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Fernando Neira ya tiene su página en Facebook

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Consciente del poder de las redes sociales y de que necesitaba abrir un canal para mis lectores, he decidido crear una página en facebook donde podáis poneros en contacto conmigo directamente. Ahí encontrareis enlaces a mis libros, mis pensamientos. Os espero en el siguiente enlace:

Fernando Neira – autor | Facebook


Relato erótico. “Las Profesionales – Una Perra no tan Sumisa” (POR BLACKFIRES)

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El tráfico se despeja a medida que el auto deportivo se aleja de la ciudad, entrando a un valle rodeado de colinas, mientras avanza, Susan Baxter, revisa sus notas del día en su agenda electrónica, esta mucho más enfadada que lo habitual pues volvía a retrazarse por culpa de la ineptitud de Rossana, su ama de llaves, aun no podía despedirla pues no había encontrado reemplazo, realmente había sido un error contratar a una ama de llaves tan joven pero la muy estupida de Rossana había sido la única en aguantar el carácter de Susan, el mandito dolor de cabeza no desaparece, el auto recorre un largo trecho rodeado de árboles que separa las edificaciones de miradas curiosas.

Susan estaciona su auto y baja de el dirigiéndose al edificio central, es la orgullosa dueña de Baxter Health Care & Spa, la clínica estética mas selecta y prestigiosa de la ciudad, es un complejo de varios edificios completos con habitaciones, salas de descanso, quirófanos y el área administrativa.

Su paso es elegante sobre un par de zapatos de tacón de aguja de 3 pulgadas, sus largas piernas sostienen un cuerpo espectacular trabajado por horas de gimnasio y dietas, un culo en forma de corazón, caderas torneadas y un busto 36c están cubiertos bajo un traje sastre tipo ejecutivo, realmente solo algunas leves líneas de expresión delatan sus casi 40 años, pero ella muy bien sabe que cualquier chica de 20 daría lo que no tiene por verse como ella.

Al llegar a su despacho una nerviosa asistente sale a su encuentro con una cartilla de documentos y una taza de café recién hecho.

– Buenos días Dra. Baxter

– No se que les ves de buenos Tara, pero no te quedes allí como idiota y dime que hay para hoy….

– Lo siento Dra., la reunión con Farmacéutica Fuller se cancelo hace una hora, y solo le queda la consulta de la Sra. Corrales para la evaluación de su membresía…

Mientras Tara camina tras ella, entran al despacho e intenta ordenar sus ideas, se sienta en su escritorio y toma la taza de café que Tara le diera.

– Genial, cancelan una reunión importante y para colmo debo reunirme con la vieja Corrales que solo quiere cirugías para verse más joven que la nueva asistente veinteañera de su marido.

Firmando unos documentos termina su primera taza de café del día, la maldita migraña sigue allí.

– Cancela cualquier cita o reunión de la tarde no estoy de humor atender a nadie.

Tara asiente y rápidamente recoge los documentos, para luego salir de despacho.

Los minutos pasan y poco a poco la migraña empieza a ceder, es hora de una llamada, toma el celular y marca de memoria el numero, inmediatamente la contestadora automática le hace escuchar la grabación de un hombre de voz áspera ”Hola no puedo atenderte ahora… ya sabes que hacer…”

– Ya se que hacer pedazo de imbécil… – cancela la llamada, borra el numero de la lista de discado y cierra el teléfono mas enfadada, piensa para si misma ”para que quiero un gigoló si el estupido no esta cuando lo necesito”

Empieza a marcar otro teléfono cuando escucha sonidos de la puerta, empieza a voltear para mirar directamente a la cara de Tara cuando le grite “Que clase de estupida no entiende cuando alguien dice: no estoy de humor atender a nadie “, pero su irritación se convierte en sorpresa al ver a Tara de pie junto a la puerta con sus manos a la espalda y su cabeza baja mirando fijamente el suelo, pero esto no es lo mas sorprendente, una joven de aproximadamente 24 años camina hacia su escritorio, Susan al verla andar contempla cada detalle de su cuerpo, su cintura estrecha y su caderas, sus senos moverse al caminar, en su rostro sus ojos gris verdosos y sus labios gruesos enmarcados por sus cabellos negros oscuros. No es la primera vez que desnuda a una mujer con la mirada, pero si la primera vez que con solo mirar una sus pezones se ponen duros y su coño empieza a humedecerse, intenta levantarse y se da cuenta de la debilidad de sus piernas, a diferencia de ella, la recién llegada avanza con paso decidido hasta el escritorio y mirándole fijamente le aborda.

– Buenos días Sra. Baxter es un placer por fin conocerla, no se levante.

Aquellas palabras no se escucharon como una amable sugerencia. Susan extendió su mano estrechando la suave y blanca mano de la recién llegada.

– Soy Helen Bells, represento a Industrias Fredensborg, supongo que debe conocer sobre mis clientes, hace poco hicimos un primer contacto…

En ese momento la mente de Susan luchaba por prestar atención a la recién llegada y recordar aquel nombre de la compañía que de alguna forma le es muy familiar, pero esa mirada la hacia sentir como el animalito cegado por las luces del auto que lo golpeara a toda velocidad.

En ese momento ambas mujeres rompen el contacto visual y Helen le dice a Tara que se retire… Susan vuelve del viaje donde andaba su mente y recuerda claramente Industrias Fredensborg, la misma compañía que furtivamente intentara comprar la mayoría de las acciones de Baxter Health Care & Spa, forzando una ‘asimilación’, antes que esto se hiciera efectivo Susan pudo evitarlo. Eso y escuchar a Helen dar ordenes en su propia oficina terminan de alimentar su ira, levantándose sin mirar a Helen que ya esta sentada le dice.

– Le agradecería la visita señorita, pero esta empresa no tiene absolutamente nada que tratar con Industrias Fredensborg, y en lo que a mi respecta esta visita termina ahora.

– Sra. Baxter aun no ha escuchado nuestras propuestas y seria un gravísimo error no escucharme.

Diciendo esto ambas mujeres se levanta Susan se encamina a la puerta con paso vacilante y Helen rápidamente la intercepta, la sujeta del brazo y la hace girar para quedar frente a frente.

– Susan querida, realmente quiero hablar contigo sobre el futuro, necesito que me escuches por que mis propuestas serán muy buenas para ti.

Sus miradas se encuentran nuevamente y Susan siente como Helen la empieza a arrinconar contra la pared, sus cuerpos se van uniendo y Susan puede oler el aroma exquisito del cuerpo del Helen, siente como sus senos se empiezan a aplastar contra los suyos, los pezones duros y las manos de Helen presionando su cuerpo contra la pared la hacen sentir nerviosa y excitada.

– Si… si esta es la forma que Industrias Fredensborg hace… hace negocios… no estoy interesada.

– Tranquila Susan… Tranquila… Se que podemos arreglar esto en los mejores términos…

Diciendo esto Helen suelta uno de sus brazos y empieza a deslizar su mano desde la cintura de Susan hacia arriba hasta encontrar el arco de sus senos y los acaricia delicadamente.

– Suélteme quien cree que soy, si Fredensborg cree que enviándome una puta terminare vendiéndoles mi compañía no saben nada de mi.

– Al contrario Susan sabemos muchas cosas de ti…

Diciendo esto Helen desliza su mano en dirección contraria y encontrando el borde de la falda de Susan lo levanta acariciando su muslo y subiendo en dirección a su coño, mientras besa delicadamente el cuello de Susan provocándole un escalofrío y con satisfacción la escucha gemir por primera vez.

– Así me gusta Susan muy pronto sabrás que esta es la forma que me encanta hacer negocios.

Helen suelta el otro brazo de Susan y la toma por la barbilla mirándola directamente a los ojos ambas mujeres pueden ver la lujuria en sus miradas, Helen le planta un beso y su lengua empieza el asalto a la boca de Susan al mismo tiempo que sus dedos entran con facilidad al húmedo coño de Susan que a modo de respuesta solo emite ahogados gemidos.

Susan solo deja a Helen hacer, el beso se prolonga y los dedos en su coño empiezan a bombearla y para sorpresa de Susan su cuerpo empieza a reaccionar ayudando a Helen que ahora con su otra mano abre la blusa de Susan revelando y soltando sus redondos senos, el ataque de Helen se prolonga y Susan solo sigue allí contra la pared gimiendo y moviendo sus caderas al compás que marcan los dedos de Helen.

– Aaaaa… que intentas hacerme…

– Nada que tu no desees… y créeme que tu lo deseas… lo necesitas… lo deseas…

Sin que pueda contenerse Susan observa a la chica dar un par de pasos lejos de ella, observa a Helen meter las manos bajo la falda y sacarse un par de bragas de encaje negro, en ese momento se da cuenta que su cuerpo sigue moviéndose al ritmo de los dedos que bombean su coño, sorprendida, humillada y excitada comprende que son sus propios dedos los que entran y salen de su coño, no puede creer que ella este de pie contra la pared con sus senos descubiertos, masturbándose frente a una total desconocida.

Helen la observa masturbarse y mientras avanza hacia ella le dice

– Ahora si quieres escucharme Susan?

Una asustada, excitada y humillada Susan asiente con la cabeza y dice

– Agg siiii…

– No se hable más… Ahora te hablare de nuestra propuesta y de tu futuro…

Helen coloca sus bragas húmedas en el rostro de Susan y el olor de sus jugos hacen que la excitación de Susan llegue a limites desconocidos, luego le abre la boca y coloca las bragas dentro de la boca de Susan, que simplemente no lo soporta mas y su cerebro se desconecta de la realidad.

En la mente de Susan se agolpan sensaciones y recuerdos que no sabe que tan ciertos son o cuando sucedieron, se ve a ella arrodillada frente a una chica hermosa mamando y lamiendo su coño, luego con su rostro en el suelo lame un par de zapatos de tacón y observa la puerta de su despacho abrirse, luego lamiendo pies y mirando a Tara entrar con un juego de maletas, finalmente se ve atada a su escritorio boca abajo con sus piernas tocando el suelo, sintiendo una lengua explorar su coño y su ano, luego nada solo oscuridad, placer y oscuridad…

Un murmullo despierta poco a poco a la aturdida Susan que reacciona mirando el techo de su oficina, fue una pesadilla, todo aquello producto de su agotamiento y dolor de cabeza, parpadea un par de veces y luego de un momento intenta levantarse y cae en cuenta que esta atada a la silla ejecutiva de su despacho.

Esta completamente inmovilizada y para su terror desnuda, de su cabeza cuelga una maraña de cables de varios colores, en cada uno de sus senos puede ver pads adhesivos a cada lado de sus pezones, al igual que otro par adherido a cada lado de su vulva, Susan empieza a forcejear por liberarse y escucha crujir el suelo, sobre la alfombra una gruesa lona de plástico a sido colocada.

Al seguir intentando liberarse escucha ruido en el baño privado de su despacho y para su sorpresa ve salir a Helen y esta le sonríe.

– Hola Susan me encanta que estés despierta, no te molestes yo misma hice esas ataduras.

– Maldita loca suéltame de una buena vez… SUELTAME

– Tranquila Susan aquí nadie escuchara tus gritos, no recuerdas que mandaste insonorizar esta oficina para gritarle a gusto a tus empleados.

Susan comprende que esta aislada y atada en su propia oficina, empieza a llenarse de terror al ver la naturalidad con que todo pasa.

– ¿Que pretendes hacer…?

– Pues no quisiera aburrirte con detalles, pero ya que pasaremos un tiempo aquí y tu serás parte importante de la compañía te contare…

Helen conecta electrodos a los pads adhesivos de senos y vulva, todos los cables van conectados a computadoras colocadas en la habitación y monitores.

– Como te imaginaras industrias Fredensborg es la pantalla para una gran operación, nuestros clientes son habitualmente magnates, millonarios y demás personas importantes que requieren el servicio de nuestras profesionales.

– Si manejas un maldito grupo de prostitutas no me interesa… suéltame maldita perra loca de mier…

Helen acciona una orden en el teclado y una descarga eléctrica sacude el cuerpo de Susan que convulsiona sin control, dos segundos después el cuerpo de Susan se relaja y mira a Helen con una mezcla de terror y odio.

– Eso te recordara no interrumpirme… todos nuestros socios podrían tener prostitutas, amantes o parejas ocasióneles, pero esto les trae grandes problemas como chantajes, extorsiones y hasta peor amantes enamoradas, debido a esto nosotros por un módico precio les ofrecemos jóvenes mujeres dóciles y obedientes dispuestas a complacer sus mas oscuras fantasías, sin el menor problema para ellos.

Helen se levanta y se coloca al lado de Susan y mirando sus aterrados ojos y acariciándole los cabellos continúa.

– Aquí es donde entras tu mi querida Susan, la membresía aumenta y exigen variedad en la carta de opciones, así que tu negocio brinda facilidades inigualables para establecer nuestra granja de cría…

Helen se sienta en el regazo de Susan.

– Escogemos mujeres con perfiles psicológicos con tendencia a la sumisión, por medio de nuestras técnicas logramos ‘condicionarlas’ y hacerles cooperar.

– Como… como… puedes ayudarles a hacer algo como eso a… alguien, eres una mujer igual que ellas, cuanto te pagan yo pagare el doble…

– Dinero no, no me pagan, ellos me hicieron darme cuenta del placer que se siente obedecer y lo excitante que es mostrar a otras lo obedientes que pueden ser.

– Que piensas hacerme… estas loca si piensas que me convertiré en una puta como tu…

– Nada de eso Sussy no hay ninguna como yo, la mayoría son condicionadas con una personalidad secundaria adictas al sexo y totalmente obedientes, solo una llamada y ordenes y estarán en cuatro patas donde se les diga y frente a quien se les diga, harán cualquier cosa por complacer a su dueño y sentir placer al hacerlo, luego irán a casa sin el menor recuerdo de ser usadas como putas profesionales, en mi caso mi nueva personalidad asimilo la antigua, así que de ser una aburrida investigadora en neurología ahora me divierto haciendo jalea los sesos de nuestras profesionales.

– Eres una puta enferma… pero creo que no sabes tanto de mi maldita, yo jamás he sido ni seré sumisa… y… y… en algunas horas notaran que no he vuelto a casa y empezaran a buscarme…

Helen se sienta a horcajadas sobre Susan y sosteniendo su cabeza con ambas manos y le sonríe de forma tal que a Susan se le hiela la sangre.

– ¿Quien empezara a buscarte o llamar para decir que no apareces? ¿Tu gigoló Carlo que en este momento estará en alguna playa o un motel cojiéndose a Karen una de nuestras chicas, ella lo mantendrá ocupado por días, o tal vez la servicial Tara que ahora tengo en la recepción masturbándose y desviando tus visitas y llamadas pues ”no estas de humor para atender a nadie”?, ¿Tal vez Rossana que desde hace meses te ha estado drogando cada noche y te hace lamerle el coño y oler mis bragas condicionándote a responder a nuestro aroma, y de paso irritándote al bloquear químicamente tu capacidad de llegar al orgasmo… o tu adorable esposo que esta de viaje volviendo en tres semanas?… y hablando de tu familia…

Helen toma del escritorio una foto donde aparece Susan junto a sus dos hijas y su esposo.

– Mira lo que tenemos aquí, una hermosa familia feliz, dos hermosas nenas y su amoroso padrastro al cual respetan tanto como lo hace su madre que tiene amantes y aventuras… que edad tienen las nenas… 19 y 20 no es así… falta poco para que vuelvan de Europa…

– No metas a mis bebes en esto.

Susan termine por romperse y se suelta a llorar, Helen se levanta y toma un maletín mientras dice:

– Muy tarde Sussy pronto tus nenas sabrán lo excitante que es obedecer, mami ayudara a que aprendan.

– Por favor no… mis niñas no… No dejare que me usen no soy sumisa

– Muy tarde Sussy

Helen saca dos jeringuillas llenas de un líquido azul y se aproxima a la aterrada Susan.

– Que haces no te acerques con eso…

Sin siquiera escucharla Helen toma la jeringuilla y tomando uno de los senos de Susan inyecta todo el contenido dentro del seno.

– Aaaaaa estupida que haces…

Helen toma la otra jeringuilla y repite el procedimiento en el otro seno.

-Aaaaauch suéltame.

– Lo que acabo de inyectar en tus senos son nanobots que usando tus senos como colonia entraran en tu sistema llegando a tu cerebro donde me ayudaran a crear tu nueva personalidad, no tenemos mucho tiempo para adoctrinarte así que usaremos estos, son un prototipo de un nuevo colaborador de nuestra empresa, descuida ya los hemos usado con éxito y muy pronto dejaras de pensar con los sesos y en cambio lo harás con el coño, el culo y este hermoso par de tetas… esto te hará tan sumisa como yo quiera.

Susan siente como un hormigueo empieza en sus senos y poco a poco va sintiéndose mareada hasta que pierde el conocimiento, mientras eso pasa Helen termina de conectar todos los equipos y coloca intravenosas en los brazos de Susan.

– Todo listo ahora solo queda esperar.

Los minutos se convierten en días, el hormigueo en sus senos continua y sus pezones son como un par de rocas, a su cerebro llegan imágenes de hembras siendo usadas por hombres o por mujeres, hembras usadas en calabozos, playas, montañas o en plena calle a la vista de todo el mundo, ella es una de esas mujeres que son usadas, la penetran por el coño pues ya ella no tiene vagina, aprietan sus tetas pues ya no tiene senos, lamen su culo pues ya no tiene trasero, esas palabras describen una mujer y ella es solo una perra.

Los vibradores en su coño y su culo la hacen estremecerse pero no llega a correrse, ella necesita correrse venirse como una puta, sentir como su cerebro se apaga con cada orgasmo, pero no logra correrse, es tan bueno obedecer ella necesita obedecer y sentir placer… y… y… algo anda mal… ella no es una perra… ella es una exitosa mujer de negocios, ella es…

Una encarga eléctrica barre su cuerpo por segundos que parecen años y cuando su cuerpo se relaja siente como quitan de su cabeza unas gafas de realidad virtual, una sonriente Helen le comenta.

– Lo estas haciendo excelente Sussy, esta ves estuviste 45 minutos siendo una puta, pronto estas crisis de personalidad las haremos desaparecer, no te preocupes.

– ¿Por que me haces esto a mí…?

– La respuesta es simple, por que puedo, y por que todas las personas que te conocen piensan que eres una maldita perra, quien soy yo para contradecirles.

CONTINUARA…
PARA CONTACTAR CON EL AUTOR ESCRIBIDLE A:
blackfires@hotmail.com

Relato erótico: “Prostituto 11 Una policía y su gemela me chantajean” (POR GOLFO)

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La teniente Blair:
Acababa de terminar el cuadro que me encargó Mari, una de mis clientas, al mirar la hora descubrí que eran las dos y como no tenía nada más que hacer, decidí salir a comer al restaurante de la esquina. Mientras salía de mi edificio, tengo que reconocer que estaba bastante satisfecho con el resultado porque había conseguido plasmar sobre el lienzo sus deseos. Para los que no os sepáis la historia, conocí a esa mujer gracias a que el idiota de su marido me contrató para que me acostara con ella mientras él miraba y con el ánimo de recordarle su infamia, me rogó que le hiciera un retrato. Fue ella la que me dio la idea, me pidió que dibujara su desnudo visto desde el ojo de una cerradura y así lo hice.
“Coño, ¡Qué hambre tengo” pensé mientras entraba en el local.
El maître me conocía y por eso al verme haciendo fila, me llamó y saltándose los turnos, me llevó a una mesa alejada de la entrada. Cansado como estaba, me dejé caer sobre la silla y cogiendo la carta, me puse a elegir mi comida. Entretenido con la elección de la comanda, no la vi venir hasta que sentándose frente a mí, dijo:
-Hola, Alonso-
Levanté mi mirada para ver quien se había sentado en mi mesa. Mi sorpresa fue total al comprobar que quien me había saludado era una extraña.
-¿Te conozco?- pregunté un tanto mosca porque estaba convencido que nunca me había cruzado con ese estupendo ejemplar de mujer.
La tipa en vez de contestarme, llamó al camarero y pidiéndole una cerveza, se puso a leer la carta.
“¡Qué descaro!” exclamé mentalmente ya interesado. Esa geta sabía que estaba buena y por eso se permitía esos lujos. Mirándola le eché unos veintiocho años. Rubia de bote, llevaba una melena rizada de peluquería que no cuadraba con lo informal de su atuendo. Vestida con una camiseta y unos pantalones vaqueros rotos, iba demasiado peinada.
Creyendo que las intenciones de esa muchacha eran ligar, sonreí al ver al empleado del restaurante trayéndole su bebida. Fue después de darle un trago cuando me preguntó entornando sus ojos:
-¿Qué decías?-
Solté una carcajada al percatarme de su total ausencia de vergüenza.
-Te había preguntado si te conocía-
-Tú no pero yo sí-  respondió muerta de risa- y al verte entrar, decidí que me ibas a invitar a comer-.
Contra toda lógica, la caradura de esa mujer me encantó y por eso  resolví que ya que tendría que pagar la cuenta, iba a disfrutar tomándole el pelo aunque reconozco que también me vi influido por  el tamaño de sus pechos. Vestida de modo informal, la naturaleza había dotado a esa rubia con un par de espectaculares melones.
-¿Me vas a decir tu nombre o tendré que averiguarlo?-
-Me llamo Zoe pero, para ti, soy la teniente Blair- me soltó cambiando de tono. Si antes era todo dulzura y simpatía en ese momento se volvió arisca y dura.
Todavía creía que el propósito de esa mujer era seducirme y por eso sin medir las consecuencias, le respondí:
-Huy, ¡Qué miedo!, te apellidas como la bruja-
Mi chiste, además de malo, debía de haberlo oído mil veces pero en esa ocasión, tuvo que dolerle porque hecha una furia, me espetó:
-Y tú, ¿Cómo prefieres que te llame?: Alonso el Gigoló, Alonso el Prostituto o simplemente el vividor-
Como comprenderéis, no me esperaba que esa mujer conociera mi doble vida y menos que a voz en grito, me descubriera en mitad del restaurante. Cabreado hasta la medula, le cogí de la mano y acercándola, le susurré al oído:
-¿Se puede saber a qué coño juegas?. A lo que me dedique no es tu puto problema-
-En eso te equivocas, no te aclaré antes quien era: Soy la teniente Blair de la policía metropolitana de Nueva York-
Su respuesta me dejó acojonado, ya que el mayor de los problemas a los que se puede enfrentar un prostituto no es otro que la policía. Por eso y tanteando el terreno, me defendí diciendo:
-Pues te han  informado mal, soy pintor, pago mis impuestos y para nada me dedico a eso-
La puñetera muchacha soltó una carcajada al oírme y sacando de su bolsa un dossier, lo dejó encima de la mesa. Al ver que no hacía ningún intento por cogerlo, me ordenó:
-Léelo-
Temblando abrí la carpeta para descubrir que esa puta no solo tenía un completo informe de mis finanzas sino que se había tomado la molestia de seguirme durante un mes. Entre los papeles, había multitud de fotos con mis clientas. En ellas, se me podía ver alternando en bares, discotecas y hoteles. No tuve que ser muy espabilado para comprender que estaba en un aprieto y que todo lo que dijera podía ser usado en mi contra. Por eso, al terminar de leerlo, lo dejé en la mesa y me quedé callado.
-¡Te tengo cogido por los huevos!-
La seguridad con la que lo dijo me produjo escalofríos porque aunque me había asegurado de declarar mis ingresos, difícilmente mi versión se sostendría ante una investigación oficial. Ella, al comprobar el efecto de sus palabras, dulcificó el gesto y cogiéndome de la mano, me soltó:
-Necesitas protección y yo te la puedo dar-
“¡Hija de perra!” pensé al advertir sus intenciones y soltando su mano, le pregunté:
-¿Qué es lo que quieres?-
-Poca cosa: el diez  por ciento de tus ingresos y que me ayudes en una investigación-
Lo primero me lo esperaba pero fue lo segundo lo que me dejó aterrorizado porque supuse que si esa zorra necesitaba de la ayuda de un gigoló, solo podía significar que iba a ponerme en peligro.  Cómo no podía negarme de plano, pensé que lo mejor era que me explicara que quería que hiciera porque siempre podía coger un avión y huir a España.
-¿Qué tengo que hacer?-
-Algo muy fácil, necesito que seduzcas a una mujer y que cuando lo hayas conseguido, me avises-
“¡Será puta!” exclamé mentalmente al percatarme que esa petición tenía gato encerrado y que no podía ser tan sencillo.
-¿Quién es la afortunada?-
Por respuesta, la policía sacó una foto y me dijo:
-Mi hermana Jane-
Reconozco que suspiré aliviado al enterarme que era un tema personal y que nada tenía que ver con drogas o mafia. Al mirar la foto descubrí que la tal Jane, además de su hermana, era su gemela. Imaginé que se trataba de un tema de herencia y por eso solo le pregunté dónde podía localizarla:
-La encontrarás cualquier noche en “Le Souk”-
Una vez aclarado ese extremo, solo me quedaba averiguar que era exactamente lo que quería que hiciera:
-Follártela-
-¿Nada más?- reiteré.
Click en la foto para cerrar...Mi insistencia la hizo dudar y tras unos momentos de vacilación, me respondió:
-Me vendría bien que la filmaras mientras te la tiras. Esa puta va de estrecha pero a mí no me engaña y sé que es un zorrón pero quiero demostrarlo-
Después de eso nada me retenía ahí, pero cuando me levanté para irme, esa puta no me dejó y no me quedo más remedio que aguantar su charla toda la comida. Fue una hora espantosa, sin saber qué hacer ni que decir,  soporté en silencio el monólogo de la arpía sin quejarme. Así me enteré que desde niñas, las dos hermanas se odiaban y que durante todo ese tiempo se habían dedicado a joderse la una a la otra.
-¡Imagínate!: esa zorra se tiró a mi novio cuando ya tenía fecha de boda- se quejó en un momento dado la policía.
No me cupo duda que se quería desquitar. Era tal su rencor que en cuanto supo de mi existencia, advirtió que podía usarme para completar su venganza. Por lo visto, Jane se acababa de casar con un ricachón y ni siquiera la invitó a la boda.
“Quiere joderle el matrimonio” sentencié mientras pagaba.
Al estar en sus garras, le prometí que tendría pronto noticias mías y cabizbajo, volví a mi apartamento. Estaba tan desesperado que pensé en pedir consejo a Johana, mi madame, pero tras meditarlo decidí no hacerlo no fuera a ser que se espantara y dejara de surtirme con clientas. Tratando de tranquilizarme salí a correr. Al cabo de una hora, estaba agotado pero feliz porque  había analizado mis posibilidades y comprendí que si solo me pedía una comisión y que me tirara a su hermana, no era tan desesperada mi situación.
Su hermana gemela:
Nada más llegar a mi apartamento, me duché y tras afeitarme, me puse a bucear en internet a ver si de casualidad salía algo de mi supuesta víctima. No me costó hallar información de la susodicha. Tal y como me había anticipado su hermana, Jane se había casado con un vejestorio podrido de dinero y se rumoreaba que la boda no era más que un paripé porque rara vez se les veía juntos.
Siguiendo las instrucciones de la teniente, esa misma noche me acerqué al bar donde se suponía que alternaba. No tardé en localizarla. Sentada con una negrita en un apartado, tenían un séquito de admiradores que no las dejaban en paz:
“Mierda” pensé al percatarme de lo complicado que tendría para llegar hasta ella.
Afortunadamente y cuando ya pensaba en claudicar, recordé que según su hermana, esa perra no aguantaba que nadie le hiciera sombra y que encima tenía por costumbre, envidiar lo ajeno.
“Su amiga es la vía”  pensé.
Aprovechando que la morena se había levantado al baño, me hice el encontradizo  y tras una breve charla, me enteré que se llamaba Liz y conseguí llevármela a mi mesa. Acababa de llamar al camarero para pedir una copa para la negrita, cuando vi de reojo que Jane se acercaba a donde estábamos. Fue entonces cuando me vino a la mente el plan y cogiendo a su amiga de  la mejilla, le di un beso. La muchacha respondió con pasión y  frotando su sexo contra el mío, buscó saciar su calentura.
-¿Qué haces Liz?- preguntó nada más llegar a nuestro lado, celosa quizás de que su amiga hubiera conseguido rollo antes que ella.
Al oírla, me hice el sorprendido y poniendo cara de angustia, exclamé:
Click en la foto para cerrar...-¡Zoe!, ¡No es lo que piensas!-
Mi reacción la dejó helada y tras unos breves instantes, vi que su semblante cambiaba y que tras la sorpresa inicial producto de haber sido confundida por su hermana, creyó que a buen seguro que podía usar mi error a su favor y me soltó:
-¿Y qué es entonces?-
Siguiendo con mi papel, respondí que la zorra de su amiga se me había tirado encima. Indignada, Liz me dio un bofetón, tras lo cual se fue. Jane no cabía de gozo. Sin pedirme permiso se sentó a mi lado, diciéndome:
-Para empezar no soy Zoe sino su hermana y ahora mismo voy a llamarla-
-Por favor, ¡no lo hagas!- respondí con un tono desesperado.
-¿Quién eres?-
-Soy Alonso, un amigo-
-No te creo. Por tu reacción debes de ser su novio y acabo de ver cómo le pones el cuerno-
Simulando un estupor que no sentía, le rogué que no se lo dijera y que en compensación, haría todo lo que ella quisiera. Estaba encantado por el modo en que se estaban desarrollando los acontecimientos, esa mujer no solo era clavada a su hermana sino además tenía la misma voz de su hermana.
-Bien para empezar, dame tu número de teléfono-
Como comprenderéis se lo di inmediatamente mientras seguía disculpándome. Jane, tras anotarlo, me llamó para comprobar que era el verdadero y al oírlo sonar, me dijo:
-Ahora, vete de aquí – la dureza de su voz no enmascaró la alegría que esa bruja sentía por la posibilidad de joder a su hermana nuevamente – Mañana te llamo con lo que he decidido-
Ocultando mi satisfacción, me despedí de ella con la cara desencajada y salí del local. Al pisar la acera, solté una carcajada porque aunque ninguna de las hermanas lo supiera, acababa de cambiar mi suerte. Si no estaba confundido, el odio, que esas dos se tenían, iba a ser la herramienta con la que me libraría del chantaje al que me tenía sometido la corrupta de la teniente Blair.
La gemela muerde el anzuelo:
Esa mañana me levanté temprano y sin pensar en otra cosa, salí de mi casa a comprar una serie de artículos que estaba convencido esa misma tarde iba a necesitar. Eran poco más de las once cuando  llegué de vuelta. Confiando en mi plan, me puse a pintar un retrato de Zoe, usando como modelo una foto que saqué subrepticiamente a su gemela en el bar. Con toda la intención del mundo, plasmé a la chantajista semidesnuda con uniforme de policía. Había terminado de esbozar su rostro con gorra cuando recibí la llamada de Jane.
-Alonso, quiero verte a solas- me dijo con un tono autoritario que me recordó a su hermana.
Tartamudeando por unos fingidos nervios, le respondí que porque no venía a mi estudio. La mujer se sorprendió al saber mi profesión y con voz firme tras pedirme mi dirección, me dijo que me veía a las seis.
“Cojonudo” exclamé mentalmente mientras me despedía de ella “tengo todavía cinco horas para terminar el puto cuadro”
Con la confianza que da el saberse al mando, me dediqué en cuerpo y alma al retrato. Si normalmente trataba de ocultar el rostro de mis modelos, esta vez pinté no solo  con precisión sus rasgos sino que me di el lujo que  dibujarla en una pose cuasi pornográfica. Pincelada a pincelada fui cerrando la soga alrededor del cuello de Zoe, de forma que cuando su querida hermana tocó el timbre de mi casa, ya casi había acabado.
Al abrir la puerta y dejarla entrar, me percaté que esa zorra venía en son de guerra. Vestida con un ajustado traje de cuero, sus pechos quedaban realzados por un rotundo escote.
Click en la foto para cerrar...“Está buena la cabrona” pensé mientras la llevaba hasta el salón donde tenía el estudio.
Todo estaba calculado. El cuadro que teóricamente era de su hermana en mitad de la sala y sobre una silla, el uniforme de teniente de policía que había comprado esa misma mañana. Jane nada más entrar, se fijó en ambos y aprovechando que, sumida en sus pensamientos,  se acercaba a mirar el retrato más de cerca, le pedí que me esperara un minuto, aduciendo que tenía que quitarme los restos de pintura.
Tranquilamente, me metí a duchar sin olvidar poner en funcionamiento  la cámara que grabaría todo lo que sucediera en esa habitación. Cuando volví recién duchado y tapado únicamente por una toalla, supe al instante que todo marchaba según lo planeado. Jane creyendo que iba a putear a su hermana, se había puesto el uniforme y me esperaba adoptando la misma postura del cuadro.
-¿Qué haces?-  pregunté con tono de sorpresa al verla vestida con la gorra de lado y con la chaqueta de policía abierta sin sujetador y con solo un brevísimo tanga negro cubriendo su entrepierna.. 
La zorra de Jane sonrió al verme tan alterado y mordiéndose los labios mientras se pellizcaba un pezón, me respondió diciendo:
-Esta mañana he hablado con mi hermanita y le he preguntado si salía con alguien-
-¡No se lo habrás contado!-
-No- contestó riendo- la muy puta me ha mentido, negando que tuviese pareja-
Lancé un suspiro aliviado ya que por un momento creí que todo se había ido al traste. La mujer malinterpretó mi suspiro y acercándose a donde estaba, tiró de mi toalla, diciendo:
-Lo tuyo con mi hermana debe de ir en serio porque si no esa guarra se hubiese jactado del bombón que se estaba follando-
Completamente desnudo, intenté taparme con las manos pero entonces Jane, susurrando en mi oído, me preguntó:
-¿No querrás que mi hermanita se entere que el capullo de su novio le pone los cuernos?-
-¡No conoces a tu hermana! ¡Me mataría!- respondí asustado.
Su sonrisa me avisó que se había tragado el anzuelo. Ni siquiera se quitó la gorra: sin hablar, se arrodilló a mis pies y acercando su boca a mi sexo, lo fue engullendo mientras con su mano se empezaba a masturbar. No sé si fue la sensación de sentir a esa puta mamando o la certeza de que me iba a librar de su hermana pero la verdad es que mi pene no tardó en adquirir su máxima extensión.
Viendo mi erección me llevó a empujones al sofá y en cuanto aposenté mi trasero, me soltó:
-Te voy a demostrar como la policía hace  buenas mamadas-
Agachándose frente a mí, me obligó a separar las piernas y sin más prolegómeno, se fue metiendo mi pene en su boca. Disfrutando del momento, dejé que esa rubia fuera  engullendo con suavidad mi extensión  mientras con sus manos acariciaba mis testículos. Tuve que reconocer que Jane era una artista, jugando con su lengua recorrió todos los pliegues de mi glande antes de comenzar realmente con la felación. Excitado como estaba, tuve que acomodarme en el asiento cuando la boca de esa mujer se convirtió en una aspiradora.
¡Fue increíble!.
Con mi verga clavada hasta el fondo de su garganta, succionó mi miembro de manera que este se vio aprisionado en su interior. Ya creía morirme de placer cuando esa zorra se lo sacó de la boca y mirándome, sonrió.
-¿A qué nunca te han hecho esto?- me soltó volviéndoselo a empotrar y repetir la misma operación.
Tenía razón, nadie jamás había usado esa técnica. Sin pausa fue introduciendo, comprimiendo  y sacando mi falo hasta que explotando dentro de su boca, bañé con mi esperma su interior. Satisfecha, Jane no perdió la oportunidad de darse un banquete y como si fuera maná caído del cielo, esa zorra siguió masturbándome hasta que consiguió ordeña hasta la última gota de mi maltrecho pene.
-¿Soy una buena mamadora?- preguntó con voz de puta.
-¡Buenísima!- respondí sin faltar a la verdad.
Mi entrega le dio alas y convencida de que se estaba tirando a su futuro cuñado, se levantó y meneando su trasero, me ordenó:
Click en la foto para cerrar...-¡Fóllame!-
No me lo tuvo que repetir dos veces, colocándola de espaldas, la apoyé sobre la mesa del comedor y bajándole las bragas, la ensarté de un solo empujón.
-Ahh- chilló de placer.
Lentamente fui sacando y metiendo mi verga en su interior mientras con las yemas de mis dedos, pellizcaba sus pezones. Increíblemente, esa mujer se corrió tras unas cuantas embestidas lo que me dio la suficiente confianza de decirla:
-¿Te gusta? ¡Putita!-
Absorta en sus sensaciones, Jane no contestó mientras su cuerpo convulsionaba de placer.
-¿Te gusta? ¡Zoe!-
Al oír que la llamaba como a su hermana, creyó desfallecer de gusto y moviendo sus caderas, gritó descompuesta:
-¡Sí!- y creyendo que era parte del juego, chilló: -Dale duro a tu teniente-
No hizo falta más y azuzándola con una nalgada, di  comienzo a su doma. Jane protestó al sentir mi dura caricia en su cachete pero impelida por un deseo hasta ese momento desconocido para ella, berreó y como posesa me rogó que siguiera follándomela así. Marcando su ritmo con azotes, la obligué a acelerar.
-Zoe, follas mejor que las ricachonas que me tiro. Si quieres, un día le digo a alguna que mire mientras lo hacemos-
-Sí- aulló -¡Me encantaría!-
Ajena a estar siendo usada para desbaratar los planes de su hermana, Jane siguió contestando afirmativamente a todo lo que le decía. Sin darse cuenta de sus respuestas, confirmó que sabía que era prostituto, que cobraba comisión de mis tarifas e incluso llegó a decir que ella también cobraba. Satisfecho por la información recabada, me dediqué entonces a aliviar mis propias ansias y agarrándola del pelo, tiré de su melena y susurrándola mis intenciones, me lancé en busca de mi orgasmo.
Mi liberación:
Al día siguiente me levanté eufórico, no solo había le echado un buen polvo a una preciosidad sino que gracias a ella, me había liberado de su hermana chantajista, aunque la teniente Blair no lo supiera todavía. Nada más terminar de desayunar, la llamé.
Zoe se sorprendió de mi llamada porque no esperaba que hubiese tardado solo un día en cumplir con la misión de seducir a su parienta.
-¿Te la has tirado ya?- insistió extrañada.
-Sí- contesté- ¿No era lo que querías?-
-Y ¿la has grabado?-
-También, tienes que ver como berreaba- solté en plan de guasa con el ánimo de picarla.
-¡No te creo!-
Como había previsto esa reacción le dejé escuchar unos segundos en los que su hermana gritaba de placer pidiéndome que la azotara.
-¡Eso tengo que verlo!- respondió sin creerse su suerte -¡Voy para tu casa!-
Estoy convencido que esa perra llegó con el chocho empapado por el gusto de tener por fin un arma con la que destruir a Jane porque nada más entrar, me pidió ver lo grabado.
-¿No quieres una copa?- pregunté para incrementar sus ganas de ver cómo me había follado a su gemela – Te la aconsejo, lo que vas a ver es bastante fuerte-
Click en la foto para cerrar...Refunfuñando, me pidió una cerveza. Mientras se la servía, aproveché para darle un buen repaso. Era acojonante, la poli y su hermana eran clavadas. No solo iban peinadas igual sino que mirándola con detenimiento, comprobé que ambas tenían el mismo culo e incluso los mismos pechos. Estaba convencido que nadie podría poner en duda que era ella la mujer que aparecía en el video. Previendo su contraataque, había grabado a su hermana desde lejos y con música de fondo, de manera que le resultara imposible demostrar que no había sido ella la protagonista.
Zoe, entretanto y sin hacer mención al asunto, revisó la habitación con la intención de comprobar que no la grababa. Acostumbrada por su profesión, no le costó hallar la cámara y al ver que estaba apagada, sonrió aliviada.
-No soy tan capullo- le dije haciéndole saber que me había dado cuenta de su maniobra.
Al darle la bebida, me fijé en que estaba nerviosa, se podía decir que estaba inclusive excitada con la idea de asestar un golpe definitivo a su querida hermanita. Os parecerá increíble pero no pude dejar de observar que bajo su camisa, sus pezones la delataban. Sabiendo que de nada servía prolongar la espera, le pedí que se sentara frente a la televisión y sin más, encendí el reproductor.
Sin ser consciente de lo que se avecinaba, soltó una carcajada cuando vio que su hermana disfrazada se arrodillaba a hacerme la mamada:
-Será puta, fíjate, se ha disfrazado de poli- señaló muerta de risa.
-Eso no es nada- respondí colocándome a su espalda –espera y verás-
Ensimismada mirando la escena, no dijo nada cuando llevando mis manos a sus hombros, le empecé a hacer un masaje. A Zoe tampoco le importó que lentamente estas bajaran por su cuerpo y sin ningún disimulo empezaran a acariciarle los pechos:
-Sigue que me gusta- me dijo sin separar sus ojos de la tele.
No me cupo duda de que esa zorra se creía al mando y que por eso, admitió sin reservas que la víctima de su chantaje incrementara el palpable deseo que ya le dominaba. No tardé en oír sus primeros gemidos cuando introduciéndome bajo su blusa mis yemas aprisionaron sus pezones. Valiéndome de que no perdía detalle de cómo Jane se estaba introduciendo mi falo, desabroché sus botones y después de liberar sus senos, me introduje uno de ellos en mi boca.
-¡Qué rico!- suspiró y adoptando el papel de dueña de mi destino, me espetó: -Creo que además de pagar mis honorarios, te voy a follar a mi antojo-
-Lo que tú ordenes- le contesté sumisamente mientras llevaba mi mano a su entrepierna.
-Para ser prostituto, eres muy manejable- dijo ya excitada abriéndose de par en par el pantalón para facilitar mis caricias.
“¡No sabes cuánto!” exclamé mentalmente sin descubrir todavía mi juego.
La arpía gimió al notar la acción de mis dedos sobre su clítoris.
-¡Dios!-aulló de placer imbuida en deseo.
Entre tanto, la reproducción seguía su curso de modo que Zoe no tardó en observar como su hermanita se tragaba mi semen.
-¡Se va a cagar cuando le enseñe el video!- espetó al ver y escuchar que Jane a voz en grito me pedía que la follara –No creo que le guste mucho al ricachón de su marido ver lo zorra que es su mujercita-
 
Click en la foto para cerrar...Concentrada en su venganza, no se percató que abriendo un cajón saqué unas esposas. Sin darle tiempo a reaccionar, llevé sus brazos a la espalda y cerrando los grilletes sobre sus muñecas, la dejé inmovilizada:
-¡Qué cojones haces! ¡Quiétamelas!- gritó como histérica al comprobar que estaba a mi merced.
Aproveche que estaba indefensa para quitarle la pistola que llevaba en el sobaco y pegándole un tortazo, le ordené que se callara. Disfruté de sobremanera, verla llorando de la impotencia:
-No me puedes hacer esto. ¡Soy policía!-
-Sé que eres policía pero ambos sabemos que eres corrupta- le solté y sentándome a su lado, le dije: -Tranquilízate y sigue viendo la grabación-
Con el último resto de rebeldía, se negó y cerró los ojos pero no tardó en abrirlos cuando recogiendo entre mis dedos uno de sus pezones, se lo pellizqué dolorosamente mientras le susurraba al oído:
-Te he dicho que mires, ¿No querrás que me enfade?-
Chilló de dolor pero obedeció de forma que durante los siguientes diez minutos ni siquiera pestañeó no fuera a ser que volviera a castigarla. Es difícil de describir la satisfacción que sentí al observar que a medida que veía la cinta, esa mujer se iba encogiendo al ser consciente del embrollo en el que se había metido. Las lágrimas afloraron a su rostro cuando escuchó como su hermana se hacía pasar por ella y reconocía una serie de delitos que sin duda no solo acabarían con su carrera sino que la levarían a pudrirse en una cárcel durante una larga temporada.
Al terminar, me levanté y mirándola a los ojos, pregunté:
-¿Qué te parece?-
Con odio en su rostro, me contestó:
-No te saldrás con la tuya. Obligaré a mi hermana a confesar que fue ella-
Soltando una carcajada, la levanté del sofá y llevándola hasta la mesa del comedor, la obligué a apoyarse sobre ella.
-Eso no te lo crees ni tú. ¿Realmente me crees tan idiota? Nunca lo reconocerá porque eso significaría que el viejales con el que se ha casado la abandonara dejándola sin un duro-
Supe que ella opinaba igual porque ni siquiera hizo el intento de rebatir mi argumento. Viendo su desolación, me puse tras ella y lentamente le fui bajando tanto el pantalón como las bragas sin que ella pudiese hacer nada por evitarlo.
-¿Qué vas a hacer?- chilló aterrorizada cuando mis manos le abrieron las nalgas.
Parafraseando sus propias palabras cuando en el restaurante me chantajeó, le contesté:
Click en la foto para cerrar...
-Poca cosa: Ahorrarme el diez por ciento de mis ingresos y aliviar mi cabreo en tu culo-
Zoe trató de patearme pero entonces, tirando de sus esposas, la inmovilicé mientras le decía:
-Te aviso que he mandado copia de este video a unos amigos en España y si me ocurre algo, no solo lo harán llegar a la jefatura sino que lo colgaran en internet para asegurarse que llega a la opinión pública.
Al oír mi advertencia, dejó de debatirse y llorando a lágrima viva, esperó lo inevitable. Su castigo no tardó en llegar porque acercando mi glande a su entrada trasera, lo introduje sin intentar siquiera que se relajara. El dolor que sintió fue tan intenso que la impidió moverse ni reaccionar, de manera que con tranquilidad terminé de penetrar su hasta ese momento virgen esfínter, consumando la violación.
-¿Sabe mi teniente que tiene un culito irresistible?- me mofé mientras empezaba a moverme – Creo que te voy a estar follando hasta que consiga que ladres y aúlles como la perra policía que eres.
-¡Por favor! ¡Me duele mucho!- rogó entre gritos mi victima al sentir mi verga hoyando sus intestinos -¡Haré lo que quieras! Pero ¡Sácamela!-
No hice caso de sus ruegos y afianzándome sobre ella, aceleré mis penetraciones. Zoe creyó desfallecer por el atroz sufrimiento al que la estaba sometiendo. Apretando su mandíbula, intentó dejar de gritar pero entonces sintió en sus nalgas mi primer azote:
-Muévete puta-
Furiosa por mi trato, quiso rebelarse pero su insumisión solo le sirvió para acrecentar su castigo y tras una media docena de dolorosas cachetadas, afrontó su destino sin quejarse.
-Así me gusta- le susurré al percatarme de su rendición – Si te comportas como una buena cachorrita quizás te permita correrte-
Click en la foto para cerrar...-¡Vete a la mierda!- gritó indignada porque le hubiese insinuado que podría obtener placer de esa violación.
Sacando fuerzas de la desesperación, la rubia policía intentó zafarse pero entonces cogiéndola del cuello, la inmovilicé. Al sentir mis manos estrangulándola, buscó con ansiedad respirar. Jadeando  se desplomó sobre la mesa, momento que aproveché para llevar la velocidad de mis incursiones al límite y fue entonces cuando se produjo un efecto que no había previsto: Al constreñir su respiración, se elevaron los niveles de CO2 en su cerebro por lo que las venas y la arterias de la mujer se dilataron, y eso multiplicó sus percepciones y sus sensaciones mientras yo seguía machaconamente penetrándola.
Zoe, luchando por su vida, sintió que todo su cuerpo se revelaba y cuando la adrenalina acumulada se juntó con la acción de mi pene, desde su interior y como si de un terremoto se tratara, todas y cada una de sus defensas se vieron asoladas por el maremágnum de placer que recorriendo su anatomía se concentró en su sexo:
-¡Me corro!-consiguió gritar antes de que de su vulva un manantial de flujo confirmara con hechos sus palabras.
De improviso, la rubia convulsionó sobre la mesa, gritando y aullando por el orgasmo que estaba devastando su mente:
-¡Sigue!, por favor- me suplicó llorando.
Su sometimiento  pero sobre todo el deseo que traslucía por su tono me hicieron saber que había ganado por lo que le di la vuelta. Directamente la senté sobre la mesa y sin pedirle su opinión, puse sus piernas sobre mis hombros y de un certero empujón, le clavé toda mi extensión en el interior de su vagina.
-¡Animal!- aulló al sentir mi glande abriendo el camino en su conducto.
En ese momento, había dos Zoes. Una orgullosa que todavía peleaba por no claudicar y otra entregada que imploraba que no parara. Usando mi pene como mazo, fui derribando sus postreros reparos de manera que en menos de un minuto y cuando ya sentía aproximarse mi propio clímax, escuché que me decía:
-Haz conmigo lo que quieras pero ¡Sígueme follando!-
Encarrilado como estaba, no puse objeción a su ruego e incrementando tanto la velocidad como la profundidad de mis incursiones, conseguí nuevamente que se corriera pero en esa ocasión, me uní a ella y vaciándome en el interior de su vagina alcancé la victoria. La otrora orgullosa teniente se desplomó agotada mientras sentía que su alma era elevada al cielo carnal de las elegidas. Aproveché su debilidad para descansar durante unos minutos, tras lo cual le quité las esposas y con la certeza de que esa mujer ya era de mi propiedad, me fui por una cerveza a la cocina.
Al volver me encontré a Zoe, ya vestida, sentada en el sofá. Con el rímel corrido, su rostro era un poema. Se notaba a simple vista que esa mujer estaba deshecha, había llegado a mi casa suponiendo que gracias a la información que tenía de mis actividades, por fin había vencido en su rivalidad con su hermana pero desgraciadamente para ella, todo se le había torcido. Su visita triunfal había supuesto su derrota más dolorosa.
 -¿Me puedo ir?- preguntó sin ser capaz de sostenerme la mirada.
-Por supuesto- le respondí – tenemos un trato: yo no distribuiré el video si tú te comprometes a tirar ese dossier a la basura-
-¿Nada más?- reiteró con un deje de tristeza que no supe interpretar.
-¿Qué más quieres?- respondí tanteando el terreno- Vete ahora porque si sigues aquí cuando me termine la cerveza, te volveré a tratar como la perra que eres-
Mis duras palabras, le hicieron reaccionar y cogiendo su bolso, salió despavorida por la puerta. Solté una carcajada al verla huir, haciendo aún más ominosa su espantada. Satisfecho y contento por el modo en que había resuelto el problema, me tumbé en el sofá mientras terminaba mi bebida. Estaba a punto de levantarme para ir a por otra cuando escuché el timbre de mi casa.
Al abrir, me topé con Zoe en el zaguán.
-¿Qué haces aquí?- le dije solo parcialmente sorprendido.
La mujer me miró indecisa y tras unos instantes de vacilación, respondió:
-Vengo a ver a mi amo-
-Pasa- le dije y al hacerlo, la besé suavemente.
Desde entonces, tengo una perra policía que me protege y me cuida pero también una amante dulce y cariñosa que se desvive por hacerme feliz. Amante a la que no le importa a lo que me dedico siempre y cuando al llegar a su casa, le haga recordar nuestro primer encuentro.


Si quieres ver un reportaje fotográfico más amplio sobre la modelo que inspira este relato búscalo en mi otro Blog:     http://fotosgolfas.blogspot.com.es/
¡SEGURO QUE TE GUSTARÁ!
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Relato erótico: “Miguel y Merlin” (PUBLICADO POR SIBARITA)

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Miguel, poco mas o menos 25 años, delgado, 1,70 de estatura, masajista y estudiante, con decisión y cara dura para regalar. Sentado detrás de Sarah y muy incómodo en su asiento porque para seguir la conversación, estaba totalmente erguido en el asiento. Fue el primero en darse cuenta de que la cabeza de ella se vencía hacia un lado, se había quedado dormida por cansancio y el calor en el coche.

Le pedí estuviera vigilante para que dormida no se hiciera daño en el cuello y él paso sus brazos a los lados del reposacabezas para mantenerla derecha. Seguimos viaje y un rato después, al mirar como ella se encontraba, vi como Miguel había desabrochado su blusa y con sus manos le agarraba ambas tetas, completamente descubiertas.

Al llegar a nuestro destino la desperté, no sin antes abrochar su abrigo, pero dejando bajo el la blusa desabrochada, cosa de la que Miguel se dio perfecta cuenta. Entramos en el Pub yendo directamente a la zona mas reservada, pedimos unas copas y cuando Sarah entró en calor, Miguel la ayudó a despojarse del abrigo. Por supuesto, al hacerlo y con la blusa totalmente desabrochada, sus pechos estaban enteramente descubiertos, cosa que él aprovechó para abrazarla por la espalda y apoderarse de ellos.

Después de tenerla abrazada de tal modo, al final se sentaron, sin que a ella le importase el estado de su blusa, y dejando el acceso libre a las manos de él, que no abandonaron sus tetas ni un segundo.

A partir de ese momento se amplió el contacto, en la medida en que una de sus manos jugaba con las tetas, la otra se aventuraba entre sus piernas, ascendiendo por ellas hasta que la falda quedo plegada hasta la cintura. Reaccionó ella cerrándole el camino, mejor dicho, las piernas, y para enfriar el ambiente le propuso bailar; mala elección porque de ese modo se puso totalmente en sus manos. Miguel la abrazó estrechamente, aprovechando para besarla y, mientras lo hacía desabrochó totalmente su blusa y con la otra mano subió la falda para meterla debajo de la braga y llegar a su sexo. Ahí se acabó el baile; la llevo hasta una de las butacas haciendo que se sentase sobre él, con la blusa totalmente abierta y sin cesar de acariciarle las tetas, con la otra mano apartó los bordes de la braga para buscar su vagina que abrió con sus dedos penetrándola, masturbándola y haciendo que ella se retorciera de placer. Haciendo contorsiones consiguió llegar hasta su propia bragueta y la abrió para sacar su polla que ya latía ansiosa, la condujo hasta ponerla en contacto con la entrada de la vagina e hizo presión sobre ella hasta penetrarla, siguiendo frotando su clítoris con los dedos buscando un rápido orgasmo, por si acaso se le ocurría aparecer al camarero. Recuperando a medias la compostura continuaron jugueteando durante un largo rato, hasta que decidimos iniciar el regreso.

Juntos se sentaron detrás, mientras yo conducía y no habían pasado ni dos minutos cuando, por el espejo retrovisor, me di cuenta de que ella tenía la blusa completamente desabrochada y el mordisqueaba y acariciaba sus pezones. A partir de ese momento se precipitaron las cosas, ella recostada sobre la puerta del coche, y el quitándole la braga y haciendo verdaderos equilibrios hasta conseguir meter su polla en ella y no parar hasta correrse.

Después y hasta el final del viaje, no cesaron las caricias, los besos etc., hasta el momento de dejarle cerca de su casa.

Hubo una segunda cita, en la que las cosas se precipitaron un poco y no salieron por completo como ellos deseaban. El encuentro fue afectuoso y, como casi siempre sucede, entre el calor de la calefacción y la oscuridad en el coche, ella comenzó a dar cabezadas y Miguel, ya acostumbrado, la sujeto en cuello rodeándola con sus brazos y aprovechando para desabrocharle el vestido negro que ella llevaba, desnudar sus tetas y aprisionarlas con sus manos, sin soltarlas hasta no llegar a nuestro destino.

Dentro del local y como era frecuente, no había otra persona que el camarero, asi que nos sentamos los tres en el local del fondo y comenzó una especie de batalla en la que el pugnaba por desnudarla y ella poniéndole trabas.

Era hábil, con la excusa del masaje se situó de pie tras ella y comenzó a masajear sus hombros. El pretexto estaba dado para comenzar a desabrochar la blusa, para apartarla de los hombros y hacer que cayera por si misma, con lo que las manos no pararon de masajear sus tetas sin que, por ello, la situación avanzase gran cosa.

Iniciamos una partida de billar, bajo la regla de que, aquel que metiese la bola blanca tendría que cumplir la pena que los otros dos jugadores le impusieran. Sarah fue la primera en meter la bola, y Miguel se apresuró a acercarse a ella y desabrochar un par de botones de la blusa que vestía. No era gran cosa pero si lo suficiente para que pudiéramos ver la forma de sus pechos, visión muy agradable. Siguió el juego pero no tardó mucho en que ella cometió el segundo error, y se repitió la escena. Miguel la desabrochó otro par de botones y, ahora si, las tetas saltaron alegremente fuera de la blusa y allí estaban las manos de Miguel para agarrarlas, para comérselas a besos y a mordiscos en sus pezones; en un momento la blusa estaba por los suelos y Sarah recostada sobre la mesa de billar dejando que él la fuera despojando de la braga.

La imagen era sugerente, ella totalmente desnuda sobre la mesa de billar, las piernas bien abiertas y entre ellas la cabeza y las manos de Miguel que al instante la había metido un par de dedos sin cesar por ello de lamer su clítoris haciendo que ella se retorciese de placer. Pronto estuvo a punto, él se desabrochó el pantalón haciendo aparecer su polla tiesa y guiándose apenas con su mano se la metió hasta el fondo. La mordía y lamía los pezones, con sus dedos titilaba su clítoris y los sexos de ambos parecían sacar chispas a cada envite que mutuamente se daban, con lo que no tardó en llegar un orgasmo casi simultaneo y el semen desbordando la vagina encharcó un pedazo del fieltro de la mesa.

Antes que los camareros del local se dieran cuenta del desaguisado, salimos del local, aunque no sin llamar la atención de todos cuando cruzando el bar, Miguel, que la llevaba cogida por los hombros, hizo que se abriera el abrigo y todos se dieran cuenta que, bajo el, estaba totalmente desnuda.

Una vez en el coche y con la calefacción a tope, la quitó el abrigo e hizo que se tumbara sobre el asiento trasero que compartían y con toda rapidez se acostó sobre ella para meter de nuevo su polla dentro de ella hasta correrse. Los dos estaban fatigados de los esfuerzos hechos, así que se vistieron y el resto del viaje lo hicieron adormilados y casi sin cruzar palabra.

Cuando llegamos al pueblo y se despertaron, iniciaron una medio discusión; él quería llevarla hasta su casa para el tercer polvo de la noche, y ella se quejaba de estar fatigada, aunque por fin accedió a subir al piso para que la diera un masaje. Nada más entrar en la habitación se desnudó de cintura para arriba y se tumbó sobre la cama, cosa que no tardó él nada en imitar, no sin antes haberla despojado de las medias y braga. Hubo masaje, por supuesto, pero lo dieron los dedos de Miguel metidos en su vagina mientras que con la boca le comía las tetas. El cuerpo de ella se arqueaba y retorcía sobre la cama y ahora fue el turno de ella en tener un gran orgasmo gracias a la gran masturbada que recibía. El ya no daba para más y así terminó la noche.

La siguiente fue una cita en toda regla.  Habíamos quedado para enseñarnos una nueva discoteca que él conocía y que aparentaba no tener demasiada clientela, a juzgar del vacío casi total en el que nos encontramos al llegar. El local tiene dos ambientes, una gran sala, la disco propiamente dicha, y un segundo, bastante más pequeño, cerrado con mamparas y tapices, pero con asientos cómodos y amplios; espacio que parecía no abrirse salvo en ocasiones especiales o, posiblemente en temporadas con más afluencia de clientes, pero abierta en esta ocasión para nosotros, más tarde supe que el dueño era un amigo de Miguel y todo había sido acordado previamente entre ellos.

Nada mas sentarnos en las butacas y aún antes de que llegase el camarero con las bebidas, ya Miguel había comenzado a tomar posesión de su presa, al menos así parecía considerarla, porque su blusa ya estaba medio abierta y las manos de él apresando sus tetas, cosa que no interrumpió ni con la llegada del camarero que, aparte de alucinar un poco ante el panorama expuesto a sus ojos, entabló conversación para disfrutar un poco más de la visión de las tetas ahora ya totalmente descubiertas, y Miguel, dándose perfecta cuenta de ello, terminó de despojarla de la blusa para después subirla la falda hasta las caderas y poner su sexo también desnudo ante los ojos del camarero. Ël fue el primero en dar el paso, desabrochó su pantalón para sacar su verga y con la ayuda de Miguel que con sus manos apartaba la braga y abría su sexo, se la clavó de un solo golpe y comenzó un frenético bombeo.

Miguel había sido el organizador de aquello, pero en pocos minutos me di cuenta de que no estaba contento de haberlo hecho, las muestras de sus celos eran mas que evidentes y al momento le dijo a su amigo el camarero que desapareciese. La escena había sido un tanto brusca y para tratar de suavizar el ambiente, se puso en plan servicial y comenzó a darle masajes en el cuello y espalda, a lo que ella respondió de mil amores. También, como era lógico, el masaje que había comenzado en el cuello y la espalda, fue evolucionando. El se arrodilló ante ella y recomenzó masajeándola los pies y las piernas, fue ascendiendo por ellas hasta llegar a los muslos, de manera hábil deslizó los laterales de la braga para descubrir su sexo, y siguió adelante con su exploración abriéndolo, buscando su clítoris y titilando sobre él con sus dedos al descubrirlo, al tiempo que la metía varios de sus dedos. No tardó mucho ella en comenzar a responder a los estímulos que recibía; su cuerpo estaba fuera de su control, se estremecía, elevaba sus caderas buscando mayores y mejores sensaciones, prácticamente toda una mano de Miguel estaba dentro de ella, aunque no tardó mucho en retirarla y sustituirla por su verga. El solo se había molestado en desabrochar y bajar sus pantalones, pero ella estaba desnuda totalmente sobre un sofá, mientras ambos avanzaban con sus movimientos de mete y saca, movimientos que se iban haciendo más frenéticos a medida que se aproximaban al orgasmo que ambos buscaban, al tiempo que parecían querer retrasarlo lo más posible, ya que interrumpieron sus movimientos y cambiaron de postura al tiempo que recuperaban sus vestimentas, si bien la blusa de ella continuaba abierta casi por completo y las tetas de ella parecían cada vez más apetecibles.

Nuevas bebidas, algún cigarrillo, un par de bailes que más parecían un refregón continuado, en el que las manos se perdían por todos los rincones de sus cuerpos y que les llevaron a desnudarse mutuamente, a volcarla sobre el sofá y buscar la entrada de su vagina con sus dedos, a meter su cabeza y penetrarla con su lengua, a que ella se volviese y tomase en su boca aquella polla que no paraba de buscarla, a sentarse sobre ella hasta lograr que no hubiera ni un centímetro de separación entre sus cuerpos.

Otro descanso, nuevas copas y juegos entre ellos; se habían vestido hacía escasos minutos pero les duró poco. Las manos de Miguel estaban irremisiblemente atraídas por las tetas de Sarah, y el juego consistía en desabrochar y abrochar su escote para desnudarlas. Los dos iban por su tercera o cuarta copa y el ambiente estaba mas que caldeado; sentados en la misma butaca, él trataba de recobrar la dureza de su polla para metérsela de nuevo, frotaba su polla contra la vagina de ella tratando de lograr que se le pusiese tiesa, sin conseguirlo a pesar de la colaboración y el interés de ella, así que se tomaron un descanso para recuperar fuerzas, aunque era tanta el hambre que Miguel tenía, que sus dedos no salías de la vagina de ella  y la masturbación era incesante y así continuaron durante horas.

Por el contrario, el comienzo de anoche fue un desastre. Sentados en la zona billar, con dos ingleses sin parar de jugar y ella sin para de hablar paja ni un solo instante. Tan solo cuando los ingleses terminaron su juego, Miguel se decidió a comenzar con un masaje en los hombros y cuello, a lo que tampoco inicialmente parecía estar muy decido por el poco entusiasmo que ponía. Tuvo que pasar un largo rato para que comenzara a poner un poco mas de interés en lo que hacia, y para ello tuve que conseguir que ella cambiase su pantalón por un vestido ligero, bajo el cual solo dejó la braga. A partir de ese momento, el ambiente se empezó a animar; juego de billar en el que los botones del vestido se iban desabrochando, a medida que la bola blanca se metía indebidamente; Miguel aprovechaba cada pausa en la partida para desabrochar completamente el vestido, con lo que ella estaba jugando tan solo con la braga, hasta que, en una de esas, también se la quitó y la volcó sobre la mesa boca abajo. No hubo más preámbulos, se desabrochó el pantalón y la clavó la polla sin remilgos. Después, masaje en la butaca, con ella desnuda casi por entero y los dedos de Miguel masturbando su clítoris, hasta que después de varios polvos salimos al coche para volver a casa.

Habríamos recorrido no mas allá de tres o cuatro kilómetros y ya la había quitado la braga y desabrochado totalmente el vestido de forma que lo llevaba colgado de los hombros pero dejando totalmente su cuerpo al descubierto. Así llegamos hasta la casa, para nada mas entrar en ella, haciendo  que se desnudase por completo, la tumbó sobre el sofá y se acostó sobre ella para directamente comenzar a follarla de todas las maneras imaginables.

El sofá no era cómodo, así que siguieron en la cama y nada mas hacerlo, ella volvió a colgarse de su verga y haciéndole tal mamada que el cuerpo de Miguel se retorcía incontrolable, no pudiendo evitar el correrse en la boca de ella que, en un beso, le devolvió todo el semen recibido.

Estaban medio muertos de cansancio, pero eran insaciables y no pararon de follar en un par de horas, en todas las posturas imaginables, por todos los lugares posibles, y hasta utilizando uno y otra, una polla de latex para metérsela cuando ya no podían mas.

