





«El hombre es un lobo para el hombre.» Thomas Hobbes
NI TU, NI YO, ¿QUIEN DARÁ EL PRIMER PASO?, ¿QUE LOBO GANARÁ?…
“No penséis que he venido a traer paz a la tierra; no he venido a traer paz sino espada”. Mateo 10:34
Lizbeth, hermosa hija de 22 años del afamado y adinerado médico especializado en Ginecología, Raúl Orozco Betancourt, escuchaba cabizbaja y curiosa el sermón ofrecido por el maduro sacerdote Chuy Venegas. A lo lejos podía observar a su Profesor preferido, Cosme Iván Alonso Sánchez con su guapa esposa y sus hijos adolescentes. Sabía que su hijo mayor era casi de su edad, por ahí de los 20 años, ya que asistía a unos cursos anteriores a los que ella matriculaba y el otro unos dos o tres años menor. Su mentor, calculo tendría unos 45 años de edad, dicha información se las había dicho desde la primera clase que tuvieron, pero de eso fue el año pasado y no se acordaba. En realidad parecía de unos 35 años.
El padre Chuy entusiasmado, eufórico y emocional como suele serlo, a sus aún 50 años, empezó a contar una anécdota para relacionarla con la explicación del Evangelio de Mateo, no sin antes citar que el filósofo inglés del Siglo XVII, Thomas Hobbes popularizo en su obra de 1651, –Leviatán- la famosa frase que en su momento acuño el comediógrafo latino Tito Macio Plauto (254 a. C. – 184 a. C.) en su obra Asinaria:
“Lupus est homo homini, non homo, quom qualis sit non novit.”, que significa “Lobo es el hombre para el hombre, y no hombre, cuando desconoce quién es el otro”, al Padre Chuy le encanta preparar detalladamente su intervención dominical. Con su mejor voz, el sacerdote empezó:
“Un niño de siete años le pregunto a su abuelo: ¿Por qué hay guerras en el mundo?, Su abuelo acomodándose las gafas, le explico que en todo ser humano hay dos lobos peleando de manera constante. Un lobo pugna por la belleza, la bondad, la honestidad, la sinceridad, la fraternidad, el amor, la solidaridad y valores de ese tipo. Con paciencia les explico cada uno. El otro lobo por el contrario, quiere que el hombre luche, aplaste, domine al otro, busque su propio interés. También con palabras adecuadas a la edad de su nieto, les detallo cada uno de esos antivalores. Esos dos lobos siempre anidan en el hombre y buscan predominar sobre el otro, cuando el lobo malo gana, se llega hasta la estupidez de la guerra. El niño le pregunta ahora, ¿Qué lobo ganaría dentro de mi cuerpecito? El abuelo solo contesto: el que tú alimentes…
El sacerdote pregunto a la audiencia: ¿Cómo alimentamos el lobo del bien…? Una viejecita contesto que siendo buenos cristianos, otra señora que alimentándose de la palabra y de buenas acciones.
El Padre Chuy les dirigió una sonrisa afable y afirmando volvió a la carga, efectivamente como en Hebreos 4:12 se menciona, “Porque la palabra de Dios es VIVA y EFICAZ, y MAS CORTANTE QUE TODA ESPADA DE DOS FILOS; y penetra hasta PARTIR EL ALMA Y EL ESPÍRITU, las coyunturas y los tuétanos, Y DISCIERNE los pensamientos y las intenciones del corazón”.
Para de inmediato proseguir: La palabra de Dios es como una espada de dos filos. Penetra hasta partir el alma y el espíritu, y discierne los pensamientos e intenciones del corazón. Es la mejor ARMA que tenemos.
Por todo esto, debemos estar conscientes que vamos a tener guerra espiritual porque Jesús ya nos lo advirtió. Por lo tanto, la mejor forma de hacer esta guerra es usar la palabra de Dios como espada del Espíritu. Para eso tenemos que conocer bien la Palabra pasando muchas horas estudiando y meditando en ella y así siguió discerniendo y preguntando de vez en vez, incluyendo la pregunta ¿Cómo alimentamos al lobo del mal?….
Para ese entonces, Lizbeth ya estaba toda distraída. Pensaba en la película que iría a ver con sus amigas por la tarde, después de asistir al partido de beisbol de las 12 de la tarde. Todo el domingo para divertirse con sus compañeras y mañana lunes temprano a las 7 am la clase con Iván. Su novio Agustín radicaba en otra ciudad muy lejana, nada menos que el DF, porque estudiaba una carrera que no existía en la localidad. Solo en ráfagas captaba algunos de los conceptos y es que sabía que su papá Raúl le preguntaría al término de la misa. Con lo que agarró estaba segura salir de ese apuro.
De vez en vez, no entendía el por qué, dirigía su mirada hacia su maduro profesor. Le llamaba la atención lo diferente que lucía ahora de una cómoda bermuda y polo, haciendo lucir su envidiable figura sin artificios ni exageraciones, aún para sus demasiado atléticos compañeros de Universidad. No era nada agraciado del rostro, es decir no era el típico guapo, al contrario era moreno y simple, pero en realidad no es feo, simplemente diferente a las personas de su círculo social.
Sus amigos incluso maldecían como en los juegos de futbol en los que participaban no podían vencer con claridad al equipo de Iván que con otros maestros y algunos refuerzos juveniles del personal administrativo y uno que otro alumno tenía.
Normalmente Iván viste formal sin llegar al uso del traje, un buen pantalón docker y una camisa de marca afín al color, si acaso en Otoño un saco informal, pero ahora lucía como un jugador de golf y se veía muy bien.
Por su parte, Iván con cuidado de que su esposa Janeth e hijos no se dieran cuenta, volteaba y sonreía a una de sus tantas alumnas favoritas. Al parecer sus hijos estaban como distraídos mirando al aire, pero su esposa era muy receptiva y él estaba en su día de descanso como para dar explicaciones. Lizbeth lucía radiante como siempre. Él era muy esmerado en su imagen y aún en ese recinto quería lucir muy bien para esa fémina. A él le encantaba la fama que tenía de inconquistable, ético y de coherencia que proyectaba. Tenía un ego desmesurado. También ponía atención en la charla del sacerdote por si su familia le interrogaba, sabedores de que él no está muy convencido del acto y de que asiste a la misa del domingo a pedido de su esposa.
Al terminar la ceremonia, coincidieron las familias presentándose, Janeth le comento un tanto sarcástica: ¡Qué guapa alumna tienes! Como has de sufrir en tus clases…
Iván solo mascullo: ya vez no todas son así, la mayoría están pasadas de peso y no agraciadas…
Janeth: ajjjaaa y menos en la Uni, va cada cromo….
Iván: De que te preocupas, si sabes que solo tú eres la más hermosa para mí, dándole un sensual abrazo y beso delante de todos, que no pasó desapercibido para la joven Lizbeth que a mediana distancia los vio y que por un momento experimento un cierto grado de algo parecido a celos o envidia…que raro sentimiento se dijo para sí.
ELLA: Lizbeth es una joven de tez blanca, muy inteligente, madura y centrada que estudia Mercadotecnia en la mejor Universidad de la afamada Perla Tapatía, la ciudad de Guadalajara. Se podría decir que es de clase media alta, tirándole de plano a la clase alta. Su padre, que si es de extracción pobre, aunque de viejas raíces europeas por el color de su piel, a base de especializarse en su carrera de Medicina ha logrado la movilidad social y económica que todos los que estudian mucho, desean. Su mama es de Durango y ella si es de clase de abolengo venida a menos y de quien heredo su belleza especial. Lizbeth tiene un aire algo muy parecido e incluso mejor a su paisana Marlene Favela que es una actriz mexicana, nacida en Santiago Papasquiaro, estado de Durango en el país México (busquen sus imágenes en google y se darán cuenta de lo esculturales y hermosas que son en ese pueblo sus mujeres). Su pelo negro es largo, sus curvas de infarto son ya de mujer hecha y derecha. Toda su educación es muy católica, tal y como se acostumbra en el sector de clase media de México y de cualquier país latino. Colegios de monjas y círculos muy cerrados a otros ambientes, lo que en un pueblo se da. Aunque parezca mentira, sigue siendo virgen, si bien se mete sus buenos agasajes con su novio de años, Agustín el cual prácticamente lo tiene desde preparatoria y casi ya toda la carrera, ya que este semestre se gradúa. Ambos son de ese pequeño pueblo en el estado norteño de México.
La familia de Lizbeth por el trabajo del padre, radican ahora en Guadalajara, Jalisco que es un centro afamado de Hospitales innovadores y tratamientos nuevos en prueba. Ahí Raúl pudo florecer como ginecólogo de mujeres con problemas para embarazarse y encumbrarse para tener a su familia en una posición privilegiada.
La película que fueron a ver fue muy extraña, se trataba de un cine que pasaba películas de estreno junto a otras no tan recientes. La que vieron se llamaba “La Elegida”, los protagonistas son David Kepesh (Ben Kingsley, el actor que gano el Oscar por interpretar a Gandhi), es un senescente profesor universitario de 62 años bien conservados, y la hermosa estudiante Consuelo Castillo (Penélope Cruz, ¡qué senos, dios mío! y ¡que mirada de hembra en busca de todo!), quien es mucho más joven, de 32 años y poseedora de un sutil poder de seducción que atrae al profesor. Kepesh es un hombre bastante maduro, es divorciado y vive una soledad dura, solo tiene a un hijo quien es doctor, un par de amigos cercanos, entre ellos George, (Dennis Hopper) y a una amante ocasional de casi su misma edad que es Carolyn (Patricia Clarkson) quien solo se aparece en los festivos o cada quince días para dar un paréntesis a la soledad de Kepesh.
David Kepesh es célebre en el ambiente literario y público debido a su sapiencia acerca de la cultura y la literatura; y por sus cercanos que lo conocen por sus intensos instintos seductores, su pasión por las mujeres bellas y por su poca tendencia de establecer lazos duraderos; pero todo esto pierde sentido cuando la joven cubana Consuela Castillo (Penélope Cruz) se cruza en su camino después de la fiesta de graduación.
Después del juego y la seducción, los dos protagonistas empiezan una relación de la que Kepesh parece no poder prescindir. Pero al año y medio de relación pasional, los celos, la diferencia de edad (30 años) y el miedo al súbito abandono traicionan a Kepesh. Kepesh además en las diarias conversaciones con su amigo George se va influenciando por los consejos y puntos de vista que emite este quien pronostica que la relación entre un hombre mayor y una joven no tiene futuro y que solo debe aprovecharla al máximo mientras dure. Kepesh además debido a sus miedos, no interpreta o no oye los mensajes en contrario que Consuela le entrega en sus conversaciones acerca de un futuro entre ellos.
Todo esto desemboca en que Kepesh alimente en él un miedo paranoico atroz a ser dejado por Consuela, en resumen miedo al desamor. La pareja se distancia cuando Consuela intenta presentarlo a su círculo social, otra señal que Kepesh desestima. Kepesh odia admitir que se ha enamorado; pero ya ha hecho daño en la relación sin quererlo, Consuela no lo llama más ni vuelven a verse despúes del desaire. Kepesh vuelve a la vida y a la zona de confort que tenía antes de Consuela pero no la olvida y sus sentimientos permanecen en su alma torturándolo día tras día, momento tras momento.
Sin superar el tener que estar solo, sin Consuela, David Kepesh se refugia en su profesión y su relación casual con Carolyn. Dos años después y tras afrontar la muerte de su mejor amigo George, Consuela aparece en su apartamento para incredulidad de Kepesh y ella se presenta con una petición que hacerle y una noticia: ella tiene cáncer de mama.
La película la inquieto por la relación que se da entre el profesor universitario y la bella Penélope Cruz. Otra vez, sin saber porque, pensaba en el profesor Cosme Iván.
Su noviazgo es de ya casi cinco años. El último año de preparatoria que estuvieron juntos en Santiago y los cuatro años y medio de sus carreras. Solo que Agustín se tuvo que ir al DF y ella y su familia a Guadalajara. Por ese motivo las veces que se podían ver eran contadas en el año. En verano ella siempre estudio o realizaba actividades extra académicas. Claro que su novio quiso hacerle el amor, pero ella supo mantenerlo a raya y no es que no quisiera, sino que sabedora de que su papa estaba sobre ella y más que nada por prejuicios morales que tenía muy arraigada al ser muy provinciana y mantenerse expectante de los riesgos que evidentemente se le presentaban en su vida universitaria. A lo más que llegaron es que ella le practicara la masturbación con sus manitas blancas y tiernas. A estar casi desnudos uno frente al otro en alguna habitación de un lujoso motel en la ciudad, pero con la consigna de no sobrepasarse. El novio se contenía ya que se saboreaba el manjar que el futuro le deparaba. Por supuesto que le llego a acariciar con sus manos y boca esos suculentos senos que su novia tenía.
Lo que sucede es que en dichos Institutos privados es común que en cada salón de clases se formen grupitos pequeños que poco socializan unos con los otros. El círculo de sus amigas es muy parecido a su perfil, niñas bien de clase media. Chicas católicas, muy de familia, provenientes de otras provincias, de familias “normales”, nada disfuncionales.
Claro que conocían que en otros grupos se movía alcohol, drogas y sexo. Sobre todo los grupitos de mayor riqueza económica es donde más se daban esas situaciones. Su grupo varias veces asistió a fiestas en donde de manera abierta corría cualquiera de esas vertientes. Pero ellas se sabían mover, ya que sus padres las adiestraban de todos los peligros posibles. Eran diestras en cuidar su virginidad, sabedoras de que era necesario para seguir siendo “casables” con buenos partidos, so pena de hacerse de mala fama en esos círculos tan estrechos.
Por otro lado, prácticamente ella y Agustín se habían ya comprometido, se pensaban casar pasados unos dos o tres años después de que se graduarán ambos. Por supuesto que las familias estaban de acuerdo. Incluso los padres de Agustín aún más, la novia anterior de su hijo les había dado una mala experiencia al destaparse que se trataba de una alcohólica y ninfómana que fue sorprendida in fraganti en la misma casa de ellos, con un “sirviente”…uuufff fue el acabose para los padres del adinerado muchacho. Pero esa es otra historia.
Por lo mismo sabedores de la educación cristiana de su futura nuera, alentaban que su hijo la cuidara y no fuera a cometer una barbaridad. Ellos eran dueños de varios negocios en el pueblo de Santiago y sus recursos económicos eran muy superiores a los de la familia de Lizbeth. El muchacho se había podido contener ante el monumento de novia que tenía porque se daba sus buenos desquites con suripantas y amigas con derechos que no le faltaban en la soledad de su estancia en la capital del país, el DF. Cuando era época de visita a la novia, días antes se daba buenos atracones de sexo para no llegar con tantas ganas a ver a su escultural, deseada y envidiada novia.
En una semana, día a día, Lizbeth viviría un proceso en donde los dos lobos entrarían en pugna por tomar la victoria.
Él: Cosme Iván Alonso Sánchez, en realidad tiene 47 años, pero posee el don de tener una envidiable salud, por lo que representa mucho menos, es lo que se suele decir: “una persona come años”. De extracción pobre, a base de estudio y trabajo desde su adolescencia, llego a tener una Licenciatura en Economía, Maestría en Alta Dirección, Maestría en Educación y Doctorado en Economía. Trabajo muchos años en Dependencias Gubernamentales y en proyectos con la Industria, sin llegar a escalar en demasía en el organigrama, ya que prefería cambiar de puesto e iniciar de nuevo en otra ciudad, cuando veía o le pedían cosas que se salían de su estricto código de valores. Es bien sabido, que entre más subes en el Gobierno, más te debes prestar a actos de corrupción y él no se prestaba a ello, ni a establecer una política de relaciones y convencionalismos para ir quedando bien con determinadas personas que lo apadrinaran y pudiera escalar. Simplemente a él no le interesaba ese juego perverso de la grilla organizacional. Lo que le ocupaba era hacer bien su trabajo. Practicaba el voleibol de manera amateur a un muy buen nivel, sin dejar de hacer otros deportes como el soccer, el beisbol y lo que se organizara en la Universidad, ya que prefirió dejar el trabajo en el Gobierno, para ya dedicarse de unos 10 años atrás a la docencia universitaria. Ya había radicado en diversas ciudades del país e incluso vivió con su familia un año en Guatemala, haciendo una investigación para el Gobierno de Hidalgo. Él nació en un pueblito de la costa de Guerrero, cercano a Acapulco. Tiene 20 años de casado. Nunca le ha sido infiel a su esposa con una dama en particular, aunque en los últimos cinco años, aprovechando viajes por motivos de investigaciones para su Universidad se dio su gustito con “acompañantes de alto nivel”, “escorts de primera”. Una ocasión fue en Guadalajara mismo, la otra en el DF y una más en Monterrey. Pero esas son otras historias candentes por lo tórrido que resultaron. Aprovechando ocasiones en que tenía dinero extra, se dio esa pequeña libertad, ya que es un hombre muy sano, fuerte y como buen costeño, ardiente al por mayor. Sin embargo fue formado por sus padres en la disciplina del trabajo y la cercanía a Dios, por lo que sus valores morales siempre entraban en jaque, cada vez que se le presentaba la ocasión de poder contactar en un plano más íntimo con alguna compañera u alumna mayor cuando le toca dar asesorías a empresas o cursos de posgrado. Es alto, ya que probablemente tiene orígenes africanos, es muy moreno, delgado, fibroso. El típico hombre de costa. Su educación y cultura contrastan con su físico y origen, lo cual hace que llame la atención sin proponérselo. Al subir hasta cierto nivel económico y ya próximo a estar aligerado de la responsabilidad económica de sus hijos, su vida está adquiriendo un muy buen nivel de relajamiento y de confort, aunado al orgullo que siente por su vida y sus logros académicos. Tiene el síndrome de “Hugo Sánchez” (ex jugador mexicano de los 80 y 90 que milito en el Real Madrid de España- y que se le reconoce por su enorme orgullo por su carrera exitosa a pesar de las adversidades), por lo que se luce con sus alumnos, compañeros y familiares, aunque lo hace de tal manera que solo su esposa es sabedora de ese sentimiento de triunfalismo que tiene, nadie más lo percibe, al contrario lo elogian aún más por su bien adoctrinada “humildad y sencillez”.
Nada turbaba la mente de este pensante hombre, solo el seguir viéndose bien, aprender y enseñar más, lucirse ante los demás. En siete días sería puesta a prueba su conciencia y su moral.
PRIMER DÍA, LUNES: El encuentro
En todo encuentro erótico hay un personaje invisible y siempre activo: la imaginación. Anónimo.
Lizbeth suele ir a nadar a la alberca de la Uni a las 10 am que tiene tiempo libre y que el lugar se encuentra prácticamente vacío. Sus clases fueron normales. La primera clase con Iván, cansada al ser la primera y a tan temprana hora. Como que el Profe y el grupo se lo tomaron con calma y estuvo muy tranquila. De hecho, cosa rara, Cosme Iván casi no se movió de su lugar en donde se paró e incluso se sentaba de vez en vez. Normalmente es un Profesor que se mueve por todo el salón.
Cosme Iván se maldecía por haberse lastimado al descuidarse en un movimiento en el juego de padres, solteros e hijos que se dio el domingo en el club deportivo al que acudía con su familia. Le dolía el hombro, tendría que acudir al área de rehabilitación deportiva anexa a la alberca. Su única opción de tiempo libre era a las 10 am.
La doctora lo atendió prontamente, dándole una terapia inmediata con el especialista. La mesa de terapias daba hacia la alberca a través de un gran ventanal de piso a techo, la cortina estaba descubierta por completo, ya que los tratamientos se dan seguido. Para tomar el tratamiento tendría que quedarse en calzoncillos para que el amanerado terapeuta que por cierto era objeto de chascarrillos entre los jóvenes, le aplicara un masaje y tratamiento térmico con aparatos en toda la espalda, pero desde el tobillo y pierna hasta el hombro dañado. No habría problema, entre jóvenes era común andar en esta área casi desnudos. Solo que aquí se trataba de un profesor.
Una vez que del baño de hombres, salía Iván solo en su trusa tipo bikini, casi choca con una distraída Lizbeth que en un conjunto precioso todo rosa de bikini a dos piezas, también casi se cae, por lo que tuvo que apoyarse con sus manos en el pecho de su mentor preferido.
Ambos se rieron tontamente dando cualquier excusa, a pesar de haber estado juntos en otras ocasiones, nunca habían estado frente a frente de esta manera, casi desnudos, en donde solo la imaginación febril de ambos corrió desbocada para minimizar esas pequeñas prendas en este inesperado encuentro.
ELLA:
El sentimiento que tuvo Lizbeth fue muy raro, como cuando tiene hambre y el estómago se contrae. Ayer domingo ver a su pulcro profesor en bermuda y ahora en una minúscula trusa no era algo que se esperara. Sin querer comparo el fornido cuerpo de su novio, rayando en la exageración, ya le había comentado que no le gustaba como se veía, como si fuera un jugador de americano. Además, le parecía chistoso que Agustín tuviera un rostro requemado, aunque blanco y su piel blanquecina, como si fuera de dos colores. Por otro lado, siempre le pareció sospechoso que de buenas a primeras su ya prometido empezara a ponerse musculoso, como que lo sentía artificial, incluso la última vez le regaño amistosamente:¿No te estarás tomando pastillas como lo hacen la mayoría de mis compañeros para ponerte así?….Como crees le contesto un azorado Agustín, esto es producto de mis horas de gimnasia, Ja, nada más lejos de la realidad, al igual que la mayoría de los jóvenes de clase alta en el país, se empastilla para ponerse como si realmente estuviera en agotadoras horas en las pesas y los aparatos. Por el contrario vio que su profesor tenía un cuerpo musculoso que le pareció perfecto, duro, estético y que incluso vestido no se podía adivinar…sin duda su mujer que por cierto era muy guapa y curvilínea estaría feliz de tener a alguien así. Sin saber porque, la curiosidad hacia voltear a ver a su profesor que ya se encontraba tendido en una cama recibiendo un masaje por parte del terapeuta. Recordó a sus amigas que bromeaban con el buen trasero que se cargaba Cosme Iván. Muchas decían que le encantaba lucirlo con sus pantalones semi formales clásicos. Ella nunca dio mucha atención a esos comentarios, ya que por un año fue la asistente de él y se extrañaba ahora de empezar a verlo como un hombre de cuerpo atractivo. Le llamaba la atención la piel morena uniforme que tenía y que contrastaba con la sábana blanca y con las femeniles blancas manos de quien le estaba ejecutando la terapia y que atento a su trabajo y en su incesante parloteo no notaba como tanto el profesor como la alumna que nadaba en la alberca se dirigían de vez en vez miradas.
EL:
Cosme Iván quedo impresionado, pocas veces tenía la oportunidad de ver a una alumna tan escultural y bella en bikini, su libido de inmediato respondió, estaba haciendo enormes esfuerzos por no delatar el empalme que estaba teniendo. Afortunadamente estaba boca abajo, disimulando lo mejor que podía para ver nadar a Lizbeth en todo su esplendor, su bello cuerpo blanco, su pelo negro, esos ojos de inocencia contenida, ese rostro angelical y tierno, esa boca roja que sin coloretes artificiales hacia lucir a ese dulce encanto y que se le quedo en la retina, junto con las espectaculares curvas que sintió a plenitud al estar casi prácticamente abrazados hace un rato. Ahora el estilo de nado de esa mujer joven, hacia sobresalir después de cada brazada su impresionante trasero apenas cubierto por un pedazo de tela rosa que se llegaba a confundir con su piel nívea. En sus clases ya había aprendido a mirar con astucia cuando sus alumnas en sus apretados pantalones de mezclilla, o en el verano y la primavera en sus shorcitos no se daban cuenta para darse sus buenos panoramas visuales, así como en sus descarados escotes o en las vestimentas que usaban sobre todo los días de examen. Claro que le encantaba mirar, pero nunca, nunca había estado así de cerca de ver a este modelo de mujer que tuvo buen tiempo como asistente como la había visto el día de hoy. Siempre le gusto, le llamo la atención, aunque en su código estaba que nunca, nunca se sobrepasaría, pero ahora, simplemente se la estaba comiendo con los ojos y con la mente. Se daba permiso de ese pequeño desliz, al considerar que no hacía daño a nadie.
Como si se hubieran puesto de acuerdo todos, al ir hacia sus regaderas en los baños respectivos de ambos, se volvieron a topar de frente y en el pasillo, de tal manera que su caminar pausado les permitió una vez más observarse a plenitud uno al otro. Sus miradas se cruzaron, pero como buenos jugadores de pokar nada denotaron.
SEGUNDO DÍA, MARTES: La noticia
Se ha comprobado que el celibato no es que alargue la vida, sino que hace que la vida parezca más larga. Anónimo.
Mayte, la mejor amiga de Lizbeth que vivía con ella, no dejaba de llorar abrazada a una también llorosa alma sensible, que no dejaba de abrir sus ojos como platos ante lo contundente de cada revelación que le hacían. Su mente ya no asimilaba la cascada de sentimientos que recibía después de las frases entrecortadas que le mencionaban.
Mayte: ¡Desgraciado, Michel, me lastimo mucho!, Me dijo que no me dolería, y me desgarro toda, no supo hacerlo, yo me había preparado con tanto anhelo, pero él solo fue a lo suyo, sin tenerme en consideración, pero esto no se va quedar así….te juro que me las va a pagar….ya lo mande a la fregada, pero esto no se queda aquí…
Mayte al igual que Lizbeth era de Santiago, su familia le pidió a los papas de la afligida amiga que le dieran cobijo durante su estancia universitaria. A diferencia de esta, su novio Michel si estudiaba en Guadalajara, siendo de otro pueblo muy cercano al de ellas. También desde antes ya tenían esa relación. Mayte le platicaba que había perdido su virginidad en la Semana Santa, meses atrás, si se había aguantado esa traumática vivencia es porque lo había perdonado, pero ahora se enteraba de que el angelito andaba con un transexual de lujo de la ciudad (Guadalajara es el paraíso de los escorts transexuales que luego emigran al DF y de ahí andan por todo el país e incluso al extranjero, pero una buena parte del producto nacional nacen y se transforman en esta bella ciudad).
Lizbeth, estaba impresionada, la narración de esa primera vez de su amiga no había sido lo que ella esperaba. Michel y Agustín son viejos amigos, de hecho, muy buenos amigos, ya que ambos pueblos de donde son, colindan y su gente se frecuenta mucho.
El hijo mayor de Cosme Iván, Daniel le estaba platicando de unas jóvenes alumnas de su padre, que aparentaban ser unos angelitos, cuando en realidad se trataba de unas empedernidas alcohólicas y ninfómanas que ya se habían metido con todos los chicos universitarios que habían podido. Estaba impresionado, juraría que esas jóvenes no tendrían esas licenciosas conductas, sin duda alguna estaba fuera de tiempo, no sabía distinguir en una joven el bien y el mal. ¿Sería que todas las jóvenes son lobos con piel de oveja?
ELLA:
En la intimidad de su alcoba, Lizbeth reflexionaba: ¿Cómo era posible que Michel hubiera dañado en su primera vez a su amiga? Y lo peor, ¿Por qué la engañaba? ¡ Y con un hombre…! Desgraciado, le preocupaba que era muy amigo de su novio, un ramalazo de celos se le vino de repente, tendría que hablar esto con la mayor discreción con Agustín, pero no quería por ningún motivo ser parte de una de las estadísticas de novias agredidas. Para colmo, en la TV estaban dando un reportaje muy explícito de ese raro fenómeno que se está dando de agresión en el noviazgo en México y sobre todo de parte del hombre hacia la mujer.
De pronto se le vino a la mente el encuentro de ayer con su profesor, le gusto que en su mirada no proyecto algo parecido a las miradas lujuriosas de sus compañeros, que cuando no tiene otra opción va a nadar en horarios de mucha afluencia. Todos se la comen viva, por eso prefiere ir en esa hora en donde nunca va nadie. Le gusto esa mirada, después el trato caballeroso que siempre tiene, ayyy porque los jóvenes de ahora son tan palurdos, petulantes, sin querer otra vez comparaba con su novio Agustín, del cual le chocaba el tonito para hablar que tiene la clase alta del país, como se dice “fresa” o “cherry” y ciertos ademanes, ahora que en la calma de estos pensamientos lo analizaba. Tuvo un extraño sueño, en donde a la salida de la misa, en lugar de abrazar y besar a su bella esposa, Cosme Iván a quien se lo hacía era a ella. Despertó muy inquieta y sudada.
EL:
Cosme Iván fingiendo leer una revista cualquiera, al lado de la cama de la mujer, daba por terminada una breve charla de un tema del cual ya ni se acordaba. Su mujer había ya terminado el ritual de belleza que se hacía todos los días y ya se disponía a dormir. Sin duda, conservaba muy buena figura y un rostro también muy conservado. Solo le llevaba unos cuantos años, lo único que si evidenciaba su edad, eran ciertas huellitas de piel naranja o celulitis en los cachetes de sus glúteos o de los muslos de mujer trabajada en el deporte disciplinado, pero que a la luz era difícil que alguien los notara. Qué bueno que ya se dormía, estaba muy inquieto, una plática con otros docentes, en donde guardo discreto silencio, concretándose solo a escuchar, más la breve charla con su hijo, le tenían azorado…se decía que había una red de chavas que se estaban dedicando a prostituir. Ciertamente que en las cuatro o cinco Universidades en las que ha trabajado en el país, siempre de carácter Privado y de muy buen nivel, se corría la leyenda urbana de que algunas y algunos se dedicaban al oficio más antiguo del mundo de una manera sutil, discreta y en donde corría mucho dinero, nunca, le habían parecido ciertas esas murmuraciones, de un círculo muy estrecho y en donde de manera curiosa, nadie de los jóvenes soltaba la sopa. Sin embargo, las revelaciones hechas el día de hoy, le parecían lógicas y de mucha veracidad.
De pronto, pensó en su ex asistente y actual próxima a egresar Lizbeth, ¿Será ella una de ellas? ¿Cómo será su vida sexual?…Juraría que ella es coherente con su proceder e ideología, la conocía muy bien y siempre se le hizo hasta partido para su hijo, pero se cabreaba al ser ella de mejor posición social y económica que ellos….él se sabía, que era un simple profesor con una vida más que digna, pero nunca en los niveles de la mayoría de sus pupilos. Sin saber porque empezó a comparar el juvenil, firme y erguido cuerpo de ella con el de su esposa, así como su nivel de conversación e intelecto. Tuvo un extraño sueño, en donde a la salida de la misa, en lugar de abrazar y besar a su bella esposa, Cosme Iván a quien se lo hacía era a ella. Despertó muy inquieto y sudado.
TERCER DÍA, MIERCOLES: La asesoría
El sexo no son más que emociones que desean ser transmitidas a la otra persona, con tanto cariño y tanto amor, que nos produce placer. Anónimo.
“La mercadotecnia lúdica, como bien recordarán…” De pronto a Cosme Iván se le fue el hilo conductor de su clase, y es que Lizbeth se había puesto una minifalda de mezclilla que en un movimiento imprevisto le hizo recordar el esplendor de esas largas y torneadas piernas, todas ellas en el conjunto de una mujer de pelo negro largo, cara de niña y curvas de hembra derecha y hecha. No era la primera, ni sería la última vez que le pasaba con ella u otra alumna, lo que sucedía es que ya había aprendido a disimular muy bien ese tipo de desliz…nadie se percató, solo Lizbeth que descubría y pillaba por primera vez al profe en esa mirada, orgullosa de vencer de alguna manera a ese maduro hombre con fama de no prestarse a nada, su innata feminidad se desbordo para sonreír también por primera vez de otro modo y aún más victoriosa se sintió cuando vio que él titubeaba.
Lizbeth estaba aplicando para una vacante muy importante en una gran empresa trasnacional de la ciudad, deseaba seguir radicando en Guadalajara. La última entrevista era con un Gerente que había mencionado de muy buen modo al profesor Cosme Iván, ya que lo conocía de otras circunstancias. Le pediría asesoría para tener éxito en ello.
Por su parte, Cosme Iván tenía que hablar con esa tremenda hembra que lo había pescado. Claro que se dio cuenta, pero supo manejarla y sobreponerse. Le estaban pidiendo una candidata confiable de una empresa a la cual había asesorado recientemente. Sin saberlo, dos personas de la misma empresa estaban lanzando sus redes y sin saber que ambas conducirían a una excelente futura profesionista, además muy hermosa, sobre todo joven, dispuesta a aprender y colaborar.
Al término de la clase, ambos se encontraron para solicitar hablar uno con el otro. Se rieron por la coincidencia de estarse buscando. Una vez en la pequeña oficina del maestro, se explicaron y concluyeron.
Lizbeth: Okey, entonces debo manejar con cuidado mi imagen moral en dicha empresa.
Cosme Iván: Ciertamente, en esa empresa hay muchos don juan, solteros, casados, divorciados y su filosofía de trabajo no favorece las relaciones entre el personal, aunque en su currículum oculto se da, pero ya depende de ti…la fama que te ganes, es como en la escuela, ya vez se dicen cada cosas (quería saber la conducta que pudiera tener en el presente, azuzado por sus pensamientos de ayer).
Lizbeth: (quien la capto de inmediato), ¿A qué te refieres Iván? Para lo cual cruzo sus piernas lentamente, buscando primeramente entrenar para ya su futuro manejo profesional para con los hombres, sabía que en una empresa, entraría a la jaula de las jaurías desbocadas. Había tenido muy buenos maestros que tocaban el tema y más sabiendo la cultura organizacional predominante en el medio, de acoso sexual y prebendas gracias a favores corporales, eso no estaba con la filosofía de esta importante Universidad de carácter jesuita.
Cosme Iván, con seguridad, no permitiría salir mal librado de esta de a poco escabrosa conversación: Pues a que pudieras ser de cascos ligeros, a tener falta de valores y meterte por ejemplo, con un casado.
Lizbeth: Ahhh…claro, además anunciare que ya estoy prometida y próxima a casarme en unos dos o tres años, yo sabré poner a raya a los incautos, ja no será diferente a mis compañeros…acuérdate que en una clase se platicó de eso…lanzándole ya una mirada de reto abierto, de coquetería innata como para asegurarle que ella tenía el control de todo.
Cosme Iván: ahhh, bien que te acuerdas de las clases, haber te acuerdas que debemos ser muy prácticos, para también con confianza poner una de sus manos abiertas en el muslo de su alumna y decirle: es una prueba…haber, si de pronto tu jefe te coloca la mano así, y te empieza a acariciar así, qué harías, con descaro y aplomo empezó a acariciar ese piernón suave y firme al mismo tiempo.
Lizbeth, con ojos encendidos como carbón: Pues, le dejaría un rato, pero después…tomando con su mano, la mano del otro, decirle: Jefe, su mano no debe estar aquí, ya que no le doy motivos de nada, en este momento soy capaz de ir a Recursos Humanos,
De pronto, Cosme Iván forcejeo, como dando a entender que no haría caso…la alumna preferida con seguridad en sí misma, le indica con la mirada que hay cámaras grabando y que ella no va a permitir nada…
Sonriendo los dos, se dan la mano augurando que ella conseguirá el trabajo.
ELLA:
Temblando como una niña desprotegida en el baño de mujeres más cercano, odiaba y agradecía a su profesor la prueba sometida. Sabía que no estaba nada lejos de la realidad la posibilidad de que le sucedería algo así…si algo tenía su maestro era que es muy realista y si busca que sus grupos aprendan. Su temblor le llevo a poner su mano en todo el muslo en donde buen tiempo la estuvo acariciando como nunca en su vida lo había sentido. Sus rubores se le fueron a la cara, había hecho un gran esfuerzo por no denotar su nerviosismo, la catarsis que estaba sintiendo por esos candentes instantes de alguna manera eran gratificantes, ya que de suceder en la realidad, tendría que saberse manejar. Realmente sintió un placer profundo al ser acaricida por esa mano morena, a punto estuvo de emitir un gemido y cerrar los ojos. Sin pensarlo, se acariciaba tal y como él se lo había hecho su profesor y sentía un cosquilleo por todo su cuerpo, tal y como lo sintió momentos atrás.
EL:
Echándose agua en la cara para refrescarse, riendo nervioso al vérsela toda colorada,Cosme Iván sentía un leve temblor en sus manos. Nunca había llegado a tanto en una prueba tan real con sus alumnas, siempre era muy cuidadoso de no tocar a las mujeres. Tuvo que reunir toda su experiencia y sapiencia para verse seguro y como si estuviera entrenando, cuando en realidad vio la oportunidad de tocar esos muslos de maravilla. Simplemente la sensación corporal que sintió y siente en la dureza y suavidad de esa piel, no se comparaba ya con la ya muy conocida de su mujer. Tuvo que realizar un acomodo en su asiento y no permitir que le vieran la entrepierna, ya que una erección fuerte se le había provocado en toda esta extraña asesoría con su alumna.
Sin pensarlo, se acariciaba tal y como ella se lo había permitido y sentía un cosquilleo por todo su cuerpo, tal y como lo sintió momentos atrás.
CUARTO DÍA: El desengaño
El amor es la respuesta, pero mientras usted le espera, el sexo le plantea unas cuantas preguntas. Woody Allen.
Cosme Iván perplejo le replicaba a su esposa: Pero entonces, ¿es un mes de tratamiento?
Janeth, realmente preocupada: Así es querido, yo sé que siempre tienes ganas, como yo, pero debemos esperar por el bien del tratamiento. Nunca pensé que ya estaría en la antesala de la menopausia. ¿quieres? ¿podemos intentar de otra forma? ¿Tienes ganas así? Colocando su manita graciosa en el instrumento viril de su hombre que de inmediato reacciono.
Cosme Iván, con la mejor cara posible: No es necesario, de requerirse te diría, jajaja. Me preocupa que estés bien de salud. Sé que es lo mejor. Lo que me encabrita es que en una empresa importante me están pidiendo una candidata y están privilegiando la imagen corporal antes que la competencia. No entienden que no debe estar reñida. A pesar de que les envié una muy buena prospecto, no se están fijando en su desempeño, sino en su físico y me preocupa que en el futuro próximo estén más centrados en eso y no en su desarrollo pleno.
Ayyy querido, siempre tan preocupado por los demás, ya sabrá defenderse y desarrollarse tu alumna.
Lizbeth no podía creer lo que las evidencias contundentes de un video y unas fotografías le indicaban. Su despechada amiga había estado investigando. En esa misma Semana Santa, la pandilla de Agustín y Michel, una vez que las habían dejado después de la ceremonia religiosa de la noche del fuego nuevo, se habían ido a un antro en donde evidentemente estaban tomando y conviviendo con mujeres de la vida galante. No faltaba ser adivino, para suponer como habría terminado todo aquello. Las muestras de “cariño” entre los cinco amigotes y las vulgares mujeres no dejaban nada a la imaginación. Mayte había obtenido ese video de una forma vil, se había acostado con otros de los amigotes…simplemente su venganza era terrible, se había desenfrenado y antes de ir con el amigote, le platico que se ligó al maduro entrenador de la selección de soccer de la escuela y vivió su segunda experiencia como debe ser, aprendió y reafirmo que el sexo bien hecho era placer puro y no la fregadera que le hizo su exnovio. Lizbeth estaba impresionada con su amiga. Era muy hermosa y curvilínea, no le fue nada complicado ligarse al afamado exfutbolista profesional que ahora desempeña el cargo de entrenador, le calculaba unos 40 a 42 años. Había jugado con el Club Deportivo Toluca en los años 80 y ahora radicaba en Guadalajara en donde había terminado su carrera profesional con el Club Atlas (pero la historia de Mayte es otra historia por contar). Al amigote, del cual no quiso decir el nombre, ya que Lizbeth se llevaba con todos ellos, que son de Santiago y sus alrededores, le saco el video sin que supiera, ya que lo agarro desprevenido. Los vulgares y prosaicos hasta habían tenido el cinismo de filmarse y tomarse fotos.
Su entrevista fue un éxito. Obtuvo el puesto. Empezaría de a poco, para respetar su último semestre. Lo que le molestaba, es que la mayoría del personal masculino, incluyendo su futuro superior y sus compañeros no le ocultaron en nada sus miradas cargadas de deseo y lujuria. Ese pensamiento le llevo sin querer a la inefable comparación con su profesor que aunque a manera de prueba en su oficina jugo al seductor, no se asemejaba a esas claras señas de que estaría nadando entre tiburones. No le daba miedo, para eso se había preparado, pero todo se le junto para un malestar, un desengaño inquieto. Estaba desengañada de que todo fuera color de rosa en su noviazgo, era muy probable que su novio tuviera una actitud parecida a la de Michel y el otro amigote, del cual su amiga no le comento, solo que tampoco le hizo muy bien el sexo, nada comparado con el maduro ex profesional de soccer del cual prácticamente ya era su amante, sin saber que era el mismo Agustín ese amigote. El desengaño sería más brutal de haberlo sabido en este momento.
ELLA:
Casi sentía lo que Mayte le fue platicando con lujo de detalles. Su segunda experiencia había sido en los vestidores de las mismas instalaciones deportivas de la Universidad. El morbo, el peligro de ser descubiertos, la diferencia de edades, la descripción tan minuciosa que le hizo, le despertó la curiosidad y su libido dormida. El entrenador era desgarbado, flaco y alto, de piel blanca, ya casi sin pelo, había jugado de defensa central. En algunas ocasiones vistió la casaca de la Selección Nacional. En Guadalajara, aparte del tequila, los temas sexuales, el otro tema favorito es el futbol. Era muy conocido en el medio. No se imaginaba a ese maduro flaco con el juvenil cuerpo de su amiga. ¿Quién sería el otro amigote?. Quitando a Agustín, solo quedaban tres opciones. No se imaginaba a ninguno con su amiga. Su amiga le platico que con el DT había llegado a tener dos orgasmos en su primer encuentro, se los describió con lujo de pormenores y que con el amigo, simplemente no sintió gran cosa, ¿Por qué? Ella con su novio si se había llegado a encender, ella nunca se había masturbado, aunque sabía cómo se podía hacer, sin proponérselo y pensando en todo esto, empezó ella misma a hacerlo, de a poco a poco se fue encendiendo, sus dedos eran más rápidos y entraban a mayor profundidad en su rajada tierna y que no conocía invasor alguno todavía. Llego a un nivel en donde empezó a pensar en la caricia sobre su muslo de su profesor, en el cuerpo de este, en el abrazo que le dio a la esposa y sin saber porque se imaginó que era él quien le introducía esos dedos, un largo ayyyyyyyyyyy, antecedió a un casi orgasmo, por lo cual asustada paro en seco para irse a dar un baño de agua fría.
EL:
Trotaba en un parque cercano a su casa, pero le incomodaba que le llegaran pensamientos de las jóvenes mencionadas como escorts de lujo, ya que le dieron nombres y las conocía, estaba impactado, nunca hubiera pensado, le llamaba poderosamente la atención lo bien que fingían y lo discretos que eran los estudiantes con este tema. Estaba inquieto, le habían comentado que se sabía o se sospechaba de otras, ¿será que Lizbeth fuera una de ellas?.
También le incomodaba la plática que tuvo con el personal de la empresa que le solicito una candidata. ¿Cómo era posible que le mencionarán que estaban entusiasmados con Lizbeth, por su físico y no por sus competencias?…Carambas, al paso de los años, las empresas siguen sin cambiar, de hecho consideraba que estaban peor que antes, ya no había formalidad, la palabra no servía de nada, aún a veces con documentos formales por escrito, los jóvenes actuales son demasiado irresponsables. Él era mucho mayor que esos ejecutivos de esta empresa, desaprobaba su visión de trabajo. Una cosa es recrearse la vista con esos cromos humanos, tener hasta malos pensamientos, y otra privilegiar en un trabajo solo la imagen, lo de fuera y no buscar un pleno ejercicio de la profesión, realmente le molestaba ese tipo de conductas, tal vez por eso nunca encontró acomodo alguno en sus trabajos fuera de la docencia, en este trabajo se sentía a plenitud ya que se manejaba en un plano del “deber ser” y no de esta tonta realidad de tomas de decisiones equivocadas. Fiel reflejo de hasta lo que está pasando con la Selección de México de futbol soccer a punto de quedar fuera del mundial, los de arriba deciden muy mal, sin análisis solo pensando en sus beneficios económicos y engañar y manipular a las tontas masas. Dejando jugadores sin pasión por su oficio, pero que “venden” por estar en equipos mediáticos del país o en el extranjero. Esa molestia que sentía, no acallaba la palpitación de su miembro viril, sus pensamientos eran duales: por un lado intelectualizaba todo esto, pero por el otro no dejaba de visualizar la imagen de la suculenta Lizbeth y de la caricia que le dio a su muslo. Tenía que bajar de vez en vez el trote, para acomodarse el short y que no fuera evidente para otros su inminente erección y hacer un esfuerzo grande para mitigar su fuerza. Sin mayor remedio se tuvo que sentar en una banca y de plano acostarse en el jardín, ya que su pene estaba por completo erecto. Llego a un nivel en donde empezó a pensar en la caricia sobre el muslo de su consentida pupila, en el cuerpo de esta, en el abrazo que le dio a su esposa (que fue lo último de contacto físico con ella, por lo de su tratamiento) y sin saber porque se imaginó que era a la juvenil futura profesionista a quien le abrazaba, de solo sentirlo, su virilidad hasta brincaba, por lo cual asombrado de su inusual fuerza, descanso a tranquilizarse, se paro en seco para irse a su casa a darse un baño de agua fría.
QUINTO DÍA: El enojo
El sexo forma parte de la naturaleza. Y yo me llevo de maravilla con la naturaleza. Marilyn Monroe.
El viernes se iniciaban los magnos festejos de Aniversario de la afamada Institución. Era un año importante. Se daría un concierto de música mexicana clásica con el afamado tenor Fernando de la Mora en el no menos reconocido a nivel mundial, Teatro Degollado.
El Teatro Degollado es un edificio de mediados del siglo XIX, ubicado en la ciudad mexicana de Guadalajara. El inmueble es escenario habitual de recitales, conciertos, espectáculos de danza clásica y contemporánea. Asimismo es la sede de la Orquesta Filarmónica de Jalisco, que acompañaría en esta ocasión a de la Mora.
Fernando de la Mora, es un tenor mexicano que nació en León, Guanajuato en el año de 1958. Es muy reconocido a nivel mundial. Gracias a la calidad de su voz, presencia escénica y carisma, el talentoso cantante mexicano ha sido calificado por los críticos como uno de los mejores tenores del mundo. Su repertorio incluye canciones mexicanas como boleros, románticas e incluso clásicas antiguas del país.
A tal efecto y como durarían varios días las festividades, atravesándose unos días de asueto más por uno de los tantos “puentes” que el país tiene (días de descanso obligatorios por Ley o por la Secretaría de Educación), Agustín estaba de visita en Guadalajara.
Lizbeth acompañada de su flamante prometido que incluso vestía de smoking, dado que era una función de gala, lucía imponente con un entallado vestido color bugambilia mexicano que resaltaba todas sus curvas, el escote por supuesto que era generoso, sus zapatillas le resaltaban aún más ese nalgatorio que se cargaba. Su pelo largo y negro contrastaba con el color del vestido, que llevaba entrepierna, por lo cual al caminar o sentarse dejaba ver buena parte de sus exquisitas piernas.
A lo lejos vio a su profesor Cosme Iván sentado solo, sin su esposa. También lucía impecable en su traje de gala.
Una vez sentados, sintió algo que le molestaba en la parte lateral de su pierna, al acorde de la primera canción del tenor, su éxito “Amor del Alma” del compositor Juan Gabriel, de la Mora entraba con todo para de inmediato prender al abarrotado foro que lo recibió con una carretada de cálidos aplausos. Su novio erguido fingía poner atención, ya que en realidad estaba en sus propios pensamientos. Alguien grito: “Bravooo…”
“Es más fácil esperar que tú me quieras,
a que esperes que algún día yo te vea…
Yo daría toda mi vida por mirarte,
y mi muerte por que un día me quisieras…”
Volvía a sentir que algo le molestaba, volteo para ver como en cámara lenta, a su profesor moviendo la cabeza de un lado a otro, al evidentemente estar leyendo algo en su celular. La molestia en la pierna le recordó la caricia en su muslo. Se tocó y vio que era el lujoso celular de su novio que incluso vibraba recibiendo un mensaje. Al ver que se trataba del número de su amiga Mayte, se sorprendió, con una puñalada de celos que le abordo su corazón, curiosa leyó: “Es la última vez que te contesto, no quiero saber ya nada de ti, fui una estúpida por lo de la otra vez, pero entiéndelo, nunca volverá a pasar, nunca más”.
Su primera reacción fue de susto, pero de inmediato el enojo hizo presa de su juvenil corazón. Las palabras y la maravillosa música no hicieron más que enervar su emocionalidad, a punto estuvo de reclamarle a su novio, pero su intelecto ganó, prefiriendo esperar un momento más oportuno. Lo único que evidenciaba su malestar profundo era el temblor repentino de su cuerpo.
“Tú puedes ser la luz de mi camino,
prometo estar contigo hasta que mueras,
simplemente solo dame una esperanza,
que yo sin verte te daré mi vida entera…”
Su novio volteo, le sonrió, no sintió cuando ella le puso su celular en su bolsillo. Otra vez su mirada viro para encontrarse con la de su profesor, supo que estaba muy molesto, lo conocía muy bien. Sintió cuando Agustín la rodeo con sus brazos. Su malestar iba en descarado aumento. Vio que su profesor caminando apresurado, levanto miradas de desaprobación, cuando se puso de pie de improvisto y salir muy rápido de la sección en donde estaba sentado.
“Amor del alma en el silencio de mi obscuridad te veo,
que eres linda, que eres buena, que eres santa,
por qué es simplemente lo que yo deseo…”
Amor del alma, que me importa si jamás he de mirarte,
si es más fácil esperar que tú me quieras…
que yo sin verte te daré mi vida entera,
que yo sin verte te daré…
Como si le hubieran dado una instrucción en su clase, ella en automático y sin pensárselo mucho, también se paró, no soportaba en ese momento que su novio le sonriera, la abrazara, solo le susurro, que tenía que ir al baño, una urgencia de mujeres que de improvisto tenía que atender.
“Amor del alma… amor del alma…
amor del alma… amor del alma…
amor del alma… amor del alma…
amor del alma… amor del alma…”
Cosme Iván había tenido que asistir solo, ya que su esposa por su condición de salud actual no podría ir, sus hijos ya eran grandes y no solían acompañarlo. Estaba muy molesto con su hijo mayor ya que le confeso que se estaba acostando con una de las llamadas escorts de lujo de la Universidad. Él no deseaba por ningún motivo dar pie en su trabajo a murmuraciones. Su primogénito le aseguro que nadie sabía de ello, ya que ella lo hacía de buena onda y sin que nadie se enterara, él se estaba cuidando y solo era parte de su formación como hombre. Lo que le molestaba era la ligereza con su vástago trataba el tema, no era cuestión de cuidarse nada más, eran mucho más cosas implícitas. A su regreso tendría que hablar con mayor seriedad con él. Lo que acabo de rematar su enojo, es que le estaban interrumpiendo su concentración para el concierto, era de su música preferida. Al voltear para ver a Lizbeth, a la cual ya se había comido con los ojos a su llegada, su mirada y su arreglo, no le hizo más que encender su libido que no había podido desahogar en ya casi una semana, no estaba acostumbrado a este tipo de ayuno, es un marido muy gozoso, cumplidor y constante en el terreno de las lides de la cama. La gota que derramo el vaso, cuando en su celular recibe un mensaje de su amigo de la empresa a la cual ingresará esa bella alumna, en la cual lo felicita por el monumento de mujer que les envió…nunca mencionando su competitividad. Fue demasiado para su forma de ser, por lo cual necesita estar de pie, despejarse. Ya escucharía y disfrutaría del concierto de pie a un lado, en el pasillo, sería mejor así…decidido se paró y se dirigió para allá, descubriendo que también se sentía molesto, porque no se había percatado de que tenía ganas de ir al baño.
De inmediato, Fernando de la Mora, se lanzó a cantar Guadalajara, con lo cual ya los gritos y vítores, a pesar de ser la segunda canción, auguraban un apoteósico concierto. “Guadalajara, Guadalajara…”
Cosme Iván detuvo un poco su andar hacia el baño, el éxtasis del momento, al ver a todo el público ya de pie, lanzando sobreros, gritando y cantando junto con el tenor, con gusto y olvidando ya su molestia, el también corear la canción de pie en el pasillo. Al finalizar iría al baño.
Por su parte, Lizbeth también emocionada, al fin joven, olvidando ya el desliz del novio y ya casi dando paso a dos decisiones que se estaban formando en su ser, se detuvo en una de la entradas y también corear la canción.
Una vez que termino esta, se dirigió hacia el baño, maldiciendo por dentro, el hecho de que el de mujeres estuviera clausurado con una señalización…se asomó y pregunto en voz alta, pero la voz de otra mujer diciéndole que una persona se había vomitado adentro. Tendría que caminar mucho hacia el otro extremo, por lo cual viendo que nadie venía y suponiendo que nadie vendría al estar todos en el concierto, se metió al de hombres. Con claridad, aunque lejana se escucharon las primeras palabras de la siguiente canción:
“Un suspiro, una mirada
Dos manos que enlazadas están
Una pregunta enamorada
Los labios solamente amor dirán…”
Se metió al reducido retrete, haciéndosele extraño que fuera tan pequeño, se tenía que sentar para hacer su necesidad fisiológica.
Por su parte Cosme Iván que suele caminar de manera sigilosa, entro al baño sin saber que su alumna Lizbeth también se encontraba en el mismo lugar. Se fue al lugar indicado para orinar y procedió, la canción que le llegaba, le alegro que hasta empezó a tararear junto a de la Mora:
“Y en una fiebre de loca pasión
Un beso ardiente, mi boca sintió
Besos robados, besos de amor…”
Lizbeth, que no escuchaba eso, se salió de repentino al terminar, asustando al desprevenido y cantador Cosme Iván que con el pito en la mano se viro, asustando a la otra que ahogo un grito al verle su “cosa”…los dos no supieron que hacer, solo que cuando oyeron unas voces masculinas que se aproximaban, fue él quien reacciono yéndose hacia el retrete y empujar suavemente a ella para meterse los dos al minúsculo sitio. A ambos les llegaron las siguientes estrofas:
“Bésame con un beso robado
Porque son los que saben mejor
Bésame que al besarme me has dejado
Un perfume de nardos
Y un romance de amor…”
Estaban casi pegados uno al otro, con esfuerzo Iván se acomodó su pene, no sin dejar de notar que los ojos de Lizbeth no perdieron de vista por ningún momento la maniobra. Las voces no las identifico él, pero si ella, era su novio con el exnovio de su amiga Mayte…se estaban poniendo de acuerdo los descarados para irse de farra, vino y mujeres.
Cosme Iván estaba casi empalmándose, por más que no quería, el tener tan cerca ese generoso escote, las piernas casi pegadas, la respiración agitada de ambos, para que no se pudieran ver los pies de ella por si acaso, tuvieron que girarse en el mini sitio, para lo cual quedaron ya casi abrazados, estando casi a nada de caerse, por lo que ella se apoyó en él y él la tomo de su esbelta cintura…la canción seguía:
“Bésame cuando muera la tarde
Bésame si me juras amor
Otras voces entraban, esto se estaba poniendo candente, los dos estaban uno frente al otro, su respiración se agitaba aún más, los labios entreabiertos…
Bésame que tus besos
Me han hecho que se agite
Mi pecho con locura y amor…”
Las siguientes estrofas se repetían, ellos se veían a los ojos muy de cerca, como nuca habían estado de esa forma, sin saber, ni ella o él, quién fue el primero, tal vez al mismo tiempo, se fundieron en un beso sabroso que duro hasta que en el máximo esplendor de la privilegiada, entrenada e imponente voz de Fernando de la Mora terminara:
“brotara en mi pecho un incendio de amooooooor…”
Un raudal de aplausos ensordecedores hizo que reaccionaran, habían cerrado los ojos, ya que el beso fue profundo, bien dado, intenso tal cual sus personalidades, sin necesidad de palabras, sus ojos maravillados por el claro gozo que recibieron se disculparon.
Disculpa Liz…es que….Shsss Profesor Iván, nada paso, nos ganó el momento.
Ya no escucharon a nadie, por lo cual él salió apresurado: Mañana nos vemos, gracias por entender esto…
Una sonrisa nerviosa de ella: Claro, claro, descuida…Ella se fue hacia el lavabo a retocarse y salir discretamente para con su novio al concierto.
ELLA:
Pensaba que fue mejor no haber reclamado nada, ni a su amiga, de hecho la entendía y la justificaba. Simplemente, rompería con Agustín, se daba cuenta muy a tiempo que no sería feliz con él. Incluso de eso daba gracias a Mayte. Se trataba de otro chavo inmaduro, estúpido y tonto. Mejor para ella. Así se concentraría en su inminente trabajo, en el proyecto que a la voz de ya tendría que presentar. En este tipo de organizaciones, desde un inicio te encargan ya trabajos. Ya había agendado el día de mañana con Cosme Iván para que le ayudara en ese tema. Ya tenía un gran avance, no era nada del otro mundo.
Lo que paso en el teatro, no hizo más que avivar su decisión de romper con el novio. Por la tarde noche cuando se verían lo haría. Por otro lado, simplemente, nunca sintió lo que experimento en esos breves momentos, así que decidida, mañana se lanzaría a conquistarlo, ya había decidido en toda esta larga semana que su proceso de formación como mujer tendría que ser de otra manera, que mejor manera que con alguien que seguramente lo sabría hacer. Ya estaba decidida. Su manera de pensar, se lo indicaba. Solo le frenaba, pensar que él la rechazaría. Bueno no tenía nada que perder y mucho que ganar. Vería si se equivocaba, y él también se lanzaba, su aplomo estaría en jaque, de alguna manera, seguía aprendiendo.
EL:
Estaba ya más tranquilo, su hijo estaba manejando muy bien su relación de “amigo con derechos”…canijo, de alguna manera estaba logrando lo que el no pudo hacer cuando era joven…andarse comiendo a una compañera de mejor clase social y económica y que mujer, la susodicha hacia honor a la mujer tapatía…de imaginarse a su hijo, se agitaba y más con lo que paso en el teatro…su adrenalina se volvió a poner a mil. De plano, estaba decidido a pasar hacia un umbral que nunca pensó tener en su vida profesional, involucrarse con una alumna. Mañana, se lanzaría con todo a liarse con Lizbeth, se preciaba de juzgar muy bien. En caso de equivocarse con ella, no perdería nada y si ganaría mucho. Estaba seguro, que ella intentaría también algo, vería como se daría todo. También estaba seguro que de equivocarse, no pasaría a mayores con ella. El desojar esas posibles alternativas lo enervaba, no durmió bien.
SEXTO DÍA: La Lucha
No hay amor sin instinto sexual. El amor usa de este instinto como de una fuerza brutal, como el bergantín usa el viento.José Ortega y Gasset.
Después de veinte minutos de trabajo intenso y concentrado de dos almas sabedoras de su disciplina, el proyecto ya estaba. La Universidad lucia sola, las festividades se desarrollaban en los campos deportivos, por lo que el silencio se podía cortar con una espada.
Él estaba como el día domingo, de polo y bermuda. Ella muy parecido, solo que su bermuda era corta y ajustada y su polo le reventaba esplendorosamente sus senos.
Ni ella, ni él, daban el primer paso de lo que sus mentes no dejaban evidenciar el uno para el otro.
Parecía que todo quedaría en sus mentes, no atinaban a dar un paso que mostrara sus oscuros propósitos. Sin embargo, el sonido que a lo lejos llego de una música pegajosa y muy bailable, seguramente una de las empleadas de intendencia haciendo el aseo, que escuchaba música, hizo que la suerte fuera VIVA y EFICAZ.
Se trataba de la celebré canción del venezolano Simón Díaz:
“Caballo le dan sabana porque está viejo y cansao
pero no se dan ni cuenta que un corazón amarrao
cuando le sueltan las riendas
es caballo desbocao
Y si una potra alazana caballo viejo se encuentra
el pecho se le desgarra y no le hace caso a falseta
y no le obedece al freno ni lo paran falsas riendas”
Al escuchar, los dos se sonrojaron al máximo, se volvieron torpes, ya estaban por salir, en su nerviosismo tiraron papeles, al agacharse sus cabezas chocaron levemente, él presto acaricio suavemente la hermosa cabellera de ella. Con solo ese hecho, los dos al levantarse quedaron frente a frente, su mirada se dijo todo, no fue necesario charlar, simplemente se fundieron en un abrazo y en un beso con todo, un faje ya en toda la extensión de la palabra. No se trataba de algo forzado, no hay chantajes de por medio, ni circunstancias de que no quiero y luego si quiero, no sabía y me gusto, de un hecho fortuito que se sale de control, de una situación en donde un enervante, el alcohol o una droga contribuye, o de que me atraes porque eres feo, bello, violento, distinto o que será, no….aquí los dos fueron germinando su deseo y atracción de poco a poco, su emocionalidad e intelecto les fue preparando para este desenlace, solo un hombre y mujer que se desean, se gustan y se encuentran.
No supieron si fue ella o fue él o quizás al mismo tiempo, pero ella empezó a acariciar con todo la fuerte espalda de él. Él empezó a acariciar a ella, llegando incluso a su nalgatorio. Lo aprisiono, lo estrujo, lo amaso, lo palpo. Ella se dejó hacer e incluso también tocaba a ese hombre de todo a todo. El fundimiento duro hasta que la música ya era muy perceptible afuera de la oficina.
Esa música y ese abrazo era MÁS CORTANTE QUE TODA ESPADA DE DOS FILOS. Jadeando ambos se separaron, él decidido y ya en su postura de mayor edad: Lizbeth, quiero hacerte el amor….ella, decidida: siiiiii, pero aquiiiií nooooo…no estaban para andarse con rodeos.
Iván: ¿traes carro?
Lizbeth: Si, un Susuki guinda…
Iván: Bueno, sígueme de favor. Yo tengo un Cross Fox gris. Tengo un pequeño departamento amueblado que deje de rentar y que ya está listo para ser nuevamente ocupado. Por el momento está libre, ¿vienes?, ¿estás segura? Porque yo te deseo con todo el alma.
Lizbeth: Siiii, Iván, nunca he estado más segura que de esto.
Conduciendo ambos, siguiéndolo ella a él, cual chiquilla descocada, temblando ligeramente, pero plenamente consciente de que esto que haría estaría bien. Su novio la había decepcionado, se consideraba mucho más madura que la gente de su edad y estaba ya dispuesta a dar el paso a lograr su primera vez. Toda la semana, los acontecimientos que le toco vivir, le hacían reafirmar su decisión. Sentía húmeda su intimidad. Contrastaba el cuerpo de su profesor con el de su papá, incluso era mayor a su progenitor por un año, pero no lo parecía así. Nunca había visto un cuerpo casi desnudo de un hombre hecho y derecho y no el artificioso de sus jóvenes compañeros. No por ello dejaba de temblar, de manera discreta manejaba siguiendo a su tutor académico y futuro primer hombre.
Él por su parte, también temblaba ligeramente, sus pensamientos se cruzaban. Deseaba hacer un buen rol de enseñante, pero dudaba, pues pensaba que ella ya era experta en esas lides. Se relamía de gusto, así como una tremenda adrenalina le recorría el cuerpo, al saberse a solas con esa monumental joven mujer. Su imagen en bikini, en el traje de gala entallado, la caricia en el muslo, el beso robado en el Teatro Degollado…no hacían más que avivar su morbo, su erección era fuerte, al grado de hasta dolerle. Iría a por todas, sería un amante excepcional. No por todo ello dejaba de temblar, de manera discreta manejaba para que ella lo siguiera, su futura primera infidelidad en regla.
Una vez que llegaron sin mediar palabra de por medio en todo el trayecto hacia el apartamento, ya que no eran necesarias, se volvieron a fundir en un abrazo largo incluyendo besos profundos e intensos. Sabían a lo que estaban, de poco a poco se fueron quitando una a una sus prendas, sin preocuparse en donde quedaban. Un reguero de ropa se daba en el pequeño apartamento. Primero ella le quito el polo y él a su vez a ella, no sin dejar de besarse como locos desaforados. Estando así, ella procedió a desabrochar la bermuda de su mentor y este a quitarle con cierta gracia y habilidad la pequeña prenda de mezclilla. Sus zapatos salieron volando. Solo se quedaron en sus vestimentas menos visibles a los ojos de los demás.
Se llegaron a una pequeña recamara, la cama si era matrimonial. Ya solo les restaban sus prendas íntimas. Acostados siguieron con el pleno agasajo, ninguna palabra había salido de sus bocas, solo gemidos callados, como con timidez, las manos de ambos no alcanzaban para cubrir la piel del otro. Se estaban recorriendo con calma, con rapidez, con furia, con suavidad, intercambiando y cual si fuera una pieza de vals cadencioso, ponerse de acuerdo tácitamente en la nueva caricia, en el nuevo recorrido, descubriéndose uno al otro. Esto era plena conciencia, plena entrega, nada de casualidades, todo bien planeado y ejecutado.
