

Las Profesionales son relatos originalmente escritos en español y no existen versiones en ingles o en otros idiomas por el momento. De ser publicados fuera de la página de todorelatos.com solicito sea comunicado previamente y se mencione la fuente y su autor.
Las situaciones sexuales descritas en estos relatos son producto de la ficción. En el mundo real, existen serios peligros de enfermedades de contagio sexual, practique el sexo seguro. Use preservativos y protéjase usted y a su pareja sexual.
Las Profesionales – Maestro de Marionetas Esclavas.
La vista a través de la ventana del quinto piso del nuevo edificio de Baxter Health Care & Spa era simplemente hermosa, algunos de los edificios mas pequeños del complejo podían verse a la izquierda y a la derecha claramente se apreciaban los árboles que rodeaban las extensas hectáreas de montaña donde estaba ubicada la instalación. Más allá en el horizonte lejos de las montañas se apreciaban los suburbios y luego los edificios de la ciudad que hacia pocas horas despertaba a un nuevo día.
Robert Sagel, sentado en la comodidad de su nueva oficina, observa la tranquilidad del panorama. Teclea algunas órdenes en la computadora portátil colocada en su escritorio, mientras sostiene un ejemplar de Social World Magazine, en portada aparece la foto de una hermosa mujer de por lo menos 45 años, de hermosos ojos verdes, cabellos castaños y piel clara, vistiendo un costoso vestido ejecutivo de saco y blusa de seda la cual deja entrever un hermoso par de senos que aun se mantienen en buen nivel dándole un excitante y a la vez elegante porte, sobre la foto el título del reportaje central es “Vivian Deveraux una profesional de éxito digna de imitar”.
Abriendo la revista observa el contenido del artículo y sonríe al escucha un timbre proveniente de la página web de su banco en línea, revisando el monto de la cuenta descubre que los fondos que esperaba han sido transferidos con éxito. Leyendo en voz alta dice:
– “… ser una profesional de éxito es muy complicado en estos días, donde las responsabilidades y competencias de una mujer, día a día son puestas a prueba en la dura lucha por escalar las posiciones desde el suelo hasta la cima de la realización personal…” Agggg ummmmm.
Robert deja escapar gemidos mientras sonríe al mirar a la desnuda Vivian Deveraux que esta a cuatro patas en la mullida alfombra de la oficina, ella lo observa entretenida en su labor de mamar a su dueño, sus ojos verdes se mantienen opacos y con mirada ausente mientras Robert acaricia sus cabellos, ella solo usa un par de zapatos de altos tacones de aguja y un elegante collar de perlas con una plaquita de plata que dice “Vivi”, un murmullo llega desde su vagina y su ano donde dos vibradores activados mantienen su vulva empapada por sus jugos que escurren por sus muslos.
Robert con un control remoto activa el nivel 5 de ambos vibradores inalámbricos, Vivian tiembla al sentir como los aparatos aumentan el ritmo, en su mente su propia voz se combina con la de Robert escuchándose decir “buena chica Vivi, buena chica, da el código de seguridad de tu banco a tu amo, solo eres una buena chica obediente y dócil, tu amo te premiara si obedeces”
– Buena chica Vivi, muy buena chica, bien sabes que pude sacarte cualquier cosa de esa cabecita tonta que ahora tienes, pero me encanta premiar a mis esclavas, definitivamente eres toda una profesional digna de imitar… y mira hasta donde has escalado, hasta la alfombra de mi oficina.
El intercomunicador se activa y la secretaria le informa.
– “Dr. Sagel la Dr. Helen Bells esta aquí para su reunión de las 8:30”
– “Muy bien Tara dile que entre”
Segundos después la puerta de la espaciosa oficina se abre dando paso Helen que como siempre camina con exquisita elegancia y con paso decidido avanza hacia Robert, ella viste un conjunto de saco y minifalda ejecutivo azul oscuro, blusa de seda blanca y medias con ligueros de encaje que cubren las esculturales piernas calzadas con zapatos negros de tacón de aguja, el rítmico andar hace que sus caderas se muevan en un excitante vaivén y sus senos se muevan arriba y abajo haciéndola de lo mas deseable. Robert sonríe al apreciar esa obra de arte y se complace al ver el subir y bajar de esos hermosos y redondos senos pues el sabe que Helen no lleva puesto ni sostén ni bragas como se le ha entrenado. No es posible evitar una erección al ver caminar a esa mujer que casi es una pieza de arte viviente, la cual transpira deseo y afecta el libido ya sea a hombres o a mujeres.
– Buenos días Dr. Sagel.
– Mejores ahora Helen… toma asiento.
– La comitiva extranjera ha llegado a las instalaciones tal como usted lo solicitara.
– Excelentes noticias Helen y cuenta como avanzan los preparativos del nuevo proyecto…
Robert siente como Vivian Deveraux tiembla de pies a cabeza sin la necesidad de que aumente la velocidad de los vibradores, ella sigue mamando el erecto miembro de Robert, debe ser tan humillante para ella saber que otra persona puede verla a 4 patas y mucho más que ella sea usada como un juguete sexual que solo tienen como propósito ordeñar la verga de un macho que la domina.
– Todo marcha según lo planeado, en el transcurso de esta tarde y mañana en la mañana estaremos recibiendo los primeros resultados del experimento en la mansión.
– Muy buenas noticias Helen, mantenme al tanto de avances…. Encárgate por favor de llevar a nuestra invitada VIP a su celda, digo a su habitación 5 estrellas… parece que esta disfrutando muchísimo su visita a nuestra clínica de reposo.
Diciendo esto Robert coloca una cadena al cuello de la sumisa Vivi y la entrega a Helen que rápidamente tira de ella y Vivi sacando la verga de Robert de su boca le mira con una mezcla de excitación y desaliento por no recibir la totalidad de la deseada recompensa, gateando a 4 patas avanza tras Helen que la lleva hacia una de las puertas ocultas de la oficina y al llegar la hace que se levante, le saca ambos vibradores de sus huecos y le hace limpiarlos con su boca y lengua, estando en eso Helen le dirige una mirada cómplice a Robert y le comenta:
– Pronto tendremos muchas más de estas elegantes señoras a cuatro patas, la campaña de publicidad esta resultando un éxito.
– Tal cual lo dices Helen, pronto tendremos más trabajos VIP, la inauguración de la clínica y centro de reposo y descanso VIP ha sido un rotundo éxito en la operación, lo que me recuerda dile a Tara que revise todo para el recorrido de las instalaciones, descuida Helen, esta vez no regalaremos nada de nuestro inventario, creo que al contrario estarás complacida con los aportes que nos traen esta vez nuestros invitados.
Con una sonrisa Helen abre la puerta oculta en el muro, suelta la cadena del cuello de Vivi y Vivian sin siquiera recibir una orden con sus manos separa sus labios vaginales para facilitar que Helen coloque la cadena en la argolla que hacia unos días había comenzado a adornar su hermoso y depilado coño.
Ambas mujeres desaparecen tras la puerta, Robert acomoda sus ropas y acciona el intercomunicador mientras dice:
– “Tara, informarle a mi invitado que pueden pasar”
– “Inmediatamente Doctor”
Un momento después Tara abre la puerta dejando pasar a la oficina primeramente a un hombre de sobrio aspecto ejecutivo de aproximadamente 50 o 60 años, su rostro de marcadas facciones asiáticas da a su aspecto un porte misterioso e imponente. Justo a dos pasos detrás del hombre avanza una chica igualmente asiática en la cual destacan tantos atributos femeninos que van desde sus redondeadas y respingadas nalgas, pasando por sus caderas justo debajo de su cintura estrecha en su delgado y delicado cuerpo como es usual en las asiáticas, algo no tan usual en su origen son un par de hermosos y redondos senos 34C que en comparación con su cabeza parecen estar fuera de proporción en ese menudito cuerpo, no mayor a 1.65 metros de altura. Sus cabellos negros tan oscuros como la noche descansan a un costado de su cabecita en la cual lo mas inusual de todo lo hablado es lo más interesante de la recién llegada, un par de hermosos ojos azul grisáceos que le dan un toque aun más místico a toda ella.
Robert como es protocolo se levanta de su escritorio y avanza a su encuentro, se detiene y hace una perfecta reverencia que es devuelta por ambos visitantes mientras Robert les comenta.
– Hasegawa-Sama. Es un honor para mí recibirle en mi oficina.
– El honor es mío Rooober-San, ha sido un largo viaje pero ha valido la pena.
– Hasegawa-Sama tome asiento por favor.
El recién llegado toma asiento y conversa con Robert mientras la chica se mantienen de pie junto a su jefe quien no es mas que Tetsu Hasegawa, CEO de Hasegawa Group, una de las más grandes compañías de bioquímicas de oriente, en las cuales destaca su departamento de desarrollo de fármacos biotecnológicos, ella es Akemi Miyake una ejecutiva de 22 años la cual inicio en el Grupo Hasegawa como responsable del departamento investigación y desarrollo. Poco tiempo después de su contratación Hasegawa decidió que Akemi debía encargarse de complacer cada deseo que el tuviera en mente y para tal fin había sido enviada como enlace con Industrias Fredensborg, su socio comercial y su principal cliente de bioquímicos, tiempo después en las expertas manos de Robert, Akemi se convirtió en la leal y servicial esclava que ahora de pie sostenía el maletín de su amo mientras el conversaba con su anfitrión. En su mente no había más que la orden de ser dócil y obediente a las ordenes del gran señor Hasegawa.
Por lo menos eso es lo que pasaba en la mente y a los ojos de Akemi, pues en un singular uso de una profesional, todas y cada una de las palabras dichas por Hasegawa llegaban a los oídos y cerebro de Akemi la cual las traduce para Robert sin el menor contratiempo y cada respuesta de Robert pasaba por igual camino para llegar a Hasegawa, aun para Robert era fantástico ver como un juguete sexual era usada como un traductor viviente sin ella cometer el menor error.
– Si me lo permite Hasegawa-Sama, le invito a recorrer las nuevas instalaciones de nuestra Clínica de reposo, le anticipo que se sorprenderá de los adelantos que hemos logrado en tan corto tiempo.
Una leve pausa y nuevamente la hermosa voz de la sumisa entrenada, enuncia las palabras en perfecta traducción para su jefe que al momento responde y la voz de la sumisa llega a Robert que no se cansa de admirar lo hermoso de sus trabajo.
– He esperado con ansias el conocer las nuevas instalaciones Rooober-San, pero quisiera primero que nos encargáramos del equipaje que he traído conmigo.
– No faltaba más, pero ya he girado ordenes sobre ese punto, de cualquier forma iremos a dar un vistazo, acompáñeme por favor.
Ambos salen de la oficina seguidos por Akemi que camina justo a dos pasos detrás de su dueño. Toman un corredor que los lleva a una espaciosa área donde una puerta les da acceso a un cubículo donde un falso espejo les permite ver a un grupo de 6 chicas asiáticas, vestidas todas con el uniforme de empleadas de Hasegawa Group, falda larga y saquito ejecutivo azul marino, con blusa de color blanco con una corbatita del mismo azul del saco. Todas conversan animadamente mientras se van sentando en las sillas destinadas para ellas en una sala de proyecciones, donde según Tara y Mitzuki les han informado, podrán ver un corto video explicativo de la Clínica Baxter.
Poco a poco todas toman asiento y el video inicia, donde puede verse aparecer una sonriente Patricia Zurita, la cual empieza a comentar todo lo que Clínicas Baxter ofrece en sus instalaciones. Hacia solo una semana que Patricia Zurita había anunciado su pronta renuncia a su empleo en la cadena de noticias donde había ganado fama, para convertirse en el rostro y vocera comercial de Clínicas Baxter. La primera campaña publicitaria había tenido una rapidísima aceptación entre jóvenes mujeres de clase media y clase alta.
Tara y Mitzuki se colocan al fondo de la sala, el video continua y poco a poco el murmullo de las chicas se va apagando mientras por un lado prestan atención al video y por el otro el gas inodoro e incoloro va llenando la sala relajándolas y aturdiéndolas lentamente, la gran mayoría de los hermosos rostros asiáticos van reflejando el aturdimiento. Una de las chicas sentada casi al frente sacude su cabeza intentando despertarse y extiende su mano torpemente para llamar la atención de su compañera que mira aturdida la pantalla donde Patricia sigue explicando los detalles de Clínicas Baxter. Mitzuki avanza entre las chicas con una mascarilla respirador en su rostro, sacando un aplicador inyecta el cuello de la chica dejándola fuera de combate en dos segundos.
Mitsuki empieza a colocar las correas restrictivas en las piernas y brazos de las aturdidas chicas, mientras Tara con un carrito lleva 6 juegos de visores de realidad virtual que va colocando en las cabezas de las chicas ya atadas y conectándolos a terminales ocultas bajo los cómodos asientos.
Robert observa a sus esclavas sumisas trabajar sin contratiempos en las nuevas candidatas mientras escucha a su acompañante hablar y luego la voz de Akemi llega desde su espalda.
– Espero que concuerde conmigo Roober-San esta vez he traído a las más hermosas de mis empleadas.
– Debo reconocer el excelente gusto que demuestra con cada una de sus entregas Hasegawa-Sama.
– ¿En cuanto tiempo podré tener a este grupo preparado y listo para lucirlo en mi colección?
Ya para este momento la mayor parte de las chicas tiene puesto el visor de realidad virtual que Tara va colocando, mientras Mitzuki va levantando las faldas de las chicas y quitándoles las medias y cortándoles las bragas y sostenes a cada una, mientras ajusta consoladores en sus coños y pone electrodos en sus vulvas y en sus pezones.
– Estamos mejorando día a día nuestras técnicas, hemos reducido muchísimo el tiempo de adoctrinamiento, mucho más con los nuevos químicos que nos esta proporcionando. Deberíamos estar entregándole este grupo en menos de 15 días. Muy pocas mujeres han podido resistir el romperse en uno o dos días una vez iniciamos el tratamiento intensivo.
– Me parece excelente, quisiera tener a estas sumisas a mis pies lo más pronto posible. Me gustaría conocer el proceso de conversión de las esclavas.
– En ese caso acompáñeme, visitaremos en corazón de las Clínicas Baxter.
A varios kilómetros de las Clínicas Baxter, en un exclusivo barrio residencial a las afueras de la ciudad, donde las mansiones son de dos a tres niveles, con muchísimas habitaciones, rodeadas de muy cuidados jardines y árboles frondosos al frente, a los costados y sin dejar de lado la elegante piscina trasera de la mansión, la agitada vida de una familia continúa sin novedades aparentes. James Baxter esta sentado a la mesa de la cocina leyendo el periódico del día, mientras todo el lugar se llena con el aroma del café mañanero preparado por su empleada Rossana que ahora viste su usual uniforme blanco y negro de empleada doméstica mientras termina de preparar el desayuno para Susan Baxter que se ocupa apuntando cosas en su agenda electrónica justo antes de salir para comenzar un nuevo día de trabajo.
– Niñas a desayunar, es la tercera vez que les llamo, no estoy para perder el tiempo.
La voz de Susan llena la casa al tiempo que mirando a Rossana le ordena.
– Ve y diles que bajen de una buena vez pues si no, no podré despedirme de ellas, debo salir ya o llegaré tarde a la oficina otra vez.
– Si señora.
James Baxter levanta la mirada de su periódico y con un autoritario tono de voz se dirige a Rossana.
– Espera Roxy… ven junto a mí.
Sussan sigue ocupada apuntando cosas en su agenda electrónica y James observa detenidamente en una pantalla de cristal líquido, que sostiene camuflándola en su periódico de la mañana, puede ver un video de alta resolución a todo color. Mientras su mano libre acaricia la pierna de Roxy por debajo de la falda, Roxy sube su falda para que Mr. Baxter tenga mejor acceso a su coño y su culo, la mano de James le acaricia una nalga y ella siente como su coño empieza a soltar sus babas. En el video puede ver claramente la señal inalámbrica de las, por lo menos 20, cámaras ocultas que cubren todas las habitaciones y lugares de la mansión, el video central muestra a la menor de sus hijastras vistiendo un cortísimo “baby doll” casi transparente que él le había comprado hacia unos días, aunque ella no lo recordara.
Melissa esta sentada en su cama con sus piernas abiertas mientras la lengua de su “mejor amiga” Valeria Crowell explora el coño y toma prisionero con sus labios y dientes el clítoris de Melissa mientras esta gime y aprieta las sabanas y sus pechos sobre el “baby doll” de encaje. Un segundo después Valeria se desnuda y le besa con sus labios llenos de humedad y tomando una toalla se dirige al baño.
James cambia el número de imagen y aparece Valeria desnuda a punto de entrar a la tina de espuma para darse un baño. cuando la imagen muestra a la chica dentro de la tina y la siguiente imagen muestra a Melissa sola en su habitación James Baxter le ordena a Roxy.
– Ve por ellas Roxy y hazlo como se te ha ordenado.
– Enseguida señor.
Susan continua escribiendo en su agenda justo como se le a ordenado previamente, sin tomar en cuenta nada de lo que pase entre James y Roxy, es irrelevante cualquier cosa que vea o escuche entre ellos, su vida continua justo como ella cree que debe seguir. Rossana sube las escaleras y siente la incomodidad del dilatador anal que, metido en su ano hace un par de horas, esconde bajo su vestido de empleada domestica. Rossana sube al primer piso y toca la puerta de la habitación de Melissa, Rossana toca dos veces más y luego de murmullos y cuchicheos una muy molesta Melissa abre la puerta gritándole a la cara a Rossana
-¿QUÉ?
– FUCKTOY MELY
Los ojos de Melissa se vuelven vidriados y su mirada perdida demuestra que su cerebro se ha desconectado de la realidad justo como se le ha condicionado. Roxy la observa y le dice:
– Dime lo que eres.
Melissa abre su boca y sus palabras escapan de ella con una voz casi como un mantra.
– Solo soy una boca, un culo, un coño y un par de tetas.
– El amo dice que hagas lo que se te ha ordenado y que no tardes en complacerlo.
Un recuerdo en su cerebro se activa claramente como una película que ha visto miles de veces, cada detalle de lo que debe hacer es claro como el cristal para ella, Melissa retrocede hasta su cama y recoge una maleta de viaje pequeña colocada junto a la mesita de noche, abriéndola saca una bolsa de papel lleva impreso el logo de un sex shop, contiene un nuevo consolador con correas para ajustarlo a la cintura. Este nuevo juguete le proporcionaría horas de diversión junto a Valeria. Cerrando la maleta deja la bolsa de papel con su contenido debajo de la cama. Vuelve a la puerta donde le espera Roxy.
– Esta hecho. ¿El amo estará complacido?
– Buena chica, despierta ahora puta Mely.
Los ojos de Melissa parpadean un segundo y ajustan su visión de Rossana su empleada de pie en la puerta de su cuarto y la ve gesticular algunas palabras mientras le tira la puerta en la cara.
– Señorita Melissa su madre dice que por favor baje a desayunar por que…
– No me jodas…
Rossana no ha terminado de hablar y la puerta del cuarto se cierra con un sonoro golpe. Melissa camina descalza hacia su cama vistiendo su cortísimo “baby doll” casi transparente, lo que dificulta sobremanera ocultar sus hermosos senos y sus muy bien torneadas caderas y nalgas, justo antes de llegar a la cama, la puerta del baño de su habitación se abre y una hermosa chica de cabellos castaños oscuros y brillantes ojos miel sale solo envuelta en una toalla blanca, camina hasta el borde de la cama donde Melissa ya esta sentada y le pregunta.
-¿Qué fue tanto alboroto?
– La estúpida desubicada de la empleada que viene a tocarme la puerta, ¿Quién se cree ella para venir a apresurarme en mi propia casa? La deje hablando con la puerta en las narices y le dije que no me jodiera la mañana…
Roxy continua su camino hasta la puerta del cuarto de la mayor de las hermanas Baxter, los tres golpes en la puerta traen de vuelta a la realidad a Samantha y antes de atender la puerta se empieza a ajustar la ropa luego de realizar un espectáculo sexual a su novio vía Webcam, y sin ella saberlo también le mostraba cuan puta es a su padrastro que la observaba por las cámaras ocultas en su cuarto, avanza a la puerta y se encuentra con Rossana.
-¿QUE?
– FUCKTOY SAMMY
Al igual que en Melissa, los ojos de Samantha se vuelven vidriados y su mirada se pierde en el vacío, su cerebro se convierte en una pagina en blanco donde sus dueños pueden escribir sus deseos, por más perversos que sean, y ella estará encantada de complacerlos. Roxy la observa y le dice:
– Dime lo que eres.
– Solo soy una boca, un culo, un coño y un par de tetas, a tus órdenes.
– El amo te ordena que recuerdes y hagas lo que se te ha ordenado, no tardes en complacerlo.
En la mente de Samantha mas que un recuerdo una secuencia de imágenes se proyectan disparando sus mas fuertes instintos sexuales y sus deseos sadomasoquistas al ver atada y a cuatro patas en una mesita de la estancia a su madre, completamente desnuda mientras Rossana se la coge con un gran dildo negro que le ensarta por el culo y ve a su padrastro James usando la boca de su madre como si fuera un coño donde mete y saca con fuerza y velocidad su erecta verga haciendo que los gemidos que llenan la habitación bajen de intensidad.
Pero no son solo los gemidos de su madre los que ella escucha, justo a su lado su esta sentada su hermana menor, ambas están sentadas en un cómodo sofá mirando como usan a su madre. Melissa esta desnuda bombeando su coño con un vibrador y con el rostro inexpresivo se masturba como una poseída mientras gime y se convulsiona de placer. Una quinta mujer, que viste un elegante traje ejecutivo, acaricia por la espada a su hermana y le sostiene los senos y acaricia el clítoris, mientras le dice algo en el odio a lo que la aturdida Melissa solo responde.
– Sí, lo haré Mistress Helen… lo haré Mistress Helen…
– Buena chica, buena chica putita mely, ahora correte para mi como la puta descerebrada que eres.
Mientras el vibrador sigue insertado en su coño, un orgasmo gigantesco barre el cuerpo de Melissa y gemidos y gritos llenan la mansión mientras convulsiona de placer a las órdenes de sus dueños, y como si de un juguete al que se le acaban la cuerda se tratara, sus brazos caen a sus costados y su cabeza se inclina hacia un costado pues no tiene la energía suficiente para mover un músculo, leves espasmos y el movimiento de su pecho al respirar atestiguan que no ha muerto víctima del placer.
Samantha siente como su cuerpo se eriza al ver que aquella mujer besaba a su hermana en los labios y luego lentamente la abandonaba para colocarse detrás de su propia espalda y llenarla de caricias como lo hiciera con su hermana, mientras le susurra al oído sus palabras… no, no palabras, ordenes, sí eran ordenes que ella debía cumplir.
– Volverás a casa luego de salir con Sammy hacia las montañas, entraras a buscar a tu hermanita, no te interpondrás en lo que veas que pasa entre tus padres y su empleada. Te excitara mirar, te encantara lo duro que traten a esas putas y necesitaras caricias y besos, si tu hermana te besa corresponderás y si ella no te besa tú la besaras Sammy. Obedecerás cada palabra que Roxy te diga, cada cosa que ella quiera que hagas con tu hermana no tendrás ninguna duda en realizarla. Serás conciente de todo y de todas las putadas que hagan, sabrás claramente que tu naciste para ser una puta perra mamavergas que solo vive para complacer a sus dueños… eres una buena chica Sammy.
– Soy una buena chica Mistress Helen.
Diciendo esto ambas mujeres se besan y en la mente de Samantha no existe otra cosa que ayudar a sus dueños, a sus amos, para quienes es importa que ella se vuelva la mejor puta de todas. Una puta conciente de su realidad como esclava sexual, una realidad que le encanta aceptar.
– Repite tus ordenes Sammy, repítelas como lo hemos ensayado todos estos días…
James Baxter observa complacido la imagen de la cámara del pasillo donde puede ver como Roxy sosteniendo con sus manos ambas nalgas de Samantha la levanta y presiona hacia ella besándola en los labios y con su lengua explora su boca que permanece abierta y la aturdida chica solo reacciona cuando Roxy la suelta y le dice:
– Buena chica, despierta ahora puta Sammy.
Samantha la mira aturdida y pestañea un par de veces y el vago recuerdo de Mistress Helen sosteniendo su cabeza y la de Melissa, haciéndolas fundirse en un húmedo beso de amorosas hermanas se va desvaneciendo hasta desaparecer… cuando escucha a Rossana decirle.
– Disculpe señorita Samantha pero su madre dice que la esta esperando para desayunar.
Esta vez Rossana pudo entregar el mensaje completo antes de casi recibir en la nariz la puerta del cuarto de la mayor de las niñas Baxter.
En las instalaciones de Clínicas Baxter, los tres personajes caminan hasta una puerta donde Robert introduce un código numérico y entran a una sala espaciosa donde a través de ventanas de cristal pueden observar tres quirófanos donde en ese momento tres chicas son operadas y se le implantan los nanobots en sus senos por un equipo de cirujanos especializados en la técnica de aumento mamario. Robert acciona un intercomunicador y una de las enfermeras voltea a responder la llamada detrás de la mascara quirúrgica los hermosos ojos azules de Lourdes observan a Robert con lujuria y deseo.
– “¿Como avanza nuestra nueva mascota?”
– “Sin novedades Amo, estamos por terminar el procedimiento en Lissy y en unos momentos la llevaremos a la incubadora”
– “Muy bien Lola ahora ve y termina con tus deberes”
– “Si Amo”
Volteando hacia sus invitados Robert puede ver como Akemi casi babeando observa las caderas de Lourdes contoneándose al caminar mientras vuelve a sus deberes, Akemi aparte de ser una extremadamente eficiente traductora, había sido programada para ser una ardiente bisexual. El hecho de que Lola llamara su atención no era una novedad pues ambas habían sido condicionadas en la misma remesa de esclavas, y como era obvio ellas habían llegado a conocerse profundamente en sus pruebas de desempeño como nuevas esclavas.
– Como puede ver Hasegawa-Sama, esta es una de las 4 salas de cirugía con que ahora contamos en la clínica, estamos en capacidad de realizar cirugías plásticas y de implantación de nanocontroladores a por lo menos 12 candidatas en simultaneo, hemos ampliado de forma extraordinaria nuestro “stock” de enfermeras y médicos (femeninas) especializadas en cirugía, anestesiología y otras áreas afines. Realmente nuestra visita al Congreso Internacional de Medicina Estética nos ha brindado resultados de excelente calidad. Ninguna de ellas puedo resistirse a ser invitada a una visita todo pagado a nuestra famosa clínica.
Mientras Robert camina, sonríe al recordar lo bien que se la paso seleccionando doctoras y enfermeras de aquel congreso, como si se tratara de cazar cervatillos seleccionando los más vulnerables de toda la manada, llegan hasta la sala de incubadoras, donde de pared a pared aparecen entre 15 a 20 objetos parecidos a capsulas metálicas las cuales a sus costados pueden verse una batería de monitores que reflejan el contenido de “los capullos”.
– Esta es nuestra sala de recuperación y reprogramación intensiva, hemos renovado nuestros equipos con estos nuevos modelos de capsulas o capullos de aislamiento sensorial. Cada una de estas capsulas contiene una candidata que es monitoreada y reprogramada mediante técnicas de repetición y recompensa. Las imágenes y conocimientos que queremos que se graben en sus mentes son descargados a sus cerebros por espacio de 48 a 72 horas. Para lograr que se rompan completamente a nuestra voluntad, intensificamos y controlamos sus sensaciones sexuales y logramos que en poco tiempo acepten sus nuevos roles, claro que esto lo logramos muchas veces con el trabajo previo en la preselección de candidatas en las clínicas que tenemos en la ciudad.
Accionando una de las pantallas de la tercera capsula, Robert muestra el registro completo de actividad de la chica contenida dentro de la capsula. En la pantalla principal aparece el nombre de Daniella Morgan, justo debajo de una foto tipo pasaporte donde aquella chica de por lo menos 24 años, le regala una hermosa sonrisa a la cámara engalanando un rostro de facciones estilizadas, nariz pequeña, chispeantes ojos miel y hoyuelos en las mejillas, su cabello rubio aparece cortado casi a la altura de los hombros. Luego tocando una pantalla táctil Robert acciona un video que muestra lo que en ese momento hacen ver a la chica.
– Veamos como Daniella se divierte cuando no esta ocupada trabajando como piloto de aerolínea comercial.
En el video aparece Daniella desnuda, con sus pies separados por una barra de metal que esta conectada a unas gruesas tobilleras de cuero por medio de argollas de metal, sus brazos están atados por cadenas que cuelgan del techo lo que hace que su cuerpo se balancee colgando del techo, sus gemidos son apagados por una mordaza de plástico rojo en forma de pelota que se ata detrás de su cabeza, los gemidos son producidos por la potente e incesante penetración que recibe de parte de un hombre vestido con uniforme de piloto de la compañía en la cual trabaja. Ella no puede contenerse y siente como su coño arde de deseo mientras el hombre llena con su verga su empapado coño mientras la sostiene por la cintura o le separa las nalgas dejando su ano expuesto y ella llega a ver estrellas cuando siente como una húmeda lengua sondea su esfínter, y las manos de una de las asistentes de vuelo de la compañía, arrodillada detrás de ella, acarician sus torneadas piernas mientras mantiene su cara enterrada en su culo.
Un poderoso orgasmo estalla en ella y sus ojos se van hacia atrás dejándolos en blanco mientras su cuerpo se tensa y sus piernas y brazos vibran como si recibieran una descarga eléctrica mientras su cuerpo se inunda de placer y de paso sus pensamientos se ahogan en el deseo de más y más placer.
– Bueno allí van unas cuantas neuronas que estaban de más, en cuestión de unas horas sus sesos estarán tan jodidos que le será difícil recordar su nombre.
Alejándose de las pantallas caminan por el corredor mientras observan a varias de las profesionales, que vestidas en ajustados trajes de minifalda parecidos a los de la estética, que marcan sensualmente sus senos en un amplio escote y casi no logran cubrir sus hermosos traseros, atienden, revisan y ajustan los diferentes niveles de condicionamiento de las candidatas.
Avanzan hasta llegar a una puerta metálica donde nuevamente Robert acciona una contraseña numérica que le da acceso a un panel biométrico donde colocando la mano, Robert acciona la puerta que se abre con un chasquido. Junto a sus invitados entra en una área completamente pintada de blanco, un blanco tan blanco que parece surrealista, a la derecha de la habitación se encuentran con un grupo de 4 sumisas que visten de uniforme de las cuales 3 están sentadas frente a una batería de monitores que registran la señal emitida por las cámaras colocadas dentro de cada una de las habitaciones distribuidas a izquierda y derecha del pasillo central. Cada habitación parece estar sellada sin puertas ni ventanas, se accesa a través de una puerta disimulada en la pared, pero el interior del cuarto puede ser monitoreado por una pantalla digital colocada en la entrada de cada habitación.
Robert activa una pantalla y aparece la imagen de un reducido espacio, más parecido a una celda que a una habitación. Todo lo que hay dentro es una cama colocada en una esquina, una mesa empotrada en la pared, un área de aseo con un lavado y un sanitario con bidet, en la pared opuesta a la cama una pantalla de TV de gran tamaño proyecta películas pornográficas una y otra vez mientras que en el sistema de audio de la habitación resuena los gemidos y sonidos de la película en estéreo.
En medio del suelo del cuarto una chica de cabellos castaños y grandes pechos aparece desnuda observando la película, arrodillada frente al monitor con sus piernas separadas mientras con dos dedos bombea su coño y con su otra mano se apoya en el suelo para no perder el equilibrio mientras se masturba como una estúpida arrecha observando la película.
– Esta es la postura clásica que encontraremos en cada celda, esta chica esta siendo bombardeada por condicionamiento visual y por mensajes subliminales que están en el audio que escucha. Para mantenerla concentrada y evitar que intente reaccionar al adoctrinamiento, el aire acondicionado contenido dentro de la habitación esta saturado en un gas que la mantiene en la “tierra de la-la-land” y que nos facilita manejarla al momento de sacarla de la celda.
– Todo este tiempo la mantienen drogada y receptiva, ¿ella podría recordar este proceso?
– Es probable que sí lo haga, aunque para ellas sería como rememorar una pesadilla erótica, generalmente implantamos memorias falsas en sus cerebros para que recuerden su estadía en la clínica como el tiempo más agradable que han disfrutado… De hecho ninguna de ellas se va de aquí sin disfrutar cada momento. En algunos contados casos cuando nuestras candidatas son devueltas a su vida real pueden comentar lo bien que lo pasaron en nuestra clínica y así poder captar futuras candidatas potenciales que ellas están condicionadas a detectar.
El destello de una señal luminosa en la batería de monitores de la estación de enfermeras, hace que una de ellas se levante y camine directamente al cuarto ubicado frente al cuarto que Robert mostraba a sus visitantes. Todos se colocan frente al cuarto donde la enfermera activa el monitor que permite a todos ver una chica de por lo menos 20 años, con un cuerpo delgado de curvas suaves y piel blanca que contrasta completamente con sus ojos de un verde esmeralda y su cabello negro azabache, sus senos no han sido aumentados mucho para mantener la estética de su cuerpo que parece una bailarina de ballet.
La enfermera activa un dispositivo en el panel de la celda y el gas de control es reemplazado por aire puro y en medio de la habitación aparece la chica de pie con sus piernas ligeramente separadas, sus manos se mantienen por un lado acariciando sus pezones y su otra mano introduce su dedo medio y su dedo corazón en el canal vaginal que tiene horas de estar repleto de fluidos que no paran de salir con cada nueva masturbación.
Abriendo la puerta la enfermera coloca una cadena de plata en la argolla del collar de cuero rojo, que a parte de los zapatos rojos de tacón de aguja, es lo único que viste la chica que dócilmente se deja manipular y es sacada al pasillo donde Robert y sus visitantes la observan con total atención.
– Una interesante pieza de su colección Roober-San.
– ¿No sabia que estaba interesado en la música sinfónica Hasegawa-Sama?
– Me interesan mucho el arte, y tener a la primera violinista de la Sinfónica de Paris convertida en una dulce sumisa es toda una obra maestra.
– Colette LaFleur tuvo la amabilidad de visitar nuestra ciudad hace unos meses y como ve, algo encontró aquí que no ha podido abandonarnos. Esta noche puedo hacer arreglos para que ella le haga una presentación privada si así gusta Hasegawa-Sama.
– Seria un exquisito placer.
Robert saca su agenda electrónica y escribe una serie de ordenes, ordenes que inmediatamente se hacen visibles en el reporte de acciones a tomar en la nueva sumisa Colette LaFleur, destinada esa noche a servir a Hasegawa como el tenga a bien.
Minutos después que Samantha bajara lista para salir, seguida por Melissa y Valeria igualmente listas, entraran a la cocina y tomaron un vaso de jugo de naranja y una o dos tostadas, y se fueron sin casi despedirse saliendo de la Mansión Baxter. Susan Baxter sigue sentada a la mesa y James Baxter deja de leer su periódico y mirando a Susan le sonríe mientras le dice.
– FUCKTOY.
Susan Baxter suelta su agenda que cae sobre la mesa y sus manos automáticamente empiezan a abrir su blusa y dejan al descubierto sus senos con sus pezones argollados y sin esperar otra orden se pone a cuatro patas metiéndose por debajo de la mesa y coloca su cabeza en la entrepierna de su esposo que le acaricia sus cabellos rubios castaños mientras atrapando por la cintura a Roxy la acerca a él y le besa subiendo su mano y tomándola de la nuca.
Roxy automáticamente empieza a desnudarse abriéndose la blusa y subiéndose la falda mientras las manos de James la guían hasta acostarla sobre la mesa para empezar a comerle el coño, mientras Sussy ya engulle con desesperación la verga de su dueño. Sobre la mesa a parte de Roxy descansa una agenda encendida donde se pueden leer las actividades que Susan escribía o por lo menos pensaba que hacia. “Viernes 8:30am: rwerwrwf rertrwe lksds ske”, “Viernes 10:00am: fds llxc rwslt eodsm”.
Hasewagua y Robert continúan el recorrido poco a poco y la mañana va pasando mientras Robert explica detalladamente a Hasegawa el uso de las incubadoras, y lo hace visitar las instalaciones del cuarto de control donde en ese momento por lo menos 6 profesionales operan las diferentes consolas de datos con audio y video que llenan de ordenes y mensajes subliminales las mentes de las candidatas en las incubadoras y en las celdas de recuperación, ninguna de las chicas parece percatarse de la presencia de los visitantes y continúan su trabajo sin la más mínima distracción, Robert se acerca a una de las operarias y mientras acaricia su cabeza como si de una mascota se tratara comenta.
