUPES! – aullé.
–         Mientras gritaba eso, la agarré del pelo y tiré con ganas, empotrando su rostro contra mi erección. Un tanto descontrolado, agité las caderas, frotando mi nabo contra su cara, mientras ella luchaba por liberar su cabello de mi garra. Aquello me excitó terriblemente. Agarrándome la polla con la mano libre, la apoyé en sus labios y traté de de meterla dentro, pero ella se resistía, con la boca firmemente cerrada.
  • Chúpamela, zorra o mi padre tendrá en su poder el vídeo esta misma noche. Y mañana, el bloque entero amanecerá empapelado de fotos tuyas con el vecino.
–         Palabras mágicas. Como el “ábrete sésamo”. Mi madrastra abrió lo suficiente la boca para que mi polla se deslizara entre sus labios. Solté un resoplido de placer al sentir el calor de su garganta y, completamente feliz, me dejé caer de nuevo en el sofá, arrastrándola tras de mí por los cabellos, haciendo que se le saltaran las lágrimas. Esther comprendió que no tenía otra salida, así que enseguida me encontré recibiendo una soberbia felación que me hizo comprender rápidamente las diferencias entre una mujer experimentada y una novata. Las mamadas de Gloria me habían encantado, pero Esther… cómo la chupaba.
  • CHUP, CHUP, CHUP – decía Esther mientras aplicaba todo su arte a mi nabo, sin duda deseosa de complacerme para ver si encontraba una escapatoria a aquella situación.
  • Sí, puta, muy bien… Sigue… – decía yo – Enséñame las tetas…
–         Y ella lo hizo sin dudar, se abrió la chaquetilla del pijama que llevaba puesto y siguió chupándomela con las tetas al aire. Fue fantástico comprobar que tenía los pezones duros… Me sentí poderoso… Y me corrí enseguida. Demasiada excitación.
–         ¿Se lo tragó? – preguntó Mario, al parecer muy interesado.
–         La obligué, como a Gloria. Pero ésta estaba más acostumbrada y no se resistió mucho.
–         ¿Y qué hiciste?
–         Seguir el plan. Sin decir nada, la empujé bruscamente, haciéndola caer de culo en el suelo y salí del salón sin dirigirle la palabra. Me metí en mi cuarto y me encerré, con el corazón a mil por hora y sintiéndome eufórico. Sabía que ya era mía.
–         ¿No te la follaste?
–         Esa noche no, aunque me hizo falta reunir toda mi fuerza de voluntad para contenerme. Quería que se pasara la noche preguntándose qué iba a pasar, insegura y asustada por no saber qué esperar. Oí cómo se refugiaba en su cuarto.
–         ¿Y por la mañana?
–         Me la follé – dijo Jesús sonriendo – Me levanté temprano y la encontré en la cocina, sentada a la mesa, con unas ojeras que demostraban que mi plan había sido un éxito. Le ordené que me preparara el desayuno y ella, sin decir nada, me obedeció. Cuando estuvo listo, empecé a tomármelo y le dije:
  • Chúpamela.
  • ¿Qu… qué?
  • Ya me has oído. Que me la chupes. Me apetece correrme en tu boca mientras me tomo el café.
–         De nuevo aquella estúpida expresión de aturdimiento apareció en su rostro. Pero esta vez no la dejé recuperarse. Ya sabía lo que iba a hacer.
  • Te he dicho que me la chupes – repetí sin alterar el tono.
  • N… no – se atrevió a responder.
–         Justo lo que yo esperaba – sentenció Jesús – Como un rayo, me levanté de la mesa y volví a agarrarla por el pelo. Tirando con fuerza, la arrastré fuera de la cocina y la llevé al dormitorio que compartía con mi padre, arrojándola sobre el colchón.
  • Jesús, por favor – suplicaba ella, como, si a esas alturas, fuera a ser capaz de conmoverme.
–         No le hice ni caso. Me subí a la cama, arrodillándome sobre el colchón y desgarré la camiseta que llevaba puesta. Ella dio un gritito y trató de resistirse, pero logré inmovilizarla con bastante facilidad, sentándome sobre su estómago. Le arranqué el sostén y empecé a sobarle las tetas con ganas, como había visto que le hacía el vecino. Ella apartó la mirada, avergonzada, pero sus pezones se pusieron como piedras en cuestión de segundos.
–         Seguro que sonreíste – pensé para mí.
–         La polla la tenía como un leño, así que la saqué del pijama y la coloqué entre sus senos.
  • Agárratelas – le ordené – Quiero follarme tus tetas.
–         Y ella obedeció. No puedo describiros el placer que experimenté cuando ella hizo lo que le ordenaba y se sometió a mis deseos. Fue increíble. Di unos cuantos culetazos entre sus pechos, sintiendo su cálida piel sobre mi nabo. Pero yo quería más, el lote completo.
  • Ahora voy a follarte – sentencié – Tu verás como quieres que sea.
–         Y ni corto ni perezoso la libré del pantalón y las bragas, dejándola en pelotas sobre la cama. Qué buena estaba.
Jesús bebió otro trago de coñac antes de continuar.
–         Y me la follé. Perdí la virginidad zumbándome a mi madrastra. Aunque decía que no quería, no dudó ni un instante en indicarme cómo debía ir haciéndolo, completamente plegada a mi voluntad. La primera vez no duré mucho, pero, un par de horas después, cuando me apeteció tirármela en el salón, me fue mucho mejor. Y a ella también.
–         ¿A ella? – dije extrañada.
–         Sí. A ella. En cuanto le fui cogiendo el tranquillo a la cosa, empecé a aplicar las cosas que había aprendido espiándola con el vecino, especialmente aquellas que la habían hecho gritar con más ganas. Le estrujé los pezones, le azoté el culo, me la follé a cuatro patas… Y logré que se corriera. No una, sino varias veces… y ya fue mía para siempre.
–         Joder. Buena historia – dijo Mario apurando su copa.
–         Tranquilo. Queda mucho más. Ahora esperad un segundo que voy a mear.
Jesús se levantó para ir al baño del dormitorio y no pude evitar espiar subrepticiamente su musculoso cuerpo desnudo mientras caminaba. Cuando cerró la puerta tras de sí, me di cuenta de que estaba a solas con Mario.
–         Eres un cabrón – le espeté sin más preámbulos – Habéis estado engañándome.
El, simplemente, se echó a reír.
–         Cabrón, ¿yo? Ja, ja ,ja. Cariño, tú eres la golfa que ha estado follándose al novio de la vecina. ¡A tu propio alumno! ¿Y me llamas cabrón a mí? Ja, ja, ja, ¡qué bueno!
Aparté la vista avergonzada. Tenía más razón que un santo. No me explicaba cómo había sido capaz de decir semejante gilipollez. Por fortuna, Jesús regresó y ocupó de nuevo su lugar en la silla, retomando la narración.
–         Bueno, sigamos – dijo Jesús rellenándose la copa – Con mis nuevos conocimientos adquiridos, no tardé muchos días en aplicarlos con Gloria, así que me la follé una tarde en su casa. Con ella fui bastante más cuidadoso, así que no fue una experiencia traumática para ella. Poco a poco, fui dándome cuenta de que, si les daba a ambas lo que querían, no dudaban en darme lo que quería yo, especialmente Gloria, que parecía estar deseando plegarse a todos mis caprichos.
–         ¿Y Esther?
–         Igual, aunque con ella me quedaba la duda de si lo hacía por temor a que la delatase, pero, fuese por la razón que fuese, lo cierto es que hacía todo lo que yo le decía. Lo primero fue mandar a tomar por saco al niñato de al lado. No sé cómo lo hizo, pero lo cierto es que el tipo no protestó demasiado ni organizó ninguna escena, lo que podría haber provocado problemas con mi padre. Éste seguía en Babia, mientras yo me zumbaba a placer a su mujer y a mi novia. Me pasaba los días puliendo aquellos dos diamantes en bruto, sometiéndolas a mi voluntad, consiguiendo que vivieran pendientes de mis deseos… pero eso sí, dándoles a cambio lo que ambas querían…
Otra vez el ramalazo de celos. No me gustó que se refiriera a Gloria como su novia.
–         Cada día les exigía un poquito más. Obligaba a Esther a esperarme desnuda cuando llegaba a casa y a recibirme con una mamada. Más de una vez hice que pidiera pizzas para cenar y que abriera la puerta al repartidor en pelota picada, sólo por el placer de ver la vergüenza que pasaba. Me la follaba cuando mi padre estaba en casa, con el corazón a mil por hora por si nos pillaba… Y con Gloria era todavía mejor…
–         Cuenta, cuenta – exclamó Mario, muy interesado.
–         Por ejemplo, una vez la hice subirse a un autobús, vestida con minifalda y sin ropa interior. Yo me senté frente a ella y la grabé mientras separaba las piernas para darles un buen espectáculo a los viajeros que se dieron cuenta. Esto lo tengo en vídeo, podéis verlo cuando queráis…
–         ¿Y qué más?
–         Uf… todo lo que se me ocurrió. Podríamos estar días contándoos las cositas que hicimos ese verano. Pero quiero hablaros de otras cosas.
–         Lo que tú digas – dijo Mario un tanto decepcionado.
–         Como iba diciendo, el verano de 2006 fue una auténtica maravilla. Me pasaba las mañanas en casa, usando a Esther a mi antojo y las tardes con Gloria. Por desgracia, como había suspendido algunas asignaturas, se veía obligada a asistir a unas clases de recuperación que organizó el instituto, así que no podía verla por las mañanas. No la presioné para que se saltara las clases, porque ya tenía las mañanas bien ocupadas…
–         Y, además, en gran parte era culpa tuya que no hubiera aprobado en junio – intervine sin poder aguantarme.
–         Es cierto – asintió Jesús – Y, aunque no me creas, sentía ciertos remordimientos por ello. Pero, por fortuna, se me presentó la ocasión de solucionar el problema.
–         ¿Cómo? – pregunté extrañada.
–         Una tarde, mientras tomábamos café en un bar, noté que Gloria estaba un tanto enfurruñada. Cuando le pregunté, me dijo que había tenido problemas en los cursos de verano, pues, al parecer, los impartía un viejo verde de cuidado… – dijo Jesús sonriéndome.
–         Armando – afirmé con absoluta seguridad.
–         Precisamente. Por lo visto, el tipejo no dejaba pasar la ocasión de sobar a las jovencitas; ya sabéis, un cachetito en el culo por aquí, una disimulada caricia en la pierna por allá… bueno, ya le conoces…
–         Demasiado – asentí enfadada.
–         Pues bien, mientras ella iba explicándome cómo se portaba el director, yo fraguaba un nuevo plan en mi mente. Ese verano me había hecho comprender que yo era capaz de ejercer un gran dominio sobre mujeres sumisas, y quería saber más sobre el tema. Había indagado incluso por Internet, en foros y blogs sobre fetichismo, sumisión y bdsm, pero no estaba muy satisfecho con el resultado, pues en todos sitios explicaban cómo infligir daño para obtener placer, pero no era eso lo que yo buscaba. Yo quería averiguar donde estaba el límite de lo que aquellas chicas serían capaces de hacer si yo se lo ordenaba y acababa de ocurrírseme el plan perfecto…
–         Le entregaste a Gloria al director… – siseé.
–         No – respondió Jesús mirándome fijamente – A ella no.
Mario y yo le entendimos perfectamente.
–         No me costó nada organizarlo todo. Me presenté en el instituto y me planté en el despacho de Armando, diciéndole lo que Gloria me había contado. Se escandalizó (y se acojonó muchísimo), pero yo me apresuré a tranquilizarle, diciéndole que no pensaba denunciarle por acoso, que tenía otra cosa en mente. Él siguió negándolo todo hasta que le hice un regalo: una completa colección de fotos de Gloria desnuda… Se quedó mudo.
–         No me extraña – dije.
–         Le dije que pensara si quería colaborar conmigo y que regresaría al día siguiente para charlar con él. Pero no volví solo…
–         Llevaste a Esther.
–         La pobre no sospechaba lo que se le venía encima. Yo le había dicho que el director del instituto quería hablar con ella de cara a unas actividades para el curso siguiente y ella acudió conmigo pensando que, por una vez, iba a poder desempeñar el papel de madrastra.
–         Menuda encerrona.
–         Como la tuya – respondió él simplemente, haciéndome rememorar los sucesos en el despacho del director – No fuiste la primera a la que Armando enculó sobre esa mesa, Edurne.
Aparté la mirada, avergonzada.
–         Armando estaba acojonado, pues no sabía muy bien qué esperar. Las fotos que le había dado podían ser una trampa para incriminarle en una denuncia por acoso, así que estaba nerviosísimo. Esther, completamente despistada, trató de preguntarle sobre las supuestas actividades, pero el pobre tipo, que no sabía de qué coño estaba hablándole, no paraba de mirarme sin enterarse de nada. Cuando me hube divertido bastante con la escena, decidí poner las cartas boca arriba.
  • Vamos a ver, Armando, le voy a explicar cómo están las cosas…
–         Mientras decía esto, le arrojé al director un sobre repleto de fotos de Esther follando con el vecino. El viejo, tras echarles un vistazo, se quedó mirándonos a ambos con una cómica expresión de asombro. Miré a Esther y pude percibir que, aunque no había visto el contenido del sobre, empezaba a comprender por qué estábamos en ese despacho. Su rostro estaba lívido.
  • ¿Y bien, señor director? ¿Le gustan? – pregunté juguetón, recreándome en el momento – Es una simple muestra. Si quiere usted disfrutar de lo auténtico no tiene más que pedirlo…
–         Armando me miró alucinado y Esther, tres cuartos de lo mismo.
  • ¿Có… cómo? – balbuceó el profesor.
  • ¿No estarás pensando…? – exclamó Esther, hablando casi al unísono.
  • Si estoy pensando el qué – repliqué clavando en ella mi mirada – Tú harás lo que yo te diga o ya sabes lo que te espera.
–         Esther me miraba con incredulidad. No entendía cómo podía estar pasando aquello. Pero justo entonces, apartó los ojos, derrotada, sumisa. Os juro que tuve una erección instantánea cuando aceptó someterse.
  • ¿Y bien? – le dije al director – ¿Le gustaría follarse a mi madrastra?
–         Él aún no atinaba a responder.
  • Aunque claro, no va a ser gratis…
  • No entiendo…
  • ¿No? Bueno, le haré una demostración. Esther, quiero que te desnudes, que el director pueda examinar la mercancía…
–         Esther dudó sólo un segundo, lo justo para mirarme con ojos suplicantes, pero yo no me dejé conmover… Estaba deseando ver si me obedecía… Y lo hizo. En pocos instantes, mi madrastra estaba completamente desnuda en el despacho del director, mirando al suelo, avergonzada.
  • Acércate para que pueda verte bien – le dije.
–         Y ella obedeció, rodeando la mesa hasta quedar junto a la silla del director, que la miraba incapaz de pestañear.
  • ¿Se le ha puesto dura? – pregunté a Esther – Compruébalo.
–         Un nuevo calambrazo de placer me sacudió cuando la mujer se agachó levemente, lo justo para llevar su temblorosa mano a la entrepierna del director. Éste, cada vez más convencido de que el negocio le iba a interesar, no tardó ni un segundo en retirar su silla de la mesa y separar los muslos, para que Esther pudiera palparle a conciencia.
  • ¿Y bien?¿La tiene dura?
–         Esther sólo asintió con la cabeza.
  • No te oigo, puta.
  • Sí… Sí, la tiene dura.
  • Estupendo. Ven aquí.
–         Caminó de regreso hasta mí, mientras el viejo no le quitaba ojo de encima. Hice que se quedase en pié a mi lado, dándome la espalda y mirando hacia el director, separados de él únicamente por la mesa. Aproveché la postura para, desde atrás, deslizar una mano entre sus muslos y empezar a acariciarle el coño voluptuosamente, para que Armando no se perdiera detalle. Sonreí cuando comprobé que estaba empapada.
  • Entonces, Armando… ¿Le interesa nuestro trato?
–         El viejo asintió vigorosamente, mientras devoraba con los ojos a mi madrastra. Por fin había comprendido que aquello no era ninguna encerrona ni ningún tipo de trampa. Y era obvio que le apetecía follarse a aquel pivón.
  • Ummm – gimió entonces Esther, sin poder resistirse a mis caricias. Aquel gemido se la hubiese puesto dura a un santo.
  • ¿Cú… cuánto me va a costar? – jadeó el viejo, haciéndome sonreír.
  • Pongamos… 1000€. Aunque… – dijecomo si acabara de ocurrírseme – Podríamos dejarlo en la mitad si te aseguras de que Gloria aprueba en septiembre todas las que le han quedado. No te preocupes, seguirá asistiendo a los cursos, pero quiero que apruebe.
  • Hecho – dijo el director sin dudar un segundo.
  • Vale. Toda tuya – dije empujando bruscamente a Esther hacia la mesa, donde tuvo que apoyar las manos para no caerse. Armando se levantó con una agilidad impropia de su edad y se abalanzó sobre ella, tumbándola sobre la madera y empezando a sobarla por todas partes.
–         ¿No le cobraste por adelantado como conmigo? – pregunté.
–         Me faltaba experiencia, Edurne. Pero me aseguré el cobro grabando la sesión con mi cámara.
–         Entiendo.
–         El viejo me sorprendió bastante, pues aguantó el combate como un campeón. Logró correrse tres veces, incluida una en el culo de Esther, que le vendí por otros 500€.
–         Qué barato – dije sintiéndome extrañamente orgullosa.
–         Qué quieres, el suyo no estaba ni mucho menos por estrenar. Por cierto Mario, no sabes lo que te has perdido – dijo Jesús alzando su copa hacia mi novio, en clara alusión a mi culito virgen.
–         Sí. Me he perdido muchas cosas – respondió éste mirándome enigmáticamente.
Me sentí incómoda.
–         Bueno, pues así empezó mi relación con el dire. Pronto llegamos a un acuerdo por el que Gloria se la chuparía después de las clases de recuperación, aunque no le permití follarla por mucho que me lo suplicó. Ella accedió a hacérselo porque se lo ordené yo, pero también porque le hice creer que era el pago por aprobar en septiembre; pero bueno, por lo que fuera, el caso es que se la chupaba. La única complicación surgió cuando Mariano, el conserje, les pilló en plena faena y tuve que llegar a un acuerdo similar con él. No importó mucho. De hecho Gloria siempre se sintió mucho más cómoda con Mariano que con Armando, así que no hubo más problemas…
–         Es cierto – asentí, recordando mi encuentro con la joven y la polla de Mariano en el armario de las escobas.
–         Bien, durante una buena temporada seguimos así, manteniendo nuestros acuerdos durante el curso. Ayudado por Gloria, me follé a unas cuantas compañeras más, vendiéndoles fotos de todas al director y regalando sus bragas a Mariano, pero en ninguna percibí lo mismo que en Gloria y Esther, así que la cosa no fue a mayores. Una parte del sueldo del director iba a parar a mis bolsillos, para pagarse las mamadas, pero sólo pudo permitirse un par de sesiones más con Esther, pues le pedí mucha pasta. De lo que saqué, entregué una parte a Gloria, pues se lo había ganado, pero a Esther no le di ni un céntimo, bastante tenía con el dinero de mi padre.
Volví a percibir la ira de Jesús contra Esther. Estaba segura de que, en el fondo, no la había perdonado.
–         Seguimos así un par de años. Yo tenía todo el sexo que quería y me sacaba algún dinerillo con los vicios del director. Estuvimos así hasta octubre de 2008, cuando tuvo lugar el “reclutamiento” de Rocío, aunque creo que ya sabes esa historia – dijo Jesús.
–         Así es – asentí – Me la contaron entre Gloria y ella.
–         Pues yo no la conozco – intervino Mario.
–         Otro día. Además, te aseguro que disfrutarás más si te la cuenta su protagonista.
Mentalmente le di la razón.
–         Vale – convino Mario.
–         La llegada de Rocío al grupo alteró un poco el equilibrio. A esas alturas, las dos chicas estaban completamente sojuzgadas a mí, pero eso no evitaba que hubiera ciertos roces entre ellas, supongo que por celos. Aún así, era genial follárselas a las dos a la vez, pues se desvivían por ser la que más placer me daba. Y con Rocío fueron tres…
–         ¿Te las follabas a la tres a la vez? – exclamó Mario.
–         Más de una vez. Pero acababa medio muerto.
–         No me extraña.
–         Gloria se llevaba muy bien con Rocío, supongo que porque se sentía un poquito culpable por su papel en la iniciación de la chica; eso mismo motivaba el enfado de Esther, por lo que se pasaba bastante con la chica, aunque Rocío lo encajaba todo sin rechistar. Gloria, en cambio, la defendía y andaban siempre a la gresca. Más de una vez tuve que ponerles el culo en carne viva para que dejaran de dar el coñazo, pero bueno, en definitiva merecía la pena.
–         Ya lo supongo – exclamó Mario – Tres coñitos para ti solo…
–         Precisamente. Y además, a esas alturas ya tenía en mente ampliar el rebaño.
–         Gloria te dio la idea – intervine.
–         ¿Te lo dijo? Pues sí, fue un comentario de Gloria lo que me hizo darme cuenta de que podía reunir un pequeño grupo de esclavas para hacer mi vida… más llevadera – dijo Jesús riendo.
–         Bueno, no tan pequeño – dijo Mario.
–         No tan pequeño – convino Jesús – Y fue precisamente por eso que empecé a incluir nuevos miembros masculinos en mis asuntos…
–         Llegamos al meollo de la cuestión – pensé.
–         Me ocupé de que Rocío recibiera cierta formación y la aparté de la pandilla de niñatos que se aprovechaban de ella.
Le miré fijamente sin decir nada.
–         Sí, tienes razón – dijo Jesús adivinando mis pensamientos – Empecé a ser yo el que se aprovechaba de ella, pero te aseguro que ella disfrutó en todo momento. Y mírala ahora, tiene un trabajo que se le da bien en vez de estar por ahí tirada, enganchada a las drogas o Dios sabe qué.
–         Gloria me dijo que le pagaste un curso de esteticién.
–         Sí. Impartido en el centro en el que trabaja ahora. Rocío me contó que uno de los encargados no le quitaba el ojo de encima, un tal Martín y yo la animé a follárselo. Ni que decir tiene que, al acabar el curso, Rocío fue una de las dos chicas que contrataron.
–         ¿Cuándo fue eso?
–         Más o menos en junio del 2009. Pues bien, una vez en el curro, le ordené a Rocío que siguiera follándose a Martín, pero que no lo hiciera gratis. Un día libre por aquí, unos eurillos por allá… poco a poco el tipo se acostumbró a que, si quería marcha… no le salía gratis.
–         En definitiva, chuleabas a Rocío. Era tu puta – dije un poco resentida.
–         No exactamente, Edurne – dijo Jesús sin alterarse lo más mínimo – Rocío se acostaba únicamente con un hombre, no con cientos como las putas. Y el dinero que sacaba se lo quedaba ella. Nunca le pedí ni un euro.
No tenía motivo alguno para creerle. Me había mentido al decirme que no obligaba a sus chicas a acostarse con otros… Pero aún así… le creí.
–         Y ese mismo verano, conocí a Yoshi.
Me estremecí. Sabía perfectamente que el joven japonés estaba en el salón, oculto tras una máscara, sin duda disfrutando de la orgía que debía haberse organizado. Me pregunté cual de las chicas habría sido empalada por la monumental polla del asiático.
–         Él es unos años mayor que yo, pero, a pesar de ello, congeniamos enseguida. Coincidimos varias veces en algunos bares, en el gimnasio y pronto nos hicimos colegas. Cada día había más confianza entre nosotros e incluso llegábamos a apostar a ver quien se ligaba antes a alguna tía. Nos lo pasábamos bien.
–         Me lo imagino – asentí.
–         Cuando nuestra amistad estuvo lo suficientemente asentada, nos abrimos el uno al otro y nos contamos nuestros secretillos. Yo le hablé de mis chicas y él… me habló del motivo por el que ligaba tanto – dijo Jesús con una sonrisa.
La imagen de la gigantesca verga de Yoshi bailó unos instantes en mi mente.
–         Y entonces te presentó a su hermana.
–         Pasaron meses hasta eso. Fue en Marzo del año pasado y yo estoy hablándote del otoño – invierno de 2009.
–         Ah, ya veo – asentí recordando que Kimiko me había contado que llevaba menos de un año con Jesús.
–         Al principio, Yoshi no me creía, pensaba que estaba burlándome de él, así que le presenté a Rocío, que se encargó de complacerle sin una sola queja. A Yoshi le atraía mucho más Gloria, pero decidí reservarla, por si más adelante quería obtener algo de él. Tras aquello, Yoshi creyó a pies juntillas todo lo que le dije y prácticamente me suplicó que le permitiera participar en mis correrías. Pero claro, no iba a salirle gratis…
–         No lo entiendo – dije – Si ligaba tanto y se follaba a la que quería. ¿Para qué iba a pagarte por tirarse a Rocío?
–         ¿En serio no lo entiendes? – me dijo Jesús mirándome muy fijamente – ¿Es igual el sexo que tenías antes de conocerme que el que tienes ahora? ¿Te conformarías con lo de antes? Yoshi ligaba, sí, pero, tras follarse a algunas con su vergajo, pocas querían volver a repetir. Más de una se acojonó y se largó dejándole en la estacada (nunca mejor dicho). La experiencia de tener a una mujer dispuesta a complacer el más mínimo de tus deseos no puede compararse a ninguna otra.
–         Doy fe de eso – intervino entonces Mario, mirándome con intensidad.
No tuve más remedio que darles la razón. Me acordé de la noche en que Jesús me hizo el amor dulcemente y lo frustrada que me había sentido. ¡Claro! Por eso lo había hecho, para forzarme a comprender que mi vida sería insoportable lejos de él. Y eso me preocupaba, pues veía que la salida de aquella situación iba cerrándose poco a poco para mí, porque era plenamente consciente que el sexo de antes ya no me bastaba. Quizás acabaría tirando la llave yo misma…
–         Además, no era dinero lo que yo le pedía a Yoshi. Pequeños favores, informaciones, que me llevara en su coche… él me enseñó a conducir, por ejemplo.
–         Y se le ocurrió lo de los piercings – dije.
–         Precisamente. Fue una gran idea que tuvo cuando le dije que me gustaría ampliar el rebaño. Fue por la época en que empecé a interesarme en temas de bondage. Como los japoneses son bastante aficionados, le pregunté a Yoshi y él me dijo que conocía a una experta.
–         Kimiko – afirmé.
–         Exacto. Desde hacía algún tiempo, Yoshi estaba muy preocupado por su hermana. Estuvo bastante tiempo dudando si presentármela, hasta que finalmente decidió que podía confiar en mí.
–         ¿Te entregó a su hermana para que te la follaras? – preguntó Mario, sorprendido.
–         Pero fue para no acabar follándosela él – intervine, recordando la historia que me había contado Kimiko.
–         Sí, así fue en aquel entonces – dijo Jesús sonriéndome misteriosamente.
–         ¿Entonces?
–         Sí, cariño – respondió Jesús con su sonrisa ensanchándose todavía más – ¿Acaso piensas que esa situación se prolongó eternamente?
Me quedé sin palabras.
–         Así que en Marzo del año pasado, mi rebaño aumentó a cuatro. 4 zorritas deseando que me las follara, deseando complacerme en todo. Y vaya si lo hicieron… Además, dados los problemas que surgieron, instauré el sistema de rangos, lo que alivió la situación bastante.
–         Y en el verano llegaron dos más – dije pensando en Yoli y su madre.
–         Exacto. Pero antes sucedió algo que lo cambió todo…
–         ¿El qué? – pregunté extrañada, pues no sabía a qué demonios podías referirse.
–         Mi padre descubrió el pastel.
No pude evitarlo. Me quedé con la boca abierta.
–         ¿A qué te refieres? – pregunté tras recuperarme.
–         Os cuento – dijo Jesús echándose un nuevo trago al coleto – Esto fue… a finales de Marzo o principios de Abril del año pasado. Kimiko llevaba un par de semanas con nosotros y he de reconocer que la novedad de los “jueguecitos” que me proporcionaba la chica hizo que desatendiera un tanto a las otras.
Tragué saliva preocupada. Era justo lo que me preocupaba a mí.
–         Por eso, una tarde relajé un tanto las precauciones habituales que seguía para evitar que mi padre se enterase de los cuernos que portaba. Las chicas tenían ganas de pasarlo bien y yo decidí complacerlas. Estando mi padre en la ciudad, lo normal era que no nos hubiésemos arriesgado a montárnoslo en casa por la tarde, pues aunque él solía llegar a las tantas de trabajar, no era imposible que algún día regresara más temprano.
–         Y volvió y os pilló en plena faena – dijo Mario.
–         Más o menos. Aquella tarde yo había estado tomando café con Gloria en un bar y ella me había hecho un par de insinuaciones bastante obvias, así que decidí contentarla y nos fuimos a mi casa. Empezamos a enrollarnos en el salón y en menos de un minuto tenía su cara enterrada en mi entrepierna, devorándome con ansia, como si el mundo fuese a acabarse. Mientras disfrutaba la mamada, Esther, que había estado echando la siesta en su cuarto, apareció en la habitación y me pidió humildemente permiso para unirse a la fiesta y, como estaba bastante contento con ellas, accedí.
–         Menudo sacrificio – bromeó Mario.
–         Y tanto. Te juro que es la ostia que te la chupen a la vez dos tías que no se llevan bien entre ellas. – respondió Jesús dirigiéndose a mi novio – Las dos disputaban por mi rabo, tratando de ser las que más placer me daban, pero sin enfrentarse abiertamente, pues eso me habría enojado y habrían sido castigadas. Si una engullía mis huevos por completo, la otra se tragaba mi polla hasta el fondo, si una deslizaba su lengua por todo el tronco, la otra estimulaba mi ano con las suya… Ya te digo… la ostia.
–         Dentro de un rato lo probaré – sentenció Mario con expresión ilusionada.
–         Te lo recomiendo. Cuando me harté de que me la chuparan, les ordené practicar algunos juegos.
  • Gloria – le dije – Ponte de pie frente a mi; quiero que dobles la cintura hacia delante hasta agarrarte la punta de los dedos de los pies con las manos.
–         Y ella obedeció. Como es muy flexible, no le costó mucho quedar en esa postura, plegada sobre sí misma como una bisagra, con el culo en pompa.
  • Y tú – le dije a Esther – Cómele el coño.
–         Aunque estoy seguro de que no le hacía mucha gracia, años de relación habían enseñado a Esther a obedecer sin rechistar, así que se arrodilló tras la grupa de Gloria e hundió la cara entre sus nalgas, para poder acceder a su tierno chochito. Gloria mantenía el equilibrio como podía, luchando vigorosamente contra los temblores que el placer le estaba provocando, intentando por todos los medios permanecer en la postura que yo le había ordenado. Mientras, yo las miraba sonriente, acariciándome el nabo.
  • Muy bien. Buenas putas – las felicité – Ahora tumbaos en el suelo y haced el 69. Me follaré a la que tarde más en correrse.
–         Soy muy aficionado a estos juegos y ellas estaban más que acostumbradas a practicarlos, así que no tardaron ni un segundo en adoptar la posición y empezar a devorarse los coños mutuamente. Había dado cierta ventaja a Esther, haciendo que se lo chupara un rato a Gloria, simplemente porque me apetecía clavársela primero a mi madrastra.
–         Magnífico deporte – asintió Mario.
–         El mejor. Pero justo entonces, mientras observaba excitado a las dos mujeres entregadas en cuerpo y alma a la tarea de llevarse al orgasmo, escuché el inconfundible sonido de la puerta de entrada. Sorprendido, me levanté de un salto y me guardé la polla en el pantalón. Bastante nervioso, me asomé al pasillo, pero no vi a nadie. Estaba ya empezando a pensar si no lo habría imaginado cuando vi el móvil de mi padre sobre la mesita del recibidor, donde lo dejaba siempre que regresaba a casa, para no olvidárselo al volver a salir. Inmediatamente comprendí que mi padre había regresado, encontrándose con la escenita del salón y se había largado enseguida, supongo que bastante cabreado.
–         No era para menos – dije – Te estabas follando a su mujer. Gracias a que no se le ocurrió montar alguna escena.
–         Sí. Aunque hay un matiz que se te escapa, Edurne.
–         ¿Cuál? – pregunté extrañada.
–         No me estaba “follando” a su mujer. Estaba “usándola” a placer.
Entendí perfectamente a qué se refería.
–         Como la cosa ya no tenía remedio, regresé al salón a seguir disfrutando de la tarde.
–         Joder, tienes los nervios de acero – se admiró Mario.
–         ¿De qué servía preocuparse? – se encogió de hombros Jesús – Estaba empalmado y de allí no me iba si follármelas a ambas. Las chicas, que no habían oído nada, habían continuado con su competición, pues yo no les había ordenado otra cosa y finalmente ganó Esther, por lo que me la follé la primera. Después me apeteció el culito de Gloria, así que la sodomicé cuanto quise.
–         Una tarde bien aprovechada – rió Mario.
–         Sí. Después de despachar a Gloria para su casa, me recluí en mi cuarto mientras Esther preparaba la cena, dándole vueltas a cómo afrontar la situación. Decidí dejar que fuera mi padre el que actuara, para después actuar en consecuencia, pero él… no hizo nada.
–         ¿Te pilló tirándote a su mujer y no dijo ni pío?
–         No te olvides de que él no sabía que yo había notado su presencia. Supongo que pensó que era mejor fingir ignorancia y seguir como si nada hubiera pasado. Sin embargo, a pesar de sus esfuerzos, percibí que su actitud hacia mí había cambiado. Me miraba continuamente de reojo, cuando creía que no me daba cuenta, observándome, como si… fuera la primera vez que me veía.
–         Como si fueras un extraño para él – concluí.
–         Precisamente – asintió Jesús – Me has entendido perfectamente.

