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Relato erótico: “UNA HERMOSA JOVENCITA CONTRA DOS OMINOSOS DEPRAVADOS” (POR PERVERSO)

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UNA HERMOSA JOVENCITA CONTRA DOS OMINOSOS DEPRAVADOS
Advirtiendo que el relato conserva un poco lo burdo y desagradable de su predecesora y agradeciendo a los que comentan, valoran y siguen esta retorcida historia, disculpen la extensión, lo modifique lo mas resumido posible.
TERCERA PARTE
Mar seguía arrodillada y sin ganas de levantarse, con uno de sus brazos se sostenía del suelo y el otro apoyaba su sudada frente, su apetitoso cuerpo descansaba maltrecho recargado del suelo por sus prominentes caderas, el desagradable sabor del esperma de Felipe aun continuaba en su boca, sus rosáceos labios presentaban una amarillenta capa proveniente del enfermo líquido que el viejo descargó en su boquita, Pancho se acercó e intentó levantarla pero su ayuda fue rechazada por Margarita con un jalón de brazo que la liberó de la sucia mano del gordo.
-¡suélteme cerdo!,- dijo Margarita entre sollozos.
-¡viejo asqueroso, lo odio maldito!- decía Mar al viejo Pancho.
-jejejejeje, no te pongas berrinchuda pinche mocosa que yo no te hice nada,- decía Pancho intentando volver a levantarla.
-¡que me suelte que no oye, viejo desgraciado!- dijo Mar y lanzó un escupitajo combinado con restos de semen de Felipe al viejo Pancho pero este cayó a escasos centímetros de donde ella se encontraba, escupir no era lo suyo.
-y me escupes, parece que no has aprendido a respetar a tus mayores, ¡TOMAAAAAA!- gritó el viejo Pancho y valientemente regaló una bofetada al bello rostro de Margarita, la niña cayó al suelo sobándose su cachete, llorando por la rudeza del golpe.
-eeeesfff, esssffff un bruto- dijo la sollozante Margarita.
-y agradece que no te pegue con el puño, a ver, vuélveme a escupir, vuélveme a escupir y te muelo orita a golpes, jajajajajajajajaja- retaba el viejo sabiendo que Mar había entendido quien mandaba, la jovencita lo miraba con ojos de odio y con una mano en su adolorida mejilla.
El viejo Pancho la levantó de sus cabellos y la llevó de nueva cuenta a donde los viejos; la vieja proxeneta encargada también de las cantineras veía cuando Felipe salía de la puerta a la que solo el personal tiene acceso, lo veía sudado, agitado y acomodándose la cremallera de su pantalón, desde luego que supuso la situación que se llevó a cabo ahí adentro, y más aun, cuando vio a Pancho tomando del brazo a una jovencita con su vestido sucio, subido prácticamente mostrándolo todo y un rostro deshecho en donde lo último que se veían eran ganas de seguir viviendo.
La vieja cantinera se acercó a la pareja, Mar la divisó con un caminar para nada coqueto, más bien cascorvo, era fea de la cara y muy cachetona, tenía una nariz larga y afilada, exageramente maquillada con combinaciones de colores que ni al caso, su cabello era color rubio oxigenado y estaba muy reseco y maltratado, una verruga con pelos cerca de su nariz, cejas postizas a simple vista y mal acomodadas, y cerca de su boca una espinillota muy madura, blanca de la parte de arriba, casi reventándose por sí sola, ni siquiera los kilos de maquillaje podían cubrir esa imperfección, además de un cuerpo algo robusto casi rayando en lo masculino, traía puesto un vestido negro que no le favorecía en nada.
-pero mira nada mas, pobre muchacha, que le hiciste puto Pancho?,- decía la vieja cantinera con un acento de preocupación muy convincente.
-yo nada, Felipe le llenó la boquita de leche, jejejejeje- reían enfermamente el viejo Pancho y sin que Mar lo viera hizo una seña al viejo que se había quedado en la barra en sustitución de Felipe, dicha seña era la clave para la preparación de un afrodisiaco brebaje.
-ay mija que te hicieron estos animales, a ver, acomódate tu vestidito- la señora muy humanitaria le acomodaba el vestido a la tremenda chamaca.
El gordo Pancho se dirigió hacia una mesa, platicaba muy interesante con el viejo que se atrevió a pellizcarle las nalgas a Margarita cuando recién llegó a este elegante sitio, se alcanzó a ver como el anciano casi de la cuarta edad pasaba disimuladamente cuatro billetes de 500 pesos a las callosas manos del gordo Pancho y este rápidamente se los metía a su bolsillo.
-señora por favor, ayúdeme, ese tipo me quiere violar y….. sepa dios que otras cosas quiera hacerme, ya le dije que solo quiero irme a mi casa y no me deja irme………. por favor ayúdeme, sáqueme de aquí…….. se lo ruego por lo que más quiera,- hablaba desesperada la jovencita quitándose la pena, sin saber que se lo decía a una vieja tan corrupta como Pancho y que ya conocía el protocolo que lleva a cabo el gordo cada que trae una hembra a sus aposentos, pues Margarita no era la primera que amanecía violada por tan fino caballero.
-shhh, baja la voz niña, te va a oír, voy a hablarle a alguien para que te lleve a tu casa sin que se dé cuenta ese bruto, mira nada mas, tan bonita chiquilla y que te quiera violar ese viejo tan feo- decía la vieja.
La vieja sacó un celular carísimo y fingió teclear un conjunto de números para después sacar todos sus dotes de frustrada actriz y convencer a Mar que estaba hablando con alguien y que le decía que tenía a una muchachita que quería regresar a su casa, obviamente Mar no pensaba revelar la ubicación exacta de su vivienda a otro desconocido así que en su ingenua y confiada mente ya se estaba imaginando en qué lugar bajarse.
-listo, dice que en menos de media hora pasa por ti, ahora mientras lo esperamos que tal un trago,- decía la vieja.
-señora, su amigo es de confianza?- preguntó Margarita.
-claro mi niña, es de confianza, es el que lleva a estas muchachas a sus casas cuando se les hace tarde, no te preocupes es incapaz de faltarle al respeto a una mujer, no como ese pinche gordo depravado, ahora tomemos un trago mientras llega- decía la vieja.
-lo siento señora, pero no tengo dinero, ese desgraciado me robó- decía Mar con unos ojitos medio empañados.
-no te preocupes hija, este yo lo invito- insistía la vieja
-no señora, muchas gracias de todos modos, pero no bebo- rechazaba la oferta la jovencita.
-ay mija, no seas apretada, en este lugar vendemos puro alcohol no juguitos, además después de lo que te hizo ese desgraciado de Felipe lo que necesitas es algo que raspe y que te quite el mal sabor de esa porquería- decía la prostituta.
-bueno, está bien- dijo Mar, pensando que con una copa no pasaría nada, la señora se levantó y se dirigió hacia la barra.
Mar volteaba a su alrededor, la frescura e inocencia de esa hermosa muchacha no encajaba con lo vulgar y corrompido del lugar, si bien estaba sentada sola, con sus manos recargadas en la mesa y sus carnosas y brillosas piernas cuidadosamente cruzadas comprendía que no podía salir huyendo así como así, aunque la posibilidad la tenía pues nada le impedía llegar a la puerta de esa cantina apenas a unos 15 metros de ella, en primera no sabía exactamente en qué parte de la cuidad se encontraba, si es que todavía seguía en su cuidad pues Mar vivía en una urbe tan grande que comprendía la unión de tres ciudades, en segunda los vagos que había afuera representaban un peligro mayor que los mismos viejos que la mancillaron, eso sin pensar la posibilidad de caer en manos de algún loco sádico que la violara y después le sacara los órganos para venderlos ya que lo único que le faltó ver en todo su turístico recorrido al llegar a este distinguido sitio fue gente que aparentara decencia, y por último veía en esta señora una ligera esperanza para poder librase de este tormento.
La señora regresó con dos vasos, uno para ella que utilizaría para disimular y el otro para la chiquilla seguramente aseados a partir del proceso de calidad certificado por la ISO que realizaba el viejo Felipe, puesto que fue él quien los limpió pues ya había regresado a su labor y no dejaba de ver burlonamente a la dulce Margarita, además de admirar ese exquisito cruzado piernas que mantenía la joven y mandarle besos cada que sus miradas se cruzaban, dentro de su pantalón su asquerosa herramienta ya rugía otra vez por volver a meterse dentro de esa fina boquita, la muchachita lo veía de reojo y cuando notaba la mirada del tipejo desviaba la suya y ponía cara de enojo.
-anda niña toma- dijo la vieja y puso el vaso al alcance de la jovencita, lo que Mar no sabía era que su bebida era una combinación exótica de whisky barato, agua mineral, un raro energetizante y un poderoso, costoso y muy difícil de conseguir afrodisiaco, todo esto para que la niña se mostrara un poco mas complaciente y con suerte disfrutara lo que se le avecinaba, además la bebida contaba con un ingrediente secreto, un escupitajo del viejo que ayudaba a Don Felipe.
Mar se tomó esa pócima de un jalón, tenía sed y le resultó agradable al paladar, además era cierto que borraba el desagradable sabor de la corrida del viejo Felipe.
-quieres más?- preguntó la vieja
-otro y ya por favor- contestó la nena.
La vieja demoró un poco y regresó con otro vaso igual de cargado, pero ahora, en vez de escupitajo, la bebida venia adicionada con unos cuantos grumos de la corrida que el ayudante se había tirado al ver para quien iban dirigidos los tragos y de nueva cuenta Mar se la bebió de un jalón, lo que si notó fue algo espeso correr por su garganta pero no dio importancia.
-si quieres puedo ir por otro?- dijo la vieja.
-no señora, ya no, gracias, no vaya a ser que se me suba,- respondió la nena esbozando una leve sonrisa.
“esa es la idea chiquilla estúpida” decía la vieja en su mente
-cómo te llamas niña?- dijo la vieja mientras le agarraba la mano a la preciosa jovencita.
-Margarita- respondió la jovencita alejando un poco su suave mano.
-sabes Margarita,- la vieja se levantó y caminó hasta quedar de espaldas a la chica, depositando sus viejas manos en los desnudos hombros de la nena.
-eres muy bonita, te pareces a una sobrina que tengo- decía la vieja mientras jugaba con los castaños cabellos de la joven y acercaba su boca con aliento a alcohol a la oreja de Margarita.
Mar se incomodó un poco y se tensó, sintió ese acercamiento con otras intenciones mas allá de hacer una simple plática amistosa, esto fue notado por la vieja quien se acercó más a su oído para susurrarle:
-que te pasa?, te pongo nerviosa? jejejejejeje,- dijo la vieja esbozando una sonrisa tan espantosa que haría llorar a un niño pequeño, mientras aplicaba un suave masaje en los hombros de la engalanada joven.
-no, no es eso, es que……- Mar comenzó a sentir un rico calorcito, además de una especie de oleaje creado por el aire que por ahí circulaba y que chocaba deliciosamente con su sexo, y que estaba haciendo que se humedeciera.
-entonces?,-dijo la vieja mientras se sentaba en la silla que estaba al lado de Margarita, la vieja colocó descaradamente una de sus arrugadas manos en el desnudo muslo de la chiquilla y ahí lo dejó.
-tienes un cuerpo muy bonito, con razón volviste loco al Pancho, eres exactamente como le gustan, güeritas, piernuditas, nalgoncitas y chichoncitas- decía la doña, dando a conocer que el viejo tenía muy buenos gustos.
Mar tragó saliva y comenzó a sentir ese calor proveniente de su vagina esparcirse rápidamente por todo su cuerpo y en un acto de reverenda calentura abrió sus piernas para sentir más intenso el supuesto roce que el aire mantenía contra su sexo, eso sin contar las intensas ganas que tenia de tocarse que hacían que sus manos se retorcieran arriba de la mesa por no poder aguantarlas.
-tienes unas bonitas piernas Margarita, haces ejercicio?- preguntó la vieja mientras apretaba levemente los muslos de la joven, haciendo que la chica volteara al lado contrario y exhalara un leve suspiro para cerrar sus piernas mientras las friccionaba entre ellas.
Margarita volteaba a su alrededor, muy nerviosa, empezó a sentirse más incomoda con la señora que con el viejo, su respiración se empezó a acelerar y su todo su femenino cuerpo comenzó a traspirar, de su sexo comenzó a rodar una gotita de flujo que terminó por impregnarse en su tanga y que no pasó desapercibida por la calenturienta chiquilla.
-seño, donde está el baño?- dijo la estimulada muchacha.
-allá a la vuelta- dijo la vieja señalando otro corredor diferente por el que anteriormente la habían llevado.
“esta pendeja sí que anda urgida, tan rápido y ya se calentó” pensaba la señora.
La muchachita se levantó y llegó a la puerta del baño en cuestión de segundos, se extraño porque solo vio una puerta, dos viejos que se encontraban ahí intercambiando barajas con imágenes de muchachas en poca ropa rápidamente se abalanzaron sobre la espectacular chiquilla.
-híjole, buenaaaaaaas, muuuuuy buenas noches,- dijo un viejo en tono morboso.
-trabajas aquí chamaca?, no te habíamos visto antes- dijo el otro y comenzaron a acercarse lentamente a Margarita.
-señor, disculpe este el baño de mujeres?- decía la nerviosa y excitada joven haciendo movimientos extraños con su exquisito cuerpo.
-no, es el de hombres- dijo uno de los viejos, mientras el otro se le acercaba peligrosamente por detrás y le repegaba su deforme cuerpo.
-busco el baño de mujeres,- dijo Margarita.
-también es ese, lo ocupan hombres y mujeres para hacer sus necesidades, jejejejeje- decía el otro viejo quien se acercó a Margarita por enfrente y la tomó de su breve cintura, agarrando un par de pliegues del vestido y empezándolo a levantar muy lentamente.
-es el mismo?- preguntó la acorralada joven, quien no hacia esfuerzo por alejar de su cuerpo esas chaqueteras manos y seguía moviéndolo apretadamente.
-sí, el mismo, para eso querían igualdad de género, no?, aquí compartimos todo,- decía el viejo de enfrente y descarado metió su sucia mano (con la que hace poco se había masturbado) dentro del sexo de Margarita, notándolo muy mojadito y moviendo circularmente uno de sus callosos dedos.
-ahhhhhh- Margarita abrió su boca muy seductoramente y emitió un pequeño gemido.
-uuuuuuuuuuuuuuuuuyyyyyyyyyyy, parece que esta niña quiere que le den pa´dentro- el viejo empezaba a desabrocharse su cinturón.
-señor suélteme,- dijo Margarita, ahora si empezando a poner resistencia aunque fuera solo verbal.
El viejo que tenia pegado por atrás comenzó a restregarle el paquete sobre sus tremendas nalgotas, haciendo que el vestido se levantara hasta casi tener expuestos la mitad de sus glúteos, al pobre viejo casi se le salen los ojos al contemplar la redonda perfección de esos dos carnosos atributos.
-a ver niña, que tienes aquí?- preguntó el viejo de atrás y jaló el hilo de la tanga de Mar, haciendo que esta se ajustara perfectamente a su sexo, llegándose a ver la húmeda rajita de la jovencita.
-mmm, señor, no haga eso- dijo Margarita, esbozando otro leve gemido.
-y aquí que tienes?- dijo el otro viejo y deslizó uno de los finos tirantes del escotado vestido por el hombro de la joven.
-no por favor, no me violen- decía la chamaca.
-oye eso es una buena idea, vamos para mi casa, llevémonos a esta pendeja calenturienta, ya que no la aprovecharon vamos a aprovecharla nosotros,- decían los jariosos viejos haciéndole prácticamente sándwich a la curvilínea Margarita.
-siiii, además dicen, que las mujeres cuando dicen no, es siii, entonces si quiere verga jejejejejejejejeje- dijo un viejo jalando el hilo hasta casi romperlo.
-a donde creen que van con esta puta?- dijo la vieja quien había ido a ver porque tardaba tanto la jovenzuela.
-que te importa pinche Lencha, quítate no estorbes- decía uno de los viejos.
-esa putita vino con Pancho, si se la quieren llevar llévensela, pero a ver como les va cuando los vea que salen con ella- amenazó la vieja.
-es de Pancho?- dijo el otro de los viejos, liberando el hilito haciendo que le pagara a los glúteos de la chica como una liga.
-ehhhh, creo que mejor me voy- volvió a decir el viejo.
-sí, es lo más prudente, además como que ya es algo tarde y mañana tengo que trabajar- dijo el otro
-viejos collones,- decía Lencha, los dos viejo salieron rápidamente sin voltear a ver a tan espectacular hembra.
-y tu ven acá, te voy a quitar lo arrecha- dijo la vieja agarrando a Mar de un brazo.
La vieja la llevó adentro del asqueroso y maloliente baño, ahí adentro la recargó sobre el lavabo y maliciosamente acercó su boca a la de la chiquilla para darle un lento y sensual beso, Mar solo se sonrojó pues nunca en su vida había sido besada por otra mujer, sentía la lengua de la vieja recorrer cada centímetro de su boca y retorciéndose entre su prefecta y blanca dentadura, la vieja encontró la lengua de Mar y ambos órganos se entrelazaron para seguir fundiéndose en un caloroso beso que hizo que Mar sudara de su hermoso rostro, la chiquilla a pesar de que quería no podía dejar de besar a esa vieja tan fea, al separase ambas bocas seguían unidas por un espeso hilo de saliva, el cual se rompió pues ambas bocas se iban alejando poco a poco, cabe mencionar que en el tiempo que duro el lésbico beso Margarita no mostró incomodidad alguna.
La vieja ahora metía mano dentro del sexo de Mar y con uno de sus dedos comenzó a aplicar un leve roce, estimulada se abrió de piernas a tal punto de permitirle el acceso entre ellas al robusto cuerpo de la doña, la vieja aprovechó la docilidad de la muchachita y literalmente se enterró entre las torneadas piernas de la chica, comenzó a realizar obscenos movimientos copulatorios como si de una pareja heterosexual se tratara.
-lástima que no tengo mi dildo princesa, te la ibas a pasar muuuuuuy bien- dijo la vieja guiñando un ojo.
Mar cerró sus ojos e hizo hacia atrás su cabeza, dejando vulnerable su femenino cuello, la vieja se acercó a él y procedió a lamerlo con mucha maestría, babeaba toda la extensión de esa fresca piel a la que podía tener acceso, fue en este momento cuando su mano comenzó a moverse muy profesionalmente en forma de círculos sobre la depilada panochita de la joven, Mar empezó a emitir gemidos cada vez más intensos y a apretar sus manos en contra del lavabo mientras su humedad vaginal aumentaba, las bocas de ambas féminas se mantenían abiertas muy cerca la una de la otra pero sin llegar a besarse, aunque poco les faltaba, estaban tan cercanas lo que permitía que cada una pudiera sentir el caloroso aliento proveniente de la excitada respiración de la otra.
La vieja Lencha se apoderó de las espectaculares piernas de la joven e hizo que se enrollaran en su masculina cintura, Mar apoyó sus carnosas nalgas aplastándolas sobre el lavabo que parecía querer doblarse al soportar el pedazo de culote que se le formaba a la niña en dicha posición y que parecía querer romper el vestido.
La lésbica pareja fue detenida por un grito que venía del nacimiento del corredor,
-¡Lencha, donde vergas estas?!- gritó el descomunal Pancho.
Rápidamente la vieja dejó de manosear a la chamaca y se salió de entre sus piernas, Margarita se cerró de piernas y se acomodó el vestido, pues se le había subido bastante.
-ni modo mi amor, tendremos que dejarlo para otra ocasión- dijo Lencha guiñándole un ojo a la sensual muchacha.
-¡Lencha, pa´ la verga!- el viejo decía casi a dos metros de la puerta del baño.
-qué quieres Pancho?, aquí estoy, y si buscas a tu hembra está ahí en el baño- decía la mujerzuela.
Margarita seguía recargando su despampanante cuerpo en el lavabo y con sus piernas bien juntas, su mente meditaba la situación “¿Por qué?, ¿qué me pasa?, ¿porqué estoy tan…… mojada?” su mente era una nube de confusión que estaba alterando sus sentidos así como elevando su calentura, los deseos carnales aumentaban a cada segundo, a estas alturas Mar sentía la necesidad fisiológica de aparearse con alguien lo más rápidos posible, pero lo que más preocupaba a la caliente chiquilla era la idea de mostrase igual de dócil con el repulsivo gordo, el solo pensar eso le entraban unas ganas de vomitar, sin embargo con ese pensamiento su conchita dejó escapar una buena cantidad de lubricante vaginal.
Mar se echaba agua en su hermoso rostro para ver si así se le pasaba lo caliente, en verdad que sentía unas ganas bárbaras por tener sexo, ni siquiera se daba cuenta del espectacular meneo de caderas que había adoptado haciendo que se moviera su culo de manera tan provocativa que cualquiera pensaría que la chiquilla estaría haciendo una invitación a penetrarla, su mente rápidamente buscaba una respuesta hacia esa repentina cachondez, aunque no era fácil pensar en ese momento en otras cosa que no fuera meterse algo por su vagina, sin embargo, como un chispazo se le vino a la mente la pócima, “la bebida” pensó la muchacha “esa maldita vieja le echó algo a la bebida”.
Pancho se metía al baño y le dijo a su amada:
-apúrate, apúrate, que nos están esperando-
-señor, no me siento bien- decía la muchacha agarrándose su frente.
-orita te vas a sentar bien pero arriba de mi verga, órale- el viejo Pancho al ver que Mar se hacía tonta tratando de retrasarlo lo más que pudiera la jaló del brazo sacándola a la fuerza, Mar se detuvo frente a Lencha y le dijo:
-señora, entonces su amigo, el que iba a venir por mí, no…..-
-así es mi niña, nadie va a venir por ti, que eso te sirva, nunca confíes en desconocidos jejejejejeje- decía la vieja mostrando una burlona sonrisa.
El viejo Pancho tomó las cervezas que dijo que agarraría y salió con una sumisa muchachita por la puerta trasera del negocio, mientras caminaban Pancho se iba imaginando cualquier cantidad de porquerías que podría hacer con la chamaca en la cama, esto permitía que su verga se revolcara como un ser vivo dentro de su pantalón casi queriéndolo romper para poder salir y meterse lo más adentro de la apretada vagina de la muchachita, mientras ella en cada paso sentía como su íntima prenda se mojaba mas y mas, además la vieja se la había dejado mal acomodada, metiéndosele dentro de sus labios vaginales y cosquilleándola de manera exquisita.
El rostro de Margarita lucia descompuesto, sabía lo que le esperaba y ya estaba resignada a ello, a pesar de que el viejo prácticamente la llevaba empujándola, aun así no perdía las esperanzas de que a última hora ocurriera un milagro que la liberara de ese viejo, con todo este embrollo de la bebida y la calentura que iba creciendo en ella hacían que los aromáticos olores del viejo que hace rato la incomodaban hasta el punto del vómito ahora no le resultaban tan desagradables que digamos, además estos dos factores desarrollaban en Mar una sugestividad nunca vista en ella ya que realizaba el menor movimiento con la mayor femineidad posible con que su desarrollado cuerpo se pudiese comportar.
Llegaron a la casa de Pancho, ubicada detrás de la cantina, dicha casa estaba protegida por una barda de block de 3 metros de altura con vidrios de botellas y alambre de púas recorriendo todo el perímetro, una auténtica fortaleza, antes de entrar la jovencita comenzó a gritar pidiendo auxilio pero era más que obvio que nadie la escucharía, los vecinos mas decentes que antes por ahí residían ya se había marchado tenía tiempo debido a los numerosos asaltos y robos a casa-habitación que empezaron a suceder cuando el anteriormente tranquilo barrio se empezó a llenar de escoria humana, quedando solamente los más cínicos y deshonestos habitantes quienes se habían acostumbrado y resignado a convivir con este tipo de gente.
Una vez dentro la inusual pareja encontró a un singular personaje.
-vaya Pancho ya era hora,- decía el viejo que le había pagado 2000 pesos por tener un poco de diversión y que había podido accesar gracias a una copia de la llave de Pancho.
-esta puta que se le ocurrió ir al tocador cuando le dije que tú también ibas a estar- dijo Pancho.
Mar se llenó de coraje al ver que ese otro viejo era el que se atrevió a pellizcarles las nalgas.
-oye niña, es cierto, te pusiste bonita para mí? Jajajajajajajaja- reía el malsano anciano.
Mar no dijo nada, solo permanecía parada enfrente de esos dos viejos calientes, con su silueta perfecta digna de concurso ligeramente recargada a un costado, ese vestido a la que la suciedad le había dado un aspecto más morboso y se ceñía insinuantemente, sus carnosas y femeninas piernas estilizadas gracias a las zapatillas, esos senos que se balanceaban provocadores ante el mas mínimo movimiento de la chamacona y que asomaban más de la cuenta por el sugerente escote lo que hacía casi imposible para cualquier mortal verla directamente a los ojos, unos labios rosáceos que nada extrañaban el brillo del lápiz labial embarrado en las vergas de Pancho y Felipe, sin duda Margarita era la femineidad en su máxima expresión, era tal el efecto de descomposición lasciva que despertaba Margarita en las neuronas masculinas que incluso si el mismo Dios estuviera presente encarnado en el cuerpo de un hombre, lo más seguro era que en vez de ayudarla, él también pagaría por tener un rato de diversión.
-mira todo lo que te vas a comer chiquitita, jejejejejeje,- decía el anciano agarrándose vulgarmente sus genitales y lanzando aullidos, lo que hacía ver lo mentalmente dañado que se encontraba.
Mar no pudo evitar voltear a ver el paquete del viejo, un bulto enorme que se marcaba por debajo del sucio y holgado pantalón de vestir, una poderosa erección que se pensaría imposible en un cuerpo tan viejo y oxidado, una persona a la que la vida le estaba regalando tiempo extra en este mundo, privándonos del cada vez más escaso oxigeno.
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En otro lado de la ciudad Mary y Cruz se preocupaban por su desaparecida amiga, ya tenían rato que habían abandonado el cine porno pero cuando llegaron a la camioneta vieron que la chiquilla no se encontraba, y eso que habían dejado pasar más de una hora esperándola afuera, por sus mentes pasaban toda clase de ideas y posibles lugares en donde podría encontrarse su amiga, pero nunca, que estuviera a punto de ser abusada sexualmente por dos depravados, Mary marcaba a cada rato al celular de su amiga, sin saber que este vibraba debajo de una butaca del cine porno al que asistieron.
-no contesta- decía preocupada Mary a su afeminado amigo.
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Mar reaccionó cuando sintió que una mano bajaba el cierre trasero de su vestido, poco a poco se iba abriendo dejando expuesta una perfecta y breve espalda cubierta solamente por la tira del bra, quiso impedir pero algo dentro de su cuerpo la paralizaba, el cierre seguía bajando muy lentamente hasta llegar a donde la espalda pierde su nombre, una casi extinta tanguita aparecía ante los amorfos ojos del viejo Pancho.
El anciano que estaba sentado en la cama se bajo su pantalón, no traía calzones, así que no era difícil ver un poste que se erigía como cual vela de barco, húmeda de la parte de arriba, venuda, muy deteriorada pero con una firmeza que comprobaba que todavía podía satisfacer a una dama, obviamente estaba haciendo trampa, el viejo se había tomado una sildenafil de 100 mg que para su edad ponía en riesgo su vida, poco le importaba, como él decía: “que mejor morir que clavándome a una deliciosa putita”
-otra vez tomándote esas pastillas pinche Taco- decía Pancho
-es que si no, no paraguas- decía el anciano Eustaquio.
-a ver que día caes de un paro, pinche viejo rabo verde jejejejejeje- dijo Pancho.
El viejo Pancho se quitó su camisa, mostrando un cuerpo lejos de lo marcado, pero de dimensiones muy exageradas, sus brazos eran gordos e imponentes capaces de sacarle un susto a cualquiera y cubiertos de grotescos tatuajes de todo tipo que lo hacían ver más intimidante, su masa corporal era tan tosca que casi comparaba un cuerpo tipo Mark Henry, solo que con mas panza, y con su casi 1.95 de altura le daban un aspecto muy respetable cuando salía a la calle.
El gordo Pancho llegó a la parte del vestido en donde acaba el cierre, con sus manos lo arrancó dejándola en ropa interior, Don Eustaquio al ver ese despampanante cuerpo semidesnudo que estaba por poseer comenzó a pelarse la verga muy vulgarmente, a una velocidad exagerada, moviéndose más su cuerpo que el viejo aparato, emitiendo una risa enferma y mostrando una falsa dentadura, sus labios estaban casi desaparecidos, su huesuda mandíbula de dibujaba perfecta sobre ese cuero viejo.
Pancho llevó a la cama a la joven, sentándola exactamente en medio de ambos disparejos cuerpos, uno gordo intimidante, y el otro seco y de apariencia quebradiza, si no fuera por el sostén se diría que Mar estaba completamente desnuda, pues la tanga desaparecía entre las frondosas carnes de la jovencita al estar sentada y con sus piernas bien cerradas.
-qué bonita niña,- dijo el anciano poniendo una de sus arrugadas manos en el suave muslo de la joven, ella se corrió pero solo se arrimó más a Pancho, el alcoholizado olor de ambos viejos no afectaba la nariz de la joven.
Pancho fue el primero, el gordo tomó a la nena de los cachetes y se abalanzó sobre sus carnosos labios como un desesperado, besándola mientras emitía sonidos extraños, al mismo tiempo Eustaquio lamía las piernas de Margarita, nada que ver al comparar las carnosas piernas de la nena en contra de los flacos palillos del anciano, esta vez Mar no hizo por luchar, ya que sus manos no llegaron a repeler las cochinas caricias, se quedaron quietas y poco a poco bajaban recargándose en el peludo pecho del viejo, la pobre niña recordaba su posición y sabia que si seguía negándose le podía ir muy mal, así que se había resignado y esperaba a que todo esto pasara rápido, comprendía que debía de mostrarse algo complaciente para evitar despertar la ira de esta mole humana y no terminar con su hermosa carita desfigurada.
Después de ese fogoso beso, el viejo Pancho se separó, mostrando sus labios humedecidos por su propia saliva y la de la jovencita, en la misma condición se encontraban los de Margarita, ella se separó dando la impresión de que había disfrutado el beso pues su lengua recorrió tímidamente el contorno de sus labios como si quisiera llevarse a su boquita la asquerosa saliva que los empapaba, el anciano seguía en su labor lamiendo cada centímetro de esas interminables piernas, su negra lengua resbalaba por toda la aterciopelada piel como una especie de gusano escurridizo.
-así me gusta puta, que sean mansitas- dijo Pancho y atoró dos de sus dedos en el bra de la chica, y de un jalón su prenda de encaje tuvo la misma suerte que su vestido liberando esos perfectos atributos, Pancho al ver los pezones paraditos, rosaditos y con un brillo espectacular se abalanzó sobre ellos, con una de sus manos amasaba uno y con su boca chupaba el otro, Mar gemía delicadamente  sintiendo dos babosas lengua actuar en diferentes partes de su cuerpo, sus manos en vez de intentar separar a los depravados se acercaban a su boquita tapando disimuladamente sus labios al gemir.
Rápidamente el otro viejo, Eustaquio, con ayuda de una navaja cortó ambos laterales de la tanga de Mar y la jaló de la parte de enfrente, sintiendo la pobre muchacha como su prenda resbalaba por entre su culito al abandonarla, quedando completamente desnuda ante este par de degenerados.
Ambos viejos se pusieron de pie, desnudándose completamente en fracciones de segundos y dejando expuestas sin ningún pudor ni respeto sus malolientes vergas, la del viejo Eustaquio con una aceptable longitud de 17 centímetros aunque delgada pero muy venuda y con una cabeza más puntiaguda que redonda, la del gordo Pancho lucia colosal, con sus 22 centímetros, gruesa, muy morena, con una grandísima vena morada surcándole por en medio casi tan gruesa como el dedo meñique de Margarita y una brillante cabezota que casi parecía una manzana, ambas húmedas por efecto de la lubricación.
-mámalas puta,- ordenó Pancho, Mar veía esos dos trozos apuntándola amenazantemente, ambas vergas parecían bajar pero casi al instante recuperaban su poderío por medio de pulsaciones, las del gordo Pancho casi parecía reventar por lo desmedido de sus punzadas.
Los hermosos ojos de Mar tímidamente veían esos mutantes instrumentos, su boquita se torcía de forma curiosa, ese calorcito rico que invadía su cuerpo aun no desaparecía y los olores jugosos de los machos hacían que su cerebro trabajara para que ese calorcito aumentara, la manita derecha de Mar se levantó y se aferró a la verga de Pancho, podía sentir sus pulsaciones en su suavecita manita, acercó su boca tímidamente y sin pensárselo la engulló de manera golosa y ahí la retuvo, su mente casi no le daba para pensar, simple y sencillamente seguía sus instintos más bajos, como si la parte racional de su cerebro se hubiese apagado y solo quedara funcionando aquella que responde a estímulos carnales, entonces sin mostrar ningún tipo de asco a ese tipo que prácticamente la secuestró y que se había portado con ella como el peor de los patanes, comenzó a mover su salivada lengua delicadamente por toda la apestosa cabeza de esa desproporcionada verga.
-jejejeeeehhhhhhh,- reía fanfarronamente Pancho.
-acá chiquilla, acá hay otra- dijo Eustaquio.
La mano izquierda de Mar se apoderó de la verga del otro hombre, si es que todavía se le podía llamar hombre a esa auténtica reliquia viviente, y comenzó a masturbarla, dicha verga comenzó a escurrir en líquido preseminal hasta parecer como si estuviera orinando.
-ahhhhh, que mano de suavecita, ni un solo callo- decía Eustaquio.
Poco a poco la boca de la jovencita se inundaba de lubricante de la verga de Pancho, hasta que llegó un momento en que su bucal capacidad cúbica fue incapaz de retener tanto salado líquido, teniendo de esta manera que tragar todo esa babosa secreción para evitar ahogarse, observándose por su garganta como bajaban los sorbos acompañados de su saliva con destino a su estómago.
-y deberías de sentir su boca, jajajaja- decía Pancho
-pues qué esperas pásamela- Pancho sacó su verga de la boca de Margarita de manera dificultosa ya que la chica dio la impresión de no querer desprenderse de ella.
-mámasela a este pobre viejito, jejejejejejejeje- la chica solo veía a aquellos dos animales que se estaban dando un agasajo con su boca.
De la misma manera Mar se metió el trozo del anciano, empezando a recoger el grueso hilo preseminal que colgaba de él hasta llegar a su glande y enroscando su lengua alrededor suyo, Taco al sentir el comprimir de semejantes labios casi se corre, aguantando su vaciada teniendo que apretar el mismo su verga, tenía mucho que no le chupaban su podrido aparato con esa golosidad que estaba utilizando la joven Margarita que del puro gusto movía una de sus piernas en un movimiento similar a como cuando un perro menea su pata cuando se le rasca la panza.
-jejejejejeje, que puta eres, se ve que te encanta la verga, y la verga vieja, mira que en una sola noche mamársela a tres, no cualquiera- dijo Pancho
Margarita no escuchaba todos los insultos dirigidos a ella, estando tan concentrada en su labor y con el efecto del afrodisiaco poniendo de su parte, sus ojos estaban idos, como si no mirara a ningún lado, solo su boca al emitir ligeros gemidos, murmullos succionadores, mojados sonidos y su cabeza al moverse mientras realizaba sus chupadas eran las únicas señales de vida que mostraba.
Ahora procedía a masturbar la verga de Pancho con su mano, ambos órganos masculinos desprendía un olor insalubre, sin embargo los sentidos de Margarita estaban tan distorsionados por el efecto de la bebida que ni siquiera los sentía, al contrario, se relamía los labios cada vez que podía sintiendo el sabor del líquido preseminal, pasaba su boca de un miembro a otro, ensalivándolos y mezclando dentro de ella el sabor hediondo de ambas vergas, la saliva comenzó a caer y prácticamente bañaba sus enormes pechos que parecían haberse hechos más grandes.
Los desnudos viejos permanecían parados al lado de la joven, Eustaquio con los brazos sobre la cabecita de la niña y temblando de sus piernas y Pancho su masa corpórea casi inamovible y con sus brazos agarrando su enorme cintura, una cintura tan abultada que parecía que tenía una llanta de tractor como lonja.
-que ganas tengo de mamarle la pepita a esta chiquilla- dijo Eustaquio
-no se la mamas porque no quieres- respondió Pancho.
– jejejeje, acomódamela- dijo el vejestorio.
-a ver putita vamos a acomodarnos- dijo Pancho.
-nooo, Donn- dijo Margarita, sin embargo recordó lo violento que podía ponerse el marrano si no se hacia lo que el quería.
Pancho levantó a Margarita, dada su fortaleza no le costó mucho, como levantar un muñeco de trapo, y la acomodó en la cama, acomodándose él detrás de ella y sujetándole ambos brazos con sus toscas manos y aprisionando su breve cintura con sus peludas pantorrillas, la pobre niña para su sorpresa se abrió de piernas como un acto reflejo, mostrándole a Eustaquio su exquisita panochita ya brillosa por sus fluidos vaginales.
Eustaquio comenzó a mover su mandíbula de manera graciosa, acomodando su postiza dentadura dentro de su sepulcra boca y hundió su anciano rostro en la mojada intimidad de la joven.
-ahhhhh, que rico, ya se me había olvidado como huelen las niñas,- aspiraba Eustaquio levantando su horrenda cara empapada en jugos vaginales llenando sus podridos pulmones de ese femenino aroma que se desprendía del sexo de la nena.
El viejo comenzó a lamer de manera obscena la panochita de la joven como un perro tomando agua, pasaba su lengua por toda la extensión haciendo que Mar comenzara a derretirse en gemidos debido a las placenteras sensaciones que le regalaba el apuesto caballero, poco le importaba gemir y revelar su nivel de calentura, la joven y más que nada su sexo reconocían que este viejito estaba haciendo bien su trabajo.
Eustaquio casi enterraba su podrida boca dentro de esa bien cuidada vagina, dejándola llenas de babas y absorbiendo los jugos que de ella salían, su postiza dentadura se le movía constantemente y tenía que acomodarla a cada rato, entonces el viejo con aprobación de Pancho se acomodó entre las carnosas piernas de Margarita con la intención de penetrarla.
Margarita veía con terror como ese auténtico muerto viviente se acercaba cada vez más a ella (su anciano rostro parecía como de un zombie acercándose al cuello de su víctima) pero no podía hacer nada para evitarlo, sus manos estaban inhabilitadas, el viejo llevó su negra boca y le robó un malsano beso a Margarita, su lengua se metía hasta casi llegar a la campanilla, haciendo que las ganas de vomitar en Mar tuvieran presencia, parece ser que el efecto del afrodisiaco ya estaba pasando o será que ni ese brebaje podía ocultar el asco a un anciano como este.
Una de las arrugadas y temblorosas manos de Eustaquio agarró su acorazada verga y empezó a tallarla en ese húmedo sexo, las talladas iban de izquierda a derecha haciendo que los muslos internos de la niña se llenaran de lubricante formando un puente lúbrico entre ellos, casi parecía que Taco le quería comer la boca a la niña, el viejo estaba tan desesperado que también besaba y lamía de manera repulsiva el rostro de la joven, llenándolo de babas que escurrían por toda su cara, Margarita ya debería tener unas tres capas de babas cubriendo su hermoso rostro.
El desnivelado viejo intentaba meter su lengua en las fosas nasales de la jovencita, ella solo ladeaba su colorada cara tratando de evitar esa zafada acción pero el viejo era tan insistente que terminaba acorralándola, en un movimiento hábil para la edad del cadavérico logró meter a su inmunda boca la respingadita nariz de Margarita y la absorbía como si quisiera tragarse su mucosa, el viejo Pancho apoyó a su compañero y con sus manotas tomó el rostro de Margarita de los costados de manera que impedía cualquier movimiento lateral del rostro de la joven mientras que sus peludas piernas se habían enrollado en los frágiles brazos de la joven cajera.
-que asqueroso eres Taco, ya métele la verga de una vez o te la quito- dijo Pancho
-no Pancho, no me la quites, es….. es que…..esta niña esta rebuena, como quisiera tener una así en mi casa, me la cogería todo el tiempo, cuanto quieres por ella?, te la compro, te la compro- dijo el cerdo asqueroso de Taco, tratando a Margarita como un objeto que se vende.
-nada Taco, esta putita no está en venta, esta es para mi uso personal, pero si me llegó a encontrar otra así ya veremos jejejejejeje- dijo Pancho
El viejo Taco volvió a profanar la ya no tan aseada boca de la niña, en un arranque de desesperante besuqueo su dentadura cayó dentro de la boca de Mar, ella intentaba sacarla pero sus brazos estaban sometidos por Pancho con sus piernas en una especie de llave de lucha libre, la prótesis dental se le fue mal y hacia que Mar pareciera como si se estuviera ahogando, a pesar de que la pobre joven trataba desesperada de quitarla con su lengua esta no tenía la fuerza ni equilibrio suficiente como para liberar su boquita de tan cochambroso aparato, el viejo Taco se carcajeaba y aplaudía por la escena para el cómica mostrando una boca cubierta solo de dientes inferiores y se abalanzó sobre ella a comerle nuevamente la boca y hacerle prácticamente una transfusión de saliva, teniendo la niña que tragarla para no ahogarse.
-creo que ya con esto chiquilla, ahora te perforare ese tamalito, jejejejejeje- reía el vejete, el viejo dijo esas palabras tan cerca de la boca de la necrofílica Margarita, sintiendo la nena todo el aliento a muerto.
“Dios mío que sea rápido” rezaba la nena.
Los ojos de Mar se abrieron al máximo, el asqueroso viejo la había penetrado de un solo empujón todo gracias a la lubricación de ambos órganos reproductivos, le había metido esa verga (con todo y pelos) casi en estado de descomposición lo más profundo que le pudiera llegar, sin dejar fuera de esa vagina ni un milímetro de esa podrida pija llena de manchas hepáticas, el viejo como pudo se empezó a menear, pareciera que era el solo el que se movía pues las embestidas de su flacucho cuerpo no tenía la fuerza suficiente como para mover la voluptuosa anatomía de su compañera de cama, incluso el viejo tomaba impulso con sus pies y simulaba estar escalando la perfecta anatomía de la chamaca.
-mírame puta, mírame, mira el podrido rostro del viejo que te está metiendo la verga,- ordenaba el perturbado Taco mientras jadeaba como un perro y realizaba sonidos similares a rebuznos.
Mar obedeció al viejo y aunque ella no lo hacía a propósito miró a ese decrépito y ojeroso rostro con esa verde hermosura que forzosamente tenían que mostrar sus ojos, era imposible no ser cautivado por semejante mirada, excepto estos viejos que pareciera que la juvenil mirada solo los desequilibraba mas, Pancho retiró con asco la dentadura del otro vejete de la boca de Mar haciendo que la chica tosiera.
-que puerco Taco, con razón ya ni pagando cogen contigo-
El vejete sudaba más que un caballo, su arrugado abdomen escurría en sudor mientras penetraba a Margarita como un perro excitado, Pancho se había apoderado de la boquita de Mar y le metía su babosa lengua hasta la campanilla, la chiquilla solo deseaba que ya fuera el otro día.
-te gusta verdad putita- decía el viejo pancho al oído de su sensual víctima.
Margarita podía sentir el eco de esas palabras dentro de su cabeza.
-lo estas disfrutando verdad, jejejejeje, te encanta la riata,-
Eustaquio no paraba de penetrara a la jovencita, quien sabe de donde sacaba toda esa energía, su ritmo cardiaco había rebasado por mucho la media, la cueva de Margarita era un auténtico lago y cada embestida que recibía era acompañada por un morboso sonido húmedo que podía ser escuchado por el desproporcionado trío.
-nooooooo, ustedesss  aaaaaaaaaaahhhhhhhhhhhhh, dan ascooooooooooooooommmmmmmmmmmm- decía a medias la pobre Margarita quien sufría las vulgares embestidas.
-asco, y porque estas tan mojada?- dijo Pancho.
– y porque gruñes como una puerca? Jejejejejejejeje- dijo Taco
-no seeeeeeeeeee hhhhhhhhhhhhhhhmmmmmmmm, aaaaayyyyyyy déjenmeeeeeeeee por favooorrrrrrrrrrr-
-cállate puta, jejejejejejeje, esto es mejor que metérsela a la muñeca inflable que tengo en la casa, ahhh, tenía mucho tiempo que no la metía en una pepa tan calientita- dijo Eustaquio, y aceleró aun mas sus animalescos movimientos.
Mar trataba sin éxito de retener los gemidos, las embestidas eran tan intensas que parecía como si estuviera siendo cogida por una especie de máquina que no necesita descanso, el viejo llevaba algo de tiempo que no bajaba el ritmo, se escuchaba el golpeteo de ambos cuerpo sudados, risas de ambos viejos burlándose de esa pobre mártir, y pujidos de dolor consecuentes a los movimientos del viejo tan violentos y que lastimaban a Margarita por dentro al meterle la verga de manera torcida.
Eustaquio llegó a un punto que su verga se deslizaba a una velocidad tremenda, arrancándole suspiros a la joven apoyándose de su cintura mientras la penetraba, la verga comenzó a rozar de manera tan apasionada su sensible e hinchado clítoris, los labios de Mar permanecían en cada momento abiertos solo emitiendo gemidos cada vez más orgásmicos, indicando que el clímax estaba cerca.
“no puede ser me voy a correr, me voy a correr, noooooooooo, estooooo se sienteeeeee……………………. ricooooo”, pensaba la chiquilla quien a pesar de ser un moribundo viejo la estaba haciendo correrse como una burra.
-te vas a correr verdad zorra, te estás apretando- dijo el sofocado viejo.
-ahhhhh, nooooooo, pareeeeeeeeeeeeeeee, ahhhhhhhhhhhhhh- gritaba la orgásmica joven, mientras intentaba mover sus brazos para impedir que Taco le regalara un orgasmo, obviamente no podía, Pancho la estaba inmovilizando.
-sigue Taco, acábatela, dale duro, dale duro, ya la tienes,- alentaba el viejo Pancho.
-aaaaahhhhhhhhhhhh, me vengoooooooooooooooo, malditooooooooo viejooooooooooooooo me vengooooooooooooooooooooo aaaahhhhhhhhmmmmmffffffffffffffff- Margarita se vino en un bestial orgasmo y producto de la fuerza de su corrida apretó sus potentes piernas contra el debilucho cuerpo del vejete, los músculos de las piernas de Margarita se contraían tanto que casi parte en dos a su violador, para poco a poco volver a ponerse flojita y exhalar un prolongado suspiro.
Taco estaba feliz, parecía como si la vida le hubiera regresado a su decadente cuerpo, como si se hubiese nutrido con los fluidos vaginales de la chica que se regaban por toda su apestosa verga y gran parte de la cama, sacó su verga que no había perdido dureza, el putrefacto miembro goteaba en flujos y se mantenía más roja que nunca, al igual que la sensible vagina de Mar.
-Pancho, Pancho viste, viste como hice que se corriera, y aquellas putas cantineras que no me creen que todavía puedo, anda sácame una foto para enseñárselas anda y acomódamela de perrito, le quiero dar como la perra que es- decía el zafado vejete.
Pancho sacó la foto con el viejo Taco posando como un campeón, la niña al escuchar el flashazo despertó de su orgásmico estado.
-nooo, q… que hace?, no me tome fotos- decía la nena dificultosamente, sin embargo el viejo no le tomó la palabra, los femeninos puntos de vista no eran tomados en cuenta por tan machista sujeto.
-cállate, deja de ladrar perra caliente, jejejejeje perra caliente jejejejeje, si yo fuera tu dueño te tendría prohibido hablar y solo te permitiría ladrar como la perra que eres, y te metería una correa por el culo y solo podrías moverte como una vil perra, y harías tus necesidades como las perras, porque para mí no eres más que una perra que solo sirve para preñarla y que nos de mas perritas, entendiste, es más las perras valen más que tú- decía el desequilibrado anciano a una jovencita con unas ganas inmensas por llorar ante tales palabras.
-basta de pláticas-dijo Pancho.
Pancho acomodó esa sensual anatomía femenina, ahora el viejo Taco se acomodaba detrás de ella, y de un empujón metió nuevamente su miembro en la conchita de Mar.
-ayyyyy,- dijo Mar al sentir nuevamente esa verga dentro de ella, a pesar de estar hechizada sabía perfectamente lo que le estaban haciendo y recordaba el orden exacto de las anteriores y crudas palabras, por eso sus ojos comenzaron a dejar caer lágrimas de impotencia por no poder hacer nada, y más que eso por dejar que un bastardo así la penetrara, haber disfrutando de la anterior cogida y haberse corrido como una perra.
-jejejejejeje, eso perra, aúlla, aúlla, aaauuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuu- decía Taco volviendo a mostrar que su cerebro tenía alguna especie de desorden psicológico.
Taco empezó a bombear nuevamente a la joven moviéndose desesperado como si quisiera que su verga le saliera a Mar por la boca, las perfectas nalgas de la joven (que aun marcaban el cinturonazo que le dio Felipe hace poco más de una hora) chocaban contra ese despellejado cuerpo, el desnutrido viejo golpeaba las frondosas posaderas de la jovencita dejándoselas mas rojas aun y haciendo ademanes como si estuviera montando a caballo, el viejo aullaba y gritaba como un loco (como si le estuvieran metiendo a él un palo por el culo), Pancho reía al ver lo trastornado de su amigo.
Pancho aprovechó su posición para meter a la boca de la niña su enorme palanca, los viejos llegaron a efectuar por un prolongado momento una perfecta sincronía, es decir, mientras Taco penetraba a Mar por su panocha, el viejo Pancho lo hacían de la misma manera pero por su boca, los ojos de la niña se ponían blancos y enormes ríos lagrimales escurrían de ellos ya que la fuerza de Pancho era muy superior a la del otro violador, la enorme verga morena desaparecía por completo dentro de esa rosácea boquita, los pelos púbicos que cubrían la base del miembro llegaban a meterse y enredarse con los finos vellos que protegían las fosas nasales de la mujercita, debido a la potencia de los masculinos embates llegaba a formarse un ligero bulto en la garganta de Mar cada que el viejo Pancho embestía a tan preciosa jovencita ya que su verga se deslizaba alegremente encorvándose hacia la garganta.
Hubo un momento en que Pancho hacia que Mar se ensartara en la verga de Taco; es decir, el viejo Taco se dio cuenta de que los empujones de Pancho tenia por mucho más fuerza que los suyos, así que se quedó quieto con su verga dentro de la joven panocha admirando el perfecto culo de la nena, esa exquisita forma que el cuerpo femenino adquiere en la perruna posición, Pancho embestía la boca de la niña con tanto vigor que hacía que ella misma echara su cuerpo hacia atrás debido a la fuerza del impacto, lo que hacía que solita se ensartara en la verga del otro viejo sin querer, y cuando la joven intentaba desatorarse de Taco ya estaba recibiendo otro empujón que la hacía volver a clavarse.
Pancho sacó su maloliente verga de la húmeda boca, Mar emitió un quejido casi de parto cuando se liberó, la saliva era el elemento viscoso más presente en esa inmunda cama ya que cayó como cascada de la carnosa boquita, de repente Mar empezó a gemir nuevamente, pues Taco aceleró sus enfermos movimientos, el difunto la tomó de los cabellos y la atraía hacia él, mientras Pancho le volvía a comer su boquita sin importar que su verga hubiera estado alojada ahí segundos antes, la niña presa de la calentura movía su lengua tratando de llegar lo más lejos de la boca de tan desagradable sujeto a la vez que con una de sus finas manos masturbaba la poderosa verga del seboso queriéndolo vaciar lo antes posible con la esperanza de que este no la penetrara, podía sentir ese aliento característicamente alcohólico en ella, incluso al humear en sus amarillentas encías la jovencita quitaba restos de comida alojada entre las cariadas piezas dentales del gordo, prácticamente haciéndole un lavado a esa pútrida boca.
El viejo Taco penetraba sin misericordia esa castigada panochita, comenzaba a gritar y a balbucear palabras que no se podían entender debido a las babas que inundaban su chimuela boca y a una especie de espuma que se formaba por tanta bacteriana saliva que sin detenerse su producción caía hasta el cuerpo de la nena resbalándose por su espalda.
Pancho posicionó a Margarita, prácticamente enterrando el rostro de la joven en la sucia cama, el viejo ejercía presión en la espalda de Mar, inmovilizando en este acto el cuerpo y los brazos de la nena que se sometían cruzados por su breve espalda, Taco se encargó de mantener elevado ese provocador culo, penetrándolo sin tregua, era la única parte de Margarita que seguía levantada, y así continuo hasta que Margarita no pudo más y se desbordó en otro orgasmo, quedando con sus sudados glúteos levantados y sometida debajo del monstruoso cuerpo de Pancho, respirando entrecortadamente.
El anciano Eustaquio continuo penetrándola sin importarle su estado, comenzó a bajar el nivel de intensidad pues sentía su corrida próxima, fue en uno de estos periodos en que el viejo no pudo evitar retrasar su eyaculación por más tiempo y se corrió dentro del fértil útero de Margarita mostrando una cara de esfuerzo como si estuviera levantando algo extremadamente pesado, una gruesa vena se le marcaba en su delgado cuello producto de la dedicación que exigía mientras expulsaba semen añejo casi agusanado dentro de la joven, el anciano apretaba su verga con crudeza y la exprimía como queriendo sacarle hasta la última gota lechosa de el más alejado reducto testicular, Margarita reaccionó ante tal depravado acto.
-nooooooooooooooooo, por……. porqueeeeeeeeeeeee, porque se ha venido adentroooo?- dijo una cansada y casi sin fuerza muchachita.
-jejejejejejeje, tranquila chiquilla moquienta, no hay de qué preocuparse, mi leche ya no pega, jejejejeje- dijo el cansado Taco secando con su mano el sudor que corría en su frente y embarrándolo en el cuerpo de la joven, Pancho aprovechó para inmortalizar a la desnivelada pareja con otra comprometedora foto.
Taco sacó su flácida verga, completamente vomitada en semen, su espumosa boca se dirigió al ano de Margarita y lo lamio aplicándole un sonoro masaje rectal para después con su lengua penetrar ese reducido conducto (dicha lengua se movía serpenteantemente mientras intentaba alojarse dentro del apretado agujero) y por ultimo pegarle una mordida a sus nalgas, el viejo podía oler la fragancia masculina de su esperma aun fresco y que se asomaba tímidamente por el sexo de Margarita.
-nooooo, pare, pooooor  ahí nooooooooooo- dijo Mar asustada de que el viejo loco intentara penetrarla por su culito.
Afortunadamente para ella el viejo se detuvo para incorporarse y dejarse caer en un sillón, sacando de su pantalón una cajetilla de cigarro y llevándose uno a la boca, festejando su triunfal batalla, ya contaba con otra anécdota para relatar a sus nietos.
-ahhhhhh, que cogida te pegué niña, Pancho, de veras no quieres venderme a esta chamaquita, dime, te doy 15 000 ahorita, dime cuanto quieres por ella?- dijo Eustaquio.
Un poco de la historia de Eustaquio, el viejo Taco era un ex diputado con grandes amistades en la alta política, y que siempre veló por los intereses de grupos criminalísticos, y que ahora en su retiro de las cámaras, seguía conviviendo con estos desalmados, quienes sin olvidarse de sus aportaciones como fiel contacto y nexo político, cada cierto tiempo le ofrecían culitos de seleccionada manufactura, claro que no dé a gratis, pero al menos se las amansaban.
El viejo Taco seguía recibiendo pensiones exageradas por parte del gobierno, jubilarse en un alto puesto político en México significa casi asegurar un pedazo de lote en la tierra prometida, por eso siempre se la daba de que podía comprarlo todo, un diputado con mucho poder que toda su vida fue corrupto y ambicioso y que todavía seguía codeándose con espectaculares mujeres con las que muchos solo podemos soñar y que como persona era visto por sus familiares, vecinos (su residencia no se ubicaba por esa malandra zona), amigos y conocidos como un hombre pulcro y recto, todo un caballero, sin imaginarse lo perturbado que se encontraba la garrocha andante.
-no está en venta……………………………….. por ahora- respondió Pancho.
– a ver putilla, no te duermas que ahora voy yo- dijo Pancho y acomodó a la joven otra vez boca arriba, metiéndosele entre sus sudados muslos a manera de predecir otra morbosa sesión de sexo oral.
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En otra parte de esta gran ciudad, Mary y Cruzito ya habían llegado a casa, estaba preocupados por su amiga porque no contestó ninguna de sus llamadas.
-y si le marcas a su papá, a lo mejor se haya chocado de esperarnos y se vino sola y ya esté en su casa- decía Cruz
-no manches, y si no está, que vamos a decir si se supone que se quedaría a dormir conmigo- contestaba Mary, si algo tenía el papá de Margarita es que era muy reglamentario con su única hija y si Mar no se encontraba en el lugar en donde le había dicho que estaría, era capaz de ir a buscarla y traérsela de los cabellos, sin embargo le había dado permiso de quedarse a dormir con Mary pues consideraba a esta chica como una jovencita seria, desconociendo la fama que poseía esa chiquilla.
-ay mana, que problema- decía el amariconado.
-ay Mar, en dónde andarás?,- se preguntaba Mary preocupada volviendo a marcar al número de su amiga.
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El viejo había comenzado con lamidas sutiles, sus dedos le servían para abrir esa entrada que poco antes había sido cobardemente penetrada, podía aspirar el aroma de esa vieja verga impregnado en el joven sexo de la chica, saboreaba el repulsivo semen que se encontraba embarrado en todo el sexo de la joven y con su lengua lo empujaba para que no abandonara su recinto vaginal.
La lengua del viejo se movía como si tuviera vida, el viejo procedió a lamer no solo su sexo, sino también la parte que se encuentra entre el sexo y donde inicia el muslo, regresó a su sexo para seguir lamiéndolo pero pronto cambio y ahora con su boca cubría toda la panochita, lo succionaba tragándose la gran cantidad de fluidos que de la vagina de Mar se escapaban, succionaba como si estuviera succionado el jugo de una naranja, el chipo del viejo había adquirido una forma similar a una nariz de cochino.
Con un movimiento brusco e involuntario Mar dio un grito y de igual modo acomodó sus piernas para enrollarlas en la cabeza del viejo, este dejó de succionar pero sin cambiar la posición de su boca metía su lengua dentro de la húmeda cuevita de Mar, moviéndola en forma de circulo y penetrándola a una velocidad brutal, la chica empujó la cabeza del viejo apretándola con sus potentes piernas, al mismo tiempo su cuerpo se enroscaba presentando contracciones orgásmicas, señales evidentes de que el viejo estaba haciendo que nuevamente se corriera.
-nooooooooooo, señoooooorrrr, no me chupeeeeeeeeeeeeeeeeeeee- grataba la ardiente chiquilla, pero al viejo poco y nada le importaba, el seguía degustando ese manjar prohibido, ese suculento batido de flujos y que lo animaban a continuar, y menos se detenía al contemplar el hermoso rostro fruncido orgásmicamente de una muchachita preciosa que recién acababa de conocer.
“nooo, otra vez noooooooooooooooooooooo” dijo Mar para después desplomarse en otro orgasmo.
Mar enrolló sus piernas por sobre la nuca del viejo y expulsó una gran cantidad de fluidos que fueron a parar a la boca de Pancho quien saboreaba hasta la última gota de tan peculiar caldo, escupía sobre el sexo de Mar y volvía a tragar la exótica mezcla compuesta también por restos de semen de aborrecible Taco.
El viejo se incorporó y colocó su poderosa herramienta venuda sobre los frágiles labios vaginales de Mar, la talló por encima de ellos arrancándole suspiros a la muchachita y poniendo más que colorados los pómulos, cachetes y zona T del hermoso rostro de la joven, la piel de todo su curvilíneo cuerpo se erizó, el viejo comenzó con un movimiento muy lento como si estuviera penetrando a la chica pero su verga no se incrustaba dentro de su sexo, solo se tallaba por encima de esa zanjita que sudaba a chorros, la verga se paseaba por el clítoris de la muchachita en toda su morena extensión, todo esto continuo hasta que la verga del viejo fue prácticamente abrazada por los labios vaginales externos de Margarita.
El viejo juntaba saliva para después dejar caer una gran cantidad sobre el sexo de la joven, ella gemía con solo sentir la saliva bajar como un río de sus labios vaginales hasta caer a la cama o desviarse hacia donde empieza su culito.
El viejo tomó la cabeza de su verga y la acomodó a manera que quedara a la entrada del sexo de Mar, poco a poco el viejo fue ejerciendo presión, la panochita de Mar resistía todo lo que podía negándose a ser penetrada por ese repugnante sujeto, la verga del viejo era demasiado gruesa para ese canal a pesar de haber sido recién penetrado sin embargo el viejo de un fuerte y seco movimiento de cadera logró penetrarla hasta el fondo, arrancándole un grito a Mar moviéndose desesperada para poder liberarse, el viejo solo se reía de los vanos intentos de la pobre muchacha quien sufría un momento muy fuerte y perturbante para ella.
 “me la está metiendo, este viejo asqueroso me la está metiendo, que ascoooooo” decía Mar en su mente como respuesta a la retorcida, anormal e irrazonable copulación que se llevaba a cabo en ese momento en la casa de un viejo malnacido.
-ah, qué rica estas chamaca, que apretada tienes tu panocha, ni porque te la metió Taco- dijo el gordo.
-eehhh, esa perra ya se volvió a cerrar, pa´ la otra le meto un bate de beisbol- dijo el distinguido Taco.
-jejejejeje, lo que pasa es que la tienes flaquita, verdad putita, que se siente tener hasta dentro una verga de verdad, ehh?- dijo Pancho, Mar no contestó nada, solo su nariz hacia señales de que estaba conteniendo el llanto.
El viejo arremetía muy despacio, disfrutaba del momento, de la espectacular vista del cuerpo de la nena cubierto por millares de gotas de sudor recién salido y que olían a esencia pura de mujer, su sudor era una especie de perfume natural; sus pechos se levantaban como montañas, el viejo disfrutaba de ver esa breve cintura al igual que ese abdomen completamente plano y levemente marcado por las contracciones abdominales que hacia la niña contrastando en comparación con su obeso cuerpo peludo, disfrutaba el ver como su grueso y moreno aparato se perdía entre los delicados y rosaditos labios vaginales de Mar y cuando la gruesa vara venía de reversa podía verse como salía empapada en jugos lubricantes, abriéndose más los labios vaginales cuando la cabezota estaba por salir, pero, sin sacarla completamente, el viejo volvía a enterrársela repitiendo otra vez el procedimiento.
El viejo aceleró un poco sus movimientos, ahora con sus manos se apoyaba de la breve cintura de Mar, atrayéndola hacia él en cada una de sus embestidas, haciendo que el femenino cuerpo se moviera y por ende sus senos comenzaran con un provocador danzar logrando que algunas gotas de sudor que los cubrían comenzaran a rodar cuesta abajo.
El viejo ya había acelerado otro poco su mete y saca, ahora apoyaba sus brazos en la cama, entre sus poderosos brazos quedaba el apetecible cuerpo de Margarita, el viejo había echado un poco su obeso cuerpo hacia adelante para apoyarse mejor, sus brazos yacían sosteniendo esa pesada masa marcándosele todo un sistema de venas que los hacían ver más intimidantes, el sudor de su grasoso rostro corría como pequeños riachuelos buscando caída y logrando encontrarla principalmente en su nariz y barbilla, cayendo hacia el frágil cuerpo de Margarita, formándosele en su vientre un pequeño lago de sudor.
Los ojos negros y rojos por el efecto de la cerveza del viejo se cruzaron con los verdes y seductores de Margarita, ambos se vieron directamente a los ojos por pocos segundos, hasta que los de Mar voltearon a otro lado debido a la mirada tan pesada que tenía el viejo y a lo incómodo de la situación.
Mar se estaba reconociendo como una hembra en celo que disfrutaba lo que estaba viviendo, a pesar de lo desagradable de la masculina persona era imposible que con esa maestría culiadora la jovencita no sintiera estimulantes descargas de júbilo y éxtasis que muy difícil se logran ocultar, poco a poco su rostro se descomponía en facetas placenteras y risueñas que por más que la joven quería esconder simple y sencillamente no podía, y más repugnante, estaba reconociendo al macho que la estaba poseyendo sin importar que se tratara de un despreciable sujeto, machista, cobarde, y que se valía del sufrimiento de otras personas para sacar la mayor cantidad de provecho que pudiera sin importar los momentos tormentosos que hacía pasar a sus víctimas, pero por otro lado lo veía como un macho bruto, fuerte, dominante, en parte lo feo también ayudaba a que su morbo aumentara mas; contrario a ella, una muchachita tan femenina y débil, que sin importar lo que hiciera nunca iba a poder contra la fortaleza del viejo, esa sensación de sometimiento sumado a los efectos de la bebida la habían derrumbado a tal grado de abrazarse tímidamente a tan desagradable persona.
El viejo llevó una de sus manos al cuello de Margarita para apretarlo levemente (según él) pero con la fuerza suficiente como para que Mar sintiera dificultosa su respiración, la sometida joven llevó ambas manos aferrándose del brazo del viejo, intentando liberarse pero le era imposible, la joven volteó a ver al viejo y veía un rostro desbordado en la depravación, este apretaba sus dientes y de sus fosas nasales auténticos humos de calor salían al tiempo que bufaba como un toro.
-s…. seeeñoorrr m…. asfixiaaa….. cooooooffffffff, coooffffffffff- dijo Margarita.
El viejo colocó sus brazos ahora rodeando y aferrándose al cuerpo de Margarita, pegando su sudado cuerpo al de ella, quien solo se dejó aferrar por esos venudos y poderosos brazos, el viejo comenzó a penetrarla nuevamente, el rostro que ponía la niña denotaba que estaba sintiendo la penetración hasta el fondo casi tocándole con el glande la pared uterina y revelaba el grado de excitación que la envolvía, poco a poco sus piernas fueron enrollándose alrededor del seboso cuerpo del viejo.
Pancho con una de sus manos levantaba la cabeza de Mar apoyándola por sobre su nuca, sus dedos se perdían entre los castaños cabellos de la joven, y la otra mano levantaba el curvilíneo cuerpo de la parte de sus caderas, esas caderas tan desarrolladas que hacían ver a Mar una hembra que había llegado al punto ideal para la concepción, prácticamente se la cogía en el aire.
Su fértil útero recibía al desagradable intruso y se llenaba de líquido preseminal, ya que el miembro del viejo babeaba este líquido a chorros, Mar no comprendía cómo es que un viejo tan feo, gordo, sucio, borracho y lépero podía coger con esta maestría, sentía un placer nunca antes experimentado que la estaba llevando al borde de otro orgasmo que la dejaría rendida y a merced de un viejo completamente desconocido que esa misma noche la suerte le había sonreído y todo le había salido a la perfección al grado que ya tenía a la jovencita en su cama, desnuda, estimulada y con su oloroso trozo dentro, muy adentro de ella.
El viejo llevó su séptica boca hasta los senos de Mar, esos globos de carne que se movían en cada embestida del viejo y que ya tenía rato que lo estaban provocando visualmente, los succionaba y jugaba con sus pezones moviendo su lengua en forma de círculo, Mar sentía esa lengua babosa y caliente recorrer cada centímetro de sus pechos, estas caricias y la penetración la tenían totalmente entregada, por momentos gemía mientras sus labios denotaban una especie de morbosa risa.
Los gemidos de Mar y el viejo resonaban por todo el cuarto, era lo único que se podía escuchar además de el golpeteo que provenía de las embestidas que hacían chocar ambos cuerpos sudados que por momentos alcanzaba velocidades tan agresivas escuchándose un sonido similar como si una señora estuviera haciendo tortillas a mano, lo que hacía que Mar se diluyera en quejidos y aferrara sus manitas a la sudada sábana que cubría la vieja cama de Pancho.
La verga del viejo hacia maravillas en el colorado botoncito que casi parecía querer salir disparado de tan hinchado que se encontraba, Mar se mordía su labio inferior al mismo tiempo que seguía gimiendo tan fuerte que casi dejaba sordo al gordo, su cuerpo se convulsionaba de nuevo avisando que sería sacudida por otro orgasmo, esta vez jaló la sábana prácticamente tapando su voluptuoso cuerpo junto con el del viejo, haciendo que Taco por un momento dejara de observar la panorámica vista a cambio de una sábana que se movía fornicadoramente.
-te gusta puta, te gusta sentir mi verga dentro verdad?, nada mas con verte se da uno cuenta de que te encanta la verga- preguntaba el ya algo cansado viejo mientras no dejaba de perforarla.
-aaaah, aaaahh, aaaahhh, aaaahhhh, mmmmmmmmmmmhhhhhhhh,- era lo que el viejo tenía como respuesta por parte de Margarita.
-te gusta, dime que te gusta mi verga, dímelo, puta hija de la mierda- decía Pancho, Mar en un completo estado de depravación y en un abandono total de coherencia y cordura grito:
-siiiiiiiiiiiii, me gusta, me gusta su verga, maldito viejoooooooooooooooooo, lo odiooooo  uuuuhhhhhhhhhgggggggg…………. lo odio p………. pero ahhhhhhhhhhhhhhhh, – decía Mar presa de la morbosidad.
-entonces que vergas te estoy haciendo según tuu, vas a ver te voy a dejar bizca de tanto vergazo pedazo de culooooo- dijo Pancho acelerando sus movimientos endiabladamente.
Cada vez que Margarita era ensartada un sonido similar como si un cuerpo macizo chocara con un charco se escuchaba, así como un salpicar de fluidos salían disparados fuera de su vagina producto de la catastrófica colisión de entre ambos órganos reproductivos, los golpes que el viejo daba eran tan bravíos que Margarita debería de tener mucha suerte si su pelvis no resultaba con alguna fractura después del encarnizado y desnaturalizado ayuntamiento carnal.
-no creo poder aguantar mucho puta malnacida, siento que ya viene, aaaaaaaaaahhhhhhhh, no he descargado en casi un meeeeeeeessss- decía el viejo algo forzado.
Los ojitos de Mar veían al viejo pronunciar esas palabras, estaba preocupada porque sabía que el viejo se correría dentro de ella, pero también era imposible no desear llegar a otro orgasmo, el viejo seguía penetrándola y nuevamente la mente de la joven se nublaba por la excitación y la sumisión, no le importaba el trato y todas sus asquerosidades, se aferraba al cuerpo del viejo sintiendo toda su obesidad en su esbelto cuerpo, la cama rechinaba por la fuerza en que era penetrada y parecía que se iba a despernancar, de por si esa cama se había movido unos 30 centímetros de su ubicación inicial gracias a la fuerza que el macho desempeñaba.
-ahora si putita ahí viene mi lecheeeeeeeeeeeeeeee- bramó el viejo.
-n…, noooo, dentro noooooooo, me va a embarazaaaaaaaaaaaaaaaaaaarrrr- alcanzó a gritar Margarita, sin embargo ella misma fue quien enrolló sus piernas como serpiente en el obeso cuerpo del viejo con toda la intención de sentir dentro de ella el correr del apestoso líquido.
-¡siiiiiii Pancho, préñala! ¡quiero cogérmela panzona!, ¡si la preñas te doy lo doble que pagué orita!, jejejejejejejeje- gritaba extasiado el viejo Taco y meneaba más rápido su semierecta verga.
Las piernas de Mar se habían quedado abrazadas al viejo mientras esperaba la descarga, pero también sintió en su cuerpo un calor infernal que provenía de su intimidad, de pronto su cuerpo se tensó mientras ella comenzó a moverse de arriba hacia abajo con la verga del viejo dentro de ella, por más que Margarita quiso impedir su orgasmo el viejo muy hábil meneaba su verga dentro de ella, cosquilleándola por dentro y haciéndola correr una vez más.
-mee vengooooo, meeee vengoooooooooooooooooooo, meee vengoooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooo- gritaba Margarita sin importar al tipo de hombre que se lo decía.
Todos los músculos del cuerpo de Mar se contrajeron principalmente los de su vagina, la chica se ahogó en un intento por jalar aire que casi le resulta imposible, para explotar en un orgasmo descomunal, una corrida que expulsaba fluidos de su sexo todavía ocupado por la verga del viejo como si de una presa desbordada se tratara, el moreno miembro resistió heroico el apretón que la chiquilla le dio, logrando retrasar otro poco su corrida, el viejo tuvo que realizar un esfuerzo sobrehumano para no venirse.
Mar se retorcía y temblaba en la cama, boca arriba, exhausta y tapada con esa andrajosa sábana, el viejo también se veía agotado, aunque más entero que Mar, comenzó a retroceder sacando su verga lentamente del encharcado sexo de la joven cuidando que un roce traicionero le hiciera derramarse en ese momento.
-te corriste Pancho?, te corriste?- preguntaba Eustaquio.
-no, aun no- decía el agitado Pancho.
El viejo sacó su ciclópeo barreno completamente brilloso dejando el coño de Mar muy abierto, un enorme agujero estaba ahora en donde antes eran dos labios vaginales apretadísimos y se podía hacia adentro sin ninguna dificultad, sin embargo su panochita volvía a recuperarse y a través de exquisitas pulsaciones su sexo se volvía a cerrar casi en cámara lenta.
-uuuuhhhhhhhhhhhhh, que bruto, que cogidas pega esta chiquilla, y según ella no sabe, jejejejeje- dijo Pancho.
-debería de pasarle la receta a las chiquillas de la cantina, para que estén igual de cerraditas como ella- dijo Taco
-voy a acabarla de una vez- dijo Pancho.
-siiii, pero préñala Pancho, préñala, hazle una chamaca y cuando nazca me la vendes, jejejejejejeje, la voy a tener bien cuidadita para que crezca igual de tronca que la puta de su madre- decía ese desperdicio de ser humano.
-jejejeje, veré que puedo hacer- dijo Pancho
El viejo se acomodó al lado de la casi desmayada Margarita, quedando ella de espaldas a él, el viejo llevó su brazo derecho por debajo de la cabeza de la semiinconsciente chica, de esta manera la aprisionaba y podía manipular su rostro y sus senos, su brazo izquierdo bajaba por toda la espalda de la joven hasta llegar a manosear sus partes, meter un poco sus gruesos dedos dentro de la adolorida panochita y poner su verga en la entrada de su vagina.
La enorme verga se volvía a alojar entre esos canales vaginales, arrancándole nuevamente gemidos a Margarita, ella pegaba su cuerpo al del viejo sintiendo su calor y llenándose otra vez de su sudor, el cuerpo de Mar, el cual estaba libre de cualquier vello ahora se veía en partes peludo por los vellos que se soltaban del cuerpo del viejo y se pegaban a ella.
El viejo la penetraba con fuerza, podía sentir el perfecto culito femenino chocar contra su abultado vientre, mordía la espalda de la joven y por momentos la daba un fuerte abrazo que apretaba el cuerpo de Mar contra el de él, prácticamente haciéndole crujir sus frágiles huesos para que la chica sintiera el poderío de un verdadero macho.
Pancho se daba gusto observar a Mar, le excitaba su breve espalda, sus hombros estaban cubiertos por varias pecas que respetaban la perfección de su rostro y se negaron a salir sobre su cutis, le excitaba ver ese rojo culito castigado cubierto de gotas de sudor, su cabello que aunque no era muy largo si lo suficiente como para tener ese seductor movimiento que le daba cada una de las estocadas del viejo, pero lo que más llamaba la atención del viejo era ver esos dos hoyitos que se marcaban en la parte baja de la espalda de las muchachas y que muchas gustan lucir, hoyitos que por supuesto se marcaban en la espalda baja de Margarita.
La joven, entregada, confundida y sin explicarse que le pasaba buscó con desesperación los labios del viejo y cuando los encontró le regalo un amoroso beso, si bien el viejo besaba a la chica con depravación y asquerosidad, la chica lo besaba con inocencia y ternura.
El viejo volvió a tomarla de la cintura, las nalgas de la joven chocaban contra su bofa panza, Pancho al estar en esa posición, detrás de Mar, no podía ver el rostro de la chica, pero si podía escuchar todos sus gemidos provocados por la cogida que le estaba dando, el viejo apretaba los dientes a cada embestida que le daba a la afortunada chica, su rostro estaba totalmente descompuesto, los ojos rojos, sudado, la grasa de su cara lo hacían parecer como si le hubieran untado una especie de aceite, su frente mostraba venas muy saltadas que parecían iban a reventar debido a la fuerza que estaba utilizando.
Mar en cambio mantenía su muslo izquierdo levantado para facilitar la penetración, fue en este momento cuando Mar pronunciaba otras imprudentes palabras.
-ayyyyyy, Doooonnn Panchoooooooooo, mmmmmmmmmm que ricooooooooooo,- dijo la muchacha y rápidamente llevó una de sus manos para tapar su boca, esta vez había recapacitado, se había dado cuenta de lo bajo que había caído.
-jejejejeje, dime Pancho o papacito- respondía el viejo con voz agotada.
Entonces el viejo mientras la penetraba dejó de tomar la cintura de la chica y con su mano izquierda estimulaba el clítoris, movía su mano muy rápido hasta que con ese movimiento y la penetración logró arrancarle otro orgasmo que hizo que Mar se retorciera primero y luego tallara su cuerpo en el del viejo, la vagina de Mar se contrajo nuevamente, hasta que hubo un momento en que el conducto vaginal tomó por sorpresa al morado glande mientras se introducía y lo rosó de manera tal que lo obligó a eyacular.
-ahhh cabrona, esa no me la sabia, ¡AAAAAAAAAAAAAAAHHHHHHHHHHH!- gritó el viejo
Su verga se hinchó para de repente empezar a soltar cantidades exageradas de una asquerosa secreción amarillenta dentro del útero de la chica, los bombeos eran tan grumosos que hacían que los conductos deferentes del viejo tuvieran que ampliarse para permitir la salida de ese apestoso fermento, la uretra se expandía hasta la desproporción para dejar salir los voluminosos grumos espermáticos que casi parecían pequeños cálculos renales y que acompañaban al esperma en forma más cercana a líquido, Mar al sentir los potentes chorros chocando contra sus paredes uterinas cerró los ojos y su rostro se descompuso en una especie de gesto gozoso, las paredes del útero eran repelladas por ese pastoso líquido, el viejo en cada chorro también daba otro empujón para hacer que este llegara hasta el fondo, el útero literalmente se llenó de esperma formándose una poza calórica y amarillenta dentro de el y buscando el orificio que lo llevaría a inundar las trompas y ovarios de tan apetitosa chica para así consumar el propósito que tiene la unión sexual entre un macho y una hembra, la preservación de la especie.
El útero de Margarita estaba invadido por semen aun fértil, costras de semen yacían pegadas en la parte superior y no caían debido a lo pegajoso del líquido, el viejo dejó su verga dentro haciendo el efecto de tapón y levantaba ligeramente la femenina pelvis con la finalidad de que su semilla se fuera hasta lo más hondo, Margarita debería de tener mucha suerte si esperaba no quedar embarazada.
Una vez vaciado el viejo bajó el muslo de la fecunda chica quien quedó acostada de ladito abrazada por el viejo quien todavía no sacaba su verga, la sacó hasta que sintió que ya no salía nada, aun así no se le desinfló del todo y seguía en estado de semierección, Mar se quedó quieta, sus ojos se cerraban mostrando lo cansada que estaba, de su sexo salían pequeñas cantidades de esperma, así como un pestilente olor a semen la invadía, un hediondo aroma que llegaba hasta las narices del viejo Taco.
Pancho se despegó de Margarita con mucha dificultad pues ambos cuerpos parecían estar unidos por una especie de velcro que no era otra cosa que el sudor reseco de ellos, el ventoso Pancho se paró de la cama solo para ponerse su viejo calzón y sucio pantalón, mientras Taco reía al haber presenciado el desagradable acto inhumano de apareamiento que se llevó a cabo dentro de ese sucio cuartucho, nuevo hogar de la dulce Margarita.
-ahhh, que rico coges putita, creo que siempre si te vas a quedar a vivir conmigo, jejejejeje,-dijo Pancho
Mar reaccionó asustada
-¡queeeeeee! señor no, por favor ya me cogió, ya por favor déjeme ir- decía de manera dificultosa debido a su agotamiento jalando aire en cada oración pronunciada.
-ehhh, dejarte ir, no putita, me arriesgo demasiado, además ya conoces el camino hasta aquí y eso no me conviene- dijo Pancho.
-señor, le juro que no diré nada, por favor, déjeme ir- decía Mar rompiendo en llanto y respirando todavía algo cansada.
-cállate puta, deja de chillar porque ora si te rajo tu puta madre, mira que no está Felipe para que te defienda- dijo Pancho.
-siiii, pégale, agárrala a golpes hasta molerla,- dijo el mentalmente dañado Eustaquio.
-señor, por favor, no puede hacerme esto, tengo que regresar a mi casa- rogaba la chiquilla.
-desde ahora esta es tu casa, a partir de hoy eres mi nuevo juguete, solo servirás para dos cosas, para limpiar y para coger, esas serán tus dos funciones aquí, entendiste- dijo Pancho.
-señor no, usted está loco, no me haga esto, por favor- la pobre chiquilla ya no sabía que mas decir.
-jejejeje, siiii ya dije, así que presta mucha atención a lo que te voy a decir, como primera tarea, quiero que limpies esta pocilga, no sé cómo le vas a hacer pero quiero que quede reluciente, no tengo jerga así que agarra ese cochino vestido para trapear, ahhh, y si te sobra tiempo te duermes un rato para que agarres fuerzas, porque en la noche vamos a seguir cogiendo y quiero que ora si me des mas batalla, jajajajajaja- dijo Pancho.
-noooooo, por favor, no me haga estooo, pooor favooor, cuantas veces le tengo que decir que no soy una putaaa,- Mar rompía en llanto, poco le importaba mostrar su lado más débil a este par de desalmados a los que parecían no conmoverse con nada.
Pancho y Eustaquio salían con dirección a la cantina a seguir conviviendo y presumir sus valientes logros con la chiquilla dejando a Mar encerrada en la cama, desnuda, sudada y muy cansada, la joven lloraba desconsolada pero también resignada, a pesar de que intentó inútilmente abrir la reforzada puerta golpeándola hasta que sus finas manitas no pudieron mas, desilusionada se regresó a la cama, se enrolló en la sudada sábana para cubrir su desnudez, se recostó con los ojos cerrados pensando que esto era una pesadilla y que pronto despertaría en su casa, gracias al cansancio ni siquiera se dio cuenta cuando se quedó dormida.
Horas después……
Ya había amanecido, los hermosos ojos de Margarita se abrían gracias a tenues rayos de luz que los iluminaban, por un momento había olvidado donde estaba y todo lo que le había sucedido hasta que reconoció el cuarto y volvió a sentir el mancillar en su cuerpo, su espectacular anatomía estaba llena de moretones, su vestido yacía tirado en el suelo completamente roto, lo que hace unas horas era una tanga blanca ahora eran solo dos inservibles hilos tirados en el piso.
La hermosa chica se levantó enrollada en la sucia sábana que cubría la apestosa cama para evitar su desnudo andar, no sin antes sentir un molesto dolor de caderas y una punzada en su vientre, levantó su vestido y vio que estaba completamente roto, observó un viejo ropero, lo abrió y sacó una camisa propiedad del viejo Pancho, no dudó en ponérsela pues la sábana que traía era algo traslucida y además apestaba a toda clase de fluidos corporales, la prenda le quedaba grandísima, las mangas cubrían por completo todo el largo de sus brazos, pero para ella era perfecta para cubrir sus endemoniadas curvaturas.
Observó un pequeño cuarto que la noche anterior no había visto, entró y vio un baño, buscó la taza y sin importar su precario estado se vomitó tras recordar lo sucedido, el efecto del afrodisiaco había desaparecido y ahora si sentía asco de lo acontecido y de ella misma por haberlo disfrutado y permitido.
Buscó algún jabón de tocador y encontró uno muy desgastado y cubierto de pelos, jaló la rechinadora perilla y afortunadamente si servía, así que procedió a desvestirse, a pesar de la ausencia de luz podía observa tímidamente un clavo para colgar la camisa.
Revisó todo el pequeño cuarto, tratando de descubrir alguno de esos bichos desagradables que suelen habitar los baños descuidados, al no percatarse de ninguno procedió a bañarse.
La fría agua de la regadera caía sobre el voluptuoso cuerpo de la chica, haciendo maravillas en ese maltratado cuerpo, regresándole la frescura perdida, mientras ella con la coquetería que distinguía cada uno de sus movimientos tallaba el jabón por toda su femenina piel, podía sentir que junto al agua cayendo por su cuerpo también caían todos esos restos de babas y fluidos asquerosos que la cubrían.
La jovencita quitaba todos esos líquidos repulsivos de su rostro, e intentaba sacar toda esa porquería que se había alojado dentro de su vagina pero le era inútil, sabía que estaba en días fértiles, lo único que le quedaba era que el semen del moreno y gordo viejo ya no fuera tan potente, como en forma de río un pequeño chorro de agua caía por su blanco monte Venus, su alborotado cabello adquirió un alaciado perfecto gracias al agua de la regadera, y gracias a lo frío del agua sus labios tomaron una tonalidad rojiza que los hacía ver muy comestibles, sin mencionar que sus puntiagudos pezones reaccionaba de la misma manera.
Mar terminó de bañarse dejándose como nueva, lo único que no pudo quitar fue el semen alojado en su interior y los numerosos moretones que cubrían su piel, se vistió con la misma camisa y con un coqueto pero acostumbrado caminar se dirigió de nuevo a la cama, allí se sentó y no pudo evitar llorar por todo lo que le había pasado y por lo que imaginaba le faltaba pasar.
En ese momento, en la cantina, Pancho platicaba con Felipe y otros tres hombres, de edad y corpulencia similar a él e igual de feos, se habían puesto de acuerdo para platicar sobre la persona a la que espiaban, un hombre de buena posición económica.
-bueno caballeros el jefe me está presionando porque no le hemos dado su cuota mensual, lo malo es que ustedes no reciben los regaños, está insiste e insiste que casi lo tengo metido en el culo, a ver, quien me da opciones,- decía Felipe.
-por suerte yo tengo ubicado a un cabrón que casi nos va a sacar de pobres- decía el moreno Pancho.
-quién Pancho?- preguntó uno de los rufianes.
-su nombre es Gustavo Fuentes, un importante empresario- dijo Pancho.
-ese puto viejo yo lo conozco, es bien caliente con las hembras, yo lo he visto como entra a bares finos de gente rica y sale con putas bien buenas directo a los moteles,- dijo otro viejo
-yo digo que entremos a su casa y violemos a su esposa enfrente de él y de paso también se la metamos a él por puto- dijo otro viejo
-no, tampoco podemos hacer tanto escándalo, tiene que ser limpio y solo a él, y si no quiere cooperar entonces secuestramos a su hija, mira que le tengo unas ganas a esa escuincla, con lo que me calientan las chiquillas altaneras,- dijo Pancho.
-sí, esas altanerillas siempre son las más putas, se tragan unas vergotas como la mía, jejejejeje- decía uno de los depravados enseñando un bulto considerable mientras todos los demás reían.
-Pancho, pero como podría ser entonces, y porque no quieres escándalo, la poli ya sabe como trabajamos- dijo otro viejo.
-tampoco hay que llamar tanto la atención, mira que hay mucho policía nuevo que aun no saben quién manda aquí, además que tal si los perros andan sueltos, te les vas a poner al brinco a ellos?- decía Pancho refiriéndose a los militares, quienes ya empezaban a hacer recorridos en otras zonas bajas.
-pues mira, ese pendejo tiene cierta debilidad por las putas, pero putas de buen ver, hay que aprovecharnos de eso, no sé, podemos contratar una puta que esté tan sabrosa que no pase desapercibida para él, y que esta piruja lo lleve a un motel alejado, que nos mande un mensaje o llamada en donde se encuentran y el número de la habitación donde están, entramos y lo trabamos, todo en menos de cinco minutos,- dijo uno de los viejos.
-aja, y donde vamos a conseguir una puta de esas, si mira que la Silvia y la Citlalli serán las más buenas del bar pero ya se les ven lonjas, y ya caminan bien abiertas, ahora no pensaras llevarle a la Lencha- dijo Felipe.
-jajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajaja- todos los viejos rieron a carcajadas.
Todos los demás se quedaron callados, pensando, sin embargo no daban con una muchacha de tanto calibre, hasta que Pancho habló.
-jejejeje, tengo una, la acabo de secuestrar, una a la que ese vejete no podrá resistirse, está tan buena que es capaz de levantarle la verga a los muertos,- dijo Pancho mostrando una sonrisa presumida.
-la Margarita?- dijo Felipe.
-esa mera- dijo Pancho mientras los demás viejos ponían cara de ignorantes pues no conocían a tan escultural fémina.
-y crees que se preste, que tal si aprovecha que la soltamos tantito para escaparse- dijo Felipe.
-para eso debemos de tener algo que la amarre a nosotros, algo que haga que esa puta a pesar de que la dejemos en otro Estado regrese a nosotros por decisión propia- dijo Pancho.
-algo como qué?- preguntó otro.
-algo como………  su jefecito, jejejeje, tengo pensado hacerle una visita hoy a mi suegro- dijo Pancho.
-eres malo Pancho- dijo Felipe
-lo sé jejejeje, es mas orita mismo voy a convencer a esa hija de puta, jajajajajajajajajajajajajajajajajaja- reía Francisco.
Margarita estaba acostada en la cama, la visión era impresionante al verse con una camisa de manga larga húmeda (ya que al no encontrar una toalla no se había secado) trasparentando su apetitoso cuerpo, con sus interminables piernas arqueadas e imaginarse que debajo no llevaba ningún tipo de ropa interior, claro está que la niña tenía sus piernas cerradas y utilizaba la camisa para tapar sus íntimos encantos, su cabello aun continuaba mojado y al ser castaña y estar a contra luz aparentaba un hermoso tono rubio rojizo, la belleza natural de esta niña era simplemente inigualable.
Estaba distraída pensando como escapar mirando como las ventanas tenían angostas protecciones por donde nunca cabría cuando un duro jalón a la puerta la despertó, era el viejo Pancho que venía a explicarle su nueva tarea como carnada de viejos verdes y ricos.
-mira nada más, ahí te ves bien, acostadota, porque no has limpiado el cuarto?- dijo Pancho.
-váyase al diablo viejo asqueroso, yo no voy a ser su chacha- dijo Margarita.
-jejejejeje eso lo arreglaremos después, mira chiquilla bolluda, por hoy pospondremos lo de la cogida, necesito que te emputescas porque esta noche nos vas a ayudar a capturar a un importante hombre de negocios- dijo Pancho.
-queeee?- dijo Mar
-escuchaste bien, o que, la cogida de ayer te dejó sorda?- decía el gordo.
-yo no me prestare a hacer esas cosas, yo no soy una……….- dijo Mar
-¡ah no quieres?!, mira chiquilla, aquí tengo tu credencial de elector (el viejo mostraba la cartera de la joven) que me dice la dirección exacta donde vives, y gracias a ello puedo hacerle una visita al maricón de tu jefe, y no será una visita agradable,- amenazaba el viejo.
-nooooo, no haga eso, le juro que lo mataré si hace eso- decía Margarita envalentonada mostrando un rostro enojado.
-jejejejeje, tu, matarme a mí, cuantos cabrones no lo han intentado y ninguno lo ha conseguido y ahora me dices que tu, una putilla cualquiera, una chiquilla mugrosa, una…………… escuincla pendeja, me va a matar a mí, a ver, eso es algo que quiero ver, ora inténtalo- retaba burlonamente el viejo Pancho haciéndole a dar a Margarita su navaja para que mandara el primer golpe.
Margarita se llenó de impotencia al darse cuenta de que sus fuerzas no eran lo suficiente como para hacerle daño al viejo, ella reconocía que el viejo podía aplastarle la cabeza en cuanto se le diera la gana.
-entonces que chamaca, vas a venir con nosotros sí o no?, ya sabes lo que pasará si te niegas- dijo Pancho.
-sí, lo haré- dijo la resignada joven, su rostro se empañaba nuevamente y uno de sus ojos dejaba caer una fría lágrima por la responsabilidad que se acababa de echar.
-más fuerte que no te escuché- dijo Pancho.
-dije que sí, lo haré, haré todo lo que me diga a cambio de que no lastime a mi papá- dijo una desamparada muchachita.
-eso, así me gustan, pendejas y obedientes jejejejejeje- dijo Pancho.
El risueño Pancho salió del cuarto dejando nuevamente encerrada a la chamaca, la había engañado, la visita que tenía pensada hacerle a su padre no la había cancelado, Margarita sollozaba por el ahora nuevo trabajo que desempeñaría, una actividad que ella siempre vio de personas cobardes e incapaces de ganarse el dinero dignamente, una actividad que solo practicaba la escoria de la sociedad, ahora ella formaría parte de ellos; ella, una preciosa y elegante muchachita de recién 18 años, seria y de buenos sentimientos junto a cinco bastardos y depravados animales, si es que los animales se merecen tal insulto.
Continuara……………
Para contactar con el autor:

vordavoss@outlook.com

 


“Defendiendo el buen nombre familiar de un intruso” Libro para descargar (POR GOLFO)

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SINOPSIS:

Unos disturbios en el barrio de Totenham cambiaron su vida, aunque Jaime Ortega no se entró hasta diez años después cuando a raíz de un desdichado accidente le informaron de la muerte de Elizabeth Ellis, la madre de un hijo cuya existencia desconocía.
Tras el impacto inicial de saber que era padre decide reclamar la patria potestad, dando inicio a una encarnizada guerra con Lady Mary y Lady Margaret Ellis, abuela y tía del chaval. Desde el principio, su enemistad con la menor de las dos fue tan evidente que Jaime buscó la amistad de la madre y mas cuando descubre que esa cincuentona posee una sexualidad desaforada.

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Para que podías echarle un vistazo, os anexo los TRES primeros capítulos:

1

Esa tarde de agosto bien podría haber sido como cualquier otra, si no llega a ser por los disturbios que sacudían Londres y más concretamente el barrio de Tottenham donde vivía. Acostumbrado a una vida apacible en su Madrid natal, Jaime Ortega jamás había sentido tanto miedo. La orgía de violencia que recorría las calles le había hecho encerrarse en su apartamento al temer que su color de piel le hiciera objeto de las iras de los manifestantes.

Los disturbios habían empezado a raíz de la muerte de un haitiano de raza negra a manos de la policía y mientras las autoridades consideraban el hecho como algo fortuito, sus paisanos la consideraban un asesinato racista y por ello clamaban justicia. Tal y como suele suceder en ese tipo de tumultos, una vez prendida la mecha, los elementos más extremistas aprovecharon la circunstancia y convirtieron esa justa protesta, en una espiral de sangre y fuego que amenazaba la vida y el patrimonio de muchos inocentes.

Desde la seguridad de su ventana, observó como la turba no contenta con romper escaparates y quemar los automóviles aparcados en las aceras, se había lanzado a atacar a la única patrulla que se había atrevido a salir a recorrer ese distrito.

―Se va a armar― exclamó al ver que habían cercado a un policía y que el agente había sacado su pistola, temiendo por su vida.

El sonido de un tiro retumbó en sus oídos justo en el momento en que descubría a una mujer blanca intentando entrar en un edificio cercano. Durante unos segundos dudó que hacer, pero comportándose como un cretino irresponsable, decidió ofrecerle su ayuda a pesar de que con ello ponía en peligro su propia vida.

Bajando los escalones de dos en dos, llegó a la puerta y abriéndola, llamó a la mujer que seguía intentando abrir la suya. Era tal el estruendo que producían los manifestantes al gritar que fue imposible que le oyera y cometiendo por segunda vez una tontería, salió por ella mientras a su alrededor se sucedían las carreras y las cargas policiales.

La desconocida estaba tan nerviosa que al verle llegar pensó que la iba a asaltar y como acto reflejo se puso a pegarle con el bolso. Viendo que la turba se acercaba peligrosamente donde estaban, tomó una decisión desesperada y sin medir las consecuencias, se la echó al hombro y salió corriendo de vuelta hacia su portal.

Como no podía ser de otra forma, la mujer protestó y durante el trayecto, intentó zafarse, pero no lo consiguió y por ello al depositarla en el suelo, empezó a gritar como una loca, suponiendo quizás que iba a violarla.

«¡Esto me ocurre por imbécil!», pensó y mientras se daba la vuelta para subir a su piso, le dijo a la desconocida: ―Será mejor que espere a que se vaya esa gente antes de salir― tras lo cual se metió en el ascensor.

Fue entonces cuando esa mujer cayó en la cuenta de que no era un asaltante sino un benefactor y muerta de vergüenza, le dio las gracias por sacarla de la calle.

Jaime ni siquiera se había dignado en contestar, pero de reojo vio que un grupo de violentos estaban intentando entrar en su edificio y sin pensárselo dos veces, tiró del brazo de la desconocida y la metió en el ascensor, justo en el instante en que la puerta caía hecha añicos.

Sin dirigirle la palabra al llegar a su piso y tras cerrar con llave, aseguró la puerta poniendo una barra de hierro para hacer palanca mientras a su lado la mujer permanecía tan callada como asustada.

―Hay que llamar a la policía― dijo considerando que esa barrera no aguantaría mucho si esos energúmenos decidían forzarla.

Desgraciadamente el número de emergencia estaba totalmente saturado y a pesar de los múltiples intentos para comunicar la precaria situación en la que se encontraban, solo consiguió dejar un recado en el contestador.

«¡Mierda! ¡Ya están aquí!», masculló entre dientes al escuchar voces en el pasillo y haciendo una seña, rogó a la aterrada mujer que mantuviese silencio. Ésta le hizo caso y durante cerca de cinco minutos, ninguno de los dos emitió ruido alguno que pudiese llamar la atención de los alborotadores.

Eso le permitió observarla sin que se sintiera intimidada:

«Es casi una niña», sentenció valorando el desmesurado pecho con el que la naturaleza había dotado a esa mujer y solo cuando ya no escuchaba ruido alguno, se atrevió a ofrecerle un café.

―Mejor un té― respondió casi susurrando.

Acostumbrado a los diferentes acentos de Inglaterra, Jaime comprendió que esa rubia pertenecía a la clase alta por el modo en que entonaba sus palabras y eso le sorprendió porque ese barrio era de clase obrera.

«¿Qué cojones estará haciendo aquí?», pensó, pero asumiendo que tendría tiempo de enterarse, decidió no preguntar y calentar el agua con el que hacer la infusión que le había pedido.

―Te debo una disculpa.

―No te preocupes― replicó mientras disimuladamente admiraba el trasero de su invitada, cuyo pantalón no conseguía ocultar el magnífico culo que escondía en su interior.

Sabiendo que pasaría junto a esa preciosidad unas cuantas horas antes que la policía consiguiera reestablecer el orden, se puso nervioso y al poner en sus manos el té, se presentó. Por un momento, la cría dudó si decirle su nombre y cuando finalmente le dijo que se llamaba Liz, bromeando con ella, Jaime le contestó:

―Estás en mi casa y en español tu nombre es Isabel.

Esta al captar que estaba de guasa, le replicó:

―Estamos en Inglaterra y por lo tanto seré yo quien te llame James.

Que optara por la vertiente formal de su nombre en vez de elegir la de Jimmy, confirmó sus sospechas de que su invitada era una pija.

El griterío proveniente del pasillo les alertó nuevamente de la proximidad de esos matones. Durante un instante se quedaron mirándose sin saber cómo actuar ni qué hacer.

―Acompáñame― susurró a la muchacha al escuchar que los alborotadores estaban tirando la puerta de un piso vecino.

No tuvo que repetir su sugerencia, Isabel temiendo por su propia seguridad le siguió hasta su cuarto y solo cuando le vio abrir la ventana, preguntó por sus intenciones.

         ―Estoy buscando una vía de escape por si esos cabrones consiguen entrar― contestó mientras comprobaba que fuera posible alcanzar la escalera de emergencia.

Afortunadamente, el acceso era sencillo y previendo que debía hacer algo para tener tiempo de reacción en caso necesario, atrancó con muebles la puerta de la habitación.

―Esto resistirá al menos un par de minutos― satisfecho comentó tras comprobar su resistencia y más tranquilo, se sentó en una silla mientras le ofrecía a Liz que tomara asiento sobre la cama.

Temporalmente a salvo, la muchacha se echó a llorar y por ello le pidió que se callara porque no era conveniente hacer ruido. Los propios nervios de la rubia provocaron que, en vez de obedecer, incrementara el volumen de sus lloros. Temiendo que la turba los escuchara, no le quedó otra que soltarle un tortazo para que se tranquilizara.

Liz enmudeció por la sorpresa y fue entonces cuando Jaime aprovechó para decirle al oído mientras la abrazaba:

―Perdona, pero estabas llamando la atención. Tenemos que permanecer en silencio.

Acariciando su mejilla con la mano, insistió en la necesidad de estar callados. Ella comprendió que había hecho lo correcto y levantando su mirada, dijo en voz baja que lo sentía y que no volvería a dejarse llevar por la histeria. Incomprensiblemente, ese guantazo había disuelto todos sus recelos y buscó el contacto con ese desconocido apoyando la cabeza sobre su pecho.

Jaime palideció porque contra su voluntad el olor de esa mujer provocó que sus hormonas se pusieran en funcionamiento mientras en su interior comenzaba a florecer una atracción brutal por ella. Solo haciendo un verdadero esfuerzo, consiguió repeler las ganas de besarla. Eso sí, lo que no pudo fue que bajo el pantalón su pene despertara y luciera una erección que, afortunadamente, pasó desapercibida.

―Deberías intentar dormir. La noche será larga― susurró en su oído mientras delicadamente la tumbaba sobre las sábanas.

Sus palabras lejos de tranquilizar a la muchacha incrementaron sus temores y cuando quiso separarse de ella, con lágrimas en los ojos, Liz le pidió que siguiera abrazándola. Jaime, avergonzado, disimuló como pudo el bulto de su entrepierna y se tumbó junto a ella…

2

Durante más de dos horas, permanecieron abrazados, pero no pudieron descansar al temer que en cualquier momento la turba volviera y que para salvar sus vidas tuvieran que huir de su momentáneo refugio. Quizás la más nerviosa era Liz, no en vano era consciente que, de caer en manos de esos sujetos, su destino no sería halagüeño. En el mejor de los casos la matarían por ser blanca y en el peor, ¡también!, pero tras usarla para satisfacer sus más oscuros apetitos.

«Esos malditos me violarían», meditó mientras agradecía a Dios haber encontrado a un hombre como Jaime que no la veía como un pedazo de carne.

Lo que esa mujer desconocía era que en ese preciso instante el hombre, entre cuyos brazos se había cobijado, estaba haciendo verdaderos esfuerzos por no excitarse nuevamente ya que, por la postura, tenía una visión casi completa de su escote y estaba seguro de que a poco que ella se moviera iba a dejar uno de sus pezones al descubierto.

En un momento dado, la joven apoyó su cabeza en el pecho de su compañero de infortunio y llorando desconsolada, se pegó a Jaime buscando consuelo mientras éste se afanaba en arrullarla. La ausencia de actividad permitió que poco a poco Liz fuera calmándose hasta que contra todo pronóstico cayó profundamente dormida. Lo malo fue que tal y como estaba abrazada, su benefactor no podía moverse sin correr el riesgo de despertarla.

Al sentir la suave piel del muslo de la chavala rozando el suyo, se empezó a poner nervioso, imaginando que no tardaría en darse cuenta del tamaño que nuevamente había alcanzado su pene.

«Si se despierta, va a notar que estoy empalmado», pensó al sentir la presión que involuntariamente ejercía la vulva de la muchacha sobre su erección.

 A la desesperada intentó cambiar de postura, pero la rubia no le dejó separarse e instintivamente buscó su contacto provocando con ello que el hierro ardiente, en que se había convertido ya la virilidad de Jaime se incrustara irremediablemente entre sus pliegues.

«No puede ser», se lamentó este al sentir el calor que manaba del sexo de la desconocida y que, debido a ello, de forma lenta pero inexorable su miembro había alcanzado su máximo tamaño.

Si antes sentía que le iba a resultar difícil no excitarse, ahora sabía que era imposible y resignado, tuvo que hacerse a la idea que ese suplicio se iba a prolongar todo el resto de la tarde o al menos hasta que esa cría se despertara.

La situación no hacía más que empeorar porque cuando Jaime intentaba alejarse del cuerpo de la muchacha, ella se pegaba más a él encajando su pene más en su interior. Si no llega a ser inconcebible, Jaime hubiera afirmado que lo estaba haciendo a propósito y no pudiendo hacer nada por evitar empalmarse, acabó por quedarse dormido abrazado a ella.

Liz se percató en seguida de que su benefactor se había quedado dormido y a pesar de que le seguía extrañando que no hiciera ningún intento por aprovecharse de ella, tuvo que reconocer que estaba disfrutando de la dulce presión que esa miembro totalmente tieso ejercía sobre su clítoris.

«¿No me encontrará lo suficientemente atractiva para dar ese paso?», se preguntaba mientras trataba de contener la tentación de moverse.

Acostumbrada a que los hombres babearan por ella, le resultaba raro y excitante que ese extranjero no hubiese aprovechado que supuestamente estaba dormida para meterla mano y más aún cuando ella tenía claro que le costaría rechazar al dueño de semejante aparato.

«Algo así no se encuentra todos los días», dijo para sí mientras inconscientemente movía sus caderas intentando calmar su creciente calentura.

Para su desgracia, ese movimiento incrementó exponencialmente el deseo que sentía y antes que pudiera evitarlo, sintió que su coño se anegaba.

«Voy a mojarle el pantalón», temió al sentir que la humedad desbordaba los límites de sus pliegues y empapaba ya el leggings que llevaba puesto.

La razón le pedía que se separara de él, pero su naturaleza fogosa que tanto le había costado ocultar la azuzaba a seguir disfrutando del roce de ese enorme tronco.

«Dios, ¡qué bruta me tiene!», sollozó en silencio mientras movía lentamente su sexo sobre la verga del desconocido.

Se sentía una enferma, pero por mucho que quería dejar de restregarse contra él, no podía. Tras seis meses sin novio, esa hermosa polla era una tentación irresistible.

«Debe tenerla llena de venas», dijo para sí mientras en su mente, imaginaba que se agachaba y devoraba la virilidad que se escondía entre sus piernas.

La mera idea de que algún día pudiera observar esa belleza al natural le azuzó a incrementar la presión con la que estrujaba ese falo contra su sexo y antes de darse cuenta de lo que se avecinaba, sufrió los embates de un silencioso, pero igualmente placentero orgasmo.

«No me puedo creer que me haya corrido», pensó lamentándolo únicamente por lo que Jaime pudiese pensar de ella, «creerá que soy una fulana».

Tal y como había temido, al sentir que tenía el pantalón mojado, el hombre se despertó, pero, por suerte para la rubia que seguía haciéndose la dormida, pensó que la mancha de su pantalón se debía a la revolución hormonal que Liz había provocado en él y que su presencia era resultado de que, en mitad de un sueño, había eyaculado sobre su calzón.

«¡Qué vergüenza!», exclamó mentalmente mientras se escabullía hacia el baño, «solo espero que Liz siga dormida hasta que se le seque la ropa» …

3

Llevaba disimulando más de media hora, cuando de pronto escuchó su teléfono sonar y temiendo que atrajera la atención de los violentos, Jaime se levantó asustando a cogerlo.

No pudo evitar emitir un suspiro de alivio al enterarse que era la policía londinense devolviendo su llamada. La alegría le duró poco porque tras preguntarle su nombre y el de todos los que estuvieran con él en la casa, la telefonista le comunicó que deberían mantener la calma y seguir encerrados porque les estaba resultando difícil reinstaurar el orden.

― ¿Sabe lo que me está pidiendo? ― exclamó acojonado― ¿Es consciente de lo que le ocurriría a la muchacha que está conmigo si cae en manos de esa chusma? ¡Joder! ¡Es una rubia preciosa! ¡La violarían antes de matarnos! ¡Necesito que la saquen de aquí!

La empleada intentó tranquilizarlo, pero lo único que consiguió fue enfadarlo más hasta que viendo que no iba a conseguir nada, se despidió de él diciendo que le mandaría ayuda lo más rápido que pudiera.

― ¿Qué te han dicho? ― Liz preguntó desde la cama.

―En pocas palabras, que tenemos que buscarnos la vida. La situación debe ser peor de lo que pensábamos porque según esa inútil, la policía no puede hacer nada por nosotros― contestó mientras repasaba sus opciones.

No tuvo que esforzarse mucho para comprender que básicamente solo tenía una alternativa y era atrincherarse en ese cuarto hasta que llegara la ayuda porque la idea de subir a la azotea era todavía mas arriesgado que quedarse ahí. Habiendo decidido que permanecerían ahí, se planteó temas mas mundanos como la comida. Como lo poco que tenía en la casa, estaba en la cocina, no quedaba más alternativa que retirar momentáneamente los muebles que había colocado en la puerta para ir por las provisiones.

Tras explicárselo a la mujer, comenzó a desmontar la improvisada barrera intentando no hacer ruido para no alertar a nadie de su presencia.  A los cinco minutos y después de haber recolectado comida para un par de días, volvió a colocarla en su posición original mientras Liz le observaba sin perder detalle.

― ¿Tienes hambre? ― preguntó pensando que el interés de la chavala se debía a su estómago vacío.

Sonriendo, contestó:

― ¿Realmente me ves preciosa o solo lo decías para conseguir ayuda?

Jaime tardó unos segundos en caer en que hablaba de su conversación con la policía y sin ganas de reconocer que la hallaba sumamente atractiva, insistió en sí quería algo de comer. La rubia soltó una carcajada al percatarse de la incomodidad que había provocado en él y queriendo profundizar en la brecha que había descubierto, se acercó:

―No me has contestado… ¿te parezco bonita?

Esa pregunta le pareció de lo mas inoportuna y con voz seria, le recordó la difícil situación en la que estaban y que debían de concentrarse en sobrevivir. La sensatez de Jaime alentó el carácter travieso de Liz y sin medir las consecuencias, lo miró en plan coqueto mientras se pegaba a él.

― ¿Qué coño haces? ― preguntó más excitado que molesto al sentir la presión que la entrepierna de la rubia ejercía contra su sexo.

Sin dejar de frotarse contra él, sonriendo contestó:

―Agradecerte el haberme salvado.

Liz al comprobar que sus maniobras estaban levantando y de qué forma el miembro del joven, se vio dominada por el deseo. Sin pedir su opinión, se arrodilló ante él y llevando las manos a su bragueta, lo liberó de su encierro. No contenta con ello, se puso a lamer el pene mientras comenzaba a juguetear con sus testículos.

La maestría de la rubia haciéndole esa inesperada mamada le tenía impresionado y por ello no opuso resistencia cuando con un suave empujón, le obligó a sentarse sobre la cama.

― ¡Qué ganas tenía de conocerte! – comentó mirando la erección y acercando su cara a ella, comenzó a restregarla contra sus mejillas.

Momentáneamente, el joven se olvidó del peligro en que se hallaban y no hizo ningún intento por pararla cuando sacó la lengua y se puso a recorrer con ella los bordes de su glande. Es más, dejándose llevar, separó sus rodillas y acomodándome sobre el colchón, la dejó continuar. Liz al advertir que no ponía ninguna pega a sus maniobras, lo miró sonriendo y besando su pene, le empezó a masturbar.

Jaime no dudó en protestar al sentir que usaba las manos en vez de los labios, pero la chavala haciendo caso omiso a su queja, incrementó la velocidad de la paja mientras le decía que le diera de beber porque tenía sed. Nunca se esperó que una niña bien le hiciera semejante petición y menos que llevando la mano que le sobraba entre sus propias piernas, la rubia cogiera su clítoris entre los dedos y lo empezara a torturar.

Por eso no supo que decir cuando observó a esa preciosidad postrada ante él mientras masturbaba a ambos y menos cuando sin necesidad de que él interviniera, Liz se vio sacudida por un brutal orgasmo y poseída por una extraña necesidad, le gritó de viva voz:

― ¡Córrete en mi boca!

Acogiendo como propio el deseo de esa mujer, descargó casi de inmediato en su interior la presión que acumulaban sus huevos mientras, pegando un grito de alegría, la rubia intentaba no desperdiciar ni una gota de la simiente que estaba vertiendo en su garganta.

Para su deleite, en cuanto terminó de ordeñar su miembro, esa mujer se le volvió a sorprender porque decidida a someterlo, se sentó encima de sus rodillas.

― ¡Espero que te gusten! ― exclamó con los pechos a escasos centímetros de su cara y antes que pudiera hacer algo por evitarlo, se bajó los tirantes del sujetador y con una sonrisa en los labios, lo miró mientras iba liberando sus senos.

Aunque los había visto a través de su escote, tuvo que admitir que en vivo y en directo sus pezones eran aún más maravillosos. Grandes y de un color rosado claro, estaban claramente excitados cuando forzando su entrega, esa mujer rozó con ellos los labios de Jaime sin dejar de ronronear.  

A pesar de que lo que realmente le apetecía era abrir la boca para con los dientes apoderarse de esas bellezas, Jaime prefirió seguir quieto como si esa demostración no fuera con él, temiendo quizás que, si colaboraba con ella, la rubia perdiera su interés en él.

Esa ausencia de reacción, lejos de molestarla, fue incrementando poco a poco su calentura y hundiendo la cara del hombre entre sus pechos, maulló en su oreja:

―Necesito que me folles.

Para entonces su pene había recuperado la entereza, presionando la entrepierna de la rubia, la cual, imprimiendo a sus caderas un suave movimiento, empezó a frotar su sexo contra él mientras incrustaba el glande del muchacho entre los pliegues de su vulva. Solo la barrera que representaban sus bragas impidió que la penetrara.

― ¡Me encanta que te hagas el duro! ― rezongó mientras se retorcía al sentir cada vez más mojado el coño y moviendo su pelvis de arriba y a abajo a una velocidad pasmosa, le avisó que estaba a punto de correrse.

Jaime no la creyó porque no en vano hacía menos de tres minutos que se había corrido y por eso pensó que estaba actuando cuando sus débiles gemidos se convirtieron en aullidos de pasión.

En otro momento no hubiera soportado esa tortura y hubiese liberado su tensión follándosela, pero sabiendo que podían oírlos, le tapó la boca con las manos mientras esa loca se corría.

― ¡Dios! ― intentó gritar al sentir que su sexo vibraba dejando salir su placer: ― ¡Me estás matando!

―Quieres callarte y quedarte quieta, nos vas a descubrir― le chilló molesto.

A pesar de su queja, la rubia siguió frotando su pubis contra él durante un par de minutos hasta que dejándose caer sobre su pecho se quedó cómo en trance mientras la mente de Jaime se sumía en el caos. Aunque estaba orgulloso por haber sabido mantener el tipo y no entregarse a la lujuria, le cabreaba pensar que había perdido la oportunidad de tirarse a esa monada y mas cuando viéndola desnuda a su lado, no podía hacer otra cosa que observar el dibujo con forma de corazón que llevaba tatuado en mitad de la nalga.

Para su desesperación poco le duró la tranquilidad ya que en cuanto hubo descansado unos minutos, esa inconsciente le soltó:

―Todavía no me has follado.

Trató de hacerle ver que era una locura, pero ella, poniendo cara de zorrón, se quitó el tanga y sentándose a horcajadas sobre él, comenzó a empalarse lentamente. La parsimonia con la que lo hizo permitió a Jaime disfrutar del modo en que su extensión iba rozando y superando cada uno de los pliegues de esa cueva que le recibía empapada.

― ¡Qué estrecha eres! ― murmuró al sentir cómo iba envolviendo su tallo y cómo dulcemente lo presionaba.

Entregada a su lujuria, Liz no cejó hasta que el glande de su momentánea pareja tropezó con la pared de su vagina y sus huevos golpearon su trasero. Entonces y solo entonces se empezó a mover lentamente sobre él sin dejar gemir al hacerlo.

Sus sollozos recordaron a Jaime el sonido de un cachorro llamando a su madre, suave pero insistente. Y olvidando cualquier rastro de cordura, apoderándose de sus pezones, los empezó a pellizcar entre los dedos.

―Cabrón, no pares― Liz murmuró al sentir como los torturaba estirándolos cruelmente para llevarlos a su boca y gritó su excitación nada más notar la lengua de su benefactor jugueteando con su aureola.

La niña tímida había desaparecido totalmente, y en su lugar apareció una hembra ansiosa de ser tomada que, habiendo resbalar su cuerpo contra él, intentaba incrementar su calentura.

La cueva de la muchacha se anegó totalmente, empapando las piernas de Jaime con su flujo al sentir que los dientes de él se hundían en la piel de sus pechos mientras con las manos se afianzaba en su trasero.

―Córrete por favor― berreó de placer, demostrando que estaba disfrutando y mucho.

Jaime supo que no iba a poder aguantar mucho más, y apoyando sus manos en los hombros de la joven forzó la profundidad de su cuchillada mientras se licuaba en su interior.

Las intensas detonaciones de su pene llenaron de blanca semilla la vagina de la muchacha y juntos cabalgaron hacia el clímax. Pero justo cuando agotado y satisfecho, Jaime besaba por primera vez a Liz, la habitación pareció estallar en mil pedazos.

Todavía seguían abrazados cuando una horda de encapuchados entró en la habitación, atravesando la puerta.

― ¿Quiénes son? ― queriendo proteger a Liz, Jaime preguntó.

El que debía ser el líder, ni siquiera se dignó en contestar y dirigiéndose a la muchacha que parecía menos nerviosa que su acompañante, comentó:

―Su padre desea que nos acompañe. ¡Este barrio no es seguro para usted!

