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Relato erótico: “Descubriendo el sexo – Parte 7” (POR ADRIANAV)

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MALCRIADA2Al irse Luis Eduardo y quedarme sola en la casita, me invadió un sentimiento intuitivo que me hizo tomar la decisión Sin títulode regresar a mi casa. Ni Arturo ni los demás todavía habían aparecido por allí, así que me vestí con la ropa seca otra vez y emprendí el camino hacia la villa. Y nada fue más acertado.

Al llegar, a lo lejos noté luz en mi casa y me pareció extraño no ver a mis hermanos afuera jugando. Al pasar por frente de la casa de Rosa salió a mi encuentro y me dijo sonriendo:

– ¡Tienes una sorpresa! Ve directo a tu casa…

Al entrar, nada menos que mis padres habían regresado de la ciudad! Corrí a abrazarlos y después de muchos besos y la alegría de verlos otra vez, me pusieron al tanto de los últimos acontecimientos.

Ya les habían otorgado las visas para viajar a Estados Unidos. Mi padre la había podido conseguir gracias a su especialización en un nuevo método de riego y fertilización que había ideado. Con la intervención de mi tío que vive allí, esto lo consideró una empresa de Estados Unidos como algo muy útil y le dieron el salvo-conducto para poder ir. Claro que mi padre puso como condición que quería llevar a su familia y se lo aceptaron. Claro que después de varios días de idas y venidas telefónicas y las documentaciones que exigía la embajada. Por eso se habían demorado.

Pero ya estaba todo listo. Me dijeron que tenían hasta los pasajes y nos deberíamos preparar en apenas cinco días para irnos. Charlamos por horas y mamá empezó distribuir las maletas que había comprado para cada uno de nosotros, además de algo de ropa nueva y zapatos deportivos. Mientras hablábamos mi madre me miraba con ojos alegres y algo curiosos. Me sentí nerviosa, no sabía porqué.

– ¿Cómo te has sentido todos estos días m’hija?

– Bien.

– ¿No has pasado trabajo? ¿Te han estado ayudando Rosa y Arturo?

– Si! Me la he pasado muy bien mami. Ellos han sido muy cariñosos conmigo (y me dio una extraña sensación, porque al pensarlo sentí que lo que realmente me había encantado era haber hecho realidad un instinto, descubriendo el sexo con ellos).

Me quedó mirando y luego de una larga pausa se sonrió.

– Bueno, me alegro m’hija. Tengo la sensación de que has crecido. Debe de ser que al estar varios días fuera, me da esa ilusión.

Y me abrazó agregando:

– Ya eres una mujercita muy linda y debes aprender a saber cuidarte. Ya hablaremos… -me dijo con la ternura que cualquier madre habla a una hija.

La abracé y le sonreí con alegría. Pero pensé que a pesar de que ella me ve todavía como niña, ya yo me sentía mujer con suficiente madurez para tomar algunas decisiones en cuanto a los cambios causados por mi inevitable crecimiento.

Mi padre, distraído como siempre no había reaccionado igual, pero me hacía muchos cariñitos y me hizo sentar al lado de él mientras del otro lado mis hermanos se pelaban para conquistar una posición cercana a él.

Me contó que su cuñado nos estaría esperando al llegar al aeropuerto. Me dijo que nos quedaríamos con él. Que tenía una pequeña casita detrás de la cabaña donde vivía.

– ¿Y dónde vive él papi?

– Bien al norte, pasando Nueva York en un lugar no muy poblado parece, por lo que me ha contado. A él siempre le ha gustado eso de vivir en parajes solitarios y como le fue muy bien con su negocio, se da el placer de hacer lo que quiere. Pero es muy bondadoso. Se ha hecho cargo de todo lo nuestro y nos da alojamiento hasta que yo pueda revolverme por mis propios medios.

Me gustaba que me contara cosas que le sucedían, así como hacerme historias. Las vivo mientras voy creando imágenes en mi mente para darle forma a sus palabras. Poco a poco me venció el cansancio y después de darle un beso de agradecimiento me fui a mi cama.

Volví a la realidad. Entonces me di cuenta de que iba a despedirme de este ambiente, de mis vecinos de mis nuevas experiencias como niña-mujer. No iba a ver más o por lo menos por un largo tiempo a Arturo, Rosa, ni a Luis Eduardo. Sobre todo en este momento en que con ellos había empezado a experimentar de algo tan disfrutable…

Poco a poco me fui quedando dormida. Estaba muy cansada, quizás por las tantas emociones vividas ese día.

Los dos días siguientes fueron de locura. Tuvimos que ir dos veces a la ciudad y regresábamos a la noche. Hasta que la última noche antes de irnos para el aeropuerto me fui a despedir de Rosa y Arturo.

Fue emocional, aunque al principio no pudieron demostrármelo mucho porque me acompañaron mis padres y mis hermanos a verlos. Pero aún así, Arturo se las ingenió para poder darme una despedida como deseábamos tener. Buscó la excusa de que lo acompañara a buscar un recuerdo que me habían preparado justo en el momento que mis padres se habían despedido para regresar a la casa a terminar de cerrar las valijas. Mis hermanos salieron a la calle con Julián y yo seguí a Arturo que me guiaba al dormitorio de la mano. Rosa, imaginándose lo que su marido planeaba, salió detrás de ellos a despedirlos afuera para asegurarse de que estaríamos unos minutos tranquilos.

El regalo era una caña de azúcar en la que habían entallado el nombre de ellos junto al mío. Cuando entramos, Arturo me empujo suavemente a un lado desde donde nadie podía divisarlo apoyado por la falta de luz eléctrica y me abrazó. Me levantó en el aire pegando los labios a mi boca. Me gustó esa acción repentina y le abrí la boca completamente, mientras abrazándolo con las piernas me llevaba a recostarme contra la pared. Nos chupamos las lenguas mientras me hacía sentir su calenturienta dureza entre las piernas.

– Hace días que tengo ganas de cojerte!

– ¿Si?

– Si. Mira cómo me tienes de solo mirarte mientras estábamos en la cocina con tus padres. Tenía ganas de abrazarte y manosear tu conchita. ¿Y tu?

– Yo también tenía ganas.

Sentía su pija rozándome entre las piernas y yo ya estaba deseando que me la metiera. dentro. La sacó lista, dura y deseosa fuera del pantalón. Yo ya estaba volada en temperatura. Ese día estaba caliente! Resultado de pensar tanto en ellos mientras daba vueltas con mis padres para los aprontes. Pensé mucho en ellos, hasta el punto de masturbarme en la noche en silencio para no ser descubierta.

Arturo hizo a un lado mi calzoncito y cuando sentí el calor de su pija en el hueco de mi entrada, me soltó la cintura y me deslicé por completo penetrándome hasta el fondo de mi ser por pura fuerza de gravedad. Se aferró desde abajo de mis nalgas y empezó a zarandearme de arriba a abajo con una demostración de calentura fuera de lo común. No paraba de babosearme la boca y estrujarnos las lenguas.

En eso vi entrar a Rosa pero ni él ni yo pudimos parar. Y le dijo a Arturo:

– Yo también quiero despedirla mi amor.

– Chúpale el culito mi cielo.

Arturo se acostó en la cama de espaldas conmigo encima. Me tenía clavada en su maravilloso mástil que estaba durísimo y parecía no querer abandonar ni un centímetro de su presa. Sentí las manos Rosa abriéndome las nalgas y atropelladamente me metió la lengua en la entrada del culo.

Con su mano libre nos acariciaba los sexos de su marido y el mío juntos mientras continuábamos cojiendo.

Yo estaba tan fuera de mi que casi saltaba y en cada penetrada parecía que me iba a salir por detrás. Me movía con fuerza desesperante hasta que sin poderme contener empecé a jadear anunciando un orgasmo inevitable. Arturo provocado por mis eróticos movimientos y sabiendo que no había mucho tiempo antes de que mis padres me llamaran, me gritó:

– Toma mi leche! Te voy a llenar esa rica conchita!

Hizo una pausa de un par de segundos y reinició la cojida que me estaba dando mientras derramaba la abundante primer esperma bien al fondo de mis entrañas.

Y le sentí cada vez que se vaciaba dentro de mi. Ese calor tan peculiar del semen caliente mezclándose con mis paredes interiores me provocaron un grito de placer al momento que el orgasmo explotaba desde lo más profundo de mi ser. Fue mucha la leche la que derramó dentro de mi. No me soltó por un buen rato. Hasta que se calmó y me la fue sacando muy lentamente hasta que mi concha la escupió totalmente fuera y ensopada.

Pero Rosa no se quería quedar sin su cuota y ni bien me giré para salirme de esa posición, ell se acostó boca arriba y me pidió que la montara en su cara. Comenzó a chupar todo los restos de semen que tenía dentro de mi conchita ayudando mis movimientos con las manos que aferraban mi culo. Cuando ya no podía sacar más de la leche de su marido y la mía, me pidió que rodara mi cuerpo para chuparnos las dos a la vez. Abrió sus pierna y le besé en la vulva con mi boca abierta sacando la lengua de vez en cuando para jugar con su clítoris. Olía a puro sexo. Me embestía con su concha moviendo las caderas y yo chupaba abrazada de sus muslos. Yo no aguantaba mas y otra vez un orgasmo se asomaba entre mis piernas. Rosa se dio cuenta y me dijo:

– Vamos chiquita, dámela que yo también te la voy a dar…

Y las dos empezamos a gemir y sacudirnos cada una en la boca de la otra. Así estuvimos un par de minutos. Se me mojaba la boca, la nariz y hasta me corría un hilo líquido por el mentón de todo lo que le salió a ella durante el orgasmo. Volví a rotar enfrentándome a su cara y sonriéndole la besé. El interior de nuestras bocas estaba pastosa y decidimos seguir besándonos hasta conseguir suavizarlas.

Cuando entramos en calma, Arturo me vino a besar y degustar la leche de su mujer en mis labios, en mi lengua.

No habían pasado ni tres minutos que entró Julián a decirnos que mis padres me estaban esperando, pero ya estábamos tranquilos y sentados hablando. Así y todo, Rosa me dio un beso en los labios, Arturo también y Julian se quedó indeciso y sorprendido. No sabía qué hacer hasta que su madre le dijo:

– ¿No la vas a besar de despedida?

Entonces vino hacia mi, me tomo por la cintura y me dio un beso tímido en la boca.

Regresé a casa pensando en la velocidad con sucedían estas cosas vinculadas con el crecimiento y el desarrollo sexual apresurado de mi cuerpo.

¿Qué iba a hacer para saciar tanto deseo que había dentro de mi, ahora que iba a un lugar nuevo? ¿Cuánto tiempo pasaría hasta que pudiera tener sexo otra vez?

Muchas preguntas comenzaron a agolparse en mi mente y empezaron a acumularse los nervios de una nueva aventura que caía en un momento que no quería dejar de vivir lo que estaba sucediendo.

PARA CONTACTAR CON LA AUTORA
adriana.valiente@yahoo.com

 

Relato erótico: “Su alumna pilla follando a la decente profesora” (POR GOLFO)

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no son dos sino tres2
Llevábamos todo el día recorriendo el Parque de Peñalara y os tengo que reconocer que estaba hasta los huevos, porque Doña Mercedes Sin títuloolvidándose de que ya éramos amantes, se había dedicado a estudiar conmigo todas las formaciones rocosas que salían a su paso. A mí lo que me apetecía era ir al refugio donde íbamos a pasar la  noche y allí dar rienda a nuestra pasión. Tenerla tan cerca y no poderla tumbar en mitad de un prado para follármela, era un suplicio difícil de aguantar.
Desde que había descubierto que la rubia era una máquina en la cama, no podía pensar en otra cosa más que en repetir. Si entre las paredes de la universidad era un ogro, una vez se había quitado la careta de estricta profesora,  la cuarentona resultaba una hembra sedienta de sexo. Habiendo descubierto nuestra mutua atracción, durante un semestre nos habíamos limitado a calentarnos pero gracias a que durante ese viaje de estudios estábamos los dos solos, habíamos dejado en la cuneta los formalismos y habíamos follado a la orilla de un estanque.
Como teníamos que completar el trabajo que nos habían encomendado, mi profesora no había tenido más remedio que levantarse y ponerse a trabajar. Sé que tenía razón, si llegábamos sin nada, todo el mundo se preguntaría el motivo. No nos convenía ni a ella ni a mí que mis compañeros sospechasen de que entre nosotros había algún tipo de relación que no fuera la de docente-alumno.
Aun así, me molestó que ni siquiera me dejara tocarle el culo mientras examinábamos un conjunto de fallas. Con muy mala leche, me retiró la mano, diciendo:
-Señor Martínez, ¡Estamos trabajando!
Confieso que además de estar caliente como un puñetero mono, lo que me jodía es que esa mujer llevara las riendas de nuestra relación. Ella decidía como, cuando y donde podía tirármela. Yo no era más que un comparsa, un maldito instrumento de su lujuria. También os reconozco que ese papel tenía sus ventajas. Doña Mercedes con sus cuatro décadas, su metro setenta y sus enormes pechos, tenía un cuerpo maravilloso. Su trasero estaba formado por dos duras nalgas y un virginal ojete que me tenía extasiado. En cuanto  pensaba en él, no podía dejar de imaginarme como sería desflorarlo.
“¿Me dejará hacerlo? ¿Gritará en su caso? ¿Querrá repetir?” eran preguntas que me traían atontado y aunque sabía que en unas horas iba a descubrirlas, no por ello dejaba de soñar con hacerlo.
Por otra parte el calor de ese mes de Junio, me tenía completamente sudado. Mi camisa estaba empapada pero eso no era importante. Lo que sí lo era, era que la de la cuarentona también estaba mojada. El sudor de su cuerpo había convertido la tela en una especie de baba transparente y por eso, no podía dejar de observar la belleza de sus pezones marcándose sensualmente tras ella.
-¡Como me apetece comérmelos- dije en voz alta sin darme cuenta.
-¿Decía usted algo?- preguntó la que hasta ese día solo había sido para mí la hija de perra de Cristalografía.
Cansado de disimular, me planté frente a ella y le respondí la verdad:
-Estoy hasta las narices de caminar por esas cuestas y que lo que realmente necesitó es echarla un buen polvo.
Doña Mercedes al oír mi ordinariez, miró su reloj y al ver que eran más de las siete de la tarde, sonrió diciendo:
-¿Solo uno? Me defrauda Señor Martínez, realmente pensaba que al menos me iba a echar media docena.
Picado en mi orgullo, la atraje entre mis brazos y olvidándome de su jerarquía, la besé mientras mis manos recorrían ese culo que me traía en vela. La rubia descojonada, se dejó querer pero cuando ya intentaba quitarle la falda, me paró en seco diciendo:
-Vamos al refugio que nos tienen reservado- y con voz sería, me avisó: -¡Ni se le ocurra hacer ninguna idiotez hasta que nos hayamos asegurado de estar solos!
Nuevamente tenía razón la cuarentona y como no podía objetar nada a su orden, decidí forzar un poco la relación diciendo:
-Doña Mercedes, ¿No cree que ya es hora de que deje de hablarme de usted?
-De acuerdo, Miguel- y pegando su cuerpo al mío, prosiguió diciendo: -Desde ahora, te voy a tutear pero te prohíbo que tú lo hagas hasta que cumplas una de mis fantasías-
-¿Cuál?- pregunté.
-Esta noche quiero probar una cosa…
-¿El qué?- respondí francamente interesado
Avergonzada fue incapaz de mirarme a la cara mientras me respondía:
-Quiero… necesito saber que se siente… ¡Haciéndolo por detrás!
-¿Quiere que le dé por culo?- exclamé entusiasmado porque eso era exactamente mi mayor deseo.
-Sí- contestó molesta por mi expresión: -Me gustaría que me hicieras el sexo anal.
Midiendo mis palabras y manteniendo el respeto exquisito que me pedía, respondí:
-Doña Mercedes será para mí un placer hacérselo y si tiene otra fantasía que cumplir no dude en pedírsela a su esclavo Miguel.
Muerta de risa por el descaro de la respuesta, me pegó un azote en el trasero, diciendo:
-Si me acuerdo de otra, no te lo pediré, te lo exigiré.
Llegamos al refugio.
Como os imaginaréis, el viaje de ida al lugar donde íbamos a pasar la noche se me hizo larguísimo y no solo por la promesa que ese pedazo de hembra me había hecho sino porque no estaba plenamente seguro de si me la podría cumplir. Si al llegar allí, había alguien más, me podría dar por jodido. No solo no podría estrenar ese pandero sino que me tendría que conformar con una paja en la soledad de mi cama.
Afortunadamente, estaba solo el guarda del parque que al vernos llegar, nos saludó y como tenía prisa, dio con nosotros una vuelta rápida al refugio para marcharse acto seguido.
-¡Está cojonudo!- comenté al quedarnos solos – ¿Ha visto la cama? Es de dos por dos.
Poniendo cara de zorrón desorejado, mi querida profesora me cogió de la mano y pegando su pubis a mi sexo, se empezó a frotar mientras me decía:
-Ya lo he visto. Pero antes, ¿No te apetece una ducha?
Su actitud me puso a cien y tomándola en mis brazos, la llevé hasta el baño. Al depositarla sobre el suelo, abrí el grifo con ánimo de desnudarla pero sorprendido vi que la rubia se había arrodillado frente a mí y sin esperar a pedirme mi opinión, me estaba bajando la bragueta.
A continuación me miró sonriendo y al percatarse que mi pene había conseguido una considerable erección con solo mirarlo, me obligó a separar las piernas y sin más prolegómeno, vi sacaba la lengua y se ponía a lamer mi extensión mientras sus manos acariciaban mis testículos. En silencio y de pie, observé a esa mujer metiéndose mi pene lentamente en la boca. Sus labios presionaron cada centímetro de mi miembro mientras lo hacía, dotando a su maniobra de una sensualidad sin límites.
Tengo que reconocer que me sorprendió su maestría mamando. No solo fue dulce sino que como una autentica devoradora, se engulló todo y no cejó hasta tenerlo hasta el fondo de su garganta. Entonces y solo entonces, empezó a sacarlo y a meterlo con gran parsimonia mientras su lengua no dejaba de presionar dentro de su boca.
Poco a poco fue acelerando la velocidad de su mamada hasta convertir su boca en maquinaria de hacer mamadas que podría competir con éxito con cualquier ordeñadora industrial. Sabedora de lo que estaba sintiendo, se sacó la polla y con tono pícaro, preguntó:
-¿Te gusta la lección?
-Sí, Doña Mercedes, ¡Me encanta!
Satisfecha por mi respuesta, se volvió a embutir toda mi extensión y esta vez, no se cortó, dotando a su cabeza de una velocidad inusitada, buscó mi placer como si su vida dependiera de ello.
-¡Dios!- exclamé al sentir que mi pene era un pelele en su boca y temiendo que al correrme dentro de ella, se pudiera mosquear, le avisé de la cercanía de mi orgasmo.
Mi aviso lejos de contrariarla, la volvió loca y con una auténtica obsesión, buscó su recompensa. Al obtenerla y explotar mi pene en bruscas sacudidas, sus maniobras se volvieron frenéticas y con usando la lengua como cuchara fue absorbiendo y bebiéndose todo el esperma que se derramaba en su boca.  Era tal su calentura que no paró en lamer y estrujar mi sexo hasta que comprendió que lo había ordeñado por completo y entonces, mirándome a la cara, me dijo:
-¡Estaba riquísimo!- y levantándose, insistió: -Esta noche querré más.
Esa nueva promesa me recordó la primera y sin esperar a que me lo pidiera, me puse a desnudarla mientras a mi espalda, sonaba el chorro de la ducha. Contagiada por mi pasión, mi profesora me ayudó a quitarme la ropa y ya desnudos nos metimos bajo el agua. Ver y sentir sus pechos mojados, fue algo tan excitante que no pude evitar hundir mi cara en su escote. La cuarentona al sentir mi lengua recorriendo sus pezones, empezó a gemir mientras trataba con sus manos reavivar mi alicaído miembro.
-Deseo que cumpla lo prometido- dije al notar que entre mis piernas, mi sexo había recuperado su dureza.
Comprendiendo a que me refería se dio la vuelta y separando sus nalgas con sus dedos, me respondió:
-¡Es todo tuyo!-
Caí rendido ante tanta belleza y ya de rodillas, saqué mi lengua y con ella me puse a recorrer los bordes de su ano. Nada más notar la húmeda caricia en su esfínter, mi adorada profesora pegó un grito y llevándose una mano a su coño, empezó a masturbarse sin dejar de suspirar. Urgido por romper ese culo, metí toda mi lengua dentro y como si fuera un micro pene, empecé a follarla con ella.
-¡Qué delicia!- chilló al experimentar la nueva sensación.
Estimulado por sus palabras, llevé una de mis yemas hasta su ojete y introduciéndola un poco, busqué relajarlo. El chillido de placer con el que esa cuarentona contestó a mi maniobra, me dejó claro que iba bien encaminado y metiendo lo hasta el fondo, comencé a sacarlo mientras Doña Mercedes se derretía al sentirlo. Al minuto y viendo que entraba y salía con facilidad, junté un segundo y repetí la misma operación.
-¡Lo necesito!- escuché que gritaba descompuesta mientras apoyaba su cabeza sobre los azulejos de la pared.
La urgencia de esa mujer me hizo olvidar toda precaución y ya dominado por el desenfreno, cogí mi pene en la mano y tras juguetear con mi glande en esa entrada trasera, le pregunté si estaba dispuesta.
-Sí, ¡Cabrón! ¡Hazlo ya!
No esperé más y con lentitud forcé por vez primera ese culo con mi miembro. La rubia sin quejarse pero con lágrimas en los ojos, absorbió centímetro a centímetro mi verga y solo cuando sintió que se la había clavado por completo, se quejó diciendo.
-¡Cómo duele!
Intentando no profundizar en su castigo, me quedé quieto para que se acostumbrara mientras intentaba tranquilizarla acariciándole los pechos. Fue ella la que sin avisar empezó a mover sus caderas, deslizando mi miembro por sus intestinos. Paulatinamente la presión que ejercía su esfínter se fue diluyendo por lo que comprendí que en poco tiempo el dolor iba a desaparecer y sería sustituido por  placer.
Previéndolo aceleré mis penetraciones. La cuarentona se quejó pero en vez de compadecerme de ella, le solté:
-¡Cállate puta y disfruta!
Que su alumno no le obedeciera y que encima le insultara, le cabreó y tratando de zafarse de mi acoso, me exigió que parara. Pero entonces por segunda vez, la desobedecí y recreándome en mi rebeldía, di comienzo a un loco cabalgar sobre su culo.
-¡Para! ¡Que me haces daño!- chilló al sentir el rudo modo con el que la estaba empalando.
-¡Te he dicho que te calles y disfrutes! – fuera de mí, grité y recalcando mis deseos, solté un duro azote en una de sus nalgas.
Como si mi nalgada fuera un truco de magia, al menguar el dolor que escocía en su cachete, le hizo reaccionar y sin llegárselo a creer, empezó a gozar entre gemidos.
-¡No puede ser!- chilló alborozada -¡Quiero más!
Recordando que en el estanque, esa zorra había disfrutado de los azotes, decidí complacerla y castigando sus nalgas marqué a partir de ese instante mi siguiente incursión. Dominada por una pasión desbordante y hasta entonces inédita en ella, la profesora esperaba con ansia mi nueva nalgada porque sabía que vendría acompañada al momento de mi estoque.
Dejándose llevar por el ardor que colmaba su cuerpo, me pidió que la siguiera empalando mientras su mano masturbaba con rapidez su ya hinchado clítoris. La suma de todas esas nuevas sensaciones terminaron por asolar todos sus cimientos y en voz en grito me informó que se corría. El oír su entrega y como me rogaba que derramara mi simiente en el interior de su culo, fue el detonante de mi propio orgasmo y afianzándome con las manos en sus pechos, dejé que mi pene explotara en sus intestinos.
Agotados, nos dejamos caer sobre la ducha y entonces, la adusta profesora se incorporó y sentándose sobre mí, empezó a besarme mientras me daba las gracias:
-¡Ha sido estupendo!, me ha encantado todo. Incluso me he corrido al oír que me llamabas puta.
Estaba a punto de contestarle cuando de pronto, escuché:
-¡Debería darle vergüenza! ¿Quién iba a decir que Usted caería tan bajo de  acostarse con un alumno?.
Al mirar quien hablaba, descubrí a Irene sentada tranquilamente en el lavabo. No supe calcular cuánto tiempo llevaba observando pero por la sonrisa que lucía en su rostro, comprendí que al menos lo suficiente para ser testigo del modo tan violento con el que había desvirgado el culo de su profesora.
Irene impone sus condiciones.
 
Como os habréis imaginado de antemano, aunque me había sorprendido y me había preocupado el haber sido sorprendido por mi compañera, no podía compara mi estado con el terror con el que la profesora. Completamente acojonada por la pillada, se enrolló una toalla alrededor y todavía empapada, salió a dar explicaciones.
Doña Mercedes nunca se imaginó encontrarse con su alumna, tranquilamente sentada en un sofá del salón. Nada más verla, se intentó disculpar aludiendo que ambos éramos mayores de edad y que era una relación consensuada. Es más, la oí decir:
-No hacemos mal a nadie.
Irene, que se había mantenido impertérrita durante dichas excusas, esperó a que terminara para mientras se seguía pintando las uñas decirle:
-¡Zorra! Me apetece tomarme un café mientras hablo con Gonzalo.
La estricta catedrática pegó un respingo al oír el insulto, pero sabiendo que esa morena la tenía en sus manos, se calló y fue sumisamente a hacerlo a la cocina. Mientras tanto yo acababa de salir del baño. Me había dado tiempo solo a ponerme unos pantalones y por eso con el torso desnudo, le pregunté qué quería. El cerebrito, esa cría que parecía no haber roto en su vida una regla, me señaló una silla y me ordenó que me sentara. Una vez había obedecido, con gesto serio, me soltó:
-¿Sabes que me he levantado de la cama para estar contigo? Llevo deseando que me des una oportunidad desde que empezamos la carrera y cuando pienso que al fin tendría una ocasión durante estos dos días, me encuentro que te estas follando a esa puta estirada.
Su confesión me cogió fuera de lugar porque desconocía no solo sus sentimientos sino incluso que tuviera alguno, porque esa niña se dedicaba solo a estudiar. Sin saber cómo contestar, esperé a que siguiera hablando. Si ya estaba suficientemente confundido, cuando escuché sus condiciones me quedé perplejo:
-En fin- dijo tomando aire – estoy muy jodida y no creas que no pienso en hacértelo pagar.
Sus palabras que escondían un chantaje, me encendieron y casi gritando le contesté que por mi podría contárselo a todo el mundo porque me traía sin cuidado. En ese instante se nos unió Doña Mercedes con el café, de forma que fuimos los dos los que escuchamos su amenaza. La muy zorra, muerta de risa, nos explicó:
-Mira chaval. Si esto llega a oídos del rector, la guarra de tu amante puede darse por despedida y tú serías expulsado porque ya me ocuparía de convencerles de que te has beneficiado de tu amoralidad.
Tratando de mantener la cordura, la respondió:
-Irene. ¿No te has dado cuenta de que nadie te creería? Al final es la palabra de una niñata celosa contra la de una profesora de fama intachable.
Reconozco que estuve de acuerdo con la cuarentona pero entonces mi compañera soltó una carcajada diciendo:
-Zorrita, ¡Mejor te callas! – y dirigiéndose a mí, me dio su móvil- Gonzalo mira el mensaje que me acabo de mandar a  mi email.
Todavía sin conocer el alcance de sus pruebas, empecé a ver el archivo y ni siquiera hizo falta que se lo contara a la profesora porque el sonido era lo suficientemente aclaratorio: “¡Nos había grabado”. Fue entonces cuando la rubia se desmoronó y llorando, le imploró que lo borrara.
-Realmente me toma por imbécil- Irene contestó sin inmutarse –Os tengo a los dos en mi poder y pienso aprovecharlo.
-¿Qué quiere?- intervine de muy mala leche. Seguía sin creerme el cambio dado por esa chavala.
-Es fácil, para empezar: ¡Quiero que esa zorra se arrodille y me descalce!
Ya cabreado por lo que imaginaba, intenté razonar con ella, al ver que la profesora le hacía caso y se estaba agachando:
-De nada te sirve, humillarla-
Pero entonces, mientras la que en teoría era su superior le quitaba un zapato, me respondió:
-No solo voy a humillarla, pienso usarla durante dos días del modo que me venga en gana – y señalando a la mujer que tenía a sus pies, dijo: -Siempre he querido tener una esclava y gracias a ti, la he conseguido.
Asustado pero en parte excitado, pregunté:
-¿Y yo? ¿No querrás qué sea tu sumiso?
Poniendo cara de putón, contestó:
-Todavía no lo he decidido, deja que piense mientras mi perra me chupa los pies.
Mi respeto por esa rubia se diluyó al ver que cediendo a los caprichos de la alumna, Doña Mercedes estaba lamiendo los dedos de la muchacha. No me podía creer que la afamada geóloga se comportara de un modo tan servil, pero entonces me fijé que sus ojos brillaban con un fulgor extraño y alucinado, me di cuenta que ese duro trato, estaba  estimulando su lado más oscuro. Irene, viendo que tenía su control, dio otro paso en su dominio diciendo:
-Gonzalo, ¿No te parece ridículo ver a una cachorrita envuelta en una toalla? ¿No crees que estaría más guapa sin ella?
La cuarentona me miró pidiendo ayuda pero no la encontró porque para entonces, me estaba gustando el jueguecito de mi amiga. Al percatarse de ello, casi llorando se levantó y se quitó la franela. La cría no pudo reprimir una risita al ver que la profesora cumplía a rajatabla sus peticiones y por eso, tomó una decisión que me afectaba diciendo:
-Sabes, nunca me ha comido el coño una mujer. ¿Te apetecería ver como lo hace?
Olvidándome del poco o mucho cariño que tenía por esa rubia, respondí que sí. No me pasó inadvertida la mirada de odio de mi profesora al oírme pero sin darle tiempo a reaccionar, Irene se levantó la falda y le dijo:
-Ya has oído. ¡Comételo!
Incapaz de desobedecer, Doña Mercedes se arrodilló entre las piernas de la cría y dirigiéndose a su captora, preguntó si le quitaba las bragas. El tono sumiso con el que realizó su pregunta me dejó claro que iba a ceder a todo lo que le pidiera aunque ello supusiera ser su puta. La morena, sonrió y quitándose ella misma el tanga, respondió:
-Hazlo lento, ¡Quiero disfrutar!
Os confieso que no pude retirar los ojos y que con un calor enorme, contemplé la escena que esas dos mujeres me estaban regalando. La mayor dela dos desnuda arrodillada mientras la joven con la falda levantada y enseñándome el coño, le exigía que se lo zampara.
-¡Me encantará verlo!- exclamé sin percatarme todavía de mi papel de convidado de piedra.
Irene sonrió al escucharme y dirigiéndose a la sumisa que tenía en frente, le exigió que comenzara, tras lo cual, se concentró en ella. Las manos de la profesora comenzaron a recorrer las piernas desnudas de mi compañera con una dedicación no impuesta. Con mi pene ya erecto, disfrute de como la cuarentona le empezaba a besar los tobillos y como lentamente iba subiendo por sus pantorrillas. Para entonces, la morena, cogiendo un pecho con sus manos, empezó a acariciarlo mientras Doña Mercedes se empezaba a mojar al sentir la excitación de ser mandada. Sin poderlo evitar sus pezones se erizaron al oír los gemidos de su alumna, más afectada de lo que le hubiese gustado reconocer por sus maniobras.
-¡Vas a ser una perra obediente! ¿Verdad?
-Sí- masculló entre dientes sin dejar de besar cada centímetro de sus muslos.
Al sentirla tan cerca de su meta, mi compañera se desbrochó la camisa, dejándome observar por primera vez, la perfección de sus pezones rosados. Maravillado por esas dos maravillas, acomodé mi pene bajo mi pantalón y buscando una mejor posición, seguí espiando. Os confieso que tuve ganas de saltar sobre esos pechos juveniles casi adolescentes pero cuando ya estaba a punto de hacerlo, Irene se dio cuenta y me dijo:
-Todavía no es tu turno-
Cabreado pero estimulado por la escena, admiré el modo tan sensual en el que la profesora se apoderó del clítoris de la muchacha. Lo primero que hizo fue separar esos labios ya hinchados y con una delicadeza brutal, sacó su lengua y se puso a lamer tan codiciado botón.
-¡Dios! ¡Cómo voy a disfrutar con esta puta!- soltó Irene al sentirlo y presionando contra su pubis la cabeza de la rubia, le ordenó que no parara.
Su víctima, ya poseída por la lujuria, se dio un banquete al sentir que se aproximaba el orgasmo de la que era su dueña. Usando su lengua como cuchara, fue recogiendo el flujo que manaba del coño de la chavala e involuntariamente, usó una de sus manos para masturbarse mientras tanto. Los gemidos de ambas me llevaron a un estado tal que sin ser capaz de retenerme, me saqué el pene y cogiéndolo entre mis manos me empecé a hacer una paja en su honor.
Irene miró mi dureza con deseo y pellizcándose duramente los pezones, me preguntó si ella no estaba más buena que nuestra profe:
-Sí- respondí sin mentir porque esa morena estaba buenísima.
Satisfecha por mi respuesta, se dejó llevar y clamando su éxtasis se corrió dando gritos. Creyendo que mi turno no tardaría en llegar, estimulé su placer diciéndole lo mucho que la deseaba. Tal y como había previsto, la cría se retorció al oírlo pero tras dos minutos donde unió un orgasmo con el siguiente a manos de Doña Mercedes, se desplomó agotada.
Os juro que estaba convencido de que en ese momento iba a tomar el puesto de la profe. Desgraciadamente tras descansar un breve rato, mi compañera obligó a levantarse a la rubia y cogiéndola del brazo, le dijo:
-¡Puta!, hoy no vas a dormir hasta dejarme satisfecha.
La cuarentona sonrió al escucharla y sumisamente se dejó llevar hasta la habitación. Casi corriendo, las seguí y fue entonces cuando pegándome con la puerta en las narices, Irene me soltó:
-Lo siento Gonzalo, hoy has perdido tu oportunidad. ¡Mañana hablamos!
Sin todavía llegar a asimilar su desplante, señalé mi pene diciendo:
-¿No me dejarás así?
Soltando una carcajada, respondió:
-¡Hazte una paja!
 
 

Relato erótico: “Rompiéndole el culo a Mili (28)” (POR ADRIANRELOAD)

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no son dos sino tres2Nos mantuvimos echados, ella sobre mí, en una extraña posición, en silencio, bueno en agitada respiración mientras Sin títulonos recuperábamos… hasta que mi verga fue saliendo de su ano y la leche con ella… solo ahí ella se salió y procedió a limpiarse con su pequeña ropa interior…

En eso vimos una luz moviéndose alrededor nuestro… era una linterna… mierd… el vigilante… Mili vino rápidamente a mi lado. Nos acurrucamos silenciosamente detrás de un arbusto para ocultarnos. Esperamos un momento hasta que la luz fue desapareciendo a lo lejos.

– Ufff… suspiro ella al ver disiparse el peligro.

Luego Mili me diría que era un conocido de su padre, hijo de un militar amigo suyo que se había quedado sin empleo y que él le consiguió el trabajo ahí. Seguro era con el que me amenazo respecto a que tenía gente en el club para cuidar a su hija y vigilar la cabaña.

Al ver Mili que yo seguía inmóvil, sumido en mis pensamientos, recuerdos, remordimientos, etc., Mili se recostó de lado para verme, tal vez pensando que seguía resentido o molesto con ella… yo parecía una de esas chicas en shock después que pierden la virginidad… era casi una estatua…

– ¿Te pasa algo?… pregunto preocupada.

– Nada… me dio un mareo, el trago, la agitación, creo que fue mezcla de todo… me disculpe.

– Uhmmm… yo sé que te puede reanimar… me dijo coqueta.

Seguro pensó que en esa posición yo esperaba nuestro sabido ritual… se alejó un poco y luego se arrodillo y me limpio la verga de manera muy hacendosa. Logro relajarme, sacándome unos placenteros suspiros y algunas gotitas extra de mi leche, que ella engullo sin problemas… como para congraciarse del berrinche que hizo… después, se echó a mi lado…

– En realidad crees que seré tu ultima pareja… dijo cariñosa apoyando su cabeza en mi pecho.

– Sí, me gustaría… dije sinceramente, luego agregue… creo que te voy a regalar una lámpara, como la de Aladino…

– ¿una lámpara?¿para qué?… pregunto curiosa.

– Para que guardes ese genio de mierd… que tienes… le dije en tono de gracia y reproche.

– Jajaja… está bien… me dijo como niña regañada.

– Tienes que aprender a controlarte… eres muy explosiva… le reclame más calmado.

Quizás pueda sonar racista, pero a uno le queda la imagen, que las morenas son más belicosas o al menos es el estereotipo de algunas películas… pero yendo más por el lado familiar, su madre a pesar de ser de piel clara parecía algo colérica, si dominaba a ese moreno gigante… y bueno su padre tenía un aire autoritario también… Caraj… domesticar esta chica iba ser trabajoso, pensé.

– Pero es que mirabas mucho a Vane… dijo justificándose y luego hizo la pregunta que temía… ¿es que te hizo algo? ¿o te dijo algo?…

Quizás en ese momento debí decirle la verdad, las mentiras no duran mucho… además lo que paso con Vane no fue mi culpa… pero no quise malograrle el momento, suficiente tenía Mili con la preocupación por lo de su mama.

– Con todo lo sucedido… no la paso… no sé cómo actuar con ella… no me da confianza… y no sé si sea buena para Guille… respondí.

– Bueno, eso como me dijiste, es problema de ellos… son adultos… repuso Mili.

– Si… Tienes razón… dije callando todo.

Optamos por volver a la fiesta, en el camino me percate que Mili aún tenía la falda sobre el pubis y el escote debajo de los senos… se lo hice notar y enrojeció como tomate… luego tuvimos que escondernos otra vez… Mili me jalo repentinamente, pensé que era el vigilante de nuevo… pero…

Eran Vane y Guille, estaban saliendo de la fiesta, al parecer ellos también tenían su pequeña discusión, Guille parecía reclamarle algo… sin embargo notaba como Vane más que prestarle atención, observaba a todos lados… ¿nos estaría buscando?, saber si termine con Mili para aprovechar la situación… ¿estaría molesto Guille por la atención que aun ella me daba?…

Tras el acicalamiento de Mili, decidimos salir de entre los árboles, tomados de la mano… ahora el rostro que se descompuso fue el de Vane… su treta de hacernos pelear había funcionado al revés… Guille más bien menguo su molestia con ella, intentando disimular que ellos también estaban bien.

– Ya me imagino que habrán hecho… me dijo bromeando en voz baja, sin embargo Mili escucho.

Le hice un gesto como para que se calle, había confianza entre nosotros como amigos… pero no con Mili, que no le gustaban ese tipo de bromas… y se dio cuenta al ver que ella enrojecía.

Luego Mili fue a consolar a Vane que parecía abrumada… fuerza de genero será, en algunas situaciones las mujeres se apoyan mutuamente… y más con la arpía de Vane dándosela de victima seguro por su discusión con Guille. Ambas se fueron al baño, el pretexto que usan las féminas para hablar…

– ¿Qué paso?… me atreví a preguntar, viendo a Guille contrariado.

– Vamos… tú lo sabes… me dijo incómodo.

Pensé un instante que Vane le conto todo, pero de ser así… al igual que Javier ya me habría golpeado.

– ¿A qué te refieres?… insistí haciéndome el desentendido.

– Ella aún tiene una fijación contigo… ¿hizo algo? o ¿te dijo algo?… pregunto hastiado.

Era la segunda vez que me lo preguntaban, primero fue Mili y ahora Guille… y nuevamente me negué, esta vez con la cabeza… desperdicie la segunda oportunidad que tuve, tampoco quise malograrle la ilusión a mi amigo que tanto me apoyo… creí que no era el lugar ni el momento apropiado.

Pero sentí que por proteger a mi amigo y a mi enamorada, estaba cavando mi propia tumba… como el sabio Guille dijo “hagas lo que hagas, la vas a cagar”… antes por contarles las cosas a ellos, los metí en este lio… ahora quizás caería solo en la trampa que Vane me ponga y sufriría solo las consecuencias.

– Lo siento, no estoy cómodo con Vane cerca, no sé cómo actuar después de todo lo que paso… le confesé y agregue… es muy cambiante… no me da confianza…

– Tienes razón, ella se mostró afectuosa conmigo, ahora me dice que soy muy celoso y posesivo… pero solo quiero saber que pasa por su cabeza… ¿por qué actúa así?… me dijo afligido.

– No te ilusiones con ella… es muy complicada… te va fregar la vida… le aconseje.

– Lo se… pero ya me complique… me dijo abrumado, era un ciego enamorado o encaprichado.

Por más que le aconsejara, no me haría caso hasta que el se diera cuenta… cada quien elige la pared contra la cual estrellarse, es decir, todos nos entercamos alguna vez con una relación, forzando las cosas para que funcionen… solo me quedo invitarle un trago para que se olvide un momento de eso…

Tras un rato las chicas volvieron, se unieron un poco sombrías a nuestra mesa, luego fueron haciéndose participes de la conversación… nuevamente Vane se puso en modo neutro, decidí no darle importancia y difícil con lo ebrio que me puse y lo seco que me dejo Mili. Vane más bien enfilo su atención a Guille, el chico que la riño, le daba unas miradas rencorosas… y Mili, bueno volvió a ser cariñosa conmigo.

Mientras mirábamos a los pocos jóvenes que quedaban bailar, nos dimos cuenta que estábamos cansados y decidimos regresar a las cabañas… en el camino Guille y yo nos enteramos que las chicas habían decidido, mientras estaban en el baño, dormir en la misma cabaña, en la de Mili…

Evidentemente era el castigo que Vane le imponía a Guille por gritarla… pero que culpa tenía yo de eso, ya había ideado escabullirme a ver a Mili… después lo pensé… eso de dormir juntas, seria literal, es decir, la última venganza de Vane seria… ¿dormir con mi enamorada?… ¿volverla lesbiana?…

Creo que en mi estado etílico estaba desvariando… pero con esa loca nunca se sabe… me saco de mi abstracción, la sentida aceptación de Guille a esa situación… Caraj… Vane se estaba llevando sus bolas, lo había convertido en su perrito faldero que aceptaba todo de ella, pensé.

Las dejamos ir… voltee a ver a Mili, le hice un gesto… que se cuide de esa loca… ella entendió y me hizo un gesto para que no me preocupe. Me fui tambaleando con Guille… en el camino y en la cabaña me conto toda su relación con Vane… me estaba muriendo de sueño pero lo escuche…

Cuando se dio cuenta que me dormía con los ojos abiertos, que era como hablar con un maniquí… me libero de ese castigo y me dejo irme a dormir… otra vez me deje caer sobre esa maldita cama que no me dejaría descansar tan fácilmente…

Nuevamente empezaron mis sueños primero con Viviana, pasando después a mis sueños pseudo húmedos con Vane… había algo de lógica en mi sentimiento de culpa por lo de Viví que ahora reflejaba en Vane… sentía que todas esas situaciones eran producto de mis errores, que ellas pagaron las consecuencias de mis actos y de alguna manera debía congraciarme con Vane para sentirme perdonado.

Una cosa es pensar racionalmente en resarcir un daño… pero la otra cabeza (del pene) a veces no piensa igual, solo se queda con las imágenes candentes de mi sueño con mi cuerpo entrelazado con el de Vane en un confuso acto sexual, mezcla de pasión animal (que tenía con Mili) y cariño (que tuve con Vivi)…

– Por la put… madr… casi grite al despertarme de golpe, luego agregue palmeando mi frente… sal de mi cabeza… puta de mierd…

Aún era de noche… Guille roncaba en el cuarto de al lado… intente dormir otra vez y me asaltaban imágenes similares… Caraj… me había obsesionado con esa loca… pensé que solo había una forma de exorcizarme de eso… iría a buscarla y le haría el amor salvajemente… a mi enamorada, mal pensados…

Como en la mañana, el cuerpo de Mili me ayudaría a callar esos demonios, quizás sería bueno despertar acurrucado con ella de manera placentera y romántica… luego llamaría a Viví para hacer las paces, y buscaría la manera tranquila de conversar con Vane racionalmente… así mataría mis culpas y demonios, luego al fin volvería a dormir tranquilo…

Esperando a Mili antes del baile, fisgoneando en los alrededores de su cabaña, había encontrado un lugar por donde entrar… se trataba de una puerta de acceso secundaria, que en teoría había sido clausurada, estaba fijada por unos clavos… pero… era de esas puertas divididas en 2: una parte inferior de 1 metro de altura y la parte superior el resto…

En mi exploración note que solo la parte superior de la puerta estaba fija, la parte inferior se había descolgado un poco. Seguro los niños que se hospedaron ahí anteriormente habrán jugado con esa parte inferior de la puerta, dejándola maltrecha… ahora lucia apenas pegada o juntada al marco de la puerta, se veía que con un empujón se abriría sin problemas.

Ya que veía que mi cabaña estaba embrujada, maldita por el abuso que Vane me infringió, más aun por los sueños repetitivos que tuve… entonces tentaría suerte en la cabaña de Mili…

Me escabullí mismo Rambo, entre los arbustos alrededor de la cabaña de Mili… note, que el vigilante se había tomado a pecho su misión de cuidar ese lugar, dio minuciosamente una vuelta alrededor, seguramente esperando oír algo que pudiera interpretar como mi presencia dentro… al no notar nada fuera de lo normal, decidió proseguir su camino, pero volteando de cuando en cuando…

Al ver que estaba prudencialmente lejos, me acerque a la puerta descrita, le di un pequeño empujón, para no hacer ruido y, como esperaba, la puerta cedió fácilmente… a pesar de mi ansiedad de entrar, tuve que ser paciente y abrir de a pocos, para evitar que el chirrido de esa vieja puerta me delate… luego cerrar la puerta también lentamente, para no dejar huellas de mi ingreso…

Una vez adentro habían 2 dormitorios, igual que en mi cabaña, uno grande: que en mi caso usaron Guille y Vane, supongo que acá lo usaron los viejos de mili… y otro dormitorio más pequeño, que use yo en mi cabaña y supongo Mili aquí… entonces enrumbe a este cuarto…

Mi corazón latía a mil por la adrenalina de la situación y poseer a Mili en ese lugar prohibido, escapando de la vigilancia y tomándola por sorpresa… me recordó la vez que la desperté en mi casa con mi verga por detrás… esperaba que esta vez fuera algo diferente… debía tener cuidado también de no hacerla gritar para no llamar la atención de Vane o del vigilante en alguna de sus rondas…

Abrí esta puerta también con sigilo… dentro vi que sobre la cama se dibujaba una apetitosa silueta tapada por las sabanas… observando el cuarto, encontré que la ropa que Mili había usado en la fiesta, estaba en el suelo… su ropa de baño colgada en un mueble… algo desordenada la niña…

En este caso la luz no entraba tan directamente al dormitorio como en mi cabaña, había más penumbra… Pero igual pude distinguir que Mili descansaba boca abajo… posición propicia para mis fines, pensé… seria que me estaría esperando para que la atore por detrás como le gustaba…

Me restaba dar unos pasos para llegar a la gloria… sentí nuevamente el mareo, tomar dos días seguidos no me cayó bien, seguía semi embriagado … o era la ansiedad de tenerla otra vez… mi verga estaba dura de nuevo viendo el bulto que formaban las posaderas de Mili que sobresalían de las sabanas.

Frente a la cama, fui jalándole suavemente las sabanas para no despertarla… fueron apareciendo sus piernas y su enorme rabo… ella ni se inmuto… vi que tenía un polo que apenas si le cubrían sus nalgas… se veía esa deliciosa raja y lo abultado que se ponían glúteos al llegar a las piernas…

Yo me desnude, para que nada entorpeciera mi faena… fui subiendo lentamente a la cama, para no hacer ruido ni movimientos bruscos que la saquen de su sueño… mis piernas ladearon sus piernas, comencé a acariciar sus nalgas… maldito mareo… mis sentidos no se sentían del todo bien…

En la maraña de pelos que cubrían su rostro, podía jurar que la note sonreír o al menos emitió un sonido de complacencia entre sueños… bueno es suficiente, ya no puedo esperar más, me dije… estaba a mil, aparte con el temor que el volviera el vigilante y se le ocurriera ver por las ventanas…

Le abrí un poco las nalgas y fui enfilando mi verga a su pequeño ano… aquí si tuve un poco de paciencia, no quería clavarla de golpe y despertarla bruscamente… había llevado algo de crema por si acaso, la incursión seria repentina y necesitaría algo de ayuda para que entre mi verga.

Me unte la crema y fui metiendo de a pocos mi verga, empujando paulatinamente… apenas escuche unos leves quejidos, pero sin mayor movimiento u oposición… Mili también estaba ebria, seguro con los sentidos más adormilados y anestesiados que los míos…

Ya había logrado insertar la cabeza de mi pene, su esfínter parecía oponer resistencia, seguro inconscientemente iba apretando las nalgas… pero no me desanime…

– Ohhh… ufff… escuche su gemido entre sueños, cuando la parte más gruesa le entro.

Al oírla, casi me da un paro cardiaco… me detuve… al ver que se relajaba nuevamente y que el sonido fue más de complacencia que de queja, entonces procedí a insertarla más… ya veía media verga desaparecida entre sus golosas nalgas… más bien ella realizo un pequeño movimiento involuntario quizás, abrió un poco las piernas, como para separar las nalgas y que la atoren mejor…

A medida que le iba entrando la otra mitad, notaba como movía el cuello nerviosa, resoplando y gimoteando por momentos… cada vez más sentía que levantaba un poco sus caderas para que le entre mejor… mientras yo seguía forcejeando para metérsela toda, hasta la raíz…

Una vez que mi ingle finalmente choco con sus redondos glúteos, solté un suspiro de alivio… al fin la tenía enganchada hasta el fondo… de la emoción, una gotita de leche se me escapo… Mili a su vez, se retorció satisfecha… sus piernas se comenzaron a mover, como escaneando cada centímetro de mi verga en su interior… era como cuando uno se estira en la cama al levantarse…

– ¿Qué?… ouuu… uhmmm… exclamo suavemente, levantando un poco la cabeza.

Se estaba despertando, se había sentido deliciosamente atorada, esa opresión en sus nalgas, más esa tiesa barra de carne en sus entrañas… era evidente que por más borracha que estuviera, en algún momento se daría cuenta que se la estaban clavando, prácticamente violando…

Me incline, casi eche encima suyo, mi brazo izquierdo se apoyaba en la cama y mi mano derecha le tapaba la boca para evitar que grite… me acerque para susurrarle, al menos donde yo creía que estaba su oído, porque su cabello era un desorden que cubría su rostro…

– No te preocupes… soy yo… le dije.

– ¿Dannyyy?… pregunto excitada aun adormilada.

– Así es… replique.

– Siii… al finnn… susurro satisfecha Mili entre mis dedos.

– No grites… le advertí.

– Nooo… hazme tuyaaa… exclamo ahogadamente.

Ahora sabiendo quien la poseía, se retorció más, aun adormilada estaba disfrutando ser clavada… yo me separe un poco de ella para empezar la faena. Vi como sus manos arañaban las sabanas, mientras suspiraba ahogadamente…

Se dio cuenta que estaba haciendo ruido y no quería despertar a Vane o llamar la atención del vigilante, así que ella misma jalo una almohada hacia su rostro para ahogar sus sonidos placenteros y sus futuros gemidos ahí. Luego nuevamente sus manos buscaron que asirse del colchón… sus brazos ladeaban su cabeza cada vez más enterrada en la almohada…

Para apoyarme mejor, y a su vez someterla… tome sus muñecas y me apoye sobre ellas, con mis rodillas ladeando sus piernas y apoyadas en el colchón… estaba en una posición como manejando una de esas motos de carrera. Mili con su pequeña estatura, estaba sometida debajo de mí en una posición casi como de rana, brazos hacia arriba, piernas separadas y culo oportunamente levantado…

– Ohhh… siii… que ricooo… exclamaba ahogada entre la almohada.

Estaba meneando su delicioso culazo en mi entrepierna, gozando esa unión, por momentos relajándose y por momentos apretando sus nalgas como para comprobar si era cierto o un sueño… o solo para que su goloso trasero saboree mi verga en toda su magnitud…

Sentí que era momento de iniciar mi faena… comencé a meter y sacar lentamente mi verga… ella desesperada no me dejaba alejarme mucho… su ansioso trasero perseguía hacia atrás a mi verga, no dejando que se aleje, como si temiera que no volviera a ingresar…

Así casi sin querer, Mili fue adoptando una posición peculiar… sus caderas un poco levantadas, quebrando la espalda para recibirme… no estaba completamente echada, tampoco precisamente en 4, era una figura intermedia… con las rodillas bien fijas en el colchón como para soportar mis arremetidas…

– Ayyy que placerrr… uhmmm… suspiraba en voz baja.

Por un momento temí que se ahogara en la almohada, que parecía contener no solo sus gemidos sino también su entrecortada respiración… pero mientras siguiera arañando la cama, soportando con sus enormes nalgas levantadas, supongo que todo estaría bien…

El martilleo y rebote de mi ingle en su inflado trasero empezaba a hacer un armónico ruido, ese placentero golpeteo… pero no me importo… si nos oía Vane o si se atrevía a entrar, no vería nada que no haya visto antes… así que… que se muera de envidia esa bruja…

Cada vez nuestros movimientos eran más rápidos, producto del placer que nos causaba esa fricción, esa inesperada incursión de madrugada… cada vez mi ingle rebotaba con más fuerza en sus voluptuosas nalgas, a su vez ella empujaba con más fuerza sus caderas contra mi… esperando que la estampe mi verga con mayor dureza y profundidad… hasta que no aguantamos…

– Ohhh… Ufff… exclame casi sin aliento, con mi verga escupiendo leche en sus entrañas.

Ella se dejó desparramar sobre la cama, respirando forzadamente… había hecho un gran esfuerzo físico, me sorprendía que Mili no haya terminado acalambrada, más aun después de brincar unas horas antes sobre mi verga tras abusar de mi entre los arboles al lado de la fiesta…

Hasta que final escuche su voz más claramente, voz q no escuche bien antes entre la maraña de sus cabellos y la almohada… pero no era lo que esperaba…

– Ufff… oh my god… ufff… suspiró satisfecha.

Continuara…

 

Relato erótico: En pecado concebida (POR VIERI32)

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UNA EMBARAZADA2En Pecado Concebida
Sin títuloEn unas cortas vacaciones familiares la conocí como nunca. Mi prima, con quien toqué el Cielo… y caí al Infierno.

El sol naranja del crepúsculo me golpeó al salir del auto y la vista de la playa se me hizo imposible. Lo primero que pensé fue que había caído al mismísimo infierno, lejos de la tecnología, lejos de los amigos… y lo peor de todo, cerca de todos los familiares.

Cada año viajábamos a este “paraíso” en donde todos nos encontrábamos, tíos, sobrinos, primas, más tías… a reunirnos por al menos un día en una casa de playa bastante bien amoblada y dispuesta a soportar varios hospedantes. Era sábado atardeciendo, ya que mis padres decidieron venir un día antes que el resto, en el horizonte el sol desapareciendo lentamente, la panorámica del mar resplandeciente me pareció de lo más aburrido, melancólica sí, aunque debo admitir que estos atardeceres nunca me gustaron en absoluto.
Sí fue grata la sorpresa al descubrir que no fuimos los primeros en querer adelantarnos al resto, pues al entrar en la casa ya nos topamos con una tía y su hija, cuyo padre por cierto no pudo venir por cuestiones laborales.
Y es ahí donde la vi… Adela, mi prima. La última vez que nos encontramos – también hace un año en las últimas vacaciones- parecía una niña mal criada que protestaba y lloraba por cualquier nimiedad… pero ella, la que estaba actualmente observando, simplemente había desarrollado su físico de manera insospechada.
Diecisiete años en su pequeño cuerpo, ojos miel y la piel bronceada, vestida con únicamente una franela blanca, que si bien larga, apenas llegaba a ocultar sus muslos,. Sufrí todo un nudo en la garganta cuando ella se acercó a saludarme con unos corteses besos en ambas mejillas.
Los cinco entonces, nos sentamos en una sala en donde las sillas hacían un redondel, cada uno agarró alguna que otra lata de cerveza, incluso nosotros dos, sin siquiera causarle la molestia a los adultos. Adela se había sentado frente a mí, dejándome la visión de sus constantes cruces de piernas, comprobando mis sospechas, no tenía nada bajo la franela.
Si mis familiares hablaban de viejos recuerdos o estaban actualizándose, no me importaba, mi mirada estaba fija en aquel capullo delicadamente cubierto de vellos, casi ocultos por el par de muslos dorados y torneados… subí mi vista y vi a Adela, recogiéndose un mechón que le ocultaba un ojo.. estaba mirándome y se me cayó el mundo.
Ahora sí había jodido mi fin de semana, metí un gran trago de la cerveza, si Adela se los contaba, ¿¡quién sabe a qué reformatorio me enviarían!? Conociendo a mis padres, lo más probable me manden junto a un sacerdote a exorcizarme por mirar a mi prima.
Mi rostro estaba en extremo rojo cuando volví a reparar en su rostro… ella estaba sonriendo… y abriéndome más sus piernas. ¿Me estaba invitando a verla?
– Madre mía… – susurré y le sonreí, tomando otro trago.
Adela arrugó su nariz y mordió su labio inferior, negándome lentamente con su cabeza… y cerró sus piernas. Varios minutos pasaron y ella ni siquiera me devolvía la vista, se limitaba a escuchar y sonreír por las anécdotas de su madre. Cuando pensé que simplemente todo había acabado, ella me lanzó un guiño… y volvió a abrir sus piernas.
Definitivamente estaba endureciéndome, no lo podía evitar, aunque lo que más me desagradaba de ella era su juego a cerrar sus piernas y no hacerme caso por varios minutos para luego abrírmelas y mostrarme sus carnes sin pudor. Y lo hacía una y otra vez, sí, me estaba demostrando quién era el desesperado.
Nuestros padres se levantaron y nos invitaron a pasear por la bahía de noche con la luna como único farol;
– Estoy cansada- dijo Adela alzando sus brazos y bostezando falsamente, me observaron ahora a mí, preguntándome lo mismo:
– Yo también- dije alzando los brazos y bostezando falsamente.

Salieron ellos hacia la noche -protestando el porqué traer a sus hijos si sólo venían a dormir -fui a despedirlos en la salida y volví sonriente a la sala… con mi entrepierna vergonzosamente vigorizada. Pero Adela no estaba allí, miré más al fondo y ella estaba subiendo las escaleras;

– ¿Acaso subes a tu cuarto?
– ¿Qué crees?- dijo pasiva. La nena me estaba jugando duro, seguro esperaba que corra hacía ella y la tome, surque mis manos entre sus piernas y la bese con violencia… no, no me rebajaría a buscarla. Tan desesperado no estaba.
Bueno, sí lo estaba. Fui a buscarla en un momento surrealista y con mi corazón a reventar, la aprisioné contra la pared, mecí mis manos entre sus piernas y la besé con violencia, girando mi boca como una rosca mientras, Adela, lejos de resistirse, llevó una mano hacia mi sexo.
– ¿Te encanta hacerte la difícil?- dije mientras hundía unos dedos en ella.
– No. – sonrió, y sentándose en la escalera, me abrió sus piernitas, invitándome a penetrarla mientras subía su franela por su torso para revelar sus poco insinuantes senos, su pancita dorada… aquel ombligo… ¡Qué perversa! Sí la notaba un tanto rara, tal vez las bebidas… recogió un mechón rebelde y me sonrió más;
– ¿Qué esperas, pendejo?- definitivamente ella no era fácil, me era indescifrable su forma de operar.
– No debo seguir con esto – pensé. Tenía que reunir fuerzas para no rendirme al júbilo de tener sexo salvaje con mi primita… debía ser fuerte, por más surrealista que me resultase, por más hermosa, caliente y seductora que se veía desnuda y dorada. ¡Debía aguantar!