Iván despojo del brasier a su joven amada de una manera que le resulto hasta gratificante. Lizbeth empezó a gemir ya con mayor intensidad al recibir los chupetones de su maduro amante, él no dejo ningún milímetro de piel por recorrer, con calma, sapiencia y paciencia fue besando, acariciando desde la cintura hacia arriba, poniendo especial énfasis en las aureolas virginales de esos senos duros, perfectos, ella solo gemía y le masajeaba con descaro y sin tapujo alguno la fuerte espalda y los viriles hombros. La comida de senos que se estaba dando el maduro profesor era de antología. Ella se dejaba hacer dócil, tierna, recatada a la vez, al fin joven inexperta y provinciana.
Él la supo guiar hasta ver coronados en fuertes espigas hacia el cielo las corolas de los pezones juveniles. Ella ya giraba su larga caballera negra que como cascada brotaba de esa angelical carita de un lado a otro, fuertemente apretando los hombros y la cabellera negra de él.
Ahora, Iván fue descendiendo de a poco por ese esbelto y trabajado estomago para llegar al ombligo en donde volvió a aplicarse a fondo con delicadeza y ternura que acabaron por convencer a Lizbeth, proceder a desamarrar los pequeños moñitos de los lados de su minúscula prenda íntima y cual si fuera un bárbaro invadir su más preciado tesoro. La estaba calentando con todo. A ese momento ya Lizbeth se retorcía como pez fuera del agua y sus gemidos ya eran de mujer gozosa en plena faena. Ahhhhhhhhhhhh, Ivaannnnnnaa, riiiiiicoooooooooooo, noooooooo saaabiiaiaaaaa……ahhhhhhhhhhhh, huuummmmmmmm, huuuummmmm, ayyyyyyyyyy, riiriiicoocooo, siiiiiiiiii, maasssssssssss, siiiiaisiiiiiiiiiiiiiiisiiiiiiiiiiiiii
Ahora los labios y lengua eran las principales armas invasoras de ese bárbaro que llega a la cima más alta de toda hembra, sus lengüetazos, besos, mordiscos, acciones y tareas que ejecutaba con diestra maestría evidenciaban los años de experiencia en estos menesteres. Estaba dictando su mejor catedra. Su obra maestra se estaba conformando: enseñar a una mujer a gozar como dios manda.
El tiempo, ah ese preciado recurso, del que sabemos tiene un principio y un fin, fue largo, corto, eterno, sin final, rápido, corto, el silencio se podía raspar con la famosa espada de la cual el sacerdote hablaba apenas el domingo pasado. Así el hombre se recorrió las piernas, desde arriba, pasando por esos muslos firmes, suaves, duros, increíbles hasta llegar a las pantorillas y los pies exquisitamente cuidados de esa virginal joven.
Cuando Iván, sabedor de que sus notas estaban dando en el punto exacto, con calma empezó a bajar su trusa, viéndose sorprendido cuando Lizbeth felina, coqueta, retadora y con una chispa de animal endemoniado y lujurioso en los ojos y una sonrisa que hubiera puesto a temblar a cualquiera se acercó y fue ella la que de manera lenta, pero firme y segura le bajo la masculina ropa. Ya una vez Liz le había empezado a hacer una felación a su aún novio, pero el lugar en donde estaban, que era la casa de él, con los padres presentes no permitió que la acción prosperará del todo. De hecho los penes eran muy similares, incluso el de su novio era un poco más largo, pero el de su ya inminente primer hombre más grueso. Le bajo la trusa, le empezó a menear con la manita el duro garrote e incluso poniéndose a tono con la primicia, musitar con voz ronca y sensual a más no poder: queee ricccacaaa ññooongaaaa, seríaaa la enviididaa de másss de unnaaa alumnnaaa
Lizbeth sabía muy bien que su profesor Iván era un tipo ególatra, al cual le gustaba que le enervaran la estima…al ver su reacción no verbal, continuo con su ahora calentamiento hacia ese hombre que podría ser su padre: Sabes que tienes tu pegue…que cualquiera daría lo que fuera por estar aquí….con este “amiguito” en sus manos. Ella estaba poniendo en práctica el poder de su cuerpo y de su mente que son competencias que le serían útiles en su futura vida. En estos días, ratifico eso que tenía latente en su cerebro. Ahora ella era la dominadora, el trabajo manual que hacía, estaba haciendo retorcer al otro, para ello se rozaba con sus senos en el pecho y cara de él, que no alcanzaba a contestar nada.
Ella se acomodó arrodillada para ya pasar sus senos en medio del miembro y fue la inercia lógica la que le llevo a poner sus divinos y naturales rojos labios en el chipote masculino. A lo lejos de escuchaba música de mariachis, conjunto típico de la Perla Tapatía. Shusgg, glupp, glupp glupppp, pero más que nada la mirada de ella mirando hacia la de él que viraba de un lado a otro por el placer que esta endiablada chiquilla le estaba haciendo.
En este punto, Iván no dudaba de que esta hembra era experta en estas latitudes. Su cerebro atinaba a razonar que quizás era una de las mentadas acompañantes de lujo, de una de las llamadas “putas de lujo”…ese solo chispazo de pensamiento le enervo aún más la fuerza de su virilidad, le dolían los cojones. Solo atino a acariciar y meter sus manos en la cabellera reluciente, brillante y negra de ella y musitar con gutural voz: Liizzzzbethhhh, riiiiccooooo, hummmm, asiiiii, chiiquiiiitttaaa, no sabeesss cuanttasss veceessss pennnnseee en estoooooo…hummmmmm.
Lizbeth por primera vez, pero como si fuera una experta amazona sobre su brioso corcel realizaba el acto de poner aún a punto esa daga, esa espada que la atravesaría por primera vez para hacerla al fin mujer.
Él ya estaba a punto, su alumna resultaba ser una diestra jinete, por lo que suavemente le indicio, le suplico parara y se acomodara sobre de él para con un beso demostrarle que ya serían uno para el otro sin tapujos, ni falsas posturas, compartiendo sus cuerpos, sus salivas y jugos.
Ahora, él podía palpar a plenitud el glorioso nalgatorio e incluso introducir sus dedos en la vaina. A pesar de ser virgen, esto no se apreciaba ya que al ser una deportista consumada, su himen lo mantenía muy flexible, además al estar por completo humedecida y exhumando su sabia facilitaba la labor de iniciación de su querido Cosme Iván.
El tiempo sin fin transcurría, ahora los gemidos de ella ya indicaban el punto fino en que una mujer sin pedirlo, necesita ser ya penetrada, ya empalada, ya fundirse en un solo cuerpo con el del hombre que sepa conquistar esa montaña, esa cima más alta del mundo.
Girando cual si estuvieran en una desierta y sórdida playa, en la típica posición de misionero, él procedió a pasar su acuoso estilete por la vagina sudorosa que buscaba cual aspiradora succionar ya de una buena vez dicho artefacto humano, no sin musitar con un tanto de miedo y temor: Despaaaaccciiitootoo Iváaannnnn.
La espada humana de Iván acometió su más preciada meta. Inicio su suave vaivén para empezar, disciplinado en lo académico y caballero en todo, obedecer de hacerlo despacio. Ella no aprecio el rostro de sorpresa y de maravilla, un rostro que de retratarlo hubiera reflejado de una manera fiel, fidedigna la mayor felicidad del mundo. Lizbeth era virgen…el mejor regalo que jamás hubiera recibido de estudiante alguna.
La joven pupila estaba a la altura, al ser preparada de la mejor manera posible, con un consciente consentimiento, no experimento más que un ligero dolor al principio y solo pequeñas gotas del líquido rojo fueron los signos de su ya pérdida virginidad. Ahora la espada humana penetra hasta PARTIR EL ALMA Y EL ESPÍRITU, las coyunturas y los tuétanos, Y DISCIERNE los pensamientos y las intenciones del corazón. Las palabras del sermón dominical sin saberlo ambos les llego a cada una de sus afiebradas mentes. Eso solo lo sabrían hasta compartir sus sentimientos, después de la tempestad de esta fragorosa lucha.
Ahora el gemía sin recato, ella sin pudor, él con fuerza, ella con intensidad, él con felicidad, ella con gratitud, él entusiasmado, ella optimista, él arremetía en su mete y saca, ella en el recibir y en el dar.
Lizbeth: Hummmmmmm, ayyyyyyyyyyyyyyyy, ahhhhhhhhhhhhhhhhhh Dioossss estooooo esss riqiiiiiisiiimmmmooo , Ivaannnn queriiiiidodoododo, asiiiiiii looooo queeerriiiaiaia,,,, grrararaccciaassss pappappiiittototooo chuuuuullooooooo
Ivan: chiiiquiiiiitttattaa, chiquuiiillallaa miiaaaa,, errressss miiaaaaaaa, ereresss una dioooooosaaaaaa, unaaaa diosssaaaa
La buena copula entre hombre y mujer es como una espada de dos filos. Penetra hasta partir el alma y el espíritu porque logra unir con el cosmos ofreciendo uno de los mayores placeres mundanos, y discierne los pensamientos e intenciones del corazón porque logra conciliar al hombre y a la mujer de manera pragmática. Toda buena relación se fundamente en ese balance de mente y ser, el buen sexo es la mejor ARMA que tenemos para lograrlo.
La inercia de la salvaje copula, hizo que ella abriera aún más sus poderosas piernas y rodeara con ellas a su hombre. Con lo cual él tiene una mayor profundidad de logro, por ello mismo estando en esa postura ahora él para tener mayor presencia inclino las piernas de ella y tener así un mejor agarre, para posteriormente pasar sus piernas en sus hombros entrando más de lleno a ese acoplamiento.
Lizbeth: pappapapiiiii,,,enseññaaaammmmeee tooooodoooooo, hazzzzz lo qquuee quiearttasssss connnnmiiigooooo, perrorooooo quuue nooooo acacccnabbeeeee estoooooooo, Dioosssssss queuue riiicocooooo.
Iván: siiiiii miiii reuyyyynnaaaa saannttttaaaaa, ufffffff, hummmm
Demostrando su gran acoplamiento, él se bajó las piernas de sus hombros y sin sacar su pene y dejarla de penetrar y la otra también de estarse comiendo su garrote, se viraron para que ella fuera la que llevará el control.
Lizbeth inicio un frenético movimiento con su pelvis y cintura pasando de una rapidez a una lentitud como si se dominará de toda la vida la tarea asignada. Definitivamente estaba exentado la materia y con honores.
Ayyyyyyyyyyyyyyy, hummmmmm, asiiiiiiii,, ricoococococo, Ivaananannnn eressss un suuueeñññooooo, asiiiiiiiii, ayyyyyyyyyyyyyyy, hummmmmmmmmmmmmm, ayyyyyyyy
Iván se recostó para poder besar y amasar esos sudorosos y bamboleantes senos….llevaban ya buen rato cogiendo como desatados.
Lizbeth por un momento paro para acomodarse los cabellos de la frente que ya todos mojados le escurrían su sudor en sus ojos.
Iván aprovecho para que con ese mudo lenguaje que ya dominaban entre los dos, destrabarla con lo cual un sonido extraño se escuchó, dando a la risa de los dos.
Ahora la acomodo de rodillas para que parara esas suculentas nalgotas. Enfilo su envarada, totalmente mojada espada y volverla a partir ahora desde atrás en la clásica postura de “perrito”. La penetración que ambos se hacían ciertamente era una espada que los estaba atravesando de cabo a rabo, sin dejar huella, ni macula alguna. A priori, ellos ya sabían que esto pasaría, que bueno que no se habían equivocado en sus elucubraciones.
Ahora el sonido fuertísimo que se escuchaba en el mete y saca era de antología incluso combinándose con el famoso “Son de la Negra” que otro conjunto de mariachi tocaba ya más cerca. Pareciera que los dos bailaban al compás de tan afamada y distinguida pieza mexicana—Pappapap. Papappaa, papapa, papapappa, papapapa, como si fueran las guitarras y percusiones…galalaapp, galapapa,, glapapa.,, glaapap, galalalao, como si fueran las trompetas y los gemidos de ambos como si fueran las voces de los maricachis….se acerca el culmen de esta verdadera primera vez de ambos….para ella auténticamente la primera, para él, en el sentido de hacerlo fuera de su lecho nupcial y con una joven y sobre todo con su alumna…..paappappa,,glllalaaaoooo, galallaoaoa…..ambos llegaron a un fuerte orgasmo al mismo tiempo, hasta en eso, su acuerdo era mutuo, pleno y de regocijo…..terminaron juntos al igual que la pieza musical.
Esa tarde-noche aún continuaron hasta quedar exhaustos. Ese día Lizbeth ya no vio al novio, ya rompería después con él. Ese día, Iván llego muy tarde pero renovado a su hogar. Pero esos hechos son otra historia.
ELLA:
Consciente de que su precoz madurez le indicaba que con nadie de su edad hubiera experimentado lo placentero y rico que fue perder su virginidad. Simplemente la mejor experiencia corporal que se hubiera podido imaginar. Sería su más profundo secreto. Sabría ya cómo manejarse con los hombres, sencillamente se estaba graduando de todo a todo. Se sentía plena, radiante, segura de sí misma, confiada en salir a la vida para vivir, gozar y ser plena. Serúa su más profundo secreto, se lo llevaría a la tumba.
EL:
Consciente de que su serena madurez le indicaba que con ninguna otra mujer, ya sea compañera o alumna hubiera experimentado lo placentero y rico que fue traspasar este umbral de falsa moralidad. Simplemente la mejor experiencia corporal que se hubiera podido imaginar. Sería su más profundo secreto, se lo llevaría a la tumba. Se sentía pleno, radiante, seguro de sí mismo, confiado en salir al paso de esta increíble aventura extramarital para vivir, gozar y ser pleno.
SÉPTIMO DÍA: El acuerdo
Si vas a hacer algo relacionado con el sexo, debería ser cuanto menos genuinamente perverso. Grant Morrison.
Y dios hizo el séptimo día para descansar, el hombre y la mujer para retozar. Ellos retozaron como si fuera su luna de miel y las que siguieron, pero eso es otra historia por contar.
ELLA:
Las dos mejores decisiones de su vida, en tan solo siete días se habían conformado. Su intelecto le había permitido conocer la gloria y no se arrepentía, simplemente era una mujer moderna, sin trabas morales ya y dispuesta a seguir gozando. En la empresa le daban un año de estancia en México, después se iría al extranjero. Que bien, así estaría un año con Iván, siguiendo su proceso de formación. La discreción de ambos, es algo que agradecía. Era feliz y así seguiría, tan era así que no tendría que contárselo a nadie, nunca más.
EL:
Estaba maravillado y feliz, en una sola semana, logro lo que en su más profundo subconsciente quería desde siempre. Su experiencia y madurez le había permitido conocer la gloria y no se arrepentía, simplemente era un hombre nuevo, sin trabas morales ya y dispuesto a seguir gozando. En la empresa de Lizbeth le daban un año de estancia en México, después se iría al extranjero. Que bien, así estaría un año con ella, disfrutando de esta aventura de maduros. La discreción de ambos, es algo que agradecía. Era feliz y así seguiría, tan era así que no tendría que contárselo a nadie, nunca más.
FIN
Sandra, la hija de Javier, era una muchachita preciosa, alta y delgada cuyos pechos firmes y su marcado trasero le hubieran permitido desfilar en las más aclamadas pasarelas de moda. Era una mulata de piel más clara que sus primas y su cabello negro y lacio le iban bien. La chica no pudo ocultar su felicidad al ver a su padre recibiendo una mamada de su prima, pues sabía que por fin su padre había desistido de irse del pueblo. Corrió hacia su padre y sin interrumpir la acción de Leticia lo abrazó y le dio un beso en la mejilla.
– Gracias papa, gracias. Sabía que no nos iríamos.
Javier sonrió al ver la felicidad de su hija. La sensación de los experimentados labios de Leticia lo distraían constantemente pero Javier alcanzó a decirle algunas cosas a su preciosa hija.
– Te llamé para que atiendas a tu tío, ¡uh!… – la lengua de Leticia envuelta sobre su glande le quitaba las palabras de su boca – estará aquí un buen rato. Y también al alcalde, ¡ah!…por favor.
– Si papa – dijo Sandra con una felicidad inmensa – lo que tú quieras.
“El conde no solo corroboró la improbabilidad de concebir mediante el incesto de padre e hija sino que con el tiempo descubrió que aquel fenómeno alcanzaba a tres generaciones y a los lazos de sangre. Padres, tíos y abuelos; todos tenían el mismo efecto nulo sobre las féminas.
Sabia, ya con todo esto, que aquello simplemente no debía ser conocido por nadie más que no perteneciera a la descendencia de de aquellas cinco familias pioneras.”
Sandra se acercó alegre a los dos hombres. Estos no podían evitar mirar con lujuria a la preciosa criatura que se les acercaba. Sandra no estaba desacostumbrada a estas reacciones por lo que decidió charlar con buen humor.
– ¿Como esta tío? – dijo sonriente – ¿no se aburre?
– Estoy muy feliz por la decisión de tu padre – dijo Federico en tono más serio – me alegra no perderlos.
– A mi también tío – dijo mientras se desvestía – estaba realmente asustada de pensar que nos iríamos…
La chica comenzó quitándose su camisa a cuadros de hombre que le gustaba utilizar, al deshacerse de ella mostró por fin las facciones de su escultural cuerpo: un abdomen espectacular bajo un par de tetas divinas que se movían rítmicamente mientras la muchacha se retiraba sus jeans para finalmente quedar en bragas blancas y sostén negro, sin nada en común una prenda con la otra mas que el cuerpo de diosa que cubrían.
– …mi madre también estaba muy preocupada, imagínese tío, dejar toda nuestra vida – comentaba mientras se ponía de rodillas frente a su tío Federico que permanecía sentado en otro sofá de la sala.
La muchacha dejó entonces de hablar para retirar el cinturón y el pantalón de su tío, mientras este se comenzaba a desabrochar la camisa. Al sacar el pantalón descubrió la polla erecta de su tío, que se entreveía bajo el calzoncillo; la muchacha sonrió y retiró el calzoncillo para finalmente quedar frente a frente con aquella ansiosa verga.
Del otro lado, Leticia había provocado la primera eyaculación de su tío Javier que descargaba sus fluidos en la dulce boca de su sobrina. Era una cantidad considerable por lo que una línea de semen escapó por sus mejillas pero rápidamente logró contenerla utilizando la misma verga de su tío para regresarla a su boca. Sentada en el sofá era ahora Alejandrina la que debía esperar su turno pues Javier tomó asiento en el sofá para recibir a su hermosa sobrina Leticia quien se acomodó sobre él y con una habilidad surgida de la experiencia acomodó la verga de su tío para después dejarse caer, clavándose a su propio ritmo aquella polla. Javier comenzó a moverse y poco a poco se sincronizó con la muchacha para lograr un mete y saca constante que Leticia y él, por supuesto, disfrutaba.
Al otro extremo del cuarto, su bella hija Sandra le practicaba una hermosa felación a Federico, que disfrutaba al extremo con su cabeza recargada y sus manos acariciando los cabellos de la muchacha. Parecían haberse olvidado del alcalde que no sabía si seguir esperando o despedirse de una vez en medio de todo aquello que sucedía a su alrededor. Solo hasta entonces Sandra lo miró y se disculpó inmediatamente con él.
– ¡Ay, qué pena señor alcalde! – lamentó la chica – Me había olvidado completamente de usted, no se preocupe, usted también puede participar si lo desea.
Aquello descompuso completamente al hombre que, completamente ruborizado dijo que quizás era mejor que se retirara. La muchacha comprendió la preocupación del alcalde y le aclaró que todo era con la autorización y agradecimiento de su padre. Siendo así el alcalde Gonzalo no dio más resistencia y aceptó el ofrecimiento de aquella preciosa criatura. Comenzó a desvestirse mientras la muchacha se deshacía de sus bragas sin levantarse y sin dejar de chupar la verga de su tío Federico. Desnudo ya, el alcalde se arrodilló detrás de aquella preciosa chica que, con una gran habilidad, separaba sus nalgas para ofrecerle su ano al alcalde sin dejar de mamar la verga de su tío. Aquel esfínter se veía suculento y el alcalde, sin resistir más, se lanzó sobre aquel culo y comenzó a besar y lengüetear cada parte de las nalgas y el esfínter de aquella mulata.
¨Las cosas fueron variando con el tiempo. Generación tras generación se volvía evidente que la base de aquella nueva sociedad era, en todo momento, el sexo libre. Era algo más que un experimento o una población secreta; se volvió un tesoro que, se sabía, seria destruido si se descubría.¨
Javier, por su parte, seguía bombeando a su sobrina Leticia mientras chupaba los pezones de las redondas y preciosas tetas que esta le ofrecía. La muchacha ya había logrado dos orgasmos y dentro de si no tenía ganas de detenerse, le encantaba la sensación de ser penetrada mientras los labios de su tío masajeaban sus pezones. Alejandrina estaba aburridísima y, además, caliente y en su desesperación ya llevaba un par de minutos dedeándose y apretando sus pezones.
Sandra, en aquel momento, recibía poco a poco la verga del alcalde en un ano que disfrutaba ser penetrado. Ya con la verga hasta el fondo se dispuso a comenzar con el mete y saca, provocando suspiros a la muchacha que lambia de testículos a cabeza la verga de su tío. El alcalde comenzó a acelerar su ritmo y cada embestida sobre Sandra la volvían loca de placer. Se mantuvieron así un par de minutos hasta que Federico no pudo más y sus fluidos estallaron en la cara de la muchacha que quedó maquillada con la leche de su tío. Federico se dio cuenta de que del otro lado su hija Alejandrina se aburría y la llamó.
La muchachita se acercó de inmediato y Federico, sobándole ligeramente sus preciosas nalguitas, le indicó que ayudara a su prima con aquel lio. Alejandrina se arrodillo y, sin perturbar las embestidas que el alcalde propinaba a Sandra, comenzó a lamber y tragar los fluidos al tiempo que le propinaba algunos suaves besos en la boca de su primar que no dejaba de gemir a cada embestida que recibía por su culo. Aquella escena volvió a provocarle una buena erección a Federico que no paraba de desviar su mirada al hermoso cuerpo de Alejandrina. Cuando la muchacha parecía haber terminado la limpieza sintió un suave jalón de cabello por parte de su padre, quien la dirigió a que se apoyara sobre el sofá. Federico acomodó a su hija e inmediatamente dirigió su lengua al virginal ano de la chica. Era la primera vez que Federico propinaba un beso negro a Alejandrina por lo que esta supuso que aquella noche seria por fin el momento en el que le romperían el culo. Alejandrina disfrutaba la frescura y el relieve de la lengua de su padre. Tras unos momentos el hombre se puso de pie, penetró ligeramente el coño mojado de su hija para después dirigirlo a la entrada de aquel ano ansioso.
– Te va a doler un poco – murmuró Federico – quédate quieta.
– Si papi. – dijo la niña, con la voz entrecortada por la emoción y el placer de sentir la verga de su padre sobando su esfínter.
El hombre empujó, con cuidado, y no puedo evitar recordar el día en que penetró por primera vez a Leticia por el culo; aquello no solo era un sentimiento de placer sino de emoción. Ahora estaba detrás de su otra pequeña hija, Alejandrina, su dulce hija que aguardaba nerviosa el momento en que aquel pene entrara hasta su recto. Siguió empujando y la muchacha comenzó a sentir un poco de dolor pero no se quejó, deseaba pasar aquella prueba que tanto había esperado de la mejor forma. El alcalde colocó a Sandra en la misma posición sobre el sofá en que se encontraba Alejandrina quien volteó y dejo ver la emoción en sus ojos a su prima. Sandra sonrió al ver la felicidad en los ojos de su prima pero no podía concentrarse en ella porque cada embestida del alcalde parecía elevarla al cielo.
De pronto una fuerza recorrió todo el espinazo de Alejandrina y esta soltó un grito ahogado; su padre, con una gran habilidad, le introdujo su verga de golpe, como lo había hecho hacia un par de años con Leticia. El dolor en las entrañas de Alejandrina fue inesperado y sentía en todo su esplendor el pedazo de carne de su padre. Federico besó la espalda de su hija mientras el dolor en ella descendía; la piel de la muchacha se había enchinado y poco a poco comenzó a sentir el placer de una verga clavada en su culo. Una única lagrima llegó a sus labios y al poco rato comenzó a sentir movimientos en su recto; Federico había comenzado un lento bombeo, cuidando de no lastimar a su hija. A su lado, el alcalde rellenaba el precioso culo de Sandra en una abundante eyaculación que ambos disfrutaron.
En el otro sofá Javier descargaba también su leche en el coño de su sobrina. Después, un poco cansados, tomaron asiento en el sofá y miraban la escena que se les presentaba enfrente: Federico ya bombeaba con normalidad el culo recién estrenado de Alejandrina que sentía que se desmayaba en cada va y viene que su padre le proporcionaba. También Sandra y el alcalde descansaban; este sentado en el espacio libre del sofá y la preciosa chica sentada en sus piernas, con el semen fluyendo lentamente de su ano. Javier, recuperado, se puso de pie y tomando a su sobrina de la mano se dirigió hacia el resto.
Llegaron y Javier contempló aquella escena; la verga del alcalde era limpiada cuidadosamente por su querida hija Sandra mientras su sobrina Alejandrina que, por ser una novata del sexo anal, sentía que perdía la conciencia ante tanto placer que fluía por su esfínter a cada embestida de su padre. Leticia se arrodilló cerca de Alejandrina y con una sonrisa amistosa le acarició la frente de su hermana.
– Hermanita – dijo con ternura – ¿estás disfrutándolo?
Alejandrina no pudo responder pero su rostro cansado alcanzó a dibujar una sonrisa. Javier miró a su hija que lambia con dulzura la agradecida verga del alcalde, pensó de pronto en lo que aquella noche, por una absurda decisión iba a perder para siempre. Agobiado por esto se acercó por detrás de ella sin que esta lo notara, de pronto la tomó por la cintura y, sin dar importancia al semen del alcalde que aun escapaba lentamente del ano de su hija, colocó su verga en posición y le introdujo de golpe la mitad de su pene ante la sorpresa y disfrute de su hija.
– ¿Me permite, señor alcalde? – preguntó sonriente Javier
– Por supuesto Javier – respondió el alcalde mientras se ponía de pie
El alcalde se alejó y Sandra volteó sonriente hacia su padre que le respondió con un par de tiernas nalgadas.
– Hola papi – dijo con tono infantil la muchacha
Javier solo pudo sonreír y de inmediato acomodó a su linda hija sobre el sofá, sin sacar en ningún momento su verga. Acomodada ya comenzó a embestirla lentamente; los primeros bombeos provocaban que la leche del alcalde saliera salpicando del culo de Sandra pero ciertamente fungía como un buen lubricante.
Al ver al alcalde inactivo, y para no verse tacaño, Federico le autorizó pasar un momento con su hija Leticia; de la misma forma que con Sandra se negó amablemente pero no resistió mucho ante la insistencia de Federico quien en el acto se lo informó a su hija que seguía acariciando la frente de Alejandrina.
Leticia se dirigió al alcalde y este no pudo resistirse a sobar aquellos pechos tan preciosos que portaba la muchacha. Federico y Javier abrieron un espacio en medio del sofá en que se follaban a sus respectivas hijas. El alcalde dirigió a la muchacha y la acomodó de la misma forma que el resto de aquella orgia, la muchacha ofreció gustosa su ano. Antes que nada el alcalde lambió repetidas veces el esfínter de la muchacha que en lo que corría de aquella noche aun no era penetrada por el culo para después, con aquel anito un poco más lubricado, colocar la punta de su erecta verga. La morenita se concentraba en dilatar su ano y poco a poco aquella verga se abría paso hasta el recto de Leticia.
Poco a poco comenzó a bombearla hasta tomar un ritmo de embestidas que hacían jadear a la preciosa criatura. Para entonces aquella era una autentica orgia con tres mulatitas en hilera siendo taladradas por el culo en medio de un coro de gemidos, respiraciones, jadeos, suspiros y orgasmos. Alejandrina parecía haberse acostumbrado ya al bombeo de una polla en su culo pues ya abría sus nalgas con sus manos y constantemente pedía más y más.
– Más papito, por favor, no te detengas -gritaba Alejandrina como loca a lo que su padre le respondía con una sonora nalgada
Los cuerpos sudorosos de las muchachas, apretujados en aquel sofá, chocaban de vez en cuando mientras cada una recibía su verga por su respectivo culito. Leticia, recostada boca abajo sobre sus voluminosas tetas, disfrutaba cada mete y saca del alcalde mientras su prima Sandra, a su lado, gritaba descontrolada en los momentos en que su padre aumentaba las embestidas sobre su bien lubricado ano.
– Te voy a rellenar el culo – dijo Federico a su hija Alejandrina mientras apretaba excitado las suaves nalgas de la chica – Quieres tu culito relleno, ¿verdad?
La muchacha no podía ni responder pero las palabras de su padre y la idea del semen dentro de su culo la tenían más allá de los límites de la excitación.
– Te rellenare el culito, putita – repetía Federico en pleno preámbulo de su orgasmo, mientras su hija solo le podía responder con gemidos y jadeos.
Era curiosa la doble actitud que los habitantes de aquel pueblo tomaban; si bien imperaba siempre una actitud positiva y de respeto a la hora del sexo no eran extrañas las palabras altisonantes. Pero incluso aquello era tomado con normalidad y remotamente llegaba a haber desacuerdos sobre eso pues era, para casi todas las muchachas, excitante ser llamadas putas y zorras por sus propios padres, tíos o hermanos.
– Papi, relléname – alcanzó por fin a decir Alejandrina
– ¿Eso quieres putita? – respondía Federico
– ¡Sí!
La leche de Federico se descargó en el recto de su hija que por primera vez sentía la calidez del semen en sus entrañas. Comenzó a besar la espalda de su hija, paso a su cuello y a su nuca mientras el semen seguía fluyendo lentamente dentro del, hasta hacia unos minutos virgen, ano de su hija. Federico acariciaba apasionadamente los brazos y las tetitas de su hija que parecía ronronear a las caricias de su padre.
– Te quiero mucho papa – dijo dulcemente
A su lado, el alcalde Gonzalo rellenaba el culo de Leticia, la otra hija de Federico que por fin pudo dar un respiro a las embestidas sobre su culo. Jalaba suavemente el cabello de la muchacha mientras su leche se impregnaba en las paredes del recto de Leticia. Federico puso de pie a la agotada Alejandrina y llamó a Leticia. La chica esperó a que el alcalde desclavara su verga e inmediatamente se puso de pie. Federico le dio una palmadita al culo de Alejandrina y le pidió que fuera con el alcalde. Inmediatamente la preciosa mulatita se colocó de la misma forma en que hacia un momento se hallaba su hermana Leticia y al alcalde le cayó de sorpresa pensar que aquella noche iba a perforar el los culos de aquellas tres preciosas chicas. Aunque su verga estaba un poco adolorida se endureció de inmediato al ver un hilo de leche brotar del esfínter de Alejandrina, quien se ofrecía pacientemente con sus nalgas abiertas.
Justo al lado Sandra recibía los últimos azotes de su padre sobre su dilatado ano, momentos después su recto era rellenado de nuevo por un semen caliente que sentía perfectamente dentro de si. Javier, jadeante, lanzaba las ultimas embestidas sobre su hija pare después sacar su saciada verga de aquel agujero. A su lado, el alcalde cabalgaba sobre el culo abierto de Alejandrina que disfrutaba la segunda verga que le partía el culo en su joven vida. El ano de Sandra apenas comenzaba a escupir las primeras gotas del semen de su padre cuando este la volteó de frente para después lanzarse sobre sus endurecidos pezones. Sandra disfrutaba conmovida la delicadeza con la que su progenitor saboreaba y masajeaba sus pechos.
Al otro extremo del sofá, Leticia terminaba de limpiar la verga de su padre, que había quedado manchada con pedazos de mierda de Alejandrina, con un trapo húmedo. Con la verga reluciente, Federico comenzó a recibir, sin pedirlo, una suave mamada de Leticia que, sin duda, lo relajaron. Leticia lanzaba furtivamente miradas traviesas y sensuales a su padre que le respondía acariciando cariñosamente los cabellos de su hija. Mientras recibía la felación de su hija miraba a la otra recibir las embestidas del alcalde sobre su recién estrenado culo. Más allá, Javier yacía sentado y besaba apasionadamente a su hija Sandra que, sobre él, recibía suaves caricias sobre sus nalgas por parte de las cálidas manos de su padre. Federico estaba satisfecho de que todo hubiera regresado a la normalidad y seguramente su hermano jamás volvería a pensar en irse.
Tras unos cuantos minutos, la leche del alcalde corrió a través del esfínter de Alejandrina; era, para el alcalde, el aparente final de una sesión de sexo, que jamás se hubiera imaginado, con tres preciosas y jóvenes mulatas que recibieron, una por una, su semen en sus anos. Pero era tarde para el alcalde, acostumbrado a levantarse temprano y sumando todavía el agotamiento de aquella noche. Se vistió a pesar de la insistencia de los dos hermanos de que se quedara y, sin dejarse llevar de nuevo por el deseo, salió de aquella casa contento porque el problema se hubiese resuelto y satisfecho desde luego por la atención de aquellos hombres y sus preciosas hijas. Se alejó del lugar, donde seguramente continuaría aquella orgia y subió a su auto para dirigirse a su hogar. Llego a su casa donde sus dos esposas lo recibieron un tanto preocupadas por la tardanza y tras explicarles todo lo sucedido se dio una ducha, cenó y durmió como un bendito.
“El conde jamás alcanzó a vislumbrar completamente otra particularidad de aquel fenómeno genético; la tasa de natalidad femenina triplicaba a la masculina, hoy es evidente.”
Al despertar beso a sus dos esposas en la mejilla, sin despertarlas, y bajó a desayunar. Fue entonces cuando, al asomarse a la ventana vio un cuerpecillo alejarse presuroso: era una de sus hijas, Brianda.
Sinopsis:
A nuestro protagonista lo nombran delegado en Oviedo. Al llegar toda la organización se pone en su contra excepto María, una administrativa a la que nombra su secretaria sin saber que tras esa cara de niña buena se escondía una hembra hambrienta de sexo y menos que esa cría deseara que fuera él quien hiciera realidad sus fantasías.
María no tarda en confesar que desde el momento que desde niña supo que su destino era convertirse en sumisa y que cuando lo vio entrar por la puerta, comprendió que él era el amo que estaba esperando. Para colmo, le reconoce que su madre está de acuerdo.
Tras la sorpresa inicial que una mujer tan joven quiera tenerlo como dueño, Manuel está convencido que su vieja es una zorra que la tiene dominada y decide ir a su casa para enfrentarse a ella. Lo malo es que allí descubre que esa mujer tiene las mismas fantasías que su hija y que en vez de tener que cuidar solo de la chica, también tendrá que ocuparse de esa madura.
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PARA QUE PODÁIS HACEROS UNA IDEA OS INCLUYO LOS DOS PRIMEROS CAPÍTULOS:
CAPÍTULO 1.―
Como no podía ser de otra forma, el día en que tomé posesión de mi nuevo puesto estaba lloviendo. No penséis que una ligera llovizna, os juro que parecía el diluvio universal. Para que os hagáis una idea, en el breve tramo entre salir del taxi que me llevó y las oficinas, me empapé y por ello mi entrada triunfal resultó bastante patética.
Calado hasta los huesos, por no decir hasta los huevos, mis primeras palabras fueron para pedir una toalla con la que secarme.
―Existe algo llamado paraguas― respondió muerta de risa la jovencita que me abrió la puerta.
―Menos cachondeo― respondí molesto por la guasa, no en vano yo iba a ser su jefe― soy Manuel Giménez y he quedado con Alberto Torres.
La cara de la cría palideció al darse cuenta de quién era y roja como un tomate me trajo la toalla que le había pedido, diciendo:
―Disculpé pero pensaba que era un turista y no el nuevo director. Ahora mismo llamo al gerente― tras lo cual, salió corriendo en busca del interlocutor que me iba a presentar al resto del equipo.
Mi llegada había empezado mal pero empeoró cuando al cabo de diez minutos, la misma chavala volvió y sin haber conseguido encontrarle, se inventó la excusa que el ejecutivo en cuestión estaba en mitad de un atasco.
―¡Ni que estuviéramos en Madrid!― contesté con muy mala leche mirando mi reloj y ver que llevaba al menos media hora de retraso.
No tuve que ser un genio para comprender que la relajación era la norma general en esa delegación. Decidido a que eso sería lo primero que tenía que cambiar, le pedí que me enseñara mi despacho.
La muchacha supo que no la había creído y con la cara desencajada, me llevó hasta el lugar que en teoría estaba reservado para mí.
«Menuda mierda de sitio», pensé al ver el oscuro cubículo en el que tendría que pasar tantas horas del día.
Cabreado, le pedí que me mostrara el resto. La niña, obedeciendo, me enseñó las distintas dependencias entre las que se encontraba la oficina del impresentable que me había dejado plantado. Al ver que era un despacho el doble que el mío y con una espléndida vista, me apropié del lugar diciendo:
―Llama al conserje para que se lleve las cosas del señor Torres al otro despacho, ¡me quedo con este!
La morenita no sabía dónde meterse pero asumiendo que no le convenía contrariar al que iba a ser su superior, obedeció de forma que cuando, después de cuarenta y cinco minutos, llegó el susodicho se encontró que le había arrebatado su mesa, su silla y hasta su ordenador.
Por supuesto que intentó protestar pero me mantuve firme en mi decisión y pasando por alto sus quejas, le solté la primera de las muchas broncas que a partir de ese día le echaría hasta que cansado de mí, dimitió.
El segundo problema con el que tuve que lidiar fue con Beatriz, la secretaria que me habían asignado, la cual acostumbrada al ritmo de sus antiguos jefes, no aceptó de buen grado la carga de trabajo que le encomendé y de muy malos modos protestó diciendo:
―Nunca nadie me ha tratado así.
Decidido a dar un escarmiento a toda la oficina, le contesté:
―Ya se ve que no y así va esta delegación― y luciendo la mejor de mis sonrisas, le espeté: ―Como no voy a cambiar, ahora mismo decida. O trabaja a mi modo o tendré que buscarme otra secretaria.
Creyendo que los cinco años que llevaba en la empresa eran una salvaguarda a su puesto, la muy boba se atrevió a decirme que buscara a otra. Sin hacer aspavientos, dejé que volviera a su mesa para llamar a María, la joven que me había servido de guía y le pedí que entrara al despacho.
Una vez sentada, le comenté:
―Me han encomendado salvar esta delegación, para ello necesito a mi lado personas con ganas de trabajar, que me obedezcan y sin limitaciones de horario. ¿Puedo contar contigo?
―Por supuesto― contestó.
―Bien, entonces a partir de ahora serás mi asistente. Tu primera tarea, será redactar el despido de Beatriz. ¿Algún problema?
―Ninguno, en cinco minutos lo tendrá sobre su mesa.
Desde esa misma tarde, comprendí que había acertado eligiendo a esa cría como ayudante. Encantada con su nuevo puesto y sus nuevas responsabilidades, María se concentró en cumplir mis órdenes y ya cerca de las ocho de la tarde, tuve que mandarla a descansar diciéndola que podía terminar al día siguiente.
―No se preocupe― respondió― váyase usted, ya casi acabo― la seguridad de sus palabras me hizo creerla y cogiendo mis cosas, salí rumbo al hotel donde me hospedaba.
No fue hasta el día siguiente cuando al volver a mi despacho y me encontré con todo la información que le había pedido encima de mi mesa, cuando me percaté del volumen de curro que le había encomendado. Estaba todavía alucinando con lo que había elaborado en solo un día cuando escuché que tocaban a mi puerta. Al levantar mi mirada, la vi entrar sonriendo:
―Buenos días, jefe. Le he traído un café, espero que le guste con azúcar.
Reconozco que me gustó su tono servicial y mientras removía con una cucharilla la bebida, pregunté a qué hora había terminado la noche anterior.
―A las once y media― respondió sin que su rostro reflejara queja alguna.
No sabiendo que decir, le ordené que me preparara una reunión con los vendedores para ese mismo día. La chavala asintió y saliendo de mi despacho, se puso a organizarlo todo mientras me ponía a revisar los informes que ella había elaborado.
«Esta niña es una joya», medité al comprobar la calidad de su trabajo. No habiéndoselo pedido, María había desarrollado de manera rudimentaria pero eficaz un pormenorizado análisis de las fortalezas y debilidades de los distintos clientes. «Me ha ahorrado una semana de estudio», sentencié satisfecho.
Estaba todavía revisando esos papeles cuando entrando nuevamente en mi despacho, María me informó que ya había contactado con todos los vendedores y que la reunión tendría lugar a las seis de la tarde.
―¿No es un poco tarde?
Muerta de risa, contestó:
―Son una pandilla de vagos, ya es hora que se enteren que ha llegado un “líder” que les va a hacer trabajar.
La entonación con la que pronunció la palabra “líder” me hizo vislumbrar en ella una especie de adoración que nada tenía que ver con alguien que acababa de conocer. María, confirmó mis sospechas cuando sentándose frente a mí, me dijo:
― Apenas me ha tratado pero desde que me otorgó su confianza, siento que su éxito será el mío y por eso quiero que sepa que puede contar conmigo para todo. Seré su herramienta y jamás discutiré sus órdenes. Llevo soñando desde que entré a trabajar en esta empresa, con que el día que llegara un jefe que supiera valorar en su justa medida mis capacidades― y haciendo una breve parada, sin importarle lo exagerado de sus palabras, prosiguió diciendo: ―Sé que usted es ese guía que necesitaba y que junto a usted, creceré como persona.
Si ya de por sí esa declaración de intenciones era desmedida, lo que realmente me impresionó fue observar en sus ojos que era sincera. Por eso, medio cortado, quise quitar hierro al asunto diciendo en son de guasa:
―Ten cuidado, no vaya a tomarte la palabra y exigirte algo que seas incapaz de dar.
Sorprendiéndome nuevamente, esa morenita respondió con una dulce sonrisa en sus labios:
―Cuando le he dicho que puede contar conmigo para todo, es ¡para todo!― tras lo cual, se levantó dejándome pensando en el significado de sus palabras.
«¿Se me ha insinuado o solamente quería dejar clara su fidelidad como trabajadora?», pensé mientras la veía alejarse rumbo a su mesa. A pesar que de esa conversación no podía deducirse nada fuera de un ámbito profesional, por su tono, deduje que había algo más.
Sin tiempo que perder, dejé de pensar en ello y me puse a preparar mi reunión con los agentes. Estudiando el tema, de nuevo los informes que había preparado esa cría me sirvieron de gran ayuda y antes de las dos, ya me había hecho una idea de todos y cada uno de esos tipos. La mayoría de ellos tenía una buena base comercial pero tras años dejados a su libre albedrío, se habían apoltronado en su puesto y estaban cometiendo el peor de los pecados en un buen vendedor: ¡habían perdido el hambre de nuevas operaciones!
«A partir de hoy, deben saber que eso de quedarse en la oficina, se ha terminado», me dije mientras tomaba el paraguas para salir a comer.
―¿Ya se va?― preguntó María desde su mesa.
Fue entonces cuando hice algo que nunca había hecho hasta entonces, olvidándome que era mi secretaria y mirándola a los ojos, contesté:
―Coge tus cosas que te invito a comer.
Tras la sorpresa inicial, aceptó y cerrando su ordenador, me pidió un minuto para pasar al baño. Ese minuto se convirtió en un cuarto de hora pero os tengo que reconocer que no me importó la espera cuando la vi salir.
«Joder, ¡menudo cambio!», mascullé para mí al darme cuenta por primera vez que, tras esa cara de niña buena, se escondía un pedazo de mujer.
Si os preguntáis por qué la respuesta es muy sencilla, María había aprovechado ese tiempo para maquillarse y sintiéndose guapa, hasta su caminar había cambiado. Dejando atrás a la cría, la María que salió del servicio era una hembra deslumbrante, sabedora de su atractivo.
―¿Nos vamos?― preguntó con alegría.
Más afectado de lo que debería estar, sonreí y abriéndole la puerta, la dejé pasar delante para así poder valorar su trasero.
«Tiene un culo cojonudo», sorprendido confirmé, que a pesar de no haberme fijado antes, era dueña de unas preciosas y duras nalgas.
Si de por sí ese descubrimiento me había alterado las hormonas, mi zozobra se incrementó cuando debido a la lluvia, María se refugió bajo el paraguas que acababa de abrir. Obviando que yo era su jefe, esa bebita pasó su mano por mi cintura mientras se pegaba a mí.
«Tranquilo, macho», tuve que repetir al darme cuenta que me estaba excitando su cercanía.
Aun así, inconscientemente la abracé cuando de reojo un taxi se acercaba. Mi asistente, lejos de molestarle mi gesto, parecía encantada y levantando su mirada, me preguntó dónde la iba a llevar a comer.
«Dios, ¡qué buena está!», exclamé en mi mente al ver su boca a escasos centímetros de la mía.
Juro que estuve tentado de morder esos carnosos labios pero afortunadamente, pude contener mis instintos animales y aprovechando que el taxista había parado, abrí la puerta del coche. María entró en su interior pero en vez de moverse hasta el otro lado, se sentó justo en la mitad del asiento, de forma que nuestros cuerpos quedaron uno junto al otro al sentarme.
―No me has contestado, ¿dónde vamos a comer?― susurró en mi oído sin separarse y tuteándome por primera vez.
Mi pene se despertó de inmediato al sentir su aliento sobre mi piel y dejándome en ridículo se alzó bajo mi pantalón. Fue tan evidente mi erección que no le pasó inadvertida y al advertirla, la pobre criatura no sabía dónde meterse. Totalmente colorada, se movió hacia la ventana mientras haciendo como si no pasara nada, le contestaba que me habían hablado muy bien de la Casa Fermín.
―Es un sitio carísimo― respondió incapaz de girarse.
Cabreado y molesto por mi torpeza, alzando la voz, contesté:
―¡No discutas! Lo he dicho yo y basta.
Mi exabrupto tuvo un efecto no previsto, bajo la camisa de María como por arte de magia aparecieron dos pequeños montículos señal que esa orden tajante la había puesto cachonda. Mi extrañeza se multiplicó exponencialmente al oírla murmurar:
―Lo siento, te juro que no era mi intención llevarte la contraria.
«No es normal la actitud de esta chavala», medité al descubrir una especie de satisfacción al sentirse recriminada, «es como si le gustara que la dirijan».
Asumiendo que tendría tiempo de sobra de indagar en ello, pasé página y me concentré en sus rasgos. Su pelo negro y corto relazaba la palidez de su piel pero no conseguía endurecer sus facciones porque la dulzura de sus ojos oscuros lo impedía
«Es una monada», sentencié enfadado al darme cuenta que al menos le llevaba veinte años, «puedo ser su padre».
Estaba rumiando nuestra diferencia de edad cuando el taxista nos informó que habíamos llegado y tras pagar la carrera, salimos del coche. Esta vez, María mantuvo las distancias y siguiendo mi paso, entramos al restaurante. El maître debió de pensar que éramos familia y que ella era menor porque al pedir una botella de vino, educadamente me preguntó qué era lo que iba a beber mi hija.
Al escuchar esa metedura de pata en boca de alguien que se le supone profesional, solté una carcajada pero entonces María muy molesta, contestó:
―El señor no es mi padre. Mi padre ha muerto.
El dolor que manaba de sus palabras me hicieron compadecerme de ella y cogiendo su mano entre las mías, le dije que lo sentía mucho.
―No hay problema― respondió al tiempo que se echaba a llorar como una magdalena.
Os juro que no me esperaba esa reacción y enternecido la abracé. Ella al sentir ese cariñoso gesto, hundió su cara en mi pecho mientras me decía:
―Le echo mucho de menos. Con él me sentía segura.
―Tranquila― respondí acariciando su pelo― conmigo tampoco tienes nada que temer.
La tristeza de la cría se transformó en alegría al escuchar esa frase y levantando su mirada, preguntó:
―¿Eso quiere decir que quieres protegerme o lo dices por decir?
Alucinado por la pregunta contesté, sin saber bien a que me comprometía, que mientras me obedeciera siempre cuidaría de ella.
Mi respuesta la satisfizo y con genuina felicidad, esa morenita:
―Si te obedezco en todo y no discuto tus decisiones, ¿me aceptarías como tu pupila y serías mi tutor?
Fue entonces cuando caí en la cuenta que la propuesta de María iba más allá de lo profesional y no queriendo asumir un compromiso sin tenerlo claro, quise antes conocer en profundidad a que se refería. Al preguntárselo, contestó:
―Mi madre fue inmensamente feliz mientras mi padre vivía. Nunca se arrepintió de plegarse a sus deseos y que él decidiera lo que había que hacer.
―¿Me estás diciendo que quieres que yo sea una especie de mentor y que deseas formar parte de mi vida fuera de la oficina?― impresionado insistí.
―Sí. Siempre he soñado con maestro al que seguir y creo que tú puedes ser el hombre indicado. Me entregaría a ti en cuerpo y alma― el brillo excitado de sus ojos ratificó sus palabras mientras involuntariamente sus pezones adquirían un desmesurado tamaño.
Ya convencido que María era una sumisa sin dueño y que lo que realmente buscaba era servirme, contesté:
―Pensaré en tu oferta― y llamando al camarero, le informé que comeríamos el menú de degustación mientras frente a mí y sentada en su silla, la morena no dejaba de sonreír asumiendo quizás que era cuestión de tiempo que aceptara su extraña oferta.
Durante la comida ninguno de los dos hizo referencia al tema pero cuando nos trajeron el café, mi asistente dio un nuevo paso en su entrega al decirme:
―¿Tienes visto algún piso donde vivir?
―Todavía no. Sigo viviendo en un hotel porque no he tenido tiempo de buscarlo― acepté.
Nuevamente esa criatura me sorprendió diciendo:
―Te lo digo porque si quieres le pregunto a mi madre si te alquila la habitación de invitados. A ella le vendría bien el dinero y estoy segura que le gustaría el tener de nuevo un hombre en casa.
Tanteando sus verdaderas intenciones, muerto de risa, le solté:
―No lo creo y más si termino aceptando tu oferta.
En ese instante, María me terminó de descolocar al poner un gesto de extrañeza mientras me decía:
―No entiendo, ¿por qué lo dices?
Tanteando el terreno comenté sin ser muy preciso no fuera a ser que hubiese malinterpretado los términos de su propuesta:
―Joder, María. No creo que le guste saber que su inquilino es el “mentor” de su hija.
―Al contrario― contestó― me ha educado para eso y estaría encantada de saber que tengo un amo que me cuida y enseña. Pero antes tiene que aceptarte.
Con una naturalidad increíble, me acababa de confirmar su naturaleza sumisa y eso fue el empujón que necesitaba para decidirme. Ya convencido respondí, al tiempo que cogía su mano entre las mías:
―Si no quiere, tendrás que buscar otra casa donde vivas conmigo.
Tardó unos segundos en comprender que estaba aceptando su oferta y entonces, con un júbilo desbordante, se levantó de la silla y sentándose sobre mis rodillas, me besó mientras me decía:
―Nunca dejaré que te arrepientas de hacerme tuya.
Usando mi poder recién adquirido, dejé caer mi mano por su cintura y por primera vez, acaricié su trasero. María al sentir mis dedos recorriendo sus nalgas, susurró en mi oído:
―Solo espero que mi madre también te acepte como maestro.
No entendí la insinuación que me hizo y creyendo que insistía en la necesidad de permiso de su progenitora, contesté:
―Me da igual lo que diga― y dando un suave azote en ese culito que deseaba desflorar, descojonado, comenté: ―Serás mía cuando y como quiera.
Mis palabras lejos de preocuparla, le hicieron gracia y con un tono pícaro en su voz, respondió:
―Entonces, pronto tendrás dos mujeres que te cuiden y yo no tardaré mucho en cumplir mis deseos.
Tras lo cual, cogió su teléfono y marcando a su vieja, esperó a que contestara para sin ningún tipo de rubor decirle:
―Mamá, como te anticipé anoche, mi nuevo jefe ha aceptado quedarse con nosotras.
Aunque no lo oí, su vieja debió de aceptar porque colgando el móvil, sonriendo, me espetó:
―Después de la cita con los vendedores, mi madre nos espera en casa.
Como imaginareis con razón, durante el resto de la tarde, mi mente estuvo dando vueltas al tema y cuanto más pensaba en ello, más extraño me parecía todo. No en vano según María, su madre no solo no pondría reparo alguno a su sumisión sino que la vería con buenos ojos.
«¿Qué tipo de mujer será?», me preguntaba una y otra vez.
Al terminar la reunión con los representantes de Asturias, os tengo que confesar que estaba confuso y por ello cuando nos quedamos solos, la llamé a mi despacho.
―Cierra la puerta― le pedí al no querer que nadie nos interrumpiera.
La cría obedeció de inmediato y tras pasar el pestillo, se acercó con un peculiar brillo en su mirada. Sus movimientos reflejaban nerviosismo pero también la satisfacción de saber que tenía dueño y por ello no pudo reprimir su felicidad cuando le ordené que se sentara en mis rodillas.
Al satisfacer mi deseo, suspiró y confirmando su disposición, susurró en voz baja:
―¿Qué es lo que desea mi dueño?
No siquiera la contesté y llevando mi mano hasta los botones de su camisa, me puse a desabrochar uno por uno mientras intentaba descifrar su reacción. El silencio de María fue total pero su cuerpo mostró involuntariamente una calentura sin igual y por ello cuando terminé de soltar el último botón, esa criatura tenía los pezones erectos.
―¿Te pone cachonda que te desnude?― pregunté al menos tan excitado como ella.
―Mucho― consiguió mascullar presa del deseo.
Su sometimiento me permitió soltar el cierre de su sujetador, liberando por fin sus pechos.
―Tienes unas tetas preciosas― comenté admirado por el tamaño y la forma de esas dos maravillas que tenía a mi disposición.
Reconozco que no pude dejar de admirar la belleza de su juvenil cuerpo. Dotada de un pedazo de ubres que serían la envidia de cualquier mujer, esa jovencita era todo lujuria. Si sus tetas eran cojonudas, su duro trasero no le iba a la zaga. Con forma de corazón parecía diseñado para el disfrute de los hombres. María al advertir el efecto que provocaba en mí, se acercó y llevando sus manos a mi cinturón, comenzó a desabrocharlo. Bajo mi pantalón, mi verga se alzó y por eso cuando me la sacó, ya lucía una impresionante erección.
―Reconoce que me deseas― susurró mientras se arrodillaba y lentamente se la metía hasta el fondo de la garganta.
Me quedé paralizado al notar sus labios abriéndose y recorriendo la piel de mi extensión. Aunque todo me indicaba que era una mujer fogosa, rápidamente comprobé que era toda una diosa. Mi falta de reacción permitió que se la sacara tras lo cual usando su lengua, embadurnó de saliva mi tallo antes de volvérselo a embutir como posesa. Dejándome llevar por su maestría, permití imprimiera un pausado ritmo sin quejarme. Ardiendo en mi interior, me mantuve impasible mirando como devoraba mi sexo con fruición.
Con mis venas inflamadas por la lujuria, sentí su lengua recorrer los pliegues de mi capullo. Cuando la excitación me dominó por completo, ya sin recato alguno, la agarré de la cabeza y presionándola contra mí, le introduje todo mi falo en su garganta. La chavala lo absorbió sin dificultad e incrementando el compás de su mamada buscó mi placer. Mi semen tardó poco en salir expulsado en su interior. Ella al notarlo se lo tragó sin quejarse sin dejarme de ordeñar hasta que consiguió extraer hasta la última gota. Entonces alegremente, me soltó:
―Llevo años soñando con sentir una verga en mi boca.
Queriendo devolver parte del placer que me había brindado, llevé mi boca hasta una de sus rosadas areolas y sacando la lengua, me puse a recorrer los bordes mientras ella empezaba a sollozar.
―¿Qué te pasa?― pregunté sorprendido.
Casi llorando de felicidad, mi asistente contestó:
―Mi madre no mentía cuando me avisó de lo mucho que me gustaría que mi dueño mamara mis pechos.
Atónito comprendí que María jamás había disfrutado de la compañía de un hombre y que era la primera persona con la que estaba. Por ello, tuve que preguntarla si era virgen.
―Sí― respondió orgullosa― sabía que algún día te conocería y por eso me he reservado para ti.
Lleno de dudas, mi excitación desapareció al instante y tratando que no notara mi turbación, ordené a María que se tapara. La niña que no comprendía nada, me miró desconsolada y preguntó en que me había fallado.
―En nada, preciosa― contesté al no poderle reconocer que estaba indignado y que echaba la culpa de todo a su progenitora: ― La primera vez de una mujer es importante y quiero que sea inolvidable.
Mis palabras consiguieron calmarla y creyendo a pies juntillas mi mentira, la felicidad volvió a su rostro. Cabreado por el tipo de educación al que había sido sometida esa morena, decidí encararme con la autora de semejante aberración cuanto antes y disimulando la ira que me consumía, le dije:
―Quiero conocer a tu madre.
Confiada, María sonrió y tras plantarme dulce beso en mis labios, se levantó de mis rodillas y recogió sus cosas sin saber que en ese momento, su supuesto amo no podía comprender como alguien podía aleccionar a su retoño con semejantes ideas.
«Tengo que separarla de su vieja. Si la dejo allí y sin mi cuidado, María será presa fácil de cualquier desalmado».
Hola, este es mi 6º relato y como tal pido disculpas anticipadas por todos lo errores cometidos. Estos hechos son mezcla de realidad y ficción, no voy a mentir diciendo que esto es 100% real. Lo primero es contar mi historia, intentare ser lo mas breve posible.
Mi nombre es Raúl, tengo 25 años y lo ocurrido empezó en mis últimos años de Instituto, 17-18 años, considero mi infancia como algo normal en cualquier crió, familia normal con padre, chapado a la antigua y alma bohemia, madre devota y alegre, hermana mayor , mandona pero de buen corazón, todos de buen comer y algo pasados de peso, sin cosas raras, vivo a las afueras de Madrid actualmente, aunque crecí en la gran ciudad. Mi infancia fue l normal, con las connotaciones que eso lleva, sabemos de sobra lo crueles que son los críos y mientras unos son los gafotas, otros los empollones, las feas, los enanos….etc. Todos encasillados en un rol, a mi me toco ser el gordo, y la verdad lo era. Nunca me prive de nada al comer pero fue con 12 años cuando empece a coger peso, tampoco es que a la hora de hacer deporte huyera, jugaba mucho al fútbol con los amigos y estaba apuntado a muchas actividades extra escolares, ya fuera natación , esgrima, taekwondo, o karate, pero no me ayudaba con el peso. Lo bueno era que seguía creciendo y llegue muy rápido a coger gran altura y corpulencia, disimulaba algo mi barriga, todavía no lo sabia pero esto seria muy importante en adelante. Siempre me decían que era cosa de genes o familia, y así lo acepte. Como casi todo gordo en un colegio o instituto al final o lo afrontas o te hundes, y como tal siempre lo lleve bien, el estigma del gordo gracioso me ayudo ha hacer amigos y una actitud simpática y algo socarrona me llevo a tener una vida social muy buena. Eso si, con las chicas ni hablar, todas me querían como su amigo, algo que me sacaba de quicio. Pues no paraba de ver como caían una y otra vez en los brazos de amigos o compañeros y luego salían escaldadas por las tonterías de los críos, siempre pensando que yo seria mucho mejor que ellos, pero nunca atreviéndome por mi aspecto a dar ese paso que se necesitaba. Un tío que con 17 años y ya rondaba el 1,90 y los 120 kilos no atraía demasiado, cierto es que era moreno de ojos negros y buenas espaldas, pero no compensaba.
Además, tengo algo de educación clásica, por mi padre, algo mayor que mi madre y chapado a la antigua, algo que en el fondo me gustaba ya que me enseño a pensar por mi mismo y obrar con responsabilidad sin miedo a los demás, pero también a tratar con demasiado celo a las damas, y lo mezclaba con una sinceridad brutal, heredada de mi madre, “las verdades solo hacen daño a los que la temen, y hace fuerte a quien la afronta”, solía decirme. Una mezcla peligrosa, no tienes miedo a la verdad ni a lo que piensen los demás. También, o en consecuencia, algo bocazas, pero sin mala intención, solo por hacer la gracia puedo ser algo cabrón. Nunca he sido un lumbreras, pero soy listo, muy vago eso si, si estudiara sacaría un 10 tras otro, pero con solo atender un poco sacabas un 6 por que molestarme, al fin y al cabo es información inútil que pasado el examen no volveré a necesitar.
Con el paso de mi infancia empece a sufrir jaquecas, achacadas a las horas de tv, ordenador o a querer faltar a al escuela, ciertamente algunas lo serian pero otras no, me diagnosticaron migrañas, pero cuando me daban ningún medicamento era capaz de calmarme, así que decidieron hacerme un escáner y salto la sorpresa, Con 17 años apunto de hacer los 18 e iniciar mi ultimo curso de instituto, un tumor benigno alojado cerca da la pituitaria, no era grande ni grave pero me provocaba los dolores de cabeza y al estar cerca del controlador de las hormonas, suponían que mi crecimiento adelantado y volumen corporal se debía a ello. Se decidió operar, no recuerdo haber pasado tanto miedo en mi vida como las horas previas a la operación, gracias a dios todo salió bien y con el apoyo de mi familia y amigos, todo salió hacia delante y es donde realmente comienza mi historia.
Después de la operación, y unos cuantos días en al UCI de los que recuerdo bien poco, me tenían sedado, con un aparatoso vendaje en la cabeza e intubado hasta poder verificar que no había daños cerebrales. Me subieron a planta y pasadas una semana empece ha hacer rehabilitación, primero ejercicios de habla, coordinación y razonamiento, y después físicamente, era un trapo, no tenia fuerzas y había mucho que mover, pero pasaron los días y casi sin esfuerzo empecé a perder kilos, cogí fuerzas, en mi casa alucinaban de como me estaba quedando y ante esa celeridad muchos médicos me pedían calma, yo no quería, me encantaba aquello, pero tenia que llegar el momento en que mi tozudez cayo ante mi físico , a pocos días del alta, en unos ejercicios de rutina decidí forzar y mi pie cedió, cisura en el empeine y otra semana de reposo total, donde cumplí los 18. Aquí ocurrió la magia, debido a mi necesidad de descansar me asignaron un cuarto y una enfermera en especial para mis cuidados, se llamaba Raquel, la llevaba viendo muchos días y había cierta amistad hasta el punto de que en situaciones en que mi familia no podía estar era ella quien me ayudaba a…..la higiene personal, solía solicitar la ayuda de algún celador pero andaban escasos de personal, y yo hinchado de orgullo trataba de hacerme el duro moviéndome con la otra pierna.
Como os conté en mi anterior relato, ella fue mi 1º relación sexual, y la que me abrió los ojos, el tumor y su extracción me provoco una serie de cambios físicos, perdida de peso y volumen, además de, sin saber muy bien como, una polla enrome entre mis piernas. Pero las situación con ella, no dio para mas, me recupere perfectamente y llego el día de irme del hospital. Después toco poner en práctica la teoría y Eli, la fisioterapeuta que me estaba ayudando con un problema en el pie, me la confirmo. Ahora era mi profesora y me enseñaba todo lo que se podría necesitar, y con unas amigas llego la magia. Después de mis 2 primeras semanas de aprendizaje y teoría, llegaba la hora del examen práctico. Ahora de mi aprendizaje, Eli me invito a una fiesta que quiso usar de examen, y se desmadro.
Mi fisico en este momento es un varón moreno de 1,90 largo, unos 85-90 kilos y cuerpo torneado, sin marcar musculo.
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Ya he leído algunos comentarios, gracias por los consejos, tratare de corregir, debido a varios comentarios paso a quitar en negrita las conversaciones
Shadow, gracias, pero la cuestión no es dejarme influenciar, hay un línea entre eso, y no reconocer algo que se esta haciendo mal por tozudez. No se como poder corregir mejor los borradores, reviso cada palabra conflictiva, y salvo errores por que se me ha ido un dedo creo, lamentablemente, que este es mi nivel mas alto jejeje.
Es cierto que quienes sigan la serie, es una lata, pero la 1º parte casi no cambia, con bajar un poco la rueda del ratón se soluciona, de ahí que ponga estas pequeñas anotaciones separadas del resto, Y así los que empiecen un relato sin seguir el orden, tener una idea general rápida.
Y si, es una deformidad de polla, pero tenia que ser así.
Pido disculpas por los “tochazos” que escribo, estas primeras experiencias llevan mucha información, y es importante a mí entender. Alguno más así y os prometo que los siguientes no serán tan grandes.
Aunque el genero en si sea amor filial, un tema que me gusta leer por el morbo y respeto, os indico desde ya que no hay sexo entre lazos de sangre reales, lo siento, pero en mi historia la familia es sagrada y ni mi madre, ni mi hermana, ni una sobrina o prima entraran en escena.
Pero la historia debe continuar.
Habían pasado un par de semanas desde que abandoné aquel gimnasio con mi amada Eli dentro, y de aquel paseo por el parque que resulto ser un momento trascendental en mi vida, se acabaron las pruebas, el aprendizaje y redes de seguridad, ya solo estabamos en la partida el mundo y yo, y me tocaba mover.