Anoche sucedió casi un imprevisto, en la medida de que ni siquiera habíamos pensado en salir, pero lo hicimos y encontramos a Miguel. Juntos dimos un paseo buscando un pub en el que tomar una copa, pero no era la noche de la suerte; el primero, un pub acabado de inaugurar, estaba cerrado. El segundo, en obras porque van a cambiar de local, aunque ahí si pudimos tomar algo aunque el local ya era muy incómodo, así es que decidimos tomar el camino de regreso y en ese momento comenzó el espectáculo. Los dos se sentaron juntos en los asientos traseros, lo que para ellos les facilitaba enormemente las cosas; en pocos momentos, la gabardina que ella vestía había desaparecido, y con ella la blusa, de modo que solamente la quedaban la falda y la braga. Tampoco era un gran impedimento, porque durante todo el viaje no paró de masturbarla, de modo que ella estaba a punto de caramelo cuando llegamos a la casa.

El tipo fue realmente hábil, puesto que no hizo ni una sola referencia a follar con ella; comenzó, si a darla masajes en los hombros y cuello, cosa que ella siempre necesita, y que fue un estupendo motivo para que ella desnudase su torso por completo. Las manos de Miguel pronto abandonaron el masaje de los hombros, para centrarse directamente en las tetas, que amasó convenientemente, al tiempo que la comía los pezones. Fue bajando sobre su vientre hasta llegar a su sexo, en el que los masajes y caricias se convirtieron en presión para acostarla sobre el sofá y acostarse sobre ella. La penetró y comenzó el bombeo en su vagina, tan solo interrumpido para darla la vuelta, ponerla en plan perrito y cambiar la diana de su verga; comenzó a follarla por el culo sin que ella se quejase ni opusiera la menor resistencia incluso cuando se corrió dentro de ella.

Después de un buen rato sentados sobre el sofá y desnudos, Miguel se levantó y tomándola de la mano la llevó hasta el dormitorio y la acostó sobre la cama, se puso sobre ella y de nuevo comenzó a follarla, al tiempo que con una de sus manos no cesaba de frotar su clítoris. Los movimientos de su pelvis se iban acelerando por momentos, las piernas de ella le aprisionaban por la cintura tratando de lograr el mayor contacto posible. Ya no había límites ni contención alguna, sus cuerpos chocaban con fuerza el uno contra el otro, hasta que el de ella pareció elevarse, casi flotar sobre la cama en el momento del orgasmo. Después, los dos inmóviles, se quedaron respirando tratando de recuperarse de los jadeos que, hasta un momento antes, resonaban entre las paredes de la habitación.

Hay nuevo conocido, es latino también, no se si portorriqueño o dominicano, estilista de profesión y recién llegado. Es muy joven, bastante agradable de trato y embustero según mi personal impresión, y por su mucho hablar de su familia, con detalles que luego no concuerdan, pero todo eso son detalles sin importancia,

Nos propuso ir a su casa, para brindar por nuestro encuentro, anunciándonos que vivía solo con su hermano, al que no conoceríamos por estar trabajando. La primera sorpresa al llegar a su casa fue encontrar a su cuñada que nos dijo vivía allí. Nos mostró su habitación, donde tomamos unas copas, y fue después de las dos o tres primeras y ya con el ambiente mas relajado, comenzó con los masajes cervicales. De ahí a descubrir los hombros, a desnudar sus tetas y morder sus pezones, no había mas que un corto paso, y no tardó mucho tiempo en darlo. Terminó de desnudarla y habiéndolo hecho también él, la separó las piernas para acariciar su sexo, pellizcándola el clítoris, metiéndola los dedos, embistiéndola con su polla hasta meterla por entero y comenzar una cabalgada interminable. Solo cambió de postura un par de veces, primero poniéndola de lado para, manteniéndose de rodillas él, metérsela en la vagina. La segunda para colocarla boca abajo, y tratar de metérsela por el culo, aunque no pudo lograrlo por completo. La tercera y siguiendo ella boca abajo, clavarle con fuerza la polla en la vagina y bombear con toda la fuerza que podía, hasta correrse juntos y quedar derrengados sobre la cama.

Estoy tumbada en el sofá y Merlin está encima con su verga metida en mi vagina. Todo empezó hace un rato, nada mas llegar se sentó a mi lado abrazándome por los hombros para darme su beso de saludo, en la boca y jugando su lengua con la mía, después continuó con su brazo sobre mis hombros, le daba acceso a meter su mano por el escote de mi vestido y acariciar mis tetas; me gustaban su carícias, por lo cual no tarde mucho en dejar que me denudase mi torso y las dejase libres y al descubierto. Le gusta bailar y a mi también pero cuando me puse  en pie para hacerlo mi vestido me cayó a los pies y me encontré desnuda, yo misma le quité su ropa y bailamos desnudos abrazados muy fuerte, con las bocas pegadas y nuestras lenguas librando una batalla incruenta dentro de mi boca, me volvió de espalda para haciendo presión sobre ella conducirme frente un mueble bajo sobre el que apoyé mis manos poniendo el culo en pompa, separó mis piernas para colocarse entre ellas y condujo su verga hasta penetrar mi vagina y a fuerza de meterla y sacarla casi nos caemos al suelo así que riéndonos volvimos al sofá, sobre el que me acosté boca arriba, como estoy ahora, con él sobre mi que acaricia mi clítoris con su polla, que llena por completo mi vagina cuando me la mete, mas aún cuando ahora coloco mis piernas levantadas sobre sus hombros y con ello le ofrezco mi vagina para que la penetre. Esa posición no es nada cómoda para mi, pero con ella le estoy ofreciendo mi vagina y no solo ella, porque no tarda en abandonarla para empezar a hacer presión con su verga en mi esfinter, me la mete y no espera, me la clava hasta llegar a no se dónde pero no deja fuera ni un milímetro y aún acaricia mi clítoris con su mano, y solo lo suelta para meter en mi vagina una polla de caucho y sin sacar su polla de mi culo hasta que me corro como una perra, y no podría explicar por qué, pero en ese momento me sentía verdaderamente como una, con ganas de ser salvaje y que lo fuera mi pareja del momento, tan excitada que no podía controlarme, que sus manos apretaran mis pezones, que mi vagina y mi ano estuvieran llenos con dos pollas distintas, con ansia de que en aquel momento me partieran el culo realmente. Cuando acabamos directamente tomé su polla y la metí en mi boca, lamí sus huevos, le pedí que se sentara para hacer yo lo mismo sobre sus piernas, sobre su verga que yo misma hice que me penetrara, y salté sobre ella para sentir con toda la fuerza que me llegaba lejos, que sus chorros de semen descargaban e inundaban mi sexo, y aún así tenía ganas de mas, necesitaba mucho mas. Le pedí que llamara a un amigo suyo, el que creyera que podía dar mas juego y cuando este llegó, nos encontró vestidos, sentados muy formalitos y bebiendo unas copas de vino. Es cierto que nos encontró muy formales, pero yo había elegido mi vestido mas apropiado para la ocasión, mi busto lo descubrían dos pedazos de tela atados tras mi cuello con una estrecha cinta, por delante eran dos tiras que sencillamente tapaban mis pezones y que dejaban descubiertas mis tetas al menor movimiento. Le serví una copa y al inclinarme se las mostré completas, puse música, comencé a bailar ante ellos y al bailar mis tetas lucían sueltas, fue mi amigo el que tomó la iniciativa, se puso en pie y con rudeza me arrancó la tanga, como habíamos previsto, llamó a su amigo y colocándose a mi espalda, le ofreció mis tetas a las cuales se aferró y apretaba con fuerza, mordía mis pezones, bajaba con su boca hasta mi sexo mientras que Merlin me sacaba los restos de la braga y después el vestido por la cabeza. El amigo era torpe y aún estaba cortado, pero entre los dos me llevaron hacia el sofá en el que me sentaron con uno a cada lado; estaba desnuda, pero me tenían muy arropada pues las manos de uno estaban en mis tetas y entre mis  piernas bien separadas las del otro, abriendo mi vulva, masturbándome el clítoris, penetrándome con sus dedos y cambiando de objetivo a cada poco, de modo que era cada uno alternando entre ellos para hacerlo. Mis pezones siempre han sido muy sensibles pero en ese momento lo estaban mas que nunca y sobre todo cuando cambiaron los dedos por las bocas, los lamían, los mordían, mientras mis manos masturbaban sus pollas y les pedía que mordieran con mas fuerza, tratando de lograr lo imposible, que mis tetas cupieran enteramente en sus bocas, las apretaban con fuerza y a todo ello yo les animaba y les urgía; volviéndome hacia uno de ellos, no importaba quien, me incliné para tomar su polla con mi boca, mis labios rodearon su glande, la lamí entera incluidos su testículos, su polla había crecido casi al doble de su estado normal, y fue en ese momento que la hice entrar en mi boca, intentó follarme por allí literalmente, pero le detuve para ser yo quien le follase, así que avanzaba y retrocedía, sintiéndola metida hasta mi garganta. Me había acostado sobre el sofá, y el otros se había situado entre mis piernas metiéndome su verga tan a fondo que le sentía chocar con la matriz. La acción combinada de uno y otro hacía que cuando el que me follaba arremetía, la polla del otro entrase hasta mi garganta y no tardamos mucho en corrernos los tres casi al unísono, pero eso no era nada, lo único que había conseguido hasta el momento, era el aumentar mis ansias y, desde luego, estaba dispuesta a lograrlo, así que sin casi dejarlos respirar, reiniciamos el juego. Merlin se tumbó en el suelo, boca arriba y yo me senté sobre su verga venciéndome sobre él; su amigo se había espabilado, no hizo falta darle explicaciones ni marcarle un guion, se tumbó sobre mi buscando meterme su verga por el culo, y una vez que estuvo colocado, los dos se movían al unísono. Cambiamos de dianas, porque ahora, el amigo, que había sacado su verga de mi vagina, había comprendido lo que yo buscaba y estaba dispuesto a emplear todo el grado de violencia que yo ansiaba, buscó también mi vagina y después de muchas maniobras consiguió que su polla chocase con le de Merlin, presionó con fuerza y logró que poco a poco se fuera metiendo hasta tener sus dos pollas alojadas al mismo tiempo en mi vagina y eso produjo una nueva corrida de los tres.

Volvimos a sentarnos, copas, cigarrillo, no les quedaban fuerzas ni para masturbarme como lo habían hecho antes, así es que lo hice yo misma, frente a ellos, y como estaban realmente decaídos, les propuse otro juego, pero fuera de casa, en un lugar público aunque de entrada restringida, ir a un jakuzzi. Tuvimos que hacer un viaje de casi cien kilómetros para llegar al mes cercano, viaje tranquilo en el que ellos fueron recuperando fuerzas para poder repetir exactamente lo mismo que habíamos hecho antes; cuando estábamos llegando a nuestro destino, los dos dieron muestra de haber recuperado fuerzas, el amigo se pasó al asiento trasero, donde yo estaba. Para la ocasión me había vestido totalmente funcional, un top sin tirantes de color negro, y una minifalda realmente mini, bajo la cual no me había puesto nada, como enseguida pudo comprobar con sus manos aunque solo pudo meterme dos de sus dedos y comerse mis tetas. Habíamos llegado.

El local, Azul Parejas, es un local swinger bastante concurrido por clientes no muy recomendables, es lo que había querido, nada mas entrar pedimos toallas y pasamos directamente a la zona de vestuarios del jakuzzi propiamente dicho; ni siquiera tuve que desnudarme, lo hicieron ellos, para inmediatamente colocarme en forma de L y sujetarme, uno por las caderas y con su polla metida a fondo en mi vagina, el otro con su polla metida en mi boca, tan metida que en algunos momentos llegó a provocarme arcadas. No tardé mucho en sentir que otras manos magreaban mis tetas, un espontaneo se había agregado a nuestro trio, no hubo rechazo ni lo habría mientras no molestase. Sentí como un chorro de su leche me llenaba, no pasó lo mismo con Merlin, que estaba debajo, pero aprovechamos para un cambio de postura, ahora me senté sobre su cara, y su lengua se convirtió en una verdadera culebra, me penetraba con ella, mordía mi clítoris, lo lamía y le urgí para que se diese la vuelta, para tomarla con mi boca y hacer con él un largo 69, tan solo interrumpido por el espontáneo, que sin encomendarse a nadie me metió su verga por el culo violentamente, y comenzó a moverse en un metisaca poniendo en ello todas sus fuerzas. Era lo que yo había buscado desde el principio, violencia desatada y así éramos tres fieras removiéndose, retorciéndonos, devorándonos los tres, y  así se desató la furia porque varios de los clientes que allí había, se aproximaron a nosotros y sus manos no tardaron en participar en lo que hacíamos; las manos de uno de ellos me apartaron de mis protagonistas para ponerme sobre la cama y empezar a follarme, después fue otro, y otro mas ahora por el culo hasta correrse dentro, momento en que algo parecido a un vendaval intervino entre nosotros. Era el amigo que me buscaba, lo quería todo para él, me la metió por la vagina, por el culo, por la boca, y cuando se corrió dejó la plaza a Merlin, que me pidió acostarme sobre él y follar en esa postura, no duró mucho porque unas manos, presionando mi espalda, me acostaron sobre él y una segunda polla hacía esfuerzos para meterse por el mismo sitio, hasta conseguirlo, mientras que un tercero se colocaba junto a mi cabeza, solo tuve que levantarla un poco para lograr que su verga me follase por la boca y así nos sobrevino un largo y fuerte orgasmo a cada uno de los cuatro.

Esa noche follé con todos y cada uno de los clientes que había en el local, una docena por lo menos, antes de regresar a casa, aunque los cambios de pareja no satisficieron a todos, algunos de ellos no disimulaban que les hubiera gustado que me quedase sola con ellos

El viaje de retorno fue tranquilo, hablábamos, reíamos, con algunos gritos entrecortados, los míos, cuando los dedos del amigo entraban muy profundo en mi vagina, cuando me provocaron un sonoro y espectacular orgasmo, mientras Merlin amenazaba con estacionar el coche sobre el arcén, para participar también en nuestros juegos; hubo que tranquilizarle con la promesa de que, al llegar a casa el también tendría su parte del pastel; a partir de ahí, el viaje fue una continua divagación sobre las muchas cosa que íbamos a hacer cuando llegáramos

Nada mas llegar, y antes de que me lo impidieran, me arranqué la ropa para meterme en la ducha, los chorros de agua que caían sobre mi cuerpo me refrescaban, al tiempo que vaciaba mi vagina aún llena de semen; me enjaboné completa y con los ojos cerrados para que no me entrara jabón en ellos, no vi, solo sentí que uno de ellos había entrado en la ducha, el amigo se puso detrás de mi amasando mis tetas, pellizcando mis pezones que de inmediato reaccionaron irguiéndose, dilatados como nunca lo habían hecho. Me recorría entera con sus manos mientras que sentía la presión de su verga erguida en mi trasero, apoyé mis manos sobre el muro poniendo el culo en pompa, y él aceptó la invitación implícita, lo que significaba que juntos iniciamos una épica cabalgada.

Fuera nos esperaba Merlin que después de envolverme y secarme con una toalla, se empeñó en verificar si estaba bien lavada, me revisó enterita con sus manos, aprovechó para meterme sus dedos por mi vagina, por mi culo, me arrastró sobre él cuando se sentó sobre uno de los taburetes, comprobó que su polla estaba bien tiesa y la metió en mi vagina. No sé si fue consecuencia de la postura, pero no tardé en sentir que un nuevo orgasmo mío se aproximaba, y llegó, en efecto, cuando sentí que él se corría dentro de mi.

En el salón, fumando un cigarrillo y con una copa en la mano, nos esperaba el amigo que, al vernos se dirigió a mi en término insultantes: ven acá puta, ponte de rodillas y métetela en la boca, me voy a correr en ella y llenarte de mi leche. Me hizo gracia la cosa, él había comprendido muy bien lo que había sido el planteamiento de mi juego inicial, así es que me hinqué de rodillas sobre un cojín y con mis manos atrapé sus genitales, los acaricié desde los huevos a la cabeza con mis manos, mi lengua lamía el tronco de su polla, abría camino de ella en mi boca y así comencé a meterla y sacarla, deteniéndome solo, para darle un pequeño mordisco cuando sentía que estaba próximo a correrse, por el momento no quería que fuera allí donde descargase su esperma, de modo que me senté a horcajadas sobre ella haciendo que penetrase mi vagina, después me levanté para avanzar mi cuerpo sobre él y yo misma conduje aquella polla tiesa, a mi esfinter anal, y fui yo misma la que la hice entrar en el hasta los mismos huevos y le cabalgué hasta que se vació entero y muy dentro de mi. Nos quedamos dormidos los tres juntos, con uno a cada lado y con las manos de ambos aferrando mis tetas. Desperté con la sensación de que algo extraño ocurría y así era, en efecto, me habían atado en aspa, con los brazos y piernas abiertos y además hasta habían ensayado un nuevo juego, y consistía en que, mientras uno  me follaba por la vagina, el otro lo hacía por la boca, y se cambiaban de uno a otro sitio durante por lo menos una hora, después me desataron para hacer que me acostase sobre uno,  por supuesto con su polla bien metida en mi vagina, el segundo se pusiera boca abajo sobre mi y maniobraron para meterme una segunda polla en la vagina; también trataron de hacer la misma cosa por el culo, pero no pudieron lograrlo, no les quedaban fuerzas a ninguno de los dos. No les quedaban fuerzas, pero sí deseo, así es que seguimos, ahorra con una gran polla de plástico que mediría unos 6 centímetros de grueso por al menos 30 de largo. Por la vagina cupo con cierta dificultad y gracias a lo dilatada y lubricaba que estaba , el problema llegó cuando pretendieron meter es enorme polla por el culo a lo que intenté oponerme sin éxito; yo misma les había dado bula para usar un cierto grado de violencia y el amigo no tuvo miramientos, de un solo envite me la metió entera, y mi grito de dolor debió despertar a todos los vecinos. Hubo sangre, no mucha, pero la hubo, y sin piedad aquella polla enorme comenzó a moverse, a entrar y salir sin piedad alguna. El espectáculo había excitado a Merlin, quería hacer lo mismo pero con su polla apartó de mí las manos de su amigo para ocupar su puesto, mejor dicho, para situarse entre mis piernas y comenzar a follarme nuevamente.

Con todo, el morbo iba aumentando y calentándonos a los tres, alguien propuso salir en busca de una churrería abierta, para desayunar, pero el plan era que yo saliese desnuda, mejor dicho, cubierta solo por un leve vestido de gasa que no tiene cerramiento por los lados y nada bajo el. El vestido cuelga libremente de mis hombros, son dos bandas de tela que cuelgan de los hombros y sin nada que las cierre en los costados.  Era la hora de recogida de las putas, los chulos y los últimos ligues de la noche para algunas de ella. Todos los clientes de la churrería estaban pues mas que curados de espanto, y con todo la expectación se convirtió en espectáculo, cuando Merlin al sentarnos hizo abrir los panes del vestido recogiéndolos a un lado de mis piernas, mi cuerpo entero quedó al descubierto y solo el cruce de mis piernas ocultaba mi sexo, la verdad es que no por mucho tiempo, el amigo me hizo descruzarlas para colocarse entre ellas y arremeter con su verga hasta meterla enteramente en mi vagina, y mientras que mis piernas rodeaban su cintura, Merlin hablaba en voz baja, con algunos de los clientes que allí había. El secreto de su conversación no tardó en revelarse, dos de ello se avanzaron hacia donde estábamos nosotros y me arrancaron violentamente de los brazos y verga del amigo; no era para liberarme sino para participar en nuestro juego, uno de ellos tiró de mi vestido y lo rasgó dejándome desnuda, el otro se sentó en una silla, sacó su polla y con una corta masturbación la dejó inhiesta como un palo, eran casi 30 cm de verga tiesa y dura sobre que me obligaron a sentarme, los que le otro me metió mientras se aferraba a mis tetas y yo botaba sobre aquel monstruo que me llenaba por  completo. Bailamos después los tres juntos, los tres desnudos, y en el baile, mientras uno se acuclillaba por meterse en mi vagina, el otro, tras de mí, trataba de metérmela por el culo; los dos lo consiguieron, por supuesto, y a partir de ese momento comenzó la bacanal más desatada, Merlin y el amigo se incorporaron a la fiesta, otros clientes también lo hicieron, no se las manos que acariciaban mi cuerpo, las vergas que se metieron en el mío, boca, vagina y ano fueron llenados repetidas veces, inventaron un juego, varios se sentaron en sillas con las respectivas pollas bien tiesas, a mí me levantaron en vilo y me iban sentando en cada una de aquellas pollas, y era tal el espectáculo, el erotismo del ambiente, que las putas, las parejas que allí había, cada uno estaba follando con quien más cerca tenía. Más tarde desnuda totalmente, me colgaba del cuello del amigo que me llevaba hasta el coche y salimos de allí, pero antes hubo que repostar combustible, nada mejor para que todo el mundo pudiera verme y seguramente pensase que yo era una puta descarada.

La sesión no terminó ahí, estuvimos tres días sin salir de casa y cada día, un personaje nuevo se juntaba a nuestro trio para añadir nueva savia a la diversión. El relato de lo que hicimos sería repetir más de lo mismo, salvo la noche en que decidieron que sirviera como pasto de las fieras y para ello me llevaron hasta el barrio chino de la ciudad, con solo una gabardina como vestimenta. Yo tenía que hacer mi entrada en un bar de putas, sola, con la gabardina totalmente desabrochada y abierta, avanzar hasta la barra y pedir una copa. Todo sencillo hasta ese momento, que dejó de serlo cuando los clientes presentes vinieron hacia mi, alguno me hablaba pero la mayoría tan solo me tocaban, apresaban mis tetas, las besaban y mordían mis pezones, me despojaron de la gabardina y alguien puso orden en aquel desmadre. Merlin puso las reglas para el juego en el que todos podían participar si querían; el juego consistía en que yo eligiera entre los aspirantes a follarme, cual de ellos tenía la polla mas desarrollada y que sería el primero para metérmela en la vagina, el segundo sería aquel que la tuviese mas larga, el tercero la mas gorda y con premio secreto por el momento, los segundo clasificados de cada categoría también tendrían premio, el que yo misma eligiese para cada uno. Empezó el juego y la revisión de las pollas de cada uno, no fue difícil la elección primera, uno de ellos tenía la polla mas larga que he visto en mi vida, y eso lo pude comprobar mas tarde cuando me la metió y sentí que me legaba hasta la misma matriz, bueno, al sitio donde tendría que estar emplazada mi matriz, sino fuera porque hacía tiempo que me la habían extraído; desde luego ese se llevaba el primer premio y hasta el segundo, no había nadie que se le acercase. La elección de la mas gorda tampoco fue nada difícil, aquel tío tenía un verdadero garrote, tan grueso como una de mis muñecas, y como el premio lo habíamos dejado a su elección, me imaginé enseguida cual iba a pedir; no me equivoqué, desde luego, aunque para meter su polla por mi culo, tuvieron que sentarme sobre ella entre varios y hacer presión sobre mis hombros para que me cupiera. Costó trabajo, pero el orgasmo que me proporcionó fue majestuoso, y al sacarla después de su corrida, y la mía, me dejó el ano y la vagina igual de dilatados y abiertos. En ese momento, el amigo detuvo el juego, estaba con su polla tiesa como un burro, pero no fue eso lo que metió en mi vagina, empezó con un dedo, dos tres, cuatro, la mano entera la metió y al hacerlo debió encontrar, sin buscarlo, el punto G y yo me deshice al correrme como jamás antes había hecho, me retorcía, buscaba mas contacto, quería su mano, su brazo y hasta su verga dentro de mi, solo se que, de nuevo me encontré con dos pollas dentro de mi, las dos en mi dilatada vagina, mientras que una tercera, la polla gigantesca, se alojaba en mi culo y una cuarta en mi boca, mientras mis manos masturbaban dos mas. Fueron diez y ocho los que me follaron, incluso uno que lo hizo con una botella de cerveza, la agitó fuertemente, la abrió y con la cerveza saliendo a presión, la incrustó en mi vagina y me inundó con ella.

Esos días han despertado en mi un ansia nueva que busco satisfacer con la complicidad de Merlin y su amigo, una verga mas larga y también mas gorda, pero real no una de plástico que no me dice nada y no me satisface. Ellos lo han encontrado y preparado con sigilo, todo debe llevarse a cabo con muchísimo cuidado, hacerme follar por un semental de raza no es tarea fácil, si el caballo se espanta o se desmadra podría destrozarme por completo. No voy a describir el artilugio que habían preparado para acostaba en el recibir la monumental verga que tenía ante mi, lo cierto es que no paré de correrme desde el momento mismo en que aquella verga enorme empezó a penetrarme, hasta que el caballo descargo en mi interior todo su semen. El andamiaje creado por ellos permitía las dos posiciones, ahora boca abajo y con el culo en pompa, sintiendo sobre mi espalda el vientre del caballo, y el amigo con sus manos guiaba aquella polla hasta colocarla en mi culo, momento en el que el caballo casi se les escapa, hizo un brusco movimiento y la metió tan adentro que casi sentí me iba a salir por la boca, tenía tanta fuerza que todo mi cuerpo se mantuvo en el aire, tan solo sostenido por la verga que, literalmente me empalaba.

Ahora estamos preparando otra experiencia, voluntariamente voy a tomar un producto químico, escopolamina, cuyo efecto es la anulación total de la voluntad y el sometimiento absoluto a cualquier tipo de  orden que se me diga. Quiero experimentar su verdadero efecto y sentir hasta que punto puedo llegar en relación al sexo. Aquí terminan las notas previas y solo serán continuadas cuando yo misma recupere el dominio total de mis acciones, si es que ocurre.

Han pasado dos días desde que inicié el experimento, todo ha sido filmado, revisadas las imágenes y los códigos de tiempo para verificar que no falte ni un solo segundo, para saber exactamente lo ocurrido, ya que mi mente no recuerda absolutamente nada, no tengo consciencia de ese tiempo en que cedí el control a ese elemento extraño y no se nada de lo sucedido, a pesar de que todo, o casi, lo habíamos planificado y preparado con anterioridad. Mis cómplices iban a ser, como no, Melvin y su amigo.

Comienza la experiencia.

Merlin y yo estamos sentados sobre el sofá del salón, para la ocasión me he puesto un vestido ligero, con un bastante grande escote cerrado con tan solo dos botones, pero que solo uno de ellos está abrochado, con lo que mis pechos lucen totalmente desnudos, solo cubiertos por una mano de Merlin que los acaricia suavemente. Voy a tomar la pastilla, pero cuando me inclino para coger el vaso de agua, él me retiene y me da un apasionado beso al que correspondo, tomo la pastilla y apoyo mi cabeza sobre su pecho, lo que aprovecha para buscar los míos con sus manos, pellizca mis pezones que se yerguen pidiendo más caricias. Pasa un tiempo en el que mi comportamiento es normal, respondo a sus caricias, pero algo está pasando en mi cabeza, siento que voy abandonando la iniciativa, que mi capacidad de respuesta disminuye si bien mis ojos permanecen abiertos; Merlin parece haberse dado cuenta del cambio, estirando los brazos para alejarme de él, me habla en tono firme, me dice que debo acatar sus mandatos, que debo obedecer todas sus órdenes y las de su amigo, también las de cualquiera que me mande, que solo debo centrarme en el sexo y en todo lo que ellos me manden, a lo cual asiento como si su orden fuera la más normal del mundo.

Vuelve a atraerme hacia él, aunque ahora lo hace con más brusquedad, me ordena entregarme totalmente a él, sus manos abren el escote de mi vestido, hacen salir mis pechos y los amasan pellizcando mis pezones, se inclina sobre mi para apresar uno tras otro con sus labios, los lame, los muerde y cuando lo hace siento que las manos separan mis piernas, no son las suyas, son las de su amigo que, al separarlas tiene ya espacio para colocarse entre ellas y comienza a lamer mi sexo, descubre el clítoris y centra en el su actividad, su lengua actúa como un pene, me penetra con ella para después volver al clítoris y, mientras lo hace penetra con sus dedos en mi vagina que desborda ya de líquidos, mete varios dedos y trata de llegar con ellos lo más lejos posible; no es mucho para su gusto porque ahora hace presión con su verga hasta conseguir abrirse paso y llenarme con ella. La acción conjunta sobre la vagina y los pezones hacen que todo mi cuerpo se contorsione, siento la urgente necesidad de darle más placer a cada uno; de golpe me abandonan los dos y siento su ausencia, por fortuna ha sido tan solo para cambiarme de postura, para hacerme sentar sobre la verga erguida de Merlin, que siento llegar hasta muy dentro, me vuelco sobre él y al hacerlo le ofrezco a su amigo mi trasero que penetra con violencia, los dos aceleran sus movimientos hasta descargar su semen dentro de mi. Cada uno me folla hasta agotarse, momento en que llaman por el mobil a varios amigos y mientras llegan, reponen fuerzas con el contenido de mi nevera y vaciando una botella de vino. No oigo el sonido del timbre, pero si me doy cuenta de su llegada cuando siento dos pares de brazos que me rodean, no los conozco ni ellos a mi pero eso no les importa, uno de ellos tira de mi para llevarme a mi dormitorio y arrojarme sobre la cama; al parecer le gusta lo clásico porque una vez boca arriba, en la postura del misionero,  me clava con su verga y comienza a saltar sobre mi como si yo fuera una colchoneta elástica, aunque con ello consigue que el roce de su verga ponga mi clítoris al rojo vivo y la consecuencia de un orgasmo larguísimo.

No me he repuesto aún de mi corrida cuando tengo cuatro cuerpos de machos sobre mi, buscando cada uno un hueco por dónde meterse, de una manera u otra todos lo encuentran, todos por la vagina, por el culo y la boca, entre mis tetas o en mis manos, cuando se cansan estoy cubierta de semen de los pies a la cabeza,  y así me dejan los dos desconocidos, en las manos de Merlin y de su amigo que son los encargados de lavarme.

Otro tío mas que llega y se incorpora a nuestra orgía, en la que todo está permitido, y este comienza por exigir meter su polla junto con la de Merlin en mi vagina, después es la del amigo la que me folla por la boca, y hay tal desmadre que no les basta mi culo, también deciden utilizar el del recién llegado, así es que mientras tengo las piernas sobre los hombros del amigo y su polla bien metida, es Merlin quien sodomiza al  último llegado sin pedir su consentimiento, lo que provoca un fenomenal cabreo de este y su marcha dando un violento portazo.

De nuevo estamos solos los tres y como tenemos hambre, pedimos que nos traigan unas pizzas; me visto mientras llegan, es decir que me pongo una bata ligera sobre mi cuerpo desnudo, bata que se cierra tan solo con un cinturón de la misma tela, y que anudo con solo una lazada. Es el amigo que sale a abrir la puerta cuando suena el timbre, el que le dice de entrar para esperar el pago, y cuando entra en el salón en el que estamos se abren sus ojos como platos, Merlin me ha desatado la bata y cuando me levanto para coger dinero, la bata se abre totalmente y aparezco desnuda.

El repartidor está cortado, lógico, pero Merlin y su amigo ríen y le preguntan si tiene mucha prisa y si quiere comer un trozo; no es de la pizza a lo que se refieren, y el tipo se da cuenta, de modo que cuando me pego a él no hace aspavientos, me levanta en sus brazos para acostarme sobre la alfombra, sin siquiera desnudarse mete su cabeza entre mis muslos y comienza a lamer  mi sexo, me penetra con su lengua antes de meterme su polla y no por mucho tiempo, se ha dado cuenta de que en ese juego todo está permitido, así es que deja mi vagina para de un solo golpe metérmela entera por el culo, al tiempo que me tiene bien agarrada por las tetas con sus manos. Cambia de lado, sin parar de moverse sale del culo para meterse de nuevo en mi vagina, en la que se corre al cabo de un buen rato porque el tío tiene una resistencia de caballo y su corrida me desborda mientras comemos la pizza que nos trajo. Antes de marcharse el repartido quiso su propina y ella consistió en una larga mamada para revivir su polla, claro que al tenerla bien tiesa de nuevo, continuó hasta descargarla de nuevo, ahora en mi boca, como postre de la pizza que nos comimos todos.

Mis cómplices estaban derrengados, no solo ya no tenían fuerzas sino que hasta las ideas se les habían secado y ya no se les ocurría nada que hacer conmigo a pesar de tenerme a su entera disposición. Para poder descansar y dormir unas horas recurrieron a sus amigos y tres de ellos no tardaron en presentarse y ni siquiera hubo preliminares, mientras dos de ellos me mantenían sujeta, como si hubieran tenido necesidad de hacerlo, el tercero se colocaba encima de mí, entre mis piernas, y sin ayuda siquiera de su mano como guía, me metía su verga al tiempo que me acariciaba el clítoris. Desde luego con estos tres era distinto, cada uno de ellos iba repitiendo las mismas cosas que había hecho el anterior, y tan solo cuando el último hubo terminado de follarme, cuando los tres se precipitaron sobre mi y, mientras dos metían sus vergas juntas por mi vagina, el tercero me la metía por el culo y fue el primero en correrse dentro aunque tampoco los otros dos tardaron demasiado en hacerlo. Cuando estuvieron hartos se marcharon sin siquiera despertar a Merlin y a su amigo que dormían, y fui yo la que despertó al amigo cuando tomé su polla con mi boca y la hice entrar hasta mi garganta, con lo que su despertar coincidió con su espléndida corrida en mi boca.

Debo decir que tanto uno como el otros eran dos fenomenales cara dura, cuando les conté que sus tres amigos se habían marchado sin despertarles, fue cuan do supe que habían estado cobrando 50€ a cada uno de los que me habían follado, y todavía se auto denominaban idiotas por no haber fijado un precio para cada una de las posturas en las que me follaron; aquellas horas les habían proporcionado caso mil euros a cada uno, aparte de la pizza que, también supe, les había salido gratis, bien que yo la había pagado y hasta la propina que pidió el repartidor antes de marcharse. No sé cuánto habían reunido, pero imagino que sería bastante.

No sé a quién sería la siguiente llamada que hicieron, parece ser que deseaban sacar el máximo posible a su negocio, porque fueron no menos de seis o siete los chicos que entraron en mi casa, seis o siete que me entraron por todos los huecos disponibles, aquello, según pude ver después en el video, era una verdadera orgía, dos a los que masturbaba con mis manos, otro en mi boca, dos juntos que me penetraban la vagina, el último que me daba por el culo. Para finalizar, la ducha, en la que un espabilado aprovechó para jabonarme la espalda y nuevamente meterme su verga por el culo hasta correrse.

Fue cuando se marcharon que comencé a sentirme agotada, todo el cuerpo me dolía y mis genitales estaban en carne viva, no tenía fuerzas para nada y menos mal que Merlin y su amigo estaban en la casa, ellos me lavaron y me acostaron para que descansase, los efectos de la pastilla estaban desapareciendo era palpable, y caí en un profundo sueño del cual tardé dos días en despertarme, según me explicaron mas tarde, pero estuve después una semana si poder levantarme de la cama pese a que ellos me prodigaron todos los cuidados que pudieron, sin olvidar la terapia sexual, porque al segundo día ya me estaban follando,  ya habían descubierto cual debía ser la posición ideal, una variedad de sándwich en la que yo hacía el papel del jamón mientras que ellos me follaban por la vagina y por el culo, al mismo tiempo y alternándose para que ambos tuvieran los mismos privilegios.

La conclusión del experimento era obvia, no había valido la pena el correr el riesgo de usar la pastilla de marras, con ella no había hecho ni más ni nada que no hubiera hecho estando en posesión de todas mis facultades.

“UNA EMBARAZADA Y SU DINERO, MIS MEJORES AFRODISIACOS” Libro para descargar (POR GOLFO)

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Sinopsis:

Descubrir que una embarazada y yo somos herederos de una fortuna, reavivan mi alicaído libido. Con 42 años, las mujeres habían pasado a un segundo plano hasta que me enfrenté a ese cuerpo germinado. Los pechos, el culo de Ana y su dinero se convirtieron en mis mejores afrodisíacos

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Para que podías echarle un vistazo, os anexo los dos primeros capítulos:

Capítulo uno

Como a muchos hombres de mi generación, el estrés continuado durante años producto del trabajo me había llevado a una inapetencia sexual. Aunque sea duro reconocerlo, no me considero un bicho raro al confesaros que, con cuarenta y dos años, las mujeres habían pasado a segundo plano en mi vida. Sin ser un eunuco, ya no eran mi prioridad y prefería una buena comilona con un grupo de amigos tras un partido de futbol a un revolcón con la putita de turno. Siendo heterosexual convencido y probado, era consciente de la belleza de determinadas mujeres que revoloteaban a mi alrededor pero me consideraba inmune a sus encantos. Simplemente no me apetecía perder mi tiempo en la caza y captura de una de ellas.
Lo más curioso de asunto es que todo lo que os he contado antes cambió con la persona menos indicada y en las circunstancias más extrañas. Os preguntareis cuándo, cómo y con quién se dio ese cambio. La respuesta es fácil:
“Con mi prima Ana, al verla embarazada y en Filipinas”.
Como en tantas historias, todo comenzó por un hecho fortuito y en este caso luctuoso: la muerte de un tío. Evaristo, el difunto era un familiar que después de la guerra había organizado las maletas y se había ido al extremo oriente en busca de fortuna. En mi caso, solo lo había visto una vez y eso hacía muchos años. Por eso me sorprendió la llamada de un abogado, avisándome de su muerte y de que me había nombrado heredero.
No creyendo en mi suerte, le pregunté cuanto me había dejado. El letrado me contestó que no lo sabía porque esa encomienda era un encargo de un bufete de Manila del que ellos solo eran representantes. De lo que sí pudo informarme fue que al lunes siguiente se abriría el testamento en sus oficinas con las presencia de todos los beneficiarios.
―¿Hay más herederos?― molesto pregunté.
El tipo al otro lado del teléfono notó mi tono y revisando sus papeles, respondió:
―Son dos. Usted y Doña Ana Bermúdez.
Así me enteré que mi prima Ana era la otra afortunada.
«Es lógico. Somos sus parientes más cercanos», pensé al recordar que ese hombre era el hermano de nuestro abuelo.
A pesar de haber perdido el contacto con ella, me tranquilizó saber con quién iba a tener que compartir lo mucho o lo poco que nos había legado ya que Ana siempre me había parecido una persona bastante equilibrada. Por ello, confirmé mi asistencia a la apertura del testamento y anotándolo en mi agenda, me desentendí de ello.

La cita en el bufete.
He de reconocer que una vez en casa, fantaseé con la herencia y me vi como un potentado a cargo de una plantación de tabaco al hacer memoria que el tal Evaristo se vanagloriaba de la calidad de los puros que elaboraba en esas tierras mientras gastaba dinero en el pueblo sin ton ni son, con el objeto de restregar a toda la familia su éxito.
«Quién me iba a decir que iba a disfrutar del dinero que ese viejo ganó con tanto trabajo», ilusionado medité al caer en la cuenta que el bufete al que iba a ir era uno de los mejores de Madrid y por ello asumí que el legado debía de ser importante.
Por ello, intenté contactar con Ana para conocer de antemano cuál era su sentir en todo ello, pero me resultó imposible porque increíblemente nadie que conocía tenía su teléfono.
«¡Qué raro!», me dije tras darme por vencido, «es como si hubiese querido romper con todo su pasado». No dando mayor importancia a ese hecho, la mañana en que iba a conocer cuál era mi herencia, ve vestí con mis mejores galas y acudí a la cita.
Tal y como era previsible, las oficinas en que estaban ubicado ese despacho de abogados destilaban lujo y buen gusto. Quizás por ello, me sentí cortado y tras anunciarme con la recepcionista, esperé sentado que me llamaran tratando de pasar desapercibido. Al salir de casa creía que mi vestimenta iba acorde con la seriedad de la reunión pero, al llegar a ese sitio, deseé haberme puesto una corbata.
«Esto está lleno de pijos», mascullé cabreado asumiendo que me encontraba fuera de lugar. Si ya me consideraba inferior, esa sensación se incrementó al reconocer a mi prima en una ricachona que acababa de entrar por la puerta. Envuelta en un abrigo de visón y con peinado de peluquería, Ana parecía en su salsa. Si yo había dado mi nombre y poco más, ella se anunció exigiendo que la atendieran porque tenía prisa.
«¡Menuda borde!», pensé al escuchar sus malos modos.
Levantándome de mi asiento, me dirigí a ella y saludé. La frialdad con la que recibió mis besos en sus mejillas me confirmó que en esa altanera mujer, nada quedaba de la chiquilla inocente que había sido y por eso volví a sentarme, bastante desilusionado. La diferencia de trato, me quedó clara cuando a ella la hicieron pasar directamente a un despacho.
«A buen seguro, Ana es la beneficiaria principal y yo en cambio solo recibiré migajas», sentencié mientras intentaba mantener la tranquilidad.
Enfrascado en una espiral autodestructiva esperé a que me llamaran. Afortunadamente la espera duró poco ya que como a los cinco minutos, uno de los pasantes me llamó para que entrara a la sala de reuniones. Allí me encontré con cuatro abogados de un lado y a mi prima del otro. No tuve que ser un genio para leer en su rostro el disgusto que le producía mi presencia.
«Debió pensar que ella era la heredera universal de Evaristo», comprendí al ver su enfado.
No queriendo forzar el enfrentamiento que a buen seguro tendríamos en cuanto nos leyeran el testamento, pregunté cuál era mi sitio. El más viejo de los presentes me rogó que me sentara al lado de ella y sin dar tiempo a que me acomodara, comenzó a explicar que nos había citado para darnos a conocer el legado de nuestro tío.
―Corte el rollo, ¿cuánto me ha dejado?― fuera de sí, le recriminó mi prima.
Su mala educación no influyó al abogado que, con tono sereno, le contestó que no sabía porque antes tenía que abrir el sobre que contenía sus últimas voluntades.
―Pues hágalo, no tengo tiempo que perder.
El sujeto, un auténtico profesional, no tomó en cuanta la mala leche de mi familiar y siguiendo los pasos previamente marcados, nos hizo firmar que en nuestra presencia rompía los sellos de ese paquete. Os juro que para entonces se me había pasado el cabreo al ver el disgusto de esa zorra y gozando a mi manera, esperé a que el abogado empezara a leer el testamento.
Tras las típicas formulas donde se daba el nombre de mi tío y el notario declaraba que a pesar de su edad tenía uso pleno de sus facultades, fue recitando las diferentes propiedades que tenía en vida. La extensa lista de bienes me dejó perplejo porque aunque sabía que mi tío era rico nunca supuse que lo fuera tanto y por ello, cuando aún no había terminado de nombrarlas, ya me había hecho una idea de lo forrado que estaba.
«¡Era millonario!», exclamé mentalmente y completamente interesado, calculé que aunque solo recibiera un pequeño porcentaje de su fortuna me daría por satisfecho.
Ana se le notaba cada vez más enfadada y solo pareció apaciguarse cuando el letrado empezó a leer las disposiciones diciendo:
―A mi adorada sobrina, Doña Ana Bermúdez, en virtud de haber dedicado sus últimos años a cuidar de mí…― la cara de mi prima era todo satisfacción pero cambió a ira cuando escuchó que decía― …le dejo el cincuenta por ciento de mis bienes.
Durante unos segundos, mantuvo el tipo pero entonces fuera de sí empezó a despotricar del viejo, recriminándole que ella era la única que se había ocupado de él.
El abogado obviando sus quejas, prosiguió leyendo:
―A mi sobrino, Manuel Bermúdez, como único varón de mi familia le dejo el otro cincuenta por ciento siempre que acepte cumplir y cumpla las condiciones que señalo a continuación…―os juro que mi sorpresa al saberme coheredero de esa inmensa fortuna fue completa y por eso me costó seguir atendiendo― …Primero: Para hacerse cargo de la herencia, debe vivir y residir en mi casa de Manila durante un mínimo de dos años desde su aceptación. Para ello, su prima Ana deberá prepararle la habitación de invitados o cualquier otra de la zona noble.
«La madre tendré que vivir con esa engreída», pensé.
El abogado siguió diciendo:
―Segundo: Deberá trabajar bajo las órdenes de la actual presidenta de mis empresas durante el mismo plazo.
No me quedó duda de quién era esa señora al ver la cara de desprecio con la que Ana me miraba.
―Tercero: La aceptación de su herencia deberá hacerse ante mi notario en Manila dando un plazo de quince días para que lo haga. De negarse a cumplir lo acordado o no aceptar la herencia, el porcentaje a él asignado pasará directamente a su prima Doña Ana Bermúdez.
Esas condiciones me parecieron fáciles de cumplir teniendo en cuenta que estaba hasta los huevos de mi trabajo como simple administrativo en una gran empresa y por eso, nada más terminar el abogado dije:
―¿Dónde hay que firmar?
El sujeto se disculpó y me recordó que según el testamento debía hacerlo en Filipinas y ante la ley de ese país. Dando por sentado que tenía razón ya me estaba despidiendo cuando escuché a mi prima que con tono duro decía:
―¿Nos pueden dejar solos? Manuel y yo tenemos que hablar.
Los abogados previendo que iba a producir una confrontación entre nosotros, desaparecieron por arte de magia.
Al quedarnos únicamente ella y yo en esa habitación, Ana se quitó el abrigo de pieles y dejándolo sobre uno de los sillones, se dio la vuelta y me soltó:
―¿Cuánto quieres por renunciar a todo?
La dureza de sus palabras me pasó desapercibida porque en ese momento mi mente estaba en otro planeta porque al despojarse de esa prenda, me permitió admirar la sensual curvatura de su vientre y la hinchazón de su busto.
«¡Está embarazada!», concluí más excitado de lo normal al recorrer con mi mirada su preñez.
Aunque siempre me habían parecido sexys las barrigas de las mujeres esperando, os tengo que confesar que cuando descubrí su estado, algún raro mecanismo subconsciente en mi interior se encendió y puso a mis hormonas a funcionar.
«¡Está buenísima!», pensé mientras por primera vez la contemplaba como mujer. Olvidando su carácter, me quedé prendado de esos pechos que pugnaban por reventar su blusa y contra mi voluntad, me imaginé mamando de ellos.
Mi “querida” prima creyó que mi silencio era un arma de negociación y sacando la chequera, con la seguridad de alguien acostumbrado a las altas esferas, me preguntó:
―¿Con medio millón de euros te sentirías cómodo?
Ni en mis sueños más surrealistas hubiera creído que de esa reunión saldría con esa suma pero para desgracia de esa pretenciosa, mi cerebro estaba obcecado contemplando el erotismo de sus curvas y nada de lo que ocurriera en esa habitación podría hacer que me centrara tras haber descubierto unas sensaciones que creí perdidas.
«Esta puta me pone cachondo», alucinado determiné al notar que mi sexo se había despertado tras meses de inactividad y que en esos momentos lucía una erección casi olvidada.
―Entonces, un millón. ¡No pienso ceder más!― subrayó cabreada.
Su ira, lejos de hacerla menos deseable, incrementó su erotismo y ya sumido en una especie de hipnosis, fui incapaz de retirar mis ojos de los pezones que se podían vislumbrar bajo su blusa.
«Debe de tenerlos enormes», medité mientras soñaba en el paraíso que significaría tenerlos a mi alcance, «daría lo que fuera por mordisquearlos».
―¡Solo un idiota rechazaría mi generosa oferta!―chilló ya descompuesta.
Su insulto exacerbó mi fantasía e imaginando que era mía, me vi sometiéndola. Ninguna mujer me había provocado esos pensamientos y por ello me intrigó que tras años de sexualidad aletargada, esa preñada me hubiese inyectado en vena tanta lujuria.
«¡Me la ha puesto dura!», sonreí.
Mi sonrisa nuevamente fue malinterpretada y tomada como una ofensa. Ana, dio por declarada la guerra y llena de ira, me soltó:
―No tienes idea de lo hija de puta que puedo ser. Te conviene aceptar mi oferta. Filipinas es mi terreno y si vives conmigo, ¡te haré la vida imposible!
Esa nada sutil amenaza tuvo el efecto contrario. Mi prima me la había lanzado con la intención de acobardarme pero al saber que viviría con ella, hizo que todas las células de mi cuerpo hirvieran de pasión.
―Ya veremos― respondí y dando por zanjado el tema, me acerqué a ella.
Ana se quedó de piedra cuando ya a su lado y mientras me despedía, susurré en su oído:
―Por cierto, nunca me imaginé que mi primita se había convertido en una diosa.

Quemo mis naves.
Saliendo de los abogados, decidí irle a decir adiós a mi jefe. Tras diez años de esclavitud y explotación en sus manos, ese capullo se merecía que alguien le cantara las cuarenta. A muchos os parecerá una locura quemar las naves de esa forma pero, asumiendo que lo mínimo que iba a sacar era el millón de euros que me había ofrecido, me parecía obligado hacerle saber a mi superior lo mucho que le estimaba.
Por eso cuando llegué a la oficina, sin pedir permiso, entré en su despacho y subiéndome a su mesa, me saqué la polla y le meé encima. Tras ese desahogo y mientras ese mequetrefe no paraba de chillar, recogí mis cosas y dejé para siempre ese lugar.
«¡Qué a gusto me he quedado!», pensé ya en la calle al recordar la cara de miedo que lucía ese cabronazo mientras le enchufaba con mi manguera. Acostumbrado a ejercer tiránicamente su poder, Don José se había quedado reducido a “pepito” al verme sobre su escritorio verga en mano.
Ya más tranquilo me fui a casa e indagando en internet, confirmé con la copia del testamento en mi mano que las posesiones de mi tío Evaristo se podían considerar un emporio:
«Estoy forrado», resolví tras verificar que formaban el segundo mayor holding de ese país.
Curiosamente mientras pensaba en esa fortuna que me había caído del cielo, no fueron solo mis neuronas las que se pusieron como una moto sino antes que ellas, mis hormonas. Dentro de mis calzones, mi pene se había despertado con una dureza comparable a la sufrida al ver las tetas de mi prima.
―¡Me pone cachondo la pasta!, muerto de risa, exclamé.
Juro que solo el saber que apenas tenía dinero para comprarme el billete de avión a Manila, evitó que saliese corriendo a un putero a descargar mi tensión con una hembra de pago. En vez de ello, abriendo mi bragueta, saqué mi hombría de su encierro y me puse a pajear pensando en Ana, en esas tetas que no tardarían en tener leche y en su estupendo culo.
―¡Esa puta será mía!― determiné en voz alta al recordar su sorpresa cuando le comenté lo buena que estaba.
Soñando que el desconcierto con el que recibió mi piropo fuera motivado por una debilidad de su carácter que me diera la oportunidad de seducirla, me imaginé poniendo mi verga entre las tetas de esa soberbia. En mi mente, mi adorada prima se comportó como una zorra y actuando en sintonía, me hizo una cubana de ensueño mientras soportaba mis risas e insultos.
Estaba a punto de sucumbir a mi deseo cuando de improviso sonó el timbre de mi puerta. Disgustado por la interrupción, acomodé mi ropa y fui a ver quién había osado interrumpirme. Al abrir, me encontré con una oriental. La desconocida, al verme, se presentó como la secretaría de mi prima y sin mayor prolegómeno, me informó que su jefa le había pedido que se pusiera a mis órdenes para que me ayudara con los preparativos de mi marcha.
Con la mosca detrás de la oreja, la dejé pasar. Esa criatura debía tener instrucciones precisas porque nada más pisar mi apartamento, me preguntó dónde tenía las maletas y qué ropa quería llevarme.
―¿A qué se debe tanta prisa?― pregunté.
Sin mostrar ningún signo de preocupación, la filipina contestó:
―Como futuro vicepresidente tiene a su disposición el avión de la compañía y Doña Ana ha preparado todo para que usted salga rumbo a Manila en tres horas.
Ese cambio de actitud y que esa guarra sin alma facilitara mi ida, me mosquearon. Sospechando que quizás buscaba un acercamiento como estrategia de negociación, interrogué a la muchacha donde recogeríamos a mi prima.
―La señora ya está de vuelta en otro avión. No quería esperar a que termináramos con su equipaje y me ha pedido que sea yo quien le acompañe.
Su tono meloso despertó mis alertas. Tratando de encontrar un sentido a todo aquello, me fijé en la muchacha y fue al percatarme de su exótica belleza cuando caí del guindo:
«Mi prima la ha mandado para que me seduzca».
Ese descubrimiento en vez de molestarme, me hizo gracia y sin cortarme en absoluto, me dediqué a admirar a la cría mientras recogía mi ropa.
«Hay que reconocer que tiene un polvo», zanjé tras recorrer con la mirada su esbelto cuerpo. Teresa, así se llamaba la mujercita, parecía sacada de una revista de modas. Guapa hasta decir basta, sus movimientos irradiaban una sensualidad que no me pasó inadvertida.
«¡Más de uno!», decreté al descubrir que tenía un culo con forma de corazón cuando la vi agacharse a cerrar la primer maleta. «Joder, ¡cómo estoy hoy!», protesté mentalmente mientras trataba de ocultar la erección entre mis piernas.
La incomodidad que sentía se incrementó exponencialmente al notar que esa cría se había dado cuenta de lo que ocurría entre mis piernas y se ponía roja.
«Parezco un viejo verde», refunfuñé en silencio avergonzado y desapareciendo de mi habitación, fui a la cocina a tomar un vaso de agua aunque no tenía sed.
Consideré esa huida como una sabia retirada porque era consciente que en el estado de excitación en que estaba, cualquier acercamiento por parte de ella terminaría en mi cama. Lo que no sabía fue que Teresa usó mi ausencia para revisar los cajones de mi cuarto y que durante ese examen, encontró mi colección de películas porno.
«Menudo pervertido», me reconoció posteriormente que pensó al deducir por su contenido que las asiáticas eran una de mis fantasías.
Curiosamente ese hallazgo, la satisfizo aunque su jefa le había prohibido expresamente cualquier acercamiento conmigo. Sus órdenes eran únicamente el convencerme de acudir cuanto antes a filipinas.
―Es un muerto de hambre. Fuera de su entorno conseguiré que firme la renuncia― fueron las escuetas explicaciones que le dio.
Para desgracia de Ana, esa muchachita era ambiciosa y al conocer mi debilidad por su raza, no tardó en decidir que la iba a aprovechar a su favor. De forma que ajeno a las oportunidades que se me estaban abriendo sin saberlo, la mente de Teresa se puso a elucubrar un plan con el que seducirme.
«Maduro, soltero y solo, no tardará en caer entre mis piernas», sentenció mientras se veía ya como mi futura esposa. «Si consigo enamorarle, me convertiré en una de las mujeres más ricas de mi país».
Por mi parte, en la soledad de mi cocina, mi excitación no me daba tregua y a pesar de mis intentos, seguía pensando en esa jovencita.
«Aunque está buenísima», sentencié al sentir mis hormonas en ebullición, «no debo caer en la red que Ana me ha preparado».
Desconociendo que iba a producir un choque de trenes, y que mi deseo se iba a retroalimentar con su ambición. Levanté mi mirada al oír un ruido y descubrí a Teresa apoyada contra el marco de la puerta. La perfección de sus formas y la cara de putón desorejado de la muchacha echaron más leña al fuego que ya consumía mis entrañas.
―Ya he terminado― comentó con tono dulce al tiempo que hacía uso de sus impresionantes atributos femeninos en plan melosa.
Reclinando su cuerpo contra el quicio, esa cría se exhibió ante mí como diciendo: “soy impresionante y lo sabes”.
Reconozco que mis ojos estaban todavía prendados en su piel morena cuando ella incrementando el acoso a la que me tenía sometido, me dijo:
―Todavía faltan un par de horas para que salga nuestro avión. ¿Le importa que me dé una ducha?
No tuve que quebrarme mucho la cabeza para comprender que se me estaba insinuando y por un momento estuve a punto de negarle ese capricho, pero entonces y ante mi asombro, Teresa dejó caer uno de los tirantes de su vestido mientras insistía diciendo:
―Me siento sudada y me vendría bien para refrescarme.
Os juro que antes de darme tiempo de reaccionar, ese bellezón de mujer deslizó el otro tirante e impresionado solo pude quedarme admirando cómo se me iban mostrando la perfección de su curvas mientras su ropa se escurría hacía el suelo.
«¡Es una diosa!», exclamé mentalmente mientras todo mi ser ardía producto de la calentura que esa criatura había suscitado en mi cerebro.
Si su rostro era bello, las duras nalgas que pude contemplar mientras la muchacha salía rumbo al baño me parecieron el sumún de la perfección.
«Tranquilo, macho. ¡Es una trampa!», me tuve que repetir para no salir detrás de ella.
Todo se estaba aliando en mi contra. Si esa mañana alguien me hubiera dicho que estaría en ese estado de excitación solo cuatro horas después de haber despertado, lo hubiera negado. La preñez de mi prima había avivado el deseo que creía olvidado, la pasta de la herencia lo había intensificado pero lo que realmente me convirtió en un macho en celo fue esa cría cuando, llevando como única vestimenta un tanga negro, me preguntó desde el pasillo:
―¿No me va a acompañar?
Mis recelos desaparecieron como por arte de magia y acercándome a ella, me apoderé de sus pechos mientras forzaba los labios de esa joven con mi lengua. La pasión que demostró, me permitió profundizar en mi ataque y olvidando cualquier tipo de cordura, le bajé las bragas.
―¡Qué maravilla!― clamé alucinado al encontrarme con su depilado y cuidado sexo.
Su sola visión hizo que casi me corriera de placer, Teresa no solo estaba buena sino que de su coño desprendía un aroma paradisíaco que invitaba a comérselo. Estaba todavía pensando que hacer cuando esa filipina pegando un grito se abalanzó sobre mí e me bajó los pantalones.
Sobre estimulado como estaba, no hizo falta nada más y cogiéndola entre mis brazos, de un solo arreón la penetré hasta el fondo. La cría chilló al sentirse invadida y forzada por mi miembro, pero en vez de intentarse zafar del castigo, se apoyó en mis hombros para profundizar su herida, diciendo:
―Hazme el amor.
Cabreado por mi rápida claudicación y por el hecho que mi adversaria creyera que me había vencido, la contesté:
―No voy a hacerte el amor, voy a follarte― tras lo cual moviendo mis caderas, hice que la cabeza de mi pene chocara contra la pared de su vagina sin estar ella apenas lubricada. Mi violencia y la estrechez de su conducto hicieron saltar lágrimas de sus ojos pero su sufrimiento solo consiguió azuzar mi deseo.
Sin importarme su dolor ni siquiera esperé a que se relajara antes de iniciar un galope desenfrenado. Sus aullidos al sentirse casi violada con cada incursión, me alebrestaron y ya convertido en un animal, seguí machacando su coñó con mi verga. Durante largos minutos, su cuerpo fue presa de mi lujuria hasta que contra toda lógica, Teresa consiguió relajarse y comenzó a disfrutar del momento.
Supe que algo había cambiado en su interior cuando el cálido flujo que brotó de su sexo me empapó las piernas. Fue entonces cuando me percaté que esa cría se arqueaba en mis brazos con los ojos en blanco. Su rostro ya no mostraba dolor sino placer e involuntariamente colaboró con mi infamia abrazándome con sus piernas.
―Eres un salvaje― musitó saboreando ya cada una de mis penetraciones.
No me podía creer la excitación que me corroía, siendo ya cuarentón no di muestra de serlo al tener izada entre mis brazos a esa mujer sin dejar de aporrearla con mi miembro. Con renovada juventud, continué follándomela en volandas mientras en su cuerpo se iba acumulando tanta tensión que no me cupo duda que iba a tener que dejarla salir con un brutal orgasmo. Sin estar cansado pero para facilitar mis maniobras, la coloqué encima de una mesa, sin dejarla descansar. La nueva posición me permitió disfrutar con sus pechos. Pequeños como el resto de su se movían al ritmo que imprimía a su dueña. Teresa, cada vez más abducida por el placer, olvidó sus planes y berreando, imploró mis caricias. Respondiendo a sus deseos, los cogí con mi mano, y extasiado por la tersura de su piel morena, me los acerqué a la boca.
La oriental aulló como una loba cuando notó mis dientes adueñándose de sus pezones y totalmente fuera de si, clavo sus uñas en mi espalda. Sé que buscaba aliviar la tensión que acogotaba su interior pero solo consiguió que esos rasguños incrementaran mi líbido y ya necesitado de derramar mi leche dentro de ella, me agarré de sus tetas y comencé un galope desenfrenado, usándola como montura.
Para entonces, mis huevos rebotaban como en un frontón contra su cuerpo. El brutal ritmo que adopté hizo que mi verga forzara en demasía su interior de forma que cuando exploté dentro de su cueva, mi semen se mezcló con su sangre y mis gemidos con sus gritos de dolor. Agotado y ya satisfecho, me desplomé sobre ella pero Teresa, en vez de quejarse, siguió moviéndose hasta que su propia calentura le hicieron correrse brutalmente, gritando y llorando por el tremendo clímax que le había hecho tener.
―No puede ser― chilló dominada por las intensas sensaciones que recorrían su cuerpo y con lágrimas recorriendo sus mejillas, me reconoció que le había encantado antes de quedarse tranquila.
―Vamos a la cama― dije en cuanto se hubo recuperado un poco.
La muchacha, al oírme, sonrió pero tras pensárselo me dijo con voz apenada:
―Me encantaría pero tenemos que coger un vuelo.
Sintiéndome Superman, besé sus labios y le pregunté:
―¿Cuántas horas tarda el viaje?
―Catorce― respondió alegremente al intuir mis intenciones.
«Tiempo suficiente para seguir follando», me dije y dando un azote sobre su trasero desnudo, le comenté que se había quedado sin ducha.
La cría muerta de risa, contestó:
―No me importa, en el avión hay un jacuzzi ¡para dos!