–         ¿Y qué hiciste?

–         Dejé pasar unos días y cada vez veía a mi padre un poquito más hundido. Le notaba un tanto triste y, por primera vez en muchos años, me compadecí un poco de él. Cuando estaba en casa, se mostraba muy nervioso si estaba en el mismo cuarto que Esther y yo. Y todavía era peor si, por la razón que fuera, se encontraba con Gloria. Ésta lo encontraba muy gracioso y empezó a bromear diciendo que mi padre le tenía miedo. Pero yo sabía lo que le pasaba…

Me imaginé lo que venía a continuación.
–         Y decidí tomar el toro por los cuernos – sentenció Jesús – Una tarde, en la que sabía que mi padre iba a estar en la oficina, me presenté en su trabajo acompañado por Rocío y Gloria.
–         Uf – resopló Mario, imaginándose también lo que venía.
–         Como la secretaria de su sección me conocía, no puso pegas a que pasara a su despacho y mi padre, cuando me vio entrar con las dos chicas, se puso blanco como el papel.
  • ¿Qué… qué haces aquí? – balbuceó.
  • Buenas tardes a ti también – repliqué dejándome caer en el sofá que allí había, mientras las dos chicas, siguiendo mis instrucciones, permanecían de pie en silencio, una a cada lado mío.
  • Perdóname hijo, pero estoy muy ocupado. No tengo tiempo…
  • Papá, creo que ya es hora de que tengamos una charla sobre lo que pasó el otro día…
  • No… no te entiendo.
  • ¿En serio? Me refiero a la otra tarde, cuando me pillaste follando con Gloria y con tu mujer.
–         Mi padre se puso pálido y se derrumbó sobre su asiento, como si las piernas ya no le sostuvieran. Me miraba con los ojos casi aterrorizados y los labios temblorosos. Me dio pena.
  • No sé… – intentó decir.
  • Vamos papá. No me mientas. Sé perfectamente que nos viste.
–         No se atrevió a negarlo, apartando la mirada, avergonzado.
  • Lo que no sé si sabes… es que llevo años haciéndolo
  • –         Y se lo conté todo. Hablamos durante varias horas. Bueno, más bien hablé yo, mientras él me miraba con incredulidad. Mientras, las chicas permanecían de pie como estatuas, pues yo no les había dado permiso para que se sentaran.
–         ¿Por qué? – inquirió Mario.
–         Para que mi padre fuera comprendiendo que mi dominio sobre ellas era absoluto.
–         Entiendo.
–         Un rato después, la secretaria llamó por el intercomunicador, diciendo que se iba a casa si mi padre no necesitaba nada más. Medio alelado, papá le dio permiso para irse y siguió escuchándome, incrédulo pero absolutamente fascinado por lo que estaba contándole. Cuando acabé, mi padre me miraba alucinado.
  • No… no puede ser… No te creo… Te lo has inventado…
  • ¿No me crees después de lo que viste? Hombre de poca fe… Chicas, hacedle una demostración. Enseñadle los piercings  a mi padre.
–         Y las dos, que siguiendo mis instrucciones se habían vestido con falda y sin ropa interior, se subieron inmediatamente los faldones, dejando sus tetas y coñitos a la vista de mi atónito progenitor.
  • Pero, ¿qué hacéis? ¿Os habéis vuelto todos locos?
  • ¿Locos? El loco eres tú – me reí – Porque hay que estar loco para tener dos pedazos de coños como estos delante y no hacer nada. ¿O no es así?
  • ¿CÓMO?
  • Papá – dije levantándome – He estado follándome a tu mujer durante años y siento decirte que voy a seguir haciéndolo. Pero creo que, en el fondo, te debo algo por ello, así que voy a compensártelo prestándote a estas dos, que harán todo lo que tú quieras.
  • Estás loco.
  • Como te he dicho, loco lo serás tú si no aprovechas esta oportunidad. ¿Quién se resistiría a disfrutar de dos tías como éstas si le surge la ocasión?
  • Jesús, no puedo…
  • Lo que hagas ahora es asunto tuyo. Chicas, hasta las doce de la noche obedecedle en todo lo que os diga. Como no le veo muy por la labor, empezad por una buena mamada.
–         Mientras salía del despacho, lo último que vi fue a Rocío, de rodillas frente a mi padre abriéndole la cremallera, mientras él la miraba anonadado. Justo cuando Gloria rodeaba su cuello con las manos y hundía su lengua en su boca, cerré la puerta.
–         ¿No te quedaste a verlo?
–         No. Estaba muy excitado, no sólo por haber contado mi historia, sino porque siempre me caliento cuando mis chicas obedecen sin rechistar. Tomé nota mental de recompensarlas después por haberse portado tan bien y yo me fui a casa de Kimiko, donde descargué “adrenalina”.
–         ¿Y tu padre se las tiró? – pregunté.
–         ¿Tú que crees? Según me contaron después las chicas, se resistió sólo hasta que Rocío logró ponérsela dura con la boca. Después fue entusiasmándose y empezó a pedirles cosas, con timidez al principio, pero cada vez con más entusiasmo.
–         No es de extrañar – asintió Mario.
Yo también pensaba igual.
–         Y luego me dediqué a esperar. Como ya conocía mi secreto, no me corté un pelo en empezar a follarme a las chicas en casa cuando me apetecía, aunque estuviese él por allí. La única que protestó un poco fue Kimiko, que aún no estaba acostumbrada a ese tipo de cosas, por lo que se ganó un par de castigos, pero, en general, fue todo muy morboso y satisfactorio.
–         ¿Y tu padre?
–         Acojonadísimo. No podía creerse que aquello estuviera pasando. Pero poco a poco, reaccionó tal y como yo esperaba…
–         Quiso participar – afirmé.
–         Muy lista – me sonrió Jesús – Una tarde reunió el valor suficiente para pedirme que le organizara una nueva sesión, pero esta vez… quería que fuera con Esther.
–         ¿TE PIDIÓ PERMISO PARA FOLLARSE A SU PROPIA MUJER? – exclamó Mario con incredulidad.
–         Eso fue lo que hizo. Entiéndelo, él estaba acostumbrado a acostarse con ella como parte de los deberes conyugales y Esther no era… muy participativa. Él, además, había estado siempre un poco intimidado por la belleza y la juventud de su esposa y, de pronto, le surgía la oportunidad de que ella se sometiera y accediera a hacer todas aquellas cosas que nunca se habría atrevido a pedirle. Era demasiado tentador para dejarlo pasar.
–         Justo como tú habías calculado – afirmé, haciendo sonreír a Jesús.
–         Correcto. Yo le dije que Esther era su mujer y que podía acostarse con ella cuando quisiera. Pero si quería acostarse con Esther, la esclava sexual… No iba a salirle gratis.
–         ¿Y él accedió?
–         Por supuesto. De hecho, estoy seguro de que él ya lo había previsto. Yo había pensado que lo primero que iba a pedirme era una nueva sesión con Rocío o con Gloria (u otra vez con ambas), pero él se decidió por cumplir las fantasías que había ido forjando a lo largo de los años con su encantadora mujercita.
–         ¿Y Esther?
–         Obedeció, como la buena putita que está hecha.
No me extrañaba lo más mínimo.
–         Y eso no fue lo mejor. Tras algunas sesiones con Esther y con las otras chicas, mi padre empezó a ganar confianza e intentaba que Esther le obedeciera cuando estaban fuera de la alcoba. Como ella se resistía, simplemente me preguntó que cuanto le costaría que ella fuera su esclava las 24 horas del día, no sólo de vez en cuando y yo… le di un precio.
–         ¿Le vendiste a tu padre a su propia mujer? – exclamé atónita.
–         Precisamente. Aunque eso sí, con una pequeña precisión. Esther seguiría siendo mi esclava a todos los efectos y mis deseos tendrían siempre preferencia sobre los de él. Pero fuera de eso, ella tendría que obedecerle siempre.
–         ¿Y Esther estuvo de acuerdo?
–         Olvidas que es una sumisa, que obtiene el máximo placer cuando un hombre la usa a su antojo – respondió Jesús mirándome con fijeza, lo que me hizo estremecer por la clara alusión – Ella realmente empezó a disfrutar las sesiones con mi padre, así que no le costó mucho aceptarlo. Además, la otra opción no era tan tentadora.
–         ¿La otra opción? – pregunté sin comprender.
–         Claro. Si me desobedecía… puerta. Ya no sería una de mis chicas, no querría saber nada más de ella. Y no sólo eso, mi padre se divorciaría de ella por infidelidad. No pasaba nada, le entregaría a alguna de las otras, aunque lo ideal era Esther, que vivía bajo su mismo techo.
Entonces tuve un fogonazo de inspiración. El entendimiento atravesó mi mente y me inundó con intensidad. Di gracias por estar ya en la cama, pues me quedé completamente sin fuerzas de nuevo y me habría derrumbado. Jesús me miraba fijamente, sabedor de que, por fin, la luz se había hecho en mi mente.
–         E… entonces eso es lo que haces – dije con voz insegura – Entrenas esclavas sexuales y las vendes al mejor postor. Es lo que has hecho conmigo…
–         Exacto, Edurne – respondió Jesús, clavando el último clavo en mi ataúd – Aunque no las vendo “al mejor postor”, sino que las preparo para aquellos que me lo solicitan.
Miré aterrada a Mario, alucinada por las implicaciones de lo que acababa de decir Jesús.
–         Mario… tú – acerté a decir.
–         No. No fue él – dijo Jesús dejándome todavía más anonada – Pero no precipitemos acontecimientos.
–         Pero… entonces – balbuceé espantada – ¿Es que piensas entregarme a algún otro?
–         No. No es así. Déjame que siga con la historia. Cuando acabe, tendrás que tomar tu decisión, Edurne. Piensa que eres libre de decidir lo que quieras, no estás atrapada ni nada por el estilo. Si quieres, puedes marcharte ahora mismo, sin rencores, pero creo que deberías esperar hasta el final.
–         Está bien.
El corazón había estado a punto de estallarme en el pecho, pero Jesús, como siempre, había sido capaz de tranquilizarme. No tenía lógica alguna, pero a pesar de todos los engaños y las mentiras… seguía confiando en mi Amo.
–         La vida en casa se transformó por completo. Mi padre estaba más feliz que nunca y mi relación con él mejoró muchísimo. De vez en cuando, cuando le apetecía desmadrarse, se pagaba una sesioncita con Gloria o Rocío, con lo que ellas se sacaban un dinerillo extra; Kimiko, aunque se la tiró un par de veces, no le gustaba tanto, pues la chica como de verdad disfruta es con el bondage y a papá no le van mucho esos temas.
–         Es muy tradicional – bromeó Mario.
–         Sí. Y Esther, aunque no me creas, también disfrutó lo suyo. Papá aprendió a tratarla como lo hacía yo y eso era justo lo que a ella le gustaba, por lo que el placer se duplicó. Ahora es puta a todas horas y eso le encanta.
Eso era lo peor, que sí que le creía.
–         Durante un tiempo, seguí disfrutando de la situación. Ahora me dedicaba un poquito menos a mi madrastra, pues papá empezó a pasar más tiempo en casa y como deferencia hacia él, me decantaba más por las otras, pero, aún así, me la follaba cada vez que me apetecía. Recuerda el día que la conociste, Edurne, ¿te pareció una mujer amargada o infeliz?
Recordé aquel almuerzo, lo superior que me había sentido a aquella mujer simplemente por pensar que estaba follándome a su hijastro a sus espaldas. Claro, eso fue antes de descubrir que ella llevaba follándoselo mucho más tiempo que yo y de acabar bajo la mesa, compartiendo la verga del muchacho codo con codo. Infeliz no parecía, no…
–         Entonces hice un nuevo descubrimiento.
–         ¿Cuál?
–         Me enteré de que papi era más juguetón de lo que pensaba.
–         No te entiendo.
–         ¿Recuerdas que te conté que papá me propuso trabajar como profesor ese verano?
–         Sí, para Yolanda – asentí viendo por donde iban los tiros.
–         Eso es. Y te dije que, aunque inicialmente me negué, al final consiguió convencerme.
–         Sí, te dijo que Yoli se había quedado prendada de ti en una boda o no sé qué.
–         Todo cierto. Pero también me dijo algo más…
–         ¿El qué?
–         Me contó que, un par de semanas antes, había llevado a Esther a la oficina y le había ordenado que se acostara con su jefe, Germán,  el marido de Natalia.
Me quedé alucinada.
–         ¿Cómo?
–         Lo que has oído. El viejo le había cogido el tranquillo al asunto y, sabiendo que su amigo Germán era un sátiro de cuidado, le había ofrecido en bandeja a su mujer, a la que llevaba años codiciando. A cambio, había obtenido permiso para follarse a Natalia, a la que le tenía ganas (por razones obvias), pero claro, para eso me necesitaba a mí…
–         ¿Entonces…? – traté de hablar sin saber muy bien qué decir.
–         Fui contratado como profesor de Yoli para seducir y someter a Natalia, para que su marido hiciera un intercambio de mujeres con mi padre. Pero claro, cuando conocí a Yolanda… tracé mis propios planes.
–         Increíble – susurré.
–         Y como bien sabes… lo logré.
–         Entonces, ¿hiciste con Natalia lo mismo que con Esther? ¿Se la vendiste a su propio marido?
–         Exacto – asintió Jesús con su sonrisa lobuna en el rostro – Y de ahí surgió la idea de este club…
–         ¿Club? – pregunté sin entender.
–         Sí, club. Sus miembros somos los hombres que has conocido hoy aquí. A todos les he vendido una esclava para su placer personal, una mujer sumisa, complaciente y que disfruta satisfaciendo sus más ínfimos caprichos, aunque eso sí, todas siguen a mi completa disposición.
–         ¿Y te pagan?
–         No. Una vez adquirida la esclava, es suya. El pago es simplemente mi propio disfrute de las mujeres. Además, periódicamente organizamos estas reuniones, una o dos veces al mes. Normalmente aprovechamos el cumpleaños de alguien, que se convierte en el homenajeado, aunque ninguno ha tenido un tributo tan especial como el que hoy me has brindado, Edurne.
No pude evitarlo. Me encogí bajo la sábana de placer, feliz porque mi Amo me hubiera felicitado.
–         En estas fiestas todas las chicas están a disposición del que las desee. El único requisito para pertenecer a este club es aportar una chica.
Tragué saliva y traté de serenarme, para poder poner mis ideas en orden.
–         ¿Y las máscaras? – pregunté.
–         Son en tu honor – intervino Mario – Para evitar que me reconocieras y estropearte la sorpresa.
–         A él o a alguno de los otros – dijo Jesús.
–         ¿De los otros? ¡Ah, te refieres a Yoshi!
–         Bueno, no sólo a él. Veo que le has reconocido.
Aquello me inquietó.
–         ¿No sólo a él? ¿A quién mas conozco?
–         Recapitula. Conoces a las chicas. Y conoces a alguno de los amos…
–         Veamos. Esther con tu padre y Natalia con su marido – dije haciendo cuentas, aunque, realmente, no conocía en persona a ninguno de los dos antes de la fiesta.
–         Correcto. Son los dos mayores, los del pelo canoso.
–         Viejo verde y tito Luis – dije para mí.
–         ¿No adivinas los otros? – dijo Jesús, incitándome.
–         No sé – dije pensando en lo que Jesús nos había contado – Espera… el tal Martín…
–         Premio. Es el Amo de Rocío. El más callado…
–         Timidín – pensé.
–         Luego está Yoshi – dije – Pero su esclava, ¿quién es? ¿Le vendiste a Gloria como quería?
–         No. Su hermana era mejor opción para él. Es muy flexible y encaja bien su verga. Gloria lo hubiera pasado mal.
–         ¿KIMIKO ES LA ESCLAVA DE SU HERMANO? – exclamé atónita.
–         Sí, y no sabes lo feliz que es…
No podía creérmelo. Era imposible. Pero sí lo creía.
–         ¿Y las otras? Gloria irá contigo pero…
–         Te equivocas – dijo Jesús – Gloria no es mi propiedad exclusiva. Me quedé con Yolanda. Me vuelven loco sus tetas.
–         No lo entiendo – dije sin saber qué pensar – Entonces el Amo de Gloria, ¿quién es?
–         ¿No lo has adivinado? – dijo Jesús, mirándome divertido.
–         Ni idea – respondí encogiéndome de hombros.
–         Piensa. Recuerda el último día que pasamos juntos.
Lo hice. Rememoré el fin de semana con Jesús y Gloria. El sexo en el salón, la postura de los perros enganchados, el arnés con el que me follé a Gloria… Y la última pieza del puzzle encajó en mi cerebro: la llamada en el móvil.
–         ¿SU PADRE? – aullé – ¿VENDISTE A GLORIA A SU PADRE?
–         De ahí las máscaras. Podías reconocerle – dijo Jesús simplemente – Al fin y al cabo, es tu vecino.
No podía ser. Aquello era una pesadilla. Estaba mareada. Creí que iba a vomitar.
–         No… no puede ser… – gimoteé.
–         ¿Que no? Espera a verles follar… Luego me cuentas si disfrutan o no… ¿A estas alturas te asusta el incesto? Pues entonces fliparás cuando veas a Yolanda y a Nati montarse un trío con Germán.
Sentí que me hundía en un pozo, el mareo no se iba. La cabeza me daba vueltas. Quería salir de allí, pero no tenía fuerzas. Los dos hombres me miraban en silencio, inmóviles, sólo observándome. Pensé que iba a desmayarme. Pero no lo hice. Poco a poco fui recuperando el aliento, sintiéndome mejor. Sin decir nada, Mario me alargó su propia copa de coñac y yo la apuré de un golpe, agradeciendo de nuevo su efecto vivificador.
–         ¿Te sientes mejor? – dijo Jesús, sin que nada en su tono demostrara que mi estado le preocupara en lo más mínimo.
–         Sí – dije asintiendo con la cabeza – Entonces… ¿Ya está? ¿Tengo que decidir si me voy o no?
–         Aún no, Edurne – dijo Jesús – Aún queda una historia…
–         ¿Cuál?
–         La tuya…
Miré a Mario, que me miraba muy serio. Sin decir nada, asentí en silencio y volví a recostarme contra el respaldo de la cama. Y Jesús empezó a hablar.
–         Llegaste al instituto hace un par de años y enseguida te convertiste en el centro de atención de los alumnos.
–         ¿Por qué? – pregunté estúpidamente.
–         Porque estás muy buena – respondió el chico, haciendo que me estremeciera de nuevo.
–         Además, te ganaste una merecida fama de perra sin misericordia, lo que te hacía todavía más atractiva. Ya sabes, someter a una zorra de marca mayor como tú… era un desafío.
Me encogí todavía más bajo la sábana.
–         Pero no sólo atrajiste la atención de los adolescentes abarrotados de hormonas, hubo también algún adulto que se fijó en ti… Y se obsesionó…
La angustia me embargó, impidiéndome respirar. El pánico se apoderó de mí. Si ese iba a ser mi destino, no creía que fuera a ser capaz…
–         A… Armando – gemí entendiendo lo que decía Jesús – Hablas del director… Me has vendido a Armando…
–         Yo no te he vendido a nadie. Aún no. – sentenció Jesús – Y a Armando no le entregaría jamás una de mis chicas. El hombre que recibe una de mis esclavas no puede ser un malnacido hijo de puta como ese.
El amor por el Amo retornó en ese momento. No pude evitarlo. Con todo lo que me había hecho… aún le amaba.
–         Pero Armando atrajo mi atención hacia ti… Vi lo bella y atractiva que eras… Y decidí que serías mía.
Enrojecí de placer.
–         Al principio me propuse simplemente conseguirte, pero, tras conocer a Mario, pensé que quizás estaría interesado en perder una novia… y ganar una esclava.
Miré a Mario, que me observaba con aire satisfecho. Nada de aquello encajaba con la imagen que yo tenía de mi novio, pero no podía negar los hechos, no cuando un rato antes había tenido su polla enterrada en el coño mientras Jesús me enculaba a placer. Prueba irrefutable. El algodón no engaña.
–         Puse mis planes en marcha hace unas semanas y salió todo de puta madre.
–         ¿Mario lo sabía? – dije señalándole.
–         No. En ese momento no.
Me sentí mejor. Al menos mi novio no había participado en mi violación.
–         Se enteró poco después.
–         ¿Cuándo?
–         Si recuerdas, aquella semana regresé en sábado – intervino Mario, siguiendo el hilo de la narración – Y me follaste como nunca antes lo habías hecho. Fue el mejor polvo de mi vida. Y eso quedó grabado en mi memoria. Sabía que te había pasado algo, pero no sabía el qué.
Me sentí avergonzada, porque lo que decía era verdad. Había bastado que me follaran a lo bestia para convertirme en una fiera hambrienta de sexo.
–         Un par de días después, el martes siguiente… sucedió algo.
–         ¿El qué?
–         Por la mañana, mientras estabas en clase… Llamaron al timbre y cuando abrí me topé con Gloria, que venía toda agitada… Yo la conocía de vista del bloque, por lo que, cuando me pidió ayuda, no pude negarme…
–         ¿Con Gloria?
–         Sí – dijo Jesús – Le ordené que se presentara en tu casa y que se acostara con tu novio.

Empezaba a entender.

–         ¿Te follaste a Gloria mientras yo estaba en el instituto? ¿Cómo pudiste? – exclamé inexplicablemente enfadada.