Una de esas semanas, logre convencer a un amigo de que me encubriera un fin de semana entero, con la excusa de quedarme a dormir en su casa y, siendo ya mayor de edad, ir a hacer la vasectomía sin consentimiento paterno, peor dada la orden de que si me pasaba algo les llamaran. Me estuve informado y haciende pruebas durante la semana previa, resulto que no era reversible en si, solo en algunos casos y que podía sufrir de dolor crónico de mayor o menor intensidad en un 30% de los casos. Aun así había una nuevo técnica basada en el ”pinzamiento”, y no en el corte, de los conductos, que era mucho menos invasiva, generaba menos sangrado y tenia un alto porcentaje de recuperación en la capacidad reproductora. Lo sopese unos días, pero sabiendo que aun fallando, podía donar esperma y congelar parte, como hice, o mas adelante extraer espermatozoides de mis testículos y usarlos para fecundaciones in vitro, me convencí de hacerlo. El viernes después del instituto, ya estaba liberado de obligaciones familiares y quede para la operación, a ultima hora del viernes ya me habían operado, pase el sábado en observaciones, con alguna carantoña de mas por parte de las enfermeras al revisar la zona de la operación, y el domingo por la tarde ya tenia el alta unos medicamentos contra la inflamación o infección, así como instrucciones de unos cuidados mínimos. Me sentí raro durante unos días pero a la semana siguiente estaba como si nada hubiera pasado. Ya me sentía preparado y comencé la búsqueda de mi 1º objetivo, ya era de pasármelo bien.
La historia se remonta a unos 6 años atrás en el tiempo, y se enreda un poco, en una semana santa , mi madre insistió y monto un viaje a Granada, de donde era parte de su familia, allí teníamos parientes y nos quedamos a dormir en una casa grande propiedad de una de mis tías – abuelas, con motivo de nuestra visita se organizo que todos los familiares se quedaran unos días en aquella casa y montáramos fiestas, barbacoas y los críos montamos una especie de casa del terror para los adultos, había muchos niños de todo tipo, sobrinos, nietos, primos, hijos, amigos de todos ellos…..y jugamos como críos que éramos, aun inocentes en lo sexual, dormíamos juntos en grupos en las habitaciones ya que éramos muchos, a mi, con algo de desgana ya que quería hacer travesuras con los chicos, me había tocado una de las camas grandes y compartirla con la prima Ana, lo 1º es decirnos que técnicamente no era prima mía, era la nieta de una amiga de toda la vida de mi tía- abuela, tanto que formaba parte de la familia, sin ser de lazos de sangre, era una niña normal, de unos 12-13 años, y por aquel entonces un misterio que no entendía ni me apetecía descubrir. Hicimos algo de migas por la obligación de mi madre, sabia de mi facilidad para hacer amigos, y ella era muy tímida, resulto ser medio gitana por parte de padre pero que nunca se había preocupado por ella, solo le había dejado en herencia una piel ligeramente oscurecida, con el paso de los días y establecimos una relación de cariño, y después de forma constante pero espaciada por el tiempo hasta mi época actual, viajes de ida y vuelta, vacaciones, fiestas, lo típico en familiares lejanos.
Volvemos a mi actualidad en ese momento, ya habían pasado 6-7 meses desde mi operación en la cabeza en verano, ya tenia 18 años, vasectomía hecha sin complicaciones, se acercaron ya las fiestas de Navidades, y mi madre le llegaron noticias de que parte de la familia de Granada quería acercarse a Madrid para celebrar las fiestas allí y les invito ansiosa de demostrar su hospitalidad, teniéndonos a todos por casa en modo batallón de limpieza, recogiendo y dejando la casa como si fuera a venir el Rey, preparada para recoger a todos los que vinieran. Llegaron las vacaciones por las fiestas navideñas, que nos concedía a los estudiantes unas 2-3 semanas de descanso. Mi madre me informo de los que vendrían, un par de tías, sus maridos y algunos nietos de entre 6 a 12 años, y junto con las tías, la amiga de mi tía – abuela y su nieta, Ana, eso me alegro un poco, era una de las chicas que mejor me había tratado antes de mi cambio, supongo que por que ella también se sentía algo rechazada y sola y yo fui de los pocos que la trate bien, tenia ganas de verla, y saber de su vida. Debido a que era la única de mi edad, tenia 18 recién cumplidos, me pidió que cuidara de ella y la sacara a enseñare la gran ciudad.
Cuando llegaron se produjo la presentación , mi madre nos planto de punta en blanco, casi me hizo ponerme el traje de Eric, en la entrada de la casa, de mayor a menor en edades y con instrucciones de que hacer, llamaron a la puerta y fueron entrando y nos iban saludando y presentando, con las frase típicas de esas ocasiones, y felicitándome por mi estado actual después de la operación, yo buscaba con ansia a Ana para darla un fuerte abrazo, me había ilusionado mucho su visita, pero no la veía.
-YO: ¿y Ana no venia?
-TIA 1: si, esta abajo en el coche, cogiendo las ultimas bolsas.
-MADRE: ¿sola? De eso nada – me cogió del brazo mientras me dirigía a la puerta de salida – que haces aquí parado, tira “pa´abajo” y ayúdala, vago.
Apenas me pudieron decir leves indicaciones de donde estaba el coche antes de que mi madre me sacara de mi casa a rastras. Baje a buscarla y vi un coche que encajaba con la descripción, me acerqué y vi a una señorita, bastante mona, sacando unas bolsas.
-YO: ¿hola? ¿Te ayudo?- pregunté esperando que me reconociera, sin estar seguro de si era ella.
-DESCONOCIDA: no, gracias, ya puedo sola, muchas gracias caballero. – me lo dijo con tal seguridad en que no me conocía que seguí buscando el coche con Ana.
Al no encontrarlo llame a mi madre y me volvieron a dar las mismas indicaciones, regrese y solo había aquel coche, me volví a acercar.
-YO: ¿Ana, eres tú? – se quedo pillada.
-ANA: si……soy yo, ¿quien eres? – su puta madre, era ella y ni me reconocía, pero tampoco yo a ella.
-YO: no jodas Ana, que soy yo…….., Raúl.- haciendo gestos de evidencia.
-ANA: ¡¡¡madre de amor hermoso!!! ¿pero que has hecho con tu………?
-YO: ¿barriga?, he pegado el estirón jajajajaja – ya ciamos en la cuenta y ella soltó las bolas y riéndose estiro los brazos pidiendo un abrazo, era ella sin duda, me acerque con fuerza y la di un gran abrazo de oso, de esos que la levantas del suelo y todo, dándola media vuelta en el aire mientras nos saludábamos. Al separarnos…..
-ANA: pero estas hecho un pincel, ¿como los has hecho?
-YO: ¿no sabias lo de la operación?
-ANA: si, ya los comentamos por casa, pero……….¿que tiene que ver.?
-YO: pues por lo visto mi barriga no era por las barbacoas de tu madre, si no con un tumor cabroncete. Jjajaja –
Me volvió a abrazar con cariño, y correspondí, allí no había tensión sexual, solo cariño. La ayude a coger las bolsas mientras cerraba el coche y subimos a casa mientras no parábamos de comentarnos lo bien que estábamos el uno al otro.
Ana había cambiado físicamente, ya no era aquella renacuaja de piel morena, torpe y escuálida, supongo que como toda mujer que no ves desde los 12 años y se presenta ante ti con 18.Era alta, casi rondaría el 1,77, pelo negro azabache, largo, muy largo y liso, le llegaba casi a la cintura, suelto y con un flequillo andaluz, tapándola media cara, iba vestida con un abrigo amplio, ya que era diciembre y hacia frío, pero se veían parte de sus piernas, con un pantalón negro de tela gruesa y unas botas. De momento lo mas llamativo era su rostro, lo único que había visto con claridad, era una preciosidad de cara, esculpida en un tez algo oscura, debido a su origen y el sol de Andalucía, resaltaba mucho el blanco de sus ojos, coronados por unos ojos marrones, que advertían trazas verde azuladas, una mujer guapa, solo se podría ser quisquilloso con la nariz, la tenia algo afilada.
Al subir a casa mi madre ya tenía a todos organizados en sus habitaciones y en el salón tomando un café preguntado por el viaje y las circunstancias de la vida. Pregunté donde colocábamos las cosas de Ana, ya se habían repartido y entre que querían dejar a los críos juntos y las parejas juntas, solo quedaba 1 cama libre, el sofá cama de mi cuarto.
-YO: pero mama, ese sofá es horrible, todos mis amigos que han dormido allí se han jodido la espalda, ¿como se la vamos a dar a Ana?
-MADRE: por que no es para ella, es para ti, ella duerme en tu cama, que especie de anfitriones te crees que somos, anda, tira para tu cuarto y ayúdala, melón. – saco una sonora carcajada a los presentes, mi madre y yo tenemos es tipo de relación en que en publico, nos tirábamos puyas todo el tiempo para sacar las sonrisas de los presentes, sabíamos seguirnos el juego. Pero eso no cambiaba que lo que decía era una orden directa.
-YO: así tratas a tu pobre hijo, después de lo que he sufrido, como osas profanara mi débil cuerpo.- fingía obscenamente pena
-MADRE: mira niño, no me calientes que te llevas un sopapo que te quito el sentido, ahora a joderse unas semanitas rico.- se levanto y me empujo, haciendo bromas y siguiendo el juego, yo la protestaba pero dio igual, Ana se reía mientras me seguía avergonzada.
Mi casa se puede describir como un pueblo de carretera, era un pasillo muy largo , en un extremo el salón comedor amplio, y según avanzabas por el pasillo tenias 4 habitaciones, con un baño entre medias, a mitad del pasillo la entrada, y luego mas pasillo, daba a una terraza a un lado, un cuarto de trastos y al otro extremo la cocina, por algún motivo desconocido, nuestra casa se había adueñado de una habitación extra al lado de la cocina perteneciente a otra casa en su inicio, 2º baño incluido, por motivos de mis noches de friki con el ordenador, viendo películas, series o NBA, fui desterrado a aquella habitación para no molestar al resto, era grande, tenia espacio para mi cama, un escritorio, un armario empotrado, el mueve con la tv y los videojuegos y un sofá cama enfrentado a ella, a los pies de la mía, usada en las noches de frikis con mis amigos.
La enseñe la habitación medio disculpándome por la broma con mi madre y que no se preocupara por mí, dejamos las cosas encima de la cama para volver con los familiares. Ella se quito el abrigo para dejarlo allí. Mis sospechas iniciales era correctas, aquello ya era una mujer, y que mujer, llevaba un jersey de lana blanco, grueso pero se le marcaba la figura, tenia las tetas bien colocadas, muy arriba, al quitarse el abrigo se le subió un poco y pude ver la piel de su ombligo, esa tez morena me estaba empezando a gustar, seguido de un pantalón de tela vaquera negro, grueso pero con el tiro bajo, dejando ver un pequeño tatuaje en la zona del apéndice, una media luna, al agacharse a dejar el abrigo en la cama se intuyo un trasero de nivel, pero iba muy tapada aun.
Volvimos y charlamos amistosamente hasta la hora de cenar, se iban a quedar más de 12 idas con nosotras cubriendo Navidad y fin de año, para volverse para reyes a su casa. Me sorprendí ver como Ana estaba muy curiosa por mi y mi vida, normalmente las chicas de esa edad se abstraen con el móvil a mandarse mensajitos con las amigos o chicos, pero no era el caso, conversamos ampliamente, le conté un poco mi vida y mis cambios físicos, no todos claro esta, y yo me entere de su vida también , pro lo visto estaba un poco aburrida del pueblo, y en el colegio fue una paria, los gitanos la consideraban paya, y los payos gitana, me dijo que no tenia muchos amigos y todos del instituto ya estaban todos con pareja, que estaba casi todo el día en casa con su familia. La note algo de pena al decírmelo, pero se la notaba feliz por poder comentarlo con alguien.
-YO: pues déjame decirte que esos de tu pueblo son unos retrasados de cuidado, tendrías que tener una cola de tíos babeando por ti, y las mujeres deseando ser como tu. – quise animar su animo.
-ANA: muchas gracias primo, jo, te he echado mucho de menos, todavía recuerdo aquella vez que vinisteis a Granada, me lo pase genial contigo.
-YO: y yo contigo, y ahora me toca a mi hacerte de guía en Madrid, mañana he quedado con unos amigos vamos a dar una vuelta, vente, si quieres, pero me haría mucha ilusión.- dudo un poco pero supongo que pensaba que ya que había salido de su pueblo y estaba con ella, quien mejor que yo.
-ANA: vale, pero ten cuidado conmigo, no quiero meterte en líos con tus amigos, ni estar de mas.
-YO: tú no te preocupes por ellos, si hace falta, los tiro a la basura por quedarme charlando contigo- la guiñe un ojo.
Mis palabras eran como rayos de esperanza en sus ojos, me dio otro abrazo, de nuevo de cariño, estaba encantada con estar allí conmigo. Terminamos de cenar y la lleve a mi cuarto mientras el resto se quedo charlando, vimos un rato al tele y la enseñe con orgullo mi colección de videojuegos, aunque la dije que hacia tiempo que no los tocaba y pregunto.
-YO: es verdad que desde la operación he andado…….ocupado, no se supongo que no me parecen tan importantes ahora, me gusta mas charlar con la gente.
-ANA: ya y a mi, siempre que salgo se ponen con lo móviles y es muy raro.- encima de guapa y cariñosa, la mujer pensaba como yo.
Nos sentamos en el sofá mientras veíamos alguna película estupida sobre salvar la Navidad, sacando mas risas de mis comentarios sobre lo tonta que era determinada situación, que de la propia película, yo estaba sentado recostado con una mano en posa brazos y otra en el respaldo, ella empezó igual peor se fue cambiando de posición, se había quitado las botas y estaba echa una bola. Me di cuenta, a mi no me afectaba y en verano me gustaba, pero aquella habitación estaba apartada y daba a un húmedo patio, hacia algo de frío en la habitación pese a la calefacción, que yo bajaba al mínimo, soy muy caluroso por mi grasa corporal, o lo era.
-YO: peque, ¿tiene frío? Te saco una manta, espera.- ella no contesto pero su poción y su mirada de agradecimiento era evidentes.
Saque del armario una manta, mire y decidí que no, mejor seria una funda nórdica bien gorda, me acerque y se la puse con cariño como un padre arropando a su hija, y me senté de nuevo, la echaba un ojo de vez en cuando, y se notaba tiritar bajo el funda.
-ANA: jope, ¿¿hace frío aquí, tu no lo tienes????
-YO: si que lo hace, pero me he pasado toda mi vida con una capa de calorías encima, y ya me he acostumbrado, soy una estufa andante jejeje anda ven aquí pégate a mi.- juro por dios que allí no había intención alguna.
Lo hizo, puso su cabeza en mi hombro, y la rodee con los brazos, frotando su espalda y uno de sus brazos. Pasado unos minutos.
-ANA: pues es verdad estas calentito jejejee- se colocaba para pegarse y adaptarse mejor a mi.
-YO: ya te lo he dicho, salvo las manos el resto soy una estufa.
-ANA: ¿¿las manos??
-YO: si, no se por que, será la circulación, pero es la única parte que se me quedan algo frías.
-ANA: pues eso no puede ser, como te pilles un resfriado por mi culpa no me lo perdono y tu madre me mata, toma tápate.- me ofreció el amplio excedente de funda nórdica, yo sin malicia la cogí y me la pase por encima un poco, colacionado mis manos en la misma posición previa, pero ya directamente sobre ella, no sobre la funda, al colocarme la funda por encima se abrió un hueco y dejo pasar algo de aire….
-ANA: uy ¡¡¡tapa tapa que frío!!! – y se acurruco un poco mas sobre mi, pegando uno de sus pechos en mi costado.- La situación ya me pareció algo erótica, y empece a ver a Ana como mujer y no como familiar. Mi cabeza empezó a volar, recordar a Eli y mi polla a hincharse, no podía permitir que ella se diera cuenta, aquello no estaba preparado ni planeado, la aparte con suavidad y fingí sentarme mas cómodo y me la acomode para que no hubiera accidentes. Lo pase realmente mal hasta el final de la película.
Termino y Ana se había quedado adormilada sobre mi.
YO: oye princesa, toca irse a dormir a la cama, que no soy tan blando ahora. – se desperto un poco, frotándose lo ojos.
-ANA: jo perdona, estaba tan claentita y a gusto que me dormí.
-YO: nada bonita, peor es tarde y mañana tenemos un gran día, vete a descansar, cámbiate mientras me voy al baño y luego al revés, así evitamos accidentes jejeje
Espere a que se levantara y se fuera hacia sus cosas dándome la espalda, me levante como un rayo y salí de allí para evitar que viera al tienda de campaña que portaba en mi pelvis. En el baño orine como pude, me lave los dientes, hice todo el rutina pero seguía empalmado, la solución era fácil, tocaba paja rápida, tirando de hemeroteca en mi cabeza, tarde como un cuarto de hora, para disimular me metí en la ducha y abrí el grifo mientras me duchaba. Me extraño que entre todo lo acumulado en mi mente, algunas imágenes de Ana se colaran, su trasero agachado, su ombligo o su pecho en mi costado. Me sacudía la cabeza, ella no era objetivo, ¿o si?
Aquella pregunta me rondaba por la cabeza, cuando me desahogue y se me bajo el empalme, volví a mi cuarto mas relajado, en la puerta de mi cuarto esta Ana apoyada contra al pared, llevaba un pijama, con la parte de arriba de lunares , muy amplio, y un pantalón también de gasa, que disimulaba algo su figura, pero al cruzarnos y verla de espaldas sus andares retumbaban por toda la tela, al llegar a mi cuarto casi se me había empalmado de nuevo, me cambie lo mas rápido que pude y me deje los slips ajustados, siempre dormía solo con el pantalón de pijama ya que me sentía liberado después de tener a la bestia encerrada todo el día, con miedo a que ella se despertara y me la viera tiesa de noche. Cuando ella regreso tuvo que pasar por encima de mi, que ya estaba con el sofá cama sacado, tumbado y con 4 mantas encima tapado hasta la barbilla. La visión de su trasero pasando encima mía me dejo con una erección que me duro toda la noche.
Ella sea cerco, me beso en la mejilla dándome las gracias, se acostó y me dio las buenas noches, pase la noche como un muerto, boca arriba sin atreverme a moverme, con la tienda de campaña negada por los slips pero con un mal estar constante por mi inflamación. Al despertar al día siguiente era un trapo, me dolía la espalda, no había dormido nada y me había pasado toda la noche sopesando si Ana podía o no ser un objetivo, ¿poder? De ¿debía? ¿Y si no quería y metía la pata? Pase así un par de días mas, luego durante el día, la actitud cariñosa y agradecida de Ana conmigo al enseñarla cuidad y salir a pasear con los amigos y estar de risas, no ayudaba, era un encanto de niña, y se llevo de cine con mis amigos, siempre conmigo a mi lado, no se separaba de mi, yo la trataba como a un reina, al inicio por cariño, pero luego por pensamientos impuros.
La 3º noche llegamos algo tarde de salir y fuimos directamente a mi cuarto para no despertar a nadie, ya había cierta confianza y nos cambiamos delante uno del otro, pero siempre dándonos la vuelta, ella por vergüenza y yo por miedo a no controlarme. Ella acabo antes y me vio caminar hacia la cama quejándome.
-ANA: pobre, te estas dejando la espalda ahí por mi.
-YO: no pasa nada, ya soy mayorcito.- me recosté esperando que la noche fuera mejor que las anteriores.
-ANA: me da pena, no es justo y es tu casa, anda cambiemos, déjame a mi ahí esta noche y tu descansa bien en tu cama- se puso en pie.
-YO: ni de coña, como mi madre se entere me parte la cara si te dejo aquí, además te harías daño tu y eso no puedo permitirlo.
-ANA: pues ahí no vas a seguir- sopeso opciones- venga vente y duerme conmigo en la cama.- Lo dijo decidida y con cierta inocencia en el mando, era una locura, lo estaba pasando fatal con ella en otra cama, en al misma no sabría si controlaría la situación.
-ANA: o eso me voy yo allí contigo, que encima hace mucho frío y me vendrás bien, tu decides, como en el pueblo de pequeños, venga, por fi, será divertido- se lanzo a meterse en mi cama, no había opción, y ya me había comentado que por mas mantas que se echara se helaba, incluso subí la calefacción de mi cuarto solo por ella, me levantaba empapado en sudor.
-YO: esta bien, joder, pero déjame que baña al baño primero……..- ya había ido antes necesitaba una excusa- …….a tomarme un somnífero para pasar mejor la noche.- me aprecio lo mas sencillo de creer debido a la situación y me daría margen a, que ocurriera en la cama, no era de forma consciente.
-ANA: vale aquí te espero.- sonrío orgullosa de su logro.
Fui al baño para fingir mi medicación, la idea de pasar la noche con su cuerpo a mi lado me enloquecía, tenía que calmarme, a partir de aquí, ya no era mi prima, si no una situación que controlar. Volví a mi cuarto fingiendo mal sabor de boca, la di las buenas noches y apagué la luz, me acosté al lado donde ella no estaba y me quede de nuevo, como un muerto, boca arriba sin moverme, ella se dio la vuelta, me beso la mejilla de nuevo.
-ANA: buenas noches, primo- y se volvió a su posición con el cuerpo de lado, hacia el otro lado de la cama.
-YO: buenas noches prima- lo dije resignado con una erección considerable entre mis manos que querían disimularla y temiendo la noche.
Pasaron algunas horas en que la note moverse y dormirse, y yo me apartaba lo mas que podía, casi al borde de la cama, pero al final “Morfeo” me venció, en mitad de la noche note un peso y desperté, yo estaba con la posición boca arriba algo mas relajada, y mi polla “tontorrona”, tenia a Ana recostada a mi lado, había pasado un brazo por encima de mi, pero por debajo de las mantas, supuse que, subconscientemente, buscaba calor. De inmediato me empalme duramente, ¿Qué debía hacer? Apartarla, despertarla, irme……..todo paso por mi cabeza, pero no me moví, me quede inmóvil, la sensación era excitante y cómoda. Entre en automático, con cuidado pase mi brazo por el hueco de su cabeza en la almohada, ella reacciono pegándose a mi y recostando su cabeza en mi pecho, quedamos abrazados de forma lateral, a mi en este momento me daba todo igual, me encantaba la situación, y tan feliz, que me dormí.
Me despertó mi madre de un grito, yo sobresaltado me asuste, me había pillado en mi cama, mire a mi lado y Ana no estaba, entre gritos de mi madre, apareció por la puerta con el cepillo de dientes en la boca, y cubierta por una enorme toalla.
-ANA: nop niof pro fasvor, nos sen enfasde- era gracioso, se el entendía apenas.
-YO: tu calla, no defiendas a este mendrugo.- Ana se saco el cepillo de dientes pero siguió con pasta en la boca.
-ANA: no nos, cuof, coff, me he levantado y le he dicho que se tumbe mientras iba al baño, para que descansara un rato en su cama.- a mi madre se le bajo el enfado de repente.
-MADRE: ahhh, vale – se enfado de nuevo- ¡¡¡pero levántate ya pedazo de vago, que no hace mas que dormir!!!- madres.
Se fue rumiando por el pasillo con Ana mirándome sonriendo de nervios, yo me medio levante sentado en la cama y le di las gracias con la mirada, se volvió al baño a terminar lo que hacia. Me sentía infinitamente mejor que los últimos días, había descansado bien pero, ella se había levantado antes que yo, joder, estaba como un tronco, ni me había enterado, mi polla ahora estaba normal pero cuando me dormí estaba empalmado, ¿lo estaría cuando ella se levanto? ¿se percató?, andaba yo con esas ideas en la cabeza cuando Ana volvió al habitacion.
-ANA: siento la bronca de tu madre, pero podemos decir que eso para que no nos vuelvan a reñir los próximos días.- ¿próximos días? Tenía la intención de repetir.
-YO: creo que será mejor poner alguna alarma y antes de que se despierte volveré al sofá cama.- me miro desanimada.
-ANA: jo he dormido genial contigo, no he pasado nada de frío……y – no lo dijo ni lo llego a disimular pero jure que tenia algo mas que decir, y no dijo.- bueno que si quieres podemos hacerlo mas días.
Y mientas decía eso atine a enfocar mis ojos después de dormir, allí estaba ella, con una pequeña toalla en la cabeza a modo de moño, y una enorme toalla en las manos, secando partes de su cuerpo que veía desnudas, me forte los ojos de nuevo, y me fije, no estaba desnuda si no en ropa interior, con un culotte rojo y un sujetador a juego, secándose los brazos delante de mi, me tape los ojos y me di a vuelta.
-YO: joder Ana, avisa y me salgo, perdona.- los cojones, acababa de ver a un adolescente turgente de pie tostada en ropa interior brillando por el agua, o alguna crema corporal, frotándose delante de mi.
-ANA: calla tonto, si ya hemos dormido juntos jajajajajaj- reía como un cría de 7 años, ¿había llegado a ese nivel de confianza en solo unos días?- venga ve preparándote que hoy es viernes ya y tenemos un día largo, quiero ver Madrid, vamos ve al baño que tengo que volver a secarme el pelo- y diciendo esto me tiro la toalla grande a la cara, dios, olía a humedad, cremas, limpieza y a hembra quise pensar, cuando me quite la toalla de la cara ella se había quitado la toalla del pelo y lo tenia todo echado hacia un lado, húmedo, y cepillándolo, desenredando nudos de su larga melena,
Esa imagen unida a su cuerpo semi desnudo a mi lado y su inocencia me la pusieron a reventar de nuevo.
-YO: hoss……..tias, paso yo me quedo a dormir un rato mas – me tumbe haciéndome bola para disimular- vete a secarte el pelo anda.
-ANA: vale primo pero ten cuidado con tu madre jajaja – y se fue.
Lo tenía claro, cerré el pestillo de la puerta y con la toalla empapada del agua que había recorrido su piel me hice una señora paja, si no, me reventaban los huevos allí mismo. Cuando volvió ya me lleve la toalla para el cesto de la ropa y me di una ducha relajante, tenia que calmarme, desde ese momento ya no había dudas, Ana debía ser mía, me daba igual aspectos morales o familiares, aquella niña pizpireta e inocente me la ponía dura.
Habíamos planeado un viernes de paseo, guía por Madrid, ir al museo del prado, comer por la gran vía, ir de compras por la tarde, cenar en un restaurante chino que conocía en Moncloa, seguido de un paseo por el templo de debod, nos lo pasamos genial, nos hicimos fotos y le enseñe gran parte de la ciudad.
-ANA: joder esto es enorme, esta lleno de gente y son las 12 y la ciudad sigue llena, ¿aquí no duerme nadie?
-YO: hombre, ten en cuenta que esto no es un pueblo en Granada, es una gran ciudad, de hecho muchos locales abren ahora para que la gente vaya de copas y a bailar.- se le ilumino la cara.
-ANA: ¿muchos? En el pueblo solo hay 1 a las afueras y ponen música de abuelos.- me sonó a sorna.
-YO: oye ¿me estas vacilando? Que te estas haciendo pasar por una pobre paleta y se que no lo eres.
-ANA: jajjaaj pues claro que te estoy tomando el pelo, pero quiero que me lleves a bailar pues me hacia de rogar.
-YO: que cabroncilla estas echa, no hace falta que insinúes, si quieres algo, solo has de pedirlo.
-ANA: pues quiero ir a bailar.
-YO: pues a bailar iremos, tengo un amigo que lleva un local y abren ahora a las 00:00, nos deja las copas gratis si ando por allí echándole un ojo como seguridad.
-ANA: normal, si es que vaya espaldas tienes, tu impones mucho, pero de mi no te libras, un baile conmigo te llevas.
-YO: no existe una fuerza en el universo que me lo pueda impedir.- y me lance con un besito en la mejilla.- vamos.
La chica era felicidad andante, se me pegaba por el aire que hacia, protegiéndose del viento conmigo, llegamos y le presente al dueño y a los camareros, nos sentamos en una zona un poco mas tranquila a charlar hasta que se animara la noche. Mientras entraba gente, el dueño del local se me acerco, pidiéndome que me metiera en el baño a echar un ojo pro que creía que había alguien drogándose y a el le conocían, no era raro que me pidiera esos favores. A Ana se le cambio la cara de diversión a susto.
-YO: tranquila pequeña no pasa nada- me levante y le pedí que se quedara con ella, y que no la dejara sola.
Me metí en el baño como para mear, y vi a varios haciendo el tonto en el baño, me meti en uno de los cubiculos y pegue la oreja, se oía claramente el tac tac de una tarjeta de crédito en la loza. Salí de golpe y había varios alrededor de una pila, y en la loza algo que supuse cocaína.
-YO: chavales, no es cosa mía, así que no os enfadéis, pero anda la policía secreta por ahí fuera, preguntando por el dueño.
De inmediato tiraron parte de la droga por la pila y se guardaron el resto. Salieron del local en fila india delante de mí, cogiendo los abrigos para no volver. Tengo cara de buena gente y siempre suponen de mí que soy bueno. Cuando salieron todos fui a saludar y comentar al dueño el tema y me senté junto a Ana.
-ANA: ¿que ha pasado?
-YO: nada peque, que la gente no sabe divertirse si no se descontrola, pero ya han salido todos.
-ANA: ¿y que les has dicho?
-YO: que si no se iban les partiría las piernas- aguanté unos segundos, y me eche a reír.
-ANA: jo siempre esta igual gastándome bromas.- y me dio un golpe con la mano en el hombro.
Pasadas unas hora el local ya andaba medio lleno y a petición de mi acompañante pusieron un par de sevillanas que me arrastro a bailar con ella, era una delicia verla moverse, se había puesto unos pantalones rojos, de tiro bajo, botines negros y una blusa medio transparente que trasparentaba su sujetador y no tapaba su preciosidad de ombligo, tatuaje incluido, con su melena suelta y tan larga que cada giro era para foto de portada. Yo sierpe había sido muy patoso para bailar, y el hecho de perder peso no lo cambió, seguía igual de torpe, pero existe diferencia entre ser torpe, y ser torpe y gordo, siendo obeso cualquier cosa que hagas resulta cómica y atrae miradas de sorna, siendo normal no. Los bailes fueron varios con ella rodándome y sin parar de reír y moverse, y el último que nos dimos fue uno lento y pegamos nuestros cuerpos, yo la susurraba tonterías al oído y me seguía el ritmo en la pista. Ella quiso beber alguna copa de mas y no la deje, yo no bebo, fuera por mi físico o no, emborrachare es imposible o muy caro, y no me gusta el sabor. Se enfado algo por que no la dejaba divertirse, pero la convencí de que para divertirse no era necesario, o condición indispensable, emborrachares.
Dadas las 4 de la mañana, nos volvimos al extrarradio, donde vivíamos, los autobuses nocturnos duran 45 minutos en llegar así que jugábamos a inventarnos la historia de los pasajeros, los últimos 10 minutos ella cayó rendida y se durmió sobre mi hombro. La desperté al llegar y caminamos unas calles hasta legar a casa, nos cruzamos con cierta fauna de esas horas ella se asusto un poco pero yo la tranquilizaba.
-YO: conmigo no tengas miedo, jamas te pasara nada.- pareció reconfortarla.
Llegamos sin hacer ruido, y la deje en mi cuarto desvistiéndose, yo me fui directo al baño me di una ducha rápida con paja incluida, sus bailes habían hecho mella en mi mente. Salí y toco su turno, mientras estaba en el baño yo me iba a poner el pijama, pero era el momento, me puse el pantalón sin los slips para sujetar a la fiera, y me acosté en la cama de lado, ella llego vestida con su pijama y se alegro de que estuviera en la cama y no en el sofá.
-YO: echa el pestillo o mañana será mi ultimo día en la tierra, pondré la alarma para abrir antes de que vengan.
Así lo hice y se tumbo a mi lado.
-ANA: me lo he pasado como en mi vida, te agradezco mucho que cuides de mi.
-YO: para eso esta la familia.- quiera ver si reaccionaba.
-ANA: tu y yo somos mas que familia.- se acerco y me beso la mejilla de nuevo, esta vez no fue radio e inocente, sino lento y sonoro. Al separarse me miro a los ojos- anda ven aquí y dame tu calor que ayer dormí en la gloria.- si supiera como dormí yo.
Se acurruco otra vez abrazándome y pase mi brazo de nuevo por debajo de su cabeza. No se si lo había notado antes, pero ahora en mi costado notaba claramente su dos pechos, ¡sin sujetador¡.
-YO. Pues a dormir que ya me tome el somnífero y estoy que me caigo. Buenas noche prima- tenia coartada, la bese en la frene.
-ANA: ummm buenas noches primo.
Al cabo de 1 hora la note dormirse, la moví un poco y la llamaba y no respondía, su respiración era calmada pero con cada bocanada pegaba sus pechos a mi, solo separados por la tela de su pijama y mi camiseta. Estaba que reventaba, en la 2º hora ella se giro y quedo de espaldas a mi, yo hice lo mismo, pero dejando un amplio espacio entre nosotros, mi tienda de campaña era evidente, la apuntaba como un francotirador al trasero. En un momento dado note como ella, tiritaba algo, y pasados unos minutos se dio la vuelta, yo la miraba entre pestañas fingiendo dormir.
-ANA: primo, ¿estas despierto? Hola- susurraba, se quedo pensativa unos segundos,- jo, tengo frío.- me agarró un brazo y se lo paso por encima, como un manta, y pego su cuerpo un poco hacia mi. Yo estaba muy nervioso, no tenia que estar nada lejos de tocar como la punta de mi polla en su trasero.
Fue repitiendo la operación hasta que paso lo inevitable, sus riñones tocaron con mi polla. Yo quede inmóvil, fingiendo dormir profundamente cuando estaba hecho un manojo de nervios. Ella se aparto rápidamente, pero a los pocos segundos lo volvió a intentar, lo hizo un par de veces más, y ronque un poco más fuerte, más que nada para que parara de hacerlo. La chica se enfado por no poder pegarse a mí y mi calor corporal, se dio la vuelta y levanto las sabanas un poco para ver que era lo que se lo prohibía. Su cara fue como para echar a correr, tapo de nuevo y se volvió, inmóvil, durante una hora se quedo así, tiritando.
Yo no sabia que tenia que hacer, repasaba en mi cabeza cada indicación de Eli, piensa, razona, deduce y actúa en consecuencia. Ella tenía frío, quería calor y yo era su opción, tenia que lograr que ella se pegara a mi sin que mi polla la mantuviera alejada, baje medio metro mi cuerpo de forma clamada en el tiempo para que pareciera natural, sin cambiar la postura. Ahora apuntaba entre sus muslos, no a sus riñones. Como gesto “involuntario” mi brazo la acerco como abrazando a un peluche. Ella de inicio torcía la espalda timorata, pero llego el punto en que noto mi glande en sus muslos y se relajo. Pasó otra hora y ella empezó a acomodarse hacia mí, parte de su pijama se había quedado pillado pro mi polla, había dejado de tiritar. La sorpresa llegó cuando yo creyendo estar en el máximo, ella se llevo la mano a su espalda y empezó a palpar, en búsqueda de algo, de mi miembro. Palpo hasta llegar a la base de mi polla, tocaba con cuidado de no despertarme, y su mano reconoció de arriba abajo mi polla tomando medidas mentales y en un moviendo levanto una de sus piernas, como haciendo yoga, bajo mi polla y echo su culo hacia atrás, atravesando limpiamente de lado a lado, para después bajar la pierna. ¡¡¡La tenia aprisionada entre sus muslos!!! y ya, resuelta la situación, se pego su espalda con mi pecho, arropándose con mi brazo.
Yo estaba dichoso, ella era consciente de mi polla, y lejos de asustarse o salir corriendo o esperar a mañana y pedir que volviera al sofá, hacia decidido que era mejor opción rodear mi enrome polla entre sus piernas y pubis No hubo movimientos por parte de ella ni míos, solo aguantamos la posición, basta decir que mi empalme no bajo en toda la noche y me costo dormirme, pero cai.
Sonó la alarma de mi móvil, desperté un poco, vi que seguíamos en la misma posición, ella dormida y yo seguía empalmado, no sabia si moverme y arriesgarme a que notara ese movimiento, o no hacerlo y que se despertara con mi polla sobresaliendo por su ombligo. Tenia que abrir la puerta y acostarme en el sofá si no quería levantar sospechas, así que reprograme el despertador y ronque muy fuerte, pera despertarla a ella.
Surtió efecto y se fue desperezando, miro la hora y pensaría lo mismo que yo, pero ella decidió, echo su cadera hacia delante hasta casi sacarse toda mi polla de sus muslos y al final se giro sobre si misma para sacarla del todo, yo murmure algo como a punto de despertarme, la miraba entre legañas, estaba de pie al lado de la cama, tocándose la entre pierna, viendo la marca que mi polla había hecho en su pijama después de horas allí alojada. Levanto las sabanas y me volvió a mirar ya con luz, la prominencia de mi polla, le tenía de tal forma que hasta separaba la goma del pijama de la cintura de mi unos centímetros. Ella alucina, y amago con acercar la mano, pero sonó mi despertador, joder, tenia que haber puesto 10 minutos. Ana se contrajo y bajando las sabanas me sacudió un poco.
-ANA: venga primo arriba, que si no nos matan, venga………
-YO: um 5 minutos mas mama…….- frase típica, pare unos 4 segundos y luego abrí los ojos de forma sorpresiva- hostia corre abre la puerta mientras me tumbo en el sofá.
Así lo hicimos, como un juego de niños, para cuando mi madre llego a despertarnos, ya me había quedado dormido de nuevo, la noche había sido larga.
Desayunamos con los demás y hablaron de sqlir en familia al zoo, nos aprecio buena idea y fuimos, Ana no se separaba de mi y no dejaba de comentar todo, comiendo nos pusimos en una mesa aparte. Acelere mi plan.
-YO: que tal has dormido peque, no te habré pegado sin querer o algo jajajaja- se quedo pensativa.
-ANA: no tonto, jajaja he pasado algo de frío pero luego, me he……..pegado un poco y se me paso, eres una estufa andante, sabes como calentar a un mujer en la cama. jajajajja- paro al risa de golpe dándose cuenta de lo dicho.
Yo me empece a reír por lo mismo, hasta que ella me siguió, supongo que el carbón del subconsciente nos pasa factura aveces. Por la tarde volvimos a casa, nos dimos una buena ducha y nos vestimos para volver a salir. Era la noche de Navidad, y casi ni me había dado cuenta, cenamos con la familia y nos dejaron salir a ella y a mi.
-ANA: hoy hay que arrasar primo, es Navidad y ayer no bailamos casi nada.
-YO: como quieras pero te aviso de que estoy entrenado en bailes.
-ANA: con una monitora de gym, que me lo han dicho, eso no es bailar, yo te enseño a bailar…….. de verdad.
Nos fuimos a vestir, y yo me puse el traje de Eric, estaba perfecto, y ella al verme se pico.
-ANA: quieres jugar duro ehh, pues no seré menos.- cogió una bolsa y se fue al baño.
Al volver apareció una semi diosa ante mi, peinada con el pelo totalmente liso, creo que hasta planchando, le caía hasta la cintura, unas botas negras de tacón bastante altas, medias térmicas y unos mini shorts blancos con unas cadenitas doradas, lo que me mato fue la blusa, era rosa clara, y la descripción mas acertada es que penséis en la parte de arriba de un biquini pero con un par de trozos de tela cayendo por su vientre, dejando su ombligo bien a la vista, con un par de tiras anudadas a la espalda y sin sujetador. Era una joya, no se le habían ciado ni un milímetro sin sujeción, las tenia bien arriba. Me debí de quedar echo un imbécil.
-ANA: ¿que pasa primo?, ¿que no te gusta que iguale las fuerzas?- diciéndolo se dio un vuelta sobre si mima permitiéndome ver todo su cuerpo, los shorts le hacían un culo de campeonato, rivalizando con Eli, pero mientras ella tenia ese cuerpo por el ejercicio, esa chiquilla lo tenia así por su juventud. Tarde en reaccionar
-YO: esto….¿que ha que igualar?
-ANA: ¿te crees que soy tonta?, tu te has puesto así de mono para ligar, y yo también.- era cierto, pero mi objetivo era ella, no otras.
-YO: pues tu misma, pero te tendré vigilada.
-ANA: al que inviten antes a una copa gana, ¿vale?
-YO: como quieras.
Nos pusimos los abrigos para que no le dijeran nada por al ropa al salir, la mirada de mi padre fue definitiva “como le pase algo malo a la muchacha, mueres”. Nos fuimos al local de mi amigo, un colega nos acerco en coche al bar de la noche pasada. Estaba a reventar desde el inicio de la noche, lleno de gente, dejamos los abrigos y como perros en celo, 4 tíos se fijaron en ella.
-YO: lo voy a tener difícil.
-ANA: no te creas, alguna ya te ha echado el ojo a ti y cuanto me aleje irán como lobas.
-YO: oye, ten cuidado vale, aquí no todos son buena gente, puede haber imbéciles, si pasa cualquier cosa avísame.
-ANA: anda que si tonto, que me va a pasar, lo que quieres es asustarme para ganar la apuesta.- salió directa a la pista de baile.
La seguí y desde la vitrina del DJ, charlaba y saludaba a al gente, mientras la echaba un ojo, no le faltaban pretendientes, cada poco tiempo se le acercaba uno y bailaba un par de canciones, pero ella les rechazaba, y me miraba señalándose el reloj, te queda poco tiempo quería decirme.
Pasaron las horas y uno de los chicos logro quedarse con ella más de un baile, la cosa se estaba poniendo fina y pusieron ritmos latinos para arrimar cebolleta. Me había despistado con algún conato de pelea que acabó en nada. Cuando volví, los bailes eran ya follar con ropa puesta, verla así me puso celoso, así que fiche a la chica mas guapa del local sin pareja, con su grupo de amigas, me acerque bailoteando, ya me habían visto venir, me acerque a ella y cuando estaba ya cerca de todas, pregunte.
-YO: perdona guapa – se dio la vuelta con algo de desidia
-GUAPA 1: ¿que quieres?.
-YO: esto……..me……. preguntaba……..si …….bueno si no molesta………si podrías…….o tendrías el enorme placer de……..presentare a tu amiga.- y me gira hacia una de sus amigas, menos agraciada pero que vestida de fiesta tenia su morbo.
La guapa se que do blanca, la chica en cuestión petrificada y el resto reían- “Eli: si en un grupo de muejres hay una que resalta, es la líder y la mas difícil y creída, ve a por alguna amiga, esas, solo por fijarte en ellas con la otra al lado, caerán rendidas.”
No fallo, salió encantada mientras las amigas se reían y la guapa se quedaba mustia, que se joda, pense. Nos pusimos cerca de Ana, quiera que me viera con otra, así paso, y cruzando neutras miradas mientras bailábamos con 3º personas, empezamos un pique, movimientos bruscos, un gesto lascivo, nuestras parejas alucinaban, y mas cuando mi compañera noto en su pierna mi polla en reposo. Por poco se me tira al cuello, pero yo no quería eso, estaba a otra cosa, el chico de Ana la dijo algo al oído, ella penso unos segundos mirándome, y asintió, se besaron, el chico volvió a susurrar, y Ana le decía que no, pero cedió, y cayo un segundo beso, repitió la operación un par de veces, con cada beso se quedaba mas tiempo en sus labios, pero notaba como Ana se echaba para atrás y empezó a no gustarle el juego, el chico la sujetaba con fuerza de los brazos y no la dejaba separarse, buscado con los labios, ella le hacia la cobra y en una de ellas clavo sus ojos en mi, la pregunte con la mirada y vi suplica en la suya, casi me quite de encima a aquella mujer y me lance a por mi doncella en apuros.
-YO: oye perdona, no quiero molestar pero creo que esta chica no quiere mas.
-CHICO 1: y a tu que te importa, anda y vete a restregarte con esa fea.
-YO: te repito que no quiere mas, ¿verdad?
-ANA: si si, para.
El chico se enfado, la soltó de mala manera y se fue insultando y haciéndome gestos groseros, pase de el y abrace a Ana
-YO: ey princesa, tranquilas, ya estoy aquí.
-ANA: jo soy boba. Dijo sollozando.
-YO: ey ey tranquila, aquí ya no pasara nada, ya estoy aquí, y ¿que te dije ayer?- se quedo pensando.
-ANA: que contigo no me pasaría nada.
-YO: exacto, ahora clámate y seca esos preciosos ojos.- levante su barbilla para mirarla directamente- la di un beso en la mejilla y al saque de la pista de baile, pregunte que había pasado
-ANA: ese imbécil, era mono, no se, quiera ganar la apuesta, me dijo que si le daba un beso me invitaba, y después de dárselo me dijo que no valía, que eran besos muy cortitos, que le diera otro, a empezado a meterme mano, y no paraba y se lo decía, dios, soy tonta.
-YO: no eres tonta, eres inocente, un encanto de mujer que no sabe que esto es el mar y hay tiburones que solo piensan en morder.- yo uno de ellos.
Trate de calmarla, se sentía sucia, avergonzada, tonta, y todo por aquel payaso, logre desviar sus pensamientos y la lleve a bailar conmigo un par de horas, se alegro un poco y yo con ella. Lo mejor fue a ir a cerrar, a las 6 y pico, ya con autobuses, estabamos en la salida despidiéndonos del dueño y agradeciéndole la fiesta. El guaperas de Ana paso por nuestro lado farfullando, supongo que herido en su orgullo, y susurrando algo a sus amigos. Al salir del local, con el dueño detrás, estaban allí y empezaron a llamar calienta pollas y cosas parecidas a Ana, que comenzó a venirse abajo, no aguante, localice al guaperas y sin mediar palabra le partí la cara de un puñetazo, cayo al suelo redondo, el resto se agacharon a mirarle.
“he eh tio que era broma, clámate”
Uno casi se pone en pie para encararse, pero iba demasiado pedo, me di la vuelta y pedí disculpas al dueño.
-DUEÑO: por lo que a mi respecta ese chico se ha dado con el pomo de la puerta del baño.- Le di al mano agradeciéndoselo, y pase mi chaqueta por encima de Ana, que tiritaba entre el frío y la situación, la pase el brazo por encima y nos fuimos a la parada del bus.
-ANA: muchas gracias Raul, no se que pasaría si no estuvieras aquí conmigo.
-YO: odio a esos imbéciles, tu vales mil veces mas que esa gentuza, que se mete con los demás solo por la presión de grupo, te digo una cosa, no dejes que ellos, o gente como ellos te afecten, solo tienen el poder que tu les des.- era un buena lección de vida, que aprendí de gordo, pero yo era un carbón, había montado el numerito del héroe, ¿el guaperas? un amigo mío que se ofreció a ayudarme. 2º lección de Eli.
No se hablo mas hasta llegar a casa, note en su cara confort pero estaba agotada y un poco abochornada por su comportamiento. Llegamos a casa y ya a salvo de todo le cambio un poco el humor, habíamos parado a comprar unos churros y los comimos en al cocina con alguno de los parientes que aun andaba de fiesta por casa.
Nos fuimos al cuarto con orden expresa de no levantarnos, antes de las 4-5 de la tarde, queríamos descansar, el premio fue saber que habían reservado mesa y se iban a comer todos, dejando la casa sola hasta las 5. Ana se fue a duchar, supongo que se sentía impura, yo no, la colonia me había dejado buena olor y quería que fuera un arma recordatorio. De nuevo dormí con los pantalones sin slip y una camiseta vieja, pero ella volvió a la habitación, y ya no llevaba aquel pijama desgastado si no un mino short amarillo, y una camiseta usada. Cerro el pestillo, y se tumbo en al cama, yo estaba sentado en el sofá, tenia que tener cuidado de no meter la pata esa noche, estaba sensible.
-ANA: que pasa que te tengo que obligar de nuevo, ven aquí, que hoy si que te necesito conmigo, ¡¡¡mi héroe!!! jajajajajaja – me sentí aliviado, seguía siendo ella y me quería en la cama.
Apague la luz y me metí en la cama con ella.
-ANA: ¿te has tomado el somnífero?
-YO: si, 2 además, me esta viniendo genial, duermo dulcemente- tenia curiosidad por que haría con esa información, ¿preocupada por mi estado físico, o quería saber si tenia carta blanca esa noche?
Al tumbarse directamente se recostó sobre mi, buscando mi cariño o mi calor corporal, note de nuevo sus pechos sin sujetador apretados contra mi, y la estruje contra mi, dejando que mi colonia la recordara lo pasado en esa noche, que penetrara en su mente. No paso mucho tiempo hasta que se quedo dormida, y tan profundamente y casi aprecia que no pasaría nada. Gracias a dios a las 2 horas de sentir su respiración en mi piel, son su móvil muy bajito, levanto la cabeza y me miro, yo abrí algo el ojo.
-ANA: ¿primo? ¿Estas?- se cercioro meneándome un poco, no reaccione- eres el mejor- y sin mas me planto un beso de cría en los labios, apago el movil y se volvió a acurrucar contra mi, ¿se había puesto una alarma? incluso puso su pierna encima de la mía, suerte que era la de ese lado, en la otra estaba mi polla crecido rápidamente.
Paso un buen rato en que puede notar que Ana no estaba dormida y se mordía una de las uñas de sus dedos en mi pecho, eso era deseo, con mezcla de duda, o nerviosismo, finalmente se decidió y separados con cuidado, se coloco de nuevo de espaldas a mi, cogiéndome el brazo y rodeándose con el, lo hizo de forma que pareciera natural que yo también me pusiera de lado mirando hacia su espalda, colabore, lo que no contó era con mi erección que en el giro y su peso cayo de golpe encima de su cintura, se quedo así unos segundos esperando mi reacción, al no haberla, se separo un poco de mi y llevo su mano a mi polla de nuevo, palpando y reconocido, de nuevo, se abrió de piernas se la metió entre los muslos, entendí en ese momento el cambio de vestuario, el pijama se había quedado pillado la noche anterior, un short tan corto y ajustado no daría ese problema, bajo la pierna y se pego a mi, a mi se me fue un poco la mano y la apreté demás contra mi, pero no pareció darse cuenta, o importarle.
Pasamos así un par de horas en que note que seguía despierta, y lo note básicamente por que no paro quieta, no hacia movimientos rítmicos pero aquello le incomodaba un poco entre sus piernas, bajo la mano hacia su pelvis y cogió la punta de la polla que sobresalía bastante, y moviéndola, busco una posición cómoda, hasta que la encontró, y así se quedo, la mar de feliz. Ya eran casi las 9 de la mañana y no podía mas, me dormí.
Uno de lo mejores despertares de mi vida llego, así como a las 2, no se como, cuando, ni por que, pero al despertarme, tenia a Ana de cara a mi, a escasos centímetros de mi cara, dormida, pero lo jodido era que ella estaba en mi lado de la cama y yo en el suyo, ¿como narices habíamos cambiado de posición?, me dio igual cuando note que no solo seguía empalmado si no que mi polla seguía atravesándole de lado a lado, pero en vez de entrar por su culo y sobresalir por su coño, entraba por su coño y sobresalía por su culo. Alucine con lo que debía de haber pasado, teníamos los vientres tocándose, y yo me lo había perdido. Aquella situación, y ver su rostro a escaso espacio de mi, no me frene y la plante un buen beso en los labios, no se despertó pero me dio igual, sabia a fresa y a inocencia. Tenía una de mis manos en su cintura, con la camiseta algo subida era piel con piel, y ella rodeaba mi cabeza con sus manos. Aparte un poco el pelo de su cara, se lo pase por detrás de la oreja. Fue suficiente para que abriera los ojos, me miro dulcemente.
-ANA: hola primo, buenos días.- sorprendido por su normalidad, tenía que recordarla la situación.
-YO: buenos días princesa, te juro por dios que me encantaría seguir aquí contigo en esta posición, pero necesito ir al baño.
-ANA: jajaja pues ve.
-YO: ya, veras, es que para poder orinar, necesito…………eso.- señale abajo, se le abrieron los ojos de golpe, miro, vio la situación y me miro apabullada, pero no se movía.- si no es molestia, ¿ podrías…….?
Se abrió de piernas en seguida y se sentó en el borde de la cama tapándose la cara.
-ANA: ¡¡¡¡ dios, dios, perdona, los siento, que vergüenza. !!!!
-YO: tarquina, no pasa nada, ya te he dicho que me quedaría así de por vida, pero tengo que ir al baño y desayunar- no respondía, me levante y fui hacia la puerta….
-ANA: llama antes de volver, por favor.- asentí.
El plan fue a la perfección, , mientras meaba y me echaba algo de agua en la cara y colonia de ayer para recordarla lo que ocurrió, pensaba en mi cabeza mil maneras de volver a la habitación para dejarla pillada, al descubierto y que no tuviera mas remedio que admitir su deseo. ¿Llamar antes de volver? Una mierda, lo 1º era no dejarla pensar, fui decidido, revise al casa, no había nadie, y no volverían hasta las 5, cogí el pomo de la puerta, respire y entre de golpe.
El que se quedo pillado fui yo, allí estaba ella a cuatro patas metiendo un dedo en el coño por debajo del short, de espaldas a mi, la visión era un pecado, yo comiéndome la cabeza y ella me lo ofreció en bandeja, gracias a dios la puerto no hizo ruido, y puede acercarme a ella en silencio.
-YO: esta claro que te lo pasaste bien esta noche.- pego un brinco que a la vez se dio la vuelta.
-ANA: joder te he dicho que avisaras imbécil- estaba frustrada, se pego las piernas al pecho y bajo la cabeza a las rodillas, se tapo de vergüenza pura. Tenia que sacarla de ese estado.
-YO: oye tranquila que yo te entiendo perfectamente, todos nos tenemos que desahogar de vez en cuando.
-ANA: no tu no lo entiendes……………es que ……….yo……………tu……no se que me para, me haces sentir……bien……y me gusta, y tu eres mi primo…… y no me quieres………. y yo no ………..- casi rompía a llorar.
-YO: como que no te quiero, si eres el amor de mi vida, llevas 5 días volviéndome loco.
-ANA: no juegues, vale esto es importante para mi, por favor no digas nada a la familia.
-YO: ¿te parece que estoy jugando?- la puse una mano en la pierna- ¿si te digo una cosa, no saldar de aquí? Así estaremos igualados.
-ANA: claro.
-YO: me da un poco de vergüenza así que no te rías vale.- asintió seria- no tenia que ir a mear, me he ido a masturbarme, o reventaba.
-ANA: ¿que? ¿por que?
-YO: ¿como que por que? ¿Cuantas veces crees que yo me levanto con una preciosidad andaluza como tu con la………cosa, pillada entre sus piernas?
-ANA: pues ya llevas un par de días……- se tapo la boca, reaccione “sorprendiéndome”
-YO: no jodas, y yo sin saberlo.
-ANA: dios perdona, no es aposta – empezó a ser ella y no una bola retraída- es que, joder al principio hacia frío, tu das calor, pero te pusiste de lado, no llegaba, y me la pongo así para pegarme a ti, y no se, con la fiesta, lo que ocurrió, sentir….. eso.. ..entre mis piernas, su roce sobre mi………..me…..me…………
-YO: te excitabas.- me miro como habiendo dado en el clavo, cayo de lado sollozando- mira, a nuestra edad normal, somos jóvenes inexpertos y estas cosas pasan.
-ANA: ya pero no me han pasado a mi, y quiero que pasen, pero …………
-YO: ¿pero?
-ANA: hasta ahora me daba igual, casi con quien fuera, pero ahora, ahora solo pienso en ti, por eso pasa esto, no esta bien.
-YO: me siento muy halagado, pero somos familia………..- la deje caer, dependiendo de su repuesta.
-ANA: bueno………. en realidad………. no somos primos………… de sangre. – ¡LINEA¡ ¡ BINGO! ¡LOTERIA! ¡EL GORDO!, ¡EL NIÑO! ¡EL EUROMILLON! ¡PERRITO PILOTO PARA EL CABALLERO!
-YO: eso es cierto, pero aun así existen inconvenientes.
-ANA: ya ……….es una pena.- torció el gesto.
-YO: pero en realidad, estamos solos hasta las 5, y aunque como dices no somos familia, quien mejor que nosotros, si quieres podemos jugar un rato.- se le ilumino un poco la cara.
-ANA: no se, y sin nos pillan.- perfecto su preocupación no era moral ni ética, si no que la pillaran.
-YO: hombre, hay que ser muy tonto para que te pillen, ¿y somos tontos?
-ANA: no, ……….. podemos echar el pestillo, así aunque vengan no nos verán- estaba rendida- ¿a que jugamos?
-YO: pues a lo que tu quieras, no haremos anda que no estés lista, ¿de acuerdo?- asintió segura.
-ANA: he mi instituto juegan a un juego de beber, ponen las anos unos delante de otros, como haciendo palmitas y se les vendan los ojos, luego por turnos deben tocar una partes del cuerpo del otro, si la adivinan ganan y si pierden beben, y el que se emborracha pierde.
-YO: me parece bien, pero yo no quiero beber ahora, que tal si el que pierde, se quieta una prenda, el que quede desnudo, pierde.- perdería de todas, yo solo llevaba el pantalón y la camiseta.
-ANA: vale- aplaudió y se puso en posición en la cama delante de mi, yo hice lo mismo, pusimos nuestras palmas de las manos un contra otra y son vendamos ropa los ojos.
-YO: empieza tú , que lo conoces.
-ANA bueno yo solo lo he visto jugar, pero vale, no mires eh….- cogió mi mano y la movió un poco pro toda la zona, para marearme- ya esta, ahora mueve la mano hacia delante y toca, ¿que es?
Lo hice, y toque parte blanda, suave, y estrecha.
-YO: ¿un antebrazo?
-ANA: siiiiiii jo, te toca.
Me quite la venda y me asegure de que la tuviera puesta, no podía arriesgar con la zona, demasiado atrevido y podría echarse atrás, pero quería perder, la cogí la mano y la moví lo suficiente, después se la llevé a mi pecho.
-YO: ya
-ANA: que fácil, es el pecho jajaja
-YO: premio, te toca.
Mismo ritual, toque y palpe claramente un hombro, pero……
-YO: ummmmm no se, ¿la rodilla?
-ANA: jajaja no bobo es el hombro has perdido, así que prenda fuera.- cumplí rigurosamente y me quite la camiseta, estaba a 1 ronda de quedarme en pelotas delante de ella.
-YO: voy- la cogí la mano y lleve a mi boca, para ver como reaccionaba.
-ANA: ha esta humedo, es es….- seguía palpando y llego a introducir un dedo en mi boca- ah, ¿la nariz? – los cojones, esta loba también quería perder.
-YO: no tonta, era la boca- y aun con sus dedos en mis labios, le chupe uno con delicadeza.
-ANA: ahgggg que guarro- pero habia perdido, se quito la camiseta, sin movimientos eróticos, como si estuviera sola, sus pechos eran preciosos, piel levemente tostada con unos preciosos pezones oscuros.
La siguiente me daba igual, aunque me la pusiera en la cabeza y notara su pelo diría un pie, pero me jodio el invento, me puso la mano en una teta, no podía ser tan desconsiderado.
-YO: esto…….diría que es un .pecho.- y apreté un poco cerciorando, las tenia bien duras y firmes.
-ANA: siiiiii me toca.- al taparse los ojos me acomode la polla, la tenia como una piedra, me di la vuelta y la hice tocarme el culo, lo adivino, muy a mi pesar. Seguimos un rato así.
La genialidad llegó cuando me toco el turno, el puse la mano en al base de mi polla, sin pensármelo mucho.
-ANA: vaya, diría que es una……………… pierna.- me eche a reír, cuando se quito la prenda se río también, pero no soltó.
-YO: has perdido y te toca pringar.
-ANA: jo me da vergüenza
-YO: ¿no eres una mujer de palabra? – herí su orgullo.
-ANA: vale pero mira para otro lado.
-YO: no eso no entraba en el juego, haberlo pensado antes- y me senté cómodamente a disfrutar- venga.- no entendía su reticencia, aun le quedaban las bragas.
Se puso en pie rogándome que no con la mirada, remoloneando, pero yo le insistía, hasta que lo hizo, empezó con cuidado, metiendo la mano por dentro del short, fue haciendo hueco y del tirón, se los bajo.
-ANA: ya esta – reía nerviosa, era normal,¡¡¡¡¡ no levaba bragas!!! se presento ante mi una joven de 18 años de piel tostada, con una tetas firmes y bien colocadas, nada excesivas y un buen trasero, totalmente desnuda con su coño al aire, le tenia cuidado con una línea de pelo corto.
-YO: ¿pero como que no llevas bragas hija mía.?
-ANA: joder, no se pense que así sentiría mejor tu…….cosa, con el pijama no podía. – se medio tapaba como podía.
-YO: jajaja pobrecilla, bien he ganado entonces el juego, ¿no?
-ANA si, jajaja jo que mala soy.
-YO si, malisima – la dije con doble o triple sentido.
-ANA: ¿por que lo dices?
-YO: Ana no somos tontos, ha quedado claro, has perdido aposta, y quiero saber ¿por que?
-ANA: jo, es que…. Los que pierden jugando, tienen que besarse, y ….quiero besarte.
-YO: ¿¿todo esto por que deseas besarme?? No necesitabas desnudarte para eso, llevo 4 días deseando tenerte entre mis brazos.- Se tenso entera y me miro, atónita- como te crees que tengo esas erecciones que tu aprovechas.- me levante y camine con calma hacia ella- me las provocas tu.
Llegue a su altura, me miro hacia arriba, rogando que diera el paso, y lo di, la rodee con mis brazos, la pegue a mi y la bese, de forma suave y calmada.
-ANA: ummmm, que rico.
-YO: recuerda que iremos hasta donde tú quieras, ¿vale?
-ANA: si – volvió a besarme.
La atraje hacia la cama y me senté, ella se coloco entre mis piernas y se dejo caer sobre mi, quedando los dos tumbados, con ella encima mío, comenzamos a besarnos como colegiales, mis manos repasaban cada centímetro de su espalda, y ella se apoyaba contra la cama, meneaba las piernas que le quedaban colgando, y eso hacia que su parte inferior se frotara contra mi, mi erección se aplastaba contra ella. Fui implementado algunos besos básicos, y ella me fue cogiendo el ritmo, la agarre la cabeza, y comencé a meter mi lengua en su boca, de inicio no sabia que hacer pero, como buen maestro, aprendió rápido, sus pechos aplastados contra mi estaban a punto de reventar, los note duros, con los pezones erectos.
-YO: para por favor que no aguante más con los pantalones.- deje caer a un lado de la cama, me incorpore y me bajo los pantalones, joder la tenia hinchadisima, me di la vuelta para que pudiera admirar, se quedo asustada, llevo su mano a la boca.
-ANA: ¿pero que es………….eso.?
-YO: para empezar, deja de decir “eso”, esto es un pene, en realidad un buena polla, grande.
-ANA: joder que si es grande, es más de lo que había palpado.
-YO: peus comprueba, ven aquí,- la acerque al borde de la cama y ella mismo llevo sus manos a mi polla que la apuntaba.
La cogió admirando todo detalle, e inicio un sube y baja, casi por comprobar como funcionaba.
-ANA: es normal que la tuviera que meterla entre las piernas, es que si no casi me echas de la cama jjajja, puedo……
-YO: lo que tú quieras.- sonrío, comenzó una paja bastante torpe con una mano, yo la ayude a poner las dos manos y hacerla bien, con ritmo.
Casi no podía con ella, la comparativa de sus manos con mi polla era ridícula, me harté de la masturbación.
-YO: ahora voy yo.- la recosté sobre la cama y esta vez fui yo quien me deje caer sobre ella, con cuidado de no aplastarla, ella seguía agarrada a mi polla con una mano y yo me fui a por sus pezones, lamía su contorno, estaban realmente duros su pechos, firmes, de jóvenes que eran, fui bajando mis besos por su ombligo, que me había vuelto loco estos días, y note cierto resorte al pasar por allí, diría que era su “zona especial”. Guarde eso para mas adelante y seguí bajando, hasta llegar a su coño, besando sus muslos admire y olí aquel coño jovial, lo vi francamente mas estrecho que los vistos hasta ahora.- ¿eres virgen? Dímelo la verdad, por que así sabré como tratarte.
Un poco avergonzada pero llevada por la pasión lo admitió, yo inicie un forte con mi mano por su zona mas alta, la había visto meterse un dedo, no seria nada especial, seguía dando pequeños besos por toda la zona, pequeños pero lentos, la oí empezar a gemir suavemente, acelere mi mano un poco y llegue a separar sus labios vaginales, allí estaba el clítoris hinchado, lo lamí como si fuera un helado delicado, sin mucho tardar, la note revolverse sobre la cama, ya metía un poco mi dedo corazón en su vagina que rebosaba fluidos, ella me hundí la cara en su coño con las manos aveces, otras cogía una almohada y se tapaba la cara.
-ANA: ¡¡¡OHHH DIOSSSSSSSS SIGUEEE, NO PARESSSSSSS NO PARESSSSS NO PARESSSSSSSSS!!!!
Se corrió embadurnando mi mano de fluidos, había estallado de placer, seguí acariciando con mi mano en su entrepierna mientras volvía a subir por su cuerpo, besando cada célula de su piel, note de nuevo un respingo al pasar por su ombligo, volví a sus senos, los trabajé de nuevo hasta volver a tenerla a tono, retorciéndose bajo mi cuerpo, con mi polla golpeando en su vientre, subí por el cuello y me quede allí, aumentado el ritmo de mi mano hasta lograr una 2º corrida, los espasmos que tenia eran brutales, retorcía su espalda mientras se agarraba a las sabanas como si fuera a echar a volar.
-ANA; ¡¡¡¡¡DIOS BASTA NO AGAUNTO MAS!!!- cayo rendido todo su peso bajo la cama, yo me tumbe a su lado, mientras seguía besándola el cuello, bajando mi mano a su vientre y acariciándolo con suavidad.