– Como vera cada una de ellas centra su esfuerzo por ayudar a romper la voluntad y condicionar a las siguientes candidatas, muchas de las que ahora observamos por estos monitores en pocas semanas ocuparan puestos de trabajo en estas mismas instalaciones, sus habilidades naturales y profesionales no son destruidas, en cambio nosotros sacamos el máximo provecho de nuestro material.
La operadora de la consola emite leves gemidos y sus pezones parece que intentaran romper la tela de látex que constituye su uniforme de esclava, como es de esperar no hay nada más debajo de ese vestido y su atuendo solo tiene dos accesorios adicionales, un collar de cuero en su cuello con su argolla y un par de zapatos de tacón de aguja. Robert y sus visitantes abandonan el cuarto y pasan a otra cámara repleta de monitores y pantallas de video los cuales muestran todos los ángulos posibles del interior y el exterior de las Clínicas Baxter.
– Este es el centro neurálgico de seguridad de las instalaciones, como ve podemos monitorear toda el área interior y el perímetro exterior y verificar el buen funcionamiento de la fábrica y de cada uno de los módulos.
Todos observan los monitores donde en algunas cámaras ven la llegada de las pacientes en sus autos en el estacionamiento, algunas son dejadas en la puerta de acceso en elegantes limosinas y en elegantes autos sedan que visiblemente parecen blindados. En otra pantalla se aprecia la entrada de las pacientes y su segregación en clientela regular y clientela VIP, donde las primeras esperan su turno en una hermoso lobby con un soberbio gusto en decoración salido de la más reciente revista de decoración de interiores, las puertas de seguridad se abren y dos chicas, una rubia y una pelirroja entran dirigiéndose a la salas de masajes terapéuticos escoltadas por dos alegres y hermosas Estilistas de Clínicas Baxter que conversan animadamente con sus clientes.
En el segundo caso las clientes VIP conversan o chatean sus frivolidades con sus amigas mientras esperan sentadas en una súper lujosa sala, donde meseras les atienden y ofrecen sus bebidas o aperitivos energéticos bajos en grasa, sin azúcar, cero colesterol y cargados de drogas de control desarrolladas por la compañía Hasegawa, mientras esperan para ser llevadas las áreas privadas y selladas como son los saunas, las áreas de ejerció, las clases de aerobics, los baños relajantes o el área de masajes terapéuticos entre otros. Saunas como el que se aprecia en una pantalla donde una de las elegantes señoras lucha por no correrse mientras una de sus elegantes amigas esta de rodillas entre sus piernas, haciéndole una mamada de coño bajo la atenta mirada y supervisión de una de las Estilista de Clínicas Baxter, la cual le ha prohibido a la elegante señora correrse hasta que le sea ordenado, la pobre puta solo tiene la opción de convulsionar y sentir como se estremece a la espera de la deseada orden.
Volviendo la mirada a las primeras cámaras puede verse a la rubia y a la pelirroja acostadas boca abajo en sus mesas de masajes mientras una de las Estilista le acaricia las nalgas a la rubia y la otra Estilista revisa el estado de conciencia de la pelirroja abriéndole los parpados y revisándole sus ojos con una pequeña lámpara, satisfechas de la aparente inconciencia de ambas clientas activa un botón y una pared falsa se abre dándoles espacio a mover a las desnudas e inconcientes clientas a los pasillos que las llevan a distintos puntos de entrenamiento y condicionamiento de la Clínica.
En la mansión de la familia Baxter, Rossana deja de temblar por un momento y Mr. Baxter como si fuera la cosa más común del mundo le da a lamer sus dedos llenos de los propios líquidos vaginales de Rossana que los limpia con presteza y luego él se dispone a terminar su café y leer las últimas paginas de su periódico, perfectamente conciente de que sus hijastras han vuelto a casa y que una de ellas los espía y desarrolla su gusto por el vouyerismo. Rossana sigue sobre la mesa con sus piernas separadas ofreciéndole su coño a Mr. Baxter mientras ella misma se masturba con sus dedos y con la otra mano levanta sus senos y lame y muerde sus pezones. Esto es casi demasiado para Melissa que sigue escondida observando todo lo que pasa entre su padrastro y su empleada, siente que esta a punto de correrse por todo lo que ve. Su padrastro aprovecha para observarla por la pantalla de cristal líquido que sostiene en el periódico y la ve mientras ella se masturba viendo el espectáculo sexual de la cocina. Al poco tiempo observa a Samantha entrar a la casa y dirigirse a justo al lugar donde Melissa los observa, James sabe que será cuestión de minutos para que esas dos putas estén besándose y apretándose los culos y tetas justo como lo hacen siempre que el las tiene bajo su control y las hace comerse una a la otra.
Un momento después que los corazones de Melissa y Samantha casi se detuvieran al ver a su madre salir de debajo de la mesa de la cocina, mientras miraba embebida la verga de James que chorreaba jugos vaginales de Rossana, jugos preseminales y algo de las propias babas de Susan. Ambas chicas solo pueden mirar como Susan sigue lamiéndose los labios mientras bajo su falda sus medias se van humedeciendo por los jugos que salen de su coño, que arde en ganas de ser penetrado. Mr. Baxter, aun sosteniendo el collar de perro de Sussy, con sus manos presiona los hombros de su dócil esposa que simplemente reacciona arrodillándose hasta quedar a la altura del coño de Rossanna, Mr. Baxter ahora toma por la cintura a Rossana y la gira hasta que sus nalgas quedan frente al rostro de Sussy.
– Roxy ofrécele el culo a mi putita y tu putita has un buen trabajo con esa lengua.
Rossana toma sus redondeadas nalgas con ambas manos y las separa ofreciéndole su rosado y dilatado esfínter a Sussy. Sussy saca su lengua y empieza lentamente a lamerle el culo abierto por el dilatador anal, el culo de quien hasta hace un tiempo era solo su empleada doméstica. Las hermanas Baxter son sacadas de su estado de shock por los sonidos de la bocina del auto de Samantha. Mr. Baxter mira hacia a la puerta y ve a ambas como se agachan para no ser vistas y corren a la salida más próxima y no paran de correr hasta llegar al auto. Sacando su teléfono celular marca una tecla rápida y en pocos segundos Hellen Bells contesta.
– “Estoy a sus órdenes Mr. B, en que puedo complacerlo.”
– “Hola Hellen, solo para decirte que todo va según lo planeado, ambas perras han salido de casa y ya van más que cargadas de ganas.”
– “Gracias por su cooperación Mr. Baxter, nosotros nos encargaremos del resto.”
– “Recuerda el tercer paquete Helen. Ha sido un imprevisto del cual no me he podido deshacer.”
– “No se preocupe por nada, tenemos todo bajo control.”
– “Hasta pronto entonces Helen.”
Cerrando la llamada le ordena a Roxy asearse y prepararse para la siguiente fase, la sostiene por la cintura y le da un apasionado beso, el cual es correspondido con total deseo por la controlada Roxy. Mientras la ve alejarse contoneando las caderas recuerda como empezó todo esto, nadie podría llegar a imaginar que esta chica condicionada física y mentalmente para coger, gozar y dar placer a su dueño hace un tiempo atrás fue Rossana Villegas Directora Adjunta de Relaciones Públicas de Biotecnología Baxter.
Desde la llegada a Biotecnologías Baxter despuntó como una gran profesional bien educada y graduada de las mejores Universidades y Academias de Negocios, su jefe inmediatamente vio las potencialidades de aquella chica que no se detenía ante nada con tal de lograr sus objetivos, solo había pasado un mes desde su llegada a la oficina cuando ya su jefe James Baxter en juntas privadas a puertas cerradas la colocaba sobre el escritorio, acostada boca abajo con sus pechos sobre la sobremesa y sus piernas bien separadas mientras Mr. Baxter le llenaba el coño con su verga sosteniéndola de su diminuta cintura, mientras ella gemía y pensaba en lo rápido que seria ascendida en la empresa y en las ganancias que representaría ser la amante de un hombre tan poderoso como James Baxter.
Habían sido 4 excelentes meses de tórrido romance y buen sexo, pero como nada es eterno un buen día aquella felicidad sexual se termino cuando Rossana después de pasar de Asistente Ejecutiva a Directora Adjunta de Relaciones Públicas en menos de dos meses, empezó a presionar a Mr. Baxter sobre un puesto en la Junta Directiva. Obviamente la primera respuesta de Mr. Baxter fue un diplomático “Tendría que pensarlo y plantearlo a los socios”, pero luego Rossana sacando sus hermosas garras comento sobre un reciente descubrimiento de algunas cuentas de gastos de publicidad y mercadeo que simplemente desaparecían de los libros de cuentas de la compañía, fondos destinados a la operación de Industrias Fredensborg.
Una semana después una muy entusiasmada Rossana abordaba un vuelo con destino a Asia donde estaría en viaje de negocios cerrando un trato con un gigantesca multinacional de productos químicos y medicamentos que apoyarían proyectos con Biotecnologías Baxter, esta seria su oportunidad y trampolín a la Junta Directiva. Un mes y medio después, y luego de algunas cirugías correctivas de rostro, un nuevo color de cabello y un hermoso aumento de busto, llegaría vía correo electrónico la notificación de que por motivos personales Rossana Villegas abandonaba la compañía y permanecería en Asia contratada por aquella compañía que fuera a visitar. Nunca más se supo de aquella hermosa chica que se fue a trabajar a Asia.
James Baxter toma la mata de cabellos de Sussy Pussy, que permanece de rodillas a su lado excitada y babeando, James limpia los fluidos de su verga con los cabellos de su esposa y aun sosteniéndole la cadena le jala y la hace gatear rumbo al garaje de la mansión mientras de dice.
– “Vamos putita… perra de mierda, daremos un largo paseo”
El recorrido continua y Robert y su invitado caminan por los pasillos de la Clínica mirando los distintos módulos a través de cristales falsos o pantallas de TV. En el pasillo las Estilistas de la Clínicas conducen a sus clientas a sus destinos, unas en camillas otras por sus propios pies, desnudas y con sus cadenas y collares al cuello completamente ignorantes del trato que reciben.
Una de las Estilistas sostiene la cadena de a la chica pelirroja de la sala de masajes y la hace caminar detrás de ella por el pasillo, la pelirroja ahora viste un corsé que realza sus pechos desnudos y adornados con cascabeles y sus hermosas nalgas y rítmico movimiento de caderas se acompasa con el sonido “clack, clack” que emiten unos altos y fetichistas zapatos de plataforma mas parecidos a pezuñas que a zapatos, mientras su boca esta cubierta por una brida de caballo y en su cabeza lleva una especie de tapaojos y un plumón color rosa termina adornando la coronilla de sus cabeza.
Las siguen y entran a un área de ejercicios con múltiples máquinas, donde las candidatas y profesionales hacen hasta lo imposible por mantener tonificados sus cuerpos para complacer a sus amos, pero al fijarse detenidamente en cada una de las máquinas, estas no son precisamente máquinas comunes, pues las bicicletas estacionarias desde sus asientos proyectan falos o dildos donde las pacientes se encajan y reciben penetraciones al pedalear, algunas también pueden verse conectadas a copas de vacío que hacen succión a sus pechos mientras pedalean.
En las máquinas para hacer brazos pueden ver a una candidata sentada desnuda haciendo su rutina de pesas mientas un dildo entra y sale de su coño a cada flexión, y a su lado pasa algo similar con la rubia del video de la sala de masajes que permanece acostada flexionando sus piernas mientras un dildo entra en su mordaza en forma de O en su boca y otro dildo entra en su coño. La Estilista de Clínicas Baxter coloca finalmente a la pelirroja en una máquina para caminar y luego de establecer los ajustes necesarios la hace empezar a caminar en un paso sencillo para que caliente sus extremidades mientras se le enseña como una buena Ponygril debe comportarse.
Continuando con el recorrido los visitantes pasan a lo que parece ser una gran cámara de aislamiento donde en una pantalla pueden apreciar a una sumisa sentada en una especie de silla de dentista, igualmente conectada por a electrodos y a dildos vibradores que entran en su vagina y coño estimulándola sexualmente hasta hacerla correrse, la diferencia de esta cámara es que la sumisa esta prácticamente sumergida y dentro generadores de viento crean corrientes de aire que golpean su rostro y su cabello. La sumisa sigue semiaturdida mientras su cerebro se convierte en una esponja del bombardeo psicológico y su cuerpo deja de obedecer sus órdenes dejándose dominar por los deseos que las máquinas implantan en ella hora tras hora de adoctrinamiento intensivo.
Hasegawa observa con curiosidad y luego de un rato pregunta.
– ¿Cual es el objetivo de esta celda Roober-San?
– Hasegawa-Sama déjeme disculparme primero por no informarle en la totalidad sobre las acciones que estamos tomando en las Clínicas,
– No tienes por que disculparte Roober-San, yo solo soy un accionista y tu has demostrado tu gran eficacia al llevar a cabo toda esta operación para beneficio mutuo.
– Me honra con sus palabras Hasegawa-Sama, pero mayor razón tengo para informarle pues pronto tendré que pedirle su colaboración en uno de mis últimos y más ambiciosos proyectos.
Sonriendo mientras acaricia y aprieta el trasero de la, al parecer, distraída Akemi, Hasegawa contesta a Robert.
– Roober-San, sabes que con gusto haré lo necesario para pagarte todos tus servicios que tanto placer y beneficios me han traído.
Mirando nuevamente la celda Robert sonríe pensando cuan fácil es agradar a los poderosos mostrándose humilde y conociendo sus necesidades.
– Esta es una celda que llamo “Novaya Zemlya” (Tierra Nueva), esta celda nos permite recrear las condiciones atmosféricas especificas que nosotros deseemos, podemos hacer que aunque en el exterior estemos a las puertas del invierno, dentro de esta cámara sintamos que estamos en una hermosa playa de Tahití, con la cantidad exacta de Sol, brisa, agua de mar, el nivel se sal en el aire y hasta la presión barométrica propia del lugar que recreamos.
– Muy interesante todo este concepto Roober-San, pero ¿Cómo esta cámara beneficia nuestra mutua operación y cual es mi papel en aquella colaboración de que me hablabas?
La agenda electrónica de Robert empieza a timbrar justo en el momento que se dispone a explicar el proyecto a Hasegawa. Disculpándose camina a una de las terminales de comunicación de la Clínica y se comunica con su oficina pisos arriba. Una sonriente Tara aparece en la pantalla de video.
– “Disculpe la interrupción Dr. Sagel pero los invitados de la reunión de las 11 están por llegar”
– “Gracias Tara, en cuanto lleguen hazlos pasara a la oficina y atiéndeles como debes y diles que estaré allí en unos minutos”.
La respiración de Tara se acelera visiblemente y su voz marcada por la excitación contesta.
– “Así lo haré Señor, muchas gracias Señor”.
El rostro de la chica desaparece y la pantalla cambia al logo de Clínicas Baxter, mientras Robert vuelve con su invitado y le informa de la situación.
– Al parecer he perdido la noción del tiempo en este recorrido y nuevos invitados que debo atender ya han llegado, creo que seria agradable que fuéramos a un último modulo y diéramos por concluido el recorrido si es que le parece Hasegawa-Sama.
– No te preocupes por mi Roober-San, este ha sido el mejor día en la fábrica de juguetes que he tenido… aunque solo me queda probar algo de los nuevos productos terminados.
– Así será, ahora por favor acompáñeme por aquí.
Entrando a una última sala tan espaciosa como todas las anteriores, ambos observan el rítmico andar de por lo menos 30 mujeres, en casi proporción exacta de mujeres desnudas y vestidas de entrenadoras. En medio de la sala una línea de 10 mujeres desnudas, paradas una al lado de la otra, esperan excitadas su turno para que Helen Bells las evalúe abriendo sus bocas, tocando sus pechos, revisando sus coños y traseros en un perfecto ejemplo de revisión de control de calidad de producto.
Helen termina de anotar unos parámetros en dispositivo electrónico y activando un botón el dispositivo emite una etiqueta adhesiva que ella coloca sobre la frente de una excitada y sonriente Vivian Deveraux, la cual es tomada por una entrenadora que con su agenda lee el código de barra de la etiqueta y la conduce dócilmente, sostenida de su cadena rumbo, a su siguiente destino en la Clínica.
– Como ve Hasegawa-Sama, dejo el trabajo de control de calidad a mi más responsable y experta colaboradora. Como puede ver este es el área donde hacemos la evaluación de nuestros productos terminados.
– Es un placer servirlo Hasegawa-Sama, estoy para satisfacer cualquiera de sus necesidades.
– Gracias por todo su trabajo Helen-Chan (“Chan” se refiere a ella como una mascota, no como “joven señorita” de menor edad que él), me complace ver que todo lo que hacen son productos de una calidad incuestionable.
– Es hora de ir a la oficina, acompáñenme para dar por concluida la visita.
Minutos después Akemi y Hellen abren las puertas de la oficina de Robert y flanquean la entrada de sus dueños mientra estos entran, frente al mismo ventanal donde hacia unas horas Robert contemplaba el paisaje, Michael James Baxter esta de pie con sus brazos cruzados mientras su verga y su huevos salen de su pantalones grises a juego con su saco, mientras Tara permanece vestida con su ropa de secretaria ejecutiva arrodillada frente a Baxter, haciéndole una mamada y siente como una de las manos de Baxter sostiene su nuca y la hace atragantarse con la verga que ella debe atender, una mezcla de saliva y líquido seminal escapan de la comisura de sus labios y manchan su blusita que muestras sus pechos rudos y pezones erectos.
Un olor a sexo llena la oficina y los sonidos de la húmeda mamada se mezclan con los gemidos de excitación de una segunda perra que esperaba en la oficina. En una esquina, desde donde puede contemplar perfectamente a Baxter y a Tara, Susan Baxter completamente excitada la escena. Permanece desnuda de rodillas, mientras una de sus manos se encarga de introducir un dildo en su coño, su culo esta abierto por un dilatador anal negro y con su otra mano levanta sus pechos para lamerse y mamarse los pezones argollados alternando el izquierdo y el derecho, sin poder apartar la vista la gran mamada que recibe James por parte de quien hasta hace poco fuera la secretaria personal Susan… de Susan pues ella ya no es mas aquella mujer de negocios, ella es solo un objeto para colocar en una esquina y para que su amo le llama Sussy Pussy cuando quiera usarla.
Robert sonríe al observar la escena y con un gesto de manos invita a Hasegawa a sentarse mientras dice con un toque de sarcasmo en su voz.
– Creo que es el momento y ambiente perfecto para hablar de negocios caballeros…
Diciendo esto Helen cae de rodillas junto a las piernas de Hasegawa y Akemi hace lo propio al lado de Robert. Ambos hombres observan como aquellas hermosas hembras gatean hasta sus entrepiernas y con gestos delicados pasan sus rostros y cabezas sobre sus pantalones y lentamente abren sus cierres y extraen las vergas y, al igual que lo hace Tara, hacer lo que mejor saben hacer… ser unas verdaderas profesionales.
Continuara…
Anexos I
En un lujoso hotel de la localidad el Penthouse ha sido alquilado por Tetsu Hasegawa, el cual en ese momento se encuentra en la cama sosteniendo la cintura de la sumisa Colette LaFleur, que hacia pocos minutos había terminado de tocar magistralmente la Sonata en G Menor, o “Devil´s Trill” de Giuseppe Tartini. Aunque el alma de aquella chica no pertenecía al diablo en persona, su cuerpo le pertenecería toda la noche a Hasegawa.
Akemi Miyake saciaba sus ganas penetrándose ella misma con un dildo que había pegado con una ventosa en una de las enormes ventanas de cristal del lugar, le había encantado mamar el coño de esa hermosa violinista, mientras la habitación se llenaba de las preciosas notas que sacaba de aquel violín que ahora permanecía justo al lado de la cama, donde su dueño y señor era ahora quien hacia vibrar a la violinista y en vez de notas musicales, eran sus hermosos gemidos de placer quienes llenaban el lugar.
En otra habitación del lugar James Baxter termina de atar las manos de su emputecida esposa a los correajes de la máquina que tiene tensado el cuerpo de Sussy en forma de X, mientras James vuelve a una consola de computadoras y ajusta una video cámara que emitirá vía Web toda la sesión de castigo que tiene planeada para la puta de Sussy Pussy. Colocándose una mascara sobre su rostro y poniéndose unos guantes de cuero, toma un látigo de varias colas y descarga el primer golpe en las redondas y blancas nalgas de Sussy que emite un gemido de placer detrás de la mordaza de plástico rojo que cubre su boca.
En las instalaciones de Clínicas Baxter Helen Bells recibe una mamada de coño por parte de su recién estrenada mascota Vivi, mientras observa las pantallas llenas de las imágenes que recibe desde una lejana habitación de hotel en las montañas nevadas, donde una ardiente escena lésbica inició hacia escasos 10 minutos, escena protagonizada por las hermanas Baxter que tal como se les había condicionado no han podido sacar de sus sesos las imágenes de sus padres teniendo sexo con la empleada de la mansión, mas específicamente su madre siendo usada como un juguete o mascota sexual. Concientes de todo lo que pasa entre sus padres y entre ellas, han empezado a dar los primeros pasos en su emputecimiento total y que les colma de placer y excitación, dos cosas de las cuales en cuestión de horas se harán más que adictas.
En ese momento Helen se deleitaba observando como Melissa llena el coño de Samantha con el dildo plástico y ambas hermanitas completamente desnudas gimen y convulsionan de placer. Melissa empieza a bombear, al principió lento pero luego más y más rápido y Samantha solo atina a sentirse llena y a pensar en ella como la puta más grande de todas, una perra justo como lo es su madre.
Melisa continúa penetrándola y luego de un momento la hace voltearse y acostarse en la cama y empieza a mamarle y lamerle los senos mientras la penetra, ambas se besan y acarician casi llegando al orgasmo. Samantha se saca el consolador y empieza chuparlo y limpiarlo, lo quita de la cintura de Melissa y Melissa la agarra de la nuca y entierra el rostro de Samantha en su coño y Samantha sumisamente empieza a mamarla.
En ese momento Helen ordena a Vivi detener la mamada y observa como lentamente Valeria entra en el cuarto de las chicas utilizando una de las llaves maestras de la administración del hotel de sus padres. Helen observa como esta inesperada y molesta visita empieza a ser la tercera integrante del trío lésbico en sus pantallas, visita que puede echar a perder todo el plan meticulosamente estructurado. Tomando un teléfono seguro Helen marca rápidamente una serie de dígitos. El teléfono empieza a sonar y a varios kilómetros de la Clínica Baxter una sonriente recepcionista pelirroja contesta.
– “Hotel Crowell Mountain, Tamara McGuini le habla ¿en que puedo ayudarle?”
Una voz conocida para Tamara le habla al otro lado de la línea y siente como si una descarga eléctrica corriera por su columna.
– “¿Tammy?”
– “Sí soy yo…”
– “¿Estas sola Tammy?”
– “Sí, sí lo estoy…”
– “DREAMLAND, escucha con atención mis ordenes Tammy, vas a hacer todo cuanto de diga y te encantara obedecerme…”
Los ojos de la chica se opacan y su mirada se pierden el en limbo mientras escucha con total atención lo que su Ama Helen le ordena hacer, al final de la llamada una aturdida Tamara solo atina a decir.
– “Así se hará Mistress Helen…”
Cerrando la llamada se dirige a los recintos de empleados donde abriendo su armario toma una bolsa y luego camina hasta el área de mantenimiento donde se encuentra a una chica del personal de limpieza y amas de llaves, llamada Isabel Torres según reza la plaquita de plástico con su nombre en su uniforme, Isabel escucha un mp3 player mientras empuja su carrito de limpieza de habitaciones por el pasillo desierto.
Tammy llega hasta ella e Isabel la saluda con una sonrisa mientras la observa hablarle pero nota que Tamara luce perdida o atontada. Isabel quitándose los audífonos intenta preguntarle el porque de su estado pero Tamara le mira y dice.
– DREAMLAND.
Isabel siente como sus pezones se endurecen y su coño se humedece mientras pierde completamente el control de su mente y Tammy sosteniéndola de una mano la lleva dentro de un cuarto de depósito vacío. Allí dentro Tammy hace que la aturdida Isa se arrodille ante ella y levantando su falda la hace comerle en coño mientras le da las instrucciones que Mistress Helen quiere que cumplan.
Unos minutos después Isabel avanza por el pasillo que da a la habitación de las hermanas Baxter y coloca su carrito de lavandería en a puerta, se acerca a la puerta y finge tocar, se agacha detrás del carrito a recoger una llave maestra que se le ha caído al suelo y coloca el tubo del cilindro de gas comprimido que esconde bajo el carrito. El gas invisible llena en segundos la habitación y las tres chicas caen aturdidas en cuestión de un pestañeo.
Isa coloca en su boca un pequeño inhalador y con la llave maestra entra al cuarto de las chicas con su carrito. Saca un aplicador de su bolsillo, apartando los cabellos de una de las chicas y le descarga el contenido en el cuello para luego tomar y levantar por debajo de los brazos a la aturdida y desnuda hija de los dueños del hotel, coloca a Valeria dentro del carro de lavandería y cubre el cuerpo de la aturdía chica con mantas y toallas.
La operación no dura más de 4 minutos y mientras Tammy, mediante las cámaras de seguridad del hotel, monitorea la salida de Isa de la habitación con la aturdida Valeria dentro del carrito, marca un número seguro en su celular y cuando contestan dice:
– “Mistress Helen, tenemos su paquete.”
– “Has sido una muy buena chica Tammy, ya envíe a recogerlo, dile a Isa que han sido muy buenas chicas, pronto las recompensaré. Has lo que debes y despierta putita Tammy.”
Tamara borra la llamada de la lista de discado y guarda su celular, parpadea dos o tres veces mirando el lobby vacío a esa hora de la madrugada y se siente tan apenada de dormirse otra vez en el empleo y como tantas veces siente su coño húmedo y algo caliente, se avergüenza pensado que tal vez sean esos sueños eróticos otra vez… lástima que no recordaba nada de ellos, por lo menos así valdría la pena estar excitada.
A esas horas de la noche el Dr. Robert Sagel se encuentra de pie mirando por el gran ventanal de su Penthouse en la cuidad, las millones de luces de los edificios y autos crean un manto de destellos frente a sus ojos. Un cristal de vodka descansa en su mano mientras contempla pensativo la ciudad.
Su teléfono recibe una llamada, lo extrae desde el bolsillo de su saco y contesta.
– “Hola Hellen.”
-“Hola Amo… El tercer paquete ha sido reducido y neutralizado, ya mande a buscarle, las marionetas están actuando justo como lo hemos planeado.”
– “Gracias por mantenerme informado, buena chica Helen.”
Cerrando la llamada y sin dejar de mirar la ciudad Robert se palmea dos veces el costado de su pierna, inmediatamente una chica llega a su lado gateando, su cuerpo permanece desnudo a excepción de un collar de cuero al cuello, con argolla de plata y su plaquita de mascota donde se lee “Sheba”. Sus facciones delicadas y cabello oscuro en parte lacio en parte rizado contrastan con su piel blanca olivácea, ojos color avellana y un cuerpo de infarto donde sus caderas y nalgas redondeadas no tienen nada que envidiar a sus bien formados y turgentes senos que se bambolean a cada movimiento que ella hace.
Robert la observa a su lado a 4 patas lista para ser usada y sacando su agenda escribe un mensaje de texto y lo envía.
– “Todas las cartas están sobre la mesa.”
Un minuto después llega la respuesta.
– “Es hora de empezar un nuevo juego.”
Hola amigos, ante todo gracias por la cantidad de lecturas del primer relato de esta serie, además debo agradeceros los
amables comentarios recibidos y darle una continuación como ha sugerido gor, ¡va por vosotros¡
Voy a presentaros a Pili, la autentica causa del ¿problema? Más bien el “Don” que poseen Laura y Lola, las gemelas telepatas. Ella es su madre y tiene 49 años, es alta y pesa unos 60 kilos, se conserva bien de forma física y su cuerpo está bastante bien, pechos y caderas amplios, cintura firme y bonita, un culete bien puesto, es morena atractiva y con una larga melena, no son pocos los que se paran a mirarla cuando pasa admirando sus rotundas curvas.
Ella nació y se crió en una pequeña ciudad de provincias, era desde joven una ferviente lectora de revistas como “Año cero” ó “Mas allá” ferviente admiradora del doctor Jiménez del oso y actualmente de “cuarto milenio” le interesaban los temas de ciencias ocultas y ovnis, así como la parapsicología y los viajes astrales, a los veintipocos años llegó a la capital para seguir sus estudios; estando en la universidad leyó un anuncio buscando voluntarios para un experimento de telepatía y se presentó junto con varios estudiantes mas.
El grupo de voluntarios pasaron varias pruebas, con ellas se procedió a eliminar a los que no tenían el potencial necesario, unos días después solo quedaban tres, ella y otra chica además de un joven pelirrojo, con posibilidades reales de éxito, el equipo médico se volcó en ellos y les hizo un poco de todo, desde inyecciones a electrocardiogramas, se pasaban horas con electrodos en la cabeza, los doctores les insistían en que se comunicaran entre sí sin hablar, pero … nada de nada, después de tres meses de pruebas y varios tipos de drogas e inyecciones, el experimento se dio por finalizado y catalogado de fracaso.
Durante el resto de su época de universidad y mientras estudiaba derecho, la controlaron regularmente pues las drogas inyectadas eran experimentales, pero no se la presentaron problemas ni efectos secundarios, finalmente acabó sus estudios y volvió a su pequeña ciudad, pera trabajar en el despacho de su papa con su flamante titulo de abogada.
Jesús su novio de toda la vida la esperaba ansioso, era moreno, delgado y fuerte pues trabajaba de mecánico en un concesionario de coches, reanudaron su relación y al poco tiempo se casaron. En general la vida les fue bien, aunque él se quejaba de que ella era algo fría en la cama, Pili tenía 26 años cuando se quedó embarazada, de aquel parto nacieron nuestras gemelas.
La niñez y la juventud de las niñas fue estupenda, eran buenísimas en todo y buenas estudiantes, Pilar y Jesús se volvieron la típica pareja de padres que vivían bien y empezaban a engordar sin preocupaciones graves, pero las chicas llegaron a los 14 años y la pubertad irrumpió en sus vidas, ocurrieron cambios en sus cuerpos y sus mentes, las niñas descubrieron de repente el sexo y todo cambió.
Sus primeros toqueteos y exploraciones se desarrollaban en sus camitas, cuando una empezaba a tocarse, el gustito era percibido por su hermana, que no tardaba en imitarla y compartir el placer. En pocos días una de ellas pasó a la cama de la otra y comenzó una época llena de exploraciones mutuas, se besaban acariciándose temblando de placer, probaban juegos y posturas nuevas para ellas entre gemidos y sus primeros orgasmos.
Cuando eso ocurría, Pili en su cama se sentía repentinamente excitada, naturalmente ella no sabía el motivo pero disfrutaba del resultado, se volvía hacia Jesús y le acariciaba mientras decía:
-Chus cielo, hazme unos mimitos anda, mira como estoy.
-Pero Pili, estoy cansado ¡déjame dormir.
-No seas malo Chus, dame tu palo ya verás…
Pili no era tonta y sabia lo que hacer, mientras le metía la lengua en la oreja bajaba sus manos hasta su miembro por debajo del pantalón del pijama, en breve el miembro de Jesús alcanzaba su erección y ella subía sobre el clavándoselo en el chochete, cabalgándolo como una amazona frenética y engulléndolo en su vagina untuosa, hasta que se corría en su interior llenándola de esperma hasta la matriz.
Este tipo de situación se repetía muy a menudo según las niñas experimentaban en sus camas, no tardó mucho Pili en darse cuenta de lo que pasaba, pues cuando Jesús salía al trabajo y llevaba a las niñas al colegio ella hacia las camas, entonces se dio cuenta de que las manchas de flujo en las camas de las niñas coincidían con sus días de calentura repentina, entonces lo entendió todo, recibía en su mente el placer de las niñas.
“Pero qué tontería” pensó para sí misma, recapacitó durante mucho tiempo recordando su juventud y el experimento en que participo, no se lo había contado a casi nadie, pero desecho sus temores y volvió a su problema sin encontrarle respuesta, pero los hechos aunque casuales la molestaban pues se sentía sucia y decidió que no haría caso a sus sensaciones sin antes comprobarlas.
Dos noches después se noto caliente de nuevo, Jesús estaba dormido y la casa en silencio, se sintió los pezones erectos y el chochete mojado, resistió la primera idea que le vino que no era otra que hacerse una paja, intento dormirse pero la sensación en su vagina aumento de intensidad, notaba el clítoris rozándole contra la braguita y esta como una bayeta empapada entre sus piernas, se levantó de la cama y se puso las zapatillas saliendo de la habitación hacia la de las niñas.
Entreabrió la puerta y las vio, estaban haciendo un 69 Lola arriba chupaba vorazmente el coñito de Laura que la devolvía la mamada como buenamente podía, sus cuerpos delgados y claros resaltaban contra las sabanas azules con dibujos, los gemidos de las chicas y el sonido de los lametazos que se propinaban parecían restallar en el pequeño cuarto, sus cuerpos se estremecían y arqueaban por el placer que experimentaban.
Pili se apoyó en el marco de la puerta pues la sensación de cachondez aumento de golpe y mientras se apretaba los pezones con la zurda llevó la mano derecha a su braguita empapada, presiono sobre ella con los dedos notando como sus labios vaginales se entreabrían y el tejido entraba en ella empujado por sus dedos, en la cama las chicas alcanzaban el orgasmo, Lola fue la primera en correrse en la boca de Laura, la temblaron las piernas y se estremeció de gusto mientras su hermana no dejaba de lamerla mientras gozaba, Pili aparto a un lado su braguita y se metió dos dedos de golpe agitándolos velozmente dentro y fuera de sí, se rozaba los pechos contra el quicio de la puerta sin dejar de tironearse de los pezones y no dejando de contemplar la escena que se desarrollaba en la cama de las chicas.
Estas seguían en la misma postura y parecían más activas que antes, Laura aparto un momento la boca del coñito de su hermana para decir entre maullidos de placer:
-Asiii Loliii me corroooo, me vieeene el guuustitooooo.
Al oír esto Pili metió dos dedos más en su chochete, dejando solo fuera el pulgar y acelero su paja sin dejar de mirar a las chicas, el cuerpo de Laura pareció botar en la cama mientras se corría entre grititos que proclamaban su placer, mientras la voraz Lola no dejaba de chuparla con su boca bien adherida como una ventosa al coñito de su hermana.
En la puerta, Pili alcanzo su propio orgasmo que resulto tan demoledor que la hizo caer de rodillas entre gemidos, el flujo resbalaba por sus muslos y la había mojado hasta la muñeca, había sido un orgasmo fortísimo y tan intenso que todo su cuerpo temblaba y vibraba de placer.
Curiosamente observo que las chicas parecían haberse reactivado, en lugar de detenerse y relajarse continuaban haciendo el 69 al parecer con más ganas que antes, vio como Laura abría el chochito de Lola y la mordisqueaba ansiosamente el clítoris aun pequeño pero al parecer bastante activo, pues su dueña prácticamente rugía de gusto, mientras intentaba hacer lo mismo con su hermana, al parecer con un resultado igual de bueno.
Pili caída de rodillas en la puerta, se sentía tan caliente como al principio, cerró los ojos y se concentro como hacía años la enseñaron a hacerlo, entonces las vio nítidamente en su cabeza, tan nítidas como si estuviera con los ojos abiertos, su mano se volvió a mover dentro de ella como si tuviera vida propia dándose gusto, se concentro en Laura y vio un primer plano del coñito de Lola, lo veía como debería de verlo ella misma a centímetros de sus ojos, Pili llevo la mano izquierda atrás y de un tirón rompió un tirante de su braguita, se acaricio las nalgas con aquella mano mientras con los ojos cerrados sacaba la lengua.
Pili creía estar lamiendo y mordisqueando el clítoris de Lola, la sensación en su mente era la misma que tenía Laura en primera persona mientras comía el coñito a su hermana, el olor a sexo, el sabor del flujo e incluso el tacto y la humedad parecerían reales en la caliente mente de Pili, sus manos se movían más rápido, con cuatro dedos de la diestra se penetraba el chochete empapado y los agitaba dentro, dos dedos de la mano zurda se empaparon de flujo y comenzaron a insinuarse apretando y entraron en su ano venciendo la resistencia del esfínter, sus pechos se rozaban contra el rugoso gotelé de la pared y la madera del marco.