Aunque literalmente era una propuesta, en realidad era una orden. Sin esperar que la chavala reaccionara, tiraron de ella y tal y como llegaron desaparecieron de allí. Jaime intentó evitarlo, pero lo único que consiguió fue que la culata del arma de uno de esos desconocidos le rompiera un par de muelas…

Relato erótico: “Obsesión por mi cuñado (Parte 2 de 2) ” (POR TALIBOS)

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OBSESIÓN POR MI CUÑADO (PARTE 2 DE 2)
A la mañana siguiente desperté bastante descansada, pues dormí como un bebé. Al acostarme, bastante nerviosa e inquieta por todo lo acontecido, temí desvelarme dándole vueltas al coco; pero qué va, me quedé frita casi de inmediato, durmiendo toda la noche de un tirón.
Me desperté como nueva.
De todas formas, estaba un poquito alterada por tener que encontrarme de nuevo con Iván, después de todo lo que había pasado, pero el chico nuevamente me sorprendió, pues se mostró en todo momento tranquilo y natural, como si nada hubiera sucedido entre nosotros.
No sé, esperaba que intentara seducirme de nuevo; que, una vez probadas las mieles de mi cuerpo, estuviera deseando venir a por más; pero no, Iván respetó al milímetro mis deseos, sin llegar siquiera a mencionar de pasada que el día anterior hubiera pasado nada raro.
Casi me sentí ofendida.
Jo, lo sé, no tiene sentido lo que digo, pero era así. Esperaba que el inexperto chico estuviera muriéndose de ganas, que intentara algo; incluso había ideado unas cuantas excusas para pararle los pies si llegaba a insinuar algo.
Pero nada.
Me saludó como siempre y, tras desayunar, reanudamos el trabajo con la pintura. Yo me sentía un poco tensa, allí a solas con él, pero Iván en cambio se mostraba relajado. Más que otras veces. No pude evitar pensar que había madurado mucho en un solo día.
Seguimos como siempre, pintando y ordenando trastos y, en cuanto yo misma me serené un poco, recuperamos nuestro comportamiento habitual de bromas y compadreo mientras trabajábamos.
Por mencionar algo fuera de lo normal, lo único que se me ocurre es que nuestras bromitas eran un poquito menos picantes de lo habitual. Hasta la mañana anterior, yo siempre trataba de avergonzarle con chistecitos subidos de tono, consiguiendo ruborizarle, cosa que me divertía enormemente, pero ese día pensé que no era muy apropiado hacerlo.
Total, los chistecitos acerca de si era virgen o no ya habían perdido su gracia.
Ese día tocaba visita de las limpiadoras, así que no estábamos solos en casa. Aunque, como siempre, las dos mujeronas nos hicieron poco caso, limitándose a mirar con desagrado cómo ensuciábamos lo que después iban a tener que limpiar ellas.
Y los siguientes días fueron igual. Iván parecía perfectamente tranquilo en mi compañía, mientras yo, en cambio, sentía cierto desasosiego porque el chico parecía no sentir ya interés por mí.
–          ¿Qué le pasa a este niñato? ¿Que como ya me ha follado pasa de mí? – pensaba, sin atreverme a decirlo en voz alta.
Pero no era así.
…………………….
El sábado, Juanjo, para variar un poco, regresó bastante pronto, con lo que pudimos almorzar los tres juntos. Mi marido estaba bastante contento ese día y, contrariamente a su costumbre, se pasó un pelo con la bebida, poniéndose más cariñoso de lo habitual.
Recuerdo que hizo un par de bromitas subidas de tono, tratando de burlarse un poco de su hermano como solíamos hacer, pero Iván no se mostraba tan jovial como acostumbraba, aunque no protestó en absoluto.
Y esa noche, aprovechando que había tenido un día tranquilo y descansado, Juanjo pensó que era buena idea hacerse cargo de sus obligaciones maritales.
Juntos, pasada la medianoche, en la intimidad de nuestro dormitorio, dimos rienda suelta a la pasión que habíamos acumulado. Juanjo llevaba casi dos semanas sin ponerme la mano encima, con lo que iba bien cargadito y yo, por mi parte, sentía sobre mí todo lo sucedido con Iván, con lo que el deseo, la voluptuosidad, hicieron presa en mí, entregándome con ganas a la tarea de complacer a mi marido.
Creo que, en todo aquello, jugó un papel de relevancia el mismo remordimiento. Me sentía mal por haberle sido infiel a Juanjo, así que, inconscientemente, trataba de compensarle haciéndole disfrutar.
No tuvo que pedirme como otras veces que se la chupara; antes de que se diera cuenta, su mujer ya tenía el rostro enterrado entre sus muslos, devorando con ansia su rígida verga, acariciándola y estimulándola con mi lengua y mis labios, haciéndole gemir y jadear de placer.
Sin embargo, mientras se la mamaba, mientras su carne invadía mi boca y mi garganta, no podía dejar de pensar en que no era como la de Iván, no era tan dura, no era tan… me daba asco de mí misma.
Juanjo, sorprendido por mi frenesí, tuvo que detenerme para evitar acabar enseguida. En eso tampoco se parecía a su hermano, pues, una vez alcanzado el primer orgasmo, su entusiasmo se enfriaba bastante, costándole cierto esfuerzo recuperar el brío para brindarle a su mujercita una segunda faena… y a veces si conseguirlo.
Queriendo metérmela ya, Juanjo me apartó de su excitado y bien ensalivado falo, haciéndome colocar en su postura favorita: a cuatro patas sobre el colchón, brindándole sin recato total acceso a mi retaguardia, eso sí, limitándose la penetración a la vía habitual… nada de cosas raras.
Cuando me la metió, solté un suspiro tal, que hasta las paredes temblaron, consiguiendo con él mi objetivo de enardecer todavía más a mi marido. Empezó a follarme con ansia, agarrando mis caderas y usándolas como asidero para atraerme hacia sí, hundiéndose en mi carne una y otra vez, al ritmo que sabía más me gustaba.
Fue sexo estupendo, Juanjo era muy bueno en la cama… pero la tarde con Iván… había sido mucho mejor.
Joder, a ver si al final iba a ser yo la que acababa pillada con mi cuñado. Su polla… aquella cosa de acero que me deshacía las entrañas…
Entonces tuve una alucinación. Alcé la vista, como me gustaba hacer a veces durante el sexo, para mirar nuestro propio reflejo en el espejo del armario. Me gustaba vernos follando, la cara desencajada por el placer, los cuerpos sudorosos moviéndose como uno solo… Sin embargo, esta vez encontré en el reflejo algo que no me esperaba: a mi cuñado Iván, observándonos con una expresión indescifrable en el rostro desde la puerta mal cerrada del dormitorio.
Mi cuerpo dio un respingo, poniéndome tensa de repente, lo que al parecer enardeció a mi marido, que hizo algo que a los dos nos encantaba…
–          Sí, así cordera… cabalga, cabalga potra mía… – aulló mi marido mientras me propinaba un sonoro cachete en el culo.
Esto era un inofensivo juego que a veces practicábamos los dos, pero, en esa ocasión, la sorpresa por el súbito ramalazo de dolor que sentí en el culo, me hizo perder unos segundos preciosos antes de volver la cabeza y mirar directamente hacia la puerta entreabierta.
Allí no había nadie.
Minutos después, exhaustos, nos derrumbamos juntos sobre el colchón, agotados, sintiendo cómo la semilla de mi marido se escurría entre mis piernas tras haberse vaciado a placer en mi interior. No había riesgo, pues yo tomaba precauciones, ya que ambos pensábamos que no era buena idea tener hijos en ese momento de nuestras vidas, con el negocio de Juanjo empezando y tal.
Estaba muy cansada. Juanjo me había dejado bastante satisfecha. Sin embargo, era incapaz de dormir, la incertidumbre acerca de si Iván nos había estado espiando me mantenía desvelada.
Juanjo, por su parte, fatigado por la dura semana que llevaba y la agotadora sesioncita que acabábamos de mantener, cayó enseguida como un tronco, mientras yo, con los ojos como platos clavados en el techo, percibía cómo su respiración iba serenándose a medida que se sumergía más y más en el sueño. Lo envidié.
Esperé un rato más, sin pegar ojo, plenamente consciente de que no podría dormir hasta que comprobara si lo había imaginado todo.
Con mucho cuidado, me levanté de la cama, echándome una bata por encima y salí del dormitorio.
La puerta del cuarto de Iván, al fondo del pasillo, estaba perfectamente cerrada. Eso me tranquilizó.
Entonces me di cuenta de la situación. Pero, ¿qué demonios hacía yo allí? En medio del pasillo, desnuda bajo la bata y con el coño todavía rezumando leche… ¿Qué buscaba? ¿Qué iba a hacer? ¿Meterme en el cuarto de Iván, a preguntarle si había espiado cómo su hermano me follaba?
Meneé la cabeza, sintiéndome enormemente estúpida. Comprendiendo la absurdez de mi comportamiento, decidí dejarlo correr y me di la vuelta, bajando las escaleras para ir a la cocina a beber algo. Necesitaba reponer líquidos.
Una vez en la cocina, me dirigí a la nevera sin necesidad de encender la luz, sacando un refresco sin cafeína. Justo cuando le echaba el primer trago, las luces parpadearon, sobresaltándome.
Allí estaba Iván, sentado junto a la mesa, con un gran vaso de leche medio vacío en la mano.
–          ¡Oh, Iván! – exclamé, sintiéndome terriblemente turbada – Me has asustado.
–          Perdona, no ha sido mi intención – respondió él, mirándome fijamente.
–          Tampoco podías dormir ¿eh? – pregunté, tratando de disimular mi azoramiento.
–          No. Aunque por razones distintas a las tuyas.
Su respuesta me inquietó.
–          ¿A qué te refieres? – pregunté.
Iván se puso en pie y caminó hacia mí, en silencio. Tuve que recurrir a toda mi fuerza de voluntad para no salir corriendo. Le temía, pero también me moría por saber qué iba a decirme.
–          Nieves, yo… Lo siento, no puedo. He tratado de cumplir nuestra promesa, pero no puedo.
–          No te entiendo – respondí, aunque sí que le entendía.
–          Lo he intentado… He procurado no pensar en ti, en hacer como si nada… pero la otra tarde está grabada a fuego en mi mente… no me resigno…
Me sentí mejor, sus simples palabras bastaron para sosegar mi ego herido. Sí que seguía atrayéndole, sólo que el pobre trataba de resistirse a sus impulsos.
–          Iván, cariño. Ya lo hablamos. Lo que pasó fue maravilloso. Pero no puede volver a repetirse. Juanjo no se lo merece…
–          Dices que Juanjo no se lo merece, pero no que tú no lo desees… – insistió.
–          No tergiverses mis palabras, Iván. Sabes perfectamente lo que quiero decir. Aquello fue un error y me arrepiento – mentí – No porque no piense que eres un chico maravilloso, ni porque no lo pasara bien, sino porque quiero a mi marido que, por si fuera poco, es tu propio hermano.
–          Lo sé – asintió él, compungido.
–          Sé que te costará un poco; eres muy joven y te falta mucho por vivir y experimentar, pero verás como en el nuevo instituto conocerás a alguna chica y te olvidarás de mí. Con lo guapo que eres, no te faltarán candidatas.
–          Y con lo bien que follas – añadí para mí, sin decirlo.
–          No. Eso es imposible – dijo él, halagándome.
–          Ivááánnnn – dije suavemente, tratando de reconvenirle.
–          ¡No! – exclamó – ¡Me da igual lo que digas! ¡Hoy casi me vuelvo loco de celos cuando os vi juntos! Y antes, cuando estabais en la cama… ¡No sabes cuánto me ha costado controlarme y no entrar para deteneros!
Sus palabras me conmovieron y me adularon a un tiempo. Le había dado fuerte, pero yo sabía que todo era fruto del encaprichamiento por haber sido su primera mujer. Los amores juveniles son muy intensos, pero pasan pronto. En cuanto conociera a otras chicas…
–          Iván, tienes que aceptar cómo son las cosas. Soy tu cuñada, la mujer de tu hermano y nada más va a pasar entre nosotros – dije acariciándole la mejilla con ternura – Te suplico que te tranquilices y dejes las cosas estar. No quiero hacerle daño a Juanjo.
–          Por eso puedes estar tranquila – dijo muy serio – No se me pasaría ni por la imaginación decirle nada de esto a mi hermano. Pero lo que no voy a hacer es conformarme. ¡Te digo que serás mía nuevamente!
Y diciendo esto se dio la vuelta y salió de la cocina, enfadado. Me quedé parada, sin saber cómo reaccionar. Era increíble lo que el chico había cambiado en sólo unos días. No parecía él. Aquel aplomo era completamente nuevo. No tenía miedo de que fuera a chivarse a mi marido, él no era de esos, pero sus palabras me habían intranquilizado bastante… y excitado también.
Cuando regresé a la cama, me quedé dormida en menos de un minuto.
………………………….
El domingo trascurrió tranquilo, Iván se comportó como siempre, con total naturalidad, bromeando y peleándose con su hermano en la piscina. Pensé que lo de la noche anterior ya se le había pasado.
Durante el almuerzo (que preparé yo) estuvimos charlando del instituto en que Iván iba a matricularse. Quedaba un poco lejos, así que Juanjo le ofreció comprar una scooter, cosa que entusiasmó al muchacho.
Hablamos incluso sobre universidades, interesándonos por la vocación del chico y viendo qué era lo que quería estudiar.
Juanjo nos habló de la agencia y de que ya tenían un par de clientes, que les habían encargado unas reformas en sus casas. La cosa empezaba a rodar. Iván, por su parte, nos ilustró sobre cómo era su vida en el internado, lo que me hizo comprender el motivo de que el chico estuviera todavía tan verde (o al menos, lo había estado hasta hacía bien poco).
Por la noche, tras cenar, Juanjo propuso ver una peli, lo que nos pareció buena idea.
Como eran dos chicos contra una sola mujer, perdí la votación, así que escogieron una de acción, encargándose Iván de seleccionarla en el canal digital, mientras Juanjo y yo nos cambiábamos.
Me puse como siempre unos shorts y una camiseta, algo cómodo para una velada de cine.
Iván nos esperaba en el salón, sentado en un extremo del sofá, jugueteando con el mando. Juanjo, como solía hacer, se situó en el otro extremo, así que yo me ubiqué en medio de los hermanos.
Podría haberme sentado en el otro sofá, que estaba vacío, pero a Juanjo le gustaba acurrucarse cuando veíamos una peli. Además, ni se me pasó por la imaginación que algo fuera a pasar.
Sin embargo, cuando me senté, casi se me sale el corazón por la boca. Iván, con disimulo, había plantado su mano encima del cojín del sofá, de forma que, al sentarme, mi trasero aterrizó directamente encima de la palma abierta, aprovechando el pícaro muchacho para darme un estrujón en la nalga que hizo que se me saltaran las lágrimas.
Incrédula con lo que estaba pasando, volví rápidamente la cabeza hacia mi cuñado, comprobando que el angelito estaba como si tal cosa, si acaso con una tenue sonrisilla traviesa bailando en sus labios.
Le miré con enfado, los ojos en llamas, ordenándole en silencio que sacara la mano de allí, pero el puñetero no me hizo el menor caso, continuando el sigiloso magreo de mis posaderas, con mi marido recostado contra mi cuerpo desde el otro lado, completamente ajeno a lo que su hermanito estaba haciendo.
Con disimulo, le di un pequeño codazo a Iván en las costillas, enfadada, pero claro, no pude hacer movimientos muy evidentes, así que lo encajó sin pestañear siquiera.
Mientras, en la tele, los créditos de la peli empezaron a desfilar y se me ocurrió entonces una idea para escapar de la encerrona.
–          ¿Os apetecen unas palomitas? – exclamé, haciendo ademán de levantarme – Párala un segundo, Iván, que voy a preparar unas pocas.
Pero el inocentón Juanjo, en Babia, lo estropeó todo.
–          No, espera, cariño, ya voy yo. Tengo sed. Voy a tomar algo.
–          No, tranquilo, ya te lo traigo yo… – insistí.
–          Anda, no seas tonta. Tú ahí sentadita, que hoy has preparado la comida. Además, a meter unas palomitas en el microondas todavía llego.
Sí. Ahí sentadita. Ése era precisamente el problema.
En cuanto Juanjo salió del salón, le propiné a Iván un nuevo codazo, esta vez con más ganas, haciéndole perder el resuello, pero ni aún así el muy cabrito sacó la mano de debajo de mi culo.
–          ¿Se puede saber qué haces? – siseé, mientras miraba de reojo las puertas batientes del pasaplatos que conectaba con la cocina, que, por fortuna, estaban cerradas.
–          ¿Tú qué crees? – respondió él con toda la pachorra del mundo, apretando mis nalgas con más ganas.
–          ¡Me dijiste que no le dirías nada a tu hermano! ¡Va a pillarnos!
–          No le estoy diciendo nada – respondió con tranquilidad – Otra cosa es lo que hagas tú. Si quieres, díselo.
Me quedé atónita ante el desparpajo del chico. Había creado un monstruo. Tenía que recuperar el control. Enojada, me levanté bruscamente para obligarle a apartar la zarpa de allí.
–          ¡Quita la mano de ahí, capullo! – le dije en voz baja.
–          Vale. Como quieras.
Qué habilidoso estuvo el cabrito. Cuando levanté el culo del sofá, aprovechó para deslizar la mano por mi espalda y colarla por la cinturilla de mis shorts y de las bragas, apoderándose directamente de mi trasero.
Boquiabierta, mis ojos se abrieron como platos y un gritito de sorpresa escapó de mi garganta.
–          ¿Decías algo, amor? – preguntó Juanjo desde la cocina, abriendo a  la vez las puertas del pasaplatos.
Con rapidez, me arrojé de nuevo sobre el sofá, tratando de disimular lo que pasaba, con lo que el mentecato de mi cuñado se salió con la suya, quedando su mano bien enterradita dentro de mi pantalón, pudiendo así sobetearme a gusto.
–          Tra… tráeme un refresco – dije, con voz temblorosa.
–          ¡A mí otro! – exclamó Iván con desparpajo.
–          ¡Tú mueve los cojones, niñato! – respondió Juanjo desde la cocina, llenándome de esperanza.
Pero todo era una broma, así que, menos de un minuto después, mi marido regresaba con una bandeja, portando tres latas y un enorme bol de humeantes palomitas, que dejó sobre la mesita que teníamos frente al sofá.
Iván, con gran habilidad, se las apañó para abrir su lata con la mano izquierda, sin sacar la derecha de su cálido escondite, donde estaba entretenida en cosas más interesantes.
El muy cabrón.
Para acabar de rematar la faena, en cuanto estuvimos los tres colocados, Iván usó el mando para apagar las luces de la sala, porque era así “como había que ver el cine”, con lo que, aprovechando la penumbra, me metió mano todo lo que quiso.
En cuanto se sintió seguro, Iván se las apañó para, buceando con su mano entre mis prietas carnes, deslizar un insidioso dedito entre mis nalgas, moviéndolo con una habilidad y una curiosidad que me enervaron.
Con la boca completamente seca y el corazón atronándome en los oídos, tuve que esforzarme muchísimo para ahogar en mi garganta los gemidos y jadeos que pugnaban por salir. Y peor fue cuando Iván, abriéndose paso poco a poco, logró llevar sus juguetones deditos a mi vagina, empezando a acariciarme y sobarme a placer.
Yo, de manera completamente involuntaria, levanté el trasero un par de veces, como si estuviera poniéndome cómoda, consiguiendo así únicamente dejarle más franco el acceso.
Pero que conste, lo hice sin darme cuenta, ¿eh?
Aquellos dedos, aquella caricia sibilina, me estaban volviendo literalmente loca. No es que fuera especialmente placentera, pero el morbo, el miedo de que Juanjo notara lo que pasaba… me mantenían como una caldera a punto de estallar.
No me enteré de nada de la película, por eso no he citado ni el título. No vi nada. Eso sí, se me hizo eterna, pero, en el fondo, me encantó.
……………………..
–          ¡Plas! – resonó la bofetada.
Iván se incorporó en la cama, sobresaltado, sintiendo en su mejilla el súbito dolor del guantazo que acababa de despertarle. Yo, hecha una furia, estaba de pie junto a su lecho, con los ojos echando fuego, justo un minuto después de que Juanjo hubiera salido de casa, rumbo al trabajo.
–          Te crees muy machito, ¿verdad, imbécil? – le espeté enfurecida – ¿Se puede saber quién te crees que eres?
El chico me miraba con total tranquilidad, frotándose la mejilla con aire distraído, casi divertido. Muy lentamente, se levantó de la cama y se puso frente a mí, mirándome desde arriba, pues era más alto que yo.
–          No me creo nada – dijo – Actúo conforme a lo que te dije. Volverás a ser mía.
–          ¡Te has vuelto loco! ¡Ya te he dicho que no va a volver a pasar!
–          Bien, será verdad lo que dices, pero no me puedes culpar por intentarlo.
–          ¿Intentarlo?
–          Sí. No voy a dejar de intentarlo hasta que lo consiga. O bien hasta que se lo cuentes a Juanjo y me mande de nuevo al internado. Tú decides.
–          Pero… – balbuceé atónita.
–          Eso sí, puedes estar tranquila. Por mi parte no se enterará nunca de lo que pasó. Te lo pongo fácil. Si no quieres que siga con esto, simplemente dile a mi hermano que he intentado propasarme contigo, no tiene que saber nada más, pero si no lo haces…
–          Iván, no seas idiota. Si me acorralas, ¿qué opción me va a quedar? ¿Es que quieres volverte a Zaragoza?
–          Pues yo creo que tienes otra opción. Una muy… placentera.
Tras decir esto, Iván llevó suavemente su mano a mi barbilla y me atrajo hacia si, besándome tiernamente. Yo me quedé paralizada, sin acertar a reaccionar, mientras sentía cómo su lengua intentaba abrirse paso entre mis labios e invadir mi boca. Me sentía laxa, sin fuerzas, incapaz de resistir…
–          ¡NO! – exclamé, apartándole de un empujón – ¡Estás loco!
Iván me miró, sonriendo y entonces se relamió, como si fuera un gatito que acabara de beberse la leche.
–          Deliciosa. Nuestro primer beso.
Caí en la cuenta de que era verdad, la otra vez sólo habíamos follado, como animales, pero esta vez… aquel beso había hecho que me temblaran las rodillas.
–          Eres un puto niñato salido – le espeté, recobrándome un poco – Ni siquiera sabes besar a una mujer. Te dejo solo, para que puedas meneártela con las fotos, gilipollas.
Y salí del cuarto, derrotada, haciendo un esfuerzo sobrehumano para no salir corriendo de allí y perder la poca dignidad que me quedaba. Cerré la puerta tras de mí y me recosté contra ella, jadeando, sintiendo todavía en mis labios el dulce sabor de Iván…
………………
Escapé de casa. Oficialmente, fui a hacer la compra, ofreciéndome gentilmente a la cocinera para hacerla yo, con la excusa de que necesitaba comprar algunas cosas.
No regresé hasta la hora de comer, temerosa y al mismo tiempo expectante por lo que podía suceder.
Cuando llegué a casa y vi el coche de Juanjo aparcado, sentí un alivio tal que me mareé un poco. Estupendo, si mi marido estaba allí, podía sentirme segura.
Al parecer, ya se me había olvidado que la noche anterior, mi marido también estaba.
–          ¡Hola cariño! – exclamé con entusiasmo, mientras besaba a mi marido – ¿Cómo es que estás aquí?
–          Me he escapado, cielo. Mañana tenemos una reunión a primera hora y nos espera un día tremendo, así que nos hemos cogido la tarde libre. Hoy, piscinita y a tomar el sol.
Entonces vi a Iván, que nos miraba sentado en el sofá, dedicándome un guiño que me hizo estremecer.
Más tarde, después de comer, los tres nos reunimos en la piscina. Yo habría escapado de allí con gusto, pero no se me ocurría qué excusa poner para no acompañar a mi marido, la única vez en que el pobre había podido escaquearse del trabajo, así que me resigné a pasar la tarde en compañía del acosador de mi cuñado.
No sé, ahora que lo pienso se me ocurren mil excusas; podría simplemente haber dicho que no me encontraba bien… pero, lo único cierto es que no dije nada, poniéndome en cambio el mismo bikini que llevaba la tarde de mi encuentro con Iván, escogiéndolo de entre los varios que tenía. Un psicólogo sacaría sin duda mucho jugo de esa elección.
Cuando salí a la terraza, Juanjo estaba ya repantingado en una hamaca, mientras Iván se daba un chapuzón, haciendo unos cuantos largos en la piscina.
Bastante nerviosa, ocupé la hamaca que había junto a mi marido y nos pusimos a charlar. Pronto Iván se reunía con nosotros, ubicándose en una hamaca libre a mi otro lado, pero poniéndola por lo menos a un metro, distancia que encontré cuando menos tranquilizadora.
Parecía que no iba a hacer nada raro.
Estuvimos hablando un rato, con calma, hasta que Juanjo empezó a dar cabezadas. Pronto se quedó dormido en la tumbona, lo que me extrañó muchísimo, pues él siempre se quejaba de ser incapaz de dormir fuera de una cama.
Entonces comprendí.
Asustada, miré a mi cuñado, que me miraba sonriente desde su hamaca. Y no era el único que me miraba, pues su erecta polla también tenía clavado su único ojo en mí.
El muy cabrito había drogado a su hermano y se estaba haciendo una paja a mi lado.
–          Pero, ¿qué has hecho? – exclamé, acojonada.
–          ¿Tú qué crees? No te pongas nerviosa, esos somníferos son muy suaves. Me los recetó el médico del internado, porque no podía dormir. Se despertará en menos de una hora.
–          ¡Guárdate eso, imbécil! – le espeté, haciendo un gran esfuerzo por no mirar directamente a su erección.
–          ¿Eso? ¡Ah, te refieres a mi polla! No veo por qué, me apetece hacerme una paja, aquí en el solecito, contemplando tu cuerpo serrano. Total, ya me has visto hacerlo antes ¿verdad?
–          ¡Pues lo haces tú solito! – exclamé, levantándome con furia y huyendo de la terraza.
El corazón me iba a mil, me sentía enfadada, sí, pero también… lasciva. No podía evitar preguntarme si estaría tan dura como la otra vez, si estaría tan excitado como la otra tarde… Yo sí lo estaba.
Aguanté un par de minutos, resistiéndome a mis impulsos, pero al final no pude más. Subí corriendo la escalera y me precipité en uno de los cuartos cuya ventana daba a la terraza. Escondiéndome tras la cortina, espié desde arriba a mi cuñado, mientras éste se masturbaba tranquilamente tumbado en su hamaca.
No pude resistirlo. Mi mano se deslizó inadvertidamente dentro de la braguita del bikini y, cuando quise darme cuenta, estaba masturbándome con ganas, mientras espiaba cómo aquella polla, que me tenía sorbido el seso, era pajeada por Iván.
Y, aunque no miró ni una vez hacia arriba, estoy segura de que el chico supo en todo momento que estaba espiándole.
…………………………
Por la noche, volvimos a cenar los tres juntos e Iván no desaprovechó la oportunidad de sobarme las piernas bajo la mesa, aunque, por fortuna, no se pasó demasiado y pude evitar que Juanjo notara nada raro.
Los siguientes días se convirtieron en un verdadero infierno, pues el acoso a que fui sometida por Iván iba cada vez a peor.
Aprovechaba cualquier ocasión en que nos quedábamos solos para intentar besarme y, si yo me resistía, se limitaba entonces a darme un buen sobeteo en el culo o en las tetas. Incluso, en un par de ocasiones, se animó a meterme mano directamente en el coño, haciéndome bufar por la sorpresa, mientras luchaba por sacar su mano de dentro de mis bragas.
Sin embargo, a pesar de todo el chico se mostraba cuidadoso. Nunca hacía nada si existía verdadero riesgo de que Juanjo nos pillara y lo mismo con las limpiadoras y la cocinera.
Las mujeres de la limpieza venían 3 veces por semana y, cuando ellas estaban en la casa (o el jardinero en el jardín) Iván no intentaba propasarse en absoluto, concediéndome un respiro.
Con la cocinera, en cambio, no tenía tanta suerte.
La mujer venía todos los días, exceptuando los domingos, pero dado que jamás de los jamases pisaba la planta de arriba de la casa, ésta se convertía en coto de caza del chico, que aprovechaba la menor ocasión para asaltarme.
Bastaba con que yo pusiera un pie en el segundo piso, para tropezarme con mi cuñado, desnudo, con una erección o desnudo con una erección.
O masturbándose alegremente, tumbado en la cama que yo compartía con su hermano.
Ya sé que hubiera bastado con mantenerme en el piso de abajo para haber tenido unos minutos de tregua, pero no estaba dispuesta a permitir que aquel niñato alterara mi ritmo de vida.
Mentira, lo que pasaba era que, en el fondo, estaba deseando que Iván se me echara encima. Sentir su contacto sobre mi piel, estrujando mis senos, sentir su tremenda erección apretándose contra mi cuerpo, cuando me abrazaba y me estrechaba entre sus brazos… me pasaba el día cachonda perdida.
Pero resistí. Vaya si lo hice, era para estar orgullosa. A pesar de que mi cabeza no cesaba en todo momento de evocar hasta el último segundo de la tarde que pasé con Iván, fui lo suficientemente fuerte para mantenerme en mis trece y rechazarle en todos los intentos que hizo de acercarse a mí. Aunque tuviera el coño hecho agua…
……………………….
Pero, a pesar de mi resistencia numantina, algunas cosas habían cambiado en mi comportamiento. Yo era consciente de ello, aunque me negaba a aceptarlo.
Un buen ejemplo es lo que pasó con la limpiadora. No fue nada importante (quiero decir en mi relación con Iván), pero opino que es muy significativo para ilustrar el cambio que se estaba produciendo en mi interior.
Esa mañana me levanté y me metí en el baño, para darme una ducha y quitarme el amodorramiento, tras otra noche de sueño inquieto.
Me encontraba bajo el chorro de agua, sintiendo cómo se borraban poco a poco los restos de cansancio cuando, bruscamente, se abrió la mampara de ducha, haciéndome dar un gritito de sorpresa.
Alcé la vista y me encontré justo con lo que esperaba: mi cuñado de pie en el baño, observando tranquilamente mi cuerpo desnudo, mientras se masturbaba con total tranquilidad.
No me alteré demasiado, pues esa película ya la había visto. No era la primera vez que Iván me asaltaba en la ducha. Ya casi no me turbaba.
Haciendo un esfuerzo sobrehumano por no desviar la vista hacia su polla, que estaba siendo libidinosamente pajeada, le miré desafiante al rostro y le hablé como si tal cosa.
–          ¿Otra vez aquí? Por  mí como si estás machacándotela hasta mañana. Ya te he dicho que no vas a conseguir nada – dije, simulando una serenidad que estaba muy lejos de sentir.
–          ¿Cómo que nada? Me estoy haciendo una paja admirando uno de los más bellos ejemplares de mujer que he visto en mi vida. Es realmente genial.
Como siempre que me piropeaba, algo se agitó en mi interior, pero fui capaz de disimular perfectamente. Ya tenía mucha práctica.
–          ¿Te apartas un poco? – le dije – Tengo que salir.
–          Claro – respondió él, dando un paso atrás – No te molesta que siga con esto, ¿verdad?
–          Por mí como si la metes en un rallador – dije, aparentando indiferencia.
Pero, en realidad, me moría por comprobar si la tenía tan dura como siempre.
–          ¡Ah! Ahora que me acuerdo – dijo Iván como si tal cosa – Hoy era cuando venía la limpiadora nueva, ¿verdad?
Caí en la cuenta de que tenía razón. La semana anterior una de las mujeres que venía a limpiar, la más mayor, nos anunció que no volvería, pues le había surgido la posibilidad de jubilarse por fin. De hecho, Juanjo, al enterarse, insistió en hacerle un buen regalo, pues se había pasado años trabajando para sus padres.
–          Sí, tienes razón – asentí mientras me secaba – Anda, ¿por qué no bajas a ver si han llegado ya? Podrías ir a pajearte un poco mirando a la nueva.
–          Es verdad – respondió el chico, sorprendiéndome – A lo mejor está buena.
Y, ni corto ni perezoso, interrumpió la masturbación, devolviendo su polla al encierro del pantalón y, silbando alegremente, salió del cuarto de baño, dejándome desconcertada.
–          No será capaz – dije en voz alta, sin acabar de creerme lo que acababa de pasar.
Tratando de serenarme, dediqué un buen rato a secar y cepillar mi cabello, vistiéndome a continuación.
Al bajar, tropecé en la cocina con Aurora, la limpiadora que iba a seguir con nosotros, que me saludó educadamente con un buenos días.
–          Buenos días, Aurora – le respondí – Otra vez al tajo ¿no? Espero que no hayamos ensuciado mucho la casa.
–          Sí, señora. Pero pierda cuidado, son ustedes muy limpios. Al menos, cuando dejan tranquilita la pintura – bromeó la mujer, haciendo gala de la confianza que ya se había establecido entre nosotras.
–          ¡Oh! Ahora que caigo, hoy venía tu nueva compañera, ¿no?
–          Sí, se llama Carmelita. Es un poco joven, dominicana, pero le aseguro que es muy trabajadora. Está limpiando la cristalera de la terraza.
–          ¿Un poco joven? ¿Qué edad tiene?
–          Es algo mayor que su sobrino – por alguna razón, a la buena mujer se le había metido en la cabeza que Iván era sobrino mío y no mi cuñado – Tiene 19 años, aunque sabe muy bien lo que se hace. Es muy hacendosa.
Soy incapaz de recordar nada más de lo que me dijo la mujer, pues ya no la escuchaba. ¿19 años? ¡No podía ser!
En cuanto pude, me libré de la cháchara de Aurora y salí disparada hacia la terraza. Desde el salón, vi a la joven en cuestión, afanándose en la limpieza de los cristales desde el lado de fuera, usando con maestría la bayeta y el spray.
¡Mierda! Era realmente joven y bonita. Un bello ejemplar de mujer latina, con labios carnosos, caderas anchas, cabello negrísimo y un par de tetas que… me cayó mal inmediatamente.
Fue justo entonces cuando, de repente, la tal Carmelita miró sobre su hombro y dijo unas palabras a alguien que había tras de ella.
Me puse tiesa como un palo, sintiendo un tremendo nudo en el estómago. Caminando con rigidez, me aproximé a la cristalera, hasta que pude ver un área mayor del patio.
Efectivamente, sentado con total tranquilidad en una de las hamacas, estaba el puñetero Iván, charlando apaciblemente con la limpiadora, a la que no parecía molestar en exceso que el chico la interrumpiera en sus tareas.
………………………
El resto del día, Iván me dejó tranquila. Pude disfrutar de una tarde completa sin sufrir sus ataques, sobeteos o achuchones.
A la mañana siguiente, llamé a la agencia y les solicité que no volvieran a enviar a Carmelita a mi casa. No me gustaba su forma de trabajar. Prefería a una mujer más experimentada.
……………………………
Pronto se reanudaron los intentos de sobrepasarse de Iván, lo que me sosegó muchísimo. Exteriormente, seguía mostrándome hostil al chico, rechazando todos sus avances, pero, en el fondo, me moría de ganas porque se atreviera a propasarse una vez más.
Por fortuna, Iván aceptó mi respuesta de ignorar por completo por qué no habían vuelto a mandar a Carmelita a casa: “Cosas de la agencia”, le dije y, el hecho de que no insistiera demasiado, me tranquilizó muchísimo.
Seguimos unos días con nuestro tira y afloja, siendo perseguida por los rincones por mi salido cuñado, fingiendo intentar ponerme fuera de su alcance, pero metiéndome una y otra vez en esos rincones donde estaba a su merced.
Y Juanjo no ayudó demasiado, pues esos días estuvo hasta arriba de trabajo, por lo que ni siquiera tenía el sexo marital como válvula de escape.
Justo entonces, se produjo un hecho que, a priori, no tenía la menor importancia, pero que acabaría por convertirse en un momento decisivo en mi vida.
Sandra, mi hermana mayor (somos tres hermanos, siendo ella, con 40 años, la mayor y yo la más pequeña) me llamó por teléfono para charlar un rato.
Ella vive en el norte, junto a Aitor, su marido y su hija Julia. Al parecer, iban a pasar un par de semanas en un apartamento alquilado en Murcia y, como habían decidido hacer el viaje en coche, iban a pasar por Madrid.
Entusiasmada, le propuse inmediatamente que pasaran un par de días en casa antes de seguir viaje y, tras un par de conversaciones telefónicas más, aceptaron mi invitación y concretamos los detalles.
Juanjo, como yo esperaba, no puso ni una pega a mi idea, pues tanto Sandra como Aitor le eran muy simpáticos. De hecho, incluso me anunció su intención de escaparse del trabajo ese fin de semana, para poder recibir convenientemente a mi familia.
Esa noche echamos por fin un polvo, poniendo fin a una sequía de más de una semana. Sin embargo, no pude disfrutar plenamente del sexo, pues me pasaba todo el rato preguntándome si Iván estaría espiándonos nuevamente, aunque en ningún momento se abrió la puerta ni nada parecido (lo que me alivió y me inquietó al mismo tiempo).
Iván, por su parte, se mostró también conforme con lo de recibir invitados (le consultamos, pues, al fin y al cabo, también era su casa), aunque él no conocía tan bien a mi familia (de hecho, sólo los había visto una vez, en nuestra boda).
Por fin, el viernes siguiente, llegaron Sandra y los suyos, lo que me llenó de emoción. Hacía tanto que no veía a mi hermanita, que nos conmovimos profundamente, echándonos una en los brazos de la otra y rompiendo a llorar como tontas.
Pronto estuvimos todos reunidos en uno de los salones, bebiendo café, poniéndonos al día de nuestras vidas. Juanjo, como buen anfitrión, procuraba conversar con todo el mundo, tratando especialmente de involucrar en la charla a Julia, que parecía un poco tímida.
Mi sobrina era una chica bastante bonita, rubia, como su madre y yo, aunque con los profundos ojos grises de su padre. Tenía una bonita figura, con unas lindas piernas luciendo espléndidas con un short azul, aunque de tetas no estaba tan bien provista. Eso sí, tenía unos labios carnosos super sensuales, que no pude evitar envidiar un poco. Un encanto de chica, guapa y simpática.
Al principio, después de los saludos de rigor y las preguntas sobre los estudios, no presté mucha atención a mi sobrina, deseando, obviamente, ponerme al día con mi hermana. Sin embargo, cuando me di cuenta de que llevaba un buen rato enfrascada en una charla con Iván,  algo se retorció dentro de mí.
De pronto, nada de lo que me decía Sandra me parecía de importancia, escuchándola a duras penas, mientras observaba de refilón a mi sobrina, conversando de forma cada vez más relajada con mi cuñado.
–          ¿Habrase visto la niñata? – me decía para mí – Pasando olímpicamente de sus tíos, que han sido tan amables de invitarla a pasar el fin de semana en su casa y dedicándose a flirtear con mi cuñado, con toda la desvergüenza del mundo. Si fuera mi hija se iba a enterar; desde luego, Sandra no la ha educado bien.
Este tipo de pensamientos invadieron mi mente en un instante, provocando que me olvidara de todo lo que ocurría a mi alrededor. Por suerte, Juanjo y Aitor se enzarzaron en una conversación – discusión de fútbol y Sandra, que es muy aficionada (cosa que nunca he entendido) se metió en ella, gracias a lo cual, no se dio cuenta de que mi atención no estaba en absoluto puesta en sus palabras.
Me odié a mí misma, sabía perfectamente lo que me estaba pasando, me estaba volviendo cada vez más ruin, pero, aún así… mucho mayor era el desprecio que estaba empezando a experimentar por mi sobrina.
El resto de la tarde fue una tortura. Iván y Julia hicieron muy buenas migas y, aunque traté varias veces de inmiscuirme entre ellos, a los demás les hizo gracia que hubieran conectado tan bien, por lo que los animaban.
–          Oye, Iván, hoy es viernes. ¿Por qué no te llevas a mi hija esta noche, de fiesta por Madrid? Es la primera vez que viene a la capital – dijo Aitor repentinamente, consiguiendo que le odiara con todas mis fuerzas – Eso sí, como le pase algo malo, ¡te la corto!
Todos nos echamos a reír, yo incluida, aunque creo que, en toda mi puñetera existencia, jamás me había reído con menos ganas.
……………………………
Pasé una noche malísima. No pude pegar ojo.
Esa maldita zorrita, con sus juveniles piernas y esos labios de chupapollas. A saber lo que estaría haciendo por ahí con Iván.
–          Se merecería que les dieran un buen susto – me decía en medio de mi desvelo – Ojalá les salgan un par de quinquis y les roben… o que la violen…
…………………………….
No supe a qué hora regresaron. Los dos durmieron hasta tarde, mientras yo estaba que me moría por saber qué habían estado haciendo.
Cuando por fin se dignaron en levantarse, los padres de la putilla les interrogaron sobre sus actividades, mientras yo, disimuladamente, me las arreglaba para no perderme detalle.
No dijeron nada especial, una discoteca, unos amigos de Iván… Ya, y yo me lo creo. Seguro que esa guarra se las había apañado para…
Me sentía rabiosa, pero me las apañé para simular serenidad y afecto por la pécora de mi sobrina. Si las miradas matasen…
Después de almorzar, nos fuimos a la piscina.
Los “jóvenes”, como decía Aitor, se mostraban la mar de compenetrados, mientras yo les observaba con disimulo. Cuando mi hermana me dijo que “hacían muy buena pareja”, estuve a punto de mandarla a la mierda, pero, por fortuna, me contuve.
Estar allí, mirando en silencio cómo aquella golfa ponía en marcha todas sus malas artes para seducir al pobre Iván… le tocaba el brazo, le reía los chistes (si el pobre no tenía la menor gracia), escuchaba todo lo que le decía, simulando estar interesadísima… poniendo en juego todo su repertorio de fulana.
Y peor era cuando se metían en la piscina. Se le echaba encima, restregándole bien las tetas por el torso (si casi no tienes, puta), intentaba hacerle ahogadillas, para que él se las devolviera, aprovechando para refregarse bien con él, como la perra en celo que era…
Lo pasé fatal. Y decidí que no podía permanecer quieta, viendo cómo aquella zorra se aprovechaba del pobre chico. Ya lo tenía clarísimo. Tenía que hacer algo.
En cuanto tuve ocasión, me llevé aparte a Iván unos segundos, para poder poner en marcha mi idea.
–          Iván – le dije – Necesito hablar contigo de una cosa. Pero no ahora. Esta noche, cuando todo el mundo se vaya a la cama, nos vemos en la cocina.
Mientras le hablaba, posé descuidadamente una mano en su antebrazo, acariciándolo muy sutilmente. El chico se quedó un poco extrañado, pero sintiendo curiosidad, tal y como yo pretendía.
La fase uno se había completado con éxito.
……………………………
Después de la cena, nos reunimos en el salón a tomar unas copas. Aitor, que es un gran bebedor, logró arrastrar a Juanjo a beber más de la cuenta, pero yo, que no quería dejar nada al azar, me las había ingeniado para “aderezar” un poquito sus bebidas. Sabía que mezclar alcohol con somníferos no era muy buena idea, pero, a esas alturas, no me importaba demasiado.
Pasada la media noche, los hombres empezaron a adormilarse, pensando todo el mundo que la causa exclusiva era el alcohol. Aitor, con mayor resistencia natural, aguantó mejor, así que, cuando Juanjo se quedó frito, ayudó a Iván a meter a mi marido en la cama, aunque luego tuvo que ser ayudado por éste para regresar a su dormitorio.
Nos dimos las buenas noches y nos retiramos a descansar, logrando que mis ojos se encontraran una vez más con los del chico, recordándole nuestra cita de más tarde.
Nerviosa y excitada, pero firmemente decidida, me desnudé en la intimidad de mi dormitorio, mientras mi esposo yacía inconsciente sobre el colchón, roncando como un caballo.
Ni caso le hice, concentrada como estaba en examinar mi cuerpo desnudo en el espejo de la habitación. Me di cuenta de que, una vez tomada la decisión, me sentía mucho más tranquila y serena, aunque, al mismo tiempo, cachonda y exaltada.
Me acaricié frente al espejo, deleitándome especialmente en mis durísimo pechos, sintiéndome orgullosa de que fueran mucho más espectaculares que los de la golfa de mi sobrina.
Me cubrí únicamente con una bata, permaneciendo completamente desnuda bajo la prenda, lo que me hizo sentirme un poquito zorra. Me encantó.
Cogí entonces mi móvil y lo manipulé para enviarle un mensaje a Iván: “Ve a la cocina. Nos vemos en 5 minutos”.
Rápidamente, me situé tras la puerta cerrada de mi dormitorio, pegando la oreja a la madera, tratando de percibir cualquier ruido.
Me sentí feliz cuando escuché cómo una puerta se abría y unos ligeros pasos se deslizaban por el pasillo.
La fase dos estaba en marcha.
Esperé unos minutos más, para darle tiempo a Iván a llegar a la cocina y, finalmente, respiré hondo y salí al pasillo, cerrando tras de mí.
El dormitorio de Julia era el que estaba más cerca de la escalera, así que encaminé hacia allí mis pasos. Lo que iba a hacer era una auténtica locura, además de completamente innecesario, pero no me conformaba con quedarme con Iván: también tenía que demostrarle a aquella putilla que la había derrotado por completo.
Al acercarme a su puerta, vi que la luz se filtraba por debajo de su puerta, con lo que comprendí que Julia seguía despierta. Ni a propósito me hubiera salido mejor.
Con cuidado, di un suave golpe en su puerta y, con rapidez, bajé las escaleras, deteniéndome justo al final, esperando.
Si era necesario, volvería a subir para llamar de nuevo, pero no lo fue, pues pronto se abrió su puerta muy despacio, apareciendo mi sobrina bajo el dintel. Simulando no haberme dado cuenta de su presencia, permanecí en mi sitio unos segundos más, hasta que estuve segura de que me había visto y después, caminé subrepticiamente hacia la cocina, convencida de haber logrado atraer su atención.
Sonreí al ver que la luz de la cocina estaba encendida. El corazón me iba a mil.
–          Hola Iván – dije simplemente al penetrar en la estancia.
–          Hola – respondió él levantándose y caminando hacia mí – Creo que querías hablar conmigo ¿no?
Mientras decía esto, hizo lo que últimamente acostumbraba a hacer: se abalanzó sobre mí, abrazándome y plantando sus dos manos en mi culo sin el menor recato.
Pero en esa ocasión… no le rechacé.
Iván se quedó parado, momentáneamente aturdido por la sorpresa. Se apartó un poco de mí y me miró a los ojos, tratando de descubrir qué había cambiado.
–          Iván yo… – dije, simulando sentirme avergonzada – No he podido dejar de pensar en lo nuestro. Tienes razón, me he estado mintiendo a mí misma…
–          ¿Cómo? – dijo el chico, sin atreverse a creer lo que acababa de oír.
–          No puedo vivir sin ti. Te deseo muchísimo. Amo a tu hermano, pero tú…
Y me abalancé sobre él, aplastando mis labios contra los suyos, deslizando con habilidad mi lengua dentro de su boca, recorriéndola con lujuria.
El chico, sorprendido por mi fogosidad, no atinó a responder y sólo fue capaz de apartarse, para mirarme con ojos incrédulos.
–          ¿Lo dices de veras? – preguntó por fin.
–          Sí, Iván. Te deseo…
Y, dando un paso atrás, abrí mi bata y la dejé deslizarse por mis hombros, quedando completamente desnuda frente a él. Pude leer la admiración, el deseo en los ojos del chico, lo que me llenó de dicha. En menos de un segundo, Iván se precipitó en mis brazos, abrazándome con tanta fuerza, que llegó a despegar mis pies del suelo, mientras nuestras bocas se fundían en un tórrido beso de pasión.
–          ¡Chúpate ésta, puta! – pensé con regocijo, mientras me moría por saber si mi sobrinita estaría disfrutando del espectáculo que había organizado para ella.
Una vez obtenido lo que quería, Iván se convirtió en un auténtico torbellino de lujuria. Me besaba y acariciaba por todas partes, con tantas ganas y entusiasmo, que resultaba hasta doloroso.
Podía sentir perfectamente en mi cadera cómo el bulto de su pantalón corto iba adquiriendo más y más volumen, recuperando la impresionante dureza que me tenía por completo robado el seso. Poseída por la lascivia, empecé a frotar mi cuerpo contra él, estrujando su miembro entre nosotros, haciéndole gemir de deseo, con su boca fundida con la mía en un ardiente beso.
Sus manos no permanecieron ociosas, apoderándose de mi culo, que fue estrujado y sobado con pasión, separando y apretando con tantas ganas mis nalgas, que supe que al otro día luciría unos buenos moratones. Me daba igual, bastaría con fingir haberme caído de culo en la bañera.
Deseando volverle loco de deseo y que así se olvidara por completo de la putilla, abandoné sus labios jadeantes y, lentamente, mirándole a los ojos, fui arrodillándome frente a él, de forma que mis intenciones fueran cristalinas.
Con un gruñido de decepción, las manos de Iván abandonaron mi trasero, permitiéndome deslizarme hasta el suelo, quedando frente a frente con su monumental erección.
Con avidez, bajé de un tirón sus shorts, con lo que su polla, enrojecida y durísima, surgió orgullosa, cabeceando bruscamente y quedando apuntando al techo. Esgrimiendo mi mejor sonrisa de zorra, agarré aquella barra con ambas manos y, empujando con ganas, la descapullé por completo, con lo que el penetrante olor a macho en celo penetró en mis fosas nasales.
El pobre Iván gemía desesperado, deseando que su cuñada se dejara de juegos y cumpliera la promesa no pronunciada. Yo procuraba alargar su tortura, limitándome a deslizar suavemente mis manos por la inconmensurable dureza, recreándome en aquella barra de carne que tanto placer iba a procurarme.
–          Nieves, por favor – gimoteó Iván, aguantando en pie a duras penas.
Sonriéndole de nuevo, acerqué mi boca a su polla, consiguiendo que al chico le temblaran las rodillas sólo de expectación. Cuando mis labios se posaron por fin en su hombría, juro que hasta sentí una intensa quemazón, demostrando que el hierro estaba realmente al rojo vivo. Sintiéndome poderosa, deseada, no le hice sufrir más y, con un leve movimiento de cabeza, absorbí el glande entre mis labios, provocando que Iván tuviera que sujetarse a la encimera para no caerse al suelo, derribado por el placer.
Mi lengua no permaneció inactiva ni un segundo, dedicándose a lamer el excitado miembro, recreándose especialmente en la sensible parte inferior del glande, provocando que Iván jadeara y gimoteara como un cachorrillo.
Animada por mi éxito, me atreví a deslizar un buen trozo de rabo dentro de mi boca, llegando hasta la garganta, pero no pude tragarla por completo, pues era demasiado rígida y no quería acabar teniendo arcadas.
Yo estaba más que dispuesta a complacer a mi macho y a tragarme su esencia, todo con tal de lograr que aquella noche quedara grabada a fuego en el alma de Iván, pero él deseaba otras cosas: quería meterse en mi interior y llenarme por completo.
Gimiendo de placer, apoyó una mano en mi hombro y, con gran delicadeza, me apartó de su enardecido falo, haciéndome comprender que estaba más que listo para pasar a la acción.
No me hice de rogar, me puse en pie rápidamente y volví a apretarme contra él, besándole de nuevo, haciéndole sentir su propio sabor impregnando mis labios, para que supiera por fin lo bien que sabía su polla.
Pero Iván ya no estaba para besos, tenía las pelotas a punto de estallar. Estoy segura de que, si en ese momento hubiera intentado pararle los pies, me habría violado sin compasión en el suelo de la cocina. Pero ni se me pasó por la imaginación intentar nada semejante.
Le dejé la iniciativa, que me manejara a su antojo. Con un gruñido, me obligó a darme la vuelta bruscamente, quedando de espaldas a él. Empujándome por la nuca (sin violencia pero con firmeza) hizo que me inclinara un poco hacia delante, lo justo para que mi trasero quedara en pompa, con lo que comprendí que pretendía tomarme allí mismo, de pié en medio de la cocina.
Previendo lo que iba a pasar, apoyé ambas manos en la mesa, separando un poco las piernas para ofrecerme mejor a él. En menos de un segundo, sentí su miembro entre mis muslos, buscando con avidez el sitio por donde clavarse en mi interior.
Esa postura ya la habíamos probado en nuestro primer encuentro y recordaba perfectamente que a Iván le había resultado muy satisfactoria. Lo que no recordaba fue que, en esa anterior ocasión, llevábamos un buen rato de sexo encerrados en su habitación, con lo que el cansancio había hecho algo de mella en el ímpetu del muchacho; pero esa noche, en la cocina, toda la tensión acumulada durante el día (gracias, Julia) se descargó en el momento en que por fin Iván me la metió hasta el fondo.
El pollazo fue de tal envergadura que me levantó hasta del suelo, haciéndome literalmente levitar. Mis pies permanecieron en el aire unos segundos, completamente empitonada en la hombría del muchacho, provocando su increíble dureza que el placer, unido al dolor por lo brutal de la penetración, congestionara por completo mi cuerpo. Me quedé aturdida, sin respiración, incapaz de llevar aire a mis pulmones, lo que bien pensado fue una suerte, pues si no, sin duda habría pegado tal berrido que habría despertado a todo el mundo en la casa, incluyendo a los dos que estaban drogados.
–          ¡No! ¡Iván! – gimoteé cuando por fin pude respirar – ¡No tan fuerte! ¡Me vas a partir!
–          Lo… lo siento.
El chico se disculpó, sí, pero no por eso dejó de embestirme como si le fuera la vida en ello.
Cada empujón provocaba que su rígida cosota se me clavara hasta el fondo, amenazando con partirme el alma; yo creía que me iba a morir, rogándole que aflojara un poco el ritmo, pero justo entonces me di cuenta de que, en realidad, estaba disfrutando como loca. Estaba tan mojada, que su polla producía un ruido chapoteante al hundirse en mi interior, haciendo al mismo tiempo que mis jugos salieran literalmente a chorros despedidos de mi cuerpo. Podía sentir perfectamente cómo la humedad resbalaba por mis muslos, mientras me afanaba en sujetarme como podía a la mesa.
Por suerte, Iván estaba excitadísimo, así que aquello no duró mucho. De pronto, su cuerpo se tensó, avisándome del inminente orgasmo. Como el día anterior, Iván se dispuso a salirse de mí, pero no era eso lo que yo deseaba.
–          ¡No! – exclamé – ¡Córrete dentro de mí! ¡Quiero tu leche! ¡Lléname el coño!
–          Pe… pero…
–          ¡No pasa nada! ¡Tomo precauciones!
Y entonces me inundó. Fue una auténtica explosión que llenó mis entrañas por completo. Sentí cómo su semilla se desparramaba en mi interior, ardiendo, abrasándome por dentro y transportándome simultáneamente a desconocidos paraísos de placer.
Sentí cómo su polla, todavía vomitando semen, salió repentinamente de mi interior y pude percibir cómo un par de chorros salían aún con suficiente fuerza como para estrellarse sobre mi piel, manchándome así el culo de lefa.
Exhausta, me derrumbé de rodillas en el suelo, tratando de recuperar el resuello y fue justo entonces cuando vi que la puerta batiente del pasaplatos que comunicaba la cocina con el salón, se movía de forma casi imperceptible. Aquello incrementó todavía más el éxtasis.
Iván se dejó caer entonces a mi lado, resollando y buscó mis labios con los suyos, acariciando mi cuello y mi pecho con mucha más delicadeza.
–          Estás loco – le dije – ¿Cómo has podido ser tan bestia? Me has hecho daño.
–          Lo siento. Pero te lo merecías.
–          ¿Cómo? – exclamé con sorpresa.
–          Por lo mal que me lo has hecho pasar últimamente, ignorando mis intentos de volver a estar contigo.
–          Bueno, yo…
–          Y también por haber despedido a Carmelita. Me caía bien.
Me quedé atónita, paralizada. No podía creerme que él supiera lo que había hecho.
–          No pongas esa cara. No soy estúpido – me dijo, devolviéndome las palabras que le dediqué en nuestro primer encuentro – Sabía que al final te rendirías. Se te notaba en la cara.
Me sentó un poco mal esa seguridad en si mismo. Me hizo sentir como una cualquiera; una vez follada, no podía vivir sin su polla.
–          Pues, si te digo la verdad – dije, tratando de zaherirle – El otro día lo pasé mejor. Hoy has sido muy brusco.
–          ¿He sido? ¿Qué te hace pensar que hemos terminado?
Un escalofrío recorrió mi columna. Me sentí feliz, pues, a pesar de lo intenso del encuentro, no había llegado a correrme. Al parecer, no iba a quedarme con las ganas.
–          Ahora déjame a mí – dije, mirando de reojo su entrepierna, que lucía espléndida – No quiero que me rompas algo.
–          Como gustes.
Me incorporé voluptuosamente, leyendo la admiración y el ansia en su mirada, lo que me volvía literalmente loca. Me sabía vencedora, así que no volví a pensar ni un segundo en Julia, concentrándome por completo en Iván.
No sé, repasándolo ahora todo, después de transcurridos muchos meses, me inclino a pensar que todo lo referente a Julia fue fruto exclusivo de mi imaginación; bueno, mejor dicho… de mis celos… Pero qué más daba, lo único que importaba era Iván… y su polla…
Deslizándome despacio, me senté a horcajadas en su regazo, sintiendo cómo su erección, de nuevo en su máximo esplendor, se apretaba contra mí. Con calma, sin prisa, rodeé su cuello con mis brazos y le atraje hacia mí, fundiéndonos en un nuevo y estimulante beso.
Estuvimos así unos minutos, probándonos el uno al otro, besándonos con pasión, hasta que percibí que su polla literalmente vibraba incrustada contra mi carne. Sonriendo, sabiéndome deseada, aferré el durísimo instrumento, provocando en Iván un gruñido de placer. Incorporándome un poco, lo situé en la posición adecuada y, muy lentamente, fui sentándome de nuevo en su regazo, empalándome en su polla en el proceso.
Qué placer, me faltan las palabras. Cerré los ojos, sintiendo cómo su virilidad me invadía, dilatándome, llenando por completo mi ser. Volví a besarle, sin moverme, limitándonos a sentirnos el uno al otro, brindándonos mutuamente nuestro calor.
Por fin, no aguantando más, comencé un suave vaivén de mis caderas sobre su regazo, aplicando toda mi experiencia en darle placer al chico, experimentándolo yo simultáneamente.
Excitada, eché el cuerpo hacia atrás, apoyando las manos en el suelo, sin interrumpir en ningún momento el baile de mis caderas. Iván, aprovechando la oportunidad, se inclinó también hacia mí, apoderándose de mis durísimos pezones con sus labios, acariciándolos con su lengua, volviéndome loca de placer.
Esta vez fui yo la que no duró nada. Me corrí como una loca, con mis caderas saltando en espasmos de placer, con su durísima barra incrustada en mis entrañas.
Agotada y aún experimentando los últimos estertores del orgasmo, me apreté con fuerzas contra Iván, abrazándole con ganas. Pero él estaba muy lejos de estar satisfecho, así que, cuando quise darme cuenta, el libidinoso chico se las ingenió para obligarme a darme la vuelta, sacando su polla de mi acogedora cueva y colocándome a cuatro patas sobre el frío suelo de la cocina.
Antes de darme siquiera cuenta, Iván volvió a empalarme y, usando mis caderas como agarre, reanudó su enloquecedor bombeo en mi interior, llevándome a nuevas cotas de insondable placer.
Esta vez, sin embargo, no se volvió loco, adoptando un ritmo mucho más sosegado, casi cariñoso. Disfrutando enormemente de aquel sexo, me animé a indicarle a Iván aquello que me gustaba más, consiguiendo que el chico obedeciera mis instrucciones, aplicándose a realizar aquellas acciones que me resultaban más placenteras, incluyendo un buen par de azotes en las nalgas.
Parecíamos una maestra y su alumno, aprendiendo las cosas de la vida y la verdad es que, pensándolo bien, así era en realidad.
En esas estábamos, con la durísima verga de Iván hundiéndose en mí una y otra vez cuando, de repente, sentí como un dedo juguetón se ubicaba justo a la entrada de mi retaguardia, explorando la zona con delicadeza y consiguiendo que se me pusieran los pelos de punta.
–          ¡Ah, no amiguito! – siseé, volviendo la cabeza para mirar a Iván con furia – ¡Quítate eso de la cabeza!
–          Shssss – susurró él tranquilizándome – Sólo es un dedo. Relájate.
Y antes de que me diera cuenta, el muy cabrito deslizó su insidioso apéndice en mi ano, provocando que mi cuerpo se tensara tanto que estrujó su polla con fuerza, haciéndole resoplar de placer.
Iván reanudó su metesaca, hundiendo su barra en mi carne una y otra vez, mientras su maldito dedo se entretenía jugueteando en mis entrañas. Aunque, justo es reconocer que, una vez superada la sorpresa inicial, no encontraba para nada desagradable aquel jueguecito.
Follamos un buen rato y mi querido cuñado logró llevarme al orgasmo un par de veces más, sin dejar de horadar en mi culo con su dedo, antes de volver a derramarse en mi interior.
Permanecimos exhaustos, abrazados en el frío suelo durante un rato más, con mi cabeza reposando en su pecho, mientras él me acariciaba el cabello y me besaba con cariño en la frente. Yo ronroneaba como una gatita satisfecha.
–          Pronto te convenceré de que me dejes hacerte el culito – me dijo medio en broma.
–          Ni lo sueñes chaval – respondí en idéntico tono.
Aunque ya no estaba tan segura.
……………………………………
Era bien entrada la madrugada cuando nos despedimos en el pasillo con un profundo beso, antes de regresar a nuestros dormitorios.
En cuanto cerré la puerta, ya le eché de menos. Juanjo permanecía tirado en la cama, justo en la postura en que la había dejado, roncando aún con energía.
Temiendo que por la mañana algún resto me delatase, me colé en nuestro baño y me di una ducha silenciosa, deslizándome después bajo las sábanas junto a mi marido.
Dormí como una bendita.
………………………………..
Al otro día, Julia no se mostró tan amistosa con Iván, cosa que no me sorprendió lo más mínimo. En cuanto a mí, creo que no llegamos a cruzar una sola palabra en todo el día, pues se pasó toda la jornada tratando de evitarme.
Iván, supongo que ignorante de lo que pasaba, se resignó a que Julia se mostrara esquiva, sobre todo cuando le dije que, probablemente, estaba un poco antipática por algún problema de chicas, con lo que eludí nuevas preguntas.
Además, Julia contribuyó a mi mentira por casualidad, pues, aduciendo que no se encontraba bien, se pasó la tarde encerrada en su dormitorio.
Me pareció perfecto.
Sandra y su familia se marcharon al día siguiente muy temprano. Mi hermana y mi cuñado se despidieron efusivamente, agradeciéndonos el haberles invitado a nuestro hogar.
Mi sobrina estuvo un poco más fría en su despedida. Cuando nuestras miradas se encontraron, apartó la vista enseguida, avergonzada.
Me sentí exultante.
…………………………..
A partir de ese momento, todo cambió. Quedaron atrás los juegos del ratón y el gato. Ahora éramos dos animales en celo.
Iván ya no tenía que perseguirme, ahora era yo misma la que le buscaba. Procurábamos tener cuidado, eso sí, comportándonos con total corrección cuando los miembros del servicio estaban en casa; pero cuando nos quedábamos a solas….
Ya no echaba de menos a Juanjo, ni me molestaba que tuviera que pasarse tantas horas en la oficina. Ahora me pasaba las noches deseando que se fuera bien temprano por la mañana, con la esperanza de tener tiempo suficiente para estar un rato con Iván, antes de que llegara la cocinera.
Éramos como bestias, ni siquiera necesitábamos intercambiar palabras. En cuanto podíamos, nos arrojábamos el uno en brazos del otro, arrancándonos prácticamente la ropa (o limitándonos simplemente a apartarla un poco) y follábamos como si no hubiera mañana.
Yo le enseñaba todo lo que sabía a Iván, ampliando su repertorio de técnicas sexuales, pero lo hacía usándome como modelo a mí, es decir, le enseñaba justo aquellas cosas que más me gustaban y que más placer me producían.
En definitiva, fui moldeándole para convertirle en mi perfecto amante, el hombre que era capaz de hacerme vibrar con cualquier cosa.
Y, puedo asegurar que él no se quejó en ningún momento. Sobre todo, después de que el tiempo le diera la razón, acabando por permitirle que… se apoderara de mi culo.
Y la verdad, fue mucho más placentero de lo que me esperaba. Me arrepentí de no haberle permitido nunca a Juanjo que me sodomizara. Nuestras relaciones habrían sido mucho más plenas.
Nos pasamos dos semanas follando como monos, aprovechando la más mínima ocasión para meternos en faena. Mi trabajo empezó incluso a resentirse, pues no avanzaba nada en las traducciones que me habían encargado, incapaz de concentrarme, al pasarme el tiempo fantaseando con mi próximo encuentro con Iván.
Poco a poco fuimos serenándonos, recobrando un poco el control, de forma que pude recuperar un poco el tiempo perdido en el trabajo. Ambos nos amoldamos al ritmo del otro, adquiriendo cada vez mayor confianza y, aunque ya no estábamos todo el día dale que te pego, comenzamos a practicar ciertos juegos que eran un poco… peligrosos.
……………………………
No nos dimos cuenta de cómo sucedía, fue paulatino. Empezamos a encontrar excitante y morboso el riesgo de que nos pillaran, así que fuimos cada vez más atrevidos, excitándonos terriblemente con la posibilidad de que nos trincaran con las manos en la masa.
Recuerdo la primera vez en que Iván me hizo pasar apuros. Estábamos en la piscina, nadando tranquilamente, charlando sobre el instituto, para cuyo comienzo faltaba poco más de una semana y de cómo se sentía ante la perspectiva de integrarse en un centro distinto del internado.
Entonces apareció Manoli, la cocinera, simplemente para hacerme un par de preguntas sobre el almuerzo y la cena, lo que era muy habitual. Sin sospechar nada raro, nadé hasta el borde de la piscina, apoyándome en él, los codos colocados encima del cemento para no hundirme y pudiendo así hablar con tranquilidad con la cocinera, que estaba justo en la entrada de la terraza.
Como el que no quiere la cosa, Iván nadó hasta situarse a mi lado, también aferrado al borde, mientras le comentaba a la mujer que le apetecía mucho probar otra vez sus deliciosas croquetas.
De pronto, noté cómo su mano se deslizaba por mi espalda, colándose dentro de la braguita del bikini y apoderándose con ansia de mi culo.
Di un respingo y un gritito de sorpresa, que por suerte no fueron percibidos por Manoli, inmersa en el disfrute de los halagos que, muy ladinamente, Iván estaba dedicando a su habilidad culinaria.
Mientras tanto, el muy sinvergüenza me magreaba el culo a placer, sin que a mí me quedara otro remedio que dejarme meter mano con una sonrisa de oreja a oreja en el rostro, disimulando lo mejor que podía para que la empleada no notara nada raro.
Cuando la mujer se fue, me revolví contra Iván, dispuesta a darle aunque fuera un coscorrón, pero el chico, rápido como una serpiente, me aferró por la muñeca y enseguida me encontré aferrada a su polla, la mano metida dentro de su bañador, masturbándole suavemente, mientras vigilaba de reojo la cristalera, no fuera a regresar Manoli de improviso.
Se corrió en menos de un minuto.
……………………………….
Otra mañana, el muy cabrito se metió en mi despacho mientras estaba enfrascada con una traducción. Al principio no hizo nada raro, limitándose a conversar unos minutos conmigo, mientras la asistenta terminaba de limpiar el polvo justo frente a la entrada.
En cuanto la mujer pasó a otro cuarto, Iván cerró la puerta, se sacó la polla y, antes de que me diese cuenta, me montaba como a una potra retrepada sobre el escritorio de mi despacho, tapándome la boca con ambas manos para ahogar los gritos y gemidos de placer, que hubieran podido ser escuchados por la limpiadora, que seguía con sus tareas en el cuarto de al lado.
Ese día me cabreé con él, pues el muy capullo se limitó a correrse en mi coño, sin preocuparse para nada de si yo lo pasaba bien o no y, cuando estuvo satisfecho, me sacó la polla, se la guardó de nuevo y se fue de la habitación, dejándome tirada sobre el escritorio, profundamente insatisfecha, sintiendo cómo su semen resbalaba de mi interior.
Pero no pude seguir enfadada mucho rato, pues esa misma tarde me resarció con creces.
………………………….
Día tras día, iba volviéndose cada vez más audaz, más osado. Y pronto nos encontramos inmersos en ciertos juegos que podían ser descubiertos directamente por Juanjo, pues ya no se cortaba a la hora de asaltarme mientras su hermano estaba en casa.
La primera vez me cogió de sorpresa, pues, desde que éramos amantes, no había vuelto a intentar nada con Juanjo en casa. Pero Iván estaba cada vez más descontrolado.
Esa noche yo estaba afanándome en la cocina, pues era domingo y Manoli no venía ese día.
Estaba tarareando con toda la tranquilidad del mundo, entretenida entre cacharros delante de la encimera. Juanjo estaba sentado en el sofá del salón, de espaldas a mí, viendo los resúmenes del fútbol en la tele.
Como las puertas batientes del pasaplatos estaban abiertas de par en par, me bastaba con alzar la vista para ver a mi marido disfrutando con el deporte. Recuerdo que estaba intentando esmerarme con la cena, para hacerle feliz, quizás sintiéndome un poco culpable por lo mío con su hermano.
No le oí llegar. Iván se deslizó detrás de mi silencioso como un depredador tras su presa. De repente, unas manos me rodearon, apoderándose una de mis pechos mientras la otra me tapaba la boca, logrando ahogar el grito de sorpresa que se me escapó.
No me hizo falta notar su durísima polla apretándose contra mi culo para saber que era Iván de nuevo a la carga, pero aún así me asusté muchísimo, por las consecuencias que aquella locura podía tener.
Me revolví entre sus brazos, intentando zafarme, pero lo único que conseguí fue frotar bien mi trasero contra su erección, lo que hizo que el chico se apretara con más ganas contra mí. Yo forcejeaba, los ojos como platos clavados en la espalda de mi marido, aterrorizada por si le daba por darse la vuelta y nos pillaba en plena acción.
Iván, enardecido, me apretaba con ganas las tetas por encima de la blusa como le encantaba hacer y yo, a mi pesar, empezaba a sentir que aquel asalto inesperado no me disgustaba demasiado.
Entonces Iván, empujándome suavemente, me hizo perder el equilibrio, obligándome a sentarme en el suelo. Él se acuclilló frente a mí, apoderándose de mis labios, hundiéndome la lengua hasta el fondo. Yo respondí al beso con pasión, más tranquila ahora que, al estar tapados por la encimera, quedábamos perfectamente ocultos a Juanjo por si le daba por echar un vistazo a su espalda.
Iván, volviéndome loca de deseo, incrustó una mano entre mis piernas, estrujando mi vagina por encima del pantalón, consiguiendo que me encharcara en un instante.
No sabía lo que quería el chico y, a esas alturas, no iba a pararme a preguntar, completamente rendida a su voluntad y dispuesta a dejarle hacer lo que le viniera en gana.
De pronto, Iván abandonó mis labios, dejándome anhelante, deseosa de que me diera más. Me miró con ojos brillantes, lujuriosos y entonces se puso repentinamente en pie, quedando justo frente a mí.
Me bastó con apreciar el enorme bultazo en su pantalón para comprender sus intenciones y, tras un par de segundos de duda, me abandoné por completo a la lujuria, forcejeando con rabia con la cremallera, hasta que logré extraer su durísima barra de carne de su encierro.
Me quedé mirándola un instante, deleitándome y admirando aquella rígida vara que se estaba convirtiendo en mi dueña. Iván me miró, anhelante y bastó un simple gesto suyo para que me abalanzara sobre su hombría, lamiéndola y chupándola como si me fuera la vida en ello.
Pero Iván no quería lametones ni caricias. Esa noche tenía otra cosa en mente.
Con cierta brusquedad, el chico empujaba una y otra vez con la pelvis, intentando introducir en cada envión una porción mayor de carne entre mis labios. Yo me resistí al principio, temiendo que me llegara hasta el esófago, pero, completamente atrapada entre el muchacho y el mueble de cocina, no tuve más remedio que dejarle hacer, esforzándome en relajar los músculos de la garganta para recibir su durísima estaca entre ellos.
Con un gruñido de satisfacción, Iván se salió por fin con la suya, logrando empotrar por completo mi cara contra su ingle, habiendo alojado enterita su polla en mi garganta.
Me costó menos de lo que esperaba, siendo capaz de soportar toda aquella carne en mi boca, manteniéndome relajada para sofocar las arcadas. Y he de reconocer que me gustó, sentir toda aquella carne, dura, vibrante, alojándose en mi esófago… me sentí una guarra. Me puse caliente.
–          Tócate – escuché entonces la voz de Iván, susurrando quedamente.
Y le obedecí. No dudé ni un segundo. Llevé mis manos al botón de mis shorts y lo abrí, deslizando una mano dentro de mis bragas y llevándola hasta mi coño. Estaba literalmente encharcado.
Muy lentamente, Iván echó el culo un poco para atrás, retirando una porción de rabo de mi boca para a continuación volver a hundirlo muy despacio, mientras yo me esforzaba por apretar bien los labios, para que el chico disfrutara a fondo follándose mi boca.
–          Oye, ¿dónde está Nieves? – resonó de repente la voz de mi marido en el salón.
Me puse tan tensa que casi doy un salto. A punto estuvo el pobre Iván de quedarse eunuco perdido por el susto que me llevé. El chico, sin embargo, no dio la menor muestra de nerviosismo, respondiéndole a su hermano con total tranquilidad.
–          Ha subido un momento a buscar no sé qué. Seguro que ha ido a mirar la receta que Manoli le dio. Como no tiene ni puta idea de cocina…
Escuché cómo mi marido se reía.
–          No seas capullo – reconvino a su hermano menor – Sabes que la pobre se esfuerza.
–          Ya, hombre. Si es broma. Sabes que aprecio sus esfuerzos y se los agradezco de corazón. De hecho, esta noche se está esforzando muchísimo, que te lo digo yo – dijo sacándome unos centímetros de polla de la boca – Pero reconoce que se le da mucho mejor “comer”, que cocinar.
Mientras pronunciaba “comer” con cierto retintín, Ivancito volvió a hundirme la verga hasta las amígdalas. Yo, completamente entregada al juego, me esforcé en lamérsela bien al mismo tiempo, acariciándole el nabo con la lengua mientras la enterraba en mi esófago.
–          ¿Quieres una cerveza? – preguntó Iván helándome la sangre en las venas.
¿Estaba loco? ¿Y si Juanjo se levantaba a por la bebida?
–          No, gracias, después de comer. Anda, vente y vemos el resto de los resúmenes.
–          Sí. Enseguida voy. En cuanto termine una cosilla aquí.
Y, con toda la tranquilidad del mundo, siguió follándose la boca de su cuñada con parsimonia, disfrutando al máximo de la mamada, mientras simulaba estar trasteando por la cocina, por si a su hermano se le ocurría volver a mirar.
Por fin se corrió, directamente en mi garganta, con al menos tres cuartas partes de su polla  enfundadas entre mis labios. No me quedó más remedio que tragar. Lo hice con gusto. Disfruté enormemente sintiendo cómo sus pelotas se vaciaban directamente en mi tráquea, percibiendo cómo su ardiente jugo se deslizaba quemando mi esófago. Ya era por completo su puta.
Cuando terminó, extrajo su todavía bastante duro miembro de entre mis labios, que yo apreté para dejarlo bien limpito y reluciente. Acuclillándose de nuevo, me dio un cariñoso besito, mientras yo le miraba, tratando de serenar mi desbocado corazón, con las lágrimas provocadas por las arcadas deslizándose sin freno por mis mejillas.
Tras besarme, Iván abrió la nevera y sacó un par de latas, reuniéndose con su hermano, que, a pesar de lo que había dicho antes, no rechazó la bebida.
Yo, sacando fuerzas de flaqueza, me las apañé para escapar de la cocina a gatas, usando la puerta que daba a la escalera y me precipité al piso de arriba, refugiándome en el baño de mi dormitorio.
Me miré en el espejo, con ríos de gruesas lágrimas todavía deslizándose por mi rostro, los ojos inyectados en sangre, la saliva y el semen resbalando por la comisura de mis labios.
Me encantó lo que vi. Adoraba sentirme tan sucia. Iván era mío y yo era de Iván.
Tardé un rato en arreglarme lo suficiente para poder volver a bajar. La cena salió asquerosa.
…………………………….
 Nuestra relación continuó cada vez más despendolada, los límites que nos marcábamos abarcaban cada vez más, atreviéndonos a ser cada vez más osados.
Iván había dejado despertar el monstruo lujurioso que había dentro de él y había conseguido que a mí me pasara lo mismo. Vivíamos el uno para el otro, sin importarnos para nada los demás.
Una día, molestos porque Juanjo se hubiese tomado la tarde libre, no nos cortamos un pelo en volver a echarle un par de pastillitas en la bebida, dejándole grogui en el sofá. Dominados por la más absoluta impudicia, terminamos follando como locos en el sofá de al lado, conmigo relinchando como una yegua, empalada en la polla de mi cuñado, mientras mi maridito estaba en coma a menos de un metro.
Cuando Iván notó que estaba a punto de correrse, me obligó a arrodillarme frente a él, para poder descargar sus pelotas bien a gusto sobre mi cara. Luego, con la polla todavía goteando, el muy cerdo me hizo una foto con el móvil, sonriendo con la cara llena de lefa, bien pegadita a la de mi marido, que no se enteraba de nada. Salgo hasta haciendo el signo de la victoria con los dedos.
………………………….
Otro día, Iván me pidió que le diera unas clases de conducir, para ir aprendiendo para sacarse el carnet en cuanto cumpliera los 18. Al principio se lo pidió a su hermano, pero, como ambos sabíamos, estaba ocupadísimo, así que sin duda lo hizo para disimular.
Nos fuimos juntos por la tarde en mi coche. Primero al centro, a un sex shop cuya web había descubierto Iván unos días antes.
Compramos un montón de juguetes: consoladores de goma, vibradores, unas bolas chinas, un plug anal… todo lo que al chico se le antojó.
Luego nos fuimos a conducir, a un descampado. A los cinco minutos de lección ya me encontraba con la cabeza enterrada entre sus piernas, comiéndole la polla con pasión, mientras él se afanaba en mantener el coche en marcha.
No lo consiguió y terminamos en la cuneta, con una rueda pinchada.
Esa noche tuvimos que soportar las burlas de Juanjo durante la cena, carcajeándose de nosotros por haber tenido que avisar a la ayuda en carretera, por no tener ninguno de los dos ni puta idea de cambiar una rueda.
No me molestó, pues mientras se burlaba, su hermano tenía metida una mano entre mis muslos, acariciándome el coño todo lo que quiso.
…………………………..
Algunas noches, Juanjo tenía ganas de sexo. Yo le complacía encantada, sintiéndome un poco menos sucia al estar con él.
Pero eso duraba sólo hasta el amanecer, pues, indefectiblemente, todas las mañanas tras haber cumplido con mis deberes conyugales, Iván se presentaba en mi dormitorio segundos después de que su hermano hubiera salido de casa. A veces incluso antes.
Y follábamos, mientras Iván repetía una y otra vez en mi oído: “Eres mía”, lo que me llenaba de felicidad.
Depravados. Eso es lo que éramos.
…………………………
Y todo terminó… como tenía que terminar.
Recuerdo que era nuestro último día con entera libertad para estar juntos, pues al día siguiente comenzaban las clases y ambos habíamos acordado que no íbamos a permitir que lo nuestro interfiriera en sus estudios.
Iván, con su recién adquirida perversión, me decía que se esforzaría en seguir sacando buenas notas y que yo, a cambio, le tendría que hacer una mamada por cada sobresaliente.
Qué tontería. Se la habría chupado igualmente aunque las suspendiera todas.
Ese día era para nosotros. Lo habíamos calculado al milímetro. Juanjo estaría todo el día fuera y nosotros anunciamos que saldríamos a comer, con lo que Manoli consiguió un inesperado día libre.
Nos daba igual la comida. Lo que queríamos era follar.
Pero no contamos con la bondad de Juanjo.
Él tenía sus propios planes y había pensado en darle una sorpresa a Iván.
En secreto, le había comprado la moto de la que habían estado hablando y, pensando que la casa estaría vacía, la trajo por la tarde para dejarla en el salón y que su hermano la encontrara a su regreso.
Y la sorpresa se la llevó él.
Estábamos en el cuarto de Iván, conmigo cabalgando despendolada sobre su polla, empalándome una y otra vez en su inconmensurable dureza, estrujándome las tetas en un paroxismo de placer. Iván, conforme a sus deseos libidinosos, se las había ingeniado para meterme uno de los consoladores de látex por el culo, haciéndome disfrutar de sentirme completamente llena.
Entonces escuché una exclamación, un grito que me detuvo el corazón. Ambos nos volvimos hacia la puerta, asustados, encontrándonos con mi esposo que nos miraba atónito, con una expresión de pasmo en el rostro que aún se me aparece en sueños.
No dijo nada, no gritó ni nos amenazó. Tras unos segundos recobrándose, se dio la vuelta y se marchó de casa. No he vuelto a verle.
No voy a mentir. A pesar de que, durante un segundo sentí el impulso de salir detrás de él, bastó con que Iván se moviera debajo de mí, volviendo a follarme, para que me olvidara por completo de mi marido y siguiera montando a su hermano como si fuera el último hombre en la tierra.
……………………………………

Han pasado 6 meses de aquel fatídico día.
Los abogados de Juanjo me presentaron los papeles del divorcio pasada poco más de una semana. No pude contactar con Juanjo, ni siquiera en el trabajo. El móvil siempre salía desconectado.
Aunque, realmente, lo que me dolía de todo aquello era que Iván había sido fulminantemente enviado de vuelta al internado, quedándome sola en Madrid sin tener adonde ir.
No me quedaba otra, para qué alargar la agonía. Firmé los papeles y me quedé con lo puesto. Mi coche, mi ropa y el dinero que tenía en el banco. El acuerdo prematrimonial que mis suegros insistieron en que firmáramos, le vino de perlas a mi marido. Cabrones. Bien muertos que estáis.
Por fortuna, no perdí mi trabajo, así que, en cuanto pude, me mudé a Zaragoza, reanudando inmediatamente mi relación con Iván.
El chico se esfuerza al máximo por rendir en la escuela, pues los permisos de salida van en función del comportamiento. Así que nos vemos todos los fines de semana. Para no meterle en un lío, no le recojo en la puerta del internado, sino algo más lejos.
Luego nos vamos a mi piso. A follar. O lo hacemos en el coche. Lo que a él le apetezca. Lo que sea para que no salga con otras mujeres. Iván es sólo para mí.
Curiosamente, se ha vuelto muy popular en el colegio. Con una novia mayor… Me ha presentado a unos cuantos compañeros y noté perfectamente cómo me devoraban con los ojos. Me gustó mucho conocerles y no me corté un pelo en comerle la boca delante de sus amigos. Que murmuren tanto como quieran.
Mi familia no me habla. Supongo que, tras el divorcio, Julia se fue de la lengua y le contó a su madre lo que había visto. Ninguno aprueba mi comportamiento. Me da exactamente lo mismo. Menos gasto en navidad.
El otro día fue el cumpleaños de Iván, por fin ha cumplido los 18. Como regalo, me puse un lazo en el pelo y le di una tarjeta en la que ponía: “Hazme lo que quieras”.
Y vaya si lo hizo.
Me contó que los abogados de Juanjo se habían puesto en contacto con él para solicitar su permiso para poder vender la casa de sus padres. Iván les respondió que, en cuanto entrara en posesión de su parte de la herencia, él mismo compraría su parte a su hermano.
Esa misma noche, me pidió que me casara con él.
Pensándolo bien, creo que al final sí que voy a terminar enterrada en el panteón familiar. Me lo habré ganado a pulso. Me he pasado por la piedra a sus dos herederos.
FIN
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¡SEGURO QUE TE GUSTARÁ!/

Relato erótico: “Sustituí a un amigo con su madre y su esposa” (POR GOLFO)

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El destino nos tiene reservadas muchas sorpresas. A veces son malas, otras pésimas y por desgracia, solo en pocas ocasiones, te sorprende con una campanada que te cambia la vida de un modo favorable. 
Curiosamente, un buen día, una mala noticia se convirtió en pésima pero al cabo de los días, esa desgracia se convirtió en lo mejor que me ha ocurrido jamás.
Para explicaros de que hablo, os tengo que contar las consecuencias de una petición de auxilio por parte de un buen amigo. Todavía recuerdo que estaba en el despacho cuando Laura, mi secretaria, me avisó que tenía visita. Extrañado miré mi agenda y al ver que no tenía nada programado, le pregunté quien venía a verme.
-Don Julio LLopis- contestó- dice que es un amigo de su infancia.
-Dígale que pase- respondí inmediatamente porque no en vano, ese amigote no solo era uno de mis más íntimos conocidos sino que para colmo estaba forrado.
Mientras esperaba su aparición, me quedé pensando en él. Llevaba al menos seis meses sin verle porque sin despedirse de nadie, se había marchado a vivir a su finca que tenía en Extremadura. Aunque a todos nos resultó raro, si lo pensabas bien, no lo era tanto:

“Si yo tuviese una esposa tan impresionante, no me importaría dejar todo e irme al fin del mundo con ella”, pensé recordando a Lidia, su mujer.

Sé que muchos no estaréis de acuerdo conmigo pero si conocierais a ese pedazo de bombón, cambiaríais de opinión de inmediato. Sin pecar de exagerado Lidia es la mujer más impresionante con la que me he topado jamás. Morenaza, de un metro setenta, la naturaleza la ha dotado de unos encantos tan brutales que nadie en su sano juicio perdería la oportunidad de pasar una noche con ella aunque eso suponga perder una amistad de años.
Os tengo que reconocer que si Julio y yo seguíamos siendo amigos, se debe únicamente a que ese portento jamás me ha dado ocasión de echarle los tejos. De haber visto en sus ojos alguna posibilidad, me hubiese lanzado en picado sobre ella.
Lo cierto es que detrás de esa cara angelical, se esconde un cuerpo de lujuria que hace voltear a cuanto hombre se cruza con ella. No solo tiene unos pechos grandes y bien parados sino que van enmarcados en una anatomía espectacular. Su cintura de avispa es solo la antesala del mejor culo que os podáis imaginar.
“Esta buenísima”, sentencié justo en el momento que vi entrar a su marido.
El aspecto enfermizo de mi amigo me sobresaltó nada más verlo. El Don Juan de apenas unos meses antes se había convertido en un anciano renqueante que necesitaba de un bastón para caminar.
-¿Qué te ha pasado?- exclamé al percatarme de su estado.
Julio, antes de contestarme, se sentó con gran esfuerzo en la silla de confidente que tenía frente a mi mesa. Esa sencilla maniobra le resultó increíblemente difícil y por eso con un rictus de dolor en su rostro, tuvo que tomar aliento durante un minuto.
-Cómo puedes ver, me estoy muriendo.
La tranquilidad con la que me informó de su precario estado de salud, me desarmó e incapaz de contestar ni de inventarme una gracia que relajara el frío ambiente que se había formado entre nosotros, solo pude preguntarle en que le podía ayudar:
-Necesito de tus servicios – contestó echándose a toser.
Su agonía me quedó clara al ver la mancha de sangre que tiñó su pañuelo al hacerlo. El dolor de mi amigo me hizo compadecerme de él y olvidando la profesionalidad que siempre mostraba en el bufete, le respondí:
-Si quieres un abogado, búscate a otro. ¡Yo soy tu amigo!
-Exactamente por eso y porque eres el único en que confío, vengo a informarte que te he nombrado mi heredero.
-¡Estás loco!. ¡No puedo aceptar!- contesté- Tienes a Lidia y si no crees que se lo merece, todavía te queda tu madre…
Con una parsimonia que me dejó helado, me rogó que me callara:
-Ninguna de las dos tiene capacidad para afrontar lo que se avecina y por eso, quiero pedirte ese favor. Necesito que una vez haya muerto, queden bajo tu amparo.
La rotundidad con la que hablo, no me hizo sospechar la verdadera causa de su decisión y asumiendo una responsabilidad que no era mía, accedí siempre y cuando pudiera ceder en un momento dado, la herencia a sus legítimas dueñas.
-¡Por eso no te preocupes! En el testamento, he dispuesto que de ser voluntad de Lidia o de mi madre el hacerse cargo de la herencia, esta pase automáticamente a ellas.
“No comprendo”, pensé, “si les da ese poder, realmente seré su albacea hasta que decidan ejercerlo”
Y pensando que quizás lo que quería Julio es que no hicieran ninguna tontería durante los primeros meses, me quedé más tranquilo y acepté ya sin ningún reparo. Fue entonces, cuando haciendo acopio de las pocas fuerzas que le quedaban, me invitó a pasar ese fin de semana a su finca para que así tuviéramos la oportunidad de cerrar todos los flecos. Como podréis comprender, dándole un suave abrazo, quedé con él en que ese mismo viernes iría.
Sin nada más que tratar, le acompañé hasta un taxi y mientras le veía marchar, me quedé pensando en lo jodido que estaba y que no le pensaba fallar.
Mi visita a “El vergel” me depara nuevas sorpresas.
Tal y como habíamos acordado, ese viernes al mediodía cogí mi coche y me dirigí hacia Montánchez, un pequeño pueblo de Cáceres donde estaba ubicada su cortijo. Ya en la carretera de Extremadura y mientras recorría los trescientos kilómetros que separaban Madrid de esa localidad, me puse a recordar los tiempos en los que estando en la universidad, teníamos esa finca como refugio para nuestras múltiples correrías. Siendo unos putos críos cada vez que queríamos hacer una fiesta un poco subida de tono, nos llevábamos hasta allá a cuanta amiga o puta se dejara.
Al rememorar una de esas reuniones, no pude dejar de sonreír al recordar la metedura de pata de unos de nuestros colegas. Con algunas copas de más, una tarde vio entrar a una espectacular rubia de unos cuarenta años y creyendo que Julio se había enrollado a una madura, se le presentó diciendo que si el anfitrión no podía satisfacerla, pasara por su cama para que le diera un buen repaso.

El pobre muchacho al enterarse que ese culito era Nuria, la madre de Julio y dueña de ese lugar, le pidió perdón pero totalmente abochornado por su falta de tacto, hizo las maletas y volvió a Madrid con el rabo entre las piernas. 

“Eso fue hace diez años”, me dije un tanto inquieto por encontrarme otra vez con ella, no en vano, esa mujer por aquella época tenía un polvo de escándalo y dudaba que se mantuviera tan atractiva como entonces.
Sabiendo que no tardaría en saber cómo le había afectado esos años, aceleré con pocas ganas de enfrentarme tanto a ella como a Lidia. Por mucho que mi amigo me hubiese asegurado que tanto su mujer como su madre estaban de acuerdo con su decisión, no me lo podía creer y por eso no tardé en tomar la decisión de renunciar en cuanto descubriera el mínimo rechazo a tan extraño testamento.
Durante el trayecto recordé múltiples anécdotas que había compartido con Julio, desde las típicas borracheras de juventud a conquistas sexuales. Aunque mi amigo siempre se había mostrado tradicional en ese aspecto, recordé un día en que me descubrió con una hembra atada en mi cama. Al verle entrar sin llamar, pensé que iba a montar un escándalo pero en contra de lo que había supuesto, se sentó sin ni siquiera echar una mirada a la zorra que yacía sobre el colchón y sonriendo, me preguntó si podía mirar.
-Tú mismo- contesté.
De esa forma tan rara, Julio conoció mi faceta de dominante y aunque fue testigo de esa sesión, al salir de la habitación jamás volvió a mencionarlo.
Esa tarde debí de quebrantar en multitud de ocasiones el estricto límite de velocidad que hay en España, porque a las dos horas y cinco minutos de salir de mi oficina, llegué a las puertas del cortijo. Al entrar por el camino de tierra que daba acceso a la casa principal, me sorprendió gratamente comprobar que lejos de haber perdido su esplendor con los años, “El Vergel” hacía honor a su nombre y parecía un pedazo de edén colocado en mitad de la sierra extremeña.
Aunque no iba a ser el verdadero dueño de ese paraíso, reconozco que me llenó de gozo descubrir el estado de sus campos. Al llegar al casón, mi primera impresión quedó refrendada al observar que conservaba la clase y belleza que tan buenos recuerdos me habían brindado.
Ni siquiera había aparcado cuando vi abrirse el enorme portón de madera y salir de su interior, tanto Lidia como su suegra. Si descubrir que la esposa de mi amigo seguía siendo el estupendo ejemplar de mujer que recordaba, me encantó ver que por Nuria parecían no haber pasado los años y que aunque sin duda debía de rozar los cincuenta nadie le echaría más de cuarenta.
“¡Sigue siendo un monumento!” exclamé mentalmente al verla llegar enfundada con unos pantalones de montar que realzaban su trasero.
Ambas mujeres me recibieron con un cariño desmesurado y sin dejarme siquiera sacar  mi equipaje del coche, me hicieron pasar adentro. Mientras Lidia me conducía del brazo a la habitación donde permanecía postrado su marido, la madre de mi amigo iba delante. El que me fuera mostrando el camino me permitió admirar el movimiento de sus nalgas al caminar.
“¡Está impresionante!”, sentencié mientras disimuladamente me recreaba en la rotundidad de sus cachetes.
Mi amiga debió percatarse del rumbo de mis pensamientos porque pegándose a mí, más de lo que la familiaridad de la que gozábamos permitía, me dijo:
-No parece tener cuarenta y nueve.
-La verdad es que no –respondí avergonzado que hubiese descubierto el modo en que la miraba y tratando de ser educado, le solté: -Sigue siendo muy guapa pero la que está cañón eres tú.
Lidia al oír mi piropo, soltó una carcajada y pasando al interior del cuarto de su marido, me llevó a su lado. Desde la cama, Julio con aspecto cansado preguntó el motivo de su risa y su esposa sin cortarse ni un pelo respondió:
-Fernando, mientras le miraba el culo a tu madre, me ha dicho que estoy guapísima.
Si de por sí el que mi amigo se enterara de mi error era duro, mucho más lo fue ver que Nuria se ruborizaba al escuchar que le había estado examinando con mi mirada esa parte tan sensible de su anatomía. Cuando ya estaba a punto de buscar una excusa, Julio respondió:
-Siempre ha tenido buen gusto- y haciéndoles señas, le pidió que nos dejaran a solas.
En cuanto nos quedamos únicamente él y yo en la habitación, me llamó a su lado y con voz quejumbrosa, me fue detallando los aspectos esenciales de su herencia. Haciendo como si estuviera interesado, escuché de sus labios que no solo tenía esa finca sino una cantidad de efectivo suficiente para que ninguna de las dos mujeres, pasara nunca ningún tipo de penuria.
En un momento dado, al explicarme las medidas que había tomado para asegurar un modo de vida elevado a cada una de las dos, pensé que no tenía ningún sentido que me nombrara heredero porque lo había previsto todo. Cada vez más confuso, le pregunté:
-Julio, no entiendo. Tu madre y tu esposa no me necesitan. ¡Pueden valerse por ellas solas!
-¡Te equivocas! Aunque nunca hayas siquiera sospechado nada, tengo un secreto que compartir contigo…
El tono misterioso que adoptó al decírmelo, me hizo permanecer callado mientras tomaba un sorbo del vaso que tenía en su mesilla. Esos pocos segundos que mediaron hasta que volvió a hablar se me hicieron eternos al imaginarme unas deudas de las que no hubiera hablado. Pero os tengo que confesar que nunca me hubiera esperado, lo que vino a continuación: con una sonrisa en sus labios, me dijo:
-Durante cuatro generaciones, todas las mujeres de mi familia han sido sumisas y por lo tanto han necesitado de un amo que las dirigiera. Al morir mi padre me legó a su mujer y ahora cómo no tengo descendencia, quiero que tú me sustituyas con mi madre y con Lidia.  

Imaginaros mi cara, solo el dolor que se reflejaba en sus ojos evitó que creyera que era broma y pensara que me estaba tomando el pelo. Viendo mi estupor, me pidió que le acercara un timbre y sin darme oportunidad a preguntar para que lo quería, lo tocó.

 No había pasado ni un minuto cuando escuché que tocaban la puerta y pedían permiso para entrar. La confirmación que era en serio su propuesta no pudo ser más clara porque tanto Nuria como su nuera hicieron su aparición portando un collar como única vestimenta. Al verlas totalmente desnudas, me levanté de un golpe y por eso de pie fui testigo de cómo se arrodillaban frente a la cama donde yacía mi amigo y adoptando la postura de esclavas de placer, le preguntaron en que podían servirle.
Nada me había preparado para verlas así y por eso no me avergüenza reconocer que me excitó ver a ese par de preciosas hembras sirviendo a su amo. El metro que me separaba de ellas, me permitió admirar sus cuerpos. Mientras el de Lidia mostraba la lozanía de la juventud, el de Nuria era una magnifica representación de la belleza madura. 
Aunque lo intenté no supe cual me gustaba más, o la tierna y delicada morena o la despampanante y espectacular madura. Para entonces estaba curado de espanto pero aun así, me quedé paralizado cuando Julio les preguntó si habían traído los que les había pedido.
-Sí, amo- contestó su madre y extendiéndole un joyero, lo puso sobre su regazo.
Haciendo un esfuerzo sobre humano, lo abrió dejándome ver su contenido: ¡Envueltos en seda roja había dos collares de sumisa!. Una vez abierto, me llamó a su lado y con voz agotada, les preguntó si me aceptaban como nuevo dueño.
-Con mucha pena aceptamos dejar de ser suyas y pasar a ser del amo Fernando- contestaron al unísono.
La ratificación de que eran conscientes de los planes de mi amigo me dejó helado y por eso Julio me tuvo que repetir que por favor les quitara los collares que llevaban y que les pusiera los míos. Sin tenerlas todas conmigo, cogí el primero y leí la inscripción que tenía grabada:
“Esclava Nuria. Propiedad de Fernando Alazán”
La rubia al ver que la casualidad había determinado que fuera ella la primera en ser acogida por mí, sonrió y pidiéndome permiso, se arrodilló a mis pies mientras echaba su melena hacia adelante. Ese gesto de sumisión y percatarme la alegría con la que aceptaba mi autoridad, me azuzó a abrir el broche del que llevaba y sustituirlo por el mío.
La madre de mi amigo al sentir que la presión de su nuevo collar, me miró con los ojos llenos de lágrimas y cayendo a mis pies, me dio las gracias por aceptarla. Sabiendo que era lo que se esperaba de mí, acaricié sus pechos con mis dedos y recreándome en mi nuevo poder, la gratifiqué con un suave pellizco. Nuria al sentir mi ruda caricia, con una felicidad en su rostro, me dijo:
-Estoy deseando  servirle, amo.
Como podéis suponer, el morbo de tener a esa mujer en mis manos era enorme y por eso tuve que vencer las ganas de follármela allí mismo pero recordando que tenía que asumir la propiedad de la esposa, cogí entre mis manos el otro collar.  
La morena se acercó hasta mí y mirando de reojo a su marido, dejó que le pusiera el símbolo de mi poder. Sé que resultara raro pero al sentir que cerraba el broche alrededor de su cuello, pude observar como sus pezones se ponían duros sin necesidad de tocarlos.
Sabiendo que debía tomar posesión de mis nuevas esclavas, miré hacia la cama. En ella, Julio seguía atento mis maniobras con una mezcla de satisfacción y de pena. Comprendí que aunque le dolía desembarazarse de sus más preciadas posesiones, por otra parte para él era una liberación dejarlas en buenas manos. 
-Levántate- ordené a la que hasta ese momento había sido su esposa y cogiéndola de la cintura la llevé hasta donde yacía su marido y dirigiéndome a él, le dije: -Julio acepta que esta zorra te sirva por última vez.
Mi amigo sonrió agradecido y llamándola a su lado, le ordenó que le hiciera una mamada. La morena sin hablar se agachó entre sus piernas y abriendo su boca, buscó dar placer al que hasta entonces había sido su dueño. Viendo que mi amigo disfrutaba, me di la vuelta y llamé a su madre a mi lado:
-Dejémosles solos- ordené
 La madura me acompañó fuera de la habitación y ya en el pasillo, me preguntó si quería que me enseñase mi habitación. Al aceptar me guio por la casa. Mientras íbamos hacia allá, no pude dejar de recrear mi mirada en los felinos movimientos de la rubia. Con una femineidad que solo poseen las esclavas bien educadas, Nuria fue recorriendo paso a paso la distancia que nos separaba del lugar donde sin duda alguna, la tomaría. Observándola me percate que estaba nerviosa al decirme que habíamos llegado.
Al abrir la puerta, me quedé maravillado al descubrir que mi cuarto no solo era enorme sino que la cama era una King Size. Ya dentro decidí que por primera vez debía mostrarme cariñosa con ella y por eso, dándole un azote suave en el trasero, le pedí que me preparara la bañera. Nuria asintiendo con la cabeza, se dirigió hacia el baño y mientras oía que abría el agua, me puse a recapacitar sobre lo ocurrido.
“Julio tiene que estar bien jodido para cederme a estas dos”, pensé.
No habían pasado ni dos minutos cuando la rubia me informó que estaba lista. Asumiendo que para ella yo era su amo, entré en el baño y con voz seria, le ordené:
-Desnúdame.
La madre de mi amigo no me contestó pero por el tamaño de sus pezones supe que estaba excitada. Sin mediar palabra se agachó y quitándome los zapatos, me besó los pies mientras me volvía agradecer haberla aceptado como sumisa. El morbo de tener a esa mujer que había poblado mis sueños juveniles postrada, me calentó pero no dije nada. Una vez me había descalzado, se levantó y botón a botón fue desabrochándome el vaquero.  La cuarentona seguía con sus ojos las maniobras de sus manos y no pudo evitar morderse los labios cuando me bajó el pantalón.
Dándole toda la parsimonia que le fue posible,  me lo sacó por los pies y levantándole su cabeza, dejé que contemplara que bajo mis boxers, mi pene había salido de su letargo:
-¿A qué esperas?- pregunté con recochineo al advertir  que la madura había cerrado sus piernas, tratando de evitar la calentura que la estaba poseyendo por momentos.
-Su orden- respondió con mirada hambrienta.
Por su tono, supe que lo que había empezado como una novedad para ella, se estaba volviendo peligrosamente excitante. Quizás fue el sudor que recorría su frente lo que me hizo decirle mientras la acercaba a mi paquete:
-Quiero que me la mames-
Nuria que hasta ese momento se había mantenido expectante, cogió con sus dos manos la tela de mis calzoncillos y lentamente empezó a bajármelos. Con satisfacción, la escuché decir al ver mi pene tieso a escasos centímetros de su boca:
-¡Amo! ¡No se arrepentirá de mí!.
Lo que no me esperaba era que llevando sus manos a mi trasero, lo empezara a acariciar mientras hundía su cara en mi entrepierna.  Si alguien me hubiera dicho que estaría con esa preciosidad de mujer en esa situación nunca le hubiese creído pero, si además, me hubiese asegurado que iba ella a estar besando mis huevos mientras me pajeaba lo hubiera tildado de loco y por eso, tratando de no romper ese mágico instante, esperé que siguiera. Ni que decir tiene que para entonces mi sexo había ya alcanzado una tremenda erección.

Queriendo colaborar apoyé mis manos en la pared y abrí las piernas, dejando libre todo mi cuerpo a sus maniobras.  La confirmación de que iba a cumplir mis deseos vino al advertir la humedad de su lengua recorriendo mi piel, mientras se apoderaba de mi pene.

-No se mueva-  me pidió imprimiendo a la mano que tenía agarrado mi sexo de un suave movimiento.
Manteniéndome quieto, le hice el favor de esperar sus caricias. La madre de Julio, restregándose contra mi cuerpo, gimió en silencio. Poseída por un frenesí sin igual, me masturbaba mientras susurraba lo cachonda que le ponía tenerme como su amo. Cuando le informé que quería sentir sus labios, abrió su boca y  se introdujo toda mi extensión hasta el fondo de su garganta. Fue alucinante, esa cuarentona no solo estaba buena sino que era toda una maestra haciendo mamadas y   para no perder el equilibrio, tuve que sentarme en el váter.
Si creéis que eso la detuvo, os equivocáis de plano porque siguió mamando mi verga como si no hubiese pasado nada mientras yo la miraba alucinado. Disfrutando como un enano de la mamada, me quedé pensando que además de ser la madre de mi amigo, esa zorra estaba más que acostumbrada a hacerlo, ya que, imprimiendo una velocidad endiablada a su boca, fue en busca de mi semen como si de ello dependiera su vida.
No contenta con meter y sacar mi extensión de su boca, usó una de sus manos para acariciarme los testículos mientras metía la otra entre sus piernas. Aunque no le había dado permiso para masturbarse, no me importó.
-Me encanta- chilló del placer que experimentaba al experimentar la tortura de sus dedos sobre su clítoris.
Tardó poco tiempo en que llegara hasta mis papilas el olor a hembra hambrienta que manaba de su sexo. Aspirar su aroma elevó mi calentura hasta unos extremos nunca sentidos y sin poderme retener me vacié en su boca. Nuria, al sentir mi explosión de semen, se volvió loca y gritando descompuesta, bañó su cara con los blancos chorros que manaban de mi pene mientras me pedía que la dejara correrse.
Al permitírselo, se dejó llevar por la lujuria y durante unos segundos vi como todo su cuerpo convulsionaba de placer. Sin darle tiempo a reaccionar, me levanté y me metí en la bañera. La rubia al percatarse, me preguntó si podía enjabonarme. Satisfecho por su entrega, le ordené que se metiera conmigo dentro de la tina.
Una vez a mi lado, se quedó callada esperando que externalizara mis deseos.  Su actitud me permitió contemplar su cuerpo sin que se quejara de ser objeto de un exhaustivo escrutinio.  Realmente, tuve que admitir que esa mujer era una preciosidad. Dotada por la naturaleza de unos pechos primorosos, la gravedad todavía no había hecho estragos en ellos.
Grandes y bien puestos, su belleza quedaba realzada al estar adornados con dos enormes pezones dignos de mordisquear. Cualquiera que la viera desnuda tendría que admitir que jamás desperdiciaría la oportunidad de perderse entre sus piernas. Por eso en cuanto me miró, le pedí que se tocara para mí. Curiosamente se ruborizó al tener que hacerlo pero obedeciendo de inmediato, empezó a acariciarse los pechos mientras observaba mi reacción.
-Empieza- le urgí.
Cerrando sus ojos, buscó su punto de placer y cogiéndolo entre sus dedos lo cogió mientras el agua mojaba sus pechos. Separando sus rodillas, comenzó a masturbarse a ritmo lento. Sus movimientos se iban acompasando con sus caderas dando la impresión que necesitaba desahogarse. La necesidad de sexo que tenía esa mujer me sorprendió y al poco tiempo aceleró el ritmo de sus manos. Asida de un pezón y con dos dedos incrustado hasta el fondo de su vulva, Nuria empezó a gemir descompuesta.
Al comprender que necesitaba más. Cogí el brazo de la ducha y descolgándolo se lo pasé. La rubia comprendió al instante mis deseos y abriendo su sexo, dirigió el chorro al hinchado clítoris.
-¡Dios!-aulló.
No tardé en observar como su cuerpo volvía a estremecerse y mientras  con la lengua remojaba los labios de la boca, la madre de Julio, concentró todo el chorro sobre su botón.
-¡Necesito correrme!- chilló.
-Aguanta- le ordené interesado en saber hasta dónde aguantaría.
Berreando como una puta, sus  piernas empezaron a temblar anticipando un  inminente orgasmo. Aun sumergido bajo el agua, no tuve duda de que su coño estaba anegado de flujo y mientras ella era incapaz de hablar, le exigí que se pusiera de pie. Costándole lo indecible mantener el equilibrio, se me quedó mirando absolutamente poseída al percatarse del interés con el que le miraba el conejo.
Totalmente depilado, no parecía el coño de una cuarentona y queriendo tanto forzar su sumisión como el probarlo por primera vez, tanteé con mi lengua sus labios. Nuria al sentir mi cálida caricia recorriendo sus pliegues, pegó un tremendo grito e incapaz de controlarse, apoyó una mano en la pared para no caer mientras yo seguía paladeando su sabor.
-Amo, ¡Necesito correrme!
Fue entonces cuando comprendí que esa mujer llevaba mucho tiempo insatisfecha porque desobedeciendo, llegó al clímax con una corrida intensa y  maravillosa. Sabiendo que me había fallado, resopló y con una extraña felicidad impresa en su rostro, me pidió perdón. No tuve que ser un genio para descubrir que la madre de mi amigo  se encontraba alegre y aunque su excitación se había visto amortiguada por el placer, seguía necesitando ser tomada.
Observándola, me percaté que sus pezones seguían duros y decidido a complacerla le pedí que se diera la vuelta. Sabiendo que era de mi propiedad, obedeció al instante y anticipando mis órdenes, se separó con sus manos las dos nalgas.  Al observar de cerca su ojete, me sorprendió descubrir que se mantenía cerrado como si nunca hubiera sido usado.
“¡No puede ser!”, pensé atónito, “¡Una sumisa con el culo virgen!”
Con mi pene totalmente tieso anticipando el placer que ese trasero me daría, le pregunté si sus amos anteriores nunca la habían tomado por detrás. Bajando la cabeza avergonzada, me confesó:
-El padre de Julio solía disfrutar sodomizándome pero mi hijo jamás. Dice que eso es de animales.
Al escuchar sus palabras, comprendí que mi amigo era un amo bastante peculiar y sobre todo poco estricto. Tanteando el terreno, ya que no quería forzarla en demasía desde el primer día, le pregunté si cuando había experimentado el sexo anal si le había gustado:
-Me encantaba- respondió con rubor en sus mejillas.

El tono con el que me contestó me hizo saber que estaba diciendo la verdad y por eso sin pedirle opinión, introduje dos dedos dentro de su coño y bien embadurnados con su flujo, comencé a relajar su esfínter.

-Gracias, amo- chilló con satisfacción al sentir que introducía una de mis yemas en su interior y sin que le tuviera que decir nada, se agachó para facilitar mis maniobras.
Su nueva postura me permitió observar con tranquilidad que los muslos de la mujer temblaban cada vez que introducía mi falange en su interior y ya más seguro de mí mismo, decidí dar otro paso y dándole un azote a una de sus nalgas, metí  dos dedos dentro de su orificio.
-Ahhhh- gritó de placer mordiéndose el labio. 
Su gemido me avisó de la naturaleza fogosa de la viuda y deseando terminarla de convencer que conmigo iba a disfrutar mucho, volví a lubricar su ano mientras esperaba a que se relajase. La rubia moviendo sus caderas me informó que estaba dispuesta. Esta vez, tuve cuidado y moviendo mis falanges alrededor de su cerrado músculo, fui dilatándolo mientras que con la otra mano, la empezaba a masturbar. 
-¡Gracias!- aulló como posesa al sentir sus dos entradas siendo objeto de mi caricias.
La mujer se llevó las manos a sus pechos y pellizcando sus pezones, buscó agrandar su excitación. Increíblemente al terminar de meter los dos dedos, no aguantó más y se corrió sonoramente mientras su cuerpo convulsionaba. Sin dejarla reposar y poniéndome a su espalda, llevé mi glande ante su entrada: 
-¿Estás lista?- pregunté mientras jugueteaba con su esfínter. 
Ni siquiera esperó a que terminara de hablar, llevando su cuerpo hacia atrás lentamente fue metiéndoselo. Sin gritar pero con un rictus de dolor en su cara, prosiguió con su labor hasta que sintió la base de mi pene chocando con su culo y entonces y solo entonces, me dijo con una alegría inaudita:
-¡Cuánto tiempo llevaba sin sentir esto!
Reconozco que tuve que esforzarme para no empezar a disfrutar de su culo. Necesitaba que se relajara para no destrozárselo y por eso mientras esperaba que fuera ella quien decidiera el momento, aceleré mis caricias sobre su clítoris. Con sus intestinos invadidos y disfrutando como una perra, la madura no tardó en pedirme que la tomara.
-Soy suya.
Su expresión de deseo me terminó de convencer y con ritmo pausado, fui extrayendo mi sexo de su interior. Casi había terminado de sacarlo cuando Nuria con un movimiento de sus caderas se lo volvió a introducir. Cualquier observador hubiera dicho que debíamos ser amantes desde hace tiempo por el modo que nos sincronizamos. Cuando yo intentaba sacarlo y ella lo impedía al volvérselo a embutir. Poco a poco, el ritmo con el que la daba por culo se fue acelerando, convirtiendo nuestro tranquilo trotar en un desbocado galope. Después de años sin probarlo, la rubia estaba tan excitada que tuve que afianzarme cogiéndome de sus pechos para no descabalgar.
-¡Amo! ¡Por favor no pare!- me pidió cuando, para tomar aire, disminuí el ritmo de mis acometidas.
Encantado por el modo que esa mujer respondía a mis caricias, le di un fuerte azote mientras le susurraba al oído lo puta que era. 
-¡Que gusto!- gritó al sentir mi mano y oír mi insulto.
La expresión de lujuria que brillaba en su rostro, azuzó mi lado más dominante y alternando de una nalga a otra, le fui propinando sonoros cachetadas cada vez que sacaba mi pene de su interior.  Nuria ya tenía el culo completamente rojo cuando dejándose caer sobre la bañera, empezó a estremecerse al sentir los síntomas de un orgasmo brutal.
Fue impresionante ver a la madre de Julio, temblando de dicha mientras de su sexo se anegaba con su flujo. 
-¡Quiero sentir su semen!- aulló por el placer desgarraba su interior. 
Su deseo fue el acicate que me faltaba y cogiendo sus pezones entre mis dedos, los pellizqué con dureza mientras usaba su culo como frontón. Perdiendo el control y con sus caderas convertidas en una batidora, se corrió. Fue entonces cuando ya habiendo obtenido su placer, me concentré en mí y forzando su esfínter al máximo, fui violando su intestino mientras la madura no dejaba de aullar que no parara.
Mi orgasmo fue total, con todos mis nervios a flor de piel, me derramé en su interior mientras mi nueva sumisa berreaba  a voz en grito su liberación. Agotado y exhausto, me tumbé al lado de Nuria en la bañera. Con una felicidad palpable, la madura me recibió con los brazos abiertos. Mientras me besaba, no dejó de agradecerme el haberla aceptado. Todavía estábamos en esa  posición, cuando al levantar mi mirada descubrí a Lidia arrodillada en mitad del baño.

El brillo de sus ojos me reveló que estaba excitada pero también que por alguna razón se había visto impelida a quedarse al margen mientras sodomizaba a su suegra.  Decidido a averiguar qué es lo que la había detenido, preferí no hacerlo en ese instante y por eso le pregunté por su marido.

 

-El pobre se ha quedado dormido.
Al asimilar sus palabras, me percaté que una vez había cumplido mi orden había venido a que tomara posesión de ella y por eso salí de la ducha y poniéndome a su lado, le ordené que me secara. La esposa de mi amigo sonrió y cogiendo una toalla, se agachó y empezó asecarme los pies. Adoptando una deliciosa postura, sus manos fueron recorriendo mis piernas mientras despojándolas de cualquier rastro de humedad. Fue al llegar a mi sexo, cuando con una profesionalidad digna de encomio se entretuvo secando todos y cada uno de mis recovecos sin que en su cara se reflejara nada sexual.
En su cara no, pero mi pene se endureció en cuanto sintió el contacto de sus dedos. Como no le había ordenado otra cosa,  la morena obviando lo bruto que me había puesto terminó de secarme todo el cuerpo, dejándome francamente insatisfecho.
“Se está haciendo la dura” pensé al descubrir que tenía los pezones duros como escarpias y deseando descubrir hasta donde llegaba su supuesta sumisión, le dije:
-Quiero mear.
Al ver que me acercaba al váter pero que no cogía mi pene, lo tomó ella entre sus manos para acto seguido dirigir el chorro para que no empapara el suelo con mi orín. Me encantó descubrir que se la veía entusiasmada de tener que ser ella quien apuntara y por eso no la reprendí cuando juguetonamente se entretuvo en salpicar los bordes del inodoro.
Esta vez cuando acabé no tuve que pedirle que me lo limpiara, porque sin esperar que le ordenara hacerlo, mi hasta entonces amiga sacando la lengua recorrió mi glande, recogiendo la gota que había quedado en la punta.
Complacido por sus atenciones, decidí tomarla en la cama y llamando a mis dos sumisas, les ordené que me esperaran allí.
-¿Las dos?- preguntaron a la vez.
Su rápida respuesta me mosqueó y tratando de indagar los motivos, les pregunté que veían de extraño a eso. La más madura fue la que me contestó, diciendo:
-Nuestro anterior amo hacía uso de nosotras individualmente. Nunca nos permitió compartirle- y claramente avergonzada, prosiguió: -Es más, teníamos prohibido cualquier contacto entre nosotras.
Su confesión afianzó mis sospechas de que Julio no había sido un verdadero dominante y queriendo saber de antemano si ponían algún reparo, les pregunté si les apetecía probarlo.
-A mí si- respondió Nuria claramente interesada.
Al no escuchar la opinión de Lidia, directamente insistí:
-¿Y Tú?
La morena incapaz de mirarme a los ojos, me contestó:
-Amo, llevo años viendo como nuestro antiguo dueño disfrutaba de su madre y nunca me atreví a pedírselo.
El notorio deseo que mostraron ambas, despertó mi lado travieso y cogiéndolas del brazo las llevé hasta la cama. Una vez allí, les pedí que se besaran. De esa manera y ante mis ojos, Lidia experimentó por primera vez la suavidad de una piel de mujer contra su cuerpo. En cuanto sintió los labios de su suegra aproximarse a los suyos, respondió con pasión al beso y gimió de placer.
Os tengo que reconocer que no me importó quedarme pero reconociendo que era su momento, me alejé de ellas, sentándome en el sofá. Aunque fui solamente un testigo de piedra, pude disfrutar del momento y así, desde ese lugar privilegiado, me dispuse a ver el debut de la joven, hermosa e inexperta  Lidia a  manos de Nuria porque aunque no me lo había dicho, no tenía ninguna duda de que su primer amo si le había obligado a probar el amor lésbico.
La más joven de las dos se veía fascinada con mi idea. Sus ojos brillaban de felicidad y de emoción, anticipando su primera experiencia. Tal y como había previsto aunque Lidia fuera novata, en cambio, Nuria se comportaba como  toda una experta.  Por eso no me extraño que fuera bisexual.
Sentadas en la orilla de la cama, de frente a mí pero sin prestarme la menor atención, se besaron durante unos minutos. Mientras su suegra le susurraba cosas al oído, el rostro de la morena se tiñó de rojo. Tras varios minutos de coqueteos y acercamientos, la rubia hizo que su partenaire se recostara de lado, tras lo cual, la abrazó por la espada.  Por mi experiencia sabía que era una estrategia para hacer sentir segura a esa primeriza al permitirla ocultar su cara cuando sintiera vergüenza.
Una vez acomodadas, Nuria comenzó a acariciar con la yema de los dedos el brazo y el antebrazo de su nuera mientras pegaba completamente su cuerpo a la espalda de la joven.
“Esta puta sabe lo que se trae entre manos”, me dije al ver que le daba cortos besos en el cuello.
Gracias a ese dulce mimo, Lidia fue relajándose y excitándose poco a poco. Cuando no pudo más, se dio la vuelta y ya de frente a su suegra le plantó un beso apasionado. A partir de ese momento, pude comprobar que ambas se acariciaban mutuamente sus cuerpos. Después de tantos años, admirando su cuerpo la morena pudo por fin recrearse entre los brazos de la otra mujer y bajando por el cuello de la madura se apoderó de sus pechos. Con gran frenesí, los besó, los lamió, los succionó y los mordió haciendo que la madura perdiera la razón y empezara a gemir como una loca. 

Desde el sofá me estaba perdiéndome gran parte de la escena, por lo que cambié de lugar y me senté en una silla bastante cómoda ubicada junto a la puerta, desde donde podía observarlas en todo su esplendor sin perder detalle de los acontecimientos.

Decidida a ser ella quien llevara la iniciativa, la rubia llevó sus dedos hasta la entrepierna húmeda de su nuera. Con gran cuidado, primero la acarició por fuera, sintiendo la humedad que anegaba sus pliegues. Al escuchar los gemidos de la muchacha indicando que quería más, los introdujo dentro de su cueva. Al sentir esa intrusión, Lidia abrió los ojos como dos platos.
-Tranquila- susurró la madura en su oído mientras la besaba y reanudaba los lentos movimientos circulares  que estaban poniendo al rojo vivo el sexo de la  morena.
Si bien en un principio, solo acariciaba de arriba abajo sus labios mayores, al sentir el torrente de flujo que manaba de su interior,  fue penetrando una vez más con sus dedos el coño de su nuera. Al escuchar que esta había vuelto a gemir sensualmente decidió dar otro paso y agachando su cabeza, fue acercándose hasta la que era su meta.
-¡Que gusto!- gimió su víctima al sentir la lengua de la rubia acariciándole el clítoris.
Ya totalmente poseída por la calentura que sentía, vi como la  chica le clavaba las uñas en la espalda mientras movía febrilmente las caderas. La madura al sentirlo, reinició las penetraciones de sus dedos sin dejar de comerle el chocho con su boca..
-¡Me corro!- chilló desbordada por el placer.
Juro que todos mis vellos se erizaron al escuchar el brutal grito de placer que emanó de la garganta de mi amiga al alcanzar el orgasmo. Sabiendo que era el primero obtenido de otra mujer, me quedé esperando mi turno. La propia morena también se asustó  al sentir que todas las neuronas de su cerebro se veían sacudidas por las intensas descargas que surgían de su sexo. Casi llorando, disfrutó una y otra vez de las delicias de ese prolongado orgasmo mientras su suegra se empezaba a contagiar de su excitación.
“No me extraña” pensé porque yo también estaba alterado al haber contemplado el estreno de esa cría.

Os juro que aunque había sido testigo del estreno lésbico de al menos media docena de sumisas, la forma tan dulce con la que Nuria le hacía el amor  me dejó impactado. Fue entonces la rubia, inmersa y dominada por la lujuria, no pudo resistir más y tomando la delicada mano de su nuera, la llevó hacia su sexo y sin parar a preguntarme mi opinión, le dijo que ahora ella tenía que devolver ese placer.

 

Cuando Nuria se tumbó en la cama y abriendo sus piernas llamó a la morena, no quería ternura, necesitaba ser follada. Al ver que la joven no respondía, cogiendo la mano de Lidia, se penetró ella misma con los dedos de la aterrorizada muchacha. Esta no tardo en entender los deseos de la madura e incrementando el ritmo la empezó a penetrar con mayor rapidez.
En ese momento y viendo como se la follaba decidí yo mismo hacer uso de mi recién estrenada posesión y por eso me acerqué hasta la cama. Sin avisarla de mi ataque, me puse detrás de Lidia y con una certera cuchillada, hundí mi pene en su interior. Los suaves gemidos de Nuria se vieron acallados por los berridos que pegó la morena al verse tomada por mí y mientras la obligaba a bajar hasta el coño de su suegra, le seguí incrustando mi ariete con total impunidad.
-¡Dios!- berreó atiborrándose del chocho de la rubia mientras su sexo era tomado al asalto-¡Me encanta!
Después de permanecer tanto tiempo quieto, decidí que era la hora de llevar la voz cantante y dándole un sonoro azote en su culo, le ordené que se moviera. Nuria al verme llegar y follarme sin compasión a su querida nuera, se corrió como una loca mientras me pedía que le enseñara a esa zorra como follaba un verdadero hombre.
Sus palabras me recordaron quien había sido su dueño y sonriendo comprendí que Julio aunque era muy buena persona, era un pésimo amante. Decidido a dejar el pabellón alto, usé mi sexo como ariete y con él fui demoliendo las defensas de la que durante tantos años había sido una fiel esposa. Si ya de por sí la morena estaba gozando como nunca, se volvió loca cuando su suegra se levantó de la cama y cogió entre las manos sus pechos.
-Amo, ¿Me permite ayudarle?- preguntó Nuria mirándome.
Solté una carcajada al ver sus intenciones y aunque no necesitaba su auxilio, le di permiso. Al darle vía libre, la rubia cogió los pezones de su nuera y sin importarle su opinión, dio un duro pellizco en ellos mientras le decía:
-Córrete como la puta que eres.
Todavía no sé si fue esa orden o bien el cumulo de sensaciones que albergaba en su interior la morena lo que le hizo desplomarse y correrse gritando su pasión a los cuatro vientos.  Contorsionando todo su cuerpo, se sintió liberada y aullando de placer, me rogó que no parara.
La nueva posición me permitió profundizar con mi pene y con la cabeza de mi glande chocando contra la pared de su vagina, seguí follándomela en busca de mi placer. Lidia al notar esa nueva sensación, pegó un grito y tiritando sobre las sábanas se volvió a correr con mayor intensidad que antes. Todo su cuerpo convulsionó sobre el colchón mientras su amo daba rienda suelta a su pasión. El brutal compás de mis caderas prolongó su éxtasis hasta lo humanamente soportable y llorando como una magdalena, me pidió que la dejara descansar.
-Cállate- respondí.
Al ver que hacía caso omiso a su petición, Lidia recordó algo que había hablado con su suegra e intentando acelerar mi orgasmo, apretó los músculos interiores de su sexo. Lo que nunca se esperó esa morena fue que al presionar mi pene, se desbordara nuevamente su placer y no pudiendo soportar ese renovado gozo, colapsó entre mis piernas. Verla caída y exhausta sobre el colchón, no apaciguó mi ánimo y sin descanso seguí acuchillando su coño hasta que pegando un grito, descargué toda mi simiente en su interior. 

Ya satisfecho, me tumbé en la cama. Nuria, abrazándome, se pegó a mi cuerpo dándome las gracias en nombre de las dos por el placer que les había regalado. Como podréis comprender me dejé mimar por esa cuarentona mientras su nuera yacía desmayada a nuestros pies. Aprovechando su indisposición, pregunté a la madura como era su hijo.

Con una sonrisa en su rostro, contestó:
-Buena persona pero mal amo.
Su respuesta no hizo más que confirmar lo que ya sabía pero intuyendo que había algo que no me había contado, directamente le pregunté:
-Nunca has tenido un verdadero dueño, ¿No es así?
Nada más ver como se sonrojaba, supe la verdad. Pero queriendo que ella me lo dijera de viva voz, insistí. Casi llorando, me contestó:
-Al quedarme viuda siendo tan joven y necesitando un hombre a mi lado, traté de convencer a mi hijo que su padre le había encomendado cuidar de mí en todos los aspectos. Y viendo que Julio no cedía, me inventé lo de ser sumisa- para entonces la rubia estaba acojonada por cómo reaccionaría yo y decidida a confesar su felonía después de tantos años, prosiguió diciendo: -El problema fue que me encantó sentirme sumisa y por eso cuando Julio enfermó, creí que nunca más iba a tener otra oportunidad.
Soltando una carcajada, mordí sus labios antes de decirle:
-¿Y fue entonces cuando tu hijo te comentó que sabía que yo era dominante?-. Muerta de vergüenza, respondió que sí.
Tratando de hilvanar todas las hebras de ese engaño, la miré a los ojos y le pregunté por Lidia.
-Desde que se convirtió en hombre, supe que si conseguía una mujer “normal” me echaría de su lado y anticipándome a ello, yo la busqué y se la puse en bandeja.
Intrigado por la habilidad de esa mujer, le pedí que me respondiera con sinceridad si ahora que me había probado seguía convencida en ser de mi propiedad. Nuevamente me sorprendió esa zorra porque cogiendo tanto su collar como el que lucía su nuera me preguntó:
-¿Qué pone aquí?
-Propiedad de Fernando Alazán- contesté.
No hizo falta más y ejerciendo mi nuevo poder, le pedí que me trajera una copa mientras intentaba reanimar a Lidia para hacer nuevamente uso de esa preciosidad. La madura obedeciendo se levantó y ya desde el umbral de la puerta, me soltó muerta de risa:
-Amo. No tiene usted idea de cuantos juguetes compré y el bobo de mi hijo nunca estrenó.
Descojonado, contesté:
-No te preocupes, ¡Los estrenaré yo!
 