Relato erótico: “Prostituto 12 Ayudo a Zoe a vengarse de su gemela” (POR GOLFO)

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Hay un viejo proverbio árabe acerca de la venganza que dice:
 
“Siéntate a la puerta de tu casa y verás el cadáver de tu enemigo pasar
 
La moraleja de esa frase se puede resumir en que el tiempo pone a cada uno en su lugar y que no siempre es necesario actuar porque muchas veces es el destino quien te brinda la posibilidad de vengarte. Eso fue lo que le ocurrió a Zoe en su eterna lucha con su hermana Jane.
Estaba desayunando con una marchante de arte, intentando exponer, cuando recibí la llamada de mi amiga. La teniente Blair, mi perra policía, estaba nerviosísima y casi a gritos me pidió verme:
-¿Te ocurre algo?- pregunté preocupado.
-No, pero tienes que ayudarme-
Cómo no tenía nada que hacer esa mañana,  quedé con ella en mi casa a las doce, tras lo cual,  colgué y me dediqué a convencer a la dueña de la galería para que me permitiera colgar mis cuadros en una muestra colectiva.
Al terminar y llegar a casa, estaba feliz porque había conseguido que esa mujer hiciera un hueco para mi obra. Sé que no fue muy ético pero os tengo que confesar que en contraprestación, me había tenido que tirar a esa cincuentona en el baño del restaurant. Cuando abrí la puerta de mi apartamento, me encontré con Zoe, tranquilamente sentada en el sofá del salón.
-Hola cachorrita- dije a modo de saludo.
Mi amante, tal y como habíamos acordado siempre que estuviera en casa, estaba desnuda y poniéndose en posición de sometimiento, aguardó  mi caricia. Tengo que reconocer que me gustaba verla así: de rodillas, con los brazos extendidos y la frente pegada al suelo. Esperó inmóvil hasta que pasé mi mano por su lomo y levantándole la cabeza, mordí sus labios.
-Puedes hablar- dije satisfecho por su entrega.
-Dueño mío, necesito su ayuda- contra lo que suele ser usual en una pareja como la nuestra, no me gustaba la palabra amo y por eso desde el inicio le obligué a referirse a mí como su dueño.
-¿Cuéntame?- contesté mientras me sentaba frente a ella y le hacía una seña que significaba que quería poseerla.
La rubia sonrió al ver que iba a tomarla y sin esperar nuevas instrucciones, me abrió la bragueta. No hizo falta que me motivara con su boca porque nada más liberar mi miembro, este se hallaba completamente erecto. Al percatarse de ello, mi zorrita se puso encima de mí y sin más dilación se fue ensartando lentamente. Zoe, sabía que me gustaba lento y por eso ralentizó su penetración. La lentitud de su empalamiento me permitió apreciar cada uno de los pliegues de su sexo y solo cuando sintió que mi glande chocaba con la pared de su vagina, me dijo:
-Uno de mis soplones me ha informado que esta tarde venden a mi hermana-
-¿Y?- contesté interesado a donde quería llegar porque antes que ella lo supiera, yo ya estaba informado porque desde que me la había tirado, había estado en contacto con ella. Nunca se lo dije a mi amante pero, Jane, al descubrir conmigo nuevas sensaciones, se quedó impresionada por esa forma de placer y contra mi opinión,  había seguido experimentando con la dominación y el sado.
-Me gustaría que la comprara – dijo mientras empezaba a incrementar su cabalgar.
-No lo comprendo- le respondí dando un azote a su trasero, ¿Para qué quieres que me haga con esa esclava?-
-Aunque es una hija de puta, también es mi hermana y temo por ella, mi dueño. Según mi contacto, puede ser comprada por una red de tráfico de blancas-
Supe que mentía descaradamente, le importaba una mierda lo que ocurriera con ella, lo que realmente quería es ser su dueña. Como con anterioridad ya había decidido hacerme con ella, le prometí que lo intentaría mientras con mis dedos le pellizcaba uno de sus pezones.
-Gracias- chilló de dolor al sentir la dura caricia e imprimiendo mayor velocidad a sus caderas, buscó corresponderme con un orgasmo.
La brutal excitación mostrada por mi cachorrita al oírme que iba a tomar como sumisa a su parienta, le traicionó.  Con sus pezones erectos como nunca, Zoe se puso a gemir como poseída al imaginarse a su hermanita siendo tomada por mí. Era tal su calentura que mordiéndole la oreja, le amenacé:
-Te prohíbo correrte, zorrita-
Mi veto la sacó de las casillas y casi llorando, me imploró que le diera permiso:
-¡No!- solté disfrutando de su angustia –ya tienes bastante premio con la puta que te voy a conseguir-
Zoe, asintió, consciente de que si quería colaborar en el adiestramiento de Jane, tenía que complacerme y por eso apretó sus mandíbulas en un intento de evitar que su cuerpo se dejara llevar por el placer. Al percatarme de sus esfuerzos, busqué su tropiezo diciéndole al oído:
-Me encantará ordenar a Jane que se coma tu coño. Estoy seguro que mi perrita estará feliz al sentir a su hermanita lamiéndole el chochito-
-Por favor- gritó desesperada, -¡No siga!-
La humedad que brotaba de su entrepierna me advirtió de la cercanía de su fracaso y decidido a que me obligara a castigarla, le detallé el modo en el que iba a jugar con mi nueva adquisición:
-Lo primero que voy a hacer es atarla desnuda a una mesa y pedirte que relajes su esfínter con la lengua-
La imagen de Jane a su merced terminó por asolar sus últimas defensas y sin poderlo evitar se corrió en silencio. Su fracaso y el saber que me había dado un motivo para azotarla fueron suficientes para que explotando en su interior, bañara con mi semen su vagina. Zoe, recibió mi simiente sin hablar y tras comprobar que me había vaciado, se levantó y caminando a gatas  hasta la cómoda del salón, sacó de uno de sus cajones mi fusta:
-Mi dueño tiene que aleccionar a su perra- dijo al llegar a mi lado.
Siguiendo el estricto protocolo aprendido para esos casos, le pedí que me pasara sus esposas. Al hacerlo, llevé sus brazos a la espalda y cerrando los grilletes en sus muñecas, la puse de pie con las rodillas estiradas. Entonces tirando de sus brazos, la obligué a bajar la cabeza de forma que puso su culo en pompa esperando el castigo. Esa era mi postura favorita ya que la sumisa al temer perder el equilibrio, experimenta un correctivo doble. Por una parte, sufre el dolor de los azotes pero por otra, al tratar de evitar la caída, ve forzado su columna por la acción de las argollas.
-¿Preparada?- pregunté.
-Sí, mi dueño-  contestó con un deje de alegría en su voz.
No tuve que ser ningún genio para conocer que tras esa aceptación, existía el convencimiento que el castigo iba a ser nimio en comparación con el placer que ver a su odiada hermana en mis manos le iba a proporcionar. Por eso en esa ocasión no me cohibí y dando inicio a su correctivo, le solté un duro latigazo.
-Ahh- aulló al sufrir el escozor del cuero sobre sus nalgas.
-No te quejes o esta noche será Jane quien lo haga-
Mi amenaza surtió efectos y a partir de entonces, mi cachorrita asumió sin protestar todos y cada uno de los flagelos que propiné sobre sus preciosos cachetes. Cuando terminé, sus nalgas mostraban un color rojizo producto de los golpes recibidos pero su cara delataba su satisfacción:
“Esa noche culminaré mi venganza” pensó sonriendo.
Adquiero una nueva cachorrita:
Había quedado con Zoe a las nueve en su casa. Al subirse en mi porsche, me satisfizo comprobar que había obedecido mis instrucciones y que bajo su gabardina, venía desnuda con el único adorno de su collar de esclava:
-Estás guapísima- le dije mientras acariciaba uno de sus pezones.
Gimiendo como una gata en celo, se retorció sobre el asiento del copiloto y separando sus rodillas, puso su sexo a mi disposición para que lo inspeccionara.
-Bien hecho- solté al comprobar que tal y como había dispuesto, llevaba alojado en el interior de su vulva un conjunto de bolas chinas.
-Lo que agrade a mi dueño, me hace feliz- respondió orgullosa de haber cumplido.
-Me alegra saberlo y como la casa donde vamos está retirada, me apetece relajarme-
-¿Puede su cachorra complacerle con una mamada?-
-Puede y debe- respondí sin retirar la mirada de la carretera.
La que puertas a fuera era una orgullosa teniente de la policía de Nueva York se agachó sobre mis rodillas y deslizando sus manos por mi entrepierna, sacó mi miembro de su encierro y me empezó a masturbar. Cuando comprobó que mi pene estaba erecto abrió sus labios y tras dar una de serie de besos a mi glande, se lo fue metiendo lentamente mientras con los dedos me daba un suave masaje a los testículos.
-Como no te esmeres más, va a ser la puta de tu hermana la encargada de las mamadas- le solté mientras forzaba su garganta presionando su cabeza contra mi sexo.
Temiendo verse desplazada usó la boca como si de su sexo se tratara, imprimiendo un ritmo feroz a su felación.  La  profundidad con la que se embutió mi pene en su interior hubiese provocado a cualquier mujer, no adiestrada para ello, dolorosas arcadas pero Zoe en cambio resistió impasible las violentas incursiones. Al cabo de unos minutos, no pude más y descargando en su boca mi placer, me corrí. Mi perrita no perdió la oportunidad de saborear hasta la última gota y después de lamer a conciencia mi pene, dijo sin levantar su mirada:
-¿Está mi dueño relajado? o ¿Desea acaso usar el culo de su propiedad?-
Solté una carcajada al escuchar sus palabras.
-Me gustaría pero tengo que reservarme para mi nueva perrita- le respondí sabiendo que al decirlo se consumiría de celos.
-Mi querido dueño, siento ser yo quien se lo diga pero deberá fijarse bien antes de hacer una oferta. ¿Quién sabe cuántas pollas ha tragado esa zorra?. Estoy segura que tendrá el coño escocido y el esfínter desgarrado de tanto usar-
-Y ¿Qué me sugieres?- pregunté viendo por donde iba.
-Deje que sea yo quien la inspeccione. Me dolería  que malgastara su dinero pagando demasiado por esa perra sin pedigrí-
Me hizo gracia que tratara de menospreciarla aduciendo a una supuesta falta de linaje, sobretodo porque ella y Jane compartían hasta el último de los genes al ser univetilinas y provenir ambas del mismo cigoto pero sabiendo que estaba influenciada por el odio, no dije nada y le permitir ser a ella quien la examinara. 
-Se lo agradezco, mi dueño amado- contestó temblando de la emoción.
Para entonces, acabábamos de llegar al chalet donde iba a ser la subasta por lo que le ordené que se pusiera una máscara que tapara su cara por completo-No quería que al ver que era la gemela de la subastada, subieran el precio artificialmente ya que en ese mundillo, una pareja de gemelas esclavas era algo infrecuente y por eso se valoraba en exceso.
Zoe se la colocó y bajándose del coche, me abrió la puerta. Tranquilamente, aguardó en posición de quieta. De pie, con las piernas abiertas, las manos a la espalda y la cabeza baja esperó a que saliera y cuando lo hice, puso en mis manos una correa que até a su collar.
-Vamos- ordené.
Mi perrita se dejó llevar y moviendo su trasero en señal de alegría, entró tras de mí en la casa. Tras unas breves presentaciones, donde obligué a Zoe a demostrar lo aprendido, nadie en ese lugar tuvo duda de hallarse frente a un amo estricto y dominante.
-¿Dónde está la carne?- pregunté al encargado de vender el lote.
El susodicho era un gigantesco negro con cara de pocos amigos que al oír mi tono, se me encaró exigiéndome respeto:
-¿No entiendo a qué se refiere?- respondí sin saber qué ley había infringido.
-No es carne sino ganado selecto- contestó con gesto serio –Nuestra mercancía  está al menos tan adiestrada como la suya-
-Veremos- dije aliviado por no haber metido la pata.
Acto seguido, me llevó a ver el género. Una docena de hombres y mujeres permanecían sobre una tarima, esperando que alguien del público pidiera inspeccionarlos. No me costó encontrar a Jane. La rubia se alegró al verme entrar pero al percatarse que su hermana me acompañaba, cambió de actitud y con gesto huraño, bajó la cabeza. Cómo no quería que nadie supiera de mis intenciones, me entretuve examinando lo expuesto antes de decirle a mi ayudante que inspeccionara a una preciosa negrita de grandes pechos.
Zoe no se hizo de rogar y cogiéndola de la coleta, la puso de rodillas y llevando sus manos tras la nuca, le obligó a poner recta su espalda, tras lo cual le abrió la boca y contándole los dientes, se dio la vuelta y me dijo:
-Amo, esta zorra parece sana. ¿Qué quiere que compruebe?-
-Dime que tal sabe- respondí como si nada mientras charlaba con un parroquiano interesado en mi asistente.
Zoe, tras meter sus dedos en el interior del sexo de la negrita, se los llevó a la boca y me contestó:
-Fuerte pero dulce, ¿quiere probarlo?-
-Sí, dame un poco-
Esta vez, mi ayudante forzó la elasticidad del sexo de la sumisa al introducirle tres dedos. La negra gimió al ver horadado su sexo pero sobre todo cuando deleitándome en su sabor, dije en su oído:
-Si no sales cara, esta noche dormirás conmigo-
El rostro de la esclava reflejó que dicha perspectiva sería de su agrado y obviando que estaba ante un público extenso, la morena adoptó la posición de esclava del placer por si me apetecía hacer uso de ella.
Solté una carcajada pero pasando a la siguiente sumisa que no era otra que Jane, le levanté la cabeza y mirándole a sus ojos, le pregunté su nombre:
-Mi nombre no importa, será el que mi nuevo amo me ponga- contestó altanera.
Su hermana aprovechó su arrogancia para  castigarla con un doloroso pellizco en los pezones. No se midió, cogiendo ambos entre sus dedos, se los estrujó y retorció hasta que con lágrimas en los ojos, Jane me pidió perdón diciéndome su nombre.
-Si llego a comprarte te llamaré “Chita”, no te mereces tener nombre de persona”- y dirigiéndome a Zoe, le pedía que la revisara.
Mi cachorra sonrió y poniéndose unos guantes, abrió las nalgas de su hermana y sin mediar palabra, forzó su esfínter introduciéndole todas las yemas de su mano.
-Me duele, puta- chilló quejándose del maltrato.
Su chillido provocó el silencio de los presentes y tuvo que ser su dueño de entonces,  el que pidiéndome perdón, le soltara un guantazo por la falta de respecto a un posible comprador.
-Amo, ¡Usted no comprende!- se trató de defender Jane, insistiendo en su desobediencia.
Su dueño cabreado porque tal actitud bajaba el precio que podría conseguir, trató de aminorar el daño, ofreciéndome usarla gratis.
-Yo no, pero le importa que sea mi perra la que la pruebe-
-Sí, claro- contestó el propietario porque un show lésbico podría hacer olvidar lo sucedido.
Tendríais que haber visto las caras de ambas al escuchar el permiso. Zoe no cabía de gozo, se la veía excitada y no pudo reprimir un grito de alegría cuando le ordené que se pusiera un arnés. En cambio su hermana estaba desolada. Con lágrimas en los ojos, esperó postrada sin poder hacer nada por evitarlo que la rival de su niñez llegara a su lado y abriéndole las nalgas, empezara a sodomizarla con violencia.
-¡Argg!- gritó de dolor al sentir campear al enorme pene de plástico por sus intestinos.
Mi sierva no se compadeció de ella e incrementando la velocidad de sus embates, la cogió de la melena a modo de riendas.
-Muévete puta. Demuestra lo que sabes hacer- le gritó a la vez que tiraba hacia atrás de su melena.
Temiendo una nueva reprimenda, Jane se mantuvo en silencio mientras su hermana disfrutaba de su posición y solo cuando forzando aún más su entrada trasera la agarró de los pechos, su propia calentura hizo que empezara a gozar. Al darme cuenta, obligué a mi cachorra a bajarse del estrado y volver a mi lado.
-¿Por qué me ha parado?- molesta, me susurró al oído.
-¿Eres idiota o qué?- contesté – Si la gente  se percatara de su orgasmo, subiría el precio-
Asintiendo con la cabeza, se arrodilló a mi lado y agachando la cabeza, me besó los zapatos en señal de obediencia. Su actitud servil consiguió la aceptación unánime de la concurrencia, llegando incluso uno de los amos presentes a decirme si estaba interesado en venderla:
-¿Cuánto pagarías?- pregunté ante la horrorizada mirada de Zoe.
El tipo tras pensárselo unos instantes, me respondió:
-Veinte mil dólares-
Solté una carcajada al descubrir que tenía un pequeño tesoro pero haciéndome el ofendido, contesté:
-Por ese precio, te la alquilo una semana-
Contra toda lógica, el fulano me pidió mi email para permanecer en contacto y como en ese momento nos avisaron que iba a dar inicio la subasta, quedamos en seguir hablando al terminar la misma. Para quien no lo sepa, en esos ambientes al primar la privacidad, todos los tratos se hacen por correo electrónico para evitar problemas con las autoridades.
-¿No pensarás venderme?- me susurró Zoe en cuanto el posible comprador se fue a ocupar su silla.
-Depende. En esta vida todo tiene un precio- respondí muerto de risa.
Mis palabras consiguieron inculcar el miedo en ella y temblando de terror, se mantuvo postrada a mis pies mientras el encargado subía al estrado con un altavoz.
El primer sujeto en ser subastado fue un culturista. Por sus músculos se notaba que dicho sujeto había invertido muchas horas en su cuerpo y eso se tradujo en el precio. De todos los presentes solo dos personas licitaron por él: una cincuentona con cara de mala leche y un mariquita escuálido. Al final fue el homosexual quien se lo llevó a casa por siete mil dólares ante el cabreo de la señora. En cambio, el rubio se mostró alegre al ser adquirido por un hombre.
La segunda liza consistió en dos mujeres de pelo castaño. Aunque a mi parecer eran insulsas y de segunda calidad, al ser bisexuales y mostrar un adiestramiento ejemplar, hubo un reñido  pugna por ver quien se las agenciaba y al final el comprador tuvo que pagar trece mil euros por incorporar a esos dos especímenes a su harén.
Como los siguientes lotes tampoco eran de mi agrado y quería que todo el mundo creyera que estaba interesado en la negrita, estuve alabando de sobremanera su belleza ante mis tertulianos.
Un árabe vestido de occidental, refutando mi gusto, adujo que la morena no era de su agrado porque la veía poco instruida.
-Eso es lo bueno. En las manos de alguien como yo, se puede convertir en una obra de arte. Fijaros en mi cachorra, cuando llegó a mí, no sabía siquiera hacer una mamada y ahora es una experta- y sin pedir opinión a la rubia que tenía a mis pies, le pregunté si quería una demostración.
El sujeto en cuestión aceptó mi sugerencia y ante la mirada pasmada de Zoe, la llevó hasta su silla y le obligó a hacerle una felación.
-No me falles o te arrepentirás- amenacé a mi perrita al ver el desinterés con el que se arrodilló frente al norafricano.
Mi advertencia espoleó su ánimo e imprimiendo todo su saber en la mamada, levantó el aplauso de los presentes. Al volver a mi lado, me preguntó con ira en sus ojos si estaba complacido con mi sierva. A modo de respuesta, le contesté en voz alta que sí y que a modo de premio, le permitía elegir entre el ganado a alguien para ser su esclavo:
-Dueño mío. Me gustaría que compraras a la tal “Chita”-
Indignado, recriminé su mal gusto, aduciendo que era un ejemplar del que difícilmente se podría sacar nada provechoso.
-Lo sé pero aun así la quiero. Deseo castigarla por el modo en qué se ha dirigido a usted-
Dirigiéndome al fulano que tenía al lado, soltando una carcajada, dije casi gritando para que todo el mundo se enterara:
-Por eso sigue siendo sumisa, le falta eso que diferencia a un instructor de un verdadero amo. Es acojonante que entre todo el grupo subastado le guste esa zorrita desobediente-
Todo el mundo me dio la razón.
La subasta seguía mientras tanto y por eso, cuando el organizador llevó a la mitad del estrado a la negrita, fui el primero en pujar:
-Dos mil dólares-.
La morena sonrió al ver que cumplía mi palabra. Se veía a la legua que deseaba ser adquirida por mí pero desgraciadamente para ella y en gran parte gracias a mí, su cotización subió como la espuma llegando el árabe a pagar por ella casi treinta mil dólares. Su antiguo dueño estaba como en una nube, ya que, ni en su mejor sueño pensaba recibir por ella más de cinco mil euros.
Fue entonces cuando sacaron a Jane a subasta. Increíblemente la concurrencia la recibió con pitos, de forma que al final conseguí comprarla por apenas mil quinientos pavos. La gemela se mostró desolada al enterarse que era yo su nuevo dueño y llorando dejó que su hermana le ajustara un collar con mi emblema.
-Tráeme a “Chita”- ordené sin descubrir todavía mis cartas.
Zoe arrastró a mi nueva adquisición hasta mí y obligándola a adoptar la postura de esclava del placer, me mostró orgullosa la captura.
-Aquí la tiene- dijo mientras le soltaba un azote en el trasero.
Lo que no se esperaba mi cachorra fue que en ese momento, le dijera:
-¡Quítate la máscara!-
Sin darse cuenta de mis intenciones, la teniente se despojó de su careta de modo que todo el mundo se percató que eran iguales. Lo que empezó siendo un murmullo se convirtió en un clamor cuando alzando la voz, pregunté al organizador si admitían nuevos lotes. Me contestó que por supuesto y ante la desolación de las gemelas, las puse a la venta advirtiendo que de no alcanzar el precio que creía justo por ellas, me las quedaría.
Como comprenderéis la venta de ese par de rubias alcanzó un precio desorbitado ya que todos querían quedarse con esos ejemplares tan extraños en ese mundo.  Alucinado contemplé la pelea que protagonizaron cinco amos por agenciarse a las dos muchachas. Cuando la subasta llegó a su fin, el precio se había elevado hasta los doscientos mil dólares. El postor no era otro que el árabe ricachón que había disfrutado de la mamada de Zoe. Fue entonces cuando el subastero me preguntó si estaba de acuerdo con esa suma.
-Todavía, no- respondí y dirigiéndome al tipo,  dije: -Si acepto me quedaría sin esclava. Si añades la negrita a esa cifra, ¡Son tuyas!-
El tipo cerró el trato con un apretón de manos. Como último favor le pedí que me dejara despedirme de las hermanas, a lo cual no puso ningún impedimento. Estaban todavía llorando cuando me acerqué a ellas.
-¿Por qué lo has hecho?- preguntó Zoe, completamente desecha.
-No creeréis que he olvidado vuestro chantaje. Como dicen en México: “perdono pero no olvido”-  e intercambiando esclavas, salí del local con mi morena sin mirar atrás.


Si quieres ver un reportaje fotográfico más amplio sobre las modelos que inspira este relato búscalo en mi otro Blog:     http://fotosgolfas.blogspot.com.es/
¡SEGURO QUE TE GUSTARÁ!

Relato erótico: “Intercambio de madres (Parte 1 de 2)” (POR TALIBOS)

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INTERCAMBIO DE MADRES (Parte 1/2):

Hace un par de meses, leí una noticia en el periódico que me causó un profundo malestar. En ella se contaba la historia de una mujer, estadounidense, de unos 40 años y relativamente famosa por haber sido animadora en la NBA, que se había declarado culpable del delito por el que estaba siendo juzgada para obtener una reducción de pena. Dos años le cayeron.

¿Su crimen? Haber mantenido relaciones íntimas con un amigo de su hijo, un chaval de 17 años y, por tanto, menor de edad.

Y yo me pregunto… ¿En serio un chico con esa edad es tan inocente como para dejarse “pervertir” por la mujer? O más bien podría decirse que el chico había “triunfado”, obteniendo sexo con una bella mujer (ex-cheerleader, insisto) y, una vez descubierto el pastel, la pobre era la que acababa pagando el pato…

Estoy de acuerdo con que los corruptores de menores, los pederastas y demás, deberían acabar en la cárcel y, después, tirar la llave bien lejos, pero, ¿es así éste caso en particular? ¿En serio somos tan inocentones que pensamos que un chico de 17 años no sabe dónde meterla?

Espero que no juzguen a la animadora yanqui con excesiva dureza porque, si es así, seguramente pensarán que a mí deberían fusilarme.

Por eso me sentí mal al leer la noticia. Porque mi historia… es muchísimo peor.

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Todo empezó hace 6 meses… Bueno, no. La verdad es que la cosa venía de antes.

Ahora que lo pienso, lo mejor sería hablarles primero un poco de mí, para ponerles en antecedentes.

Mi nombre es Elvira y soy un poco más joven que la mujer del periódico. Nací en el 80, así que tengo 35 años recién cumplidos. Soy madre de Borja, un chico estupendo, alto, guapo, estudioso, buen deportista… qué les voy a decir, es mi hijo.

El mejor amigo de Borja es Sergio, el origen de todos mis desvelos. También es muy guapo, un poco más bajo que mi Borja, que mide 1,90, también buen estudiante, aunque no tan aficionado a los deportes como su amigo.

Son inseparables desde párvulos y siempre se les ve juntos. Sergio llegó incluso a apuntarse al equipo de baloncesto donde juega Borja, a pesar de que no es lo suyo, sólo para pasar más tiempo con él. Como no se le daba muy bien, dejó el equipo muy pronto pero, como es un chico serio y responsable, consiguió que el entrenador le diera permiso para participar (cuando le apetecía) en la parte física de los entrenamientos.

Los chicos se criaron como hermanos, repartiendo el tiempo entre mi casa y la de Úrsula, la madre de Sergio, madre soltera como yo.

Bueno, decir que soy madre soltera no es del todo correcto, ni tampoco divorciada, pues, en realidad, mi matrimonio fue declarado nulo por un juez, gracias a la intervención de mi tío Elías, el abogado. Les cuento.

En mis años de instituto yo era (supongo que como todas) una jovencita bastante estúpida y con la cabeza llena de pájaros. Eso me llevó a colarme por un compañero, Rogelio, quien, a pesar de su horrible nombre (él también lo odiaba, haciendo que todo el mundo le llamara Charlie), estaba buenísimo, con su pinta de malote y su actitud desafiante. Nos tenía a todas loquitas.

Pero fui yo la que acabó llevándose el gato al agua, logrando que me pidiera para salir empleando algunas técnicas de seducción muy poco sutiles. Me sentí la reina del instituto cuando logré mi objetivo, gozando al sentir cómo las miradas de odio de las demás chicas se clavaban en mi espalda, cuando se descubrió que Charlie estaba saliendo conmigo.

No pasó mucho tiempo de noviazgo antes de que Charlie anunciara que estaba ya “hasta los cojones de tanta paja” así que, temerosa de que me dejara tirada y se fuera con otra que le diera lo que deseaba (candidatas no le iban a faltar) consentí en que se metiera dentro de mis bragas una calurosa tarde primaveral en su dormitorio, donde habíamos quedado para “estudiar”.

No fue bonito, no, no tuve una primera vez placentera y maravillosa como he leído en otras historias; fue bastante sórdido e insatisfactorio. Yo había visto su verga ya muchas veces y la había sopesado manualmente en más de una ocasión (como ya habrán deducido de su comentario anterior), pero, que te metan esa cosa dura y pringosa cuando tú, en el fondo, no estás preparada… boba de mí.

Alguna vez he escuchado la estupidez de que una no puede quedarse preñada cuando lo hace por primera vez. Y un jamón. Chicas, no os lo creáis, que es mentira. Doy fe.

Aún recuerdo a mi padre, descalzo, vestido únicamente con el pantalón del pijama y una camiseta de tirantes, aullando en el salón como un poseso, con el arma reglamentaria de la benemérita en la mano, intentando escapar de la presa que le hacía mi madre, para ir en busca “del hijoputa que le había desgraciado a la niña y volarle los huevos”.

Así, sin comerlo ni beberlo, el pobre Charlie (que lejos de ser el tipo duro que aparentaba, era un ceporro de cuidado) se vio obligado a casarse conmigo, por lo civil, porque el cura del barrio, en cuanto se corrió la voz del bollo que estaba cocinando, se negó en redondo a celebrar la ceremonia para aquellos pecadores.

Con semejantes precedentes, no es de extrañar que mi matrimonio fuera un éxito. En honor a Charlie, hay que reconocerle que aguantó como un campeón casi dos meses cambiando pañales y trabajando de repartidor en el curro que mi padre le había buscado y luego… se quitó de en medio.

Bien pensado, tan ceporro no debía de ser el muchacho, porque lo cierto es que desapareció sin dejar rastro, a pesar de los intentos de mi padre (con la ayuda de la guardia civil, no lo olvidemos) de localizarle para cumplir por fin su amenaza. No sé, quizás se metió en la Legión Extranjera, vete tú a saber.

Los siguientes años fueron bastante jodidos. Vivía en casa de mis padres, con mamá ayudándome en todo lo que podía y papá lo mismo, aunque haciéndose el duro y simulando seguir enfadado conmigo, mientras le pasaba dinero a escondidas a mi madre para que me lo diera a mí, para ayudarme con los gastos.

También me ayudaron mucho mis tíos, Elías y Carmen. Como dije antes, fue mi tío el que logró, unos meses después de la desaparición de Charlie, que mi matrimonio fuese declarado nulo.

Mi tía Carmen me pagó un curso de administrativa por correspondencia y me ayudó a conseguir trabajo como secretaria en una inmobiliaria. Pero pronto me di cuenta de que, como se ganaba dinero de verdad, era con la venta de inmuebles, así que me preparé a conciencia y conseguí que el dueño (caída sugerente de ojos mediante) me pusiera a prueba como vendedora. Y me fue muy bien.

El trabajo se me daba de miedo y pronto empecé a ganar lo suficiente como para abandonar el hogar familiar (aunque no me fui muy lejos, alquilando un piso en el mismo edificio). Ya sé que pensarán que fue una tontería por mi parte, total, mudarme para irme justo al lado, pero mis padres se sintieron mejor viendo que su hija era capaz de abrirse camino por si sola, así que no dudé.

Un par de años más tarde abandoné mi trabajo en la agencia, cambiándola por otra más importante, especializada en viviendas de lujo y la cosa me fue todavía mejor. No hice muchas amistades en el trabajo, pues, a esos niveles, el negocio es bastante competitivo, así que de compañerismo mejor ni hablamos. Como se me daba bastante bien, desperté envidias y recelos, pero a mí me daba exactamente lo mismo, pues yo estaba allí sólo para ganar pasta y darle la mejor vida posible a mi hijo, no para caer simpática.

Reconozco que un poco perra sí que fui, pisándoles ventas a los demás cada vez que me surgía la oportunidad sin cortarme un pelo, exactamente igual que hacían ellos en cuanto podían, no crean, sólo que… a mí se me daba mejor.

Por eso me gané fama de cabrona (merecida) y también de puta (inmerecida), extendiéndose el rumor entre mis compañeros de que no me cortaba a la hora de follarme a un comprador, si con eso conseguía cerrar una venta.

Les juro que eso es del todo falso. Sólo en una ocasión salí con un cliente y fue sencillamente porque nos gustábamos, sin segundas intenciones. Pero la gente se enteró y la fama permaneció.

Me daba igual. Que murmuraran cuanto quisieran. Lo único importante para mí era Borja.

Yo ponía el alma en cada venta, currándomelo de verdad y usando todos los recursos que tenía disponibles. Mi inteligencia, mis conocimientos, mi don de gentes… y sí, por qué no decirlo: mi atractivo físico.

Sé que soy una mujer seductora. Siempre lo he sabido y he procurado sacar el mejor partido de ello. Nadie me censuraría por utilizar mi inteligencia para hacer bien mi trabajo así que: ¿por qué no iba a usar el atributo de mi belleza, si al fin y al cabo también me la había suministrado la naturaleza?

Me consta que soy sexy y he usado esa ventaja tanto como he podido. Unas veces salía bien, como cuando lograbas una venta poniendo de buen humor al cliente, simplemente por llevar un botón de más en la blusa desabrochado y otras veces salía el tiro por la culata, como cuando un imbécil te hacía un bombo a ti en vez de a otra, sólo porque te escogió por ser más guapa que las demás.

Así que veo mi aspecto físico como un factor útil en mi trabajo, una herramienta más y, por supuesto, las herramientas hay que cuidarlas, por lo que acudo al gimnasio al menos dos veces por semana, para mantener los muslos firmes, el culo prieto y las tetas apuntando al frente.

Vale, vale, ya sé que lo que quieren ustedes es que sea un poco más concreta. De acuerdo, les diré que soy de cabello castaño, ojos azules, 1,70 de altura, peso 54 kilos y mis medidas son 94, 61, 90, un poquito tetona, pero no está nada mal ¿eh?

Desde luego, a Sergio sí que le parecía atractiva, eso puedo asegurarlo.

Sergio y Borja. Borja y Sergio. Siempre juntos. Dos de los tres mosqueteros. Siempre por casa, me acostumbré a verle si no como un hijo… al menos como un sobrino muy querido. Y Úrsula veía igual a Borja.

Por el título de la historia, habrán deducido que Úrsula también tiene un papel protagonista en todo esto, ¿verdad? Os hablaré un poco de ella.

Madre soltera, como yo, también se había visto obligada a criar a su hijo casi sola (con la única ayuda de sus padres), pues el tiparraco que la preñó no quiso saber nada de ella (lo que, bien mirado, fue una suerte), por lo que su vida se parecía bastante a la mía, aunque, en su caso, siendo maestra, el sueldo no le daba para demasiadas alegrías, por lo que seguía viviendo en un pequeño apartamento junto a su vástago, mientras que yo había comprado a través de la agencia una preciosa casa mata de enorme patio, junto al parque, abandonando años atrás el edificio en que me crié.

Era por eso (y sobre todo por la piscina que teníamos en dicho patio) que los chicos, de pequeños, preferían estar en nuestra casa antes que en su piso, aunque, a medida que fueron haciéndose mayores, equilibraron los ratos que pasaban en ambos hogares, prácticamente alternando las visitas en casa de uno o del otro.

Úrsula había sufrido una experiencia similar a la mía; chica tonta (un par de años mayor que yo), novio universitario salido y preñez al canto, sólo que sus padres se habían mostrado más comprensivos que los míos, no obligándola a matrimonios glamurosos, encargándose además de criar a Sergio mientras ella lograba terminar magisterio.

Curiosamente y a pesar de los claros paralelismos de nuestras vidas, nunca llegamos a congeniar por completo. Nos apreciábamos, por supuesto y ambas confiábamos la una en la otra a la hora de encomendarnos a nuestros respectivos retoños, pero la amistad no acabó de cuajar.

No sé, quizás fue que, en el fondo, las dos nos sentíamos un poco molestas cuando estábamos juntas, pues sentíamos que, por una vez, las miradas que los hombres nos dedicaban habitualmente se repartían entre dos, en vez de ser sólo para una.

Lo admito. Úrsula está muy buena.

Como he dicho, ya ha cumplido los 37, pero he de reconocer que se conserva muy bien. Sé que también va al gimnasio, aunque no al mismo que yo, cosa que creo es a propósito, pues el mío queda bastante cerca de su casa.

Rubia, tetona y con un culo que hasta yo le he dedicado un par de miradas apreciativas y eso que las mujeres no me atraen en absoluto. No es de extrañar pues, que mi Borja no se conformara en pasar todas las tardes en mi casa y quisiera estar de vez en cuando donde pudiera regalarse la vista con la jamona mamá de su amigo. Menos mal que Úrsula es profesora de primaria, porque, de haber sido maestra de instituto, apuesto a que sus clases, rodeada de mozos en plena pubertad, habrían sido un auténtico espectáculo.

Y Sergio… exactamente igual… pero conmigo.

Como dije antes, los acontecimientos que voy a narrar tuvieron su inicio hace seis meses, pero ya desde mucho antes había observado el franco interés que Sergi sentía hacia mí. Bueno hacia mí exactamente no, más bien hacia mis tetas y mi culo.

Qué quieren que les diga, yo sabía perfectamente que el chico me encontraba atractiva y lo cierto es que jamás le di importancia.

Ya tengo 35 años, sé que todavía soy joven, me mantengo en forma y aún me quedan por delante muchos buenos años; pero, aún así, reconozco que, cuando me miro en el espejo y descubro alguna arruguita aquí o algún centímetro de más allá, me siento un poco mal y el hecho de que un jovenzuelo imberbe, que debía de estar rodeado de guapas jovencitas de instituto, me echara disimuladas miraditas cada vez que podía… me halagaba profundamente.

Aún recuerdo cuando los niños eran pequeños, 7 u 8 años y Úrsula o sus padres los traían a casa para que pasaran la tarde. El pequeño Sergio, que era un torbellino, entraba disparado para abrazarme y darme un beso entre risas. Era un niño abierto y extrovertido, una alegría de chaval…

Pero… cuando llegó la pubertad… los besos y abrazos desaparecieron como por ensalmo y, a cambio… aparecieron los rubores, las miraditas culpables y el azoramiento al hablar. La edad del pavo, vaya.

Yo sabía perfectamente que el pobre chico se me comía con los ojos, más de una vez le sorprendí mirándome el escote, o deleitándose con mi trasero en cuanto me daba la vuelta.

Por cierto, permítanme que haga un inciso; no sé qué les pasa a los hombres, no importa la edad que tengan, se creen que pueden mirar a una mujer con las babas colgando y que nosotras, aquejadas de algún tipo de ceguera selectiva, no nos enteramos de nada.

Sois gilipollas. Nos damos cuenta siempre, lo que ocurre es que no puedes pasarte la vida pegándoles gritos a los tíos que se asoman en tu canalillo y montando broncas con todos. Además, como ya habrán deducido antes, cuando les hablaba de mis “técnicas de venta”, lo justo es reconocer que no me molesta precisamente que me miren.

Y, si el que me mira, es un guapo jovencito… admito que hasta me agrada.

No, no me malinterpreten, no estoy diciendo que fuera provocando al chaval para ponerlo cachondo y sentirme guapa, eso no es verdad. Yo no hacía nada especial para acentuar su interés; simplemente… no le hacía caso.

– Si quiere mirar… que mire – me decía a mí misma.

Sabía que el chico estaba en plena pubertad y era obvio que yo le gustaba, así que… ¿qué tenía de malo si, cuando estaba dándole a la manivela, (seguro que varias veces al día, como mi Borja) tenía en la mente la imagen de mi escote en vez del de la actriz, cantante o compañera de clase de turno? Yo no veía nada de malo en ello.

Y de hecho, nada malo pasó. Los chicos siguieron pasando por casa con tranquilidad, Sergio se mostraba amable y con confianza cuando yo estaba presente, sólo que un poquito más tímido que cuando era un crío y eso era normal ¿no?

Hombre, tampoco voy a decir que no me gustara provocarle un poquito, ya saben, por darle gusto al ego. Pero siempre eran cosas inocentes, como ponerme a tomar el sol en bikini cuando estaban los dos en la piscina, o preguntarles a ambos su opinión sobre cómo me quedaba la minifalda que pensaba llevar por la noche en la cita con el galán de turno, mientras me regocijaba interiormente al leer la franca admiración en los ojos del chico. Ya ven, cosas sin importancia, lo justo para satisfacer mi vanidad.

Hasta el día de la torcedura.

Por si no lo saben, ese día aconteció hace 6 meses, ja, ja, como si no lo hubiese dicho ya. Perdonen la broma, ahora que voy a meterme en materia, me he puesto incomprensiblemente nerviosa.

Ese día empezó con intensidad, con una sorpresa imprevista, pero, contrariamente a lo que esperan si han leído desde el principio, el origen de mi turbación no fue Sergio, sino Borja, mi hijo.

Aunque, supongo que el sobresalto que tuve yo, no tuvo ni punto de comparación con el suyo.

A ver, mamás que tenéis o habéis tenido hijos adolescentes y que estáis leyendo esta historia, estoy segura de que más de una os habréis visto envueltas en situaciones similares.

Me levanté un poco antes de lo habitual, sin que el despertador llegase a sonar y, como todos los días, me di una ducha rápida. Tras hacerlo, me medio vestí y, estúpida de mí, al no haber escuchado a Borja levantarse (como digo, era temprano, aunque yo no era demasiado consciente de ello) fui a buscarle a su cuarto, olvidándome de llamar mientras terminaba de secarme el pelo con una toalla.

Seguro que ya se barruntan el espectáculo que me encontré.

Borja estaba sentado frente a su escritorio, con los boxers bajados hasta los tobillos, aferrando con su mano derecha una bastante respetable erección, agitándola frenéticamente mientras no se perdía detalle de la pareja que follaba despendolada en el monitor de su ordenador.

Bueno, en realidad es más correcto decir que eso estaba haciendo hasta la milésima de segundo precisa en que la tonta de su madre entró en su cuarto sin llamar y le sorprendió en plena paja, pues, en cuanto la puerta se abrió, el pobre chico pegó un bote en su asiento y, a la velocidad de la luz, se agachó y se subió de golpe los calzones, tapándose el asunto como buenamente pudo mientras gritaba enojadísimo:

– ¿Se puede saber qué haces? ¿Es que no sabes llamar?

Yo estaba estupefacta, patidifusa, de pie en el umbral, con una mano aferrada al pomo de la puerta y con la otra sosteniendo la toalla sobre mis húmedos cabellos, paralizada bruscamente en su tarea de secarme el pelo.

– Pe… perdona, Borja – balbuceé – Creí que te habías quedado…

– ¿Te quieres largar ya? – aulló el pobre, colorado como nunca antes le había visto.

– Sí claro, perdona… me voy – dije, reaccionando por fin.

Salí del dormitorio, sintiéndome avergonzada y, en el fondo, un poquito divertida por la situación. En cuanto cerré, se escuchó un golpe sordo contra la puerta y pude imaginarme perfectamente a mi hijo arrojando un cojín hacia donde estaba segundos antes la tonta de su madre.

Poco a poco, fui despertando del shock y entonces le encontré el lado cómico al asunto. Me eché a reír, pero, temiendo que Borja me escuchara y echar así más aceite al fuego, me tapé la boca con la mano para sofocar las carcajadas y regresé a mi cuarto para terminar de vestirme.

– ¿Seré idiota? – me regañé en silencio mientras me miraba al espejo para maquillarme – Desde luego… a quien se le ocurre.

Meneé la cabeza, divertida.

– Por lo menos, el chico está en forma. Quemando energías ya de buena mañana.

Y me reí de nuevo.

Supongo que todas las madres de adolescentes me entenderán; no soy estúpida y desde años atrás era plenamente consciente de que, sin duda, Borja se dedicaba a darle al manubrio siempre que podía; pero, una cosa es saberlo y otra muy distinta enfrentarte con la confirmación visual de que tu hijito anda ya muy… despierto.

Obviamente, había tenido muchos indicios antes, duchas más largas de lo normal, clave en el ordenador para que su mami no pudiera fisgar donde no debía, algún rastro pegajoso en sábanas o ropa interior… pero coño, encontrarse de bruces con tu querido hijo meneándosela… tiene su aquel.

Un rato después, un bastante serio e indignado Borja se reunía conmigo en la cocina, donde le esperaba su desayuno ya preparado. Queriéndome hacer perdonar, le había preparado tortitas, su desayuno favorito y no me había andado con melindres en cuanto a la cantidad.

Cuando entró en la cocina, pude calibrar perfectamente que estaba molesto, pero, sobre todo, avergonzado, así que decidí intentar quitarle hierro al asunto, usando un poquito de humor.

– Toma, cariño – le dije ubicando un gran plato de tortitas frente a él – Tienes que recuperar energías, después de tanto esfuerzo…

Se quedó atónito, mirando a su madre con la boca abierta sin saber qué responder. No aguantando más, me eché a reír y le abracé, besándole el cabello.

– Anda, que… ya te vale – dijo enfurruñado en cuanto le liberé de mi abrazo – Podías llamar a la puerta, leñe. ¿No has oído hablar de la intimidad?

– Perdona, cariño – le dije todavía sonriente – Comprendo que te dé vergüenza que tu madre te pille haciendo esas cosas. Te pido perdón, ya sabes que siempre llamo, pero iba pensando en la reunión de hoy y no me di cuenta…

– Sí, ya, lo que sea. ¿A ti te gustaría que yo entrara en el baño sin llamar cuando te estás duchando?

– Ay, nene – dije juguetona – ¿Es que quieres ver a tu mami desnudita?

– Déjate de bromas – dijo un poco cortado – Que estoy cabreado.

– Y te pido perdón, Borja. Tendré más cuidado de aquí en adelante. Ahora que sé que mi niñito practica ese tipo de… actividades – dije burlona.

– Mamá… – me reconvino él.

– No sé, cariño. Podías colgar una corbata en el pomo de la puerta cuando vayas a ponerte en faena… – seguí con la broma.

– Mamá – dijo él juntando las manos como si rezara – Te lo suplico, déjalo ya. Bastante vergüenza he pasado…

– Vale, vale – concedí – Perdona. Pero no seas tonto, no tienes nada de qué avergonzarte. Es la cosa más natural del mundo. Todo el mundo lo hace. Hasta yo lo hago – admití sin cortarme, tratando de restablecer la confianza.

– Sí, ya lo supongo. Pero, reconoce que es un palo que tu madre te pille… haciendo eso.

– Que sí, que sí. Mea culpa. Lo admito. Te pido mil disculpas.

– Ya está bien. Dejémoslo ya.

– ¿En serio? – dije riendo – ¡Vaya! Y yo que creía que por fin había llegado la hora de tener la charla de las abejitas y las florecitas. ¡Vaya chasco!

– Tranquila, mamá – dijo Borja, mucho más relajado – Esa charla es innecesaria. Soy autodidacta.

– Ja, ja. Muy gracioso. Claro, con tanta Internet, películas y demás, los jóvenes de hoy en día os enteráis de estas cosas bien pronto. Pero ten cuidado, que todo lo que puedes encontrar así son tonterías. Ya sabes, si tienes alguna duda…

– Hablaré con el consejero que nos da las charlas de educación sexual. Gracias, mami.

– ¡Tonto! Lo que digo es que puedes preguntarme lo que quieras.

– ¡Claro! Y aguantar tus cachondeítos hasta que me vaya de casa. Además, mamá, no sé si tú eres la más apropiada para darme una charla sobre planificación familiar y eso, ¿no? – dijo sonriente, guiñándome un ojo.

Yo jamás le había ocultado su origen a mi hijo, ni cómo fue concebido, ni quién era el imbécil de su padre. Él, acostumbrado a ello, no se cortaba en hablar del tema conmigo, bromeando incluso, sin ninguna clase de problemas.

Viendo que empezaba a hacerse tarde, me levanté de la mesa y, tras dejar mi taza en el fregadero, me acerqué de nuevo a mi hijo y volví a abrazarle.

– En eso tienes razón. Y, además, con todos los años que faltan para que me dejes solita. Porque, tú no vas a irte nunca ¿verdad?

– En cuanto cumpla los 18, me piro – respondió él, continuando con una broma que nos traemos desde tiempo atrás.

– De eso nada, monín. Tú te quedas aquí conmigo.

Recogí el bolso y salí de la cocina. Pero, en el último momento, se me ocurrió otra cosa y, volviéndome a asomar desde el umbral le dije:

– Oye, Borja, por cierto. ¿Tú eres virgen? Y no, haberlo hecho con tu manita no cuenta…

Y me largué disparada de allí tras verle enrojecer de nuevo, sin darle tiempo a que me arrojara la tortita que se estaba comiendo, como estaba a punto de hacer.

Como les he dicho, el día empezó con sorpresa. La anécdota no tenía mayor importancia, era una tontería propia de la convivencia, seguro que muchos de ustedes tienen historias similares, pero, esa mañana… no sé que me pasó, pero lo cierto es, que la visión del pene erecto de mi hijo… me perturbó un poco.

No sé. Quizás influyó en mí que llevaba ya algún tiempo sin una cita, pues, últimamente había estado tan liada con el trabajo que había rechazado todos los intentos de acercamiento masculinos, así que llevaba una buena temporada sin sexo (descontando el que me procuraba yo solita, como Borja).

Mientras conducía, rememoraba divertida la anécdota matutina, pero centrándome más de lo apropiado en la erección, que parecía haber quedado grabada en mis retinas, pues bastaba un simple parpadeo para poder verla de nuevo en toda su plenitud.

– Bueno, parece que mi hijo no está nada mal armado – dije en voz alta en la soledad de mi coche.

Por fortuna, pronto llegué a la casa donde estaba citada con mis futuros (así lo esperaba al menos) clientes y pude concentrarme en el trabajo. Se trataba de un matrimonio más o menos de mi quinta, padres de 2 hijos, el mayor de los cuales tendría la edad de Borja. El hecho de que hubieran traído a los chicos a ver la casa, haciéndoles faltar al colegio, me indicó que la venta estaba muy próxima.

Mientras les enseñaba (ya por tercera vez) la vivienda, me fijé en que el chico, el jovencito, literalmente me devoraba con los ojos, lo que me recordó a Sergio. Y a Borja y su…

– Vaya, vaya, amiguito – pensé en silencio mientras el chico me miraba las tetas con disimulo – Mira cuanto quieras guapín, pero no te olvides de decirle a tus papás que la casa te encanta, así podrás verme más veces, cuando quedemos para firmar el contrato, por ejemplo.

Pero claro, no dije nada, limitándome a dedicarle una cálida sonrisa al chico, que le hizo ruborizarse.

– ¡Qué mono! – pensé – Pero, apuesto a que no la tienes tan gorda como mi Borja…

Dejé al chico solazarse la vista cuanto quiso, fingiendo no darme cuenta de nada. Su papi también me dedicó un par de miradas apreciativas, pero con mucho más cuidado, para que no se diera cuenta la parienta.

Yo, experta en esas lides, me había vestido ese día con bastante recato, con falda por debajo de la rodilla y una blusa correctamente abrochada, debajo de una chaqueta a juego con la falda, pues no es buena idea lucir demasiada carne cuando la esposa del comprador le acompaña en la transacción.

Así que, sabiendo cómo manejarme perfectamente en esas situaciones, procuraba estar en todo momento con la mujer, bromeando y charlando con ella, para que viera lo simpática y atenta que era yo y que en modo alguno iba a intentar flirtear con su marido. Y, de paso, al mantenerla distraída, permitía que el buen hombre se regalara la vista como hacía su hijo.

Si sois vendedoras, os voy a dar un consejo: no cabréeis a la mujer tratando de mostraros demasiado simpáticas con el marido. La venta se os cae seguro (obviamente, se aplica lo mismo a los vendedores y las esposas).

Pues bien, la cosa salió a pedir de boca y sellamos el compromiso de compra esa misma mañana.

Contenta porque todo hubiera salido tan bien, decidí tomarme el resto del día libre y, pensando en resarcir un poco a Borja, se me ocurrió llamarle para invitarle a almorzar. Como sabía sus horarios de clase, le di un toque justo durante el último de sus descansos.

– Dime, mamá – resonó su voz en el coche a través del manos libres.

– Hola, tesoro. Te llamo porque he terminado antes de lo que esperaba y he pensado en invitarte a comer. Dile a Sergio que se venga.

– Vaya, pues vienes que ni pintada – dijo mi hijo.

– ¿Por qué?

– Verás. Este idiota ha tropezado antes en un escalón y se ha torcido un tobillo. Me iba a saltar la última hora para ir a casa a por la moto para llevarle, pero si tú vienes a por nosotros, de coña.

– ¿Sergio? – dije preocupada – ¿Qué le ha pasado? ¿Es grave?

– ¡Nah! No es nada. Una torcedura. Pero le duele al apoyar el pié.

– Vale. Quedaos ahí a la hora de salir y yo os recojo.

Una hora más tarde y tras haber aprovechado el rato para llevar el coche a lavar, recogí a los dos jóvenes en la puerta del instituto.

Sergio, efectivamente, iba a la pata coja apoyado en el hombro de mi hijo, que cargaba además con las mochilas de ambos.

– Hola, Elvira – saludó tímidamente Sergio cuando detuve el auto frente a ellos.

– Hola guapo. Qué mala pata, ¿eh? – dije riéndome mientras miraba su pie alzado.

– Muy graciosa mamá – dijo Borja con la voz un poquito tensa por el esfuerzo – Anda, sube atrás, mandril y pon el pie en el asiento, que irás más cómodo.

Ayudado por mi hijo, Borja se ubicó en el asiento trasero, apoyando la espalda en la puerta detrás del pasajero y estirando la pierna sobre el acolchado.

– ¿Y cómo te has apañado? – pregunté mirando hacia atrás, asomándome entre los dos asientos.

– Porque es imbécil – intervino Borja entrando en el coche y saludándome con un beso en la mejilla – Iba mirando lo que no debe y claro…

– ¿Lo que no debe? – pregunté divertida, barruntándome por donde iban los tiros – Adónde irías mirando tú, alma de cántaro, a alguna chica guapa, sin duda.

– Y tanto – continuó con la burla Borja – Celia, que iba hoy en minifalda, venía bajando las escaleras… éste que subía…

– Calla, idiota – farfulló Borja, intentando darle a su amigo un coscorrón.

– No te preocupes. Déjale que se ría. – intervine – Luego, en el almuerzo, te cuento una cosa que ha pasado esta mañana…

– ¡MAMÁ!

Esto es una especie de poder que tenemos todos los padres, no importa lo seguros en si mismos que sean nuestros hijos, todos tenemos la capacidad de avergonzarles a poco que nos lo propongamos.

Y así, entre risas, conduje a los dos jóvenes hasta un restaurante que nos gustaba mucho, donde comimos estupendamente.

Al terminar, me ofrecí a llevar a Sergio a su casa, pero Borja me dijo que habían pensado estudiar un rato, así que era mejor que fuéramos a casa y luego él mismo llevaría a Sergio en la moto.

Pero la cosa no salió así.

………………………………………………

Cuando llegamos, los chicos se ubicaron en el salón, en la mesa grande, con un montón de libros encima, con el aire acondicionado puesto a toda hostia, pues, a pesar de ser un día primaveral, hacía bastante calor.

Yo, que no tenía nada mejor que hacer, pensé que era buena idea relajarme un rato tomado el sol y dándome un bañito en la piscina, así que, tras anunciar mis intenciones, dejé a los chicos liados con sus estudios y, una vez vestida con el bikini, me fui a una de las hamacas, acompañada de un refresco bien frío y de un buen libro.

Y no, no hice lo que están pensando. No me paseé luciendo palmito por el salón, salí al patio directamente por la cristalera del despacho, sin que los chicos me vieran.

Me quedé allí un buen rato, poniéndome morena con calma, con el cuerpo bien embadurnado en aceite solar; no leí mucho, pues enseguida me quedé adormilada, hasta que Borja vino a sacarme del amodorramiento en que me había sumergido.

– Mamá – dijo mientras se acercaba – Tengo un problema…

– Dime, hijo – respondí, quitándome las gafas de sol y mirándole fijamente.

– Acaba de llamarme Paco. Por lo visto el entrenador nos había convocado esta tarde y a él se le ha pasado avisarme. Tengo que salir disparado.

– Vale. ¿Y dónde está el problema?

– Ahora mismo no me da tiempo a llevar a Sergio, pero no pasa nada, él se va a quedar estudiando un rato más y luego vuelvo y le llevo en la moto. Pero, si la cosa se alarga…

– Tú tranquilo – respondí, pillándola al vuelo – Con el pie así no se va a ir andando. Si ves que no vas a poder venir, dame un toque al móvil y yo le llevo.

– ¡Gracias, mamá! – dijo Borja sonriéndome.

– Antes de irte, tráeme mi teléfono que lo he dejado en la mesita. Aquí se está estupendamente y no tengo ganas de moverme.

– Claro.

Un par de minutos después, mi hijo regresó, vestido ya con la ropa de deporte y, tras entregarme mi móvil, me dio un beso de despedida y salió como alma que lleva el diablo.

Yo, sin alterarme lo más mínimo, volví a tumbarme en la hamaca, pero la charla y el saber que probablemente no iba a poder pasarme toda la tarde remoloneando, pues era casi seguro que me iba a tocar hacer de chófer, consiguieron que se me pasara el sueño por completo, con lo que permanecí bien despierta. Y claro, me puse a darle vueltas al coco.

Y, a mi mente, regresaron las intensas imágenes de la mañana.

Releyendo estas líneas, me doy cuenta de que no me he expresado bien y estoy acabando por dar la impresión de que estaba un poquito cachonda por haberle visto la polla A MI HIJO. Y no es así. Estaba un poquito cachonda porque había visto UNA BUENA POLLA y nada más. En ese momento no albergaba en mí ningún tipo de pensamiento incestuoso.

Sacudí la cabeza, tratando de librarme de esas imágenes, pero, como no lo conseguía, pensé que era una buena idea ir a por otro refresco y, de camino, dedicar un par de minutos a actuar como buena anfitriona.

Cogí el pareo que había dejado a un lado y me lo lié a la cintura a modo de falda, caminando de regreso a la casa, fantaseando medio en broma sobre si sorprendería a Sergio haciendo lo mismo que por la mañana su amigo.

Pero qué va, el chico era super aplicado, así que le encontré en el salón bien concentrado en sus libros y nada en su actitud me indicó que hubiera estado haciendo ni pensando nada raro.

Al menos hasta que entré en el salón en bikini.

– Oye, Sergio, me ha dicho Borja que si va a volver tarde, te lleve yo a tu casa.

El chico, que no me había oído llegar, se puso colorado rápidamente cuando alzó la vista y se encontró con la mamá de su amigo, medio desnuda, hablándole como si tal cosa.

– ¿Có… cómo dices? – dijo el chico, mirándome con timidez a los ojos, temeroso de que me hubiera dado cuenta de adónde había mirado primero.

Lo que dije antes. Pensáis que estamos ciegas.

– Que luego te llevo yo a casa, si Borja no viene a tiempo.

– ¡Ah! Sí, bueno, eso me ha dicho. Pero no hace falta que te molestes. Puedo llamar a mi madre o coger el bus…

Sacudí la cabeza. El chico seguía siendo demasiado educado.

– Sergi, hombre, déjate de tonterías. Que hay confianza, leñe. Vas a molestar a tu madre estando yo aquí tirada a la bartola. Yo te llevo luego y punto. Tu madre haría lo mismo si fuera al revés, ¿o no?

– Sí, claro… – dijo el chico, poniendo todo su empeño en seguir mirándome a la cara.

– Pues ya está. Me vuelvo a la piscina. Voy a coger un refresco de la cocina, ¿quieres algo? Que con ese pié, si te entra sed…

– Sí, vale – asintió Sergi, más tranquilo – Te lo agradezco.

– Enseguida te lo traigo.

Como sé perfectamente la marca que le gusta a él, fui a la cocina y cogí dos latas, regresando al salón y dándole una al muchacho.

– Aquí tienes.

– Gracias.

– Oye, se me ocurre que… – dije de pronto – Hace calor. ¿No te apetecería darte un bañito? Si quieres subo a por tu bañador, te cambias y te ayudo a ir a la piscina.

– ¡OH! Gracias, Elvira, pero me queda un rato todavía. Estoy liado con esto – balbuceó el pobre chico, aferrando todos los papeles a la vez, sin acabar de decidirse por ninguno.

– Bueno, como quieras. Me voy… solita… – bromeé – A aburrirme… sin nadie con quien charlar…

Le conozco como si le hubiera parido y sabía perfectamente que bromear era la mejor forma de conseguir que se relajase y se le pasase la vergüenza.

– Vale, vale, Elvira. Tú ganas. – dijo riendo – Mira, tráeme el bañador y dentro de un rato, cuando haya acabado con estos ejercicios, te hago compañía un rato.

– ¡Eso! ¡Compadécete de esta pobre vieja! ¡Eres un buen chico! ¡Tu madre estará orgullosa!

– ¿Vieja tú? – dijo Sergio sin pararse a pensar – ¡No digas tonterías! ¡Ya quisieran las demás estar como tú! ¡Eres guapísima!

Y se quedó callado de golpe, súbitamente azorado por lo que acababa de decir. Yo me sentí igual. No queriendo avergonzarle, decidí que ya estaba bien de juegos.

– Vaya, Sergio, te agradezco el piropo – dije, un poquito turbada, pues era la primera vez en la vida que Sergio me decía algo semejante – Y, ya fuera de bromas, te traigo el bañador y, cuando quieras, me das un toque al móvil y vengo a ayudarte. Si te apetece, claro…

– Vale – asintió.

Así lo hice. Subí al cuarto de Borja y, de un cajón, cogí uno de los bañadores de Sergio, que había dejado en casa para cuando los dos usaban la piscina.

Se lo llevé al salón y, sin intercambiar más que una nerviosa sonrisa, regresé a mi hamaca, dejando al chaval con sus estudios.

Y claro, en cuanto me encontré de nuevo a solas, me puse a darle vueltas al coco, pensando en las palabras que se le habían escapado al chico.

A ver, yo sabía que le gustaba, pero nunca antes se había atrevido a expresarlo abiertamente. Me había dicho guapa en otras ocasiones, claro, como cuando les pedía opinión a mi hijo y a él sobre cómo me quedaba alguna prenda o sobre si estaba bien arreglada para una cita, pero siempre había sido corroborando las palabras de Borja, diciéndolo más bien de compromiso.

Pero, esta vez… le había salido de dentro… había dicho abiertamente que me encontraba atractiva. Estando los dos a solas, que no se nos olvide. Y eso… me ponía nerviosa.

– Jo, vaya día llevo – dije en voz alta, en la soledad de la piscina – Esta mañana pillo a mi hijo en plena faena y ahora consigo que su amigo diga que estoy muy buena.

Me sentía alterada, un poquito turbada por la posibilidad de que el teléfono sonara y Sergio me pidiera que fuera a ayudarle. A medida que los minutos fueron pasando y el móvil seguía mudo, fui sosegándome un poco, pensando que, lo más probable, al chico le dieran corte sus palabras y no se atreviera a venir, lo que me parecía estupendo.

Bueno, del todo no. Una parte de mí sí que quería que aquel teléfono sonara.

Y claro, por culpa de aquel rollo… no podía apartar mis pensamientos de Sergio.

¿Estará estudiando? ¿Estará avergonzado por haber admitido que la madre de su amigo le pone? ¿Pensará venir? ¿Se habrá olvidado del tema?

Como ven, mi cabeza era un auténtico batiburrillo, dándole vueltas a todo lo que se me ocurría, hasta que, de pronto, un pensamiento penetró en mi cabeza acallando todos los demás…

¿Se habrá puesto cachondo? ¿Estará aprovechando que está solo para masturbarse pensando en mí?

No sé cómo se me ocurrió aquello, supongo que el recuerdo del incidente con Borja había provocado que la imagen de jovencitos haciéndose pajas estuviera latente en mi cerebro. Pero, lo cierto es que, a partir de ese instante, sólo pude pensar en si Sergio estaría meneándosela en el salón o no.

Y empecé a fantasear.

– ¿Se estará tocando? – pensaba – ¡Joder, a ver si se me ha ido la mano…! ¿Te imaginas? A lo mejor ahora mismo está en el salón, con los ojos cerrados, dale que te pego mientras piensa en mí.

Sacudí la cabeza, tratando de expulsar esos pensamientos.

– No seas estúpida, Elvi. Sergio es muy buen muchacho. Vale que, en la intimidad de su casa, haga sus cositas, pero seguro que ahora mismo está estudiando tan tranquilo y no está pensando en mí para nada.

Pero no conseguía calmarme.

– ¡Qué tonta eres! – me dije – Si quieres comprobarlo, levántate y ve a mirar. Sí claro, muy buena idea… Y si le pillo en plena paja, como a Borja, ¿entonces qué? ¿Le pido disculpas y espero a que me arroje un cojín? Y a lo mejor… ¿Y si no está en el salón, sino que me está observando desde el despacho, escondido tras la cortina, machacándosela como un mono mientras me mira aquí medio desnuda?

Aquel pensamiento era todavía peor. ¿Y si me estaba espinado? Tragando saliva para armarme de valor, me incorporé sobre la hamaca y, con disimulo, miré hacia la cristalera que comunicaba el patio con mi despacho.

La cortina estaba abierta de par en par. Allí no había nadie.

– ¡Serás gilipollas! – me dije dándome una palmada en la frente – Elvi, necesitas salir por ahí y que te echen un polvo. Se te está yendo la cabeza.

Avergonzada y deseando alejar por fin aquellas ideas, me levanté y me arrojé de cabeza a la piscina, poniéndome a nadar un rato, tratando de dejar de pensar en tonterías.

Hice unos cuantos largos y, cuando empecé a sentirme cansada, decidí salir del agua, pero, en vez de usar la escalerilla, me apoyé en el borde e, impulsándome con los brazos, salí trepando.

Entonces fue cuando le vi. Sergio había venido él solito y estaba echado en otra hamaca, vestido con el bañador y una camiseta, sin mirarme directamente, aunque se veía, por el rubor de sus mejillas, que no se había perdido detalle de mi surgimiento de entre las aguas.

– Estupendo – pensé en silencio – Y encima le das al chico el espectáculo de la tía en bikini chorreando saliendo de la piscina. Como en un anuncio.

Y, por la cara que ponía, se veía que a Sergi le había gustado la publicidad.

Simulando no darme cuenta de nada, caminé hasta mi hamaca y, aferrando la toalla, me sequé, procurando quedar bien tapada por la tela.

– ¿No habíamos quedado en que ibas a llamarme al móvil? – le dije mientras me secaba.

– Lo he hecho – dijo él, mirándome de nuevo – Como no contestabas, he venido yo solo. A la pata coja.

– Perdona – respondí – No lo habré oído por estar en el agua.

– Tranquila. No hay problema. Mientras no apoye el pié, no me duele nada.

– ¿Quieres otro refresco? – le dije de repente, por decir algo – Yo voy a ir a por uno. Con este calor…

– Bueno… vale – asintió.

– Enseguida vuelvo.

Un poquito azorada, regresé a la casa intentando caminar con normalidad. No paraba de repetirme que no debía mirar atrás, pues, si lo hacía y le pillaba mirándome el culo, no sabría ni qué cara ponerle.

Por fin, atravesé la cristalera y, en cuanto estuve segura de que no podía verme, me giré y le espié desde el interior del despacho. Sergio seguía en su hamaca, de espaldas a mí y no parecía haberse movido ni un centímetro.

– Anda, que… menuda película te estás montando – me dije.

Desde luego, me hacía falta echar un polvo como el comer.

Más tranquila, fui al baño (beber tanto refresco es lo que tiene) y después a la cocina a por las latas. Entonces se me ocurrió que, para quitar un poco de hierro al asunto, lo mejor era mostrarse un poco más discreta, así que pillé una camiseta de algodón y me la puse encima del bikini, en un intento de exhibir menos carne.

Se me ocurrió que, quizás Borja, al ver la camiseta, adivinaría el motivo por el que me la había puesto y pasaría vergüenza por ello, pero concluí que mejor que la pasara él a que la pasara yo, como sin duda sucedería si le sorprendía mirándome las tetas cubiertas tan sólo por el bikini.

Me reuní de nuevo con el joven y, tras darle la lata, me eché de nuevo en mi hamaca. No pareció en absoluto sorprendido o avergonzado porque yo hubiera ocultado un poco la mercancía, lo que me serenó un poco.

– Qué bien se está aquí – dijo Sergio tras abrir su refresco.

– Sí que es verdad. Como estamos cerca del parque, no hay coches y esto es muy tranquilo.

– Me encanta venir aquí. Mi casa está bien, pero ésta…

– Se entiende. Con la piscinita…

Sergio me miró, como si fuese a decir algo más. Pero optó por quedarse en silencio, aunque yo sospechaba qué había estado a punto de decir.

– Y cuéntame – dije tratando de cambiar de tema – ¿Cómo te las has apañado para caerte?

– ¿No te lo ha dicho ya Borja? Me he quedado mirando a una chica, me he despistado…

– Ay, todos los tíos sois iguales… – dije riendo.

– Leñe, Elvira, que no hacía nada malo. Me he distraído mirando una chica guapa y he pisado mal un escalón.

– Si es que sólo pensáis en una cosa…

– No digas eso. A cualquiera podría pasarle. Si tú ves a un tío atractivo, ¿no lo miras?

– Vale, vale, tienes razón – admití, tratando de evitar que la conversación siguiera por esos derroteros.

Por fortuna, Sergi no insistió en el tema, así que seguimos hablando tranquilamente durante un rato, de los estudios sobre todo. Pero claro, una adulta hablando con un joven, siempre tiene que acabar por meter la pata.

– Bueno, dime. ¿Y de chicas qué tal? ¿Estás saliendo con alguna?

– ¿Yo? ¡Qué va! – dijo poniéndose súbitamente serio – Las tías no me hacen ni caso.

– ¡Venga ya! – exclamé sin pensar – ¡Eso no me lo creo! ¡Con lo guapo que eres! Buen estudiante, guapetón… ¡Seguro que las tienes haciendo cola!

¿Pero qué estaba diciendo? ¡Me estaba metiendo yo solita en la boca del lobo! Mi cabeza iba por un lado, pero mi boca no le hacía ni puñetero caso, diciendo lo que le daba la gana.