Mientras disfrutaba, Pili se movía sobre sus dedos, la entrada de estos en su ano la hizo un poco de daño y aprovechando el ramalazo de dolor cambio la concentración de Laura a Lola, vio ante sus ojos el ano de Laura y sintió contra su boca el coñito, notó como la boca se movía y los dientes tironeaban de los labios vaginales, los mordisqueaban y luego hacían lo mismo en el botoncito del clítoris, sentía la boca llena de flujo de Laura, mientras experimentaba en su mente en primera persona como las chicas se comían el coño, saltaba sobre sus manos y dedos, se sentía doblemente penetrada y el gustazo que sentía no era comparable a nada que hubiera sentido jamás, sabía que no podía parar de disfrutar hasta correrse.
Fue cambiando su concentración de Laura a Lola mientras se comían los coñitos, incluso variaba el ritmo y la velocidad en su mente las corregía un poco, cosa que hacían las chicas también sin ser conscientes de ello, pero el placer que sentían todas era demasiado intenso y no tardaron en alcanzar el final esperado, Pili se corrió moviendo vigorosamente los dedos en su interior, sodomizada por sus dedos índice y medio de la mano zurda, al mismo tiempo que con cuatro dedos de la derecha en su interior y el pulgar sobre el clítoris, se agito y encorvó, su cuerpo temblaba mientras descargaba una corrida inmensa entre grititos y gemidos soltando una gran cantidad de fluidos que chorrearon entre sus dedos formando un pequeño charco en el suelo, mientras ella caía semiinconsciente hacia atrás percibió nítidamente el orgasmo de las chicas Laura y Lola que se empapaban las bocas la una a la otra en una espectacular corrida simultanea.
Al día siguiente ella recapacitó sobre lo ocurrido, las chicas no sabían que había pasado y ella no se lo diría por lo menos en un tiempo, ella percibía lo que ellas hacían y suponía que la una a la otra también se “detectarían” pero que harían de aquí en adelante…
La respuesta llegó mucho mas tarde, el tiempo fue pasando y el apetito sexual de las tres hembras aumento exponencialmente, cuando una se excitaba era percibido por las otras que asimismo se calentaban bastante, ni que decir tiene que durante un tiempo las gemelas fueron las chicas más populares de la clase, sobre todo entre los chicos… (Ya me entendéis)
Por su parte Pili y Jesús parecían en celo permanente, adelgazaron y se pusieron en una forma física que nunca habían tenido, su frecuencia sexual había pasado a niveles extraordinarios y nunca pasaron más de dos días sin alguna variante de sexo, incluido el anal y el oral a los que ella siempre se había mostrado reticente, en esa época caminaban abrazados por la calle y todos los vecinos afirmaban que se les veía muy felices.
A veces Pili sentía durante su trabajo en el despacho la excitación, era señal de que sus hijas estaban haciendo algo en el instituto, en esos casos algún compañero de trabajo ó cliente fue el feliz receptor de sus atenciones, otras veces era ella la que se introducía en la mente de ellas pera que se follaran a alguien, hace un año la situación se desmadro bastante por un posible embarazo de una de las chicas, que fue felizmente solucionado y aprovecharon una oportunidad de trabajo para salir de su pequeña ciudad para ir a vivir a la capital, al llegar aquí Pili dijo a sus hijas que se moderaran con sus ligues e intentaran buscar un novio fijo, lo que surgiese debería ser en la intimidad del hogar o como mucho en familia.
Lola fue la primera en buscarse trabajo y novio, Laura tenia trabajo y seguía estudiando, pero como hemos visto en el episodio anterior ha conocido a Paco, ¿Qué ocurrirá con ellos?
CONTINUARA…
Bueno, espero que nadie me acuse de pedofilia, nada más lejos ni de mi intención ni de mis preferencias intimas, solo he intentado describir a dos chicas experimentando, recomiendo que hagáis como yo e imaginéis que las chicas tienen los 18 cumplidos… ¿vale?
En caso contrario y según la ley sois unos guarros y estáis enfermos. Si además os habéis excitado leyendo esta historia, iros urgentemente a una comisaría y auto-denunciaros. En cualquier caso ¡sed felices!
Hace mucho tiempo en una galaxia muy, muy lejana…
LEIA ENTRE ASTEROIDES
Ayudados por el caballero Jedi Obi Wan Kenobi. Han Solo, Chewbacca y Luke Skywalker logran rescatar a la princesa Leia Organa de las garras de Darth Vader.
Durante la operación, Darth Vader logra derrotar a Obi Wan, que desaparece antes de que el lacayo del Emperador consiga darle la estocada final.
El pequeño grupo rebelde huye en un viejo carguero corelliano aprovechando que el rayo tractor de la estrella de la muerte está temporalmente inutilizado, perseguidos muy de cerca por varios Tie Fighter imperiales…
Mierda de Rancor. Estaba totalmente jodida. Huía en un montón de chatarra de los cazas imperiales en compañía de un zumbado que se creía un caballero Jedi, el contrabandista más cotroso y poco confiable de toda la galaxia y un enorme y peludo Wookiee.
Un nuevo impacto en la cola hizo temblar aquella lata interespacial haciéndola temerse lo peor.
—Princesa, apártese y no moleste demasiado. —dijo Han Solo dirigiéndose a uno de los turboláser mientras indicaba a Luke Skywalker que ocupase el otro.
—De eso nada, —replicó Leía dando un empujón a aquel chico medio tonto— Tu eres piloto, vete a la cabina y sácanos de aquí. Yo necesito matar a alguien.
La sesión de sexo con su padre y la destrucción del planeta Alderaan la habían puesto de un pésimo humor. Tenía ganas de matar a alguien. Habían logrado escapar por los pelos de las garras de Darth Vader, pero cada vez estaba más convencida de que albergaba una nueva vida en su seno. Llevaba la semilla de su padre en sus entrañas.
Se sentía perdida. Como princesa no podía presentarse ante la causa rebelde como la mujer que llevaba la semilla del mal en su cuerpo. Pero no pensaba renunciar a su hijo así que tenía que conseguir un padre para él antes de que su embarazo se hiciese patente. Y la perspectiva no era muy halagüeña. Si sobrevivían lo suficiente para no ser desintegrados, tendría que elegir entre un yogurín con ínfulas y un gilipollas al que media galaxia quería ver muerto. El único que parecía tener algo de sesera era Chewbacca, lástima que los Wookiees estuviesen totalmente descartados.
—Espero que tengas tanta puntería como mal genio, princesa. Necesitamos quitarnos a esos hijos de puta de encima. —dijo Solo sentándose y activando el armamento.
El láser era un viejo modelo KTTO de doble tubo y mira GH. Lo activó y se puso los auriculares para poder escuchar al otro artillero. Antes de que estuviese en posición, dos Tie Fighters pasaron aullando peligrosamente cerca mientras dejaban un nuevo rastro de explosiones en el maltrecho escudo de energía de la nave.
—Ya puedes darte prisa encanto si no quieres que acabemos como pedacitos de escoria estelar. —oyó decir a Han en el auricular.
—¿Por qué no te callas y disparas a esos dos que se te acercan por la izquierda?
—¡Mierda! Se me han escapado y vuelven a la carga por tu lado. Dales duro, cielo.
—Como vuelvas a llamarme cielo, babosa de azufre, te arranco la cabeza. —dijo Leia dejándose llevar por la intuición y apretando el gatillo.
El doble cañón laser escupió una ráfaga que acertó a uno de los cazas imperiales en pleno centro. La explosión fue tan brusca y cercana que Leia tuvo que cerrar los ojos para no quedar deslumbrada. Un instante después llevada por un nuevo impulso abrió los ojos y apretó de nuevo el gatillo arrancando de cuajo una de las alas de otro Tie Fighter que se alejó dando tumbos sin control hasta estrellarse con un pequeño asteroide unos par de segundos luz más allá.
—Joder con la princesita. No sé si te rescatamos a ti de las tropas imperiales o le hemos salvado a esos pobres de una muerte segura. —dijo Solo soltando un grito de triunfo.
En ese momento pasó un nuevo caza por su lado y evitando de nuevo los disparos del contrabandista, volvió a realizar dos nuevos disparos que alcanzaron la nave.
—¿Podrías dejar de hacer el payaso y cargarte el caza que queda? ¿O voy a tener que hacerlo yo todo?
El tiempo se les acababa. Si no se libraban del caza restante, el sacrificio del viejo encapuchado no serviría de nada. Afortunadamente, cuando estaba a punto de sacar a patadas de su puesto a aquel jodido inútil, Han Solo estornudó en el momento en que disparaba una nueva ráfaga, consiguiendo un tiro perfecto y haciendo volar el último Tie Fighter en pedazos.
—¡Has visto, nena! ¡Un tiro perfecto! Sí señor.
Leia bufó por toda respuesta y se dirigió hacia la cabina para ver cómo le iba a los otros dos idiotas.
—¿Cómo va eso? ¿Cuándo alcanzaremos la velocidad de la luz? —preguntó.
—Cuando Chewbacca consiga arreglar los impulsores. —dijo Luke dejando que Solo tomase los mandos— Este trasto es un montón de chatarra.
—Y mientras tanto, ¿qué hacemos? ¿Esperamos a que uno de esos destructores imperiales nos alcance y nos convierta en un montón de carbón intergaláctico?
—No, nos esconderemos. —dijo Han con una sonrisa.
—¿Qué demonios dices? ¿Dónde… —un frío sudor corrió por la espalda de la princesa al darse la vuelta y ver por las pantallas el campo de asteroides.
—Sí, cariño vamos allá —dijo Solo ignorando el grito de angustia del wookiee que trasteaba todo lo rápido que podía con los impulsores.
Nada más entrar en el campo de asteroides supo que no sobrevivirían. Aquel inútil en vez de evitar los asteroides parecía que quería jugar al billar con ellos. Afortunadamente Luke le apartó de los mandos y demostró lo que el Halcón Milenario era capaz de hacer.
El instinto de aquel chico era impecable. A pesar de evitar los pedazos de roca y algún que otro tiro lejano de un destructor, que era lo suficientemente estúpido para seguirlos por aquel laberinto, el chico parecía estar divirtiéndose. Han permanecía con de brazos cruzados observando con aire de entendido cómo su nave pasaba limpiamente entre los apretujados asteroides sin llegar a rozarlos.
Leia aprovechó la concentración de ambos para compararlos. Era evidente que Han Solo era un perfecto idiota, pero esa era su principal atracción; estaba segura de que no le costaría hacerle creer a aquel pánfilo que el niño era suyo. Además tenía que reconocer que ese pelo castaño y esa sonrisa de gañan le atraían irremediablemente.
Luke sin embargo, a pesar de ser evidente que estaba un poco pa allá con el rollo ese de los caballeros Jedis y esos cuentos de vieja sobre la Fuerza, parecía bastante más espabilado y más capaz de liderar la causa rebelde a su lado. Además sus increíbles dotes como piloto y esas miradas tímidas pero cargadas de deseo que le lanzaba eran la mar de excitantes.
—Ese destructor imperial se acerca. Creo que va a conseguir alcanzarnos. —dijo Luke.
—Esos gilipollas se están arriesgando a perder una nave como esa por alcanzarnos… Debemos gustarles un montón. —dijo el bocazas de Han.
En ese momento vio a su derecha un gran asteroide con un agujero en el que cabía la nave. Solo hizo falta señalárselo a Luke para que este diese un largo rodeo detrás de otros dos planetoides para salir del campo visual del destructor y maniobrando con elegancia girar la nave ciento ochenta grados y meterse en el oscuro agujero.
El Halcón Milenario aterrizó suavemente en el fondo del orificio. Tanto el wookiee como Han Solo y los dos androides salieron de la nave para terminar de reparar los impulsores mientras Luke y Leia se quedaban descansando.
Leia vio la oportunidad y se acercó a Luke acariciando su pelo rubio.
—Has estado muy bien. Eres un piloto extraordinario. —dijo Leia acercándose aun más para que Luke pudiese oler el aroma de su cuerpo.
—Yo… esto… no es nada… un caballero Jedi no…
La timidez que mostraba el joven la estaba poniendo aun más caliente. Acariciando la mejilla del joven, acercó su cabeza e interrumpió sus balbuceos con un beso. El chico, al principio se quedó como helado, pero cuando la princesa introdujo la lengua entre sus labios inundándole con su sabor reaccionó devolviéndole el beso con ansia.
Por la torpeza de sus besos era evidente que aquel chico nunca había estado con una mujer, eso la excitó aun más. Tomando la iniciativa, Leia deshizo el beso y empujando al joven contra el casco de la nave se arrodilló frente a él.
Con una sonrisa traviesa, acarició el interior del los muslos a la vez que dejaba caer una de las mangas de su vestido enseñándole una buena porción de su escote. Luke se quedó quieto dejando que ella le acariciase el miembro a través del tejido de los pantalones, mirando hipnotizado el cremoso escote de aquella desconocida.
—¡Joder! —dijo Leía en un susurro al ver crecer una mancha de humedad en la entrepierna de Luke.
—Lo siento… —fue todo lo que acertó a decir el chico con el rostro rojo como la grana.
—No importa. —dijo ella sacando el miembro de Luke aun goteando semen.
Observó aquel miembro un instante mientras lo sostenía entre sus manos. Tenía algo en su forma y tamaño que le resultaba vagamente familiar. Le hubiese gustado escarbar un poco más en su mente, pero el miembro de Luke estaba empezando a menguar. Fingiendo acariciarla quitó los restos de semen de su superficie y se la metió en la boca.
Aquella mujer era una diosa. A pesar de que aparentaba tener la misma edad que él, parecía mucho más experimentada. Los labios de la princesa se cerraban en torno a su miembro mientras su lengua jugaba con su glande y su boca chupaba haciendo que la polla creciese y palpitase amenazando con volver a reventar de un momento a otro.
No sabía si era la Fuerza, pero con un par de chupadas el miembro del chico volvía a estar como una piedra. Cuando se dio cuenta, Luke le estaba agarrándola por las trenzas e hincándole profundamente el miembro en su garganta.
Con un empujón apartó la cabeza. El miembro de Luke brillaba cubierto de una espesa capa de su saliva. Con una mueca lasciva acercó la lengua a la punta del miembro y cogiendo un hilo de saliva jugueteó con él dejando finalmente que cayese entre sus pechos.
Luke soltó un gemido y le arrancó el tenue vestido de un tirón. El cuerpo de la mujer era tan atractivo y rotundo que tuvo que contenerse para no empujarla contra la pared y follarla sin contemplaciones.
Leía estaba tan caliente que lo único que deseaba es que aquel parado la empujase contra la pared y la follase sin contemplaciones. Reprimiendo un gesto de contrariedad se levantó y poniendo la cara más sucia posible se acarició las caderas y se sobó los pechos, pellizcándose los pezones hasta que se pusieron duros mientras le indicaba que se desnudase.
Luke notaba como sus huevos hormigueaban de deseo al ver como Leia se acariciaba de forma impúdica su cuerpo desnudo… Pero, ¿Era verdaderamente aquel el camino de un Jedi?
Leía no le dejó terminar el hilo de sus pensamientos. Acercándose a él le abrazó pegando su pubis contra la polla erecta y caliente de Luke.
Por fin aquel paleto campesino de Tatooine reaccionó y levantándola en volandas la penetró. La polla de Luke llenó su sexo embargándola con un placer indescriptible. Agarrándose a su cuello comenzó a balancear sus caderas mientras el joven hundía la cara entre sus pechos lamiendo y mordisqueando su piel.
El coño de la princesa era cálido y estrecho y todo su cuerpo vibraba y se estremecía con sus empeñones. Deseando tomar el control, Luke se separó y empujó a la joven contra la mesa de ajedrez galáctico.
Leia solo tuvo tiempo de apoyar las manos contra la mesa antes de sentir el miembro de Luke resbalando en su interior y colmándola con su calor. Con un grito de salvaje alegría dejó que el hombre la follara con una fuerza que amenazaba con arrancar de cuajo la vieja mesa.
Cuando se dio cuenta tenía todos los músculos de su cuerpo contraídos y cubiertos de sudor. El joven aprendía rápido y cuando Leia estaba a punto de correrse se separó. La princesa gruñó frustrada y le pidió entre gemidos y jadeos que continuase.
Luke, sin embargo, se dedicó a admirar aquel cuerpo esbelto y jadeante brillando de sudor a la luz de los fluorescentes. Hipnotizado por el espectáculo, acarició el cuerpo de la joven, besando y lamiendo aquí y allá, impregnándose de su potente sabor.
Dándola la vuelta la sentó sobre la mesa y enterró la boca entre sus muslos. Leía pegó un grito y encogió todo su cuerpo estremecida por el intenso placer antes de que Luke con la boca saturada con el sabor de su sexo y su sudor, le separase las piernas para volver a penetrarla.
Leia pegó un largo gemido acompañando la entrada de aquel poderoso miembro en su seno. Era una lástima que el hijo no fuese suyo… Un nuevo empujón le obligó a dejar de lado cualquier pensamiento que no fuese la pura lujuria. Mirándole a los ojos siguió gimiendo cada vez con más desesperación hasta que una avalancha de sensaciones la derribó. Su cuerpo se descontroló impidiéndole hasta la respiración durante un instante.
—¡Vamos! ¡Fóllame fuerte cabrón! —exclamó presa de un indescriptible placer— ¡Córrete dentro de mí! ¡Hazme tu…
—¡Joder! ¡Basta ya! ¡Mecagüen el lado oscuro! —dijo Obi Wan apareciendo como por ensalmo en el momento que Luke estaba a punto de correrse.
Los dos jóvenes exclamaron sorprendidos. Luke se separó trastabillando y cayendo de culo sobre el suelo de la nave.
—He sentido una fuerte conmoción en la fuerza y he aparecido creyendo que estabas en peligro y te encuentro follando con… tu hermana.
—¿Qué coños dice este viejo? —dijo Leia tapando su cuerpo desnudo con los restos de su vestido.
—Obi Wan me estás diciendo que…
—En efecto le interrumpió el anciano Jedi. Tu y Leia fuisteis separados al nacer por vuestra seguridad ya que la fuerza era intensa en vosotros.
—Joder que puta mala suerte. —pensó Leia—Follarse a su hermano, después de follarse a su padre, no era lo que necesitaba una princesa para parecer honorable. Ahora qué coño iba a hacer. Después de aquel viaje iba a necesitar una buena temporada en un centro psiquiátrico.
Un par de ligeros temblores y ver a Han Solo corriendo precipitadamente camino de la cabina de mandos, hizo que todos sus pensamientos se esfumasen.
—Señores más vale que se ajusten los cinturones, tenemos un problemilla sin importancia. —dijo Solo en el instante en que aceleraba el vetusto trasto para salir del agujero.
Se sentaron todos rápidamente en sus puestos. Solo Obi Wan se quedó de pie al lado de Leia.
—Es conveniente para el equilibrio mental del joven Skywalker que no sepa por ti la identidad de sus progenitores. En este momento tan delicado podría dejarse llevar por el lado oscuro. —susurró el caballero Jedi— Y por el amor de la Fuerza, no vuelvas a tocarle. —añadió desapareciendo en el aire.
Los gritos de Solo y el Wookiee le devolvieron a la realidad. Parecía ser que el escondite era la madriguera de un hambriento gusano espacial. Luke se estremeció y prometió no volver a entrar en ningún agujero si se libraba de esa.
Mientras tanto, Leia no paraba de pensar en qué demonios iba a hacer con el niño que crecía día a día en sus entrañas. Cada vez le quedaba menos tiempo y menos opciones.
Continuará…
Había pasado toda la mañana y Garse se decidió por fin a entrar en el dormitorio de su hermana sigilosamente. Ella estaba de espaldas ordenando algo de ropa sobre la cama. Se había convertido en una mujercita muy hermosa. Sus caderas sus piernas y su busto ya tenían formas de mujer. En cuanto ella se giró descubrió a su hermano tras ella, sonriéndola. Correspondió con otra sonrisa y abrió los brazos.
Garse se despertó sobre su cama. Tenía más sueño que un cesto lleno de gatitos. Le dolía la cabeza y le pitaba un oído. Tenía el labio hinchado. Se pasó la lengua por los dientes. Gracias a dios los conservaba todos. Esa vacaburra casi le arranca la cabeza de una patada.
Eduard brucell se refrescó antes de salir de aquel apartamento. Su frente estaba surcada de arrugas. A lo largo de su vida hubo multitud de veces en las que dudó entre hacer algo que está bien y algo que no lo está. La decisión correcta siempre era inequívoca: Un hombre ha de hacer lo que debe hacer.
Bethelyn se pasó la mano por la frente y se masajeó las sienes. Se había pasado de bocazas.
¿De que hablaba esta mujer? No le iba a lamer el culo ni por asomo. Los culos de las mujeres se pueden follar o meter el dedo mientras se les folla el coño pero ¿lamerlos? Que asco, y menos con todo pringado de esa cosa blanca. Un momento, ¿Qué cojones era esa cosa blanca?
La erección llegó inmediatamente. Si alguna de las 2 la viera sería hombre muerto. Pegó su cuerpo a la cama todo lo que pudo para esconder su polla erecta mientras agachaba la cabeza intentando ocultar su cara de culpabilidad manifiesta. En cuanto su hermana volviera a colocarse tras él descubriría su indecente miembro. Le castigaría a él o a su culo inocente.
Las caravanas pasaron, llegó el invierno y las visitas empezaron a escasear. La nieve hizo su aparición, aunque no caía en gran cantidad. Todos los días había que repartir heno a los animales, a los que el valle protegía y el riachuelo mantenía unas temperaturas muy frías pero nada extremas.
Yo, buscando entablar amistad, tomé una de las reses y fui al campamento indio más cercano a nosotros, a ofrecerles la res. Me costó convencerles de mi buena voluntad y se extrañaron de que hablase su lengua y tuve problemas cuando ellos no sabían cómo corresponder a mi regalo con algo de igual o mayor valor. Quería darme a su hija por esposa, cosa en la que yo no tenía gran interés, a pesar de ser una muchacha joven y agraciada. Lo solucioné diciéndole que esto era algo que quería hacer con ellos cada invierno, como señal de amistad y que no podía darme una hija cada vez como esposa. Le propuse que, cuando le sobrasen pieles, me diesen el equivalente que estimasen justo en pago por el animal. El jefe lo entendió, me lo agradeció y me dijo que los inviernos eran duros por la escasez de alimento, y que muchos niños morían por esa causa. Con esa res, pasarían el invierno sin problemas. Sellamos un pacto no escrito de amistad y volví a casa. Cada primavera y a lo largo del verano, nos visitaban los indios, que dejaban algunas pieles en pago de la res y yo les agradecía con algo de legumbre y carne seca.
Esas pieles las vendía yo en primavera y otoño, cuando aún los días, y sobre todo las noches, eran frías, a los viajeros de las caravanas para protegerse del frío de la montaña e incluso en las minas. También resultó un buen negocio, porque sacaba más de las pieles que lo que costaba lo que daba a los indios, así que todos contentos.
Pasábamos muchas horas encerrados en la casa, siguiendo con las enseñanzas de lectura y escritura y follándola por todos los agujeros. Cada vez aprendía más técnicas para darme placer.
El invierno pasó y con la primavera volvieron las caravanas y con ellas me llegó un gran paquete de cartas. Eran de Inglaterra, y venían reenviadas desde la plantación de Tom, ahora de sus hijos.
Mi hermano me contaba mes a mes la evolución de mi hijo. En sus estudios, en las armas, en las relaciones sociales. Le estaban dando la misma educación que a sus hijos y la misma que me dieron a mí. Me contaba lo hermosa que estaba Brigitte y cómo se encargaba él de que todas estuviesen satisfechas.
En algunas de ellas, mi hijo añadía unas líneas, donde contaba lo que había hecho y siempre terminaba con la frase: “tengo muchas ganas de conocerte, papá” que dejaba mis ojos llenos de lágrimas.
Los guías de las caravanas empezaron a ser conocidos, tras sus idas y venidas. Algunos, cuando no tenían con quién relajarse en la caravana, empezaron a comentar lo guapa que era mi mujer, sacándolos de su error y diciéndoles que era mi esclava voluntaria. Algo que a ellos les extraño mucho al principio.
Les ofrecía sus servicios por un módico precio, pudiendo pasar la noche con ella. Lo aceptaban todos, lo que beneficiaba más mis bolsillos, solamente les ponía un límite: No correrse en su coño. Solamente podían usar su culo y boca. El coño lo reservaba para uso exclusivo mío, pues de vez en cuando me apetecía llenarlo con mi leche.
La primera vez que la alquilé, se echó a llorar diciendo el clásico:
-No, amo, por favor.
Que dos bofetadas calmaron y amansaron.
Al día siguiente ya no hubo quejas. Le pregunté si había disfrutado y me dijo que mucho, por lo que no le di más importancia.
Siendo cada vez más conocido, no dejaban de pasar tanto caravanas como jinetes solos, convirtiendo aquello en zona de paso obligada hacia el oeste. Hubo un par de veces que las visitas resultaron peligrosas.
La primera fueron tres hombres que llegaron al anochecer y decidieron pasar la noche allí, por lo que alquilaron mis literas. Después de cenar, y todavía sentado a la mesa, se abrió la puerta y entraron los tres con las armas empuñadas.
-Vaya, vaya. –Dijo uno de ellos.- ¿Qué tenemos aquí?
-¿Qué queréis vosotros?
-Estamos muy solos allá en el barracón –dijo el que llevaba la voz cantante- y tú aquí, tan bien acompañado. Hemos pensado en haceros una visita y disfrutar de la amabilidad de tu mujer.
Cuando me percaté de la situación, les dije:
-Dejad que mi mujer acueste primero a la niña.
-Rápido, si no queréis que la incluyamos también.
Melinda la cogió y llevó a su habitación seguida por uno de ellos que se mantuvo vigilante en la puerta.
Cuando salió, el que parecía el jefe, la tomó del pelo y la llevó a la habitación de al lado.
-¡Vaya, si está casi lista! No lleva nada debajo del vestido.
Otro de ellos se asomó a la habitación y el que me vigilaba volvió un momento la vista, lo que aproveché para ocultar el cuchillo que había utilizado en la cena y que era un cuchillo para todo.
La oí llorar y cómo la golpeaba. Al rato salió riendo y subiéndose los pantalones, mientras le decía a su compañero entre risas.
-Tu turno. Aprovecha que te la he dejado amansada y engrasada. Ja, ja, ja, ja, ja, ja.
Durante un momento vi una situación en la que el que me vigilaba estaba mirando a la puerta de la habitación, el jefe, de espaldas a mí, terminaba de ajustarse el cinturón con el revolver y el otro se bajaba los pantalones.
No lo dudé, lancé el cuchillo al cuello del que me vigilaba. Ni lo miré. Sabía que con la práctica, que no había dejado de realizar, estaba muerto.
El breve gorgojeo que emitió hizo volver la cabeza del jefe hacia él, al tiempo que por el otro lado, yo le saltaba encima cogiéndole por el cuello con una mano y con la otra ya en su revolver, que extraje en un movimiento rápido y con el que realicé un disparo a la cabeza del tercero. Seguidamente le puse el arma en el cuello, y lo fui arrastrando hasta donde guardaba las tiras de cuero que utilizaba para azotar o atar a Melinda. Tras tomarlas con la otra mano, lo saqué fuera hasta el lugar donde atábamos a los caballos, haciéndole agacharse y apoyar el cuello y las manos en él. Melinda salió casi arrastrándose, y vino hasta mí. Le pasé el revolver con orden de disparar si se movía. Sabía que no tendría valor, pero eso no lo sabía el.
Até el cuello a la barra y las muñecas a ambos lados, le quité las armas y el cinturón de su pantalón, con el que até sus pies juntos.
Entonces, tomé el revolver de Melinda, lo guardé y pude fijarme en su labio partido, sus inicios de moratones en la cara y ojo, y su andar extraño. La cogí en mis brazos y la llevé a la cama. Mientras, respondía a mi pregunta de qué había pasado.
-Cuando hemos entrado en la habitación, me ha desnudado y tirado sobre la cama, me ha dado varios golpes en la cara. Se ha desnudado y me ha hecho chupársela, pero el alcohol que lleva en el cuerpo o lo que sea, le impide la erección. Ha sido como cuando estaba con mi marido. Al no poder, me ha dado puñetazos en la cara. Cuando he caído en la cama ha abierto mis piernas y, mientras me insultaba y me decía puta muchas veces, ha metido su mano en mi coño, hasta que ha entrado entera y me ha podido dar un puñetazo dentro. Me ha hecho un daño horrible. –Decía hecha un mar de lágrimas.
La acaricié y curé sus heridas, dejándola descansar.
-Durante unos días no te moverás de esta cama.
-Pero amo quien os atenderá…
-Cállate y descansa.
Saqué a los muertos de allí y los dejé alejados de la casa. Volví de nuevo a limpiar todo lo que puede. Entré en la habitación de la niña para calmarla, y estuve con ella hasta que lo conseguí. Preguntaba por su mamá y tuve que convencerla de que estaba durmiendo, la acerqué a la habitación despacio y la pudo ver adormilada. Con eso se convenció y se quedó dormida cuando la acosté.
Volví a salir a comprobar las ataduras del prisionero, reforzándolas por si acaso, mientras él me insultaba y amenazaba. No me molesté en contestarle. Tras comprobar que madre e hija dormían, me quedé velando y dormitando junto a su cama, por si acaso.
Al día siguiente, tras nueva comprobación de que el prisionero no se había movido, fui yo quien preparó los desayunos, tras lo cual, revisé todas las armas de que disponía, incluidas las de ellos y las fui ocultando en todos los sitios y rincones que se me ocurrió. Uno de ellos, un revolver sujeto bajo la mesa en el lugar donde me situaba siempre.
Cuando se levantó la niña, puse el desayuno para los dos, y preguntó:
-¿Y mi mamá? ¿Dónde está mi mamá? ¿La han matado? ¿Le dispararon anoche?
-Cálmate, tu mamá está bien. Los señores de anoche eran malos y tuve que dispararles. Los detuve y uno está prisionero ahí fuera. Tu mamá hoy se ha despertado con muchas molestias y le he dicho que se quede en la cama. Luego le llevarás tú el desayuno.
-Anoche oí los disparos y me asusté mucho. No me atrevía a moverme. Luego os oí a mamá y a ti y supe que estabais bien, pero seguía con miedo por los hombre malos. Cuando viniste tú, y me llevaste a ver a mamá me tranquilicé. Luego me dormí
La acaricié y le dije:
-No tengas miedo, mientras estéis conmigo no os pasará nada.
-Amo. –Oí que decía la madre.
-Tenía preparada una bandeja con su desayuno, la tomé y le dije a la niña:
-Vamos a dar los buenos días a tu madre y a llevarle el desayuno.
Se levantó y nos dirigimos a la puerta de la habitación. Al llegar a ella, pasé la bandeja a la niña y la abrí. Cuando ella vio a su hija con el desayuno, se le arrasaron los ojos, pero le sonrió.
-Buenos días, mamá. Me ha dicho George que tienes muchas molestias hoy y que tendrás que guardar cama varios días. ¿Estás mejor?
-Si hija. Muchas gracias. Ahora eres tú la mujer de la casa. Tendrás que cuidar de George y de mí. –Dijo con voz apagada.
-Si mamá. Te traigo el desayuno…
Yo comprobé su frente y vi que tenía fiebre.
Las dejé a ambas con sus conversaciones y salí a ver al prisionero. Ya no insultaba, se había orinado en sus propios pantalones, que al no tener cinturón se habían bajado hasta sus pies. Se le veía agotado de no dormir o dormir mal, pues si intentaba sentarse en el suelo, quedaba colgando del cuello y si estaba de pie (doblado) resultaba agotador para sus piernas. Me miró suplicante y me dijo:
-Por favor, perdóname. Estaba borracho y no sabía lo que hacía. Suéltame y me iré para no volver más. Te juro que no tenía intención de haceros daño.
-Ya lo sé. Y pronto te soltaré, pero antes quiero convencerte para que pienses en esto cuando vayas a beber un trago de whisky
-Lo haré. Esta noche he tenido mucho tiempo para pensar.
Sin decir nada más, me fui a los establos y me fui al campamento indio en busca de ayuda a su “hombre medicina” o curandero, ya que no podía ir al pueblo más cercano que se encontraba a dos días de viaje, estando ellos a unas horas. Cuando expliqué lo que sucedía, el propio jefe y cinco guerreros nos acompañaron al curandero y a mí hasta mi casa.
El curandero estuvo con Melinda atendiéndola, dándole sus pócimas y realizando sus danzas rituales. Mientras, el jefe, sus guerreros y yo nos hicimos cargo del prisionero. El jefe, dio órdenes a sus hombres, que clavaron cuatro estacas en el suelo, lo desnudaron y ataron a ellas, dejándolo al sol, mientras nosotros comíamos algo de carne seca, servida por una atemorizada Pauline, y hablábamos. Cuando el chamán terminó, me dejó unas hierbas y las instrucciones de cómo usarlas y se fueron.
Pasé a ver a Melinda, encontrándola bastante mejor. La fiebre estaba bajando y se encontraba más animada. Viendo que no necesitaba nada de mí, por el momento, salí a atender al prisionero.
Tenía el cuerpo plagado de llagas y quemaduras del sol. Lo solté y medio arrastras lo volví a atar a la barra de los caballos por el cuello y manos. Fui al almacén donde guardaba aperos y tomé una azada de mango grueso y un tonel más bien pequeño.
Coloqué el tonel bajo su cuerpo y dejé la azada. Tomé sus piernas y procedí a atarlas abrazando el tonel.
Entonces se asomó la niña y le ordené que no saliese a no ser que yo la llamara y que se quedase junto a su madre. Luego proseguí con lo mío.
El delincuente, con el culo en pompa, suplicaba y preguntaba qué le iba a hacer.
Sin responder, tomé la azada y me puse a meter el mango por su culo. Yo hacía fuerza, pero no había forma de meterlo. El gritaba y chillaba como una puta. Entré en la casa, tomé un trapo que Melinda utilizaba para fregar los suelos y un poco de manteca, le puse el trapo bien metido en la boca para no oírlo y le unté el culo bien de manteca, volviendo a probar la entrada del mango.
Sus gritos, apagados por el trapo, resultaban música a mis oídos.
-¿Estás pidiendo más? No te preocupes que te voy a complacer. Te meteré todo el mango y verás que bien lo pasas. Más que mi mujer con tu mano, pero eso será porque tu mano es más gruesa que esto.
Por fin, entró un trozo, empezando a caer un hilo de sangre desde su ano al suelo.
-¿Ves? Ya ha entrado. ¿Disfrutas? ¿Te parece poco? Te lo voy a meter un poco más…
Sus gritos resultaban fuertes, incluso apagados por el trapo.
-Ya que te gustan las cosas grandes, te voy a follar el culo con esto. Disfrútalo.
Empecé a empujar para meterlo más y sacarlo, follándole el culo con él, las astillas del basto mango arañaban su interior y la entrada lo deshacía por dentro. Pasé toda la mañana con él, hasta que murió. Luego, lo desaté, lo llevé junto a los otros, cavé un agujero y los enterré juntos.
Al revisar sus pertenencias, descubrí gran cantidad de dinero y oro. Con la siguiente caravana que pasó por allí, hice llamar al sheriff del pueblo más cercano, al que conté lo sucedido cuando llegó varios días después, pero diciendo que había matado a los tres de sendos disparos, y que me confirmó que era procedente de un robo al banco local y del asesinato de varios mineros que habían tenido algo de suerte.
Se llevó el dinero y el oro y me quedé con el agradecimiento, las armas y los caballos. Ya no la volví a alquilar a nadie desde ese día.
Pero ese mismo día, a última hora de la tarde, una india a caballo llegó a mi casa. Me dijo que la enviaba el jefe para atenderme a mí y a mi esposa hasta que se repusiera. Su nombre era algo largo y me resultó incomprensible.
-Me resulta difícil pronunciar tu nombre. Te llamaré Wiki, que es lo único que he entendido. -Le dije, y lo aceptó sin más.
No conocía el funcionamiento de las cocinas de los blancos, por lo que entre ella, Pauline y yo preparamos la cena para todos.
A la hora de irnos a la cama, se me planteó el problema de donde iba a dormir ella. Le dije de dormir en el barracón, pero me dijo que el jefe la había enviado para atenderme en todo y que debía dormir conmigo.