Mi polla estaba para usarla de puente entre 2 acantilados, estando yo de lado y pegado a ella, mi polla descansaba encima de sus piernas.
-YO: ¿que estas bien?
No contestaba solo cogía aire, y se mordía el labio mirando mi polla palpitando en sus muslos.
-ANA: tu no te puedes quedar así.
-YO: ¿y que se te ocurre?- se quedo mirando un par de segundos y reacciono.
Se puso de lado, como cuando dormíamos, y la entendí, me puse detrás y levantando su pierna puse mi polla directamente frotándose contra su coño, bajo las piernas y quedo prisionera, pero ya piel con piel.
-ANA: es una sensación genial, mejor de lo que creía.
Lleve mi mano a uno de sus pechos y ella giro la cabeza, primero viendo como mi enorme polla sobresalir de su pelvis, luego buscando mis besos.
-YO: voy, puede que me acelere mucho, si quieres que pare dímelo, ¿vale?
-ANA: dale sin miedo, me encanta la sensación de tener…….eso…..tu polla……… ahí.
De forma calmada y sin arriesgar, lleve mi pelvis hacia atrás y embestí de forma brusca una sola vez.
-ANA: ains……. sigue.
Otro golpe de cadera, y otro , no soltaba una de sus tetas, pellizcaba el pezón con cierta rudeza, y fui aumentado el ritmo, sintiendo como abría los labios mayores, y como mi polla se abría paso entre sus piernas, empezó a sonar el ruido característico de mi pelvis chocando con su trasero, la fuera era ya bastante contundente, tuve que agarrarla del vientre ya que su pecho se me escapaba, o de cada embestida tiraba demasiado de el, si ya notaba mi polla mojada de sus fluidos, sujetarla por el ombligo la termino de sacar lo mejor, sin parar durante diez minutos bombeaba sin descanso, cogiendo ritmos fáciles de aguantar, sin parar, ella miraba abajo y veía como mi polla aparecía y desaparecía entre sus muslos, yo, recordando, no solo sujetaba, si no jugueteaba con su ombligo mientras ya solo podía besar su espalda, su cara se retorcía con el resto de su cuerpo, se tenso de nuevo y sin parar de golpearla con mi cadera note otra corrida de ella, abrió un poco las piernas pero se las cerré de golpe para continuar mis acometidas. Otra vez no sabia si la chica tenia un orgasmo tras otro o era uno continuado, solo había gemidos y respiraciones fuertes por su parte, me daba igual, después de otros 20 minutos estaba reventando semen por la polla, salió disparado a las prendas usadas como vendas en los ojos, y seguí golpeando bajando el ritmo hasta que note un ultimo charco entre las peinas de ella y mi polla, allí pare.
Recosté un poco a Ana para ver su rostro, estaba roja, hinchada, con la boca abierta bebiendo el aire, llevo su mano a mi cara y me atrajo a la suya, nos besamos muy lentamente, con lengua, haciendo gestos claros con la boca.
-YO: princesa mía, o paramos o vas a tener que hacer algo mas para saciar a mi amiga.- se sorprendió de mi comentario.
-ANA: pero por dios, ¿aun tienes ganas? yo estoy muerta, james había sentido nada así, no he parado de………echar fluidos- se llevo la mano a su intimidad totalmente manchada. Me acerque a su oído y susurrando
-YO: con una mujer como tu podría estar horas – bese su cuello de nuevo.
-ANA: dios y aun queda mas de una semana contigo.
-YO: en la que te voy a hacer derretir los polos, si me dejas- seguía trabajando el cuello.
-ANA: ¿dios que me vas ha hacer?- era mía.
-YO: siempre te lo he dicho, lo que tu quieras.
Seguimos abrazados una hora mas, besándonos a ratos con cuidado de no excitarme demasiado o no respondía de mi mismo, se acercaban las 5. así que nos vestimos, arregacemos la habitación, echamos a lavar la ropa manchada de semen y preparamos la algo de comer, durante ese tiempo no había palabras, en las idas y venidas por el pasillo de la cocina al salón, solo carantoñas, me acercaba a ella por detrás y la restregaba mi polla por su culo, buscando sus besos, o ella me empujaba contra la pared aprovechando mi manos ocupadas, y mientras con una mano me arrancaba casi el pelo con cada beso que me daba, la otra frotaba mi polla por encima de la ropa, yo aprovechaba sus manos ocupadas y su indefensión, y le ”magreaba” el culo, no había tenido oportunidad aun, atrayendo su cadera a miembro. Aquel juego estúpido casi nos cuesta un disgusto, en mitad del pasillo con ella contra la pared y yo atacándola por detrás, entro la familia, no dio el tiempo justo de colocarnos las ropa y sentarnos a comer.
-MADRE: ¡¡míralos aquí están!! Vaya panda de aburrido sois, ¿salís una noche y ya tenéis que descansar hasta estas horas? Al menos os habréis divertido………..
Nos miramos cómplices.
-ANA: si, lo hemos pasado genial.- me guiño un ojo.
-YO: y lo que nos queda, madre, y lo que nos queda.
CONTINUARA………
Cristina estaba cansada del viaje. Llevaba 3 horas conduciendo y estaba deseando llegar a casa de su hermana.
Cristina y Raquel siempre habían estado muy unidas. Eran gemelas y habían perdido a sus padres desde muy pequeñas. Se habían criado con sus tíos, hasta que fueron capaces de mantenerse por ellas mismas. Se fueron a vivir juntas pero los estudios acabaron separándolas , Raquel se fue a una universidad de la capital mientras que Cristina se quedó en su ciudad natal.
El viaje había sido de improviso. La última vez que habló con su hermana, le dijo que había dejado sus estudios.
– ¿Por qué has hecho eso? – Preguntó Cristina.
– No me hace falta estudiar, he encontrado un trabajo en el que me va bien y quiero seguir en el.
La cara de sorpresa de Cristina fue mayúscula cuando se enteró de que ese trabajo era ¡de camarera! Sin tener nada en contra de las camareras, pero no era un motivo para que su hermana dejará los estudios. Así que cogió el coche y salió directa a hacerle una visita para hacerla recapacitar.
Una pequeña maleta con los enseres de aseo la acompañaba, su hermana y ella siempre se habían dejado ropa, así que no le hacía falta llevar nada.
Cuando su hermana abrió la puerta se llevó una sorpresa. Siempre habían sido idénticas, misma cara, mismo peinado, las dos morenas. Tenían una buena figura, un culo bien puesto y unas generosas tetas. Pero ya no. Raquel se había cortado el pelo, la zona de la nuca casi rapada y una media melena que coronaba el resto de la cabeza. Además se había tenido el pelo de un rojo intenso. Iba vestida solamente con una camisola, se ve que no esperaba visita.
– ¿R-Raquel? ¿Qué te has hecho?
– ¿Cristina? ¡Qué alegría verte! ¿Cómo es que has venido?
Raquel se lanzó a su hermana dándole un cariñoso abrazo.
– Pasa, pasa, tenemos que ponernos al día.
Raquel tenía una casa acogedora… Que es otra manera de decir pequeña. Un salón con un sofá cama, un baño y una cocina. Se sentaron a la mesa y Raquel hizo rápidamente un par de cafés. Cuando ya estaban tranquilas, comenzaron a charlar.
– ¿Cómo es eso de que has dejado tus estudios?
– Es una decisión que medité mucho… No creas que lo hice por que sí.
– Entonces… ¿Por qué? Dime esa razón tan poderosa… No estarás…
– ¿Embarazada? Ja ja ja no, no te preocupes, no vas a ser tía. Es solo que… Me cansé. Llevo muchos años con la carrera, empecé a darle vueltas… ¿Y si no consigo acabar? Llevo mucho tiempo dependiendo del dinero de nuestros tíos…
– Pero ellos nunca han puesto trabas, sabes que su deseo es que seamos felices y tengamos una vida completa.
– Lo se, pero…
– ¿Pero que?
– Dejalo, no vas a conseguir convencerme… Es una decisión que he tomado y apechugaré con ella hasta el final.
– Pero, ¿de camarera? ¡Ibas para doctora!
– Es un buen trabajo… La señorita Aizawa me trata genial y estoy muy contenta.
– ¿La señorita Aizawa?
– Tamiko Aizawa. Es mi jefa, la dueña del local donde trabajo… Es una mujer estupenda…
– ¡Cómo si es la madre Teresa!
– ¡Basta! – Estalló Raquel. – ¡Deja de meterte en mi vida! Es una decisión mía y punto. No hay más que hablar.
– Pero…
– No sigas… Lo siento mucho pero no tengo que darte explicaciones.
Cristina estaba dolida… Siempre se había llevado muy bien con su hermana, nunca habían tenido secretos entre ellas y confiaban la una en la otra… ¿Por qué reaccionaba así? Tenía que ver que estaba pasando…
Esa noche, después de que Raquel se fuera a trabajar, Cristina se dispuso a presentarse por sorpresa en el bar. Como no llevaba más ropa que la que traía puesta, se dirigió al armario de su hermana. La sorpresa que se llevó fue mayúscula, todo eran minifaldas minúsculas, shorts ajustadísimos, camisetas con escotes profundos o con la espalda al aire… ¡No había nada normal! El calzado tampoco se quedaba atrás… El que menos tacón tenía era de 15 cm… Todo eran zapatos o botas altas… ¿Qué le pasaba a Raquel? Alguna vez se vestían para “ir de guerra” pero normalmente vestía más recatada…
Ante eso, decidió ir con su ropa, aunque estuviese fuera de lugar.
Después de conducir un buen rato llegó al sitio, un solitario bar de carretera con unos neones enormes. “7Pk2” rezaba el cartel. “¿Qué coño es esto? Parece un puticlub…” Pensó Cristina.
Al entrar, el aspecto del sitio la sacó de dudas, juegos de luces y sombras, tono rojizo en todo el local… Estaba lleno de hombres, las únicas chicas eran las camareras, que iban en lencería sirviendo las copas.
– No me jodas Raquel, no me jodas. – Se dijo Cristina a si misma.
Comenzó a buscarla con la mirada, tanto en la barra como entre las mesas y no la encontraba. “A lo mejor me he confundido de sitio…” Pensó, esperando tener razón, cuando de repente de los altavoces comenzó a sonar una voz.
– ¡Bienvenidos una noche más al 7Pk2! ¡No les haremos esperar más y les daremos lo que están deseando! ¡Con todos ustedes…! – Un redoble de tambores para dar emoción lleno el ambiente. – ¡Rachel, la enfermera calentorra!
El público estalló en vítores mientras un foco se centraba en un escenario que había al fondo de la sala. Los peores temores de Cristina tomaron forma cuando vió aparecer a su hermana, ataviada de enfermera putilla, al ritmo de una sensual música que comenzaba.
Cristina estaba anonadada. Nunca se habría podido imaginar algo así, ¿Había dejado sus estudios para hacerse stripper? ¿Habría sido por dinero? ¿Tendría Raquel algún problema? Desde luego mal no le iba, todos los hombres de la sala estaban extasiados, jaleando y echándole billetes. Raquel se movía como una gata, mientras iba de un lado a otro del escenario las pocas prendas que llevaba iban desapareciendo. A veces se entretenía en la barra situada en el centro de la plataforma, deleitando con sensuales contorsiones, otras se acercaba al borde y dejaba que la sobasen, como mostrando la mercancía mientras le introducían billetes en el tanga. Al poco tiempo, su hermana había perdido la mayor parte de su ropa y entonces es cuando sacó un consolador enorme de un lado del escenario. Cristina decidió que no quería ver más. Salió del local y se volvió al pisito de su hermana.
Nada más llegar se metió en la cama. No durmió en toda la noche, dándole vueltas a lo que había visto, ¿Cómo podía estar metida en ese mundo? La recordaba de pequeña…jugando juntas… No se lo podía creer… ni siquiera se movió cuando su hermana llegó al amanecer y se acostó a su lado. Ya había decidido lo que iba a hacer…
Unas horas después, su hermana seguía dormida, y allí la dejo. Tenía pensado dejarle las cosas claras a esa tal “señorita Aizawa”.
Condujo de nuevo hacia el local y pidió permiso para verla. No le pusieron ningún problema, a lo mejor por confundirla con su hermana. Entró en el despacho como una exhalación dispuesta a cantarle las cuarenta a esa mujer.
La señorita Aizawa estaba sentada en su mesa, tranquila. No se sorprendió cuando Cristina entró en su despacho, parecía casi que la estaba esperando.
Toda la furia con la que entró Cristina se disipó de golpe, no supo porqué. Vió a su objetivo: una bella asiática de pelo largo, liso y negro. No parecía mayor, pero tampoco parecía joven. Un sutil olor a lila y grosellas invadía el ambiente, era un olor agradable, casi sensual. Pero lo que más llamo la atención de Cristina fueron sus ojos. Unos profundos ojos de un verde vívido. Se acercó a ella despacio.
– Buenos días. – Saludó la asiática. – Debes ser la hermana de Raquel, ¿Verdad?
– Sí, precisamente venía a hablar de ella.
La señorita Aizawa, se quedó en silencio, mirando a Cristina con aquellos ojos verdes… A la chica le dió la sensación de que en vez de mirarla a ella estaba mirando “a través” de ella… No sabia muy bien como explicarlo.
Ante el silencio de la mujer, Cristina comenzó a hablar.
– Mire, no se de que manera ha engañado a mi hermana, pero esto se tiene que acabar.
– ¿Engañar? Yo no he engañado a nadie.
– Lo siento, pero no me puedo creer que mi hermana haya tirado su vida a la basura porque sí. Ella estaba estudiando una carrera y no le iba mal. No tenía problemas económicos que yo supiera, así que la única razón que se me ocurre para que esté trabajando en un antro como éste, es que alguien la ha engañado.
La asiática torció el gesto de una manera casi imperceptible cuando Cristina llamó “antro” a su local.
– Tu hermana está trabajando aquí por voluntad propia, si quieres pregúntaselo a ella. En cualquier momento puede dejar el trabajo e irse.
Mientras hablaba, no dejaba de mirar fijamente a los ojos de Cristina, parecía que ni siquiera pestañeaba.
– ¡¿Me está diciendo que mi hermana se ha convertido en una puta stripper por voluntad propia?!
– Cálmate, pequeña. No voy a permitir que me alces la voz en mi despacho.
La señorita Aizawa ni se movió, ni alzó la voz; ni siquiera cambió el gesto, pero Cristina se sintió muy pequeña delante de la asiática, esos ojos con los que la miraba parecían escrutar lo más profundo de su mente. De repente pensó que a lo mejor se había excedido…
– L-Lo siento, no debí gritar…
El sensual aroma de lila y grosellas se hizo más notorio. La señorita Aizawa sonrió.
– Me gusta la gente con la capacidad de reconocer cuando se ha equivocado.
La asiática se levantó de su silla, tenía una figura espectacular. Llevaba un ligero vestido ajustado que realzaba su figura, el pelo le llegaba hasta la cintura. Rodeó la mesa y se situó detrás de Cristina. La chica estaba nerviosa, quiso levantarse pero algo se lo impedía, no era capaz ni siquiera de intentarlo. Aunque no la veía, notaba los ojos verdes de la señorita clavados en ella. El aroma de lila y grosellas la envolvió.
La señorita Aizawa, apoyó sus manos en los hombros de Cristina.
– Mira… Se a qué has venido aquí… Quieres que “libere” a tu hermana… Crees que soy algo así como una madame y que la retengo aquí en contra de su voluntad… Y no es así. Ella puede marcharse cuando quiera, pero no lo hace, y eso es por que aquí es feliz…
– P-Pero…
Cristina notaba el contacto cálido de las manos de la señorita. Ésta comenzó a masajear con calma los hombros de la nerviosa joven.
– ¿Has hablado con ella? ¿Le has pedido su opinión?
– Y-yo… – Cristina balbuceaba, el masaje que le estaba aplicando esa mujer la estaba dejando fuera de juego, era taaaan relajante.
– Debes saber que a tu hermana le encanta lo que hace.
– No… No puede…
– Sí puede, Cristina. Tu hermana es una bailarina estupenda, es una de la que más clientes reúne, y es feliz con ello.
– Pero… No puede ser feliz haciendo esto… Son todos viejos verdes… babosos…
La señorita Aizawa se colocó delante de Cristina, agachándose para poner su cara a la altura de la chica. Se quedó mirándola fijamente, los profundos ojos de la asiática se clavaron en los de ella.
– ES FELIZ. – Recalcó la mujer. – Y debes aceptarlo.
Cristina no podía dejar de mirar esos ojos. Creía perderse en ellos, navegar en un mar verde de sensualidad y erotismo. Le parecía oír la voz de su hermana en la lejanía… Intentó acercarse al origen de la voz. No sabía cómo moverse bien en aquel profundo mar verde… Avanzó y avanzó hasta que la vió. Allí estaba su hermana, danzando, tal y como la había visto en el bar. Contoneandose alrededor de una barra delante de viejos salidos que sólo querían su cuerpo…
– P-Pero – Cristina volvió en sí. – No voy a permitir…
Intentó revolverse de la silla, quitarse a esa mujer de encima, pero todo era inútil, la señorita Aizawa apenas tenía las manos sobre los muslos de Cristina, pero parecía que la sujetaba con toda la fuerza del mundo.
– Tu no puedes prohibir nada.
Las manos de la asiática comenzaron a moverse por los muslos de Cristina, acariciando la parte interior de éstos.
– ¿Quieres saber por qué tu hermana es stripper? – Continuó la señorita.
Cristina no se podía mover, estaba totalmente concentrada en los movimientos de las manos de aquella mujer.
– ¿Por qué no lo compruebas tú misma?
– ¿Y-Yo? No… Yo no…
– ¿Por qué no? Tu hermana es feliz, no tiene preocupaciones, su trabajo la completa y se desvive por él. ¿No quieres ser feliz, Cristie?
– ¿Cristie?
– ¿No te gusta? Es una manera cariñosa de llamarte… Yo le tengo mucho aprecio a tu hermana, ¿Sabes?
Cristina asentía.
– Y a ti también… Si me dejaras demostrartelo… – Las manos de la señorita acariciaban la entrepierna de Cristina por encima de la ropa.
Cristina cerró los ojos, dejando escapar un suspiro. Volvía a estar en ese mar verde, y allí estaba su hermana, bailando. Pero… ¿Realmente era su hermana? ¿O era ella? Seguro que era su hermana… ella no era capaz de hacer algo así… no era capaz de bailar tan bien… ¿O sí? Si su hermana podía… ¿Por qué no ella?
Observaba a la chica sobre la plataforma y examinaba sus movimientos, sus contoneos. Cómo se deslizaba sobre la plataforma, mostrándose sensual ante aquellos hombres que la deseaban, cómo se fusionaba con la barra, abrazándola, haciendose desear…
Abrió los ojos y volvía a estar en aquél despacho, pero ya no estaba sentada. Estaba de pie, en medio de la sala. La señorita Aizawa estaba apoyada en su mesa, frente a ella.
– ¿No ves? No tienes nada que envidiar a tu hermana. – Cristina no sabía como habían llegado a esa situación. Lo último que recordaba… Oh… Esos dedos… – Tu cuerpo es tan bueno como el suyo. Si tan sólo te quisieses un poquito más a tí misma…
Cristina se miró. Unas zapatillas, unos vaqueros nada ajustados y un jersey completaban su atuendo.
La asiática la rodeó, viendo cómo iba vestida. Desde detrás de ella, comenzó a acariciarle la cintura, metiendo las manos por debajo del jersey.
– ¿No piensas que podrías ser algo más…Sexy…? Fíjate en tu hermana. Ella es estupenda ¿verdad?
– Si… Ella es… estupenda…
Tamiko comenzó a mover sus manos, avanzando hacia sus pechos.
– Y tu no eres menos que ella… Siempre habéis sido iguales, gemelas identicas… ¿Por qué dejas ahora que ella sea mejor que tu?
El olor de lilas y grosellas flotaba en el ambiente. El contacto de la señorita Aizawa la estaba volviendo loca.
– No… No quiero que ella sea mejor que yo… Soy tan buena como ella…
– ¿Por qué no me lo demuestras? Baila para mí… Demuéstrame que eres tan buena como tu hermana… Quítate esa pobre ropa para mí…
La señorita volvió a apoyarse en su escritorio para verla bien. Cristina no sabía qué hacer… ¿Cómo había llegado a esto?
– ¿Necesitas ayuda? – La mujer pulsó un botón y una sensual música comenzó a sonar por los altavoces. – Vamos, no querrás decepcionarme…
Los ojos de Tamiko la miraban implacable, la absorbían, parecía que veían cada rincón de su mente. En su cabeza se veía bailando ante todos aquellos hombres, veía sus movimientos… y entonces supo lo que tenía que hacer.
Comenzó a moverse lentamente, cerrando los ojos, viéndose en su mente. Se contoneaba para la señorita, quería agradarla, demostrarle a ella y a sí misma, que no era menos que su hermana, que todo lo que Raquel hiciese, ella podía hacerlo también.
Acariciaba su cuerpo al son de la música. Poco a poco se despojó del jersey, arrojandolo a un lado. La señorita Aizawa sonreía satisfecha.
Cristina se sentía genial, nunca se había sentido tan viva. Cada caricia, cada movimiento la animaban a seguir. Le encantaba lo que estaba haciendo, y veía en la cara de la señorita Aizawa que a ella también la gustaba.
Una tras otra, cada prenda fue siendo arrojada junto con el jersey, hasta quedarse en ropa interior. Entonces sintió verguenza, pero no por lo que estaba haciendo, sino porque las bragas y el sujetador que llevaba eran completamente anti-eróticos. Para evitar esa sensación, se los quitó a mayor velocidad que el resto de la ropa.
Y allí estaba, completamente desnuda ante la que era la jefa de su hermana, que acaba de conocer hacía unas horas.
– ¿Ves? Lo has hecho genial. – La señorita se acercó a ella. Cristina sintió un esclalofrío de placer al notar la mirada de aquellos ojos en todo su cuerpo. Notaba cómo la deseaban y quería complacerla.
Tamiko Aizawa besó ligeramente los labios de la chica, llevando sus dedos a su entrepierna y notándola empapada.
– Parece que te ha gustado lo que has hecho…
Comenzó a masturbar a la chica allí mismo, de pie, en su despacho. Cristina creía morir de placer, cerró los ojos disfrutando de las sensaciones, intentando atesorar cada momento de lo que estaba sintiendo.
Tardó poco tiempo en correrse. Las sensaciones eran demasiado fuertes para aguantar más.
– ¿Entiendes a tu hermana ahora? – Susurró la señorita al oído de Cristina – No tienes nada que envidiarla… En cuanto cambies un poco tu imagen estarás en las mismas condiciones que ella.
– Mmmm Sí… Me… ¿Me ayudará? ¿Me ayudará a hacerlo?
– Por supuesto que sí Cristie… Te ayudaré en todo lo que pueda… Aquí serás tan feliz como tu hermana… Y me haréis ganar muchiiiiisimo dinero…
—–
Cristina llegó a casa de su hermana casi a la noche. Cuando entró por la puerta y su hermana la vió se alegró mucho de lo que veía. Cristina llevaba un atuendo espectacular, unos tacones de 15 cm, medias de rejilla que acababan justo en el borde de una falda tableada hiper-corta. Se veían las tiras del liguero que impedían que se cayesen las medias. Un top escotado completaba el atuendo. Además, se había cortado el pelo de la misma manera que ella pero, en vez de rojo ella lo llevaba de un negro oscurísimo.
—–
Una nueva noche comenzaba en el 7Pk2. El local estaba abarrotado. Llevaba así unos días, desde que había empezado el nuevo espectáculo, todo el mundo quería verlo.
Una voz en off comenzó a sonar, las luces se apagaron y el público se quedó en silencio.
– ¡Bienvenidos una noche más al 7Pk2! ¡Sabemos que es lo que quieren ver y no les haremos esperar más! ¡Con todos ustedes…! – Un redoble de tambores para dar emoción lleno el ambiente, los focos centraron en la plataforma que dominaba la sala. – ¡Rachel, la policía cachonda y Cristie, la ladrona intrépida!
Las dos hermanas aparecieron entonces en el escenario. Comenzaron a bailar mezclándose y acariciandose entre ellas.
Durante el show, las dos iban interpretando un pequeño guión, durante el cual, la policia acababa con la ladrona desnuda y esposada. La gente se volvía loca con eso. Unas noches eran policia y ladrona, otra india y vaquera, otra ángel y demonio…
Noche tras noche una acababa imponiéndose sobre la otra y, entonces, es cuando la vencedora se ponía el arnés. La afortunada se follaba a su hermana delante de todos aquellos hombres haciedo que se corriese ruidosamente ante ellos.
Cristie y Rachel eran felices. Tenían un trabajo que las gustaba, estaban juntas y hacian lo que les gustaba. Y por encima de todo, las encantaba estar a las órdenes de Tamiko Aizawa… Y a Tamiko le encantaba que aquellas zorras estuviesen trabajando en su local.
Cuando pasó la furgoneta la primera vez ninguno le prestó atención. La segunda vez frenó y paso a nuestra altura casi arrastrándose, pero hasta que Ron no bajo la ventanilla de la vieja furgoneta Ford y gritó ¡NOS VAMOS AL LAGO! no se dieron cuenta de que era él.
-¿Esto es todo lo que has podido conseguir? –preguntó Candy nada convencida.
-Cuando quieres alquilar un coche con diecinueve años tienes dos opciones, o lo gastas todo en el coche o dejas un par de pavos para la bebida. –respondió Ron abriendo el portón trasero y mostrando un montón de bolsas de la licorería llenas de vodka, bourbon, varias marcas distintas de ginebra y refrescos varios.
-¿Y sabéis lo mejor? Esta belleza pertenecía a un veterinario y como no pudo pagar la factura dejo el depósito de semen. –dijo mostrando orgulloso un recipiente de aspecto mugriento.
-No sé tú, Ron –intervino Jack –pero yo no necesito ayuda para inseminar a mi chica.
-¡Calla estúpido! –Dijo Darla –sigue así y está noche te harás el amor a ti mismo.
-No idiotas, los depósitos mantienen las pajuelas de semen congeladas en nitrógeno líquido. Así que usaremos la cántara para hacer unos gin-tonics de muerte. Además el frío durara todo el fin de semana. Si llevásemos cubitos tendríamos que estar cada cuatro horas dando paseos a la gasolinera más cercana.
-¡Brillante! –Exclamó Terry- Podemos usar bolsas de cubitos del súper para congelarlas inmediatamente o incluso gajos de lima o limón para sustituir los cubitos…
-Sí, sí –dijo Ron volviendo a montar en la Ford y arrancando su asmático motor-ahora volved a clase mientras yo voy a buscar el nitrógeno.
Mientras el grupo se iba, Ron se quedó mirando cómo Jack, Candy, Darla y Terry volvían a la facultad de ciencias políticas. A pesar de que ellos le trataban como un igual, siempre que les veía alejarse se sentía un poco desplazado. Les había conocido en una cafetería dónde estaba arreglando el aire acondicionado. Justo al acabar de repararlo, decidió tomar una cerveza mientras hacía la factura cuando Candy, Jack y Darla entraron por la puerta. El sólo se fijó en Candy, y la cosa no hubiese pasado de un par de miradas tan fugaces como lujuriosas si no hubiese sido porque Jack tropezó y le tiró un vaso a una de las estrellas del equipo de futbol de la universidad. El tipo se revolvió y a pesar de que Jack le pidió disculpas y se ofreció a pagarle otra copa, el futbolista lo derribó de un empujón dispuesto a patearle el culo.
Ron intervino y acostumbrado a salir adelante en su vida a base de pelea callejera y ganó con un par de bofetones en los oídos y una patada en los testículos. El resultado final fue que perdió un cliente y ganó cuatro amigos.
Desde aquel momento se hicieron inseparables. Jack y Darla eran la pareja perfecta siempre juntos, siempre sobándose, siempre de buen humor. Terry había tenido un rollo de una noche con Candy, pero no había pasado de ahí, y a pesar de fingir que seguían siendo amigos él seguía colado por ella y veía en Ron a un competidor y Ron sólo pensaba en divertirse y disfrutar de cada momento antes de que ellos terminasen su carrera y abandonasen aquel lugar para siempre.
Con un suspiro arrancó la vetusta Ford y se alejó del campus.
En cuanto a Candy, Ron no se hacía ilusiones. Sabía que Candy lo admiraba por su capacidad para tener una amplia cultura a pesar de no tener estudios y trabajar como una animal desde los dieciséis años, pero una mujer así no estaba a su alcance. Su belleza era tan fría y perfecta con esos ojos azules y el pelo largo, rubio, casi blanco y lacio, que su sola presencia le amedrentaba y el desdén con el que respondía a los acercamientos de los tipos más populares de la universidad no le animaba a decirle lo que sentía cada vez que la tenía cerca. Porque a pesar de negarlo todas las noches cuando se acostaba, todas las mañanas amanecía con el rostro de Candy en su mente y reconocía que estaba total y estúpidamente enamorado de ella.
La gasolinera era tan antigua y mugrienta como el hombre que la regentaba. Tras ciento ochenta kilómetros los cinco amigos habían podido constatar que a pesar de su edad la furgoneta gozaba de un excelente apetito y se había ventilado tres cuartas partes del depósito.
Mientras el depósito se llenaba y el abuelo limpiaba el parabrisas los chicos entraron para curiosear en la tienda. El local no estaba en mucho mejor estado que los surtidores aunque al menos estaba limpio. Por el pasillo central, una mujer menuda oscura y arrugada como una pasa barría el suelo del local con tanta lentitud como determinación.
-Hola chicos –dijo con voz chillona -¿Vais de excursión?
-Si –respondió Terry siempre dispuesto a comenzar una conversación –vamos a Groom Lake.
-Mmm, no es un lugar apropiado para pasar un fin de semana –dijo la abuela frunciendo el ceño. –deberíais ir a otro lugar, el Cerro del Pino es muy bonito y dicen que hay restos de antiguas tribus indias.
-Vamos señora, -intervino Jack –No me diga que está intentando amedrentarnos. Ahora nos contará una vieja historia y los niñatos de ciudad saldremos corriendo a refugiarnos bajo las faldas de nuestras mamas.
-¡Un respeto! –Exclamó la anciana –Lo que pasó en Groom Lake no es ninguna tontería. En la cabaña del lago vivía un hombre querido por todos en la comarca. Duke era un gigante bonachón que se desvivía por ayudar y le encantaba trabajar duro. Era leñador y decían que con su enorme hacha podía talar en una hora lo que diez hombres en un día. En cierta ocasión consiguió trabajo para talar una finca en el bosque a una milla del lago. Junto a él contrataron a otros cuatro hombres de los alrededores. Era la gran depresión y en aquella época tener un trabajo de más de dos semanas era un lujo así que, cuando vieron trabajar a Duke y temieron por que se acortara la duración del contrato intentaron hablar con él para que no fuese tan rápido. Duke era todo corazón pero no era muy listo y no sabía trabajar de otra manera así que siguió al mismo ritmo. Aquella misma noche los otros leñadores le atacaron mientras dormía. –sólo querían hacerle unos cuantos moratones y así conseguir que entendiera, pero la cosa se salió de madre y acabaron a hachazos. Los cuatro leñadores murieron a manos de Duke, pero éste no salió indemne y aunque pudo arrastrarse hasta el lago terminó muriendo desangrado a pocos metros de la orilla.
-Una historia escalofriante, pero tiene tanto polvo como esa alacena. Gracias por la advertencia pero vamos a pasar un fin de semana perfecto en el lago –dijo Candy lanzando un enigmática mirada a Ron.
El camino que llegaba hasta el lago estaba descuidado y lleno de baches pero una vez allí todos concluyeron que había merecido la pena. El lago era pequeño y tenía forma de lágrima y estaba rodeado por un bosque ralo de robles y arces. En el extremo más ancho de la lágrima había una pequeña bahía con un embarcadero y a diez metros de la orilla estaba la cabaña que habían alquilado. Para ser una cabaña de principios de siglo era bastante amplia tenía dos habitaciones y una sala con una gigantesca chimenea que servía de salón y de cocina. Los muebles eran toscos y escasos pero suficientes y se completaban con un campingas y un par de lámparas de petróleo.
Al entrar en la cabaña Darla no pudo evitar un escalofrío.
-¿No me digas que te has creído la mezcla de la leyenda de Bunyan y Viernes trece que te ha contado la vieja? –le preguntó Jack.
-No, claro que no, pero eso no impide que se me pongan los pelos de punta con una buena historia de miedo.
Tras vaciar la furgoneta y repartir las habitaciones, salieron todos en bañador para aprovechar los últimos rayos vespertinos. Era un día caluroso pero una suave brisa venia del lago refrescando el ambiente y haciendo susurrar las hojas de los árboles, los rayos de sol caían sobre la superficie del lago reverberando e inundando los alrededores de una intensa luz dorada, pero Ron apenas se daba cuenta y solo tenía ojos para el delicioso cuerpo de Candy enfundando en un minúsculo bikini rojo.
A los pocos minutos Jack y Darla habían desaparecido y quedaron Candy, Terry y Ron sentados en el embarcadero.
-¡Al agua! –dijo Terry lanzándose al lago rompiendo el incómodo silencio con el chapuzón.
Candy y Ron le siguieron, al principio de mala gana pero el agua estaba fresca y disfrutaron del baño. Como siempre Terry el famélico fue el primero en salir. Aunque quedaba más de una hora para que se fuese el sol se dirigió a la cabaña y les mandó ir en busca de los “dos monos salidos” como los llamaba siempre.
Ron y Candy se internaron en el bosque tras las huellas de los dos enamorados. Tras quince minutos de caminata Ron se paró extrañado.
-¿Seguro que se fueron por aquí? –preguntó Ron.
-Estoy totalmente segura de que no –respondió Candy cogiéndole de la mano.
-Pero entonces…
-¿No tienes nada que decirme?
-Yo… no se a qué te refieres…
-Mira que llegáis a ser obtusos los hombres –dijo Candy poniéndose de puntillas y besándole.
-Yo… ¿cómo sabías que…? –dijo Ron.
-Creo que a estas horas todo el mundo lo sabe. Y creo que tú eres el único que no estaba enterado de que me gustas. –replicó Candy besándole de nuevo.
En esta ocasión Ron la abrazó y respondió al beso con entusiasmo. Su piel estaba fresca y los pezones todavía erectos por el contacto con el bikini húmedo se clavaron en su pecho. Los labios de Candy se abrieron y Ron exploró su boca con un deseo mil veces contenido.
-Besas muy bien –dijo Candy con voz ronca – ¿qué tal haces lo demás? –preguntó mientras acariciaba el paquete de Ron.
Ron no respondió sino que la empujó contra un árbol y entrelazando sus manos con las de ella, comenzó a recorrer su cuerpo con los labios. A cada beso de él, Candy respondía con un quedo gemido. Deshaciéndose de las manos de Ron tiro de los lazos y el húmedo bikini calló al suelo del bosque.
Ron se separó un poco para admirar aquel cuerpo antes de hacerlo suyo. Esta vez fueron sus ojos los que recorrieron su cuello largo sus senos turgentes, deliciosamente redondos con los pezones rosados, su cintura, su ombligo, sus caderas rotundas y sus piernas largas, y torneadas. Con miedo a romper el hechizo se acercó lentamente, acarició su piel pálida y suave y jugueteó con los rizos rubios de su pubis. Candy suspiró y se apretó contra Ron. Los dedos de Ron resbalaron y rozaron el sexo de Candy provocando en ella un escalofrío de placer.
-Hazme tuya –dijo Candy volviendo a besarle.
Con rapidez Ron se sacó el bañador. Candy se acercó un poco más y le cogió la polla erecta y palpitante. El tacto duro y a la vez frío por el baño en el lago le hicieron sonreír y pensar que eso es lo que sentiría Bella al cepillarse a los Cullen.
Ron la agarró y le dio la vuelta sacándola de sus ensoñaciones. Cogiéndola por la cintura se pegó a ella, con lentitud fue besándole, primero la nuca y luego la espalda, bajando poco a poco hasta llegar a su culo. Instintivamente Candy separó las piernas y retrasó el cuerpo. Ron no se hizo de rogar y envolvió el sexo de ella con su boca. Candy dio un respingo y tembló extasiada. Recorrió los labios mayores con su lengua, disfrutando del calor y del ligero sabor acido de su sexo. Mientras tanto Candy se acariciaba el clítoris y le pedía que le penetrase.
Ron entró en ella con un golpe seco. Candy gimió al sentir la polla de Ron abrirse paso dentro de ella dejando un rastro de ardiente placer a su paso. Ron la agarró por la mandíbula para besarla mientras la penetraba con deliberada lentitud disfrutando de cada centímetro de su coño como si no hubiese un después.
Candy jadeaba y le pedía que se apresurase. Ron la sujetó por el cuello y empezó a penetrarla con fuerza. Candy, entre los salvajes empeñones y la suave presión de las manos de Ron en su cuello se sentía en las nubes y unos segundos después se corría con un grito estrangulado.
Ron se separó y la beso con dulzura. Estaba caliente y sofocada y por su mirada supo que deseosa de más.
Sin miramientos Candy se tumbó sobre la verde alfombra del sotobosque y se abrió de piernas mostrándole a Ron su sexo húmedo y tumultuoso con desvergüenza.
Ron se inclinó entre sus piernas y le penetró con los dedos, con rápidos movimientos circulares haciéndola gemir y revolverse como poseída.
Finalmente con un gemido Ron hundió su miembro en Candy. Candy le abrazaba con fuerza y le susurraba al oído entre gemidos. Cuando se corrió de nuevo dejo que Ron siguiese con sus empujones aún más fuertes y rápidos hasta que sacó su polla y dos inmensos chorreones de semen salpicaron su vientre y su pecho.
Se quedaron allí unos segundos tumbados, juntos, jadeando…
-No te asustes, pero estoy enamorado de ti.
-¡Vaya! –Exclamó Candy jugando con el semen que bañaba su vientre –te ha costado decirlo.
Tras un par de minutos se incorporaron, se pusieron la ropa mojada y emprendieron el camino de vuelta a la cabaña. No habían recorrido cincuenta metro cuando un movimiento entre los arbustos les sobresaltó. Candy se agarró a Ron temiendo que apareciera un oso, pero en vez de eso la cara de Terry con un gesto raro apareció a su derecha.
-Hola Terry –dijo Candy un poco avergonzada –creo que nos equivocamos de camino.
Terry, sin aparentar haber escuchado siguió andando a trompicones hasta quedar abrazado a Ron. Al sujetarlo Ron notó algo viscoso que brotaba de su espalda. Sólo cuando Candy vio la enorme herida de la espalda y grito aterrorizada se dio cuenta de que estaba tocando la sangre de su amigo.
-Yo… el leñador… ¡huid insensatos! –exclamó Terry antes de exhalar el último suspiro.
Ron sabía que si se paraba a pensar todos morirían así que reaccionando por instinto, como en los viejos tiempos, agarró a una catatónica Candy por la muñeca y tiro de ella hacia la cabaña. Cuando llegaron a la cabaña no había ni rastro de Jack, Darla o el asesino.
-Bien aquí está todo en orden –dijo Ron después de registrar la cabaña -¿Te encuentras bien?
-Sí –respondió Candy aún escalofriada- ¿qué vamos a hacer?
-Yo voy a buscar a Jack y Darla –dijo cogiendo un atizador de hierro forjado que había al lado de la chimenea- tú llama a emergencias, coge las llaves de la furgo y espérame con el motor en marcha. ¿Podrás hacerlo?
-Sí, creo que sí –dijo enjugándose las lágrimas que anegaban sus bonitos ojos.-Ten cuidado.
-Descuida –dijo Ron guiñando un ojo y dándole un beso para tranquilizarla.
Jack nunca se explicaba como aquel cuerpo tan pequeño era capaz de acoger su gigantesco pene por completo. Mientras permanecía apoyado de espaldas contra el árbol con los ojos cerrados la pequeña Darla subía y bajaba por su polla con más que evidentes signos de placer. Otra cosa que le encantaba de ella es que nunca se cortaba a la hora de expresar lo que sentía y por eso se habían alejado para hacer el amor en la espesura del bosque donde solo los pájaros podían escandalizarse.
Darla estaba encantada con su novio. Además de sincero amable y tierno tenía un pollón que la ponía órbita. Incluso en la incomodidad de aquel lugar al que había ido sólo por él estaba disfrutando. El susurro del viento en los árboles, los insectos zumbando y moviéndose como motas de polvo a la luz del atardecer hacían de que todo fuera casi mágico. Deseosa por complacer a Jack se separó y arrodillándose y cogiendo su polla entre sus manos comenzó a metérsela en la boca poco a poco. El grosor del miembro de Jack obligaba a Darla a abrir la boca hasta casi descoyuntar sus mandíbulas pero no cejó en su esfuerzo hasta que toda la polla de Jack estuvo alojada en su interior. Jack gimió y acarició el pelo de Darla mientras sacaba la polla de su boca para dejarla respirar. Sin darle tregua cogió su miembro de nuevo y lo lamió y lo chupó con fuerza, metiéndoselo de nuevo en la boca. Comenzó a subir y bajar rápidamente hasta que Jack se puso rígido y con un golpe que hizo temblar el árbol se corrió en la boca de Darla.
-¿Qué coño haces? –dijo Darla enfadada mientras escupía la leche de Jack –ya sabes que no me gusta que te corras en mí…
La frase murió en la boca de Darla cuando ésta levanto la cabeza para seguir echándole la bronca y solo vio la hoja de un gigantesco hacha atravesando el cuello de su novio hasta quedar alojado profundamente en el tronco del árbol.
Darla se giró y grito con todas sus fuerzas, ante ella se erguía un hombre de tamaño colosal con su cara oculta bajo un harapiento gabán. No pudo hacer más, en cuanto se volvió para salir corriendo, el leñador desencajó el hacha del árbol y descargó el instrumento sobre la cabeza de Darla con tanta fuerza que quedó enterrado en su pecho. Los dos amantes cayeron a la vez al suelo…
Ron estaba comenzando a desesperar cuando oyó el grito de Darla veinte metros a su izquierda. Cuando llego al claro la escena era dantesca. El cuerpo de Jack estaba separado de la cabeza y el hacha del leñador estaba hundida profundamente en el frágil cuerpo de Darla.
El leñador se volvió sorprendido por el grito ahogado de Ron e intentó enarbolar el hacha de nuevo pero este estaba enganchado en las costillas de Darla y Ron no lo pensó, con todas sus fuerzas clavó el atizador en cuello del gigante. El leñador trastabilló y dejo caer el hacha, con Darla aún prendida a él, al suelo pero ante la alucinada mirada del chico se arrancó el atizador y poniendo el pie sobre el cuerpo de su amiga liberó el hacha y le dirigió una torva sonrisa.
Ron no se quedó para ver lo que pasaba. Con la fuerza extra que le proporcionaba la adrenalina salió corriendo en dirección a la furgoneta.
Cuando llego vio a Candy mirando estupefacta lo que antes había sido la furgoneta. El leñador la había partido por la mitad a base de hachazos.
Sabiéndose sin tiempo para pensar tiro de la chica y se metieron en la cabaña atrancando puertas y ventanas. Ron sabía que con eso sólo ganarían tiempo y se temía que no suficiente hasta que llegase la ayuda. Miró a su alrededor con desesperación buscando un arma y no encontró nada aparte de un vieja pala.
Los golpes en la puerta principal eran inequívocos, el leñador venía a cobrarse su deuda por haberse reído de su historia.
Al ver la cántara lo primero en que pensó fue en hacerse un último Gin-tonic pero enseguida un plan se fue formando en su mente.
-Candy, escucha, tengo un plan pero necesito que me ayudes. –dijo Ron agitándola para que reaccionase.
-Sí… sí, ¿qué quieres que haga?
-Necesito que te pongas al fondo, al lado de la chimenea mientras me escondo en esa habitación. Tranquila, no te pasará nada.
Candy accedió aún medio en trance y se colocó en su lugar, estremeciéndose con cada golpe que el leñador descargaba sobre la puerta.
Finalmente la puerta cayó y el leñador entró agachándose para no golpearse con el marco de la puerta. Enseguida vio a Candy y se acercó a ella con el hacha en alto. En ese momento Ron salió de la habitación como una exhalación y descargo el contenido de la cántara de semen sobre el cuerpo del gigante que se congeló en un par de segundos. Ron se volvió triunfante hacia Candy pero su sonrisa se le congeló en el rostro, justo antes de quedar paralizado, el asesino había lanzado su hacha acertándole a Candy en el pecho.
Ron se acercó y aparto la melena de la cara de Candy. Ya estaba muerta. Le acarició la cara con ternura por última vez y le cerró los ojos con sendos besos. Tras unos segundos arrodillado se levantó y, sacando el hacha del pecho de Candy con suavidad la descargó con todas sus fuerzas una y otra vez llorando y riendo sobre el cuerpo congelado del leñador.
***
-Cómo van a poder ver a continuación éste es el más sorprendente de nuestros pacientes –dijo el director del psiquiátrico ante los alumnos –sufre una elaborada paranoia. Durante una excursión a Groom Lake Mató a sus amigos. Le encontraron con el arma asesina en la mano. Un hacha enorme que según los dueños de la cabaña colgaba encima de la chimenea como recuerdo de un vecino fallecido y estaba cubierto de sangre de las víctimas de la cabeza a los pies. Aun así, a pesar de las evidencias insiste en que fue el leñador, el antiguo dueño del hacha, muerto durante la gran depresión. Cundo le preguntamos por el tipo en cuestión dijo que lo había matado en la cabaña pero la policía no logró encontrar restos de nadie más en el lugar del crimen. Por los demás razona perfectamente y su comportamiento es totalmente normal, cosa que casi le cuesta la vida en el juicio, pero afortunadamente para la ciencia, mi testimonio como psiquiatra experto nos permite estudiar este curioso caso. Creo Bernadette que éste sería un excepcional sujeto para su tesis ¿No le parece?
Mi cuñada Paki siempre fue un icono para el que os habla. No se pueden explicar los sentimientos; aunque más que sentimientos, Paki despierta en mí un incontrolable impulso sexual. Más bien puedo contaros cómo es ella, y cómo sucedió. Todo hombre tiene un día que recuerda como el mejor de su vida, y que siempre lleva a gala en su secretismo interno. En mi caso, con solo treinta años de vida, ya puedo decir que tengo el mío. Y no crean que estoy falto de momentos inolvidables, pues no puedo quejarme, pero encontrar la compañía, en cama, de Paki es algo que me aupó a las nubes de una forma tan dulce y femenina, que el solo recuerdo hace que mi ánimo se venga arriba, rompiendo bajo mi bragueta.
Soy hombre de morbo familiar, más por cercano que otra cosa. Desde que empecé la relación con mi actual mujer, Paki, una de sus hermanas mayores, se convirtió en mi obsesión. No por belleza arrebatadora, no por cuerpo monumental, que nada de eso tiene; sino por hembra. Mujer de su casa, buena persona, con la belleza madura de las mujeres normales: jamona, voluptuosa y zalamera.
A sus cuarenta y seis años, lo que rodea a Paki es la sombra morena de las mujeres del sur de España. Pelo moreno caído sobre sus hombros, ojos negros y morena mirada de tizón dulce. Piel blanca, pero no tanto, menos brillante de lo que realmente es cuando la ves totalmente desnuda. Sonrisa de buena gente, más o menos alta; aunque un poco más baja que yo, pónganle unos 170 cms, todos de hembra, desde los pies a la cabeza. Su tipo recuerda una juventud alegre y marchosa, que se escapa poco a poco; ¡oh, tiempo indomable!. el culo, y las caderas, en su sitio, aunque ampliados por la edad, pero ya quisieran mujeres que un hombre como yo arriesgara el cielo para caer al infierno agarrado a ellas, como hago con las caderas de Paki. Pechos bonitos, agrandados en su cotidiano saber vestir, pero más pequeños y apetitosos al tacto. Como dos peras gruesas, de pezón amplio y aureola espléndida, suave y sensible.
Una mujer con la que perderse. La mejor cuñada que se puede tener. Mi mayor secreto. Orgulloso de ella. Si me pidiera dinero por verla se lo daría como a la más caras de las putas. Esa es Paki para mí, si fuera perfecta no me atraería en absoluto.
Imagino que todo lo que ocurrió desde que nos conocimos contribuyó. Desde cada mirada furtiva, hasta cada vestido llevado por ella para gustar; solo por el placer de estar guapa. Desconozco si ella me vio como yo a ella desde el principio. No sé si alguna vez fantaseó con estar conmigo, como yo cada noche que he puesto su cara a la de su hermana.
Las pajas pensando en ella empezaron pocos días después de verla por primera vez. En cada una la imaginaba en una situación diferente, y me creé un cuerpo imaginario. Y voto a Dios que la realidad supera la ficción. Ni mejor ni peor, solo diferente. Su olor, el tacto de sus carnes cálidas, sus gemidos, sus susurros dando ánimos cuando anduve galopándola… Nada de eso fui capaz de imaginar.
No pretendo aburrir al ávido lector con mis melancolías, deseos y sentimientos. Solo he creado un necesario marco donde situar esta historia real; como si de un cuadro se tratara. He visto oportuno describir cómo es ella, e intentar presentar mis emociones con la mayor veracidad posible.
Sepa, adorado lector, que su nombre es real, y su descripción física también.
Podría estar más tiempo explicando el devenir del océano que nos separaba al principio, y el cómo al final se convirtió en un estrecho riachuelo, en el que mojamos juntos nuestros más oscuros deseos. Pero el lector querrá masturbarse, espero poder ponérselo en bandeja. Paki merece muchas pajas en su nombre. Por tanto centraré mi relato en el fin de semana en el que ocurrió todo.
Hará como un año y algunos meses desde que uno de los hermanos de mi mujer, y por tanto de Paki, contrajo matrimonio en las afueras de un apacible, bello y poético pueblo de Andalucía. En un coqueto hotel enclavado entre pinares. Naturaleza desbordante. Los primeros colores del otoño daban tintes oro y pardizos al emblemático pinar. La luz del sol nos acompañaba con absoluta dedicación, pero con ese tono apagado y oblicuo con el que lo hace en el mes de octubre.
En aquel momento mi primer hijo tenía pocos meses de vida, y mi mujer dependía de adquirir tranquilidad para darle el pecho y cuidarle.
Muchos de los invitados, entre los que nos encontrábamos mi mujer y yo, contratamos habitación. Pero este no fue el caso de Paki. La mala situación económica por la que atravesaban, su marido y ella en el desempleo, hizo que ambos, y su hija, planteasen su vuelta en el autobús que por la mañana comunicaría con la ciudad a los invitados que así lo requiriesen.
Cuando el sol del sábado desapareció, una manta de estrellas cubría un precioso cielo carente de luna. Desde el balcón de mi habitación, lo contemplaba fumando un cigarrillo ya con el traje puesto y el pelo engominado. Dentro, sobre la cama, mi mujer daba el pecho, también vestida.
Al rato salimos camino de la recepción de la boda. Muchos invitados ya bebían y comían, charlando en grupos. Poco a poco fueron llegando más. Nosotros nos unimos con un grupo en el que ya estaban todos los hermanos de mi mujer, con sus respectivos y sobrinos.
Paki provocó mi primera erección de verdad. La mamada que me dio mi mujer sobre la cama una hora antes, no consiguió hacer circular la sangre en mi pene tan bien como la simple visión de su hermana mayor. Sonreía como solía, hablaba lo que solía: gallarda en conversaciones intrascendentales y callada cuando la inteligencia mandaba en la dialecta (no era amiga de culturizarse, la hembra de Paki). Vestía de azul marino, corto de faldera, mostrando una cuarta de muslo encima de la rodilla, y no demasiado escotado en una elegante terminación floral bajo el cuello. Espalda al aire hasta casi la cintura, disimulada con una chaquetilla torera negra, que también tapaba unos brazos desnudos hasta la axila. El pelo recogido atrás, con el flequillo algo caído sobre la frente y mejilla. Piernas relucientes de medias claras y tacones de aguja, que deberían estar destrozándole los pies; pero que ella demostró llevar con elegancia y sufrimiento durante toda la noche.
Ya en la cena, el vino me hizo tomar la palabra rotunda sobre política. Notaba la mirada fija de Paki en muchas de mis afirmaciones marciales; el efecto del vino no me hizo percatar debidamente el mensaje de esas miradas, casi por primera vez noté que me miraba espesamente, lástima no haberlo saboreado en el momento, pues esta conclusión la saqué a la mañana siguiente, mientras fumaba un cigarro desnudo sobre la cama de nuestra habitación, plenamente satisfecho, oyendo el ruído del agua de la ducha que se estaba dando Paki.
La cena concluyó y se inicio el tiempo muerto entre el final de los postres y la barra libre. Yo encendí un pitillo mientras apuraba mi última copa de vino, con la camisa remangada y la chaqueta puesta sobre la silla. Mi mujer fue a la habitación a dar a nuestro hijo el pecho y algunos se levantaron al baño o a echarse la primera copa. En la mesa solo nos quedamos Paki y yo.
Paki – Muy buena la cena, ¿verdad?.
Yo – Me gusta la carne menos hecha, pero el vino no es malo del todo.
Paki – Tú siempre criticando, ¿no?. A mi me ha parecido muy rica.
Encendí otro cigarro, la llama azulada de la cerilla iluminó mi rostro. Exhalé el humo lentamente y me eché hacia atrás, con aire divertido.
Yo – Se nota que tu marido te saca poco a cenar por ahí. Es una pena, te pierdes muchos manjares, hay sitios verdaderamente buenos en la ciudad.
Mi cuñada abrió un poco la boca, adoptando una mueca de indignación que no acabó de completar. Luego se echó hacia delante y apoyó los codos sobre la mesa.
Paki – Estoy abierta a invitaciones de cuñados.
Reí.
Yo – Si estás abierta, se puede estudiar. En ese caso te llevaría al mejor sitio.
Reí de nuevo, dándole aires jocosos al comentario. Ella también río. Iba a comentar algo pero en ese momento su marido llegó con dos copas, le dio una y se sentó a su lado. Yo me levanté y fui hasta la barra a pedirme la primera.
Mi mujer me llamó al móvil diciéndome que ya se quedaba en la habitación pues el pequeño estaba dormido. Le dije que intentaría no hacer demasiado ruido al llegar y colgué aliviado. No es mala en la cama, por eso sigo con ella, pero últimamente no siento nada más; es descuidada y sus aficiones no coinciden con las mías. Pero mientras me la siga mamando, no tengo por qué negarle la mitad de mi sueldo de cuatro mil quinientos euros de ingeniero. La muy puerca nunca tuvo oficio, sabe que su estado del bienestar depende de la frecuencia y calidad de sus mamadas y polvos. Y es precisamente nuestra muy saludable vida sexual la que la mantiene con un buen nivel de vida a mi lado. No obstante no soy hombre de estar mucho tiempo con una sola mujer, y ya iba para cinco años que solo la cataba a ella. Mi deseo creciente por su hermana mayor estaba, en parte, provocado por ello, y en parte por lo extremadamente hembra que era Paki.
Las siguientes dos o tres horas se resumen fácilmente: Música alta, luces psicodélicas, alcohol creciendo en las venas, bailes en grupo y por separado, mi cuñada Paki cerca de mí, mi cuñada Paki más lejos, busco con la mirada a Paki y cuando la encuentro me está mirando, mi cuñada Paki se acerca y bailamos juntos, o tal vez yo me acerco a ella; igual dá, me dice algo que no entiendo por la música y por que ella lleva las mismas copas que yo. Un lento, ella con su marido y yo sentado mirando a las pocas parejas que bailan en el centro de la pista. Hablo con un cuñado. Me pido otra copa y sigo bailando, mi cuñada Paki mirándome descaradamente. Mi pene muy empalmado y al lado noto una vibración. Tardo en percatarme que es el móvil, lo saco del bolsillo, es mi mujer. Miro la hora, las 5:45 de la mañana. Me salgo algo sobresaltado a un patio contiguo para poder hablar fuera del ruido. Mi voz a pena es entendible merced a las copas. Fuera hace frío. Acierto a escuchar a mi mujer diciendo que el niño no para de llorar, pues la música de la fiesta se cuela en la habitación. Me dice que se vuelve a casa con el coche. Que me busque la vida al día siguiente para volver.
Mi cuñado, el marido de Paki, sale a preguntarme si todo está bien. Le cuento la historia y él ve el cielo abierto. Sale Paki con su hija y preguntan qué ocurre.
Yo – Tu hermana, que se va para casa, el niño aquí no puede dormir.
El marido se dirige a su monumental, por hembra del montón, mujer.
Marido – Pues creo que deberíamos irnos con ella. Los tres cabemos, así no tenemos que esperar al bus.
Hija – Me parece bien, estoy muy cansada.
Paki – ¡no!, me lo estoy pasando bien.
La buena de mi cuñada no podía disimular lo bebida que estaba, igual que yo.
Yo – Te puedes quedar en mi habitación. La cama es grande, pero dormiré en el suelo. Da igual, estaré muy cansado.
Después de un silencio Paki miró a su marido pidiendo aprobación. Buen detalle de hembra, a merced del que manda.
Marido – Está bien, mañana os volvéis con alguien. Cuídamela.
Esto último me lo dijo guiñándome un ojo, en tono de broma.
Cuando el coche partió con mi mujer, mi hijo, mi cuñado y su hija; Paki y yo nos miramos.
Paki – ¿Otra copa?
Yo – y dos.
Entramos en la sala de fiesta. Fuera empezaba a amanecer y quedaba poca gente bailando, todos borrachos.
A las ocho de la mañana estábamos tres personas: Paki, Alba (mujer de uno de sus hermanos, es amplia familia) y yo. Bebidos. No recuerdo de qué hablamos. Solo que nos levantamos y nos despedimos.
Por el pasillo Paki y yo íbamos riendo, casi de lado a lado. Muy bebidos. En un traspié, justo ante la puerta de mi habitación, ella por poco no se cayó. La sostuve por la cintura y la apreté contra mi cuerpo. Sin duda tuvo que notar mi erección, la cual no me había abandonado en casi toda la noche. Hubo un instante de silencio. Nos abrazamos, ella se meció, rozándose. Todo quedo ahí, de momento.
Casi como caímos en la cama nos quedamos dormidos. Yo solo atiné a quitarme los pantalones y la chaqueta; quedé dormido en calzoncillos, camisa y corbata holgada. Ella solo se quitó los tacones y la chaquetilla torera; quedando dormida con el vestido algo subido, mostrando casi todas sus piernas hasta donde empezaban las medias, y la zona superior del traje algo aflojada de las cuerdas que la amarraban.
Sé que dormimos así vestidos porque así estábamos cuando desperté a eso de las diez de la mañana. Ella en la parte derecha de la cama y yo en la izquierda. Ni siquiera habíamos desecho la cama, dormidos sobre la colcha y sábanas. A penas había dormido hora y media. Aun aturdido por el alcohol, con la boca seca y muy caliente (Como siempre que tengo resaca).
Ella dormía profundamente, su respiración la delataba. Notaba mi pene reventar los calzoncillos, necesitaba descargar. No recordaba muy bien la noche, pero en ese momento agradecí que no hubiese pasado nada. Me levanté con cuidado y fui al baño con toda la intención de masturbarme.
Mi reflejo en el espejo no era el mejor. Mala cara, ojeras y el pelo medio despeinado, todavía con el efecto de la gomina. Me lave los dientes y la cara con agua fría. Me coloqué sobre el wc y dejé caer los calzoncillos. Ellos, junto a la camisa, con tres botones desabrochados y la corbata holgada y puesta de cualquier manera, seguían siendo mis ropajes. El tacto de mi mano en la polla me hizo suspirar, no era aquello lo que necesitaba… De repente me pareció oir algo. Me detuve y presté atención, de nuevo la oí:
– ¿Hola?
Me subí el calzoncillo y salí del baño. Pakii estaba semi incorporada en la cama, apoyada con los codos, despeinada y con cara de dolor de cabeza.
– Ah, estás aquí, pensé que estaba sola. Dios, me duele todo.
Estaba bellísima en su naturalidad. Una belleza digna de ser follada, a pintada, belleza humana, auténtica.
– Iba a darme una ducha.
Ella entonces me miró, noté que notó mi bulto. Pude ver claramente que se sobresaltaba, que su expresión ganaba entereza, que de repente le dolía menos la cabeza. Suspiró y se dejó caer en la cama. Decidí que me lanzaba el mensaje de no hay prisas. Mi pene pensaba por mí. Fui a la cama y me tumbé junto a ella.
Su cuerpo pedía sexo tanto o más que el mío. El mío lo manifestaba en la incontrolable y no disimulada erección. El de ella en sus movimientos de gata sobre la cama, en la forma en la que su maduro, algo relleno y voluptuoso cuerpo se giró hacia mí, colocándose de lado.
En el pasillo había silencio. Toda la planta estaba ocupada por invitados del hotel, todos debían estar dormidos a esas horas. Toda la magia animal del ser humano se apoderó de aquel coqueto cuarto de hotel. Paki y yo éramos solamente meros actores que iban a interpretar la danza más antigua e innata de la humanidad. Y, por supuesto, ninguno iba a poner trabas a ello. De repente, dejarse llevar fue infinitamente más sencillo de lo que imaginé en mis decenas de pajas pensando en cómo sería estar con ella.
El sentirnos todavía bebidos después de dormir tan poco, para qué engañarnos, ayudó.
Todo empezó cuando dije, por supuesto sin pensar, que en esos momentos agradecería que allí tumbada estuviera su hermana; es decir, mi mujer. Para pecar a lo grande, mejor empezar con una gran mentira. Mi mujer es quien menos me apetecía tener allí en esos momentos, y Paki quien más.
Y después todo continuó:
Paki – Puedo imaginármelo, pero ¿por qué lo dices?.
La miré de frente, a los ojos. Sentía como si el diablo mirase a través de ellos; me pregunto si ella también los vio diferentes.
Yo – Porque no hay nada como una buena mamada y un buen polvo, sin prisas, en días de resaca.
Noté asomar su lengua, relamiéndose imperceptiblemente el labio superior.
Paki – Bueno, todos duermen ahora, hay tiempo. Para darte una mamada y un buen polvo solo necesitas a una mujer.
Juro por Dios que nunca una mujer ha sabido excitarme tanto con una sola frase.
Intenté hacerme el duro, pero no debí resultar convincente.
Yo – ¿tengo cara de ponerle los cuernos a mi mujer con su hermana mayor?, ¿tan cabrón me crees?.
Me sorprendió lo rápido que respondió.
Paki – Solo quiero que compares mi mamada con la suya. Nadie sabrá nada.
Le sonreí, ella respondió mostrándome su mejor sonrisa. Me bajé los calzoncillos y los tiré, mi polla quedó al aire. La agarré hasta dejar el capullo al aire. La tenía gorda y grande, me sentía orgulloso de mostrársela. Ella soltó un “guau” y se relamió.
Yo – Vamos Paki, ya estás tardando.
Lo que vino después fue, hasta la fecha, el mejor sexo que tuve en mi vida con diferencia:
Se quitó algo de la boca, sonriente, y se dejó deslizar hasta los pies de la cama. Debía tener muchas ganas de polla pues a penas tardó en engullirla entera. La masturbó una vez hacia abajo y la contuvo sostenida por los huevos, dejándola entera libre. Apenas dos lametones al capullo y su boca la tragó entera. Rápidamente cogió ritmo, ya no me miraba, solo se centraba en el trabajo. Una y otra vez, arriba y abajo, a veces se ayudaba de su mano derecha, masturbándola.
No podía dejar de mirarla, no podía creer que Paki estuviera ahí, dándome una monumental mamada. Sentía mi polla derretirse en el calor húmedo de su boca. Cerré los ojos un instante, dejándome llevar; Paki la comía extraordinariamente bien, sentía subir el placer hasta todos los poros de mi piel. Me acordé de las muchas veces que cerraba los ojos en mamadas de mi mujer, imaginando que era su hermana quien me la hacía. Pero ella la comía mucho mejor.
Alternaba periodos de mamada fuerte con partes de relax absoluto, en las que escupía sobre la polla para lamerla suavemente luego, dándoles besitos pequeñitos; mirándome, con los flequillos sobre la cara.
Nunca me han trabajado así el pene. Ni las putas más caras a las que solo he pagado cuerpos esculturales. Paki sabía que nunca me lo habían hecho así de bien. Se detuvo y me desabrochó la camisa para lamerme el abdomen y el tórax. Luego me miró con suficiencia, no me preguntó que tal porque sabía que era lo mejor que me habían hecho en mi vida, me sentí ligeramente incómodo ante la seguridad en si misma de aquella mujer en la cama. Sin ser la más bella, entrada ligeramente en edad y en carnes.
Me desnudó por completo y luego lo hizo ella. Primero las medias, luego el vestido, luego las bragas y el sujetador rojos. No dijimos nada, pues en ese momento hablábamos un idioma universal.
Me levanté y la coloqué boca arriba. La abrí de piernas, igualmente su coño se abrió como una flor. Con pelos, pero bien cuidado y limpio. Acaricié sus muslos y los besé, metí sus pies en mi boca, chupando cada dedo. Luego me acomodé y pasé mi lengua por todo su sexo. Sabores salados y amoniacados de pis, inundaron mis papilas gustativas. Sus gemidos me alentaron a pasarla otra vez, y otra. Mordí sus labios y metí la lengua. Acabé lamiendo su botón mientras el dedo índice de mi mano derecha entraba y salía, retorciéndose, buscando rozar para otorgar más placer.