No aguanté, me incliné para clavar el beso-tuerca más sucio y morboso de mi vi

da, mis dedos desaparecieron en su sexo y comprobé que estaba en una especie de periodo de celo, chorreante a más no poder. Vibré mi mano allí, Adela jadeó y sucumbiendo posaron sus manos en mi hombro.

Presioné con soltura mi mano entre sus labios tal cuchara, hundiéndolos hasta que sus jugos rezumaron entre mis dedos mientras ella abría la boca y cerraba los ojos en obvia señal de calentura… tal cual yo.
Que me perdone el Cielo. Reposé el glande en su rajita. Iría al infierno. La sujeté por la cadera mientras se inclinaba a morder mi cuello. Ni mil y un Ave María me salvarían. La besé y observé sus hermosos ojos miel antes de penetrarla. Me despedía del paraíso. Se la introduje, se la hundí sin reparos… chilló como nunca y enterró sus uñas en mi espalda mientras que su estrecha vagina me la engullía.
Adela gritaba que la lastimaba, que le dolía. ¡Que el cielo me destierre, en aquella noche de incesto firmaba mi sentencia de muerte!
Ella suplicaba con su tierna voz y con lágrimas que disminuya la velocidad, sus intensos chillidos de pequeña fueron alimento para mis arremetidas. Hasta el fondo, hasta sentir su cuello uterino, llevando mis manos por su espalda tan recta y bajarlos hasta sus nalgas, apretarlas y alzarla. Sus muslos me rodearon, sus pezones se erguían y punzaban mi pecho, sus apenas visibles vellos espoleándose contra mí, la espalda me ardía a puro fuego gracias a sus uñas, ¡hasta el fondo de su vagina, pasaje directo al infierno!
Sexo sucio, obsceno y de lo más tórrido en la casa de playa, miré nuestros sexos unidos en el incesto y surgieron mis miedos, sendas gotitas rojizas se mezclaban con nuestros líquidos, sus labios vaginales estaban hinchados y con una tonalidad escarlata… Adela era virgen.
– ¿Adela?
– Duele… – musitó con lágrimas mientras sus manos dejaron de rasguñarme y cayeron debilitadas. Su virgo ya no era virgo, mi alma quedó condenada, mi sexo repletándola, ella sollozando…
– ¿Adela? – cayó desmayada en mi pecho y la reposé sobre la escalera. Estaba impávido, si por mirarla me mandaban a exorcizar… por tener sexo incestuoso con ella, seguro me cortaban mis… mejor no pensar en ello. En ese momento lo mejor que pude idear fue vestirla, cargarla en mis brazos, atravesando a pasos lentos para llevarla a su habitación.
Tal vez lo mejor fuera callarlo… sería mi cruz el secreto, que el semen que se le escurría de su entrepierna era el mío, que fui yo quien la hizo gritar en aquella tierna feminidad… ella estaría en mis pensamientos en cada libro que intentara estudiar, en cada encuentro incómodo que tengamos, si aquello fue producto de las cervezas o no, quedó como incógnita por la eternidad.
Bueno, al menos hasta el día siguiente, ya domingo, día en el cual toda la familia llegaba a reunirse para el almuerzo. No pude dormir pensando en ella, el cómo sería hablar nuevamente con Adela… la incomodidad de hacerlo sin que me vengan los recuerdos de su pequeño cuerpo unido al mío, chillando del sexo más caliente que tuve.
Genial, ya llegaron todos, abuelos, tíos, más tíos, sobrinos y compañía que se la pasaban gritando, abrazándose y chismorreando de felicidad en la sala, debía alejarme de todo ello, fui de nuevo a mi habitación no sin antes saludar a mis familiares. Sí se extrañaron de que fuera bastante frío al saludarlos… ¿Pero cómo encararles que la causa de mi agonía fuera mi prima Adela? ¿Cómo decirles todo lo que había hecho la noche anterior, lo que sentía por ella? Con la excusa de seguir estudiando fui a mi habitación a caerme rendido en la cama.
Alguien entraba… levanté la vista y era ella, con el cabello desaliñado por su reciente despertar y un corto vestido de dormir de rosas, me revelaba demasiado.
– ¿Qué pasa? Me estás interrumpiendo- mentí.
– Me molestan cómo gritan los tíos – mintió- y quise venir aquí.
Por un momento pensé que todo había quedado en el olvido, pero…
Cerró la puerta y la aseguró, giró su rostro hacia mí y pícaramente me sonrió como sólo ella sabía hacerlo, mordiéndose su labio inferior, junto a su cabello desarreglado, ojos miel, pómulos sonrosados, vestida de una sola pieza… ¡Cómo me calentaba la muy zorrilla! ¡No lo podía evitar!
– Lo de anoche – dijo ella y mi corazón subió a mi boca- no me gustó nada.
– Dicen… dicen que la… primera vez no es tan agradable… – solté apenas, es que el corazón seguía en mi boca.
– ¿Y de la segunda vez, qué dicen? – entonces mi sexo subió hasta el techo al oírla.
– Que son mejores – mentí, y me senté en la cama para disimular mi erección.
Al decir ello se acercó y cayó arrodillada frente a mí;
– Esto lo vi a mamá haciéndoselo a papá. – Sin dejar de mirarme, agarró de mi jean desajustado y me los bajó hasta la rodilla, allí sí me vio totalmente vigorizado.
– ¿A tus padres? ¿Los descubriste en una felación?- pregunté incrédulo.
– No los descubrí.- y bajó mi ropa interior, tomó sin vergüenza alguna de mi sexo y empezó a subir y bajar la piel por el largor con una tranquilidad y experiencia de locos y nada correspondiente a la de una recién desvirgada.
– ¿No los descubriste?
– Los espié… – dicho esto se la metió en su boca lentamente, el sentir su humedad me hizo quedar boquiabierto, mis venas a reventar y mi temperatura era tal que me había olvidado que afuera yacían nuestros parientes.
– ¿Los… los espiaste?
– Mmm…
Menuda fiera, el incesto le caía de mil y un maravillas, espiaba a sus padres cuando tenían sexo. Y con razón tanta calentura acumulada, vivía muy sobreprotegida, patrullada, se me estaba haciendo obvio el porqué libraba su éxtasis conmigo… Simplemente no tenía con quién hacerlo.
Su lengua tibia y juguetona repasaba mi glande, me llevaba al paraíso los sonidos de succión, la lenta paja bucal y manual, los hilos de saliva con líquido preseminal que se le escurrían de su boca y caían en sus tostados pechos.
No pude evitar mandar mis manos tras su nuca y obligarla a aumentar la profundidad y velocidad de la chupada, mi sexo repletaba completamente su boca, mi glande reluciendo bajo uno de sus pómulos, Adela no tardó en lanzar sonidos de gárgaras, intentó salirse pero fue muy tarde, deposité todo lo mío en su boca. Me miró con sus ojos lacrimosos, quise pedirle perdón… pero era enorme el morbo de verla con mi semen escurriendo de sus labios mientras la tenía sujeta de la nuca, resbalando por sus senos y aureolas hasta su pancita…
Se apartó y se levantó con la cara molesta, fue en busca de un pañuelo para escupir con asco todo el semen que había caído en su cavidad.
– Me voy.
– ¿¡Qué!? ¿Por venirme dentro de tu boca?
– No. Me refiero a Ruth.- dijo entrecruzando sus brazos.
– ¿Mi novia? ¿Cómo sabías que tengo…?
– Vi la foto de ustedes dos en tu billetera esta mañana.
– ¿Estás celosa?
– ¿Celosa yo?… Sólo te pido que la abandones pues no la soporto verte contigo.
– ¿No exageras? Ni la conoces.
– Entonces contaré todo. A todos. – dijo con una sonrisa diabólica que me hizo sentir nuevamente de lo peor. Se me caía el mundo, se me nublaba la vista, caía desmayado…
– Estoy jugando – dijo mientras se despojaba de su ropa de dormir, revelándoseme, una vez más, completamente desnuda- Pero quiero que termines con ella, que de verdad, no la aguanto. ¡Y no lo digo por celosa!
El sentimiento de celo más indecente que haya visto lo veía en sus ojos, sonreí afirmando con mi cabeza: – La dejaré, por ti la dejaré… – la vi reír como un ángel mientras la luz del sol que entraba iluminaba su cuerpo bronceado como a una diosa.
Me levanté y pegué nuestros cuerpos hasta cercarla contra la pared, besándola mientras que con una mano otra apreté su trasero con fuerza.
– Pero no vuelvas a bromear así, Adela. ¿Tienes idea del lío en el que nos estamos metiendo?
Cuando me afirmó como el ángel que era, la llevé en la cama y reposando ella allí, me arrodillé en el suelo para hundir mi rostro en su entrepierna. Gimió y tembló cuando soplé en su vagina, aquel que fue desvirgado por mi sexo la noche anterior, pequeño capullo con finos vellos, abultado, húmedo y carmesí.
Acerqué mi rostro, tremendo olor que emanaba su feminidad tras su reciente ducha, Adela temblaba y gemía al ritmo de mi lengua que empezaba a punzar y hundirse en sus carnes. Incesto de lo más bello y delicioso… afuera los gritos y risas de nuestros familiares… aunque aquello ya no importaba.
Al parecer se mandó un puño a su boca, sus gritos estaban siendo ya muy notables por lo que decidió acallárselo, su cuerpo se convulsionaba a cada arremetida bucal, la sentía llegarse en mi boca, se venía, se retorcía, sus muslos rodearon mi cuello, no aguantó y gritó mi nombre como si fuera el último hálito de su vida que salía de su boca repleta aún de mi semen. Y afuera seguían los gritos y risas…
Mi sexo volvió a vigorizarse al escucharla… subí en la cama para abrazarla y hacer el amor.
Abracé y mimé aquel pequeño cuerpo que se entregó a mi perversión, besé sus pómulos surcados por las lágrimas que ella derramó del placer mientras la cama se bamboleaba de mis lentas embestidas… clavé mi mirada en sus ojos miel mientras ella fruncía su naricita… y pactamos nuestro secreto, de mantener nuestra inmoral pasión. Y afuera los gritos y risas…
– ¿Sabes en qué nos estamos metiendo? – decía conforme besaba el nacimiento de sus pechos y limpiaba su rostro de sus lágrimas.
– ¿Acaso tú sí?
Le sonreí, supe, que por el resto de mi vida, sería mi cruz su sonrisa perversa y mirada corrompida. Abrazados continuamos nuestro incesto… y afuera seguían los gritos y risas…
Ya atardecía y el domingo terminaba, sí fue raro que, a diferencia de nuestros familiares, no hayamos tenido ganas de lanzarnos al agua turquesa del mar con ellos… “Para la próxima ocasión” me susurró ella mientras compartíamos una bebida.
Y ambos sentados en el balcón, miramos el atardecer, nunca pensé que ello sí pudiera ser bonito, el sol ocultándose y bañando de un naranja rojizo todo el paisaje, tomé de su mentón y la giré hacia mí, antes de besarla vi su rostro bañado con las luces naranjas del crepúsculo, sus ojos tan parecidos a lo que acontecía en el horizonte… y supe que mi excitación se convirtió en amor.
Intercambiamos unas cartas y juramos volver a encontrarnos al año siguiente en la próxima reunión, en la misma playa y con nuestras mismas pasiones. Nos besamos como si fuera la última vez… y tal vez así lo fuera.
Más tarde nos distanciaron nuestros padres y nos fuimos cada uno por nuestro rumbo. Fue de lo más cruel verla partir con su madre en su coche al otro extremo de la autopista mientras yo yacía en el asiento trasero del nuestro auto, abatido abrí la carta que con tanto amor me escribió, en donde dibujó un corazón con nuestros nombres junto a un “Te espero aquí“. Acompañaba una postal del atardecer de la misma playa.
Con la misma carta seguiré aguantando su ausencia, y con la misma regresaré a la playa en donde nos conocimos de verdad, no como primos… sino como amantes. Tenerla nuevamente, con sus locuras, depravaciones y juegos. Aún falta todo un año… pero resistiré… su mirada, su sonrisa, su cuerpo y mi esperanza serán mi viga.
Mientras, me quedaré con sus ojos miel que resucitarán con los hermosos atardeceres que aquí caerán todos los días.
 
 
Si quieres hacer un comentario directamente al autor: chvieri85@gmail.com
 

Relato erótico:”La decente profesora es ahora nuestra puta esclava” (POR GOLFO)

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no son dos sino tres2


Para los que no hayáis seguido las andanzas de Doña Mercedes, os voy a resumir lo sucedido hasta ahora. Esa mujer, con fama de estricta profesora de universidad, resultó ser una puta descarada a la que no le importó que yo fuera su alumno y tras varios meses tonteando, durante un viaje de estudios, se acostó conmigo. El problema surgió cuando una tarde, mi compañera Irene nos pilló follando en la ducha y decidió aprovecharse de la situación y convertir a esa cuarentona en su “dama de compañía”. El miedo a perder su trabajo pero sobre todo a que todo el mundo se enterara de su desliz, hizo que esa rubia cediera a las exigencias de su alumna y por eso fui testigo del modo en el que se sometió.
En un principio, pensé que jamás Doña Mercedes aceptaría un papel tan humillante pero al comprobar mi equivocación, solo pensaba en participar en su adiestramiento. Desgraciadamente, Irene tenía otras intenciones. Enamorada de mí, decidió esa tarde que usaría su nuevo poder para castigar mi desplante. Con toda la mala leche del mundo, me permitió observar como la rubia le comía el coño para una vez caliente como una moto, cerrarme la puerta en las narices y disfrutar ella sola de esa cuarentona.
Todavía recuerdo como si fuera ayer que durante toda la noche tuve que escuchar los gritos de placer de esas dos mujeres mientras en la habitación de al lado, yo me tenía que conformar con liberar mi tensión a base de pajas. Por eso y aunque no había podido casi dormir, al día siguiente me levanté temprano para intentar participar en esa fiesta:
 Llevaba despierto una hora, cuando vi salir a Doña Mercedes del cuarto que compartía con Irene. Curiosamente se la veía feliz y a pesar de que seguía desnuda, no le importó y acercándose a donde yo estaba tomándome un café, me dijo:
-Gonzalo, mi dueña quiere hablar contigo.
Como podréis suponer, me quedé de piedra al escuchar el apelativo con el que había nombrado a mi compañera. Sin ningún pudor esa mujer había aceptado su completa sumisión e incluso se mostraba contenta de su nuevo estado. Por eso, no me tuvo que repetir el deseo de su ama y siguiéndola a través del refugio donde estábamos, pasé a la habitación. Al entrar me extrañó no verla pero entonces, mi profesora me señaló el baño. Sin saber a qué atenerme, vi como la cuarentona pedía permiso para entrar y habiéndolo obtenido,  pasaba dentro.
Nuevamente me sorprendió encontrar a Irene en un baño de espuma pero más observar a Doña Mercedes arrodillándose a su lado. Os juro que solo con eso, yo ya estaba excitado pero el morbo se incrementó al ser testigo de cómo esa mujer empezaba a enjabonar a la muchacha. Me imagino que adivinó por mi cara mi calentura pero sin hacer mención alguna a la misma, sonrió mientras me preguntaba qué tal había dormido.
-Mal- respondí: – Me resultó difícil dormir con los gritos que dabais.
 -Me imagino- contestó muerta de risa.
Mirándome a los ojos, se levantó y exigió a la que era su teórica superior que cogiera el mango de la ducha y la aclarara. Decididamente, se exhibió ante mi demostrándome a las claras lo que me había perdido. Sé que lo hizo para molestarme pero tengo que reconocer que no solo me dio igual sino que disfruté al verla desnuda. Dotada por la naturaleza de dos pechos alucinantes, nunca me imaginé que esa empollona tuviera también un culo de ensueño y menos que  con semejante desparpajo se comportara así.
Sabedora del efecto que su cuerpo estaba teniendo bajo mi pantalón, Irene poniendo cara de putón verbenero pidió a su nueva sirvienta que apuntara con el chorro a su entrepierna. La rubia obedeció de inmediato, dejándome disfrutar de la visión de su coño. Exquisitamente depilado, su pubis me pareció todavía más atrayente que la noche anterior y ya dominado por la calentura, no pude más que con la boca abierta, disfrutar de cómo mi profesora  una vez había quitado el jabón de ese primor de sexo, le pidiera por favor a su dueña que se diera la vuelta. La puñetera cría se rio y girándose sobre la bañera, me dio la espalda.

Si ya estaba a mil por hora, ver esas dos nalgas y a la cuarentona separándolas para acto seguido limpiarlas con esmero, fue algo superior a mis fuerzas y con voz entrecortada por la excitación, pregunté qué era lo que quería. Irene soltó una carcajada al escucharme y con un tono meloso, me respondió:
-He decidido perdonarte y que me ayudes a adiestrar a mi esclava.
Aunque eso era mi deseo, su cara de satisfacción me alertó de que tenía trampa y por eso, mientras babeaba mirando su anatomía, contesté:
-Exactamente, ¿Cuál va ser mi papel?
La puta de mi compañera, antes de contestarme, ordenó a nuestra profesora que le acercara una toalla y mientras obedecía, salió de la ducha y totalmente en pelotas, esperó a que se la trajera. Una vez en medio del baño y como si fuera su criada, le exigió que la secara tras lo cual, se dirigió a mí diciendo:
-Gonzalo, como comprenderás pienso sacar partido y por ello, desde hoy y hasta que yo decida para todos los demás serás mi novio. Llevo mucho tiempo esperando que me lo pidas y ya que has cometido este error, será una forma en la que me compenses.
-Estoy de acuerdo- respondí  más alterado de lo que quería demostrar porque en ese momento, la cuarentona estaba secándole los pechos y descubrí que tenía los pezones duros: -¿Qué otra cosa quieres?
-Serás mi amante, me follarás donde y cuando yo diga….
-No hay problema- interrumpí mientras mi pene se revolvía inquieto bajo la bragueta.
-Esta zorra necesita adiestramiento y ha aceptado que tanto tú como yo seamos sus dueños.
Sin llegarme a creer todavía mi suerte,  decidí comprobar hasta donde llegaba mi función y cogiendo a Doña Mercedes de la melena, llevé su cara hasta la entrepierna de mi compañera, diciendo:
-Límpiale el chocho-
A Irene le divirtió que mi primera orden fuera esa y separando las rodillas, puso al alcance de la boca de esa mujer su coño. La rubia comprendió de inmediato lo que querían sus amos y sacando la lengua, comenzó a recorrer con ella los pliegues de su dueña. Valorando su estricta obediencia, me permití soltarle una nalgada y volviendo a la conversación, seguí preguntando sobre el papel que tenía que desempeñar:
-Según entiendo, tú decides respecto a todo lo concerniente a nuestra relación pero yo soy libre de usar a esta zorra.
-Así es. Podrás tirártela como y cuando quieras pero deberás esperar mis órdenes en todo lo que respecta a mí-
No me costó descubrir que esa cría se estaba viendo afectada por la comida que la profesora le estaba dando porque le costaba mantenerse de pie. Aprovechando eso, decidí sacar partido y tanteando el terreno, le pregunté:
-¿No sería mejor que esta guarra siguiera comiéndote el coño en la cama?.
-Tienes razón- contestó aliviada tras lo cual salió del baño y se tumbó sobre las sabanas.
Doña Mercedes la siguió y sumisamente, esperó a que le confirmara que podía seguir para agachándose entre sus piernas, volver a lamer su sexo.  Sin pedir su permiso, me despojé de mi ropa y subiéndome a la cama, me puse detrás de la profesora.
-Una última pregunta, ¿Podré hacer uso de nuestra esclava mientras tú también lo haces?
La cría que no era tonta, comprendió a la primera cuales eran mis verdaderas intenciones y soltando una carcajada, me respondió:
-Fóllatela-
Para entonces, Doña Mercedes ya se había apoderado del clítoris de mi amiga y mordisqueando dicho botón había conseguido sacar los primeros gemidos de su garganta. Contando con su autorización, cogí mi pene y colocándolo en el coño de la cuarentona, de un solo empujón se lo metí hasta el fondo. No me sorprendió encontrármelo encharcado por lo que sin esperar a que se acostumbrara empecé a cabalgarla mientras le ordenaba que usara sus dedos para dar placer a mi compañera. La rubia quizás estimulada por sentir mi miembro en su interior pegó un grito y con mayor énfasis, reanudó la comida de coño introduciendo un par yemas en el sexo de la chavala.
-¡Me encanta ver cómo te la follas!- aulló Irene, satisfecha del tratamiento de su esclava y sin cortarse en absoluto, se pellizcó los pezones mientras me pedía que quería observar otra vez como azotaba el culo de nuestra profesora.
No tardé en complacer su deseo y con un sonoro azote, azucé el ritmo de la cuarentona. Esta al sentir mi dulce caricia en su nalga, aceleró el roce de su lengua sobre el sexo de la muchacha. El chapoteo de mi pene al entrar y salir del chocho de nuestra victima me convenció de que esa mujer estaba disfrutando del duro trato y soltándole otra nalgada, le prohibí correrse antes que su dueña.
-No lo haré, ¡Amo!-chilló dominada por la pasión la, en otra hora, adusta catedrática.
El rostro de mi amiga me reveló que no iba a tardar en tener un orgasmo por lo que aceleré el compás de mis penetraciones para intentar que la zorra que me estaba follando fallara. Deseaba ver cuál sería el castigo que Irene le impondría y por eso, con mayor rapidez, acuchillé su interior con mi estoque. Desgraciadamente, mi amiga no pudo más y soltando un berrido se corrió sobre las sabanas por lo que tuve que esperar para  disfrutar de esa chavala en el papel de estricta amazona. Doña Mercedes al saborear el éxtasis de su dueña, recogió con su lengua el flujo que brotaba de su sexo y al hacerlo prolongó el mismo.
La morena dominada por las sensaciones y deseando más, separó de un empujón a la profesora y a voz en grito, me pidió que me tumbara. Con mi pene tieso, obedecí y nada más poner mi espalda contra el colchón, escuché que me decía:
-¿Qué prefieres? ¿Qué te la mame? O ¿Qué te folle?
Estaba deseando ambas pero viendo el sudor que ya recorría los pechos de mi compañera, le contesté que ser follado. Mi respuesta debió complacerla porque luciendo una sonrisa de oreja a oreja, se abalanzó sobre mí y poniéndose a horcajadas, se empaló lentamente. La lentitud con la que se introdujo mi miembro en su interior, me permitió sentir como mi glande se abría camino entre sus pliegues y como su estrecho conducto, parecía estar hecho a medida de mi pene.
-¡Qué gozada!- aulló al notar que la rellenaba por completo y que la cabeza de mi verga chocaba contra la pared de su vagina.
Fue entonces cuando con la cara descompuesta, Doña Mercedes invadida por una excitación hasta entonces desconocida, le pidió permiso para chuparle los pechos. Al oír que se lo otorgaba, se lanzó sobre ellos pero antes dijo con tono descompuesto:
-Ama, demuéstrele quién manda.
Sus palabras fueron el inicio del galope de Irene que usándome como montura, empleó mi pene como si de un consolador se tratara.  Izando y bajando sus caderas, dio inicio a un rápido mete-saca donde mi única función era poner mi polla a su disposición. Sin dejarme siquiera tocarle las tetas, mi compañera buscó nuevamente su placer importándole un comino mi opinión, mi función era ser usado y eso era exactamente lo que hacía.
Mi frustración se fue acumulando a pasos agigantados. Me apetecía solo morder esos pezones que veía rebotar arriba y abajo sino acariciar con mis manos el culo duro de esa muchacha. Ver que mi profesora se adueñaba con su boca de “MIS” aureolas fue el colmo y ya totalmente dominado por la pasión, pegando un grito la quité de en medio y cogiendo entre mis brazos a mi compañera, la posé de espaldas contra la cama.
Curiosamente, en vez de quejarse, Irene me sonrió y abrazando mis caderas con sus piernas, presionó mi penetración mientras me decía:
-¡Ya te estabas tardando!
La confirmación de que esa cría deseaba ser amada y no solo follada, vino cuando poniendo un puchero, dijo:
-¿No vas a besar a tu novia?
Sin darle tiempo a arrepentirse, junté nuestras bocas y forzando sus labios con mi lengua, besé por vez primera a esa muchacha. Irene respondió con pasión a mi caricia y restregándose contra mí, me imploró que la tomara. Ni que decir tiene que le hice caso y cogiendo en mi boca uno de sus pezones, empecé nuevamente a penetrarla con mi estoque. La morena al sentir mis dientes  mordisqueando sus rosadas aureolas y a mi pene solazándose en su interior, berreó de placer y sin poder retrasarlo se corrió sonoramente. Yo al sentir su placer deslizándose por mis piernas, aceleré el lento trote y poco a poco fui dotando a mi cuerpo de una mayor velocidad.
-¡Como deseaba sentirme tuya!- chilló satisfecha  mientras su cuerpo unía un orgasmo con el siguiente.
La entrega de la muchacha fustigó mi marcha y llevando mi ritmo a unos extremos brutales, acuchillé su interior sin parar. Si ya estaba de sobra estimulado, bramé como un toro al ver a mi profesora en un rincón masturbándose e incapaz ya de parar, busque liberar mi tensión vía placer. La tremenda eyaculación con la que sembré su fértil útero, se derramó y saliendo por los bordes de su sexo, empapó con su blanca simiente no solo las piernas de la cría sino las sábanas.
Habiendo satisfecho mis necesidades, me dejé caer sobre Irene, la cual me recibió con los brazos abiertos y así desnudos y unidos descansamos durante un rato. Estaba todavía besando a mi recién estrenada novia cuando oí que nuestra profesora pedía permiso para hablar. Al otorgárselo Irene, la rubia bajando la cabeza, le susurró:
-Ama, me tiene que castigar.
Descojonada, mi amiga preguntó la razón.
-He aprovechado que estaban ustedes follando para masturbarme viéndoles.
-¿Por qué lo has hecho?
Casi llorando, la rubia se arrodilló e incapaz de mirarnos, respondió:
-Me excita ver al amo Gonzalo poseyéndola.
Muerta de risa por cómo había cambiado esa mujer, le preguntó mientras me guiñaba un ojo:
-¿Te gustaría que tu amo me tomara por detrás?
Con sus ojos inyectados de deseo, respondió que sí. Al oír Irene su respuesta, la arrastró de los pelos y pegando su cara a mi miembro, le exigió que lo reanimara diciendo:
-Si quieres verlo, ¡Trabaja! ¡Puta!-
La cuarentona sonrió al escuchar esa orden y cogiendo mi pene entre sus manos, contestó:

 

-Será un placer, querida Ama.

 

Doce noches 4 mi prima y su amiga se emborrachan (POR GOLFO)

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TODO COMENZÓ POR UNA PARTIDA2

Llevábamos siete días, varados en esa isla desierta y sin visas de ser rescatados. Durante una semana, no habíamos visto ningún signo de civilización. Por mucho que oteábamos el horizonte en busca de algún barco o la estela de un avión, jamás conseguimos descubrir nada. Buscando ser practico, marqué unas normas que todos debíamos cumplir así como una división de las tareas diarias. Tanto María, mi prima, como Rocío, su amiga, aceptaron mi liderazgo desde el primer día y el haberse convertido en mis amantes no hizo más que afianzarme en el mando.
Aunque parezca imposible, esas dos niñas pijas se habían olvidado de su vida anterior y se habían hecho a la idea de que pudiera darse el caso que jamás nos rescataran.  Una muestra clara de lo que os digo, ocurrió esa mañana:
Estaba profundamente dormido cuando un ruido me hizo despertar. Al abrir los ojos, las vi entrar en la choza agarradas de la mano. Desnudas, nada me perturbaba para admirar la perfección de sus cuerpos. Rocío era mas alta, morena con unos pechos pequeños que pedían a gritos ser besados, un estómago firme de mujer que hacía poco había dejado atrás la adolescencia.  Maria en cambio, era un maravilloso ejemplar de rubia, con su pelo casi albino y ondulado por los rizos, tenía la piel morena que hacia resaltar sus ojos azules. Si su cara ya era hermosa, su cuerpo era perfecto, con la belleza juvenil de sus veintitrés años, sus senos eran la delicia de cualquier hombre, no solo por su gran tamaño sino que se mantenían inhiestos pidiendo ser tocados.
-Venid aquí-,  ordené golpeando con mi mano la rudimentaria cama.
Al obedecerme, movieron sus caderas intentando con ello provocar mi libido como solo saben hacerlo las mujeres que se sabían atractivas y bellas. Al llegar hasta el catre, se arrodillaron y  gateando, dejaron que mis ojos contemplaran la rotundidad de sus curvas. Rocío y María eran dos panteras y yo su voluntaria presa. Sin mediar palabra, María me bajó el short que llevaba mientras con sus labios buscaba mis besos, Rocío en cambio se entretuvo cogiendo los pechos de mi prima con la mano y acercándolos a mi cara, me los ofreció como ofrenda.
No me pude negar a sus caricias. Sin moverme mi lengua recorrió el inicio del pezón que voluntariamente me acercaban, y al hacerlo pude ver como se retraía tímidamente, endureciéndose excitado. Rocío al verlo, quizás envidiando mi lengua, se pegó a mí y también puso sus senos a mi disposición. No me podía quejar, al alcance de mi boca estaban cuatro de los mejores pechos de mi vida, deseosos que hiciera uso de ellos.
Lo excitante de la escena, me hizo acomodarme en la cama y cuando ya estaba intentando acelerar sus maniobras oí a María que me decía:
-¡Manuel! ¡Relájate!,¡ déjanos hacer!– y entre las dos me terminaron de quitar el pantalón, de forma que entre besos y caricias, me vi desnudo enfrente de ellas.
Rocío tomó la iniciativa, bajando por mi cuerpo, su lengua se deslizó suavemente por mi cuello, pecho, entreteniéndose cerca del ombligo, mientras sus manos subían por mis piernas, acercándose a mi entrepierna. María, en cambio, seguía dándome de mamar, mientras sus manos acariciaban la espalda de su amiga.
-¿Te gusta?-, me decía mientras yo mordía sus pezones, torturándolos.
Seis manos, seis piernas entrelazadas en busca de placer, tres mentes perfectamente coordinadas en una meta común, la unión de nuestros cuerpos y la exploración de nuevas sensaciones.
El sentir, la humedad de la boca de Rocío cerca de mi pene, me hizo gemir anticipando el placer que me iban a otorgar. Fue la señal que esperaba la rubia para unirse a la otra y cogiendo mi pene con la mano, jugueteó con mi glande mientras exploraba todos sus pliegues. La moreno no queriéndose quedar atrás sin ningún recato se apoderó de mis huevos, introduciéndoselos en la boca.
Atacado por dos frentes, sentía como esas dos chavalas competían entre sí, buscando mi excitación, mientras sus cuerpos se agitaban nerviosos por las caricias que mutuamente se daban. Estaba disfrutando y ellas lo sabían, por lo que coordinándose, ambas se apoderaron de mi falo con sus bocas. Alucinado me dí cuenta que mi prima y su amiga se estaban besando a través de mí. Sin darse apenas cuenta, sus labios se tocaban mientras  sus lenguas jugaban sobre mi piel, siendo yo un mero vehículo privilegiado de sus caricias.
Tantos estímulos hicieron que se acelerara mi excitación y al sentir mis dos amantes que se acercaba, como posesas buscaron ser cada una de ellas la dueña de mi explosión. Os juro que en ese momento, no pude distinguir quien era la dueña de la lengua que me acariciaba, ni la que con sus dientes mordisqueaba la cabeza de mi pene porque eran ambas, las que intercambiándose la posiciones, deseaban ser la primeras en beber de mi simiente.
-¡Yo también quiero!- protestó Rocío al ver que María se apoderaba de mi sexo.
Al expulsar mi pene las primeras gotas, fueron dos lenguas las que disfrutaron de su sabor y ansiosas fueron dos manos las que asieron mi extensión para buscar mi placer. Dominadas por la lujuria, mi prima y su amiga  comenzaron a menear m pene mientras sus dos bocas estaban listas para recoger la cosecha. Creí que jamas iba a disfrutar de algo semejante cuando mi semen  recién salido fue devorado por ellas. Como buenas amigas, María y Rocío compartieron alternativamente el chorro que salía de mi capullo en perfecta unión y  no dejaron de ordeñar mi miembro hasta que convencidas que habían sacado hasta la última gota. Entonces y con una sonrisa en sus bocas, me preguntaron que me había parecido.
No les pude mentir:
-Ha sido la mejor mamada que nunca me han hecho-.
Satisfechas por su hazaña, se tumbaron a mi lado y se abrazaron a mí, besándonos los tres con pasión. No habíamos tenido suficiente y el sudor que corría por nuestros cuerpos facilitaba nuestras maniobras. Al ver como Rocío se comía con los ojos a mi prima, decidí ayudarla y poniendo a la rubia entre nosotros, empecé a acariciarle los pechos. María se estremeció al sentir como cuatros manos recorrían su cuerpos y notar como nuestras bocas se apoderaban de sus pezones.
-Me encanta-, gimió cuando Rocío inició el descenso hacia su vulva y abriendo le gritó que era todo suyo.
La morena no se hizo de rogar y separando con los dedos los labios inferiores de su amiga, acercó la lengua a su botón de placer. Solo el aliento de la mujer, cerca de su cueva hizo que mi prima sollozara de placer. Pero cuando introduciendo un dedo en la vagina, comenzó a torturarla, esa humedad inicial se transformó en río y un torrente de flujo mojó la mano de la otra mujer. Rocío, al percibirlo, ansiosamente se llevó la mano a la boca bebiendo de su sabor agridulce.
-¡Hazme el amor!- me rogó mi prima ya completamente excitada.
Sin esperar mi respuesta, se subió a horcajadas sobre mí y empezó a ensartarse toda mi extensión. Al hacerlo dándome la espalda, la postura permitió que su sexo seguía estando a disposición de Rocío. Aunque no pude verlo, mi prima sonreía a su amiga mientras se empalaba con mi miembro. La lentitud con la que se lo incrustó, me permitió notar cada uno de sus pliegues al ir desapareciendo mi pene en su interior y disfrutar de como mi capullo rozaba la pared de su vagina al llenarla por completo.
Rocío al verla abierta de piernas con mi sexo en su interior, debió de pensar que era algo demasiado atrayente para desperdiciarlo y agachando la cabeza entre las piernas de mi prima, con la lengua se adueñó de su clítoris., Y mientras se comía ese coño y bajó la mano a su propia entrepierna y empezó a masturbarse.
-¡No es posible!, seguid así ¡soy vuestra puta! – dijo María. Totalmente excitada por nuestros dobles manejos, aceleró sus movimientos en un loco cabalgar. Con su respiración totalmente entrecortada y el corazón latiendo desenfrenadamente, gemía pidiéndonos que continuáramos, mientras su vulva se derretía por el calor y sus manos pellizcaban sus pezones en busca de un plus de excitación.
Pero fue cuando Rocío se levantó y le puso su sexo en la boca de la morena, cuando ésta estalló retorciéndose como posesa. Sin parar de zamparse el coño de su amiga, se corrió dando gritos. Demasiado excitado por la escena, mi pene explotó dentro de ella de forma que mi simiente y su flujo se mezclaron antes de resbalar por nuestros cuerpos.
Agotados caímos sobre la cama y entonces Rocío se dedicó a absorber los restos de nuestra unión y reiniciando su masturbación, consiguió su propio orgasmo justo cuando su lengua había conseguido su propósito y sobre nuestros cuerpos no quedaba ningún huella del éxtasis que nos había dominado.
Fue la propia Rocío quien, tras unos momentos de descanso, rompió el silencio llorando:
¡No me lo puedo creer!, siempre busqué en el sexo mi propio disfrute, y me habéis enseñado lo estupendo que es dar en vez de recibir.
Pensando que lo único que le ocurría era que se había puesto tierna por la tensión sufrida en la isla, dejé que mi prima la consolara mientras pensaba en que ese infortunio nos había cambiado. No solo había conseguido que dos mujeres de bandera compartieran gustosas mi cama sino que ambas estuvieran ansiosas de acariciarse entre ellas. Con mi morbo saciado, observé a María besar a su amiga, diciéndole:
-Cariño, no llores. También Manuel y yo sentimos lo mismo- y para afianzar sus palabras, dijo sin parar de acariciarla: -¿Quieres que ahora seamos nosotros quienes te amemos?
Afortunadamente para mi alicaído miembro, Rocío pidió que solo la abrazáramos y por eso unidos sobre esa rudimentaria cama, nos besamos con ternura mientras ella se tranquilizaba. Una vez repuesta, se levantó y mirando el reloj, soltó una carcajada diciendo:
-Son las diez- y sacando a mi prima de mis brazos, le soltó: -si no nos damos prisa en recoger algo de fruta mientras Manuel pesca algo, ¡Hoy vamos a pasar hambre!
Comprendiendo que tenía razón, salí del puñetero catre y sin esperar a ver que hacían, salí en busca de comida. Con la caña en mis manos y mientras intentaba sacar un pez de las mansas aguas, me dio tiempo a pensar en lo sucedido:
“Yo también las amo”, sentencié mentalmente al percatarme de que no solo era atracción física lo que sentía por esas dos chavalas.
Esa mañana me la pasé pescando y solo cuando ya había atesorado siete jureles, decidí volver. Al llegar mi prima y su amiga no habían vuelto de la plantación por lo que aproveché el tiempo para dar de comer a los cerdos que teníamos en la cerca. Según el plan que nos habíamos marcado, al día siguiente tendría que sacrificar a uno de ellos y contrariamente a lo que hubiese supuesto solo unos días antes, no sentí remordimiento alguno mientras los cebaba.
Al rato las vi llegar cargadas de fruta, por lo que corrí a ayudarlas. Rocío se negó a que le cogiera el bulto diciendo:
-Ayuda mejor a María, viene un poco indispuesta.
Sorprendido la miré y entonces me di cuenta de que venían las dos borrachas. Intrigado por que hubiesen bebido alcohol al no haberlo en esa mierda de isla, directamente pregunté a la morena, de donde lo habían sacado.
-Mira- respondió y sacando una especie de mango, me lo dio diciendo: -hemos encontrado estos frutos tirados por el suelo y al probarlos están deliciosos.
Tanteando el terreno, mordí uno de ellos y no me costó reconocer el tufo que desprendía. Supe entonces que el sol y las altas temperaturas habían acelerado la fermentación convirtiendo el azúcar en alcohol. Al no saber si eran comestibles, regañé a las dos muchachas por haber sido tan brutas de comerlos sin estar seguras.
-No lo pensamos- contestó la morena muerta de risa -¡Me siento de puta madre!
Mi prima que debía de haber comido más, tambaleándose,  me preguntó de dónde venía la música.
-¿No la oyes?- soltó al ver mi cara alucinada y sin más empezó a bailar.
Su amiga se le unió en la arena y siguiendo unos acordes que solamente ellas dos oían, se abrazaron mientras sus pies no paraban de bailar. Comprendí en seguida que esos frutos además de un contenido alcohólico alto debían de contener alguna especie de alucinógeno y por eso, francamente nervioso, me quedé observando la reacción de las dos muchachas. No tardé en descubrir que sin buscarlo, tanto Rocío como mi prima empezaron a dotar a sus movimientos de una sensualidad sin límite
-Tengo mucho calor- dijo la morena mientras con una mano se pellizcaba uno de sus pezones ante la atenta mirada de su amiga.
– Déjame ayudarte, ¿sí?- murmuró María estimulada al ver a su compañera de niñez acariciándose. 
Rocío asintió un tanto sonrojada. Mi querida prima con sus ojos impregnados de un extraño deseo, acercó su boca al pecho de su amiga y lo besó mientras con sus dedos le acariciaba la espalda. Al oír el gemido que produjo su acción, dejo que una de sus manos fuese bajando y ya convencida, toqueteó la entrepierna de la morena. Rocío no pudo reprimir su deseo y separando sus rodillas permitió que se apoderara de su sexo. 
– Mi amor…- suspiró al sentir que una de sus yemas jugueteaba con el botón que se escondía entre sus pliegues. 
El corazón de María dio un vuelco al oír esas dos mágicas palabras. Decidida a demostrarle que compartía el mismo sentimiento, la besó con pasión tomándola por la cintura con su brazo derecho y por su espalda con el izquierdo. Sin importarles que estuviera presente, esas dos mujeres entrelazaron sus lenguas mientras con sus dedos buscaban el placer de su contraria.
Rocío, en un momento dado,  con la pierna derecha abrió espacio entre las de su amada y dejó de acariciarle la espalda para comenzar a acariciar sus glúteos. Entonces, sin pedirle dejó sus manos sobre los pechos de mi prima, presionándolos al mismo tiempo que volvía a meter su pierna entre las rodillas de la rubia. Ya bastante excitado por ello, observé como sus cuerpos se contagiaban de deseo y ya sin recato alguno, rozaban sus coños uno contra el otro mientras no dejaban de besarse.
Fue María la que dio el siguiente paso, violentamente, tumbó a su amiga sobre la arena y tirándose encima de ella, empezó a morderle los pechos. Los gritos que salieron de la garganta de Rocío me hicieron comprender que, aunque le hacía daño, estaba disfrutando y por eso me mantuve quieto mientras mi prima se lanzaba al asalto de su compañera.
“¡Qué bruta!” pensé al verla torturar los pezones de la morena.
Esta sin quedarse corta, clavó sus uñas en la espalda de la rubia y dejó un profundo arañazo sobre su piel. Mi hasta entonces tranquila prima, pegó un alarido y llevando su boca a la de su amiga, le mordió el labio mientras su coño rebosaba de humedad. Sé que entonces me di cuenta de que algo andaba mal pero contagiado por la excitación del momento, me quedé plantado allí sin hacer nada. Estimuladas de forma brutal por la sustancia ingerida, ninguna de la dos era consciente de la violencia que estaban ejerciendo una contra la otra.  
La respuesta de Rocío no tardó en llegar y cogiendo del pelo a María, le obligó a agacharse entre sus piernas, diciendo:
-¡Comételo!
La rubia respondió introduciendo con salvajismo dos dedos en la vulva de la morena mientras relamía dulcemente el clítoris que le había ofrecido. Los chillidos de su amiga al sentir la intrusión, no le bastaron e iniciando un mete-saca atroz, empezó a follar con sus yemas el estrecho conducto de Rocío.
-¿Te gusta verdad?- le gritó al ver que tenía el sexo encharcado.
–¡Eres una puta!- respondió con la voz entrecortada su amiga mientras se retorcía buscando el contestar a esa agresión. Increíblemente, consiguió darse la vuelta y metiendo su cara entre los muslos de mi prima, cogió entre sus dientes el botón del placer de su agresora.
Viendo que estaban llevando al extremo la mutua violencia, intenté intervenir pero con los ojos inyectados en ira, María me soltó:
-¡No te metas!, ¡Esto es entre esta zorra y yo!
Con el rabo entre las piernas, volví a sentarme. Desde el tronco que me servía de asiento, observé que las dos mujeres alternaban golpes y mordiscos con verdadera dulzura y que tras unos minutos donde no sabía el resultado de todo aquello, vi que poco a poco la brutalidad de sus actos iba menguando incrementándose la pasión.

En un momento dado, las muchachas cambiaron de postura y entrelazando sus piernas, empezaron a rozar sexo contra sexo. Más tranquilo por haber  desaparecido la violencia pero más excitado que nunca, fui testigo del modo en que esas dos unieron sus coños dejando atrás todo rencor. La primera en correrse fue Rocío que totalmente descompuesta, gritó su placer a los cuatro vientos y convulsionando sobre la arena, buscó el gozo de su compañera con mayor pasión. María al sentir el flujo de su amiga recorriéndole las piernas, halló su compensación con un prolongado y brutal orgasmo.

Tras el mutuo climax, las dos cayeron desmayadas por lo que, viendo que estaban en una especie de trance, tuve que ser yo quien las llevara hasta la choza. Una a una, las cogí en brazos y las acosté en la cama. Solo cuando me aseguré de que dormían y que estaban bien, decidí cocinar los peces en la hoguera.
Al cabo de dos horas, me acerqué hasta donde estaban y despertándolas, les pregunté cómo estaban.
-Tengo sed- respondió la morena y mirando a su alrededor me preguntó por qué estaba acostada.
-¿No te acuerdas?- contesté.
Intentando hacer memoria, se rascó la cabeza y bastante aturdida, me respondió que solamente se acordaba de estar con María recogiendo fruta. Para entonces mi prima se había incorporado y ratificando las palabras de su amiga, confirmó que a ella le ocurría lo mismo.
Al oírlas solté una carcajada y tomando asiento en una orilla de la cama, les expliqué lo ocurrido. Me divertí al comprobar sus caras de espanto por el modo en que se habían comportado y ya con ellas más tranquilas, les amenacé con que algún día, yo probaría esos malditos frutos.
-¡Ni se te ocurra!- exclamó la rubia señalando el arañazo que le recorría el pecho –Si esto me lo ha hecho Rocío, imagina que me harías.
La aludida sonrió antes de contestar mientras le acariciaba el trasero:
-Te rompería este culo tan bonito.
Muerta de risa, mi prima le pasó su brazo por la cintura y mirándome con deseo, me soltó:
-Para que me hagas eso, no necesitas ese fruto. ¿Verdad? Cariño.
 
 
 
 

Relato erótico: A lo bruto me converti en la putita de dos perros ( POR ROCIO)

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herederas3 

Hola queridos lectores de Pornografo aficionado. Soy Rocío, de Montevideo, Uruguay. Como he comentado en otras ocasiones, mido 1.62 centímetros de estatura. Tengo senos muy insinuantes y un trasero respingón que no me gusta destacarlos pues tengo un papá celoso, de todos modos no me gusta ir de provocativa por la vida, me considero una chica decente que simplemente tuvo la mala fortuna de estar rodeada de degenerados.

Días atrás me había injertado mi primer piercing en la lengua y me anillé el pezón izquierdo por petición de los amigos de mi papá, para que me disfrutaran más. Me hacían su putita y practicaban las guarradas que no pueden con sus señoras, y si bien nunca admití disfrutar de las cerdadas a las que era sometida, la verdad es que en el fondo me calentaba.
Una tarde fui a la casa del jefe de mi papá, el señor López, al terminar mis clases de facultad, pues su esposa y e hija habían salido para veranear en Punta. Me pidió que le hiciera compañía y, como el puesto de trabajo de mi padre apeligra cada vez que rechazaba sus peticiones, no me dejó alternativa. Debo decir que ese maduro parece el ser humano más repugnante que ha pisado la tierra, pero también sabe sacar la puta que hay en mí a base de estimulaciones vaginales fuertísimas y palabras groseras.
Me hizo pasar adentro tras tocar el timbre.
—Buen día señor López –dije lanzando la mochila al suelo de la sala.
—Hola Rocío, te estaba esperando, ¿cómo te fueron las clases?
—¿Quiere saber? –pregunté mientras me quitaba mi vaquero y luego la camisa. En mi vientre se notaba el tatuaje obsceno que me hice para él, y al retirarme el sujetador vio mi pezón anillado.
—La verdad es que no me interesa, solo preguntaba. Menuda putita estás hecha, ven y hazme una mamada –dijo sentándose en su sofá y empezando a sobar su paquete de manera grosera.
—Tenga más modales al hablar. Y por cierto, actualícese, la próxima vez use el Whatsapp, ya nadie envía mensaje de textos –tiré mi tanga a un costado. Me acerqué al sofá y me incliné para besarlo pero él me agarró del cabello y me hizo arrodillar a la fuerza.
—Rocío, tuve un mal día en la oficina y me gustaría descargarme un rato, abre la boca –dijo restregándome contra su bulto.
Vaya maleducado. Desabroché su cinturón para poder acariciar su verga que ya estaba morcillona tras las telas de su ropa interior. Cuando por fin lo saqué con mis dos manos (es enorme el cabrón), me detuve para mirar el montón de venas que parecían iban a estallar.
Empecé a masturbarlo pero él me dio un bofetón que me dejó boquiabierta, vaya maneras de tratar a una chica:
—Pero en dónde tienes tu cabeza, puta. Escupe mi polla si vas a cascármela.
—Cabrón, me voy a vengar –murmuré.
Me acerqué y lancé un cuajo. Mejor dicho, traté de lanzar un cuajo de saliva pero me salió algo pequeño y ridículo. Volví a intentarlo y conseguí escupir algo más decente, y con la punta de mi lengua empecé a restregar la saliva por toda su enorme polla, recorriendo los pliegues de sus venas porque sé que a él le gusta sobremanera que las presione.
Fue justo cuando estaba mamándosela cuando escuché mi móvil, vibrando y sonando en el bolsillo de mi vaquero tirado cerca. Preferí dejarlo allí y seguir succionando la verga del señor López, pero mi maduro amante me ordenó que atendiera la llamada. Le miré cabreada pero sé que no puedo negarme a sus deseos.
Me levanté para retirar el teléfono del bolsillo. Miré la pantallita: se trataba de mi novio, Christian. Dios, qué vergüenza y rabia. Miré con carita de puchero al señor y le pedí que me dejara apagar el móvil.
—Atiende la llamada, niña –ordenó expeliendo su cigarrillo —. Y ven, sigue chupando, cerda.
—Será cabrón, viejo de mierda –le respondí tosiendo un par de veces al oler el humo. Y atendí mientras se la cascaba.
—Hola Chris.
“Rocío, no me llamaste en todo el día, ¿qué te pasa?”
—Perdóooon, estuve muy ocupada, luego te escribo, ¿síii?
“¡No! Es nuestro primer aniversario y no me dijiste ni mú”.
Se me cayó el alma al suelo. Dejé de cascársela al señor inmediatamente, aunque no aparté mi mano de su enorme verga.
—¡Mierda!, mi amor, perdón, estoy con tanto ajetreo que se me pasóooo…
El señor López sonreía, fumaba su cigarrillo y lo expelía en mi rostro para hacerme toser. Quería ponerme en un aprieto mientras hablaba con mi chico. Traté de cortar cuanto antes la llamada:
—Te lo voy a compensar, Christian, no te preocupes…
 “Y bien, ¿te paso a buscar esta noche? ¿O te olvidaste que reservé en el restaurant chino? Ese que tiene la vista al río de la Plata”.
Miré la polla venosa del señor López. Estaba metida en un dilema. Amo a mi novio, me encanta la comida china, río de la Plata me enamora, pero dios santo esa verga venosa era enorme. No todos los días tenía la oportunidad de estar con el jefe de mi papá a solas. Me mordí los labios y volví a cascársela, inclinándome hasta sus velludos huevos. Antes de metérmelos en mi boquita, le aclaré las cosas:
—Tengo que estudiar en casa de Andrea, perdóooon, no sabes cuánto lo lamento…
Me cortó la llamada. Era obvio que se cabreó, pero no pude pensar mucho porque me engullí esos huevos. Sé que es el punto débil de mi amante y se corre rápido si paso mi lengua anillada por esa piel peluda y rugosa. Y mientras  con mi nuevo piercing recorría esa piel tan áspera, el señor López volvió a expeler el humo de su cigarrillo en mi cara:
—Ufff, cabróoon, deje de hacerlo –dije mordisqueando sus huevos.
—¡Ufff! ¿Quién era, Rocío? ¿Tu novio? ¡Ja ja ja!
Tiré el móvil a un costado y miré muy enojada al señor, con ambas manos pajeando su tranca para que se corriera de una puta vez y me dejara en paz.
—No me vuelva a llamar puta, y menos vuelva a tratarme así cuando hablo con mi novio.
—Sigue, Rocío, me voy a llegar pronto –dijo gimiendo horriblemente, como si fuera un caballo.
—Ya era hora, se me entumecen las rodillas señor López.
Tomó un puñado de mi cabello y me folló la boca brutalmente. Me la metió hasta la garganta, me agarró de sorpresa y me costó respirar por unos momentos, quería apartarme pero sé que era imposible, es muy fuerte y cuando se quiere correr lo hace metiéndomela hasta la campanilla para darme toda su leche espesa y caliente, simplemente no hay forma de evitarlo.
Y se corrió, sentí que me iba a ahogar cuando su semen se escurrió incluso por mi nariz. Fue una de las corridas más asquerosas que habré sufrido, era un animal irrespetuoso, grosero y asqueroso. A la vista de todo el mundo era un hombre exitoso, profesional y educado, pero conmigo mostraba su verdadera personalidad.
Poco a poco su polla fue disminuyendo de tamaño y me dediqué a limpiársela a lengüetazos, sin usar mis manos, como le gusta. Cuando por fin quedó impoluta, la guardé tras su ropa interior.
Me senté en su regazo para besar su cuello mientras él me metía mano para poder estimularme. Me acarició la concha húmeda con un par de dedos, restregándolos entre mis calientes e hinchados labios vaginales. Confieso que me gusta cómo lo hace, me frotaba más contra su cuerpo porque si bien me parece el ser humano más detestable que existe, sabe cómo calentarme.
—Mira la TV, Rocío.
Me acomodé para ver mientras él seguía masturbándome. Y abrí los ojos como platos cuando me mostró una película porno en donde una chica estaba de cuatro patas, siendo follada por un labrador. Chillé del susto porque no estoy acostumbrada a ver cosas así, por no decir directamente que ni siquiera sabía que algo así podría ser posible.
—¡Ufff, no me extraña que a usted le gusten estas guarradas! ¡Cambie de canal, uff!
—¿Te gusta lo que ves?
—¡Es un perro, por diossss, cabrón no me muestre eso mientras me tocaaaa!
—¿Quieres que te deje de tocar, Rocío? –y empezó a buscar mi puntito, acariciando, plegando mis carnecitas húmedas con fuerza.
—¡Nooooo, por favor sigueeee… Pero cambia de canaaaal…!
—No es un canal, es una película. ¿Te gusta cómo esa puta se lo monta con el perro?
—Me confunde con su esposa, cabróoooon, yo soy una chica decenteeee…
Y me corrí tan rico, encharqué la mano del señor López mientras me mordía los labios y empuñaba mis manos con fuerza. De reojo veía aquella mujer chillando del placer o del dolor mientras el perro se la metía con violencia. O puede que la mujer chillaba del espanto, porque sé que a mí me asustaría mucho estar montándomelo con un bicho. Encima era un perro grande, a saber cómo la tendría de gruesa.
—Chupa tus jugos, puta –dijo mostrándome su mano.
Me incliné para chuparle sus dedos. Él alejó su mano y se empezó a reír de mí. Lo tomé con mis dos manos y la llevé a mi boquita para pasarle lengua entre sus dedos gruesos, succionando mis jugos. La verdad es que si antes me causaba asco, hoy día le empezaba a tomar el gusto. No se trata del sabor en sí, sino de la situación, la excitación del momento hace que mis flujos y hasta su rancio semen me sepan  agradables.
—Parece que cancelaste tu cita con tu novio porque estás estudiando en la casa de tu amiga, ¡jajaja! Menuda puta eres, Rocío. Vamos a pasarla bien.
—¿Sus colegas vendrán hoy, don López? –pregunté volviéndome para abrazarlo. Vale que lo odio, pero sabe cómo calentarme y al final mi propio cuerpo me traiciona y le pide carne. Y mientras desabotonaba su camisa para besar su peludo pecho, me aclaró las cosas:
—Sí, vendrán al anochecer. Te traerán una sorpresa. Ahora levántate y prepárame un café, marrana. Y limpia un poco la sala, de paso.
—¿Pero qué dice, viejo? ¿Tengo cara de empleada doméstica?
—¿Pensabas que ibas a venir a mi casa para estar como una reina? Reina es mi esposa, princesa es mi hija, tú eres una puta y si quieres estar aquí vas a tener que trabajártelo.
—Madre mía, viejo verde… Si lo hubiera sabido me iba a la cita con mi novio –mentí. Me levanté y recogí mis ropas con la cara enojadísima. A mi hermano y mi papá les hago el favor de prepararles el desayuno, cuando estoy de humor. Y mi casa la limpio una vez a la semana pero porque se trata, justamente, ¡de mi casa!
—¿Qué haces, Rocío?
—Me voy al baño para limpiarme y ponerme mis ropas.
—Nada de eso, si vas a estar aquí, estarás en pelotas. Quiero que estés siempre dispuesta a cualquiera de mis colegas. Quiero que se vea toda la mercancía, que se vean esos tatuajes y piercings.
Estaba entre enojada y caliente, para qué mentir.
—Dígame que está bromeando, señor.
 

—Vamos, prepárame algo y luego limpia la sala. Más vale que todo esté impoluto para cuando vengan mis colegas.

Vaya imbécil. Iba a escupir su maldito café, iba a lanzar el azúcar en el suelo antes de ponérselo en su taza, iba a remojar el pan con el agua del inodoro antes de pasarle mantequilla, pero por dios que no iba a quedarme sin mi venganza.
Se sentó en otro sillón y empezó a ver un canal deportivo.
Casi una hora después, mientras él me felicitaba por tan deliciosa merienda, sus colegas llegaron y vaya que se encargaron de hacerme saber que mi condición sería la de una puta sin muchos derechos. Desnuda como estaba ante esos maduros trajeados, no iba a tener chances.
Estaba limpiando algunos cubiertos del fregadero cuando uno de esos hombres se acercó para darme una fuerte nalgada con la mano abierta. A la fuerza me inclinó sobre dicho fregadero y empezó a restregar groseramente su enorme bulto por mi cola sin que yo pudiera hacer más que retorcerme, pero por suerte sus amigos lo apartaron mientras yo trataba de recuperarme del susto.
—Rocío, después de estos días no vas a poder sentarte por un mes, ¡ja ja ja! –dijo mientras sus amigos le tranquilizaban.
—¡Está locooo, me prometieron que nada de tocarme la cola!
—Basta, Ramiro –dijo uno, era el más guapo de todos los ocho hombres—. Tampoco es plan de matarla a pollazos. Ya saben a lo que hemos venido.
—Perdón, Rocío, es que te vi ahí desnuda y no pude aguantarme.
—Viejo gordo, tengo cuchillo en mano y no dudaré en usarlo.
—¡Ja! Tranquila, niña, es verdad que prometimos que no vamos a tocarte el culo, seguro que aún te duele desde aquella vez en el departamento. Ya habrá momento para reventártelo.
—Ojalá se lo revienten a usted primero, verá qué divertido es que le duela cada vez que se siente o camine.
Se rieron todos. No sé qué de gracioso dije, porque es verdad que días después de haberme ensanchado un poco más el ano, sufrí de lo lindo cada vez que me sentaba o me movía mucho. Subir al bus era directamente una tortura.
Repentinamente vi que uno de los hombres trajo a dos enormes perros mediante sus respectivas correas. Uno era un labrador como el de aquella asquerosa película porno y el otro era un dóberman. Mi primera reacción fue abrazarme al primer hombre que tuviera cerca porque, en serio, los perros me asustan sobre manera. Claro que ellos se la pasaron carcajeando, me dijeron que los trajeron para proteger la casa del señor López.
—Pues amárrenlos afuera, no sé por qué tienen que entrar en la casa… ¡¡¡Y están ensuciando el piso que estuve limpiando!!! –Ya estaba sonando como una madre de familia, la verdad.
El que los trajo los llevó al jardín. Luego se sentaron todos en la sala y me pidieron que me acercara. Fue un auténtico martirio estar desnuda mientras ellos estaban tan relucientes en sus trajes, me hacían sentir como un animal en el extremo más bajo de la cadena, como una perra. Me pasaba de regazo en regazo, me tomaban de la cinturita para contemplar los tatuajes obscenos del cóccix y el vientre que me puse para ellos, me invitaban la cerveza, jugaban con mi pezón anillado o pedían que les besara y que les hiciera sentir el piercing en mi lengua.
Pero como mucho llegaron a meter dedos en mi coño hinchado, yo estaba cachondísima de tanto toque y beso, pero no iba a rogarles para que me follaran, porque insisto, me considero una chica decente. Fue cuando estaba sentada a horcajadas sobre el maduro más apuesto de todos, restregándome y besándole su cuello, cuando el señor López carraspeó y me dijo que encendiera la enorme televisión HD de la sala.
Cabreada, accedí. Ya podrían apretar un puto botón ellos. Me levanté, estaba algo mareada por beber tanto, y le di al “ON”. En la televisión apareció la enorme polla de un maldito dóberman siendo acicalada por una mujer de edad. Chillé del susto, la verdad es que me tomó de sorpresa y apagué el televisor.
—¡Jajajaja!, ¿te asustó, puta?
—¡Vuelve a ponerlo, te va a gustar!
—¡Jamás!
—Vale, ven conmigo Rocío, no les hagas caso –dijo el gordo asqueroso mientras se descorría su bragueta. Sacó su polla gruesa y empezó a sacudirla como un puerco mientras se relamía sus labios.
—Panda de viejos raros –murmuré para arrodillarme ante él.
—Eso es, Rocío, tengo mucha lefa para ti. ¿La quieres?
—No.
—Sí la quieres, venga, chupa, puta.
Me acomodé entre las piernas del gordo para tomar con mis manitos su gruesa tranca. Olía asqueroso.
—Don López, me la quiero follar –dijo inclinándose para acariciar mi teta y jugar con mi pezón anillado.
—No, lo siento Ramiro, ya sabes que debemos aguantar.
No sabía a qué se estaban refiriendo. Pero es verdad que no me habían follado  aún. Me habían acariciado, besado y tocado a gusto, pero lo que era follar: nada. No le presté mucha atención, me dediqué a lo mío. Escupí un cuajo pequeño y se la sacudí para tenerla lubricada. Y mientras comenzaba a meter mi boca para meter la puntita de mi lengua en su uretra, escuché unos sonidos de jadeos provenientes de la televisión. Volvieron a encenderla para ver la maldita película.
—¡Es increíble, amigos, cómo esa chica se lo monta con el perro! –exclamó el señor López.
—Mira cómo lo disfruta.
—Chúpame los huevos, perra –me ordenó el gordo. Levanté el tronco y metí mi boca en esa asquerosa jungla de pelo para succionar una pelota rugosa.
—Rocío, tienes que follar con un perro un día de estos, ¡jajaja!
—Mffff, ¡en la puta vida! –les regañé antes de que el gordo volviera a empujar mi cabeza contra su polla.
El sonido de la película porno estaba al máximo. No podía verlo, no quería de todos modos, pero me resultaba imposible evitar escuchar los jadeos del can y los gemidos de la chica mezclándose con mis sonidos de succión. Era como si ella gozara, pero no podía ser posible, estaba follando con un perrazo, no sé qué clase de puta podría disfrutar con ello. Para colmo podía escuchar cómo los hombres a mi alrededor se la estaban cascando viendo semejante tontería.
El gordo me tomó del cabello y me levantó la cabeza. Tomó de mi mentón y restregó su enorme glande entre mis labios. Abrí la boca para que me la follara y se corriera. Sonando como un cerdo, arrugando su rostro de manera rarísima y fea, depositó toda su leche caliente en mi boca.
Con la nariz y boca chorreando semen, con los ojos casi llorosos, recosté la cabeza en su muslo para pedirle que me dejara en paz. Pero el cabrón me dio un bofetón:
—Súbete, te voy a dar una rica pajita.
—Ufff, quiero ir al bañooo…
—Arriba, vamos, perra.