-¿No tienes marido?
-No, murió hace diez lunas.
-¿Y no hay otro guerrero que te acepte?
-Tengo que llevar luto. Dentro de dos lunas podrán acercarse a mí.
-¿Y por qué te ha enviado el jefe?
-Toda la tribu te está agradecida. Los ancianos decidieron levantarme el luto temporalmente para atenderte a ti por ser la más joven sin marido.
Era una mujer bastante joven. Entre dieciocho y veinte años, delgada y no muy alta. Se encargó de acostar a la niña, que ya no hesitaba mucha ayuda, yo me fui a mi habitación, me desnudé y metí en la cama. Al momento llegó ella y se quitó las ropas que llevaba, quedando totalmente desnuda.
A la luz de la lámpara puede ver un par de tetas bien puestas, tamaño mediano, un cuerpo muy bien formado, con piernas proporcionadas y un coño peludo. Cruzó las manos sobre su cuerpo y bajó la mirada, avergonzada.
Abrí la ropa de la cama y se metió junto a mí rápidamente. Puse mi mano sobre su estómago y la fui subiendo poco a poco, acariciando su cuerpo. Cuando llegué a sus pechos, tenía los pezones erectos y duros. Se giró hacia mí, clavándolos en mi pecho. Yo besé su cuello y busqué su boca, mientras mi mano recorría su espalda hasta su culo y la aprisionaba contra mi polla, dura como una piedra ya, situada ante su coño.
Entonces hizo algo que me dejó confuso. Se separó de mí y se puso a cuatro patas.
-¿Qué haces?
-Me preparo para que me penetres.
-¿No quieres que nos acariciemos un poco, antes de hacerlo?
Ahora fue ella la que quedó confusa.
-¿Para qué?
-Para disfrutar más, para que estés más excitada. –No supe darle más razones, porque no dominaba totalmente su idioma y no sabía cómo decirle algunas cosas.
-Yo ya estoy preparada.
-Acuéstate de nuevo a mi lado.
Recorrí su cuerpo con mi mano, nuevamente desde su estómago hasta llegar a su coño, que efectivamente, estaba húmedo, aunque no lo bastante para mi gusto.
Puse mi boca sobre uno de sus pezones, chupando y lamiendo, mientras mis dedos frotaban suavemente el otro. Acaricié sus pechos, besé su cuello y sus labios, bajé hasta pasar mi mano por encima de su coño y presionarlo ligeramente.
-Mmmmm. –Empezó a gemir.
Sus piernas, antes semicerradas y relajadas, se abrieron buscando la caricia más profunda. Recorrí su raja con un dedo, dando una vuelta alrededor de su clítoris y bajando hasta meterlo dentro.
-Aaaaaahhhhhh
Estaba ya empapada. Me coloqué sobre ella y puse mi polla en su entrada, haciéndola resbalar para que fuese mojándose, antes de meterla.
-Mmmmm. –Repitió, al tiempo que se retorcía ligeramente y avanzaba su pubis para sentir mejor el roce.
Entonces empecé a meterla despacio, con suaves entradas y salidas. Ella aspiraba y contenía y soltaba el aire a mi ritmo.
-Oooopppsss… Fsssssss… Oooopppsss… Fsssssss…
Entraba con suavidad y pronto estuvo toda dentro.
-¿Qué me has metido? –Dijo.
-La polla
-Debe ser enorme. Por lo menos como la de un caballo. Me siento totalmente invadida. Con mi esposo no era así.
Entonces empecé a sacarla hasta la punta y meterla hasta el fondo, procurando no rozar su clítoris, pero con un buen roce interior.
Gemía y gemía sin parar, mientras me decía:
-Mmmmmm. Déjame ponerme bien, necesito sentir los golpes de tu bolsa en mí. Aaaah.
-No lo vas a necesitar.
Aceleré mis movimientos y, después de un par de fuertes gemidos, se agarró fuertemente a mi cuello y me aprisionó con sus piernas, mientras se corría en un largo y potente orgasmo.
Cuando se recuperó, sin haberla sacado yo, me dijo.
-¿Cómo puede ser que me haya corrido sin sentir los golpes de tu bolsa?
-¿Qué golpes y a qué bolsa te refieres?
-A la que te cuelga ahí. –Dijo señalando mis cojones.
-Con mi esposo, cuando estaba en posición, me daba mucho placer cuando me penetraba, pero más cuando su bolsa chocaba conmigo. Pero nunca había sido tan fuerte y largo como hoy. Ha sido muy fuerte, y sin embargo, todavía quiero más. Nunca me había pasado.
-Entonces, prepárate.
Desde mi posición, volví a acariciarla y besarla, bajé de nuevo a sus pechos, mientras ella volvía a gemir.
Bajé hasta su coño, totalmente abierto por su excitación y mi penetración. Lamí y chupé su clítoris, al tiempo que le metía dos dedos en el coño, mientras ella presionaba sobre mi cabeza.
Nuevamente alcanzó un orgasmo acompañado de gemidos y gritos de placer. Sin darle tiempo a más, se la clavé hasta el fondo y volví a un nuevo mete saca rápido, desplazándome unas veces hacia abajo para rozar bien su interior y otras hacia arriba para frotar su clítoris.
Cuando nuevamente alcanzó su orgasmo, me dejé llevar, llenándola de nuevo, pero ahora con mi leche.
Me puse a su lado, se abrazó a mí y se quedó dormida.
Por la mañana me desperté al moverse ella intentando levantarse. Tenía una fuerte erección, y le dije que me la chupase. Ella dijo algo así como “eso no bueno”
-¿Quieres que le diga al jefe y a los ancianos que no me has complacido?
No dijo nada más, se acercó y se la metió en la boca, quedándose quieta.
-¡Muévete de una vez!
-No se qué hacer. Nuestros hombres no nos piden esto.
Era lista y necesitó pocas explicaciones para chupar, lamer, tragarla hasta la garganta y al final, tragarse toda mi corrida.
Después de esto, nos levantamos y preparamos el desayuno. Más tarde, acompañé a Pauline a llevárselo a su madre, junto a lo que tenía que tomar, mandado por el chamán.
-Se que esta bien atendido, amo. Les oí anoche y les he oído esta mañana. Espero que no sea mejor que yo y me abandone por ella.
Me acerqué a besar sus labios afiebrados y decirle:
-Te dije que estarías conmigo hasta que tú quisieras, pero ahora sería muy difícil para mí dejarte marchar. Cuando te repongas ella se irá y continuaremos nosotros.
-Gracias, amo. -Dijo llorosa.
No la dejamos levantarse en una semana, hasta que estuvo totalmente repuesta.
Durante el día, la muchacha se sentía totalmente perdida, al no conocer el funcionamiento de la casa, por lo que era la niña la que le iba indicando qué hacer y cómo hacerlo.
La niña le ayudó a servir la comida y ella se arrodilló a mi lado, al estilo indio, mientras comía yo.
Por la noche, ya en la cama, la hice ponerse a cuatro patas y ensalivé bien su coño con mi lengua, aunque no era muy necesario, pues estaba muy húmeda ya. Con un poco de insistencia, alcanzó su primer orgasmo. Luego me confesó que llevaba todo el día así.
Seguía muy excitada. Le clavé la polla hasta el fondo y me incliné sobre ella para acariciar su clítoris hasta que se corrió nuevamente. No paré ni bajé el ritmo y aún alcanzó otro orgasmo más antes de que me corriera dentro.
Durante la semana que Melinda estuvo convaleciente, no dejamos de follar ni una sola vez. Resultó muy caliente y excitable.
El día que Melinda se levantó alegando que estaba perfectamente bien hacía días, que se cansaba de ser la mimada de la casa y que tenía el coño como un río de tanto oírnos y no participar, llevé a las dos a la habitación y las hice comerse el coño mutuamente hasta que se corrieron las dos, luego me las follé a ambas por el coño y terminé en el culo de Melinda.
Cuando Wiki vio que se la metía por el culo y que disfrutaba de un nuevo orgasmo, me dijo que quería que se la metiese a ella también. Tuve que explicarle que antes tenía que dilatarla para que me recibiera sin dolor y que ya era tarde para hacerlo. No se quedó muy conforme, pero aceptó.
Al día siguiente no quería marchar, pero la convencí diciéndole que su tribu la esperaba y que podría venir cuando quisiera. La acompañe hasta el poblado, llevándoles algunas provisiones en agradecimiento. Fue recibida con muestras de alegría por parte de las mujeres y la felicitación seria del consejo y del jefe.
Desde el día del ataque de esos malhechores dejé de confiar en la gente y me ponía armas en cuanto teníamos visita.
Mi contacto con los indios y mis negociaciones fueron de lo mejor que pude hacer, ya que unos meses después, Melinda me dijo:
-Amo tengo que confesarle una cosa.
-Dime. ¿Qué has hecho?
-Estoy embarazada, amo. Castígueme si lo desea.
-¿Por qué habría de castigarte?
-Porque nunca ha querido hijos y no he sabido evitarlo.
-Melinda, realmente estoy muy contento. –Le dije acercándome a ella y abrazándola.- Realmente me haces muy feliz. Hasta ahora he tenido dos hijos y no los conozco, espero que éste me acompañe el resto de mi vida.
-Gracias amo. –Dijo llorando.
Con la excusa del embarazo de Melinda, Wiki venía a menudo a ayudarla, reuniéndonos en mi cama los tres para disfrutar de nuestros cuerpos.
Cuando llegó el momento del parto, algunas mujeres indias y el chamán vinieron a atenderla en un parto largo, que terminó con el nacimiento de un niño al que puse por nombre Robert.
Tiempo después, como cosa de un par de años más tarde, tuvimos un segundo incidente con cinco jinetes que observé que venían al galope. Llamé a Melinda y le dije que cuando llegasen, si preguntaban, les dijese que su marido había ido a por mercancías al pueblo, escondiéndome inmediatamente.
Cuando llegaron, se distribuyeron por los edificios, mientras tres entraban en la casa con las armas empuñadas, dos recorrían todo en busca de gente.
Sacaron a Melinda con Robert en sus brazos y a Pauline a la calle. Le hicieron dejarle a Pauline el niño, y mientras uno quedaba con la niña, los demás entraron en el almacén con la madre para llevarse las provisiones. Yo, escondido cerca del que quedó fuera, entre un montón de heno, lancé mi cuchillo sobre su garganta, saliendo a la carrera para retirarlo, coger a la niña y al niño, meterlos en casa y hacerme con otra arma.
Seguidamente, fui al almacén, comprobé, oculto a las miradas, donde estaban ubicados. Observé que uno de ellos tomaba entre sus brazos un fardo de las mejores pieles y se dirigía hacia la salida, donde yo me encontraba. Le esperé y cuando salió tapé su boca con una mano mientras con la otra le abría la garganta. Solamente se oyó el suave ruido de la caída del fardo de pieles al suelo.
Cuando volví a asomarme, uno de ellos tenía el arma en la mano y los otros dos estaban cogiendo provisiones, con el arma en las fundas.
Entré como una tromba, disparando con las dos armas tres certeros disparos que terminaron con ellos en el suelo. El del arma en la mano, muerto, y los otros dos gravemente heridos.
A todos los saqué y puse al sol, alejados de la casa. Obvié los gemidos de los heridos y allí quedaron mientras atendía a los míos.
Un rato después, apareció una partida con el sheriff del pueblo al frente buscando a los cinco fugitivos, que también habían atracado el banco local. Volví a contarle la historia y le llevé donde los había dejado y donde estaban a punto de expirar los que quedaban vivos, a los que aún consiguió sacarles dónde se encontraba el resto de la banda.
Volví a quedarme con los caballos y las armas y el sheriff con lo robado al banco. El caso fue que el sheriff adquirió fama de que eliminaba a todos los que robaban en sus dominios, y ya ningún maleante se atrevió a aparecer por allí.
Cuando Pauline cumplió los 14 años, la envié a un colegio del este para señoritas donde obtuvo excelentes resultados, gracias a las largas sesiones de lectura y escritura de las noches, sobre todo las de invierno.
Un año después, Melinda me dio otro hijo. Esta vez una preciosa niña, a la que llamé Hanna, como una de las gemelas que conocí. Al igual que como el anterior, Wiki estuvo casi todo el tiempo con nosotros.
Las cosas no cambiaron a nuestro alrededor. Las caravanas iban y venían, la gente pasaba, los indios traían pieles y yo les entregaba terneros, Melinda disfrutaba todos los días de entre una y tres raciones de polla, cuando no tenía que compartirla con Wiki, de la que se había hecho muy amiga. La vida transcurría normalmente…
Seis años después, Pauline volvió convertida en una señorita que había terminado sus estudios de medicina y la recibimos con gran alegría, tanto por parte de su madre como mía.
Ese mismo día, a la hora de la cena, nos dio la sorpresa. Yo le pregunté:
-Y bien, hija. ¿Qué quieres hacer a partir de ahora? ¿Quieres establecerte de médico en el pueblo cercano o en algún otro? ¿Quieres volver a la ciudad y trabajar allí? Cuando eras pequeña, le hice la promesa a tu madre de que cuando fueses mayor podrías hacer lo que quisieras, yo pondría todo el dinero necesario. –No quise comentarle la otra opción.
-Quiero estar aquí como esclava tuya.
-Hija, pero… ¿Sabes lo que estás diciendo? –Dijo su madre.
-Si, madre. Desde que empezó mi despertar al sexo, me calentaba oír lo que hacíais, me tocaba varias veces al día. Mientras he estado en el colegio, lo he tenido presente todos los días y me he tocado mañana y noche. He guardado mi virginidad para el amo George, para que sea el primero.
-¿Y cómo aprendiste a tocarte?
-En una de las caravanas que se quedó a pasar el invierno, iba una muchacha mayor que yo con la que hice amistad. Empezó contándome que se juntaba a escondidas con otro muchacho que viajaba con ellos para hacer cosas.
-¿Y qué cosas hacían?
-Me contó que se tocaban. El le tocaba las tetas y el sexo, y me dijo que le daba mucho gusto. Ella tocaba su pene, que se ponía grande y duro. Luego movía la mano hasta que echaba un líquido blanco y grumoso.
-¿Y qué le hacia a ella para darle gusto?
-Le tocaba las tetas y metía mano bajo su falda, frotando su raja y el botón del placer, como lo llamaba ella. Ella me hacía lo mismo a mi y yo a ella. Así fue cómo aprendí a tocarme.
-Bien, te acepto como esclava. Dentro de tres días abriré todos tus agujeros. Melinda, prepárale el culo y enséñale a mamarla en condiciones. Mientras tanto, Pauline estará presente cada vez que follemos. Dormirás en el suelo, a mi lado.
Esa misma noche, cuando nos fuimos a la cama y se desnudó, vi que llevaba el tapón que utilicé con su madre para dilatarle el ano.
Las hice poner juntas, a cuatro patas sobre la cama y procedí a darles un correazo a cada una en el culo, hasta un total de cinco en cada lado.
Luego me coloqué detrás de Melinda y le metí la polla por el coño follándola inmediatamente, mientras con una mano la pasaba por la raja de Pauline, sintiendo cómo se abría para que pudiese meter mi dedo, cosa que no hice. Solamente acaricié por encima.
Estuve follándome a la madre hasta que le saqué dos orgasmos, dejando a la hija con las ganas.
-No se te ocurra tocarte. El próximo orgasmo lo tendrás conmigo. –Le dije
-Si amo. –Contestó.
Esa noche dormimos todos juntos en mi cama, y a la mañana siguiente me despertó su suave boca en mi polla, ayudada por su madre y siguiendo sus indicaciones.
La metía hasta más allá de su garganta, para sacarla despacio, venciendo sus náuseas y arcadas. Presionaba fuertemente con sus labios al moverse y azotaba con su lengua mi glande y su borde al sacarla. Me tuvo un largísimo tiempo al borde del orgasmo, hasta que no pude aguantar más y con mis manos empujé su cabeza, clavando mi polla en su boca y con dos movimientos arriba y abajo, me corrí directamente en su garganta.
-Has tenido un buen principio. Esta noche tendrás tu deseada iniciación.
-Gracias amo.
Esa noche quise que fuese especial para ella. Tomé un aceite que tenía en el almacén que me lo enviaron para venderlo a las mujeres, no se para qué y embadurné su cuerpo con él, ayudado por su madre. No dejamos ni un solo rincón de su cuerpo por untar ni frotar.
Sus tetas y pezones fueron objeto de gran interés, las tetas amasadas y untadas y los pezones frotados, presionados y hasta chupados. Su cuerpo recorrido entonos los sentidos y acariciado por todos lugares. Su coño también fue untado, primero por las ingles y hasta el borde de los labios reiteradamente. Luego el interior de su coño, frotando su clítoris y metiendo los dedos en su interior para aceitarlo bien.
Mientras los dedos entraban en su coño, otros acariciaban su ano y penetraban en él, untando tanto por fuera como por dentro. En ese punto sintió su primer orgasmo de la noche.
-Mmmmm. Me corrooooo. Amo, no puedo contenerme, Me corroooo.
Cuando se calmó, volvimos a estimularla madre y yo, volviendo su excitación rápidamente.
La hice ponerse a cuatro patas, se las abrí al máximo poniéndome tras ella y froté mi polla sobre su coño, recorriéndolo y humedeciéndola con su flujo y los aceites.
-Amo, por favor, estoy deseando que me penetres. Hazlo de una vez. Por favor, amo.
Le hice caso y se la metí despacio hasta encontrar resistencia, inclinándome sobre ella, mientras con una mano acariciaba su clítoris.
-Aaaaahhhh. Amo, sigue, no pares. Métela más.
Se la clavé hasta el fondo de golpe, dejando un tiempo para que se acostumbrara. Ella emitió un largo gemido.
-Mmmmmmmmmm. Siiiii.
Empecé mi movimiento, entrando y saliendo con gran suavidad, debido al aceite y su propia lubricación, mientras mi mano no dejaba de acariciarla.
-Oooohhhhh. Amo, siento que me viene otra vez. Siiii, siiii. Me vieneeee, siiiii.
Yo seguí sin parar, encadenándole otro nuevo a los pocos minutos.
Quedó derrengada, cayendo larga y sin poder sostenerse. Hice que su madre se colocase cruzada debajo, a modo de almohada, y mientras acariciaba el coño de la madre, le metía la polla en el culo a la hija. La madre, aprovechaba sus manos para meter dos dedos en su coño y, pasando el brazo bajo su cuerpo, acariciar su clítoris con la otra.
Se la metía profundamente y notaba su interior presionándome, además de los dedos de Melinda que me rozaban por dentro. Cuando ella se corrió con un fortísimo orgasmo, yo le llené el culo con mi leche. Ella quedó como ida, y ya no se recuperó. De ese estado pasó directamente al sueño.
Yo hice que Melinda me la pusiese en forma de nuevo con la boca y la estuve follando hasta que me corrí. De ella no conté las veces.
A partir de ese día, follábamos directamente, con una o con otra, pero todos salíamos satisfechos. Solamente cambiaba cuando venía Wiki, que procurábamos darle placer a ella sobre todo.
Por cierto, Wiki se unió a otro guerrero, que al poco tiempo fue coceado por un caballo y murió casi reventado. Eso hizo que cogiese mala fama entre el resto de los guerreros, no atreviéndose ninguno a juntarse a ella.
El tiempo fue pasando, los niños crecían sanos se hicieron mayores y los envíe a estudiar a colegios del este. Mi rancho se convirtió en lugar de paso obligado para los que cruzaban las montañas hacia el oeste. La compañía de diligencias me ofreció y negociamos un contrato para tener una parada de postas, donde ofrecer comida y descanso a los viajeros. Podían realizar servicios con parada a dormir en mi casa y continuar al día siguiente, lo que hacía ganar tiempo a los viajeros.
Creo que fue en el año en que debía de cumplir los 40 años, porque no he llevado nunca control de mi edad, Ni siquiera se en qué año estamos, cuando recibí una nueva sorpresa.
Un día de finales de primavera, en el que estaba recogiendo heno para guardar para el invierno, vi acercarse una solitaria carreta.
Me preparé para recibirla con mis armas y medio oculto a la vista, cuando, al llegar a mí, vi que se trataba de Bryan, el pastor del barco y Betty, su mujer. Salí a recibirlos con alegría y nos fundimos en un fuerte abrazo los tres. Les enseñé los almacenes, el barracón-hotel, el ganado, los llevé a casa y les presenté a Melinda, Pauline y mis hijos.
Como ya era hora de comer, los invité y nos sentamos a la mesa.
-Tu esposa cocina muy bien. ¿Ella y tu hija no comen con nosotros? –Me dijo Bryan.
-No, ellas comerán después y no estamos casados.
-¡Vivís en pecado!. Eso no puede ser. Yo mismo os casaré hoy mismo.
-No Bryan. Desde muy joven he vivido en pecado y jamás he sentido la necesidad de salir de esa situación. Olvídate del tema.
-Pero vivís como marido y mujer, incluso tenéis una hija.
-No, no somos marido y mujer, son mis esclavas. Madre e hija.
-¿Cómo dices? La esclavitud se abolió hace años.
-No hace falta que me lo cuentes. Estuve luchando en la guerra.
-Entonces, te ordeno que la liberes inmediatamente.
-Verás Bryan. Por la amistad que nos une después de las aventuras del barco, no te echo de mi casa. Ella está aquí por propia voluntad. Si quisiera irse, podría hacerlo y no la retendría. Te propongo un acuerdo: Yo no me meto con tus ideas ni tus creencias y tu no te metes con las mías ni mis costumbres. Si te parece bien, disfruta de tu estancia en mi casa, incluso de mis esclavas, si lo deseas –puso cara de escandalizado- Si no te parece bien, puedes marcharte cuando quieras, pero no vuelvas a tocar estos temas.
Después de pensarlo, dijo:
-Por nada del mundo quiero perder tu amistad. –Cambió de tema preguntando- ¿Y qué ha sido de ti en estos años?
Yo le conté mi historia, incluso las partes más escabrosas, divertido al ver su cara escandalizada, hasta su llegada. Les pregunté por la suya y me contó que habían estado en un pueblo durante todos estos años, que no les había afectado la guerra porque estaba lejos del frente y que ahora que había conseguido nuevas vocaciones que podían seguir su ministerio, había sentido la llamada del Señor para ir a nuevas tierras, y se dirigían a las cuencas mineras.
-No es lugar para mujeres decentes. -le dije pero no comenté nada más.
Tras nuestra conversación, preguntó donde estaban las tumbas de los delincuentes y decidió que iba a rezar por sus almas, acompañado de Pauline con lo que quedamos Melinda, Betty y yo.
-Melinda, puedes comer.
-Si, amo.
-¿Eres feliz? –Me preguntó Betty.
-La felicidad es relativa. Disfruto de cada momento que tengo, y no me preocupo si podría ser mejor o peor.
-Debí haberme ido contigo. –Dijo Betty.-Ahora estaríamos juntos habiendo disfrutado todos estos años, y perdona por mi sinceridad. –Le dijo a Melinda.
-Eso no lo sabemos. Podían haber pasado muchas cosas. Puede también que esta vida no te guste, porque, por ejemplo, Melinda es mi esclava y lo que opine no tiene nada que ver. Solo debe importarle mi opinión y mis deseos.
-¿Qué no me guste? Estoy caliente y mojada desde la mitad de tu relato. Me encantaría sentirte dentro de mí ahora mismo. –Dijo de una tirada, sonrojándose hasta la médula.
-¿Es muy largo tu marido en sus oraciones?
-Mucho.
-Quítate las bragas y ven.
Miró a Melinda, que no levantaba los ojos del plato, y al ver que no decía nada, se las quitó con rapidez, mientras me sacaba la polla.
Le dije
-Siéntate sobre mi y clávate la polla.
Levantó sus faldas, se puso de espaldas a mí y se la metió entera de una vez.
-Dios mío. Ya no recordaba lo bueno que era esto.
Ella se movió a su gusto, disfrutando de mi polla hasta que se corrió. Siguió empalada un rato y volvió de nuevo a la carga con más bríos, hasta alcanzar un segundo orgasmo. Entonces se salió, llorando y dándome las gracias.
Yo hice una seña a Melinda, que se apresuró a arrodillarse ante mí y ponerse a chuparla, hasta que le dije:
-Por el culo.
Sin dudarlo, me dio la espalda, se la metió y empezó a moverse con maestría. Betty nos miraba con cara de sorpresa, incluso se acercó para comprobar que la estaba enculando. Cuando se corrió, sus contracciones me llevaron a mi orgasmo, descargando todo en su interior. Luego se salió, me limpió la polla y volvió a sus tareas..
-Me estoy perdiendo mucho. –Fue lo que dijo Betty.
En ese momento entró Bryan con Pauline y se sentó con nosotros, mientras la madre terminaba su comida y la hija empezaba con ello. Me habló de unas reparaciones que tenía que hacer en la carreta para poder cruzar las montañas con seguridad. Estuvimos mirando y realizando algunas de ellas. Se hizo tarde y nos llamaron a cenar. Durante la cena le comenté que tendría que quedarse el día siguiente también.
-No hay problema. Ya estamos acostumbrados a dormir a la intemperie.
-De eso ni hablar. Os quedáis en la habitación de Melinda.
-¿Y ella? ¿Dormirá con nosotros?
-No, ella vendrá conmigo.
-No, no y no. No puedo consentir que por mi culpa viváis en pecado. Dormiremos fuera.
-Por lo menos, deja que Betty duerma con Melinda. Como mínimo se merece un par de noches cómodas.
A eso si que pude convencerle. Luego le pregunté que también podrían quedarse en la habitación para matrimonios del barracón a lo que respondió que no tenían mucho dinero, y que tenían que ahorrar.
Le dije que no les iba a cobrar nada, que fuesen con tranquilidad. Betty decía que se quedaría con Melinda para poder hablar de cosas de mujeres.
Al final, después de mucho hablar, decidieron que el dormiría en una de las literas del barracón y las mujeres a la habitación.
En cuanto se fue, mandé recoger todo y cité a las tres en mi habitación. Entraron desnudas. Melinda y Pauline porque era su obligación y Betty porque lo hacían las otras.
Hice que se acostasen a mi lado, con Betty junto a mí, empecé a besarla y acariciar su pecho, mientras Melinda hacía lo mismo con el otro. Pauline bajó hasta su coño y se arrodilló entre sus piernas para comérselo.
-No le metas la lengua. Solamente recorre los labios con la punta. –Le dije.
Mi boca cambió a su pecho y mi mano fue a su coño, acariciando su vello. Melinda también chupó su pezón y acarició el pecho.
-Ensaliva bien tu dedo y méteselo por el culo sin dejar de excitarla y tú, Betty, flexiona las piernas.
Pasé mi mano al coño de Melinda, acariciando su superficie.
Observé su respiración acelerada y le dije a Melinda que se diese la vuelta y que se comiesen el coño mutuamente, con Betty arriba.
-Tienes mi permiso para correrte las veces que sea. Siempre que le des el máximo placer a Betty.
Al momento de ponerse, vio cómo tenía el coño y me avisó:
-Amo, está ya preparada y abierta.
Sin más dilación, me puse a follarla mientras Melinda le lamía el coño y chupaba el clítoris.
Betty gemía y gritaba de placer. Tuve que decirle que se concentrase en comerle el coño a Melinda para que no se oyesen sus gritos.
A Pauline, la hice poner de pie sobre ellas, con una pierna a cada lado, para poder comerme su coño mientras follaba a Betty.
Tanta actividad me estaba llevando al clímax y tuve que decirles que cambiasen de posición para metérsela por el culo a Melinda y poder correrme a gusto.
-Aaahhhh. Voy a correrme. Melinda, quiero correrme en tu culo.
Se la clavé directamente, sin problemas, gracias a lo mojada que la tenía del flujo de Betty.
Después de correrme, Melinda se giró volver a ponérmela dura con su boca, a lo que contribuyó también Betty desde abajo. A indicación mía, volvieron a colocarse como antes y se la clavé a Betty en el coño, volviendo a darle sin parar.
No sé la cantidad de orgasmos que tuvo. De repente, cayó sobre Melinda con los ojos cerrados, agotada. La aparté a un lado y seguí follando a Melinda hasta que ella se corrió. Yo hice que Pauline se acostase y continué con ella hasta que también obtuvo su orgasmo y yo la seguí con poca diferencia
El día nos sorprendió a los cuatro abrazados. A mí en el centro y ellas a los lados, pegadas a mí.
Las desperté a las tres. Melinda y Pauline me pidieron perdón por haberse quedado dormidas en mi cama sin mi permiso y se fueron a su habitación. Betty se despertó y me dijo que se iba rápidamente a vestir, pero una fuerte molestia en su coño la paralizó.
Lo tenía todo rojo, por fuera y fuertemente irritado por dentro.
La llevé a la otra habitación en brazos, le pusimos un discreto camisón y la dejamos en la cama. Mientras Melinda refrescaba sus partes con agua, acordamos decir al marido que se había despertado con un fuerte dolor de tripas y que quedaría todo el día en cama.
Aún bromeó diciendo:
-No me importaría pasar todos los días así, si las noches fuesen como la de anoche.
Riéndome, salí a buscar al marido, que levantado ya, atendía a las reparaciones de la carreta. Le expliqué que me habían dicho que su mujer se había despertado con dolor de tripas, por lo que volvimos a la casa y pasó a visitar a su mujer. Mientras, Melinda preparó el desayuno y, tras tomarlo, nos fuimos a trabajar.
Permaneció en cama durante todo el día y nosotros terminamos cerca del anochecer. Ella cenó en la cama y nos retiramos a descansar, en la confianza de que, al día siguiente, estuviese en condiciones de partir.
No había hecho nada más que acostarme, cuando entraron las tres en mi habitación, Betty con un tarro de manteca en la mano.
-Quiero que me la metas por el culo y te corras dentro. –Me dijo.
-No puede ser. Primero tengo que prepararte bien para no hacerte ningún daño.
-No hace falta, mira. –Y dándose la vuelta, me enseñó su culo con el tapón que había utilizado yo con Melinda.
-¿Y como es eso?
-Gracias a Melinda. Anoche me disgustó que no te corrieses en mi culo y se lo he dicho a ella, que ha pasado mucho rato dilatándomelo durante el día, hasta que me ha entrado el tapón.
-¿Pero no te encontrabas tan mal?
-Al principio si, pero luego lo he pensado mejor. No iré con mi marido. Las cosas no mejoraron desde que bajamos del barco, si acaso empeoraron al espaciar más las relaciones debido a la gran cantidad de trabajo que, según decía, le daba su ministerio en aquel pueblo medio vacío.
-Mi llegada aquí y mi estancia contigo me han hecho recordar. Y se ha transformado en odio hacia mi marido lo que hasta ahora era indiferencia. No volveré con él. Me quedaré aquí alegando mis dolores y le convenceremos para que se vaya solo y de que iré en la próxima caravana, una vez que me recupere. Luego le mandaré una carta explicándole todo.
-¿Pero tu crees que aceptará? ¿No piensas que quiera quedarse a cuidarte?
-Ahora me trae sin cuidado. Saca esa herramienta y arregla mi calentura, que no baja desde el momento en que te vi.
Envié a Pauline a su habitación, cosa que hizo con gran disgusto y descubrí la cama y les hice sitio a ambas. Esta vez, Betty se lanzó como una loba sobre mi polla, chupando como una posesa, pero sin nada de técnica. Tuvimos que enseñarle a realizar buenas mamadas, y es curioso lo rápido que se aprende cuando le pones interés.
Cuando la tuve como una piedra, se quitó el tapón y directamente se la metió por el culo sin darme tiempo a decir nada.
-Uuuuuuaaaaaaaaaauuuuuuuu.-Exclamó- Como me llena.
Empezó a mover el culo adelante y atrás, entre exclamaciones de gusto.
-Mmmmm. Que bueno. Qué gusto…
Hice que Melinda colocase su coño en mi boca y que chupase los pezones, yo pasé una mano por debajo para acariciar el clítoris de Betty, y otra por encima para ayudarme con el de Melinda.
Está claro que cuando se tiene hambre cuesta llenar el estómago, y Betty tenía hambre de orgasmos y polla. Encadenaba sus orgasmos y los agujeros. Tan pronto la tenía en su culo como daba un bote y se la metía en el coño.
Solo la interrumpí dos veces, para correrme en su culo y que luego me la pusiese dura de nuevo.
Melinda, como no había dejado de trabajarla, dejaba caer chorros de flujo y babas por ambos costados de mi cara, que mojaban la cama como si la estuviesen lavando.
Después de no se cuanto rato, fui yo el que tuvo que decir basta. Me dolía la polla del roce, lo que dificultaba una nueva corrida, ya más lenta porque sería la tercera, tenía la boca desencajada de comerle el coño a Melinda, los dedos me dolían de frotar los clítoris y Betty seguía como si acabásemos de empezar.
Con un mohín de disgusto, siguió hasta obtener una nueva corrida y se salió de mí, quedándonos dormidos casi al momento.
Al día siguiente, acababan de meterse las mujeres en su cuarto y yo a preparar desayunos, cuando entró el predicador. Me preguntó si sabía cómo se encontraba su esposa, a lo que respondí que no, pero que llamase a su puerta y le preguntase.
Llamó a la puerta, le abrió Melinda y preguntó por su esposa, a lo que ella misma le informó que peor que el día anterior. Pidió a Melinda y Pauline que saliesen, porque sabía algo de enfermedades y quería mirar a su esposa.
Cuando entró, ya me vi con problemas. Puse la mano en la pistola que tenía bajo la mesa y esperé.
Al rato salió diciendo:
-No podemos irnos. Está muy mal. Tiene una infección interna muy fuerte, hasta el punto que el ano le supura un poco de pus con heces reblandecidas. Además lo tiene inflamado y tremendamente dilatado. ¿Podrías acompañarme a buscar unas hierbas que conozco para curarla?
Mientras hablaba, retiré la mano de la pistola y me la llevé a la boca para morderla y no reírme a carcajadas.
-Por supuesto que si, Bryan. Vamos ahora mismo para dárselas enseguida y conseguir que se ponga bien cuanto antes.
Me explicó que clase de hierbas eran y su apariencia y, después de dar un largo rodeo, le llevé donde sabía que había.
Mientras, me fue diciendo.
-Vaya inconveniente que me ha surgido. Hacen falta cinco días para llegar al campamento minero, y tendría que salir hoy para llegar a tiempo y poder entrevistarme con el diácono actual, que se marcha entonces. Si perdemos más días, y puede que esto vaya para largo, no llegaré. Quizá sean los designios de Dios.
Yo le propuse.
-Sabes que puedes contar conmigo para lo que quieras. Te ofrezco de todo corazón mi casa, tanto si decides quedaros aquí como si quieres que tu esposa se quede con nosotros hasta que se reponga y la enviamos en la próxima caravana que pase en dirección a las minas.
-No creas que no lo había pensado, pero el problema es Betty. ¿Cómo se lo digo sin que se sienta abandonada y se enfade conmigo?
-Eso, si quieres, déjamelo a mi. Yo intentaré convencerla de que se quede, como idea mía. Tú estarás presente y no te dejarás convencer, hasta que ella acepte. ¿De acuerdo?
-Gracias George. Me salvas por segunda vez.
No sabía que decirle más. ¿Se puede ser tan ciego? En fin, encontramos las plantas y volvimos a la casa. Entramos en la habitación, donde Betty estaba desayunado con apetito que cambió inmediatamente a desgana.
Empecé a hablar yo.
-Me ha dicho Bryan que tiene una entrevista dentro de cinco días en las minas.
-Si, y temo que esto nos retrase mucho.
-He pensado una cosa.
-Dime.
-¿Qué tal si te quedas con nosotros hasta que estés restablecida y te vas después en alguna caravana que vaya con destino a las minas?
-Ya lo había pensado, pero sería una molestia para vosotros. Trastocaría toda vuestra vida. –Dijo sonriendo como forzada.
-A nosotros no nos importa. Además serán unos días. ¿A ti que te parece Bryan?.
-Noo, no puede ser. Demasiado amables habéis sido con nosotros.
Observe que Melinda se retiraba con la mano en la boca.
-Mira Betty, no se habla más. Tú te quedas con nosotros y Bryan se va. Me ha dicho que la entrevista era importante. Para nosotros no es problema que estés aquí todo el tiempo que quieras y además, te vamos a cuidar incluso mejor que él.
-Pues bueno, por mi si. La verdad es que no tengo ganas ni de levantarme para ir a la letrina. ¿Tu que dices, Bryan?