–         ¿Quién fue a hablar? – respondió Mario, enojado.
–         Edurne, ¿crees que Mario podría resistirse si Gloria intentara seducirle? ¿O alguien?
–         Supongo que no – concedí.
–         Y según me dijo Gloria, lo intentó – dijo Jesús – Pero ella usó la treta de la jovencita en apuros. Se presentó con la camisa desgarrada y le dijo que unos chicos la habían asaltado en el ascensor, pero que había podido escabullirse antes de que le hicieran anda. Tu novio, todo caballeroso, salió en busca de los agresores, pero claro, no encontró a nadie y cuando regresó…
–         Me imagino el resto, gracias – dije un tanto picada.
–         ¿Te molesta? – rió Mario, también enfadado – Le dijo la sartén al cazo…
–         No, tienes razón. Puedes follar con quien te dé la gana – dije secamente.
–         ¿Te molestan los cuernos?
–         No tanto como a ti. Yo lo he hecho más veces.
–         Eso es lo que tú te crees. Si supieras cuantas veces me he follado a Pili…
–         Cabrón.
–         Puta.
Jesús se echó a reír.
–         Bueno, bueno. ¿Seguimos? No queda mucha historia y yo estoy deseando acabar y unirme a los de ahí fuera. Tanto hablar de folleteo me ha animado y mirad como la tengo ya.
Diciendo esto, Jesús se incorporó de la silla, exhibiendo sin vergüenza su falo completamente erecto. No pude evitarlo, la boca se me secó y deseé intensamente tenerlo entre mis piernas. Ya no me importaba nada la infidelidad de Mario.
–         Al día siguiente, Mario partió de nuevo de viaje, lo que yo ya sabía porque se lo había comentado a Gloria después de follársela.
Miré a Mario con desprecio.
–         Un par de días después, le vendí tu culo a Armando –  dijo Jesús mientras me estremecía con el recuerdo – Y el sábado te presenté a Esther.
–         Y yo regresé esa misma mañana. Jesús me contó que, mientras yo te llamaba al móvil, preocupado por no saber donde estabas, tú estabas chupándosela bajo la mesa – dijo Mario en tono de reproche.
–         La tarde del domingo puse en marcha mi plan. Me presenté con Gloria en tu casa y ambos fingieron no conocerse. Luego, mientras te follaba en el salón, Gloria se enrollaba en la cocina con Mario, lo justo para distraerle y que no se enterara de lo que pasaba al lado.
–         Yo estaba excitadísimo por la situación, metiéndole mano por todos sitios a Gloria, mientras el miedo a que nos pillaras me excitaba todavía más. Soy gilipollas, lo sé.
–         Gloria, siguiendo mis instrucciones, se citó para comer con él al día siguiente, pero fui yo el que se presentó en el restaurante, mientras Gloria pasaba el día contigo y te presentaba a las otras chicas.
Recordé aquella memorable jornada. Había sido el día en que había empezado a sumergirme de veras en el mundo de Jesús, a conocer todo lo que le rodeaba. Por lo visto, a Mario le había pasado lo mismo.
Y era cierto, aquel día Mario me había dicho que iba a almorzar con un amigo. Qué cabrito.
–         Cuando me vio llegar a mí en vez de a Gloria, se puso blanco como la pared – rió Jesús mirando a Mario.
–         ¿Y qué querías? – respondió éste – Pensé que te habías enterado de que me había acostado con tu novia y que venías a montarme un pollo.
–         Y la cosa no mejoró cuando te enseñé las grabaciones de móvil que había hecho Gloria mientras follábais.
Entendí completamente los planes de Jesús. Haciendo eso, se aseguraba la atención de Mario y le serviría como seguro para contarle que él me había hecho lo mismo a mí.
–         Creí que iba a chantajearme, que iba a pedirme dinero o algo así a cambio de no contarte mi infidelidad – dijo Mario dirigiéndose a mí – Pero no eran esos sus planes.
–         Desde luego que no. Cuando estuve seguro de que Mario estaba pendiente de mis palabras, le conté todo lo que habíamos hecho tú y yo en los días anteriores.
Me quedé mirando a Mario en silencio, avergonzada. Pero también excitada por recordar todo lo que habíamos hecho Jesús y yo. Me di cuenta de que tenía los pechos duros y sensibles y mi entrepierna era un charco bajo la sábana. Amparándome en la tela que ocultaba mi desnudez a los ojos de los dos hombres, llevé lentamente una mano a mi empapado coñito y empecé a acariciarlo suavemente, procurando que ellos no se dieran cuenta de lo que hacía. Aunque apuesto a que Jesús lo sabía perfectamente.
–         Y no sólo se lo conté, sino que le mostré abundante material audiovisual. Las fotos y los vídeos que te había tomado durante nuestras sesiones.
–         ¿Os pusisteis a ver vídeos míos follando en mitad del restaurante? – pregunté indignada.
–         No, tras un rato de charla nos fuimos a tu piso, para poder hablar con más libertad.
–         ¿Y tú no hiciste nada? – le pregunté a Mario – Te estaban mostrando pruebas de mi infidelidad.
–         Y de la mía, no lo olvides. Pero es que, además, Jesús no me había dicho que era él el que salía follándote en los vídeos. En ninguno de ellos se le veía la cara, así que, aunque estaba enfadado, no la tomé con Jesús. En el fondo, seguía pensando que aquello formaba parte de un plan para sacarme dinero.
–         Y así era, pero no como tú te imaginabas. Pues bien, aquella ya era demasiada información, así que me marché para que Mario pudiera asimilarla. Eso sí, me llevé todos tus vídeos y fotos, para que no tuviera pruebas con las que acusarte de nada – me dijo Jesús.
–         Exacto. Sólo me dejó un DVD con mis vídeos y fotos con Gloria. Abrumado por las circunstancias, lo puse otra vez en el reproductor… y acabé masturbándome mientras lo veía. Esa tarde me costó mucho mirarte a la cara Edurne. Aunque tenía pruebas de que eras una puta, me sentía mal yo, así que te preparé la cena y te esperé… luego, por la noche, mientras me follabas como loca, yo no podía dejar de pensar en lo zorra que eras, en Gloria, en lo que había pasado…
–         Por eso fue tan intenso – recordé.
–         Así es – asintió él.
–         Por la mañana me sentí asqueado conmigo mismo, hipócrita por haber consentido que me arrastraras a tu cama a pesar de saber lo que habías hecho… me sentí débil, así que… seguí las instrucciones que me había dado Jesús.
Jesús retomó el relato, poniendo fin al incómodo silencio que se había producido.
–         Mis instrucciones eran que te dijera que volvía a marcharse de viaje el fin de semana, pues había muchas cosas que tenía que ver para entender. Además, lo cité al día siguiente, a la salida del instituto…
–         Y yo os vi follando en el aula, Edurne. Y fue entonces cuando lo creí todo. A pesar de los vídeos, a pesar de las pruebas, todavía pensaba que todo aquello era un mal sueño, que no era real, pero cuando te vi gimiendo de placer mientras Jesús te follaba… decidí que iba a vengarme.
–         O sea, que cuando fuimos a comer juntos ese día…
–         Yo ya había visto en directo el pedazo de puta que estás hecha. Soy buen actor ¿eh?
Joder. Vaya si lo era. Y yo pensando que le había engañado por completo. Me sentí mal por aquello, pero mi inquieta manita entre mis muslos me calmó rápidamente.
–         El jueves por la mañana, Edurne, si recuerdas, ni Gloria ni yo aparecimos por clase…
–         Es cierto – asentí.
–         Lo que hicimos fue reunirnos con tu novio y llevarle a mi casa, donde nos montamos una buena orgía con mi madrastra.
–         A esas alturas ya me daba igual todo. Follé con las dos hasta acabar agotado. Nunca me había sentido igual. Imitando a Jesús, no dudé en ordenarles las cosas más sucias que se me ocurrieron… y ellas obedecían en todo. Me sentí poderoso, nunca había experimentado nada igual…
–         Y después le expliqué todo lo relativo al club, le hablé del resto de chicas y de los otros hombres… y le pregunté si quería unirse…
–         Y yo no dudé, Edurne – dijo Mario mirándome – Sólo de pensar en las posibilidades que se abrían ante mí… Uf. Pero no era solo eso. También deseaba vengarme de ti, a pesar de que yo también había sido infiel, no podía compararse con lo tuyo… y si me convertía en tu dueño…
Me estremecí. Así que era eso. Así era como Jesús lograba que aquellos hombres pagaran por lo que ya poseían. Les ofrecía la posibilidad de vengarse de ellas por haberles humillado.
–         Es noche me contaste la patraña del tatuaje y tu amiga Esther. Y fingí creérmelo todo, poniéndome cada vez más caliente al pensar en todo lo que te iba a hacer. Por eso no pude más y me metí en la ducha contigo.
Era cierto. Aquella noche Mario había estado mucho más intenso de lo habitual. Ya sabía por qué.
–         El sábado, conforme a las instrucciones recibidas, me largué de casa, fingiendo irme de viaje. Lo que hice fue plantarme en casa de Jesús, donde me presentó a su padre. Me dejó con él para irse a  pasar el fin de semana contigo y con Gloria. Bartolomé hizo de cicerone para mí. Me ofreció a su mujer, a la que volví a zumbarme gustoso y después ambos me acompañaron hasta aquí, hasta esta casa, donde conocí a Germán y a su esposa, que también fue puesta a mi disposición. Y aquí he permanecido hasta hoy, aprendiendo todo lo necesario sobre el club.
–         ¿Y Yolanda? – pregunté.
–         La conocí, aunque no pude catarla. Su Amo es Jesús y sólo podemos disponer de una de las mujeres si su amo nos la ofrece. O en una de estas fiestas… Créeme si te digo que el verla y no poder follármela acabó por decidirme por completo a unirme al club. Ha sido la ostia follarme a su madre en el salón mientras ella veía la tele tranquilamente al lado…
La expresión de pervertido de Mario era casi cómica. Pero yo no me reía.
–         ¿Y si me niego a participar? – pregunté – ¿Expulsaréis a Mario del club? Si me voy, no podrá aportar una chica…
–         Hoy está aquí como invitado – repuso Jesús – Así que, como todos le hemos ofrecido a nuestras esclavas, podrá disfrutar de la velada como le plazca.
–         ¿Y la próxima vez?
–         No podrá unirse hasta que yo le consiga una nueva esclava. Pero no creo que vaya a tardar mucho, pues ya tengo un par de objetivos en mente –  respondió Jesús mirándome con cierto desprecio.
Aquello me dolió. Dejé de tocarme bajo la sábana.
–         Entonces, ¿ya está? – dije con un nudo en la garganta – ¿Eso es todo?
–         Sí, Edurne, eso es todo. Ha llegado el momento de elegir. La hora de los cuentos ya ha pasado…
–         Y empieza la de las putas… – retrucó Mario sonriendo.
Tras decir esto, Mario se incorporó. No pude evitar mirar su polla, que se había puesto morcillona, lo que me excitó todavía más. Me sentía profundamente insatisfecha, pues todas aquellas revelaciones y tocamientos a escondidas me habían excitado.
–         Bueno, amigo, interesantísima historia – dijo mi novio – Pero yo ya no puedo más. Con tu permiso, me voy al salón a disfrutar de la mamada simultánea que me has recomendado antes. Y tú – dijo volviéndose hacia mí – Puedes hacer lo que te parezca bien. Si quieres, lo mandamos todo al carajo, ya no me importa… pero sabes que en el fondo te quiero y que sería un buen amo para ti.
Y me besó suavemente en los labios. Me ruboricé intensamente sin saber por qué. Sentía vergüenza. Mario salió del cuarto, dejándome a solas con Jesús. Pensé que, sin duda, aquello formaba parte del plan que habían trazado los dos hombres, pues la presencia de Jesús era lo que más me enardecía en el mundo. Me costaría decirle que no.
–         Yo también me voy, Edurne – me dijo, angustiándome todavía más – Tienes que tomar una decisión. Una vida de infinito placer, sometida a los deseos de Mario y a los míos – dijo haciendo especial hincapié en el “míos” – o una nueva vida, libre de ataduras, que puede ser lo que tú quieras que sea… pero sin poder volver atrás…
–         ¿Y si me quedo, sí podría volver atrás? – pregunté con ironía.
–         Por supuesto. Olvidas lo que te dije. La única libertad que concedo a mis esclavas es marcharse cuando quieran. Eso sí, ya no pueden volver…
Era verdad. Recordé el momento en que me lo había dicho.
–         Bien, me marcho. Tómate el tiempo que quieras y elige una de las dos puertas, la del jardín y la libertad o la del salón, de la sumisión y el placer.
No respondí nada. Jesús se levantó, exhibiendo su poderosa erección con descaro, sin duda para influir en mi ánimo. Caminó lentamente hacia la puerta, mientras mi corazón latía desaforado, pero justo antes de abrirla, se volvió una vez más y me habló.
–         Puedo jurarte, Edurne, que si te marchas… te echaré de menos.
Y salió.
………………………………………………………..
Podría mentirles. Podría decirles que me pasé horas decidiendo qué iba a hacer, que las dudas me mantuvieron pegada a aquella cama, tratando de vislumbrar cual sería mi destino en función de la opción escogida. Pero ustedes sabrían que estoy mintiendo. Si han tenido la paciencia de seguir mi relato durante estas cientos de páginas sin duda me conocen ya. Saben la clase de mujer que soy.
En cuanto Jesús salió, salté de bajo las sábanas. Tratando de serenarme, caminé muy erguida hacia el baño y encendí la luz. Me miré en el espejo, repasando mi cuerpo, observando mi piel churreteada de sudor y cosas peores.
Me separé los labios vaginales y me miré la entrepierna, viendo que la mezcla de sudor, flujos y semen había dejado la zona toda pegajosa, así que decidí asearme.
Tenía que estar presentable para empezar mi nueva vida.
Me duché con cuidado de no mojarme el pelo y, tras secarme, volví a ponerme las medias, el liguero y el vestido negro. Las bragas no, pues no las encontré.
Regresé al baño, para acicalarme un poco frente al espejo. Cuando estuve satisfecha, me calcé con los zapatos de tacón y me dirigí hacia una de las puertas, agarrando el pomo con mano temblorosa. Respiré hondo para armarme de valor… y la abrí.
Y mi nueva vida apareció ante mí…
                                                                                                          FIN
6Por un momento, pensé en terminar aquí la historia. Pero no, si han aguantado hasta el final… merecen saber algo más.
Cuando abrí la puerta, me encontré justo con la escena que me esperaba. La lujuria y el desenfreno campaban a sus anchas por doquier. Mirara donde mirara, sólo veía cuerpos desnudos retorciéndose de placer, frotándose unos contra otros en una interminable danza de pasión.
Todos menos Jesús. El chico estaba sentado en un sillón, mientras una de las chicas, Rocío creo, le estaba practicando una felación.
Cuando mis ojos se encontraron con los suyos, las rodillas me temblaron y tuve que agarrarme a la manija de la puerta para no caerme. Su sonrisa, como siempre, me debilitaba, me prometía cosas que yo ansiaba poseer… océanos de placer inabarcable.
Como pude, me las apañé para mantenerme erguida y caminar unos pasos al interior del salón. Nadie, ni siquiera Mario, que estaba enfrascado en un libidinoso cuerpo a cuerpo con Kimiko, se había percatado de mi presencia. Pero Jesús sí.
–         Bienvenida, perrita.
Las rodillas volvieron a flaquearme. Bastó con que volviera a llamarme perrita para hacer que me derritiera. Lo había echado de menos. Pero su voz no tuvo efecto sólo en mí, pues bastaron esas simples palabras para que los demás quedaran libres del hechizo de la lujuria y se dieran cuenta de que había llegado.
Un montón de caras sudorosas me miraban sonrientes, especialmente la de Mario, que veía como el futuro color de rosa se abría ante él. Parecía a punto de gritar de alegría. Eso me tranquilizó. No las había tenido todas consigo, no había estado seguro de si yo iba a claudicar. El único que no había dudado de mí era mi Amo.
Le miré sonriente, con el corazón desbocado atronando en mi pecho. Me sentía feliz por haber tomado esa decisión, sabía que era la correcta. Estaba decidida. Si había que ser una puta para mi Amo… yo sería la mejor. Cuando pasaran 30 años y Jesús ya me hubiera dado la patada por vieja, quería que, cuando estuviera entrenando a alguna jovencita, no pudiera evitar acordarse de mí. Ya lo vería.
De pronto, vi que Gloria se acercaba a mí casi corriendo y se arrojaba en mis brazos, abrazándome. Estaba pringosa de sustancias pegajosas, pero no me importó y le devolví el abrazo. Sabía que se alegraba por mí. Por el rabillo del ojo vi como Kimiko me dirigía una ligera reverencia, saludándome.
–         Me alegro tanto de que te hayas unido a nosotras – me dijo Gloria separándose un poco de mí – Lamento haberte engañado, pero era necesario…
–         Shisss – la hice callar poniéndole un dedo en los labios – No hay nada que perdonar.
Justo entonces Jesús se puso en pié y, como siempre, todos le prestaron atención.
–         Esclavas, saludad a vuestra nueva hermana.
No sabía a qué se refería hasta que Gloria, que seguía ábrazada a mí, acercó su rostro al mío y me dio un tenue beso en los labios.
–         Bienvenida número cinco – me dijo mi alumna recordándome mi reciente ascenso en el ranking.
–         Gracias número 6 – respondí sonriéndole.
Una a una, todas las chicas se acercaron a mí y me besaron en la boca, mientras lo hombres nos observaban divertidos sirviéndose una copa. Mis ojos les seguían inquietos, calibrando los diferentes grosores y tamaños que exhibían y que sin duda pronto iba a probar. Era curioso, los más mayores mostraban tremendas erecciones, mientras que los jóvenes tenían distintos grados de excitación, lo que me hizo sospechar que por la sala debía haber tráfico de pastillitas azules. Como ven, estaba hecha una experta en pollas… Ya lo he dicho: de entre las putas… la mejor.
Natalia, tan efusiva como siempre, me dio un fortísimo abrazo que me dejó sin resuello al estrecharme contra sus melones. Yolanda, que apenas me conocía (sin contar los masajes de un rato antes), fue la más comedida.
Cuando acabaron, Jesús me dio mi primera orden como esclava de pleno derecho.
–         Y ahora, perrita, es hora de que saludes a nuestros amigos.
Me volví entonces hacia Mario. Ya sabía lo que iba a decirle. Mi último acto de rebeldía.
–         Mario, quiero que sepas que, a partir de ahora, te obedeceré en todo lo que me ordenes. Sé que me quieres y yo te quiero a ti, así que sé que seremos muy felices juntos si somos capaces de darnos el uno al otro lo que ansiamos. Pero has de saber que jamás te llamaré Amo. Si quieres serás mi Dueño, mi Jefe, mi Propietario… pero Amo sólo tengo uno – dije volviéndome hacia Jesús.
Sé que a Jesús le complacieron mis palabras, lo leí en sus ojos. A Mario en cambio no le gustaron tanto, pues vi brillar la ira en el fondo de su mirada.
–         Eso es algo que no me importa, puedes llamarme como te plazca – me dijo mi nuevo dueño – Mientras hagas lo que te digo.
–         Y si no lo hago, cumpliré el castigo que decidas – respondí sumisa.
Aquello le gustó más.
–         Espero no tener que hacerlo muy a menudo. – dijo –  Ahora, como ha dicho Jesús, saluda a mis amigos.
Obediente, me acerqué caminando muy erguida hacia el sofá más próximo, donde reposaba sonriente el marido de Natalia. Sentía la mirada de todos los presentes clavándose en mi piel, pero no me importó, me gustaba ser el centro de atención. Me sentí como en clase, cuando sentía cómo las ávidas miradas de los chicos me desnudaban mentalmente. Ahora podía reconocer que aquello me gustaba.
Cuando estuve junto a Germán, me incliné para besarle.
–         Encantada de conocerle, Germán – le dije – Estoy segura de que lo pasaremos muy bien.
Sin embargo, cuando acerqué mi cara para besar su boca sonriente, el vejete me detuvo, mientras yo le miraba extrañada.
–         No es ahí donde tienes que besarme niña – dijo riendo – Así no se saluda… Hay que tener mejores modales.
Le entendí perfectamente. Inclinando el cuerpo un poco más, agarré suavemente su erecto pene y lo besé tiernamente en la punta, haciendo que la sonrisa del viejo se ensanchara todavía más.
–         Creo que esta puta va a gustarme – exclamó dándome un fuerte cachete en el culo mientras me apartaba de él.
El siguiente fue el padre de Gloria, mi vecino Raúl.
–         Cuando nos encontrábamos en el ascensor, nunca se me ocurrió que fuésemos a acabar así – le dije mientras besaba con dulzura su polla.
–         Pues a mí se me ocurrió en más de una ocasión – respondió él haciendo reír a los otros.
El siguiente fue Yoshi, cuya polla yo conocía tan bien. A medida que me acercaba, imaginé que esa misma noche acabaría con aquella cosa enterrada en mis entrañas. Iba a estar bien. Ya no tenía miedo ni me impresionaba. Yo iba a ser la reina de las putas.
–         Hola Yoshi.
–         Bienvenida – dijo él sonriendo.
No me hizo falta agacharme apenas, pues Kimiko, que estaba sentada junto a su hermano, agarró la base de aquella enorme porra y la mantuvo erguida, sosteniéndola apuntando al techo. Le sonreí agradecida mientras depositaba un lujurioso beso en el glande de la gigantesca verga. Hasta la lamí ligeramente.
–         Yo no soy tan impresionante – me dijo el siguiente, el padre de Jesús cuando me acerqué para rendir homenaje a su polla.
–         Bartolomé, no diga eso. La suya es magnífica. Y además, de no ser por usted ninguno estaríamos aquí ahora.
–         ¿Cómo? – exclamó el hombre, extrañado.
–         ¡Claro! – reí – ¡Si de sus testículos no hubiera surgido Jesús, probablemente jamás nos habríamos reunido!
Mientras besaba su polla, acaricié dulcemente su escroto con la mano, como agradeciéndole por regalarnos el fruto de su semilla. Bastó aquel simple contacto para que notara cómo su verga se endurecía aún más contra mis labios. Sonreí satisfecha.
Martín era tan tímido como parecía y apenas balbuceó un “bienvenida” mientras besaba su pene. Me sentí feliz por poder intimidar así a un hombre. Los pequeños placeres…
Entonces le tocó el turno a Jesús. El corazón me latía en el pecho. Caminé hacia él, con los ojos clavados en los suyos, diciéndole sin palabras que yo era suya, que lo demás era puro artificio, que todo aquello lo hacía para poder estar con él.
Y él lo sabía.
Sentí una descarga eléctrica cuando besé su idolatrada polla. Me sentí más viva que nunca.
Y entonces me acerqué a Mario.
–         De rodillas – me ordenó.
Yo obedecí sin dudar, quedando frente a frente con su morcillona verga.
–         Como bien dices, ahora soy tu dueño. Y el saludo tiene que ser… más profundo.
La sutileza no era el punto fuerte de Mario.
Sumisamente separé los labios y absorbí su polla hasta el fondo, hasta que mi rostro quedó empotrado contra su entrepierna. Pude sentir cómo se endurecí rápidamente en mi boca y el pobre Mario no pudo sofocar un gruñido de placer cuando mi lengua empezó a juguetear con su erección. Sonreí mentalmente, pues sabía que, aunque él pudiera ordenarme lo que le diera la gana, yo todavía era capaz de manejarle a mi antojo. Mario había cambiado… pero no era Jesús.
–         E… esta bien, puta – balbuceó Mario extrayendo su nabo de entre mis labios – Ahora vamos a ver qué hacemos contigo.
–         Lo que te apetezca – respondí sumisa.
–         Bien. Antes, mientras estábamos en el cuarto, me has insultado y me has llamado cabrón.
–         Lo siento – dije un poco inquieta.
–         Y creo que, aunque quizás me lo merecía, debo castigarte por ello.
Mentira. Quería castigarme porque, en el fondo, sabía que yo le pertenecía a Jesús.
–         Como tú digas Mario.
–         Bien, pues vamos a probar una cosa que me enseñaron este fin de semana. Además, servirá como regalo para todos mis nuevos amigos.

–         ¡Buena idea! – exclamó Germán, al parecer entendiendo perfectamente la sugerencia de Mario – ¡Natalia, traed la picota del almacén!