No podía más, necesitaba dar merecida follada a semejante hembra madura. Ella pareció leerme la mente.
Paki – Vamos, cuñadito, fóllame. ¡A qué esperas!.
Yo – Voy, mi yegua.
Le dí la vuelta, quería darle por detrás. Ella obedeció dócil e hincó las rodillas, agachando las caderas casi a ras de cama y empinando mucho el culo; manos y cara apoyadas sobre la almohada.
Verla así me animó. La imagen que tenía ante mí era majestuosa.
Yo – Eres una hembra muy dócil, me sorprendes y agradas, Cuñada.
Ella se limitó a gemir, meneando el culo lentamente de lado a lado, pidiendo guerra.
Palpé el coño y coloqué mi polla hasta meter la cabeza. Ella gimió pausada y largamente. La agarré por las nalgas-caderas y comencé a galopar. Buena yegua, se movía acompasando mi follada, permitiéndome entrar mejor, sin perder la majestuosa compostura de hembra a cuatro patas.
Cuando resulta extremadamente fácil y placentero follar a una mujer, es porque esa mujer folla muy bien. Y eso me pasó con Paki. Follaba muy bien, y me lo volvió a demostrar cuando saltó sobre mi polla, en cuclillas sobre mi. Primero dándome la cara y luego la espalda, apoyando sus manos en mis pies. De esa follada acabó cabalgándome de forma imperial. Casi sin posarse sobre mí, pero ofreciéndome continuamente sus peras y su lengua, quisiese lo que quisiese en cada instante. Trabajando bien la polla en un movimiento de culo que me permitía entrar hasta lo más profundo de su coño, empezando cada embestida desde arriba del capullo; y no desde la mitad de la polla, como hacen la mayoría de las mujeres.
Estaba muy sorprendido por la resistencia física de Paki, para nada parecía que pudiera follar de aquella manera.
A la hora de evacuar, como no podía ser de otra manera, ofreció su boca. Y así esperó, a gatas sobre la cama, que yo terminara de masturbarme de pié a los pies de la misma. Al llegarme abrió la boca y me dejó enchufarle la manguera hasta la campanilla. Mi semen salió disparado recorriendo su garganta y llenando su boca de mi blanco amor.
Desde aquel día comencé a plantearme seriamente mantener a Paki, en lugar de a su hermana. Nunca se ve igual a la mujer que te da semejante sexo. Paki ya nunca será mi deseada cuñada mayor, ahora es la mayor hembra de la que me he aprovechado. Dejó mis huevos limpios, pues antes de salir de la habitación descargue otra vez, esta vez en su culo. No le hacía mucha gracia, pero me impuse; y ella, como la buena hembra que es, accedió.
La sorpresa casi me hizo caer de espaldas; ni siquiera había pensado en él ni se me había ocurrido que pudiese estar en la fábrica cumpliendo con su horario de trabajo. En un impulso mecánico me pasé la mano por la boca y escupí al darme cuenta de que había tenido su verga dentro de ella. Las chicas, en tanto, no hacían más que aplaudir y corear una y otra vez el nombre de Milo. Una vez más, busqué con la vista a Flori pero seguía sin estar allí; no había regresado o bien se había marchado…
Evelyn tomó a Milo por el brazo y lo trajo hasta mí; involuntariamente reculé un paso.
“Tu salvador, nadita – dijo, con gesto de picardía -. ¿Te acordás?”
Algunas risitas circularon por debajo de la algarabía general: que Evelyn sabía lo ocurrido en la planta unos días atrás era ya por mí conocido porque ella misma me lo había manifestado e inclusive había mostrado su arrepentimiento por haberme asignado tareas allí, pero en esas risas que se oyeron de fondo detecté una cierta complicidad que hacía evidente que el resto de las chicas también estaban al tanto. ¡Dios! ¿Dónde estaba Flori? Necesitaba verla, saber que estaba allí.
“¿Te acordás?” – insistió Evelyn, sin soltar ni por un instante el brazo del sereno, quien me seguía mirando con su boba expresión; el miembro, ahora, se le había caído un poco, quizás como consecuencia del dolor que con mis dientes le había infligido.
“S… sí – balbuceé -; lo… recuerdo perfectamente. Hola, Milo, ¿cómo estás?”
Sonrió tan estúpidamente como siempre y tartamudeó algo así como un “muy bien”.
“Te… pido disculpas por… haberte mordido – dije, con mis mejillas enrojecidas por la vergüenza -; yo… no sabía que…”
“¿Cómo no te va a disculpar si le gustó? – exclamó Evelyn a viva voz y abriendo enormes los ojos mientras tomaba al muchacho por los hombros y lo zamarreaba como si fuera un muñeco -. ¿No es así, Milo? ¿No es verdad que te gustó?”
El sereno tan sólo asintió y dejó escapar un casi inaudible “sí” que salió mezclado con una torpe risa; Evelyn lo soltó y avanzó hacia mí el escaso metro que nos separaba: tomándome ahora por los hombros a mí, me hizo girar para que mirara a Milo a los ojos.
“Te gusta, ¿no? – le preguntó ella -. Te gusta nadita, ¿verdad?”
Esta vez Milo se puso tan nervioso que la sonrisa se le borró por un momento; su miembro comenzaba a erguirse nuevamente, lo cual provocó la risotada generalizada.
“S… sí… – balbuceó -. M… me gusta”
Las carcajadas, como no podía ser de otra manera, atronaron nuevamente. Yo bajé la cabeza, muerte de vergüenza y sin poder creer la escena en la que me estaba viendo involucrada. En realidad, cada vez encontraba un peldaño más en la escala de mi incredulidad.
“¿Y te gustaría tocarla?” – preguntó Evelyn, con un tono sibilino que sonó pérfidamente malicioso.
Me estremecí; intenté dar un paso hacia atrás e incluso moví los hombros como para tratar de liberarme de Evelyn, pero no lo conseguí: la muy perra me aprisionaba realmente bien aun cuando no aparentara hacer ningún esfuerzo sino que sólo me tenía tomada con un par de dedos. Si bien no parecía precisar ayuda alguna para inmovilizarme, de todas formas la tuvo: sobre mi nalga derecha recibí el ya para entonces reconocible impacto del bastón de Rocío y, en efecto, al girar levemente la vista, me encontré con la detestable rubiecita, quien, en clara actitud desafiante, blandía en el aire el bastón con el que acababa de golpearme al tiempo que mantenía su otra mano apoyada en la cintura y movía rítmicamente un pie haciendo resonar el taco de su bota: la actitud, claro, era de conminarme a permanecer quieta. En derredor se había ahora producido un súbito silencio, como en compás de espera.
Sentí que Evelyn me propinaba un beso en la mejilla y me vino a la cabeza la imagen de Judas en el jardín de Getsemani, justo antes de entregar a Jesús a los romanos: viéndole el aspecto al sereno, hasta prefería ser crucificada.
“Él te salvó, nadita – me dijo Evelyn al oído, en tono de susurro pero, sin embargo, de modo clara y deliberadamente audible -. ¿No se merece acaso algún premio por eso?”
Yo estaba blanca por el terror y no lograba controlar el temblequeo de mis piernas; podía otorgarle cierta razón a las palabras de Evelyn pero… ¿dejarme manosear por ese esperpento? ¿No era demasiado precio a pagar? Milo, en tanto, iba recuperando poco a poco su sonrisa, la cual crecía en su rostro como queriendo llegar de una oreja a la otra; todo su semblante parecía haberse iluminado: era obvio que no podía creer lo que estaba a punto de pasarle. Y de hacerme…
Yo no había siquiera aún respondido a la pregunta que Evelyn me había hecho cuando sentí que, a mis espaldas, alguien tomaba mis muñecas y las aprisionaba con un “clic” que se escuchó con absoluta claridad debido al silencio que se había apoderado de la planta. Tironeé para liberarme pero fue en vano; mi presunción era correcta: la putita de Rocío me había colocado las esposas de policía que llevaba a la cintura. Forcejeé cuanto pude: tenía la esperanza de que, siendo de juguete o de utilería, las esposas fueran a ceder fácilmente. Me equivoqué: o eran de muy buena calidad o bien eran esposas de verdad. Miré por encima del hombro a Rocío, cuyos labios mostraban la más antipática de las sonrisas imaginables. Me giré con desesperación hacia Evelyn; mi rostro era un ruego de piedad en sí mismo.
“Por favor, Evelyn…” – musité.
“Señorita Evelyn” – me cortó en seco mientras alzaba un dedo índice en claro gesto correctivo.
“S… sí, perdón, s… señorita Evelyn – yo trataba de hablar lo más bajo posible a efectos de que el resto no oyera, pero era imposible: todas estaban atentas y pendientes -. P… por favor se lo pido: no… deje que él me toque”
“Siempre igual, ¿no?” – repuso poniéndose seria por un momento, aunque sin perder su mordacidad.
La miré sin entender; sacudí la cabeza.
“Cuando te ponen las manos encima tipos de guita, los dejás hacer a voluntad – sentenció, en tono de reprimenda -pero, claro, Milo es un pobre sereno y encima no tiene los once jugadores – se golpeteó en la sien con un dedo índice; el sereno la miró con obvio gesto de no entender la metáfora -. Nadita, no va a pasarte nada – dijo ella suavizando algo más el tono -: sólo va a tocarte un rato y creo que se lo tiene ganado, así que no nos pongamos en ariscas y menos aún en el día de tu despedida”
Volvió a besarme, esta vez sobre el cuello. Me sentí impotente; tenía ganas de llorar. Rocío se apartó de mí y luego también lo hizo Evelyn no sin antes acariciarme por detrás de la oreja con esa sarcástica cortesía que tanto gustaba de exhibir. Comprendí de inmediato por qué se apartaban: estaban dejándole el terreno libre a Milo, quien no cabía en sí de la ansiedad; los ojos parecían pugnar por salírsele de las órbitas en la medida en que su pobre mente iba captando la situación. Aun en su debilidad mental, comprendía perfectamente que con seguridad no volvería a tener una noche como ésa en toda su vida…
“Toda tuya, Milo” – dijo Evelyn, con voz terriblemente fría y átona; si quiso, con sus palabras, hacerme sentir un objeto, lo logró ampliamente -. Aprovechá la situación porque no sé si vas a volver a tener una chance semejante: hoy nadita… se mira y se toca, je…”
Cerró su alocución con un guiño de ojo que no logré determinar si fue dirigido a Milo, al resto de las chicas o bien a todos y a nadie en particular. Las risitas volvieron a poblar la planta; el sereno avanzó hacia mí tan torpemente como lo hubiera hecho un troglodita. Giró en torno a mí y, aun teniendo yo la vista dirigida al piso, pude, de todas formas, sentir cómo sus ojos se clavaban en mi carne como alfileres. Se ubicó a mis espaldas y, por un momento, pareció quedarse inmóvil allí. La espera se me hizo insoportable y el nerviosismo del momento me hizo alzar ligeramente la vista; escudriñando por debajo de las cejas, fui recorriendo los rostros de las muchachas, los cuales lucían encendidos de entusiasmo: ellas, a diferencia de mí, sí podían ver a Milo desde donde se hallaban y, debido a ello, entreveían seguramente mucho mejor cuál sería el siguiente paso del tonto sereno. Por su parte, los dos muchachos de slip atigrado seguían flanqueando la mesa sobre la cual se hallaba la destruida torta y parecían ser dos estatuas, cruzados los brazos sobre sus magníficos pectorales e impertérritas sus miradas, salvo por una ligerísima sonrisa que se llegaba a atisbar en sus rostros.
De pronto sentí cómo dos manos se apoyaban sobre la parte trasera de mis muslos y fue como si un impulso eléctrico recorriera todo mi cuerpo; mis músculos se tensaron e intenté dar un paso adelante para escaparle al contacto pero fue inútil: si yo me desplazaba, Milo lo hacía conmigo, con lo cual no había modo alguno de zafar de sus manos.
Le llegó luego el turno a mi culo, que comenzó a ser sobado: lejos estaba ese torpe manoseo de aquellas manos expertas que habían apoyado sobre mis carnes tanto Luciano como Tatiana; más bien la sensación remitía a aquellos toqueteos que los obreros me habían hecho sufrir en ese mismo lugar hasta unos pocos días antes y, muy especialmente, al de quien había intentado violarme. Sin embargo, ni siquiera esa analogía parecía adecuada pues si bien el roce era igual de ordinario, se sentía, por otra parte, mucho más rústico y de una torpeza casi infantil. Era como si me sobara la cola un nene de doce años al que le habían dado la oportunidad de su vida.
Las risitas de las chicas fueron, poco a poco, transformándose en carcajadas. Recomenzaron los aullidos, los vítores y las hurras al tiempo que alcohol y demás vicios volvían a circular a discreción luego de una momentánea tregua.
“¿Te gusta tocarla?” – preguntó Evelyn, quien trataba a Milo prácticamente como si fuera un niño.
“S… sí… sí, sí… – tartamudeó el sereno -. M… me gusta m…mucho… muy mucho – lo dijo así: muy mucho -; me g… gusta su piel. La tiene… linda y s… suavecita”
Estruendo de carcajadas nuevamente. ¿Qué podía esperar de todos modos? Ignoraba, por cierto, cuánto tiempo tendrían pensado las chicas (y sobre todo Evelyn) que durara mi suplicio. Cerré los ojos; intenté pensar en otra cosa: me vino a la cabeza Tatiana y quise imaginar que era ella quien me estaba sobando. Imposible… Impensable… Ese roce jamás podía parecerse al de ella ni tan siquiera al de Luciano. No había nada en qué pensar, por lo tanto; ningún lugar adonde transportarme con la imaginación: era yo y era ésa la situación; sin fantasía alguna, sino con la pura y cruda realidad sobre mis nalgas. Cerré aún más los ojos, haciéndolo con tanta fuerza que los párpados me dolieron, pero ése era mi único y posible escape…
Milo seguía tocándome sin parar y cuando sus manos descubrieron la zanja entre mis nalgas, durante largo rato no la dejaron en paz; muy por el contrario, la recorrieron una y otra vez siempre en sentido ascendente y, al hacerlo, sus rústicos dedos hallaron también mi orificio. Fue así que, en cada nueva pasada, se las arregló para llevar un dedo (presumiblemente el mayor) cada vez más adentro hasta que, en un momento, pareció ya haberse olvidado del resto de mis carnes y concentrarse con exclusividad en el agujerito. En un momento entreabrí los ojos y miré ligeramente por encima del hombro; lo vi acuclillarse detrás de mí. Casi de inmediato pude sentir cómo sus pulgares estiraban mis plexos de tal modo de dejar bien abierta la puerta trasera y, a juzgar por la expresión estúpida que llegué a verle en el rostro, me estaba estudiando esa zona detenidamente: era ni más ni menos que un niño ante un mundo nuevo, pues no era de extrañar que Milo jamás en su vida hubiera tocado a otra mujer más que a su madre al nacer.
Sin la menor delicadeza, un dedo se abrió paso dentro de mi ano y me arrancó un quejido de dolor que sólo contribuyó a enardecer aun más a la “tribuna” de drogadas y alcoholizadas muchachas. A juzgar por la forma en que se movía por entre mis plexos, me dio la impresión de que el dedo no era el mayor, como podría haberse presumido, sino el índice, lo cual me quedó claro cuando lo flexionó y, prácticamente, me izó en vilo, teniéndome ensartada por el culo. Pataleé con desesperación al descubrir que mis tacos ya no estaban tocando el suelo e incluso hasta perdí un zapato al hacerlo: ese joven enclenque y de aspecto desgarbado, era, sin embargo, pura fuerza bruta, de la más rústica y salvaje, pues estaba levantando mi peso completo apenas con un solo dedo mientras yo no paraba de gritar al sentir cómo el mismo se clavaba cada vez más adentro de mi culo.
“¿Qué estás haciéndole? – aulló alguna de las chicas -. ¿Un examen de próstata? ¡Es una mujer, estúpido, no un tipo! Jajaja”
El coro de risas restalló nuevamente mientras mis pies seguían sin tocar el piso. Yo, con mis manos esposadas a la espalda, hacía denodados esfuerzos por tratar de capturar la mano del sereno y empujarla hacia atrás, pero era inútil: no tenía modo alguno de hacer fuerza. Finalmente y para mi alivio, el imbécil me bajó y mis pies volvieron a posarse, aunque trastabillé y casi caí de bruces al tener calzado un solo zapato. El orificio, más allá del alivio momentáneo, me dolía horrores tras el suplicio a que acababa de ser sometido. Cuando me retiró el dedo, también lo hizo sin la más mínima delicadeza y el “plop” se escuchó muy claramente aun a pesar de las voces y risas que poblaban el lugar.
“¡Epa, nadita! – exclamó alguien -. ¿Qué pasó? ¿Se te escapó un pedito? Jajaja”
“¿Tan bien la está pasando que te cagás encima?” – aulló otra.
A pesar de lo degradante de la situación, tuve la esperanza de que el martirio hubiera terminado; difícil era pensar, claro, que ese retardado se fuera a dar por satisfecho, pero tenía, al menos, la esperanza de que fuera la propia Evelyn quien le pusiera coto y diera ya por terminada esa parte del show. Qué ilusa era: ¿cómo podía, para esa altura, esperar de parte de ella algún gesto de piedad hacia mí? Antes que ello, la verdad era que se la veía divertida y no paraba de carcajear, siendo acompañada por todo el resto: ¿por qué iba a detenerse cuando tanto ella como las demás lo estaban pasando genial?
Para mi estupor, sentí la verga del sereno apoyándose contra mi culo; no parecía, al menos de momento, tener plan de penetrarme: más bien se dedicó a recorrer mis nalgas con la punta del glande, embadurnándolas a su paso con una viscosa mezcla de semen y crema para tortas. Una vez que hubo terminado, temí, por supuesto, que su siguiente paso fuera, esta vez sí, penetrarme: yo temblaba de la cabeza a los pies y mis ojos eran puro horror; sentía que ya no podía escapar a mi suerte y, en todo caso, la incógnita estaba en si me iba a coger anal o vaginalmente. Lo que hizo, sin embargo, fue rodearme, desde atrás, con sus brazos y, al hacerlo, obviamente me apoyó, con lo cual su miembro, erecto y duro como una piedra, se hundió contra mi carne casi como si buscara horadarla y cavarme un segundo orificio. Sus manos. Entretanto, buscaron y encontraron los pezones que mi corsé no cubría. Con la misma torpeza que venía mostrando hasta el momento, jugueteó con ellos del mismo modo en que lo hubiera hecho un chiquillo mientras sus manos estrujaban mis pechos como si fueran dos melones.
Me besó en la mejilla, lo cual me produjo un respingo y quise, por todo y por todo, secarme tras el contacto, lo cual sólo pude hacer parcialmente levantando mi hombro. Mis manos, por supuesto, seguían inmovilizadas y, debido al abrazo con que él me rodeaba, ni siquiera tenía yo posibilidad alguna de rechazarlo con mis codos. Me siguió besando o, más que besarme, parecía querer arrancarme la piel de mis mejillas. Cuando, al parecer, se cansó de hacerlo, se abocó, con su lengua, a la tarea de ensalivarme el rostro por completo; el fuerte carácter animal del acto era más o menos el de un perro mostrando cariño a su amo. Y así quedé manoseada, embadurnada y ensalivada mientras las demás no paraban de reír ni festejar un solo instante.
Milo me cruzó una mano por debajo del vientre y, apoyando la otra sobre mi espalda, me empujó bruscamente hacia delante de tal modo de hacerme inclinar. Una vez me tuvo como él quería, hundió, desde atrás, una mano por entre el hueco entre mis piernas y la posó en mi sexo; lo hizo de modo tan brusco y sorpresivo que, a mi pesar, me excitó, lo cual quedó evidenciado en el respingo que di y del cual todas se percataron.
“¡Epa, Milo, ya la tenés rendida! Jajaja”
“Evelyn, me parece que juzgaste mal a nadita con eso de que sólo se deja tocar por tipos de plata. ¡Está claro que le gusta cualquier mano que le pongan!”
“¡O cualquier verga! Jajajaa”
“Bueno, Milo… ¿La vas a coger de una vez o no?”
Crueles e hirientes, los comentarios se iban sucediendo uno tras otro y por momentos se superponían mientras yo, por mi parte, seguía aprisionada por el abrazo de Milo. Me estremeció y me produjo un indecible terror el que una de las chicas, tal como acababa de oírle decir, lo estuviera animando a tener sexo conmigo y el espanto en mí se incrementó cuando, instantes después, sentí claramente su falo pasar por entre mis piernas en busca de mi raja. Era tanto mi estupor que no lograba decir absolutamente nada; las palabras, sin llegar a articularse, quedaban ahogadas en mi garganta. ¿Era posible que el mismo tipo que me había salvado de una violación sólo unos días antes estuviera ahora a punto de cogerme con totales desparpajo e impunidad? Pero, claro, como Evelyn bien lo había dicho, Milo no tenía los once jugadores: no tenía su cabeza en orden y, como tal, era bastante posible que considerara que yo tenía una deuda con él y debía pagarla, sin plantearse siquiera por un instante que la forma de cobrarse esa deuda se parecía mucho al hecho que la había generado. No se le podía pedir lógica a alguien como él; no, al menos, la lógica que la gente común usaría.
El impacto de un golpe llegó claramente a mis oídos y logró sobresaltarme. Sonó como una bofetada: palma contra rostro. Al girar mi cabeza me encontré con Evelyn, quien acababa seguramente de golpear al sereno y ahora le clavaba una mirada recriminatoria. Le propinó una nueva bofetada, que llegó sólo parcialmente a destino pues Milo se protegió como pudo con sus manos; eso era todo lo que atinaba a hacer: no iba a atreverse a agredir a Evelyn; sólo se defendía del modo en que lo haría un chiquillo. Ella, manteniendo siempre severo su semblante, agitó un dedo índice y trazó con él varias fintas en el aire:
“No, Milo, eso no – le dijo, en un tono de reprimenda que remitía a una madre o quizás a una maestra de colegio -. Te dije que nadita se mira y se toca, no que se coge”
Algunas airadas voces de protesta se levantaron de entre el grupo e inclusive hasta se atrevieron, por primera vez, a cuestionar a Evelyn, a quien tildaban de aguafiestas o acusaban de arruinar las cosas cuando estaban en lo mejor. Fueron unas pocas, sin embargo: la mayoría se mantuvo en silencio. Evelyn, de todos modos, parecía no escuchar: sus ojos seguían, como un par de dagas, posados en Milo y lo intimidaban ostensiblemente, al punto que el sereno, avergonzado y temeroso, retiró su miembro de entre mis piernas e incluso aflojó su abrazo hasta, finalmente, soltarme. No dijo palabra alguna y era lógico: no se atrevería nunca a discutir ninguna orden de Evelyn; se lo notaba, de todas formas, algo decepcionado. Y era lógico…
Evelyn, quien en ningún momento resignaba liderazgo ni control de la situación, hizo traer el champagne y en unos instantes había unas seis botellas en la mesa. Siguió, por supuesto, el brindis de rigor en el cual yo era, desde luego, la principal homenajeada, aun cuando para esa altura pareciera una paradoja o bien el homenaje que me venían brindando era muy particular. Sólo a los efectos de que pudiera alzar mi copa, me soltaron las esposas, aunque bien me aclararon que momentáneo. Luego vaciaron el contenido de las botellas en jarras y echaron algunas píldoras adentro; una de las chicas revolvió con un gran cucharón y, así, prepararon un cóctel que se veía verdaderamente explosivo. Cuando comenzaron a servirlo, intenté, desde luego, rehusarme, pero fue lo mismo que nada; antes de que pudiese interponer la mínima objeción, ya dos de las chicas, Rocío entre ellas, se dedicaban a escanciar el contenido de un largo vaso en mi garganta y, para mi estupor, volvían a llenarlo una vez terminado.
“No… – balbuceé -, no, por favor, no quiero más… Ya es suficiente”
“Nunca es suficiente para una zorrita – repuso Evelyn, tomando ella misma el vaso y llenándolo para, luego, levantarlo nuevamente hacia mis labios -: las putas nunca se cansan de recibir, jaja… Y nadita no es la excepción”
Las carcajadas volvieron a coronar sus palabras de Evelyn y yo, sin más remedio, volví a beber. Cuando el contenido estuvo liquidado y bajé nuevamente la cabeza, me sentí fatal. Fue demasiado para mí: todo me daba vueltas, la planta, la mesa, las chicas… cuyas risas sonaban ahora terriblemente diabólicas o, al menos, así era cómo sonaban para mí. Intenté dar un paso atrás y si no caí fue porque me tenían asida entre Evelyn y alguna más que no podía determinar, pues yo ya no sabía bien ni en dónde estaba. Me llevé la mano a la sien y me la estrujé suavemente con las yemas de los dedos mientras el mareo no paraba de hacer estragos en mí. Un acceso de culpa, en ese momento, me invadió de la cabeza a los pies. Quería huir de allí; me sentía sucia, desleal, me desconocía a mí misma; se cruzó por mi cabeza la imagen de Daniel y sólo pensé en que quería estar con él.
“Quiero… irme” – musité, con un hilillo de voz; no sé si todas me escucharon; Evelyn lo hizo.
“¿Irte? – aulló -. ¡Chicas, nadita se quiere ir! ¿A ustedes les parece?”
Un largo y sostenido “no”, entremezclado con abucheos y carcajadas, le respondió al unísono.
“¡Esto recién empieza! – me dijo Evelyn, casi gritándome en la oreja mientras me zamarreaba por los hombros -. ¡La noche todavía es virgen, nadita! ¡Mucho más que vos, te lo aseguro! Jaja…”
Acompañó sus sarcásticas palabras apoyando una mano sobre mi sexo, lo cual, a mi pesar, volvió a excitarme: yo ya no controlaba nada de mí, ni mis deseos, ni mis impulsos ni, obviamente, mis fluidos internos. La lucha entre las Soledades recrudecía en mi interior y la presencia del alcohol y las drogas parecían arrastrar cada vez más a la Soledad original hacia un abismo del cual no se avizoraba salida; como un inmenso pozo en el cual yo caía y caía, sin siquiera ser capaz de arrojar manotazos para aferrarme a algún saliente… El resto de las muchachas, por supuesto, festejaron, una vez más ruidosamente, el humillante comentario de Evelyn.
“Evelyn, p… por favor…” – comencé a decir; sentía que me ahogaba: cada vez me costaba más hablar.
“¡Señorita Evelyn!” – me corrigió y, al hacerlo, tironeó de algunos de los pocos pelitos que cubrían mi pubis; lancé un grito de dolor.
“S… señorita Ev… Evelyn, p… por favor, se lo p… pido; q… quiero ir c… con Daniel, q… que me debe estar espe… rando en el auto. P… por favor, s… se lo pido en… encarecidamente…”
“¡Quiere ir al auto con el novio, chicas! – voceó Evelyn, quien actuaba como si fuera mi traductora ya que ella podía oír mis palabras y las demás, en su mayoría, no -. ¡Ahora se acuerda del novio! ¿Vieron?”
“Jaja, típico de las putitas” – sentenció alguien.
“¿Te acordabas del pobre cornudo de tu novio cuando le chupabas la pija a Hugo?” – espetó otra.
“¿O a Luis?” – agregó una tercera.
“No te hagas problema que, con los cuernos que ya para esta altura tiene tu novio, se debe haber quedado encajado adentro del auto, jaja” – intervino una cuarta.
“¿Sabían lo de ese cliente, Inchausti? – soltó, totalmente festiva, Evelyn, gritando junto a mi oído -. ¿Sabían que nadita le entregó la boquita, la conchita y también el culo? ¡Y todo por una venta! ¡Flor de putita! ¿No?”
“¡Qué asco! – exclamó alguien, con tono de repulsión -. ¡Ese tipo, por lo que me acuerdo, era un feto! Jaja, ¿te dejaste coger por esa larva? ¡Te hacía puta, pero no tanto! Jajaja”
Me sentía caer. Mis piernas ya no podían sostenerme. Si no terminaba de irme al piso era porque me estaban sosteniendo.
“Quiero… ir con Daniel” – insistí, con la voz ya muy débil y aún sabiendo de mis pocas probabilidades de éxito.
“Daniel hace rato que se fue” – me retrucó alguien.
“Sí – intervino otra -; yo fui a fijarme hace un rato si estaba allí, pero no”
“Quizás se fue con Flori” – agregó, con crueldad una tercera.
“¡Es cierto! – convino alguien más -. Desde que ella se fue, tampoco lo vi a él ya en la puerta”
“¿Flori va a coger? Me están cargando, jaja”
“¡No! ¡Él se la va a coger!”
“Pobre tipo…; se nota que debe estar necesitado”
“Es que… la zorrita que tiene por novia hace rato que se sienta en cualquier pija menos en la de él, jajaa”
Yo quería ordenar mi cabeza pero no podía. Los comentarios eran dagas que se me hundían en las entrañas. ¿Era necesaria tanta crueldad? ¿No había sido, ya hacía rato, sobrepasado el límite esperable y lógico de la humillación a una compañera de trabajo próxima a contraer nupcias? ¿Realmente me odiaban tanto? Y de ser así, ¿por qué? ¿O simplemente no tenían motivo alguno, salvo Evelyn, Rocío y alguna más? Y en ese caso, ¿podía la perra de cabellos rojos tener tanta influencia y poder sobre el resto como para convertirlas en una jauría sedienta de sangre y hacerlas disfrutar a tal punto con mi degradación y, casi diría, deshumanización?
La cabeza se me venció y cayó hacia adelante, laxa y sin fuerzas. Una mano me tomó por los cabellos y me la izó nuevamente, presumiblemente de Evelyn. El dolor en mi cuero cabelludo fue agudo y penetrante, pero no grité; ya ni para eso tenía energías. Luego de haber cerrado los ojos por un momento, los abrí nuevamente y, al mirar en derredor, tuve la sensación de encontrarme a punto de ser sacrificada en medio de un ritual llevado a cabo por un aquelarre demoníaco. Ya algunas de las muchachas estaban echando mano a los jovencitos contratados para la ocasión y hasta había quienes les besaban el bulto por encima del slip atigrado. Tal vez era una vana esperanza, pero si su desaforada libido les llevaba ahora a arrojarse sobre los strippers, quizás se olvidarían un poco de mí y podría yo tener algo de paz siquiera por un rato. No sé si sería la borrachera, las drogas o qué, pero en ese momento vi increíblemente hermosos los cuerpos de los jovencitos al punto de encontrarlos insoportablemente deseables. La lengua se me deslizó por sobre el labio inferior y hasta tuve la sensación de que no era yo quien la gobernaba sino alguien más…
Como si una extraña fuerza me moviese, sentí que flotaba en dirección hacia esos dos preciosos cuerpos aceitados y relucientes. Pensé, claro, que era mi imaginación, o bien un irrefrenable deseo que me hacía perder contacto con la realidad, pero realmente sentí que flotaba, que mis pies no tocaban el piso. Al cabo de unos segundos, me di cuenta de que eso era, en verdad, lo que estaba ocurriendo, pues yo estaba siendo llevada por dos muchachas que me sostenían por las axilas, con lo cual mis pies iban, efectivamente, en el aire. Mirando a los strippers en la medida en que me acercaba a ellos, me perdí con la vista en esos valles de músculos marcados en los cuales sólo deseaba hundirme, zambullirme, ahogarme… Uno de ellos avanzó un par de pasos hacia mí; en cuanto me tuvo a tiro, las chicas que me llevaban por las axilas me soltaron y volví a sentir que me desmoronaba como un peso muerto; el hermoso joven, sin embargo, capturó mi talle y me mantuvo en pie antes de que cayera. Me apresó contra su cuerpo, atenazándome tan fuerte con sus poderosos brazos que creí que nuestras carnes hervían con el contacto, humeaban, se derretían y, por último, se fusionaban. Él no me estaba cogiendo, al menos no todavía, y sin embargo yo tenía la sensación de estar siendo penetrada a través de mis pechos, de mi vientre, de mis glúteos, de cada poro de mi cuerpo.
No pude evitar que un hilillo de baba me corriera por la comisura de los labios y, acto seguido, enterré mi boca en su cuello como si fuera una vampiresa; no sé si le llegué a hundirle los dientes, pues él no se quejó, pero de lo que estoy convencida es de que le hubiera succionado la sangre de haber podido… y lo hubiera hecho hasta sorberle cada gota para luego seguir con todos los demás líquidos que ese magnífico cuerpo pudiera contener. Sí estoy en condiciones de asegurar que succioné su sudor, su gusto aceitoso, su lustrosa piel… Y me sentí fuera de mí, como si de repente olvidara por un momento las denigraciones a que venía siendo sometida por mis compañeras de trabajo o bien no me importaran.
El joven me depositó de espaldas contra el piso; yo sentía, por momentos, que me desvanecía, a la vez que era succionada por un insondable abismo cuyo fondo no veía. Él se ubicó de rodillas frente a mí y me clavó una mirada que sólo podía ser preámbulo de una infernal cogida. ¡Dios! Era hermoso: parecía querer devorarme pero, lejos de lucir desesperado o extremadamente ansioso, se comportaba más bien con la naturalidad propia de quien estaba simplemente haciendo su trabajo. Eso, de manera extraña, me excitó aun mucho más: era como si yo me estuviera acostumbrando a la “cosificación” y no sólo la aceptaba sino que, en algún punto, mi ya enferma psiquis la disfrutaba.
De pronto la vista se me oscureció; pensé, al principio, que era efecto de las drogas, pero no: algo se había interpuesto ante mis ojos de tal modo de eclipsar por un momento la imagen del precioso muchacho. Cuando mis ojos se fueron habituando a esa nueva oscuridad, descubrí que la misma no era tal sino que estaba surcada por líneas irregulares muy semejantes a las rayas de un tigre. Tardé un rato en darme cuenta qué era lo que estaba ocurriendo, pero finalmente lo hice. El otro stripper se hallaba sobre mí: se había arrodillado del mismo modo que el anterior, pero enfrentado a él; ubicó una rodilla en el piso a cada lado de mi cabeza y ello hizo que su slip (y, por ende, su bulto) quedara a apenas unos centímetros por encima de mi rostro. La visión era de lo más perturbadora e irresistible; yo sólo quería alcanzarlo y lamerlo, aunque más no fuera por encima del slip: de hecho, y ya sin control alguno de mí misma, arrojé un par de lengüetazos por entre mis labios pero, a pesar de mis denodados intentos, no logré llegar a él; quizás las drogas estaban alterando mi percepción y yo lo veía más cerca de lo que en realidad estaba. No quedaba, pues, más alternativa que levantar mi cabeza del piso para poder llegar; doblé un poco la espalda y, apoyándome en los codos, alcé la nuca, pero fue en vano: era precisamente en esos momentos en que intentaba moverme y recuperar algo de iniciativa, cuando me daba cuenta de lo mal que estaba: volví a caer pesadamente sobre mis espaldas sin éxito alguno.
El joven, por fortuna para mí, pareció anoticiarse de mi fallido intento y se mostró, por tanto, dispuesto a facilitarme las cosas; noté que el slip atigrado bajaba acercándose a mi rostro y no fue sólo una sensación: era realmente eso lo que estaba haciendo y en cuestión de segundos yo tendría su bulto enterrándose contra mi nariz y boca.
Ahora sí, tenía su miembro a tiro, aun cuando la tela del slip se interpusiera entre mi objeto de deseo y yo. No pudiendo ya aguantarme, volví a sacar la lengua y le di una larga lengüetada que repetí varias veces; y no fue sólo lamerlo: sentía también necesidad de devorarlo, comerlo, tragarlo… ¡Dios! ¿Qué me pasaba? Cada vez que algún fugaz destello de conciencia acudía a mí, era reprimido rápidamente por mi incontrolable deseo… Abrí mi boca cuán grande era y, dado que él estaba prácticamente sentado sobre mi rostro, no hizo falta demasiado esfuerzo para que el bellamente irregular monte de sus testículos entrara con slip y todo dentro de ella.
En eso sentí que alguien me atrapaba por el talle y me levantaba por las caderas; en la posición en que me hallaba, yo no veía absolutamente nada pero no era difícil inferir que se trataba del otro stripper. Y, de hecho, hasta se avizoraba como fácil el suponer qué sobrevendría a continuación: en efecto, instantes después, pude sentir juguetear sobre mi monte al miembro más enorme que jamás lo hubiera visitado o recorrido (o quizás así fue cómo yo lo percibí por efecto de las drogas); mi cuerpo, ya hacía rato sin control, se retorció sobre sí mismo como una serpiente a la que se ha capturado por ambos extremos. Pronto su falo entró en mí y, aun cuando lo introdujo con delicadeza profesional, supe que, más allá de cualquier alteración en mi percepción, el tamaño era realmente considerable puesto que, más que penetrada, me sentí invadida, ocupada, sojuzgada, poseída en el más real sentido del término… Me dolió, sí, y era lógico considerando el tamaño; estuve a punto de gritar pero no pude hacerlo por dos razones: en primer lugar, porque yo estaba totalmente sin fuerzas y, por mucho que lo intentara, no conseguía hacer brotar sonido alguno de mi garganta; en segundo lugar, porque en el mismo momento en que el joven comenzó a penetrarme, el otro stripper se dejó caer aún más sobre mi rostro aplastándolo por completo y casi sofocándome. Ésa fue exactamente la sensación: me sentí sin aire, como ahogándome y, extrañamente, era placentero…
Pataleé y arrojé manotazos hacia los costados o, al menos, creo que eso fue lo hice pero no puedo asegurarlo puesto que, para esa altura, yo ya no tenía noción alguna acerca de hasta qué punto mi cuerpo obedecía realmente a las órdenes de mi cerebro. Algo, de todos modos, debo haber llegado a hacer, ya que sentí que alguien atrapaba mis muñecas y las aplastaba contra el piso a los efectos de inmovilizarlas: pudo haber sido el mismo stripper que hundía su bulto en mi rostro o bien alguna de las chicas. ¡Dios! Recién en ese momento recordé que ellas existían… y que estaban allí. Era como si yo hubiera perdido todo contacto con la realidad: aplastado mi rostro bajo aquel bulto portentoso, ni siquiera llegaba a oír nada; las risas parecían haber cesado a mi alrededor, pero lo más posible era que siguieran allí y fueran mis oídos los que no las registraban. Y no se trataba tan sólo de tener el rostro aplastado; seguramente también las drogas estaban haciendo de las suyas, pues me di cuenta de que no escuchaba absolutamente nada salvo los latidos de mi corazón, como si me hallara en el más profundo silencio, en una extraña sordera que era hija del deseo animal…
El que me cogía se fue moviendo cada vez más rítmicamente y me entregué a ese movimiento. Las pocas fuerzas que me quedaban claudicaron y, de hecho, noté que, quien fuera que mantuviera inmovilizadas mis muñecas, aflojó la presión y me soltó a sabiendas de que, seguramente, ya no tenía sentido retenerme. Qué locura: estaba siendo cogida delante de todas mis compañeras de trabajo; no podía creerlo y, sin embargo, no conseguía hacer nada para evitarlo y tampoco quería. O, al menos, era una inmensa parte de mí la que no quería y lograba, con creces, imponerse sobre el resto. Por primera vez agradecí que Flori ya no se hallase allí…
CONTINUARÁ
Supuso que se dirigía a su escuela aunque era un tanto temprano pues sus clases iniciaban a las nueve de la mañana y eran apenas las siete. No hizo más caso pues adivinó de que se trataba: Claudio, su sobrino.
Brianda era una adolescente preciosa de dieciséis años, era virgen puesto que la edad tradicional para iniciar sexualmente solía estar por encima de los diecisiete, o al menos era la edad para que cada padre rompiera el himen de su hija. No se parecía a sus padres pero sus rasgos tenían sentido, su madre tenía el origen hindú de uno de los pioneros de aquella población mientras que su padre, el alcalde, venia de un bien conocido linaje proveniente del conde fundador. Como fuera, Brianda tenía unos hermosos y enormes ojos grises, piel clara y cabello castaño ondulado que juntos adornaban el cuerpo de musa que en ella se iba formando. Brianda era tan bella que más de uno de los pobladores sospecharon que ella era otra anormalidad genética en aquel pueblo tan peculiar.
La muchacha se dirigió, como lo había supuesto su padre, a la casa de su tía Florencia, hermana del alcalde, y esperó sentada en una silla del jardín a que Claudio saliera. Se trataba de un muchacho de diecisiete años, alto y morocho que sonrió apenas miró a la hermosa de su prima. La saludo y se alejaron en camino hacia la escuela, platicaron y no paraban de mirarse, como una par de enamorados. Como evidentemente era aun temprano para que las clases iniciaran, la pareja se detuvo de manera rutinaria en el parque central del pueblo donde siempre elegían la más alejada de las bancas donde no pasaban un par de minutos cuando ya se besaban apasionadamente. Llevaban tiempo por lo que a esa altura besaban como profesionales; Claudio aprovechaba para deslizar su mano en las curvas perfectas de su prima. Sus tetas, su cintura, su culo y piernas, todo era divino en Brianda. El muchacho apretujaba con suavidad las nalgas de Brianda, tratando de apaciguar una tentación que solo crecía más y más y que lo había llevado a una desesperación que no podía disminuir ni con ayuda de sus hermanas ni el resto de sus primas.
En casa del alcalde el resto de la familia comenzaba a despertar; en realidad se trataba de dos familias, la del alcalde con Patricia, madre de cinco de sus hijos entre los que se incluía Brianda y la familia del alcalde con Carolina, con quien había procreado hasta el momento a tres hijos pequeños. Patricia era una mujer con todos los rasgos de las mujeres hindúes pero, sin duda, con una belleza exuberante; tenía apenas treinta y nueve años y parecía que cinco hijos lo único que le habían traído era un par de tetas enormes que su esposo apreciaba y un cuerpo conservado a base de rutinas de ejercicio. Su par de nalgas redondas y sus piernas bien torneadas, además de una cintura bonita parecían resumir en que Patricia era simplemente una mujer hecha para el sexo. Carolina, por su parte, era una joven de apenas veintisiete años y de rasgos asiáticos, sus ojos negros y rasgados en aquel cuerpo delicado y blanco encantaron al alcalde desde la primera vista. Cada una vivía en cuartos separados bajo una acostumbrada rutina del alcalde de dormir de manera alternada con ellas; aunque no eran raras las mañanas en que los tres despertaban en la misma cama después de una sesión de sexo en trió. Ambas se llevaban muy bien, como en la mayoría del resto de los hogares, y aquella mañana desayunaron con su marido, platicando y cocinando para los niños que no tardaban mucho en despertarse. Patricia no trabajaba y era básicamente la ama de casa del hogar mientras que Carolina era una hábil arquitecta que usualmente se encontraba en su estudio realizando proyectos pero buscaba atentamente ayudar en las labores del hogar.
Sin mayor opción aparente, el alcalde Gonzalo soñó con las tres mulatas que se había follado la noche anterior por lo que despertó un tanto caliente y apenas terminó de desayunar se llevó del brazo a Patricia para aprovechar el tiempo antes de tener que ir al trabajo. Patricia se dejó llevar encantada y Carolina sonrió mientras terminaba de preparar el desayuno.
Para entonces el resto de los hijos iban bajando adormecidos y el alcalde entró apurado y no había cerrado la puerta cuando Patricia ya se despojaba de su bata de dormir y liberaba sus preciosas tetas para su marido. Gonzalo se sacó inmediatamente su pijama, liberando de inmediato su bien erecto pene. Tomó asiento en la orilla de la cama y Patricia inmediatamente se arrodilló y, sin más, comenzó a besar suavemente la cabeza del pene de su marido que se sintió relajado en cada movimiento efectuado por los experimentados labios de su esposa. Del coño de Patricia comenzaban a surgir la humedad de su excitación que su esposo se encargaba de aumentar aún más mientras magreaba el ano y la vulva de su esposa.
La mujer no soportó más y sacó aquella verga de su boca, recostó a su marido y se lanzó sobre él para caer, con una habilidad forjada por la experiencia, justo sobre la erecta verga que se introdujo con atine dentro de aquella vagina sedienta. Patricia comenzó a brincotear sobre aquel falo con ayuda de los músculos de sus esculturales nalgas. Era en aquella posición en la que el alcalde Gonzalo daba cuenta de la preciosidad de Patricia; era una mujer hecha y derecha cuyo origen exótico solo acentuaba sus atributos físicos que iniciaban con unas voluminosas y bien conservadas tetas continuando con una cintura preciosa que formaba una curva preciosa solo para dar lugar a otra curva formada por el indiscutiblemente excitante culo que no se podía comparar ni con las más aclamadas estrellas de cine. Patricia era hermosa, y lo sabía perfectamente por lo que se daba el gusto de clavarse una y otra vez aquella verga, con la seguridad de que su simple silueta desnuda la mantendría en total e inevitable erección.
Patricia se restregaba contra aquel afortunado pene mientras ofrecía sus tetas que el alcalde saboreaba con gusto como si fuesen un manjar; los pezones endurecidos y el ligero sudor en aquellas tetas daban cuenta del nivel de disfrute de Patricia en aquellos momentos. Gonzalo sintió llegar el primer orgasmo de Patricia, que la obligó a disminuir el ritmo pero que el alcalde respondió lanzándole unas repentinas embestidas que sabía que a Patricia le encantaban pues aumentaban aun más las delicias del orgasmo. Las manos del alcalde Gonzalo se posaban firmemente en las nalgas de Patricia, guiando aquel precioso culo en cada embestida hacia su coño. El alcalde se envició en aquella posición y no paró de machacar la concha de su mujer que se lo agradecía en cada grito, suspiro, gemido y beso.
Patricia volvió a chorrear sus jugos vaginales en un incontenible orgasmo más, agobiada por el placer decidió premiar a su marido; sacó su coño de aquella verga y lo sustituyo por su par de tetas que, atrapando aquel afortunado pene, comenzaron a masajearlo con un movimiento tan eficiente que volvían loco de placer al alcalde Gonzalo. Las tetas subían y bajaban hasta que, sin pleno aviso, un chorro de semen que cayeron sobre su cara y sus tetas. Era una escena bellísima que aumentaba el erotismo aun más; Patricia comenzó a lamer todo rastro de semen de sus voluminosas tetas mientras Gonzalo acercaba a Patricia hasta acercar su apetitoso coño a su cara. Comenzó a pasear su lengua por la vulva de su mujer mientras esta no podía ponerse de acuerdo si lamer sus pechos o gemir ante el placer.
De pronto, las sabanas se movieron y una repentina frescura se alojó en el esfínter de Patricia; se trataba de Carolina que sorpresivamente había entrado al cuarto y, totalmente desnuda, se concentraba en el profundo y largo beso negro que dejaba caer sobre el culito de Patricia.
La verga del alcalde ya estaba de nuevo erecta y esto lo aprovechó Carolina para dejarse caer sobre aquel pedazo de carne; el alcalde sintió de pronto como el coño de su otra esposa se alojaba sobre su pene y, sin dejar de masajear con su lengua la vulva de Patricia, comenzó a sentir los brinquitos de Carolina que gemía sin tapujos. El alcalde decidió poner orden a aquella situación y, haciendo a un lado a Patricia, abrazó a Carolina; la chinita, jugando, intentó huir pero Gonzalo la sostuvo con fuerza, la acostó de espaldas sobre la cama y de un solo intento la penetró. Carolina suspiró hondamente y se dejo llevar entre gemidos por las inmisericordiosas embestidas de Gonzalo que la hacían morderse los dedos de su mano para poder soportar aquella tormenta de placer. Llegó el apresurado pero profundo orgasmo de Carolina y con esto un va y viene más normalizado por parte de Gonzalo que compartía sonrisas con sus dos esposas. Carolina disfrutaba aquellas embestidas y de pronto recibió sobre su boca el coño de Patricia al que inmediatamente lengüeteó y saboreó mientras , de vez en cuando, masajeaba con sus labios el extasiado clítoris de la mujer con la que compartía al hombre que en aquel momento la follaba.
En el parque, Claudio seguía manoseando el preciado cuerpo de su prima Brianda que se daba cuenta de la verga erecta de su primo entre sus pantorrillas. Sin pena alguna la muchacha bajó su mano y apretujó el pedazo de carne de su primo que se sintió invadido por un dejo de vergüenza que la chica inmediatamente extinguió con un apasionado beso. Soltó la verga de su primo, miró su celular y, decidida, se puso de pie y jaló la mano de su primo para que la siguiera.
– Ven – dijo Brianda con dulzura – Te la voy a chupar.
Claudio la siguió sin poner la mínima resistencia. Se acercaron a la escuela y entraron, debía estar vacía aun, por la hora, pero sorprendentemente se encontró con sus hermanos y con el mayor de los hijos de Carolina, que los había enviado media hora más temprano de lo normal para poderse unir en aquel precioso trió que disfrutaba en aquel momento.
Los planes de Brianda, sin embargo, no se frustraron, y subió al último de los pisos donde se encontraba el salón de cómputo. Tenía una copia de la llave y entró sin ningún problema seguido de su excitado primo. Cerraron la puerta.
Se acercaron a una esquina y rápidamente Brianda se arrodilló para quedar frente a frente ante el bulto que la erecta verga de Claudio formaba. Desabrochó el cinturón, bajó el cierre y jaló el pantalón de Claudio con todo y calzoncillo, quedando ante ella el ansioso pene de su primo. Brianda comenzó lamiéndolo, de la punta a los testículos en donde de pronto se quedaba un rato, chupando los huevos de su primo que se sentía en las nubes. La muchacha devoró suave y delicadamente aquella verga, tragándose casi por completo los dieciocho centímetros de verga que Claudio poseía.
Era esa la única forma, por el momento, en que Brianda podía apaciguar la desesperación del deseo de follar que ambos compartían. Pero debían ser pacientes; hasta que Brianda no cumpliera los diecisiete años y hasta que su padre no decidiera romper su virginidad, lo cual esperaba que fuera lo más pronto posible, no podía ni quería hacerlo, por respeto a la tradición de aquel pueblo que tanto amaba. Claudio se conformaba por lo pronto con aquello mientras empujaba la cabeza de su prima suavemente hacia su verga; la boca de la muchacha era suave, fresca y dulce y su lengua masajeaba lentamente cada centímetro cuadrado de aquella verga. El muchacho disfrutaba cada segundo mientras Brianda iba experimentando y perfeccionando el arte del sexo oral.
En su casa, mientras tanto, sus padres y Carolina disfrutaban de un trió maravilloso. Patricia se encontraba sobre Carolina en un magnifico sesenta y nueve que ambas disfrutaban, mientras la verga del alcalde salía y entraba con encanto del dilatado esfínter de Patricia. La espalda de Patricia se doblaba constantemente cada que recibía una fuerte embestida de su esposo y transmitía ese placer a Carolina a través de sus labios que masajeaban la vulva de la chinita. La verga del alcalde disfrutaba el delicioso culo de Patricia y, tras varios minutos, dejo ir un buen chorro de leche sobre el recto de aquella preciosa mujer que se retorció de placer al sentir aquel líquido caliente en sus entrañas. Se mantuvieron un momento así, disfrutando apasionados las ultimas embestidas; el alcalde sacó su verga y unos segundos después, en un sesenta y nueve con los papeles invertidos, recibió el culo ansioso de su otra mujer. Carolina chupaba el clítoris de Patricia mientras ofrecía su culito, mucho más estrecho que el de Patricia, a un feliz marido que se deshizo ante la belleza de aquel orificio y comenzó a besarlo. La lengua del alcalde Gonzalo ayudó un poco en dilatar lo más posible el culito de Carolina y, cuando lo creyó conveniente, comenzó a abrirse paso a través de aquel esfínter que aparentemente no podría recibir aquella verga y que, sin embargo, termino por engullirla toda hasta se alojó en su recto. Gonzalo inició un lento bombeo que para la chinita significaba en un ligero dolor que iba convirtiéndose en un desenfrenado placer. El alcalde aceleró mientras los gemidos de Carolina interrumpían sus besuqueos sobre el coño de Patricia que jugaba con sus dedos el semen que fluía de su propio culo recién follado.
En el salón de cómputo, Brianda continuaba mamando la verga de su primo mientras este acariciaba los cabellos ondulados de la muchacha que jugueteaba con su lengua alrededor del glande del muchacho. De vez en cuando bajaba su dulce boca a los testículos del muchacho y les lanzaba algunos lengüeteos; regresaba lamiendo cada centímetro de aquel pene hasta volverse a tragar lo más que podía de aquella verga.
En casa, el alcalde dio las últimas embestidas sobre Carolina y, clavando su verga hasta el recto de la chinita, eyaculó dejando caer sus cálidos fluidos que Carolina disfrutaba. Se mantuvieron un rato así hasta que el alcalde Gonzalo dio cuenta de la hora que era y se puso de pie inmediatamente, pues tenía que ir a trabajar.
Entró al baño y en unos cuantos minutos se dio una rápida ducha para después vestirse. Se despidió de sus esposas a lo lejos pues estas aun continuaban provocándose orgasmos en un sesenta y nueve que siempre disfrutaban.
– Por cierto – alcanzó a decir Patricia
– Dime – dijo su esposo
– Hoy es viernes, hoy llega Jimena – le recordó, refiriéndose a la mayor de sus hijas que estudiaba en una universidad de una ciudad cercana.
También su hija, Brianda, terminaba en aquel momento de saborear el caliente semen que su primo había descargado en su boca mientras el muchacho se guardaba su aun erecta verga ante el inminente riesgo de ser vistos. Salieron rápidamente, a tiempo para pasar desapercibidos.
Pasaron las horas y el alcalde ya iba de salida del horario matutino; no siempre se presentaba en la tarde pero aquel día tenía una reunión y regresaría después. En la escuela, Brianda terminaba sus clases y caminaba junto a su prima, Liliana. Liliana era un asunto a parte que requería un repaso de su biografía para comprender como un cuerpo tan fenomenal como el suyo podía tener un rostro no tan agraciado.
Liliana siempre había sido algo fea, tenía unos ojos grandes y saltones y una nariz larga y mal moldeada que le daban un aspecto de idiota que marco su niñez y su adolescencia. Sabiendo que su atractivo no podría nunca depender de la belleza, la pobre muchacha tuvo que superar su depresión convirtiéndola en una motivación que alimentaba con una frase que volvió suya: “no debo ser bonita para ser atractiva”. Liliana comenzó a hacer ejercicio con una disciplina y un orden casi científico e hizo del gimnasio su segundo hogar, el resultado: un cuerpo y una silueta tan sensuales que no parecían tener igual. La muchacha, a sus diecisiete años ya ni siquiera era tan fea como en su niñez, pero ahora su cuerpo era tan perfecto que era inevitable compararlo con su rostro imperfecto. De modo que la muchacha se volvió codiciada por todos los hombres y descubrió en el sexo el mejor de sus hobbies. Había algo en especial que le gustaba a Liliana, que para entonces ya tenía fama de ser una verdadera puta, y que se tomaba la molestia en organizar: orgias.
– Créeme Brianda – decía con ánimo Liliana – cuando dejes de ser virgen te invitaré a una orgia con los primos; estoy segura que te encantara.
– No se – dudaba Brianda – quizás no me gusten tanto como a ti.
Liliana no insistía más, pero sonreía ante la seguridad de que todos, absolutamente todos, podían volverse adictos al sexo colectivo. Llegaron a casa de Liliana, más cercana a la escuela, y Brianda continuó hacia la suya seguido del resto de sus hermanos. Al entrar a su casa Liliana se encontró con su padre que cocinaba chuletas de cerdo.
– ¿No tienes hambre, hija? – preguntó el hombre
– Si, pero primero me bañaré, ¿dónde están todos? – preguntó la muchacha
– En la casa de Paulina – respondió el hombre, refiriéndose a su otra esposa, tenía dos al igual que el alcalde y cada familia vivía en casas distintas dentro del mismo terreno; cosa normal en aquel pueblo.
La muchacha sonrió de pronto, con una mirada pervertida provocada por la repentina sensación excitante de saberse a solas con su padre. Bajó lentamente las escaleras mientras su padre apilaba las últimas chuletas de cerdo sobre un platón; el hombre sintió de pronto los brazos de su querida hija enrollados sobre su abdomen.
– ¿No podrías estar un rato conmigo? – dijo con una tierna voz la muchacha – En mi cuarto.
Le verga del hombre reaccionó inmediatamente ante aquella idea, volteó y abrazó a su querida hija. Bajó sus manos y acarició suavemente las voluminosas y perfectamente redondas nalgas de la muchacha y, lanzándole palmaditas en el culo, aceptó aquella invitación.
– Esta bien hija – nada más permíteme y les llevo estas chuletas al jardín, me andan esperando.
– Si papi – dijo sonriendo la muchacha cuya hermosa silueta subía apresuradamente las escaleras – te espero aquí arriba.
El hombre, que era hermano del alcalde y se llamaba Santiago, salió al jardín de su casa, donde todos lo esperaban hambrientos. En su cuarto, por mientras, Liliana ya comenzaba a mojarse de solo saber que su padre la penetraría en breve y no podía decidir si esperarlo sobre la cama completamente desnuda o si permitir que fuera su padre quien la desvistiera. Optó por la segunda opción y, al ver por la ventana a su padre acercarse.
En casa del alcalde Gonzalo la comida estaba puesta; de pronto, acordándose, preguntó por su hija Jimena que supuestamente ya habría llegado.
– Así es – respondió Patricia – ya llegó, pero apenas comió subió con mi hermano Rafael como una desesperada.
– Me imagino – comprendió el alcalde – es lo difícil de estar toda la semana fuera.
Efectivamente, Jimena follaba con su tío en su cuarto de forma desenfrenada. La desventaja de estudiar fuera era no poder practicar relaciones sexuales durante cinco días, de modo que Jimena aprovechaba al máximo los fines de semana para desestresarse. Era una muchacha muy linda, idéntica a su madre en los rasgos hindúes, los ojos negros y preciosos, y el cabello liso y largo adornando un cuerpecito esbelto pero con unas curvas que le daban una sensualidad irreprochable. Tenía diecinueve años y cabalgaba en aquel momento a su tío de veintidós que disfrutaba divertido la desesperada forma en que la muchacha follaba.
– Bueno, bueno – bromeó Rafael – Una cosa es que te urja coger pero pareces conejita.
– ¡Ay tío! – exclamó la muchacha, sin dejar de saltar sobre aquella verga – No se imagina lo que es no poder hacerlo más que tres días a la semana; compréndame.
El mojado coño de Jimena se deslizaba con facilidad en los veinte centímetros de verga en los que se clavaba con urgencia. Las redondas y preciosas nalgas de la chica parecían ayudarle en aquella dura tarea de saltar mientras sus tetas redondas bailoteaban por los aires. Gemía como una verdadera putita mientras el sudor abrillantaba el color cobrizo de su piel.
En casa de su prima Liliana también comenzaba una sesión de sexo; el padre de Liliana abrió la puerta del cuarto de su hija solo para encontrar a la muchacha sobre su cama, ofreciendo su culo a su padre en un pantalón de mezclilla tan justo que parecía a punto de romperse ante el enorme culo que poseía y que había cultivado con horas de ejercicio. El hombre se acercó hasta la cama y de inmediato sus manos buscaron desabrochar aquel pantalón; tras eso, poco a poco sus manos fueron descendiendo mientras el pantalón de mezclilla desaparecía para dar lugar a una tanguita verde que permitía vislumbrar lo maravilloso de aquel culo.
Sinopsis:
Mi vida se ve alterada cuando un buen día Patricia, la esposa de un amigo, acude a mí pidiendo mi ayuda y me cuenta que quiere divorciarse porque Miguel la ha pegado. Viendo las marcas de la paliza en su cara, me creí su versión pero al ir a recriminar a su marido su comportamiento, esté me confirmó que era cierto pero que si le había puesto la mano encima había sido por ser infiel.
No sabiendo a qué atenerme, la pongo bajo mi protección sin tener claro si esa rubia buscaba en mí a un protector o a un sustituto de su ex.
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PARA QUE PODÁIS HACEROS UNA IDEA OS INCLUYO LOS DOS PRIMEROS CAPÍTULOS:
CAPÍTULO 1.―
Sentado un viernes en mi oficina, enfrascado en mi trabajo, no me había dado cuenta que estaba sonando el teléfono. Al contestar la voz de la telefonista de mi empresa me informó:
― Don Manuel, una señora pregunta por usted, dice que es personal.
Molesto por la interrupción, le pedí que me la pasara. Esperaba que fuera importante y no la típica empleada de una empresa que utiliza esta estratagema con el objeto que le respondas. Era Patricia, la esposa de Miguel, mi mejor amigo. Nunca me había llamado por lo que al oírla pensé que algo grave ocurría.
― Pati, ¿en qué te puedo ayudar?― pregunté extrañado al escuchar su tono preocupado.
― Necesito hablar contigo― en su voz había una mezcla de miedo y vergüenza― ¿me puedes recibir?
― Por supuesto, te noto rara, ¿ocurre algo?― respondí tratando de sonsacarla algo, ya que su hermetismo era total.
Me fue imposible descubrir que es lo que le rondaba por la cabeza, debía de ser algo muy íntimo y necesitaba decírmelo en persona. Viendo el tema, quizás lo mejor era el encontrarnos en algún lugar donde se sintiera cómoda, lejos de las miradas de mis empleados, en un sitio que se pudiera explayar sin que nadie la molestara. Le pregunté si no prefería que le invitara a comer, y así tendría tiempo para explicarme tranquilamente su problema sin las interrupciones obligadas de mi trabajo. La idea le pareció bien, por lo que quedamos a comer ese mismo día en un restaurante cercano.
El resto de la mañana fue un desastre. No me pude concentrar en los temas, continuamente recordaba su llamada, la tensión de sus palabras. Conocía a Pati desde los tiempos del colegio y siendo una niña empezó a salir con Miguel. Todavía me es posible verla con el uniforme del Jesús Maestro, una camisa blanca con falda a cuadros que le quedaban estupendamente. En esa época, todos estábamos enamorados de ella, pero fue él quien después de un partido de futbol quien tuvo el valor de pedirla salir y desde entonces nunca habían terminado. Eran la pareja perfecta, él un alto ejecutivo de una firma italiana, ella la perfecta esposa que vive y se desvive por hacerle feliz.
Llegué al restaurante con cinco minutos de adelanto, y como había realizado la reserva no tuve que esperar la larga cola que diariamente se formaba en la entrada. Tras sentarme en la terraza para así poder fumar y previendo que tendría que esperar un rato, debido al intenso tráfico que esa mañana había en Madrid, pedí al camarero una cerveza. No tardó en llegar, como siempre venia espléndida, con un traje de chaqueta y falda de color beige, perfectamente conjuntada con una blusa marrón, bastante escotada y unas gafas de sol que le tapaban totalmente sus ojos.
Me saludó con un beso en la mejilla. Todo parecía normal, pero en cuanto se sentó se desmoronó, por lo que tuve que esperar que se calmara para enterarme que es lo que le ocurría.
Estaba un poco más tranquila cuando me empezó a contar que es lo que le ocurría.
― Manu, necesito tu ayuda― me dijo entrando directamente al trapo ― Miguel lleva unos meses bebiendo en exceso y cuando llega a casa, se pone violento y me pega.
No me lo podía creer hasta que quitándose las gafas, me mostró el enorme moratón que cubría sus ojos por entero. Nunca he aguantado el maltrato y menos cuando este involucra a dos personas tan cercanas. Si Miguel era mi mejor amigo, su mujer no le iba a la zaga. Eran muchos años compartiendo largas veladas y hasta vacaciones en común. Les conocía a la perfección y por eso era más duro para mí el aceptarlo.
― ¿Quieres que hable con él? ― le indiqué sin saber que realmente que decir. Esa situación me desbordaba.
― No, nada que haga me hará volver con él― me dijo echándose a llorar ― no sé dónde ir. Mis padres son unos ancianos y no puedo hacerles eso. ¡Está loco! Si voy con ellos es capaz de hacerles algo, en cambio a ti te respeta.
― ¿Me estas pidiendo venir a mi casa?― supe lo que me iba a responder, en cuanto se lo pregunté.
― Serán solo unos días hasta que se haga a la idea de que no voy a regresar a su lado.
En sus palabras no solo me estaba pidiendo cobijo, sino protección. Su marido siempre había sido un animal, con más de un metro noventa y cien kilos de peso cuando se ponía agresivo era imposible de parar.
No pude negarme, tenía todo el sentido. Miguel no se atrevería a hacerme nada, en cambio sí se enfadaba con su suegro con solo soltarle una bofetada lo mandaba al hospital, pensé confiando en que la amistad que nos unía fuera suficiente, ya que no me apetecía el tener un enfrentamiento con él. Por eso y solo por eso, le di mis llaves, y pagando la cuenta le expliqué como desactivar la alarma de mi piso.
Salí frustrado del restaurante, con la imagen de mi amigo por los suelos, cabreado con la vida y con ganas de pegar al primer idiota que se cruzara en mi camino. Tenía que hacer algo, no podía quedarme con las manos cruzadas, por lo que cogiendo mi coche me dirigí directamente a ver a Miguel. Quería que fuera por mí como se enterara que lo sabía todo y que no iba a permitir que volviera a dar una paliza a su mujer.
Me recibió como siempre, con los brazos abiertos, charlando animadamente sin que nada me hiciera vislumbrar ni un atisbo de arrepentimiento. En cuanto cerró la puerta de su despacho, decidí ir al grano:
― He comido con Patricia, y me ha contado todo― le dije esperando una reacción por su parte.