-Bueno, confío plenamente en que George y Melinda te cuidaran bien, y también es cierto que es importante que llegue a tiempo, pero lo más importante eres tú.
-Ve entonces, Bryan. Yo estaré bien y me reuniré contigo en cuanto no tenga necesidad de sus atenciones.
-Gracias, amor mío. –Se acercó y le dio un beso en la frente. Me dio un abrazo a mí y salimos a despedirlo hasta la carreta, ya preparada desde primera hora.
Cuando salíamos, desde la puerta oímos a Betty desde la cama:
-Buen viaje cariño. Perdona que no vaya a despedirte, pero no me puedo mover.
-Gracias amor mío, no te preocupes. Recupérate y nos veremos dentro de unos días.
Le acompañe a la carreta, volvimos a despedirnos con un abrazo y se marchó.
Gracias por vuestros comentarios y valoraciones. Sugerencias y comentarios en privado a amorboso@hotmail.com
Al recibir el recado Pamela y Sebastián se quedan en silencio, “esperaba que te quedaras hasta el fin de semana por lo menos” dice ella algo triste, “no importa, igual lo pase bien contigo” responde él. Ella se le acerca y le da un beso en la frente, “duérmete mejor será, mañana entro algo más tarde y tal vez podamos estar un rato juntos”, Pamela sale de la habitación y Sebastián se duerme profundamente a causa del cansancio y del alcohol.
Pamela roza con sus calzones el miembro de su primo, ella se endereza sobre él y observa su verga, “aun estas bien empalado, eso me gusta, ya estaba cansada que me espiaras y que leyeras mi diario de vida”, Sebastián se queda sin habla al escuchar esto, “¿que acaso crees que no me daba cuenta de que leías mi diario?, te vi esa noche cuando me lo monte con el hermano de Catalina en el auto, o como me espiaste cuando me masturbe aquí el otro día, o que cuando dormimos juntos crees no me daba cuenta de cómo me manoseabas y frotabas tu verga contra mi, acaso crees que yo no sabia que me seguías en la fiesta de anoche, se ve que no me conoces, la idea de que me vieras teniendo sexo con otros me excitaba de sobremanera por eso me asegure de dejarte ver harto de mi”, “¿pero no se supone que deberías estar en clases a esta hora?” pregunta muy nervioso Sebastián que aun esta desnudo sobre la cama de su prima, ellas se largan a reír al escucharlo.
Pamela atrapa con su boca los pechos de Catalina, se los chupa ansiosamente mientras Sara le frota su entrepierna a Pamela y presiona sus dedos contra su sexo, la escena es todo un espectáculo para Sebastián que ve a su prima montárselo con dos de sus amigas. Sara toma a Pamela y la empuja sobre la cama, ella cae encima de Sebastián y sus amigas se le van encima, Sara la abre de piernas y le sube completamente su falda metiendo su rostro entre ellas, Pamela empieza a gemir al sentir la lengua de su amiga deslizarse de forma vigorosa por su sexo, ella la sujeta de la cabeza y la carga contra su coño. Catalina no deja de lamer los pechos de Pamela pasa su lengua sobre ellos y con su boca atrapa los erectos pezones que se ven. Pamela se mueve encima de su primo el cual ya no das de caliente ante semejante espectáculo que ellas le dan.
“No te quedes ahí aun puedes usar tu boca” le dice Sara, ella toma a Pamela con fuerza y la hace poner su coño sobre el rostro de Sebastián y él tímidamente empieza a pasar su lengua sobre el mismo, a Pamela esto la excita y mueve su sexo contra Sebastián.
Tras otro par de cuajos cayendo en mi temblorosa boca, ya la tenía a rebosar y las ganas de vomitar eran tremendas. La señora por fin dejó de apretujarme el mentón, y tras darle otro sorbo a su copa de vino, me ordenó que tragara todo.
Se limitó a relajarse, y siempre tomándome de la cintura, me ordenó que yo siguiera cabalgando su polla.
No llevábamos ni cinco minutos haciendo el amor cuando al levantar mi mirada, descubrí a mi sobrina agazapada tras unas rocas mirándonos. Si de por sí mi mujer me ponía bruto, el estármela follando mientras Adela nos observaba fue algo brutal y dejándome llevar por el placer, empecé a machacar con mayor intensidad su amado cuerpo.
Si quieres ver un reportaje fotográfico más amplio sobre la modelo que inspira este relato búscalo en mi otro Blog: http://fotosgolfas.blogspot.com.es/
Ya sé que es un lugar común pero comenzar una carrera universitaria siempre constituye un desafío nuevo y una puerta hacia un futuro que uno puede ver como incierto pero a la vez motivador. Creo que siempre supe que elegiría psicología, al menos desde que entré a la escuela secundaria. Es que la mente humana siempre me pareció un laberinto interesante para descifrar y cuando elegí mi carrera, no lo hice (como sí lo hacen muchos) con la esperanza vana de resolver los propios problemas psicológicos. De hecho, si de algo estaba segura era de que terminaba mi paso por la secundaria como una adolescente segura de lo que quería y de lo que no quería, por lo cual no consideraba tampoco que hubiera muchos problemas dentro de mi cabeza por resolver.
No opiné al respecto… mantuve la mirada en el grupo de jóvenes y especialmente en Loana aun a riesgo de quedar en evidencia por mirar demasiado. Sin embargo, en ningún momento aquella rubia de aires presuntuosos pareció darse cuenta siquiera de mi existencia… y eso me molestaba… Hasta deambulé unos pocos pasos por el lugar tratando de llamarle la atención y mirando por el rabillo del ojo para ver si en algún momento parecía darse cuenta de mi presencia, pero nada… Se mantenía en ese momento charlando con un muchacho bastante atractivo que estaba de pie pero ligeramente inclinado hacia ella, con la palma de su mano apoyada sobre su propia rodilla. Era obvio que en ese momento y dentro del grupo que la rodeaba, era él quien concentraba la atención y la charla de ella. Es algo muy raro de explicar, pero sentí rabia, indignación… y mucha envidia. Aquella chica no me conocía y, por lo tanto, no tenía por qué prestar atención a ninguno de mis ademanes y movimientos, pero sin embargo flotaba en el lugar una sensación como de que quien no estaba en su entorno, directamente no estaba incluido… Era una locura, pero ésa era la sensación…
“Qué mina asquerosa” – llegó a decir Tamara, siempre algo más libre del influjo inexplicable que Loana en mí ejercía; yo no objetaba ni agregaba nada a tales comentarios.
Como ya dije, no parecía ser brillante en absoluto, pero cuando llegaba el momento de presentar las actividades en las comisiones de trabajos prácticos, las mismas estaban inevitable e impecablemente hechas. Circulaba una leyenda que, obviamente, me pareció terriblemente disparatada: se rumoreaba que había dos chicas, de esas bien inteligentes que lucían lentes y exhibían aires intelectuales, que hacían los trabajos para ella prácticamente sin chistar. Que Loana era una chica distinta yo ya lo sabía, pero realmente no me resultaba creíble que pudiese llegar a algo así…
Yo, aún sin articular palabra, dirigí los ojos hacia el desastre que la bebida de cola derramada había hecho sobre su blanco e inmaculado vestido; se apreciaban también manchas sobre su hermoso busto. La imagen, por cierto, era lo suficientemente poderosa como para mantenerme hipnotizada pero lo cierto era que la premura del asunto y el enojo de Loana exigían urgencia de mi parte. Eché un vistazo alrededor buscando un trapo o algo para utilizar pero no lo encontré.
Realmente yo ya no sabía hasta dónde iba a llegar aquel morboso teatro de degradación al que me estaba viendo sometida. Quería resistirme a la orden, la cual, por cierto, no tenía demasiado sentido: aun suponiendo que la suela se hubiera manchado con gaseosa que cayó al piso, era sólo una suela y, como tal, se ensuciaría permanentemente con cualquier sustancia que se pisase. Pero a pesar de que quería resistirme, una fuerza imposible de describir con palabras me empujaba una vez más a cumplir con lo que Loana me ordenaba. Así que mis lengüetadas se dedicaron ahora a recorrer toda la suela de la sandalia y sentí entrar en mi boca los más diversos y desagradables sabores. Cuando ella consideró que la labor estaba cumplida me lo anunció con un ligero puntapié en mi mentón.
Las palabras de Loana eran casi como puñales por lo hirientes, pero a la vez estaban dotadas de un magnetismo que hacía imposible, para mí, desobedecerlas. Tal como ella reclamaba, me arrodillé en el piso, de espaldas al rincón. Apoyó las puntas de los dedos extendidos contra mi frente, obligándome a arquear mi espalda hacia atrás y hacerme tocar con mi cabeza el lugar en que las dos paredes se unían; yo quedé, por lo tanto, mirando hacia arriba. Por primera vez desde que yo le había echado la gaseosa encima de su vestido, pude advertir una sonrisa en sus labios, si bien no dejaba de ser una sonrisa ligera y maléfica. Se giró, con lo cual, desde mi posición, quedé con mi rostro a escasos centímetros de su bien contorneado trasero que se adivinaba por debajo del vestido. Ubicando las palmas de sus manos a ambos lados del este último, lo llevó hacia arriba, con lo cual el trasero dejó de adivinarse para, directamente, verse. Hizo un ligero paso hacia atrás y arqueó su cuerpo hasta posar su cola sobre mis ojos y nariz. Prácticamente se sentó sobre mí, con lo cual el dolor en mi nuca aumentó al doble al tener que estar doblada y contra la pared. Y de pronto pude sentir lo que nunca hubiera supuesto: la orina de Loana, tibia y penetrante, comenzó a recorrer mi mentón y la comisura de mis labios para correr luego cuerpo abajo, bañando todo lo que encontraba a su paso. El pis corrió por mi cuello, por mis senos, por mi vientre… y yo sin hacer nada.
LIBRO QUE CENSURÓ AMAZON POR CONSIDERARLO DEMASIADO PORNOGRÁFICO. Por ello, mi editor ha tenido que publicarlo en BUBOK.
Sinopsis:
Desde niño, la hermana pequeña de su madre fue su oscuro objeto de deseo. El origen de esa obsesión por Andrea no era solo por su belleza, también radicaba en que era agente de policía.
Bajátelo pinchando en el banner o en el siguiente enlace:
http://www.bubok.es/libros/240894/El-culo-de-mi-tia-la-policia
Para que podías echarle un vistazo, os anexo el primer capítulo:
Desde niño, la hermana pequeña de mi madre fue mi oscuro objeto de deseo. Hasta hoy no me atreví a contar la historia que compartí con Andrea, mi tetona y culona tía. Diez años menor que mi progenitora, recuerdo la fijación con la que la veía. El origen de mi obsesión era variado por una parte estaba su monumental anatomía pero también radicaba en que esa monada era agente de policía.
Era observarla vestida con ese uniforme que le apretaba sus enormes melones y que pensara en ella con sentimientos nada filiales. Para mí, no había nada tan sensual como verla llegar a casa de mis abuelos y que se dejara caer agotada sobre el sofá con su indumentaria de trabajo.
¿Cuántas veces me imaginé siendo detenido por ella?…..Cientos, quizás miles.
¿Cuántas noches soñé con disfrutar de esa bella agente?…. Incontables.
¿Cuántas veces me acosté con ella?…. Ninguna y jamás creí que pudiera darse el caso.
El carácter de esa morena era tan agrio como lo bella que era. La mala leche proverbial con la que mi tía Andrea trataba a todos, hacía imposible cualquier acercamiento. Y cuando digo cualquier, ¡era cualquier! Siendo una divinidad de mujer, nunca se le había conocido novio o pareja. Según mi padre eso se debía a que a que era tortillera pero según mamá, la razón que no había encontrado un hombre era por mala suerte.
― Ya encontrará un marido y tendrás que comerte tus palabras― le decía siempre defendiendo a su hermanita.
Mi viejo reía y como no quería más bronca, se callaba mientras yo en un rincón, sabía que ambos se equivocaban. En mi mente infantil, mi tía era perfecta y sin nunca había salido con nadie, era porque a ella no le interesaba.
« Cuando lo deseé, los tendrá a patadas», pensaba sabiendo que esa noche tendría que masturbarme con la foto que me regaló en un cumpleaños.
Han pasado muchos años, pero aún recuerdo esa instantánea. En ella mi tía Andrea estaba frente a un coche azul con la porra en la mano. La sensualidad de esa imagen la magnificaba yo al imaginar que ese instrumento era mi polla y que ella la meneaba cuando en realidad eran mis manos las que me hacían la paja.
En mis horas nocturnas, mi imaginación volaba entre sus piernas mientras me decía a mí mismo que tampoco me llevaba tantos años. Lo cierto es que eso si era cierto, por aquel entonces yo tenía quince años y mi tía veinticinco pero a esa edad, esa brecha la veía como insuperable y por eso me tenía que contentar con soñar solo con ella.
Profesional eficiente y sin nadie que le esperara en casa, Andrea subió como la espuma dentro de la policía y con veinticinco años ya era inspectora jefe de la comisaría de Moncloa en Madrid. Ese puesto que hizo menos frecuentes sus visitas, fue a la postre lo que me llevó a cumplir mi sueño desde niño……
Toda mi vida cambia por un maldito porro.
Acababa de empezar la carrera de derecho y como tantos muchachos de mi edad, estudiaba poco, bebía mucho y fumaba más. Y cuando digo fumar, no me refiero a los Marlboro que hoy en día enciendo sino a los canutos con los que me daba el puntito cada vez que salía a desbarrar.
Llevaba un tiempo causando problemas en casa, discutía con mis viejos en cuanto me dirigían la palabra, sacaba malas notas y lo peor a los ojos de ellos, mis nuevas amistades les parecían gentuza. Hoy desde la óptica que dan la experiencia, los comprendo: a mí tampoco me gustaría que los amigos de mi hijo tuvieran una estética de perroflautas pero lo cierto es que no eran malos. Eran…traviesos.
Hijos de papa como yo y con sus necesidades seguras, se dedicaban a festejar su juventud aunque de vez en cuando se pasaban.
Lo que os voy a contar ocurrió una madrugada en la que habiendo salido hasta el culo de porros de una discoteca, mis colegas no tuvieron mejor ocurrencia que vaciar los contenedores de basura en mitad de la calle Princesa. Para los que no conozcan Madrid, es una de las principales vías de acceso a la ciudad universitaria, por lo que aunque era muy tarde, había suficiente tráfico para que rápidamente se formara un monumental atasco.
La policía no tardó en llegar y viendo que éramos un grupo de diez los culpables del altercado, nos metieron a golpes a una patrulla. Envalentonado con el hachís y cabreado por la brutalidad que demostraron, fui tan gilipollas de encararme con ellos. Los agentes respondieron con violencia de modo que al cabo de los veinte minutos, todos estábamos siendo fichados pero en mi caso la foto que me hicieron era una muestra clara de abuso policial.
Con los ojos morados y el labio partido, me dediqué a llamarles hijos de puta y a amenazarles con ir al juzgado. Fue tanto el escándalo que monté que el inspector de guardia salió de su despacho a ver qué ocurría.
La casualidad hizo que mi tía Andrea fuera dicho superior. Al reconocerme, pidió a uno de sus subalternos que me encerrara en una celda a mí solo. Conociendo la mala baba que se gastaba su jefa, el agente no hizo ningún comentario y a empujones me llevó hasta esa habitación.
Yo, todavía no sabía que mi tía estaba allí por eso cuando la vi aparecer por la puerta, me alegré pensando ingenuamente que mis problemas habían terminado y alegremente, la saludé diciendo:
― Tía, tienes unos matones como subordinados, ¡Mira como me han puesto!
Mi tía sin dirigirme la palabra me soltó un tortazo que me hizo caer y ya en el suelo me dio un par de patadas que aunque me dolieron no fue lo que me derrotó anímicamente sino el oírla decir a esos mismos que había insultado:
― Todos habéis visto que he sido yo quien se ha sobrepasado con el detenido, si hay una investigación asumo la responsabilidad de lo que pase.
Los policías presentes se quedaron alucinados que asumiera la autoría y si ya tenía a su jefa en un pedestal a partir de esa noche, para ellos no había nadie más capacitado que ella en toda la comisaría. Solo yo sabía, el por qué lo había hecho.
« ¡Nunca me dejarían mis padres denunciar a mi tía!».
De esa forma tan ruda, la hermana de mi madre cumplió dos objetivos: en primer lugar me castigó y en segundo, libró al personal bajo su mando de un posible castigo. Humillado hasta decir basta, me acurruqué en el catre del que disponía el calabozo y usando las manos como almohada, dormí la borrachera.
Debían ser sobre las doce, cuando escuché que la puerta de mi celda se abría. Al abrir los ojos, vi entrar a mis viejos con mi tía. Mi estado debía ser tan lamentable que mi madre se echó a llorar. Mi padre al contario, iracundo de ira, comenzó a soltarme un sermón.
― ¡Vete a la mierda!― contesté intentando que se callara. Sus gritos se clavaban como espinas en mis sienes.
Al no esperárselo y ser además un buenazo, se quedó callado. Fue entonces cuando la zorra de mi tía me agarró de los pelos y obligándome a arrodillarme, me exigió que les pidiera perdón.
Asustado, adolorido y resacoso por igual, no tuve fuerzas para oponerme a su violencia y les rogué que me perdonaran.
Mi madre llorando como una magdalena, se repetía con lágrimas en los ojos que no sabía que podía hacer conmigo. Mientras ella lloraba, Andrea se mantuvo en un segundo plano.
― ¡No ves lo que nos estás haciendo!― dirigiéndose a mí, dijo― ¡Vas camino de ser un delincuente!― os juro que no lo vi venir, cuando creía que estaba más desesperada, dejó de llorar y con tono serio, preguntó a su hermana: ― ¿Serías tú capaz de enderezarlo?
Mi tía poniendo un gesto de contrariedad, le contestó:
― Déjamelo un mes. ¡Te lo devolveré siendo otro!
Mi padre estuvo de acuerdo y por eso, esa tarde al salir de la comisaría, recogí mis cosas y me mudé con mi pariente.
Me mudo a casa de mi tía.
Recuerdo el cabreo con el que llegué a su apartamento. Mi padre me llevó en coche hasta allí y durante el trayecto tuve que soportar el típico discurso de progenitor en el que me pedía que me comportara. Refunfuñando, prometí hacerlo pero en mi fuero interno, decidí que a la primera oportunidad iba a pasarme por el arco del triunfo tanto sus consejos como las órdenes que la zorra de mi tía me diera.
« ¡Ya vera esa puta! ¿Quién se creé para tratarme así?», pensé mientras sacaba mis cosas del maletero.
Mi pobre viejo me despidió en el portal y cogiendo el ascensor, fui directo a enfrentarme con esa engreída.
« ¿Cambiarme a mí? ¡Lo lleva claro!», me dije convencido de que aunque lo intentara no iba a tener éxito.
Tal y como había quedado con su hermana, Andrea me esperaba en el piso y abriendo la puerta, me dejó pasar con un sonrisa en la boca.
Supe al instante que esa capulla me tenía preparada una sorpresa pero nunca anticipe lo rápido que descubriría de que se trataba, pues nada más dejar mi maleta en el cuarto de invitados, me llamó al salón.
― Abre la boca― ordenó― quiero hacerte una prueba de drogas.
Os juro que al verla con el bastoncito en la mano, me llené de ira y por eso le respondí:
― Vete a la mierda.
Mi tía lejos de enfadarse, con un gesto de alegría en su boca, me pegó un empujón diciendo:
― ¡Te crees muy machito! ¿Verdad?― y sin esperar mi respuesta, me soltó un bofetón.
Su innecesaria violencia, me terminó de enervar y gritando le contesté:
― Tía, ni se te ocurra volver a tocarme o….
― ¿O qué?― me interrumpió― ¿Me pegarías?
Sobre hormonado por mi edad, respondí:
― Nunca pegaría a una mujer pero si fueras un hombre te habría partido ya tu puta cara.
Descojonada escuchó mi respuesta y antes de que pudiera hacer algo por evitarlo, me volvió a soltar otro guantazo. Fue entonces cuando dominado por la ira, intenté devolverle el golpe pero esa mujer adiestrada en las artes marciales, me paró con una llave de judo tirándome al suelo.
― ¡Serás puta!― exclamé y nuevamente busqué que se tragara sus palabras.
Con una facilidad que me dejó pasmado ese bombón de mujer fue repeliendo todos mis ataques hasta que agotado, me quedé quieto. Entonces luciendo la mejor de sus sonrisas, me soltó:
― Ya hemos jugado bastante, ¿Vas a abrir la boca o tendré que obligarte?
― ¡Qué te follen!― respondí.
Ni siquiera vi su patada. Con toda la mala leche del mundo, esa zorra me golpeó en el estómago con rapidez y aprovechando que estaba doblado, me agarró la cabeza y abriendo mi boca, introdujo el maldito bastoncito. Una vez había conseguido su objetivo, me dejó en paz y metiéndolo en un aparato, esperó a que saliera el resultado del análisis:
― Como pensaba, solo hachís― dijo y volviendo a donde yo permanecía adolorido por la paliza, me dijo: ― Se ha acabado el fumar chocolate. Todos los días repetiré esta prueba y te aconsejo que no te pille. Si lo hago te arrepentirás.
No me tuvo que explicar en qué consistiría su castigo porque en esos instantes, mi cuerpo sufría todavía el resultado de la siniestra disciplina con la que pensaba domarme. Si ya estaba lo suficiente humillado, creí que me hervía la sangre cuando la escuché decir:
― Tu madre me ha dicho que en mes y medio, tienes los primeros parciales y le he prometido que los aprobarías. Ósea que vete a estudiar o tendrás que asumir las consecuencias.
Completamente derrotado, bajé la cabeza e intenté estudiar pero era tanto el coraje que tenía acumulado que con el libro enfrente, planeé mi venganza.
« Esa zorra no sabe con quién se ha metido».
Estuve dos horas sentado a la mesa sin moverme. Aunque me cueste reconocerlo, me daba miedo que mi tía me viera sin estudiar y me diera otra paliza. Afortunadamente, llegó la hora de cenar y por eso tuvo que levantarme el castigo y llamarme. Ofendido hasta la médula ocupé mi sitio y en silencio esperé que me sirviera. Cuando llegó con la cena, descubrí en ella a una siniestra institutriz que no solo me obligó a ponerme recto en la silla sino que cada vez que me pillaba masticando con la boca abierta, me soltó un collejón.
« Maldita puta», mascullé entre dientes pero no me atreví a formular queja alguna no fuera a ser que decidiera hacer uso de la violencia.
Al terminar, le pedí permiso para irme a la cama. La muy hija de perra ni se dignó a contestarme, por lo que tuve que esperar a que ella acabara. Fue entonces cuando me dijo:
― Somos un equipo. Nos turnaremos en lavar los platos y en los quehaceres de la casa… Así que hoy te toca poner el lavavajillas mientras yo acomodo el salón.
Sintiéndome su puto criado, levanté la mesa y metí los platos en el electrodoméstico. Ya cubierta mi cuota, me fui a mi habitación y allí cerré la puerta. Ya con el pijama dejé que mi mente soñara en cómo castigaría la insolencia de mi pariente.
Lo primero que hice fue imaginármela dormida en su cama. Aprovechado que dormía, ve vi atándola con las esposas que llevaba al cinto cuando salía de casa. Al cerrar el segundo grillete, mi tía despertó y al abrir los ojos y verme sonriendo sobre ella, me gritó:
― ¡Qué coño haces!
De haber sido real, me hubiera cagado en los pantalones pero como era MI sueño, le respondí:
― Voy a follarte, ¡Puta!― tras lo cual empecé a desabrocharle su camisón.
Mi tía intentó zafarse y al comprobar que le resultaba imposible, me dijo casi llorando:
― Déjame y olvidaré lo que has hecho.
Incrementando su desconcierto, le solté un guantazo mientras le terminaba de desabotonar. Con esa guarra retorciéndose bajo mis piernas contemplé sus pechos al aire y sin poderme aguantar, me lancé sobre ellos y los mordí. Su chillido angustiado me informó de que estaba consiguiendo llevarla a la desesperación.
« ¡Menudas tetas!», me dije recordando sus pezones. Ese par de peras dignas eran de un banquete pero sabiendo que lo mejor de mi pariente era ese culazo, deslicé mentalmente su camisón por las piernas.
Hecha un flan, tuvo que soportar que prenda a prenda la fuera desnudando. Cuando ya estaba desnuda sobre la cama, pasé el filo de una navaja por sus pechos y jugueteando con sus pezones, le dije con voz perversa:
― ¿Te arrepientes del modo en que me has tratado?
Mi tía, cuando vio que iba en serio, se meó literalmente. Incapaz de retener su vejiga, se orinó sobre las sabanas. Temiendo que le hiciera algo más que no fuera el forzarla, con voz temblorosa, me respondió:
― No me hagas daño, ¡Te juro que haré lo que me pidas!
Satisfecho al tenerla donde quería, bajándome la bragueta, saqué mi miembro de su encierro y la obligué a abrir sus labios para recibir en el interior de su boca el pene erecto de su sobrino.
― ¡Mámamela!
Tremendamente asustada, se metió mi miembro hasta el fondo de la garganta. Al experimentar la humedad de su boca y tratando de reforzar mi dominio, en mi sueño, le ordené que se masturbara al hacerlo. Satisfecho, observé como esa estricta policía cedía y llevando una de sus manos a su entrepierna, se empezaba a tocar.
― Te gusta chupármela, ¿Verdad?― le solté para seguir rebajando su autoestima y cogiendo su cabeza entre mis manos, forcé su garganta usándola como si su sexo se tratara.
Unas duras arcadas la asolaron al sentir mi glande rozando su campanilla pero temiendo llevarme la contraria, en mi mente, se dejó forzar hasta que derramándome en su interior, me corrí dando alaridos.
Tras lo cual me quedé dormido…
Mi primer día en casa de mi tía.
― ¡Levántate vago!
Ese fue mi despertar. Todavía medio dormido miré mi reloj y descubrí que todavía era de madrugada. Quejándome, le dije que eran las seis de las mañana.
― Tienes cinco minutos para vestirte. Me vas a acompañar a correr― contestó muerta de risa.
Cabreado, tuve que levantarme y ponerme un chándal mientras mi tía me preparaba un café. La actividad de esa zorra en la mañana me desesperó y más cuando urgiéndome a que me tomara el desayuno, me esperaba en la puerta.
« Hija de puta», la insulté mentalmente al ver que empezaba a correr y que girando la cabeza, me pedía que la siguiera.
Curiosamente al correr tras ella, comprendí que tenía su lado bueno al observar el culo de esa zorra al trotar. Mi tía se había puesto un licra de atletismo, por lo que pude admirar sin miedo a que se diera cuenta esa maravilla. Os juro que disfruté durante los primeros diez minutos, mirando las dos preciosa nalgas subiendo y bajando al ritmo de su zancada.
El problema vino cuando me empezó a faltar la respiración por el esfuerzo. Sudando a raudales, tuve que pedirle que descansáramos pero esa puta soltando una carcajada me contestó diciendo:
― Necesitas sudar toda la mierda que te metes― tras lo cual me obligó a continuar la marcha.
Para no haceros la historia larga, a la hora de salir a correr, volví a su casa absolutamente derrotado mientras esa mujer parecía no notar ningún tipo de cansancio. Dejándome caer sobre un sofá, tuve que aguantar sus bromas y chascarrillos hasta que, olvidándose de mí, se metió a duchar.
El sonido del agua de la ducha cayendo sobre su cuerpo me hizo imaginar lo que estaba pasando a escasos metros de mí y bastante excitado me tiré en la cama, pensando en ello. Mi mente me jugó una mala pasada por que rápidamente llegaron hasta mí imágenes de ella enjabonándose.
« Está buena esa maldita», me dije y reconociendo que le echaría un polvo si pudiera, me levanté a ordenar mi cuarto.
A los diez minutos, la vi entrar ya vestida pero con el pelo mojado. Al observar que tenía la habitación ordenada y la cama hecha, sonrió y me mandó a duchar. La visión de su melena empapada, me excitó y antes de que mi pene se alzara traicionándome, decidí obedecer.
Cuando salí del baño, mi tía ya se había ido a trabajar y viendo que todavía no habían dado ni las ocho, decidí hacer tiempo antes de irme a la universidad. Como estaba solo, aproveché para fisgonear un poco y sabiendo que quizás no tendría otra oportunidad, fui a su cuarto a ver cómo era.
Nada más entrar, me percaté de que al igual que su dueña, era pulcra y que estaba perfectamente ordenada. Abriendo los cajones, descubrí que su pasión por el orden era tal que agrupaba por colores sus bragas. Deseando conocer su gusto en ropa interior, me puse a mirarlas sin tocarlas no fuera a descubrir que no estaban tal y como ella, la había dejado.
Como en trance, pensé que quizás hiciera como su hermana y tuviera un bote de ropa sucia en el baño. Al descubrirlo en un rincón, lo abrí y descubrí un coqueto tanga de encaje rojo y más nervioso de lo que me gustaría reconocer, lo saqué y me lo llevé a la nariz.
― ¡Dios! ¡Qué bien huele!― dije en voz alta al aspirar su aroma.
Mi sexo reaccionando como resorte, se alzó bajo mi pantalón. Dándome el gustazo, me senté en el suelo y usando esa prenda, me pajeé. Solo tuve cuidado al eyacular para no mancharla con mi semen. Una vez saciado, devolví el tanga a su lugar.
Al ser ya la hora de irme, cogiendo mis bártulos, salí del apartamento imaginándome a mi tía usando esas bragas.
« Definitivamente…. Esa puta tiene un polvazo».
Ya en la universidad la rutina diaria me hizo olvidar a mi tía y solo me acordé de ella cuando entre clase y clase, un amigo me ofreció un porro. Estuve a punto de cogerlo pero recordando su amenaza, me abstuve de darle una calada, pensando:
« Es solo un mes».
Aunque ese día no caí en ello, mi transformación empezó con ese sencillo gesto. Mitad acojonado por ser cazado en un renuncio pero también deseando complacer a esa mujer, tomé la decisión acertada porque al volver a su apartamento, lo primero que hizo al verme fue obligarme a abrir la boca para comprobar que no había fumado.
Esa vez, obedecí a la primera.
Mi tía muy seria introdujo el puñetero bastoncito y al igual que el día anterior, se puso a analizar la saliva que había quedado impregnada en ese algodón. A los pocos segundos, la vi sonreír y acercándose a mí, me dio un beso en la mejilla como premio.
Si bien de seguro no lo hizo a propósito, al hacerlo sus enormes pechos presionaron el mío. El placer que sentí fue indescriptible, de modo que el desear que se repitiera esa recompensa me sirvió de aliciente y desde ese momento, decidí que haría lo imposible por no defraudarla.
Tras lo cual, me encerré en mi cuarto y me puse a estudiar. La satisfacción de mi tía fue evidente cuando pasando por el pasillo, me vio concentrado frente al libro y viendo que me empezaba a enderezar, se metió a hacer la cena en la cocina.
Debían de ser casi las nueve, cuando cansado de empollar, me levanté al baño. Al pasar por el pasillo, vi a mi tía Andrea bailando en la cocina al ritmo de la música. Sintiéndome un voyeur, la observé sin hacer ruido:
« ¡Está impresionante!», me dije sorprendido de que supiera bailar sin dejar de babear al admirar el movimiento de su trasero: « ¡Menudo culo!», pensé deseando hundir mi cara entre esos dos cachetes.
Fue entonces cuando ella me sorprendió mirándola y en vez de enfadarse, vino hacia mí y me sacó a bailar la samba que sonaba en la radio. Cortado por la semi erección que empezaba a hacerse notar bajo mi bragueta, intenté rechazar su contacto pero mi tía agarrándome de la cintura lo impidió y se pegó totalmente a mi cuerpo.
Aunque mi empalme era evidente, no dijo nada y siguió bailando. Producto de su danza, mi sexo se endureció hasta límites insoportables pero aunque deseaba huir, tuve que seguirle el paso durante toda la canción. Una vez acabada y con el sudor recorriendo mi frente, me excusé diciendo que me meaba y me fui al baño.
Como sabréis de antemano, me urgía descargar pero no mi vejiga sino mis huevos y por eso, nada más cerrar la puerta, me pajeé con rapidez rememorando la deliciosa sensación de tener a esa morena entre mis brazos.
Tan llenos y excitados tenía mis testículos que el chorro que brotó de mi polla fue tal que llegó hasta el espejo.
« ¿Quién se la follara?», y por primera vez, no vi tan lejos ese deseo.
Aunque parecía imposible, esa recta e insoportable mujer cuando la llevabas la contraria, se convertía en un ser absolutamente dulce y divertido cuando se le obedecía.
Mi segundo día en casa de mi tía.
Deseando complacerla en todo y que me regalara otro beso u otro baile como la noche anterior, puse mi despertador a las seis menos cuarto, de forma que cuando apareció en mi habitación para despertarme la encontró vacía.
Sé que pensó que me había escapado porque me lo dijo y hecha una furia entró en la cocina para coger las llaves de su coche e ir a buscarme. Pero entonces me encontró con un café. Sin darle tiempo a asimilar su sorpresa, poniéndoselo en sus manos, le dije:
― Tienes cinco minutos para vestirte.
La sonrisa de sus labios me informó claramente que le había gustado mi pequeña broma y sin decir nada, se fue a cambiar para salir a correr. Al poco tiempo, la vi aparecer con unos leggins aún más pegados que el día anterior y un pequeño top que difícilmente podía sostener el peso de sus pechos.
« Viene preparada para la guerra», me dije disfrutando del profundo canalillo que se formaba entre sus tetas.
Repitiendo lo ocurrido el día anterior, mi tía iba delante dejándome disfrutar de su culo. El único cambio que me pareció notar es que esta vez el movimiento de sus nalgas era aún más acusado, como si se estuviera luciendo.
« ¡Ese culo tiene que ser mío!», exclamé mentalmente sin perder de vista a esa maravilla.
Esa mañana resistí un poco más pero aun así al cabo del rato estaba con el bofe fuera y por eso no me quedó más remedio que pedirle que aminorara el paso. Mi tía se compadeció de mí y señalando un banco, me dijo que me sentara mientras ella estiraba.
Agotado como estaba, accedí y me senté.
Fue entonces cuando sucedió algo que me dejó perplejo. Aunque el camino era muy ancho, se puso a hacer sus estiramientos a un metro escaso de donde yo estaba. Os juro que aunque esa mujer me volvía loco, me cortó verla agacharse frente a mí dejándome disfrutar de la visión de su sexo a través de sus leggins.
« ¡Se le ve todo!», pensé totalmente interesado al comprobar que eran tan estrechos que los labios de su coño se marcaban claramente a través de la tela.
Durante un minuto y dándome la espalda, se dedicó a estirar unas veces con las piernas abiertas dándome una espléndida visión de su chocho y otras con las rodillas pegadas, regalando a mis ojos un panorama sin igual de su culo.
Si de por sí eso ya me tenía cachondo, no os cuento cuando sentándose en el suelo se puso a hacer abdominales frente a mí. Cada vez que se tocaba los pies, el escote de su top quedaba suelto dejándome disfrutar del estupendo canalillo entre sus tetas.
Olvidando toda cordura, incluso llegué a inclinarme sobre ella para ver si alcanzaba a vislumbrar su pezón. Mi tía al verme tan interesado, miró el bulto que crecía entre mis piernas y levantándose, alegremente, salió corriendo sin decir nada.
Mi calentura se incrementó al percatarme que no le había molestado descubrir la atracción que sentía por ella y por eso, con renovadas fuerzas, fui tras ella.
Al igual que la mañana anterior, nada más llegar a casa, mi tía se metió a duchar mientras yo intentaba serenarme pero no pude porque por algún motivo que no alcanzaba a adivinar, mi tía dejó medio entornada la puerta mientras lo hacía.
Al descubrirlo, luché con todas mi fuerzas para no espiar pero venció mi lado perverso y acercándome miré a través de la rendija. Mi ángulo de visión no era el óptimo ya que solo alcanzaba a ver su ropa tirada en el suelo. Debí de haberme conformado con ello pero al saber que mi tía estaba desnuda tras la puerta me hizo empujarla un poco. Excitado descubrí que el centímetro que había abierto era suficiente para ver su silueta a través de la mampara transparente de la ducha.
« Menuda mujer», totalmente cachondo tuve que ratificar al ver el modo tan sensual con el que se enjabonaba.