 
Miré intrigada a Natalia mientras salía al jardín acompañada por tres de las chicas. Me resultó cómico verlas a las cuatro, en pelota picada, caminando de puntillas por el jardín, quejándose del frío. Era normal, en aquel cuarto la cosa estaba que ardía.
Cuando regresaron, comprendí al momento en qué iba a consistir mi castigo.
Entre las cuatro transportaban como podían la susodicha picota. Lo había visto en películas, era un instrumento de tortura medieval, consistente en un cepo con tres orificios, uno grande en el centro y dos más pequeños, uno a cada lado, sujeto sobre unas patas de madera que llegaban hasta el suelo. Lo que se hacía era colocar al reo en el cepo, atrapando el cuello en el agujero central y las manos en los otros, de forma que el prisionero quedaba con los pies en el suelo y el cuerpo inclinado hacia delante, con la cara expuesta para que la gente le arrojara porquerías como castigo, mientras quedaba completamente indefenso. Aunque, en mi caso, no era la cara lo único que iba a quedar expuesto…
Aquel era un modelo indiscutiblemente más moderno y pude observar con alivio que los agujeros estaban forrados para evitar heridas por rozamiento. Porque no había que ser Einstein para saber en qué iba a consistir mi castigo cuando estuviera allí atada. Mario tenía razón, sus amigos iban a tener un bonito regalo.
–         ¿Y bien, nena, qué te parece? – me preguntó Mario mirándome sonriente.
–         Haré todo lo que me ordenes Mario. Si piensas que merezco un castigo, lo recibiré con obediencia.
–         Perfecto.
Natalia y su hija fueron las encargadas de atarme. Mientras la madre separaba la parte superior para ensanchar los orificios y permitirme meter la cabeza y las manos, la hija se aseguraba de que estaba en la posición correcta, para que no me llevara un buen pellizco al cerrar el cepo. Cuando cerraron la madera alrededor de mi cuello y echaron la llave al candado, no pude evitar que la angustia se apoderara de mí y forcejeé un poco intentando sacar las manos. Mi gozo en un pozo.
–         Es inútil que te resistas – me dijo Mario, sonriendo al ver mis esfuerzos.
–         No me resisto, Mario – respondí serenándome – Quería comprobar que estaba correctamente cerrado para cumplir mi castigo.
Cuando estuve bien sujeta, las chicas colocaron delante de la picota un pequeño banco. Comprendí que se utilizaba por si algún hombre quería usar mi boca, para que pudiese subir en él y ubicar su pene a la altura de mis labios. Habían pensado en todo.
–         Bien. Señores, ¡es toda suya! – exclamó mi novio ofreciéndome como tributo a la jauría humana.
Y tuve que reconocer que estaba deseándolo.
Las palabras de Mario fueron el detonante de la acción. Parecía como si el rato que había pasado hasta quedar en el cepo hubiera sido “la pausa que refresca”, como si todo hubiera quedado en suspenso. Pero en cuanto estuve amarrada… se desató la lujuria.
–         ¡Con vuestro permiso, voy a ser el primero en clavarme a la nueva! – exclamó Germán levantándose trabajosamente del sofá.
No me sorprendió en absoluto, pues había sentido su mirada codiciosa sobre mi cuerpo desde que entré. Estaba bastante segura que lo del numerito de tener que besarles la polla a todos no formaba parte de ningún ritual del club, sino que se le había ocurrido sobre la marcha al viejo verde. Me caía bien el tipo.
En ese momento, empezó a sonar en la sala una música de ambiente muy suave. No entiendo mucho de música clásica, así que no supe identificar la pieza. Germán, haciéndose el gracioso, empezó a simular que bailaba mientras se aproximaba a mí al son de la melodía, procurando en todo momento que su erecto rabo bamboleara bien a mi vista. Le sonreí.
–         Qué bien nos lo vamos a pasar, cariño – me susurró al oído cuando estuvo lo bastante cerca.
–         Estoy segura – respondí relamiéndome con voluptuosidad, lo que pareció encantarle.
Rápidamente, rodeó la picota para situarse detrás de mí. Mientras lo hacía, observé que el desenfreno se había apoderado de la sala.
Yoshi estaba follándose a su hermana. Rectifico. Lo que hacía no era follársela exactamente. El japonés se limitó a clavarla por completo en su monumental hombría, de espaldas a él y, haciendo gala de su gran fuerza, empezó a caminar por la habitación con la chica empalada. La expresión completamente ida de Kimiko, con los ojos en blanco y la boca desencajada era para hacer un cuadro.
Mario y Raúl estaban dedicándose a la madre y a la hija, magreando sus enormes globos a placer. Al principio no comprendí qué estaban haciendo, pues mantenían a las chicas una frente a la otra, casi pegadas, mientras ellos manipulaban los melones. Cuando se apartaron un poco, pude ver lo que habían estado haciendo.
Los muy pervertidos habían enganchado los piercings de los pezones de las mujeres entre sí, el de la teta izquierda de Yolanda al de la derecha de Natalia y viceversa. De esta forma, ambas mujeres quedaban prendidas por los senos, sin poder separarse. Rápidamente, los dos hombres se colocaron tras las chicas y las penetraron simultáneamente, empezando a follárselas con brío. Pensé que a ambas debían dolerles los pezones, pero nadie lo diría a tenor de cómo gemían y rebuznaban.
Bartolomé se apoderó de Gloria, la “novia” de su hijo. Ésta dio un gritito y pataleó mientras el hombre la alzaba en volandas, pero la risa de la chica demostraba que sólo estaba jugando. El hombre la arrojó sin muchos miramientos sobre un sofá que estaba junto a la picota, donde la joven rebotó todavía riendo. En menos de un segundo, pude ver de cerca como la erección del padre de mi Amo se hundía hasta el fondo del culito de Gloria, mientras ésta chillaba y fingía resistirse, con el claro fin de enardecer todavía más al hombre, que resoplaba como un toro en celo mientras bombeaba el  culo de mi alumna.
Justo entonces noté como Germán, que se había situado a mis espaldas, me levantaba el vestido, dejando expuesta mi intimidad.
–         Umm, una zorrita sin bragas… me encanta – le escuché murmurar.
Enseguida incrustó su manaza entre mis muslos, frotando vigorosamente mi vagina. Con habilidad, hundió un dedazo entre los labios, recorriendo toda su longitud, empapándolo de mi humedad. Era bueno y pronto me encontré separando levemente los muslos para dejarle franco el acceso. Él resopló complacido.
–         ¡Joder, Mario! – exclamó groseramente – ¡Menudo coño se gasta tu novia! ¡Está ardiendo! ¡Me voy a correr en cuanto se la meta!
Me encantó que dijera esas cosas de mí. Me mojé todavía más.
–         ¡Veamos cómo anda de tetas! – dijo, aunque ya las había visto bastante bien durante el nyotaimori.
Diciendo esto, Germán estiró mi vestido para que mis senos escaparan por los lados, mientras dejaba recogida la falda sobre mi espalda, para dejar mi grupa al descubierto. El viejo apretó su entrepierna contra mi trasero, permitiéndome sentir la dureza y el calor  de su barra de carne. Apretándose con fuerza, se apoderó de mis colgantes senos con las manos, estrujándolos con ganas. Pronto sus dedos se apoderaron de mis pezones, pellizcándolos  con ansia, como si tratara de ordeñarme. Me hizo daño, pero me mordí el labio para ahogar cualquier tipo de queja.
–         Fantásticas, tienes unas tetas fantásticas –  me susurró sin dejar de tocármelas, lo que me llenó de placer.
Miré entonces hacia Jesús, para comprobar que mi Amo veía lo buena que era su perrita. No me defraudó. A pesar de estar sentado en el otro extremo de la sala, los ojos de Jesús estaban clavados en mí, con su lobuna sonrisa bailando en su rostro. Me sentí feliz.
Contemplé con envidia cómo su madrastra devoraba su polla con ansia. Deseé ocupar su lugar… o si no el de Rocío, que estaba sentada a horcajadas sobre uno de los muslos de Jesús, deslizando las caderas adelante y atrás, frotando libidinosamente su coñito contra la pierna del Amo, como la perra que era.
Y por fin Germán me la metió. Sin muchos miramientos, con fuerza, de un tirón, hasta las bolas… como a mí me gustaba.
No pude reprimir un gemido de placer cuando el nabo del viejo se abrió paso en mi encharcado coño, lo que le encantó a Germán, que me dio un nuevo azote en el trasero. Al parecer al viejo le ponía calentar culitos. Me pregunté cuántas azotainas habría recibido Yolanda de su papi por ser mala, mientras éste soñaba con follarla.
Y el viejo lo hacía bien. Empezó a bombear en mi coño con ganas, a un ritmo bastante intenso, agarrando mis caderas con las manos para dirigir bien las embestidas. Enseguida me encontré con mis tetas bamboleando como campanas, por lo que empezaron a estrellarse una y otra vez contra la madera que me tenía prisionera, produciendo un sonido de golpes sordos que me resultaba excitante.
–         Mírate – dije para mí – Follada como una perra por un viejo que no para de estampar tus tetas contra el cepo. Quién te lo hubiera dicho hace un mes…
El pensamiento me hizo sonreír.
–         ¡Qué coño tienes, zorra! ¡Cómo aprietas!
Tenía los ojos cerrados, para sentir mejor el placer de los pollazos, concentrándome únicamente en complacer al macho que me montaba, como la buena perrita que era. A pesar de ello, percibí una presencia cerca de mí, lo que me hizo abrir los ojos un poco sobresaltada.
Frente a mí estaba Martín, que no había empezado a participar en el desenfreno del salón. Enseguida averigüé por qué.
–         ¡Tú como siempre, Martín! ¡Qué manía con las mamadas! ¡Donde esté un buen coño! – exclamó Germán sin dejar de hundir en mí su estoque.
–         Para gustos los colores – le replicó el joven en tono neutro, mientras me dirigía una mirada casi suplicante.
Me hizo gracia que, en medio de aquel desparrame, hubiera alguien capaz de sentirse avergonzado. Le sonreí al chico y me relamí, clavando mis ojos en su polla, como la buena zorrita que era.
No hizo falta más invitación. Martín se encaramó en el banco que habían colocado frente a la picota y colocó su erecto nabo frente a mi boca. Como estaba sujeta, yo no podía hacer nada más que separar los labios para permitir que me la hundiera hasta la garganta y él así lo hizo, haciendo que se me saltaran las lágrimas. No estaba mal armado el tal Martín, no.
Agarrándose al borde de la picota con ambas manos, el chico empezó a follarme la boca con energía, aunque a un ritmo más pausado del que aplicaba Germán en mi coño, pues si no, me habría desencajado la mandíbula.
Así me encontré follada a la vez por la boca y por el coño, aislada del espectáculo que se desarrollaba en la sala, pues el cuerpo de Martín me tapaba la visión. El viejo sabía lo que se hacía y estaba dándome bastante placer, por lo que pronto me encontré al borde del orgasmo. Traté de de retrasarlo, pues si empezaba tan pronto a correrme como una burra no tardaría en quedarme sin fuerzas, así que empecé a apretar el coño y a mover las caderas para ver si lograba acelerar la corrida del viejo, pero aquello le gustó todavía más.
–         ¡Así, puta, así, mueve el culo! – aulló azotándome de nuevo. ¡Dios, voy a correrme!
El problema es que yo también lo hice. Qué corrida tan buena me proporcionó el  pervertido de Germán. Y la polla de Martín en mi boca había ayudado también sin duda. Mientras me corría, no sé por qué, me acordé de Mariano el conserje y de su polla.
Y Germán también estalló. Sentí como su verga entraba en erupción enterrada en mis entrañas, llenándome, mezclando su semilla con la de los otros dos hombres que ya me habían tomado esa noche. Me encantó.
–         ¡Toma, puta, aquí tienes mi leche! – gemía el viejo agarrado a mis caderas como si le fuera la vida en ello, dándome fuertes culetadas que estampaban mis tetas una y otra vez contra la madera. Al día siguiente las tenía moradas.
Cuando Germán alcanzó el paroxismo, Martín aflojó un poco en mi boca, lo justo para dejarme respirar. Alcé como pude los ojos y me encontré con los suyos, que miraban agradecidos cómo su virilidad se perdía entre mis labios.
–         Otro tipo simpático – pensé.
Germán se retiró de mi interior resoplando y caminó tambaleándose hasta derrumbarse sobre el sofá más próximo, cosa que ví por el rabillo del ojo, por un hueco que dejaba el cuerpo de Martín, sentándose  justo detrás del culo de su amigo Bartolomé, que seguía sodomizando con entusiasmo a la pequeña Gloria.
–         Así, dale duro – bromeó dirigiéndose a su empleado.
Al estar de pie, sentí como el semen del viejo escapaba de mi interior y resbalaba por mis muslos, ardiente sobre mi piel. El vestido se había deslizado de mi espalda, volviendo a cubrir mi grupa, aunque estaba segura de que pronto sería alzado por un nuevo comensal. No me equivocaba.
–         ¿Ya ha terminado, Germán? ¡Pues ahora me toca a mí!
Me estremecí al reconocer el inconfundible acento de Yoshi, a pesar de no verle debido a que Martín me tapaba casi todo el panorama.
Pero eso acabó enseguida, pues, inesperadamente, Martín entró en erupción. Casi me atraganto, pues su corrida llegó de forma inesperada. Comprendí que todavía me quedaba mucho por aprender en cuestión de pollas, pues había sido incapaz de percibir que aquella estaba a punto de caramelo.
–         La corrida silenciosa – pensé en silencio.
Martín, muy solícito, se retiró rápidamente de mi boca, como si le avergonzara haber descargado en mi garganta. Le miré, un poco sorprendida por tantos miramientos y vi que estaba un poquito avergonzado. Juguetona, le saqué la lengua, completamente pringosa por su semen, lo que le hizo enrojecer todavía más, apartándose de mi lado.
Como no me había ordenado otra cosa, escupí el resto de semen que quedaba en mi boca en el suelo, sin tragármelo, aunque una buena parte ya debía estar en mi estómago tras el primer disparo. Sonreí al ver alejarse al tímido Martín, pero la sonrisa murió en mis labios al ver que Yoshi se aproximaba, enarbolando su enorme porra, brillante por los jugos de su hermanita, que yacía desmadejada sobre un sofá, medio inconsciente. La corrida de Martín había hecho que me olvidara de que era su turno.
–         ¿Y bien Edurne? – dijo apoyando un codo distraídamente sobre el cepo que me sujetaba – ¿La quieres en el culo o en el coño?
–         Eso depende de si quieres o no matarme – respondí descarada.
Él se echó a reír.
–         ¡Qué buena aportación han hecho contigo! ¡Seguro que no nos aburriremos!
–         ¿Es que antes os aburríais?
–         Lo que es seguro, es que ahora mismo tú no vas a aburrirte – siseó.
Mientras decía esto, Yoshi se agarró la verga y empezó a frotarla contra mi indefenso rostro. Si lo llega a hacer con ganas, me deja tuerta Ni siquiera necesitó subirse al banquito… llegaba desde abajo.
Tragué saliva acojonada cuando Yoshi rodeó la picota y le perdí de vista. Había intentado demostrar un aplomo que estaba muy lejos de sentir, así que no pude evitar suplicarle…
–         Yoshi, por favor… Ya en serio – gimoteé – No seas bestia.
Me acordaba perfectamente de que aquel pollón había enviado a Gloria al hospital. No quería acabar igual.
–         Tranquila, guapa – escuché que me respondía Yoshi – Las primeras veces usaremos esto.
Entonces me enseñó un objeto asomándolo por encima del cepo y poniéndolo frente a mí. Era una especie de “donut” de material blando. Tardé un instante en comprender lo que era, pero me tranquilizó bastante.
Aunque no lo ví, comprendí que Yoshi metió su rabo por el agujero del “donut”. De esa forma, actuaba como tope contra mi trasero y le impedía metérmela por completo. En cuanto estuvo listo, Yoshi me levantó las faldas, dejando mi grupa descubierta, pero a él parecía excitarle más que estuviera desnuda, así que acabó por desabrocharme el cierre que llevaba en la nuca y me libró por completo de la ropa, menos las medias, tacones y liguero.
–         Así estás más guapa – oí que me decía.
–         Gracias.
–         Bonito, tatuaje – dijo deslizando un dedo sobre mi piel – ¿Quién es el genio que te lo ha hecho?
–         Muy graciosooooooooo – aullé.
El muy cabrón aprovechó el instante de charla relajada para hundirme su espolón con ganas. Sentí cómo si mi cuerpo se partiera en dos, quedando ambas mitades separadas por una gruesa pared de carne, venas y músculo. Cuerpo cavernoso le llaman. Y una mierda.
–         ¡Cabróóóónnnn! ¡Qué haces! ¡Me vas a partir! – exclamé sin darme cuenta ni de lo que decía.
–         ¿Me insultas? ¿Así se comporta una zorrita buena? ¡No es eso lo que me habían dicho de ti!
–         Pe… perdón – balbuceé – Es que casi me muero… Por favor, ten cuidado…
–         Pues, cuando te diga que aún queda un trozo fuera…
Me acojoné. Era cierto. No notaba el “donut” contra mi culo. Faltaba verga por entrar.
–         Con cuidado, por favor – supliqué.
Y gracias a Dios Yoshi me hizo caso. Tras la arrancada inicial, fue mucho más delicado para acabar de hundirme el resto. Cuando por fin noté el tacto de la tela del rosco protector me sentí más llena que nunca antes en mi vida. Casi agradecí estar atrapada por el cepo, pues sin su sostén, probablemente me habría derrumbado en el suelo sin fuerzas.
Yoshi permanecía quieto, dejando que mi cuerpo se amoldara al inconmensurable monstruo. Me estremecí al recordar que Kimiko era capaz de admitirlo entero en su cuerpo. Menuda era la japonesa.
Sentía el cuerpo acalambrado y en tensión. No podía respirar. Sin darme cuenta, había alzado los pies del piso, colocándome de puntillas y mantenía los puños apretados, clavándome las uñas en las palmas.
–         ¡AAAAAAAAAHHHHH! – gimoteé cuando, muy lentamente, Yoshi extrajo muy despacio una porción de rabo y volvió a hundirlo en mi coño.
Di mentalmente gracias porque el chico parecía contenerse bastante bien, pues empezó a moverse en mi interior muy lentamente y al poco empecé incluso a encontrarle el gusto. No me extrañaba que las chicas que probaban al amiguito de Yoshi no volvieran a repetir. Ahora entendía mejor que el chico participara en todo aquello. Allí no podíamos negarnos.
Me di cuenta entonces de que tenía la boca abierta desde hacía un rato y que los músculos de mi cara estaban en tensión. Pensé que tenía que calmar un poco a Yoshi, que había empezado a acelerar un poco el ritmo. Y se me ocurrió una idea: me eché a reír de forma incontrolada.
–         ¿Edurne? – dijo Yoshi medio alucinado – ¿Te has vuelto loca?
–         No – respondí – es que me he acordado de algo que me contaron ayer – bromeé.
–         ¿Cómo? – resonó la voz incrédula del japonés.
–         Sí. Me lo contó la última tía que te follaste. Mientras se la clavabas una y otra vez, ella aullaba: “las bolas, las bolas” y tú le dijiste extrañado: “¿Qué quieres, que te la clave hasta las bolas?” y ella gritó llevándose las manos a la cara: “No, no, las bolas de los ojos que se me saltan”.
Aunque no le veía, no me costó imaginar la cara asombrada de Yoshi, que se había detenido por completo. El que sí que se rió fue Germán, que al estar sentado allí al lado, no se había perdido detalle.
–         ¡Mario! – gritó entre risas – ¡Tu zorrita no tiene precio!
Pero Mario estaba muy concentrado en lo que hacía y no se enteró de nada. Al parecer, su compañero Raúl ya había descargado su carga en el coño de Natalia, así que se había retirado del cuarteto. Desde mi posición podía ver su verga todavía erecta asomando de entre sus muslos, sin duda gracias a la magia de las pastillitas azules.
Mario, que no parecía echarle mucho de menos, había obligado a las dos mujeres, madre e hija, a tumbarse en el suelo, todavía enganchadas por los piercings de los pezones y él estaba encima del montón bombeando enloquecido el coño de la jovencita, que le comía con ansia la boca a su madre, que le devolvía los besos con pasión.
Aproveché el breve respiro que me daba Yoshi para volver a buscar a mi Amo con la mirada, pero me dolió que esta vez no me prestara atención, pues estaba concentrado en follarse a Rocío a cuatro patas, mientras Esther tenía incrustada la cara entre sus nalgas, sin duda estimulando el ano de su hijastro con la lengua. Martín, al parecer siguiendo los consejos de Germán, se había ubicado tras la madrastra, follándosela con brío, formando así los cuatro un lujurioso trenecito.
Y entonces Yoshi me volvió a empalar. Y entendí perfectamente a la chica del chiste.
–         Jodeeeeeeer – siseé mientras era inundada de polla.
–         Tranquila, zorrita, que enseguida acabo.
Y gracias a Dios así fue. Estuvo penetrándome unos minutos más, con calma y procurando no hacerme daño, lo que le agradecí infinitamente. Por fin, sentí como la barra de carne se retiraba de mi interior, dejando mi coño abierto y rezumante.
Yoshi volvió a rodear la picota y a enarbolar sur vergajo frente a mi cara.
–         Para ser la primera vez, ya has tenido bastante – dijo – Chúpamela un poco.
Y lo hice agradecida. Como pude, saqué la lengua y me dediqué a lamer y chupar la cabezota de aquella porra. Yoshi gruñía satisfecho por mis cuidados, hasta que se hartó de lametones y me colocó la polla en la mano.
–         Acaba con una paja – me ordenó.
Aunque el cepo no me dejaba apenas libertad de movimientos, me las apañé para imprimir a mi muñeca unos hábiles giros que parecían agradar al chico. Cuando se corrió, su polla se estremeció entre mis dedos. Me sentí como los bomberos que no pueden controlar la manguera, con aquella cosa vibrando y dando saltos en mi mano. Por el rabillo del ojo, pude vislumbrar los gruesos disparos de semen que salían por aquella cañería colocada en vertical, que alcanzaban una buena altura hasta volver a caer al suelo, donde impactaban con sonoros palmetazos.
–         Bonita fuente – escuché que decía Raúl.
Alcé la mirada sin soltar todavía la rezumante polla de Yoshi, que resoplaba excitado. Raúl, enarbolando su erección, fruto sin duda de la química, se había levantado del sofá y se acercaba a nosotros.
–         Parece que me toca a mí – dijo dando una palmada para ponerse manos a la obra.
Vi que llevaba un consolador bajo el brazo, como el que lleva una barra de pan.
–         Ni un minuto de respiro – pensé, aunque no dije nada y le sonreí.
El tipo rodeó la picota y se apoderó de mis nalgas, separándolas con rudeza para poder examinar mi coñito a placer.
–         ¡Joder, Yoshi, cómo has dejado esto! – exclamó – ¡Parece el túnel del metro!
Cerré los ojos, inquieta. Esperaba que estuviera bromeando.
–         Cariño – dijo dirigiéndose a mí – Creo que vamos a probar por el otro lado.
–         Como prefieras –asentí un poquito nerviosa.
–         ¡Mario! ¿Te importa si enculo a tu zorra?

–         Como quieras – respondió mi novio

 

Me excité. Me encantaba que hablaran así de mí, como un objeto. No me arrepentía de estar allí. Aquella era mi vida.

Miré a Mario y vi que por fin se había corrido, sentándose en el sitio que segundos antes ocupaba Raúl. Vi que se dirigía a Natalia y a su hija, que seguían devorándose en el suelo, aún unidas por los piercings. No escuché lo que les ordenaba, pero ellas obedecieron inmediatamente.
Ayudándose la una a la otra, se incorporaron hasta quedar de rodillas, y siguieron entrelazando sus lenguas, aún enganchadas por los pezones, con la novedad de que también empezaron a masturbarse la una a la otra, frotando voluptuosamente sus coñitos, mientras mi querido novio se excitaba mirando el show.
–         Ponemos un poquito de esto por aquí… – canturreó Raúl a mis espaldas.
Sentí cómo su dedo se apoyaba en mi ano y lo frotaba suavemente, extendiendo una sustancia que comprendí debía ser vaselina sexual. Me hizo gracia que el tipo silbara una tonadilla mientras lubricaba mi culo: parecía uno de los enanitos de Blancanieves.
Sólo que aquel enanito se preparaba para darle por el culo a la princesa.
Cuando percibí que Raúl dejaba a un lado el bote de la vaselina, me intranquilicé un tanto, aunque menos que antes, pues ya tenía más experiencia. Además, después del tronco de Yoshi, aquello no era para tanto.
Con cuidado, pero demostrando ser experto en esas lides, el papi de Gloria me la metió por el culo hasta que sus bolas quedaron bien apretadas contra mis nalgas. Me dolió un poco y tuve que apretar los dientes para no pegar un chillido, pero, definitivamente, era cierto que se hacía cada vez más fácil.
Raúl, sobreexcitado, empezó a moverse lentamente en mi culo, incrementando poco a poco el ritmo a medida que iba despendolándose. Afortunadamente, el tipo era bastante considerado y se preocupaba también de que yo lo pasara bien, así que, ni corto ni perezoso, activó el botoncito del vibrador y lo colocó entre mis piernas, haciendo que zumbara entre los labios de mi irritado coñito.
–         Aprieta bien las cachas, Edurne – me ordenó – Así no se caerá al suelo.
Y me vi obligada a obedecerle, juntando los muslos al máximo para sostener entre ellos el insidioso juguetito, que no dejaba de agitarse en mi entrepierna. Pero claro, al apretar los músculos de las piernas, también apreté los del ano, que era justo lo que el perverso papá de Gloria pretendía.
–         ¡Ostia! ¡Ostia! ¡Ostia! – gimió descontrolado – ¡Cómo aprieta este culo! ¡Esto es la leche!
–         ¡Qué cabrón! – pensé yo mientras me mordía los labios, tratando de ahogar el placer que el dichoso aparatejo (y la habilidosa enculada) me estaban proporcionando.
Como pude, abrí los ojos para seguir disfrutando el espectáculo que me ofrecían mis compañeros, que era la mar de erótico. Mario, excitado por el show lésbico materno-filial, se había vuelto a empalmar (pensé que también habría usado las pastillitas, pues él nunca se había mostrado tan brioso) y se había aproximado a las chicas. El muy ladino había ubicado su erección entre las bocas de las dos mujeres, que ahora, a la vez que se morreaban, lamían y ensalivaban la polla de mi afortunado novio. Éste, con los ojos cerrados y la cara alzada hacia el techo, había colocado sus manos sobre las cabezas de las chicas y parecía estar a punto de alcanzar el nirvana, moviendo lentamente las caderas adelante y atrás para que su rabo se deslizara entre los dos juegos de labios. Sonreí.
Martín había logrado desprender a Esther del culo de su hijo, y la había puesto a cabalgarle sobre un sofá. La mujer, toda despendolada, había enterrado sus manos entre sus rubios cabellos y rebotaba como loca sobre la polla del joven.
Gloria, una vez recuperado el aliento por la sodomización, se dirigía, como era de esperar, a donde Jesús estaba follándose a Rocío, sin duda con la esperanza de sustituirla, pero fue interceptada por Yoshi, que la agarró de la cintura y se la cargó al hombro. Los grititos y quejas de Gloria no eran esta vez totalmente fingidos. La comprendí.
Pero Yoshi fue amable y se conformó con una mamada. Sonreí al darme cuenta de que le pedía a la chica que le aplicase el mismo tratamiento que yo le había dado el día que le conocí. Sentada a horcajadas sobre sus muslos, con la verga de Yoshi entre sus labios vaginales como un sándwich, colocando el tronco entre sus tetas y la punta al alcance de la boca. Canela en rama.
Bartolomé y Germán, recuperando fuerzas, charlaban tranquilamente sentados en el sofá, bebiéndose unas copas. De vez en cuando, Germán señalaba hacia mí y su interlocutor asentía.
Mientras miraba, no podía contener los gemidos de placer. Estaba empezando a disfrutar del anal, aunque el maldito vibrador tenía mucha culpa de aquello. Raúl resollaba como una locomotora diesel, bombeando cada vez más frenéticamente en mi retaguardia. Mis tetas empezaron a estrellarse nuevamente contra la madera, pero hasta eso me gustaba.
Por fin estalló en un orgasmo incontrolable que le hizo derrumbarse sobre mi espalda. Si no llego a estar sujeta en la picota, nos habríamos estampado contra el suelo. Por fortuna, tardó poco en recuperarse y me sacó la verga del culo, extrayendo a la vez una buena ración de leche, que cayó al suelo tras de mí junto con el vibrador, pues no pude seguir sosteniéndolo cuando me la sacó.
–         U… Un culo estupendo – resolló acariciándome suavemente el rostro tras rodear la picota – Nos esperan tardes memorables…
–         Estoy segura – resoplé yo también exhausta.
Pero insatisfecha, pues no me había corrido y había estado a punto. Me sorprendí deseando que algún otro se animara y me diera un buen repaso. Qué puta era.
Pensé que quizás Mario vendría a ocuparse de su esclava, pero mi dueño no estaba por la labor, disfrutando de las atenciones de Yoli y su madre. No era de extrañar. A partir de ese día, podría disfrutar de mí a su antojo, pero no dispondría de las otras tan a menudo.
Miré a mi Amo, por si le apetecía encargarse de su perrita, pero él seguía dale que te pego con Rocío. La muy puta. Cómo la envidié.
Por fortuna, Bartolomé llevaba un rato esperando volver a la acción y, al parecer, quería probarme también.
–         Chúpamela un poco – me dijo subiéndose al banquillo.
Y yo lo hice gustosa.
Esta vez el polvo no tuvo mucha historia, pues me corrí enseguida. Bartolomé, a pesar de su entusiasmo, se cansó pronto, así que se retiró sin llegar a correrse, supongo que temeroso de que le diera un infarto, agotado por el enculamiento de Gloria.
Y entonces lo noté. Con un estremecimiento, alcé la mirada y vi que Jesús tenía los ojos clavados en mí. Lo había percibido aún sin verle, sus ojos eran fuego sobre mi piel. Mi coño latió y tuve que apretar con fuerza los muslos, tratando de calmar el volcán que ardía en mis entrañas.
Empezó a caminar hacia mí, con andar majestuoso, abriéndose paso entre los cuerpos entrelazados que se retorcían por todas partes, sin prestarles la más mínima atención. Sólo tenía ojos para mí, haciéndome sonreír como una colegiala.
–         Ya ha sido suficiente por hoy, perrita.
Por un instante tuve miedo de que no fuera a follarme tal y como yo anhelaba, pero él se refería a que era suficiente castigo. Me soltó cuidadosamente, abriendo el candado y alzando el cepo para que yo pudiera salir. Me encantó que no le pidiera permiso a Mario para hacerlo: él era el rey allí y yo su perrita sumisa…
–         Ven – me dijo tomándome de la mano.
Y yo le seguí, tambaleante pero eufórica, con el corazón atronándome en el pecho. Las demás estaban ocupadas con sus quehaceres y sólo Gloria me dirigió una mirada de envidia mientras seguía masajeando el pollón de Yoshi.
Jesús me condujo hasta el sillón en que había estado sentado, en el fondo de la sala. Claro, aquel era su trono… pero yo quería que me entregara su cetro…
Mi alumno, mi maestro, se sentó en el sillón y yo lo hice en el suelo, a sus pies, apoyando la mejilla en su muslo mientras él me acariciaba el pelo. Le amé con tanta intensidad que me dolió.
–         Has estado magnífica, perrita – me susurró.
–         Gracias, Amo – le respondí con los ojos brillantes.
–         ¿Quieres alguna recompensa? – dijo llenándome de gozo.
–         Te quiero a ti.
–         Pues ven.
Me ofreció su mano y me ayudó a ponerme en pié. Agarrándose la polla (que para mi alegría había vuelto a endurecerse) por la base, la colocó erguida, indicándome el camino a seguir. Yo simplemente me ubiqué a horcajadas y me empalé en su dureza. Sentí el éxtasis de forma inmediata.
Loca por abrazarle, rodeé su cuello con los brazos y estreché mis pechos contra el suyo. Su piel parecía arder. Sabía que no debía besarle, pues mis labios habían recibido varias pollas durante la noche, aunque deseaba hacerlo desde el fondo de mi alma.
Pero no importaba, me bastaba con estar con él, sentir su pene llenando mi cuerpo, sometiendo mi alma…
No sé cuantas veces me corrí. Los recuerdos de ese momento son difusos. Sé que me hizo cambiar de posición un par de veces, que en cierto momento me hizo volverme de espaldas, bombeándome sin misericordia mientras acariciaba el tatuaje de mi espalda. Disfruté hasta el último momento.
Recuerdo vagamente haber visto a Natalia y a su hija. Sus pezones habían sido liberados pero las colocaron en una postura que me alucinó: tumbadas, boca arriba, con los coñitos muy cerca el uno del otro y empaladas ambas en un consolador como el que habíamos usado Gloria y yo en la postura de los perros enganchados. Para evitar que se separaran, habían atado los muslos de una a la otra y, en cuanto estuvieron sujetas, dos hombres se habían sentado a horcajadas sobre las caras de las mujeres, ubicando sus rabos entre sus senos. De esta forma, los tíos podían follarse sus tetazas mientras las chicas les comían el culo a placer. Sin embargo, estaba tan mareada que no me fijé en quienes fueron los jinetes. Quizás pasaron todos por allí, como habían hecho conmigo.
No recuerdo nada más.
Cuando me recobré, un buen rato después, me di cuenta de que estaba a los pies del sillón de Jesús, desmadejada, sin fuerzas. Miré a  mi alrededor y vi que la cosa se había calmado. Las chicas estaban todas dormidas, unas sobre los sofás y otras directamente en el suelo. Rocío estaba tumbada boca abajo en la mesa, donde mil años atrás yo había servido como bandeja para el nyotaimori. Kimiko parecía una muñeca rota, desmayada allí donde su hermano la había arrojado tras el show gimnástico.
Los hombres, en cambio, estaban sentados tranquilamente, charlando y vaciando sus copas. Era cómico ver a aquel grupo, con las vergas aún semi erectas por los efectos de las pastillas, hablando amigablemente de fútbol.
–         Hombres… – pensé.
Y sonreí.
–         Vaya, la Bella Durmiente ha despertado – exclamó Germán al verme.
Siete pares de ojos masculinos se volvieron hacia mí.
–         Entonces… ¿La bautizamos ya? – dijo uno de ellos, no sé quien.
–         Vamos, que ya es casi de día y hay que irse a trabajar.
Joder. El trabajo. Me había olvidado. Iba a ser un día muy largo.
–         Edurne, ven aquí – me ordenó Mario.
Derrotada y sin fuerzas, fui incapaz de ponerme en pié. Así que me acerqué a ellos a medias gateando, a medias arrastrándome, mientras ellos me miraban divertidos.
No me importaba, pues mi Amo estaba allí, observándome con gesto complacido.
–         Esto es algo que vi en una peli el otro día y hemos pensado que sería una buena forma de darte la bienvenida – dijo Germán, el más pervertido de todos.
No entendía ni una palabra. Dejándome allí sentada en el suelo, los hombres se colocaron a mi alrededor. Pensé que iban a hacerme una lluvia dorada, una guarrería de la que me hablaron una vez, lo que hizo que me estremeciera de asco, aunque dispuesta a aceptarlo, pero era otra cosa lo que tenían en mente.
–         Vamos preciosa. Ordéñanos.
Ya sabía lo que querían. Como pude, me las apañé para ponerme de rodillas y empezar a ocuparme de las 7 pollas. El tacto de la carne endurecida me devolvió un tanto las fuerzas. Chupaba una un poquito por aquí, pajeaba un par de ellas por allá, parecía una ruleta dando vueltas. Sólo que, parara donde parara, había premio…
Los hombres no permanecían ociosos,  pues era imposible que lograra que todos se corrieran, así que se pajeaban para acercarse al orgasmo. Eso me permitió observar los diferentes estilos masturbatorios de todos. Martín se la machacaba a toda velocidad, lo que me hizo pensar en un conejo, no sé por qué. Yoshi era mucho más majestuoso, deslizando ambas manos por su tronco. Germán usaba la izquierda, aunque era diestro…
Todos menos Jesús. Su polla era toda para mí y se lo agradecí mirándole a los ojos. Procuré que no se notara, pero intenté andar siempre cerca de su verga, chupándola, acariciándola… Y si se notaba… me importaba una mierda.
Martín fue el primero en acabar y lo hizo por la espalda, a traición, disparando unos cuantos lechazos en mi nuca y en mi pelo. Yo volví la cara y le sonreí, momento que aprovechó Raúl para descargar directamente en mi cara.
–         ¡AAHHHH! ¡PUTA! ¡AQUí TIENES MI LECHE! ¡BÉBETELA!
Y yo, obediente, abrí la boca para recibir su semen.
No sé quien fue el siguiente, pues uno de mis ojos estaba cerrado por un pegote de semen y por el otro veía borroso, pero todos acabaron derramando su semilla sobre mi piel, empapándome.
Pero, de lo que estoy completamente segura, es de que el último fue Jesús. No importó que mi cuerpo estuviera cubierto de lefa, que hasta el último centímetro de mi piel estuviera embadurnado de semen. Cuando mi Amo derramó su simiente sobre mí… lo sentí perfectamente, hirviendo, quemando… puede que hasta quedara una marca sobre mi cutis.
Me corrí……
…………………………………………………………….
Un par de horas después estaba de pie en la cocina, bebiéndome un enorme vaso de zumo que Natalia me había ofrecido. Estaba recién duchada, limpia, con el pelo todavía húmedo sobre la espalda.
Iba vestida con un conjunto de pantalón y camisa que Yoli me había prestado. Me estaba bastante holgado a la altura del pecho, pero me daba igual. Me sentía completamente feliz.
Algunas parejas de amo y esclava ya se habían marchado. Yoshi había tenido que cargar hasta el coche con su hermana, envuelta en una manta, pues estaba demasiado agotada para caminar. Es lo que tiene el empalamiento en verga… que la agota a una.
Natalia, pletórica, me insistía en que llamara al centro y no fuera a trabajar, que me quedara a pasar el día con ellos. Mario iba a quedarse un rato más, pues, agotado, había acabado durmiendo en un dormitorio. Le sonreí agradecida a la tetona anfitriona, pero le dije que no podía ser.
Y la razón era bien sencilla. Ese día tenía clase doble con el grupo de Jesús. Y él iba a asistir.
Me despedí besando cariñosamente a la madre y a la hija. Germán se despidió con un guiño.
Salí de la casa y estiré los músculos voluptuosamente. Empezaba un nuevo día.
Entonces sentí la presencia de Jesús.
Me volví rápidamente y me encontré de frente con el chico apoyado en su flamante coche nuevo, con su sonrisa lobuna adornando su rostro. Las rodillas me temblaron.
–         Bueno, perrita – me dijo – Nos vemos en clase.
–         E… estupendo Amo – balbuceé.
Entonces, como si se le hubiese ocurrido repentinamente me dijo:
–         Oye, he pensado en que estaría bien si me esperas al final de clase. ¿Te parece?
Y se metió en su coche mientras mi corazón bailaba de alegría.
Exultante, observé cómo el joven arrancaba y se alejaba en el auto. Gloria y su padre aparecieron en la puerta, caminando hacia su vehículo. La chica leyó en mi expresión que algo me pasaba y me interrogó con la mirada.
Pero yo no le dije nada. Era mi secreto.
Me despedí con la mano y ella me hizo un gesto indicándome que nos veíamos más tarde. Le sonreí.
Me senté en mi coche, eufórica. Me miré en el retrovisor y contemplé cómo la nueva Edurne me guiñaba un ojo. Le devolví el guiño.
Me aferré al volante y arranqué el coche. Era feliz.
Mi nueva vida se extendía ante mí.
FIN
                                 TALIBOS
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ernestalibos@hotmail.com

Relato erótico: “Mi tía, su transformación en puta y su amiga” (POR GOLFO)