Relato erótico: “LA FÁBRICA (12)” (POR MARTINA LEMMI)

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Al otro día, Evelyn me convocó a su oficina.  ¿Se habría enterado de mis tratativas secretas con Luis?  No, yo no podía ser tan paranoica: ¿acaso requerir mi presencia no era lo que hacía todos los días?  Cuando entré en la oficina, fue como si me encontrara con la indecencia en su máxima expresión; parecía que nada había cambiado desde que me retirara de allí la tarde anterior.  En realidad, lo único diferente era que Luciano se hallaba a cuatro patas sobre el escritorio de Evelyn; el resto de la escena era básicamente lo mismo: ella lo estaba penetrando por detrás con el consolador  mientras tenía una perversa sonrisa dibujada en su rostro; él, en tanto, lucía como embobado, fuera de sí, en otro mundo…
Apenas me vio, Evelyn retiró el objeto del ano de la cola de Luciano al tiempo que con su otra mano le propinaba una palmada.
“Bueno – le dijo -; suficiente por hoy, bebé.  Quiero hablar a solas con nadita”
A Luciano se lo notó decepcionado, casi como un chiquillo al que le retiraban el juguete; en realidad se lo habían retirado pero de adentro del culo.  Aun en cuatro patas, giró la cabeza hacia Evelyn y la miró con gesto implorante.
“Vamos, abajo – le conminó ella propinándole una nueva palmada -; ya habrá tiempo de seguir.  Ahora dejanos solas, bebé”
Era increíble ver a Luciano reducido a eso.  Y no se trataba tan sólo de la patética imagen que daba siendo penetrado a cuatro patas sobre un escritorio sino además el modo sumiso en que se comportaba para con Evelyn; ella era, virtualmente, la jefa de la fábrica ahora, aun cuando formalmente fuese sólo la secretaria.  Luciano se bajó del escritorio y se acomodó la ropa; me miró de soslayo, como avergonzado, y se marchó de la oficina.  Yo no cabía en mi incredulidad: Evelyn, literalmente, lo había echado.
“Está hecho un vicioso – dijo ella sonriendo una vez que él se retiró -; cada vez quiere más, jiji”
No comenté nada; sólo quedé a la espera de que ella me transmitiera el motivo por el cual había requerido mi presencia.
“Sole querida – dijo, al cabo de una pausa -; he vuelto a decidir algunos cambios en la distribución del trabajo”
Me vi venir lo peor.  O, al menos, lo que yo imaginaba que podía ser lo peor: más sobrecarga para mi escritorio.  Me equivoqué:
“He encontrado más errores en tus cuentas, Sole… y entiendo que eso puede ser producto de que estás muy sobrecargada; quizás haya sido excesivo el número de cuentas que te pasé: son cosas que voy viendo poco a poco con el correr de los días porque te darás cuenta que soy nueva en esto y aún se me escapan unos cuantos detalles.  He decidido transferir algunos de tus clientes a Milagros: y no es un número menor; son unos doscientos cincuenta”
Me tomó tan de sorpresa que no pude evitar que una desconfianza repentina me invadiera.  ¿A qué venía tanta amabilidad?  ¿Le habría Luis puesto al tanto de mi intención de renunciar para pasar luego al servicio de él?  De hecho, desde que Luciano se había retirado de la oficina, había vuelto a llamarme en cada oportunidad “Sole”, sin utilizar el odioso apodo que ella misma me había puesto
“Pero hay algo más – continuó -.  Esta mañana tuve que despedir a alguien de planta: el encargado de codificar los motores y también de hacer buena parte del embalado de las cortinas”
Yo no entendía por qué me contaba eso, pero fingí estar interesada en el tema por mera cortesía:
“¿Pasó algo?” – pregunté.
“Habló cosas de más – me explicó Evelyn -, sobre mí, sobre Luciano, en fin: en la planta todo circula muy rápidamente y hay que cortar la cabeza de la serpiente rápido antes de que se extienda.  Si los demás ven que él ha sido despedido, sabrán bien que deben mantenerse callados”
Claro; todo me cerraba: difícil era pensar que en la planta no fueran a notar que Luciano ya casi no estaba ahí y que pasaba mucho tiempo en la oficina de Evelyn, sobre todo considerando que a él se lo veía embobado y no daba la impresión, en tal estado, de ser muy capaz de disimular.
“Entiendo, señorita Evelyn – dije -, pero… ¿tiene eso algo que ver conmigo?”
“Así es, querida Sole.  Quiero que pases a encargarte del codificado de los motores y de supervisar todo lo que tenga que ver con el embalado”
Tal como imaginaba, la muy perra se venía reservando un nuevo baldazo de agua helada para arrojarme encima.  Lo que me estaba diciendo era una locura a todas luces.  Su amabilidad había sido sólo una más de sus trampas.
“Pero, Evelyn…” – comencé a protestar.
“Señorita Evelyn”
“S… sí, p… perdón, señorita Evelyn.  Yo… no tengo idea de ese trabajo…”
“No es complicado y, de hecho, es bastante más simple que lo que hacés en el escritorio y los errores no son tan graves.  El que despedimos hoy era poco menos que un analfabeto, Sole.  ¿Cómo, entonces, no vas a poder hacer su trabajo vos siendo una chica capacitada e inteligente? – había un deje de ironía en sus palabras -.  Lo vas a aprender muy rápido; yo algo te voy a explicar”
Yo seguía turbada, conmocionada.
“Pero… ese trabajo… lo tengo que hacer en planta, ¿no?”
“Exacto”
La angustia se apoderó de mí; bajé la vista y me miré de los pies a la cintura.
“¿Vestida así?”
“Jajaja… cierto es que los vas a distraer un poco, pero por otra parte puede ser que estando vos allí trabajen con más ganas e incluso tengan más presentismo: lo normal es que falten al trabajo apenas estornudan…”
Yo estaba atónita; no conseguía salir de mi asombro.
“Pero…¿y mi trabajo de oficina?”
“Lo seguirás haciendo, al menos durante la mañana y algún rato de la tarde, pero la idea mía es que a partir de las quince te cruces a la planta para encargarte de esas tareas; no te va a requerir más de dos horas por día y, ahora que estás más aliviada en escritorio, podrás dedicarte sin problemas”
Quedé sin palabras: estaba claro que oponerse no tenía sentido.  Fijé la vista en el consolador que aún permanecía sobre el escritorio.  Ella se dio cuenta y lo tomó.  Avergonzada, miré para otro lado.
“¿Extrañás esto? – preguntó, sonriente y, a la vez burlona –  Mmm, no te estarás volviendo viciosa como Luciano, ¿o sí?  Mirá que no me cuesta nada decirle a Ro que venga: es levantar el tubo nomás”
Todo mi cuerpo comenzó a temblar y di un paso atrás.  Negué con la cabeza; ella amplió aún más su sonrisa.
“Vamos a la planta, nadita – dijo, como si súbitamente recordara el apodo que me había puesto -.  Te voy a explicar en qué consiste tu trabajo allí”
Hecha un tembleque, seguí a Evelyn a través del pasillo hasta llegar a la planta.  Una vez más la jauría de lobos famélicos clavó los ojos sobre mí; pude comprobar que Luciano no estaba en el lugar: ¿se estaría masturbando en el baño luego de haber sido penetrado por el consolador?  De todos modos, el pensar en él me trajo a la memoria cómo se había puesto al verme a mí en planta; ése era un antecedente de peso que yo bien podía utilizar a mi favor: me acerqué a Evelyn para hablarle al oído.
“La última vez que me presenté aquí – dije -, Luciano se puso como loco.  No sé si será buena idea que…”
“A Luchi lo controlo yo; ya te lo dije” – replicó ella girándose ligeramente hacia mí para guiñarme un ojo.
Haciéndome seña de que la siguiese, avanzó hasta una mesa que se hallaba en el centro del gran recinto.  No se trataba de una mesa de altura normal sino más bien baja, apenas medio metro por encima del piso: algo así como una mesa ratona pero alargada.  Evelyn solicitó a uno de los operarios que colocara uno de los motores sobre la misma y éste así lo hizo.  En derredor, el resto no paraban de mirarme y ello me ponía muy nerviosa: ¿acaso no iban a regresar nunca a sus tareas normales?  ¿Por qué Evelyn no les decía algo al respecto ya que tanta posición parecía haber alcanzado dentro de la fábrica?  Y, por otra parte, ¿tendría que soportar esas miradas todos los días de allí en más?
Ella se inclinó hacia la mesa y, tomando un destornillador, quitó los tornillos de una tapita metálica en la parte superior del motor para, a continuación, explicarme en dónde debía ir el código y de qué manera debía yo realizar la codificación.  Durante el momento en que estuvo inclinada, noté que algunas de las molestas miradas me dejaron en paz por un rato y se posaron en ella pero lo cierto era que la falda de Evelyn, más larga que la mía, no llegaba nunca a mostrar lo esencial por mucho que ella se insinuara.
“¿Entendiste? – me preguntó.
Asentí con la cabeza; tal como ella había dicho, no parecía difícil en sí: lo incómodo era, desde luego, el tener que inclinarse hacia una mesa tan baja a la vista de todos aquellos sujetos ávidos de ver partes íntimas femeninas.
“¿No… se pueden colocar los motores sobre una mesa más alta?”
“Hmm, no hay, como verás – respondió ella mientras echaba un vistazo en derredor -, pero, además, los motores son bastante pesados y cuanto más alta la mesa más va a costar subirlos”
Sonaba a excusa, desde ya, y en el supuesto caso de que tanto quisieran cuidar la espalda del operario que alzase los motores, no parecía haber la misma preocupación por la mía.
“A ver, nadita – me conminó Evelyn, volviendo a utilizar el odioso apodo -.  Intenta hacerlo”
A una seña suya, el mismo operario que había subido el motor hasta la mesa, lo bajó y lo ubicó a un costado de la misma para, seguidamente, colocar otro.  Evelyn se puso las manos a la cintura, en clara actitud expectante, pero también de poder: ya no me quedaba más remedio que inclinarme.
Apenas me doblé, supe que mi cola entangada había quedado expuesta a los ojos de todos y, por si quedaba alguna duda al respecto, un coro de murmullos me lo terminó de confirmar.  Alguien, muy desagradablemente, chifló.  Esperé alguna respuesta o recriminación por parte de Evelyn pero no ocurrió.  En el momento en que apoyé mi mano derecha sobre el motor, Evelyn estalló súbitamente en un aullido de alegría:
“¡Aaaay, nadita!  ¿Qué es eso que tenés en la mano?”
Al bajar la vista, me quise morir.  Mi anillo: el que me había regalado Daniel y que era indicativo de la proximidad de mi boda.  Todos los días me lo quitaba apenas entraba a la fábrica pero, entre tanta conmoción reciente, me había olvidado.
“¿Hay boda dentro de poco?” – preguntó en tono pícaro, sin importarle en lo más mínimo que los demás escuchasen.
“S… sí – respondí -.  En un mes…”
“¡Qué bueno!  ¡Esa sí que es una gran noticia!  Bien, volvamos a lo nuestro; a ver, quitale los tornillos a esa tapa…”
Si faltaba algo para hacerme sentir una mierda en ese momento, era un recordatorio de que Daniel existía y que, en poco tiempo más, yo me uniría a él en matrimonio.  No sé por qué pero me dio la impresión que la noticia, tan poco disimulada por Evelyn, contribuyó a alimentar aún más el morbo de quienes me devoraban con los ojos.
Lo hice bien.  Ella se mostró satisfecha.  Una vez que me hube incorporado nuevamente, me tomó por la mano conminándome a girar.
“Chicos, les presentó a Soledad – anunció Evelyn a viva voz -; le pueden decir “nadita”, que es como la conocemos en administración.  Desde hoy compartirá algunas horas de trabajo con ustedes así que espero que la traten bien”
“La vamos a tratar bien, señorita Evelyn, no se preocupe, je” – dijo alguien de voz cavernosa y todos rieron detrás, festejando su repugnante broma mientras yo no sabía en dónde meterme de la vergüenza que sentía.
Evelyn apoyó la yema del dedo índice sobre uno de sus párpados y ensayó una recriminación que, en realidad, sonó más bien a cómplice mofa.
“Ojito, eh – dijo, con una expresión seria que todos sabían que era deliberadamente fingida -.  ¡Cuidadito, que la chica dentro de muy poquito va a ser señora!”
Risas y aplausos coronaron su comentario.  Ella me tomó por la mano y me guió hacia la sección de embalajes para explicarme cómo era el trabajo que yo debía supervisar; de algún modo, me estaba confiriendo allí una cierta posición jerárquica y, sin embargo, yo no podía verlo de ningún modo como una concesión o un privilegio que me daba: más bien era como si me estuviese arrojando en el zoo dentro de la jaula de los orangutanes.
“Bueno, nadita – dijo, una vez que hubo terminado con su explicación -.  Te dejo porque tengo que volver a la oficina”
El terror se apoderó de mí; me puse blanca y eché un vistazo en derredor: la atmósfera del lugar se me antojó de pronto más espesa y lóbrega que nunca.  Una repentina claustrofobia me invadió.
“S… señorita Evelyn – balbuceé -. ¿Me… va a dejar acá?  ¿Sola?”
“Sola, no, están todos ellos – repuso en tono burlón mientras trazaba un semicírculo con su dedo índice -. Ja, no te preocupes, linda: lo que quiero es que te vayas familiarizando con la nueva tarea que TE ASIGNÉ – remarcó bien esas dos palabras -, así que me gustaría que te quedes aquí hasta la hora de salida.  Después de todo – se encogió de hombros, sonriente -, es lo que vas a tener que hacer todos los días”
Una vez más ella ganaba la partida; era como si se complaciera sádicamente en seguirme humillando, como si no le alcanzase aun con todo lo que me había hecho.  Nunca sentí más ganas de renunciar pero no podía hacerlo sin saber qué determinación iba a tomar Luis con respecto a mí.
Cuando Evelyn se marchó, resonando sus tacos por toda la planta, me sentí terriblemente desvalida, indefensa.  Eran increíbles las paradojas que generaba en mí la fábrica: el día anterior había tenido que acudir buscando ayuda a Luis, ahora me lamentaba de que Evelyn ya no estuviera allí conmigo.  Era como si con cada nueva pesadilla que me tocaba vivir, más y más sintiera el deseo de regresar a la pesadilla anterior: la fábrica era un gigantesco monstruo que me engullía y de cuyas fauces ya no era posible salir; creaba tanto perversiones como necesidades.
Allí estaba yo, a la vista de todos; sé que era mi imaginación, pero hubiese podido jurar que en sus rostros veía fauces babeantes… Traté de desviar la vista y pensar lo menos posible.  Éramos yo y mi trabajo; punto: debía mentalizarme en que alrededor no había nadie.  Al dirigirme hacia la mesa comprobé que un operario muy joven ya había colocado sobre ella un nuevo motor y, automáticamente, daba dos pasos hacia atrás con la más que obvia intención de ubicarse a mi retaguardia.  Más aún: de pronto me percaté de que, contrariamente al panorama que yo había visto al entrar con Evelyn, ahora resultaba que, de pronto, todos los operarios de la fábrica tenían que hacer sospechosamente sus actividades a mis espaldas.  Sentí repulsión.  Conté hasta diez.  Y me incliné.
Los murmullos y chiflidos arreciaron nuevamente, como era de esperar, y más aún que antes al no estar ya Evelyn cohibiéndoles con su presencia.  Codifiqué un par de motores y, mientras lo hacía, fue como si toda la planta hubiese suspendido sus actividades: no había ruido de máquinas ni de cintas o rondanas; todo lo que se oía eran los incesantes y odiosos murmullos… y los silbidos… y los chiflidos… y algún comentario desubicado que, de tanto en tanto, era dicho a viva voz no sólo para que yo lo oyese sino también para que fuera festejado por el resto.
“Eso que tenés atrás, si querés, te lo codifico yo”
“Me parece que vamos a tener que traer una mesa todavía más baja, jaja”
“Por si te interesa, yo tengo un destornillador más grande que ése”
“¿De qué color es esa tanguita?  Está tan metida adentro que no llego a verla, jeje”
Cada una de esas guarradas era seguida y celebrada por un coro de risas que comenzaron bajas pero terminaron en estruendo a medida que los comentarios siguieron sucediéndose.  Aun cuando estuviera lejos de ser fácil, busqué ignorarlos y concentrarme en lo mío.  Estaba, precisamente, a punto de quitar uno de los tornillos cuando sentí claramente una mano apoyarse sobre una de mis nalgas.  Me giré hecha una furia y, aun cuando fui rápida, ya no había nadie detrás de mí o, mejor dicho, estaban todos allí pero ninguno lo suficientemente cerca como para ameritar ser el culpable.  Los miré uno a uno; todos reían: algunos se cubrían el rostro y otros fingían, disimuladamente, mirar para otro lado.  Eran como un curso de estudiantes en el cual todos eran cómplices de una diablura y se cubrían entre sí a través del silencio.
Estuve a un solo paso de mandarlos a todos a la mierda pero me contuve: tal como Evelyn me había dicho, yo iba a trabajar allí todos los días.  Tomé aire, crispé los puños y tragué mi rabia; me giré para volver a mi trabajo.  Como era de esperar los comentarios, silbidos y chiflidos volvieron a poblar el lugar apenas les di la espalda; yo retomé lo mío y, una vez más, busqué hacer oídos sordos.  En eso, otra vez sentí cómo una mano se apoyaba sobre mi cola pero no sólo eso sino que además entraba con sus sucios dedos en mi zanja y la recorría completa de arriba abajo.  Apreté los dientes y me giré pero otra vez  me encontré con la misma escena: todos estaban allí, los más cercanos a unos dos metros y medio pero ninguno lo suficientemente cerca como para quedar en evidencia.  Risitas, miradas cómplices, actitud distraída… No pude más: roja por el odio, eché a andar en dirección a las oficinas…
Entré intempestivamente en la oficina de Evelyn; estaba tan fuera de mí que olvidé golpear y me di cuenta al instante de mi descuido.  Quedé allí, en el vano de la puerta, petrificada y como avergonzada, sin saber si debía terminar de entrar o bien recular y volver a llamar.  El rostro de Evelyn, sin embargo, parecía mostrar más sorpresa que enfado.
“¡Nadita! – exclamó, abriendo grandes los ojos; comprobé que frente a ella se hallaba sentada Rocío, cruzada de brazos y, desde luego, sin hacer nada salvo charlar con su amiga, lo cual debía ser justamente lo que estaban haciendo antes de que yo irrumpiera tan abruptamente -.   ¿Qué te pasa?”
Miré a Rocío; me dio pudor hablar en su presencia.  Evelyn adivinó de inmediato mi pensamiento:
“Podés hablar delante de Rocío – dijo -; es de absoluta confianza”
Yo no sabía hasta qué punto podía ser de confianza alguien que, por lo que recordaba, se lo pasaba cuchicheando con Evelyn en administración cuando ambas trabajaban juntas allí.  De cualquier modo, una cosa era cierta: esa rubiecita que estaba sentada allí había visto cómo yo era azotada y luego se había divertido como adolescente descontrolada penetrándome con un consolador.  Después de todo eso, casi era ridículo de mi parte sentirme avergonzada por lo que debía decir delante de ella.
“En… la planta – tartamudeé -; me… to… tocaron el c… culo”
Roció se llevó una mano al rostro para cubrir una risita.  Evelyn, por su parte, abrió los brazos en jarras y pareció mostrar aun mayor sorpresa que antes.
“¿Y reaccionaste del mismo modo cuando te lo tocó Hugo?  ¿O Luciano?  No recuerdo haberte visto salir corriendo de las oficinas…”
Me descolocó por completo; hasta di un paso atrás.  Evelyn siguió hablando:
“Tal como siempre supuse, sos la clase de zorrita que no tiene problema en dejarse manosear por tipos de dinero pero se hacen las monjitas ofendidas cuando les pone la mano encima un operario que cobra un sueldo de miseria.  ¡Son obreros, nadita!  ¡O-bre-ros! ¿Entendés?  ¿Qué esperás?  ¿Qué te traten como a una lady?  Tenés que comprenderlos; trabajan horas y horas en esa planta para después volver a su casa y tal vez encontrarse con un adefesio gordo y fofo  al que tienen como esposa y junto a quien tienen que dormir esa noche.  De pronto les caés en la fábrica, con esa faldita tan cortita y mostrando ese culito que, por cierto, es bastante apetecible y no me olvido que me ganaste un duelo, jaja… Aunque perdiste el otro, je… Pero es lógico, nadita, que tengan ganas de mirarte, de tocarte y… bueno, en fin, jiji…”
Su respuesta era lo suficientemente contundente.  ¿Qué podía yo decir?  Sólo sentía odio y quería renunciar cuanto antes pero, de momento, sólo me quedaba agachar la cabeza y… seguir inclinándome en la planta a codificar motores.
“¿No estás de acuerdo, nadita?” – me preguntaba Evelyn, siempre abriendo enormes los ojos y con los brazos en jarras.
“Sí – dije con resignación -; lo entiendo perfectamente, señorita Evelyn”
“¡Bien! – celebró ella palmoteando el aire -.  ¡Qué bueno saber eso!  Sos algo tontita pero a la vez inteligente y, a la larga, logro hacerte entender cómo son las cosas aquí dentro.  Ahora… ¡vuelta a la planta!”
Chasqueó los dedos como si yo fuera un perro.
“Si, señorita Evelyn” – dije, apesadumbrada.
Di media vuelta y me marché de allí para desandar nuevamente el pasillo en dirección a la planta.
Demás está decir que tuve que acostumbrarme a lo denigrante, tanto en lo que restaba de ese día como en los sucesivos.  Los manoseos, obviamente, se siguieron repitiendo y cuando llegaba la hora de ir a la planta, yo ya sabía lo que me esperaba.  A Luciano se lo veía muy poco y, de todas formas, su presencia no ayudaba en nada a cohibir al resto; se lo veía desentendido, como en otro mundo y yo bien sabía que tenía su cabeza puesta en ese consolador con el cual, día a día, Evelyn lo hacía gozar.  Ni siquiera fue capaz de recriminarme nada por mi presencia allí; lo más posible era que ya hubiera sido puesto en vereda de antemano por ella.  ¡Dios!  ¡Y pensar que yo había sido tan ingenua de creerle cuando me dijo que había logrado imponerse a Evelyn en lo referente a mi posible despido!  Después de haberlo visto a cuatro patas sobre el escritorio de ella, me quedaba más que claro que Luciano no le podía imponer absolutamente nada; estaba totalmente perdido y bajo su control.
La noticia de mi boda corrió, obviamente, rápido y ya no tenía sentido seguir ocultando el anillo; debo decir que en realidad si hasta el momento  lo había hecho no era por vergüenza sino por negación y por esa distancia cada vez mayor que sentía crecer entre Daniel y yo.
Nos veíamos muy poco y cuando lo hacíamos la comunicación era fría, insípida; él se esforzaba por hacerla más fluida pero era yo la que le rehuía.  Los fines de semana, incluso, prefería salir a caminar sola: de hecho, lo necesitaba ante la marea de cosas que me venían ocurriendo y la tormenta que tenía en la cabeza.  Cuando eso ocurría, me vestía lo más recatada que fuera posible, casi como queriendo construir mi propia antítesis de lo que ocurría en la fábrica: usaba pantalones bien amplios, que no resaltasen las formas.
Un sábado, cuando pasaba por la puerta de un gimnasio, vi salir a alguien cuyo rostro me resultó familiar.  Tardé un rato en darme cuenta que se trataba de la esposa de Luciano pero, claro, costaba reconocerla al verla fuera de contexto: era la primera vez que la veía fuera de la fábrica, con ropa deportiva y calzas ajustadas al cuerpo.  Ella me miró muy fugazmente pero creo que tampoco me reconoció.  De inmediato reflotó en mi cabeza aquel plan que alguna vez había urdido acerca de contarle a ella todo lo referente a Luciano y así llevar a cabo mi venganza ante el comportamiento horrible y desleal que él había tenido hacia mí.  La seguí un par de cuadras; al parecer, no había ido en auto por lo cual no debía vivir lejos de allí.  En un momento aceleré el paso y me ubiqué a la par; se giró hacia mí.
“Te conozco, ¿no? – me preguntó, con el ceño fruncido -; pero no logro darme cuenta de dónde”
“De la fábrica” – respondí con una sonrisa.
“¡Claro! – se golpeó la frente -.  Ya está: sos una de las chicas de administración; una que entró hace bastante poco, creo”
“Así es; mi nombre es Soledad”
“El mío es Carolina.  ¿Me estabas siguiendo?”
“Hmm, bueno, sí – admití con vergüenza -.  Es que… quería hablar con vos”
“¿Conmigo?” – preguntó sorprendida apoyándose la mano en el pecho.
“S… sí, es sobre… Luciano”
“Ah” – la cara se le trastocó totalmente; ya no lucía afable y jovial sino algo sombría y, hasta me atrevería a decir, aburrida.
“Carolina: yo… tengo algo que contarte y no sé cómo hacerlo.  Es que… Luciano…”
“Ya lo sé todo” – me cortó, con un encogimiento de hombros.
La miré azorada.
“¿Q… qué?”
“Ya no estamos juntos – dijo, para aumentar mi sorpresa -; no es fácil encontrar a tu esposo a cuatro patas sobre un escritorio mientras una colorada cualunque le mete un consolador por detrás”
Fue como caer a tierra.  Yo ni siquiera le había llegado a hablar de lo ocurrido entre Luciano y yo… y ahora me parecía que ya no tenía sentido hacerlo.
“Sí… imagino” – dije, en tono de lamentación.
“Yo no.  O sea: sí, me duele… y sobre todo por mi hijo, pero… no tiene sentido tener una venda sobre los ojos creyendo que tu esposo es una cosa cuando es otra.  Y además, si te soy sincera, ya hace rato que se venían acumulando sospechas y rumores.  Lo que quiero decir es que de algún modo ya me venía preparando psicológicamente para esto”
“Entiendo… ¿Y él ahora…?”
“Está con ella.  Son pareja.  Pareja muy particular, hay que decir, porque pareciera ser ella el macho y él la hembrita, pero bueno, será que ésa era su naturaleza oculta”
Fue como si de pronto me cayeran todas las fichas juntas.  Me mordí la lengua para no decirle que su ex esposo me había penetrado analmente y, por otra parte, ya no tenía sentido.  Ella estaba al tanto de lo de Evelyn y no había por qué echar más leña al fuego, sobre todo cuando ya no había fuego; se la veía, en apariencia, bastante bien y hasta superada.  Y en cuanto a Luciano, ya ni siquiera podía yo perjudicarlo ni aun contando lo que contase.  Me despedí de ella amablemente e incluso me correspondió con un beso en la mejilla; me pareció una persona sumamente agradable y me produjo un cierto remordimiento el haber sido parte de las infidelidades de su ex marido.  Me quedé preguntándome cómo era posible que Luciano hubiera desperdiciado una relación así y habiendo, incluso, un hijo de por medio entre ambos, pero, en fin, es algo bastante común en los hombres el buscar cosas novedosas o excéntricas sin valorar a la mujer que tienen a su lado.
Fue al lunes inmediatamente siguiente cuando, estando en la fábrica, me dirigí poco antes del mediodía hacia la oficina de Luis.  Su demora en hacerme saber su decisión acerca de la propuesta que yo le había hecho comenzaba a exasperarme y la ansiedad me estaba matando.   Yo no podía soportar seguir trabajando en esas condiciones y bajo las órdenes de Evelyn.  Esperaba todos los días un llamado de él pero nunca llegaba, así que me dirigí por cuenta propia para preguntarle al respecto.  Grande fue mi sorpresa cuando, al golpear con los nudillos, me invitó a pasar una voz que no era la suya y ni siquiera era de hombre sino de mujer: una voz insinuante y sensual en extremo.
Abrí la puerta ganada por la curiosidad y me encontré con que Luis no estaba allí.  A su escritorio había sentada una rubia despampanante a la que me pareció conocer pero sin estar segura de dónde: un deja vu muy semejante al que había tenido al cruzarme en la calle con la esposa de Luciano.  Su belleza era admirable hasta a los ojos de una mujer y cuando digo que estaba sentada al escritorio debería corregirme y decir que estaba sentada en realidad sobre él, con sus largas y formidables piernas pendiendo hacia un costado.  Me quedé mirándola sin saber qué decir y ella pareció darse cuenta rápidamente de mi desorientación.
“Soy Tatiana, la novia de Luis – se presentó -; él va a venir de un momento a otro.  No tengo mucha idea pero, hmm, ¿hay algo en que pueda ayudarte?”
Recién entonces la reconocí.  Era la mujer que él me había mostrado en el monitor y de la cual yo había pensado que no era nadie en particular; resultaba ser que no sólo lo era sino que además era… su nueva novia: debía tener como treinta años menos que él.  Un súbito respingo se apoderó de mí y me recorrió la espalda al recordar que Luis me había preguntado si me revolcaría con ella en caso de que él me lo pidiera.  ¡Qué cerdo!
“N… no, está bien – tartamudeé -; no hay problema, ha sido… un… g… gusto co…nocerla”
Yo ya había empezado a recular con la intención de marcharme, pero ella me detuvo.
“¿Cómo es tu nombre?  Es para decirle quién lo anduvo buscando”
“S… Soledad, ése es mi nombre”
Su cara pareció llenarse de una repentina alegría al tiempo que juntaba las manos por encima de su pecho.
“¿Soledad?  ¿Vos sos Soledad?  Él me habló mucho de vos”
“¿Ah, sí?  B… bueno, espero que bien, je”
“¡Muy bien! – exclamó con tono grandilocuente -.  ¿Es verdad que te gusta toquetearte con chicas?”
Tierra, trágame, pensé para mis adentros…
Para contactar con la autora:


(
martinalemmi@hotmail.com.ar)

Relato erótico: “La difícil decisión de la rica Erika Garza de Treviño, CAPÍTULO 2” (POR RAYO MC STONE)

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LA DIFICIL DECISIÓN DE LA RICA ERIKA GARZA DE TREVIÑO, CAPÍTULO 2
  1. 1.       Continua el entrenamiento
¡Hombres allá va una mujer que nunca tendrán…una real hembra…pensó audazmente la rubia ya dirigiéndose al elevador del Hotel…!
Ciertamente Erika no era una tonta y mucho menos una improvisada, era muy consciente del peligro que corría al ir vestida de manera tan provocativa, ya que sin ser minifalda, la prenda si dejaba ver su enorme, grandioso y espectacular nalgatorio, sus piernas resaltaban imponentes y que decir de la blusa ajustada que dejaba ver en su esplendor el par de tetas que se cargaba, se maquillo un poco más de lo normal, lo que resaltaba su bello rostro. Sabía que el DF era peligroso y que una mujer sola como ella llamaría la atención, lo que fue evidente cuando en la calle un chamaco como de 15 años corriendo alcanzo a darle una sonora nalgada gritando, ¡qué buena estas!, la rubia sonrió a sabiendas de que era cierto su idea de llamar la atención.
Erika vale decirlo es cinta negra de karate y llego a un nivel muy avanzado en otra disciplina marcial, llevaba en su bolso una pequeña grabadora y video cámara que sabía la podían sacar de apuros en cualquier momento, así como un spray vs ataques, se había documentado muy bien de los peligros citadinos, amén de que en Monterrey  ella y su familia siempre estaban acompañados de escoltas europeos entrenados para la protección de gente pudiente. En este viaje si había un guardaespaldas pero encargado de vigilar al marido, ya que la idea era de qué Erika estaría en su evento y en el Hotel, no se pensaba que Erika fuera a estar disponible a visitar la ciudad en sí. Tenía que aprovechar estos últimos momentos ya que en Monterrey era constantemente escoltada de manera discreta por un escolta altamente entrenado. No podía darse el lujo de perder el tiempo en este proceso. Cuando Erika decidió ser feliz en toda la plenitud, incluyendo, este descubrimiento del placer sexual iría a por todas. Por otro lado, el DF es ya mucho más seguro que las ciudades del Norte. Sabía además rutinas de seguridad, era muy observadora y ahora con este nuevo descubrimiento del placer sexual, no estaba dispuesta a echarlo a perder…ella pensaba realmente en descubrir caminos con su marido exclusivamente, solo quería poner en práctica tácticas de conquista, comprar algunas otras películas que le llamaron la atención para que su aprendizaje fuera más rápido, los días anteriores que fueron dedicados al análisis, estudio y evaluación de lo que se sabe acerca del tema la tenían ya sobre aviso de las posibilidades que se le abrían de aquí en adelante, no estaba disgustada con el marido por haber declinado al acto amatorio entre los cónyuges, ya que ciertamente sus jornadas eran extenuantes y lo entendía claramente.
¿Qué fue lo que intento hacer con el marido en las dos ocasiones anteriores? Pues se le paseo delante de él en repetidas ocasiones con el nuevo atuendo que se compró para la ocasión, lo halagaba acerca del premio ganado por ser el hombre de negocios que era, le decía lo bien que le sentaban sus trajes, se abrazaba a él para besarlo en los labios y acercándosele al oído con la mejor voz sensual que podía proyectar, le decía: ¡Querido, no se te antoja jugar un rato, estamos solitos, sin los niños…¿Qué tal?…Para el marido era evidente que su mujer deseaba faena, pero realmente estaba cansado y suavemente de acuerdo a su personalidad y con bastante juicio abrazándola y sobando suavemente cintura, nalgas y espalda le decía: ¡Ya verás cuando regresemos a casa! Por ahora, me encuentro realmente muerto, fatigado, discúlpame querida, sabes que siempre estoy pensando en ti…pero dejémoslo para Monterrey.
¿Por qué la rubia se paseaba en la ciudad? ¿Qué quería realmente hacer? Lo que quería era desarrollar más confianza en sí misma en este terreno ya que estando en su ciudad iría a por todas las uvas con Carlos para iniciar juntos un aprendizaje y poner en el terreno de la realidad sus ideas que se le antojaban pecaminosas, pero al haberse documentado muy bien, sabía que entre esposos todo era permitido y ella quería no pasarse masturbando que aunque muy agradable no le resultaba fuera algo definitivo y mucho menos usar algún tipo de consolador y mucho menos buscarse hombres.
  1. 2.       Las últimas experiencias en el DF
Erika caminaba con esa elegancia a la entrada de la estación de metro que estaba cercana a su Hotel, no sin dejar de recibir una cantidad considerable de piropos y miradas lascivas y elocuentes de todo tipo de hombres y de mujeres incluso.
¿Por qué decidió volver a repetir la sesión del metro? Erika era obsesiva, si algo salía bien, tendría que repetirlo hasta mejorarlo a la perfección. Además, se dio clara cuenta de que las mujeres que entraban en los vagones exclusivos a varones estaban mandando un mensaje implícito a los presentes de a que se subían, también se percató que de vez en vez en algún vagón de estos o incluso en el señalado para las mujeres se subía un oficial uniformado…recordemos que es muy observadora.
Entro a la estación para elegir sentarse junto a un joven de lentes que al parecer escuchaba música y leía un libro gordo, el joven de inmediato se sentó de manera correcta para dejar pasar a la rubia que se ponía en el asiento junto a la ventana. De inmediato entro en plan el mujerón para disimuladamente frotar su pierna con la del muchacho que de inmediato se puso rojo como un camarón…este pequeño jueguito solo duro dos estaciones, que es en donde se llenó de inmediato el carro.
La mujer recorrió a los hombres que atestaban ya sin prestar atención a otras féminas que también habían entrado para elegir a una posible víctima de sus juegos eróticos, seleccionó a un joven de mediana estatura que tenía toda la pinta de ser estudiante de medicina por su bata blanca puesta, llevaba una camisa blanca con corbata, a Erika le gustaba la limpieza y el buen gusto, no seleccionaría a quien no le agradará para poner en juego sus nuevas habilidades y entrenar el control sobre su cuerpo.
Erika se paró con el pretexto de darle el asiento a un viejecito que apenas si se podía sostener en un bastón, otros hombres sentadotes ni se inmutaron ante el acto de decencia y civilidad de la hembra. Fue precisamente a ponerse frente al joven de bata blanca sin importar que tuvo que usar brazos y codos para abrirse espacio y es que con la excusa de que frente al muro del vagón frente a dicho hombre precisamente estaba un mapa pararse de puntas para flexionar hacia delante su cuerpo lo que produjo que sus nalgas se respingaran hacia el maravillado estudiante que veía como una preciosidad como esa se le ofrecía casi en bandeja de plata. Los hombres que usualmente viajan en el metro saben que hay mujeres que les encanta el perreo y que las toquen, así que el jovenazo sin más que se le deja ir con todo a la hembra para abriendo su bata disimular el repegón que le puso.
Erika, volteo coquetamente a acomodarse su caballera suelta, sonriéndole al joven diciéndole cachondamente ¡Discúlpame!
El estudiante sonrió pensando ¡este es mi día de suerte, chinge su madre la escuela a esta hembra me la como aquí mismo! y ¡me la llevo al depa a cogérmela con todo!…no dejaría pasar un espécimen de esta especie
Sin más preámbulo el joven la puntilleo, la mujer se inclinaba de vez en vez parando lo más que podía sus glúteos, así estuvieron perreando unas dos estaciones…el joven ya estaba demasiado excitado, así que sin más fue subiendo sus manos por las maravillosas piernas de la mujer hasta subir la falda a la cintura…nunca agradeció como ese día, el hecho de tener que llevar puesta la bata, ¡bendita bata! La rubia se dejaba hacer volteando de vez en vez su rostro para coquetamente con sus ojos darle consentimiento a lo que hacía.
¡Pa su madre! No pudo evitar acercarse de puntas el joven a la oreja izquierda de su diosa del amor para completar, ¡Vienes preparada, pero que par de nalgas te botas! Y se ¡Sienten tan bien, tan naturalitas! Ya masajeando con todo con su mano derecha, ya que la hembra se había comprado un pequeño tanga que solo le cubría prácticamente la rajadura de sus montañas vivas de carne y el depilado y cuidado ojete de su vagina…Erika no pudo ya reprimir un cachondo hummmm…chiquito, no te ataron las manos de niño, ehhh….repegando aún más su culo de primer lugar mundial…así, sin más palabras el chavo la empezó a masajear, alternando sus manos para ya de manera más atrevida y pensando que estaba preparando el terreno para ahí mismo darle pa sus tunas a esta calentona, empezar a introducir uno de sus dedos en el orificio anal…la rubia al sentir esto, se sintió en el cielo, sintió algo  nuevo, diferente a sus dos orgasmos anteriores y aún más cuando el hombre le pasó ya totalmente el antebrazo para rodearla y empezar a masturbarla en su vagina…la bata cubría totalmente a ojos de los demás el acto en sí…aunque ya varios se habían percatado de ello…estos vagones son como una especie de zoológico, ya que todo tipo de espécimen humano se sube: hay aquellos que solo les gusta mirar, otros que incluso les gusta ayudar a otros a sus morvidas actividades, quien se deja hacer pasivamente, otros que inclusos están a la caza de tomar fotos y videos para luego subirlos a la red, en fin…había de todo….la suerte estaba con estos dos, ya que al lado solo había gente indiferente y delante de ellos un papa con dos niños pequeños que les daban la espalda y que no estaban al tanto de nada, así que el magreo fue perfecto, mucho mejor que el del otro día, ya que este sujeto la estaba dedeando por atrás y por adelante en algo nuevo para ella…el chavo era ágil, no sería la primera vez ni la última que se cogía ahí mismo a una chava, ni se llevaba un premio a su depa…pero nunca una como la de este tipo, por lo que sin que fuera notorio para la mujer, de pronto sintió en sus nalgas el vergón más grueso de los que había conocido hasta ahora: el de su marido y el de los otros sujetos del metro, aunque menos largo que el que le provoco tantas sensaciones placenteras por detrás a través de la tela de sus ropas, lo sintió nítido, claro y hasta sintió lo resbaloso que se sentía por el líquido preseminal que ya emitía abundantemente…un nuevo escalofrío la recorrió haciendo que volviera a emitir un pequeño gemido e intentando recostar su cabeza hacia atrás encontrando un semivacío al ser más alta que él, el sujeto ya quería con todo…y haciendo a un lado la frágil tela del tanguita empezó a pasar su miembro por la rajadura completa de la mujer que forzando a cerrar la boca para no gritar su tercer orgasmo de su vida se empezó  convulsionar lo que provoco que se inclinará aún más hacia adelante con lo cual de forma natural el grueso vergón se colocó por inercia con su punta en su mismo ojete anal provocando así un segundo orgasmo en la mujer…Esta supo al momento en su aún lúcida mente que era multi orgásmica (recordemos que el tema teóricamente ya se lo dominaba)…El hombre todavía acertó a murmurarle, ¡Prepárate, que te la voy a dejar ir enterita! Erika reaccionó al instante, separando su nalgatorio, para hacerse graciosamente a un semi lado de él y contestar en un susurro ¡No chiquito, de veras que no puedo! Déjame premiarte de otro modo para que acto seguido con la mano derecha tomar el vergón para empezar suavemente una “manuela”, “chaqueta” o como quieran llamarlo (términos coloquiales y populares que también había estudiado)…Diosss, pensó la mujer con una claridad pasmosa para la situación vivida, que rápido aprendo, pero auto motivándose por su control aún a pesar que en el fondo le hubiera gustado ser empalada ahí mismo, sus dos orgasmos fueron sensacionales…si eso era con el calentamiento, que sentiría ser penetrada, pensaba la rubia apurando ya el movimiento manual que hacia…hacia abajo, hacia arriba, duro, lento, parar, sobar huevos, punta rápido, suave…parecía como si toda su vida lo hubiera hecho…el joven sabía las reglas implícitas de estos escarceos citadinos…se sabía cómo leyenda urbana, que se tiene que respetar hasta dónde quiere llegar la mujer, si alguien quebrantaba este tipo de costumbres, este tipo de jueguitos se acabaría para los calientes mexicanos e incluso extranjeros que se daban sus agasajos en el metro, así que con resignación acepto el chaqueteo que le hacía la mujer…además era sensacional poder ver el rostro de felicidad de ella, sin poder aguantar tuvo una copiosa venida que fue a parar a parte de su bata y otra se quedó en la manita de la mujer que coqueta se viro para darle un beso cálido en la mejilla y decirle…gracias, querido, chao y bajarse ágilmente en la estación de Bellas Artes…adiós, reina….ya sabes cuando quieras estoy pa servirte…
Erika empezó a caminar hacia la salida, había aprendido cuatro cosas se dijo a si misma: Primera, si el hombre es bueno en esto (ella pensaba que cualquier persona con estudio y preparación podía aprender lo que fuera) y me sabe llevar me va a prender. Segundo, soy multi orgásmica (agradeció a Dios y a sus padres por su salud y por el cuerpo que le habían dado). Tercero, aprendí a masturbar a un hombre y cuarto, me encanta que me masturben, no es lo mismo a que yo misma me lo haga a que mi hombre me lo haga…cuando de repente se sintió aprisionada por su brazo izquierdo dejándose oír una voz rasposa ¡Acompáñeme señorita! Para virar y ver a un oficial muy bajo, lo que se dice un chaparro muy moreno con un bigote muy mal cuidado y con una barriga muy prominente…¿Ehhh? ¿Por qué?….Faltas a la moral, mi seño….en un acento muy raro (la hembra sabía que era el acento típico de los llamados chilangos)…la rubia riéndose para sus adentros le siguió la corriente, ¡Y para donde vamos! ¡Aquí mismo, pásele pa adentro!…entrando a una puertita que se encuentra en los pasillos de las entradas a los metros que ante el mar de gente que normalmente transita por ellos a veces pasa desapercibido para muchos que andan en su mundo raro, casi empujándola hacia dentro en sonde solo había una hilera de lockers, un pequeño escritorio y dos sillas, incluso hasta dos posters de mujeres casi desnudas estaban en las paredes, para cerrando la puerta el chaparro policía: ¡Haber mamita, las manos contra el escritorio y abierta de piernas, que la voy a inspeccionar para ver la mera escena del crimen…jajaja
El pobre hombre le había tocado estar en el vagón donde presencio como la mujer y el estudiante de la bata  evidentemente se estaban agasajando, para decirse, Cabrónn, pinche vieja esta mejor que la de los posters…mejor que la pinche Galileaaa (una actriz morena mexicana de curvas muy pronunciadas) que era su sueño erótico preferido…me la voy a chingar,,,claro que si
La rubia adoptando una actitud sumisa se puso como le dijeron, respingando aún más su culo para coquetamente con un  mohín sensual volverse y decirle ¡ Asiii mi jefe…!
El chaparro se colocó detrás de la hembra y agachándose con cierta habilidad empezar a recorrer con sus regordetas y ásperas manos las piernas largas de la mujer que para prender aún más al hombre…Hummmm jeffeee es usted muy brusco…
El chaparro se paró y paso sus manos por las nalgas, subió la falda.. ¡Usted, disculpe, tenemos ordenes de buscar droga…ya sabe pinches narcos andan por todos lados, para que con un descaro total abrir los cachetes portentosos y simular como si estuviera inspeccionando, de pronto la volteo y le abrió la tanga ya un tanto luida por los ajetreos con el estudiante para simular ahora que inspeccionaba la vagina…abrió sus labios de manera brusca e incluso se agacho para ver con sus ojos saltones como si algo estuviera oculto ahí mismo…
La rubia se moría de la risa, ya que sin que el hombre se diera cuenta estaba grabando todo para usarlo en el momento preciso, pensó hasta donde podría llevar con un oficial esto…podría llegar otro o salirse de control, se sabe que el mexicano de quien más desconfía es precisamente de sus instituciones públicas, siendo la policía una de las más mencionadas como corruptas…cuando ya no murmuro, casi grito, sintiendo una nueva descarga eléctrica de más intensidad que las anteriores en todo su cuerpo pero sobre todo en su vagina ahiiiiii, perooo que hacceee jefeeeee…
El oficial ya no contesto, estaba comiéndose, saboreando, disfrutando como nunca en su azarosa vida esa increíble rajadura que olía exquisito y que al parecer no había sido usada mucho, el tipo sabía lo que hacía….Jajaja si algo tiene el mexicano promedio es que realmente son chingones para las artes de la cama, del colchón…de ahí, los múltiples moteles que se dan en todas las ciudades, los congales, los bares, la prostitución a todos los niveles, de todos colores y sabores…un paraíso para los transexuales, los gays, las lesbianas…eso Erika ya lo sabía, sabía que México era uno de los paraísos sexuales del mundo…
Hummm, ayyyy, el movimiento realmente sorprendió a la mujer…que ya estando en trámites, se dijo con su preciado auto control, bueno este pobre será el primero en enseñarme el sexo oral de hombre a mujer….cabróonnn,,,,,suertudddoooo no pudo reprimirrrr ya teniendo otro maravilloso orgasmo emitiendo fluidos que se escurrieron por la boca del hombre que sintió era el mejor día de su vida, definitivamente esto era mejor que incluso su querida maquina azul (Así se conoce al equipo de futbol de nombre Cruz Azul, que lleva muchos años sin ser campeón, viviendo de los éxitos de los años 70´s) resultará por fin campeón en la liga…se decía el afortunado galán.
El policía siguió por un buen rato, para ya parándose bajarse la bragueta para sacar un pene pequeño, o así lo parecía por su barriga
Muy bien oficial Mario López Vázquez (ya había visto el nombre en una placa o credencial que el sujeto traía colocado) queda usted detenido por excederse en las atribuciones que el gobierno del Distrito federal ha depositado en usted de acuerdo al código….empezó a decirle el mujerón que le mostraba una cámara con fotos tomadas del acto, ya no escucho lo siguiente, ya que la mujer sonriendo le mostraba también una cámara de video…y simulando que marcaría un número, le completaba…El Lic. Marcelo Ebrard ha lanzado un nuevo programa para detectar este tipo de actos, yo soy la oficial encubierta… y ya no pudo continuar dado que el asustado hombre se subía rápidamente su pantalón para, No jefecitttaa….ahi muere…se puede usted ir, pero no me friegue….está bien canijo encontrar trabajo…
Bueno, Mario cuídese y ya no abuse de otras mujeres, no seas cabrón dándole una pequeña y suave bofetada al hombre para salir apresuradamente de esa oficinita y salir casi riéndose a carcajadas de esta nueva experiencia, se sintió viva, nunca se sintió más viva que hoy, había aprendido lo bien que se siente con el oral y eso que en realidad fue muy poco tiempo y se felicitó así misma por su control. También había aprendido otra cosa: ya sabía hablar como la mayoría de los mexicanos, no le desagrado usar palabras soeces que antes le causaban desagrado por que al único que se les escuchaba en su mundo rosa es  en las ocasiones en se tiene que convivir con su suegro, el poderoso Don José Treviño, una de las figuras emblemáticas de la sultana del norte.
Fue directamente al puesto de películas eróticas (no le interesaban las pornográficas), se compró la colección completa de Sylvia Kristel de la zaga de Emmanuel, había estudiado la reseña y le interesaba el proceso de sexualidad de la protagonista, así como el de la Historia de O, que aunque ya antiguas, estaban con su estilo refinado.
Después con una inusitada seguridad en sí misma, se dirigió al afamado Cine Teresa, su investigación la llevo a saber que en dicho aforo se exhibían películas pornográficas a toda hora, quería solo reafirmar cosas que vio en el sitio youporn, pero sobre todo, lo que se decía en internet de lo que ahí adentro acontecía…quería seguir aprendiendo.
Entro al cine mencionado, tratando de adaptarse rápido a la oscuridad reinante, casi se carcajea de la impresión que dejoen el boletero, casi se le cae la baba, así como las murmuraciones que alcanzo a ver de unas personas que pasaban por el frente, por supuesto que en todo su caminar seguía llamando la atención, así como de los fuertes gemidos que se escuchaban en el recinto, ya que en la gran pantalla estaba una escena en donde un negro se estaba culeando a una rubia de cuerpo exuberante en la posición de “perrito” (ya había estudiado todas las poses, se había repasado el kamasutra) sobre una alfombra de una eso si preciosa estancia.
Se recargó en una especie de barda que le llegaba a media altura que separaba la sala en dos partes, cuando sintió un aliento fétido cerca de su rostro y un sujeto algo pasado de peso que pretendió puntillearla, no le agrado que le llegarán así de repente por lo que girándose le aplico una llave marcial en su brazo, diciéndolo: ¡Cuidado, cabrocinto, conmigo no te metes! Ella tenía que ser la que elegiría y no otro por ella, si algo tenía es que se tendría que hacer su voluntad, también en estos días había llegado a la conclusión que casi sin ser consciente de ello, en la mayoría de las veces ella se salía con la suya, recordó que fue ella quien casi jalo a su marido actual para que fueran novios, fue ella la que eligió el estilo de la boda, la luna de miel y tantas otras cosas.
Una vez acostumbrada a la oscuridad visualizo que en la parte baja se veía una pareja besándose en una esquina y dos o tres hombres sentados en distintos lugares, virando para ver hacia la segunda sección y ver que el rechazado se había sentado en un rincón lejano y ver que solo había una silueta al parecer de otra mujer rubia, el horario era aún de mañana por lo que dedujo que no habría mucho movimiento y acción en el cine, por lo que viendo su reloj resignada se fue a sentar en la parte superior en el otro extremo al del rechazado para tener una mejor visualización de lo que pasaba.
No le interesaba en lo absoluto la película, ni se había fijado en el título, solo reconocía que la rubia gemía muy cachondamente y que el negro tenía un pene de regular tamaño, similar a los que ya había sentido: ¡no que los negros la tenían muy grande!, dijo en voz baja…cuando sintió que alguien se sentó junto a ella para voltear a ver que la otra mujer se había sentado a su lado…alcanzo a descubrir que era exageradamente alta ya que la cara de ella sobresalía un poquito por sobre la suya, estaba muy maquillada y llevaba una minifalda que dejaba ver dos muslos muy trabajados y ciertamente hermosos, tenía unos senos muy grandes que se dejaban adivinar por un tremendo escote, no alcanzaba a ver en su plenitud la cara, pero si se adivinaba que era muy femenino y bastante llamativo con una nariz respingada y unos labios rojos muy apetecibles (recordemos que Erika es muy visual, al ser diseñadora con inclinación al arte, tiende de manera rápida a darse una impresión de las personas y las cosas)
La rubia no sabía que su acompañante de asiento había visto el claro rechazo y eso en el argot de las reglas de usos y costumbres del cine significaba que el mujerón no buscaba macho, sino otra cosa.
Sintió un sensación rara cuando la mujer volteándose hacia ella coloco una de sus manos que resultaban muy grandes y rasposas en uno de sus muslos para acariciarlos suavemente…lo extraño del tamaño de las manos y lo rasposo y suave no le incomodaron, lo que si la desconcertó fue la voz un tanto ronca, pero eso sí muy sensual que le expreso. ¡Pero que ricura tenemos aquí!, ¿andas buscando acción preciosura?, ¿Qué clase de servicio te puedo ofrecer chiquita?
Se trataba evidentemente de una prostituta, pero lo que si la hace casi brincar de su asiento fue cuando en una nueva toma en la película, la rubia estaba colocada de tal manera que se le apreciaba un enorme pene, un pene viril, ¡era un transexual!…Diosss alcanzó a emitir Erika (aunque si había estudiado el tema, no hiso énfasis en las anomalías, en las desviaciones), su acompañante riéndose siguió con el masaje a sus piernas alternándose ya casi de frente al mujerón de Erika para decirle ¡Ajaaa., te encanta ser pasiva! ¿Qué quieres? ¿Qué te la meta o me la mamas?
¿Queeeé? Replicó Erika, entendiendo en el momento que se trataba de un real transexual el que estaba con ella…No pudo dejar de reconocer que era bellísimo de su rostro, aunque evidentemente ya llevaba varias operaciones.
Si lo hacemos aquí, son seiscientos por metertela y si solo es un oral te cobro doscientos, claro con condón la metida…lo tengo igual que la de la peli…soy activo o pasivo y atiendo igual a hombres y mujeres…Si quieres salir e ir a un hotelito que está aquí a la vuelta, son mil quinientos por la hora y hacemos lo que quieras…Como la ves chiquita…
Jajaja, se rio Erika, Mira no ando buscando nada, solo quiero divertirme para tomándole las manos retirárselas de las piernas, aunque debía reconocer que la sensación le estaba resultando placentera…era un toque distinto, pero para nada estaba en sus planes
Andale no seas malita, eres muy bella realmente, aunque sea un oralito o te hago una mamada a tu cuchita que nunca olvidaras…debes saber que nadie sabe usar la boca mejor que mujeres como nosotras, estoy bien necesitada, ándale para mi cruz, para iniciar bien mi día…ya vez ni las moscas entran hoy, perdón, chiquita…con la mejor voz dulce que podía el pobre hombre operado para parecer una mujer.
Erika sopeso que realmente ya nadie había entrado al cine, no quería llegar a Monterrey con Carlos sin haber podido practicar de la mejor manera posible algunas cosas…le agradaba el dulce olor de menta que emanaba del aliento de su acompañante, también sin ser exagerado para nada olía muy bien, su vestimenta aunque chillante lucía limpia…No se…no se….dejando que otra vez le empezara a acariciar sus piernas….es que no pensaba, cuando en la película se veía como la rubia transexual le estaba dando una mamada de lujo al negro que se retorcía de gusto…es que no se…
Las caricias expertas del otro empezaban a hacer dudar a Erika, quien solo atinó a decir…Pero, estas limpia, estas sanaa…asustándose de llamarla en femenino a sabiendas de que es un hombre.
Uff…mira te puedo enseñar mi cartilla de salud totalmente actualizada, soy muy cuidadosa de esto, me cuido mucho, solo me he operado tres cosas, lo que vez es muy natural en mí, que le voy a hacer, tengo los dos sexos dentro de mí, lo único que quiero es juntar dinero para regresarme a mi ciudad a poner un negocio más limpio, solo estoy en esto por necesidad, aunque jejeje claro que me gusta…se sinceró el otro, al ver que estaba ante alguien muy especial, alguien muy diferente a la mayoría de los clientes que suelen frecuentarla (si algo tienen los travestis es que son muy perceptivos, rápido identifican a su clientela, son grandes conocedores del género humano)…Mira me puedes encontrar en la página de internet travestismexico.com, fui la imagen del mes de febrero, mi nombre es Natalia, soy una escort de lujo, en este cine solo vengo a ver si agarro un buen cliente, no me meto con cualquiera, me gusta elegir (Erika casi se desmaya al oír esto, esta es igual que yo, piensa que puede elegir) , suelo ser más pasiva, ya que en realidad me siento más mujer y trabajo más con este par natural, para pararse y darse una vueltitas coquetas que ciertamente dejaban ver una cinturita y unas nalgas realmente de mujer, respingadas, bien formadas, no se veían operadas para nada…Ven toca,,,No, noo eso no…se contrajó la rubia, la otra entendió que estab ante una mujer…Ajjja como decía te encanta ser tu misma…ándale, pruébame, ya casi arrodillándose ante la mujer…
Ya Erika estaba dudando, quería poner en práctica besos que nunca había hecho y porque no hacer un oral…tenía miedo, mucho miedo, su adrenalina estaba a 100 %, no todo estaba saliendo como lo tenía planeado…Sabía que por besarse y usar la boca la probabilidad de enfermarse era baja…chin….estaba caliente, debía reconocerlo, verdaderamente estaba excitada, por un lado los gemidos de la película, donde veía nuevas poses y por otro, esta sorpresa la tenían aturdida…el otro tomo la iniciativa para darle un beso que la tomó por sorpresa, pero sintió muy bien e inclinándose ya que por primera vez estaba ante alguien así se dejó besar para poco a poco iniciar una comida mutua de verdadero peliculón, nunca había besado a nadie de esa manera, estaba aprendiendo a besar como debe ser, pensaba Erika, pero con una ¿mujer o un hombre? la otra empezó a masajear sus senos, cosa que también por primera vez lo sentía a plenitud…en el metro todo era de alguna manera controlado para no ser tan descarado el encuentro, pero aquí en la reinante oscuridad y soledad del espacio la estaban sobando con todo…No, no….alcanzo a decir, pero la otra era sabia, y conocía como actuar, de una manera muy hábil ya le estaba pellizcando los pezones rosados e incluso se bajó a besarlos…Ufff…la rubia perdió parte del control…Ahhhhh….bastaaaa, noooo, por favororr Nataliiaaa, nooooo. Nunca en su vida marital y mucho menos de novios, le habían besado así los pezones…Ufff.. estaba otra vez muy caliente por tercera vez en el día.
Natalia: Entonces que reinita, ¿Te la meto o me la chupas? ¿Nos vamos o nos quedamos? Ándale…estas bien caliente y yo también…nunca había estado con una mujer como tú…se ve que tienes mucha clase y estilo.
Erika: Mira, no te rías por favor, enséñame a mamarla, sii…pero por favor se cuidadosa, sería mi primera vez, casi al borde del llanto ya que le costaba reconocer que se había prendido…ahí se dio cuenta que si algún día estuviera tomada o con la guardia baja se la podrían coger como se les diera la gana y eso le dio mucho miedo, realmente sintió miedo.
Okey, pero mira vámonos hacia la primera fila de esta sección, ahí el espacio es más amplio y podrás arrodillarte con gusto…para parándose invitarla a seguirla, cuando Erika mansamente la obedeció como hipnotizada ya que por primera vez ella haría algo y no más bien se lo harían a ella, fue nalgeada de manera simpática por la otra para abrazarla como si fuera su novia y empezar a bajar los escalones…la imagen de dos mujerones rubias abrazadas como hombre y mujer hubiera desquiciado a cualquiera…pero solo estaba el otro sujeto que cuando vio pensemos que solo atino a mascullar…pinches lesbianas…sin siquiera adivinar que realmente eran hombre y mujer…
Se besaron con todo, la perreo un poco en el pasillo que divide las dos secciones, se dieron un faje de aquellos, la acaricio a gusto en todo su cuerpo se la sentó encima suyo por detrás y por delante para hacer que su aparato se pusiera en firmes, dejo que la otra, la verdadera mujer se lo masturbara un rato, le enseño, le dio instrucciones precisas…la película y los gemidos continuaban, pero ya ellas no estaban en eso, estaban en una faena en serio, el faje fue mucho más intenso que en el metro, al estar con alguien experto en esto al ser su trabajo y al hacerlo con alegría…para hacer eco de esa famosa frase de que si alguien hace su trabajo con gusto tendrá completo éxito y satisfacción. El acuerdo fue muy claro, sería un faje y un oral en toda la palabra, pero por ningún motivo habría penetración. Eso tranquilizo a la rubia, a sabiendas de que para la otra era un trabajo y que debía respetar el trato. Ella no podía prever que en un futuro medio Natalia sería una de sus mejores amigas. Pararon cuando acabo la primera función y continuaron en la segunda exhibición que ya era de heterosexuales…jejeje la 1° fue de transexuales.
Erika tuvo dos orgasmos, uno durante el primer faje cara a cara que tendría en su vida, suficiente para lo que le deparaba el futuro para ahora sí gozar con plenitud volviéndose una mujer plena y realizada. El otro fue así:
Erika ya era una experta mamando, recorría con sus labios la punta, para introducirse el mediano pene de su maestra, ¡presumida, en realidad no era grande como decía! Pero si más que el de su marido…Dioooos, Carlos no fue agraciado, aunque estudio que el tamaño no importa y la muestra estaba en esto que estaba haciendo, realmente era como degustar un dulce, una paleta de sabor salado, subía y bajaba, succionaba, daba besitos, se lo comía, lo movía con su boca…también le enseño a hacer la cubana y ahí fue donde tuvo su segundo orgasmo ya que el magreo a sus senos y los besos con la otra hasta hacer que ella se viniera en sus pechos y el hecho de estar ella en una posición hasta cierto punto de humillación por estar arrodillada ante la otra, la excitaba…¡otro descubrimiento!…la propina, ya que así lo consideraron ambas ya que realmente se sintieron plenas fue mucho más de lo pactado…con sinceridad Natalia le dijo ¡Nunca olvido a un cliente como tú! En mi puedes contar para lo que sea…tengo tus datos Natalia, no dudes que de necesitarte te buscaré, sin querer dar más datos, ya que una dosis de desconfianza seguía en ella.
Erika pensaba al salir del cine en ir a un salón de baile y a un table dance que había visualizado para experimentar más, pero realmente desistió, estaba ya cansada, exhausta y muy asustada.
El regreso fue en silencio, normal en su marido, raro para ella, ya que siempre estaba aunque no hablando en exageración como otras mujeres, nunca estaba en un largo silencio.
  1. 3.       Apertura de la partida de juego de Erika
Los hijos y las compras de guarda ropa que utilizaría para reiniciar con su marido una vida más plena en lo sexual juntos la animaron de inmediato. Se compró ropa más sexi tanto para el uso cotidiano como para el íntimo en su recamara nupcial.
Desde la primera noche en Monterrey se lanzó a jugar con el marido. Mi amiga no me dio muchos detalles en esta parte, solo me confió que la misma Erika lloraba cuando le contaba que no lograba tener éxito, solo hasta la tercer noche logro que su marido se la cogiera, pero con resultados parecidos a lo que anteriormente hacían. Incluso le regalo unos libros muy bien documentados, le explico que tenía nuevas necesidades, que había estudiado por su parte el tema e incluso le solicito pudieran asistir a terapia juntos, sin embargo con la diplomacia que caracterizaba a Carlos le daba largas al asunto, no tomaba el toro por los cuernos, tenía una extraordinaria habilidad para sin pelear ni agredir no afrontar esa dura realidad del matrimonio…a Erika le desesperaba que al parecer por primera vez en su vida no se podría salir con la suya, a veces estaba de mal humor por no lograr que el marido despertará de su letargo, de su amabilidad extrema, de si, su galanura, pero ella necesitaba un verdadero hombre en la cama, no un caballero en ese espacio. Una semana y un fin de semana intento la hembra aparearse como dios manda con su macho formal, pero solo logro que lo hicieran tres veces (mucho más del rango de una vez por semana), ya era ganancia, pero su hombre, simplemente no se comportaba a la altura de sus nuevas exigencias, eyaculaba de manera precoz, ciertamente ya duraba un poco más, ciertamente ya la acariciaba más, pero de plano, rechazaba la felación, siquiera él usar su boca más allá de lo acostumbrado, rechazaba sutilmente nuevas posiciones, si acaso solo acepto la de “cucharita”, pero fue lo suficientemente claro para decir no a otras y lo peor es que con una calma que exasperaba no reclamaba a su esposa, no la regañaba, la trataba como si fuera una niña ingenua haciéndole ver que eso eran cosas de locos y que ellos tenían más responsabilidades y deberes para con la sociedad, sus empresas, sus trabajadores, llego incluso a tratar de explicarle.
Erika había abierto ya su juego, Carlos no la empujo a nada, simplemente pensaba que no había problema alguno, hasta sinceramente pensaba que estaba muy bien ya que le había cumplido más veces de lo normal. Este proceso se prolongó hasta por un mes. Erika sabía que no necesitaba más tiempo para saber que con su esposo no habría éxito alguno, en realidad no le preocupo ya que su inteligencia le permitía dimensionar que existen cosas que no se pueden controlar y esas situaciones no vale la pena preocuparse de más. Le ocupaba saber cómo podría llegar a ser una mujer plena, descubrió que quería mucho a su esposo, ya que es en sí un buen hombre y el padre de sus hijos, pero que así no lo podría amar en todo su esplendor, a decir verdad no era amor pleno lo que tenía con él, eso sí un gran cariño y respeto. Descubrió que no conocía el amor a plenitud y no se trataba de sexo solamente, era un todo integral completo que no tenía.
Le preocupaba saber que al abrir su juego no solo en la intimidad sino en su vida total, otros jugadores se estaban inquietando haciéndole saber que no estaba en una burbuja color de rosa, tenía que estar muy lista, ya que su nuevo poderío sexual se había puesto en evidencia para otros, para ella misma, los lobos estaban sueltos y ella de ninguna manera estaba dispuesta a poner en riesgo su matrimonio, no quería ser parte de la estadística de infieles busconas de placer con cualquiera o como sus amigas que ahora sabía estaban en boca de todos, prefería que la envidiaran por cabrona pero no por puta o loca. Quería tener la opción de elegir, siempre elegir.
  1. 4.       El descubrimiento del hijo del jardinero
En los recientes días, Erika ataba cabos de pasado, presente y proyectaba futuros. Le estaban cayendo los veinte demasiado rápido. Había tenido que masturbarse hasta en tres ocasiones para saciar un poco las necesidades de su cuerpo, no era de palo y seguía aprendiendo. Vio las películas que se compró en el DF. Le gusto el rol de “Mario” en Emanuel que es una especie de maestro de la protagonista, aunque no le gusto el proceso de llevarla de brazos en brazos, a ella le hubiera gustado que el mismo maestro fuera quien la llevará a los placeres de la carne…sonrió al recordar a Natalia, quien pensaría que una escort real le enseñaría mucho más que lo que hasta ese momento ha llevado al terreno de los hechos.
Un día domingo decidió trotar en los amplios jardines de su casa, sus hijos estaban de pesca con su papa, lo cual era bueno dado que le dedicaba al menos ese tiempo de calidad a los mismos. Ningún otro familiar estaba en casa, la servidumbre estaba en su día de descanso, así  que no tenía ganas de salir. Últimamente había tenido que poner en su lugar a varios hombres e incluso a una mujer de su círculo de referencia, había escuchado a sus amigas,  las dos infieles declaradas en una conversación que le puso la carne de gallina dictándole que tenía que ser cuidadosa en las posibles decisiones o acciones que debería tomar, estaba en un momento en que ciertamente pensó no podía confiar en nadie, tal vez solo en el Tío Alberto y vigilar muy bien a su suegro el imponente Don José Treviño: ¡Viejo cabrón, es de cuidado! Debo ser muy cuidadosa.
Ella pensaba que no había nadie en la residencia lujosa ubicada en una de las mejores colonias de San Pedro Garza García, tenía un traje deportivo de lujo de shorcito y blusa que ya se le pegaba por el sudor emanado, cuando al pasar por una de las ventanas a la orilla de la pequeña vereda exprofeso para transitar que pasa junto a varias cabañitas en donde vivía la servidumbre en sus días laborables, alcanzo escuchar lo que sin duda eran unos gemidos masculinos. Su curiosidad, sin duda evidenciaba que le gustaba ser voyeur ya que al instante reconoció que se trataba de algo sexual, hizo que se acercara a la ventana semi abierta, ya que el verano era caluroso en extremo para ver a Rodrigo, el hijo de 17 años del jardinero, el Sr. Don Juan Zamora completamente desnudo haciéndose una “chaqueta” (masturbación) en forma por demás violenta. Pero lo que le llamó poderosamente es que el pene del adolescente era el pene más grueso y más largo que haya visto en su vida: el de su marido y el policía del DF chiquitos; el de los tres sujetos del metro, así como el del estudiante de Medicina de tamaño normal (volvió a estudiar esa parte para ponderar lo de las dimensiones) y el de la escort Natalia de tamaño mediano, por debajo de lo normal. Pero, carajo, este era inmenso y de un jovencito muy delgado y de escasos 1.65 mts. Este chavo sabia, era muy dedicado al estudio, a veces jugaba con sus hijos, siendo siempre muy respetuoso…La rubia no dejo de sonreir pensando que ya se estaba convirtiendo en hombrecito y que sin duda con esas dimensiones de aprender a manejarlo podría hacer feliz a cualquier mujer…También le llamo la atención que el joven que usaba lentes de graduación al parecer estaba viendo una revista…pero lo que la sobresalto a seguir su ligero trote, cuando Rodri (así le dicen todos) expulso una cantidad de semen impresionante casi gritando con evidente admiración ¡Señoooooo Erikkaaaaaaaa, te amoooo!
Regresaría a buscar al chaval para indagar más, se sintió halagada y hasta se sonrojo.
Erika, unas horas después: ¿Qué tal Rodri, como va la escuela?
Rodri: Muy bien señito, ya el año entrante entro a la carrera
Erika: ¿Qué vas a estudiar?
Rodri: Medicina, voy a buscar una beca de excelencia en el Tec…me estoy preparando con todo, creo que si lo podré hacer…Muchas gracias a su papa (El papa de Erika era un benefactor reconocido en la sultana, su interés era genuino por ayudar a los menos favorecidos, era un buen ejemplo de lo que deben ser los empresarios, caso muy distinto al suegro de Erika, que más bien era el prototipo de hombre de negocios que no da pie sin bola, buscando siempre su propio beneficio) por toda la ayuda que me ha dado. Rodri hacia la prepa en el mismo Tec, siendo un alumno sobresaliente.
Erika, tomando una de las mejillas del joven que de inmediato se sonrojo: Pero claro si eres un joven estudioso, ¿Por qué no me enseñas en tu cuarto los libros que estás leyendo?
Rodri, sintiéndose en las nubes por presumir sus logros académicos: claro , claro, pásele, ya que se encontraban en la entrada…
Erika: ¡Pero! ¿Qué es esto Rodri?…haciendo un mohín gracioso, enseñándole un cuidado álbum en donde había diversas fotos de gran calidad de ella en diversas partes de la casa, claro todas ellas en vestimentas muy normales, salvo las cuatro últimas, en donde ya las había tomado con el nuevo guarda ropa que estreno desde su viaje al DF y en donde sí se hacía más notorio su escultural cuerpo, su buenísimo cuerpo.
Rodri que se había olvidado que sobre su cama dejo esa colección de fotos de su amada platónica, temblando y maldiciéndose él mismo por terrible falla: ¡Es queee tomo fotos por hobby enseñándolo una excelente cámara que se había comprado para tal efecto y pueeesss como usted es muy bonita, me gusto para modelo…no es nada malo, nunca haría mal uso de las fotos…créame seño Erika…
Erika riendo lo calmo, no sin antes prometerle que nunca usará esas fotos para algo malo, el chico le caía bien y se dio cuenta que nunca había convivido con su personal…no buscaba nada con él…pasaron unas dos horas platicando y riendo como si fueran amigos de toda la vida. La vida  le depararía a la mujer demasiadas sorpresas, no podía saber en ese momento que este joven al igual que Natalia serían fieles amigos en una dura batalla que estaba por librar en un ya mediano plazo.
 
  1. 5.       La participación del suegro Don José y del Tío Alberto
El guarda ropa que se compró la elegante mujer sin ser descarado si era diferente a lo que solía vestir. Eran faldas más cortas, mas ceñidas, blusas más ajustadas con ligeros escotes. Su ropa íntima se dejaba adivinar, no usaba tangas, ni bikinis, ahora si…así como ligueros, sus zapatillas eran más como decir, sensuales. Esto incluía cambios en sus peinados y maquillaje.
Sin embargo, más allá de su vestimenta y apariencia, fue su actitud más abierta, relajada, coqueta, su caminar, su andar, sus gestos y miradas, su concentración, daba la impresión de estar más viva.
Esto lo puso de inmediato en juego. En la primera reunión que tuvo con sus amigas a pocos días de llegar del DF en conocido restaurante de lujo empezó otro tipo de aprendizaje acerca de la sociedad tan hipócrita en la que se estaba movimiento. Ella sinceramente creía que sus amigas, eran amigas, hasta que descubrió lo siguiente que voy a explicar. Vale decir aquí, que el que escribe es amante ocasional de una de las amigas de este círculo. No estamos en la misma ciudad, pero me encuentro cerca, pero eso es otra “historia” por contar que nunca hare por aprecio a dicha persona, pero que si me permitió exteriorizar toda esta vida que está actualmente en desarrollo, no estando estática y soy confidente de ella, que a su vez se volvió de la protagonista (sin serlo hasta antes de todas estas situaciones que se narran)
En dicho restaurante departían alegremente, cuando en su nueva actitud de chispa Erika pudo captar  una señal muy clara entre Susana y Clara que pasó desapercibida para las demás excepto para ella y claro, también para Amanda que era la más cercana a ella, cuando al otro extremo entraba su marido Carlos , su padre Don José, y otro hombres de negocios.
Susana: Chicas, me disculpan regreso…
Clara: Voy contigo…
Erika vio que no se dirigían al área de baños, sino a una salita privada en donde vio se separó un instante Don José en donde al parecer les llamaba la atención, algo no andaba bien.
Ella también se disculpó y dirigiéndose a una oficina contigua a dicha salita a la cual le fue fácil ya que la hija del administrador y dueño era su alumna sin más le permitió entrar ya que coquetamente le pidió privacidad para poder usar su línea telefónica ya que su celular se había quedado sin pila.
De manera discreta se colocó de tal suerte que podía escuchar la conversación en donde Don José todavía estaba con sus “amigas”.
Don José: ¡Carajo! Tantos pinches años y ustedes no pudieron cambiar a mi nuera y solo basto un fin de semana para que seguramente ya la volvieran mujer…que chingaos están haciendo cabronas
Clara: Le juro por dios que no pasó nada en el DF. Solo salió de paseo con una pareja del Sur que estaban más dedicados a lo suyo. Fueron al centro y a un Concierto. Nada paso…
Don José: Y como chingaos es que cambio tanto, ya se menea como puta, como si fuera una de ustedes…claro que alguien ya se la chingo…
Susana: No sabemos nada, la cabrona siempre se ha portado bien, ciertamente que el viajecito le sentó…pero no sabemos nada….en cuanto sepamos ya sabe pasamos la nota luego, luego…
Don José: Bueno putitas, haber cuando se dan una vuelta por él Le Barón, necesito “amarrar” unos negocios con unos gringos y quieren carne de primera, para darle una nalgada a Susana que era a la que tenía más cerca…eh cabroncitas pirujas, bien que les gusta…y acuérdense de la deuda de sus maridos, eh…Háblenle al cabrón de Tomas (su gordo asistente) para que les dé la clave y el guion del protocolo, jajaja no queremos que se sepa lo que son ustedes, ehh golfitas…
Ya a solas Susana: Pinche Clara, pues que hizo la pinche Erika, cabrona se ve más buena…seguro ya la debutaron como dios manda, se ve que le sentó.
Clara: Que te digo que no pasó nada. A lo mejor quiere hacer hombrecito al pendejo de Carlitos…
Susana: Uff…es más fácil que ella se vuelva una de nosotras, a que ese pelmazo le llegue a los talones al hijo de la chingada de José…Para mí que si se andan comiendo a la putita de Erika o esta se está comiendo a alguien.
Clara: Pues ya era tiempo chulita, se le va a pasar su momento sin conocer verga verdadera. Pinche Don José va a terminar por cogérsela como a todas nosotras…
Ambas al unísono, que chingue a su putisisima madre ese hijo de la chingada…que se pudra en el infierno.
A Erika le resulto más que evidente que le faltaba mucho por aprender, no solo en lo sexual, sino en su convivencia, para nada le agrado la forma en que se expresaron, mucho menos de Carlos, que podrá no ser un hombre sexual (de hecho estudio que existen personas que son indiferentes al tema, sin mayor problema alguno)…a lo mejor su marido era uno de esos casos…un ser asexual.
Empezaba apenas a conocer a su suegro Don José.
A la otra semana de llegar del viaje de aprendizaje a la capital del país, se celebró una fiesta en casa de Don José que es mucho más grande que la de la pareja de Carlos y Erika, la casada se retiró a uno de los amplios balcones para degustar su copa, cuando acercándose mucho más allá de lo que marcan los cánones de civilidad por el parentesco que tenían, aprovechando la lejanía con el resto de las personas y la soledad-privacidad del recinto.
Don José: Nuerita, que cambiazo, no creo que mi hijo sea el causante de esto, lo conozco perfectamente y tu estas buscando pelea o ya la diste, ¿Me equivoco, Erika?, adoptando ya un tono totalmente de intimidación. Algo que caracteriza al hombre típico norteño es su modo golpeado de hablar y su consabida franqueza, rayando en ocasiones en una mala interpretación del interlocutor que no sepa de esta característica. Don José es un viejo lobo de mar, sabio con las mujeres e iría a por todas, de hecho se ha pasado por las armas a todas las amigas de Erika y a otras mujeres de la alta sociedad, salvo a Amanda que es la menos agraciada y que solo manipula para su beneficio.
Erika: incomoda ante el repegón que le dio su suegro con esas palabras: Mire Don José, decidí cambiar mi forma de vestir porque se me dio la repegada gana no por andar de buscona y porque quiero serle atractiva a su hijo.
Don José: Ese buey…como si no supiéramos todos que a él lo único que le interesa es el trabajo y quedar bien con todos, aunque no creo que este quedando bien contigo acariciando con sus grandes manos los brazos de su nuera, Ya sabes Erikita, puedes buscarme cuando quieras, a mí no me engañas, tu eres ya distinta, soy un zorro muy corrido y tu apenas empiezas, ya dándole una sonora nalgada
Erika, dándole una cachetada, Oiga, no le he dado motivos para que me falte al respeto, no le digo más por el cariño que le tengo a su hijo, casi a punto del llanto y roja del coraje
Don José retirándose, tú lo has dicho querida, cariño es lo que le tienes no pasión, guiñándole y enviándole un beso con los labios.
Don José es un tipo de 60 años, alto, fuerte, ligeramente pasado de peso, es el típico norteño de bigote, mal hablado y un desgraciado en el manejo de sus empresas. Ha hecho su dinero a base de trabajo, sí, pero también de actos de corrupción y de una grande, compleja e intrincada red de relaciones con gobierno e incluso en un tiempo estuvo de moda que mantuvo o mantenía relaciones con uno de los carteles de la droga más renombrados del país: el del Chapo Guzmán. Claro que el poderoso don dinero hacia que la memoria colectiva de la masa más centrada en el desmadre y la evasión, de manera hasta inmoral hacia que las personas cayeran en el olvido de esos pequeños detalles. Es la llamada “gente bonita”, cuando la realidad es otra muy distinta. Es válido reconocer que su esposa es lo contrario, es un alma de dios que de alguna manera mitiga, tolera y ayuda a lubricar un tanto el excesivo poder del viejo. La madre procuro inculcar en su único hijo Carlos tatuado el don de la diplomacia y el juicio, que como vemos, si ha llegado a aplicar sirviendo también de contrapeso. Si no fuera por madre e hijo, los secretos a voces del empresario ya hubieran salido a la luz. Ya en la actualidad, Carlos se debe reconocer ha limpiado el dinero haciendo de las empresas, verdaderas fuentes de trabajo con tratos más modernos y justos para los miembros de las mismas. El viejo ya no participa mucho, pero eso sí, le sigue dando vuelo a la hilacha, siendo ahora su juego preferido utilizar su poder para manipular en la vida de las personas que se dejen dentro de dicho círculo de convivencia. Muchos sabían que se tenía que manejar con pinzas el trato con el desgraciado. Desde siempre, había tenido deseos insanos con la novia de su hijo, no se metía porque su esposa y cuñado, el Tío Alberto le ponían el freno, además podía tener otras mujeres, las que se le antojarán. Sin embargo, evidenció un cambio muy notorio en su nuera, cambio que había querido propiciar sin éxito alguno en el pasado y no podría desaprovechar la oportunidad. Él sabía que Erika ya no era la mujer asexual que todos ya tenían como dado
Tío Alberto, cuñado de Don José, era un hombre bonachón de figura regordeta y maneras muy amables, todo lo contrario al otro. Era un parasito social, vivía de sus diversas y cuantiosas rentas, lo que podía sacarle a los demás familiares y de negocios fugaces. Ciertamente, es culto, domina varios idiomas, preparado, de viajes al extranjero frecuentes, su real enfoque está en la diversión, sobre todo en la de alto riesgo sexual. También le tenía ganas a su sobrina política desde que era una niña, que era su secreto más guardado. Nadie sabe a ciencia cierta su orientación sexual, ya que a veces da la apariencia de ser muy amanerado, vive solo.
Observando sigilosamente lo que había visto, Tío Alberto se acercó para abrazar paternalmente a Erika, tratando de aparentar un consuelo que hizo que la esposa deseada por estos hombres no le diera importancia a que también se la estaba empezando a puntear suavemente…las palabras del hombre que era un tanto más bajo pero que sagazmente había colocado su semi erecto miembro en el descomunal culo empezaban a surtir efectos. La mujer estaba recelosa solo contra el suegro y sus amigas, no se había podido desquitar y desahogar a plenitud. Con el joven jardinero no quiso experimentar nada, ya que se le hizo casi como si fuera de la edad de su hijo, pero le había vuelto a detonar el chip de su inminente despertar sexual. Eran demasiadas conjeturas en su atribulada mente, bajo la guardia y nunca llego a sospechar que el viejo también era otro lobo hambriento de sus carnes.
Erika: Ay…Tío, no sé por qué Don José piensa que estoy de buscona o que le he sido infiel a Carlos, tú me conoces
Tío: Ay chulita, pero si andas presumiendo lo que bien sabes que te cargas, antes eras más recatadita, pero mírate, luces bellísima, con su voz melosa y acariciando suavemente cabellera, mejillas, antebrazos
La joven esposa no pudo evitar que su piel se pusiera de carne de gallina, ya que el Tío sabía cómo hacer un masaje sutil que no proyectara su deseo carnal que le había provocado ya una erección fuerte como un acero y que ya punteaba sin descaro en su sobrina política
Erika: Ayyy Tío tú también eres un calenturiento, mírate como estas y sin quererlo paro más su culo como para hacerle ver que ya se había dado cuenta de su erección…Tío, varias veces te he visto como me miras y esa mirada no está bien como regañándolo, porque pensaba que no era de cuidado.
Tío: Perdoname chulita, pero quien te manda andar por ahí luciendo esto, para dar ya un suave masaje a uno de los glúteos, sorry…no puedo evitarlo, soy hombre también, pero sabes es solo un jueguito, no debes temer pequeña, yo hablare con mi cuñado y mi hermana para que calmen a la fiera, jajaja sin dejar de dar el masajito al glúteo de la rubia.
Erika, que se estaba desmadejando cometió un error al confiar en el viejo: Ayy Tiiiito, es que Carlos no reacciona, todo esto lo estoy haciendo por él, necesito que me cumpla en todos los sentidos
Tío, ya punteando con todo y acariciando la cintura de la beldad: Mira que cosas, con razón andas de presumida, pues puedo ofrecerte mi ayuda, tal vez si nos reunimos en el estudio de mi casa podamos platicar a gusto y hacemos un plan de conquista estaba pensando en pedirte dado tu nuevo estilo me ayudaras modelando para mi proyecto de revista…son unas fotos de calidad, ándale, date una vuelta mañana por el estudio.
Erika: Pues necesito confiar esto en alguien, definitivamente necesito ayuda y pronto porque me estoy desesperando Tío…no es justo, casi llegando otra vez al llanto.
Tío, sonriendo maliciosamente: Ya chiquita, sabes que en mi puedes confiar ya abrazado fuertemente a la rubia haciendo un casi imperceptible toqueteo con las puntas de los dedos los senos imponentes de la mujer que recostando su cabeza hacia atrás dejo que por unos instantes que fueron cortos para él, eternos para ella, continuaran en esa postura que a todas luces no era de familiares, sino de una mujer que ansiaba ya saber lo que era ser hembra a plenitud y de un hombre que pretendía ser su macho.
  1. 6.       Modelaje para el Tío Alberto y La visita al Club Le Barón
Quedando sola, Erika noto que en el suelo había una tarjeta de presentación en donde venían los datos del mencionado club Le Barón que escucho citar a Don José en la charla del restarurant con Susana y Clara.
Al otro día en el estudio de su Tío Alberto:
Tío: Mira, no se trata de solo pasearte haciendo como si estuviera modelando gesticulando con los brazos, se trata de que despiertes en tu hombre el deseo por ti…si la montaña no va a Mahoma, Mahoma va a la montaña…a ver dime como le estás haciendo, chulita
Erika: Pues de acuerdo a lo que estudie, le hablo sensualmente, me le insinúo, le he tratado de dar masaje, lo beso con la mejor gana del mundo, pero hasta siento que me rechaza y solo responde por no meterse en broncas conmigo, ya sabes cómo es.
Tío: Hummm, creo yo querida, que tienes que practicar. Que mejor forma que hacerlo aquí en la tranquilidad de esta honorable morada (morada en donde daba rienda suelta a sus desenfrenos, ya que nadie lo cuidaba, ni tenía protección específica).
Afuera del estudio a poca distancia estaba el guardia asignado a Erika, que sabedor de que estaba con un familiar respetado dentro de la familia, no se preocupaba de nada, más que del entorno de la casa, aunque se sabía que dentro de San Pedro hay un acuerdo entre las mafias y el gobierno de no meterse con nadie.
Erika: Ayy tío, como crees…que pena…como crees, a que te refieres en concreto.
Tío: Pues a que practiquemos a que me das un masaje, a que te lo doy, para que te vaya explicando las reacciones de los hombres. Además conozco a mi sobrino desde niño y tal vez unas ideas te pueda ir dando…Por otro lado, quisiera que modelaras para mi…solo que son fotos muy eróticas, claro que haría trucos para que no saliera tu carita, solo tu cuerpito…
Entro al recinto una joven mujer ciertamente de cuerpo escultural sin llegar a ser algo super relevante, su cara si era hermosa, distinta a la de Erika. Estaba en otra estancia de la casa del hombre lobo con piel de oveja de Alberto.
Tío: Mira te presento a Karlita, es una buena amiga, modelo incipiente. Ella va poner la cara y tú el cuerpo…ademá
Karlita: Claro, sin dejar terminar al Tío de hablar, hoy no podré quedarme, tengo que ir a un asunto personal.
Tío, que había planeado estar a solas ya que actualmente la citada chica era su amante: Claro mi reyna, cuídate mucho, muaaa
Erika inicio así un proceso de práctica con alguien que consideraba era un alma de dios.
Las fotos que tomaron eran en poses evidentemente sensuales, en donde el maravilloso cuerpo de la diosa resaltaba en diferentes y atrevidos conjuntos de bikinis que el avariento Alberto había proporcionado a la mujer.
Tío: Así, muy bien, alza un poquito más el culito, perdón, Darling, es que me prendes, me prendes con una vocecita afeminada
En ocasiones el viejo dejaba la cámara para disimuladamente meterle mano a la rubia que estaba excitadísima con esta nueva faceta de exhibirse, estaba descubriendo que le calentaba sobre manera lucir su cuerpo
Erika: Uffff Tío ahora entiendo que esto cansa a las modelos, después de 2 horas de cambios de vestimenta y de posar en diversas maneras…Oye Tío, me regalas esta (una de las menos escandalosas, al estar en un short de cazadora simulando ser una de ellas y una camisola del mismo estilo; se la pensaba regalar a Rodri)…Ufff que cansada
Tío: Pues yo creo que hoy no practicamos…a sabiendas de que Erika es intensa y no se dejaría así como así el plan.
Erika: Ah no, claro que no , ahora me cumples…haciendo como si estuviera molesta.
Tío, ya saboreando lo que se podría comer en ese instante: Pues, estas cansadita manis, yo creo que iniciamos con que te de un masaje para que  vayas calentando a tu hombre….te voy a empezar a dar como lo haría tu esposito
La rubia que realmente estaba agotada: Me parece bien Tío.
Con una bata cubriéndose ya que solo estaba con un conjunto pequeño consistente en un brasier coqueto de holancitos y un bikini de esos que tienen moñitos de sujetadura a los costados, pregunta en donde se coloca.
El viejo tiene su estudio muy bien diseñado y tiene en uno de sus rincones una mesa de masaje exprofeso a ese tipo de menesteres.
El viejo empieza un suave masaje parecido al de una mujer…Mira así lo haría tu esposo, sin fuerza, sin drive, casi sin pasión, lo sientes Darling…
Hummm, si pero se siente bien
Brincando casi, ya que el Tío cambio la forma de dar el masaje a uno ya evidentemente lujorioso
Hummmmmm, si cambiaaaa
Eso chulita, así le tienes que ir diciendo a tu Carlos…ese chico necesita que le expliquen muy bien las cosas, continuando con el estilo
El canijo alterno ambas formas, recorrió cuello, espalda, brazos, llegando a la cintura y a las preciadas nalgas de su sobrina.
Ya la rubia no podía evitar sus gemidos de gozo, estaba encharcadísima, estaba excitada, se estaba dejando llevar por la situación…
Mira sobrina, Carlos debe encuerarte así, para de una manera graciosa desamarrar los nuditos de los costados del pequeño bikini que cubría escasamente la rajadura de las nalgas portentosas. ¡Seguro, que Carlos no sabe cómo usar esto!
Erika: ¡quueeeee….Tíoooooo, noooo que haceeesss, hummmm, ahhhh, ayyyyyyyy
El viejo ya lanzado porque veía su oportunidad de oro, empezó con boca y lengua a acariciar todo el promontorio e incluso a pasárselo por el ojete del culo…
La rubia se convulsionaba para tener un orgasmo más en su corta vida de enseñanza sexual, situación que el viejo entendió como una tácita aceptación para lanzarse con todo a comerle el culo.
Erika: Nooooo Tiiiiitoooo, porrr favooorrr
El viejo cometió una falla, perdió el control y ya avalanzandose sobre el culo de su sobrina la punteo pero ya con su pene erecto para buscar encularla, sodomizarla…
Erika, ya llorando de miedo: Noooo, Tíoooo, porrr favorrr noooo
Reacciono, virándose,  cubriéndose sus partes nobles
A Tío se le fue la presa…reaccionó tratando de calmarla.
Erika, toda desmadejada y ya sollozando despacio dejaba que su Tío la consolara
Tío: Perdón sobrina, no sé que me paso, ay eso de vivir solo, te juro por la memoria de mi santa madre que no volverá a pasar, es que eres toda una mujer, te mereces lo mejor (aunque para sus adentros pensaba que es cuestión de tiempo para que la misma sobrina viniera a sus brazos, pensaba urdir un plan para desesperarla y calentarla al máximo)
Erika en la intimidad de su recamara, pensaba: Chinn…estoy en un callejón sin salida, si me descuido me voy a volver todo un putón, pinche Carlos reacciona, amor, por favor hazme  mujer ya… por qué si no, no sé qué va a pasar. La fortaleza de la que se preciaba, estaba ya también quedándole mal.
Pasaron más días con altibajos en su humor, hasta que lo que volvió a detonar todo fue:
Amanda: Carajo, dicen que vieron a mi sobrino Raúl saliendo de Le Barón.
Erika: ¿Qué es eso? ¿Lo he escuchado, pero que es?
Amanda: Pues dicen que es un lugar pecaminoso en donde solo gente exclusiva va con sus suciedades, dicen que hay de todo, es muy discreto, manejan unas claves para que ningún pelagatos pueda entrar, solo gente de bien, pero que va a hacer sus desmadres…pinche chamaco por eso va mal en la escuela y le está sacando dinero a mi hermana
Erika: Pero, ¿Cómo es eso?
Amanda: Pues das la clave, entras y te dan la seguridad de que nadie sabrá que has asistido siempre y cuando se sepa que tu no haces mal uso de lo que ahí se hace. La otra vez me pareció entender que Clara invitaba a Marisa, dicen que es muy seguro y discreto. Claro que nosotras nunca iríamos a un lugar de esos…pinches putas nada más están pensando en sus cosas.
Erika tomo una decisión que le abriría aún más los ojos. Con su inteligencia no batallo para saber más datos del lugar y obtener con Tomas, el asistente de su suegro la clave de esa semana. Sin más se apresto ir al lugar con un traje sastre discreto, enormes gafas, pañoleta que ocultaba su cabellera.
Doña Rosalía (la dueña y administradora de este exclusivo lugar solo destinado a un selecto grupo de personas que discretamente guardaban las apariencias, nadie se atacaba, solo eran secretos a voces): ¡Vaya, vaya, ese viejo de Don José tenía toda la razón: su nuera tarde que temprano vendría hacer visita! Cuando desde su cuarto de control vio cuando la despampanante rubia con visible nerviosismo tocaba a la puerta de una aparente casa residencial de bella arquitectura y grandes jardines. Esto me va a traer grandes ganancias, sonrió la avariciosa mujer que aun en su madurez alta guardaba cierta belleza de su juventud.
Doña Rosalía: Pero si se trata de la Sra. Erika Garza de Treviño, la famosa y bella mujer de Don Carlos Treviño, casi le grito en su cara a Erika
Erika: No…por favor, no mencione mi nombre
Doña Rosalia: Pierde cuidado chiquita, yo soy una tumba, se todos los secretos de Monterrey y de México, va en juego mi nombre, mi prestigio…para empezar todo un rollo acerca de la seguridad del lugar, resaltando que no existía compromiso alguno…
Mira Querida, aquí puedes venir a ver, a escoger lo que quieras, hacer lo que quieras, siempre y cuando no hables de más afuera. Podemos ponernos de acuerdo a lo que gustes y de aquí no saldrá nada. Todo el personal está asegurado.
Querida: has visto que de pronto salen unos colgados de los puentes, jejeje todo mundo cree que es del narco, bola de pendejos, si supieran que todo ya está arreglado desde arriba. Esos colgados son calientes que se quisieron pasar de lengua y de largo con la clientela…así que no debes dudar de la honorabilidad…para volverse a dar otro largo discurso.
Mira para que te des una idea, te acuerdas de la película de Tom Cruise con su entonces esposa Nicole Kidman, titulada “Ojos bien cerrados”…haz de cuenta que aquí en México tenemos ese tipo de sociedad secreta, ahii tú no te preocupes, mira vamos hacer un recorrido para que veas el tipo y la calidad del servicio y otro largo discurso explicando.
La Doña ya había sido aleccionada por Don José (que tenía ya planeado dejar la tarjeta con la rubia, para despertar su interés, ahora que ella había abierto su juego buscando hacer real el matrimonio con el inútil de su hijo, también ya tenía visualizado que le dieran un recorrido completo a la mujer sabedor de que se quedaría callada por su forma de ser con la esperanza de levantarte aún más el deseo)
Erika efectivamente quedo con los ojos bien abiertos, no como en los del título de  la película mencionada. Su aprendizaje en todos los sentidos, ya no tenía retorno, descubrió cosas que nunca pensó se dieran en su círculo de convivencia. La Doña la llevo a la sala de control en done podía dar un paseo de cámara en cámara para ver lo que sucedía en diversas salas de la casa.
En una sala, con desilusión vio como un amigo de sus sobrinos (hijos de sus hermanos) se drogaba exhalando un polvo blanco que estaba en todas las habitaciones junto a frascos de hermoso cristal en donde estaban depositadas pastillas de diversos colores. Droga, le explico la vieja rollera. El amigo estaba siendo cogido por otro hombre mucho mayor a él.
En otra reamara, una de sus conocidas mamás de uno de sus alumnos estaba con otra mujer en una escena lésbica.
Lo que casi la desmaya, es que en una recamara con un antifaz colocada en cuatro patas estaba su amiga ¡Marisaaaa! Que indudablemente gemía de gozo ante la feroz cogida que un hombre regordete le hacía con una máscara…se le hizo conocido ese cuerpo..
Doña Rosalía: Ajjaaa..se trata de tu Tío Alberto, es uno de nuestros clientes Premium, nunca quiere que se vea su rostro y la otra putita tampoco quería que se supiera quién es…ninguno de los dos sabe quién es el otro, ya vez particularidades de los clientes.
Erika estaba impactada, no tanto por qué Marisa estuviera gozando, la entendía ahora, sino por la sorprendente fortaleza del gordo que estuvo a punto de violarla días antes…Diosss…no pudo reprimir exhalar, para cubriéndose la boca pensar que su Tío tenía engañado a todo mundo, era un hombre y le encantaba el sexo, siendo al parecer muy bueno por el orgasmo que evidentemente le estaba dando a su amiga y porque ahora la tenía con sus piernas en sus hombres bombeándola con una increíble y constante mete-saca que dejaba ver parte de su pene un poco más grande del promedio y con visibles humedades, la cámara mostraba acercamientos hasta lo más íntimo…se quedó pasmada viendo la cogida del Tío, escalofríos recorrieron su cuerpo, la vieja Rosalía sonreía maliciosamente.
Doña Rosalía: Veo que te impacto, querida deberías ver a Don José, ese gallo es de otro nivel, es de otra categoría, hasta las putas mejor pagadas de aquí lo quieren hacer gratis con él, exagerando ya…para lanzar otro grandilocuente discurso halagando a aquel en todos los sentidos.
La rubia vio de todo, se estremeció, observo y reafirmo su actitud voyeur, la droga , el alcohol, el sexo, sus fantasías, gemidos, locuras era lo único que prevalecía en esa Gomorra moderna.
Salio atontada y más atemorizada que nunca del lugar, prometiéndose a sí misma no volver a pisar pie en ese lugar ni hablar con nadie.
Sabía entonces que todos querían cogérsela como dios manda; más Don José y Tío Alberto, tal vez otros se recataban, otros serían discretos como Rodri.A
Ahora entendió a plenitud otras y tantas experiencias que tuvo con otras personas que cambiaron cuando ella cambio su vestimenta y forma de conducirse. Dios, pensó lo que puede hacer un cambio en la forma de vestir y hablar, lo que se corre en mi círculo de amistades, esto es un pueblo sin ley, sin embargo, quiero gozar, quiero ser plena, ¿Qué voy hacer dios mío?
  1. 7.       Las opciones para la toma de decisiones de Erika
La mujer es de rápidas decisiones. Una opción fue volver a ser seria en su vestimenta (auqnue en realidad nunca fue escandalosa) y en ser discreta con sus sonrisas para calmar ahora sí a la jauría de lobos hambrientos: Don José, Tío Alberto, el mismo Rodrí, ubico además a: el esposo de Marisa, el entrenador de soccer del Colegio de sus hijos, el compañero de trabajo de Carlos, su mano derecha, ufff…estoy en medio de puros cabrones que me quieren encular…se decía a si mismo…la carga emocional de llevar en su mente, cuerpo y alma esto, le hacía ponderar todas las opciones.
Las aguas se calmaron un poco, no sabía si porque los dos viejos salían en sus tradicionales viajes de verano que duraban de 3 a 4 semanas y ya el resto era muy ocasional el encuentro y recularon al ver a ver a la distante y al parecer asexual Erika.
El mar estaba tranquilo por fuera, pero por dentro Erika se quemaba, ya no sabía qué hacer para calmar sus ansías…se aficiono aún más a las lecturas eróticas, pero su obstinada mente no le permitía buscar a alguien que calmara sus ansías de novel novillero, en este caso de hembra, de potra que quiere, que desea ser domada…
¿Qué va ser de mi vida? ¿Dios, ayúdame? Rogaba Erika.
Continuará.
 
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Relato erótico: “Me comí el culo de mi abogada, una madura infiel” (POR GOLFO Y PAULINA)

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Aunque Paulina llevaba años siendo mi abogada, nunca pensé en que llegaría un día en el que la tendría tumbada en mi cama desnuda mientras le comía el culo sin parar. Es más para mí, esa mujer era inaccesible y no solo porque era mayor que yo sino porque en teoría estaba felizmente casada.

Rubia de peluquería y grandes pechos, era una gozada verla durante los juicios defendiendo con  vehemencia a mi empresa. Profesional de bandera, se preparaba los asuntos  con tal profundidad que nunca habíamos perdido un juicio teniéndola a ella como letrada.

Por todo ello, cuando me llegó la citación para presentarme en un juzgado de Asturias, descolgué el teléfono y la llamé. Como era habitual en ella, me pidió que le mandara toda la información que tenía sobre el asunto, comprometiéndose a revisarla. Así lo hizo, al día siguiente me llamó diciendo que no me preocupara porque según su opinión la razón era nuestra y lo que era más importante, que sería fácil de demostrar.

Como el juicio estaba programado pasados dos meses, me olvidé del tema dejándolo relegado para el futuro…

La preparación del juicio.

Una semana antes de la fecha en cuestión quedé con ella en su oficina un viernes a las tres. Como Paulina tenía programado irse de fin de semana, me sorprendió que me recibiera vestida de manera informal. Acostumbrado a verla siempre de traje de chaqueta, fue una novedad verla con una blusa totalmente pegada y con minifalda.  Fue entonces cuando realmente me percaté que además de ser una profesional sería, mi abogada era una mujer con dos tetas y un culo espectaculares.

« ¡Qué calladito se lo tenía!», pensé mientras disimuladamente examinaba a conciencia la maravillosa anatomía que acababa de descubrir.

Mirándola sus piernas de reojo, confirmé que esa cuarentona  hacía ejercicio en sus horas libres porque si no era imposible que a su edad tuviese esos muslos tan impresionantes.

«Está buena la cabrona», sentencié y tratando de concentrarme en el juicio, me puse a repasar con ella los papeles que iba a presentar al juez.

Nuevamente comprendí que Paulina había hecho un buen trabajo al ordenar cronológicamente toda la información que le había pasado de forma que a cualquier extraño le quedaría clara mi inocencia así como la mala fe del que me demandaba.

Ya casi habíamos acabado la reunión cuando esa abogada recibió una llamada personal en su móvil. Sé que era personal porque se levantó de la mesa y dirigiéndose a un rincón, contestó en voz baja. Supuse que era su marido quien la llamaba al notar que su voz adoptaba un tono meloso y sensual que nada tenía que ver con el serio y profesional con el que se dirigía a mí.

Curiosamente esa ave de presa que devoraba  a sus adversarios en un abrir y cerrar de ojos, se comportó como una muñequita coqueta y vanidosa durante la conversación. Y lo que es más importante o al menos más me impactó, la charla debió bordear algo erótico porque al colgar  y volver a la mesa, ¡tenía los pitones duros como piedras!

Incapaz de retirar los  ojos de esos pezones erectos que la blusa no pudo disimular, me quedé alucinado por no haberme dado cuenta nunca de los melones que mi abogada atesoraba.

«¡Menudo tetamen!», exclamé mentalmente mientras terminábamos con los últimos flecos del asunto, tras lo cual, me acompañó a la puerta.

Ya nos estábamos despidiendo y esperaba al ascensor,  cuando al abrirse salió su marido. Este, después de los saludos de rigor y mientras yo le sustituía en su interior,  le pidió perdón por no haberla llamado  aduciendo que tenía su móvil sin batería.

-No te preocupes- contestó  mi abogada y diciéndome adiós con su mano, le acompañó de vuelta a su oficina.

La inocente disculpa de ese hombre me reveló que no había sido él la persona con la que Paulina había estado hablando, pero también me hizo sospechar que esa rubia tenía un amante.

« ¡No puede ser!», mascullé entre dientes al no tener certeza de su infidelidad, «Paulina es una mujer seria».

Aun así, al llegar a casa, tuve que pajearme al imaginar que esa rubia madura llegaba a mi habitación y ponía a mi disposición esas dos ubres…

Tras el juicio, perdemos nuestro vuelo.

 

El día del juicio teníamos reservado el primer vuelo que salía de Madrid rumbo a Oviedo para que nos diera tiempo a llegar con la suficiente antelación. Nuestra idea es que después del juicio, nos fuéramos a comer para saliendo del restaurant coger el avión de vuelta sobre las ocho de la noche.

Por eso, eran cerca de las siete cuando nos encontramos en el aeropuerto. Estaba imprimiendo nuestras tarjetas de embarque cuando la vi llegar con su maletín de abogado corriendo por los pasillos.

-No hace falta que corras- comenté divertido al ver su agobio por su tardanza: -Está lloviendo a mares en Asturias y nuestro vuelo sale con retraso.

-¿Cuánto?- preguntó angustiada pensando que íbamos a faltar a la celebración del juicio.

-Es solo media hora. ¡Llegamos sin problema!- contesté tranquilizándola.

Mis palabras la alegraron y regalándome una sonrisa, me insinuó si la invitaba a desayunar al preguntar dónde podíamos tomar un café.  Camino de la cafetería, observé disimuladamente el vaporoso vestido que se había puesto Paulina mientras pensaba en lo buena que estaba. Me resultaba curioso que no habiéndome fijado en ella como mujer durante años, ahora desde que descubrí que era infiel a su marido, mi abogada se hubiese convertido en una obsesión. Cabreado conmigo mismo, intenté dejar de admirar su belleza pero me resultó imposible, una y otra vez desviaba la mirada hacia el profundo canalillo de su escote.

« ¡Tiene unas tetas de lujo!», sentencié molesto por mi poca fuerza de voluntad.

Si la rubia se percató de la naturaleza de mis miradas, no lo demostró porque en cuanto se sentó en la mesa, se puso a repasar conmigo el juicio sin que nada en su actitud me hiciera intuir que se había dado cuenta que su cliente babeaba con su delantera. Por mi parte, me forcé a reprimir las ganas que tenía de hundir mi cara entre esos dos portentos y mecánicamente fui contestando sus dudas y preguntas.

Acabábamos de terminar ese repaso cuando mirando el reloj, me informó que teníamos que irnos. Sin esperar a que yo recogiera mis cosas, Paulina salió rumbo a la puerta de embarque. Al seguirla por la terminal, el sensual movimiento de su pandero me absorbió y totalmente hipnotizado por su vaivén, mantuve mis ojos fijos en esa maravilla temiendo a cada instante que mi abogada se diera la vuelta  y descubriera la atracción que sentía por ella. Con sus nalgas duras y su culo con forma de corazón impreso en mi mente, entregué a la azafata mi billete mientras usaba mi chaqueta para tapar el apetito que crecía sin control bajo mi pantalón.

Ya en el avión, la rubia se dejó caer en su asiento sin advertir que la falda de su vestido se le había recogido dejando al aire una buena porción de sus muslos. Al percatarme mi lado caballeroso se despertó y señalándoselo a mi abogada, ésta los cubrió sonriendo y sin darle importancia.

« ¡Hay que joderse! ¡Qué patas!», exclamé mentalmente sabiendo que quizás nunca tuviera otra oportunidad de contemplar esas maravillas.

Os confieso que durante los siguientes cuarenta y cinco minutos que tarda ese trayecto, me quedé con los ojos cerrados, intentando de ese modo no volver a echar una ojeada a mi acompañante. Era demasiada buena como profesional para perderla por una calentura.

Al llegar a nuestro destino, nos dirigimos directamente a los juzgados. Una vez allí Paulina, la abogada, tomó el mando y comportándose como una fiera machacó a su oponente mientras desde el estrado, yo babeaba imaginando que mordía esos labios y me follaba esa boca con mi lengua. Confieso con vergüenza que para entonces me daba lo mismo el discurrir del juicio y solo pensaba en cómo hacerle para conseguir meter mi cara entre sus tetas.

Como no podía ser de otra forma, la rubia al terminar su alegato contra el juez estaba radiante pero al mirarme sonriendo descubrí que estaba excitada y que bajo la toga, sus pezones la delataban.

« ¡Coño! ¡Le pone cachonda ganar juicios!», sentencié maravillado.

Ese descubrimiento provocó que como un resorte, mi verga se alzara hambrienta entre mis piernas y solo la tardanza del inútil del abogado de la otra parte en sus conclusiones permitió que al levantarme no exhibiera a todos mis mástil tieso.  La razón de esa repentina emoción fue que caí en la cuenta que quizás alagándola su trabajo, podría llevar a cabo mi propio sueño.

Con ello rondando en mi mente, salí con ella hacia el restaurante. La futura víctima de mi lujuria se mostraba feliz con su triunfo y por eso nada más sentarse en la mesa, llamó al camarero y le pidió una botella de champagne. Junto a ella, ilusionado pensé que con alcohol en su cuerpo sería más sencillo el seducirla y por eso en cuanto el empleado sirvió nuestras copas, brindé con ella diciendo:

-Por la mejor y más bella de las abogadas.

Como si fuera algo pactado entre nosotros, Paulina apuró su copa de un trago y pidió que se la rellenaran antes de contestar muerta de risa:

-Con una de las mejores basta.

Su cara reflejó su satisfacción por el piropo y eso me permitió insistir diciendo:

-De eso nada, no te imaginas lo impresionante que te ves frente al juez, ¡hasta el demandante te miró babeando!

-Exageras- respondió ruborizada pero deseosa que siguiera alagando su profesionalidad.

Por ello, incité su vanidad con otro nuevo piropo:

-¡Qué voy a exagerar! Tenías que haberte fijado en cómo te comía con los ojos mientras machacabas su demanda con tu elocuencia- la involuntaria irrupción de sus areolas en su camisa me informó que iba por el buen camino y brindando con ella nuevamente mientras observaba unas gotas de sudor recorriendo su escote, terminé diciendo: -Hasta yo que debía estar acostumbrado al conocerte, me quedé maravillado con tu forma de defender mis intereses.

Mis palabras y ese furtivo repaso a sus pechos la pusieron colorada pero también despertó algo en su interior y reponiéndose al instante, en plan coqueta, preguntó:

-¿Solo te quedaste maravillado con eso?

Dudé si usar esa pregunta para iniciar mi ataque pero creyendo que era el momento, cuidando mis palabras le solté:

-¿Quieres saber la verdad?- y haciendo un inciso, susurré posando mi mano sobre las suyas: -Siempre me has parecido una mujer bellísima pero subida al estrado me recordaste a la diosa de la justicia.

Mi exagerado piropo le hizo sonrojarse nuevamente y ya interesada en saber mi opinión real sobre ella, insistió:

-¿En serio te parezco bella? Soy mayor que tú y encima estoy casada.

El brillo de sus ojos me dio los ánimos de contestar:

-Durante años te había admirado en silencio, pensando que jamás podría siquiera soñar en que te fijaras en mí. Para mí eras inaccesible y por eso nunca te había dicho nada- indirectamente le estaba diciendo que algo había cambiado y por eso me atrevía a confesárselo pero queriendo que fuera ella quien lo preguntara rellene su copa con más champagne y brinde con ella, diciendo: ¡Por la más impresionante abogada que conozco!

Partiéndose de risa brindó pero tras dar un sorbo a su bebida, su curiosidad le hizo preguntarme que era lo que había cambiado para que me atreviera  a confesar mi atracción por ella.

-Prométeme que no te vas a enfadar cuando te lo cuente- contesté manteniendo mi mirada fija en la suya. Agachando su cabeza, respondió en silencio que sí  y sin nada más que perder con excepción de una buena letrada, confesé: – El otro día en tu despacho una llamada te excitó y tus pezones involuntariamente se pusieron duros. Te juro que creí que era tu marido diciéndote guarradas al oído y sentí celos por no ser yo. Pero al salir y encontrarme con él, comprendí que quien te había puesto así era tu amante.

Mi confesión elevó el rubor de sus mejillas y vaciando su copa, me pidió que se la rellenara mientras trataba de cambiar de tema hablando de lo mucho que llovía en el exterior. Sabiendo que una vez había descubierto el imán que sentía por ella no podía dejarla escapar, acerqué mi boca a la suya y suavemente la besé mientras le decía:

-Te deseo.

Durante unos instantes, Paulina dejó que mi lengua jugueteara con la suya en el interior de su boca, tras lo cual, levantándose de la mesa, me soltó:

-Vámonos, me he quedado sin hambre.

Os confieso que al oír a mi abogada se me cayó el alma a los pies y dejando el dinero de la cuenta sobre la mesa salí corriendo tras ella. Ya en la calle me esperaba con gesto serio. Acercándome a ella, estaba a punto de pedirle perdón cuando fijando su vista en mis ojos, me soltó:

-No se lo puedes contar a nadie. Nadie debe saberlo.

Sin saber a qué se refería,  le juré que no lo haría. Y entonces dejándome boquiabierto, señaló un hotel que había en la esquina, diciendo:

-Vamos a registrarnos.

No creyendo todavía que se fuera a hacer realidad mi sueño, pedí una habitación y entregué mis papeles mientras la rubia disimulaba esperando en el hall.  Habiendo firmado ya, me uní con Paulina que aprovechando que se había abierto la puerta se había metido en el ascensor. La presencia de otra pareja no permitió que habláramos de lo que iba a ocurrir y por eso estaba totalmente cortado al abrir la habitación.

Ni siquiera había cerrado a puerta cuando Paulina saltó sobre mí y empezó a besarme con una calentura tal que parecía que ya quería sentir mi pene en su interior. Comprendiendo que para ella excitante acostarse conmigo, decidí aprovechar la oportunidad y disfrutar de esa mujer. Respondiendo a su pasión, llevé mis manos hasta su culo y me puse a magrearlo mientras con mi boca intentaba desabrochar los botones de su blusa. Ella al sentir mis dientes cerca de su escote, riendo me soltó:

  • No seas malo, recuerda que estoy casada…
  • Sabes que eso no me importa. Tu estado civil lejos de cortarme, me excita por el peligro que un día mientras te estoy follando, nos sorprenda tu marido-respondí muerto de risa.

Mis palabras elevaron su calentura justo cuando ya había conseguido liberar sus pechos y por eso pegó un gemido al notar un suave mordisco en un pezón mientras mi mano se introducía por debajo de su braga. Con mis dedos recorrí los duros cachetes que formaban su culo al tiempo que haciéndome fuerte en uno de sus senos, empezaba a mamar. Mi abogada al experimentar ese doble ataque aulló:

  • ¡Apriétame las nalgas! ¡Enséñame quien manda!

Al escucharla no solo la obedecí sino que sobreactuando forcé con una de mis yemas su ojete mientras estrujaba sus dos nalgotas.  Paulina no se esperaba esa intrusión pero lejos de quejarse se puso a dar lametazos a mi cara mientras me decía:

  • Me encanta que me trates como una perra.

Su entrega era tal que comprendí que a esa rubia le ponía el sexo duro y por eso dándole la vuelta, le bajé el tanga y con su trasero ya desnudo, apreté mis dientes contra su grupa dejando mi mordisco bien marcado sobre su piel.

  • Cabrón, no me dejes marcas. Mi marido puede enterarse- chilló tan molesta como excitada.

Su tono lujurioso me impulsó a darle un par de azotes en cada una de sus ancas mientras le decía:

  • Eres una putita infiel a la que le encantan los hombres rudos, ¿No es verdad?
  • Sí- aulló descompuesta y más al sentir que metía nuevamente dos dedos en su esfínter.

Moviendo sus caderas de un modo sensual, Paulina me informó taxativamente que estaba encantada con la idea que la tomara por atrás y por eso, separando sus dos nalgas con mis manos, hundí mi lengua en su ojete mientras le pedía que se masturbara al mismo  tiempo.

  • Ten cuidado, pocas veces me han roto el culo- gritó gozando cada uno de los lengüetazos con los que la regalé.

Al conocer de sus labios que su marido apenas le había dado por ahí y usando  mi húmedo apéndice como instrumento, jugué con los músculos circulares de su esfínter con mayor énfasis. El sabor agrio de su culo lejos de molestarme, me excitó  y por eso follándola más profundamente, solté una carcajada diciendo:

  • Mañana cuando veas a tu marido, podrás decir que es medalla de oro por la cornamenta que lucirá.

Fue entonces cuando mi abogada chilló:

  • ¡Para! O me vas a convertir en tu puta.

Esa confesión me hizo gracia y por eso te contesté:

  • No te voy a convertir, ya eres mi puta – tras lo cual seguí calentándote ya que teniéndola abierta de piernas, acaricié brevemente su trasero mientras la alzaba en mis brazos, para acto seguido llevarla con un dedo dentro de su culo hasta la cama donde pensaba poseerla.

La sorpresa no le dejó reaccionar cuando tirándola sobre el colchón, la cogí de su rubio pelo y sin darle tiempo, la ensarté violentamente de un solo empujón. Paulina protestó por la violencia de mi asalto pero no hizo ningún intento de quitarse el mango que llenaba brutalmente su pandero, al contrario cuando ya llevaba unos segundos siendo sodomizada por mí, me soltó:

  • Sigue… ¡cómo me gusta!

 Su entrega me permitió usar mi pene para machacar sin pausa su trasero mientras me agarraba de sus pechos para comenzar a cabalgar sobre ese culo soñado mientras me reía de sus sollozos.

  • Eres un cabrón….¡Estoy brutísima!

Aunque no necesitaba su permiso, me complació escuchar que estaba cachonda y tratando de dar todo el morbo posible a mis palabras, susurré en su oído:

  • No te da vergüenza, entregar tu culo a un extraño mientras tu marido está en casa pensando que su mujercita es una santa. ¡Menuda zorra está hecha mi abogada!

Ese insulto junto con la certeza que estaba disfrutando al ponerle los cuernos hizo que su cuerpo entrara en ebullición y sin que yo se lo tuviera que exigir, llevó su mano hasta su sexo y mientras mi miembro campeaba libremente por su entrada trasera, se puso a masturbar con una fiereza brutal. Sus gemidos se debían escuchar desde el pasillo y gozando con mi pene destrozando su ojete, se dio la vuelta con la cara sudada y sonriendo, me dijo:

    – ¿Te gusta encularme?

    – ¿Tú qué crees?- respondí incrementando la velocidad con el que castigaba una y otra vez su cuerpo.

La facilidad con la que la empalaba me hizo conocer que esa puta había hecho uso de su culo mas veces de lo que decía y por eso me lancé en un galope desenfrenado buscando mi placer al tiempo que ella se estremecía debajo de mí. La lujuria de ambos era tal que en ese instante comencé a arrear a mi montura con una serie de duros azotes sobre sus nalgas mientras ella no paraba de rogar que no parara.

  • Sigue- chilló. – Dame duro.

Los berridos que salieron de su garganta al ser vapuleada fueron la gota que hizo que mi cuerpo colapsara y derramando mi semen en el interior de sus intestinos, me corrí. Paulina al sentir su trasero bañado, se unió a mí aullando de placer.

  • ¡Qué gozada!- rugió sin dejar de menear su pandero en busca de las últimas oleadas de mi leche.

Una vez había vaciado mis huevos, me dejé caer sobre ella abrazándola. Mi abogada todavía empalada por mi verga, dejó que mis brazos la acogieran entre ellos y luciendo  una sonrisa, me soltó:

  • Tendremos que llamar a Madrid y explicarles que hemos perdido el vuelo.

Sorprendido, miré el reloj y al ver que todavía nos quedaba tiempo para llegar al aeropuerto, comprendí lo que realmente la rubia quería decir y soltando una carcajada, respondí:

  • ¿Para cuándo reservo? ¿Para mañana o para pasado?

Muerta de risa, contestó:

  • Para mañana. No quiero que mi marido sospeche de su mujercita.

Su descaro me hizo reír y recordando que todavía no había hecho uso de su coño, llevé una de mis manos a su entrepierna mientras con la otra, pellizcaba sus pezones.  La rubia al experimentar esa doble ofensiva, maulló de gozo y pegó su culo a mi pene intentando reanimarlo. Separando sus cachetes, se lo incrustó en la raja y meneando su trasero, comenzó a pajearme mientras yo hacía lo propio con ella. Cuando notó que mi verga ya había consguido alcanzar su extensión máxima, poniendo tono de puta, me preguntó:

  • ¿Vas a follarme?

Desnudos como estábamos, esa pregunta era al menos extraña y eso me llevó a suponer que quería que la calentara de algún modo. y por ello mientras seguía torturando su clítoris acerqué mi boca a su oído y le susurré:

  • Te has quedado para eso. O ¿no es así? ¡Putilla!

Al escucharme, dio un prolongado suspiro y retorciéndose sobre las sábanas insistió:

  • ¿Te caliento??
  • Sí, y lo sabes. Me gusta verte desnuda y disfrutar de tus pechos mientras separo los pliegues carnosos que escondes entre tus piernas.

El gemido que salió de su garganta me informó que iba por buen camino y que lo que Paulina necesitaba era que la estimulara tanto física como verbalmente. Por ello, mordiendo su oreja, dije en voz baja:

  • Me calientas porque eres una zorra ninfómana que buscas en mí a tu macho. Sé que después de esta noche soñarás conmigo, aunque estés con el cornudo de tu marido.

Nada más oírlo, mi abogada se corrió nuevamente formando con su flujo un gran charco sobre el colchón.  Habiendo resuelto mis dudas, retorcí una de sus aureolas diciendo:

  • El cornudo de tu marido nunca ha sabido valorar a la guarra con la que se casó.

Mi enésimo insulto la molestó y levantándose de la cama se empezó a vestir mientras me decía que me había pasado.  Su enfado lejos de tranquilizarme, me excitó y viendo que quería marcharse, la perseguí hasta la puerta.  Una vez allí, la lancé contra la pared y aprovechando su sorpresa, la besé metiendo mi lengua hasta el fondo de su boca mientras le estrujaba su culo con mis manos. La  pasión con la ella reaccionó, me hizo saber que le excitaba mi violencia  y mientras Paulina intentaba que llevar mi pene hasta su coño, le grité:

  • Lo quieras o no, te voy a folllar como la puta que eres.

Fue entonces cuando mordiéndose los labios, la rubia me contestó:

  • Sí…….soy tu puta.

Envalentonado por el rubor que cubría sus mejillas al confesarlo, le pregunté mientras hundía mi verga entre los pliegues de tu sexo:

  • Y las putas ¿Que hacen?

–        Son folladas por su macho- respondió gritando mientras ponía sus dos esplendidas peras al alcance de mi boca.

Siguiendo tanto mis deseos como los suyos. Comencé a moverme con  mi pene golpeando la pared de su vagina mientras me la tiraba  con su espalda presionando la misma puerta que quiso cruzar al huir de la evidencia que era mi zorrita. Los aullidos de placer con los que me regaló azuzaron el morbo que sentía por estar tirándome a esa madura y recreándome en sus tetas, usé mis dientes para mordisquearlas.

  • ¡Muérdelas! – aulló descompuesta- ¡Hazme chupetón!

«Esta zorrita está excitada», pensé mientras intentaba dar cauce a su excitación mamando de sus pechos sin parar al tiempo que con mi pene recorro una y otras vez el interior de su vagina. Un renovado chillido por su parte, hizo que sacando la lengua, lamiera su cara, sus mejillas y su boca dejando el olor de mi saliva sobre su rostro.

  • Sigue….te deseo. Me pones bruta.

Sus palabras despertaron mi lado perverso y deleitándome en su confesión, la obligué a abrir su boca. Al hacerlo dejé que mis babas cayeran dentro de ella mientras Paulina se sorprendía al notar que mi salivazo había mojado aún más su coño.

  • Dime que soy tu hembra- chilló.

– A una hembra se la marca- respondí y antes que me respondiera  llevé mi boca nuevamente a su cuello con la intención de dejarte un chupetón.

En ese momento me sorprendes al ponerte de rodillas y decirme con voz sensual:

  • Márcame, ¡Soy tu zorra!.

Al escuchar su entrega, solté una carcajada y metiendo un dedo en su culo, la llevé ensartada con él hasta la cama. Una vez allí, la dejé un instante esperando y volví sobre mis pasos para dejar la puerta de la habitación entre abierta. Al verlo la rubia, me preguntó el por qué. Muerto  de risa, cojí el teléfono y llamando a la cocina del hotel, pedí que nos subieran unos sándwiches.

  • ¡No tengo hambre!- protestó deseando volver a empalarse con mi pene.

Descojonado, le contesté que el pedido  es una excusa para que el camarero vea lo puta que es mi abogada mientras salta sobre mi verga. La sola idea que el empleado del hotel la viera follando, la puso cachonda y como una posesa se puso a lamerme la polla para que cuando llegara nos pillara con sus tetas botando sobre mi mientras se empalaba con mi miembro. A los cinco minutos, escuchamos que el muchacho tocaba la puerta.  Fue entonces cuando acoplándose sobre mí y usando mi verga como silla de montar, la abogada le dio permiso para entrar.

Ni que decir tiene que el crio se quedó acojonado con la escena y solo al cabo de unos segundos pudo reaccionar, trayendo hasta la cama la cuenta para que se la firmara. Queriendo forzar su calentura, dije al empleado que quería  pagar con mi tarjeta y que la agarrara de mi cartera.

Totalmente cortado, el muchacho respondió sin dejar de observar el movimiento de las pechugas de mi acompañante:

-¿Dónde la tiene?

Muerto de risa, contesté  que estaban bajo las bragas chorreadas de la puta a la que me estaba follando. El tipo rojo como un tomate, las cogió con dos dedos y al hacerlo le llegó el aroma a hembra que manaba de ellas. Los gritos de Paulina al saberse observada, así como el modo tan brutal con el que se empalaba, le hicieron preguntar mientras me pasaba el bolígrafo:

  • ¿Le importaría apuntar el teléfono de su puta en el recibo? Está muy buena la rubia y se nota que es una zorra dispuesta.

Soltando una carcajada, firmé la nota sin acceder a su deseos pero poniendo en su mano una buena propina, Al verlo salir girándose continuamente para fijar en su retina la imagen del vaivén de sus pechos, descojonada me soltó:

  • Eres un cabrón, folla casadas.

Esa salida me hizo gracia y por eso la tumbé sobre las sabanas y sin pedirle opinión, agarré dos de mis corbatas y la até al cabecero con ellas. Muerta de risa y excitada, se reía mientras me preguntaba qué iba a hacerle. La indefensión y saber que la puerta seguía abierta de forma que cualquiera que pasara por el pasillo, la vería en pelotas y atada sobre el colchón, la excitó y más cuando me vio llegar del baño con una maquinilla de afeitar y un bote de espuma en la otra mano.

  • ¿Qué vas a hacer?- preguntó intrigada.

Sin hacerla caso, esparcí la espuma por su sexo y mientras le acariciaba su clítoris mojado, susurré en su oido:

-Te voy a afeitar ese coño peludo que tienes. A ver que le dices a tu marido cuando vea que lo tienes depilado como una puta.

Exagerando su reacción, intentó liberarse de sus ataduras mientras me rogaba que no lo hiciera. Obviando sus quejas, cogí la guillete y comencé a retirar el antiestético pelo púbico de su coño. Los chillidos de la mujer menguaron a la par que retiraba una porción de la crema de su vulva y con ello, una parte del bosque que cubría su chocho. No queriendo que se enfriara esa puta, le fui dando unos lametazos consoladores sobre cada fracción afeitada, consiguiendo de esa forma que de su garganta brotaran gemidos de placer.

  • Eres un hijo de puta- berreó ya con una sonrisa- ¿Qué voy a decirle a mi marido cuando me vea así?
  • Ese es tu puto problema- respondí lamiendo su coño casi exento de pelos.

Poco a poco, las maniobras sobre su sexo, hicieron que este se encharcara y sabiéndola indefensa, seguí arrasando con el rubio vello que enmascaraba ese coño.

  • Te lo voy a dejar como el de una quinceañera- murmuré en su oreja mientras la mordía.

Su calentura y la imposibilidad de moverse, hizo que la rubia meneando sus caderas me pidieras que la follara pero haciendo oídos sordos a sus deseos, pacientemente terminé de afeitarle el coño y tomando mi móvil, lo fotografié repetidamente mientras le amenazaba con mandar esas imágenes al cornudo de su marido. Sus gemidos se hicieron gritos cuando cogiendo mi pene, se lo incrusté a su máxima potencia, diciendo:

  • Sonríe que quiero dejar constancia del estreno de tu nuevo chocho.

La cara de mi abogada fue un indicio del morbo que le daba ser inmortalizada con mi aparato en su interior y por ello comencé a menearlo sacando y metiéndolo mientras  le pellizcaba las tetas. Su expresión de placer indujo a liberar una de sus manos y voltearla sobre el colchón, tras lo cual, la volví a atar mientras le decía:

  • ¿Estás preparada para que te dé por culo a pelo?

Mi abogada tan elocuente otras veces, no respondió y comprendiendo que con su silencio me daba el permiso que necesitaba,  le separé las dos nalgas con mis manos y acercando mi glande a su ojete, apunté y de un solo empellón se lo clavé hasta el fondo. Su grito se debió de oír hasta la recepción del hotel pero no por ello me compadecí de ella y sin dejar que se acostumbrara a tenerlo campeando en sus intestinos, machaqué sin pausa ese culo mientras la rubia me pedía que cerrara la puerta.

  • Ahora, no. Primero quiero demostrarte que eres mi hembra y que yo soy tu dueño- respondí cogiendo su melena y forzando su espalda al tirar de ella.

El dolor y el placer se mezclaron en su mente mientras temía que en cualquier momento alguien entrara por la puerta, alertado por el volumen de los gritos que ella misma emitía. Después me reconoció que en esos instantes, todo su ser combatía la sensación de sentirse feliz al ser usada como hembra. Durante toda su vida, ella había luchado por hacerse un hueco y de pronto al experimentar el estar indefensa y sometida a mí, había disfrutado como nunca.

Ajeno al discurrir de los pensamientos de la rubia, seguí solazándome en ese trasero y llevando mis manos hasta sus hombros, me afiancé en ellos para incrementar el ritmo con el que la sodomizaba. La nueva postura hizo que la rubia rugiera de placer y dejándose caer sobre el colchón, llegó a su enésimo orgasmo al mismo tiempo que mi pene descargaba su cargamento en el interior de su culo.  Paulina al notar mi explosión en su interior, meneó sus caderas de arriba abajo para ordeñar mi miembro mientras ella disfrutaba como la perra infiel que era de cada una de gotas de mi lefa templando su trasero.

Agotado, me deslicé sobre ella y forzando sus labios con mi lengua, jugueteé con la suya mientras con mis manos estrujaba las dos maravillosas tetas que la naturaleza le había dotado. Su respuesta rápida y pasional me informó que no estaba molesta y que a partir de ese día, Paulina sería mi abogada, mi puta y mi hembra aunque al terminar el día durmiera con el cornudo de su marido….

 

Para comentarios, también tenéis mi email:

golfoenmadrid@hotmail.es

Relato erótico: “El despertar sexual de cassandra 2” (POR PERVERSO)