Tal y como me había imaginado, sus piernas eran espectaculares pero fueron sus pechos los que me dejaron anonadado. Grandes, duros e hinchados eran mejores que los de muchas de las actrices porno que había visto y ya dominado por la lujuria, me desabroché la bragueta y sacando mi miembro me puse a masturbarme mirándola.
― ¡Qué pasada!― exclamé en voz baja, cuando al darse la vuelta en la ducha, pude contemplar tanto los negros pezones que decoraban sus tetas como su coño. Desde mi puesto de observación, me sorprendió que mi tía llevara hechas las ingles brasileñas y que donde debía haber un poblado felpudo, solo descubriera un hilillo exquisitamente depilado: « ¡Joder con la tía! ¡Cómo se lo tenía escondido!», pensé.
Mi sorpresa fue mayor cuando la hermana de mi madre separó sus piernas para enjabonarse la ingle, permitiendo que su sobrino se recreara con la visión de su vulva. Si no llega a ser imposible, por el modo tan lento y sensual con el que se enjabonaba, hubiese supuesto que sabía que la estaba observando y que se estaba exhibiendo.
Completamente concentrado, tardé en percibir en el modo en que se pasaba el jabón por su sexo que se estaba masturbando. La certeza de que mi tía se estaba pajeando me terminó de excitar y descargando mi simiente sobre la alfombra, me corrí en silencio. Asustado limpié mi estropicio mientras intentaba olvidar su espectacular anatomía bajo la ducha. Por mucho que lo intenté me resultó imposible, su piel mojada y la forma en que buscó el placer auto infringido se habían grabado en mi mente y ya jamás se desvanecería.
Ya en mi cuarto, mi imaginación se volvió a desbordar y no tardé en verme separando esos dos cachetes e introduciendo mi lengua en su interior. Solo el hecho de que mi tía saliendo del baño me descubriera, evitó que me volviera a masturbar pensando en ella.
Estaba tan caliente que decidí que tenía que irme de la casa y cogiendo mis libros, me despedí de ella desde el pasillo. Mi tía Andrea que ya había terminado, me contestó que esperara un momento. Al minuto la vi salir envuelta en la toalla y pegándose como una lapa, me dio un beso en la mejilla mientras, como si fuera casual, su mano se paseaba por mi trasero.
Os juro que todavía no comprendo cómo aguanté las ganas de quitarle esa franela y follármela ahí mismo. Hoy sé que quizás fuera lo que estaba deseando pero en aquel entonces, me dio miedo y comportándome como un crio, salí huyendo.
Durante todo el día el recuerdo de su imagen en la ducha pero sobre todo la certeza de que esa última caricia no había sido fortuita me estuvieron torturando. En mi mente no cabía que esa frígida de la que todo el mundo hablaba pestes, resultara al final una mujer necesitada de cariño y que esa necesidad fuera tan imperiosa que aceptara incluso que fuera su sobrino quien la calmara.
Al ser viernes, no tuve clases por la tarde por lo que sin nada que hacer, decidí dar a mi tía una nueva sorpresa y entrando en la cocina, me puse a preparar la cena para que cuando ella llegara del trabajo, se la encontrara ya hecha.
Debió llegar sobre las nueve.
El coñazo de cocinar valió la pena al ver la alegría en su cara cuando descubrió lo que había hecho. Con cariño se acercó a mí y me lo agradeció abrazándome y depositando un suave beso cerca de la comisura de mis labios. Fue como si me lo hubiese dado en los morros, la temperatura de mi cuerpo subió de golpe al sentir sus pechos presionando el mío, mientras me decía:
― Es agradable, sentirse cuidada.
De haber sido otra y no la hermana de mi madre, le hubiese demostrado un modo menos filial de mimarla. Sin pensármelo dos veces la hubiese cogido en brazos y la hubiera llevado hasta su cama pero, como era mi tía, sonreí y tapándome con un trapo, deseé que no hubiese advertido la erección que sufría en ese instante mi miembro.
Sé que mis intentos fueron en vano porque entornando sus ojos, me devolvió una mirada cómplice, tras la cual, me dijo que iba a cambiarse porque no quería cenar con el uniforme puesto. Al cabo del rato volvió a aparecer pero esta vez el sorprendido fui yo. Casi se me cae la sartén al verla entrar con un vestido de encaje rojo completamente transparente.
Reconozco que me costó reconocer en ese pedazo de mujer a mi tía, la policía, porque no solo se había hecho algo en el pelo y parecía más rubia sino porque nunca pensé que pudiese ponerse algo tan corto y sugerente. El colmo fue al bajar mi mirada, descubrir las sandalias con tiras anudadas hasta mitad de la pantorrilla.
Para entonces, sabiendo que había captado mi atención, me preguntó:
― ¿Estoy guapa?
Con la boca abierta y babeando descaradamente, la observé modelarme ese dichoso vestido. Las sospechas de que estaba tonteando conmigo se confirmaron cuando poniendo música se empezó a contornear bajo mi atenta mirada.
Dotando de un morbo a sus movimientos que me dejó paralizado, siguió el ritmo de la canción olvidando mi presencia. El sumun de la sensualidad fue cuando con sus manos se empezó a acariciar por encima de la tela, mientras mordía sus labios mirándome.
Estaba a punto de acercarme a ella y estrecharla entre mis brazos, cuando apagó la música y soltando una carcajada, me dijo:
― Ya has tenido tu premio, ahora vamos a cenar.
Mi monumental cabreo me obligó a decirle:
― Tía eres una calientapollas.
El insulto no hizo mella en ella y luciendo la mejor de sus sonrisas, contestó:
― Lo sé, sobrino, lo sé― tras lo cual se sentó en la mesa como si no hubiese pasado nada.
Indignado con su comportamiento, la serví la cena y me quedé callado. Mi mutismo lo único que consiguió fue incrementar su buen humor y disfrutando como la zorra que era, se pasó todo el tiempo exhibiéndose como una fulana mientras, sin darse cuenta, bebía una copa de vino tras otra.
Si en un principio, sus provocaciones se suscribían a meras caricias bajo la mesa o a pasar sus manos por su pecho, con el trascurrir de los minutos, bien el alcohol ingerido o bien el morbo que sentía al excitar a su sobrino, hicieron que se fuese calentando cada vez más.
― ¿Te gustan mis pechos?― me soltó con la voz entrecortada mientras daba un pellizco sobre ambos pezones.
La imagen no podía ser más sensual pero cabreado como estaba con ella, ni me digné a contestar. Mi tía al ver que no había resultado su estratagema y que me mantenía al margen, decidió dar un pequeño paso que cambió mi vida. Levantándose de su silla, se acercó a mí y sentándose sobre mis rodillas, me preguntó:
― ¿Mi sobrinito está enfadado?
― Sí, tía.
Poniendo un puchero en su boca, pegó su pecho contra mi cara mientras me decía:
― ¿Y puede tu perversa tía hacer algo para contentarte?
Su pregunta hizo que mi pene se despertara del letargo y tanteando, acaricié una de sus tetas para ver como reaccionaba. Mi caricia no fue mal recibida y sonriendo nerviosa, me preguntó:
― Verdad que lo que ocurra entre nosotros, no tiene nadie porque enterarse.
― Por supuesto― respondí mientras le bajaba los tirantes a su vestido.
Bajo la tela aparecieron los dos enormes pechos que había visto en la ducha. El hecho de que los conociera lejos de reducir mi morbo lo incrementó y cogiendo una de sus aureolas entre los dientes, empecé a chupar mientras la hermana de mi madre no paraba de gemir.
― Me encanta como lo haces― masculló entre dientes totalmente entregada.
La excitación que asolaba a mi tía me dio la confianza suficiente para bajando por su cuerpo mi mano se acercara a su pubis. Al tocarlo, la mujer que apenas dos días antes me había dado una paliza, pegó un respingo pero no intentó evitar ese contacto. Ansiando llevar a la locura a esa mujer, introduje un dedo hasta el fondo de su sexo mientras la excitaba a base de pequeños mordiscos en sus pezones.
No tardó en mostrar los primeros indicios de que se iba a correr. Su respiración agitada y el sudor de su escote, me confirmaron que al fin iba a poder cumplir mi sueño y disfrutar de ese cuerpo. Tal como había previsto, mi tía llegó al orgasmo con rapidez y afianzando mi dominio, le metí otros dos dentro de su vulva.
― Necesito que me folles― sollozó con gran amargura y echándose a llorar, gritó: ― ¡La puta de tu tía quiere que su sobrino la desvirgue!
La confesión que ese bombón de veintiocho años, jamás había estado con un hombre me hizo recordar mis pensamientos de esa mañana:
« Aunque exteriormente sea un ogro, en cuanto arañas un poco descubres que es una mujer necesitada de cariño».
El dolor con el que reconoció que era virgen, me hizo comprender que desde joven había alzado una muralla a su alrededor y que aunque fuera policía y diez años mayor que yo, en realidad era una niña en cuestión de sexo.
Todavía hoy no sé qué me inspiró pero cogiéndola entre mis brazos, la llevé hasta su cama y me tumbé junto a ella. Tratándola dulcemente, no forcé su contacto y solo abrazándola, abrazándola, la consolé dejándola llorar:
― Tranquila preciosa― le dije al oído con cariño.
Mi ternura la fue calmando y al cabo de unos minutos, con lágrimas en sus ojos, me preguntó:
― ¿Me harías ese favor?
Supe enseguida a qué se refería. Un suave beso fue mi respuesta. Mi tía Andrea respondió con pasión a mi beso pegando su cuerpo al mío. Indeciso, llevé mis manos hasta sus pechos. La que en teoría debía tener más experiencia, me miró con una mezcla de deseo y de miedo y cerrando los ojos me pidió que los chupara.
Su permiso me dio la tranquilidad que necesitaba y por eso fui aproximándome con la lengua a uno de sus pezones, sin tocarlo. Estos se irguieron esperando el contacto, mientras su dueña suspiraba excitada. Cuando mi boca se apoderó del primero, mi pariente no se pudo reprimir y gimió, diciendo:
― Hazme tuya.
Sabiendo que ese pedazo de mujer nunca había probado las delicias del sexo, decidí que tendría cuidado y reiniciando las caricias, fui recorriendo su cuerpo, aproximándome lentamente a mi meta. Mi tía, completamente entregada, separó sus rodillas para permitirme tomar posesión del hasta entonces inaccesible tesoro.
Pero en vez de ir directamente a él, pasé de largo y seguí acariciando sus piernas. La estricta policía se quejó odiada y dominada por el deseo, se pellizcó sus pechos mientras me rogaba que la hiciera mujer. Si eso ya era de por sí, excitante aún lo fue más observar que su sexo brotaba un riachuelo muestra clara de su deseo.
Usando mi lengua, seguí acariciándola cada vez más cerca de su pubis. Mi tía, desesperada, gritó como una perturbada cuando, separando sus labios, me apoderé de su botón. No tuve que hacer más, retorciéndose sobre las sábanas, se corrió en mi boca.
Como era su primera vez, me entretuve durante largo tiempo, bebiendo de su coño y jugando con su deseo. Poseída por un frenesí hasta entonces desconocido, me rogó nuevamente que la desvirgara pero contrariando sus deseos, seguí en mi labor de zapa hasta que pegando un aullido me confirmo que la última de sus defensas había caído.
Entonces y solo entonces, me desnudé.
Desde la cama ella me miraba. Al girarme y descubrir su deseo comprendí que en ese instante no era mi tía sino mi amante. Cuando me quité los calzoncillos y me di la vuelta, observó mi erección y sonriendo, me rogó que la tomara.
Comprendí que no solo estaba dispuesta sino que todo en ella ansiaba ser tomada, por lo que, separando sus rodillas, aproximé mi glande a su sexo y jugueteé con su clítoris mientras ella no dejaba de pedirme excitada que la hiciera suya.
Comportándome como el mayor de los dos y deseando que su primera vez fuera especial, introduje mi pene con cuidado en su interior hasta que chocó contra su himen. Sabiendo que le iba a doler, esperé que ella se relajara. Pero entonces, echándose hacia atrás, forzó mi penetración y de un solo golpe, se enterró toda mi extensión en su vagina.
La hermana de mi madre pegó un grito al sentir que su virginidad desaparecía y aun doliéndole era mayor el lastre que se había quitado al sentir que mi pene la llenaba por completo, por eso susurrando en mi oído, me pidió:
― Dame placer.
Obedeciendo gustoso su orden, lentamente fui metiendo y sacando mi pene de su interior. Mi tía que hasta entonces se había mantenido expectante, me rogó que acelerara mientras con su mano, se acariciaba su botón con satisfacción.
Sus gemidos de placer no tardaron en llegar y cuando llegaron, me hicieron incrementar mis embestidas. La facilidad con la que mi estoque entraba y salía de su interior, me confirmaron más allá de toda duda que mi tía estaba disfrutando como una salvaje y ya sin preocuparme por hacerla daño, la penetré con fiereza. Mi hasta esa noche virginal pariente no tardó en correrse mientras me rogaba que siguiera haciéndole el amor.
― ¿Le gusta a mi tita que su sobrino se la folle?― , pregunté al sentir que por segunda vez, esa mujer llegaba al orgasmo.
― Sí― , gritó sin pudor― ¡Me encanta!
Dominado por la lujuria, la agarré de los pechos y profundizando en mi penetración, forcé su cuerpo hasta que mi pene chocó con la pared de su vagina. La reacción de esa mujer me volvió a sorprender al pedirme que la usara sin contemplaciones. Su rendición fue la gota que necesitaba mi vaso para derramarse, y cogiéndola de los hombros, regué mi siguiente en su interior a la vez que le informaba que me iba a correr, tras lo cual caí rendido sobre el colchón.
Satisfecha, me abrazó y poniendo su cabeza sobre mi pecho, se quedó pensando en que esa noche no solo la había desvirgado, sino que la había liberado de sus traumas y por fin, se sentía una mujer aunque fuera de un modo incestuoso.
Al cabo de cinco minutos, ya repuesto, levanté su cara y dándole un beso en los labios, le dije:
― Tía, a partir de esta noche, esta es también mi cama. ¿Te parece bien?
― Si pero por favor, no me llames Tía, ¡Llámame Andrea!
― De acuerdo, respondí y sabiendo que en ese momento, no podría negarme nada, le dije: ― ¿Puedo yo pedirte también un favor?
― Por supuesto― contesto sin dudar.
Acariciándole uno de sus pechos, le dije:
― Mañana le dirás a tu hermana que te está costando educarme y que piensas que es mejor que me quede al menos seis meses contigo.
Muerta de risa, me soltó:
― No se negara a ello. Te quedarás conmigo todo el tiempo que tanto tú como yo queramos…― y poniendo cara de puta, me preguntó: ― ¿Me echas otro polvo?
Solté una carcajada al escucharla y anticipando el placer que me daría, me apoderé de uno de sus pechos mientras le decía:
― ¿Me dejarás también desflorar tu otra entrada?
COPYRIGHT © LFSB
Doña Isabel sonrió y parando un taxi que pasaba por la calle, le pidió que nos llevara a un buen lugar. El taxista debió de malinterpretar sus deseos y en vez de un restaurante tradicional, nos llevó a uno con música en vivo. Una vez allí, decidió que nos quedábamos y eligiendo una mesa junto a la pista nos pusimos a cenar. El ambiente tranquilo y la música de fondo, nos permitió iniciar una charla banal en la que descubrí que esa fría mujer era en realidad un encanto. Simpática, inteligente y divertida, mi jefa me sorprendió con esa faceta que tenía oculta. Pero también el tenerla a mi lado, me dejo apreciar sus ojos negros y su boca.
Hace mucho tiempo en una galaxia muy, muy lejana…
AMOR EN YAVIN
Huyendo de la flota imperial Han Solo, Chewbacca, Luke Skyewalker y Leia Organa llegan a la base rebelde en Yavin.
DarthVader los persigue a través de la galaxia y gracias a un dispositivo buscador colocado previamente en el Halcón milenario localiza su destino.
La base rebelde se enfrenta a la batalla final por su supervivencia. Los X-Wing se preparan para un ataque desesperado sobre la estrella de la muerte fiándolo todo a la destreza de sus pilotos…
¿Qué demonios estaba pasando? Se encontraba de nuevo en la estrella de la muerte. Huyendo por aquel laberinto de pasillos, vistiendo un horrible mono que se ajustaba a su cuerpo haciendo que cualquier movimiento fuese una invitación a la lujuria.
De una esquina salió un soldado imperial apuntándola con su pistola láser. Como un relámpago echó mano a sus caderas, pero donde debía haber estado su cartuchera no había nada. Se dio la vuelta, preparada para volver por donde había venido, pero otros dos soldados más le cortaban el paso. Con un gesto contrariado levantó las manos en señal de rendición.
Uno de los soldados se acercó y antes de que pudiese decir nada le atizó con la culata de su pistola en la sien haciendo que todo se volviese negro.
Cuando despertó y abrió los ojos una intensa luz la deslumbró, los cerró con fuerza intentando concentrarse a pesar del intenso dolor que atravesaba todo el lado izquierdo de su cabeza. Tras respirar un par de veces profundamente, volvió a abrir los ojos. Intentó mover los brazos para protegerse de la intensa luz, pero estaba totalmente paralizada. Un par de soldados imperiales entraron en la sala y apagando el mecanismo paralizante que colgaba de su cuello la ayudaron a levantarse para tras maniatarla, colgar sus brazos del techo de manera que apenas podía tocar el suelo con la punta de sus delicados pies. Intentó librarse de las ataduras, pero descubrió que tenía los brazos firmemente atados . Forcejeó desesperada durante un par de minutos hasta que finalmente se dio cuenta de que no conseguiría liberarse, con lo que optó por volver a cerrar los ojos y tratar de no pensar en lo que le esperaba.
La puerta se abrió dando paso a Darth Vader, que entró acompañado por un acólito vestido totalmente de negro. Los movimientos y la constitución del acólito le resultaron familiares, pero al llevar la capucha echada sobre su rostro no logró identificarle.
—Bien. Querida hija. Estoy encantado de verte de nuevo.—dijo Darth Vader haciendo que su voz metálica reverberase por toda la estancia— La última vez que nos vimos quedaron algunas cosas pendientes.
—Cerdo. Ni te atrevas a acercarte a mí. Tú no eres mi padre. Mi padre era Anakin Skywalker un caballero Jedi. Como mi hermano…
Una risa bronca de la oscura figura interrumpió la contestación de la joven princesa. Vader se acercó a ella y con un gesto de su mano volvió a pulverizar sus ropas dejándola totalmente desnuda de nuevo.
Ya estaba empezando a mosquearse. Aquel hijoputa estaba empeñado en dejarla en pelotas cada vez que la veía. Poniendo la cara de mayor desprecio posible observó impotente como se acercaba y comenzaba a acariciar su cuerpo, utilizando la Fuerza para excitarla contra su voluntad.
Las enguantadas yemas de los dedos de aquel ser recorrían su cuerpo dejando rastros de helada lujuria sobre su piel. Leia forcejeó con sus ataduras solo para que el dolor que le infringían las ligaduras al resistirse contrarrestasen el intenso placer.
En ese momento la figura encapuchada se movió y se colocó a su espalda comenzando a acariciarla, besarla y mordisquearla con suavidad.
Leia no pudo con el nuevo ataque y se vio obligada a claudicar al fin soltando un largo gemido. El desconocido agarró su culo y hundió los dedos en el masajeándolo con fuerza y dándole dolorosos cachetes hasta que quedó rojo como la grana.
—¿Te gusta mi nuevo aprendiz? —preguntó Vader— Ya sé que es un poco brusco, pero ya sabes, el entusiasmo de la juventud.
Leia se sentía como una especie de objeto blando al que dos maníacos estaban acariciando y pellizcando. Pronto sintió como toda su piel ardía, sus pezones palpitaban y su sexo chorreaba. Ni siquiera la incómoda postura y la repugnancia que le causaba el contacto con aquellos dos cuerpos que exudaban maldad podía evitar que se sintiese profundamente excitada.
Darth Vader se apartó un instante y le hizo señas a su acólito para que se acercara . El aprendiz se colocó a la derecha de su maestro y a una señal ambos abrieron sus capas mostrándole sendas pollas.
La polla oscura y bulbosa del maestro contrastaba con el miembro rosado y palpitante de vitalidad de su acólito. Aquel miembro le resultó tan familiar como el de Darth Vader aunque no era capaz de recordar a quién podía pertenecer. Intentó estrujarse un poco más el cerebro, pero la forma en la que se acercaron los dos hombres a ella le hicieron olvidar sus elucubraciones.
Los dos hombres la rodearon y se aproximaron tanto que pudo sentir las puntas de sus miembros rozando sus muslos. Instintivamente intentó alejarse, pero solo logró atraerlos aun más con sus cuerpo tenso y el bamboleo de sus pechos.
Finalmente la abrazaron, uno por delante y el otro por detrás, frotando sus pollas contra su cuerpo y ensuciándolo con sus asquerosas secreciones.
Se sentía tan sucia como lujuriosa. A pesar del profundo asco no podía evitar sentir una tremenda excitación y cuando el acólito cogió uno de sus pechos y se lo metió en la boca deseo tener libres la manos para poder bajar aquella ominosa capucha y revolver el pelo de su violador.
Por detrás, Darth Vader se limitaba a acariciar su cuerpo emitiendo su metálica respiración muy cerca de su oído, recordándole que la polla que tanto le estaba excitando pertenecía al segundo ser más odiado de la galaxia…
Sin esperar más, el oscuro aprendiz se irguió y cogiendo una de las piernas de Leia, la puso sobre su hombro y la penetró. Leia se agarró a las ligaduras de las que colgaba e intentó que no se notase el intenso placer que sentía. El desconocido comenzó a moverse en su interior colmándola de un placer tan intenso que no pudo aguantarse más y terminó soltando un largo gemido.
Darth Vader soltó una risa cascada a la vez que frotaba la polla contra su culo y su espalda.
No había resistencia posible , sus últimas defensas cayeron y cuando se dio cuenta estaba gimiendo y disfrutando como una loca.
En ese momento Vader separó sus cachetes y cometió la humillación final. Extrañamente no sintió ningún dolor. Siempre había pensado que sería muy doloroso, pero a pesar de que aquel hijoputa le metió la polla hasta es fondo de su culo lo único que sintió fue placer.
Leia se dejó llevar jadeando y gimiendo mientras era empalada por aquellas dos fenomenales pollas una y otra vez llenándola y llevándole al éxtasis que no tardó en llegar arrasándola.
Cuando volvió a ser consciente de lo que pasaba a su alrededor alguien había cortado la cuerda que la mantenía unida al techo y se encontró tumbada encima del acólito que no paraba de moverse bajo ella mientras Vader la sodomizaba a un ritmo endiablado. De la máscara del hombre solo escapaba un risa profunda y cascada.
Durante unos minutos más estuvieron maltratando sus genitales hasta que no pudieron contenerse más y se corrieron llenando sus agujeros con su cálido semen. En ese momento el acolito retiró la capucha que cubría su rostro y con horror pudo ver la cara de su hermano… o lo que quedaba de él.
En su rostro estaba marcado el efecto del reverso oscuro de la fuerza. Había perdido casi todo el pelo y sus iris azules estaban rodeados de un cerco rojo y unas profundas ojeras.
—Sí, soy tu hermano, Leia. Ven y únete a mí, a nosotros y experimenta el poder del lado oscuro de la fuerza.
Leía se quedó quieta chorreando semen y cubierta por el sudor de aquellos dos terribles seres mientras Luke se acercaba intentando seducirla.
Leia quería negarse, pero la tentación era muy fuerte. Luchó con todas sus fuerzas, pero aquellos ojos fríos, llenos de ira y soberbia la tenía atenazada. Solo era cuestión de unos instantes y sería esclava del lado oscuro…
Se despertó con un gritó, totalmente desorientada hasta que se giró en la habitación y se dio cuenta de que estaba en la base rebelde de Yavin, justo el día previo a la batalla que decidiría el destino de la causa rebelde.
Estaba suspirando de alivio cuando la puerta se abrió y Han Solo entró con la pistola preparada.
—¿Te encuentras bien, princesa? —preguntó Solo exhibiendo su típica sonrisa de rufián.
—Sí, solo era una pesadilla.
—Sera mejor que te tapes. —dijo señalando con el dedo el vaporoso camisón de la joven que con la pesadilla había quedado a la vista—Las noches en este planeta son frescas.
La primera intención de Leia fue hacerle caso y despedirle, pero de repente se dio cuenta. Aquel inútil podía ser su salvación. A pesar de que no había hecho nada, se había llevado la fama del escape de la estrella de la muerte y había ganado cierta reputación entre el ejército rebelde.
Sabía que quería largarse para pagar un deuda con Jabba el Hutt que le tenía en el filo de la navaja, pero estaba convencida de que si insistía suficiente lograría que se uniese al ataque suicida que estaban preparando contra la estrella de la muerte para la mañana siguiente
Sí lo pensaba bien era perfecto, solo tenía que follárselo esa noche hacerle unos cariñitos delante de todo el ejercicio y despedirle para que con su habilidad a bordo del Halcón Milenario acabase desintegrado por alguno de los turboláser de la estrella de la muerte. Así ella sería una especie de viuda y no tendría que dar enojosas explicaciones sobre la criatura que crecía en su interior.
—Perdón. ¿Qué decías? —preguntó Leia volviendo a la conversación.
—Que en fin —tartamudeó el contrabandista señalando sus pezones erectos—Que estas cogiendo frío.
—¿De veras que esto es por el frío? —replicó Leia pellizcándose los pezones a través de la suave tela del camisón.
Solo hizo un gesto de indecisión. Era evidente que la deseaba, pero no se atrevía a dar el paso. Ocultando su exasperación la princesa dejó que resbalara uno de los tirantes mostrando al contrabandista un pecho grande cremoso y turgente rematado por un pezón rosado que le desafiaba erecto.
—Creí que era Luke el que te gustaba. —dijo Han acercándose.
—Vamos, no seas tonto. El chico es guapo, pero a mí me gustan hombres un poco más hechos, que tengan mundo. Él apenas acaba de salir de las faldas de su madre. —replicó Leia poniendo morritos.
Eso fue lo único que necesitó Solo para desnudarse y meterse en la cama con ella. En cuestión de segundos estaba sobre ella acariciándola y besándola.
Tenía que reconocer que todo lo que tenía de gañan lo tenía de buen amante y además estaba bastante bien dotado. Las manos del piloto resbalaron por su cuerpo acariciándolo con suavidad, excitándola y haciendo que olvidase la turbadora pesadilla que acababa de experimentar.
Con un empujón lo apartó y se puso en pie. Con lentitud se fue bajando el camisón hasta quedar totalmente desnuda. Han Solo se quedó observándola embobado y ella, consciente de que en cuestión de horas le pediría que arriesgase la vida por él, se esforzó al máximo. Se contoneó ante él mientras deshacía las trenzas dejando que una espesa mata de pelo que le llegaba hasta la cintura se derramase sobre su pálida piel.
Han Solo tragó saliva y se levantó. Su enorme erección le causó a Leia un escalofrío de placer anticipado. Quizás no fuera mala idea. Dándose la vuelta volvió a apartarse de él jugando con su deseo un poco más. Finalmente la atrapó por las caderas y la acercó hacia él. Pudo sentir como Han acariciaba su pelo mientras la dirigía contra la pared de la habitación.
Las manos del contrabandista se deslizaron por sus costillas, agarraron sus pechos y se los estrujaron. Leia suspiró mientras frotaba su culo contra la erección de Solo que sonreía satisfecho.
El hombre fue bajando poco a poco las manos a la vez que se arrodillaba. En pocos segundos sintió como tras acariciar su culo le separó los cachetes y comenzó a comerle el coño.
Leia gimió y retrasó el culo mientras sentía la lengua de Han evolucionando por su sexo acariciando su clítoris, la abertura de su ano y recogiendo los flujos que escapaban de su cada vez más anhelante coño.
No podía aguantar más, necesitaba polla. Con las mejillas ruborizadas Leia se dio la vuelta y tirando del pelo de aquel rufián le obligó a levantarse . Han se hizo el remolón y aun se quedó unos instantes besando y chupando sus pezones haciendo que su deseo fuese casi angustioso.
Con esa sonrisilla de triunfo que tanto detestaba separó las caderas de Leia de la pared y la penetró. Leia no se cortó deseosa de que toda la base se enterase y pegó un grito de placer al sentir como el miembro de Solo colmaba su sexo. La joven levantó una de sus piernas y la colocó sobre la cadera de él. Han comenzó a moverse con suavidad a la vez que le acariciaba la pierna y la besaba con suavidad.
Los movimientos se hicieron más rápidos y bruscos. Leia gimió y clavo las uñas en el peludo pecho de Solo sintiendo como cada embate la llevaba más cerca del orgasmo.
Agarrándola por el culo Solo la levantó en el aire y la posó con delicadeza sobre la cama antes de seguir follándola. Leia abrió las piernas y las estiró todo lo que pudo a la vez que alzaba las caderas para sentir los golpes del pubis de su amante en el suyo propio cada vez que le metía la polla hasta el fondo.
Agarrando a Leia por los hombros Han la folló con todas sus fuerzas hasta que se derramó en su interior. La princesa sintió un cálido torrente derramarse en su interior y no tardó en correrse también.
Instantes después Han se separó, pero Leia quería que aquella noche fuese memorable. De un empujón tumbó al hombre boca arriba y se colocó a cuatro patas sobre él. Con lentitud comenzó a retrasar su cuerpo procurando que su piel le rozase suavemente la polla. Cuando la tuvo a la altura de sus pechos comenzó a bambolearlos golpeando delicadamente aquel miembro haciendo que volviese a crecer poco a poco.
Los apagados gemidos de Han la animaron y tras demorarse unos instantes siguió bajando hasta que tuvo el pene a la altura de su boca. Tras besarlo un instante sonrió y apartó la cabeza dejando que su larga melena lo acariciara.
El contrabandista jamás había experimentado nada parecido. La suave y oscura melena de la joven acariciaba su miembro haciéndole sentir un placer desconocido. Bajo aquella espesa capa de pelo la princesa cogió su verga y comenzó a masturbarle usando su pelo como si fuese un suave guante.
Han tensó todo su cuerpo y soltó un ronco gemido. Satisfecha acercó su boca y le lamió y le mordisqueó la polla chupando con fuerza, sintiéndola palpitar en su garganta.
A continuación se apartó de nuevo y acariciándole de nuevo la polla con su melena le masturbó una vez más antes de subirse a horcajadas y meterse aquel miembro hasta el fondo de su sexo.
Solo se dejó hacer mientras la princesa saltaba con violencia y gemía y gritaba presa de un placer irrefrenable. En pocos minutos estaba jadeando y cubierta de sudor, pero no dejó de subir y bajar por la verga de él a un ritmo endemoniado hasta que no aguantó más y todo su cuerpo se crispó asaltada por un tremendo orgasmo.
El contrabandista, sin darle respiro, la puso a cuatro patas sobre la cama y la volvió a penetrar con fuerza, prolongando su orgasmo y corriéndose de nuevo en su interior con un grito de triunfo.
—¿Quién lo diría? —dijo Solo tumbándose a lado de una Leia aun jadeante— Mi madre siempre me dijo que jamás llegaría a nada y aquí me ves. Yo, un líder de la causa rebelde y follándome a una senadora imperial. ¡Chúpate esa doña perfecta!
—Creí que te irías a pagar esa deuda que tienes pendiente… —dijo Leia haciendo dibujitos con sus uñas en el pecho del contrabandista
—Verás cielo. Esa era mi intención, pero me lo he pensado mejor y creo que vais a necesitar mi ayuda. Ese chico, Luke, me cae bien y no me gustaría que le pasase nada allá arriba.
—¡Ah! ¡Qué bien! —dijo Leia cubriéndole de besos— Creo que voy a hacer que te nombren general del ejército rebelde.
Como esperaba, aquel gilipollas se hinchó como un pavo. A partir de aquel momento supo que lo tenía en el bote. Ahora solo tenía que cumplir e ir directo a una muerte segura.
Doce horas después en los alrededores de la estrella de la muerte…
—Grrr, buuf, grrr, guau, guau.
—Joder Chewbacca, ya sé que estamos en un lío. No hace falta que me lo digas. Calla y desvía la energía a los cañones de proa, tenemos que cargarnos esa torre laser si no queremos acabar convertido en una bonita bola de fuego.
—Brrr, buuuf, grrr, guau, guau.
—No soy ningún gilipollas encoñado. Soy un general rebelde y como sigas tocándome lo cojones te voy a montar un consejo de guerra que te vas a cagar, bola de pelo apestosa….
FIN
Hola, mi nombre es Victoria y por fin me he decidido a contar lo que me pasó en las fallas de este año. A decir verdad, Victoria es un nombre falso, pero no puedo permitirme que nadie me identifique con lo que voy a contar. Fue algo muy fuerte que aún viene con frecuencia a mi mente, y que no puede evitar. Hasta ahora no lo ha sabido nadie porque no se lo he contado ni a mi mejor amiga. Ni yo misma me explico cómo me pude ver atrapada en una situación que voy a relatar en este momento. A veces dicen que contar las cosas ayuda psicológicamente…
La cola en los baños era horrible, pero no me quedó otra que esperar pues no había otros. Cuando llegué a entrar en uno de los cubículos no puede evitar oír como en el de al lado se había metido un chico y una chica y debían estar “ocupados” haciendo el amor, lo cual me indignó bastante por la cola que había. A mí nunca en mi vida se me había ocurrido hacer el amor en unos aseos sucios de discoteca, pero he de admitir que los gemidos que provenían del aseo contiguo eran realmente sugerentes. En fin, terminé de hacer pis y cuando salí me dirigí al lugar donde estaban mis amigas y donde me tenían que esperar. Entre la cola del WC y la aglomeración de gente que había en la discoteca, se puede decir que había tardado casi media hora desde que me fui.
Jo, prometo que siempre he odiado estas situaciones con chicos hablándote en una discoteca, claro, cuando me pasaban. Pero en ese momento no sé porque… pese a que mi mente no quería, no podía evitar sentirme algo estimulada con la situación. El chico era muy guapo y volvía a poner su mano en mi espalda ignorando mis intentos por librarme de él, seguía insistiendo. Nuestros cuerpos estaban juntos brazo con brazo mirando a la barra, pero esto también era por la aglomeración… distraídamente deslizaba su mano hacia mi cadera mientras me decía más cosas al oído… y yo le apartaba su mano, nerviosa, esperando que la camarera me trajese mi cocacola de una vez.
Nunca habría admitido algo así. Ni siquiera a mi chico. Pero no sé lo que pasaba por mi cabeza en ese momento. No lo puedo explicar. No sé si fue el alcohol o la situación. El saberme sola en una ciudad extraña donde nadie me conocía o el tipo de chico que me dirigía con sus palabras como si fuera un muñeco. Parecía que el que tenía 33 años era él y yo era una niña a su lado. Lo cierto es que me quedé quieta, de espaldas a él que seguía agarrando fuerte mi brazo con una mano mientras deslizaba la otra por encima de mi vestido, recorriendo la curva de mi culo y deteniéndose sobre las costuras de mis braguitas… y bajando. Uffffff me hablaba dulce pero firmemente y estaba bastante excitada. Mucho. Encima ahora, él notaba mi dejadez y ya empezaba a decirme cosas más soeces, rozando sus labios sobre mi oído que es mi punto débil. Desde su posición detrás de mí y más alto que yo veía la parte de mi pecho y decía “Pero qué tetas tienes tía… y mira cómo tienes los pezones… ¿te gusta lo que te hago?” rozaba mi pecho lateralmente con el exterior de su mano que aún sujetaba mi brazo pese a que ya no hacía falta pues estaba paralizada. No me podía resistir. Él seguía “¡te gusta! eres una zorrita, te gusta ¿eh? pero qué polvazo tienes” y metía la lengua dentro de mi oído lo cual siempre me excita sobremanera. Sabía lo que hacía.
Entonces él puso su mano directamente sobre mi sexo. Abierta. Y empezó a presionar, a friccionar muy despacio pero con algo de presión sobre mi conejito, que por entonces estaba absolutamente hinchado y mojadísimo bajo el tanga negro de encaje que había elegido para esa noche. Ufffffff notaba sus dedos longitudinalmente sobre mis labios. Se deslizaban adelante y atrás muy despacio, sobre la tela, lubricados por mis propios jugos que tenían empapada mi braguita. Continuaba con sus comentarios bruscos sobre mi oído, y yo no podía evitar mover levemente mis caderas. Ya había asumido que esta sería mi noche de locura y que iba a dejarme hacer todo lo que él quisiese. Incluso me moría por sentirle dentro de mí, a pesar de que sólo con lo que hacía estaba al borde del orgasmo. Dios mío, si ni siquiera había tocado mi sexo dentro de la ropa, pero la situación me desbordaba. Jamás en mi vida habría pensado verme en ella, pese a que alguna vez en mis sueños me ha pasado algo parecido. Pero eran sueños.