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Tercera parte de  LAS ENORMES TETAS Y EL CULO DE MI TÍA, LA POLICÍA
La obsesión de mi tía con el sexo, lejos de apaciguarse con el tiempo, se iba incrementando con el paso de los días. Si en un principio había sido reacia hasta para probar una postura nueva, eso quedó en el pasado. Una vez había dejado atrás los fantasmas de su niñez, esa en otra hora agría mujer se fue convirtiendo en la amante mas exigente.
La mujer reacia a cualquier contacto con un hombre, había dejado de existir. Desde que amanecía solo tenía una cosa en mente:
“Follar”
Si antes nada mas levantarse, se obligaba a salir a correr. Ahora en cuanto abría los ojos, miraba si estaba a su lado y cogiendo mi pene entre sus manos, me despertaba para que le hiciera el amor.
Su fijación por el tema había llegado hasta tal grado que muchos días me sacaba de la universidad para que me la tirara, aduciendo que estaba aburrida. Durante la época en que viví con ella, mínimo teníamos sexo tres veces al día y eso sin contar los fines de semana, que por lo menos se multiplicaba por dos esa cantidad. 
Un primer indicio de su futura transformación:
El primer síntoma de su cambio se produjo un miércoles en el que debido a un examen, llegué tarde a su casa. Nada más entrar me olí que algo pasaba porque no estaba la cena lista en la cocina.
-¿Andrea?- pregunté extrañado.
-Ven, cariño- me llamó desde el salón.
Al llegar a la habitación donde estaba, me quedé petrificado al encontrarme a la hermana de mi madre vestida de colegiala. Si bien contaba solo con veintiocho años, nunca esperé verla disfrazada de esa forma. Su “uniforme” consistía en una blusa blanca anudada al ombligo, minifalda escocesa de cuadros rojos y unas medías a medio muslo.
-¿Estoy guapa?- me soltó poniendo cara de puta.
-Preciosa- contesté y acercándome a ella, descubrí al levantarle la faldita que se había puesto unas bragas rojas haciendo juego.
Mi tía al sentir mis manos en su trasero, se rio pícaramente y me dijo:
-¡Quiero que me saques a bailar!
-¿Así?- respondí sin llegármelo a creer porque lo quisiera o no, tenía pinta de zorrón desorejado.
Supe que tenía ganas de marcha en seguida, pues me contestó diciendo:
-¿No me has dicho que estoy cañón?
Sin argumentos, tuve que dar mi brazo a torcer y solo le pregunté donde quería ir:
-A Malasaña- respondió.
Eso me tranquilizó porque en ese barrio de Madrid, se reúnen los especímenes y la fauna más extraña de la capital.
“Ahí pasará desapercibida”, pensé de camino a su coche.
Ya en el automóvil, al sentarse frente al volante, observé que  la diminuta prenda dejaba al aire toda la braguita y tratando de incomodarle, le empecé a tocar las piernas mientras ella conducía. Mi atrevimiento no fue mal recibido y rápidamente me percaté que bajo su blusa, sus pezones le traicionaban informándome de la calentura que en ese momento poblaba su cuerpo. Por eso, muerto de risa, subí por sus muslos dirección a su sexo mientras le preguntaba que le pasaba:
-Llevó bruta desde la mañana- contestó separando sus rodillas.
Su clara invitación no la desaproveché y llevando mis dedos hasta su tanga, empecé a acariciarle sin que mi tía diera señal alguna de enfado. La humedad que sentí en cuanto mis yemas rozaron ese encaje, me recalcó que no mentía cuando decía que estaba cachonda.  Para entonces mi tía estaba claramente excitada pero seguía como si nada ocurriera, poniendo atención a la conducción. Su innecesario disimulo me dio el valor de meter uno de mis dedos bajo el tanga y rozar con él, su clítoris.
-Me encanta- gimió sin mirarme.
Más convencido, me valí de un semáforo para bajarle las bragas hasta la mitad de los muslos. Andrea sonrió al ver mis intenciones y levantó un poco el culo para facilitar mi maniobra. Una vez lo había conseguido, me quedé mirando la imagen de esa belleza, casi treintañera, disfrazada de niña y con la ropa interior a medio quitar.
-Sí que estás caliente- le solté mientras me recreaba en los pliegues de su sexo con mis dedos.
No me contestó. En vez de ello, separó sus piernas, acelerando por la Castellana.  Convertida en una perra ansiosa de sexo y con un gesto de puro vicio en su cara, siguió rumbo a nuestro destino mientras yo le acariciaba su sexo desnudo. Decidido a vencer ese poco convincente mutismo, le metí un par de dedos en el coño:
-¡Dios!¡Sigue!¡No sabes cómo me estás poniendo!- gritó rompiendo el silencio.
Claro que lo sabía. El caudal de flujo que manaba de su entrepierna me lo había anticipado mucho antes de que su dueña lo hiciera.  Siguiendo a rajatabla sus palabras, estuve masturbándola hasta que pegando un chillido se corrió.
-Gracias, lo necesitaba- dijo en cuanto se hubo repuesto del placer.
La casualidad hizo que hubiésemos llegado y tras aparcar el coche, cogiendo su bolso, salió del vehículo. Al hacerlo, sus ojos brillaban por la excitación y quejándose de mi lentitud, me dio la mano llevándome a rastras hasta el primer pub. El bar estaba a rebosar por lo que tardamos varios minutos en llegar hasta la barra. En el camino pude observar el modo tan poco disimulado con el que los hombres que se cruzaban con ella le miraban el culo y por eso, tengo que reconocer que llegué bastante cabreado:
-¿Qué quieres tomar?- me preguntó alegremente.
Haciéndome el machote para que los de mi alrededor se dieran cuenta de que esa mujer venía conmigo, la tomé de la cintura y pegándola a mí, la besé mientras le contestaba que un whisky. Mi primer arrumaco con ella en público la cogió desprevenida y por eso intentó separarse de mí. Se lo impedí bajando mi mano hasta su trasero y forzando su contacto, la obligué a pedir las consumiciones pegada a mi cuerpo.
Forzando su sumisión, le acaricié las nalgas mientras muerta de vergüenza miraba de un lado a otro, buscando a alguien conocido. Todavía no sé si se tranquilizó al no conocer a nadie o por el contrario que mis caricias la llegaron a convencer, pero lo cierto es que dejándose hacer ella misma me empezó a tocar el paquete disimulando:
-Eres un cabroncete- me dijo relamiéndose los labios.
-Y tú, un poco ninfómana- respondí al notar que poniendo su bolso en mi entrepierna, me bajaba la bragueta.
Ocultando sus maniobras al resto de la gente, agarró mi miembro y empezó a pajearme sin que ni siquiera hubiera llegado el camarero con las bebidas. La expresión de su rostro tenía un brillo que no tardaría en ser habitual el ella. Totalmente verraca,  imprimió a su mano de un ritmo pausado mientras me miraba con los ojos llenos de lujuria.
-¿Te gusta?- preguntó.
-Mucho.
Mi respuesta fue el banderazo de salida para que ella acelerara el movimiento de su muñeca en busca de mi placer. No culminé en mitad de la barra porque desgraciadamente, el empleado del bar llegó con las copas. Mi tía al verlo aparecer, guardó mi pene en el pantalón y con una sonrisa, pagó al camarero. Ni siquiera se había alejado dos pasos cuando susurrando en mi oído, me dijo:
-Sígueme.
A través del local, la seguí sin ser consciente de lo hambrienta que estaba esa mujer. Os juro que no me esperaba era que, pegándome un empujón, me metiera a la fuerza al baño de mujeres. Cuando intenté protestar, Andrea me pidió que me callara y nada más atrancar la puerta, se arrodilló a mis pies. Tras lo cual y actuando como una posesa, me abrió la bragueta.
-¡Qué bello es!- exclamó al sacarlo de su encierro.
Y sin más prolegómenos,  se lo metió de un golpe hasta el fondo de su garganta. Sus sed por mi semen le hizo ir en su busca con autentico frenesí. Usando su boca como si de su sexo se tratara, comenzó a embutirse y a sacarse mi miembro con una velocidad endiablada. No contenta con meter y sacar mi extensión cada vez más rápido, usó una de sus manos para acariciarme los testículos mientras metía la otra dentro de sus bragas. Al sentir la tortura de sus dedos sobre su clítoris, chilló de placer diciendo:
-Córrete en la boca de tu tía.
Sus palabras elevaron mi calentura hasta unos extremos nunca sentidos y sin poderme retener me vacié en su boca. Andrea, al sentir mi semen chocando contra su paladar, se volvió loca y sin perder ni una gota, se puso a devorar mi simiente sin dejar de masturbar.
-¡Qué gusto!- la oí chillar, mientras  su cuerpo convulsionaba de placer a mis pies.
Absorta en su gozo, no le preocupó el volumen de sus gritos. Berreando como si la estuviese matando, terminó de ordeñarme y aún seguía masturbándose sin parar. Uniendo un orgasmo con el siguiente, mi tía colapsó en el suelo. Alucinado tuve que obligarle a levantarse de suelo cuando cayó como en trance. Sin fuerzas, tuve que cogerla en mis brazos y llevarla hasta la mesa.
Ya repuesta, nos tomamos las copas, bailamos un poco y volvimos a casa a hacer el amor…
Segundo indicio, una película porno:
Creo que fue como a la semana de lo que os acabo de narrar cuando durante el desayuno, mi tía me preguntó si me gustaban las películas porno. Haciendo honor a mis antepasados gallegos, le contesté repreguntando:
-¿Y a ti?
-No lo sé- respondió- nunca he visto una.
La cuestión quedó ahí, ni ella siguió con la conversación ni yo le reconocí que durante años, me había atiborrado viendo al menos cuatro por semana a través de internet. Temiéndome que me viera como un cerdo, me callé y seguí como si nada. Ya en el autobús que me llevaba a la Facultad, recordé la plática y pensé en alquilar una. Pero lo cierto es que soy un desastre y nunca fui al video club; sinceramente porque se me olvidó.
Esta tarde me llamó a mi móvil, diciéndome que iba a pasar por mí en una hora. Por el tono de su voz, comprendí que tramaba algo pero no fue hasta que ya habiéndome recogido aparcó frente a un videoclub, cuando supe de sus intenciones.
Descojonado, entré de su mano y directamente le pregunté al encargado donde estaba la sección de adultos. Mi desfachatez la hizo sonrojar y totalmente colorada, me siguió por los pasillos. Una vez en lo porno, me puse a mirar los títulos en silencio sin coger ninguno.
-¿Cuál te apetece?- preguntó mi  tía al ver que solo curioseaba.
-Es tu momento- contesté dándole directamente la responsabilidad.
Asumiendo que no iba a ayudarla, Andrea empezó a leer de qué iban las diferentes películas y sin darse cuenta, se empezó a calentar. Cómo lo supe, os preguntareis. La respuesta es muy sencilla, bajo la blusa de mi tía dos pequeños botones hicieron su aparición delatándola.
-Te estas poniendo cachonda- me reí de ella y para recalcar mi guasa, le di un pellizco a uno de sus pezones.
-No seas tonto- respondió cogiendo tres películas sin darme tiempo a revisar su elección.
No fue hasta que tuvo que dárselas al empleado cuando  leí sus títulos. Mi sorpresa no pudo ser mayor al comprobar que mi tía había elegido dos con temática de sumisión cuyas protagonistas eran mujeres policías y que la última de las tres era claramente lésbica.
“Joder con la mojigata”, pensé sin decir nada.
Entusiasmado en mi interior, hice como si me olvidara del asunto cuando salimos del local. Andrea por su parte, también se mantuvo callada quizás avergonzada por que hubiese descubierto parte de sus fantasías. No fue hasta que terminamos de cenar y mientras colocaba los platos en el lavavajillas cuando mi tía dijo:
-Ahora vuelvo- y saliendo del comedor, me soltó: -Vete poniendo la película.
-¿Cual quieres?- pregunté.
-Ya está en el dvd- respondió sin aclararme el asunto.
Intrigado, comprobé cual estaba vacía y me quedé estupefacto al ver que la que había puesto era “Una policía en apuros”. Como comprenderéis, inmediatamente le di la vuelta y leí el argumento.  Sin llegármelo a creer, leí que iba sobre una mujer policía que al intentar detener a un delincuente, este la secuestraba y la obligaba a diferentes tipos de vejaciones.
“¡La madre!”, exclamé mentalmente bastante confuso porque no me cuadraba a mi tía le gustara ese tipo  de situaciones.
El colmo fue verla llegar vestida con su uniforme pero en vez de pantalón, llevaba una minifalda de lo mas provocativa. No pudiéndome retener solté una carcajada y cogiéndola en brazos, la deposité sobre el sofá de enfrente de la tele.
Totalmente nerviosa, me rogó que pusiera la película. Obedeciendo, di al mando y me relajé a su lado. Ella al percatarse de que ya empezaba, me dio un beso en la mejilla y apoyó su cabeza en mi regazo para verla tumbada.
-¿Sabes que es la primera que veo?- susurró sin apartar su ojos de la tele.
En la pantalla, la protagonista  estaba siendo atendida por una espectacular morena en una peluquería. Por lo visto, se iba a ir de vacaciones y por eso necesitaba que le hicieran las ingles, de esa forma el guionista dio verosimilitud a que la primera escena fuera que la actriz afeitara el sexo de su clienta.
-Tócame- me pidió sin retirar su mirada de la tele.
Sus palabras fueron más que una declaración de guerra, mi tía quería que le  diese caña mientras disfrutaba de la película. Con cuidado fui desabrochando uno a uno sus botones mientras en la pantalla, la policía se desnudaba. El gemido que pegó cuando le pellizqué un pezón coincidiendo con el que sufría la interprete, me hizo saber que quizás su fantasía fuera hacer lo mismo que la actriz.
Decidido a probar mi teoría, seguí el guion marcado y le pellizqué el otro.
-Ahh.. – gimió descompuesta al notar la ruda caricia.
Azuzado por su respuesta, le dije al oído:
-Eres tan puta como esa policía.
Mis palabras la llevaron al borde del orgasmo y sin poderse aguantar la muchacha me rogó que siguiera acariciándola. Como en la tele, La peluquera estaba besándole los pies a su clienta, me arrodillé y cogiendo uno de los suyos, usando mi lengua fui recorriendo cada uno de sus dedos antes de metérmelos en la boca.
-Dios- aulló totalmente entregada.
Al igual que en la pantalla, subiendo por su tobillo, fui embadurnando de saliva sus piernas mientras mis manos apresaban sus pechos, magreándolos. La respuesta de mi tía no se hizo esperar y empezó a mover sus caderas, anticipando el placer que mi boca le daría.
Su excitación se fue incrementando producto de mis caricias. Al acércame a mi meta, comprobé que tenía su braguita totalmente empapada de flujo y tratando de forzar el morbo pasé mi lengua por la tela que lo cubría a duras penas. Ella al notarlo, me imploró que no parase que necesitaba sentirla en sus labios.
-Tranquila zorrita- respondí y sin hacerla caso, ralenticé mi acercamiento, recorriendo nuevamente la piel de uno de sus muslos.
Cada vez más caliente, mi tía se retorcía en el sofá pidiendo que me comiera de una puta vez su sexo. Sabiendo que debía incrementar su excitación para que fuese inolvidable, aprovechando que en la película la escena había terminado, me levanté y me senté nuevamente a su lado.
-Eres un cabrón- protestó al ver que, desobedeciendo claramente sus deseos, había vuelto a mi sitio.
Sonriendo, ni siquiera le contesté.
En la siguiente escena, la policía de ficción llegaba a comisaría y le daban un encargo rutinario. Debía de ir a un domicilio a entregar una multa a un tipo. Quizás recordando sus primeros años en el cuerpo, mi tía me confesó que al principio de su carrera, ella también lo había tenido que hacer. Fue entonces cuando me di cuenta que mi tía quería verse representada por la actriz.
Volviendo a la película, la protagonista al llegar a la calle donde tenía que entregar la sanción, veía a un ladrón robar el bolso a una anciana y sin pensárselo dos veces, corrió en su captura. Desgraciadamente  para la pobre mujer, el delincuente la había visto y escondiéndose detrás de una esquina, la golpeó en su cabeza, dejándola sin conocimiento.
-Pobre, eso duele- alcancé a oír a mi tía.
Al despertar, la morena se encontró que estaba con las manos atadas con sus propias esposas. Decidido a cumplir con lo que creía que era su fantasía, le dije:
-¿A qué esperas?.
Viendo su confusión, no esperé que me contestara y cogiendo los grilletes que tenía en su cinturón, los cerré cruelmente sobre sus muñecas. Tras unos instantes, la cara de mi tía mostró su satisfacción y con una sonrisa me pidió que le quitara la falda diciendo:
-No la lleva en la tele.
Lo que no se esperaba mi tía fue que tras despojarle de esa prenda, le diese un duro azote en una de sus nalgas, mientras le decía:
-Esta noche voy a disfrutar de una zorra- mi insulto lejos de fastidiarla, le emocionó y poniendo su cabeza nuevamente en mi muslo, esperó a ver qué pasaba.
En ese momento, el ladrón llegó a la habitación donde mantenía retenida a la policía y sin mediar una palabra la obligó a abrir la boca y a embutirse su miembro. Para entonces, Andrea estaba como loca y sin que yo se lo tuviese que pedir, se bajó del sofá y sentándose en el suelo, sacó mi pene de su encierro y se lo introdujo en la boca.
-Así me gusta, ¡Una puta dispuesta!- repetí la frase que acababa de escuchar del actor mientras metía mi pene hasta el fondo de su garganta.
Desgraciadamente para ella, en la película el delincuente sacando su polla de la boca de la policía, la sodomizó de un golpe. Fue entonces cuando sacando mi propio miembro, me dijo implorando:
-Por favor, ¡No lo hagas tan a lo bestia!
Actuando como en el filme, le solté un tortazo y le obligue a ponerse a cuatro patas mientras lo acercaba a su entrada trasera:
-¡No quiero!- gritó justo cuando de un solo golpe le introduje toda mi extensión en su interior -¡Mamón! – chilló al sentir como se abría camino en sus intestinos.
Sus quejas me enervaron y usando sus pechos como agarre, empecé a montarla sin misericordia. Mi ritmo loco iba acompañado de sus gritos de angustia y dolor. Tras un minuto donde cabalgué sin parar sobre el culo de mi tía, decidí descansar y dándole un fuerte azote en su trasero, le ordené que se moviera.
-¡Para!- me pidió.
Al recibir la segunda palmada sobre sus nalgas, respondiendo como ganado aceleró el ritmo de sus caderas. Pero fue cuando sufrió el tercero cuando ya sin poderse dominar, me rogó que siguiera azotando su trasero. Inmerso totalmente en mi papel y al igual que el actor en la pantalla no le hice ascos a seguir castigando ese culo mientras mi tía  ya berreaba sin control.
Al escucharla decir que se corría, acelerando mis maniobras busqué sincronizar mi placer con el de ella. Cogiendo su pelo, lo usé como riendas y me lancé desbocado en busca del orgasmo. Con mi pene solazando libremente en sus intestinos y mis huevos rebotando contra su coño, escuché su climax mientras su flujo me empapaba ambos muslos:
-¡No pares! ¡Mi amor!- aulló al sentir que se licuaba por entero.
Agotada se dejó caer, mientras todo su ser sufría los estragos de  su placer. Sus berridos fueron el acicate que me faltaba para dejándome llevar derramar mi simiente en el interior de su culo y con feroces explosiones diseminé mi esperma por el hasta hace escasas fechas virginal conducto. Ya satisfecho, saqué mi pene y tirando de sus esposas, la llevé hasta la cama.
Esa noche, la hermana de mi madre, la estricta policía, mi tía,  fue mi sumisa. La usé como me vino en gana hasta que conseguí quedarme dormido…
Tercer y definitivo síntoma de su transformación:
Durante las siguientes dos semanas, mi tía y yo profundizamos en nuestro juego. Antes de llegar a casa, Andrea pasaba por el videoclub y alquilaba la fantasía que quería desempeñar. Imaginaros que deseaba sentirse una criada que era abusada por su patrón, pues esa noche se disfrazaba de sirvienta y disfrutaba sirviendo a su infernal amo. Si por el contrario, tocaba una película donde la protagonista era una monja que era tomada contra su voluntad por el párroco del convento, mi tía se ponía un hábito y crucifijo en mano, me rogaba que respetara su virginidad.
Durante esa época, la vi disfrazarse de azafata, de médico, de enfermera, de puta barata e incluso se atrevió a representar el papel de una pony girl. Todavía recuerdo con añoranza esos días pero cuando creí que era imposible que mi estancia en su casa mejorara, una mañana me preguntó:
-¿Te importaría que invitara a otra persona a nuestro juego?
Pensando que se refería a otro hombre, me negué de plano diciendo:
-Ni de coña. Eres mía y de nadie más.
Andrea que no era tonta, se acercó a mi lado y dando un beso en mi oído, me susurró:
-¿Y si es una mujer?
Mi sorpresa fue total porque no me lo esperaba. Mi tía entonces aprovechó mi turbación para decirme:
-Mira hace dos días, Laura, mi ayudante te vio cuando me recogías en la comisaría y como le pareciste un yogurcito, me preguntó si podía presentarte.
Recordando que la susodicha era un espectáculo de rubia con grandes tetas, no pude dejar de estar complacido y viendo que pisaba un terreno peligroso, decidí que ella fuera la que continuara:
-Te reconozco que al principio ayer me negué de plano porque me cabreó que esa zorra te mirara, pero esta noche lo he pensado mejor y puede que sea la mujer idónea con la que ambos hagamos nuestro primer trío.
 Solo imaginar el estar con dos pedazos de mujeres como aquellas, me excitó y ya sin más acepté su sugerencia. La puta de mi tía se rio por lo fácil que había resultado convencerme y dándome un beso, me explicó su plan:
-Aunque Laura es un zorrón desorejado, dudo que acepte si directamente le planteo que se acueste con nosotros, por eso creo que lo que debemos hacer es que sienta que te ha seducido y ya en la cama aparezco sin mas.
-Estás loca- respondí, tras lo cual me puse a mi como ejemplo y le expliqué que si me enrollaba con una chavala y en mitad de la noche aparecía un tipo y quería meterse en la cama con los dos, le mandaría a la mierda.
-Tú quizás, pero ella no- contestó muerta de risa – en la comisaría se cuenta que esa cría le da a los dos palos.
Esperando que tuvieran razón esos chismes, accedí pero antes acordé con ella que para asegurarnos, yo le avisaría si debía intentarlo o por el contrario, decirle que era mejor dejarlo para otra ocasión.
-De acuerdo- aceptó, quedando conmigo que ese viernes la iba invitar a salir a tomar unas copas.
Como faltaban dos días, me olvidé del asunto y agarrando a Andrea por la cintura, nos fuimos directamente a la cama…
La cita se va al traste y eso fue mejor
Os reconozco que desde que me desperté ese día, andaba como una moto pensando que esa noche, si las cosas  se daban bien, disfrutaría de mi primer trío y encima con dos auténticos bombones, mi tía Andrea y Laura, su amiga. Obsesionado con la cita, me fue imposible concentrarme en la facultad y por eso el día se me estaba haciendo eterno.
Debía de ser las cinco cuando decidí que estaba perdiendo el tiempo en la biblioteca. Con los nervios a flor de piel, cogí el autobús y me fui a casa. Una vez allí, me metía a duchar con tranquilidad. Al salir, me estaba vistiendo cuando recibí la llamada de mi tía informándome que la cita no iba a tener lugar:
-¿Y eso? –pregunté.
-Me acaba de llamar Laura llorando, por lo visto el imbécil de su exnovio le ha montado un espectáculo en mitad del trabajo. Voy a ir a verla, no me esperes.
Cabreado, me tumbé en el salón y encendí la tele.  Como la programación era una mierda, sin darme cuenta me quedé dormido. Ya eran las nueve de la noche cuando el sonido de la puerta abriéndose me despertó. Todavía medio atontado vi entrar a Andrea acompañada de su amiga. La cara de ambas reflejaba disgusto. Al tratar de averiguar el motivo, mi tía me soltó:
-No te lo vas a creer, estábamos tomando un café en un bar cuando llegó ese cretino y la empezó a insultar…
-¡No me jodas!, ¿Y qué hiciste?- la interrumpí.
-Traté de calmarle y que se fuera- me contestó- pero en vez de tranquilizarse, ese idiota nos intentó pegar.
La tranquilidad con la que me informó del percance era tanta que pensé que no había pasado a mayores pero justo en ese momento, intervino su amiga diciendo:
-Menos mal que estaba Andrea y le puso en su lugar, sino no sé qué hubiera sido de mí.
No me tuvieron que decir nada más, conociendo las habilidades de mi tía en el cuerpo a cuerpo, comprendí que había respondido a su violencia con violencia:
“¡Qué se joda!”, me reí mentalmente sin exteriorizar que me alegraba de que  ese capullo hubiera salido calentito.
Cómo afortunadamente todo había salido bien, pregunté:
-¿Queréis que salgamos a cenar?
-No, mejor nos quedamos. No vaya a ser que ese idiota lo vuelva a intentar- respondió mi tía, visiblemente alterada y mirando a la rubia, dijo: -Tú te quedas a dormir hoy aquí.
La admiración que leí en los ojos de su amiga, me confirmó mis sospechas. Su novio debía haber recibido una buena paliza y ahora veía en Andrea a su salvadora, no a su jefa.  Tratando de desdramatizar el momento, les pregunté que querían de cenar.
-Cualquier cosa, lo que tengáis- Laura contestó.
Fue entonces cuando participando, mi tía propuso que pidiéramos la cena a un chino y celebráramos que nada había pasado. La solución nos pareció bien a los demás y mientras llegaba nuestro pedido, pusimos la mesa. No me costó observar que la actitud de la rubia con Andrea rayaba en la sumisión, antes de hablar o hacer cualquier cosa, le pedía permiso con anterioridad. Para que os hagáis una idea, un ejemplo: cuando me estaba sirviendo una cerveza, les dije si querían algo de beber y en vez de contestarme directamente, miró a su jefa y preguntó:
-¿Crees que puedo beber alcohol en mi estado?
Mi tía la miró y riendo, me pidió que abriera una botella de vino, diciéndola:
-Hoy nos vamos a emborrachar.
Aunque no me pareció entonces que tuviera una doble intención, lo cierto es que tras la primera cayeron otras dos antes de que termináramos de cenar. Poco a poco el vino fue diluyendo el malestar de ambas mujeres y ya en el postre, se reían a carcajadas recordando la última patada que le había soltado Andrea a ese sujeto.
-No creo que se le ocurra volver a molestarte- soltó mi tía.
Laura, mirándole directamente a los ojos, puso su mano encima de la de su jefa y respondió:
-Y todo gracias a ti.
La fascinación que escondían sus palabras provocó un silencio incómodo que solo se rompió cuando pregunté si poníamos música. Ambas mujeres acogieron con alegría mi sugerencia y fue la propia Andrea, la que se levantó a poner una canción. Inmediatamente, las dos se pusieron a bailar en mitad del salón mientras yo terminaba de recoger los platos.
Al volver, mi tía tiró de mí y me obligó a bailar con ellas. Usando como pista improvisada el salón, me vi atrapado entre ellas dos. Formando un sándwich con  sus cuerpos, sentí como poco a poco los roces a los que era sometido se iban incrementando. Con mi tía a mi espalda, podía sentir sus manos sobándome el trasero mientras su amiga miraba alucinada lo que hacía su jefa. En un momento dado, Andrea pasó sus brazos por mi cintura y agarró a Laura, pegándola a mí. Si bien en un principio se quedó cortada, al oír nuestras risas se relajó.
Yo, al sentir los pechos de la rubia clavándose contra el mío, bromeé diciendo:
-Me vais a poner bruto.
-Eso es muy fácil- contestó mi tía y riéndose, le dijo a su amiga: -¿Te apetece que pongamos a mi sobrino a cien?
Antes de que la contestara, vi que la cogía entre sus manos y la atraía hacia ella. La rubia, descojonada, se pegó a su jefa y sin quejarse, empezó a bailar. Si ya creía que ver a esos dos bellezones así era el sumun del morbo, más lo fue observar que Andrea susurraba algo en el oído de Laura y que esta le decía que sí.  Mi tía me guiñó un ojo y acariciando la mejilla de su amiga, acercó su boca a los labios de la otra.
Como si fuera algo pactado de antemano, el suave beso que se dieron se convirtió en un morreo apasionado. La pasión con el que se lo dieron me excitó aún antes de ver como Andrea deslizaba los tirantes que sostenían el vestido de la otra.
“¡Dios que tetas!”, pensé al verlas por primera vez al natural.
Todavía no me había recuperado de la impresión cuando con un coqueto movimiento mi tía despendió los que mantenían el suyo.
“No puede ser”, babeé al contemplar que reiniciaban su baile.
Sabiéndome convidado de piedra me mantuve al margen, cuando bajando por el cuello de Laura, la lengua de mi tía se aproximaba a uno de sus pechos. La sensualidad del momento se multiplicó cuando con la boca de apoderó del ya excitado pezón de la muchacha.
-Ahhh- oí que gemía la rubia al sentir que su jefa mamaba de ella como un bebé.
Siguiendo las enseñanzas de las películas porno que había disfrutado viendo conmigo, la lengua de Andrea siguió bajando por el cuerpo de la cría hasta que no le quedó mas remedio que arrodillarse. Hincada en el suelo, mi tía toqueteó por encima el coño de su amiga hasta que sus aullidos le informaron de su entrega. Ya convencida, con ternura, le bajó el mojado tanga:
-¡Y eso que solo querías poner bruto a tu sobrino!- Laura exclamó destornillada de risa.
-Cállate y abre las piernas- le contestó su jefa.
Sabiendo que las reticencias de su ayudante eran solo de palabra, mi tía metiendo su cara entre sus muslos, se apoderó del sexo de la rubia. Los gemidos de Laura se incrementaron por mil cuando Andrea, con suavidad retiraba con la lengua sus hinchados labios para concentrarse en su botón.
-¡Sigue!- aulló ya sin disimulo.
El placer sacudió su cuerpo cuando mi tía a base de pequeños mordiscos, comenzó a torturar su clítoris y se corrió sin remedio en cuanto sintió la lengua de su jefa explorando el interior de su vulva.
-¡Dios!-  chilló presionando la cabeza de la mujer para que sorbiera su líquido deseo.
Laura para entonces ya estaba desbordada y olvidándose que la otra mujer era su jefa, la obligó a tumbarse en el suelo mientras ella se arrodillaba entre sus piernas.
-Eres preciosa- le dijo antes de hundir su cara en el coño de su superiora.
En cuanto vio que la rubia se arrodillaba, mi tía me guiñó un ojo dándome entrada. El morbo de ver a la rubia comiéndole el chocho a Andrea y saber que para la morena era su primera vez, me terminó de convencer y mientras Laura degustaba con gozo del sabor agridulce de su jefa, me terminé de desnudar.
-Fóllate a esta puta- ordenó mi tía nada más ver mi pene erecto.
Sin nada que objetar, me acerqué a ellas y poniéndome a la espalda de la rubia, disfruté brevemente de la visión de su trasero.
“Menudo culo”, pensé.
La firmeza de sus nalgas quedó más que confirmada cuando usando mis manos, le acaricié sus cachetes. Se notaba que al igual que su jefa, Laura hacía ejercicio porque los tenía duros y sin gota de celulitis. Seguía tanteando el terreno cuando escuché que la rubia me gritaba:
-¿No has oído a tu tía? ¡Fóllame!
Sus palabras escondían una súplica bajo el disfraz de una orden y saber que esa zorrita necesitaba sentir mi verga en su interior espoleó mi deseo. Colocando la punta de mi glande en la entrada de su cueva, me entretuve jugueteando con sus pliegues hasta que sin avisarla, se la fui metiendo lentamente.
-¡Qué gozada!- chilló mi nueva amante al sentir  el paso de mi  tranca a través de sus adoloridos labios.
Mi tía exigiendo su dosis de placer, tiró del pelo de la rubia para que siguiera comiendo su coño. En cuanto la lengua de Laura penetró en el chocho de Andrea, aceleré mis movimientos. Era tanto el ritmo que imprimí a mis cuchilladas que mis huevos empezaron a rebotar contra los labios exteriores de la rubia.
-Más rápido- gritó la hermana de mi madre cuando experimentó los primeros síntomas del orgasmo.
Tanto Laura como yo interpretamos que la orden iba dirigida a nosotros, por eso mientras la rubia incrementaba la velocidad con la que su lengua y sus dedos se estaban follando a su jefa, yo incrementé aún más el compás de mis caderas.
Formando un equipo, mis embestidas obligaban a Laura a penetrar más hondo en el interior de Andrea, y los gritos de esta al sentir que se derretía en la boca de su ayudante, forzaban a un nuevo ataque por mi parte.
Mi tía fue la primera en correrse; retorciéndose en el suelo y mientras se pellizcaba sus pezones, nos ordenó que la acompañáramos. Al escucharla, aligeré aún más mi galope lo que provocó que me corriera regando el vientre  de Laura con mi semilla. El orgasmo de la rubia, siendo el último, fue bruta y  sintiendo que cada oleada de mi semen corroía su interior, aulló como una cerda a la que estuvieran sacrificando.
-¡No pares!- imploró mientras su sexo se licuaba.
Terminando de vaciar mis huevos en su coño, me quedé helado por la forma en que retorciéndose sin parar, esa mujer unía un orgasmo con el siguiente sin para de gritar a los cuatro vientos su placer. Pegando un último berrido se dejó caer junto a su jefa.
Fue entonces cuando sin dejarla descansar, mi tía la obligó a levantarse y abriendo el camino, nos llevó hasta su cama. Una vez allí, se tumbó con su ayudante a un lado y su sobrino al otro. Y satisfecha, nos dijo:
-Tengo que comprar una cama más grande.
¡SEGURO QUE TE GUSTARÁ!/
 

Relato erótico: “Esta me la pagas” (PUBLICADO POR XAVIA)

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ESTA ME LA PAGAS

 

Mamen y yo somos como hermanas. Mucha gente lo cree, al vernos juntas, pero nuestra relación comenzó en la universidad, en primer año de carrera. No sólo nos caímos bien, congeniamos enseguida y nos convertimos en inseparables.