– Gracias – dijo él simplemente – Te agradezco el cumplido, pero sé que lo dices por compromiso, porque soy amigo de Borja…

– ¡Anda, no seas tonto! – exclamé de nuevo sin pensar – Si te digo que eres guapo es porque lo eres. Si yo tuviera quince años menos, te ibas a enter…

Me quedé petrificada. Pero, ¿qué coño me pasaba? ¿Me había vuelto loca? ¿No decía yo que nunca hacía nada para alentar al chico? ¿Y no se me ocurría otra cosa que decirle que me lo montaría con él si fuese un poco más joven?

Por suerte, Sergi, muy inexperto con las mujeres, no entró al trapo y no dio la respuesta obvia a mis palabras, limitándose a ponerse colorado y a beber de su lata en silencio. Le encontré hasta mono.

– No me malinterpretes… – dije azorada, tratando de arreglar el asunto – Lo que digo es que, como mujer que soy, puedo asegurarte que eres un chico atractivo y eso…

Entonces mi teléfono móvil se puso a sonar, mientras yo, mentalmente, le daba las más profundas gracias a quien quiera que fuese. Era Borja.

– Dime cariño – dije poniéndome en pié para charlar, más que nada para apartarme un poco de Sergio, pues su cercanía me ponía nerviosa.

– Hola, mamá. Mira, que al final no hay problema. Sólo era una reunión sobre el calendario. En un rato estoy en casa.

– ¡Uf! Menos mal… – pensé – Me ahorro de llevarle.

Alcé la mirada y miré de reojo a Sergio, pillándole in fraganti deleitándose con la visión de mi cuerpo. Fue entonces cuando fui consciente de mi aspecto: definitivamente, ponerme la camiseta había sido un error.

Al ponérmela sobre el bikini mojado, el algodón se había empapado, transparentando que daba gusto, cosa que, como es bien sabida, resulta tremendamente sexy. Además, la camiseta me llegaba sólo un poco por debajo de la cintura, tapando mis nalgas parcialmente, lo que, sin duda, había permitido al chico gozar de un buen primer plano de mi culo, cuando le di la espalda para hablar por el teléfono.

– Sí, tú sigue echando aceite al fuego… ya verás – pensé, simulando no haber visto la mirada lujuriosa del chaval.

– ¿Qué decías cariño? – dije al teléfono – No te oigo bien.

– Que, si no te importa, que Sergio se quede a cenar y luego le llevo en un momento con la moto.

– Sergio – dije apartando el teléfono – Borja dice que viene para acá. Que te quedes a cenar y luego te alarga él.

– Vale.

Y en eso quedamos.

Nerviosa por la charla con el chico y no queriendo animarle a nada más, me excusé diciendo que iba a darme una ducha antes de ponerme con la cena. Le pregunté si quería que le ayudara a regresar al salón, pero él (para mi alivio), dijo que esperaría allí a Borja.

Cinco minutos después, me encontraba bajo el chorro de agua fría de la ducha del baño de mi dormitorio, tratando de ordenar mis pensamientos. Seguía inquieta, nerviosa, algo se agitaba dentro de mí.

Pero, ¿qué me pasaba ese día? ¡Si no había ocurrido nada! Sergio se había comportado como siempre, educado y tranquilo.

Y total, ¿podía culparle si me había mirado un poco? Era normal ¿cómo no iba a mirar a una tía en bikini por la que se sentía atraído? Y él no había hecho nada más, el resto de la película me la había montado yo solita.

Sus ojos… aún podía sentirlos clavados en mí… mirando mi trasero, que asomaba bajo el borde de la camiseta… desnudándolo, acariciándolo…

¿Es que me estaba volviendo loca?

Muy agitada, pero sabiendo perfectamente cuál era la solución a mis desvelos, decidí que tenía que hacer algo para calmarme. Andaba un poco necesitada, ése era el problema, así que, como había hecho mi hijo por la mañana… tenía que aliviarme un poco.

Me eché sobre la cama, desnuda, empapando la colcha, pues aún estaba medio mojada de la ducha. Pensé en buscar mi consolador en la mesita, pero decidí no hacerlo, pues me apetecía más usar mis inquietos deditos.

Separé los muslos y, como hago siempre, abrí bien los labios vaginales usando dos dedos, pues me gustaba abrirme bien el coñito antes de empezar a masturbarme.

En cuanto mis dedos rozaron la trémula carne, un estremecedor gemido se escapó de mis labios, mientras una oleada de placer recorría mi cuerpo de la cabeza a los pies.

– ¡Joder, qué cachonda estoy! – exclamé, sorprendida por el efecto que había tenido el ligero contacto.

Pero, al escuchar mi propia voz resonando en la habitación, recordé que no estaba sola en casa.

– ¡Leñe! ¿Y si Sergio ha entrado? ¿Me habrá oído desde abajo?

Acojonada, me levanté de un salto de la cama y, completamente desnuda, caminé hasta la ventana, que daba directamente a la piscina. Ocultándome tras la cortina (no fuera el chico a mirar hacia arriba y me pillara en pelotas) me asomé con mucho cuidado, soltando inmediatamente un suspiro de alivio.

– Vaya, ya veo que has sido buen chico y sigues ahí traquilito – dije de nuevo en voz alta.

Efectivamente, Sergio seguía exactamente donde yo le había dejado, tumbado en su hamaca, sólo que, para tomar un poco el sol, se había quitado la camiseta, quedando vestido únicamente con el bañador.

– Vale – me dije – Voy a darme prisita y termino con esto…

Me disponía a regresar a la cama, para reanudar mi sesión masturbatoria, cuando una pícara idea asaltó mi cerebro.

Sin darme cuenta de lo que hacía, volví a asomarme por la ventana y a mirar a Sergi, que seguía tumbado tranquilamente. Me quedé un segundo admirando su torso desnudo, bien formado, apetecible, terso… Y un poco más abajo… el bulto en su bañador… ¿La tendría como Borja?… algo se agitó dentro de mí.

– ¡Qué coño! – exclamé – Él se pasa la vida mirándome el culo, así que… por una vez que mire yo…

Cuando quise darme cuenta, había empezado a masturbarme, allí de pié, junto a la ventana, asomándome al patio con cuidado desde detrás de la cortina, deleitándome con el cuerpo semidesnudo del amigo de mi hijo… haciendo precisamente lo mismo que él había hecho en mis fantasías de un rato antes…

Madre mía, cómo me puse de caliente. Cuando quise darme cuenta estaba literalmente chorreando entre las piernas… mis dedos chapoteaban en mis jugos, que se deslizaban voluptuosamente por la cara interna de mis muslos, haciéndome hervir de placer, sin apartar ni un instante la mirada del cuerpo adolescente de Sergi.

Me mordí los labios con lujuria, tratando de ahogar el grito que pugnaba por escapar de mi garganta, apreté los muslos, atrapando mi mano en medio, sintiéndola con intensidad, mientras mis dedos acariciaban y jugueteaban por todas partes.

Mi otra mano, sin ser apenas consciente de ello, se había aferrado a mis pechos, amasándolos y acariciándolos con lujuria, deleitándose con su dureza, estimulando los sensibles y durísimos pezones, haciéndome gemir de placer.

El orgasmo llegó rápidamente, con intensidad, tanta que me costó horrores no ponerme a gritar como loca. Sentí que las fuerzas me fallaban, así que, instintivamente, me agarré con fuerza de la cortina, arrancando varios ganchos de la barra, aunque, por suerte, los restantes fueron capaces de aguantar mi peso.

La corrida fue bestial, nunca lo había pasado tan bien masturbándome a solas. Entonces, me di cuenta de que, al desprender parcialmente la cortina del riel, ésta ya no me ocultaba. Asustada, me asomé a la ventana, pero, por fortuna, Sergio seguía quietecito, ajeno por completo a que la guarra de la madre de su amigo acababa de hacerse una paja en su honor.

– Te has perdido el espectáculo, amiguito – dije sonriendo tontamente, mientras regresaba a la seguridad del dormitorio – Joder, voy a tener que darme otra ducha.

Era verdad, me había puesto a sudar y olía un poco a transpiración… y a otras cosas.

Cuando acabé por fin de ducharme (otra vez) y, tras vestirme adecuadamente con un pantalón corto (por encima de la rodilla) y una camiseta, regresé al patio, donde me encontré con que mi hijo había vuelto ya.

Más calmada (sobre todo porque nada en el comportamiento de Sergi mostraba que se hubiera siquiera imaginado lo que había pasado en mi cuarto), les dejé tranquilos repasando unos libros (que supongo había traído Borja desde el salón) y me retiré a la cocina a preparar algo de cena.

Como aún era temprano, antes vi un rato la tele, pero me cansé enseguida de hacer zapping, así que acabé por ir a la cocina.

Iba a hacer algo sencillito, un poco de pasta, acompañada de albóndigas, que tenían un poco más de tarea.

Me tomé las cosas con calma, a mi ritmo, sin pensar para nada en los sucesos de la tarde. Se ve que la corrida que me había pegado era justo lo que me hacía falta y una vez aliviada, ya no tenían cabida en mi mente los lúbricos pensamientos de antes.

Puse la radio y, acompañada de música, me puse a hacer bolas de carne con entusiasmo, canturreando las canciones que me gustaban.

– ¡Mamá! – escuché de repente a Borja gritando desde el patio – ¡Ven y échame una mano! ¡Date prisa!

Sorprendida, dejé la albóndiga que estaba haciendo en el plato, junto a sus compañeras y, tras enjuagarme en el fregadero, salí a ver qué pasaba.

– ¡BROOOMMMM! – restalló un trueno en las alturas.

– ¡Leñe! – exclamé sorprendida – ¡Pues no se ha puesto a llover!

Efectivamente, de forma inesperada el tiempo había cambiado y, tras nublarse con rapidez, había empezado a descargar un chaparrón primaveral.

– ¡Mamá, ayuda a Sergi! ¡Yo recojo todos los papeles!

Miré a mi alrededor y me di cuenta de la magnitud del desastre que había acontecido. Por todos los rincones del patio se veían volando hojas de papel, desparramadas por una súbita ráfaga de viento, mientras mi hijo las perseguía desbocado.

Medio riendo, ofrecí mi hombro a Sergio, que también miraba divertido a su amigo. Tras ayudarle a entrar en casa, regresé junto a mi hijo y le socorrí en la caza de los folios fugados.

– ¡Mierda! ¡Joder! – se quejaba Borja – ¡La mitad se han caído en la puta piscina!

Demasiado ocupada persiguiendo hojas voladoras como para regañar a mi hijo por su lenguaje, miré al agua, donde, agitados por el aire y por la lluvia, vi flotando un buen montón de papeles. Enfurruñado, Borja me entregó los que había cogido y, tras descalzarse, se arrojó al agua, pescando tantos como pudo.

Minutos después, Sergio y yo nos partíamos de risa, mientras un muy enfadado Borja (muy enfadado y muy mojado) nos asesinaba con los ojos mientras se secaba como podía con la toalla que le había dado.

– Sí, tú ríete – me espetó mi hijo – Pero ahora te va a tocar a ti llevar el culo de éste hasta su casa. No voy a coger la moto si está lloviendo.

Mierda. Era verdad.

……………………………..

Un rato después de cenar y tras haber recogido la mesa (tarea de la que Sergi se libró en virtud de su lesión) los chicos se pusieron a tratar de ordenar el desastre de papeles mojados.

Yo, por mi parte, me senté en el sofá a leer tranquilamente, acompañada por el sonido de la lluvia repiqueteando en la ventana. Cuando quise darme cuenta, eran más de las once.

– Oye, Sergi – dije, sintiéndome muy perezosa – ¿Por qué no te quedas a dormir?

– Te lo agradezco Elvira, pero mi madre está esperándome. La llamé antes y le dije que luego me llevabais a casa. Además, mañana hay clase, tengo que ducharme, cambiarme de ropa…

Podría haber insistido (no hubiera sido la primera vez que uno cogía prestada ropa del otro), pero no quería quedar como una vaga desnaturalizada, incapaz de mover el culo del sofá una vez aposentada en él, así que lo dejé correr.

– Pues entonces será mejor que nos vayamos ya. Venga, moved el trasero.

Entonces habló Borja y sus sencillas palabras cambiaron para siempre mi destino.

– Mamá, ¿te importa si no os acompaño? Tengo que arreglar este desastre – dijo señalando el montón de hojas empapadas – Y tengo que repetir los deberes para mañana.

– No, claro – asentí – Pero ayuda a tu amigo a llegar al coche. Voy a coger el bolso.

Instantes después, me reunía con los chicos en el garaje. Sergio estaba ya en el asiento del pasajero y, en ese momento, mi hijo le decía algo en voz baja.

– Venga, despedíos que nos vamos. Vuelvo en un rato – le dije a Borja.

– Vale. Nos vemos mañana, capullo – le dijo mi hijo a su amigo.

– En serio, tío. No hace falta que te molestes en venir a por mí. Ya pillaré el bus.

– Calla ya, idiota.

Comprendí que Borja se había ofrecido a llevar a Sergi al insti. Sintiéndome interiormente orgullosa de la amabilidad de mi hijo, accioné el mando a distancia de la puerta y conduje el coche a las calles mojadas. Seguía lloviendo, aunque había bajado bastante la intensidad.

Al encontrarme de nuevo a solas con el chico, encerrados juntos en el reducido espacio del coche, los recuerdos de lo sucedido aquella misma tarde regresaron con fuerza, lo que provocó que me pusiera nerviosa.

Sergi, por su parte, parecía tranquilo, si acaso un poquito más taciturno de lo habitual en él, mirando ensimismado la lluvia a través de su ventanilla.

No queriendo tentar a la suerte, decidí respetar su silencio, dedicándome a conducir (nunca está de más ir atenta cuando llueve), aunque, en el fondo, estaba un poco extrañada porque Sergi no hubiera dicho ni mú.

Pronto averigüé en qué iba pensando.

– ¿Antes dijiste en serio eso de que soy guapo, que debo de ser atractivo para las chicas? – me preguntó inesperadamente, poniendo fin al silencio.

– ¿Cómo? – exclamé un poco sorprendida – Sí, sí claro que lo dije en serio – afirmé rehaciéndome rápidamente – Eres un chico atractivo.

– ¿Lo dices de veras? O es en plan: “le digo que sí para que no se sienta mal”

– A ver, Sergi – dije mirándole muy seria, aprovechando que nos habíamos detenido en un semáforo – No sé lo que les gusta a las chicas de hoy en día… No sé si todas buscan un Cristiano Ronaldo, o qué demonios. Sólo sé que eres un chico atractivo, por supuesto que sí y si alguna chica no piensa así… es que es tonta… o ciega.

Sergi me sonrió cálidamente, mirándome a los ojos por primera vez, lo que acentuó un poquito mi nerviosismo, aunque no sabía por qué. Quizás porque se le veía un tanto más sereno, seguro de sí, como si hubiera tomado una decisión sobre algo.

– Gracias. Significa mucho para mí que digas eso. Pero, entonces, aclárame una cosa… ¿Por qué no ligo? ¿Qué tengo que hacer para que las chicas se fijen en mí?

Le miré, de nuevo, sonriendo al comprender que el pobre chico estaba pidiéndome consejo. Me sentí más tranquila.

– Una pregunta, Sergi… Pero, ¿tú intentas ligar? ¿Le has pedido salir a alguna chica del insti?

Tardó un segundo en contestar.

– Hace un par de años… A Sonia… Me dijo que no… que le gustaba otro…

– ¿Y ya está? ¿Esos son todos los intentos que has hecho?

– Bueno…

– Pues ahí tienes la respuesta. Tú no ligas simplemente… porque no intentas ligar. ¿Qué te crees? ¿Que las chicas van a acudir a caer rendidas a tus pies? ¿Que ellas te van a pedir salir? Sé realista, Sergi, sois adolescentes, tenéis 17 años. Con esa edad, las chicas también son tímidas y sería raro que alguna diera el primer paso. Pero seguro que hay por ahí unas cuantas a las que les encantaría que las invitaras al cine o a dar una vuelta.

– ¿Tú crees?

– Estoy segura. Sonará un poco machista, pero a las mujeres nos gustan los tíos seguros y echados para delante. Y, si alguna te rechaza… no te preocupes, son cosas de la vida. Te aseguro que te esperan un buen número de relaciones fracasadas antes de encontrar la adecuada…

Allí estaba yo, la reina de los consultorios sentimentales, dándole lecciones gracias a mi dilatada experiencia en relaciones (hijo de penalti y matrimonio anulado mediantes), sintiéndome extrañamente eufórica, porque Sergi había acudido a mí para que fuera su confidente, en vez de hablar con su madre. En ese momento, no me acordaba para nada de las miraditas, las pajas en el dormitorio, ni de nada por el estilo.

Pero Sergi sí que se acordaba. Y entonces, hice la pregunta del millón.

– Y dime, ¿no hay por ahí ninguna que te haga tilín?

– Sí, sí que la hay.

Sergi me contestó en tono muy calmado, mirándome fijamente. Sin embargo, tonta de mí, no me di cuenta de lo que allí se cocía por ir concentrada en la calzada. Justo entonces, nos pilló un nuevo semáforo y yo detuve el coche, volviendo mi rostro sonriente hacia él.

– Y, ¿a qué estás esperando? ¡Lánzate, idiota! Habla con esa chica e invítala a sal…

Inesperadamente (o quizás no tanto, si hubiera estado un poco más atenta a las señales), Sergi se abalanzó sobre mí y me besó. Mis ojos se abrieron como platos por la sorpresa, sintiendo cómo sus labios se apretaban contra los míos mientras su lengua, torpe e inexperta, pero increíblemente ansiosa, pugnaba por abrirse paso al interior de mi boca.

En completo estado de shock por la situación, mis manos siguieron aferradas al volante, pues al parecer mi cerebro había olvidado los mecanismos precisos para mover los dedos y soltarlos de allí, mientras el joven seguía besándome con ansia.

Estaba alucinada, con una profunda sensación de irrealidad; sentía como que no estaba allí, sino que me encontraba fuera del coche, observándolo todo, testigo mudo de la lujuria y el deseo del jovencito, viéndolo como si no me estuviera pasando a mí, sino a otra mujer que iba sentada en mi coche…

Y, sin embargo, tengo que reconocer que no era del todo inmune a las atenciones del chico; una pequeña parte de mí había estallado de júbilo cuando Sergi me besó, sintiéndome hermosa, deseada y sí… un poquito lasciva…

De repente, sentí cómo una de sus manos se deslizaba bajo el borde de mi camiseta y subía, acariciando mi piel hasta posarse directamente en mis senos, que fueron acariciados y estrujados con ganas, sin que la barrera del sostén supusiera obstáculo alguno.

Aquello me hizo reaccionar por fin.

– ¡Sergi! – exclamé, liberando por fin mis labios de los suyos – ¿Te has vuelto loco?

Mis manos soltaron por fin el volante, intentando apartar de mí al chico, pero, estorbada por el cinturón de seguridad (él había soltado el suyo, aunque yo no me había dado cuenta de cuándo) y porque, de repente, Sergi parecía tener 4 manos en vez de dos, era incapaz de lograrlo.

Sergio intentaba volver a apoderarse de mis labios, pero eso no le impedía seguir explorando con su insidiosa mano bajo la camiseta, estrujando mis tetas con avidez.

Yo, nerviosísima y sin acabar de creerme que aquello estuviese pasando, intentaba liberarme de su tenaza, pero él era mucho más fuerte, hasta que, a punto de caer presa de la histeria, decidí ponerle punto y final al incidente por las bravas: le abofeteé con fuerza.

Mano de santo. El tortazo resonó con intensidad en el habitáculo y, un instante después, Sergi me miraba incrédulo desde su asiento, frotándose la mejilla con la misma mano que había estado magreando mis pechos segundos antes. Parecía un cachorrillo asustado, incluso me sentí mal por haberle pegado.

– Pero, ¿se puede saber qué te pasa? ¿Cómo se te ocurre hacer eso? – le espeté, tratando de recuperar el control.

– Yo, yo… – balbuceaba el pobre chico – Creí que tú… Como decías que…

– ¿Qué decía? – grité, sintiéndome cada vez más furiosa – ¿Que eres guapo? ¿Y eso te parece suficiente para abalanzarte sobre mí y meterme mano? ¿En qué estabas pensando?

Sergi apartó la mirada, avergonzado, lo que me hizo sentir mejor pues volvía a dominar la situación. Mi corazón, que latía disparado en mi pecho, fue serenándose poco a poco, mientras mi mente intentaba asimilar lo que había pasado.

Y la verdad, es que era muy sencillo. Tanto va el cántaro a la fuente…

– Yo… – dijo el chico, mirándome con ojos de cordero degollado – Lo siento. Te pido perdón.

– Sí, más te vale. ¿Será posible el niñato de las narices? – exclamé, dejando que hablara por mí la ira.

– Te pido mil perdones, Elvira. Entenderé que no quieras volver a verme… – dijo alzando tímidamente los ojos hacia mí – Lo siento…

Y entonces, antes de que acertara a reaccionar, Sergio abrió la puerta del pasajero y salió del coche, cerrando tras de sí y alejándose (cojeando ostensiblemente) en medio de la lluvia. Me quedé con la boca abierta.

– ¡Sergio! – grité, aunque el chico no dio la menor muestra de haberme oído, continuado su renqueante avance por la acera.

Nerviosa, comprobé por el retrovisor que no tenía ningún coche detrás y, con brusquedad, orillé el coche a un lado, montándolo parcialmente sobre el bordillo. Abriendo mi puerta, salí en persecución del chico bajo la lluvia.

– ¡Sergio! – volví a gritar, mientras me acercaba a él a la carrera – ¡Quédate ahí!

Él miró por encima de su hombro y, viendo que yo me aproximaba, intentó sin mucho éxito acelerar el ritmo.

– ¡No! ¡Déjame, te lo suplico! – rugió cuando le alcancé y, sujetándole por un hombro, le obligué a volverse hacia mí.

– ¡No seas loco! ¡Cómo te vas a ir solo, lloviendo y con ese pié! Tu madre me mataría ¡y con razón!

La mención de su madre hizo que el chico se pusiera rígido y me mirara con los ojos desencajados.

– Mi madre… No, por favor, Elvira, te lo ruego… No le digas nada a mi madre… ni a Borja, me moriría de vergüenza…

El chico a medias hablaba, a medias balbuceaba. Parecía estar a punto de echarse a llorar.

– ¿Estás tonto? – dije, tratando de tranquilizarlo – Puedes estar tranquilo, que no le voy a contar a nadie lo que ha pasado. Para mí es suficiente con que veas que has actuado mal y que me prometas que no vas a volver a hacer nada parecido…

– ¡PERO ES QUE NO PUEDO! – gritó desesperado, soltándose de mí con un brusco tirón.

Sorprendida, me quedé mirándolo atónita, allí los dos, bajo la lluvia, mojándonos como imbéciles.

– ¿Es que no ves lo que siento por ti? – me espetó – ¡Estoy enamorado de ti desde hace años! ¡Te quiero! ¡Te deseo! ¡Las demás chicas me importan una mierda, para mí sólo existes tú!

Estaba con la boca abierta. No podía creerme lo que estaba escuchando. Sabía que le gustaba al chico, pero… ¿amor?

– Sergi… cariño – dije, con voz suave, tratando de que recobrara la cordura – No sabes lo que dices…

– ¡Claro que lo sé! ¡Hace años que lo sé! Pero nunca me hice ilusiones. Nunca se me ocurrió intentar nada. Pero hoy, con las cosas que me has dicho… pensé… pensé…

Y se echó a llorar. Sé que hay mujeres a las que ver a un hombre llorando les revuelve las tripas, pero no es mi caso. Me sentí profundamente conmovida y, lo único que se me ocurrió fue… tratar de consolarle.

Cuando quise darme cuenta, le había rodeado con mis brazos y le estaba abrazando, atrayéndole hacia mí. Sergi se resistió sólo un instante, pero enseguida sucumbió y permitió que le abrazara, hundiendo el rostro en mi cuello y deshaciéndose en lágrimas.

Yo, aún profundamente turbada y sin acabar de creerme que aquello estuviera pasando, le dejé desahogarse cuanto quiso, susurrándole al oído que no pasaba nada y acariciándole la nuca suavemente, tratando de calmarle.

Sentí cómo los brazos de Sergio me rodeaban, estrechándome contra si, pero no hice nada para evitarlo, pues sus manos estaban apoyadas castamente en mi espalda, sin hacer nada inapropiado.

Su cuerpo temblaba entre mis brazos, dejando escapar la vergüenza y el miedo que sentía, conmoviéndome hasta el alma.

Conmoviéndome… y algo más. Algo extraño se agitaba dentro de mí… Tener entre mis brazos a un guapo joven… que decía que me amaba… que me deseaba…

Y, desde luego, al menos lo del deseo era verdad, porque pronto empecé a notar cómo algo se endurecía contra mi cadera, demostrando muy a las claras que, aunque el chico estuviese arrepentido, su libido no opinaba lo mismo.

Pensé en apartarme un poco, para separar mi cadera de su dureza, pero me di cuenta de que eso avergonzaría todavía más a Sergio, así que no hice nada, permitiendo que su erección se apretara contra mí sin decir ni pío.

La situación tenía mucho de emotiva, pero también de morbosa y excitante. Allí, bajo la lluvia, tratando de consolar a un joven que acababa de declarárseme, sintiendo cómo su joven masculinidad crecía contra mí…

Deseaba tranquilizarle. Deseaba consolarle. Deseaba… no sé qué. Seguí susurrándole que se calmara, diciéndole que no pasaba nada, que todo estaba bien… Ni siquiera me di cuenta de cuando le di el primer beso. Y luego vino otro y otro y otro. Aferré su rostro lloroso con las manos, empapado de lágrimas y de lluvia y besé sus mejillas, su frente, sus pómulos… y de repente… sus labios.

Tenía la mente en blanco, no era consciente de nada de lo que había a mi alrededor. Mi único deseo era calmarle, consolarle, demostrarle lo feliz que me sentía por lo que me había dicho antes…

¿Feliz? ¡Sí, feliz! Tenía que admitirlo. Su declaración me había llegado al alma y me sorprendí al descubrir lo mucho que me había alterado que aquel jovencito me dijera que me deseaba… y que me amaba.

Al sentir mis labios contra los suyos, Sergi por fin reaccionó. Dando un bufido, me besó con ansia, estrechándome entres sus brazos y apretándome contra si. Su erección se oprimió contra mí con más ganas y por primera vez me pregunté qué secreto encerraría el pantalón de aquel chico. Empezaba a caldearme.

Sus manos empezaron a acariciar mi espalda, recorriendo la empapada tela de la camiseta con deseo, describiendo curvas sinuosas sobre mi espalda, bajando cada vez más…

Cuando por fin sus manos se apoderaron de mi culo, no pude reprimir un gritito de emoción, lo que pareció enardecer todavía más al chaval. Ya rendida a sus caricias, permití que su lengua se introdujera entre mis labios, en busca de la mía, que la aguardaba deseosa.

Nos fundimos en un tórrido beso, ajenos a la lluvia que nos empapaba y al hecho de que estábamos en plena calle, donde, de no ser por el chaparrón, cualquier transeúnte podría haber disfrutado del espectáculo de un jovencito literalmente devorándole la boca a la mamá de su amigo… y al revés.

– Elvira… ¡Oh! – siseaba Sergio – Te deseo tanto… Yo…

– Shhh – siseé poniéndole un dedo en los labios – No hables, no digas nada. No dejes que me pare a pensar en la locura que estamos cometiendo, no…

Y él selló mis labios con los suyos, impidiéndome acabar la frase…

Justo entonces pasó un coche por la calzada, a escasos metros de donde estábamos. Ignoro si los ocupantes nos vieron siquiera, pero, cuando la luz de los faros nos iluminó, fui súbitamente consciente de donde estábamos y de lo que estábamos haciendo.

– No… Sergi… Para – gimoteé, mientras el chico no me hacía ni caso y seguía besándome… – Aquí no… Estamos empapándonos… Y nos van a ver…

– Me da igual – susurró él sin dejar de amasar mis nalgas y de besarme por todas partes.

– No… Aquí no… – repetí – Vamos al coche…

Como pude, logré zafarme de la presa del chico y, agarrando su mano, tiré de él de regreso al coche. El pobre se dejó conducir, cojeando lastimosamente bajo la lluvia, pero con una mirada de éxtasis tal en los ojos que consiguió hacerme estremecer.

Le ayudé a subir al asiento del pasajero y luego tuve que hacer un verdadero alarde de fuerza de voluntad para rodear el coche caminando normalmente, en vez de hacerlo a la carrera, como me pedían mis instintos.

En cuanto me dejé caer en mi asiento, (concediéndome únicamente un segundo para desplazarlo hacia atrás para que el volante no estorbara) Sergi volvió a abalanzarse sobre mí y a estrecharme entre sus brazos, besándome. Esta vez, cuando su mano se perdió bajo mi camiseta y empezó a jugar con mis senos, gemí temblorosamente de placer, dejándole que me metiera mano a su antojo.

Sus manos eran torpes e inexpertas, notaba cómo temblaban sobre mi piel, a medias por la excitación, a medias por el frío por estar empapados. Gemí como una colegiala cuando su mano logró apartar por fin el sostén como pretendía, sin llegar a soltar el broche y sus inquietos dedos encontraron el rígido pezón y lo pellizcaron suavemente…

– No… para – gimoteé, deseando con toda mi alma que no parara.

Por suerte, Sergi no me hizo ni caso y siguió besándome y jugando con mis senos tanto como quiso. Tras un par de minutos de intenso morreo, el chico pensó que no era mala idea subir las apuestas y, apartándose de mí (lo que me obligó a reprimir un bufido de insatisfacción) me miró con ojos ardientes de lujuria…

– Quítate la camiseta – me pidió – Por favor…

No fue una orden. Más bien una súplica. Lo encontré tierno y excitante al mismo tiempo. Sin poder contenerme, mis ojos miraron hacia abajo, deseosos de comprobar el estado en que se encontraba su paquete. Sentí un inmenso regocijo al comprobar que su pantalón parecía a punto de estallar. Y aquello estaba así por mí.

Sergio sonrió al ver la dirección mi mirada e hizo un pequeño gesto levantando ligeramente la pelvis del asiento, exhibiéndose para mí, lo que me encantó. Mordiéndome el labio, para aguantarme las ganas de abalanzarme esta vez yo sobre él, llevé mis manos al borde de la camiseta y empecé a quitármela.

La tela, de algodón, estaba adherida a mí como si fuera una segunda piel por el agua y me resultó extrañamente placentero sentir cómo iba despegándose a medida que tiraba de la prenda. Por fin, me la quité por completo y la dejé a un lado, quedando medio desnuda ante los admirados ojos del chico.

El sujetador, movido por las inquietas manos de Sergio, ocultaba únicamente uno de mis pechos, mientras que el otro, duro y excitado como yo no recordaba hubiera estado nunca antes, apuntaba con descaro hacia mi compañero de viaje.

El pobre, no aguantando más, profirió un gemido y se echó sobre mí, agarrando mis pechos con las manos, mientras yo, deseando dejarle que hiciera lo que le viniera en gana, me echaba hacia atrás, recostándome contra la puerta y permitiendo que el chico se apoderara del enhiesto pezón con sus labios y empezara a chuparlo y lamerlo con desespero…

Se notaba su inexperiencia… se notaba su ansia… pero qué entusiasmo le ponía, Dios mío, qué ganas… enseguida me encontré gimiendo como una perra, sintiendo cómo Sergio literalmente devoraba mi pezón, mientras sus manos, descontroladas, intentaban sobarme los pechos al mismo tiempo que buscaban el cierre del sujetador.

– Espera – siseé – está por detrás.

Sergio, a pesar de lo entregado que estaba a su tarea, la pilló al vuelo y sus manos se perdieron inmediatamente tras mi espalda poniéndose a forcejear con el cierre del sostén sin mucho éxito.

No pude evitar sonreír al percibir su inexperiencia, pues era incapaz de soltar el dichoso broche, aunque eso no quería decir nada, pues he conocido a muchos hombres que, a pesar de sus años, jamás han aprendido a desabrochar un sujetador, especialmente si están cachondos.

– Déjame a mí – susurré.

Y Sergio se incorporó como un resorte, apartándose de mí lo justo para permitirme librarme de la prenda de lencería. Tras quitármela, la dejé junto a la camiseta mojada y fue entonces cuando me di cuenta de que, tras ducharme por la tarde, me había puesto unas braguitas y sostén de encaje, en vez de ropa interior cómoda de algodón, como habría sido lo lógico para estar por casa.

En ese momento, me alegré por ello, pero luego me pregunté si esa elección por mi parte… no encerraba algo más.

Pero en ese momento no tuve tiempo de preguntarme ninguna de estas cosas, pues Sergio, en cuanto tuvo delante mis domingas desnudas, se arrojó sobre ellas como un león y empezó a sobarlas y magrearlas, con tantas ganas que me hizo hasta daño.

Sin embargo, yo no me quejé.

– Así, cariño, así – susurré, mientras me comía las tetas.

Y él, chico obediente, redobló sus esfuerzos sobre ellas, mientras bufaba y resoplaba como un toro.

Pero claro, el chico no se iba a conformar con aquello nada más. Y yo lo sabía. Y lo esperaba. Ahora que por fin tenía a su disposición una hembra dispuesta a enseñarle, el chaval quería aprender más, así que, cuando una de sus manos abandonó mis pechos y se deslizó hacia abajo, tratando de colarse por la cinturilla de mi pantalón, yo no me resistí en absoluto, apretando un poco la barriga para facilitarle el acceso.

Su mano se coló en mis bragas como un huracán, plantándose en mi coño con tantas ganas que di un bote sobre el asiento, cosa que a Sergi le tenía sin cuidado. Sin perder un instante, sus impúdicos dedos empezaron a bucear en la humedad entre mis piernas, palpando y explorando por todas partes, mientras yo tenía que morderme un nudillo para no ponerme a aullar de placer.

– Espera – gimoteé – Más… más despacio… con cuidado…

Y Sergi me obedeció, deteniendo inmediatamente los bruscos movimientos de su mano dentro de mis bragas.

– Hazlo más lentamente – le indiqué – Acaríciame más despacio, con mimo… Así…

Su mano empezó a moverse más delicadamente, palpando y acariciando con más delicadeza, siguiendo las indicaciones que yo le daba.

Sergio alzó entonces la cabeza, clavando sus ojos en los míos. Pude ver que le brillaban intensamente, a pesar de estar iluminados únicamente por la tenue luz de las farolas a través de la lluvia. Supongo que los míos brillaban igual, pues Sergi sonrió, feliz. Me encantó.

– Muy bien… Así… Por ahí – le indicaba yo – Muy bien. Ahí, justo ahí… Un poco más rápido…

Sergi, buen estudiante, era muy aplicado, así que obedecía todas mis indicaciones sin dudar, poniendo en ello todo su entusiasmo, así que pronto me encontré disfrutando enormemente de la paja que me estaba haciendo el chico.

– ¡AAAAAH! – gemí cuando sus dedos rozaron una zona especialmente sensible – Muy bien, cariño… Ahora… Ahora, por ahí… mete un par de dedos, pero no dejes de acariciar… ¡AAAAHHHH!

Sus dedos se enterraron en mi interior, haciéndome bufar y retorcerme de placer. Estaba allí, despatarrada en mi coche, con la espalda apoyada en la puerta del conductor, con las tetas al aire, disfrutando de la mejor paja que me habían hecho en mi vida (mías incluidas). Aquel chico tenía talento…

A esas alturas, Sergi había aprendido ya qué partes de mi entrepierna eran más sensibles, así que, sin esperar más instrucciones, un travieso dedito empezó a juguetear con mi clítoris, que estaba enhiesto como nunca antes.

– ¡NOOOOOOOO! – aullé en el interior de coche – ¡NO TOQUES AHÍIIIIIII!

El orgasmo llegó, arrasador, dejando mi mente momentáneamente en blanco. En el universo no había nada más que el placer, como un fuego abrasador que se desparramaba en mis entrañas. Mi cuerpo temblaba y mis caderas se movían de forma incontrolada, frotándose contra aquellos maravillosos dedos que tanto goce me habían dado. Sin darme cuenta de lo que hacía, había empezado a golpear rítmicamente mi cabeza contra el cristal de la ventanilla, tratando de sofocar las oleadas de placer.

Sergi impidió que siguiera haciéndolo, simplemente atrayéndome hacia si y volviendo a besarme, mientras yo le correspondía con entusiasmo. Rodeé su cuello con mis brazos y le estreché contra mí, hundiendo esta vez yo mi lengua en sus labios, agradeciéndole el éxtasis que me había brindado.

– Elvira – gimió Sergi cuando nuestros labios se separaron, en un tono que me hizo comprender inmediatamente lo que quería.

No me hice de rogar. Sabía de sobras lo que necesitaba el muchacho. Iba a ser buena y agradecida, devolviéndole todo el goce que me había ofrecido. Aunque, bien pensado, en realidad iba a ser mala… muy mala…

– Shsssss – le callé, poniendo de nuevo el dedo en sus labios, como había hecho antes, en la acera, aproximadamente mil años atrás – Déjame a mí.

Con una cara de ilusión que resultaba cómica, Sergi regresó a su asiento y se sentó muy tieso, con la espalda recta, expectante por lo que iba yo a hacer.

Como quiera que su espalda no era lo único tieso en aquel asiento, decidí no hacerle sufrir más e, incorporándome, me arrodillé sobre mi asiento, mirando golosamente el bulto en el pantalón del chico, mientras el pobre admiraba extasiado cómo mis tetas quedaban colgando, gordas y jugosas.

– Vamos a ver qué tenemos por aquí – dije juguetona, llevando mi mano a su entrepierna y palpando el bulto por encima de la tela.

Lo que teníamos allí era un pedazo de polla, dura como un leño, que parecía un cohete a punto de despegar. En cuanto la rocé, Sergi (como había hecho yo antes), dio un brinco sobre el asiento y me miró con ojos suplicantes, implorándome que siguiera y no le dejara así.

Como si yo tuviera intención de parar…

Con habilidad, bajé la cremallera y, en pocos segundos, extraje la orgullosa y durísima verga del chico de su encierro. No pude evitar que el recuerdo del incidente de la mañana se colara en mi mente, constatando que, por lo que había visto, el calibre de las dos armas era más o menos el mismo.

– Joder. Hasta en esto se parecen – musité.

Sin pensármelo más, aferré el rígido instrumento y lo apreté con la mano, ciñéndolo, haciendo que su dueño bufara y se encogiera. Sintiéndome a la par poderosa y excitada, como me pasa siempre que estoy con un hombre, cuando me doy cuenta de que, en ese instante, podría lograr que hiciera lo que me diera la gana, sopesé aquella dura polla con la mano, pajeándola suavemente mientras me deleitaba con su dureza y volumen.

Como Sergi estaba excitadísimo, los jugos preseminales brotaban sin parar, deslizándose por la rígida carne, procurándole a la piel un aspecto brillante bajo la tenue luz de las farolas.

Seguí deslizando la mano habilidosamente, apretando en los lugares apropiados, imprimiendo un ritmo tal, que el chico disfrutaba como un enano, pero sin llegar a precipitar “los acontecimientos”.

Pero Sergi había estado fantástico… y yo deseaba darle su premio.

A esas alturas, me había olvidado de todo, de la diferencia de edad, de que era el amigo de mi hijo, de Úrsula, de mi trabajo, de mi casa… Atrás habían quedado las dudas y la vergüenza. Para mí sólo existía Sergi.

– Déjame a mí – le susurré al oído, para a continuación besarle suavemente – No vas a olvidarte de esta noche en tu vida…

Muy despacio, me incliné hacia su regazo, aproximando lentamente su erección a mi boca. Cuando el chico se dio cuenta de mis intenciones, se puso tenso como un cable, aunque, obviamente, no hizo nada para detenerme. Qué raro, ¿verdad?

Sintiéndome juguetona, lamí el sobreexcitado glande, que se veía hinchadísimo en la penumbra del coche, provocando que Sergi profiriera un gemido que me hizo sonreír.

No queriendo hacerle sufrir más, la agarré con fuerza con la mano y, golosamente, empecé a lamerla por todos lados, mientras mi otra mano jugueteaba con la bolsa de las pelotas, provocando que su dueño se derritiera literalmente en su asiento.

Por fin, me animé a meterme un trozo en la boca, engullendo una buena porción de rabo de un tirón, permitiéndome constatar que, efectivamente, aquella era una de las pollas más notables que había probado (literalmente).

Sin prisa pero sin pausa, comencé un suave sube y baja con la cabeza sobre la entrepierna del chico, absorbiendo en cada viaje una porción de carne mayor. Sentir su dureza entre mis labios me enardecía, poniéndome cachonda al máximo, mientras me afanaba en lograr lo mismo con el chaval.

Pero claro. No sé cómo no me di cuenta. Ni siquiera me paré a pensar que Sergio era muy inexperto y aquel tratamiento cinco estrellas no era apto para cualquiera.

Desde luego, no lo era para un chico de 17 años, virgen y completamente encoñado con la mamá de su amigo.

Ni un minuto duró el pobre. Cuando quise darme cuenta, su polla entró en erupción y un verdadero torrente de semen se desparramó en mi boca, llenándola hasta arriba. Creo que hasta me salió por la nariz.

Sorprendida y medio ahogada, aparté la boca de aquella fuente, tosiendo y dando arcadas por el tremendo lechazo que acababa de llevarme en la garganta.

Casi asfixiada, manoteé con la guantera hasta lograr abrirla y sacar de su interior un paquete de pañuelos, usando uno para escupir todo el semen que pude, plenamente consciente de que buena dosis había ido a hacerle compañía a la cena en mi estómago.

Sergi, sorprendido por la situación, no decía ni mú mientras su polla, como manguera descontrolada, efectuaba los últimos disparos, pringando de leche el asiento, el salpicadero y hasta la alfombrilla del suelo.

– Cof, cof – tosí con los ojos llorosos – ¿Se puede saber qué coño haces? ¿Por qué no avisas?

Le miré un poquito molesta, pues no es una experiencia agradable que te peguen un lechazo inesperado en la boca ¿verdad chicas?

– ¿Qué? – preguntó Sergio, con un aire tan de absoluta inocencia que me desconcertó.

– ¿Cómo que qué? ¡Que avises, joder! – respondí un poco enfadada – ¡Tienes que avisar antes de correrte! ¡Por poco me ahogo!

Sergi me miraba con la boca abierta, sin comprender de qué le estaba yo hablando. Resultaba una estampa bastante curiosa, allí sentado, mirándome sin saber qué decir, con la todavía rezumante chorra fuera del pantalón, empapando su entrepierna.

– Pero, ¿es que no te lo tragas? – preguntó con total seriedad.

– ¿Cómo?

– Sí. En las películas, la chica siempre se lo traga. O se lo echan en la cara…

Entonces comprendí. El chico estaba más verde que una lechuga. No tenía idea de sexo, más allá de lo que había visto en las pelis porno. Era justo lo que le había comentado a Borja por la mañana, que los chicos de ahora aprenden estas cosas donde no deben.

– No, Sergi no – dije sonriendo, mientras se evaporaba mi enfado – Tienes que avisar a la chica. No nos gusta que se corran en nuestra boca así, por las buenas. Vale que algunas lo hacen para complacer al chico, pero es algo de mutuo acuerdo. No así… a traición.

– Lo siento – dijo con aire compungido – Te pido disculpas. No lo sabía. Creía que…

Me eché a reír.

– Anda, que no te queda nada que aprender.

Sonriendo, me incliné hacia él y le besé, sintiéndome bastante feliz, sin acabar de darme cuenta de la locura que acababa de cometer.

– Esto sigue en pié de guerra, ¿eh? – dije señalando su polla que, si bien no completamente erecta, presentaba todavía un volumen más que apetecible.

Y entonces sonó su móvil.

– ¡Mierda! – exclamó el chico – ¡Seguro que es mi madre!

Efectivamente. Era Úrsula, que, siendo ya casi las doce de la noche, llamaba a su retoño para ver dónde narices se había metido.

Consciente de que aquello se había acabado (y pensando por primera vez que quizás fuese mejor así), recogí el sostén y me lo puse como pude, mientras Sergi me miraba con infinita tristeza, mientras improvisaba una excusa para su madre (algo de un pinchazo le dijo).

A continuación, me puse con gran dificultad la camiseta, que era un auténtico pingajo empapado, coloqué bien el asiento y, justo cuando Sergi se despedía de su madre diciéndole que estaría en casa en un par de minutos, arranqué y reanudé la marcha.

Ni siquiera sabría decirles si, en el rato en que estuvimos parados, había pasado algún otro coche a nuestro lado. Así de concentrada estaba en mis “tareas”.

Efectivamente, llegamos al bloque de Sergi poco después. Aunque ya tan sólo lloviznaba, Úrsula estaba esperándole en el portal con un paraguas. Estacioné el coche y, pensando en cómo me sentiría yo si fuese mi hijo el que había tardado tanto en aparecer, me bajé a saludarla y a darle explicaciones.

– Mil disculpas, Úrsula. Si vieras qué mala pata. Hemos pinchado ahí atrás y mira cómo nos hemos puesto con la lluvia cambiando la maldita rueda. Tu Sergio está hecho un tiarrón; ha insistido en ayudarme a pesar de tener el tobillo torcido…

Y menos mal que la lluvia nos había empapado, si no, las manchas pegajosas que había en el pantalón de Sergi hubieran resultado de lo más sospechosas.

Curiosamente. Úrsula no puso mala cara ni nada, sino que me dio las gracias por traer a su hijo y tan sólo le reconvino un poco por no haberla avisado por el móvil.

No sé cómo se tragó aquel cuento. Debía de ser más ingenua de lo que yo creía, pues, a poco que me conociera, sabría perfectamente que yo no tenía ni puñetera idea de cambiar una rueda (para eso está la ayuda en carretera, ¿no?).

Tras rechazar amablemente la invitación de subir para secarme un poco, me despedí, dirigiendo una última mirada a Sergi, que me miraba con una cara de cachorrito que… qué joven que era.

Y entonces me di cuenta. Al verle allí, junto a su madre, preocupada simplemente porque el chico se había retrasado un poco, la realidad de lo que había pasado se abatió sobre mí como una tonelada de ladrillos. Las rodillas me flojearon y me costó horrores volver a meterme en el coche y arrancar, mientras Úrsula abría su portal y llevaba a su hijito de vuelta al calor de su hogar.

Su hijito… el mejor amigo del mío… le había chupado la polla al mejor amigo de mi hijo… Pero, ¿qué coño pasaba conmigo? ¿Estaba enferma? ¿Me había vuelto loca? Pero, ¿cómo se me ocurría?…

Ahora que por fin me encontraba sola, lejos de la lujuria y el desenfreno a que me había arrojado con el adolescente, empezaba a darme cuenta las consecuencias que iba a traer el haberme dejado arrastrar por la locura.

– ¡SERÁS PUTA! – me insulté a mi misma mientras golpeaba el volante con rabia – ¿Cómo has podido hacer eso?

Y lo peor no era la vergüenza y el remordimiento, no… lo peor era que, en realidad, tenía que admitir que seguía cachonda y me lamentaba de no haber dispuesto de más tiempo para haberme quedado con la virginidad del muchacho. Si Úrsula no llega a llamar, probablemente a esas horas estaría con los zapatos apoyados en el techo del coche, recibiendo con entusiasmo la vibrante verga del chico.

Me abofeteé yo misma. Con fuerza, poniéndome la mejilla bien colorada. ¿Qué pasaba conmigo? ¡Era un crío! ¿Qué clase de puta asaltacunas era yo en realidad? ¿Cómo había podido?

Me daba asco de mí misma, me sentía fatal y, el hecho de que, a pesar de todo, siguiera bastante cachonda, me provocaba más asco todavía.

Y Borja… Dios mío… ¿Y si se enteraba? Esos dos se lo contaban todo… ¿Y si Sergio le contaba cómo se la había chupado su madre en el coche? ¿Y si lo contaba en el instituto?

Pero no. Eso era imposible. Sergio no era así. Era un buen chico. Aunque, bien pensado, hasta hacía poco más de una hora, yo jamás hubiera pensado que estuviera tan salido. Lo que, pensando en su edad, tampoco era tan raro…

Pasé con el coche por delante de un bar y estuve a punto de parar para tomarme una copa. O dos. Si no lo hice, fue porque me di cuenta de que, si me plantaba en medio de un bar, con la camiseta mojada transparentando y con un calentón de mil demonios, lo menos que podía pasarme era terminar encerrada en los lavabos con algún maromo que sacara provecho de las ganas que tenía.

Por suerte, la poca cordura que me quedaba se impuso y logré conducir hasta casa.

En cuanto entré, me topé con mi hijo, que me aguardaba un poquito inquieto.

– ¿Cómo has tardado tanto? – me preguntó tras saludarme.

– ¡Oh! Hemos tenido un pinchazo – le mentí sin pensar – Y como los del seguro iban a tardar mucho, la hemos cambiado nosotros. Me voy a dar una ducha y me acuesto, que estoy reventada.

– ¡Ah, vale! Buenas noches.

Ni siquiera me paré a pensar que Borja era perfecto conocedor de cuales eran mis habilidades como mecánica de coches. Sin embargo, no dijo nada, así que no me preocupé más del asunto.

Más adelante descubriría que no se había creído ni una palabra.

CONTINUARÁ

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ernestalibos@hotmail.com

Relato erótico: “El cambio de Susana, su despertar 5 y final” (PUBLICADO POR ALEX)

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El domingo por la noche recibí otro correo suyo, en el que me ponía:

Jamás imagine el poder sentir todo este placer, es un pasada. Esta mañana mi marido se ha ido con la cría al parque, cosa que he aprovechado para realizar tu juego, ha sido una pasada, como puedes mandarme
cosas tan perversas y placenteras????

Me he sentido hasta rara al colocarme el sujetador, pero me lo he puesto, y he sacado mis tetas por encima de este, me he mirado en el espejo y me veía rara al verme así con las tetas fuera, pero a la vez muy sensual, he empezado a tocarme y a pellizcarme los pezones, está deseosa de empezar el juego, me sentía excitada desde que me he levantado esta mañana y deseando que llegara el momento de realizar lo que me habías pedido, me miraba en el espejo mientras me tocaba, estaba súper excitada, las piernas no paraban de arquearse, abajo y arriba, mi cara reflejaba el placer que sentía, me veía atractiva, me veía suspirar, me veía gemir de placer …

Al colocarme las pinzas me han dolido un poco, pero lo he aguantado dándome mas placer, he cogido el huevo y me he apoyado en la pared, las baldosas estaban frías, heladas, una escalofrío ha recorrido todo mi cuerpo, por el contraste de temperatura y las baldosas, me ha gustado la sensación, he empezado a jugar con el huevo, tenía el coño empapado, cosa que he aprovechado para lubricarme también el ano, pasando el huevo de mi clítoris a la entrada de mi vagina y deslizándolo hacia atrás hasta el culo, uhmmm que sensación, me he estado mirando en el espejo mientras hacía eso, que cara de pervertida tenia, nunca me he visto ni sentido así, tan caliente, deseosa, pervertida …

Me he colocado de cuclillas apoyada en la pared para poder empezar a meterme el dedo en el culo, lo tenía ya tan mojado que ni tan siquiera me ha dolido, y eso que era la primera vez que entraba algo en el, ha entrado muy fácilmente, he empezado a follarme el culo con un dedo mientras con la otra mano el huevo frotaba mi clítoris, que sensación mas buena, que rico, he necesitado meterme otro dedo en el ano, pues estaba que me derretía, y he seguido con mi follada anal, he doblado los dedos hacia mi vagina de manera para poder tocar y aguantar el huevo que me he colocado en el coño, uhmmmmm ha sido lo mejor, sentir como este era engullido por mi coño, sacarlo completamente, y volver a dejar que nuevamente mi coño lo tragara, ha sido una pasada, me he corrido al menos 2 veces haciendo esto, ha sido genial, aunque me hubiera gustado mirarme  al espejo no he podido, pues al estar agachada, y con las 2 manos ocupadas me ha sido imposible mirarme ni una sola vez, pero debía ser todo un poema mi cara, aunque tengo que decirte que he estado haciéndome esto bastante más de 10 minutos que habías pedido 🙂

Cuando he recuperado el aliento después del segundo orgasmo me sentado en suelo, y me he quitado las pinzas, los pezones me han quedado dormidos, como insensibles, me los pellizcaba y no me dolían, era una sensación extraña, cuando me he repuesto un poco me he levantado y me he colocado la zanahoria en el ano, he empezado nuevamente a masturbarme, mientras me follaba con la zanahoria, así me he corrido nuevamente, que placer madre mía, que gusto correrse, y yo perdiéndomelo todos estos años, luego he dejado la zanahoria introducida en mi trasero y he empezado a cepillarme el culo, la zanahoria se ha salido y caído en el suelo, pero he seguido cepillándome hasta que se ha puesto rojo, luego he empezado a darme con el por la parte plana, mientras con la otra mano no paraba de tocarme el coño, cuanto más fuerte me daba más placer tenia, ha sido algo bárbaro, estaba como poseída, dándome rápido y fuerte y masturbándome al igual, bruscamente, al final me he corrido como una loca, gimiendo, gritando, convulsionando, bufffff ha sido algo indescriptible, estaba recomponiéndome del salvaje orgasmo obtenido cuando ha aparecido mi niña en el baño, y detrás de ella su padre, yo toda sudorosa, con un huevo, la zanahoria, el cepillo, y las pinzas por el suelo, desnuda con el sujetador puesto pero con las tetas por encima de este, era toda una estampa, lo primero que se me ha ocurrido ha sido meterme la zanahoria en la boca y empezarla a comer, el huevo lo empuje y se medio escondió detrás de váter, y con las pinzas y el cepillo no he podido hacer nada.

mi marido solo ha efectuado un comentario “te encuentras bien cariño? haces mala cara y me parece que tienes fiebre, estas sudando” gilipollas, estoy de coña, bien follada, bien satisfecha y bien servida, estúpido inútil cornudo he pensado en ese momento.

Esto es como una droga, si no la pruebas no sabes lo que te pierdes, una vez la has probado es viciosa, y no parar de querer mas, joder ya vuelvo a estar cachonda 🙂

Después de comer me he quedado en el sofá echada un poco, mi marido y la niña se han ido a dormir la siesta, nuevamente he tenido el impulso de masturbarme, estando en ello, y viendo delante de mi unas velas que tengo puestas en la mesita de centro enfrente del sofá, no he podido resistirme y he pillado una y me la he metido en coño, cuando me he corrido la he dejado dentro aguantándola al cerrar las piernas, pero no contenta con eso he cogido otra, he empezado nuevamente a tocarme y también me la he metido dentro, me he follado con 2 velas a la vez, madre que placer, y aun así no podía parar de mirar y dejar de pensar en meterme la que restaba por el culo, bufff que calentura, no he sabido como poder taparme ese agujero, pero si la he cogido y me la he metido en la boca, hasta que nuevamente me ha venido un nuevo orgasmo.

Vaya día que llevo eh? caliente, caliente y en celo todo el día, tengo que verte fuera de la oficina a solas, necesito más, mucho mas…

Este mail no se lo respondí, deje que transcurriera lo que restaba del Domingo si hacerle saber mi opinión ni de mi, cerca de las 12 de la noche recibí un sms de ella diciéndome “tienes un mail” e hice caso omiso.

Al día siguiente, ya en la oficina, cuando llegue al parking ella estaba ya allí, esperándome, intento darme un beso, a lo que le respondí con una bofetada, quedándose ella perpleja, y tocándose la mejilla, me pregunto si había leído su mail a lo que le respondí que si, y le dije que se fuera para arriba, y que me esperara en el baño.

Después de dejar mis cosas en la mesa me fui a reunirme con Susana en el baño, la hice entrar en uno de los habitáculos, cerré la puerta me baje los pantalones y no tuve que decirle nada mas, ella se puso a comerme la polla, lo hacía con ansia esta vez, estaba nuevamente caliente, la levante cogiéndola por el pelo, la gire, la apoye en la pared, metí mis dedos en su coño estando este completamente empapado y dando ella un suspiro de placer, le unte el culo con su propio flujo, apoye la punta de polla a la entrada y una vez note como cedía su esfínter, se la metí de golpe, empecé a follarla con bastante dureza, ahogando ella misma sus propios gemidos, me saque del bolsillo de mi pantalón un huevo vibrador y se lo metí en el coño mientras seguía follándomela, dándole al botón de play para que empezaran a vibrar en su coño, susurrándole pausadamente le dije “si le contara al cornudo que tienes por marido la puta que tiene en casa ni se lo creería, te gusta comer polla, te gusta tragarte el semen, te gusta follar en los centros comerciales, te gusta follar en el trabajo, te gusta follar en el coche, te gusta que te den por el culo, te gusta ir sin ropa interior, eres una puta, mi puta y quizás harás siempre lo que te pida” me empecé a correr dentro de ella, y ella se había corrido ya varias veces mientras le decía lo puta que era, se la saque, la gire nuevamente, la agache, me lamio, me subí el pantalón, y le dije que se dejara el huevo puesto, que no se limpiara en todo el día, y que no podía tocarse ni correrse hasta que yo le diera permiso.

La tuve todo el día, jugando con el mando a distancia del huevo, cada vez que se ponía en marcha su cara era todo un poema, intentaba disimularlo, pero se le notaba. A la hora de la comida le había pedido que no fuera a comer hasta que yo se dijera, por lo que nos quedamos los 2 solos en la oficina, me acerque a su mesa, y me senté delante de ella, le pedí que se sacara el huevo para lamerlo y chuparlo, cosa que hizo muy precavidamente, luego le pedí que se lo metiera por el culo, pues ya había estado suficientes horas con su coño ocupado, y poco a poco se lo fue metiendo en el, una vez dentro, le pedí que se masturbara para mi, le di marcha al vibrador que tenia metido en su culo, y en menos de 3 minutos Susana se volvió a correr, masturbándose en la oficina y para mí.

En pocos días la vida de Susana paso de ser monótona, conformista, aburrida, e insatisfecha, a convertirse en una mujer ansiosa por descubrir, por dejarse hacer, e incombustible en cuanto a sexualidad se refiere, probo, le gusto e intenta avanzar buscando su propio placer, su propio yo, su propio límite.

Este relato es verídico, me ocurrió hace unos años, hoy en día Susana sigue con su familia, ahora es madre de dos niñas, y una vez al mes nos solemos montar una quedada juntos, en el trabajo nos vimos obligados a suavizar nuestros juegos, es mas yo decidí cambiar de departamento y no parar mucho por la oficina, fue mejor así, pues no interferiría nuestra relación con nuestro trabajo, su marido sigue sin enterarse de nada, pero con la diferencia que ella ahora sí que suele llegar con él, pues piensa en “ella misma, en su placer” cuando lo hacen juntos.

Lamentablemente esta situación no es única, muchas mujeres tienen problemas parecidos o similares, y no es que ellas sean unas frígidas, ni nada parecido, el problema radica más bien en su pareja masculina, la educación recibida en su momento, y muchas veces en el propio egoísmo que tenemos los hombres, lo que relato en el primer capítulo de este relato “desde el machito que lo hacia 5 veces cada día y cuando le preguntaban ¿y tu mujer cuantos? se quedaba con cara de no entender a que se referían” esto o parecido lo he oído unas cuantas veces, no fue esa la única vez, menos mal que siempre suele haber algún mujer cerca lo bastante decidida a replicar o efectuar pregunta similar. Con todo esto no pretendo convencer ni decir a nadie que este es el mejor camino, pues hay bastantes más, pero no deja ser un camino más hacia el placer.

Muchas gracias por vuestro tiempo, por leerme, y por vuestros comentarios.

mar.lex.bcn@gmail.com


Relato erótico:” Teniente Smallbird 1ª parte” (POR ALEX BLAME)

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El apartamento estaba en un viejo edificio de los años setenta medio roído por la aluminosis. El detective Smallbird subió las escaleras lentamente odiando cada cigarrillo que había fumado esa mañana.

El sargento Smallbird era bajo, delgado, de tez oscura y abundante cabello negro siempre engominado. Como siempre, vestía unos vaqueros, una camiseta por la que asomaba una cadena de oro y una chaqueta de cuero negro que siempre llevaba encima.

Cualquiera que le viera por la calle, caminando a pasos cortos y rápidos, con esas piernas cortas y ligeramente arqueadas y la mirada perdida, no repararía en él, ni sería capaz de describirlo, pero si esos ojos castaños se enfrentaban a un detenido o interrogaban a un testigo se volvían agudos e inquietantes.

La puerta del apartamento era de contrachapado y podía verse un gran agujero dónde uno de los miembros del servicio de emergencias la había pateado para acceder al inmueble.

El piso era tan oscuro y deprimente como el resto del edificio. Los muebles eran baratos y estaban gastados por el continuo uso.

—Hola Juan. —dijo el detective Smallbird—¿Han llegado los de la científica?

—Buenas noches teniente, —respondió el agente que hacía guardia a la puerta—acaban de llegar ahora mismo, el forense está haciendo el examen preliminar del fiambre. Tiene mala pinta.

—¿Quien encontró el cadáver?

—Aun no lo sabemos sargento —dijo el agente sacando un block de notas—A las seis de la mañana, emergencias recibió una llamada diciendo que había un cadáver en esta dirección. La llamada fue hecha desde una cabina telefónica que hay unos pocos números más abajo…

—Debía de ser alguien que vive por aquí. Apenas quedan cabinas telefónicas y no todo el mundo sabe dónde encontrarlas —dijo el sargento pensativo.

—…La operadora que atendió la llamada dijo que la voz estaba enmascarada y que ni siquiera pudo distinguir si se trataba de un hombre o una mujer. La grabación ya está en el laboratorio y me he encargado de que le envíen una copia a su correo electrónico.

—Muchas gracias Juan. ¿Qué pasó luego?

—Nosotros éramos los que estábamos más cerca y cogimos el aviso. Cuando llegamos a la puerta estaba cerrada con llave. LLamamos al timbre y no contestó nadie. Ante la sospecha de que pudiera haber alguien muerto en el interior tiramos la puerta abajo de una patada y Márquez y yo entramos en el piso.

—Encontramos el fiambre en el suelo del salón con múltiples puñaladas y en medio de un enorme charco de sangre.—continuó el agente— Registramos la casa y en cuanto nos aseguramos de que no había nadie más, nos retiramos al pasillo y llamamos a la central.

—Buen trabajo. Ahora que ya estamos todos aquí, ¿Por qué no vais preguntando a los vecinos a ver si han visto u oído algo sospechoso?

—De acuerdo jefe.—dijo saliendo de nuevo al pasillo y llamando a su compañero a grito pelado.

El sargento Smallbird se puso unas calzas y unos guantes para no contaminar el escenario y entro en el salón que olía a sangre y a esfínteres relajados.

El cadáver estaba tumbado boca arriba cosido a puñaladas y en un gran charco de sangre.

—Hola Fermín, ¿Qué opinas?—preguntó a un cincuentón barrigudo que estaba aculillado examinando el cadáver.

—Que si llego a saberlo me pongo pantalones de pescador.

—Ahora en serio. —dijo el detective desenvolviendo un chicle y mascándolo con furia.

—Varón blanco, caucásico, mediana edad, sobrepeso, por la indumentaria la higiene no era su mayor virtud.—respondió el forense señalando la camiseta de tirantes y los calzoncillos sucios.

—Ya veo ¿La causa de la muerte?

—Yo descartaría las causas naturales. Llevaba contadas cincuenta y seis puñaladas hasta que llegaste. Ahora voy a tener que volver a empezar otra vez. ¡Joder!

—Lo siento Fermín. Tiene pinta de algo pasional.

—Las múltiples puñaladas así parecen indicarlo pero hay algo curioso que me inclina a no descartar otro móvil. Las puñaladas fueron dadas a intervalos de tiempo, en ocasiones bastante largos.

—¿Cómo lo puedes saber?

—¿Ves estas primeras en los brazos y las piernas? por las manchas de sangre se puede ver que sangraron profusamente y hay respuesta inflamatoria, mientras que las del tronco apenas sangraron y más de la mitad de las heridas fueron claramente realizadas post mortem como puedes ver por la ausencia de sangre en las heridas.

—¿Quieres decir que el asesino se pasó toda la noche arreando cuchilladas a la victima?—preguntó Smallbird sorprendido.

—Yo calculo que, por la diferencia entre los cortes perimortem y los últimos realizados postmortem pasaron al menos doce horas. Sabré algo más cuando le haga la autopsia.

—¿Me puedes explicar cómo un tipo se dedica a cortar en finas rebanadas a la víctima sin que esta haga el más mínimo movimiento o despierte a nadie con sus gritos?

—Lo único que se me ocurre es que le drogaran pero no lo sabré hasta que tengamos el informe de tóxicos dentro de un par de días.

El detective se agachó y observó el cadáver. Inspeccionó muñecas tobillos y comisuras de la boca sin encontrar rastro alguno de ligaduras o mordazas.

Los ojos castaños y porcinos parcialmente velados por la muerte le miraron inexpresivos. El cadáver, casi desnudo como estaba, no le aportó ninguna información más y dio una vuelta sobre si mismo observando la habitación.

Aunque la mugre y el desorden reinaban por todo el piso, no parecía que nadie hubiese rebuscado algo entre su contenido. En una esquina había un televisor apagado y una PlayStation 4, que era lo único que parecía moderno y limpio en toda la vivienda. Al lado del televisor había una pila de juegos y un disco duro.