Mientras subíamos a la tercera planta, notaba que iban hablando de mis tetas… entonces el chico más alto q caminaba detrás de mí me las aprisionó desde atrás, dijo “espera un momento, que tienes que entrar triunfante a la casa aunque no habrá nadie”, y con un gesto abrió el escote de mi vestido y sacó mis pechos por encima de la tela del sujetador. Apoyó su espalda en la pared y me arrastró quedando mi espalda sobre su pecho, de modo que quedé completamente expuesta para que su amiguito pudiera comérmelas hasta q se cansara… delante de él. Mientras, sus manos se adentraban en mi coño sin piedad. Sólo recuerdo q empecé a gemir como una auténtica zorra, y dijo “jajajaja, vas a despertar a los vecinos”, lo cual me puso más caliente al ser consciente de que cualquiera podía salir y verme así. Aún no había llegado al límite de mí misma, al límite de mi degradación…
Me retorcía de placer siendo penetrada desde atrás por el chico bajito… allí tuve otro orgasmo brutal, aunque tampoco duró tanto ese momento porque enseguida dijo el chico alto “vamos a la cama a follárnosla” y me guiaron a una cama grande, completamente desecha y con ropa alrededor. El chico alto se había erigido en nuestro jefe y seguía dirigiendo la operación. Mientras se sentó en un sillón a prepararse un porro, mandó a su compañero que se tumbase boca arriba y a mí que le limpiase de nuevo la polla a su amigo, que quería verme como “me iba a clavar bien clavada yo solita”, y yo obedecía sus órdenes y me ensartaba en él, llenando mi cuerpo con su miembro joven, grande y durísimo. Era la primera vez en muchísimos años que tenía sexo con alguien distinto a mi pareja… y encima con dos… como una auténtica prostituta, cabalgando sobre uno de ellos, mientras miraba a los ojos al otro, a nuestro “jefe” que se fumaba tranquilamente el porro en un sillón mientras se tocaba la polla. Cuánto deseaba aquella polla que ya veía dura de nuevo.
Hola lectores, voy a continuar relatando las andanzas de mi amigo Paco y su ligue una chica llamada Paula, como
recordareis estos dos se conocieron en un local llamado “El bareto” y allí comenzó una relación que ya dura meses, naturalmente el bueno de Paco salía cada vez más con ella y menos con la cuadrilla de amigos, hasta que hace unos días en que discutieron y como vulgarmente se dice, la oveja volvió al redil.
Naturalmente la panda le acogió y le animó a superar su disgusto por el viejo sistema de hacerle beber muchas birras y darle palmaditas entre frases de:
– Ya te lo dijimos, te alejaba de nosotros.
– Era demasiada tía para ti.
– Menuda zorra debía ser, se la veía en la cara.
– Jo tío, si no la vas usar mas, pásanos el teléfono.
Así un largo etcétera en que cada amiguete daba su opinión, esta terapia alcohólica llego a su clímax cuando le hicimos tragar varios “submarinos” de Ron junto con mas birra, un rato después un Paco semidormido empezó a hablar con su voz de borracho, contándonos su historia con Laura con todo lujo de detalles hasta más allá de la hora de cierre del bar en que estábamos, su charla era tan entretenida que aparte del dueño del local y el barman se quedaron más clientes asiduos, haciendo junto a nuestra cuadrilla un circulo de atentos curiosos a la excitante historia que nos contó hasta el amanecer; Ahora tras asimilarla y ordenarla debidamente permitidme que la comparta con todos vosotros.
Unos días después de su primer encuentro en el bar y de follarse mutuamente en el coche, Paco llamó a Laura para ver si quedaban a tomar algo, a lo que la chica accedió encantada pues según dijo le había echado de menos, quedaron para verse el viernes por la tarde y ella le dio su dirección para que pasara a recogerla a casa, pues estaba cuidando a su hermana Lola que tenía una luxación en un tobillo, pero esperaba que para ese día estaría ya repuesta.
Llegado el día, Paco se vistió más elegante de lo normal, pues vería a Laura y por lo que dedujo posiblemente también a su hermana, además no sabía si estarían allí sus padres y quería dar buena imagen (recordemos que Paco es algo feo, de hecho estuvo mamando de su madre hasta los dos años en lugar de tomar el biberón, pues de esa manera ella le veía la coronilla y no la cara, como a un “terribleador” que yo me sé) salió de casa, tomó su coche y en breve llego con ayuda del GPS a casa de Laura situada a las afueras de la ciudad.
Sin salir del coche la llamó por el móvil:
– Hola, Laura ¿qué tal estas?
– ¡hola Paco estoy bien, ya he memorizado tu numero en mi móvil ¿estás bien, vienes ya?
– La verdad es que estoy en la puerta de tu casa, dentro del coche esperándote.
– Pues estoy casi lista pero me falta un poquito, ¿Por qué no entras a buscarme y te presento a mi familia?
– Estoo… me parece algo precipitado, solo nos conocemos de una tarde y…
– No seas tonto, no te van a comer, además a ellos les gustara conocerte estoy segura.
– Está bien, voy para allá.
Colgó el teléfono y salió del coche, dirigiéndose a aquella casita unifamiliar blanca de dos pisos y un pequeño patio, al llegar a la puerta pulsó el timbre y esperó unos segundos a que su chica le abriese la puerta, cuando esta se abrió vio a Laura, con unos 20 añitos de mas, la misma cara con forma de corazón, melena larga de color negro azabache, las tetas más grandes de lo que recordaba bajo un fino vestido amarillo, a través del cual se apreciaban unos pezones pujantes del tamaño de garbanzos, la impresión le dejo mudo y permaneció quieto, observando la silueta de la hembra de estrecha cintura y amplias caderas que la luz, proveniente de una ventana revelaba al pasar desde detrás de ella y a través del fino vestido.
Pili había oído el timbre de la puerta, estaba en la cocina y por tanto era la más cercana a esta, sabía que vendría el chico del otro día a buscar a Laura pues ella se lo había anunciado dos días antes. Recordó que la noche en que su hija le conoció, ella estaba en la cama echando un polvo con su marido Jesús, tras calentarse al sentir a Lola teniendo sexo telefónico con Marcos, estaba a cuatro patas recibiendo gustosa el bien dotado miembro de su marido por el culo, disfrutando de cada arremetida que recibía a través del abierto esfínter y sintiendo cada centímetro de caliente y pulsante verga recorrerla por dentro, cuando sintió la calentura de Laura y supo que estaba teniendo sexo con alguien.
Pili de inmediato y sin dejar de agitar las caderas para mayor disfrute de su macho, cerró los ojos y se concentro en la mente de Laura, hasta que vio lo que ella estaba haciendo, le estaba chupando la verga a un tío y menuda pedazo de tranca que se gastaba el maromo ¡parecía una mortadela! aquello la excito más si cabe, sin dejar de recibir los pollazos de su amado por el conducto anal se llevó tres dedos a su chochete y se los clavo a fondo, seguía con los ojos cerrados pero viendo en su mente como su hija le hacia una mamada fabulosa al desconocido.
Pili incluso sacaba la lengua y creía ayudar a Laura a lamer aquel pedazo de verga, todo esto sin dejar de meterse los dedos en su empapada grieta, mientras recibía los embates de Jesús por su atractivo trasero, cuando el chico de Laura eyaculó en su boca un torrente de semen, Pili sentía en su mente la sensación que tenía su hija saboreándolo, con lo cual prácticamente percibió el sabor ligeramente salado, espeso y cálido de aquel macho mientras aceleraba sus dedos dentro de su chochete en un ir y venir casi salvaje, en su culo Jesús arremetía cada vez mas vigorosamente notándola estremecerse entre gemidos de placer y sacudirse mientras se arqueaba entre grititos corriéndose sin dejar de meterse los dedos en el chochete, hasta que el eyaculo entre jadeos varios chorros potentes y cálidos dentro de ella, provocándola otro fuerte y liberador orgasmo que la hizo quedar derrengada en la cama.
También percibió a medias debido al agotamiento, como la vigorosa herramienta de Paco se follaba a Laura hasta correrse de nuevo, a la vez que su hija y en su interior hasta casi desbordarla, Pili inmediatamente se había propuesto probarlo, no sería la primera vez que probaba a un noviete de alguna de ellas, como había hecho con Marcos cuando este empezó a follarse a Lola, las chicas ya sabían el secreto de su madre, así como que ella podía “ver” lo que ellas veían, aunque ellas podían excitarse entre sí no podían ver lo que veía ella pues Pili sabia bloquearlas cuando quería, su precio por consentirlas ser un poco putitas era que ella debía probar y disfrutar esporádicamente de sus chicos, e incluso las animó a que los compartiesen entre ellas.
Aquello paso cuando cumplieron los 18 años, al principio las costó un poco pero pasado un año llegaron a protagonizar autenticas orgias en su pequeña ciudad natal, ahora que contaban 22 añitos el intercambio de novietes entre ellas les parecía algo normal, además de que los chicos solían estar encantados por el hecho te tirarse a dos gemelas, al llegar a la capital Pili las exigió que no fueran tan promiscuas y se echaran por fin novios formales, aunque podían seguir intercambiándoselos si querían, ellas tras alguna discusión habían finalmente aceptado todas sus condiciones.
Pili quería probar al chico nuevo, saborearlo y ser penetrada por aquel gorda miembro, así que se lo dijo a Jesús el cual acepto su propuesta, pues como imaginareis ya estaba acostumbrado a estas alturas a dejarla que hiciera lo que quisiera, pues de una manera u otra el siempre salía beneficiado con las aventurillas de su mujer.
Nunca habían tocado a sus hijas, pero disfrutaban con sus aventuras sexuales desde el instituto, Pili le contaba lo que hacían y así se calentaban para follar, además aquellas experiencias convertían a la mujer en una ninfómana desbocada, cuando se follaba a un novio o amigo de una de ellas, Jesús pedía una satisfacción y solían ir a un local de intercambio para que el pudiera estar con otras mientras la observaba, ella solo se masturbaba o hacia sexo oral, pues tenía prohibido en esas ocasiones follarse a nadie sin que su marido lo autorizase como venganza por los cuernos, con lo cual ambos salían beneficiados con aquel acuerdo.
Pero ella estaba decidida a probar en persona la mortadela del chico nuevo, con esta idea en la cabeza se había puesto aquel vestido semitransparente, Pili estaba casualmente en la cocina cuando oyó el timbre de la puerta y vio su oportunidad, pues quería impresionar a Paco en su primera visita, así que dijo:
– Llaman a la puerta.
– Ese es Paco seguro, ya voy. –Dijo Laura desde el baño.
– No te preocupes, ya le abro yo, tú acaba de arreglarte.
Pili abrió la puerta y miró a su visitante, el muchacho aparentaba unos 23 ó 25 años, vestía bien y de sport, la ropa de tonos claros hacia resaltar el tono moreno de piscina de sus facciones, de cara no era una belleza pero tampoco era feo, se le veía de aspecto fuerte y musculado, naturalmente y como de pasada le miro el paquete que ya abultaba un poco, debía de gustarle lo que estaba viendo a través del vestido amarillo, le llamo la atención que permaneciera allí quieto mirándola sin decir ni pio y con la boca semiabierta, ella dijo:
– Hola soy Pili la madre de Laura, tú debes de ser Paco.
– Estoo.. si claro, disculpe me he quedado asombrado, es usted clavada a su hija.
– Querrás decir a mis hijas.
– A su hija Laura claro y permítame decirla que son ambas muy guapas.
– Ya veo que mi hija no te ha hablado de su hermana Lola.
– Si me ha hablado de ella ¿Por qué lo dice?
– Porque son gemelas idénticas, ¿no te mencionó ese detalle?
– No me lo dijo, estoy seguro y tampoco dijo que fuera clavadita a su madre e igual de guapa.
– Gracias por el piropo chavalote, se bienvenido y anda, pasa al comedor que te presentare a la familia.
Ella le dejo entrar y le indico hacia dónde ir, Pili caminó tras el mirándole descaradamente el culo mientras se daba un pequeño y lujurioso mordisquito en los labios. Sentado en el sofá viendo la tele estaba un hombre de 50 años, moreno de pelo corto, se notaba que se mantenía en forma, era Jesús el padre, se levanto al verle entrar revelando su estatura de 1´80 y Pili los presentó, se estrecharon la mano y el hizo el gesto de darla a ella un beso en la mejilla, la mujer se lo devolvió aprovechando para darle a Paco ese beso muy cerca de la boca.
Los dos hombres se sentaron a charlar ante la tele, entretanto la mujer fue a por unas cervezas y algo de picar que trajo a la mesa y se unió a la conversación, más bien interrogatorio al que Jesús sometía al “nuevo” afortunadamente unos minutos después volvió a sonar el timbre, Pili fue a abrir la puerta bajo la mirada atenta de los dos conversadores, que como de común acuerdo admiraban sus curvas y su bonito culo, la oyeron saludar a Marcos el novio de Lola, el cual aprovechando que nadie les veía, la dio un suave beso en la boca antes de pasar hacia la sala donde Jesús le presentó a Paco, enseguida el chico de 1´70 de altura se sirvió una cerveza, tenía 23 años cabeza rapada, llevaba una camisa floreada y tenía algo de barriguita, pantalones vaqueros y náuticos a juego, todos se pusieron a charlar mientras esperaban a las chicas y veían la tele.
CONTINUARA…
Bueno amig@s este episodio a sido algo flojillo en tema de sexo, dado que tenía que presentar al resto de personajes, así como perfilar algunos detalles de la historia como son los límites del “don” de las protagonistas, pero prometo compensarlo en el siguiente capítulo cuando las chicas bajen de arreglarse.
Entretanto pasadlo bien y sed felices.
La noche en el bar Rennes se había convertido en madrugada, y con ella se fueron mis esperanzas de encontrarme con
Anastasia. El gentío que bailaba hacía unas horas, apretados en el calor infernal de la pista, e inmersos en la música fuerte de turno, se había convertido en tres, cuatro… cinco borrachos riendo en la mesa del fondo, escuchando el jazz suave que ponían cuando casi no había alma viviente. Nina Simone… nunca el jazz sonó tan bien con la voz de una mujer.
Antes de responderle, se inclinó levemente hacia mi rostro – porque yo seguía sentado en la butaca – y dejando su boca a centímetros de la mía, restregó su lengua por mis labios, inferior a superior, rematando con un susurro crispante;
Se oyó mi bragueta bajar y bajar mientras el cornudo revelaba una erección terrible bajo su pantalón. Ella se arrodilló, lista para comer mi sexo con sus carnosos labios. Se oyó un gemido femenino cuando tragó mi hombría en aquella boca de vivo fuego, sus ojos gatunos brillaban bajo las luces de las lámparas y entre sus pelos ondulados, contemplándome, escrutando mi rostro mientras yo me sentía en el puto paraíso al sentir cómo crecía dentro de su boca.
La mujer se sentó sobre la espalda de él, mirándome a mí;
– No, no… no estaba bebiendo… – dijo ella mientras rápidamente devolvía la lata en la mesa.
– ¿Así besas? Pues esos “chiquilines” con quienes estuve, besaron mucho mejor. – rió nuevamente ella. Y otra vez mi ego quedó maltrecho, así que sin mediar palabras tomé su mentón, levanté su rostro y pegué mis labios a los de ella para enterrar mi lengua en lo más profundo de su húmeda boquita. ¿Para qué mentir? Me excité a lo bestia y mis manos rápidamente bajaron por las curvas de su cuerpo. Coincidentemente Julia Robert pasaba por la misma situación en la televisión. Pero al rato fue Dulce quien se apartó de nuestro breve morreo.
Genial, mi puto mundo se estaba convirtiendo en el nudo de una película hollywodense. Esa tarde en la uni fue peor, mis amigos preguntaron qué diablos me pasaba pues me veían como si estuviera dopado, es que yo aún no estaba como para confesar que me había echado un morreo ardiente con mi cuñada de dieciséis. Terminada las clases fui con Sandra al Club de Devedé para buscar algo que ver. Ella se decidió nuevamente por uno romántico y cargado de escenas de sensualidad… yo, a sabiendas de lo que podría suceder si su hermanita nos acompañaba, le rogué alquilar alguna película de terror y sin erotismo. Sandra terminó pensando que yo estaba bromeando…
Madre Santa de todos los Cielos que la parió; la nena era lista y sabía lo que quería. Y ni qué decir, media hora era para mí más que suficiente. A lo sumo necesitaría sólo unos quince para terminar de hacerle las guarradas que me imaginaba… No más, ¿para qué mentir? Ni siquiera lo pensé dos veces, cuando los “pensamientos impuros” empezaron a joder, simplemente aceleré el coche y lo estacioné en la vereda de una plaza.
Cuando entré en casa, me esperaba Betty desnuda y tan necesitada, que se arrojó a mis pies, sacó mi polla y se puso a chuparla, mientras decía cuando podía:
-Gracias, amo. Lo has puesto muy fácil. Desde ahora tienes una esclava más.
Yo me pregunté en qué problema me estaba metiendo. Tenía a Melinda y Pauline, se añade Wiki, de vez en cuando y ahora Betty. ¿Serían demasiadas mujeres para mí? No tenía edad ya de mantener sesiones de sexo maratonianas, y no sabía como iba a enfocar aquello.
-Bien, entonces vas a empezar a aprender alguna cosa. ¡Melinda, trae la paleta!
-Si amo. –Dijo, seguramente pensando que la iba a utilizar con ella.
-Pauline, colócate sobre la mesa, a lo largo, culo a un lado, pies en el suelo. Melinda, coloca tu coño a la distancia suficiente para que ella te lo coma y flexiona las piernas. Pauline tu sujétate a la piernas de Melinda. Anoche pusiste cara de disgusto por no dejarte participar, y eso sabes que no me gusta. Voy a castigarte con 25 golpes en el culo, tu le comerás el coño y solo te separarás para darme las gracias por corregirte y cuando haya terminado. Cada vez que ella se corra, descontaré un golpe.
-Si, amo. –Dijo colocándose en posición y empezando con Melinda que también estaba ya colocada.
Las piernas de Melinda dificultaban su visión para ubicarme mientras me movía de un lado a otro.
-ZASS
-Gracias, amo por corregirme.
Volví a moverme
-Mmmmmmmm. –Gemía Melinda.
-ZASS
-Gracias, amo por corregirme.
Volvía a la labor de comerle el coño a Melinda con tanto interés que sus gemidos nos impidieron oír que la puerta se abría y solo me enteré por el cambio de luz, dando paso a Wiki, a una hora extraña, ya que solía venir por la tarde y marchar al día siguiente.
Continué con lo que estaba.
-ZASS
-Gracias, amo por corregirme.
-Aaaaaahhhhhhh
-ZASS
-Gracias, amo por corregirme.
-Aaaaaahhhhhhh
Siguiendo así hasta completar los 21 golpes, una vez descontados los cuatro orgasmos que había tenido. Siendo madre e hija, no quise que hiciesen trampas, así que, cada vez que anunciaba su corrida, le metía los dedos para comprobar su flujo y continuar después de limpiarla.
– Betty, ahora te toca a ti. Vas a hacer tu estreno como esclava mía. A partir de ahora, no tienes derecho a nada. Ni siquiera al orgasmo. Para correrte necesitarás mi permiso y tus obligaciones serán atenderme y obedecerme en todo. Te follaré solamente yo y aquellos a los que les permita, gratis o por dinero y tú no dirás ni una palabra de oposición. Si recibo una queja de ellos, serás castigada.
-Te castigaré si no obedeces, porque cometas faltas como le ha pasado a Pauline o si me apetece, como ahora. Y los premios tendrás que ganártelos. Te harás un vestido como los que llevan Melinda y Pauline, de fácil quitar y en la intimidad, ante mí, estarás siempre desnuda.
-Ahora, recuéstate boca abajo sobre la mesa y abre las piernas. Voy a darte seis golpes. Deberás contarlos en voz alta y decir “Gracias amo” con cada uno. Si no lo dices, te quejas o te mueves, el golpe no contará. ¿Entendido?
-Si amo. –Y fue directa a la mesa.
-Amo. ¿Puedo pedirle un favor?
-¿Qué quieres?
-Amo, esta situación me ha dejado muy excitada. Fólleme antes del castigo, por favor.
Realmente debía de estarlo, sus muslos brillaban hasta la rodilla de su excitación.
-Yo decido cuando te corres. Colócate en posición. Pies en el suelo y recostada sobre la mesa, a lo ancho y puedes sujetarte al borde contrario. Dame las gracias con cada golpe.
Una vez colocada, tomé la pala y con el mismo movimiento solté un fuerte golpe en su culo.
-Zass.
Dio un salto y se puso en pie frotándose el glúteo azotado.
-Todavía estoy a tiempo de acercarte con el caballo hasta la carreta de Bryan.
-No, amo. Perdóname. No lo esperaba y me ha pillado de sorpresa.
-¿Y qué esperabas entonces? ¿Qué te follara?
-No amo, pero creí que tardarías algo mas.
-Colócate y no hagas que me enfade más.
Se colocó nuevamente. Yo me movía de lado a lado, hasta que solté el siguiente.
-Zass.
-Dos. Gracias amo.
-Zass, zass.
-AAAAAgggggg
-¿En qué número empiezan las cuentas?
-En el uno amo.
-¿Y porqué has empezado en el dos y as gritado?
-Perdón amo. Empezaré de nuevo.
-Así me gusta.
-Zass
-Mmm. Uno. Gracias, amo.
-Zass
-Dos. Gracias, amo.
-ZASSS.
-Aaaaaaahhhhh. Me corro, amo. Me estoy corriendo. Gracias, amo. Aaaaahhhh.
-Por haberte corrido sin mi permiso y por ser la primera vez, solamente de daré cinco golpes más.
-Si, amo. –Dijo cuando se recuperó.
-ZASSS.
-Pffffsss. Uno. Gracias amo.
-No quiero oír nada más que tu agradecimiento.
-ZASSS.
-Dos. Gracias amo.
…
-Once. Gracias, amo.
Cuando terminé, me saqué la polla, dura ya desde hacía rato y se la clavé en el culo.
-Aaaaaahhhhh. Gracias, amo. Estoy nuevamente excitada. ¿Puedo correrme?
Yo también estaba a punto.
-Si, córrete.
Me moví deprisa, hasta que sentí las contracciones de su ano como consecuencia de su orgasmo.
-Aaaaaaaaaaahhhhhhh. Me corroooo, Gracias amo.
Y seguido descargué mi leche en su culo.
Se dio la vuelta, me limpió la polla, por lo que asumí que Melinda le había enseñado bien y me la guardó.
Mientras hacía esto, Wiki se había desnudado y puesto en la misma posición que Betty para recibir su castigo.
-¿Qué haces?
-Amo, quiero ser tu esclava también, vivir aquí contigo y quiero recibir mis cinco golpes. –Dijo en su mezcla de inglés y su propio idioma.
-No Wiki, no puedes quedarte. Ven siempre que quieras, pero no puedes dejar a tu gente así sin más. El jefe y los guerreros se ofenderían si me llevo a una de sus mujeres y tendríamos problemas con todos ellos
-Ningún guerrero se acerca a mí, desde que falleció mi marido. No tengo hombre para el que preparar pieles, ni comida, ni nada.
-Habla con el jefe. Si está de acuerdo con que vengas con nosotros, te recibiré con los brazos abiertos, pero sin su consentimiento, no puedo admitirte. No obstante, puedes ser mi esclava todas las veces que vengas a visitarnos.
Parece que la convencí, al menos de momento, y menos mal que no accedí, porque el jefe no se lo consintió y le asignó un nuevo guerrero. Ella siguió viniendo periódicamente.
Procedí a darle sus cinco golpes de iniciación y la follé seguidamente para bajarme la calentura a mi mismo.
Los días siguieron pasando, las mujeres cultivaron un enorme huerto, que nos suministró verduras frescas y frutas de algún árbol plantado. También llegó para poner en conserva y vender a los viajeros.
Tuve que organizar las relaciones con ellas, porque todas a la vez era imposible de mantener todos los días.
Durante un año aproximadamente, las cosas marcharon bien. El negocio marchaba, ellas satisfechas y yo también, pero al cabo de ese tiempo, vimos una solitaria carreta que se acercaba. Tras la preparación de rigor, vimos que era Bryan, que volvía de las minas.
Cuando me acerqué con precaución, vi su mirada seria, sin signos de amistad ni de odio. Me saludó:
-Hola George. He venido por Betty.
-Hola Bryan. No quiero problemas aquí. –Dije acercando la mano a mi arma.
-No te preocupes, solo quiero hablar con ella y convencerla de que he cambiado y que quiero que venga conmigo. Se que ahora seremos felices. ¿Te vas a oponer?
-No, es libre de hacer lo que quiera sin ningún tipo de traba. ¡¡Betty!! –La llamé, acudiendo rápidamente a mi lado.
-Os dejo para que habléis, pero estaré vigilante.
-No le haré ningún daño.
Me alejé y senté en la entrada de la casa, ellos estuvieron paseando y hablando mucho rato. Nunca supe qué se dijeron, aunque subían de tono la voz algunas veces. Se alejaban y volvían, alejaban y volvían. En una de las vueltas, observé que iban de la mano. Pensé que ya había pasado el peligro. Como era la hora de comer, mandé a Melisa que les llevase comida al barracón de alojamientos y les invitase a ir.
No aparecieron durante toda la tarde. Estuve nervioso, hasta el punto de pedir que preparasen la cena antes para que Melinda se la llevase.
Según me contó, estaban en el dormitorio individual, acostados. Ella haciéndole una mamada y que él había intentado guardar la compostura y taparse, pero ella lo había retenido sin dejar su labor. Melinda había dejado la cena en la mesita y se había marchado.
Yo, más tranquilo, desenganché los caballos de la carreta, los atendí y metí al establo. Al día siguiente, seguí con mis quehaceres durante la mañana. A medio día, les volvieron a llevar comida. Salieron después de comer, para pasear abrazados y fueron hasta el riachuelo donde debieron bañarse juntos.
Por la noche, les llevaron la cena, y cuando nosotros estábamos terminando, entraron ambos en la casa y Betty nos dijo:
-Mañana al amanecer nos iremos juntos. Hemos hablado mucho y ambos estamos de acuerdo en olvidar el pasado y empezar una nueva vida juntos. Volvemos al pueblo de donde vinimos, donde Bryan era Pastor. Trabajará menos y tendremos tiempo para nosotros. Queremos un hijo o los que el Señor quiera darnos. Gracias a todos, y en especial a ti George. Porque por ti voy a ser totalmente feliz. Lo he sido contigo, pero me faltaba lo que Bryan puede ofrecerme. Gracias.
Bryan solamente dijo.
-Gracias, George. Sigo debiéndote mucho.
Y se fueron.
Cuando me acosté, me llevé a Melinda a la cama e hicimos el amor despacio, solamente acaricié su cuerpo hasta que estuvo excitada lo suficiente y entré en ella
A la mañana siguiente los vi partir. No encendí fuego para que no se enterasen y evitar despedidas. Antes de acostarme había cargado la carreta con provisiones para que no tuviesen necesidad de parar en mucho tiempo y me volví a la cama deseándoles mentalmente, buen viaje y felicidad.
Nuevamente pasaron los días, las caravanas y los jinetes. Se alojaban, compraban y se iban. Nuestra vida transcurría tranquila, hasta que una noche, cuando estábamos apunto de cenar, con las mujeres hablando sin parar y yendo y viniendo para poner la mesa, llamaron a la puerta.
Me senté en mi sitio, puse mi mano en el arma oculta y dije con voz potente:
-¡SILENCIO! –Acallando todas la voces.
-Wiki, abre la puerta. –Ese día estaba con nosotros y era la más cercana.
Al abrirla, apareció en el umbral un negro enorme, más bien mulato.
-Bu, bu, buenas noches, señor Geldof. ¿Podemos pasar?
-Adelante. -dije yo, mientras mi corazón se aceleraba.
Al entrar, quedó en la puerta Sara. Una Sara más madura, pero igual de preciosa.
-¡Sara, Richard! ¡Qué alegría! –Dije lanzándome hacia ellos y fundiéndonos en un abrazo.
Después de las presentaciones saludos y abrazos, les invitamos a cenar con nosotros. Reconocieron que no habían comido nada desde la mañana por lo que les dimos todo lo que quisieron, mientras nos contaron algo de sus peripecias.
-En los últimos días de la guerra –dijo Richard- llegaron a la plantación un grupo de jinetes. Venían huyendo del frente y buscaban oro y provisiones para seguir su huida. Entraron en la casa y permanecieron muchas horas. Otros de los hombres fueron al pabellón de las mujeres, eligiendo algunas de las que quedaban, porque muchos hombres y mujeres se habían ido ya, las violaron y golpearon hasta matarlas o dejarlas medio muertas. Cuando mamá vio lo que ocurría cogió lo imprescindible y salimos por la puerta de tu sala de juego, yendo a ocultarnos entre los árboles más cercanos. Al amanecer se marcharon al galope. Volvimos y mamá fue a la casa…
-El ama estaba herida, la habían golpeado mucho para que dijese donde tenían el dinero y el oro. Se llevaron lo que encontraron de valor y la dejaron malherida. Los niños llorando y asustados, sin comer, la casa sucia y revuelta. Curé sus heridas y la conseguimos llevar a su cama donde la dejé reposando. Di de comer a los niños y recogí lo que pude de la casa.
-Estuve con ellos hasta que Yulia se recuperó un poco y se fueron a casa de unos familiares. Entonces nos fuimos nosotros. Estuvimos recorriendo pueblos trabajando en lo que salía, hasta que encontré trabajo en un hotel y alojamiento en una habitación de la parte trasera. Richard pudo ir a la escuela y cuando creció un poco, consiguió un trabajo como ayudante del herrero. Hace un mes vino al hotel el hijo del amo Tom y nos reconocimos. Nos dijo que usted había venido a buscarnos y que dejó dicho donde localizarle. Como no se acordaba, puso un telegrama a la plantación y nos la enviaron.
-Nos pusimos en marcha hacia aquí y… aquí estamos.
Yo les conté mis aventuras y cómo había llegado a la actual situación.
-No sabes la alegría que me habéis dado. Os consideraba perdidos. Ahora seremos una gran familia…
En ese momento me di cuenta de la nueva situación: otra mujer más. Pero luego caí en la cuenta de que también había otro hombre más.
-Recoged todo esto. –Dije, obedeciendo todas al instante.
Cuando terminaron les dije:
-Os quiero a todas desnudas.
Rápidamente se desnudaron, incluso Sara, que lucía una sonrisa de oreja a oreja.
Yo me desnudé también a la par que ellas.
Richard me miraba y las miraba a ellas con ojos como platos.
-Y tú ¿a qué esperas? –Le dije
-Yo, yo…
-¡Desnúdate! ¡A ver si te crees que esto es para mi solo!
Se desnudó en un instante y pude admirar un cuerpo musculoso, con un pecho marcado, fuerte todo él, pero sin estar gordo, sin un solo gramo de grasa. Y lo mejor de todo, una polla más grande que la mía, unos cuatro dedos y considerablemente más gruesa.
Las mujeres se lo quedaron mirando embobadas.
-Melinda y Wiki, subid a la mesa y comeos el coño mutuamente. Pauline pon bien a tono a Richard para que te folle. Richard, cuando termines con ella, que cambien los papeles y vayan rotando con Melinda y Wiki. No quiero que queden insatisfechas.
-Lo que tú digas, padre. –Eso me produjo un escalofrío en la espada. Pauline también me había llamado padre, pero no era lo mismo.
-Tu Sara, ven conmigo a la habitación.
Nada más entrar, me dijo:
-Amo, no se si sabré. Hace más de veinte años que no estoy con un hombre.
-¿No te has acostado con nadie?
-Con nadie, amo. El último fue usted.
-Pobrecita mi esclava. Habrá que abrirte nuevamente tus agujeros.
-Hace rato que están ansiosos de que lo haga, amo.
-Quiero hacerte disfrutar tanto que olvides las penalidades que has pasado hasta hoy.
Me desnudé y senté en el borde de la cama. En esa posición, mi boca quedaba a la altura de sus pechos, algo caídos ya del embarazo y los años.
La acerqué hacia mí sujetándola por los glúteos, presioné su cuerpo contra mi pecho y besé sus pezones con calma, los lamí. Ella acariciaba y presionaba mi cabeza contra si.
Bajé mi mano por la raja de su culo, acariciando su ano, seguí hasta meter mi dedo en su coño, ya encharcado. Ella echaba el culo hacia atrás, buscando un mejor contacto y el roce con su clítoris, que yo evitaba para mantenerla excitada.
Quise besarla y me eché un poco hacia atrás, ella se inclinó apoyándose sobre mí y obligándome a seguir cayendo hasta quedar con la espalda acostada, mientras ella manipulaba para caer sobre mi, al tiempo que mi polla entraba en su coño.
Eso la hizo quedar en una postura que limitaba mucho sus movimientos. Los muslos pegados al borde de la cama no le dejaban bajar las piernas para apoyar los pies en el suelo, si subía las rodillas a la cama, no podía meterse la polla.
En esa postura incómoda para ella, la sujeté por los glúteos y empecé a darle un movimiento circular, que con mi polla clavada hasta los huevos, se convertía en un frotamiento de su clítoris contra mi cuerpo.
-MMMMMMMM. –Gemía constantemente.
-Aaaaahhhhhhh. Si, amo.
-Me gusta, amo. Cuanto lo he echado de menos.
Se agarró a mi cuello y así pudo desplazarse arriba y abajo lo suficiente para que mi polla saliese y entrase rozando fuertemente su clítoris, lo que la llevó en un momento a su primer orgasmo de la noche, que refrendó con un fuerte grito y apretándose contra mí.
-AAAAAAAAAAAAAAHHHHHHHHHHHHHHH.
Cuando se relajó, la subí a la cama y seguí acariciándola, besé sus pechos, lamí y chupé sus pezones un buen rato, hasta que noté que reaccionaba de nuevo. Bajé lamiendo su cuerpo hasta llegar a su clítoris, que dejé olvidado, pasando la lengua a ambos lados, rozándolo solamente por los costados.
-Mmmmmmmm –Fue su respuesta.
Mojé un dedo con mi saliva y acaricié su ano con él para ir metiéndolo poco a poco. No dejé que mi lengua abandonase su trabajo. Ella arqueaba su cuerpo para intentar ponerme delante lo que más placer le daba y yo lo evitaba todo lo que podía.
-Amo, por favor, necesito correrme otra vez.
-Ummm. ¿De verdad lo necesitas ya?
-SIII. Por favor, amo.
Entonces le metí dos dedos en su coño, moviéndolos con rapidez, al tiempo que atacaba directamente su clítoris.
-Siiiiiiiiiiiiii
-MMMMMMMMMMMMMMM
-Me corroooo.
-AAAAAAAAAAAAAAAAAAHHHHHHHHHH.
Ya más tranquila, hice que me la chupara hasta ponérmela bien dura. Ella se esmeró. Fue lamiéndola toda hasta que estuvo bien ensalivada, sin olvidar mis huevos, luego metió la punta en su boca, acariciándolo con la lengua y pasándola por los bordes del glande.
Seguidamente, se la metió hasta la garganta para volverla a sacar mientras la presionaba con la lengua sobre el paladar, mientras su mano acariciaba mis huevos.
Apunto de correrme ya, la detuve, la hice acostarse y separando bien sus piernas se la fui metiendo poco a poco, hasta que mis huevos golpearon su culo.
Volvió a gemir
-MMMMMMMMMMMMMM
Yo me movía lentamente.
-Aaaaahhhhhh. Siiii.
Necesitaba correrme, pero no quería hacerlo antes que ella. Intercambiaba movimientos rápidos que me llevaban al borde del orgasmo, con otros más lentos que me relajaban.
-Mmmmmmmmmm. Mmmmmmmmmmmmmm
Sus gemidos fueron en aumento hasta que se convirtieron en gritos. Entonces aceleré mis arremetidas hasta que
-AAAAAAAAAHHHHHHH. Me corroooo, amo, me corroooo. AAAAAAHHHHHH.
Entonces, le di la vuelta y se la clavé por el culo, y lo encontré tan estrecho que me corrí al momento.