Se quedó a cuadros, no se esperaba que su mujer contara a nadie que su marido la había echado de su casa al descubrir que tenía un amante, y menos a mí. Sorprendido, al oír otra versión de lo ocurrido, le dije que no me podía creer que ella le hubiera puesto los cuernos y que en cambio sí había visto las señales de la paliza en su cara. Sin inmutarse, abrió el cajón de su mesa y sacando un sobre me lo lanzó para que lo viera. Eran fotos de Patricia con un tipo en la cama. Por lo visto llevaba más de un año sospechando sus infidelidades y queriendo salir de dudas contrató a un detective, el cual en menos de una semana descubrió todo, con quien se acostaba y hasta el hotel donde lo hacían.
«¡Qué hija de puta!», la muy perra no solo se los había puesto sino que me había intentado manipular para que me cabreara con él.
Hecho una furia, le conté a mi amigo como su mujer me había mentido, como me había pedido ayuda por miedo a que le diera una paliza, no podía aceptar que me hubiera intentado usar. Miguel me escuchó sin decir nada, por su actitud supe que no se había enfadado conmigo por haber dado crédito a sus mentiras. Al contrario mientras yo hablaba el no dejaba de sonreír como diciendo “fíjate con quien he estado casado”. Al terminar, con tranquilidad me contestó:
― Esto te ocurre por ser buena persona― mientras me acompañaba a la puerta― pero ahora el problema es tuyo. Lo que hagas con Patricia me da igual, pero lo que tengo claro es que no quiero saber nada de ella nunca más.
Cuando me subí en el coche todavía no sabía qué carajo hacer, no estaba seguro de cómo actuar. Lo que me pedía el cuerpo era volver a la casa y de una patada en el trasero echarla, pero por otra parte se me estaba ocurriendo el aprovechar que ella no tenía ni idea que su marido me había contado todo por lo que podía diseñar un castigo a medida, no solo por mí sino también por Miguel.
Llegué a casa a la hora de costumbre, la mujer se había instalado en el cuarto de invitados, donde justamente yo había colocado en la mesilla una foto de su ex. Al verla me hirvió la sangre por su hipocresía, si necesitaba un empujón para mis planes, eso fue suficiente.
Se iba a enterar.
La encontré en la cocina. En plan niña buena estaba cocinando una cena espléndida, como intentando que pensase lo que había perdido mi amigo al maltratarla. Siguiéndole la corriente, tuve que soportar que haciéndose la víctima me contara lo infeliz que había sido en su matrimonio y como la situación llevaba degenerando los últimos tres años, yendo de mal en peor y que la paliza le había dado el valor de dejarle.
― Pobrecita― le dije cogiendo su mano― no sé cómo pudiste soportarlo tanto tiempo. He pensado que para evitar que Miguel te encuentre lo mejor que podemos hacer es irnos unos días a mi finca en Extremadura.
Su cara se iluminó al oírlo, ya que le daba el tiempo para lavarme el cerebro y que cuando me enterara de lo que realmente había ocurrido, ya estuviera convencido de su inocencia y no diera crédito a lo que me dijeran. Todo iba a según sus planes, lo que no se le pasó por la cabeza es que esos iban a ser los peores días de su vida. Esa noche llamó a sus padres, diciéndoles que no se preocuparan que se iba de viaje y que volvería en una semana.
Nada más despertarnos, cogimos carretera y manta. Patricia esa mañana se había vestido con unos pantalones cortos y un top. Parecía una colegiala. Los largos años de gimnasio le habían conservado un cuerpo escultural. Sus pechos parecían los de una adolescente, la gravedad no había hecho mella en ellos. Se mantenían erguidos, duros como una piedra y sus piernas seguían teniendo la elasticidad de antaño, perfectamente contorneadas. Era una mujer muy guapa y lo sabía.
Durante todo el camino no paró de ser coqueta, provocándome finamente, sin que nada me hiciera suponer lo puta que era pero a la vez buscando que me calentara. Sus movimientos eran para la galería, quería que me fijara en lo buena que estaba, que me encaprichara con ella. Nada más salir se descalzó poniendo sus pies en el parabrisas con el único objetivo que mis ojos se hartaran de ver la perfección de sus formas.
Poco después, se tiró la coca cola encima y pidiéndome un pañuelo se entretuvo secándose el pecho de forma que no me quedara más remedio que mirar sus senos, que me percatara como sus pezones se habían erizado al tomar contacto con el frio de su bebida.
Medio en broma le dije que parara, que me iba a poner bruto. A lo que ella me contestó que no fuera tonto, que yo solo podía mirarla como un hermano. Si lo que buscaba era ponerme a cien, lo había conseguido. Mi pene estaba gritando a los cuatros vientos que quería su libertad. Ella era conocedora de mi estado, ya que la descubrí mirándome de reojo varias veces mi paquete.
Llegamos a “El averno”, la finca familiar que heredé de mi familia. La mañana era la típica de septiembre en Cáceres, seca y caliente, por lo que le pregunté si le apetecía darse un remojón en la piscina. Aceptó encantada yéndose a poner un traje de baño mientras yo daba las órdenes oportunas al servicio.
Me quedé sin habla cuando volvió ataviada con un escasísimo bikini que difícilmente lograba esconder sus areolas pero que ni siquiera intentaba tapar las rotundas curvas de sus pechos. Si la parte de arriba tenía poca tela, qué decir del tanga rojo que al caminar se escondía temeroso entre sus dos nalgas y que por delante tímidamente ocultaba lo que me imaginaba como bien rasurado sexo.
Solo verla hizo que mi corazón empezara a bombear sangre hacia mi entrepierna, y que mi mente divagara acerca de que se sentiría teniendola encima. Patricia sabiéndose observada se tiró a la piscina. Durante unos minutos estuvo dando unos largos pero al salir sus pezones se marcaban como pequeños volcanes en la tela.
Viendo que me quedaba mirando, sonrió coquetamente mientras me daba un besito en la mejilla. Tuve que meterme en el agua, intentando calmarme. El agua estaba gélida por lo que contuvo momentáneamente el ardor que sentía pero no sirvió de nada porque al salir, esa zorra infiel me susurró que le echara crema por la espalda.
Estaba jugando conmigo, quería excitarme para que bebiera como un gatito de su mano. Sabiéndolo de antemano me dejé llevar a la trampa pero la presa que iba a caer en ella, no era yo. Comencé a extenderle la crema por los hombros. Su piel era suave y estaba todavía dorada por el verano. Al sentir que mis manos bajaban por su espalda, se desabrochó para que no manchara su parte de arriba, dejando solo el hilo de su tanga como frontera a mis maniobras.
Teniendo claro que no se iba a oponer, recorrí su cuerpo enteramente, concentrándome en sus piernas, deteniéndome siempre en el comienzo de sus nalgas. Notando que no le echaba ahí, me dijo que no me cortara que si no le ponía crema en su trasero, se le iba a quemar.
Esa fue la señal que esperaba. Sin ningún pudor masajeé su trasero sensualmente, quedándome a milímetros de su oscuro ojete pero recorriendo el principio de sus pliegues. Mis toqueteos le empezaron a afectar y abriendo sus piernas, me dio entrada a su sexo. Suavemente me apoderé de ella, primero con timoratos acercamientos a sus labios y viendo que estaba excitada, me puse a jugar con el botón de su clítoris mientras le quitaba la poca tela que seguía teniendo.
Su mojada cueva recibió a mi boca con las piernas abiertas. Con mis dientes empecé a mordisquear sus labios, metiéndole a la vez un dedo en su vagina. Debía de estar caliente desde que supo que nos íbamos de viaje por que no tardó en comportarse como posesa y cogiéndome la cabeza, me exigió que profundizara en mis caricias.
Siguiendo sus dictados, mi lengua como si se tratara de un micropene se introdujo hasta el fondo de su vagina, lamiendo y mordiéndola mientras ella explotaba en un sonoro orgasmo.
Me gritó su placer derramándose en mi boca.
Patricia estaba satisfecha pero yo no. Me urgía introducirme dentro de ella y cogiendo mi pene, coloqué el glande en su entrada mientras colocaba sus piernas en mis hombros. Despacio, sintiendo como cada uno de los pliegues de sus labios acogían toda mi extensión me metí hasta la cocina, no paré hasta que la llené por completo.
Ella al sentirlo, empezó a mover sus caderas en busca del placer mutuo, acelerando poco a poco sus movimientos. Era una perfecta máquina. Una puta de las buenas que en ese momento era mía y no la iba a desperdiciar, por lo que poniéndola a cuatro patas me agarré a sus pechos y violentamente recomencé mis embestidas.
La ex de Miguel seguía pidiéndome más acción, por lo que sintiéndome un vaquero, agarré su pelo y dándole azotes en el trasero, emprendí mi cabalgada. Nunca la habían tratado así pero muy a su pesar tuvo que reconocer que le encantaba y aullando de gozo, me pidió que siguiera montándola pero que no parara de pegarle, que era una zorra y que se lo merecía.
Su sumisión me excitó en gran manera y clavando cruelmente mis dientes en su cuello, sembré con mi simiente su útero. Eso desencadenó su propia euforia y mezclando su flujo con mi semen en breves oleadas de placer se corrió por segunda vez.
Agotado me tumbé a su lado en la toalla, satisfecha mi necesidad de sexo. Solo quedaba por complacer mi sed de venganza. Sabiendo que tenía una semana, decidí dejarlo para más tarde. Patricia por su parte tardó unos minutos en recuperarse del esfuerzo pero en cuanto su respiración le permitió hablar, no paró de decirme lo mucho que me había deseado esos años y que solo el respeto a su marido se lo había impedido. Es más en un alarde de hipocresía, se permitió el lujo de decirme que ahora que nos habíamos desenmascarado, quería quedarse conmigo, no importándole en calidad de qué. Le daba igual ser mi novia, mi amante o mi chacha pero no quería abandonarme.
Mi falta de respuesta no le preocupó, supongo que pensaba que me estaba debatiendo entre mi amistad por Miguel y mi atracción por ella y que al igual que yo, tenía una semana para hacerme suyo. Lo cierto es que se levantó de buen humor y riendo me dijo:
― Menudo espectáculo le hemos dado al servicio― y acomodándose el sujetador, me pidió que nos fuéramos a vestir porque no quería quedarse fría.
Entramos en el caserío y ella al descubrir que nos habían preparado dos habitaciones, llamó en plan señora de la casa a la criada para que cambiara su ropa a mi cuarto. María, mi muchacha, no dijo nada pero en sus ojos vi reflejada su indignación, mi cama era su cama y bajo ningún concepto iba a permitir que una recién llegada se la robara.
«Coño, esta celosa», pensé sin sacarlas de su error. Error de María y error de Patricia. Mi colchón era mío y yo solo decidía quien podía dormir en él.
Comimos en el comedor de diario porque quería la cercanía de la cocina permitiera a la muchacha el seguir nuestra conversación y convencido que no se iba a perder palabra, estuve todo el tiempo piropeando a la esposa de mi amigo, buscando un doble objetivo, el cabrear a mi empleada y que Patricia se confiara.
Nada más terminar la comida, le propuse salir a cazar diciendo que me apetecía pegar un par de tiros de pólvora antes que por la noche mi otra escopeta tuviera faena. Aceptó encantada. Nunca en su vida había estado en un rececho por lo que recogiendo mis armas, nos subimos al land―rover. En el trayecto al comedero no dejaba de mirar por la ventana comentando lo bonita que era la finca, creo que sintiéndose ya dueña de las encinas y los alcornoques que veía.
Durante todo el verano mis empleados habían alimentado a los guarros en un pequeño claro justo detrás de una loma, por lo que sabía que a esa hora no tardarían en entrar o bien una piara, o bien un macho. No se hicieron esperar, apenas tuvimos tiempo de bajarnos cuando un enorme colmilludo, ajeno a nuestra presencia, salió de la espesura y tranquilamente empezó a comer del grano allí tirado.
Tuve tiempo suficiente para encararme el rifle y con la frialdad de un cazador experimentando, le apunté justo detrás de su pata delantera, rompiéndole el corazón de un disparo.
Al girarme, en los ojos de Patricia descubrí la excitación del novato al ver su primera sangre. Su expresión me hizo comprender que era el momento de empezar mi venganza y acercándome al cadáver del jabalí, saqué mi cuchillo de caza y dándoselo a la mujer le exigí, que lo rematara.
Ella no sabía que había muerto en el acto y temiendo que la atacara, se negó en rotundo. Cabreado la abofeteé, diciendo que no se debe hacer sufrir a un animal y recuperando el cuchillo, le abrí sus tripas sacándole el corazón. Patricia estaba horrorizada por mi salvajismo. Aterrada, no se pudo negar cuando le ordené que se acercara. Ya a mi lado, le dije que como era su primera vez, tenía que hacerla novia y agarrándole del pelo, le introduje su cara en las entrañas del bicho.
Su reacción no se hizo esperar. Estaba asqueada por el olor y la sangre pero la cosa no quedó ahí y obligándola a abrir la boca, le hice comer un trozo del corazón crudo que había cortado.
La textura de la carne cruda la hizo vomitar. Solo el sentir como se pegaba a su paladar le provocó las arcadas, pero cuando se tuvo que tragar la carne, todo su estómago se revolvió echando por la boca todo el alimento que había ingerido.
Yo solo observaba.
Al terminar, se volvió hecha una furia, y alzando su mano, intentó pegarme. Me lo esperaba por lo que no me fue complicado el detener su mano e inmovilizándola la tiré al suelo. Patricia comenzó a insultarme, a exigirme que la llevara de vuelta a Madrid, que nunca había supuesto lo maldito que era. Esperé que se desfogara y entonces me senté a horcajadas sobre ella, con una pierna a cada lado de su cuerpo. Tras lo cual dándole un tortazo le dije:
― Mira putita, nunca me creí que tu marido te maltratara― mentira me lo había tragado por completo― es más, al ver las fotos tuyas retozando con tu amante decidí convertirte en mi perrita.
Dejó de debatirse al sentir cómo con el cuchillo, botón a botón fui abriéndole la camisa. El miedo la tenía paralizada al recordar cómo había destripado al guarro con la misma herramienta con la que le estaba desnudando.
«Realmente, esta zorra está buena», medité mientras introducía el filo entre su sujetador y su piel, cortando el fino tirante que unía las dos partes. Su pecho temblaba por el terror cuando pellizqué sin compasión sus pezones erectos. Me excitaba verla desvalida, indefensa. Sin medir las consecuencias, le despojé de su pantalón y desgarrándole las bragas, terminé de desnudarla. Al ver que liberaba mi sexo de su prisión intentó huir, pero la diferencia de fuerza se lo impidió.
― Patricia, hay muchos accidentes de caza― le dije con una sonrisa en los labios― no creo que te apetezca formar parte de uno de ellos, ahora te voy a soltar y tendrás dos posibilidades, escapar, lo que me permitiría demostrarte mi habilidad en el tiro, o ponerte a cuatro patas para que haga uso de ti.
Tomó la decisión más inteligente, no en vano había estado presente cuando de un solo disparo acabé con la bestia y con lágrimas en los ojos, apoyándose en una roca, esperó con el culo en pompa mi embestida. Me acerqué donde estaba, y con las dos manos le abrí las nalgas de forma que me pude deleitar en la visión de su rosado agujero. Metiéndole un dedo, mientras ella no paraba de llorar comprobé que no había sido usado aun, estaba demasiado cerrado para que alguna vez se lo hubieran roto. Saber que todavía era virgen analmente, me encantó, pero necesitaba tiempo para hacerle los honores, por lo que dándole un azote le dije:
― Tu culito se merece un tratamiento especial, y la berrea no empieza hasta dentro de unos días― me carcajeé en su cara, dejándole claro que no solo no iba a ser la dueña, sino que su papel era el de ser objeto de mi lujuria.
El primer acto había acabado, por lo que nos subimos al todoterreno, volviendo a la casa. Esta vez fue un recorrido en silencio, nunca en su vida se había sentido tan denigrada, era tal su humillación que no se atrevía ni a mirarme a la cara. Yo por mi parte estaba rumiando la continuación de mi venganza.
Hola, este es mi 6º relato y como tal pido disculpas anticipadas por todos lo errores cometidos. Estos hechos son mezcla de realidad y ficción, no voy a mentir diciendo que esto es 100% real. Lo primero es contar mi historia, intentare ser lo mas breve posible.
Mi nombre es Raúl, tengo 25 años y lo ocurrido empezó en mis últimos años de Instituto, 17-18 años, considero mi infancia como algo normal en cualquier crió, familia normal con padre, chapado a la antigua y alma bohemia, madre devota y alegre, hermana mayor , mandona pero de buen corazón, todos de buen comer y algo pasados de peso, sin cosas raras, vivo a las afueras de Madrid actualmente, aunque crecí en la gran ciudad. Mi infancia fue l normal, con las connotaciones que eso lleva, sabemos de sobra lo crueles que son los críos y mientras unos son los gafotas, otros los empollones, las feas, los enanos….etc. Todos encasillados en un rol, a mi me toco ser el gordo, y la verdad lo era. Nunca me prive de nada al comer pero fue con 12 años cuando empece a coger peso, tampoco es que a la hora de hacer deporte huyera, jugaba mucho al fútbol con los amigos y estaba apuntado a muchas actividades extra escolares, ya fuera natación , esgrima, taekwondo, o karate, pero no me ayudaba con el peso. Lo bueno era que seguía creciendo y llegue muy rápido a coger gran altura y corpulencia, disimulaba algo mi barriga, todavía no lo sabia pero esto seria muy importante en adelante. Siempre me decían que era cosa de genes o familia, y así lo acepte. Como casi todo gordo en un colegio o instituto al final o lo afrontas o te hundes, y como tal siempre lo lleve bien, el estigma del gordo gracioso me ayudo ha hacer amigos y una actitud simpática y algo socarrona me llevo a tener una vida social muy buena. Eso si, con las chicas ni hablar, todas me querían como su amigo, algo que me sacaba de quicio. Pues no paraba de ver como caían una y otra vez en los brazos de amigos o compañeros y luego salían escaldadas por las tonterías de los críos, siempre pensando que yo seria mucho mejor que ellos, pero nunca atreviéndome por mi aspecto a dar ese paso que se necesitaba. Un tío que con 17 años y ya rondaba el 1,90 y los 120 kilos no atraía demasiado, cierto es que era moreno de ojos negros y buenas espaldas, pero no compensaba.
Además, tengo algo de educación clásica, por mi padre, algo mayor que mi madre y chapado a la antigua, algo que en el fondo me gustaba ya que me enseño a pensar por mi mismo y obrar con responsabilidad sin miedo a los demás, pero también a tratar con demasiado celo a las damas, y lo mezclaba con una sinceridad brutal, heredada de mi madre, “las verdades solo hacen daño a los que la temen, y hace fuerte a quien la afronta”, solía decirme. Una mezcla peligrosa, no tienes miedo a la verdad ni a lo que piensen los demás. También, o en consecuencia, algo bocazas, pero sin mala intención, solo por hacer la gracia puedo ser algo cabrón. Nunca he sido un lumbreras, pero soy listo, muy vago eso si, si estudiara sacaría un 10 tras otro, pero con solo atender un poco sacabas un 6 por que molestarme, al fin y al cabo es información inútil que pasado el examen no volveré a necesitar.
Con el paso de mi infancia empece a sufrir jaquecas, achacadas a las horas de tv, ordenador o a querer faltar a al escuela, ciertamente algunas lo serian pero otras no, me diagnosticaron migrañas, pero cuando me daban ningún medicamento era capaz de calmarme, así que decidieron hacerme un escáner y salto la sorpresa, Con 17 años apunto de hacer los 18 e iniciar mi ultimo curso de instituto, un tumor benigno alojado cerca da la pituitaria, no era grande ni grave pero me provocaba los dolores de cabeza y al estar cerca del controlador de las hormonas, suponían que mi crecimiento adelantado y volumen corporal se debía a ello. Se decidió operar, no recuerdo haber pasado tanto miedo en mi vida como las horas previas a la operación, gracias a dios todo salió bien y con el apoyo de mi familia y amigos, todo salió hacia delante y es donde realmente comienza mi historia.
Después de la operación, y unos cuantos días en al UCI de los que recuerdo bien poco, me tenían sedado, con un aparatoso vendaje en la cabeza e intubado hasta poder verificar que no había daños cerebrales. Me subieron a planta y pasadas una semana empece ha hacer rehabilitación, primero ejercicios de habla, coordinación y razonamiento, y después físicamente, era un trapo, no tenia fuerzas y había mucho que mover, pero pasaron los días y casi sin esfuerzo empecé a perder kilos, cogí fuerzas, en mi casa alucinaban de como me estaba quedando y ante esa celeridad muchos médicos me pedían calma, yo no quería, me encantaba aquello, pero tenia que llegar el momento en que mi tozudez cayo ante mi físico , a pocos días del alta, en unos ejercicios de rutina decidí forzar y mi pie cedió, cisura en el empeine y otra semana de reposo total, donde cumplí los 18. Aquí ocurrió la magia, debido a mi necesidad de descansar me asignaron un cuarto y una enfermera en especial para mis cuidados, se llamaba Raquel, la llevaba viendo muchos días y había cierta amistad hasta el punto de que en situaciones en que mi familia no podía estar era ella quien me ayudaba a…..la higiene personal, solía solicitar la ayuda de algún celador pero andaban escasos de personal, y yo hinchado de orgullo trataba de hacerme el duro moviéndome con la otra pierna.
Como os conté en mi anterior relato, ella fue mi 1º relación sexual, y la que me abrió los ojos, el tumor y su extracción me provoco una serie de cambios físicos, perdida de peso y volumen, además de, sin saber muy bien como, una polla enrome entre mis piernas. Pero las situación con ella, no dio para mas, me recupere perfectamente y llego el día de irme del hospital. Después toco poner en práctica la teoría y Eli, la fisioterapeuta que me estaba ayudando con un problema en el pie, me la confirmo. Ahora era mi profesora y me enseñaba todo lo que se podría necesitar, y con unas amigas llego la magia. Después de mis 2 primeras semanas de aprendizaje y teoría, llegaba la hora del examen práctico. Ahora de mi aprendizaje, Eli me invito a una fiesta que quiso usar de examen, y se desmadro. Un tiempo después inicie unas vacaciones tórridas con una familiar lejana.
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Ya he leído algunos comentarios, gracias por los consejos, tratare de corregir, debido a varios comentarios paso a quitar en negrita las conversaciones
Es cierto que quienes sigan la serie, es una lata, pero la 1º parte casi no cambia, con bajar un poco la rueda del ratón se soluciona, de ahí que ponga estas pequeñas anotaciones separadas del resto, Y así los que empiecen un relato sin seguir el orden, tener una idea general rápida.
Y si, es una deformidad de polla, pero tenia que ser así.
Pido disculpas por los “tochazos” que escribo, estas primeras experiencias llevan mucha información, y es importante a mí entender. Alguno más así y os prometo que los siguientes no serán tan grandes.
Aunque el genero en si sea amor filial, un tema que me gusta leer por el morbo y respeto, os indico desde ya que no hay sexo entre lazos de sangre reales, lo siento, pero en mi historia la familia es sagrada y ni mi madre, ni mi hermana, ni una sobrina o prima entraran en escena.
Pero la historia debe continuar.
Habíamos pasado una mañana ajetreada, la sesión con Ana nos había sacado un poco de nuestras casillas, y después de comer nos quedamos con la familia, charlando y dándonos algunos regalos, ya que era Navidad. Nos dieron algún sobre con dinero, en Navidad no solíamos regalar si no en reyes., aprovechamos ese dinero y salimos un par de días, aprovechábamos cuando ellos se quedaban, para salir y cuando ellos salían, para quedarnos en casa.
Las noches siguientes fueron un delicia, calientes, cerrábamos con pestillo y solo nos restregábamos uno contra el otro, siempre dormíamos igual, con mi polla entre sus muslos y abrazados, ya fuera de cara o en cuchara, aveces ella se movía un poco, pidiendo guerra, y yo se la daba encantando, el roce de mi miembro en su zona genital la volvió un poco loca, repase su cuerpo de arriba abajo, y sin duda, jugar con su ombligo la erizaba la piel, pasaba un dedo, casi sin tocar, rozando, hacinado círculos en su vientre, a su tatuaje, cuando la tenia a tono nos masturbábamos mutuamente para acabar casi siempre con mi polla percutiendo entre sus muslos, con o sin ropa, y nos quedábamos así dormidos, siempre poniendo la alarma para despertarnos antes, pero ni hacia falta, con cualquier movimiento alguno se despertaba y se ponía caliente de nuevo. Cuando salimos, tuve la cabeza de decir que era amiga mía, y no familiar, si no mis amigos me hubieran denunciado, salíamos con ellos a tomar unas cervezas o quedábamos a jugar, pero yo pasaba de ellos, solo tenía ojos, y manos para ella y ere reciproco.
Se acercaba fin de año y quedamos para ir de compras, quería regalarla algún vestido de fiesta para la ocasión, entramos en varias tiendas, ella elegía varios vestidos, y me hacia pases de modelos en los probadores, la cosa se nos descontrolo algo de las manos, o a mi, cuando se agacho para quitarse un vestido, la imagen de su trasero a milímetros de mi cara era demasiado, de mala manera la empuje contra la pared de espaldas a mi, le baje las bragas, me desnude y metí mi polla entre sus nalgas, pajeando con ella, era un trozo de carne, mientras acariciaba todo lo que pillaba a mano, ella pasaba sus manos pro detrás de ella, para acariciarme la cabeza.
-ANA: para, que nos van a ver.
-YO: me da igual, te deseo, me quedaría mi vida entera contigo, me vuelves loco.
-ANA: no podemos seguir así, con estos calentones.
-YO: solo hay una forma de apagar mi fuego, no haremos el amor si no quieres, pero si no lo hacemos no puedo evitar esta sensación de ahogo.
-ANA; no es que no quiera, es que tengo miedo.
-YO: ¿de mí?
-ANA: de ti no, de tu polla, soy virgen, y es enorme, me da pánico.
-YO: te juro que seré cuidadoso, pero si no puede ser, no podemos seguir con esto, me vas a matar, la sola visión de tu cuerpo me enloquece, ¿y me traes a ver como te cambias de ropa poniéndote vestidos? Eres cruel.- no había parado de pajearme con su trasero, y mis caricias empezaron a hacer efecto en ella, sopeso tensamente.
-ANA: esta bien …….si te portas bien, en fin de año, seré tuya.- ya tenia lo que quería, y deseaba, lo que empece como un juego o deseo era ya pura lujuria y necesidad apremiante, aquella chiquilla y su cuerpo adolescente me tenia la mente turbada.
-YO: dime lo que quieres que haga y lo haré.
-ANA: quiero que sea especial, no un calentón, que sea cariñoso y que lo deseemos los 2, en un momento mágico.- no pedía nada la niña.
Se dio la vuelta y se agacho para pajearme y dar algún besito a mi polla, no sabía chuparla pero le gustaba la sensación y la había enseñado algunos trucos. Alguien toco a la puerta, era la dependienta preguntando por que vestido se quedaría, conteste yo, ya que ella tenia la boca algo ocupada, pidiendo un momento. El justo para correrme, por no liarla mucho me apreté la base de la polla, como me enseño Eli, para no eyacular hacia fuera, eso me cortaba un poco el rollo, pero no podíamos dejar aquello manchado de semen o manchar los vestidos.
-ANA: anda salte o si no, no acabamos nunca.- así lo hice, y entre varios vestidos que le fueron pasando se quedo con uno pero no me dejo verlo.
Pasaron los días y cada calentón mío no era correspondido, me alejaba y me citaba para fin de año, eso si, las noches seguían con mi polla entre sus piernas, ya dormíamos desnudos directamente. Fui preparando la noche de fin de año, tenia que ser especial, por ella, lo primero fue ir al ensayo de las campanadas el ida anterior, las campanadas en si de fin de año las haríamos en casa con la familia, debido a la acumulación de gente no nos separamos en absoluto, y me costo controlarme, pero lo pasamos bien, salimos de fiesta después, bailamos y reímos. El día de fin de año la prepare un paseo por carruaje por un parque, debido al frío ella se pegaba a mi, pero se la veía feliz, fuimos a unos puestos feriantes y dejando un buen dinero logre algún peluche que ella cogió como un hijo. Cenamos en familia, y esperamos las campanadas, pasadas las 00:15 teníamos que ir preparándonos, nos pasarían a recoger a la 1:00 para ir a una fiesta de fin de año a la que la invite. Yo era más rápido así que me duche primero y me puse, como no, el traje de Eric, era increíble como podía convertir a un tipo normal en un galán. Ana cogió la bolsa del vestido y un neceser y no volvió hasta pasada la 1:00, casi sin tiempo, cuando la vi aparecer mereció la pena el retraso.
Llevaba un vestido negro, ceñido, muy ceñido, elástico, se le marcaba cada curva, con un pronunciado escote, y mas que escote, era un abismo, tenia dos tirantes por los hombros y la tela caía tapándole los pechos, pero toda la zona central hasta el ombligo era sin tela, el vestido luego bajaba un poco haciendo una minifalda que no deba de subírsele y ella de bajársela, con toda la espalda al aire, no había sujetador ni lo necesitaba, unos tacones altos y medias casi imperceptibles, el pelo lo seguía llevando liso, recién planchado llegándole a la cintura, mejor, me encantaba así, con un bolso de mano y bastante mas maquillaje del que me huebra gustado o necesitaba, pero su visión era perfecta, sin cerrar la puerta ni nada me lance a sus labios y la regale un beso de 1º nivel.
-ANA: para tonto que te vas a manchar de carmín
-YO: me da igual, eres una titán entre hormigas, te deseo y te voy a hacer pasar la mejor noche de tu vida.- lo dije con los ojos inyectados de deseo y sinceridad.
Ella me beso con cariño y nos pusimos los abrigos, andaban ya llamándome los del coche, se oía el claxon desde mi casa, entre algún que otro petardo. El viaje fue divertido charlando, pero mis ojos se clavaron en la piernas de Ana, que no dejaba de bajarse el vestido, a cada movimiento se le subía, puse mi mano en su pierna para que dejara de hacerlo o la trinchaba allí mismo, deje la mano allí y la movía con cariño subiendo y bajándola por su pantorrilla. Al llegar a la fiesta y aparcar, la ofrecí mi ayuda para salir del coche y como un caballero la ofrecí mi brazo para acompañarla. El lugar era enrome pero estaba lleno, la música era electrónica, mientras lleve los abrigos al ropero, al volver no menos de 10 tíos rodeaban a Ana, sin duda era de lo mejor del local, ella me miro y extendió su mano hacia mi pidiendo rescate, acudí en su auxilio, aparte a los moscones y la lleve a la barra, pedimos algo de beber, pero la deje claro que solo unas copas, no quería a una borracha, la quería a ella.
Nos fuimos a bailar y note como la mirada de muchos hombre se clavan en ella y su arriesgado escote, muchos de esos hombres o críos, con pareja bailando con ellos, alguna mujer también la miraba, con cara de asco o envidia, por verse superadas por aquella adolescente Granadina, empece a lucirla, y hacerla girar para hacer rabiar al resto, pero los movimientos bruscos no ayudaban a su vestido, de vez en cuando la pegaba a mi y la cubría para que se lo bajara disimuladamente, nos besábamos apasionadamente en las lentas y nos frotábamos en las rápidas, pasaron las horas y no paramos de divertiremos, fuimos al baño y ella tardo mas que yo, normal la cola del baño de chicas era enorme, ya le veía esperando cruzándose de piernas, al final pudo entrar y al salir unos cuantos la acechaban, casi tengo que liarme a golpes con unos para que la dejaran llegar a mi. Con el paso de las canciones los movimientos ya no era de baile, si no de sexo, con ella dada la espalda y yo pegado a ella, con una mano en su vientre, subíamos y bajábamos de forma lenta, ella se contoneaba con exageración y me tenia la polla como una piedra, con su refriega contra mi, con cada subida y bajada, mi estaca la pillaba el bajo, y su vestido se subía, varias veces se le llego a ver las bragas, al principio se lo bajaba , pero llego un momento en que a los 2 nos daba igual, solo disfrutamos el momento. Yo andaba muy escaso de control.
-YO: o paras o no llegas a salir de la pista de baile sin ensartar.- la grite al oído debido a la música alta, ella se dio la vuelta sin separarse un solo centímetro, rodando todo su cuerpo, hasta quedar uno frente al otro, sin parar de contonearse.
-ANA: lo estoy deseando.- me agarro del cuello y bajo mi cabeza para iniciar un beso obsceno, fuera de lugar, no apto para publico, pero me dio igual, la seguiría al infierno si hiciera falta, agarre su trasero y la medio levante en volandas contra mi, no aguantaba mas.
-YO: o nos vamos ya o te follo aquí mismo, tú decides.
-ANA: vámonos.
La cogí y de la mano e inicie una estampida apartando a la gente de mi camino como un rinoceronte, cuerno duro incluido. Me metí directamente en el ropero y saque los abrigos, sin soltarla de la mano, como con miedo a que se la fueran a llevar, la ayude a ponérselo, y de lo que tardaba casi la cojo como una bolsa de patatas al hombro para salir de allí. Había reservado habitación en un hotel cerca de la fiesta, no de esos cutres de carretera, si no uno de esas cadenas especializadas, con habitaciones por franjas horarias, comida afrodisiaca, cama, jacuzzi grande y de más tonterías que encargaras, si había que ser especial, no se podía hacer en mi cuarto con la familia cerca.
El frío de la calle me calmo un poco, lo necesitaba, tenia que tener cuidado con ella, era virgen y era impensable meterle mi enorme polla sin más. Paseando hasta llegar al hotel, comenzaron unos fuegos artificiales que nos quedamos mirando un rato, ella delante de mi y la rodeaba con mi brazos, protegiéndola del aire y dándole mi calor.
Llegamos al hotel y me dieron habitación, todo muy discreto sin contacto directo con nadie, (esos hoteles esta diseñados para ser infiel y que no haya pruebas ni testigos.), al entrar en la habitación, ella salió disparada a reconocer toda la habitación, yo solo la miraba y disfrutaba de su felicidad.
-ANA. ¿Podemos usar todo esto?
-YO: es nuestro por unas 6 horas.
-ANA: ¿incluso el jacuzzi? – se agachó sobre el para ver como funcionaba.
-YO: claro -. Me acerque por detrás y pegando hábilmente mi cuerpo al suyo me puse a toquetear botones.- lo que no se es como funciona – le di a algo y aquello empezó a echar burbujas, ella aplaudió riendo de la emoción.
Se fijo en la mesa y vio la fondee de chocolate con fresas y de mas fruta para mojar, se lanzo a por ella, cogió un fresa y la mojo en el chocolate caliente.
-ANA: ¡¡¡¡dios que delicia!!!, siempre he querido probar esto.- y mordió con fuerza tratando de no mancharse.
Mientras ella degustaba un poco de fruta, yo busque bajo la mesa, y encontré un bolsa que había pedido, la deje en la cama y me senté disfrutando del cuerpo de Ana ladeado sobre la mesa de la comida. Pasados unos segundo ella me busco por la habitación con la mirada, me vio sentado en la cama con cara de imbécil mirando su espalda la aire y su trasero embutido en aquel vestido elástico y adivino que ya era tiempo de empezar, aun con comida en su boca, se dio la vuelto y camino hacia mi con calma y cierta torpeza erótica.
-ANA: pues sin duda, te has portado, has sido un galán y me has tratado bien, creo que es hora…de…..ya aves……….- se puso entre mis piernas dejando mi cabeza en su cintura- …follar.
-YO: no me ha gustado usar esa palabra – la cogí por la cintura – ni quiero que lo sientas así – di un beso en su ombligo – no quiero follarte – di otro beso mas largo en su vientre – quiero hacer el amor contigo – metí mi cara en el escote abisal de aquella hembra, con ternura bese y juegue con la lengua en su ombligo, lleve mis manos a su trasero y la apreté contra mi, ella agarró mi cabeza por el pelo y echo la cabeza hacia atrás.
Poco a poco fui dejando caer mi cuerpo hacia atrás, dejando que ella se venciera conmigo, hasta quedar de nuevo encima mía, cara con cara, ella con la piernas juntas, dios, me encantaba esa sensación, de tener el peso de una mujer encima mía, aplastando sus pechos contra mi y pegando mi polla creciente entre sus piernas. Nos besamos como habíamos hecho en la pista de baile, se forma grosera, con mucha lengua y saliva, intercambiando en nuestras bocas, me sujetaba la cara con ambas manos, y yo solo acariciaba la piel de su espalda al aire, con su largo pelo cayendo sobre nuestras cabezas. Sabia a hembra, a mujer, a carmín y a…….. chocolate, incluso note trozos de fruta su boca, lleve mis manos a su trasero y la apreté tanto contra mi que se abrió de peinas quedando como una amazona sobre mi, aun pecho con pecho, aguante así unos minutos, se me paso un idea por la cabeza, y tan impulsivo era que la realice, acerqué mi boca su cuello y fui besándolo hasta llegar a su iodo.
-YO: eres un bombón, y como tal, tienes que estar cubierta de chocolate.- diciendo esto ella se separo un poco y sonrío sin entenderme, la di un beso corto y la agarre de la cintura, la recosté con cuidado sobre la cama y me fui a por la fondee, la deje al lado de la cama, la coloque con el culo bien al borde de la cama, y aun tumbada, llevándose un dedo al boca de deseo, con una cuchara, saque un poco de chocolate, sople para templarlo, y lo extendí sobre uno de sus brazos, luego el otro, coloque mas en su vientre y fui subiendo un camino de chocolate por su torso, en la abertura de su vestido, pasando por su pecho, su cuello y llevándolo a su boca, dejándola chupar la cuchara con lujuria, coloque una pieza de fruta en cada final del camino, una en cada brazo, otra en su ombligo y una fresa en sus labios.
Comencé a comérmela literalmente, lamía uno de sus brazos y chupaba hasta dejara sin chocolate y entonces me comía mi premio, la fruta, luego el otro brazo, la notaba nerviosa, pero movía sus piernas con placer, cuando ataque su ombligo , lleno de cacao, soltó un gemido de placer, metí mi lengua bien dentro de el y limpie lo mejor que pude, chupando y no dejando nada, fui subiendo, con calma, disfrutando de la situación, había caído algo de cacao muy cerca de sus pechos, abrí su pronunciado escote y deje caer unas gotas de chocolate en sus pezones, los trabaje bien, para cuando llegue a su cuello su respiración era acelerada, se había abierto de piernas y me rodeaban, sujetándome la cabeza con las mano de nuevo, notar sus dedos entre mis cabellos me hacia sentir que iba bien, Se acabó el chocolate y solo quedaba la fresa, la mordí la punta que sobresalía, y traque, amagué con morder de nuevo, pero quería que empezara a moverse ella, la pique y levanto su cabeza hasta hundir nuestros labios, con la fresa de por medio.
-YO: eres el mejor postre de mi vida.
-ANA: ummmmm calla tonto, me has puesto caliente – me beso con pasión de nuevo, ambos sabíamos a fruta y chocolate, y era delicioso- me has puesto perdida de babas jajaj estoy pringosa, ¿y si nos vamos al jacuzzi?
Me pareció buena ida, aparte de por higiene, para empezar a quitarnos ropa, yo me desnude y me quede solo con los slips, y cuidando la temperatura del agua, me metí.
-YO: joder con las burbujas, se te meten por todos lados, jajajajaja anda ven, princesa.
A continuación se produjo una paradoja temporal, Ana aun seguía tumbada en la cama, chupándose los dedos y terminando de tragar algo de fruta, me miraba con deseo y lujuria. Se decidió y se incorporo, pero me iba a regalar unos 10 segundos que me parecieron ser 10 años. Se quito los zapatos con los pies, metió su mano por debajo de la mini falda y saco la parte superior de sus medias, luego levanto una pierna sobre la cama, y con mucho celo de no romperlas se las fue quitando, leeeeeeentamente, luego la otra pierna, y camino hacia el jacuzzi, por el camino subió sus manos a sus hombros y cogiendo de los tirantes los aparto de si, dejándolos caer y regalándome la visión de sus pechos, al llegar al borde de la bañera, dejo caer el resto de su vestido al suelo, llevaba una bragas negras, te tela muy fina, tanto que se noto de lejos la forma de su coño, marcado por la humedad de su interior, estaba empapada.
Alce mis brazos para ayudarla a bajar sin caerse, metió lo pies y fue bajando conmigo hasta acabar metidos enteros salvo la cabeza, era grande y hasta podías bucear.
-ANA: que sensación mas rara.
-YO: si, es cierto, voy a ver si la apago.
-ANA: no no, déjalo así – me uso la mano en el hombro para pararme.
-YO: esta bien, vamos a limpiar ese cuerpo, que vaya ocurrencia la mía.
-ANA: me ha encantado y me has puesto al rojo vivo, por poco me corro.
-YO: pues no te digo como me he puesto yo.
-ANA: pero tu no has mojado las bragas como yo jajajaja
-YO: bueno ahora estamos en el agua, ¿que mas da?
-ANA: pues tienes razón – y haciendo un movimiento bajo el agua se saco las bragas y las tiro fuera de la bañera – venga ahora tu.
Estaba medio de pie, ella se acerco andando hasta mi y me metió la mano por encima del calzoncillo, tirando hacia abajo, mi polla salto como un resorte golpeando su frente.
-YO: hostias perdona.
-ANA: jajajajajajajjajajaja siempre eme olvida que es enorme……………jo ¿me aseguraras que no me va doler?
-YO: no puedo decirte que no te va a doler, no quiero mentirte, pero te juro que lo haré con mucho cuidado y si quieres parar, se para, y si quieres dejarlo, se deja, pero es un trago que toda mujer ha de pasar la 1º vez.
Mis palabras parecieron convencerla y llevo sus manos a mi polla mojada por el agua, fue pajeando y dando algún besito que otro, yo me senté y deje medio cuerpo fuera del agua, ella seguía pajeando bajo el agua con sus manos y levanto su cabeza buscando mis labios, yo la correspondí con pasión, nos hundimos un poco mas en el agua, pero yo la mantenía firme con mi espalda pegada a la pared de la bañera, la levante un poco y la puse a horcajadas sobre mi con mi polla y sus manos entre medias jugando un partido diferente al nuestro, en esa poción era difícil besarse pero dejo sus pechos mojados y erectos a mi disposición, los lamí con paciencia, sin ninguna prisa, para dejarlos secos, es reiterarme pero tenia unas tetas de quinceañera, firmes, tersas, bien colocadas y con unos pezones durisimos, ella gemía y yo no lo hacia por tener sus pechos ocupados. Ella inicio un acercamiento constante hasta dejar mi polla aplastada entre ambos cuerpos, y de ahí, un sube y baja, frotando su coño con todo el dorso de mi miembro, lleve mis manos a su cadera para ayudarla a subir y bajar, acelere su ritmo exponencialmente hasta que la note tensarse, se corrió y echo su cuerpo hacia atrás, quedo casi colgando, la sujete con una mano en la espalda, pero no dejaba de subirla y bajarla, buscando mi eyaculación, pero lo que llego fue su 2º orgasmo, grito como loca.
-ANA: ¡¡¡ NO PARES, CABRON DE MIERDA, NO PARES!!!!
No lo hacia pero no llegaba mi eyaculación , y dios, la necesitaba, llevaba mucho acumulado, decidí darla la vuelta, ponerla de espaldas y levantando un poco su pierna meter mi polla entre sus muslos, como cuando dormíamos, la acerque al borde del otro lado de la bañera para que se sujetara y agarrándola del vientre y de un hombro comience a bombearla por debajo del agua, notando como me abría paso por los labios de su coño y los separaba, cogía velocidad y se me escurría, lleve sus brazos atrás y los use de apoyaremos, y con cada golpe de cadera la levantaba por el agua, el ritmo era tan fuerte que ya ni le daba tiempo a bajar, solo se mantenía en el agua flotando y yo percutía sobre ella, se corrió mas de una vez moviendo las piernas alocadamente y salpicando por todos lados, con mis movimientos de cadera, por fin note el latigazo en los huevos y me corrí con gran gusto, regalando un par de embestidas mas sobre su trasero.
Al soltarla casi se cae a plomo hacia el fondo de la bañera, se sostuvo a duras penas andando hacia el borde para intentar salir, pero no tenia fuerzas. ”y ni acabo de empezar” pense. Salí primero y la ayude a salir, cogí unas tolallas y nos seque a los dos, mientras ella farfullaba que me odiaba por hacérselo pasar tan bien.
-ANA: eres un mamonazo, me tienes loca con esa polla, notar como me abre el coño me enloquece, y ni siquiera me has penetrado aun – pensaba algo – ¿Como es?
-YO: no se decírtelo, soy un tío, y no lo se – secaba su piel desnuda con un toalla. Con al polla relajada.
-ANA: ¿y si me duele mucho?
-YO: pues paramos.- secando sus pechos se me despertó.
-ANA: pero ¿y si no quiero parar?
-YO: pues seguimos.- secando sus piernas ya la tenia dura de nuevo.
La conversación fue por esos términos mientras ella soltaba miradas de pánico a mi polla, realmente estaba asustada, pero gracias a los consejos de Eli había ido preparado. Sacando la bolsa que había encargado la enseñe 3 consoladores.
-YO: mira, es impensable que de inicio te metas mi miembro, es demasiado grande, no estas acostumbrada y eres virgen, vamos a empezar con este, es fino y vibra, lo meteremos como un dedo que tu y yo sabemos que te entra, y lo activamos, excitamos la zona y ayudamos a relajarte, cuando estés ya bien lubricada, lo cambiamos por este, es igual de corto y fino al inicio, pero va aumentado su tamaño hasta la base, vamos metiendo poco a poco, y dejando que te acostumbres, que dilates y abramos tu cerrado coño despacito. Cuando estés preparada vamos con este, es un tamaño de polla normal, mas grande que los otros 2 y con estrías de forma natural, lo vamos probando hasta que estés segura y dilatada, y si estas lista y te fías de mi, probamos con la mía.¿ de acuerdo? – ella miraba atenta toda mi explicación.
-ANA: vale, me gusta, pero por favor, no me hagas daño.
-YO: te repito, no te puedo decir que no te duela un poco al principio, pero lo haré con cuidado para que no sufras mucho y así pases el mal trago lo mejor posible. Sabes lo que es el limen, ¿no?
-ANA: si, y me da un poco de apuro, se tiene que romper y dicen que se sangra y duele.
-YO: exacto, pero es algo que se ha de pasar para poder llegar a mas, tu………..¿sabes montar en bici?
-ANA: claro.
-YO: y al aprender ¿no te caíste y te hacías daño?
-ANA: claro, como todos.
.-YO: pues esto es un poco igual, se sufre un poco al aprender, pero cuando ya sabes, es un gozada ir por la carretera con el sol a tu espalda y el viento en al cara, ¿verdad?
-ANA: jo que fácil lo haces ver todo.- di las gracias mentales a Eli de nuevo, todo aquello me lo había explicado ella.
De inicio la tumbe boca arriba y la regale una comida de coño suave, metiendo algún dedo en su coño y poniéndola a tono, cuando empezó a rezumar fluidos la avise que iba con el 1º, y espere su confirmación, una vez lograda metí el pequeño consolador poco a poco en su coño, no era mas grande que el dedo que le estaba metiendo así que no paso nada raro, la avise y lo active.
-ANA; alaaa que………..ufff……..vibra mucho………lo noto.- llevo su mano a su coño para palpar como iba el avance.
Inicie un leve mete saca que la llevo al cielo, iba haciendo un circulo buscando hacer hueco en ella, y funcionaba ya que estaba entrando sin problemas estaba muy mojada, 1º objetivo logrado. Avise del 2º consolador y espere confirmación de nuevo, dudo unos segundos o más bien cogió aire y me concedió permiso. Entro fácil, era igual de fino que el otro al inicio, y lo deje así unos segundos para después, empujar un centímetro, note como se había tensado un poco su cuerpo y espere, cuando se relajo empuje otro mas, y misma situación, al 4º empujón.
-ANA: para para, uffff lo noto muy dentro, no lo saques déjame……….que me acomode.- busco una postura pero no la encontraba, no era la postura lo que la incomodaba sino el consolador metido en su interior, aun así insistía en no sacarlo, pasados unos minutos se tranquilizo y se puso en posición de nuevo- sigue.
Empujé, enroscando para buscar menos dificultades, un gemido suyo aumentaba con cada milímetro introducido, casi la tenia toda dentro.
-YO: ya esta.
-ANA: anisssss anisssssssss….- se revolvía un poco, pero aguantaba- puffff joder como se nota, me llena, noto como me hace tope, debe estar rozando el limen, uff uf….- la acariciaba y buscaba relajarla, pasados unos minutos volvió entrar en si.- vale, creo que ya esta, pero déjame a mi hacer el mete saca.
Se llevo la mano al coño, cogió la base del consolador, y respirando un poco, se lo saco un poco, se noto distensión, pero volvió a ponerlo como estaba dando un respingo, repitió la operación varias veces, separadas en el tiempo, dejando acostumbrarse, forzó un poco mas de la cuenta y rozo su limen, su cara se desencajo, lo saco bastante, pero pensándolo mejor se lo volvió a meter casi entero.
-ANA: dios, cuando noto el tope me duele mucho.
-YO: pero ya lo metes y lo sacas sin problemas, si quieres vamos con el 3º- se quedo pensativa, mientras calculó, sacando y metiendo de nuevo el consolador en su vagina.
-ANA: vale, te dejo al mando por que seguro que voy a pedir que lo saques enseguida, es como la base de este pero todo entero, fuerza un poco.
-YO: esta bien, pero si quieres parar me lo dices.- asintió sacando el consolador de su interior.
Me coloque entre sus piernas de nuevo y moje el que quedaba en vaselina, fui metiendo milímetro a milímetro, midiendo la cara de Ana, paraba en consecuencia y cuando notaba relajación penetraba un poco mas, llegue al tope del limen y lo deje quieto, la cara de Ana era de aguante, sin ser mi polla, era de considerable grosor y tenia gran arte dentro, incluso note como si la pelvis de ella hubiera crecido, se hubiera expandido, Eli me hablo de ello, se supone que le había abierto el coño. La deje unos minutos así, sacándolo un poco y haciendo giros para ir creando espacio.
-YO: tú me dirás, ¿lo dejamos, paramos, seguimos con el consolador o lo intentamos conmigo?
-ANA: no lo se, solo noto molestia e incomodidad, quiero avanzar pero me da miedo, no voy a ser capaz sola.
-YO: ¿te ayudo pues?
-ANA: si, SI, PERO QUIERO QUE SEAS TU, no la medra esta de plástico.
-YO: ¿estas segura? Será plástico, no es grande pero si suficiente.
-ANA: no, por favor date prisa, no quiero que mi 1º vez sea con plástico, quiero a un hombre, te quiero a ti, rápido, no se canto aguantare solo quiero que pare.
-YO: este bien, déjate ese dentro unos segundos- saque la vaselina y hundí la punta de mi polla en ella, la embadurne de arriba abajo.
Saque el cuerpo de Ana al borde de la cama, boca arriba y me puse de rodillas entre sus piernas abiertas, la altura era ideal para una penetración.
-YO: voy, dime lo que sea y paramos y lo dejamos.
-ANA: vale pero rápido, quiero que me rompas el limen ya, me duele.
Ante su insistencia embadurne también su coño y saque el consolador, se relajo un poco, pero no la deje, metí un par de dedos mojados en vaselina, había aumentado su capacidad y espacio, sin duda, empape por dentro de ella, y coloque la punta de mi glande, directamente a la entrada a su vagina.
-YO: voy.
Ella aguanto la respiración e inicie el movimiento sujetando mi polla firme, abrí sus labios mayores, y el glande entro bien, había trabajado bien previamente, me quede así unos segundos, de nuevo mirando las reacciones de Ana, estaba tensa pero preparada, aun no había llegado lo peor y lo sabia, empuje un poco mas y mi polla se bario camino, separando sus paredes vaginales.
-ANA; madre de dios, es enorme, no pares, ufffff me noto llena, como se expande dentro de mi, dios………no pares.
Ya tenia el grande entero dentro y parte del inicio del tronco, la sensación de humedad y calor me era familiar, pero la presión era mayor, deliciosa, me tuve que ganar cada centímetro hasta toparme con el limen, vi lagrimas en los ojos de Ana, pero callaba, la saque medio milímetro para descansar.
-YO: ya esta, estamos donde tenias el consolador- apenas la había penetrado mas allá del glande, pero notaba palpitaciones en el, como sus paredes se abrían para hacer sitio.
-ANA: uf dios, es enorme, me encanta, la noto llenarme, pero cuando rozas el limen, veo las estrellas.
-YO: tu decides, tu coño esta lo suficiente abierto para un golpe de cadera, y romperlo, será como arrancar una tirita.- dudo, su cabeza le rogaba que no, mientras su cuerpo, sus sensaciones, le pedían que si.
-ANA: hazlo rápido.
Sin dejar tiempo a la duda la agarre fuerte y embestí una sola vez, fuerte pasando un tercio de mi polla, y allí me quede. Note claramente como algo había cedido en su interior, sus uñas se clavaron en mi, la mire y tenia la cara roja, con la boca abierta con gesto de gritar pero no emanaba un sonido de sus labios. Me quede alli, sin moverme esperando que hablara, se moviera o que respirara acaso, trataba de pensar en las enseñanzas pero ya me dijo que desvirgan a una mujer siempre es difícil y diferente y que mi caso era especial. Tras unos segundos de angustia por ella, logro hablar.
-ANA: ¡¡¡dios!! Me has roto algo, lo he notado, me ha dolido, pero se esta pasando, no te muevas por favor, no te muevas……
-YO: tranquila princesa, no me moveré.
Nos quedamos no menos de 2 minutos así, quietos, mirándonos fijamente, ella sabiendo que yo sentía una represión en mi polla y yo que poco a poco se hacia sitio en su interior.
-ANA: creo que……. ya ……puedes moverte, dios, me vas a reventar, lo noto tirante pero ya no me duele.
Fui separando mi cadera lentamente notando como se cerraba su coño a mi paso, volví a embestir una sola vez, esta vez si grito, como mi penetración, una sola vez, fuerte y paro en seco.
-ANA: sigue.
Repetí operación y volvió a gritar, pero ya sin esperar lo volví a hacer, una y otra vez, cada golpe era un gemido y notaba cada centímetro de mi polla presionada, cuando salía como se cerraba el paso y cuando penetraba como se volvía abrir. Acelere lentamente, hasta el punto en que ella gemía constantemente, tomaba aire y seguía gimiendo, roja, llena, acalorada, excitada y algo dolorida, pero sin decir ni una palabra de queja. Mi ritmo llego a tal punto que ya no notaba que se cerraran sus paredes al retirarme, ni presión asfixiante al penetrar, el frote empezaba a ser fluido, y los gemidos de aguante de Ana fueron cambiando de tonalidad, aveces volvía tensarse pero luego se relajaba.
Al mirar mi polla ya entraba casi la mitad, y ese era mi logro del ida, no podía pasarme de ese punto o la haría daño, eso si, cuando la salía veía sangre en la punta, sin duda del limen. La sujetaba las piernas, bien abiertas y estiradas, la note tensarse pero ya de placer, agarrando las sabanas y mordiéndose el puño de la mano, paso de roja presión a rojo acalorado, sus fluidos empezaron a emanar y facilitaban mis penetraciones, estallo en un grito que debieron oír en otras habitaciones.
-ANA: ¡¡¡¡DIOOOOOOOOOOOS!!!- lo siguió gritando hasta que se quedo sin aire y cayo a plomo sobre la cama, yo pare en seco mis embestidas.
-YO: ¿este bien, Ana? Respóndeme por favor, ¿ANA?- pasaron unos segundos de tensión pero se me paso cuando la oí reír, de forma lacónica, con los ojos y la boca abiertos, como al ver un golpe fuerte de otra persona.
-ANA: madre mía, es……….es……….horrible, pasional, me siento sucia y llena pero feliz, me ……… me encanta, por dios, nos pares sigue.
Obedecí, seguí bombeando con el mismo ritmo y profundidad controlada, al sacar mi polla aveces salía liquido de su corrida, incluso llegue a pensar que la metía algo mas de media polla, pero no quise arriesgar, su cuerpo se electrifico, yo ya no aguantaba mas de ver sus tetas rebotado y agache el cuerpo sobre ella, para lanzarme a besarlos y chuparlos, se corrió nuevamente, y esta vez no pare, seguí bombeando mientras lamía sus duros pezones, ella no sabia donde poner la manos, me las clavaba en la espalda con cada sacudida de su cuerpo, luego a mi cabeza, luego a las sabanas, se agarraba como si fuera a despegar y hasta se cogía la almohada se tapaba la cara la mordía para acallar sus gritos y luego me pegaba con ella en la cabeza cuando se corría y no paraba de golpearla.
-ANA: dios dios dios dios, no pares, por tu vida no pares.
No tenia intención alguna, mi truco final ya fue llevar una de mis manos a su ombligo y sujetarla desde allí, eso arranco al poco tiempo una fuente en su coño, era un potro salvaje y me habia empapado entero, pasamos así media hora en que se corrió innumerables veces, pero sin pedir que parara, yo ya no aguantaba mas y se lo avise, me incorpore un poco.
-YO: voy a reventar, déjame que la saque.- Ella se incorporo cogiéndome de cuello aun empalada, con su culo en el borde de la cama haciendo de tope para que no la metiera mas polla dentro.
-ANA: y un mierda, tu te corres dentro como dios manda- y se pego a mi besándome como una loca, lamiéndome la cara incluso.
Ante su deseo y mi conocimiento de la vasectomía di un par de golpes de cadera mas y explote como nunca antes, ni con Raquel o Eli.
-YO: la hostia puta que……..pasada, dios como puede ser, que cojones, ¡¡¡¡eres una joya!!!, ¿donde has estado toda mi vida.?- lo dije bajando el ritmo pero sin parar, aunque estaba perdiendo fuelle logre una ultima corrida de ella llevando mi mano a su clítoris.
Nos tumbamos en la cama, agotados, sudando y llenos de fluidos por todas parte, con ella echada sobe mi pecho, mirando mi polla manchada de sangre, fluidos vaginales y semen, se llevo la mano su coño y noto lo abierto que lo tenia y que lo tenia manchado igual. Nos quedamos así un rato, cogiendo aire.
-YO: bueno, ¿al final no ha sido para tanto, no?
-ANA: e¿l dolor? No, una vez que se rompió el limen, descendió hasta desaparecer, pero ¿el sexo?, el sexo ha sido mil veces mejor de lo que creía, yo como tonta creyendo que nuestros frotamientos nocturnos eran geniales, normal que estuvieras fuera de ti, deseándolo.
-YO: eh, que los frotamientos nocturnos son geniales, pero eso no es por el sexo, es por ti.- la bese en la frente, levanto su mirada con dicha en sus ojos.
-ANA: ¿de verdad?
-YO: no te mentiré diciéndote que has sido la única, ni la mejor, pero si que eres la 1º que se ha ganado mi corazón, no he follado contigo, he hecho el amor, justo lo que quería.
Se alzo para besarme de nuevo y se acurruco de nuevo a mi lado, como habíamos empezado, con ella echada de lado sobre mi, boca arriba, sus tetas pegadas a mi costado, ahora sin telas de por medio y mi polla morcillona libre de ropas o sabanas, rodeando su cuerpo con mi brazo y acariciando su espalda.
Ella se quiso ir a la ducha, me pidió que lo hiciera también, supuse que había acabado la fiesta por hoy, error, me agarro del brazo y me metió en la ducha con ella, nos limpiamos mutuamente, y sobo mi polla hasta tenerla limpia y dura, yo hice lo mismo con todo su cuerpo, hasta metí mi mano en su coño aun abierto, para limpiar bien todos los restos. Allí le comente lo de la vasectomía, pera que no se preocupara, lejos de eso se emociono y dándose la vuelta se pego a mi sacando mi polla por su pelvis, de nuevo aquella posición, y sin pensarlo mucho la bese el hombro a modo de petición, ella inicio el moviendo con sus caderas, aprisionada entre sus muslos restregué mi polla abriendo sus labios mayores otra vez, pero pasados unos minuto, Ana llevo su mano hacia su vagina, puso el culo mas en pompa y apretó mi glande contra su entrada, entre goles de cadera, de forma hábil, al golpear de nuevo se la metí, con algo de facilidad debo añadir, al meterla la deje quieta, casi se cae Ana hacia delante, pero la tenia bien sujeta por las tetas.
-ANA: pufff, ahora no duele nada, solo noto………….. placer.
-YO: pues abra que aprovecharlo- y agarrándola la cintura la penetre profundamente, media polla dentro, ella se iba levantando en el aire y se quedo de puntillas, la saque y metí de golpe y repetía operación siempre dejando mi polla dentro unos segundos, cuando ya note que no había dolor ni impedimento, acelere de golpe el ritmo, como un maquina a la que le habían subido al velocidad. Empezó a gritar improperios que ni entendía, incoherentes entre si en genero y sexo, palabras sueltas, ya se había apoyado contra la pared por que a cada embestida la empujaba hacia ella, levanto una pierna como los perros al mear, la agarre por la parte posterior de de la rodilla y seguí bombeando sin parar, no tardo su primer orgasmo, sabia que en esa posición mi polla incidía directamente en su punto G, que ya había sido trabajado en las masturbaciones de días previos. Notaba como la piel que rodeaba su coño se estira y contraía según mis gestos, esta vez eyacule yo primero, la situaron era morbo puro, y ella se sintió halagada y algo confortada de parar. Llevaba mucho trote para su 1º y 2º vez.
Nos tuvimos que volver a duchar para salir con la sensación de limpieza que correspondía, y nos pusimos las prendas intimas, mas que por decoro, por seguridad, no nos fiábamos el uno del otro de que si seguíamos desnudos no repitiéramos, nos echarnos unas horas a dormir. Nos dio igual, pasadas unas horas en que nos avisaron que nos queda 1 hora solo, la posición de cuchara me la ponía a reventar en el slip, así que me lo quite y plante mi polla en su trasero, desde sus glúteos hasta su espalda, ella se giro sorprendida.
-ANA: ¿todavía tienes ganas de mas?
-YO: es culpa tuya por ser tan preciosa.- la bese, ella correspondió, y una cosa llevo a la otra ………. termino estirada encima de mi, cara a cara besándonos y con mi polla sobresaliendo por su culo, ente sus piernas, se arrodilló cabalgándome y pajeando con una mano en su espalda a mi amigo.
-ANA: dios eres insaciable ¿que va a pasar en tu casa?
-YO: que tendrás que prender a correrte en silencio o tendré que amordazare, por que no penso dejar de hacerte el amor.- palabras que dieron en el clavo.
Se echo para atras, y saco mi polla por delante de su pelvis, cogió el lubricante y se empapo el coño, hizo lo mismo con mi polla y fue agachándose hasta tener mi glande en su entrada, bajo fuerte y se empalo ella sola, fue un alivio notar que no se le había cerrado demasiado, cogió postura de nuevo y poniendo una mano de tope empezó a follarme, si si, ella a mi, yo alucinaba pero tire mi mano a su vientre a jugar con el, la puso a 100 y se corrió goteando sobre mi en menos de 5 minutos, me incorpore y me senté a lo buda con ella rodeándome con las piernas, por encima de las mías, aun ensartada media polla, y así comencé a moverla encima de mi, llevando mis manos a su trasero y magreando como un animal, ella, con una mano en el colchón y otra en mi cuello como chancho botaba sobre mi, sus pechos eran demasiado apetecibles como para dejarlos botar sin ser cuidados y hundí uno de ellos en mi boca, mordisqueando el pezón, se corrió nuevamente cayendo hacia atrás, apena la pude sujetar por los riñones para seguir bombeándola, ella era un trapo en mis manos, su pelo colgaba de su cabeza hacia atrás, lo notaba en mi pies, de vez en cuando se echaba hacia delante para besarme, y no se por que, llego a darme una bofetada, pero siempre volvía a echar el cuerpo hacia atrás, dejando caer sus brazos a los lados mientras yo la sujetaba. Se corrió varias veces y la ultima era una fuente, demasiadas veces seguidas, me empapo las piernas pero me dio igual, seguía trabajando con mi boca sus pechos y seguía empalándola hasta que yo me corriera, casi maldije el buen entrenamiento de Eli, tuve que estar así 20 minutos hasta que me corrí dentro de ella de nuevo.
Caí rendido sobre la cama y ella sobre mi, aun encima y aun ensartada pero notando ambos como mi inflamación se desvanecía, me beso de forma cariñosa y de agradecimiento.
-YO: si no quieres que nos echen de aquí los GEOS será mejor que te quites de encima, por que como sigas así me empalmo de nuevo y no salimos de aquí en 1 hora.
-ANA: jajaja eres malo, me quedaría así siempre.
-YO joder ¿quien no?, pero tenemos que ducharnos otra vez y vestirnos, por favor, por el bien de todos, dúchate sola, luego voy yo.
Tardo algún segundo en hacerlo, pero lo hizo, gracias a dios, puse serenarme, salió de la ducha ya totalmente vestida y lo agradecí, me duche y recogimos para irnos, le costaba andar un poco.Eran ya las 10 de la mañana y cogimos uno de los autobuses para volver a casa, el camino me aprecio genial, mi cabeza solo pensaba en ella y su cuerpo, en como lo había disfrutado, el cariño y la dulzura, no solo la pasión, ella cayo rendida, dormida sobre mi. Al llegar a casa compramos uno churros, y subimos a casa a desayunar con la familia, ella se fue a mi cuarto y se puso ropa cómoda, mas que nada para que no la abroncaran por ir tan suelta. Desayunamos y compartimos alguna de las cosas que habían pasado en la fiesta, y con gesto de cansancio nos fimos a dormir pidiendo que no nos despertaran.