Se acercó a una mesa baja que el asesino había apartado para poder tener más espacio para manipular a la víctima. Con cuidado apartó los envoltorios de pizza congelados y las latas de cerveza estrujadas hasta encontrar un cenicero, las llaves de un Opel y una cartera de cuero sobada y llena de manchas de grasa. Smallbird abrió la cartera. En el interior había treinta euros, un par de tarjetas de débito, un resguardo del euromillón y un DNI y un carnet de conducir a nombre de Alex Blame. Examinó el carnet con atención; el fallecido era varón, cuarenta y un años, nacido en una pequeña población de Ávila e hijo de Pegerto y Obdulia. La cartera no le aportó más pistas así que la dejó en su sitio para que los de la científica la embolsasen y la etiquetasen. Siguió buscando en la mesa pero no encontró nada más.

En la esquina contraria, al lado de la ventana, había un escritorio con un ordenador formado por una pantalla tft de veintidós pulgadas y cuatro torres conectadas por un complejo sistema de refrigeración líquida que se podía ver a través de la carcasa transparente. Lo encendió y el sistema se inició sorprendentemente deprisa mostrando una ventana dónde pedía una contraseña. Smallbird se sintió tentado pero al final desistió de pulsar ninguna tecla.

Lo que estaba claro era que el móvil no había sido el robo. El asesino no había tocado la cartera ni el ordenador que tenía pinta de ser de bastante caro.

Smallbird echó un nuevo vistazo sintiendo que faltaba algo. Buscó de nuevo en la mesa de nuevo sin éxito hasta que sus ojos se posaron en el sofá. Smallbird se acercó y levantó el cojín. Debajo encontró un montón de migas, un chicle y un móvil de prepago.

Satisfecho, el detective cogió el móvil. Era un Nokia antiguo, sin internet ni GPS, oprimió un par de teclas y el móvil se desbloqueó obedientemente. Smallbird no tardó en darse cuenta de que el aparato no iba a ser una gran fuente de información. La lista de contactos estaba vacía y al revisar el registro de llamadas y sms los encontró también vacíos.

El fiambre estaba empezando a tocarle las narices. Nadie que tuviese semejante despliegue de tecnología en casa tenía un móvil como ese si no quería ocultar algo. Con una sensación de desaliento dejo el móvil dónde lo había encontrado y se dirigió a la cocina.

La cocina era una sórdida estancia alargada, estrecha, oscura y sucia. El frigorífico rebosaba de packs de cervezas mientras que en el congelador había media docena de pizzas y un par de platos preparados. El resto del mobiliario era una mesa y unas sillas de formica desgastadas por el tiempo, un fregadero lleno de vasos sucios, una cocina de gas y un microondas que tenía pinta de ser el electrodoméstico más utilizado.

El detective husmeó en la basura pero solo encontró más envoltorios de pizza y latas de cerveza. Empezaba a pensar que aquel caso iba a ser de los difíciles.

La última estancia en inspeccionar fue el baño y esta vez encontró algo. En el armarito halló toda una colección de tranquilizantes y anfetaminas junto con un frasco de viagras, todos obtenidos sin receta, probablemente por internet.

—¿Has encontrado algo ahí dentro? —le preguntó el forense cuando Smallbird volvió al salón.

—Que con su dieta y las pastillas recreativas que tiene en el baño probablemente el asesino solo adelantó su muerte un par de días. —respondió el detective con una mueca sardónica— Te mandaré muestras para ver si su origen nos da alguna pista.

—De acuerdo, yo me voy de aquí, —dijo Fermín—no hay mucho más que hacer, en cuanto el juez firme el acta mis ayudantes se llevarán el cadáver.

—No hace falta que te diga que necesito el resultado para ayer.

—De acuerdo, pero no esperes averiguar mucho más. No creo que haya sorpresas.

El forense recogió su instrumental y con un leve saludo de la cabeza a los presentes abandonó el lugar del crimen bostezando ruidosamente.

El detective echó un último vistazo a su alrededor y después de cerciorarse de que no se le olvidaba nada salió por la puerta dónde ya le estaba esperando Juan con la libreta preparada.

—¿Qué has averiguado? —preguntó el teniente acercándose al agente.

—No mucho de momento. —respondió Juan revisando sus notas— Solo hay tres vecinos en casa. Dos son jubilados, uno dormía como un cesto y no se enteró de nada, ni siquiera notó nada cuando tiramos la puerta abajo gritando y eso que vive justo debajo y el otro está sordo como una tapia. El del primero es dueño de la mayoría de las viviendas y vive en el primer piso así que tampoco notó nada raro la noche pasada.

—Por lo menos el casero te habrá informado sobre los vecinos…

—Sí, señor. —respondió el agente pasando una hoja de la libreta— El piso de Alex era de su propiedad. En la puerta de enfrente vive una chica de unos veinte años como mucho que trabaja de camarera en el bar de la esquina. Encima de ellos no vive nadie y en el piso de abajo, además del sordo, vive un matrimonio de peruanos con tres hijos. Los dos padres apenas hacen otra cosa que trabajar y dormir y los niños son aún demasiado pequeños como para enterarse de nada.

—¿Qué te dijo de la víctima?

—Veamos… aquí está. Alex Blame le alquiló el piso hace dos años y después de seis meses le hizo una oferta que no pudo rechazar. No me quiso decir más sobre ello pero por la cara que puso, sospecho que una buena cantidad fue en dinero negro. El casero dice que desde el día que le compró el piso no le ha vuelto a ver más que en contadas ocasiones. Le traen casi todo a casa y aparte de los repartidores recibe muy pocas visitas.

—¿Sabe a qué se dedicaba?

—Según él, trabajaba en casa. Alex le dijo que en algo de internet. No fue muy concreto y el casero no estaba muy interesado en el tema así que no preguntó más.

—¿Fue testigo de algún altercado o sabía si tenía algún enemigo?

—Nada de nada. Por lo que dijo el casero era un vecino modelo. No hacía ruido ni montaba fiestas o escándalos. Ningún vecino se había quejado de él. Alguno de los más recientes dudo que supiesen de su existencia.

—O sea, que no tenemos nada de nada.

—La única esperanza es que Vanesa, la camarera, haya oído algo.

—De acuerdo Juan. Buen trabajo.—dijo el detective dándole una palmada en la espalda. Termina aquí y vete a descansar un poco. El informe puede esperar unas horas.

Smallbird salió a la calle y encendió un pitillo. A pesar de que aún era temprano, la ciudad llevaba despierta un buen rato y la acera estaba llena de viandantes. Se giró a la derecha y en la esquina vio una cafetería de aspecto moderno con la fachada pintada de rojo. El detective eludió la riada de peatones que iba en dirección contraria y se dirigió al establecimiento.

Demasiado tarde para el desayuno y demasiado pronto para el vermut del mediodía encontró el local prácticamente vacío. En el mostrador un chico jugueteaba con su smartphone mientras la chica limpiaba la barra.

Smallbird apagó el cigarrillo tras una última calada, entró y se sentó en la mesa más apartada del local. La joven siguió limpiando, esperando que su compañero se encargara pero un gruñido de este le indicó que no pensaba mover el culo de la barra.

La joven suspiró y dejando el trapo sobre el mostrador, se acercó a la mesa del detective. El detective aprovechó para echarla un buen vistazo. La chica era joven y rubia con la cara redonda y la nariz pequeña. Tenía el pelo largo y rubio platino recogido en un apretado moño. Llevaba un uniforme que revelaba un cuerpo ligeramente rechoncho y se ajustaba a un culo y unos pechos realmente portentosos.

—¿Que desea? —preguntó la joven frunciendo unos labios pequeños y gruesos pintados de un rojo que le recordaban a la sangre derramada.

—Un café con leche largo y una tostada, por favor. —respondió el detective admirando el culo y las piernas un poco gruesas pero firmes de la joven camarera mientras se alejaba.

Mientras pensaba en la eternidad que hacía que no se liaba con una joven como aquella el detective se dedicó a observar a la chica trajinando con la cafetera y la tostadora. A los tres minutos volvió con un café caliente pero aguado y una tostada bastante decente.

—¿Eres Vanesa? —preguntó el detective mientras hurgaba en el bolsillo para sacar la cartera.

—No salgo con clientes ni hago rebajas a conocidos de conocidos. —Respondió ella con cara de aburrimiento.

—Detective Smallbird, de la policía. —dijo él enseñándole la placa.

—Tampoco hacemos descuentos a la poli, pero tenemos una oferta de tres por dos en Donuts.

—Siéntate por favor, necesito hablar contigo. —le interrumpió Smallbird con un tono que no admitía réplica.

—Está bien, ¿Qué es lo que quiere?

—¿A qué hora se levanta para venir a trabajar? —preguntó el detective.

—Sobre las cinco y cuarto. A las seis tengo que preparar todo para empezar a servir los desayunos. —dijo la joven descartándose como autora de la llamada a emergencias.

—¿Notó algo raro esta mañana en su casa?

—No, nada inusual. Me levanté, puse el mp4, desayuné y salí corriendo para llegar al trabajo a tiempo.

—¿Y no oíste nada?

—No nada. En cuanto me levanto pongo lo auriculares y no oigo nada de lo que pasa fuera.

—¿Conoces a tu vecino de enfrente, Alex Blame?

—No, bueno sí .—dijo ella un poco azorada esquivando la mirada del detective— Se quién es pero apenas le he visto un par de veces. ¿Le ha pasado algo?

—Le hemos encontrado muerto en su salón está mañana. —respondió Smallbird detectando una mezcla de sorpresa y alivio en los ojos de la chica.

— Pero… ¿Cómo? —preguntó ella sorprendida.

—Acuchillado. —respondió el detective lacónico.

—¿Saben quién lo ha hecho?

—En eso estamos. ¿Puedes decirme dónde has estado en las últimas dieciocho horas? —preguntó el detective más para ver cómo reaccionaba la chica que por que la creyera capaz de una carnicería semejante.

La joven vaciló por un segundo mirando al detective con los ojos muy abiertos pero enseguida se recompuso y le relató con todo detalle todo lo que había hecho desde la tarde anterior. Como esperaba la joven tenía coartada y como testigos a todos los clientes de la cafetería. Era obvio que la joven ocultaba algo pero decidió no seguir presionándola hasta tener algo más de ella.

Después de pagar el café se despidió y le dio una tarjeta con un teléfono al que podía llamar de día o de noche si recordaba algo.

Smallbird salió de la cafetería y subió a su Ossa Yankee 500. Todo el mundo decía que estaba loco por conducir ese cacharro de casi cuarenta años, pero la había heredado de su padre y era perfecta para moverse por la ciudad.

Deslizándose entre el tráfico a toda velocidad tardó apenas quince minutos en llegar a la comisaría.

El departamento de homicidios ocupaba todo el ala derecha de la comisaría y el teniente estaba al cargo de un equipo de cuatro personas y un administrativo que le ayudaba con el papeleo y atendía las llamadas. Smallbird tenía un pequeño cuchitril para su uso personal con el espacio justo para un escritorio y un par de sillas justo al lado de las salas de interrogatorios.

Cuando entró todos saludaron al jefe con la típica dejadez del funcionario que acaba de levantarse de la cama y ponerse en la silla del trabajo. Smallbird les dijo que dejasen todo y le esperasen en la sala de reuniones.

Smallbird dejó a los chicos refunfuñando y levantándose de sus sillas y se dirigió al despacho del comisario. Negrete ya le estaba esperando con el rostro rubicundo y la cara de pocos amigos que mostraba habitualmente.

—Haber Smallbird. Dime qué coño ha pasado en Vallecas. —inquirió el comisario sin casi dejarle entrar.

—A las cinco de la mañana el 112 recibió una llamada en la que explicaban que había habido un asesinato en la calle Segismundo Varela, concretamente en el cuarto izquierda del numero ciento cuarenta y siete. —comenzó el teniente fiándose de su memoria en vez de recurrir a las notas— Los del 112 nos pasaron la llamada y una patrulla se acercó hasta el domicilio para intentar averiguar qué demonios pasaba. Tras intentar contactar sin éxito con el inquilino los dos agentes tiraron la puerta abajo.

—¿No había ningún vecino con un duplicado o es que todos los policías de esta comisaría se creen Harry el sucio? —espetó el comisario Negrete con su habitual mala leche.

—Ante la urgencia de la llamada no pensaron demasiado en buscar a los vecinos. El caso es que encontraron a un fiambre en el medio del salón.

—¿Asesinato o suicidio? —volvió a preguntar el comisario.

—No conozco a ningún tipo que haya sido capaz de darse más de cincuenta puñaladas a lo largo de al menos doce horas, algunas después de muerto.

—Menos chorradas Smallbird.

—Lo siento jefe, he dormido poco esta noche. El forense hizo el examen preliminar y todo parece indicar que la persona que se lo cargó tenía mucha mala baba acumulada. El tipo tampoco parece un santo precisamente, es informático y trabaja en casa, nadie sabe decirme exactamente en qué, no tenía nada más que un móvil de prepago sin contactos ni llamadas y había un montón de drogas de todos los tipos en el baño.

—Así que en cuanto empecemos a escarbar saldrán un montón de trapos sucios.

—Me temo que la lista de enemigos va a ser bastante larga, va a ser un caso complicado de cojones.

—¿Vas a necesitar a alguien de refuerzo?

—Camino me ayudará en la investigación de campo mientras que López y Arjona se encargarán de la investigación en la oficina. Carmen echará una mano a unos u otros dependiendo de las circunstancias. Lo que si voy a necesitar es un experto en informática, el tipo tenía un equipo impresionante y necesitaré ayuda para sacar la información.

—Cuenta con ello, ahora mismo llamaré a la central para que nos manden al mejor de que dispongan. —dijo el comisario— A partir de ahora este caso es vuestra prioridad. No me huele nada bien eso de estar arreando cuchilladas a alguien durante horas me suena a ritual, me temo que se trate de un asesino en serie. Te descargaré de parte del trabajo para que puedas emplear todos tus recursos en este caso.

—Tú mandas jefe. —replicó Smallbird— El caso Noya ya está listo, solo queda pasar el informe a limpio y de eso se puede encargar Lino, el administrativo. En cuanto el caso de los pandilleros y el de la Lola se los podemos pasar a estupefacientes y a antivicio, se alegrarán de hacer algo distinto.

—Bien, todo arreglado entonces —dijo el comisario despidiendo a Smallbird con un gesto y cogiendo el teléfono.

Cuando llegó a la sala de reuniones encontró a sus chicos estirados en las sillas con los pies apoyados sobre la mesa y haciendo caso omiso de los carteles repartidos por toda la sala recordando a los asistentes la prohibición de fumar en todo el edificio.

El teniente reprimió unas intensas ganas de imitarles y les hizo un somero informe del caso al que no hicieron demasiadas preguntas. A la espera de recibir los primeros informes y las pruebas encontradas en el escenario mandó a Arjona y a Carmen a informar a estupefacientes y a antivicio de los casos que les iban a derivar mientras que Camino intentaría averiguar que había en los archivos sobre la víctima y López investigaría el historial del resto de los vecinos del inmueble. En cuanto terminó todos se levantaron y se esfumaron a cumplir sus órdenes. Pese a su apariencia joven, desganada e indisciplinada estaba orgulloso de su equipo y pensaba sinceramente que eran los mejores investigadores de la comisaría. Con ese caso tendrían la oportunidad de volver a demostrarlo.

El resto de la mañana la pasó terminando el papeleo del caso Noya y dejándolo todo listo justo antes de comer.

Cuando volvió de la comida se encontró con una mujer esperando de pie en su despacho. A través de la ventana pudo ver la melena castaña y ligeramente rizada que casi llegaba hasta su cinturón reglamentario. Mientras se acercaba Smallbird se recreó en la figura delgada y alta que se mantenía de pie esperando en posición de descanso.

—Buenas tardes. —dijo el teniente sobresaltando a la joven al abrir la puerta.

—Buenos tardes señor se presenta la agente Viñales de la sección de informática. Creo que tiente trabajo para mí.

—No hace falta que te cuadres cada vez que me veas esto no es el ejército. —dijo Smallbird sorprendiéndose de la juventud de la agente— ¿Cuánto tiempo llevas en el cuerpo?

—Ocho meses señor.

Smallbird se tragó un juramento. Sabía que la gente de informática solía ser joven pero se esperaba otra cosa. Mientras pensaba en esta y otras cosas el detective se dedicó a observar a la joven de labios finos, pómulos marcados y ojos grises de mirada dulce.

—Está bien —dijo Smallbird después de una pausa— Puedes usar la mesa de la derecha. Pídele a Lino todo lo que necesites y el te lo conseguirá. Quiero que sepas que este es un caso prioritario y espero que estés a la altura. Nos espera un duro trabajo. Terminó acompañando a la joven fuera del despacho.

—Lino esta es Viñales es la nueva informática, ayúdala a instalarse, ¿Quieres?

—Desde luego jefe —dijo el administrativo echando a la joven una mirada libidinosa.

Poco después llegó Juan con su informe terminado. Tras echarle un vistazo y cerciorarse de que el agente no se había olvidado de mencionarle nada, se levantó de la silla y salió de su despacho.

Arjona y Carmen aun no habían vuelto de poner al día a Estupefacientes y a antivicio y Camino y López seguían enfrascados en sus tareas, así que como Viñales era la única que habiéndose instalado no tenía nada que hacer, decidió llevársela al depósito a ver si el forense podía hacerles un informe preliminar.

—Viñales, ¿Sabes conducir?

—Sí señor.

—Estupendo porque yo lo odio y como aun no tienes nada que hacer me llevas al depósito. —dijo Smallbird dirigiéndose hacia la puerta.

Smallbird se sentó en el asiento del acompañante del coche patrulla poniendo la llave en el contacto y disfrutó del nerviosismo de la joven al arrancar el baqueteado monovolumen.

Con extrema prudencia Viñales se internó en el tráfico mientras el teniente apagaba la molesta emisora y sintonizaba radio clásica.

Viñales conducía siguiendo las indicaciones de Smallbird con un intenso gesto de concentración como si estuviese de nuevo en su examen del carnet de conducir. El teniente se relajó y se recostó ligeramente en la puerta para poder observar sin ningún disimulo las evoluciones de la joven entre el tráfico vespertino mientras escuchaba a Verdi en la radio.

El trayecto duro apenas un cuarto de hora y Viñales aguantó el escrutinio sin una queja y sin perder la concentración, conduciendo con eficacia y seguridad.

En cuanto entraron en el Instituto Anatómico Forense Smallbird tomó la delantera y guio a la joven policía por una serie de largos pasillos hasta llegar al despacho de Fermín. En el despacho solo se encontraba una secretaría que les indicó que estaba en la sala de autopsias número tres.

—¡Vaya! Esto sí que me sorprende, por una vez el forense está examinando uno de mis fiambres antes de que empiece a pudrirse.—dijo Smallbird entrando en la sala acompañado de una reticente Viñales.

—No te hagas ilusiones —replicó el forense con las manos dentro del abdomen del finado— está noche ha sido anormalmente tranquila y el resto de los clientes podían esperar.

—¿Qué me puedes contar?

—Que he logrado contar finalmente todas las cuchilladas y son ochenta y ocho, hechas a intervalos de tiempo de menos de una hora con un cuchillo pequeño, de hoja no muy ancha y poco afilado. Diría que un cuchillo de cortar la comida, yo que vosotros buscaría entre los platos sucios . Treinta y cinco puñaladas fueron hechas ante mortem hasta que en una se le fue la mano al asesino y cortó limpiamente la arteria hepática, a pesar de ello siguió practicándole incisiones hasta completar ese bonito número.

—El ocho horizontal es el símbolo matemático de infinito. —intervino Viñales.

—¿Y esta joven tan atractiva? —preguntó Fermín poniendo cara de viejo verde.

—Me la ha prestado la central para esta investigación. —respondió Smallbird— Gracia viñales, Fermín Cuevas.

El forense, con toda la intención sacó la mano del abdomen del cadáver con el estómago agarrado y fingió ante la diversión del teniente intentar darle la mano a la joven luego simuló darse cuenta de que aun tenía el órgano en la mano y farfulló una disculpa.

Gracia se mantuvo firme aunque la visión del estómago cercenado y adornado de sangre y restos de tejidos le hicieron palidecer.

Buscando un mayor efecto el forense abrió el órgano delante de ellos y hurgó en el contenido con una pinza sacando restos de comida semi digerida y metiéndolos en tubos de ensayo para su posterior análisis.

—No queda mucho, calculo que su última comida fue unas tres horas y media antes de morir. Me costará averiguar que comió si lo consigo —dijo extrayendo otro trozo de comida mientras Viñales contenía una arcada.

—¿Restos de drogas?

—Las muestras de sangre están en el laboratorio, tardarán un par de días. En el cuerpo no encontré ningún pinchazo, aún. Por lo que encontraste en el baño me espero de todo.

—¿Algo más?

—Un tatuaje en la parte baja de la espalda que dice “A TOMAR POL CULO” en letra gótica. Su ropa estaba llena de residuos y fibras pero dado el nivel de higiene en el que vivía será casi imposible separar las evidencias útiles de la basura.

—¿Nada bajo las uñas?

—Al contario, de todo. La mayor parte comida en distintos estados de putrefacción. Lo único que he encontrado es un pelo púbico en su barba. Sé que no le pertenece porque es rubio. Dentro de un par de días tendré un perfil de ADN por si tienes un sospechoso o sospechosa con el que compararlo.

—De acuerdo buscare un coño rubio al que le falte un pelo —dijo Smallbird con una sonrisa torva.

—Buena suerte —dijo el forense encendiendo una sierra — ¿Os quedáis a ver el cerebro? Me muero de curiosidad…

El teniente se despidió sabiendo que la joven no aguantaría mucho más y la guio de nuevo al parking. Durante el trayecto de vuelta a la comisaría el color volvió poco a poco a las mejillas de Viñales mientras se concentraba en la conducción.

—¿Por qué el nombre de Gracia? —preguntó Smallbird para romper el incómodo silencio que se estaba estableciendo entre ellos.

—Mi madre adoraba a Grace Kelly y cuando murió en accidente se juró a si misma que su primera hija se llamaría como ella. Así que por eso tengo un nombre tan estúpido. —respondió ella resoplando.

—Es curioso, ahora que lo pienso, conozco a pocas mujeres que estén contentas con su nombre. A mí me parece un nombre bonito.

—Supongo que si hubieses pasado toda tu infancia y juventud recibiendo imitaciones de Gracita Morales a modo de saludo y te hubiesen puesto el mote de desgracia no te lo parecería tanto. ¿Y lo de Smallbird? —preguntó Viñales a su vez.

—Mi abuelo combatió con las brigadas internacionales en Madrid y vete tú a saber por qué se enamoró perdidamente de mi abuela con la que tuvo una relación de unos meses fruto de la cual nació mi padre. El hombre estaba casado y se volvió a América pero reconoció a mi padre como su hijo y mandó dinero a mi abuela regularmente hasta su muerte. De él no heredé ni su estatura ni sus ojos azules ni su atractivo natural pero me quedé con su apellido.

Antes de que las confesiones se volviesen más comprometidas Viñales metió el coche en el garaje de la comisaría y apagó el contacto. Cuando entraron en el departamento de homicidios Viñales ya tenía los discos duros del ordenador de Alex Blame sobre su mesa.

—¿Qué tal jefe? ¿Alguna novedad? —preguntó Arjona.

—Nada nuevo, aunque si tienes curiosidad fueron ochenta y ocho puñaladas.

—No está mal.¿ Sabías que el ocho en horizontal es el símbolo de infinito?

—Sí, ya me lo habían mencionado. —replicó Smallbird.

—Podríamos llamarle el asesino del infinito.

—Ni se te ocurra,—le cortó el teniente tajante — sí se filtra a la prensa se montaría un lio del carajo así que no quiero volver a oír ese mote.

Una vez en su oficina revisó el papeleo unos minutos. Arjona y Carmen habían terminado y se habían ido a casa .En pocos minutos terminó de anotar en el ordenador los resultados de la investigación del día y se dirigió a la mesa que compartían López y Camino.

—Bueno, ¿Qué habéis averiguado? —preguntó Smallbird cruzando los dedos.

—No demasiado, —empezó camino—El señor Blame no tenía antecedentes de ningún tipo, ni siquiera una multa de tráfico. Tiene… tenía una cuenta corriente con cuatro mil y pico euros. El historial de la cuenta se mantiene siempre entre los cuatro mil y los cinco mil euros. Solo la usa para pagar los gastos de luz, agua y esas cosas. De vez en cuando hace ingresos en efectivo de unos mil quinientos euros. Lo único que llama la atención es la factura de internet debe tener una conexión de la ostia.

—Con el pepino que tenía no me extraña. —dijo el teniente—Pásale un recibo a la nueva a ver que saca de él. ¿Qué más?

—Trabajó para un banco en la sección de informática durante un par de años pero se largó y desde entonces no había vuelto a tener ninguna ocupación conocida. Sus únicas propiedades son el piso y un Opel Calibra del noventa y uno. No tiene préstamos pendientes y tiene todos los impuestos al día. Si no fuese porque no puedo averiguar de dónde saca el dinero diría que es un ciudadano modelo.

—¿Facebook, Twiter?

—No tiene cuentas de ningún tipo en internet, ni siquiera tiene una cuenta de correo a su nombre.

—Hasta ahora no me has dado nada. —dijo Smallbird frunciendo el ceño frustrado.

—Hay una cosa, pero no creo que tenga mucha importancia. Al teclear su nombre en Google me sale un perfil en una página de relatos eróticos. Puede ser él o puede ser cualquier otro zumbado, la mayoría de esos salidos suele utilizar un seudónimo.

—No me parece una pista muy prometedora pero sigue con ella de todas maneras. y tú, ¿Qué me cuentas? —dijo el teniente volviéndose hacia Arjona.

—El edificio fue construido en el setenta y dos. No hay historial de movimientos extraños o delictivos. Los inquilinos son en su mayoría gente modesta con ingresos bajos. Al menos la mitad de los apartamentos están en este momento desocupados. El casero tiene todo en orden y salvo el matrimonio peruano que a veces se retrasa un poco, el resto pagan puntualmente y no dan problemas.

—¿Qué sabes de la camarera? —preguntó Smallbird interesado— Hablé con ella esta mañana y estoy seguro de que oculta algo.

—Veamos. —dijo Arjona revolviendo los papeles— Vanesa Díaz veinte años nacida en Valladolid vino aquí hace un par de años. Vivió primero en casa de su tío hasta que consiguió un trabajo y se independizó. Vive sola con su gato persa. Todo parece normal a primera vista pero cuando hurgas un poco hay algo extraño.

—Dime.

—Tiene una página de Facebook…

—¡Bendito Facebook! —corearon los tres haciendo que Viñales levantase la cabeza de su escritorio sorprendida.

—Tiene una página de Facebook… —repitió Arjona de nuevo— Al principio era bastante activa y tenía casi cien amigos con los que hablaba todos los días, pero actualmente no entra en ella casi nunca.

—Eso es normal, la gente se cansa. —dijo el teniente.

—Sí pero no lo deja de golpe. La chica tiene Smartphone e internet en casa y sin embargo en la semana del quince de Julio del año pasado pasó de entrar varias veces al día en su cuenta a no hacerlo prácticamente nunca.

Smallbird no dijo nada pero se quedó pensando. Despidió a los chicos y les mandó a casa. Montó en la Ossa y se internó en el tráfico con la imagen de la joven camarera revoloteando en su mente. Cada vez estaba más claro que a la chica le pasó algo hace año y medio que le había cambiado la vida radicalmente.

Paró en un semáforo sin dejar de buscarle un sentido a todo aquello. Alex Blame llega al piso después que la chica y lo alquila durante seis meses y luego decide comprarlo justo cuando la chica cambia de costumbres bruscamente. El semáforo se puso en verde y Smallbird arrancó seguro de cuál sería su siguiente visita al día siguiente.

2

El tío de Vanesa vivía en un bonito Chalet en el Soto de La Moraleja. Dobló en el cruce de acceso y le enseño la placa al vigilante de la urbanización que le franqueó el paso sin hacer preguntas. El sol estaba empezando a levantarse y le daba justo en los ojos cuando entró en la calle donde estaba la casa del tío de Vanesa. Cuando apagó el motor de la Ossa, Camino ya le estaba esperando en el coche patrulla.

—Buenos días, Camino —saludo Smallbird desmontando— Lo siento, pero llamé anoche al tío de Vanesa y trabaja todo el día. Me pidió como favor especial que le entrevistásemos antes de ir al trabajo. ¿Te he hecho madrugar demasiado?

—Tonterías Smallbird. Ya sabes que vivo al lado de la comisaría. Solo he tenido que levantarme media hora antes y Julio se ha encargado hoy de los niños.

—Estupendo; entonces vamos allá. —dijo él pulsando el botón del timbre.

—Una voz con un inconfundible acento argentino respondió en el telefonillo y les franqueó el paso después de que mostrasen sus placas a la cámara.

Entraron caminando en el corto sendero de graba que llevaba a la entrada de un chalet moderno y amplio con enormes ventanales.

Una mujer con un uniforme de asistenta de color gris les estaba esperando a la puerta y les llevó hasta una sala forrada de estantes repletos de libros desde el suelo hasta el techo.

Mientras Camino se sentaba tranquilamente en un sofá orejero, Smallbird no pudo evitar curiosear entre los estantes intentando hacerse una idea de los gustos de su dueño.

Una de las paredes estaba dedicada al arte y sobre todo a la arquitectura; entre manuales y códigos técnicos había libros dedicados a Gaudí, Le Corbusier y arquitectura japonesa. Guiado por la curiosidad cogió y abrió uno cuyo título “Construir Ficciones: Para una filosofía de la arquitectura” llamó inmediatamente su atención. Cuando entró Salvador Díaz estaba ojeándolo con interés.

—Buenos días —dijo el hombre entrando en la habitación— supongo que ya habrá imaginado a qué me dedico.

Smallbird levantó la visa del libro y disimuló su desagrado ante la vista de aquel hombre menudo de facciones pequeñas y frente despejada, que llevaba un traje de seda color gris y unas gafas de pasta, que aumentaban sus ojos hasta el punto de que a l teniente le parecía estar mirando los de un pez a través del cristal de una pecera.

—Buenos días señor Díaz —dijo el detective— Soy el detective Leandro Smallbird y ella es la detective Camino Balaguer. Necesitamos hacerle un par de preguntas sobre su sobrina.

—¿No se habrá metido en algún lio verdad? —peguntó el hombre pasándose la mano por su pelo gris y engominado en un gesto de nerviosismo que puso de nuevo al detective en guardia.

—No que nosotros sepamos. Pero se ha producido un delito en su edificio y estamos investigando a los vecinos por rutina.

Smallbird tomó la iniciativa en el interrogatorio mientras Camino se quedaba sentada en el sofá aparentemente sin hacer nada pero registrando hasta el más pequeño gesto del hombrecillo.

Empezó peguntándole por el motivo de que la joven viniese a Madrid. Según el arquitecto había venido a Madrid después de discutir repetidamente con sus padres para buscar trabajo y finalmente poder independizarse.

Salvador les contó como la chica había llegado prácticamente con lo puesto y como le había conseguido un primer trabajo en un pizzería. Fue la única vez que le echó una mano. A partir de aquel momento se las arregló bastante bien consiguiendo trabajos cada vez mejor pagados hasta que consiguió el de encargada de la cafetería donde estaba actualmente que le permitió alquilar un piso para ella sola.

—¿Tenía muchos amigos?

—Al principio le costó un poco. Ya sabe, el cambio de ambiente y todo eso, pero con el tiempo se hizo con una pandilla. Se traía a las amigas y los amigos de vez en cuando a casa hasta que un día la pillé haciendo cochinadas con un chico en el sofá.

—Fue en ese momento cuando se fue de casa? —preguntó el teniente advirtiendo una fugaz gesto de celos.

—Sí, se fue poco después diciendo que quería vivir su propia vida. —respondió él.

—¿Ha notado algún cambio en ella últimamente? —intervino Camino levantándose.

—Al principio no. Incluso iba a visitarla de vez en cuando para ver cómo le iba. —respondió de nuevo con un gesto posesivo que no se les escapó a ninguno de los dos— Pero con el tiempo se fue encerrando cada vez más en si misma hasta que un día me dijo que la dejase de visitar.

—¿Conocía a su vecino?

—¿El gordo? Sí, un tipo realmente desagradable. Me crucé alguna vez con él en el pasillo y soltaba una risilla realmente ofensiva cada vez que me veía…

El detective observó a aquel hombre detenidamente mientras Camino seguía interrogándole, aunque Salvador parecía sincero e intentaba responder las preguntas de la detective lo mejor que podía había algo en él que no acababa de convencerle.

Tras unos minutos más Camino se quedó sin preguntas y ambos se despidieron dándole las gracias.

—Este tipo oculta algo. —dijeron los dos a coro cuando salieron de la propiedad.

Cuando llegaron a la comisaría Negrete le esperaba con el rostro contraído de rabia a la puerta de su despacho. El teniente suspiró acostumbrado a los ataques de rabia de su jefe y despidiéndose de Camino se dirigió hacia él.

—¿Quién coño ha sido? —preguntó a grito pelado el comisario con una vena gorda como un dedo latiéndole rabiosamente en la sien.

—Perdón jefe pero no entiendo…

—¿Quién se ha chivado a los periodistas lo de las ochenta y ocho puñaladas? —preguntó tirando con rabia un par de periódicos sobre la mesa.

Los titulares hablaban por sí mismos. “¡88 puñaladas!” ” El asesino del doble infinito”. Smallbird echó un vistazo a la información y suspiró aliviado.

—Esto no ha salido de aquí. Hay demasiados detalles. Los chicos solo saben lo de las puñaladas pero como era tarde no les conté mucho más. Aquí hay mucha información que solo podía estar en el informe preliminar de la autopsia que ni siquiera yo he visto aún.

—¿Estás totalmente seguro de ello? —preguntó Negrete frunciendo el ceño.

—Sí señor. Alguien del depósito se ha ido de la lengua. Nosotros no hemos sido.

—De acuerdo. Te creo y espero que no te equivoques, porque les voy a cantar las cuarenta a esos imbéciles. Procura acabar con esto antes de que se convierta en un circo de tres pistas.

—Me temo que ya es demasiado tarde jefe. Voy a ver qué puedo hacer. —replicó Smallbird saliendo del despacho con cara de circunstancias.

El resto del equipo ya estaba trabajando en los informes sobre las pruebas que estaban empezando a llegar, ignorantes de la tempestad que se estaba formando a su alrededor.

— Hola, Gracia. ¿Has averiguado algo? —le preguntó Smallbird sabiendo que el ordenador era su mejor baza.

—Aun no he logrado sortear las contraseñas pero no tardaré mucho más. El tipo sabía lo que hacía. Tiene el ordenador protegido por sistemas de última generación a los que ha metido mano para mejorarlos, pero esto es como todo, solo cuestión de tiempo. A la tarde podré decirte algo.

El teniente se metió en su despacho resignado. Esa era la parte que más odiaba de su trabajo. Hasta que no tenía ordenados todos los indicios, no se podía hacer una idea de lo que podía haber pasado y no sabía qué rumbo dar a la investigación. En un par de horas el comisario le llamaría para que le diese algo con que aplacar a periodistas y políticos y le exigiría resultados para ayer con el estilo bronco e impaciente que le caracterizaba.

Suspiró y se metió entre los papeles que había encima de la mesa intentando parecer ocupado.

Tras otra hora de discusión con el comisario acerca de la falta de novedades y un almuerzo rápido en la hamburguesería de la esquina volvió a su despacho dónde la agente Viñales esperaba con su portátil entre los brazos y una sonrisa de satisfacción.

—He conseguido acceder a los archivos de la víctima y los ha descargado en el portátil. —dijo ella abriendo el ordenador sobre la mesa del teniente.

—¿Qué contienen? —preguntó Smallbird abriendo varios archivos al azar.

—Una parte son una serie de informes financieros del banco en que trabajaba. Aun no sé si significan algo. El resto, que es el ochenta por ciento, es una impresionante colección de películas porno bajadas de internet , clasificadas por temática, lo más probable es que tuviese una página de descargas en internet y de ahí sacase sus misteriosos ingresos.

—¿Y esto? —dijo abriendo una carpeta titulada guarradas.

—Son relatos eróticos, creo que escritos por él.

—Buen trabajo. —dijo Smallbird echando un vistazo rápido a los archivos de la carpeta y cerrándola a continuación— Quiero que tú te quedes con los informes financieros y le pases una carpeta de archivos de video a cada uno. quiero que investiguen los archivos uno por uno a ver si encuentran algo. A mi mándamelo todo.

Viñales salió sonriendo y dando pequeños saltitos con sus zapatos de tacón. Unos minutos después le trajo un disco duro extraíble con todos los archivos.

Apenas había abierto la carpeta con los archivos de video cuando Arjona apreció con cara de malas pulgas.

—Joder todos están viendo a tipas espectaculares haciendo guarradas increíbles y a mí me tocan las de maricas. Esto no es justo jefe. Todos se están divirtiendo de lo lindo mientras yo sufro escalofríos.

—Mala suerte Arjona, Viñales distribuyó las carpetas al azar y vuestra tarea es inspeccionar los archivos no pelárosla. ahora a trabajar.

Pasó el resto de la tarde inspeccionando archivos sin encontrar nada importante. A las ocho de la tarde cerró el ordenador y ordenó irse a todos a casa. En pocos minutos vio desfilar a todos ante él, camino de la puerta, hasta que finalmente quedó totalmente solo.

Cogió el disco extraíble que le había entregado Viñales y desconectándolo del ordenador lo sospeso, unos instantes entre sus manos para, tras unos segundos de vacilación, metérselo definitivamente en el bolsillo de su cazadora y salir de la oficina camino de su moto.

El piso de Smallbird estaba en un edificio nuevo a unos cuarenta minutos de la comisaría. Elena lo había amueblado con gusto y esmero, sin olvidarse de un solo detalle y luego se había ido para no volver. Nada de lo que dijo consiguió convencerla para que se quedara y no le dejara tirado.

Al principio Smallbird trató de conservarlo todo tal como ella lo había dejado. Poco a poco, con el tiempo fue dejando de limpiar y ordenar hasta que el piso se convirtió en el típico antro de un soltero. El polvo medraba sobre los estantes y el lavavajillas solo se conectaba cuando no había platos para comer. En el frigorífico se acumulaba la comida precocinada y el microondas era el único electrodoméstico que se usaba a diario en la casa.

Smallbird entró en el piso y dejando la cazadora sobre el sofá se descalzó, encendió un Marlboro y se dirigió al estudio donde estaba el ordenador conectando el disco duro.

Abrió la carpeta de los archivos de video y repasó el índice. Interrracial, tríos, asiáticas… hasta que dio con los videos amateurs. Con el oscuro deseo de encontrarse a su ex en uno de aquellos sórdidos videos, abrió el archivo y revisó su contenido. Otra carpeta con el título Producción Propia llamó inmediatamente su atención y la abrió.

La carpeta contenía una docena de archivos de video con una fecha por título. Abrió el primero que databa de unos seis meses después de que Alex Blame llegara al piso. La cámara estaba en el salón. Un timbre sonó y ante la sorpresa del detective vio como Vanesa, ajustaba el cinturón de la bata mientras pasaba por delante camino de la puerta.

Tras unos segundos apareció acompañada de su tío Salvador que se quedaba de pie mientras ella se sentaba en un ajado sofá y cruzaba las piernas.

—No entiendo cómo puedes vivir en un sitio así. —dijo Salvador—Sabes que te he perdonado y que puedes volver a casa cuando quieras. De veras. Sin rencores.

—Déjalo ya, ¿quieres? —replicó Vanesa con cara de hastío.

—Por favor Vane… —Suplicó su tío.

—Ahora estoy bien aquí. Me gusta tener mi propia casa. Ahora soy feliz.

—No me importa que traigas amigos. —dijo él sentándose a su lado y metiendo la mano entre sus piernas— No me importa lo que hagas con ellos, pero vuelve conmigo.

—Tío, quedamos en que no volverías a…

—¿Se que te gusta Vanesa, no recuerdas lo bien que lo pasábamos juntos? —preguntó él profundizando aun más en la abertura de la bata.

La joven se puso rígida e intentó cerrar las piernas entorno a la mano de Salvador. El hombre la ignoró y sacando la mano de su entrepierna le estrujó un pecho y le besó el cuello dejando sobre él un rastro de saliva.

La joven intentó un nueva protesta pero su tío le tapó la boca con sus labios comenzando un violento beso que acabó con toda su capacidad de resistencia.

El hombre se separó y sonrió satisfecho metiendo su mano en el interior de la bata esta vez sin oposición dando un estrujón a l pecho de la joven que hizo estremecer todo su cuerpo.

El arquitecto no fue mu y delicado. Con apresuramiento y violentos tirones le quitó la bata a Vanesa y le arrancó las bragas dejando a la vista un cuerpo pálido y extraordinariamente exuberante . El hombre se lanzó con el ansía de un hombre que atraviesa el desierto y encuentra una fuente de agua. Sorbió y mordisqueó los pezones de la joven provocando en ella los primeros gemidos.

Vanesa hizo un último intento por pararle pero fracasó cuando su tío acarició el suave vello rubio que cubría su pubis.

Los dedos del hombre resbalaron por sexo de la joven y penetraron en su interior con el mismo apremio con el que antes le habían arrancado la ropa.

La joven gimió, abrió las piernas y alzó el pubis para hacer más profunda la penetración. Salvador bajó la cabeza satisfecho y tirando de la joven para tumbarla en el sofá se agachó sobre su monte de Venus, lamiendo y mordisqueando la parte exterior de su sexo a la vez que seguía explorando su interior con los dedos.

La joven empezó a jadear y retorcerse haciendo que todo ella vibrara y temblara fascinando a Smallbird con la belleza de su cuerpo juvenil e impidiéndole separar la vista del monitor.

A continuación Salvador se quitó los pantalones y los calzoncillos mostrándole a la joven una polla abotagada y morcillona. El hombre se la puso a la altura de la cara y la chica obediente se la metió en la boca y comenzó a chuparla con energía. Salvador comenzó a gruñir de satisfacción a la vez que se polla crecía ojos vistas hasta ocupar toda la boca de la joven impidiéndole respirar. Salvador mantuvo la presión de su polla sobre la garganta de la joven hasta que está no pudo aguantar y se apartó medio asfixiada.

Salvador se quedó parado frente a ella con su polla erecta y con un hilillo de saliva de Vanesa colgando de la punta. La joven volvió a cogerla y le lamió y chupó la punta del glande jugando con la saliva y dejando que esta cayese entre sus jugosas tetas.

El hombre tumbó de nuevo a la joven y pasando una de sus piernas al otro lado de su cuerpo enterró su polla entre los pechos de la joven que los apretó entre sus brazos permitiendo a su tío follarle los pechos a placer.

El hombre volvió a gemir y siguió empujando entre los pechos de la joven que aprovechaba cada vez que la punta de la polla emergía de entre sus pechos, para darle un suave lametón. En cuestión de segundos el hombre se corrió copiosamente entre los pechos de la joven, acompañando el orgasmo de unos curiosos sonidos guturales.

Al parecer el viejo verde no había tenido suficiente y sin tomar precaución de ningún tipo penetró a Vanesa que le esperaba con todo su cuerpo enardecido por efecto de la corrida que mancillaba sus pechos.

La joven gimió y se agarró con desesperación con brazos y piernas al cuerpo de su tío mientras este empujaba como un poseso. Los pubis de ambos chocaban con un sonido húmedo cada vez más rápido y cada vez más fuerte hasta que todo el cuerpo de la joven se combó agarrotado por el orgasmo.

Tío Salvador aún no estaba satisfecho y dando la vuelta a la joven puso el culo redondo y blanco de Vanesa en pompa y tras lubricar su ojete con un poco de saliva le metió la polla.

La joven se quejó un poco mientras Salvador iba penetrando lentamente el delicado esfínter de la joven hasta que enterró la polla en el fondo de su culo. Vanesa gimió de nuevo y trató de concentrarse en la respiración para aliviar su dolor mientras su tío comenzaba a moverse poco a poco en el estrecho conducto de la joven.

Poco a poco los quejidos de Vanesa fueron cediendo y Salvador empezó a sodomizarla con más intensidad. La Joven separó las piernas un poco más y apoyó la cabeza contra el respaldo del sofá para poder tener las manos libres para masturbarse.

A esta altura de la grabación Smallbird se dio cuenta de que el plano había cambiado y ahora veía la escena desde una perspectiva lateral. El muy cabrón había puesto varías cámaras y luego había editado los planos hasta conseguir una película casi profesional.

Desde esta nueva perspectiva se veía como los pechos de la joven se agitaban cada vez con más fuerza al ritmo de los embates de la polla de aquel viejo verde a la vez que gemía y se mordía el labio inconscientemente.

Los berridos guturales del hombre volvieron acompañados de varios salvajes empeñones mientras el querido tío de Vanesa depositaba su semilla en el fondo de su culo. Con el rostro escarlata y el cuerpo crispado, el hombre siguió sodomizando a la joven hasta que está se corrió momentos después con un sonoro grito de placer.

Salvador se separó y volvió a meter su polla en los pantalones en el mismo estado abotagado y morcillón en que la había sacado con un gesto de serenidad y satisfacción.

Vanesa se dio la vuelta y se tumbó desnuda en el sofá con cara de desconsuelo.

—Esto no está bien. —dijo ella tapando su sexo y sus pechos con las manos asaltada por un súbito impulso de arrepentimiento.

—Cómo va a estar mal que consueles a tu pobre tío en su soledad? —preguntó él acariciando las caderas de la joven con suavidad.

—No está bien —respondió ella — y no estás solo, estamos engañando a tía Julia.

—Tía Julia y yo ya no…

—Me da igual, eso es algo que tenéis que arreglar entre vosotros.

—Pero yo no…

—Tío, lo siento pero esta es la última vez. No pienso volver a tu casa y no te molestes en venir aquí porque no pienso volver a abrirte la puerta.

—Pero cariño ¿Qué voy a hacer sin ti?

—Francamente querido tío, me importa un bledo. —dijo ella levantándose y saliendo del campo de visión en dirección al baño.

El video terminó ante la sorprendida mirada de Smallbird. El teniente se acercó al mueble bar y se sirvió un Whisky doble con hielo antes de abrir los siguientes archivos y darse cuenta de que en ese disco duro estaba el móvil del crimen.

Eran casi las dos de la mañana cuando con el cuerpo excitado por los videos y la mente confusa por el alcohol se metió en la cama.

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Relato erótico: “El Parking de camiones” (PUBLICADO POR SIBARITA)

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El parking de camiones

Estábamos en un jakuzzi riendo de nuestras mutuas bromas, cuando entro en el agua otra pareja, un hombre de unos 50 años y con un buen cuerpo, acompañado de una atractiva mujer de tipo latino, colombiana y, desde luego, bastante más joven que él aunque hacían una bonita pareja, que se pusieron a jugar entre ellos al otro lado de la piscina y, debo decir, sin que nos perdiéramos de vista unos a otros.

En el agua, los desplazamientos suaves son más amplios que fuera de ella y, sobre todo, siempre son bastante impredecibles. Nada tiene de raro entonces, que en algunos momentos se produjeran roces fortuitos entre las dos parejas. Más o menos sin queriéndolo nos fuimos acercando y podíamos observar cada uno de los movimientos o gestos que cada pareja hacía. Los roces se convertían en más intencionados y el morbo aumentaba por momentos. Me abrazaba y besaba a mi pareja al mismo tiempo que apoyaba mi espalda sobre la espalda de cualquiera de la otra pareja; en otro momento eran ellos los que se pegaban a nosotros. A partir de ahí se ampliaron los contactos, ahora en cada roce participaban las manos con una caricia, hasta que, los dos hombres, tomamos a nuestras respectivas parejas por la espalda, y esta vez si el contacto fue totalmente frontal entre ellas. El movimiento siguiente fue el contacto hombre mujer, lógicamente de pareja distinta, contacto que ya permitía las caricias más osadas y los besos intensos,

Fue mi pareja la que rompió el ritmo de forma descarada, claramente se dirigió a la colombiana y le pregunto si la prestaba a su pareja, en lo que tuvo respuesta afirmativa. En un momento la chica se venía a mis brazos y claramente se agarraba a mi verga, tratando de metérsela sin molestarse en salir del agua, cosa que consiguió en un momento y con toda mi colaboración, por supuesto.

Por supuesto mi pareja había sido apresada de inmediato entre los brazos de Pepe, así se llamaba el elemento masculino de la otra pareja, Sus cuerpos, sus manos y bocas se soldaban en besos y caricias devoradoras, se buscaban hambrientos, ella agarro la polla de Pepe y se la sacudía haciéndola rozar su vagina; por descontado, Pepe reacciono rápido y levantándola en alto coloco su verga en posición y se la metió de un golpe. Ahí peco de exhibicionista pues volvió a levantarla en vilo para que todos viéramos que, en efecto, su verga estaba totalmente metida en su vagina.

Salimos del agua y nos tumbamos sobre unas colchonetas, ahora cada uno con su pareja, si bien Pepe hizo el intento de montarse encima de la mía aunque ella no quiso, Pese a ello tuvimos una larga y distendida conversación, durante la cual Pepe la califico de muy tímida y reprimida, lo cual no la hizo mucha gracia, sobre todo porque mientras decía esas palabras, estaba montado sobre su colombiana a la que estaba follando, exactamente lo mismo que yo hacía con mi compañera.

Nos dimos cita con ellos para la semana siguiente, semana en la que mi mujer no paro de hablar del personaje y recordar lo sucedido, hasta el punto de que, cuando llego el día del encuentro, se llevo una desilusión al ver que no estaban cuando nosotros llegamos, cosa que cambio por completo cuando los vio entrar, al cabo de un rato. Desnuda completamente, como estaba, salió disparada para colgarse del cuello de Pepe, al que se le veía también encantado de la situación.

Lo que tardaron en desnudarse fue lo que tardamos los cuatro en meternos en el agua, pero esta vez las parejas eran diferentes, la colombiana y yo formábamos una, y ellos dos la otra. La verdad es que se lo estaban pasando en grande, parecían soldados el uno al otro y su sintonía era perfecta, hasta el punto de que no pararon de follar durante toda la noche, en el agua, en las diferentes camas que hay en el local, en los sofás y hasta en la barra del bar y la pista de baile. Con una novedad en esta última, porque era tal el erotismo que ponía al bailar sola que Pepe no paraba de mirarla, al tiempo que con las manos entre las piernas de su colombiana, no paraba de masturbarla, lo que provoco que ella se levantara, entrara en la pista de baile para acariciar y besar las tetas de la bailarina.

A partir de aquel día, las reuniones se hicieron semanales, y era tal la afinidad sexual que se había creado entre ellos, que se buscaban a diario por teléfono, hasta que llego el día en que se fueron a pasar vacaciones en Colombia. Nada menos que un mes sin follar con él, es lo que la esperaba, y era tal su ansia que hasta se produjo una anécdota curiosa.

Estábamos solos en uno de los cuartos más oscuros del local cuando entro otra pareja que se tumbó en la amplia cama al lado nuestro. A mi pareja no le dio un infarto de milagro, con la falta de luz creyó ver a José en la persona que acababa de llegar, cierto que eran del mismo tipo, pero tampoco ella era la mujer colombiana que habíamos conocido y pese a ello, era tal el ansia de mi pareja, que sin pensar siquiera en lo incongruente de la situación, se dirigió a la mujer con su clásico “me lo prestas” y directamente se montó a horcajadas sobre él y literalmente se lo follo, ante la sorpresa y el contento del interfecto; después se lo llevo a otro cuarto, dejándome con la colombiana de marras, la cual después de haber echado un polvo conmigo, se levantó furiosa gritando que la habían robado a su marido, con lo cual estuvo a punto de montarse un lio.

Transcurrió el mes y fuimos el sábado en la noche con la esperanza de reencontrar a nuestros cómplices, no fue así, no aparecieron, de modo que aunque jugamos un poco en el agua, mi pareja se sentía muy desmoralizada, así es que nos vestimos para marcharnos. Ibamos a salir cuando sonó el timbre, llegaba algún cliente, era José, y fue un chispazo porque al encontrarse frente a frente, saltaron el uno en brazos del otro y se fundieron en un beso de media hora. Era tarde y teníamos un viaje por delante de modo que fijamos cita para el sábado siguiente y, aunque casi hubo que separarlos con agua caliente.

Durante el viaje de regreso estaba radiante de alegría y no paro de hablarme de José, en el que solo veía virtudes; así el viaje se hizo corto y llegamos a casa. Estaba estacionando el coche cuando llego otro a la explanada, otro coche que comenzó a hacer repetidas señales con los faros por lo que debería ser alguien conocido, y ese alguien resulto ser José, que salió de su coche haciéndonos señales con los brazos.

Mientras yo cerraba mi coche, mi pareja había salido corriendo a su encuentro abrazándose a él, que había abierto la puerta trasera del suyo y donde se metieron cerrando la puerta tras de ellos. Cuando llegué, no tuve otro remedio que ocupar el asiento del chofer, pero al volverme para preguntar a José el motivo de su presencia, me encontré con el espectáculo de que los dos se estaban desnudando mutuamente; en realidad, aquello era mucho más que desnudarse, se estaban arrancando la ropa mutuamente, al tiempo que se devoraban a besos.

Estábamos delante de la casa, en un coche mal estacionado y justo en medio de la explanada que todos usamos como aparcamiento; en cualquier momento podría llegar otro coche, abrirse una ventana o pasar una patrulla de la policía haciendo su ronda, y se iban a encontrar con una pareja desnuda y follando como locos, con un tío, el marido en este caso, que les servía de taxista o algo así. Pude reaccionar antes de que se produjera una catástrofe, hice arrancar el coche y salir disparado fuera de allí. Por fortuna no lejos hay un parque industrial y pude meter el coche entre dos enormes camiones, fuera del alcance de la vista y oído de cualquiera.

El asiento trasero era un verdadero campo de batalla, los dos estaban totalmente desnudos, ella sentada sobre las piernas de él, dándole la cara, el cuerpo echado hacia atrás y con las manos de el sobre sus tetas, por descontado con la polla de José metida a tope. Después siguieron los cambios de postura, las acrobacias y las contorsiones, todo ello aderezado por las comidas de polla y coño, de los orgasmos de ambos que, después pudimos comprobar, pusieron perdidos los asientos del coche.

La orgia de sexo termino casi una hora después y José estaba todavía tan desatado que quería ir a un hotel con ella, pero era muy tarde, así que lo dejaron para otro día y, después de una muy efusiva despedida, entramos en la casa.

En aquella época, vivíamos en casa de un amigo, Víctor. Estaba en trámites de divorcio y vivía solo, así es que aceptamos cuando nos propuso compartir la casa y los gastos, con lo que la situación era ideal para todos puesto que, además, él es un actor frustrado, nunca ha conseguido hacer nada, pero estaba bien para darle la réplica a mi pareja en sus ensayos para la película que preparaba. Así fue, en efecto, pero la convivencia hizo que los tres nos conociéramos mucho más a fondo y ese conocimiento creo entre mi pareja y Víctor una extraña relación de amor-odio que, sin embargo, no solo no se traslucía en los trabajos de ensayos, sino que hasta los favorecía considerablemente.

A Víctor, los personajes de hombre maniaco y obseso le van divinamente, así que las escenas en las que debían confrontarse, en la película que se preparaba, los dos eran un matrimonio bastante maquiavélico y enfrentados el uno contra el otro aunque sin mostrar ninguno sus intenciones reales.

Llego el momento de preparar una escena bastante fuerte, en la que ella seduce a su marido para terminar narcotizándole; en un momento de ella, los dos desnudos escenifican una escena de pseudo amor, léase sexo, y lo fue realmente por lo que sigue: la pareja se desnuda mutuamente, se revuelcan sobre la alfombra; él se sienta en el suelo y ella sobre sus piernas de cara a él. En la ficción, la atrae sobre él y es en ese momento cuando surgió lo inesperado y totalmente fuera del guion, ella lanza una pregunta al aire, “me la meto?”, y dándose ella misma la respuesta, introduce una mano entre sus cuerpos hasta agarrar la polla de Víctor, la acerca a su vagina y se la mete, por supuesto con la entusiasta colaboración de Víctor. Digamos que ese primer ensayo termino al cabo más de una hora, en la que hubo de todo, pero casi nada de lo que el guion marcaba.

Ese fue el inicio de una situación muy ambigua, en cada ensayo había masturbaciones, mamadas hasta el orgasmo, comidas de coño y, por supuesto, en cada uno acababan follando como fieras.

Durante un par de meses esa situación se mantuvo, aunque el resto del tiempo, cuando no se estaba ensayando, todo era un muy normal comportamiento de ambos, hasta un día y en medio de un ensayo se terminó el tabaco que había en la casa y yo Salí a comprar unos paquetes a un bar cercano, estaba cerrado pero había otro a unos cien metros y en el pude conseguirlo. Volví a casa para encontrarme con la sorpresa de ver a Víctor desnudo saliendo de nuestra habitación; tampoco lo interprete mal, lo reconozco, hasta que vi a mi pareja desnuda en la cama, y empecé a sentir un extraño olor a cuerno quemado, aunque tampoco era extraño que fuera así, ya que antes de yo salir a por tabaco, habían estado ensayando. Salimos al salón, a fumar un cigarrillo y terminar una botella de vino ya empezada; ellos continuaban sin ropas y poco después se refugiaban el uno en brazos del otro. Después de hablar un buen rato y terminar la botella de vino, había llegado el momento de irnos a la cama; alegres como estábamos, decidieron que el “hasta mañana” fuese interpretando como lo haría una pareja de amantes, así es que la tomo en brazos y la llevo a nuestra cama, la tumbo sobre ella y, con toda tranquilidad y descaro, la levanto las piernas colocándolas sobre sus hombros y, de un solo envite, se la metió hasta el fondo, dando principio a que, con una cierta frecuencia, Víctor se viniese a nuestra cama y follasen hasta caer rendidos, cosa que continuo durante casi todo el año que vivimos juntos, e incluso después en nuestra casa, a  la que vino alguna vez.

Esa noche en concreto Víctor tampoco dormía, chateaba a través de su ordenador con sus múltiples amigas. Nos llamó al oir el ruido de la puerta, riendo por lo tardío de la hora, y más cuando sintió el olor a sexo que ella despedía. Quiso entrar en el juego de inmediato, así que el beso de saludo se lo dio directamente en la boca, al tiempo que sus manos se colaban por el escote de ella y hacía salir sus tetas que comenzó a chupar como un niño hambriento. De ahí a desnudarla por completo fue cuestión de segundos, pero ella se le escapó de las manos para meterse en el cuarto de baño y darse una ducha. De secarla se ocupó él mismo, y nada más hacerlo la llevó en brazos hasta la cama, la tumbó en ella haciendo que abriera sus piernas para meter su cabeza entre ellas y comenzar a lamer su clítoris

Paso algún tiempo y una tarde pasamos delante de su casa y le vimos por la ventana, le llamamos y de inmediato bajo para hablarnos. Salí del coche para saludarle, cosa que no hizo mi pareja, y fue él quien se dirigió a ella para darla un beso de saludo. Ese día, mi pareja vestía una blusa muy escotada y bajo ella no llevaba nada, cosa que aprecio Víctor de inmediato, haciéndola una caricia con su mano sobre las tetas casi descubiertas.

Nos invitó a tomar una botella de buen vino y entramos en su casa. Los dos se sentaron sobre el viejo sofá, como solían hacer cuando vivíamos juntos, y yo lo hice en la butaca, frente a ellos. Hablamos, bebimos, reímos y fumamos como antes solíamos hacer y, entre las bromas, Víctor abrazo a mi pareja aprovechando para meter la mano por el escote y agarrarla una teta; ella se revolvió entre risas y eso fue como darle alas, porque el siguiente movimiento fue desabrocharla el escote de la blusa, con lo que las dos tetas quedaron al descubierto. Eso y el que Víctor llevase su boca a los pezones de ella fue todo uno; entre bromas y veras iniciaron una pelea tratando de desnudarse mutuamente. Ganó Víctor, por supuesto y tomándola en brazos la llevo hasta su cama buscando inmovilizarla sobre ella; lo logro colocándose entre sus piernas y comenzó a acariciarla hasta que ella comenzó a ceder, nuevamente estaba sucediendo y, también nuevamente la tomo de las piernas para colocarlas sobre sus hombros; en esa postura tenia libre acceso a la vagina de ella y, después de acariciarla un largo rato con sus dedos, se la metió bruscamente tratando de llegar lo más profundo posible. A partir de ahí ya era todo sexo, ambos se conocían bien, sabían cómo hacer para llegar a su propio orgasmo y que el otro llegara también, cambiaron de postura varias veces, el sacaba su polla tratando de que ella se la metiera en la boca, cosa que no conseguía frecuentemente, al igual que tampoco conseguía que ella le dejase metérsela por el culo, a pesar de que siempre lo intentaba, hasta al final llegar a un orgasmo tras el cual, los dos, quedaron derrengados.

Esa noche nos quedamos en su casa y en su cama; debo decir que no descansamos demasiado ninguno de los tres, aunque la verdadera fiesta la hicieron entre ellos y creo no pararon en toda la noche.

Mi relación con Víctor merece por si sola un capítulo aparte. No es amigo nuestro realmente y es un hombre cargado de complejos, y manipulador como pocos, pero casi siempre consigue lo que quiere y, especialmente con mi compañera. Un ejemplo cualquiera, ella estaba sentada leyendo en el sofá del salón, vestida con un corpiño de seda negro con finos tirantes, cerrado con solo tres botones lo que hacía un gran escote, y un pareo brasileño de suaves colores. Entró Víctor, de su trabajo, y directamente se sentó a su lado abrazándola como saludo; dos besos en la cara, un tercero en la boca, el cuarto igual, pero ahora metiéndole la lengua, mientras las manos hacían resbalar los tirantes del corpiño sobre los hombros; más presión hasta que la seda deja de cubrir las tetas y es entonces que comienza a mordisquearlas y besarlas, pero ahora son sus manos las que se meten bajo su pareo y en pocos minutos alcanza a acariciar sus muslos ascendiendo por ellos hasta llegar hasta su braguita y meter los dedos bajo ella para acariciar sus nalgas. Como ella va cediendo a sus caricias, el se arrodilla ante ella, la quita el pareo y hace deslizar la braga por sus piernas, no sin antes haberla recorrido con sus besos. En su recorrido descendente llega a su sexo en el que se detiene largo rato, busca su clítoris hasta encontrarlo y en él se detiene y deleita lamiéndolo y jugueteando con él, la penetra con sus dedos mientras ella se retuerce de placer; la levanta las piernas hasta colocarlas sobre sus hombros y así, completamente abierta, avanza sobre ella y con su polla acaricia su clítoris y, dilatada y húmeda como ella estaba, se la mete iniciando la tarea de meterla y sacarla, acelerando sus movimientos a medida de que sienten la proximidad de su orgasmo, y cuando este llega  se corre dentro de ella.

La cosa no termina, ambos se acuestan sobre el sofá y vuelven a follar cambiando de posturas con frecuencia, hasta que ella se pone en la postura del perrito y él, de rodillas tras ella, tantea con su polla hasta meterla en su vagina empapada y tratar de llegar lo más profundo posible a base de embestidas furiosas, no para ahí, por supuesto, aprovecha la postura para tantear su esfínter tratando de conseguir la dilatación que le permita metérsela, pero ella no le deja y, tras un nuevo orgasmo dan por terminada la sesión.

Relato erótico: “El consuelo de mi suegra 4” (POR JULIAKI)

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Mi boca estaba seca, mis piernas temblaban, todo mi cuerpo se sentía raro y mi orgullo totalmente traicionado. ¡Y fíjate!, yo que había estado preocupado por estar haciendo “rozamientos” con su madre. No supe qué más decir, estaba totalmente K.O. Permanecí no sé cuanto tiempo sentado en la tumbona observando la foto de mi novia desnuda siendo “devorada” con total entrega por ese tipo del que apenas sabía nada.

− No quiero hacerte daño Víctor, pero tenías que saberlo. – añadió Mónica que seguía con su diminuto conjunto de tanga y sostén, ambos semi transparentes, pegando sus tetas en mi espalda y masajeando mi nuca y mis hombros con sus deliciosos dedos.

Yo permanecía con el móvil mirando aquella foto sin acabar de creérmelo. Por más que recapacitaba no podía dar crédito a ese engaño por parte de Sofía.

− Puede que esto tenga una explicación y la foto sea algo diferente a lo que parece- dije absurdamente.

Mónica suspiró, acarició mi brazo sin decir nada, pero dando a entender que la evidencia era demasiado clara como para dudar de ella, por mucho que yo me empeñase en negarlo.

− Sigue pasando las fotos. – añadió sin dejar de acariciar mi brazo.

No podía creer que hubiera más. Al hacerlo todavía era más alucinante descubrir nuevas sorpresas. En la siguiente instantánea aparecía Sofía chupándole la polla al tipo, follando sobre él en otra, a lo perrito en la siguiente, con una enorme corrida sobre sus tetas y muchas otras posturas inimaginables que hubiera negado segundos antes. Todas las fotos parecían tomadas con una cámara a distancia con un gran zoom. La más impactante de todas era ella a cuatro patas y su compañero follándole el culo. ¡Nunca me había permitido perforarle ese agujerito! Ahora ese Jorge, en la foto, tenía toda su polla dentro.