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Una disculpa por la demora y espero que el relato cumpla con las expectativas….
Algunas horas antes de lo acontecido en el relato anterior…
En una humilde vivienda característica de una familia de clase media tirándole a baja, un emocionado jovencito post puberto y de cuerpo semidesarrollado, con un rostro en donde algunas imperfecciones se negaban a desaparecer aun usando jabones anti acné de última generación, se acicalaba cuidadosamente, se vestía con una camisa azul y pantalón negro de estilo muy moderno, se calzaba con zapatos Nike de imitación y depositaba kilos de gel en su cabello buscando el peinado perfecto, perfumaba su aun infantil anatomía con una loción tomada prestada a su padre sin que este se enterara, el joven metía en su mochila un perro de peluche comprado con algunos ahorros suyos en su trabajo como cerillo en un supermercado, muy emocionado suspiraba por la dichosa afortunada quien en pocas horas tendría entre sus delicadas manos ese lindo detalle, el jovencito salía de su casa no sin antes darle un amoroso abrazo a su madre y recibiendo la bendición de ella para posteriormente tomar el autobús que lo llevaría a su escuela.
En otra casa con un nivel económico un poco más alto, el viejo Marce se levantaba después de dormir prácticamente todo el día después de haberse desvelado tomando en su casa con algunos viejos conocidos que le habían caído de sorpresa, un aspecto crudesco y malhumorado predominaba en el feo rostro del viejo, la barba de tres días compuesta en su gran mayoría por pelos blancos y tiesos era más que notoria, le dio flojera abrir la tienda ese día ya que la semana había dejado buena venta además de que le había ido muy bien en el juego de barajas de la noche anterior sin mencionar la solicitud de un préstamo bancario que le había sido aprobado con la intención de actualizar su pyme, así que decidió ver un poco de porno para masturbarse después de algo de tiempo de no hacerlo, recordaba a una tierna niña alumna de la escuela de enfrente y el solo visualizarla mentalmente y recordar cuando la abrazó casi metiéndole su sucias mano a escasos centímetros de su sexo su miembro se levantó como un poste, pensaba en la lejana posibilidad de algún día tenerla en el sillón arrodillada y vestida con lencería fina mamándole su miembro mientras el bebe una cerveza y brama disfrutando de la húmeda y suavecita lengua, el viejo cernía sus peludas bolas testiculares atascadas de espeso líquido que estaba a pocas horas de descargar, el viejo podía sentir en cada meneo el chocar del líquido contra las paredes testiculares.
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EL DESPERTAR SEXUAL DE CASSANDRA
EL SEÑOR DE LA TIENDA II
……………El que Don Marcelino se quitara su sudada camiseta dio oportunidad a la joven de alejar un poco su tremendo cuerpo de las cercanías del caliente viejo, la jovencita estaba desconcertada por la osadía a la que se había atrevido Don Marce y por un momento pasó por su mente la idea de retirarse pero, por otro lado, quería seguir disfrutando las prohibidas escenas que veía en el monitor y además de que sentía un rico cosquilleo en su sexo gracias a las experimentadas caricias que el viejo Marcelino le había regalado, a pesar de que estas tenían minutos que habían cesado aun podía sentirlas como si todavía las estuviera recibiendo, un cosquilleo aun mas delicioso en comparación a sus todavía inexpertas masturbaciones.
El viejo ahora mediría el terreno, no atacó desesperado ya que podría asustar a la nena, tenía que ir poco a poco, se dispuso nuevamente a observar la película desparramando su desaseado cuerpo ya sin camisa sobre el sillón, quería darse cuenta del impacto que había tenido en la jovencita ese acto impuro y depravado, el viejo se sentía satisfecho (por el momento) al haber sentido con sus sucios dedos esas partes íntimas, calientitas y nunca antes manoseadas (por otro) de la adolescente, le bastaba por el momento con ver dos de sus dedos cubiertos de un néctar brilloso de olor exquisito, en caso de que la joven se retirara, ya elaboraría un nuevo método para con el cual volverla a engañar y que se dejara manosear otra vez aprovechándose de la ingenuidad y la edad de la calentura por la que Cassandra atravesaba.
El viejo esperó y esperó, observado de reojo a la nena quien no se incorporaba, se mantenía quieta, como si no hubiese ocurrido nada, todavía la jovencita acomodó su faldita pues se le había subido prácticamente toda y enconchándose de hombros subía el tirante de su blusa muy delicadamente, una buena cantidad de su azulado cabello cubría la parte de su rostro que daba hacia el viejo, Don Marce solo alcanzaba a ver una perfecta naricita delineada con los más finos y profesionales trazos así como un par de carnositos labios que según él mostraban una sencilla pero coqueta risita.
“de que se reirá esta putita” pensaba el viejo
La jovencita acariciaba su cabello a manera de peinarlo muy femeninamente con sus dedos; por lo tanto Don Marce acechaba como un león hambriento cazando a un indefenso y herido ciervo, las facciones pervertidas de su rostro hacían verlo como un auténtico animal, Don Marce en ese momento poseía esa mirada retorcida de un hombre desnudando con la vista a una jovencita, además lo feo de la cara le daban un toque especialmente morboso.
El viejo no aguantó tener tan cerca a la tentación convertida en mujer y decidió avanzar, sabía que no tenía toda la tarde-noche si quería hacer algo más que un simple manoseo, y si bien no tenía intención de violar a la chamaca, ¿Cómo contenerse teniendo a dos metros de él a una jovencita como Cassandra?, cuyo cuerpecito despedía un calorcito acogedor y cuya desarrollada y femenina anatomía sumada a sus movimientos y posturas sugestivas que sin querer realizaba despertaba los más bajos y primitivos instintos en los jovencitos y no tan jovencitos.
Cassandra decidió no abandonar el lugar, la curiosidad le pudo mas, a menudo le daba tímidos sorbos a su bebida alcohólica sabor durazno muchas veces negándole su venta en otros establecimientos pues la jovencita se atrevía a pedirla enfundada en su ajustado uniforme escolar que poco alcanzaba a disimular su impresionante anatomía.
Cassandra no sabía que era, nunca había experimentado esa extraña sensación, pero algo pasaba dentro de su cuerpecito, sentía algo que la obligaba a quedarse, a permanecer sentada y vulnerable e incluso disponible para el viejo, algo que la hacía comportarse más provocativa de lo normal, algo que le decía “quédate, lo vas a disfrutar”  y tímidamente volvió a acariciar su desnudo muslo para después seguir con su húmedo sexo, a su vez, su lengua repasaba muy sugestivamente el contorno del chipo de la botella calentando sin querer al viejo Marcelino, una tímida gota sabor durazno rodaba por toda la extensión del envase, Cassandra se dio cuenta de ello y de forma tremendamente erótica lamió desde la base de la botella hasta su chipo, recogiendo todo el dulce líquido con su mojadita lengua y, obedeciendo a esa sensación de lujuria volteo a ver al viejo mientras realizaba esta provocadora acción con unos ojitos que casi podía jurar Don Marce le estaban invitando a tomarla sexualmente, una sensación de cosquilleo invadió a la nena y su panochita pulsaba casi rogando por que se dedeara, a pesar del sostén sus pezones ya asomaban por su blusa y sus ojitos no pudieron evitar repasar la protuberancia pulsante que se formaba debajo del short del viejo tendero.
“ahhhh, pinche chamaca, como no le pasas la lengua a esta” decía el empalmado viejo mientras su asquerosa lengua se movía de un lado a otro por entre sus bembos labios empujando las babas por sus comisuras, a su vez su verga explotaba de lo hinchada que se encontraba así como expulsaba cantidades monumentales de viscoso líquido.
Con esas femeninas miraditas el viejo sentía cada vez más cerca la oportunidad de tener sexo en mucho tiempo de inactividad, de destensar los casi nulos músculos de su cuerpo, volteaba a ver la imagen de un Santo que tenía clavada en la pared y casi lo escuchaba decirle: “si no aprovechas hoy es porque eres un maricón pendejo”, el viejo volteó a ver a Cassandra y otra vez la descubrió tocándose, la niña rápidamente quitó su mirada y manita pues estaba expectantemente cuidadosa de que el viejo no la descubriera masturbándose, sin embargo dejó su tanguita mal acomodada, de esta manera el viejo podía ver la prenda atorada en medio de los carnositos labios vaginales.
ora si hija de la chingada, nada más me estas calentando y yo aquí mirando como un pendejo”, decía el viejo en sus cochinos pensamientos, decidido, había llegado el momento de hacer un segundo ataque.
El viejo levantó su peludo trasero y se repegó mas a la niña, ganado más terreno en ese sillón, mientras Cassandra se corrió más hacia la orilla del mismo; el viejo se corrió otro poco y la chiquilla se separó casi en la misma distancia, la chiquilla parecía hipnotizada por la película y jugaba con un mechón de su cabello haciéndole forma de rizo, a la vez que disimulada, observaba si Don Marce se juntaba más hacia ella mientras una ligera risita traviesa aparecía en su rostro.
Cassandrita grababa en su joven mente las extrañas posiciones (para ella) en que los musculosos actores se cogían a las atractivas actrices, veía las exageradas corridas de leche sobre los bellos rostros de las chicas y como ellas se tragaban ese blanco líquido como si fuese el más fino y delicioso manjar, todo esto si bien a la nena le parecía obsceno, prohibido y hasta asqueroso; por otra parte lo veía interesante, con ganas de seguir aprendiendo y porque no, practicarlo; por un momento llegó a curiosearse sobre el sabor de ese extraño líquido procedente del aparato reproductor masculino (como ella conocía a la verga); su mente no comprendía cómo es que lo obsceno podía ir de la mano con lo excitante, ponía más atención a esto que a las clases impartidas por sus maestros.
Don Marce había acorralado a Cassandra en el sillón, a la nena ya no le quedaba más espacio para seguir arrinconándose, la única opción era levantarse del asiento pero era más que obvio que a pesar de estar con un pervertido acosándola ella no se iba a levantar, el viejo llevó su mano a la pierna de Cassandra, quien se asustó al principio pero no hizo por quitarla, Don Marce levantó de mas la faldita de la niña y ella no hacía nada por bajarla, de vez en cuando Cassandra tomaba su blusa y la movía rápidamente para sacar el calor que estaba dentro de ella y volteaba para todos lados del cuarto como no queriendo darse cuenta de lo que estaba sucediendo.
-tienes calor?- preguntó el viejo, Cassandra movió la cabeza dándole la razón al vejestorio.
-yo también, por eso me quité la camisa jejejeje, por qué no te quitas la blusita?,- dijo el lujurioso viejo con una mirada y una sonrisa que desafiaban los límites de la depravación mientras subía lentamente la blusita de la nena hasta que se le permitió ver el ombligo de ella, la nena aun sentada mostraba un vientre plano, sin esas antiestéticas llantas que se forman aun en las personas delgadas al estar sentadas y mal acomodadas.
Cassandra le contestó moviendo la cabeza en forma de negación, volteó a ver al viejo y observó detenidamente un cuerpo muy alejado de lo atlético, un cuerpo delgado flácido, pero con una pancilla prominente, un pecho levemente peludo y canoso, unas chiches ligeramente caídas que superaban en volumen a las de muchas de sus compañeritas menos desarrolladas y coronadas por unos oscuros pezones con enormes pelos gruesos saliendo de ellos, a los costados de ese desatendido cuerpo se notaba un poco el costillar, si bien Don Marce rondaba los 50 años de edad, su descuidado cuerpo daba la impresión de pertenecer a un hombre de más de 60, todo gracias a llevar una vida de excesos y pereza sumados a una alimentación desbalanceada y falta de ejercicio, sin mencionar que sus axilas despedían un característico olor de un viejo que no tiene la costumbre de echarse antitranspirante ya que en todo lo que iba del día aun no se daba un baño.
Don Marce subió su arrugada mano por toda la pierna de la mujercita sintiendo esa suavidad y tersura que brindan unos muslos perfectos y físicamente trabajados, acercó lentamente su crudesco rostro a la sensible oreja de Cassandra y le preguntó en voz baja:
-te gusta lo que ves?- dijo con su cervecero aliento.
Cassandra no contestó nada, solo se relamía los labios y ladeaba su cabeza para alejarla del viejo, pero sin mostrar signos de incomodidad ni asco.
-te gustaría sentir lo mismo que sienten esas muchachas?- volvió a repetir el enfermo viejo quien nuevamente sacaba su herramienta y la masturbaba enfrente de la nena mientras ella le miraba disimuladamente y juntando coquetamente sus labios.
Cassandra se quedó callada, Cassandra era una jovencita que como todas soñaba con que algún día llegara el hombre perfecto para ella, su príncipe azul, aquel que con solo verlo la hiciera sentir cosquillitas en el estómago y según lo que le habían enseñado las películas de amor, aquel a quien le estaba guardando el más preciado de sus tesoros; pero ese apuesto caballero estaba más que claro que no contemplaba las características físicas de Don Marce, un hombre viejo y feo, que ni en su mejor momento llegó a presentar algún tipo de atractivo, que incluso de pequeño siempre fue visto como un niño gordo y sin chiste, sin embargo la oportunidad estaba ahí, lo que podría pasar entre esas dos contrastantes personas era una moneda tirada al aire.
Cassandra salió de su trance cuando sintió nuevamente unos dedos acercarse a su húmeda intimidad, intentaba cerrar las piernas para que estos no avanzaran pero la vieja mano se colaba como agua, con una de sus manitas intentó débilmente empujar la mano de Don Marce, aunque lo consiguió, el descarado Don Marce aprovechó para tomar a la nena de su delicada manita, la pareja se quedó unos minutos así, viendo la porno tomados de la mano, en un acto en verdad depravado el viejo Marce colocó la joven manita cerca de su frondoso bosque púbico, la niña solo volteó y vio que su mano estaba a escasos centímetros del miembro del viejo mientras veía como algunos de sus dedos se perdían entre ese enroscado matorral negro con blanco.
Don Marce se relamió los labios solo con sentir esa suavidad de la mano de la joven, su verga se había levantado tanto que casi se recostaba en su peluda panza, entonces en otro acto impúdico por parte del viejo que aprovechó la pasividad de la nena, llevó esa manita justo al tronco de su palpitante miembro.
“aaaahhhhhhhh, que mano de calientita” Don marce casi se vaciaba con solo sentir el calorcito manual de la señorita, su verga era un auténtico volcán a punto de hacer erupción, la caliente lava blanca hervía dentro de sus testículos casi al grado de evaporarse.
“que duro…….. y que grande” pensaba la nena, era la primera vez que la chiquilla tocaba un miembro, así que en cuanto a grosor y longitud, el viejo no decepcionaba.
La pequeña manita de la nena comenzó a sudar, ya que entre su mano y la verga del viejo se generó un calor infernal, sin embargo la nena apretó con fuerza ese asqueroso palo, como si no quisiera despegarse de ella, con la otra mano llevó uno de sus dedos a su boca y mantenía un coqueto movimiento con este alrededor de sus carnosos y brillosos labios mientras seguía mirando la película.
El viejo Marce llevó su arrugada mano para depositarla sobre la de la muchachita, de esta manera la tapaba debido a la gran diferencia de dimensiones, además la diferencia de pigmentación de ambas pieles era notoria hasta en las manos, una tonalidad cobriza cubriendo a una pequeña manita blanca como la leche.
Fue entonces cuando el viejo en su afán por seguirse masturbando, comenzó a mover su mano sobre su verga, dicho desplazamiento originó en la femenina mano un meneo similar, el viejo veía a esa pequeña niña con una corrompida cara sintiendo como prácticamente la niña le masturbaba la verga, de la generosa verga enormes ríos viscosos brotaban y resbalaban por todo su tronco hasta llegar a la joven manita, esta parte del cuerpo de Cassandra se lleno de aceitoso líquido que se escurría también por debajo de ella, llegando el momento en que la manita de la niña chapoteaba en líquido preseminal cada que subía y bajaba por el tronco del aparato y se cubría de un tipo de babilla que no era otra cosa que el mismo líquido batido, el viejo y la joven estuvieron así unos pocos minutos hasta que Cassandra simuló rascarse, liberándose de esa asquerosa labor y observando como su mano brillaba por efecto de la lubricación y como una especie de olorosa espuma cubría buena parte de su manita, esta manoseada solo originó que el viejo se calentara mas y decidido buscó el sexo de la niña.
El viejo Marce había logrado llegar hasta esas preciadas partes, su mano era apretada por ambos muslos que le impedían su avance, pero muy hábil logró estirar dos de sus dedos para comenzar con leves cosquilleos en donde se marcaba una cerradita zanjita sobre un minúsculo triangulo rosita.
-nooo Don Marceeeee,- decía la jovencita al insistente al viejo, era la primera vez que la jovencita hablaba en varios minutos.
Don Marce no decía nada, solo intentaba dominar a esa potencial putita, afortunadamente para él, la negatividad de la nena no era muy convincente como para dejarla en paz, él estaba dispuesto a que si llegase a sentir asco y desprecio por parte de la muchachita no insistiría mas, el pervertido era consciente de que si la situación se le escapaba de las manos podía meterse en muy, pero muy serios problemas.
-nooo Don Marce, saque la mano, por favooooor,- decía Cassandra, aunque su forma de decirlo no era enojada, hasta cierto punto era sensual y coqueta, los ricos cosquilleos estaban haciendo que poco a poco la nena comenzara a abrir sus piernas para de este modo permitirle el acceso libre a la mano del viejo.
-shhhh, cállate Cassandrita, déjame tocarte otra vez, anda, anda déjame, te va a gustar- decía el viejo babeando del gusto.
-Don Marceeeee, nooo, no me toquee ahiiiiii,-  el viejo se había apoderado nuevamente del sexo de Cassandra y lo manoseaba de tal modo que apretaba obscenamente los labios vaginales uno contra el otro, haciendo que la panochita se le abultara perfectamente por debajo de la humedecida y rosita prenda.
-que mojadita estás Cassandrita, ya ves, te gusta que te toque ahí verdad?- decía el viejo.
-nooooo, déjemeee, Don Marce usted no es así,- decía la chiquilla respirando entrecortada y recordando aquellas lejanas palabras que alguna vez le dijo su amiga Karla Guadalupe, que le daban la razón de que el viejo era un acosador de niñas.
-si te gusta, cuando una niña se moja de su cosita cuando se la tocan es porque le gusta, solo que te da pena admitirlo jejejeje- decía el calenturiento viejo.
-nooo, no me gusta- decía la colegiala.
Pero Cassandrita se contradecía ella misma, sus labios decían esas negativas palabras, pero su cuerpo se movía de forma espectacular y provocativa, su espalda se arqueaba hacia adelante contrario a su culito que se hacía para atrás, haciendo que su exquisito cuerpo mostrara una impresionante curvatura.
El viejo tomó con su mano libre la cintura de Cassandrita para pegarla muy bien a él, aprovechando el hueco que dejaba la niña entre su breve espalda y el sillón, y acercó su feo rostro al de la chamacona, le dio un ligero beso en su sonrojada mejilla y empezó a oler el aromático cuello de tan descomunal hembra, el viejo estaba despertando en la jovencita sensaciones que nunca antes había experimentado.
El viejo repasaba a diestra y siniestra ese cuellito olfateándolo como un perro y de vez en cuando lamiéndolo, hablándole al oído muy despacito y mordiendo levemente el pabellón de su oreja haciendo a un lado los bonitos aretes que adornaban a la princesita mientras ella estaba empezando a dejarse llevar por tales sensaciones y sus manitas apretaban la gruesa tela que tapizaba el sillón, el viejo sabia como atacar cada uno de los puntos débiles de la inexperta chamaca.
Cassandra logró medio zafarse y encontró la manera de incorporarse, no para irse pero si en un afán de desacalorarse un poco, pero el viejo muy hábil la tomó por la cintura y sin dejarla que se enfriara la atrajo de nuevo hacia el sillón, sentándola en sus peludas piernas, el culito de Cassandra cayó exacto sobre la verga del viejo, la niña sintió eso duro, caliente y que palpitaba mientras parecía acomodarse entre sus glúteos, el viejo al tener su verga fuera de su short y Cassandra al llevar una tanguita demasiado minúscula y casi encarnada hacia que sintiera el calor de la verga y el roce de la pelucera púbica directamente en sus blancas y firmes nalgotas.
Las tremendas nalgotas de la nena cayeron pesadas sobre el abultado vientre del viejo y aplastaban la gruesa verga de este, aun así el viejo podía ver como de entre ese bien formado portento de culo que parecía haber aumentado en dimensiones sobresalía una brillante cabezota morada que se perdía en el canal que se formaba entre los apretados y blancos glúteos.
El viejo panzón aprovechó la posición en que se encontraban y nuevamente manoseaba el sexo de Cassandrita, los dedos del viejo se notaban perfectamente cuando tallaban el virginal sexo por debajo de la tela, la otra de sus manos de aventuró por debajo de la blusa y sostén a manosear uno de sus perfectos senos, tomándolo desde la base y recorriéndolo hasta la punta de su rosadito pezón, deteniéndose en esta erizada punta y jugándola con sus cabezones dedos como quien trata de sintonizar una estación de radio en un aparato antiguo.
El viejo sacó la mano que masturbaba la joven panochita y la llevó a su apestosa boca, degustando desesperado el sabor del líquido agridulce de la nena y volviéndolos a tallar superficialmente en esa celestial entrada para embarrarlo nuevamente de lubricante femenino, la nena no podía ver los inmorales actos de su “amigo”, pues estaba de espaldas a él y mantenía los ojos cerrados y mejillas coloradas debido a la calentura que la envolvía mientras sus labios emitían ligeros gemidos.
Don Marce sacó su mano del sexo de Cassandra y ladeó el rostro de la bella jovencita hacia el de él, rápidamente la besó metiéndole la lengua lo más adentro de su boca, la niña solo abrió al máximo sus ojos para después entrecerralos, Cassandra con las manos trataba de disque empujar a Don Marce pero el viejo a pesar de lo flácido pesaba mucho, además los empujones de Cassandra eran más que nada como para no verse tan facilita ya que sorprendentemente el beso llegó a gustarle pues el viejo cosquilleaba cada centímetro de esa dulce boquita, poco le importaba a la nena el olor a cerveza, lo rico que sentía dentro de su boquita era motivo suficiente para soportar el desaseado aroma, entre el casi fingido forcejeo la falda de Cassandra se subió tanto que enseñaba toda su pequeña y mojada prenda, estaba tan mojada que los labios vaginales se trasparentaban y podían verse a simple vista, de nada servía que la llevara puesta.
La hábil lengua del viejo, que se había profesionalizado y había alcanzado su titulación besando a puras señoras gordas y viejas, seguía alojándose como si fuera su casa dentro de la fresca boquita de ahora una jovencita hermosa y con un cuerpo tallado por los mismos Ángeles, por momentos la lengua de Cassandra correspondía el lascivo beso, y por momentos dejaba de hacerlo, no porque le diera asco, sino porque le era imposible igualar la velocidad y maestría con la que se desempeñaba su vulgar amante.
Esa lengua la estaba haciendo entrar en una confusión terrible, ella misma se desconocía besando a ese señor más viejo que su padre y que parecía apenas haber sido ayer cuando platicó con él por primera vez, pero es que los morbosos besos del viejo la estaban calentando de sobremanera y más cuando el viejo también decidió al mismo tiempo volver a atacar su sensible panochita, mientras más se moviera esa venenosa lengua dentro de su boquita más elevada era la necesidad de la niña de mantenerla dentro de su boca, las asquerosas babas del viejo parecían contener algún elemento adictivo al cual la jovencita se mostraba vulnerable y caían como rio de entre ambos pares de labios, nada se comparaban esos lujuriosos y salivosos besos del viejo a la inocencia de aquel primero que Cassandra dio a un muchacho de su salón en un juego de la botella.
Don Marce aprovechó la lubricación natural de la chica para incrustarle delicadamente el dedo medio dentro de su apretada cuevita, comenzó a moverlo en forma circular dentro de ella mientras que su pulgar jugaba con el hinchado clítoris, los seminegatividad de la chiquilla estaban empezando a desaparecer, sus manos habían dejado de luchar desde hace rato y ahora se abrazaban tímidamente al sucio cuello del viejo mientras su cuerpo se exprimía retorciéndose arriba del vejete.
Cassandra estaba tan excitada como nunca antes, por primera vez en su vida su delicioso cuerpecito sentía los manoseos de un hombre, un viejo hombre que sabía muy bien donde manosear, entonces en un acto innato proveniente como respuesta a todas esas deliciosas sensaciones, comenzó a mover su culito sobre la verga del viejo, haciendo que en cada roce el prepucio dejara visible el brilloso y apestoso glande, jalándoselo mientras sus nalgotas se embarraban del lúbrico líquido, tanto tiempo estuvo moviéndose así hasta que la verga se acopló de manera perfecta entre esas carnosas nalgas.
-Donnnn, Marceeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeee,- dijo la nena en uno de sus delicados suspiros.
-que mi amor- dijo el caliente viejo.
-eso durooooooooo, es su……………………. vergaaaaaahhhhh- dijo Cassandra nuevamente en forma de suspiro, Cassandra ya conocía esa mala palabra, cuantas veces había escuchado a sus puros y castos compañeritos albureándose unos a otros utilizando esa palabra o implementándola a la hora de mandarse muy lejos, sin embargo era la primera vez que su tentadora boquita la pronunciaba, siempre había sido una niña que no decía groserías.
-si mi amor, y a partir de hoy será tuya también, ya verás como te va a hacer feliz y no vas a querer despegarte de ella y vendrás a buscarla para que te de mas y yo aquí estaré para dártela las veces que tu quieras- decía el traspirado viejo, Cassandra no contestó nada, solo suspiraba sensualmente y se movía arriba de la verga del viejo cada vez más rápido mientras el viejo levantaba los tablones de su falda.
Don Marce se dio cuenta de que ya tenía a Cassandra en su bolsa y prosiguió a despojarla de su blusa, deslizando la prenda hacia arriba mientras aparecía poco a poco un sostén de encaje apretando esos jugosos melones, Cassandra ni siquiera hizo por impedir su semidesnudamiento, solo levantó sus frágiles brazos para permitir a ese repulsivo viejo despojarla y dejarla solo en un sexy sostén que transparentaba en partes lo blanco de sus perfectos y ya amamantables senos.
-ahh, Cassandrita que chichotas te cargas, casi te revientan la blusa, antes y no te caes de frente- dijo el viejo Marce cuando aparecieron ante sus afortunados ojos esos dos carnosos, redonditos y muy voluminosos atributos que poseía la nena y que tantos se habían imaginado lamiéndolas, no pudo contenerse el relamerse sus cochinos labios haciéndosele agua la boca y dejando caer babas como una manguera
-ahhh, ahhhh ahhhh, ahhhh,- Cassandra gemía débilmente debido a los apretones de Don Marce daba ya en sus provocativos melones.
Don Marce desabrochó el sostén y salieron liberadas esas chiches moviéndose de forma bamboleantemente exquisita, rápidamente Don Marce las tomó, una en cada mano amasaba ese par de tetas que muchos en algún momento soñaron en manipular, tantos muchachos bien parecidos y deportistas, hombres mayores con porte, personalidad y con buena posición económica (maestros incluidos), personalidades importantes del ámbito local, miembros de la sociedad de padres de familia de la escuela, obreros o empleados que tenían la suerte de laborar en la misma ruta que Cassandra seguía para llegar a su casa y que la veían pasar dos veces al día y algunos hasta cuatro veces cuando regresaba a practicar, todos se quedaban en eso, un sueño, ahora la posibilidad era de un viejo degenerado que ninguna muchachita, ni la más urgida, se atrevían a considerar por lo menos como una posibilidad para quitarse la calentura, preferían meterse un desodorante roll-on a probar la verga de tan antiestético intento de hombre, ahora sí que la naturaleza había trabajado sin ganas, claro está que estas muchachitas desconocían la capacidad y conocimientos que el viejo poseía en materia sexual y el grado de éxtasis al que el viejo podía llevarlas.
Así como Cassandra, muchas de las jovencitas de su edad se la pasaban admirando jóvenes artistas y cantantes adolescentes, adornando su cuarto con cantidad incalculable de posters con grupos y solistas del momento, “estas niñas de hoy” pensaba Don Marce, “no sé que le ven a esos chiquillos si a simple vista se ven raritos, mira que pintarse los labios y plancharse su pelito, eso es de viejas, lo que estas niñas necesitan es un verdadero macho con un buen trozo de carne que ni les quepa, esos críos la han de tener chiquiiiiiiita, jejejejeje,” decía el asqueroso viejo cada que le tocaba ver algún reportaje en televisión sobre estos artistas y sus fanáticas.
Don Marce seguía manoseando ese par de tetas, sus dedos se hundían en esas chichotas hasta casi desaparecer, apretaba los rosaditos pezones sacándoles gemidos a Cassandra quien seguía moviéndose provocativamente sobre el viejo con los ojos cerrados, sus cejas fruncidas y sus pómulos enrojecidos.
Si bien las manos del viejo no eran tan callosas, si estaban lo suficientemente grandes y pesadas para que la jovencita sintiera los masculinos magreos en sus senos los cuales comenzaron a tildarse de manchas rojas simulando los dedos y a veces la mano completa del viejo.
Después de manosearle los pechos a su antojo, el viejo continuo con su asquerosa boca, mamaba como un becerro esas chiches dejándolas empapadisima en babas, las mordía, chupaba, lamia toda su circunferencia sin dejar un solo centímetro sin ensalivar, su boca realizaba movimientos succionadores que casi le arrancaban el pezón a la jovencita.
Los movimientos de Cassandra eran cada vez mas endemoniados, movía sus desarrolladas caderas y estas hacia pendular sus tremendas nalgas de una forma que prácticamente masturbaba con sus glúteos la verga del viejo, sus nalgas al estar tan apretaditas casi agarraban la verga de Don Marce como con la mano, por momentos el viejo tenía que hacer a un lado el hilo trasero de la tanguita de la niña para que no le lastimara y empezó a acompañar a su bella amante con ligeros movimientos de simulación coital mientras la tomaba firmemente de su sirenesca cintura, llegando a un punto en que ambos se movían de manera tan sincronizada que ya solo faltaba que el miembro del viejo estuviera dentro de ella, el sillón comenzó a crujir y rechinar debido a los cada vez más pesados movimientos que ejercía arriba de él la caliente pareja.
La respiración de ambos hacía rato que se había vuelto más intensa, por un lado el pervertido viejo podía sentir la frescura y pulcritud natural del aliento de la nena que llegaba a sus enormes fosas nasales atascadas de pegajosos mocos y rudos pelos mientras la joven doncella podía sentir la desaseada sensación bucal y aliento cervecero del viejo Marcelino en su limpia y perfecta naricita.
Después de tanto movimiento de cadera superiores en sugestión que los que la nena realizaba bailando, tanto lubricante que soltaba el apestoso aparato, tanto sube y baja del prepucio, tanta sangre que empezó a llenar el tejido esponjoso y cavernoso del miembro, el viejo comenzó a sentir que esta niña totalmente inexperta en el ramo de la masturbación masculina, le estaba sacando la leche solo con sus nalgas, así que procedió a detenerla o terminaría vaciándose y todavía no era hora, todavía quería disfrutarla otro rato mas, ahora en su mente ya estaba la idea de penetrarla, así que la tomó de la cintura y la acostó en el sillón, la niña en un acto de pudor sacado quien sabe de donde cubrió a duras penas con sus manos sus senos pues estos habían quedado expuestos ante los lujuriosos ojos de Don Marce.
-Cassandrita todavía no- dijo el sudado viejo.
-no qué?- la inocente niña no había entendido a lo que el viejo se refería.
-todavía no es hora de batir el requesón, ahora voy a quitarte la faldita, está haciendo mucho calor y no queremos que tu ropita se sude verdad?- dijo el acalorado viejo, sin saber que la niña ya intuía hacia donde se dirigía su viejo compañero amoroso.
-Don Marce- dijo la nena, pues ya desde hace mucho había comprendido las desequilibradas intenciones del viejo, algo dentro de ella le decía que estaba a punto de experimentar por primera vez el sexo, o como ella lo conocía, “hacer el amor”, así que con una simple frase le dejó en claro al vejestorio que ya no estaba como para los dobles sentidos con los que el viejo se expresaba, como si la estuviera tratando de retrasada.
-que Cassandrita?- preguntó el viejo mientras sus dedos ya habían adquirido la posición como para despojar a la nena de su prenda, Cassandra tomó aire para poder expresar con claridad las siguientes palabras:
-Don Marce…………. en verdad……………… en verdad……………….. quiere que usted y yo……. lo hagamos?- dijo la nena bajando su mirada algo apenada, sonrojada por su pregunta y tapándose no muy bien sus manoseados y salivados senos ya que sus manitas no le daban para abarcarlos en su totalidad.
Esa inocente pregunta casi desarrolla en el viejo un daño cerebral permanente, sin embargo logró recomponerse.
-eeehhhhh…….claro que si Cassandrita, siempre he soñado con este momento, desde que ibas en primer año todavía con una carita de niña y te paseabas por mi acera corriendo con tus amiguitos, siempre soñé ser yo el primer hombre en tu vida y nunca pensé que podría serlo debido a mi edad,- decía el viejo intentando disimular su calentura y estructurando esas sencillas oraciones pero que al viejo le había costado mucho trabajo construir pero con un falso acento de tristeza al considerarse muy viejo para ella, todo esto para que la nena se conmoviera del viejito.
-estoy nerviosa, yo también quiero hacerlo pero nunca pensé que……………… mi primera vez sería con usted- afirmó la nena mientras apretaba sus senos en su desarrollado cuerpo de mujer, el viejo asimilaba que Cassandra ya tenía contemplada en su mente la idea de entregarse a un hombre, y se sentía un Todopoderoso el ver cómo le había ganado la partida a toda esa bola de chiquillos que según él no hubieran sabido ni qué hacer en el momento en que una hembra tan imponente como Cassandrita se les desnudara enfrente de ellos, “lo más seguro es que saldrían corriendo” pensaba el viejo.
-tu tranquila, como hace ratito- dijo el viejo tomando la falda de la chiquilla quien se sonrojaba aun mas, la sangre le hervía gracias a la calentura que la envolvía, hasta pareciera que su cuerpo aumentó su voluptuosidad  como preparándose para recibir por primera vez a un hombre.
El viejo procedió a bajar la falda de su compañera de manera bruta solo intentando jalarla hacia abajo, al principio no pudo pues le ajustaba bastante, sin embargo sorprendentemente Cassandra levantó sus caderas y la desabrochó de la parte de atrás, ayudándolo a bajársela y arrojándola lo más lejos que pudo para volverse a acostar en el sillón, dejando expuestos sus senos para deleite del viejo.
El viejo se dedicó a admirar ese femenino cuerpo que yacía acostado en su viejo y sucio sillón, un sillón manchado de comida y cerveza, en partes atacado por las polillas y en donde una de sus patas era improvisada por un block de construcción, esa sería la cama de rosas para esta fornicadora chiquilla, no una cama marital cubierta de pétalos y fragancias aromáticas y adornada con las más finas y sedosas sabanas, sino un viejo sillón ya en la última etapa de su vida, próximo a terminar en un basurero o en las afueras de la casa del viejo esperando el carro de la basura, el mueble más antiguo en ese cuarto.
La boca del viejo babeaba como una catarata al visualizar a una inocente nenita desnuda a excepción de su tanguita, con su tierna mirada ligeramente hacia un costado, sus hermosos ojitos brillosos, sus mejillas rojitas y sus manitas pegadas a su cuerpo en posición de defensa como si quisiera protegerse de algo, la nena ya no miraba la porno, no le interesaba por ahora, solo se concentraba en lo que estaba a punto de experimentar.
La misma suerte que la falda tuvo su tanguita, el viejo juntó las interminables y torneadas piernas de la niña y las levantó mientras por ellas deslizaba lentamente un apenas visible hilo rosita, Don Marce al sacársela por completo se la llevó a la nariz para aspirar ese encantador aroma juvenil, Cassandra volvió a taparse con un brazo sus senos y con una mano su sexo, mientras veía apenada como un viejo cincuentón aspiraba sin ningún pudor una de sus prendas que servían como protección de su zona más íntima.
-quien fuera este cachito de tela, para ir pegado a tu panocha todo el día- decía el viejo dando otro respiro a esa prenda y enrollándola alrededor de su verga.
Don Marce quitó esa pequeña manita y al ver el sexo de Cassandra cubierto por unos cuantos finísimos vellos, palpitante, rosadito y brilloso por la lubricación se abalanzó sobre él ahora si desesperado, lamia ese exquisito platillo de arriba a abajo haciendo sonidos extraños con su boca, como un cochino masticando su alimento, haciendo círculos con su lengua, rellenando ese hueco con saliva, escupía y desparramaba su saliva con los dedos o con su lengua mientras sus manos abrían lo mas que podían los perfectos y blancos muslos ya que la niña intentaba volver a cerrarlos, el viejo acostaba su arrugado rostro sobre el esbelto vientre de la joven y desde ahí estimulaba con dos de sus dedos la sensible conchita de Cassandra, por momentos mordía levemente la vulva de la nena dejándole tímidas marcas de dientes.
-ahhhhh, que delicia, que delicia, que rico, es el mejor bizcochito que me he comido en toda mi vida- dijo Don Marce no por presunción, en verdad era el mejor manjar que había degustado.
-jijijiji, Don Marce, me hace cosquillas- dijo la nena quien no comprendía cual era la razón para la cual este viejo se concentraba en lamer esa zona íntima de ella, siempre le dio curiosidad el porqué los hombres en los videos se pegaban como autenticas chatillas en los sexos femeninos.
Cassandra al principio reía por las cosquillitas que sentía, pero después conforme avanzaban las cochinas caricias las inocentes risas fueron poco a poco desplazadas por tímidos gemidos, Cassandra permanecía callada y por momentos fruncía sus cejas como si algo la lastimara, sin embargo de su boca se escapaban gemidos placenteros cada vez mas audibles y prolongados acompañados de gestos risueños, de vez en cuando la niña daba una especie de respingo como si recibiera algún pinchazo en su cuerpo, la inocente criaturita estaba disfrutando ser estimulada oralmente por un hombre, comprendía ahora el porqué el viejo se había pegado a su sexo como una garrapata.
Conforme el viejo seguía chupándola la dulce niña se mostraba más estimulada, movía su cabeza de un lado a otro, se arqueaba retorcidamente, se manoseaba sus senos a raíz de una desconocida situación que la llevó a auto manipulárselos ella misma, apretaba sus muslos contra la cabeza de Don Marce, se mordía su mano, se relamía los labios, exhalaba sensualmente, temblaba ligeramente cada que esa endemoniada lengua pasaba directo sobre su frijolito, intentaba quitarse el envolvente calor soplándose con sus manos, la niña volteaba hacia su sexo solo para ver un brilloso coco moviéndose raramente con apenas unas cuantas comunidades de cabellos cubriéndolo y escuchaba esos animalescos y chapoteantes sonidos que emitía la lengua en su inundada vagina.
-aaaaaaaaaaaahhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhh,-           -mmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmm-
-Dooooooooooooon Marceeeeeeeeeeeeeeeeee- -quee esssss, estooooooooo, me gustaaaaaaaaaaaaaaaa-
Al escuchar esos sonidos y palabras de la boquita de la nena, Don Marce se atrevió a jugar con ella, a torturarla a partir de frases en donde Cassandra le demostrara lo bien que lo estaba pasando y de esta manera confundirla sentimentalmente.
“ya caíste pendeja jejejejejejeje” reía mentalmente el viejo.
-de veras te gusta mi niña?- dijo el viejo
“te gusta que te laman el bollo puta calenturienta jejejejeje, vas a ver cuando te lo reviente” la malvada mente del viejo elaboraba esas malsanas palabras.
-siiiiiii, se….. , se…….., se siente bonitoooooooooooooo,- decía la jovencita levantado un poco su cuerpo y moviéndolo sugestivamente de arriba hacia abajo y de atrás hacia adelante, como si fuera ella la se tallara en esa babosa lengua.
-quieres que siga?- preguntó el viejo mientras de su boca se escapaba un pocinesco sonido.
-siiiiiiiiiiii, sigaaaaaaaaaaa, mmmmmmmmmmmmm-  respondía la estimulada nena y movía sus caderas ondulatoriamente intentando agarrarle el ritmo el vejete.
-porque si quieres paro- decía el viejo sabiendo que Cassandra no aceptaría eso, el viejo se reía sabiéndose ganador y mostrando una asquerosa boca que escurría en jugos vaginales solo para volverla a hundir entre esa carnosa panochita.
-nooo, no pareee, sígame haciendo esto que se siente tan ricoooooooooooooooooooo- dijo la nena al tiempo que se arqueaba mientras tomaba con sus manos los escasos y casi canos cabellos de Don Marce, queriendo intervenir de esta manera en caso de que el viejo quisiera abandonar la gloriosa posición en donde se encontraba, aunque a estas alturas al viejo no se le despegaba de ahí ni con una pata de chivo, la lengua del viejo y la panochita de Cassandra en estos momentos eran un solo órgano.
-noooo, Don Marceeeee, no deje de chuparmeeeeeeeeeeee,- decía descontroladamente la nena y ahora enrollaba sus muslos en la nuca del viejo y los apretaba al grado de marcársele ligeramente sus músculos pero sin que sus piernas perdieran esa condición femenina, casi queriendo meterse a Don Marce entero dentro de su aniñada vagina.
-de todo lo que te he hecho que es lo que más te ha gustado ehhh?- preguntó el jadeante viejo.
-q… que me chupeeeeeeeee  ahiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii- dijo Cassandra retorciéndose criminalmente.
-Donnnnn Marceeeeeeeeeeeeeee, ahí vieneeeeeeeeeeeeeeeeeeeeee- dijo Cassandra mostrando convulsiones orgásmicas.
-quien viene mi niña?- preguntó el viejo.
-eso, esooo, mmmmhhhh algo calienteeeeeee que sientooooo cuando me tocoooooooooooooo, ahhhh ahhhhhh, Don Marceeeeee que ricooooooooooooooooooooo,- dijo la estimulada nena y no aguantando comenzó a tocarse también ella para disfrutar más de la corrida que estaba por experimentar, sus delicados dedos eran lamidos también por la babosa lengua del viejo pervertido.
-échamelos mi Cassandrita- decía el viejo con su asquerosa boca bien abierta, tan abierta que casi parecía que se iba a comer a Cassandra.
-ahhhhhhhh, mmmmmmmm, Don Marce ahhhiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii vieneeeeeeeeeeeeeeeeeeee- Cassandra se arqueó tanto que parecía que le estaban robando el alma, pero no, lo que le había robado Don Marce fue un intenso orgasmo nunca antes experimentado por la joven, una acalorada sensación de placer la invadió en toda la extensión de su cuerpecito para después desbordarse en calientes fluidos lubricantes en cantidades nunca antes producidas que fueron acompañados por importantes movimientos temblorosos que indicaban que la nena seguía corriéndose aun después de varios minutos, la pequeña jovencita abrió ligeramente sus ojos mostrando una mirada placenteramente estrábica y con una de sus manitas hacía a un lado su sudado cabello mientras reía de manera orgásmica y temblaba como si tuviera frio.
Don Marce no se abastecía absorbiendo jugos, se había bajado su short y calzón un poco quedando semidesnudo, su verga se erigía poderosa y la masturbaba al mismo tiempo que su boca gargareaba y se bebía el elixir expulsado por la jovencita, los bebía como un desesperado, como aquel que hubiera encontrado un oasis en el desierto, su lengua parecía querer salirse de su boca, los bebía y untaba en su fea y arrugada cara como si los jugos de Cassandra le fueran a regresar su juventud perdida.
-ahhhh, que rico te saben mi niña, y cuanto te brota, siempre te vienes así de intensa?- preguntaba el viejo.
La nena seguía convulsionándose de manera menos notoria mientras sus suaves manitas bajaban y regalaban a su feo amante un ligero masaje en su coco, como si lo estuviera recompensando por haberla hecho correr tan rápido y tan rico, la nena jalaba aire para poder contestar la pregunta de viejo.
-nooo, eees la primeeeera vez que hecho tanto de esooo,- dijo la nena con su respiración entrecortada, sus anteriores masturbadas le habían enseñado que eso que le brotaba no era orina.
-eso se llama “venirse” mi niña, siempre cuando te vaya a pasar eso avísame diciendo “me vengo” entendiste- decía el viejo.
-si Don Marce, yo le aviso- respondió la acalorada nena.
-bueno ahora lo que sigue- decía el viejo quien en su programa seguía la penetración, sin embargo no contaba con lo que Cassandra quiso hacerle.
El viejo se masturbaba de forma obscena y hacía gestos en su rostro típicos de una persona mentalmente enferma, se escuchaba un sonido húmedo cada vez que se jalaba el pescuezo, el olor que desprendía esa apestosa verga llegaba hasta la respingadita nariz de Cassandra y poco a poco el cuarto del viejo se iba impregnando de los olores que soltaban ambos órganos reproductivos, el ambiente se estaba volviendo completamente carnal.
Cassandra ya casi recuperada volteó hacia la pantalla y sus ojos visualizaron una fogosa escena de sexo oral por parte de una joven actriz, veía a esa chica casi dos años mayor que ella tragarse de un solo bocado esa cosota sin molestia alguna, retenerla dentro de su boca por un gran lapso de tiempo para después sacarla empapada en saliva mientras de su boca cantidades enormes de babas caían, entonces dijo a Don Marce señalando con su dedo:
-Don Marce, mire-
-qué?, ahh, le está pegando un mamey- dijo el viejo.
-quiero intentarlo- dijo la nena quien creía que le tocaba recompensar al viejo por el orgasmo tan exquisito que le regaló y pensando que esa salivada felación era parte del arte amoroso, la inocente jovencita estaba confundiendo el hacer el amor con el tener sexo pornográficamente, esto solo beneficiaba a futuro al viejo Marce.
El viejo recibió una especie de descarga eléctrica en su hirviente verga, instantáneamente su musculoso aparato (la única parte del cuerpo del viejo que si era músculo puro) se erigió como si hubiera escuchado a la chiquilla, le escurría tanto lubricante que un flujo moqueaba elásticamente hasta casi llegar al sillón, el viejo se quitó el short y calzón al mismo tiempo y sin perder tiempo se recostó llamando con su mano a Cassandra.
La muchacha se acercó gateando arriba del sillón moviendo su trasero infartantemente sin dejar de ver esa palpitante monstruosidad, todos estos movimientos y acciones provocativas y femeninamente sugestivas Cassandra las realizaba de manera innata, no porque quisiera calentar al viejo, sino porque una especie de conocimiento dentro de ella le decía como moverse y como actuar en determinado momento, especificándole detalladamente su condición de hembra.

Cassandra tomó la verga del viejo, su suave manita se enrolló en la base del venudo aparato, instantáneamente este cochino palo volvió a babear lubricante del puro gusto, Cassandra podía sentir el pulso del viejo proveniente de la venuda palanca, no pudo evitar relamerse los labios al ver semejante trozo, pareciera como si sus glándulas salivales se estimularan con la visión de la poderosa herramienta pues su boquita se inundó en saliva, volteó a ver hacia la pantalla y vio a la actriz escupiéndola, así que procedió a hacer lo mismo, arrojó un escupitajo (pensó que para eso se ensalivó su boca) a muy corta distancia y atinó al glande y con uno de sus deditos esparcía la saliva finamente por toda la cabeza mientras la revolvía con el lubricante que salía a raudales, entonces preguntó a su longevo mentor.

-Don Marce, porque las muchachas de las pornos se la chupan a los hombres?- decía curiosa la niña mientras su dedito no paraba de hacerle círculos al morado glande.
-para que resbale mejor cuando se las atraviesan y no les duela tanto- respondió el sabio instructor a una concentrada estudiante que jugaba con la sorprendente elasticidad del líquido preseminal.
-ahhh….. entonces…. si se la chupo no me dolerá tanto cuando……… me……. atraviese?- preguntó Cassandra mientras reía tímidamente sin voltear a ver al viejo, sentía pena, sin embargo no dejaba de ver el punzante y carnoso instrumento lleno de nervios que rugía entre sus manos.
El viejo no daba crédito a las pervertidas frases que se escapaban de la pudorosa boca de Cassandra, nunca que el recordara la había escuchado decir frases comprometedoras ni palabras groseras, ni siquiera comportarse tan hembrita como lo hacían en esos calurosos momentos.
-así es mi niña, no te dolerá nada- decía el embustero viejo, pues era más que obvio que Cassandra sufriría el más doloroso suplicio que hasta ahora conocido, la jovencita acercó su carnosita boca a la verga del viejo solo para dejar caer sobre el glande otra cantidad considerable de saliva.
La niña después de tanto estar desparramando su saliva y el lubricante del viejo por toda la cabeza y parte del tallo (otro conocimiento innato que le indicaba que debía de hacerlo) decidió que era hora me metérselo a la boca, así que mirando como la enorme uretra de esa pestilente verga parecía reír, poco a poco fue acercando su hermoso rostro a la morada cabeza.
Cassandra abría su perfecta boquita y al principio besó apasionadamente la cabeza como si de unos labios masculinos se tratara, sin importar que estuviera viscosa, para después poco a poco ir introduciendo esa pestilente verga a su boca, el olor a miembro viejo no era repulsivo a la nariz de la niña, era un olor raro pero nada incómodo, al contrario, le parecía masculino y cautivante, ese aroma la enamoraba y la hacía comportarse aun mas femenina.
La niña sintió la babosa cabeza descansar sobre su lengua y con este músculo procedió a enrollarla, la jovencita empezó a moverse prudentemente muy despacio hacia abajo, tragándose esa enorme tranca hasta que llegó a un punto en donde sintió que una arcada le advertía que ya era suficiente para su capacidad y comenzó un lento retroceso, al mismo tiempo su lengua también retrocedía pero sin despegarse del caliente tallo, el viejo sentía como esa caliente lengüita recorría su hirviente miembro mientras subía por todo el largo del mismo.
La tiernita Cassandra se detuvo en el glande para proceder a lamerlo pasando su lengua sigilosamente por toda su extensión hasta la corona del mismo, para después solamente con los puros labios rozar la cabezota de manera exquisita y metérsela a la boca muy lentamente, subiéndolos de la misma forma hasta sacarse la cabeza por completo emitiendo un leve quejido, solo para voltear a ver al viejo y regalarle una sexy y lubricada sonrisa y quitarse de su lengua un enroscado vello púbico cubierto por una rara sustancia que le daba un color amarillento que encontró durante su oral recorrido, la nena quiso repetir la felación solo que esta vez el viejo sintió unos dientes recorrer su glande, lo que hizo que se medio incorporara y apartara a Cassandra de su lastimado aparato.
-ouuuhhhh, ouuuuhhhhh, ouuuuhhhhh, ouuuuhhhhhh así no Cassandrita, con los dientes no,- dijo el viejo.
-con los dientes no?- preguntó la nena.
-no, solo con los puros labios, procura no tocar mi verga con tus dientes- decía el calenturiento viejo dándole una rápida clase de cómo chupar una verga.
-porqué?- preguntó Cassandra.
-tú haz lo que te digo,- dijo el viejo
-perdón Don Marce, no sabía, es que, como, nunca había hecho esto, no sabía- decía la nena.
-tranquila, vas muy bien, solo haz lo que te digo, solo con los labios y la lengua- decía el viejo volviéndose a acomodar con los brazos cruzados atrás de su nuca y enseñando a la niña unas axilas sobrepobladamente peludas y llenas de pelusa, con enormes y toscos vellos casi igual de tiesos que una brocha.
Cassandra volvió a meterse ese salivado mástil como el viejo le dijo, esta vez mirándolo a sus ojerosos ojos, su cabello circunstancialmente se hizo hacia adelante y le daba un aspecto muy atractivo, digno del alto modelaje, si la nena hubiera sido vista por algún busca talentos sin duda le hubieran hecho la oferta como imagen de alguna marca publicitaria, Don Marce nunca en su pervertida vida se imaginó un momento así, ni en sus húmedos sueños lograba crear a una hembra tan perfecta y hermosa como Cassandra, sin duda el hombre más afortunado en ese momento en todo el globo terrestre.

Poco después de estar realizando esa labor la nariz de Cassandra comenzó a congestionarse, como si se fuera a enfermar respiratoriamente, además sus hermosos ojitos comenzaron a empañarse para después cada uno dejar rodar una lágrima por sus mejillas, no porque se sintiera humillada, sino por la falta de experiencia y el no saber medir el espacio dentro de su boca con respecto al largo del miembro, aun así Cassandra seguía emocionada por lo que estaba realizando y ponía todo su empeño, era la primera mamada que le hacía a un hombre y debía de hacerla lo mejor posible y mas por lo buen amante que se había comportado el viejo, ahora si comprobaba por ella misma lo que era chupar una verga, y ya no tenía porque escuchar a aquellas compañeras suyas que se daban aires de expertas a la hora de platicar temas sexuales.

La niña seguía en su labor, ligeros gemidos se escapaban por entre las comisuras de sus labios y llegaban audibles al viejo, disfrutándolos como si se tratara de la más hermosa pieza clásica aun no compuesta, Cassandra empezó a masturbar la verga con su delicada mano mientras sus apetitosos labios creaban un recubrimiento perfecto casi hecho a la medida de la verga del viejo, toda esta inexperta pero apasionada felación la llevaba a cabo con su cuerpo en posición de perrito manteniendo su desnudo culito bien levantado y moviéndolo cadenciosamente hacia los lados, sus piernas cruzadas en los tobillos creaban a lo largo una perfecta “V” y terminaban con unas zapatillas que las mantenían muy estilizadas.
Don Marce sabía que el tiempo comenzaba a ser un enemigo para él, Cassandra tenía que regresar a la escuela antes de que acabara la fiesta y así evitar sospechas por parte del alumnado y magisterio por si llegaran a verla salir de su casa, si por él fuera se quedaba en esa posición hasta el día de su muerte (que por su vicio al cigarro, la cerveza y su prematuro envejecimiento tal vez no había que esperar mucho), pero había que actuar, así que procedió a sacar la verga de la boquita de su joven amante muy lentamente y de manera cuidadosa pues en varias ocasiones la nena parecía como si se fuera a vomitar mientras la verga se deslizaba de reversa por sus labios, la niña veía curiosa como la verga del viejo salía empapadisima en saliva y aprovechaba para secarse esas lágrimas y aspirar para quitarse el exceso de mucosa que se había formado dentro de su perfecta nariz.
-ya es hora Cassandrita, acuéstate,- decía el pervertido.
-así?- preguntó Cassandra acostada boca arriba en el sillón y abriéndose un poco de piernas, el viejo asintió con la cabeza, la niña estaba dispuesta a entregarse a ese viejo tan feo, algo que no cabía en la lógica, sin embargo al viejo poco le importaba la mentalidad de la jovencita, el solo iba tras un objetivo, penetrarla.
Don Marce tomó su verga, así como estaba de babosa y la colocó en la entrada de la vagina, Cassandra al sentir el vergudo contacto se asustó y con sus manos tomó esa verga para intentar detener su avance asi como sus muslos se cerraron instantáneamente, Don Marce quería grabar ese momento en su retorcida mente y miraba a la nena como un auténtico sádico.
-que pasa Cassandrita?, tienes miedo?- preguntó el morboso viejo.
Cassandra asustada asintió con la cabeza,
-tranquila, procuraré ser cuidadoso,- decía el hipócrita pervertido mientras con una de sus manos limpiaba las gotas de sudor que habían aparecido en la lisa frente de la chiquilla, él lo que deseaba era escuchar gritar a la chamaca cuando la desquintara.
Don Marce abrió al máximo las piernas de Cassandra, ella resistió un poco pero al final cedió y ya no hizo por cerrarlas, el viejo acomodó su prominente barriga entre las esculpidas piernas de la jovencita quien mantenía una carita seria pero expectante a lo que aconteciera, la jovencita se preparaba emocionalmente para ese dolor que se supone sentiría, ese dolor que había escuchado manifestado en sus amigas que ya habían tenido su primera vez, esa que las marca de por vida.
El viejo Marce apuntó su verga en donde todavía se enrollaba la pequeña prenda, el mismo temblaba de nervios y excitación mucho más que su joven y hermosa doncella, intuía que Cassandra estaría completamente cerradita, así que debía de tener paciencia e ir muy lento pero considerando el trascurrir del tiempo, dependiendo del trato que le diera hoy a su adorada podría significar el nacimiento de una malsana aventura sexual de ensueño.
Cassandra solo se quedaba quieta, poniendo rostro de dolor sin siquiera ser penetrada; todo su hermoso rostro se enrojeció, el calor de su cuerpo era insoportable y se propagaba al viejo a través de su conductividad corporal, Cassandra llevaba sus delicadas manos a los costados del cuerpo de Don Marce, acariciándolo, pasaba muy sensualmente las yemas de los dedos por esa parte en donde se marcaban sus costillas así como la abultada, malformada y sudada panza del viejo que casi parecía un saco deforme, sintiendo la guanga piel del que sería el primer hombre en su vida.
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A solo una calle de ahí, en el baile que se llevaba a cabo en la cancha de la escuela, para ser exacto en las gradas que sirven para disfrutar de un buen encuentro deportivo, un tímido jovencito se acercaba a la inocente Guadalupe aprovechando que la chiquilla se encontraba sola, momentos muy raros considerando lo también muy hermosa que era esta otra muchachita.
-hola Lupita de casualidad has visto a Cassandra?,- se expresó el joven.
-ay, porque será que hoy todos preguntan por Cassandra?- decía la risueña Lupita poniendo colorado al jovencito.
-no pienses mal, yo solo quería preguntarle sobre el trabajo en pareja que es para fin de semestre, me tocó con ella y ya mero es y no lo hemos empezado- decía el preocupado adolescente.
-jejeje, no te hagas si ya se tu secreto, ya me dijeron que dibujaste una rosa en una de tus libretas y la adornaste con su nombre- decía Lupita codeando al chamaco.
-ehh, quién te lo dijo?, por favor Lupita no le vayas a decir nada- decía el sonrojado muchacho.
-tu tranquilo, como crees, pero si tanto te gusta Cassandra ya deberías de empezar por algo, mira que tienes mucha competencia, no vaya a ser que otro te la esté ganando en este momento- decía Lupita sin saber absolutamente nada de lo que acontecía en el negocio de enfrente, propiedad de un viejo rabo verde.
-no cállate, no digas eso, es que no se, te juro que siempre ensayo lo que le voy a decir pero cuando la tengo enfrente siento algo en la garganta que no me deja hablar, además veo que se junta mucho con Alexis y eso desmotiva mucho- el jovencito se refería a uno de los alumnos cuya familia era de las mejores posicionadas económicamente, el clásico niño rico y con verbo que acapara toda la atención.
-eso no es cierto, Alexis se le pega a ella, pero no te preocupes, no le gusta, Cassandra me lo dijo; es lindo con ella pero es muy presumido con los demás, y eso a ella no le gusta,- decía Lupita.
-de veras, y…. y de mi que te ha dicho?- preguntaba ilusionado Armando (el admirador secreto de Cassandra, ya que todos los demás alumnos no eran tan secretos).
-de ti nada, pero no te preocupes le voy a preguntar qué piensa de ti y te pongo al tanto, sale- decía Lupita.
-sí, pe…. pero que….. que no se vea tan obvio, ya sabes, que salga de una conversación natural, ay Lupita todas las noches sueño con ese beso que me dio cuando jugábamos a la botella en tu casa,- decía el nervioso muchacho mientras chocaba contra si ambas yemas de sus dos dedos índices y su pie izquierdo hacia un círculo en el suelo.
-todavía te acuerdas, yo me acuerdo que no se te podía quitar lo rojo de la cara jijiji; tú deja, yo te voy a echar porras,- decía Lupita.
-aguanta, te voy a dar algo- dijo el joven Armando y salió corriendo para su salón.
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De regreso al vaporoso cuarto del viejo……….
El viejo la veía y no podía creer lo que se estaba cenando, una muchachita con un físico increíble y un rostro no perteneciente a ese subdesarrollado suburbio, una jovencita que nada la pedía a las edecanes que vemos en el box cada sábado, o a las famosas actrices que salen por televisión, o a las hermosas jovencitas que se acuestan con los viejos políticos corruptos a cambio de una buena tajada proveniente de nuestros impuestos, no le pedía nada a ninguna de ellas, y la diferencia era que Cassandra no le estaba cobrando ni un peso.
La verga de Don Marce punteó los labios externos, Cassandra juntó sus manitas en forma de puño cerca de su rostro cuando sintió el golpecito, el viejo comenzó a tallar su verga muy despacio por toda esa virginal zanjita, la punta del glande abría esos exquisitos labios casi infantiles en cada uno de sus recorridos mientras el líquido preseminal que se escapaba de la uretra rellenaba con su viscosidad esa estrecha y rosada zanjita, la niña por su parte gemía delicadamente y veía curiosa los maestros movimientos del viejo.
Después de tanto sucio movimiento, el viejo ubicó las coordenadas exactas en donde se encontraba la entrada que lo llevarían a ese mundo inexplorado de carnes apretadas, ese territorio virgen en donde ninguna otra verga había asomado antes, claro que se enorgullecía de ser el primero en reclamar para sí ese divino aposento que quería convertir en un refugio muy utilizado para que su apestosa verga se alojara continuamente, su rostro mostraba una fanfarrona sonrisa compuesta por dientes en distintas tonalidades amarillentas y una que otra muela picada.
El viejo hizo el primer intento, acomodó la cabeza de su verga y presionó con la intención de penetrar a la nena, desafortunadamente para él, su miembro se resbaló hacia afuera y perdió dureza en este intento aunque por poco tiempo pues en fracciones de segundos volvió a estar inconteniblemente rígida y pulsante como si fuera a reventar, la verga del viejo estaba tan dura que incluso su mismo dueño le parecía que había ganado más grosor de lo normal, sus venas se hinchaban a dimensiones medicamente imposibles, su cabeza estaba monstruosamente enorme que hizo pensar al viejo sobre alguna anormalidad, intentó penetrarla un par de veces más pero consiguió el mismo infructuoso resultado, mientras la inmaculada Cassandra pedía que ya no lo hiciera, comenzaba a sentir un dolorcito mientras era presionada con esa cosota tan grande.
El viejo ensalivaba constantemente esa entrada así como la cabeza de su miembro, con sus dedos aplicaba un salivoso masaje en los labios externos y los abría a modo de hacerse de más espacio para su miembro, el viejo nunca desistió hasta que después de varios intentos, todo sudado y caliente logró meter solo el glande, un doloroso “ayyyy” se escapó de los labios de Cassandrita.
-jejejejejeje, ya va entrando Cassandrita, ya va entrando- decía el presumido viejo mientras un hilo de baba caía de su morbosa boca, dentro de esa cuevita el líquido preseminal se fusionaba con los lubricantes vaginales.

Casi al instante la nena comenzó a sudar de todo su cuerpo, más que cuando practicaba voli, el viejo entonces prosiguió a avanzar por esa apretadísima cavidad, el conducto vaginal estaba tan estrecho que casi se podía escuchar los sonidos húmedos y los movimientos contractorios y rechinantes de la verga friccionándose en las paredes vaginales y que indicaban el acoplamiento coital llevándose a cabo, el espacio no era lo suficiente como para que su verga se desplazara libremente, sin embargo él se negaba a desistir, ya había llegado tan lejos estando a escasos centímetros de la gloria absoluta como para dejarlo así y quedarse con esa calentura y posiblemente el día de mañana un intenso dolor de huevos.

Los ojos de Cassandra se empañaban por el nacimiento de un dolor que poco a poco se volvía cada vez más agudo, hasta el punto que su lógica la llevó a decirle al viejo que parara, que siempre no.
-Donnn Marceeee, noooooooo, sáquelaaaaaaa, dueleeeeeeeeeeeeeee- dijo la nena, poniendo esa carita tierna que expresa el nacimiento del llanto en una jovencita.
-no Cassandrita, tenemos que terminar esto, no sé cuánto tiempo pasará para que vuelva a tener una oportunidad así- decía el extasiado viejo fuera de sí.
-nooo Donnn Marceeeee, si quiere se la sigo chupandoooooo, o usted siga chupándome ahiiii, pero esto noooooooo- decía la nena ofreciendo ofertas tentadoras, pero que mas tentador que tener el privilegio de desquintarla.
El viejo apenas llevaba metido el glande y poco mas, el conducto vaginal se abría forzadamente para poder alojar el grueso miembro del viejo que se movía revolcadamente y de forma similar a un destornillador que entra a fuerza en un espacio reducido, los ojos de Cassandra veían directamente a los del viejo con la diferencia de que los de la jovencita ya inundaban en llanto y su carita mostraba molestia mientras los del viejo parecían como si estuviera enfurecido por no poder atravesarla, de pronto el viejo que nunca dejó de avanzar dentro de ella abriendo esas carnes que por primera vez dejaban de tocarse pared con pared y que abrazaban la intrusa monumentalidad casi queriendo fusionarse ambos órganos como uno solo llegó a una parte en donde la punta de su verga tocaba lo que al parecer era una débil barrera que protegía la cueva, el viejo se relamió los labios al saber que estaba solo a un empujón de desquintar a la inocente doncella.
-jejejejejejejejejejejejeje- una risa maliciosa se escapó de los viejos y resecos labios de Don Marce, Cassandra estaba tan ida, tan concentrada en el dolor que ni siquiera escuchó la pervertida risa y aunque la hubiera escuchado no hubiera impedido su entrega.
-discúlpame Cassandrita pero solo así tiene que ser- dijo el viejo y preparó su cuerpo haciendo para atrás su plano y peludo trasero tomando impulso de esta manera.
-Don Marce noooooooooo- dijo la nena al ver al viejo tomar vuelo para darle una estocada casi mortal con la finalidad de robarle el tesoro más sagrado que poseía esta mujercita.
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En ese mismo momento, Armando se acercaba nuevamente a Guadalupe,
-mira Lupita- dijo Armando enseñando el perro de peluche.
-para mí?, gracias- decía Lupita.
-para ti no, para Cassandra, crees que le guste?- preguntó el joven.
-no sé, yo digo que sí, todos los días recibe uno de esos, jijijijiji, no es cierto- decía Lupita mientras el joven la miraba raro.
-se lo das porfa, pero no le digas quien se lo manda- decía el joven rojo del rostro.
-si yo se lo doy,- dijo Lupita, pensando guardar el secreto.
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De regreso al sillón de Don Marcelino…….
Conforme el viejo tomaba impulso parte de su miembro salía forzadamente empapado en lubricante de la nena, el viejo podía sentir las paredes vaginales rozándole la corona del glande y cosquilleándolo de forma exquisita, entonces el viejo sin sacar completamente su verga tomó vuelo y con todas sus fuerzas dio un mortífero empujón hacia adentro de la panochita de la niña a medida que con sus manos la atraía hacia él de su cintura, la verga por un momento chocó con algo, una tenue pero elástica barrera junto a un espacio aun más reducido que impidieron su avance, pero la fuerza del empujón fue tan bestial que la verga logró atravesar esos obstáculos, la verga entró de manera directa escuchándose el golpe entre ambos vientres bajos, toda la longitud de esa irregular tranca penetró la suave conchita, la tanguita quedó atrapada entre ambos órganos sexuales, Don Marce casi se imaginó escuchar una especie de tronido en el interior de la colegiala como si le hubiera fracturado algún hueso de la pelvis.
Cassandra reaccionó con un desgarrador grito que resonó en todo el cuarto y que no fue oído por nadie debido a la música que de la escuela provenía, sus ojitos asustados se abrieron al máximo, su respiración se cortó de repente y por un prolongado tiempo, sus manitas se movían desesperadamente como queriendo aferrarse de algo y al encontrar la malformada masa corporal del vejete no lo pensó dos veces y se agarró de ella apretándola con todas sus fuerzas mientras se revolcaba de manera desnaturalizada en el viejo sillón que servía de cama a la caliente pareja de amantes.
La niña sentía en su cuerpecito un dolor tan intenso en forma de pinchazos que nacían en su vagina y se expandían por todo su cuerpo a través de sus nervios, no debía moverse pues ante el menor movimiento el dolor se multiplicaba, sentía que algo dentro de ella se había roto, no sabía qué, pero estaba segura que algo malo había pasado dentro de ella, como si un cuchillo la hubiera cortado por dentro y una hemorragia interna se estuviera derramando, era un dolor tan insoportable que estaba haciendo perder el conocimiento a la cálida muchachita.
La niña comenzó a moverse desesperadamente elevando su cuerpo y convulsionándolo como si le estuvieran practicando un exorcismo valiéndole poco el aumento del dolor, ella lo que quería era liberarse de esa equina verga que prácticamente la partía a la mitad así que para liberarse realizaba movimientos que no se veían muy normales, y es que la recién desvirgada panochita de Cassandra se estaba comiendo un trozo de poco mas de 20 centímetros y de grosor desmesurable y no como sus amigas a las que escuchaba dolerse de su primera vez y que se comían trocitos subdesarrollados y de dimensiones insultantes.
Don Marce se quedó dentro de la nena, los contrastantes cuerpos habían adquirido un aspecto brilloso gracias al sudor que los cubrió, Don Marce se quedó quieto viendo como Cassandra con los ojos cerrados respiraba por la boca agitadamente jalando aire de donde pudiera, como su cuerpecito se movía intentado zafarse sin éxito pues él se lo impedía, la niña volteaba para todos lados mientras sus ojitos parecían cerrarse como si se estuviera desmayando, abría sus sensuales labios para quejarse o pronunciar el nombre del viejo, sus femeninos brazos temblaban como si esa penetración le hubiera destrozado los nervios.
-¡Donn Marrrrrcee!, ¡mmmdueleeee!, ¡fffffffffffduele muchoooo!, ¡ffffffffsáquelaaaa, por fffffffffffavoooooooooooooor!- decía la niña llorando adolorida en los momentos en que mostraba conciencia.
La muchachita llevó sus manos a sus ojos, comenzó a llorar sin tapujos por semejante desgarro interno, el llanto era tan convincente que hasta el mismo viejo se sintió culpable por lo que había hecho, o será que a lo mejor sentía la presión sobre una posible visita por parte de las autoridades.
-shhhhh, tranquila Cassandrita, es normal que te duela, es tu primera vez, ya verás que dentro de poco pasa, tranquila ya no chilles- decía el reprobable viejo intentando calmar a la niña.
-Donnnn Marceeeee, me engañooooooooooooooó  iiiiffffffffffffff, me dijoooooo que nfffffffff… no mmme iba a ffffdoleeeer- decía la nena.
-es que mi verga está demasiado garruda, y tú estabas bien cerradita, por eso te duele- decía el viejo presumiendo sus naturales dotes.
-ffffffffDon Marceeeeee, sáquela, poooor fffffffffffffavoooor o ffffffmeeee voy a enojar con ffffffffusteddd- decía un rostro descompuesto por el llanto, sus ojos eran auténticos grifos.
-no digas eso mi niña, yo qué más quisiera Cassandrita pero no puedo, tengo que moverla dentro de ti, solo así se te pasará el dolor- decía el viejo mientras con sus dedos limpiaba delicadamente las lágrimas de Cassandra.
Don Marce comenzó con un mete y saca muy despacio, hacía que el cuerpo de Cassandra se moviera levemente, sentía como las paredes vaginales apretaban su verga casi al punto de cortarle la circulación, la niña se llevó su dedo índice a la boca y lo utilizaba como mordaza, en cada movimiento Cassandra expresaba un doloroso:
-ayyyyyyyy, ayyyyyy, ayyyyyyy-
El viejo se relamía sus labios del gusto de tener ensartada en su miembro a una dulce muchachita podría decirse consentidamente, pues aunque Cassandra ahora pedía por que se la sacaran ella misma fue la que permitió que el viejo llegara hasta este punto.
De repente Cassandra, en su afán por detener la penetración, con su mano alcanzó a rozar levemente su clítoris, pero lo suficiente como para regalarse un ligero cosquilleo, algo ya experimentado por ella pero que sintió más estimulante ahora teniendo una verga adentro, pareciera como si hubiera despertado una inusual comezón con este roce pues la ansiedad por rascarse aumentaba a cada contacto, continuo con este roce pues también le ayudaba a olvidarse un poco del dolor y Don Marce al verla dedeándose empezó a penetrarla un poco más fuerte.
-aaaaaaayyyyyyyyy, mmmmmmmm, aaaaaaaaaayyyyyyyyy- era lo único que Cassandra podía expresar.
El viejo paró, dejó que Cassandra siguiera tocándose, vio que la nena había dejado de llorar y eso lo aliviaba un poco, aunque su carita todavía mostraba ese aspecto lastimoso, el viejo poco después comenzó a moverse lentamente y después un poco más rápido; a diferencia de momentos antes, el semblante lastimoso de la nena desaparecía poco a poco para darle espacio a un semblante tímidamente placentero.
-ya está pasando el dolor Cassandrita?- preguntó el viejo
-un poco- respondió la acalorada nena
-que bueno- decía el viejo mientras la miraba como si realmente estuviera enamorado de ella al mismo tiempo que con una de sus manos peinaba los sudados cabellos de la chamaca.
El viejo siguió bombeándola, cada vez más rápido pero sin que su verga regalara ni un centímetro fuera de ella, la niña se limpiaba las lágrimas de sus ojitos, para después voltear a ver al viejo y regalarle una traviesa sonrisa mientras sus ojos aun mostraban un aspecto lagrimoso, el viejo le devolvió la sonrisa y se dedicaba a alabar lo hermosa que se veía su escultural princesa.
“lo estoy haciendo, estoy haciendo el amor” pensaba la tierna niña.
-que hermosa eres Cassandrita, eres un ángel caído del cielo, eres la niña más linda que visto en mi vida, no existen palabras para describir tu belleza- decía el poético viejo.
“me estoy cogiendo a esta pendeja, si yo sabía que esta niña iba a salir bien putita” era lo que en realidad pensaba el viejo y no las cursilerías con las que chuleaba a su hermosa compañera coital.
Cassandra en cambio regalaba sonrisas al viejo por considerarlo tan caballeroso y atento con ella y por decirle todas esas cosas bonitas, sin imaginar lo que el viejo realmente pensaba de ella.
La mano del viejo bajó para estimular el botoncito de Cassandrita, de una manera ágil y circulatoria, el estimulado botoncito adquirió un movimiento similar al que mantenía el dedo del viejo, como una especie de danza que solo ambas partes comprendían y sincronizaban, haciendo que Cassandra sintiera unas corrientes placenteras recorrer todo su cuerpo, a estas alturas el dolor casi desaparecía, los ojos de Cassandra demostraban una mirada cachonda nunca antes expresada; la niña gemía, aspiraba su sudada naricita y sonreía constantemente mientras el viejo seguía tocándola sin tregua.
A Don Marce poco le importaba su amistad, en la mente del viejo solo predominaba una idea, convertir a esta niña en una putita obediente y disponible para todas sus aborrecibles y pederastas fantasías, estaba tan concentrado imaginándose su futuro con Cassandra que su cara mostraba una enferma risa que venía a partir de esos cínicos pensamientos al mismo tiempo que penetraba a la tiernita chiquilla, la nena, sin esa malicia, imaginaba que Don Marce reía porque se sentía feliz al estarle haciendo el amor y sexualmente entregada cerraba sus ojitos al momento que también reía para seguir disfrutando de las ya placenteras embestidas que el viejo le regalaba.
-te gusta Cassandrita?- preguntaba el viejo mientras seguía penetrando a la nena.
-sí, me gustaaahhhh, mmmmmmm, me gusta mucho- respondía le nena.
-ahh, a mi también, que rico me la aprietas, jejejejeje- reía el degenerado Marcelino.
-ya no te duele?- dijo el viejo.
-no ya casi noooo uuuhhhhhh, desde que me tocaaaaaa de ahí ya noooo  aaahhh-decía la nena.
Después de un rato así, Cassandra comenzó a sentir el nacimiento de otro orgasmo, su cuerpo empezaba a entrar en un calórico estado propio del aproximado clímax, Don Marce aumentaba tanto sus embestidas como su manoseo en el clítoris y lanzaba bramidos abominables, como si provinieran del mismo infierno, caso contrario a los delicados y femeninos suspiros de Cassandra, para esto Cassandra comenzó a respirar más fuerte, así como a moverse ondulantemente emitiendo deleitosos y auténticos gemidos de hembra siendo satisfecha.
El viejo se aferraba de la fina cintura de la nena, las grandes manos manchadas del viejo casi la abarcaban en su totalidad, era tal la perfección de esa mujeril cintura y lo grande de las viejas manos que solo quedaba una distancia de casi 5 cms para que los pulgares del viejo se alcanzaran uno con el otro.
De repente el bello rostro de Cassandra se frunció orgásmicamente, apretó lo mas que pudo sus piernas en contra el bofo cuerpo de Don Marce, se abrazó a él con una fuerza increíble logrando levantar ella misma su propio cuerpo, juntándolo con el del pegajoso viejo quien arrodillado arriba del sillón la aferraba a su transpirado cuerpo mientras los exquisitos labios de la nena pronunciaban la frase enseñada por Don Marce.
-Don Marceeeeeeeee, meeeeeeee, me vengooooooooo- gritaba Cassandra.
“grita todo lo que quieras chiquilla caliente que nadie escucha tus puterias” pensaba el viejo.
-que ricooooooo, Don Marceeeeee, me vengoooooooooooooooo- decía la jovencita, sus labios se abrían al máximo y dejaban caer gran cantidad de saliva y en esa posición ella misma intentaba penetrarse en la desproporcionada verga del viejo.
“ahhh, que chiquilla, algo me dice que va a ser una excelente compañía en tiempos de guerra jejejejeje” pensaba el viejo al verla intentar sin mucho éxito enterrarse esa tranca dentro de ella.
Cassandra arqueó su exquisita anatomía y se aferraba al viejo como si quisiera meterse dentro de su cuerpo, los voluminosos melones carnosos de la desarrollada jovencita se aplastaban en contra del peludo y caído pecho del viejo perdiendo su encantadora forma redonda y cambiándola por una silueta elíptica para después desplomarse con un escandaloso gemido cayendo de nuevo al sillón, Don Marce se acercaba a la nena para besarla sin sacarle su verga de adentro, Cassandra estaba tan alterada orgásmicamente que correspondió ese beso de una manera tan lasciva casi como la del viejo, las lenguas de ambos amantes se entrelazaban dentro de las contrastantes bocas mientras la niña emitía una alargada aaahhhhhhhhhhhhhhh.
Don Marce dejó de besarla solo para abrazarla de manera dominante, mientras el rostro de Cassandra se perdía entre los hombros  de su amante, sintiendo la ruda pelucera axilar y llegando a besar tiernamente los brazos y pecho de su codiciado hombre, el viejo podía sentir la agitada respiración de su enamorada chocar contra su nada trabajado físico, la niña tímidamente repegaba su cuerpo al de su viejo emitiendo una especie de ronroneo como una gatita agradecida.
El viejo notó que después de tanto estar metiendo y sacando su apestoso miembro, un tenue caminito rojo corría por la base de este y unas cuantas gotas resbalaban por sus testículos y caían hacia el sillón, el viejo sabía que era la sangre de la nena que ayudada por los fluidos había encontrado un reducto por donde salir, la tanguita también se llenó de unas cuantas manchas de sangre.

Don Marce retiró su erecta verga de la vagina de Cassandra muy lentamente, al salir, su aparato venia completamente ensangrentado, lo que corroborara la pérdida de la virginidad de la niña, virginidad que había sido robada por un viejo lujurioso a base de una falsa amistad, un viejo que solo se la quería tirar y que gracias a su paciencia y haber sabido aprovechar las debilidades de la nena y aventajarse de uno de los tantos momentos en que Cassandra andaba caliente ahora lo había conseguido, mientras tanto Cassandra respiraba entrecortadamente, parecía como si se hubiera quedado dormida, sus amamantables senos se elevaban majestuosos en cada una de sus respiraciones, el viejo la veía y sacaba su lengua muy vulgarmente para después chupar cada una de las enormes colinas como un desesperado.

“nunca pensé que esta pendeja llegaría a caer tan fácil, ni siquiera tuve que llegar a chantajearla, se nota que ya quería verga jejejejeje y así como esta debe de ser su amiguita, bien dicen que Dios las hace y ellas se juntan, nombre, si las niñas de hoy andan mas urgidas que los chamacos, se apendejan y les terminan metiendo los dedos ellas a ellos, con razón ahora sale mucho putito si han de ser ellas las que se los traban, habiendo troncos de hembritas como esta, jejejejejejejeje, ahora no hay que aflojarla, ya la probó y por lo que veo, le gustó, jejejejejejejejejejejeje” pensaba el marrano viejo.
El viejo miró el reloj que colgaba de un clavo, ya se estaba haciendo tarde, así que tomando su calzón se limpió la sangre que empapaba su verga, quiso volver a penetrar a la nena pero vio que de su sexo escurría más sangre y le dio cosa, así que comenzó a masturbar enérgicamente su tronco; con la visión de Cassandra acostada, desnuda, semiinconsciente y aun en estado orgásmico no le fue difícil sentir en poco tiempo su esperma correr por sus conductos seminales.
Empezó a sentir ese dolor en el vientre bajo que caracteriza una corrida después de mucho tiempo de no tener una, según se la iba a hacer con la porno pero terminó haciéndosela con la visión del cuerpo desnudo y recién desvirgado de Cassandra, su verga escupió un potente y abundante chorro de semen sobre el rostro de la hasta hace poco “señorita” casi cubriéndole en su totalidad medio cachete mientras bramaba por el dolor que sentía, seguido de otro que cayó cerca de su boca formándosele a la nena una barba a base de semen para después terminar de descargarse sobre sus pechos, cubriéndolos completamente con la sustancia espermática.
Cassandra sintió el caliente líquido sobre ella despertándola de su semiinconsiencia, observó al viejo en un estado completamente descompuesto, sudado, cansado, despeinado, babas cayendo de su maloliente boca, una pervertida risa que con solo verlo asustaría a cualquier jovencita, sin embargo Cassandra la veía como una risa de un hombre satisfecho y se enorgullecía de haber sido ella la responsable de eso, la niña también veía como la verga del viejo se terminaba de descargar sobre sus pechos, reconocía ese extraño líquido que tantas veces había visto en las pornos, una sensación de calor invadió su entorno así como un pestilente olor a semen, claro que para ella este olor era nuevo y pensaba que así debían de oler todos, la nena visualizaba los huevos del viejo contraerse mientras seguía expulsando la asquerosa mezcla.
La niña podía ver de reojo la masculina sustancia cubriendo parte de su rostro y sus pechos, con las yemas de sus dedos comenzó a revolver la rara consistencia de esa mezcla mientras el viejo se quejaba por el dolor y su miembro expulsaba todavía cantidades aceptables de leche amarga.
Con su delicada mano Cassandra quitó parte del semen de su rostro así como el que se encontraba sobre sus senos, observó que el semen se le pegaba entre los dedos, veía de cerca curiosa como gruesos grumos colgaban de entre sus dedos formando una especie de telaraña seminal entre ellos, acercó sus dedos a su nariz y aspiró ese enigmático aroma, esta vez, el olor del semen si le resultó un poco desagradable, aunque de todas formas se atrevió a hacer lo siguiente:
-Don Marce, esto es el semen?- preguntó la nena, pues ya lo conocía en videos, pero no en persona.
-así es Cassandrita?- con una ligera sonrisa Cassandra respondió.
-parece resistol, o mocos pero blancos jijijiji,- dijo la nena refiriendo a la mucosa nasal.
-de hecho también se les dice así, mocos o leche- decía el sabio maestro.
-leche?,- Cassandra puso un rostro pensativamente coqueto y dijo:
-con razón, ahora entiendo cosas- decía recordando algunos albures que sus compañeritos se hacían entre ellos.
Entonces sin importarle que el viejo la viera y recordando a las actrices de la porno que acababa de observar beberse esa rara sustancia, se llevó sus lechosos dedos hacia su boca chupándolos sensualmente, pasando su lengua por entre sus dedos recogiendo el caliente y fértil líquido añejado por días dentro de los testículos de Don Marce, una vez acabándoselo volvía a recoger con su mano mas semen estancado en sus pechos, para de nueva cuenta volver a llevarlo hasta su boquita y degustando el raro sabor espermático así como su grumosa consistencia, así hasta dejar sus senos cubiertos por un aceitoso brillo pero sin rastro del blanco líquido.
El viejo casi entra en shock, un ligero tic se apoderó de su ojo izquierdo, veía como esa princesita sacada del más inocente cuento de hadas se comía esa porquería como cualquier puta barata, veía los tragos con los que Cassandra se bajaba sin escalas a su estómago la asquerosa sustancia aun fértil, todavía el repugnante viejo le dijo:
-Cassandrita, todavía quedó otro poco embarrado en mi verga-
Cassandra dirigió su angelical mirada hacia el carnoso aparato y vio que efectivamente todavía seguía expulsando sus últimas gotas de esperma, así que se acercó al trozo y sin pensárselo dos veces se lo metió a la boca mientras suspiraba y cerraba los ojos, comenzó a chuparlo haciendo que el viejo Marce casi se doblara de piernas, varias veces su tanguita chocaba con su naricita debido a los movimientos de su cabeza mamando la semierecta verga
La sensación era de debilidad pura, parecía que esta niña le estuviera robando toda la fuerza física al viejo con esa chupada, las piernas del viejo temblaban como las de un potrillo recién nacido, después de unos minutos la niña se lo sacó de su boca escuchándose un sonido similar como si se destapara un frasco, miró al viejo y le sonrió como una niña que hizo bien su tarea, como si estuviera esperando que el viejo le pusiera una estrella en la frente, el viejo veía ese hermoso rostro sonriente y cubierto por líquidos como saliva y restos de semen.
Pasaron unos 10 minutos, Don Marce estaba desnudo sentado en su sillón viendo la televisión normal y mirando orgulloso la pequeña mancha de sangre que decoraría su malgastado mueble a partir de ahora como un trofeo así como con la tanga de la niña enrollada en su mugroso cuello, Cassandra ya casi vestida se disponía a ponerse su blusa, con un poco de papel de baño había limpiado su sangriento sexo, no estaba asustada pues ya sabía que en su primera vez posiblemente sangraría, con la yema de sus dedos se acomodaba su azulado cabello y con un poco de agua del lavabo se limpiaba el sudor y restos de semen en su rostro, de vez en cuando leves punzadas atacaban su vientre como resultado de la batalla.
-Don Marce, me tengo que ir, deme mi tanga- dijo Cassandra.
-noo, déjamela, como prueba de nuestro amor- dijo el viejo.
-Don Marce, no puedo salir así me van a ver que no llevo puesto nada debajo- decía le nena.
-a ver camina para allá- dijo el viejo, Cassandra caminaba de manera lastimosa evidenciando que físicamente no estaba entera, el hecho de dar un paso era un logro para ella.
-se ve?- preguntó la nena.
-no se ve, solo ten cuidado de no agacharte a recoger nada, jajajajajajajajajajaja,- reía el viejo mientras se paraba para irle a abrir la puerta a su jovencita amante.
La pareja llegó a la puerta de lámina, el viejo se asomó para todos lados y comprobó que el camino estaba despejado.
-anda mi amor, antes de que te vean,- dijo el viejo
Cassandra antes de irse y después de peinar a su amante un poco se despidió de él con un cálido beso en la mejilla, ahora no tuvo que pararse de puntillas pues las zapatillas la ayudaban a tener una altura prácticamente idéntica a la del viejo Marcelino.
-Cassandrita antes de que te vayas me gustaría que me dijeras si se repetirá lo de hoy- dijo el viejo tomando de la mano a su encantadora y acariciando su fino rostro, la tierna Cassandra no contestó nada, solo desvió su hermosa mirada y mostraba una sencilla risita.
Cassandra se daba la vuelta sin soltar la mano del viejo, este la jaló y sin importarles que la puerta de la cortina estuviera abierta y que él estuviera desnudo a excepción de una tanga rodeando su cuello se fundieron en un caloroso y empapado beso que hizo que su miembro resucitara de su letargo, la jovencita se lo acariciaba impúdicamente mientras que el viejo con una mano atraía ese artístico cuerpo hacia él de su cintura y con la otra le sobaba sus desnudas nalgas.
-Don Marce me tengo que ir, nos van a ver- dijo la nena separándose de él bucalmente.
-que nos vean,- respondió el viejo.
-nooo, lo puedo meter en problemas- decía la nena pensando primero en el viejo que en ella.
-si es cierto, pero prométeme que lo volveremos a hacer- dijo el viejo.
-jijiji, está loco- reía la niña.
-prométeme que lo volveremos a hacer o no te dejo ir y salimos a besarnos afuera- decía el vejete riendo con la niña.
-sí, lo volveremos a hacer, lo prometo pero ya déjeme ir o lo pueden ver- dijo la nena recostándose en el pecho de su macho y abrazándolo de su lombricienta panza.
-anda vete mi amor, estaré pensando en ti- dijo el viejo mientras regaló otro beso en la boca a la nena y que ella ya correspondía como si de una pareja de novios se tratara.
La jovencita risueña besaba a ese baboso viejo con los ojos cerrados, movía su cuerpo muy coqueta de un lado a otro sin soltar al viejo de la mano para terminar alejándose mientras su lengua paladeaba las asquerosas babas del viejo, solo para volver a besar a tan horroroso y pervertido sujeto, simplemente no quería irse de ahí.
Después de varios besos mas Cassandra por fin se despidió y llegó al portón de la escuela, para su suerte la prefecta no se encontraba, así que disimuladamente regresó a la escuela para tomar su mochila y quedarse parada en un rincón sin realizar peligrosos movimientos solo para diez minutos después subirse cuidadosamente a la moto de su amiga mientras le echaba la culpa a los zapatos de su lastimoso andar, en cada momento pensaba en la posibilidad de sentir alguna gota de sangre correr por sus muslos (razón por la que los tenia bien cerrados) y que alguien se diera cuenta, afortunadamente para ella eso nunca pasó.
-Cassandra donde estabas que te estuve buscando?- preguntaba su amiga Lupe.
-ahhh, es que el maestro Pepe nos juntó para una plática sobre un partido,- respondió la nena.
Ya en la tranquilidad de su cuarto….
Cassandra estaba acostada en su cama recordando lo sucedido con las luces apagadas, solo una tenue luz proveniente de una lámpara de la calle iluminaba su desnudo cuerpo, parecía como si se hubiera despertado de un sueño, no podía creer lo que había vivido, su cabeza era una revolución de sensaciones y recuerdos que chocaban unas con otras y despertaban unas ganas intensas por volver a la casa del viejo, además a pesar de haberse limpiado su sufrida panochita aun podía sentir las babas del viejo pegadas a su sexo cada que apretaba sus muslos.
Emocionada y confundida se decía en su mente:
“lo hice, lo hice, tuve relaciones”
“fui suya, fui suya”
“y ahora qué?, que tengo que hacer?, como me debo de comportar con él? debo

regresar?” desnuda, desorientada y muy, muy sonrojada, la adolorida jovencita se fue quedando dormida, cual princesa que ha caído en un maligno hechizo, ni que decir del estado físico con el que se despertaría la mañana siguiente, afortunadamente para ella mañana sería sábado, tendría dos días para reponerse.

Casi en el mismo momento en la casa del viejo Marce, el afortunado hombre no podía dejar de manosear su instrumento, podía sentir los jugos vaginales aun frescos empapar su desagradable tronco, con otra mano degustaba unos cacahuates arrojándolos al aire y atrapándolos con su boca mientras se dirigía a su tienda para tomar otra lata de cerveza, el vulgar hombre aun no se la creía, hasta se pellizcaba, de tres tragos terminaba su alcoholizada bebida y carcajeándose apagaba todas las luces de su casa mientras se rascaba el culo para por fin dirigirse a su cama.
-jejejeje esa putita se salvó, para la otra le dejo su tlacoyo escurriendo en relleno cremosito,- pensaba el viejo.
-pero, y si la preño- recapacitó Don Marce.
-ahh que verga, porque me preocupo por eso, tan simple como decirle a esa pendeja que se deje coger por uno de sus amiguitos y que le eche a él el paquete, que a mí me metería en líos, jejejejejeje- el viejo Marce se metía a la cama enfundado solo en un apretado calzón blanco que poco escondía su poderosa herramienta desvirgadora, una herramienta que se ponía nuevamente dura con la idea de empanzonar a tan hermosa muchachita y palpitaba descontroladamente por debajo del calzón dando la impresión de que Don Marce poseía bajo su prenda un ser viviente luchando por salir.
-te imaginas una cría mía creciendo en la pancita de esa mocosa, echándole a perder su educación superior, la cara que pondrían sus padres jejejeje, pa´que se abre de patas- el viejo estaba tan zafado que le hablaba a su verga.
-siiiii, pero primero me divertiré otro poco con ella hasta que la deje bien abierta y ya después puro vaciarme dentro de ella, hasta que solita me diga que no le ha bajado, y con lo putita que es de seguro va aceptar acostarse con un pendejo de esos que andan oliéndole los pedos, y como no tiene pendejos atrás de ella, jejejejejejejejejeje- hablaba para sí el viejo Marcelino, sus ojos habían adquirido una forma ahuevada.
—————————————————-
Mientras tanto, muy lejos de ahí, otro viejo depravado se masturbaba con la imagen de Cassandra vestida tal y como fue a la tardeada y gracias a su afortunada ubicación había podido visualizar mas allá de lo que tapaba esa faldita cuando ella se bajaba de la moto de su amiga, el impactado viejo recordaba solo ver un minúsculo triangulo tapando a medias una carnosa conchita.
-ahhhh, que sapote se te marca Cassandrita, que rico has de apretar las vergas jejejejejeje- decía el pervertido viejo.
El viejo despescuezaba su gruesa y venuda verga como un poseído hasta que su gordo cuerpo empezó a temblar, su espalda se jorobó adquiriendo un aspecto tortuguesco, el enfermo viejo simuló que su mano era la conchita de Cassandra así que metía y sacaba su miembro por entre su mano la cual había adquirido la forma de un puño y se había llenado de líquido preseminal, el viejo se cogía su propia mano imaginándose que era la calientita panochita de su más sabrosa pupila hasta que su verga empezó a soltar chorros de fertilizante semen dentro del retrete.
-¡viejooooooo!, ¡ya vente a dormir!- decía una voluminosa señora con tubos enroscando su cabello recostada en una matrimonial cama viendo el final de su telenovela e interrumpiendo la laboriosa ocupación de su gordo marido.
-¡ay voy!,- gritó malhumorado el sudado vejete, “cállate pinche vieja gorda” pensaba para sí mismo.
-ahhhhhhhh, abre la boquita Cassandra,- decía el depravado haciendo húmedos sonidos obscenos con su lengua mientras su agria leche caía lentamente a borbotones dentro de la taza del baño, mezclándose con el vital líquido sin perder su consistencia, imaginándose él que su maloliente esperma caía en la boca de la preciosa chiquilla quien la recibía gustosa, este emocionalmente perturbado sujeto no era otro más que el maestro Pepe, maestro de educación física y entrenador del equipo de voli…………..
Para contactar con el autor:

vordavoss@outlook.com
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Relato erótico: “La difícil decisión de la rica Erika Garza de Treviño 3 ” (POR RAYO MC STONE)

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LA DIFICIL DECISIÓN DE LA RICA ERIKA GARZA DE TREVIÑO
  1. 1.       Introducción
Esta es la historia real de una bella mujer “normal” de la clase alta mexicana que me fue contada por una amiga entrañable de la ciudad de Monterrey, Nuevo León y con quien en algún momento de mi vida tuve cierto contacto. La segunda ciudad en tamaño de México. Centro neural de negocios y empresas de alto nivel del país. Orgullo de sus habitantes por los logros económicos y sociales que han logrado. Rival eterno de la Capital del país, el Distrito Federal (DF). Actualmente es una de las ciudades más peligrosas de la nación mexicana por las constantes balaceras entre elementos del narcotráfico, el ejército, la policía, además de los constantes accidentes de tráfico que se dan por la manera desquiciada en que la mayoría transita en sus autos y sobre todo, sus camionetas. Monterrey, junto con otras ciudades del norte
mexicano como Tijuana, Ciudad Juárez, Torreón, Durango, Chihuahua, Tampico y otras se han hecho más conocidas por las noticias de muertos, descabezados, desmembrados, secuestros y robos que han llegado incluso a nivel nacional y mundial. Es la historia de una serie de decisiones que en su recién juventud madura iniciada tuvo y que tendrá que ir tomando a manera de mantener la imagen sobria y sí decirlo que genera admiración, pero también mucha envidia
  1. 2.       Contexto
Erika Garza de Treviño la rica señora de sociedad regiomontana es una mujer rubia muy hermosa  con 32 años. Con dos bellos hijos, el primogénito de nombre José Carlos Treviño Garza de 12 años y la menor, una preciosa niña llamada Lizbeth Treviño Garza de 10 años. Su afamado marido es el gran empresario, prototipo del hombre mexicano del norte, del joven hombre de negocios Carlos Treviño Fernández, ganador del ejecutivo en los 30´s que otorgan diversos organismos de empresas de México e incluso de Estados Unidos. Con un poco más de 12 años de matrimonio, representan una de las parejas más sólidas y reconocidas del jet set de Monterrey, Nuevo León. En diversas ocasiones han sido portada de conocidas revistas de sociales de dicha ciudad ya sea en familia o de manera individual. Son muy reconocidos en las altas esferas de la sociedad del municipio más rico de todo México: San Pedro Garza García, Nuevo León aledaño al de Monterrey.
Erika es Licenciada en Diseño Industrial egresada del prestigiado Tecnológico de Monterrey desde hace prácticamente 13 años. Obtuvo mención honorífica, ya que se trata de una mujer muy inteligente y muy dedicada a lo que hace. Con solo un año de haber salido de la carrera contrajo nupcias con Pablo Treviño Garza, Ingeniero Mecatrónico de la misma institución educativa con tan solo dos años más que ella y de quien se hizo novia desde que estaban en los inicios de la preparatoria, mucho a instancias de su propia familia que fue creando el contexto necesario para que de forma muy “natural” se diera el mencionado noviazgo para posteriormente llegar a concretarse en boda. En otras palabras, sin que ellos se dieran cabal cuenta, se trató de un matrimonio “arreglado” por las familias de ambos, situación que es muy común en dicho estrato social, aunque ahora manejado de una manera muy sutil, para que no se haga tan evidente e incluso como para que ni los mismos involucrados estén a plenitud sabedores de ello. Si en algo se parecen la clase alta y la baja (o más bien “rural”) de México es que aún hoy en el siglo XXI existen matrimonios de conveniencia.
Pues bien, Erika era una amazona rubia de aproximadamente 1.72 mts. (Estatura no normal para una mexicana común y corriente, pero si usual entre las que pertenecen a la clase pudiente). Su rostro era más bien parecido a la de una sueca de esas que salen en las postales, su cuerpo es escultural, muy bien formado, por naturaleza Dios le dio una belleza de cuerpo inusual, es decir de campeonato, de concurso de belleza para ser más precisos…Solo tenía que hacer ejercicio de manera moderada para reforzar aún más su espléndido cuerpo…situación que por supuesto no era así, porque como se ya se dijo, ella era muy “intensa” en todo lo que hacía…por lo que ella le dedicaba dos horas cada día a ejercitare a conciencia, por lo que estos dones otorgados por la diosa naturaleza no hacían más que convertirla a ella en toda una diosa de carne y hueso. Sus ojos son de color miel, lo cual hace un juego perfecto con su caballera de un cuidado y esmerado largo. Sus labios son rojos con un color intenso, los afamados labios de Angelina Jolie se quedan cortos ante este, que decir de sus partes nobles…sus pechos son como decía la vieja canción nicaragüense: “ son como cantaros de miel…”, sus nalgas son llamativas indudablemente, totalmente paradas, bien formadas, haciendo una sinergia completa con el resto del cuerpo, que son unas piernas que cualquier jugadora profesional de tenis envidiaría y que cualquier actricita “operada” quisiera que su cirujano le diera. En conjunto era una mujer que siempre llamaba la atención en el lugar en donde estuviera. Tal vez lo que más resaltaba ere ese aire como ausente de este mundo que por lo general tenía. Aunque sonreía y con frecuencia, normalmente estaba seria, como distante, como alejada de la realidad. A algunos hasta les podría parecer fría y altiva. Más cuando arqueaba una de su cejas, por lo que si daba la impresión de ser una mujer presumida. Pero no nos equivoquemos, es común en las mujeres hermosas y sobre todo en las de vidas resueltas desde la óptica económica, ver esa clase de desplantes, pareciéndolas  a otras personas que estaban con un témpano de hielo, con alguien muy orgulloso y que los veía de “arriba abajo” (que es una posición muy asumida por las clases más humildes del país). En realidad, Erika no era presumida, pero si estaba muy distante de las problemáticas ajenas a su círculo de referencia y si contaba con una serie de prejuicios, paradigmas e ideas que veremos cómo en su vida se irán derrumbando, dando pie a una persona más sensible a las enormes diferencias que existen en esta canija y a veces difícil vida.
Erika estudio en los colegios más caros y exclusivos de la capital nuevoleonesa. Su círculo de amistades siempre fue muy cuidado por sus padres. Su padre, el reconocido empresario José Garza de la Rimada, hombre ahora ya retirado de los negocios de 72 años y su madre, la noble impulsora del arte y la cultura, la bella Señora Lilian Murra de Garza ahora de 62 años habían esmerado su “educación”, amén de que sus otros dos hermanos eran hombres, uno el mayor y el otro el menor, siendo ella la de en medio y que resultaron fieles guardianes del honor y la reputación de la niña de la familia.
  1. 3.       Formación de Erika: explicaciones
¿Cómo puede una familia en la actualidad blindar de la realidad a sus hijos? Es muy difícil lograrlo, pero Don José y Doña Lilian procuraron darle fuertes principios morales, religiosos (todos los colegios, excepto la Universidad, fueron católicos), y de trabajo a su familia…cuidando con quien convivían, cuidando que siempre estuvieran activos, ya sea en la escuela, en la clase de música, en la clase de deporte, o en alguna actividad social para que el ocio…a ese terrible enemigo, causa de muchos males de la sociedad entrará en sus vidas…el ocio…si lo podían controlar, lo que no pudieron prever fue un tanto el aburrimiento, el hastío y la ignorancia de otras cosas que le ponen la sal y la pimienta a la vida de cualquier ser humano en el planeta. Evidentemente que para lograr esto, se tiene que tener mucho dinero, control y poder, dinero del cual disponían los padres de Erika con facilidad y poder que si llegaron a tener. ¿Han conocido personas así? Estoy seguro que sí…personas que transitan por este mundo, a diferencia de otros muchos (incluyéndome yo mismo) que no sufren percance alguno, no ven perturbada su vida color de rosa, como de película americana con final feliz. Afortunadamente para Erika, no así tal vez para los “puritanos” o “falsos recatados” (entre los que podrían estar su propios padres, familiares y ciertas amistades) este final de película no se vería, sino al contrario nacería una nueva mujer, claro no antes, de llevar a cabo una difícil decisión que trastocaría por completo el giro de esta posible y predecible realidad.
¿Cómo en la actualidad alguien puede crecer con el desconocimiento  de pecados, maldades, vicisitudes? Pues viviendo en esa burbuja rosa, teniendo la mente y el cuerpo ocupados en actividades nobles como lo son el estudio, y el trabajo social, por ello Erika desde niña ocupaba su tiempo en estudiar, aprender a tocar piano, bailar danza clásica, hacer deporte…ya jovencita, pues el estudio la absorbía más, además tiene talento para la pintura. Cuando su noviazgo, ya que su futuro marido Carlos Treviño tuvo una educación prácticamente igual a la de ella, eran muy parecidos, muy similares en sus ideas y puntos de vista…a veces su preocupación en que restaurante de lujo irían a comer o cenar, que traje o vestido se pondrían en tal o cual fiesta, que tipo de ayuda darían en el club o en la sociedad civil en la que colaboraban. Aunque todo esto lo hacían con gusto, en realidad no lo hacían con plena conciencia de las desventajas que los “otros” tenían, más bien lo hacían porque era parte de su formación, parte de si educación, parte de sus vidas ya estructuradas.
También contribuye a ello el hecho de que  trabajar para ganarse el pan  nuestro de cada día no es una necesidad, en donde esforzarse para estar bien, no es detalle alguno y no es una crítica a la clase alta, ya que desafortunadamente este tipo de vidas también se dan en la clase media y baja, en donde los padres procuran que sus hijos vivan de alguna manera “aislados” de la realidad de los “otros”. En México son famosos los “ninis” (ni trabajan, ni estudian) y la mayoría de ellos son de la clase media y baja.
Erika por ello normalmente era muy seca con los demás, casi siempre de grandes gafas de sol y en su camioneta extranjera de último modelo si parecía distante, y aunque sus amigas eran de una cara frente a ella, a sus espaldas sobre todo envidiaban esa naturalidad con la que llevaba su vida sin contratiempos. No tenía problemas con el marido, mucho menos con sus hijos que aún eran pequeños y en su educación ayudaban bastante los suegros y sus propios papás. Al parecer era una mujer ajena a los avatares y sinsabores del sexo, a ese tremendo ingrediente en la vida de hombres y  mujeres, causa de felicidad para unos y de infelicidad para otros.
  1. 4.       La vida actual de Erika
Erika tenía una pandilla de 6 amigas (todas ellas ricas, sin necesidad de trabajar en forma seria, aunque algunas si lo hacían, mas por pasatiempo que por otra cosa, todas ellas profesionales y guapas, aunque la que sobresalía notoriamente era nuestra Erika) que se reunían de dos a tres veces por semana, casi nadie faltaba a dichas reuniones, ya sea a desayunar, a tomar café, al cine, a intercambiar noticias, a “comer” gente, a chismear , a perder “sanamente” el tiempo…eran unas dos horas por reunión, por lo general. En las pláticas entre las mencionadas amigas, claro que había dos de ellas: Susana y Clara que sin ambigüedades comentaban o más bien intentaban comentar con las otras: Marisa, Cecilia, Ana y Amanda acerca de sexo…de que tenían “amantes” ocasionales (además de que era sabido por el resto de mujeres, de que habían sido muy “novieras”), pero el resto del grupo ya sea por guardar las apariencias, ya sea por mojigatería (sobre todo, Amanda)  evitaban el tema, no sin dejar de “regañar amistosamente” como decir “fresamente” a las otras dos niñas de que eran unas pérdidas, unas “locas” por hacerles eso a sus maridos…aunque, en el grupo también tenían sus quereres “ocultos” la misma Marisa, Cecilia y Ana…es decir, en la realidad solo Amanda y Erika no engañaban ni pensaban hacerlo, ni les preocupaba en realidad en lo más mínimo el tema del sexo.
Sin embargo, no podían evitar que estas Susana y Clara hicieran comentarios, tales como: “ay manitas, si supieran lo rico que es sentir la verga de ese hombrazo de allá” “tuve un orgasmo que casi me desmayo” “Sabían que el entrenador de tenis, la tiene bien chiquita, jajaja” “El viejo jardinero de la Sra. Rosales si tiene una que te hace ver la luna y las estrellas, jajaja”, “Dicen que en la Colonia Country Norte hay una casa de citas de lujo, donde van todos los hombres de dinero de Monterrey…dizque que son mujeres extranjeras, uff…de lo que se pierden, de verdadera carne norteña, jajaja”
…Ante dichos comentarios Erika, solo reía y lo veía como algo lejano, como una tontera de sus amigas, como una pérdida de tiempo, ya que estas aunque de buen ver y mucho mejor tocar, habían descuidado la educación de sus hijos, sus entrenamientos y rutinas diarias,,, ”ay…que pérdida de tiempo, se decía”…
Las otras en el fondo envidiaban a estas dos, ya que se habían liberado y al parecer si gozaban de ese anhelado y a veces desconocido fenómeno erótico y sexual llamado orgasmo femenino…Lo cierto, es que los maridos de estas mujeres tienen lo que suele llamarse “workalcoholismo” o síndrome de trabajar en demasía, en palabras más mundanas, viven para trabajar y no trabajan para vivir, por lo que tienen descuidado a sus bellas señoras.
Así mismo, todas, excepto Amanda envidiaban a Erika, ya por su belleza sobresaliente, o por su notoria inteligencia y eso que estas mujeres también tenían lo suyo…pero más bien por su indiferencia ante este tema, que a ellas les inquietaba, y les inquietaba porque no todas estaban satisfechas con su vida sexual…algunas veces habían rozado el cielo y la plenitud en ese terreno, pero no con sus esposos como lo hubieran querido y lo dictan las buenas costumbres y sus prejuicios y eso sí un tanto de discriminación hacia los “otros” las hacía sufrir de más en ello, pero cuidaban de no hacérselo evidente a la dulce, fría y hasta altiva belleza rubia de la norteña, de la regiomontana Erika.
¿Cómo había logrado mantenerse ajena a este tema, el del sexo, la belleza de Erika? Si es lo más lógico hoy en día, ante los mensajes masivos de los medios de comunicación, si es uno de los principales temas de los mexicanos, si es una cuestión de la que casi todo el mundo habla…pues si es complejo de explicar, pero es lógico y totalmente creíble…miren, si la niña siempre estuvo resguardada por los canes de sus hermanos, los padres le procuraron un ambiente idílico y luego si el novio que se cargó que era de mucho más dinero que su familia, de mucho mayor poderío político que la suya, pues “asustaba” y alejaba a los más atrevidos, que si los hubo, sobre todo en la Universidad, hubo dos que tres chavos de clase media que la pretendieron, pero se tuvieron que alejar al ver el peligro que corrían de meterse en broncas con familias de prestigio y poderío en la ciudad.
Claro que cuando estaba en el gimnasio, en el club deportivo, incluso en la Iglesia, en un mall, en cualquier espacio público no faltaban las lisonjas, los piropos o incluso el atrevimiento de abordarla, pero el mujerón simplemente estaba indiferente a este tema, ya que no lo consideraba importante…le daba risa y más bien le sacaba provecho al indudable atractivo que sabía ejercía en el sexo opuesto e incluso en otras mujeres para de una manera muy desarrollada, en un estilo muy provocativo, pero sutil, casi sensual, sin que ella lo supiera, ya que en esta clase de hembras, es un proceso innato, natural y que se da como flores en un jardín del edén. Usaba ese poderío para lograr pequeños caprichitos que se daba y de hecho le gustaba usarlo para su beneficio y el de quien le cayera bien.
¿Cómo fue que con su novio y ahora marido no se despertó esa fuerza avasalladora del sexo? Pues el pobre hombre también recibió una educación muy especial como la que se ha explicado, lo enfocaron más al trabajo y a la búsqueda de la riqueza económica, y así fue como Carlos se desarrolló en el concepto de que el sexo es solo un medio para procrear y formar una familia…su noviazgo fue muy limpio, de manita sudada como se dice, a él más bien le interesaba que se dijera de la hermosa mujer que tenía como novia y ahora como esposa y de los bellos hijos que tenía…le dedicaba grandes horas al trabajo…aunque si había hecho deporte y se había cuidado en su juventud temprana…ahora era un calvo incipiente aún a sus escasos 34 años…y tenía una pequeña panza, la llamada “panza de la felicidad” que no viene del sexo, sino del bien comer y de una vida de oficina y de viajes constantes. Tampoco sabía lo que era el verdadero sexo y como tal pues nunca le enseño, ni mucho menos pretendió junto con su novia, ahora esposa aprender juntos…era muy respetuoso en la cama y eso si la halagaba a cada rato y le hacía regalos simbólicos porque sabía que de esa manera siempre podía tener contenta a su mujer…no le interesaban otras, sino más bien el manejo de sus empresas…incluso a sus hijos tampoco les dedicaba gran tiempo o importancia…solo le interesaba la imagen bonita que de ellos tenía la sociedad en que se desenvolvía..
Sus encuentros de novios se concretaban a besos muy cándidos, a masajes suaves casi tímidos en las nalgas y senos de la mujer, ya de casados casi siempre el encuentro duraba pocos minutos, sin que supiera se trataba de un eyaculador precoz…solo en una ocasión, que se había pasado un poco de tragos, logro que la rubia se excitará un poquito más, logrando sacarle pequeños gemidos que le dieron miedo bajándole de inmediato la briaga y detenerse, contenerse, en esa ocasión, tardo un poco más en masajear, acariciar, a veces rudo a veces tierno en las protuberancias perfectas de su mujer, le recorrió las piernas, el vientre, el nalgatorio, los senos a plenitud, con calma, pero en cuanto  su mujer empezó a convulsionarse, le dio miedo y se detuvo, penetrándola ipso facto para venirse después de unos cuatro o cinco empellones…en esa vez, la diosa rubia, sintió por primera vez en su vida lo más cercano que estuvo a un orgasmo, le gusto, pero al ver el miedo en los ojos de su marido se quedó con la idea de que eso no era adecuado, ni bueno…lo único cierto, es que de esa follada fugaz nació su hija…
Como Erika se movió con un círculo muy cerrado de amistades desde su niñez hasta la fecha, pues no tenía contacto con otras experiencias, en la Universidad a pesar de la diversidad de alumnos y compañeros, no se llevó en demasía, más que con sus compañeras. Además, Amanda siempre fue su amiga fiel y estudio lo mismo que ella, así que no la dejaba para que pudiera convivir con otros…su grupo de amigas es desde niñas.
Sus contactos actuales en gimnasio, clubes, Iglesia, escuela no dejaban de ser lo que las reglas sociales de civilidad permitían, era muy difícil acercarse, por ello ella lucia más bien como una reina nórdica.
Claro que había lobos hambrientos de carne humana cercanos a ella, mucho más cercanos de lo que ella misma se hubiera podido imaginar aún en sus más recónditos pensamientos, pero que por el momento y por no meterse en problemas sobre todo familiares y hasta económicos, no dejaban ver sus más oscuros propósitos, solo se contentaban con verla, con convivir con ella, con estar cerca de ella, verla sonreír de vez en vez y bailar de vez en vez con ella…claro, siempre el peligro está durmiendo cerca de ti…se trata de familiares políticos, de familiares de su esposo, quienes la deseaban, ¿quiénes? Poco a poco se irá explicando la vida de esta impresionante beldad, de esta amazona espacial.
¿Cómo era la vida de esta exquisitez de mujer? Pues era llevar y traer hijos, asistir a juntas escolares, ir al gimnasio del club todos los días, misa los domingos, daba tres veces a la semana clases de pintura y de diseño en una pequeña academia de lujo de la colonia a niños y niñas de sociedad…lo hacía más como pasatiempo que otra cosa…también cada semana asistía a diversas empresas de carácter social de su marido, suegro y de sus papás a ofrecer diversos tipos de servicio y ayuda, que veía como parte de su vida más que por una real necesidad de solidaridad con los demás, con los “otros”…así transcurría la vida de esta buenísima mujer, hasta que un viaje detonaría un proceso de aprendizaje que la llevaría a tomas de decisiones  que nunca pensó se tendrían que llevar a cabo en su cálida y tranquila vida.
Empecemos…
  1. 5.       El proceso de reaprendizaje en la vida de Erika
Carlos: Querida, creo que ahora si tendremos que ir a la reunión anual de generación, esta vez no podremos zafarnos … (y es que aunque salieron del Tec de Monterrey, no se llevaban con toda la generación, ya que es bien sabido que en dicha institución educativa también asisten y egresan jóvenes que no son necesariamente de su nivel, de su estrato social, ya que han algunos que son becados o apoyados con préstamos en su carrera y no todos son grandes empresarios, más bien existe de todo: ejecutivos, pequeños empresarios, empleados, y hasta algunos que no logran hacerla ya en la realidad)
Erika: ¿Por qué amor?
Carlos: Se trata de que me van a dar a un premio por ser el empresario del año, además de que será ahora en el DF donde afortunadamente se liga con un Congreso al que quiero asistir, así que estaremos cerca de semana y media en el DF…será en quince días
Erika: Bueno, a lo mejor ya nos hace falta ese tiempo para nosotros dos, ¿no crees, querido? Y a lo mejor mis amigas también podrían asistir, me voy a poner de acuerdo con ellas para los días en que estarás en tus conferencias….
Carlos: Así es…es un Congreso de negocios, no creo que te guste asistir, ¿verdad?
Erika: Claro, déjame ponerme de acuerdo con Amanda y las chicas…
Días después…
Erika: solo Amanda y Clara podrán asistir y solo a los festejos de la generación, después se tienen que regresar a Monterrey, que lastima, ya teníamos planes para ir de compras y a turistear por ahí…está el Concierto de Luis Miguel en el Auditorio Nacional…no me gustaría ir sola, ¿me acompañas?
Carlos: Veremos, tengo la agenda muy apretada, que lastima, pero así podrías estar solita y hacer lo que quisieras…a lo mejor te está muy bien, unos días sin hacer nada en concreto, sin plan alguno…
Ya en el festejo de la generación 1998- 2002 del Tec de Monterrey de todos sus campus a lo largo y ancho de México en un prestigioso y lujoso hotel de la mejor zona del DF con cerca de doscientos hombres y mujeres de alrededor de 32 a 36 años con cierto y relativo éxito en sus vidas convivían en la comida de cierre del evento, Erika (su marido no podía estar ya que estaba en otro hotel en una reunión de negocios con otros empresarios del DF), Amanda, Clara y a invitación de esta última un matrimonio muy divertido. La mujer de nombre Elsa era Arquitecta, habiendo tomado algunas clases con Clarita…si eran amigas de esa época, aunque ahora ya no convivían para nada, si estaban recordando viejos momentos… era oriunda de Villahermosa, Tabasco. Su marido, Ricardo era Licenciado en Administración de Empresas, de Córdoba, Veracruz…Ambos vivían en la ciudad de Veracruz, en donde tenían un pequeño negocio…él era ejecutivo importante de Ventas de una empresa de dulces y ella daba clases a nivel universitario. Tenían dos hijos, y como buenos sureños, eran más liberales, más divertidos, menos serios, menos “intensos” que los del norte (esto no es un prototipo o perfil generalizado, más bien es un patrón cultural que más o menos se da entre Norte y Sur en México, no es bueno ni malo, simplemente existen diferencias que si no se acentúan no se perciben o causan ningún mal a nadie).
La principal diferencia entre este matrimonio y las otras mujeres…es que ellos eran morenos, siendo ella ya casi una morena oscura como buena tabasqueña…Ella es más baja, 1.68 mts., él de 1.74 mts. Ella muy pero muy exuberante de curvas, de una cara muy tropical, casi de rasgos similares a los de las brasileñas…muy bella, en su peculiar estilo, pensaba la rubia y divertida Erika, que se maravillaba de como un matrimonio de su edad pudiera llevarse tan bien, tan natural, sin estiramientos que se daban con sus conocidos.
Él muy atlético, pero muy natural, en su ciudad se da mucho el que los hombres se llenan de bolas enormes exagerando sus músculos, cosa que para nada gustaba a la bella rubia…su cara aunque no fea, no le agradaba, ya que ella estaba acostumbrada a otro tipo de rostro, pero no podía dejar de reconocer que el hombre que alegremente albureaba (término que después entendería Erika, ya que en algunas ocasiones no sabía de qué se reían y tuvieron que explicárselo y fue cuando comprendió) hasta a su mujer, tenía muy buen cuerpo. Vale explicar que la rubia por su inclinación al diseño y a lo estético, a lo bello, si reconocía cuando alguien era bien parecido…este no lo era, pero su cuerpo sí…En Monterrey quien tenía buen tipo, tenía una alta probabilidad de ser gay, ya que si algo tenía la capital de los negocios es una clasificación masculina más o menos en esta proporción, según había leído en alguna ocasión en un artículo de una revista de circulación local: 80 % de los hombres jóvenes en edad de casarse son gays, del 20 % restante, 15 % tienen sobrepeso, otro 5 % se mete anabólicos para parecer fisicoculturista y el otro 5 % es indefinido….Y ya en el total de los masculinos la cifra de homosexuales alcanza hasta un 45 %, lo que deja un 55 % de los cuales casi el 70 % son obesos…es decir, es la capital de los gordos, es la reina de las operaciones para disminuirlo, es la reina de las aseguradoras ya que los ejecutivos y empresarios tienen que operarse para poder dar el peso que exigen dichas empresas para poder hacer válidas las pólizas de seguros, jajaja
Eso a Erika le chocaba de su ciudad, la ciudad de mayor consumo de refresco y de comida chatarra, la primera en obesidad infantil…por eso, ella era muy cuidadosa con su cuerpo…eso pensaba la rubia distanciando otra vez de la conversación…cuando
Elsa: Pues Ricardo y yo vamos mañana a ver al tal Luis Miguel…ya ven es de nuestra época, jajaja que lástima que mañana te vas temprano Clarita…
Erika que si había comprado un par de boletos con la esperanza de asistir con su marido, se apresto y se apuntó para ir con el matrimonio al evento, ya que en definitiva Carlos, su esposo no podría ir…
Ricardo: Pues ya está, mañana te esperamos en el lobby desde temprano ya que tenemos todo un tour por la ciudad…
Así transcurrió la velada, Amanda se tuvo que disculpar ya que empezó a sentirse un tanto mal, quedándose Clara, Elsa y su marido Ricardo y nuestra belleza, por lo que los comentarios subidos de tono entre Clara y Elsa empezaron a correr…nunca en su vida, por increíble que parezca Erika había escuchado una conversación tan larga de contenido sexual y al no tener apoyos en otros iguales a ella, no le quedó más que escuchar todo, varias cosas no las entendía y mucho menos entendía cómo es que se reían con tantas ganas, también le gusto como bailaron la pareja de sureños, se veían tan felices, tan espontáneos, tan naturales…no sabía cómo explicarlo…también se maravilló como Clara se estaba ligando a un hombre que estaba solo en la mesa cercana y como en el baile ya de plano se abrazaban con todo…riéndose y murmurando entre sí..de verdad que Clara no se mide, pensaba y que diría Cesar, su esposo si supiera que su mujer era toda una vampiresa…A Erika, la sacaron a bailar, pero con ninguno bailo, porque no quería dar pie a murmuraciones a sus nuevos conocidos.
Ya en su cuarto, Erika pensaba que sería raro convivir con sus nuevos conocidos ya que eran de otro mundo, muy diferentes a ella, cuando se percató de que no había traído una crema limpiadora extra y no se había dado cuenta de que la que usaba ya se terminaba. Carlos le había hablado de que la reunión todavía estaba como para dos horas más y que ya no lo esperara, que descansará…Bueno, iré a ver a Clara a sus cuarto para que me preste su crema, se dijo a sí misma la beldad, sin saber que presenciaría una de las escenas que más la marcarían de allí en adelante en un nuevo camino sin retorno alguno ya.
Toc, toc, toc tocaba la rubia en el cuarto de su amiga Clara sin recibir respuesta alguna y es que eran un toques muy discretos, como no queriendo molestar, cuando la mujer se sobresaltó al empezar a escuchar con bastante claridad unos gemidos que le pusieron la piel de gallina, empujo levemente la puerta y oh…esta se abrió…hay un pequeño recibidor en estos lujosos cuartos que dan un pequeño espacio entre la puerta de acceso, la del baño y el cuarto mismo, por lo que los sonidos, gemidos y palabras ya fueron bastante evidentes y claros para la hermosa mujer como para dejarla paralizada haciéndola retroceder antes de entrar a la estancia propia del cuarto, su primer intención fue salirse de inmediato, pero pensó que si se salía rápido tal vez se dieran cuenta y la pena no la hubiera podido aguantarse, por lo que no le quedó otra que quedarse sin asomarse a la recamara para escuchar en toda plenitud:
Papiii…dale fuerte, asíiii, asiiii que ricccoooo…
Nadie contesto ante esos gemidos de espanto que emitía su amiga Clara, solo se escuchaba una especie de glog, glog, glog….
La curiosidad se despertó en la rubia y es que ni siquiera en películas se había acercado este mujerón de 32 años a vivir esta experiencia totalmente desconocida, totalmente nueva…se asomó para ver como una fuerte espalda morena se veía con las dos piernas blancas y bellísimas de su amiga sobre sus hombros, de hecho solo veía los pies de Clara, estando oculta la cabeza del hombre en la entrepierna de la mujer y haciendo ese ruido tan raro de glog, glog, glog y los gemiditos que emitía la mujer…¿Qué era eso?, ¿que veía? El hombre estaba tal vez besando con su boca las partes de su amiga…que asco, pensó, ella no sabía que eso pudiera pasar….lo que si la inquietaba es que su amiga parecía estar gozando mucho ya que alcanza a decir entre gemido y gemido…riccooo, commeemmee, mi machoooo, mi hombreeee..ahiiiiii, asiiii, seguiiiii sin llegar a terminar exhalar muy fuerte y sacudirse como convulsionándose….ayyyyyyy
Erika volvió a retroceder toda asustada, cuando de pronto escucho la voz del hombre que reconoció era la del tipo con la que Clara había estado bailando en la velada, supo que era un tipo casado del mismo DF que asistió sin pareja al evento y que al parecer era abogado de la misma generación (aunque ella nunca se acordó de haberlo visto o conocido, y como no, si su círculo de amigos era muy cerrado y no prestaba atención en los demás, en los “otros”), porque por momentos el susodicho se había sentado en su mesa…
Ahora si putita….a mamar verga que es a lo que venías, ¿verdad zorrita?
Volvió a asomarse para ver al tipo totalmente desnudo y con un cuerpo moreno ya brilloso por el sudor que resaltaba sin duda el trabajo de gimnasio que hacía, no era exagerado, al contrario era armonioso, atlético, no pudo dejar de abrir los ojos la rubia al ver la parte masculina del hombre ya que tenía claramente un pene mucho más largo y grueso que el de su marido y como su amiga también casi en cueros, solo tenía un liguero y una pequeña tanga que se veía toda desmadejada ya, sin estar en su lugar, como que la habían estirado rompiendo su elástico hincada empezando a besar ese aparato reproductor del hombre…quedo paralizada, nunca en su vida había visto algo semejante…el hombre empezó a hacer una caras de gozo, luego como de sufrimiento, luego como que se reía y también emitía pequeños gemidos, aunque ciertamente muy masculinos….vio cómo su amiga totalmente arrodillada ante el hombre empezaba a meter y sacar con cierto ritmo agarrando con sus manos los costados de la cadera del hombre y empezando incluso a amasar y masajear el cuerpo del mismo, alternando el costado con incluso las nalgas del hombre que no dejaba de decir: asssíi….ahiii reiniitta….no sabes cuantas   me hiceee de joveeen en el Tecc,,,,te teníiaaa unas ganassss,,,pinchheee putitita…estas biennn buennaaa…
A lo que en un momento, Clara se detuvo y hablándole con una calma pasmosa al hombre decirle, pues aquí me tienes, nunca es tarde para ponerse al corriente, aprovechemos esta noche, con una voz y tono que no le reconoció a su amiga….continuando con la actividad de succionar, chupar, no supo definir la hermosa voyeur (después aprendería que eso era una felación).
Casi a punto de desmayar, la rubia Erika se volvió a colocar en el pasillo-recibidor para decidir que tendría que hacer para salir de esta horrible situación, cuando volvió a escuchar ahora otro nuevo ruido…la cama empezó a hacer un pequeño ruidito como si la estuvieran moviendo de su lugar…
Hummmm, hummm, humm empezó a escucharse, el ruidito empezó a despertar otra vez la natural curiosidad de toda hembra, para volverse a asomar al cuarto y ver como ahora la rubia estaba colocada sobre la cama en una de sus orillas con sus dos brazos estirados sobre la misma y las piernas abiertas  y el hombre por atrás de ella empujándole su pene…como si fueran perros, solo que ella en la cama y él de pie…ella ya había visto que los perros hacen el sexo de esa manera, pero nunca hubiera creído que las personas lo hacían así…ya que ella no lo hacía de esa manera con su Carlos.
Ahiiii. Ahiii , ayyyyy escuchaba que su amiga emitía y veía como sus senos se movían al ritmo que el hombre imprimía en sus embistes…no dejo de reconocer que su amiga tenía un muy buen cuerpo, muy trabajado, muy blanco y que contrastaba con el moreno del hombre que le estaba haciendo el amor…¿amor? Pensó la mujer, ese hombre no es su marido, lo acaba de conocer, al parecer se conocían de la Universidad, pero como era posible que hiciera esto…
Dioosss que gozooooo, estooo es cogeeer y no chingaderas, se asustó la  niña-mujer inocente de Erika, que en una sola exhibición real estaba viviendo hasta ahora algo desconocido para ella
Se asustó aún más cuando el hombre se detuvo para subirse a la cama y darle una vuelta completa a la mujer para acostarse él y subirse encima a su amiga con una agilidad y rapidez pasmosa, para decirle: a cabalgar se ha dicho, potranquita norteña….a lo que su amiga con una de sus manos agarrar el pene del hombre e introducírselo en la punta de la vagina dándose un sentón ella misma, exhalando ajuaaa….este si es un potro…ahhhhh, mi potrrorooo rabiosososoo….ahiiii….y empezar a moverse como una licuadora sobre del hombre
Duraron así un rato largo, mucho más largo que lo que ella con su marido Carlos empleaba para estos actos…De pronto, su amiga se viró para quedar sobre el hombre pero ahora dándole la espalda y seguirse moviendo a un ritmo acelerado, en esta posición Erika pudo ver el rostro todo desmadejado de su amiga, pero evidentemente un rostro lleno de felicidad…Así mismo, la joven casada empezó a sentir mucho calor en su cuerpo, los senos se le habían erectado sin siquiera haberse tocado, sintió cosquillas en su entrepierna y en un momento fugaz se dijo a si misma:¡Que se sentirá estar así? Mi amiga se ve muy feliz…y yo siento ahora muchas cosas raras en mí…
….ahhhh alcanzo a decir la pecadora infiel…..y empezó un movimiento frenético hasta que el hombre exhalando…ahiii te voyyyy…ahiiiii con lo que la amiga también gimió más y más cayendo sobre el varón, para voltearse a  abrazarse a su amante recostando su cabeza en el pecho de él y aparentemente dormidos lo que hizo que Erika decidiera ya salir de ese cuarto de pecadores infieles…para irse casi corriendo a su cuarto, donde su marido aún no llegaba…vio el reloj abriendo más los ojos para calcular que el sexo que su amiga había estado haciendo había durado cerca de la hora, no pudiendo evitar comparar que con su esposo eso duraba cerca de diez minutos…se acostó de inmediato para tratar de calmarse por lo que había visto y escuchado…
Fue una noche muy intranquila, sintió a su marido llegar tal y como había dicho en un lapso de dos horas desde que le había hablado antes de ir al cuarto de Clara.
Al día siguiente, su marido a su Congreso, sus amigas Amanda y Clara desde más temprano ya se habían trasladado al aeropuerto…y ella esperando en el lobby a la pareja de Ricardo y Elsa…le habían comentado que en el día se vistiera cómoda ya que caminarían bastante, por lo que se había vestido con un pantalón de mezclilla corte clásico, ya que no le agradaban los que se ponían a la cintura por considerarlos incomodos y muy pecaminosos, por lo que el pantalón cubría por completo su maravilloso nalgatorio, pero sin dejar de resaltarlo, de dejarlo expuesto y atractivo, ya que se puso una blusa ligera también de mezclilla, pero más ligera y metida en el pantalón por lo que su cinturita, sus nalgas y portentosas piernas lucían en todo su esplendor, en las manos llevaba colgada un pequeño bolso en donde tenía una chamarra ligera…el pelo se lo había recogido en una coqueta melena, por lo que realmente lucía mucho más joven, casi no tenía maquillaje, ya que no lo requería, sus gafas de sol no podían faltar y ocultaban las pequeñas ojeras que si se le habían formado ya que no había podido dormir después de los cerca de 60 minutos que estuvo en el cuarto de Clara…uff…mi amiga es tremenda, pero se ve que gozaba como un animal, pensaba la rubia cuando vio llegar muy abrazados y sonrientes a sus nuevos compañeros de un nuevo día en su vida…día que tampoco podría olvidar en mucho tiempo…
Elsa: ahora si amigocha…a vivir un poco, a darse un “baño de pueblo”…jajajaja
Erika no entendió esto último pero estaba decidida a pasársela bien con ellos para olvidar el trauma de la noche anterior.
Lo primero que hicieron fue salir a caminar por la calle Reforma y desayunar al aire libre en una de las callecitas cercanas a esta gran avenida en un puesto de comida informal, cosa que por primera vez hacía en su vida la bella casada sola…se dijo la rubia: otra primera vez, ohhh diosss que más me puede pasar hoy….no dejando de ver las miradas muy distintas que le lanzaban los hombres que estaban en el puesto, miradas que no veía en sus ocasionales encuentros con otros hombres como maestros, directores de escuela, o en su academia, en donde los dos que había de plano eran gays declarados. Si acaso en ocasiones, se decía se lo había descubierto a su suegro, el poderosos y omiprescente Don José, el papa de su Carlos…y al Tío Alberto…hermano de la mama de su marido…miradas que en su momento atribuyo a que como todo hombre sabía les gustaba su belleza, que a cada rato le recordaban todos, sobre todo su mismo esposo, que siempre le andaba halagando.
Después  la sorprendieron diciéndolo que subirían al metro de la ciudad, transporte que ni de chiste Erika había abordado ahí en el DF o en el de Monterrey…como ellos estaban en pareja no se quisieron separar en los vagones en donde separan a hombres y mujeres, decidiéndose subir al de hombres (es bien sabido que en las principales estaciones del metro de la ciudad de México separan a hombres y mujeres para evitar los posibles manoseos y molestias sobre todo de varones a las féminas). Además a esa hora en esa estación no había casi usuarios. Dicho y hecho, se subieron, ella se sentía totalmente fuera de lugar…observaba a los pocos que había y solo veía rostros cansados, algunos durmiendo, rostros que no se atrevían a mirar directamente a los ojos…por otro lado, la pareja de compañeros parecía estar en lo suyo, como si estuvieran de novios, es más eso parecían, un par de novios y una pareja de casados ya con tiempo y con dos hijos…siempre se estaban abrazando y besando, en más de una ocasión pillo como él le daba una nalgada a ella o como esta de plano también le sobaba el trasero a su marido. Ni en los más remotos pensamientos, ella hubiera tenido ese comportamiento con su esposo Carlos.
La incomodidad fue cuando en dos estaciones más, el vagón se llenó a la exageración…y todos en su mayoría eran hombres, identifico de inmediato  a dos gays que por su escultural figura y exagerado trasero, aunque realmente bien puesto, no pudo dejar de reconocer.. Le llamo la atención una jovencita que también entro, era blanca sin llegar a ser rubia, evidentemente el pelo lo tenía tiñado de ese color, tenía una minifalda de mezclilla que resaltaba unas bonitas piernas y un buen trasero. También ingreso una mujer muy maquillada y con curvas muy pronunciadas…se ve que fue bella, ahora era evidente su madurez, traía un vestido un poco arriba de la rodilla muy entallado y con un escote muy pronunciado…también vio como acto seguido dos hombres se colocaron de inmediato atrás de dichas mujeres que estaban separadas entre sí para empezar a moverse rítmicamente pero lento sin que fuera evidente para otros que se estaban restregando sobre los nalgatorios de las mujeres que evidentemente se empezaban también a repegar, eso mismo lo vio con los dos gays cuando vio que otros dos hombres se ponían atrás de ellos para empezar a simular lo que la noche anterior vio entre el hombre abogado y Clara, es decir, como si estuvieran cogiéndose unos perros. La mujer después supo que eso se llamaba “perreo”. Todo esto lo podía ver ya que ella era más alta que la mayoría de los presentes. Sus amigos se colocaron delante de ella, aunque un hombre se interpuso entre la espalda de Ricardo que también empezó hacer lo mismo con Elsa, por lo que está por ser  chaparrita y estar de espaldas a ella no la podía ver a ella, mucho menos Ricardo que solo atino a medio voltear para decirle que faltaban como cinco estaciones para llegar a su destino, que no era otro que el Palacio de Bellas Artes. Que él le avisaría cuando bajar por lo que a la rubia no le quedo más que volver a ver como ellos, la pareja de gays, la joven y la madura empezaron un sutil meneo y alcanzo a ver rostros de felicidad y gozo como los que Clara tenía la noche anterior.
En eso estaba, cuando sintió como el hombre de enfrente se aplasto contra ella…como era más bajo podía casi sentir el aliento de su boca por encima de sus senos, situación que le incomodo por lo que en un acto reflejo hacerse hacia atrás y sentir como su nalgatorio se enterraba sin querer en las ingles de otro hombre que estaba detrás de ella y que poco a poco ya pensaba empezar a puntear las mejores y más grandes nalgas que había visto en su vida entera…este hombre era casi de la misma estatura que el de la rubia por lo que el encuentro entre verga ya totalmente parada y ranura de nalgas fue totalmente válido, totalmente exacto, como si se estuvieran esperando de toda la vida. La rubia casi brinca al sentir en su trasero con plena conciencia un pene muy duro y grande, nunca su marido le había pedido o insinuado siquiera poner su aparato en esa parte de su anatomía…lo sintió totalmente, sintió como se acomodaba en su trasero, como se aplastaba en sus nalgas que por ser grandes y muy paradas acojinaron y de alguna manera acogieron el miembro masculino, es más hasta sintió como palpitaba, del susto solo atino a exhalar un ayyyy…que le arranco una malévola sonrisa al puntillador de atrás, la rubia se hecho rápidamente para adelante para ver como la cara del otro sujeto casi se entierra en la canalura de sus pechos…el puntillador de adelante ya había visto que había otro sujeto dándole un perreo al mujerón que le puso por suerte Diosito en su trayecto diario a vender al centro de la ciudad sus humildes productos…era un vendedor de chucherías cualquiera, por lo que sin reparo alguno poso sus labios sobre la textura de la camisola de mezclilla y de plano se empujó hacia adelante…el de atrás al ver que la rubia había gemido interpreto que era una de esas busconas que le encanta subirse al metro a buscar que las cachondeen, que las manoseen, que las calienten, así que con valentía inusitada se restregó por completo flexionando sus piernas para impulsar su verga que sintió coincidía exactamente con las nalgas de esa diosa caída del cielo…Gracias virgencita pensaba el individuo que en su trinche vida había tenido ante si unas nalgas tan divinas como estas, empezando así un empuje fuerte y vigoroso por dos desconocidos a la portentosa rubia que ya sonrojada ante la situación no sabía si gritar y pedir auxilio a sus amigos que veía estaban en lo suyo…
La hermosa hembra pensaba que si gritaba se armaría un escándalo de primera, que todos se burlarían de ella, ya que prácticamente se percató de que otros hombres se estaban dando un agasajo visual con las arrimadas a ella misma y a los gays, sus amigos, y las otras dos mujeres, casi todos los que estaban en el vagón eran conscientes de lo que estaba pasando, pudo ver como un joven desaliñado veía con enorme satisfacción como los otros hombres la estaban empujando entre sí…sin más decidió guardar silencio y agachar su cabeza para dejar que esto ya terminara…paso una estación larga, oscura, como de cinco minutos en donde los besos sutiles del hombre de enfrente a parte de sus senos eran más que claros, sentía además el pene también grande y durísimo del sujeto en sus muslos que el mencionado se alternaba para acariciarlos por encima de la ropa con su aparato. También, sentía como el pene del de atrás estaba ya encajado entre sus nalgas haciendo un movimiento oscilatorio de atrás hacia adelante, de un lado a otro…inició otra estación como de otros cinco minutos para de pronto detenerse por completo y estar a oscuras (esto es común en algunas partes del metro del DF), con lo cual sintió como de plano el hombre de atrás con sus dos manos empezaba a masajear, a palpar, a acariciar y toquetear sus nalgas, sus piernas, su cintura….empezó despacio, como pidiendo permiso, al ver que la rubia solo tenía la cabeza agachada pensó que era un consentimiento a sus avances, de pronto el joven de al lado también con una de sus manos empezó a rozar sus manos, él si más tímidamente…el de adelante al ver esto, también inició un manoseo con sus dos manos a la cintura y nalgas de la joven hembra…parecía que los tres hombres se coordinaban, se ponían de acuerdo para no tener sus manos juntas o estorbarse…la mujer pensó que solo sus masajistas (una mujer muy grande y un gay muy suave) habían tocado así su cuerpo, ni su marido, solo en esa ocasión en que empezó a sentir un hormigueo, un calor raro que le recorría el cuerpo al tener un poco más de tiempo de preámbulo, antes de penetrarla…situación que empezaba a sentir…al ser un toqueteo no tan exagerado para guardar las apariencias, esa situación de suavidad, le empezaron a ser gratificantes, al grado que con los ojos semi cerrados no pudo evitar exhalar el gemido más sensual, más erótico que los tres pobres infelices habían escuchado en sus vidas, a ella le pareció como un desahogo ante tantas experiencias y esta situación tan anormal en su vida, a ellos fue una invitación a  continuar con el magreo, siguieron y siguieron, aun cuando el vagón volvió a iniciar su trayectoria, paso otra estación, la mujer alcanzo a calcular que llevaban así como veinte minutos, alzando su rostro para con una sorpresa inaudita ver como los dos gays tenían bajado sus pantalones apenas cubriendo con manos de los sujetos que los punteaban y de ellos mismos las partes de carne humana que dejaban ver dos glúteos más parecidos a los de una mujer que a los de un varón, también vio que la joven de mezclilla y la otra mujer dejaban ver parte de sus nalgas, con sus respectivas prendas subidas a la cintura, era ¡evidente, se las estaban cogiendo ahí mismo! Diosss, no pudo dejar de mencionar, con lo que ya liberadas las barreras de los hombres de delante y del de  detrás empezaron a meter su  mano en su entrepierna de manera alternada, casi se cae, si no es porque los mismos hombres la detenían al tenerla prácticamente empalada, como si fuera el relleno de un sándwich…ante este nuevo ataque, la rubia sintió un escalofrío que la recorrió por completo, ya llevaba así cerca de media hora, diooss que calor sentía la hembra, sin querer pretenderlo, como en un acto natural este bello ejemplar femenino empezó a moverse al compás de sus agresores, su mente ágil e inteligente no podía evitar a que su cuerpo entero empezará a sudar finamente, a ponerse con la carne chinita, chinita, a que empezará a temblar sin control alguno y lo peor, oh diosss a moverse al ritmo de la fenomenal metida de mano y sobajeo a sus nalgas, piernas, senos, entrepierna ya al 100 % de los dos hombres de cuyos nombres desconocía y que al de frente ni siquiera se atrevía a mirar hacia abajo, alcanzo a escuchar a Ricardo que le casi grito: ¡ Faltan dos estaciones más!, mensaje que fue captado de inmediato por los astutos y sagaces varones que redoblaron el magreo, la mujer ya no pensaba , ya se meneaba al ritmo que le dictaban los hombres, sentía a plenitud las vergas de los mismos y en un acto que la sorprendió a ella misma, con una de sus bellas y cuidadas manos, la izquierda atrapo el miembro del chico que al lado también la manoseaba sintiendo un largo, aunque delgado aparato masculino, aunque mucho más largo y ancho que el de su esposo, se viro para ver al joven y este solo alcanzo a sonreírle como agradecido con un ojos que se clavaron en la mente de la fémina, el meneo de los cuatro continuo, se llegó a una estación en donde más gente subía y bajaba…ufff…ya solo falta una más para acabar esto, exhalando un sensual gemido..humm, que prendió a los tres hombres que continuaron con su ardua y sencilla tarea, al grado que el primero en estallar y hacer sentir su humedad a través de la tela delgada del pants que llevaba fue el joven que Erika de inmediato sintió en su mano izquierda, después el hombre de enfrente se paró casi de puntas para venirse convulsionando y ya prácticamente abrazado por las nalgas de la portentosa diosa rubia con la cual se perreo, la rubia sintió como el miembro palpitaba haciéndose como más duro y más grande, claro que lo sintió en uno de sus exquisitos muslos, finalmente  el de atrás apuro los movimientos de restregarse en el nalgatorio y la rubia paraba más su culo apoyándose para ello en los fuertes antebrazos de su agresor delantero al cual por primera vez, descubriendo un rostro de rasgos claramente indígenas con arrugas notorias en la frente pero con unos ojos de gratitud que nunca había visto en su vida, al tiempo que sentía en su parte trasera como ese pene le palpitaba haciendo que su orificio anal palpitará de una forma que no conocía en su cuerpo y que ya el hormigueo, el calor, el sudor ya notorio en su frente le inundarán de una sensación en todo el cuerpo como de liberación, sobre todo en su vagina que también palpitaba, sentía algo dentro de ella, algo duro que le hizo reprimir ya un gemido más notorio, sintiendo que estallaba algo dentro de ella, dejándole una sensación super agradable, se sintió relajada, feliz, plena al tiempo que el de atrás la puntillaba más fuerte y también sentía como se agrandaba como lanzando algunos latigazos que sintió como pequeños picazones similares a los de las agujas de acupuntura que luego utilizaba en sus múltiples tratamientos de cuidado.
Ahí en el vagón de un metro de la ciudad de México a manos de tres desconocidos que nunca volvería a ver seguramente en su acomodada vida había tenido el primer orgasmo (aunque no el último) de sus 32 años…fue una sensación nueva e increíble…solo se necesitó cerca de 40 minutos para tener una sensación mucho mejor a hacer ejercicio que era lo que más se le acercaba a ello y sin tener sexo en realidad. La rubia estaba maravillada.
Se llegó al final de la estación en donde bajarían, en ese instante casi brinco de su posición para alcanzar la salida no sin antes voltear para ver que su agresor trasero era un hombre casi de su estatura con el pelo gris, de un rostro moreno también de rasgos indígenas que sonriendo le lanzo un beso con sus labios no pudiendo ver los ojos extasiados del hombre  y sin dejar de escuchar como una señora sentada en unos de los asientos cercanos al espacio del magreo alcanzaba a decirle en voz baja: Pinche putita que buen faje te pusieron esos pinches cabrones, jajaja se ve que te encarga la verga mijita…pues gózale mientras puedas, eso es vida mijita no como un regaño sino al contrario guiñarle sonriéndole de que eso estaba bien….¡Vieja caliente y alcahuete, pensó asustada la rubia! Que se llegó a la salida para alcanzar a sus compañeros de día.
Las primeras dos horas siguientes fueron normales para la rubia ya que visitaron el Palacio de Bellas Artes y un museo cercano, aunque no pudo evitar estar como apenada y otra vez distante con la pareja de acaramelados sureños. En un momento Elsa solicito ir al baño del museo en que estaban, a lo cual se quedó un rato a solas con el hombre Ricardo que empezó a mirarla con atención para decirle: ¡Pues yo también tengo ganas de ir al baño, así que si me disculpas!, quedándose así a solas otro rato…se empezó a extrañar de que no llegarán sus nuevos conocidos cuando decidió ir al baño de mujeres a buscar a Elsa…entró y no vio a nadie, pero sí pudo escuchar con claridad la voz de Elsa que decía: Ricardooo…estas como burro en primavera…lo de ayer no fue suficiente…so cabrocinto..a lo que Ricardo decía: ¡Sabes que me tienes loquito, estas bien buena cabrona…ya quiero que llegue la noche para volverte a dar otras cogidas como bien te mereces!…a lo que su esposa respondió: claro amorcito…claro, para que quiero carne, si tengo la carnicería completa en casa, ya vez la puta de Clara aventándote los canes y al que se dejara, de seguro se cogió al tipo con el que estuvo bailando…Seguramente así fue, pero ya sabes mientras yo te cumpla y sea tu señor en la cama, no tienes porqué andar de buscona por ahí.. aquí tienes macho pa toda la vida, mi negra santa….dejándose oír unos sonidos que evidenciaban que se estaban besando con todo….
La rubia sonriendo salió discretamente del baño pensando que esa pareja era el ideal de pareja ya que al parecer se entendían en todos los terrenos, cosa que ella empezaba a descubrir desconocía ya que el tema del sexo era un tema muy superficial, ,muy ligero en su vida marital, de hecho en su vida misma.
La siguiente hora fue otro rompimiento en los paradigmas de la casada apetecible, ya que ellos la invitaron a un centro de comercios pequeños que indudablemente eran de  “piratería” cercano al Palacio de Bellas Artes en donde le explicaron comprarían unas películas eróticas que le recomendaban para alentar la vida marital y que era difícil encontrar en internet o a precios que ellos no estaban dispuestos a pagar, ya que su pequeño negocio y las deudas típicas de la clase media alta como casa, colegiaturas, seguros y pequeñas diversiones no permiten ese tipo de inversiones y gastos. Su sorpresa fue por la compra ilegal de productos piratas y por la compra en sí de películas que en su vida había soñado acercarse a ver…ella, por no querer quedar mal y por un interés compro “La dama del autobús” de la afamada actriz brasileña Sonia Braga que fue la que le llamó la atención de un conjunto como de cerca de 30 películas.
Comieron en un buen restaurante, regresaron al hotel ya en taxi a cambiarse para prepararse al concierto de la noche. El concierto estuvo sensacional…el cantante prendía a las mujeres con sus frenéticos movimientos y la rubia no entendía como algunas de ellas parecían estar extasiadas con ello. El regreso ya fue normal, se despidió de sus amigos que le cayeron tan bien, sobre todo, porque el tal Ricardo nunca se le insinúo, ni le lanzaba miradas que ya descubría la mayoría de los hombres le hacía, era como si le hubieran quitado de sus ojos esas eternas gafas de sol que tenía o una venda. Ellos ya se regresaban a su ciudad y ella tendría otros dos días para ella sola, ya que Carlos todavía seguía en su Congreso.
Al día siguiente, martes, su día empezó con dos horas de estudio en internet del tema sexual. La noche anterior se dijo a sí misma la rubia que no era posible que estuviera a ciegas en el tema. Intento tener sexo con su marido sin tener éxito ya que el hombre no quiso alegando que estaba muy cansado. Reaprendió términos vistos desde la preparatoria, pero como en esa época todavía se manejaban con poca profundidad no les había hecho mucho caso al no tener interés alguno en ello. Recordemos que esta mujer es muy intensa en lo que hace y que cuando se decide a estudiar algo, lo hace a fondo…así que se quedó en su cuarto a analizar el tema…después vio la película de la Braga que le causo una fuerte impresión de como la protagonista se buscaba los hombres para que la satisfacieran. De alguna manera ella vivió algo parecido en el metro.
Por la tarde siguió su exploración en internet el cual manejaba a la perfección, llegando en una de sus lecturas a la página de “todorelatos” en donde descubrió los diversos géneros de sexo, llamándole la atención la sección de heterosexual y de infidelidad. Se leyó bastantes relatos (ya que tenía una habilidad para leer bien y rápido, su estándar era de 3 o 4 libros por semana, aunque siempre de otros géneros)…le llamaron la atención despertando su deseo sexual los relatos de Gabriela escritos por Ragnas1 y la continuación de Rayo Mc Stone, también el de Una Familia Decente de Roger David ya que eran situaciones de alguna manera parecidas a la que ella empezaba a descubrir. Fue un día intenso, solo se detuvo para comer en el mismo cuarto.
En la noche volvió a intentar tener sexo con su amado Carlos, quería poner en práctica algo de lo estudiado. No pensaba serle infiel, ni andar buscando hombres por ahí…eso lo tenía super claro más bien pensaba que con sus artes y con lo analizado podría llevar a su esposo por el camino de la sexualidad bien practicada. De cierta forma quería parecerse a Elsa y Ricardo…desafortunadamente, solo logro que Carlos le dijera: Guuauu que bien te ves en ese conjunto, ¿es nuevo? Erika solo bajo a la recepción a la tienda de regalos a comprarse un conjunto un tanto discreto pero diferente a los que usaba para ver si así despertaba algo más en el esposo. No se frustro, hace falta mucho más para que la mujer se dé por vencida, pensó que le faltaba analizar más el tema.
El día siguiente, miércoles sería el último completo en el DF, ya que el jueves marcharían temprano a Monterrey…así que decidió que se auto exploraría ella misma en la soledad de su habitación…le impresiono la escena narrada por Roger David en el primer capítulo de Una Familia Decente en donde la protagonista iniciaba su aprendizaje sexual al masturbarse de una manera natural.
Después de estar una hora en el gimnasio del Hotel, se dispuso a su primera masturbación, dios, a sus 32 años en la habitación. Se bañó lentamente, haciendo énfasis en la limpieza de su vagina y de su orificio anal…se introdujo sus finos dedos empezando a friccionarse en su clítoris que fácilmente detecto donde y cual era…el toqueteo fue como una descarga eléctrica que casi hace que se resbale de la regadera…por lo cual así húmeda como estaba se sentó en la taza del baño estirando sus largas y bellísimas piernas haciéndose un toqueteo y un friccionamiento más intenso…se escuchó lanzar gemidos, que decir, casi bramidos que una nueva voz ronca que nunca se había percatado a si misma podría llegar a tener…con su otra mano se pellizcaba suavemente sus senos en sus aureolas rosaditas…así estuvo con los ojos semi cerrados y gimiendo como vio hacían las actrices de los videos sexuales que había visto en su PC el día anterior, hasta que todo su cuerpo se estiro cuan largo era para emitir un gemido animal…ayyyyy….y ver como salían fluídos abundantes de su vagina…había descubierto por sí misma como masturbarse, había tenido así su segundo orgasmo…
Se vio al espejo, era otra mujer, se había comprado una falda corta que sin llegar a ser minifalda si descubría parte de sus piernas de portento, unas sandalias deportivas y una blusa tipo polo, claro de marca…todo el conjunto era de Chemise Lacoste y se lo había comprado en una de las boutiques cercanas al hotel…había decidido ver su poder sexual volviendo al metro de la ciudad de México y al centro en donde estuvo con sus amigos del Sur…su decisión era indudable, quería saber más, quería poner en práctica cosas estudiadas…quería vivir…quería saber, aprender y ver su grado de control…tenía claro que no se metería con nadie…le escandalizaban las historias en donde la protagonista fácilmente caía en manos de otro (s) hombre (s)…ella conquistaría a su hombre y le enseñaría que era una mujer en toda la extensión de la palabra…tomando su bolso se apresto a salir a conquistar el monstruo de ciudad que era la ciudad de México…
¡Hombres allá va una mujer que nunca tendrán…una real hembra…pensó audazmente la rubia ya dirigiéndose al elevador del Hotel…!
Continuará…
 