Sara, relajada y cansada se durmió al instante. Yo oía los gemidos en la otra habitación y fui junto a ellos.
Encontré a Wiki y Pauline comiéndose el coño mutuamente, mientras Richard se follaba a Melinda. La tenía sentada en el borde de la mesa, sujetando sus piernas por las rodillas, mientras ella se abrazaba a su cuello. Ver la escena volvió a excitarme y, arrodillándome entre las piernas de Pauline que era la que estaba debajo, hice que Wiki me la chupase, mientras le metía dos dedos a Pauline y los movía rápidamente, haciendo que mi pulgar chocase con su clítoris.
-AAAAAAAAAHHHHHHHHH
Gritó Pauline cuando se corrió con mis manipulaciones.
Los gemidos de Melinda me hicieron levantar la vista, viendo su culo en primer lugar, apeteciéndome follarlo en ese momento. Se me ocurrió una idea y dejé que Wiki continuase con lo que estaba y me fui hacia Melinda y Richard.
-Melinda, agárrate bien al cuello de Richard y tú, Richard, sepárala de la mesa y fóllatela en el aire.
Cuando estuvieron en posición, me acerqué por detrás de Melinda y se la metí por el culo, empezando a movernos ambos
-OOOOOOOOOOOPPPPPPPPSSSSSSSS.
Gritó Melinda
-SSIIIIIIII. Que bueno. Siii.
Pauline y Wiki pararon para mirarnos.
-AAAAAAAAAAAAAAHHHHHHHHHHHHH. Siii
-Mmmmmmm
Yo sentía la polla de Richard cuando en algunos momentos nos cruzábamos en su interior. La presión era fuerte y el placer increíble.
-AAAAAAAAAAAAAAAHHHHHHHHHHHH. –Gritaba Melinda
-MMMMMMMMMMMMMM. Y gemía
No sé cuantos orgasmos habría tenido Melinda antes, pero en ese momento le conté dos, antes de correrme en su culo.
Después de esto, me salí y fui a dormir con Sara.
-Amo, ¿y nosotras? También queremos lo mismo. –Dijo Wiki.
-Mañana. –Respondí y me fui a la cama.
Había montado, en uno de los edificios, una fragua y un yunque, completado con distintas herramientas, para hacer pequeñas reparaciones en las carretas hasta que pudiesen llegar a algún lugar done hiciesen una buena reparación.
Al día siguiente, hablé con mi hijo para montar una buena herrería y conseguir dar un servicio completo. El vio lo que tenía con mirada experta y decidió que estaba bien, que podríamos trabajar, aunque habría que encargar algunas cosas, lo que hicimos con la primera diligencia que pasó.
Resultó ser buen herrero y su fama llegó lejos, pues vinieron de pueblos de hasta varios días de camino para encargarle trabajos.
En la casa, ampliamos la cama para dar cabida a los cinco, seis a veces, cuando venía Wiki, llenando casi completamente la habitación.
Todas quisieron probar la experiencia de ser penetradas por dos pollas a la vez, y nos tuvimos que multiplicar para darles gusto.
Unas semanas después, pasó un buhonero, al que compré este libro de cuentas y que decidí utilizar para escribir mis experiencias, tanto anteriores como futuras, aunque solamente de aquellas que recuerdo con alegría o que supusieron un hecho importante en mi vida.
Desde entonces he estado escribiendo mis vivencias, las que más he disfrutado o más he sufrido y he informado a todos para que, cuando yo falte, sea enviada a mi hermano en Inglaterra.
————————————-
Hoy hemos tenido una sorpresa. Esta mañana hemos oído un ruido extraño, al tiempo que por el camino se veía una nube de polvo que venía hacia nosotros.
Cuando han llegado, he podido observar que era una calesa sin caballos sobre la que iban un hombre y una mujer. Pensando que era algún tipo de magia maligna, he sacado mi revolver y disparado al aire para alejarlos.
El hombre ha saltado al suelo con las manos en alto diciendo completamente asustado:
-¡No dispare, por favor, somos gente pacífica! ¡No haga daño a mi esposa!
-¿Quienes sois y qué es esa cosa del demonio?
-Soy William Thorm, vendedor de maquinaria agrícola y ella es Emma, mi esposa y esto es uno de los nuevos carruajes sin caballos que se han inventado.
Me daba miedo, pero me he acercado y con las explicaciones de William, he visto que es un gran invento. Eso me ha creado la duda de mi futuro y el de mi negocio. ¿Sustituirán a las carretas y las diligencias? ¿Desaparecerán los caballos?
Estas dudas estuve comentando con él, mientras dábamos cuenta de una botella de Whisky. Me ha contado las grandes ventajas que tienen estos carruajes, de rapidez y comodidad. Puede llegar a alcanzar hasta 20 Km./h, según me ha dicho, aunque el estado de los caminos hace imposible alcanzar esa altísima velocidad. A veces tiene que salirse de ellos y viajar por las praderas, generalmente en mejor estado que los propios caminos.
Los baches y las piedras los perjudican, rompen sus ballestas y ejes y no son fáciles de cambiar. También necesitan un combustible para funcionar, le ha llamado gasolina, que se saca del petróleo y no hay en muchos sitios. También me ha dicho que no todos los herreros se atreven a realizar reparaciones en ellos.
Hemos pasado el día juntos, hablando de todo. También han hablado mi hijo y él. Los he invitado a comer y también han cenado con nosotros. Ahora están durmiendo en el alojamiento. Se irán por la mañana.
Mi hijo y yo hemos estado hablando también y hemos llegado a la conclusión de que debemos prepararnos para el futuro. Ya tengo una carta preparada para mi hijo Robert, que al terminar sus estudios, ingresó en la academia de West Point y es oficial del ejército en Washington, para que haga gestiones con el fin de que Richard aprenda cosas de esas máquinas y para conseguir vender combustible, que saldrá en la próxima diligencia.
————————–
Anoche vino Wiki y decidimos hacer un juego. Pusimos a las cuatro mujeres a cuatro patas en la cama, la primera de un lado puso a tono a Richard con la boca, la del otro me la puso a mí.
Cuando estuvo listo, Richard empezó a follar el coño de la de su lado. 10 empujones y pasar a la siguiente, mientras ellas se frotaban el clítoris. Cuando llegó a la tercera, me puse yo con la primera. Al llegar al final, dábamos la vuelta a la cama y volvíamos a empezar. Estuvimos un buen rato. Las mujeres gemían y se quejaban cuando las dejábamos para pasar a ala siguiente.
-MMMMMMMMMMM
-Noooooooooooooo. Máaaaaas.
Lo estábamos pasando de miedo, cuando llegó una diligencia con el gran alboroto de costumbre, teniendo que vestirnos rápidamente, nosotros disimulando las erecciones y ellas la calentura.
Dimos de cenar a toda velocidad a los seis pasajeros y los dos conductores, los alojamos en los dormitorios y volvimos como flechas a la cama para terminar nuestro juego.
Las cuatro estaban chorreando cuando volvimos a empezar. Solo se oían los gemidos de ellas y el choque de nuestros cuerpos contra sus culos
-MMMMMMM
-Siiii
-Maasssss
Casi a la vez se fueron corriendo una a una, todas con grandes gritos de placer, retirándose del juego. Con las dos últimas nos corrimos nosotros. Justo a tiempo, porque han llamado a la puerta y era uno de los conductores, que había oído gritos y pensaba que ocurría algo. No nos hemos dado cuenta, pero se nos ha pasado la noche follando y era hora de partir la diligencia.
Hemos preparado el desayuno rápidamente y se han marchado. Nosotros nos hemos ido a dormir entonces.
Hace un rato que se ha marchado Wiki. Nos ha dicho que no vendrá en un tiempo, está embarazada y no montará a caballo. Le hemos dado la enhorabuena con alegría y hemos quedado que vendrá a enseñarnos a su hijo o hija.
————————–
He recibido carta de contestación a la que hace dos meses envié a mi hijo Robert. Ha facilitado mucho las cosas. Richard irá a un fabricante de automóviles, donde le enseñarán a desmontar y montar un motor, a sustituir piezas y ajustarlo de nuevo. También tiene solucionado el alojamiento mientras esté allí.
También ha hablado con otra empresa de combustibles, y les ha convencido de que, por su ubicación, el rancho es un lugar excelente para distribuir gasolina por la zona. Yo pongo el terreno y ellos lo montan todo.
Hemos preparado todo para que mañana salga Richard con la diligencia. Mientras tendré que hacerme cargo de la herrería y de los peones que cuidan del ganado que en estos años ha ido incrementándose mucho y ya está repartido por todo el rancho.
————————
Esta mañana hemos tenido visita. Estábamos en nuestro baño los cinco, jugando como niños y alborotando tanto que no hemos oído la llegada de otro vehículo de esos con motor.
Yo había mandado colocarse a Sara y Pauline recostadas boca abajo en el borde del baño y Melisa ante ellas con las piernas bien abiertas y el coño a la altura de sus bocas.
Una vez colocadas, he sacado mi polla, dura ya, y se la he metido a Sara por el culo mientras acariciaba el coño de Pauline y ella le comía el coño a Melinda. Después de un rato dándole, y conforme aumentaban sus gemidos, cambiaba de pareja, enculando a Pauline y acariciando a Sara y entonces era Sara la que se lo comía a Melinda. Cuando los gemidos de Pauline aumentaban, cambiaba a Sara. He seguido así hasta que Sara ha tenido un orgasmo que la ha hecho gritar:
-Amo, me corrooooo.
Las contracciones me han hecho correrme a mí también. La he puesto a mamarla hasta tenerla dura otra vez, y he continuado con Pauline. Mientras a Sara, colocada de nuevo en su sitio, le daba con la pala en el culo, como castigo por haberse corrido sin permiso.
-Amo, no aguanto más. Necesito correrme. –Me ha dicho al fin Pauline
-Yo también lo necesito ya. –Dijo Melinda.
Yo volvía a estar a punto.
-Podéis correros. –Les he dicho.
-Mmmmm. Aaahhh. Gracias, amo… -Decían mientras estallaban en sus orgasmos.
A su vez he aprovechado para descargar el resto en su culo.
Después de sacarla, me la han limpiado entre ambas y he salido del baño, para vestirme y dispuesto a irme para realizar las tareas del día.
Nada más girarme y empezar a salir del agua, me he encontrado de frente con una mujer bien arreglada debajo de un guardapolvo, con un coqueto sombrero en su cabeza y bastante bonita de cara, que miraba con los ojos muy abiertos, como si estuviera ida.
Hemos dejado la cortina que cubre la entrada al baño abierta y ella ha debido de ver bastante de lo que hacíamos.
-¿Quién es usted? –He dicho mientras tomaba una toalla y me cubría, no sin antes ver dónde tenía puesta la mirada.
-Disculpe. Soy Felicia Harris y vengo con mi doncella Ingrid. Vamos de paso y le ruego perdone la intromisión, pero he llamado a la puerta y como nadie respondía y se oían ruidos y voces, me he atrevido a entrar. Siento haberles interrumpido en una situación tan íntima.
-No se preocupe, no ha interrumpido nada, le he dicho mientras pasaba a mi habitación para vestirme. ¿Qué les trae por aquí?
-Voy a una boda que se celebrará mañana y hemos parado para ver si podíamos comer algo y lavarnos y asearnos un poco.
-Entonces están en el sitio adecuado. Siéntese mientras desengancho su caballo, lo cepillo y le pongo una buena ración de pienso en la caballeriza.
-Bueno, no he venido a caballo, ni en calesa, he venido en mi vehículo a motor.
-Entonces siéntese igualmente y que venga su doncella también. –Le he dicho mientras abría la puerta y le daba entrada.- Mis mujeres les atenderán hasta la hora de comer.
-Preferiría dar un paseo para estirar las piernas, si no le importa.
-En absoluto. Si quiere le enseño un poco esto.
Me ha acompañado y le he ido enseñando la herrería, los alojamientos, almacén, caballerizas y granero. Aquí me ha dicho:
-¿Puedo hacerle una pregunta personal?
-Si, por su puesto.
-¿Vive usted sólo con las tres mujeres?
-Ahora si, pero normalmente está mi hijo, que ahora lleva varios meses aprendiendo a reparar vehículos como el suyo.
-¿Y todos los días hacen eso?
-¿El qué?
-Lo que he visto que hacían en esa gran bañera.
-No, a veces lo hacemos en el río, otras en la cama, incluso aquí en la paja.
-¿Le molesta que las mujeres se le insinúen?
-No. En absoluto. ¿Qué prefiere? ¿El baño? ¿La cama?
-Primero aquí, luego ya lo pensaré.
-¿Tienes marido?
-No. Soy independiente. Dirijo un periódico de mi propiedad en el este, y en mi vida no cabe un hombre solo.
La he cogido entre mis brazos y la he besado, más bien ha sido un beso salvaje por parte de ambos, mientras la acercaba al montón de heno y nos íbamos desnudando.
Desnudos ya, me he dedicado a acariciar sus pezones, ya duros como piedras. He recorrido su cuerpo con una mano mientras con la otra la presionaba contra mí. Al pasar sobre su coño me he dado cuenta de que estaba empapado.
-Chúpamela. -Le he dicho.
-Yo no hago eso.
-SAS. –Le he dado una bofetada que la ha hecho caer al suelo.
La he tomado del pelo y la he puesto de rodillas, acercando su cara a mi polla.
-Chupa si no quieres que te muela a palos.
-Si, si, lo que ordenes.
No me he equivocado. Aunque acostumbrada a mandar, es una sumisa en potencia. He debido ser el primero que la ha hecho rendirse, porque no tenía mucha práctica y he tenido que corregirla.
-SAS. Ten cuidado con los dientes, puta, no quiero que me rocen por ningún lado.
-SAS. Métetela entera. Vaya mierda puta que estás hecha. No sabes ni chuparla.
-SAS. Lámela y ensalívala bien.
A todo ello, respondía:
-Si, perdóname mi torpeza. –Y volvía con renovado interés.
Cuando me la ha puesto bien dura, la he mandado colocar a cuatro patas y abrir bien las piernas. Me he puesto detrás y la he frotado por su raja.
-MMMMMMMMMMMM. SIIIIIIIIIII. Necesito que me la metas yaaa.
Eso he hecho, pues yo tenía también muchas ganas, y ha entrado como si hubiese sido en el agua.
-Aaaaaaaaahhhhhhhhh. Siiii. ¡Qué gusto!
-MMMMMMMM. Estás estrecha, puta. –Le he dicho.-Follas poco, ¿verdad?
-Ffffffff. Si, no tengo muchas oportunidades. Y nunca una polla como la tuya.
-¿Y cómo te consuelas? –Le he preguntado sin parar de moverme y presionando con mi pulgar en su ano.
-Con Ingrid. MMMMMMMMM. Ella me da placer cuando no tengo un hombre.
-Tampoco te la han metido por el culo ¿verdad? Mi pulgar se encontraba dentro ya.
-No, nunca me he prestado a esas prácticas.
-Si sigues aquí esta tarde, te la meteré yo.
-No, no quiero. Siempre he tenido miedo a que me hagan daño. Y con tu polla, más. Pero me estás dando un morbo tremendo.
-No te preocupes, no te hará daño, o al menos muy poco.
He movido mi dedo por el interior de su culo, sin dejar de machacar el coño. Se ha puesto a berrear de gusto.
-AAAAAAAAAAAAAGGGGGGGGGGGGGG. SIIIIIIIIII. MMMMMMMMMMMM.
-Me viene, no pares. Maaasss. Siiiiiii.
Su corrida ha sido bestial. Debía terne muchas ganas.
Ha caído sobre el heno, pero la he cogido del pelo, se la he metido en la boca y se la he follado hasta correrme yo.
-Trágatelo todo, puta. –Le he dicho metiéndosela hasta la garganta y soltando mi leche directamente a su estómago.
Ha tosido y le han dado náuseas, pero cuando se ha recuperado ha dicho:
-Nunca había follado así. Ha sido el mejor orgasmo de mi vida.
Me he fijado en su cuerpo. Algo delgada para mi gusto y con poco culo, tetas bien, aunque con tendencia a caer ya. Se conserva bien, aparentando unos treinta años, aunque debe de tener algunos más.
Todavía a medio vestir, la he cogido del brazo y hemos vuelto a la casa. La sirvienta, al verla medio desnuda, con el pelo revuelto, lleno de briznas y conmigo tirando de su brazo, ha saltado de la silla diciendo:
-¿Qué le ha ocurrido, señora? ¿Le ha hecho algo este hombre?
-Si, me la he follado. Y ahora le vamos a preparar el culo. ¡Melinda, prepara el culo de esta puta, que me lo quiero follar esta tarde! –Le he dicho mientras la llevaba al baño.
Melinda ha ido inmediatamente tras de mí se está encargando de dilatarlo mientras espero.
Tengo la polla dura otra vez. No sé si podré esperar.
—————————
Esta tarde ha sido buena. Melinda ha preparado a Felicia, poniéndole el dilatador de madera. Ha comido desnuda, con él puesto y la vista baja. Ingrid la miraba y nos miraba a todos sin entender bien qué pasaba.
Después de comer les he dicho:
-No quiero que se toque ella ni que se corra. Vosotras podéis tocarla, chuparla o lo que queráis, pero si alguna la hace correrse, la azotaré hasta dejarla sin piel. A no ser que quieran marcharse, en cuyo caso deberéis mantener la orden hasta que se vayan, sin impedírselo.
Después me he ido a realizar los trabajos del rancho que tenía pendientes.
Cuando he vuelto, ya había anochecido. Lo primero que he observado ha sido que el vehículo no había sido movido.
Al entrar en la casa, lo primero que he notado ha sido el fuerte olor a sexo, que ni siquiera el de la cena podía disimular. Me he acercado a Felicia, acariciando sus pechos y presionando sus pezones entre mis dedos.
-¿Y qué tal ha pasado la tarde mi putita?
-Señor, no puedo más. Necesito correrme.
-No te preocupes, que todo llegará. Primero cenar, luego disfrutar. Y mis mujeres ¿qué tal están?
-Estamos todas muy excitadas, amo. –Ha dicho Sara. –Estar toda la tarde excitándola a ella nos ha excitado también a nosotras.
Después de la cena y recogerlo todo, he mandado sentar a Felicia en el borde de la mesa y acostarse sobre ella. Le he dicho a Melinda que se colocase encima de ella para comerse el coño mutuamente y Sara y Pauline que le levantaran una pierna cada una, manteniéndola en alto mientras le acariciaban los pechos.
-Señor. ¿Puedo participar yo? –Ha dicho Ingrid.
-Si lo deseas, claro que si.
-Pero, por favor, señor, no me penetre. Soy virgen y quiero llegar así a mi matrimonio.
-¿De culo también?
-Si, señor.
-Está bien. Sustituye a Melinda y tu Melinda ve comiéndoles el coño a Sara y Pauline.
Una vez colocadas todas le he dicho a Ingrid.
-Dale solamente pequeños toques con la lengua en el coño. Evita el clítoris y le metes un par de dedos de vez en cuando.
Las he dejado unos minutos para que se fuesen excitando, mientras me untaba la polla con manteca, le he quitado el tapón del culo y se la he ido metiendo poco a poco. La he oído gemir, a pesar de tener ocupada la boca con su doncella.
-MMMMMMMMM
Cuando he empezado a moverme, ha empezado a gritar de gusto y he visto que se iba a correr de un momento a otro. He mandado a Ingrid que se retirara y pasase a comerle el coño a Pauline, para que Melinda se lo hiciera a Sara.
Yo he seguido con mis movimientos.
Entraba hasta el fondo
-AAAAAAAAAAAAAAHHHHHHHHHHHHHH.
-Y se la sacaba y presionaba con mi dedo en su clítoris.
-MMMMMMMMMMMMMMMMM
Volvía a entrar
-AAAAAAAAAAAAAAHHHHHHHHHHHHHH.
Y salir.
-MMMMMMMMMMMMMMMMM
Después de un buen rato con este juego he ido acelerando mis movimientos, ha empezado a pedirme más.
-Siiiii. Más fuerte. Siiii. Maaasss.
Yo, que también estaba apunto, le he hecho caso y he empezado a darle duro, mientras le metía dos dedos en su coño y frotaba el clítoris con el pulgar.
-AAAAAAAAAAGGGGGGGGGGGGG. SIIII. ME CORROOOOO.
Su orgasmo ha sido tan fuerte que se ha orinado y lo ha puesto todo perdido. Yo he descargado todo en su recto y me he ido a bañarme, después de decirles que limpiasen todo al terminar.
Mientras escribo esto, sentado en mi cama, las cinco mujeres siguen con su entretenimiento.
———————————–
Hoy se han marchado Felicia e Ingrid, después de tres días con nosotros. Espero que no fuera ninguna de ellas la novia, porque llegan dos días tarde. No hemos dejado de darles follarla y darles placer a ambas durante este tiempo.
Antes de irse, Ingrid ha querido probar lo que se siente cuando se la meten por el culo y le hemos dado una sesión similar a la de Felicia.
Se han ido tan agotadas que hemos tenido que ayudarlas a subir a su vehículo
————————————-
Hoy ha llegado mi hijo Richard, dice que ha aprendido mucho sobre motores y automóviles, que es como llaman a esos cacharros ruidosos.
También han llegado dos cartas, una de la empresa de combustibles, avisando de que van a empezar la instalación en los próximos días y la otra de mi hija Hanna, anunciándonos que se casa con un muchacho que es senador y que quiere que vayamos para la petición de mano y la boda.
Hemos decidido ir Melinda, Pauline y yo, quedando al cargo de todo Richard y Sara. Creo que será cosa de un mes.
————————————-
Ya hemos vuelto de la boda de mi hija, no hemos reparado en gastos. Estaba preciosa, tan bonita que todo el mundo se ha quedado embobado. Al final, han sido tres meses, entre el tiempo que hemos estado con ella y con Robert. Las ciudades son lugares horribles para vivir. Mañana saldré a dar una vuelta a caballo por el campo para recuperar mi tranquilidad.
Lo primero que hemos hecho nada más llegar ha sido ir los cinco a la habitación para follar y ser folladas por todos los agujeros. En la ciudad no hemos podido hacer casi nada al tener que guardar las apariencias. Las mujeres en una habitación y yo en otra.
Al entrar, Sara me ha echado los brazos al cuello y nos hemos besado con pasión. La he abrazado contra mi cuerpo que ha reaccionado al sentirla con una erección instantánea.
Al sentirla, me ha sacado la camisa mientras tiraba de mí hacia la cama, soltándome solamente para sacarse su vestido y quedar desnuda. Yo he terminado de desnudarme y hemos caído sobre la cama besándonos, con mi polla pegada a su coño.
Las demás, al vernos, nos han seguido a la carrera desnudándose por el camino. Richard, que entraba con las maletas, las ha dejado en la puerta y nos ha seguido a toda prisa.
Sara ha empezado a mover su cuerpo para rozar su coño contra mi polla. Yo le acariciaba un pecho mientras la dejaba hacer sin parar de besarnos.
Cuando he notado mis huevos mojados, he empezado a ser yo el que frotara mi polla contra su coño.
-MMMMMMMMMMMM. –Ha empezado a gemir.
-¿Tienes ganas? –Le he preguntado, sabedor de que eran muchas.
-Oh. Siii. Penétrame ya, por favor.
Yo se la he metido y le he dado unos vaivenes para mojarla bien.
-Siiii. ¡Qué gusto!
He cogido una de las almohadas y se la he metido bajo los riñones para levantar su culo, se la he sacado del coño y directamente se la he metido poco a poco por el culo.
-AAAAAAAAAAHHHHHHHHHHHHH.- -Ha gritado, mezcla de dolor y placer.
He visto que al lado estaba Richard boca arriba sobre la cama, con Melinda empalada y Pauline con una pierna a cada lado de su cabeza y el coño en su boca. Ambas gimiendo de placer.
-MMMMMMMMMM. ¡Cómo me llena! – Melinda.
-Siiiiii MMMMMMM. ¡Qué lengua! –Pauline.
Yo he empezado a moverme, sujetándola con dos dedos en su coño y el pulgar en el clítoris.
-MMMMMMMMMM. ¡Gracias amo!
-Siiiiiiiiiiiiiiii. ¡No se detenga, amo!
-OOOOOOOOOHHHH. ¡Qué gusto, amo!
He visto cómo Melinda empezaba a botar más deprisa.
-Ah, ah, ah, ah, ah, ah, ah, ah.
-Siiiiiiiiiiiiiiii. Me corroooooo. Ah, ah, ah, ah.
Se ha tumbado al lado y Pauline ha aprovechado para moverse y clavarse ella en la polla.
Los gritos de Melinda han debido provocar el orgasmo de Sara, porque ha su orgasmo ha sido casi simultáneo.
-Amo, me corroooo. AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAHHHHhhhhhh.
Yo no he parado y tampoco a ella le ha bajado la calentura, gimiendo sin parar y pidiendo más.
Cuando ha tenido su segundo orgasmo yo ya no podía más y me he corrido en su culo.
Richard también se ha corrido, seguida por Pauline.
Aún hemos estado un buen rato, intercambiando parejas y posiciones, hasta que cerca del anochecer lo hemos dejado para comer algo, ya que hemos llegado antes de la comida y no hemos probado bocado en todo el día.
—————————-
Hoy me siento un poco mejor y me atrevo a escribir algo. Hace unos días, después de venir de viaje, salí a dar una vuelta con el caballo. Una serpiente lo asustó en un sendero estrecho y caímos por un terraplén, quedando con el animal encima de mí.
Debo llevar la columna rota y varias costillas. Toso sangre y se que debo llevar algún pulmón perforado. Creo que me queda poco de vida.
He pedido a mis mujeres y Richard que follen a mi lado para verlos. Sara está chupando y meneando mi polla. ¡Ilusa! Le he dicho un montón de veces que no siento nada, pero ella no ceja en el empeño.
A mi lado, los culos y coños de Pauline y Melinda, puestas a cuatro patas, totalmente mojados y abiertos, deleitan mi vista. La enorme polla de Richard entra y sale del coño de Melinda en este momento, aunque cambia cada poco rato.
Me siento peor.
¿Quién me iba a decir a mi que terminaría mi vida como la empecé? De voyeur.
No me apena morir. He vivido mucho y muy intensamente. Solamente lo siento por los que quedan aquí. No quiero que sufran por mi.
Le he dicho a Sara, una ez más, qu-
—
—
—
—
–
–
Gracias a todos por sus valoraciones y comentarios. Si prefieren en privado amorboso@hotmail.com
A tan sólo tres días para el regreso de Herman a casa, yo todavía continuaba con aquella sensación de no pertenecer al mundo que me
rodeaba. Todavía sentía unas enormes ganas de salir corriendo de aquel lugar hasta que un calambre me obligase a detenerme. Barajé la posibilidad de marcharme sin darle ningún tipo de explicaciones a nadie, ni a los Scholz, ni a mis superiores. Pero ya sabía lo que pasaría si lo hacía y seguramente no alcanzaría un lugar seguro antes de que se diesen cuenta de que había desertado.
Me pidieron que les acompañarles en aquella interesante conversación pero decliné la oferta y me retiré en vista de que el monólogo de la invitada parecía girar en torno a anécdotas de la infancia de ambos, y yo no tenía nada que pudiese añadir al respecto. Mientras me dirigía a mi habitación pude escuchar la acalorada discusión que mantenía Berta con su madre porque la niña se negaba a bajar. Pude haberle echado una mano a la señora Scholz, después de todo, la educación de Berta era mi trabajo. Pero era la primera vez que estaba de acuerdo con ella y consideré que un acto de rebeldía de vez en cuando también le serviría para no dejar que la pisoteasen en el arduo sendero de la vida.
Si aquella mierda de conflicto bélico no existiese y las cosas entre nosotros hubiesen surgido de la misma manera, pero siendo yo una simple institutriz y él un militar de un país en tiempos de paz, me casaría con él sin dudarlo. A cambio de nada, sólo de estar con él. Pero ahí estaba esa guerra complicándolo todo. Haciendo de él un hombre sin escrúpulos y de mí una espía que tenía que engañarle y mentirle a todas horas, y a la que sólo le importaba el dinero que obtendría por cumplir su cometido.
-¿Qué haces? – Pregunté casi con miedo al recordar aquellas fotografías de barracones en medio de una zona de campo completamente cercada.
-No tengo miedo, pero mi edad es idónea para andar buscando con quien dormir – me contestó divertido mientras tiraba de mi brazo hasta hacerme recostar a su lado. Podía haberme levantado o buscar alguna forma de resistirme pero no quise hacerlo. Preferí dejarme arrastrar y recostarme a su lado, dejando que él me abrazase como si fuese normal que lo hiciese, pero dándole la espalda como única medida preventiva. Una que era del todo inservible cuando había accedido a recostarme, pero que quizás me permitiese pensar con claridad en caso de que lo necesitase – estoy en edad casadera, ¿no estarás interesada en dormir conmigo el resto de mi vida?
Pude protestar, o por lo menos hacerme un poco la ofendida. Sin embargo, para mí estaba tan claro que aunque retrasase lo que iba a suceder, acabaría sucediendo – y en parte porque yo lo quería tanto como él -, que lo único que hice fue deslizar la mano dentro de su bolsillo y sacar la cajetilla para dejar claro que sabía distinguir un cilindro en alza de un rectángulo sólido, mientras que él parecía no poder controlar su risa al verme abrir la caja de cartón para comprobar que le quedaban más de la mitad de los cigarrillos. Supongo que me tomé su respuesta como un inusual “piropo” que solamente un ínfimo grupo de personas – constituido actualmente por él y nadie más – podía decirme sin hacer que me molestase.
Sobre todo si lo hacía con aquella melosa voz que parecía imposible para alguien con un día a día como tenía que ser el suyo.
Admito que sonó un poco desesperado, pero es que sus caricias habían dejado una incómoda inquietud entre mis piernas difícil de calmar. Jamás había experimentado esa sensación de echar de menos a alguien en la entrepierna, pero era abrasadora cuando ese alguien estaba a tu lado y no volvía a tocarte de aquella manera aun sabiendo que lo necesitabas.
No sabría decir si me contestó o no, porque en ese preciso instante sus dedos me penetraron desde atrás. Y tras un par de vaivenes que se produjeron sin el más mínimo rozamiento, dejaron paso al plato fuerte. Momento que concentró toda mi atención desde que su glande tanteó levemente mi orificio de entrada con la ayuda de su mano, hasta que entró majestuosamente impulsado por sus caderas, que lo incrustaron en mis entrañas con un exquisito movimiento que terminó cuando éstas dieron de nuevo con mis nalgas. Haciendo que yo intentase ahogar mis gemidos con la almohada y que Herman hiciese lo propio con mi cuello.
Sonreí cuando su brazo se separó de su cuerpo conformando mi lugar de reposo favorito y le abracé en cuanto me recosté sobre él, al mismo tiempo que mis pies le hacían sitio a los suyos. Más fríos que los míos, pero bien recibidos de todos modos porque nadie me había brindado nunca antes semejante muestra de cariño.
-Muy bien – acepté sin nada que objetar.
Bueno, no podía quedarme en cama todo el día, pero sí podía retrasarme un poco. De modo que me cubrí con algo de ropa, cogí el cigarrillo que acababa de dejarme y rescaté del fondo del cajón aquel contrato que me habían dado. Había decidido casarme con Herman. Ahora la siguiente pregunta era si firmaba aquello o no.
Tuvimos una cena de Navidad tranquila. Y amenazó con no serlo, porque la señora Scholz dejó caer en la comida que
tendríamos un invitado e inmediatamente Herman desencadenó una lucha verbal para que Furhmann no cenase con nosotros. Su madre se parapetaba en el hecho de que era un amigo de la familia, amigo de su propio padre. Pero no calibró bien la estrategia y lo que tenía que ser un atenuante para su hijo, terminó siendo un agravante que se volvió contra ella cuando éste la dejó sin palabras al espetarle que precisamente por eso tenía que darle vergüenza no sólo lo que todo el mundo ya sabía cuando el Coronel todavía estaba vivo, sino la enorme desfachatez que supondría sentarle a la mesa de la familia el primer año que celebraban las Navidades sin su difunto esposo.
-Herman, muchacho, he venido a hablar contigo. Tengo que decirte algo que…
¡Menudo cabrón! Después de que Herman le hubiese encontrado en semejante situación, lo tenía tan jodido que estaba dispuesto a llevarme por delante. Pero antes de que terminase la frase tenía el cañón de su propia pistola en la mejilla. Le vi temblar ligeramente cuando Herman sacó el seguro del arma.
Siempre procuré tener claro lo que era, esforzándome endiabladamente por imaginarme lo que tenía que hacer cuando no estaba conmigo para refrenar la obligación de quererle. Y sin embargo, tras estar delante del verdadero Teniente Scholz, me sentí como si en realidad hubiese estado intentando excusar lo que realmente era para poder quererle.
Aquella semana hice mi viaje periódico a Berlín con la excusa de conseguir un vestido para la exclusiva cena privada de Nochevieja que organizaba la familia Walden en su lujosa casa situada a diez minutos de la capital. Llegué a las oficinas del taller un poco nerviosa al escuchar de camino que Alemania acababa de terminar con la tregua navideña dejándole un recado sobre Londres a Churchill. Había tantos bombardeos que resultaba imposible llevar la cuenta o elaborar un listado ordenado de aquellos ataques aéreos de los que uno era consciente, pero aquél que cayó directamente sobre la capital inglesa tan sólo cuatro días después del día de Navidad, hizo que me sensibilizase especialmente al pensar en todas las familias que todavía estarían disfrutando de unas fechas como aquellas. Pero dejé mi humano pesar a un lado en cuanto me senté en frente de mi “negociador”, que me deslizó apresuradamente el contrato y un bolígrafo sobre la mesa muy amablemente.
No contesté inmediatamente, primero leí todas y cada una de las cláusulas que había redactado y comprobé que efectivamente, estaba todo como yo lo había pedido. Vacilé levemente antes de firmar, sabiendo de antemano que tenía que hacerlo porque había dado mi palabra pero recordando de nuevo la tranquilidad con la que Herman había arrojado la pistola de Furhmann al lado de su cuerpo sin vida, el arte con el que le pegó una soberana paliza antes de tomarse la molestia de sacarle fuera para no matarle dentro, la autoridad dictatorial con la que organizó a todo el mundo después de meterle una bala en el cerebro y la inquebrantable tranquilidad con la que había proseguido su vida. Pero yo no era mejor que él, y le quería. Así que tomé el bolígrafo y estampé mi rubrica sin dedicar ni un solo segundo más a pensar sobre lo que estaba haciendo.
-Sí, claro que sí. Mi marido dice que llegó el momento de que todo el mundo ocupe el lugar que se merece. Y nuestro Führer nos hará justicia con el Reich, Alemania crecerá libre de enemigos… – proclamó enérgicamente alzando el puño a la altura de su cara.
-¿Por qué no lo reconociste antes? – Preguntó inocentemente mientras se remangaba su camisa hasta los antebrazos. No pude responderle. Ahora no quería mentirle descaradamente, aunque para ello tuviese que refugiarme en la omisión de información como si eso fuese una opción mucho más noble con alguien a quien acabas de decirle que vas a casarte con él -. No importa. La verdad es que ahora ya no me importa… – concluyó en un susurro que me estremeció.
-¿Puedes desabrocharte la camisa? – Le pedí provocándole una sonrisa con mi inesperada pregunta.
Sonó casi como una imposición al salir atropelladamente entre el frenético ritmo que mis piernas me imprimían al galopar sobre él. Y la única respuesta que obtuve fue un resignado alarido acompañado por el leve dolor que las yemas de sus dedos causaban al apretarme con más fuerza, acrecentando mi deseo con ello y con la manera con la que sus brazos rodearon mi cintura en un abrir y cerrar de ojos, al mismo tiempo que su torso se inclinaba hacia delante, encontrándose con el mío y arrastrándolo hasta una posición vertical para mirarme desde un plano inferior, haciendo que me estremeciese bajo aquellos ojos que jamás pestañeaban mientras se posaban sobre mí.
Sus pupilas me siguieron de nuevo cuando descendí, esta vez arrodillándome entre sus piernas y arrancándole una sonrisa a medias que perdí de vista cuando mi mano sujetó la base de su miembro y mi lengua se posó un par de milímetros más arriba para barrerlo hasta el extremo opuesto. Aprecié mi propio sabor, incrustado en su piel tal y como él se había incrustado en mi cuerpo hacía unos minutos, pero se disolvió rápidamente en mi saliva cuando abrí mis labios para introducir su sexo hasta mi garganta.