− ¡Pedazo de zorra! – dije furioso viendo esa última imagen.

− Lo siento mucho Víctor. Lamento que sea yo quien te lo haya mostrado. – me repetía Mónica apesadumbrada.

Miré a esa rubia que estaba medio desnuda y admiré una vez más ese cuerpo, pensando en que yo no lo había catado guardando las formas y el tipo, precisamente por respeto a mi novia y ahora era ella la que me la pegaba con su amigo y en todas las posturas impensables incluyendo esa de la sodomización, la que más daño me hizo, sin duda. Volví a fijarme en esa foto de la espalda de mi novia, sus curvas, su redondo culo y la polla de ese tipo clavada al completo en su agujerito prohibido.

− Mónica, ¿Estas fotos? ¿Cómo las tienes? – dije desconsolado.

− Verás, las mandé sacar yo. Sospechaba algo y… al final decidí contratar los servicios de un detective privado.

Mientras yo la miraba alucinado, ella me seguía explicando que había tomado la determinación de espiar a su hijastra cuando notó algo raro en sus comportamientos y su intuición femenina le decía que había algo más y debía estar liada con ese chico cuando estaban solos en la ciudad. Sus sospechas se hicieron realidad con las fotos, pero no se había atrevido a decirle nada a su esposo porque sería el gran disgusto de su vida y no quería hacerle daño. También dudó en la cosa de no contármelo para no hacerme el daño que ahora estaba sintiendo, pues me apreciaba mucho, pero se sentía obligada a hacerlo, precisamente cuando yo no quise tener sexo con la mujer más sensual del planeta por respeto a mi novia.

− No me lo puedo creer. – dije con mis ojos húmedos.

Más que sentirme engañado por mi novia, lo que realmente sentía era no haberme percatado de nada. Nunca sospeché ni lo más mínimo, además Sofía siempre me daba unas buenas dosis de sexo, por lo que aun me parecía más increíble que también se las diera a ese tipo, al que odiaba con todas mis fuerzas en ese mismo momento. Yo, minutos antes, me había sentido fatal por juguetear con su madre pero esto era un desfase total y un dolor grandísimo.

− Se acabó todo. – sentencié muy apenado.

− No Víctor. ¡En absoluto! – me recriminó ella con un tono de enfado.

− ¿Cómo que no?, ¿Te parece que esto no sea el fin con la zorra de mi novia?

− Bueno, ahora en caliente puede que estés furioso… triste…

− Mónica, en caliente y en frío. ¡Soy un puto cornudo!

Me besó tiernamente en la mejilla como queriendo apagar esa furia que me invadía por dentro. Me volví para ver su preciosa cara, que me sonreía intentando apaciguar la angustia mientras sus manos seguían masajeando mis hombros y acariciando mi cara. Yo tenía claro que era el fin definitivo con Sofía.

− ¿Realmente querrás romper con todo porque ella te ha puesto los cuernos?

− ¿Te parece poco motivo? – le repuse volviendo a ver esa foto de la sodomización de mi novia a cargo de ese despreciable tipejo.

Mónica seguía con sus caricias y notaba su pecho pegado en mi costado. Me dijo:

− Mira, te voy a decir una cosa. No te interesa romper tu relación con Sofía. Piensa solo en ti. Ella es tu mejor motivo para hacer el trabajo que más te gusta y que perderías en el momento que anunciaras tu ruptura. Perderías también la confianza de Ernesto, todo tu futuro aprendizaje y él además, te despediría inmediatamente. ¿Es lo que realmente quieres?

Alcé la vista para volver a ver su preciosa cara que asentía para confirmar que lo que acababa de decirme no era ninguna tontería.

− ¿Me estás diciendo que mire a otro lado? – le interrogué cargado de rabia.

− Te estoy diciendo que tienes más que perder que ganar si la dejas. Tu puesto de trabajo, tu futuro en esta profesión y perder parte de una buena fortuna si no te casas con Sofía.

− Pero ella me ha engañado, Mónica. Yo no puedo hacer como si nada hubiera pasado – protestaba yo mirando sus grandes ojos.

− ¡Devuélvele la moneda!

Al principio no entendía a lo que se refería, pero ella acercó su boca a la mía y me plantó un beso haciendo que nuestros labios se cruzasen por primera vez durante unos segundos. Fue un beso tierno, pero al mismo tiempo comenzaron a arrancar dentro de mí muchos sentimientos, como el hecho de hacer borrar de mi mente, por un instante, la imagen de Sofía, gracias a aquella mujer, con la que era fácil olvidarse de todo.

− Sofía necesita la misma medicina. – me reafirmó mi rubia favorita tras ese maravilloso beso.

− Pero ¿Cómo? No entiendo…

− Ven.

En ese instante Mónica se levantó tirando de mi mano y yo fui detrás, hipnotizado por los andares de su endiablado cuerpo. Por un momento, el movimiento de sus caderas y su culo, acompañado por el sonido de sus tacones me hizo sentirme en otro mundo. No sabía dónde me llevaba pero ya no eran las imágenes del móvil lo que tenía enfrente sino la silueta de la mujer más deseada del mundo que caminaba de aquella forma tan arrebatadoramente atrayente. Mi polla estaba empezando a despertar de su letargo momentáneo y me preguntaba a mi mismo cómo era posible que me estuviera excitando en ese instante, tras la dura noticia, pero esa rubia era la perdición y la lujuria personificada.

Llegamos a su habitación y se puso frente a mí, observándome en silencio, sosteniendo mis manos entre las suyas. En ese instante me sonrió de una forma muy lasciva, pasando la punta de su lengua por los dientes para preguntarme.

− Víctor, ¿Yo te gusto?

− ¿Cómo?

− ¿Te parezco atractiva?

Tardé un rato en contestar pero mi polla iba tomando cada vez más firmeza bajo mi slip.

− ¿Bromeas? Eres preciosa. – dije lo evidente.

− ¡Desnúdame!

− ¡Pero… Mónica!

Sin decir nada más, mi adorada rubia se dio la vuelta y me señaló los corchetes de su sostén para que los desabrochara.

− Yo… – todavía, en mi fuero interno guardaba las formas, aunque ya no tenía motivos por los que no tendría que abalanzarme a por ese soñado manjar de una vez por todas.

Mónica pegó su espalda a mi pecho uniendo también su cara a la mía para decirme en un susurro suave y sensual:

− ¡Vamos, desnúdame, lo estás deseando… y yo también. Estoy cachondísima!

Mi polla estaba de nuevo completamente empalmada y por un momento parecía que me había olvidado que el mundo girase a nuestro alrededor, solo estábamos ella y yo.

Solté como un autómata los corchetes del sujetador y ella se giró sujetándolo con sus manos contra su pecho. De pronto separó sus brazos y la prenda cayó al suelo dejándome ante mis ojos las dos grandiosas tetas al natural. Eran dos enormes globos, bastante erguidos pese a su tamaño, con la caída natural de un pecho perfecto. Ese par de tetas tan bien puestas estaban coronadas con dos enormes y puntiagudos pezones que se veían apetitosos.

− ¡Dios, Mónica! – alcancé a decir.

− ¿Te gustan? – dijo poniendo sus brazos estirados a los costados de aquellas perfectas protuberancias mamarias que se alzaron aún más ante mí.

− Me encantan.

− Pues continúa… dijo señalando sus braguitas.

− Mónica…

Puso su mano en mi boca para que no continuara hablando, tan solo cuando la retiró me dio otro beso, esta vez más largo. Después empujó mis hombros hasta quedarme de rodillas frente a ella.

− Ahora la zorra de tu novia se está tirando a su amiguito. Ese tipo le estará partiendo el culo y tú aquí dudando… – me repetía esa mujer impresionante, para sacarme de mi nube.

− ¿Estás segura? – dije en el último intento por ser racional.

− Yo seré tu puta. Toda tuya. – añadió acariciando sus grandes pechos y meneando las caderas.

No era solo una venganza, sino una dulce y deseada venganza. Era la oportunidad que tantas veces había soñado y ahora ofrecida con todos los motivos. Vale que fuera un cornudo, pero si uno tiene que plantearse una venganza con la puta de su novia, ¿Con quién mejor que con esa mujer que además era su madre? ¡Dios, aquello además de gustarme me producía un morbo brutal!

Agarré su tanga por los costados y fui bajando por sus portentosos muslos, disfrutando de la vista que iba quedando una vez que la prenda se enrollaba en ellos. Su sexo abultado estaba ante mí por primera vez y me pareció divino, con una rajita sonrosada, ligeramente húmeda y una mata de vello fino adornándolo alrededor de forma perfecta. Su aroma me llegó enseguida y mis fosas nasales captaron aquel hermoso olor a hembra cachonda.

Acaricié sus muslos y ella tiraba de mi pelo para que me levantara. Sus ojazos me miraron hipnotizantes. Me puse frente a frente de esa mujer tan deseada y que tenía ante mí, aunque no me lo acabara de creer, ¡Completamente desnuda!

− ¿Todavía piensas que ella no se lo merece? – dijo acariciando la cara interna de sus muslos.

Yo estaba petrificado, pero ella, una hembra cachonda y experta, supo cómo hacerme despertar de mi sueño, para acercar su mano a mi entrepierna y acariciar mi miembro por encima de la tela del calzoncillo. ¡Qué gusto sentir su mano acariciando por fin mi polla!

Luego me miró a los ojos y no hizo falta que le diera permiso. Su mirada era de deseo total y mis ganas, más todavía. Me bajó de sopetón mi última prenda quedándome en bolas igual que ella. Miró a mi polla atentamente, la acarició suavemente esta vez directamente, estando los dos desnudos frente a frente. Me sonrió y se mordió el labio inferior.

− Es como lo había imaginado. – dijo acariciando lentamente mi glande con su pulgar.

− ¿Te gusta?

− No veas cómo lo he deseado, Víctor. – terminó diciendo por lo que mi polla dio un espasmo entre sus dedos.

La mano de Mónica comenzó una acompasada paja mientras nuestras miradas se cruzaban incesantemente llenas de deseo. Mónica se pegó a mí, uniendo sus tetas a mi pecho y sin dejar de masturbarme, me besó alejando de mi cabeza argumentos absurdos ni nada que no nos permitiese continuar con todo aquel momento anhelado por ambos.

− Ahora podrás cumplir tu venganza, Víctor. Soy toda tuya. – añadió pegando más su cuerpo desnudo al mío en un abrazo soñado.

Sus labios volvieron al ataque contra los míos y esta vez no fue corto, sino que el beso se convirtió en todo un morreo, donde nuestras lenguas y nuestros labios no dejaban de retorcerse entre sí. Mi polla aprisionada entre nuestros cuerpos estaba a tope. Mis manos sostuvieron su barbilla y besé a esa mujer con todas mis ganas, sabiendo que era por fin mi sueño hecho realidad. A esas alturas me importaba poco haber sabido de la infidelidad de mi novia, yo tenía lo mejor ante mí, a su anhelada y preciosa madre, entregada por entero para mí.

Giré su cuerpo, para ponerla de espaldas a mí. Acaricié ese culazo y lo apreté entre mis dedos. Luego pegué mi cuerpo al suyo, sintiendo su espalda en mi pecho y mi polla sustentada entre esos glúteos divinos. Besé su cuello, aprisioné por primera vez aquellas enormes tetas en vivo, pellizqué sus grandes pezones, acaricié sus caderas y pasé mis dedos por su abultada vulva haciéndola temblar de gusto. Pasó su mano por mi nuca y pegó su boca a mi oreja.

− ¿Tiene ella unas tetas como estas? – preguntó con su susurro

− En absoluto. – dije amasando aquellas voluminosas masas de carne suave y blanda.

Su sonrisa se veía como una victoria y en cierto modo, era entendible, tenía que luchar con una hija con la que no había conseguido congeniar y para colmo tener la competencia frente a su marido, de modo que ahora estaba disfrutando con su yerno y devolviendo su venganza particular, tanto a su hijastra en gran competitividad pero también a su marido, ciego por no haber comprendido tantas veces su postura, y sobre todo por no haberla sabido valorar y poner en el sitio de madre que se merecía. Yo me preguntaba si ese hombre la había sabido amar en todos los sentidos.

Mónica se sentó en la cama y abrió las piernas de par en par ofreciéndome la mejor visión de su sexo. Era una invitación a la que no podría resistirme y sin preguntar, me arrodille entre aquellos muslos para meter mi cabeza frente a su inflamada raja que pedía ser devorada y eso fue lo que hice. El aroma que emanaba aquel cuerpo y especialmente su sexo era la mejor droga a la que uno pudiera engancharse. Chupé, lamí, besé, mordí… saciando mi hambre y mi sed, devorando con pasión aquel chochito anhelado con todas mis ganas, algo que ella agradecía acariciando mi pelo y gimiendo como si la fueran a matar. Me gustaba verla temblar y cómo me apretujaba el pelo con sus dedos en señal del gusto que le estaba proporcionando.

A los pocos segundos entró en trance y no me imaginé que mi lengua hubiera hecho tan buen trabajo y en tan poco tiempo. Un primer orgasmo le llevó a dejar caer su espalda sobre la cama, con su cuerpo desnudo echado por completo mientras mi lengua seguía enfrascada de lleno en su delicioso coño y mis manos abarcaban sus caderas, sus tetas, sus muslos…

− ¡Dios, Víctor, qué gusto! – me repetía dentro de aquel trance.

Cuando por fin me separé de aquel delicioso manjar, me quedé observando detenidamente su maravilloso cuerpo y aproveché para acariciar cada centímetro de sus muslos, dibujando sus piernas, sus pantorrillas, los pliegues de sus ingles… pero ella debía estar tan deseosa como yo de devorarme. Se incorporó ordenando que me levantara, permaneciendo ambos allí de pie, al borde de la cama, tan solo admirando nuestros respectivos cuerpos desnudos.

− Ahora quiero comer yo- me dijo mientras su mano acariciaba suavemente mi polla.

Luego se arrodilló y mirándome a los ojos se metió la punta en la boca, mordió ligeramente mi glande y después se la fue introduciendo lentamente, hasta que increíblemente toda mi polla desapareció dentro de su boca. No me lo podía creer. Ella me miró y separó sus labios lentamente haciendo un sonido de chapoteo cuando mi verga salió al completo quedando embadurnada de mis fluidos y de su abundante saliva.

− Ella tampoco te la chupa así, ¿verdad?

− ¡Nooo…! – contesté al tiempo que empujaba su cabeza para que siguiera con la deliciosa mamada.

En ese momento ya nada me impedía tener a esa mujer a mi entera disposición, primero por su propio ofrecimiento y el hecho de seguir su consejo y vengarme de mi novia con ella misma. De ese modo agarré su cabeza con rudeza e hice que se tragara todo mi tronco sin rechistar, hasta provocarle incluso una pequeña arcada, debido a los impulsos que le profería en su cabeza contra mi miembro, pero de nuevo agarré su pelo clavando toda mi dureza hasta lo más profundo de su garganta. ¡Qué delicia tenerla entera metida en su boca!

La saqué sosteniendo su pelo fuertemente echándolo hacia atrás hasta notar el brillo de sus ojos.

− ¿Te ha gustado? – le dije.

− Me gusta esta venganza y ser tu puta – añadió agitada, para volver a tragarse mi verga por entero.

Metí mi polla cada vez a más velocidad en aquella acogedora boca, pero veía que no podría continuar por más tiempo así, porque acabaría corriéndome en pocos segundos, de modo que separé de nuevo su cabeza aguantando su cabellera bruscamente. El tirón le hizo dar un pequeño alarido.

− ¡Eres una auténtica zorra! – dije sin pensar, totalmente desbocado.

Al ver su cara, noté que no solo no le molestó en absoluto, sino que le gustó que le dijera aquella frase. Me sonrió por haber conseguido su propósito que era el mismo que el mío y ya no sabíamos muy bien si todo era fruto de la propia venganza o del deseo descontrolado que ambos teníamos. Me miró a los ojos de la forma más lasciva mordiéndome los huevos ligeramente mientras su mano me pajeaba, para luego pasar a recorrer con sus labios aquel trozo de carne duro, para luego dedicarse de lleno al glande, chupándolo, apretándolo con su boca. Me encantaba ver esos preciosos labios rodeando mi verga y esa dedicación que le estaba dando. Yo estaba al límite y tiré de nuevo de su pelo separándola. No quería correrme en su boca. Necesitaba meterla en ese chochito.

Me miró sorprendida y acercó su boca de nuevo la polla dispuesta a tragársela de lleno con todas sus ganas, pero la detuve.

− ¡Quiero follarte! – le dije sosteniendo su cabeza con mis manos antes de que se tragara mi sable de nuevo.

Mónica se puso de rodillas sobre la cama y lentamente fue avanzando a gatas hasta el cabecero muy despacio, ofreciéndome la visión de su culazo en movimiento y su coño empapado aprisionado entre sus muslos a medida que ese fantástico cuerpo gateaba sobre las sábanas.

− ¡No huyas que te voy follar! – anuncié dando un par de meneos a mi polla que seguía que estaba completamente lubricada.

− ¡No me entrará en mi chochito! – dijo poniéndose con las piernas abiertas y tapando su sexo de forma inocente pero totalmente retadora, mientras apoyaba su espalda en el cabecero.

− ¡Voy a partirte en dos! – le anuncié totalmente excitado.

− ¡No, por favor, Víctor! – repetía con voz ronca y ojos de asustada.

Estaba claro. Aquello no era precisamente una negación, sino una provocación. Estaba jugando conmigo, pero esa forma suya de hacerlo, me ponía aun más cachondo de lo que ya estaba. Sabía cómo manejar a un hombre y llevarle al límite.

− ¿No quieres que te parta ese coño? – dije con ese lenguaje que me excitaba y sabía que a ella también.

− Es muy estrecho… me respondió con un mohín de niña buena.

Aquello era demasiado. Agarré los labios de aquel coño exquisito con mis dedos y le pellizqué haciendo que emitiera un pequeño gritito, mientras mi boca se comía la suya en besos, lamidas, intercambio de lenguas y hasta pequeños mordiscos.

− ¡Qué cachonda estoy, Víctor…! – dijo mirándome con aquellos ojos llenos de placer.

− Yo también. Me tienes loco.

− ¿Ella no es como yo?

− No, nunca me pasó lo que me pasa contigo.

− A mí tampoco. Nunca me he comportado así – dijo como si quisiera disculparse.

Mis dedos jugaban con su sexo, estaba empapado y sus jadeos indicaban el nivel de excitación que tenía. Estaba convencido que su marido no le daba lo que se merecía.

− ¡Fóllame, cabrón! – dijo acariciando mis pectorales y pellizcando mis pezones.

− ¿Estás caliente, zorrita?

− ¡Sí, Víctor!

− ¡Voy a follarte en tu cama, como nadie ha hecho nunca. Voy a partirte ese coño y me voy a correr dentro! – dije eufórico y excitado.

Sonrió notándose en su cara la felicidad y el deseo de que cumpliese con esos avisos, sabiendo que por fin se cumpliría el sueño de ambos, echar el polvo de nuestras vidas y para más morbo, en su propia cama.

− Date la vuelta putita.

Mónica, la que hasta ahora había sido mi jefa y dominaba la situación había pasado a ser mi obediente y sumisa amante que se disponía a recibir su dosis de carne. Se puso de rodillas de espaldas a mí, apoyando sus manos en el cabecero de la cama.

Adherí mi pecho a su espalda mordiendo su cuello, diciéndole al oído lo puta que era y lo mucho que la deseaba. Su boca se giró para atrapar la mía al tiempo que mis manos acariciaban y pellizcaban sus pechos.

− ¡Métemela ya por Dios! – rogaba entre hipidos.

Ubiqué la punta de mi glande en la entrada de su vulva que la recibió impregnándola aun más de la lubricación que ya tenía.

− ¿Lista? – le dije mordiendo el lóbulo de su oreja.

− Sí, hazlo Víctor, demuéstrale a esa zorrita cómo se folla.

Por mi cabeza pasó por un momento la imagen de mi novia follando con su compañero y esa manera de alentarme su madre, era demasiado para mí. Moví mi pelvis ligeramente hacia atrás y de un golpe fuerte y certero, le metí toda mi polla hasta el fondo sosteniéndome con fuerza en sus caderas.

Los dos dimos un largo suspiro y un jadeo prolongado a continuación al sentir el placer que nos proporcionaba estar unidos por fin. Toda mi polla estaba aprisionada completamente en aquel coño que era realmente estrecho y que se aferraba de forma asombrosa. La saqué lentamente hasta que quedó sola la punta de mi polla en su interior y después de darle un azotazo a ese maravilloso culo, haciéndola gritar, le pegué otro empellón, penetrándola con fuerza, haciendo que Mónica tuviera que agarrarse más fuerte al cabecero si no quería golpearse. A partir de ese momento empecé a follármela como un poseso, con todas mis ganas, sintiendo el placer que me proporcionaba su coño aferrado a mi verga que entraba y salía de aquel estrecho y delicioso agujero. Mónica, además apretaba su culo y seguía el compás de nuestra cabalgada haciendo más placentera la unión de nuestros sexos, totalmente entregados al placer. Ya no había remordimientos, ni miedos, ni casi diría que venganza, sino follar y follar con mi amada y deseada suegra.

En un momento mi polla abandonó aquella acogedora cueva y ella aprovechó para cambiar de postura. Me tumbó en la cama y se puso en cuclillas delante de mí, dándome la espalda. Nunca había tenido esa postura y me encantó, no solo por la forma tan profunda en cómo se colaba mi polla en el interior de ese coño, sino la vista de su espalda y su extraordinario culazo saltando sobre mi polla. ¡Otra imagen para enmarcar!

No podía aguantar mucho más, porque era demasiado intenso ese momento, intenso el contacto e intenso el placer como para que no me corriera de inmediato.

− Voy a correrme, Mónica. – le avisé.

Ella se giró por completo, de manera habilidosa se salió de encima de mí durante un segundo. Por un momento pensé que quería que soltase todo fuera, pero su intención no era otra que darse la vuelta y de esa forma se insertó de nuevo sobre mí, esta vez cara a cara.

− ¡Sí, Víctor, córrete dentro! – dijo y continuó cabalgando como una auténtica amazona sobre mi tiesa verga.

− ¿Dentro? – le pregunte sorprendido.

− Esa zorrita no te deja que te corras dentro, ¿no? Conmigo puedes hacerlo. Me encantará sentir tu semen caliente en mi interior.

Aquello era demasiado, no hizo falta mucho más, solo ver su cara viciosa, sus tetas botando sin parar y ese coño apretándose contra mi polla, era un auténtico frenesí. Me agarré a su culo, mordí uno de sus pezones y apreté mi pelvis para indicarle que ya era el momento. Ella permaneció quieta y de pronto el primer chorro salió disparado por el interior de aquel coño deseado. No sé cuantas veces más disparó mi polla en su interior, pero me corrí en abundancia, más que nunca. Notaba como emanaban borbotones en aquel agujero ardiente con nuestros cuerpos insertados.

− Guau, dijo ella sonriendo y apoyando su cuerpo desnudo sobre el mío.

Nos besamos mezclando labios y lenguas mientras mi polla seguía dando espasmos y seguía inundando su coño. Nunca había sentido nada igual y era cierto que mi chica no me había dejado nunca correrme dentro por miedo a quedar embarazada, pero en cambio su madre no puso ningún reparo y no solo eso, sino que le gustaba retarme para vaciarme dentro de su chochito.

− ¡Qué maravilla, Víctor!, ¡Qué bien follas! – me dijo acariciando mi pecho y dándome besitos por la cara y jugando con nuestras lenguas.

− Tú también, Mónica, mejor aún de lo que había imaginado.

− ¿Te gustó correrte dentro de tu putita? – preguntó sonriendo.

− Sí, mucho.

Mónica se incorporó lentamente y pude ver como nuestros sexos se separaban formando un hilo con los restos de la corrida que acababa de inundar su chochete. Se arrodilló a mi lado y empezó a chuparme lentamente mi verga, dejándola completamente limpia. Pasaba su lengua lentamente por el frenillo, luego sus labios, mordía suavemente por toda su largura y luego volvía de nuevo a engullirla mirándome fijamente a los ojos. No tardó en ponerse dura de nuevo con ese buen repaso que me estuvo dando. Me sonrió.

− ¿Ya estás en forma de nuevo? – preguntó sorprendida por mi rápida reacción.

Me sorprendió a mí mismo esa pronta recuperación. Era lógico, hasta cierto punto, debido a mi juventud y evidentemente no podría ser lo mismo que con su esposo, pero supongo que la culpable en gran parte había sido esa lengua y esos labios que despertaron a esa verga sedienta de más y más sexo con su diva soñada.

Me incorporé y la tumbé en la cama mirándole fijamente a los ojos. Ella abrió sus piernas y me rodeó con ellas mi cintura. Estaba más que dispuesta a recibir de nuevo mi polla en su interior. Nada más acercar la punta un nuevo escalofrío recorrió mi espalda y de golpe volví a metérsela hasta el fondo. Su gemido era casi un grito al sentirla y yo de verla a ella gozar y de admirar su cuerpo disfruté follándomela de nuevo, sin volver a pensar en mi novia, en mi jefe ni en nada.

Mis movimientos se aceleraban viendo como ella se mordía el labio y acariciaba mi espalda. Mi polla desaparecía una y otra vez en su interior y me gustaba sentirla de lleno cada vez. Ella de pronto se agarró a mis pectorales arañándome ligeramente, para después soltar un pequeño grito y un gemido prolongado después. Se estaba corriendo de nuevo mientras mi pelvis seguía incesantemente golpeando contra su coño. El sonido de nuestros cuerpos chocando marcaba el ritmo para seguir disfrutando de un polvo maravilloso y salvaje.

La besé mientras se corría y ella al tiempo se aferraba a mi culo, clavándome sus uñas y poniendo los ojos en blanco. Verla así, debajo de mí, era demasiado y no pude aguantar más.

− ¡Me corro, Mónica! – le dije

− ¿Donde quieres hacerlo ahora? ¿En mis tetas? ¿En mi cara?

No me imaginaba aquello, pues era demasiado, me estaba proponiendo correrme en su cara sin que apenas me hubiera repuesto de la sorpresa anterior. Deseaba hacerlo en todas las partes de su cuerpo, quería estar follando hasta desfallecer, pero de momento me levanté, incorporándome de un salto sobre la cama y ella se sentó al borde. Ver su cara sonriente fijándose detenidamente en mi polla era algo muy fuerte. Me agarró suavemente por los huevos y yo empecé a pajearme frente a su boca. El primer chorro salió disparado chocando contra su ceja izquierda, el derecho sobre su mejilla, el tercero en su labio y el resto dentro de su boca vaciándome al completo.

Me encantó ver su cara de felicidad con mi corrida, mientras ella volvía a limpiarme la verga con su lengua y sus labios dejándola resplandeciente. Nuestras miradas permanecían fijas la una en la otra, sin mediar palabra, solo hablándonos con el deseo que reflejaban nuestros ojos.

Tras acabar su espléndida tarea de dejarme limpito, se levantó al baño para lavarse la cara, pues la verdad es que la dejé completamente impregnada con semejante corrida sobre su cara. Yo me quedé tumbado, desnudo sobre aquella enorme cama, intentando asimilar todo lo sucedido. Había follado a esa mujer que deseaba con todas mis ganas y aun estando casi exhausto, mi polla empezaba a despertar dispuesta a seguir jugando. ¡Era todo increíble!

Mientras ella se lavaba en el baño, aproveché para coger su móvil, que estaba sobre la mesita y volver a mortificarme viendo las malditas fotos de mi novia y su amante. Observar esas poses de mi novia con un extraño me hacía sentir fatal, sintiendo como una bola en el estómago y la más impactante, ver la de mi chica siendo penetrada por detrás, esa era, sin duda, la más humillante de todas. Aunque resultara algo masoca por mi parte, me reenvié las fotos a mi propio móvil, en parte para recordar lo puta que era mi novia y también por si ella me lo pudiera negar en algún momento en el futuro. Desde luego esto no podría callármelo eternamente.

A los pocos minutos apareció Mónica que salía del baño, ofreciéndome su armoniosa desnudez y haciéndome olvidar todas las penas en un instante. ¡Era impresionante esa mujer!

− Víctor, no te tortures. – dijo al verme con su teléfono, completamente irritado con las fotos.

Ella me quitó el móvil de mis dedos y tirando de mí, me hizo levantarme de la cama.

− ¿Dónde me llevas, Mónica?

− Ven, vamos a darnos un baño en la piscina.

Mónica caminaba delante de mí, ofreciéndome la visión de su cuerpo desnudo y sus gráciles movimientos, con un giro fantástico de sus caderas y la vista de ese culo redondo que parecía llamarme a cada paso. Esa visión consiguió que mi polla volviese a ponerse dura por momentos. Cuando llegamos a la piscina ella se giró sonriendo al ver esa tremenda empalmada.

− ¡Madre mía, qué gusto verte siempre dispuesto! – dijo acariciando mi polla con sus dedos.

Luego nos metimos en el agua y allí nos refrescamos, nos acariciamos, nos besamos, esta vez sin que hubiera nada que nos impidiera dejarnos llevar por nuestros impulsos más ardientes. Palpé aquel culazo a placer, sobé sus tetas, mordí sus labios, acaricié su inflamada vulva. Ella agarró mi polla con sus dedos y empezó a pasar la punta por esa rajita, incluso metiendo la punta y sácandola, a modo de juego cachondo, pero encendiéndonos mutuamente cada vez más.

− ¿Te encuentras mejor? – dijo dándome otro beso delicioso en mis labios.

− Sí, contigo se olvida uno de todo.

− Vaya, que bien. Eso es lo importante, ahora ella podrá estar disfrutando, pero tú más, ¿no te parece lo justo?

− Sí, Mónica, pero es duro esto de soportar unos cuernos. No creo que pueda seguir con esta farsa.

− Bueno, tú se los estás devolviendo, cariño. – añadió apretando con sus dedos mi glande y pasándolo sin cesar por su vulva bajo el agua, algo que me hacía estremecer de gusto.

− No soporto la idea de ser un cornudo.

− Ahora ella también lo es y tú no perderás todos tus privilegios.

− ¿Y la imagen de ese tío rompiéndole el culo?, es algo que… ¡Me enerva! – dije furioso.

− Ah, ¿Quieres un culito para desahogarte?. Aquí tienes el mío.

En ese momento Mónica se dio la vuelta poniendo su trasero en pompa, agarrándose los glúteos con las manos para separar ambos y ofrecerme la vista de su agujerito posterior.

− ¡Vamos! ¿no quieres un culo para ti solo? – me invitaba ella con ese aire seductor aparentemente inocente.

− ¿Estás segura?

− Serás el primero.

− ¿En serio, Mónica?

− Claro que sí. Te lo has ganado, me matas de gusto. Ahora mismo lo que más quiero… es, ¡Que me folles el culo!

Ubiqué mi polla en ese agujerito que bajo el agua me ofrecía la oportunidad de penetrarlo con mayor facilidad. Me abracé a sus tetas y mantuvo sus piernas separadas mientras ella se agarraba al borde de la piscina.

− Pártele el culo a tu putita – insistía ella.

Ese fue el pistoletazo de salida, primero para meterle la polla en su coño una vez más haciendo que ella se agarrara más fuerte. Sabía que tendríamos que estar lubricados para esa nueva aventura, pero sabía que bajo el agua todo sería mucho más sencillo. Saqué mi polla, mordí su cuello y volví a preguntarle.

− ¿Estás lista?

− ¡Adelante! – dijo en un largo suspiro.

Metí mi glande con suma facilidad y me encantó verlo insertado en ese nuevo espacio divino. Mónica emitía pequeños gemidos al sentirla. Me agarré a sus tetas y noté como sus manos se aferraban con fuerza al borde de la piscina. Entonces avancé unos centímetros más, notando la estrechez de ese agujerito delicioso. Otra vez, mirando su espalda y su culo abrazando mi polla me vino a la mente la imagen de Sofía, algo que me hizo sentir de nuevo esa rabia interior. Entonces apreté con fuerza mi pelvis y me dejé caer sobre el maravilloso cuerpo de mi suegra para insertarla hasta lo más profundo toda mi verga, de una sola embestida. Un grito intenso salió de la garganta de Mónica en una mezcla de placer y dolor, que unido a sentirme aprisionado por la estrechez de su agujero posterior, consiguieron que todo mi cuerpo temblara de placer. Saqué mi polla hasta casi la punta y le metí un segundo pollazo en aquel delicioso trasero, hasta que mis huevos chocaron de nuevo contra la parte posterior de sus muslos. Y así empecé un ritmo continuo, frenético y desesperado, mientras ella se retorcía entre gemidos y gritos, presa de un enorme placer. Veía su espalda y la asimilaba a la de mi novia en aquella foto, algo que volvía a encenderme más y a empujar con más fuerza sobre mi adorada suegra, hasta casi hacerla caer. Los traqueteos y el movimiento del agua, hacían la imagen de una máquina bien engrasada y nuestros cuerpos tensados en cada golpe de mi polla sobre su ano.

No pude aguantar más y me corrí en su interior, al oírle tantos gritos y gemidos, que me contagió haciendo que yo también los diera, en una mezcla de placer, venganza y rabia convertida en un folleteo de su culo de lo más bestial. Los últimos impulsos eran casi imperceptibles, mientras un chorro salía de mi polla para inundar ese estrecho conducto que seguía aprisionándome el miembro.

Cuando nos separamos, ella se volvió y me besó con toda la pasión, acariciándome la espalda, el pelo, mientras yo también lo hacía con sus tetas y su culo.

− ¡Víctor, qué maravilla!

− ¡Ha sido una pasada! – añadí feliz.

− ¡Cómo me has follado el culo!

− A mí también me ha encantado.

− Es solo tuyo, en exclusiva. ¿Te gusta el culo de tu putita?

− Claro – respondí para darle un morreo con todas las ganas.

− ¿A que suena bien esto de vengarse? – me preguntó cuando nuestras bocas se separaron.

− Sí. Sobre todo si es contigo. – añadí mordiendo aquellos gordezuelos labios.

Cuando nos dimos cuenta de la hora que era y que Ernesto podría volver en cualquier momento, recogimos la ropa y nos despedimos con otro largo y apasionado beso. El sabor de su boca y de su lengua, era algo increíble que perduró durante un buen rato en mi paladar.

Toda la noche estuve dándole vueltas a lo vivido en ese día tan especial, intentando poner en orden mi cabeza y en una balanza todas las cosas que tendría que valorar por interesantes o interesadas y las miles de preguntas que me hacía en todo este trance. ¿Mi trabajo?, ¿Mi novia?, ¿Mi futuro?, ¿Mi herencia…? ¿Realmente me compensaba seguir con la puta de Sofía? ¿Me quería ella realmente? ¿Debía olvidarlo todo y pasar página como si nada hubiera ocurrido? o quizás ¿Mandar a todos a la mierda y de paso perderme otra vez estar con mi amada suegra?

Al día siguiente, el de la fiesta, acudí con mi cabeza todavía torturándome a cada paso, pero decidí asistir e intentar hablar con Sofía, quería saber de su boca que era lo que quería de mí. Si iba a considerarme un pelele, no estaba dispuesto, pero callarme tampoco me parecía la solución a algo que me quemaba por dentro. Podría ser mi fin con ella, la bodega, Mónica… pero tendría estaba dispuesto a romper con todo.

Cuando llegué a la mansión de mi jefe, ya había un montón de invitados en la fiesta. Ernesto, precisamente, fue el primero en saludarme, luego me presentó a unos cuantos clientes, a parte de su familia, hasta que vi aparecer a Mónica. Llevaba el vestido marrón que compramos el día anterior y que ceñía a su cuerpo como una segunda piel, remarcando sus vertiginosas curvas y haciendo que todos los hombres desviaran la vista a semejante pibón. Yo el primero. Ella fue saludando sonriente a cada grupo de invitados hasta llegar a donde yo estaba.

− ¡Qué guapo, Víctor! – dijo agarrando mi mano y observando mi vestimenta con aquel traje azul que realmente me sentaba muy bien.

− Tú también, Mónica. ¡Estás deslumbrante! – respondí en bajito para que no me oyera su marido.

− Gracias. Ven, vamos a bailar. – dijo tirando de mi mano.

Yo miré a su marido que me dio su aprobación a sacar a su esposa a la pista, sin sospechar aparentemente nada de lo que ambos teníamos entre manos. Pobrecito, él era otro cornudo como yo.

− Lo pasamos bien ayer, verdad cariño – me dijo en un susurro en mi oído.

− Sí, fue algo inolvidable. – respondí acariciando su cintura, bajando hasta notar la curva que marcaba el comienzo de su culo. Notaba sus tetas en mi pecho y eso hizo que mi polla se endureciera casi de inmediato..

− Gracias. Todavía siento palpitar mi culito. Tú ¿Cómo estás? – pregunto aprisionando mi polla entre nuestros cuerpos.

− Confundido. – respondí nervioso y excitado al mismo tiempo.

− Oye, no te quiero ver decaído. No se te ocurra romper con todo esto. Recuerda que es tu mejor momento para mantener tu trabajo, tus conocimientos, tu futuro en esta empresa y… ¡Tenerme a mí!

Mónica se ofrecía como parte del capital que podría perder si echaba todo por la borda, sin embargo yo seguía con un gran dolor en el pecho y eso no me permitía dejar pasar todo como si nada.

− ¿Dónde está Sofía? – le pregunté a Mónica.

− Está cambiándose. Se ha quedado sorprendidísima cuando lo ha visto todo, con esta fiesta que ni sospechaba.

Justo en ese momento apareció en escena mi novia en aquel jardín repleto de gente. Estaba resplandeciente, con un vestido azul de brillo, muy corto, mostrando sus piernas y estilizando su figura delgada con unos zapatos de tacón. Su espalda morena estaba al aire, se había maquillado con un rojo intenso en sus labios y llevaba su pelo recogido en un gracioso moño. Estaba realmente preciosa.

− Hola cariño – dijo acercándose hasta mí y besándome en los labios, por primera vez, en público.

− Hola. – respondí a su beso bastante tenso, pero sin saber todavía qué hacer.

− ¡Vaya sorpresa! Estoy alucinada. ¡Gracias amor! Por fin podemos estar juntos sin tener que escondernos, ¿No?

− Sí – dije escudriñando en el brillo de aquellos ojos la traición.

− En cierto modo se acabará el morbo de nuestros encuentros peligrosos. – dijo sonriente dándome un piquito y un pellizco en mi culo.

Mi primera idea era la de montar un pollo allí mismo, delante de todo el mundo, decirle a esa cara de niña buena, lo puta que podía llegar a ser, que se follaba a todo bicho viviente, sacar toda mi rabia, mandarles a todos a la mierda, de paso, pero al volver mi vista y observar la sonrisa de Mónica, me costaba romper con esa parte, además de poder perder mi trabajo y toda mi formación a nivel profesional. “Mente fría” – me repetía a mí mismo mientras seguía bailando con mi adúltera novia.

Ernesto aprovechó un momento para hacer una seña y entregarme el famoso anillo de pedida con cierto disimulo. Me giré y tenía a Sofía justo pegada a mí que abrió los ojos como platos al ver lo que tenía entre mis manos. Apenas tuve tiempo de abrir la cajita cuando ella soltó unas lágrimitas de emoción.

− ¿Pero, Víctor?

− Sofía… yo… tú…

Sin poder articular más palabras se agarró a mi cuello y me besó con toda la pasión haciéndome tambalear sosteniendo su cuerpo. Respondí al abrazo y al beso, sin poder evitar ese sabor dulce y delicioso de su lengua, sentir su olor, tener su cuerpo pegado y dejarnos llevar como otras tantas veces. Cuando abrimos los ojos, todos los invitados rompieron en un sonoro aplauso y Sofía se acarició el dedo con su nueva sortija de pedida. No hubo más palabras, justo en el momento en el que yo iba a pedirle explicaciones, los invitados nos separaron, llenándonos de felicitaciones, besos, palmaditas y abrazos.

El último en darme la enhorabuena fue mi suegro, que además me pegó un abrazo intenso dentro de la tremenda confusión que yo tenía en mi cabeza.

− ¡Felicidades yerno! Bienvenido a esta familia.

− Gracias – respondí aturdido.

− Gracias a ti por cuidar de mi hija y respetarla. Espero que la hagas muy feliz y que aprenda esos valores que tienes, hoy la veo y me parece menos niña. Espero que se convierta en una mujer… ¡En tu mujer!

Las palabras de mi suegro me escocían, pero al tiempo no me veía con fuerzas de romper con todo y decirle la zorra que tenía por hija. Él seguía empeñado en que su hija era un cielo, una dulce niñita sin mácula, sin pecado alguno, quizás hasta pensara que era virgen y no lo que realmente era, una puta de tomo y lomo, una comepollas, que le había regalado su culito a su compañero antes que a mí. Las fotos malditas volvían a mi mente sin cesar.

− Gracias también por hacer feliz a mi esposa. – dijo al terminar su abrazo.

En ese momento no supe qué responder y es que tampoco estaba muy seguro a lo que se refería con esa frase.

− Mónica te admira mucho… me lo ha dicho y que eres un gran chico. Además te ha cogido cariño, casi como a un hijo. Bueno, se puede decir que casi es tu mamá política y gracias a vuestra nueva amistad, conseguirás unir más a esta familia, algo que me hace mucha falta, que me hace tremendamente feliz y estar mucho más orgulloso de ti. .- añadió mi jefe

Este tipo me dejaba totalmente flipado. Con lo listo que era para los negocios y para averiguar los pormenores de la bodega, estaba totalmente ciego con respecto a las mujeres de su familia, muy putas ambas, por cierto.

Yo sin embargo no me sentía bien, seguía mareado, aturdido y furioso. No soportaba llevar semejante cornamenta. Me envalentoné, tomé un copa de vino casi de un trago, dispuesto a encontrarme con mi novia y decirle a la cara lo zorra que era y plantarle en su sus morros todo lo que había descubierto con su compañero de universidad. La busqué entre todos los invitados pero no la localizaba, cuando se cruzó Mónica conmigo de nuevo, la vi aparecer con aquel vestido ceñido y su movimiento de caderas y mi polla dio su obligado respingo bajo mi pantalón. Era algo instintivo, pero es que esa mujer me volvía loco.

− Hola guapo. Tengo ganas de que me vuelvas a romper el culito con esa polla – dijo en un susurro en mi oreja, metiendo su pierna entre las mías con cierto disimulo.

− ¡Mónica, por favor!

− ¿Acaso no quieres?

Aquella mujer era la bomba y conseguía excitarme cada vez más. Cuando quise reaccionar y contestarle algo, desapareció entre un grupo de invitados. Entonces fue cuando vi a Sofía. Estaba de espaldas hablando con un grupo de clientes muy importantes de la bodega. Esperé pacientemente a que terminara para pedirle cuentas y saber de su boca de puta lo que podría contarme. Observé su figura de espaldas, desde donde yo estaba, se la veía muy sexy con ese vestido azul corto, sus largas piernas, sus tacones, aquella espalda al aire, su moño recogido y el gracioso tatuaje de una tortuga sobre su nuca. ¡Estaba radiante!… pero ¡Un momento!… ¿El tatuaje?…

Recuerdo perfectamente cuando la vi la primera vez en la bodega y se agarró el pelo, y descubrí aquel bonito tatuaje. ¡No era posible!

Saqué mi móvil y empecé a visionar las famosas fotos del engaño una vez más, empezando por la famosa de mi novia a cuatro patas sodomizada por su compañero, cuando certifiqué que no aparecía su tatuaje en la foto. Amplié la imagen y comprobé que efectivamente no estaba, pero es que indagando más, tampoco aparecían sus dos inconfundibles lunares en su culito, justo en la parte interna de su cachete derecho. ¡La chica de la foto no era Sofía! Pasé el resto de las fotos y tampoco aparecían ninguna de esas pruebas, pero para colmo, fijándote con detenimiento se veía que eran fotos retocadas por ordenador.

− Hola cariño – me sonrió mi novia al verme allí tras ella.

− Hola.

− Gracias por esta fiesta tan especial. Soy muy feliz. Te quiero – dijo dándome un beso tierno.

No sabía dónde meterme, pero entonces me di cuenta de que todo había sido todo un engaño, todo minuciosamente preparado y urdido por mi pérfida suegra. Lo primero que pensé era ir donde estaba para decirle lo muy puta que era, por haberme puesto en esa situación tan al límite, pero luego lo fui meditando y pensé, como ella misma me había orientado y aconsejado, hacer la vista gorda para aprovecharme de las ventajas de todo esto.

Abracé a mi novia en ese baile y me sentí aliviado al saber que todo era mentira, aunque por otro me torturaba la idea de haber sido yo el que la engañaba, ¡con su madrastra! Ahora mi alivio se convertía en remordimientos los que me pesaban por dentro.

− Cariño, acompáñame. – me dijo mi chica tirando de mi mano sin que todavía pudiese reaccionar.

Nos perdimos entre el grupo de invitados, metiéndonos en la casa y escaleras arriba llegamos a su habitación. En aquella estancia nos dimos un abrazo.

− ¡Sofía! – dije mirando aquellos ojos de enamorada.

− Me has hecho muy feliz, Víctor – dijo ella besándome con toda la pasión.

Pese a mi incertidumbre, respondí a ese beso con todas mis ganas, agarrado a su estrecha cintura y disfrutando de los placeres de su lengua jugueteando con la mía. La que momentos era antes la adúltera había pasado a ser la cornuda.

− ¿Sabes? No llevo braguitas bajo el vestido – me dijo agarrándome por la nuca con su cara prácticamente pegada a la mía.

− Sofía, por favor… no me tientes que abajo hay más de cien invitados… tu padre…

− ¿No te pone?

− Sofía, ¿Me estás diciendo que follemos aquí mientras todo el mundo está en la fiesta allá abajo?

− No. Exactamente quiero… ¡Que me folles el culo!

− ¿Cómo? – pregunté alucinado.

− Sí, quiero regalártelo, te lo has ganado – sentenció en una frase que me sonaba familiar.

− Pero ¿Estás segura?

− Te lo mereces cariño, has sido tan bueno conmigo y ahora, que mi padre siga pensando que soy su niñita, pero me produce un morbo terrible que me partas el culo estando él y mi madrastra allí abajo.

No daba crédito a lo que oía, me parecía estar soñando de nuevo. Pero ella no estaba por la labor de poner dudas, trabas o impedimentos a lo que tenía más que decidido. Se apoyó en el marco de la ventana que ofrecía una vista de todo el jardín en el que los invitados parecían muy entretenidos. Levantó su vestido hasta ponerlo por su cintura, certificando que no llevaba ropa interior bajo ese sexy vestido. Su culo se me ofreció en pompa ante mi atónita mirada y mi polla no tardó en ponerse completamente dura bajo mi pantalón.

− Vamos, no quieres ¿partirme el culito? – añadió meneando sus caderas de forma provocativa.

Sabía que todo era una locura y que posiblemente los remordimientos seguirían torturando mi mente, en una confusión total de engaños, líos y dos mujeres ardientes que acabarían con mi racionalidad. Me bajé los pantalones y saqué a escena mi polla que palpitaba deseosa de un nuevo juego y un nuevo agujero donde meterse. Las primeras gotas salían por la punta y las esparcí por toda su longitud. Me acerqué hasta el cuerpo de mi novia y agarrado a su cintura pasé el glande por su chochito que ardía. Mi cabeza quedaba por encima de la de ella y podía ver a toda la gente allá abajo en el jardín. Era cierto, la situación no podía ser más morbosa.

Metí mi polla en el coño de Sofía sin ninguna dificultad, haciendo que nuestros cuerpos chocaran y mis huevos rebotaran en su culo tras la embestida.

− Cariño, por ahí no, ¿no quieres estrenar mi culo? – insistía ella con una provocación total.

− Sí, pero no querrás que te haga daño.

− En este momento no me importa. Solo quiero regalarte mi culito y que me lo folles. Es mi regalo. – dijo entre susurros con mi polla bailando en un suave baile dentro de su ardiente coño.

Se la saqué y ubiqué la punta en el orificio posterior que estaba sonrosadito y se veía súper estrecho. No me veía capaz de traspasar esa puerta. Llené mis dedos de saliva y embadurné mi polla y el pequeño agujero, en el que pude insertar un dedo. Sofía ronroneaba como una gatita y se le notaba muy excitada, agarrada a las cortinas de la ventana de su habitación y observando a los invitados allá abajo. ¡Cómo le gustaba el riesgo a esa chica!

Puse mi glande en la puerta del paraíso y con un pequeño impulso colé la punta dentro de ese orificio, algo que hizo que ella emitiese un pequeño grito.

− Schhsss, nos van a oir – le dije en su oído apoyándome sobre su cuerpo.

− No me cabe. – decía ella entre hipidos.

− ¡Relájate putita! – dije sin pensar.

Pensando que Sofía se iba a molestar, esa frase mía pareció encantarle y me regaló una sonrisa moviendo su trasero dispuesta a recibir el resto de la ración. Me agarré a sus caderas y fui avanzando con lentitud, intentando que ella se fuera adaptando al gran cacho de carne que se introducía en su ano por primera vez… para mí era la segunda en menos de 24 horas.

− ¡Qué gusto! – decía ella en un reprimido gemido.

Ese fue el indicativo para seguir avanzando hasta que cuando quise darme cuenta tenía toda mi polla metida en ese culito virgen.

− ¡Me matas, Víctor! – repetía ella ahogando sus gritos en las cortinas de la ventana.

− ¿Te duele?

− ¡Sí! ¡Pero el gusto es mayor! – dijo en un gemido intenso.

Levanté la vista y vi a través de los cristales la silueta de Mónica paseando entre los invitados, insinuándose y ofreciendo sus mejores virtudes. Al verla sentí una mezcla de celos, rabia, excitación… todo a la vez. En ese momento saqué mi polla hasta dejar solo la punta dentro del culito de Sofía, observar la redondez de su trasero, para luego volver a ver a Mónica tonteando con otros clientes y de un golpe fuerte le metí toda mi polla a mi chica en su culo.

− ¡Ayyy!, ¡Dios! – repetía ella entre sollozos y gritos y su boca tapada por la tela de las cortinas.

Aquello era una maravilla y mi tensión acumulada se concentró en mi polla que volvió a salir para entrar como un bestia de nuevo contra ese culo que empecé a follarme como un demente, solo agarrado a las caderas, mientras veía como las manos de mi chica se aferraban a las cortinas. Ya no había vuelta a atrás y ambos parecíamos disfrutar con algo increíblemente placentero, mezcla de dolor y de placer, ahogando nuestros gemidos aprovechando que la orquesta tocaba un rock a todo volumen. Siguiendo ese ritmo sonoro seguí metiendo mi polla una y otra vez dentro del culito de Sofía, hasta no poder aguantar más y correrme en su interior sin pedirle tan siquiera avisarla. ¡Qué polvazo!

Aun pude ver la figura curvilinea de Mónica en el jardín cuando mi polla seguía escupiendo chorros dentro de ese inexplorado lugar. Cuando me separé de ese culito, las piernas de Sofía temblaban y un reguero de semen se deslizaba por la cara interna de sus muslos.

Sofía se volvió y me besó con pasión. Sabía que le había gustado y que estaba dispuesta a repetirlo a partir de ese instante, solo viendo esa cara de felicidad. Pero vi en esos ojos, una vez más, algo más que pasión, realmente los ojos de enamorada.

A partir de ese momento me di cuenta que tenía dos opciones: Decir la verdad a mi novia, contándole que me había follado a su madre, que había urdido un perverso plan, decirle también que le había roto el culo antes que a ella o de lo contrario hacer como si nada ocurriera, seguir trabajando en lo que más me gusta, convertirme en un reconocido profesional, pertenecer a una de las más envidiadas herencias de la provincia y tener a dos mujeres insaciables, ardientes, que me volvían completamente loco. Evidentemente me quedé con la segunda opción y seguí besando a mi novia para después bajar a la fiesta como si nada hubiera ocurrido.

FIN

Juliaki

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juliaki@ymail.com

Relato erótico: “Prostituto 14 Mi novia me traiciona con un abuelo” (POR GOLFO)

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Estoy cabreado, jodido y hundido. Mi novia me ha dejado por un tipo de setenta años y no he podido hacer nada por evitarlo. No tiene puta madre, hacíamos una pareja perfecta pero el destino y mi profesión han querido separarnos. Nunca pensé que mi mulata me traicionaría de ese modo. Siempre creí que el hecho de ser una pareja enamorada era suficiente para ser felices y continuar juntos, pero no fue así. Tara, mi princesa, me abandonó por un anciano. Os preguntareis cómo es posible que esa preciosidad haya preferido las caricias de un vejestorio a la pasión que, con mis veinticuatro años, yo le ofrecía. Sé que yo tengo gran parte de la culpa y que si hubiera cedido a sus ruegos, todavía seguiría conmigo pero aun así duele.
Nuestra idílica relación empezó a entrar en barrena, el día que la convencí de quitarse el collar de esclava. Para los que no lo sepáis, gracias a un trueque me hice con esa belleza. Desde el primer momento intenté liberarla pero ella se negó diciendo que prefería ser la sierva del hombre que amaba a una mujer libre. Tampoco ayudó que juntos descubriéramos que durante su esclavitud, uno de sus amos le había lavado el cerebro, de forma que no pudiera negarse a cumplir las órdenes de quien ella considerara su dueño. Cualquier otro, hubiera usado esa información para abusar de ella y en cambio yo la aproveché para darle placer y más placer.
Quizás fue, aunque ella siempre lo negó, que acostumbrada a sobredosis de orgasmos artificiales cuando solo obtuvo los que con ahínco le proporcionaba, le parecieron poco y por eso buscó a alguien que no tuviera inconveniente en emplear su aleccionamiento para hacerla gozar.
Otro aspecto determinante en su decisión fue que con el paso del tiempo, llevó cada vez peor que nuestro altísimo nivel de vida se debiera a que noche tras noche, la dejara sola y me fuera a satisfacer las necesidades de otras mujeres por dinero.
Y por último tampoco puedo negar que mi querida Tara quería formar una familia. Educada con rígidos conceptos morales, deseaba limpiar su reputación y así poder volver algún día a su casa con la cabeza bien alta.
Vosotros mis fieles lectores, decidiréis al terminar de leer mi historia si Tara me abandonó por liberarla, por mi profesión o por que encontró en ese viejo, la seguridad y el nombre que conmigo nunca tendría.
El collar:
Llevábamos tres meses viviendo juntos cuando una mañana, me despertó Tara con ganas de cachondeo. Aunque eran casi las doce, realmente me acababa de acostar hacía dos horas porque la noche anterior había tenido una cita con una clienta.
-Déjame dormir- le pedí al sentir que cogiendo mi pene entre sus manos lo empezaba a masajear con la intención de reactivarlo.
-Amo, su esclava está bruta y necesita un buen meneo- contestó obviando mi cansancio mientras deslizándose sobre las sábanas, aproximaba su boca a mi miembro –Usted descanse que yo me ocupo de todo-
Todavía medio dormido, sentí sus labios devorando mi extensión mientras con sus dedos masajeaba mis testículos. Su maestría hizo que en pocos segundos, mi pene se alzara completamente recuperado y entonces sentándose sobre mí, se lo fue introduciendo poco a poco hasta absorberlo por completo.
-¡Me encanta!- gritó mientras se empezaba a mover.
Cabreado por perturbar mi descanso, decidí darle una lección y haciéndome el dormido, dejé que me cabalgara sin moverme. Mi mulata cada vez más excitada, imprimió a su cuerpo una velocidad inaudita mientras se pellizcaba los pezones buscando su placer.
-¡Que cachonda estoy!- chilló completamente alborotada sin dejarse de empalar.
No tardé en sentir su flujo recorriendo mis piernas pero en contra a lo que la tenía acostumbrada, seguí haciéndome el dormido
-¡Necesito correrme!- gritó con el ánimo que le dijera que podía hacerlo pero habiendo resuelto castigarla, me mantuve con los ojos cerrados y en silencio.
Tara, totalmente verraca, se metía y sacaba mi falo mientras gemía escandalosamente buscando que diera una orden que la liberara.
-Amo, ¡Por favor!- gritó al sentir que mi pene explotaba regando de simiente su sexo: -¡Déjeme hacerlo!-
Decidida a obtener mi permiso, ordeñó mi miembro al convertir sus caderas en una batidora. Retorciéndose sobre mi cuerpo, buscó inútilmente mi beneplácito. Era tal su calentura que levantándose, volvió a meterse mi maltrecho falo en su boca y tras unos minutos al ver que estaba erecto, sin dudar se lo insertó por el culo.
-¡Ahhh!, ¡Que gozada! Me enloquece cómo mi amo me coge- aulló con todas sus fuerzas mientras rellenaba su intestino con él.
No hacía falta que me lo dijera, a mi querida mulata le encantaba sentir mi falo en su entrada trasera y sabía que reservaba el sexo anal para las ocasiones en las que más bruta estaba.
-¡Dele duro a su zorra!- berreó cogiendo mis manos y llevándoselas a sus nalgas. -¡He sido mala!-
Completamente descompuesta, maldijo cuando se dio cuenta que en vez de darle los azotes que me pedía, dejaba caer mis brazos como muertos sobre la cama. Cada vez más excitada y cabreada, llevó sus manos al clítoris y mientras lo torturaba con sus yemas, gritó creyendo que así me iba a hacer reaccionar:
-Amo, su perversa esclava se está masturbando sin su permiso-
Todo su cuerpo le pedía correrse pero el adiestramiento inducido durante sus años de esclavitud, solo le permitía hacerlo con la venia de su dueño. Reconozco que disfruté viéndola desesperada buscando el orgasmo. Con el sudor recorriendo su pecho y con el coño totalmente empapado, era incapaz de llegar a él por mucho que se lo propusiera.
Casi llorando, me soltó:
-Joder, amo, déjeme correrme-
Fue entonces cuando abriendo los ojos, le contesté sonriendo:
-No puedes correrte porque eres esclava, si quieres te libero para que lo hagas-
-¡Jamás!- chilló desolada con todas sus neuronas en ebullición: -Soy suya y quiero seguir siéndolo-
-Pues entonces termina lo que has empezado y cuando consigas que me corra, comienza de nuevo. Quiero dos orgasmos más antes de desayunar – le solté volviendo a cerrar mis ojos.
Indignada, se calló y sumisamente, obedeció. Una vez había conseguido realizar mi capricho, se levantó de la cama y me dejó dormir.
Eran más de las dos, cuando amanecí. Al ver que mi mulata se había levantado, la busqué por la casa. Fue en la cocina donde la encontré  llorando.
-¿Qué te ocurre?- pregunté al ver las lágrimas de su rostro.
-Amo, usted sabe lo que me pasa y que necesito- contestó enfadada. –Llevo dos horas intentando calmarme pero estoy peor que antes-
Haciéndome el propio, respondí:
-Pues si es así, yo también debería estar cabreado. Te quiero y me jode que prefieras ser mi esclava a mi novia- y metiendo el dedo en la llaga, le solté: -Voy a darte gusto por última vez, la próxima o eres libre o no tendrás más placer –
Tara me miró asustada e incapaz de llevarme la contraria, esperó mi orden.
-¡Córrete!- le grité con dolor al ser consciente de lo artificial de nuestra relación.
Destrozado, la observé llegar al orgasmo sin necesidad de tocarla. “¿Cómo es posible que quiera esto?” pensé maldiciendo mi suerte y dejando a mi querida mulata convulsionando sobre el frio mármol, me puse a desayunar.
Ese día supe que si quería que nuestra relación tuviese futuro, debía convencer a Tara de la necesidad de recobrar su libertad. Era un tema tan importante que decidí que tenía que ser ella quien diera el primer paso. Enfrascado en un encargo, me pasé toda la tarde pintando, olvidando momentáneamente el asunto pero la cuestión volvió con toda su crudeza después de cenar.
Fue la propia mulata quien lo sacó al irnos a la cama. Acababa de acostarme cuando la vi salir del baño, llorando. Al preguntarle qué pasaba, se negó a contestarme y tumbándose a mi lado, me empezó a besar. No creáis que fue algo apasionado, se notaba que mi pareja estaba destrozada y que algo la turbaba.
-Te quiero, preciosa- le susurré al oído tratando de consolarla.
Mis palabras, lejos de apaciguar su llanto, lo incrementaron y durante cinco minutos, no pude más que acariciarla mientras ella se desahogaba.  Interiormente conocía el motivo de su pena pero convencido que era necesario que ella sufriera su propia catarsis personal, no insistí. Un poco más tranquila pero sin mirarme a la cara, me dijo:
-Tengo miedo-
-¿De la libertad?- pregunté dotando a mi tono de todo el cariño posible.
-Sí y no. Me aterra pensar que si me libera después de tanto tiempo, sea incapaz  de ser mujer-
-No te comprendo- respondí.
Reanudando su llanto, me soltó avergonzada:
-Amo, jamás he hecho el amor sin collar y no sé si podría-
Comprendí su temor. Tara, consciente que hasta entonces su adiestramiento como esclava le había permitido gozar, estaba aterrorizada de no ser capaz de sentir placer y deseo sin su ayuda. Por eso y tratando de ayudarla a dar el paso, dije:
-Te propongo lo siguiente: Déjame hacerte el amor sin collar y te prometo que si no consigo espantar tus fantasmas, seré yo mismo quien te lo vuelva a colocar-
Tras unos momentos de duda y con gruesos lagrimones recorriendo sus mejillas, me respondió:
-Me lo promete-
-Si- contesté.
-Amo- dijo llorando- quiero ser suya como mujer libre, ¡Quíteme el collar!-
Por segunda vez desde que nos conocimos, desprendí el broche que la maniataba y sin esperar a que se acostumbrase a no ser esclava, la empecé a besar con ternura. La pobre Tara recibió mis caricias temblando, no en vano desde el punto de vista psicológico iba a ser su primera vez. Asumí que debía ser todo lo tierno y cariñoso que pudiera, ya que, la mujer que tenía entre mis brazos era tan inocente y pura como una adolescente y para ella, esa noche, iba a perder la virginidad.
Cuidadosamente, la fui mimando a bases de caricias, piropos y besos mientras ella esperaba expectante que su cuerpo empezara a reaccionar. Al advertir que se había tranquilizado y que poco a poco iba incrementándose la pasión de sus labios, llevé mis manos a los tirantes de su coqueto conjunto y deslizándolos por sus hombros,   lo fui bajando. Acababa de descubrir sus pechos cuando con alegría observé que sus pezones habían adquirido una dureza impresionante y eso que ni siquiera los había tocado.
Satisfecho por su respuesta, me los llevé a la boca y jugando con ellos, conseguí sacar su primer gemido de deseo.
-Te quiero mi amor- la oí decir cuando sin dejar de mamar de sus pechos, mis manos llegaron a su entrepierna.
Mis dedos al recorrer los pliegues de su sexo, lo hallaron empapado pero en vez de tocarlo, decidí bajar por su cuerpo y con la lengua incrementar su lujuria. Ella al sentirme cerca de su clítoris, me rogó que la tomara pero sabiendo que era su momento y no el mío,  me negué. Tiernamente, le separé los labios y cogiendo su botón entre mis dientes, me dediqué a mordisquearlo mientras mi ya novia se deshacía en suspiros.
-Alonso, hazme tuya- imploró al sentir los primeros síntomas de un orgasmo.
Supe interpretar el incremento de flujo y su respiración entrecortada y asumiendo que era un partido en el que debía de vencer por goleada, aceleré la velocidad de mi lengua. Me alegró escuchar su auténtico clímax y saboreando su placer, me dediqué a beber de él mientras mi amada convulsionaba sobre las sábanas sin la ayuda de su collar.
-Sigue- me pidió sorprendida de poder llegar siendo una mujer libre.
Metiendo un par de dedos en su sexo, prolongué su éxtasis  hasta que agotada me pidió que parara. Tumbándome a su lado, la besé con pasión y fue entonces cuando ella, deshaciéndose de mi abrazo, se puso a horcajadas sobre mí y metiéndose mi pene en su vagina, me pidió que la dejara hacer.
Fue maravilloso, ver su cara de deseo y más aún percatarme que habiéndose empalado por completo, mi querida novia me empezaba a cabalgar mientras reía como una loca al demostrarse que tras largos años de esclavitud, no solo era libre sino que seguía siendo una mujer completa.
Con genuina alegría, buscó su placer y cuando lo obtuvo, cayó sobre mí diciendo con felicidad:
-Gracias- y poniendo un tono pícaro, prosiguió: -pero siento comunicarte que vas a tener que esforzarte, porque esta hembra quiere más de su macho-
Solté una carcajada cuando la escuché porque no me pidió sino me exigió con su recién conseguida libertad que la satisficiera y durante toda esa noche, alimentamos con sexo y más sexo  a nuestro amor.
Los celos:
Una vez vencidos sus miedos, retomamos nuestra relación con más intensidad si cabe. A todas horas dábamos rienda a nuestra pasión sin importarnos cuándo ni dónde. Tara, mi bella Tara, me pedía sexo con una frecuencia tal que de no ser por mi juventud, difícilmente hubiese podido aguantar. Le daba igual que acabase de llegar de estar con otra, al verme entrar por la puerta me esperaba desnuda y sin dejarme descansar, me exigía que le hiciera el amor.
-A la primera que debes satisfacer es a mí- me respondía si se me ocurría quejarme.
Era como una obsesión, si se enteraba que había quedado con una clienta, no me decía nada pero se notaba que le enfadaba. Siempre era igual cuando Johana me llamaba, como presa de un arrebato extraño, se acercaba a donde estuviera y sin mostrar reproche alguno, me rogaba que la tomara. Su actitud fue empeorando con el paso de las semanas y tuvo su culmen cuando coincidimos en un restaurant.
Esa noche, me había contratado una explosiva rubia para acompañarla a una recepción pero, a última hora, cambió de planes y me pidió que la llevara a cenar. Todavía recuerdo que al salir, mi novia con cara larga me informó que aprovechando que yo tenía que ir a trabajar ella había quedado a cenar con unos compañeros de la ONG donde se había puesto a colaborar. El destino hizo que mi clienta eligiera el mismo local que sus amigos.
Todavía recuerdo su gesto de dolor cuando al entrar en el salón, me vio morreándome con esa mujer. Me hubiese pasado desapercibida su presencia de no ser porque pegando un grito, se dio la vuelta con tan mala suerte que se llevó por delante a un camarero con bandeja incluida. El estrepito me hizo mirar y os juro que me quedé helado al ver su rostro. Tirada en el suelo y mientras sus conocidos la intentaban levantar, mi novia lloraba incapaz de reaccionar.
La carcajada de mi acompañante al ver a la cría espatarrada, incrementó aún más su sufrimiento y aunque me levanté a ayudarla, rehusó mi ayuda y con cajas destempladas abandonó el local. Os juro que quise ir tras ella pero no podía dejar tirada a la mujer que había pagado por tenerme esa noche. Lo que sí os tengo que confesar es que me amargó toda la velada, por mucho que me intentaba concentrar en la tipa que tenía a mi lado, su recuerdo me lo hizo imposible.
A la mañana siguiente cuando llegué a casa, Tara no estaba. Preocupado intenté localizarla pero me resultó imposible y por eso hecho un manojo de nervios, esperé  su llegada durante horas hasta que cerca de las dos de la tarde, apareció por la puerta:
-Lo siento- dije nada más verla. –No sabía que ibais a ir a ese sitio- me traté de disculpar.
Por mucho que intenté entablar una conversación con ella, me resultó imposible. Estaba con tal cabreo que se encerró en su habitación y se puso a llorar. Creyendo que se le pasaría la dejé desahogarse y ya en la cena, le pregunté donde había dormido.
-En casa de mi jefe- respondió con arrogancia – si tú puedes pasar toda una noche con otra, no te quejes si yo hago lo mismo-
Os reconozco que al decirme donde había estado, me tranquilicé al recordar que ese tipo era un santurrón de avanzada edad que después de vender su empresa por una fortuna había fundado esa organización para ayudar a emigrantes del tercer mundo. Queriendo hacer las paces, la besé pero ella se negó de plano por lo que ese día fue la primera vez que dormí con ella sin ni siquiera tocarla.
Sé que debí mosquearme por eso, pero nunca imaginé que ese vejete representara peligro alguno porque, aunque se mantenía en forma y en un asilo sería un don Juan, tenía más de setenta años.
El puto viejo:
Desgraciadamente para mí, los hechos me demostraron lo equivocado que estaba. La presencia de John se fue haciendo cada vez más habitual en nuestras vidas y cuando yo salía a trabajar, Tara quedaba con él. Siempre supuse que el cariño entre ellos era como el de un abuelo con su nieta. Tan cegado estaba que cuando ella me avisaba que iba a salir, me reía diciéndole que me estaba poniendo celoso.
-Deberías- me contestó en una ocasión –John es un hombre bueno y varonil que es capaz de hacer feliz a la mujer que se proponga-.
-Qué sea bueno, no lo dudo, pero conozco a muchos eunucos más machos que ese anciano- respondí con sorna sin percatarme de que por él perdería a mi amada.
Tampoco vinculé con John, un extraño ingreso que un día apareció en mi banco. Sin venir a cuento, alguien me había depositado treinta mil dólares en mi cuenta corriente. Al preguntar, el director de la sucursal me informó que había sido un depósito en efectivo y que si nadie pedía la retrocesión del mismo en dos meses, podía considerarlo mío.
Haciendo memoria, recuerdo que al llegar a mi apartamento, le conté a Tara lo ocurrido y ella al oírme, sonrió sin hacer ningún comentario al respecto. Ese día fue la última vez que la vi. Cuando al caer la tarde me despedí de ella con un beso, se pegó a mí y con lágrimas en los ojos, me dijo adiós. Aduje su tristeza a los celos y sabiendo que no podía hacer nada por evitarlos, partí a cumplir con mi trabajo como tantas otras noches.
Al retornar a casa, ya no estaba. Sobre una mesa encontré un vídeo con una carta manuscrita. Al leerla me quedé de piedra, en ella, Tara se despedía de mí diciéndome que cuando la leyera, ya se habría casado con John y que no la buscara porque jamás volvería a mi lado. Hundido en la desesperación entré a su cuarto para descubrir que su ropa había desaparecido.
-¡No puede ser!- grité con el corazón encogido por el dolor.
Fue entonces cuando recordé que junto a su despedida había dejado una cinta y tontamente deseé que todo fuera un órdago y que en ella, Tara hubiese dejado sus condiciones para volver. Temblando, lo cogí y sin pensar en lo que me iba a encontrar lo metí en el reproductor, pero en vez de ser de ella el mensaje, era de su recién estrenado marido:
-Alonso, no me guardes rencor. Yo no te lo guardo- Creí morir al ver que era ese anciano el que aparecía en la televisión. Gracias a ti, he conseguido no solo la mujer más maravillosa del mundo sino la esclava que siempre soñé-.
De estar junto a  mí, lo hubiese matado sobre todo cuando alegremente ese cabrón me informó que hacía un mes que viendo lo mucho que Tara sufría por mi profesión, le había pedido matrimonio y que después de mucho dudar, había aceptado con la condición de que me reintegrara el dinero que me había costado sacarle de las garras del traficante.
-Los treinta mil dólares de tu cuenta son el pago que ella me exigió por ser mía. Disfruta de esa pasta como yo te juro que disfrutaré toda las noches con su compañía y por si tienes alguna duda de mi hombría, he grabado nuestra noche de bodas-
Lo creáis o no, ese malnacido había inmortalizado el momento en el que mi bella Tara se arrodillaba a sus pies y sumisamente le pedía que le pusiera el collar que con tanto esfuerzo, yo quité. En ese instante, el viejo miró hacía la cámara, diciendo:
-Alonso, no te preocupes por ella, la trataré bien y gracias a mi apellido, cuando muera podrá volver a su pueblo con la cabeza bien alta- y dirigiéndose hacia su recién estrenada posesión, le pidió que se corriera.
Mi adorada mulata pegó un grito de satisfacción y berreando como una cierva en celo, se corrió ante mis ojos. Sé que debí de apagar en ese momento la tele pero no sé si fue el dolor o la necesidad de convencerme de su traición, me quedé mirando cómo Tara iba de un orgasmo a otro bajo la atenta mirada de ese capullo.
El sumun de su deslealtad fue verla cómo gateando hacia su nuevo amo, le desabrochaba la bragueta y sin importarla el ser grabada, meterse su falo hasta el fondo de la garganta.  Fui testigo mudo de la forma tan brutal con la que ese viejo, una vez con el pito tieso, la enculó. Pero con gran sufrimiento, también me percaté que en la cara de mi amada, era el placer y la satisfacción de volver a ser esclava lo que se reflejaba.
Henchido de dolor, no resistí ver más cuando habiéndose corrido el viejo, le preguntó si se arrepentía de ser suya y mi querida mulata con una sonrisa en los labios, le respondió:
-No, mi dulce amo-

Si quieres ver un reportaje fotográfico más amplio sobre la modelo que inspira este relato búscalo en mi otro Blog:     http://fotosgolfas.blogspot.com.es/
¡SEGURO QUE TE GUSTARÁ!
 