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Relato erótico: “La difícil decisión de la rica Erika Garza de Treviño 3” (POR RAYO MC STONE)

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Parte 3.
¿Qué va ser de mi vida? ¿Dios, ayúdame? Rogaba Erika.
Erika intento que su esposo se la cogiera como dios manda. No hay mayor detalle que relatar. Es triste cuando alguien que te quiere pide ayuda y no se la dan. Carlos en definitiva si era un ser asexual.
Erika tomo una primera decisión, no se quedaría con las ganas de probar, de sentir, de experimentar lo que es ser mujer en toda la extensión de la palabra S E X O.
Al ser analítica, intensa en lo que hacía empezó a ponderar sus opciones. ¿Quién sería el afortunado elegido? Que lejos estaba la rubia de saber que ella no elegiría en esta ocasión…y en otras tantas más.
En definitiva no quería saber nada de Don José, sabe que si se deja manipular por este, su vida se convertirá en un infierno, en un hazme reír para los demás, no quería darle el gusto a las hipócritas de Clara y Susana. Con el resto de la pandilla, no sabía a qué atenerse. Lo odiaba por la forma en que trataba a su marido, al que por ningún motivo quería darle más sinsabores. Le causaba repulsión el hecho de haber sabido más de la vida del supuesto hombre de bien…ya que se encargó de investigar a fondo lo que se decía de él. Además, no creía que fuera un superdotado en la cama, pensaba que eso eran fantasías (que lejos estaba la rubia de saber que eso no era verdad, el viejo era un tigre en las artes amatorias).
Dudaba de Rodrí, …dudas en el sentido de que podría ser discreto en su inmadurez, pero en realidad no quería dar pie en su círculo cercano a que la descubrieran. Además como podría ella tener una relación duradera con él, se iría a estudiar y no quería ser causa de su perdición, lo podría poner en peligro si Don José se llegará a enterar de que ese chavo se la hubiera beneficiado…en definitiva, tampoco era opción.
Tío Alberto le caía bien, pero no le causaba deseo, es verdad que el viejo experto la supo calentar, pero no se veía en brazos de él, además el viejo al igual que Don José le podían contagiar algo (recordemos que Erika está orientada a lo estético, pulcro, limpio) al ser tan activo en su vida sexual.
Nadie de los otros buitres le agradaba, llego a la conclusión de que no podría ser alguien de su círculo próximo ya que podría ser descubierta y quería lograr todo: satisfacerse y que nadie lo supiera.
Tiene que ser alguien de la ciudad, no puedo estar viajando a otro lado con frecuencia.
No deseaba ir de buscona a un lugar de los típicos en donde sus amistades lo hacían
Entro a algunas páginas de internet de contactos, pero lo considero peligroso dada la condición de ser figura de alguna manera pública y aunque publicará sin fotos, en el encuentro tarde que temprano a fuerzas tendría que saberse. Además creía que en esos sitios los hombres eran personas que buscaban y ella buscaba algo más natural, no sabía que estaba siendo algo ingenua en esta situación. Pero recordemos, que en realidad no tiene experiencia en esto.
Su plan estaba empezando a estructurarse en su inteligente mente. Tenía que ser el plan perfecto.
Es importante que recordemos que ella siempre le gusta elegir y esta no sería la excepción, según ella.
Erika pondero lo siguiente:
-Tengo que desahogarme con alguien, no puedo yo sola cargar con esto.
Amanda la descartó ya que no entendería de esto.
Rodri es muy joven y más bien también quiere lo suyo, aunque de una forma más noble, no sé, a lo mejor sería una opción intentar con él…No, lo inquietaría de más, lo descartó en definitiva, aunque algunas circunstancias futuras le harían confiar en él para siempre.
Siendo ya otra historia por contar con quien decidió intimar al grado de desahogar todas sus frustraciones, deseos y anhelos fue con Marisa. Es más fue ella, Marisa la que se desahogo primero con Erika.
Con ella encontró una auténtica amiga, a quién eligió al haberla probado con distintas preguntas, analizarla y ver que se trata de una mujer desesperada que acudió por una sola vez (después lo supo al club Le Barón en donde nunca supo que fue follada por el Tío Alberto y este no supo que se había cogido a otro figurón de la sociedad.
Marisa, al ser una mujer deseosa de sexo, también la entendería, al haberla probado de que no era un putón declarado como Clara y Susana, podría entenderla y así fue, pero esa es otra narración…
Al sentirse más tranquila porque los tiburones principales no estaban y los otros como perros con la cola entre las patas ya no ladraban, Erika decidió un plan completo para su inauguración como mujer plena.
Si tendría que salir a buscar un verdadero hombre. Tendría que ser en el centro de Monterrey. Tenía que evadir el cerco de su guardia, ser precavida con el celular, sus  correos, su computadora, tendría que disfrazarse y crearse otra identidad para pasar inadvertida…Le entusiasmo la idea que tardo varios días en estructurar, eso le sirvió de paliativo a la ya inminente necesidad de hombre, de verga, de placer, de sexo, de probar todo lo que a probaditas ha hecho y que tanto gozo le ha dado.
Buscaría una relación con miras a tener ya en definitiva un amante…ella elegiría, no importaba que en sus primeras escaramuzas no tuviera éxito, más valía esperar que andar dando las nalgas al primer buey que se le atravesará…tendría que ser algo que valiera la pena…En definitiva, tampoco, alquilaría a un sexoservidor, se le hacía vulgar, supo que normalmente eran tipos muy musculosos, pero ya sabemos que ese no es el estilo del mujerón. Pensaba que podría ser alguien de clase media alta o incluso de buen nivel pero no del círculo tan cercano a ella, en la ciudad de Monterrey a fuerza podré encontrar a alguien se decía.
Que lejos, lejísimos estaba la hermosa e inminente infiel de saber que Dios le tenía deparados más sorpresas, El hombre (en este caso mujer) pone y Dios dispone, o bien los renglones torcidos de Dios son impredecibles.
Su proceso de aprendizaje y sensibilización acerca de la realidad de todos también se vería impactada de una manera que nunca hubiera podido predecir.
Estaba demasiado excitada, para ver que los problemas de corrupción, mafia, arreglos empresariales, droga, alcoholismo, desviaciones sexuales que ya había visualizado aún no la preparaban en nada a los impactos que en un solo día estaría expuesta a ver, escuchar y a sufrir de manera muy cercana. Se metería a un mundo aún desconocido por completo por ella.
Al ser una experta en diseño, no tuvo mayor problema en elegir cual sería el atuendo. En una prueba que se hizo de su nuevo traje, viéndose al espejo no pudo más que decirse…Diosss…parezco una vulgar callejera…una, una Puta, bueno, pero de lujo.
Erika lucía una espectacular cabellera negra que para nada hacía ver que se trataba de una peluca. El color negro resaltaba aún más su blanca piel. En esos días se hizo un nuevo tratamiento para dorar de manera artificial su piel, luciendo bastante diferente.
Selecciono un pantalón de mezclilla de corte moderno a la cintura, estilo que nunca había usado, ni habría pensado en llegar a utilizar, no era de su gusto…aunque debía reconocer que se sentía muy bien, haciendo lucir su breve cintura y resaltando como nunca lo había sentido y visto su maravilloso nalgatorio.
La blusa era corta dejando ver la cintura y mucho más arriba del ombligo, con escote generoso, amarrado en un gracioso moñito en donde terminaba. De esta manera, los senos se veían majestuosos, no llevaba brasier, para lo que podría darse, no sería necesario.
Su maquillaje era cargado, se puso pupilentes de color para cambiar su acaramelado color miel por un color violeta que le hacía parecer a la afamada y bella actriz Elizabeth Taylor en sus mejores épocas.
EL bikini era breve, sin ser tanga, le gusto el estilo de los que llevan nuditos a los lados…pensó: Igual, y si tengo suerte, que sea fácil entrar en batalla.
De solo verse en el espejo, tenía empapadísima su  vagina, sin poder resistirse se empezó a acariciar.
Se calzaría con unas zapatillas más altas a las que solía usar, que resaltaban aún más su cuerpo.
NOTA DEL AUTOR: “el buen amigo guerrero charrúa de la hermana nación de Uruguay dio una referencia bastante cercana a la imagen de la protagonista. Recuerden la historia está basada en hechos reales aderezados en parte por mis fantasías, pero más bien incorporando otras experiencias reales propias y de conocidos. Entren de favor a google en “imágenes” para en búsqueda poner precisamente Erika Garza y les va a salir una mujer de los medios norteña y que se parece bastante a la real. La verdadera es más acinturada, mucho más bonita, con mejor cadera, pero esta mujer le da bastante el parecido. La vestimenta que está eligiendo Erika la pueden ver en las primeras imágenes que salen, el del pantaloncito ajustado de mezclilla y blusa más arriba del ombligo. En otras imágenes también se asemeja bastante”.
El bolso sería pequeño, para lo que en protección llevaría: spray protector, cámara fotográfica y de video.
Ya estaba la vestimenta, además era fácil de guardar, porque se tendría que cambiar en algún momento para poder salir del cerco de San Pedro y de su guardia.
Faltaba urdir el plan de como evadir al guardia, como hacer que no se notara su ausencia y el cómo podría ir de “cazadora” al centro de la ciudad, que eligió entre otras razones, en el hecho de que sus amistades no se movían en esos lugares ya. Sabía que en ahí se mueven otros hombres de buena posición en donde empezaría a buscar.
Tendría que ser el día lunes, que es el día libre de reuniones con sus amigas. Sus hijos estarían en un evento escolar casi todo el día, al cual sus padres sin necesidad de ella hacer algo, se habían anotado para estar con ellos. Con sus padres no tendría problema alguno en inventar alguna excusa.
Su marido había salido de viaje. Los tiburones no estaban en la ciudad. Así que todo el universo al parecer estaba conspirando para que  su aventura se pudiera llevar a cabo.
Pensó que se iría a un restaurant bar del centro, se pasearía por las calles, entraría al museo de la Macroplaza. Había indagado que al parecer había un cine parecido al de la ciudad de México en donde estuvo con Natalia. Elegiría ese nombre. Sería ¡Natalia! Lo del cine pues trataría de ver que podría indagar con algún taxista. Pensaba que no sería a la primera que pudiera conquistar a un hombre que le cuadrara, sería como un primer paso de exploración. No abrigaba esperanzas altas.
Iría a dejar a los hijos a las 8 am y tendría una hora para evadir a la escolta. Sería en la misma escuela donde tendría que hacer el cambio y sus padres tendrían que ser la forma en que el escolta, el serio Sr. Joshua no asumiría que ya no estaba con ellos. Sabía que la confianza y sabedores del acuerdo que existe de no turbar la paz en el municipio de San Pedro, sería la perdición del guardia, para que ella pudiera prácticamente tener todo el día y lograr su exploración. Le calentaba, le excitaba saber que estaba urdiendo un plan para ser ya en definitiva una infiel, una pecadora, ¿una puta? Se decía…Regresaría a la escuela ya tarde-noche, por qué el evento era todo el hijo y ya con sus padres e hijos juntos, el guardia como si nada, se dijo….
Para no entrar en detalles de cómo le hizo; ya que no vienen al caso, solo resaltarían la audacia e inteligencia de la ansiosa mujer por vivir, por experimentar, por sentirse plena y libre, solo basta decir que la chica ya se encontraba en la parada de una estación del metro de la ciudad de Monterrey recibiendo toda clase de piropos subidos de tono, a la cual había llegado en un taxi.
Iniciaba su coqueteo y exploración del terreno que pisaría.
Incluso un hombre maduro se le acercó para discretamente preguntarle:
¿Cuánto por el acostón mamacita?
Ella, que estaba preparada para todo, sin dudar le contesto: Pues son $ 1,500 por una hora y tú pagas el taxi, el hotel y aparte me das propina para mi regreso, ¿Qué dices papito vamos…?
Hee,,,este no tengo esa cantidad, ni modo chulita
Riendo, la mujer le dijo: Bueno papi, ya sabes cuál es el precio.
La mujer sabía que en ese lugar difícilmente alguien llegaría a esa cantidad y si fuera cierto que alguien le hubiera contestado ya sabía lo que tendría que hacer.
Se subió sentándose, no buscaba ya nada de magreo como en el DF, sino más bien empezó a ver a los usuarios del vagón. No dejo a nadie de mirar, sin que le llamarán su atención.
Pasó una, dos estaciones y nada en concreto…empezó el vagón a pasar en un espacio elevado, cuando un murmullo se dejó escuchar entre los asistentes.
Pasaban frente a un puente de larga extensión de donde colgaban tres cadáveres. Uno de una mujer de muy buen cuerpo, parecía de un rubio teñido y los otros dos de hombres jóvenes que lucían tatuajes en sus cuerpo desnudo. La mujer solo tenía un pantalón de mezclilla y estaba desnuda del dorso. Ciertamente estaban muertos.
Una viejecita alcanzo a rezar: Dios te salve María, llena eres de….
Otra mujer empezó a llorar con histeria
Unos niños se tapaban con sus padres.
Dos jóvenes agacharon la cabeza y se concentraron en la música que escuchaban de sus audiófonos.
Otro tipo empezó a casi gritar: ¡Málditos narcos, ya que le paren a su desmadre…Pinche gobierno corrupto que nunca hace nada, Carajo ya párenle a esto.
Ella quedo impactada, nunca en su vida había visto tan de cerca unos cadáveres y mucho menos en esas circunstancias.
Bajo la guardia, se descuidó, se desconcentro y no alcanzo a ver que dos sujetos casi a rape, con camisetas sizadas raídas y pantalones de mezclilla tipo cholo murmuraban entre ellos riéndose maliciosamente.
En las dos siguientes paradas se tenía que bajar y tomar ahora un autobús, quería estar de cerca de las personas y no tomar un taxi. Sabía que en un autobús nada podría pasar. EL susto ya había pasado, de alguna manera vio como todos ya eran indiferentes a lo que habían visto.
Otro señor alcanzo a decir: Pues si son de los mismos, que vayan a la chingada , que se maten entre ellos…
Todo mundo pareció volver a la normalidad.
Se bajó sin percatarse de los que dos sujetos la empezaban a seguir.
Espero el camión señalado. Aquí ya había más personas. Eso sí, los hombres no dejaban de lanzarse miradas que si fueran penes ya se la estuvieran cogiendo.
Los dos sujetos también se subieron.
En el camión, no había lugares así que tuvo que ir parada.
De pronto sintió como uno de los rapados que era mucho más bajo que ella, se colocaba frente a ella y empezaba hacer muecas para parecer gracioso y lanzarle miradas llenas de deseo insano. Sintió como el otro la puntilleaba por detrás con un pene ya erecto, de tamaño promedio.
Se volvería a poner en su lugar al tipo, cuando sintió el frío de lo que sin duda era un puñal.
Sujeto: ¡Cuidado, pendeja…que aquí te mueres!
El otro sujeto ya riéndose como hiena;  la sujeto sin que nadie se percatara por lo apretado que se encontraban todos, de las dos manos  con una fuerza que no correspondía a la flacura del cuerpo, sin duda estaba drogado.
A pesar de sus conocimientos sin duda la tenían sin defensa alguna. Además era difícil que los demás usuarios pudieran ver que la estaban apuntalando con una daga.
Esto a pesar de la violencia, no es tan común en Monterret, así que una vieja alcanzo a murmurar: ¡Pinches calenturientos, ya están de lujurisos! Ya que en realidad parecía que se estaban dando gusto las tres siluetas.
Sujeto que puntillaba ya con ritmo fuerte: ¡Mira putita, hoy vas a trabajar sin cobrar! ¡Vamos a cachuchear (término coloquial que significa que lo harás gratis con una sexo servidora)…Carajo, pero que buen culo te cargas…se ve que te encanta la verga, cabrona…Mira cuando te digamos te vas a bajar con nosotros, jejej te vamos a llevar a un lugarcito más privado, dándole una nalgada que pasó desapercibido para muchos en el camión, ya que no fue de gran fuerza y vuelo.
Siguieron una calle, la rubia con lo pasado ya no sabía que se había equivocado de camión y estaba internándose en una colonia popular de clase media baja cercana de alguna manera al centro, pero ya retirándose de ahí.
De pronto gritos de la mayoría, las personas que estaban en la parte delantera del camión buscaron tirarse al suelo. La mujer estaba por vivir una de las peores experiencias de su vida. Experiencias que desafortunadamente personas distintas a su círculo de referencia están más expuestas a vivirlo…incluso a morir sin ton ni son, sin deberla, camino al trabajo o a la casa. Situaciones que a lo mejor la disponían a una mayor sensibilidad, a no ser tan egoísta pensando en la búsqueda de placer, pero que en un rato más también le recompensarían con el mejor sexo que hubiera podido imaginar a sus ya casi 33 años. Su cumpleaños estaba próximo.
Hay veces que en un solo día te puede pasar de todo. Pasar por una calle en donde a la mejor murió el conocido de un conocido tuyo. Llegar a tu trabajo para ser despedido de manera injusta. Encontrarte con una vieja amiga, tal vez una comadre para tener un acostón de película. Llegar a casa y ver que tus hijos lograron un reconocimiento. Que tu esposa te espera con la comida a punto y el amor siempre a la mano. Todo eso le puede pasar a un mexicano común y corriente en un solo día, incluso morir.
Increíble, totalmente increíble lo que en un solo día le estaba pasando a la rubia, pero como se dice a veces en un día de tu vida te puede marcar para siempre. La probabilidad de estos eventos aunque alta, era de no creerse que le estuviera pasando…como en una película, la rubia vio pasar su vida.
Se trataba de una balacera, una persecución de una camioneta de lujo a una de la Policía Federal, pero como era eso posible: Las liebres tirándole a las escopetas. Pues si se trataba de un ataque por parte de la camioneta a quien supuestamente deberían perseguirlos y atacarlos. Balas entraban por el camión. Se oyó el chillido  de una Señora que gritaba: ¡No a mi hijo, no, por favor, Dios…afortunadamente ese día no le tocaba al pequeñín de 8 años que llorando veía como de su pequeño hombro le salía mucha sangre, solo había sido un rozón…
El sujeto del frente jalo a la rubia que quedo encima de él, mientras el otro torvo sujeto quedo encima de ella…era un sándwich humano.
Las balaceras para los que nos toca vivirla duran una eternidad, en la realidad son escasos minutos en donde las unidades de donde emanan los disparos pasan rápido. El camión se detuvo, con lo cual las personas de manera atropellada se bajaban también.
Los dos sujetos de una manera hábil e inusitada para sus cuerpos la volvieron a someter bajándose con toda calma y empezar a caminar por una de las callecitas.
La mujer calculaba en que momento podría liberarse de sus captores, consideraba que sería fácil. Solo esperaba la oportunidad.
De reojo vio como un hombre mayor como de 45 años que s ele hizo conocido, llegó por detrás del sujeto que apuñalaba a la chica, para jalarlo sometiéndole de manera rápida, efectiva y definitiva noqueándolo prácticamente para de inmediato gritarle al de enfrente;
Hombre: ¡ A ver cabrón, te largas o te quiebro, pendejo!.
El tipo al ver con qué facilidad su compañero lucía aturdido de rodillas en el suelo replico: Nada mi buen, si la chica está de acuerdo, íbamos a un “entierro” mi viejo, jajaja
El hombre finto que lo golpearía para que el sujeto ya huyendo ayudando a su amigo les gritará:¡Al fin, es solo una puta, que te aproveche, pinche viejo!
El maduro hombre tomando de las manos a la mujer le increpo: ¡haber, haber, quien te manda andar de calienta vergas!
Erika: ¡Pero que se cree pelado, no soy ninguna calienta vergas!
Hombre: ¡Aja, te vengo observando desde el metro y tú andas de buscona, a que no, dándole una nalgada alargando su fuerte brazo. Bien que estabas culeando con ellos, ¿Qué no sabes con quien te estas metiendo? Ellos no te van a tratar como el mejor de tus clientes…
Erika: ¡Pero que se cree, pelagatos, yo no estaba haciendo nada!
Hombre. ¡Y con ese atuendo que quieres que piense, y luego andabas viendo a todos como queriendo guerra! Jalándose hacia él para hacerle sentir su fuerza.
El tipo tenía ligeras canas en sienes y en el entrepelo. Moreno claro, pelo corto bien rasurado, unos centímetros más alto que la mujer. No era guapo, pero tampoco feo. Más bien era de rostro agradable, aunque sin llamar la atención en suma alguna. Sin duda tenía fuerza. Su vestimenta era rara para el lugar que ya había percibido de rápida manera la hembra y a la que le había visto al resto de gente que le toco ver. Era un pantalón o pants deportivo estilo cargo color verde militar y una playera polo  a rayas de colores caqui y azul que hacia perfecto tono con todo el conjunto, ambas sin duda de la marca Nike originales, sus zapatos tenis parecían ser también de dicha marca, olía, tendría que reconocer Erika de manera agradable, sin duda se trataba de una buena colonia.
Tenía un bolso de hombre colocado en su hombro que para nada disminuía la virilidad y seguridad en sí mismo que el tipo proyectaba.
Jalándola de pronto de un brazo el hombre casi la cargo para ponérsela en su costado estando ella del lado de la pared, caminando de rápida manera hacia el otro extremo de la calle.
¡Andando, chiquilla, aquí es peligroso!
Erika: ¡Pero que se cree usted, adonde me lleva, no necesito de su pinche ayuda, déjeme, viejo!
Hombre: ¡Mira cabrona voltea hacia atrás, tú crees que esos bueyes se van a quedar contentos con lo que paso!
Erika volteo para ver que los dos sujetos con celular en mano corrían hacia su posición ya con otros dos sujetos similares.
Todavía indignada quiso zafarse del apretón de brazo que le hacía el hombre, pero este era muy fuerte y la siguió jalando: ¡Chingada madre, que quieres: si quieres te suelto, pero te van poner una violada que no te vas a poder sentarte en meses! ¡A lo mejor es lo que quieres, pinche necia!
Erika se volteó a mirarlo con odio: Yo siempre elijo lo que quiero, esos bueyes no me van a violar,  pero tú que madres quieres…
Hombre: ¡Andale veremos si puedes tu solita, para haciendo una señal hacia otro joven que se encontraba en una esquina casi ya correr jalándola hacia una casita que sobresalía en esta cuadra.
La mujer no dejo de ver lo impresionante que se veía esa casita en medio de casas mal pintadas y descuidadas. Aunque la colonia no lucía en si mal, era muy diferente a lo que estaba acostumbrada a ver, solo en ciertos programas había visto estas callecitas empinadas como rumbo al cerro de casitas de un solo piso de techo alto, como coloniales que se ve en antaño habían lucido la pintura de diversos colores que se daba entre una y otra.
El joven de la esquina hizo silbar un silbato para que de inmediato unos dos sujetos rapados salieran quien sabe de qué puerta y también tatuados esperarán al grupo ya de aproximadamente ocho sujetos. Erika volvió su rostro para ver que platicaban ya animadamente para abrazarse y ver como los sujetos se retiraban ya haciéndose empujones entre ellos y riendo ruidosamente.
El sujeto en marras, de manera gil casi la empuja al interior de la hermosa casita a través de un pasillo en medio de un jardín pequeño abriendo una reja y después la puerta de la casa para que la mujer se sorprendiera aún más por lo bonito de la decoración, orden y limpieza con que lucía adentro.
Una vez que la mujer fue soltada le lanzo un bofetadon al tipo que recibió con una mirada despectiva, conteniéndose de responder.
Hombre: ¡Para buscona! ¡Tras de que te ayude, te pones fúrica, dejaras de ser hembra!
El susodicho volviéndola a jalar la llevo hacia la ventana que daba al pequeño, pero bien cuidado jardincito del frente que estaba a los lados de un pequeñito pasillo que separaba la calle de la puerta principal para que discretamente a través de un vidrio polarizado de esos que dejan ver todo lo que sucede afuera, pero los de afuera nada de lo de adentro, la cortina estaba corrida: ¡Mira con atención, sé que lo sabes hacer, te vengo observando desde que te subiste en el metro!
Erika, haciendo memoria ya que desde el inicial recorrido analizo a todos los usuarios del servicio, recordó que si lo había visto, estaba sentado escuchando música por sus audífonos y leyendo un periódico, al tener una cara común y corriente no le presto mayor interés y atención. Lo único que le llamo la atención y que le hizo reír para sus adentros, era que tenía el mismo peinado que utiliza el candidato a la presidencia de la República, Enrique Peña Nieto. Después lo perdió de vista, al no despertarle ninguna emoción.
Erika: ¡que…solo está el chavo de la esquina! Y…momento, esa camioneta la ….sin completar la frase. Uno de sus conocidos, bajando de su camioneta de lujo tocaba discretamente una puertita de una casa adjunta a la tienda de la esquina para claramente entregar y recibir algo.
Hombre: Aja, ese es un punto de venta de droga, es peligroso aquí, pero no tanto si sales así a la calle. Mira, ves a esa chava que sale de la otra casa…mírala bien…
Erika, viendo a una mujer que evidentemente si era una prostituta era levantada por un taxi que ya llegaba casi al unísono que la hembra de exageradas curvas salía: ¡Pues yo me voy, para eso son los taxis…haciendo el intento de abrir la puerta, para volver a ser jalada bruscamente por el hombre.
Hombre: ¡ Carajo! Entiende, aquí todos se conocen y fácilmente van a identificar que no eres de aquí., te van a cobrar derecho de piso, o eso es lo que buscas nalgona, para darle ahora si una sonorada nalgada que enojo aún más a la frustrada casada candidata a infiel.
En eso, el chavo que había silbado llego a la casa para que a media voz, pero con la fuerza necesaria para ser escuchado por los de adentro: ¡Profeeee..! Dice mi abuela que no se preocupe, ya no hay fijón con los rapados, pero que se quieren cobrar su cuota con la chica…cuando usted termine. También dice mi mama: ¡Que ya era tiempo que se diera su gustito, que lo manda felicitar y que se aproveche…
El llamado Profe: Dile a los rapados que no hay trato, que no es lo que creen, luego hablo con ellos.
Chavo: Oiga allá viene Rodrigo
Erika, asomándose vio que el joven jardinero de su residencia venia hacia la casa directamente, asustándose, acto que el profe capto de inmediato.
Profe: Por favor, dile que hoy no podré atenderlo que me disculpe mucho, pero estaré ocupado hasta tarde, dile a tu abuela y madre que hablen con los rapados y Don Julián el de los taxis.
Erika, al escuchar eso se tranquilizó pero se molestó por lo que asumía era una táctica para que no se pudiera ir en taxi: Oiga cuando le dije que no pediría taxi.
Profe: Tengo que avisar a todos que no eres peligro, pero tendrás que quedarte aquí un buen rato, tú dices si quieres aventarte tu solita…ándale, haciendo el intento de abrir la puerta
Erika que veía que el chavo hablaba con Rodri, pondero que podría alcanzarlo y pedirle ayuda, pero como explicaría su presencia aquí y con esa vestimenta: ¡carajo…es usted un necio…
Profe: ¡ Ya me colmaste el plato…no es suficiente con lo que nos tocó ver para que entiendas que el peligro está en todos lados, para darle otra sonora nalgada a la mujer que ya encabritada intento darle otra bofetada, siendo más rápido y ágil para su edad para casi cargándola llevársela a un sofá de la agradable salita y sentándose en su regazo iniciar lo que sería una nalgeada de aquellas, de película…
Erika, pataleando y luchando, aunque el hombre no era mucho más alto que ella, era notorio que también sabía de defensa personal ya que con su fuerza la tenía bien sometida.
Profe: Plac, plac, plac con la mano derecha le daba unos sonoros golpes, reafirmando: ¡Para que entiendas, carambas, no sabes cómo te estoy ayudando…podrías estar muerta, carajo…Ni el peor de mis alumnos es tan necio como tú…plac, plac, plac
El Hombre estaba molesto, también estaba nervioso por todo lo que le había tocado ver en escaso tiempo, desde el trayecto del metro, los colgados, la balacera, el intento de inminente violación de esta evidente puta que sería de otro lugar, ciudad o colonia, por qué estaba muy pendeja
Erika realmente sentía el nalgeteo, no eran caricias, el hombre estaba realmente molesto, le cayó el veinte que la había regado, también estaba impactada, nerviosa, desconcentrada, todo se le había salido de las manos, lo que toco ver sin duda requeriría de apoyo psicológico.
Este tipo de ayuda está proliferando. Los psicólogos están teniendo bastante trabajo, ya que a muchos hombres, mujeres, jóvenes y hasta adultos mayores este tipo de situaciones nuevas, en donde aparentemente ves y te quedas callado, no queda en eso, si se requiere ayuda.
Ya lagrimas brotaban del bello rostro haciendo que el maquillaje se corriera, la peluca se estaba desacomodando, con todo el trajeteo sufrido y esto, pero más allá de ello, la rubia se sentía dominada, humillada, le dolía su trasero…empezó a emitir gemiditos, y a tener que tragarse su orgullo para implorarle al hombre, ya profeee, ya por favor, me duele, me duele, ya noo…profeee
El hombre estaba en el nalgeteo desahogándose. Vivía en un entorno difícil, pero había sabido convivir con las reglas del juego sin mezclarse en negocios turbios…la llevaba bien con toda la colonia, al contrario era un hombre admirado, pero su nerviosismo lo estaba desquitando con ese culo de campeonato que le llamó la atención desde que lo vio. Cuando la vio por primera vez no pudo decirse a sí mismo: Pinche mujerón, esta que se cae de buena, ha de ser de las caras, cuando antes de subirse vio como un sujeto se fue como perro con la cola entre las patas después de hablar brevemente con ella. De esas pulgas nunca han brincado en mi petate, se rio. Se parece a la Chule (Así se le conoce a la ex esposa de Luis Miguel, es una actiz muy popular en el país) Ciertamente de lejos si le daba un aire.
El profe vio las lágrimas de la que consideraba era una prostituta, empezó a disminuir la fuerza para que sin que se diera cuenta empezar a masajear, a degustar ese hermoso culo que en pompa tenía, se estaba excitando, su hombría se despertó. No lo tenía planeado, pero esa hembra era de campeonato, nunca en su vida había tenido un cuerpo como ese tan cerca de él.
La joven mujer no opuso resistencia, le habían dolido los casi 10 o 15 minutos que con fuerza la habían nalgeado, ¿Cómo supo el tiempo? Lo veía en un reloj de madera que se encontraba en una de las paredes de la casa…increíble, desde que había tomado el metro y la hora actual solo había transcurrido escasa hora y media aproximadamente calculó. El masaje lo asimilo como un paliativo a su adolorido trasero.
El hombre disminuyo e incluso paro para que con un control que tenía al calce poner música, le sorprendió a la sometida hembra que se empezara a escuchar una reconocida canción de Enya, Orinoco Flow…como este sujeto en esta colonia podía escuchar este tipo de música.
“Let me sail, let me sail, let the orinoco flow,
 Let me reach, let me beach on the shores of Tripoli.
 Let me sail, let me sail, let me crash upon your shore,
 Let me reach, let me beach far beyond the Yellow Sea.
 Sail Away, Sail Away, Sail away”…se escuchaba.
Profe: ¡Te duele putita!, (la rubia se desconcertó, el tono que uso el varón no era agresivo, sonó hasta cariñoso) para iniciar de nuevo un ya sensual masaje, pasaba su mano por toda la superficie, la cintura, la ranura del culote sin dejar de decir: ¿Qué buscabas chiquita?…Que te pusieran una madriza, te arriesgaste mucho, pendeja (otra vez la mujer se estremeció, ahora descubría que hasta el tono de voz y la intención del viejo la estaban excitando)
El hombre sabía su negocio, recorría con calma, mitigaba el dolor, rozaba con sus dedos la rajadura, la mujer empezó a cimbrarse y a temblar, los brazos se le pusieron chinitos…el hombre emitió una sonrisa triunfal, diciendo: Lo que bien se aprende, nunca se olvida, ya decía yo.
En realidad el llamado profe, a pesar de que la hembra lo cimbro, lo embeleso, no pensaba hacer nada, pero no era de palo, se había calentado al tener ese cuerpazo sobre su regazo y al nalgear a la hembra y ver como se estremecían esas montañas de carne humana, se encendió, se calentó y decidió que necesitaba tomarla, ahora ya su decisión era cogérsela, no importaba el precio que tuviera que pagar, ya después arreglaría cuentas con el mujerón.
Erika: Que no soy ninguna puta y mucho menos una pendeja, pero sin querer mentalmente desearlo, aventar sus nalgas hacia las manos que por un momento dejaron de accionar, el hombre ya había utilizado sus dos manos, ya que con una acariciaba la suave espalda de la mujer y con la otra el nalgatorio, alternándose.
Profe: ya bajándole el pantalón  donde terminan las nalgas, con cierta dificultad, ya que la mujer seguía oponiéndose, de forma excitada, ¡Perdóname, chayito, ya fue mucho…
Erika asumió que se refería a su mujer y que este cabrón se la quería coger: Dejaaaa cabrónnnn, pero casi como en un susurro, en un gemido
El hombre fue ya a por todas, apagando el equipo de música, ya se dejaba escuchar “Quiero abrazarte tanto” en la versión original del español Víctor Manuel y con el pantalón de mezclilla bajado un poco más de donde terminan los glúteos colorados por la nalgeada, ya que de esta manera la mujer no podría tener mayor movilidad, la cargo con una facilidad que logro que la mujer con admiración exhalara un fuerte suspiro, casi gemido…hummmm
El Hombre así cargándola, ya  que la mujer no podía más que resignarse a ello, se la llevo con calma a la planta alta, subiendo las escaleras…
El hombre le decía al oído: ¡Qué culo más rico tienes mamacita, estas buenísima!…contigo voy a perder…Erika no entendió a qué se refería con eso, pero en su aturdimiento no se atrevía a preguntar nada.
La escalera llegaba directamente a una amplia recamara matrimonial que contaba con su propio baño y vestidor. Al parecer era la única estancia de la planta alta, no dejo de apreciar la bella mujer, así como lo combinado de la decoración en conjunto con toda la vivienda. No dejo de gustarle muy a su pesar la limpieza del lugar. La casa era la única de dos plantas de la cuadra ya había captado la mujer.
El hombre con habilidad la deposito en la cama. En el trayecto el maduro se dijo que tenía que calentar a esta mujer al máximo para que ya dejara de oponerse, no quería parecer un violador.
Erika pensaba a cien por hora, se le había salido de control. No estaba acostumbrada a esto. Sería ella la que debería tomar las riendas, faltaba más.
Erika: Profe, por favor suélteme, debemos platicar, necesito un trago para el susto de todo lo que vivimos.
Profe: Caray niña, tienes razón, he sido desconsiderado, pero debes reconocer que estas equivocada, estabas en real riesgo
Erika: Pues sí, haciendo un mohín de enojo. No le gustaba reconocer que le estaban gustando varias cosas del sujeto. La amabilidad de la respuesta y sobre todo el rostro que proyectaba nobleza, la estaban desarmando.  Ella era de maneras suaves, no se le podía abordar de forma brusca, por eso su rechazo al suegro Don José.
Profe: Mira yo no soy de palo, nunca he estado con una mujer tan bella y tan buena como tú. ¡Qué ricas nalgotas tienes, mujer!… dejándola sobre la cama y acariciar su mejilla.
Erika: Por qué no me da ese trago, necesito despejarme.
El Profe, era sabio, veía que la mujer estaba dudosa, no entendía que pretendía, sabía que no tenía mucha experiencia en ello, por lo que atino a dejarla acostada para desabrochar la blusita y ver los imponentes senos totalmente erectos de la excitación: ¡Guauu, pero si tú quieres otra cosa, chiquita y ya no aguanto más!
El hombre se bajó a besar uno de los pezones, para que con la otra mano se lo pellizcara suavemente. Como la mujer estaba no podía mover sus piernas, aunque con sus brazos trataba de impedir el ataque, la fuerza del otro se lo impedía. Erika, pensaba: ¡Diosss me van a vioolar!
Profe: “No sé a qué  viene esto chiquita,  pero si algo he aprendido después de 50 años de vida es que oportunidades como esta no pueden dejarse pasar, no sé qué haces vestida así, tan provocativa y ahora ya no quieres, ¿cómo te llamas amor?
Erika: Soy Nataaaliiaaa….
Profe: Mucho gusto, Naty…hoy vas a probar al Profesor Rogelio Bautista con un orgullo ya imposible de ocultar, ya que el hombre sabía que de esa manera acabaría por vencer la resistencia mínima que al parecer la mujer estaba teniendo, darle confianza diciendo su nombre.
Erika estaba llena de miedo, no era lo que pensaba. Era ella la tenía que conquistar, además era más grande que ella y de otro nivel diferente a lo que se había formado en su ingenua mente.
El hombre termino por quitarle la blusa, para seguir dándole una mamada de senos con lengua, dedos, mano, sin dejar de estar en el cuello.
La mujer ya estaba casi vencida, domada, sus gemidos eran muy sensuales, ahhhh, ahhhhh, ahhhh.
El hombre viendo esto, bajo poco a poco para repasar a gusto el bello vientre, deteniéndose en el ombligo para juguetear con su lengua en ese orificio, llegando a la intimidad de la mujer que ya emanaba olores intensos.
En un momento el hombre con un control que estaba sobre la cama activo el equipo de sonido de su recamara.
Erika solo atino a pensar que este hombre era un melómano consumado…lo recordó la primera vez que lo vio que venía escuchando música.
Profe: Le vamos a poner para que al azar, la música nos vaya acompañando.
Empezó a sonar una canción muy vieja, que Erika recordaba era una de las favoritas de su papá. El cantante argentino (que en el tiempo en que sucedía esto, aún no fallecía) Leonardo Favio con su pelicular estilo y voz cantaba: “Quiero aprender de memoria con mi boca tu cuerpo, muchacha de abril…”
El hombre estando en la zona del pubis con habilidad y gracias desato los nuditos del bikini para de un tirón sacárselo a la hembra, quedando esta solo con su pantalón y zapatillas, el profesor inicio un escarceo lento, constante, suave, fuerte sobre la vagina de la mujer que ya recostada no oponía ninguna reacción con sus brazos que ya estaban libres.
El hombre colocándose de tal manera que con mayor libertad alternaba desde el cuello, besos suaves al rostro, senos, vientre y vaina en un repaso completo y volver, una y otra vez, se estaba comiendo a la mujer de una manera sabrosa.
La blanca mujer ya soló emitía gemidos callados, en ocasiones se llevaba una mano a su boca como queriendo reprimirlos, fue ella misma quien detonó: Profeee, quítame el pantalón para que esté más cómoda, te prometo que ya no haré nada…La mujer no capto cuando el varón le mencionó su nombre y solo atinaba llamarlo de esa manera.
El hombre sabedor de su experiencia inicio ahora con manos, brazos, antebrazos, su propio pecho un masaje a todo el cuerpo para llegar a  los muslos e iniciar de ahí el baje del pantalón.
En un momento anterior se había quitado su polo, Erika al ver que ya le estaban bajando el pantalón se levantó un poco de la cama para ver que el tipo realmente se cargaba un buen cuerpo, tenía evidentemente muy firmes sus músculos, se veían trabajados, no pudo aguantarse para ya ella con sus manos empezar a masajear los hombros y lo que alcanza tocar de los brazos del hombre, empezó también a acariciar su pelo en su mayoría negro, con ligeras canas.
El hombre le quito las zapatillas suavemente para también iniciar un acariciamiento a estas partes, la blanca mujer se cimbró…le quitaron su pantalón, quedo completamente desnuda solo con su peluca negra aún…el ajetreo era demasiado para ella, que de manera natural se recostó en la cama esperando ya la inminente cogida, el acto sexual que la redima, que la haga mujer por fin.
La mujer en sus cálculos había hasta contabilizado los encuentros maritales que había tenido. Estimo que los cinco encuentros en la luna de miel, después un promedio de un encuentro al mes, y uno que otro coito ocasional en ocasiones especiales, tras doce años de matrimonio le daban una suma escasa a su edad de aproximadamente de 145 a 150 actos sexuales con el esposo. La media de duración de cada acto le daba unos 5 o 6 minutos, lo que daban como 13 horas de escaso e insatisfactorio sexo, aunque en descargo en la mayoría de ellos, ella desconocía tal situación.
Ahora ya habían pasado como otras tres canciones más, tal como había dicho el profe, se escuchaban de distintos estilos. Después de la de Favio, se dejó escuchar el gran Sinatra con su hija Nancy con el éxito “Algo tonto”, a continuación una de los Beatles “And I love her”…incluso alcanzo a escuchar como el hombre recitaba partes de dichas canciones…¡Desgraciado! ¿Sabrá inglés?
En la atribulada mente como una evasión todos estos detalles no pasaban desapercibidos a la casi infiel, ya que al parecer de esa manera bloqueaba su pensamiento y como reprimir su inminente derrota ante el varón, aun así ella no quería entregarse del todo. En sus experimentos en el DF, se medió dejo llevar para no perder el control, pero en este acto, ella no había elegido…en el fondo, no quería reconocer que el hombre la estaba calentando con una maestría muy superior a lo vivido en la capital, también no quería reconocer que el hombre la desconcertaba…nunca hubiera pensado que alguien en una zona como esta de Monterrey (aunque en realidad no sabía dónde estaba) pudiera vivir de la manera en que al parecer el profesor lo hacía.
Todo esto pensaba la mujer, viendo como el hombre se quitaba su especie de pantalón o pants, para que se dejara ver unas piernas como de futbolista de soccer, muy bien trabajadas, morenas y un paquete viril ya erecto al máximo. El hombre se bajó su moderno bóxer ajustado para que como resortera saliera un miembro grueso, grande, un poquito por encima del promedio…mejor en dimensiones que cualquiera de los que había sentido, incluyendo al del Tío Alberto, y un poco menor que el del joven Rodrigo. ¡Dios! ¿Qué relación tiene este profesor con Rodri?
Erika, no pudiendo dejar que el hombre percibiera una mirada totalmente aprobatoria y de admiración: ¿Qué edad tienes profe?
Profe: Tengo 54 años recién cumplidos, tú al parecer tendrás 24 o 26 años
Ese comentario como a toda mujer acabo por halagar la atribulada mente de la mujer, que coquetamente le contesto: No en realidad tengo más, pero gracias…tú también pareces mucho menor.
Profe: Así es, siempre me dicen que soy come años…me he cuidado mucho, hago mucho deporte, me alimento bien, soy muy sano, soy un tipo feliz
Erika se sintió de pronto más relajada, la sincera expresión del profesor le calmo, aunque no sabía que pasaría.
Profe: Ahora si canija, vamos a ponerle sabroso, recostándose al lado de la hembra
Erika desconcertada no sabía cómo evitar lo que su cuerpo ansiaba pero su mente se negaba a aceptar como algo ya inminente. Un ruido lejano como de cuetes estallando, una ráfaga muy rápida que cimbro al hombre haciéndolo poner de pie para ir a asomarse a su ventana que contaba con un pequeño balcón, salvo por el momento la situación. Era una balacera…
La hembra admiro de cuerpo completo al maduro hombre, ¡Carajo, tiene 54, pero está mucho mejor que otros, que mi marido con sus piernitas flacas, su vientre incipiente, su calva prematura, su color blanquizco pálido…no dejo de comparar
Profe: ¡Mira, ven…!
Erika se acercó toda desnuda cubriendo sus partes íntimas de manera pudorosa, para ver por la ventana.
Profe: Ves cómo se alcanza a ver hasta la otra cuadra, ves las patrullas que están ahí…estas muy expuesta, deberías ser agradecida, carambas pues de que ciudad vienes, no sabes cómo es la movida aquí.
Erika se estremeció, de pronto le cayó por completo el veinte, se derrumbó, ya era demasiado, se tambaleo para tener que apoyarse en el hombre que ya la rodeo por completo para calmarla acariciando el pelo, el cual con los movimientos se movió de su lugar.
Erika al ver que ya no tenía caso se quitó la peluca para dejar salir su natural cabello que se encontraba recogido y de inmediato hacerse una cola para amarrarlo y que no se moviera.
El hombre recordaba esa cara, se le hacía conocida, pero no le prestó atención, estaba excitadísimo.
El hombre aprovecho para hacerle sentir su virilidad erecta y acariciar con sus manos toda la espalda y retaguardia de la hembra que ya derrumbada empezaba a llorar ya sin freno. El profesor la calmaba diciéndole palabras cariñosas y suaves, poco a poco por lo íntimo del abrazo sus bocas se encontraron. Erika debía aceptar que si algo sobresalía del rostro del hombre eran unos labios finos, muy bien delineados…sabía besar…empezaron un agarrón, un faje dulce para empezar a comerse mutuamente.
Ahora la canción que se escuchaba era la famosa pieza clásica “Bolero de Ravel”, pieza larga que inicia lentamente…
Siguieron acariciándose, la rubia ya no podía evitar ser ella misma la que con sus manos acariciara la fuerte espalda, brazos, nalgas del sujeto, a veces subía a la cabeza del hombre para enmarañarlas en su cabello.
Profe: Me estas gustando mucho chamaca, nunca he estado con alguien como tú..Por favv..No completo la frase…La mujer, lo maravillo cuando en un susurro le dijo: No, por favor..tú, hazme mujer , hazme tu mujer, haz conmigo lo que quieras…gracias, gracias por salvarme…con unos ojos vidriosos por haber llorado, pero llenos de gratitud y de deseo, de un deseo animal…
El hombre se estremeció para que caminando abrazados se lanzaran prácticamente a la cama.
Espera, dijo: Ayudo a levantarla y destendio la cama, el olor y suavidad de las sabanas al sentarse la potencial infiel acabaron por apasionarla…
Los sentidos del tacto (ella acariciaba y la acariciaban), olfato (el olor de la hembra y del macho eran muy agradables y se mezclaban armoniosamente), gusto (nunca había sentido tan sabroso que la tocaran y esos besos, diosss esos besos), vista (le encantaba la casa, le encantaba su decoración, tenía que aceptarlo, el hombre tenía muy buen diseño, el estilo era colonial), oído (la música que han estado escuchando es de su total aprobación, el bolero de Ravel ya estaba a la mitad) la estaban llevando a su ansiada meta, al fin…
Penétrameee… dijo ella con voz entrecortada por la excitación y halando aire para poder resistir tal embate de calentura…penétrame… métemela… métemela por favor… te necesitooo… insistió Erika (Natalia para él)…
Qué quieres que te meta, le dijo el profesor, experto en hacer llegar al máximo de deseo a una mujer.
Tu verga, dijo la imponente hembra en celo con un dejo de putería, méteme tu verga… cógeme… dame tu verga… yaaaa… no aguanto más… ya dámela….
Yaaaa… profeee… yaaaa… -decía entrecortadamente la mujer
El hombre se apresto y en la clásica posición del misionero se acomodó entre las piernas para empezar un lento ingreso de su pene en la mujer
Aaaaaaaaaaa… oooooooooooooo… sólo fue el quejido emitido por la boca de Erika.
Despaciiitttooooo, me ardeeee, picaaaaa, ayyyyyy dueleeeee un pocccoooooo, por favorrrrrr
La penetración se dio cuando el Bolero de Ravel llega a su punto máximo…
El hombre se sorprendió por lo estrecho de la mujer: ¡Caramba! Parece que no has vivido mucho, estas bien estrechita, aguanta, te va a encantar, duele ahora, pero después hasta me vas a pedir más, estoy listo, te daré batalla, chiquita.
El profesor empezó a moverse primero lentamente… poco a poco fue arreciando su movimiento en tanto que Erika lo rodeó con sus piernas atrayéndolo fuertemente hacia ella, pidiéndole con este gesto que entrara los más profundo que el  pudiese.
Desapaciitotoo,poco a pocoococ, ahiiii, asiisisis ,despacciitttoooo, bieenennn
Ahhh…..asiiiiii, ayyyyyy….que riccoooo, pppappppppiitoooooo
La rubia se dijo que a estas alturas, su marido ya se hubiera venido, desde mucho tiempo atrás, incluso. Calculo que ya estaban en esa posición clásica unos diez minutos…el sonido era delicioso, sentía tan bien, le gustaba escucharse gemir como toda una mujer..hummmm, aahhh, ahhhh, ahhhh…le gustaba ver al hombre maduro que le estaba enseñando las artes amatorias.
El profesor separó, delicadamente, las piernas de la diosa y colocándolas en sus hombros se inclinó un poco más hacia ella, sin dejar de moverse acercó sus labios a los de ella y empezó a besarla delicadamente, bajando a su cuello y mordisqueando suavemente los lóbulos de sus orejas, para finalmente fundirse en un beso caliente y profundo, jugando con su lengua como en una lucha decidida y ardiente.
En un movimiento rápido el hombre tomó las manos de ella y uniéndolas con una de las suyas las llevó por encima de la cabeza de ella colocándolas en las almohadas, sin soltarla, inmovilizándola con su cuerpo y su mano, fue recorriendo lentamente las axilas descubiertas de ella, y alternando sus labios empezó a chuparlas, alcanzando con ello arrancar gemidos de placer de la cachonda boca de la mujer, gimiendo y pidiendo más ella encarcelaba, con la fuerza de su cadera totalmente expuesta al pene del varón.
 El cuerpo del maduro se impulsaba al de ella, mientras esta movía su cadera hacia atrás y hacia adelante, en un movimiento profuso, fuerte, cada vez más rudo, haciendo con esto que la hembra levantara las caderas de la cama, logrando así que la penetración fuera más profunda…
Por un momento el profesor se detuvo, Ella levantó sus caderas y empezó un movimiento frenético para gozar de esa enhiesta virilidad, en tanto que él parecía que no deseaba continuar, sin embargo sólo se tomaba un respiro… se salió de la rubia, muy en contra de su pesar ya que ella deseaba continuar teniéndola adentro…
La rubia perdió la cuenta de los embistes, con su marido había contado la última vez que había durado más allá de lo promediado, unos 6 u 8 empujones.
Empezó sin perder ni un ápice de concentración y de gozo…diooss por primera vez estaba sintiéndose una mujer plena, una mujer verdadera.
Uno, dos, tres….llevaba treinta y ya no pudo más…ahhhhhh, ahhhhhh, siiiiii, graciasssss
Ahora se escuchaba la dulce melodía “Bitter sweet symphony”
‘Cause it’s a bittersweet symphony, this life
Try to make ends meet
You’re a slave to money then you die
I’ll take you down the only road I’ve ever been down
You know the one that takes you to the places
where all the veins meet yeah,
No change, I can change
I can change, I can change
But I’m here in my mold
I am here in my mold
But I’m a million different people
from one day to the next
I can’t change my mold
Levantó a la chica tomándola de las manos, y volteándola suavemente se colocó a sus espaldas, inclinando con su mano derecha el cuerpo de ella la fue colocando en la cama fresca y de agradable olor con las nalgas al aire y las rodillas de la diosa bien puestas en la orilla de la cama.
Sin el mínimo asomo de perder la erección, el profesor ya de pie, embistió fuertemente desde atrás penetrándola de un solo golpe y llegando, con ello, hasta el fondo de la vagina de la que pensaba se llamaba Natalia.
Siiiiiiiiiiii…asiiiiii, ufff…hummmmmmm, hummmm ahhhhhhhh, ahhhhhh Sólo atinaba a decir Erika, sintiendo en cada embate que chorros de placer inundaban y bañaban la dureza fuertísima del aparato de su verdadero primer hombre, haciéndola sentir más mujer… más deseada…
Siii… Natalia, llamándola por primera vez por su nombre sin anteponer,  ” siiii… así la querías tener… gozándola… te gusta?? Le preguntó, ¡Era esto lo que estabas buscando?
Siiii… siiii…me encanta…me gustaaaa… siiii… coges riquisimoooo… dijo Ella, ya en un desinhibido comentario, que al fin y al cabo el momento lo ameritaba… estaba demasiado caliente
Tú también me gustas mucho… me gusta tu cuerpo… tus caderas… tus nalgas… tus tetas… siiii…siii… tu concha… tu conchita depilada…mmm siiiii… que rica estás señora, volvió a decir, al tiempo que la tomaba rodeándola de la cintura con sus dos brazos cual perro montado en su perra, y arremetía sus movimientos, indicando que ya no pararía…que estaba llegando al clímax del placer… al paroxismo…
No pares… no pares… siiii… siiii dámela toda… siiii… dámela…ooooo… siiiii.. sigueeee… siiiiiii… ooooooo aaaaaaaaaa….. gemía escandalosamente Erika sin importarle si algún vecino la escuchaba…llegoooo a su primer orgasmo de varios en ese aciago y agraciado día.
El hombre tampoco paraba de gemir y de darle gracias a Dios por poder cogerse a esta nena.
Erika jadeando, le pidió que se tendiera en la cama, quería sentir su falo dentro de ella: ¡Papitto, quiero que me enseñes…al fin eres profesor, no pudo reprimir el comentario!
El hombre pensó que estaba jugando una broma, otra vez se preguntó de dónde conocía a esa bellísima mujer, pero su mente estaba en esto…
Él presto se acostó a lo largo de la limpia sabana de su cama matrimonial, antes de subirse arriba de él, se la beso y chupo brevemente (le gusto el sabor de su anterior venida impregnada en el vergón de su amante), para que tuviera la dureza bien firme, se fue enterrando su pene lentamente hasta tenerlo todo adentro.
-Dios!, que pedazo de verga me estoy comiendoooo!!!! ,mmmmm, mmmmm, ¡qué rica es!
Inicio un fuerte movimiento de mete saca, nadie pudiera imaginar que era la primera vez que realizaba ese movimiento, en esa postura, sin duda era una excelente aprendiz…
Otra melodía estaba, era “Anda” de Luis Eduardo Aute, ¡Me encanttaaaa! ¡Tienes muy buena música….Profeeee!
Estuvieron en esa posición un buen rato, ya sus sudores se mezclaban abundantemente.
La rubia deseaba probar otra posición, trabajosamente se detuvo para salir del empalamiento y virar para ofrecer su nalgatorio al hombre que seguía acostado en su cama y que ya sudaba a mares.
Le ofreció sus nalgas abiertas para que la culeara, para que ahora la penetrará viendo sus caderas moverse.
Ella estuvo moviendo el trasero hacia él y acomodándose lo mejor que podía para permitir la penetración… Finalmente le entró con un golpe seco toda su verga, dio un gritito para estarse sentadita en su hombre por un breve momento e iniciar ella misma con un ritmo que ahora bailaba al son de  “Más que nada” del brasileño Sergio Mendes.
La rubia jadeaba, movía su rostro de lado a lado haciendo agitar su colita rubia, ya gemía descontroladamente, estaba por llegar a su segundo orgasmo. Sentía palpitar su orificio y sentía con una nitidez todo: colores, olores, el sabor de su sudor entrando por las comisuras de sus labios, la música, la vista del cuarto, se veía en un espejo colocado frente a ella en esa posición…¡Profeeeee….otroooo…..! Ahhhhhhh….ahhhhhhhh, graaaciaaaasssss, amiiroooorrrrr…..ahummmmmm
La rubia se desmadejo, el hombre la acostó suavemente en la cama de ladito para colocarse él atrás de ella y en la posición de cucharita, él llevar ahora el control de poderosos embistes que hacían que la mujer se cimbrará cuan larga es…El profesor pensaba que en cualquier momento podría terminar, así que sacando fuerzas de su experiencia aminoraba los empellones para cambiarlos por movimientos oscilatorios leves que arrancaban de la hembra sonidos guturales animales ya rayando en lo salvaje. No dejaba de usar sus manos, boca para no dejar ningún rescoldo de la bella blanca piel de su nueva hembra, de su nueva yegua.
El hombre necesitaba un mayor apoyo para ahora darle con todo, así que la coloco en la típica posición de perrito. Erika ya se dejaba hacer dócilmente, había sido conquistada del todo, ella no había elegido, ni siquiera la habían elegido, fue el destino y la suerte la que señalo que esos dos se estuvieran dando con todo, que fueran dos guerreros en búsqueda del mayor placer posible.
Profe: Aguántame chamaca, ponte durita porque ahora si te voy hacer ver las estrellas…
Erika: Aquí estoy, tú dale con todo, hazme mujer, síguele así
Inicio una fuerte serie de empujones, de mete y saca por parte del hombre a la casada ya hecha mujer por primera vez en sus casi 33 años.
Plac, plac, plac,plac el sonido del golpe de verga, huevos, ingle del varón en las maravillosas nalgas enrojecidas de la mujer por recibir tal tratamiento estaban con el ritmo de la melodía de la famosa película  Electrodanza…ufff…
Ahhhhh, en un grito animal el hombre se vino dentro de la diosa rubia que sonriendo acepto que eso sucediera, como sabemos ella estaba preparada, no deseaba quedar embarazada y ya tomaría medidas al caso.
Se desmadejaron cayendo sobre la cama, abrazándose y besándose suavemente. “Concierto para una voz” en la voz de la gran Tania Libertad sello ese primer encuentro de varios en ese día.
Al estar frente a frente en las suaves caricias, el hombre maravillado y un tanto asustado alcanzo a decir: ¡Eres la Señora del Ingeniero Treviño! ¿Pero qué he hecho? ¿Qué estabas haciendo aquí?
Erika ya descubierta, con un ambiente tan íntimo como el que habían pasado le tuvo que explicar el porqué de su accionar. Lo hacía con bastante pena, pero el Profesor es un tipo maduro y muy centrado que supo escuchar y con inteligentes preguntas hacer que ese proceso no fuera tan avasallador para ella. Los años de diferencia se notaron en ese momento, a pesar de que en el acto sexual anterior estos no hubieran sido apreciados.
Entre plática y plática, ella alcanzo a preguntarle a él acerca de su vida. Tenía en la punta la que más le interesaba: ¿Quién es Chayito?
Él le conto que tenía cerca de año y medio de ser viudo. Chayito había sido su esposa. En año y medio no había tenido contacto alguno con mujer. En su vida de casado, a pesar de no ser un santo, en realidad no tuvo muchas experiencias fuera de su matrimonio. Fue con la esposa con quien en realidad se volvió un gran amante. Erika, no dejo de sentir tristeza y hasta cierta envidia, de que ese hombre muy distinto a ella en casi todo, hubiera podido ser feliz con su esposa, como ella sinceramente lo deseo y aun lo deseaba muy en el fondo de su ser.
El profesor fue a su closet para sacar una caja unas fotos en donde le fue explicando su vida. Él con todo lo que había pasado se confesó con ella.
EL profesor Rogelio Bautista es oriundo de la costa de Oaxaca. De ascendencia indígena, tuvo un tatarabuelo italiano por parte de su mamá y uno español por parte de su papá, así que más  bien es mestizo.
De chico emigro al DF, estudiando solo hasta la preparatoria técnica ya que los problemas económicos de su familia ameritaban que se pusiera a trabajar. Se volvió un técnico muy especializado en empresas metalúrgicas y de joven se mudó a Monterrey donde conoció a su esposa procreando dos hijos. Helena de la misma edad que Erika que vive en Alemania ya que se casó con un Ingeniero alemán que visitaba la empresa en donde estaba Rogelio. Ya es abuelo de un niño de 2 años. Su otro hijo es Ingeniero Mecánico Administrador por el ITESM, Monterrey, es soltero y tiene 28 años, pero ya vive solo en una mejor colonia.
Ante esa revelación la hembra se cimbró, nunca pensó que un abuelo, un hombre que pudiera ser su padre la hubiera hecho su mujer.
El profesor siguió estudiando y trabajando, recibiéndose de Ingeniero Industrial solo hace tres años. Lleva dando clases a nivel técnico en una Universidad Tecnológica desde hace cuatro que dejó de laborar en la Industria. Le encanta dar clases, ya que da toda su experiencia a los jóvenes.
Una foto impacto a la mujer. La empresa en donde laboraba Rogelio era una de las de su papá. En la foto aparecía ella siendo una jovencita de 20 años y su ahora hombre de 42 años. Tenían una diferencia de años de 22. En la foto, él lucia mucho más joven que esa edad y ella aún con cara de niña, ya evidenciaba ser toda una mujer en sus curvas. Al ser tantos trabajadores en sus empresas, no lo recordaba con claridad.
Comieron, bailaron, rieron, platicaron, se hicieron bromas…todo lo que un hombre y una mujer se pueden decir cuando hay química, honestidad, apertura y ganas de vivir…se conocieron tanto en tan pocas horas. LA mujer estaba simplemente maravillada, extasiada, todo había sido tan increíble, que cosas ha vivido en tan poco tiempo. Lejos, otra vez , muy lejos , estaba la hembra de saber de los renglones torcidos de Dios, de los avatares de la vida.
Una vez repuestos y después de darse una ducha juntos…ella tomo la iniciativa
Erika: Quiero que me enseñes todo, quiero todo contigo, Te agradezco lo que has hecho por mí, quiero estar contigo ya que te necesito, ya me enseñaste la vida y ahora no quiero renunciar a ella, pero sabes que no puedo romper con mi familia.
Profe: Nunca pensé vivir algo así, me gustas mucho, esto fue sensacional, con mi difunta esposa disfrute mucho el sexo, pero lo de hoy es hoy y yo también quiero vivir.
Erika: Tendremos que ser muy cuidadosos
Profe: Tengo este celular extra, te lo doy, con él podremos ponernos de acuerdo, ¿Ahora que seguirá?
Erika: Ahora quiero entregarte mi virginidad. Quiero que me hagas por completo mujer, quiero que me sodomices…
Profe: Bien…prepárate, al ser tu primera vez…te va a doler más que lo de hace rato.
A Erika le agradaba el giro que había tomado esto, era más allá de lo que hubiera podido imaginar o esperar, su naturaleza e inteligencia le demandaban situaciones estructuradas…planeadas, platicadas, era lo que estaba esperando, agradeció a Dios por la fortuna de encontrarse con un hombre en toda la extensión de la palabra.
Admiro aún más su superación, su forma de ser, su nobleza…Se pusieron entonces presto al siguiente combate ya vespertino.
Iniciaron con bailes sensuales super pegados, descubrieron que les encantaba la misma música, literatura, poesía, parecía que el destino les tenía deparado el estar juntos en ese instante. Se besaron, se comieron, se acariciaron, se fueron encendiendo como dos almas en pena que encuentran por fin su destino feliz.
Erika: ¡Por ffaavvoorr, cuidaddddo, recuerrdddaaa  soy virgen de allí!… –Ella estaba acostada con una gran almohada debajo de su vientre para levantar si es posible aún más su nalgatorio. Él estaba sobre de ella, magreando pies, tobillos, piernas, caderas y sobre todo nalgas, sin olvidar los senos, de vez en vez se besaban, no dejaba de lado dulces palabras de aliento a su chica.
El hombre ya llevaba tiempo alternando dedos y boca para iniciar el enculamiento de su diosa regia.
Profe: Ahiii vaaaa….solo la punta….ufff….aprieta
Erika: Siento como si quisiera ir al baño….ufff dueeellleee, ardeeeeee
Profe: Calma,,,potrita….ya mero,,,,ahhhhhh ya está a la mitad
Erika: Roger….no te muevas por diosito santo dejamememee acostmmmbrrarrmeee
Profe: Ya eesstattaaa casi todaaaa..ya eestttaata ya la tienesss, ¿Te duele? ¿Te gusta?
Erika: Por favor, te necesito, no me dejes nunca, ya te quiero tener otra vez…ufff…hummmmm. Ahhhuuuuu que riicococoooo
Él siguió con su verga adentro, se la sacó un poco y vuelta otra vez, donde se la metió de nuevo hasta la raíz; hasta que empezó el rico movimiento de entrada y salida del distendido ano.
A Erika le ardía terrible, pero también sentía rico.
Le pidió que se la sacara, más como un juego erótico.
Él no hizo caso, a cambio le dio unas moderadas y sonoras nalgadas, enrojeciendo más el imponente trasero.
El muy astuto la estaba culeando de una manera terrible, salvaje, pero ella estaba encantada; lo deseaba así, con furia, y él cumplía a la perfección.
Le jalaba de las caderas o del pelo una y otra vez, hasta que no podía más. Ella sentía desmayarse del placer, al mismo tiempo que sentía delicioso, un dolor tremendo, sucio y humillante pero delicioso, se entregó a él ya sin reservas, ya sin tapujos, ya sin falsos moralismos y le empezó a gritar…
Erika: – ¡Ay, sí, qué rico, qué rico lo haces, Roger! (Había decidido que le gustaba decirle Roger)
Roger: – Te voy a enseñar lo que he aprendido en la vida, para que tú seas una dama completa, una fiera en la cama. De hecho lo eres, queridda….chiquilllaa….eres una diossaaaa…
Erika: – Sí, cógeme, enséñame, mmm, ¡que rico, qué rico!
Ella reculaba hacia atrás, para ofrecerse impúdica a su Profesor, su trabajador, su labrador, su dueño temporal, su ya inminente amante. La tenía al borde de la locura. Ella empezó a temblar y a gemir más profundo y más fuerte.
Erika: – Me vas a hacer venir, me vengo, ¡me vengo!
Roger  viendo cómo iba entrando su polla en ese culo centímetro a centímetro a cada embestida, notaba como sus huevos chocaban con ese culo blanco, perfecto, redondo y parado dispuesto a resistir su ataque sin piedad, plas, plas, plas y él seguía sus embestidas y ella echando el culo para atrás para que la penetración fuera más profunda.
Erika, ya perdiendo toda compostura: ¡Más fuerte papi, dame más!… ¡Así cabrón ábreme el culo!… ¡Es tuyo papito, gózalo como se te dé la gana!…
Roger: Ahiiiiite te voyyyyy chuliiitaaaa….ahhhhhh
Ambos llegaron al unísono al mismo tiempo que la canción del tema de la película Emanuel de Sylvia Kristel terminaba también…la rubia no pudo evitar gemir con todo y luego iniciar una risa completamente de nervios al asociar música con todo su proceso de aprendizaje. Era de una de las películas que había comprado en el DF.
Ambos: Hummmmm, ahhhhhhhhhh, ahhhhhhhhh
Roger la llevo a San Pedro en su auto, un muy buen cuidado Cross Fox como de cuatro años atrás. La rubia seguía admirando la vida y forma de ser de su nuevo hombre, de su nuevo valedor, de su domador, de su potro salvaje, de su amante en definitiva.
Con cierto pesar se despidieron, conveniendo en cómo se pondrían de acuerdo para el siguiente encuentro. Al despedirse Leo Dan entonaba: “Como te extraño mi amor, te extraño tanto, que voy a enloquecer, ay amor divino, pronto tienes que volver…” desde la pequeña camionetita de Roger..
Continuará
 
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Relato erótico: “Marina, una perroflauta con la que me casé”(POR GOLFO)

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Introducción.

Después de pasarme mi vida luchando para conseguir un estatus, decidí que ya bastaba. Tenía todo lo que un hombre puede desear menos un hijo. Muchas mujeres habían pasado por mi alcoba, pero ninguna me había parecido lo suficientemente buena para quedarse. De todas las mujeres que conocía no había ninguna que mereciera la pena como futura madre de mis hijos. Por eso el día que cumplí treinta y cinco años, tomé la decisión de cambiar esta situación. 
Las candidatas debían de cumplir una serie de características que borraban automáticamente a la gran mayoría. Quería que mis hijos estuvieran dotados a priori de una gran inteligencia, por eso decidí poner el asunto en manos de una empresa de cazatalentos.
Lógicamente, no se puede llegar a una de estas compañías y decirles, busco una mujer para inseminarla, ya que me hubiesen mandado directamente con una agencia matrimonial y estas no servían porque en su selección escudriñan es  la compatibilidad y otros elementos que me traían al fresco.
Yo lo que quería era una superdotada, alguien con quien compartir mis genes sin arriesgarme a que mis descendientes resultaran ser unos  imbéciles.

Aprovechando que dentro de mi organización había empresas de diferentes ramos, mandé al departamento de  recursos humanos que me buscaran personal con las siguientes características:

-Sexo femenino.
-Edad: entre 23 y 30 años.
-Coeficiente intelectual: mayor de 140.
-Deportista.
-Al menos una carrera, sacada con media de sobresaliente.
Cuando Julio Gómez, el director de esta área, recibió mi requerimiento, me llamó pidiéndome que le ampliara el perfil, ya que se me había olvidado incluir dos premisas importantes, el puesto a cubrir, y el salario que íbamos a ofrecer.
-Necesito una asistente personal, no me importa cuanto cueste, consíguemela-, le expliqué molesto por mi olvido.
-Jefe-, volvió a insistir,-necesito mas datos, Disponibilidad de horarios, soltera, casada, apariencia física, carné de conducir….
-Julio-, le interrumpí,-soltera, respecto a lo demás imagínate que busco un imposible, cuanto más se acerque a la mujer ideal mejor, pero eso sí lo primordial es que sea lista.
Esta vez, no hubo contra-réplica, había entendido y como era de esperar se puso manos a la obra. Al cabo de dos semanas, ya me tenía cinco candidatas.
Fue descorazonador el resultado, entrevista tras entrevista, las candidatas no se ajustaban a lo que yo deseaba. La que no era espantosa, era una acomplejada o tenía algo que me repelía, de forma que tras rechazar a las cinco, llamé nuevamente a mi empleado.
Gomez al escuchar el resultado que habían obtenido sus seleccionadas, se quejó de la dificultad que entrañaba lo que yo quería. Según él, todas las mujeres que se podrían adaptar al perfil, ya estaban trabajando o tenían su propia empresa.
-Me da igual, si tienen curro, ofréceles más dinero y si es la dueña de una compañía, la compramos.
-Saldrá caro-, me avisó.
-Tu, ¡hazlo!.
Esa misma tarde, recibí una llamada suya diciéndome que tenía una posible aspirante. Un antiguo profesor le había hablado de ella. Por lo visto, no había terminado aún la carrera, pero según el catedrático era el mejor expediente que había pasado por sus manos.
-Mándame su curriculum -, le contesté esperanzado.
-Mejor le propongo que me acompañe, por lo visto este cerebrito da una charla esta tarde en el Ateneo.
“¿En el Ateneo?”, pensé, “si eso es una cueva de nostálgicos de izquierda, que llevan veinte años mirándose al ombligo y quejándose de la debacle de los regímenes del telón de acero”.
Estuve a punto de decirle que se fuera a la mierda, pero la posibilidad que fuera lo que buscaba hizo que aceptara acompañarle.
-Le recojo a las ocho-, y con voz socarrona antes de despedirse me aconsejó: -Otra cosa mas, ¡déjese su corbata en casa-.
Tal y como me había pedido, nada mas llegar a casa me cambié. Dejando a un lado mi vestimenta habitual, me disfracé poniéndome un pantalón vaquero y una chaqueta de pana  que me habían regalado hacia dos años y que jamás había estrenado. Al verme al espejo, me repateó la pinta que llevaba, parecía el típico idealista trasnochado que no pudiendo triunfar en la vida se había recluido en la añoranza de una revolución que le diera otra oportunidad.
Recordé la frase demoledora de Winston Churchill:
-Todo hombre que a los veinte no cree en la revolución, no tiene corazón. Todo hombre que a los cuarenta  insiste  en la revolución no tiene cerebro-.
Esperando ir a una reunión de descerebrados, me monté en el coche. Pero para lo que no estaba preparado fue que llegando a la sala de actos, el titulo de la misma fuera:
“Manuel Toledano, prototipo de explotador capitalista”.
Julio se rió descaradamente al verme la cara, el muy cabrón sabía de antemano que nunca hubiese acudido a una conferencia en la que el tema era ponerme a parir. Tras mi sorpresa inicial, me contagié de las risas de mi acompañante y sin saber el porqué, me acomodé en una butaca a oír que era lo que la mujer iba a decir de mí.
Como era lógico, la sala se llenó de universitarios con pelos largos y pañuelos palestinos anudados al cuello, antisistemas y ancianos  activistas de izquierda.
 “En menudo lío me estoy metiendo, mejor me voy”, pensé al ponerme nervioso de que alguno de los presentes me reconociera, pero justamente cuando ya me había levantado de mi sitio y estaba a punto de irme, me vi impedido por un grupo de muchachos que, alborotando, pedían que empezara el acto. Ante lo imposibilidad física de escapar, tuve que volver a sentarme y hundiéndome en mi asiento, deseé que nadie se fijara en el tipo sentado en la cuarta fila.
Los aplausos y vítores con los que recibieron a los conferenciantes, me sacaron de mi aislamiento. Por fin iba a ver a la tipa, por cuya culpa había venido y ahora me  veía en esta situación.  Marina Samper fue la última en aparecer sobre el estrado pero la primera en tomar la palabra. Y cuando lo hizo fue directamente al grano.
Sus primeras frases no tuvieron desperdicio:
-Si hay alguien que representa la hipocresía, la codicia y la falta de escrúpulos en esta sociedad de consumo, es el personajillo que nos ha reunido hoy aquí. Manuel Toledano encarna todo aquello que detestamos, un niño bien que se ha lucrado con el sufrimiento de la clase obrera, explotando a los sectores más humildes y enmascarando su conducta por medio de fundaciones cuyo único fin son lavar la imagen  de este empresario ante la opinión pública-.
En ese momento dejé de escuchar, para nada me interesaba el contenido del discurso pero, pasmado, observé la capacidad oratoria de la muchacha y  como iba dosificando su arenga mientras caldeaba el ambiente. Los asistentes se vieron subyugados y como si fueran unos acólitos perfectos, respondieron como ella esperaba, alzándose y gritando contra el supuesto agresor. Es más, si no supiera por propia experiencia que la mayoría de las afirmaciones eran medias verdades o directamente mentiras, yo mismo hubiera alzado mi puño contra el energúmeno del que hablaba.
Julio estaba encantado.
Durante los quince años que llevaba colaborando conmigo me había llegado a conocer y sabía que lejos de aborrecer el estar ahí, yo lo estaba disfrutando al encontrarme con alguien con el que valiera enfrentarse y vencerle. Llevaba demasiado tiempo hastiado por no tener un reto que vencer y esta mujer me daba la oportunidad de recrearme, de ser imaginativo y de ganar un combate totalmente nuevo.
Por eso, cuando terminó de hablar y la concurrencia rompió en aplausos, le dije:
-Me interesa, pero no esperes que me trague el resto-.
-No hace falta-, me contestó, -he quedado con mi viejo profesor en el hotel Urban en una hora, y ¿adivina quien va a venir a cenar con nosotros?-
No necesité más datos y con bríos renovados salí de la vetusta  institución, sabiendo que al menos iba a pasar dos horas divertidas a costa de esa mujer inteligente. Su cara de niña  podía llevar a engaño, era un bello disfraz,  que escondía a una manipuladora eficaz y sobre todo a un adversario imponente.
Nos fuimos andando al hotel, que está a tres manzanas sobre la carrera de San Jerónimo, calle muy famosa al tener entre sus edificios al congreso de diputados. En el trayecto, Julio me dio un dossier de la señorita, el cual nada mas sentarnos en la mesa me puse a estudiar con más concentración que si fuera el balance de una empresa a la que quisiera lanzar una OPA.

Por lo visto, la tal Marina no solo tenía un coeficiente de inteligencia de genio y una de las mejores cabezas universitarias del país, sino según decían los papeles, tenía suficientes razones para odiarme, porque tanto su padre como sus tíos, se vieron en la calle al cerrar una empresa, “Metalúrgica del Pisuerga”, que era de mi propiedad.

No me costó recordar que le había echado el cierre aduciendo motivos ecológicos pero la realidad es que cuando la compré lo hice pensando en los grandes beneficios que me iba a dar la recalificación de los terrenos de la factoría, ya que al estar en mitad de Valladolid, como depósitos de chatarra  no valían nada, pero convertidos en urbanizables su valor era de muchos  millones de euros.
No nos hizo esperar la hora, porque a los treinta minutos escasos hizo su aparición del brazo de un gafotas con pinta de intelectual.
Al preguntar por la reserva, el maitre les informó que ya estábamos esperándoles. Por su gesto contrariado, supe que  nuestra llegada anticipada le había chafado sus planes, debía de haber esperado de un rato para preparase.
La vi acercarse a la mesa, segura de si misma, su andar era el de un depredador, pero lo que realmente me impresionó fueron sus ojos azules. En el acto no me había dado cuenta pero de cerca me recordaron a los de una loba.
-Manuel, reconozco que me sorprendió el saber que ibas a tener el morro de asistir, pero aun mas tu insistencia en conocerme-, me dijo estirando su mano al saludarme.
Desde hace al menos cinco años que los únicos que me tuteaban eran mis amigos de infancia o los muy estrechos colaboradores, por eso me chocó que ella lo hiciera, pero caí al instante que era un insulto deliberado.
-Si pero esperaba más… Después de los grandes elogios que habían hecho de ti, lo que oí fue el discurso de una populista sin ninguna base cierta-, le contesté tirando de su mano y plantándole un beso en la mejilla.
-¿Entonces no le gustó?, pensaba que le iba a entusiasmar-, me respondió con ironía, mientras se limpiaba asqueada la cara.
-No, pero tienes futuro. Por eso te voy a hacer una oferta que no vas a poder rechazar-
-¿Me quieres comprar?, no creía que fueses tan idiota-, me respondió indignada.
Dejé que se calmara unos instantes, sin quitarle mi mirada, que fija en sus  ojos le taladraban tratando de analizarla.
-Si-, y haciendo una pausa dramática, proseguí diciendo:-  ¿cuánto valgo según tu valoración?, ¿cuanto dinero he robado al proletariado?-.
No se esperaba que le contestara así y  echa una furia me contestó que mas de cien millones de euros, que todo el mundo sabía que era un oligarca y un ladrón y demás lindezas que no valen la pena reseñar.  Su perorata no surtió resultado ya que nada mas terminar, en vez de enfadarme como había hecho ella, sonriendo le dije:
-Creo que te has quedado corta. Cásate conmigo, sé la madre de mi hijo y tendrás la mitad-.
El silencio se adueñó de los presentes, a la cara de incredulidad del profesor y de mi asistente, se unió la de ira de Marina, que pasados unos segundos y pensando que era una broma de mal gusto me respondió:
-Quiero el sesenta por ciento de todo-.
-Hecho-, dándole la mano cerré el trato ante su mirada estupefacta y dirigiéndome a Julio, le pedí que preparara el acuerdo prenupcial y que si no había problema, quería casarme al día siguiente.
Como no tenía nada más que decir, dándole un beso a la cría, les dejé terminándose la copa, mientras me excusaba diciendo que tenía que preparar mi propia despedida de soltero.
-¿Es en serio?-, me preguntó Marina totalmente fuera de lugar y sin llegarse a creer la situación.
                               
-Tu eres la experta en mi persona, ¿Sabes de alguna vez que me haya echado para atrás en un trato?-.
 
Negó con la cabeza.
-Entonces nos vemos mañana, espero que tú respetes el acuerdo y aparezcas en el juzgado-
-Allí estaré-, me contestó.
No llegué a escuchar su respuesta porque ya salía por la puerta y el murmullo de los tertulianos y las protestas del profesor me impidieron el hacerlo.
Mi despedida de soltero
Ya en mi coche y mientras mi chofer conducía, decidí que esa última noche de soltero tenía que ser especial y por eso buscando en mi agenda, llamé a Andrea Lafollé.
Para los que no lo sepáis, esa mujer de tan curioso y elocuente apellido es la “Madame” más famosa de Madrid. Aunque las putas más bellas de la capital están en su nómina, lo que realmente la ha hecho tan popular es que, dios sabe cómo, consigue cumplir los caprichos de los clientes más exigentes. Si llegado el caso, un potentado le pide tirarse una rubia con una flor tatuada en el culo, la encuentra. Si el tipo lo que desea es una dominatriz negra de cien kilos, para ella, no hay problema.
Por eso cuando descolgó su móvil y después de saludarme me preguntó a quién deseaba, me lo pensé unos instantes para acto seguido darle una pormenorizada descripción de mi futura esposa:
-Me gustaría que me mandaras a una mujer de veintiún años, castaña con una melena larga y ojos azules. Debe de medir uno setenta y dos…- me quedé pensando-… de pecho por los menos 110.
-¿Tetona entonces?
-Muy tetona pero delgada- respondí.
-120 de pecho…
-¡Debe de ser un sueño! – interrumpí y sacando el dossier de Marina, pregunté: -¿Te serviría la foto de una amiga como ejemplo de lo que quiero?.

-Sería bienvenida- contestó la celestina, acostumbrada a las diversas perversiones de sus clientes- como usted sabe intentaré acercarme lo más posible a sus gusto.

 

Satisfecho, saqué una foto con el móvil y se la mandé. Tras treinta segundos, con tono profesional, me soltó:
-La tendrá en una hora. ¿Se la mando donde siempre?
Asintiendo, me despedí de ella y colgué. Al hacerlo me quedé meditando que era acojonante el porfolio de zorras que dominaba esa mujer y bastante más nervioso de lo que solía ponerme, llegué a mi casa.
Cómo mi chalet estaba a las afueras, me tuve que dar prisa en la ducha para que cuando llegara la putita, estuviera listo. Aunque suene manido, acaba de terminar de vestirme y me estaba sirviendo una copa, cuando escuché el sonido del timbre.
Sabiendo que mi mayordomo abriría, pegué un sorbo mientras me picaba la curiosidad de cuan fielmente esa Madame cumpliría mi encargo. Os juro que cuando entró casi se me cae el whisky de la mano:
“La mujer que se acercaba a mí con paso felino era exactamente igual a Marina”.
Aturdido por el parecido, me la quedé mirando de arriba abajo y sin encontrar diferencia con el original, le pregunté:
-¿Eres Marina?
-Llámame como quieras- respondió y dejando deslizar los tirantes de su vestido, me preguntó: -¿No te parezco atractiva?.
Alucinado todavía, vi cómo se abría el escote y tapándose su pecho con las manos, insistía:
-¿Esperabas algo diferente?.
El problema era exactamente el contrario. La semejanza de ambas mujeres no podía ser producto del azar y acercándome a ella, me admiró la maestría del maquillador ya que ni de cerca era posible distinguirlas claramente. La única pega era el acento, mientras la perro-flauta era castellana, esa guarrilla parecía sevillana.
Mi invitada poniendo cara de putón verbenero, se empezó a acariciar los pezones mientras decía:
-¿Verdad que estas deseando comerme entera desde que me viste entrar?
Su burrada que en otro momento me hubiera molestado, en ese instante me calentó y siguiendo los dictados de mis hormonas, me acerqué a ella y agachando mi cara, me puse a mamar  de sus pechos.
Descojonada por mi rápida claudicación, me retiró de un empujón y subiéndose el vestido, me soltó:
-¡Chiquillo! ¡Qué todavía no me has invitado de beber!
El gracejo con el que se hacía la estrecha, me cautivó porque no era propio de una fulana y siguiéndole el juego, le pregunté qué quería:
-Otro whisky- contestó.

A partir de ese momento, no la traté como a una mujer a la que había alquilado sino como a una muchacha que hubiera conocido en un bar. Curiosamente, la charla con ella resultó divertidísima y tras unas cuantas rondas, ya habíamos entrado en confianza y bajando su mirada, intentó averiguar quién era la muchacha a la que tanto se parecía:

-La mujer con la que me caso mañana.
Mi respuesta la intrigó e debido a su insistencia, le tuve que explicar las razones que me habían inducido a tomar esa decisión. Muerta de risa me escuchó y con un deje de envidia en su voz, me soltó:
-¡Tiene suerte la cabrona!- tras lo cual recordando  el motivo por el que la había contratado, me miró sensualmente diciendo: -Mañana te casas pero hoy te vas a follar a esta puta.
Realmente atraído por esa mujer, decidí que ya era hora  y cogiéndola entre mis brazos, la llevé hasta su cuarto. En el pasillo y mientras la cargaba, no paró de reír. Su extraña alegría en una puta, me calentó y ya  dominado por la lujuria, tirándola sobre la cama, me empecé a desnudar.
Desde el colchón, la clon de mi futura esposa seguía jugando a hacerse la estrecha y mientras no perdía ojo de mi striptease, me amenazaba con denunciarme si la violaba. Descojonado y excitado por igual, me acerqué a ella y desgarrando su vestido con las manos, la dejé desnuda sobre las sábanas.
-¿Qué vas a hacer conmigo?
-Lo que llevo deseando desde que apareciste por la puerta. ¡Voy a follarte! -respondí.
Al separar sus piernas, descubrí que no llevaba el coño depilado e azuzado por su aroma dulzón, bajé mi cabeza entre sus piernas y sacando mi lengua, probé el sabor agridulce de su sexo. La humedad que encontré en su coño, me informó que esa mujer estaba cachonda y desando calmar cuanto antes mi calentura, comencé a recorrer con mi lengua los bordes rosados de su vulva.
-¡Me encanta!- gritó al notar mi caricia sobre el botón escondido entre sus labios.
Satisfecho por su confesión, cogí su clítoris entre mis dientes. No llevaba siquiera  unos segundos mordisqueándolo cuando esa simpática mujer empezó a gemir como una guarra. Azuzado por sus gemidos, seguí comiendo esa maravilla e incrementando el volumen de mis caricias, metí un dedo en su vulva.
– ¡Dios!
Su rápida entrega se vio maximizada cuando incrementé la dureza de mi mordisco. Disfrutando realmente de esa castaña y olvidándome de su profesión, durante unos minutos seguí follándola con mis manos y lengua hasta percibí que en esa dulzura los primeros síntomas de que se iba a correr. Decidido a compartir con ella unos momentos ardientes, aceleré la velocidad de mi ataque. Tal como había previsto, la mujer llegó al orgasmo y berreando de placer, su cuerpo empezó a convulsionar sobre la cama mientras de su sexo se licuaba. Al beber del flujo que salía de su cueva, profundicé y alargué su clímax, de manera que uniendo un orgasmo con otro fui diluyendo la separación entre nosotros. Al estallar ya no era para mí una puta sino mi amante.
-¡Qué maravilla!- aulló al experimentar la rebelión de sus neuronas y presionando con sus manos mi cabeza, chilló con voz entrecortada: -Ya me has demostrado que sabes comerte un chocho pero ahora necesito que me folles.
Su tono me informó no solo de que estaba ya dispuesta sino de que lo deseaba y por eso, me incorporé sobre el colchón y cogiendo mi pene entre mis manos, lo acerqué a su vulva.
-¡Fóllame!- gritó al sentir mi glande jugueteando con su entrada.
Incapaz de contenerme de un solo empujón, hundí mi pene en su interior. La facilidad con la que su estrecho conducto absorbió mi miembro,  reafirmó su disposición y por eso, sin darle tiempo a acostumbrarse, comencé a hacerle el amor. El olor que manaba de su sexo me terminó de cautivar mientras ella no dejaba de chillar que  siguiera follándola.
-¡No pares!- aullaba mientras con todo su cuerpo buscaba mi contacto.
Con un ritmo feroz y  golpeando la pared de su vagina con mi glande, busqué mi liberación mientras la cría seguía gritando. Sus gemidos me llevaron a un nivel de excitación brutal y deseando unirme a ella. Su coño recibía mi pene con autentico gozo y a los pocos momentos, volví a sentir su orgasmo.
-¡Eres preciosa!- dije con voz dulce mientras mis dedos pellizcaban los rosados pezones de la mujer.
-¡Tú también!- chilló descompuesta.
Su piropo estimuló mis movimientos y poniendo sus piernas en mis hombros, seguí tomando lo que sabía que era mío aunque fuera por solo una noche. La nueva postura la volvió loca y pegando enormes chillidos, se volvió a correr. Esté enésimo orgasmo tan poco frecuente en alguien de su profesión, me cautivó y sin poderlo retener más tiempo, mi pene explotó regando su sexo con mi semen. La castaña al sentirlo, chilló de placer y pegando un berrido se dejó caer sobre el colchón.

Agotado, me tumbé junto a ella en la cama. La mujer, olvidándose que era solo un cliente, se acurrucó sobre mi pecho y se quedó dormida. Aproveché ese momento de calma para pensar. La dulzura de esa cría me había hecho replantearme el órdago que había lanzado esa tarde y por vez primera pensé en no acudir a mi cita.

 

El día de mi boda
Con una resaca de escándalo, pero vestido de chaqué como se esperaba de un novio tradicional, llegué al juzgado con solo cinco minutos de anticipación sobre la hora señalada. Marina ya estaba esperándome y al verme entrar torció el gesto, porque en su fuero interno deseaba que todo hubiese sido una fanfarronada, un órdago lanzado por un imprudente y que a la hora de la verdad, fuera un cobarde y haciendo mutis por el foro, no apareciera.
-Hola mi amor, ¡has venido!-, la hipocresía de sus palabras no tenía límite.
-¿Cómo voy a faltar a la cita?, si resultas tan buena como cara, mi placer va a ser indescriptible.
La burrada con la que le contesté, la hizo enrojecer. Pero no tardó en reponerse, diciéndome:
-En cambio, si tú tardas tan poco en terminar, como en pedirme que me case contigo, me voy a aburrir brutalmente. Pero siempre nos queda la inseminación, o ¿no?.
Iñigo, mi mejor amigo y mi testigo en esta ocasión, soltó una carcajada y cogiéndome del brazo, me dijo:
-Creo que voy a disfrutar de tu fracaso, te apuesto mi casa contra la tuya a que no consigues domar a esta fierecilla.
Marina interrumpiéndole le contestó:
-No puede apostarla, porque más de la mitad va a ser mía-
-Tiene razón- por primera vez dudé de ganar una apuesta -Pero te juego algo mas duro, si pierdo seré tu criado durante un mes, en cambio si gano tú serás el mío-.
-Iré preparando tu uniforme-, me contestó Iñigo entre risas mientras entrábamos a la sala.
La ceremonia civil como tal es una mierda. Lejos del ornato y el bombo de la religiosa en menos de diez minutos ya habíamos terminado. El concejal, que nos había casado, creyéndose cura me dijo que ya podía besar a la novia. Era lo que estaba deseando y asiéndola por la cintura, la besé apasionadamente mientras nuestros veinte invitados aplaudían la pantomima.
Era la primera vez que lo hacía y recreándome en el beso, me pasé magreando su trasero hasta que, cortada, me pidió que dejara algo para la luna de miel.
-¿Luna de miel?, te recuerdo que según el papel que hemos firmado eres la propietaria mayoritaria del grupo, esta mañana he firmado mi renuncia,  nombrándote  presidenta de todo. Como sabes, los empresarios tenéis  una responsabilidad ética con la sociedad. En una hora, mientras yo voy a mi banquete de bodas, tú tienes tu primer consejo de administración-.
-¡Estás de guasa!-, me dijo asustada por lo que le caía encima.
-Para nada. Por cierto hoy hay que tomar una decisión. Nuestra división automotriz está perdiendo dinero a raudales y si no la cerramos mandando a quinientas personas a la calle, el grupo con sus cinco mil empleados puede quebrar.
Disfrutando como un enano, proseguí:
-Eres un doctor que tiene que decidir entre extirpar una mano o perder a su paciente por la gangrena- y cruelmente mientras me llevaba a los invitados, le grité:-  Los bancos no esperan, cariño.

Creo que solo se tomó en serio mi información cuando Julio se acercó a preguntarle si ya se iban y decirle que tenía que explicarle las implicaciones del expediente de despido colectivo y cuál era la actitud de los sindicatos. Su semblante, que hasta ese momento se había mantenido impertérrito, se tornó blancuzco y dejándole con la palabra en la boca, salió corriendo detrás de mí.

-No me puedes hacer esto- me recriminó agarrándome de las solapas.
-Si que puedo-, no cabía de gozo al ver su nerviosismo,-tú misma quisiste en nuestro acuerdo mercantil quedarte como mayoritaria, ahora apechuga con las consecuencias.
-Te lo devuelvo.
-Esa no es forma de negociar, en tus mítines me has definido como un maldito depredador sin conciencia. Tienes razón, lo soy y por eso te pregunto: ¿Me crees tan imbécil de no saber que estaba pagando demasiado caro por ti?. Un contrato no es más que el preludio de posteriores negociaciones- la muchacha seguía pálida- Marina: Que te sustituya en ese marrón te va a costar  un módico diez por ciento.
No tuvo que pensárselo mucho; sabía que no estaba preparada mentalmente para mandar a tantas personas a la calle y perder ese porcentaje lo único que hacía era equilibrar los paquetes accionariales entre ella y yo, por que seguía teniendo capacidad de bloqueo. Haciéndole un breve gesto a Julio, este extendió los papeles del nuevo acuerdo.
-Hijo de perra- dijo con odio al firmar.
-Mi amor, son solo negocios. Si tenerte me costó más de sesenta millones, acabas de pagarme diez por una hora de trabajo. A este paso en dos días, además de tener un vientre que germinar,  vuelvo a ser el dueño de todo. ¡Nos vemos en el banquete!
Al sentarme en el coche, iba pletórico. Acababa de ganar un asalto y esperaba con impaciencia su contraataque. Si algo me había gustado de su breve biografía era que Marina se caracterizaba por ser  una luchadora, que además de tenaz tenía una imaginación innata y sino que se lo pregunten a Repsol que debido a una demanda en un principio inocua había tenido que apoquinar una multa de dos millones de euros.
Le había pedido a Julio que me acompañara al consejo y nada más entrar, no pudo dejar de preguntarme si estaba seguro de lo que hacía.
-No y eso es lo divertido-.
Ya en la sala de reuniones, tardé más tiempo en agradecer las felicitaciones por mi boda que en el orden del día, porque hacía más de un mes que todo estaba pactado, los sindicalistas y demás políticos  ya habían recibido su soborno y solo quedaba ratificar el acuerdo del ERE con mi firma. Mientras lo normal hubiera sido que mi mente estuviera concentrada en lo que se estaba votando en esos instantes, no podía de dejar de pensar y de disfrutar en la guerra que voluntariamente había declarado contra esa preciosa mujer.
Al terminar, montando en la limusina  nos dirigimos hacía el hotel Palace donde estaba teniendo lugar la recepción del banquete. Marina me sorprendió al ver que en mi ausencia había actuado como anfitriona y estaba charlando animadamente con un ministro.
– José-, dije al acercarme donde estaban,-veo que ya conoces a mi mujer.
-Sí. Lo que no comprendo que es lo que esta belleza ha podido ver en un viejo como tú.
-Su cartera, no tenga ninguna duda-, contestó Marina con una sonrisa en sus labios,-¿No creerá que me caso porque estoy enamorada?
El político, creyendo que era broma, soltó una carcajada.
-Además de guapa e inteligente, tiene sentido del humor-, soltó limpiándose con un pañuelo las lágrimas que lo forzado de su risa le había hecho soltar, -lo que digo, Manuel: No sé como lo haces pero tengo que reconocer que te envidio.
Afortunadamente el maître se acercó a avisarnos que debíamos pasar al salón, porque de haberse prolongado esa conversación no sé como hubiera terminado. Cogiendo del brazo a mi recién estrenada esposa, nos dirigimos hacia nuestro lugar mientras sonaba la marcha nupcial.
-Mira que sois previsibles los ricos-, me susurró al oído, -solo faltan los violines..
-No faltan, los he contratado-, respondí avergonzado.
-¡Hortera!-.
-¡Muerta de hambre!-
.
-Gracias a ti, ¡ya no!-.
 Me acababa de vencer dialécticamente, pero ya tendría oportunidad de devolverle el golpe.
Durante la cena, la muchacha volvió a dar muestras de su gran inteligencia. En nuestra mesa, se codeó sin inmutarse con banqueros, industriales y políticos de diferentes nacionalidades, hablando con ellos en varios idiomas y lo más curioso, sin provocar ningún altercado.
En los postres y sin previo aviso, se levantó y pidiendo silencio, empezó a hablar:
-Queridos amigos, tengo que agradecerles que nos estén acompañando en el día más importante de nuestras vidas y por eso les quiero hacer un anuncio.
Aterrorizado, esperé que continuara:
-Como saben, Manuel lleva saqueando, digo, trabajando sin parar durante los últimos veinte años- la risa de los presentes resonaron en el local -pero me ha prometido dejarlo aparcado durante un mes. Esta noche nos vamos a Sierra Leona a vivir durante un mes en un campo de refugiados para conocer de primera mano lo que significa la pobreza, por eso no cuenten con él en los próximos treinta días.-
Los aplausos de los invitados no la dejaron seguir y con una picara sonrisa, me dijo que era mi turno. Esperé dos minutos a que se calmaran los ánimos de mis conocidos y  al considerar que ya había dado tiempo a que asimilaran la noticia, les expliqué:
-Todos ustedes saben de la enorme inquietud que la situación de esos países y su pobreza siempre me ha provocado. Tuve que usar toda mi persuasión para convencer a mi esposa a que renunciara a la luna de miel de ensueño que tenía organizada y se dejara llevar al lugar más duro del planeta. Eso sí, no logré que además se comprometiera al ayuno sexual, por eso si vuelvo más delgado será, Ella, la única culpable-.
Colorada tuvo que soportar, con una sonrisa, las carcajadas de los presentes. 
 

Relato erótico: “El despertar sexual de cassandra 3” (POR PERVERSO)