Me senté sobre él, de espaldas, de modo que podía ver el televisor gigantesco de la sala. Y mientras me metía mano en mi agujerito y buscaba mi puntito con sus dedos, empezó a hablarme groseramente sobre lo muy puta que era por chorrear tanto.

Miré de reojo al jefe de mi papá, fumándose un cigarrillo y filmándome con su móvil mientras los otros se masturbaban viendo la película.
—Rocío, ¿es cierto lo que dice Ramiro? ¿Que eres una perra?
—Uffff… Perra su señora, sinvergüenza…
—¡Jajaja! Mi esposa es una reina, como te dije. Algo remilgada, por eso tú eres nuestra puta, para poder practicar guarrerías contigo.
El gordo era un experto estimulándome la conchita, me tocaba la teta anillada con la otra mano mientras yo me restregaba más y más contra su pollón. No podía evitar ver la maldita televisión, era demasiado grande, era inevitable ver a esa mujer siendo montada por tan asqueroso bicho.
—Hoy no me lavaré la mano, Rocío, así mismo le voy a saludar a tu papá mañana, en la oficina, con los tus jugos resecos, ¡jajaja!
—Diossss… deje de hablarme cuando me tocaaaa… uffff
—¿Eres una perra, Rocío?
—Síiii, lo sooooyyy…  ¿Va a follarme o noooooo? –dije apretando mi conchita contra su polla para que entrara. Solo era cuestión de darle un puto empujoncito, mis grutita quería pollas, no dedos. Con una mano lo tomé y quise metérmela yo por mi propia cuenta, pero él se la apartó para mi martirio.
—No me convenciste, puta, dilo de nuevo.
—Que me folle, viejo, por favoooor, soy una perraaaa, lo admitooo, lo he admitido hace una semana, ¿es que ya sufre usted de pérdida de memoria, maldita sea?
Pero no aguanté más y me corrí como una auténtica cerda. Mejor dicho, perra. Y mientras sus dedos gruesos entraban en mi grutita, no pude despegar mis ojos de la maldita pantalla. El perro se había dejado de mover violentamente, estaba como acoplado a ella, y la mujer tenía una carita de vicio similar a la que yo pongo cuando me corro del gusto.
Aprovechando que yo estaba recuperándome de aquella corrida, el gordo me tomó de la cintura y me guió hasta hacerme acostar boca abajo sobre la mesita del centro de la sala, ubicada entre los sillones y el televisor. Más caliente no podía estar, pensé que por fin me iban a follar y puse mi colita en pompa disimuladamente, no sea que pensaran que iba rogando pollas.
Vino el señor López y agarró un puñado de mi cabello para levantar mi cabeza, de modo que pudiera ver la película obscena muy de cerca.
—Ufff, no quiero veeeer, es asquerosoooo…
—Mira, te vas a ir acostumbrando a ver estas cosas, puta.

Y el gordo aprovechó, se arrodilló detrás de mí y se inclinó para meterme lengua hasta el fondo de mi culo por varios segundos. Berreé como una puta poseída, arqueé mi espalda y mis músculos se tensaron; me corrí otra vez y pensé que me iba a desmayar del gusto.

Vi de reojo, mientras me retorcía, cómo los otros se acercaban para correrse sobre mí. Estaba cansada, jadeaba y me incomodaba mi culo por el beso negro que cada vez era más brutal. La leche tibia caía sobre mi cuerpo, se oían los jadeos y algunos me daban pellizcos. Poco a poco los hombres fueron retirándose de la sala al acabarse sobre mi espalda, y por último el gordo por fin sacó su lengua y me dio una fuerte nalgada que me hizo gritar del dolor.
Se fueron para asearse y a beber en la cocina. Me dejaron allí tirada como una muñeca de trapo repleto de semen. Estaba cansadísima y algo mareada porque no estoy acostumbrada a beber mucho, a duras penas me levanté y me fui a sentarme en el sofá.
Levanté la mirada para terminar de ver la maldita película mientras me limpiaba el semen reseco en mi cara. Era una mezcla de curiosidad, alcohol y calentura. La escena cambió y entraba una jovencita con un bulldog. Me pareció más gracioso que otra cosa, el perro no era tan grande como los otros, a saber cómo lo haría. Vi con asco cómo la joven se puso algo pastoso en su pelada concha para que el animal empezara a lamerle. A la putita le encantaba cómo se la lamía, me imaginé que la lengua de los perros son más grandes y tendrían una textura diferente a la de los humanos, así que sería una experiencia de otro mundo. Luego la montó, y con la ayuda de la chica, pudo penetrarla.
Sin darme cuenta, me había visto toda la maldita escena. Y peor aún, tenía dos dedos entrando y estimulando mi grutita. Me levanté asustada. No podía ser verdad lo que me pasaba, tal vez era cosa del alcohol. Una chica decente no se toca viendo una película así de pervertida.
El señor López volvió:
—Ya se fueron mis colegas. Antes de bañarte quiero les des de comer a los perros.
—Ya es de noche, señor, quiero ir al baño, por favoooor…
—Son buenos, no te preocupes. Luego date una ducha y vente a mi habitación, quiero quitarte algunas fotos –me expelió de nuevo el humo de su cigarro.
—Ufff, hace frío afuera, quiero mis ropas.
—No hace frío, eres una niñata consentida que no quiere hacer nada productivo.
—Y usted un pervertido doble cara, con su señora, su hija y hasta con mi papá se muestra como un caballero. Pero yo lo conozco muy bien. Ojalá se tropiece rumbo a su habitación y se muera, viejo de mierda.
—¡Jajajaja! Menos ladrar y más trabajar, perra. El plato para los animales está afuera, la comida está en la cocina.
Y se fue a su habitación. No era precisamente como pensé que las cosas iban a desarrollarse cuando me dijo que íbamos a pasar la tarde y noche juntos.
Fui al jardín para busca el plato. No duró ni dos segundos en mis manos pues la lancé detrás de unos plantas. No soy la empleada particular de nadie, ni mucho menos de un degenerado. Muy para mi sorpresa, se apareció el labrador con el plato en su boca. Me causó gracia, la verdad, quise quitársela pero él forcejeó y me caí al suelo.
—Chucho malo, necesito que lo lleves lejos.
Ahí estaba yo, tirada sobre el gramado con una sonrisa de niña loca. Desnuda, sudada, algo borracha, calientey tras haberme visto un montón escenas de sexo entre mujeres y perros. Frente a mí estaba ese bicho asqueroso que por algún motivo movía la colita con emoción. No pude evitarlo, miré de reojo su polla para tratar de calcular cómo sería su tamaño a tope.
Me puse de cuatro patas, atajándole la cabeza con una mano, inclinándome para verlo mejor. No iba a tocarlo, no iba a ponerme a follar con él, soy una chica decente, simplemente tenía curiosidad. Fue cuando estaba admirando sus partes cuando sentí una lengua fría, húmeda y de textura rugosa recorriéndome desde mi coño hasta mi culo.
Gemí como cerda y arqueé la espalda. Supe inmediatamente que era el dóberman. Me tambaleé porque me agarró de sorpresa. Como aún estaba de cuatro patas, aprovechó y se subió sobre mí; mis ojos se abrieron como platos, me zarandeé pero el cabrón se ceñía muy bien a mi cintura. Fue cuando sentí lo que parecía ser la punta de su nabo golpeando mi cola cuando se me erizó toda la piel. Grité por ayuda mientras el perro trataba violentamente de metérmela, chillé para que el señor López me viniera a rescatar. Estaba a merced por ser una perra curiosa.
Mientras él estaba dándolo todo por penetrarme, vino el señor López. Pensé que me iba a rescatar pero cuando le miré, vi con toda la rabia del mundo que el cabrón estaba filmándome con su móvil, sonriendo como un malnacido:
—¡Se-señor López… sáquelo de encimaaaaa!
—Jajajaja, Rocío, no te va a follar, necesita que le ayudes a entrar. No te preocupes, se lo mostraré a los colegas, esto es divertido…
—¡Imbéciiiiiil, ojalá arda en el infiernoooo! –grité sintiendo una y otra y otra vez la punta tibia de su sexo golpeándose intermitentemente en las caras internas de mis muslos, a veces tocando ligeramente mis labios vaginales.
—Deja que se corra en tus muslos, perra.
—¡Noooo, me está lastimando la espaldaaaaa!
No pude aguantar la fuerz de sus embestidas, mis brazos cedieron y me caí. Seguí zarandeándome para librarme pero era imposible, el dóberman seguía dándole con todo aunque no podía ensartármela.
—Ya, ya, suficiente, no es para ponerse así, Rocío.
Me separó del can y salí corriendo hacia la sala. Me acaricié la espalda, el infeliz me dejó un par de rajas rojizas que ardían. Estaba cabreada, estaba nerviosa y me sentía humillada pues fui sometida por un perro frente a mi maduro amante
—¿Te gustó, Rocío? –me preguntó entrando a la sala.
—No pienso volver a ese jardín, les van a dar de comer su puta madre, su puta esposa y su puta hija, pero yo no pienso volver allí, CABRÓOOON.
—¡Bah! Ya estoy cansado de ti, niñata. Báñate, ponte tus ropas y vete a tomar por viento.
—Imbécil, ¡no sabe cuánto lo odio!
—Si vas a venir mañana será mejor que cambies tu actitud, Rocío.
—Cree que volveré después de cómo me ha tratado. ¡A tomar por viento usted!
Cogí mis ropas y me vestí, prefería bañarme en mi casa porque no iba a aguantar ni un segundo más en ese lugar. El hombre ni me acompañó, ni se despidió y ni mucho menos se ofreció para llevarme a casa, dejándome en claro qué tipo de persona es.
Más tarde, ya de vuelta en mi hogar, apenas logré conciliar el sueño. Me puse una cremita en la espalda antes de dormir; me la pasé quejándome toda la noche sobre lo atrevido que fue el señor y sobre todo, lo bruto que fue el dóberman conmigo.
Al día siguiente, en medio de mis clases, vi con una sonrisa que el señor López me envió su primer mensaje de Whatsapp. Me sorprendió un poco, se estaba modernizando por mí, parecía que en el fondo tenía en cuenta mis sugerencias y quería agradarme. Pensé que tal vez bajo esa personalidad de macho alfa de mierda se escondía un hombre interesante.
“Hola Rocío. Instalé el Whatsapp solo por ti. Discúlpame por lo de anoche”.
Le respondí un escueto “OK” pero realmente estaba sonriendo. Me envió otro mensaje un poquito después. Se trataba de un video. Suelo sentarme en el fondo de la clase con mis amigas así que no me preocupaba que alguien me pillara. Me acomodé y le di al “play”.
Se me cayó el alma al suelo. Era el video en donde su dóberman me sometía. Era asqueroso, el perro muy bravo y excitado haciéndome su putita. Yo tenía una cara de vicio, los ojitos decían que estaba asustada, mi boquita abierta de la sorpresa, mi cabello con algo de semen se desparramaba al ritmo de los vaivenes.
Me molestó muchísimo. Me envió otro mensaje que ponía “¿Te espero esta tarde?”. Le respondí “NUNCA MÁS”.
Mi novio no me hacía caso pese a mis llamadas, me evitaba en el campus y yo realmente tenía ganas de desfogarme pues todo el día anterior fui brutalmente estimulada por los colegas de mi papá, pero sin ser follada. Básicamente: no aguanté.  Al terminar las clases volví a la casa del señor López y toqué el timbre con la excusa de que no quería que despidiera a mi padre; se puso feliz al verme y me volvió a pedir que me quitara las ropas y las dejara en la entrada de la sala.
Me guió hasta su baño y me ordenó que me apoyara contra la pared, que pusiera mi colita en pompa. Utilizando solo su dedo corazón, me folló el culo mientras que con la otra mano me estimulaba el coño. La cola no me dolía tanto, me limité a morderme los labios para aguantar la pequeña molestia que sentía. De vez en cuando me pedía que hiciera presión a su dedo, cosa que no sabía cómo hacer. Me dijo que más adelante iba a aprender para cuando debutara por detrás.
Al verme toda colorada y sudada, sacó sus dedos y me dio un sonoro guantazo a la cola que me hizo gritar de sorpresa. Salió del baño para encender su cigarrillo, y me ordenó que lo acompañara hasta el jardín. Bastante confundida, lo seguí hasta salir afuera.
—Rocío, dale de comer a mis perros.
—Uffff, señor por qué me está dejando a mediasssss… por favor termine lo que estaba haciendo —protesté tomando de su mano para besar sus dedos.
—Lo siento Rocío, tal vez luego. No me hagas repetir una orden dos veces.
Antes de que volviera a oponerme, me aclaró que les ató en una esquina para que ninguno de los animales se pasara conmigo, pues es verdad que eran perros grandes y fuertes, y me sería imposible escaparme si me atrapaban.
Así pues, desnuda y caliente, cargué la comida en dos platos enormes para los animales. Me arrodillé frente a ellos para acercarles, y de paso miré las pollas de esos perros para rememorar las películas porno. El dóberman estaba excitado, me quería comer como la otra noche, se le notaba la verga bastante tiesa.
—Eres un salido, bicho –le susurré riéndome, pero no me atrevía a tocarle, simplemente estaba allí, arrodillada frente a ellos y curioseando.
Al terminar de comer los dos animales, el señor López me devolvió las ropas y me dio un par de películas para que las viera en mi casa. Le dije que quería quedarme más tiempo con él pero respondió que estaría muy ocupado pues tenía una reunión de emergencia con sus colegas. Le respondí que podía acompañarlo pero me insistió que no era el momento adecuado.
En mi casa, tras estudiar y cenar, me dirigí a mi habitación y puse el seguro de mi puerta. Puse la primera película que tenía el rótulo “Zoofilia”. No sabía qué era eso, pero el “Zoo” me estaba causando una ligera sospecha que confirmé al darle al “Play”: era otra de esas escenas de mierda con perros y mujeres. No duró dos segundos en mi reproductor. Puse la otra que no tenía rótulo: Eran dos chicas besándose. No me gustan las mujeres pero me pareció interesante verlo. Lastimosamente, al rato entró un negro con dos perros en escena. Y apagué el televisor.
Con rabia traté de conciliar el sueño. Entre que don López me dejó caliente de tanto meterme mano, mi novio que no me hacía caso, entre los dos perros del señor que me ponían nerviosa y las películas de temática bizarra que vi, me dormí y tuve sueños demasiado raros.
 

Me veía a mí misma con los ojos vendados, siendo follada por el dóberman de manera brutal. Me arañaba la espalda y los costados mientras los malditos amigos de mi papá estaban alrededor bebiendo y riéndose. Don López sujetaba de la correa a su labrador, que esperaba su turno. Una y otra y otra vez el sueño se repetía.

Me desperté toda sudada y traté de tranquilizarme. “Soy una chica decente, las chicas decentes no soñamos esas cosas” me decía una y otra vez.
En la facultad no podía pensar con claridad. En plena clase, el señor López me volvió a enviar otro video.
Lamentablemente resultó ser otra escena de zoofilia. Quise continuar escuchando al profesor, pero era demasiado aburrido. Volví a mirar el video, me acomodé en mi asiento y terminé de ver los cinco minutos en donde una rubia era vilmente sometida por un gran danés. La puta pareció gozarlo bastante, seguro que si ponía el volumen se la podía escuchar cómo chillaba de placer.
No aguanté más. Era demasiado, estaba calentísima. Ya había visto tantas veces que me estaba acostumbrando. Mi mente estaba pudriéndose, por dios, me levanté y pedí permiso para ir al baño, la concha se me estaba haciendo agua.
Me metí en un cubículo, bajé mi vaquero y me senté sobre la tapa del váter. Puse el móvil sobre mi regazo y volví a poner el video. Me toqué la teta anillada con una mano y metí dos dedos en mi coño con la otra, mientras admiraba esa mierda de escena pixelada.
Me corrí y repetí la misma operación una última vez. Me volví a correr más fuerte y casi grité con tres dedos entrando en mi grutita encharcada. Era oficial: me había convertido en la más puta de todo Uruguay. Me calentaba viendo videos de perros follando chicas. Y lo peor es que quería ver más y más.
Me recosté un rato tratando de asimilar la situación. No sabía si llorar o volver a mirar el video por tercera vez. El móvil vibró pues el señor López me envió otro mensaje. “Ojalá sea otro video” rogué para mis adentros. Pero era solo texto y decía:
“Rocío, estoy en la oficina con mucho trabajo. Te ruego que vayas a mi casa y le des de comer a los perros. La llave la dejé bajo la alfombra de la puerta de entrada”.
Dios santo. Iba a estar a solas con esos bichos. Con una mano acariciándome mi húmedo coño, le respondí lentamente con la otra:
“No soy su empleada, pero lo haré solo porque no soportaría que esos perros pasen hambre”.
Dos horas después, terminadas las clases, estaba frente a la casa de mi amante. Abrí la puerta y entré. Maquinalmente me quité las ropas porque estaba acostumbrada a hacerlo. Me reí de mí misma, no había necesidad de desnudarme si no estaba nadie en casa.
No obstante, decidí quitarme las ropas. Puse mis ropas sobre el sofá y allí comprobé que seguía mojadísima. Fui a la cocina y saqué la bolsa con la comida para perros con un par de platos grandes. Salí al jardín toda emocionada, allí estaban los dos bichos, encadenados. A esa altura ya me conocían, movía la cola el labrador, el dóberman me daba pena porque apenas tenía colita pero la sacudía con muchas ganas.
—Vino mamita, chicos  –dije sonriendo. Me arrodillé frente a ellos y les acerqué los platos repletos.
El dóberman, el más salido de los dos, empezaba a ponerse duro. Al parecer quería montarme de nuevo. Dios mío, era idéntico al perro de uno de los videos. Empecé a meterme dedos y masturbarme frente a ellos. Dejaron de comer y empezaron a mirarme con curiosidad, noté que incluso al labrador se la estaba poniendo dura; ambos querían venir hasta donde yo me retorcía pero sus cadenas eran cortas.
Me puse de cuatro y empecé a estimularme fuertísimo. Les miraba de reojo, mis ojos empezaron a humedecerse. Babeaba como una perrita, viendo a esos dos animales deseándome, queriendo montarme y hacerme su perrita como en las películas.
Me volví a correr por tercera vez en todo el día, chillé como cerda frente a ellos. Se les veía en los ojitos: querían darme carne de la buena, y yo quería recibirla porque aparentemente los humanos no querían dármela. Pero no me atrevería jamás a dejarme montar por un perro, por favor, pero como fantasía aplacaba mis ansias.
Mi conchita estaba hirviendo, hinchadísima, mis pezones estaban paraditos, se me hacía agua la boca todo el rato, era una auténtica locura, mi cuerpo me pedía que me dejara follar por cualquiera de los dos animales pero mi mente aún era muy fuerte y luchaba por la poca dignidad que tenía.
“Soy una chica decente, soy una chica decente, soy una chica decente, por diossss” –me decía mientras me volvía a meter dedos, mirando esos dos cipotes anhelantes.
Estuve tirada allí sobre el césped, jadeando, tras haberme corrido por lo menos una vez más. Pasaron los minutos y decidí volver adentro de la casa para darme una ducha. Cuando terminé de hacerme con mis ropas, le escribí al señor López:
“¿Va a volver pronto, señor? Ya alimenté a sus perros.”
“Gracias Rocío, eres mi princesa, pero no llegaré temprano. Ve a tu a casa, mañana te escribo”.
Otra vez tratándome tan bien. Si es que cuando se pone las pilas es todo un amor. Cogí mi mochila y me retiré de la casa esperando que mi cuerpo dejara de pedirme sexo con perros.
De nuevo en mi hogar, intenté estudiar en la sala. No podía. Veía mis apuntes y no podía concentrarme. Fui de nuevo a mi habitación para escuchar música o ver la televisión. Pero terminé viendo las películas que me dejó el señor López.
“Soy una chica decente” –me repetía una y otra vez mientras ponía la película en el reproductor. Terminé viéndolas dos veces cada una, de vez en cuando ponía las escenas a mitad de velocidad para percatarme de todos los detalles como los rostros de esas mujeres y los embates más fuertes de los animales.
Y al dormir volví a tener más sueños guarros pero que ya no parecían incomodarme tanto; soñaba que el labrador me hacía su putita en mi habitación. Mi papá y mi hermano miraban desde la puerta gritándome lo muy puta que era por dejarme montar. Cuando el perro se corrió, entraron a mi habitación con un montón de perros listos para follarme.
Al día siguiente, de nuevo en clases, recibí otro mensaje del señor López. Cuando lo leí se me cayó el mundo y casi me desmayé:
“Rocío, tengo cámaras en la casa y en el jardín. Vi lo que hiciste ayer frente a mis perros, puta. Bueno, mis colegas también lo están viendo”.
Mi móvil cayó al suelo y rápidamente lo recogí. Estaba temblando, estaba mareada, quería morirme, quería que la tierra me tragase. Una amiga me preguntó si me encontraba bien pero su voz parecía tan lejana. Me recuperé y le escribí:
“No es lo que cree, don López”.
“No pasa nada. Hoy iremos yo y don Ramiro para buscarte a la salida de tus clases.”
Casi me desfallecí en  plena sesión de estudios. Me critiqué. Toda la culpa la tuve yo. Por burra, por tonta, por ser una calentona. Por ser una perra. Mis amigas notaron que me había vuelto un fantasma en vida, no les hacía caso, a veces miraba al techo y me reía silenciosamente y sin razón. Era más que oficial: mi cerebro estaba podrido.
Cuando terminamos las clases, me fui a la salida y vi venir un lujoso coche. Era el gordo de don Ramiro y el señor López.  Yo estaba ida, como fuera de mí, ya no me importaba lo que mis amigas y compañeros pensaran de mí al verme subir en ese auto con dos hombres maduros. Me acosté en el asiento trasero para tratar de calmar el mareo. Y arrancaron el coche con rumbo desconocido.
—Hola putita.
—Hola señores –dije aminorada.
—¿No nos vas a mandar a la mierda como usualmente sueles hacer?
—Estoy cansada, quiero irme a casa.
—Pues va a ser que no. Vamos a una veterinaria para comprar un par de cosas.
—¿Qué? ¿Qué van a comprar?
—Jajaja, ya verás. Tenemos un buen par de sorpresas para ti.
Me recuperé poco a poco durante el viaje. Me senté adecuadamente y traté de asimilar mi nueva situación: los compañeros de mi papá y su jefe me vieron masturbarme frente a dos perros en el jardín. Vieron cómo me corrí al menos dos veces. Por dios, no había forma humana de asimilarlo…
Llegamos a la veterinaria, nos bajamos los tres. Entramos y el señor López le dijo a la encargada:
—Buenas tardes, mi hija aquí –dijo tomándome del brazo—. Ella quiere comprar unas fundas para las patitas de sus dos perros.
Imaginaba por dónde iban los tiros. Me convertí en una chica autista, fuera del mundo, estaba como drogada y la señora me miraba raro.
—Ejem…  Bueno, tienes detrás de mí un montón de colores para elegir. ¿Cuál quieres, jovencita?
—Elige, Rocío. ¿Cuál crees que le quedará mejor al dóberman?
—Al… al dóberman –me imaginé al bicho montándome duro en el jardín —. El rojo.
—¿Y para el labrador? –preguntó don Ramiro.
—Ese… me gusta el negro –mi concha estaba chorreando. El labrador haciéndome su puta en la sala.
—Pues nos los llevamos. Rocío, son tus perros, por lo tanto gastarás tu dinero. Paga.
—¿Quéeee? –me desperté de mi mundo de sueños zoofílico.
 

La dependienta se rio de mí. Con la cara enfadada pagué las malditas fundas mientras me decía para mí misma que seguía siendo una chica decente.

De nuevo en la casa de don López, me desnudé al entrar. Ambos hombres se sentaron en el sofá y me invitaron a colocarme entre ellos. Me empezaron a tocar el coño y tetas mientras me ordenaban que les masturbara con una mano a cada polla. En tanto que  uno me chupaba el cuello y el otro me metía su lengua hasta el fondo de la boca para calentarme, oí al dóberman ladrar en el jardín.
—¿Estás caliente, puta?
—Sí, dios santo, estoy que me muerooooo…
—¿Quieres polla, no, putita?
—Mi novio no me habla, ustedes solo me meten mano, claro que quiero vergas jodeeeer –dije apretando ambas trancas con fuerza.
—¡Auch, Rocío, cuidado que vas a arrancarlas!
—Pues si eso es lo que hace falta, cabrones, lo voy a hacer.
—¡Jajaja! Parece que volviste. Bueno, ya es hora. Estás a tope. Ve al jardín y elige un perro.
—¿Elegir? ¿Para qué voy a elegir uno?
—Pues para ponerle las fundas.
—¿Y… para qué voy a ponerle las fundas?
—No te hagas de la que no entiende, puta. Te di una orden, ve y elige un perro. Tráelo de la cadena.
—Perdón, se-señor López.
Me levanté. Temblaba y me sentía fuera de mí. Era la hora. Salí al jardín y me arrodillé frente a los dos bichos. El dóberman parecía muy feliz de verme. Era el más salido pero probablemente el más fuerte, me iba a matar si no sabía cómo domarlo. El labrador parecía más tranquilo y me convenía, pero era el del cipote un poquito más pequeño.
Entré de nuevo en la sala trayendo de la cadena al perro elegido.
—¡Trajiste al dóberman! Toma, ponle las fundas a las patitas.
Los hombres atajaron al animal mientras yo me arrodillaba para ponérselas. Tras un martirio que me pareció durar horas y horas, mirando de reojo la polla rosada palpitante del dóberman, logré forrar sus cuatro patas.
—Señor López, tengo miedo –dije al atarle la última fundita. Le tomé de las manos y le miré con carita de puchero.
—Esto es lo que te mereces por puta y salida. Quieres estar con los perros, pues estarás con ellos.
—Pero no quita el hecho de que tenga miedooooo….
Se sentó en su sofá y me dijo que me acercara a él a cuatro patas, como una perra. Al llegar, me senté en el suelo sobre mis talones, acomodándome entre sus piernas. Saqué su polla sin que me lo pidiera y empecé a chupar el tronco, recorriendo sus enormes venas con mi lengua.
—Rocío, solo estábamos probándote. No vas a follar con el perro –dijo acariciándome el cabello—. Vas a practicar primero. Deja que te monte, no te va a penetrar a menos que lo ayudes. Queremos ver primero si eres capaz de soportar su peso, su fuerza. Iremos paso a paso.
Sonó el timbre. Don Ramiro fue a abrir pues se trataba de los compañeros de mi papá, que vinieron a ver cómo “la hija de Javier” se lo montaba con un perro. Cuando entraron, la sala se llenó de insultos, me decían guarradas, me tocaban el culo pero yo no podía pensar con claridad, tan solo me limitaba a mamársela a don López.
—Sigue, puta, pronto tendrás toda mi lefa –ordenó don López –. Amigos, traigan al dóberman.
Me asusté un montón, el momento estaba llegando, dios santo.
 —Rocío, ¿quién te dijo que dejaras de mamar, puta?
—Diossss… perdón, don López –dije engullendo su cipote.
—Sujétate de mis piernas, puta, el perro es fuerte. Ya lo sabes.
—¿Me ayudarán si me lastima? En serio estoy que me muero de miedoooo…
—Como sigas hablando te ato afuera y te dejamos a tu suerte con los perros.
—Perdóoon, no hablo más, perdóoon –metí la puntita de mi lengua en su abertura uretral para tranquilizarlo, no es divertido cuando don López se enoja.
Escuché cómo traían al perro detrás de mí. Saqué mi boca de su tranca y abracé la cintura del señor, pegándome contra su pelvis, sintiendo su polla palpitando entre mis senos. Creo que le di pena porque normalmente me diría que soy una tonta y que me iban a dar lo mío, pero me acarició el cabello:
—Pues parece que sí tienes miedo. Joder, me vas a dar pena y todo, marrana. Mira, si quieres, pararemos con esto y lo dejaremos para otro día. ¿Qué dices?
Le miré a los ojos. Podía frenarlo; pero ya era tarde. Mi cabeza estaba podrida, mi coñito estaba que ardía. Ellos me vieron, sabían mi naturaleza de puta pese a que no lo admitía nunca.
—Quiero hacerlo, don López.
—¿Segura, quieres que te folle el dóberman?
—Síiiii –dije volviendo para chupar su enorme pija.
—Te jodes, Rocío, no te va a follar, te dije que vamos a ir paso a paso. Hoy una montada, nada de penetración, para ir cogiendo ritmo. El día que te folle tendremos que higienizar al can, consultar con un experto o algo, no quiero que te lastimes permanentemente.
E inmediatamente sentí al perro abrazándome la cinturita. Se me erizó toda la piel, sentí algo riquísimo en mi vientre, como un pequeño orgasmo expandiéndose por el cuerpo. Puse mi colita en pompa y sentí esa carnecita tibia golpeando mi cola y a veces mis muslos, balanceándose y humedeciéndome.
Empezó a iniciar su vaivén. Su carne me daba como pequeños azotes, yo me inclinaba más para sentirlo mientras mi boca seguía engullendo el pollón del señor López. Él agarró un puñado de mi cabello y me levantó la cara:
—Quiero que te filmen el rostro mientras te monta.
En la TV de alta definición podía verme a mí misma, al dóberman tratando de entrar en mí y a mis amantes masturbándose a mi alrededor. A don López se la sacudía con mis dos manos, tratando de aguantarme los embates fuertes  del animal, tratando de disfrutar de esa película de zoofilia tan obscena en donde yo era la puta principal.
Se me hizo agua la concha como nunca e hice un esfuerzo para estimularme el clítoris con una mano mientras la otra se aferraba al pollón venoso del señor López. Era demasiado delicioso, solo faltaba que me la insertara, que su bulbo se expandiera dentro de mi coño y que me hiciera su puta, que  se corriera dentro y nos quedáramos abotonados toda la noche.
—Don López, quiero que me la metaaaaa… diosss míooooo….
—Qué puta eres, la mierda, menudo putón parió tu madre… —dijo don López, corriéndose en mi boca. Nunca se llegó tan rápido, imagino que le excitaba verme sometida por un perro. Fue brutal, me la metió hasta la campanilla nuevamente haciendo que saliera semen por la nariz, la sacó y me salpicó un ojo, cegándome, pero no me importaba, quería más así que apreté su pollón y succioné con fuerza para extraer las últimas gotitas.
Me volvió a levantar la cabeza para hablarme:
—¿Te está gustando?
—Mfffff… Síiiiii… si tan solo me follara sería lo más ricoooo…
—Qué puta es la nena –dijo un señor que se masturbaba.
—La hija de Javier está salida, me la voy a llevar a mi casa el próximo finde, joder –dijo otro.
—Te voy a llevar yo a mi mansión, ramera, voy a contratar un par de travelos para que te cosan a pollazos –amenazó el gordo.
—Pues yo tengo un perro en casa, ¿quieres estar con mi can, puta?
—Síiii, señoooor, y quiero que este perro se corra en mí como en las películasssss, diossss, don López por favoooorrrr…
—¿Lo están grabando? ¡No puedo creer que la hija de Javier esté diciendo estas cochinadas!
—Lo estamos grabando todo, jaja, venga don López, que la folle de una vez, ¡todos queremos verlo!
Llevé mi mano bajo mi vientre para agarrar esa maldita polla.  Estaba cansada de sentirla golpeándose, dándome azotes a mis carnes. La quería tomar, quería que me la metiera como a esas putas de las películas. Porque vale, lo confieso: soy una puta, una perra que necesitaba ser calmada. Pero rápidamente se acercaron para sacar mi mano de allí, a la fuerza. Don López carcajeó, me dio un zurrón en la cabeza y sentenció:
—Estás loca. Te dije que hoy no follas con el perro, hay cosas que aún tenemos que averiguar –metió su dedo corazón en mi boca. La chupé con fuerza, estaba cabreadísima y de la rabia di un mordisco.
—¡Auch! Tranquila Rocío, joder, ya tendrás tu oportunidad, lo hacemos por tu bien.
El perro empezó a ser más violento. Estaba que no podía contener sus enviones, se habían vuelto tan fuerte que tuve que atajarme de las piernas de mi amante. Era obvio que se estaba por correr y me tenía como loca el hecho que no iba a penetrarme, por eso en un último intento puse mi colita en pompa tratando de que me la ensartara sin que ellos se dieran cuenta, pero simplemente no había forma de que me la metiera.
Empezó a correrse, a lanzar gotitas que se pegaron en mi cola y en la cara interna de mis muslos. Todo dios empezaba a llegarse también, y yo en cambio tenía el coño chorreando como nunca en mi vida, rogando carne, sin poder terminar la faena.
El perro se salió de encima e inmediatamente metió su hocico para comerme la concha. Luego vi en la TV que el gordo se acercó y me separó las nalgas groseramente. En el momento que me quejaba por su forma brusca, el perro ladeó su cabeza para repasarme el culo.
—Ufffff… no puede ser tan ricoooooo… —abracé de nuevo a don López, que si no me caía.
—¿Te gusta que el dóberman te coma el culo, niña?
—Qué gustazoooo me voy a moriiiirrr… Por favor traigan al otrooooo….
—¡Qué puta es la nena!
—Cuando te haga probar mi polla vas a olvidar a los perros, cerda.
Mientras su lengua se ensañaba con mi culo, volví a estimularme el clítoris para correrme. Fue muy rico pero no era lo mismo, realmente deseaba ser penetrada por el dóberman.
Pocos minutos después, con mi cuerpo exhausto, reposando la cabeza sobre el bulto del señor López, el perro dejó de comerme las carnecitas y se fue de la sala mientras yo estaba tratando de respirar bien pues la lefa de mi amante me tapó las vías nasales.
—¿Podemos… practicar con el labrador, don López? –pregunté sumisa.
—Suficiente con los perros por hoy, Rocío, ¿no ves cómo pusiste a mis colegas? Deja de pensar tanto en ti, niñata.
—Perdón, don López –dije chupando sus huevos a modo de disculpas.
—Ufff, ve a limpiarte, guarra, cuando vuelvas te vamos a dar carne hasta que veas pollas en vez de estrellas, ¡jajaja!
—Uffff… Sí, señor, pero por favor por el culo no me hagan nada…
—No sé, no sé, ya veremos. Al menos con los dedos te quiero follar ese culito, puerca.
Don López me tomó del mentón y me metió su lengua hasta el fondo. Casi vomité del asco, más que nada por su horrible aliento a cigarrillo. Pronto sentí la mano de otro tío, agarrándome de la quijada para que abriera la boca, pensé que me iba a escupir o alguna cerdada similar, pero en realidad me dio de tomar algo muy fuerte que me quemó la garganta.
Entre dos hombres me levantaron y me llevaron de los brazos al baño, para limpiarme con manguera, esponja y jabón. Yo me dejaba hacer sin poner resistencia, estaba ida, tratando de asimilar mi nueva condición de perra. Escuchaba cómo comentaban lo cerda que me había vuelto, me hacían ver las escenas con el dóberman que filmaron con sus móviles, escuchaba cómo le rogaba para que el bicho me penetrara. Mi cerebro estaba oficialmente podrido, pero no me importaba.
Cuando terminaron de bañarme, me vendaron los ojos con un paño negro y me apresaron las manos tras la espalda con lo que pensé serían esposas.
—Venga, suficiente descanso, vamos a darte lo tuyo, putita.
—Por favor, señores, no tan duro como la última veeeezzzz…
De brazos me llevaron con rumbo desconocido. Tal vez a la sala, tal vez a la habitación de don López o al sótano. Pero sí sabía que no iba a salir de ahí durante un buen rato y que mi noche recién había comenzado. Pero ya podrían desfilar todas las pollas del mundo frente a mí, yo solo podía pensar en esos dos perros.
“Soy una chica decente” dije al aire, con mi sonrisa repleta de semen mientras esos maduros me llevaban a algún lugar de la casa para darme una tunda de pollazos que no olvidaría nunca. Me lo merecía, por burra, por tonta, por ser una calentona. Por ser una perra. Por estar convirtiéndome poco a poco en la putita de un dóberman, por estar deseando ser montada también con el labrador.
No sabía dónde estaba, pero me hicieron arrodillar. No quería quitarme la venda ni las esposas, me calentaba sobremanera no saber quién tocaba, quién metía dedos, lengua y polla. Sentía a varios hombres a mi alrededor. Se oía cómo quitaban fotos, cómo se pajeaban en mi honor.
—Te voy a preñar, puta –dijo alguien, dándome latigazos en la mejillas con su tranca.
—Pues yo te voy a reventar el culo, me importa una mierda lo que te prometimos.
—Joder, aguántense las ganas, maldita sea, el culo no lo tocaremos. ¿Quién trajo los condones?
—Seguro que todavía estás pensando en ese puto perro, Rocío.
—Pero si yo soy una chica decente – les dije sumisa, ida, fuera de mí, antes de que una larga y gruesa polla me callara por el resto de la noche.
————————-
Gracias por leerme, queridos lectores de pornografo aficionado. Si les gustó, escribiré cómo terminé concretando por fin la faena con los bichitos estos. Si no les gustó, pues perdón, lo escribí con mucha ilusión.
Un besito,
Rocío.
 
 
 
Si quieres hacerme un comentario, envíame un mail a:
rociohot19@yahoo.es
 

 

 
 
 
 

Relato erótico: “De cornudo a corneador” (PUBLICADO POR PEDRO)

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PORTADA ALUMNA2Vivo en un piso en un barrio de Madrid, hace un año me case, mi esposa me dijo

     Sin título –  Mau, amor quiero quedarme a vivir aquí

  Mauricio es mi nombre el de mie esposa es Milagros

     –   Amor que hacemos con el chalet

     –  Quiero vivir aquí, como en mi infancia, mis padres se van al pueblo

 Pasaron unos meses, un día se descompuso el coche, espero al de la grúa, más de una hora, a pleno medio día, regreso cabreado, cansado, paso a tomar una cerveza, en el bar del barrio, es cuando escucho

    –   Laurita, tremenda cornamenta le pone al marido

     – Para cornamenta, el del marido de Mili

      – entra con dos  o tres tíos al piso, los acompaña otra tía, no salen antes de que llegue el cornudo

 Salí del lugar cabreado, fui directo al piso, al entrar estaban dos tíos, en eso la vi

      –  Mili que pasa

      –  Vamos al cuarto, te cuento

 Entramos al cuarto

      – Mauri amor, olvide decirte, mi prima tiene un embarazo complicado, vienen del pueblo para su tratamiento

       – Porque no me lo dices

       – Lo siento

 Regreso al trabajo, todo paso normal, en casi un mes me dijo

         – Mau tengo que ir con mis padres, mi abuela enfermo, volveré pronto

          –  amor necesitas algo

           –  Solo me lleves a la estación mañana, pidas un permiso en mi trabajo

 En la mañana, la llevo a la estación, me marcho a mi trabajo, pasa una semana, regresa mi esposa

             –  Mau amor, nos vamos, Papá no tiene pasta para pagar la operación de mi abuela, venderemos el piso

              –  Cuando lo desocupamos

               –  Esta semana, regreso, tenemos problemas en el pueblo

              –  Nos cambiamos al chalet, hablo con mi hermana

             –  marche  a hablar con mi hermana, me dijo

              –  Hermano, no tengo donde marchar, mi marido murió, bueno lo encontraron muerto, en un hotel de paso, con una tia, creen que el marido de ella los mato, no lo encuentran, tengo un compañero, quiere follar me, puedes pasar por mi novio, él no te conoce

         –  ¿Estas segura?

          –  él casi me folla, solo me quiere hacer su puta

          –  Milagros, esta en el pueblo de sus padres

          –  Gracias amor

          –  Segura

 Me sonrió, marchamos hacer las compras, pasear, nos viera,  nos presentó, marche al piso, recoger nuestras cosas, ropa, cosas personales, cuando

          –  Mauricio verdad

          –   Si

           –  Supe que venden el piso, puedo verlo

           –  si, talvez te interese

 Le mostré el salón, la cocina, el baño, los cuartos, al llegar al principal,

          –   Aquí es donde …

          –  Si, aquí hice el amor con Milagros

           –  Bueno los chismes en el barrio no creo nada si te digo que siempre me pones cachonda

 

No puedo decir nada cuando se me echa encima nos besamos no sé cómo quita mi ropa, ella su camisa, sostén me mete sus pechos a mi boca juntos me ahoga los intercala se quita la falda la braga se penetra lenta mente

 

    Haz me el amor no me folles

 

No me deja hablar cuando comienza a moverse de una forma que los dos nos deja al borde del orgasmo tres veces hasta que los dos tenemos el orgasmo caemos casi sin aliento, me  abraza dormimos creo cuando se despierta

 

    Qué hora es

    No sé, cual es la prisa podemos bañarnos

    Me baño sola tu después mi marido seguro me mata

 

Entra al baño sale casi no se tardó la veo salir rápido regreso a mi chalet al otro día regreso por las cosas que faltaron

 

    Hola Mau buena tarde

    Buena tarde Ana

    Puedo verlo talvez me interese

    Claro

 

Entramos le muestro el piso

 

    Mau perdona pero esto me pone, el pendejo de mi marido no me folla

 

No me deja hablar me besa aprovecha para bajar mi pantalón junto con mi bóxer solo se retira a un lado su tanga se penetra

 

    Con razón Mili no te deja tengo algo para ti mi…

 

Gime de gusto su cuerpo parece que hace una danza baila encima de mi tiene su corrida cae encima de mí, se recupera

 

    Esto lo llamo la licuadora quiero ver que te hace

 

Me besa no sé como pero me muele dentro de su vagina la pinga, tiene su corrida nos besamos para que no grite, sus convulsiones logran que tenga mi gozo lleno su vagina, que damos abrazados un rato

 

    Quiero repetir ahora me baño tengo que preparar la cena al pendejo de mi marido

    No creo que se repita

 

Entro al baño me dio un pico salió del piso al otro día tenía una cita con unas tías por lo del piso solo se los mostré al siguiente con otras casi después de que se fueron llego Josefina

 

    Mau supe que venden su piso no será por

    No Josefina

    Dime Chepí hace cuanto vives aquí

    La verdad

    Puedo ver el piso claro

 

Entramos al piso se lo enseño volvemos a la sala

 

    Mau quiero poner una cornamenta a mi marido

 

Cuando me dice esto me tiene en pelotas me besa

 

    Con razón tienes feliz a Mili

 

Me besa no puedo hablar me tiene sometido sin contar que mete sus pechos a mi boca es un delicioso tormento

 

    Sabes Mau asisto a las clases de danza árabe mi marido no aguanta esto

 

No sé qué hace pero ella gime de gusto cae encima de mi

 

    Tu si tienes para dar placer ahora hazme un hijo préñame ponle una bonita cornamenta al pendejo de mi marido

 

Sigue con lo de su danza hasta que los dos terminamos corriéndonos cae ella encima de mi sin aliento los dos meda un pico se duerme despierta alterada

 

    Pero que hice, mi ropa

    en la sala

 

Solo alcance a ver como salió después de vestirse encontré su braga sostén regrese a mi chalet donde mi hermana me esperaba hicimos el amor

 

    Mau tengo que salir por el trabajo  solo son unos días  regreso el viernes

    Me dejaras solo

    Si  es el trabajo no quiero ser una

    No digas nada

 

Nos besamos dormimos el domingo fui a mostrar el piso a María

 

    Mau me interés el piso para cuando lo des ocupan

    Si quieres te dejamos los muebles o los llevamos

    Es bastante grande puedo ver los cuartos

    Claro

 

Había olvidado lo que paso con las otras que podía pasar en eso me agarro por la espalda sobo mi entre pierna

 

    Pero que te dieron de niño o esto es por mi

    No que haces

    Lo quiero no lo soporto el pendejo de mi marido se va de putas es tiempo de poner la cornamenta lo merece

    Pero…

 

Estas tías tienen una habilidad que me quito el pantalón rápido me tapo la cara con la playera solo cuando pude acomodarme la playera ella se terminó de penetrar

 

    Con esto tienes feliz a Mili vamos hazlo conmigo

 

No sé qué hizo pero me perdí al despertar  ella estaba tirada a un lado de mi con la mirada fija perdida sé que estaba bien porque respiraba era una muñeca de trapo la lleve al baño llene la tina entre con ella, la bañe acaricie su cuerpo sus tetas eran firmes no eran grandes de tamaño justo así termine de bañarnos la lleve a la cama puse una toalla la acosté en la cama la vestí no puse las bragas estaban mojadas  cuando se recuperó me dijo.

 

    Amor otro día repetimos tengo que llegar  a mi piso

 

Salió como que no ocurrió nada al salir me la encontré

 

    Mau que suerte encontrarte

    Hola Marta que pasa

    Olvide las llaves de mi chalet mi hermana me dijo que te encontraría aquí

    Tienes suerte estaba por irme

    Puedo quedarme en tu chalet mañana llamo al cerrajero

    Claro vamos

 

Vamos al chalet se queda a dormir dejo que elija el cuarto en eso

 

    Mau hable con mi hermana quiero quedar embarazada mi marido lo sabe están de acuerdo solo falta tu aceptes

    No sé qué decir

 

Me besa baja mi pantalón junto con mis bóxer me acuesta

 

     ahora lo haremos no me folles

 

Me besa no puedo decir nada me da su pecho es sorprendente como lo hace se sincroniza para subir bajar darme sus pechos uno después otro esto hasta que cae agotada casi sin respiración

 

    Tienes mucho aguante pero esto no termina

 

Sigue con su sube baja me cambia  ahora ella colabora con mis embestidas hasta que dar los dos casi sin aliento me abraza recuperamos un poco me besa nos recuperamos caemos dormidos, en la mañana entramos a bañarnos, almorzamos  vamos a buscar al cerrajero no abre porque tiene contrato con una empresa de seguridad nos pueden llevar detenidos  pagamos al cerrajero regresamos

 

    Que vas hacer

    El lunes regresa mi esposo esto lo aprovechamos

 

Me hablan para ver el piso, la dejo, en eso me ve

 

    Hola Mau

    Hola buena tarde Yolanda

    Tu suegra me conto que venden el piso

    Si les urgen los Euros la abuela de mi esposa  enfermo

 

Le muestro el piso al terminar me lo dice

 

    Sabes tú siempre tan respetuoso eso me pone mucho

    Pero …

     Nada quiero que me hagas el amor

 

Me besa otra vez no las entiendo estas tías deberían dedicarse a desvestir gente en los hospitales me tira en el sillón de tres plazas se monta encima de mí se penetra lentamente

 

    Esto le haces a Mili es una gozada creo que te tiene a pan y agua

    No es por…

    No digas nada quiero sentir lo me abre no me cabe toma mis pechos aliméntate quiero sentir esto más seguido

 

Tiene su corrida cae encima

 

    Esto no puede ser no te muevas me matas siento como me abres me gusta me desvanezco de gusto no,  no sigas

 

Cae  encima de mí no se mueve la quito de encima la veo tiene una sonrisa me parece de oreja a oreja la mirada perdida la llevo a bañar en la tina la lleno nos metemos la baño terminamos claro que aprovecho no es lo mismo pero es mejor que una muñeca hinchable, la seco,  visto con su ropa no puedo colocarle el sostén las bragas no las encuentro  creo que se recupera voltea me sonríe

 

    Qué  hora es

    No lo se

    Mi marido está por llegar

 

Sale tan rápido que no se acuerda delo que paso regreso al chalet ceno con Marta vamos adormir hacemos el amor en la mañana todo va normal, el lunes la llevo a su trabajo  vamos al chalet después el martes tengo que mostrar lo a unas personas al terminar la veo

 

    Mau buena tarde

    Buena tarde victoria

    Viki por favor  puedo ver el piso

    Claro todos lo ven pero creo que nadie lo quiere comprar

    Cuando niña venía a jugar con Mili me parecía grande

    Creo que tiene pocas cosas

    Sabes que un tiempo Mili compartía todo con migo

 

Me besa me agarra la entre pierna

 

    Esa zorra de Josefina tenía  razón tienes para dar  repartir

 

Me baja el pantalón mi cuerpo copera se penetra poco a poco gime ahoga sus gemidos más fuertes  logra su objetivo

 

    Esto me abre es un jodido gusto dame como los hombres los machos embarázame, préñame, hazme una panza bien grande que pueda lucir frente al pendejo de mi marido

 

Ella se mueve creo que me hace la licuadora mueve sus caderas como en la danza árabe me deja casi al borde de mi corrida ella llego primero nos besamos después de recuperarse

 

    Tu turno dame con todo hazme tu mujer tu hembra follame déjame preñada dame el hijo que mi marido no puede darme

 

Sus palabras me alientan la penetro con saña en poco tiempo ella gime grita dentro de mi boca tiene su corrida tan fuerte que cae desmadejada la vista perdida una sonrisa quedo casi igual casi no me puedo mover espero recuperarme la llevo a bañar dormimos un rato claro la visto no coloco la ropa interior que digo de las medias al despertar ella dice

 

    Qué  pena me comporte como una fula una puta

 

Sale tan rápido que casi me tira por tratar de detenerla, regreso a mi chalet donde me espera Marta, hacemos el amor el resto de la semana no tengo nada solo le mostré a una pareja a dos tías unos tíos el viernes por la tarde es cuando las veo vienen las cinco mujeres con un tío

 

    Mau buena tarde él es nuestro instructor de danza árabe

    Le platicamos sobre el piso

    Puedes mostrárselo

    Claro adelante puede ver todo

 

No me di cuenta cuando lo dejaron fuera

 

    Ahora les mostrare como él puede con las cinco

    Eres una zorra Josefina

    Lo pondré en estado semental solo no dejen me quede como muñeca de trapo

    No quiero ser infiel a mi esposa

    Tremenda cogida nos dio a cada una

    No quiere ser infiel

    Está bien pero no mas

    Cooperas o lo hacemos o la mal

    Acepto

    Lo pondré en estado semental luego la que quiera seguir

 

Me quito la ropa me acuesto en el piso se monta hace su licuadora después su danza árabe cuando me recupero todas están idas solo la sonrisa en sus caras los ojos perdido cinco pares de tetas para aprovechar, las llevo a bañar las visto ´por suerte no tengo problemas las visto no recuerdo de quien es la ropa íntima solo la ropa de afuera me quedo dormido es cuando despierto  todas salen rápido olvidan sus bragas sostén regreso al chalet

 

    Por fin vamos hacer el amor un tío me puso caliente tuve que embriagarlo para que me dejara

 

Hacemos el amor el lunes regresa mi hermana,  Marta se va con su marido el miércoles regresa mi esposa le platico lo que paso con mi hermana, sé que da a vivir con nosotros al mes me dice mi esposa

 

    Mau quiero decirte algo importante

    Que pasa amor

    No te enojes tu hermana está embarazada nosotros también tendremos un hijo

    Eso es cierto amor claro el fin de semana vamos con mi hermano

    Vendieron el piso

    No él se lo quedo vive con su esposa Yolanda nos invitó a celebrar su cumpleaños

 

Llega el sábado vamos los tres al piso donde vive su hermano Jorge los saludamos en eso

 

    Jorge amor invite a unas amigas espero no te moleste

 

Vi a Yolanda, Victoria, Ana, María, josefina me se pararon de mi esposa

 

    Mira él es papa

    Es quien te hizo realidad

    Si mi amor él es papito

    Es tu papa

    Mira papito conócelo

 

Me puso nervioso vi que todas se quitaban algo menos Viki también Yolanda fue cuando me dijo mi esposa

 

    Amor Viki está embarazada el marido la abandono por irse con su secretaria vendrá a vivir al chalet es prima hermana de Yolanda

    Si está bien

 

Pasaron los nueve meses tuve cinco hijos niños vivo feliz con mis tres hijos tal vez mi esposa tenga otro mi hermana tal vez.

  • : me entero que mi mujer viene al piso con dos tios una tia, se pasan las horas hasta antes de mi llegada, me entero que vendera el piso, las vecinas finjen ver el piso para que folle con ellas al final no lo vendemos embarazo a mi esposa
 

Relato erótico: Conociendo a Pamela 5 (POR KAISER

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NUERA4Conociendo a Pamela
 

Mientras su prima se da una ducha él pone en el horno una pizza para los dos. “Esta estuvo cerca demasiado cerca” piensa él, “deberé ser más cuidadoso”.

En el living pone la mesa cuando aparece ella, con su cabello envuelto en una toalla y usando una delgada polera de tirantes y pantalones cortos. “Saca unas cervezas del refrigerador quieres”, “¿y si los tíos se enojan?”, “¡ay si no se van a enojar!” le dice ella, al final Pamela saca las cerveza y los dos se instalan a comer.
“No hallaba la hora de salir de clases estaba realmente hastiada, necesitaba relajarme un poco” dice ella que come y bebe como condenada, Sebastián esta asombrado. Los tíos de Sebastián llegaran tarde así que ambos aprovechan de salir a dar una vuelta y en la noche se instalan a ver tele juntos. Pamela saca unas cervezas otra vez y en el living se instalan cómodamente.
Sebastián se siente algo nervioso al tener a su prima tan cerca, ella se apoya en él y por el escote de la polera Sebastián observa sus pechos, su prima se le pega más aun. “Deja sentarme aquí” le dice ella y antes que Sebastián reaccione ella se le sienta encima, “¿que te pasa, ya se te olvido cuando veíamos tele así?”, Sebastián esta algo incomodo con el culo de su prima encima de su verga, ella le toma los brazos y lo hace abrazarla por la cintura, “¡eso es así estamos mucho mejor!”.
Pamela actúa con toda calma mientras él esta que hierve, ella se mueve un poco y la verga de su primo esta que explota. Ella se recuesta hacia él y Pamela le habla acerca de la película, ella se ríe y se mueve bastante, Sebastián hace lo que puede para disimular su erección pero no es suficiente, solo espera que su prima no se de cuenta.
A eso de las doce se van a dormir, Sebastián esta entrando en su habitación decidido a hacerse una paja cuando Pamela le habla, “¿oye te molesta si dormimos juntos esta noche?”, Sebastián solo atina a decirle que si, más por reflejo innato que por otra cosa. Sebastián esta acostado cuando ella se mete a su cama, “aun me acuerdo cuando nos tocaba dormir juntos en la casa de los abuelos” dice ella “lo pasábamos tan bien en ese lugar”, Sebastián también lo recuerda con la salvedad que Pamela no era la misma de ahora.
Ella se duerme como una roca, pero esta inquieta en la cama, Sebastián aun esta despierto y ella se pega a su lado. De pronto apoya una de sus manos muy cerca de su verga. Después apoya su cabeza en su pecho y luego pone su pierna derecha encima de él, en ese momento Pamela se queda finalmente quieta. Sebastián le quita su mano que ya estaba casi encima de su miembro y respira algo más aliviado.
Mientras ella esta dormida Sebastián decide aprovechar la ocasión y discretamente le soba su culo, siente sus nalgas firmes y su piel suave, también se las arregla para palparle los pechos, se impresiona por la firmeza y el tamaño de los mismos. En ese instante Pamela se mueve, él se queda quieto y teme ser descubierto. Ella se da media vuelta y le da la espalda, después se queda quieta otra vez. Sebastián al cabo de un rato se le acerca, el tenerla tan cerca lo hace correr el riesgo y se pega a ella discretamente comienza a puntearla, a rozar su culo, su miembro se pone más duro que nunca. A cada instante se lo hace con más fuerza mientras ella duerme, al final se termina corriendo casi encima de Pamela, como puede Sebastián trata de limpiar todo para impedir que su prima se de cuenta.
Por la mañana Sebastián despierta y Pamela no esta, no ve nada raro así que respira con alivio, “menos mal no me descubrió”, se dice a si mismo. De inmediato se levanta y se va al baño a hacerse una paja, después de dormir con ella realmente necesita hacerse una con más calma.
Sebastián esta en la casa cuando su prima aparece de improviso más temprano de lo habitual, por poco lo sorprende en su habitación. “Esta noche habrá una fiesta en el colegio y quiero que vengas conmigo” le dice ella. Sebastián lo duda un momento, él no va a fiestas y más encima no sabe bailar, algo que le avergüenza mucho, “¡no te hagas problemas, yo te voy a enseñar y me vas a acompañar aunque tenga que llevarte a la fuerza!” le advierte ella.
Ya en la noche Sebastián se arregla un poco, Pamela le dijo como debía ir vestido. “¿Estas listo?” le pregunta ella que aparece usando una diminuta mini falda y un peto con un escote más que revelador, su cabello lo lleva tomado en un simple moño, “¿Cómo me veo?” dice ella, Sebastián la observa de arriba abajo como si se la fuera a comer con la mirada, “pues, muy hermosa” le responde él.
 

La fiesta es en el gimnasio del colegio, la música es ensordecedora y las luces brillan en todos lados, Pamela esta en su ambiente. De inmediato se ve rodeada de chicos pero ella los rechaza, lleva de la mano a Sebastián donde están sus amigas, en un instante él se ve rodeado de algunas de las chicas más guapas del colegio, se ve tímido en esta situación y más aun cuando ellas empiezan a bromear con él, “Pamela nos ha hablado mucho de ti” le dice una de ellas.