 

Relato erótico: “Prostituto 15 Dina quiere ser violada” (POR GOLFO)

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Mi jefa viene a verme:
Como prostituto sé que cuando la gente deja volar su imaginación y se recrea en fantasías da como resultado las situaciones mas morbosas y raras con la que uno no ha soñado siquiera. Un ejemplo claro fue cuando Johana me llamó una tarde para comentarme la extraña petición de una clienta:
-Alonso, ¿Vas a estar en casa?-
Desde que Tara me abandonó, mi jefa aprovechaba cualquier oportunidad para verme y por eso no me extrañó que me lo preguntara. Por mucho que había tratado de explicarle que estaba bien y que ya me  había recuperado de su traición, no me creía y mirando por su inversión, cada vez que podía se auto invitaba a cenar. Más que harto del marcaje al que me tenía sometido, le contesté que no.  Por mi tono comprendió que no estaba de humor pero como tenía que hablar conmigo, respondió:
-Necesito verte, así que ¿O me esperas o me dices donde vas a estar?-
La firmeza con la que me habló me hizo a regañadientes aceptar verla y cabreado hasta la medula, le contesté que la esperaba hasta las siete, ni un minuto más:
-Allí estaré- me soltó colgando el puto teléfono.
“Esta puta cree que es mi dueña y me trata como a un niño”, maldije enfadado al advertir que me había dejado hablando solo al otro lado del auricular. Aunque gracias a ella vivía como un pachá, interiormente la acusaba de mi separación, ya que, una de las razones principales por las que Tara me dejó era que no soportaba que fuera un prostituto. Las dos horas que tuve que aguardar encerrado entre las paredes de mi apartamento, lejos de calmar mi cabreo, lo hicieron incrementar y por eso decidí hacerle pasar un mal rato.
Desde que nos conocíamos, había surgido entre nosotros una extraña química que hacía que nos atrajésemos y repeliésemos por igual. Johana, en sí, era una mujer pelirroja preciosa. Dotada por la madre naturaleza de unos pechos que harían suspirar a cualquier hombre, me había dado calabazas siempre que había hecho un intento por acercarme a ella. Era consciente que le atraía pero se negaba aduciendo que lo nuestro eran negocios.
“¡Te vas a joder!”, pensé mientras planeaba mis siguientes pasos, “si no sabes si te atraigo o te doy asco, hoy te vas a enterar”.
Aprovechando que siempre que venía a casa, nunca llamaba al timbre sino que usaba las llaves que le había dado para un caso de emergencia, decidí darle un escarmiento y la esperé tumbado en mi cama, totalmente desnudo.
Eran las siete menos diez cuando la oí llegar. Al no verme en el salón ni en la cocina, mi querida “madame” creyó que la había dejado plantada y enojada, gritó:
-¿Alonso?-
-Estoy en mi habitación- contesté desde la cama.
La muchacha, ajena a lo que se le avecinaba, entró en mi cuarto y al verme en pelotas sobre las sábanas, exclamó preocupada:
-¿Estas mal?-
 -¿Tú sabrás?, según las clientas que me consigues, estoy francamente bien- respondí cogiendo mi pene entre las manos y enseñándoselo.
Por su cara, mi exhibicionismo le molestó pero fue incapaz de retirar sus ojos del miembro que perversamente masajeaba frente a ella.
-¿Qué coño haces?- hecha una energúmena me soltó y tras reponerse de la sorpresa inicial, me gritó: -¡Tápate!-
-Lo siento pero no puedo- contesté levantándome y cogiendo un bote de Nivea, me la empecé a untar por mi cuerpo. –Tengo que salir y no querrás que nuestra clientela encuentre mi piel reseca-
Su desconcierto fue total al saber que estaba luciendo mi anatomía con el único propósito de molestarla pero a la vez, sabía que no podía evitarlo porque la razón que le había dado era de peso. Johana esperó callada unos minutos creyendo que sería rápido pero al ver que me eternizaba con la crema, me preguntó:
-¿Vas a tardar mucho?-
-Unos quince minutos- respondí  muerto de risa y poniendo el bote en sus manos, le susurré al oído: -Si quieres que me dé prisa, ¡Ayúdame!-
Mi descaro consiguió sacarla de sus casillas y bastante enfada, soltó:
-¿Te gusta jugar? ¿Verdad?-
Mi jefa obtuvo como única respuesta una sonrisa. Al advertir mi recochineo, me miró diciendo:
-Si quieres jugar, ¡Juguemos!-
Cuando creía que iba a ayudarme con la crema, hizo algo que no me esperaba: imprimiendo toda la sensualidad que pudo, ¡Se empezó a desnudar!. Cómo comprenderéis me quedé acojonado al observar como esa pelirroja dejando caer su vestido al suelo y desprendiéndose de su ropa interior, se quedaba completamente desnuda frente a mí. Creyendo que lo que quería era marcha, me acerqué a ella pero en cuanto vio mis intenciones, dijo:
-Cómo se te ocurra tocarme, ¡Te corto los huevos!-
Sin saber qué hacer, me la quedé mirando. Johana sonrió al ver mi confusión y abriendo el bote, cogió crema y melosamente se la empezó a untar por los pechos mientras me decía:
-¿Te parece bien que hablemos de negocios?-
Os juro que jamás creí que mi estratagema diera como resultado que por primera vez pudiese disfrutar de la visión de sus pechos y menos que esa fría mujer se pellizcara los pezones en mi presencia solo para devolverme la jugarreta. Alucinado y bastante excitado, no me quedó más remedio que reconocer que esa chavala tenía un cuerpo de escándalo mientras veía como sus manos recorrían lentamente y sin ningún pudor toda su piel. Siempre supuse que Johana estaba buena pero al verla así, me di cuenta de mi error:
¡Estaba buenísima!.
No solo era una mujer delgada de grandes tetas sino la perfecta combinación de genes la habían dotado de un culo espectacular que no desmerecía en nada al resto de su anatomía. La pelirroja disfrutando de su nuevo poder, se dio la vuelta y agachándose sobre el sofá, me dejó claro que era una oponente formidable cuando echándose un buen chorro, se embarró sus nalgas mientras me decía:
-Una de mis clientas quiere un servicio un tanto especial y le he prometido que te iba a convencer de hacerlo….-
-¿Qué quiere?- respondí mirando absorto cómo con los dedos se separaba sus dos cachetes y regodeándose en la visión que me estaba brindado, mi jefa untó de crema la raja de su trasero.
-Poca cosa, tiene la fantasía de ser violada- soltó como cualquier cosa mientras se daba la vuelta y separando sus rodillas, me mostró orgullosa un sexo pulcramente depilado – Sé que es raro pero me ha firmado un documento donde te exime de cualquier responsabilidad, afirmando que sería sexo consentido-
Debí negarme de plano pero en ese momento, mi mente estaba deleitándose con la vulva casi adolescente de la pelirroja. La muchacha sabiéndose deseada, separó los labios con sus yemas y mientras acariciaba su clítoris, me dijo:
-Está todo arreglado, me ha dado las llaves de su casa y cómo no quiere saber cuándo vas a hacerlo, me ha informado que va a estar sola todas las noches hasta fin de mes-
Os juro que ni siquiera me di cuenta de que mi pene había reaccionado y que totalmente erecto, se mostraba en toda su extensión. Queriendo alargar el momento, le pedí la dirección pero entonces, Johana cogiendo su ropa se empezó a vestir mientras me la daba. Al terminar y cuando ya salía de mi apartamento, me soltó:
-Aunque seas un prostituto, no puedes negar que eres hombre. Creía que me iba a ser imposible convencerte pero ya ves, con solo enseñarte una teta, has aceptado-
-¡Zorra¡- la insulté.
Ella no se inmutó y cerrando la puerta tras de sí, soltó una carcajada mientras me decía:
-Por cierto, tienes una bonita polla-
Hundido y humillado, me vi en mitad del salón con una erección de caballo mientras mi supuesta víctima se iba victoriosa sin daño alguno. “¡Será una calientapollas pero tengo que reconocer que es brillante!” maldije mientras me  volvía a la cama a liberar la tensión acumulada en mi entrepierna.

 Cumplo su encargo:
Esa tarde por mucho que intenté borrar de mi mente la imagen de mi jefa y la crema, me resultó imposible porque cada vez que lo intentaba, volvía con más fuerza el recuerdo de esa calientapollas. Yo que me creía un halcón resulté ser una paloma en cuanto Johana se lo propuso. Usando mis mismas armas, esa mujer me venció con tal facilidad que me quedé preocupado. “Va a resultar que me gusta esa zorra” pensé mientras tratando de olvidar mi ridículo, abría el dossier sobre esa clienta:
 “¡No puede ser!” exclamé al descubrir que la supuesta trastornada que quería sentir una violación era una primorosa morena de veinticinco años. Cuanto más miraba su foto, más raro me parecía todo al no comprender como una monada cómo esa, deseaba ser follada sin su consentimiento.
“O está como una puta cabra, o lo que le ocurre a esta tipa es que está cansada de los hombres que sin duda la cortejan y quiere probar que alguien la tome sin su consentimiento” sentencié cerrando la carpeta y yéndome a arreglar.
Aunque esa noche no tenía ninguna cita, decidí ir al Hilton a ver si había alguna ejecutiva con ganas de juerga. Mientras me duchaba, seguí pensando en mi jefa de forma que sin darme cuenta, me volví a excitar sin que el agua fría pudiera hacer nada por remediarlo.
“A la que violaría sin pensármelo dos veces es a ella”, me dije al percatarme mientras lo enjabonaba de la erección de mi miembro.
Os juro que si no llega a ser porque debía ahorrar fuerzas por si esa noche triunfaba, me hubiese masturbado nuevamente en su honor. Necesitaba follar para mitigar el calentón con el que esa puñetera pelirroja me había castigado y por eso, me vestí con mis mejores galas y salí a conquistar Nueva York. Esa noche todo me salió mal. Al coger un taxi, pinchó y cuando traté de tomar otro, me fue imposible porque parecía como si toda la ciudad hubiera pensado en lo mismo. Tras media hora soportando en una esquina el calor de Manhattan, decidí irme andando. Para colmo de males, al llegar al hotel, descubrí que todo el ganado medianamente pasable estaba ocupado con mi competencia y tras varios intentos infructuosos, me quedé comiéndome los mocos en una esquina del bar mientras los demás prostitutos hacían su agosto.
“¡Hay que joderse!”, pensé al observar a un jodido italiano de baja estofa saliendo con una rubia espectacular, “si hubiese llegado antes ese culo seria mío”.
Molesto y con alguna copa de más, salí del local al cabo de tres horas. Harto de que durante todo ese tiempo solo se me hubiera acercado una anciana borracha, decidí irme a casa pero cuando ya estaba en la parada del taxi, me di cuenta que al salir de mi apartamento, había cogido las llaves de Diana, la fetichista que quería ser violada. Cómo casualmente su piso estaba a unas manzanas de distancias, solventé hacerle esa misma noche la visita.
“No creo que se lo esperé. Al fin y al cabo, hoy se lo ha pedido a Johana  y según ella tengo un mes para hacerlo” pensé mientras me dirigía a pata hasta su dirección.
Estaba caminando hacia allí, cuando caí en que si se suponía que debía parecer una violación, no podía ir a cara descubierta y por eso al toparme con una tienda de chinos abierta 24 horas, entré y me compré unas medias que colocarme en la cabeza. Ya que estaba en ese establecimiento, también me agencié con un par de bolsas de tela y una cuerda para dar mayor veracidad a mi actuación. Debieron ser las copas pero curiosamente al llegar a su portal, no estaba nervioso cuando lo lógico es que estuviera a terrado con lo que iba a hacer. Entré en el edificio con las llaves de la cría y llamando al ascensor, subí hasta el décimo piso. Ya en el descansillo, busqué la letra D y sin hacer ruido, abrí el apartamento.
Al cerrar la puerta y girarme, comprobé que no había luz en la casa y poniéndome la media, empecé a recorrer la casa. Por el lujo con el que estaba decorada, comprendía que además de estar buena, esa muchacha tenía pasta. Se notaba por todo, desde los cuadros colgados en las paredes hasta los muebles destilaban clase y dinero. Al pasar por la cocina, cogí un cuchillo con el que dar más realismo al asalto y tranquilamente fui en busca de la muchacha.
La encontré dormida tranquilamente en su cama y para evitar confusiones verifiqué que fuera la misma de la foto que tenía en el móvil.
“Es ella” determiné tras comprobar sin lugar a dudas que esa cría era la misma que me había contratado y entonces poniéndole el cuchillo en la garganta, la desperté.
Os podréis imaginar el susto con el que se despertó al abrir los ojos y toparse con un tipo con una media en la cara mientras en su cuello sentía una fría hoja de acero. Tapando su boca con mi mano, evité que su grito despertara a los vecinos y entonces le dije con voz fría:
-¡Zorra!, si no gritas no te va a pasar nada-
Fue entonces cuando comprendí que la muchacha se había repuesto del susto y que había comprendido que yo era el tipo que había contratado porque en vez de llorar, sonrió mientras me decía:
-¡No me violes! ¡Por favor!-
Disgustado por su pésima actuación, decidí darle un escarmiento y soltándole un tortazo, le grité:
-Aunque venía a robar quizás aproveche para darte un revolcón- y sin esperar su reacción, le di la vuelta y cogiendo la cuerda la até.
-¡Me haces daño!- se quejó cuando apretando los nudos, la inmovilicé con los brazos atados a sus tobillos.
Sin compadecerme de ella, la cogí del pelo y tirando de su melena, le pregunté:
-¿Dónde tienes las joyas?-
La morena me miró asustada por primera vez e intentando comprender lo que ocurría me dijo casi llorando:
-Johana no me dijo nada de robar-
Aproveché su desconcierto para darle otro guantazo mientras le decía que  no sabía de qué hablaba. La cría histérica me preguntó si no era el amigo de la pelirroja y al contestarle que no la conocía y que ya podía irme diciendo donde guardaba las cosas de valor, se quedó aterrada.
Incapaz de asimilar lo que le estaba ocurriendo, Dina me rogó que no le hiciera nada y que tenía todo en una caja fuerte en el salón.
-Te voy a soltar para que me la abras pero no intentes escapar o te mato- dije mientras la desataba.
A esas alturas, la cría ya estaba convencida de que yo era un delincuente y mientras la llevaba hacía esa habitación, no paró de llorar.
-¡Cállate!, puta- le exigí retorciéndole el brazo.
Su gemido angustiado me informó de que estaba consiguiendo llevarla a la desesperación y  cuando temblando se puso a introducir la combinación, aproveché la ocasión para contemplar a la morenita.
“Está buena” me dije valorando positivamente el estupendo cuerpo que se podía vislumbrar bajo la lencería negra que llevaba.
Pequeña de estatura, tenía un par de peras dignas de un banquete pero lo mejor era ese culito tierno y bien formado que desde que la vi postrada en la cama se me había antojado.
-¡Date prisa!- le solté con el único objetivo de aterrorizarla.
Hecha un flan, tuvo que hacer dos intentos para conseguir  abrir la caja. Cuando lo consiguió le ordené que metiera todas las joyas en una de las  bolsa de tela, tras lo cual, la volví a llevar a su cuarto.
-¿Qué me vas hacer?- musitó acojonada cuando la lancé sobre la cama.
-Depende de ti. Tienes que ser una zorra de lujo para dormir así- le grité mientras con el cuchillo desgarraba su sujetador.
Dina, pávida, tuvo que soportar que prenda a prenda fuera cortando toda su ropa, Cuando ya estaba desnuda sobre la cama, pasé el filo de acero por sus pechos y jugueteando con sus pezones, le dije con voz perversa:
-¿No querrás que cuando me vaya, te deje una fea cicatriz?-
Esa cría que fantaseaba con ser violada cuando  vio que iba en serio, se meó literalmente.  Incapaz de retener su vejiga, Dina se orinó sobre las sabanas al estar segura de que su vida corría peligro y con voz temblorosa, me respondió:
-No me hagas daño, ¡Te juro que haré lo que me pidas!-
Satisfecho al tenerla donde quería, la obligué a arrodillarse a mis pies e imprimiendo todo el desprecio que pude a mi voz, le ordené que me hiciera una mamada. Reconozco que me encantó verla descompuesta mientras sus manos me bajaban la bragueta y más aún cuando esos labios acostumbrados a besar a hombres con dinero, se tuvieron que rebajar y abrirse para recibir en el interior de su boca el pene erecto de un supuesto delincuente.
-Así me gusta, ¡Perra!. ¡Métela hasta dentro!-
Tremendamente asustada y con su piel erizada cual gallina, mi pobre clienta se metió mi miembro hasta el fondo de la garganta. Sin quejarse empezó a meter y sacar mi extensión mientras gruesos lagrimones recorrían sus mejillas. Tratando de reforzar mi dominio pero sobre todo su humillación, le ordené que se masturbara al hacerlo. Sumisamente, observé como esa niña bien separaba sus rodillas y llevando una de sus manos a su entrepierna, se empezaba a tocar.
-Debiste ser la putita del colegio y ahora estoy seguro que eres la amante de algún ricachón, ¿Verdad?- le solté para seguir rebajando su autoestima y cogiendo su cabeza entre mis manos, forcé su garganta usándola como si su sexo se tratara.
A la chavala le dieron arcadas al sentir mi glande rozando su campanilla pero temiendo contrariarme se dejó forzar hasta que derramándome en su interior, me corrí dando alaridos. Mientras lo hacía le ordené que se tragara toda mi simiente y ella, obedeciendo no solo se bebió toda mi corrida sino que cuando mi pene ya no escupía más, se dedicó a limpiarlo con la lengua.
Viendo su buena disposición, la obligué a ponerse a cuatro patas en la cama y entonces, le pregunté si tenía un consolador. Totalmente avergonzada, la muchacha me contesto que tenía uno en el cajón. Sacándolo se lo di, tras lo cual le dije que si quería seguir viva cuando me fuera, quería verla masturbándose con él empotrado en el trasero.
-Soy virgen por ahí- se quejó en voz baja.
-Tú verás- le informé- ¿o te metes ese aparato o tendré que ser yo quien te rompa el culo?-
No tuve que repetir mi amenaza, cogiendo un poco de flujo de su vulva, la muchacha untó su consolador antes de con gran sufrimiento, desvirgar su entrada trasera. Fui testigo de cómo sufrió al ver forzado su esfínter y de cómo esa cría una vez con él introducido hasta el fondo, se empezaba a masturbar. Poniéndome a su lado, cogí uno de sus aureolas entre mis yemas y dándole un pellizco, me reí de ella diciendo:
-Eres una guarra, ¡Tienes los pezones duros como piedra!-
La morenita gimió al sentir mi caricia y tratando de complacerme, reconoció en voz alta que era una puta. Su sumisión me dio alas y cogiendo el dildo que tenía incrustado, empecé a sacarlo y meterlo en su interior mientras la acariciaba y la insultaba por igual. La combinación de insultos y mimos fueron llevando a la chavala a un estado tal que no sabía si estaba excitada o muerta de miedo. Yo por mi parte si lo sabía, Dina aunque todavía no fuera consciente estaba totalmente dominada por la lujuria y estando al borde del orgasmo, cualquier empujón por mi parte, la haría correrse sin remedio.
-¿Qué prefieres cerda? ¿Qué te preñe o que te dé por culo?-
Dina asumió que era inevitable y confiada por estar tomando la píldora, me rogó que la preñara porque eso significaba mantener medianamente intacto su orificio trasero. Solté una carcajada al escuchar su preferencia y tumbándola en la cama, levanté sus piernas hasta mis hombros y de un solo empujón le clavé mi extensión hasta el fondo mientras la informaba:
-Primero el coño y luego el culo-
-Ahh- gritó al sentir mancillado su sexo.
Al meter mi miembro, descubrí que esa zorra estaba empapada y por eso sin dejar acostumbrarse a sentir su conducto relleno, imprimí a mis incursiones de una velocidad endiablada.
-¡Dios!- gritó al pensar que la partía cuando notó mi glande chocando contra la pared de su vagina.
Sin darle tiempo a reaccionar, cogí entre mis dedos sus pezones y presionándolos, ordené a mi clienta que se moviera. Para el aquel entonces la media que portaba me tenía acalorado. Por eso cogí la otra bolsa de tela y se la puse en la cabeza para seguir representando el papel de violador.
-Por favor, ¡No quiero morir!- chilló al sentir que la apretaba sobre su cuello.
-No te voy a matar, ¡Todavía!. Te la pongo para no verme obligado a hacerlo. Tengo calor y no quiero que me veas la cara-
Mis palabras consiguieron calmarla momentáneamente pero mi acción tuvo un efecto no previsto, al reducir el flujo de aire, su cerebro y la adrenalina incrementaron sus sensaciones de forma que no llevaba ni tres minutos follándomela encapuchada cuando la sentí convulsionar bajo mi cuerpo y aullando desesperada se corrió sobre las sabanas. Era tal la cantidad de flujo que brotaba de su entrepierna que realmente parecía que nuevamente esa muchacha se estaba meando.
-¿Te gusta ¡Putita!-
-Sí- gritó con sus últimas fuerzas antes de caer agotada sobre la cama.
Su entrega era total y yo, todavía no me había corrido, por lo que la obligué a incorporarse y a colocarse a cuatro patas sobre el colchón. Dina, con la visión bloqueada, se dejó poner en esa posición aunque en su interior estaba acojonada. Cuando sintió unas manos abriendo sus cachetes, intentó protestar pero ya era tarde porque, con el ojete tan dilatado como lo tenía, no me costó horadar por vez primera con un miembro humano esa virginal entrada.
Dina gritó al experimentar mi dureza maltratando su ojete pero contra lo que tanto yo como ella esperábamos no hizo ningún intento de apartarse. La tranquilidad con la que iba absorbiendo mi extensión, me permitió seguir insertando mi pene y lentamente pero sin pausa, se lo clavé hasta que su base chocó contra sus nalgas.
-¡Que gusto!- aulló sin darse cuenta que estaba aceptando ser violada y como si fuera un hábito aprendido, empezó a moverse con prudencia.
Cuidadosamente, la cría fue incrementando la velocidad con la que se  empalaba hasta que su cuerpo tuvo que soportar un castigo infernal. Los suaves gemidos fueron aumentando su volumen mientras mi víctima sentía que su esfínter se había convertido en una extensión de su sexo. En un momento dado, Dina berreó como si la estuviera matando al ser desbordada por el cúmulo de sensaciones que iba experimentando.
-¡Me corro!- chilló mientras convulsionaba sobre las sábanas.
Una vez había conseguido que la morenita se corriese, me vi libre de buscar mi propio placer y cogiéndola de los pechos, esta vez fui yo quien aceleró sus sacudidas. Al acrecentar tanto el ritmo como la profundidad de mis incursiones, prolongué su clímax de forma tan brutal que con la cara desencajada, la muchacha me rogó que parara. 
-¡No aguanto más!-
Sus ruegos cayeron en el olvido y tirando de ella hacía mí, proseguí con mi mete-saca `particular sin importarme sus sentimientos. Con la moral por los suelos, Dina fue de un orgasmo a otro mientras su supuesto agresor seguía mancillando y destrozando su culo. Afortunadamente para ella, mi propia excitación hizo que explotara regando con mi semen sus adoloridos intestinos. Aun así seguí machacando su entrada trasera hasta que mi miembro dejó de rellenar su conducto y entonces y solo entonces, la liberé.
La pobre y agotada muchacha cayó sobre el colchón como desmayada. Al verla postrada de ese modo, supe que había realizado un buen trabajo y orgulloso de mi desempeño, me levanté al baño a limpiarme los restos de nuestro desenfreno. Ya de vuelta a la habitación, Dina ni siquiera se había movido. Indefensa esperaba que me hubiese ido, pero temiendo lo contrario ni siquiera se había quitado la capucha.
Nada más sentarme a su lado, se la quité. Asustada metió la cabeza en la almohada, intentando no verme porque eso supondría que la tendría que matar para que no me identificara. Solté una carcajada al saber el motivo y dándole la vuelta, le dije con suavidad:
-Dina, ¿Te ha gustado tu fantasía?-
Al verme la cara y reconocer en ella al prostituto que había contrato, se puso a reír completamente histérica mientras me insultaba acordándose de todos mis parientes.
-¡Serás cabrón! ¡Me has hecho pasar el peor rato de mi vida!-
-¿No era eso lo que querías?- le pregunté sonriendo.
-Sí…-contestó y tras unos momentos pensando, prosiguió diciendo: -Eres un capullo pero ahora que sé que era una farsa, te tengo que confesar que he disfrutado como una perra. ¡Me ha encantado sentirme indefensa! Aunque todavía tengo un sueño que me gustaría hacer realidad-
-¿Cuál?-
-¿Te importaría atarme?-
Muerto de risa, le pellizqué un pezón mientras recogía del suelo la cuerda con la que cumplir su deseo. Dina, al sentir mi caricia, se tumbó en la cama y ofreciéndome sus brazos, me rogó:
-¡Fóllame!-

Relato erótico: “Diana y Alfredo: Amigos de verdad Parte 11” (PUBLICADO POR DIANITA)

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Diana y Alfredo: Amigos de Verdad (Parte 11)

No sé para algunas mujeres, pero para mí, qué difícil ha sido parar una situación como ésta………….y más, cuando al pararme frente a este amigo, no puedo evitar que “su situación”, se pare con una facilidad, hasta con mi respiro.

Pues mis queridos lectores, quiero seguir compartiendo con ustedes, esta fase de mi vida, en donde las palabras de mi esposo, el deseo de mi amigo y el morbo que ambos me provocan, me genera una inquietud que no puedo frenar.

Antes de salir esa madrugada del Bar, mi esposo muy alegre por el importante descuento que le hicieron, por la “falla” del sistema de cobro por tarjeta, y adicional por la buena cantidad de vino que tomamos esa noche, se puso de pie, y dirigiéndose al mesero, le extendió la mano para darle una buena propina, y todavía abrazándole por entre el hombro, le indicó que por favor, le diera las gracias al dueño del bar, por haberlo considerado en tan importante atención, y que por ello, seguramente regresaría pronto, para agradecérselo personalmente y además se daría a la tarea de recomendar el lugar a los amigos.

Después de ello, mi esposo lo soltó y entonces se dirigió hacia mí, para tomarme de la cintura y a la vez que me jalaba hacia él, me preguntó con voz alta, pero para que el mesero escuchara:

-Mi amor, hoy nos vamos muy felices no crees?…..esta noche nos vamos muy satisfechos, y creo que tendremos que regresar muy pronto ehhh……tenemos que darle las gracias al dueño de este Bar, verdad?” –

Y con muestras de nervios, adopte una postura muy coqueta ante mi esposo para distraerlo, y sonrojándome, sonriéndome y mostrando carita seductora, con mi mano derecha tome mi cabello alzándole como para que tomara volumen, y mi mirada se desviaba discretamente hacia la mesa donde estaban sentados los amigos de Alfredo descubriéndolos con sus miradas hacia nosotros. Aunque en ese momento Alfredo no estuviera aún ahí, regresé mi mirada hacia mi esposo y con una mirada seductora, y tomando mi dedo índice entre mis dientes, solo atine a contestar: “Lo que tú digas mi amor……nos vamos esta noche muy satisfechos, y si tu gustas, regresamos cuando digas……..solo espero que haya la misma atención que hoy ehh, pero entiendo que hay que irnos ya…….tu que dices?- a lo que mi esposo, dándome un beso en la mejilla, solo atinó a decirme: Claro mi vida – . Y así abrazándome, nos dimos la vuelta y nos dirigimos hacia la salida, lo que implicaba tener que pasar al lado de la mesa de los amigos de Alfredo, por lo que mi corazón comenzó a latir con mucha fuerza porque solo esperaba que mi esposo no volteara a ver a esos individuos que no dejaban de verme y sonreír maliciosamente en lo que se murmuraban entre ellos…….me encontraba muy nerviosa pero no había de otra…..o pasábamos al lado de ello o no había otro camino hacia la salida, y tomamos rumbo a la puerta, por lo que justo cuando pasamos al lado de ello, uno de esos hombres solo atinó a decir en voz alta.- “Mesero, traigan otra ronda igual……esta noche sirvieron un manjar en este bar y creo que todos nos vamos muy contentos”.- A lo que mi esposo, alcanzó a escuchar pero sin saber a qué se refreían, solo atinó a voltear a verlos y decir:- “Verdad que si señores?…..que noche tan más especial”-, a lo que esos hombres, mirando a mi esposo, quedaron sonrientes, pero el más grande de edad en esa mesa, solo comentó:- Que le puedo decir, camarada, hoy vimos un servicio muuuuy especial, y créame que se la despacharon muy bien……lástima que usted tuvo que salir un momento, pero bueno…..esperemos que su esposa vaya muy satisfecha por cómo se le atendió…….ya ella le contará como se le brindo todo y se le atendió muy bien…… y señora, que pase buenas noches, y no vaya a olvidar esta noche, porque seguro, quedó como una bebé satisfecha, cuando le dan su lechita verdad?”.-

Mi esposo aún feliz por el alcohol en la sangre, y sin entender las palabras de esos tipos, solo sonrío y dirigiéndose a mí, expresó:- “Que les puedo decir amigos………solo ver el rostro de mi mujer……..creo que va más satisfecha que una bebe después de tomar su lechita”- .

Gracias a las luces del lugar, pude ocultar muy bien mi rostro ante esos comentarios, ya que estaba yo de mil colores, ruborizada y muy apenada, pero igualmente nerviosa. Sin embargo me puse más nerviosa cuando el tipo mayor, se levantó de la mesa y poniendo la mano sobre el hombro a mi esposo, dijo pero sin quitarme la mirada de mis ojos: – Si amigo…..nosotros lo sabemos……su esposa pasó esta noche, muy bien atendida, y tenga por seguro que se lleva un grato sabor en la boca……… …..esperemos que regrese señora…….aquí será bien atendida ehhh!”.

No sé si los nervios del momento, la excitación que aún hacía palpitar mi coñito o el alcohol que corría en mi sangre, me hicieron abrazar a mi esposo como empujándolo más hacia la salida, en lo que les dije a esos tipos: – Todo depende de mi esposo señores………él sabrá si me vuelve a traer”- y me voltee para seguir empujando sutilmente a mi esposo hacia la salida, hasta que logramos salir, y justo ahí, sentí que algo me hacía falta, y mi esposo dio el boleto al Valet Parcking para que trajeran nuestro auto. En ese momento caí en cuenta que no traía mi bolso, y dejando a mi esposo tras ese mamparo donde entregan los autos le dije que regresaba rápido porque había olvidado mi bolso. Entré nuevamente apurada al Bar y justo estaba rumbo a la mesa donde estaba antes sentada, cuando alcance a ver que Alfredo venía bajando la escalera.

Al llegar a la mesa, hice como si no hubiera visto a Alfredo y de espaldas a donde el caminaba, tome mi bolso para retirarme tan pronto como llegué, pero justo en ese momento la mano de Alfredo me tomo de la cintura, y sin más, me abrazo y me plantó enorme beso en la boca, al que instintivamente correspondí unos segundos!!….-Pero que estoy haciendo??-y le avente con las manos y no por que no deseara ese beso sino por el tremendo riesgo que implicaba con mi esposo a escasos metros y más si se le hubiera ocurrido entrar o asomarse por entre la puerta.

Me zafe de él rápidamente, escuchando unas sonrisas de fondo, las sonrisas de los amigos de Alfredo, y entonces salí muy deprisa sin voltear a verlo, encontrándome a mi esposo afuera tras un mamparo del estacionamiento. Justo en ese momento, llegó el auto y me subí apresuradamente, sin embargo, mi esposo al rodear el auto para subirse, fue interceptado por el mesero, quien para esto, traía un par de copas y nos la entrego diciendo que era cortesía de la casa. Mi esposo sonriendo y dándome una copa, se echó a reír, y en tanto prendía el auto, nos bebimos ese whisky en las rocas de un solo trago.

De inmediato entregamos los vasos al mesero, y nos arrancamos hacia la avenida principal……tanta bebida y en mi caso además margaritas y ahora un whisky que nos tomamos de una sola sorbida,…….uffff…..comenzamos a sentir un efecto muuuuy libidinoso……….en ese momento de acorde del “elemento extra” que comparten en ese Bar, y me eche a sonreír y por mi mente pasó algo travieso………”Estos Whiskys…..serán naturales o tendrán más elementos extras??” – me tome el cabello entre mis manos, ensortijándolo y mirando hacia afuera del auto en lo que pasábamos por amplias avenidas, y mi rostro muy feliz, es más….casi sonriente, pero con ese último whisky, comencé a sentir nuevas sensaciones,…..como con ganas de hacer algo más…..,,,,mi piel se me ponía chinita, y comencé a sentirme muy excitada, por lo que voltee a ver a mi esposo, y en lo que manejaba, volteó a mirarme y me sonrío, pero regresó su mirada hacia el frente y entonces mi mirada se clavó en su entrepierna. Me sonreí un poco y mi dedo índice no dejaba de ser mordido muy coquetamente por mis dientes, y entonces, me acerque a mi esposo y abrazándome a él, comencé a besarle el oído y con mi mano a tocarle su entrepierna con sutileza y ganas de excitarlo…….mi esposo respondió de inmediato y sin esperar a mas, le abrí el zipper de su pantalón tan lento como pude y una vez abierto, metí mi mano, no con la intensión de sacarle su virilidad, sino para toquetearlo muy suavemente, hasta sentir como comenzaba a tomar forma de un tronco robusto y fuerte…….pero aun así, comencé a meter mi mano más allá, y saque su verga para continuar tocándole la piel directamente, y en el momento de sentirla muy grande y suave, lentamente le di a mi esposo un piquito en sus labios y me agache para comenzar a jugar mi lengua con la puntita de su hombría, dándole toquecitos leves, en lo que mi esposo, daba brinquitos, situación que me encantaba sentirlo así.

En tanto continuaba manejando, estuve saboreando con toda lentitud la verga de mi esposo, jugándola con la lengua sin apretarla y sin intensión de hacerlo eyacular rápido, ya que apenas lo rozaba con la punta de mi lengua y le rozaba su frenillo y su capullo, el cual estaba demasiado empapado, porque su líquido pre seminal, escurría como miel sobre todo su tronco, y entonces, mi mano lentamente comenzó a recorrerlo desde su base hasta el capullo que estaba tan rojo como una cereza……….en eso me despegue de su entrepierna y levantándome un poco, pude observar hacia afuera del auto, observando un ambiente muy oscuro, fresco y sin autos ni gente en la calle…..simplemente era una madrugada muy seductora……en tanto morreaba a mi esposo con mi lengua ahora en su cuello, mi mano no dejaba de tocarle su virilidad, sobre todo porque con la punta de mis cinco dedos, enrollaba la punta de su glande, y abriendo y cerrando suavemente mis puntas de los dedos en la puntita, y de arriba hacia abajo, apenas rozándolo para que la sensación fuere más que sublime. Coqueta como estaba yo, solo voltee a verlo, y le di un piquito más en sus labios, para después mi boca irse nuevamente hacia su oído, y decirle murmullándole:

—Mi amor,…….no te enoja que sin pedirte permiso, te la mame?

—Nooooo mi amorrrr……como crees que me enojaría si es algo que me encanta mucho de tiiiii……..todos los hombres buscamos a una mujer muyyyy cachonda y en mi caso, tengo a la más cachonda de todas…..como voy a enojarme, si me gusta que seas asíiiii —respondió temblando y motivado por el alcohol, en lo que seguía manejando.

— ¿Ohhhhh…….entonces te gusta que sea una mujer cachonda?

—Siiiii mi amor…..me vuelve loco que seas así—respondía muy excitado mi esposo. En ese momento con tanto fuego ambos, supe que era momento de echarle más pólvora y provocar un incendio sexual, por lo que le repetí en su oído muy seductoramente.

— ¿Pero mi amooorrr………te gusta que sea muy cachonda?……no ves que una mujer cachonda es muy peligrosa ehhh!!!………..no olvides que una mujer encendida…….corre el riesgo de prender también a otros hombres!!!! —le dije, sin dejar de mover las puntas de mis dedos rodeando su glande y moviéndolos, de arriba abajo y mi boca, esa que hace unos minutos antes estaba pegada en la verga de Alfredo, ahora estaba en el oído de mi esposo respirando muy excitada y esperando su respuesta que me tenía vivamente caliente.

—No importa mi amorrr……me gusta que seas muy cachonda!!!!……mientras seas así y me tengas loquito por ti, no importa lo demás…….además tu sabes que me gusta verte coqueta, sensual y que hasta seas provocativa con los hombres………es una lucha entre celos y excitación mi amor…….no se si algún día llegues a compréndelo pero…….me excitas mucho!!!!……sabes que me gusta ver y saber cómo te desean los hombres!!!!! —me decía muy excitado y bebido por tanto alcohol esa noche.

No tenía la seguridad de que el Whisky que nos dieron a la salida, estaba preparado, pero mi esposo se notaba distinto y yo ya estaba muy desatada y en ese momento muy excitada, y con la respuesta de mi esposo, me motivó a desinhibirme y sin medir consecuencias, no me importó ir más allá, y mostrar más atrevimiento, al poner más pólvora al diálogo.

— ¿Siiiiiiii?……….te gusta que sea……cachonda…..muuuuyyy cachonda…….Te gusta que use ropa muy provocativa verdad?……te gusta que……los que me vean…..piensen que ……soyyy …..una…..pu……putita!!!!….. —Y lambiéndole el oído a mi esposo, aceleré la velocidad de mis dedos rodeando el capullo de mi esposo, del cual ya escurría líquido pre seminal en gran cantidad…….., y con mi otra mano comencé a hacerme un dedito en mu cuquita, metiéndome un dedito entre ellos, sintiendo como se bañaba por algo del semen de Alfredo que aún traía dentro de mí, y sin esperar respuesta, con mi dedo índice, comencé a hacer círculos sobre la puntita de su verga, como queriendo que el hoyito de su verga sintiera mi dedo torearlo, y mi esposo daba brinquitos muy excitado………..su líquido pre-seminal tenía por completo bañada su verga como si fuera un helado en medio de un horno que lo hacía derretirse……en ese momento, mi otra mano salió de entre mis piernas, y ese dedo que hundí en mi intimidad y salió húmedo del semen de Alfredo, me lo lleve a la boca, saboreándolo ricamente, y entonces dándole otro piquito a mi esposo en su oído, me volví a agachar para pasar de arriba abajo mi lengua, humedeciendo todo su tronco erecto con mi saliva.

—Ohhhhh mi amoooorrrrr……..que rico lo hacessss…….siiii, me fascina mi amor, mássssssssss…me vuelve loco imaginarte como una puta ante los hombres…..— gemía mi esposo, cada vez más excitado con tanto alcohol dentro de su sangre. —Aghummmmmmm, mmmmmmmm, que rico mi cielo —dijo en lo que continuaba conduciendo y de vez en vez, echaba una mirada hacia abajo para admirar como mi cabeza se engullía su verga.

Seguí excitándolo más y más. El me acariciaba el pelo con su mano derecha y con la izquierda, seguía conduciendo muy lento y yo, dándole tremenda mamada y mi otra mano entre mis piernas toqueteándome.

—Te amooooo mi amorrrr, dime mássssssssssssss, quiero escucharte mássssss —me dijo suplicante.

— ¿Qué quieres que te diga mi amor……que te quiero y amo? – Le dije sarcásticamente porque yo sabía lo que él quería escuchar.

—Nooo mi amor,…..tu sabes lo que me gusta oír de tu boquita………quiero que me excites……..que me digas más…..cositas!!.

En eso volví a levantarme para seguir con mi dedo índice sobre la puntita de su verga, y pegándome a su oído, le dije murmurando— Esta bien mi amor……quiero que sepas que hoy desde que me levanté, me sentía muy excitada…..quería hacer el amor, pero te fuiste muy rápido……mi cuerpo estaba muy inquieto y ……sabes?……quería provocar sensaciones ajenas……por eso me vesti desde antes de salir de la casa, así como me ves ahora……..te mentí y no me fui a casa a cambiarme de ropa…..así salí desde temprano……..tenía ganas de provocar a los hombres ……..pero sabes algo más?……..quise recibirte con una sorpresa…….y en el trabajo…..me quite la tanguita mi vida……..estuve como tres horas en la oficina…..sin tanga…….

—Siiiiiii eso me calienta muchooooooo Diana , Massssss, masssssss —suplicaba excitado.

— No te enojas si te digo algo más???

Y antes de esperar su respuesta, me agache de nueva cuenta para con la puntita de mi lengua, darle toquecitos a la puntita de su verga, como si quisiera jalar las gotas de líquido pre seminal que bañaban su tronco…….y entonces….…….mi lengua abrazo su verga y la lambí de abajo a arriba…..eso lo excitaba mucho más……..yo seguía ahí agachada y mi esposo mantenía sombrío silencio…..de hecho tardó mucho en contestar, hasta que se animó cuando lo escuche gemir después de que aceleré mis movimientos en su verga

— Tu crees que lo que me digas…..me hará enojar ???

Lo escuche nuevamente gemir después de que aceleré mis movimientos en su verga….y le dije despegándome de su virilidad

— No creo que sea motivo de enojo mi amor………solo de……morbo—y volví a agacharme para continuar con mi tarea entre sus piernas.

— Hummmmmm……entonces dime….dime mi amorrr…..quiero escucharte—Solo atinó a decirme muy excitado en lo que seguía manejando ya más lentamente y su mano sobre mi nuca, empujándola hacia su entrepierna.

Aun agachada, sentía como mi esposo daba espasmos de placer, al sentir como se estiraba en el sillón, lo que hacía disfrutar seguramente esa mamada. Y nuevamente, me despegue, para seguir acariciándolo con la puntita de mi dedo índice y mi boca pegada a su oído……lo estaba poniendo sumamente excitado y realmente yo no quería desaprovechar esa oportunidad……quería excitarlo, quería hacerlo enojar, quería confesarle todo, quería ……..tener una noche súper especial!

— Hoy estuve muy cachonda mi amor…………pero en la oficina llego un momento en que era tanto lo caliente que estaba que se me ocurrió quitarme la tanga, pero……..justo estaba con la tanga en mi mano, levantándola de entre mi pierna, cuando entró Alfredo y me sorprendió que no supe que hacer…..solo pude apretar mi mano lo más que pude para que no notara lo que traía en mi mano.……justo en ese momento, Alfredo me dijo que lo acompañara al auto a bajar unos papeles……..no pude ocultar mi nerviosismo y…….salí con él hacia su auto……ahí…..sin despegarse de mí, me dijo que adelante, había unos papeles en el sillón, y que los bajara en tanto el bajaba unas cajas del portaequipaje…….yo no sabía qué hacer y….y se me hizo muy fácil poner la tanguita debajo del sillón pensando en llevar los papeles y regresar al carro por mi prenda, pero………hayy mi amor…..……en cuanto llegue a la oficina a dejar los papeles, Alfredo salió y arrancó su auto y solo me dijo, que nos veíamos hasta el lunes……..mi tanguita se fue en su auto!!!—y sin dejarlo pensar más, volví a agacharme para continuar con mi tarea entre las piernas de mi esposo para no solo mamar su virilidad, sino para darle suaves chuponcitos.

En cuanto le dije eso a mi esposo, sentí que el auto comenzó a ir más lento que antes…..sin embargo yo no deje de mamarle la verga y sentí sus manos sobre mi cabeza, acariciándola más y más…..supe que estaba excitándose y acelere mi velocidad, y con mi mano, acariciaba sus huevos suavemente, y mi esposo comenzó a decir— Ahhhhhh mi amor…..que rico lo hacesss……me gusta cuando te portas así de …putita!……me excitas muchísimo………no te preocupes mi amor………si las llega a encontrar……no creo que sepa que son tuyas, ya que nunca te subiste a su carro y eso lo hará dudar de quien son!!!!.

—Hummmmmmmmm, siiiiiii, siiiiii, mi amor……- algo me estaba excitando mucho y creo que mi esposo ya estaba muy caliente en ese momento, por lo que continúe probando cada centímetro de su virilidad……entonces mi mente se iluminó y emití una leve sonrisita, y separándome de mi esposo, me senté nuevamente para volverlo a besar y lamber su oído, y entonces le dije muy sensual y murmullándole como si no quisiera que alguien nos escuchara, -Ohhhhhh…..siiii………..tienes razón mi amorrrrr…..eso no lo había pensado……..…fíjate que una compañerita de la oficina, me confesó que Alfredo se anda cogiendo a una putita de maravilla………dice que esa putita se llama igual que yo, y que a cada momento escuchan como en la oficina de Alfredo, la putita de Diana que se anda tirando grita de placer, y dicen que esa tal Diana, esta tan buena como yo…….seguro pensará que esa tanguita es de ella verdad???………y bueno…..ahorita que hablo de la putita que se anda tirando Alfredo, los que la han visto, dicen que además de llamarse como yo, dicen que se parece a mí ahhhhhh……..….pero…….ohhhh….no creo que sea tanta coincidencia verdad mi amor??…….o crees que la mujer que se anda cogiendo Alfredo, pueda ser más puta que tu esposita? verdad que yo puedo ser más puta?……………ohhhhh mi amor……sabes?……..si Alfredo encuentra esa tanguita, y en una de esas……..se las lleve a su nariz y las huela para saber de qué puta es?…..o….o más aún…….te imaginas que ……le pase su lengua por donde queda mi conchita?……….ohhhh…no quiero ni pensarlo…..Nooooo……….o……o…..peor aún……..qué tal si…….se las lleva y……se masturba con ellas y las llena de ……su…..semen!!!!!!

El silencio invadía el auto que ya olía a sexo fuerte, pero mi mano seguía en constante velocidad sobre su verga y mi lengua acariciando su oído casi acariciándolo……como si esperara alguna reacción de parte de él, en lo que seguía manejando muy lentamente.

No sé si él también estaba pensando o imaginando o incluso….fantaseando pero después de unos instantes…….orillo el auto y frenándolo completamente, me volteo a ver.

Se quedó unos instantes así, como queriendo decirme algo y me tomo de la barbilla y dándome un intenso beso, solo atinó a tomarme de atrás de mi cabeza y volvía a agacharme para que le continuara propinando enorme mamada a su virilidad. Apenas comencé a probar su miembro y sentí como echó a andar el auto igual de lento y entonces, solo entonces, comenzó a hablar entre gemidos:

-Ohhh mi amor………….quiero que sepas algo……… sabes que me molesta mucho verte y saberte cerca de ese amigo tuyo…….eres mi mujer pero además, eres la mujer que el se quiere coger!!……él es un hombre que responde a cualquier insinuación y lo sé porque lo veo en sus ojos……no me gusta que estés a su lado simplemente, pero……..en este momento……..solo imaginar lo que pueda hacer con tu tanguita ……me pone……me pone…….. En ese momento lo note dudoso, pero me excito mucho porque noté que estaba consciente de que podría suceder y más cuando sentí como su verga palpitaba aún más dentro de mi boca, pero no por el producto de la mamada que le estaba yo propinando en ese momento, sino por la probabilidad de saber que Alfredo conocería mi olor, mi sabor y echara su leche en algo mío. Su verga se puso tan tensa y dura, que incluso su capullo adquirió una característica única…..se inflamó como nunca lo había sentido y comenzó a dar brinquitos, como si tuviera temblores. En eso continuó hablando- me pone……sumamente excitado…………..te quiero confesar algo que nunca te he dicho mi amor………..a los hombres nos fascinan las mujeres putas…….en tanto más putas son, nos gustan más……….y porque crees que los hombres casados salimos a buscar putillas a la calle?…….porque no encontramos en nuestras esposas a las putas que buscamos…….ahhhhhh………por eso……si nuestras esposas fueran unas putas completas…..seguro estaríamos con ellas en todo momento y no en la calle buscando quien nos haga fantasear….……sabes……….en tanto me pruebas……..me quede imaginando en…….ohhhh…..en que si hubiéramos salido los tres a tomar la copa y hubiera pasado lo de hoy……..y me hubiera tenido que ir a sacar dinero del banco y te hubieras quedado sola con el………. Me excite imaginando que te hubiera dado una cogida enorme,…….ahhhhhh que rico la mamas mi amor…………… .por eso…….…me excita imaginar que se las mamas a otros como a mi ahora….mmmuy rico, sigueee —dijo fuera de sí.

Lo sabía!!!!…..sabía que mi esposo se excitaba muy rápido con mis palabras y estaba entrando ya en trance sexual ……por mi mamada y por el elemento extra que le pusieron en el bar seguramente en el whisky…….pero su confesión me impresionó……..le gusta imaginar que soy una puta…….a los hombres les gustan las putas!!!…..ya empecé a entender algo más…..y empecé a entender a Alfredo también!!!, …..en eso caí en cuenta que mi esposo estaba ya listo y atine a lanzarme con todo en ese momento sin importarme ya nada….quería decirle mucho a mi esposo y quería que se hiciera a la idea de que Alfredo era un macho en la cama conmigo……no me interesaba ya mucho y la excitación me rebasaba, así que comencé a decirle —Pues mi amor……te quiero confesar algo más!!!!!…….. cada que hacemos el amor, me dices que te excita saber que Alfredo me mete unas cogidas tremendas y que te imaginas que me lleva a la cama y me trata como una puta…….tanto me lo has dicho, que tengo que confesarte que ……últimamente me estoy excitando con solo imaginarlo…..no puedo evitar encontrarme con Alfredo en el trabajo, e imaginar cómo sería coger con el…… tal vez por eso,……por eso hoy me puse esta minifalda para tenerte excitado, pero también quiero que sepas que quería saber y sentir como sería excitar a ,…….Alfredo!!. Y te debo confesar que me excitó verlo excitado por mi……..y cuando salimos al carro a bajar las cosas, me dijo que hoy me veía muy hermosa y que quería invitarme a salir a tomar la copa porque había cerrado un buen negocio……en eso llamaste tú y le dije que no podía salir con él porque saldría con mi esposo a un bar ………sin embargo me estuvo insistiendo mandándome muchos mensajes a mi celular, pero le conteste que vendría a este bar contigo y me dijo que vendría a tomar unas copas también, …..y …..me dijo que ojala un día saliéramos los tres a tomar la copa, pero sabes qué??……….cuando saliste al banco, llegó Alfredo al Bar, y al verme sola, me pregunto por ti,……le dije donde habías ido y me invitó un whisky…..de hecho cuando llegaste……. los señores que estaban sentados al lado ….los que saludaste….eran sus clientes!!.. pero justo al llegar tu, Alfredo había ido al baño……no sé cuánto tiempo te tardaste en ir y venir del cajero, pero ……antes que llegaras, Alfredo me llevó a un privado del Bar ….……ahí pidió otro Whisky para los dos, y quiero que sepas que no sé cómo lo hizo pero………me hizo su puta!!!….tú me has motivado a ser putita y a cada momento me estás diciendo que te excita imaginar que Alfredo me mete su verga y que se la mamo como a ti ahorita, y en ese momento, no pude contenerme y decidí hacer tu fantasía realidad, y ……y me gustó!!!!…….cuando lo tuve frente a mi, y se sacó su verga, . no pude contenerme y no se en que momento….pero perdí la noción del lugar y….!!!……mi coñito comenzó a pedir a gritos esa verga……..……¿Te gusta eso?

—Ahhh mi amor……..no sabes cómo me excita imaginarte dándole las nalgas a tu amigo—dijo mi esposo pensando que todo era parte del juego de fantasía y excitación, en lo que ya se sentía cercano a eyacular.

— ¿Entonces siiiii??…..…………quieres que un día tu fina y elegante esposa se escape con su amiguito Alfredo y disfrute chupándole la verga? ¿De verdad quieres imaginar cómo se la mamo?….Quieres imaginar cómo Alfredo disfruta mucho y su rostro se tuerce de felicidad?…..te imaginas que mi boquita tenga su verga empapada entrando y saliendo con ese machote en medio? …… ¿Quieres eso?….Quieres que le dé las nalgas!!

Mi esposo, solo se retorcía y manejaba sumamente lento, tardando en contestar pero al paso de unos minutos, solo esbozaba—Siiiiiiii, siiiii, siiiiii quierooooo mi amor……. estaba imaginándote igual que ahorita…….el manejando ……y tu dándole tremenda mamada, ……..me lo imagino y me vuelve loco imaginar que lo hagas…….quiero que lo hagas yaaaaa!!!!!

Al ver a mi esposo casi enloquecido y súper excitado, casi al borde de la eyaculación, comencé a saborearle la puntita de su verga. No sé cuánto estuve así, pero en un momento me despegué, y me acurruque nuevamente a su lado en tanto mis dedos, masajeaban con lentitud todo su tronco bañado de mi saliva, haciendo que mis dedos recorrieran con gusto y placer todo su tamaño, y mi boca muy cerca de su oído, murmurándole muy sensual:

— ¿Ohhhhh mi amooorr……sabes?…….me motivas a hacerlo……quiero hacerlo porque tu también quieres que lo haga….. y…….estoy tan excitada que …… quiero probar que se siente ser putita de otro hombre!!!…..Me gustaría que nos fuéramos un día de copas los tres, a beber y bailar…….. y de manera intencional nos pongamos bien borrachos y me dejes solita con el unos minutos……o mejor aún…….tengas que salir nuevamente a un cajero y me dejes solita con el o bien…..dejes que Alfredo me lleve en su carro a la casa y ahí…….le pida que se desvíe y me meta a un hotel y me de tremenda cogida…….quiero ahí hacerle todo lo que te has imaginado que yo le hacía….…a ti no te negaré nunca nada y si me pides que me comporte muy putita con el……..así lo hare mi amor!!!…….…….tu sabes que muchos desean mis nalgas y tener sueños de que quieren cogerme, pero si tú lo deseas y me lo pides……entonces dejare que el único que me pueda meter su verga sea….Alfredo!!!……..te gustaría que nos fuéramos a bailar los tres y ahí, entre copas nos pongamos excitados y que yo le coquetee????…… quieres eso???….
— ¡Ahhh mi amorrr……que ricoooo……sii….siiii eso quiero….quiero sentir enormes celos……..quiero verte muy coqueta con el…..quiero sentir lo que es verte muy atenta con el……..quiero sentir un dolor de estómago al ver cómo estás muy atenta con él y además, como te subes a su auto, para que te lleve a nuestra casa y ahí…….seas su putita!!.
— Quieres que sea su putita?……seguro?………..estas a un paso de entregarme a otro hombre ehhhhhh……..piénsalo muy bien mi amorrrr……..porque puedes despertar a la puta que puedo traer dentro y si la despiertas……….puede que todo lo que tienes en mente, se vuelva realidad ehhhhh……eso quieres?……..piénsalo muy bien mi amor, porque Alfredo puede ser el que disfrute de esa putita que quieres tu despertar…………eso quieres?…..
— Ohhhh…..esto es tan rico que ……nooo seee mi amor…….este juego es tan excitante que no sé qué contestarte…….me gusta imaginarte echa una puta con el………me gusta porque me excito mucho……quiero y no quiero verte cerca de el……Noooo seeeeeee……tu dime…….solo quiero que…….seas feliz!!!!!
— Ahhh mi amor……te amo tanto que con tal de verte y verme feliz, si me atrevería solo una vez a probar que se siente acostarse con otro hombre y sentir una piel ajena…..una boca ajena…..unas manos distintas a las tuyas, tocándome toda mi piel, y……solo una vez intentaría probar una verga distinta a la tuya……y darte ese gustito para demostrarte que por ti, hago muchas cosas. Te amo tanto que si me dices que quieres que le mame la verga, por ti lo haría…y si ehhhh…..si lo hago ehhh!!!!!!….¿Quieres que nos vayamos un día a bailar y tomar la copa y que baile más con el que contigo?’……..y quieres que al salir….le pida que él me lleve a la casa y ahí, en su carro……. simplemente le baje el zipper y sin esperar nada, me agache y se la mame como a ti ahorita? ¿quieres eso?
— Siiiii mi amor………eso quiero……pero sabes………no sé cómo provocar una salida con el………..no se……no se…..!….es más…..no se si quiera que en verdad salgamos o solo es ….una fantasía!!!!.
— Ahhhhh…mi amor, …..te amo muchísimo…….sabes?…..me hace muy feliz escucharte decir esto…….me excita mucho escucharte decirlo………pero como te dije….te amo tanto que si gustas…….yo misma le propongo esa salida y cuando ese día llegue……..sin decirles nada…….me veras simplemente muy provocativa en mi forma de vestir, muy amigable y coqueta con el……y…..esa noche si en verdad nos vamos de copas los tres, y cuando me escuches pedirle que me lleve a la casa él…….sabrás que por lo menos en el camino……habrá besos y el me tocará…..y yo ….yo lo tocaré también, como si fuéramos estudiantes y…..tal vez….hasta le pondré la mamada de su vida!!!!…..si hago eso, y sin decirle más, cuando me deje su lechita en mi boca, abriré la puerta del carro y le diré que se vaya…………..lo hacemos?

Al notarlo dudoso, de inmediato tome la palabra para no dejarlo echarse para atrás, y por el contrario, hasta busque pretexto para provocar que las cosas se dieran como ambos lo estábamos imaginando. Entonces lo vi tan realmente excitado que ya no pudo contenerse y sin más, comenzó a retorcerse, muestra de que estaba por explotar y, cuando por fin llegó la descarga, me llenó mi boquita de una enorme cantidad de semen .

—Amor, que ricura. Mmmmmmmmmmmmmmmmm —expresé, erótica y voluptuosamente, al momento que le dije —lléname la boca con tu leche caliente ……….llénamela toda…….asi como Alfredo me lleno de su semen ante que tu……hughmmmmmmmm —abrí la boca para recibir su hombría, y con la puntita de mi lengua, solo acariciaba la puntita de su pene, enloqueciéndolo muchísimo, logrando que todo su semen se vaciara dentro de mi garganta con fuerza y con estremecimientos incontrolables. La punta de mi lengua rozaba su frenillo y eso lo sobre excitaba porque no paraba de lanzar chorros de semen.