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EL DESPERTAR SEXUAL DE CASSANDRA
EL SEÑOR DE LA TIENDA III
Era sábado por la mañana, Cassandra se despertaba después de ese inolvidable día, su cuerpo le dolía como si hubiera hecho ejercicio después de años de no hacerlo, se tocó su frente y mejillas para darse cuenta de que mostraba signos de agripamiento como temperatura, su cuerpo se sentía tan pesado que le costó un mundo levantarse de la cama, se puso un pequeñísimo short casi calzón, de esos que gusta usar y una reveladora blusita para salir a tomar un baño y quitarse lo caliente pero fue interrumpida por su madre avisándole que tenía visitas.
Cassandra recibía la visita de su más apreciada amiguita quien no venía sola, estaba acompañada por un lindo muñeco de felpa, un regalo para ella pero cuyo remitente prefirió quedarse en el anonimato…
-quien me lo envía?- preguntaba emocionada la nena, quien ya estaba acostumbrada a recibir obsequios de menor valor como chocolates, dulces, rosas, pero un oso era nuevo para ella.
-un admirador secreto que tienes por ahí, uuyyyyy- contestaba su amiguita.
-ya dime, ora Lupe no seas así, dime, por lo menos para agradecerle- insistía la chiquilla.
-lo siento amiga pero tendrás que esperar su momento, me han pedido que sea discreta en esto, bueno pero lo que si te contaré es que….., a que ni sabes quién me ha estado mandando mensajes insistiendo que quiere invitarme a salir- dijo Lupita.
-quien??- preguntó la interesada chiquilla.
-Edgar-
-eehhh, nooo, y que le has dicho?- las dos nenas se tomaban de las manos.
-jijijiji, que no se, tendría que pedir permiso, pero que tal vez- las pequeñas zorritas se aventaban cada quien una almohada mientras reían emocionadas.
-ay amiga me alegro por ti, ojal….- la nena iba a decir que ojala y pronto llegara el hombre destinado para ella pero justo en ese momento recordó al viejo, no tanto el remitente del muñeco que tenía entre sus brazos, pero si la escuálida figura de un viejo pervertido, esto la sorprendió, ¿por qué le vino a la mente la imagen de Don Marce?, ni ella sabía lo que su cerebro construía.
Lejos de ahí, el viejo Marce aun roncaba como oso hibernando, su verga aún se cubría con restos de los secos jugos vaginales que robó a la criatura, su peluda panza se expandía cada que el viejo roncorespiraba, se despertó y rápidamente se le vinieron a la mente las imágenes de la nena encuerada y acostada en el sillón a punto de ser desvirgada, al principio hasta creyó que se había tratado de un sueño ya que le resultaba imposible que un viejo como él hubiera tenido la suerte de comerse a una nena tan apetecible, miró el pequeño trofeo enrollado en su verga y las presentes gotitas de sangre que lo manchaban, su miembro reaccionó al instante poniéndose tieso como un fierro, el viejo comenzó a jalársela como un enloquecido recordando los sucesos hasta que su equina herramienta se derramó abundante sobre su peluda panza, teniendo que utilizar la pequeña prenda rosita para limpiar esa quemante esencia.
-eehhjejejejejejeje, eeehhhhjejejejeje, pendeja puta, de seguro debes de tener bien adolorida la papaya- el viejo veía la importante cantidad de esperma cubriendo la tanguita, el pedazo de tela no fue lo suficiente para limpiar la asquerosa y fértil secreción por completo así que utilizó papel de baño de un rollo que siempre lo acompañaba en la cama ya que el viejo era muy asiduo a masturbarse antes de dormir viendo una buena película porno o simplemente con alguna actriz o diosa de la televisión que lo encandilara con sus provocativas vestimentas de putas finas, abajo en su cama una importante comunidad de papales hechos bola casi tapizaban el piso, algunos pegados al suelo como si estuvieran cubiertos de resistol y expeliendo un oloroso aroma a semen reseco que invadía todo el cuarto y al cual el viejo ya se había acostumbrado.
-tanto tiempo desperdiciando mi leche, habiendo tanta nena por ahí que se mueren por ser alimentadas por mi nutritiva fórmula láctea jejejejeje- el viejo guardaba su potente arma entre sus olorosos calzones ya con seis días puestos mientras veía todos los papeles ahí tirados, toda su esperma desperdiciada.
———————-
Domingo por la mañana………
Cassandrita entraba a la habitación de su gordo maestro, solamente vestía una camisetita tipo sport que apenas y cubría sus bien desarrolladas mamas y un calzoncito rosa que se ajustaba a su perfecta pelvis, nerviosa y apenada avanzaba lo más despacio que podía pero con ese toque de sensualidad que distingue a una mujer esplendorosa, no sabía que hacia allí ni como había llegado pero lo que si era seguro era el hecho de que estaba a punto de revolcarse con el asqueroso de su maestro, en la cama el viejo maestro Pepe completamente desnudo la esperaba, babeando cantidades inimaginables de saliva se rascaba su verga la cual apuntaba al cielo mientras palpitaba notablemente, su cuerpo cubierto de pelo lo hacía ver como alguna especie de homínido subdesarrollado, como si fuera el eslabón perdido de la cadena evolutiva humana.
-maestro, pero……… está seguro que su esposa no está???- preguntaba la chiquilla mientras se llevaba un dedo a sus labios, el viejo parecía un perro jadeando ante la impresionante imagen de la niña.
-seguro chiquilla, anda, súbete a la cama- dijo el viejo al tiempo que le hacía espacio en la cama.
Ella seductoramente se subía, primero poniendo una de sus rodillas arriba de la cama mientras levantaba la otra de sus piernas para posteriormente acomodarse al lado de su viejo maestro, la tímida mano de la nena se dirigió a la tremenda verga del viejo, una verga descomunal, de un largo inconmensurable, algo fuera de lo común, sin duda eso no era humano, y del grosor ni se diga, su manita era incapaz de abarcarla completa.
-no tengas miedo, ella no vendrá, se fue por un largo tiempo, tenemos la casa para nosotros solos,- dijo el grasoso viejo a quien la saliva en su boca le dificultaba el expresarse claramente, expulsando sendos goterones de saliva cada que decía una palabra y meneando su lengua de aquí para allá saboreándose la suculenta carne que estaba por probar.
-ahora mi niña, chúpamela- ordenó el caliente viejo, la tierna niña lentamente fue doblando su cuerpo para ella quedar a la altura de la región pélvica de su grasoso amante, su bello rostro traspasó esa barrera de calor en donde ya el aroma a verga vieja era el imperante.
La nena al quedar a escasos tres centímetros de la grotesca cabeza movió su naricita de forma graciosa, como lo hacen los conejos, reconociendo el olor y la textura glandeal con un dedo mientras veía atenta como esa masa de carne dura era surcada por una cantidad incontable de venas algunas moradas y otras verdes oscuras, poco a poco fue acercando su carita al momento que abría su boquita, la cara del viejo era de salacidad pura, aun esos labios apetitosos de la chiquilla no tocaba su trozo y este depravado ya imaginaba lo mojaditos que deberían de estar.
-así, asiiii, asiiiiiiiiiiiiiiiii- fue el grito del viejo cuando sintió esos carnosos labios de textura de terciopelo hacer contacto con su oloroso instrumento carnal pero justo cuando la chiquilla comenzaría con una secuencia de interrumpidas mamadas el viejo fue despertado por su gorda mujer.
-viejo, viejooo, párate, es domingo y tenemos que ir a la iglesia, anda párate- decía la señora moviendo dificultosamente la obesa humanidad de su marido, el viejo había estado soñando, pero su sueño había sido tan real que su verga había respondido al estímulo, esta se atoraba en los elásticos de sus calzoncillos y eso le impedía erigirse hacia el cielo, de no haber sido así hubiera parecido que en la zona genital del viejo hubieran instalado un circo.
El viejo y depravado maestro ya al borde de la jubilación se incorporaba dificultosamente, el vejete era poseedor de una figura rechoncha cuyo cuerpo casi reventaba cualquier camisa que se pusiera, irónicamente era el maestro más panzón de todo el plantel así que su físico no concordaba con la materia que impartía.
El viejo se dirigía al baño, en el espejo del lavabo se miraba su cabellos completamente canosos y se lo peinaba de manera que disimulara (sin mucho éxito) sus enormes entrada, mientras respiraba su desparramada nariz se expandía y contraía continuamente llegándose a apreciar tiesos y gruesos pelos saliendo de ellas, parecía ser que alguna especie de insecto rastrero se había alojado en sus narices y solo asomaba sus patitas.
El viejo prestaba atención especial a sus arrugas cubriendo el 80% de su cara, una barba de tres días la adornaba, su rostro de pocas pulgas no le ayudaba mucho a socializarse, su cuello parecía que no existía y los abultados cachetes de perro bulldog caían de igual manera que su papada de tilcampo, el viejo sin bañarse comenzó a echarse antitranspirante para esto levantando cada una de sus alas, apenas y lo hizo y un fuerte tufo a sudor lo atacó teniendo que rociar rápido el spray para impedir que cayera fulminado, era un hombre que aun durmiendo sudaba como caballo, al tener el brazo levantado dejaba ver un importante matorral de pelos cenizos cubriendo sus axilas, era tan abundante que daba pavor imaginar algo que pudiera brotar de ahí.
De igual manera aplicó protección sobre su pecho, también peludo y que aun sudaba, el viejo sudaba mucho aunque estuviera sentado o aunque estuviera el día fresco, puso un poco de pasta a su cepillo de dientes, sonrió y dejó ver una malformada dentadura, tan desfigurada que tendía a deformar las cerdas de los cepillos de dientes después de unos cuantos usos, la dentadura era completamente amarilla, algunos dientes tan amarillos que superaban a la tonalidad canaria y si nos íbamos al nacimiento de sus dientes podríamos apreciar una tonalidad más próxima al verde.
Ya en la iglesia el viejo prestaba poca atención al padre que la llevaba a cabo, él siempre se entretenía viendo a las niñas del coro, en especial a una que como lo calentaba, a pesar de llevar faldas largas no podía disimular sus imponentes piernas y su tremendo culo y ni que decir de esas chichotas cargadas de leche, a él le valían los sermones eclesiásticos y los párrafos y versículos, lo único que recompensaba las aburridas sesiones en la casa de Dios eran las pervertidas miradas hacia esas inocentes almas con voz de ángeles que cantaban sin imaginar las atrocidades que el viejo les haría si las tuviera en la cama.
————————————-
Mientras tanto en casa de Cassandra……………..
Los padres de la nena habían salido a su compra dominical para proveerse de la despensa para la semana dejando a la niña aun dormida en su cuarto. A diferencia del día anterior que había sido sábado y que se levantó con su cuerpo literalmente desecho y con signos de temperatura que no la dejaron disfrutar plenamente del día esta vez se sentía entera, así que una vez despierta se dirigió a darse un baño que le quitara completamente el sueño.
En su cuarto, la niña solo cubierta con una toalla que se atoraba a la altura de sus pechos peinaba cuidadosamente su cabello como cual princesa egipcia, algunas gotas de agua aun cubrían ese perfecto cuerpecito y resbalaban hasta perderse en medio de sus amamantables senos, veía sentada frente a su espejo la hermosura que la naturaleza le había regalado, admiraba como todo su cuerpecito era un claro ejemplo de la femineidad en toda su expresión, se levantó y desprendió de la toalla frente a su espejo quedando completamente desnuda, no sabía porque pero sentía la necesidad de admirarse desnuda, de estar desnuda, de caminar por todo su cuarto desnuda, veía ruborizada como su imponente cuerpo de hembra desarrollada era adornado con una carita de niña todavía, esta vez ponía especial atención a sus curvas, una por una eran repasadas por sus hermosos ojitos, miraba su cuerpo desde sus pies hasta su cabello y comprobaba que ya era toda una mujer y más después de lo que había vivido con anterioridad.
Entonces meditó un poco la situación, si ella que era tan hermosa porque se había entregado por primera vez a un viejo habiendo tantos galancitos detrás de ella “porque lo hice” se preguntaba la nena recordando que su sello de garantía ahora estaba roto y mirando alrededor de su cuarto veía como este era adornado por posters de grupos juveniles cuyos integrantes todos atractivos no tenían nada que ver con el viejo que robó su virginidad.
Se decía que esto no era normal, no era muy común que una jovencita como ella tuviera su primera relación con un hombre ya pasado en años y muy feo (pues la nena reconocía que el viejo estaba feo), esto sin duda no sería bien visto por sus amistades, la sociedad y por su puesto sus padres en caso de enterarse, algo cuyas consecuencias la aterraba, “entonces debe de ser un secreto, nadie debe de saberlo, Don Marce se arriesgó mucho por mí y no puedo traicionarlo”, pensaba la nena pero otra pregunta la asalto de nuevo, “¿qué viene ahora?”, la nena estaba en eso cuando su celular sonó con tono de llamada sacándola de sus erróneas reflexiones…
-bueno- contestó la desnuda nena, ella no era fanática de andar encuerada en su habitación pero ahora sentía la necesidad de hacerlo.
-bueno, eehola buenos días, eehh Cassandra?- habló una titubeante y joven voz masculina.
-sí,- respondió la nena con toda la frescura e inocencia que la caracterizaba mientras se dedicaba a acomodar algunas cosas que no estaban en su lugar.
-oye te marcó para preguntarte sobre la tarea de la maestra Carmen, con la que va a calificar la última unidad, es que me tocó hacerla contigo……… y quería que nos pusiéramos de acuerdo……… para comenzarla- decía el joven completamente sudado de sus suaves manitas con el simple hecho de hablarle a la niña que lo traía cacheteando las banquetas.
-perdón, quien habla?- respondió Cassandra pues no tenía registrado el número de su compañero de aula.
-ahh si, disculpa, soy Armando, pues si, quería ver si sería posible que tú y yo nos viéramos más al rato para ponernos de acuerdo,- el jovencito sudaba ahora de esa parte en donde ya empezaban a brotarle sus primeros vellos que con el paso del tiempo pasarían a formar un poblado bigote, cuanto tiempo no se pasó ensayando esa pequeña oración antes de marcar.
-ahh, Armando, oye, mira agradezco la molestia que te tomaste al avisarme pero…… no puedo salir, mis padres salieron y no puedo salir sin su permiso, porque no revisas el tema y lo divides y me mandas lo que tengo que hacer, porfis, siiii- dijo Cassandra, con esa dulce voz a la cual no se le puede negar nada.
-ehhh, si quieres voy a tu casa, nada más dime la dirección,- decía el chamaco insistentemente, a la de a fuerzas quería ver a su diosa, si bien la nena estaba sola en casa el jovencito no veía esta oportunidad con ventaja ni mucho menos con morbo.
-no, no te molestes, es más fácil como yo te digo, divide los temas porfis, y el lunes nos ponemos de acuerdo, si?- decía Cassandra, además ella si veía mal que sus padres llegaran y encontraran a un muchachito con ella, aunque no estuvieran haciendo nada pero sabía que no era correcto, no era de señoritas decentes.
-bueno, yo te aviso- decía decepcionado el joven Armando, en eso la llamada se cortó, el saldo del joven se había terminado, la niña siguió en sus femeninas labores de acicalamiento.
—————————————————————
La siguiente semana resultó normal para esta niña, creía prudente el hecho de no acercarse mucho al viejo aunque ganas no le faltaban, y su conchita no se aplacaba cada que lo veía, así es, la conchita de Cassandra increíblemente se mojaba al ver a ese viejo “¿Por qué me pasa esto” pensaba la nena, sin embargo las miraditas entre estos dos ya sea a la hora de entrada como de la salida eran constantes y cómplices, Don Marce de vez en cuando le hacia la seña de silencio a la chiquilla mientras esta asentía con la cabeza, además era muy difícil que Cassandrita se pudiera acercar al viejo, siempre estaba acompañada de su amiguita o de alguna otra compañera sin mencionar la cantidad de mocosos atrás de ellas, sin embargo era esta primera amiguita la que también llamaba la atención del vejete.
Si bien Guadalupe presentaba un cuerpo y rostro más infantiles que Cassandra, su floreciente cuerpo auguraba unas buenas curvas que conformarían a futuro otro imponente cuerpo de hembra que nada envidiaría al de su desarrollada amiga, además de su rostro hermoso y risueño que ya empezaba adornar como toda una mujercita, pero el viejo notó algo, ese día la observó muy juntita de un niño, un niño que en vez de darle su buen faje solamente le acariciaba tiernamente un mechón de su cabello, pero el viejo se había dado cuenta de que era esta niña quien se le acercaba al joven, al parecer Lupita se empezaba a interesar en el sexo opuesto.
-ahh, pero que chamaco más pendejo, trábalaaa, si eso es lo que quiere, me la habrías de dejar tantito a mi jejejejejejeje,- decía el viejo mientras veía como la niña reía junto con el muchacho, al parecer se estaban poniendo de acuerdo en algo mientras Cassandra la esperaba arriba de la moto.
-esa otra zorrita se nota que va a echar un cuerpazo, jejeje, quedrá mi putita particular hacerme la valona con su amiguita??- el viejo reía morbosamente mientras no dejaba de repasar la curvilínea silueta de la amiga de su princesita.
Fue hasta el miércoles en la noche después de la práctica de voli que el viejo tuvo nuevamente la oportunidad de toparse con la nena, Cassandra salía junto con el resto de sus compañeras sin embargo ella era la única que se desviaba hacia esa dirección ya que su casa se encontraba a lo largo de esa calle en donde también se encontraba la tienda del viejo, caminaba muy nerviosa, sus suaves y delicadas manitas sudaban y fue cuando pasó enfrente de la tienda que descubrió que esta se encontraba cerrada, la nena siguió en su camino pero apenas e iba a llegar a la esquina de la cuadra cuando alguien la abordó.
-hola Cassandrita a dónde vas tan solita?- era el viejo Marce quien la estaba espiando cuando saliera y la había seguido hasta esa distancia.
-eeee, hola Don Marce, como ha estado?- respondió Cassandrita quien retrasaba su andar, como si la nena quisiera que el viejo la alcanzara al tiempo que una risita traviesa adornaba su rostro y una sensación de nervios la invadió en todo su esplendoroso y sabroso cuerpecito.
El viejo la alcanzaba mientras se recargaba en la barda, se notaba terriblemente agotado, a pesar de que solo trotó media cuadra parecía como si hubiera logrado terminar el maratón Berkley, sin hacer mención de la humedad sudorosa que brotó de su cuerpo y se veía reflejada en su rostro, brazos y toda la zona de su pecho, empapando su camisa, venia vestido muy elegante para la ocasión, una vieja camisa, un pantalón arremangado hasta sus rodillas mostrando sus flacas canillas y unas chanclas de pata de gallo mostrando sus peludos pies y uñas amarillentas, contraria la nena quien enfundada en su apretado uniforme deportivo lucía esplendorosa.
Luego de tomar aire el viejo continuo su andar junto con la nena, caminaban sueltos como un par de conocidos mientras el viejo le preguntaba que como le había ido, Don Marce no pensaba tocar el tema del desvirgamiento por miedo a incomodar a la nena pero era la misma chiquilla quien se trataba de repegar al viejo, casi rozando su cuerpo con el del vejestorio, de no ser porque pasaba gente el viejo la llevara bien amagada, era por demás adivinar las miradas tan depravadas que este le dirigía a la chamaca, en eso se le vino a la mente su amiguita y el supuesto e infructífero faje por parte del inexperto puberto combinado con el acercamiento que él creía intentaba llevar a cabo la nena.
“jejejeje, esta pendeja, me la voy a fajar en la calle, parece que no le importa que nos vean juntos” pensó el viejo mientras el mismo alentaba su paso, la nena al ver la lentitud de su acompañante también atrasaba el suyo para ir a la misma altura que su cortejador.
-Don Marce me va a acompañar a mi casa?- preguntó la nena curiosa pues veía que el viejo ya se estaba alejando mucho de su zona de residencia.
-siii, mija, porque?, te regañan?- preguntó el viejo aunque a el poco le importaba, le valía verga si regañaban a la nena, el solo le interesaba aquello que llevaba pegado entre sus muslos.
-no,- dijo la nena al tiempo que fue tomada del brazo por el viejo lo que la hizo detenerse, la pareja había llegado a un lugar propicio para que el pervertido viejo pudiera realizar su obra negra, el lugar consistía en un estrecho callejón muy oscuro.
-Cassandra quiero platicar contigo pero en privado- dijo el retorcido viejo, su rostro era enfermizamente morboso, teniendo que limpiar su barbilla ya que cada que hablaba esta era impregnada por sus asquerosas salivas.
-jijiji,- la nena muy coqueta solo se reía, pero ya sabía a qué se refería el viejo con eso de platicar en privado, muchas veces había escuchado lo mismo de sus compañeritos con los cuales esta nena se negaba porque sabía lo mano largas que eran, pero algo en su cabecita la estaba haciendo dudar un poco sobre si aceptar la propuesta un viejo pervertido, aunque ella se sintiera segura con él.
-que de que te ríes?- preguntó el viejo ahora tomando un mechón de su hermoso cabello enrollándolo entre sus viejos dedos, la nena volteó su rostro en señas de pena, le resultaba algo acalorante estar en presencia del macho que la desvirgó, ese atractivo espécimen y ejemplar de hombre.
-es que no se, nos pueden ver- dijo la nena girándose un poco sobre su propio eje a la vez que también comenzó a jugar con los mechoncitos de su hermoso cabello, el viejo en cambio ya tenía la verga al máximo, esta casi hablaba por que la liberaran, el viejo comenzó a babear tanto de su boca como de su cochino aparato al escuchar que la nena se delataba de que ya sabía lo que él quería, ya que ese “nos pueden ver” sencillamente era la respuesta a cuando se hace algo que los demás no quieren que vean.
-jejeje, no nos ven, anda, un ratito, unos quince minutos,- dijo el viejo desesperado y muy pero muy caliente, una de sus manos bajó hasta la cintura de Cassandra, ella notó esto pero no le dio importancia dejando que el viejo nuevamente pusiera sus pervertidas manos sobre su atractivo cuerpecito, una señora gorda que pasó por ahí cerca visualizó la escena, puso cara de consternada pero al ver que la nena se movía provocativamente y cediéndole terreno a un viejo solo pero solo siguió su camino decepcionándose de la juventud de hoy en día, afortunadamente para Cassandra no era ninguna conocida.
-no Don Marce, no puedo,- dijo la nena apretando sus carnosos labios uno contra otro para después morderse ligeramente el inferior, siguiendo un ademán con sus manos quitándose el calor que la estaba empezando a envolver.
-ora, un ratito,- el viejo demostraba ahora si con total descaro que no solo quería tener una simple platica con la nena pues una de sus manos tomo el elástico del shorcito de ella y lo comenzó a estirar, de esta manera podía ver el color de la ropa interior de ella ya que asomaba con cinismo su descuidado rostro tratando de ver más allá de lo que cubría esa delgada tela color melón.
-jijijijiji, me da pena,- dijo la nena quien ya se estaba calentando por la escena tan descarada en la que ella también era protagonista, unas ricas punzadas comenzaron a cosquillearle su panochita al tiempo que sus pezones se pusieron muy duritos esto por la adrenalina de ser vistos por alguien que advirtiera como una nena tan bonita como ella se dejaba que un repugnante viejo morboso le viera los calzones.
El viejo se atrevió a tomar la prenda interior de la nena y estirarla, con desvergüenza asomó su pervertido rostro solo para observar como empezaba ese exquisito y leve aconchamiento que se formaba en los labios vaginales de la chiquilla, ella en vez de darle una cachetada o quitar la mano solo se sonrojó y volteó para todos lados cuidando que nadie se diera cuenta.
-Don Marce, nos van a ver,- la nena hizo un gesto de separarse cuando vieron a lo lejos la sombra de otra persona dirigirse a ellos, sin embargo la distancia y oscuridad les favorecía para hasta ese momento pasar desapercibidos.
-pero por mi casa hay unos arbolitos que tapan- dijo la nena esto último en un acento muy bajito y coqueto, el viejo casi se desmaya al escuchar como la nena lo invitaba a otro lugar donde según ella se sentirían más cómodos para entretenerse, así que solo se dignó a contestarle.
-si pero esperemos a que pase ese que viene atrás- el viejo se refería a la persona que se acercaba hacia ellos.
Una vez que el metiche se pasó de largo la inusual pareja siguió caminado, Cassandra iba muy nerviosa mientras el viejo ardía de lo caliente y casi se iba saboreando en su apestosa boca los deliciosos sabores agridulces de los jugos vaginales de la nena.
Estos siguieron caminado por toda la acera, platicaban de cosas normales y gustos personales pero el viejo no ponía atención a la nena a menos que fueran sus redondos atributos que tenían un delicioso rebote en cada paso que esta chiquilla daba, así como ese formadito trasero completamente apretado en un shorcito marino y que parecía lucir más levantado cada día y ni que decir esos labios, dignos de una experta mamadora y que no necesitaban de lápiz labial para verse rojitos, a todo esto el viejo se iba imaginando cuanta porquería con ella y tenía que hacer verdaderos esfuerzos para no arrojársele encima y comérsela ahí mismo en plena banqueta.
Llegaron al lugar prometido, al viejo se le hizo una eternidad pero al fin estaban ahí, a dos casas de la vivienda de Cassandrita, le nena le dijo:
-mire Don Marce, esa casa de dos pisos, la azulita con el portón blanco, ahí es donde vivo, ese corredor que ve ahí- señalaba la nena, -por ahí también se puede uno meter y sale al patio trasero de mi casa, atrás hay una barda algo alta y tiene vidrios arriba, pero hasta la esquina tiene un boquete, por donde luego me meto para cortar vuelta o cuando me escondía cuando jugaba a las escondidas con mis amigos- el viejo escuchaba como la nena le revelaba todo sobre su casa, ella en cambio no se media al decirle al viejo como entrar por la parte trasera, porque lo haría?, ni siquiera ella lo sabía.
El viejo se sentó sobre un muro que había por ahí y que rodeaba un gran árbol junto a toda una comunidad de arbustos bien podados, era un lugar muy oscuro pues la lámpara estaba fundida, además no se veía mucha gente por los alrededores solo unas personas platicando en una tienda aún abierta y un poco alejada, la nena vio sentado al viejo y se dirigió hacia él.
Colocó su apetecible cuerpo entre las piernas del viejo quien las tenía abiertas, él la tomó con ambas manos de la cintura mientras ella depositaba sus manitas en los esculturales hombros de él, a lo lejos una canción de reggaetón sonaba al ritmo delquiero quitarte la ropa y besarte la boca, si te toco ponte loca que eso te provoca y demás estupideces mientras la inocente nena le susurraba la canción al cerrilloso oído del viejo al tiempo que movía tremendamente sensual sus caderas y con las manos del viejo depositadas en su fina cintura.
El viejo sudaba ante el formidable espectáculo que estaba presenciando, pues aunque Cassandra estaba vestida en su uniforme de prácticas el solo con mover las caderas de esa coqueta manera y el susurrarle la canción al viejo en su oído lo estaba llevando al borde del orgasmo, su verga no resistía tanta tortura peor que las que ejercían las antiguas inquisiciones y desesperada se revolvía buscando ser liberada de su cárcel que en estos momentos era el maloliente calzón del viejo lleno de líquidos pastosos, olores desagradables y una extraña raya de canela surcándole la parte trasera.
El igualado viejo en su afán por palpar la piel desnuda de la nena metió sus viejas manos dentro de la camiseta de ella, de esta manera tallaba ligeramente el vientre de la jovencita sintiendo la dureza que proporciona el ejercicio y la suavidad aterciopelada de una cuidada piel femenina, más lo estimulaba el saber que estaba tocado esa parte en donde las hembras tienden a resguardar por nueve meses las próximas crías a sobrepoblar este pútrido mundo.
“ahhh, que suavecito, espero y siga igual de suave cuando se te empiece a inflar jejejeje” pensaba el viejo mirando el rítmico movimiento que la nena ejercía.
La nena en tanto, nerviosa y calientilla miraba a los alrededores pues estaba en su ambiente, gente conocida podría salir o llegar en cualquier momento, lo bueno que estaban esos arbustos que si uno pasaba por la otra acera lograban tapar al afortunado galán, aunque se podía notar una silueta ahí parada, no se veía mucho pues la oscuridad disimulaba pero la sombra de alguien parado se distinguía.
El viejo no hablaba, solo estaba ahí estático pero sintiendo el calorcito de la chiquilla, ella en tanto seguía meneando sus caderas al compás de la canción, el viejo estaba desesperadamente caliente por comenzar a tocar a la nena pero quería que ella fuera la que se le descarara, sabía que era una putita reprimida y que apenas estaba aflorando su lado zorresco, de esas niñas que solo les hace falta un empujoncito y que ya Don Marce se lo había dado y hasta el fondo, parece que cupido y todos los ángeles escucharon los rugidos vergales del viejo pues la nena se acercó nuevamente a su peluda oreja, en donde un par de ácaros se escurrían por ahí, para susúrrale:
-Don Marce, que es eso que quería que habláramos?- dijo en un tono tan coqueto y angelical que solo hizo que la verga del viejo se pusiera como poste y por nada estuvo a punto de escupir semen dentro de sus arremangados pantalones.
-jejejeje, de lo de la otra vez- dijo el viejo con su morboso acento, sin embargo la nena estaba tan en el juego que a ella simplemente le encantaba ese acento extraño para ella que el viejo hacia cada que le hablaba despacito.
-de cuál vez?- preguntó la nena haciéndose la desentendida pero ya sabiendo a lo que el viejo se refería, era más bien que algo dentro de ella le especificaba que tenía que comportarse con fina coquetería, y que su naturaleza de hembrita la llevaba a entender que debía ser cortejada por el macho.
-de lo del otro día, en mi casa- dijo el viejo mirándola con verdaderos deseos insanos e inmorales, y recorriendo con morbosidad excesiva todo ese esbelto cuerpecito apretadito en prendas escolares aprovechando que la nena volteaba para ambos lados para asegurarse de que nadie la viera, pues si bien ella estaba ahí por decisión propia también sabía que no era correcto estar con el viejo ahí afuera haciéndole show pero algo le impedía detenerse.
-te gustó???- volvió a repetir el desvergonzado viejo todo sudoroso y caliente como burro, como toro enferomonado.
-jijijijijiji,- la nena reía entre nerviosa y caliente por estar manteniendo una conversación con el viejo precisamente sobre su gran momento, algunas imágenes de dicho acontecimiento se le venían a la mente y esa ricas punzadas en su panocha que sentía ahora se esparcían por su cuerpecito además de que su sexo ya estaba listo para entrar en batalla si se le necesitara.
-jejejeje, porque te ríes?,- preguntó el viejo, el pobre estaba que se nos moría de un paro pero aguantaba, no quería abandonar este mundo aun y menos con la mina de oro que se había encontrado.
-ayer……., en la nocheee……….., jijijijiji, soñé con eso- dijo la nena toda nerviosa metiendo uno de los flacos muslos del viejo entre sus bien moldeadas piernas.
-y que sentiste mi niña rica?,- preguntó el viejo, le costó preguntar pues tuvo que tragar una considerable cantidad de sus mismas babas que tardaron un mundo para bajarle por el gañote.
-jijiji, Don Marceee,- la nena se alborotaba su abundante cabello haciéndoselo todo para un solo lado, se veía tremendamente espectacular.
-mi amor,- dijo el viejo, la confianza ya le permitía llamar así a su enamorada, -porque no hacemos cositas aquí afuerita??- dijo el viejo completamente desubicado y tratando de quitar con sus manos el sudor que cubría su horrenda cara, sus ojos estaban completamente rojos y abiertos, caso se le salían.
-jijiji, cositas como qué??- preguntaba la nena casi tan caliente como el viejo, sintiendo esas ásperas manos subir y bajar por todo su esbelto y fecundo vientre y que solo la calentaban más de lo que ya estaba, el viejo de vez en cuando le hacía cosquillitas en su vientre bajo.
-no te hagas mi niña, tú y yo sabemos a qué me refiero, pero por si no te acuerdas y quieres que te refresque la memoria estoy hablando de esto,- dijo el atrevido y cochino viejo pervertido y metió su mano dentro del shorcito y calzoncito de la nena, volviendo a sentir nuevamente esas partes íntimas y calientitas de esta chiquilla, y que ahora estaba en un completo estado humedecido por todo lo que estaban haciendo y hablando.
-uuyyy, Don Marceee- la nena tembló al sentir esa mano meterse dentro de su intimidad, pero no hizo por sacarla, al contrario, acomodó su cuerpo de manera que al viejo se le permitiera tocar todo y al mismo tiempo proteger esa atrevida caricia de algún transeúnte o mirada curiosa.
El viejo con toda la concentración que podía reunir comenzó a masajear las partes íntimas de la nena, movía sus dedos regalándoles sensibles caricias en su conchita, sintiendo los pelitos que la protegían, el viejo babeaba tanto que esta caía al suelo, la nena con una de sus manos apretaba un hombro del viejo mientras que con la otra comenzó a corresponderle con suaves masajes en su nuca.
A unos metros de ahí se podía observar una casa azul con portón blanco y con las luces de la sala encendidas, la familia que espera la llegada de su sabroso retoño no se imaginaba que este estuviera dándose un faje callejero a unos pasos de ellos, y no con un jovencito como el que ellos pretendían para su hija, sino con un viejo verde que se dedicaba única y exclusivamente a admirar los bellos cuerpos de las nenas más desarrolladas que pasan cerca de su tienda, sin imaginar que su preciosa hija ya había sido desvirgada por tan repulsivo sujeto.
Para esto los dedos del viejo ya se habían empapado en líquidos provenientes de la jugosa panocha de la nena, el viejo con su rostro todo morboso y casi sangrando de la nariz sacó su mano y procedió a intentar bajar el short de Cassandra, la colorada y acalorada nena se despertó de su letargo erótico para impedirlo.
-noooo, Don Marce que hace, nos van a ver- dijo le nena volteándose para ambos lados y volviéndose a subir su short, pero sin mostrar rostro enojado ni nada parecido.
-ándale Cassandrita, déjame metértela tantito, ora nada más la cabecita- el viejo estaba tan caliente que no se media en sus palabras, no predecía que la nena pudiera enojarse por usar oraciones tan vulgares y obscenas como esas, pero al parecer a la nena no le importó el trato pues no se molestó con el vulgar vocabulario con el que el viejo se estaba expresando.
-nooo, como creee, está loco, nos van a ver jijijijijijiji,- le nena estaba sudando ante lo que el viejo le decía, dejarse penetrar por un extraño, pues aunque ya le había entregado su cuerpo para la nena Don Marce era un extraño, aunque la nena no lo viera así, y más encima de todo en la calle, como toda una puta callejera, aunque esta niña todavía a las alturas de este relato era una niña de casa y aun no conocía que solo a las putas se les coge en las calles y moteles baratos, aun desconocía el mundo de la prostitución.
-ora Cassandrita, hazlo por este pobre viejito, ora,- el viejo casi ponía ojos de gato de Sherk con tal de que esta nena accediera.
“ora pedazo de puta que no tengo toda la noche” era lo que el viejo dentro de sí decía pero casi se chorrea en leche cuando escuchó de los carnosos labios de su adorada la frase que él esperaba.
-jijijijiji, bueno pero……. de rapidito porque ya es tarde- dijo la nena poniéndose rojísima y mordiéndose su labio inferior, su corazón, así como el del viejo, empezó a latir por encima de la media.
El viejo se acomodó, juntó un poco sus flacas y peludas piernas para que estas abrieran a las de la nena que comparadas a las de él estaban notoriamente más carnosas y muy blanquitas, ella muy nerviosa, sonrojada y mojada a mas no poder hizo con sus dedos a un lado su short estirando una de esas aberturas por donde se mete la pierna, para después hacer lo mismo con su pantaleta y poco a poco ir bajando sus caderas así hasta que su escurrida vagina estuvo a escasos centímetros de la zona pélvica del viejo.
Este pervertido en tanto desabrochó su cremallera, sacando el imponente así como pestilente instrumento, muy moreno, algo sucio y descuidado fiel a su costumbre, con uno que otro pelo pegado a su tallo y glande así como uno que otro rastro blancuzco, pero con la dureza y lubricación exacta para complacer a tan hermosa jovencita.
La nena sin mirar bajó más hasta que sintió en sus labios vaginales algo duro que reclamaba su incursión, ella no pudo evitar soltar un suspiro que calentó al viejo pues dedujo que la nena lo estaba necesitando desde hace días, el viejo pervertido comenzó a refregar su tremendo instrumento sobre la delicada piel y recubrimiento interno que cubría esa desquiciante abertura femenina, un olor a concha mojada llegó hasta las sucias narices del reprobable, y en un acto verdaderamente pervertido quiso dar a probar a la nena esos dedos que anteriormente habían estado masturbando su sexo.
-Cassandra, te has probado tus propios juguitos??- la nena veía como el viejo movía dos de sus dedos los cuales estaban impregnados por una sustancia viscosa y con olor agridulce para solo responderle al viejo que “no” con un movimiento de cabeza.
-quieres probártelos???- dijo el viejo y se llevó esos dedos a su boca (de él), degustándolos y moviendo su asquerosa lengua por todo el largo de estos.
-mmmmmm, exquisito,- el viejo los chupaba ruidosamente hasta el último resto de lubricante, la nena veía este acto por parte del viejo, si bien sintió algo extraño dentro de su pancita, algo parecido a asco eso no impidió que también sintiera curiosidad sobre el sabor de ella misma, de manera que el viejo volvió a meter su repulsiva mano dentro del sexo de ella, chapoteaba sus dedos para volverlos a impregnar de jugos y cuando los sacó los ofreció a la curiosa chiquilla.
Cassandrita veía atenta nuevamente esos dedos moverse mientras eran unidos por ese líquido viscoso que salía de sus partes, olían rico pensaba ella.
La confundida chiquilla aceptó los dedos y se dedicó a repasarles su lengua por todo su extensión, reconocía un sabor extraño, agridulce, muy rico, sabía que eran sus jugos, que otra cosa podría ser, a pesar de tener la maña de masturbarse Cassandra nunca había probado sus propios fluidos, hasta ahora.
Todo este morboso rato había hecho perder la noción del tiempo a la pareja de tortolitos y se les estaba haciendo tarde, el viejo sin duda quería penetrarla nuevamente y quien no, si se trataba de una nenita por demás hermosa y con su carita de angelito pero cuerpo de puta y más que eso, estaba demostrando unos aires de zorra en plena potencialidad que sin duda decepcionarían a cualquiera que quisiera algo serio con ella.
El viejo a pesar de estar más caliente que un burro no quería rebajarse a penetrar a la nena así como así, quería que esta se lo pidiera como debe de ser, pero también sabía que debía darle una ayudadita.
-Cassandrita quieres que te la meta???- preguntó el ardiente viejo.
-uuuhhhhhhh- la nena solo suspiraba al sentir los ricos roces en su panochita, abriendo tímidamente sus labios vaginales, empapando de lubricante parte de sus muslos, todo esto era la locura para ella, “como es que me había perdido de todo esto” se decía, tenía unas ganas inmensas por desnudarse ahí mismo pero su poco pudor todavía hacia su lucha.
-dime, pídeme que te la meta- dijo el viejo ya casi sin fuerza para hablar debido a la emoción en su pecho, su corazón casi se le salía de este.
-uuhhhhh, Don Marce- suspiró la chiquilla abrazándose de este, su cabello era tan abundante que cubría toda su cabecita junto con la del viejo pervertido, estaba casi que se daba un sentón ella solita arriba de ese emblemático tronco de carne.
-que mi niña?- dijo el viejo “vamos puta caliente, pídemela, pídeme verga como todas las putas”
-Don Marce, deme- la nena se contenía, antes de conocer al viejo ella era una niña que no decía groserías, y a pesar de que cuando se estuvo revolcando con él dijo una que otra esto fue más que nada por su calentura, calentura que sentía en este momento y que estaba a punto de exhibirla como una puta pide verga, su panochita junto con sus pezones ardían descontroladamente.
-que????, dimeee- el viejo sudaba de su horrenda cara, sus rojos ojos se abrían como platos queriendo escuchar de Cassandrita su casi aceptación a puta.
-Don Marce, deme vergaaaa, démela, aquí adentro de mi cositaaaa- dijo la nena exhibiendo su panocha completamente sudadita y rosadita.
-jejejejeje, ensártate tu mi amor, rápido métetela con cuidado- dijo el desesperado viejo y aprovechó que la nena se descubría su tesoro para embarra sus dedos de saliva y tallarle su ranurita con suma delicadeza mientras la nena se derretía en suspiros.
La nena bajó más sus caderas e intento metérsela, la cabeza era muy gruesa y la chiquilla aún estaba algo cerrada, así que de manera lastimosa se fue metiéndosela poco a poco, muy lento el esponjoso glande del viejo fue aprisionado por las estrechas paredes vaginales, la jugosa panocha esta vez hacia esfuerzos por ensartarse en esa verga pero su estrechez lo impedía.
La caliente pareja podía escuchar el sonido húmedo de sus órganos sexuales enfrascándose en una jugosa batalla por ver quien sucumbía a quien, hasta que después de algunos minutos en donde ninguna de las dos partes se dio por vencida el sapo de Cassandra terminó tragándose poco más de la mitad de esa férrea, babeante y apestosa verga vieja, la nena ahogó un grito con todas las fuerzas de su diafragma mientras el viejo sentía que se moría, el pobre no cabía de gusto y de morbo así que tremendamente excitado apretó la graciosa cintura de la nena para darle la estocada que terminaría por hundírsela hasta el fondo.
-aaaaaaaaagggggggggggghhhhhhhhhh- fue el doloroso grito que la nena pegó, afortunadamente para ella su amante estaba expectante ya que podían escuchar el escandaloso berrido de hembra en el matadero que la nena pegaría, al parecer la posición ayudó a la rápida penetración.
-aaagggg, Don Marceeeee- dijo la nena casi sin fuerzas y con ganas de llorar, el aire había abandonado sus pulmones, algunas tímidas gotitas lagrimales se escapan de sus tiernos ojitos y los labios de su panochita habían adquirido una forma redondesca producto de la circunferencia del objeto que rodeaban.
-que mi amor?- dijo el viejo, a la nena le comenzaba a gustar que el pervertido la llamar de esta forma, se sentía rara, un raro sentimiento que le hacía sentir un rico vacío en su estómago.
-esto dueleeee, dueleeeeeee, pero se siente tan ricoooooo, porqueeeee????- dijo la nena poniendo rostro tremendamente vicioso, ese rostro fruncido y ruborizado que expresan las nenas cuando tiene alojada una verga en sus panochitas.
-te gusta, te gusta lo que hacemos???- el desequilibrado enfermo mental de Don Marce comenzó a moverse lentamente con la nena bien ensartada en él, el movimiento era sutil, delicado, como si ambos estuvieran en un sillón mecedor pero lo suficientemente estimulante para que ambos se sintieran al máximo sus partes, el viejo babeaba como un perro mientras la nena también lo hacía pero con la diferencia de que a ella solamente un tenue hilito le colgaba de sus comisuras.
-siii, me gustaaaa, me gustaaaa muchooooo- la nena se expresó en voz baja, pero con una vocecita tan coqueta como de hot line, el viejo tomaba esto como aliento para seguir en su sufrida actividad.
“jejejejejejejejejejeje, vaya puta que salió la Cassandrita, tan seriecita que se veía jejejejeje”
La nena se abrazó al sudado cuerpo de su compañero, sus desarrollados melones se aplastaron contra el pecho de este, sintiendo Don Marce aun ambos con camisa puesta los duros pezones que se cargaba la muchachita, ambas bocas se acercaban para gemirse casi adentro de la otra, el viejo aprovechándose de la calentura de la nena sacó su babosa lengua haciendo movimientos obscenos con esta, como si estuviera chupando un helado, la nena llevada por una sensación de lujuria acercó su dulce boquita y con sus carnosos labios aprisionó esa serpenteante lengua y comenzó a realizar movimientos de succión llevándose a su boca cualquier cantidad de babas, esas mismas babas a las cuales la nena había sucumbido la vez anterior.
La pareja comenzó a besarse como desesperados intercambiando importantes muestras de saliva, adentro de la casa de la nena su madre que se encontraba viendo la televisión junto a su padre quien veía el periódico que no pudo ver en la tarde esperaban la llegada de su bien portada niña.
-pero que poca madre!!!!, malditos animales!!!!, hijos de su puta madre!!!!- decía el padre de Cassandra furioso.
-qué pasa?, que te ocurre mi amor?- la madre de la niña preguntaba el porqué de la reacción de su esposo.
-este hijo de la chingada, mira lo que dice aquí, que violó a una niña de once años, maldita gente enferma, como me gustaría tenerlo aquí enfrente para romperle toda la cara, desgraciado pervertido,- el señor estaba enrojecido por leer la noticia y por ver la cara de gozo con la que fue retratado el desgraciado sujeto.
-yo no sé cómo puede haber tanta gente mala en este mundo, voy a ver si ya viene por ahí Cassandra- dijo la señora pues ahora si se preocupaba por su hija.
La impúdica pareja seguía dándose como se debe, el caliente viejo al tiempo que aceleraba sus mecedores movimientos ahora manoseaba a sus anchas los tentadores senos que se cargaba la jovencita, tan blanquitos, duritos y sin el menor signo de que la gravedad empezara a afectarlos, para eso faltaba mucho.
La nena por su parte devoraba esa lengua como si se tratara del más rico platillo de carne, comenzó a lamerla recogiendo las espumeantes babas que el viejo producía, completamente sudada estiraba sus prendas para evitar que estas rozaran al viejo y al mismo tiempo enrollaba su shorcito haciendo que este casi pareciera calzón y después de otros estiramientos más le diera forma de tanga, el short era de una tela parecida a los boxers masculinos así que era fácil manipularlo.
De pronto la nena sintió que una de sus nalgas vibraba, o más bien algo la hacía vibrar, esto la hizo voltear a su casa y vio a su madre asomándose hacia el fondo de la oscura calle exactamente en la dirección donde ellos se encontraban, la nena casi sintió que la sangre se le bajaba hasta los pies, hasta lo caliente se le quitó y solo atinó a empujar al viejo quien cayó en la macetera al mismo tiempo que ella también se dejaba caer, quedando encima del cuerpo de vejete pero aun con su verga adentro de su cuerpo.
-que… y…. que tienes Cassandrita??- preguntó el viejo pues se sorprendió ante la reacción de la jovencita.
-mi mamá, mi mamá, me ha de ver visto- decía la asustada nena, el viejo ya casi con ganas de salir corriendo y dejarla ahí tirada se asomaba por entre los espacios que bridaban los diversos arbustos que adornaban el macetero.
-noo, está ahí parada, si te hubiera visto ya hubiera venido a ver lo que estás haciendo jejejeje- reía el viejo y se saboreaba el momento.
-otra vez, está marcando- la nena volvía a sentir su teléfono vibrar.
-contéstale- el viejo estaba aún más caliente con la nueva situación que con la anterior penetrada.
-no, como cree- dijo la nena pues no consideraba esa opción como algo prudente.
-contéstale o va a sospechar porque siento que si nos vio, se asoma mucho para acá- el viejo insistía, esto último no era cierto, la mamá de Cassandra no los había visto sino ya se le hubiera armado la gorda a la nena pero el viejo decía esto para asustarla y obligar a la chiquilla a aceptar la llamada.
La nena tomaba su celular y hablaba, cabe mencionar que durante esta pequeña conversación que tuvo Cassandra con el viejo y la que estaba por tener con su mami ella permanecía con la verga de Don Marce alojada en sus entrañas, el viejo estaba más empalmado que nunca y la nena lo sentía, para él era estar en el cielo tener a esta chiquilla atravesada mientras ella hablaba con su madre y lo más seguro para decirle una mentira con tal de cubrir sus guarradas y cubrirlo a él demostrando el grado de cooperación de Cassandra para con el viejo, el viejo se relamía sus cochinos labios pues el proceso de descomposición conductual de Cassandrita estaba en sus inicios.
-bueno, mami-
-Cassandra, dónde estás hija??, ya mero llegas??- preguntaba su madre, no enojada pero si algo preocupada.
-si ma, es que se alargó la práctica, solo esoommm, voy saliendo de laahh, escuela- el viejo había comenzado a moverse haciendo que a la nena se le escaparan gemidos que afortunadamente para la madre pasaban desapercibidos.
-ayy hija cuando sea así mándanos un mensaje para ir por ti- decía la señora observando a lo lejos como unos arbolitos se movían pero ella pensaba que a lo mejor se trataban de un perro o unos gatos.
-siii, maammmm, disculpameeahhhhh, no volveraaa a pasaraahhhhh, mami tengo que colgaraaahhhhmmmmm- los gemidos de la nena ya eran más descarados, su mama notó esa rara forma de expresarse de su hija así que procedió a preguntarle.
-hija, te noto rara, estas bien?- y es que el viejo aun acostado la penetraba con ganas, moviendo sus piernas como rana panza pa´rriba.
-si maaa, solo estoy alggooouuuhhhhhh- el descarado viejo tallaba uno de sus dedos por todo el contorno de su ano, el sensible y aun virgen asterisco de la nena se contraía.
-hija, estas bien, que tienes???- respondió su mama pues ese gemido no había sido normal.
-nada mamiiihh, solo me pegué en mi deedoooooo gordoo, jijiji, mmmm, ya vezzz, por venir platicando contigooouuummmm ahhhhhhhh,- el viejo daba un tremendo embiste casi queriendo partir a la chamaca, sin embargo ella no se molestaba, desde hace un rato que la situación la tenía excitada, tanto que su clítoris estaba el rojo vivo y rozándose exquisitamente con la venuda verga del viejo y a duras penas lograba tapar el celular para impedir que su mama escuchara los gemidos mas placenteros.
-ah bueno, te apuras para que cenes- dijo la mamá de la nena algo extrañada por los anormales sonidos que hacia su hija.
-si mamaahhhhhh, mmmmhhhhh- el viejo Marce se aferraba con ambas manos en cada una de las posaderas de la nena, clavaba sus dedos que se enterraban en las suaves carnes al mismo tiempo que comenzó a embestir a la nena, enterrándole su hirviente fierro hasta el fondo, como si quisiera que le saliera por su vientre.
Después de que madre e hija se despidieron la colorada nena le dijo a su viejo amante.
-Don Marce yaaaaaa, me tengo que ir-
-pero porque mi niñaaa, acaso no te gusta lo que hacemos a escondidas, jejejeje- el babeante viejo no daba tregua a la nena
-sii me gusta, pero mi mamá, se va a dar cuentaaaaaaa- la nena no dejaba de repasar su lengua por todo el contorno de sus femeninos labios.
-claro que no, solo no digas nadaaa- el viejo dejaba de penetrar a la nena pero aun así seguían platicando mientras continuaban acoplados, la nena aprovechó esto para peinar delicadamente a su hombre y de paso darle uno que otro besito en su mugroso cuello.
-no, no diré nada, pero ya me tengo que ir- la ruborizada nena trataba de agarrar aire, se acomodaba su cabello y limpiaba el exceso de sudor en su hermoso rostro mientras el viejo la manoseaba sin recato en todo su cuerpecito, ella en tanto ya veía estas caricias como normales.
-Cassandra pero prométeme que el viernes no irás a la escuela y nos pasaremos la tarde juntos tú y yo, en mi casa- el viejo por nada del mundo sacaba su soberbio palo.
-no Don Marce que cosas dice, no puedo faltar a la escuela, no tengo ninguna falta hasta ahora,- el viejo al quien poco le importaba la educación de la nena siguió.
-solo será un día, ándale, que mira que si te niegas te mando a tu casa desnuda-el viejo amenazaba a la nena con arrancarle las ropas, ella se asustaba pero también el hecho de ponerse en situaciones tan comprometedoras la hacían sentir ricas cosquillitas tanto en su vientre como en su vagina.
-no Don Marce, está loco, jijijij, bueno veré que puedo hacer- la nena aceptaba la oferta del viejo, más que nada por irse lo más rápido posible pues presentía que su mamá podría salir nuevamente en cualquier momento.
-entonces pásame tu celular para ponernos de acuerdo,- dijo el viejo mientras sacaba un celular modelo viejito pero funcional y más duradero que los que nos venden ahora.
-a ver, se lo anoto- dijo la nena aun ensartada en la verga del viejo pero ya haciendo lentos y cuidadosos movimientos pélvicos para desacoplarse, y después de una lenta y sufrida separación por parte de la nena ambos sexos permanecían unidos por restos de fluidos viscosos.
-listo,- la nena se incorporó y acomodaba sus ropas, esperó otros minutos para que su color regresara a la normalidad y de paso aprovechar para limpiarse las tímidas lágrimas que se le escurrieron por estar soportando ese desmesurado intruso de carne y cuando se vio lista se despidió del viejo con un tierno beso en los labios, aunque el viejo volvió a enseñarle como se deben de besar las parejas de enamorados y nuevamente hundió su lengua hasta el fondo de su boquita, la nena aceptó el cochino beso y por unos minutos se dedicaron a realizar un morboso y caliente intercambio salival.
El viejo y la nena se acariciaban pero esta estaba siempre expectante a que nadie los viera, no se dio cuenta cuando el viejo había separado sus labios de los de ella ni ponía atención hacia donde se dirigía la cochina boca de su viejo amante hasta que sintió que el viejo le bajaba su shorcito junto con su pantaleta, la nena se los quiso subir pero el viejo rápidamente comenzó a darle una buena comida de panocha, la nena toda excitada y tremendamente caliente solamente se recargó en la barda de la casa de al lado mordiéndose una de sus muñecas para evitar emitir deliciosos gemidos sin dejar de ver a ambos lados de la banqueta, sus bracitos se recargaron en la barda dejando al viejo libre para chupar, lamer y succionar a su antojo.
Cassandra abría mas sus piernas y movía sus caderas muy lentamente en forma de ondulaciones rítmicas para poder sentir hasta la última papila gustativa que conforma la lengua del viejo, este en tanto seguía devorándose ese exquisito manjar agridulce mientras emitía perrunos gruñidos ahogados por tanto jugo que absorbía.
Cassandra tampoco se daba cuenta de que el viejo deslizaba cada vez más abajo sus prendas, o se daba cuenta pero no hacia nada, hasta que estas llegaron a sus tobillos, el viejo levantó uno de los pies de la nena y le sacó ambas ropas para posteriormente levantar el otro y sacárselas por ahí también dejando a la nena desnuda de la parte de abajo solo para volver a hundir su áspera y arrugada cara entre sus piernas, lamia como desesperado, succionaba sus jugos con todo y clítoris, todo esto ya era insoportable para la nena quien no aguantaba la necesidad de vaciarse ahí en la calle y no fue hasta que el malvado viejo aparte de estarle succionando la papaya a esta chiquilla también se atrevió a meterle uno de sus dedos dentro de su encharcada vagina y moverlo tan rápido de forma penetrante hasta que consiguió que la nena se vertiera en un orgasmo para ella riquísimo dejándole ese aspecto desorbitado en sus ojitos, ahogando el vicioso grito con sus dos manos bien pegadas a su boca, aun así por entre sus dedos se podía apreciar saliva escurriendo.
El viejo se incorporó con la nena aun convulsionante para volver a fundirse en otro beso, la nena saboreaba nuevamente sus propios jugos ahora directo de la desaseada boca del viejo mientras con sus manitas apretaba las sucias ropas de su viejo amante, los jugos que aun salían de su conchita resbalaban por sus muslos y caían al suelo en forma de gotitas dejando un pequeño chaco en él.
-ahora Cassandrita, me quedaré de nuevo con tus calzoncitos- dijo el viejo guardándose los calzones de la chamaca dentro de su bolsillo del pantalón y dándole solamente el short.
-pe.. pero Don Marce, se me va a marcar- dijo la nena.
-jejejeje, Cassandrita, es que me gusta como huelen tus calzoncitos, así que no me insistas que no te lo devolveré, y será mejor que te pongas el short antes de que venga alguien y te vea encuerada, ahhh y otra cosa, esta noche no quiero que te bañes, quiero que te duermas así toda babeada por mí, que sientas mis babas en tu panochita cuando te acuestes a dormir, jejejejejeje- ordenaba el viejo, la nena solamente respondió con un:
-si Don Marce- mientras se acomodaba su short tratando de que no se le pegara a sus labios vaginales cosa que era imposible notándose esa raya que los divide, la jovencita se despedía ahora sí y se metía a su casa mientras el viejo se quedaba sentado en la macetera esperando a que pasara una muchacha que visualizó a lo lejos y quien había sacado de paseo nocturno a su perro, el suertudo can detectó un olor inusual en el suelo justo al llegar a donde el viejo, comenzó a olfatear y procedió a lamer los jugos de Cassandrita que se habían regado en el suelo.
-jejejeje, saben rico verdad?- dijo el viejo mientras no dejaba de verle el culo a su dueña, por cierto muy bien formado.
-mande?- la jovencita alcanzó a escuchar que el viejo dijo algo pero no le había entendido.
-ahh, que bueeeenas noches- dijo el viejo.
-buenas noches- respondió la nena.
-vives por aquí muchacha, no te había visto- preguntaba el viejo.
-si- la muchacha se limitaba a responder solamente lo necesario mientras jalaba a su perro, pero este se negaba pues parece le fascinaron los lubricantes vaginales de Cassandrita.
-ahhh, y tu perrito muerde?- dijo el viejo en forma de albur pero la nena no le entendió.
-ehh, no- solamente puso rostro de no entender el porqué de la pregunta, siguió jalando hasta que el perro dejó de lamer el suelo y procedió a seguir su camino al lado de su dueña.
-jejejeje, adiós mamita,- se despedía el viejo mientras la nena avanzaba mas rápido “no muerde, pero que rico ha de succionar las vergas, ahh como hay putas sabrosas en este barrio, creo que me mudaré por acá jejeje” decía el viejo en sus pensamientos.
Cassandrita entraba como rayo a su casa solo diciendo un ya llegué y rápidamente subía a su cuarto, cerraba la puerta y se agarraba su pecho, venia agitadísima pero dejó escapar una sonrisa pícara, sentía las babas del viejo impregnando su conchita, escurriéndoles por sus muslos humedeciendo su short a la altura de su bizcocho.
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El viejo Marce estaba en su casa, miró su reloj y vio que era temprano, las 10 de la noche, estaba más que caliente por el faje que se pegó con la calientilla estudiante, su verga no podía adoptar esa flacidez de reposo y se mantenía rígida, terriblemente inflamada y con unas ganas de escupir todo su prolífico esperma.
-jejejeje, y si le marco a esa puta guarra para que me regale unas fotitos para masturbarme ya que no me pude venir dentro de ella- dijo el viejo y no lo pensó otra vez y mandó un mensaje de texto a Cassandrita pues su saldo no alcanzaba para llamadas.
En su cuarto la nena ya recuperada de la emoción de su primer público se preparaba para dormir con el babeado short cuando su celular vibró lo que indicaba un mensaje, hizo un gesto labial como de desagrado pues se imaginaba que era otra persona como por ejemplo algún compañerito de clases insistiendo con una tarea.
-hola mi amor como estas, sabes no puedo dormir, estoy pensando en ti y en lo que hicimos hoy afuera de tu casa- Cassandra entró en un estado de nervios, pero de nervios estimulantes, nuevamente una sensación de cosquillitas combinado con un vacío atacó su vientre, y no pudo evitar ruborizarse y expresar una sonrisita, estaba segura, era Don Marce.
Dudó en contestarle, pero algo la carcomía, quería seguir ese jueguito, tenía ganas de experimentar el ir mas allá, el llamar al viejo con esos apodos que solo los enamorados se dicen, la chiquilla se dirigió a la puerta de su cuarto y la cerró con seguro.
-hola mi amor, estoy bien, pero ya duérmase que ya es tarde :p- contestó la nena, estaba rojísima, era la primera vez que llamaba así a alguien y por su mente lo último que pensaba era que se trataba de un viejo el afortunado de recibir tales halagos.
Del otro lado Don Marce casi se corre de la emoción de ver el mensaje y la manera en que la nena lo llamaba,
“ahhh está puta, unas culeaditas mas y se viene a vivir conmigo jejejejeje” pensaba el depravado sujeto.
-es que no puedo dormir, quiero verte, iré para allá ahora que ya sé dónde vives- el viejo se reía de lo pendeja y caliente que había salido la Cassandrita al tiempo que se masajeaba su verga, estaba tan caliente que sudaba de las manos, pies y axilas.
La nena veía el mensaje y se lo creía, pero de ningún modo iba a permitir que su viejito fuera a verla, era muy tarde y podría pasarle algo.
-no Don Marce ya es tarde, no venga, la calle está muy oscura-
-si es cierto, pero es que de veras quiero verte, jejejeje ya sé, porque no me mandas una fotito tuya así como estas vestida- el caliente viejo ponía rostro enfermamente pervertido, hasta los mocos colgaban de sus narices.
-jijijijiji, pero Don Marce, ya me voy a acostar y solo tengo puesto ropa de dormir- dijo la nena, algo presentía de toda esta conversación, no era tonta; pero también algo de todo esto le gustaba, y ese gusto se comenzó a traducir en una serie de exquisitas palpitaciones en su panocha, nuevamente la nena se calentaba, apretaba sus muslos y aun podía sentir las babas del viejo cubriendo su sexo.
-no importa mi niña, solo unas cuantas, de tu carita y tu cuerpecito rico- esta última palabra se le había escapado al viejo, la escribió solo porque la calentura le había ganado a la hora de escribir pero se dijo que serviría para medir el comportamiento de la nena con respecto a su vulgar lenguaje, “a ver que puterías escribe” pensaba el viejo.
-bueno ahí le va una- fue la respuesta de la nena, el viejo no cabía de gozo, esos segundos en los que cargaba la imagen se le hicieron eternos, pero se decepcionó porque la nena solo mandó su carita haciendo sin querer una cara de puta a mas no poder sacando su lengüita.
“no si no cabe duda que si lo eres jejejejeje” el viejo nuevamente movía sus dedos para mandar otro mensaje,
-que hermosa esta mi princesita, pero me gustaría una en donde salga todo tu cuerpecito- el caliente viejo ya hasta sentía ganas de orinar debido a lo rígido de su verga, pero el gusto fue mayor al ver a su nena ahora de cuerpo casi completo, de las rodillas hacia arriba y parada enfrente de un espejo, solo vestida con una camisetita ombliguera dejando al aire libre su cintura y el humedecido short que se ajustaba sugerentemente a sus desarrolladas caderas de hembra lista para ser fecundada.
El viejo prestaba detalle, principalmente a ese húmedo panuchón siendo apretado y marcado por la fina tela, sabía que estaba húmedo por sus babas así que comenzó a masajearse la verga más rápido y a babear descontrolado, teniendo que usar su vieja sabana para limpiarse el exceso de salivas.
Del otro lado la nena estaba en duda, nunca se había expuesto así, en su face no tenía fotos con ese nivel de semidesnudes, pero confiaba en el viejo, creía eso de que la quería ver y pensaba que con eso se entretenía, pero su joven mente la empezó a reprender.
“ehhh, que hice, yo no me exhibo, eso no está bien, eso es de niñas locas” decía la jovenzuela mientras mordía su labio inferior.
“se habrá enojado, porque no contesta, Don Marce” la desesperada nena veía que ya habían pasado algunos minutos y el viejo no contestaba, ignoraba que el viejo estaba en plena faena ahí en su cama despescuezando su verga como un loco, y si, Don Marce yacía acostado en su cama con su calzón ligeramente bajado y su verga elevándose como mástil siendo masturbada con violencia mientras esta empezaba a emitir las primeras fumarolas de espeso liquido preseminal.
“y si le mando una…… desnuda” la nena pudo sentir como al final de ese pensamiento una pequeña cantidad de líquido se desprendió de su sexo, empapando aun mas su tentador short, si perder tiempo se despojó de sus atuendos quedando completamente desnuda, pero al estar a tan solo para apretar el flash otro pensamiento morboso la detuvo.
“y si le mando una solo de… ahí” la nena se refería a mandarle una de su parte más íntima, su panochita, su pequeño cargo de conciencia que hace poco la amonestaba ya había desaparecido, así que se sentó en su cama y dirigió su manitas a esa parte y con dos de sus dedos la abrió un poco mostrando sus rosadas paredes internas y el brillo vaginal que las caracterizaba, la nena muy roja de la pena pero también con la calentura a mil sacó su foto y sin dejar pensar a su conciencia la mandó mientras risueña escondía su cabeza entre una almohada.
Del otro lado el viejo casi se infarta, la imagen era tan nítida que casi podía oler la lubricación de la nena, esto hizo que no pudiera más y derramara su fértil esencia masculina sobre su peluda y enorme bola de panza, tomando un pedazo de papel de baño del rollo que siempre lo acompañaba en la cama y arrojando el desecho al suelo junto con el resto.
-ahhh, mi amor ya estoy satisfecho, me acabo de pegar una despescuezada que ni te imaginas, todo gracias a tus fotos llené de leche el piso- el viejo aumentaba su nivel de vulgaridad y plebeyez, quería ver la respuesta de la nena.
-Don Marce, yo también me estoy tocando- fue la respuesta de la nena quien ya sabía que el viejo al decir despescuezada se refería a menearse su verga y por supuesto entendió eso de llenar de leche el piso, el viejo quedó extasiado con el nivel de zorrería que la nena guardaba muy en su interior y con más razón estaba dispuesto a explotarla.
“ahh zorra caliente,” pensaba el viejo “pero el viernes me desquito” de mas esta decir que la pendeja siguió proveyendo a su viejito de otras cuantas fotos, igual desnuda o metiéndose sus delicados deditos en su panochita o de su coqueta carita con su tremendo culo desnudo de fondo, el caliente viejo volvió a vaciarse en semen para terminar su noche calientito.
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Jueves a la hora del receso…….
El asqueroso gordo enfermo del maestro Pepe deambulaba por los pasillos de la cafetería escolar observando a las nenas y de paso buscando un lugar para sentarse, pero todas las bancas estaban ocupadas excepto una, la de su colega el maestro Teófilo (maestro de laboratorio).
-jejeje, que vergas haces pendejo?- dijo el maestro Pepe quien notaba la lujuriosa mirada de su colega hacia las niñas.
-pues comiendo gordo cabrón, que no ves jejeje-
-cómete esta viejo pedófilo jejejeje, ya solo vives de eso verdad de andar espiando a las putitas- dijo Pepe.
-a las putitas y a las putonas, mira nada mas eso que va ahí- los dos pervertidos animales dirigían sus insanas y calientes miradas hacia la maestra Asdany, quien más que maestra era una estudiante de psicología haciendo su servicio pero los niños la veían como una docente más, ella vestía un atractivo vestido turquesa ajustado de arriba pero tipo falda de vuelo de abajo, un poco más arriba de sus rodillas y sumado a sus exageradas zapatillas (que usaba para ganar altura ya que era chaparrita) le daban una silueta sumamente sensual y digna de ser admirada tanto por alumnos como por maestros, además tenía los ojos de un color miel muy elegantes y su cabello era casi rubio sin ser teñido, todo natural, sin alardear de la carita de nena que poseía y que bien podría ser confundida como una alumna más, y con toda esa frescura que brinda un joven cuerpo de 21 años.
-adióoooos maestra- dijo el maestro Teófilo sin tener respuesta de la psicóloga solo una mirada de rechazo y altanería pues ya sabía que tipo de fichita era.
-pinche puta, te has de morir de ganas por que te reviente ese culo que te cargas- decía el viejo.
-una vieja como esas nunca nos haría caso viejo rabo verde jejejeje, yo por eso me conformo con mis videos, por cierto me acaban de pasar de una nena de la escuela de acá abajo, mamándosela a un mocoso, te lo paso- dijo el maestro Pepe
-jejeje a ver pásamelo- ambos viejo encendían sus bluetooth para poder intercambiar el archivo.
-pero no hay que perder las esperanzas Pepe, ve al Juan Osorio o al José Alberto Castro o al Alejandro Camacho, esos cabrones jalan viejas buenas, si esos pendejos pueden porque nosotros no?- hablaba Teo.
-ahh pero no mames, esos pendejos porque tienen billete, o me vas a decir que es porque están muy guapos, creo estoy más guapo yo jejejejeje (decía el espantoso viejo con sus ojos todos lagañudos), no mames cuando vas a comparar el sueldo de esos cabrones con el mísero salario que nos pagan como maestros, hasta crees que esas putas viejas andan con ellos por su nobleza y sencillez, jajaja, apuesto mis dos huevos a que es por la cartera, a quien quieren agarrar de pendejo?,- respondía el maestro Pepe.
-aun así no te voy a negar que está muy comestible la maestrita güerita y si me lo pidiera si le hacia el favor, tiene las nalgas bien duritas, pero sabes quién me calienta más, Cassandra, pos creo que también es alumna tuya- volvía a decir el maestro Pepe.
-jejeje, ya se las agarraste?-
-ya, la semana pasada, estaba arriba de una escalera poniéndome el culo- respondió Pepe.
-Cassandra???, ahhh si la de la faldita negra, que en la fiesta trajo unas zapatillotas que se veía que ni podía caminar- decía Teo.
-ándale, esa zorrita, ese nivel de pendejez es lo que más me encula de una niña de esas, la pinche maestra se ve que ya está más entrenada que nada, pero si un día se me ofrece claro que no le haría el feo, le mamaria el bollo hasta que me ahogue de tanto jugo jejejeje- hablaba Pepe mientras hacia un circulo con su dedo pulgar e índice y metía su babosa lengua por dentro de este, como si estuviera lamiendo eso, un bollo.
-ahh si esa también está bien buena, y las chichotas que se carga que ni la bata de laboratorio se las disimula, cada día que le toca clase conmigo se me para la verga con solo ver como su formadito cuerpo combina con esa cara de escuincla, como me gustaría decláramele jejeje decirle que tengo ganas de mamarle las chichis.- el maleducado maestro Teo hablaba con la boca hasta la madre de comida, expulsando restos de comida cada que hablaba.
-cállate viejo verraco, yo la vi primero, esa chiquilla es mia,- dijo Pepe.
-jejejejejeje, y como le harías para que caiga una pendeja de esas, si cada día estas más panzón???- preguntaba el maestro Teófilo.
-prefiero estar panzón y no así como tú de flaco lombriciento pero no sé, espero que el señor que está en los cielos me conceda ese regalito, por eso estoy yendo a la iglesia todos los domingos a hacer puntos jejejeje, a eso se va no?- decía Pepe.
-viejo macuarro, no sé cómo madres te dieron el título de maestro si se te ve lo pervertido hasta por los ojos, mira, mira, la maestra, está platicando con esta otra maestra como se llama, la que dicen que tiene fama de piruja-
-Diana?-
-ándale, esa-
-han de estar platicando alguna de sus puterías, jejeje sobre la verga del burro o la mía jeje, par de viciosas asquerosas mamadoras de verga y tragadoras de leche, bueno mi depravado amigo brindemos por las putas las cuales por lo menos tenemos el gusto de mirar y masturbarnos con ellas jejejeje- reía el viejo Pepe.
Del otro lado las jóvenes maestras platicaban temas no muy alejados a los que los viejos se imaginaban…
-y él está muy emocionado porque quedó entre los seleccionados pero dice que lo malo es que no lo veré por mínimo un mes cuando lo llamen- decía la maestra Asdany.
-ahí amiga pero ya es un hecho que se va?, ya viven juntos?- preguntaba Diana.
-si es un hecho, no, apenas estábamos planeando eso pero salió este otro imprevisto- las jóvenes educadoras platicaba sobre el novio de Asdany, un muchacho joven y deportista que alineaba en las filas de las reservas de un importante equipo de futbol y que gracias a que unos visores habían visto sus cualidades como futbolista ahora tenía la oportunidad de ir a realizar las pruebas para ver su calificaba al primer equipo, dichas pruebas duraban un mes y tenía que ausentarse todo ese tiempo sin poder ver a su atractiva novia.
-jijijiji, vas a sufrir cuando no tengas con quien-
-con quién qué?- respondía Asdany.
-pues con quien ponerte a jugar a las atrapadas-
-ay Diana, tu solo pensando en eso-
-que!!, apoco me vas a decir que no lo hacen seguido, jijiji vamos mujer dime fechas, cuantas veces al día?-
-uhhh, esta semana… ay no me da pena- la joven psicóloga se ponía roja.
-ya dime, no estas con tus maestros de universidad así que deja de hacerte la puritana conmigo si te vistes como toda una prosti más que como maestra jijiji- la confianza que habían creado estas dos jóvenes hembras ya les permitía llevarse de este modo.
-jijiji, ehh, esta semana lo hicimos todos los días, y el domingo fue doble- la maestra tenía la ventaja de que vivía sola, así que su novio podía írsela a enchufar cada que quisiera.
-ehhh, amiga que aguante,- ambas maestras reían sin saber que eran escaneadas por los pervertidos de sus colegas, sin embargo Diana no se imaginaba que su amiga no era satisfecha del todo en materia sexual, no porque su novio fuera impotente  o lo tuviera muy minúsculo, era normalito, sino más bien era precoz.
Si la maestra tenía suerte su atlético macho se le montaba y pasado seis o siete embestidas este ya estaba vaciado, si bien su novio contaba con el permiso de vaciarse adentro de ella él siempre utilizaba condón, además Asdany también utilizaba la píldora pues en los planes de ambos aún no estaba el procrear, Diana era más libertina, se había acostado con cantidad de hombres y contaba sus aventuras a su más discreta amiga, le revelaba que había hombres con un aguante envidiable, que duraban horas penetrándola sin parar, haciéndola gritar y jadear como una perra (así de gráfica era ella), nalgueándola, meneándola para allá y para acá como muñeca de trapo, arrastrándola por toda la cama, esto despertaba cierto interés reprimido en Asdany por conocer más, muchas veces su amiga la invitaba de antro pero la maestra psicóloga se negaba, sabia a lo que irían y ella no era así, lo último que estaba en su mente era una infidelidad hacia su novio, pero lo que más le curioseó a la psicóloga fue cuando su amiga le confesó que una vez tuvo sexo con un hombre que la tenía enorme, de casi 25 centímetros y que cuando se la clavó sintió que la partían pero que eso no le había quitado lo delicioso, claro que Asdany no creyó que hubiera un ejemplar de esas cualidades suelto por ahí pero la duda se le quedó, ¿habrá en realidad hombres con semejantes atributos físicos?
-oye, Diana, en serio crees que me visto muy exagerada- la maestra cambiaba el tema.
-ay amiga, sí llamas mi atención que soy mujer, con más razón la de los hombres, en especial esos morbosos enfermos como aquellos dos que están allí sentados- la maestra Diana se refería precisamente al maestro Pepe y el profe Teófilo quienes al ver a Diana voltear hacia ellos dirigieron sus miradas para otro lado.
-míralos, míralos, no le quitan la mirada a las niñas de encima, pinches viejos rabo verdes te juro que los veo y me da un asco, hasta se me revuelve el estómago, ay ya hasta se me fue el hambre, y dicen que igual que ellos es el viejo de la tienda de aquí enfrente- dijo Asdany solo para tomar cuerda y empezar a soltarse.
-no y te cuento, que el otro día estaba yo poniendo los adornos de cuando la fiesta del estudiante, estaba yo arriba de la escalera tratando de llegarle a la puerta de mi salón y no va pasando este….. viejo de Pepe y me da una nalgada, me puse roja pero de coraje.-
-amiga y que hiciste-
-umm, que me bajo y le digo todas sus verdades, no le quise decir al director porque me da lástima pobre viejo además de que yo no pertenezco a esta institución y no quisiera que me llamaran la atención mi coordinadora, ni a mi novio que de seguro le hubiera roto toda su nariz de puerco seboso, ahh pero eso sí, nada más llego a enterarme de que le ha faltado al respeto a alguna alumna y lo refundo en la cárcel, no sé cómo se puede tener gente así trabajando de docente, que asco la verdad- las joven psicóloga sacaba un espejo de bolsillo y un enchinador de pestañas para levantárselas, hay muchos maestros que ejercen esta noble profesión con toda la dedicación del mundo, en un afán por inculcar el conocimiento al futuro de nuestras sociedades, pero en cada árbol siempre hay una fruta podrida, en este caso dos, el seboso de Pepe y el raquítico de Teo.
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Viernes a medio día……
Cassandra salía de bañarse, ese día instintivamente se sentía más sensual y coqueta que nunca, toda una mujercita, veía el reloj constantemente y notaba cierto nerviosismo en ella, estaba por volver a entregarse a su viejito, recordó que aún tenía en su poder una de las revistas que el viejo le prestaba y pensaba aprovechar el día para devolvérsela ya que al parecer le iba a quedar mal.
Se vistió con su traje de escolar así como con otra blusa debajo de la blusa de la escuela y un short por demás minúsculo junto a su pantaleta debajo de su falda, no iba preparada como para quedarse toda la tarde con el viejo, había cambiado de opinión y pensaba irle a explicar a Don Marce sus motivos, se maquilló ahora un poquito más de lo usual, algo que hacía ya más seguido desde aquella su primera vez.
Terminó por peinarse su hermoso y largo cabello para adornarlo con un listón azul rey a juego con su uniforme, un poco de perfume alrededor de su cuello sin caer en lo empalagoso y un fino brillo sabor cereza que contrastaba hermoso con su blanquita piel, ya una vez lista tomó su mochila y con una hora de anticipación salía de su casa con destino a la tienda del viejo a quien había entregado por primera vez su cuerpo.
-ya me voy mamá- dijo Cassandra.
-yaa, porque tan temprano hija?- dijo su mamá
-es que tengo, voy a pasar a la casa de una compañera por lo de un trabajo que vamos a imprimir,- la nena decía lo primero que se le venía a la mente aunque era cierto lo de entregar un trabajo, tarea que ella ya había impreso.
-ahh, bueno, te cuidas hija- dijo su mamá quien se disponía para irse a la zapatería donde trabajaba, propiedad de la familia.
Cassandrita salía de su casa vestida en su atrayente uniforme escolar compuesto por una ajustada blusita blanca con dos de los botones superiores desabrochados, mostrando ese redondo inicio de sus turgentes melones así como una sugerente falda que se amoldaba perfectamente a sus desarrolladas caderas, aunque esta era de tablones remarcaba sus esplendidas y sugestivas curvaturas, en su trayecto dejaba un sensual aroma gracias al perfume que usaba, el viento mecía delicadamente su azulado cabello y jugaba con el listón que la nena llevaba amarrado cerca de su mollera.
La nena llegó a su destino, a una distancia corta veía con un brillo especial en sus ojos como la tienda de Don Marce estaba abierta y lucía vacía al igual que la solitaria calle que en menos de una hora se abarrotaría de autos y personas, con nervios en su cuerpo que se traducían en un leve sudor frio en sus delicadas manitas avanzó volteando constantemente a los alrededores asegurando que no era vista por nadie.
Llegó al mostrador de la tienda pero el viejo no se encontraba,
-Don Marceeeee!!- llamó la nena.
-Don Marceeeee!!- volvió a insistir la nena pues no recibía respuesta del viejo.
El viejo desde el baño escuchaba que alguien lo solicitaba, rápidamente vaciaba su orina, se metía su enorme verga acomodándola entre sus pantalones y subía el cierre de su cremallera cuidando de no agarrársela para salir a ver quién le llamaba, todo esto sin ni siquiera lavarse las manos.
-pa´la verga, no dejan miar a gusto, pinche gente- decía el morboso viejo.
El viejo salió y para su sorpresa la persona que lo buscaba se trataba de Cassandrita, la niña enfundada en su traje escolar desviaba su mirada para todos lados excepto en dirección a los del viejo, se sentía apenada por lo sucedido y no sabía ni que palabra comenzar a articular, se rascaba su cabecita y jugaba con un mechón de su hermoso cabello señas de lo nerviosa que se encontraba al estar en presencia del viejo que le manoseaba su cosita.
-vaya, vaya, Cassandrita, que sorpresa verte por aquí tan temprano- dijo el viejo de forma morbosa y mirando a la nena como solo un sátiro puede hacerlo, sin embargo la nena era la única que no percibía esas miradas como lujuriosas.
“jejejeje, como lo pensé, esta putita se le calentó su papayita antes de tiempo y viene a que se la toque” decía el viejo tallándose su mentón todo rasposo por la barba mientras sus ojos se desorbitaban tratando de observar más allá del atrayente escote de la nena así como un ligero hilo de baba caía de entre sus labios.
-Don Marce, buenos días, aproveché para venir a devolverle su revista- dijo la nena muy penosa pero con una tímida sonrisa, aunque no se animaba a decir el verdadero motivo de su adelanto.
-yaaa, tan rápido, no te la quieres quedar otro día pa´que la ojees- decía el viejo mientras pegaba su pelvis al mostrador para ocultar su naciente erección.
-no Don Marce, gracias- dijo la nena y cuidando de que no entrara ningún cliente sacó la revista de su mochila y la puso en el revistero, levantándose de puntitas para alcanzar el lugar que le correspondía, a pesar de lo ya vivido la nena se sentía avergonzada por el hecho de que este viejo supiera de su gusto por las historietas pornos.
-pero seguro quedrás llevarte otra, o no?, mira me acaban de llegar unas que están que que bruto- dijo el viejo pero para su sorpresa Cassandra se negó y puso rostro como indeciso y preocupado.
-qué te pasa mi niña- el viejo se pegaba más a la niña abrazándola y aplastándole su cabecita en su malformado cuerpo, por un momento el abrazo volvió a ser algo paternal mientras la nena tímidamente enrollaba sus bracitos alrededor de la cervecera panza del viejo, esta vez la estatura de Cassandra era inferior a la del viejo pues para la escuela usaba zapatos bajitos.
-te sientes mal por lo de ayer?, ehh- el viejo tomaba el delicado mentón de la nena haciendo que los ojitos de Cassandra voltearan a verlo, intuía que a lo mejor la nena aún no estaba lista para fajársela en la calle y esto le había causado una gran impresión.
-que tienes mi niña??, dime- decía insistente el viejo quien ya estaba empezando a preocuparse por el repentino cambio de la nena, en el fondo imaginaba que Cassandra había contado lo sucedido a alguien de confianza y esto lo estaba empezando a asustar y a traspirar como cerdo.
“me lleva la verga, falta que esta pendeja haya abierto la boca, y no precisamente para mamarse una verga”
-Don Marce- al fin el viejo tenía una respuesta por parte de la jovencita.
-Don Marce yo….. es que yo no debo faltar a la escuela y creo que le voy a quedar mal en lo que acordamos- la nena volvía a hundir su rostro entre los caídos pechos del viejo, no sabía cómo expresarse ante el depravado sujeto, sin embargo se había arrepentido de último momento con respecto al acuerdo que tenía con el viejo.
-pero como esta eso Cassandrita, ya habíamos hecho planes, lo prometiste- dijo el viejo.
-si lo sé, pero es que no quiero que usted piense mal de mí, y si yo falto a la escuela quedaría como una chiquilla loca a los ojos de usted, y ya bastante tengo con que sepa que me gusta leer revistas, y con lo que hicimos ayer, le juro que yo no soy así y nunca había hecho eso con nadie- respondía la nena pensando que el viejo se habría decepcionado de ella por la forma tan fácil en que caía.
-mira mi niña, no tienes de que preocuparte, como podría yo pensar mal de ti, una niña tan bonita como tú, si lo de ayer fue maravilloso- lentamente las manos del viejo subían por las piernas de la nena levantando la ahora más discreta falda que cubría los hipnotizantes glúteos de la joven estudiante.
La nena sintió las atrevidos toqueteos, aunque Don Marce ya la había hecho suya aun le quedaba algo de pudor a esta jovencita por lo que procedió a querer alejarse pero el viejo al sentir el femenino desprendimiento la pegó más a él al tiempo que comenzó a aspirar el delicado perfume con el que la nena solía impregnar su blanco cuello.
-mmmmmmm, que rico perfume Cassandrita, que rico hueles- dijo el viejo mientras aprovechaba para darle la vuelta a manera de que él quedara a las espaldas de ella.
El viejo ya atrás de ella se apoderó de la estrecha cintura que la nena había estilizado en sus ejercicios, se asomaba tantito para admirar como el escote de su blusa intentaba cubrir las frondosas y bamboleantes chiches y metía sus arrugadas manos dentro de la blusita de la nena, sacándosela de su falda para así poder palpar con sus dedos la suavidad de su piel, con sus arrugados dedos tallaba el suave vientre de Cassandrita mientras ella solo se meneaba para los lados intentando zafarse aunque sin mucho éxito ni mucha convicción.
Durante estos meneos el culito de Cassandra sin querer se repegaba a la altura pélvica del viejo Marcelino, la verga del viejo sentía los femeninos roces y reaccionaba aumentando considerablemente su tamaño y grosor, sus venas se hinchaban drenado la sangre para que este musculo pudiera manifestarse en toda su masculinidad, Don Marce ya babeaba de gusto al ver que nuevamente los intentos de Cassandra por separarse no eran muy autoritarios.
El viejo desesperado y con su verga completamente parada no aguantó más y con sus manos comenzó a recorrer el cuerpecito de Cassandra, desde su vientre hasta sus suavecitos senos, deteniéndose en estos y apretándolos sobre el sostén, dándoles descarados manoseos con el portón de la escuela en la acera de enfrente como testigo, claro que a esa hora los alumnos del turno matutino se encontraban en sus respectivas aulas y los maestros lidiando con ellos.
-Don Marce noo, nos van a ver- la nena intentaba zafarse pues la cortina de lámina estaba abierta y tenía miedo de que en cualquier momento hiciera su aparición algún cliente, la chiquilla estaba consciente de que el viejo podría meterse en problemas al estar ambos así, y era lo último que deseaba.
La babosa lengua de Don Marce que escurría en saliva hacia su petición por recorrer el exquisito cuerpo de tan jugosa jovencita, rápidamente el viejo hizo caso a su músculo lingual y procedió a lamer la sensible orejita de la nena, ella comenzó a suspirar amorosamente por las ricas cosquillitas que el viejo le estaba regalando de nuevo, el viejo movía su lengua morbosamente llenando de asquerosas babas el conducto auditivo de la nena libre de cualquier residuo de cerumen.
-Don Marceeee, noo, nosotrosss no debemos ahhhh- un gemido impidió que la nena terminara su frase pues el viejo ya metía su asquerosa lengua dentro del conducto auditivo como si se la estuviera cogiendo por la oreja.
-jejjeje, tranquila Cassandrita, nadie nos va a ver- el viejo seguía lamiéndole la orejita mientras sus viejas manos apretaban cada uno de sus duritos melones.
La nena poco a poco se iba entregando a las deliciosas caricias que provenían del despreciable viejo que se la pasaba desvistiendo con la vista a cuanta jovencita entrara a su tienda, y en un arranque de tremenda calentura llevó ella misma la arrugada mano del viejo y la metió dentro de su falda, el viejo no se hizo del rogar y sorprendido por la caliente acción de la mocosa procedió a bajar su mano hasta llegar al pequeño calzoncito para posteriormente meter sus dedos y comenzar a tallar la delicada conchita de Cassandra, la sorpresa del viejo fue mayúscula al sentir la tibieza de un néctar emanando por la rajita y calientemente comenzó a rascar suavemente con su dedo medio la delicada entrada vaginal haciendo temblara la chiquilla con tan finos movimientos.
-Don Marceeee, nos van a ver, mmmmm- decía la nena quien ya comenzaba a sudar más que nada por la adrenalina a ser descubierta en tan comprometedora escena, pero a decir verdad esto era lo que tenía prendida a Cassandra, la idea de que alguien entrara y descubriera a una tierna niña siendo manoseada de sus partes por un viejo feo la estaba calentado al punto de comenzar a restregar impúdicamente su culito en el cuerpo del calenturiento viejo, para esto la nena se arqueó ligeramente siendo su culito la parte de su cuerpo que se pegaba al viejo.
El morboso viejo lamia sensualmente la suave orejita mientras su mano libre desataba el listón que la nena se había puesta para adornar su cabello y de esta manera todo su esplendoroso cabello cayó en toda su hermosura y brillantez, la nena ladeó su rostro y llevó sus carnositos labios para fusionarlos en un fogoso beso de lengua con los del viejo, la nena pensaba que esta era la forma en que una pareja de amantes se debía de besar y enrollaba obscenamente su lengua con la del viejo mientras este seguía manoseándola en sus partes y en sus senos.
El viejo se dejó hacer y correspondió el beso de la nena, pero a la vez la empujaba metiéndola dentro del mostrador quedando la caliente pareja besándose en el lugar en donde Don Marce recibe a sus clientes, ambos amantes se devoraban las bocas mientras se abrazaban y se apretaban el uno al otro, la nena y el viejo poco a poco comenzaban a suspirar y gemir producto de los fogosos besuqueos.
El viejo sacó sus empapados dedos del sexo de Cassandra, la nena ya era presa de una incontrolable calentura que recorría por toda su sangre, no se explicaba por qué se sentía tan caliente, por qué su vagina se sentía tan deseosa de que la verga del viejo la penetrara hasta el fondo nuevamente, ella misma lo reconocía “porque estoy tan caliente si es un viejo feo”.
El viejo se sentó en un banquito que utilizaba para descansar cuando se agotaba de tanto estar parado, la nena inexplicablemente levantó su faldita, se abrió de piernas, se sentó arriba del viejo y comenzó a comerle la boca, la nena estaba tan desesperada que ella misma metía su lengua dentro de la asquerosa boca del viejo poblada de dientes amarillos y restos de comida, ambas lenguas jugaban dentro de las unidas bocas como queriendo atraparse la una a la otra, el viejo llevó ambas manos a los carnosos glúteos de la nena acariciándolos sin pudor y levantando la falda al punto de que quedara a la vista el moradito short que apretaba los carnosos glúteos y se le metía en la raya del culo.
-mmm, Cassandrita que rico besas, que boquita de rica tienes,- decía el viejo con cierta dificultad pues la nena prácticamente le impedía hablar con ese desesperado besuqueo, además de meterle su lengua la nena también lo llenaba de besos en los cachetes, cara y cuello, para después ella misma comenzar a lamerle el mugroso cuello que era surcado por varios anillos de suciedad mientras el viejo le jalaba su short con todo y pantaleta haciendo que esta se le pegara exquisitamente a su sexo mojándose de los lubricantes que de esta parte brotaban.
-Don Marce uuuuhhhmmmm- decía la caliente chiquilla mientras comenzaba a moverse copulatoriamente arriba del viejo pero aun sin llegar a la penetración.
-ayyyy mi niñaaaaaa- la caliente pareja estaba en lo suyo olvidándose de todo lo que ocurría a su alrededor, no alertaron cuando un par de escuincles ya se acercaban a la tienda, era temprano pero estos dos imprudentes chiquillos tenían que ir a la papelería-internet que estaba cerca de la tienda del viejo.
El viejo alcanzó a oír dichas pláticas procedentes de los chamacos así que pensó rápido, aprovechó la altura del mostrador y procedió a desabrocharse su cinturón (poco le importaba que lo vieran, aquí quien perdía era Cassandra) e hizo una seña a Cassandra de que se arrodillara pero ella se negó, sin embargo el viejo la tomó de sus hombros y la empujó hacia abajo, el hermoso rostro de Cassandra quedó a la misma altura de la rechoncha verga de Don Marce la cual lucia babosísima después de la motivación por los exagerados besos que ambos se mandaron, le nena veía esa gorda tranca que hace unos días la desvirgó, veía su descomunal palpitar, sus huevotes colgando pesados como campanas, la enorme mata de pelos canos y negros completamente enmarañados, el olor a verga le llegó a su nariz, ese olor que anteriormente la había hechizado y que esta vez no era la excepción, solo que esta vez estaba combinado con orines.
-aguántame tengo sed, voy por un refresco- se alcanzó a escuchar decir a uno de los muchachos.
Tímidamente la blanca manita de la nena se fue apoderando de la traspirada tranca, sus sensuales labios se abrieron para comenzar a repasar toda la dura extensión del miembro, procurando claro que sus dientes no tocaran esa parte sensible del viejo, la nena comenzaba a deslizar su húmeda lengua empezando a impregnar con su saliva las grotesca aberración que le viejo poseía por verga.
-ahh que lengüita mi niña, sigue, sigueee, que rico- el viejo apoyaba sus manos en la cabeza de Cassandra y la guiaba indicándole la velocidad precisa con la que se debía mover mientras ella realizaba lentas succiones de verga vieja dentro de su boquita, todo esto mientras un jovencito sacaba un refresco del refri.
En eso el joven hacia acto de presencia en el mostrador……
-buenas tardes, cuánto es??- preguntaba el niño refiriéndose al costo del refresco.
-diez pesos- contestó el viejo de mala gana.
-pues si we, ayer se fue la luz en la colonia y no mames no pude ir a imprimir, y hoy tampoco todavía no llega,- decía uno de los jovencitos, Cassandra paró en seco, había reconocido la voz de ese niño, se trataba de su compañerito Armando quien estaba a escasos dos metros de ella, la ventaja era que la protegía el mostrador y eso impedía que su enamorado la viera en semejante situación.
El viejo notó cierta incomodidad en la nena al escuchar a los chamacos, volteo a ver al niño y se dio cuenta de que este venía con otro que seguido andaba entre los que seguían a la chamaca, entonces dedujo que eran compañeros suyos, pero tomándola de la cabeza comenzó a dirigirle nuevamente sus rítmicos movimientos mamatorios mientras el chiquillo destapaba su refresco.
-de veras ni he visto si traigo la memoria, falta que se me haya olvidado- volvió a decir Armando y puso su mochila en el suelo buscando la usb en donde había guardado el trabajo.
-donde no la traigas pendejo, ya sabes cómo es la maestra Lety, te va a trabar- respondía su acompañante, Cassandra se detuvo otra vez sacándose la verga de su boca, escuchaba a sus compañeros ahí al lado de ella, volteaba a ver a Don Marce algo asustada y el viejo solo la veía las risas burlándose de ella, claro que esto Cassandra no lo notaba o no lo tomaba como burla, así que procedía a volver a acariciar con su lengua todo el largo del glande, embarrándolo de un dulce sabor cereza procedente de sus labios.
Si bien para Cassandra Armandito no significaba nada, el hecho de que la descubriera así sería algo muy vergonzoso, sin mencionar las consecuencias que se vendrían y la mala reputación que obtendría, algo dentro de ella le decía que se detuviera, pero tampoco podía levantarse así como así sabiendo que sus compañeros ahí seguían, así que ya estando abajo se dedicaba a seguir chupando verga esperando que estos pronto se fueran.
Cassandra seguía en su labor mamatoria, la húmeda lengua de la niña jugaba con la viscosa cabeza del viejo que ya expulsaba chorros de lubricante, el viejo ponía cara de gozo, su orgásmico rostro revelaba la situación por la que pasaba, recargaba sus manos en el mostrador y hacia tremendos esfuerzos por no correrse en la boquita de la nena, el apretar de esos labios y la suavidad de esa manita eran brutales, los niños ahí seguían hasta que Armando encontró su usb
-aquí esta, vamos, pero ya que te voy a pasar el trabajo por lo menos invítate el desayuno, mira que si la maestra se da cuenta nos va a trabar- dijo Armando.
-si yo lo pago, pero que se va a dar cuenta, putos maestros ni los leen, nada más le cambio el nombre y el tipo de letra y la portada y a la verga- los jóvenes hacían acto de abandono de la tienda del viejo dejando a la pareja más en confianza, los jóvenes se retiraban después de comprar sin preguntarse el porqué del babeante y pervertido rostro del viejo quien se espasmeaba continuamente y del cual se dieron cuenta.
El viejo babeaba como un perro, dicha baba formaba extensos lagos arriba del mostrador, la nena comenzó a suspirar tiernamente y a tallarse la babeada verga en todo su hermoso rostro mientras mantenía sus ojitos cerrados y sus pómulos rojísimos para después con su lengüita recoger esos restos babosos y lubricantes provenientes de la venuda herramienta carnal.
-cof, cof, cof cof, cof,- hubo un momento en que la nena comenzó a toser.
-cuidado Cassandrita, te vas ahogar- dijo el extasiado viejo.
-es que me la quiero meter toda- dijo la nena algo chiqueona,
-no te esfuerces de más, solo hasta donde te quepa “pedazo de puta”– dijo el viejo, esta última frase mentalmente.
La nena volvía a meterse la escandalosa malformación del viejo, abría lo más que podía su boquita tratando de alojar toda la apestosa voluminosidad del miembro de Don Marce, sin embargo las ganas de vomitar la vencían y tenía que retroceder en su intento.
Las enormes acumulaciones de saliva caían por entre las comisuras de los labios de Cassandra así como unas lagrimitas lo hacían de sus tiernos ojitos, además gruesos hilos de saliva caían por su barbilla empapando sus desarrollados senos, bra y parte de su blusa, un flujo salival naciente en su boca corría por su cuello y bajaba por en medio de sus melones empapando la blusa a la altura de su vientre, la nena veía como los toscos huevos del viejo se expandían y contraían repetitivamente mientras ella practicaba su amateur felación así que comenzó a jugar con ellos apretándolos cuidadosamente ya que sabía que era una parte muy sensible para los varones, agitaba esas carnosas bolas productoras de esperma mientras su boquita no daba abasto a tanta verga que ya a estas alturas estaba en su máxima prolongación.
La tienda del viejo seguía abierta y gracias a ello Don Marce pudo visualizar como más alumnos estudiantes del turno vespertino comenzaban a hacer su llegada,
-parece que ya están empezando a llegar más alumnos mi niña jejejeje, vamos que esperas, sigue, sigue comiéndome la verga- la nena escuchaba por primera vez palabras autoritarias por parte de su viejo, sin embargo no se asustó y se sacó la olorosa herramienta del viejo de su suave boquita.
-que pasa, porque no estás mamando?- preguntaba el sudado vejete quien parecía se empalmaba aun mas con ver como poco a poco la calle se empezaba a llenar de niños mientras tenía a una auténtica diosa arrodillada a sus pies.
-Don Marce, tengo que ir a la escuela, tengo que entregar un trabajo- decía la inocente chiquilla quien volteaba a cada rato hacia la entrada con la esperanza de que no entrara algún otro alumno y recordando cuando sus compañeros hablaron sobre el trabajo de la maestra Lety, la nena en su calentura se había olvidado hasta de la tarea.
-no vayas, pasémonos el día juntos mi niña- decía el acalorado viejo intentando que la nena perdiera un día de clases.
-no puedo Don Marce, tengo escuela y justo hoy tengo que entregar un trabajo muy importante, otro día se lo prometo-
-no va a haber otro día, me estas engañando- el viejo ponía un rostro entre enojado y triste para ver si así convencía a la chiquilla.
-no, se lo juro, pero hoy no puedo, enserio tengo que entregar un trabajo muy importante- la nena se separaba de la verga del viejo solo para responder a las preguntas, pero una vez respondidas volvía a meter esa tremenda herramienta en su boquita.
-y porque no le encargas a alguno de tus compañeritos que la entregue por ti,- dijo el viejo sacando una solución para todo.
-no puedo-
-Cassandrita, mi niña, solo quiero pasar una tarde contigo, le vas a negar a este viejito una tarde con una princesita- el viejo se retorcía en su silla pues la nena había empezado a mamarle la verga viéndolo a los ojos, esto solo lo hizo para que el viejo se diera cuenta de que ella le ponía atención a lo que él le decía sin imaginarse el calentón que le estaba dando.
-Don Marce, no me haga esto-
-está bien, vete, anda vete- el viejo expresaba un rostro muy triste casi al borde del llanto, la jovencita rápido se paró acomodando sus ropas, en eso se retiraba cuando escuchó los sollozos del mañoso viejo.
-Don Marce, que tiene?-
-nada, anda vete,- la nena volvía a poner su mochila en el piso para acercarse lentamente al viejo quien le daba la espalda, le daba cosa dejar al viejo en ese estado, así que empezó a meditar, “traigo la tarea solo hace falta dársela a alguien, a ver que maestro dejó aparte tarea, creo que nadie, pero creo que hoy dan los temarios de historia para el examen, solo que le hable a Lupe más al rato para que me los pase”.
-Don Marce, mire, le propongo algo, le daré mi trabajo a un compañero y regreso con usted sale- dijo la nena después de meditar su situación, el viejo al escuchar esto sonrió maliciosamente al ver exitoso su ridículo y patético chantaje.
-eso, no es cierto, no vas a regresar- sin embargo quería estar completamente seguro de que esta niña regresaría para pasar la tarde con él.
-si Don Marce, de veras- contestaba la nena.
-jejeje, déjame algo solo para confirmar que tendrás que regresar por el- el pervertido viejo estaba a punto de propasarse nuevamente con la jovencita, pediría algo a cambio ya que la palabra de la niña no lo convencía.
-ehh, le dejo mi celular- la inocente criatura ofrecía su prenda más valiosa hablando monetariamente, sin embargo viejos tan arrechos como Don Marce iban por otro tipo de prendas.
-no Cassandrita, algo más importante que tu teléfono, además como te lo voy a quitar, que tal si en ese momento recibes una llamada de emergencia jejejejejeje-
-eeh, no sé qué podría dejarle, mi mochila?, solo saco mi trabajo- preguntaba la nena.
-no mi niña, déjame tu ropa interior, jejejeje- el rostro del viejo se descompuso en algo perverso, algo degenerado, algo mórbido, sin embargo Cassandrita no veía esas corrompidas facciones, estaba tan acostumbrada a ver el rostro morboso del viejo que pensaba que esa era la faceta natural de su cara.
-queee? Don Marce, como le voy a dejar mi ropa interior, jijijiji, está loquito- decía la risueña nena.
-solo así estaré seguro de que regresaras, no creo que te quedes a tus clases sin tu ropita- el viejo casi se le salían los ojos de lo caliente que estaba, y es que con solo imaginarse la ropa interior de Cassandra cualquiera se calentaba.
-peroo, nooo-
-es eso o nada, mira Cassandra no quería ser enojón contigo, pero al ver que aún no comprendes tu posición con respecto conmigo tengo que portarme de esta manera-
-como????, no entiendo Don Marce-
-sii, como buena mujer debes de obedecer a tu hombre en todo lo que te diga, en este caso yo jejejejejeje, ahora se buena niña y dámelos, y será mejor que te apures antes de que alguien te vea-
La nena entró de nuevo al mostrador, levantó una de sus piernitas para sacarse su short junto a su pantaleta mientras el viejo no perdía detalle, posteriormente levantando la otra y así quedar nuevamente con la cajeta al aire, la nena no comprendía cómo es que no podía evitar obedecer al pie de la letra las pervertidas demandas del viejo, la nena recordaba las palabras de su amiga con respecto a su viejito y recordaba todo lo que se hablaba del mismo, pero ella se negaba a reconocerlo, Don Marce no era así y solo estaba asegurándose de que ella regresaría, además ellos ya se habían acostado y estaba en todo su derecho a pedirle lo que fuera, esto era lo que la nena manufacturaba en sus inocentes pensamientos.
-tenga- la nena daba sus enrolladas prendas al viejo quien casi se le salían los ojos de su enfermizo rostro, Cassandrita tomaba su mochila para irse a buscar a quien encargarle su trabajo cuando fue detenida nuevamente por el viejo.
-espera Cassandrita no tan rápido, solo me has dado tus calzones, te falta tu brasier y la blusita que traes puesta debajo de tu blusa escolar- el pervertido viejo no se había conformado solo con los calzones de la chamacona, este iba más allá, por un momento se imaginaba mandarla desnuda pero eso ya sería mucho.
-Don Marce noo, mi brasier nooo- la nena se asustaba, era ya mucha osadía, si bien iba descalzonada ahora la falda era más discreta, pero su blusita al ser de popelina era más reveladora.
-siii mi niña, siii, pero no te preocupes te devolveré tus trapitos, solo son una garantía, jejejeje- el viejo dejaba ver con esa risa sus ennegrecidas encías.
-Don Marce se me van a marcar-
-de eso se trata mi niña, así que ándale apúrate porque ahí vienen más escuincles- el viejo metía su gruesa verga dentro de sus pantalones.
La nena se metió ahora adentro de la casa de Don Marce para quitarse su blusa de la escuela y desvestirse de la parte de arriba, una vez desnuda se volvió a poner su blusa, dejando el resto de sus ropitas en el sillón del viejo, aquel donde había sido desvirgada y en donde aún se encontraba una pequeña mancha roja.
La nena se sentía rara, sentía como su uniforme escolar se pegaba exageradamente a su cuerpo dejando ver espectacularmente sus impresionantes curvaturas, sin embargo comenzó a sentir un vacío en su estómago que poco después se tradujo en ricas cosquillitas, la situación a la que el viejo la estaba exponiendo era completamente nueva para ella, al ponerse su mochila esta estiró aún más su blusa, sus senos se pegaban a la tela de su uniforme semitransparentándose muy exquisitamente, si se ponía atención se podía distinguir lo rosado de los pezones por debajo de la tela de popelina, ella lo notó y con las hombreras de su mochila y una buena parte de su azulado cabello tapó este imprevisto.
-Don Marce orita regreso- la nena salió a la calle, el ligero viento hacia que su blusa se pegara sugerentemente a su cintura, se mantuvo cerca de la tienda del viejo esperando ver a alguien de su salón pero al parecer estos se había puesto de acuerdo para no dejarse observar mientras el viejo no aguantaba las carcajadas y no dejaba de morbosearla, Cassandrita buscaba desesperada a su amiga Lupe, le llamó a su celular pero este le recordó que su saldo se había agotado todo por estarse mensajeando y mandándole fotos al pervertido de Don Marce, la nena sabía que no podía entrar a la escuela pues la prefecta que cuidaba no la dejaría salir nuevamente teniendo que quedarse todo el día escolar sin su ropa íntima, algo que la haría sentir muy incómoda, para colmo una ligera brisa levantó un poco su falda exaltándola de sobremanera.
Fue en esos momentos en que Cassandrita vio a su compañero Armando quien ya había impreso su trabajo y se dirigía al portón, no lo pensó dos veces y le llamó:
-Armando!!, Armando!!,- el joven volteó para ver quien le hablaba y cuando vio que se trataba de su amor platónico este quedó en un estado límbico, como si su cuerpo y su mente se encontraran en dos lugares diferentes, el joven veía a su curvilínea adorada acercarse cada vez más a él, sin embargo este muchachito solo veía ese hermoso rostro digno de una princesa de algún reino muy lejano, no veía ese desarrollado cuerpo cargado de lujuria que poseía el amor de sus amores ni mucho menos ese exquisito bote que tenían sus senos que danzaban libres al estar sin sujetador, este chiquillo no la veía con morbo.
La jovencita llegó hasta donde el niño y le dijo:
-Armando, me podrías hacer un favor?- el jovencito casi se le sale el corazón solo con escuchar su nombre de esos adorados labios que hace apenas unos minutos estaban albergando la babosa y meada verga del pervertido tendero, Cassandra todavía sentía su boquita lubricada por el líquido preseminal y salada por los restos de orines (aunque ella reconoció un sabor salado pero nunca se imaginó que se tratara de orina), el maravillado joven veía ese hermoso rostro sudadito pues estaba haciendo bochorno y Cassandra ya venía acalorada.
-siii, dime…. q…. qué puedo hacer por ti……. Cassandra…….- el colorado joven por más que hacia el esfuerzo no podía mantener su vista clavada en esos tiernos ojitos, que a pesar de no ser azules, ni verdes (los ojos de Cassandra eran negros como su cabello) tenía un infantil brillo que los hacía ver muy tiernos e inocentes.
-mira porfa, si le podrías dar el trabajo a la maestra Lety- decía la semi vestida jovencita dándole la carpeta a su enamorado secreto mientras este sudaba a cántaros hasta de su cara solo con estar entablando una conversación con ella.
-ehh, si yo se lo doy, pero……. no vas a entrar a clases?- preguntaba preocupado el jovencito, cualquier cosa que interrumpiera un día escolar en la vida de su princesa le importaba.
-no, no puedo-
-pero porque, Cassandra son las últimas semanas, es importante que estés en cada una de las clases-
-sí, eso es cierto pero lo que pasa es que mi mamá me acaba de llamar para que me regrese a la casa, no sé porque, en la mañana se sentía algo enferma,-
-ahh no pues siendo así, espero y no sea nada grave, y si quieres yo puedo pasarte lo que veamos hoy en clase para que no te atrases- decía el enamorado jovencito.
-gracias, te lo agradecería mucho, bueno, me tengo que ir- dicho esto la nena se dio la vuelta no sin antes regalarle una hermosa sonrisa al jovencito que se derretía con oler la femenina fragancia con la que Cassandra se adornaba.
A su paso Cassandra era vista por un sinnúmero de alumnos, padres de familia y maestros, incluido el seboso maestro Pepe quien veía desde su auto como la nena se alejaba de la escuela.
-jejejeje, esta putita de seguro le salió un jale, tranquilo Pepe ya llegará tu turno y cuando te toque te la vas a reventar tan fuerte que hasta se le va a olvidar en que año estamos jejejejejejejejejeje- el pervertido hombre babeaba al ver esa faldita balancearse levemente y pegársele a su desnudo trasero
Cassandra siguió avanzando hasta perderse en la esquina de la cuadra, era obvio, debía de perder algo de tiempo en lo que la calle se despejaba, y fue a darse una vuelta por dos largas cuadras.
-esa pinche mocosa caliente nada más me agarró de pendejo, jejejeje, ya me la imagino sentada en su silla toda descalzonada- decía el viejo mientras le daba una larga aspiración a esa blanca pantaleta ya acostumbrada a estirarse a las medidas pélvicas de Cassandra.
El cochino viejo había cerrado su local y se encontraba sentado en su sillón masturbando su semierecta verga, un vicio que había adquirido en los últimos días recreándose las húmedas paredes vaginales de Cassandrita.
Cassandra estaba sentada en las afueras de otra tienda, sus piernas las tenía bien juntitas cuidando de no mostrar sus tesoros, en su mente solo había confusión, ¿estará bien lo que estoy haciendo?, ¿esto es normal?, ¿Don Marce, se estará propasando conmigo?, quería sacarse de algunas dudas pero era obvio que no podía ser con sus padres, ni con su amiguita, mucho menos con alguna de sus maestras, tenía que contárselo a la persona que ella consideraba más sabia, y esa persona era el viejo pervertido del tendero.
El viejo sentado en el sillón casi se quedaba dormido con la pantaletita cubriendo por completo su horrendo rostro, en eso unos golpecitos a la puerta de la cortina de la tienda lo despertaron, se levantó y de forma pesada avanzó hacia la puerta.
-jejejejeje, pensé que no regresarías- dijo el viejo al ver el cuerpecito de su nena remarcado por su uniforme escolar.
-pero no te quedes ahí afuera, pasa, pásale mi niña- la nena apenas y traspasó la entrada a la tienda de Don Marce y fue abordada por el viejo con cantidad de manoseos y pervertidas caricias de unas manos que se metían por debajo de su falda para levantarla y jugar impúdicamente con su sexo, la nena entre que sí y no mostraba un poco de resistencia ante estas depravadas acciones provenientes del viejo.
El viejo levantaba esa falda hasta el punto en que los glúteos de la nena eran exhibidos sin pudor y con sus viejas manos apretaba suavemente esas carnosas posaderas sumiéndose sus dedos en esas sugerentes y muy blanquitas nalgas.
-noo Don Marce, espere, ahora noo- la nena disque mostraba resistencia.
“me lleva la verga, ya vas a empezar” pensaba el viejo
-que te sucede mi niña- sin embargo el viejo siempre se expresaba delante de ella con tiernas palabras.
-es que siento que no está bien lo que estamos haciendo- decía la nena llevando sus bracitos a modo de cubrir su despampanante cuerpo.
“pa´la verga, chingada madre” -pero que dices mi niña, yo te quiero mucho- el viejo dejaba de manosearla para comportase como un caballero y la abrazaba amorosamente mientras sus manos hacían tremendos esfuerzos por no metérsele entre sus partes.
-Don Marce, no me lo tome a mal, yo también………………………………. lo quiero…… pero…..-
-pero que mi niña- el viejo sudaba como un auténtico asno pues la nena prácticamente le acababa de decir que sentía algo por él, no significaba la gran cosa porque también se puede querer a un amigo pero para el viejo escuchar estas palabras de la nena era oro, de solo pensar que cuando empezó el año escolar esta niña no le dirigía la palabra.
-es que no sé.., estoy confundida- la nena metía su hermoso rostro entre el peludo pecho caído de su ya casi amante.
-Cassandra- dijo el viejo.
-qué?-
-te acuerdas esa noche cuando descubrí que estabas viendo una revistita,- el viejo recordaba esa escena que fue clave para que el llegara hasta este momento.
-sí, porque??-
-esa noche te veías muy bonita, tenía tantas ganas de decírtelo pero no te lo dije por miedo a que te fueras a enojar conmigo, pero nada comparada como hoy- el viejo empezó a acariciar el hermoso cabello de la jovencita, ella en tanto cerraba los ojos y se dejaba acariciar.
-jijijijij, ay Don Marce favor que usted me hace- sus mejillas se ponían coloradas.
-cual favor mi niña, cual favor, si es que en verdad, eres hermosa- el viejo aprovechaba la docilidad de la nena para juntarla aún más a su cuerpo, como si quisiera enterrar el curvilíneo cuerpecito de Cassandrita dentro de su bofo y descuidado cuerpo.
El viejo sentía el calorcito femenino en su hepática piel, Cassandra había aceptado el abrazo y recostaba su cabecita en el pecho del viejo cubierto por una vieja y percudida camisa mientras suspiraba de felicidad al estar escuchando esos bonitos piropos de su viejo.
-y te acuerdas cuando lo hicimos?- preguntaba el viejo mientras sus manos poco a poco se iban deslizando hacia esas preciadas partes de la nena, ella en tanto comenzaba a relajarse, el silencio y el momento la estaban llevando a recordar como si hubiera regresado a esa tarde.
El viejo llevó sus manos a apoderarse del sexo de la nena, acariciándoselo por sobre encima, tallándole muy delicadamente sus dedos e intentándolos meter en esa apretada entrada, babeaba por la emoción mientras la nena con sus ojitos cerrados suspiraba, ella misma fue la que buscó los labios del viejo para fusionarse primero en un romántico beso casi de telenovela.
Pero el viejo siendo tan cochino no se iba a permitir unos besos así de cursis, eso era para pajilleros enamorados y él no estaba enamorado, así que fiel a su costumbre empezó a realizar movimientos de lengua más morbosos como los que solo el sabia, haciendo que la nena también empezara a querer seguirle el ritmo.
El viejo tomó a la nena y la cargó, la chiquilla se dejó hacer y se agarró del cuello del viejo, este comenzó a caminar directo a su cuarto, como el novio que lleva a la novia a su lecho nupcial después de la boda
-Don Marce- fue el susurro que se escuchó de los labios de la nena, ella lo miraba y se podía notar un brillo especial en sus ojitos, mientras el pobre viejo casi se le doblaban las piernas por ir cargando a la nena, no porque ella pesara mucho, Cassandra tenía las medidas perfectas para su estatura, ni un kilo más, ni un kilo menos, simplemente el viejo no tenía mucha fuerza en esos escuálidos brazos casi de muñeco de trapo, lo que si es que iba feliz y su rostro estaba completamente descompuesto en morbo, su verga estaba tremendamente enardecida, si la metiera en agua casi podía evaporarla.
La pareja llegó a su destino, al entrar Cassandra pudo observar lo desarreglado del cuarto que serviría como su lecho de amor, una cama desarreglada y con sábanas percudidas, un montón de papeles de baño tirados en el piso hechos bolas, un olor que ella no atinaba a distinguir que era pero que se trataba del semen reseco, latas de cerveza por los alrededores, incluso algunas todavía tenían líquido y este ya se había estancado y agusanado, el viejo era asiduo a comprar el periódico del día, dicho diario traía en la contraportada alguna chica en poca ropa y en poses sexualmente sugestivas, estas imágenes tapizaban las cuatro paredes y el techo que conformaban el cuarto del viejo.
El viejo soltó a la nena para esta quedar frente a él, ambos amantes se miraron a los ojos, los de uno todos ojerosos, rojos en calentura y atascados de lagañas, los de la otra ligeramente sombreados, con un brillo exquisito, muy limpios y sus pestañas muy bien levantadas, el viejo la veía mientras su lengua se paseaba discretamente como perro saboreándose una chuleta mientras ella lo veía y se reía coquetamente.
-chúpamela- fue la orden del viejo.
La nena parecía que estaba esperando que le dijeran esto pues sin poner resistencia ni peros se sentó en la cama, con sus manitas bajó el short y el oloroso calzón del viejo y se aferró a ese tubo de carne completamente baboso y caliente, la nena se maravillaba al verlo, estaba enorme, todavía no se la creía que su panochita haya podido albergar algo así de inmenso, el desesperado viejo no estaba para estas cosas y él mismo empujó a Cassandrita contra su miembro, tallándoselo por toda la cara, sintiendo toda esa rasposidad púbica en su perfecta piel cutánea, si bien esto era algo enfermo la nena no lo veía así y hasta sonreía con lo sucedido.
Ella misma se separó solo para meterse a la boca ese venudo miembro que casi hablaba, empezó con chupadas un poco torpes pero no por eso nada estimulantes, que mejor que sentir una boquita inexperta tratando de dar una buena mamada de verga, el viejo reía como un retrasado sintiendo el apretar de esos provocativos labios dignos de algún anuncio televisivo muy sugestivo, tomó el cabello de la nena haciéndoselo en forma de cola para de esta manera comenzar a guiarla en su oral trabajo.
Ella se olvidó de todo, de la escuela, de sus padres, del niño que le había mandado el detalle, y se concentró en hacer esa mamada lo mejor posible, algo que nadie sabe es que en la soledad de su cuarto había estado practicando con un desodorante roll-on que había hurtado del cuarto de sus padres.
“porque… mmmm, esto es tan ricoommmm” era lo que pensaba la nena mientras sus cachetitos se inflaban por estar albergando semejante trozo carnal, sus ojitos comenzaron a dejar caer las primeras lágrimas de la tarde así como su boquita dejaba escapar suspiros y sonidos chupetosos al tiempo que saliva corría por entre sus labios.
Cassandrita se sacó esa asquerosidad de su boca solo para admirar como esta estaba completamente cubierta de sus babas, la levantó un poco y no le importó pasar su lengua por todo el tallo de esta, en su salón de clases su amiga Lupita así como Armandito veían esa silla de paleta vacía.
La nena volvió a metérselo pero unos segundos después el mismo viejo se la sacó, estaba tan caliente que ya quería penetrarla, así que se despojó de su camisa, la nena al ver que el viejo se desnudaba y enseñaba su adónico cuerpo también comenzó a desabotonarse la blusa, uno a uno los botones iban siendo separados
-Don Marce, quiere que me quite toda la ropa??- preguntó le nena.
-noooo- dijo el pervertido quien no había advertido de la actividad nudista de la nena.
-no Cassandrita, hoy quiero cogerte con tu ropita de escuela- el viejo prosiguió a desabotonar la blusita de Cassandra mientras ella se mantenía con los ojos semicerrados, el viejo casi se mea cuando volvieron a aparecer ante el los voluminosos, tentadores, duritos y bien formaditos senos de la niña y como estos eróticamente se recargaron cada uno hacia su costado.
La niña se quitó sus zapatos dejándose las calcetas blancas que le llegaban hasta la rodilla y sin esperar la orden del viejo se subió a la cama acostándose boca arriba y mirando como el viejo se iba acomodando arriba de ella, pero antes de aplastarle su cuerpecito con su escultural cuerpo de toro en tiempos de hambruna terminó por abrirle la blusa, haciéndola a un lado porque le estorbaba para admirar el bien cuidado vientre de la nena, el viejo tenía una seria fijación en el vientre de Cassandrita, la blusa en estos momentos solamente cubría sus delicados bracitos.
Posteriormente el viejo tomó la falda y la fue subiendo de manera que esta quedara enrollada en las desarrolladas caderas de la chiquilla quien sentía el suave deslizar de la tela por sus torneadas piernas, el viejo dejó caer un grueso hilo de babas cuando apareció ante sus ojos el sexo de Cassandrita, apenas cubierto por unos cuantos vellitos y completamente rosadito y mojadito.
El viejo abrió las piernas de la nena un poco, pasó dos veces su lengua por la deliciosa fuente de néctar agridulce y con solo esas dos lamidas el sexo de Cassandra quedó lo suficientemente baboso como para ser penetrado, el viejo tomó la posición que le corresponde y sin ver a la chiquilla presionó su enorme hongo sobre ese delicado conjunto de labios vaginales.
Cassandrita puso un gesto adolorido cuando sintió el primer envión sin embargo este no logró atravesarla con su poderío, el viejo muy concentrado sacando la lengua se acomodó a manera de que su miembro quedara más cerca del sexo de la niña y procedió a mandarse el segundo, logrando meter el glande y realizando movimientos de penetración carnal poco a poco su verga nuevamente iba abriendo esa cerrada panochita que pareciera no haber sufrido daño alguno con las dos perforaciones anteriores.
La nena ponía rostro serio pero las ganas de llorar se notaban, sus ojos dejaban escapar cada vez mayor cantidad de lágrimas mientras se agarraba fuerte de la sábana y abría lo más que podía sus piernas para que el viejo tuviera total acceso y de este modo (pensaba ella) no doliera tanto, el viejo seguía hipnotizado tratando de meter toda su carne, todavía no embestía y ya sudaba, tomó a la nena de su cintura y la fue jalando hacia su abominable y babeante instrumento.
Cassandrita apretaba sus dientes mientras de su boca salían mucha saliva en forma de pequeños arroyos, la nena estaba completamente enrojecida de su rostro, su cabello se había hecho hacia adelante y algunos mechones tapaban ese hermoso rostro de ángel mientras el descompuesto rostro del viejo solo exhalaba humo por sus enormes fosas nasales.
El viejo tomó más impulso, esta vez sí estaba convencido, penetraría a esta nena a lo bestia ya que su bollito se resistía, hasta a él le parecía que la vez anterior cerca de su casa la había costado menos quizás por la posición, así que tomó vuelo y de un solo empujón volvió a metérselo a Cassandrita hasta el fondo, completo, toda su enorme longitud venuda y ensalivada fue a parar apretada entre las paredes vaginales de la nena.
La nena quiso gritar, pero el empujón al parecer le quitó hasta la voz, solo pudo ahogar un sonido raro, sus temblorosas manitas se movían desesperadas pero en pocos segundo el viejo las inutilizó, la pareja estuvo así unos minutos, completamente acoplados, el viejo se veía agitado mientras la nena suspirar y exhalaba cada vez que podía, la panza del viejo colgaba como sacó llegando a hacer contacto con el perfecto abdomen de la chiquilla, ella fue la primera que habló después de varios minutos de silencio.
-Don Marceee, estooo dueleeee……………………. pero me gustaaaaaaaaaa- dijo la nena expresando una ligera sonrisa pero con sus cejas bien fruncidas.
-muevaseee, muevaseee dentro de miii, por favorrrrrrrrrr- dijo la nena y cerró sus ojos para disfrutar de los embisten que ella misma había autorizado.
El caliente viejo no se hizo del rogar y procedió a embestir a la nena, su bofo cuerpo se hacía para adelante y para atrás mientras mugía y con sus brazos levantaba las piernas de la nena facilitando la penetración, y así dándole carne acercó su feo rostro y una vez que estuvo a centímetros del de su compañera escuchando como esta se quejaba y gemía al ritmo de las penetradas comenzó a lamerla de los cachetitos y boquita como todo un pervertido depravado.
La nena de vez en cuando sacaba la suya para sentir el viscoso contacto con la del viejo quien llenaba de babas todo el rostro de la nena para después bajar a su cuello al tiempo que la nena se abrazaba de este como si fuera el hombre destinado para ella y no se quisiera separar nunca de él.
“hija de la chingada que puuuta saliste jejejejejejeje, y te voy a volver toda una puta, vas a veeerrrrr, tú vas a pagar el plato por todas esas que siempre me rechazaron jejejejejejeje” los morbosos pensamientos del viejo no podían causar más que asco y repudio, pero tan tranquilo como su conciencia se puso a mamarle las chiches a la chiquilla.
Después de tanto estar mamando senos detuvo sus embistes y como total desesperado tomó a la nena de su cintura volteándola ahora boca abajo y levantándole su tremendo culo mientras lo tallaba y lamia al tiempo que uno de sus dedos jugaba haciéndole circunferencias alrededor de su asterisco.
-ahhhh, precioooso, mi preciooooso, pero hoy no te toca, hoy le tocará a esta de acá- dijo el desequilibrado viejo apretando vulgarmente la suave papayita de la niña, ella en tanto apretaba y mordía sus labios al sentir de las libidinosas caricias del viejo puerco, si bien no sería penetrado, su precioso no se salvó de sus morbosas lamidas.
El viejo hundió su horrenda cara entre las carnosas nalgas de la jovenzuela como si la quisiera dejar fosilizadamente moldeada ahí para siempre, olió el virginal reducto que a pesar de ser el orificio rectal el de esta niña olía a rosas y se dispuso a lamerle todo el culo, principalmente el pulsante anillo.
La nena se desconcertó y peló los ojos, esto también era nuevo para ella, asqueroso y malsano y por supuesto que quiso separarse pero el viejo la tenía muy bien aferrada con sus garras de tejón, devorándole el culo como si estuviera enfermo de algo y esto fuera la única cura para su mal.
-Don Marce que haceeeeee, nooo, pare, no haga esooooooo- decía la nena con su rostro asustado.
-Don Marce detengaseeeeemmm, por favorrrrrr, está locooooooo- el rostro de la nena poco a poco se volvía a descomponer en forma viciosa debido a que las lamidas a pesar de parecerle asquerosas le estaban resultando algo gratificantes.
-Donnnn Marcceeeeeee, jijiji, yaaaaaa, pareeeeemmmmmhhhhhh- poco a poco las electrizantes caricias comenzaron a arrastrar a la niña a ese mundo insano de lujuria, perversión y repugnancia los cuales combinados con morbo y curiosidad pueden llevar a una jovencita a dejarse hacer cosas tan sucias como estas.
-ándale Cassandrita mátame a pedos, ándaleeeee- decía el dañado viejo y con su boca abarcaba todo el orificio rectal de la nena junto con parte de su panochita para empezar a succionar nutriéndose de los jugos que de la nena se escapaban, chupando como desesperado.
-aaahhhhyyyy Don Marcceeeeeee, estoooooooo-
-estooooooo, se sienteeeeeeeeeeeeeeeeeeeeee-
-se sienteeee ricoooooooooooooooo- la nena fue recorrida por un profundo pero delicioso escalofrío y en pocos segundos ella misma hacía para atrás sus nalgas haciéndolas chocar con la repugnante y arrugada cara del vejete.
El viejo aprovechó ese movimiento que la nena realizaba y lentamente la fue acomodando el mismo, al grado de que la nena quedó en posición de perrito, el viejo se acomodó y de un solo empujón volvió a meter la descomunal vaina dentro de la concha de la nena, ella pegó un grito ahora si audible, el viejo se quedó quieto detrás de ella, mirándola y ejerciendo poderío en su zona pélvica para que su verga adquiriera su máxima dureza, una vez que lo consiguió comenzó a penetrar a la nena sin contemplaciones.
-aaaayyyy ayyyy ayyyyy ayyyyyyaaa ayyyyy ayyyyy ayyyyyyaaa ayyyyyy- en cada una de las embestidas la nena se expresaba con un sonido como ese.
-Don Marceee aayyyyyy no tan rápidoooo, aahhhhhhyyyy dueleeeeee- dijo la nena, sin embargo el viejo en estos momentos estaba sordo, poseído por el mismo Asmodeo, él solo estaba concentrado en penetrar esa rica papayita que hace unos cuantos días apenas y se imaginaba en formas, texturas, aromas y sabores y que ahora la tenía en vivo, encharcada y vaporosa.
El depravado no daba tregua, ni a la nena ni siquiera él se daba descanso, una serie de ininterrumpidas y cada vez más brutales embestidas que ya llevaban más de diez minutos estaban haciendo que Cassandrita, ya con lengua de fuera, comenzara a temblar de sus bracitos y piernas, la nena se desmoronaba debido al poderío culiador del viejo, el viejo también ya cansado de tanto estar dando caña comenzó a sentir que se le entumían las caderas así que paró no sin antes dar una última estocada tan poderosa que casi hace que a Cassandra le saliera la verga por el vientre, lo que si se le salieron fueron los ojos de tan tremenda cornada, pero la resistió solo para dejarse caer en la cama, agotada, sudada y con su cabello todo despeinado y tapándole el rostro, su agitada respiración hacia levantar aquellos mechones que cubrían en sus fosas nasales.
Cassandra jalaba aire de manera dificultosa, el viejo Marce con su verga roja como la de un perro admiraba el cuerpecito ahí tirado semidesnudo, apenas y tapado por una faldita y una blusa escolar ya toda arrugada, el viejo se dedicó nuevamente a lamer ese portento de culo con todo y nalgas, pasando su rasposa lengua por toda la suave piel de bebe para después pasar a lamerla de toda su femenina espalda, lamiendo todo el sudor que la nena había dejado escapar durante la extenuante actividad.
Cassandra sintió como el viejo la levantaba de sus caderas, pero esta vez los bracitos de la nena no le respondieron y no pudo incorporarse, si bien la cogida no había durado mucho tiempo Cassandra aún no estaba entrenada lo suficiente como para durar cogiendo tiempos records, así que advirtió a su viejito que no podía levantarse, muy quedito pues casi no podía hablar, el viejo no le importó, levantado solo el culo era suficiente, lo acomodó ladeándolo un poco y colocó su mortal arma en la mancillada entrada de la niña, ella sintió otra vez como el carnoso intruso se metía forzosamente abriéndole sus paredes vaginales al máximo y una vez dentro el viejo principió de nuevo con feroces embestidas de toro, hacia tantas fuerzas que las venas en su frente comenzaron a expandirse por todo su cráneo, la ausencia de cabello permitían verlas hasta en la coronilla y sus palpitaciones hacían creer que estas en cualquier momento estallarían.
El viejo tomaba a la nena de su fina cintura para poder arremeterla con mayor fiereza, le nena en tanto enterraba su bello rostro entre las sucias sábanas mientras sus manitas apretaban lo que fuera, gemía escandalosamente llegando a los gritos pues las penetraciones eran atroces, de sus ojos ya eran incuantificables la cantidades de lágrimas que salían, pero fuera de eso, lejos de ese dolor que Cassandra sentía en su sexo cada que el viejo le metía su ecuestre instrumento la nena también podía experimentar algo muy rico, algo delicioso para ella, ese algo caliente ya se le había formado en su vientre y que estaba por salir, y con tanta cruel pero a la vez placentera embestida Cassandrita no demoró en evacuar una importante cantidad de fluidos orgásmicos que bañaron el miembro del viejo, ella quería gritar esa palabra mágica pero su voz la traicionaba y su boca estaba inundada en salivas que era imposible abrirla sin soltar chorros de babas, sin embargo como pudo lo gritó.
-mmmuuueeeeee, veeeennnngggggoooohhhhhhhhhh, mmeeeee vennnggggoooooooooooohhhh- decía la nena mientras estaba en plena corrida al tiempo que también roncos gemidos se escapaban de su boca.
Después del agridulce baño que se llevó su verga el viejo ahora sentía la succión de ese placido bollito y más enterraba su trozo, veía como la pobre chiquilla estaba en pleno trance orgásmico temblando de todo su cuerpecito mientras su culito aguantaba levantado, sus piernas se habían juntado y se rascaban una con la otra, haciendo imposible que el viejo quisiera salirse en estos victoriosos momentos.
-cómetelaaaaa, cómetelaa todaaaaaaaaa- bufaba retorciéndose como animal atrapado y aguantando las ganas de descargar toda su asquerosa esencia viril dentro de esa panocha
El viejo volvió a voltear boca arriba a la nena, su falda ya era un cinturón por lo subida que estaba, su blusa había abandonado uno de sus bracitos y solo cubría al otro, el rostro de la nena estaba tan cachondo como el del viejo, nunca se le había visto a Cassandrita, una chiquilla con carita de ángel un rostro tan salido como el que expresaba en esos momentos, la nena lentamente se abría de piernas y con dos dedos de su manita abría ese reducto vaginal ofreciéndoselo al viejo, este con rostro enfermo en calentura y sonrisa malévola dijo:
-jejejeje, me lo estas regalando???- a lo que la nena respondió después de algunos minutos en los que agarró aire…..
-si Don Marceee, se lo regalo, es suyoooo, ahora venga y haga con él lo que quiera, no se preocupe por mí, yo aguantaré todoo- decía la nena con toda la seguridad del mundo, ¿en realidad quiso decir eso o era su mente que había llegado a tal grado de calentures que la hacía decir semejantes barbaridades?
-jejejeje, sigue, sigue diciendo que es mio!!- bufaba el viejo.
-sii, essuyo, todo suyoooo, a partir de hoy suyo, solo suyoooooaaaaaahhhhhhhh-
El viejo se abalanzó desesperado sobre la nena, llegó a ella y comenzó a lamerla de todo su cuerpo, cachetes, cuello, senos, abdomen, hasta de sus manitas, todo lo que el viejo alcanzaba a lamer era lamido mientras la nena solo reía dichosa de estar con este macho en este momento, ella misma llevó su manita y agarró el paquete carnal para después irlo dirigiendo hacia su sexo al tiempo que abría las piernas lo más que podía, el viejo cuando sintió las intenciones de la nena se quedó quieto gruñendo como un perro hasta que percibió como su verga era nuevamente abrazada por las cálidas paredes vaginales.
-mmmmmmmmmmmmmmm- se le escapó a la nena cuando se sintió penetrada otra vez.
Una vez dentro el vejete se dio cuenta de que todo resbalaba mejor, hasta la nena había abandonado ese rostro lastimoso pero no por eso dejaba de tenerlo fruncido y abochornado, Don Marce nuevamente comenzó a penetrar a la caliente chiquilla quien ahora gemía como toda una puta que ya lleva años en este negocio, ella aferró sus bracitos al cuello del viejo mientras sus piernas se enrollaban en su abultado y grasoso abdomen de lavadora y sus pies se enganchaban en la espalda del viejo a manera de quedar colgada.
La dulce chiquilla comenzó a dedearse ella también, buscando su clítoris pues sabía que era su punto débil, no le fue difícil encontrarlo y cuando lo hizo no se despegó de él por nada del mundo, regalándose estremecedoras sacudidas en todo su cuerpecito, apretaba toda su delicada pero voluptuosa anatomía, desde su ceño hasta sus deditos de los pies pues sentía otro rico orgasmo por sobrevenir, el viejo verde comenzó a bufar para hacer más excitante e inolvidable el caliente momento.
-Cassandrita me amas, me amassss jejejejejejeje- el sátiro viejo decía esto solo por ventaja, alevosía y premeditación a que la nena le saliera con alguna de sus puterías, y como esta estaba más caliente que el fogón de su abuelita no tardó en salir de zorra.
-siii, Don Marceeeee aahhhhh, lo amooooooo, lo amoooooo- decía la tremenda chiquilla con sus ojitos entrecerrados, cuyas pupilas casi se le iban para arriba.
-de ahora en adelante yo seré tu hombreeeee, tu machooo, y tu mi hembraaaaaaaa- rebuznaba el viejo mientras de su boca parecía escaparse su dentadura por la posición que adquirían sus abultados labios.
-ssssiiii, siiiiiiii, ustedddddd y yyyooooooooooo- la nena estaba que se orgasmeaba, su manita se movía muy rápido arriba de su panocha, exactamente ese lugar donde se levantaba su botoncito.
– siii quee eehhhh, tuuuu y yoooo queeeee,- el viejo estaba completamente trastornado por los vaginales olores embriagantes producto del orgasmo que ya se sentía inundar esa carnosita panocha.
-siiii, usteddddd, ustedddddd, es miiii, usteddd miii esposssooooooohhhhhhh, que riiicooooooooo- la nena al fin sucumbía al intenso orgasmo que expulsó más néctar que el anterior, las caderas de la nena se levantaron y hacían movimientos como de levantarse aún más cada que de ella se escapaban los chorros de jugos, la nena lo atrajo y comenzó a llenarlo de besos mientras este perturbado se sentía en la gloria.
El viejo también estaba por venirse y lo iba a ser dentro, a no ser que la nena le suplicó con una tierna carita que los quería en la boca, y de forma golosa abría su boquita y sacaba la lengua enseñando al viejo que ahí mero.
Don Marce al ver la entrega de la nena no pudo negarse, sacó su verga y comenzó a estirársela con fuerza desmedida mientras esta apuntaba directo a la boca de Cassandra, pero el viejo quiso hacerlo más morboso para él, vio un vaso con un poco de refresco todo hormigueado y sin pensarlo dos veces lo tomó, le tiró el refresco que aun contenía y colocó su verga dentro del vaso.
Cassandra desde abajo veía como la base del vaso de repente se cubrió de blanco, como si algo hubiera reventado, y es que el primer chorro había sido potentísimo y violentísimo, con una duración de siete segundos que eso para un simple chorro de semen es toda una vida, seguido por otros cinco chorros de menor carga pero que juntos acumularon fácilmente unos 100 ml., de prolífico y nauseabundo esperma de viejo.
-jejejeje, si tanto los quieres……… tómatelos- reía el pervertido mostrando sus amarillentos dientes podridos por el cigarro.
Cassandra veía maravillada toda esa cantidad de semen solo para ella, le llegaba a su naricita el fuerte hedor pero eso no era excusa para no obedecer al viejo, colocó la almohada recostándola en el respaldo de la cama para después ella recostarse ahí, miró al viejo con una sonrisita traviesa y se empinó el vaso con la indigesta secreción, el viejo veía los tragos bajar por la garganta de la chiquilla mientras ella completamente corrompida pensaba dentro de sí…
“esta cosa, huele feo, sabe raro, pero no puedo dejar de probarlo” decía la nena con sus ojos casi completamente cerrados y toda enrojecida de su carita mientras devoraba el espeso y amarillento líquido, ahora era el viejo quien veía como la lengüita de la nena se revolvía por toda la base del vaso intentando limpiarlo completamente, para esto la nena metía dentro del vaso hasta su naricita todo por tener mayor alcance, embarrándosela de semen mientras no dejaba de pasar su lengua, metía uno de sus deditos para alcanzar esos residuos que con su lengua no pudo atrapar y una vez impregnado en semen se llevó su dedos a la boca chupándolo como si fuera una paleta.
El viejo se desplomaba en la cama y al poco tiempo fue alcanzado por su nena, ella se despojó de su falda y su blusa así como de sus calcetas, acomodó su cabello y se recostó al lado de su macho depositando delicadamente su cabeza en el pecho de este mientras subía una de sus piernas arriba de las peludas de Don Marce, este la tomó de su cintura y se la pegó más a él, a los pocos minutos la nena ya estaba profundamente dormida, hasta parecía de más edad con su lacio cabello suelto hacia enfrente, mientras el viejo la miraba pervertidamente imaginándose su estómago repleto en semen.
Unas tres horas que durmió la nena le cayeron de maravilla, pero vio en su reloj que ya casi era la hora en que salía de la escuela, así que se levantó toda adolorida mientras el viejo seguía acostado despierto revisándole su celular, buscando evidencias de que la nena no anduviera de coqueta con otros, no encontró nada.
-que buscas?- preguntó el viejo.
-mi ropa, me tengo que ir, ya casi salgo de la escuela- dijo la nena mientras dirigía una mirada cómplice al viejo.
-no, Cassandra, quédate a dormir conmigo, me gustó como te veías dormida en mi pecho y quiero que durmamos juntos hoy- la nena se ruborizó y contestó.
-Don Marce, como cree, no puedo, ya estuve la tarde con usted ahora tengo que ir a mi casa-
-quédate, y Cassandra de ahora en adelante dirígete a mi como mi amor, o solo como Marce-
-pero, es que, solo que invente que me voy a quedar en casa de Lupita- la nena sin querer pensó en la solución.
-sí, ándale, dile a tus papas que te vas a quedar a dormir en casa de tu amiguita-
-de veras quiere que haga eso don Marce???, digo……….. mi amor-
-sí, hazlo, hoy dormirás conmigo, seremos marido y mujer por esta noche, haz de cuenta como si estuviéramos casados jejejejeje- la nena se ponía más roja al tiempo que tomaba su celular y marcaba un conjunto de números.
-pero………. no traje ropa- decía la nena.
-no importa mi amor, no necesitaras ropa jejeje- dijo el viejo, la nena escuchaba que alguien hablaba del otro lado de la bocina así que le hizo la seña al viejo de que se callara y tomando aire contestó…
-bueno, mami……………………………………..
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Relato erótico: “LA FÁBRICA (13)” (POR MARTINA LEMMI)

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Allí estaba yo, en la oficina de Luis pero sin la presencia de éste, y prácticamente acorralada por una mujer con la que cualquier hombre soñaría. Me puse nerviosa y titubeé; me sentí muy estúpida, puedo asegurarlo:
“Eeh… hmm… es que: esto… hmm… yo… en realidad nunca…”
Cada palabra que me costaba pronunciar era un paso más que ella daba hacia mí luego de bajarse del escritorio con absoluta decisión y avanzar en mi dirección. Caminé instintivamente hacia atrás pero ello sólo sirvió para aumentar la sensación de acorralamiento pues pronto me encontré con mis espaldas apoyadas contra la puerta mientras ella seguía avanzando hacia mí; yo manoteé con desesperación buscando el pomo del picaporte pero, con los nervios, no lo hallé. Y, de todos modos, ya era tarde: ella me tomó por el talle atrayéndome hacia sí y me dirigió una mirada devoradora ubicando sus ojos a escasos centímetros de los míos. Luego apoyó labios sobre labios y penetró con su lengua por entre los míos.
Crispé los puños y alcé una mano intentando resistirme, pero pronto mis fuerzas flaquearon. ¡Dios! ¡Esa mujer sí que sabía besar! Poco a poco, fui cediendo y entregándome al momento; me dejé llevar por la lésbica lujuria que aquella increíble mujer dimanaba mientras su lengua no cesaba de recorrer el interior de mi boca como si tomara posesión de cada centímetro de la misma. En el momento más inoportuno sentí que se giraba el pomo de la puerta y que ésta se abría empujándonos un poco a ambas. De modo mecánico nos separamos y nos apartamos para dejar paso, obviamente, a… Luis. Su cara, como no podía ser de otra forma, resplandeció de júbilo:
“¡Bien! – celebró -. ¡Veo que ya se conocieron! Eso es bueno: yo tenía la intención de presentarlas…”
“En efecto, Luis – dijo Tatiana en un tono que era pura sensualidad -. Acabo de conocer a Soledad y es tan agradable como me habías dicho… Y muy hermosa además”
Remató su frase mirándome levemente de reojo, casi como guiñándome un ojo pero sin guiñarlo. Mis nervios seguían en aumento: ahora que la puerta estaba abierta era mi chance de salir de allí. Ya habría tiempo más tarde de plantearle a Luis lo que me había llevado a su oficina y, de todos modos, él bien debía suponerlo.
Mientras me alejaba taconeando por el pasillo mi cabeza le daba vueltas al asunto tratando de evaluar la situación. Una cosa parecía evidente: si yo quería contar con ese puesto a las órdenes de Luis, quedaba suficientemente claro que tendría que someterme a su fantasía, lo cual, para decirlo aun más sencillo, significaba tener que revolcarme con su nueva novia. La idea, desde ya, me inquietaba en extremo y me llenaba de pudores, prejuicios y temores pero no era que me desagradara: Tatiana era una mujer realmente hermosa y, de hecho, me relamí varias veces mientras recorría el pasillo como tratando de revivir el sabor de su profundo y lujurioso beso. Lo que más me retorcía la cabeza era en realidad otra cosa: ¿había realmente un puesto esperando por mí? Quizás, después de todo, sólo fuera mi imaginación, pues Luis nada había dicho al respecto ni, mucho menos, prometido. Esa despampanante rubia a quien yo acababa de “conocer”, ¿sería sólo su nueva novia o aun algo más? ¿No sería para ella el puesto que había dejado vacante Evelyn con su renuncia? ¿Por qué iba a ser de otra forma? ¿No es acaso lo común que los tipos adinerados compensen a sus amantes o novias con puestos laborales? Ello explicaría, en buena medida, la reluctancia o las dudas que Luis había evidenciado ante mi propuesta: era lógico que no la viera viable si ya tenía a alguien para el puesto. De ser así, yo no tenía la menor chance de conseguir lo que quería y, en ese caso, no me serviría de gran cosa el ceder a las perversas fantasías de Luis, quien tanto gustaba de ver a mujeres en pleno roce.
Resultó sorprendente pero a la vez chocante enterarme que en la fábrica se me estaba preparando una fiesta con vistas a mi ya cercano matrimonio, algo así como una despedida de soltera. Estaba, en tal sentido, la cuestión ya mencionada acerca de que yo ya no sentía por esa boda la misma motivación de meses atrás pero no era sólo eso: me molestaba y, además, no me olía bien el saber que quien estaba detrás de todo era Evelyn. Pregunté al respecto a Floriana pero no supo decirme mucho; se desentendió del asunto como dejando en claro que no había sido idea de ella y que, de hecho, tampoco había sido demasiado anoticiada ni participada al respecto: lo que sabía, según me dijo, era por comentarios de las demás y no por boca de la propia Evelyn. Aun así, buscó tranquilizarme: sonriente, me repitió varias veces que no viera el asunto con preocupación sino que lo recibiera con alegría y como un gesto de buena voluntad de parte de Evelyn, tal vez arrepentida por el trato que me había dado en el pasado. Al oír eso, me mordí la lengua para no decirle la verdad y, honestamente, no sé para esa altura por qué me la seguía mordiendo. Lejos estaba Evelyn de querer solucionar algo entre ambas o de buscar la concordia sino que, muy por el contrario, desde que había llegado a su nuevo puesto de secretaria, sólo se había valido del mismo para humillarme y degradarme de la peor forma. ¿Debía yo poner al tanto de ello a Floriana? La lógica más simple decía que sí pero, por otro lado, siempre estaba esa cuestión de no querer decepcionarla pues había sido ella quien me hizo cuña para entrar en la fábrica y, más importante aún, yo no tenía idea de cómo pudiese ella reaccionar en caso de enterarse de una cuarta parte de los vejámenes a que yo había sido sometida en ese lugar. Ella era mi amiga, mi amiga del alma y, como tal, no lo soportaría: quizás reaccionara de la peor forma y ello podría conducir a su renuncia o bien su despido. Si ella perdía su trabajo por mi culpa, no veía yo cómo me las arreglaría para llevar esa carga…
Otra sorpresa fue el hecho de que Hugo volviera a convocarme a su oficina. Como no podía ser de otra forma, era para que le lamiese la zanja del culo y luego le diera una buena mamada de verga. Lo curioso del caso fue que, después de tanto tiempo en el cual prácticamente parecía haberse olvidado de mí, recibí con alegría el hecho de que él volviera a requerir de mis servicios: una muestra más de que la fábrica había trastocado mi escala de valores al punto de que lo que hasta algún tiempo atrás era degradación ahora pasaba a ser alivio y contención. La fábrica me arrojaba todo el tiempo hacia un abismo nuevo y, al hacerlo, convertía en necesidad el deseo por regresar a la situación anterior por aberrante que ésta fuese.
Así que, simplemente, me dediqué a recorrerle con mi lengua la línea entre las nalgas y a juguetear en su orificio anal como a él tanto le gustaba (no por nada Luciano era su hijo). Luego le mamé el miembro hasta casi matarlo; bramó de tal modo que sus gritos debieron haber repercutido por toda la fábrica. Qué locura: eso que antes tanto me asustaba ahora me producía el efecto contrario; era como si yo quisiese que todos se anoticiasen que yo volvía a estar sirviendo a Hugo. Tenía la esperanza de que ello me alejase al menos de momento de las garras de Evelyn y me hiciese zafar de tener que ir a la planta ya que se suponía, por jerarquía, que las decisiones de él estaban primero; sin embargo, no sólo yo sino todos allí bien sabían que desde que Evelyn se había convertido en secretaria, las jerarquías parecían haberse trastocado y, si ya antes generaba confusión lo de las dos firmas conviviendo en un mismo establecimiento, ahora la había aún más debido al poder de que parecía gozar Evelyn. Cuando, de rodillas, ante Hugo, logré hacerlo acabar arrancándole un aullido que cortó el aire, supe que era mi momento: simplemente aguardé a que él recuperara la respiración y entonces fui a la carga:
“Señor Di Leo…”
“¿S… sí, Soledad?” – balbuceó él aún con la voz algo entrecortada.
“¿Sigue siendo usted el jefe en esta empresa o lo es Evelyn?”
Estocada certera: se sobresaltó; acusó impacto. Sin embargo, más que herido en su orgullo (lo cual había sido mi real intención), se lo notaba confundido.
“¿Por qué lo dice, Soledad?”
“Hace ya algún tiempo que prácticamente no recibo órdenes suyas, señor Di Leo – dije, imprimiendo a mis palabras un cierto aire de obviedad -. En cambio, las recibo todo el tiempo de ella: me desplazó de algunas de mis labores, me cambió las cuentas que manejaba, me hace ir a la planta. ¿Es eso normal?…”
Cabeceó pensativo; se subió el pantalón y se acomodó la ropa. Había abrigado yo la esperanza de que mis palabras lo pusiesen al tanto de algo que no sabía, pero viendo su expresión no era la impresión que me transmitía. Había más resignación que sorpresa.
“Las… cosas están cambiando un poco en la fábrica, Soledad, pero eso no significa que…”
“¿Cambiando?”
Se puso algo triste; una sombra pareció oscurecer su rostro.
“Verá, Soledad… – dijo, como si le costara pronunciar las palabras -. Yo… ya estoy grande para manejar esta empresa. Y estoy algo cansado. Necesito retirarme y dejar a otro que siga adelante”
Aún de rodillas en el piso, lo miré interrogativamente. Sacudí ligeramente la cabeza en gesto de incomprensión. Rápidamente los cabos se fueron uniendo en mi cabeza y el resultado estuvo lejos de ser alentador: si Hugo se retiraba, la posta pasaría, obviamente, a Luciano; y, de acuerdo a lo que se estaba viendo por esos días, ello venía a significar que el control estaría en manos de Evelyn, que era a todas luces quien manejaba a Luciano.
“S… señor Di Leo: lo único que puedo decirle es que se lo ve bien y con muchos años por delante en la dirección de esta empresa. De todos modos, entiendo, desde ya, que es su decisión y que si se siente tan cansado… en fin, sólo puedo decir que su ausencia será una triste pérdida” – dije, con voz compungida.
“Se lo agradezco, Soledad”
Un fatal instante de silencio se produjo; fui yo quien finalmente lo interrumpió:
“¿Y… es por eso que está… delegando funciones?” – pregunté.
“Nunca lo vi ni lo pensé de ese modo – repuso, pensativo -. En realidad, yo siempre pensé en una única persona para continuar con mi camino”
“Luciano”
“Claro…”
“¿Pero…?”
“Ya usted lo ha visto, Soledad – dijo, con los brazos en jarras -; Luciano ya no tiene voluntad propia: es sólo un instrumento en manos de Evelyn. Le repito: no era así como yo lo pensaba pero fue así como se dio”
Otro plan que se venía abajo. Hasta unos instantes antes, en mi cabeza discurría la idea de ponerlo al tanto de que Luciano ya no decidía nada y sólo era un juguete de Evelyn. Intento inútil de mi parte: Hugo ya lo sabía. Y no era para sorprenderse, desde luego.
“Lo peor de todo – continuó, siempre con tono abatido – es que tengo la sensación de que esa jovencita le ha introducido a Luciano… unas cuantas dudas sobre su sexualidad”
“Lo que en realidad le introdujo, señor Di Leo… ya todos sabemos qué es”
Me miró, sorprendido por mi cinismo que, a decir verdad, me sorprendió a mí también. Sonrió, pero el velo de tristeza siguió sin desaparecer de su rostro.
“Mi hijo está tan en manos de ella – siguió diciendo – que no quiere saber nada con la fábrica a menos que Evelyn esté aquí. Ella lo tiene dominado: y él arruinó todo por ella: su esposa y su familia…”
Cada vez iba entendiendo más cómo jugaba cada pieza dentro de la fábrica. Era a través de Luciano que Evelyn tenía poder allí. Y ese poder, incluso, terminaba imponiéndose por sobre el del propio señor Di Leo en la medida en que éste no quería provocar el alejamiento de su amado hijo.
Yo ya no sabía qué hacer ni lograba definir cuál era el mejor camino a seguir. Redoblar la apuesta con Luis era una posibilidad, pero la presencia de Tatiana había venido a diluir un poco esa opción. En mi cerebro, como en un círculo infinito, iban desfilando los rostros: Hugo, Luis, Luciano, Evelyn, Tatiana…
“Señor Di Leo…” – dije, mientras me incorporaba.
“¿Soledad?”
“Quizás la forma de que Evelyn no tenga tanto poder dentro de la fábrica sea deteriorando un poco su vínculo con Luciano”
Frunció el ceño y sacudió la cabeza.
“No entiendo”
“Si hubiera algo… o alguien que lograra captar la atención de Luciano, usted… lograría recuperar algo de su influjo sobre él y de ese modo podría sentirse más confiado de dejar la empresa en manos de su hijo”
“¿Y entonces? ¿Despedir a Evelyn? Yo mismo la ubiqué allí, cuando aún no era tan consciente de cuál terminaría siendo su poder real sobre Luciano”
“No, no, no hablo de despedirla – mentí, pues la idea sí se me había cruzado por la cabeza -; hablo de… ponerle más límites, sólo eso. Y que Luciano comience a ser el verdadero jefe aquí y no ella”
Se me quedó mirando.
“¿Qué tiene en mente, Soledad?” – preguntó, intrigado.
“Nada, señor Di Leo. Es sólo una idea muy general y a largo plazo. No tengo un plan concreto”
Asintió, acariciándose el mentón.
“Si existiera alguna forma de recuperar a Luciano sin que ello signifique despedir a Evelyn, esa forma va a contar con mi visto bueno” – dictaminó.
Sonriendo, me excusé y me retiré. La pura verdad era que yo no tenía plan alguno en mente; lo que había dicho sólo lo había deslizado como una posibilidad más de cara al futuro. Por lo pronto, mis chances de escapar de las garras de Evelyn eran, de momento, muy pocas. Casi como un corolario a mis pensamientos, ella se asomó de su oficina cuando me escuchó taconear por el pasillo.
“¿Nadita? – me llamó la atención -. ¿Qué estás haciendo que no estás en la planta?”
La miré sin decir palabra; ella me miraba con una sonrisa entre pícara y maliciosa.
“Vamos – me apuró -; moviendo el culito y yendo para la planta que los operarios te están extrañando”
Antes de desaparecer nuevamente dentro de su oficina, me dedicó un desagradable guiño de ojo.
En la planta fue lo de siempre. Yo ya estaba acostumbrada: inclinarse impúdicamente para codificar motores y recibir los más guarros comentarios por parte de los operarios además de algún que otro toquecito en la cola a la pasada aunque, claro, al girarme nunca daba con el culpable y, además, todos sonreían de manera cómplice: es decir, si nunca había un culpable era porque en realidad todos lo eran.
Cuando sonó la chicharra de salida, permanecí unos minutos más allí, a la espera de que todos se marchasen. En general, los obreros huían en desbandada apenas llegaba la hora de salida y no exhibían la paciencia y meticulosidad con que se retiraba el personal de administración; por lo tanto, no tenía que aguardar mucho para que la planta estuviese vacía y podría, entonces, retirarme con más tranquilidad y lejos de miradas curiosas o lascivas. Daniel, ese día, estaba afuera aguardándome pues alguna vez debía permitirle ir a buscarme o de lo contrario sus sospechas crecerían más y más; en todo caso, él aguardaría algunos minutos más a que yo saliera y no sería la primera ni la última vez que lo hacía. El último obrero en retirarse fue uno de los que más antigüedad laboral tenía allí dentro y, como tal, se movía como pez en el agua con absoluta comodidad y, hasta diría, con bastante impunidad. Tal fue así que al pasar por detrás de mí me enterró su mano en mis nalgas; ello estaba lejos de ser, para esa altura un, hecho novedoso, pues desde que Evelyn me había destacado en la planta, mi cola no había parado de recibir manos. Sin embargo, lo hizo de un modo diferente ya que, prácticamente, me alzó en vilo con su pesada mano apoyada en mi trasero y, al hacerlo, uno de sus dedos se me enterró en el orificio con tanga y todo al punto de arrancarme un grito.
En cuanto me volvió a bajar al piso, me giré violentamente y le dirigí una mirada de odio; él sólo sonreía y ni siquiera había hecho el mínimo esfuerzo por poner alguna distancia conmigo sino que se mantenía allí, exultante y desafiante, a escasos centímetros de mí. Le arrojé una bofetada que no llegó a destino: con sorprendente agilidad, arqueó su corpachón hacia atrás y esquivó el golpe coronando el movimiento con una estentórea carcajada.
Con rabia, clavé un taco con fuerza contra el piso y crispé los puños; sólo quería arrojármele encima y así lo hice pero fue peor el remedio que la enfermedad. Apenas me eché de un salto sobre él, me tomó por las nalgas y me aplastó contra su cuerpo al tiempo que me propinaba un prolongado y asqueroso beso sobre mis labios a pesar de que éstos se negaron a abrirse. Teniéndome así, aprisionada contra su cuerpo y sosteniéndome por mis nalgas, me llevó arriba y abajo acompasadamente de tal modo que mi sexo, inevitablemente, se refregó una y otra vez contra el suyo, que exhibía un protuberante bulto. Yo pataleaba por liberarme pero nada lograba; mis puños se estrellaban una y otra vez contra su pecho, brazos y rostro, pero nada indicaba que le hicieran mella alguna. Quería gritar pero no tenía forma pues él no dejaba de aplastar su boca contra la mía. Cuando dejó de hacerlo, se dedicó a lamerme cada pulgada del rostro como si fuese un perro. La asquerosa saliva se me impregnó por todos lados: mi frente, mis mejillas, mi nariz, mis párpados…
Finalmente me liberó. Reculé un par de pasos y me restregué la mano por el rostro varias veces como tratando de quitarme ese sabor repugnante. Ahora sí podía gritar pero, extrañamente, quedé muda, tal vez por la impresión que me provocó el ver que no sólo mantenía su postura exultante sino que ahora, además, estaba comenzando a desabrocharse el pantalón. Eché un vistazo hacia la puerta de salida, la que conducía hacia el pasillo; intenté echar a correr hacia ella pero me atrapó por el vientre con su manaza y prácticamente me arrojó hacia atrás, haciéndome caer de espaldas sobre la mesa baja que yo utilizaba para codificar los motores.
Lancé un alarido de horror sin saber si realmente alguien me estaría oyendo desde la administración o desde las oficinas; quizá incluso todos se hubieran retirado.
“Abriendo las piernas, mamita, que le vamos a poner el código” – rio el despreciable sujeto mientras se inclinaba hacia mí con sus fauces babeantes. De un solo tirón se quitó el pantalón y lo arrojó a lo lejos, en tanto que mantuvo en mano su calzoncillo luego de haberse desprendido del mismo.
Yo, de espaldas contra la mesa como me hallaba, flexioné mi rodilla hasta la altura de mi pecho y le arrojé un puntapié con toda la fuerza que pude, clavándole el taco de mi sandalia en mitad de su pecho. Esta vez sí acusó recibo ya que se retorció en una convulsión y tosió reiteradas veces. Intenté aprovechar ese momento para escapar pero, una vez más, no logré hacerlo; al momento de intentarlo, me apoyó una pesada mano sobre mi hombro y me arrojó hacia atrás nuevamente. Una vez que me volvió a tener recostada sobre la mesa, me golpeó reiteradamente en el rostro con el calzoncillo que tenía en mano para, luego, dejarse caer sobre mí y enterrarme la prenda en la boca. Pasando sus manos por detrás de mi nuca, la estiró y anudó a modo de mordaza mientras yo me revolvía en arcadas.
“Está un poco transpirado, meado y cagado – me decía él, babeando asquerosamente -, pero va a servir para que estés calladita, jeje”
Luego me quitó la tanga de un tirón y se la llevó a la boca para pasarle la lengua; la arrojó a lo lejos y me tomó por las muñecas de tal modo de inmovilizarme mientras yo intentaba cerrar mis piernas, lo cual era en vano pues él mismo, con su propio peso, me las separaba. Sentí su poderosa verga sobre la entrada de mi sexo y en ese momento mi impotencia fue mayor que nunca; los ojos se me llenaron de lágrimas pues bien sabía que estaba a punto de ser violada: su miembro, sin ninguna delicadeza, ya comenzaba a abrirse camino dentro de mí…
“Dejá en paz a la señorita y desaparecé de acá”
La voz me sonó conocida pero, en mi conmoción, no llegué a identificarla. Me pareció incluso oír un “clic” como corolario a las palabras. El monstruo que se hallaba sobre mí aflojó súbitamente la presión y se giró ligeramente hacia atrás, lo cual me dio también a mí la posibilidad de ver. Quien estaba allí, de pie y sosteniendo un arma a escasos centímetros del rostro de mi inminente violador, no era otro que Luis: por eso la voz me había sonado conocida. Sólo un par de metros más atrás, alcancé a distinguir la desgarbada figura del sereno, cuyo rostro lucía la expresión bobalicona que en él era tan típica.
“Ja, no sos mi jefe” – boqueó el obrero aún sin quitárseme de encima.
“Y vos no vas a ser una persona viva si no te vas de acá y no volvés nunca más” – le soltó, desafiante, Luis.
El tipo, con expresión de odio, fue saliendo poco a poco de encima de mí. Buscó en el piso hasta dar con su pantalón y se lo colocó sin siquiera preocuparse por su prenda íntima que, para mi desgracia, seguía dentro de mi boca y anudada a mi nuca.
“Antes de matarte, te vamos a romper el culo entre todos, te lo aseguro” – espetó el tipo, como escupiendo las palabras.
“Menos amenazas y andá desapareciendo – le instó Luis, siempre tranquilo y sin dejar de encañonarlo -. Mañana quiero recibir el telegrama con tu renuncia porque, de lo contrario, esto termina en la justicia… y hay testigos”
El tipo estaba que hervía. Dirigía alternadamente la vista del sereno a Luis y de Luis al sereno, al cual se lo veía claramente nervioso ante lo tenso e impensado de la situación.
“Quiero mi indemnización” – dijo el obrero.
“Una mierda – replicó Luis -. Esto no es un despido: estás renunciando. Y si no querés hacerlo, entonces iremos a un tribunal y no sólo no vas a tener indemnización sino que, además, vas a terminar en una prisión en la cual va a ser a vos a quien le rompan el culo. Acá serás muy matón, pero allá te vas a encontrar con algunos ante los cuales vas a ser una nenita. No sé, yo diría que te conviene rajar y presentar tu renuncia antes de que esto se ponga más espeso”
Luis alzó aun más el cañón de su arma hasta apuntarlo directamente a los ojos del tipo. Éste ya no exhibía la seguridad de momentos antes; ahora lucía nervioso y hasta algo desprotegido. Se colocó el pantalón y, simplemente, se retiró del lugar; mientras lo hacía, llegó a arrojar algún insulto más a Luis, el cual, sin embargo, se mantuvo siempre tranquilo.
“Quiero el telegrama – le recordó cuando ya se iba -. Mañana”
Una vez que el tipo ya no estaba allí, Luis bajó el arma y se inclinó hacia mí para ayudarme a ponerme en pie a la vez que desanudaba la prenda íntima que hacía las veces de mordaza. Fue un gran alivio cuando esa cosa salió de mi boca; aun así, tosí un par de veces y estuve a punto de vomitar.
“Gra… cias” – balbuceé cuando recuperé la respiración.
“Agradézcaselo a Milo, Soledad – me dijo Luis cabeceando en dirección al sereno -. Fue él quien me vino a avisar lo que estaba ocurriendo”
Yo estaba aturdida, confundida. Miré al sereno; ignoro si mi rostro evidenció algún gesto de agradecimiento pero, por lo pronto, él me respondió con un asentimiento y, como siempre, con su tonta sonrisa. Casi al instante escuché sonido de tacos y de inmediato vi llegar a Tatiana, la rubia y bella novia de Luis. La escena con la que se encontró estaría, seguramente, lejos de ser la esperada y no pudo evitar llevarse una mano a la boca con espanto al ver no sólo el aspecto desaliñado que yo lucía sino también el arma en mano de su novio.
“¿Qué… pasó acá?” – preguntó, consternada.
“Nada – respondió Luis, con tono tranquilizador -; un pequeño incidente que ya está solucionado”
Tatiana clavó la vista en un punto junto al zócalo de la pared e instantes después se acuclilló y, al volverse a incorporar, pude notar que en su mano sostenía la tanga que el operario abusador me había, en un momento, quitado. Me miró con los ojos desorbitados por el horror:
“¿Intentaron… violarte?”
“Ya pasó – insistió Luis, quien parecía persistir en bajarle el tono a la cuestión -. Por suerte el retardado que lo intentó ya no es parte de la planta”
“¿No… se va a hacer algo más al respecto? – pregunté, frunciendo el rostro -. ¿Alguna demanda judicial?”
“Eso ya es algo que corre por tu cuenta – respondió Luis -; sos vos en este caso la parte afectada y, por lo tanto, si hay que llevar el caso a la justicia, te corresponde y es tu derecho pero… no te lo recomiendo”
Me quedé mirándolo interrogativamente.
“Si lo denuncias por violación – continuó Luis -, vas a tener que demostrarlo… y aquí no hubo violación. Deberías denunciarlo por tentativa pero eso es muy difícil de probar”
“¡Me… llegó a… introducir la…!”- repliqué airadamente pero no llegué a terminar mi protesta; con sólo echar un vistazo hacia los demás me invadió una profunda vergüenza acerca de lo que estaba por decir; de cualquier modo, aun sin hablar, estaba todo suficientemente claro, incluso para el sereno, a quien creí ver bajar la cabeza para ocultar una sonrisita; el gesto, claro, me molestó.
“Eso no va a servir ante la justicia – objetó Luis -; seguramente él dirá en su defensa que hubo mutuo acuerdo…”
“¿Mutuo acuerdo? ¡Intentó violarme! ¡Me golpeó!”
“No hay ninguna marca en tu rostro ni en ningún lado – dictaminó Luis mirándome de arriba abajo -. Sólo te golpeó con… su calzoncillo”
“¡Luis! – exclamé y me trabé de inmediato -. S… señor Luis… ¿Lo está acaso defendiendo?”
“¿Parece eso? – preguntó el abriendo grandes los ojos -. Vine apenas Milo me llamó, encañoné a tu agresor con un arma y luego le di el raje. ¿En qué se ve que lo esté defendiendo?”
“Pero… usted… no lo ha despedido”
“En primer lugar, no puedo hacerlo porque no es formalmente mi empleado sino de Hugo. Y en segundo lugar, de algún modo lo hice: le exigí su renuncia bajo amenaza de llevar el caso a la justicia”
“Pero… señor Luis, usted mismo ha dicho que sería muy difícil ganar en juicio un caso como éste”
“Sí, pero él no lo sabe. La cuestión aquí fue asustarlo para que renuncie. Y créeme, va a hacerlo”
Bajé la cabeza con resignación; tal vez, después de todo, Luis tenía razón y lo que había hecho era lo mejor que se podía hacer más allá de que me diera rabia que un tipo que había intentado violarme no se fuera de allí con un castigo mayor. Tatiana se acercó a mí caminando con un paso que se me antojó felino (¡Dios!, ¿esa mujer no podía dejar de ser sensual en ningún momento?) y me tendió mi tanga, la que instantes antes alzara del piso. Agradecí con un asentimiento de cabeza y tomé la prenda pero, casi automáticamente, la dejé cae; me generó rechazo.
“Lo s… siento – me excusé -; está… toda ensalivada por ese desgraciado… y… n… no puedo ponérmela”
“Es entendible – apuntó Tatiana con tristeza y a la vez con empatía -. Puedo prestarte la mía”
“Ta…tiana – musité -; te lo… agradezco infinitamente pero no puedo quitarte…”
“Yo se la pensaba quitar de todos modos apenas regresáramos a la oficina” – apuntó Luis en tono de sorna y con un guiño de ojo.
“De verdad, Soledad – dijo Tatiana -; no hay problema. Me la devolverás mañana”
Con un asentimiento, acepté finalmente el ofrecimiento. Ella, sin pudor alguno, subió su falda hasta las caderas y pasando las manos por debajo de la misma, hizo deslizar su prenda íntima, que corrió piernas abajo. Demás está decir que, a pesar de la naturalidad con la que pareció hacer tal acción, no la hizo como un trámite sino que imprimió en cada movimiento esa misma sensualidad que le afloraba por cada poro. Luis la miraba con aire divertido y el sereno con una lascivia casi animal. Cuando tuve la tanga en mano eché una fugaz mirada en derredor y comprobé que cada uno de los tres estaba aguardando a que me la colocara. Me invadió una indescriptible vergüenza, inusitada para esa altura a la luz de las cosas que me habían ocurrido en esa fábrica.
“Voy… al toilette – dije, nerviosa -; sepan disculpar”
En ese momento Tatiana acercó su rostro al mío y me habló al oído en un cuchicheo:
“Tenés las nalgas sucias – me dijo -. Ese desgraciado te dejó marcadas sus manos engrasadas”
Sentí más vergüenza aun pues eso era algo en lo que no había pensado y, así como Tatiana lo había advertido en alguno de mis movimientos, era fácil pensar que también debían haberlo hecho Luis y el sereno.
“Yo te acompaño” – dijo Tatiana sin dar más explicación al respecto y me tomó por el brazo no en gesto de guiarme sino justamente, y tal como lo había dicho, de acompañarme. Pude ver de reojo cómo Luis y el sereno nos iban siguiendo con la mirada.
Una vez dentro del toilette, Tatiana me tomó suavemente por los hombros de tal modo de hacer girar mis espaldas hacia el espejo para que yo pudiera verme; luego tomó mi falda y la levantó.
“Mirá cómo estás – me dijo -; así no podés ir a ver a tu novio”
Fue como si una doble alarma hubiera sonado en mi cerebro: por un lado me hizo recordar que, en efecto, fuera de la fábrica me aguardaba Daniel, quien era imposible que tuviera idea alguna acerca de lo ocurrido; seguramente habría visto salir por el portón a un obrero fortachón con aire de fastidio y resentimiento, pero nada más. Por otra parte, las palabras de la novia de Luis me hicieron tomar súbita conciencia del desastre que podría haber significado que Daniel me viera con dos manos marcadas sobre mis nalgas. Sería… el fin de la relación y del proyecto matrimonial; me costaba, para esa altura, determinar si eso era bueno o malo, pero la realidad era que yo no sabía todavía cuál era el lugar real que ahora ocupaba Daniel en mi vida y, como tal, la posibilidad de contraer nupcias con él en pocos días más me ponía tan nerviosa como la de terminar con la relación.
Al girar la vista por sobre mi hombro pude ver, en efecto, esas dos horribles manos marcadas en mis nalgas y, dado que el sujeto las había paseado largamente por mi cola, daba la impresión de que mil dedos hubieran jugado allí. Tatiana me hizo girar nuevamente, haciéndome parar, esta vez, de frente al espejo para luego apoyarme una mano sobre la base de la espalda e instarme a que me inclinase hacia el lavabo.
Ella mojó durante largo rato sus manos en el grifo y luego las apoyó sobre mis nalgas para enjugarlas y recorrerlas con sus húmedos dedos haciendo fricción sobre mi carne a los efectos de borrar las manchas. El resultado fue pura excitación para mí y, por cierto, en el momento más inesperado si se consideraba que acababa de zafar de un intento de violación: el marco menos propicio para volver a excitarse. Sin embargo, ese movimiento en círculos que las yemas de sus dedos trazaban sobre mi carne, trajo irremediablemente a mi cabeza y mis sentidos el recuerdo de Luciano. Tatiana, había que decirlo, lo hacía fantásticamente bien, tanto como él o aun mejor: fue, por lo tanto, inevitable para mí verme arrastrada hacia un incontrolable frenesí que pareció apoderarse de mi voluntad, así como también hacia el ferviente deseo de que ella no terminase nunca con lo que me estaba haciendo.
El máximo momento llegó cuando embadurnó sus dedos en el jabón que se hallaba junto al lavabo para dedicarse luego a enjabonarme toda la cola… Su mano me recorrió cada centímetro deslizándose, en más de una ocasión, por dentro de mi zanja; cada vez que ello ocurrió, tuve la sensación de que Tatiana aminoraba la intensidad del movimiento haciéndolo más lento, seguramente a los efectos de que yo lo gozara aun más: si ése era su objetivo, lo conseguía con creces pues yo me hallaba en estado de absoluta docilidad, mansa y entregada. Ella advirtió, sin dudas, mi excitación; acercó su rostro de tal modo que pude sentir su lésbico aliento sobre mi nuca: cuando estuvo a tiro de mi oreja, introdujo su lengua en ella. La temperatura de mi libido se elevó a tal punto que, en ese momento, fue como si me hubiese olvidado por completo del traumático momento que acababa de vivir sólo unos minutos antes… O, tal vez, encontraba en esa mujer la antítesis justa para exorcizar el trauma vivido a manos de aquel degenerado.
“Te gusta, ¿no?” – me susurró ella al oído entre beso y beso.
Yo ni siquiera podía contestar; estaba en cualquier planeta, cerrados mis ojos y dirigido mi rostro hacia el techo del toilette. Cuando cesó de manosearme y asearme la cola, lo lamenté; hice esfuerzos sobrehumanos por reprimir mi impulso de pedirle que continuara con lo que estaba haciendo. Abrí mis ojos y me encontré con una prenda íntima femenina pendiendo a pocos centímetros por delante de mi rostro; era, por supuesto, la que Tatiana se había quitado y que yo, en mi excitación, había dejado caer sobre el borde del lavabo sin darme cuenta. Ella, claro, la sostenía en espera de que yo me la pusiese.
“¿Te… puedo pedir que me la coloques?” – pregunté y apenas terminé de decirlo, me sentí morir al no poder creer mi desvergonzada osadía.
Ella sonrió.
“¿Te gustaría eso?” – preguntó.
“Me encantaría”
No me reconocía en mis propias palabras; me costaba creer que era yo quien hablaba.
“Como quieras” – me susurró ella al oído al tiempo que se acuclillaba para pasarme la prenda primero por un pie y luego por el otro. La fue llevando hacia arriba despaciosamente, haciéndome sentir el roce en lo más íntimo y, aunque se trataba sólo de una prenda interior, era como si algo de la sensualidad de aquella increíble mujer estuviera presente en la misma. Por otra parte, a medida que iba subiendo la tanga, sus dedos recorrían mis piernas como en una suave y sensual caricia.
Cuando me la calzó, la llevó bien arriba y eso fue el súmmum, ya que sentí la prenda entrar en mi zanja y en mi sexo del mismo modo que si ella me estuviera penetrando y, de hecho, quise pensar que era así. Cuando soltó la tanga, volví a lamentarme y, aunque quedé un rato con los ojos cerrados y aún en estado de éxtasis, comprendí que el momento ya había pasado y que no quedaba otra más que abrir mis ojos. Al hacerlo, un sobresalto se apoderó de mí: Tatiana se hallaba a mis espaldas pero, algo más atrás y cerca de la puerta, estaba, como no podía ser de otra forma, Luis, mirando la escena con expresión aprobatoria. La imagen me retrotrajo al momento en que nos espiaba a la vendedora y a mí desde la cortinilla del probador de aquella tienda. ¿Podía acaso ser de otra forma? Había sido iluso de mi parte no pensar en que Luis iba a estar allí: conociendo sus gustos, era muy poco probable que se perdiese un espectáculo como el que Tatiana y yo acabábamos de brindarle. Algo más atrás todavía… se hallaba el sereno, desorbitados sus ojos ante lo que veía.
Otra vez la vergüenza se apoderó de mí; me giré casi de un salto e, instintivamente, me cubrí con las manos cuanto pude.
“¡Formidable! – felicitó Luis -. Creo que nos esperan días muy placenteros; me aplaudo a mí mismo por la idea de juntarlas”
Bajé la cabeza y me excusé apenas con un gesto; eché a andar hacia la puerta y, en el estado en que estaba, ni siquiera tuve la delicadeza de agradecer debidamente a Tatiana por su prenda. Cuando salí del toilette, el sereno lo hizo detrás y me siguió los pasos, lo cual me intranquilizó sobremanera al venir yo de un episodio de abuso. Aceleré mi paso pero siempre lo tuve detrás; su intención, seguramente, era acompañarme o vigilar mi salida de la fábrica pues no era de descartar que el tipo que había intentado violarme me estuviera aguardando afuera. Era bastante posible, incluso, que fuera Luis quien le hubiera asignado tal tarea. Por suerte, al asomar mi cabeza por la puerta de calle, pude comprobar que en el lugar sólo se hallaba Daniel, quien me esperaba dentro del auto con gesto impaciente.
Caminé presurosamente hacia el vehículo y al subir a bordo, miré al otro lado del parabrisas y vi al sereno de pie en la puerta de la fábrica.
“Te echó el ojo durante todo el camino desde la puerta hasta el auto – protestó Daniel. El comentario me intranquilizó pero, por suerte, él mismo desvió un poco el eje antes de que yo llegara a decir algo -. ¿Qué pasó que tardaste tanto? ¿Mucho trabajo extra?”
Le eché una mirada que buscó ser lo más recriminatoria posible. Si había ironía en sus palabras, desde ya que me molestaba, pero al momento en que Daniel puso en marcha el auto para alejarnos del lugar, no pude evitar el pensar en cuán ingenuas serían seguramente sus conjeturas acerca de lo que realmente pasaba en esa fábrica. Su máximo motivo de preocupación parecía ser un sereno algo feo y algo retardado. Lejos estaba de imaginar que, apenas unos minutos antes, un tipo había intentado violarme en la planta y que ese mismo tipo debía haber, seguramente, pasado ante sus narices al retirarse. Mucho menos, claro, podía suponer que una mujer de aspecto despampanante me había estado aseando las nalgas a la vista de su propio novio. Imposible…
Por suerte (o por desgracia) al poco rato Daniel ya hablaba sólo de los preparativos de la ya cercana boda mientras yo fingía escucharlo…
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(
martinalemmi@hotmail.com.ar)

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Sinopsis:

Julia, una joven estudiante de derecho, se entera que el más prestigioso bufete de abogados de Barcelona anda contratando becarios. Decidida a no perder esa oportunidad, se presenta en sus oficinas y gracias al escote que lucía, consigue que Albert Roser, el fundador de ese despacho, la contrate como su asistente.
La muchacha es consciente de las miradas nada profesionales de ese maduro, pero eso no la hace cambiar de opinión porque en su interior se siente alagada y excitada. No en vano, desde niña, se ha visto atraída por los hombres entrados en años y con corbata.