Pamela se divierte, conversa y bebe bastante, Sebastián le sigue el camino y también se toma unas copas que rápidamente se le suben a la cabeza, “no bebas tanto, no tienes costumbre de esto” le advierte su prima, al verlo algo afectado por el alcohol.
“Ven aquí vamos a bailar”, ella lo lleva a la pista de baile donde Sebastián se siente, y en realidad se ve, más torpe que nunca. Su prima mueve su cuerpo al ritmo de la música y trata de enseñarle, pero Sebastián es bastante tieso para ello. Pamela agita sus caderas al ritmo de la música, Sebastián observa sus pechos moverse bajo su peto y ella se pega a él restregando su culo de forma descarada. Pamela sigue bailando de forma cada vez más desinhibida, Sebastián va tomando confianza y la toma de las caderas, él sube sus manos pero antes de llegar más arriba ella se aleja, “ven vamos a sentarnos un rato” le dice dejándolo con los crespos hechos.
Sebastián nuevamente se toma unas copas y pronto el alcohol se le sube a la cabeza, “será mejor que te quedes aquí no te ves nada bien” le dice su prima, ella lo acompaña un instante y le aconseja que no beba más, “¡te dije que se te iba a subir a la cabeza!” le dice ella riéndose al ver a su primo algo ebrio, “lo siento, no salgo de fiesta muy a menudo” le responde él, Pamela lo acompaña un instante, Sebastián le asegura que esta bien y en todo caso no planea ir a ninguna parte en estas condiciones.
Pamela sale a bailar con unas amigas, se divierte de lo lindo en la pista de baile, ella mueve su cuerpo sin importarle con quien baila. Sebastián se mueve un poco para observarla, con su mini falda de mezclilla y su peto luciendo su esplendida figura luce irresistible sumado a los provocadores movimientos de su cuerpo Pamela deja hirviendo a cualquiera. Sebastián la pierde de vista un instante y decide buscarla, como puede se pone de pie, bastante mareado y la observa en la pista de baile agitando su cuerpo salvajemente al ritmo de la música, pero ella no esta sola ahora, hay unos sujetos a su alrededor, mayores que ella por lo demás. Pamela sigue bailando con ellos casi encima, a ella no le molesta y se les insinúa reiteradamente, Sebastián trata de no perder detalle de lo que ocurre.
Él se las arregla para tener una mejor vista, Pamela lo esta pasando bastante bien, uno de los sujetos le soba el culo por encima de su mini falda, ella no le dice y se deja hacer, los otros dos se le acercan y Pamela se ve rodeada por los tres los cuales de inmediato le empiezan a meter mano mientras ella sigue bailando, a la situación no le molesta en absoluto.
 
Sebastián tiene problemas para acercarse por el tumulto de gente y las luces que se prenden y apagan desde todas direcciones, la música es ensordecedora y pronto la pierde de vista de nuevo.

Mareado como esta él consigue pasar por un pasillo donde hay varias parejas en lo suyo. “¡Viste a esa zorra se lo va a montar con los tres!” le escucha a una chica que va pasando, de inmediato estima adonde pudo haber ido Pamela y se mete por un pasillo que da hacia una bodega cuya puerta esta a medio cerrar. Dentro esta Pamela.

Casi se cae por la puerta al abrirla, el alcohol se le fue bien a la cabeza, pero a pesar de todo ellos no lo ven ya que tienen sus manos llenas con su prima. Pamela esta intercambiando besos y lamidas con los tres, ella lo hace con uno y otro mientras no dejan de meterle mano. Le soban su culo y sus pechos parece que se los van a estrujar. Sebastián observa a uno de ellos meterle la mano por detrás subiéndole su minifalda y sobandole el culo descaradamente sin que ella se oponga o se resista, al contrario da todas las facilidades para ello.
A pesar del mareo se las arregla para acercarse un poco más, Sebastián se esconde tras unos muebles y de ahí sigue observando como se follan a su prima ante sus ojos, de nuevo.
Entre los tres le subieron su peto y ella luce sus grandes pechos al descubierto, uno de los chicos se los chupa y se los lame ansiosamente mientras los otros dos le devoran su culo y su sexo, ella los carga contra su cuerpo disfrutando de cada caricia y lamida que le dan. Su primo ya esta verga en mano, ebrio aun, disfrutando del espectáculo.
“¿Por qué no nos muestras que puedes hacer con esos carnosos labios?” le dice uno de ellos a Pamela que de inmediato se pone a trabajar. Ella se sienta sobre unas colchonetas apiladas y pronto tiene frente a su hermoso rostro tres vergas completamente erectas a su disposición. Sebastián observa una picara sonrisa en su rostro. Con sus manos ella sujeta dos vergas y comienza a hacerles una paja, lentamente, delicadamente buscando darles el máximo placer posible. Pamela se acerca a la otra y se la pasa por su rostro, le da un beso con sus carnosos labios y juguetea con su lengua, el tipo trata de metérsela a la fuerza pero ella no lo deja, “se hará a mi manera” le responde.
Una a una aquellas vergas comenzaron a pasar por su boca, Pamela les demuestra lo bien que sabe hacer una mamada, a Sebastián ya le gustaría estar en el lugar de cualquiera de ellos con tal de sentir los carnosos labios de su prima envolviendo su verga. En ese instante Pamela tiene una bien metida en su boca, ella la chupa y la recorre con su lengua como si se tratara de un helado que se derrite en sus ardientes labios, luego otra toma su lugar y ella repite aquella caricia que con los años aprendió a hacer tan bien, “¡envidio al suertudo que fue el primero en poner su verga aquí!” dice el chico al cual Pamela se la esta mamando, Sebastián mueve la cabeza encontrándole completamente la razón.
Uno de ellos se sienta en las colchonetas y Pamela de inmediato se le monta encima, Sebastián observa aquel miembro desaparecer en su sexo y como de inmediato sus pechos comenzaron a agitarse salvajemente. Los otros dos la besan y le lamen sus senos mientras ella esta bien empalada, Pamela le hace un gesto a uno de ellos y de inmediato se la empieza a chupar mientras el otro pasa su miembro entre sus pechos. Pamela le da todo un espectáculo a su primo que no se pierde detalle alguno.
 
A Pamela le dan con todo y ella ciertamente lo disfruta una enormidad. Sebastián se sorprende y se excita aun más de lo que ya esta cuando de pronto ve como otro de los que se folla a su prima comienza a meter su verga por su coño, justo donde Pamela ya tiene otra. “¡Que bien los quiero a los dos en mi coño!” les dice ella en medio de sus gemidos. Al sentir ambos miembros recorriendo su sexo Pamela se retuerce y sus quejidos solo son ahogados cuando el otro chico se la mete en la boca y ella se la empieza a mamar.
Luego de un rato ella cambia de lugar, con rudeza toma al chico que se la estaba mamando y lo tira sobre las colchonetas para después montarse sobre él, Sebastián esta hipnotizado al ver sus impresionantes pechos agitarse ante las embestidas que ella recibe. Pamela degusta ambas vergas chupándolas incansablemente una y otra vez hasta que uno de ellos empieza a juguetear con su culo, se ve como sus dedos desaparecen entre las perfectas nalgas de Pamela y en su rostro se refleja el placer que ello le causa.
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“¡Que esperas, follame por el culo, te quiero aquí!” le dice ella separando sus nalgas y mostrando su agujero. Aquel tipo toma su verga que esta bien gruesa y dura y empieza presionar sobre el culo de Pamela, Sebastián se muere de ganas por estar ahí dándole a su ardiente prima. “¡Ay, ay la tienes bien dura!” exclama ella a medida que se lo van metiendo, luego de un par de acometidas ella la recibe por completo y entre los tres le dan hasta dejarla exhausta.

Pamela gime totalmente fuera de control, sin importarle en lo más mínimo si alguien la escucha o no. Desde su escondite Sebastián observa como aquellas vergas entran y salen de Pamela ya sea de carnosa boca, de su coño o de su culo que es follado sin contemplación. Su prima se lo monta con los tres a la vez y busca satisfacerse no solo ella, también a sus tres amantes los cuales se turnan para darle por el culo.
Con un hilo de voz Pamela les pide que se corran en su culo y uno a uno ellos le obedecen sin dudarlo llenadole su culo de semen. Sebastián se corre también y ahora comienza a ver como salir de ahí sin ser visto. Los sujetos le proponen a Pamela seguir la fiesta en otro lugar pero ella se rehúsa, “solo disfruten de los recuerdos ahora” les dice ella.
Sebastián a duras penas trata de regresar a la mesa donde estaban pero Pamela lo encuentra a mitad de camino. “¿Y tu que rayos haces aquí, estas ebrio lo recuerdas?”, “eh yo lo siento, buscaba el baño”, “como sea nos vamos será mejor que descanses por que mañana tendrás una resaca horrenda”, “al parecer sabes bastante de esto” le dice Sebastián a su prima, Pamela sonríe, “¡ni te imaginas como me divierto cuando salgo de fiesta y eso que ahora me voy temprano pero en otras ocasiones…!”.
Cerca de las 3 de la mañana llega a la casa, en silencio se va a su habitación, se empieza a sacar la ropa cuando Pamela entra, “oye encontré una nota sobre la mesa, tus viejos llamaron, quieren que te regreses mañana en la tarde”, Pamela luce algo apenada, y Sebastián también.
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El cambio de mi vida: De auditora a puta (POR GOLFO Y VIRGEN JAROCHA)

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PORTADA ALUMNA2Antes de nada, la foto que ilustra este relato es REAL. Patricia existe, es la autora que me ayudó en este relato. Solo Sin-t-C3-ADtulo37esta foto es suya el resto es de una modelo. Se mantendrá subida solo el tiempo que ella quiera,  podeis escribirla a la cuenta que ha abierto para responderos:

virgenjarocha@hotmail.com
 
Nunca debí iniciar ese juego. Me pareció fácil provocar a ese hombre, negando la existencia de sus poderes y ahora estoy en sus manos.  Antes de explicaros lo que me pasó y como caí en las manos de ese tipo, quiero presentarme. Me llamo Patricia y soy una chava mexicana que habiéndome reído, desde niña, de la gente que creía en facultades paranormales, llegué  una desdichada tarde a una conferencia que daba él con unas amigas.
Todavía recuerdo el recelo con el que escuché su discurso donde no solo aceptaba que hubiese personas superdotadas capaces de manipular la mente de los demás sino que casi al final de su conferencia, reconoció ante el público que el mismo poseía ese poder. Ahora me arrepiento pero ante semejante insensatez fui incapaz de reprimir una carcajada al oírlo.
-Parece que entre el público tenemos una escéptica- respondió bastante enfadado- ¿Puede pasar al estrado?
Confiada en la inexistencia de esos poderes, subí los cuatro escalones riéndome.  En mi fuero interno estaba nerviosa pero fingiendo un aplomo que no sentía, me enfrenté con descaro a su presencia. Todavía recuerdo que ese día me había vestido con un vestido rojo con un escote que hacía las delicias de todos los que me miraban. Fernando no fue una excepción, al verme subir se me quedó mirando el canalillo como ya habían hecho mis compañeros de trabajo esa mañana.
-Se equivoca señorita si cree que soy un farsante- me dijo nada más llegar a su lado.
-Disculpe si no le creo- respondí con una sonrisa en mis labios y tratando de hacerme la dura, le pregunté si sabía lo que estaba pensando.
Mirándome con desprecio, me contestó:
-Pídame algo más difícil. Cuando subió, se fijó en el modo en que la miré y decidió que era igual que sus subordinados del departamento de auditoría.
Reconozco que me quedé perpleja de que supiera a que me dedicaba pero pensando que conocía a alguien de los que me acompañaban, di por sentado que ese cabrón había hecho trampa. Ya enfadada, me planté frente a él y le pedí que me dominara.
El muy cabrón soltó una carcajada y dirigiéndose a su audiencia, les preguntó:
-¿Desean una demostración?
Unánimemente, el gentío respondió que sí y entonces el orador se dio la vuelta y mirándome a los ojos, me soltó:
-Señorita, ¿Da su email personal al primero que se lo pida?
Indignada, contesté que no. Tras lo cual, destornillándose de risa, me preguntó:
-Entonces ¿Por qué me lo acaba de gritar?
-No lo he hecho- respondí ya francamente enojada.
-Me lo ha dado mentalmente- contestó luciendo una sonrisa- ¿virgenjarocha@hotmail.com no es el correo que usa para sus andanzas?

Ya aterrada traté de negarlo pero todo el mundo se percató que mentía y por eso casi huyendo, volví a mi asiento. Hundida en la miseria, me senté mientras trataba de averiguar cómo era posible que ese sujeto conociera ese mail porque solo lo utilizaba en casa y para meterme en foros de sexo.
Sin darme cuenta del paso de los minutos, la conferencia terminó y entonces perdiendo la oportunidad de escapar, Fernando se acercó a mí, diciendo:
-Le pido perdón por si me he pasado pero es que llevo muy mal que la gente se ría de mis poderes.
Quise contestarle una fresca pero al mirarle a los ojos, no fui capaz y disculpando su falta de tacto, le dije que no pasaba nada. Ahora me doy cuenta que ese patán se aprovechó de su físico y consciente de que le había examinado a fondo, me preguntó si me molestaría que él me escribiera de vez en cuando. Ante mi cara de pavor, siguió diciendo:
-Patricia no tienes nada que temer. Yo vivo en Madrid y tú en Xalapa. Ya que no crees que tenga las facultades de las que hablo, los ocho mil kilómetros que no separan serán tu garantía.
Aturdida por lo sucedido pero sobre todo por qué me hubiese pillado intentando averiguar si el bulto que lucía bajo su pantalón era o no una erección, ni siquiera me digné a contestarle y cogiendo mi bolso, salí despavorida del lugar. Ya en mi carro, me di cuenta que me había llamado por mi nombre y todavía con más confusión en mi mente, me fui directamente a la cantinita, un bar de mi ciudad donde suelo ir a despejarme.
Nada más entrar, pedí al mesero una cerveza y con ella en la mano, me senté a recapacitar sobre ese extraño suceso. Ya en la mesa, traté de comprender como sabía tanto de mí e increíblemente empecé a pensar en él como hombre.
“Está bueno y nada más” me dije para convencerme que la atracción que sentía por ese desconocido no tenía nada de paranormal. Desgraciadamente bajo mis pantaletas, mi sexo opinaba diferente e intentando evitar que alguien me notara que estaba cachonda, cerré mis piernas. Fue un error porque al hacerlo y mis muslos apretar mis labios, sentí que me venía. “¡No puede ser”, exclamé mentalmente al notar los primeros síntomas del orgasmo y ya totalmente acalorada tuve que refrescar mi vulva con el frio de la botella de Corona.
Eso fue mi perdición, al sentir la dureza del cristal, me imaginé que era su pene y sentada en esa butaca mientras me tapaba con la falda, me masturbé pensando en ser suya. No me reconozco en la mujer que esa noche se corrió en público y menos en esa muchacha asustada que tratando de olvidar el placer que acababa de sentir, se lanzó a bailar y a coquetear con los presentes.
Afortunadamente, uno de los ejecutivos que estaban en ese lugar al verme tan “desenvuelta”, intentó aprovechar la feliz circunstancia y mientras hacía que bailaba conmigo, me tocó el trasero. Al notar su mano en mi nalga, se rompió el embrujo y sumida en el llanto, salí corriendo rumbo a mi departamento. Me avergüenza confesar que ya en la seguridad de sus paredes me tumbé en mi cama a llorar pero al hacerlo y buscar un motivo a mi actitud, volví a pensar en ese oscuro sujeto y nuevamente me volví a excitar.
Tratando de calmar la calentura que recorría mi entrepierna,  me fui a duchar. Bajo el chorro de la regadera, seguí pensando en ese tipo e involuntariamente, dejé que mis manos acariciaran mis pechos. Como si fuera una película, le vi desnudándome lentamente y separando mis rodillas, soñé que era él quien me estaba tocando. Al sentir mis yemas separando los pliegues de mi sexo y mis propios dedos dentro de mi vulva, comprendí que estaba perdida si en verdad ese hombre tenía los poderes de los que hablaba. Sin ser capaz de reprimir el deseo que me corroía, me apoderé de mi hinchado botón y jadeando bajo la ducha, me corrí por segunda vez en una hora.
Intento averiguar cosas de él y eso fue su entrada.
Después de una noche en vela, en la que apenas pude dormir, me dirigí más cansada de lo normal a las dependencias de gobierno donde trabajo. Una vez allí, me encerré en mi despacho y con la soledad que eso me confería, decidí descubrir como ese capullo había sabido mi nombre, mi mail y mi chamba. Alguien debía de habérselo contado y por eso lo primero que hice fue llamar a cada una de las amigas con las que había acudido a ese salón de conferencias.
Después de una hora, estaba totalmente confusa al haber recibido puras negativas. Ninguna de las chavas con las que fui aceptó ser ella la que hubiese hecho esas confidencias. Encabronada por minutos, colgué el teléfono a la última con el convencimiento de que mentían y olvidándome de la rutina, me puse a bucear en internet con la intención de averiguar algo más de ese hombre.
Desgraciadamente, la web tampoco me sirvió de nada. Lo único que encontré fue su biografía y varios artículos en los que le tachaban de farsante. Por lo visto Fernando Alcázar había sido un reputado catedrático de psicología de Universidad hasta que sus novedosas ideas sobre el comportamiento de masas habían provocado una dura polémica por lo que el rector de esa institución creyó conveniente cesarle. En ellas, Alcázar sostenía que solamente con televisión se podía manejar a un país a su antojo, nadie podría llevar la contraria al gobierno si utilizaba las técnicas que él proponía.
Su cese fue contestado por una gran mayoría de los estudiantes a su cargo y tras unos disturbios en lo que hubo hasta un muerto, el profesor decidió pedir una excedencia. Ya fuera de la universidad, empezó a dar conferencias y parecía ser que había creado un grupo de opinión que todo el mundo consideraba una secta. Había recibido  muchas denuncias por parte de las familias de sus adeptos. Según ellas, Fernando Alcázar no era más que un gurú que había lavado el cerebro a sus hijos. Lo cierto es que si leías sus ideales, parecía una panda de fanáticos antisistema.
Bastante desilusionada, decidí zanjar el asunto y olvidarme de ese sujeto. De forma que la rutina del trabajo y los problemas que me estaba causando una auditoria a la secretaria de seguridad pública, me hicieron aparcar en un rincón de mi mente a tan extraño individuo. Durante todo ese día, estuve francamente atareada y fue al terminar de trabajar cuando volví a pensar en él y en la rara excitación que me produjo.
Afortunadamente, de mi mente había desaparecido por completo dicha atracción y ya más relajada, me fui a tomar unas birras con un amigo. Como Alberto era un encanto, esa noche fue muy agradable y tras varias cervezas y unos tacos en “El Asador”, decidí volver a casa. Había estacionado mi carro en Ávila Camacho y por eso le dije a mi conocido que no hacía falta que me diera un aventón.
Iba tranquilamente caminando por sus aceras al no ser tarde, cuando de pronto vi bajar a ese tipo de un destartalado Malibú. Alucinada por encontrármelo en ese sitio, le pregunté si me estaba siguiendo. El sujeto me miró como si estuviera loca y bastante enfadado, contestó:
-Seño, a usted no la conozco-.
Me quedé aterrada, aunque estaba convencida que era él, su voz tenía un marcado acento chilango que para nada se parecía al tono duro que los españoles tienen al hablar. Creyendo que me estaba tomando el pelo, insistí:
-¿No es usted Fernando Alcázar?
-Se confunde. Mi nombre es Aurelio Valle.
Confusa y desconcertada, abrí mi auto y casi histérica, me metí en él. Durante unos minutos fui incapaz de arrancar. No me podía creer que me hubiese confundido pero el modo en que se había reído de mí al ver mi error, me hizo dudar. Os juro que llegué a pensar que todo era una broma. Con los nervios de punta, manejé hasta mi departamento y ya en él, me encerré. El sonido de los cerrojos me dio una tranquilidad ficticia que no tenía y acomodándome en el sofá del salón, me puse a ver la tele. En el canal de las estrellas, estaban pasando una telenovela y sin ganas de tragarme ese aburrimiento, decidí encender mi computadora.
Al abrir el Outlook, hallé que Alcázar me había escrito y con una mezcla de asombro, espanto y curiosidad, vi que era un archivo de video.  Nada más empezar, me encontré que era un primer plano de ese hombre donde se dirigía a mí, diciendo:
-Patricia, me he tomado el atrevimiento de contactar contigo de esta manera porque sigo creyendo que la escritura en menos personal y mas fría. Me imagino que ahora mismo tendrás dudas sobre si tengo o no poderes. ¿Verdad?
Para entonces, un sudor frio me recorría de arriba abajo. Estuve a punto de apagar pero algo me obligó a continuar.
-Siento que tenga que ser de esta forma. Me hubiese gustado que te hubiera acercado a mí con respeto pero teniendo en cuenta tu descortesía, tendrás que perdonar la mía. Cómo ya habrás descubierto, no solo eres incapaz de dejar de pensar en mí sino que estoy seguro que me estás empezando a ver en todas partes. Lo siento pero va a ir a peor, llegará el momento que todos los hombres con los que te encuentres tendrán mi cara.
El muy cabrón tomó un sorbo de agua para continuar:
-El castigo a tu osadía, consistirá también en que te vas a encontrar en un estado permanente de excitación y solamente masturbarte pensando en mí, podrá aliviar el escozor de tu entrepierna. Pero como no soy un ser perverso, si deseas que acabe, solo tienes que pedírmelo personalmente. Te espero en Madrid.
Tras lo cual, Fernando Alcázar me lanzó un beso a través de la pantalla. Indignada, cerré la computadora y fuera de mí, maldije a ese malnacido mientras me estremecía por la sentencia que escondían sus palabras.
“¿Quién narices se cree ese condenado para hablarme así?” pensé mientras me iba a la cama y tratando de convencerme de que había usado un doble para hacerme caer en una trampa, me reí de su amenaza. “Tengo que reconocer que se trabajó la broma”,  me dije buscando un sentido a lo ocurrido.
Esa excusa, me permitió dormir aunque en mitad de la noche, ese mentalista se introdujo en mi sueño y sin poderlo evitar me vi con él entre las sábanas:
-¡Estoy soñando!- exclamé en mi sueño al sentir sus manos acariciándome los pechos.
-¿Tú crees?- contestó muerto de risa mientras sus dedos se apoderaban de mis pezones.
Aunque era consciente que nada de eso era real, sentí un latigazo en mi entrepierna al notar su caricia. La forma tan sensual con la que me pellizcó mis aureolas, asoló mis defensas y convencida que no había ningún peligro en dejarme llevar por mi imaginación, sentí su lengua recorriendo los bordes de mis pechos mientras sus manos bajaban por mi espalda.  La temperatura de mi cuerpo subía por momentos. Ese tipejo era capaz de calentarme  a distancia con sus besos y yo los sentía tan reales que incluso me daba miedo. Rendida a sus encantos, gemí al sentir que sus dedos se hacían fuerte en mi trasero.
Traté de despertarme al sentir que si ese sueño se prolongaba iba a correrme:
-No quiero- grité temiendo que mi cabeza sería incapaz de pensar con claridad, si seguía tocándome.
– Patricia, ¡Relájate!- me soltó en voz baja ese Fernando irreal- soy parte de tu imaginación.
– Estoy nerviosa y tengo miedo- contesté.
– Lo sé, pero no tienes nada que temer –dijo sonriendo- ¡Estoy al otro lado del mundo!
Sus palabras no consiguieron tranquilizarme y por eso cuando separándome el pelo, Alcázar me mordió en la oreja,  me estremecí. Mi amante ficticio no se quedó ahí y bajando sus labios por mi cuello, lo recorrió lentamente, poniéndome cada vez más nerviosa pero también más excitada. Su mano había vuelto a apoderarse de mi pecho y lo acariciaba rozándolo con sus yemas. Fue entonces cuando puso mis manos en su cintura y me ordenó que le quitara la ropa.
Reconozco que obedecí y desbocada por la pasión, me mordí los labios al verle con el dorso descubierto. Apreciando mi calentura, me agarró y me sentó sobre él a horcajadas. Sin casi poder respirar, le miré pidiendo una tregua.
-Lo estas deseando- me soltó – Desde que me viste, deseas ser mía.
-¡No es cierto!- exclamé a la defensiva.
-Te voy a follar, putita- susurró a mi oído -¡Desnúdate para mí!
-¡No!- contesté con la voz pero mis manos desobedeciendo a mi mente, desabrocharon mi camisón y sacándomelo por la cabeza, me quedé en pelotas sobre el colchón.
Tragando saliva, esperé su siguiente paso. Fernando me miró  y cogiéndome de la cabeza,  acercó su boca a la mía mientras ponía su mano en mi pecho, ahora desnudo y con una sonrisa en sus labios, escuchó el gemido que salió de mi garganta.
-Tienes una tetas perfectas- dijo satisfecho de mi entrega mientras su lengua se volvía a apoderar de mi erecto pezón. Al verle bajar por mi cuerpo comprendí cual iba a ser su siguiente paso y por eso sabiéndolo estaba más nerviosa me ponía.
– Tranquila, vas a disfrutar como nunca- me soltó sabiendo de mis reparos.
– ¡Esto no es real!- exclamé al sentir noté una mano bajando por mi estómago mientras la otra me acariciaba los muslos. Al percatarme de que me estaba separando las rodillas, traté de evitarlo pero una orden directa suya evitó que las cerrara.
Fue  entonces cuando su mano derecha bajó por el ombligo y rozó el interior de mis muslos. Al sentirlo, temblé de placer y ya dominada por la excitación, quité todos mis reparos. Ese hombre, comprendió su victoria y separando con  sus yemas los pliegues de mi sexo, acarició mi humedad. Al  escuchar mi suspiro, sonrió y me hizo mirar a sus ojos mientras sus dedos  no dejaban de torturar mi clítoris.
Intenté morderle como un último intento de evitar sus caricias:
-No puedes hacer nada por evitarlo… -dijo muy seguro: -Lo quieras o no, ¡Vas a ser mía!
-Por favor, ¡No!
Seguía negando que estaba cachonda pero aun así separé mis muslos ofreciéndome por completo. Fernando Alcázar no se hizo de rogar y deslizándose por mi cuerpo, me besó los bordes de mis pliegues  mientras volvía a recoger mi botón entre sus dedos. Al escuchar mi nuevo gemido, se dejó de prolegómenos y lo acarició, sorbió y lamió todo el tiempo que quiso. Completamente excitada, comprendí que  no podría seguir aguantando mucho más. Al borde del colapso, moví mis caderas deseando que llegara. Fernando lo notó y acelerando el ritmo de su lengua, me llevó desbocada hacia mi primer orgasmo con su lengua mientras, avergonzada, me agarraba a las sábanas y trataba de que no lo notara.
-Tienes un conejito muy rico – me soltó relamiéndose los labios.
-¡Eres un cerdo!- contesté a ese hombre producto de mi imaginación
A modo de respuesta, Alcázar metió con suavidad dos dedos en mi coño,  provocando un nuevo suspiro y sin dejarme de mirar con una sonrisa en sus labios, me susurró:
-Aunque lo niegues, ¡Me deseas!-
Siendo cierto, no se lo podía confirmar por mucho que la humedad de mi entrepierna me traicionara. Asustada y deseosa, le vi incorporarse y cogiendo su pene entre sus manos, acercarlo a la entrada de mi chocho:
-¡Hijo de perra! ¡Ni se te ocurra!
Mi lenguaje soez y mi negativa espolearon su lujuria y colocando la punta de su enorme glande en la entrada de mi cueva, la forzó lentamente, de forma que pude sentir el paso de toda la piel de su tranca rozando mis adoloridos labios, mientras me llenaba.
¡Dios Mío!- aullé  al mismo tiempo que el magnífico pene chocaba con la pared de mi vagina.
No tardé en sentir sus huevos rebotando contra mi culo al ritmo de sus embestidas. Con mi coño convertido en un frontón, sollocé dominada por el placer. Mi captor, conocedor de mi total sumisión, siguió  apuñalando mi interior con su estoque. Mi orgasmo fue brutal, desgarrador al coincidir con el suyo. Su templado semen me quemó al sentirlo rellenando conducto. Cada una de las descargas con las que regó mi interior, me produjo un estertor y licuándome al sentirlo, chillé y lloré a los cuatro vientos mi placer.
Fue entonces cuando diciéndome: – ¡Hasta mañana! ¡Putita mía!- se despidió de mí, desapareciendo de mi lado.
Avergonzada por añorar su presencia, me desperté sola entre mis sabanas. No sé si lloré dando gracias porque todo había sido un sueño o del dolor que sentí al percatarme que nada había sido real.
Su dominio se extiende:
Sin haber casi descansado, me desperté ese viernes con la sensación de que mi vida estaba hecha pedazos. No podía dejar de pensar en él y aunque me doliera reconocerlo, estaba cachonda. Al recordar el sueño, mi entrepierna se llenó de humedad y con una mezcla de disgusto y de terror, terminé de vestirme combatiendo las ganas de masturbarme.
“¡No es posible!” exclamé al hacer la cama y ver en la sábana una enorme mancha de flujo que asemejaba una corrida. “¡Alcázar no ha estado aquí!”, me dije mientras la quitaba y la llevaba a la lavadora.
Temblando, desayuné mientras deseaba que todo quedara en una siniestra pesadilla producto de mi subconsciente.  Agarrando las llaves de mi carro, salí del departamento. Ya en el ascensor, me reí histérica de mis miedos y más confiada por la luz del día, salí al portal.
Pedro, el conserje, estaba limpiando los cristales. Al verme, me saludó como hacía todos los días pero al voltearme a devolverle el saludo, la cara que me sonreía  tras ese uniforme, no era la suya sino la de ese pérfido sujeto.
-¿Se encuentra bien Doña Patricia?- preguntó el portero extrañado de la cara de espanto con la que le miré.
No pude contestarle y saliendo a trompicones hacía el aparcamiento, me subí en mi coche. Hecha un mar de nervios, arranqué y hui despavorida de allí. Aal llegar a las dependencias de gobierno donde trabajaba, respiré aliviada al ver que mis compañeros seguían siendo ellos y que esa maldición todavía no me había afectado hasta esos extremos.
Tratando de conseguir ayuda, recordé que “Golfo”, un amigo de la web vivía en Madrid. “Quizás él sepa algo de ese maldito”, pensé ya que ese autor de relatos eróticos estaba bien conectado en la ciudad donde Fernando Alcázar, tenía su base. Y saltándome una norma auto impuesta que me prohibía usar mi mail personal en el trabajo, nada más acomodarme en mi silla, entré en Hotmail y le escribí pidiendo su auxilio.
“Golfo, ¡Necesito tu ayuda!” tecleé en el título, tras lo cual brevemente le expliqué que me ocurría y al acabar, le rogué que me averiguara si sabía de casos semejantes al mío o como combatirlo, tras lo cual le día al enviar. No había terminado de salir, cuando ya me había arrepentido:
-¡Va a creer que estoy loca!- maldije en silencio, pensando que de recibir yo un correo semejante, eso sería lo que pensaría.
Cómo no podía hacer nada más, decidí ponerme a trabajar y llamando a mi asistente, le pregunté si ya había llegado mi visita. Esa mañana había quedado con el Coronel Ramirez, un sujeto poco recomendable sobre el que tenía pocas dudas. Era un corrupto pero estaba bien relacionado.
-No, señora. Ha llamado que llega tarde.
Su retraso me permitió repasar el expediente. Ese militar tenía que aclarar una serie de gastos de difícil justificación pero aunque le había pillado, debía de andar con pies de plomo porque su padrino era el Secretario de Seguridad Pública del Estado. Conociendo que en estos casos había que nadar guardando la ropa, decidí que si ese hombre no podía justificar esos montos, haría  dos únicas copias del informe, una que se la mandaría a mi jefe y otra que guardaría bajo buen recaudo. Si de ese escrito se deducía una imputación, que fuera mi superior quien lo acusara. La política en México, además de sucia, es peligrosa.
Sobre las diez de la mañana, mi secretaria me avisó de su llegada y previendo problemas, le pedí que le llevara a una sala de reuniones. Antes de encontrarme con ese “servidor del orden” pedí a un subalterno que me acompañara. No quería quedarme a solas con él, no fuera a ser que aprovechara la oportunidad para amenazarme.
Al entrar en la habitación con Miguel, volvió por tercera vez la pesadilla. En vez del gordo seboso de Ramirez, era Fernando Alcázar el que estaba cómodamente sentado en una de las sillas.  Supe de quien se trataba al estar vestido de militar y fingiendo una tranquilidad que no tenía, me acomodé frente a él. Con un sudor frio recorriendo mi cuerpo, empecé a exigirle que me aclarara los dispendios de su departamento.
El sujeto francamente alterado, me soltó que él solo tenía que rendir cuentas a su superior y negando mi autoridad en ese asunto, se levantó encabronado y pegando un portazo, abandonó la sala. Respiré aliviada cuando lo hizo y mirando a mi ayudante, le pedí que hiciera un acta de lo sucedido, tras lo cual, le dejé haciéndolo y sin levantar sospechas me dirigí al baño.
Una vez encerrada en uno de sus compartimentos, me eché a llorar. No solo mis alucinaciones iban de mal en peor sino que con ansiedad recordé que mientras estaba con ese corrupto, me había excitado porque en vez del gordo quien me había devuelto la mirada era el maldito mentalista. Al cabo de un rato, volví a mi despacho completamente desmoralizada. Si tal y como había predicho ese hijo de perra, en pocos días solo vería su cara en los demás hombres, me sería imposible conservar un mínimo de cordura.
Al mirar mi email, Golfo me había respondido. Creyendo que podría ser importante, dejé todo a un lado y abrí su email.
-Querida Virgenjarocha- me contestaba. –Me sorprende que me preguntes si conozco a Fernando Alcázar. No recuerdas que hace más de dos meses, te envié un video con una de sus conferencias y a raíz de ello, hemos discutido sus teorías.
Al leerlo, un escalofrío recorrió mi espalda. Y sabiendo que mi amigo no ganaba nada mintiéndome, releí los correos que me había cruzado con él durante el último mes. Cada vez más aterrorizada, descubrí que durante los últimos treinta días, Golfo y yo habíamos polemizado sobre la verosimilitud de sus planteamientos ya que  Alcázar, antes de dejar la universidad, sostenía que se podía lavar el cerebro a gran escala a una multitud solo con imágenes subliminales.
Mis prejuicios me habían hecho negar esa posibilidad y por eso, Golfo me había estado mandando toda la información que pudo recopilar. Según el historial de mi computadora, había visualizado al menos dos docenas de sus conferencias.
-¡No me acuerdo!- exclamé totalmente confundida.
Pero lo que realmente me dejó aterrorizada fue mi último mail. En él, le decía a mi amigo que esa tarde iba a acudir a con una amigas a verlo in situ y muerta de risa, le informaba que pensaba desenmascararle.
-Ten cuidado. Ese tipo es un mal bicho- me había contestado mi amigo desde Madrid.
Para entonces, mi estado de nervios era tal que no podía seguir trabajando e inventándome que estaba enferma, volví a mi departamento. Nada más llegar, me tomé un tranquilizante y tumbándome en la cama, me quedé dormida hasta bien entrada la tarde. Al despertar, estaba hambrienta y como no tenía comida en casa, decidí irme a un restaurante. Os juro que al salir de la seguridad de mi hogar, temí que se volviera a reproducir la pesadilla pero al ver en la portería que era Pedro quien estaba leyendo el periódico y no ese maldito, respiré más serena.
-Lo único que necesitaba era descansar- pensé mientras salía a la calle.
Y en la acera, miré a mi alrededor. Nada parecía ir mal, los sujetos con los que me cruzaba eran personas anónimas con sus rostros y no la siniestra cara de ese jodido español. Con una alegría desbordante, entré al centro comercial de Las Américas y ya en él, me decidí por un Sanbor´s. como tenía hambre, pedí una arrachera con nopales y me puse a comer.  Recapacitando sobre lo ocurrido en los últimos dos días, comprendí que de no solucionarse, iba a tener que acudir a un psiquiatra.
-¡Me estoy volviendo loca!- exclamé en voz alta.
Al terminar, pagué la cuenta y como todavía eran las seis, decidí tomarme una cuba en una de las terrazas del centro comercial. Reconozco que la primera no me duró casi nada porque tratando de aguar mis penas en alcohol, me la bebí de un tirón. Ya con relajada por el Ron y mientras pedía al mesero que me trajese otra, me puse a mirar a mi alrededor. En una esquina descubrí que un bellezón de hombre me observaba. Al sentir su mirada, me entró una calentura brutal y obviando cualquier tipo de decoro, lo invité a mi mesa. Víctor no se hizo de rogar y acercándose a donde yo estaba, se sentó a mi lado. El sujeto resultó que además de estar bueno era un encanto y por eso tras otras dos cubas, lo invité a mi casa.
-¿Estas segura?- preguntó dotando a su voz de un tono pícaro: -Si voy, ¡Seré muy travieso!
-Eso espero- respondí pasando  mi mano por su entrepierna.
La dureza que hallé bajo su pantalón, me hizo suspirar de gusto anticipando el placer que iba a obtener. Mi acompañante, también excitado, pagó la cuenta y llevándome hasta su coche, me besó con pasión.  Afortunadamente, ese centro comercial estaba cerca porque de haber tardado dos minutos más, me lo hubiera tirado en mitad de la calle.
Nada más entrar a mi departamento, me lancé a su cuello y restregando mi seco contra su cuerpo, descubrí una verga enorme y dura.  Atenazada por los nervios, me agaché y desabroché su bragueta.  Su polla salió disparada como por un resorte y al verla tan rígida frente a mí, me relamí los labios al imaginarme cómo me sentiría con ella en mi boca.  Deleitándome de antemano con su sabor, me levanté y abriéndome el vestido, le ofrezco mis pechos.
Sonriendo, el desconocido rozó mis pezones con la punta de sus dedos y pegando un suspiró, observé a sus manos metiéndose por mi escote. Ya con sus dedos sopesando mis chichis, bajó su cara y besó mis pechos. Fue delicioso sentir su lengua lamiendo mi pezón. El gemido que salió de mi garganta, azuzó sus caricias y ya sin ningún recató, se puso a mamar alternando de un seno a otro.
Ya totalmente dominada por la lujuria, me quité las pantaletas y desesperada, le pedí que me follara.  Con mis niveles de excitación al máximo, me apoye contra la mesa del comedor y separando mis rodillas, sonreí al ver que cogía su pene entre las manos y acercándolo a mi sexo, se disponía a penetrarme.
El tipo colocó su polla a la entrada de mi coño, recreándose en esos últimos instantes previos y pegando un suave empujón, comenzó a penetrarme lentamente. Nunca había estado tan excitada y por eso al sentir ese enorme maromo abriéndose camino en mi interior, deseé que se diera prisa y rellenara mi estrecho conducto con su extensión. Viendo mi entrega, me la enterró por completo, lo que me hizo pegar un grito que tuve que ahogar mordiéndome el labio.
-¡Te gusta putita!- me dijo satisfecho.
Al mirarle, me quedé gélida al descubrir que era Fernando Alcázar el que me estaba follando. Mi primera reacción fue de rechazo y pegándole un empujón me zafé de su acoso. El sujetó creyó que era parte de un juego y atrayéndome nuevamente, volvió a meter su miembro en mi interior. Llorando le pedí que no siguiera pero él no solo no me hizo caso, sino que acelerando el movimiento de sus caderas, forzó mi sexo con salvajes penetraciones. Tratando de huir, le clavé mis uñas en su espalda.
Al sentirlo, sonrió y retorciendome el brazo, me dio la vuelta mientras me decía:
-¡Te gusta la violencia!- y sin hacer caso a mis suplicas, me separó las nalgas con sus manos y de un solo empujón, desfloró mi virginidad trasera. Aunque intenté protestar, el desconocido me embistió con su cuerpo, penetrándome. Mis gritos no se hicieron esperar. Sentía que me estaba rompiendo por dentro. El dolor era insoportable y por mucho que le imploré que parara, no lo hizo y como un energúmeno, empezó a moverse con su verga clavada en mi interior. Mi culo, mientras tanto, se resistía a ser invadido.
–Me encanta lo estrecho que lo tienes- me soltó sin compadecerse de mis lágrimas y tomándome de la cintura y buscó una mejor posición para seguir forzando mi culo.
Mis alaridos eran tales que para evitar que llamaran la atención de algún vecino, ese sujeto me tapó la boca con su mano mientras aceleraba el ritmo de sus penetraciones. Incapaz de soportar el dolor, pataleé tratando de escapar de ese suplicio. Pero entonces pegándome una dura nalgada, dijó con tono amenazador:
-¡Quédate quieta! ¡Puta!
Inmovilizada contra la mesa, no pude hacer nada ante su agresión por lo que cediendo, dejé de protestar y cerré los ojos mientras deseaba que todo pasara con rapidez. Sabiendo que no iba a hacer caso a mis suplicas, me quedé quieta. Mi agresor creyó ver en mi parálisis una aceptación que no existía e imprimiendo a su voz con el orgullo de un macho triunfante, me soltó:
–¿Te gusta cómo te rompo el culo?
Fui incapaz de responder porque el dolor me había dejado muda. Entonces, me obligó a abrir un poco más las piernas mientras seguía penetrándome sin para. Con mi ano ya totalmente destrozado, consiguió meterlo por completo y usándome con una tiranía atroz, tiró de mí clavando su estoque hasta el fondo.
¡Me duele!- grité
Como siempre, me ignoró y machacando sin cesar mi entrada trasera, buscó su placer. El dolor seguía siendo agudo y a lágrima viva, eché la culpa al mentalista de estar siendo sodomizada por ese sujeto. Mi triste situación se prolongó durante largos minutos mientras mi violador disfrutaba de mi desdicha. Supe que faltaba poco para que terminara esa torturo al sentir que me mordía el cuello. La explosión de su miembro no me cogió desprevenida y por eso al notar que eyaculaba en mi interior, recibí agradecida su semen.
Al terminar de eyacular, ese sucio tipo se limpió los restos de mierda que embadurnaban su verga con mis cortinas y con la satisfacción de haber cumplido como hombre, dejó mil pesos en la mesa, diciendo:
-Cuando quieras, ¡Repetimos! Ya sabes dónde encontrarme.
Asqueada, tardé una eternidad en moverme. Me sentía la puta que ese sujeto creía que era y llorando mi desgracia, me tomé una ducha en un vano intento de quitar la degradación que impregnaba todos mis poros. Al salir del baño, había decidido que no podía seguir viviendo así y aunque me resultara humillante, iría a ver a Fernando Alcázar a Madrid.
Mi encuentro con ese maldito:

Por una vez me sonrió la suerte y encontré un vuelo que partiendo de Veracruz, salía al día siguiente rumbo a la capital española. Por eso, me levanté temprano y con mi carro, me acerqué al aeropuerto
General Heriberto Jara. Las dos horas que tardé en llegar hasta esas instalaciones me sirvieron para hacerme una idea de mi desgracia y por eso no me sorprendió al estacionar en el parking, que todos los hombres con los que me cruzaba tuvieran la cara del maldito por el que iba a hacer más de ocho mil kilómetros.
El mesero, el portaequipajes e incluso el policía que me selló el pasaporte, todos lucían el mismo rostro. La belleza de sus facciones no aminoraban el odio que corroía mi cuerpo al contemplarlos y por eso recibí como una bendición que mi acompañante durante el vuelo, fuera una gorda. Al menos, al girarme, me encontraría con una mujer y no con el clon de ese capullo.
Ya en mi asiento, me puse a recordar la llamada que hice la noche anterior a mi amigo “Golfo”. Contando mi situación con todo lujo de detalles, le pedí ayuda para localizar al mentalista.
-No me será difícil, tengo un amigo en su secta- respondió y anticipándome que ese tipo era un verdadero hijo de perra, me preguntó si quería que él me acompañase a la entrevista.
-Te lo agradecería- le dije antes de echarme a llorar conmovida por su gentileza, tras lo cual y a duras penas pedí verle en su casa.
-¿No prefieres que te vea en el aeropuerto?
-No- respondí, explicándole que temía no ser capaz de reconocerle.
Asumiendo que tenía razón, me dio su dirección de tal forma que quedé con él, al día siguiente.
Nada más despegar me chuté un somnífero para no seguir sufriendo la angustia de verme rodeada de tantos Alcázares y por eso no me enteré nada del vuelo, hasta que aterricé en Barajas. Por el cambio horario, eran las seis de la mañana del domingo y debido al retraso de las maletas y a los pesados de la aduana española, agarré el taxi que me llevaría a Madrid, cerca de las ocho.
Para entonces, el no distinguir un hombre de otro me parecía hasta normal y por eso no me molestó dar la dirección al gemelo taxista de mi acosador. La ausencia de tráfico me permitió llegar a la casa de “Golfo” en quince minutos. Aunque había supuesto que mi conocido estaba montado en el dólar, por el modo tan desenvuelto con el que hablaba de dinero, aun así me sorprendió toparme con que vivía en una mansión. El enorme jardín y el tamaño de la casa debían de haberme advertido de que no era normal pero quizás debido al jet-lag del vuelo, tampoco caí cuando una rubia despampanante, me abrió la puerta.
Acomplejada por su belleza, fue entonces cuando me percaté que solo conocía su Nick de internet y bastante cortada, pregunté por “Golfo”. La muchacha sonrió y dejándome pasar, dijo:
-Me imagino que eres Patricia, has llegado ante de tiempo y el jefe todavía sigue en la cama. 
-No hay problema, espero- contesté sintiéndome una piltrafa por resultar una molestia al hombre que se había ofrecido a ayudarme sin pedirme nada a cambio.
La mujer cumpliendo como exquisita anfitriona, me llevó hasta un salón y antes de dejarme sola, preguntó si quería un café:
-Se lo ruego- contesté necesitada de cafeína en mis venas.
Al irse, me senté en un sofá a esperar pero al cabo de cinco minutos, decidí levantarme y chismear a mi alrededor. Reconozco que la curiosidad me pudo y tratando de averiguar algo sobre mi amigo, me puse a mirar unas fotos que había en una de las repisas. Eran imágenes tomadas a un grupo y con un escalofrío descubrí a mi captor en mitad de todas ellas. Se veía a la legua que los restante eran parte de su grupo y no solo por su lugar prominente sino por el modo en que le miraban.
Fue entonces cuando caí en que había conocido de la existencia de cabrón a través de “Golfo” y creyendo que me había metido en la boca del lobo sin saberlo, agarré mi bolso y me dirigí hacia la puerta. Desgraciadamente, en ese momento apareció ese sujeto. Sin saber si era mi supuesto amigo o el mentalista, me quedé paralizada y temblando pregunté:
-¿Eres Golfo?
-Sí- respondió muerto de risa- pero también me conoces por Fernando Alcáraz.  
Aterrorizada, traté de huir pero entonces, tomando asiento, me lo impidió diciendo con voz dulce:
-No tienes donde ir.
Sentí sus palabras como una sentencia de muerte y retrocediendo sobre mis pasos, me enfrenté a él pidiéndole explicaciones. Soltó una carcajada al oír mis reproches y señalando un hueco a su lado, me ordenó que le acompañara a desayunar. Juro que intenté desobedecer pero no pude llevar la contraria a esos ojos negros que me taladraban con la mirada.
-Querida Patricia. Espero que no lo hayas pasado muy mal pero como te dije en Xalapa, odio que alguien me lleve la contraria.
Cabreada y sacando fuerzas de mi interior, le pedí perdón por haber dudado de él para acto seguido exigirle que me liberara y me dejara volver a mi rutinaria vida. Riéndose de mí en mi cara, me  respondió:
-¿Perdonarte? No tengo nada que perdonar. Tenía razón cuando me dijiste que no tenía poderes.
-¿Entonces? ¡Porqué he sufrido estas alucinaciones!, ¡Porqué le veo en los rostros de todos con los que me topo!- contesté confusa.
Destornillándose de risa, soltó mientras ponía su mano en mi rodilla.
-Te he lavado el cerebro por medio de mis teorías. Cada vez que veías una de mis conferencias, quedaba impresa en tu mente la necesidad de servirme. Valiéndome de imágenes subliminales he dispuesto que seas mía.
Asustada e indignada por igual, le recordé su promesa:
-Me prometió que si le pedía perdón en persona, me dejaría en paz.
Frunciendo el ceño, me dio la razón pero poniendo una sonrisa de oreja a oreja, me propuso un trato:
-Durante los próximos diez minutos, me quedaré sentado frente a ti sin tocarte. Si luego quieres que te libere, lo haré encantado.
No creyéndome la suerte contesté sin pensar que aceptaba, pero nada más salir la conformidad de mi boca, me di cuenta que esa oferta escondía gato encerrado.
-¿En qué va a consistir?- pregunté sabiendo que habría una prueba.
-Vas a sentir placer- contestó tranquilamente y chasqueando los dedos, dijo: ¡A partir de ahora!
Como un huracán, me vi envuelta en un mar de sensaciones que naciendo de mis entrañas se extendió por todo mi cuerpo. Una a una, todas mis células explotaron en un clímax que me desarboló por completo. Sin ser capaz de asimilar tanto gozo, me vi lanzada a una vorágine que me llevó en volandas de un orgasmo a otro sin pausa. Convulsionando sobre la alfombra, sentí que moría y renacía un millar de veces antes de alcanzar un éxtasis, donde yo era suya y él era mío. Los diez minutos se alargaron hasta parecerme una eternidad y cuando habiendo transcurrido el periodo prometido fui echada de ese paraíso,  caí a sus pies diciendo:
-Por favor, “Golfo” quiero seguir siendo tuya.
Fernando Alcázar, mi supuesto amigo, se levantó de su asiento y ordenándome que lo siguiera, me llevó hasta su cama. Allí me hizo su feliz esclava y más obediente servidora. Desde entonces vivo entre sus brazos y aunque soy inmensamente dichosa, sigo añorando mi libertad perdida.
 
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Relato erótico: “Descubriendo el sexo – Parte 8” (POR ADRIANAV)

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TODO COMENZÓ POR UNA PARTIDA2Finalmente emprendimos viaje.

Sin títuloA pesar de que todavía era muy niña y me faltaba madurez, despedirme del lugar donde había nacido me dio tristeza. No solo por lo que vivi desde mi infancia sino por todo lo que viví mientras estuve allí. Hasta el momento de mi despedida había sido muy feliz. Pero la agenda de mi vida no terminaba allí.

Llegar a la capital de mi país fue como descubrir un nuevo mundo. Nunca soñé con ver tanta gente junta caminando por las calles, miles de autos, edificios y tiendas. El ruido de la ciudad fue otro impacto. En mi villa lo más fuerte que se escuchaba era el llanto de algún niño. Y cuando llegamos al aeropuerto quedé maravillada con el tamaño. Una hermosa pared inmensa de cristales, el ruido de motores rugientes y otra cantidad de gente activa caminando con maletas. Ahora me enfrentaba a un nuevo mundo que no tenía ni idea de cómo sería. El idioma era distinto y de seguro que la comida y las costumbres. Una real nueva aventura, aunque teníamos la garantía de que contábamos con la guía y protección de mi tío Sergio.

El recuerdo más presente de él que mantengo bien claro es que cuando venía a la villa, nos reunía a todos, inclusive la mayoría de los vecinos (que no eran muchos). Apenas recordaba cómo lucía físicamente, pero si me acordaba que era muy afectuoso con todo el que conocía, y más con mis padres y mis hermanos, pero en especial conmigo. En fotos que casi ni presté atención -como reacción negativa infantil ante su decisión de haberse ido lejos- había sido el único conocimiento extra que pude tener desde su partida.

Esa aventura continuaba con las sorpresas de muchas primeras veces en muchas cosas desconocidas, así como también era la primera vez que subía a un avión. Mis padres se sentaron dos filas mas adelante, luego mis dos hermanos en la fila delante de mi y yo en otra solita. Era la última fila del avión. Cinco minutos mas tarde, una muchacha muy bonita, delgada, joven, vestida muy linda con una falda verde oscura, corta, blusa de seda blanca abierta dejando ver un poco el nacimiento de sus pechos, cabello lacio bien oscuro como sus ojos, labios de muñeca bien rellenos, y traía una mochila, una cartera y un abrigo en la mano me pidió sonriente:

– ¿Esta es la fila 36?

– Si… creo que si -dije sonrojada sin la menor idea de cuál era porque mis padres simplemente me habían indicado donde sentarme.

Puso algo en el compartimiento de arriba y se sentó.

– Me llamo Maggie. ¿Y tu?

– Andrea -dije timidamente.

– ¿Viajas a Nueva York o sigues camino después?

– Si. A Nueva York.

– ¿Solita?

– No. Adelante están mis hermanos y mis padres.

– Oh… Ya veo. La familia completa. ¡Qué lindo! Es tu primera vez en un avión. ¿Verdad?

– Si.

– ¿Estas nerviosa?

– Un poco.

– Bueno, no te preocupes. Yo ya estoy acostumbrada y puedo enseñarte a como alejarte del miedo. A mi la primera vez me pasó lo mismo y el que viajaba al lado mío me enseñó a no pensar en ello.

– Bueno… -dije con duda de que fuera tan sencillo como me lo decía!

Y aunque estaba temerosa quería disfrutar todo lo nuevo que comenzaba a despertar mi curiosidad.

El tiempo pasó rápido. Ya todos los pasajeros habían abordado y llegó el momento de despegar. Maggie se dio cuenta que mi nerviosismo iba en aumento y poniendo su mano sobre la mía me dijo mirándome a los ojos:

– Tranquila. Vas a sentir una sensación muy linda, como que flotas en el aire. Cierra los ojos y disfrútalo. Yo estoy aquí contigo. Las dos vamos a flotar juntas en el cielo. ¿Si?

– Si -dije sonriéndole nerviosa.

Pero contrario a lo que había presagiado, me gustó la sensación de subida del avión. Hice lo que me dijo y lo disfruté. Me aferré a su mano y cerrando los ojos me la colocó sobre su pierna. Así pasamos casi quince minutos. Luego nos acomodamos y sin darme cuenta me vi envuelta en una conversación en la que ella me hacía sentir como que fuéramos conocidas de hace mucho tiempo.

Maggie era bien extrovertida. Hablaba con mucha facilidad de muchas cosas que me sorprendían acerca del nuevo mundo por descubrir, de cómo había cada vez más gente extrovertida y con mas amplitud en cuanto a las relaciones humanas. Para mí eran temas que nunca había escuchado, cosas que no me imaginaba que podrían existir porque de donde yo venía, no había nada de eso. Nunca nadie me había hablado de esa manera. Eran palabras directas, reales que explicaba el comportamiento humano. A veces yo le preguntaba las cosas más de una vez por no entender ese lenguaje y ella parecía darse cuenta y me lo repetía de una forma más sencilla. Me entretenía escucharla, me fascinaba.

Me hizo pensar y soñar en lo que me quedaba todavía por descubrir, a pesar de que hacía poco días creía haber descubierto el más grande significado de la vida a través de mis primeras incursiones en la sexualidad. Pero había algo intuitivo… algo que me decía que había mas… mucho mas cosas por vivir.

Luego vino la cena durante la que me contó que había nacido en el norte pero se habían mudado a Perú por unos años. Su padre era arqueólogo y su mamá profesora de historia. Me confesó en voz baja que había tenido un novio hasta que descubrió que no era lo que ella quería y un montón de cosas más. Y llegó la pregunta que no me esperaba de que si yo había estado con algún chico. No pude responderle con total realidad. Aunque no había nadie sentado en la fila del medio de nuestro lado, mis hermanos estaban en la próxima fila y podían escuchar, por lo que tuve que bajar un poco la voz y eso le causó curiosidad a Maggie.

Apagaron la luz del avión para quien quisiera dormir.

– Ven acércate y cuéntame me dijo en voz baja. ¿Tuviste o no?

Me sentí confiada. En realidad estaba necesitando conversarlo con alguien más apropiado a mi edad desde que había empezado todo. Con Rosa era distinto porque ella solo había tenido el interés de entregarme a su marido y luego poseerme sexualmente para ella misma. Por lo tanto no había amistad. Maggie sin embargo, me había contado cosas muy personales de su vida y yo con mi todavía inocencia a flor de piel, pensé en hablarlo con alguien.

– Bueno… novio no, pero algo así.

– ¿Cómo fue “algo así”? ¿Quién era, un chico, un vecino?

Nos turnábamos para hablarnos al oído.

– No fue un chico. Fue un vecino.

– ¿No fue un amiguito?

– No. El papá de mi amigo.

– Oh! ¿Un señor grande?

– Si.

– ¿Casado?

– Si.

– ¿Y cómo hicieron en un lugar tan pequeño como la villa para esconderse de todos, y de la esposa…?

– Ella lo sabía

– ¿Y como lo supo? No entiendo.

Sentía su aliento en mi oído cuando de pronto el avión dio un pequeño sacudón. Me asusté un poco y mi mano le aferró la pierna otra vez. Puso su mano sobre la mía y me ayudaba a que me relajara acariciando su pierna suavemente.

– Es que ella también estuvo con los dos después de la primera vez.

– ¿O sea que sabía que su esposo te había cojido?

– Si.

– ¿Y esa fue tu primera vez?

– Aha…

– ¿Lo disfrutaste?

– Si

– ¿Y a ella?

– También

– …uuuy… que interesante! Niña has vivido más que yo entonces!

– Ji, ji, ji. No creo.

– Pero… ¿cojiste con ellos más de una vez? ¿tuvieron sexo los tres juntos?

– Si

– ¿Y con ella que hiciste?

Noté que tenía más interés de saber eso que de lo que había sucedido con Arturo.

Me pedía detalles de como había sido y por algo que me iba naciendo como retribución a ayudarme a enfrentarme al temor de volar, me animé. Mientras avanzaba con la historia, ella guiaba mi mano en una constante caricia que ya llegaba hasta la entrepierna.

Y como los asientos eran un poco incomodos, decidimos acomodarnos mejor. A ninguna de las dos parecía molestarnos tanta aproximación. Como dos niñas haciendo una fechoría, nos tapamos con las mantas que nos había entregado la camarera de a bordo. Nos miramos y me reí tapándome la boca.

Su mano jalaba de la mía lentamente sin dejar de mirarme a los ojos y al no sentir resistencia de mi parte, la guió hasta situarla totalmente entre sus piernas. Se mordió un labio y entrecerró los ojos. Sentí la tela mojada de su interior. Le sonreí nerviosa y se me acercó para hablarme bajito.

– ¿Alguna vez ella te besó en los labios?

Y me saltó de inmediato la imagen de Rosa cuando me besó por primera vez. Bajé los ojos afirmando con un gesto. Y me dijo con voz suave moviéndose lentamente:

– Es lindo, no crees? -me dijo tan cerca que ya sentía su aliento pegado a mis labios.

Volví a afirmar de igual forma.

– ¿Tienes ganas? -me dijo rozándolos…

Miré alrededor. Estaba bastante oscuro. La miré a los ojos y volví a afirmar con la cabeza. Fue suficiente.

Sentí esos labios ardiendo en los míos. Los frotábamos de lado a lado, sin abrir la boca. Solo pasaba la lengua para mojarlos. Puso su mano en mi pierna y levantándome la falda llegó hasta mi calzoncito. Una corriente me recorrió el cuerpo hasta concentrarse en el clítoris. Ya me sentía caliente y

abrí un poco más las piernas para facilitar su caricia. La mano se mojó cuando la pasó por encima. Cerré los ojos y abrí la boca. Su lengua sintió la libertad que mis labios le daban y me invadió. Juntamos las lenguas. Sus dedos recorrieron el borde de mi ropa interior hasta hacerla a un lado y dos dedos me acariciaron los labios ensopados de la vulva. Subieron hasta apoderarse del clítoris y fui vencida en esa batalla entregándome completamente al delirio que me hacía sentir otra vez el maravilloso momento del sexo.

Quitó mi mano de su pierna por un momento y cuando la puse otra vez entre sus piernas toqué los labios de su vulva. Tenía la falda levantada y mi mano tocó su conchita mojada. Estaba desnuda por completo de la cintura para abajo. Me agarró dos dedos y se los metió dentro. Sentí que resbalaban y se perdían entre los labios de la vulva.

– Andrea, me encanta sentir tus dedos dentro de mi…! -me dijo empujando los suyos dentro de mi.

Nos pusimos frente a frente y entrelazamos las piernas. Ella restregaba mi rodilla contra su vulva y se revolvía en silencio para que nadie se diera cuenta de lo que hacíamos. Siguiendo su ejemplo hice lo mismo con su pierna.