La verdad es que no me extraña que nos consideren familia. Físicamente, tenemos fisonomías parejas, aunque Mamen tiene más cuerpo que yo, una talla más de sujetador y media más de pantalón, lo que no nos ha impedido compartir ropa en más de una ocasión.

Nuestros gustos y mentalidad también son cercanos, aunque yo siempre he sido más promiscua que ella, sobretodo de pensamiento, pues de facto no sabría decir cual le lleva la delantera a la otra. Nunca me he preocupado en contar los rollos que hemos tenido. Ella tampoco, pero debo reconocer que Mamen siempre ha fantaseado con encontrar un Príncipe Azul, es más romántica, mientras yo nunca he sentido ese anhelo.

Hasta ahora, que acercándome a la treintena, he encontrado en Jorge al compañero ideal con el que tal vez pueda construir un futuro. Mi amiga, sí ha tenido varias relaciones largas, la tercera de las cuales parecía la definitiva. Pero se rompió, dejándola hecha unos zorros una temporada.

Desde entonces, ha vuelto al acostumbrado estilo de aquí te pillo, aquí te mato, exceptuando un argentino con el que queda periódicamente para que le pegue un buen repaso. Sin compromisos.

Ambas nos licenciamos a la vez en Administración y Dirección de Empresas y nos incorporamos al mercado laboral con distinta suerte los primeros meses, yo tardé menos en situarme, pero al poco tiempo estábamos bien colocadas en compañías solventes que nos recompensaban con salarios dignos.

Aunque Mamen nunca rehuyó el ambiente laboral para sus escarceos, a mí nunca me ha gustado liarme con compañeros pues creen poder tomar sobre ti derechos que no tienen. ¿Tan difícil es de entender que estás bueno, como lo estoy yo, y solamente me apetecía una cana al aire? Pues no todo el mundo lo tiene tan claro.

No haré un repaso de mi vida profesional ni de la de mi amiga, pero al poco de cortar con Eduardo, el que debía convertirse en su Príncipe Azul, Mamen cambió de trabajo. Suponía un ascenso en su carrera, además de encontrase con un ambiente laboral bastante majo, según decía.

Si el cambio la ayudó a superar sus problemas afectivos, la llegada de un nuevo jefe que estaba buenísimo, según su fiable opinión, supuso para ella un aliciente añadido para su jornada profesional diaria. Cuando confirmó que el tío estaba soltero, no se lo pensó más y decidió concentrar sus ataques en conquistar aquel castillo. Un buen par de tetas, un culo ceñido, su seductora sonrisa y simpatía a raudales fueron sus armas. Caerá antes de quince días, afirmó convencida.

Pero no caía. Dos meses después ya no sabía qué hacer para que el tío se le tirara encima. Tal vez sea gay,  le dije, pero ella lo negaba.

-Si lo fuera no me miraría como lo hace. Le gusto y sé que me desea, pero creo que es de los tuyos. No quiere líos en la oficina o algo así.

Hasta que me llamó hace tres días eufórica, pues había encontrado el acceso que le permitiría cruzar la muralla. Pero para ello, necesitaba de mi concurso. El problema vino cuando no me gustó nada el plan que había trazado. En primer lugar porque me situaba en una situación incómoda, en segundo, porque tuve un mal pálpito desde el momento en que éste salió de sus labios.

El jueves por la tarde, Mamen debía acompañar a su jefe a una reunión con un cliente importante. Al acabar, solos, esperaba atacar como una poseída, pues estaba convencida que la invitación tenía segundo plato. El problema vino cuando éste le explicó que su hermano llegaba a Barcelona aquella tarde-noche y que debía ir a buscarlo al aeropuerto. Viendo cómo su estrategia se venía abajo, le planteó salir a cenar los cuatro. El tío aceptó de inmediato.

Así que a las 9 de la noche un Mercedes clase C blanco me recogía cerca de mi casa. Mi labor era muy sencilla, quitarle de en medio al carabina para tener cancha libre con Quim, que es como se llama su jefe.

Si había sentido cierta incomodidad los tres días precedentes, al montarme en el asiento trasero del vehículo sentí pavor. Inesperadamente, mi compañero de asiento no era mi amiga, sino un tío de unos 45 años que, a pesar de la educación con que me recibió, me repasó de arriba abajo sin ningún pudor, acosándome con aquellos sucios ojos de rata.

Delante, Mamen actuaba ya como la señora de, a pesar de que no había ocurrido nada aún entre ellos.

La cena transcurrió con relativa calma, degustando platos exquisitos, pero en todo momento me sentí como una ofrenda maya lista para el sacrificio. Quim estaba bueno, muy bueno, más teniendo en cuenta que rondaba los cuarenta. Debía medir 1,80 y se notaba que se cuidaba. Castaño de ojos almendrados y labios carnosos, sus facciones eran muy agradables, así como sus maneras, educado y divertido en todo momento.

Antonio, en cambio, era la antítesis de su hermano, aunque sorprendentemente eran muy parecidos de facciones. Pero lo que era armonía y belleza en un rostro, en el de mi emparejado era disonancia, como si hubieran tomado las piezas prestadas y las hubieran pegado mal. Además, debía pesar unos veinte kilos más y el cabello, casi rubio en su caso, ya raleaba en buena parte de su cráneo.

Llegando a los postres tuve claro que la noche no había hecho más que empezar. Mamen y Quim habían entrado ya en aquella fase de charla íntima por lo que a mí me tocó aguantarle la chapa al invitado. Después de habernos contado que llevaba años viviendo en Madrid, que dirigía el departamento de operaciones de una multinacional holandesa y que era la viva imagen del éxito personificada, eso nos vendió con la colaboración de su hermano, ahora se estaba lanzando a por mí sin disimulo. Me halagó de todos los modos que él conocía, sin mala educación, aunque era un tío tan transparente que podía leer claramente su mente, a esta hoy me la follo.

Habíamos bebido vino cenando, dos botellas de un excelente Ribera del Duero que eligió Antonio, siempre atento a llenar mi copa, y ahora pedimos cava para celebrar el encuentro, en otra burda estatagema para ponernos contentas y ser presas fáciles.

El tío había visto claramente que su hermano iba a cepillarse a Mamen en cuanto quisiera, algo que veíamos todos, pues estaba siendo tan descarada que si se hubiera arrodillado debajo de la mesa del restaurante no nos hubiera sorprendido, así que daba por sentado que también yo me abriría de piernas en un rato. Pero mi actitud no era esa, algo que le dejé claro cuando pasó su brazo por mi hombro al brindar con el cava, preguntándole por la alianza que llevaba en el dedo anular. Su respuesta no me sorprendió, pues he visto, incluso me he acostado con casados a los que su pareja les importa una mierda, esta noche soy libre y tú eres mucho más guapa que mi mujer. Pero yo sí respondí como debía, mostrándole la mía, aunque no estoy casada Jorge me regaló un fino anillo de oro blanco que para mí tiene ese significado, para dejarle claro que yo no estaba por la labor. Como era de esperar, mi gesto tampoco le frenó.

Fuimos juntas al baño antes de salir del restaurante, tratando de poner las cartas sobre la mesa. Me parecía bien que Mamen quisiera tirarse a Quim, tenía que reconocer que la pieza lo valía, pero no estaba dispuesta a aguantar mucho más al baboso de su hermano.

-Tía, aguanta un poco más…

-¿Cuánto más?

-No sé, una hora, un par como mucho.

– ¡Una mierda! Sabes perfectamente que en cuanto dejemos el restaurante se me echará encima como un troll. Y no pienso pasarme toda la noche parándole los pies. Mejor me dejáis en casa.

-Tía, hazlo por mí. Ya has visto lo bueno que está Quim, lo tengo a punta de caramelo, en un par de horas como mucho lo tendré bebiendo de mi mano.

-La que bebe de su mano eres tú, que pareces una adolescente salida…

-Pues sí, estoy salida, ¿y qué? Pienso tirármelo esta noche, en su casa, en la mía, en el coche o en la calle. Pero me lo merezco, después de que el mierda de Eduardo me dejara no he estado con ningún tío como este y no pienso dejarlo escapar –sentenció con lágrimas en los ojos fruto de la rabia.

La abracé con fuerza, pues que más de medio año después aún recordara a su casi Príncipe Azul demostraba que aún no lo había superado, prometiéndole aguantar un par de horas más, pero sólo un par de horas.

Como no podía ser de otro modo, propusieron ir a tomar una copa y bailar para que bajara la comida. Un jueves no hay tanto ambiente como en fin de semana, pero los locales de moda suelen estar bastante concurridos. Fue Mamen la que propuso el destino, una mini discoteca que habían inaugurado hacía pocos meses y a la que yo aún no había ido.

La música era agradable y cerca de la barra se podía charlar, pues el volumen quedaba amortiguado al estar en un ambiente distinto. Nos invitaron a la primera copa, gin-tonic de precio prohibitivo para cada una, mientras los acercamientos se sucedían. Bastó que tomara la bebida que Antonio me tendía y le pegara el primer sorbo, para notar por primera vez su mano en mi cintura. La aparté con educación y seguimos charlando.

Pero como me temía, no iba a detenerse porque fuera educada, pues él no era educado. No sé las veces que tuve que quitar su mano de mi cuerpo. Cintura, muslo, cadera, hombros, brazos. Incluso me tomó de la mano para sacarme a bailar. Sin duda, esperaba que yo reprodujera con él el comportamiento de Mamen con su hermano, la diferencia estribaba, a parte que yo no quería acostarme con él, en que Quim no era tan agresivo con ella, como Antonio lo era conmigo.

Curioso comportamiento. El que tiene la puerta abierta de par en par se frena, mientras el que la tiene cerrada la aporrea sin compasión.

Pasé el peor momento cuando me entregó la tercera copa. Ya llevábamos hora y media en el local, no dejaba de mirar la hora mientras mi compañero me decía a milímetros de mi oído que no me preocupara por la hora, que lo noche es joven, cuando se negó a soltarme la cintura. Volví a apartar su mano como había hecho decenas de veces, pero me sujetó con más fuerza, dejándola allí. Se lo dije, que la quitara, pero su respuesta fue que estaría loco si dejaba escapar un tesoro tan valioso como yo.

Ni me gustó el gesto, pues incluso tuvo la desfachatez de bajar la mano y tocarme la parte superior del culo, ni me gustó el comentario, pues era evidente que iba con segundas y me estaba avisando de que se acostaría conmigo sí o sí.

Necesité un manotazo en su antebrazo para liberarme, a la vez que iba en busca de mi amiga para largarnos de allí. Casi se habían cumplido las dos horas y el cerdo con ojos de rata comenzaba a tornarse muy desagradable, incluso peligroso. Justo llegué a la altura de Mamen cuando se daban el primer beso. No me importó. Tiré de ella para que me acompañara al lavabo. Y allí, como había hecho en el restaurante, la informé de que yo me iba.

-Va tía, aguanta un poco más. Justo ahora que empezábamos a besarnos.

-Pues ya está, ya lo has conseguido. Yo no aguanto más al baboso del hermano.

-Va, tómate la última copa, porfa, que lo tengo a punta de caramelo.

-No, Antonio ya está desatado. Me ha metido mano varias veces y ya estoy harta, no tengo porqué aguantarlo más.

Entonces me descolocó.

-¿Por qué no te emborrachas?

-¿Qué?

-Sí, como en aquella fiesta de la universidad que ibas tan borracha que no recuerdas prácticamente nada. –Abrí la boca sorprendida, los ojos como platos. ¿Me estaba diciendo lo que creía que me estaba diciendo? Sí, porque a continuación añadió: -Te liaste con un tío del que ni recuerdas la cara. Yo sí lo recuerdo y te aseguro que era más feo y gordo que Antonio.

-¡Vete a la mierda! –grité.

-Joder, no te pongas así.

-¿Qué no me ponga así? Me recuerdas una burrada que hice hace casi diez años, como si dejarse follar borracha fuera lo más normal del mundo, sin pararte a pensar en mí o en Jorge. ¿Recuerdas que por fin tengo un novio que me quiere, al que quiero?

-Vale, vale, tía, perdona. No quería decir eso, aunque yo no se lo iba a contar a nadie…

-Me largo. Aquí os quedáis. Si tan fácil es, ¿por qué no te montas un trío con los dos?

Diez minutos después me las prometía muy felices cuando montábamos en el coche para volver a casa. Antonio a mi derecha, en el asiento posterior, mientras los tortolitos iban delante, acaramelados. El baboso siguió dándome conversación pero mis respuestas no pasaban de monosílabos.

Las alarmas sonaron cuando cerca de mi barrio, el Mercedes se desvió tomando el camino de la playa. Pregunté dónde íbamos, mirando a Mamen, a lo que me respondió girando la cabeza hacia mí, que Quim quería enseñarle a su hermano las vistas desde el acantilado, que echaba de menos el mar pues en Madrid no tenía ese privilegio y ya hacía más de un año que no lo veía.

Miré a mi amiga asesinándola, pobre de ti que pasemos allí más de cinco minutos, la amenazaron mis ojos, pero no lo vio o no me hizo caso, cada vez más cariñosa con su jefe al que me pareció que acariciaba por encima del pantalón mientras conducía.

La verdad es que el lugar era precioso, más de día a mi parecer, pero la noche permitía ver todo el puerto deportivo y la cala sur iluminadas, así como el faro anunciando el final del espigón. Yo había ido muchas veces, sobretodo de adolescente, pues solíamos frecuentarlo buscando intimidad.

Detuvieron el coche al final del camino, desde dónde podía divisarse el espectáculo luminoso y bajaron. Yo preferí quedarme en el vehículo, a pesar de la insoportable insistencia de Antonio. Mamen saltaba como una chiquilla a la que han llevado a los autochoques por primera vez mientras los hombres la secundaban hasta el límite del litoral. Al final resultará que acabará haciendo un trío, pensé asqueada.

Pero si llevaba días con un mal pálpito, horas con muy malestar, ver a Antonio volviendo solo al coche encendió todas las alarmas. La parejita se había quedado al filo del acantilado, besándose apoyados al único pino que se atrevía a acercarse al mar.

Cuando entró en el coche, los ojos de rata me confirmaron que iba a tener que defenderme con todas mis armas, pues aquello había sido una encerrona con todas las letras. ¡Ojalá resbaléis y caigáis al mar, cabrona!

-Aquí estamos -me dijo al entrar en el coche acercándose a mí, ávido como un oso ante un tarro de miel. Le pedí que se detuviera, pues sus manos ya habían tomado mi muslo y su rostro se acercaba al mío. –Venga, ¿qué tiene de malo pasar un buen rato?

-Ya te he dicho que tengo novio y no voy a engañarlo.

-No se va a enterar, venga, no te hagas la estrecha.

-No me hago la estrecha. Te he dicho que no –levanté la voz apartándole la mano de mi cintura.

-A ver preciosa, -su tono era amenazante –si no querías nada, ¿por qué has venido?

-Porque me lo ha pedido mi amiga, para acompañaros, pero no pienso acostarme contigo.

Su mano había vuelto a mi cintura, pero a pesar de mis esfuerzos, ascendía hacia mi pecho, mientras la izquierda me tomaba de la nuca.

-Yo creo que sí te acostarás conmigo. Sois un par de guarrillas que llevan toda la noche pidiendo polla. –Negué, agarrando la mano que ya había llegado a mi pecho. El comentario era descriptivo del comportamiento de Mamen, era innegable, pero no del mío, que no le había dado pie en ningún momento a nada. –Venga, no te hagas la espléndida ahora, que según tu amiga te has comido más pollas que ella.

¡Hija de puta! Pensé mientras trataba de apartar las ocho manos del pulpo de mi cuerpo. He dicho que no, grité, suéltame. Entonces la mano de la nuca, me acarició el rostro con suavidad, la otra me tenía el pecho bien sujeto y, calmado, me escupió.

-Si pretendes bajar de este coche sin vaciarme los huevos, lo llevas claro. No he pagado la cena y las copas a dos putillas para que me dejen a dos velas, así que yo de ti, aprendería de tu amiguita -señaló con la vista hacia el acantilado donde la sombra de Mamen agachada movía la cabeza a la altura de la cintura de sus jefe. –Así que tú misma…

-Por favor, tengo novio –imploré.

-Y yo tengo mujer, y no está ni la mitad de buena que tú –respondió metiéndome la mano del pecho por dentro del escote.

Si trataba de quitar la mano, que ya había superado el sujetador, me acabaría rompiendo el vestido, así que opté por empujarlo a la altura del pecho, manteniendo el por favor Antonio, no puedo hacerlo.

-¿Quieres que te pague? ¿Es eso? ¿Cuánto quieres? ¿100, 200?

-No, por favor Antonio, suéltame.

Pero no escuchaba. Acercó su cara a la mía para besarme. Giré la cabeza instintivamente, por lo que sus labios acabaron en mi cuello, bajando hacia mi pecho. ¡Joder, puta encerrona! Si no encontraba una solución rápida aquel cerdo me iba a violar, así que opté por un término medio que me permitiera salir indemne y a él medio satisfecho.

-Espera, espera, así no –rogué mirándole a los ojos mientras mis manos lo empujaban. Se apartó un palmo, sin soltarme, mirándome ávido, hambriento ante el apetitoso manjar. –Mira, entiendo la situación y quiero ayudarte, poner de mi parte, pero tengo novio y no quiero engañarle. Es muy buen tío y le quiero mucho. Así que si quieres, te hago una paja. –Sonrió suavemente, sus ojos me inspeccionaban dubitativos, recorriendo mi cuerpo, pensando, supongo, que no podría comerse una parte del pastel, así que añadí, bajándome los tirantes del vestido: -Puedes sobarme todo lo que quieras mientras te la hago.

También bajé los tirantes del sujetador para que mis tetas aparecieran orgullosas, la izquierda aún cubierta por su mano derecha. Acercó la otra y también tomó a la gemela, con afán renovado, pellizcándome el pezón, alabándolas en forma y tamaño.

Acaba con esto lo antes posible, me dije, alargando los brazos para desabrocharle el pantalón y sacarla. Cuanto más me sobes, antes te correrás, pensé, iniciando la masturbación de un miembro de escaso tamaño, más largo que ancho.

El juego duró un par de minutos, hasta que decidió acercar sus labios a mi cara de nuevo. Volví a girarme, pues el tío me daba más asco a cada segundo que pasaba, así que sus gemidos invadieron mi cuello, babeándome, del que descendió hasta mis pechos, lamiéndome el derecho pues es el que tenía más cerca, chupándome el pezón.

Aceleré el movimiento de mi mano, esperando que se derramara rápido, deseando que se manchara la camisa como prueba de lo cerdo que era. Pero no había manera. El tío estaba aguantando más de lo que esperaba.

Coló la mano derecha entre mis piernas, buscando mi sexo, pero las cerré. Eso no, repetí una frase ya gastada aquella noche.

-Venga, así tú también te lo pasarás bien. –No, insistí apartándola.

Parecía haberse dado por satisfecho, pues la quitó para posarla en mi cintura mientras sus labios cambiaban de pezón. Miré al frente, aunque no vi a Mamen ni a Quim, pues ver su escasa cabellera cerca de mi cara me incomodaba más que sentir sus sucios labios babeándome, así que opté por cerrar los ojos. Me relajé, el cansancio de la noche me estaba atenazando, e involuntariamente, relajé mi mano, que resbalaba demasiado en un pene viscoso. Craso error.

Se apartó, sentándose bien en el asiento, alargó la mano hasta mi nuca y ordenó. Chúpamela. Eso no, repetí por enésima vez.

-Mira putilla, hasta ahora me he comportado como un caballero, -¿un qué? Pensé –pero ya estoy harto de niñerías. O me la chupas o te follo, porque es evidente que así no voy a correrme.

De la nuca, su mano había pasado a tomarme del cabello, sin hacerme daño pero decididamente. Tuve claro que no tenía escapatoria, pero no sabía que me daba más grima, meterme esa mierdecilla en la boca o abrirme de piernas para que el cerdo me jodiera.

El instinto decidió por mí. Y la fuerza de su mano también, claro. Pajear a un tío me parecía una traición a Jorge, pequeña, chupársela la aumentaba, pero dejarme posees me parecía culminarla.

No recuerdo haberme metido nunca en la boca una polla tan fina y el tío tenía razón en que me he metido unas cuantas. No sabía especialmente mal, ni tampoco desprendía un olor desagradable a pesar de saber y oler a polla. Al menos el tío era limpio. Pero por la forma de mis labios en la succión, rodeando una circunferencia tan estrecha, me daba la sensación de estar besándole, más que chupando.

Acaba rápido, volví a repetirme, vacíalo ya y salgamos de ésta. Lamí, sorbí, chupé. Eso es zorrita, chupa, hazme un buen trabajo, oía, pero opté por no escuchar.

Su mano izquierda había abandonado mi cabello para sobarme una teta, sopesándola, pero había sido sustituida por la derecha que me empujaba la cabeza marcando el ritmo que más le convenía. Me dejé dirigir, esperando el sucio bautismo. Incrementó los gemidos, acompañados de adjetivos calificativos que no me importan en un buen amante, aunque Jorge nunca los ha utilizado conmigo, pero que hoy me asqueaban. Traga guarra, come putilla, eso es zorrita.

Acaba ya, pensaba. Pero se detuvo, ordenándome que le comiera los huevos. No me quedó otra. Mírame, me ordenó, para taladrarme con sus ojos de rata y su asquerosa lengua. Ves como eres una puta, una zorra calientapollas, eso es límpiame los huevos furcia, toda la noche haciéndote la digna y no eres más que una puta de carretera que sale a follar mientras deja al novio en casa.

Se me llenaron los ojos de lágrimas que no quise que viera, así que cambié de tarea. Me la metí de un golpe, profundamente, y sorbí con decisión. Córrete ya hijo de puta.

Di en la diana. Mejor dicho, él disparó abundantemente contra mi garganta. Me retiré instintivamente, pero su mano me lo impidió. No me importa que se me corran en la boca y me trago el semen si no me queda más remedio, pero no pude evitar la arcada al notarlo bajar por mi tráquea.

Logré abrir la puerta del coche para escupir el trago más amargo de toda mi vida, pero sólo solté saliva. Un millón de asquerosos antoñitos ya debían estar llegando a mi estómago. Ese pensamiento me provocó el vómito, decorando el precioso acantilado de ostras, vieiras, carpaccio de salmón y trufas, regado todo con vino, cava y gin-tonics.

Cuando me incorporé, estaba muy mareada. Apoyé la espalda en el asiento de nuevo, tratando de detener mi cabeza que no paraba de rodar. Así las tiras del vestido para cubrirme e intenté relajarme, pero la lengua de aquel cerdo seguí percutiendo. Qué bien me la has chupado, ves como no ha sido para tanto, y otras lindezas por el estilo que prefiero no recordar.

No perdí el conocimiento en ningún momento pero sí la energía, por lo que no pude evitar que el tío descubriera de nuevo mis pechos y volviera a sobármelos. Basta, pedí, déjame, pero solamente respondía con sucios cumplidos. Tampoco tuve fuerzas para oponerme cuando volvió a inspeccionar entre mis piernas. Las cerré, pero no con la suficiente fuerza. Llegó a mi sexo y me lo acarició, incómodamente, pero tuve que escuchar como me llamaba zorra por estar empapada como una perra. Algo de flujo debía haber, seguro, pues chupar una polla siempre me ha excitado, pero juro que no había sido el caso.

Oí voces en ese momento. La parejita había vuelto, sin duda. Entreabrí los ojos, pero no vi a Mamen. Quim le dijo a su hermano que se había quedado meando. ¿Qué tal esta le preguntó? Ambos de pie fuera del coche charlando de mercancía como si yo no estuviera allí.

-La chupa de vicio, pero no me ha dejado follarla. ¿Y tu zorrita?

-Una auténtica zorra. Le he hecho lo que me ha dado la gana y seguía pidiendo más. Me parece que me he llevado el premio gordo de la empresa.

-¡Qué cabrón! Y yo con esta calienta pollas.

-¿Quieres que cambiemos? –Hubiera abierto los ojos como platos si hubiera tenido fuerzas, pero no pude. ¿Ese era el mismo Quim que se había comportado como un galán toda la noche, educado, divertido, afable, que parecía que no quería ir rápido con mi amiga? –Si quieres me quedo con ésta –me sobó un pecho –y tú te tiras a Mamen. Ya tendré tiempo de hacerlo en la oficina.

-Por ahí viene.

Ahora sí los abrí. Se había vestido y caminaba decidida, contenta hacia su amado. Una buena amiga la habría prevenido de la catadura del sujeto, pero estábamos allí por su culpa. Lo abrazó fogosa, besándolo hambrienta, mientras su jefe la tomaba de las nalgas. El beso se tornó obsceno hasta que oí a Quim preguntarle si aún quería más. Contigo siempre quiero más, respondió la idiota.

Violentamente, el hombre la giró sobre sí misma, la empujó contra el capó del coche al que se apoyó estirando los brazos, le levantó la falda del vestido, se ensalivó los dedos, hurgó entre sus piernas, estás empapada y sin bragas, sí, ¿dónde están tus bragas? Las tienes tú. Se sacó un tanga negro del bolsillo, se lo mostró mientras Mamen gemía, para metérselo en la boca a continuación. ¡Qué cerdo! ¡Qué puta!

Sin duda Quim estaba protagonizando un espectáculo para su hermano. Al menos lo miró un par de veces, como guiñándole un ojo aunque no pude ver si lo hizo, la segunda al bajarle el vestido hasta la cintura para que el pedazo de par de tetas de mi amiga se mecieran obscenas.

Cerré los ojos, harta de la velada, cuando noté las manos de Antonio moviéndome. No, no, repetí tratando de huir gateando por el asiento. Pero no me quedaban fuerzas. Tiró de mis caderas hacia atrás, quedando mi culo levantado. Apartó mi ropa, ladeó la tira del tanga y me metió los dedos, no sé cuántos. Rogué, pero sabía que era en balde.