A partir de ahí,  SE SUMERGE en una espiral de sexo.

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Para que podías echarle un vistazo, os anexo EL  PRIMER CAPÍTULO:

INTRODUCCIÓN.

El inicio de esta historia se desarrolla en el piso treinta y seis de la torre Agbar, el rascacielos más famoso de Barcelona, dentro de uno de los bufetes de abogados más importante de todo el estado. Josep Lluís Cañizares, uno de sus socios llevaba todo el día estudiando una denuncia contra uno de sus clientes y por mucho que intentaba encontrar una vía con la que este saliera inmune, le estaba resultando imposible. Por ello desesperado, decide ir a ver a su jefe. Como tantas veces al entrar en su despacho comprobó que enfrascado en sus propios asuntos y que por ello no le hacía caso:
―Albert, el pleito de la farmacéutica no hay por dónde cogerlo. Son culpables y sería un milagro que no les condenaran.
Su superior, un hombre de cincuenta años y acostumbrado a lidiar con problemas, levantó su mirada y pidió que le explicara el porqué.
Josep era el más joven de los socios del despacho y sabía que su puesto seguía en el alero. Cualquier tropezón haría peligrar su carrera y por eso tomando asiento, detalló las evidencias con las que tendrían que lidiar en el juicio.
Después de diez minutos de explicación, el cincuentón se ajustó la corbata al cuello y de muy mal humor, soltó:
―Serán imbéciles, ¡cómo es posible que hayan sido tan ineptos de dejar pruebas de ese vertido!
La rotundidad de los indicios haría que el caso tuviera un desenlace previsible y funesto. Su colaborador tenía razón. ¡Era casi imposible que su cliente se librara de una multimillonaria multa!
― ¿Qué hacemos? Se lo decimos y que intenten pactar un acuerdo.
Albert Roser, tras meditar durante unos minutos, aclaró su voz y respondió:
―No es planteable por sus consecuencias legales. Además de la multa, todo el consejo terminaría en la cárcel. ¡Hay que buscar otra solución! ¡Esa compañía es nuestra mayor fuente de ingresos!
Fue entonces cuando medio en broma, su subalterno respondió:
―Como no compremos al fiscal, ¡estamos jodidos!
Sus palabras lejos de caer en saco roto hacen vislumbrar una solución en su jefe y soltando una carcajada, respondió:
―Déjame pensar, seguro que ese idealista tiene un punto débil. En cuanto lo averigüe, ¡el fiscal es nuestro!

Mientras eso ocurría, a ocho kilómetros de allí, Julia Bruguera, una joven estudiante de último curso, estaba jugando al tenis en el Real con una amiga. Para ella, ese selecto club era un lujo porque no se lo podía permitir al no tener trabajo ni visas de conseguirlo. Por eso cada vez que Alicia la invitaba, dejaba todo y la acompañaba.
No llevaban ni cinco minutos peloteando cuando sin darle importancia, la rubia comentó:
―Por cierto, mi padre me ha contado que en un bufete andan buscando una becaria para que trabaje con ellos.
― ¿Cuál? ― preguntó la morena francamente interesada.
―Si te digo la verdad no lo sé, pero espera que le pregunto.
Tras lo cual, cogiendo su móvil, llamó a su viejo. Julia esperó expectante mientras su amiga tomaba nota del nombre y de la dirección.
―Se llama Roser y asociados, están en la Torre Agbar.
Al escuchar de boca de Alicia que el despacho que andaba buscando abogadas en prácticas era ese dijo a su amiga que se acababa de acordar que tenía una cita y poniéndose una camisa, se fue directamente a casa para cambiarse.
«Ese puesto tiene que ser mío», sentenció y sin dejar de pensar en las oportunidades que ese puesto le brindaría para un futuro, tomó la Diagonal.
Veinte minutos después estaba aparcando frente a su casa en un barrio de Esplugas de Llobregat. Ya en su piso, sacó de su armario el único traje de chaqueta que tenía al saber que la vestimenta era importante en todas las entrevistas.
«Ese lugar debe estar lleno de ejecutivos con corbata», se dijo mientras involuntariamente se excitaba al pensar en todos esos expertos abogados con sus trajes.
Mientras se retocaba frente al espejo, la morena advirtió que se le notaban los pezones a través de la tela y por un momento dudó si cambiarse, pero desechó esa idea al imaginarse a su entrevistador entusiasmado mirándola los pechos.
«Joder, estoy bruta», reconoció mientras salía rumbo a ese despacho.
El tráfico estaba imposible esa mañana y por eso no fue hasta una hora después cuando se vio frente al imponente edificio.
«¡Quiero trabajar aquí!», pensó al entrar al Hall y comprobar que estaba repleto de ejecutivos.
Sabiendo que si se quedaba ahí observando a los miembros de esa tribu iba a volver su calentura, buscó un ascensor y tras marcar el piso donde iba, se plantó frente a la recepcionista. La mujer habituada a que aparecieran por ahí todo tipo de personas, la miró de arriba abajo y le preguntó que deseaba:
―Vengo por el empleo de becaria.
Educadamente, sonrió y le respondió:
―Señorita, siento decirle que ya no está disponible.
El suelo se desmoronó bajo sus pies al ver sus esperanzas hundidas. Durante unos segundos estuvo a punto de llorar, pero sacando fuerzas de su interior, rogó a la cuarentona que al menos la recibiera alguien de recursos humanos para poder darle su “ridiculum vitae”.
Por fortuna, justo en ese momento pasaba uno de los miembros del bufete que habiendo oído la conversación se paró y preguntó que pasaba:
―Una amiga me dijo esta mañana que tenían un puesto en prácticas, pero por lo visto llego tarde.
El socio le echó una mirada rápida y tras admirar la belleza de sus piernas y el sugerente escote que lucía, le pidió que pasara a su despacho.
― ¿Disculpe? ― preguntó la muchacha sin entender a que venía esa invitación.
― ¿No has venido por un trabajo? ― respondió― El de becaria está ocupado, pero no el de una asistente que me ayude con todo el papeleo ― y tomando acomodo en su sillón, hizo que la morena se sentara frente a él.
Mientras Julia no se podía creer su suerte, Albert Roser cogió el curriculum y lo empezó a leer sin dejar de echar con disimulo una ojeada a la cintura de avispa de la cría:
―Veo que tienes poca experiencia.
La morena se sintió desfallecer, pero como necesitaba el trabajo contestó:
―Realmente no tengo ninguna, pero ganas no me faltan y sé que podría compatibilizar el puesto que me ofrece con el máster que estoy terminando…― nada más decirlo se dio cuenta que había metido la pata y consciente de las miradas de ese maduro cambió su postura con un cruce de piernas para que ese tipo pudiera admirar la tersura de sus pantorrillas mientras rectificaba diciendo: ―…no tengo problema de horario y estoy dispuesta a trabajar duro todas las horas que hagan falta.
Albert embelesado por las piernas que tan claramente esa muchacha exhibía respondió:
―No pagamos mucho y exigimos plena dedicación.
―No hay problema― replicó la joven mientras con descaro separaba sus rodillas en un intento de convencer a su entrevistador regalando la visión de gran parte de sus muslos ―mis padres me pagan el piso y gasto poco.
Aunque realmente no la necesitaba el cincuentón decidió que si bien esa preciosidad puede que no sirviera como abogada al menos decoraría la oficina con su belleza y si como parecía encima se mostraba tan dispuesta, pudiera ser que al final sacara en claro un par de revolcones en la cama.
Por eso sin pensar en las consecuencias, respondió:
―Mañana te quiero aquí a las ocho.
Sorprendida por lo fácil que le había resultado el conseguir el puesto, Julia le dedicó una seductora sonrisa y tras despedirse de su nuevo jefe, moviendo su trasero salió del despacho.
Al despedirla, Roser se quedó mirando esas dos nalgas bien paradas y duras producto de gimnasio y mientras intentaba concentrarse en los papeles, no pudo dejar de pensar en cómo sería la cría como amante:
― ¡Está buena la condenada!
Ya sin testigos, cogió el teléfono e hizo una serie de llamadas preguntando por el fiscal, pero no fue hasta la séptima cuando un amigo le insinuó que ese tipo estaba secretamente enamorado de la secretaria de un magistrado del Tribunal Superior de Justicia. Esa confidencia dicha de pasada despertó sus alertas y queriendo saber más del asunto, preguntó quién era esa mujer:
―Marián Antúnez. ¬
Al escuchar el nombre le vino a la mente la espléndida figura de esa pelirroja. Durante años cada vez que la había ido a ver a su jefe, había babeado al observar el estupendo culo de su ayudante. Las malas lenguas decían que era corrupta pero como nunca había tenido ningún motivo para comprobarlo, no tenía constancia de si era cierto.
«Tengo que hablar con ella», se dijo y tomando el toro por los cuernos, llamó al tribunal en el que trabajaba y directamente la invitó a comer.
La mujer acostumbrada a todo tipo de enjuagues comprendió que ese abogado quería proponerle algo y por eso en vez de aceptar una comida prefirió que fuera una cena. Su interlocutor aceptó de inmediato y quedaron para esa misma noche.
Al colgar, Albert sonrió satisfecho porque estaba seguro de que un buen fajo de billetes haría que ese bombón obligara a su enamorado a plegarse a los intereses de la farmacéutica….

CAPÍTULO 1

Con un sentimiento ambiguo Julia llegó a su apartamento. Por una parte, estaba contenta e ilusionada por haber conseguido un trabajo, pero por otra se sentía sucia por el modo en que lo había conseguido. Sabía que su futuro jefe no se había decantado por ella gracias a sus notas y que el verdadero motivo por el que le había ofrecido el puesto era por el exhibicionismo que demostró mientras la entrevistaba.
«No me quedaba más remedio», se disculpó a sí misma por usar ese tipo de armas, «pero una vez allí podré convencerle de que no soy solo una cara bonita».
Al recordar cómo se le había insinuado y la mirada de ese maduro recorriendo sus muslos mientras trataba de disimular conversando con ella, avivó el ardor que sentía entre las piernas desde entonces.
«Joder, ¡cómo ando!» se lamentó reconociendo de esa manera la calentura que experimentó al sentir los ojos de ese cincuentón fijos entre sus patas. Y no era para menos porque sabía que era algo que no podía controlar. Cuando sentía que un hombre la devoraba con la mirada, sus hormonas entraban en ebullición e invariablemente su coño se mojaba.
«Necesito una ducha», se dijo al sentir que nuevamente entre sus piernas crecía su turbación.
En un intento por sofocar ese incendio, se quitó el traje que llevaba y ya desnuda, abrió el grifo para que se templara mientras en el espejo comprobaba que, a pesar de sus esfuerzos, llevaba los pezones erizados.
«Tengo que aprender a controlarme», pensó molesta al meterse en la ducha y tener que aceptar mientras el agua caía por sus pechos que no podía dejar de pensar en ese tipo que sin ser un don Juan la había puesto tan caliente.
Reteniendo las ganas de tocarse, se lavó el pelo tratando de hacer memoria de la primera vez que se sintió atraída por alguien como él.
«Fue en clase de filosofía del derecho mientras don Arturo nos explicaba que el monopolio de la violencia era una de las características de los estados modernos», concluyó mientras rememora que estaba embobada oyéndole cuando de pronto empezó a sentir por ese enclenque una brutal atracción que la dejó paralizada.
«Joder, ¡cómo me puse!», sonriendo recordó su sorpresa al sentir que le faltaba la respiración mientras el catedrático explicaba a sus alumnos los enunciados de Max Weber y como entre sus piernas comenzó a sentir una desazón tan enorme que solo pudo calmarla en el baño y tras dos pajas.
Esperando que la mascarilla hiciera su efecto, cogió la esponja y echándole jabón, comenzó a frotar su cuerpo mientras a su mente le venía la conversación que había tenido con un amigo que estudiaba psicología. El cual, tras explicarle su problema, sentando cátedra sentenció que sufría una variante rara del síndrome de Stendhal por la que, en vez de verse afectada por la belleza artística, ella se veía obnubilada por los discursos inteligentes.
El olor a vainilla que desprendía su gel favorito no colaboró en tranquilizarla y con una excitación renovada, se dio cuenta que involuntariamente estaba pellizcándose los pezones en vez de enjabonarlos.
―Buff― exclamó en la soledad de la ducha al no poder controlar sus dedos que traicionándola estaban presionando duramente las negras areolas que decoraban sus pechos.
Incapaz de contenerse, tiró de su pezón derecho mientras dejaba caer su mano entre sus piernas. Mirándose en el espejo semi empañado, vio cómo dos de sus yemas separaban los pliegues de su coño y buscaban entre ellos, el pequeño montículo que formaba su clítoris erecto.
La imagen la terminó de alterar y subiendo una pierna al borde de la bañera, concentró sus caricias en ese lugar sabiendo que una vez lanzada no podría parar.
«¡Dios!», gimió descompuesta al sentir como sus dedos se ponían a torturar el hinchado botón con una velocidad creciente.
Temiendo llegar antes de tiempo, salió de la ducha, se puso el albornoz y casi si secarse se tumbó en la cama donde le esperaba su amante más fiel.
― ¿Qué haría sin ti? ― preguntó al enorme vibrador de su mesilla.
Tomándolo entre sus manos, lo acercó hasta su boca y sacando su lengua empezó a recorrer las abultadas venas con las que el fabricante de ese pene de plástico imitaba las de un pene real.
―Te quiero mucho, mi amor― le dijo viendo que ya estaba lo suficientemente lubricado con su saliva para que al terminar no tuviese su coño escocido.
Separando sus piernas, jugueteó con esa polla sobre su clítoris mientras se preguntaba si su jefe tendría algo parecido. Soñando que era así, cerró sus ojos y se puso a imaginar que al día siguiente era el glande de ese maduro el que en ese momento estaba presionando por entrar dentro de ella.
― Jefe, soy suya― gritó en voz alta al irse incrustando lentamente esa larga y gruesa imitación en su interior.
La lentitud con la que lo hizo le permitió notar como los labios de su vulva se veían forzados por el consolador y como tantas veces, esperó a tenerlo embutido para encenderlo y sentir así la dulce vibración tomando posesión de ella como su feudo. En su mente no era ella la que daba vida al enorme trabuco, sino que era el ejecutivo el que lo hacía moviendo sus caderas de adelante para atrás.
No pudo más que incrementar la velocidad con la que se empalaba al escuchar desde su sexo el chapoteo que su querido amante producía cada vez que lo hundía entre sus piernas y con un primer gemido, dejó claras sus intenciones de llegar hasta el final.
«Llevo meses sin sentirme tan perra», pensó para sí al imaginarse que su futuro jefe se apoderaba de sus pechos y mientras se regalaba un buen pellizco, lamentó haber dejado en el cajón las pinzas con las que en ocasiones especiales castigaba sus pezones.
―Estoy en celo― murmuró al sentir que su cuerpo temblaba saturado de hormonas y mordiéndose los labios, incrementó el ritmo con el que su amado acuchillaba su interior.
―Joder, ¡qué gusto! ― sollozó con los ojos cerrados al imaginar al maduro derramando su simiente por su vagina y con esa imagen en el cerebro se corrió…

CAPÍTULO 2

Mientras dejaba su flamante Bentley en manos del aparcacoches, Albert Roser dudó al ver la suntuosidad del edificio modernista donde desde hacía un par de décadas estaba ese restaurant, si no se había equivocado al elegir el Windsor para esa cita. Porque no en vano además de saber que al menos tendría que desprenderse de un par de cientos de euros, el ambiente romántico de su terraza podía ser malinterpretado por esa mujer y creyera que sus intenciones eran otras.
Pero tras sentarse en una mesa al borde de la Carrer de Còrsega, decidió que, si llegaba el caso, haría el esfuerzo de acostarse con ese monumento de rizada melena roja:
«Lo que sea por el bien de mi cliente», hipócritamente resolvió pidiendo a Jordi León, el sommelier, que le aconsejara un vino.
― ¿Ha probado lo último de Molí Dels Capellans? Su Trepat del 2014 es excepcional.
―No y viniendo de usted, ese caldo debe ser algo digno de probar― estaba diciendo cuando su acompañante hizo su aparición a través de la puerta.
La recordaba atractiva pero esa noche la señorita Antúnez le pareció una diosa. Enfundada en un vestido de encaje casi trasparente y adornada con joyas que harían palidecer a más de una, era impresionante. Y como buen observador, el delicado tejido completamente entallado a su cintura realzaba su atractivo dotándolo de un aspecto seductor que no le pasó inadvertido.
«Joder, ¡qué buena está!», murmuró mientras se levantaba a saludarla, «no me extraña que ese cretino esté colado. ¡Es preciosa!».
La pelirroja consciente de efecto que producía en el abogado y que los ojos de su cita no podían dejar de auscultar cada centímetro de su cuerpo, sonrió y con una sensualidad estudiada, se acercó y lo besó en la mejilla mientras le agradecía la invitación.
―Las gracias te las debería dar yo… no todos los días tengo el lujo de cenar con una belleza.
Bajando la mirada como si realmente se sintiera avergonzada, respondió:
―Exagera, aunque siempre es agradable escuchar un piropo de alguien como tú.
Aunque por sus palabras nada podía hacer suponer lo zorra que era, Albert supo que esa la mujer descaradamente se estaba exhibiendo ante él. No era solo que llevase un escote exagerado, era ella misma y como se comportaba. Por ejemplo, al colocarse la servilleta sobre las piernas, se agachó de manera que le regaló un magnifico ángulo desde el que contemplar su pecho en todo su esplendor.
Era como si disfrutara, sintiéndose admirada. En su actitud creyó incluso descubrir que ella misma se estaba excitando al reparar que bajo su pantalón crecía un apetito sin control.
«Tengo que tener cuidado con esta arpía», Albert se repitió para que no se le olvidara el motivo por el que estaba ahí.
Del otro lado de la mesa, Marián estaba dudando que le gustaba más, si la magnífica merluza de pincho con asado de alcachofas que estaba sobre su plato o la cara de merluzo con la que ese alto ejecutivo la devoraba con los ojos y como no lo tenía claro, decidió preguntar por la razón de esa cena.
El cincuentón no se esperaba ese cambio de tema y más cortado de lo que le gustaría estar, contestó:
― ¿Extraoficialmente?
―Por supuesto― con tono dulce respondió mientras anudaba uno de sus dedos en su melena.
―Suponga que tengo un cliente al que un joven fiscal está metiendo en problemas y me entero casualmente de que ese idealista está secretamente enamorado de una mujer tan atractiva como ambiciosa.
Esa descripción no molestó a la pelirroja, la cual tampoco necesitó que le dijera el nombre de ese admirador para saber que estaba hablando de Pedro y mirando a los ojos a su interlocutor, contestó:
―Hipotéticamente hablando, si esa dama estuviera dispuesta a ayudar a su cliente, ¿qué tendría que hacer? Y ¿qué recibiría a cambio?
La franqueza con la que directamente se ofrecía a colaborar a cambio de dinero le confirmó que no era la primera vez que esa belleza participaba en ese tipo de acuerdos y tal y como había hecho ella, el abogado midió sus palabras al contestar:
― ¿Te he contado lo común que es que en un juzgado desaparezcan las pruebas? Conozco un caso en el que una caja llena de muestras de agua desapareció del despacho de un fiscal y cuando la parte defensora pidió un contraanálisis, se desestimó todo el expediente por la imposibilidad de contrastar los resultados del fiscal.
Habiendo lanzado el mensaje, Albert se puso a comer mientras su pareja hacía cálculos porque con solo esa información había averiguado de qué teman se trataba porque no en vano la última noche que había follado con Pedro, ese encanto no había parado de hablar de la multa que le iba a caer a una farmacéutica francesa.
«Una comisión lógica es del cinco por ciento y sobre veinte millones, estaríamos hablando de un kilo», pensó mientras producto de su avaricia los pezones se le ponían erectos bajo la tela.
Como buena negociadora, dejó transcurrir los minutos sabiendo que la espera empezaría a poner nerviosa a su contraparte y ya en el postre, tomando la mano de Albert entre las suyas, comentó:
―Sabes cariño, ayer estuve viendo en internet un apartamento en las Ramblas. Era precioso, luminoso y con unos ventanales enormes. Lo único malo era el precio, el dueño quería dos cientos mil de arras y otros ochocientos al firmar la escritura.
―Me parece un poco caro― respondió el abogado intentando negociar.
Entonces ante su sorpresa, la estupenda pelirroja le cogió la mano y poniéndola sobre sus piernas desnudas, con cara de putón desorejado, contestó:
―Ya sabes el boom inmobiliario, lo único bueno es que en la oferta se incluía la cama y no te haces una idea de lo maravillosa y suave que es.
―Lo supongo― contestó con su pene totalmente erecto al sentir la tersura del muslo que estaba acariciando y mientras intentaba calmar la comezón que tenía, llamó al camarero y le pidió una botella de cava con el que brindar.
Haciéndose la tonta y mientras separaba las rodillas dando mayores facilidades a los dedos que recorrían su piel rumbo a su sexo, preguntó que celebraban.
― ¿Necesitamos un motivo? Pues imaginemos que consigues el dinero― y levantando su copa, exclamó: ― ¡Por tu nueva casa!
Marián sonrió al oír ese brindis y cerrando el acuerdo con un beso en los labios, permitió que las yemas de ese cincuentón tomaran al asalto el fortín que escondía entre las piernas.
Durante un minuto, la pelirroja disfrutó del modo en que Albert la masturbaba en público hasta que sintiendo que faltaba poco para que se corriera, decidió que era suficiente anticipo y retirando la mano del abogado, le dijo que esperaba noticias suyas tras lo cual y sin mirar atrás desapareció por la puerta.
«¡Será puta!» murmuró entre dientes el cincuentón mientras pedía una copa para dar tiempo a que el bulto de su pantalón no fuera tan evidente.
Saboreando el whisky de malta comprendió que a pesar de ese abrupto final la noche había resultado un éxito porque podía asegurar a su cliente una sentencia favorable a sus intereses siempre y cuando se aviniera a pagar dos millones de euros.
«Uno para mí y otro para esa zorra», se dijo mientras se imaginaba sodomizando a la pelirroja en un hotel. Lo malo fue que, al hacerlo, su calentura lejos de amainar se incrementó y pidiendo la cuenta, decidió que al salir iba a ir al burdel de siempre donde una putita conseguiría apaciguar su incendio.
Veinte minutos después, estaba entrando en el discreto chalé convertido en tugurio. La madame, Alba “la extremeña”, lo recibió con unos abrazos reservados solo para los grandes clientes y sin que tuviera que pedir, mandó a la camarera que le pusiera un Macallan.
Apenas había acomodado su trasero cuando las putas empezaron a desfilar frente a él. Albert, conocedor experimentado de ese ambiente, decidió esperar a que todas las mujeres hubiesen modelado para tomar una decisión. Por su presencia pasaron rubias, morenas y pelirrojas, españolas y extranjeras, jóvenes y maduras, pero por mucho que miraba, no conseguía que ninguna de esas bellezas le motivara.
«Hoy necesito algo especial», se dijo sabiendo que, si al final no elegía a ninguna, vendría la dueña del lupanar a ofrecerle su ayuda.
Como había previsto, “la extremeña” al ver que no estaba satisfecho con el ganado, se acercó y como una enóloga aconsejando a un cliente sobre un cava, le preguntó qué era lo que esa noche necesitaba.
El abogado le confesó la calentura que llevaba y el motivo de esta.
―Necesita desahogarse― sentenció la madame y sin cortarse un pelo, preguntó: ¿le apetece un culo al que castigar? La chica en sí no es gran cosa, me la ha mandado un amigo para que le ponga tetas y la enseñe.
― ¿Es plana?
―Como una tabla y aunque apenas la he probado, puedo decirle que es una perra con mucho futuro. Según su dueño, ¡acepta de todo!
―Tráela para ver si es lo que ando buscando.
―No se va a arrepentir― respondió la extremeña, dejándole con un par de exuberantes putas para que le hicieran compañía mientras tanto.
A los cinco minutos, la madame apareció por la puerta con una castaña de pelo largo que en un principio le repelió. Delgada, sin culo ni tetas parecía un espantapájaros.
Estaba a punto de rechazar la sugerencia cuando se percató que, con esas gafas rojas, la aprendiz le recordaba a una jueza con la que había tenido varios fracasos.
«Parecen gemelas», dijo para sí mientras volvía a florecer en él el odio que sentía por la magistrada.
Mientras tanto, la puta permanecía de pie sin ser capaz de siquiera levantar la mirada. La vergüenza que demostraba enfadó a la dueña del lupanar. Sin importarle la presencia del cliente y a modo de reprimenda, descargó sobre su culo un sonoro y doloroso azote.
―Sonríe, puta.
La novata sin nombre intentó sonreír, pero lo único que consiguió fue que en su cara se formara una extraña mueca. Ese gesto debería haber ahuyentado a cualquier interesado. Pero ese no fue así en el caso del cincuentón porque su pene reaccionó como un resorte al ver que, tras el castigo, los negros pezones de la fea aquella lucían totalmente erizados.
―Me la quedo― sonriendo informó a la dueña― pero necesitaría una habitación discreta.
―Por eso no se preocupe, tenemos una insonorizada― y dirigiéndose a la castaña, le ordenó que llevara al cliente a la numero seis.
Una zorra con experiencia se hubiese colgado del hombre que había pagado por ella, pero demostrando nuevamente que era una novata, se adelantó permitiendo que el abogado examinara su exiguo culo.
«Apenas tiene donde agarrar, mejor», relamiéndose reconoció porque su víctima así sufriría más.
Ya en el cuarto que le habían asignado, fue realmente la primera vez que se puso a examinar la mercancía y tras una decepción inicial al observar el bosque frondoso que tenía por coño, vio el cielo al separarle las nalgas y descubrir un rosado e incólume agujero.
«Esto no me lo esperaba», reconoció mientras introducía bruscamente una de sus yemas en el interior de ese ojete.
El grito de la novata confirmó sus sospechas y sin retirar su dedo, le soltó un primer mandoble con el ánimo de relajar a la castaña y que no estuviera tan tensa.
La actitud sumisa del monigote aquél lo envalentonó y añadiendo una segunda yema, siguió jugando con él mientras la muchacha se dejaba hacer consciente de no poder negarse.
―Ábrete de piernas― totalmente excitado el cincuentón exigió.
Las rodillas de la mujer se separaron para permitir las maniobras del cliente, el cual usando su otra mano bruscamente le introdujo dos dedos en su sexo y de esa forma descubrió que la que creía una mojigata, estaba disfrutando al comprobar que su cueva estaba empapada con el flujo que manaba de su interior.
El pene de Albert ya le pedía acción y por ello dándola la vuelta, le exigió una mamada. En silencio, la castaña se arrodilló y abriendo la bragueta, liberó la extensión del abogado.
Este satisfecho se sentó en el sofá y abriendo las piernas, la ordenó que se acercara. La muchacha con lágrimas en los ojos y de rodillas, se acercó a él con la mirada resplandeciente. El cincuentón supo de esa forma que iba a ser una buena mamada aún antes de sentir como la boca de la fulana engullía su pene.
Tal como vaticinó, era una verdadera experta. Su lengua se entretuvo un instante divirtiéndose con el orificio del glande, antes de lanzarse como una posesa a chupar y morder su capullo, mientras las manos acariciaban los testículos del cliente.
La reacción de este no se hizo esperar y alzándola de los brazos la sentó sobre sus piernas, ordenando a la castaña que fuera ella quien se empalara. La oculta cueva entre tanto pelo le recibió fácilmente demostrando que la novata estaba totalmente lubricada por la excitación que sentía en su interior.
Como no sabía ni quería saber su nombre, llamándola puta, le ordenó que se moviera. El insulto provocó que esa apocada e insípida mujer se volviera loca y para sorpresa de Albert, le rogara que siguiera humillándola mientras sus caderas se movían rítmicamente.
«¡Joder con la fulana!», pensó el abogado a sentir que la castaña había convertido los músculos de su chocho en una extractora de esperma que lo estaba ordeñando.
Ya sobrecalentado, desgarró el picardías que llevaba puesto, dejando al descubierto unos pechos que daban pena, pero cuyos pezones le miraban inhiestos deseando ser mordidos. Cruelmente tomó posesión de ellos con los dientes hasta hacerla daño mientras que con un azote la obligaba a acelerar sus movimientos.
―Gallo desplumado, ¡muévete o tendré que obligarte! ― le dijo al oído.
Demostrando lo mucho que le ponía la humillación, su sexo era todo líquido cuando, con la respiración entrecortada por el placer, obedeció moviendo sus caderas.
―Así me gustan las putas, calladas y obedientes― le susurró mientras con los dedos pellizcaba cruelmente sus pezones.
Satisfecho por la ausencia de respuesta, premió a la fulana con una tanda de azotes en el trasero mientras ella no dejaba de gritar de dolor y excitación.
Hasta entonces todo discurría según Albert deseaba, pero cuando la informó que la iba romper el culo, la castaña intentó huir de la habitación y eso le enervó todavía más.
Con lujo de violencia la agarró y la lanzó en la cama. La novata completamente aterrorizada no pudo evitar que su cliente cogiera su corbata y con ella atara sus muñecas mientras fuera de sí le gritaba:
―Te voy a enseñar quien manda.
La ira reflejada en los ojos de ese cincuentón provocó que histérica se riera y eso empeoró las cosas porque llevándola hasta el cabecero, este la inmovilizó anudando un extremo de esa prenda a una de sus barras.
Albert ya no era Albert sino un ser sediento de sangre porque para él esa mujer aglutinaba a todas las que en algún momento lo habían despreciado o causado algún mal.
Por ello sin preparar su trasero, le separó las nalgas, apuntó con su escote y de un solo embiste, la empaló brutalmente. Los chillidos de dolor que surgieron de la garganta de su acompañante le sonaron a música celestial y azuzado por esa seductora melodía, no paró de insultarla y de azotarla con la mano abierta.
Su víctima creyó que iba a morir en manos de ese ejecutivo y sabiendo que si quejaba iba a encabronar a ese maldito, con lágrimas en los ojos, tuvo que soportar que continuara esa locura. Para entonces el abogado la había empezado a cabalgar agarrado de sus pechos y aunque sabía la barbaridad que estaba haciendo, lejos de calmarlo, eso lo estimulaba.
Es más, al sentir que un brutal orgasmo se aproximaba, incrementó la velocidad de su ataque hasta inundando todo su intestino, eyaculó dentro de ella. Sus gemidos de placer y los gritos de dolor del mamarracho se unieron en una sinfonía perfecta que al final consiguió apaciguar a la bestia.
Por eso al sacar su miembro cubierto de sangre y mierda, se sintió satisfecho y dejando el dinero sobre la mesilla se fue mientras la puta lloraba, rota por la mitad, sobre la cama.
Ya en su coche, recordó descojonado que además de no saber su nombre, tampoco la había oído hablar:
―A esto se le llama una noche perfecta. ¡Una zorra callada y obediente!

Relato erótico: “Aunque me costó: ¡Por fin me follo a mi mujer!” (POR GOLFO)

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Segundo episodio de Marina, la perroflauta con la que me casé.
Tal y como os comenté en el primer episodio, la vida me sonreía pero me faltaba un hijo para sentirme satisfecho. Por eso me puse a buscar una mujer con la que tener descendencia. El problema fue que cuando la encontré resultó que no solo era una extremista sino que me odiaba porque sin saberlo había mandado a su padre al paro.
Aunque éramos polos opuestos, vi en ella un oponente formidable y por eso cediéndole la mitad de mi fortuna me casé con ella. No teníamos nada en común, ella era una activista de izquierdas y yo un potentado. Ella creía en elevados ideales y para mí, el dinero era mi razón de ser.
Para colmo, en mi despedida de soltero, contrato a una puta que parecía su clon que resultó una mujer maravillosa…
 
 
Mi noche de bodas
Al terminar nuestro banquete de boda, pensé que había llegado el momento de hacerla mía y por eso, acercándome a su lado, le susurré al oído:
-No es hora que nos vayamos a la cama.
-Claro, “cariño”- contestó la muy zorra- tú a la tuya y yo a la mía.
Creyendo que iba de broma le recordé el contrato que habíamos firmado. Fue entonces cuando soltando una carcajada, sacó una copia de su bolso y me dijo:
-Para ser un tiburón financiero, tienes muy malos asesores. Léelo bien. Este contrato solo me obliga a engendrar a tu hijo, no ha tener vida marital.
-Te equivocas- respondí cabreado- lo he redactado yo mismo y sé que te obliga a vivir bajo mi mismo techo.
Descojonada, me contestó:
-Tu mayordomo vive bajo tu mismo techo. ¿Eso significa que te acuestas con él?
-¿Y cómo cojones vas a quedarte embarazada sino es acostándote conmigo?
-Con inseminación artificial- respondió disfrutando la hija de perra.
-Me niego- protesté.
-Entonces te demandaré por incumplimiento de contrato y no solo me quedaré con mi 50% sino también con el tuyo.
 Dándome cuenta por primera vez del lío en el que había metido, salí hecho una furia del salón. Hasta mi llegó el sonido de sus risas.
“Sera puta”, pensé, “esto no se queda así”.
Sentado en la barra del bar, llamé a mi abogado y tras explicarle el tema, me dijo:
-Manuel, ¿Puedo serte sincero?
-¿Tan mal lo ves?
Se tomó unos segundos para contestar diciendo:
-Según mi opinión profesional, estás jodido. El contrato ha sido mal redactado y tu única solución, aunque no está nada claro que ganes, es que intentes anularlo.
Sin poder echar la culpa a nadie más que a mí, colgué el teléfono y pedí una copa al camarero. Anular el contrato además de casi imposible, significaría que había ganado esa cabrona y por eso apurando de un trago mi whisky pedí otro más mientras pensaba en cómo solucionarlo. Tenía claro que no iba a dejar que esa cría se saliera con la suya y encima se quedara con la mitad de mi dinero pero no se me ocurría como darle la vuelta.
Cuando más desesperado estaba por no encontrar una salida, sentí que me tocaban en el hombro. Al darme la vuelta, vi que Marina con otro traje sonreía a mi lado. Pensando que venía a torturarme, ni siquiera me digné a saludarla y me di la vuelta.
-Chiquillo, ¿Así es como saludas a tus amigas?
Al escuchar su acento sevillano, caí en que no era mi nueva esposa sino su clon. Sentí que mi noche iba a cambiar y levantando mi culo del asiento, le pedí que me acompañara.
-¿Qué te ocurre para estar tan malhumorado?- me preguntó mientras llamaba al camarero.
Increíblemente no me importó su pregunta ya que entre nosotros se había tejido una extraña amistad impensable entre puta y cliente. Quizás por eso o puede que en ese instante necesitara una segunda opinión, le expliqué lo sucedido. La muchacha me escuchó atentamente y solo cuando terminé, me soltó con su típico gracejo andaluz, muerta de risa:
-La jodida te tiene agarrado de los huevos.
-Así es- respondí de mejor humor por la burrada- es peor que la serpiente de la biblia.
Fue entonces cuando me percaté que no sabía su nombre porque la noche anterior había insistido en que la llamara Marina, por eso bromeando con ella, le solté:
-¿Qué quieres por tu nombre real?
-Poca cosa, un beso y…mil euros.
Saqué de inmediato de mi cartera su tarifa pero antes de dársela, le dije:
-Espero que esto incluya toda la noche.
Descojonada, la castaña me respondió:
-Por supuesto, puedo ser una puta cara pero no una estafadora como tú.
Encantado por su caradura, le di un beso e insistí en que me dijera como se llamaba.
-Triana me puso mi santa madre.
Satisfecho por no tener que llamarla como a ese engendro del demonio y volviendo al tema que me había llevado hasta la barra de ese bar, le dije:
-¿Se te ocurre algo para salir de este embrollo?.
-Lo tienes fácil…- contestó haciendo una pausa-…¡Mátala! o ¡Viólala!
-No seas bestia- respondí soltando una carcajada- matarla lo había pensado pero lo de violarla me parece muy duro.
-“Quillo”, entonces tendrás que enamorarla. Estoy segura que esa zorrita se moja con solo pensar en que te la tires.
-¡No la conoces! ¡Es fría como un tempano!
Sin importarle las demás personas que estaban en el local, cogió mi mano y se la llevó a la entrepierna diciendo:
-Si eres capaz de excitarme sabiendo que solo eres un cliente, ¿Qué crees que le ocurrirá a esa niña?
Su optimismo me dio esperanzas y bastante más verraco de lo que nunca le llegaría a reconocer, pagué nuestras copas y directamente, me la llevé a la habitación.
Nada más cerrar la puerta, Triana se lanzó sobre mí y sin darme tiempo a quitarme los pantalones, sacó mi pene de su encierro. Pensé que iba a hacerme una mamada pero en vez de arrodillarse, se bajó las bragas y me pidió que la tomara. Su entrega me calentó de sobre manera y apoyando su espalda contra la pared, la cogí en mis brazos y de un solo arreón la penetré hasta el fondo.
-¡Animal!- chilló al sentirse invadida y forzada por mi miembro, pero en vez de intentarse zafar del castigo, se apoyó en mis hombros para profundizar su herida.
La cabeza de mi pene chocó contra la pared de su vagina sacando sus primeros gemidos. Sabiendo que no estaba suficientemente lubricada, esperé a que se relajara antes de iniciar un galope desenfrenado, pero ella me gritó como posesa que la tomara diciendo:
-¡Fóllame!
Fusionando nuestros cuerpos con un ritmo brutal,  la garganta de la muchacha no dejó de aullar al mismo tiempo que sentía su coño forzado. En pocos segundos un cálido flujo recorrió mis piernas mientras Triana se derretía en mis brazos con una extraña facilidad. Sin llegarme a creer su entrega, fui testigo de su orgasmo aún antes de que el mío diera señales. Manteniéndola en volandas, disfruté de su placer mientras en mi entrepierna se iba acumulando la tensión.
Sin estar cansado, la llevé hasta la cama y tumbándola sobre el colchón, la volví a penetrar con mi miembro. Esta nueva postura me permitió deleitarme con la visión de sus enormes pechos bamboleándose al ritmo de mis caderas mientras su dueña pedía mis caricias. Absorto en esas dos maravillas, las acerqué a mi  boca.
Triana berreó como una loca cuando sintió la tortura de  mis dientes sobre sus pezones. Ya totalmente fuera de sí, clavó sus uñas en mi espalda. El dolor que sentí azuzó mi morbo y deseando derramarme en su interior, comencé a galopar sobre ella. Con mi pene golpeando su vagina y mis huevos rebotando contra su sexo, exploté dentro de su cueva  mientras a mis oídos llegaban sus gritos de placer.
Agotado me desplomé a su lado. Aunque no me lo esperaba, Triana se abrazó a mí y con su cabeza sobre su pecho, sonriendo me soltó:
-Definitivamente, Marina tiene suerte- y levantando su mirada, me preguntó: -¿A qué hora os marcháis?
-A las ocho- respondí.
Mirando su reloj sonrió y dijo:
-Tengo tres horas para que nunca olvides tu noche de bodas….
 
Nuestro viaje en avión.
 
Esa mañana me levanté gracias a la alarma del despertador. Había dormido poquísimo pero no me arrepentía, mi noche de bodas había resultado perfecta de no ser que la había pasado con una mujer que no era mi esposa. Lo único malo fue que al abrir los ojos, la sevillana había desaparecido. Asumiendo su papel, discretamente se había marchado sin despedirse.
“¡Qué muchacha más encantadora!”, me dije notando su ausencia.
Lamentando en cierta forma el haberme casado con Marina y no con Triana, me vestí y bajé a encontrarme con mi esposa. La muy hija de perra estaba esperándome en el hall y nada más verme se acercó a mí, diciendo:
-Tienes mala cara, ¿Te emborrachaste ayer?
-Para nada- respondí- un ángel se apiadó de mí y me hizo olvidarme de la que faltaba en mi cama.
La mera insinuación de que había pasado la noche con otra mujer, curiosamente le afectó y de muy mal humor, me pidió que saliéramos rumbo al aeropuerto. Durante el trayecto en coche, se mantuvo en silencio demostrándome sin querer su cabreo. Pensando en su reacción, por primera vez, dudé si Triana tenía razón y esa perroflauta en verdad se sentía atraída por mí.
“Es imposible”, sentencié.
Ya en mi avión particular y en vista de su silencio, saqué unos informes sobre el país donde íbamos para ver si había alguna posibilidad de hacer negocio aprovechando mi estancia.  Al cabo de una hora me había hecho una idea de lo que me iba a encontrar; Sierra Leona es el segundo país más pobre del mundo. Su pobreza viene en gran medida de la guerra civil que ha devastado ese país durante décadas, así como por la corrupción de sus gobernantes. Tras leer que entre  sus riquezas naturales estaba una de las reservas más importante de “rutilo”, me empezó a interesar ya que ese mineral es la base para extraer  “titanio”.
-Coño- me dije- puede que no haya sido tan mala idea venir hasta el culo del mundo.
Cogiendo el teléfono, llamé a un contacto para que me investigara si había forma de contactar con los actuales gobernantes. Acababa de colgar cuando al girarme, vi que Marina estaba dormida en un asiento cercano.
“Dormida parece hasta buena”, pensé.
Recreándome, observé su belleza. La naturaleza le había sido generosa, no solo era una mujer bellísima sino que tenía un par de poderosas razones realmente espectaculares. Vestida con un vestido de algodón, se veía a través de la tela que sus pechos estaban decorados con dos negros y hermosos pezones.
“Está bien buena”, sentencié ya interesado.
Bajando mi mirada por su cuerpo, disfruté de sus piernas.
“Es perfecta”.
Sus muslos y sus pantorrillas parecían cincelados por un escultor, pero lo que realmente me dejó impresionado fue la perfección de sus pies. Cuidados con esmero, tenía las uñas pintadas de rojo.
Llevaba al menos cinco minutos admirándola cuando oí que se quejaba de la postura. Apiadándome de ella, me acerqué y sin despertarla, la cogí entre mis brazos y la llevé hasta la cama que había en el pequeño dormitorio del avión. Al depositarla sobre las sabanas, la vi tan bella que no me pude retener y le robé un suave beso.
Fue entonces cuando abriendo los ojos, sonrió y me dijo:
-Aunque seas un ladrón, gracias.
Creí ver en su respuesta una clara invitación y por eso quise tumbarme a su lado pero ella lo impidió diciendo:
-Sigue trabajando y déjame en paz.
Su tono indignado me hizo salir de ese compartimento y enfadado, volver hasta mi asiento.
“Será hija de puta”, mascullé.
Desgraciadamente para mí, esa mujer me atraía y sus desplantes lo único que conseguían eran incrementar mi deseo. Intentando olvidar su presencia, intenté concentrarme en la pila de informes que tenía que revisar pero me fue imposible.
¡No podía quitármela de la mente!
No me siento muy orgulloso de lo que os voy a contar pero dejando a un lado los papeles y actuando como voyeur, conecté vía ordenador con la cámara instalada en esa alcoba. Mi primera sorpresa fue descubrir que creyéndose a salvo, Marina se había desnudado pero la segunda y sin duda la mayor de las dos, fue percatarme que esa supuestamente frígida se estaba masturbando con los ojos cerrados.
“¡No puede ser!”, exclamé mentalmente mientras seguía totalmente hipnotizado esa escena.
Durante un largo rato, violé su intimidad observando como mi esposa masajeaba su clítoris mientras con su otra mano pellizcaba sus pezones. La razón pero sobre todo la moral me empujaban a apagar el portátil, pero el morbo de espiarla mientras esa mujer se dejaba llevar por la pasión me lo impidió. Así fui testigo de cómo Marina se iba calentando sin ser consciente que su lujuria estaba siendo observada por mí.
“Dios, ¡Que erótico!”, sentencié mientras en la otra habitación, la mujer disfrutaba.
Coincidiendo con su clímax, me pareció leer en sus labios mi nombre.
“Me he equivocado”, pensé al parecerme imposible que fuese yo el objeto de su deseo, “¡Debe estar pensando en otro!”.
Celoso hasta decir basta, apagué el puñetero ordenador y me serví una copa.  Aunque me serví mi whisky preferido, no pude disfrutar de su sabor porque mi mente estaba ocupada recordando la visión de su cuerpo mientras se masturbaba. Desplomándome sobre mi asiento, descubrí aterrorizado que ya no era cuestión de amor propio sino que realmente deseaba hacerla “mi mujer”.
 
Llegamos a Sierra Leona.
 
El aterrizaje en el aeropuerto de Lungi transcurrió sin novedad a pesar de lo exiguo de su pista. Al bajarnos del avión, ese país nos recibió con una bofetada de calor que me hizo pensar en un horno a todo gas.
-¡Puta madre! ¡Qué bochorno!- exclamé casi sin respiración.
A mi lado, mi esposa se rio de mí diciendo:
-Solo a ti se te ocurre venir con corbata.
Sé que debí de hacerla caso pero el orgullo me impidió quitármela en ese instante. Soportando más de cuarenta grados, la seguí hasta la terminal. Dentro del edificio, la situación empeoró porque al calor del ambiente se sumó el producido por el gentío allí congregado.
“A la mierda”, me dije y claudicando, me desprendí de la puñetera corbata.
Por mucho que fuera el aeropuerto de la capital de ese país, sus instalaciones eran una mierda. Sin aire acondicionado y con sus muros agrietados, me hizo temer lo que nos íbamos a encontrar en el campo de refugiados. Mi humor ya era pésimo pero al ver la alegría con la que esa mujer entregaba los pasaportes al policía, se incrementó mi malestar y nuevamente me arrepentí del día que tomé la decisión de casarme con esa mujer.
“Está disfrutando la muy zorra”, rumié  entre dientes de muy mala leche.
Cualquier situación es susceptible de empeorar, dice una de las leyes de Murphy y doy testimonio de su veracidad. Si ya de por sí, ese calor era inhumano cuando por fin salimos de la terminal y junto con los miembros de la ONG nos subimos en la parte de atrás de una pick-up, comprendí las penurias que tendríamos que soportar durante ese jodido mes.
-Verdad que es precioso- soltó Marina camino a nuestro destino.
“¡Es un estercolero!”, pensé pero en vez de exteriorizar mi espanto, le respondí:
-Maravilloso.
-La pena es que a este paraíso lo jodieron las internacionales con sus oscuros intereses.
Debí morderme la lengua pero me indignó la forma tan evidente con el que retorcía la historia a favor de su ideología y sin medir las consecuencias, le solté:
-¡No me jodas! A todas las multinacionales les interesa la estabilidad para así hacer negocios, a esta tierra la ha devastado la división entre sus diferentes tribus.
Mi respuesta cargada de razón no la satisfizo y dimos inicio a una larga discusión donde ella achacaba todos los males de ese pueblo a  los mercaderes de armas y yo, a su incultura y al odio entre las diferentes etnias. Nuestros compañeros de batea nos miraban acojonados. Sin atreverse a intervenir, no les parecía normal que unos recién casados discutieran de ese modo.
En un momento dado, Marina dando por finiquitada la discusión soltó:
-Mejor dejémoslo porque no eres más que un fascista.
Incapaz de quedarme callado, respondí:
-Tienes razón, es imposible hacer razonar a una perroflauta como tú.
 Con nuevos bríos renovamos nuestra bronca y solo dejamos de echarnos los trastos cuando la camioneta llegó al campo de refugiados. La pobreza y la masificación del lugar era tal que incluso me llegó a afectar. No cabía en mi mente que tantos hombres y mujeres y niños pudieran subsistir en tan paupérrimas condiciones.
-Joder- exclamé realmente conmovido.
A mi lado, Marina con el corazón encogido lloraba como una cría. Para ella ver toda esa hambre y desesperación, fue demasiado y cerrando los ojos, deseó que no fuera verdad lo que veía,
-¿Cuánta personas malviven aquí?- pregunté a uno de los veteranos.
-Más de treinta mil- respondió- y crece cada día.  Aunque ahora Sierra Leona está en Paz, no dejan de llegar nuevos refugiados de otros países de la región.
Sabiendo que era solo uno de muchos y que la ONU calculaba más de diez millones de desplazados en esa área, realmente me impactó ver ese conglomerado de chabolas, sin luz eléctrica, sin agua pero sobre todo sin las menores condiciones higiénicas. Al paso de nuestro vehículo, multitud de esos desgraciados se acercó buscando quizás unas migajas que llevar a sus hambrientos estómagos. La angustia que leí en sus ojos, me emocionó y por eso antes de llegar a donde tenía esa ONG su cuartel general, decidí que había que hacer algo.
La casualidad quiso que la directora de ese lugar estuviera esperando nuestra llegada y obviando que Marina esperaba mi ayuda con nuestro equipaje, la cogí del brazo y me la llevé de paseo.  Al cabo de una hora, me hice una idea de las necesidades más perentorias del campamento y sin explicárselo a mi mujer, tomé medidas para que mi gente organizara el rápido abasto.

Al  volver a donde había dejado a Marina bajando nuestros enseres, tuve que preguntar por ella porque no la veía por ninguna parte. Un voluntario me ayudó a encontrar la tienda de campaña donde íbamos a dormir. Cuando entré, mi esposa estaba roja de ira y antes de que me diera cuenta, tiró mi ropa y mi saco de dormir fuera diciendo:
-No soy tu chacha para ir cargando tus cosas mientras tonteas con esa zorra.
-¿De qué zorra hablas?
-De la rubia con la que te has ido dejándome sola con todo.
El desprecio con el que se refería a la jefa de todo ese tinglado, me hizo gracia y sin sacarla de su error, hurgué en su herida diciendo:
-Es lo único agradable que  me he encontrado en esta mierda de país.-
Disfrutando de la reacción que había provocado en ella mi desaparición con Helen, le dije:
-Por cierto, hemos quedado con ella a cenar. Nos espera en una hora.
-No te da vergüenza en vez de trabajar a favor de esta gente, dedicarte a ligar con todo lo que lleva faldas.
Solté una carcajada al oírla y saboreando la situación, le solté:
-¿No estarás celosa?
-Vete a la mierda- contestó y dotando a su tono de todo el desprecio que pudo, terminó diciendo: -¡En África hay que tener cuidado! ¡No vaya a ser que  cojas el sida!…
 
Nuestra primera noche y nuestro segundo día en ese campamento.
 
Tal y como me había anticipado, esa noche, Marina se negó de plano a acompañarme y por eso, cené solo con la directora. Esa cena además de muy agradable, nos permitió planear el modo en que distribuiríamos los víveres que había conseguido. La rubia estaba tan encantada con mi colaboración que incluso se apuntó a acompañarme al día siguiente a ver al presidente de esa república africana.
Al volver a nuestra tienda, la cabrona de mi esposa se n. egó a dejarme entrar aun sabiendo que si dormía a la intemperie sería pasto de los mosquitos. Por mucho que insistí no conseguí hacerla cambiar de opinión y no  me quedó más remedio que irme a dormir al amparo de la nave de una iglesia protestante que había en el lugar.
El sol del amanecer me despertó y tras desayunar, fui a coger ropa con la que al menos dar imagen de hombre de negocios y no la de un pordiosero. Al no ver a mi esposa, cogí lo que necesitaba de la mochila y me fui a duchar. Al cabo de media hora y ya vestido con mejores galas, me recogieron para llevarme a la capital.
Estaba metiéndome en el coche cuando vi aparecer a Marina. Ella al verme acompañado por la directora del campo, llegó corriendo y me preguntó dónde iba.
-A Freetown con Helen- respondí sabiendo que se molestaría- ¿Quieres venir?
-No, me quedó trabajando- de muy malas maneras me contestó.
Como seguía indignado por el modo que me había prohibido la entrada en la tienda que era tanto de ella como mía, no le expliqué las razones de mi partida dejándola con la duda de que narices iba a hacer con esa mujer…
Freetown, la capital de Sierra Leona, con más de un millón de habitantes no se le puede considerar una gran ciudad sino un puerto rodeado de kilómetros de chabolas. Mis contactos me había conseguido una cita con el mandatario de ese país y por eso nada más llegar al palacio presidencial, nos llevaron directamente a verle.
La sorpresa fue que no estaba solo sino con otros dos ministros. Helen me miró alucinada porque llevaba cinco años por esos parajes y nunca había conseguido ver a nadie superior a un subsecretario. Viendo su inexperiencia, le pedí que me dejara hablar a mí.
Para resumir, rápidamente les expliqué que me había comprometido con esa ONG a donar gratuitamente el abasto de arroz y legumbres que necesitaran durante dos años pero como no era mi intención el figurar, le pedí al presidente que anunciara él la medida. El tipo que era un viejo zorro comprendió que eso aumentaría su popularidad y dejando a sus ministros que cerraran los flecos de la ayuda con Helen, me cogió del brazo y me susurró:
-Ya que nos hemos ocupado del pueblo, ahora, ¡Hablemos de negocios!
El mandatario me llevó a una cantina que tenía en el sótano y alrededor de de una mesa y una botella, nos pusimos a negociar. Seis horas después y con varios contratos bajo el brazo, llegamos de vuelta al campamento.  Los primeros camiones con los víveres ya habían llegado. Al buscar a Marina la vi repartiendo la comida recibida entre esa pobre gente. Si de por sí ya estaba enfadada conmigo cuando al acercarme a saludarla, olió que me había tomado varias cervezas se indignó y dejándolo todo, fue contra mí pegándome mientras gritaba:
-¡Y yo que pensaba que conseguiría cambiarte!
Aunque pude evitar casi todos sus golpes, no me fue posible parar su último bofetón.  Sin decir nada, me di la vuelta y me fui directamente a hacer las maletas. Podía soportar sus desplantes pero nunca que se atreviera a usar la violencia.
“Soy un imbécil”, me dije mientras  doblaba la ropa para salir por patas de ese país y de su vida.
Acababa de cerrar las maletas cuando la vi entrar con lágrimas en los ojos.
-Lo siento- dijo avergonzada- me volví loca cuando te vi irte con Helen. Ahora que me ha contado la ayuda que has prestado no sé qué decir.
-Me da igual lo que digas, ¡Me voy!
Acercándose a donde yo estaba, me cogió de la mano, diciendo:
-Perdóname, he sido una tonta. Los celos me hicieron actuar así.
El silencio se adueñó de la tienda, tanto ella como yo,  nos dimos cuenta del verdadero significado de sus palabras. Esa mujer, la extremista que en teoría me odiaba en realidad deseaba compartir conmigo su vida.  El modo artero y cruel con el que me había tratado era un modo de defensa. Sin tenerlas todas conmigo, la agarré de la cintura y la besé.
Marina respondió con pasión a mi beso, frotando su pubis contra mi pene. La presión que ejerció sobre él, me produjo de inmediato una erección y ya dominado por la calentura de tenerla entre mis brazos, deslicé mis manos hasta su trasero.
-¿Estas segura?
Separándose de mí, me miró mientras dejaba caer los tirantes que sostenían su vestido. Al caer este al suelo, me permitió observarla totalmente desnuda por primera vez. Era de una belleza deslumbrante. Con un cuerpo de escándalo, sus grandes pechos y su estrecha cintura eran el adorno necesario para hacer honor a su trasero.
¡Sus duras nalgas eran dignas de un museo!
Os juro que de buen grado me hubiera quedado observándola durante horas porque era perfecta pero al descubrir en sus ojos un enorme deseo, decidí tumbarla en la cama. Marina sonriendo dejó que lo hiciera. Teniéndola sobre el pequeño catre, empecé a acariciarla. Mis manos recorrieron su cuello, bajando por su cuerpo. Sus dos negros botones se le pusieron duros incluso antes de que los tocara.
-Eres hermosa- susurré mientras pellizcaba uno de ellos.
Mi esposa, la perroflauta, gimió al sentir mi caricia. Deseando darle placer, sustituí mis dedos  por mi lengua y apoderándome de ellos, los mamé como iba a hacer nuestros hijos en unos años.
-Me encanta- suspiró reteniendo un grito.
Tener su pezón en mi boca mientras, mis yemas se recreaban en el resto de su cuerpo, era una verdadera gozada. Disfrutando de todos y cada uno de sus gemidos decidí que nuestra primera vez tenía que ser ideal.
Quería  hacerla mía lentamente. Por eso poniéndome en pie, me fui desnudando sintiendo sus ojos clavados en mis maniobras. Su mirada era una mezcla de deseo y de necesidad que me dejó alucinado. Marina me observaba ansiosa, nerviosa, como si estuviera temerosa de fallarme. Ya desnudo, me tumbé a su lado abrazándola.
Mi todavía no estrenada esposa restregó su pubis contra mi sexo, invitándome a que la poseyera pero en vez de lanzarme de lleno, le dije:
Antes necesito tocarte.
Bajando por su cuerpo, dejé sus pachos y me concentré en su estómago liso. Sin gota de grasa era precioso.  Mi lengua fue recorriéndolo.
-Te deseo- gimió descompuesta al notar que me acercaba a su entrepierna.
Al contrario de la mujer que tanto se parecía, Marina lo tenía exquisitamente depilado. Su aspecto juvenil era un engaño porque no tardé en comprobar que olía a hembra hambrienta.
-¡Qué maravilla!- alcancé a decir antes de hundir mi cara entre sus muslos.
Usando mis dedos, separé sus labios y fue entonces cuando apareció ante mí su  erecto botón rosado. La genuina hermosura de su clítoris me invitó a jugar con él. Con la lengua como instrumento de tortura lo lamí continuadamente  mientras pellizcaba sus pezones.
-¡Como me gusta!- berreó gritando para acto seguido llenar mi boca con el flujo que manaba de su cueva.
El dulce orgasmo que asoló a la muchacha se vio prolongado durante un largo rato. Aferrando con sus manos mi cabeza, me pidió que la hiciera el amor. En un intento de prolongar el placer que estaba sintiendo mi mujer, no dejé de beber de su rio hasta que llorando me imploró:
-¡Fóllame!
-¿Quién quieres que te folle?, ¿Tu novio?, ¿Tu Amante? o ¡Tu esposo!-, le pregunté cruelmente, poniendo la cabeza de mi glande en su abertura.
-¡Mi esposo!- me respondió con la respiración entrecortada.
-¿Acaso tienes novio o amante?- dije mientras jugaba con su clítoris.
-¡No! ¡Solo te tengo a ti!-, contestó apretando sus pechos con sus manos.
Escucharla tan desesperada, me excitó e introduciendo la punta de mi pene en su interior, esperé su reacción.
-¡Fóllame!, por favor, ¡no aguanto más!-.
Lentamente, le fui metiendo mi pene. Al hacerlo, toda la piel de mi extensión disfrutó de los pliegues de su sexo al irla empalando. La estrechez y la suavidad de su cueva sublimaron mi deseo y viendo que mi calentura era total,  comprendí que en esa postura no tardaría en correrme.  Por eso sacándola de su interior, la puse a cuatro patas.
-¡Qué haces! ¡Te necesito dentro de mí!- gritó molesta.
Al ver su trasero advertí alborozado que esas poderosas nalgas escondían un tesoro virgen que no desvirgué en ese instante al estar convencido de que iba a hacerlo en un futuro. Colocando la cabeza de mi verga en la entrada de su cueva, le pedí que se echara despacio hacia atrás.  Pero su urgencia y la necesidad que tenía de ser tomada le hizo de un golpe insertársela hasta el fondo.
Marina al sentirse llena empezó a mover sus caderas como si se recreara con mi monta. Comportándose como una yegua, relinchó al sentir que me agarraba a sus dos ubres y empezaba a cabalgarla. Apuñalando sin piedad su sexo con mi pene, no tardé en escuchar sus berridos cada vez que mi glande chocaba con la pared de su vagina.
-¡Úsame como a una de tus putas!- gritó descompuesta al sentir el chapoteo que producían sus labios cada vez que sacaba mi verga de su interior.
Al escucharla, agarré su negro pelo a modo de riendas y azotando su trasero, le ordené que se moviera. Mis azotes  la excitaron aún más y sin importarle que alguien del campamento nos escuchara, me pidió que no parara. Disfrutando de mi dominio, me salí de ella y me tumbé en el catre.
-No seas cabrón- me soltó molesta por la interrupción.
Con su respiración entrecortada y mientras no dejaba de exigirme que la tomara, poniéndose a horcajadas sobre mí, se empaló con mi miembro reiniciando un salvaje cabalgar. No tardé en deleitarme con la visión de sus pechos rebotando arriba y abajo al compás de los movimientos de sus caderas.
-Bésate los pezones- ordené.
Mi ya por entera mujer me hizo caso y estirándolos con las manos,  se los llevó a su boca y los besó. Eso fue el detonante para que naciendo en el fondo de mi ser, el placer se extendiera por mi cuerpo y explotase en el interior de su cueva.
Marina, al sentir que mi simiente bañaba su estrecho conducto, aceleró sus embestidas. Acababa de terminar de ordeñar mi miembro, cuando  ella empezó a brutalmente correrse sobre mí. Con su cara desencajada por el esfuerzo, me dio las gracias diciendo:
-No sabes cómo necesitaba ser tuya.
Totalmente exhausto caí sobre las sabanas, abrazado a una mujer que apenas conocía pero que se había convertido en  mi obsesión. Llevábamos cinco minutos descansando cuando apoyándose en los codos, me preguntó:
-Cariño, ¿Por qué no me explicaste lo que había hecho?
Muerto de risa le contesté:
-Mi querida perroflauta, nunca lo hubieses entendido. Hay veces que hace más quien está en un despacho al teléfono que un centenar de obreros maza en mano.
Sonriendo aunque me había metido con su ideología, contestó:
-Para ser un facha de mierda, tienes bastante razón – y soltando una carcajada, prosiguió diciendo: – A partir de hoy, tomaré en cuenta tu opinión, pero ahora fóllame otra vez o te pongo a trabajar repartiendo la comida.
Por supuesto que esa noche me la follé y no solo una vez, sino varias. Lo que nunca le conté fue que habiéndome gastado quinientos mil euros en dar de comer a esa pobre gente, gané con su presidente más de diez millones.

 
 

“Cambridge no cree en semidioses: Un ex seminarista en la catedral de las Ciencias” Libro para descargar (POR LOUISE RIVERSIDE Y GOLFO)

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SINOPSIS

Louise Riverside y Fernando Neira unen nuevamente sus talentos para contarnos una historia de seres fantásticos y dioses ambientada en la Inglaterra de nuestros días y donde Manuel Parejo, un ex seminarista, llega a la universidad de Cambridge a cursar estudios de posgrado sin saber que vería zarandeadas sus creencias.
Una vez entre los muros de esa prestigiosa institución, la presencia de Naya, una compañera de residencia, le hará conocer por primera vez el amor y el deseo físico al hacerse su novia. Cuando todavía no se había repuesto de que una mujer lo mire como hombre, una de sus profesoras se muestra interesada por él.
Novicio en esas lides después de una vida monacal, nuestro protagonista descubre que su súbito atractivo se debe a Bhagavati, la diosa en la que cree su amada, y tratando de conciliar su religión con lo que le está pasando, busca en compañía de esas dos bellezas una explicación.
Todo se complica cuando entra en su vida Akina, una monada oriental…

Bájatelo pinchando en el banner o en el siguiente enlace:  


Para que podías echarle un vistazo, os anexo los TRES primeros capítulos

1

Una mañana fría de otoño y con mi maleta a cuestas, planté mis pies en el patio principal del Trinity College. La magnificencia de ese lugar hacía más patente mi provincianismo y consciente de mis carencias, observé la estatua de Enrique VIII que presidía su gran puerta. No pude más que sonreír al ver la afrenta que unos estudiantes del siglo XIX habían hecho al sustituir su cetro por la pata de una silla, afrenta que el rector de entonces había dejado estar por sus evidentes simpatías republicanas y cuyos sucesores tampoco habían repuesto al considerarlo parte de la historia de la universidad.

            «La ciencia por encima de la política», medité mientras buscaba en el mapa donde estaba la secretaría para registrar mi llegada y que me asignaran una residencia donde vivir mientras durara mi estancia en esa ciudad. Entre mis virtudes no estaba ni está el ubicarme y hastiado de mi falta de orientación, pedí ayuda a un grupo de estudiantes que aprovechando una resolana tomaban el sol entre esos muros.

―Admisiones está en el área oeste― contestó escuetamente uno de ellos.

La fortuna quiso que me la señalara con su dedo porque de no ser así su información me hubiese resultado completamente inservible y dando las gracias, me dirigí con mi equipaje a ese lugar.

«¿Qué coño hago aquí?», me dije apabullado por sus paredes de piedra negra mientras deseaba nunca haber salido del pueblo perdido en mitad de Palencia donde había nacido y donde todavía vivían mis padres.

Era y me sabía pueblerino. Por eso todavía no comprendía el haber aceptado la oferta de esa universidad para estudiar el master en ciencias aplicadas que impartía, cuando apenas había salido de mi provincia un par de veces.

«Fue mi viejo el que me empujó a aceptar», pensé parcialmente agradecido pero aterrorizado.

Y es que a pesar de no haber terminado primaria y ser un próspero agricultor que hubiese deseado que me ocupara de sus tierras, al llegar a la adolescencia me envió al seminario menor donde su hermano cura era profesor para que me educara.

―Los agustinos tienen el mejor colegio de la provincia y el saber es la mejor herencia que te puedo dar― recuerdo que decidió contra la voluntad de mi madre, aunque en su interior temía que me convirtiera en sacerdote.

De mi estancia allí guardo, además de mis mejores amigos, un grato recuerdo y reconozco que fui feliz a pesar de la escasa calefacción y de las maratonianas jornadas en las que no solo me obligaron a estudiar las asignaturas de secundaria y de bachillerato, sino también teología, latín y griego por si al final tenía vocación de servicio y seguía mis estudios en el seminario episcopal.

El sacerdocio me tentó, pero mi verdadero amor eran las ciencias. A mitad del último curso mi tío, que para entonces era el director, en una dura conversación me informó que no contaban conmigo porque sabían que nunca me realizaría como persona tras la sotana negra de un fraile agustino.

―Tu mundo está ahí fuera. Tienes un cerebro privilegiado, pero Dios no te ha llamado a su servicio. Es menor que vayas a la universidad. La iglesia necesita seglares doctos y con fe que sepan compaginar la ciencia con sus enseñanzas― fue el resumen de esa charla en la que hablando en plata me echó de la orden en la que me había educado.

Confieso que caí en una especie de depresión al no saber qué iba a ser de mi vida. Había planeado estudiar una carrera bajo el paraguas de San Agustín y tuvo que ser nuevamente mi viejo el que me impulsara a seguir, al decirme lo que ya sabía:

―Hijo, mi hermano tiene razón y no solo por tu predilección por la física. O crees que no me he dado cuenta de cómo miras a las mozas. El celibato no está hecho para ti. Termina tus estudios, búscate una novia, cásate y sé feliz.

Los siguientes cuatro años los pasé levantando la mirada de los libros solamente para hacer ejercicio. Actuando de anacoreta, mi rutina fue ir a clase, explotarme en el gimnasio y la mesa del colegio mayor donde estudiaba hasta altas horas de la noche. Tanta dedicación rindió sus frutos. Con veintidós años y número uno en las carreras de física y química, me convertí en profesor asociado de la universidad palentina.

Reconozco que estaba cómodo en ese puesto. Mi vida era sencilla y mis gastos mínimos. Aunque estaba mal pagado, conseguí ahorrar y tras tres años de docente, comprendí que debía dar un salto y hacer un master o un doctorado. Asumiendo que mi curriculum era estupendo, escribí a las universidades más prestigiosas de Europa, aunque en mi interior temiera que al final acabaría como doctor de alguna institución española. Para mi sorpresa, el Trinity College se mostró interesado y me ofreció una beca parcial para estudiar ahí. Beca a la que sumando mis ahorros me permitía vivir modestamente mientras durara.

― ¿Your name? ― escuché que me decían, sacándome de la ensoñación.

―Manuel Parejo― contesté mientras extendía a la secretaria una carpeta con mi inscripción.

La funcionaria revisó los documentos y tras echar un vistazo a mi solicitud en el ordenador, me informó que el departamento de admisiones me había buscado alojamiento en el Angel Court. Confieso que me alegró oírlo al saber que esa residencia estaba ubicada a espaldas del edificio donde me encontraba, pero más aún cuando me recalcó que habían tomado en cuenta mi petición de compartir la habitación con otra persona.

«Me ahorro una pasta», suspiré dadas las exorbitantes tarifas semanales que una individual supondría para mi maltrecha economía y firmando la retahíla de papeles que me puso enfrente, salí campante hacía mi nueva morada. Los quinientos metros de caminata no menguaron en absoluto mi ilusión y por ello al llegar frente a esa hospedería no me importó que sus muros fueran de ladrillo ni lo deteriorado de su aspecto.

«Espero que mi compañero de cuarto sea discreto y que no monte juergas todas las noches», me dije recordando la fama de bebedores empedernidos de los ingleses.

Al entrar en el que sería mi hogar durante los siguientes años, me alegró comprobar que su interior sin ser lujoso era suficiente y ya con la llave en mi mano, me dirigí hacía mi habitación. Abriendo su puerta, descubrí que no había nadie en su interior y como sobre una de las camas había un portátil, me apropié de la que estaba libre. Estaba todavía desempacando la ropa cuando un ruido me hizo girar y me encontré cara a cara con una especie de neandertal de dos metros.

― ¿Manuel? – al ver que asentía, se presentó como Hans Bülter con un marcado acento alemán.

 El animal aquel resultó ser un tipo encantador que me ayudó a colocar las exiguas pertenencias que había traído en las baldas de mi armario y no contentó con ello, me animó a acompañarlo al “lunch” para así presentarme al resto de los estudiantes allí alojados. Aunque no me apetecía nada, comprendí que no debía ser huraño y accediendo a su invitación, le seguí hasta el restaurante de la residencia. Ahí comprobé que no desentonaría entre esos “nerds” cuando, tras las pertinentes presentaciones, la conversación rápidamente se centró en la última publicación de Nature donde incluían entre los diez investigadores más importantes de nuestros días al polémico científico chino He Jiankui.

―Es una vergüenza― alzando su voz mi compañero señaló: ―Ese capullo se cree Dios. Me parece que, en vez de ser alabado, debía ser enjuiciado por atreverse a modificar los genes de unos bebés con el único objeto de su gloria personal.

Esa posición era la mía debido en gran parte a mis creencias religiosas, pero asumiendo que al ser nuevo era mejor mantener un perfil plano, me quedé callado observando. La gran mayoría de los contertulios opinaba diferente y creía que la ciencia debía de progresar sin que las cuestiones morales fueran un parapeto. Ese pensamiento tan en boga en nuestro siglo me causaba resquemor al saber que sin ese freno y llevándolo hasta el extremo, la ciencia genética podía crear los perversos instrumentos que dividieran a la humanidad entre hombres y superhombres.

Estaba a punto de intervenir cuando Naya Prabhu, una monada de origen hindú señaló ese peligro y puso de ejemplo el sistema de castas tan presente todavía en su país.

―Si siendo genéticamente iguales existen esas barreras sociales, imaginaos lo que ocurriría si los ricos pudiesen encargar bajo carta su descendencia. Olvidaros de que solo pidieran hijos libres de enfermedades hereditarias, exigirían que fueran más inteligentes, más guapos y fuertes que los demás.

La certeza de ese planteamiento y la intensidad con la que lo expuso hizo dudar a muchos, pero ese no era mi caso dado que concordaba con ella y mientras el resto de los ahí reunidos se lanzaba a discutirlo, yo me dediqué a observarla totalmente embobado:

«Es preciosa», me dije recorriendo con la mirada su pequeño pero atractivo cuerpo. Y no era para menos, dotada por la naturaleza de unos atributos visibles a pesar del recatado Sari que llevaba puesto, lo más impresionante de ella eran los ojos negros que dotaban a sus rasgos de una profundidad que jamás había visto.

Ajena al minucioso examen al que la estaba sometiendo, la joven defendió sus ideas con brillantez y mientras yo caía metafóricamente a sus pies, al cabo de unos minutos inclinó el sentir mayoritario hacia sus posiciones.

― ¿Tú qué opinas? ― mirándome preguntó al ser el único que no había hablado.

Acomodando mis ideas, contesté:

―No seré yo el que demonice las investigaciones tendentes a descubrir y emplear los genes con el objeto de prevenir enfermedades. Pero coincido contigo en que habría que legislar para impedir que en nombre de la ciencia se acepte como ético el eugenismo. Considero un peligro que se utilice el genoma como medio para crear o mejorar las razas porque eso conllevaría una dictadura como nunca se ha visto en la historia de la humanidad. Nunca estuve de acuerdo con la sofocracía, el gobierno de los sabios que pregonaba Platón y menos lo estaría con el poder que adquirirían esos superhombres genéticamente modificados sobre el resto de los humanos.

―Perdona Manuel, ¿cuál es tu especialidad? Creía que habías dicho que eras físico― dijo alucinada al escuchar que incluía a ese filósofo griego en mi exposición.

Habituado a que la gente se extrañase con mis conocimientos más allá de las ciencias, repliqué muerto de risa:

―Soy físico y químico, pero me considero ante todo enciclopédico y no limito mi saber a ninguna materia… todas me interesan.

El respeto que intuí en su mirada me hizo ruborizar y volviendo a mi mutismo inicial permanecí al margen de la discusión hasta que el camarero con la comida la dio por terminada y los hambrientos se lanzaron sobre sus viandas como si realmente estuviesen buenas, cuando en la realidad parecían elaboradas por un cocinero militar.

«Es comida cutre de rancho», aludiendo a la que antiguamente servían en la mili, pensé haciendo verdaderos esfuerzos por tragar el mejunje que tenía en mi plato.

Supe que no era el único que pensaba que estaba asqueroso cuando la hindú me insinuó que le gustaría otro día ir conmigo a comer a otro sitio y así seguir con la conversación. Colorado hasta decir basta, accedí a acompañarla el viernes después de clase a un restaurante mientras mi mente no asimilaba que una mujer como aquella deseara conocerme mejor.

Su propuesta no pasó desapercibida a Hans y aprovechando que la morena se levantaba por agua, me susurró al oído que parecía que había impresionado a Sor Naya.

― ¿Es monja? ― pregunté alucinado por el pequeño porcentaje de sus compatriotas que eran cristianos.

―No― desternillado respondió el teutón: ―La llamamos así porque nadie ha conseguido acercarse a ella más allá de lo académico. Consiente de su belleza, alza una muralla infranqueable ante el ataque de cualquier incauto que intente algo romántico con ella.

Engullendo otro trozo de ese potingue, me quedé pensando en mí y en mi reluctancia a todo lo sentimental:

«En lo físico no le llego a los zapatos, pero en lo raro seguro que la gano», murmuré entre dientes sin reconocer a mi nuevo amigo que con veinticinco años jamás había estado con una mujer…

2

Esa misma tarde, todos los recién ingresados en esa universidad teníamos un acto con el rector, o como le llaman ahí con el Master, que actualmente desempeñaba Sally Davies una eminencia en medicina. Sabiendo que estaban también invitados el resto de los alumnos, pregunté a Hans si me acompañaba:

―Ese coñazo solo lo soportan los nuevos por obligación y los interesados en quedarse como profesores en un futuro, por interés. Como todavía no hemos empezado las clases, si quieres te espero en el pub― declinando el ofrecimiento, el enorme rubio contestó.

Solo y con un cuaderno bajo el brazo, me encaminé hacia el salón de actos. Para mi sorpresa éramos apenas una treintena los ingenuos que nos habíamos reunido ahí para escuchar las palabras de bienvenida de esa mujer. Mi timidez me hizo sentarme en quinta fila sin nadie a mi alrededor y desde ahí reparé en que al igual que yo, la gente se había distribuido por los asientos sin formar grupos.

«Se nota que son nuevos», me dije al no ver a nadie charlando.

Acababa de abrir mi cuaderno cuando vi que Naya entraba y que, tras dar un vistazo a la concurrencia, se dirigía hacia mí. No me había repuesto de ello cuando me preguntó si podía sentarse a mi lado.

―Por supuesto― respondí levantándome.

A la recién llegada le hizo gracia mi reacción y posando su mano brevemente en la mía, rogó que tomara asiento luciendo una sonrisa que hizo palpitar aceleradamente mi corazón. Con el recuerdo de sus dedos ardiendo en mi palma, me senté y miré hacia el estrado temiendo que si la miraba esa monada advirtiera la atracción que sentía por ella.

―Cuéntame, ¿qué posgrado vas a cursar? ― perturbando el poco entendimiento que me quedaba, quiso saber.

―Un master en Ciencias aplicadas, pero exactamente hasta que no conozca a mi tutor no sé en qué― reconocí.

― ¿Quién va a ser el profesor que te dirija? ― insistió interesada.

―Harry Bell― respondí mientras evitaba mirarla a los ojos al saber que corría el riesgo de hundirme en ellos.

Mi respuesta le hizo gracia y mientras el grueso de los profesores entraba en el salón, acercó su cara a mi oreja y me susurró que entonces no veríamos a menudo ya que ese catedrático la había nombrado su ayudante. No supe discernir si eso era una buena noticia o por el contrario funesta al oler el aroma que desprendía y que reconocí como jabón de niños. Asumiendo que venía recién duchada, no pude más que visualizarla desnuda bajo el agua y por vez primera en muchos meses, esa imagen me excitó.

―Siempre es bueno conocer a alguien― contesté temblando como un flan.

Mi nerviosismo no le pasó inadvertido y no queriendo incomodar, se quedó callada el resto del acto. Eso me permitió atender a la rectora y reconozco que me interesó su charla porque haciendo un homenaje a su antecesor Sir Gregory Winter, tras los típicos saludos, centró su discurso en la evolución del estudio de los anticuerpos en la medicina. Siempre me había gustado la forma en que nuestro cuerpo reaccionaba a los patógenos externos, por ello entusiasmado atendí y disfruté del novedoso planteamiento que el antiguo rector había plasmado en sus escritos.

Al terminar la muchacha me preguntó que me había parecido esa conferencia.

―Solo alguien muy inteligente es capaz de resumir en media hora la obra de toda una vida― respondí realmente impresionado por el análisis realizado por la señora Davies.

―A mí también me maravilla esa mujer― confesó para a continuación decirme si me apetecía un café.

Dudé si aceptar ya que había quedado con Hans, pero al enterarme que íbamos al pub donde sin lugar a equivocarme ese alemán llevaría unas cuantas pintas de cerveza me quedé sin excusas y accedí.

Al llegar al local el destino quiso que mi compañero estuviera enfrascado en una partida de dardos y desconociendo cuál era su mesa, nos sentamos en la única vacía donde ella se pidió una coca cola y yo un café.

― ¿Qué hace un español tan lejos del sol? ― me preguntó a modo de entrada.

―Morirme de frio― haciendo aspavientos de que estaba helado, repliqué.

―Te comprendo. Aunque llevo cinco años aquí, todavía no me he acostumbrado a su cielo encapotado ni a su permanente llovizna― dijo quejándose también ella del clima inglés.

Esa confidencia me permitió imitarla:

― ¿Qué hace una hindú tan lejos de casa?

―Huir de mis padres― riendo contestó: ― En la India, me sentía encorsetada por mi etnia y no me quedó más remedio que venir a Gran Bretaña.

Algo me dijo que esa mujer debía de pertenecer a una de las castas privilegiadas y metiéndome en donde no me llamaban pregunté si era chartria o vaishia. Mi pregunta la cogió desprevenida y en vez de contestar, me dijo cómo era posible que las conociera.

―Ya sabes, soy una enciclopedia andante― recordando la conversación en la que nos habíamos conocido, respondí.

―Pues te equivocas completamente― riendo encantadoramente comentó: ―Soy Nair.

― ¡Una adoradora de serpientes! ― exclamé sin poder contener mi lengua haciendo referencia a que ese minúsculo grupo adoraba como guardiana de su clan al reptil que los católicos identifican con el pecado original.

 Mi exabrupto no la molestó y riendo me reconoció que era así, pero que no me preocupara dado que estaba prohibido el tener cualquier tipo de animal en la residencia y que en su familia llevaban generaciones sin practicar el Sambandam.

―Ahí me has pillado, no sé qué es― confesé atolondrado al ver su pícara mirada.

―Mi estimado amigo reconoce su ignorancia― resaltó y sin dejar de sonreír, me explicó que era un tipo de matrimonio informal por el cual las mujeres de su etnia tenían permitido tener varios maridos: ―Los ingleses lo prohibieron, pero aun así en el campo se sigue haciendo.

Esa información cuadraba con lo que sabía de ellos y dado que eran de las pocas sociedades donde se regían por matriarcados y donde la mujer era la que daba el linaje, solo se me ocurrió decir que llegado el momento no me importaría que mis hijos se apellidaran como ella. Me arrepentí nada más decirlo. Pero Naya en vez de tomárselo en plan tremendo, con sus mejillas coloradas, me respondió que todavía era pronto para una oferta como esa y que, de ir en serio, antes de nada, debía de recibir la aceptación de su gurú.

Juro que no sabía dónde meterme al darme cuenta de que en mi desconocimiento había propuesto matrimonio a esa preciosidad el mismo día en que nos había conocido y lo que era más importante, que no había rechazado de plano la idea.

―Dime cuándo y dónde me vas a presentar a tu maestro espiritual― lanzando un órdago a la grande musité no muy seguro de su respuesta   

―Para aceptar ser tu premika, debo conocerte antes― con rubor dibujado en su cara, respondió mientras tomaba mi mano.

Alucinando por ese gesto, reservado únicamente a los más cercanos de la familia o a los novios en su educación, supe que no le desagradaba la idea y al contrario de lo que hubiese hecho con una occidental, me abstuve de besarla y únicamente entrelacé mis dedos en los suyos.

― ¿Sabes que en mi pueblo todo el mundo supondría que estamos prometidos si nos ven así? ― insistió sin soltarme.

― ¿Te importa?

―No. Al contrario, me gusta― con una coquetería innata, susurró y mientras miraba mi reacción, prosiguió: ―Es la primera vez que a un hombre lo siento tan cercano.

Nuevamente me dieron ganas de unir mis labios a los suyos y solo el conocer lo impúdica que resultaba esa costumbre para los hindúes, evitó que la besara. En su lugar, retiré la mano y llevándola a su mejilla, la acaricié sin prever que ese honesto mimo provocara su turbación y me dijera que no eran decente que dos novios se mostraran tan cariñosos en público.

Me quedé petrificado al comprender que ya se consideraba mi novia, pero aún mucho más al observar bajo su sari que dos pequeños montículos la delataban y que lejos de molestarla, con ese mimo se había excitado. Por eso regalándole una última caricia, le pedí permiso para volverla hacer cuando estuviésemos solos.

―No tengo que darte lo que ya es tuyo― musitó con una mezcla de alegría y de vergüenza mientras me tomaba nuevamente de la mano.

En ese momento, Hans llegó quejándose de lo tramposos que eran los ingleses y preguntando si quería algo de beber. Dando su lugar a Naya, la dije si tenía prohibido el alcohol. Al contestar que no, pedí un whisky.

― ¿No vas a pedir otro para tu adorada fiance? ― usando la denominación francesa que los británicos habían adoptado como propia, comentó.

El gigantón se dio la vuelta al oírla y viendo que tenía sus dedos entre los míos, soltó una carcajada diciendo:

―No me puedo creer que, en unas pocas horas, Manuel haya conseguido los que los demás llevábamos intentando desde que llegaste a la pérfida Albión.

―Tuvo que llegar un caballero y no un patán― desternillada de risa, alzó orgullosamente nuestras manos dejando de manifiesto que no le importaba que su círculo cercano supiera lo nuestro.

            Hans en vez de quejarse por el insulto, se rio y me rogó que nunca le pidiera que le presentara a su hermana dado mi éxito con las féminas.

―Puedes hacerlo, Manuel sabe de lo que es capaz una Nair celosa si siente que ha sido traicionada.

 No tuvo que decir nada más, con eso bastaba. Sabía por los libros de historia lo belicoso que había sido su pueblo durante la conquista de la India por los británicos y que estos solo habían conseguido apaciguarlos al incorporar a todos los hombres de su etnia al ejército inglés. Pero por si no me había quedado claro, Naya acercó sus labios a mi oído y me dijo:

―No me gustaría que en un futuro no pudieses darme descendencia.

Con mis huevos encogidos tras esa nada sutil amenaza, contesté que no se preocupara al ser yo hombre de una sola mujer. Su cara se iluminó al escucharlo y cerrando mi boca con un dedo, me informó que mientras nos íbamos conociendo tenía prohibido intimar con otra.

El que usara el verbo intimar y no coquetear reveló que se refería sexualmente y sin reconocer que era virgen, le prometí no hacerlo asumiendo que, si en veinticinco años nunca había estado en la cama con una mujer, era imposible que bajo la estricta supervisión que suponía iba a efectuar sobre mí lo hiciera.

Posando su cabeza en mi hombro, susurró:

―Estoy deseando que nos quedemos solos y así volver a sentir tus yemas recorriendo mi mejilla.

Lamenté haber pedido las copas, por lo mucho que me apetecía hacerlo…

3

Ya en la residencia, la acompañé hasta su puerta y viendo que no había nadie por los pasillos, tímidamente la abracé. Naya no solo se dejó rodear entre mis brazos sino poniendo su cara en mi pecho, se pegó a mí con fuerza mientras me decía que no pensara nada malo de ella, pero que necesitaba sentir mi contacto. Confieso que no supe cómo actuar cuando de repente noté que, sin levantar su cara, comenzaba sutilmente a restregar su cuerpo contra el mío.

―Soy inmensamente feliz de haber sido la primera en advertir la mirada honesta que se escondía tras tus gafas― murmuró mencionando mi miopía.

La actitud de la hindú me sorprendió y más cuando descaradamente buscó mi excitación frotando mi entrepierna con su sexo. Quizás por eso, bajé mi mano por su espalda:

―Un hombre no puede tocar a una mujer hasta que su gurú se lo permita― me rogó mientras ella intentaba incrementar mi incipiente erección con lentos pero constantes movimientos de su cadera.

Anonadado porque esa ley no le afectara a ella, únicamente murmuré que, si seguía rozando así mi virilidad, terminaría corriéndome.

 ―Eso quiero y anhelo― replicó con su respiración entrecortada prueba irrebatible de que también ella se estaba viendo afectada por esas imprevistas, pero deseadas, maniobras.

―Estás loca― susurré mientras le acariciaba la mejilla al saber que era lo único que no me estaba vedado.

Al sentir mis yemas recorriendo su cara, sollozó y con más fuerza, restregó su pubis contra mi dureza mientras me imploraba que no fuera flor de un día y que al día siguiente ella siguiera siendo mi premika.

―Eres todo lo que un hombre puede desear― con sinceridad contesté al percatarme de los sentimientos que esa monada hacía aflorar en mí sin importarme que ese nombre solo se pudiera usar con los ya comprometidos.

Mis palabras la azuzaron más si cabe. Mirando a su alrededor, descubrió una silla y me obligó a sentarme en ella.

― ¿Qué vas a hacer? ― pregunté al ver que se subía a horcajadas sobre mí.

―Satisfacer a mi amado novio y que esta noche solo sueñe conmigo― declaró mientras hacía resbalar mi pene entre sus piernas.

Esa posición hizo que, a pesar del sari, sus pechos rebotaran contra mi cara y deseando hundirla entre ellos, comprendí que si lo hacía ella lo vería como una perversión y por ello preferí cerrar los ojos.

―Diosa escucha a tu hija y permite que este hombre sea digno de ti― escuché que rezaba mientras seguía masturbándonos a ambos sin que yo pudiese hacer nada por favorecerlo.

De improviso, Naya se corrió dando un largo y prolongado gemido.

―Gracias, Devi por apiadarte de tu sierva― rugió mientras su placer se filtraba a través de la tela mojando mis pantalones.  Tras lo cual y sin importarle mi erección, riendo se bajó de la silla y desde la puerta de su habitación, dijo que me vería al día siguiente al tiempo que me lanzaba un beso con la mano.

Con un cabreo de narices y un calentón de las mismas proporciones llegué al cuarto que compartía con el teutón. Este al verme entrar, me atosigó a preguntas respecto a mi secreto porque en su vida había visto algo igual.

―No te entiendo – respondí.

Creyendo que mi respuesta era una forma de salir por la tangente, Hans rectificó y directamente me preguntó si la había hipnotizado. Al comprender que podía ir en serio, me escandalicé y con ganas de partirle la cara a pesar de su tamaño, repliqué que si me creía tan inmoral de hacer algo así.

―Perdona, pero es que jamás había visto un cambio así en una persona. Conociendo la mala leche con la que reaccionaba cuando alguien tonteaba con ella, hicimos apuestas al terminar de comer sobre si antes del fin de semana te iba a dar una cachetada o por el contrario se iba a mostrar magnánima y solo te montaría un escándalo.

― ¿Tú por cuál apostaste?

―Por el bofetón― descojonado respondió.

― ¿Nadie creyó en mí?

Sonriendo, contestó a mi pregunta:

―Si tu madre hubiese conocido a Naya antes que tú, tampoco ella hubiese apostado por ti.

― ¿Tan borde era con sus pretendientes? ― insistí sin reconocer en la mujer que describía a la dulzura hecha carne que para mí representaba Naya.

―La obsidiana siendo el material más filoso del mundo natural, es una aprendiz al lado tu novia en lo que respecta a dar cortes.

―Exageras― mascullé totalmente incrédulo.

―No lo hago. Si quieres mañana te presento a Pierre, un francés al que le lanzó un cubo de agua por encima por decirle lo guapa que estaba una mañana. O a John, uno de sus compañeros al que ridiculizó en mitad de la clase tras cometer el pecado de regalarle una rosa roja el día de San Valentín. Lo creas o no tu preciosa novia sacaba las uñas y arañaba en cuanto sentía que invadían su espacio… No comprendí que te invitara a comer cuando por menos ella hubiera saltado al cuello del que se lo propusiera, pero menos aún su cara de alegría en el pub cuando os vi haciendo manitas.

Admitiendo que nada ganaba al mentir, supe que esas anécdotas eran ciertas y eso me hacía más difícil el comprender tanto su comportamiento como el mío propio.  Si ella había evitado cualquier acercamiento antes de conocerme, mi caso era todavía más extraño. No solo no había coqueteado con ninguna, sino que había hecho todo lo posible para que no lo hicieran conmigo hasta llegar ella.

«He permanecido encerrado en mi caparazón», me dije mientras rememoraba las caricias que habíamos compartido y que chocaban frontalmente con lo aprendido en el seminario.

 Temblando de miedo al sentir que estaba traicionando mis creencias, hallé consuelo en una reflexión de su santo fundador:

“Ama y haz lo que quieras. Si guardas silencio, hazlo por amor; si gritas, hazlo por amor; si corriges, corrige por amor; si perdonas, perdona por amor; si la raíz es el amor profundo, de tal raíz no se pueden conseguir sino cosas buenas”.

Con esas frases en la mente, me fui a la cama y cerrando los ojos intenté dormir. Por extraño que parezca después de tantas emociones, no tardé en conciliar el sueño, pero fue una vana ilusión ya que en seguida mi cerebro me jugó una mala pasada y me vi soñando con una serpiente que se acercaba a mí.

Curiosamente no sentí miedo mientras observaba cómo se iba enroscando en mi cuerpo. Su tacto suave me recordó a Naya y quizás por ello, sentí su mortal abrazo como algo deseable sin importarme que al presionar mi pecho me estuviese asfixiando.

― ¡Diosa! ― murmuré entre sueños rememorando el grito de la hindú al correrse.

El aire comenzó a fluir en mis pulmones al invocarla mientras sus anillos dejaban de comprimirme y como si estuviera dotada de manos, la deidad me comenzó a acariciar. Contra mi voluntad, el roce de su piel despertó mi miembro dormido.

―Mi heraldo― escuché que siseando me decía acercando su cabeza a mi cara.

La voz del reptil era la de Naya y sin comprender lo que ocurría, fui testigo de su transformación. Las verdes pupilas de la serpiente se fueron oscureciendo y alargándose adoptaron una forma humana que no recocí. Fue al menguar su mandíbula mientras sus pómulos crecían cuando las semejanzas me hicieron saber que me hallaba ante ella.

―Ámame – me exigió.

Sin importarme que su cuerpo siguiera siendo el de un reptil, comencé a recorrer sus anillos con mis dedos para descubrir que ahí donde la tocaba, las escamas desaparecían convirtiéndose en piel.

―Tómame― insistió mientras ante mi asombro le empezaron a crecer unos diminutos brazos, brazos con los sin esperar a alcanzar su tamaño, me acariciaron el pecho.

La dulzura de ese ser, mitad serpiente mitad mujer, al tocarme me terminó de excitar y cuando de su cuerpo brotaron dos duros y oscuros pechos, llevé mi boca a ellos.

―Adórame― silbó la diosa al ver que mamaba de ella.

Como su más ferviente lacayo, sentí que mi deber era amarla y con más ahínco lacté de esos senos que en mi mente eran los de mi premika.

―Soy Bhagavati, no mi sacerdotisa― revelando quien era, murmuró mientras su lengua bífida jugaba en mi oreja.

Aunque nunca había oído su nombre, comprendí que me hallaba frente a la deidad que los Nair veneraban y sintiéndola como algo mío, busqué en ella los besos que Naya me había vetado. Al contrario que la hindú, la diosa no rehuyó mis labios y mientras la besaba, noté cómo se abría un orificio en uno de sus anillos y cómo ese mitológico ser introducía mi pene en él.

El sueño se convirtió en pesadilla al desaparecer la parte humana y verme amando únicamente a la serpiente.

―Por favor― grité aterrorizado con ese acto contra natura.

Las risas del ofidio resonaron en mi cerebro mientras esparcía mi simiente en su interior…

Relato erótico: “Traición en Brasil” (POR XELLA)

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Estaba cansada. Llevaban cinco horas de viaje y aun les quedaban otras tantas, pero cruzar el charco lleva su tiempo…
 
Su hermana se había dormido, así que ni siquiera tenía con quien hablar. Por lo menos los asientos de primera clase eran comodísimos.
 
– Nuria… – Dijo, tocando suavemente el hombro de su hermana.
 
– Nmmhh. –  Se revolvía ella, molesta por haberla despertado. – ¿Qué quieres? – Se frotaba los ojos, desperezandose. – ¿Hemos llegado ya?
– Más quisiera… Queda casi la mitad todavía…
 
– ¿Y para que me despiertas?
 
– Por que tu tienes la mochila con el entretenimiento. Las revistas ya me las he acabado.
 
Nuria agarró la mochila y se la tiró con enfado.
 
– Ahí tienes. Y ahora dejame dormir.
 
Y diciendo eso se recostó otra vez sobre el asiento y se preparó para dormirse de nuevo. Lydia saco una maquinita de la bolsa y comenzó a jugar al tetris. Adoraba ese juego, no podría contar cuantas horas había estado delante de la pantalla oyendo la repetitiva banda sonora, no tenía ni que pensar, jugaba por pura inercia.
 
Entre pantalla y pantalla veía a su hermana pequeña dormir a su lado. Eran bastante diferentes, Lydia era rubia, alta, ojos azules y un cuerpo bastante delgado, había salido a su madre, una belleza del norte de Europa. En cambio Nuria era morena, bajita y tenia las curvas más marcadas que su hermana. Ella había salido a su padre.
 
Tenían 25 y 27 años y habían decidido darse un capricho y pasar unos días en Copacabana. Ninguna de las dos trabajaba pero sus padres tenían suficiente dinero como para permitirse viajar en primera. Su padre era un diplomático español, tenia muchas relaciones comerciales con los países del norte de Europa y allí, en Noruega concretamente, es donde conoció a su madre.
 
Las dos hermanas siempre se habían llevado bien. Nuria siempre había estado algo celosa de Lydia, pero nada grave, cosas de hermanas, así que para celebrar que la pequeña había acabado sus estudios habían decidido hacer ese viaje.
 
Seguro que se lo pasaban genial. Lydia estaba deseando ver las interminables playas de Brasil pero, para ello, todavía le quedaba un viaje interminablemente aburrido en el avión.
 
Se enfrascó en el juego hasta que se aburrió de él y luego dio una cabezada hasta que notó como el avión aterrizaba.
 
– ¡Qué calor! – Exclamó Nuria mientras salían con las maletas.
 
– Estoy deseando llegar al hotel y darme una buena ducha.
 
– ¡Y a la playa!
 
– ¡Sí! – Tengo ganas de tirarme en el sol, ¡vamos a salir de aquí negras!
 
– Mira, allí está nuestro chófer.
 
Lydia miró donde señalaba su hermana. Ese hombre no se parecía en nada a la idea que tenía ella de lo que debía ser un chófer. Desaliñado, algo sucio, el pelo sin peinar, barba de tres días… Pero tenía un cartel en el que se leía: Hermanas Barahona. No había duda, las estaba esperando a ellas.
 
Se acercaron al hombre y este no comprendía su idioma. Por señas les indicó que se montasen al coche, que las llevaría al hotel.
El coche era realmente una pequeña furgoneta que estaba tan limpia como su conductor. “Qué remedio, espero que el viaje sea corto” Pensaba Lydia. Y lo fue. Por lo menos la parte que recordaba.
 
El hombre comenzó a callejear, a las chicas les dio la sensación de que estaba dando vueltas al mismo sitio y, cuando se lo hicieron saber, notaron como alguien las agarraba desde la parte de atrás del asiento y les tapaba la boca con un trapo.
 
Lydia abrió los ojos, mareada, no sabía donde estaba. Tenía frío y le dolía el cuerpo. El lugar estaba tan oscuro que no podía ver nada, ¿Qué había pasado?
 
Intentó moverse pero no lo consiguió, tenia las manos atadas. Comenzó a asustarse, ¿Donde estaba Nuria?
 
Escucho un ruido tras ella, alguien agitandose.
 
– ¿Nuria? – Preguntó insegura.
 
– ¡Lydia! ¿Qué ha pasado?
 
– N-No lo se… Recuerdo que íbamos camino al hotel y entonces…
 
– ¡Oh, mierda! ¿Nos han secuestrado? ¿Qué nos van a hacer?
 
Nuria parecía asustada, y no era para menos, pero Lydia era la mayor, tenía que mantener la calma por las dos.
 
– No te preocupes, habrá alguna manera de salir de esta… Cuando papá vea que no hemos llegado al hotel empezará a mover hilos, estos cabrones acabarán entre rejas…
 
Y, aunque lo decía con convicción, sabía que no iba a ser así. Su padre las buscaría, claro que sí, pero no creía que las fuesen a encontrar fácilmente y, si lo hacían, podían tardar semanas en las que no sabían lo que podían hacer con ellas…
 
Un ruido las sobresaltó. Se estaba abriendo una puerta en la sala, y había entrado alguien. Lydia oía los ruidos a su espalda y no veía nada, pero podía suponer que Nuria estaba de frente a la puerta por como había empezado a temblar.
 
– Vaya vaya, que tenemos aquí. – Dijo una voz de mujer. – ¿Mis dos cachorritas se han despertado ya? – La mujer hablaba con el tono con el que se habla a un niño pequeño lo que, sin saber por qué, ponía más nerviosa si cabe a Lydia.
 
Se oyeron pasos, la mujer se acercaba a ellas, estaba observándolas. Comenzó a rodea las y, desde su posición en el suelo, Lydia solo fue capaz de ver unas botas altas con tacón de aguja y una larga melena pelirroja en una alta cola de caballo. Llevaba algo en la mano, una especie de látigo pero más corto. Lydia se estremeció de terror mientras se arrojaba como podía al cuerpo de su hermana.
 
La mujer se agachó ante Nuria y la agarró del pelo para levantarme la cara.
 
– ¿Habéis dormido bien?
 
– ¿Q-Qué queréis de nosotras? – Preguntó la rubia, asustada, intentando desviar la atención de su hermana.
 
– Creí que se os había comido la lengua el gato. – Contestó con sorna. – De momento poca cosa, primero nos vais a ayudar a grabar un pequeño vídeo para vuestro padre.
 
“¿Un secuestro?” Pensó Lydia. “Bueno, entonces tendrán que mantenernos ilesas si quieren cobrarlo.” Ese pensamiento la tranquilizó.
 
– Después… – Continuó la mujer – todo dependerá de vuestro padre. Y ahora levantaos, tenemos cosas que hacer.
 
Las dos hermanas obedecieron no sin dificultad, estando atadas como estaban era bastante complicado. Durante el proceso, vieron que tenían unos grilletes en los tobillos, les permitían andar pero con dificultad.
 
Las chicas echaron un vistazo al la sala. En la puerta había dos hombres enormes, con los brazos cruzados y expresión seria. Lydia supuso que no debía contrariarles demasiado si no quería probar su mal genio. A su lado estaba su hermana, con la misma pinta de asustada que debía tener ella y, frente a ellas, la mujer pelirroja.
 
Estaba ataviada con una ajustada falda de cuero negro y una blusa blanca y, como había visto antes, unas botas altas y una especie de látigo corto. Por su apariencia no debía ser mucho mayor que ellas, como mucho 30 años.
 
Los hombres se las acercaron por detrás y comenzaron a quitarles sus ataduras. Al librarse de ellas, notaron sus muñecas y tobillos doloridos.
 
– Espero que seáis unas niñas buenas y no nos deis problemas, mientras mejor os porteis, antes acabaremos. – Lydia estaba decidida a acabar con eso cuanto antes. – Ahora, desnudaos.
 
La orden las pilló de improviso, ¿Para que las querían desnudas? Si era un video pidiendo rescate no hacia falta tal humillación…
 
– ¿No me habéis oído? – El látigo chasco fuerte en el suelo frente a las hermanas.
 
Asustadas y mirándose la una a la otra, comenzaron a despojarse de sus ropas.
 
– Todas. – Apuntó la mujer cuando se detuvieron al llegar al la ropa interior.
 
Continuaron hasta quedarse completamente desnudas.
 
– Qué tenemos aquí… – La mujer se acercó al ellas. – ¿Mis cachorritas venían a portarse mal a Brasil? – Comentó, llevando la mano al coño de Lydia y tirando de los pocos pelos que quedaban en su pubis cuidadosamente depilado.
 
La chica dio un pequeño grito y se apartó, viendo la cruel sonrisa que apareció en la cara de aquella mujer.
 
– Colocadles los collares. – Dijo ésta dándose la vuelta.
 
Inmediatamente las chicas se estremecieron cuando notaron como algo grande y frio les rodeaba el cuello. Los hombres las estaban poniendo una especie de grillete enorme al cuello, del que colgaban varias arandelas.
 
– Y ahora seguidme.
 
Las hermanas estaban lo suficientemente asustadas como para no desobedecer, así que siguieron a la misteriosa mujer por varios pasillos hasta que llegaron al una sala con una pequeña cámara montada en un trípode. Las hicieron arrodillarse frente a ella.
 
– Ahora vamos a grabar un pequeño video para vuestro padre, sed convincentes, mientras antes consigamos lo que queremos, antes seréis liberadas.
 
“¿Liberadas? ¡Estupendo!” Pensaba la hermana mayor. Esperaba que todo ese calvario acabase pronto.
– Sólo tenéis que leer lo que pone en los carteles.
 
La mujer se situó tras la cámara y, haciéndolas una señal, las indicó que debían comenzar a hablar.
 
– ¡Papa! – Comenzó Lydia. – N-No sabemos donde estamos, no sabemos quién es esta gente ¡pero nos harán cosas horribles si no haces lo que te piden!
 
Mientras leía, se le comenzaron a saltar las lágrimas. No les habían dicho nada de eso, pero suponía que no estaban mintiendo.
 
– De momento estamos bien, pero no sabemos por cuanto tiempo. Si quieres volver a vernos no pongas trabas, ¡Por favor, papa! Tenemos miedo.
 
El llanto impidió que Lydia pudiese seguir leyendo. Nuria estaba a su lado muda. Debía haber entrado en una especie de shock.
 
La mujer pelirroja debió pensar que con eso tenía suficiente, por que apagó la cámara y se llevó a las hermanas con ella. Las acompañó a una habitación con dos celdas, una para cada una, con un camastro y un orinal, y se fue, dejándolas allí solas, desnudas y encerradas.
 
Lydia se echó en su catre y se puso a llorar desconsoladamente, no podía aguantar más la presión. Se fijó en Nuria, también estaba en su cama sollozando. Se acercó a ella.
 
– Nuria… No te preocupes, todo saldrá bien.
 
Mientras se acercó al ella notó algo raro.
 
– Nuria… Te estás… ¿Riendo?
 
No estaba llorando, estaba riéndose, acurrucada en su celda y desnuda, ¡Estaba riéndose!
 
“Pobrecita, debe de ser algún tipo de reacción traumatica” Pensaba su hermana.
 
Nuria comenzó a incorporarse. La ligera risa que la hacía agitarse en la cama pasó a ser más ruidosa, y poco después se tornó en carcajada.
 
– ¿Estás bien? – Preguntaba la mayor.
 
– Mejor que nunca hermanita.
 
– ¿Como?
 
– No pensaba que todo saliera tan bien.
 
– ¿Todo? ¿De que estas hablando?
 
– Tu vida acaba aquí. Jamás volverás a ser la perfecta Lydia Barahona, la preferida, la mejor.
 
Lydia pensó que su hermana se había vuelto loca, demasiada tensión, demasiado miedo por la situación.
 
– Ahora solo serás un objeto. ¿Sabes quien es esta gente? ¿Sabes lo que hacen con las chicas que capturan? Las convierten en esclavas.
 
– ¿Estás loca? No me asustes, vamos a salir de aquí. Papá cumplirá sus exigencias y saldremos de aquí.
 
– Tu nunca saldrás de aquí, jamás volverás a ser libre. No hay manera de escapar.
 
– ¿Por qué hablas solo de mí? Estamos en la misma situación. – Lydia se estaba enfadando. Por mucho que a su hermana se le hubiese ido la cabeza, la molestaba que la hablase así, como si ella no estuviese en su misma situación.
 
– ¿No lo entiendes? Todo ha sido una trampa. Estás aquí gracias a mí.
 
– ¿Q-Qué?
 
– Estaba harta de vivir a tu sombra toda la vida. Lydia esto, Lydia aquello… ¡Siempre comparandome contigo! Hice un trato con estos hombres. Ellos querían algo de papá y yo quería algo de ellos. He tenido que fingir que me secuestraban a mi también para que resultase más real, pero ahora que han grabado el video ya no hace falta fingir.
 
Lydia miraba atónita a su hermana, no podía creer lo que estaba escuchando.
 
– Para nuestro padre, yo lograré escapar milagrosamente de las garras de estos terribles secuestradores, mientras que tú morirás en el intento. No se que pasará contigo, seguramente acabes trabajando en algún burdel barato de Brasil, o de cualquier otro país. A lo mejor te venden como esclava sexual a algún cartel de la droga. Sea como sea, tu vida como la perfecta Lydia Barahona a terminado.
 
La joven rubia no podía articular palabra, estaba sorprendida hasta tal punto que era incapaz de reaccionar. Su hermana, su pequeña hermana había hecho eso. Sabia que la tenia envidia, pero no esperaba que fuese tanta.
 
Entonces, dos hombres entraron en la sala, abrieron las celdas y sacaron a las mujeres a empujones de allí.
 
– ¡Eh! Tranquilitos, que ya ha acabado todo. – Decía Nuria, molesta por el trato.
 
Lydia seguía en shock. Se dejaba llevar a donde la quisieran llevar. Que resultó ser una sala algo más grande que la que había servido para grabar el video, pero que también disponía de una cámara.
 
Los hombres dejaron allí a las hermanas y se colocaron en la puerta.
 
– ¿Cuando recuperaré mis ropas? – Preguntó Nuria, pero los hombres estaban impasibles.
 
Unos segundos después, la mujer pelirroja entró en la sala pero daba la impresión de que las hermanas no estaban allí, fue directamente a la cámara y empezó a trastear con ella.
 
– ¡Ya era hora! –  Exclamó Nuria. – ¿Vamos a acabar ya con esta tontería?
 
La mujer hizo caso omiso del comentario, encendió la cámara y se puso delante.
 
– Agente 086, señorita Natalia. Procedo con el adiestramiento de la esclava n° 106: Lydia Barahona y de la esclava n° 107 Nuria Barahona, hermanas.
 
– ¡¡¿QUÉEE?!! – Gritó Nuria, avalanzandose sobre la mujer. – ¡Eso no es posible!
 
En seguida uno de los hombres se echó sobre ella deteniendola.
 
– Mpfff… Sueltamé… No podéis…
 
– Vaya, nos ha salido rebelde.
 
– ¡¿Qué crees que estas haciendo?!
 
– Mi trabajo. – Contestó la mujer, cortante. – Estoy aquí para haceros dos obedientes esclavas.
 
– ¡Ese no era el trato!
 
– Tu tenías tus planes, yo tenía los míos.
 
Nuria se revolvía en los brazos del hombre, intentando zafarse. Entonces Natalia se acercó y la retorció un pezón con fuerza.
 
– ¡Aaaaahh!
 
– Es hora de que vayas aprendiendo que aquí no tienes derecho a nada, perra. A partir de ahora eres nuestra, al igual que tu hermana y haremos lo que queramos con vosotras.
 
El hombre la obligó a arrodillarse ante la mujer.
 
– Debes aprender a guardar respeto a tus superiores. –  Continuó diciendo Natalia.
 
– ¿Respeto? Ptch. – Respondió Nuria, escupiendo a los pies de la mujer.
 
Un doloroso mordisco recorrió la espalda de la chica. Pero no había sido un mordisco, Natalia había lanzado el látigo en respuesta a la falta de respeto mostrada por la joven y éste había rodeado su cintura, restallando con toda su fuerza en la espalda de la chica que, debido al dolor, se inclinó hacia delante, cayendo al suelo ante la pelirroja.
 
– ¿Cómo te atreves? – Recriminaba esta. –  Tendré que enseñarte cuál es tu lugar.
 
Se agachó y tirandola del pelo condujo la boca de la chica al escupitajo que había lanzado a sus botas.
 
– ¡Limpialo! – Exigió.
 
– ¡No!
 
Natalia la lanzó a un lado y comenzó a lanzar latigazos a su desprotegido cuerpo. Lydia contemplaba la escena entre asustada y complacida. Asustada por que eso mismo se lo podían hacer a ella, y complacida por que veía como la zorra de su hermana, la putada que la había vendido, estaba recibiendo su merecido.
 
– ¿Vas a obedecer?
 
– ¡Aaah! ¡Basta! ¡Basta, por favor!
 
– ¿Vas a obedecer? – Repitió Natalia.
 
– ¡Sí! ¡Pero para de golpearme!
 
– ¡Pues obedece! – Gritó dando un último golpe con el látigo.
 
Nuria se lanzó a los pies de la mujer, sollozando de dolor y comenzó a limpiar el escupitajo con la lengua, aguantandose las arcadas.
 
Lydia observaba el cuerpo de su hermana. En unos segundos se había cubierto de líneas rojas en cada lugar en el que había sido golpeada. “Esta mujer no se anda con bromas… Tendré que tener cuidado” Pensó.
 
– Ya está bien, perra. Vamos a seguir con la sesión que teníamos programada. Arrodillaos.
 
Las dos hermanas obedecieron al instante, aunque a Nuria le costó bastante debido al dolor que recorría su cuerpo.
 
– ¿Cual es tu nombre? – Preguntó la mujer, acercándose a Lydia.
 
– L-Lydia Barahona.
 
– Lydia Barahona, señorita. – Repuso la mujer. – Debéis aprender a tratar a vuestros superiores con educación.
 
– Lydia Barahona, señorita. – Contestó rápidamente la rubia, queriendo evitar cualquier tipo de castigo.
 
– ¿Y el tuyo?
 
– Nuria, Nuria Barahona… Señorita. – Contestó asustada de hacerlo mal y recibir un nuevo latigazo.
 
– ¿Qué edad tenéis?
 
– 27 años, señorita.
 
– 25 años señorita.
 
– ¿Sois hermanas? –  Preguntó, acercándose a la cámara.
 
– S-Sí, señorita.
 
Natalia esperó unos segundos fuera de plano, para que se viese bien la imagen de las dos hermanas destinadas a ser esclavas.
 
– Poneros a cuatro patas y dando la espalda a la cámara.
 
Obedecieron a sabiendas de que estaba grabando su coño y su cultura completamente expuesto pero, ¿que otra opción tenían?
 
La señorita comenzó a pasear a su alrededor. Las acariciaba la espalda, las nalgas. A Lydia la separó los cachetes para que se viese bien el agujero del culo.
 
– ¿Alguna vez os han sodomizado?
 
– No, señorita. – Contestó la rubia.
 
– S-Sí… Señorita. – Se sinceró la hermana, asustada de que descubriese su mentira y la volviera a azotar.
 
– ¿Y te gustó?
 
– No… No mucho… Dolía…
 
– Así que dolía… No te preocupes, aquí vas a obtener una gran resistencia al dolor.
 
La obligó a levantar el torso de nuevo, tirandola del pelo y, sin ningún tipo de consideración colocó una pinza en cada peón de la chica, haciéndola gritar de dolor.
 
– ¡Aaahh! Estoy obedeciendo, ¿Por qué…?
 
– Porque quiero y porque puedo. – Cortó, arrojando de nuevo al suelo. – No necesitas más explicación. Y ahora ven aquí.
 
La condujo hasta situarla justo tras su hermana.
 
– ¿Alguna vez habéis tenido sexo con otra mujer?
 
Las hermanas estaban asustadas, no las obligaría a eso… ¿O si?
 
– ¡Contestad!
 
– ¡No señorita! – Respondieron a la vez.
 
– Pues que mejor manera de comenzar que con alguien que te quiere, ¿Verdad?
 
No podía estar pidiendolas eso. Nuria estaba paralizada, tenía frente a ella el coño y el culo de su hermana, estaba tan cerca que podía oler el aroma de su sexo.
 
La señorita, impaciente, arañó la espalda de la chica, atravesando todos los arañazos que la había hecho el látigo.
 
– ¡¿A que esperas?!
 
Nuria se lanzó al la entrepierna de Lydia, que intentó zafarse de su Hermana, pero Natalia la agarró del pelo, volviendola a colocar en su sitio.
 
– No me hagas darte la misma medicina que a tu hermana, que lo estabas haciendo muy bien. ¿Vas a ser buena, o me vas a obligar a hacerte ser buena?
 
– V-Voy a ser buena… – Balbuceaba, notando como su hermanita pequeña había enterrado la cara en su sexo.
 
La chica comenzó a sollozando, la situación la superaba, tenia que elegir entre dejar que su hermana la comiera el coño, o ser azotada con el látigo. Eligió el menor de los males aunque, poco a poco, empezó a parecerle menos malo, su hermana se lo estaba tomando en serio, para evitar otro castigo, seguramente, pero estaba empezando a llevarla al éxtasis.
 
Este hecho no paso desapercibido para la pequeña de los Barahona, que notaba como el coño de su hermana comenzaba a segregar flujo. El sabor era extraño, pero no desagradable, se parecía al suyo, que alguna vez había probado desde la polla de alguno de sus amantes, llevándosela a la boca después de haber sido follada. Le dolía todo el cuerpo, pero no quería volver a cabrear a la señorita Natalia. Cada vez que ésta pasaba por su lado, observando como hacia su trabajo, se estremecía de miedo, pensando que iba a descargar el látigo sobre su culo o su espalda.
 
Tampoco se olvidaba del dolor que le producían las pinzas, colgando y meciéndose con cada movimiento de sus tetas.
 
– ¿No le vas a lamer el culo a tu hermana?
 
– ¿Qué? – Dijo Nuria, sorprendida.
 
Natalia se había parado a su lado sin que se hubiese dado cuenta.
 
– Qué te estás centrando en el coño, y no he visto que tu lengua se detenga ni una sola vez en su ano.
 
– Y-Yo…
 
– Una esclava debe hacer bien su trabajo. Y si no lo hace, hay que enseñarla a hacerlo.
 
Natalia comenzó a agitar levemente el látigo y Nuria, al verlo, se lanzó al devorar el ojete de su hermana.
 
Lydia nunca había sentido algo así, sus parejas le habían pedido sexo anal alguna vez, pero ella se había negado. Tampoco había dejado que se lo lamieran, le parecía algo sucio y anti higiénico… Pero ahora lo notaba placentero… Apartando la vergüenza y humillación de la situación de su mente, podía sentir como la fresca y húmeda lengua de Nuria recorría su agujero trasero, como hacía pequeñas incursiones en su interior. Podía notar como su esfinter se cerraba instintivamente para evitarlo, y eso la producía un placer que no había sentido nunca antes.
 
Y de golpe, todo acabó.
 
Natalia apartó a Nuria del culo de su hermana y, sin previo aviso, introdujo un enorme plug anal negro, forzando el hasta ahora inexplorado ojete de Lydia. La chica gritó de dolor ante la intrusión e intentó evitarlo, pero la pelirroja se encargó de que entrara hasta dentro, momento en el que el culo de la chica se cerró sobre el objeto, manteniendolo sujeto.
 
– ¡Aaah! – Se quejaba la chica, que sentía que la habían partido por la mitad.
– Cállate, perra. Hay que empezar a entrenar ese culito, ¿O prefieres que te sodomicen directamente, sin haberlo entrenado?
 
“Prefiero que me dejéis marchar” Pensaba la chica, pero sabia que no tenía escapatoria.
 
– Por hoy hemos acabado la grabación, ahora os llevaré a vuestras celdas.
 
Los hombres las levantaron al vuelo y prácticamente las arrastraron tras la señorita. Lydia notaba como el enorme juguete que tenia en su culo la molestaba al andar, mientras que Nuria sufría los vaivenes de sus tetas debido a las pinzas.
 
Cuando llegaron a las celdas, las colocaron una especie de mordaza con forma de polla, que acabó dentro de su garganta, engancharon su collar a una cadena en el techo y sus manos a las otras dos anillas laterales del collar, de manera que no podían moverse mucho y tampoco hablar. La cadena que las sujetaba no era lo suficientemente larga como para permitir que se tumbasen, así que tenían que permanecer de pie o arrodilladas.
 
Así las abandonaron, dejándolas en la soledad de sus pensamientos, sin poder hablar entre ellas.
 
Lydia odiaba profundamente a su hermana por lo que había intentado hacer, y encontraba una extraña satisfacción en verla compartiendo su destino.
 
Nuria, por su parte, daba vueltas a sus propias palabras, las frases que le había dicho a su hermana cuando creía que todo saldría según sus planes:
 
“Tu nunca saldrás de aquí, jamás volverás a ser libre. No hay manera de escapar.”
 
————————
 
No habrían sabido decir cuanto tiempo estuvieron abandonadas en aquellas celdas pero, por las veces que habían ido a alimentarias, debían haber estado algo más de un día.
 
Para alimentarlas vino un hombre que enganchaba un pequeño tubo a un agujero que existía en su mordaza-polla y vertía el alimento licuado y el agua. No tenían que hacer nada, se derramaba directamente en su garganta, solo debían cuidar no atragantarse.
 
Las dolía el cuerpo entero, las rodillas, los brazos y los pezones y el culo. No habían podido dormir nada en absoluto, estaban reventadas… Y por eso sintieron una extraña alegría cuando vieron aparecer a Natalia en la sala.
 
– ¿Habéis descansado, perras? Espero que si, por que hoy va a ser un día duro.
 
Se acercó a Nuria y le quitó las pinzas de los pezones, haciéndola gritar de dolor a través de la mordaza. Después la soltó. A Lydia la liberó primero y, una vez estaba tirada en el suelo, sacó el plug anal de un tirón, provocando un intenso dolor en la chica. Natalia quedó observando el enorme agujero negro en que se había convertido el estrecho ojete de la rubia.
 
– Vamos, levantaos. – Dijo después.
 
Con un enorme esfuerzo, las hermanas obedecieron.
 
– Cómo os he dicho, hoy va a ser un día duro pero, si os portais bien, esta noche podréis dormir en una cama, sin ataduras.
 
¡Dormir! Era lo único que deseaban en ese momento, poder descansar, olvidarse del dolor… Estaban decididas a obedecer en todo.
 
Natalia sabia como proceder con esclavas nuevas, y no había mejor manera que hacerlas sufrir al principio, que supiesen lo que era el dolor para tener las suficientes ganas de querer evitarlo. Así conseguía obediencia casi absoluta, pero ese “casi” se podía eliminar gracias al látigo…
 
Enganchó unas cadenas a sus collares.
 
– Seguidme. – Dijo tirando de ellas. – Os voy a hacer vuestro primer regalo como esclavas.
 