No era nada cómodo. Estábamos descargando una calentura descomunal y sorpresiva. Era algo que por lo menos a mi, me había llegado inesperadamente, sin haberlo pensado antes de sentir la piel de su pierna en mi mano. Y buscamos algo más sustancioso. Ella de espaldas al pasillo y yo de espaldas a la ventanilla del avión, juntamos los sexos mismo donde los dos asientos se unían. Nos apretamos tanto que sentí los labios de su vulva contra la mía. Apreté mi clítoris contra el suyo y empezamos a mover las caderas en círculos lentos, desapercibidos para los demás. Tenía ganas de besarla otra vez pero estábamos muy separadas. Si no fuera porque mi familia iba delante mío, si hubiera estado sola con ella, me le habría subido encima para sentirla mejor. No podía creer lo que estaba sintiendo. Si bien Rosa me había hecho algo parecido, nunca pensé que volvería a pasarme.

No habían pasado ni diez minutos cuando Maggie se apretó más fuerte y empezó a convulsionar con su conchita pegada a la mía. Estaba teniendo un orgasmo y me estaba provocando uno a mi. Ya no había regreso. Quería ofrecerle el mío y se lo hice saber con mis movimientos más violentos. Después de varios empujones durante mi orgasmo, relajé mi cuerpo y esperé a que ella volviera a abrir los ojos. Nos sonreímos sin dejar de mirarnos. Estábamos en éxtasis. Nos fuimos separando poco a poco sintiéndome ensopada cuando sentí el frío del aire acondicionado pasando por entre las piernas. Enderezándonos, volvimos a una posición más cómoda y me senté al lado de ella. Me sorprendió tomándome la cara con sus manos para entrelazar las lenguas en un beso espeso, lleno de sensualidad y sin importarnos ser descubiertas por algún mirón.

Por suerte casi todo el avión dormía ya plácidamente. Y cuando nos calmamos, también las dos caímos en el sopor de un sueño que me permitió dormir por lo menos cuatro horas.

Me despertó la mano de Maggie acariciándome. Y acercándose a mi oído me dijo que estaban por servir el desayuno. Ni bien terminó de decirlo me metió la lengua en la oreja. Miré adelante, mis hermanos todavía dormían y volteando la cara me animé a besarla en los labios intercambiando saliva con las lenguas. Me metió la mano por la blusa y me acarició las tetas.

– Me gustas Andrea. Me encantó hacerte el amor…

Sus caricias me encantaban

– No quiero perder contacto contigo. Quiero poder pasar todo un día juntas -me dijo dándome otro beso- ¿y a ti?

– Sihh… -le contesté casi gimiendo.

– Sería lindo que algún día pudieras venir a mi departamento. Te voy a dejar mi número. Eres deliciosa inocente niña. Me encantas…

Todavía la oscuridad nos ayudaba.

Fui al baño. Me lavé un poco, me sequé y regresé a mi asiento y Maggie se avalanzó a mi oído para decirme lo que había disfrutado. Ese fue nuestro tema por un buen rato hasta que volví a dormirme. Me desperté cuando estaban sirviendo el desayuno. Maggie escribió en un papel su numero de teléfono y la dirección.

Cuando terminamos el desayuno, mi papi y mi madre se levantaron y vinieron hacia mi asiento de camino al baño.

– Hola! -le dije sonriendo- Les presento a Maggie.

Los cuatro nos pusimos a charlar y les comenté que habíamos conversado mucho en la noche y planeábamos hablarnos por teléfono para mantenernos comunicadas.

Cuando aterrizamos fuimos todos juntos hasta salir y en la calle nos despedimos. Cuando ella me dio un beso en la mejilla me dijo en susurro:

– Me dejaste enamorada de tu sexualidad. No dejes de llamarme por favor.

– Claro que te voy a llamar!

En eso llegaba mi tío Sergio en su camioneta y todo se convirtió en un festejo. Nos abrazó a todos alegremente. Cuando me vio, me abrazó y me separó de golpe para decirme que ya me había convertido en una mujercita hermosa. Y volvió a dedicarme un abrazo mas prolongado. Me gustaba haberlo re-encontrado. Es el más guapo de toda la familia.

PARA CONTACTAR CON LA AUTORA
adriana.valiente@yahoo.com

 

Relato erótico: Mi vecina de la lado 1 (POR CARLOS LOPEZ)

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Mi vecina de al lado es una guapa e impecable mujer casada. Por azar descubro una faceta de su vida que hace que se desate una tormentosa y apasionada relación entre nosotros.
Hace unos meses, hacia el mes de febrero, fui destinado por mi empresa a Valladolid. A pesar de no agradarme la idea de dejar Madrid no pude negarme y, tal como están las cosas, no me quedó más remedio que aceptar. Lo tomé por el lado positivo. Pensé que después de un par de turbulentas relaciones sentimentales, me vendría bien cambiar un poco de aires aunque me alejase de mi familia y amigos. Así que decidí ir a probar unos meses. Total, para dejar la empresa siempre tendría tiempo.
Así que, siguiendo la “ley del mínimo esfuerzo” y, como me parecía una buena opción, tomé en alquiler el piso que el compañero anterior dejaba. Era un poco grande para mí, pero los precios de allí son algo inferiores a los de Madrid, y el de éste me parecía razonable. Se trataba de un bloque de viviendas de ladrillo visto, de 7 alturas y unos 20 años de antigüedad. Con garaje, piscina, pádel, todas las viviendas exteriores y unas vistas razonablemente buenas. Estaba en las afueras, pero no excesivamente y dentro de la colonia los bloques estaban bastante distanciados unos de otros. Un sitio pijo, pero no excesivamente. El vecindario estaba formado principalmente por familias de clase media acomodada. Trabajadores cualificados, funcionarios, algún médico, o profesores. En general era gente agradable, pese a que yo no soy partidario de intimar mucho con el vecindario. No era partidario.
En la puerta de al lado vivía una familia típica de gente bien de provincias. Una pareja joven, que estaría ya rozando los 40, pijos, con 2 niños de unos 10 años, siempre amables y con aspecto de ser una familia ideal. Ella se ve que ha sido muy guapa en su juventud. Lo sigue siendo pero tiene un punto de tristeza y una sonrisa tímida que, si bien le resta chispa, para mí la hace bastante adorable. Con pelo moreno y ligeramente más alta que la media. De constitución sólida y fuerte, pero lejos de llegar a ser gruesa, y con unas curvas que no pasaron desapercibidas a mi mente sucia. Me dijo que era profesora en un colegio concertado de carácter religioso. Él siempre trajeado y sonriente, ligeramente engominado. Parece sacado de un anuncio de dentífrico, y era un directivo de una empresa multinacional radicada en la zona.
A pesar de que durante las presentaciones iniciales, bromeamos diciendo lo típico “si un día necesitas sal o azúcar, llámanos a la puerta y eso”, lo cierto es que nuestra relación era muy ligera. Prácticamente se limitaba a los habituales saludos de buenos días o buenas tardes cuando nos encontrábamos en el garaje o en el ascensor, aunque alguna vez me había llamado Juan (él) para completar un cuarteto y jugar una partida de pádel-tenis y yo había accedido. Nuestra relación era cordial, aunque no habíamos congeniado mucho. Yo lo prefiero así.
Como he contado, vivimos en la séptima y última planta. Hay 4 pisos en el rellano, pero nuestras puertas están juntas y compartimos una larga pared medianera. Procedente de su casa, nunca he oído una palabra más alta que otra, ni fiestas, ni música fuerte… ni episodios de sexo. La terraza o tendedero de mi cocina está pegada a la suya con una pared común de esas que están hechas con unos ladrillos grises de los que se puede ver y que dejan pasar hasta una botella. Creo que se llama celosía. No obstante, en mi casa, en la pared compartida con los vecinos, hay un armario grande que, salvo en la parte muy alta, no deja ver nada y mantiene, hasta un altura de unos 2 metros, la intimidad. Pero claro, nadie está muy interesado en lo que pasa en una terraza de cocina, un tendedero, para la lavadora y para dejar trastos de la casa.
Nunca lo hice, pero confieso que alguna vez he tenido la tentación de asomarme por encima del armario y mirar, en la ropa tendida, cuál es el tipo de ropa interior de mi vecina… porque siempre he sentido morbo por las chicas que van de buenas y he de reconocer que Ariadna, era el paradigma de chica de clase. Siempre cuidada, madre de familia joven, morena, con media melena perfecta, curvas, maquillada, y con los niños impecablemente vestidos cada mañana. Especialmente los domingos, por lo que sospechaba que irían a misa. Alguna vez me sorprendí pensando que en cuanto llegara el verano y se abriera la piscina de la finca, iba a tardar muy poco en tratar de coincidir y comprobar cómo le sentaba el bikini sobre sus curvas.
Mi vida en la ciudad era sencilla, agradable y, salvo alguna aventurilla con chicas de allí, algo aburrida. Todo cambió un día de diario del mes de mayo que no fui a trabajar por aquello que era festivo en la sede de Madrid, y me quedé tranquilamente en casa. Hacía calor y abrí puertas y ventanas. Me disponía a desayunar en la cocina cuando empecé a oír sonidos extraños, algo así como jadeos o gemidos. Por la hora que era y por lo increíble que me parecía que esos ruidos viniesen de la casa de al lado, pensé si sería real o si era mi mente enferma la que lo producía. Salí sigilosamente y despejé todas las dudas. Era real y venía de la terraza de la cocina. Los jadeos eran gemidos y venían del tendedero de los vecinos modelo. Uffffff, qué sensación, ya me estaba imaginando a ellos dos, tan perfectos, haciendo el amor en la terraza jajajajajaja, y me corroía la envidia a la vez que me sonreía. Pensé, al final todas las personas somos eso, personas, y tenemos nuestros momentos de “locura”… por más ultrareligiosos que parezcamos. No pude evitar subirme en una silla para mirar un poco entre la celosía, por la parte superior del armario y ahí, ya, mi sorpresa fue mayúscula.
No eran los vecinos. Al menos no los dos, era la vecina, Ariadna, la que se mordía el labio inferior apoyada sobre la lavadora, mientras a su espalda estaba un chico joven, alto, corpulento y vestido con ropa de trabajo, agarrando sus caderas con unas manos grandes y dándole una dosis de sexo bastante salvaje.
Me quedé petrificado contemplando la escena. Ella, tan mona, con la falda de un vestido veraniego pero recatado subida hasta su cintura, estaba recibiendo algo que realmente le hacía estremecer. Estaba sólo a unos tres metros de mí, de modo que si abría los ojos o levantaba su mirada me pillaría en esa posición de voyeur. Los gemidos fueron acelerándose y me volvió loco ver su cara mientras experimentaba un orgasmo. Estaba excitadísmo por la situación. Tanto que, sin querer, rocé un brik de leche, de los que almaceno por allí, y cayó al suelo haciendo un ruido suficiente para que abriese los ojos hacia mí y me viese enfrente de ella. Fueron dos segundos sólo, pero su cara pasó del éxtasis de un largo orgasmo a la más profunda sorpresa y vergüenza. Me impactó y bajé de la silla metiéndome a la cocina de nuevo con el corazón latiéndome a mil. En fin, es su vida, pensé con un sentimiento entre excitación y vergüenza por haber sido sorprendido espiando.
 

Los días siguientes traté de no coincidir con los vecinos. Con ninguno de los dos. Aunque esas imágenes pasaron a ser mi inspiración, me daba cierto apuro. Pero aproximadamente una semana después, nada más llegar a casa del trabajo sonó el timbre. Abrí y allí estaba ella, Ariadna, iba voluntariamente vestida poco provocativa, pero a mí me parecía preciosa, con unos vaqueros holgados y un jersey de cuello alto no muy entallado. Me dijo, “Carlos, quería hablar un minuto contigo ¿puedo pasar?”. Estaba un poco ruborizada. Supuse que había estado pensando mucho en este momento. Yo mismo lo estaba. Le ofrecí un café, que rechazó, pero pasó a mi salón. Nos sentamos alejados en el mismo sofá.

 

Y bien?
Carlos, sé que el otro día viste algo que… no tenía que haber pasado.
No te preocupes, Ariadna, por mí puedes estar tranquila, ya lo he olvidado (dije mintiendo porque las escenas estaban presentes -muy presentes- en mi mente).
Ya, pero no quiero que pienses que soy “ese tipo de mujer”… fue algo que yo nunca haría, no sé qué me pasó. No soy de esas…
(la corté) Ariadna, yo no soy quien para juzgar nada. Todos tenemos nuestros momentos. Mira, ese día me subí a una silla para ver. Yo tampoco estoy orgulloso de ello.
Ya, pero yo te lo quiero explicar, esa no era yo… (dijo suplicante). Jamás he hecho nada así. Sólo lo hice en ese momento, y … (una lágrima corría por su mejilla) no quiero que esto cueste mi matrimonio si se lo dices a mi marido.

 

 

Se notaba que debía llevar estos días torturándose… estaba sufriendo en lo que estaba contando.

 

Ariadna, no tienes que preocuparte por mí. Eres adulta, vivimos en un país libre y puedes hacer lo que quieras. Ya te digo que mi vida tampoco es un ejemplo.
Ya, pero tú eres amigo de Juan… y no quiero que lo sepa. Por favor, no le digas nada. No volverá a pasar. De hecho, hasta ese momento jamás en mi vida he sido infiel a nadie. No sabes lo que me arrepiento y lo difícil que es esto. He sufrido mucho con ello… yo no soy ese tipo de mujeres que hacen esto. A veces subes a casa con alguna de ellas y os oigo por la pared… y yo no soy de “esas”!

Las últimas palabras me parecieron algo despectivas. Como considerándose un tipo de persona mejor por llevar el tipo de vida que llevaba y ahí, reconozco que quise ser un poco duro con ella.

Bueno, no quiero meterme en tu vida, pero no me dio la sensación de que te estuviese disgustando… es más, la expresión de tu cara no me pareció de sufrimiento. Me pareció la cara de una mujer en éxtasis. Igual igual que la de “esas” chicas que van conmigo (dije cruelmente).
Comenzó a sollozar, y me arrepentí en el acto de lo que había dicho. No soporto ver llorar a nadie y menos por mi culpa, o por culpa de mis palabras.
Lo siento, Ari, de verdad. No quise hacerte daño, la verdad es que la imagen tuya en ese momento era sensual, excitante, pero también bonita. Eres una mujer bellísima, una supermujer que cualquiera desearía, y haber contemplado eso, ha sido lo más excitante que me ha pasado en años. 
No pudo evitar una sonrisa, y algo me dijo que era una mujer muy necesitada de cariño y palabras bonitas. Continué intentando animarla. 
De verdad, desde que os he conocido, siempre he pensado que Juan, tu marido, es un hombre muy muy afortunado por tenerte a su lado. Mira, yo no hago más que dar tumbos y envidio de alguna manera a Juan. De verdad. Sois afortunados juntos.

Creo que había metido la pata porque su sonrisa se transformó en un gesto amargo… tragó saliva y se puso a hablar. Se notaba que lo necesitaba. Estoy seguro de, para su desgracia, que no tenía amigas a quien contarles sus problemas y empezó a desahogarse conmigo.

“Mi marido, Juan era el chico más popular del instituto. Era guapo, deportista, de familia bien. Empecé a Salir con él a los 15 años. Nuestras familias se conocían. Mi vida fue un cuento de hadas. Nos casamos jóvenes, nada más terminar la carrera.”
“Al principio todo fue precioso, tardamos 4 años en buscar el primer embarazo… queríamos disfrutar de nosotros mismos. Viajamos a varios lugares. Íbamos con frecuencia al teatro, a conciertos, al cine todas las semanas… y en cuanto a la vida sexual… nunca fue demasiado buena, pero yo tampoco sabía cómo tenía que ser, y pensaba que con el tiempo mejoraría.”
“Luego vinieron los niños. Los ascensos en el trabajo. Llegábamos cansados a la hora de acostarnos y empezó a distanciar los días de sexo. Yo no me atrevía a pedírselo, no estoy “programada” para eso. Pero ahora, desde hace 3 años, prácticamente no me toca (una lágrima rodaba por su mejilla, y castamente la recogí con mi dedo sin que ella se opusiera). Dice que está cansado, que el trabajo es muy duro.”
Empezaba a sentirse cómoda hablando y se sinceraba, mientras yo la encontraba frágil, excitante y adorable. Sentía lástima por ella, pero al la vez me daban ganas de abalanzarme en el sofá. No se merecía su situación y yo, yo no me merecía tener a semejante mujer temblando a mi lado, diciéndome que necesita cariño, sexo, y yo mantenerme parado. Yo sí que no estaba “programado” para ello. Sin saber cómo, cada vez estábamos más cerca en el sofá. Continuó.
“Lo que ocurrió ese día fue que había olvidado que iba a venir el técnico a reparar la lavadora. Era una mañana más y yo estaba recogiendo la casa, ya arreglada. Y sí, una vez más estaba llorando cuando sonó el timbre. Últimamente lloro a menudo. Como pude sequé mis lágrimas, ya estoy acostumbrada, y le dejé pasar. El chico me preguntó por la lavadora y no sé ni lo que contesté. Con sorpresa, él, era un chico muy joven, me vio mi estado de nervios y tristeza y me preguntó. Me habló con cariño, con comprensión y no sé lo que pasó pero me vi en sus brazos y… y yo también le abracé. A partir de ahí todo se precipitó, y me arrepiento mucho de lo que pasó.”
Lloraba mientras hablaba. Supongo que la historia es relativamente frecuente pero quise desviar su drama. Le hablé de mi propia vida. De mis relaciones y de las de mis allegados. Comenté mi certeza de que en la gran mayoría de las parejas, la pasión en el sexo, y el sexo en sí mismo va decreciendo con el paso del tiempo. Pero claro, una cosa es decrecer y otra tener a una diosa en la cama cada noche y no caer nunca en la tentación. Ariadna necesitaba hablar, desahogarse, y encontró ternura en mí. Me llegó a confesar sus miedos, sus deseos, sus tentaciones, sus ratos en los que se dejaba llevar… y su arrepentimiento. A pesar de su estatus social, ahora se comportaba como una persona insegura, desvalida en estos campos de la vida.
No le acepté arrepentimientos. Me parecía injusto se mirase por donde se mirase. Hasta dentro de la moral cristiana, pecar es hacer mal a alguien y ella no hacía ningún mal con sus actos. Esto se lo dejé claro y se convenció. Al menos se dejó convencer y me escuchaba como si le hablara un sabio en la materia. Lo cierto es que conozco mucho mejor estos asuntos y verla tan débil y a la vez tan digna me producía una sensación difícil de explicar.

Le dije, yo te voy a ayudar a que tu vida esté equilibrada y sana. “Los vecinos están para ayudarse”, dije con ternura pero con una sonrisa maliciosa que no pude evitar. En ese momento, ya tenía su mano entre las mías y la acariciaba… apoyó su cabeza en mi hombro y comencé a pasar mi mano por su cabello. Tenía los ojos cerrados y se dejaba hacer. Se notaba que tenía una necesidad enorme de cuidados y atenciones. Ahora ya no hablábamos. Sólo pequeños susurros. El dorso de mi mano se deslizaba suavemente sobre su jersey, exploraba la orografía de su cuerpo, que era tal cual prometía. El tacto de su pecho sobre la ropa era firme y cálido. Pasé unos minutos rozando suavemente su cuerpo sobre la ropa mientras ella se recostaba en mí.

Sentía acelerarse su respiración. Sentía el latido de su corazón, la rotundidad de sus pechos y la dureza de sus pezones que presionaban la tela de su sujetador. Mis caricias eran suaves… mi mano abierta se introducía entre su cabello y notaba el efecto que hacían mis caricias en su cuerpo. Abrí la cremallera que tenía su jersey en el cuello de cisne y mis labios tomaron posesión de su yugular. Iba muy despacio, aunque mi pene hacía rato que había alcanzado la máxima expresión. Mis manos abiertas sopesaban su pecho, presionaban y liberaban con dulzura, tomando sus pezones entre mis dedos sobre la ropa. A veces suave suave, y otras con un poco más de presión. Se dejaba hacer, estaba entregada, jadeaba suavemente con el ritmo de mis manos y mis labios sobre su cuello.
La situación era alucinante. Me sentía alguien poderoso. Hasta pensaba que la estaba ayudando y tenía derecho a jugar y a todo. Ordené con cariño pero con firmeza “Ari, quítate el jersey”. Y sorprendentemente, algo la hizo reaccionar diciendo “¡¡¡No!!! ¿qué haces?”… hizo un gesto de contraer su cuerpo con una cierta brusquedad apartándose de mí. Todo cambió radicalmente. Yo siempre he sido pacífico y juguetón, pero en ese momento, detecté un cierto rechazo, pero una gran altivez por su parte. Y eso me cabreó profundamente en mi interior. No sé lo que se me pasó por la cabeza en ese momento ni qué resorte de mi cerebro se me disparó, pero sujeté sus muñecas con fuerza y la levanté bruscamente del sofá. De mi cuerpo salían actos y boca salían palabras que suscribiría el mismo demonio. La había arrastrado hacia la puerta de salida y ahora apoyaba su espalda en la pared. Le hablaba ahora con notable brusquedad, alto y claro, sin susurrar ya, con maldad “¿ah sí? ¿Has venido a mi casa para decirme que, aunque te gusta follarte al técnico de la lavadora, eres una señora? Vaya, yo creo que eres un puta, una puta –recalcaba estas palabras- caliente”. Sujetaba sus muñecas con una mano y con la otra la rudamente su cuerpo. Y seguía diciendo algo poseído “en cuanto reconozcas lo que eres, una puta, te echo de aquí. Vamos vecina, quiero oírtelo decir –soy una puta caliente, aunque voy de señora-” “vamos dilo y te vas. Dilo y a tu casa, yo no te delataré”.
Ella estaba asustada. Se notaba. Pero a la vez había ese brillo especial en su mirada. Creo que nunca la habían tratado así y su cara era una mezcla de susto, de odio hacia mí, de orgullo, pero también de deseo. Decía ahora dócilmente “Por favor, déjame!”, y mientras sujetaba con una de mis manos sus dos muñecas, con la otra recorría bruscamente su cuerpo sobre la ropa. O tiraba de todo su pelo para poner su cabeza mirando hacia arriba y pasar mis labios por su cuello mientras decía ya susurrando “Vamos vecina, sólo tienes que reconocer lo que eres y te abro la puerta y te vas. ¿No quieres irte? Te juro que en cuanto lo digas te vas… no quiero putas en esta casa”. Pero ella sólo acertaba a decir “por favor, por favor, déjame” y mi mano libre presionaba su entrepierna sobre la ropa guiando los movimientos que sus caderas empezaban a realizar. Su cuerpo la estaba traicionando y se estaba sometiendo a mí. Su mente… su mente tenía que ser un lío imposible de comprender para ella. Yo seguía. En poco tiempo sus caderas se movían frenéticas y mi mano sujetaba su coño caliente sobre el pantalón. Tenía los ojos cerrados y jadeaba. Se había entregado.
Mis sentimientos también eran encontrados. Ahora sentía lástima por ella, a la vez que excitación y deseo. Pero, aunque no había conseguido que de su boca salieran las palabras que pedía, sí había conseguido lo que quería. Había bajado sus humos, su estatus de chica pija por encima de mí y de todos los demás. Ya no quería más de ella. Me volvía loco esa mujer pero no quería problemas en el vecindario.
Así que me aparté suavemente y dije, “es verdad, lo siento, lo siento mucho por haber llegado hasta aquí. Anda, vete. Te juro que no lo voy a decir y que nunca más volverá a pasar algo parecido. Tú tampoco tendrías que estar aquí, no sé que haces en mi casa… por favor, sal de aquí, vuelve a tu vida” y añadí “y no tengas miedo, no diré nada al imbécil de tu marido. Es vuestra vida, es algo vuestro que a mí no me incumbe”. Me había apartado de ella y, en un gesto cortés, dejaba libre su camino hacia la puerta.
Pero en ese momento, una nueva sorpresa me tenía reservada en su interior. A pesar de que mis palabras eran reposadas y sinceras, ella se quedó totalmente paralizada. Dije una vez más, con algo más de firmeza indicando la puerta “¡venga, sal!”.
No sé lo que pasaría por su cabeza, pero seguro que se sintió asustada, rechazada. Una vez más en su vida. Me di cuenta de que su cuerpo había comenzado a temblar, y menos de quince segundos después a llorar. Vino hacia mí para abrazarme, pero yo sujetaba sus brazos. Me invadía un sentimiento mitad de enfado mitad de pena. Trataba de acercar su cuerpo hacia mí mientras lloraba nerviosa y desconsoladamente… con hipidos… era sobrecogedor ver a una mujer hecha y derecha, una chica educada y distinguida derrumbada de esa manera.
Hizo ademán de quitarse el jersey, pero yo ya no estaba con el ánimo morboso ni salido, y no la dejé. Sin embargo, no sé porque pero la acogí en mis brazos de nuevo, esta vez tiernamente… pasaba mi mano por su cabello y apoyaba su cara contra mi hombro de modo que a través de mi camisa notaba la humedad de sus lágrimas. No me importaba. Dejé que se fuera relajando y pasaron varios minutos… yo también me tranquilicé y poco a poco fui consciente otra vez de las curvas de su cuerpo. Ya no quería soltarla, y ella tampoco a mí, estaba aferrada. Sin embargo mi cuerpo estaba reaccionando de nuevo, y tenía la sensación de que ella también lo notaba. Cada vez estaba más apretada a mí, y su cuerpo presionaba específicamente esa parte de mi cuerpo, esa parte que ahora era dura y rotunda. Ahora yo hablaba sin demasiado convencimiento.

 

Ari, cielo, anda ve a tu casa… me encanta que estés aquí y me encanta que puedas considerarme mi amigo, pero no sé si lo que yo puedo ofrecerte va a trastocar tanto tu vida que la desequilibre.
No, quiero estar aquí, contigo… -decía con hipidos aún-
Ari, mi vida es desordenada y ni siquiera soy de aquí… cualquier día desapareceré y creo que no voy a hacerte ningún bien… te vas a comer la cabeza…
Quiero estar contigo –Hacía ademán de abrazarme de nuevo pero yo mantenía una pequeña distancia… era tal la falta de cariño que tenía que estaba dispuesta a todo y yo estaba loco por tenerla dentro de mi cama.
Bueno, pues si quieres estar conmigo, vamos a poner unas reglas. Si vienes a mi casa es para que yo disponga de ti a mi antojo. No te haré daño ni se lo diré a nadie. Sólo te voy a dar sexo y cariño así que no me pidas más… además, yo mando.
Me da igual, sólo quiero lo que tú me des… -ahora hablaba con una decisión impresionante, su preciosa carita emanaba tranquilidad, a pesar de los signos de haber llorado.
Me pareces una mujer preciosa, de bandera, la más atractiva que se ha cruzado en mi vida en mucho tiempo. Tienes clase y estilo y, quizá por eso, me excita pensar que voy a hacer contigo lo que quiera y cuando quiera…

y jugando con el momento añadí:

 Ariadna, esto es un favor que yo te hago y tú, tú la chica bien, vas a ser mi puta. Esas son las reglas, puedes irte ahora mismo, pero si te quedas es que las acatas.

 

Estas palabras ya las dije con firmeza, quería dejar las cosas claras. Incluso quería ser disuasorio. Tampoco niego que me gustaba la situación cada vez más. Ya había dejado a un lado las angustias personales que siempre me afectan y estaba jugando.

Ella sólo asintió bajando la cabeza y diciendo un “sí” casi imperceptible, pero yo juro que vi un cierto fulgor en sus ojos al escuchar mis palabras.
Dije “ven”… estábamos de pié, y la puse de espaldas a mí, y esta vez introduje suavemente y sin el menor pudor mi mano dentro de su pantalón y sus braguitas. Se había vestido expresamente con un pantalón ancho para no delatar sus formas, y ahora me estaba facilitando la labor metiendo su preciosa tripita. Una paradoja más de la vida.
Ya no sé si me sorprendió, pero Ariadna estaba completamente empapada. Completamente. Hasta su ropa interior. Lo ocurrido anteriormente la había puesto así. Su pubis, aquél que había visto accidentalmente el día del episodio del técnico de la lavadora, estaba ahora en mis manos. El vello era suave, extenso pero recortado, rezumaba cierta humedad. Puse mi mano abierta cubriendo exteriormente todo su sexo, presionando leve y uniformemente todo él. Mientras mi cuerpo estaba totalmente pegado a su espalda, y mi otra mano sujetaba su cadera contra mí.
No hacía nada más con mi mano, sólo la mantenía allí, pero ella había cerrado los ojos y respiraba acelerada. Se estaba acostumbrando a tener mi mano en su sexo, esta vez sin ropa. A continuación me dio otra sorpresa: Fue ella la que cogió mi otra mano y la puso sin decir nada sobre su pecho. Uffff ella estaba deseando que la tocase. Así que decidí forzar un poco más el juego y me resistí diciendo “¿qué haces vecina? ¿qué es lo que quieres llevando mi mano a tu cuerpo?”. Ella ruborizada dijo “jooooo”, pero yo estaba alucinado y divertido así que decidí seguir con el juego “¿qué quiere esta chica? ¿quiere que la toque su vecino? ¿eh? ¿eso quiere?… no dices nada” y apartaba mi mano de sus pechos, pero seguía sin decir nada. Así que empecé a hacer el amago de sacar también mi otra mano de su pantalón y ya reaccionó sujetándomela de la muñeca para que no la sacara. “joooo” decía. Y yo seguía con mi básico juego

 Vecina, ¿qué quieres que haga con mis manos? Dímelo y lo hago.

Quiero que me toques ahí.
¿Dónde? Eso tiene un nombre!!
En mi cuerpo
¿En qué parte? ¿Aquí? -Y agachándome le toqué con poca maña fingida un rodilla-

y se dio la vuelta de improviso poniéndose frente a mí y colocando mi mano en su redondo pecho

 ¡No, aquí!

Jajajajaja esto se llama teta… y las tuyas son geniales… -decía mientras la amasaba- cuántas veces lo habré pensado…

Ya no hacían falta más juegos, y nos fundimos en un beso cada vez más húmedo y apasionado. Nuestras lenguas se entremezclaban y manos recorrían nuestros cuerpos impúdicamente. Era el paraíso. Después de unos minutos en los que soltamos la emoción contenida anteriormente, me tumbé en la cama y le dije… “Ari, desnúdate despacio para mí”, me daba un vértigo tremendo el juego de darle órdenes. Creo que a ella también, porque mirándome y muy despacio empezó a despojarse de su jersey de cuello alto… su camiseta… sus zapatos… el pantalón… ufffff sus braguitas negras estaban húmedas y arrugadas en la zona de su sexo. Se notaban los relieves de su cuerpo a través de la tela. Yo estaba cardiaco y completamente empalmado. Se puso de espaldas para soltar su sujetador, y se dio la vuelta con sus pechos tapados con las manos y sonriendo. Lo habría visto en alguna película, pero le estaba saliendo bien (a juzgar por el estado de mi miembro)… bailaba sensualmente.

Yo estaba impaciente por que terminase. Quería tener de nuevo su cuerpo en mis manos. Sabía que sólo tenía que pedirlo y así lo hice “Ari, ven aquí”… y vino hacia mí a besarme, pero dije riéndome “¡aquí!” e indiqué mi sexo al cual fue sonriendo también. Yo estaba tumbado boca arriba, y la guié para que su sexo quedase sobre mi boca, quería examinarlo de cerca. Y quería volverla loca. De hecho me había pasado una amiga mía un email sobre la búsqueda del punto g y quería hacer unas pruebas en ella.
Ariadna, por su parte, se metió mi miembro en la boca y empezó a hacerme una curiosa felación. No lo hacía mal, ponía voluntad, pero se veía que no tenía mucha práctica. Quizá ninguna. Dije “bonita, me encanta cómo lo haces… mira, cógela con la mano en la parte de abajo y con la boca en la mitad de arriba. Mueve suavemente arriba y abajo… con mucha saliva…”. Y aprendía rápido, no me hizo falta decir nada más. Usaba los labios y la lengua con interés, y se había adaptado a mí en un minuto.
Me estaba poniendo supercachondo. Jugando con su coño frente a mi boca, ya tenía dos dedos explorando dentro de ella y estimulaba especialmente la zona delantera. A la vez que mi lengua recorría los labios de su vulva, centrándome sobre todo en su clítoris. Sus fuertes gemidos, casi gritos, me ponían aún más, y me daban la certeza de que estaba acertando con mi maniobra. De repente se empezó a contraer gritando… joder salía mucho flujo a mi boca, lo había encontrado!! Jajajaja. Le dejé tranquilamente gozar, frotando su sexo sobre mi boca. Estaba desatada completamente, frenética. Luego le di tres o cuatro fuertes azotes en su culo, por no haberme avisado de su orgasmo. A cada uno respondió con un gemido que no era precisamente de dolor.
Había tenido un orgasmo largo e intenso. A mí mismo me gustó sobremanera, estos momentos me hacen sentir poderoso. Estar dotado para provocarlo algo así es un don. Le dije “ven anda, ahora quiero que te claves en mí”. Obedientemente se colocó a horcajadas sobre mí. Me encantó el gesto de cómo se abría los labios para colocarme dentro. Ufffffffffff que sensación fue sentir el calor del interior de su cuerpo en mi polla… era bestial, combinado con su carita de chica bien, ahora viciosa, y sus redondas tetas delante de mí.
Y seguí con mis instrucciones “Ari, ahora quiero que seas tú la que te folles en mí… muévete sobre mi polla, vale?”. Una vez más asintió mientras se mordía el labio. Me entraron ganas de decirle mil palabras soeces, pero no dije nada. Esta primera vez no iba a portarme muy mal. Sólo la observaba. Nos mirábamos a los ojos con cara de vicio. Sus tetas se bamboleaban suavemente llamando a mis manos sobre ellas. Combinaba poner mis manos abiertas sobre ellas dejando que sus pezones se rozasen y clavasen en mí, con caricias amasándolas. Estaban durísimas y los pezones tremendos. Me entusiasmaba la idea de pensar lo que iba a hacer con ellas en los próximos meses.
Ella, a su vez, restregaba su sexo sobre en el mío… notaba como buscaba friccionar su clítoris. No tenía ningún complejo ahora y dejaba actuar a sus instintos naturales. Dije “Ari!”, y me miró con adoración. Ahora esperaba ansiosa mis órdenes. Sólo quería decirle que me avisase antes de su orgasmo y otra vez asintió. Me fascinaba ver a mi educada vecina moviendo sus caderas circularmente clavadita en mí. Se puso a pellizcarse ella un pezón y eso ya me sacó de mis casillas… así que dije “déjame” y le sujete ambos pezones con mis dedos de modo que sus propios movimientos los comprimían y estiraban. Estaba a punto de correrme cuando ella dijo con un hilo de voz “ya”, “ya”, “me voy, ya” y nos dejamos ir a la vez… fue tranquilo, pero profundo. Tuve la sensación de haberle llenado el cuerpo de semen, y tuve la sensación de que los espasmos de ella extraían con sincronía y precisión el fluido de mi cuerpo.
Al final se derrumbó sobre mí quedando enroscada y abrazada… Fue el primer episodio que tuve con ella, pero a partir de este tuve muchos más que contaré.
 
Carlos – diablocasional@hotmail.es

Si quieres ver un reportaje fotográfico más amplio sobre las modelos que inspiran este relato búscalo en mi otro Blog:     http://fotosgolfas.blogspot.com.es/

¡SEGURO QUE TE GUSTARÁ!
 
 
 

Relato erótico: “Las Profesionales – Casa de marionetas esclavas 3” (POR BLACKFIRES)

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MALCRIADA2Las Profesionales – La casa de las marionetas esclavas: Parte 3 (Final).

Sin títuloLos últimos rayos de sol iluminan el jardín trasero de la mansión de la familia Baxter, la brisa suave y fría que atraviesa la barrera de árboles que rodea la propiedad hacen que la piel desnuda Rossana se erice y calma un poco el calor del sol que broncea su cuerpo mientras permanece acostada boca arriba en una de las sillas de playa de la piscina de la mansión. Su cuerpo tostado y brillante de sudor ofrece una excelente vista de sus dos hermosos pechos los cuales se separan un poco hacia los lados movidos por la gravedad, ambos adornados con un par de piercing de argollas de plata diminutas en sus pezones, su abdomen completamente plano muestra su también argollado ombligo y más abajo un cuarto piercing que adorna su clítoris se esconde entre los pliegues de su coño.

Sus torneadas piernas permanecen una estirada y una flexionada mientras escucha el susurro del viento al atravesar los arboles. Se acomoda de espaldas para que el cálido son termine de broncear toda su piel y sus cabellos caen en una cascada de un lado de su cabeza que hace descansar sobre sus manos, ahora sus pechos se presionan contra la silla y su espalda marca la ruta que va al sur encontrándose con un hermoso trasero respingón de carnosas nalgas redondas. A la vista de cualquier espectador esta chica desnuda solo puede ser comparada con una costosa muñeca sexual y al igual que esa muñeca ambas están listas para ser cogidas en cuanto su dueño lo tenga a bien.

Tomando una campanilla la hace sonar y por la puerta abierta, que da a la cocina de la mansión, aparece Samantha llevando una bandeja de plata, por todo atuendo lleva puesto un corsé que aplana y comprime su cintura dejando el busto desnudo en cuyos pezones han colocado dos campanillas plateadas que tintinean por el rítmico andar de Sammy, que con sus piernas bien tonificadas calza un par de tacones de aguja de 3 pulgadas, sus redondeadas nalgas desnudas se mueven en el vaivén y su húmedo coño lleva horas babeando mientras cocina, limpia y arregla la casa.

Al llegar junto a Rossana le ofrece un vaso de jugo de naranja y un tazón de frutas, Rossana toma el vaso de jugo y con un movimiento desprecia las frutas, Samantha sin saber que hacer observa a Rossana tomar el sol y ella le indica que coloque la bandeja a su lado. Sammy se inclina y coloca la bandeja sobre la espalda de Melissa que esta colocada a cuatro patas completamente desnuda, solo con un collar de cuero al cuello siendo usada como una mesa justo al lado de la silla de playa que ocupa Rossana.

Rossana termina con el jugo y levantándose pasa junto a las dos hermanitas, una de pie y la otra a cuatro patas esperando instrucciones, llega hasta la piscina zambulléndose en las cristalinas aguas y luego de nadar un rato sale y se aproxima a las hermanas Baxter. Mirando a la excitada Samantha le ordena.

– Sécame.

Sammy recoge una toalla la espalda de Melissa y rápidamente empieza a secar el húmedo cuerpo de la empleada de su casa, más que secarla aprovecha para acariciarla toda, espalda, brazos, entrepierna y sus hermosos senos que son los poderosos magnetos que atraen la atención de Sammy y la hacen mojarse. Mientras va terminando Rossana le ordena que recoja la bandeja y acariciándole las nalgas mientras se inclina y con una sonora nalgada le indica que vuelva a sus labores.

Envuelta en la toalla recoge una cadena de perro e inclinándose al lado de Melissa coloca la cadena en la argolla del collar de cuero que lleva la chica al cuello.

– Es hora de que seas más útil que una mesa putita.

Jalando de la cadena hace que Melissa empiece a andar a cuatro patas el trayecto que lleva de la piscina a la cocina de la mansión. Entrando a la mansión caminando sin prisa hasta el baño más cercano donde Rossana con un gesto de manos le ordena a Mely colocarse a 4 patas frente a la taza del baño, obedientemente Mely se coloca donde le indican y Rosana le dice:

– Posición de obediencia 3.

Sin el menor pensamiento el cuerpo de Melissa reacciona colocándose de rodillas con sus nalgas descansando en sus talones, sus piernas ligeramente separadas, sus manos se levantan sosteniendo sus grandes y hermosos pechos, su cabeza inclinada hacia atrás y mirando a su dueña abre la boca pasando su lengua seductoramente mojando sus labios.

Rossana se sienta en la tasa del baño y simplemente sonríe al ver a la altanera niña rica mirándola con lujuria mientras Mely no puede evitar soltar babas desde su coño y sus jugos escurren por sus piernas, Casi es imperceptible la leve vibración del cuerpo de Melissa al sentirse humillada y usada como un juguete, mientras Rossana simplemente deja que su bejina suelte su contenido directamente a la taza del baño haciendo escuchar el sonido característico del líquido a chorro cayendo en la taza. Melissa no puede creer lo arrecha que esta al tener un ama que la trata como un objeto y más teniendo ese adorado coño que la controla a menos de un metro de sus labios.

Al terminar Rossana se levanta y ese extraordinario par de piernas sostienen el cuerpo más deseado por Melissa y su posición arrodillada la deja a centímetros del coño de Rossana que simplemente le ordena con naturalidad.

– Límpiame.

Separando y levantando un poco la pierna la cara de Melissa Baxter se entierra en el coño húmedo de orine de Rossana y la entrenada lengua de Melissa realiza su labor con adoración y esmero, haciendo que la pobre chica siga soltando más y más jugos al sentirse tan humillada. Terminada la labor Rossana simplemente la abandona en el baño en la misma posición de inicio, Rossana vuelve a la cocina donde encuentra a Samantha limpiando los trastos y arreglando la cocina, deteniéndose un momento la contempla atareada moviendo su excelente par de carnosas y redondeadas nalgas mientras trabajando y va caminando de aquí para allá. Se le aproxima y sin darle tiempo a reaccionar, la toma por los senos desde la espalda, le besa el cuello mientras le comenta y la siente temblar de excitación.

– La puta de tu hermanita esta en el cuarto de baño. Ve y cógetela, de paso báñense bien una a la otra, las quiero aseadas y listas en 15 minutos.

Sammy camina al baño y se encuentra a Melissa aun arrodillada en el suelo, tomándola por la cintura la hace levantarse y sus manos permanecen rodeando su cintura, Mely la observa y le dice casi entres sollozos.

– No puedo creer lo puta que soy.

Mirándola a los ojos Samantha responde.

– No somos ni la mitad de lo putas que debemos ser.

Sin más que decir ambas hermanas se funden en un beso donde sus lenguas prueban su habilidad intentando explorar la boca contraria, mientras sus manos acarician senos, caras, espaldas y nalgas hasta casi fusionarse como una sola mientras se van metiendo a la ducha para cumplir con lo ordenado.

Hacia solo unos minutos que Rossana había conducido a las dos hermanas hasta el garaje de la mansión y tomando la camioneta de Samantha les había ordenado subir en el puesto trasero del vehículo. Antes de salir de casa las había llevado a la sala donde las hizo ponerse un par de gabardinas rosadas y blancas, con un amplio escote que dejaba apreciar los extraordinarios senos de las chicas y hacia abajo el atuendo casi no cubren la mitad de sus muslos, junto a sandalias con tacón de aguja de 3 pulgadas, todo el conjunto lo remata con un collar de cuero negro con hebilla plateada en el cuello de ambas chicas. Con una agilidad profesional que solo puede ser resultado de la práctica Rossana había maquillado a ambas chicas como dos putas listas a salir a caminar las calles de la ciudad en busca de vergas y billetes arrugados de baja denominación.

Mirando por el retrovisor del parabrisas Rossana puede ver a ambas chicas “vestidas para trabajar”, nadie podría reconocer debajo de ese maquillaje y esas ropas de putas a las herederas de las Clínicas Baxter, de aquellas dos niñas malcriadas y mimadas no quedaba ni el recuerdo. Poniendo el motor en marcha Rossana chasquea los dedos y Melissa y Samantha se deleitan acariciándose y besándose en el asiento trasero mientras el vehiculo avanza hacia su destino.

Así continúan hasta que sienten que el auto lentamente se va deteniendo y entran a los estacionamientos VIP de un edificio que ellas no reconocen, Rossana saca una tarjeta por la ventanilla y activa el portero eléctrico en un lector de tarjeta, la camioneta de Samantha entra sin problemas a un estacionamiento.

Bajando del vehiculo las chicas observan aterradas como Rossana avanza sin mas hacia una puerta que da acceso al edificio, la cara de Melissa se va tornando roja al mirar como Samantha sigue a Rossana, pero la vergüenza de ser vista en público vestida cual puta no la deja moverse. A unos 10 pasos Rossana voltea y ve a la chica junto al auto entre penumbras paralizada de vergüenza, regresando le ordena.

– Avanza.

Por toda respuesta escucha.

– No puedo yo….

– Te he dicho que avances.

– No puedo entrar allí vestida así… es que no pue…

Una sonora cachetada hace que los pensamientos de Melissa se apaguen unos segundos mientras Rossana la toma por la cintura y el cuello y la presiona contra el auto oculto a la vista de gente.

– Vas a hacer lo que yo te ordene Mely y serás una muy buena chica, no te importa que te vean vestida de puta por que simplemente eso eres…

Metiendo rápidamente una mano bajo su propia falda Rossana mete dos dedos en su coño que todo el día ha estado húmedo, saca estos dos dedos mojados de sus jugos y los pone sobre sus labios como brillo labial. Melissa sollozando observa a Rossana aproximar su rostro a ella y sin nuevas resistencias se deja besar por ella, su cerebro no logra asimilar lo que pasa y simplemente se escucha decir “soy una buena chica”, mientras siente como su cuerpo responde a su ama y caminan entrando a un lobby de lo que a todas luces es un casino repleto de gente muy bien vestida y elegante, jugando ruletas, cartas y dados en varias mesas distribuidas en la amplia sala, atendidos todos por espectaculares meseras con vestidos casi adheridos a sus cuerpos. Las hermanitas Baxter avanzan tras de Rossana como dos polillas siguiendo la luz de una vela hasta llegar a un ascensor que las lleva rápidamente al penthouse. Antes de salir del ascensor Rossana les coloca un par de cadenas de plata al cuello y las hace caminar dentro del lugar.

En el primer salón las hermanas Baxter quedan en shock al observar a una chica vestida en un juego de empleada francesa, montada en unos zapatos de tacos de aguja de por lo menos 4 pulgadas. Su uniforme esta compuesto por una microfalda de algo parecido al latex, un pequeño delantal y un corpiño que se encaja en su cintura pero que no cubre sus enormes y argollados pechos del cual penden dos campañillas, sobres su cabeza lleva una mascara de latex y en su boca una anillo rojo en forma de O ajustado con correas sobre su cabeza la hace mantener abierta la boca y por tanto su saliva cae de sus labios mojando sus pechos.

Rosana se le acerca y le ordena algo al oído y la chica que sin demora camina delante de ellas guiándolas a una de las amplias habitaciones del lugar donde, entre penumbras, pueden ver a una chica a 4 patas atada a una máquina, al igual que la empleada su boca permanece abierta por un abrebocas rojo manteniendo su boca en forma de O, por su culo una máquina eléctrica hace entrar y salir un vibrador de buen tamaño.

Para este punto ambas chicas entienden que son parte de una pesadilla Sadomasoquista, mirándose aterradas observando atentamente el salón descubren la computadora y las cámaras que transmiten como se han estado cogiendo las mujeres esclavizadas. La misma decoración que habían visto en el video que las había puesto tan calientes en la computadora en el cuarto de Samantha. La mujer atada sigue gimiendo al sentir como el dildo llena su culo en su rítmico entrar y salir y repentinamente el dildo mecánico sale del culo de la chica con un sonoro POP y la chica es tensada por el sistema de poleas y ataduras hasta quedar de pie en forma de X.

Roxy las deja observar y acercándose en medio de ellas, desde la espalda las rodea con sus brazos les va besando el cuello y les acaricia las cinturas, ellas poco a poco van reaccionando y aun observan a la chica atada ante ellas. Roxy jala los lazos que sostienen amarradas sus gabardinas, las cuales se sueltan revelando las pieles desnudas de ambas chicas, que ahora presentan sus coños húmedos y senos duros con pezones, Roxy jala las gabardinas desde la espalda y ambas chicas quedan desnudas solo con sus zapatos de tacon y sus collares de cuero y cadena en las argollas.

– Esa perra esta esperando por ustedes, ahora quiero que se la coman como les he enseñado.

Sin ninguna palabra ambas chicas avanzan hacia la atada y amordazada esclava. Samantha se coloca a la espalda de la chica y Melissa al frente y a la orden de Roxy ambas empiezan por su lado a mamarle el coño y el ano a la chica que empieza a gemir como una puta en celo, oleada tras oleada de placer acaban con la voluntad de la chica mientras las dos lenguas expertas la hacen llegar una y otra y otra vez al orgasmo, haciendo que sus piernas se tensen y su respiración se agite mientras todo su cuerpo vibra de placer ante las lenguas de las hermanas Baxter que siguen arrodilladas mamando como se les ordenaran. Roxy se aproxima al trío besando a la chica y con eso aplaca un poco sus gemidos. Acariciándole los senos hace sonar las campanillas de plata que cuelgan de los pezones de la chica que no puede dejar de venirse bajo la tortura sexual a la que es sometida.

– Muy bien hecho mis marionetas, ahora vayan a la mesa de fondo y pónganse esos dildos dobles y vuelvan a aquí.

Samantha y Melissa van a la mesa y encuentran un par de arneses con dildos cuyas correas son para sujetarlos a las caderas de las chicas, haciendo que una parte del dildo de plástico entre en sus coños y otro extremo cuelgue del frente del arnés. Melissa mira horrorizada todo aquello y le dice a Samantha.

– No podemos hacer esto… Samantha tenemos que para esto… ¿Samantha?

Samantha sigue las palabras de Roxanna al pie de la letra y casi como una autómata termina de ponerse el arnés y solo voltea a mirar a Melissa cuando esta última le sostiene de la muñeca para detenerla. Mirándola a los ojos Samantha le dice:

– Solo tienes que obedecer… solo podemos hacer eso.

Sin decir mas se suelta de Melissa y vuelve junto a Roxy, Melissa entre lágrimas empieza a ponerse el arnés y al terminar vuelve junto al grupo. Encuentra a Roxy metiendo tres dedos en el coño de la chica atada mientras la besa apasionadamente y alternando sus manos en el coño de la chica termina con sus dedos cubiertos de fluidos vaginales. Luego aproximándose a las hermanas acaricia con sus manos los dildos que cuelgan de las entrepiernas de las chicas

– Ya que están listas, Sammy cógete a esa puta por el coño y tú mi querida Mely dale por el culo. Quiero escucharla gemir, denle tan duro como puedan.

Sin esperar más ordenes ambas chicas empiezan a llenar los huecos de la chica que no puede dejar de gemir al sentir como más y más rápido es penetrada por su culo y coño, ambos dildos entran sin resistencia en los húmedos y dilatados huecos de la chica, sus gemidos de placer empiezas a llenar la habitación y Melissa empieza a escuchar como los gemidos de Samantha se funden con los de la chica. En la garganta de Melissa un gemido de placer empieza a formarse y se fuerza a no dejarlo escapar de sus labios, se siente mareada y necesita pensar en otra cosa, bloquear sus pensamientos. Para eso intenta mirar la pared de fondo buscando algo donde fijar su atención y bloquear todo aquello.

Sus ojos se van acostumbrando a la oscuridad y al buscar donde fijar su mirada descubre la silueta de una persona sentada en las sombras observándoles dominar a la atada chica. La figura le observa desde la oscuridad y lentamente le ve levantarse y poco a poco ir avanzando hacia la luz. La vergüenza de Melissa se mezcla con su excitación y finalmente todo esto se va convirtiendo en ira al ver la sonrisa de satisfacción en el rostro de James Baxter, sus embestidas aceleran y la chica atada empieza a gemir más y más fuerte. Melissa observa a Mr. Baxter con odio y finalmente haciendo un esfuerzo sobre humano le grita:

– Tú hiciste esto maldito desgraciado, tú estas detrás de todo esto…

James se acerca al grupo y tomando por la cintura y apretando uno de los senos de Roxy le besa apasionadamente. Al soltarla da un paso atrás y levanta la mano sosteniendo una cadena y Roxy cae de rodillas frente a él mientras dócilmente se deja colocar la cadena en un collar que se colocó justo en el momento que James se levanto del cómodo sofá desde donde observaba todo.

Finalmente Samantha parece reaccionar y mirando entre gemidos le dice a James con la mirada nerviosa y confundida.

– ¿Por qué nos haces esto… si nosotros somos…?

– Somos tus hijas maldito infeliz – dice Melissa.

Sonriendo James toma el rostro de Melissa que siente como todo su cuerpo vibra de placer al contacto de la mano de James.

– Mi linda Melissa siempre fuiste la de más carácter, pero siempre la más ilusa… ustedes nunca me aceptaron como su padre y siempre me trataron como ”el tipo con quien se caso mama”… En ese caso por que tendría yo que tratarlas como hijas y después de todo siempre me parecieron un par de putas malcriadas, frívolas, egoístas y egocéntricas. Pero tu hermana con ese “‘somos”‘ no se refiere a que son mis hijas, con ese somos se refiere a que ella y yo… “fuimos” algo más que padre e hija.

Melissa mira consternada a Samantha y Samantha solo puede baja su rostro evitando la mirada de su hermana.

Mr Baxter ahora acaricia el rostro de Samantha que inmediatamente comienza a correrse en un orgasmo incontenible mientras James le comenta a Melissa.

– No tengo por de darte explicaciones, mucho menos a una putita malcriada como tú, pero te diré que todo esto y lo que estas por vivir se lo debes a tu hermanita. Cuando conocí a tu madre Samantha era una puta adolescente calienta vergas y siempre encontraba la forma de quedarse a solas conmigo y luego masturbarnos, mamármela o cogernos justo antes que tu madre nos encontrada. Sí te preguntas si tu madre lo supo, pues te diré que estoy seguro que sí. Pero como a tu madre siempre le importo más el dinero, se caso conmigo.

James acciona un botón y las ligaduras de los brazos de la chica empiezan a soltarse y las horas que lleva atada vencen su resistencia haciendo que sus piernas se doblen, solo la sostienen los dildos y embestidas de Samantha y Melissa.

A una señal de James indica a Roxy que se aproxime detrás de Samantha y tomándola de la cintura con una mano y con la otra acariciando sus senos la separa de la chica lo suficiente para que la chica se desplome a 4 patas mientras James separa a Melissa tomándola de igual forma que Roxy a Sammy, apretando otro botón las cuerdas atadas a la cintura de la chica la hacen levantarse y las cuerdas atadas a sus tobillos hacen que sus piernas se separen un poco y la chica queda en un ángulo de 90 grados.

James y Roxy guían los dildos de ambas hermanas y hacen que se cojan a la chica, esta vez llenando su boca y su coño, mientras ellos primero con sus manos acarician sus traseros y poco a poco van separando sus nalgas y deslizan sus dedos en los anos de ambas chicas que empiezan a gemir de placer. A diferencia de las veces anteriores la primera en quejarse es Samantha

– ¿Aggggggg por que me haces esto…?

– ¿Aun te lo preguntas? ¿No recuerdas cuan furiosa te pusiste cuando te dije que no podrimos seguir lo nuestro pues me casaría con tu madre? Recuerdo que juraste que me arrepentiría. Tiempo después de casados un día llegaste con un archivo completo de las infidelidades de tu madre, datos sobre sus amantes, su gigoló y hasta sus oscuros manejos de mi capital de inversión en su empresa estética. No me quedaron muchas dudas de que debía hacer…

Con una sonrisa Roxy empieza a deslizar un dildo doble dentro del ano de Samantha lo que la hace gemir al estar empalada por el coño y culo al mismo tiempo. Por su parte James lentamente desliza su verga dentro del dilatado ano de Melissa. Samantha no puede resistirlo mucho tiempo y empieza a correrse otra vez mientras sus piernas tiemblan al punto de no poder sostenerse por si sola y Roxy la sostiene de la cintura.

Así transcurren unos minutos las hermanitas Baxter son sodomizadas por James y Roxy mientras ellas hacen lo propio con la chica atada que esta entre ellas, la cual no para de gemir, babear y correrse como una perra en celo. Finalmente James tocando un botón que acciona las cuerdas que hacen que la chica vuelva a quedar en forma de X. Separando a las hermanas de su atada victima les habla.

– Como les decía un buen día decidí que toda mis putas debían ser obedientes y complacientes…

Melissa empieza a gemir y temblar sin control mientras James besa su cuello y presiona sus senos. Samantha ahora un poco más lúcida pregunta.

– ¿Como que todas… que le hiciste a mi madre maldito desgraciado?

– ¿Ahora te importa tu madre? No le he hecho nada… Nada que ella no gozara en el proceso. Al igual que todas ustedes gozó tanto o más el proceso de convertirla en una puta marioneta.

Ambas chicas tiemblan de pánico al ver como James sacando su verga del dilatado culo de Melissa se aproxima a la chica atada y lentamente va soltando la correa que sostiene una mascara sobre la cabeza de la chica atada, poco a poco fácilmente va retirando la mascara de látex y finalmente el pánico de las chicas da paso a un sentimiento de alivio, que inmediatamente cambia a uno de sorpresa al descubrir que no es el rostro de su madre detrás de la mascara, pero ante ellas aparece el rostro de Valeria.

Samantha no puede creer como delante de ella Valeria aparece atada en forma de X con su mirada perdida y escurriendo jugos y babas desde sus tres orificios, su boca se mantiene abierta con la mordaza de anillo rojo que hace que parezca más estúpida al dejar que hilos de saliva escurran de su boca y humedezcan sus senos desnudos y argollados, Samantha puede jurar que Valeria no la reconoce o simplemente no esta conciente de todo lo que han hecho con ella en las últimas horas, pues solo puede ver una mirada perdida en sus ojos vidriosos y apagados, al igual observa un par de audífonos inalámbricos que cubren sus oídos y supone que nada de lo que han dicho ha sido escuchado por la aturdida Valeria.

Roxy empieza a besar el cuello de Samantha mientras James hace lo propio con Melissa mientras les dice:

– Deberían tener más respeto por tus mayores, miren como termino esta putita zorra por querer pasarse de lista.

Tomándolas por sus cadenas Roxy y James las hacen caminar a ambas hasta el sofá desde donde James contemplaba antes aquella escena al puro estilo de Hardcore Bondage, entre sus hijastras, su empleada y la atada Valeria. Ambos se sientan y Roxy ordena.

– A cuatro patas.

Al instante las dos hermanitas caen de rodillas y manos frente a ellos, movidas por el mas visceral de los instintos, como si en verdad fueran dos perras entrenadas para obedecer a sus dueños, lo que hace que ambas chicas sientan tal humillación y excitación al saberse controladas.

James coloca su verga frente al rostro de Melissa y ella lo mira suplicante.

– Ya sé que no te gustan las vergas que no sean de plástico. Pero esta verga hará que te encante las vergas, ahora ven y no demores nena.

Melissa solo alcanza a decirle.

– Por favor… mmmmmm… por favor…

– ¿Favor? Claro que te hare el favor, una vez pruebes mi verga vas a olvidarte de que algún día solo te gustaron las tetas y recientemente los coños, vas a estar sedienta de verga, por cierto Roxy no se te antoja una bebida fría…

Ya para entonces Roxy tiene los ojos en blanco, mientras sostiene con una mano la cabeza de Samantha que hunde su cara en el coño frente a ella y con la otra mano se aprieta los pezones. Al escuchar las palabras de James, Roxy suelta sus pezones y toma una campanilla de plata y la hace sonar. Segundos pues desde el suelo a cuatro patas ambas hermanas observan como avanzan hacia ellas un hermoso par de piernas con pies calzados en tacones de aguja de 4” y argollas en los tobillos, sus nalgas y coño intentan ser cubiertos con una microfalda negra que por delante lleva la parte baja de un delantal semitransparente que sube por su cintura y se inserta en medio de sus enormes senos los cuales están ambos anillados en sus pezones, el delantal termina atado en su cuello al igual que el collar de cuero negro del cual salen dos cadenas de plata que tensadas sostienen el frente de una bandeja de plata, las argollas de sus pezones sostienen la parte trasera de la bandeja en la cual lleva dos copas de Champagne.

En el rostro de Susan no hay el menor rastro de pensamiento y Samantha y Melissa sienten como sus cuerpos se estremecen al verla así, en una mezcla de miedo, humillación y excitación.

Melissa voltea mirando a James y casi llorando le dice:

– ¿Qué has hecho con ella, como puedes ser tan perverso?

– Bueno Sammy ya te dije todo cuanto debías saber, ahora Sussy ven y ofrécenos un trago.

– Si mi señor.