Sorprendentemente, noté más polla de la que esperaba. Supongo que debido a mi escasa lubricación sentía la fricción más intensamente, pero su pollita me llenaba. Me dejé hacer. No me quedó otra. Mis rodillas habían quedado al filo del asiento, mientras mis caderas se asomaban al acantilado. Hundí la cabeza entre los brazos tratando de mitigar el malestar cuando sucedió. No, eso no, no me hagas eso, repetí pero lo hice para mí, incapaz de verbalizar ni una sílaba.

Un dedo había entrado en mi recto. El cerdo aquel, involuntariamente, había dado con mi punto débil. Mi anillo anal se abrazaba a aquel intruso como un naufrago a un flotador, lanzando descargas eléctricas a todo mi perineo, encendiendo mis labios vaginales, incendiando mi clítoris. No pude detener los jadeos. Ese doble juego, esa doble penetración, me perdía. Lo había probado con dos hombres, pero no funcionaba pues era demasiado agresivo. Pero una polla en el coño y un dedo o un vibrador pequeño en el culo me llevan al paraíso.

Traté de silenciar mis gemidos, de disimular mis sensaciones, pero me fue imposible. Cuando mi sexo se activa, cuando el orgasmo se acerca, dejo de ser yo, para convertirme en una fiera descontrolada.

Lo peor no fue que me follara contra mi voluntad, que su lengua me insultara de nuevo llamándome puta, zorra y perra.

Lo peor fue sentirme como una puta, una zorra, una perra, mientras pensaba en Jorge esperándome en casa.

 

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Relato erótico: “La infiel Diana y sus cornudos (Adrián) parte 7” (PUBLICADO POR BOSTMUTRU)

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El tiempo paso cada que estaba con Diana recordaba como otros se la cogieron me excitaba mucho y necesitaba verla siéndome infiel me gustaba verle con otros hombres mientras la muy puta se hacia la inocente, el tiempo fue pasando y mi vecino de 65 años Javier aprovecho para acercarse así ganar más confianza y hacernos amigos claro está también para aprovechar y darle miraditas a mi novia, cada vez que venía mi novia aprovechaba para tratarla de forma educada y ganar su confianza yo me daba cuenta como la morboseaba el viejito verde cuando ella no se daba cuenta él también se dio cuenta de que lo veía y al ver que no hacía nada se volvió más atrevido me decía que mi novia estaba muy linda que tenía un lindo cuerpo que era muy afortunado con el tiempo al ver que no le reprochaba cada vez se atrevía a más me empezó a decir que tenía un buen culo y un buen par de tetas que debía ser una diosa en la cama que debe ser muy rico podérsela coger a mí me excitaba el saber que el viejo verde deseaba a mi novia, me preguntaba que como era en la cama yo le contaba y le describía como era ella eso lo excitaba y podía apreciarse como se le hacía un gran bulto en el pantalón.
Por esa época Diana me conto que en la universidad no le iba muy bien…. Amor estoy preocupada en la universidad voy perdiendo una materia…. Como así y cual…. Física y no sé por qué a mí me va bien con las matemáticas y no sé qué hacer… y hablaste con el profesor para ver cómo te puede ayudar…. Si pero me gustaría buscar a alguien que me pueda explicar bien para ver en que estoy fallando… ve Javier fue profesor universitario el enseñaba física si quieres le pregunto a ver si te puede ayudar explicándote lo que necesitas…. Qué pena con don Javier no crees que le causare molestias…. No estoy casi seguro que te va ayudar (claro que la iba ayudar con tal de tenerla cerca)…. A bueno entonces dile…. Ok yo le digo y te aviso a ver qué me dice. Esa noche le pregunte a Javier y claro que acepto ayudarla solo me decía…. Con tal de tener esa cosita rica que tienes como novia cerca, claro que la ayudo es que está muy buena si quieres mañana mismo empezamos con las clases jejeje…. Tendría que preguntarle cuando tenga tiempo yo te aviso.
Al día siguiente llame a Diana diciéndole que Javier la ayudaría le pregunte que cuando tendría tiempo para acordar una hora me dijo que en las tardes después de las 3 le quedaría fácil que al siguiente día podrían empezar, le avise a Javier que le pareció perfecto.
Al día siguiente a las 3 llego Diana a mi casa muy linda como siempre con unos jeans apretados que resaltaban sus piernas y ese hermoso culo redondo grande y bien parado una blusita negra de mangas cortas y con escote que dejaba ver sus preciosas tetas grandecitas con una cola en el cabello y su mechón de pelo hacia la izquierda y en su linda carita de niña buena unos lentes para poder ver bien que le da un toque se sensualidad…. Hola amor y Javier…. Está en su casa esperándonos…. Pensé que venía para acá…. No me dijo que mejor en la casa de él que así sería más cómodo…. Ok entonces vamos.
Llegamos acá casa de Javier que queda justo al lado de la mía en la unidad, apenas vio a Diana casi se le salen los ojos la recorrió con la mirada casi la desnuda la saludo a mi prácticamente me ignoro nos invitó a sentarnos le pregunto a Diana sobre lo que no entendía que temas eran, Diana le dijo que era sobre mecánica de fluidos le pidió que le mostrara los apuntes y libros que tuviera para empezar a explicarle, yo mientras tanto me quede ahí mirando pasado un rato Javier me dijo que por qué mejor no iba a casa para que así no me aburriera Diana dijo si amor mejor ve que cuando acabe voy yo acepte le dije que la esperaba justo antes de salir Javier me dijo tranquilo Adrián yo se la cuido con una sonrisita y haciéndome un guiño con el ojo. Yo fui a la casa me puse a ver televisión mi mamá aprovecho para pedirme que saliera hacer unos favores a eso de las 6 apareció Diana se veía algo colorada me dijo que mejor iba a casa que ya estaba anocheciendo mi mamá la detuvo le dijo que se quedara a comer ella algo apenada acepto pero que después se tenía que ir a casa terminada la cena la fui a llevar a su casa saliendo nos encontramos con Javier con una sonrisa diciéndole a Diana mañana te espero para que continuemos…. Bueno don Javier mañana a la misma hora y se despidió de el con un beso en la mejilla mientras este viejito le daba un abrazo para sentir todo su cuerpo. En el auto le dije a diana que yo no iba a estar a esa hora tenía que hacer un trabajo que llegaría ya en la noche ella me dijo igual Javier iba a estar esperándola que de pronto nos veríamos cuando yo llegara.
La deje en su casa al volver Javier me estaba esperando en la puerta de su casa me hace una señal para que me acerque y me dice sonriendo…. Tu noviecita es muy especial jejejeje…. Por qué lo dice don Javier…. Sabe mucho jejeje…. Si ella es muy inteligente…. Si no lo dudo jajajaja…. Me parece que me quiere decir algo…. Si ven muchacho mejor entra a mi casa para contarte sobre tu noviecita linda.
Intrigado entre, nos sentamos en el sofá Javier empezó a decirme…. Sabes no dudo que Diana sea inteligente y no sé por qué le va mal en la universidad con esta materia si mientras estudiamos lograba resolver los ejercicios correctamente además logre comprobar su gusto por ciertos fluidos…. A que se refiere. Me miro con una sonrisa triunfante diciéndome…. No te enojes pero tu novia tiene una boquita muy complaciente…. Que me está diciendo. Le dije desconcertado como tratando de procesar lo que me estaba diciendo…. Tranquilo Adrián lo que te quiero decir es que Dianita es una mamona no sabes la mamada de verga que me hizo de las más ricas que me han dado en mi vida. A mí se me empezó a parar la verga se me empezó hacer un bulto en el pantalón. Yo solo pensaba no puedo creerlo mi novia de 21 añitos haciéndole una mamada a un viejo de 65 al cual ella llego a referirse como viejito verde, no puede ser le dije…. No te creo ella no haría eso. Pero en mi interior sabía que si podría hacerlo después de que la calentaran no había nada que hacer.
Tranquilo déjame contarte como paso de solo acordarme mira como me pongo. En su pantalón podía verse un gran bulto. Y mira tú como estas también me dijo señalando mi entrepierna para después decirme con tu permiso, se desabrocho el pantalón se bajó su ropa interior solo dejando salir una enorme verga morcillón muy gruesa con pelitos muy cortos blancos y unos huevos grandes y pesados se la empezó acariciar hasta que se puso durísima alcanzando unos 23 cm a lo largo de ella surcaban unas venas gruesas que la hacían lucir imponente…. De solo acordarme de la mamada se me pone dura ponte cómodo sácatela y hace te una paja mientras te cuento. Yo estaba excitado quería saber lo que había hecho mi novia no aguante y me saque la verga y me empecé hacer una paja, Javier al ver mi pene se rio y me dijo con razón Dianita es tan caliente con esa verguita no la podes satisfacer jejeje, me sentí apenado.
Déjame te cuento que ocurrió, al ver a tu novia cuando llego me calentó mucho toda linda con esa carita de niña buena y ese cuerpo sus tetas perfectas grandecitas y ese gran culo redondo tenía que buscar la manera de que te fueras, ya cuando te fuiste empecé a ganarme su confianza pasado un par de horas descansamos nos sentamos en este sofá empezamos a hablar de lo que le gusta le decía lo linda que es además de lo inteligente que era que debía tener muchos pretendientes me dijo que si pero que solo te amaba a ti le dije que eras afortunado porque una mujer así puede tener al hombre que quiera porque era muy atractiva ella empezó a ponerse coqueta y a decirme que gracias que para un hombre de mi edad me veía bien que debía haber sido muy popular con las mujeres cuando era más joven, le dije que sí que aunque no lo creyera era y soy un buen amante que lograba satisfacer a mujeres hermosas, ella rio algo tímida, coqueta me dijo que tal vez antes si pero que ahora lo dudaba mucho, le respondí tengo la herramienta con que hacerlo y le mostré mi gran bulto en mi pantalón ella se sorprendió diciéndole esto es lo que me provocas ella no dejaba de mirarme el bulto diciéndome que mejor se iba yo me desabroche el pantalón sacándome esta verga la cual puedes admirar ahora Adriancito los ojos casi se le salen al ver mi pedazo de carne se pasaba la lengua por los labios saboreándose le dije no me podes dejar así preciosa compadécete de este pobre viejo ella no muy convencida sin dejar de mirármela decía que mejor no que se iba acaríciamela un poquito por lo menos tome su manito derecha y se la coloque alrededor de mi verga la empecé a subir y a bajar ella simplemente la apretó se dejó hacer un rato luego la solté y ella solita empezó hacerme la paja descapuchándome el prepucio haciendo que mi gran cabeza rosada saliera solo la miraba hipnotizada con deseo su mano no podía rodear todo mi venudo tronco, todo esto me lo decía mientras se hacia la paja frente a mi mostrándome todo lo que mi novia vio yo también veía esa enorme verga mientras me masturbaba completamente excitado.
Mientras me hacia la una placentera paja la puta de tu novia me decía que no debíamos hacer eso yo le decía no te preocupes bonita más bien chúpamela que veo que te morís de ganas, la tome de su lindo rostro y la lleve hacia mi polla ella abrió su boquita se metió la cabeza de mi polla y empezó a chuparla degustándola pasando su lengüita en círculos tratando de meter la puntica de su lengua por la entrada de mi uretra luego empezó a meterse más mi verga dentro de su boca haciendo movimientos de mete y saca recordar eso hace que me den ganas de venirme cornudito tu novia es una puta maestra la mama muy bien yo creo que a practicado mucho vieras como la mamaba ya solo era deseo me la chupaba con mucho deseo pasaba su lengua por todo mi tronco por mis pelotas como me chupaba mis enormes testículos ahí arrodillada frente al sofá y yo sentado con mi pantalón en los tobillos poniéndole toda mi enorme verga sobre su carita de niña buena y ella toda emputecida me cogió la verga y se la metió en la boca dándome fuertes mamadas tenía como 10cm dentro de su boca lo que le quedaba afuera le hacía una paja con sus manos aaa de solo acordarme se me pone muy dura mira como la tengo puto cornudo, la verga se le veía hinchada a punto de estallar yo de imaginarme a mi novia haciéndole tremenda mamada a este viejito no aguante y me vine a chorros que cayeron en el piso, Javier solo rio y me dijo si putico así me gusta que te vengas al saber lo puta que es tu novia mírame ya casi voy a terminar como le termine en la cara a tu novia sabes deje a tu putica arrodillada mientras yo me puse de pie y le dije zorra abrí esa boca que me voy a venir y te la voy a llenar de leche, la puta muy obediente abrió su boquita me decía si dame lechita que me la quiero comer todita no aguanto más yo no aguante más y le di su premio hace rato no me venía tanto y con una puta tan rica como tu novia no era para menos me salieron 8 chorros los 4 primeros se los di en la boquita los trago con gusto. El resto los esparcí por esa bella carita para luego restregarle mi verga por toda la cara recoger con ella los restos de semen y dárselos para que se los comiera la muy puta me dejo la polla bien limpiecita aaahhh el viejo dio un quejido y se empezó a venir boto 5 chorros con una gran cantidad de semen que cayeron al suelo luego quedo rendido sentado en el sofá con cara de satisfacción.
Javier se rio y me dijo tienes una gran puta como novia cornudo hace rato no me deslechaban así recuerdo a mis estudiantes universitarias cuando me las cogía…. Tú te cogías a tus estudiantes…. Claro que si putico y para que te prepares creo que el profesor de la universidad de Diana se la va a coger jajajaja…. Por qué dice eso…. Porque era lo que yo hacía con mis alumnas más ricas Las ponía a perder la materia para luego chantajearlas y culiarmelas jajajaja al principio las muy putas se hacían las dignas pero luego quedaban encantadas con mi verga y ellas solitas venían a buscarme a pedirme mas y Dianita se ve que le gusta mucho la verga estoy seguro que va a venir por mas jajajaja.
Yo solo agache mi cabeza resignado porque sabía que era lo más seguro. Javier me dijo que no me preocupara por la universidad de Diana que cuándo el profesor se la empezara a culiar le iba a poner un 5 por que estaba seguro de que mi novia era una tremenda puta y lo iba a dejar encantado, antes de irme también me dijo que mañana iba a terminar lo que había empezado con mi novia y que me la iba a dejar bien cogida que después me contaba como se la cogió mientras nos hacíamos otra paja.
Me fui a casa ansioso por saber que pasaría el día de mañana ya quería saber que le iba hacer don Javier a mi novia. En la mañana hable con ella todo normal a eso de la las 3 en adelante la llamaba pero no me contesto insistí varias veces en el día pero nada ya a eso de las 8pm que llegue Don Javier me estaba esperando me hizo una señal con el dedo para que entrara cerró la puerta nos sentamos en el sofá y me dijo…. Adriancito que rica es tu novia saquémonos las pollas te cuento como me cogí a tu novia lo mas de rico. Simplemente nos bajamos los pantalones nos sentamos yo solo veía la verga de ese viejo verde grande morcillona y se me puso dura al instante nos empezamos a masturbar sentados uno al lado del otro en el sofá el pene de Javier se puso duro rápidamente lo miraba hipnotizado el viejo al verme solo sonreía me dijo…. Sabes tu novia llego puntualmente venía con un jean apretado como se le marcaban esas piernas y ese culote redondo y una blusita negra manga corta con un escote que le dejaba ver ese buen par de tetas que tiene sus lentes y su cola de caballo apenas cerré la puerta la manoseé con que gusto la abrace le agarre ese culote le apreté las tetas mientras la besaba tu novia dócilmente se dejaba ella ya sabía a qué venia pero la muy zorra de forma coqueta me decía no don Javier yo vine a estudiar…. Claro mamita venga le doy un repaso para que le quede bien aprendida la lección. Le di vuelta le clave mi bulto entre sus nalgotas, le apreté las tetas le besaba el cuello ella volteaba su cabeza y buscaba mi boca para besarnos y así la lleve hasta la mesa del comedor donde la deje sentada sobre mi bulto mientras ella solita se empezaba a mover en círculo buscando enterrarse más mi verga entre esas preciosas nalgas.
Estuvimos un rato besándole esa boquita dulce que sabe a frutas, le dije…. Preciosa desabróchame el pantalón sácamela verga y empieza a mamar con esa boquita juguetona. Tu novia no lo pensó dos veces se arrodillo me saco mi verga y la empezó a chupar con glotonería vieras como me la chupaba como toda una experta a espera de hecho si puedes verla, se soltó la mano de la polla que quedo parada totalmente erecta chorreada de líquido pre seminal busco en el bolsillo se su pantalón el celular lo saco busco algo en el para luego mostrarme la pantalla en ella vi a mi dulce novia arrodillada entre las piernas de don Javier con su enorme polla metida en su boquita chupándola disfrutándola mientras el viejo me decía cógeme la verga y haceme la paja mientras te muestro las fotos, la verga se me puso más dura aun sentía que se me iba a reventar yo solo estire la mano que me sobraba le agarre esa verga untada de pre semen estaba muy gorda y dura no alcanzaba a cerrar mi mano alrededor de ella empezó a mover mi mamo arriba y abajo lubricándole toda la verga con sus fluidos aaahhh siiii putito sigue así, el viejo dio un gemino de placer mientras le hacia la paja y me mostraba la imagen de mi novia chupando verga me mostro varias de como ella chupaba, luego el viejo me dijo…. Me la chupo un rato encantada después la dije que se bajara el pantalón y que se la metiera tu noviecita se paró se bajó el jean y la tanga a medio muslo se dio vuelta mostrándome ese culo enorme y redondo, firme, perfecto cogió mi verga con una mano con la otra se abrió una nalga y empezó asentarse enterrándose mi verga en esa cuquita la muy puta estaba toda mojada y como estaba de apretada se la enterró toda dando un grito de placer y diciéndome aahhh don Javier la tiene muy grande me abrió toda aaaahhh. La muy putica empezó a darse sentones se la sacaba casi toda y se sentaba cogiendo un buen ritmo ella solo disfrutaba y gemía, yo solamente gozaba de poder tirarme una hembra tan rica que buena esta tu novia mira esta foto me mostro una selfi donde se veía sentada a mi novia sobre don Javier con la polla toda enterrada se alcanzaba a ver su jean a medio muslo Javier detrás de ella con una sonrisa con una mano apretándole una teta que las tenía afuera del escote y mi novia con una mirada de placer y su boquita en forma de o. como gozaba la hija de puta ya sentía que me iba a venir de mirar eso y de hacerle la paja a la enorme, dura, babeante y caliente verga de don Javier luego él me dijo…. estuvimos un rato así luego la pare la tire sobre la mesa dejándole ese hermoso culo en pompa ella quedo acostada ahí al verme detrás de ella paro ese culo yo aproveché para enterrarle mis 23cm de carne gruesa por ese coñito baboso, la muy zorrita dio un grito aaahhhh me vas a matar a pijazos aaahhhh no pares por favor no pares aaahhh. Así me la cogí le agarraba esas nalgas le di duro le daba nalgadas era espectacular ver como mi pelvis chocaba contra su culo y como mi verga desaparecía por esa vagina como me apretaba la verga yo creo que se vino varias veces por que gritaba como loca sentía espasmos en mi pene de como apretaba y como se chorreaban sus jugos le estuve dando muy duro como la perra que es.
En esas me mostro una foto de mi novia tirada sobre la mesa con el culo en pompa y se podía ver toda la verga de don Javier enterrada y me decía…. Si putita te gusta lo que vez seguime haciendo la paja que ya me vengo. Yo no aguante más y me vine encima. Don Javier se rio y me dijo…. Te viniste antes de te mostrara lo mejor…. Y que es lo mejor…. Arrodíllate y te lo muestro. Me arrodille Javier se paró al frente de mí su enorme verga quedo a la altura de mi cara y me dijo seguime pajiando te muestro el video puso el celular encima de su verga pegado a su pelvis mientras yo agarraba su enorme polla con las dos manos y lo empecé a masturbar en la pantalla empecé a ver a mi novia eran varios videos en uno cuando estaba arrodillada chupándole la polla a don Javier ella le decía…. No me grabe don Javier…. Cállate y sigue chupando como te gusta…. Es que usted se lo puede mostrar a alguien…. No te preocupes putica esto es para uso personal jajajaja. Mi novia siguió con la mamada como si nada por varios minutos. Después se ve otro video donde mi novia estaba sentada sobre don Javier cabalgándolo con las tetas fuera del escote mientras este desde atrás le apretaba las tetas con una mano mientras ella gemía y volteaba su rostro para besarse a lo que el viejo verde aprovechaba para meterle su lengua a la boquita de mi novia ella entre clavada y clavada le pedía más y más, después siguió otro video donde se ve a mi novia tirada boca abajo sobre la mesa parando el culo en pompa y Javier clavándole ese trozo de carne desde atrás por toda su vagina que se veía muy mojada y se habría de manera impresionante recibiendo polla a toda velocidad y duro en esas le Dianita ábrete el culo para ver mejor como te la meto mi dulce novia toda sudada mirando hacia atrás mira a la cámara del celular con una mirada entregada y perdida en la toma se ve como toma sus manitas y las pone en cada nalga abriéndola se puede ver ese anito estrecho y rosado y como la enorme verga de don Javier le rompe la conchita a mi novia que gime aaaahhh si Don Javier métamela así que ya casi me voy a venir otra vez…. Puta te voy a llenar toda yo también me voy a venir. Le empezó a dar con fuerza y rápido le metía la verga profundamente mi novia solo gemía en esas se escucha el grito de Don Javier que le empieza a llenar de leche el coño a mi novia y ella empieza a tener un orgasmo…. Aaahhh puta me estas ordeñando siento como me exprimes la verga aaahhh puta…. Aaaahh siento tu leche caliente como me llenas aaahh si lléname toda. Se quedan un rato así luego se ve como le empieza asacar la polla morcillona a mi novia enfocando en primer plano su coñito que quedo totalmente abierto y se empieza a ver cómo le escurre el semen y le empieza a chorrear por las piernas y le dice…. te llene de leche jajajaja.
Ahí se corta el video en esas me dice…. Te gusto como me cogí a tu novia es una puta completa se ve que le encanta la verga y por lo que veo a ti también te gusta la verga jajajaja. Yo seguía pajendolo tenía las manos llenas de pre semen le había lubricado bien la polla con el mis manos resbalaban por ese enorme tronco duro y caliente, Javier me dice…. Hacele duro que ya casi voy a terminar mientras veo los videos de cómo me cogí a tu puta. Puso a reproducir los video y a verlos mientras yo sumisamente le hacía una paja arrodillado con esa verga babeante en frente de mi cara con Don Javier gimiendo y diciéndome así puta así jálamela rápido que ya me vengo aaahhh si maricon aaaah me vengo en tu puta cara aaaahhh. De su verga empezaron a salir chorros y chorros de leche caliente y blanca que empezaron a llenarme la cara en las mejillas la nariz la frente sobre los labios me alcanzo a caer algunas gotas en el pelo fue impresionante para un viejo de 65 años la cantidad de leche que me tiro encima…. Toda esa leche se la metí a tu novia jajajaja que buen cornudo eres voy a seguir tirándome a tu novia que te parece…. Está bien Don Javier pero que no se entere nadie y por favor mándeme las fotos y los videos de mi novia quiero tenerlos…. Jajaja no lo sé tengo que pensarlo cornudito ya veremos pero no te preocupes cada vez que me coja a tu novia te llamo para que te pajees y me hagas la paja a mi jajajaja…. Está bien…. Por cierto ahí no termino la cosa después de eso descansamos un rato luego fuimos a mi habitación ahí la desnude toda y me la cogí no me dejo que le diera por ese precioso culote porque dice que la tengo muy grande pero me dijo que me lo iba a dar y de hecho mañana que venga se lo voy abrir todo se ve que le gusta que le den por ese culo, ahora vete mañana nos vemos para pasar un buen rato juntos…. Pero no puedo salir así lleno de semen me puedo limpiar…. si ahí está el baño pero hace le rápido que me quiero ir a descansar.
Fui al baño me limpie rápido y me fui ya en casa salude a mis padres rápidamente mi mamá me miro y me dijo que olía raro le dije que era que había sudado y fui rápido a bañarme y hacerme una paja al rato me llamo Diana me preguntó como estuvo mi día igual que yo me dijo que estuvo en la u que luego fue donde don Javier a estudiar que por eso no me contesto porque estaba muy concentrada estudiando y que como yo no llegaba se había ido a su casa, solo pensaba tremenda puta que es estaba era concentrada culiando de solo recordar se me puso dura y mientras hablaba con ella me masturbaba, me pregunto qué iba a hacer mañana que caía un sábado le dije que tenía que ir a la universidad en la mañana y le pregunte si nos podíamos ver en la tarde me dijo que no porque se iba de paseo con la familia desde temprano que de pronto nos viéramos el domingo yo sospeche que iba a estar con mi viejo vecino y me estaba mintiendo le seguí la corriente hasta que se despidió diciéndome que me amaba y mandándome un beso, me seguí masturbándome esas sonó mi celular y me llego una imagen era la de mi novia chupándole la verga a mi vecino con una sonrisa y mucha calentura me pajee viendo la imagen hasta venirme.
Steven: wow es impresionante no tengo palabras.
Adrian: si, no está bien esa época las cosas se salieron de control.
Steven: pero y que paso después.
Todos estaban expectantes Steven, Antonio y hasta el oculto de Leandro.
Adrian: pues Don Javier la volvió una puta en todo el sentido de la palabra.

Relato erótico: “Las hermanas sean unidas” (PUBLICADO POR LANGARA)

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Mi nombre es Lisa y el de mi hermana Nicole, y lo que vamos a contar nos pasó cuando yo tenía 16 años y ella 18. La época en que ocurrió era tiempos en donde aun los padres cuidaban a sus hijas en base a amenazas y hasta golpeandonos, para evitar que hagamos “malas guasadas”, como solían llamar a tener relaciones sexuales. Si a esto le agregamos que todo se desarrolla en un pueblo del interior del interior, la cosa se hace mas complicada.

Estudiabamos para ser maestras, en el secundario de la ciudad. En el aspecto escolar, nunca dimos problemas, siempre fuimos buenas alumnas. Tanto en la primaria como en la secundaria. A tal punto que, al margen de esta historia, nos recibimos de maestras y llegamos a ejercer hasta que cada una en su momento, se casó y abandonamos el magisterio. A partir de acá, nos alternamos en el relato.

  • NICOLE

Me toca describirnos. Lo primero que debería decir es que eramos muy lindas. Piel blanca, cabello negro, ojos marrones, tetas medianas tirando a grandes, cuerpo atlético eran rasgos comunes a las dos. Yo, un año y 7 meses mayor que mi hermana, fui mas recatada. Vestía con faldas hasta la rodilla y usaba portasenos grandes, tratando de no sugerir ni mostrar nada. Cuando usaba pantalones, eran holgados, o sea una señorita. Hasta que …

  • LISA

Luego de nosotras llegaron a la familia tres hermanos mas, dos hermanas y un hermano. Que en aquel momento eran muy chicos, incluso la pequeña no habia nacido aun. Porque hago esta aclaración? porque siempre dicen que cuando hay hermanos o hermanas, el menor o la menor siempre es la mas rebelde. Y comparada con Nicole, no parecía que eramos hermanas. Ella, una señorita, yo una loquincha, que siempre andaba correteando, jugando con mis amigas tanto en la escuela como en el barrio. Fisicamente ya nos definió Nicole. Para agregarle que yo era mas presumida. Y por eso me llevaba medio seguido una paliza de mi madre. Yo vestía faldas cortas, cabello suelto, o sea era mas atrevida en una palabra. Y en lo sexual, tambien salí mas zafada, mucho mas zafada. Yo me “dejé coger” a los 13 años. Ya habia ingresado al primer año de la Secundaria. Y fue con uno de dos hermanos que habian venido a casa de unos vecinos. En realidad, eran sobrinos de los dueños de casa. Se quedaron un par de años en el barrio. Cuando llegaron tenían 17 y 18 años. Y con los primeros que hicieron amistad fue con nosotras. Eran muy respetuosos, estaban a punto de comenzar la carrera en el Liceo. Y cuando mis padres los conocieron, se quedaron tranquilos porque eran muy formales, como dije, muy respetuosos.

  • NICOLE

En realidad, con quien rapidamente hicieron amistad fue con Lisa. Y mamá siempre me mandaba con ella, por si las moscas. Y poco a poco yo tambien me fui haciendo amiga de los dos. Pero no se hablaba de nada malo. Eran conversaciones inocentes. Por lo menos yo.

  • LISA

Con Oscar hubo onda de una. Y Charly, el mayor, parecía mas interesado en mi hermanita. Lo cierto es que ellos eran mas grandes en edad, pero nosotras nos habiamos desarrollado jovenes, teniamos 13 y 14 y eramos altas. Y como mas grandes, ya tenian experiencia. Al principio, yo me cruzaba sola la casa del vecino, y charlabamos. Y entre charla y charla, yo lo provocaba a Oscar. Y cuando mamá la empezó a mandar a Nicole a cuidarme, yo ya tenia algunos besos y caricias con Oscar. Por eso cuando descubrí la jugada de mi madre, yo fui quien lo llevó a Oscar a cogerme. Y cuando se enteró Nicole, me mandó en cana con la vieja.

  • NICOLE

Para hacerla corta a esta parte de la historia, Lisa se lo montó con Oscar. Ellos lo negaron, pero alguna vez, cuando le descubrí otra historia, me pidió que no dijera nada y que ella me iba a contar todo. La curiosidad pudo mas. Y ahi se deschavó.

  • LISA

Mi hermanita tambien tiene lo suyo. Yo no la voy a mandar en cana, que lo cuente ella. En cuanto a mi, para cerrar esta parte de la historia, con Omar no lo hice mas que una vez. Pero despues pasaron unos cuantos. Hasta el momento de la historia, 8. Mucho, bueno, desde los 13 hasta los 16 son 3 años. Dos por año, esta bien. Y me gustaba cambiarlos porque primero los elegía porque eran lindos. Pero resultaban ser un fiasco. Hubo uno que fue mi mayor decepción, era muy lindo, bello. Pero cuando estabamos desnudos, su chota parada era mas chica y delgadita que un dedo. Como ya estabamos, lo deje hacer nomas.