Al llegar al cuarto me desvestí delante de ella, pero cuando fui al baño y volví estaba ya dormida, agotada pero con una sonrisa de oreja a oreja, me coloque detrás de ella y la abrace, ella correspondió sin abrir los ojos y nos dormimos así.
Me despertaron los ruidos en la cocina, estaban recogiendo la mesa después de comer, eran las 5 de la tarde, tenia la cara muy cerca de su pelo, lo olí, era una delicia, mi mano rodeaba su cuerpo y caía por su cintura, empece a acariciar con un dedo su vientre, hasta que se despertara, estaba en la gloria, era una mezcla de sensaciones, amor, cariño y sensualidad, todo se juntaba en mi mente. Ella reacciono pasados unos minutos, movió su cuerpo pegándose mas a mi.
-ANA: hola amor, ¿que tal?- lo dijo sin abrir os ojos ni girarse.
-YO: siendo el hombre más feliz de la tierra ahora mismo.- rió.
-ANA: pues que suerte tienes, por que estas al lado de la mujer mas feliz el mundo, eres un cielo, me lo has hecho pasar genial, ha sido maravilloso, dulce, apasionado y casi no me dolió nada, justo como había deseado, pero mucho mejor.- llevo sus manos a la mía y jugueteaba a entrelazar lo dedos.
Nos levantamos reteniendo nuestras ganas a duras penas, al menos yo, había mucha gente en la casa y cerca de la cocina, nos levantamos al baño y comimos algo en la cocina, luego nos duchamos y salimos con la familia a pasear. A la hora de cenar ellos se volvieron pero nosotros habíamos quedado, en la casa de un amigo que se había quedado sola, cenamos y vimos algunas películas charlando en grupo, pero pegado a ella, abrazados y con gestos de cariño continuos. La gente se fue marchando y quedamos solo ella y yo, en el salón, con algunas personas desperdigadas por la casa, iba bastante normal, blusa, falda con vuelo y medias térmicas
Ella ya estaba a horcajadas sobre mi, besándonos, metiéndonos mano como podíamos entre embestidas de nuestras lenguas, ella elevaba su cuerpo y me besaba de arriba a abajo, con mi cabeza echada hacia atrás, a mi ya me reventaba el pantalón y ella lo noto, saco mi polla por la bragueta de mi pantalón, no sin dificultados, pero ya una vez fuera pajeaba suavemente mientras yo meta mano por debajo de la falta que llevaba, nos pusimos una manta rodeándonos, para tapar un poco aunque fuera evidente lo que ocurría. Baje las medias térmicas hasta medio muslo y metía mis dedos en su interior, con habilidad logre que se mojara rápidamente.
-ANA: sabes, ¿ayer me quede con ganas?
-YO: no creo, estabas muy agitada.
-ANA: lo estaba, pero ayer me dijiste que hicimos el amor, pero ahora quiero……..que me folles.
-YO: ¿y cual se supone que es la diferencia?
-ANA: no lo se, por eso quiero hacerlo.- y sin mucho dudar alzo su cuerpo y coloco mi glande en su entrada, apartando la tela de sus bragas.
-YO: ten cuidado.
Fue bajando lentamente sus piernas hasta hacer presión, abrió sus labios mayores para facilitar la penetración y poco a poco note de nuevo la fuerte presión en la punta de mi polla, ella abrió la boca de dolor, pero metí mi lengua en ella para acallar posibles gritos, siguió bajando hasta notar como se iba abriendo de nuevo su interior, haciendo hueco, metió todo lo que la posición con la ropa permitía, la misma mitad que aquella mañana, se quedo así unos segundos, dejando acostumbrarse a la física de los espacios, sin parar de besarnos y agarrándola contra mi notaba como temblaba un poco, metí mis manos por debajo de la blusa y buque sus pechos, en su espalda desabroche el sujetador y lleve mis dedos a sus pezones, agache la cabeza para levantarle la blusa y chupar uno de ellos, apretándolo con fuerza. Ella se sintió mas cómoda y empezó a subir y bajar sobre mi, acelerando algo el ritmo, y mojando mi polla con sus fluidos, que ya eran abundantes, el ritmo se acelero de nuevo, ya la sentía vibrar, y tome el control, agarre de su cintura y era yo quien la hacia subir y bajar aguantando el ritmo, su respiración era agitada y por momentos dejaba de besarme para coger aire por la boca después de haber trabajado sus pezones.
-ANA: dios, ya lo noto de nuevo, me voy a correr, umm no pares, sigue, sigue…- se movía fuertemente, queriendo caer a plomo contra mi.
Sentí de nuevo sus fluidos caer sobre mi polla y se quedo parada, clavada por la mitad de mi estaca de carne, totalmente dura.
-YO: no ha costado tanto como esta mañana.
-ANA: dios, es verdad, me estas taladrando y lo mejor es que no he sentido nada de dolor, solo presión, noto coda centímetro de tu polla partiéndome, me encanta.- lo dijo entre respiraciones aceleradas.
-YO: pues no pasamos de la mitad, es mejor ir poco a poco.
-ANA: pero no tenemos tiempo, me voy en 5 días.
-YO: lo se, y no sabes cuanto lamento tu marcha.- la acaricie la cara.
-ANA: ¿y si no fuera así?
-YO: ¿que dices? ¿No irte?
-ANA: bueno, eso no, tengo que irme y acabar el instituto hasta verano, pero lo he estado pensando, después tengo algo de dinero ahorrado para la universidad, tengo buenas notas, no se, al llegar las inscripciones, a finales del verano, podría pedir plaza en alguna universidad aquí.
-YO: pero esa es una decisión muy importante, no puedes tomarla por mi.
-ANA: ¿no te gustaría que estuviera contigo? – la bese con seguridad.
-YO: ahora mismo nada me haría más feliz, pero es una decisión que has de tomar de forma calmada, razonada con la familia, ¿donde vivirías? ¿Vendrías sola? No conocerías a nadie salvo yo, y somos muy jóvenes para depender uno exclusivamente de otro.
-ANA: jo, supongo que tienes razón, pero …¿ si se pudiera, me esperarais?
-YO: mientras tu estés a mi lado no deseo a nadie mas – una burda falsedad, que demostró el tiempo, pero que en ese momento era un sentimiento real.- pero si estas lejos no voy a decirte que esperare como un monje tu llegada.
-ANA: es verdad, seria injusto para ambos.
-YO: mira, hacemos esto, tu te marchas y sigues con tu vida, yo haré lo mismo, y si para septiembre quieres y logras venir a Madrid a estudiar, yo te prometo que te ayudare en todo lo que pueda, y si aun queremos los 2, seguir con lo nuestro, ¿de acuerdo?- sonrío de felicidad, era una decisión salomónica pero la daba algún rayo de esperanza.
-ANA: ay primo como tu quiero, eres el mejor.- y se acerco sus labios a lo míos, dando pequeños besos por toda la boca, como agradeciendo mi solución.
No habíamos olvidado que ella seguía empalada por mi y yo seguía tieso, la medio recosté sobre el sofá y le quite las medias, subiendo la falda, sin desmontarla, la subí la blusa y ataque su ombligo, sabia que la volvía loca, y sin parar de lamer su vientre comencé a meter y sacar mi polla con calma pero sin parar, ya no era un ligero movimiento, sino sacarla casi entera y meterla hasta la mitad, no pare hasta que me corrí en ella, fueron mas de 40 minutos en los que no aumente el ritmo, solo la metía y la sacaba con calma, ella se tocaba el clítoris en ocasiones y se corrió múltiples veces, rogando que acelerara, pero no lo hice, quise que fuera así, que rogara, para que fuera totalmente mía los últimos días con ella.
Al acabar nos fuimos al baño y nos adecentamos, al salir por la puerta alguno de los de la casa, que andaban por las habitaciones, salió a hacerme gestos de sorna y bendición por lo que habían iodo, era una casa grande pero hubo cosas que tuvieron que oír.
Los siguientes días pasaron fugaces, entre “achuchones y magreos”, nos inventábamos cualquier excusa para salir de casa y follar en cualquier parte, o cualquier motivo para quedarnos en casa cuando todos salían, y follar en casa, mas que nada por los gritos de ambos, sobretodo de ella, cuando se corría múltiples veces no había forma de hacerla callar. Cuando no se podía ninguna de ambas nos encerrábamos en mi cuarto y practicábamos el sexo oral, ella siendo novata se fue con un master class, la enseñe trucos con la legua sobre el glande, que me habían enseñado a mi, y que volverían loco a cualquier hombre, también me asegure de no haber perdido mi toque, no se por que pero las comidas de coño se me daban genial, o al menos eso había demostrado mi experiencia con mujeres de todo tipo. Llegue a juguetear con mis dedos en su ano, pero ni de lejos estaba preparada para sexo anal, bastante habíamos avanzado ya, mi polla ya no era un misterio los días previos a su marcha, se la metía sin demasiada dificultad, pero siempre hasta la mitad, no me atrevía a mas, pese a que alguna vez me lo pidió, casi, mas por miedo a que le doliera a ella, tenia miedo a confirmar si se podía o no, y que aquella chiquilla se sintiera mal por ello o que me atara a una mujer que no me cubría entero. Pasábamos de media polla, el ultimo ida, poco, pero algo mas, ella se iba abriendo y su pelvis ensanchando con cada sesión de sexo, aveces eran dulces, mágicas e inocentes, otras era pasionales, una arrancada de excitación, probamos algunas cosas como las cubanas o posiciones algo mas complejas pero la realidad es que embestir su coño por detrás era lo que sacaba lo mejor de los 2, ella se dejaba hacer a mi ritmo, que aveces eran demasiado elevado, y me dejaba las manos libres para jugar con sus ternas tetas o su vientre.
Tristemente llego el día de reyes, su ultimo día, nos dimos unos regalos entre todos, ella me dio un sobre cerrado que no me dejo abrir hasta su marcha, yo la regale una fondee y sobres de chocolate. Reímos como idiotas ante la sorpresa de los presentes, sin entender el por que. Nos despedimos con un paseo por el parque antes de que se fuera, pese al frío pegaba un sol radiante, y nos despedimos deseándonos un pronto reencuentro, cogidos de la mano y besándonos como enamorados. Recogieron sus cosas y se marcharon, reconozco que me molesto un poco su marcha pero la promesa de volverla a ver pronto, y que hasta entonces tenia barra libre, me alegro el día, y pensaba pasármelo muy bien hasta su vuelta.
-MADRE: pues mira lo que me han dicho, que la niña anda muy pesada, dice su abuela que se ha puesto a decir que ahora quiere venirse a Madrid a la universidad, que le encanta estar aquí con nosotros.
-YO: ¿eso ha dicho?
-MADRE: si, no se que la habrás hecho pero dice su abuela que esta contenta contigo, y con la ciudad, que no la había visto así de abierta y extrovertida nunca.
-YO: pues no se, supongo que le he dado justo lo que necesitaba.- abrí el sobre, y había una pequeña anotación.
ANA: ”Se que no tomabas somníferos.
Hasta pronto”
Sonreí.
CONTINUARA…….
En eso, mi rostro quedó súbitamente liberado y el aire volvió a entrar en mis pulmones: súbitamente cobré conciencia del largo rato que llevaba sin hacerlo. Lo curioso del caso fue que, más allá del evidente alivio por volver a respirar, también en parte lo lamenté: sé que suena raro, pero, de pronto, había pasado a extrañar esa sensación de ahogo, de asfixia… Levanté la mirada y vi al joven, quien se había puesto en pie, aunque seguía mirándome desde lo alto; yo lo veía enorme, inmenso, musculoso, casi un dios griego, pero repito: era muy posible que, por mi estado, estuviera percibiéndolo todo de modo sobredimensionado aun cuando el muchacho fuera, sin lugar a dudas, una más que ostensible colección de atributos físicos. Detecté en sus labios una ligera sonrisa que era puro erotismo y, casi de inmediato, lo vi comenzar a quitarse el slip: tal imagen hizo que volviera a relamerme y hasta con más ganas que antes, pues ahora podía contemplar, al desnudo, su formidable miembro erecto. Era tanta la distorsión espacial producida por las drogas que intenté alcanzarlo con mi lengua, cosa que, desde ya, era del todo imposible estando él de pie y yo echada en el piso.
Una feroz embestida sexual me hizo, en ese momento, retorcer en una mezcla de dolor y placer; se trataba, obviamente, del otro stripper, de quien yo había desviado mi atención por un momento pero que, sin embargo, no había parado nunca de cogerme aunque parecía, ahora, haber intensificado el ritmo. Me dio la sensación de que su intención al hacerlo era, justamente, recuperar mi atención. ¿Celos entre compañeros? Me divirtió la idea y me excitó la posibilidad de que, tal vez, estuvieran sosteniendo entres sí una competencia para determinar cuál de ambos lograba calentarme más.
Eché un vistazo en derredor: las chicas estaban, como no podía ser de otra forma, aún allí, morbosos sus ojos y arracimadas en torno a la lujuriosa escena que me involucraba. Se las veía reír a más no poder pues abrían sus bocas en toda su magnitud y podía yo ver sus dentaduras completas pero la realidad era que ni un solo sonido llegaba a mis oídos: un silencio sobrecogedor era el mudo marco de mi degradación. Y como yo percibía todo potenciado, en los rostros vi demonios, brujas, súcubos, arpías… No se trataba de una alucinación o, al menos, yo no lo percibía como tal: era más bien como si, por efecto de las drogas, pudiera yo ver sus verdaderos rostros, los que ocultaban durante el día; como si pudiera ver el espíritu perverso y oculto que anidaba tras los ojos de cada una y que permanecía enclaustrado durante las largas horas de oficina: quienes en ese momento me rodeaban no eran ni por asomo esas muchachas a las cuales yo veía, día tras día, desempeñarse con seriedad y diligencia; eran seres demenciales, surgidos de algún infierno y sedientos de lujuria y perversión… La imagen me inquietó y un espasmo de horror me recorrió el cuerpo aunque, a la vez, aumentó mi excitación: hasta lo terrorífico parecía, ahora, resultarme fascinante. Evelyn, por su parte, era un perfecto diablo, o diabla: ya no la veía como una secretaria disfrazada; era Lucifer mismo en versión femenina y mi sensación era que el verdadero disfraz era el que usaba todos los días en la fábrica. Su risa, aun cuando no lograba oírla, era la carcajada misma del infierno: así lo mostraban sus expuestos dientes, los miles de hoyuelos que se le marcaban en el rostro y el fulgor maligno que irradiaban sus ojos. En un momento, mientras el stripper no cesaba un instante de cogerme como una máquina, ella apoyó el tridente sobre mi pecho y pinchó sobre los pezones; no sé qué tan de utilería sería ese tridente, pero lo sentí punzante y, una vez más, morbosamente placentero.
La potente verga del joven seguía entrando cada vez más profundo en mí y me parecía sentirla en el esternón: otro efecto de las drogas. Fuese como fuese, no pude evitar el cerrar los ojos y abrir la boca por completo en muda expresión de entrega al placer. Mi garganta quería emitir sonido: un jadeo… o un gemido que estaba allí atrapado y pugnaba por salir. No llegó a hacerlo de todos modos; no tuvo tiempo. Aprovechando que mi boca se hallaba abierta, el otro joven se acuclilló sobre mí y hundió su verga en ella. Sentí que el extremo me tocaba la garganta y me retorcí nuevamente pero no rechacé la invasión sino más bien todo lo contrario: apresé el pene con los labios, y creo que hasta con los dientes, con tal de no dejarlo escapar. Y así, me encontré en medio de una doble penetración como nunca antes había sentido en mi vida: la fábrica seguía arrojándome hacia una interminable vorágine de experiencias nuevas y placeres desconocidos que iban, poco a poco, matando a la Soledad que alguna vez había traspuesto la puerta en busca de trabajo.
De manera maravillosa y sensualmente coordinada, ambos bombeaban al mismo tiempo: uno dentro de mi vagina, el otro dentro de mi boca. Mi cuerpo se removía envuelto en escozores que nunca había sentido antes; era como si un millón de hormigas caminaran por encima recorriéndome cada parte íntima y manteniéndose sobre ellas hasta hacerme llegar al estallido. Así era, exactamente, como me sentía: a punto de estallar de un momento a otro… y quería hacerlo: me sentía en la necesidad de hacerlo.
Profesionales como eran, ambos llegaron a un mismo tiempo. El semen me invadió por ambos flancos: vagina y boca. Tuve la sensación de ser inundada en mi interior, que ambos ríos de leche se juntaban y se confundían hasta formar una única corriente que me quemaba y me consumía por dentro; era como si toda mi humanidad estuviera llena con el semen de los dos. Era una locura, desde ya, pero hasta tuve la sensación de que se me escapaba por las orejas y nariz…
Cuando hubieron, casi literalmente, “acabado” conmigo, se pusieron de pie a un mismo tiempo mientras yo sentía las gotas del sudor de ambos caerme encima como una llovizna lasciva. Una vez más, volví a tener un paneo general del grupo a mi alrededor: un mar de rostros pletóricos de lujuria, placer y diversión. Algunas manoteaban a los strippers o, por lo menos, al que yo llegaba a ver, pues el que había dado cuenta de mi boca se hallaba ahora detrás de mi cabeza y fuera de mi campo visual. Pensé, en parte con pesar, que la cosa había terminado o, al menos, aquel segmento de mi despedida: la parte en que yo era cogida. Me equivoqué: el stripper se arrodilló nuevamente y volvió a tomarme por las caderas, pero esta vez lo hizo para girarme, de modo que me dejó boca abajo o, más bien, con mis tetas aplastadas contra el piso. Su mano se apoyó sobre mis nalgas y, otra vez, acudieron a mí imágenes de Luciano o de Tatiana; de hecho, sobaba de un modo semejante, aun cuando le agregase una cuota de salvajismo animal que, contrariamente a lo que sentí al ser sobada por el sereno, me generaba una fuerte e incontrolable excitación. Me sentí muy puta… y sabía que ésa era la imagen que estaba dando ante mis compañeras de trabajo.
Yo seguía sin escuchar nada; los sonidos aún no regresaban a mis oídos y hasta llegué a temer que mi sordera hubiera ya adquirido carácter permanente. A pesar de ello, pude sentir cómo, separando mis plexos, el joven escupía dentro de mi orificio para después, introduciéndome un dedo, trazar círculos de tal modo de ensalivarme y lubricarme. Estaba obvio que su plan era entrarme por el culo. En lugar de resistirme, apoyé aun más mis tetas contra el piso a los efectos y levanté la cola como hembra en celo a punto de recibir el pene de un macho. En cuestión de segundos, su verga me entró por detrás y la peculiar mezcla de dolor y placer me volvió, pero potenciada a un punto imposible de poner en palabras. Abrí grande mi boca y grité; o creí hacerlo, no sé: ya para esa altura ni siquiera sabía si los sonidos no me surgían o simplemente yo no me escuchaba.
Al levantar la vista vi a todas las demás, enardecidas al punto de lo orgiástico, y recién entonces recalé en que varias de ellas… me estaban tomando fotos. Claro, tonta de mí. ¡Dios! ¿Qué había esperado? ¿Qué las chicas fueran a comportarse con celo profesional y decidieran no quedarse con un solo recuerdo de tan particular e inolvidable reunión? No era de extrañar, incluso, que más de una me estuviera filmando. Algo por detrás del grupo, llegué a distinguir al sereno: aun sin verlo muy bien, lo poco que percibí fue suficiente para darme cuenta de que se hallaba muy excitado pero que, además, contemplaba la escena algo compungido; interpreté que debía ser por no poder participar ya que, de hecho, la propia Evelyn se lo había prohibido algún momento antes. Es sumamente extraña la mente humana y mucho más la femenina, porque juro que en ese momento sentí lástima por él… Y hasta me pareció una injusticia que lo apartasen. ¡Dios! ¡Qué locura!
Una nueva y feroz entrada anal me abstrajo de tales pensamientos y me llevó bruscamente de vuelta al demencial escenario en el cual yo era cogida, mancillada y denigrada. Cerré los ojos nuevamente y volví a dejar escapar uno de mis mudos gritos; al volver a entreabrirlos, mi vista se topó con el otro stripper, al cual había dejado de ver por algún rato. Lo curioso del asunto era que se había colocado a cuatro patas por delante de mí y ofrecía a mis ojos el espectáculo de su bello y perfecto culo al desnudo; apoyándose en sus manos, flexionó sus piernas y retrocedió de tal manera de ubicar su magnífico trasero a pocos centímetros por delante de mi rostro; yo sólo tenía ganas de alcanzarlo, de besarlo, de lamerlo: él bien sabía eso y seguramente con esa intención me lo acercaba.
Sin poder contenerme ni querer hacerlo, estiré el cuello y saqué mi lengua por entre los labios; le lamí con fruición casi animal cada pulgada de su lustrosa carne y luego disparé la lengua como el dardo de una cerbatana en busca del tentador orificio que, generoso, se ofrecía como una flor abierta en la medida en que el joven, ahora, procedía a separar al máximo sus piernas. La imagen me retrotrajo a la oficina de Hugo y a aquellas lamidas de culo que había tenido que darle; era una suerte no poder escuchar a Evelyn pues no me cabía duda de que estaría recordándolo a todas en ese mismo momento y enrostrándome mi tendencia a lamer culos. De sólo pensar que ella me estaba viendo, mi estómago se revolvió. Pero el deseo y la lascivia pudieron más. Aquel hermoso trasero, definitivamente, no era el de Hugo: era un bello culo en el cual sólo daban ganas de entrar… Y entré: llevé la lengua bien profundo, trazándole círculos, serpenteándole, recorriéndole cada centímetro y yéndole siempre un poco más y más adentro mientras, de manera análoga, el otro stripper iba haciendo exactamente lo mismo con su verga dentro de mi culo. El movimiento de mi lengua logró excitar al que tenía por delante, lo cual se hizo notable en que los músculos se le tensaron, cosa que yo viví con sumo placer y sensación de triunfo. Intentó, más por reflejo que por otra cosa, impulsarse hacia adelante para escapar a mi penetración pero yo estiré mi cuerpo como una víbora y no le saqué la lengua ni un solo centímetro: por el contrario se la hundí más. No vas a escapar bebé, pensaba: voy a cogerte. Al moverme, por supuesto, la verga del otro stripper se salía un poco de mi culo pero él, emulando de algún modo mi propio accionar, también se impulsaba y estiraba en cada oportunidad en que yo lo hacía y así, su miembro, para mi infinito placer, recuperaba todo el tiempo el terreno perdido.
Cuando sentí que, ahora por mi entrada trasera, el río de semen me invadía nuevamente, mi cuerpo se contrajo en un nudo de placer y mi rostro se aplastó aun más contra la cola del otro stripper. Dejé de introducirle la lengua pues el placer me dominó al extremo de dejarme sin fuerzas siquiera para eso y, por el contrario, tuve que retraerla; aun a pesar de ello, no despegué mi rostro un centímetro de tan precioso culo y, en lugar de lamer, me dediqué ahora a chupar, a succionar, como si tratara de arrancarle de allí dentro vaya a saber qué: yo sólo sabía que quería ese culo para mí… y en ese momento era mío, mal que pudiera pesarle a alguna que otra envidiosa que me estuviera viendo o filmando.
El stripper que se hallaba delante de mí, se apartó finalmente y yo, extenuada, caí de bruces al suelo, con tan pocas fuerzas que ni siquiera mis brazos lograron amortiguarme y mi mentón golpeó contra el piso no muy suavemente. El otro, desde atrás, retiró su miembro de mi orificio y así, al parecer, daban por finalizada su tarea; o, mejor dicho, una parte de ella ya que daba por descontado que de allí en más serían las chicas quienes darían cuenta de ellos… o bien ellos de las chicas. Sentí un triple pinchazo en la base de la espalda y, en un impulso casi eléctrico, me giré y quedé boca arriba nuevamente. Se trataba, por supuesto, de Evelyn, quien, enfundada en su impecablemente perverso atuendo de diabla, acababa de pincharme a los efectos de que me diera la vuelta y, de hecho, lo había logrado. Su rostro seguía cruzado por esa pérfida sonrisa de oreja a oreja que hacía empalidecer a la más maléfica de las brujas; a su alrededor, todo eran risas y festejos. Tal como yo había supuesto, ya un par de muchachas se habían arrojado encima de los strippers casi como si fueran terroríficas arpías a punto de devorar un par de hermosos cuerpos. Me di cuenta de que mis oídos volvían a oír, aunque, de todas formas, se trataba de una percepción confusa: eran como voces distantes que iban y venían como en olas de sonido o como si varias emisoras de radio se entremezclaran sin que fuera posible captar la sintonía de alguna en especial… También noté que mi percepción del tiempo estaba alterada: veía, tanto a las chicas como a los muchachos, moverse despacio, cadenciosamente, casi como en cámara lenta…
Me sentí mareada. Muy mareada. Cerré los ojos y me llevé las manos a las sienes en un gesto reflejo que era acorde con el intento por reordenar mi cabeza, pero antes de que hubiera llegado a siquiera comenzar a hacerlo, una nueva y triple punción se hizo sentir sobre mí, esta vez en mi pecho. Abrí los ojos y, como pude, miré hacia lo alto. Alcancé a distinguir que Evelyn le pasaba el tridente a una de las chicas mientras otra le ponía en sus manos dos botellas, al parecer, de champagne. La colorada hizo girar ambos envases hasta ponerlos en posición invertida y luego vertió su contenido sobre mí; el champagne bañó por completo mi cuerpo: piernas, sexo, pechos, rostro; tuve incluso que cerrar los ojos pues me entró en ellos y me irritó. Antes de que consiguiera abrirlos nuevamente, sentí que un cosquilleo multiplicado por mil me hormigueaba excitantemente por todo el cuerpo y, una vez más, me sentí arrastrada al cielo de mi lascivia… o al infierno de mi decadencia. Al lograr entreabrir los ojos un poco, noté que algunas de las muchachas se habían puesto a cuatro patas junto a mí y se dedicaban ahora a recorrerme con sus lenguas en toda mi extensión, buscando cada gota de champagne que Evelyn pudiera haber derramado y dando cuenta de ella. Una se concentró en mi sexo y no pude evitar lanzar un largo y sostenido gemido al sentir su lengua allí; redoblando la apuesta, ella fue aun más adentro y, ya para esa altura, creo que lo que la joven estaba sorbiendo era un triple cóctel entre el champagne, mis propios fluidos y los vestigios de semen que el stripper pudiera haber dejado en mi vagina. Me retorcí en un intenso estado de placer y mis pies, ya hacía rato descalzos, patalearon en el aire en un vano intento por escapar a aquello a lo que, de todas formas, una parte de mí pugnaba por no resistirse.
Al cabo de algún rato y mientras yo sentía que seguía cayendo y cayendo dentro del abismo, escuché un grito de Evelyn cuyo significado no llegué a precisar: sonó como una orden que, al menos para mí y en el estado en que me hallaba, resultó inteligible. Las jóvenes dejaron de jugar con sus lenguas sobre mi cuerpo y se apartaron de mí; casi de inmediato, vi a la “chica cowboy” arrodillarse por delante de mí, justo entre mis piernas. Como si se tratase de algún un plan urdido de antemano, Evelyn sacó, de algún lado, un consolador al cual creí reconocer como el mismo con el cual tantas veces le había dado placer a Luciano y con el que la putita de Rocío me había penetrado por el culo en su oficina. De no ser el mismo, era muy parecido y supongo, de todas formas, que los consoladores, en algún punto, se deben parecer todos entre sí. Sin embargo la idea de que pudiese ser el mismo me produjo un fuerte escozor… y me excitó: de no serlo, yo quería pensar que sí lo era…
Evelyn, siempre exhibiendo su diabólica sonrisa, me enseñó el consolador y lo hizo bailar y girar un poco entre sus dedos; luego lo mostró al grupo en general y me pareció escuchar que se levantaba una explosión de algarabía y celebración, aun cuando seguía escuchando entrecortado y como en oleadas: la escena parecía un ritual. Evelyn le dio el objeto a la “cowgirl” del mismo modo que si le estuviese entregando alguna daga de sacrificio. La joven, de hecho, lo recibió como tal y tras dedicarle una sonrisa a Evelyn, su semblante tornó en seriedad en cuanto se volvió hacia mí. Al igual que la colorada lo hiciera antes, me mostró el falo; lo escupió en la punta (no sé con qué sentido ya para esa altura; creo que fue más un gesto ofensivo hacia mí que un intento de lubricación) y luego me lo introdujo con una fuerza que volvió a remitir a la idea de que yo estaba siendo sacrificada. Dejé escapar un grito que cortó el aire y, por primera vez en mucho rato, volví a oírme a mí misma, supongo que debido a la intensidad del grito. La “cowgirl” se dedicó a penetrarme con el consolador una y otra vez sin la más mínima piedad y sin darme respiro; poco parecía importarle que yo me retorciera en violentas convulsiones o que de mi garganta brotara un alarido de dolor tras otro: ella seguía y seguía como si nada y, al hacerlo, de manera increíblemente paradójica, me llevaba al súmmum de los sentidos, ese lugar misterioso en el cual dolor y placer se encuentran. Y así, mientras yo seguía siendo penetrada sin atisbo alguno de que la chica tuviera en mente atenuar el ritmo, me encontré transportada otra vez a algún sitio lejano, muy, muy lejos de la Soledad original, ésa que nunca habría gozado con su propia humillación y que, por el contrario, se hubiera horrorizado ante la sola idea.
Me hizo llegar al orgasmo pero, en lugar de mermar en la penetración, la hizo recrudecer al punto de no dejar recuperarme ni darme el mínimo respiro pues, claro, ella me estaba cogiendo con un miembro artificial y, como tal, no experimentaba orgasmo alguno que pudiese frenarla. No sé cuántas veces me hizo llegar; no las conté y tampoco hubiera podido: cuando dejó de penetrarme, no me dio la sensación de que fuera porque finalmente se hubiera apiadado de mi morboso suplicio sino, más bien, porque estaba cansada de tanto bombear sin parar durante largo rato. Demás está decir que quedé en el piso rendida, totalmente vencida y sin energía para absolutamente nada: mis brazos y piernas estirados al límite, como buscando asirme a vaya a saber qué; mi respiración jadeante, haciendo subir y bajar mi pecho una y otra vez.
Ya no podía haber más o, al menos, eso era lo que yo creía. Como para terminar de confirmarme lo equivocada que estaba, sentí cómo un objeto se apoyaba contra mi boca y, sin permiso alguno, aplastaba con fuerza mis labios hasta obligarme a abrirlos y, así, abrirse paso por entre mi dentadura. No fue difícil darse cuenta que lo que acababa de entrar en mi boca era el mismo falo artificial con el que había sido penetrada hasta hacía un momento.
Con angustia y desesperación, abrí grandes los ojos y alcé la vista, pensando que me iba a encontrar, una vez más, con la “chica cowboy”, pero no: me encontré con un rostro pequeño enmarcado en rubios cabellos que caían por los costados de una gorra de policía; quien estaba introduciéndome el consolador en la boca no era sino la putita despreciable de Rocío. Me lo llevó tan adentro que me produjo una intensa arcada y hasta temí la posibilidad de ahogarme por vomitar boca arriba; lejos de detenerse, ella lo empujó bien adentro hasta que el extremo tocó mi garganta; una vez ubicado allí, aplastó la base del consolador a efectos de que no dejarlo salir un solo centímetro de adentro de mi boca. Mis ojos, que eran pura desesperación, miraron en derredor y se encontraron con dos jovencitas que le alcanzaban a Rocío una cinta de embalar, de ésas mismas que se utilizaban en la planta para preparar los pedidos. Una de ellas me pasó sus manos por debajo de la nuca y me hizo despegar un poco la cabeza del suelo mientras Rocío y la otra joven se dedicaban a darle a la cinta varias vueltas alrededor de mi cabeza hasta no sólo dejarme amordazada sino, además, con una verga artificial dentro de mi boca e imposibilitada de salir debido, precisamente, a la cinta. Por más que intentara escupirla o despedirla, era inútil… Rápidamente, me incorporé hasta quedar sentada y llevé mis manos a la cinta para tratar de quitármela pero, antes de que pudiera hacer nada, ya las chicas se habían encargado de tomarme por las muñecas y llevármelas a la espalda para que, una vez allí, Rocío se encargara de colocarme las esposas nuevamente. Quedé esposada, amordazada… y con un consolador dentro de mi boca.
Siguieron durante un rato bebiendo y consumiendo pastillas a más no poder, mientras yo, ahora, había pasado a ser convidada de piedra, lo cual en buena medida era un alivio. En efecto, durante algún rato parecieron olvidarse de mí y lanzarse sobre los strippers. Echada como estaba, en el piso, no vi, al menos desde mi posición, que ninguna se dejara coger por alguno de los muchachos y sí vi, en cambio, que más de una les mamó la verga o bien no les dejó palmo de la piel sin tocar o lamer. La que parecía permanecer como más ajena a todo era, paradójicamente o no, Evelyn, quien, a fin de cuentas, se había jactado más de una vez, en mi presencia, de no ser “fácil”. Su rol, como lo dije antes, era el de maestra de ceremonias, casi un correlato del que cumplía en la fábrica: ella organizaba, delegaba, distribuía, disponía, reglaba… pero no intervenía, al menos no en un sentido sexual propiamente dicho.
En eso Rocío se me acercó y temblé de la cabeza a los pies. Yo estaba tendida algo ladeada y, por lo tanto, ella me propinó un ligero puntapié en las caderas que tenía como claro objetivo el que me pusiera boca arriba nuevamente. Así lo hice y, en ese momento, pude ver cómo ella introducía las manos por debajo de su corta falda y se quitaba la ropa interior para arrojarla a un lado. Bastaba con verla para darse cuenta que estaba totalmente desvirtuada: borracha y drogada. Plantó el taco de una bota junto a una de mis orejas y el otro junto a la otra para luego hincarse; al ver que su vagina venía hacia mí no pude evitar ladear, sino mi cuerpo, al menos sí mi cabeza ligeramente. Se me cruzó por la cabeza la repugnante idea de que aquella putita de mierda fuera, ahora, a querer, que le diera una chupada en su concha, pero la realidad fue incluso peor que eso. En el preciso momento en que ladeaba mi cabeza, sentí que mi rostro era bañado por un líquido caliente del cual no tardé en determinar que se trataba de orina. La muy hija de puta me estaba haciendo pis encima. Con repulsión, cerré los ojos y me removí tratando de zafar de tan incómoda situación, pero era inútil: sólo lograba que me dolieran las muñecas al intentar liberarlas de las esposas que la misma Rocío me había colocado; quería gritar pero, desde ya, no podía hacerlo y menos con mi boca amordazada y con un pene artificial dentro de ella; extrañamente, agradecí en parte que allí estuviera ya que la cinta de embalar con que lo habían asegurado impedía que la orina corriera hacia adentro de mi boca.
Cuando el grueso de la orina dejó de caer, la putita rubia permaneció un ratito más moviéndose de tal forma de hacer que cayera hasta la última gotita sobre mí y, recién cuando consideró que era así, se incorporó y volvió a la fiesta con las demás. Nadie pareció haberse dado cuenta de lo ocurrido y me dio por preguntarme cómo habría reaccionado Evelyn de haberla visto. Qué estúpida y qué ingenua era: todavía me aferraba a la esperanza de que Evelyn fuera, en algún momento, a protegerme o, cuando menos, a marcarle algún límite a las demás en cuanto a qué podían o no podían hacerme. ¿Por qué pensaba eso? Pues, por lo que dije: por estúpida y por ingenua.
La meada de Rocío sobre mí pareció, de hecho, hasta crear escuela. Yo no sé si alguna de todas la habría visto, pero unos minutos después otra de las muchachas, con uniforme de “power girl”, se hincó sobre mí y también dejó descargar su orina, esta vez sobre mi pecho. Evelyn se giró y la vio pero, tal como era de esperar, no la reprendió: sólo atinó a sonreír y, en todo caso, le dio una reprimenda que sonaba más en broma que en serio, pues dijo algo así como “chicas, vayan al baño” o, al menos, eso fue lo que creyó captar mi trastocado sentido de la audición.
Por suerte, nadie más me meó. En algún momento dejé de ver a los strippers, de lo cual inferí que debía haberse cumplido su horario. A las chicas ya no parecía quedarles bebida y a algunas se las veía realmente mal, vomitando por algunos rincones de la fábrica. Alcancé a escuchar que Evelyn protestaba y les recordaba que, después, habría que dejar todo limpio. Con todo, el festejo parecía lejos de haber terminado. Por el contrario, una de las chicas (creo que Milagros) propuso la idea de ir a algún bar o boliche. Evelyn pareció recibir excelentemente la propuesta pues sus ojos se iluminaron y se la notó visiblemente entusiasmada, al igual que el resto de las chicas o, al menos, las que todavía podían generar algún sonido o movimiento.
La sola idea de que fueran a sacarme de la fábrica en el estado en que me hallaba y con el aspecto que lucía, sólo pudo aterrarme. Humillar al agasajado a agasajada en una despedida de soltero paseándolo por toda la ciudad con el culo al aire es, desde ya, una costumbre bastante repetida y, como tal, no podía sorprenderme que tuvieran ese plan para conmigo. Pero la noche que acababa de vivir era muy especial y, si algo no entraba en mi ya revuelta cabeza, era la posibilidad de verme sometida a semejante humillación pública con el agravante de, incluso, poder ser vista por alguna de las amistades de Daniel o por el propio Daniel.
“¿Vamos a dar una vuelta, nadita?” – me preguntó Evelyn, inclinándose hacia mí y dispuesta, al parecer, a alzarme en vilo del piso para así, llevar adelante el demencial plan.
Ya ahora volvía yo a escuchar perfectamente. Aterrada y con los ojos desorbitados, negué con la cabeza. Di por descontado que ese gesto no detendría a Evelyn, sino que, por el contrario, le daría aun más ánimos pues ya para esa altura era sabido que la muy perra se complacía haciéndome precisamente aquello que yo no quería. Me equivoqué; sorpresa absoluta: su rostro se cubrió de un velo de tristeza.
“Ay, qué ortiva que sos – se lamentó -. ¡Es tu despedida! ¡Qué cortada de mierda! Bueno, en fin, está bien: te quedáras acá… Vos y un par más que no sirven para nada” – echó un vistazo en dirección a dos jóvenes que yacían hechas un ovillo junto al muro.
“¿Limpiamos primero?” – preguntó una de las chicas.
“Ni en pedo – le respondió Evelyn con gesto desdeñoso -. Luego volvemos y lo hacemos. Tenemos que volver, de todas formas, a buscar estas piltrafas que dejamos en la fábrica. Dejemos a nadita sobre la mesa”
Me tomaron entre dos o tal vez más y me alzaron como si fuera una bolsa de papas para echarme, boca abajo, sobre el mantel de la improvisada mesa, el cual estaba hecho una desgracia con tantos restos de torta, crema, alcohol y demás. Yo, por cierto, no le iba en zaga y, de hecho, alguna de las chicas que me llevó hasta allí protestó con repugnancia:
“¡Qué asco! ¡Está toda sucia… y meada! ¡No se sabe ni por donde agarrarla!”
Quedé sobre la mesa, desvalida y amordazada. ¿Tendrían al menos en mente quitarme la cinta de embalar y el consolador antes de irse? No parecía haber señales de que albergaran una idea semejante. Por el contrario, se las notaba, sí, muy empeñadas en acomodar su ropa y asearse un poco con vistas a la salida. De pronto sentí que un objeto de punta redondeada me tocaba la cola. ¡Dios! ¿Tenían otro consolador?
“Te vamos a dejar un regalito para que no nos extrañes” – me dijo Evelyn, con sorna, acercándose a mi oído izquierdo.
Acto seguido pude sentir cómo otra vez mi entrada anal era usurpada, en este caso por un miembro artificial. Todos los músculos se me tensaron; crispé los puños e intenté gritar pero, desde luego, fue otra vez inútil. Evelyn, o quien fuera que me estuviese introduciendo el objeto, lo llevó tan adentro como pudo y, sólo un instante después, sentí que alguien me levantaba por la cintura para permitir que me colocaran cinta de embalar alrededor de mis caderas de tal modo de dejar encintados tanto mi bajo vientre como mi entrada anal, lo cual era, en definitiva, el objetivo de fajarme de esa manera. Así, la cinta cumplía con la función de evitar que el consolador se saliera de mi cola o bien de que yo misma lograra, con mis movimientos, sacármelo cuando las chicas no estuvieran allí.
Y así fue como me dejaron: hecha una vergüenza, una ignominia; con un consolador dentro de la boca y otro dentro del culo aprisionados por sendas cintas de embalar, a la vez que las esposas que hacían presa de mis muñecas me impedían cualquier tipo de movimiento tendiente a librarme un poco de mi tormento. Evelyn me dio un beso en la mejilla y alguien me propinó una palmada en las nalgas justo antes de que se retiraran. La planta quedó en el más absoluto silencio y no pude sino compungirme al ponerme a pensar cuánto tiempo iría a quedar yo en esa situación pues no había modo de saber cuánto tardarían en regresar o si lo harían realmente: bajo efectos de alcohol y drogas, todo era posible. Miré de soslayo hacia las chicas que habían quedado en el lugar; eran un estropajo a ojos vista y parecían haber quedado profundamente dormidas. No podía esperar nada de ellas y, por otra parte, ¿no habían sido acaso también ellas parte de la humillación a que acababan de someterme? ¿Hasta qué punto cabía esperar ayuda de su parte?
La perspectiva de que el resto no regresara me llenó de pánico ante la idea de ser sorprendida en la mañana por alguien. Por suerte era sábado y, por lo tanto, no iba a haber operarios (al menos no en teoría), pero tal vez algún personal de limpieza o… ¡un momento! ¿Y el sereno? ¿Se habría ido? En principio no tenía sentido teniendo en cuenta que su trabajo allí era, precisamente, cuidar la fábrica cuando no había nadie. ¿Vendría algún relevo? ¿Sería otro el sereno para los sábados?
Me comencé a remover sobre la mesa; consistiendo ésta en varias mesas unidas, era inevitable que resonaran al entrechocarse y, si el sereno estaba por allí, quizás acudiría en mi ayuda como alguna vez lo había hecho yendo en busca de Luis. Me agité y me retorcí una y otra vez; no dejaba de ser incómodo porque, por momentos, sentía que el consolador se removía y se clavaba aun más dentro de mi culo, pero tenía que hacer el mayor ruido posible si quería llamar la atención.
Oí unos pasos detrás de mí y el corazón me saltó en el pecho. ¿Habría dado resultado mi intento? Yo no conseguía girarme lo suficiente como para cerciorarme pero estaba plenamente segura de que alguien se había ubicado a mis espaldas. De pronto, una mano se apoyó desde atrás sobre mis muslos: fue un shock, por supuesto, pero en parte me alegré al reconocer en ese rústico roce y en ese tosco tacto la inconfundible mano de Milo. Yo sólo quería gritar a viva voz y pedirle que me liberara pero él, para mi decepción, parecía concentrado en recorrerme los muslos una y otra vez, esos mismos muslos que estaban sucios de crema, champagne, semen y tal vez… orina. Luego subió hasta mi cola y pareció, por un momento, detenerse, como vacilante: era como si buscara interpretar qué era lo que me habían hecho; tal vez se preguntaba qué función cumplía allí la cinta de embalar y, de hecho, tanteó por encima de ella como tratando de reconocer algo debajo.
Quizás, me dije, ése era el momento en el cual él tomaba verdadera conciencia de mi situación y, apiadándose de la misma, procedía a liberarme. Sin embargo, nada de eso parecía ocurrir y mi angustia iba en aumento, sobre todo al no poder hablar. De pronto un bulto de tela azul se depositó sobre la mesa a mi lado y, al desviar mi vista, descubrí que se trataba del guardapolvo del sereno, de lo cual inferí que se lo habría quitado. Un instante después escuché el sonido de su cinturón al desabrocharse y el pánico volvió a apoderarse de mí. Comencé a patalear; era lo único que podía hacer, pero él me tomó por los tobillos y me separó las piernas. Comprendí entonces que su objetivo era, en realidad, mi vagina, la cual, por cierto, estaba al descubierto ya que la cinta de embalaje que sostenía el consolador dentro de mi culo pasaba algo más arriba. Y a continuación, lo inevitable: su verga, casi sin preámbulo, entró en mi sexo.
Se acababa de agotar mi última esperanza y no sólo eso, sino que Milo había optado por sumar una ignominia más en mi contra, aun cuando, seguramente, no fuera consciente de ello. Mientras me agitaba inútilmente y hacía esfuerzos denodados por liberarme, recordé el rostro del sereno precisamente algún rato antes cuando, apesadumbrado y excluido, miraba cómo yo era cogida por los strippers sin poder participar de ello. También recordé que, en ese momento, me había dado lástima y hasta me había parecido injusto…
Por si algo me faltaba, me cogió sin piedad y, una vez más, me tocó vivir algo que jamás había vivido: ser penetrada artificialmente por culo y boca a la vez que, fisiológicamente, por la vagina…
Lo peor de todo era que, casi con seguridad, Milo no se daba cuenta de lo que me hacía: en su pobre mente él, simplemente, debía considerar que se estaba cobrando su premio por haberme salvado en su momento. Me acabó como una bestia, con su semen bullendo en mi interior y su saliva cayendo a chorros por sobre mi espalda. Quizás, me dije, lo bueno del asunto fuera que ahora me liberaría, pero no: no hizo nada de eso y yo no tenía forma de pedírselo. Lo escuché acomodarse su pantalón e, instantes después, lo vi recoger su guardapolvo para retirarse vaya a saber adónde.
CONTINUARÁ
-No hace falta que me acompañes, quédate con él, que no le has visto en todo el día-, dijo saliendo de la habitación.
Después de novecientos kilómetros por fin tenían un descanso. El Teniente Giggs se pasó dos días enteros durmiendo pero el tercero de sus cinco días de permiso se levantó con ganas de pillar una buena borrachera. Cuando buscó a Carter y a Gennaro descubrió que se le habían adelantado así que cogió un jeep y se dirigió sólo al pueblo.
Era una localidad pequeña a treinta kilómetros de Metz. Con apenas tres mil habitantes y lejos de cualquier cruce de carreteras o infraestructura de importancia, había sufrido relativamente poco. La mayor parte de la población se dedicaba al trabajo del campo y aunque habían sufrido escasez no habían pasado verdadera penuria.
Era mediodía cuando aparcó en la plaza del ayuntamiento. Salió del jeep y estiró su raído aunque inmaculadamente limpio uniforme. Se colocó la gorra bajo la hombrera y se acomodó el Colt. A las mujeres francesas les encantaba el aire de vaqueros que les daba la automática enfundada en su cadera. Se giró sobre sí mismo buscando una tasca, era mediodía y tenía hambre. En una esquina de la plaza, bajo unos soportales de piedra había un bistró típico de la zona. Se sentó en la terraza y pidió queso, pan y una botella de calvados.
Le encantaba la comida francesa. Esos malditos franceses hacían delicias con cualquier cosa y desde que había llegado en julio había aprendido lo que era el vino de verdad. El sol de agosto brillaba con fuerza y le obligó a refugiarse a la fresca sombra de los soportales de piedra. El pueblo había sido liberado mientras descansaba, hacía apenas doce horas, así que toda la gente que pasaba a su lado le saludaba efusivamente y le invitaba a una ronda de calvados.
Un tumulto que se acercaba por una de las calles interrumpió su plácido almuerzo. Giggs se incorporó y apoyándose en una de las columnas de los soportales observó cómo unas cien personas entraban en la plaza y llevaban a alguien medio a rastras. Con disgusto comprobó que era una mujer. Harto de venganzas estúpidas se acercó al grupo con las manos apoyadas en las cachas de nácar de la automática.
-¿Qué demonios pasa aquí? –dijo el teniente levantando la voz para poder hacerse oír entre el tumulto.
-Es una colaboracionista –dijo un hombre gordo que llevaba puesto un mandil blanco con restos de sangre en la pechera. –vamos a darle su merecido.
Giggs desvió la mirada del cabecilla y la dirigió hacia la víctima. La mujer ofrecía un aspecto lastimoso. Los dedos gordos como morcillas del carnicero sujetaban la larga melena rubia de la chica y tiraba de ella para mantenerla en un equilibrio precario. La mujer era joven, apenas debía superar los veinte años. Su bonito rostro crispado y el rimmel corrido mostraban dolor y humillación pero sus gruesos y rojos labios apretados en una fina línea horizontal revelaban la determinación de la joven de no soltar el más mínimo gemido. La ropa que llevaba, bonita y de calidad estaba sucia, rota y descolocada por los agarrones y empujones de que había sido objeto mostrando parte de su ropa interior. Sus medias estaban rotas y había perdido uno de los zapatos de tacón.
-¿De que la acusáis? –pregunto Giggs.
-Ha confraternizado con soldados alemanes. –respondió una anciana furibunda escupiendo al suelo.
-¿Con cuántos?
-¿Qué importancia tiene eso? –pregunto el carnicero.
-¿Con cuántos? –Repitió el teniente empezando a mosquearse con los aldeanos.
-Con uno. Un Capitán de la Wehrmacht–dijo un hombre bajito vestido con ropa de los domingos.
-Aja. Ya veo… Un gran peligro para el esfuerzo de guerra aliado. ¿Puedo haceros unas preguntas?
-¿Cuántos de vosotros pertenecéis a la resistencia? –continuó sin esperar la respuesta.
Los presentes se miraron unos a otros dudando durante un momento y luego levantaron las manos unánimemente.
-Ya veo, este debe ser el pueblo más heroico de Francia. Ojalá en todos los lugares de Francia hubiese el mismo nivel de amor a la patria, los nazis las hubiesen pasado canutas. –dijo el teniente con sorna.
-Y usted ha debido pasarlo verdaderamente mal –continuó el teniente señalando la panza del carnicero -¿Acaso no ha vendido usted carne a los alemanes?
-Sí, pero estaba obligado a ello…
-Y también estaba obligado a aceptar su dinero. Saben, estoy harto de ver estos actos de venganza pueriles. Siempre con las mujeres solas e indefensas. ¿Qué pensabais hacer? ¿Raparle el pelo?
-Nosotros…
-¿Sabéis que es eso lo que hacen los alemanes con las mujeres que se acuestan con judíos o prisioneros de guerra? ¿Queréis ser como los nazis? Dentro de tres semanas me agradeceréis por no haberos dejado hacer semejante estupidez.
Poco a poco la resolución del grupo fue mermando hasta que soltaron a la joven y se retiraron lentamente de la plaza. La única que parecía sinceramente decepcionada era la anciana que fue la última en irse, no sin antes soltar sendas miradas llenas de inquina a Giggs y a la joven.
Finalmente quedaron los dos solos en el centro de la plaza. El sol caía de plano haciéndole sudar bajo su pesado uniforme. La joven se mantenía en pie a duras penas dolorida y agotada.
-Vamos. Te llevaré a casa –dijo el teniente señalando el jeep.
La joven estuvo a punto de rechazar la invitación pero luego miro el aspecto de su ropa y no tuvo más remedio que admitir para sí misma que subir al todoterreno era la mejor opción. Sin decir nada, siguió al oficial hasta el jeep y se sentó tapándose como mejor pudo.
El viaje transcurrió en silencio. La joven intentaba arreglarse el pelo y quitarse el rímel de la cara. Mientras conducía por el pueblo siguiendo las indicaciones de la muchacha, Giggs no pudo evitar pensar que aquel capitán alemán era un hombre afortunado. Los labios gruesos, los pómulos altos, los ojos grandes y claros y la nariz pequeña; todo en ella era bello y armonioso.
Dos minutos después salieron del pueblo y cogieron un pequeño camino de tierra que les llevó a una granja entre los árboles. El aspecto del edificio era un poco ajado. La guerra también se había cobrado su tributo allí. Cuando llegaron ante la puerta la joven se apeó. Giggs pensó que iba a irse sin decir nada pero la joven se volvió le dijo que se llamaba Aimee y dándole las gracias se despidió con dos besos. Mientras arrancaba, Aimee se quedó a la puerta observando como el jeep se iba con un zapato de tacón en la mano.
El cabo Bonner le despertó a la mañana siguiente, su semblante serio y su brazalete de la policía militar le ayudaron a despejarse y vestirse rápidamente. No era la primera vez que le escoltaba la policía militar y como se imaginaba cual era el problema no se puso demasiado nervioso. Giggs intentó sonsacarle la razón por la que lo escoltaba pero no consiguió nada aparte de un Lucky.
Cuando pasaron de largo el viejo edificio semiderruido que hacía de cuartel de la policía militar empezó a ponerse nervioso y cuando Bonner le invitó a subir en el jeep, el asunto le empezó a oler bastante mal.
Tras quince minutos de paseo ya estaba empezando a relajarse de nuevo y a disfrutar de la cálida mañana de agosto cuando el jeep se paró delante del cuartel general del tercer ejército americano.
-Chico, no sé qué has hecho, -dijo el PM con una sonrisa malévola, pero tienes una cita con el mismísimo general Patton.
La sangre abandonó repentinamente de la cara del teniente. Sabía que tenían terminantemente prohibido intervenir en la vida de los pueblos liberados. Los propios franceses se ocupaban de su seguridad interior y eran muy celosos al respecto, pero no se imaginaba que callo había podido pisar para que el propio Patton se ocupara de echarle la bronca en persona. Por un momento se le pasó por la cabeza darle un empujón a Bonner y salir corriendo con el jeep, pero su entrenamiento se impuso y haciendo de tripas corazón entró en el despacho del general tras su asistente personal.
La oficina era lujosa, con techos altos y muebles rococó que no pegaban para nada con el carácter del general.
-Ese maldito remilgado de Monty*, en vez del bastón de mariscal deberían haberle dado un tutú. –Dijo el general revolviendo formularios de un cartapacio mientras Giggs permanecía de pie en postura de firmes –Ese jodido gilipollas nos ha obligado a frenar nuestro avance para poder alcanzarnos. Si fuese por él, aún estaríamos acampados comiendo ese queso asqueroso en las afueras de Caen.
-Descanse teniente –continuó el general cerrando el cartapacio y levantándose –-entre otras jodiendas tengo un informe de la PM sobre un incidente ocurrido ayer por la tarde en el que usted se vio envuelto.
-Lo siento señor yo sólo…
-Cierre el pico no le he dado autorización para hablar –le interrumpió Patton sin ceremonias –el caso es que el alcalde de la villa ha venido aquí hecho un basilisco. Estos jodidos franceses salieron corriendo como gallinas asustadas cuando los nazis entraron en el país y ahora se pasean por mi cuartel general como si fuesen ellos los que les han echado a patadas. ¿Me puede explicar que cojones pasó ayer?
-Vera señor…
-Rapidito muchacho, tengo mucha gente que abroncar está mañana.
-A sus órdenes mi general. Yo estaba en la plaza del pueblo almorzando. Aparecieron un grupo de garrulos, perdón…
-No se disculpe, es lo que son; unos garrulos y unos tocapelotas. –volvió a interrumpirle el general.
-Si bueno, los tipos llevaban arrastrando a una mujer por el pelo con la intención de hacer en ella escarnio público. Yo les detuve y les mandé a casa, luego escolté a la señorita hasta su casa…
-Vale, vale, ya me hago una idea. – Volvió a interrumpirle Patton impaciente -¿Sabe quién es esa mujer?
-Sólo se su nombre Aimee.
-Bueno muchacho, te he llamado porque quiero que sepas que en otras circunstancias te hubiese despellejado como a un castor pero te ha tocado la lotería y sin saberlo has prestado un gran servicio a la causa aliada. –Dijo el general sacando un pequeño paquete de un cajón – Quiero que vuelvas a su casa y le lleves esto de parte del estado mayor aliado y de paso que vas, llévale algo de comida y chucherías. Los de abastecimiento ya están avisados. Puede retirarse.
-¡Ah! –Dijo antes de que Giggs se escurriese por la puerta –si se te vuelve a ocurrir algo parecido te juro que yo mismo te devolveré a patadas al otro lado del Atlántico.
Los jeeps son rápidos, manejables y relativamente cómodos pero su fuerte no es su marcha silenciosa, así que cuando Giggs llego al claro donde estaba situada la granja de Aimee, la joven ya estaba esperándole apoyada en el quicio de la puerta con un ligero vestido de verano agitándose ligeramente con la brisa vespertina.
-Vaya, ha llegado Papa Noel –dijo la chica viendo como bajaba Giggs del todoterreno cargado de paquetes. –aunque no sabía que fuese verde.
-Puede que no lo sepas pero el original era verde, fue Coca Cola quién le cambio el color hace unos años por motivos publicitarios. –respondió el teniente mientras entraba en la cocina de la granja y depositaba tres paquetes sobre la mesa.
-¿A qué se debe tanto agasajo? –preguntó Aimee.
-Tú lo sabrás. Con lo de ayer me he ganado una entrevista con el general Patton en persona y en vez de cubrirme de insultos y patadas me da un regalito para ti. –Dijo sentándose y alargándole el pequeño paquete –De parte del alto mando aliado.
-¡Vaya! O mucho me equivoco o eso son medias de nylon –dijo la joven apartando el paquete que le daba el teniente y cogiendo un par de cajas planas con el dibujo de unas piernas en la tapa.
-Vi como habían quedado las suyas ayer y pensé que…
Aimee cogió una silla y sentándose levanto ligeramente la falda del vestido, lo justo para soltar unas medias raídas y mil veces zurcidas de las trabillas del liguero. Con un movimiento rápido se las quitó ante la mirada atenta de Giggs.
Las piernas largas y delgadas de la mujer quedaron expuestas en toda su gloria. Aunque el teniente lo intentó, no pudo evitar lanzarle una mirada cargada de lujuria.
Aimee se dio cuenta inmediatamente y se giró ligeramente para que Giggs tuviese una buena panorámica del interior de sus muslos mientras ella se ponía lentamente las medias nuevas.
-¿Te gustan? –preguntó terminando de colocarse las trabillas y cruzando las piernas.
-Me gustan, me gustas, eres una mujer muy hermosa. –respondió el soldado recreándose en los grises ojos de la muchacha.
Aimee se levantó y se sentó sobre la mesa indicándole con un dedo a Giggs que se acercara. Los labios de Giggs se cerraron sobre los de la mujer mientras ella se desabotonaba el vestido. La mujer detectó la urgencia del hombre en sus besos violentos y sus manos apresuradas. Aquel hombre probablemente no había tocado una mujer desde antes del desembarco y después de jugarse la vida varias veces estaría sediento de sexo, así que abrió sus piernas y le dejo hacer.
Giggs estaba tan excitado que casi no fue capaz de bajarse la bragueta y sacar su pene erecto. La joven le ayudó librándose de las bragas con un gracioso movimiento. El Teniente no esperó y acercando el cuerpo de la joven hacia él la penetró sin más ceremonias. La joven se recostó sobre la mesa y dejo que Giggs la penetrara con fuerza. Su mirada dulce y sus gemidos de placer evitaron que el teniente se muriese de vergüenza cuando se dio cuenta de lo que estaba haciendo. Intentó separarse pero la joven aprovechó para darse la vuelta y apoyando los pies en el suelo dejar que la penetrase por detrás. Su vagina caliente y estrecha recibió la polla de Giggs estremeciendo a la mujer de placer. El teniente tiró del vestido y lo arrojó lejos acariciando su culo blanco y suave mientras penetraba profunda y rápidamente en su interior. Segundos después se corrió.
Giggs se sintió un poco avergonzado por haberse apresurado tanto e intentó balbucear una disculpa, pero la mujer le calló poniéndole el dedo índice sobre sus labios y cogiéndole de la mano le llevó a la habitación en el piso superior.
Ahora que el apremio se había ido, pudo pararse y observar el cuerpo de Aimee. El fresco aire vespertino proveniente del bosque se colaba por la ventana inundando la habitación con un aroma fresco y poniendo a la joven la piel de gallina. Giggs se acercó y mirándola a los ojos le acaricio la larga melena rubia platino. Su pelo era suave y brillante, Aimee sonrió y poniéndose de puntillas besó levemente al teniente. Giggs le soltó el pelo y abrazó su cuerpo suave y elástico. Las manos de la mujer se movieron rápidamente quitando botones y corchetes hasta que quedo totalmente desnudo como ella. Giggs subió las manos de la cintura de la joven y comenzó a acariciarle la espalda, el costado y los pechos. La respiración de la mujer volvió a ser anhelante y un hondo suspiro surgió de su garganta cuando el teniente le acaricio los pezones y se los chupó suavemente.
La joven estremecida se pegó al cuerpo del teniente en un movimiento reflejo. El pene flácido del soldado contactó contra el muslo de ella. El calor y la excitación de la mujer parecieron pasar por ese punto de contacto haciendo que su pene se irguiera de nuevo, pero él no se movió, siguió besándola suavemente, aspirando el aroma de su cuerpo y dejando que el deseo siguiese creciendo en ambos.
Aimee fue la que tomo la iniciativa y con un suave empujón sentó a Giggs en la cama. La joven se arrodilló y cogió su miembro palpitante. Sus manos pequeñas y ligeras lo acariciaron y tantearon antes de metérselo en la boca. Todo el cuerpo de Giggs se estremeció ante el suave y cálido contacto de la lengua de Aimee. La boca y la lengua de la joven se movían arriba y abajo por su pene con la misma suavidad con la que hace un momento le besaba, haciéndole sentir un placer intenso que el hombre sólo pensaba en devolver.
Levantándola como si fuera una pluma se la colocó en el regazo y la penetró. Aimee soltó un largo suspiro de satisfacción cuando tuvo el pene en lo más hondo de su vientre. Apoyando las manos en sus hombros comenzó a subir y bajar lentamente, disfrutando de cada chispazo de placer. Giggs le dejó hacer limitándose a acariciarla y besar sus pechos, sus labios, su cuello…
Poco a poco los movimientos de la joven se hicieron más apresurados y unos instantes después la joven gimió intensamente y cayo desmadejada y sudorosa sobre Giggs.
Giggs abrazó su cuerpo jadeante y la dejo recuperarse unos segundos antes de tumbarla sobre la cama. Aimee hizo unos leves intentos por apartar los labios del teniente de su sexo aún estremecido por el orgasmo, pero Giggs no le hizo caso y su lengua y sus manos acariciaron su cuerpo ignorando los gritos y los tirones de pelo de la joven. El sexo se convirtió en una pelea dura y placentera. Aimee jadeaba e intentaba resistir con su frágil cuerpo en tensión mientras Giggs avanzaba poco a poco en silencio lamiendo, mordisqueando, sorbiendo… Cuando llegó a la altura de su cara la agarró por las muñecas y colocándole las manos sobre la cabeza la beso violentamente, sorbiéndola, saboreándola, sofocándola… La joven levantaba su pelvis golpeando su polla, intentando incitarle a penetrarla. Finalmente sin soltarle las muñecas cogió su pene con la otra mano y se lo hincó profundamente en el coño. Aimee se estremeció e intentó liberarse pero con una sonrisa el teniente la mantuvo inmovilizada mientras la follaba a placer con movimientos bruscos, primero espaciados, haciendo resonar el choque de sus cuerpos bañados en sudor, luego se fueron acelerando hasta que se convirtieron en un fuerte aplauso acompañado por la ovación de gemidos e insultos que le lanzaba la joven. Aimee incapaz de contenerse más se corrió y las contracciones de su vagina electrizada por el placer provocaron que el teniente se derramase de nuevo en su interior excitándola de nuevo y prolongando aún más su placer.
-¿Me vas a contar que rollo tienes con Ike**? –preguntó Giggs mientras compartía un Lucky con la joven.
-¿Estás celoso? –pregunto la joven divertida dando una calada al cigarrillo.
-No, sólo siento curiosidad…
-Está bien, algo hay que hacer antes de que vuelva a estrujar esa polla a conciencia. –dijo la joven acariciándole el miembro con picardía.
-En realidad –comenzó Aimee –el carnicero no deja de tener una pizca de razón. Yo vivía aquí con mi padre, en la granja hasta que el ejército francés lo movilizó en enero de 1940. La última noticia que tuve de él fue una carta fechada el uno de mayo diciendo que estaban preparados y que iban a espabilar a esos cabezacuadradas. No he vuelto a saber nada más de él.
El ejército alemán paso de largo pero dejo una pequeña guarnición en la villa. Diez hombres bajo el mando de un capitán, un hombre alto rubio y un poco crápula. Las primeras semanas se limitó a dejar todas las tareas en manos de un viejo cabo veterano de la primera guerra mundial y a correr de cama en cama. Yo me crucé en su vida como cualquier otra mujer del pueblo antes que yo, pero a pesar de que no hice nada especial salvo acostarme con él y aceptar unos vales de comida se encaprichó de mí y yo joven y sola en el mundo le acepté. La vida a partir de ese momento fue más fácil. Fritz era un calavera y un perezoso pero tenía buen corazón y odiaba sinceramente a Hitler y a los nazis. Me encariñé de él y nos instalamos los dos en la granja. Un día hablándole de mi padre se ofreció a investigarlo explicándome que era sobrino de Wilhelm Canaris***y que se llevaba muy bien con él.
-¿El almirante Canaris?