Sussy camina en medio de sus hijas y flexionando sus piernas sin inclinar la bandeja ofrece a Roxy y a James dos copas de Champagne, ambo toman las copas y James le ordena colocarse de rodillas… Sussy cae de rodillas y sus hijas la observan atónitas, Samantha no puede quitar los ojos de ese enorme seno que tiene a solo pulgadas de su boca… mientras Melissa no quiere mirar a su madre pues su boca se hace agua al oler la fragancia que escapa del encharcado coño de su madre, ¿Como había dejado que la convirtieran en una puta adicta a los coños? solo de imaginarse comiéndose ese coño, en su mente todo empezaba a dar vueltas y siente como su propio coño empieza a mojarse.

Al levantar la vista puede ver como James y Roxy le quitan la bandeja de plata de los pezones y las cadenillas del collar del cuello a Sussy y le ordenan sentarse entre ellos, ambos la toman por los muslos separándolos y empiezan a mamarle los senos. Sussy empieza a gemir mientras empiezan a meterle los dedos en el coño. Melissa tiene que mirar a otro lado pues siente que esta por desmayarse. Al mirar a su lado Samantha observa la escena sin siquiera parpadear y en su boca abierta ve como escurre de su labio un hilillo de saliva, Roxy empieza a tensar la cadena de Samantha atrayéndola hacia el sofá, Melissa mira suplicante a Samantha y le dice:

– Por favor no lo hagas…

Sin siquiera mirarla y gateando lentamente guiada por la cadena que lleva al cuello, Sammy contesta.

– No puedo evitarlo… obedecer es un placer…

Melissa observa como su hermana sin la menor resistencia gatea hasta los pies del sofá y la mano de Roxy guía su rostro hasta el empapado coño de Sussy Pussy, Sammy empieza a lamer y chupar ese coño mientras James y Roxy alejan sus bocas del los pezones de Sussy, Sammy empieza a subir al sofá y termina abrazada besando y lamiendo los labios de su madre mientras James le acaricia las nalgas, Roxy se une al beso y las tres lenguas juguetean entre ellas hasta que tomando por la cintura a Sammy, James la coloca sobre su verga y empieza a penetrarla haciéndola subir y bajar. Sammy gime de placer y se aprieta sus propios senos con cada embestida de James.

Melissa esta en el suelo mirando como una perfecta estúpida como su padrastro se coge a su hermana y su empleada mete su lengua en la boca de su madre. Ni en la peor de sus pesadilla algo como eso podría ser siquiera imaginado, pero lo más horroroso de todo era que su cuerpo estaba reaccionando a aquel bombardeo sexual, sentía su coño ardiéndole y por sus muslos escurrir sus jugos.

En un segundo Melissa consigue hacer que su cuerpo le obedezca y se pone de pie, sigue mirando aquella escena sacada de un mundo bizarro y empieza con gran esfuerzo a caminar hacia la puerta para salir de esa locura, James voltea a Sammy y sigue cogiéndosela pero ahora Melissa puede observar perfectamente la cara de fascinación de su hermana al ser penetrada una y otra vez por la verga de James, la observa finalmente llegar a un orgasmo que estremece todo su cuerpo y sus labios dejan escapar un gemido y al abrir los ojos Melissa entra en pánico al ver la misma mirada sin pensamientos en los ojos de Samantha, la misma lujuria y obediencia que ve en su madre, como si todo aquello le hubiera provocado un verdadero daño cerebral. James sonriendo voltea a verla de pie desnuda y temblando como un animalito asustado. Se levanta y lentamente se va acercando a ella y observa como sus muslos están empapados de sus jugos y sus pezones duros y todo su cuerpo bañado en sudor.

– ¿A donde vas Mely?

– Aléjate de mi, tengo… tengo que salir de aquí…

– No te preocupes estarás aquí poco tiempo, dame un momento y no notaras como pasa el tiempo.

Diciendo esto James toma de la cintura a Melissa con una mano y su otra mano la coloca en el empapado coño, Melissa intenta levantar sus brazos para alejarlo pero no hay forma ahora que ambas manos de James la toman por el rostro y rápidamente la besa apasionadamente. Melissa siente como la lengua de James invade su boca. Las manos enormes y calidas de él se deslizan por su espalda acariciándola toda hasta llegar a sus redondeadas y respingadas nalgas, las cuales sostiene con fuerza casi separando sus nalgas y la levanta, siente como sus talones se separan del piso y solo sus dedos de los pies en puntillas tocan el piso, siente como sus brazos empiezan a pesar una tonelada y no tiene forma de separarse de James.

Mientras su boca se inunda con la lengua y la dulce saliva, su nariz se satura del olor a hombre que hace que su coño babe oleadas de jugos que mojan sus mulos. Sus pechos y sus pezones los siente tan duros como rocas, para ella el tiempo se detiene y poco a poco siente como James introduce su verga aun húmeda de los jugos vaginales de su hermana. Su encharcado coño se va llenando lentamente mientras ella empieza a gemir, poco a poco la va penetrando hasta llenarla completamente. Con sus manos aprieta ahora los cálidos y endurecidos pechos de Melissa y la siente vibrar como la cuerda de un violín a punto de romperse. La cabeza de Melissa esta inclinada a un costado y su rostro apunta al pecho de James, este deja de acariciar los senos y tomando su rostro con ambas manos la hace que le mire a la cara, aun puede ver las lagrimas secas que corrieron por su cara alterando su maquillaje. En su mirada el pánico y el miedo ahora son remplazados por la sorpresa y la incredulidad.

James la observa sonriéndole mientras un hilillo de saliva escapa de la boca abierta de Mely al sentir como la verga de James la hace temblar.

– ¿Cómo te sientes ahora cariño?

– Espectaculaaaaar

– ¿Quiere reunirte con tu mami y tu hermana y poder abrazarlas y darles un buen beso?

– Siiiiiiiiiiiii

– ¿Sí que preciosa, quien soy y como debes llamarme?

– Siiiiiiiiiiii daddy

– Buena chica…

Diciendo esto James puede ver como los ojos de Mely se van apagando hasta convertirse en algo parecido a dos estanques de tranquilas aguas azules…

Fin de la “Casa de marionetas esclavas”.

Nota del Autor: Como siempre agradezco infinitamente los comentarios o e-mails que me hacen llegar a mi correo blackfires@hotmail.com o dejan directamente aquí en todorelatos.com. Cada una de sus palabras son bien recibidas y en caso de ser posible, contestadas y sus ideas usadas en los relatos.

En fechas próximas espero estar publicando nuevos capítulos de “Las Profesionales” y siempre lamentando la ausencia y lo prolongado que resulta el tiempo entre cada publicación, espero que la espera valga la pena.

Blackfires.

 

Relato erótico: Entresijos de una guerra 4 ( POR HELENA)

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UNA EMBARAZADA2
A media tarde de este viernes en la cabaña. Te quiero.
Sin-t-C3-ADtulo41Es todo cuanto ponía la carta que Frank me entregó dentro de un sobre sin abrir que llevaba mi nombre. Estaba escrita a mano y llegó tres semanas después de que Herman regresase a Francia, tras su última aparición en casa para anunciar su nuevo rango.
Pero cuando él no estaba cerca, pensar con claridad era más fácil y tres semanas era demasiado tiempo como para hacerlo y no darse cuenta de que me gustaba demasiado, de que lo aquello solamente iba a acarrearme complicaciones, porque él era mi objetivo y yo tendría que desaparecer de allí en cuanto me lo ordenasen. Y si ese día llegaba en un periodo de tiempo relativamente corto, todavía estaba en mi mano escoger si prefería pasarlo como uno más o como el más negro de mi vida. Así que escogí lo más sensato, elaboré un millón de teorías, estrategias y planes de acción de los que no salirme a pesar de lo que me pidiese el cuerpo cuando me plantase frente a Herman. No podía ceder, no podía flaquear a pesar del enorme favor que me había hecho al mandar a Furhmann a Rusia, o aunque me mirase con aquellos ojos y me dijese que me quería. Estaba claro que parecía un buen tipo, pero no lo era. No podía serlo cuando era teniente de las SS, eran cosas incompatibles. Cuanto más rango ostentase uno dentro de aquel cuerpo, más hijo puta tenía que ser. Así que Herman tenía que ser uno muy grande, a pesar de que disimulase muy bien. Y una no se enamora de un hombre así cuando tiene un mínimo de lucidez.
Sí, me lo repetí hasta la saciedad. Y aun con todo el tiempo que había tenido para pensar, aún con toda la incertidumbre que lo impregnaba todo en aquel ambiente de conflicto que se palpaba en cualquier lugar y que te quitaba las ganas de todo, mi corazón se aceleró cuando desdoblé aquel el papel y leí su letra.
Iría hasta la cabaña, ya que objetivamente no había motivo alguno para que yo no asistiese a nuestro lugar de encuentro. La última vez que habíamos estado juntos, la idea de separarnos me desagradaba tanto como parecía desagradarle a él. No obstante, lo que tenía que hacer era darle a entender que ya no me gustaba tanto la idea de seguir con nuestros encuentros, incluso corriendo el riesgo de dificultarme las cosas cuando él regresase y tuviese que reportar cada uno de sus movimientos. Y para argumentar mi nueva postura tenía un montón de posibilidades, desde el clásico; “no estamos hechos el uno para el otro”, hasta; “tu familia jamás lo aceptará” y pasando por; “esto no está bien” o; “prefiero no involucrarme demasiado”. La excusa podía ser la que yo quisiera, pero tenía que ser alguna y el jueves me dormí plenamente convencida de que al día siguiente hablaría con él sobre todo aquello.
El viernes a media mañana la viuda del Coronel recibió un correo urgente de las SS en el que se le comunicaba que su hijo, el Teniente Scholz, llegaría el sábado por la mañana. Y eso pareció alegrarle un poco el día. Andaba alicaída desde que su maquiavélica versión de “Romeo” había tenido que acudir a la línea fronteriza con Rusia, y por más que lo intentaba, no lograba hacer que alguien lo llevase de vuelta a su lado. Tal y como Herman me había prometido.
Por la tarde, después de leer un poco y fingir tomarme el postre en la mesa de juguete de Berta con ella y un par de muñecas, fui a la cabaña. El humo de la chimenea me mostró antes de llegar a ver la casa que ya me estaban esperando y ralenticé el paso del caballo para pensar bien qué iba a hacer mientras mi corazón parecía querer salirse del pecho. Me prometí a mí misma no llamar a aquella puerta hasta que no tuviese claro lo que iba a decir, pero él se adelantó a mis pensamientos y en cuanto avancé un poco más le vi sentado en las escaleras de la entrada, con aquel macabro abrigo de su uniforme que destacaba sobre el blanco de la nieve que lo cubría todo. Un depredador en medio de un mar de blanca tranquilidad, una metáfora tan cruel como la vida misma.
-Te he echado de menos – dijo levantándose para sujetar las riendas de Bisendorff. Su tono barrió cualquier rescoldo de maldad que mi mente pudiese atribuirle. A pesar de que luciese con orgullo aquel uniforme.
Le sonreí deseando decirle que yo también le había echado de menos a él, porque en cuanto vi aquella cara mirándome desde abajo mientras llevaba el caballo hacia las cuadras, supe que analizar una y otra vez lo que había ocurrido entre nosotros no era más que la excusa para seguir pensando en él de forma que no pudiese reprocharme nada.
-¿Tanto como para esperarme fuera? – pregunté evitando de todos modos lo que yo quería decirle. Había llegado el momento de ceñirse a las normas.
-Exacto. Tanto como para venir desde Francia y esperarte sentado en unas escaleras bajo la nieve mientras me fumaba un cigarrillo – admitió mientras me bajaba del caballo para que él lo guardase en una de las cuadras – ¿qué tal todo?
-Como siempre. Mañana lo verás… – le informé con despreocupación provocándole una sonrisa mientras se dirigía a mí tras acomodar el animal.
-Vas a tener que darme una fotografía tuya – me dijo con suavidad mientras sujetaba el óvalo de mi cara con sus manos – porque cuando te tengo delante me aturdes tanto que después me resulta imposible recordarte al detalle.
-Me temo que no tengo ninguna – alegué abrazándole para evitar el beso que casi logra depositar sobre mis labios.
-Bueno, nos sacaremos algunas durante estos días – contestó devolviéndome el abrazo y conformándose con besarme la coronilla.
-¿Hasta cuándo te quedas?
-Hasta el miércoles. Pero el lunes y el martes tendré que ir a Berlín. Aunque no me hace demasiada gracia, se rumorea que la fuerza aérea británica va a probar suerte de nuevo… ¿Vamos dentro? He encendido la chimenea y te he traído chocolate.
No accedí abiertamente, pero Herman me pasó un brazo sobre los hombros y yo le acompañé cuando echó a andar mientras intentaba encontrar el momento idóneo para sacar el tema a colación. Pero no terminaba de encontrarlo, ni el momento, ni tampoco la excusa. Me atraía demasiado. Sus palabras resonaban en algún lugar de mi cabeza, pero mi cerebro no llegaba a procesarlas porque estaba completamente entretenido contemplándole, así que tampoco podía pensar con claridad. Sólo me recordaba una y otra vez lo que se sentía entre sus brazos.
-Herman, tenemos que hablar sobre esto – le interrumpí de forma atropellada al comprobar el efecto que su presencia me causaba.
1301917140_lena_nicole_3210_2-¿Sobre qué? – me preguntó con curiosidad parándose en el último escalón de la entrada a la cabaña y mirándome de frente.
-Sobre esto… lo que estamos haciendo… lo de vernos a escondidas de todo el mundo… – balbuceé intentando esquivar aquellos ojos azules que volvían a clavarse en mí de aquel modo que me desarmaba.
-Ah, entiendo… – aceptó sin demasiada intriga – bueno, estoy de acuerdo. Luego hablaremos de ello, ¿te parece bien?
-Preferiría no dejarlo para “luego”, si no te importa… – protesté sutilmente mientras volvía a dejarle con la boca suspendida en el aire.
-¿Por qué? – Inquirió alargando la última palabra a la vez que volvía a sujetarme la cara para que le mirase – acabo de llegar de Francia para estar contigo unas horas antes de tener que ir a casa, ¿no puedes darme un beso antes?
Suspiré derrotada. Un beso me suponía mucho más de lo que tenía pensado. Pero por otra parte, era casi insignificante comparado con haber venido desde Francia un día antes sólo por estar conmigo a solas, y era sólo un simple beso. Fallé a su favor. Decidí que lo que pedía era muy poco a cambio de lo que había hecho y elevé mi cara para concederle su petición.
Sus cálidos labios presionaron los míos con suavidad antes de que sus manos volviesen a sujetar mi cara y su boca dejase paso a su lengua en medio del vaho que desprendíamos. ; me repetí mientras mis brazos le rodeaban y mi lengua comenzaba a tantear la suya aprovechando ese margen que me había impuesto. Un beso. Uno que por mí, podía durar hasta que el sol se pusiese y volviese a salir de nuevo. Pero Herman puso fin a lo que yo había bautizado como mi “último desliz”, y en esa ocasión fui yo la que me quedé con la cabeza ligeramente inclinada hacia delante y con la boca entreabierta mientras le miraba.
-Muy bien, querida. Ahora entraremos, nos pondremos cómodos y hablaremos de lo que tú quieras-pensé justo en el mismo momento en el que mi cuerpo desobedecía deliberadamente las órdenes preestablecidas y se lanzaba de nuevo a sus brazos para que me diese sólo un beso más. Y solamente un par de minutos después entramos en la cabaña como dos locos sin rumbo aparente, abrazándonos y besándonos sin tregua de camino a las habitaciones mientras sembrábamos las prendas que nos cubrían hasta llegar casi desnudos a uno de los dormitorios.
Herman caminó de espaldas hacia la cama, arrastrándome con él mientras nos besábamos como si fuera imprescindible para mantenernos con vida y causando justo el efecto contrario al dificultarnos la respiración. Me obligó a caer sobre él cuando estuvimos al borde del colchón y nos desmoronamos sobre él, riéndonos antes de retomar el beso que ya nos había dejado los labios rozando un color carmesí que todavía pensábamos colorear un poco más. Me dejé caer entre sus piernas, dejando que mi lengua dibujase un camino que llevaba desde su mandíbula a su pubis y una vez allí abajo, cuando mis rodillas tocaron el suelo, recorrí su erección con la boca del mismo modo. Despacio, para poder escuchar aquellas motivadoras exhalaciones que se le escapaban de vez en cuando.
Intenté probar cada milímetro cuadrado, deslizando mi lengua sobre su sexo una y otra vez hasta que sus caderas me buscaban inocentemente, como si no lo hiciesen contando con su permiso y eso le provocase cierto pudor. Entonces abrí los labios y los dejé caer sobre el extremo, contrayéndolos sobre su diámetro mientras comenzaba a bajar lentamente para subir de nuevo cuando rebasaba el glande, centrándome sólo en aquella parte y haciendo que Herman comenzase a dar rienda suelta al aire que se escapaba de su garganta. Avancé un poco más, aventurándome a través del tronco, y tras repetirlo un par de veces, noté que se incorporaba para sentarse al borde de la cama.
-Erika, me gusta demasiado – dijo con una débil voz mirándome desde el otro extremo de su torso.
-Ni siquiera he empezado, Herman… – le susurré antes de dejar caer mi boca hasta el final, encantada de hacerlo al escuchar el gemido que le arranqué con ello.
-Bueno, pues tendrás que dejarlo para otra ocasión… ven aquí – me dijo de forma atropellada.
Creí que bromeaba pero sus manos me interrumpieron antes de ayudarme a incorporarme y luego me arrastró hacia sí. Separé mis piernas y las flexioné a ambos lados de su cuerpo, quedándome a horcajadas sobre él. No se tumbó de nuevo, permaneció sentado mientras acomodaba nuestras respectivas caderas y apresaba uno de mis pezones con su boca al tiempo que me sujetaba con firmeza para dejarme caer sobre su entrepierna. Accedí sin miedo y con ganas, avanzando hacia abajo mientras él se deslizaba hacia arriba dentro de mi cuerpo, con sutileza y buscando de nuevo la postura más cómoda cuando logró llegar a lo más profundo. En ese momento elevó su cara hacia la mía, estimulando placenteramente cada nervio de mi cuerpo al dejarme ver aquel gesto de completa rendición antes de que reclamase otra vez mis labios y me invitase con sus manos a moverme sobre él.

 

Me hubiese quedado allí durante el resto de mi vida. Besándole, abrazándole y deslizándome a lo largo de aquella verticalidad que entraba y salía de mí con cada uno de los trémulos movimientos de mis piernas. Siguiendo el rumbo marcado por sus manos, que me sujetaban en el muslo y la cadera para dictarme los tiempos de nuestro particular e íntimo concierto. Pero estaba mal. Aunque mi cuerpo ahogó aquel pensamiento como si sólo hubiese sido un resbalón sin importancia.

Ni siquiera experimentaba un ápice de culpabilidad a pesar de tres semanas de profunda reflexión al respecto. Herman era mi dulce placebo, no había lugar para la realidad cuando me acunaba desnuda entre sus brazos, haciendo que nuestros cuerpos se confundiesen en aquel festival de movimientos que – aunque en aquella ocasión habían dejado a un lado la suavidad para parecer los de dos personas desbocadas – todavía podían transmitirme el mismo cuidado y el mismo cariño de nuestra primera vez mientras me sujetaba o me besaba de un modo intenso, atrapando mi labio inferior de vez en cuando o escondiendo la cabeza entre mis pechos para respirar profundamente a través de su boca. Y siempre aderezando todo eso con su aroma. Podía beber, fumar, mojarse, correr por el campo o dejarse caer sobre la hierba, pero siempre olía a Herman, y aquel particular olor que estaba inexorablemente ligado a él estaba convirtiéndose en una de mis grandes debilidades. Una en la que me encantaba regocijarme, sobre todo cuando escuchaba cómo respiraba con dificultad mientras me penetraba.
1301917154_lena_nicole_3210_4Pasé mis brazos alrededor de sus hombros y le sujeté con fuerza mientras seguía ciegamente sus manos, desahogándome de la sensación de deseo insaciable que me embargaba al mirarle y verle allí abajo, retorciéndose poéticamente en el placer que yo le proporcionaba.
Le besé apasionadamente cuando sentí que no era dueña de mi cuerpo y seguí cabalgando atropelladamente entre sus brazos al mismo tiempo que mis entrañas se contraían en violentos e involuntarios temblores que me impidieron seguir moviéndome mientras Herman apretaba mi cuerpo contra el suyo y me seguía en mi glorioso final. Dejándome percibirlo a través de la presión que sus manos ejercían sobre mí o dejándome ver aquella cara cuyo gesto transmitía el éxtasis más absoluto que yo también estaba experimentando.
Permanecimos quietos, besándonos despacio y en silencio mientras intentábamos restablecer nuestras respectivas pulsaciones. Y después de eso, él se tumbó hacia atrás, abrazándome para que cayese con su cuerpo. Abrió la cama torpemente mientras me besaba y me empujó cariñosamente hacia el lugar que había dejado con las sábanas al descubierto. Le abandoné con cierta amargura, sin acomodarme hasta que se tumbó a mi lado, y cuando lo hizo me subí a su cuerpo de nuevo. Me recosté sobre su pecho después de que él aovillase la almohada bajo sus omóplatos para inclinarse ligeramente y respiré sin preocupación alguna mientras su mano surcaba una y otra vez mi espalda tras cubrirme con la ropa de cama.
Lo había vuelto a hacer. Había conseguido que me olvidase de todo una vez más para dejar de tener una percepción real de quienes éramos ambos y disfrutar de la serenidad más profunda que jamás había conocido.
-Erika, querida, ¿no irás a dormirte? – me preguntó después de un buen rato rompiendo el silencio de la habitación.
-Me encantaría – susurré sin fuerzas antes de pensar si era realmente conveniente ser sincera.
-A mí también, pero tienes que volver – dijo antes de tomar una de mis manos para besar la yema de mis dedos – ¿no querías hablarme de algo?
Emití un lastimero alarido cuando él mismo me devolvió a la realidad al recordarme la conversación pendiente y me esforcé por olvidarlo para permanecer un poco más envuelta en aquella calma que sólo conocía después de hacer el amor con él.
-Sí, pero puede esperar… – concluí finalmente.
Herman se rió un poco y me besó la coronilla antes de arroparme de nuevo y abrazarme.
-Está bien, hablaré yo. Creo que sé lo que querías decirme. Yo también he pensado en lo nuestro y he llegado a la conclusión de que seguir así es una tontería, no veo por qué no hacerlo público.
Mis párpados se recogieron como una goma liberada repentinamente tras haber sido sometida a un esfuerzo. <> fue la única palabra que mi mente evocó antes de que mi cabeza se elevase para mirarle.
-¿Qué? – pregunté sin creerme lo que acababa de escuchar.
-Que si estás de acuerdo, anunciaré formalmente nuestra relación. No tenemos por qué ocultar que nos queremos. Aunque nuestra vida sexual tendrá que parecer nula hasta que nos casemos… ya sabes que…
-¡Herman, por el amor de Dios! ¡¿De qué hablas?! – exclamé escandalizada mientras me incorporaba sobre él.
-De ti y de mí – contestó con una elocuencia desproporcionada mientras elevaba los brazos para apoyarlos detrás de su nuca -. ¿No quieres que todo el mundo sepa que tú y yo somos pareja?
-¡Es que no somos nada, Herman! – disparé sin pensar.
-¿Ah, no? – Inquirió riéndose – ¡qué moderna, Erika! Me hablaron de estas cosas en Francia, de la gente que tiene sexo asiduamente sin ningún sentimiento ni relación de por medio… me hizo gracia. Pero no creo que sea nuestro caso – concluyó sin darle importancia -. No. No lo es porque yo te quiero, y tú me quieres a mí…
-¡No digas eso! – le reproché.
-¿Por qué? – Por su tono de voz parecía estar divirtiéndose – ¿No me quieres? ¿Es eso?
¿Por qué me lo preguntaba riéndose? No entendía qué demonios le hacía tanta gracia cuando yo podía decirle que no le quería y limpiar el suelo con su ego masculino.
-No es eso – confesé -. Te quiero cuando estás pero luego me repito que no podemos querernos… porque… no está bien que hagamos esto…
-¿En serio? ¡Me gustaría escuchar cómo te dices que no podemos querernos! – Exclamó entre carcajadas. Su actitud comenzaba a incomodarme, y mi cara debió delatarlo porque hizo un esfuerzo por calmarse y continuó hablando tras sentarse de nuevo en cama y sujetarme la cara para torturarme con sus ojos – Erika, ya nos queremos. No se va a pasar por mucho que te lo repitas, y tampoco es nada malo. Así que lo diremos y punto.
-No. No lo diremos – atajé evitando sus labios una vez más -. No te quiero y no vamos a volver a hacer esto – afirmé mientras recogía sus manos y las ponía sobre su pecho, evitando en todo momento cruzarme con su mirada.
-¿De verdad? – Asentí sin mirarle -. Bueno, se te pasará en un mes… creo que podré soportarlo… – dijo con seguridad haciendo que yo le mirase con avivada curiosidad –. Has dicho que me quieres cuando estoy, así que dentro de un mes, cuando regrese a casa y me quieras todos los días, retomaremos esta conversación.
-¿Por qué no te lo tomas en serio? – Le pregunté molesta.
-Porque no creo ni que tú misma creas lo que estás diciendo – me dijo suavemente -. Dentro de un mes estaré aquí otra vez, en la misma casa que tú, ¿y entonces qué? ¿Cuánto tiempo vas a evitarme en caso de que decidas seguir con esta tontería? ¿O cuánto tiempo vas a aguantar teniéndome a escondidas? Los dos queremos más. Pero a mí no me da miedo reconocerlo.
Su seguridad y sus argumentos me noquearon al instante. Sólo me había quedado sin palabras una vez; cuando él me había dicho que estaba enamorado de mí. Y en aquella ocasión no me había molestado pero ahora, el mismo hecho comenzaba a resultarme tan sumamente irritante que me negaba a reconocerlo.
 
-¡Aguantaré lo que sea necesario! – Exclamé dejando que el orgullo hablase por mí – ¡No tienes ni idea de lo que puedo aguantar, Herman Scholz! – Le dije mientras salía de cama y comenzaba a recoger mi ropa – ¡Ni idea! ¡Estás loco si crees que tú y yo podemos anunciar que somos una pareja de enamorados y vivir felices para siempre! ¡Loco de atar, ¿entiendes?! No tienes más que echar un vistazo a tu alrededor, tú deberías saber mejor que nadie en qué situación estamos, ¡deberías centrarte en tu labor como teniente y olvidarte de las mujeres hasta que termine la guerra!
Herman me miró sonriente desde cama y golpeó levemente el colchón con la palma de su mano invitándome a volver con él. No lo hice. En lugar de eso, comencé a vestirme.
-Yo no te he dicho que vayamos a vivir felices, Erika… te he dicho que lo hagamos público, ¿qué tiene de malo? Te quiero, ¿por qué no puedo admitirlo y dejar que los demás lo sepan? ¿Porque estamos en guerra? Es la tontería más grande que me has dicho nunca, así que no te va a funcionar si quieres convencerme de que no podemos seguir con esto… – salí de la habitación a medio vestir, dispuesta a recoger el resto de mi ropa y ponérmela encima para marcharme mientras Herman me seguía hablando. Ahora se había levantado y me hablaba desnudo desde la puerta de la habitación –. Por lo menos déjame decirte que mi labor como teniente mejoraría notablemente contigo a mi lado. Me motivas mucho, en serio… – le miré con una mirada fulminante, completamente cegada por el tono alegre que seguían teniendo sus palabras -. No me estoy riendo de ti, es que me hace mucha gracia que de verdad creas que puedes dejar de querer a alguien sólo por repetírtelo…
-¡¡No te quiero!! – Repetí furiosa mientras me calzaba las botas, sentada sobre el último escalón.
-Vale… pero entonces, ¿por qué no rehúyes mis caricias o mis besos si no me quieres? – Su pregunta me cayó como un chaparrón. Por un momento dejé la bota y le miré completamente encendida desde el piso de abajo – o mejor aún, ¿por qué me acaricias y me besas tú?– Insistió. Iba a gritarle otra vez pero decidí continuar con la tarea de calzarme para salir de allí cuanto antes -. ¿Por qué te quedas siempre entre mis brazos después de entregarte a mí?
Esa última pregunta aplastó mi vanidad y mi orgullo de una manera tan contundente como una de mis botas aplastaría a un frágil insecto.
-Ahora sí que no siento ni el más mínimo afecto por ti – le dije tratando de controlar mi cólera mientras me levantaba y caminaba hacia la puerta.
-¡Erika! – me llamó cuando abrí la puerta de la entrada. Permanecí quieta bajo el umbral, concediéndole la última oportunidad a esa parte de mí que me decía que todavía no me fuese aunque quería desaparecer – ¡Te quiero! – Me gritó de nuevo – ¡Te quiero y mañana se lo diré a todo el mundo! – Añadió de nuevo con aquel tono desenfadado que me irritaba todavía más.
Me abroché la cazadora, salí y me despedí con un portazo mientras caminaba apresuradamente hacia las cuadras pensando en quién de los dos tendría razón. Estaba muy seguro de que lo que yo sentía por él me impediría mantenerme firme en mi decisión, pero se equivocaba. En aquel momento hubiese sido capaz de dispararle a un pie si hubiese tenido una pistola a mano.
-¡Erika! – escuché otra vez al rebasar la cabaña a lomos de Bisendorff. Eché un vistazo y le encontré sentado en la ventana. Un escalofrío de solidaridad hizo que me subiese instintivamente el cuello de la cazadora hasta taparme por debajo de la nariz al verle allí cubierto sólo con su ropa interior. Todavía le odiaba ligeramente, pero la sonrisa que me dedicaba desde aquella ventana minaba mi mal humor hasta lograr que yo también retorciese sin pensar las comisuras de mis labios por debajo de la prenda que me tapaba -. Recuerda esto – dijo mientras encendía un cigarrillo aún con aquella sonrisa en su boca – mucho antes de que termine la guerra, yo diría que incluso en menos de un año, o año y medio como mucho, tú serás la señora del Teniente Scholz.
Mi sonrisa se desdibujó a medida que mis mandíbulas se apretaban y mi respiración aumentaba su ritmo al verse influenciada por la ira que me recorría de pies a cabeza. ¡¿Su señora?! ¡Ahora sí que el pobre había perdido el norte!
-Métete dentro, vas a resfriarte, Scholz… – le grité mientras emprendía el camino.
-¿Me cuidarías tú? – Contestó su voz desde la ventana –. Porque si lo hicieras, dormiría esta noche en la nieve…
Le dejé allí, gritando hacia el bosque mientras el caballo desandaba el camino que me había llevado hasta él y yo pensaba sin tregua en lo que acababa de ocurrir. Herman había perdido la chaveta y yo, definitivamente, no volvería a caer en sus brazos por mucho que me sedujese la idea. Ni siquiera cuando tuviese que dar parte de cada uno de sus pasos. Ya me las arreglaría, pero estaba claro que entre él y yo no iba a ocurrir nada más.

1301917120_lena_nicole_3210_5El sábado llegó, y con él, el flamante Teniente Scholz al que yo temía por su particular amenaza. Pero no la cumplió. Vino a ver a su hermana en medio de nuestras clases de lectura y tras un divertido saludo se retiró a sus quehaceres.

-¿Puedo irme con Herman, señorita Kaestner? Sólo hoy, se lo prometo.
-Vete a dónde te venga en gana… – le contesté resoplando cuando Berta me preguntó por enésima vez si podía ir con su hermano.
Recogí sus libros cuando me dejó a solas y arrastré una de las sillas a la ventana para fumarme un cigarrillo. Si la habitación donde dábamos clase hubiese mirado hacia el patio delantero me imagino que hubiese visto a la niña corretear hacia las caballerizas en busca de su hermano, pero daba hacia atrás y delante de mis ojos sólo tenía un inmenso jardín cubierto de blanco. Apuré el cigarrillo para no helarme y tras cerrar la ventana de nuevo me froté las manos para hacerlas entrar en calor mientras pensaba en cómo transcurrirían aquellos días con Herman de vuelta. Quizás pudiesen darse situaciones incómodas a pesar de que él no me había dejado entrever ningún síntoma de malestar cuando había aparecido a saludarnos. Todo lo contrario, parecía estar del mismo buen humor que el día anterior.
-Erika – me interrumpió de repente la voz de Berta.
-¿Qué? – Contesté con desgana. Ni siquiera la sermoneé por no llamarme “señorita Kaestner” como hacía siempre.
-Herman me ha dicho que subiese a decirle que la quiere mucho y que esta tarde quiere que venga con nosotros a patinar al lago porque ya está helado y me lleva todos los años – me soltó del tirón.
-¿Te ha dicho él eso? ¿Que me quería mucho? – Le pregunté descolocada. Había oído bien, la niña no podía haberse inventado una cosa así.
-Sí. Y también me dijo que no quiere usted que nadie lo sepa, así que me ha hecho prometer que les guardaría el secreto.
-Y lo vas a guardar, ¿verdad? – La apremié acariciándole el pelo con unas manos que me temblaban a causa de los nervios.
-¡Por supuesto! Él me ha prometido a cambio que podré ser la dama de honor el día de su boda…
¡Por favor! ¿Cómo había tenido la desvergüenza de decirle algo así al monstruo de su hermana?
-¡No va a haber ninguna boda, Berta! – Exclamé con firmeza.
-¿Por qué? Él no mencionó que fuese a casarse con usted, sólo se ha enamorado pero puede que se le pase y entonces se casará con otra… – argumentó con elocuencia.
Miré hacia el suelo para imaginarme los últimos trozos de mi destrozada vanidad agonizando sobre el piso, aplastada por una niña de doce años.
-Tienes razón. De hecho, ve con él y dile que será mejor que se le pase y que no puedo ir a patinar esta tarde.
-¿Por qué no?
Suspiré ante lo terriblemente cansina que podía resultar aquella criatura y le respondí como buenamente pude.
-Porque si voy no se le pasará el enamoramiento y tú no querrás que tu hermano se case conmigo, ¿verdad? – le expliqué como consideré más oportuno.
-Mire, pues lo cierto es que con quien se case mi hermano es cosa de él, y si usted quiere ser la novia, o no, es cosa suya. Yo sólo quiero ser la dama de honor y él me ha prometido que lo sería si guardo el secreto… – y acto seguido desapareció con la misma agilidad con la que había aparecido mientras yo todavía intentaba digerir su respuesta. Era obvio que tratarla como a una simple niña suponía un error.
Suspiré desbordada por un día que apenas había empezado y decidí unánimemente que evitaría al Teniente Scholz. Eso incluía declinar cualquier propuesta para pasar tiempo con él y renunciar a los paseos a caballo, pues resultaba imposible poner un pie en las cuadras sin cruzarse con él cuando estaba en casa.
Intenté hacerlo, y en términos generales, se me dio mejor de lo que pensaba. Me dediqué a matar las horas libres en mi dormitorio tras hacer alguna que otra visita a la biblioteca de la casa. Prefería leer cómodamente a estirar las piernas por los jardines, al menos con aquel frío. Por otra parte, no me quedaba más remedio que coincidir con el Teniente a la mesa, y fue durante esos momentos cuando mantuve las únicas conversaciones con él y donde escuché hablar por primera vez de que íbamos a ocupar Rusia. Estuve a punto de reírme pero aguanté al ver que Herman lo decía en serio. Aunque hubiese jurado que al principio lo decía en broma, y que luego, cuando su madre se mostró encantada con la idea, empezó a moderar el tono.
-Pues si el Führer piensa ocupar Rusia, más vale que lo haga rápido para que no le coja el invierno. Y si no que se lo digan a Napoleón…
Comenté con despreocupación al ver que la viuda del Coronel daba por sentado que Rusia sería el nuevo gran triunfo del régimen después de que París finalmente aceptase su ocupación. Herman se rió, pero yo dejé mi cubierto sobre la mesa cuando su madre me fulminó con la mirada. En aquel momento recordé que Furhmann estaba allí y que bromear sobre una posible “no victoria” cuando la misma operación sólo era un rumor, había sido un poco indiscreto.
-Bueno, esperemos que tenga en cuenta eso para elaborar una estrategia si es que finalmente se decide a llevar a cabo esa locura… – añadió Herman siguiendo el hilo de mi comentario.
-Si tu padre te escuchase, te relevaría del cargo, muchacho… – le regañó su madre como si se tratase de Berta que se negaba a comer la sopa o algo por el estilo. Pero él se limitó a reírse sin darle más importancia.
Aquella cena transcurrió sin más comentarios al respecto, y también las posteriores comidas. Nunca se volvió a hablar de aquello – por lo menos delante de mí – y tuve que conformarme con añadir a mi informe cada palabra de aquella conversación mientras los días, simplemente pasaron.
 
La cena del martes se tiñó de despedida ante la marcha de Herman al día siguiente. Pero en aquella ocasión no fue tan dramático como otras veces porque tendría que volver en menos de un par de semanas para acudir a la escuela de oficiales y se volvería a quedar unos días antes de regresar a Francia por última vez, hasta que las Navidades nos lo devolviesen de manera indefinida. Parecía no afectarme, pero por dentro temblaba sólo de pensar en jugar a evitarle un día tras otro.
Después de la cena me recogí a mi habitación, terminé un libro del que apenas me quedaban una veintena de páginas y decidí ir a la biblioteca en busca de un sucesor para evitar pensar en él. Comenzaba a creer que estaba equivocándome estrepitosamente y que quizás me diese cuenta demasiado tarde. Deambulé frente a las estanterías repletas de libros hasta que di con uno que llamó mi atención, lo cogí y regresé a mi dormitorio tranquilamente, pero me quedé quieta en medio del corredor que llevaba a mi habitación cuando divisé a Herman sentado en el pasillo al lado de mi puerta y comiendo algo. Me acerqué intentando no hacer ruido hasta que la risa brotó de mi boca cuando le escuché hablando sólo.
-¡Joder, Erika! ¡Creía que estabas dentro! – Exclamó sobresaltado.
-Fui a la biblioteca – le informé enseñándole el libro – ¿qué haces ahí?
-Vine a darte los chocolates que te había traído, te los volviste a dejar en la cabaña y estos días no te he visto nada…
-He estado ocupada – me disculpé abriendo la puerta de mi habitación.
-Ya, yo tampoco he querido molestarte, sé cuando alguien me evita – me corrigió con un tono gentil -. ¡En fin! Vi luz bajo tu puerta y pensé que estabas dentro pero que no querías hablarme, así que me senté aquí y he estado contándole al mobiliario que si tú no querías el chocolate, me lo comería yo, de modo que ahora voy a dártelos empezados, lo siento…
Me reí y cogí la caja que me ofrecía echándole un vistazo al interior para constatar que faltaban unos pocos, pero me hizo más gracia todavía.
-¿Un cigarrillo? – Torcí la boca ante su pregunta e hice ademán de cerrar la puerta pero él me detuvo – prometo solemnemente no intentar nada. Quería disculparme por lo que ocurrió el viernes.
Nunca lo hubiera hecho si se tratase de otra persona, pero viniendo de él, sentí curiosidad por saber qué quería decirme exactamente. Abrí la puerta de nuevo y le invité a entrar tras cerciorarme de que nadie veía aquello.
-Verás – comenzó a decir mientras tomaba asiento a los pies de mi cama –, me gustaría que aceptases mis disculpas si el viernes dije algo que te pareciese mal. Yo estaba muy seguro de mí mismo y no consideré lo que me dijiste como era debido.
-¿Y ahora? – le pregunté mientras encendía mi cigarro.
-Sí, ahora me lo tomo un poco más en serio – aceptó tras inhalar una bocanada de humo -. Incluso me tienes preocupado, ¿no vas a olvidarte de esta tontería? No sé por qué no quieres que lo nuestro sea oficial.
-Dijiste que no venías a intentar nada.
-Sí, lo dije. Tú también dices que no me quieres – dijo esbozando una sonrisa a medias.
-Déjalo, Herman – le pedí mientras abría la ventana un poco para que el ambiente no se cargase excesivamente.
-Está bien. Pero volveré a intentarlo, recuerda que a mí no me da miedo quererte – me advirtió con seguridad mientras me miraba desde cama.
-Muy bien… – acepté sin reparar demasiado en sus palabras -. Bueno, ¿y qué tal estos días en la escuela de oficiales? ¿Te han hablado de ese cargo tan importante que te está esperando?
-Ligeramente – admitió -. Berg me ha dicho que mi padre había hablado con él para que me tuviesen en cuenta para el puesto. Creo que no me va a gustar, pero ya no puedo decir que no.
Su voz parecía sincera.
-¿Por qué sigues en el cuerpo? Está claro que no te entusiasma la idea.
-Está claro para ti porque no me importa sincerarme contigo, pero jamás diría en público ni la cuarta parte de lo que digo cuando hablamos a solas – dijo riéndose de sus propias palabras -. El cuerpo de las SS siempre ha sido la meta de mi vida. Mi abuelo todavía es recordado en el ejército por su labor en la Guerra Mundial, mi padre asistió a la creación de las SA y fue de los primeros reclutados para las SS. Ninguno querría menos para mí, soy su viva imagen…
Cualquier otro lo habría dicho desbordando orgullo por cada poro de su piel, pero Herman se veía casi resignado.
-Ya, pero los dos están muertos. Dedícate a los caballos o a cualquier otro negocio de tu familia – su risa resonó en la habitación incluso antes de que terminase la frase.
-¿Me lo dices en serio? No te ofendas, pero te creía más espabilada – sí que me sentí ofendida, pero no lo exterioricé porque sabía exactamente a qué se refería. Sus negocios funcionaban tan bien porque el apellido Scholz estaba intrínsecamente ligado a la organización con más poder del país por detrás del mismísimo Führer -. En el momento en el que yo abandonase el cargo que tengo dentro del cuerpo, los negocios de mi familia caerían en picado, ya no sería ningún honor trabajar con nosotros…
Barajé la posibilidad de explicarle que yo me refería a que su familia ya tenía dinero de sobra para seguir llevando aquella vida durante unas cuantas generaciones más. Podían utilizarlo para salir de allí y empezar en cualquier otro lugar. Pero me callé al pensar que probablemente me diría que gracias a la fama que se había granjeado el nacionalsocialismo alemán, difícilmente podría salir adelante en otro lugar que no fuese Alemania u otros países afines a su política. Y éstos, por cortesía y fidelidad al Führer, no dejarían que un Teniente de las SS que renunciaba a su cargo campase a sus anchas a lo largo de su territorio. Encima, si eso de por sí ya parecía bastante tedioso, ni siquiera quería imaginarme cuál sería la reacción de su madre si tal cosa ocurriese.
– Entonces no te queda más remedio, Teniente Scholz – le comuniqué fingiendo un gran pesar.
-Lo sé, Erika… ya lo sé… – su “gran pesar” fue mucho más sincero que el mío. De hecho, casi me conmueve.
Apagué mi cigarrillo en el cenicero de mi mesilla auxiliar que había monopolizado Herman para sí y me senté en cama a su lado, guardando una distancia prudente. Iba a decirle que me dejase sola, pero no me molestaba demasiado.
-Te veo algo perdido, ¿me equivoco? – Dije con la única finalidad de incordiarle un poco. Lo del viernes todavía estaba demasiado candente.
-No, no mucho… – me reconoció entre un suspiro.
Permanecimos un buen rato en silencio, mirando hacia el vacío completamente inmóviles. No quería decir nada porque sabía que cualquier cosa que dijese sería interpretada por Herman como una sutil petición de intimidad y en el fondo, estaba cómoda con él. Era extrañamente agradable tenerle allí.
-Bueno, señorita Kaestner – me dijo repentinamente como si yo acabase de hacer todas aquellas reflexiones en voz alta – tendré que dejarla dormir – anunció cogiéndome la mano cariñosamente y arrancándome una sonrisa -. Ha sido un cigarrillo apasionante y espero sinceramente que disfrute de los chocolates.
Me reí al recordar que le había encontrado tirado en el pasillo y me levanté con él para acompañarle a la puerta.
-¿Te veré mañana antes de que te vayas? – Le pregunté por curiosidad.
-Podrías si te lo propusieses, pero es bastante improbable porque al alba ya estaré de camino.
-Bueno, pues que tenga un buen viaje, Teniente.
No era mi intención abrazarle pero tampoco me resistí cuando él lo hizo y terminamos estrechándonos mutuamente. Fue un abrazo largo, de ésos que aíslan de cualquier desventura que haya más allá del cuerpo que te acoge, y yo no hice nada para separarme de él. Permanecí allí, respirando tranquilamente sobre su pecho mientras él apoyaba su barbilla en mi cabeza, y dejé caer mis párpados sin decir nada cuando sus labios me besaron la parte alta de la frente, porque no quería decir nada que le hiciese retroceder. No quería que interrumpiese el rosario de besos que estaba depositando cuidadosamente hacia mi sien, cabeceando de un modo casi juguetón para abrirse camino hacia mi mejilla y mi cuello.
-Erika, mírame -. Me pidió sujetando mi espinazo firmemente mientras posaba una de sus manos cerca de mi boca. Abrí mis ojos para encontrármelo a una distancia demasiado corta, casi apoyando su cara sobre la mía y mirándome otra vez de aquella forma que me atravesaba -. Te quiero – me susurró sin mover sus pupilas y dejó caer su cara un poco más, creí que iba a besarme y yo no iba a hacer nada por impedirlo, pero se paró a milímetros de mí -. Te quiero y tú lo sabes, ¿verdad? – Repitió en un siseo que estremeció todo mi cuerpo.

Asentí débilmente mientras preparaba mis labios para recibir a los suyos y entonces me besó con aquella parsimonia que me condenaba a rendirme y a guardar silencio mientras durase el beso mismo y todo lo que estaba por venir. Todo eso que me hacía tambalearme ante el hecho de pensar que iba a cometer otro desliz y que me iba a gustar cometerlo.

Un paso me arrastró sutilmente hacia atrás mientras Herman se hundía en mi cuello con inquebrantable seguridad, colmándolo con el roce de su aliento a la vez que lo besaba sin freno, provocándome la irrevocable necesidad de querer tenerle sólo una vez más. <>, la misma frase que acudía a mi cabeza cada vez que me rendía, como si fuese una especie de ritual que me excusaba por hacerlo o una burlona forma con la que mi parte emocional pedía disculpas a mi raciocinio antes de sucumbir por completo. ¿Pero qué más daba lo que fuese? No necesitaba saberlo en aquel preciso momento.

 
1301917120_lena_nicole_3210_51Sólo necesitaba que nada se interpusiese entre ambos y por eso agarré con decisión su suéter, para arrastrarlo hacia su cuello junto con su camisa. Levantó sus brazos adelantándose a mis movimientos y él mismo dejó su torso al descubierto cuando mis manos rebasaron sus omóplatos. No dijo ni una sola palabra después de eso, dejando pasar el momento ideal para restregarme que él estaba en lo cierto. Simplemente volvió a rodearme y a besarme mientras me empujaba con su cuerpo hacia la cama y yo desabrochaba sus pantalones, retrocediendo hacia el inevitable lugar en el que acabaríamos.
Me bajé de mis zapatos cuando mis piernas rozaron la ropa de cama que cubría el colchón y dejé que me desnudase sin renunciar a su boca más que cuando era absolutamente imprescindible, pero siempre volvía, y siempre con esa arrolladora sutileza que sabía poner en cada uno de sus movimientos y que yo también intentaba tener al despojarle de sus pantalones y su ropa interior. Pero él me privó de mi oportunidad volviendo a terminar el trabajo por mí antes de abrir la cama y llevarme entre las sábanas, a remolque de su cuerpo. Hizo una fugaz parada para cubrirnos con las sábanas y la colcha y acudió de nuevo a mi lado para inclinarse sobre mí y besarme levemente antes de mirarme otra vez. Esperaba su voz de un momento a otro, diciéndome que finalmente se había cumplido su vaticinio, pero no llegó, y empezaba a descolocarme que no llegase nada más que el escrutinio constante de aquellos ojos. Elevé mi cabeza y le besé sin decir nada. Me correspondió con la misma intensidad y poco después, una de sus manos surcaba la parte interna de mis muslos, invitándome con refinada elegancia a ahuecar el acceso a mi entrepierna mientras sus labios resbalaban imparables sobre mi clavícula.
Mi cuerpo se estremeció cuando sus dedos comenzaron a masajear tenuemente mi clítoris, cayendo de vez en cuando a lo largo de todo mi sexo y retomando su tarea con maestría allí donde el placer se mostraba más intenso bajo su tacto. Abrí las piernas un poco más, dejando que uno de mis muslos rozase una pronunciada erección al mismo tiempo que su lengua se arremolinaba sobre uno de mis pezones y el aire se escapaba atropelladamente a través de mi garganta. Me retorcí mientras rodeaba su cara con mis manos para probar aquellos labios de nuevo y él me dejó hacerlo a la vez que uno de sus maravillosos dedos se atrevía a adentrarse tímidamente en mi cuerpo, provocando que mi piel se erizase cuando su falange externa se deslizó fluidamente a través de un umbral perlado de placenteras sensaciones. Dejé caer mi cabeza sobre la almohada, capturada por el deseo que aunque por ahora parecía satisfecho, pronto reclamaría más. Porque era inevitable no querer más de él cuando me provocaba aquel torrente de sensaciones con su mano mientras acariciaba mi frente con la otra y apoyaba su cara sobre la mía, que parecía no ser ni siquiera dueña de su expresión, condenada a reflejar con unos músculos completamente relajados todo lo que en aquel momento me excitaba. Permitiéndose sólo de vez en cuando cerrar los labios y los párpados con fuerza cuando un gemido amenazaba con romper el silencioso clima que quería mantener para que nadie más fuese testigo indirecto de aquella gran indiscreción. Y casi no lo consigo cuando Herman comenzó a acariciarme la yugular con su boca, despertándome un sensual cosquilleo al juguetear también con el lóbulo de mi oreja, pero finalmente no solté más que un mínimo quejido en comparación con lo que podía haber sido.
Sobrevolé mi propio cuerpo con una mano para sujetar con firmeza su muñeca cuando sentía que me iba de un momento a otro y él cedió atentamente, entrelazando sus dedos con los míos para apoyar nuestras manos atadas cerca de mi cara. Dejándome percibir mi propia humedad que se secaba entre nuestros nudillos concediéndole al tacto una extraña y estimulante sensación mientras Herman se desplazaba con cuidado sobre mi pelvis para posarse entre mis piernas. Las mismas que yo abría, esperando recibirle dentro de un momento a otro, anhelándole ya a causa de los segundos que perdía mientras recorría uno de mis costados con su mano para terminar colándola bajo el puente de mi espalda y elevar mis caderas suavemente.
Cerré los ojos con el primer toque de aquel suave mástil que tanteaba con leves empujones la puerta que sus dedos habían cruzado hacía apenas unos minutos, y estiré la cabeza hacia atrás esperando el toque de gracia cuando mis labios vaginales cedieron ante un extremo que suponía un deseado principio. Pero la irrupción que yo esperaba no llegó. En su lugar disfruté de una lenta penetración que me obligó a tensar mi cuello hasta el punto de ahogar las arterias que llevaban el riego a mi cerebro, mientras el aliento de Herman me rozaba de nuevo durante todo aquel trayecto de ensueño.
Rodeé su cuerpo con mis brazos y mis piernas cuando comenzó una lenta maniobra de retroceso, para rogarle que no se fuese muy lejos de mí. Solamente lo justo para que volviese a entrar hasta el final con esa voluntad de hierro que le permitía controlarse de un modo que estaba fuera de mi alcance. Yo sólo me afanaba en permanecer quieta por miedo a estropear sus cuidadosas acometidas, incapacitada para hacer cualquier otra cosa que no fuese sentirle moverse deliciosamente entre mis muslos.
Me besó fervientemente mientras aumentaba la rapidez de sus vaivenes, impregnándolos de una autoridad que me resignaba a dejarle hacer, a no llevar a cabo nada que no naciese de su voluntad porque él se las arreglaba perfectamente solo para hacer que mi cuerpo palpitase al unísono siguiendo el ritmo que marcaba el suyo. Y dejarle hacer era un placer sin precedentes para mí, un placer que crecía con sus engatusadores labios ensamblados a la perfección con los míos mientras subían y bajaban con el resto de su cuerpo. Todo lo que hacía tenía ese halo de ternura que sabía tender estratégicamente sobre mí para hacer que desease ese orgasmo que me elevaría y que lo temiese a la vez por el fin que suponía, porque después tendría que irse y me quedaría a solas con un remordimiento infernal que suplantaría la plena satisfacción que me estaba dando.
Pero de momento nada me impedía disfrutar de la manera en su cuerpo ocupaba el mío una y otra vez, llegando más lejos en alguna ocasión y quedándose más rezagado en otras. Dominando esos cambios de ritmo que me hacían aferrarme a él de un modo casi desesperado, hasta que su cabeza cayó al lado de la mía entre jadeos reprimidos que lograban abrirse camino de todos modos y que me hacían todavía más vulnerable al frenesí con el que penetraba a la vez que sujetaba mis caderas firmemente con ambas manos, apretando nuestras respectivas pelvis en un acompasado movimiento que nos abrió las puertas de un orgasmo compartido en pocos segundos. Un orgasmo que me sacudió y me llevó muy lejos de allí mientras su miembro palpitaba dentro de mi sexo y él pugnaba por propiciarme las últimas embestidas de un dulce encuentro a medida que se derrumbaba sobre mí.
Busqué su cara con mis ojos, ladeando la cabeza para verle a mi lado, respirando con la boca entreabierta, y le besé mientras liberaba una de sus manos para acariciar el óvalo de mi cara. Me hubiese gustado devolverle la caricia, pero mis entumecidas extremidades cayeron con inerte flacidez sobre el colchón, como si no perteneciesen al resto de mi cuerpo o como si éste ya tuviese suficiente con intentar coger aire como para ocuparse de ellas.
 
-Es la última vez que hacemos esto, ¿no? – me susurró entre besos mientras se incorporaba para apoyarse sobre sus brazos. Asentí intentando mostrarme todo lo convencida que podía y él se rió antes de besarme de nuevo -. Está bien, entonces me quedaré esta noche, si no te importa – añadió haciéndose a un lado y abrazándome.
Tenía que haberle dicho que no, pero no pude. Me gustaba demasiado el amparo de su cuerpo como para renunciar a esa <<última vez>> que podía tenerlo de aquella manera. Así que apoyé mi cara sobre su pecho y cerré los ojos para concentrarme en aquellas caricias que recorrían mi espalda o en los besos que caían constantemente sobre mi frente y mi coronilla.
-Te quiero – dije sin pensar con una débil vocecilla que para mi propio desconsuelo, no le pasó desapercibida. Pero él se rió despreocupadamente mientras acariciaba mi cara.
-Cásate conmigo – yo también me reí al escuchar el vago susurro con el que dijo aquello. Creí que me estaba tomando el pelo, pero su voz me interrumpió de manera más creíble -. Hablo en serio. Podemos esperar un poco si quieres, pero no veo la necesidad de perder el tiempo – añadió -.
-Deberías irte – le contesté pasados unos minutos durante los cuales intenté valorar su propuesta infructuosamente. Necesitaba un estado de ánimo mucho más estable para llegar a la conclusión de que planteármelo ya era una locura.
-Probablemente sí, pero voy a quedarme hasta que me respondas.
-No.
-¿No qué…? No te casas, no me contestas… – inquirió casi con un deje burlón.
-No me caso.
-Porque no me quieres, supongo… – dijo a modo de inciso.
-Sí, por eso.
-Me parece una decisión muy consecuente, querida – aceptó con una amable sonrisa antes de besarme la sien y abrazarme fuertemente.
-¿Te quedas aquí? – pregunté con curiosidad cuando sus piernas se hicieron hueco entre las mías cariñosamente.
-Por supuesto. No me perdería nuestra “última noche” por nada del mundo.
Iba a protestar por haberme dicho eso con el mismo tono de seguridad que había utilizado el viernes hasta hacer que mis nervios se saturasen. Pero no me quedó más remedio que reírme mientras me acomodaba, y contra todo pronóstico, me dormí rápidamente en brazos del Teniente Scholz.
-Erika… – su voz se coló en mi sueño algunas horas después hasta lograr despertarme, aunque no de un modo brusco, sino todo lo contrario -. Tengo que irme – me susurró cuando abrí los ojos. Estaba fuera de cama, vestido y acuclillado a mi lado.
-Vale… – acepté vagamente.
-¿Me das un beso? – Me apoyé sobre uno de mis costados y estiré el cuello para besar sus labios sin pensarlo. Inmediatamente después de hacerlo me dejé caer de nuevo sobre la almohada al pensar en lo poco que le hacía falta para hacerme meter la pata una y otra vez. Él se reía mientras sujetaba una de mis manos entre las suyas -. Te veré cuando vuelva, ¿puedo pedirte algo? – Asentí sin reparar en toda la gama de tonterías que podía pedirme, pero la petición no fue nada que me esperase en aquel momento -. No vayas a Berlín sola. Puedes darle las cartas para tu familia a Frank, él tiene que ir a menudo y sabes que es de fiar.
-Está bien – contesté sin intención alguna de cumplir su petición.
-Te quiero – dijo incorporándose antes de besarme en los labios.
No dije nada. Me limité a quedarme en cama mientras él se iba, y cuando estuve sola rodé hacia el lado en el que él había dormido para aspirar el olor que había dejado entre las sábanas mientras me maldecía por cometer la soberana tontería de quererle a pesar de la insensatez que suponía.
Tan sólo un par de días después estaba caminando entre las calles de Berlín, camino a ese cuchitril en el que dejaba constancia de toda mi labor desde que había llegado. Pero esta vez, mi corazón latía aceleradamente, y no era por las constantes amenazas de una lluvia de explosivos por parte de los ingleses – al fin y al cabo, ¿qué iban a hacer ellos después de que los alemanes hubiesen hecho lo mismo con Londres? -. Mi nerviosismo se debía a que en el sobre, junto con el informe de la semana, estaba mi dimisión y una petición formal para que se me proporcionase todo lo necesario para salir de allí. Sabía que sería difícil para mis superiores retirarme de un modo tan precipitado, pero adjuntaba un par de hojas en las que redactaba cuidadosamente que la situación con el Teniente Scholz se me había escapado de las manos y que éste, en un ataque de locura, me había pedido sin premeditación alguna que me casase con él. Junto con unas cuantas anécdotas más que dejaban entrever que comenzaba a “encariñarme” con él, tendría que ser suficiente como para que me procurasen una vía de escape.
La semana siguiente transcurrió para mí con implacable lentitud mientras me imaginaba lejos de allí en un corto periodo de tiempo. Me consumía la idea de no volver a ver a Herman y ahora me lo reconocía a mí misma sin ningún problema porque pronto desaparecería de aquel lugar para siempre y me olvidaría de él.
El día que tenía que volver a Berlín para dejar el informe de la semana, ni siquiera redacté tal informe. Daba por hecho que me estarían esperando para sacarme de allí o darme los papeles necesarios para hacerlo. De modo que metí en una maleta lo único que tenía que llevarme de la casa y salí hacia la ciudad convencida de que jamás volvería a pisar aquella casa.
Al llegar a la trastienda, me alegré al ver a un hombre de mediana edad. Casi se me saltan las lágrimas cuando me preguntó en francés si era Erika Kaestner y contesté nerviosamente lo que debía, dispuesta a volver a empezar donde hiciese falta. Lejos de Herman, por mucho que me doliese.
 