  • NICOLE

Hubo momentos en que yo escuchaba como la apodaban a mi hermana y lo mas lindo que le decían era PUTA o RAMERA. Yo fui mas despacio. Charly fue mi primer novio, pero tuve miedo de hacerlo con alguien 4 años mayor. Lo hice a los 16 con un compañero, me llevó a su casa, y nos encerramos en su pieza. Fue horrible. Porque como estaba su mamá, no habia que hacer ruido, asi que me tapó la boca para que no gritara, y a mi me dolia mucho. Encima acabó dentro mío. Afortunadamente, no hubo nada coomo consecuencia de eso. Lo hicimos otra vez como a los dos meses y estuvo mejor. Nos peleamos por ‘bocon’. Asi que antes de esta historia, solo estuve con un solo muchacho. O sea, experiencia Cero.

LAS HERMANAS SEAN UNIDAS

  • LISA

Salvo lo de Oscar, mis ligues como se les dice ahora, eran en la escuela. En nuestro barrio no queriamos porque era mas peligroso. Dentro del grupo de amigos del barrio, no habia uno que no quisiera voltearnos.

  • NICOLE

En realidad era yo quien tenia que andar frenandola a Lisa. En lo personal, siempre me había gustado desde chico uno que cuando terminó la primaria, se fue a estudiar afuera. De chico conversabamos y jugabamos. Con el paso del tiempo, cada vez que venía a pasar unos dias con su familia, cuando nos veiamos nos saludabamos y nada mas. Alguna vez intenté preguntarle como le iba en el colegio, pero no pude porque siguió de largo. Era timido. Y gustaba de jugar con los varones. Su nombre era Martín y tenía la misma edad que Lisa.

  • LISA

A mi nunca me gustó porque siempre andaba con ropa de trabajo, el ayudaba a su familia que tenía un almacén. Y ya mas grande, cuando ya habia entrado el bichito de la curiosidad en mi, intenté verlo con otros ojos y descubrí que siempre me miraba. Me miraba y no decía nada. Este está loco, pensaba. Cuando terminó el tercer año en el internado, consiguió trabajo en la misma empresa que mi padre. Y dejó sus estudios. Y se quedó en el pueblo. Tenía 16 años. Y ahora nos cruzabamos mas frecuentemente. Y aunque habia mejorado su forma de vestir, su prestancia, el continuaba juntandose con changos. Nadie le conocía una novia. Raro, porque era un chico lindo, yo me le habia tirado a tipos de los que ni siquiera me acordaba la cara, yo pensaba “éste está para darle”.

  • NICOLE

Cuando Lisa me cuenta sobre Martin, confieso que me dio un poco de bronca. Como a ella lo miraba y a mi no. Yo que siempre lo buscaba. Me puse mal, porque desde que habia entrado a trabajar, yo lo tenia en la mira. Y hasta habia averiguado sobre el. Confirmé que era timido, pero tambien alguien me dijo: -Si no es p__o, pega en el palo-. Y hasta me puse mal saber eso. Y ahora saber que a la zorra de mi hermana la miraba y no se le animaba, y conmigo se mostraba esquivo, decidí joderlo.
-Lisa-, le dije. -A que no logras cogertelo a Martín?-.

  • LISA

Cuando la puritana de mi hermanita me desafió, acepté. Yo sabía que a ella siempre le gustó Martin. Pero el nunca le dio bola. Asi que redoblé la apuesta. -Y si lo hago, que gano yo-, pregunté.

  • NICOLE

La verdad no sabia que iba a pasar. Si Lisa le sonreia, y era verdad que el la comía con la mirada, seguro que se le daba. Pero eso tambien significaba que no era maricón. Asi que le respondí. -La que gana elige premio o multa-.

  • LISA

Lo primero que pensé es que mi hermanita me estaba tendiendo una trampa. Y despues, pase a pensar en como lo lograría. Yo lo saludaba, el me miraba embobado, contestaba mi saludo y me seguía con la mirada. Como intentarlo?

  • NICOLE

En los siguientes dias, tenia un dilema. No sabia si rogar que no lo consiga o hacer fuerza para que le vaya bien. Tambien me puse a pensar en la locura de mi apuesta. Asi que decidí cancelar el desafío. Cuando le dije que era una broma nada mas, se rió a carcajadas.

  • LISA

-Demasiado tarde, hermanita-, le respondí a una sorprendida Nicole. En realidad, no habia pasado nada, pero decidi ir mas a fondo. -El que gana, elige el castigo, asi que preparate- y me alejé riendome.

  • NICOLE

Cuando vi que se alejaba, le dije. -Ah, si claro, mira si te voy a creer, como se yo que pasó algo-, pregunté.

  • LISA

Estaba en mis manos. -No. Todavia no pasó nada. Pero cuando pase, vos vas a tener que estar presente. Esa es la condición que puso-, juro que en ese momento se me ocurrió.

  • NICOLE

Casi me desmayo. Por unos minutos, me quedé en silencio. Ella habia entrado al baño. Y despues de cerciorarme que no nos escuchaba nadie pregunté -y eso cuando será?-.

Asi fue que entre uno (Martin) que realmente era timido, con solo un par de experiencias; otra (Lisa) que se habia inventado una historia y no sabia como salir de ella y la tercera (Nicole) que primero puso el grito en el cielo porque no se imaginaba ser espectadora de como se la cogían a su hermana, pero que despues le gustó la propuesta pese a que ella era la que quería algo con Martín, se gestó esta desopilante aventura.

Lisa sabía que debía forzar un encuentro con Martín. Y no tenía la mas palida idea de como hacerlo. Pero cuando los astros deciden ayudar, se alinean y se logra lo imposible.
Lisa tenia que ir al Centro Medico a pedir un certificado buco dental que le exigian en la escuela. Y para eso, debía ir antes de las 7 a hacer fila para sacar turno. Y asi fue. Llegó a las 6 y 30 y ya habia gente esperando. Saco numero y se sentó y cerró los ojos dormitando. La despertó el murmullo de gente. Miró el reloj. Eran las 7 y 5. Se despabiló. Y cuando levantó la vista, se encontró conque adelante de ella estaba … Martín. Que pasó, se le habia pasado el turno. Afortunadamente, no. Fue que el habia estado antes y se volvió a su casa y retornó a esa hora.

LISA: -Hola-

MARTIN (que estaba de espaldas, giró y se encontró con Lisa): -Ho..Hola-

L: -Como estas?-

M: -Yo? Bien, vos?-

L: -Tambien. Te puedo hacer una pregunta?-

M: -Si, claro-

L: -Tenes novia?-

M: -No. Porque me lo preguntas?-

L: -Es que siempre veo que cuando nos cruzamos, me miras y es como que me comes con la mirada-

M: -Yo? No se, te habrá parecido-

L: -Puede ser, que tonta soy; pense por un momento que te gustaba-

M: -Vos? Claro que me gustas. Pero si te molesté mirandote…-

L: -No, tonto. Como me va a molestar. Ah entonces es mutuo, nos gustamos-

M: -Si. Ah vos? Que bueno-

L (viendo que Martin se quedó callado): -Si, hasta podemos ser novios-

M: -Si, claro. Sin que se entere tu papá, por supuesto-

L: -Entonces, somos novios?-

M: -Si. Por supuesto-

L: -Bueno, no me besas?-

M: -Acá?- (Mirando para todos lados)

Alli Lisa tomó la iniciativa y lo besó. Quedaron en verse el domingo a la tarde.

  • LISA

Bueno, el primer paso estaba dado. Lo que costó. Si yo no tomaba la iniciativa, no pasaba nada. Sin embargo, lo que me gustó es que cuando respondió al beso, lo hizo muy bien. O sea algo de experiencia hay. Era jueves, asi que habia que apurar el expediente. O sea, tenia que verlo una vez mas para decirle que busque algun lugar para que estemos solos. Y rogaba que entendiese la indirecta.

Parecía que la charla habia surtido efecto, porque esa noche, despues de cenar soliamos salir un rato hasta la vereda o hasta la luz del medio de la cuadra para que baje la comida y hasta las 11 teniamos permitido estar afuera, para despues ir a dormir. Nosotras siempre buscabamos a nuestras amigas, que algunas vivian en la cuadra y otras a la vuelta de la esquina. Cuando esa noche salimos, Nicole me pedia que le cuente como y cuando iba a ser el tole tole, y vi que el estaba escuchando musica por la radio, pero a diferencia de los demas que andaban cerca, estaba pinton, cambiadito, peinadito, o sea algo habia cambiado. Y cuando nos acercamos porque ibamos a la casa de una amiga de la cuadra, Mary; y el lugar donde el estaba, quedaba de paso, él nos miró, se sonrió y nos saludó. Contestamos el saludo y seguimos de largo. Nicole me pelliscaba, yo no entendía porque, hasta que hizo lo que hizo.

  • NICOLE

Yo no creia lo que Lisa me habia contado. Mas cuando me contestó en el baño con un “pronto, muy pronto”. Pero esa noche, note un cambio en la actitud de él, se sonrió y nos saludó. Asi que tenía bronca y la empecé a pellizcar. Y como ella no decía nada, decidí averiguarlo yo mismo.
Me volví, me acerqué a Martin y me senté a su lado. El se sorprendió, pero no dijo nada. Solo me miraba como asustado.

-Sabes que me gustas mucho?-, le solté de una.
El apagó el pucho y dijo: -Vos tambien me gustas-.
BINGO.
Le dije -acompañame hasta la casa de Betty?- Betty vivia atras de mi casa, o sea habia que ir hasta la esquina, pasar por un pasadizo iluminado y volver a doblar, algo asi como 50 metros.
Le pidió a uno de sus amigos que le guarde la radio. Y me acompañó.
En el camino y antes de llegar al pasadizo, le pregunté -Tenes novia?-
-Y vos?-, respondió. 
-Sabes que no o acaso me viste con alguien?-
-Yo tampoco-, dijo. 
Doblamos y nos dimos conque la mitad del pasillo estaba oscuro. Y el iba con las manos en los bolsillos. Me recosté en uno de los paredones y le pedi que me besara. Me miró y dudó. Miro a ambos lados y se acercó, me agarró la cara y me besó. Yo tambien lo abracé y entonces sentí en mi bajo cientre un bulto grande. Yo me asuste pero no deje de besarlo. El si empezó a tomar distancia.
Terminamos nuestro beso y me dijo -Nos pueden ver acá-.
Yo interpreté que queria llevarme a otro lado. Y le dije -Y adonde queres que vayamos?-
-No, a ningun lado; tal vez otro dia-.
A todo esto, el bajó las manos tapando la parte del pantalón donde va su miembro.
Para salir del trance, dije -No vas a pedirme que sea tu novia?-
Su reacción me dejo sin habla. -Lisa quiere que sea su novio y le contesté que si-.
Entonces le pegué un cachetada y me volvi hasta donde estaba Lisa, en la casa de Mary, donde conversaba con mi hermana.
El se quedó un rato, hasta que lo vimos pasar.
Cuando volvimos a casa, en el dormitorio le conté a Lisa que Martin me habia confirmado que era novio de ella. Solo le dije eso.
Y ahi nomas le dije -Ya ganaste. Listo. Decime cual es el castigo. Porque yo no voy a ir a ver como te cojes a un pendejo pelotudo-.

  • LISA

Yo note como que habia pasado algo mas, sobre todo por la reaccion de ella. Pero en ese momento no lo supe. Asi que me limité a recordarle que su presencia era una condición puesta por el. De todas maneras le dije que lo charlaría con Martín. Que el castigo se lo pondria despues. Que no se salvaría.

Por mas que intenté encontrarlo antes del domingo, que habiamos quedado en encontrarnos en el Matinee en el cine, no pude hallarlo. Asi que lo primero que pense fue que Nicole habia metido la pata. Asi que la encaré y logré sonsacarle lo que habia pasado.

Era un hecho que ese domingo nos veriamos pero no pasaría nada.

EL DOMINGO

  • NICOLE

Despues de la cachetada, me quedé mal. Mal yo y me preocupé por Martín. Asi que el sábado a la mañana, yo sabia que el salia a las 12 de su trabajo y haciendome la tonta, nos encontramos. El me vió y se paró de golpe. Pensé la cachetada. Me sentí peor. Y le hice señas para que siguiera caminando detras mio. Asi lo hizo y yo le pedí perdon por la cachetada, que fui una tonta, que toda la vida yo habia deseado ponerme de novia con el y que me dolió saber que mi hermana era su novia. El me contestó que no me preocupara, pero me metio mas confusión diciendome que era a mi a quien amaba, pero que me veia muy distante y que pensó que yo jamas le daría importancia. Asi que me despedi diciendole que solo eso quería decirle y que la pasara bien el domingo con Lisa, el intentó decirme que solo iban a ir al cine y yo le dije mirandolo, ella no va a querer ir al cine. Y me despedí.
Ese sabado a la tarde, me encara Lisa y me pregunta que le habia dicho a Martin, que no lo encontraba por ningun lado y me exigía que le diga todo lo que habia pasado en el pasillo. Y le conté todo, salvo lo del bulto y la cachetada. Le conté el beso y que estuvimos morreandonos un rato hasta que el me dijo que Lisa era su novia. Y se enojó. Pero me importaba poco despues de haberlo visto al mediodia.

  • LISA

Mis padres nos dejaban libre el domingo por la tarde para que vayamos al cine. Ya no nos preguntaban con quien ibamos porque en realidad, hasta ese domingo nunca mentimos: Ibamos al Cine.

Yo sali vestida de manera informal, un jeans, una camisa y zapatillas. Sabia que podiamos meternos mano pero no iba a pasar de ahi, ni siquiera me habia depilado la vagina. A mi hermana le sorprendió eso. -Uh, que feo me dijo el primer encuentro intimo con un chico y no depilarse, no es bueno-, dijo pero yo no le di pelota porque estaba convencida que no iba a pasar nada.

Las hermanas llegaron al cine con 20 minutos de anelación y esperaron la llegada de Martín. Ya era las menos 5, habia sonado el penultimo aviso de inicio de la pelicula y nada. Asi que decidieron entrar. Iban rumbo a la boletería cuando un nene del barrio, se le acerca y le entrega un papel a Lisa. Ella abre el papel y lo lee. “Queres entrar al cine o que estemos solos?. Si lo que queres es que estemos solos, dejala a tu hermana en el cine y seguilo a Yunguita”. Yunguita era el apodo del changuito.

  • LISA

Mierda. Que hago? No le puedo mostrar el papel a mi hermana porque se sentiria mal. Y ademas Nicole se daria cuenta que lo de su presencia no era un pedido de el. Que hago?

  • NICOLE

Cuando vi que arrugaba el papel, pensé que el tipo se habia arrepentido. Y vi como Lisa mostraba algo de preocupación. No le quise preguntar nada, pese a que ya estaba sonando el timbre de comienzo de la pelicula.

  • LISA

Que salga lo que salga, pensé. Y le dije a Nicole -Mierda, si vos no vas, no quiere, que hacemos, la pelicula ya esta comenzando-.

  • NICOLE

No le crei, mucho mas cuando le pedi me mostrara el papel y no quiso. -Esta bien, vamos, pero ojo, si el cree que las dos vamos a estar con el, esta muy equivocado-, dije sabiendo que ni yo me lo creeria. Mi respuesta la sorprendió porque no se movía -Y, que esperas?-.

  • LISA

El lugar era una soltería, un sitio en donde vivian trabajadores de otras ciudades que el fin de semana visitaban a sus respectivas familias y las habitaciones quedaban vacias; y por lo general, se la dejaban a algun conocido para que no le entren a robar. Yunguita nos dejó frente de la solteria, nos dijo que cerremos la puerta al entrar y desapareció. Entramos sin hacer ruido y no se escuchaba nada. Habia un pasillo y todas las puertas cerradas. En una de las puertas habia un papel que decía PASÁ Y PONELE SEGURO.

Asi hicimos, era una habitación donde habia una cama de plaza y media, habia una mesa y un televisor y un baño, en el que se encontraba él. Cuando salió del baño y vio que no estaba sola, se quedó desconcertado. Estaba con pantalon, sin camisa y descalzo. Oh que sorpresa, tomen asiento, alcanzo a decir.

  • NICOLE

Cuando vi la cara de sorpresa de Martin, me di cuenta que lo de mi presencia fue una perversa idea de la zorra de mi hermana. Por eso cuando quise decir que los dejaba solos y que en una hora nos encontremos en el Cine, Lisa me lo impidió.

  • LISA

Debía tomar la iniciativa y dije: -Hoy vas a hacernos el amor a las dos, porque las dos queremos ser tu novia y vos vas a decidir con quien te quedas; en caso de empate, las dos seremos tus novias-. Los ojos de Martín se iluminaron de golpe.

  • NICOLE

Ahora la que no podía articular palabra era yo. En realidad era lo que yo quería, pero habia algo que me parecia estaba mal y era que las dos estemos desnudas con el, siendo hermanas. Asi que solo dije: -Asi es, cuando estes primero con ella, yo estaré en el baño y despues cambiaremos, yo vendré y ella irá al baño-.

  • LISA

Yo esperaba una negativa rotunda de parte de Nicole. Y me salió con esto. Asi que lo unico que dije es que -Y quedamos en que como ella es la mayor, debia estar primero con vos-.

Obvio que Martín aceptó de una. Nos estabamos ofreciendo en bandeja.

  • LISA

Me fui al baño y estuve un largo rato sentada con ropa en el bidet, hasta que la curiosidad me ganó y habia una rendija en la puerta, por la que se podía ver todo. O casi todo, porque estaba en dirección oblicua.

  • NICOLE

Cuando quedamos solos, se acercó y me dijo al oido que si era mentira, no estaba obligada a hacerlo. Y yo ya estaba jugada, asi que le dije que todo era verdad. Y que queria que me cogiese. Y ahi nomas lo besé.
Sin perder tiempo, empezó a desvestirme, me dejó sin la blusa, mientras me besaba el cuello, intentó con el pantalón y yo le pedi que yo me lo sacaría, entonces el se sacó el suyo. Los dos quedamos, semidesnudos, el con un slip y yo con una bombachita y un portasenos. Me tiro en la cama, me beso en los labios, mientras me sacaba el sosten. Siguió besandome el cuello, llegó hasta mis tetas, me las mamó de una manera que empecé a gritar, me despojó de mi bombacha y se fue hasta allí y en algo que jamas me habian hecho, comenzó a jugar con su dedo sobre los labios de mi vagina, hasta que empezó a jugar con su lengua dentro de mi conchita. Yo no lo dejaba, sentía que estaba mal, pero el no salió, pese a que en algun momento, lo agarre del cabello, pero sostuvo mis manos y me metio la lengua bien profunda, hasta que una electricidad recorrió mi cuerpo y sentía que algo corría por mi conchita, creia que estaba orinando y pugne por sacarlo, pero era mas fuerte que yo y siguió. 
Grité, lloré por el placer que me estaba dando. Cuando llegó el segundo temblor, crei que me desmayaba, entonces, el me soltó una mano y se sacó su slip. Sacó saliva de su boca y se lo puso en su pene y se puso de rodillas frente a mi, abrió mis piernas, las levantó un poco y acomodó su miembro justo en la puerta de mi conchita, y empujó. Yo aún temblaba por mi segundo temblor, mi cuerpo no respondía, solo quería seguir gozando, asi que no sentí dolor cuando entró. Recien me dolió y mucho cuando sentí que me llenaba. Gemí. Me preguntó si me dolía, le dije que un poco, me preguntó si quería que me lo saque porque recien habia entrado la mitad, no contesté y el lo sacó. Me puso de costado y la metió otra vez, cuando pensaba que el dolor era menor, dijo -Mordé la almohada y aguanta un poquito-, esperó que yo lo hiciera y empujó todo lo que faltaba, que era mas de la mitad. A pesar de la almohada, mi grito se debe haber escuchado hasta en el cine. Fue un dolor tremendo. 
Mientras le pedia que me la saque porque me dolía, me quiso tranquilizar diciendo que ya estaba toda adentro, que ya pasaria el dolor. Se quedó quieto un buen rato y comenzó a meterla y sacarla, solo un poco al principio, pero despues sentía que salia toda y entraba toda, mientras el me tocaba los pechos y me besaba el cuello, la verdad es que el dolor era intenso porque cuando entraba, yo notaba en mis nalgas sus testiculos, y al hacer tope, se quedaba un rato como queriendo entrar mas de lo que se podía pero tambien el placer era grande, por lo que volvía el temblor y sentia que me llevaba a la maxima felicidad, y eso hizo que acelerara sus embestidas y yo sentia que me desgarraba, hasta que finalmente la sacó y me tiró toda su leche en la espalda. Y se desplomó a mi costado. Yo temblaba, atiné a darme vuelta y caer sobre su pecho y ahi nos besamos apasionadamente.

  • LISA

Los gemidos de Nicole hicieron que me calentara, estaba mojada, y mas aun cuando vi lo que le hacía con la lengua en su tajo. Y despues me asusté cuando se la metió. Yo no podía ver desde donde estaba, pero me imagine que era una escandalosa mi hermana. Al final terminó y vi que se besaban apasionadamente. Yo hice ruido para que sepan que iba a salir y ellos se taparon sus zonas prohibidas. Asi los vi yo al abrir la puerta. El le ofrecio un toallon grande, ella se envolvió en el y se acercó hasta el baño donde yo me encontraba. Cerramos la puerta del baño y la ayude a bañarse. Ella no demostraba nada, dolor o placer, nada. Yo tampoco le pregunté. Cuando se secó, me pidió que le trajera la ropa, asi que salí, lo encontré a Martín con un pantalon corto, recogi la ropa de mi hermana y volvi al baño. Le entregué la ropa y me pidió que salga. Ahora te toca a vos. Cuidate, me dijo.

Cuando volví a la pieza, el no estaba. Se habia ido a higienizar al baño en comun que tenia la soltería. Yo no lo sabía, me di cuenta cuando lo buscaba debajo de la cama o en el placard y sonó la puerta, el volvía. Y me lo dijo. -Todo bien?-, preguntó. -Si, no sabia donde estabas--Fui a darme una ducha en el baño grande, no quería molestarlas-. Y me acerqué a él y lo besé y el respondió de una manera apasionada, mientras en tiempo record me desabrochó el pantalón, la camisa y me las sacó, quedando iguales, ya que yo en el baño habia dejado mi sosten. Cuando puse los pies en el piso, baje mi mano y le saqué el pantalon corto y quedo frente a mi su preciosa verga. Lo mire y me agarré la cara, mostrando una expresion de susto y asombro. -Con razon los gritos de Nicole- y agregué ya de pie -y todo esto le entró?-. Por toda respuesta, el me alzo en volantas y mientras me besaba, me depositó en la cama. Bajó sus manos y me sacó la bombacha. Empezo a besarme las tetas mientras con sus manos acariciaba mi cuerpo hasta llegar a mi cuevita. -Que mojada que estas-, me dijo. Yo solo gemia con sus caricias alrededor de mi preciado tesoro. Yo sabia lo que se venía, pero no quise delatarme que los habia espiado, asi que cuando bajo para besar mi concha, yo dije -no, que haces?-, obvio que no me dio ni 5 de importancia y siguio su camino, primero me abrió con sus dedos mi cueva, y empezó a lamermela como si fuese un helado, -que jugosa que estas, mi amor-, dijo mientras desde mi interior salian mis jugos. 
Cuando metió su lengua en mi interior, me llegó una oleada de placer, me tocó mi punto debil y yo, menos escandalosa que Nicole solo me limitaba a gemir -Si, te quiero, dame mas, veni, quiero sentirte adentro, meteme ese choto ya, NO AGUANTO MAS- y él se levantó y mientras se agarraba su enorme pija, me dijo -ahora te toca a vos- y agarrandome del cuello, suavemente me hizo sentar y acercó mi boca a su choto. -No, que haces?-, dije.
Como yo conté anteriormente, tuve con 7 tipos que lo unico que hicieron fue meter su chota, ninguna tan grande como esta, y en solo una ocasion, pude experimentar un orgasmo. Pero sexo oral ninguno. Asi que me parecía repugnante meterme eso en mi boca, encima despues de que estuvo dentro de mi hermana. Y yo le dije -Por favor, eso no-. Y el lo entendió. Asi que volvió a hacerme acostar y el me besó, mientras me cogía suavemente con los dedos y me provocó mi segunda corrida -ah, meteme la pija, ME VENGO, ME CORRO-. Me corrí pero el seguía, yo ya estaba al borde de la locura. Entonces paró, se arrodilló, levanto mis piernas abiertas y empujó su trozo de carne, mientras el levantaba un poco mas mis piernas poniendolas en sus hombros. Dolió, era muy gorda su pija, el vio en mi rostro el gesto de dolor y se quedó quieto, mientras con su mano tocaba por fuera mi punto erogeno. Eso hizo que el dolor pasara a segundo plano y yo empezara a gemir al tiempo que yo misma empujaba hacia adelante buscando que entre mas. -Bueno, morde la almohada y aguantá-, dijo. Me preparé para lo que sería lo peor. Y él empujó y -Naa, pará, pará. Me dueleeee-, fue tanto el dolor que grité a pesar que la almohada llegó a amortiguar algo. El se quedó quieto, sin sacarla. Yo lloraba de dolor, porque me ardia por dentro. El acariciaba mi cuerpo, mi cabello y me consoló -ya está, ya pasó, tranquila, no hagas fuerza, te va a doler peor--sacala un ratito, me arde-, le decía. -Aguantá, ya va a pasar-, me dijo. Y asi estuvo casi por 5 minutos. Cuando creyó que no me dolía o que me dolía menos, se echó encima mientras me bajaba las piernas y ahi empezó a entrar y salir, mientras me besaba. Fue hermoso, me comia la boca, y me hacia mas placentero el sufrimiento. Abri los ojos para verlo, él mantenía cerrado los suyos, pero miré al costado y vi a mi hermana parada, haciendome señas que no la delatara, verla ahi me transformó, sacó mi costado exhibicionista, y olvide el dolor, todo y lo agarré de sus nalgas y lo atraia mas hacia mi, provocandome una mezcla de dolor y placer, inmensa, el seguia en esa posicion y cuando vio que yo respondía, me dijo -te gusta?-, y yo le respondia -si, dame mas, me voy a correr de nuevo, si, te siento todo adentro mio-, entonces la sacó, me levantó, el se acostó, y me hizo que yo lo cabalgara. Lo que supe despues, es que cuando giró, el tambien miró a mi hermana que tambien le hizo señas que callara, que no dijese nada, la muy guarra. Lo cierto es que el se tomó la verga, me la puso en la entrada y me hizo que yo me la metiera, iba de a poquito, mientras amasaba mis tetas, hasta que en un momento, ya recaliente por tanto placer, me la meti toda y grité. Esta vez no tenia nada para amortiguar, pero el siguió bajandome y subiendome, y mi cuerpo respondió derramando un rio de flujos, mientras yo deliraba. Ahi el no podia aguantar mas y me dijo -Voy a acabar, levantate-, quiso levantarme, pero yo me negué y me terminó adentro. Fue maravilloso verlo como exteriorizaba su placer -Si, toma, toma, si, ah, ah-. Cuando derramó todo su contenido lacteo, me abrazó y nos quedamos abrazados. Ahi me acordé de mi hermana y giré para verla y ella ya no estaba.

  • NICOLE

Yo violé el pacto de quedarme en el baño, un poco por celos y otro para ayudar a mi hermana en el caso de que estuviese sufriendo, pero me asusté cuando empujó, que ella pedía que se la sacara que me acerqué sigilosamente hasta ponerme a casi dos metros de la cama, me quedé mas tranquila cuando Martin se tiro encima y tras bajarle las piernas, le metia y sacaba su pene y cada vez con mas velocidad, ahi me vió Lisa y me limité a dejarla tranquila y le hice señas para que no dijera nada. Cuando le llegaba su orgasmo, el la puso arriba de él y ahi pude ver en toda su dimensión, el monstruo que tenía entre las piernas. El tambien me vio y le pedi lo mismo que a Lisa, que no dijera nada. Esa escena, viendo a mi hermana metiendose ese pedazote de carne, fue determinante para mi. Estaba mojandome, asi que sigilosamente, me fui y me metí en el baño y cuando escuché los gemidos de Martín terminando, yo que estaba con mi pantalon en las rodillas, metiendome un dedo, llegué al climax de una manera silenciosa, pero espectacular.

  • LISA

Cuando estuvimos vestidos los 3, y antes de salir de la soltería, el nos besó a las dos y salió a ver si habia gente alrededor. Volvió y nos dijo que salieramos una por vez. Yo salí primera y cuando ibamos hasta la puerta, me dijo -puedo quedarme con las dos?-, yo rei y lo besé. -Se que gozaste mas conmigo, pero tus sentimientos le pertenecen a mi hermana- ahi me interrumpió y me dijo -Si o No?-. Me alejé sin contestarle, pensando en que Nicole lo aprovecharía.

  • NICOLE

Esa despedida fue muy triste. Porque yo desconocía lo que habló con Lisa. Por eso cuando me dijo que habia decidido seguir conmigo, no le crei y le corté el rostro mal diciendole -Que lastima, yo no-. Y el se quedó mirandome, tratando de decirme algo que finalmente no le salió y yo le di un beso en la mejilla, abrí la puerta que daba a la verja y salí.

  • LAS DOS

Lisa no volvió nunca mas a estar con Martín. A la semana se puso de novia, su primer noviazgo “oficial” y a pesar que se saludaban y por ahi, Martín le tiraba algun maicito, ella nunca “picó”. 
Nicole también se puso de novia con quien finalmente sería su marido. Pero ella sí picó un par de maíces que Martín le tiró. Pero esa es otra historia. Ambas vivimos una aventura inesperada. Ni por asomo pensábamos encontrarnos con semejante ejemplar. Pero alguna vez, ya casadas -también él-, nos planteamos la posibilidad de repetirlo, pero nunca se dio la chance. Al poco tiempo, dos años, nuestro padre se jubiló y nos radicamos en la capital provincial. Y estando lejos, es mas difícil todo. Mejor, así queda como algo unico que vivimos una tarde de nuestra adolescencia.

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