-El mismo. -respondió Aimee –Cuando me enteré de ello fui andando hasta Metz y contacté con un viejo amigo de mi padre que pertenecía a la resistencia. A partir de ese momento me dediqué a informar regularmente de todo lo que me contaba el capitán. Era cierto que se llevaba bien con su tío y resulto ser una mina de información y sobre todo permitió a los aliados valorar la efectividad de su sistema de contrainteligencia. En junio todo cambio, se volvió más irritable y bebía casi todo el tiempo. Finalmente me contó que ibais a desembarcar. Gracias a él, el Alto mando supo que los alemanes estaban convencidos de que atacaríais por Calais. Pocos días después se marchó, dijo que su tío le había impuesto una tarea, que iba a acabar con la guerra de una vez y que volvería pronto, pero sus palabras y su beso me sonaron más a una despedida. Ese fue mi último informe, dos semanas después nos enteramos del atentado contra Hitler del mes pasado, supongo que participaría en él y probablemente a estas horas esté muerto.
-Lo siento, ¿Lo amabas?
-Si te digo la verdad no lo sé. Cuando me enteré de lo que tenía que hacer me propuse no enamorarme de él, pero no puedo evitar entristecerme por su destino. Nunca fue un soldado como tú, era leal como demostró cuando su tío lo llamó, pero no era un hombre violento ni un nazi.
-¿Y a mí? ¿Podrías llegar a amarme? –preguntó el teniente.
-Yanquis, siempre con prisas. No quiero perder a nadie más. Cuando termine esta estúpida mierda puedes venir y hacerme una visita, si es que no te has olvidado de mí para entonces. Sólo en ese momento decidiré…
El claro era totalmente diferente en mayo, el color dorado de la hierba agostada de hace meses atrás había sido sustituido por el blanco, el amarillo y el rojo de las flores que cubrían la pradera verde y fragante. Una solitaria vaca deambulaba de un lado a otro cogiendo los bocados más apetitosos. Giggs se bajó del jeep pensando si sería lo mismo ser granjero allí que en Arkansas.
*Apodo del mariscal Sir Bernard Law Montgomery jefe de las fuerzas británicas en Normandía, era de sobra conocida entre los aliados la mala relación que mantenía con el General Patton. Al igual que éste murió en extrañas circunstancias.
**General Dwight David Eisenhower Comandante supremo aliado en Europa en la segunda guerra mundial y 34º presidente de los EEUU.
***Almirante Wilhelm Canaris jefe de la Abwehr el servicio secreto nazi, implicado en varios complots para acabar con Hitler tras el atentado de julio del 44 fue apresado y condenado a la horca.
VACACIONES DE CELOS Y CUERNOS
Como todos los años, en el mes de Enero, mi esposa Cris y yo comenzamos a programar las vacaciones de verano. Somos propietarios de una quincena de tiempo compartido que cada año intercambiamos a través de una empresa del ramo. En esta ocasión nuestra intención era buscar un complejo en la playa levantina española, a ser posible que tuviera un programa de animación para nuestros hijos, tanto diurno como nocturno, que nos dejara algo de libertad, especialmente para intentar jugar al tenis, deporte que nos apasiona a los dos. Encontramos lo que se ajustaba a nuestras preferencias e hicimos la correspondiente reserva.
Cuando llegaron las benditas vacaciones fuimos al complejo que habíamos elegido, compuesto por hotel y apartamentos, con servicios comunes para ambos, entre ellos la animación infantil. Nosotros habíamos contratado un apartamento, y el que nos tocó estaba muy bien. Era muy lindo, distribuido en dos plantas, el salón y cocina abajo, y dos habitaciones y un baño en la planta de arriba. Además un pequeño jardín privado, en forma de “L”, rodeaba la zona del salón.
Lo mejor fue comprobar que el propio complejo disponía de una cancha de tenis. Por si esto era poco, al registrarnos, nos dijeron que había un club de tenis de verano a una distancia de solo 5 kms, donde podríamos jugar con otros aficionados a este deporte.
Las cosas funcionaban de maravilla, pues a nuestros hijos los perdíamos de vista prácticamente durante gran parte del día, y mi esposa y yo nos jugábamos cada mañana nuestro partidito de tenis en la pista del hotel. Además acudimos al pequeño club que nos habían indicado, en el que yo me hice socio temporal, cosa que no hizo Cris, dado que allí no había chicas dadas de alta. De este modo yo, por las tardes, iba también a jugar al tenis, mientras Cris se quedaba en la piscina bronceándose. Incluso, siempre que podíamos, los dos participábamos también en los juegos que los animadores proponían para los adultos.
Una mañana, volviendo de comprar el periódico, vi en la pista de tenis a una mujer jugando con un chaval de unos 13 años que parecía ser su hijo. De inmediato pensé que esa podía ser la posibilidad de que Cris pudiera practicar con alguien que no fuera yo, dado que con los hombres del club no quería. Me acerqué a la pista, con más atrevimiento del habitual en mí, y la llamé. La mujer se acercó a la verja que cerraba la pista y con una bonita sonrisa me preguntó qué quería. Le expliqué el tema, invitándola a que jugara alguna vez con mi mujer. A ella no le pareció mal la idea, aunque me advirtió que hacía tiempo que no jugaba en serio. Me dijo que se llamaba Gabriela y quedamos en que Cris la llamaría para quedar.
Inicialmente a Cris no le pareció tan buena la propuesta, pero no fue difícil convencerla, dado que no dejaba de ser una oportunidad para que ella practicara con otro jugador que no fuera su ya más que conocido marido. De modo que, al día siguiente, nuestro tradicional partido matutino fue sustituido por uno entre ellas dos. Como no tenía nada que hacer, decidí ir a verlas jugar. Ambas lucían una equipación similar, pero contrastaban: Gabriela alta y delgada, rubia teñida y de pelo corto, no demasiado guapa de cara, de rasgos duros, salvo sus grandes ojos verdosos y con un busto muy sugerente. Cris, en cambio, bastante más bajita, morena, de media melena, ojos color café y las facciones de su rostro redondeadas, a la par que su cuerpo en general, con el punto justo de carne y curvas para hacerlo muy sensual.
Como todo hombre, comencé a imaginarme como sería Gabriela desnuda, sobretodo sus grandes tetas y su coño, que se me antojaba depilado, tal vez porque así llevaba las cejas de sus ojos. Además, sin ningún motivo, me hice la idea de que debía ser una fiera en la cama, algo en lo que Cris no destacaba demasiado. No es que pensara intentar hacer algo con ella, por supuesto, sólo era la simple fantasía masculina de tener otra hembra a nuestra disposición.
Al acabar el partido quedamos en tomar más tarde el aperitivo en uno de los bares del hotel, en el que Gabriela también estaba hospedada. Mi esposa y yo fuimos a hacer la compra del día y pasamos el resto de la mañana ocupados con las actividades de los animadores.
A la hora convenida nos acercamos al bar y pronto reconocí la silueta de Gabriela, sentada frente a una de las mesas, junto a una figura masculina. Reconozco que eso me sorprendió, pues me había hecho la errónea idea de que ella estaba alojada en el hotel sólo con su hijo. Gabriela nos lo presentó como Mikel, su marido, quien saludó a Cris con un beso en la mano, en lugar del tradicional beso en la mejilla, en un gesto de galantería que hoy ya no se lleva y que me sorprendió.
Durante la hora que duró el encuentro, la voz cantante de la conversación la llevaron las dos mujeres, primero reflexionando sobre la maldad del sistema de vacaciones de tiempo compartido, y luego sobre la bondad del tenis femenino. Los dos hombres, en cambio, apenas intervinimos. Yo me dediqué al principio a examinar a Gabriela con más detenimiento, buscando sus puntos más interesantes, hasta que me aburrí y me concentré más en su marido. Mikel era, como su mujer, alto, de pelo rubio y ensortijado, piel bastante bronceada y rasgos faciales muy marcadamente masculinos, en el que destacaban sus ojos azul marino.
No es que entienda mucho de tíos, pero me di cuenta rápidamente de que era de ese tipo de hombre que físicamente gusta a las mujeres. Y también me percaté que, al igual que yo con Gabriela, él se había concentrado en Cris a la que, en silencio, estuvo observando con atención, descubriendo y recreándose con los muchos atractivos que ella tiene. En un momento dado nuestras miradas se cruzaron, dándose él cuenta de que le había pillado in fraganti, analizando a mi esposa. Eso no le perturbó y me sostuvo la mirada de un modo que me pareció desafiante, pero yo le respondí de igual modo, intentando darle a entender que tuviera cuidado en no entrar en territorio vedado.
A la hora de la despedida yo lo hice con el típico “ya nos veremos”, pero Mikel intervino, por primera vez, de un modo más directo, proponiendo una cena esa misma noche. De poco me sirvió poner como excusa a los niños, Mikel expuso que como a las 9 de la noche empezaba el espectáculo infantil diario, nuestra hija de 12 años y el hijo de ellos, de 13 años, podrían ocuparse de nuestro pequeño de 6, una vez que todos ellos hubieran cenado. Además, cenando nosotros en el propio hotel, les tendríamos cerca, ante cualquier eventualidad. No me dio opción y tuve que aceptar a regañadientes, quedándome con la amarga impresión de haber perdido un pulso con él.
Durante el resto del día apenas hablamos de nuestros nuevos amigos. Sólo hubo un “son simpáticos ¿no?” de Cris y una callada, y en parte falsa, afirmación por mi parte. Como no ocurrió nada que evitara la cena, nos preparamos para la misma. Cris se recogió el pelo, con un moño y dos mechones en tirabuzón sobre sus sienes. Además se puso un traje rojo, algo minifaldero, que le sienta muy bien. El caso es que se arregló del mismo modo que lo hace siempre cuando salimos, pero a mí esa noche no me gustó tanto, tenía la absurda sensación de que quería impresionar a Mikel, y le pinché:
– Qué guapa te has puesto esta noche, cariño.
– Como siempre – dijo ella, con total normalidad
– Pues no sé, yo te veo hoy de un modo especial
– Muchas gracias, eres tú que me miras con buenos ojos.
Ahí quedó la cosa, pero yo acudí a la cena a disgusto y cabreado, como si fuera real que Cris quisiera agradar al atractivo esposo de su nueva amiga.
Mi mal humor se mantuvo en los prolegómenos de la cena, en las que me mostré muy distante, todo lo contrario que Mikel, cuya encantadora sonrisa y galantería hacia las dos mujeres me atacaba los nervios. Me serené durante la cena, gracias a una charla amena y con la participación de los cuatro. Fue en los postres cuando, hablando de nuestros puestos de trabajo, supe que Gabriela trabajaba en un banco, al igual que yo. Eso hizo que se separaran las conversaciones, Gabriela y yo por un lado, Cris y Mikel por otro. Durante un rato la charla con Gabriela sobre temas financieros ocupó mi mente, hasta que empecé a notar que la conversación entre mi esposa y Mikel era acompañada por risas de ambos. Mi atención comenzó a bailar entre atender, cada vez con más esfuerzo, la seria conversación que yo mantenía con Gabriela y la que mantenían ellos dos, contándose ambos anécdotas de la juventud, y constatando el creciente atrevimiento de Mikel acercándose a Cris, a la que cogía de los brazos, cada vez que, entre risas, terminaban de contarse alguna de sus historias. La sangre se me empezó a encender de nuevo, convencido de que ese sujeto intentaba encandilar a mi esposa, incluso con demasiada osadía, y que ella, aparentemente, le seguía el juego.
Por suerte, llegó el momento de la animación nocturna para adultos, y puse como excusa, para terminar la velada, la hora de acostarse del niño pequeño. Por supuesto Mikel intentó prolongarla, pero fui inflexible y nos despedimos hasta otro día. Ya en el apartamento, Cris, extrañada por mi comportamiento, me preguntó si pasaba algo, a lo que lógicamente le contesté que nada, que sólo era tarde. Pero no pude resistirme a tantear su opinión sobre la velada:
– ¿Qué te ha parecido la cena?
– Ha estado bien ¿no? – dijo ella con aparente desinterés.
– Ah, ¿Y Mikel, que te parece? Has estado toda la noche ocupándote de él.
Cris, no contestó inmediatamente, pero acabó devolviéndome la puya:
– Bueno, es un tío muy agradable, pero por lo que he visto tú también estabas ocupado con Gabriela, ¿eh?
– Ya, pero nuestra conversación era seria, de nuestros trabajos en el banco, no como la vuestra, llena de bromitas, risitas. … y algo más.
– ¡Oye, oye! ¿A donde quieres ir a parar? – me preguntó Cris un tanto indignada.
– Pues eso, que se os veía muy animados.
– ¿Qué pasa? ¿Tanto te ha molestado? Ya sabes cómo soy, me gusta contar mis aventuras juveniles. A la gente le gusta escucharlas, incluido a ti.
– No sé si el Mikel ese estaba realmente interesado en eso.
La verdad es que ni yo mismo sabía el porqué de tanta pregunta que sólo podía tener un mal final. Cris me lanzó entonces una sonrisa socarrona, antes de contestar burlona:
– ¿Qué pasa, Mariano, te has puesto celosillo esta noche? ¿De verdad crees que me interesa algo ese hombre?
– No sé, eso lo sabrás tú.
Cris ahora sí se enfadó de verdad, como era de suponer, y con un lacónico y contundente “Eres idiota” se metió al baño preparándose para ir a la cama. Y ahí se acabó la conversación esa noche.
Al día siguiente, más calmado y arrepentido de mi tozuda gilipollez, la desperté con los mimitos y caricias en la espalda que tanto le gustan, y le propuse jugar juntos al tenis. El día transcurrió con total normalidad, sobretodo porque no vimos a Gabriela y Mikel por las zonas de hotel. A la hora de la cena, sin embargo, llamó Gabriela para quedar con Cris la mañana siguiente, con lo que yo me perdía mi partido con ella. Esa fue la primera vez que me arrepentí de haber sido yo mismo el que había contactado con esa mujer.
En esa ocasión no las quise ver jugar y me fui a la playa, que estaba justo frente al hotel. Al terminar su partido Cris se reunió conmigo y allí estuvimos hasta que el animador de turno del hotel apareció con un montón de gente y una pelota de Volley-ball en las manos. Siendo obvio que iban a jugarse partidillos de Volley-ball, allí en la playa, fui a apuntarme rápidamente, invitando a Cris a hacer lo mismo. Ella, vaguilla por naturaleza, rehusó al principio, pero al final la convencí. Cuando el animador empezó a nombrar, al azar, los jugadores de cada equipo, sonó un “Mikel” familiar casi a la vez que el de Cris, los dos en el mismo team. Y allí apareció el odioso individuo, luciendo su impactante bronceado. Tuve que saludarle con una falsa sonrisa, notando que mi esposa lo hacía con algo de nerviosismo.
Le tocó jugar primero al equipo de ellos, pero al mío no, de modo que me dispuse a ver el juego. Y como suele suceder en este deporte, los tantos comenzaron a celebrarse con manifestaciones de alegría. Los iniciales gritos y palmadas se fueron transformando, entre Cris y Mikel, en abrazos, cada vez más contundentes, a la par que subía la intensidad y emoción del match. Y yo me empecé de nuevo a quemar, ante tanto contacto, más o menos directo, pues me daba cuenta de que el cabrón de Mikel estaba aprovechando la ocasión para toquetear a Cris, sin importarle lo más mínimo mi presencia.
El último punto del partido, ganado por el equipo de Cris, acabó con un desborde de alborozo generalizado, en el que destacó Mikel cogiendo a mi esposa por la parte posterior de los muslos y subiéndosela por delante a caballito. Cris no tuvo más opción que agarrarse del cuello de Mikel para no caerse, mientras él la sujetaba por el culo. Al soltarse nuestras miradas se cruzaron unos breves instantes, hablando por si solas, en ella intentando justificarse y en mí reflejando un notable enfado, mientras que Mikel se felicitaba con el resto de jugadores.
Intenté concentrarme en el siguiente partido, en el que jugaba yo, pero fui incapaz. Por un lado no quería perder de vista ni a Cris ni, por supuesto, a ese cerdo que ya le había palpado el trasero. Pero lo peor fue que empezó a fijarse en mi cabeza la imagen, recién vista, de ella subida a él, y la obvia inocencia de esa estampa, derivada de un lance de juego, cambió en mi mente a una morbosa postura sexual en la que ambos se besaban mientras follaban. Y peor fue aun la erección que empezó a asomar en mi polla, algo que me desconcertaba, pero me costaba evitar, del mismo modo que me costaba ocultarla a los ojos de los allí presentes. El resultado fue un nefasto partido, que encima perdimos, y un regreso al apartamento con una clara sensación de derrotismo, celos y a la vez excitación que me confundían, aumentando mi mal humor.
Cris y yo no hablamos del hecho durante la comida y por la tarde me fui al club de tenis, con ánimo de calmar mis turbadas emociones, dejando a mi esposa en la piscina. Sobra decir que en el tenis no me fue mucho mejor que en el volley de la mañana, pero por lo menos esa imagen que tenía grabada en el coco, se fue disipando.
Al volver, decidí hablar con Cris de lo sucedido por la mañana, pero no la encontré en casa. Tampoco la vi en la piscina, pero sí encontré a Gabriela, a quien le pregunté si había visto a mi esposa. Cuando me dijo que hacía un rato que se había ido de allí con Mikel, se me heló la sangre. Casi sin despedirme de Gabriela, me fui corriendo a la playa, donde tampoco los vi. Regresé a casa celoso perdido e imaginándome de nuevo a los dos follando, y por ende, con una incomprensible y terrible erección. La espera se hizo eterna, aunque sólo fueron unos 20 minutos, hasta que Cris apareció, toda risueña, portando un pequeño paquete rojo en las manos. Me dio un piquito en los labios saludándome con su tradicional “hola cariñín, ¿Qué tal el tenis?”.
Pero yo no estaba ni para saluditos ni para tenis.
– Hola, ¿de donde vienes? – le pregunté con inicial indiferencia.
– De la piscina, ¿de donde va a ser?
– Pues yo no te he visto en la piscina.
– No habrás mirado bien.
Cris se mostraba muy segura de si misma, sin saber lo que me había dicho Gabriela. Me escamaba el que me mintiera e insistí:
– He mirado perfectamente y tú no estabas allí.
– ¿Ah no? Bueno ¿Y donde estaba entonces?
– Tú sabrás. Eso es lo que espero que me digas.
– ¿Qué te pasa? ¿Ya estás otra vez enfadado?
– ¡Tú me dirás! A quien sí he visto en la piscina ha sido a Gabriela, y me ha dicho que te ha visto irte de allí con Mikel.
– ¡Ah! ¡O sea que es eso! Ya estamos de nuevo con el asuntito de de Mikel.
– Sí, últimamente sale mucho el temita de ese tío.
– Pues ¿sabes lo que te digo? Que pienses lo que te de la gana.
El caso es que, de un modo cada vez más incomprensible, empecé a desear que realmente hubiera hecho algo con Mikel. Y guié la conversación como si efectivamente hubiera sido cierto:
– Pues claro que te has ido con él, y no creo que haya sido precisamente para tomarte un café.
– Ah ¿qué crees entonces, que me he metido en la cama con él?
– Pues es muy probable, después de los visto la otra noche y, sobretodo, lo de esta mañana en la playa.
– Pero, ¿de verdad que piensas que soy capaz de hace algo así?
Me estaba excitando demasiado la idea de pensar que efectivamente había follado con él, y eso hacía que siguiera con el tema, pese a que conscientemente sabía que eso no había pasado seguro, aunque por lo que me había dicho Gabriela sí sabía que se habían visto y mi mujer seguía sin admitirlo. Volví al ataque:
– Sí, no lo niegues. El tal Mikel está muy bueno ¿verdad? Si se te hace la boca agua con él, y no sé si algo más. Ya me dirás que has estado haciendo todo este tiempo con él. Seguro que has sido capaz hasta de follártelo.
Esa última frase fue demasiado. Cris, absolutamente indignada, cogió el paquetito e iba a decirme algo, pero se lo pensó y finalmente contestó con toda la crueldad que yo merecía:
– Pues sí ¿sabes? He estado con él y me lo he tirado. Folla de miedo y tiene un pollón sensacional – y añadió – ¡Cabrón!
Ella se fue al dormitorio con un mosqueo de aupa, y yo al baño, dudando en aliviar mi tensión emocional con una buena paja, mientras seguía imaginándomelos jodiendo a lo bestia.
No volvimos a dirigirnos la palabra esa noche e incluso yo me quedé a dormir en el sofá del salón. Esa situación de distanciamiento ayudaba a hacerme parecer que mis imaginaciones no eran tales, sino reales, lo que me tenía en un trance de excitación sexual delicioso. En la soledad del sofá, y antes de dormirme, me masturbé varias veces, entre imágenes de Cris y Mikel follando en cualquier posición, pero no quise llegar a correrme para mantener esas sensaciones placenteras.
Por la mañana se mantuvo el silencio y yo comencé a pensar en el modo de acabar con ese estúpido y absurdo enfado. Tras la comida Cris me dijo, escuetamente, que se iba a la piscina, a lo que contesté que yo tenía pista en el club de tenis a las 5. Justo cuando entraba al coche para ir al club, recibí una llamada al móvil de uno de los colegas del club comunicándome que hasta las 6 no había pista libre. Volví al apartamento, dudando en aprovechar la espera para acercarme a la piscina e intentar hablar con mi esposa, pero preferí salir al jardincito a leer el periódico, hasta la hora de irme.
Al cuarto de hora oí que se abría la puerta de casa. Supuse que era Cris y me propuse hacer las paces, pero un tosido masculino me frenó.
– Vamos, démonos prisa – escuché decir a Cris
– Mujer, invítame por lo menos a un café, ¿Por qué tanta prisa? – La voz de Mikel retumbó en mis oídos, más fuerte de lo que realmente sonaba.
Un tremendo nerviosismo se apoderó de mí y bloqueó mi mente. Me acerqué a las cortinas grises que impedían que entrara la luz del sol en el salón y seguí escuchándoles.
– Toma, aquí te dejo el paquete con el traje que le compraste ayer a Gabriela. Intenta guardarlo antes de que ella llegue, no te pase lo de ayer.
– No temas, tendré cuidado. No quiero arruinar el regalo de su cumpleaños.
– Perfecto. Venga, es mejor que no nos demoremos mucho tiempo aquí.
– Y eso, ¿que problema hay?
Cris tardó un tiempo antes de contestar:
– Mariano se enteró de que ayer por la tarde tú y yo nos vimos.
– ¿Cómo es eso? – la voz de Mikel sonaba a perplejidad, mientras yo ya había conseguido, con todo el cuidado del mundo, asomarme ligeramente entre las cortinas, lo suficiente para poder verles.
– Tu mujer le dijo que me había ido contigo de la piscina. Se cabreó convencido de que habíamos… bueno, ya me entiendes.
– ¿Follado?
– Más bien. Aún no entiendo por qué ha llegado a esa conclusión. Es ridículo.
Una amplia sonrisa afloró en la cara de Mikel, antes de contestar:
– Que raro que haya reaccionado así.
– Mira, el problema es que nos vio por la mañana en la playa, cuando me subiste a horcajadas.
– Pero eso fue una reacción espontánea, habíamos ganado el partido y … bueno, era una celebración más.
– Ya, pues a mi marido no le gustó. Podías haber sido algo menos impulsivo y más respetuoso conmigo.
– ¿Y a ti Cris, te molestó?
– ¿Y eso que más da? Lo que no quiero es que sepa que has estado aquí. Es lo único que faltaría, tal y como está.
La verdad es que Cris no tenía ni idea de cómo estaba yo en ese momento, desde luego enfadado no, pero sí expectante, viéndoles allí, en nuestro apartamento, y creyéndose solos.
– Venga Cris, sabes que Mariano no volverá hasta dentro de dos horas por lo menos. Un cafelito, porfi.
– Esta bien Mikel, un café y nos vamos.
Cris se fue a la cocina y mientras se alejaba aprecié como Mikel le miraba con descaro el trasero, frotándose ligeramente la entrepierna. El llevaba un jean a medio muslo y una camiseta tipo baloncesto, de un color blanco que remarcaba su piel bronceada. Mientras contemplaba a mi esposa, le escuché decirse a si mismo en voz baja:
– Joder, qué rica está esta mujer. Tengo que tirármela.
Al escucharle, mi odio hacia él creció, pero mi imaginación voló de nuevo y volví a verles follando ante mi, aunque sabía que eso no era posible. Cuando mi esposa volvió, Mikel se dirigió de nuevo a ella:
– Hay una cosa que no entiendo, Cris, ¿Por qué no le contaste a Mariano la verdad?
– Tenía intención de decirle la verdad, pero se puso tan bruto e insensible que al final no quise hacerlo. Con su comportamiento consiguió que prefiriera dejarle con la duda de qué es lo que había hecho. Me cabreó su desconfianza hacia mí y lo único que en ese momento quería era que se jodiera. ¡Por gilipollas!
Mikel mantuvo un pequeño silencio antes de lanzar con total seriedad un impensable órdago:
– ¿Y si lo hiciéramos realidad?
– ¿El qué? – Contestó Cris sin percatarse de a qué se refería Mikel.
– Pues eso. Lo que Mariano se ha creído.
– Pero que dices, chalao – Cris contestó pensando que Mikel estaba de broma, pero no era esa la impresión que desde luego yo tenía.
– Vamos mujer, ¿acaso estoy tan mal? ¿No te resulto algo atractivo?
– Si hombre, igual que Richard Gere.
– Y no conoces mis otros atributos
– Pues claro, como Nacho… ¿Cómo se llama ese? – Cris le seguía el juego a Mikel, pensando que el le estaba vacilando.
– Vidal, Nacho Vidal – contestó él – Mira, creo que soy capaz de hacerte disfrutar un montón.
– ¿Qué sabrás tú de cómo hacerme disfrutar? Anda no digas más chorradas y tómate el café.
– Lo digo en serio, ¿no quieres comprobarlo?
Cris adoptó en ese momento una actitud más seria y pensativa. Se estaba por fin dando cuenta de que Mikel no estaba de cachondeo. Y así se lo expuso:
– ¡Estás hablando en serio! ¡Me estás proponiendo que echemos un polvo, aquí y ahora!
– Pues claro que lo digo en serio. Estás muy buena Cris, me tienes loco de ganas, tienes un cuerpo que rebosa sensualidad por todas partes, y estoy deseando gozar y hacerte gozar.
Cris miraba como ida a Mikel. Parecía que una lucha interior empezaba a celebrarse en su interior. Yo ya no estaba seguro de qué quería más, si que ella le rechazara o que aceptara la obscena invitación.
Mikel, menos sonriente y más solemne, continuó su asedio:
– ¡Vamos! Solo sería sexo y nada más que sexo.
El muy cabrón estaba consiguiendo realmente camelarse a mi esposa y yo, por mi parte, estaba deseoso de que mantuviera esa actitud de conquista que me seguía pareciendo inútil. Pero Cris, al cabo de unos instantes, contestó de un modo sorprendente:
– Reconozco que eres un tío muy interesante y atractivo, eso es cierto, pero…
Ese pero suspensivo, lejos de una negativa tajante, abrió definitivamente la puerta de la esperanza de Mikel de un modo más claro y él culminó su seductor ataque, por supuesto, susurrándole al oído:
– Venga, anímate, vamos a hacerlo realidad.
Cris apenas balbuceó un nada convincente “mejor que no” y se le quedó mirando fijamente a los ojos. Tanto Mikel como yo captamos en esa mirada que ella ya quedaba a la espera de lo que Mikel hiciera. En realidad prácticamente la tenía en el bote y sólo necesitaba dar un paso más para vencer su ya mermada reticencia.
Acercó su boca a la de Cris y le dio un suave beso en los labios, retirándose a continuación y esperando la reacción de mi esposa. Cris se mantuvo quieta, mirando a los ojos de su acompañante y entreabriendo los labios. La invitación era clara y Mikel no la desaprovechó. Se acercó de nuevo a ella y la besó de nuevo, ahora con más fuerza, manteniendo unidos sus labios a los de ella, iniciándose después el juego de lenguas entre ambos. Cris apoyó su mano sobre la nuca de Mikel, acariciando suavemente su pelo rubio, confirmando su consentimiento a ese beso más apasionado.
Yo estaba alucinando con el comportamiento de Cris. Mi fantasía de los dos últimos días empezaba a tomar forma real y el cosquilleo en mi estómago y mi erección se acentuaba, imaginando que posiblemente en algunos minutos esa especie de cerdo gigoló se estuviera follando a mi esposa sin ningún miramiento. Y no tenía ni fuerzas ni ganas de impedirlo.
Mikel seguía asediando a Cris. Sin dejar de besarla, su mano derecha recorrió rápidamente el trecho de su rizado cabello al nacimiento de su pecho izquierdo. Aguardó unos instantes antes de alcanzarlo y empezar a manosearlo por encima del bikini, lenta pero de forma continuada. Después la deslizó de nuevo a la parte posterior del cuello y le soltó el nudo. El pecho izquierdo de mi esposa quedó parcialmente al descubierto, mientras que el derecho yo no podía verlo pues el cuerpo fornido de Mikel me tapaba. Mikel lo destapó del todo, aunque él aun no podía observar la gran areola en la que apenas sobresalía el pezón, pues seguía entretenido en excitar a mi esposa besándola. Se entretuvo un buen rato sobando y pellizcando el pezón que empezó a crecer de tamaño, mostrando la evidencia de la excitación de Cris. Su siguiente maniobra fue soltar el pareo que Cris llevaba anudado a la cintura y retirarlo. Estaba claro que su siguiente objetivo ya sería la zona del coño de mi mujer. Cris llevaba un bikini de diminutos cuadros rosas y blancos, de esos que se sujetan con lazos en la cintura.
Los dedos de Mikel jugaron maniobrando en el lazo que tenía más a su alcance, acariciando de vez en cuando suavemente la piel desnuda de su cuerpo. Cuando inició la tarea de desanudar el lazo, Cris le cogió la mano, cómo queriendo darle a entender que por ahí no quería seguir. Mikel no se inmutó y no solo terminó de desatar el lazo sino que, una vez libre la tela, la desplazó, dejando al descubierto buena parte del coño de Cris. Ya la tenía prácticamente desnuda y dispuesta, la follada se avecinaba, para su placer y el mío. Dejó de besarla y se levantó, apartándose ligeramente para poder contemplar su desnudez. Las tetas, algo caídas, por la posición sentada de Cris en el sofá, estaban por completo al descubierto, con sus pezones totalmente erectos, pero lo mejor era la visión parcial de su chocho. Cris tiene un sexo que de forma natural está escasamente poblado en la zona del pubis, mientras que de su raja nace una buena cantidad de vellos largos que se desplazan hacia los lados, pero que no ocultan sus labios vaginales. Mikel contemplaba, seguramente embelesado, el coño de mi mujer, cuyo rostro había tomado un ligero color carmesí de vergüenza. No pudo resistirse a la tentación y se lanzó a por él. Durante unos minutos se dedicó a tocarle y luego a comerle el coño, aunque yo solo podía ver las reacciones de ella pues el propio Mikel tapaba con su cabeza mi ángulo de visión. Pero Mikel debía hacerlo muy bien, ya que Cris comenzó a gemir de una manera pronunciada mientras los movimientos de Mikel indicaban que le estaba lamiendo repetidamente de arriba a abajo la raja de su coño, hasta que en un determinado momento él debió concentrase en su clítoris, porque los gemidos se acentuaron y mi esposa le agarró de los pelos con fuerza. Mikel debía estar disfrutando enormemente al haber conseguido que Cris se retorciera de placer. Dominaba la situación y preparaba con arte el terreno para tirársela a continuación. Su recompensa fue total cuando Cris echó la cabeza atrás y con un grito espectacular se corríó entre los labios de su amante.
Mikel aún se entretuvo un rato en lamer y degustar el resultado del orgasmo que había conseguido arrancar a mi esposa, mientras ella se apaciguaba. Después se levantó y se apartó de ella. Mientras le comía el coño, había conseguido quitarle la parte inferior del bikini y la había desplazado hacia el borde del sofá. Cris se mantenía sentada, con las piernas abiertas y el coño completamente expuesto, mucho más abultado y sobretodo húmedo, invitando a una brutal penetración.
Mikel dejó que Cris se recuperara antes de hablarle:
– Veo que te ha gustado, Te dije que te haría disfrutar.
– Esto es una locura Mikel, tenemos que parar- Cris parecía comenzar a arrepentirse, pero era obvio que Mikel no iba a conformarse con eso, tenía que seguir hasta conseguir follársela.
– ¿Y yo, qué? ¿No merezco algo igual?
¡Era increíble! El muy cabrón le estaba pidiendo a mi mujer una mamada, eso era algo que no se me había ni pasado por la cabeza, pero pensar en esa posibilidad me puso aun más en vilo. Volví a pensar que ese era el momento en el que podía pararlo todo o dejar que los acontecimientos siguieran su curso hasta quien sabe donde. No moví un pelo.
– Yo no hago eso – contestó Cris sin dudar.
La verdad es que a ella no le gustaba el sexo oral. Según me había contado lo había hecho algunas veces con su primera pareja, con la que había convivido varios años, pero me decía que le desagradaba. Yo siempre había respetado sus objeciones.
Me pareció que Mikel sonreía falsamente ante la respuesta de ella. Tal vez había visto cortadas algunas de sus pretensiones, pero desde luego mantenía el objetivo básico que era tirarse a mi mujer.
– Bueno pues deja que te haga el amor- contestó.
¡Qué cabrón! Qué expresión tan suave había usado para decirle que lo que quería era follársela. Cris le miró de nuevo a los ojos y sonrió, confirmado su consentimiento:
– De acuerdo – dijo – pero rápido.
Mikel comenzó a desabrocharse el cinturón de sus cortos jeans. El momento de la follada se aproximaba y mi estado de tensión y excitación creo que eran superiores a los del tío que en breve iba a metérsela a mi mujer.
El cabroncete se puso frente a Cris, tapándome la visión de mi esposa. Para mi mala suerte solo podía ver el cuerpo de espaldas de Mikel, impidiéndome contemplar lo que él estaba haciendo, hasta que Cris comentó como sorprendida:
– Nunca había visto una cosa así.
– ¿No ves películas porno?
– He visto alguna pero hace años, cuando era joven.
– Pues lo que ves es bastante normal en esas pelis.
Estaba claro que Mikel se había sacado la verga y, por las palabras de ambos, me pareció entender que debía tener un notable tamaño. Y ahí estaba mi mujer, contemplando el enorme rabo que le iba a entrar por completo en el coño.
– ¿Te importa que me la menee un poco, mientras te miro, antes de empezar? Así adquirirá un mayor grosor.
– Vale, pero no te demores – contestó mi chica.
Y Mikel comenzó a masturbarse. Podía contemplar los movimientos de su brazo derecho, maniobrando en su entrepierna, aunque seguía sin poder ver apenas a Cris, ni la polla de Mikel. Entonces él me sorprendió:
– Eso es, muy bien, mastúrbate tú también.
Esas palabras fueron un golpe bajo para mí ¡Se estaban masturbando los dos! Jamás había visto a Cris hacer algo así. Bueno tampoco lo estaba viendo en ese momento, pero era obvio que lo estaba haciendo. Mi esposa comenzaba a ser una auténtica caja de sorpresas.
Poco después Mikel se bajó un poco más los pantalones, dejando medio descubierto su culo, que desde luego aparecía mucho menos bronceado que el resto de su cuerpo. Lo que sí me extrañó es que sus dos manos quedaran en jarras en su cintura y que empezara a suspirar. Eso no podía significar otra cosa que ahora era Cris la que se la estaba meneando. La polla de Mikel debía ser muy tentadora para que ella se hubiera atrevido ya no solo a tocarla sino, sobretodo, a pajearle. Pero los suspiros y gemidos del muy cabrón eran notables, señal de que mi esposa debía estar haciendo muy bien el trabajo. Tanto que en un momento dado suspiró muy profundamente echando sus manos a la nuca y arqueándose hacia atrás. Y con voz medio entrecortada exclamó:
– Joder, Cris, qué maravilla. ¡Vamos, continúa!
Ese tono de voz y los gemidos prolongados que emitió a continuación, indicaban que estaba disfrutando de verdad del pajote que le estaba haciendo mi mujer. Yo estaba deseando que Mikel se moviera para poder contemplar esa habilidad de ella sobre su polla, pero en lugar de eso lo que sucedió fue mucho más sorprendente, cuando Cris agarró los jeans y slips de Mikel y los bajó aún más, a medio muslo, manteniendo después ambas manos apoyadas sobre su culo desnudo.
Viendo que tanto las manos de ella como las de él no maniobraban en la verga del tío, me di cuenta de la dura realidad de lo qué estaba pasando. ¡No podía ser cierto! ¡Mi esposa se la estaba chupando a ese cerdo! No cabía otra posibilidad, Cris le estaba comiendo el rabo, y además Mikel movía lentamente, entre gemidos, su cuerpo de atrás a adelante, de un modo que hasta parecía que era él quien le estaba follando a ella con suavidad la boca. Ahora entendía su gemido prolongado cuando se echó las manos a la nuca y sus palabras pletóricas de satisfacción, y no era de extrañar, pues meter la polla en la boquita de mi mujer era todo un manjar, del que yo, desgraciadamente, aún no había podido disfrutar.
Los suspiros de Mikel comenzaron a mezclarse con unos pequeños “mmm” que soltaba Cris, y que indicaban que a ella, lejos de incomodarla, parecía gustarle mamar la picha de ese cabrón.
Me costaba entender como ella podía haber llegado hasta ahí. Había sido genial imaginarme a mi esposa follar con Mikel, pero lo de tener la certeza de que le estaba comiendo la verga a otro tío a apenas dos metros de mí y sin yo poder verlo directamente me estaba llevando al limite de la ansiedad y excitación. Debía hacer auténticos esfuerzos para no correrme, incluso sin tocarme la polla. Todo mi afán era ya evitar la figura de Mikel que me tapaba e impedía ver la mamada con la que le estaba obsequiando mi esposa. Tenía que arriesgarme a ir al otro portón que formaba la L de acceso al jardín en el que me encontraba, y que también manteníamos abierto y con casi toda la cortina echada. La dificultad consistía en que debía atravesar la estrecha zona por la que entraba la luz del sol directamente en el salón y eso produciría una sombra que podía descubrir mi presencia. Con los nervios a flor de piel y con la apremiante urgencia de poder ver a Cris chupándole la polla a Mikel antes de que él empezara a follársela, me alejé lo más que pude al fondo del pequeño jardincillo y crucé a toda prisa la zona peligrosa. Esperé unos momentos que se me hicieron eternos antes de asomarme con igual cautela por detrás de la cortina gris, temiendo que ellos hubieran podido notar algo y hubieran parado.
La visión que tuve me sobrecogió. Cris permanecía sentada con la cabeza inclinada hacia el techo y chupando con devoción uno de los huevos de Mikel, cuya polla, completamente empalmada, se apoyaba sobre el rostro de mi esposa, hasta llegar a su frente. No era tan grande como había supuesto, aunque tenía buen tamaño, pero lo que me sorprendió era que no había ni asomo de vello ni en su pubis ni en sus cojones. Toda la zona de sus genitales estaba completamente depilada. Eso debió ser lo que había llamado la atención de mi mujer y seguramente era lo que más le atraía de esa verga que tenía a su completa disposición y a la que seguía dando gusto, alternando las lamidas en las dos pelotas de Mikel. Al poco su lengua fue recorriendo toda la longitud de la base de su polla hasta coronar el capullo, babeante de líquido preseminal. Una vez hecho el recorrido, engulló la mitad del tronco, provocando un nuevo y prolongado gemido de Mikel que, de inmediato, comenzó de nuevo a cimbrear su cuerpo, tal y como lo hacía cuando le veía de espaldas, intentando penetrar aún más entre los labios de ella. Era sorprendente ver como Cris no sólo se acoplaba al ritmo lento de los empujones de Mikel, sino que chupaba y mamaba con ganas el duro trozo de carne que tenía en su boca.
Cuando los movimientos y gemidos de Mikel se aceleraron, Cris se la sacó de la boca y de un modo sorprendentemente soez, para su forma de hablar, le dijo:
– Vamos Mikel, fóllame de una vez – y se echó hacia atrás abriendo su sexo a él – Métemela entera en el chocho y demuéstrame lo que puedes hacerme gozar.
– Por favor Cris – contestó él – sólo un poquito más, es maravilloso como envuelves con tu lengua mi polla, la chupas de maravilla.
– No me adules, en realidad hace años que no lo hago y han sido pocas las veces que lo he hecho.
– No me lo creo, Mariano debe disfrutar mucho. Venga sólo unas chupaditas más.
Temí que Cris me humillara diciéndole que a mí nunca me lo había hecho, pero por suerte no contestó, limitándose a acercarse a él y a tragarse de nuevo su cipote, reiniciando la mamada interrumpida. Fueron unos dos o tres minutos en los que Cris le mamó y pajeó, supongo que con destreza, porque los suspiros y la fuerza de los movimientos de Mikel se fueren acrecentando hasta límites peligrosos, cosa de la que Cris se dio cuenta. Se sacó de nuevo la polla de su boca aunque sin dejar de masturbarle lentamente, cómo intentando que no perdiera su tamaño y dureza. Entonces se dirigió de nuevo a él:
– ¡Ya vale! Creo que te estás animando demasiado.
– Ay, Cris, quiero correrme, – contestó Mikel después de ahogar un largo suspiro.
– ¿Ahora? ¿Pero, no me querías a follar?
– Y sigo queriendo, pero después, ahora quiero acabar, me encanta como me la chupas.
– Ya, ya me estoy dando cuenta, pero no me atrae la idea de que me lo eches mientras te la chupo. Nunca lo he hecho y no tengo intención de hacerlo ahora, contigo.
A mí me pareció que se iluminaba el rostro de Mikel cuando se dio cuenta de que él podía ser el primero en darle a probar a Cris el semen de un macho, y continuó insistiendo con todo el poder de persuasión posible:
– Vamos Cris, por favor, no me dejes con las ganas, déjame que me corra en tu boca. Dame ese gusto por favor. Verás que no es tan malo.
Mi esposa no lo tenía nada claro. Mikel insistió de nuevo:
– ¡Anda! Sigue chupándomela.
Cris soltó la polla de Mikel. Dudaba, con la punta de la verga a escasos centímetros de distancia de sus labios, y mirando a Mikel que permanecía expectante y se pajeaba con prudencia. Fueron unos segundos eternos de tensión hasta que finalmente, con un gesto de resignación, pero igualmente decidida, ella contestó:
– Venga.
Fue una sola e inesperada palabra, pero para mí significaba probablemente la mayor y más humillante traición que una esposa puede hacer a su marido. En cambio para Mikel conseguir que ella hubiera accedido, y encima con cierto recelo, a que él le llenara la boca con su leche, era el éxito total, el mayor trofeo posible para un conquistador de mujeres casadas y más aun si él iba a ser el primero en hacerle probar el semen de un hombre.
Cris capturó de nuevo entre sus labios el inflamado glande de la verga de Mikel y le agarró con ambas manos por el trasero, dejándole la iniciativa para que él fuera el que se ocupara de elegir la manera en la quería llegar a su orgasmo. Y Mikel, sin dejar de sonreír y mirar directamente a los ojos de mi mujer, comenzó a moverse bombeando su polla en la boca de mi esposa, lentamente al principio, disfrutando de los momentos previos a la llegada del climax, e incrementando después el ritmo, entre continuos gemidos y suspiros. Apoyó sus dos manos en la cabeza de ella para ajustar mejor sus embestidas, follándosela por la boca sin parar, hasta que tras un par de empujones más profundos, gimió prolongadamente y estalló. Cris sintió el impacto del primer chorro de leche recibido en su paladar, lo noté porque involuntariamente su rostro dio un ligero respingo hacia atrás. Reaccionó de igual modo, mientras Mikel gritaba de gusto, al recibir sus siguientes andanadas de semen. El tío debió soltar unos cuatro buenos escupitajos iniciales. El resto de su eyaculación debió ser menos abundante y Cris lo soportó ya sin pestañear, hasta que se le llenó la boca de leche y como él no se decidía aún a sacársela, decidió tragarse todo el líquido, algo que hizo sin dar siquiera muestras de asco alguno.
Poco a poco los suspiros de Mikel fueron cesando y su respiración se calmó a la par que bajaba su erección y quitaba sus manos de la cabeza de mi esposa. De inmediato Cris se retiró, soltando la polla morcillona que quedó colgando y goteando algún último resto del semen que había descargado con absoluto deleite entre los labios de ella.
Yo ya llevaba demasiado tiempo evitando soltar mi leche, pero fue en ese momento, viendo la polla aún babeante que me había ultrajado de un modo tan obsceno y humillante con mi propia mujer, cuando también me corrí, aunque tuve que morderme los labios para no soltar ruido alguno.
– ¿Contento? – Dijo Cris a un Mikel todavía trastornado por el placer obtenido.
– Más que eso, me tiemblan las piernas – y de hecho se sentó en el sofá – ¡Que corrida! Ha sido de libro.
– ¿Y ahora qué? ¿Me vas a dejar así? Ahora soy yo la que quiere correrse sintiendo tu polla en mi coño, así que tendrás que dar el do de pecho … machote.
– No te apures, me recupero pronto.
A mí ya casi ni me sorprendía la actitud tan directa de mi esposa. Se había volcado por completo a esa sesión de sexo con el atractivo Mikel y era normal que quisiera obtener todo su disfrute de él. Cris, ahora de pie y totalmente desnuda, le miraba expectante, deseando o más bien necesitando la recuperación de su amante improvisado para poder gozar de una buena follada.
En ese momento sonó el timbre de la puerta, lo que hizo que cundiese el nerviosismo tanto en ellos como en mí mismo y, sobretodo, la desagradable sensación de ver frustradas las perspectivas que todos teníamos. Cris reaccionó con la típica celeridad femenina:
– Deben ser los niños. Abre tú Mikel, por favor, mientras yo subo a arreglarme – y desapareció de mi vista, escaleras arriba, portando su bikini y el pareo.
El propio Mikel se adecentó como pudo, mientras sonaba el timbre por segunda vez, y fue a abrir. Pero no eran los niños precisamente. El saludo de Mikel fue toda una sorpresa para mí:
– Hombre Octavio, ¿qué haces tú por aquí?
– ¿Qué tal Mikel? Venía a ver si me llevaba Mariano al club de tenis. Mi esposa quiere ir al pueblo de compras y pensaba llevarse ella nuestro coche.
– ¡Ah! Yo creía que ya estabais ya allí.
– No. Es que hasta las 6 no había pista ¿Y Mariano?
– Pues no sé, aquí no está, supongo que ya estará en el club.
Si el gilipollas supiera que estaba ahí al lado y que tenía tantas ganas como él de que se follara a mi esposa. Pero la aparición de Octavio parecía que iba a echar a perder todos los planes.
Octavio se hospedaba en el hotel y era conocido por todos los que éramos participantes habituales a los juegos de los animadores. Era el típico tío superdeportista, guaperas y chulito, el que ganaba casi todos los concursos de animación que se hacían en el hotel, incluido el del mister, por no hablar del tenis, en el que era sin duda el mejor del grupito del club. De unos 35 años, alto y delgado, moreno, con el pelo cortado al uno y algo musculoso, no era un tipo que me cayera excesivamente bien. Nunca le había visto con nadie, ni mujer ni hijos, por lo que no sabía si estaba en el hotel solo o acompañado.
Evidentemente él se debió sorprender al ver a Mikel en mi apartamento, y más aún sin llevar tan siquiera la camiseta, que no se había llegado a poner.
– Y tú, Mikel ¿Qué haces aquí? – Le preguntó con toda la curiosidad del mundo.
Por unos instantes Mikel no supo qué contestar, resignado y molesto porque los planes se le habían torcido, pero los recursos de ese individuo parecían ser inagotables y en vez de buscar excusas estúpidas le dijo en voz baja:
– Joder tío, no te lo vas a creer. Estaba a punto de follarme a Cris, la mujer de Mariano.
Por supuesto Octavio pensó que Mikel iba de farol, y con una sonrisa guasona le contestó:
– ¡Anda ya, fantasmón! Siempre con tus aires de conquistador de mujeres
– ¡Que sí tío! Iba a metérsela cuando has llegado tú.
– ¡Qué me dices! ¿De verdad? Vamos, no digas chorradas. Pero si esa hembra está buenísima.
– Tan verdad como que ya me ha hecho una mamada de campeonato. Ahora está arriba, vistiéndose y limpiándose la boca del semen que le he echado.
– ¿Me vas a decir que también te has corrido en su boca?
– Pues sí, al principio no quería, pero al final la he convencido y se lo ha tragado todo. Ni te imaginas como la chupa esta mujer.
Noté que Octavio se estaba empalmando con las palabras de Mikel, al igual que yo. Su pantalón de tenis no le permitía disimular una creciente erección. Por supuesto se estaba imaginando la escena, pero no por ello se creía lo que Mikel le contaba.
– ¡Venga ya! Te estás quedando conmigo. Como te vas a follar a la esposa de Mariano, y encima aquí, en su propio apartamento.
– Sé que parece imposible, pero es verdad. Es una mujer muy caliente, sólo hay que saber llevarla al huerto con tacto – y en un atisbo de obscena lucidez, a Mikel se le ocurrió algo impensable – ¿Quieres ver cómo me la tiro?
– ¡Y dale! – Octavio estaba cada vez más interesado en lo que le decía su amigo – ¡A ver, tío! ¿Cómo hago para verlo?
Mikel escudriñó la estancia y finalmente dijo, con seguridad:
– Sal al jardín y por detrás de la cortina podrás asomarte. Pero date prisa, porque Cris va a volver de un momento a otro.
Octavio apenas lo dudó unos breves instantes, tan pocos que a mí casi ni me dio tiempo a preocuparme de ser descubierto, cosa que habría pasado si él hubiera salido por donde yo estaba, pero tuve la suerte de que lo hizo por la otra parte del jardín, aquella en la que yo había comenzado mi sesión de mirón.
Apenas tres minutos después, Cris bajó al salón. Se había retocado y llevaba puesto de nuevo el bikini y el pareo anudado a la cintura.
– ¿Dónde están los niños? – preguntó, incluso antes de terminar de bajar.
– No eran ellos, Cris. Era Octavio, uno de los del tenis. Preguntaba por Mariano, pero le he dicho que no estaba aquí y se ha marchado.
Me resultó curioso que a Cris no le extrañara esa visita, pero tampoco pensé mucho en ello. Estaba concentrado en los movimientos que, sin duda, iba a hacer Mikel para follársela y en si ella, menos caliente por la pausa forzada, iba a ser capaz de seguir poniéndome los cuernos. Y sin embargo fue Cris la que, sorprendiendo incluso al propio Mikel, tomó la iniciativa:
– Bueno, parece que la fiesta va a poder continuar ¿no Mikel? – y mientras se agachaba hacia él para acariciarle con suavidad la polla por encima del pantaloncillo, añadió:
– Y nuestro amiguito pelao ¿Qué tal? ¿Ya se ha repuesto del esfuerzo anterior? Aún tiene una tarea pendiente, no se te olvide.
Las palabras de Cris fueron mágicas. Mikel la atrajo hacia así, haciendo que se arrodillara en el sofá, y de nuevo le besó en la boca, pero esta vez con furia, cogiéndola de la cabeza y hundiendo su lengua entre los labios de mi esposa, que respondió con igual ardor. Yo seguía sorprendido por la actitud de Cris, y supongo que Octavio igual o más aún que yo, comprobando que lo que le había contado Mikel era cierto. Las manos de Cris destaparon de nuevo la verga de Mikel, efectivamente ya repuesta y espléndidamente trempada, obsequiándole con una nueva paja y preparando el terreno para que se la follara, o no sé si mejor decir que para que ella se le follara a él, viendo las ganas que mi esposa ponía en la tarea. Mikel soltó con gran rapidez todos los lazos de las prendas que vestían a Cris, el pareo y el bikini. Parecía que ahora era a él al que le acuciaba la urgencia de terminar cuanto antes, tal vez por la excitación de ver a una Cris totalmente volcada y entregada a él, o tal vez incluso por el morbo de saber que estaban siendo vistos por Octavio.
Cris dejó de morrearse con Mikel para soltar un “Ya no puedo más”. Guió la polla de su amante a la entrada de su chocho y dejándose caer de golpe, forzó la entrada de la verga en su interior. Dos largos quejidos simultáneos de ambos, a medias entre el gusto y el dolor, acompañaron la brutal y directa penetración. Durante un rato permanecieron inmóviles y en silencio, disfrutando y acomodándose a la excitante invasión. Fue mi esposa la que inició el ritmo de la follada, agarrándose al pelo de Mikel para hacer subir y bajar su cuerpo, resbalando sobre la polla de ese cabrón. Ahora ya no se quejaban, eran gemidos y suspiros de puro gozo, mientras aumentaban el ritmo de los movimientos. Cris, que seguía manejándolo todo, atrajo la cara de Mikel hacia su cuerpo encerrándola entre sus pechos. Por supuesto él aceptó la invitación y succionó los grandes y erizados pezones de ella a la par que amasaba sus dos mamas con ambas manos.
El polvo se tornó frenético y salvaje, todo un lujo para un recién descubierto voyeur como yo, pero quizás no tanto para un excitado Octavio que debió pensar, con toda la lógica del mundo, que podía sacar más partido de esa situación que sólo mirar. Y entró en la estancia con cautela, con el torso desnudo e intentando no hacer ruido, mientras se meneaba la verga por fuera del pantalón. Se arrimó a la espalda de mi mujer, desconocedora, en el fragor de su propia batalla de sexo con Mikel, de las turbias intenciones de este nuevo indeseable sujeto que tenía la obvia intención de tirársela también.
Octavio pegó su cuerpo al de Cris, abrazándola por detrás y sus traviesas manos empezaron a compartir con las de Mikel las tetas de mi esposa. Mi perplejidad era ya absoluta, viendo que Cris ni se inmutaba con el contacto del otro individuo. Era evidente que la follada con Mikel la tenía muy caliente, pero no pensaba que pudiera ser suficiente como para no darse cuenta del contacto con otro tío, cuya verga erecta se apoyaba sobre el nacimiento de su espalda. Parecía como si le estuviera esperando. Octavio estimó oportuno entretenerse besándola en las inmediaciones de su oreja y Cris reaccionó volteando la cabeza para corresponderle. Y fue ahí, al encontrarse sus labios con los del invasor, cuando ella pareció salir del trance, apartándose con un grito y con tanta brusquedad que tanto ella como Mikel debieron hacerse daño por la rapidez con que la polla había abandonado el preciado recinto en el que se encontraba.
Sentada junto a Mikel, y más sorprendida que irritada, observaba a Octavio frente a ellos, sin duda cohibido por la repentina espantada de Cris. Se había guardado su cipote como buenamente había podido, aunque los signos de su erección no se podían disimular.
– ¿Qué es esto? – preguntó Cris, más al aire que a los dos hombres que estaban con ella.
Hubo un silencio que por supuesto rompió Mikel con su ya habitual franqueza y blandiendo su sonrisa:
– Le dije a Octavio que tú y yo íbamos a follar y, como no se lo creía, le invité a vernos desde el jardín. No pensaba que fuera a intervenir pero ya ves, parece que no solo me deslumbras a mí.
Ni Octavio ni mi esposa sabían qué decir, pero Mikel había tomado el control, y continuó:
– Oye, ¿y por qué no te lo montas con los dos, Cris? Total, nada va a cambiar, va a seguir siendo sexo, los cuernos a tu marido van a ser cuernos de todos modos, pero será una experiencia por completo nueva para ti. Además Octavio tampoco está mal. Es el tío guapo de aquí.
A mi ya no me sorprendía nada de lo que planteaba Mikel, que incluso parecía tener más experiencia en el tema del sexo de lo que yo mismo imaginaba. De inmediato mi imaginación voló viendo a mi esposa, como en las pelis porno, chupando alternativamente las pollas de los dos tíos que tenía allí y más, mucho más.
No sé si ella pensó del mismo modo, pero, tras reflexionar, una sonrisa picarona anunció su consentimiento:
– ¿Y por qué no? Ya estuve a punto de hacerlo una vez, antes de conocer a Mariano, y me lo perdí.
Con esas palabras mi esposa me abrió tres años de notable oscuridad en su vida sexual, entre la separación de su primera pareja y el encuentro conmigo. Nunca había entrado en los detalles sexuales de ese período, intentando mostrarse conmigo con un cierto tradicionalismo que ahora me parecía cada vez más falso.
Cris continuó:
– Me atrae la idea de tener dos pollas para mí. Y además, ya estoy harta de tanta interrupción – y, dirigiéndose a Octavio añadió:
– Tú, ven para acá y continúa con lo que estabas haciendo.
Octavio se echó de inmediato sobre Cris y la besó en la boca, mientras sus manos se deslizaban muslos arriba buscando la mágica hendidura de su chocho, todo mojado tras la follada con Mikel. Este último se pajeaba viendo a la pareja, de igual modo que lo hacía yo desde mi escondite. Las caricias de Octavio en el sexo de mi esposa la incitaron con prontitud a querer ser follada de nuevo. Ella misma tomó la iniciativa, se incorporó y sin dejar de besar a Octavio, le sentó, le sacó la picha del pantalón y se acomodó sobre él, envainando la polla en su coño, esta vez más lentamente de cómo lo hizo con Mikel. Octavio puso sus manos en las nalgas de mi esposa y comenzó a follársela, subiendo y bajando el cuerpo de ella sobre él, aunque pronto la que impuso el ritmo fue ella misma.
Mikel se les acercó y arrimó la cara al trasero de mi mujer. No lo veía pero los movimientos indicaban que el tío le estaba chupeteando el ojete, sin duda preparándola para la posterior penetración. Cris gemía cada vez que hundía su cuerpo sobre la polla de Octavio, y solo paró cuando sintió la picha de Mikel abrirse paso en su ano. No era habitual entre nosotros hacer sexo anal, por lo que no fue fácil la penetración. Cris, por momentos, retrocedía al sentir el pollón del rubio individuo invadir su ano, hasta que por fin éste consiguió su objetivo y la ensartó por completo. A partir de ese momento mi esposa fue manejada a su antojo por los dos folladores en un polvo brutal de al menos diez minutos en el que los dos machos que la penetraban se movieron con una fuerza impresionante haciéndola gritar de puro gozo, hasta que le arrancaron el deseado orgasmo en medio de un chillido ronco y prolongado. Ambos mantuvieron el bombeo, hasta que Mikel pegó un empujón tremendo que dejó a Cris por completo emparedada entre los dos tíos, y se derramó en su culo, bufando como un salvaje.
Al salirse Mikel de mi esposa, ella aprovechó para despegarse de Octavio. Medio desfallecidos, ambos se sentaron, Cris junto a Octavio y Mikel en un pequeño sillón, algo más alejado de ellos. Octavio, sin dejar de masturbarse, esperó con paciencia que mi mujer se recuperara de su orgasmo. Después se incorporó y se puso frente a ella, con su cipote en pleno apogeo. Con evidente tono imperativo le indicó:
– Quiero que me la chupes.
– ¡Joder con vosotros, los tíos! Siempre queréis lo mismo. ¡Qué manía! – contestó ella, casi sin mirarle.
Cris aún no había visto lo que él le presentaba, aunque ya lo había tenido dentro de ella, una polla de tamaño similar a la de Mikel, pero más oscura de color e igualmente desprovista de vello alguno. Yo ya sabía que ella iba a aceptar de nuevo meterse en la boca la verga de otro tío. Había tenido una sesión de sexo intensa y Octavio merecía la recompensa por habérsela follado tan dignamente. Mirándole directamente a los ojos, añadió:
– ¡Está bien! ¡Vamos allá!
Se arrodilló y se encontró ante su cara con la picha de Octavio, babeante y dispuesta.
– ¡Vaya! ¡Qué tenemos aquí! Otra polla calvita. Debes ser una moda. Me gusta, es tan interesante y tentadora como la de Mikel.
Sin más miramientos agarró la polla del tío y empezó a lamerla en su totalidad, deteniéndose en particular en el capullo, todo impregnado de los líquidos de la follada anterior. Estaba claro que ya no le hacía ascos chupar una polla, y yo me sentí realmente idiota de no haber insistido nunca en que me lo hiciera.
Octavio tembló de gusto cuando Cris engulló la mayor parte de su instrumento, acariciándole los huevos con una mano y pajeándole con la otra, Aceleró mucho los movimientos, tenía ganas de acabar cuanto antes. Octavio, entre gemidos, ayudaba con los movimientos de su cadera y también él parecía tener ansia por correrse de una vez.
– Quiero correrme en tu cara – dijo él entre dos resoplidos, y a punto ya de soltar su leche.
Mi esposa se sacó la polla de la boca y mantuvo el ritmo de la masturbación, pero eso no debió ser tan gratificante para Octavio y la inminencia de su corrida pareció declinar. Cris, viendo que el hombre no acababa, le encaró:
– ¿Dónde está esa lefa que me tienes preparada? Vamos Octavio ¿No quieres dármela? Yo ya estoy lista para que me la sueltes en la cara. ¡Venga, córrete ya!
Tras esas palabras obscenas, que jamás había creído poder escuchar en Cris, ella agarró la polla de Octavio con las dos manos, imprimiendo un ritmo tremendo al meneo. Octavio no pudo aguantar más y se sujetó a los hombros de mi arrodillada esposa, junto antes de lanzar los resoplidos que anunciaban su orgasmo. Ella dirigió la punta hacia su cara y empezó a recibir el semen sobre ella, con varios chorros que la cruzaron por completo.
La verdad es que Cris maniobraba con mucha maestría para sacarle el semen a ese guaperas. Parecía saber muy bien cuando estirar y cuando soltar para recibir cada descarga de leche. A estas alturas, y viendo tanta destreza, estaba por completo convencido de que mi esposita sabía mucho más de prácticas sexuales de lo que yo mismo imaginaba, mostrándose dispuesta, ardiente y sabia.
Para terminar la faena Cris se dedicó a meterse entre los labios toda la leche que empapaba su cara, utilizando la propia verga de Octavio a modo de cuchara. Hasta ese momento había conseguido evitar mi propia eyaculación, pero ver a mi chica en tan morbosa tarea fue el premio definitivo a mi recién iniciada faceta de mirón. Me corrí por segunda vez, pringando las cortinas grises tras las que me ocultaba.
Cuando me asomé de nuevo, los dos hombres se mantenían sentados y sonrientes, recuperando el resuello. Cris no estaba, pero al poco apareció, urgiéndoles para que se fueran:
– Chicos, creo que debéis marcharos.
– Tienes razón – contestó Mikel, menos descompuesto que su amigo Octavio, añadiendo:
– Ha sido una pasada. ¿No podríamos repetirlo?
– No va a haber repetición. Lo he pasado de miedo, lo reconozco, pero aquí se acaba la historia, por lo menos con vosotros dos.
La seguridad en la contestación de Cris me llenó de un extraño orgullo, pero sus últimas palabras me dejaron una peculiar sensación de inquietud futura. Pero en ese momento tampoco quería pensar en ello.
Mikel y Octavio se despidieron de Cris, no sin antes propinarle un pequeño achuchón en el trasero, y se largaron. Al poco de marcharse ellos, también lo hizo ella.
Yo salí, aún temblando, de mi escondite, limpié como pude las manchas de semen que había dejado en el suelo y cortinas, y me dispuse a marcharme al club de tenis. Me sorprendió ver el paquete con el regalo de Mikel para su esposa. El muy cabrón se había ido tan contento, que se lo había olvidado allí. Pero lo que más me extrañó fue encontrar mis llaves del coche y mi cartera encima del paquete.
Lógicamente llegué al tenis tarde y aún confundido por todo lo que había pasado. Más tarde todavía, llegó un Octavio más que satisfecho, que además me tocó de contrincante en el partido. Por desgracia en más de una ocasión, al tenerle de frente, en vez de verle a él, lo único que veía era su polla escupiendo leche a la cara de Cris, lo que, a la vez que me excitaba, me enfurecía. Seguramente por eso volví a jugar fatal, pero me mostré lo más contundente que pude con la raqueta hasta que, con un derechazo brutal, le pegué un bolazo en sus partes que me dejó, por lo menos, parcialmente satisfecho.
Al regresar a casa, encontré a Cris, preparando la cena. Me recibió toda sonriente y me dijo, con aire de cachondeo:
– ¡Hombre, ya está aquí mi maridito cornudín! ¡Qué!, ¿estás ya más tranquilito? ¿Se te han quitado esos absurdos celos?
De primeras me dieron ganas de pegarle un par de tortas, pero al final reaccioné con una sonrisa y un besito en los labios, esperando que se hubiera lavado a conciencia la cara y la boca, y con unas increíbles ganas de echarle un polvo. Una vez acostados no me fue difícil constatar que ella tenía tantas ganas como yo. Por supuesto echamos no uno, sino dos, aunque siguiendo nuestras tradicionales pautas sexuales, menos abiertas a los juegos que ambos habíamos disfrutado esa tarde, ella de forma directa y yo de mirón.
Justo antes de dormirnos, al darme el beso de buenas noches, Cris me susurró al oído:
– Por cierto cariño, no te lo he preguntado, ¿Qué tal te lo has pasado esta tarde?
No sé si refería al tenis o a otra cosa. Volví a acordarme de mis llaves y mi cartera encima del paquete de Mikel, y me asaltó una gran duda.
FIN