-Tenía muchas ganas de conocerla, señorita Kaestner – me dijo aquel hombre mientras recogía mi maleta y me acercaba una silla que sacó de la oscuridad.
-¿Por qué? – Quise saber emocionada mientras tomaba asiento y le observaba rebuscando en una carpeta de piel.
-¡Porque le ha robado usted el corazón a alguien que no lo tiene! – Me contestó entre risas pasándome unos papeles.
-¿Qué demonios es esto? – Pregunté escandalizada al comprobar que no era nada que me sirviese para poner pies en polvorosa.
-Me envían para negociar – me adelantó el hombre -. La situación es la siguiente. A lo que queda de Francia no le queda ni un solo franco, de modo que el servicio de inteligencia francés subsiste con suministro británico – su información me dejó helada, ¿cuánto tiempo llevaba yo trabajando para los británicos sin saber absolutamente nada? – No nos controlan ni nada parecido, sólo nos ayudan a mantenernos activos a cambio de proporcionarles los resultados de nuestras operaciones… usted ni siquiera tendría que ser puesta al tanto de algo así. Pero claro, su caso es especial…
-¿Qué quiere decir?
-Mire el contrato que le he facilitado y léalo con atención.
Obedecí y comencé a leer, arrepintiéndome inmediatamente de haber enviado aquellas hojas que justificaban mi dimisión. Esperaba una manera de salir de allí y en lugar de eso, me habían enviado un nuevo contrato. Uno en el que se establecía que yo sería objeto de prioridad absoluta para el departamento de inteligencia británico y para el francés. Eso supuestamente tenía que tranquilizarme si algo salía mal. Pero no lo hacía en absoluto, porque aquellos papeles recogían una cuestión comercial y yo sólo intentaba poner a buen recaudo mi vida personal, que nada tenía que ver con todo aquello a pesar de que se me recompensaría con una abultada suma de dinero por parte del Estado Británico y percibiría una sustanciosa pensión vitalicia por parte del Estado Francés en cuanto terminase la guerra a cambio de casarme con Herman.
-No voy a aceptar esto – le informé devolviéndole los papeles con mis temblorosas manos.
-¿Ha visto las cifras? – Me preguntó extrañado devolviéndomelos.
-Sí, pero no puedo aceptarlo porque no es cuestión de dinero… – dije intentando no derramar ninguna lágrima.
-¿Por qué? ¿Tiene idea de la gente que está pendiente de usted? Es una operación sin precedentes, podría hacer historia. Y eso sin mencionar su jubilación de lujo, no tendrá que volver a trabajar jamás…
-No me entiende – le interrumpí tratando de controlar mis nervios al comprobar que no iban a llevarme a ningún lugar – ¡necesito que me saquen de aquí porque me he enamorado de él!
El silencio invadió la estancia después de mi atropellada confesión. Esperé unos minutos más, a la espera de que me dijese algo y por fin se pronunció.
-Entiendo. Pero piénselo bien, no pueden sacarla de aquí de un modo seguro. Aunque hubiesen cedido a su petición, tardarían en sacarla de ahí una buena temporada, tal y como están las cosas -. Me levanté furiosa tirando las hojas al suelo y caminando de un lugar a otro para calmarme mientras el hombre seguía hablando -. Usted tiene la oportunidad de llegar más lejos de lo que nadie ha llegado jamás en su oficio.
-¡Gracias por su sinceridad! – Exclamé con sarcasmo mientras rebuscaba en mi bolso buscando mi pitillera – ¡Gracias por tener la bondad de reconocer que no pueden sacarme de aquí, pero en cambio, sí pueden darme dinero suficiente como para fundar mi propio país cuando termine la guerra!
-En un período de un año tras el final de la guerra – me corrigió.
-¿Y si ellos ganan la guerra? ¿Vendrán allí y me sacarán de todos modos?
-Sí, si usted así lo solicitase.
-¿Se cree usted que soy idiota? ¿Pretende que me crea que en ese caso van a venir a por mí para pagarme una estratosférica suma de dinero cuando no quede ni una sola libra después del capital que se está poniendo en juego con todo esto?
-Usted saldrá ganando de cualquier manera, Kaestner – admitió visiblemente tocado -. Si ganamos, tendrá su dinero. Y si ganan ellos, acaba de confesarme que está enamorada del Teniente Scholz. Usted ya estaría asentada en una familia adinerada y el caos para la parte derrotada será tan tremendo que en ese caso, usted sería libre para hacer con su vida lo que le viniese en gana.
Traduje su irritante contestación como una burda invitación para que me quedase en Alemania con Herman y con toda aquella alta sociedad asociada al partido. Eso sí que era congruente, ¡pasarme al enemigo como quien no quiere la cosa!
-No voy a hacer esta locura – protesté nuevamente recogiendo los papeles del suelo y echándoles un último vistazo -. ¿Qué coño significa esto de que seré objetivo de máxima prioridad en cuanto a seguridad, observación y seguimiento? ¿De qué va a servirme si él se entera de algo y me pega un tiro mientras duermo?
-No se le ofrece una suma de dinero de tal magnitud por decir “sí, quiero” y dedicarse a una vida conyugal normal. Todos sabemos que se juega usted el pescuezo de una manera bastante importante.
Curiosamente, lo que me podría pasar si Herman me descubría, era casi la que menos me importaba. Estaba irracionalmente convencida de que ni siquiera me pondría la mano encima si eso ocurriese. Aunque si me entregaba a las autoridades en lugar de ocuparse él mismo, sí que tendría que preocuparme. Sólo pensaba que si algo salía mal en ese sentido, no querría volver a verme jamás y eso sí que me aplastaba, porque estaría decepcionado y dolido conmigo. No sería como si yo desapareciese antes de que volviese, como tenía pensado hacer. Me odiaría durante el resto de su vida.
1301917059_lena_nicole_3210_6-Mire. Mientras no le explique todo con detalle, no puedo moverme de esta ciudad. Y no me gusta demasiado porque la Royal Air Force va a bombardearla en un par de días, así que tome asiento y escuche con atención – me senté solamente para que él pudiese irse, y porque después de todo, no había que ser muy avispada para reconocer que aquél no era un buen momento para pensar -. Se llevará el contrato y lo sopesará debidamente. Tómese el tiempo que considere necesario y si va a hacerlo, sólo tiene que firmarlo y llamar al teléfono que figura en la hoja número tres. Identifíquese y diga que necesita la documentación para una operación especial de la que ya están pendientes. Nadie le preguntará nada, simplemente se le remitirán los papeles necesarios para contraer matrimonio. Deberá recogerlos en esta dirección y dejar allí el contrato firmado – dijo sacando un papel del bolsillo interior de su abrigo –. A partir de ahora, éste es el nuevo punto de encuentro, ya que el actual quedará inutilizado después del bombardeo previsto…
-¿La semana que viene debo ir aquí? – Le pregunté recogiendo la dirección.
-Sí. Se trata de un taller que cerró hace un par de meses, debe entrar por la puerta trasera y dejar los informes en una taquilla que encontrará en una de las oficinas – asentí y él continuó hablando -. Si no firma, sus órdenes son las mismas hasta nuevo aviso y si firma, debe adjuntar un informe con todos los datos de la boda en el sobre de la correspondiente semana. Su padre morirá un par de meses antes del enlace y su hermano y su cuñada emigrarán a Norteamérica. Eso debería ser suficiente para excusar a su familia.
-Norteamérica amenaza con entrar en la guerra en contra de Alemania, ¿no pueden ir a otro lugar?
-Pretendemos que se olviden de sus familiares. Si se van a un país que se haya declarado no beligerante o afín al régimen, podrían estar interesados en visitarles, ¿a dónde quiere llevarles en ese caso?
Me reí despreocupadamente pensando que de todas las locuras que me habían sucedido a lo largo de mi vida, aquella era sin duda la más inverosímil. El hombre rebuscó de nuevo en su carpeta de piel y me dio unas fotografías que parecían tomadas desde un avión.
-Es el nuevo proyecto de la Nueva Alemania – me informó con una voz opaca – pretenden agrupar en estos campamentos rurales a los prisioneros de guerra o a todo aquel que se interponga en la depuración racial del Führer. Les someterán a cualquier tipo de trabajo del que puedan sacar provecho para ayudar a financiar la guerra. Pero no nos engañemos, las condiciones que esperan a esa gente aceleran la necesidad de terminar con todo esto, señorita Kaestner. Su amigo va a formar parte de la dirección de uno de ésos, y ya se sabe que las esposas acuden al lugar de trabajo de sus maridos en algunas ocasiones y que tienen acceso a innumerables secretos de alcoba.
-Pues que no le extrañe si en ese campamento en concreto se les concede incluso una hora de rigor para comer…
-¿Perdón?
-Oiga, ya sé que después de lo que le he dicho va usted a cuestionar lo que voy a decirle, pero Herman Scholz no es como los demás – tenía pensado argumentarle un poco mi afirmación mencionándole algún detalle o comentario de Furhmann o de cualquiera de los amigos del difunto Coronel que se dejaban caer por la casa, pero la carcajada de mi interlocutor inundó la habitación -. No le estoy disculpando, sólo le estoy diciendo que no es tan radical como los demás. Independientemente de lo que se haya visto obligado a hacer al hallarse en una guerra, como todos los demás. ¿O es que los ingleses lanzan flores desde sus aviones?
-¿Me está hablando así para que la saque de aquí? Porque sabe que si reporto lo que acaba de decirme probablemente lo hagan.
-Esperaré ansiosa – le respondí sarcásticamente a sabiendas de que no se iba a tomar la molestia mientras le devolvía las fotografías -. Tengo claro cuál es mi bando, por eso he presentado mi dimisión y solicitado mi retirada.
-En ese caso ya sabe usted que tanto su dimisión como su petición de retirada han sido rechazadas. Y tiene suerte de que todavía puedan enviar a alguien para negociar con usted – me dijo casi restregándomelo -. Yo ya le he dicho lo que tenía que decirle. Si acepta un consejo, déjeme decirle que es mucho dinero y que valdrá más después del conflicto. Esto es un negocio, no se quede sin su parte. Y si finalmente lo hace, no cometa la tontería de fiarse de alguien como él, por mucho cariño que le tenga. Le deseo mucha suerte, señorita Kaestner.
-Tómese un té mi salud cuando llegue a Inglaterra… – susurré cuando perdí de vista la silueta de aquel hombre.
Me levanté lentamente, recogí mi maleta del suelo, guardé el contrato que me evitaría cualquier problema económico hasta el fin de mis días si me casaba con Herman y salí de nuevo a la calle, resignada a volver a la casa de los Scholz.
Una semana, tenía una semana antes de volver a ver a Herman, lo que suponía una semana para pensar con claridad. Sólo que ahora, el mismo tiempo que me había pasado tan lentamente desde que había remitido una dimisión que había terminado en saco roto, se me antojaba un espacio de tiempo sumamente escaso para sopesar debidamente todos los factores que tenía que barajar para decidir qué cojones iba a hacer. Me sentí tan sumamente perdida que no me hubiese importado en absoluto que uno de aquellos anunciados proyectiles ingleses me impactase de lleno desde el cielo y me barriese del mapa. Pero nada parecía ponerse de mi lado, y lo único que había en el cielo era un montón de nubes densas.

 

Mas relatos míos en:
 

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Relato erótico: “De perra en celo a ser una cachorrita a mi servicio” (POR GOLFO Y ELENA)

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verano inolvidable2Este y todos los relatos de esta serie que están por venir consisten en las vivencias reales de Elena, una pelirroja con mucho morbo que me ha pedido ayuda para plasmarlas en relatos. Si quereís contactar con la co-autora podéis hacerlo a su email:  pelirroja.con.curvas@gmail.com.

También quiero aclararos que, aunque no son fotos de ella, lo creáis o no la modelo se parece mucho a Elena. Solo deciros que en persona sus tetas y su cuerpo son todavía más impresionantes.

sin-tituloCapítulo 1

Como tantos otros días después de mi divorcio, esa mañana me había despertado solo en mi cama y siguiendo la rutina diaria me había metido a bañar. Bajo la ducha la erección matutina que lucía mi entrepierna se hizo todavía más dolorosa al recordarme la larga temporada que había permanecido a dieta.
«Joder, necesito una mujer», pensé mientras llevaba mi mano hasta mi pene. Cual adolescente empecé a imaginar que era una zorra la que me estaba pajeando. Era tal mi calentura que no tardé en correrme pero eso lejos de tranquilizarme, me cabreó al saber que eso tenía que cambiar y que tenía que buscar alguna alma caritativa que se apiadara de mí, convirtiéndose en mi amante.
Desesperado por mi soledad, me vestí y cual autómata salí a trabajar. El continuo colapso del tráfico de Madrid no hizo más que empeorar mi estado de ánimo y con un humor de mil demonios llegué a mi oficina.
«Menuda mierda de vida», susurré para mí al encender el ordenador de mi mesa mientras pensaba que a pesar de mi buena posición económica, me sentía un desgraciado.
Afortunadamente el día a día consiguió relegar mi angustia vital a un rincón de mi cerebro, rompiendo así la espiral autodestructiva en la que estaba inmerso. Eran cerca de las dos cuando decidí que ya estaba bien y que me merecía un descanso. Rutinariamente me despedí de mi secretaria y cogiendo el ascensor, salí de la oficina rumbo a la calle.
Acababa de pisar la acera cuando de repente vi a una estupenda pelirroja que caminaba dirección al portal del que acababa de salir. El profundo canalillo que lucía su escote me hizo fijarme en ella.
«Dios, ¡qué buena que está!», sentencié al girarme para verle el trasero.
Duro y grande era el complemento perfecto a los enormes pechos que me habían impactado y haciendo como si se me hubiese olvidado algo, volví a entrar al edificio tras ella.
«¿Trabajará aquí?», me pregunté mientras recreaba mi mirada en el sinuoso movimiento de ese culo.
La mujer ajena al examen del que estaba siendo objeto, llamó al ascensor sin fijarse en mí.
«¡La madre que la parió! ¡Quién la follara!», me dije al observar que esa treintañera además de tener un cuerpo cojonudo, era guapa.
Su belleza era atípica para una española. Su pelo rojo y su piel blanca la hacían más propia de un país nórdico. Por ello me sorprendió su acento madrileño cuando ya dentro del elevador, me preguntó a qué piso iba.
―Al sexto― contesté sin poder retirar la vista del lunar que lucía sobre su boca. La sensualidad de esa marca de nacimiento se veía magnificada por sus labios sensuales y por la calidez de su mirada.
Tratando de evitar que notara la atracción que sentía por ella, retiré mis ojos e hice como si leyera un whatsapp. No sé si se percató de algo pero justo cuando se bajaba en el segundo piso, se despidió diciendo:
―Hasta mañana― dando por sentado que íbamos a vernos frecuentemente.
Dando por sentado que ese bombón debía de trabajar en esa planta, dejé que el ascensor se cerrara para marcar al tercero. Una vez allí, salí corriendo escaleras abajo con la esperanza de ver en qué oficina se metía. El destino quiso que me diera tiempo y esperé a que se entrara para acercarme a ver la empresa en la que trabajaba.
“BLUE IMPORTACIONES. Horario de 9 a 20 h” ponía en la puerta.
Lo creáis o no, dejé para un mejor momento el almuerzo y volviendo a mi despacho, me puse a indagar sobre esa compañía. Encerrándome en mi cubículo, averigüé no solo que se dedicaba a traer productos de china sino también el nombre de esa diosa.
«Elena, se llama Elena», suspiré mientras releía su curriculum. Así me enteré que tenía treinta y seis años, que había estudiado en la complutense y que era madre de una hija.
«¡Qué putada! ¡Está casada!», maldije al enterarme que llevaba ya seis años fuera del mercado. Cabreado, cerré el ordenador y me fui a comer.
Ya en el restaurante, el recuerdo del vaivén al que se veían sometido esos dos melones cada vez que su dueña daba un paso, me hizo soñar con ser su amante. En mi mente me vi mordiendo sus ubres mientras ella no paraba de gemir, sin saber que desde ese momento esa mujer se convertiría en mi obsesión.
«Me ha puesto como una moto», reconocí con disgusto al sentir como bajo el pantalón, mi apetito crecía sin control.
Ya de vuelta a mi trabajo, me resultó imposible el concentrarme y viendo que no podía dar un palo al agua, tuve que encerrarme en el servicio para masturbarme y así poder aminorar mi calentura. Desgraciadamente, a pesar de las dos pajas que me hice en su honor, no podía quitármela de la cabeza y sin ser consciente de adonde me iba a llevar eso, decidí esperarla a la salida…

Capítulo 2

A las ocho menos diez ya estaba aguardando en la acera de enfrente su salida. No tenía ni puta idea de que iba a hacer, solo sabía que necesitaba verla otra vez. Ya habían pasado veinte minutos cuando la vi aparecer y disimulando frente a un escaparate, esperé a que tomara dirección al metro para seguirla.
Manteniendo una distancia prudencial, observé que se dirigía hacia uno de los andenes. Por la hora, casi no había usuarios en esa estación y no queriendo ser descubierto, aguardé en una esquina a que el tren llegara. Mientras esperábamos, un joven se le acercó y tras darle un buen repaso con la mirada, se colocó a su lado. Confieso que me extrañó que esa mujer no se quejara cuando el chaval se puso tan cerca pero creyendo que estaba viendo moros con trinchetes, me olvidé de eso hasta que vi que al entrar en el vagón, el muchacho le ponía la mano en el culo.
«¿Intervengo?», me pregunté al ver el osado manoseo en plan caballero andante.
Gracias a dios que todavía me lo estaba pensando porque esa pelirroja en vez de cruzarle la cara con una bofetada, pegó su pubis a la entrepierna de su agresor y ante mi sorpresa se puso a restregar su coño contra el bulto del chaval.
«¡No puede ser! ¡Se lo va a montar con ese desconocido!», exclamé mentalmente al notar que esa mujer estaba ansiosa de probar lo que se escondía bajo su pantalón.
Sentando al final del mismo vagón que la pareja, me quedé mirando como el chico empezaba a acariciarle los pechos mientras le susurraba que era una puta. A pesar que debía saber que tenía público, ese insulto excitó de sobre manera a la pelirroja. La mejor muestra de su calentura fue que llevando las manos a la bragueta del muchacho, sacó su pene del encierro y arrodillándose ante él se lo empezó a mamar.
«No me lo puedo creer que esto esté pasando», pensé al ver cómo esa mujer se introducía el pene del crío hasta el fondeo de la garganta y con envidia de él fui testigo de la maestría mamando de esa zorra.
Ya estaba lo suficientemente alucinado que fuera capaz de hacerle una felación en un lugar público cuando de improviso, esa pelirroja se levantó el vestido y separando con sus manos el tanga rojo que llevaba, de un solo golpe se incrustó el aparato de su amante en su interior.
―¿Te gusta?― escuché que le decía mientras ponía a su disposición sus pechos.
―¡Sí!― murmuró el aludido mientras correspondía al regalo mordiendo los pezones de la mujer.
La escena me calentó de sobre manera y mientras la calidez de su cueva envolvía el falo del muchacho, saqué mi verga y cual sucio voyeur, me puse a pajear. Ajenos a ser observados, vi que la tal Elena forzando el movimiento de sus caderas conseguí que ese estoque se clavara en su sexo a un ritmo infernal.
―¡Sigue follando!― aulló al sentir los primeros síntomas de su orgasmo.
Fue impresionante ser coparticipe, del modo en que, berreando como cierva en celo, todo su cuerpo convulsionó sobre las rodillas del joven mientras no dejaba de gritar.
―¡Qué gusto!― chilló e incrementando mi alucine, se levantó del asiento y dándose la vuelta se encajó nuevamente ese pene en su vagina, dejando que fuera plenamente visibles para mí sus pechos rebotando arriba y abajo.
«Sabe que la estoy mirando», dije plenamente convencido al comprobar que se mordía los labios mientras fijaba sus ojos en mí.
Para entonces la propia lujuria del chaval le hizo pellizcar esos dos rosados pezones con dureza y la pelirroja en vez de quejarse, aulló complacida por el duro trato y desquiciada por entero, le rogó a voz en grito que continuara torturando sus areolas mientras desde mi asiento pajeaba yo mi sexo con un meneo endemoniado.
El crío complaciendo a su supuesta víctima, se los estrujó sin piedad mientras la mujer saltaba empalándose una y otra vez sobre su sexo. Comprendí que Elena se había corrido cuando echando la cabeza hacía atrás, besó los labios de ese desconocido y desmontando, se empezó a acomodar el vestido.
Una vez acicalada, se me quedó mirando y aprovechando que el metro había parado en la siguiente estación, con una sonrisa, se despidió de mí diciendo:
―Mañana te veo al gimnasio del edificio.
Sus palabras me dejaron tan acojonado que apenas tuve tiempo de cerrar mi bragueta, antes que el vagón se llenara de universitarios saliendo de clase.
Sintiéndome un vulgar pajillero, rehíce el camino y volví a mi oficina para recoger mi coche. La humillación que me acogotaba se incrementó al meterme en su interior y casi llorando, aceleré como un autómata rumbo a mi casa.
«¿Qué cojones pasa conmigo?», me pregunté muerto de vergüenza, «Elena debe de pensar que soy un degenerado».
Sé que parece ridículo y que la que realmente debía de sentirse abochornada era esa mujer, porque no en vano la había sorprendido dando rienda a su lujuria en mitad de un vagón del metro, pero lo cierto es que me repugnaba mi actuación y aunque esa zorra prácticamente me había invitado a seguirla al día siguiente, decidí que pasara lo que pasase no acudiría a la cita.

Para contactar con la coautora: pelirroja.con.curvas@gmail.com

 

Relato erótico: “Viviana 16” (POR ERNESTO LOPEZ)

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el-elegido2Mandamos a Mierda a que se quitara el conjunto de castigo y pudimos ver sus tetas y su pubis bañados en sangre, sin-tituloViviana presurosa lamió bastante de esta antes de mandarla a bañarse

Ya un poco más relajados prestamos atención a la película mientras jugábamos un rato en la cama entre los tres. En la pantalla la cosa había ido in crescendo: los tipos garchaban como animales a las dos chicas que parecían juguetes en sus manos, las acomodaban como querían y le metían varias pijas al mismo tiempo, a veces dos en el mismo agujero.

Se me ocurrió mostrarle a Viviana como había avanzado con su madre en la dilatación anal, me encremé la mano y orgulloso dije, “mirá lo que logre con tu vieja, le cabe toda la mano” pasando del dicho al hecho metí mi mano en su orto sin demasiada dificultad.

No muy contenta Viviana dijo: “veo que se han divertido en mi ausencia, sobre todo esta vieja puta que debe estar feliz que alguien la atienda, ahora yo me ocuparé”

La dejé hacer, puso a la vieja en cuatro, le hizo separarse bien las nalgas con sus propias manos y metió una mano hasta medio antebrazo, al tener las manos más chicas que las mías entró sin dificultad.

Comenzó un mete y saca bastante rápido, a veces sacaba por completo la mano que tenía el puño cerrado y lo volvía a meter cada vez un poco más adentro hasta que casi llegaba al codo.

Burlándose cruelmente Viviana dijo. “ves, así se hace, a las vacas les gusta que les metan las manos bien adentro, ¿Qué se dice Mierda?

Y esta contestó llorando: “muchas gracias ama”

Me di cuenta que Viviana se la estaba llevando demasiado fácil, así que les die a ambas. “bueno, llegó el momento que se ganen la noche, quiero plata pero se la deben ganar ustedes, no los putos cornudos de sus maridos. Así que se visten de putas y se hacen coger o lo que sea, pero no vuelven acá con menos de $ 1000 cada una”

Esa suma en aquella época era al menos 3 o 4 veces lo que cobraba una puta, con lo cual iban a tener bastante trabajo en reunirla. Cuando estuvieron vestidas apropiadamente revisé sus carteras, les deje sólo los documentos y puse unos cuantos condones.

Luego les di las últimas instrucciones: “pueden hacer lo que sea para ganar esa plata, pero ni se les ocurra volver antes de juntarla. Eso si, si las cogen que sea con forro y después se los quitan ustedes al tipo y los traen. La que vuelva primero tendrá un premio y la otra por supuesto recibirá un castigo”

Salieron ambas raudamente, ninguna quería perder tiempo y ser castigada. Mierda vivía en el barrio de Flores que es una zona donde suelen haber mucha prostitución callejera y en hoteles por hora que sirven como prostíbulos, así que era una tarea bastante fácil conseguir clientes. Mientras yo me tire un rato en la cama y tomando un whisky me quedé dormido.

Como a las dos horas o un poco más llegó Mierda, al ver que lo hizo antes que su hija no pudo ocultar su alegría y empezó a llorar como una perra para pedir la palabra.
-“Dale, hablá”

-“Muchas gracias amo, parece que cumplí con la tarea antes que la Ama Viviana, ¿verdad?”

-” Si, vos llegaste primera” respondí, contento porque había llorado para pedir la palabra y llamaba a su hija: “Ama Viviana”. Aprendía rápido y era muy sumisa.

-“Acá le traje la plata y todos los forros usados amo” Abrió la cartera y había bastante más dinero del que le había ordenado juntar y gran cantidad de condones.

-“¿Cómo hiciste para juntar todo eso tan rápido?

-“Salí y empecé a caminar por una calle oscura donde siempre andas las putas, supuse que los clientes buscarían por allí. Al poco rato se detuvo un auto con dos muchachos jóvenes, pensé que querían burlarse de una puta vieja, no imaginaba que me elegirían para coger, pero me equivoque; uno sacó la cabeza por la ventanilla y me dijo: andamos buscando una puta para animar una fiesta, somos más de 10, si te dejas por todos te damos buena plata. Acepté de inmediato me subieron en el auto y me levaron a una casa no muy lejos”

-“¿No preguntaste que te iban a hacer ni cuanto pagaban’”

-“No, sólo me importaba conseguir el dinero y si eran muchos juntos sería mejor”

-“Bueno dale, contame que te hicieron”

-“ Cuando llegamos había un salón grande con un montón de gente, muchos más de 10, la mayoría eran hombres pero había también varias chicas, música, unos colchones tirados por el piso y mucho alcohol. Los dos que me habían levantado gritaron a los presentes: Trajimos una puta para divertirnos, los que se la quieran coger vayan haciendo fila”

-“¿No te asustaste, no tenías miedo de lo que te hicieran”

-“No parecían peligrosos, eran muy jóvenes, algunos adolescentes, y había tanta gente que era difícil que alguien me lastimara”

-“Bueno seguí contando”

-“Uno tomó coraje, me llevó hasta un colchón y me cogió delante de todos, lo único que le pedí es que usara el forro que le di. Cuando acabó le dije que eran $ 200, me los dio sin problema. Y así seguimos un buen rato, en total me habrán cogido unos 10, incluidas un par de chicas que me hicieron que las masturbe y les chupe la concha, fue muy lindo”

-“ ¿ Y a todos les cobraste?”

-“Si, a todos, pero a las chicas les cobré menos porque no hubo penetración, aunque una , la más chancha, se puso a hacerme un 69. Yo estaba con mucho flujo después de coger tanto pero no le hizo asco y me empezó a chupar mientras yo hacía lo mismo con ella. Después me preguntó si me podía meter una botella, le dije que si pero por el culo que lo tenía más descansado”

-“¿Te la metió por el pico o por la base”
-“Por el pico, empujo bastante pero no llego a meter la parte gruesa, lástima”

Evidentemente ya estaba totalmente emputecida, había hecho de puta cerca de su casa, cogido en público con un montón de gente y se lamentaba porque no le habían metido más adentro una botella en el orto.

La mandé a bañarse, estaba a la miseria con tanto sexo; volvió toda contenta y lloró pidiendo la palabra: ¿qué quiere que haga Amo mientras llega Ama Viviana, quiere cogerme tal vez o que se la chupe un poco?

Me gustó que a pesar de haber cogido con más de 10 tipos todavía le quedaran ganas de hacerlo conmigo, evidentemente se había transformado en una adicta, le di el gusto y la puse a chupármela tratando de no acabar.

Pero la muy turra aprendía rápido, me la chupaba hasta el fondo, metiéndosela hasta la garganta y llenándola bien de saliva, no pude aguantar y le acabé en la boca mientras sostenía su cabeza contra mi pelvis. En cuanto pudo respirar dijo sonriendo. “muchísimas gracias Amo, fue hermoso”

Seguimos tomando un whisky y mirando una película donde en un convento unas monjas viejas castigaban sin piedad a unas jovencitas y las hacían coger por unos tipos muy desagradables.

Se me ocurrió preguntarle: “¿Qué sentís cuando vez estas escenas?

-“ Envidia, me gustaría ser protagonista, o las monjas viejas que castigan o las jóvenes que lo reciben”

-“¿Y cual te gusta más?

-“ En este caso las viejas, están gozando como locas aprovechándose de las pibas”

-“¿Y a quien te gustaría castigar’”

-“ La verdad me da vergüenza confesarlo porque es mi Ama , pero me gustaría poder darle a Viviana”

O sea que no le parecía mal por ser su hija sino porque entendía que era su Ama y debía someterse a ella; esto me dio una idea:

-“Bueno, se te va a cumplir, cuando vuelva Viviana y después que yo le aplique mi castigo por perder, la vas a tener a tu disposición hasta que tenga que irse en la mañana”

Se tiró a mis pies y comenzó a besármelos como loca, no cabía en si misma de tanta alegría.

Al rato llegó Viviana, también se la veía bastante cansada de su labor y se puso peor cuando se dio cuenta que Mierda le había ganado la competencia, pero como buena sumisa me entregó el dinero y los condones usados y preguntó: ¿qué debo hacer Amo?

CONTINUARÁ

 

Relato erótico: La señora ( El exilio) ( POR RUN214)

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TODO COMENZÓ POR UNA PARTIDA2

UN LUNES CUALQUIERA. EL EXILIO

   Sin-t-C3-ADtulo43          Lo habían perdido todo. La ley que salvaría las empresas de Eduard Brucel, finalmente no se aprobó. Ahora conducía un carro destartalado acompañado de su familia y unas pocas pertenencias.
 Bethelyn viajaba en silencio. Continuaba absorta en sus pensamientos. Había sido una mujer rica y feliz pero eso ya formaba parte del pasado. En una semana la relación con su amante había acabado de súbito, su hijo la había violado varias veces, se había dejado follar por el más sucio de sus criados e incluso había tenido que lamerse el coño con su ama de llaves. Hundió la cabeza entre las manos. Sentada en aquella carreta de mala muerte.
 Recordó el día posterior a la noche con Janacec. Lo primero que hizo por la mañana fue buscar a su ama de llaves. La encontró en la cocina tal y como suponía, trasteando en la despensa.
-¿Qué haces aquí Elise? –Preguntó enfadada.
-Oh, señora. Me ha asustado.
-No trates de esconderlo.
-¿Como?
-Dámelo.
-¿Señora? No se de que me habla.
 Se acercó a su ama de llaves y le habló con palabras llenas de hiel.
-Esta noche, el hombre más repelente y asqueroso que te puedas imaginar me ha follado por el coño y por el culo en ese orden y ¿Sabes qué? Me he corrido con él. ¿Cómo es eso posible Elise? ¿Cómo he podido disfrutar con semejante individuo mientras contenía las ganas de vomitar?
La criada temblaba como una hoja. Finalmente sacó un frasco del bolsillo y se lo entregó.
-¿Cómo has podido? –Escupió Bethelyn.
-El señor Janacec me lo dio para que lo vertiera en sus bebidas.
-Eso ya lo imaginaba. Pero ¿Por qué lo hiciste?
-Me pagó mucho dinero…
-¡Mentira! No ha sido por eso. A ti no te hace falta dinero.
Una sonrisa fugaz apareció por un instante en el rostro de su ama de llaves.
-Sabía a qué había venido ese señor y para qué servía el frasco. Vertí todo el contenido. Solo fue algo inocente.
-Me estado corriendo mientras me llenaba de semen ese gusano repelente y mi marido se ha follado a mi hija como un búfalo desbocado. ¿Me dices que es algo inocente?
-¿Su… su hija? Yo no pensé que ella…
-Sabías a qué había venido el señor Janacec, bien. ¿Sabes también por que razón me he dejado follar por él?
-Por la misma que lo hizo conmigo, supongo… -Tragó saliva. -Los gustos de su marido…
-¡No! –Explotó Bethelyn. -Estábamos bajo chantaje. Yo debía dejarme follar por ese gusano y mi marido tan solo tenía que tener la polla dura dentro de la boca y del coño de mi hija. Pero gracias a ti y tu afrodisíaco de mierda, mi marido se puso como un mandril en celo y terminó montándola y corriéndose dentro. ¡Lo más probable es que la haya preñado, joder!
-N…No sabía…
-Estamos arruinados. –Comenzaba a llorar. –Lo hacíamos para recuperar nuestro dinero.
-¿Arruinados? Yo…, no lo sabía…., pensé…, solo era una pequeña venganza.
-¿Venganza? ¿Por lo de la otra noche contigo?
-N…No. –Se recompuso en un porte serio y levantó la cabeza. -Por follarse a mi marido.
Se quedó estupefacta.
-¿Como sabes que tu marido y yo…?
-Olía a estiércol de caballo cuando me crucé con usted en la entrada principal. Toda su ropa olía a estiércol de caballo cuando la recogí más tarde de su dormitorio para lavarla. Incluidas sus bragas.
Bethelyn puso los ojos en blanco.
-Fue por culpa de tu marido. Me chantajeó. Tuve que dejarme follar por el y por tu hijo.
-¿Mi… mi hijoo? ¿Mi hijo ha follado con usted? Dios mío. –Elise retrocedió 2 pasos con la mano en el pecho. -¿Pero usted sabe lo que ha hecho?
-¿Lo que he hecho? Lo que me han hecho ellos a mí. Los 2. ¡Por delante y por detrás!
-No puede ser cierto que le haya dejado follar.
-Tu hijo, tu hijo, tu hijo ¿¡Y qué pasa conmigo!?
Elise casi no la oía. Se apoyó en una balda y comenzó a respirar agitadamente.
-¿Qué te pasa? ¿Por qué te pones así? –inquirió Bethelyn.
-No me pasa nada, pero no debería haberlo hecho.
Aquí pasaba algo muy raro.
-Elise… -Titubeó Bethelyn. –Respóndeme. -Tomó aire y habló muy despacio. -Lesmo no es hijo de tu marido ¿Verdad?
-¿P…Por qué lo dice?
-Porque tengo mis sospechas sobre quien es su padre. De hecho, creo que sé por qué te pones así.
Entonces Bethelyn sacó algo del bolsillo y se lo ofreció.
-Toma, coge esto, si no estoy equivocada te hará falta.
– · –
Garse paseaba inquieto por su habitación. Estaba enfadado, muy enfadado. Vivía con sus abuelos desde que sus padres le echaron de casa. Era una mansión señorial mayor que la de sus padres. La vida allí era incluso mejor que antes salvo por algún que otro detalle.

Su abuela, que había entrado para hablar con él, le veía pasear con furia de un lado a otro.011

-¿Me quieres decir que te pasa?
-Nada abuela, no me pasa nada.
-¿Entonces por que estás así?
-¡Déjame en paz!
-No me hables así mocoso.
-Te hablo como me da la gana.
La bofetada hizo que se parara en seco. Se llevó la mano a la zona dolorida y miro a su abuela como quien ve por primera vez pasar el tren.
-Y ahora contéstame. ¿Por qué estás enfadado?
Garse la miró con odio.
-Porque en esta casa no hay coños, joder.
Su abuela se puso tiesa como si le hubieran metido un paraguas por el culo.
-Niño insolente. ¿Qué forma de hablar es esa?
-La de alguien que se pasa todo el día haciéndose pajas. Estoy hasta los cojones, quiero follar pero en esta casa solo hay rabos. Mayordomos, lavanderos, cocineros… mierda. ¿Es que en esta casa no hay ni un solo coño?
-¡Basta de hablar así, impertinente!
-Hablo como me da la gana. Seguro que la idea de rodearte de pollas es tuya, bruja.
Aurora, la abuela de Garse, se puso colorada y puso unos ojos como platos como si hubiesen abierto el paraguas del culo.
-¿Sabes porque no hay coños en esta casa, niño consentido?
Garse aguardó la respuesta.
-Porque el cerdo de tu abuelo se los follaba a todos y me cansé de consentirlo.
-Ya veo. –Escupió sus palabras. -Ahora los rabos te follan a ti ¿eh, zorra? Te aprovechas de que el abuelo no esté en casa, putón.
Su abuela levantó la mano amagando un nuevo golpe. Garse volvió a llevarse la mano a la zona dolorida y retrocedió un paso. Miraba a su abuela con los ojos entrecerrados. Lanzaba fuego con la mirada.
-Así que el único coño que queda aquí es el tuyo.
Bajó la vista deteniéndose en sus tetas y prosiguió hasta llegar a su falda. Su abuela, tragó saliva y se cubrió el cuerpo instintivamente con las manos.
-Ya veo de quien has heredado los genes, pequeño pervertido.
Entonces Garse avanzó un paso hacia su abuela al mismo tiempo que su abuela retrocedía otro.
Aurora, la abuela de Garse y madre de Eduard comenzó a sentir miedo. Ese muchacho ya no era su nieto, su ojo derecho. Se había convertido en un demonio, como su abuelo. Se lanzó a correr hacia la puerta pero Garse se abalanzó sobre ella antes de que pudiera alcanzarla y cayeron al suelo.
-¡No! Déjame ¿Que haces? Soy tu abuela.
-Tranquila abuelita que no te voy a comer.
Forcejeó con ella hasta colocarse encima con el cuerpo entre sus piernas.
-Vamos abuelita enséñame el coño, anda.
-¿Qué dices? Suéltame degenerado.
-Solo quiero follar. Déjame metértela en tu coño. Hazlo por tu nieto. ¿Que te cuesta?
-Estas enfermo. ¡Suéltame!
-Seguro que tienes un coño suave y peludo ¿verdad abuela?
Aurora continuó forcejeando inútilmente. Él era más fuerte. Sus manos la sobaban de arriba abajo. Sus faldas volaron y una mano se coló bajo sus bragas. Se mordió la lengua cuando notó unos dedos hurgar entre sus pliegues. Sintió como la exploraba por dentro. De nada servía su resistencia.
Sus bragas volaron. Sintió el cuerpo caliente de su nieto sobre ella, entre sus piernas. Notó como su nieto frotaba su polla contra ella, lo notaba por las ingles, por su pubis, estaba excitado, muy excitado. Intentaba cerrar las piernas y quitárselo de encima pero era imposible.
Le empujó e intentó arañarle la cara y la mismísima polla pero al final cedió. Era inútil luchar, siempre lo era, se rindió una vez más en su vida. No lloró ni imploró. Se dejó hacer pacientemente en silencio con la cara contraída mientras Garse hurgaba entre sus muslos y desabrochaba su escote. Allí tumbada en el suelo con su nieto entre sus piernas y sus tetas al aire.
Le folló el coño despacito. No tenía prisa. Se había hecho muchas pajas y quería tomarse su tiempo ahora que de nuevo disponía de un coño para follar. Una mala follada es peor que una buena paja, por eso ese tipo de cosas se debían hacer con calma.
Aurora tenía las piernas completamente abiertas y las bragas colgando de un tobillo. Sus tetas no estaban nada mal. Eran grandes como las de su madre. Disfrutó lamiéndolas y amasándolas.
Se corrió dentro. El coño de su abuela le recordaba al de su madre, negro y espeso. Por dentro era calentito y suave, ideal para su polla que entraba y salía fácilmente. Cuando acabó, se levantó y se subió los pantalones con una sonrisa de satisfacción en la cara.
Su abuela le miró mientras su nieto se guardaba la polla y se vestía. Aurora tenía el rostro contraído en una mueca de asco y sorpresa. Ella también comenzó a vestirse. Se subió las bragas y se recompuso el vestido en silencio. Se abrochó el escote y se fue hacia la puerta.
Garse estaba ufano. La próxima vez se lo haría por el culo. Le encantaba meterla por el culo. ¿Habrían follado a su abuela por el culo antes? Esa bruja debería ser más considerada con él. Tenía tetas, culo y un coño que solo utilizaba para mear. Él tenía sus necesidades. No era justo.
Aurora se giro antes de salir del cuarto.
-Solo había venido a decirte que tu hermana llegará hoy.
-¿Berta?
Hacía mucho tiempo que no veía a su hermana. Seguro que ya era toda una mujercita. Con sus tetitas y su coñito peludín. ¿Cómo sería el coñete de su hermana? Pronto lo averiguaría. De repente iba a tener 2 coños a disposición, uno maduro y otro fresco como una lechuga.
-Tu padre y tu madre vienen con ella.
-Mi… ¿padre?
Se asustó tanto que se le metieron los pelos del culo para dentro. Mierda, joder. Si su abuela se iba de la lengua era hombre muerto. Su padre casi le mata por follarse a su mujer. Ahora se había follado nada menos que a su madre y no tenía nada con que chantajearla para mantener su silencio. Menudo estúpido había sido. Su abuela iba a cantar y él y sus huevos iban a convertirse en tortilla de gilipollas. Se golpeó la frente con la palma de la mano. Solo piensas con el pito Garse.
-Abuela… ¡Es…espera!
– · –
Cuando los padres de Garse llegaron, él no se atrevió a salir a recibirles. En lugar de eso se quedó escondido en su cuarto. Si su abuelo estuviera en casa le defendería. Siempre lo hacía. Era un tipo inteligente y práctico, de los que ya no quedan. Su abuelo pensaba como él. Las mujeres solo son coños a disposición del hombre que los quiera follar, punto. Si su padre pensaba otra cosa es por que era imbécil. Él era un pobre inocente pero iba a pagar el pato. Pero si lo único que había hecho era follar algún que otro coño, joder.
– · –
 

042Aurora recibió a sus huéspedes con una fría acogida. Cuando se apearon del carromato les saludó como si fueran 3 andrajosos. Apenas intercambió algunas palabras con ellos. Después fueron guiados por un hombre del servicio hasta sus habitaciones.

Aurora detestaba a Bethelyn. El imbécil de su hijo se había casado con una mujer proveniente de un hospicio. Pagó sus pobres estudios trabajando en el mismo internado donde estudiaba. Limpiaba, lavaba y desarrollaba el resto de tareas de una chacha miserable.
 Los Brucel eran gente importante y esa mujer ensuciaba su buen nombre. Ni ella ni su marido perdonaron nunca al estúpido de su hijo por casarse con ella. Ahora les tenía a todos mendigando en su casa, incluida la palurda de su nieta. Que asco.
– · –
 Garse no salió de su habitación. Se pasó el resto de la mañana merodeando por la casa como un furtivo. En uno de sus husmeos descubrió a Berta. Había cambiado desde la última vez que la vio. Había cambiado mucho. Su pecho estaba desarrollado. Debajo de aquel corpiño se adivinaban 2 manzanas como 2 soles. Se preguntó si su polla cabría entre ellas. Podría follárselas y correrse en su cara. Nunca había follado las tetas de nadie. Fantaseó con la cara de Berta llena de semen.
 Las caderas de Berta no estaban nada mal. Su culito respingón se la puso dura. ¿Cómo sería follarla por el culo? Seguro que su hermana todavía era virgen, así que follarle el ano sería un buen comienzo para una mujer que no ha conocido hombre. Iba a enseñarle algunas cosas a esa putita.
– · –
Eduard hablaba con su madre acaloradamente en el despacho vacío de su padre. Ambos estaban de pie delante del escritorio. Uno en frente del otro.
-¡Me habéis desheredado! ¿Y me dices que tengo que abandonar esta casa?
-Así es.
-Me desheredáis para entregarle una fortuna a un muchacho degenerado y sin escrúpulos. No me lo puedo creer.
-Tampoco yo me puedo creer que hayas dilapidado tu patrimonio, no eres el más indicado para hablar.
-No sabes lo que estás haciendo, madre. Te digo que Garse no es el nieto que tú crees.
-Garse es digno de suceder a tu padre mejor que tú. Él no tirará el dinero como lo has hecho tú.
-Nunca he tirado el dinero, me ha arruinado un vil gusano que tenía por amigo con engaños y falsos consejos y estoy seguro de que alguien más estuvo detrás.
-Así aprenderás a no confiar en nadie. Eso Garse lo hace mejor que tú.
-¡Basta, madre! No quería decírtelo pero has de saber que Garse es un psicópata y un violador.
-Bobadas.
-¡Ha violado Bethelyn! Se ha follado a su propia madre, joder.
-¿Y qué?
Eduard tuvo que apoyarse en la mesa del escritorio para no caerse del asombro.
-¿C…Como que “y qué”? ¿Has oído lo que te he dicho?
-Garse es joven, tiene necesidades. ¿Qué más da que utilice el coño de tu mujer para desahogarse?
-¿P…Pero tú te estás oyendo? La violó y después se la folló por el culo.
-¿Y qué? ¿Cuántos más se la han follado además de él? Te molesta que tu hijo se la monte pero no que lo haga tu jardinero.
-¿C…Como sabes tú eso?
-Garse me lo ha contado todo. Dejas que cualquiera se folle a tu mujer sin importarte lo más mínimo. Un sucio jardinero se la puede meter y correrse en su coño y no pasa nada pero si es tu hijo el que lo hace entonces le torturas sin piedad y le humillas. Eres un mal padre. Deberías estar orgulloso de él por ser un muchacho tan avezado en lugar de castigarle.
En cuanto a esa zorra, debería ser más considerada con su pobre hijo y enseñarle cosas que a su edad ya debería saber sobre mujeres. Es culpa suya y solo suya que mi nieto haya crecido lleno de traumas y necesidades. ¿Sabes lo mal que lo está pasando el muchacho? Debería abrirle las piernas a menudo para que el pobre chico aprenda como dios manda, en lugar de quejarse histérica por un “mete-saca” de nada. ¿¡Como podéis ser tan egoístas!?
Eduard estaba colorado, a punto de explotar. Las palabras se le atragantaban en la garganta.
-Si te hubiera follado a ti…
-Ya lo ha hecho. Y no pasa nada. Me lo explicó todo y lo entendí.
-¿Q…Que mi hijo te ha follado a ti también?
-Pues claro. Garse necesitaba desahogarse, necesitaba a una buena mujer y solo me tenía a mí. Se vio obligado a hacerlo. Si la puta de tu mujer fuera mejor madre y se dejara follar, el pobre chico no hubiera tenido que llegar a hacer eso con su querida abuela. Estaba destrozado.
-¿Se folla a su madre y a su abuela y la víctima es él? 

033-No es la primera vez que a tu mujer se la follan y tiene la boca cerrada. Los Brucel son hombres de sangre caliente, necesitan follar, lo llevan en los genes, no es culpa suya. Tú no lo entiendes por que eres un bastardo. Esa es la verdadera razón de que te hayamos desheredado.

A Eduard se le cayeron los huevos al suelo.
-¿C…Como dices?
-No seas estúpido Eduard. ¿Nunca te has preguntado porque no te pareces en nada a tu padre?
-Serán los putos genes.
-Mira que eres tonto. Yo estaba preñada de otro cuando me casé con tu padre. Me aceptó contigo en mi barriga. Pero luego no nos has dado más que decepciones. Como cuando te casaste con esa cualquiera.
-¿Pero… Garse?… Mi hijo es igual que su abuelo.
-Por que tu padre se folló a tu mujer durante todo el tiempo que vivisteis aquí. Donde quiso y las veces que le dio la gana. No hay nada de malo en ello. Tu padre es un Brucel y los Brucel tienen sus necesidades. Tu mujer solo es una mujerzuela, era su deber satisfacer al padre de su reciente esposo. No siempre la folló por el culo y la muy puta se quedó preñada de él. Debería estar orgullosa de engendrar un hijo suyo y de que ese hijo la prefiera a ella para desahogarse tal y como antes hizo su verdadero padre.
-Bethelyn… nunca me dijo…
-¿Qué eras un cornudo? Si te hubiera dicho que tu padre se la montaba la hubieras repudiado. ¡Menudo eres tú!
-No puede ser.
-Garse es el verdadero hijo de tu padre y el legítimo heredero de todo esto. Lo tiene todo de su padre, el físico, el carácter, su inteligencia, todo excepto su nombre. Tú y esa zorra os negasteis a bautizarle con el nombre que llevan todos los primogénitos Brucel.
-La tradición se rompió conmigo. Tampoco yo llevo su nombre.
-Tú no eres un Brucel. No lo olvides, bastardo.
Eduard arrugó la cara.
-¿Cómo puedes despreciarme de esta manera? Mi propia madre.
-Deberías darme las gracias por criarte en esta casa con nosotros y darte una educación que tiraste a la basura. Antes de ti nacieron otros que acabaron en un orfanato y no tuvieron la suerte que tuviste tú.
-¿Otros?… tú…, tú eres una puta ¿O qué?
El bofetón sonó por toda la estancia. Pese al gran tamaño de Eduard, su cuerpo se desplazó a un costado por el impacto. Su cara se giró 90 grados y por un instante perdió la visión de un ojo. La reacción no se hizo esperar. Cerró una de sus manos que parecían palas de escavadora y le endosó un puñetazo a su madre en el estómago.
 Aurora se dobló por la cintura y abrió la boca todo lo que pudo intentando que el aire volviera a sus pulmones.
-Mi padre… no es mi padre. Mi hijo… no es mi hijo y tú… tú…
Empujó a su madre contra la mesa sobre la que cayó de bruces. Le subió las faldas por encima de la cintura y tiró de sus bragas hacia los tobillos. Sujetó su cabeza contra la mesa y se quedó mirándola.
-Así que los coños de las mujeres son para satisfacer a los hombres de verdad, ¿No? Madre.
-¡Ni se te ocurra, degenerado! –Gritó su madre que comenzaba a recuperar el resuello.
Se sacó la polla y comenzó a meneársela. Cuando la tuvo lo suficientemente dura la puso contra su coño y la deslizó por su raja adelante y atrás.
-Quítate de aquí, imbécil. ¡Suéltame!
Cuando la polla de su hijo comenzó a penetrarla Aurora empezó a aullar y a insultarle. Por suerte para ella el semen de Garse que todavía se encontraba dentro de su coño actuaba como lubricante natural, mitigando el dolor de aquel mástil. Blasfemó cuanto pudo, le insulto y le llamó de todo lo que se le ocurrió. Aurora estaba furiosa, muy furiosa. Eduard se alegró de que su madre se enfureciera tanto como se había enfurecido él, pero eso no le hacía feliz.
 Tenía una polla grande, un pollón. Pocas mujeres tenían un coño capaz de alojarla por completo. Su mujer era una de ellas y su hija también, como tuvo la desgracia de descubrir. Al parecer su madre también era de las que tenía un gran coño, la polla desaparecía por completo dentro de él. La tenía tan gorda y la follaba tan fuerte que su madre pasó de la furia al ruego.

063Eduard era incansable con el metesaca. Su madre que había dejado de insultarle le pedía perdón, le suplicaba. Le alegró verla implorando igual que él había implorado a Janacec pero eso tampoco le hacía feliz.

 La sostuvo por las caderas mientras la montaba. Miraba su ano que quedaba a la vista y le recordó al de su mujer. Todo el mundo se la mete por el culo menos yo. Pensó en todos y cada uno de los hombres que la habían porculizado. Puso un dedo en su ano y jugó alrededor de él. Introdujo la primera falange. Aurora gimió. Después metió todo el dedo y comenzó a follárselo ala vez que su coño. Era suave y estaba caliente. Después sacó el dedo, puso la polla en la entrada del ano y apretó contra él.
 El aullido de su madre al notar aquel pollón entrando casi le deja sordo. Había metido el glande. Apretó un poco más y vio desaparecer media polla dentro del culo. Sonrió. Nunca había follado por el culo. Mil veces lo intentó con Bethelyn y mil veces fracasó. Que ironía que la mujer con quien por fin lo consigue sea su madre.
 Empujó más hasta que la polla despareció por completo. Empezó el metesaca. Que placer.
 Aurora gimoteaba, suplicaba, rogaba… lloraba. El también lloró amargamente cuando lo perdió todo por culpa de personas corruptas y degeneradas. Pero aquellas lágrimas tampoco le hacían feliz.
 Pasaban los minutos y Eduard se corrió. Se corrió mucho. Lo hizo en su culo pero antes de terminar con las últimas convulsiones la volvió a meter en el coño. Quería acabar de correrse en el chocho de la puta que le parió.
-Hoy te vas a acostar con el semen de los 2. Lo mismo te hago el honor de dejarte preñada, putón.
Se retiró de ella, la cogió de los pelos y la tiró al suelo donde quedó de rodillas. Le puso la polla frente a la cara.
-Ahora me la vas a chupar. Me la vas a chupar como jamás se la has chupado a nadie. Vas a hacer que me corra de nuevo y te lo vas a tragar todo, puta.
-L…Lo que tú digas pero no me hagas daño.
-Si intentas morderme o la mamada no me gusta te arranco los ojos con un cuchillo. Hazme una buena mamada y me déjame satisfecho… y te prometo que solo te arrancaré uno.
Aurora casi se mea, estaba loco, la iba a rajar o a matar. No dudó en cogerle la polla, llevársela a la boca y comenzar a chupar.
 Le acarició las pelotas y se las lamió mientras le pajeaba. Solo paraba de chupar para pedir perdón. Eduard sonrió. También él había pasado por esa etapa implorando el perdón de su hija a la que había violado como un búfalo en celo. No, tampoco le hacía feliz.
 No cabía duda de que su madre era una experta chupando pollas. ¿Cuantas habría chupado hasta convertirse en la esposa de su padre? A lo mejor hasta se casó con ella por lo bien que mamaba. Hijos de puta, los dos.
 Lo más buscado y lo más temido llegó. La corrida de su hijo. No se atrevió a derramar ni una gota. Se tragó todo, no dejó ni rastro de su semen o del de su nieto. Le lamió toda la polla y las pelotas. Cuando su hijo puso fin, esperó temblorosa su veredicto.
-No ha estado mal. Ya veo que eres una buena chupadora de pollas. Menuda zorra.
Aurora tragó saliva. Su hijo no sería capaz de sacarle los ojos, ¿o sí?
-No te voy a sacar ningún ojo pero…
Notaba el golpear de su corazón en las sienes. Su hijo la miraba con asco. Me va a matar, pensó. Vio como se giraba de espaldas y se agachaba.
-Me vas a lamer el culo.
Delante de ella, a unos centímetros de su cara, había un culo velludo. Los cojones de su hijo colgaban entre sus piernas y, más arriba, en el centro, un agujero negro rodeado de pelos la miraba fijamente.
 Casi vomitó. Por si no era suficiente haberse tragado todo su semen y parte del de Garse ahora venía esto. Las lágrimas acudieron de nuevo. Le temblaba el labio inferior y estaba reprimiendo varias arcadas. Pasó la punta de la lengua de abajo arriba por el ano. Repitió la operación con los ojos cerrados y el estomago revuelto, una y otra vez.
-Gracias. Gracias hijo. –Repetía rota en lágrimas. –Gracias.
Sí, ahora sí era feliz. Se había follado a su madre, le había dado por el culo, se había corrido en su boca y le estaba hciendo que le lama el culo. A cambio, ella le daba las gracias. Se lo agradecía. Así funcionaba la vida. Da igual lo bueno y justo que seas, los favores que hayas hecho o el dinero que hayas donado. Al final, solo se respeta y se rinde pleitesía al que te jode vivo y después te perdona la vida.
 
 
A todos gracias por leerme, SI QUERÉIS HACERME ALGÚN COMENTARIO, MI EMAIL ES boligrafo16@hotmail.com
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Relato erótico: “Trance azul. Actos 1 y 2.” (POR CABALLEROCAPAGRIS)

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cuñada portada3Acto 1. Cálculo complejo.

Sin títuloEl salón recibía elegante el final de la tarde. Los últimos rayos de sol se colaban formando ángulos obtusos sobre los muebles de madera noble, dejando los jarrones, cuadros y al espejo en sol y sombra. La soledad de la ciudad permitía que solo se colara el canto de las golondrinas al atardecer. Domingo maldito de verano, lejos del mar, sobre las calles peatonales de la pequeña ciudad.

Pocas nubes en el cielo, formando una extraña espiral, como una puerta a otro mundo. Apuró el Whisky y notó como una sombra recorría el salón. Tuvo un susto momentáneo, antes de ver la silueta de su madre aproximarse a través de la primera oscuridad de la noche, o la última claridad del día.

– Bebiendo otra vez.

No fue ni una pregunta ni un reproche. Solo se limitó a decir lo que su hijo hacía, beber otra vez. Volvió a su hogar hacía cuatro años, víctima de una dolorosa separación. No tuvo más opción pues era un vago de treinta y tantos años que nunca trabajó; despreocupado por la fortuna que heredará. Ahora de nuevo en la mansión familiar, con su madre y con su padre, el cual no pensaba ejercer su próxima jubilación, adicto al frenético trabajo que le llevaba a estar largas temporadas fuera del hogar.

Ahora era una de esas temporadas.

Mansión familiar, ángulos de sol desde la mañana, luna inundada en la noche. Ocupa toda la planta de un histórico edificio rehabilitado de un piso, sobre un local comercial en alquiler. Seis habitaciones, dos salones, dos cocinas, cuatro cuartos de baño, amplia terraza. Primera y única planta. Frente al campanario viejo, objetivo de los objetivos fotográficos de cuantos turistas se aventuraran en las estrechas calles peatonales de la parte vieja de la ciudad.

El campanario marcó la hora de las sombras una noche más, provocando el último vuelo errático de un grupo de palomas, que buscaron acomodo en la cercana repisa del ayuntamiento.

Se giró pero su madre ya no estaba ahí. Miró la copa vacía, melancólico y abatido. Solo hacía beber y esperar que pasase el tiempo, sin deseos ni emociones. Tétrico. Solo se sentía un poco mejor al llegar la noche y saludar a la luz plateada de la luna, proyectando difusas sombras sobres las paredes de la mansión.

En las noches se sumergía en las profundidades de su pensamiento, mientras regaba con whisky sus recuerdos y anhelos. A veces sentía una sombra atravesar algún espacio alrededor, pues a su madre no le gustaba encender la luz para no molestarle, ella solo ocupaba su habitación de matrimonio y una pequeña sala contigua con todas las comodidades, como si de un lujoso hotel se tratara, con cocina y baño próximo. Pero sólo era así cuando estaban solos. Ambos se recluían sobre sí mismos, tratando de vencer sus deseos y miedos

Al hijo las largas ausencias del padre le causaban una extraña sensación. Solía sentarle peor la bebida, con una mayor ensoñación y confusión. Tal vez bebiera más, pues no soportaba la idea de envejecer junto a su madre, la cual también envejecía, aunque buscaba detener el tiempo en sus cincuenta y cinco años de apariencia decente.

Todas las ventanas abiertas, el calor cediendo a la noche, las calles desiertas. El campanario parecía respirar observando en silencio la ventana a través de la cual lo miraba. El alcohol le adormecía sin tener sueño, se apoderaba cada vez más de sus miedos y deseos. Las sombras crecían de un lado a otro.

Apenas quedó dormido un instante, sentado en el sofá. Se despertó con el estruendo del vaso al romperse en mil pedazos contra el suelo de mármol italiano. Miró alrededor, solo pudo ver la sombra salir apresurada del salón y perderse por el corredor hacia la otra zona de la mansión. Lo demás permanecía igual, la luna plateaba los muebles y esquinas de la casa, y en el exterior solo se intuía el respirar del viejo campanario.

Caminó despacio siguiendo el camino por el que intuyó ver marchar la sombra. Tuvo un potente recuerdo de haber soñado con ese momento, o de haberlo vivido varias veces. Es como si cada paso, cada esquina tétrica del corredor, cada estancia poco iluminada que miraba al pasar, como si todo eso lo hubiera visto con anterioridad. Al llegar a la última esquina se detuvo. Al fondo a la derecha, frente a la habitación de matrimonio, una luz tenue y azul asomaba del resquicio de la puerta de la habitación de invitados, marcando el mismo ángulo que marca la luz del sol con las cortinas en cada atardecer.

Despacio llegó y asomó débilmente la vista hacia el interior de la estancia. Sus ojos se tiñeron de azul, impregnados del color intenso que presenció. La luz de la lamparita azul, sobre la mesita de noche que separa ambas camas. Una de las camas bien hecha con sábanas blancas, la otra desecha con sábanas azules. Sobre ella su madre, recostada con su espalda sobre el cabezal, vistiendo un suave camisón de seda azul, con las piernas cruzadas mostrando un muslo blanquecino. Siguiendo la línea de sus piernas pudo ver sus delicados pies, cuyas uñas estaban pintadas de azul.

Permanecía quieta, mirando a algún punto determinado de la pared de enfrente, tal vez a la puerta, tal vez le miraba a él, no podía determinarlo pues su cabello negro había sido sustituido por una peluca azul, que le caía sobre el camisón escotado y su cara, dejando los ojos ensombrecidos, que parecían poder mirarle por la posición de la cara, pero tal vez no.