Esa palabra caló muy hondo en las dos hermanas. ESCLAVAS. Ya no eran dueñas de si mismas, ahora eran simplemente dos esclavas, al servicio de sus dueños. Sus mentes luchaban contra esa idea, imaginaban que habría alguna salida, alguna esperanza pero, sobre todo Nuria, en el fondo sabían que eso era imposible.
 
No pensaron en el significado del “regalo” que iban a recibir hasta que llegaron a la sala. Allí había un par de hombres esperando y una silla de ginecólogo en el centro de la sala. De la silla colgaban correas que servirían para inmovilizarlas.
 
– ¿Por quién empezamos? – Preguntó uno de los hombres.
 
– Por esta. – Contestó Natalia, obligando a Nuria a dar un paso al frente.
 
– De acuerdo, siéntate en la silla.
 
La chica estaba asustada, no sabía lo que la iban a hacer, pero tenía claro que no quería que se lo hicieran.
 
Natalia se acercó por detrás y la agarró de sus doloridos pezones, haciéndola gritar de nuevo. El dolor hizo que la chica se inclinase sobre la camilla, lo que la pelirroja aprovechó para darla unos fuertes azotes en el culo, aun surcado por los golpes del látigo.
 
Entre los dos hombres colocaron a Nuria en la silla y amarraron las correas.
 
– Voy a quitarle esto. – Dijo uno de los hombres, desenganchando la mordaza de la boca de la chica. – Me pone más cuando gritan.
 
Lydia vio como el hombre saco una enorme aguja de un cajón, y la cara de terror que puso su hermana cuando la vio. Sabia perfectamente que ella seria la siguiente y eso la asustaba, pero también sabia que no tendría elección, que hiciese lo que hiciese iba a acabar con el mismo resultado…
 
El hombre calentó la aguja al rojo y, a pesar de las quejas de la chica, agarró uno de los pezones y lo atravesó de golpe con ella. Los gritos de Nuria los podría haber escuchado hasta su padre. El hombre, impasible, colocó un pequeño aro de oro en el agujereado peón y prosiguió con el siguiente.
 
Una vez acabó con ellos, prosiguió con el clitoris de la chica. Ya no gritó, no intentó resistirse, el dolor acumulado por sus pezones durante toda la noche había explotado con la aguja.
Le tocó el turno a Lydia, que se propuso no gritar. Lo llevó bastante bien hasta que la aguja hizo contacto con la piel, entonces soltó un alarido de dolor pero, igualmente, el hombre acabó el trabajo sin preocuparse por ello.
 
Nuria estaba tendida en el suelo, dolorida y Lydia, apoyada en la silla la observaba. Vio como uno de los hombres la cogia y la colocaba a cuatro patas.
 
– Ahora a llegado el momento de que pagueis nuestros servicios. – Susurró una voz a su espalda.
 
Unas manos se cernieron sobre ella mientras veía como el otro hombre se sacaba la polla y apuntaba directamente al culo de su hermana, entonces vio que a ella la iban a hacer lo mismo. Querían sodomizarla. El miedo se apoderó de ella mientras oía los leves grititos de su hermana, estaba tan derrotada que no podía ni quejarse. Pero ella no lo iba a permitir. Tenia el culo dolorido, había estado toda la noche con aquel cacharro de plástico metido y la había dolido, mucho.
 
El hombre la inclinó hacia delante y ella luchó, se revolvió y soltó una patada hacia atrás, acertando en la entrepierna de su violador.
 
“¿Violador? ¡Ahora les perteneces! No tienes escapatoria” Se decía a si misma, pero pensar en el dolor que iba a recibir era más poderoso que la razón. Olvidó el latente golpeteo que notaba en sus nuevos y brillantes piercings cada vez que se movía y salió corriendo.
 
La puerta estaba cerrada, ¿Qué iba a hacer ahora? Se dio la vuelta y vio como Natalia y el hombre iban hacia ella, el hombre con cara de pocos amigos, agarrándose las pelotas por el golpe, Natalia, en cambio, sonreía. Y eso es lo que más miedo dio a Lydia. Esa sonrisa indicaba que después lo pagaría caro…
 
– ¡L-Lo siento! – Clamó la rubia arrodillandose ante ellos. – No volverá a ocurrir, ¡No sabia lo que hacía!
 
– Ya se que no volverá a ocurrir… Ya me encargaré de eso. – Dijo Natalia, tranquilamente. – Creí que eras más lista que tu hermana. – señaló con la cabeza a Nuria, que seguía empalada por aquel hombre, pero sus grititos habían pasado a ser pequeños gemidos. – Pero veo que eres tan tonta como ella. ¡Levántate!
 
Lydia temblaba mientras obedecía, pero no quería enfurecer más a aquella mujer. Natalia la acompañó hasta la silla, la obligó a inclinarse y amarró sus manos con las correas.
 
– No tienes escapatoria, perra. –  La susurró al oído. – Vamos a hacer contigo todo lo que queramos, con tu ayuda o sin ella, tu decides.
 
Al escuchar esto Lydia comenzó a llorar. Se hizo completamente consciente de su situación actual y, escuchar como el hombre se situaba tras ella no ayudaba a calmarla. Miró a su hermana, que se dejaba encular dócilmente. Pequeños gemidos se escapaban de su boca, lo que la hizo pensar que a lo mejor no era tan malo, que se había intentado rebelarse de manera exagerada. Seguro que no dolía tanto…
 
Todos esos pensamientos se difuminaron de golpe y de manera cruel cuando, sin ningún tipo de piedad, el hombre enterró toda su polla en el culo de la rubia. La chica gritó de dolor, ni siquiera cuando la habían clavado la aguja había sufrido tanto. Tenia el culo sensible, enrojecido y dolorido por el juguete que había tenido que soportar toda la noche, lo que hacía que fuera más doloroso todavía.
 
El hombre penetraba una y otra vez a la chica, sacaba la polla hasta la punta y volvía a embestir, castigando a la zorra que le había pegado una patada en los cojones. Sus huevos rebotaban contra su coño, haciendo sonar un rítmico PLAP PLAP que se mezclaba con los gritos de la chica. No tardó mucho en correrse y llenar a la chica con su semen. Cuando extrajo su polla, el ojete rezumaba semen y algo de sangre, dio un fuerte azote a la chica y salió de la sala, despidiéndose de Natalia.
 
Pocos tiempo más tardó Nuria en recibir su carga de semen, quedándose tendida en el suelo, con el culo abierto y chorreando.
 
“Vaya imagen familiar” Pensaba Natalia, divertida.
 
– Vamos perras. –  Dijo, desenganchando a Lydia y atandoles las correas de nuevo. – Por hoy hemos terminado.
 
Las chicas se sintieron aliviadas, la sola idea de poder descansar hizo que se olvidasen del dolor de su cuerpo. Andaban a trompicones, los chorretones de semen se escurrian por sus muslos mientras caminaban, pero seguían a la señorita ansiosas de llegar al su destino.
Las llevó a una sala distinta a la de sus celdas y, cuando entraron, todos sus ilusiones se hicieron añicos.
 
No había camas, ni colchones, ni siquiera una manta sobre la que echarse. En su lugar había dos armatostes de madera que no tenían pinta de ser creados para descansar.
 
– ¿N-No vamos a dormir? – Preguntó Nuria, asustada.
 
– ¿Dormir? ¿En que momento os habéis ganado ese derecho? Os dije que podríais descansar si os portabais correctamente, y está claro que no lo habéis hecho.
 
Estaban paralizadas de miedo, no podrían aguantar otra noche como la anterior…
 
Intentaron resistirse de nuevo, pero lo único que consiguieron es que entraran dos hombres a reducirlas. Las obligaron a situarse sobre los aparatos y ataron todas sus extremidades, inmovilizandolas por completo.
 
Tenían las piernas separadas, el culo alzado y el cuerpo inclinado en 90°. Las manos estaban atadas tras la espalda en una situación bastante forzada. Tenían el vientre apoyado sobre el mueble, conformando su único apoyo.
 
Estaban situadas la una frente a la otra, viéndose las caras.
 
La señorita Natalia se situó tras Nuria, insertando un plug anal en su culo y volvió a colocarle la mordaza con forma de polla. Después procedió con su hermana, obviando el grito que soltó al ver su culo profanado una vez más.
 
– Mañana vendré a por vosotras. – Dijo, dirigiéndose hacia la puerta. – Espero que os porteis bien con vuestros nuevos amigos. – Comentó, enigmaticamente.
 
“¿Amigos? ¿Qué amigos?” Las chicas se miraban asustadas, pero no tardaron en descubrirlo. Al cabo de un rato, unos hombres entraron en la sala y, riéndose entre ellos se dirigieron a las chicas. Sin mediar palabra, se situaron tras ellas, extrajeron el plug de su culo y comenzaron a sodomizarlas uno tras otro.
 
Había algunos que preferían follar su boca, para lo que las quitaban la mordaza. Hubo muchos que probaron a las dos, o que las obligaron a chuparsela después de haber follado su culo, haciendo que casi vomitasen debido al sabor y al olor, pero todos las usaron.
 
Cuando ese grupo acabó se sintieron aliviadas, hasta que un nuevo grupo entró en la sala. Entonces se derrumbaron y comenzaron a llorar. No luchaban, no podían evitarlo. Sólo lloraban. Vieron que no tenían escapatoria y llegaron a la conclusión de que harían todo lo posible por no volver a estar en esa situación. No desobedecerian, harían todo lo que las pidiesen. Cualquier cosa menos ese sufrimiento.
 
Estaban al límite de sus fuerzas cuando, tras salir el último grupo de hombres, entro la señorita Natalia con dos hombres más. No dijo nada, ni siquiera las miró, solo dio dos ordenes a sus acompañantes y estos desengancharon a las hermanas y las sacaron en brazos de la sala.
 
El resto son recuerdos brumosos. Los hombres las llevaron a una sala con un par de catres, ni estaban en una celda, ni las encadenaron. Durmieron un par de días. De vez en cuando se despertaban cuando venían a curarlas, tanto los piercing como las heridas provocadas por las violentas sesiones de sexo.
 
Despertaron acurrucadas una al lado de la otra. Cuando se movieron, un sonido dencampanitas resonó en la sala y vieron que mientras dormían, a parte de curarlas, las habían cambiado los aritos por unos pequeños cascabeles. Era una mezcla entre cómico y degradante, como si fuesen dos mascotas con su cascabel… “Realmente es lo que somos” Pensaron.
 
La puerta sonó y las sobresaltó. La preciosa pelirroja apareció enfundada en un vestido de cuero.
 
– ¿Qué tal estais, mis perritas?
 
– Bien, señorita. – Respondieron, solicitas.
 
Natalia las observó. Estaban firmes ante ella, no movían ni un músculo.
 
– Espero que no me obligueis a volver a castigaros porque, no os quepa duda, la próxima vez será peor.
 
Las chicas se estremecieron, ¿Peor? Era imposible, pero no querían comprobarlo.
 
– No, señorita.
 
– Seguidme entonces.
 
Salieron por la puerta tras ella, ni siquiera les enganchó las correas, no le hizo falta. El sonido de los cascabeles era como música en los oídos de Natalia, le encantaba su trabajo. Solo había tardado unos días y había conseguido que esas niñas consentidas se convirtiesen en unas solicitas esclavas.
 
Ya podía avisar a sus superiores, estarían verdaderamente satisfechos. Ahora llegaba la segunda parte del plan.
 
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Relato erótico: “Borracha y semidesnuda me esperó mi jefa en el portal” (POR GOLFO)

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Como otros muchos, llevaba cinco años trabajando en una gran empresa y aunque entré pensando que en una estructura tan grande tendría oportunidad de escalar posiciones, la realidad es que no lo había conseguido y seguía siendo un gerentillo de un área pequeña de ese monstruo.

A través de ese tiempo, muchos habían sido mis jefes y mientras a ellos les veía subir peldaños en la compañía, yo en cambio me había quedado estancado en mi trabajo. Aunque no me podía quejar porque además de tener un sueldo aceptable, al tener dominado mis dominios eso me permitía disponer de mucho tiempo de ocio y era raro el mes donde no me tomaba unos días libres, para golfear fuera de Madrid.

Como mi trabajo salía a tiempo y mi sección no daba problemas, ningún superior se quejó de mí pero tampoco me promocionaron cuando consiguieron un ascenso. La realidad es que nunca me importó porque desde ese rincón podía hacer lo que me viniera en gana.

Para bien o para mal, todo cambió hace seis meses cuando a Don Joaquín, mi jefe durante dos años,  lo promocionaron como jefe regional y trajeron a una enchufada. Fue entonces cuando caí en manos de Aurora, una zorra recién salida de la carrera que queriendo comerse el mundo, puso patas arriba todo el departamento. A partir de entonces, mi idílica vida de cuasi funcionario quedó trastocada sin remedio.

Todavía recuerdo el día que apareció por la oficina esa rubia. Embutida en un conjunto gris, me pareció una monja sin personalidad que jamás pondría en cuestión lo poco que trabajaba. Lo cierto es que no tardé en comprender que esa mujer me iba a hacer la vida imposible porque no llevaba una semana trabajando bajo sus órdenes cuando tras llamarme a su despacho, me informó que había visto los resultados de los últimos años y había descubierto que la única sección que mantenía un crecimiento constante era la mía. Creyendo que al saber que conmigo al mando se podía olvidar de esa línea de productos, muy ufano le solté:

-Gracias, mi gente y yo sabemos lo que nos traemos entre manos. Si confías en nosotros, podrás ocuparte de los demás problemas.

Fue entonces cuando esa jovencita de ojos verdes, contestó:

-Lo sé. Por eso he decidido que me ayudes y he decidido que seas mi segundo.

Su propuesta me dejó helado porque eso significaba decir adiós a mi pequeño paraíso y tener que trabajar en serio. Tratando de escaquearme de esa responsabilidad no deseada, señalé otros candidatos más cualificados para desempeñar esa labor pero ella tras escucharme lo único que dijo fue que agradecía mi franqueza pero que su decisión era firme y que a partir de ese instante, yo era el subdirector.

«¡Me cago en la puta! ¡Esta niña me va a hacer currar!», pensé mientras hipócritamente agradecía la confianza que depositaba en mí.

Mis temores no tardaron en ser realidad porque mientras en mi antiguo puesto era raro el día que no salía a la seis, a partir de que Aurora hiciera su aparición, mi horario se convirtió en todo menos normal. Entraba a las ocho de la mañana y esa lunática del trabajo me tenía esclavizado codo con codo con ella hasta pasadas las nueve. Obsesionada con los resultados, diariamente repasábamos los informes de las distintas secciones y no permitía que me fuera hasta que, entre los dos, tomábamos las actuaciones pertinentes para solucionar los problemas.

Para que os hagáis una idea tuve que dejar los dardos y mis partidas de mus en el bar de enfrente porque ese engendro que el demonio había mandado para torturarme solo confiaba en mi criterio y queriéndome en todo momento a su disposición, hacía imposible que, como me había acostumbrado, me tomara tres tardes libres a la semana. Os juro que aunque mi sueldo casi se dobló echaba de menos a mis antiguos jefes y también os reconozco que varias veces pensé en dimitir pero la crisis económica que asolaba España, me lo impidió.

Como sostiene Murphy, todo es susceptible de empeorar y eso ocurrió cuando una tarde casi a las ocho me cazó con el maletín en la mano y me pidió que la ayudara a revisar un expediente que había llegado a sus manos solo media hora antes.

«¡Maldita psicópata! ¡Eso lo podemos ver mañana!», exclamé mentalmente. Hundido en la miseria porque había quedado con una morenaza que pensaba follarme, tuve que dejar mis cosas en una silla y reunirme con ella para releer esa documentación recién llegada. Para colmo rápidamente descubrí que esa mujer tenía razón para estar preocupada porque según ese informe, teníamos un boquete de varios millones dejado por mi antiguo jefe y el cual si no conseguíamos demostrar, iba a ser adjudicado a nosotros.

-Comprendes ahora porqué te pedí que me ayudaras- dijo casi llorando al saber que todo apuntaba a que ese desfalco había sido realizado bajo su mandato.

Por vez primera vi que tras esa fachada hierática se escondía una niña y compadeciéndome de ella, me puse manos a la obra para intentar resolver ese meollo. Totalmente conmocionada, Aurora solo pudo permanecer sentada a mi lado mientras yo, aprovechando los conocimientos adquiridos durante años del sistema informático de la compañía, buscaba en el servidor las pruebas que descargaran la culpa de ella y se la adjudicara al verdadero culpable.

«¡Será cabrón!», mascullé entre dientes cuando después de una hora, no había conseguido encontrar nada. El viejo zorro de D. Joaquín había sabido ocultar su estafa bajo una maraña de asientos contables que imposibilitaban sacarlo a la luz. Únicamente el convencimiento que tenía de la inocencia de esa cría me hizo seguir husmeando entre datos hasta que ya bien entrada la madrugada descubrí el rastro de sus maniobras.

-¡Te pillé! ¡Hijo de puta!- grité al tirar de la madeja y demostrar que la muchacha nada tenía que ver con ese delito.

Mi grito hizo despertar de su letargo a mi jefa que al oírme se apresuró a pedir que le explicara qué era lo que había encontrado. Satisfecho pero no conforme todavía, no le hice caso y me puse a imprimir los documentos que nos exculpaban. Solo cuando tenía una copia en impresa, me tomé mi tiempo para contarle cómo había desenmascarado la trama. Durante cinco minutos, Aurora permaneció atenta escuchando mi perorata y al terminar con una sonrisa, dijo:

-¡Me has salvado la vida!

Tras lo cual y antes que pudiese hacer nada por evitarlo, me besó pegando su cuerpo al mío. Al sentir sus pechos juveniles, me dejé llevar y respondí con pasión a sus besos hasta que recuperando la cordura, mi jefa se separó de mí y recogiendo los papeles, se despidió de mí diciendo:

-Sabré agradecer lo que has hecho por mí.

Asustado por mi calentura, me la quedé mirando mientras se iba y fue en ese momento cuando valoré por primera vez que esa universitaria tenía un culo de ensueño.

«¡La he cagado!», pensé dando por hecho que al día siguiente esa mujer me iba a echar en cara el haber abusado de su momentánea debilidad….

 

Al día siguiente y habiendo dormido solo un par de horas, llegué a la oficina destrozado y por eso no me hizo ni puñetera gracia que mi jefa me pidiera que la acompañara a ver al “puto bwana”, al “gran caca grande”, al “sumo pontífice”, que no era otro más que el máximo dirigente de la compañía.

Agotado y sin afeitar, intenté zafarme diciéndola que estaba hecho una piltrafa pero entonces y mientras disimuladamente acariciaba mi trasero, la rubia riendo contestó:

-Yo te veo guapísimo.

Su desfachatez me paralizó y por eso no pude negarme a seguir sus pasos rumbo al trigésimo piso donde se encontraba el despacho de ese mandamás. Jamás en mi vida había soñado con subir a esa planta y menos que Don Arturo hiciera un hueco en su agenda para recibirme. En cambio, Aurora parecía estar habituada a moverse en esas altas esferas porque nada más salir del ascensor, se dirigió a la secretaria del tipo y le dio su nombre.

La respuesta de esa agria cuarentona me dejó aún más desconcertado porque luciendo una sonrisa de oreja a oreja, contestó:

-Su padre le está esperando.

En un primer momento creí que había oído mal porque el apellido del tipo que íbamos a ver era Talabante mientras que el de mi jefa era Ibáñez. El saludo del sesentón incrementó mi zozobra porque plantándole un par de besos en la mejilla, la recibió diciendo:

-Hija, ¿qué es eso tan importante de lo que querías hablarme?

-Papá, ¿recuerdas que te conté que había algo que no me cuadraba en la división donde trabajo?

El viejo afirmó perezosamente con la cabeza. Ese breve gesto que a mí me hubiese aterrorizado, la rubia se lo tomó como un permiso para seguir hablando:

-Te presento a Andrés, mi segundo. Juntos hemos descubierto un desfalco millonario en las cuentas.

Don Arturo abrió los ojos y ya interesado, pidió a Aurora que se explicase pero ella me pasó la palabra diciendo:

-Mejor que te lo explique Andrés que es el que realmente sabe cómo se ha llevado a cabo.

Sin modo de escabullirme, empecé a explicar la forma en la que habían ocultado al departamento de auditoria el desvío de fondos pero entonces ese zorro me paró en seco y tomando el teléfono ordenó al director administrativo que subiera. Ya presente, tuve que reiniciar mi exposición pero esta vez con todo lujo de detalles al tiempo  que contestaba las preguntas de los dos financieros. Durante dos horas aguanté ese interrogatorio y no fue hasta que el gran jefe descargó su cólera sobre su subalterno por no haberlo detectado cuando pude descansar.

Aurora viendo que no hacíamos falta, pidió permiso a Don Arturo para volver a nuestros quehaceres y por eso salimos del despacho casi sin hacer ruido. Cabizbajo por no tenerlas todas conmigo al sentirme engañado por esa “espía”, la seguí hasta el ascensor. Mi jefa espero a que se cerraran las puertas para decirme:

-Has estado magnífico.

Tras lo cual se lanzó sobre mí y sin importarle que alguien nos viera, me comenzó a besar restregando su cuerpo contra el mío. Pero al contrario que la primera vez, sus labios me supieron a burla y separándola de mí, le dije:

-¿La niña pija se aburre tanto que me ha elegido como su mascota?

El desprecio con el que imprimí a mis palabras hizo mella en Aurora que comprendiendo que no me había gustado enterarme así que era la heredera de todo ese tinglado, casi llorando, contestó:

-Siento no haberte contado quien era pero no quería que la gente pensara que me habían dado ese puesto por ser su hija. ¡Sabes y te consta que soy excelente en mi trabajo!

Indignado al sentirme usado, me la quedé mirando y queriendo humillarla, llevé mis manos hasta sus pechos y  respondí:

-Lo único que sé es que estás buena- tras lo cual y aprovechando que se había abierto el ascensor salí rumbo a mi oficina donde me encerré durante el resto del día…

Todo cambia ¿para bien?

Como resultado de nuestro informe, Aurora sustituyó a Don Joaquin al frente de la delegación regional y a mí con ella. Mi promoción incluyó un nuevo despacho, el cual a mi pesar estaba pegado al de mi jefa, de forma que a través de los cristales esa criatura del infierno podía controlar mis movimientos.

«No voy a poder ni moverme», me quejé al comprobar las cristaleras que formaban la división entre los dos cubículos. Si ya de por sí era incómodo, más lo fue comprobar  que existía un acceso directo entre ellos que permanentemente la rubia mantenía abierto. «Va a escuchar hasta si me tiro un pedo».

Decidido a no dar pie a que pensara que me sentía atraído por ella, intenté mantener un trato frío con esa mujer pero me resultó imposible porque desde un principio Aurora hizo todo lo posible porque así no fuera. Lo primero que cambió fue su forma de vestir, dejando en el armario las faldas largas y las chaquetas holgadas, comenzó a usar minifaldas y suéteres pegados.

«Lo hace a propósito», protesté en mi interior al verificar lo difícil que me resultaba apartar la mirada de su cuerpo. Si con anterioridad a la noche en que salvé su prestigio nunca me había fijado en ella, en esos días no podía de mirar de reojo lo buena que estaba.

Dotada por la naturaleza con unos pechos perfectos, me costaba un verdadero sacrificio no babear al observar el canalillo que se formaba entre ellos, pero lo que realmente me traía jodido era ese culo en forma de corazón y esas piernas largas y contorneadas.

Mi jefa que sabía los efectos que su belleza causaba en mí y buscando romper la actitud profesional que trataba de mantener, no perdía oportunidad de exhibirse a través de la cristalera. Conociendo que lo mejor de su anatomía era su trasero, la muchacha solía regalarme con una exhibición del mismo tirando papeles, bolígrafos o lo que se le ocurriera al suelo para que al recogerlos torturarme con lo que me estaba perdiendo.

«Tiene un buen polvo», tuve que reconocer un día cuando al contemplarla hablando por teléfono puso sus pies descalzos sobre la mesa y sus encantos hicieron despertar de su letargo a mi pene.

Sufrí es sutil acoso durante dos semanas pero viendo que no disminuía la brecha que nos separaba, Aurora decidió dar otro paso. El primer síntoma que había  zanjado incrementar la presión sobre mí fue cuando aprovechando que le estaba mostrando un informe, esa zorrita posó sus pechos sobre mi hombro mientras disimulaba haciendo que leía esos papeles. Reconozco que al sentir esas dos maravillas me excitó pero lo que realmente me volvió loco fue oler el aroma de su perfume mientras escuchaba su respiración al lado de mi oído.

«Aguanta, ¡no te excites!», tuve que repetir mentalmente al notar que bajo mi pantalón crecía sin control una brutal erección. Para mi desgracia, la arpía se percató del bulto de mi bragueta y mordiéndome la oreja, preguntó que le ocurría a mi pajarito.

No sé qué fue peor, si la traición de mis neuronas al rojo vivo o la vergüenza que sentí al tener que aguantar su burla. Lo cierto es que cabreado hasta la medula, le pedí que dejara de tontear conmigo pero entonces sonriendo, mi jefa me contestó:

-Andres, lo quieras o no, ¡vas a ser mío!

Tras lo cual y ratificando con hechos sus palabras, pasó su mano por mi entrepierna antes de volver a su despacho. La breve caricia de sus dedos hizo saltar por los aires mi indiferencia e involuntariamente un gemido de deseo surgió de mi garganta. Gemido que ella aprovechó para decirme desde la puerta:

-No tengo prisa.

Lo cerca que había estado de caer en su telaraña me hizo levantarme de mi asiento y salir a tomarme un café mientras intentaba borrar la sensación que esas dos tetas habían dejado en mi mente.

No habiéndolo conseguido, al volver a mi cubículo me encontré un mensaje de mi jefa en mi correo. Al abrirlo, me topé con una sensual foto de Aurora en la que aparecía totalmente desnuda pero tapándose los pechos y su coño con las manos. Alucinado por el grado de persecución al que me tenía sometido, lo peor fue leer el texto:

-Me tienes a tu disposición, solo tienes que pedirlo.

Cabreado decidí responder y sin meditar las consecuencias, contesté a su email diciendo:

-¿Cuánto cobras? Si es muy caro, no vales la pena.

Al mandárselo, me quedé observando su reacción. Esperaba que ese nada velado insulto la cabreara y diese por olvidada su obsesión por mí. Tal y como esperaba, al leer mi mensaje se enfadó pero lo que jamás había previsto es que acto seguido cruzara la separación entre nuestros dos despachos y que tras bajar las persianas para que nadie pudiese verla, me dijera:

-¡Nunca en tu vida has tenido una mujer como yo!- tras lo cual, se despojó de su ropa y quedándose en ropa interior, insistió diciendo: -¡Soy todo lo que puedes desear!

Confieso que me quedé anonadado al comprobar in situ que ese cerebrito tenía un cuerpo de revista y que lejos de perder erotismo sin ropa, semidesnuda era todavía más irresistible. Con la boca abierta de par en par, fui testigo de cómo esa bruja se volvía a vestir y de cómo sin despedirse salía hecha una furia de mi despacho rumbo a la calle.

El dolor que leí en su cara, me hizo reaccionar y tras unos segundos de confusión, salí corriendo en su busca. La alcancé en el ascensor justo cuando se cerraban las puertas y sin mediar palabra, la besé. Aurora intentó rechazar mis besos pero al notar que mi lengua forzando sus labios, cambió de actitud y respondió a mi pasión con una lujuria infinita. Su entrega provocó que mi pene se alzara y ella al sentir la presión del mismo contra su sexo, no solo no se quejó sino que comenzó a restregarlo contra su entrepierna. Os juro que si no llega a abrirse en ese momento el ascensor, mi calentura me hubiese obligado a hacerle el amor allí mismo. Pero la presencia de un grupo de oficinistas mirando nuestra lujuria hizo que nos separáramos.

Aurora, satisfecha por mi claudicación, rompió el encanto de ese instante al reírse de mí diciendo:

-Sabía que no podrías soportar mis lágrimas. Reconócelo, ¡estás colado por mí!

El tono chulesco de mi jefa me enervó y  para no romperle la cara de un guantazo, preferí irme del edificio mientras escuchaba que cabreada me pedía que no me fuera.

«No debí confiar en ella, ¡esa zorra me ha manipulado!», sentencié al recorrer la acera en un intento de olvidar su afrenta y tranquilizarme.

Sin ganas de volver a mi oficina, directamente me fui a casa. Saberme objeto de su caprichoso carácter y el convencimiento que una vez  me hubiese domesticado, Aurora me tiraría como a un kleenex usado, no me permitía ni pensar. Todas las células de mi cuerpo me incitaban a ceder ante ella mientras mis neuronas intentaban hacerme entrar en razón y rechazarla por completo.

 Intenté combatir el calor que nublaba mi mente con un ducha pero en la soledad de mi baño, el recuerdo de esa rubia, de la majestuosidad de sus pechos pero sobre todo la perfección de sus nalgas hicieron que contra mi voluntad me volviera a excitar. Inconscientemente en mi imaginación  me puse a desnudarla mientras el chorro de la ducha caía por mi cuerpo. Como en el ascensor, Aurora se contagió de mi pasión y ya desnuda se metió conmigo  bajo el agua. En mi cerebro al ver y sentir sus pechos mojados fue demasiado para mí y por eso no pude evitar soñar que hundía mi cara entre sus tetas. Mi Jefa al sentir mi lengua recorriendo sus pezones, gimió de placer mientras con sus manos se hacía con mi miembro.

-¡Dios como la deseo!- exclamé creyendo que eran sus dedos los que empezaban a pajear arriba y abajo mi verga ya erecta.

Entonces esa imaginaria mujer se dio la vuelta y separando sus nalgas con sus dedos, me tentó con su culo diciendo:

-¿Te apetece rompérmelo?

En mi fantasía, caí rendido ante tanta ese bello trasero e hincando mis rodillas sobre la ducha, usé mi lengua para recorrer los bordes de su ano. Aurora al experimentar esa húmeda caricia en su esfínter, ahogó un grito y llevando una mano a su coño, empezó a masturbarse. Urgido por dar uso a ese culo, metí toda mi lengua dentro y como si fuera un micro pene, empecé a follar a mi jefa con ella.

-¡Sigue cabrón!- chilló en mi mente al sentir esa incursión.

Estimulado por su insulto, llevé uno de mis dedos hasta su esfínter e insertándolo dentro de ella, comencé a relajarlo. El gruñido con el que esa zorra contestó a mi maniobra, me informó que le estaba gustando y metiendo lo hasta el fondo, comencé a sacarlo mientras la rubia se derretía dando gritos.

-¡Fóllame! ¡Lo necesito!- chilló descompuesta al tiempo que se apoyaba en los azulejos de la ducha.

La urgencia de esa imaginaria mujer me hizo olvidar toda precaución y ya dominado por la lujuria, con lentitud forcé por vez primera ese culo con mi miembro. El culo de mi jefa absorbió centímetro a centímetro mi verga y solo cuando la rubia comprobó que la había incrustado por completo, aulló diciendo:

-¡Empieza de una puta vez!

Su actitud me sacó de quicio y sin avisarla empecé a mover mis caderas, deslizando mi miembro por sus intestinos. La presión que ejercía su ojete en un principio, se fue diluyendo por lo que aceleré mis penetraciones sin importarme que le doliera. La rubia al notarlo, se quejó pero en vez de compadecerme de ella, le solté:

-¡Cállate y disfruta! ¡So puta!

Que su empleado la insultara, le cabreó y tratando de zafarse de esa cuasi violación, me exigió que se la sacara. Pero entonces hice caso omiso a sus deseos y recreándome en mi indisciplina, di comienzo a un loco galope sobre su duro trasero.

-¡Me haces daño!- rugió al experimentar como forzaba su esfínter con el brutal modo con el que la estaba empalando.

Vengando todas sus afrentas, recalqué mi acción soltando un duro azote en una de sus nalgas. Ese azote la hizo reaccionar y contra pronóstico, mi jefa empezó a gozar entre gemidos.

-¡Dame otro!- chilló alborozada al disfrutar del escozor de esa caricia.

Recordando su engaño y la manipulación que había sido objeto, decidí seguir castigando su trasero y a base de sonoras nalgadas, marqué el ritmo con el que me la follaba. Dominada por la lujuria, la rubia gozó de cada azote porque sabía que acto seguido vendría una nueva estocada de mi verga. Comportándose como la zorra que era, me pidió que siguiera usando su culo mientras con sus dedos no dejaba de masturbarse. La suma del triple estimulo, las palmadas, mi pene en su culo y sus yemas torturando su clítoris, terminaron por calentarla y convulsionando bajo la ducha, me informó que se corría.

-¡Córrete dentro de mí!

Oír que me pedía que anegara con mi semen el interior de su culo, fue la gota que derramó el vaso y acelerando aún más la velocidad de mis embistes, dejé que mi pene explotara en sus intestinos…

Estaba todavía recuperándome cuando de improviso comenzó a sonar mi móvil, molesto por esa interrupción, salí de la ducha y poniéndome una toalla fui a ver quién era. No me costó reconocer qué me llamaban del trabajo y creyendo que sería Aurora, dudé en descolgar. Finalmente la cordura imperó y contesté.

-Soy Lucia Santos, la secretaria de Don Arturo- dijo mi interlocutora al otro lado del teléfono. –Le llamo para informarle que el jefe me ha pedido que quiere verle en la fiesta que da esta noche en su casa.

Cómo comprenderéis supe de inmediato quien realmente me quería ver en ese festejo pero como no podía hacerle un feo a ese hombre, únicamente pregunté a qué hora y cómo debía ir vestido.

-A las nueve y de etiqueta- respondió la cuarentona tras lo cual colgó sin despedirse.

Sabiendo que es una encerrona, voy a la fiesta.

En ese momento agradecí saber que uno de mis primos tenía un smoking de mi tamaño y sin soltar el móvil, lo llamé para que me lo prestara. Como vivía cerca tuve tiempo de ir por él y de prepararme para la evidente encerrona de esa arpía.

«No debes seguirle el juego», repetí continuamente mientras anudaba la pajarita alrededor de mi cuello al sentir que lo que realmente estaba anudando era la soga con la que Aurora iba a ejecutarme.

Al no hacer asistido nunca a una fiesta de la alta sociedad, excesivamente toqué el timbre de la mansión donde vivía tanto Don Arturo como mi jefa. Lo que no me esperaba fue que fuera la propia rubia quien me abriera la puerta y menos que al verme de pie en el porche de su casa sorprendida me soltara:

-¿Qué coño haces aquí?

La expresión de su rostro me dejó confundido y por vez primera sospeché que ella no tenía nada que ver con el tema. Por otra parte también tardé en responder porque sin querer mis ojos recorrieron su cuerpo enfundado en un impresionante traje negro de raso. Ver a esa hermosura con su metro setenta y cuervas de escándalo, me había impactado y balbuceando le expliqué que su viejo a través de su secretaría me había invitado.

-Pues no puedes quedarte- me soltó todavía cabreada por la forma que después de besarla la había dejado plantada y me hubiera ido si no llega a ser porque en ese instante Don Arturo hizo su aparición y cogiéndome del brazo me introdujo dentro de su chalet.

Como no conocía a nadie, ejerciendo de anfitrión el gran jefazo me fue presentando a los presentes, dándome una importancia que a todas luces no me merecía. La incomodidad que sentí en ese momento, se fue diluyendo con el paso del tiempo y poco a poco fue cogiendo confianza, entablé conversación con varios de los miembros de tan selecta fiesta mientras buscaba a mi alrededor al ogro rubio de Aurora.

«¿Dónde se habrá metido?», me pregunté al cabo de un rato de no verla. Su cabreo y su desaparición no cuadraban con la idea de la encerrona.

Todavía me confundió más el hecho que a la hora de tomar asiento, me sentaran a la derecha del viejo mientras su hija lo hacía en otra mesa.

«No entiendo nada», mascullé al verlo.

Durante la cena, tuve un montón de trabajo al tener que responder un montón de preguntas sobre la empresa que sin parar me hizo Don Arturo. Afortunadamente, conocía bien los entresijos de la compañía y pensando que al día siguiente esa zorra me iba a despedir, fui sincero y le conté errores que veía y que a buen seguro sus subalternos nunca le habían expresado. Curiosamente mi franqueza fue del gusto de ese hombre de negocios y ganándome un respeto que hasta entonces no tenía, pasó a preguntarme sobre mi vida.

Mientras le explicaba donde había estudiado y a qué se dedicaban mis padres, desde la mesa de al lado escuché las risas de Aurora y de reojo observé cómo tonteaba con uno de sus acompañantes. Mi examen no le pasó desapercibido a su viejo que riendo a carcajadas, intentó sonsacar que tenía con su chavala.

-Nada, es solo mi jefa- respondí sin poder apartar mis ojos de ella al percatarme que el tipo en cuestión había pasado la mano por su cintura.

Descojonado al ver los celos reflejados en mis ojos, ese astuto financiero me soltó señalando a la rubia:

-Esa que ves ahí, no es ella. Está actuando para sacarte de las casillas. La conozco bien y desde que vi su mirada mientras nos contabas el desfalco en mi despacho, supe que sentía algo por ti.

Esa confidencia me perturbó porque en cierta forma el sesentón estaba dando su conformidad a nuestra supuesta relación y por eso durante el resto de la cena me quedé callado pero al terminar y dar inicio el baile, Don Arturo sin pedirme opinión llamó a su hija y le pidió que bailara conmigo. En un principio, se negó pero ante la insistencia de su padre me tomó de la mano y me llevó hasta la pista.

Una vez allí, me impresionó verla desenvolverse al ritmo de la música porque no solo era una experta bailando sino porque sus curvas de infarto dentro de ese vestido escotado eran una tortura. Cayéndoseme la baba, observé cómo sus senos seguían el ritmo de la música y por mucho que me esforcé en dejar de mirarlos, continuamente mis ojos volvían a su canalillo.

Mi calentura se exacerbó hasta límites insospechados cuando dieron inicio las lentas. No deseando bailar pegado a ella, le pedí volver a la mesa con su padre pero ella se negó y tomándome de la cintura empezó a bailar. Al notar sus pechos clavándose en mi camisa y sus caderas restregándose contra mí, sentí que no iba a poder soportar mucho sin que mi excitación hiciera su aparición bajo mi bragueta. Tratando de evitarlo, me separé de Aurora pero al notarlo, comprendió mis razones, Satisfecha al descubrir una debilidad en mí, se pegó aún más y sin que nadie se diera cuenta rozó con sus dedos mi extensión mientras me preguntaba:

-¿Qué tanto hablabas con mi padre?

-De lo puta que es su hija- respondí mientras una descarga eléctrica recorría mi cuerpo y retiraba su mano de mi entrepierna.

Sabiendo que mi insulto tendría respuesta preferí que no fuera en medio de la pista y por eso sin darle tiempo a reaccionar, la llevé hasta el baño. Al cerrar la puerta, la ira acumulada la hizo intentar darme un tortazo pero previéndolo, paré su golpe y cogiendo su cabeza, la besé. Durante unos segundos pataleó e intentó zafarse de mi beso pero sujetándola, evité que huyera hasta que rindiéndose a lo inevitable, respondió con pasión a mi lengua y sin mediar palabra, como una perturbada comenzó a desabrocharme el pantalón y sacando mi miembro, quiso volver a mamármelo. Pero decidido a que supiera quien mandaba, no se lo permití y girándola sobre el lavabo, le bajé las bragas y cogiendo mi verga, la ensarté violentamente.

Aurora gritó al experimentar quizás por primera vez que alguien le mandaba y facilitando mis maniobras, movió sus caderas mientras gemía de placer. De pie y apoyando sus manos para no caerse, mi jefa se dejó follar disfrutando de cada acometida. Si en un principio, mi pene se encontró con que su coño estaba casi seco, tras unas breves envestidas, este campeó libremente mientras ella se derretía a base de pollazos.

Olvidando donde estaba y que los demás asistentes a la fiesta podían oírla, esa niña mimada se corrió dando gritos cuando yo apenas acababa de empezar. Tras lo cual, encadenó un orgasmo tras otro mientras me rogaba que no parara de hacerla mía. Como bien imagináis, la hice caso e incrementando mi ritmo conseguí convertir su sexo en un frontón donde no dejaban de rebotar mis huevos.

-¡Dios mío!- aulló al sentirlo y ya totalmente entregada, rugía descompuesta cada vez que mi mi pene se incrustaba hasta el fondo de su vagina.

El ardor que había tomado posesión de su cuerpo, me permitió seguirla penetrando con mayor intensidad hasta que dominada por el placer se desplomó sobre el lavabo mientras toda ella se estremecía, presa de la lujuria. Habiendo compensado sus afrentas, me dejé llevar y llenando su aristócrata conducto con mi semen, me corrí sonoramente mientras ella sufría los estertores de su orgasmo.

jovencitaAgotado, me senté en el wáter y fijándome en ella, observé que mi jefa sonreía con los ojos cerrados. “La fierecilla está domada” pensé erróneamente creyendo que había dejado atrás sus ínfulas de niña bien. Pero entonces, abrió sus parpados y mirándome fijamente, me dijo:

-Se nota que mi padre te ha ofrecido algo. ¿Qué te ofreció por hacerme caso? ¿Un puesto?

-¡Eres idiota!- contesté indignado porque creyera que su viejo me había comprado. Sin esperar a que terminara de acomodar su ropa, la saqué arrastrándola del brazo y llevándola donde Don Arturo, le entregué a su hija diciendo: -¡Dimito! ¡Aguántela usted que yo no puedo!

Tras lo cual saliendo de la mansión, cogí mi coche y sin nada mejor que hacer, me fui a ahogar las penas en un bar cerca de mi casa, pero ni la presencia de unos amigos ni el whisky que me pedí, consiguieron hacerme olvidar a Aurora. Cuanto más lo pensaba, mayor era mi cabreo al darme cuenta que estaba colado por esa mujer y sabiendo que había tomado la decisión correcta al renunciar a mi trabajo, saber que no volvería a verla me impidió hasta beber y tras dos horas, removiendo mi copa volví a casa.

Al salir del lugar tuve que agenciarme un paraguas porque  estaba lloviendo, quizás por eso no me percaté de su presencia. Estaba abriendo mi portal, cuando escuché desde un rincón:

-Perdóname, lo siento. Fui una tonta al creer que mi padre  te había convencido.

Al girarme para soltarle una fresca, la vi empapada, borracha y semidesnuda. Su vestido mojado se transparentaba dándole un aspecto todavía más desvalido. Compadeciéndome de ella, la tomé en mis brazos y cargando con ella, entré en el edificio. Aurora al sentir que la cargaba, posó su cabeza sobre mi pecho y llorando  me pidió que la dejara quedarse conmigo esa noche.

Todavía no sé lo que me empujó a contestar:

-Si te quedas hoy, tendrás que quedarte para siempre.

Mis palabras la sorprendieron pero tras pensárselo unos segundos, levantó su mirada y con una sonrisa que no pudo enmascarar sus lágrimas, respondió:

-Mañana traigo mis maletas.

Para comentarios, también tenéis mi email:
Desnuda

Relato erótico: “Women in trouble 1: Socorriendo a mi hermana Sara ” (POR TALIBOS)

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Women in trouble 1: Socorriendo a mi hermana Sara:
Llamadme Ismael.
Me he pasado un rato pensando en la manera de empezar mi relato y he optado simplemente por presentarme, a ver si hay suerte y consigo cabrear a Neville lo suficiente para que se levante de su tumba y nos dé un buen susto a todos. Falta nos hace.
Aunque quizás, dada mi vocación, hubiera sido más apropiado citar, no sé, a Ramón y Cajal por ejemplo. O al Dr. House.
No, no es que sea médico. Aún no. Estudiante tan sólo. De primer año. Pero no estoy aquí para hablaros de mis estudios. Demasiado macabro el tema de las asignaturas de primero. Pregunten a otro estudiante de medicina. Nos detectarán fácilmente por nuestro olorcillo característico a formol. Eau de fiambre lo llamamos.
Bueno. A lo que iba. El tema del que quería hablarles. Sarita. Mi hermana.
No, no voy a hablarles de una tortuosa relación incestuosa a lo largo de los años. No. Sólo voy a contarles lo que pasó la otra tarde. De forma fortuita. Inesperada.
Supongo que debería hablarles un poco de ella ¿no? Qué quieren que les diga. Mi hermana es… mi hermana.
Ya sé, ya sé. Lo que ustedes quieren es saber es cómo es su aspecto físico. No, eso tampoco. Lo que quieren saber es si está buena.
Vaya, pues sí. Es un año menor que yo, 18 recién cumplidos; rubia, simpática y vital. Sí, tiene unas bonitas curvas (buenas sesiones de aerobic le cuestan), que es lo que ustedes les interesa, pero qué quieren que les diga, se trata de mi hermana, así que nunca la había mirado como a una mujer.
Piénsenlo, cuando estaba peleándome con ella o cuando estábamos juntos por casa, ella era simplemente la pedorra de Sari y yo era el capullo de Isma. Dos hermanos corrientes y molientes, como otros cualesquiera.
Nos queremos, por supuesto que sí, como se quieren dos hermanos casi de la misma edad, que han crecido con la sana relación de amor-odio que se produce en cualquier familia.
Todo este rollo viene a significar que yo nunca había mirado a Sara como se mira a una mujer. Coño, tampoco voy a mentir diciendo que nunca le había mirado el culo cuando se ponía a hacer gimnasia en el salón o que no le había echado un vistazo apreciativo cuando salía del baño envuelta en una toalla, pero qué quieren, uno no es de piedra.
Mis amigos sí que me habían hablado muchas veces de lo buena que estaba Sarita, por supuesto que sí, empleando el educado y correcto lenguaje que usan los colegas para charlar.
–          Joder, si mi hermana estuviera tan buena, me pasaría el día follándomela – me dijo un día Paco, con su fineza habitual.
Pero yo, aparte de reírle las gracias a la panda de cabestros, no albergaba en mi cabeza ningún pensamiento incestuoso hacia Sara. O al menos eso creo.
Hasta la otra tarde. Cuando descubrí por fin que mi hermana no sólo estaba tremendamente buena, sino que era toda una mujer.
Era un sábado como otro cualquiera. Como los exámenes estaban próximos, me había encerrado en mi cuarto después de comer, para empollar un rato.
Durante el almuerzo, mis padres habían comentado que iban a salir con unos amigos, así que nos dijeron a Sara y a mí que pidiéramos pizza para cenar, a lo que mi hermana contestó que también salía por la noche, por lo que iba a quedarme solito en casa.
No es que su presencia tuviera mucha importancia, pues en mi familia son bastante respetuosos y saben que, cuando estoy estudiando, hay que procurar no molestarme para que no pierda la concentración, esforzándose mucho todos en no hacerlo.
Por eso me sorprendió tanto cuando, a media tarde, mi móvil emitió la señal indicativa de haber recibido un wassap, que resultó ser de Sara.
–          Pero, ¿se puede saber qué coño querrá ésta ahora? – exclamé, haciendo gala de un conmovedor sentimiento fraternal.
Durante un segundo, estuve tentado de apagar el teléfono y pasar de ella, pero entonces entró en acción el poder mágico del wassap, ése que te obliga a mirar los mensajes cuando sabes que tienes uno.
–          Por favor. Ven inmediatamente a mi habitación. No digas nada a mamá ni a papá.
Sí claro. Y una mierda. Para eso estaba yo, para perder el tiempo con sus tonterías de niñata. Ni siquiera sabía que estuvieran aún todos en casa. Pensaba que se habrían marchado ya.
–          Estoy estudiando. Ya me lo contarás luego – le envié.
Segundos después, el puto pipupipi de los huevos volvía a resonar en mi cuarto.
–          ¡Me cago en la puta! – exclamé con calma y sosiego.
Tras reprimir las ganas de estampar el aparatejo en la pared, sucumbí de nuevo al poder del wassap y miré a ver qué puñetas quería la pedorra.
–          Por favor Isma, ven. He tenido un pequeño accidente y necesito tu ayuda. Pero sobre todo, ni pío a papá ni a mamá.
Me levanté de un salto, sobresaltado. ¿Un accidente? ¡Mierda! Seguro que se había hecho daño haciendo gimnasia. Pero, ¿por qué no quería que avisase a mamá?
Más nervioso de lo que me gustaría reconocer, salí disparado de mi dormitorio en dirección al de mi hermana. A pesar de estar acudiendo en su ayuda, el condicionamiento pavloviano (a base de gritos, guantazos y lanzamiento de objetos varios) hizo que me detuviera a llamar a la puerta antes de entrar en su cuarto.
–          Pasa, pasa – me respondió su voz, amortiguada por la madera.
Abrí la puerta con el corazón en un puño, esperando encontrarme a Sara tirada en el suelo, con el coxis fracturado y sosteniendo el teléfono móvil con manos temblorosas (como dice la canción, antes muerta que sin móvil, o sencilla, o no sé qué).
Pero no. Para mi sorpresa, mi hermana reposaba tranquilamente en su cama, arropada hasta el cuello con la colcha, de forma que sólo asomaba su cabeza, permitiéndome observar que tenía toda la cara arrebolada y encendida.
 
–          ¡Fiebre! – pensé de inmediato – ¿Habrá pillado la pánfila ésta el ébola o algo así?
La miré (un poquito asustado) desde el umbral y le pregunté con todo el cariño:
–          ¿Se puede saber qué coño te pasa? ¡Me va a dar un infarto! ¿Te has caído o qué?
Ella me miró en silencio, toda compungida y, en vez de mandarme al carajo por mi exabrupto, no dijo ni pío, ni me tiró un zapato ni nada, lo que me preocupó muchísimo.
–          Entra y cierra la puerta, por favor – dijo muy serenamente.
Aquello me acojonó más todavía.
–          Sara, ¿qué te pasa? – pregunté mientras la obedecía.
–          Nada, nada, tú pasa, por favor.
Me acerqué a su cama, sintiéndome terriblemente inquieto. Ella me miraba muy fijamente, sin pestañear siquiera.
–          Sari, en serio. ¿Qué te sucede? ¿Te encuentras mal? ¿Llamamos al médico?
–          Tú eres médico, ¿no?
–          ¿Yo? ¿Estás de coña? – exclamé, acojonándome todavía más – ¡Si estoy en primero! ¡Qué coño médico ni qué narices!
–          Ya, hijo, ya sé que estás en primero. Pero de anatomía sí que sabes, ¿no?
–          Sara, por Dios, qué te pasa. Me estás asustando de verdad.
Volvió a quedarse callada, mirándome con expresión febril. Horrores me costó no tomar una decisión madura y meditada y salir disparado a buscar a mi mami.
–          Isma, necesito que me jures que no le vas a contar esto a nadie…
–          ¿Contar el qué? – pregunté, tratando de sofocar la histeria.
Joder, mi hermana podía estar allí muriéndose y yo, mientras, haciendo el garrulo.
–          Isma. Prométemelo.
–          Sí, sí, lo que sea, lo prometo. Pero, niña, dime. ¿Qué te pasa? ¿Dónde te duele?
–          No seas tonto. No me duele nada – me dijo – Es sólo que…
Volvió a quedarse callada, mirándome. Parecía estar armándose de valor para decir algo.
–          Joder, ¿qué coño irá a decirme? – pensé – ¿Se habrá hecho talibán? ¿Irá a votarle al PP?
–          Ismael – dijo muy seria – Prométeme que nunca se lo contarás a nadie. Júralo porque mamá se muera.
El que mi hermana recurriera al juramento de nuestra infancia, me convenció de que la cosa era seria.
–          Sí, Sara, te lo juro. Nunca jamás se lo contaré a nadie – prometí, aun sin tener ni puta idea de qué iba la cosa.
–          Y tampoco volverás a mencionármelo a mí.
–          Sí, sí, vale – asentí, sin percatarme de lo extraño de su petición.
–          Y, sobre todo – pausa dramática – Júrame que no te vas a reír.
Me quedé estupefacto. Con la boca abierta literalmente. No me esperaba aquello.
–          ¿Qué? – acerté a articular.
Algo en mi expresión (agilipollada) debió molestar a mi hermana, pues, con los ojos brillantes por la ira, dio un brusco tirón de la colcha, tapándose por completo.
–          Imbécil – me espetó con voz amortiguada por la tela.
–          Vamos, Sara, perdona. Te juro todo lo que quieras. Dime qué te pasa. Ya en serio, me estás preocupando de verdad.
La ruborizada carita de mi hermana asomó bajo la colcha, mirándome sin acabar de decidirse a confiar a mí.
–          Tío… Esto me da mucha vergüenza. No quiero que vuelvas a mencionarlo jamás – insistió.
–          Que no. Ya te he dicho que no diré nada. Pero haz el favor de decirme de una vez qué te ha pasado.
Sara cerró los ojos y respiró profundamente, armándose de valor para revelarme por fin el terrible secreto.
–          Bueno, Isma… Yo estaba… Ya sabes – balbuceó, haciendo un gesto raro con la cabeza.
–          No, no sé – la interrumpí – Niña, o hablas más claro o te juro que…
–          Vale, vale – asintió – Leñe, es que me da vergüenza. Pero, si no te lo digo a ti…
Logré contener a duras penas las ganas de darle un coscorrón.
–          Verás. Es que… Bueno… Antes, hace un rato, me estaba masturbando…
¿Qué? No, no podía ser. Mi hermana no acababa de decir aquello.
–          Que estabas masticando, ¿el qué? – pregunté, tratando de negar la realidad.
–          No, imbécil – dijo hecha una furia – Me estaba masturbando. Que me estaba haciendo una paja, gilipollas.
Asentí con la cabeza, aturdido. Si me hubiera dicho que era una alienígena procedente de Positrón 4, me habría extrañado mucho menos. Sin decir nada, agarré la silla que había frente al escritorio de Sara y me senté (me derrumbé) en ella, antes de que las rodillas me fallaran.
–          O sea, que estabas masturbándote – dije, aparentando naturalidad – Y te pareció buena idea llamarme para darme los detalles.
–          ¡Ay, hijo, no seas imbécil! – me espetó – No me lo pongas más difícil, que bastante vergüenza estoy pasando ya.
–          ¿Vergüenza? – exclamé enfadado – Tranquila, que esto no es nada. Verás la próxima vez que me haga una paja y te llame para retransmitirte la jugada.
–          Pero, ¿tú eres tonto o qué? – dijo ella cada vez más cabreada – ¿Te crees que, si no necesitara tu ayuda, iba a hablarte de mis intimidades?
Sus palabras me serenaron un tanto. Tenía razón, si me había llamado era por algo, no para ponerme al día sobre sus sesiones de autosatisfacción.
–          Vale – dije, tratando de recuperar la serenidad – Tienes razón. Disculpa. Ahora dime, ¿qué demonios te ha pasado mientras te hacías una paja?
–          Eres gilipollas, hermanito.
–          Tienes razón. Hasta luego – dije levantándome de mi asiento.
–          ¡NO! Espera – dijo ella más calmada, sin atreverse a mirarme a la cara – Necesito que me ayudes…
Me dejé caer de nuevo en la silla.
–          Venga. Habla. ¿Qué quieres que haga?
–          Joder. ¡Qué vergüenza! – masculló entre dientes – A ver, Isma. Después de almorzar, me he dado una ducha y… bueno… ya sabes, estaba un poquito cachonda, pues hace tiempo que no…
–          Vale, vale, corta el rollo – la interrumpí, prefiriendo no averiguar más de los sofocos de mi hermanita – Empezaste a masturbarte. Es natural. Todos lo hacemos.
–          Sobre todo tú – me soltó, tratando de recobrar la ventaja en la discusión.
–          Estupendo – dije sonriente – Me voy a buscar a mamá.
–          ¡NO! – exclamó ella incorporándose.
Al hacerlo, la colcha se escurrió, con lo que quedó destapada desde el cuello a la cintura. Sin embargo, mi hermana no estaba desnuda (como yo, en el fondo, esperaba), sino que llevaba puesta una camiseta de algodón azul.
Sin darme cuenta, mis ojos recorrieron su cuerpo en un  instante, con lo que me apercibí de que sus pezones estaban perfectamente dibujados en la tela. Aparté los ojos rápidamente, avergonzado, pero no lo bastante como para que Sara no se diera cuenta. Sin embargo, no dijo nada, limitándose a ignorar el hecho, lo que me confirmó que, en efecto, necesitaba mi ayuda.
–          Venga, en serio – dije volviendo a sentarme – Cuéntame qué te pasa de una puñetera vez.
Sara volvió a respirar hondo.
–          Mierda… Bueno, pues eso. Me sentía juguetona, por lo que me pareció buena idea probar con otra cosa que no fueran mis dedos.
–          ¿Otra cosa? ¿Un consolador? – pregunté sin pensar.
–          Ojalá. Llevo tiempo pensando en comprarme uno, pero nunca me decido.
De las cosas que se entera uno…
–          El caso es que… como no tengo consolador… Probé con otra cosa y…
–          Joder. No me digas que te has metido algo en la vagina y te has hecho daño – dije con preocupación – Sara, entonces tenemos que llevarte deprisa al médico, da igual quien se entere, si te has lesionado ahí…
–          No, no – me interrumpió ella – Si no me he hecho daño.
–          ¿Entonces?
Sara me miró, coloradísima, sin acabar de atreverse a contarme cual era su problema. En vez de hacerlo, optó por darme un ejemplo gráfico, por lo que metió una mano bajo las sábanas, sacando enseguida un objeto de color verde fosforito.
–          ¿Un rotulador? – exclamé cuando mi cerebro procesó al fin la imagen que mis ojos le enviaban – ¿Te has masturbado con un rotulador?
Era curioso. Una par de semanas antes le había pedido a Sara que me prestara unos rotuladores fluorescentes y, cuando me los dejó, pensé que, efectivamente, parecían consoladores.
Examiné el rotulador en cuestión, confirmando que era bastante grande, de unos 15 centímetros de largo, con forma de torpedo y un diámetro de unos 3 centímetros. Fue justo entonces cuando me di cuenta del detalle clave e hice la pregunta del millón.
–          ¿Y el tapón? – pregunté, incapaz de sumar dos y dos.
Sara se puso más roja todavía, parecía un puto gusiluz puesto de coca y fue esa luminosidad en su rostro, la que hizo que por fin se me encendiera la bombilla.
Boquiabierto, me tapé rápidamente la boca con la mano, a medias para ocultar mi asombro, a medias (o quizás tres cuartos) para ahogar las carcajadas que iban a escapárseme en cualquier momento.
Misterio resuelto, señoras y señores, ya sabía cuál era la emergencia de mi hermana, premio para el caballero, un perrito piloto.
¿Dónde están las llaves, matarile, rile, rile, en el fondo del mar, matarile, rile, ron, chimpón? Si quieren cantarla, cambien llaves por tapón y mar por… el coño de mi hermana. Anímense, conocen la melodía.
–          No me jodas que se te ha quedado el tapón dentro – acerté a decir cuando mi cerebro recuperó el riego suficiente para permitirme articular palabra.
Sara no respondió, pero su gesto de esconder el rostro entre las manos y echarse a llorar fue respuesta suficiente.
–          Venga, Sara, no te preocupes. No es para tanto. A ver, ¿has intentado sacarlo?
–          ¡No! ¡No lo he intentado! – exclamó, tornando las lágrimas en furia – En cuanto me ha pasado me he dicho: “Venga, vamos a llamar a Isma, que seguro que le interesa saber cómo se hace pajas su hermana y…”
–          Vale, vale, cálmate – dije tratando de poner paz – No te cabrees. ¿Y estás segura de que está dentro? A ver si, con el jaleo, se ha caído en la cama y está liado entre las sábanas.
–          No… Lo noto dentro de… ya sabes.
Asentí vigorosamente. Vaya si sabía.
–          Tranquila. No te pongas nerviosa. Verás cómo lo solucionamos. Estás muy alterada y seguro que por eso no puedes… expulsarlo. Relájate y verás como dentro de un rato…
–          ¡Llevo más de una hora intentándolo! – exclamó con ojos llorosos – ¡No sale!
–          Vale. De acuerdo. Pues entonces vámonos a urgencias, verás como allí lo solucionan en un periquete.
–          ¡No! Por favor, Isma, te lo pido, bastante vergüenza estoy pasando contándotelo a ti. Si se entera alguien más, me muero, te juro que me pego un tiro. Esto saldría hasta en los periódicos y…
–          No seas tonta. En urgencias nadie va a decir nada…
–          Me da igual. Lo sabrían ellos. Te juro que me muero…
–          ¿Y no puedes llamar a una amiga? ¿O a tu novio?
–          ¿Qué novio? Richard y yo cortamos hace dos meses. ¿Y una amiga? ¿Conoces a alguna que no se fuera a ir de la lengua?
Ni me molesté en sugerir la intervención paterna. Papá quizás se hubiera tomado el asunto a risa, pero creo que una cosa así le habría provocado un infarto a mi madre. Para ella, el sexo era cosa de otro planeta. Muchas veces me había preguntado cómo nos habían engendrado a Sara y a mí. Por ósmosis, quizás.
–          ¿Y entonces? – pregunté, aunque ya me imaginaba por dónde iban los tiros.
Sara se quedó callada un momento, los ojos clavados en mí.
–          Sácalo tú – dijo con el rostro encarnado.
–          ¿Yo? ¿Te has vuelto loca? – dije, simulando sorprenderme por su petición.
–          Sí. Tú. Vas a ser médico ¿no?
–          Sí, pero aún soy estudiante.
–          Ya, coño, pero tampoco se trata de una operación a corazón abierto, ¿no? Leches, que sólo se trata de una… extracción.
Joder. Menudo marrón.
–          Fregarás los platos cada vez que me toque durante dos meses – sentencié – Y me harás la cama todos los días.
–          Trato hecho.
El que aceptara mi propuesta, sin protestar ni regatear, me hizo comprender hasta qué punto estaba desesperada.
–          Manda huevos la cosa… – dije levantándome de la silla.
–          Oye… gracias – dijo Sara sonriéndome ruborizada.
–          Anda y que te den – respondí, un poquito avergonzado.
Y entonces me di cuenta. Joder, que iba a verle el coño a mi hermana. A fondo. Y no sólo a vérselo, sino a meter la mano en él. De pronto, me puse terriblemente nervioso.
–          ¿Qué te pasa? – preguntó Sara al percibir mi cambio de expresión.
–          Nada, nada. Es que menuda tarea me has buscado, niña. Ya te vale.
–          ¿Qué? – dijo riendo – ¿Es que nunca has visto una vagina?
–          Decenas – respondí con aplomo.
–          Fantasma – se burló ella.
–          Lo que pasa es que la mayor parte de ellas no estaban… muy vivas.
Sara tardó un segundo en captar mi referencia a la asignatura Anatomía de primero.
–          Ajjj. Qué asco.
–          Dímelo a mí.
Me quedé de pie, al lado de la cama y, tras hacer de tripas corazón, me puse en marcha.
–          Venga, anda, destápate. Levante el capó señorita y déjeme ver dónde está la avería – le dije, tratando de quitar hierro al asunto.
Sara me sacó la lengua mientras se libraba de la colcha y las sábanas.
¡Coño! (Y nunca mejor dicho) De cintura para abajo, mi hermanita iba completamente desnuda. Se ve que no le gustaba el estorbo de la ropa para ciertas… operaciones.
–          Siéntate al borde de la cama – le indiqué.
Ella obedeció inmediatamente. Arrastrando el trasero por el colchón, se sentó justo al borde y apoyó los pies descalzos en el suelo.
–          Ismael – dijo con voz temblorosa – Deberías echar el seguro de la puerta.
Tenía razón. Escalofríos me daban sólo de imaginar que mi madre irrumpiera en el cuarto y me sorprendiera en plena exploración espeleológica.
–          Espera – dije – Voy a salir primero a lavarme las manos.
Me asomé al pasillo con cuidado, pero, por fortuna, no había moros en la costa. Caminé de puntillas hasta el baño, donde me lavé a fondo las manos, preparándome para la intervención.
Tras regresar al dormitorio, aseguré la puerta y regresé junto a la cama, acuclillándome delante de Sara.
–          Separa más los muslos – dije – Abre las piernas.
–          Guarro. Eso no se le dice a una chica – bromeó Sara, tratando suavizar la situación.
Pero no lo logró. De hecho, su bromita me turbó profundamente, pues hizo que fuera totalmente consciente de que ella era una mujer… desnuda y muy atractiva para más señas.
Armándome de valor, incliné la cara y eché un vistazo entre sus muslos. Me sorprendió (aunque no sé por qué) constatar que mi hermanita llevaba el pubis cuidadosamente depilado, con un ligero triangulito de pelo encima de la rajita. Pero todavía más me sorprendió descubrir que llevaba un pequeño tatuaje de un dragón en la entrepierna, que parecía estar surgiendo de… la grieta.
–          No me jodas que te has hecho un tatuaje en el chichi – exclamé sorprendido.
–          No seas imbécil – resonó su voz avergonzada – Termina de una vez, antes de que te dé un guantazo.
–          No seas borde, niña. Si no te gusta, vas a que te mire esto el que te hizo el tatuaje, que total, ya te ha visto el asunto.
–          Capullo – dijo en voz muy baja, aunque yo logré entenderla.
Me incliné todavía más, tratando de tener una buena visión de la rajita de mi hermana. Se veía claramente que estaba excitada, pues los labios estaban muy hinchados y entreabiertos. Comprendí que se había dejado la paja a medias.
Sin embargo, como la cama era muy baja, yo tenía que inclinarme muchísimo para lograr un buen… ángulo de acceso, así que comprendí que, en aquella postura, no iba a poder realizar mi cometido.
–          Sara – dije poniéndome en pie – Tu cama es demasiado baja. No veo bien. Será mejor que te tumbes en el colchón.
Ella comprendió enseguida a qué me refería, así que obedeció sin protestar, tumbándose boca arriba en la cama. Mientras, yo rodeé el lecho y empecé a despejar los pies de la cama de un montón de bolsos, zapatos y peluches que estaban por allí tirados, para poder tener buen… acceso al campo de operaciones.
–          Échate para acá – le dije, una vez arrodillado tras la cama – Apoya los pies en el colchón y separa los muslos, como si estuvieras en el ginecólogo.
Sara obedeció inmediatamente, arrastrando el culo por encima del colchón. Al hacerlo, la camiseta se le subió un palmo, dejando al descubierto su estómago, provocando que el piercing de su ombligo reluciera a la luz de la lámpara del cuarto. Había visto ese piercing cientos de veces, pero esa fue la primera vez que… me resultó erótico.
–          Umgg – carraspeé – Vamos a ver qué tenemos por aquí.
Metí la cabeza entre los muslos entreabiertos de Sara, pudiendo esta vez ver con mejor detalle la vagina de la chica. Como había percibido antes, los labios se veían bastante hinchados y dilatados, pero esta vez, al gozar de mejor iluminación, noté perfectamente que además estaba muy mojada.
–          Estabas bastante cachonda, ¿eh? – dije sin poder reprimirme, mirando su rostro a través de sus muslos entreabiertos – Estás empapada.
–          No seas imbécil, Ismael – dijo ella, coloradísima – Déjate de bromas y acaba de una vez.
–          Vale, vale, perdona. Mira, voy a tocarte, ¿eh? No te cabrees y me sacudas una patada o algo por el estilo.
–          Tranquilo, procuraré controlar las ganas.
–          Allá vamos – pensé.
Con mucho cuidado, con delicadeza, posé los dedos índice y pulgar de la mano izquierda en la vagina de mi hermana, separando los labios poco a poco hasta descubrir la entrada de la gruta.
Al hacerlo, un embriagador aroma a hembra caliente inundó mis fosas nasales y se extendió por mi cuerpo, lo que hizo que algo se agitara bruscamente en mis pantalones.
–          Tranquilo, gañán – dije para mí – No vayas a tener una erección y Sarita te la corte en rodajas.
Respiré hondo y reanudé las operaciones, separando un poquito más los labios mayores para poder acceder al interior de la vagina. Al hacerlo, ésta se mostró completamente abierta ante mí, hinchada y brillante por los flujos, incitadora. Traté de tragar saliva, pero la boca se me había quedado seca.
–          Sara, lo siento pero no veo nada. Voy a tener que buscarlo por el tacto – le dije al no ver ni rastro del tapón.
–          Va… vale –  concedió – Ya lo suponía. Hazlo.
Respiré hondo de nuevo. Muy despacio, llevé la mano derecha hasta la vagina y, con sumo cuidado, deslicé en su interior los dedos índice y corazón, tratando de localizar el trozo de plástico con la yema de los dedos.
Al hacerlo, pude sentir el extraordinario calor y humedad que había allí dentro, lo que me turbó enormemente.
–          Joder, meter la polla aquí dentro tiene que ser increíble – pensé en silencio, sin poder contenerme.
Muy despacio, con auténtico miedo, empecé a mover los dedos en el interior de mi hermana, palpando, tratando de rozar el maldito tapón, pero no logré nada. Bueno, algo sí logré y fue que, de repente, un conmovedor gemidito escapara de los labios de Sara.
–          AAHHHHH – gimió la pobre, sin poder contenerse.
Noté cómo los músculos vaginales ceñían mis dedos, apretándolos, lo que me excitó terriblemente, mientras sentía cómo el nivel de humedad se incrementaba. Mi hermanita lo estaba gozando.
Sin embargo, para no embrollar más la cosa, opté por limitarme a ignorar el hecho, simulando que no había pasado nada, para no avergonzarla.
–          No lo encuentro Sara – dije, sudando por el nerviosismo.
–          Pues busca más adentro – siseó mi hermana – Te juro que lo noto perfectamente. Está al fondo…
Alcé la mirada y observé a Sara, arrepintiéndome inmediatamente de haberlo hecho.
Estaba arrebatadora. Tenía los ojos cerrados y los labios apretados, tratando de ahogar las sensaciones que mi exploración le estaba provocando, esforzándose al máximo para no gemir de placer. Sus manos estrujaban con saña las sábanas, con tanta fuerza que los nudillos se veían blancos. Pero lo peor era la camiseta, que se le había subido tanto que permitía ver la parte inferior de sus senos, a escasos centímetros de dejar escapar los enhiestos y endurecidos pezones.
Desconcertado, volví a bajar los ojos con rapidez, avergonzado por el cúmulo de sensaciones que en ese momento asolaban mi organismo. Tratando de acabar con aquello con rapidez, hundí todavía más la cara entre sus muslos, obteniendo un detallado primer plano de la entrepierna de Sarita.
A esas alturas, mi propia ingle era un volcán en erupción. Notaba que los pantalones estaban a punto de estallar, conteniendo a duras penas una erección tan tremenda como nunca había experimentado antes.
–          Joder, joder, joder – repetía en el interior de mi cabeza, mientras mis dedos seguían explorando y chapoteando en las entrañas de Sara.
Sin pararme a pensar en ello, saqué los dedos unos centímetros para, a continuación, volver a hundirlos con más fuerza, llegando más adentro esta vez, lo que provocó que un nuevo bufido de placer escapara de los labios de mi hermana.
–          Lo… ¿lo encuentras? – siseó Sara, tratando de disimular lo que estaba sintiendo.
–          No, tía. Ni siquiera lo he rozado. Estaba pensando en ir a buscar las pinzas de barbacoa de papá, esas que son tan largas – bromeé, tratando de relajar el ambiente.
–          Eres gilipollas – balbuceó ella – Déjate de tonterías y acaba de una vez.
–          No es fácil. Lo tienes muy profundo…
–          ¡Imbéciiiiiil! – siseó ella mientras mis dedos se hundían en sus entrañas.
Resoplé, sudoroso y excitado. Casi sin pensar, saqué los dedos y volví a hundirlos de nuevo, moviéndolos a los lados, palpando el cálido interior de Sara. Y volví a hacerlo. Una vez. Y otra. Y otra.
Sara, sin poder controlarse, arqueó levemente la espalda, levantando el trasero del colchón, brindándome su coño en bandeja. Yo seguía horadándola con mis dedos, explorando en su interior en busca del maldito (bendito) tapón, pero, a la vez, dando rienda suelta a mis depravados instintos.
Sin darme cuenta siquiera, llevé mi otra mano a su entrepierna y, con auténtico mimo, empecé a acariciar suavemente el clítoris de mi hermana, que surgía orgulloso y enrojecido de entre sus labios.
–          ¡AY! ¡DIOS! – gimió Sara, sin poder contenerse.
Alcé la vista y la miré, retorciéndose de placer. Justo entonces ella también levantó la mirada, con lo que nuestros ojos se encontraron. Nos miramos en silencio unos segundos, sin decir nada, mientras mis dedos seguían su labor de búsqueda, aunque ambos sabíamos perfectamente que, en realidad, lo que estaba haciendo era terminarle la paja que ella había dejado inacabada. Sin embargo, no dijo nada, dejándome hacer lo que me vino en gana.
Como el que calla otorga, redoblé mis esfuerzos dactilares en su interior, lo que la hizo jadear de nuevo y volver a cerrar los ojos, estrujando las sábanas con las manos hasta literalmente arrancarlas de la cama.
Seguí buscando y masturbándola a la vez, mientras ella se mordía los labios tratando de ahogar los gemidos de placer. Yo estaba como loco, excitado a más no poder, pensando en si mi hermana se enfadaría mucho si me sacaba la chorra allí mismo y me hacía una paja a su salud.
Y entonces se corrió. Dando un bufido tan intenso que fue casi un grito, Sara dio un bote en la cama mientras sus piernas se cerraban bruscamente, atrapando mis manos en medio. Girando la cabeza, enterró el rostro en la almohada, aunque yo pude oír perfectamente cómo gritaba de puro éxtasis.
Las paredes de su vagina estrecharon mis dedos extraordinariamente, mientras yo sentía cómo su interior literalmente se derretía y se licuaba de puro placer.
Entonces, inesperadamente, mis dedos rozaron algo duro y artificial.
–          ¡Espera, Sara! – exclamé con entusiasmo – ¡Ya lo noto! ¡Creo que lo he rozado!
Aunque a ella creo que ya le daba igual, pues siguió mordiendo la almohada con saña, mientras yo seguía rebuscando en su interior.
Por fin, el insidioso trozo de plástico se deslizó entre mis dedos y, a pesar de la humedad y la viscosidad que lo empapaban, me las apañé para asirlo con la suficiente habilidad para, poco a poco, lograr extraerlo de las profundidades insondables en las que había estado escondido hasta ese momento.
–          ¡Ya lo tengo! – exclamé, alzando triunfante el capuchón.
Y entonces nos dieron el susto de nuestra vida.
–          ¡Sara! ¿Estás bien? – resonó la voz de mi madre tras la puerta – ¿Has gritado?
Nos quedamos helados. Era una estampa cómica, con ella despatarrada y conmigo de rodillas, con una empalmada de narices y con la mano en alto sosteniendo el objeto perdido.
–          S… Sí, mamá – consiguió articular Sara, mientras me miraba con una terrorífica expresión de pánico.
–          ¿Estás visible?
–          N… no. Me acabo de duchar. T… tengo que vestirme. Espera un momento.
Yo, acojonado, miraba a todos lados, buscando dónde cojones esconderme.
–          No, tranquila. Nos vamos ya. Sólo venía a decirte adiós y me pareció escuchar un grito.
–          Sí, he sido yo mamá, me he golpeado un pie con la pata de la mesilla. No ha sido nada.
–          Vale. Pues nos vamos. Ya sabes, no hagas ruido, que tu hermano está estudiando. Hasta luego.
–          Adiós mamá.
Y sus pasos resonaron alejándose, con lo que respiramos aliviados. No nos preocupaba que pasara también por mi cuarto para despedirse, pues nunca lo hacía cuando yo estaba empollando.
–          Joder, menudo susto – dijo Sarita.
–          Ya te digo – asentí mientras me ponía en pie.
Todavía con el corazón a mil, miré a mi hermana, medio desnuda encima de la cama. Me avergoncé de los pensamientos que zumbaban como cohetes en mi mente.
–          Toma – dije arrojándole el capuchón del rotulador – Y cómprate un consolador.
–          Vale – respondió mirándome.
Nada más hacerlo, ella apartó la mirada, coloradísima. Yo tardé un segundo en comprender que lo había hecho al comprobar el estado de la tienda de campaña que había en mi pantalón, con lo que también sentí una gran vergüenza.
Tenía que salir de allí y hacerme por lo menos 4 pajas, porque si no, las pelotas me iban a hacer pum e iba a ser yo el que terminara en urgencias. O peor, iba a terminar por arrojarme encima de ella y hacer alguna locura. Ganas no me faltaban.
–          Ya sabes, las camas y los platos durante dos meses – dije.
–          Sí. Tranquilo.
–          Me… me voy a estudiar.
–          Vale. Gracias.
–          No vuelvas a hacer nada como esto – dije dándole un suave capón.
Me di la vuelta con un soberano esfuerzo, para salir de allí como alma que lleva el diablo. Di un primer paso hacia la puerta, pero un súbito tirón me detuvo. Mi camiseta parecía haberse enganchado en algo.
Extrañado, me di la vuelta y me encontré con la mano de mi hermana, aferrada a mi camiseta, impidiéndome dar ni un paso más. Ella, avergonzada, no me miraba a mí, sino que tenía los ojos clavados en el colchón, lo que, no sé por qué, me resultó más erótico todavía.
No sabía qué decir. Me quedé en silencio, observando aquella mano que me sujetaba.
–          Oye, estaba pensando que… a lo mejor me he hecho daño usando esa cosa – dijo por fin mi hermana, con un hilo de voz.
–          ¿Cómo? – exclamé, con la sangre latiéndome en los oídos.
–          He pensado que… podrías comprobarlo… Ya sabes… un chequeo completo…
Para qué voy a mentir. Ni un segundo me lo pensé.
–          Claro. Túmbate de nuevo. Me servirá de práctica.
Y ella lo hizo. Me quedé observándola, excitado, desnuda de cintura para abajo, los ojos brillantes por la calentura. Mis amigos tenían razón: estaba buenísima.
Y yo iba a follármela.
Su mano liberó mi camiseta, permitiéndome moverme. Yo lo hacía muy despacio, a medias aturdido, a medias queriendo recrearme en el momento. Sus ojos, subrepticiamente, se deslizaron de nuevo por mi entrepierna, lo que provocó una sacudida en mi cuerpo. Estaba muy caliente.
Muy despacio, me senté a su lado en el colchón, sintiendo el calor que emanaba de su cuerpo pegado al mío. La miré fijamente, recorriéndola de la cabeza a los pies, mirándola como un hombre mira a una bella mujer, superado el tabú del incesto.
–          Así que quiere un reconocimiento completo – dije con tono profesional.
Para mi sorpresa, Sara esbozó una sonrisilla traviesa y avergonzada, que me resultó super erótica. En vez de decir nada, asintió vigorosamente con la cabeza.
–          Bien, pues, desnúdese señorita.
El corazón me iba a mil mientras mi hermana, incorporándose hasta quedar sentada, se libraba de la camiseta, quedando sobre la cama como Dios la trajo al mundo. Mi pene experimentó una sacudida involuntaria al ver el tremendo cuerpazo que tenía Sarita. Por fin comprendía a Paco.
–          Túmbese – dije, mientras ella obedecía sin protestar – Empezaremos por… los pechos.
Inclinándome, llevé mis manos hasta sus tetas, empezando a acariciarlas con delicadeza. Sarita, excitada, cerró los ojos y se dejó hacer, gimiendo muy quedamente mientras mis manos sobaban y magreaban las soberbias montañas.
Cada vez más excitado, las caricias fueron haciéndose progresivamente más bruscas y pronto me encontré literalmente estrujando los melones de mi hermana con las manos, provocando que su dueña gimiera de placer.
–          Pues, no noto nada extraño, señorita – dije, sin saber muy bien lo que decía – No noto bultos, ni nada en especial. Pero asegurémonos…
Mientras hablaba, apreté con fuerza las tetas de Sara, provocándole un gritito de dolor. Al hacerlo, la lujuriosa carne se estremeció entre mis dedos y los pezones se mostraron enhiestos, apetecibles. Sin poder contenerme, me abalancé sobra aquellas espléndidas mamas y absorbí uno de los pezones entre mis labios, procediendo a chuparlo y lamerlo con lujuria, sin dejar en ningún momento de estrujar los pechos con mis manos.
Sara, muy excitada, se mordió un nudillo tratando de ahogar los gemidos, pero lo único que logró con su gesto fue excitarme todavía más.
Tras estimular un buen rato el afortunado fresón, cambié de objetivo dedicándome a su gemelo, que reaccionó a mis caricias con idéntico entusiasmo. Llevé entonces una de mis manos hacia abajo, acariciando su cuerpo, entreteniéndome unos segundos jugueteando con el piercing de su ombligo, cosa que (ahora lo comprendía) llevaba mucho tiempo deseando hacer.
De repente, noté una presión en la entrepierna y, sorprendido, descubrí que mi hermanita había llevado una mano hasta mi bragueta y había empezado a estrujar mi polla por encima del pantalón, recreándose en su dureza.
No queriendo ser menos, mi mano abandonó los juegos en su ombligo y siguió viaje hacia el sur, deteniéndose de nuevo para juguetear con el escaso vello que mi hermana conservaba entre las piernas. Sin embargo se quedó poco allí, pues su destino estaba un poco más abajo. Sara, deseando que la mano acabara el viaje, separó los muslos incitadoramente, ofreciéndome en bandeja de plata el delicado tesoro que yo antes había explorado con tanto detalle como para haber trazado un mapa.
Mis dedos volvieron a abrirse paso en su tierno chochito, acariciándola y tocándola con delicadeza, provocando que Sara gimiera y jadeara de puro placer. Mis caricias estaban gustándole de veras o al menos así lo estimé a juzgar por las crecientes ganas con que acariciaba mi polla por encima del pantalón.
–          Sácala – dijo de pronto, abriendo los ojos y mirándome – Quiero verla.
Gran idea.
–          ¿Me la chuparás? – pregunté en un momento de inspiración.
Ella me miró fijamente un segundo, en silencio.
–          A cambio de los platos y las camas – sentenció.
La madre que la parió.
–          No te pases, niñata. A cambio de las camas y ya está. Lo de los platos sigue en pie.
Odiaba lavar los platos.
–          Trato hecho – dijo ella, sonriéndome con picardía.
Con el corazón a punto de salírseme por la boca y la sangre de todo el cuerpo acumulándose en salva sea la parte, forcejeé como loco con los pantalones para sacar por fin a mi soldadito de su encierro. Cuando lo logré, arrojé la prenda al otro extremo de la habitación de una patada y me volví hacia mi hermana, con la polla al rojo vivo cimbreando entre mis piernas.
Cuando ella clavó sus lindos ojos en mi erección, estuve a punto de correrme.
–          ¿Qué te parece? – dije, cachondo como nunca antes.
–          Está muy bien – respondió ella, llenándome de orgullo – Tienes un buen pedazo.
–          Dilo – le pedí, con la cabeza medio ida por la calentura.
Ella me miró un segundo, pero pronto decidió que ese día me había portado muy bien con ella, así que me hizo una pequeña concesión.
–          Tienes una polla estupenda, grande y jugosa – dijo, mirándome con lascivia – Estoy deseando metérmela en la boca.
Lo de jugosa supongo que lo dijo por todos los jugos que brotaban incontroladamente de la punta, dándole al glande un aspecto lustroso y brillante.
–          Joder, cómo me pone que digas guarradas – siseé.
–          Todos los tíos sois iguales – dijo Sara, meneando la cabeza mientras se sentaba al borde de la cama.
Enardecido y con las pelotas a punto de estallar, me acerqué a Sara hasta que mi polla quedó a su alcance. Sin hacerse de rogar, su cálida manita aferró inmediatamente mi erección, provocando que estrellitas de placer estallaran en mi cabeza.
Inclinándose, acercó enloquecedoramente su rostro a mi verga y, muy despacito, sacó la lengua y empezó a lamerme la punta, degustando con placer mis fluidos preseminales, provocando que las rodillas me temblaran tanto que estuve a punto de caerme.
Pronto mi hermanita se animó lo suficiente para meterse un buen trozo de polla en la boca, empezando una mamada que, a todas luces, distaba años luz de ser la primera. Sin poder evitarlo, mi cerebro se preguntó cuántas pollas debía haberse tragado Sarita en su vida para alcanzar semejante grado de maestría.
Se le daba de puta madre.
Su boca parecía literalmente devorar mi polla por completo, mostrándose perfectamente capaz de engullirla hasta el fondo, apretando su rostro contra mi ingle, mientras su lengua jugueteaba con el tronco. Me pareció incluso notar el roce de su campanilla cuando mi verga se hundió hasta su garganta, lo que literalmente me enloqueció de placer.
–          Para, para, por favor – gimoteé adivinando lo que se venía encima – Si sigues me voy a correr enseguida.
Ella me miró, un poquito sorprendida, con una mano aferrada a mi polla, mientras la saliva le resbalaba literalmente de los labios, quizás acostumbrada a que a sus parejas les encantase pegarle un buen lechazo en la boca.
Yo me conozco bien y sabía, por anteriores experiencias, que, tras pegarme una buena corrida, mi polla tardaba un rato en recuperar la buena forma y yo estaba ya que me moría por comprobar si, efectivamente, el coñito de Sara era tan bueno como les había parecido a mis dedos.
Y, si me dejaba ir, tenía pinta de que la corrida iba a ser mucho más que buena.
–          E… el instrumental ya está lo suficientemente limpio – jadeé – Es hora de continuar la exploración.
Sin decir nada, Sara se echó hacia atrás, deslizándose de nuevo sobre el colchón hasta quedar tumbada. A continuación, con movimientos tan lujuriosos que jamás habría imaginado ella fuera capaz de realizar, separó de nuevo los muslos, ofreciéndome su coñito hinchado y chorreante.
–          Déjate ya de tonterías, Isma… – susurró – Tú lo que quieres es follarme…
No pude más. Con un rugido, me arrojé literalmente encima de Sara, que daba grititos y reía excitada. Resoplando como un toro en celo, empujé con las caderas hasta hacerme sitio entre sus muslos y, echando el culo hacia delante, traté de empitonarla sin éxito.
–          Tranquilo, león – rió Sara, atrapada bajo mi peso – Déjame a mí.
Con habilidad, su manita aferró mi ardiente herramienta y la ubicó a la entrada de su vagina. Lentamente, refrenando el impulso que me empujaba a clavársela de un tirón hasta los huevos, fui metiéndosela muy despacio, mientras mis ojos se clavaban en los suyos.
Pude ver perfectamente cómo sus pupilas iban dilatándose a medida que mi hombría se sumergía en su interior, penetrándola poco a poco hasta que nuestras pelvis quedaron adheridas.
Yo jamás había sentido nada igual, el sexo nunca había sido tan bueno y ella parecía estar sintiendo algo similar, pues se mordía los labios con fuerza, tratando de ahogar el placer, hasta que, no pudiendo más, me abrazó con toda el alma, sepultando el rostro en mi pecho.
Por un instante, los dos fuimos uno solo, sintiéndonos unidos no como hermanos, sino como hombre y mujer. Muy despacio, empecé a moverme en el interior de Sarita y, en cuanto lo hice, ella no resistió más y empezó a gemir y a jadear de una forma tan sensual, que creí que me iba a volver loco.
Deslizarse en su interior era sencillamente exquisito, nuestros cuerpos parecían amoldarse el uno al otro, como si estuvieran hechos para estar unidos. Curiosamente, a pesar del placer y el frenesí, la mente se me despejó por completo, permitiéndome observar y deleitarme con la extraordinaria situación.
Me sentí un poco triste, pues me di cuenta de que aquella iba a ser la primera y única vez que pudiera gozar con la hembra que parecía ser completamente perfecta para mí.
Mi hermana.
Entregados, derribados todos los tabúes, nos arrojamos ambos al frenesí del sexo. Las piernas de Sara se anudaron tras de mí y sus brazos me abrazaron con fuerza, apretando nuestros cuerpos.
Abrí los ojos, sin dejar de bombearla y vi que ella había hecho otro tanto. Nos miramos un instante, hablándonos sin palabras, hasta que, de repente, como habiéndonos puesto de acuerdo, buscamos ambos los labios del otro hasta fundirnos en un tórrido beso.
Los siguientes minutos fueron febriles. Apenas recuerdo lo que pasó.
Follamos. Nos amamos. Cambiamos 20 veces de postura. Sara se corrió. Yo me corrí. A pesar de mis recelos, no bastó un único orgasmo para calmar mi excitación. Seguí con la polla como un hierro.
Recuerdo su delicioso sabor cuando ella me pidió que le devolviera el favor y sepulté el rostro entre sus muslos. Recuerdo el tacto de su piel, su delicioso peso sobre mí cuando se puso encima.
Estuvimos así horas, hasta que, agotados, nos derrumbamos uno junto al otro encima del colchón.
Jadeando, me quedé tumbado junto a ella, sintiendo el calor que manaba de su cuerpo, la vista clavada en el techo, con la mente literalmente sumida en un huracán.
–          Bueno – dije cuando recuperé el resuello – Creo que esta experiencia elimina por completo la posibilidad de escoger ginecología como especialidad.
Lo dije medio en broma, pero no era ninguna tontería. Me parecía imposible poder reconocer a una paciente sin acordarme inmediatamente de lo sucedido esa tarde. Y si me acordaba…
No sé si Sara me escuchó, pues se había quedado profundamente dormida. Permanecí junto a ella un buen rato, mirando en silencio cómo dormía, mientras mi mente comenzaba a asumir las cataclísmicas consecuencias de lo que había pasado esa tarde.
Con la calma llegó la culpa. Me sentía fatal por lo sucedido, aunque era plenamente consciente de que, si pudiera retroceder en el tiempo, sin duda actuaría exactamente como lo había hecho. No me veía capaz de resistir la tentación.
Procurando no hacer ruido, bajé de la cama y recogí mis ropas en silencio. Con mucho cuidado, arropé a Sara y le di un beso en la mejilla, mientras ella se agitaba en sueños.
Regresé a mi cuarto y me di una ducha, sin parar de darle vueltas a lo sucedido. Sentí mil impulsos, regresar con ella, irme de casa, pedir el traslado a otra universidad en la otra punta de España.
Al final, armándome de valor, regresé a su cuarto para hablar con ella.
Ya no estaba. Se había vestido y se había ido con sus amigas, tal y como había dicho durante el almuerzo.
Ni siquiera había querido hablar conmigo. Supuse que no querría verme.
………………………………………….
La última semana ha sido un infierno. Sara y yo nos sentimos muy violentos en presencia del otro. Procuramos disimular, para que nuestros padres no noten nada raro, pero…
No hemos sido capaces de hablarlo. Simplemente nos evitamos el uno al otro. Empiezo a pensar que irme fuera a estudiar no es tan mala idea.
Si es que apruebo, claro, porque ahora mismo me siento incapaz de concentrarme en los estudios. Me paso las horas encerrado en mi cuarto, sin tocar un libro, rememorando una y otra vez la belleza de mi hermana, su calor… su sabor…
Esa tarde mis padres no están en casa. Mejor, así no tengo que fingir que me encuentro bien. Sara seguro que se ha largado, para así no tener que verme.
–          Pipupipi – resuena de repente mi móvil.
Como un autómata, alargo la mano y lo cojo de encima del escritorio, mirando con desgana la pantalla.
–          Ven a mi cuarto. Tengo un problema con un juguete que me he comprado. Sí, ese que me recomendaste. No sé utilizarlo muy bien… ¿Me enseñas?
¿Hace ruido un árbol al caer en el bosque, si no hay nadie para escucharlo? La misma pregunta podría hacerse sobre mi móvil, pues, en el momento en que finalmente impactó contra el suelo, hacía rato que yo había salido disparado hacia el cuarto de Sara.
FIN
PD: Querido lector, si conoces algún otro caso de Woman in trouble, házmelo saber y, si es interesante, podría animarme a contar su historia  (aunque no prometo nada). Un saludo y gracias por leerme.
 
 Si deseas enviarme tus opiniones, mándame un e-mail a:
 
 

Relato erótico: “Descubrí a la ingenua de mi tía viendo una película porno”. (POR GOLFO)

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La historia que os voy a contar me ocurrió hace algunos años, cuando estaba estudiando en la universidad. Con casi veintidós años  y una más que decente carrera, mis viejos no podían ningún impedimento a que durante las vacaciones de verano, me fuera solo a la casa que teníamos en Laredo. Acostumbraba  al terminar los exámenes a irme allí solo y durante más de un mes, pegarme una vida de sultán a base de copas y playa. Por eso cuando una semana antes de salir rumbo a ese paraíso mi madre me informó que tendría que compartir el chalet con mi tía, me disgustó.
Aunque mi relación con la hermana pequeña de mi madre era buena, aun así me jodió porque con Elena allí no podría comportarme como siempre.
«Se ha acabado andar desnudo y llevarme a zorritas a la cama», pensé, « y para colmo tendré que cargar con ella».
Mis reticencias tenían base ya que mi tía era una solterona de cuarenta años a la que nunca se le había conocido novio y que era famosa en la familia por su ingenuidad en temas de pareja. No sé cuántas veces presencié como mi padre le tomaba el pelo abusando de su falta de picardía hasta que mi madre salía en su auxilio y le explicaba el asunto. Al entender la burla, Elena se ponía colorada y cambiaba de tema.
―No entiendo que con casi cuarenta años caigas siempre en esas bromas― le decía mi vieja, ― ¡Madura!
Los justificados reproches de su hermana lo único que conseguían era incrementar la vergüenza de la pobre que normalmente terminaba yéndose de la habitación para evitar que su cuñado siguiera riéndose de ella.
Pero volviendo a ese día, por mucho que intenté hacerle ver a mi madre que además de joderme las vacaciones su hermana se aburriría al estar sola, no conseguí que diera su brazo a torcer y por eso me tuve que hacer a la idea de pasar un mes con ella.
Nos vamos a Laredo mi tía y yo.
Tal y como habíamos quedado,  a mediados de Junio, me vi saliendo con ella rumbo al norte.  Como a ella no le apetecía conducir en cuanto metimos nuestro equipaje, me dio las llaves de su coche diciendo:
― ¿Quieres conducir? Estoy muy cansada.
Ni que decir tiene que en cuanto la escuché acepté de inmediato porque no en vano el automóvil en cuestión era un precioso BMW descapotable. Encantado con la idea me puse al volante mientras ella se sentaba en el asiento del copiloto. Ya preparados, nos pusimos en camino. No tardé en comprobar que mi tía no había mentido porque al rato se quedó dormida.
Para los que no lo sepan, entre Madrid y Laredo hay unos cuatrocientos cincuenta kilómetros y se tarda unas cuatro horas sin incluir paradas y viendo que no iba a obtener conversación de ella, puse la radio y decidí comprobar si como decían las revistas, ese coche era una maravilla. Con ella roncando a pierna suelta y aunque había mucho tráfico, llegué a Burgos en menos de dos horas y como me había pedido parar en el hotel Landa para almorzar, directamente me salí de la autopista y entré en el parking de ese establecimiento.
Ya aparcado y antes de despertarla, me la quedé mirando. Mi tía seguía dormida y eso me permitió observarla con detenimiento sin que ella se percatara de ese escrutinio.
«Para su edad está buena», sentencié después darle un buen repaso y comprobar que la naturaleza le había dotado de unas ubres que rivalizarían con las de cualquier vaca, «lo que no comprendo es porqué nunca ha tenido novio».
En ese momento fue cuando realmente empecé a verla como mujer ya que hasta entonces Elena era únicamente la hermana de mamá pero ese día corroboré que esa ingenua era dueña de un cuerpo espectacular. Su melena castaña, su estupendo culo y sus largas piernas hacían de ella una mujer atractiva. La confirmación de todo ello vino cuando habiéndola despertado, entramos al restaurante de ese hotel y todos los hombres presentes en el local se quedaron mirando embobados el movimiento de sus nalgas al caminar.
Muerto de risa y queriendo romper el hielo, susurré en su oído:
―Tía, ¡Debías haberte puesto un traje menos pegado!
Ella que ni se había fijado en las miradas que le echaban, me preguntó si no le quedaba bien. Os juro que entonces caí en la cuenta que no sabía el efecto que su cuerpo provocaba a su paso y soltando una carcajada, le solté:
― Estupendamente. ¡Ese es el problema! – y señalando a un grupo de cuarentones sentados en una mesa, proseguí diciendo: ― ¡Te están comiendo con los ojos!
Al mirar hacía ese lugar y comprobar mis palabras, se puso nerviosa y totalmente colorada, me rogó que me pusiera de modo que tapara a esa tropa de salidos. Cómo es normal, obedecí y colocándome de frente a ella, llamé al camarero y pedí nuestras consumiciones.
Mientras nos las traía,  Elena seguía muy alterada y se mantenía con la cabeza gacha como si eso evitara que la siguieran mirando. Esa actitud tan esquiva, ratificó punto por punto la opinión que mi viejo tenía de su cuñada:
« Mi tía era, además de ingenua, de una timidez casi enfermiza».
Viendo el mal rato que estaba pasando, le propuse que nos fuéramos pero entonces ella, con un tono de súplica, me soltó:
― ¿Soy tan fea?
Alucinado porque esa mujer hubiese malinterpretado la situación, me tomé unos segundos antes de contestar:
― ¿Eres tonta o qué? No te das cuenta que si te están mirando es porque estás buenísima.
Mi respuesta la descolocó y casi llorando, dijo de muy mal humor:
― ¡No me tomes el pelo! ¡Sé lo que soy y me miro al espejo!
Fue entonces cuando asumiendo que necesitaba que alguien le abriera los ojos y sin recapacitar sobre las consecuencias, contesté:
― Pues ponte gafas. No solo no eres fea sino que eres una belleza. La gran mayoría de las mujeres desearían que las miraran así. Esos tipos te están devorando con los ojos porque seguramente ninguna de sus esposas tiene unas tetas y un trasero tan impresionantes como el tuyo.
La firmeza con la que hablé le hizo quedarse pensando y tras unos instantes de confusión, sonriendo me contestó:
― Gracias por el piropo pero no te creo.
Debí haberme quedado callado pero me parecía inconcebible que se minusvalorara de ese modo y por eso cometí el error de cogerle de la mano y decirle:
― No te he mentido. Si no fueras mi tía, intentaría ligar contigo.
Lo creáis o no creo que en ese preciso momento esa mujer me creyó porque mirándome a los ojos, me dio las gracias sin percatarse que bajo su vestido involuntariamente sus pezones se le habían puesto duros. El tamaño de esos dos bultos fue tal que no pude más que quedarme embobado mientras pensaba:
« ¡No me puedo creer que nunca me hubiese fijado en sus pitones».
Tuvo que ser el camarero quien rompiera el incómodo silencio que se había instalado entre nosotros al traer la comanda. Ambos agradecimos su interrupción, ella porque estaba alucinada por el calor con el que la miraba su sobrino y yo por el descubrimiento que Elena era una mujer de bandera.
Al terminar ninguno de los dos comentó nada y hablando de temas insustanciales, nos montamos en el coche sin ser enteramente conscientes que esa breve parada había cambiado algo entre nosotros.
«Estoy como una cabra», mascullé entre dientes, «seguro que se ha dado cuenta de cómo le miraba las tetas».
        
Durante el resto del camino la hermana de mi madre se mantuvo casi en silencio como rumiando lo sucedido. Solo cuando ya habíamos dejado atrás Bilbao y estábamos a punto de llegar a Laredo, salió de su mutismo y como si no hubiéramos dejado de hablar del tema, me preguntó:
― Si estoy tan buena, ¿Por qué ningún hombre me ha hecho caso?
Como su pregunta me parecía una solemne idiotez, sin medirme, contesté:
― Ya que tienes ese cuerpazo, ¡Muéstralo! ¡Olvídate de trajes cerrados y ponte un escote! ¡Verás cómo acuden en manada!
Confieso que nunca preví que tomándome la palabra, me soltara:
― ¿Tú me ayudarías? ¿Me acompañaría a escoger ropa?
La dulzura pero sobre todo la angustia que demostró al pedírmelo, no me dio pie a negarme y por eso le prometí que al día siguiente, la acompañaría de compras. Lo que no me esperaba que poniendo un puchero, Elena contestara:
― No seas malo. Es temprano, ¿Por qué no hoy?
Al mirar el reloj y descubrir que ni siquiera era hora de comer, contesté:
― De acuerdo. Bajamos el equipaje en casa, comemos y te acompaño.
Su sonrisa hizo que mereciera la pena perderme esa tarde de playa, por eso no me quejé cuando habiendo descargado nuestras cosas y sin darme tiempo de acomodarlas en mi habitación, me rogó que fuéramos a un centro comercial a comer y así tener más tiempo para elegir.
― ¡He despertado a la bestia!― exclamé al notar la urgencia en sus ojos.
Elena soltando una carcajada, me despeinó con una mano diciendo:
― He decidido hacerte caso y cambiar.
La alegría de su tono me debió advertir que algo iba a suceder pero comportándome como un lelo, me dejé llevar a rastras hasta ese lugar. Una vez allí, entramos en un italiano y mientras comíamos, mi tía no paró de señalar los vestidos de las crías que iban y venían por la galería, preguntando como le quedarían a ella. El colmo fue al terminar y cuando nos dirigíamos hacia el ZARA, Elena se quedó mirando el escaparate de Victoria Secret´s y mostrándome un picardías tan escueto como subido de tono, me preguntara:
― ¿Te parecería bien que me lo comprara o es demasiado atrevido?
Cortado por que me preguntara algo tan íntimo, contesté:
― Seguro que te queda de perlas.
Elena al dar por sentada mi aprobación entró conmigo en el local y dirigiéndose a una vendedora, pidió que trajeran uno de su talla.  Ya con él en su mano, se metió en el probador dejándome a mí con su bolso fuera. No habían trascurrido tres minutos cuando vi que se entreabría la puerta y la mano de mi tía haciéndome señas de que entrara. Sonrojado hasta decir basta, le hice caso y entré en el pequeño habitáculo para encontrarme a mi tía únicamente vestida con ese conjunto.
Confieso que me quedé obnubilado al contemplarla de esa guisa y recreando mi mirada en sus enormes pechos, no pude más que mostrarle mi asombro diciendo:
― ¡Quién te follara!
La burrada de mi respuesta, la hizo reír y mientras me echaba otra vez para afuera, la escuché decir:
― ¡Mira que eres bruto! ¡Qué soy tu tía!
Por su tono descubrí que no se había enfadado por mi exabrupto ya que aunque era el hijo de su hermana, de cierta manera se había sentido halagada con esa muestra tan soez de admiración.
 « No puede ser», pensé al saber que además para ella yo era un crío.
Al salir ratificó que no le había molestado tomándome del brazo y con una alegría desbordante, llevándome de una tienda a otra en busca de trapos. No os podéis hacer una idea de cuantas visitamos y cuanta ropa se probó hasta que al cabo de dos horas y con tres bolsas repletas con sus compras, salimos de ese centro comercial.
Ya en el coche, mi tía comentó entre risas:
― Creo que me he pasado. Me he comprado cuatro vestidos, el conjunto de lencería y un par de bikinis.
― Más bien― contesté mientras encendía el automóvil.
Ni siquiera habíamos salido del parking cuando haciéndome parar, me pidió que bajara la capota ya que le apetecía sentir la brisa del mar. Haciendo caso, oprimí el botón y en menos de diez segundos, el techo se escondió y ya totalmente descapotados salimos a la calle.
― ¡Me encanta!― chilló con alegría,
La felicidad de su rostro mientras recorríamos el paseo marítimo, me puso de buen humor y momentáneamente me olvidé el parentesco que nos unía, llegando al extremo de posar mi mano sobre su muslo. Al darme cuenta, la retiré lo más rápido que pude pero entonces Elena protestó diciendo:
― Déjala ahí, no me molesta.
La naturalidad con la que lo dijo, me hizo conocer que quizás en pocas ocasiones había sentido sobre su piel la caricia de un hombre y por eso no pude evitar excitarme pensando que podía seguir siendo virgen.
« Estoy desvariando», exclamé mentalmente al percatarme que esa mujer que estaba deseando desflorar era mi familiar mientras a mi lado, ella había vuelto a poner mi mano sobre su muslo.
Instintivamente, mi imaginación voló y mientras pensaba en cómo sería ella en la cama, comencé a acariciarla hasta que la realidad volvió de golpe en un semáforo cuando al mirarla descubrí que tenía su vestido completamente subido y que podía verle las bragas.
« ¡Qué coño estoy haciendo!», pensé al darme cuenta que estaba tocando a la hermana de mi madre.
Asustado por ese hecho pero no queriendo que ella se molestara con una rápida huida, aproveché que se ponía verde para retirar mi mano al tener que meter la marcha y ya no volví a ponerla sobre su muslo. Pasado un minuto de reojo comprobé que Elena estaba cabreada pero como no podía reconocer que estaba disfrutando con los toqueteos de su sobrino y más aún el pedirme descaradamente que los continuara.
Afortunadamente estábamos cerca de la casa de mis padres y por eso sin preguntar me dirigí directamente hacia allá. Nada más cruzar la puerta, mi tía desapareció rumbo a su cuarto dejándome con mi conciencia. En mi mente me veía como un pervertidor que se estaba aprovechando de la ingenuidad de esa mujer y de su falta de experiencia y por eso decidí tratar de evitar cualquier tipo de familiaridad aun sabiendo que eso me iba a resultar difícil porque estaríamos ella y yo solos durante un mes.
Habiéndolo resuelto comprendí que lo mejor que podía hacer era irme a dar una vuelta y eso hice. En pocas palabras, hui como un cobarde y no volví hasta que Elena me informó que me estaba esperando para cenar.
― Al rato llego― contesté acojonado que le dijera a mi vieja que la había estado tocando.
Aunque le había dicho que tardaría en volver, comprendí que no me quedaba más remedio que ir a verla y pedirle de alguna manera perdón. Creo que mi tía debió de suponer que tardaría más tiempo porque al entrar en el chalet, escuché que estaba la tele puesta.
Al acercarme al salón, la encontré viendo una de mis películas porno. No sé si fue la sorpresa o el morbo pero desde la puerta me puse a espiar que es lo que hacía para descubrir que creyéndose sola, se estaba masturbando mientras miraba como en la pantalla un jovencito se tiraba a una cuarentona.
« ¡No me lo puedo creer!», pensé al saber que entre todas mis películas había ido a escoger una que bien podría ser nuestra historia. «Un veinteañero con una dama que le dobla en edad».
Ese descubrimiento y los gemidos que salían de su garganta al acariciarse el clítoris, me pusieron  como una moto y bajándome la bragueta saqué mi pene de su encierro y me empecé a pajear mientras observaba en el sofá a mi tía tocándose. Elena sin saber que su sobrino la espiaba desde el zaguán, separó sus rodillas y metiendo su mano por debajo de su braga, separó sus labios y usando un dedo, lo metió dentro de su sexo.
Sabía que me podía descubrir pero aun así necesitaba verla mejor y por eso agachándome, gateé hasta detrás de un sillón desde donde tendría una vista inmejorable de sus maniobras.  Para empeorar la situación y mi calentura, en ese momento, mi querida tía cogió uno de sus senos apretándolo con la mano izquierda mientras  la derecha no dejaba de torturar su mojado coño.
« ¡Está tan bruta como yo», tuve que admitir mientras me pajeaba para calmar mi excitación.
A mi lado, Elena intensificó sus toqueteos pegando sonoros gemidos. Os juro que podía ver hasta el sudor cayendo por el canalillo de su escote pero aun así quería más. Totalmente excitada, la vi cómo se arqueaba su espalda y como cerraba sus piernas con su mano dentro de ella en un intento de controlar el placer que estaba sintiendo. En ese momento, cerró los ojos cerrados y mientras disfrutaba de un brutal orgasmo, mi tía gritó mi nombre y cayó agotada sobre el sofá, momento que aproveché para salir en silencio tanto de la habitación como de la casa.
Ya en el jardín, me quedé pensando en lo que había visto y no queriendo que Elena se sintiera incómoda, me dije que no le contaría nunca que la había descubierto haciéndose una paja pensando en mí.
« Está tan sola que incluso fantasea que su sobrino intenta seducirla», sentencié tomando la decisión de no darle ninguna excusa para que se sintiera atraída.
La cena.
Diez minutos más tarde, no podía prolongar mi llegada y como no quería volverla a pillar en un renuncio, saludé en voz alta antes de entrar.
― Estoy aquí― contestó Elena.
Siguiendo el sonido de su voz, llegué a la cocina donde mi tía estaba preparando la cena. Nada más verla, supe que me iba a resultar complicado no babear mirándola porque se había puesto cómoda poniéndose una bata negra de raso, tan corta que apenas le tapaba el culo.
« ¿De qué va?», me pregunté al observarla porque a lo escueto de su bata se sumaba unas medias de encaje a medio muslo. « ¡Se está exhibiendo!».
La certeza de que Elena estaba desbocada y que de algún modo intentaba seducirme, me hizo palidecer y tratando de que no notara la atracción que sentía por ella, abrí el refrigerador y saqué una cerveza. Todavía no la había abierto cuando de pronto se giró y dijo:
― Tengo una botella de vino enfriando. ¿Me podrías poner otra copa?
Su tono meloso me puso los vellos de punta y dejando la cerveza, saqué la botella mientras trataba de ordenar mis pensamientos. Al mirarla, descubrí que ya se había bebido la mitad.
« Macho recuerda quien es», repetí mentalmente intentando retirar mi mirada de su trasero, « está buena pero es tu tía».
Sintiéndome un mierda, serví dos vasos. Al darle el suyo, mi hasta entonces ingenua familiar extendió su brazo y gracias a ello, se le abrió un poco la bata dejándome descubrir que llevaba puesto el picardías que había elegido esa tarde. Mis ojos no pudieron evitar el recorrer su escote y ella al notar que la miraba, sonriendo me soltó:
― Me he puesto el conjunto que tanto te gustó― tras lo cual y sin medirse, se abrió la bata y modeló con descaro a través de la cocina la lencería que llevaba puesta.
Por mucho que intenté no verme afectado con esa exhibición sentándome en una silla, fallé por completo. Sabía que estaba medio borracha pero aun así bajo mi pantalón mi pene salió de su letargo y como si llevase un resorte, se puso duro como pocas veces. El tamaño del bulto que intentaba ocultar era tal que Elena advirtió mi embarazo y en vez de hacer como ni no se hubiera dado cuenta, acercándose a mí, susurró en mi oído con voz alcoholizada:
 
― ¡Qué mono! A mi sobrinito le gusta cómo me queda.
Colorado y lleno de vergüenza, me quedé callado pero entonces, mi tía envalentonada por mi silencio dio un paso más y sentándose sobre mis rodillas, me preguntó:
― ¿Tú crees que los hombres se fijarían en mí?
Con sus tetas a escasos centímetros de mi boca y mientras intentaba aparentar una tranquilidad que no tenía, con voz temblorosa, respondí:
― Si no se fijan es que son maricas.
Mi respuesta no le satisfizo y cogiendo sus gigantescas peras entre sus manos, insistió:
― ¿No te parece que tengo demasiado pecho?
La desinhibición de esa mujer me estaba poniendo malo. Todo mi ser me pedía hundir la cara en su hondo canalillo pero mi mente me pedía prudencia por lo que haciendo un esfuerzo contesté:
― Para nada.
Mi tía sonrió al escuchar mi respuesta y disfrutando de mi parálisis, se bajó de mis rodillas y dándose la vuelta, puso su pandero a la altura de mi cara y descaradamente siguió acosándome al preguntar:
― Entonces: ¿Será que no me hacen caso porque tengo un culito gordo?
Para entonces estaba como una moto y por eso comprenderéis que tuve que hacer un verdadero ejercicio de autocontrol para no saltar sobre ese par de nalgas que con tanta desfachatez mi tía ponía a mi alcance. Como no le contestaba, Elena estrechó su lazo diciendo:
― Tócalo y dime si lo tengo demasiado flácido.
Como un autómata obedecí llevando mis manos hasta sus glúteos. Si ya de por sí me parecía que Elena tenía un trasero cojonudo al palpar con mis yemas lo duro que lo tenía no pude más que decir mientras seguía manoseándolo:
― ¡Es perfecto y quién diga lo contrario es un imbécil!
La hermana de mi madre al sentir mis magreos gimió de placer y con su respiración entrecortada, se sentó nuevamente sobre mí haciendo que su culo presionara mi verga. Entonces y con un tono sensual, me preguntó:
― ¿Entonces porque no tengo un hombre a mi lado?
Si cómo eso no fuera poco y perdiendo cualquier recato, mi  tía comenzó un suave vaivén con su trasero, de forma que mi erecto pene quedó aprisionado entre sus nalgas.
― Elena, ¡Para o no respondo!― protesté al sentir el roce de su sexo contra el mío.
― ¡Contesta!― gritó sin dejar de moverse― ¡Necesito saber por qué estoy sola!
La situación se desbordó sin remedio al sentir la humedad que desprendía su vulva a través de mi pantalón y llevando mis manos hasta sus pechos, me apoderé de ellos y contesté:
― ¡No lo sé! ¡No lo comprendo!
Mi chillido agónico era un pedido de ayuda que no fue escuchado por esa mujer. Mi tía olvidando  la cordura, forzó mi calentura restregando sin pausa su coño contra mi miembro. Su continuo acoso no menguó un ápice cuando la lujuria me dominó y metí mis manos bajo su picardías para amasar sus senos, Es más al notar que cogía entre mis dedos sus areolas, rugió como una puta diciendo:
― ¿Por qué no se dan cuenta que necesito un hombre?
Su pregunta resultaba a todas luces extraña si pensáis que en ese instante, mi verga y su chocho estaban a punto de explotar pero aun así contesté:
― ¡Yo si me doy cuenta!
Fue entonces cuando como si estuviéramos sincronizados tanto ella como yo nos vimos avasallados por el placer y sin dejar de movernos, Elena se corrió mientras sentía entre sus piernas que mi pene empezaba a lanzar su simiente sobre mi pantalón. Os juro que ese orgasmo fue brutal y que mi tía disfrutó de él tanto como yo pero entonces debió de percatarse que estaba mal porque levantándose de mis rodillas, me respondió:
― Tú no me sirves, ¡Eres mi sobrino!― y haciendo como si nada hubiera ocurrido, me soltó: ― ¿Cenamos?
Reconozco que tuve que morderme un huevo para no soltarle una hostia al escuchar su desprecio porque no en vano se podría decir que casi me había violado y que ya satisfecha me dejaba tirado como un kleenex usado. Pero cuando iba a maldecirla, vi en su mirada que se sentía culpable de lo ocurrido.
« Siente remordimientos por su actitud», me pareció entender y por eso, no dije nada y en vez de ello, le ayudé a poner la mesa.
Tal y como os imaginareis, durante la cena hubo un silencio sepulcral producto de la certeza de nuestro error pero también a que ambos estábamos tratando de asimilar qué nos había llevado a ese simulacro de acto sexual. Me consta que a ella le estaba reconcomiendo la culpa por haber abusado del hijo de su hermana mientras yo no paraba de echarme en cara que de alguna manera había sido el responsable de su desliz.
Por eso cuando al terminar de cenar, Elena me pidió si podía recoger la mesa, respondí que sí y vi como una liberación que sin despedirse mi tía se fuera a su habitación. Al ir metiendo los platos en el lavavajillas, no podía dejar de repasar todo ese día tratando de hallar la razón por la que esa mujer había actuado así, pero por mucho que lo intenté no lo conseguí y por eso mientras subía a mi cuarto, sentencié:
« Esperemos que mañana todo haya quedado en un mal sueño»…
Todo empeora.
Esa noche fue un suplicio porque mi dormitar se convirtió en pesadilla al imaginarme a mi madre echándome la bronca por haber seducido a su hermana borracha. En mi sueño, me intenté disculpar con ella pero no quiso escuchar mis razones y tras mucho discutir, cerró la discusión diciendo:
― Si llego a saber que mi hijo sería un violador, ¡Hubiera abortado!
Por eso al despertar, me encontraba hundido anímicamente. Me sentía responsable de la metamorfosis que había llevado a esa ingenua y apocada mujer a convertirse en la amantis religiosa de la noche anterior. No me cabía en la cabeza que mi tía me hubiera usado para masturbarse para acto seguido desprenderse de mí como si nada hubiera pasado entre nosotros.
« ¡Debe de tener un trauma de infancia!», sentencié y por enésima vez resolví que no volvería a darle motivos para que fantaseara conmigo.
Cómo no tenía ningún sentido quedarme encerrado en mi cuarto, poniéndome un bañador bajé a desayunar. Allí en la cocina, me encontré con Elena. Al observar las profundas ojeras que lucía en su rostro comprendí que también había pasado una mala noche. La tristeza de sus ojos me enterneció y mientras me servía un café, hice como si no me acordara de nada y fingiendo normalidad, le pregunté:
― Me apetece ir a la playa. ¿Me acompañas?
― No sé si debo― respondió con un tono que traslucía la vergüenza que sentía.
Todavía no me explico por qué pero en ese momento intuí que debería enfrentar el problema y por eso sentándome frente a mi tía, le dije:
― Si es por lo que ocurrió anoche, no te preocupes. Fue mi culpa, tú había bebido y te juro que nunca volverá a ocurrir.
Mi auto denuncia la tranquilizó y viendo que yo también estaba arrepentido, contestó:
― Te equivocas, yo soy la mayor y el alcohol no es excusa. Debería haber puesto la cordura― tras lo cual y pensándolo durante unos segundos, dijo:―  ¡Dame diez minutos y te acompaño!
Os reconozco que me alegró que Elena no montara un drama sobre todo porque eso significaba que mi vieja nunca se enteraría que su hijito se había dado unos buenos achuchones con su hermana pequeña. Aunque toda esa supuesta tranquilidad desapareció de golpe cuando la vi bajar por las escaleras porque venía estrenando uno de los bikinis que se compró el día anterior y por mucho que se tapaba con un pareo, su belleza hizo que me quedara con la boca abierta al contemplar lo buenísima que estaba.
« ¡Dios! Está para darle un buen bocado», pensé mientras retiraba mi vista de ella.
Afortunadamente Elena no advirtió mi mirada y alegremente cogió las llaves de su coche para salir al garaje. Al hacerlo me dio una panorámica excelente de sus nalgas sin caer en el efecto que ellas tendrían en su sobrino. 
« ¡Menudo culo el de mi tía!», farfullé mentalmente mientras como un perrito faldero la seguía.
Ya en su BMW, me preguntó a qué playa quería ir. Mi estado de shock no me permitía concentrarme y por eso contesté que me daba lo mismo. Elena al escuchar mi respuesta, se quedó pensando durante unos momentos antes de decirme si me apetecía ir al Puntal. Sé que cuando lo dijo debía haberle avisado que esa playa llevaba varios años siendo un refugio nudista pero entonces mi lado perverso me lo impidió porque quería ver como saldría de esta.
― Está bien. Hace tiempo que no voy― contesté.
Habiendo decidido el lugar, bajó la capota y arrancó el coche. Como Laredo es una ciudad pequeña y el Puntal está a la salida del casco urbano, en menos de diez minutos ya estaba aparcando. Ajena al tipo de prácticas que se hacían ahí, mi tía abrió el maletero y sacó las toallas y su sombrilla sin mirar hacia la arena. No fue hasta que habiendo abandonado el paseo entramos en la playa propiamente cuando se percató que la gran mayoría de los veraneantes que estaban tomando el sol estaban desnudos.
― ¡No me dijiste que era una playa nudista!― exclamó enfadada encarándose conmigo.
― No lo sabía – mentí― si quieres nos vamos a otra.
Sé que no me creyó pero cuando ya creía que nos daríamos la vuelta, me miró diciendo:
― A mí no me importa pero no esperes que me empelote.
Por su actitud comprendí que sabía que se lo había ocultado para probarla pero también que una vez lanzado el reto, había decidido aceptarlo y no dejarse intimidar. La prueba palpable fue cuando habiendo plantado la sombrilla en la arena, se quitó el pareo y con la mayor naturalidad del mundo, hizo lo mismo con la parte superior de su bikini. Ya en topless, me miró diciendo:
― ¿Es esto lo que querías?
No pude ni contestar porque mis ojos se habían quedado prendados en esos pechos que siendo enormes se mantenían firmes, desafiando a la ley de la gravedad. Todavía no me había recuperado de la sorpresa cuando escuché su orden:
― Ahora te toca a ti.
Su tono firme y duro no me dejó otra alternativa que bajarme el traje de baño y desnudarme mientras ella me miraba. En su mirada no había deseo sino enfado pero aun así no pudo evitar asombrarse cuando vio el tamaño de mi pene medio morcillón. Por mi parte estaba totalmente cortado y por eso coloqué mi toalla a dos metros de ella, lejos de la protectora sombra del parasol.
Mi tía habiendo ganado esa batalla sacó la crema solar y se puso a embadurnar su cuerpo con protector mientras yo era incapaz de retirar mis ojos del modo en que se amasaba los pechos para evitar quemarse. Aunque me consta que no fue su intención, esa maniobra provocó que poco a poco mi ya medio excitado miembro alcanzara su máxima dureza. Previéndolo, me di la vuelta para que Elena no se enterara de lo verraco que había puesto a su sobrino. Por su parte cuando terminó de darse crema, ignorándome,  sacó un libro de su bolsa de playa, se puso a leer.
« ¡Qué vergüenza!», pensé mientras intentaba tranquilizarme para que se me bajara la erección: « Esto me ocurre por cabrón».
Desgraciadamente para mí, cuanto mayor era mi esfuerzo menor era el resultado y por eso durante más de media hora, tuve la polla tiesa sin poder levantarme. Esa inactividad junto con lo poco que había descansado la noche anterior hicieron que me quedara dormido y solo desperté cuando el calor de la mañana era insoportable. Sudando como un cerdo, abrí los ojos y descubrí que mi tía no estaba en su toalla.
« Debe de haberse ido a dar un paseo», sentencié y aprovechando su ausencia, salí corriendo a darme un chapuzón en el mar.
El agua del cantábrico estaba fría y gracias a ello, se calmó el escozor que sentía en mi piel. Pero no evitó que al cabo de unos minutos tomando olas al ver a Elena caminando hacia mí con sus pechos al aire, mi verga volviera a salir de su letargo por el sensual  bamboleo de esas dos maravillas.
― ¡Está helada!― gritó mientras se sumergía en el mar.
Al emerger y acercarse a mí, comprobé que sus pezones se le habían puesto duros por el contraste de temperatura y no porque estuviera excitada. El que sí estaba caliente como en celo era yo, que viendo esos dos erectos botones decorando sus pechos no pude más que babear mientras me recriminaba mi poca fuerza de voluntad:
« Tengo que dejar de mirarla como mujer, ¡Es mi tía!».
Ignorando mi estado, Elena estuvo nadando a mi alrededor hasta que ya con frio decidió volver a su toalla. Viéndola marchar hacía la orilla y en vista que entre mis piernas mi pene seguía excitado, juzgué mejor esperar a que se me bajara. Por eso y aunque me apetecía tumbarme al sol, preferí seguir a remojo. Durante casi media hora estuve nadando hasta que me tranquilicé y entonces con mi miembro ya normal, volví a donde ella estaba.
Fue entonces cuando levantando la mirada de su libro, soltó espantada:
― ¡Te has quemado!― para acto seguido recriminarme como si fuera mi madre por no haberme puesto crema.
Aunque me picaba la espalda, tengo que reconocer que no me había dado cuenta que estaba rojo como un camarón y por eso acepté volver a casa en cuanto ella lo dijo. Lo peor fue que durante todo el trayecto, no paró de echarme la bronca y de tratarme como un crío. Su insistencia en mi falta de criterio consiguió ponerme de mala leche y por eso al llegar al chalet, directamente me metí en mi cuarto.
« ¿Quién coño se creé?», maldije mientras me tiraba sobre el colchón.
Estaba todavía repelando del modo en que me había tratado cuando la vi entrar con un frasco de crema hidratante en sus manos y sin pedirme opinión, me exigió que me quitara el traje de baño para untarme de after sun. Incapaz de rebelarme, me tumbé boca abajo y  esperé como un reo de muerte espera la guillotina. Tan cabreado estaba que no me percaté del erotismo que eso entrañaría hasta que sentí el frescor de la crema mientras mi tía la esparcía por mi espalda.
« ¡Qué gozada!», pensé al sentir sus dedos recorriendo mi piel.
Pero fue cuando noté que sus yemas extendiendo el ungüento por mi culo cuando no pude evitar gemir de placer. Creo que fue entonces cuando ella se percató de la escena y que aunque fuera su sobrino, la realidad es que era una cuarentona acariciando el cuerpo desnudo de un veinteañero, porque de pronto noté crecer bajo la parte superior de su bikini dos pequeños bultos que se fueron haciendo cada vez más grandes.
« ¡Se está poniendo bruta!», comprendí. Deseando que siguiera, cerré los ojos y me quedé callado.
Sus caricias se fueron haciendo más sutiles, más sensuales hasta que asimilé que lo que realmente estaba haciendo era meterme mano descaradamente. Entusiasmado, experimenté como sus dedos recorrían mi espalda de una forma nada filial, deteniéndose especialmente en mis nalgas. Justo entonces oí un suspiro  y entreabriendo mis parpados, descubrí una mancha de humedad en la braga de su bikini.
Su calentura iba en aumento de manera exponencial y sin pensarlo bien, mi tía decidió que esa postura era incómoda y tratando de mejorarla, se puso a horcajadas sobre mí con una pierna a cada lado de mi cuerpo. Al hacerlo su braguita quedó en contacto con mi piel desnuda y de esa forma certifiqué lo mojado de su coño. El continuo masajeo fue lentamente asolando su cordura hasta que absolutamente entregada, empezó a llorar mientras sus dedos recorrían sin parar mis nalgas.
― ¿Qué te ocurre?― pregunté dándome la vuelta sin percatarme que boca arriba, dejaba al descubierto mi erección.
Ella al ver mi pene  en ese estado, se tapó los ojos y salió corriendo hacia la puerta pero justo cuando ya estaba a punto de salir de la habitación, se giró y con un gran dolor reflejado en su voz,  preguntó:
― ¿Querías saber lo que le ocurre a tu tía?― y sin esperar mi respuesta, me gritó: ― ¡Qué está loca y te desea! – tras lo cual desapareció rumbo a su cuarto.
Su rotunda confesión me dejó K.O. y por eso tardé unos segundos en salir tras ella. La encontré tirada sobre su cama llorando a moco tendido y solo se me ocurrió, tumbarme con ella y abrazándola por detrás tratar de consolarla diciendo:
― Si estás loca, yo también. Sé que está mal pero no puedo evitar verte como mujer.
Una vez confesado que yo sentía lo mismo que ella, no di ningún otro paso permaneciendo únicamente abrazado a Elena. Durante unos minutos, mi tía siguió berreando hasta que lentamente noté que dejaba de sollozar.
― ¿Qué vamos a hacer?― dándose la vuelta y mirándome a los ojos, preguntó.
Su pregunta era una llamada de auxilio y aunque en realidad me estaba pidiendo que intentáramos olvidar la atracción que existía entre nosotros al ver el brillo de su mirada y fijarme en sus labios entreabiertos no pude reprimir mis ganas de besarla. Fue un beso suave al principio que rápidamente se volvió apasionado mientras nuestros cuerpos se entrelazaban.
― Te deseo, Elena― susurré en su oído.
― Esto no está bien― escuché que me decía mientras sus labios me colmaban de caricias.
Al notar su urgencia llevé mis manos hasta su bikini y lo desabroché porque me necesitaba sentir la perfección de sus pechos. Mi tía, totalmente contagiada por la pasión, se quedó quieta mientras mis dedos reptaban por su piel. Su mente todavía luchaba contra la idea de acostarse con el hijo de su hermana pero al notar mis caricias, tuvo que morderse los labios para no gritar.
Por mi parte yo ya estaba convencido de dejar a un lado los prejuicios sociales y con mis manos sopesé el tamaño de sus senos. Mientras ella no paraba de gemir, recogiendo entre mis dedos uno de sus pezones lo acerqué a mi boca y sacando la lengua, comencé a recorrer con ella los bordes de su areola.
― Por favor, para― chilló indecisa.
Por mucho que conocía y comprendía sus razones, al oír su súplica lejos de renunciar me azuzó a seguir y bajando por su cuerpo, rocé con mis dedos su tanga.
― No seas malo― rogó apretando sus mandíbulas al notar que mis dedos se habían apoderado de su clítoris.
Totalmente indefensa se quedó quieta mientras sufría y disfrutaba por igual la tortura de su botón. Su entrega me dio los arrestos suficientes para sacarle por los pies su braga y descubrir que mi tía llevaba el coño exquisitamente depilado.
― ¡Qué maravilla!― exclamé en voz alta y sin esperar su respuesta, hundí mi cara entre sus piernas. 
No me extrañó encontrarme con su sexo empapado pero lo que no me esperaba fue que al pasar mi lengua por sus labios, esa mujer colapsara y pegando un gritó se corriera. Al hacerlo, el aroma a mujer necesitada inundó mi papilas y recreándome en su sabor, recogí su flujo en mi boca mientras mis manos se apoderaban de sus pechos.
― ¡No sigas!― se quejó casi llorando.
Aunque verbalmente me exigía que cesara en mi ataque, el resto de su cuerpo me pedía lo contrario mientras involuntariamente separaba sus rodillas y posando su mano en mi cabeza, forzaba el contacto de mi boca. Su doble discurso no consiguió desviarme de mi propósito y mientras pellizcaba sus pezones, introduje mi lengua hasta el fondo de su sexo. 
Mi tía chilló de deseo al sentir horadado su conducto y reptando por la cama, me rogó que no continuara. Haciendo caso omiso a su petición, seguí jugando en el interior de su cueva hasta que sentí cómo el placer la dominaba y con su cuerpo temblando, se corría nuevamente en mi boca. Su clímax me informó que estaba dispuesta y atrayéndola hacia mí, puse la cabeza de mi glande entre los labios de su sexo.
― Necesito hacerte el amor― balbuceé casi sin poder hablar por la lujuria.
 Con una sonrisa en sus labios, me respondió:
― Yo también― y recalcando sus palabras, gritó: ― ¡Hazme sentir mujer! ¡Necesito ser tuya!
Su completa aceptación permitió que de un solo empujón rellenara su conducto con mi pene. Mi tía al sentir mi glande chocando contra la pared de su vagina, gritó presa del deseo y retorciéndose como posesa, me exigió que la amara. Obedeciendo me apoderé de sus senos y usándolos como ancla, me afiancé con ellos antes de comenzar un suave trote con nuestros cuerpos.
Fue cuando entre gemidos, me gritó:
― Júrame que no te vas arrepentir de esto.
― Jamás―respondí y fuera de mí, incrementé mi velocidad de mis penetraciones.
Elena respondió a mi ataque con pasión y sin importarle ya que el hombre que la estaba haciendo gozar fuera su sobrino, me chilló que no parara. El sonido de los muelles de la cama chirriando se mezcló con sus aullidos y como si fuera la primera vez, se corrió por tercera vez sin parar de moverse. Por mi parte al no haber conseguido satisfacer mi lujuria,  convertí mi suave galope en una desenfrenada carrera en busca del placer mientras mi tía disfrutaba de una sucesión de ruidosos orgasmos.
Cuando con mi pene  a punto de sembrar su vientre la informé que me iba a correr, en vez de pedirme que eyaculara fuera, Elena contrajo los músculos de su vagina y con una presión desconocida por mí, me obligó a vaciarme en su vagina mientras me decía:
― Quiero sentirlo.

Ni que decir tiene que obedecí y seguí apuñalando su coño hasta que exploté en su interior y agotado por el esfuerzo, me desplomé a su lado. Fue entonces cuando Elena me abrazó llorando. Anonadado pero sobretodo preocupado, le pregunté que le ocurría:
― Soy feliz. Ya había perdido la esperanza que un hombre se fijara en mí.
Sabiendo de la importancia que para ella tenía esa confesión, levanté mi cara y mientras la besaba, le contesté tratando de desdramatizar la situación:
―No solo me he fijado en ti, también en tus tetas.
Soltó una carcajada al oír mi burrada y mientras con sus manos se apoderaba de mis huevos,  respondió:
― ¿Solo mis tetas? ¿No hay nada más que te guste de mí?
― ¡Tu culo!― confesé mientras entre sus dedos mi pene reaccionaba con otra erección.
Muerta de risa, se dio la vuelta y llevando mi miembro hasta su esfínter, susurró:
― Ya que eres tan desgraciado de haber violado a tu tía, termina lo que has empezado. ¡Úsalo! ¡Es todo tuyo!
 Para comentarios, también tenéis mi email:
golfoenmadrid@hotmail.es
 
 

 

 
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