Era su madre, convertida en una enigmática sombra azul. Esa imagen también le vino con un potente recuerdo, como si lo soñara cada noche; seguramente lo estaría soñando en ese instante. Cerró fuerte los ojos intentando despertar, pero al abrirlos se tiñeron de nuevo del omnipresente color.

Su madre era baja, algo entrada en carnes pero esbelta, de piernas bellas y muslos regordetes, pechos generosos y figura lo mejor cuidada posible por las dietas y las sesiones del gimnasio. Pero ahora parecía otra mujer, una especie de reina y diosa del color del cielo en mitad de la tarde. El efecto de la luz, del color de las sábanas, de su camisón de seda y peluca, le hacían mimetizarse en el entorno como un camaleón, como en una realidad paralela. Su blanca piel relucía suave y contrastada, las piernas, el escote y la cara oscurecida.

Se adentró despacio. Sin duda todo eso ya lo había vivido o soñado antes, pues cada segundo transcurrido en aquella atmosfera azul lo recordaba con una nitidez tan difusa como la copulación entre madres e hijos para salvar a la humanidad en un apocalipsis, que obligara a las familias supervivientes a permanecer recluidas en sus mansiones.

Se adentró despacio, cerrando la puerta. Ahora todo era artificial y cálido. Atmósfera viciada del color de las profundidades de los océanos. Se detuvo ante la cama. Notó como su madre giró la cabeza hacia él, ahora pudo ver su cara iluminada por la lámpara. Piel azul, ojos azules, pestañas azules, labios pintados de azul. Se limitó a sostenerle la mirada, sin hablar ni pestañear, parecía que incluso sin respirar.

De repente su madre habló.

– Fóllame.

Despertó.

Su habitación le recibió calmada. Miró en derredor, no sabía cómo había acabado allí, lo último que recordaba es estar sentado en el sofá del amplio salón, en la soledad de la noche. Sin duda había vuelto a beber demasiado whisky.

Intentó dormir pero no pudo, el sueño le había dejado tocado. Una potente erección le incomodaba, y el recuerdo de su madre convertida en la sensual y misteriosa mujer azul le invadía la mente de vigilia.

Avanzó despacio y desnudo, tal y como dormía, en la oscuridad de la noche. Su pene se proyectó sobre la pared blanca del corredor antes de su perfil al pasar por la puerta del salón, con las cortinas descorridas. Al llegar a la última esquina se sintió extrañamente decepcionado al no ver la luz azul saliendo de la habitación de invitados. Todo estaba a oscuras y la única luz era la plateada lunar que se colaba sin pedir permiso por cada resquicio.

La puerta de la habitación de sus padres estaba entreabierta, así que se asomó y adentró lentamente. Ella reposaba sobre la cama, con la ventana abierta y la luz de blanca iluminando completamente la estancia. Parecía haber más claridad que fuera, pero ni rastro del azul, cuyo trance le había hecho ir hasta allí de forma mecánica, sin pensar, como movido por una extraña fuerza. Ahora estaba despierto y su madre dormía plácidamente sobre la amplia y lujosa cama, boca abajo, pegada al lado más próximo a la puerta por la que acababa de entrar.

Vestía camisón de seda blanco, curiosa combinación con la blanquecina luz de la luna llena. Como en el azul del sueño. Pero ahora sus ojos no podía verlos por la sombra que provocaba en su cara su larga melena morena, teñida hasta eliminar hasta el más mínimo resto de cana.

Dormía, aunque no la escuchaba respirar.

– ¿Mamá? – Susurró.

Ella ni se inmutó. Una brisa se coló por la ventana, empujando a las cortinas en una danza suave, resbaló sobre el cuerpo de su madre, acarició la seda de su piel y la tela de seda blanca como la luna, siendo la misma brisa la que inundó su cuerpo musculado y desnudo, reavivando inesperadamente la descomunal erección.

Recordó lo que ella le susurró en el sueño. “Fóllame”. No podía creer lo que le pasaba por la mente hacer. No era capaz de decidir si estaba bien o mal.

Ella le estaba esperando desde hacía meses. Había sentido un primer impulso de deseo hacia su hijo recién reinstalado este de nuevo en el hogar. De repente un hombre joven, guapo, musculado, parecido a su padre pero mucho más joven y apetecible. La evolución de la especie; era el nuevo macho alfa. En el mundo animal se habían desechado del macho alfa anterior, magullado y envejecido, y la hembra hubiera dominado al joven, dando igual que fuera o no descendencia suya. Pero el ser humano es más complejo, la evolución nos ha llenado de cargas y tabús; hasta el punto de que una mujer se sienta avergonzada de sentir algo tan natural, animal y humano.

Se obligó a apartar esa idea de su mente y lo consiguió durante un tiempo, pero siempre le volvía el deseo. Esto, unido a que su marido estaba casi todo el tiempo fuera de casa, y de que ya apenas hacían el amor, hizo que ella se mirase un día de forma intensa en el espejo y decidiese actuar.

Contactó con mujeres incestuosas en internet, pero no les convencían sus opiniones y sugerencias para acercarse a su hijo. Hasta que conoció a Anne, una psicóloga en los cincuenta que gozaba de una saludable vida sexual con su hijo varón mayor, a espaldas de toda la familia. Y la técnica que usó para acabar atrayéndole a su cama, la cual desarrolló durante meses, en un lapsus temporal en el que su hijo fue a vivir a su casa por motivos personales.

El caso de Anne era muy similar al suyo, con la diferencia de no poder estar ella disfrutando de su apuesto hijo. Anne le contó como lo consiguió. De forma discreta, con mucha paciencia y trabajo, con mucho tesón; pero Anne le aseguró que, más pronto que tarde,su hijo estaría follando su mojado coño maduro, cada día, como si no existiese un mañana.

Y allí estaba. De pie, desnudo y empalmado, justo al lado de su cama, mientras ella se hacía la dormida con un ojo entreabierto, protegido por la oscuridad. Nerviosa y deseosa, pero cauta. Le dejaría hacer. Si no se atreviese seguiría insistiendo hasta que diera el paso. Si algo había aprendido en esos meses de terapia, era a tener paciencia para poder conseguir algo que verdaderamente deseaba. Tenerlo allí desnudo y empalmado, a menos de un metro de su cuerpo ardiente, era lo más cerca que había estado nunca de conseguir su objetivo; follar con su hijo hasta desfallecer, beber todos sus líquidos y llenarse de él cada día. Morir por él si hiciese falta.

Se fue y volvió a su cama. Su ansiosa madre quedó defraudada y mojada. Pensando en que había faltado poco, quedó dormida tomando nota mental de contactar con Anne al día siguiente para comentarle el progreso y trasmitirle sus dudas de que finalmente pudiera conseguir nada.

La mañana era húmeda. El verano hacía todos los días iguales, aunque había algo de más ambiente en las estrechas calles peatonales de la ciudad vieja, con los comercios abiertos.

Él, a quien me he referido como él hasta ahora, se llama Edipo, y conserva la masculinidad filial apetecible, mezcla de músculo y calma infantil en la mirada. Ella, a quien me he referido como ella, se llama Tormenta, y sus cabellos y ojos negros son como nubes cargadas de lluvia, siendo sus curvas, generosas y atractivas, como las olas del mar furioso; reclamando fertilidad a los Dioses, deseosa del hijo en edad de procrear.

Desayunaron juntos, sobre la mesa de la cocina que usaban habitualmente. Apenas hablaron, cada uno en sus pensamientos. Edipo no estaba seguro si todo había sido un sueño. Tormenta daba vueltas a la cabeza, evitando mirar a su hijo.

Edipo fue al gimnasio y Tormenta se quedó en casa, tomando nota mental de cosas que quería hacer para continuar con su plan.

Cuando llegó Andrea, la mujer encargada del servicio diario (limpieza más cocina cada mañana), Tormenta se ausentó y fue al despacho de su marido, en el cual solía estar cuando él no estaba en casa.

Lo primero que hizo fue telefonear a su marido para confirmar que tendría algunos días más. Este le comentó que su hoja de ruta seguía intacta, estando fuera de casa, de la ciudad, del país y del continente hasta el siguiente lunes. Sí, toda una semana para que tormenta pudiera subir la apuesta, nunca sabía cuándo podría llegar la siguiente oportunidad en forma de ausencia del antiguo macho alfa.

Lo siguiente era abordar el plan, en el que nunca había avanzado tanto, como la noche anterior, en los casi diez meses que llevaba de intentos interrumpidos cuando no estaban los dos solos en casa. Necesitaba pensar con frialdad y contactar con la misteriosa Anne.

Se encerró en el despacho, se acomodó en la lujosa mesa de roble y abrió su portátil. Lo primero que hizo fue mandar un correo a su ayudante y cómplice.

” Anne, necesito hablar contigo. Ha habido avances y creo que ha llegado el momento de ir a por todas. Me gustaría charlar contigo, ¿quizá en una hora?. Tormenta.”

Cerró el correo y abrió el archivo oculto donde se registraba todo el plan y los pasos dados. Estuvo un rato pensativa. Su amiga le dijo en una ocasión que había un medio de ir más rápido pero que no era aconsejable, el cual le explicó ante su insistencia; pero le aseguró que lo ideal era seguir el plan poco a poco, con paciencia y rutina; y que si así no conseguía nada es que quizá lo mejor sería dejarlo. No obstante siempre le había transmitido mucha confianza. Pero la noche anterior había estado muy cerca y sentía que si no lo conseguía pronto, antes de que volviese su marido, quizá el barco zarparía para siempre y ella se quedaría con la miel en sus labios, la miel dulce y varonil de su único hijo.

Dedicó un rato a repasar el plan por enésima vez.

Todo se basaba en el subconsciente y en la química. Ni más ni menos. Anne le envió unas misteriosas pastillas, prohibidas en todo el mundo pero, según ella, usadas de forma secreta por gobiernos para sonsacar información a presos políticos. Ella las llamaba “pastillas para soñar”. Al parecer el uso prolongado de ellas al dormir va eliminando poco a poco el sentido común y el control sobre sí mismo de la persona que las toma, potenciando a la vez el área del cerebro destinada a los deseos. De forma que, bien usadas, podrían hacer actuar, o hablar, a alguien de forma guiada previamente, y haciendo que esta persona lo percibiera sin sentido común, como si de un sueño se tratara. De hecho, lo vivido durante el efecto de éstas, unas ocho horas, era percibido como un sueño por parte del afectado; no sabiendo separarlo de la realidad.

Así que, en cuanto las tuvo, empezó a dárselas, vaciando el polvo en uno de sus whiskis diarios del anochecer, aprovechando una de las veces que iba al baño; escondida en la oscuridad, moviéndose como una sombra.

Pero el efecto químico no era suficiente, se necesita de un apoyo psicológico, trabajando pacientemente el subconsciente durante un tiempo indeterminado. A veces funciona en días, otras en semanas, otras en meses, otras jamás. Anne le aseguraba que a ella le funcionó y le sigue funcionando, teniendo sexo cada vez que ella quiere, sin que su hijo sepa con seguridad si lo está viviendo o es solo un sueño, habiéndolo convertido en una especie de follador zombie, llenando sus antiguas madrugadas de divorciada en un desenfreno de sexo sin tabú. Justo lo que quería Tormenta, por eso se había sentido tentada por el método, hasta el punto de ponerlo en marcha.

La química de las pastillas cuadricula perfectamente la mente y hace que cualquier idea, o deseo, pueda ser fácilmente introducido en ella durante el periodo de máximo efecto. Normalmente el máximo efecto se produce en el momento de máxima subconsciencia, es decir, al dormir.

Inicialmente hay que introducir lo que Anne llamó, “el decorado”. Repetir suavemente algo que él localice rápidamente, para que todo lo posterior gire en torno a ello. Puede ser un color, un lugar de la infancia, un número. Tormenta eligió el color favorito de su hijo, el azul. Así que durante meses, con la voz más cálida y sensual que pudo, estuvo repitiendo la palabra “azul” al oído de su hijo mientras dormía profundamente bajo los efectos de las pastillas.

Edipo no tardó en soñar en azul, música azul, calles azules, recuerdos en azul. Se trataba de introducir ahora la imagen de Tormenta en mitad de aquel azul, hacer que soñase con ella. El azul se convirtió en “mama azul” durante semanas.

Cuando Anne lo vio oportuno le dijo que había llegado el momento de dar el último paso que ella podía dar, el más arriesgado dentro del poco riesgo que el método empleaba. Se trataba de que se mostrase mínimamente de la forma más erótica que pudiese, además de aumentar la apuesta de lo que le susurrase al dormir. Así que durante los días en los que estuvieron solos, ella se dejó ver de las formas más accidentales y eróticas que pudo. Auparse en la cocina simulando coger algo hasta quedar sus nalgas desnudas al aire, agacharse en el salón, ante él, simulando limpiar el suelo hasta mostrar su trasero con tanga o braguitas diminutas. Salir de la ducha desnuda, pensando estar sola en casa,….. Y por las noches, bajo el efecto de las pastillas, trabajar su deseo de forma más directa. “azul”, “mama azul”, “luces azules, cama azul”, “folla a mamá”, “fóllame”, “fóllame”.

Tras meses así, y tras el último fóllame, cuando de nuevo se acostaba sin esperar gran cosa, fue cuando apareció su hijo por la puerta de su habitación, desnudo y empalmado. Su coño se mojó al instante, quedando totalmente empapado cuando él se marchó de nuevo, dejándola con el corazón palpitando de forma salvaje, como su sexo, como su deseo.

Por eso deseaba rematar la faena cuanto antes, temerosa que volviese su marido y el nuevo parón hiciese retroceder todo lo avanzado de nuevo.

El problema de ella era que no podía hacerlo de forma constante, solo en las ausencias de su marido. Por eso temía que jamás diese resultado. Pero ahora, tras lo vivido la noche anterior, pensaba que era el momento de aumentar la apuesta, corriendo con los riesgos que ello implicaba.

Miró el reloj del portátil, había pasado casi una hora. Abrió el correo, Anne le había respondido casi al instante de ella escribir:

“De acuerdo, en una hora chateamos. Quita de tu cabeza la idea que tienes. Anne”.

Entró en el chat privado donde charlaban, su compinche ya estaba ahí. Le pinchó en privado.

Tormenta – Hola.

Anne. – Ah, hola cielo. Te estaba esperando. ¿Me cuentas ese avance?. Estoy muuuuuy intrigada.

Tormenta le contó todo lo acontecido. Anne tardó en responder.

Anne- ¡Eso es genial!, ya lo tienes en el bote cariño. Solo has de tener un poco más de paciencia. En pocos días lo tendrás follándote como un animal, ya lo verás. Incluso es posible que sea esta noche.

La idea de que su hijo la follara como un animal le hizo sentirse caliente, mojando las bragas bajo el camisón de dormir que aun tenía puesto.

Tormenta.- quiero que sea ya, mi marido viene dentro de una semana. Tiene que ser ya, voy a dar el paso.

Anne.- No, no lo hagas es muy peligroso. Me arrepiento de haberte hablado de esa otra posibilidad. Céntrate en el método; llevas meses de paciencia y estás más cerca que nunca. No lo hagas ya sabes qué es lo que puede pasar así que……

Tormenta se desconectó, dejando a Anne escribiendo sola.

Se sentía motivada y caliente como una perra. No iba a tocarse, pensaba mantener esa calentura todo el día hasta la noche. Estaba totalmente decidida, pensaba que era buena idea contar con la ayuda de Anne pero ella no estaba por la labor, así que se centró en volver al archivo oculto y leer bien lo que ella le había contado sobre el plan alternativo.

Básicamente era lo mismo, pero con más dosis de química y una mayor profundización del subconsciente mediante una técnica de hipnosis, la cual estaba totalmente detallada. Según le dijo eso daría resultado inmediato, en una semana como máximo, pero había riesgos que no podían ser obviados. Desde problemas para despertar, sonambulismo extremo con locura transitoria, hasta posible entrada en coma.

Imprimió la técnica de hipnosis para repasarla durante el día. Antes de cerrar el ordenador vio que su bandeja de correo seguía abierta, en ella varios correos de Anne con asuntos de advertencia con palabras apocalípticas. Los borró sin leer, segura de que lo que quería era llamar su atención para que pinchase; no iba a conseguir que su hijo no entrara dentro de ella. Estaba tan excitada como decidida.

Según el manual que Anne le hizo llegar, con esa técnica el objetivo se puede conseguir inmediatamente, en dos o tres días a lo sumo, siempre y cuando se hubiera hecho todo el trabajo previo que ella llevaba. estaba orientado a acortar plazos y asegurar el éxito, pero no era recomendado por los peligrosos posibles efectos secundarios.

Fue a su espejo preferido. Se miró durante un rato fijamente a los ojos. Cada vez se veía más envejecida, en pocos años ya no interesaría a los hombres. Respiró profundamente y decidió hacerlo esa misma noche.

Su hijo regresó de ejercitar un poco más los músculos. Como de costumbre se evitarían, perdidos en aquella mansión, cada uno en un extremo, ocupando Edipo la zona principal del salón y la terraza, además de su cuarto. Andrea había dejado comida preparada antes de irse, así que comerían por separado y a horas dispares, como habitualmente hacían. Pero Tormenta no pensaba comer, toda su atención y estómago estaban centrados en lo que se traía entre manos.

Su hijo ya había comido y ahora miraba una película en la pantalla del salón. Tormenta se sirvió una copa de vino tinto francés de la bodega de su marido y se sentó en la butaca de la salita contigua a su dormitorio. Tranquilamente se puso a leer con detenimiento los papeles de Anne, con todo lo que debía hacer.

Se aconsejaba ración triple de pastillas a lo sumo. Una dosis superior podría dar problemas de absorción metabólica. La autonomía seguiría siendo de unas ocho horas, pero el nivel de exposición mental del paciente sería mayor, convirtiéndose en poco menos que una marioneta, con todos los sentidos del miedo y el ridículo desbloqueados, y la cuadrícula del deseo potenciada.

Pero lo más importante, de nuevo, era el trabajo psicológico de su subconsciente durante el sueño; convertido ahora en una especie de sesión de hipnosis.

El trabajo previo era indispensable, si todo lo que había avanzado nada de lo que iba a hacer tendría sentido, y él lo percibiría como una especie de sueño extraño y estrambótico. Así que gran parte del trabajo ya estaba hecho.

Se trataba de ir psicológicamente a por todas. Había que hablarle mucho, hacerle regresar al azul, del azul a ella y una vez allí hacerle imaginar cómo sería estar con ella en una completa sesión de sexo; para ello tendría que tener inventiva y contarle toda una historia de sexo con ella; lo cual sería su sueño en ese instante. Otra salvedad es que había que introducir palabras subliminares relativas al diablo y el infierno, en mitad de la historia. Desconocía el motivo, pero pensaba seguir los consejos a rajatabla. Una vez detallada la historia hasta el final tendría que darle a beber parte de su sangre, sangre de Tormenta. Y luego irse y esperar. Lo más normal es que Edipo fuese hacia ella en estado de sonambulismo, pero sin titubear. Lo peor que podría pasar es que nunca más despertara del sueño; aunque esto último no formaba parte de sus opciones.

Acto 2. El despertar.

La tarde de nuevo caía de forma irremediable. Edipo estaba postrado ante la ventana del salón, como cada ocaso, mirando al campanario. Las sombras obtusas volvían al interior como espíritus que acechan. El ruido de los cubitos chocando entre sí, y con las paredes del vaso, marcaba la tintineante banda sonora del final de cada día, y el saludo a la clara oscuridad de la luna; llena en aquellos días.

Apuró el primer vaso y se volvió camino del mueble bar para echarse más. Dio un brinco asustado, no esperaba la figura de su madre en pié en mitad del salón, impávida cual si llevase ahí largo rato observándole, como una aparición. La sensación de espectro se acentuaba por estar ya con su camisón color plata de dormir, al que llegaba el vértice de la luz última apagada del día, que se filtraba hiriente a través de la cortina.

– Estás bebiendo.

De nuevo lo dijo sin entonación, casi susurrando.

– Sí, me ayuda a dormir. ¿Ya te vas a la cama?.

– Sí. venía a desearte las buenas noches.

Desapareció silenciosa, como levitando, mientras abría la botella y dejaba caer un buen chorro. De repente le llegó la imagen de su madre acostada con ese camisón, con él desnudo y empalmado a los pies de su cama. Era el extraño sueño que había tenido la noche anterior, como aquellos sueños que se repetían a menudo, donde ella aparecía como una Diosa en mitad del azul. No pudo evitar una erección.

Tormenta aguardó agazapada tras la puerta de una de las habitaciones contiguas al salón, la que usaban a modo de biblioteca. El olor a libros viejos y madera le trasportó a su infancia, cuando su padre le contaba un cuento mientras ella se vencía por la imaginación, sentada en sus rodillas.

Tardó una media hora en ir al baño. Momento que aprovechó para colarse en el salón y vaciar la bolsita donde había picado tres de las pastillas, removiendo bien con el dedo, el cual chupó, inundando su paladar de sabor del destilado escocés. Desapareció justo antes de que su hijo pudiera verla.

Edipo regresó del baño. Justo al entrar de vuelta al salón volvió a percibir una de esas sombras que parecían rodearle cada noche. Siguió bebiendo, calmado, tratando de no pensar en nada, asomado a la ventana, viendo como la noche cerraba del todo ante su mirada y ante el respirar eterno del campanario.

Sintió que alguien le miraba. Se volvió pensando que su madre habría entrado de nuevo en el salón, pero de repente se vio sentado en el sofá, con la copa vacía entre las manos. Otra vez se había quedado dormido sin darse cuenta. Se levantó para acostarse, pero al llegar al corredor vio algo extraño procedente de la otra zona de la casa, un intenso reflejo azul.

Avanzó cauteloso hacia el epicentro del reflejo. Tras doblar la última esquina vio que procedía de la habitación de invitados, frente al dormitorio de sus padres. Sintió como si aquello ya lo hubiera vivido antes, varias veces. Se dijo que tendría que ser un sueño.

Tormenta esperó en su habitación una hora aproximadamente. Después se aproximó despacio hacia el salón. Su hijo ya no estaba allí. Fue a su cuarto donde lo encontró plácidamente dormido sobre la cama, desnudo, como siempre, apenas medio tapado con las sábanas que dejaban su trabajado torso al aire.

Las tres pastillas ya habrían empezado a hacer su efecto, de hecho lo notaba más profundamente dormido de lo habitual. Se sentó despacio en la cama a la altura de su abdomen y se venció hasta su oído para iniciar la segunda parte del arriesgado intento. Se sentía muy excitada y cachonda, con ganas de saltar sobre aquel macho, pero se obligó a contenerse, a seguir el plan…

“azul”

Sus labios muy rojos apenas susurraron.

“mamá azul” “azul” “luz azul” “luz azul” “mamá está en mitad del azul”

Avanzó hasta llegar a la puerta, se asomó y sus ojos se tiñeron de azul. La habitación estaba pintada entera de azul, en la mesita de noche reposaba una lámpara que daba la única luz, azul, que iluminaba el cuarto de invitados. La cama de la izquierda estaba bien hecha, con ropas azules, y en la cama de la derecha, de sábanas azules, reposaba su madre vestida con un sedoso y sexy camisón azul. Dejando las piernas al aire, con las uñas de los pies pintadas de azul. Apenas podía verle la cara pues la ensombrecía una larga melena azul, pero ella parecía estar mirándole.

Tormenta cruzó los dedos, ya sentía como su coño había mojado sus braguitas blancas luz de luna, como el color del sedoso camisón. Ambas, las únicas prendas que llevaba.

De nuevo sus labios se acercaron al oído de Edipo.

“Fóllame” “folla a mamá”

Al decirle fóllame pudo verla ya de cerca, había avanzado a los pies de la cama azul. Sin duda era su madre, pero con pestañas azules, sombra de ojos azules y los labios pintados del mismo color.

“Mamá quiere que la folles”

Ya llevaba algo más de una hora así. Tormenta recordó lo siguiente que tenía que hacer, explicar detalladamente cómo sería que ambos follaran y meter palabras diabólicas entre medio a modo subliminar.

“Mamá se arrodilla ante ti. Coge tu enorme polla y la pajea mientras lame tus músculos”. “Luego mamá te come la polla como nunca te la ha comido ninguna mujer”. “Satanás”. “la polla rica y grande de Edipo para su mamá, Tormenta” “infierno”……..

De repente su madre se levantó de la cama y se arrodilló. Su lengua era azul y lamía los músculos de su abdomen, mientras sus manos, cuyos dedos terminaban en largas uñas del color que lo inundaba todo, pajeaban despacio su enorme polla. Luego se la metió en la boca, todo era azul menos su polla y la piel de su madre, la cual aguantaba que el capullo llegara hasta su campanilla sin arcadas.

Apenas empezó a disfrutar cuando ella le miró. El susto lo echó hacia atrás de un salto. No era su cara, era el diablo. Satanás le miraba desde las profundidades del azul con los ojos ensangrentados.

“mamá te cabalga con ternura y dulzura, pero sabes que mamá es una mujer que necesita caña. Tú me azotas y me agarras para penetrarme fuerte desde abajo”. “puto cabrón, príncipe del más allá”.

Ahora la diosa se puso a cuatro patas para que la follara desde atrás. Deslizó la bata azul hacia arriba para poderla agarrar, liberándose una alargada cola roja que lo agarró por las prietas nalgas y lo empujó hacia ella. No podía hacer otra cosa que follar el coño de aquel extraño ser parecido a su madre, mientras veía como la luz azul bailaba al compás de la follada y a ella le salían pequeños cuernos rojos a través de la peluca.

Se aseguró que el final fuera lo más satisfactorio para su hijo, dejando que se corriera por todo su cuerpo, y lamiendo después hasta la última gota de leche mientras él la miraba. Entonces recordó el final, hacerle beber algo de su sangre. Estaba preparada para ello.

Cogió un alfiler que había colocado en su camisón y se pinchó varias veces en la yema del dedo índice de la mano izquierda. Luego apretó hasta conseguir que todo el dedo se llenase de sangre. Una vez había bastante, lo deslizó por los labios de su hijo, introduciéndolo hasta que notó como su lengua lo chupaba. Miró abajo mientras le chupaba el dedo y notó como una enorme erección levantaba las sábanas. Se excitó más de lo que hubiera deseado. retiró el dedo y se fue corriendo a su habitación para refregar el coño contra su almohada, esperando ansiosa que el cabrón de su hijo fuera a follarla.

De repente volvió a ser su madre, sin rastro del diablo. Pero su cuerpo era todo azul, cada rincón de su piel. Sintió como una enorme eyaculación le sobrevenía pero no era más que sangre. Su polla escupió sangre por todo el cuerpo de su madre, la cual acabó impregnada por completo. De repente todo el azul fue rojo, las sábanas, la luz, las paredes, el cabello. Toda la piel de Tormenta estaba llena de sangre y él empezó a lamerla, los pies, piernas, vientre, brazos, buscando quitar la sangre y ver de nuevo el erótico azul. Pero ella se desvaneció, fue en su búsqueda y no la encontró en ningún lugar de la casa. Cuando entró en uno de los baños notó algo raro en el espejo, al encender la luz gritó. Su reflejo no era más que el de una especie de bestia, con sangre en la boca y carne humana entre los dientes, ojos enrojecidos y furiosos. Comenzó a gritar, y a gritar, y a gritar.

Despertó.

O eso es lo que él pensaba.

Aquel sueño formaba parte de los que venía teniendo últimamente, pero ahorahabía sido más raro que de costumbre. Sintió alivio de estar despierto. No obstante notó que sufría una erección anormalmente grande. Notó un regusto metálico en su boca, se tocó y miró, había sangre. Se debía haber mordido durante el sueño, pero no le parecía tener ninguna herida. Suspiró y se levantó. No sabía por qué se había levantado, sintió un poco de mareo. Después se dirigió desnudo hacia la habitación de su madre, andando con una torpeza que no podía enmendar.

Tormenta escuchó los gritos, pero cuando se levantó para ver si realmente necesitaba ayuda, éstos cesaron. Se quedó de pié y completamente inmóvil, al lado de la puerta de su dormitorio, agudizando el oído. La casa estaba en completo silencio. Temió lo peor hasta que escucho los pasos de pies desnudos, aproximándose lentamente desde la otra ala de la mansión.

Sintió una mezcla de miedo y deseo, en parte arrepentida por haber llevado todo al límite, en parte excitada y deseosa de que aquel macho la tomara.

Se apresuró a la cama y Se tumbó de lado, mirando hacia la entrada de la habitación. Colocando el pelo de forma que pudiera mirar sin que le viese los ojos. Subió deliberadamente el camisón de forma que se vieran las piernas hasta el nacimiento de las nalgas, para que pudiera ver las braguitas medio metidas en el trasero. Notó como los pasos se detuvieron justo tras la puerta. Se concentró en no moverse y mirar mínimamente, para hacerse la dormida. La puerta chirrió al ser abierta despacio.

Había llegado el momento de la verdad.

 

Relato erótico: “Experiencia con Maduras” (PUBLICADO POR PEDRO)

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el-elegido2Estudio la facultad solo me faltan dos años para terminar, vivo con mis padres en un piso aquí en Madrid, los vecinos imagedel piso de arriba estás cuatro semanas se pelean casi diario, estudio para las pruebas que se pusieron difíciles, solo me falta una prueba puedo dormir tranquilo, mis padres marchan con unos familiares, se van desde el jueves en la tarde, el viernes pasó normal, fue cuando escuche

     – eres una puta

     – seguro tu puta

      – te den por el culo 

en pocos minutos se desató una pelea entre ellos escuche como azotan las puertas, algún mueble en eso

     – van aquí hija de puta

  abrí la puerta para ver algo escuche que alguien bajo las escaleras

      – déjame entrar

no pude hacer otra cosa, escuchamos como rompía algo arrastra algo

    – rompió la mesa me la regaló mi tía

    – ven puta que te daré polla como quieres

   Hace mucho ruido arrastra la madera por el rellano grita 

   – cuidado me entero que alguno la esconde le parto algo más que la cara

seguia gritando, ofendía a los otros vecinos , en eso llegó la guardia, lo apresaron avisaron que está controlado

    – me marcho gracias

    – mejor queda te, mañana ves lo que haces

    – llevas razón 

le mostré uno de los cuartos, le puse la ropa de cama, marche a dormir, cuando me despierto, una gran sensación en mi polla siento no quiero abrir los ojos

     – no quise desperdiciar este momento

     – todas las mañanas me pasa esto

     – aprovechamos

ella solo trae una toalla la cual deja tirada, sube encima de mi

     – déjame a mí lo disfrutamos juntos

ella subió se penetro lentamente, estaba siendo follado por una madura, mi vecina, se mueve de miedo, no sólo eso tiene un par de tetas quiero comerlas, se mueve lento una vez que entro toda se acostumbra al tamaño

     – esto es una delicia no como miradero que la mete se corre

nos besamos me deja chupar su pecho, ella sube y baja lenta mente, me parece más una amazona, montando un potrillo el cual no sabe nada se deja guiar por su jinete, la cual aumente el ritmo es más rápido su cabalgar hasta que se desboca con su movimiento, sus caderas parecen reventarlogra que tengamos el más grande gozo, terminamos felices casi sin respiración, al recuperarse me lo dice

     – esto no debería pasar debo marchar

     – espera tan mal estuve

      – no pero tú eres mi vecino soy una mujer casada buscaré a mi marido, báñate por separado

asi lo hice, cuando salió estaba vestida, comimos algo, los vecinos marchan a esa hora, salió sin problemas, no la volví a ver, casi comenzaba el siguiente año el último cuando la vi de lejos lleva un crío, creí que podría ser mi hijo me enteré que volvió a casarse

  • : Todo comenzó con mi vecina, se pelea todos los días con el marido termina el viernes por la noche, en la mañana me da una follada, no vuelvo a ver la, me inscribo en un grupo donde solo somos la profesora y yo, me invita a ver películas sobre el tema que vemos, también vemos creo como su novio se tira a otra ella se aprovecha de mí un mes follando pasa lo impensable queda preñada vivo feliz con ella
 

Relato erótico: “Descubriendo el sexo – Parte 9” (POR ADRIANAV)

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DE LOCA A LOCA PORTADA2Parte 9

Nueva vida, nuevas emociones

Sin títuloUna vez que dejamos el aeropuerto, tío Sergio nos dijo que había preparado la cabañita de atrás de la suya para nosotros. Que nos relajáramos porque el viaje era un poco largo.

En la forma de su cuerpo y en como vestía se notaba que tomaba mucho cuidado personal a sus casi cincuenta años de edad. Me dijo que hacía ejercicios todas las mañanas en el garaje de la casa donde tenía toda clase de máquinas y que si me interesaba que me iba a enseñar a usarlas. A pesar de su cabello con mechones blanquecinos se veía muy bien. La cara bien cuidada, afeitado, nariz casi en punta, ojos castaños bien claritos y vivaces, labios bien formados aunque no exagerados y sus brazos y tórax con formas musculosas que se notaban más cuando usaba mangas cortas. Lo mismo sus piernas y su trasero. Pero no era exageradamente musculoso, apenas lo necesario para verse bien. En realidad, un hombre que yo consideré siempre guapo. Todavía soltero, aunque tenía una novia-amiga que lo visitaba de vez en cuando, mas bien cuando él se lo proponía porque no le gusta que le invadan su privacidad, según me dijo.

Manejó casi por hora y media hasta que llegamos a su casa. Luego de pasar un pueblito hermoso, dio vuelta hacia una colina y diez minutos más tarde torció hacia la izquierda para entrar en un camino de piedrillas. Subió por casi cinco minutos hasta que divisamos algunas cabañas bien distantes unas de otras. Estacionó.

Los niños salieron corriendo de la camioneta para investigar los alrededores de lo que sería nuestro nuevo hogar por un buen tiempo. Mis padres cargaron las primeras maletas y cuando se encaminaron hacia la casa, mi tío me dijo:

– Qué grande estas! -Y abrazándome, le correspondí de inmediato con un abrazo de mi parte poniéndome en puntas de pie y rodeándole el cuello con mis manos. Siguió diciéndome:

– Estas muy linda sobrina.

– Gracias tío… -dije un poco apenada.

Y me dio un beso al costado de la boca que casi me toca los labios. Pensé que siendo una niña me estaba dedicando un momento muy especial, pero ahora presentí que estaba reaccionando distinto al encontrarme mas crecida. Nos miramos por un segundo y le sonreí nerviosa sin saber qué hacer. Sin soltarme cuando sentimos que mis padres venían a buscar más equipaje a la camioneta les comentó:

– Tal como me lo imaginaba, la niña que ya no es tan niña se ha puesto muy linda!

– Te lo dije cuando hablamos por teléfono y parece que no me creíste -dijo mi madre a su hermano.

– En esta edad es cuando te das cuenta lo rápido que crecen… -dijo mi padre.

– Vamos a descargar ya todas las maletas y festejemos la llegada! -animó mi tío.

Mis padres tomaron dos maletas mas y yo intenté tomar una pero estaba un poco pesada y complicada de sacar. Mi tío se puso detrás mío y me dijo:

– Déjame que te ayude.

Pasó los brazos por sobre mis hombros agarrando las manillas de la maleta, recostándose un poco en mi trasero. Su pelvis acomodada bien en medio con su bulto acomodado y algo crecido, a lo mejor por el resultado del abrazo. Yo no supe como reaccionar. Ni me moví un centímetro y mis ojos se abrieron como pantallas. Me sentí nerviosa, muy nerviosa porque no quería reaccionar y menos tenía idea de cómo reaccionar. Nos quedamos así por lo menos diez segundos, sin movernos ni decir una palabra ninguno de los dos. Y de repente reaccionó dándome un beso en la nuca:

– Estas muy linda Andreíta!

Levantando la maleta y separándose algo nervioso emprendió camino a la entrada de la casa.

Me quedé confundida en esa posición sin moverme por unos segundos mas. Pensaba a toda velocidad. Sé que algo hizo un clic en mi cuerpo y otra vez esa corriente sexual me recorrió de pies a cabeza… sentí deseos al sentirme invadida por él en ese lugar. Y él lo había hecho premeditadamente, no había dudas. Estaba algo confusa. No había sido una casualidad. Pero… era mi tío y no podía procesarlo con tranquilidad natural.

Tomé el bolso que quedaba y entré.

Era la cabaña pequeña que estaba ubicada detrás de la de mi tío. Era toda de maderas. Por fuera y por dentro. Un lugar hermoso. En mi vida habría soñado que iba a vivir en algo así. El techo del living algo alto con travesaños rectos gruesos. Una mesa con seis sillas en el centro. Hogar de leña a la pared que separaba la habitación que sería de mis padres y una habitación mas para los niños y para mi. Pero tenía solo dos camitas y había un catre desarmado recostado en una pared. Obviamente alguien tenía que dormir allí. Pero no importaba, todavía me parecía muy linda.

Al salir fuera nuevamente, me encontré con un panorama jamás visto. Rodeada de árboles, una colina en lenta bajada hasta un lago. Silencio tal que me permitía escuchar el ruido de las hojas provocado por el viento. Algún pájaro cantando a lo lejos.

Volví a la casa y ya Sergio había cruzado a la suya para prepararnos algo de comer.

– ¿Y, que tal? ¿te gusta tu nueva casa Andrea? -mi madre sonreía.

– Me fascina! Me encanta este lugar!

– Tu tío es un gran ser humano. Está dispuesto a ayudarnos en todo como ves. Tenemos que ser responsables y cuidarlo a él también. Sobre todo tu, que ya ves que te tiene un cariño muy especial.

Pensé en lo que me decía, pero no lo veía tan sencillo como mi madre. Él me había hecho sentir algo más que eso… pero todavía le daba crédito a la ley de la duda.

– Si -dijo mi padre. Y cuidar que tus hermanos no destruyan nada cuando nosotros no estamos.

– ¿Cómo que no van a estar?

– Es que a partir del martes ya tenemos trabajo. Tu madre trabajará en su depósito. Se va dedicar de los empaques de los productos que vende y de los envíos mientras yo voy a la agropecuaria a desarrollar mi sistema de riego. Pero no te preocupes porque a veces los va a llevar a la oficina de envíos ya que tienen una guardería con una tutora que les enseña hasta que puedan empezar la escuela.

– Si?! Qué bueno!

– Por eso m’hija, tenemos que retribuir lo mas que podamos a tanta bondad por parte de Sergio.

– ¿Y yo cuándo puedo empezar a estudiar?

– En eso esta trabajando Sergio. Creo que la semana entrante tienen una entrevista para ver puedes empezar. Pero según él, antes quiere ponerte a estudiar inglés para que no tengas trabas en el entendimiento y puedas superar la educación con más rapidez.

– Me encantaría poder aprender el inglés mami! Que bueno!

La verdad es que me alegraba inmensamente. Era como que se me había abierto una gran ventana a la posibilidad de poder ser mejor en mi vida.

Y pensé que en verdad, a pesar de lo que había sucedido, también había en tío Sergio mucho de entrega por ser familia, ya que de lo contrario quién mas iba a darnos una posibilidad así? Eso solo se ofrece cuando hay un buen corazón de por medio. Además éramos su familia.

Tenía que hacer crecer mi sentido de responsabilidad. La vida para mí ya no era un juego, tenía que crecer en cuanto a esto pero también tenía que procesar lo que sospechaba de que podía ser algo más que amor de familia.

Lo que había presagiado en este viaje se estaba comenzando a cumplir de inmediato. Un nuevo descubrimiento que sería la seguidilla de muchos más.

Entre las cosas que nos había preparado tío Sergio, estaba un refrigerador lleno de quesos, carnes, jamón, verduras y frutas. También panes, agua en botellas, sodas y en los baños todo lo necesario para el cabello y el aseo del cuerpo. Ni qué decir de las toallas! Suaves como jamás había visto.

Me di la ducha más disfrutable de toda mi vida. El agua salía con fuerza, tibia y duraba mucho, a diferencia de cuando en mi casa de la villa apenas me echaba el agua de un balde que calentábamos en la cocina. Algo tan simple me hacía tan feliz en este momento. Luego me puse una de las nuevas ropas que me había comprado mi madre. Un enterito azul claro con tirantes cruzados en la espalda y bordados en blanco. Tan holgado en las piernas que casi parecía una falda aunque en realidad era como un pantalón corto.

Ya estaba camino al living cuando sonó un timbre en la pared y escuché la voz de mi tío que nos hablaba por un inter-comunicador dentro de la casa. Contesté en voz alta y quedé impresionada con este descubrimiento tecnológico.

– Hola? – dije como jugando.

– Andrea?

– Si. ¿Tío?

– Ni bien hayan terminado de desempacar vengan para aquí.

– ¿Dónde estas que no te veo?

– En casa. Esto es un comunicador para hablar de una casa a la otra.

– Ah… dije para no pasar como una idiota- Ahora les aviso. Yo ya terminé de acomodar mi ropa, aunque parte la dejé en la maleta por falta de espacio.

– Bien. Tu no desempaques mas, no te preocupes que parte de tus cosas las vas a traer aquí. ¿Y tus hermanos?

– Siguen fuera correteando.

– Si quieres vente.

Le avisé a mis padres y salí.

Me había dejado la puerta abierta. Al entrar quedé de una pieza. El living era grande y despejado. Un techo altísimo con travesaños de madera que se juntaban en una cúpula, rodeado de ventanas que iban del piso hasta el segundo nivel. Un escalón hacia abajo y un sofá de cuero en forma de “u”. Una pantalla de tv que me pareció enorme. Había música divertida sonando por todos lados. Mas adelante estaba la cocina que también era grandísima (o por lo menos para mí que estaba acostumbrada a vivir en un lugar tan pequeño) con el comedor integrado. Arriba del living en el segundo nivel, una baranda que iba de lado a lado por donde se ingresaba a dos dormitorios. Abajo del living había otro nivel que alcancé ver desde la escalera, con un billar y otras dos habitaciones y un garaje. Estaba muy impresionada. No había visto algo así en mi vida de campesina por supuesto.

Cuando estuve con mi tío le dije:

– Qué linda es tu casa.

– ¿Te gusta? ¿Y la que le di a tus padres te gusta también?

– Si.

– Me alegro. ¿Quieres ayudarme?

– Claro! ¿Qué hago?

– Pon aceitunas de ese frasco en este pote de acero.

Y comenzamos la tarea de organizar para llevarlo a una mesita central en el living. En la cocina habían platillos con papas crocantes, humus, salmón, maní salado, castañas, enrollados de jamón con queso crema y algunas legumbres al escabeche. En el horno terminando de cocinarse una carne con papas. Había abundancia para todos nosotros.

Después de poner los platillos en el living, me paré al lado de él para ver si necesitaba algo más y al darse cuenta giró y me volvió a abrazar igual que la primera vez mirándome a los ojos.

– La verdad es que estas tan linda Andreíta.

– ¿Si?

– Si. Has crecido tanto que ya dejaste de ser la niña que dejé de ver hace un tiempo -me dijo separándose y mirándome a los ojos.

Sentí un poco de presión en la cintura cuando bajó sus manos. Me manejó con facilidad porque evidentemente no puse ningún reparo en resistir ya que para mi abrazarlo era algo normal, aunque ahora ponía más expectativa en ello. Pero quedé más aliviada o desconcertada digamos, cuando se liberó inmediatamente de mi, contrario a lo que pensaba otra vez y volvió a la tarea de dejar todo listo. ¿Estaría confundiendo el cariño de mi tío por tener yo misma pensamientos tan sensuales?

Por fin llegaron mis padres y mis hermanos. Todo transcurrió como una fiesta privada de familia. Y cuando llegaron los postres tío Sergio se paró y golpeando una copa con una cuchara dijo:

– Tengo una sorpresa para alguien -dijo como cantando con alegría- Síganme!

Y bajamos la escalera para ver al piso de abajo ya que todavía no habíamos visitado la casa por completo. Descubrimos el billar con tapete rojo y todo el resto en madera lustrada y trabajada. Cuando nos tuvo a todos, abrió una puerta y una habitación totalmente decorada con una cama inmensa, alta, hermosa con un tul que caía en campana desde el techo y una muñeca de trapo grande sentada en una silla. Al costado una cómoda adornada con varias cajitas como para guardar relojes, pulseras o cosas así. A la derecha un closet de pared a pared abierto y lleno de perchas vacías. Del otro lado una ventana con cortinas blancas y corazones pequeñitos rosados. Y un baño con una bañera grandísima que luego me enseñó, tenía chorros de agua para masajes. No teníamos idea cuál era la sorpresa todavía hasta que habló otra vez.

– Desde hace muchos años me prometí que si me iba bien, trataría de darle opciones a los más necesitados de mi familia. Por eso les ofrecí la cabaña a ustedes. Los niños tienen sus camitas y un dormitorio completo con juguetes. Ustedes dos, -prosiguió dirigiéndose a mis padres- tienen la casa que todavía no podían alcanzar pero que ahora con los nuevos trabajos podrán mantener hasta que quieran independizarse. Y por último, mi niña mas querida de la familia no iba a dejarla dormir con sus hermanos en un colchón en el piso, por supuesto!

Y destapando una manta que estaba tapando la pared sobre la cabecera de la cama, apareció mi nombre en letras de madera pintadas de un blanco hueso. Y dijo:

– Por eso mandé hacer esta habitación exclusivamente para ti Andreita. Por lo mucho que significaste cuando de chiquita fuiste mi companía por muchas veces cuando me sentía frustrado. Claro que tu no lo sabías porque nunca te lo mencioné. Y en tu inocencia no te diste cuenta que al despedirme y darte la espalda se me escaparon las lágrimas porque no sabía si iba a volver a verlos otra vez hasta quién sabe cuándo… o quizás nunca. Claro que esto es si tus padres están de acuerdo.

– Por supuesto Sergio! Para nosotros es un alegrón poder ofrecerle la oportunidad de tener un lugar tan lindo!

Quedé con la boca abierta como una tonta. Miré alrededor otra vez y empecé a girar sin querer perderme un detalle. Y sin darme cuenta las lágrimas empezaron a aflorar y rodar por mis mejillas. Mis manos a los costados de la boca. No podía salir de ese trance de sorpresa! Mis padres se abrazaron y mis hermanos empezaron a saltar contentísimos.

Cuando desperté de ese insomnio involuntario, salté al cuello de mi tío gritándole:

– Tío Sergio!!! Gracias tíiio! Te adoro! Este es el mejor regalo que he recibido en toda mi vida! -y por la fuerza de mi salto, los dos caímos sobre la cama mientras todos se reían de alegría por mi reacción tardía.

Yo montada a horcajadas en su pecho, le daba besos por toda la cara mientras él trataba de defenderse, entre los que varias veces lo besé en los labios pero ni me di cuenta cuántas veces lo hice. Los chiquillos nos cayeron encima y las risas llenaron el cuarto de alegría. Me levanté y fui a abrazar a mis padres. Cuando todo llegó a la calma y los chiquillos se fueron a hacer rodar las bolas del billar con la mano, mi tío se unió a ellos para enseñarles cómo tenían que meterlas en los huecos.

Yo sentada en la cama seguía mirando alrededor “mi cuarto”. Mis padres se sentaron uno de cada lado acariciándome.

– ¿te das cuenta cuánto te quiere tu tío?

Afirmé con la cabeza sonriendo como nunca lo había hecho.

– Ni nosotros sabíamos de esto.

– Por eso hija, tienes que ser buena, cuidar la casa y ayudar lo más que puedas en agradecimiento por todo lo que nos ha dado.

– Si papá. Si mamá. Prometo que voy a ayudar y voy a estudiar mucho para ser como él también.

Me abrazaron.

Luego nos fuimos a conocer el resto de la casa. La habitación de mi tío era un sueño también. Con un ventanal enorme y un balcón que miraba hacia el lago. A lo mejor para los demás era normal, pero para mi la cama era inmensa. Claro que nunca había visto una así. Alfombras a los lados sobre el piso de madera y cortinas pesadas. Una cómoda y un closet grande lleno de ropas y zapatos.

Cayendo la noche, mis padres estaban muy cansados y los niños se habían quedado dormidos. Los llevamos a la casa y mi madre, mi tío y yo mudamos mi ropa de lugar.

Habíamos dejado toda la ropa arriba de la cama para empezar a colgarla.

– Mariela -le dijo mi tío a mi madre- anda a descansar que entre los dos colgamos la ropa. Tu estás bien cansada.

– Bueno, si. Gracias por lo que haces Sergio.

Le dio un beso, me dio un beso a mi y se fue para la casita.

Fui al baño y me puse la camiseta de pijama encima de mis calzoncitos y unas zapatillas para empezar la tarea mientras mi tío fue a ponerse su pijama. Yo estaba tirada en la cama todavía sorprendida y feliz mirando alrededor cuando entró mi tío. Se me quedó mirando en silencio y luego como haciéndose el distraído me dijo:

– Manos a la obra!

Entre los dos colgamos la ropa rapidísimo. Después pusimos algunas cosas en la cómoda y me ayudó hasta con mi ropa interior que consistía solo de bombachas.

Luego nos tiramos en la cama. Uno de cada lado y nos encontramos en el medio. Pasó el brazo por detrás de mi cuello y yo me abracé a él.

– ¿Y porqué no tienes sostenes? -me preguntó.

– Es que no usaba en la villa.

– Pero te han crecido bastante las tetitas, no?

– Un poco.

– Un poco? Vamos… mira como se te notan bien Andreita.

– Bueno, no es para tanto -dije riéndome.

– Si que es. Te han crecido mi linda -dijo mirándome a los pechos.

Me reí levantando el pecho para que se me notaran mas, en forma de juego. Él no dejó de mirarlos.

– Bueno, bueno, a dormir, hasta mañana -se despedía amagando a levantarse.

– Gracias tío -lo abracé girando y subiéndome encima lo besé en la mejilla cerca de su boca como me había hecho él al llegar.

– ¿Estas contenta?

– Si! -le dije enderzándome abriendo las piernas y quedando sentada encima de su pelvis apoyando mis manos en su pecho. La camiseta había subido y mi bombacha blanca quedó al descubierto.

Me tomó de la cintura con suavidad como para querer salir de esa situación, pero no me moví.

– ¿De verdad me quieres tanto tío? -le dije toreándolo con una risa nerviosa.

– Mucho mi amor -amagaba a levantarse.

Para que no continuara con la intención de levantarse, me agaché para darle un besito y le dije gracias. Y volví a hacerlo varias veces como jugando y diciéndole gracias a cada poquito de boca que le daba. Pero en cada movimiento había algo diferente, más notorio. Sentía claramente como se le ponía más dura la pija. Yo estaba absolutamente consciente de lo que estaba haciendo. Al principio tenía muchas ganas de apretarlo, sentirlo, abrazarlo demostrándole el cariño que le tenía, pero la situación del momento fue convirtiendo ese sentimiento en algo muy sensual, más sexual. Y tomé la determinación de recostar mi cabeza en su pecho abrazada a su cuello.

Se quedó muy quieto, quizás confuso. Pero de seguro que lo que me había hecho sentir al bajar las maletas, era lo que en su mente tenía para provocar esa acción. Sus manos recorrieron mi espalda hasta apoderarse de mi nalgas y otra vez la quietud.

Al sentir que su crecido bulto convulsionó un par de veces en medio de mis piernas, apreté inconscientemente. Sus manos se crisparon y me apretaron más contra él. Cerrando los ojos yo me levante un poco arqueando la espalda sin dejar de rodearle el cuello con mis brazos recorrí lentamente todo lo largo de su dureza con mi pelvis. Abrí los ojos y nos miramos y así sin dejar de mirarnos, volvía recorrer el mismo tramo hacia abajo. Otra convulsión y volví a hacerlo dos, tres y a la cuarta vez me lancé a darle otro poquito en los labios quedándome pegada en su boca por un tiempo. Seguimos rozándonos las bocas delicadamente mientras sus manos me hicieron mover la cintura. Y en el mismo momento que abrimos las bocas lancé y gemido que fue el punto de partida de una batalla de lenguas mojadísimas y hambrientas.

Ya no había marcha atrás. Estaba declarada una guerra de sensualidad impresionante como no había sentido en mis veces anteriores. Desaparecían nuestras tímidos acercamientos para convertirse en una meta deliciosa que nos podía llevar a gozar de una noche inesperada, sin planeamientos.

Me levantó la camiseta y mis tetas fueron a parar a su boca turnándose en cada una. Me estaba poniendo loquita de deseos. Estaba deseando que sacara esa pija de su short pijama y me la metiera bien adentro!

Como adivinando mis pensamientos me giró y sacándome la bombacha, me montó en su boca y me penetró con la lengua. Como por la posición me había quedado mirando a sus pies, me agaché lentamente hasta llegar al short que le bajé hasta descubrir esa dura pija que saltó hacia mi cara. No le di ni dos segundos de libertad porque la tomé presa entre los labios sin poder meterla toda y empecé a darle una chupada en la cabeza brillantemente roja, apoyada por mi mano que no llegaba a cerrarse por completo alrededor de su miembro, desde bien abajo del nacimiento. La llené de saliva varias veces para ver si podía chupársela mas adentro como me habían enseñado y mientras me dedicaba a hacerlo, le moví la cintura para cogerlo en la cara con mi conchita ensopada rozándome el clítoris con su nariz y su lengua en cada estocada.

– No Andreíta, no. Creo que no deberíamos hacer esto -me dijo.

Pero no paró de moverse ni dejar de chuparme la conchita mientras me abrazaba el trasero con sus manos presionando lo más que podía. Los labios de mi vulva estaban completamente abiertos y casi alojaban toda su boca dentro de mi. Estaba a punto. Pocos movimientos más y empecé a sentir la necesidad de un orgasmo que no podía parar nadie ya. Ataqué su boca con movimientos más violentos en círculos y empecé a ensoparle hasta las mejillas, debajo y encima de los labios llegando a meterme la nariz para rozarme con fuerza durante mi venida insoportablemente deliciosa!

Mi mano seguía masturbándolo mientras había dejado de chupársela para poder gemir en ese momento tan desesperante hasta que me calmé un poco y volví a metérmela en la boca.

– Uy Andreíta! Qué rica que tienes la concha…! Y que caliente que eres! Me tenías así desde que te me arrimaste esta tarde en el aeropuerto y cuando te me subiste hace un momento encima delante de tus padres. Me sentía tan atraído que tenía miedo que esto fuera a pasar.

– …uuuhh… tío -le dije quitándome su pija de la boca y sin dejar de mirársela con deseos.

– Ven -me dijo.

Y girando otra vez me enfrenté a su cara abriendo las piernas para sentirlo justo allí donde más deseaba. Nuestros desnudos sexos se encontraban por primera vez. Y se gustaban porque se enfrentaron de inmediato. Sentí la cabeza en medio de los labios de mi vulva subiendo hasta toparse con el clítoris. Y otro gemido se me escapó mirándolo ahora a los ojos con cara de deseo inocente.

– ¿Estas segura de que quieres esto de mi?

– mhm… -dije moviendo mi cabeza afirmativamente.

Me agarró de los cachetes de la cara con las dos manos y me guió hasta su boca entrelazándonos en otra guerra de besos semi-violentos provocados por una calentura insoportable por parte de mi tío. Y empujé apenas un poco con mi conchita y por lo resbalosa que estaba, no hubo nada que impidiera que la cabeza me entrara pero me estiró demasiado los labios. Los sentí tensos. Su pija estaba muy gorda. Mi tío dio un sacudón y gimió:

– Huh…!

Y parando de besarnos nos quedamos mirándonos a los ojos con cara de deseo insoportable otra vez. Así estuvimos por un momento como suspendidos en el tiempo, como disfrutando de esta primer penetrada que me estaba haciendo. Pero mi impaciente calentura decidió por mi y mi cadera empujó un poco más. Y esa verga gorda, durísima y venosa entró un buen pedazo más arrancándome un quejido de deseo y miedo a que me fuera a doler. Sin embargo dilaté mucho hasta sentirme cómoda y no dejábamos de mirarnos con cara degenerada por la situación.

– Qué rica que tienes la concha Andreíta!! -me dijo al mismo instante que sus manos en mi culo empujaron hasta metérmela toda.

– Ahhhh…! -me arrancó otro gemido más fuerte ahora abriendo la boca. Y así mismo me lancé en la suya para chuparle la lengua con desespero y esperando volver a dilatarme un poco más para alojarla mejor. Me metió la lengua dentro de mi boca y así nos fuimos intercambiando las babas con los labios chupando cuando nos permitíamos separarlos un poco.

Le acaricié el cabello mientras mi cintura comenzaba a moverse hacia arriba y abajo repetidamente con una letanía insoportable que nos daba más calentura. Sentía eso duro revolviéndose en las paredes interiores de mi vagina con total claridad al salir un poco y al entrar totalmente cada vez. Tener la pija de un hombre dentro de mi concha siempre ha sido algo demasiado gozado por todo mi cuerpo y mi mente porque siento absolutamente sus movimientos ya se vaya de lado o de frente. Siento cuando cambia de dirección en mi interior y vuelve a acomodarse al llegarme al fondo. Siento como se eleva mi temperatura en ese mismo lugar y siento los flujos.

Me encantaba escuchar el ruido mojado que provocaban nuestros sexos en cada movimiento. Me fascinaba el olor que se iba sintiendo cada vez más fuerte mientras cogíamos. Y no veía nada a los lados porque me concentraba totalmente en ese cuerpo que tenía debajo o cuando me giró para montarme.

Me abrió las piernas poniéndomelas encima de sus hombros y me dijo:

– Ahora sí que te voy a llenar toda mi divina niña… ¿Quieres? -me dijo con cara morbosa.

– Sí tío si!! Lo que quieras!!

Puso su peso sobre mí hasta que mis rodillas quedaron a los lados de mi cara y sentí que me llegaba hasta el final de la vagina de tan metida que la tenía.

Con sus manos a los lados se apoyaba para embestirme con estocadas cada vez más rápidas.

– ¿Quieres que te de mi leche?

– Siii! -le grité sin parar de movernos.

– Pero… ¿estas segura que podemos? -dijo parando un momento de moverse. Y le grité:

– No tío no! Sigue moviéndote adentro mío!

Pasé mis piernas por detrás de sus nalgas y lo embestí yo misma con mi pelvis con repetidas veces cada vez más violenta. Me estaba viniendo otro orgasmo delicioso! Y ese instante me gritó:

– ¡Tómala nena, tómala! ¡Aquí tienes mi leche! No puedo parar! Ahhhhh….!

Y por dentro sentí ese calor divino invadiéndome las entrañas de mi concha alargando mi orgasmo más de lo normal mientras su boca me chupaba ahora las tetas. Una, dos, tres, cuatro y cinco embestidas de su pija fueron vaciando la leche allí mismo donde se sentía acomodada por las presiones que le hacía con mis músculos internos reaccionando a sus venas hinchadas muy dentro de mi.

Lo tenía abrazado con mis brazos y mis piernas. Me tomó la cara y subió sus labios para besarnos ahora con calma, con otro tipo de deseo, con agradecimiento de parte de los dos por habernos dado tanto placer.

– Qué manera más sensual de coger que tienes Andreíta…

Me sonreí y después de girarnos hasta quedar yo otra vez encima de él, le dije:

– Te adoro tío.

– ¿Te gusto que te cogiera?

– Si. Me gusto que me cogieras así tío. Me la hiciste sentir mucho.

– Te gusta mucho la verga me parece.

– Si -le dije sonriendo con un poco de vergüenza.

– ¿Cuántos te la han metido?

– Dos.

– ¿Quienes fueron?

– Arturo y Luis Eduardo.

– Vaya la niña. Los vecinos te gozaron juntos?

– No.

– Pero te lo hicieron a la fuerza?

– No.

– A ver, cuéntame.

Su pija seguía dentro de mí. No hacíamos nada por despegarnos. Me gustaba que habláramos así. Me daba más confianza. Y comencé mi narración de todo.

Él me escuchaba y me acariciaba. Me ayudaba con preguntas para que continuara y poco a poco fui contándole todo como había sucedido. A los pocos minutos de estar hablándole, sentí que su pija se iba poniendo dura otra vez dentro de mi.

Y sin terminar de contarle lo que me pasó en el avión, me plantó un beso tan caliente en la boca que me hizo olvidar que le estaba hablando. Se había calentado otra vez con mi historia y me quería coger otra vez.

No esperé nada para moverme encima de él.

PARA CONTACTAR CON LA AUTORA
adriana.valiente@yahoo.com

 
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