—Ahhhhhhh! Aggggggmmmmmm mmmmmmmmmmmm!!, agmmmmmmmmm, ahggggg!!!, mmmmmmmm, siiii mi amoooorrrrr………ese día…..mamasela todaaaaaaaa!!!! … —Sus gemidos del placer, cuando se estaba vaciando, llegaban sonoros a mis oídos y yo seguía mamándosela con fruición, haciéndole disfrutar con mayor intensidad su tremendo orgasmo.

Por cierto…….para dejárselo bien sembrado en su mente, cuando note que ya había terminado de vaciarse mi esposo y que estaba relajándose, le limpie todo el pene de su mismo semen y dejándosela totalmente limpia, me levante y nuevamente al oído le dije muy sensual…..—Mhhhhh que rico mi amor…….sabes?….. ten por seguro mi amor…….que por ti……voy a dejar a Alfredo con una tremenda sonrisa y lo haré muy feliz después de la tremenda mamada que le propinare en su propio carro…….ten por seguro, que a partir de ese momento, jamás querrá que su esposa se la mame…….solo querrá que yo le meta tremendas mamadas cada que él quiera.!!,- Y lo hice para que ese mensaje quedara bien pegado en su mente, pero algo increíble sucedió!……….su verga no decaía y se mantenía sumamente parada…….daba brinquitos de placer pero no se caía!!…….

Finalmente, llegamos a la casa súper excitados y aunque mi esposo había logrado su objetivo y yo el mío, algo nos faltaba y aun nos sentíamos muy cachondos, por lo que al llegar a la casa, mi marido venía muy caliente y se notaba que quería cogerme por lo que le dije que se sentara mientras yo me daba una ducha. Mi esposo muy obediente empezó a sacar unos vasos con hielo y yo me fui al baño de la recámara para refrescarme y luego ponerme mi baby doll rojo transparente, sin bra, y una tanga roja de hilo dental y por supuesto, un liguero sin medias y acompañándome de mis zapatillas blancas de tacón de aguja muy altos, y para darme un toque de sensualidad, me puse unas gotas más de mi chanel num 5, y me alboroté la cabellera, y retocándome el labial con un rojo intenso y al darme vuelta sobre mi espejo, me vi de cuerpo completo y me gustó mucho como me veía, ……..realmente soy una mujer muy atractiva y muy sensual!.

Satisfecha con mi arreglo y mi figura, salí de la recámara dispuesta a agradarle y complacer a mi marido y vaya que lo logré, porque cuando salí, el ya estaba totalmente desnudo y cuando me vio, se echó para atrás del sillón y pasando sus manos por detrás de su cabeza, no pudo más que expresar con su boca: – Ufff mi amorrrr…….me tienes loco!……que mujeeeerrr!-

Yo solo puse mi espalda sobre la pared y subí un pie a la misma, en posición muy coqueta en lo que mis manos se entrelazaban en mi cabellera:- ¿te gusto mi amor? – Y poniéndose de pie me dijo:- me encantas- en ese momento, muy lentamente me dirigí hacia el caminando muy cadenciosamente, moviendo mis caderas de un lado a otro, y al estar enfrente de él, no pudo evitar tanta sensualidad y me abrazó, para comenzar a besarme el cuello y agarrarme toda mi piel debajo del baby doll.

Sin más solo me dijo: -mamita estas buenísima!…….muy sabrosa-, siéntate le dije, y empezamos a beber mientras mi esposo se volvió a parar y poner una película porno que tanto le gusta y que al parecer tenía ya lista para proyectar en cuanto yo llegara con él.

Viendo la película, en una escena mi marido dijo: – ufff mira a esa chiquita mi amor…….mirala como goza comiéndose esa vergota ……viste como la llena toda ese cabron, ¿ya viste? – me preguntó, a lo que yo aún excitada le conteste :- Ohhhh mi amor, pues quien no!….., con una asi de sabrosa, quien se va a negar darle las nalgas a un macho como ese!!!……hasta yo se las daba sin dudarlo!-, ya no sé si esas palabras me salieron inconscientemente y a la vez recordando la cogida que hace unas horas me había propinado mi amigo o por lo excitada aun del “elemento extra” en la bebida o por lo caliente que estaba con mi marido viendo esa película, pero mi comentario no pasó desapercibido para mi marido, y me preguntó aún con el efecto del alcohol en su sangre:- ¿a ti te gustaría coger con alguien así? – Y sin más, me acurruque en sus brazos y mi mano comenzó nuevamente a jugar con su miembro y, cuando note respuesta y se humedecía, me recosté sobre su pierna y, le comencé a dar nuevamente unas lambiditas en la punta de su pene y al verlo puesto, me senté nuevamente a su lado y nuevamente aplique esa técnica que nunca falla y en su oído besándoselo, le dije. –Hay mi amor……cuando una mujer tiene ya una verga así dispuesta, loca sería quien no se dejara coger así de rico como esa putita de la película…….además ya te conteste en el carro todo lo demás no?- Le replique lo de mi amigo Alfredo, por si había pasado por alto lo que le dije, pero mi esposo quedo en silencio en lo que una de sus manos, acariciaba mi seno. Y seguimos viendo el video hasta que terminó, y a esas alturas ya estaba casi amaneciendo y ya habíamos consumido casi toda la botella, para entonces mi marido ya no se pudo contener y me acariciaba toda muy excitada.

Luego me hizo que me parara frente a él y me dijo que me diera una vueltecita, por lo que ya con el alcohol dentro, me giré sobre mis piernas y cuando estaba dándole la espalda, me agarró las nalgas y me jalo hacia el, para darme unos besitos en cada una de mis nalgas, y luego empezar a bajar la tanga y después quitarme el baby dool. Cuando me tuvo totalmente desnuda, se paró y me llevó a la cama, y el ya desnudo, se acomodó a un lado mío, quise quitarme el liguero pero el me dijo que me quedara así, que me veía muy …calló, ¿muy que? le pregunté –dímelo sin temor mi cielo, ¿me veo muy que? – muy puta me dijo: -Perdona pero así te veo y así me encantas mucho-, guau le dije, ¿y te gusta verme así? me súper excitas – mi marido se montó sobre mí y nos besamos de lengüita, luego bajó a mis pezones y yo estaba bien chinita de la piel de la excitación, y bajó su boca hasta mi vagina y empezó a lamerme el clítoris, hasta que su lengua fue entrando en el hueco de mi raja:
– así mi amor, sigue así -le decía:
– yo, estoy muy caliente mi cielo, ¿te gustó el video que puse? – me preguntó.
– si me excite mucho- le respondí y de inmediato mi esposo me puso a cuatro patas y me besaba las nalgas, luego su lengua se posó en mi vagina y su lengua me recorría desde el clítoris hasta el ano, uffff mi cuerpo temblaba de placer por esas riquísimas caricias con el riesgo de que captara algún residuo del semen de Alfredo en mi conchita, o percibiera algún olor distinto al que ya está acostumbrado pero la excitación podía más y no me importó……de hecho, hasta me excito correr ese riesgo:
– Ya métemela -le dije – ya no aguanto más- y mi esposo se puso detrás de mí, y acomodó su verga en la entrada de mi vagina y me la empezó a frotar en mi clítoris de una manera muy intensa, tal y como a él le gusta y como a mí me vuelve loca, haciéndome vibrar hasta casi el punto de sentir desmayarme de tan rico que sentía como me gozaba mi marido.

No sé cuánto tiempo estuvo así, rozándome, pero yo me retorcía de placer, al grado de gritarle que ya la quería adentro y le agarraba sus nalgas empujándolo hacia mí, con la idea de que ya me dejara ir toda esa masa de musculo que tanto me encanta, y sin más, me la metió toda de un solo empujón – aggghhhhhh – salió de mi garganta -así mi rey, soy tuya mi amor, cógeme rico por favor- mis dedos estaban apretando la sábana, y mi marido metiéndome y sacándome su verga, me provocó dos deliciosos orgasmos casi inmediatos y seguidos:- que rico mi cielo, estas hecho todo un semental hoy, y quiero que sepas que hoy estuve demasiado caliente y más con el vídeo que pusiste – a lo que mi marido, mojado de sudor pero siguiendo bombeándome como todo un macho, me dijo: Mi amor, me tienes sumido en un mar de celos y de deseos…….no me entiendo yo mismo……me gusta verte siempre muy atrevida, muy cachonda, muy….putita, y me excita que los hombres te deseen e incluso me imagino que coges con muchos……pero…….con tu amigo……..con tu amigo no se……..con el tengo mis reservas…… me causan unos enormes celos, pero a la vez una enorme excitación de saber que es el único que te puede coger……..me causan enormes celos saber que es….es al único que le darías tus hermosas nalgas!……y sabes?………tal vez por eso no me gusta mucho que trabajes con él o que hables con él porque…….….me excité cuando me dijiste cuando viste el vídeo que si te gustaría coger con alguien como el del vídeo, ………..realmente te gustaría darle las nalgas a alguien así para que te coja hasta volverte loca- mi esposo no dejaba de lado el tema y yo estaba aprovechando para abrir aún más la puerta de la posibilidad, y que ello causara tanta excitación en el como a mí y le conteste sumamente sensual: -ahhhhhh….mhhhhhh…..que rico mi amor……..ya te dije que si…..me vuelve loca la idea de saber que alguien puede meterme tremenda verga en mi conchita y no tienes idea de cómo me excita verte excitado imaginando la posibilidad de que otro macho me llene de leche y mi carita esté echa toda una putita gozando con otro…..eso me excita también de ti mi amor…..y te debo confesar que me pongo nerviosa cuando estoy con Alfredo porque no puedo evitar recordar tus fantasías de que quieres que sea el quien me coja…….pero no lo haría porque sé que solo son fantasías tuyas…….te amo mucho….. ¿Pero dime…….. Si te gustaría?……te gustaría que sea Alfredo quien me meta su verga, acaricie mis nalgas y mis tetas?…..quieres que me haga bufar de placer y que grite intensamente cuando me haga explotar una y varias veces???- y mi esposo metía y sacaba su hombría de mí, y apretaba mis tetas, agarrándome bien rico de mis nalgas, haciéndome sentir toda su piel y la mía en el…..era un placer enorme…..yo sabía que venía bien cogida por mi amigo y llena de su leche y ahora mi hombre me estaba repitiendo la dosis de placer prohibido y aunque tardó en contestar, pero finalmente lo hizo: – Uffff mi amor…..no se……no sé cómo lo tomes …..pero en este momento……me tienes loco…..me gustas y me gusta la idea……sabes que tu amigo es el único que me pone celoso porque sé que le gustas y sé que estas todo el día con él en su trabajo…….pero te debo confesar…..me excita mucho verte salir a trabajar vestida muy atrevida…..esos días me tienes mojado todo el día…..no paro de imaginarte, lo que me pone muy celoso, pero…..muy excitado a la vez……me duele el estómago de celos al saber que estas con el y el solo piensa en meterte su….su verga!!!….y más aún…..no tienes idea de cuantas veces me he imaginado que tu amigo, aprovecha las salidas a reuniones para invitarte unas copas y después…….me excito imaginar que siempre aprovecha para llevarte a la cama….y que llegas llena de él a casa……eso me tiene loco……y si……sé que me amas pero si me gustaría tan solo imaginar que te lleva a la cama……-y mi marido comenzó a cogerme más rápido, por lo que me di cuenta que esa plática lo excito mucho, y me dijo sin esperar mis comentarios: – ya te imagino …..El acostado y tu sentada sobre él, …..sus manos agarrando tus hermosas nalgas y tu, más que impedírselo, hasta las mueves para que no quede un centímetro de tu piel sin ser tocada por sus manos…….y tu, tomando tu cabello en lo que brincas encima de él…….tu toda llena de su verga y gritando de placer……….así te imagino mi amor………..eso me excita muchísimo mi amorrrr!! ¿te animarías? Al escucharlo decir eso, mis ojos brillaron como una estrella, y con tal de excitarlo aún más, traté de escenificar cada palabra suya para que su imaginación y mi posición sexual con mi esposo, generara una realidad mayúscula, para incrementar su morbo……..sé que su mente trabajaba en imaginarme de una manera, y yo interpretaba lo que pasaba por su mente, para que no dejara de cogerme con más ganas.

Solo atine a contestarle después de varios segundos:-“Ahhhhggmmmmm…..riiiicoooooo……mhhhhh…..que rico me lo haces mi amor………ohhhhhh……ya te dije……si tú te animas……yo me animo……..además de esposos, quiero que tu y yo seamos amigos y nos apoyemos en todo…… si tu quieres, yo también quieroooooo!!!!……..si quieres que Alfredo me meta a un Hotel y me coja bien rico…..ahhhhh…….yo también quiero que lo haga……..empezamos con salir los tres a tomar la copa o a bailar, y dejamos que las cosas se den por sí mismas?……seguro quieres?? ……..
Yo ya estaba en una situación de no permitir que mi esposo desistiera y tampoco permitía que desviara su fantasía, por lo que aprovechaba cada palabra para que su mente se llenara de esa idea y que en algún momento, la aceptara. Mi esposo no contesto pero se movió muchísimo más…..no dejaba de penetrarme con una fuerza hasta ese momento desconocida…..nunca lo había visto tan semental como es anoche, y comenzó a meterme su dedo por mi culito, en lo que seguía penetrándome, y con otra de sus manos comenzó a tocarme mi clítoris……..comencé a sentirme desfallecer…..me estaba cogiendo muy rico mi esposo, y no pude contenerme más y me entregue a esa cogida de maravilla en medio de la madrugada………ambos aceleramos nuestro paso y en lo que él me subía y bajaba, yo hacía girar mi cadera con esa verga bien clavada en mi…..ufffff…….que placer!!!…..

En ese momento, mi esposo entre gemidos, excitación, alcohol y morbo solo me tomo de mi rostro, me plantó enorme beso en la boca, y sin más, me dijo:

“Ahhhhggmmmmm…..riiiicoooooo……mhhhhh…..que rico coges mi amor………ohhhhhh……eres una diosa!!……ya te dije……solo imaginar esa salida, me excita muchísimo……..mira como me tienes!!!……te lo dejo a ti mi amor…….tu sabrás como decirle que vayamos los tres el próximo viernes a emborracharnos, te parece???

Solo escucharlo decir eso, me hizo abrir enormemente mi boca, mis ojos se tornaron brillosos y nunca supe como pero mi cuerpo vibró increíblemente, al grado que sentí como mis músculos vaginales comenzaron a apretar la verga de mi esposo, y justo en ese momento, a ambos nos llegó un destello y explotamos en medio de un sonoro grito interminable de placer!!!…….explotamos juntos y nos retorcimos de una forma increíble, como si estuvieran azotándonos, por largo tiempo……….fuimos desfalleciendo hasta caer rendidos y me deje caer encima de mi esposo……..no sé cuánto estuvimos así, porque cuando recuperamos la conciencia…….ya era medio día y el sol nos deslumbró!!

(Continuará…)

“La esposa de un narco y su hermana son mis vecinas” LIBRO PARA DESCARGAR

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Sinopsis:

Un buen día, el piso de al lado se ocupa. Marcos, un abogado, se sorprende al descubrir que sus vecinas son la esposa y la hermana de un narco que defendió. Todo se complica por la atracción que demuestran por él. Cuando ya no creía que podría sorprenderle, esas dos mujeres sacan los trapos sucios de su propia familia y para colmo, reconocen ser la jefas de una secta de fanáticos, llamada LA HERMANDAD.

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Para que podías echarle un vistazo, os anexo el primer capítulo:

Capítulo uno.

Estoy jodido. Mi ritmo de vida se ha visto alterado por culpa de mis vecinas. Hasta hace seis meses, siempre me había considerado un perro en lo que respecta a mujeres y aun así, con cuarenta y tres años, me he visto sorprendido por la actitud que han mostrado desde que se mudaron al ático de al lado.

Todavía recuerdo el sábado que hicieron la mudanza. Ese día tenía una resaca monumental producto de la ingesta incontrolada de Whisky a la que estoy fatalmente habituado. Me había acostado pasadas las seis de la madrugada con una borrachera de las que hacen época pero con una borracha del montón.  

Estaba durmiendo cuando sin previo aviso, llegó a mis oídos el escándalo de los trabajadores de la empresa de mudanza subiendo y colocando los muebles. Tardé en reconocer la razón de tamaño estrépito, el dolor de mi cabeza me hizo levantarme y sin darme cuenta que como única vestimenta llevaba unos calzoncillos, salí al rellano a ver cuál era la razón de semejante ruido. Al abrir la puerta me encontré de bruces con un enorme aparador que bloqueaba la salida de mi piso. Hecho una furia, obligué a los operarios a desbloquear el paso y cabreado volví a mi cama.

En mi cuarto, María, una asidua visitante de la casa, se estaba vistiendo.

―Marcos. Me voy. Gracias por lo de ayer.

En mis planes estaba pasarme todo el fin de semana retozando con esa mujer, pero gracias a mis “amables vecinos” me lo iba a pasar solo. Comprendiendo a la mujer, no hice ningún intento para que cambiara de opinión. De haber sido al revés, yo hubiera tardado incluso menos tiempo en salir huyendo de ese infierno.

―Te invito a tomar un café al bar de abajo― le dije mientras me ponía una camiseta y un pantalón corto. Necesitaba inyectarme en vena cafeína.

Mi amiga aceptó mi invitación de buen grado y en menos de cinco minutos estábamos sentados en la barra desayunando. Ella quiso que me fuera a su casa a seguir con lo nuestro pero ya se había perdido la magia. Sus negras ojeras me hicieron recordar una vieja expresión: “ayer me acosté a las tres con una chica diez, hoy me levanté a las diez con una chica tres”. Buscando una excusa, rechacé su oferta amablemente prometiéndole que el siguiente viernes iba a invitarla a cenar en compensación. Prefería quedarme solo a tener que volver a empezar con el galanteo con ese gallo desplumado que era María sin el maquillaje. Ambos sabíamos que era mentira, nuestra relación consiste solo en sexo esporádico, cuando ella o yo estábamos sin plan, nos llamábamos para echar un polvo y nada más.

Al despedirnos, decidí salir a correr por el Retiro con la sana intención de sudar todo el alcohol ingerido. Tengo la costumbre de darle cuatro vueltas a ese parque a diario, pero ese día fui incapaz de completar la segunda. Con el bofe fuera, me tuve que sentar en uno de sus bancos a intenta normalizar mi respiración. “Joder, anoche me pasé”, pensé sin reconocer que un cuarentón no tiene el mismo aguante que un muchacho y que aunque había bebido en exceso, la realidad de mi estado tenía mucho más que ver con mi edad. Con la moral por los suelos, volví a mi piso.

Había trascurrido solo dos horas y por eso me sorprendió descubrir que habían acabado con la mudanza. Encantado con el silencio reinante en casa, me metí en la sauna que había hecho instalar en la terraza. El vapor obró maravillas, abriendo mis poros y eliminando las toxinas de poblaban mis venas. Al cabo de media hora, completamente sudado salí y sin pensar en que después de dos años volvía a tener vecinos, me tiré desnudo a la pequeña piscina que tengo en el segundo piso del dúplex donde vivo. Sé que es un lujo carísimo, pero después de quince años ejerciendo como abogado penalista es un capricho al que no estoy dispuesto a renunciar. Estuve haciendo largos un buen rato, hasta que el frio de esa mañana primaveral me obligó a salir.

Estaba secándome las piernas cuando a mi espalda escuché unas risas de mujer. Al girarme, descubrí que dos mujeres, que debían rondar los treinta años, estaban mirándome al otro lado del murete que dividía nuestras terrazas. Avergonzado, me enrollé la toalla y sonriendo en plan hipócrita, me metí de nuevo en mi habitación.

«¡Mierda!, voy a tener que poner un seto si quiero seguir bañándome en pelotas», me dije molesto por la intromisión de las dos muchachas.

Acababa de terminar de vestirme cuando escuché que alguien tocaba el timbre, y sin terminar de arreglarme salí a ver quién era. Me sorprendió toparme de frente con mis dos vecinas. Debido al corte de verme siendo observado, ni siquiera había tenido tiempo de percatarme que además de ser dos preciosidades de mujer, las conocía:

Eran Tania y Sofía, la esposa y la hermana de Dmitri Paulovich, un narco al que había defendido hacía tres meses y que aprovechando que había conseguido sacarle de la trena mediante una elevada fianza, había huido de España, o al menos eso era lo que se suponía. Sin saber que decir, les abrí la puerta de par en par y bastante más asustado de lo que me hubiese gustado reconocer les pregunté en qué podía servirles.

Tanía, la mujer de ese sanguinario, en un perfecto español pero imbuido en un fuerte acento ruso, me pidió perdón si me habían molestado sus risas pero que les había sorprendido darse cuenta que su vecino no era otro que el abogado de su marido.

―Soy yo el que les tiene que pedir perdón. Llevo demasiado tiempo sin vecinos, y me había acostumbrado a nadar desnudo. Lo siento no se volverá a repetir.

―No se preocupe por eso. En nuestra Rusia natal el desnudo no es ningún tabú. Hemos venido a invitarle a cenar como muestra de nuestro arrepentimiento.

La naturalidad con la que se refirió a mi escena nudista, me tranquilizó y sin pensármelo dos veces, acepté su invitación, tras lo cual se despidieron de mí con un “hasta luego”. De haber visto como Sofía me miraba el culo, quizás no hubiese aceptado ir esa noche a cenar, no en vano su hermano era el responsable directo de medio centenar de muertes.

Al cerrar la puerta, me desmoroné. Había luchado duro para conseguir un estatus y ahora de un plumazo, mi paraíso se iba a convertir en un infierno. Vivir pared con pared con uno de los tipos más peligroso de toda el hampa ruso era una idea que no me agradaba nada y peor, si ese hombre me había pagado una suculenta suma para conseguir que le sacara. Nadie se iba a creer que nuestra relación solo había consistido en dos visitas a la cárcel y que no tenía nada que ver con sus sucios enjuagues y negocios. Hecho un manojo de nervios, decidí salir a comer a un restaurante para pensar qué narices iba a hacer con mi vida ahora que la mafia había llamado a mi puerta. Nada más salir, comprendí que debía de vender mi casa y mudarme por mucho que la crisis estuviera en su máximo apogeo. En el portal de mi casa dos enormes sicarios estaban haciendo guardia con caras de pocos amigos.

Durante la comida, hice un recuento de los diferentes escenarios con los que me iba a encontrar. Si seguía viviendo a su lado, era un hecho que no iba a poderme escapar de formar parte de su organización, pero si me iba de espantada, ese hijo de puta se enteraría y podía pensar que no le quería como vecino, lo que era en la práctica una condena a muerte. Hiciera lo que hiciese, estaba jodido. «Lo mejor que puedo hacer es ser educado pero intentar reducir al mínimo el trato», pensé mientras me prometía a mí mismo que esa noche iba a ser la primera y última que cenara con ellos.

Recordando las normas de educación rusa, salí a comprar unos presentes que llevar a la cena. Según su estricto protocolo el invitado debía de llevar regalos a todos los anfitriones y como no sabía si Dmitri estaba escondido en la casa, opté por ser prudente y decidí también comprarle a él. No me resultó fácil elegir, un mafioso tiene de todo por lo que me incliné por lo caro y entrando en Loewe le compré unos gemelos de oro. Ya que estaba allí, pedí consejo a la dependienta respecto a las dos mujeres.

―A las rusas les encantan los pañuelos― me respondió.

Al salir por la puerta, mi cuenta corriente había recibido un bajón considerable pero estaba contento, no iban a poderse quejar de mi esplendidez. No me apetecía volver a casa, por lo que para hacer tiempo, me fui al corte inglés de Serrano a comprarme un traje. De vuelta a mi piso, me dediqué a leer un rato en una tumbona de la piscina, esperando que así se me hiciera más corta la espera. Estaba totalmente enfrascado en la lectura, cuando un ruido me hizo levantar mi mirada del libro. Sofía, la hermana pequeña del mafioso, estaba dándose crema completamente desnuda en su terraza. La visión de ese pedazo de mujer en cueros mientras se extendía la protección por toda su piel, hizo que se me cayera el café, estrellándose la taza contra el suelo.

Asustado, me puse a recoger los pedazos, cuando de repente escuché que me decía si necesitaba ayuda. Tratando de parecer tranquilo, le dije que no, que lo único que pasaba era que había roto una taza.

―¿Qué es lo que ponerle nervioso?― contestó.

Al mirarla, me quedé petrificado, la muchacha se estaba pellizcando su pezones mientras con su lengua recorría sensualmente sus labios. Sin saber qué hacer ni que responder, terminé de recoger el estropicio y sin hablar, me metí a la casa. Ya en el salón, miré hacia atrás a ver que hacía. Sofía, consciente de ser observada, se abrió de piernas y separando los labios de su sexo, empezó a masturbarse sin pudor. No tuve que ver más, si antes tenía miedo de tenerles de vecinos, tras esa demostración estaba aterrorizado. Dmitri era un hijo de perra celoso y no creí que le hiciera ninguna gracia que un picapleitos se enrollara con su hermanita.

« Para colmo de males, la niña es una calientapollas», pensé mientras trataba de tranquilizarme metiéndome en la bañera. «Joder, si su hermano no fuera quién es, le iba a dar a esa cría lo que se merece», me dije al recordar lo buenísima que estaba, «la haría berrear de placer y la pondría a besarme los pies».

Excitado, cerré los ojos y me dediqué a relajar mi inhiesto miembro. Dejándome llevar por la fantasía, visualicé como sería ponerla en plan perrito sobre mis sabanas. Me la imaginé entrando en mi habitación y suplicando que le hiciera el amor. En mi mente, me tumbé en la cama y le ordené que se hiciera cargo de mi pene. Sofía no se hizo de rogar y acercando su boca, me empezó a dar una mamada de campeonato. Me vi penetrándola, haciéndola chillar de placer mientras me pedía más. En mi mente, su cuñada, alertada por los gritos, entraba en mi cuarto. Al vernos disfrutando, se excitó y retirando a la pelirroja de mí, hizo explotar mi sexo en el interior de su boca.

Era un imposible, aunque se metieran en mi cama desnudas nunca podría disfrutar de sus caricias, era demasiado peligroso, pero el morbo de esa situación hizo que no tardara en correrme. Ya tranquilo, observé que sobre el agua mi semen navegaba formando figuras. «¡Qué desperdicio!», exclamé para mí y fijándome en el reloj, supe que ya era la hora de vestirme para la cena.

A las nueve en punto, estaba tocando el timbre de su casa. Para los rusos la puntualidad es una virtud y su ausencia una falta de educación imperdonable. Una sirvienta me abrió la puerta con una sonrisa y, cortésmente, me hizo pasar a la biblioteca. Tuve que reconocer que la empresa de mudanzas había hecho un buen trabajo, era difícil darse cuenta que esas dos mujeres llevaban escasas doce horas en ese piso. Todo estaba en su lugar y en contra de lo que me esperaba, la elección de la decoración denotaba un gusto que poco tenía que ver con la idea preconcebida de lo que me iba encontrar. Había supuesto que esa familia iba hacer uso de la típica ostentación del nuevo rico. Sobre la mesa, una botella de vodka helado y tres vasos.

―Bienvenido―, escuché a mi espalda. Al darme la vuelta, vi que Tanía, mi anfitriona, era la que me había saludado. Su elegancia volvió a sorprenderme. Enfundada en un traje largo sin escote parecía una diosa. Su pelo rubio y su piel blanca eran realzados por la negra tela.

―Gracias― respondí ―¿su marido?

―No va a venir, pero le ha dejado un mensaje― me contestó y con gesto serio encendió el DVD.

En la pantalla de la televisión apareció un suntuoso despacho y detrás de la mesa, Dmitri. No me costó reconocer esa cara, puesto que, ya formaba parte de mis pesadillas. Parecía contento, sin hacer caso a que estaba siendo grabado, bromeaba con uno de sus esbirros. Al cabo de dos minutos, debieron de avisarle y dirigiéndose a la cámara, empezó a dirigirse a mí.

―Marcos, ¡Querido hermano!, siento no haberme podido despedirme de ti pero, como sabes mis negocios, requerían mi presencia fuera de España. Solo nos hemos visto un par de veces pero ya te considero de mi sangre y por eso te encomiendo lo más sagrado para mí, mi esposa y mi dulce hermana. Necesito que no les falte de nada y que te ocupes de defenderlas si las autoridades buscan una posible deportación. Sé que no vas a defraudar la confianza que deposito en ti y como muestra de mi agradecimiento, permíteme darte este ejemplo de amistad.

En ese momento, su esposa puso en mis manos un maletín. Dudé un instante si abrirlo o no, ese cabrón no había pedido mi opinión, me estaba ordenando no solo que me hiciera cargo de la defensa legal de ambas mujeres sino que ocupara de ellas por completo.

«No tengo más remedio que aceptar sino lo hago soy hombre muerto», pensé mientras abría el maletín. Me quedé sin habla al contemplar su contenido, estaba repleto de fajos de billetes de cien euros. No pude evitar exclamar:

―¡Debe haber más de quinientos mil euros!

―Setecientos cincuenta mil, exactamente― Tania rectificó. ―Es para cubrir los gastos que le ocasionemos durante los próximos doce meses.

«¡Puta madre! Son ciento veinticinco millones de pesetas, por ese dinero vendo hasta mi madre», me dije sin salir de mi asombro. El ruso jugaba duro, si aguantaba, sin meterme en demasiados líos, cinco años, me podía jubilar en las Islas vírgenes.

―Considéreme su abogado― las informé extendiendo la mano.

La mujer, tirando de ella, me plantó un beso en la mejilla y al hacerlo pegó su cuerpo contra el mío. Sentir sus pechos me excitó. La mujer se dio cuenta y alargando el abrazo, sonriendo, me respondió cogiendo la botella de la mesa:

―Hay que celebrarlo.

Sirvió dos copas y de un solo trago se bebió su contenido. Al imitarla, el vodka quemó dolorosamente mi garganta, haciéndome toser. Ella se percató que no estaba habituado a ese licor y aun así las rellenó nuevamente, alzando su copa, hizo un brindis en ruso que no comprendí y al interrogarla por su significado, me respondió:

― Qué no sea ésta la última vez que bebemos juntos, con ayuda de Dios.

Es de todos conocidos la importancia que dan lo eslavos a los brindis, y por eso buscando satisfacer esa costumbre, levanté mi bebida diciendo:

―Señora, juro por mi honor servirla. ¡Que nuestra amistad dure muchos años!

Satisfecha por mis palabras, vació su vodka y señalándome el mío, esperó a que yo hiciera lo mismo. No me hice de rogar, pensaba que mi estómago no iba a soportar otra agresión igual pero en contra de lo que parecía lógico, ese segundo trago me encantó. En ese momento, Sofía hizo su entrada a la habitación, preguntando que estábamos celebrando. Su cuñada acercándose a ella, le explicó:

―Marcos ha aceptado ser el hombre de confianza de Dmitri, sabes lo que significa, a partir de ahora debes obedecerle.

―Por mí, estar bien. Yo contenta― respondió en ese español chapurreado tan característico, tras lo cual me miró y poniéndose melosa, dijo: ―no dudar de colaboración mía.

Su tono me puso la piel de gallina. Era una declaración de guerra, la muchacha se me estaba insinuando sin importarle que la esposa de su hermano estuviera presente. Tratando de quitar hierro al asunto, decidí preguntarles si había algo urgente que tratar.

―Eso, ¡mañana! Te hemos invitado y la cena ya está lista―, contestó Tanía, zanjando el asunto.

―Perdone mi despiste, señora, le he traído un presente― dije dando a cada una su paquete. La dependienta de Loewe había acertado de pleno, a las dos mujeres les entusiasmó su regalo. Según ellas, se notaba que conocía al sexo femenino, Dmitri les había obsequiado muchas cosas pero ninguna tan fina.

―¿Pasamos a cenar?― preguntó Tania.

No esperó mi respuesta, abriendo una puerta corrediza me mostró el comedor. Al entrar estuve a punto de gritar al sentir la mano de Sofía magreándome descaradamente el culo. Intenté que la señora de la casa no se diera cuenta de los toqueteos que estaba siendo objeto pero dudo mucho que una mujer, tan avispada, no se percatara de lo que estaba haciendo su cuñada. Con educación les acerqué la silla para que se sentaran.

―Eres todo un caballero― galantemente me agradeció Tania. ―En nuestra patria se ha perdido la buena educación. Ahora solo abundan los patanes.

Esa rubia destilaba clase por todos sus poros, su delicado modo de moverse, la finura de sus rasgos, hablaban de sus orígenes cien por cien aristocráticos. En cambio, Sofía era un volcán a punto de explotar, su enorme vitalidad iba acorde con el tamaño de sus pechos. La naturaleza la había dotado de dos enormes senos, que en ese mismo instante me mostraba en su plenitud a través del escote de su vestido.

«Tranquilo macho, esa mujer es un peligro», tuve que repetir mentalmente varias veces para que la excitación no me dominara: «Si le pones la mano encima, su hermano te corta los huevos». La incomodidad inicial se fue relajando durante el trascurso de la cena. Ambas jóvenes no solo eran unas modelos de belleza sino que demostraron tener una extensa cultura y un gran sentido del humor, de modo que cuando cayó la primera botella, ya habíamos entrado en confianza y fue Sofía, la que preguntó si tenía novia.

―No, ninguna mujer con un poco de sentido común me aguanta. Soy el prototipo de solterón empedernido.

―Las españolas no saber de hombres, ¿Verdad?

Esperaba que Tanía, cortarse la conversación pero en vez de ello, contestó:

―Si, en Moscú no duras seis meses soltero. Alguna compatriota te echaría el lazo nada más verte.

―¿El lazo? Y ¡un polvo!― soltó la pelirroja con una sonrisa pícara.

Su cuñada, lejos de escandalizarse de la burrada que había soltado la pelirroja, se destornilló de risa, dándole la razón:

―Si nunca he comprendido porqué en España piensan que las rusas somos frías, no hay nadie más caliente que una moscovita. Sino que le pregunten a mi marido.

Las carcajadas de ambas bellezas fueron un aviso de que me estaba moviendo por arenas movedizas y tratando de salirme del pantano en el que me había metido, contesté que la próxima vez que fuera tenía que presentarme a una de sus amigas. Fue entonces cuando noté que un pie desnudo estaba subiendo por mi pantalón y se concentraba en mi entrepierna. No tenía ninguna duda sobre quien era la propietaria del pie que frotaba mi pene. Durante unos minutos tuve que soportar que la muchacha intentara hacerme una paja mientras yo seguía platicando tranquilamente con Tania. Afortunadamente cuando ya creía que no iba a poder aguantar sin correrme, la criada llegó y susurró al oído de su señora que acababan de llegar otros invitados.

Sonriendo, me explicó que habían invitado a unos amigos a tomar una copa, si no me importaba, tomaríamos el café en la terraza. Accedí encantado, ya que eso me daba la oportunidad de salir airoso del acoso de Sofía. Camino de la azotea volví a ser objeto de las caricias de la pelirroja. Con la desfachatez que da la juventud, me agarró de la cintura y me dijo que estaba cachonda desde que me vio desnudo esa mañana. Tratando de evitar un escándalo, no tuve más remedio que llevármela a un rincón y pedirle que parara que no estaba bien porque yo era un empleado de Dmitri,

La muchacha me escuchó poniendo un puchero, para acto seguido decirme:

―Yo dejarte por hoy pero tú dame beso.

No sé por qué cedí a su chantaje y cogiéndola entre mis brazos acerqué mis labios a los suyos. Si pensaba que se iba a conformar con un morreo corto, estaba equivocado, pegándose a mí, me besó sensualmente mientras rozaba sin disimulo su sexo contra mi pierna. Tenía que haberme separado en ese instante pero me dejé llevar por la lujuria y agarrando sus nalgas, profundicé en ella de tal manera que si no llega a ser porque escuchamos que los invitados se acercaban la hubiese desnudado allí mismo.

«¡Cómo me pone esta cría!», pensé mientras disimulaba la erección.

Tania, ejerciendo de anfitriona, me introdujo a las tres parejas. Dos de ellas trabajaban en la embajada mientras que el otro matrimonio estaba de visita, lo más curioso fue el modo en que me presentó:

―Marcos es el encargado de España, cualquier tema en ausencia de mi marido tendréis que tratarlo con él.

Las caras de los asistentes se transformaron y con un respeto desmedido se fueron presentado, explicando cuáles eran sus funciones dentro de la organización. Asustado por lo súbito de mi nombramiento, me quedé callado memorizando lo que me estaban diciendo. Cuando acabaron esperé a que Tania estuviese sola y acercándome a ella, le pedí explicaciones:

―Tú no te preocupes, poca gente lo sabe pero yo soy la verdadera jefa de la familia. Cuando te lleguen con un problema, solo tendrás que preguntarme.

Creo que fue entonces cuando realmente caí en la bronca en la que me había metido. Dmitri no era más que el lacayo que su mujer usaba para sortear el machismo imperante dentro de la mafia y ella, sabiendo que su marido iba a estar inoperante durante largo tiempo, había decidido sustituirlo por mí. Estaba en las manos de esa bella y fría mujer. Sintiéndome una mierda, cogí una botella y sentado en un rincón, empecé a beber sin control. Desconozco si me pidieron opinión o si lo dieron por hecho, pero al cabo de media hora la fiesta se trasladó a mi terraza porqué la gente quería tomarse un baño. Totalmente borracho aproveché para ausentarme y sin despedirme, me fui a dormir la moña en mi cama.

Debían de ser las cinco de la madrugada cuando me desperté con la garganta reseca. Sin encender la luz, me levanté a servirme un coctel de aspirinas que me permitiera seguir durmiendo. Tras ponerme el albornoz, salí rumbo a la cocina pero al cruzar el salón, escuché que todavía quedaba alguien de la fiesta en la piscina. No queriendo molestar pero intrigado por los jadeos que llegaban a mis oídos, fui sigilosamente hasta la ventana para descubrir una escena que me dejó de piedra. Sobre una de las tumbonas, Tania estaba totalmente desnuda y Sofía le estaba comiendo con pasión su sexo. No pude retirar la vista de esas dos mujeres haciendo el amor. La rubia con la cabeza echada hacia atrás disfrutaba de las caricias de la hermana de su marido mientras con sus dedos no dejaba de pellizcarse los pechos. Era alucinante ser coparticipe involuntario de tanto placer, incapaz de dejar de mirarlas mi miembro despertó de su letargo e irguiéndose, me pidió que le hiciera caso. Nunca he sido un voyeur pero reconozco que ver a Sofía disfrutando del coño de Tania era algo que jamás iba a volver a tener la oportunidad de ver y asiéndolo con mi mano, empecé a masturbarme.

Llevaban tiempo haciéndolo porque la rubia no tardó en retorcerse gritando mientras se corría en la boca de su amante. Pensé que con su orgasmo había terminado el espectáculo, pero me llevé una grata sorpresa al ver como cambiaban de postura y Sofía se ponía a cuatro patas, para facilitar que las caricias de la otra mujer. Fue entonces cuando me percaté que Tanía estaba totalmente depilada y que encima tenía un culo de infarto. Completamente dominado por la lujuria, disfruté del modo en que le separó las nalgas. Mi recién estrenada jefa sacando su lengua se entretuvo relajando los músculos del esfínter. Sofía tuvo que morderse los labios para no gritar al sentir que su ano era violado por los dedos de la mujer.

Si aquello ya era de por sí alucinante, más aún fue ver que Tanía se levantaba y se ajustaba un arnés con un tremendo falo a su cintura. Le susurró unas dulces palabras mientras se acercaba y colocando la punta del consolador en el esfínter de su indefensa cuñada, de un solo golpe se lo introdujo por completo en su interior. Sofía gritó al sentir que se desgarraba por dentro, pero no intentó liberarse del castigo, sino que meneando sus caderas buscó amoldarse al instrumento antes de empezar a moverse como posesa. Su cuñada esperó que se acomodase antes de darle una fuerte nalgada en el culo. Fue el estímulo que ambas necesitaban para lanzarse en un galope desbocado. Para afianzarse, la rubia uso los pechos de su cuñada como agarre y mordiéndole el cuello, cambió el culo de la muchacha por su sexo y con fuerza la penetró mientras su indefensa víctima se derrumbaba sobre la tumbona. Los gemidos de placer de Sofía coincidieron con mi orgasmo y retirándome sin hacer ruido, volví a mi cama aún más sediento de lo que me levanté.

«Hay que joderse, pensaba que la fijación de Sofía por mí me iba a traer problemas con Dmitri, pero ahora resulta que también es la putita de su cuñada. Sera mejor que evite cualquier relación con ella».

 

 

 


Relato erótico: “Cómo seducir una top model en 5 pasos (06)” (POR JANIS)

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Una amiga virtual.

Nota de la autora: Quedaría muy agradecida con sus comentarios y opiniones, que siguen siendo muy importantes para mí. Pueden usar mi correo: janis.estigma@hotmail.es

Gracias a todos mis lectores, y prometo contestar a todos.

Estaban a punto de cumplirse las dos primeras semanas de trabajo de Cristo y todo parecía ir perfectamente. Cumplía con sus tareas y no se aburría, como había temido en un principio. La verdad es que el trabajo le gustaba. Actualizar la web y los perfiles, recoger el correo, o hacer algunos recados, no iba a matarle, ni nada de eso. Además, se pasaba la mayor parte del tiempo al lado de Alma, o merodeando a las modelos. Conocía prácticamente a todas, personalmente, y, a las que no, se aprendía de memoria su ficha personal, a la espera de la oportunidad.

Con Alma, disponía ya de una buena amistad. Ella pensaba que el gitano era un pillo simpático y animoso, y él estaba loco por meterle mano. El problema era que, a raíz del asunto de la piruleta drogada, la verdadera sexualidad de Alma y de Katherine había saltado a la palestra.

Durante un par de días, Cristo anduvo desanimado. Incluso llegó a preguntar a su prima si era normal que las modelos fuesen lesbianas. A lo mejor, tanto verse desnudas en el backstore o en las duchas, o bien contemplarse tan monas y guapas sobre la pasarela, cambiaba, de alguna manera, la esencia de su naturaleza. Zara no pudo más que reírse. La mayoría de las modelos no eran lesbianas, ni todos los modelos gays. Sin embargo, era bien cierto que entre este colectivo, era donde más casos de homosexualidad existían. Quizás dependiera de la extrema juventud con la que empezaban, de su escasa experiencia, o de saberse devoradas por los ojos de los hombres…

En verdad, saber que Alma no se sentía atraída por los hombres, le ayudó a mejorar su amistad. Ahora, conocía sus límites y podía bromear sin crear malentendidos. Cuando Cristo comprobó que este comportamiento, asexual y permisivo, atraía la amistad y confianza de la gran mayoría de chicas de la agencia, lo adoptó como carácter dominante en el trabajo. Con ello, Cristo ganó muchos puntos, tanto con las modelos, como con sus superiores

Un hecho decisivo para fortalecer este nuevo rol de su persona, fue la visita de Chessy, una visita totalmente imprevista. Se presentó, casi a la hora de desayunar, ante el mostrador de recepción de Alma. Cristo la miró, asombrado. Se levantó de su silla y le preguntó si ocurría algo.

― No, nada… Tengo un masaje por la zona y he pensado que te apetecería desayunar conmigo – dijo ella, mostrándole una bolsa de papel. – He traído unos sándwiches.

― ¡Claro que si! – exclamó él. – Alma, ella es Chessy. Salimos juntos.

― Ah, mucho gusto, Chessy. No sabía que tuvieras una novia tan guapa, Cristo – dijo Alma, poniéndose en pie y dándole dos besos a la rubia transexual, quien se puso un tanto colorada.

― Bueno… te esperaré en…

― Cristo, ¿por qué no le enseñas la agencia a tu novia? – cortó Alma por lo sano.

― ¿De veras puedo?

― Claro que si, hombre. Solo mira antes de entrar en las salas de montajes. A veces, las sesiones son muy privadas, ya sabes.

― Por supuesto. ¿Te gustaría, Chessy?

― Por supuesto – palmeó ella, pues esa era la verdadera razón por la que estaba allí.

¿De qué sirve tener un novio que trabaja en una agencia de modelos, si no te permite fisgonear un poco? Cristo le hizo un recorrido privilegiado y la presentó a algunas de las chicas. Asistieron unos minutos a una sesión para una marca de foulards y, finalmente, Cristo la llevó a un sitio tranquilo donde poder comerse los sándwiches.

Este se trataba de una pequeña azotea donde se ubicaba el gran cartel con el nombre de la agencia. Se accedía a través de una de las ventanas del almacén del piso superior, por lo que solo unos pocos miembros del personal de la agencia, conocía su existencia. A veces, subían a fumar o a respirar un poco de aire.

Se sentaron en el murete, a cubierto detrás de la pancarta, y devoraron los bocadillos, así como los refrescos que también había traído Chessy, mientras charlaban.

― Son simpáticas – dijo Chessy.

― Solo porque ibas conmigo. La mayoría muerde – bromeó él, tragando el último bocado.

― No seas malo.

― Que no, que muerden de verdad. Son caníbales. Al menos, eso dice uno de los fotógrafos.

― Idiota – dijo ella, riendo.

― La verdad es que, a veces, es comprensible que sean bordes y estiradas. Así no dejan acercarse a los babosos.

― Si, tiene que ser jodido que cuanto se acerquen a ti, lleve una idea fija en la mente. No es algo que piensas cuando decides dedicarte a este mundo – asintió Chessy. — ¿Contigo son también ariscas?

― ¡Soy yo el que se tiene que poner arisco! Ya te he dicho que muerden… y yo soy muy frágil – sonrió Cristo. – La verdad es que congeniamos muy bien. Me he encargado de dejarles muy claro, desde el principio, que no me interesan como mujeres y ellas me han abierto su círculo.

― Todas sabían que estamos juntos – asintió Chessy.

― ¡Pues claro! No paro de hablarles de ti – le dijo, antes de darle un beso juguetón.

― Eres un cielo… — respondió ella, dándole su lengua.

― Eso se merece un mimito, ¿no?

― ¿Ahora?

― Ahora… aquí, detrás de esta pantalla, ¿te atreves? – Cristo le sacó la lengua para desafiarla.

― ¡Ja! – se jactó ella, echando mano a la bragueta de su novio.

Le encantaba hacerle mamadas a su chico, con aquella polla tan pequeñita y bien formada. No era como la de un niño, tierna y falta de vitalidad, sino se trataba, más bien, de la versión a escala de un pene adulto. Le enardecía echar para atrás el prepucio para dejar el glande a la vista, preparado para su boca, como ahora. Engulló por completo el pene de Cristo, quien se había puesto de pie para facilitarle la tarea. Ella seguía sentada en el murete, con las manos aferradas a las estrechas caderas de su chico. Su cabeza marcaba un suave ritmo que enloquecía a Cristo, el cual la animaba, hundiendo sus dedos en su rubia cabellera, una y otra vez. No duró demasiado, sobrecargado de tensión sexual. Notó como se tensaba su escroto y retuvo la cabeza de su chica contra su vientre.

― Aayyy… nuestra Zeñora de los pendones… cariño… me vacías…

Chessy sonrió interiormente, al escuchar una de las incomprensibles expresiones de Cristo que tanto le gustaba. Se trago el semen con glotonería y, poniéndose en pie, abrazó y besó a su chico.

― ¿Quiere que yo…? – propuso Cristo.

― No, déjalo. Has estado ya mucho tiempo fuera de tu trabajo.

― Pero…

― Mejor esta tarda, con tranquilidad, guapo.

― ¿Guapo yo? ¡Tas fatal de la vista, hermana!

― Venga, regresemos.

__________________________________________________

Cristo llegó a casa silbando y con la chaqueta al hombro. Estaba contento, tras realizar un inmejorable 69 con Chessy, en su apartamento. Había ido directamente a su casa, tras salir del trabajo, buscando la promesa que ella le hizo esa misma mañana. Con placer, Cristo había comprobado que ni se inmutaba ya al verla desnuda y acariciarla. No le importaba tocar y acariciar ese pene suave y lampiño, y hoy había llegado más lejos, pues no solo lo había chupado con decisión y cariño, sino que se había tragado parte del semen.

La verdad que intentó tragarse toda la corrida, pero que le dio una arcada, y solo pudo pasar una parte, pero, aún así, querer es poder. Eso decían, ¿no?

Su mente se estaba liberando de los prejuicios que se amontonaban en ella. Chessy no era un hombre, por supuesto, era una hembra especial, que disponía de una bonita polla que olía a perfume… no como la suya, que a veces se daba asco él mismo… Eso mismo le llevó a plantearse asearse mucho más, y cuidar los detalles íntimos. Como pueden ver, no hay mal que por bien no venga…

Así que, cuando abrió la puerta de casa, estaba de muy buen humor, y, aprovechando que tía Faely estaba sola en casa, le preguntó por su problema.

― ¿Te ha presionado de nuevo? – le dijo, contemplando como se atareaba ante el maniquí que se encontraba en la zona de trabajo de la mujer, justo al lado de la puerta de entrada.

― No, Cristo. Le pedí un tiempo para pensármelo.

― Pues deberíamos pensar de verdad en algo. Tienes que contarme más…

― Lo sé, sobrino, lo sé. No paro de buscar una solución…

― Dos cabezas piensan el doble que una, tita. No me dejes a un lado.

― Pero… es que me da muchísima vergüenza… Cristo.

― Eso puedo entenderlo, y solo tú tienes que enfrentarte a ella. Si te sirve de algo, prometo no juzgarte; palabra de caló – dijo, poniendo dos dedos sobre su corazón.

― Gracias, Cristo. Sé que lo dices de todo corazón. Tomaré una decisión en unos días, te lo prometo.

― Está bien, pero tengo que preguntarte por otra cosa, que no sé si está relacionada con eso o no.

― ¿A qué te refieres?

― Candy Newport, nuestra jefa. Dice que te conoce. ¿De qué?

― No conozco a esa señora – aseguró ella, siguiendo con su tarea sobre el maniquí.

― Venga, tita, yo no soy Zara. Veo cuando mientes.

― No sé de que me hablas… Te he dicho que no conozco a esa señora Newport. Nunca he hablado con ella – fue categórica, mirando a Cristo con el ceño fruncido.

― Vale, vale, tita. No la conoces. Debe de estar confundida…

No era el momento de presionar, Cristo lo sabía, pero estaba seguro de que, tarde o temprano, averiguaría la verdad. La dejó sola ante su trabajo, echando un último vistazo al trasero enfundado en aquellas mallas oscuras apretadas.

_________________________________________________________

A la mañana siguiente, mientras revisaba los correos electrónicos llegados durante la tarde anterior, el suave pitido le avisó de la entrada de otro. La simple curiosidad le hizo abrir ese correo, saltándose el orden por el cual estaba leyendo. Se trataba de una tal Esther Benson, de Berry, Kentucky. Decía tener diecisiete años y pedía información sobre la agencia. Había adjuntado, así mismo, una fotografía semiprofesional de ella, portando un vestido celeste. Las candidatas no solían enviar una foto, sino todo un book, con buenas fotos profesionales, en las que poder comprobar su fotogenia y sus medidas. Esta chica parecía un tanto paleta para el poco experimentado Cristo, pero, por algún motivo, aquella foto le transmitía buenas vibraciones.

Tenía un largo pelo, liso y rubio, del color del trigo maduro. En la foto lo llevaba atado con una cinta del mismo color que el vestido. Unos ojos muy azules, casi grises, y una sonrisa muy bonita, que evidenciaba un incisivo montado sobre otro diente. A Cristo le gustó este detalle. La verdad es que no soportaba una ortodoncia “a la ligera”, solo para tener unos dientes perfectos. En muchas ocasiones, un simple defecto bucal añadía belleza a un rostro demasiado clásico, como era el caso de Esther.

No destacaba casi nada en sus rasgos. Eran armoniosos, con la justa medida, pero no decían nada, salvo sus ojos, pícaros y burlones. La nariz corta y recta, levemente respingona, una boca mediana, de finos labios, y unas cejas parejas y gruesas, casi rubias. Tenía las pestañas más claras que su vello, por lo que parecía que no tenía. Pero aquel diente, revelado por su franca sonrisa, la ayudaba a crear un rostro más singular, más atractivo.

En cuanto a sus preguntas, resultaron ser muy típicas; casi todas las aspirantes se interesaban por los mismos temas. Los horarios de la agencia, por si eran compatibles con algunos de sus estudios; las fechas de las preselecciones (tres al año) de aspirantes; si tendrían ayuda económica al principio, y qué tanto por ciento se llevaba la agencia de sus contratos.

Cristo, casi por inercia, contestó con otro correo, usando una plantilla que tenía preparada. A los diez minutos de enviarle la documentación pertinente, un nuevo correo entró, con el nombre de Esther. Le daba las gracias y, dada su buena fe, le adjuntaba varias preguntas más.

Sin saber por qué lo hacía, Cristo le envió una invitación para agregarla a su Messenger. Tras unos minutos, la chica aceptó, y pronto tuvieron sus respectivas ventanas abiertas y conectadas.

― Cristo de los Palotes dice: Hola.

― EstherB dice: Hola!!

― Cristo de los Palotes dice: ¿Qué tal te encuentras?

― EstherB dice: Bien, ¿y tú?

― Cristo de los Palotes dice: Bien también, trabajando. Oye, te he agregado para responder a todas tus preguntas…

― EstherB dice: Gracias. Ahora tengo que irme a clase. ¿Estarás esta tarde?

― Cristo de los Palotes dice: Si no es muy tarde, si.

― EstherB dice: ¡Perfecto! Adiós.

― Cristo de los Palotes dice: Hasta luego.

No pensó más en Esther en toda la mañana. Actualizó el perfil de Samantha Kiwood, admirando a tope las fotos de la modelo, una de sus preferidas, y después fue casi secuestrado por Zara y varias compañeras, para ir a almorzar a un nuevo sitio vegetariano que las niñas habían descubierto.

Estuvo pensando en volver de madrugada al sitio ese y pegarle fuego, con tal de no regresar nunca más. Pidió lo único que le pareció comestible en la carta… hamburguesas de un bicho raro, llamado tofu, que resultó ser una especie de queso hecho de soja. Aquello no sabía a carne, era como masticar un enorme relleno de tomate, lechuga y cebolla, rociado con Ketchup y mostaza. Las chicas se estuvieron riendo sobradamente de las muecas que hizo durante todo el almuerzo.

A las cinco de la tarde, Esther ingresó en el Messenger, pero Cristo se abstuvo de saludarla, esperando que la jovencita diera el primer paso. El gitano no sabía qué le ocurría con la chica. Sentía un extraño impulso hacia ella, que aún no podía definir; una especie de idea fija, asociada a la mirada que la chica mostraba en la foto, que le impelía a averiguar más sobre ella.

― EstherB dice: Hi!

― Cristo de los Palotes dice: ¿Qué tal, Esther?

― EstherB dice: ¿Te he hecho esperar?

― Cristo de los Palotes dice: No, nada de eso. Estoy liado con algunos perfiles de las chicas, actualizando.

― EstherB dice: Ah, así que conocerás a todas las modelos…

― Cristo de los Palotes dice: a todas las que trabajan en esta agencia, si. A ellas y a ellos.

― EstherB dice: ¿También hay chicos?

― Cristo de los Palotes dice: Por supuesto.

― EstherB dice: ¡Súper!

― Cristo de los Palotes dice: ¿Piensas venir a Nueva York?

― EstherB dice: He solicitado una beca parala NYUde Manhattan, para el año que viene. Había pensado presentarme a una de las preselecciones…

― Cristo de los Palotes dice: ¿Tendrás los dieciocho años para entonces?

― EstherB dice: Si.

― Cristo de los Palotes dice: Eso allana mucho más el camino.

― EstherB dice: Si, lo sé. Pero me preocupan más los horarios. No creo que sean compatibles con los del campus.

― Cristo de los Palotes dice: No, no mucho. Si es una campaña menor, un trabajo de revista, aún se podrían ajustar las sesiones de fotos a un horario, pero cuando traen a un profesional de otro país para sacar la mejor fotografía… No, no creo que se acomoden a tu horario, Esther.

― EstherB dice: Ya veo.

― Cristo de los Palotes dice: Pero puedes aprender…

― EstherB dice: ¿A qué te refieres?

― Cristo de los Palotes dice: Si la agencia te escoge, puedes optar por pulirte como modelo, durante unos meses. Ya sabes, aprender a moverte en una pasarela, a posar, algo de Interpretación, que siempre viene bien…

― EstherB dice: Si, tienes razón.

― Cristo de los Palotes dice: Luego, puedes usar las diferentes vacaciones para trabajar. Hay muchas chicas que lo hacen así, por diferentes motivos. El hecho es empezar. No te creas que es entrar y pegar…

― EstherB dice: Ya lo imaginaba. ¿Y tú? ¿Qué es lo que haces en la agencia? ¿Eres modelo también?

― Cristo de los Palotes dice: Si, modelo para el zoológico.

― EstherB dice: Jajajaja…

― Cristo de los Palotes dice: Soy el IBM de esta puta oficina.

― EstherB dice: Bueno, alguien tiene que serlo. ¿Qué significa eso de Cristo de los Palotes?

― Cristo de los Palotes dice: Es una expresión de mi tierra.

― EstherB dice: ¿De dónde eres?

― Cristo de los Palotes dice: España.

― EstherB dice: ¿¿Y te has ido a trabajar a Nueva York??

― Cristo de los Palotes dice: Es una larga historia. El caso es que me llamo Cristóbal, pero todos me dicen Cristo…

_______________________________________________________

Cristo remolonaba con unos ficheros mientras Alma se despojaba del auricular telefónico. La mayoría de las chicas y chicos ya se habían marchado mucho antes. Zara, que solía esperarle para volver a casa, las tardes que no acudía a la academia, también se marchó cuando él le comunicó que pensaba quedarse un rato más. “Para acabar de subir unas fotos”, le dijo vagamente.

― Entonces, ¿te quedas? – le preguntó Alma, ajustándose un impermeable amarillo. El día se estaba presentando lluvioso.

― Si, intentaré ponerme al día con la web.

― Ya sabes que no pagan horas extras – le avisó ella.

― Lo sé, pero paso de ir atrasado. Me gusta el orden – mintió él con todo desparpajo.

― Bueno. Al irte, deja el aviso en el mostrador de seguridad, abajo. Ellos se ocuparan de cerrar la agencia.

― Claro, Alma. Anda, vete antes de que llueva más.

Cristo contempló a la pelirroja marcharse y estiró los brazos, haciendo crujir los nudillos de sus manos. Todo el mundo se había ido a casa. Había estado controlando la salida de todos: de la jefa, de la Dama de Hierro, de las maquilladoras, de las modelos… En este momento, solo quedaban las mujeres de la limpieza, y Cristo estaba esperando a que acabaran de repasar uno de los grandes despachos, el de la señora Newport o el de la Dama de Hierro, cualquiera de los dos le servía. Disponía de los claves de acceso de sus ordenadores, y también era los únicos que tenían cámara.

Esperó hasta que las limpiadoras accedieron a la sala de espera y el salón de belleza, para deslizarse como un ladrón hasta el despacho de Priscila. Conectó el equipo y envió un saludo a Esther.

― Cristo de los Palotes dice: Hola, Esther. ¿Cómo estás?

― EstherB dice: hola, Cristo. Muy bien, ¿y tú?

― Cristo de los Palotes dice: Como unas castañuelas.

― EstherB dice: ¿Qué es eso?

― Cristo de los Palotes dice: No me hagas caso. Tantas horas en la agencia me hacen delirar…

― EstherB dice: Ya será menos, golfo. Rodeado de chicas monísimas y encima te quejas…

― Cristo de los Palotes dice: Ya ves… pero como no me como ni una rosca, pues… Te voy a poner la cámara, que no tengo ganas de escribir tanto, ¿vale?

― EstherB dice: Vale, Cristo. Yo conecto también.

Mientras se enviaban las peticiones de conexión, Cristo pensó en los días que llevaba charlando con Esther. Ambos habían congeniado bastante bien y rápidamente. La chica demostraba ser ambivalente, de una forma un tanto extraña. Primero, le había dicho que tenía novio, desde hacía un año; un alero del equipo de basket del instituto, por lo visto. Por otro lado, enrojecía atolondradamente cada vez que Cristo llevaba la conversación a un nivel más subido de tono.

También demostraba demasiada candidez con sus proyectos como posible modelo. Lo daba todo por hecho, como si nadie pudiera negarle nada. Esther le intrigaba y exaltaba su morbosa curiosidad.

Solían verse a través de las cámaras y Cristo comprobó que la chica estaba para mojar pan, desde luego. Poseía un cuerpazo. De hecho, la foto que mandó, la primera vez, era de cuando tenía quince años. Ahora, sus formas se habían rellenado de una manera deliciosa, y seguía manteniendo aquella expresión burlona en sus ojos.

Cada día tenían más confianza, el uno en el otro, y se pasaban unas cuantas horas charlando de muchos temas. Cristo usaba su portátil, en casa, para charlar con ella, tirado sobre su cama. No solía usar el micrófono para que su tía, ni su prima, se enteraran de lo que decía, pero, por eso mismo, había decidido quedarse en la oficina de la agencia, después de que todo el mundo se marchara, para poder estar a sus anchas, ante la cámara.

Así que, encerrado en el despacho de la gerente, se estiró sobre el mullido sillón rotatorio, y saludó agitando una mano. Esther le devolvió el gesto, con una gran sonrisa. Iba vestida con una corta rebeca celeste, que dejaba ver la corta camiseta de las Nuk Girls que llevaba debajo. Unas cómodas mallas grises, junto con unas zapatillas caseras, complementaban su atuendo.

― No parece que en Kentucky tengáis mal tiempo – le dijo Cristo.

― No te creas. Hace bochorno, puede que traiga tormenta.

― Aquí lleva todo el día lloviendo, como ayer.

― Me gusta la lluvia – sonrió ella.

― En plan romántico, supongo.

― ¿Me lees el pensamiento?

― Soy gitano, niña. Todos somos un poco adivinos – bromeó Cristo.

― Ya, eres un gitanito muy guapo, eso si…

“¿Qué les paza a estos yankees que me ven guapo? Creo que no están bien de la azotea, cago en Dios…”

― ¿Estás haciendo deberes? – le preguntó Cristo, cambiando de tema.

― Ya he terminado. Es solo por si mi madre entra. Se va a su reunión evangelista en diez minutos.

― ¿Sois evangélicos?

― Solo mi madre. Mi padre es totalmente ateo y mi hermano no se interesa en absoluto por el tema religioso. En cuanto a mí… pues no sé. Creo en Dios y en Jesús, pero no me he parado a pensar demasiado, pero lo que si tengo por seguro es que no dejaré que me coman el cerebro como a mi madre – explicó Esther. — ¿Y tú?

― Bueno, la mayoría de mi clan es evangélico, y los que no son, resultan que pertenecen a alguna cofradía, como la dela BuenaMuerteo la de las Tres Caídas.

― ¿Cofradía?

Cristo le explicó qué es lo que era una Hermandad cofrade y cómo se vivíala SemanaSantaen el sur de España. Esther estuvo encantada con cuanto le contaba, con todo ese desfile religioso, cargado de símbolos que se remontan a costumbres absolutamente paganas. En un momento, dado, Esther giró la cabeza hacia la ventana, que estaba fuera de cámara, escuchando atentamente. Cristo, dándole tiempo, repasó de nuevo, con la mirada, el dormitorio de la chica. Era el clásico dormitorio de una niña, sola y mimada, en una buena familia. Había muñecas y peluches, sentados sobre unos estantes escalonados, junto al armario empotrado, de puertas persianeras. Podía ver media cama, recubierta con una colcha rosa y blanca, y la propia Esther estaba sentada a lo que parecía ser un escritorio.

― Mi madre acaba de irse – dijo, finalmente.

― ¿Quién hay en tu casa?

― Solo mi hermano, pero su habitación está sobre el garaje, en la parte trasera de la casa.

― Me dijiste que era mayor que tú.

― Si, tiene veintidós años, pero no parece querer marcharse de casa. Además, no tiene novia, ni nada parecido. Creo que es gay, pero no estoy segura…

Cristo se rió.

― ¿Tienes algo contra los homosexuales?

― No, la verdad es que nada en absoluto. Mi primer amor fue una compañera de campamento – le confesó Esther.

― ¿De verdad?

― Si – musitó ella, sin mirar a la cámara.

― ¿Cuántos años tenías?

― Trece y ella quince.

― Uufff… que jovencitas, ¿no?

― Si, pero fue muy bonito… un verano maravilloso – dijo ella, luciendo una media sonrisa al evocar. – No fue algo… sexual, sino más bien sentimental. Nos besábamos a cada oportunidad y nos abrazábamos, pero nada más. Era increíble perdernos entre los árboles y jurarnos amor eterno, o imaginar como sería vivir juntas, en la universidad… Incluso ideamos nuestra boda…

― Si, parece muy romántico. Entonces, ¿no llegaste más lejos con esa chica?

― La última noche de campamento, dormimos juntas, abrazadas, pero ni siquiera nos quitamos las camisetas. No, solo besos y algunas caricias.

― Ya veo. Lo decía porque surgen muchos rollitos entre las modelos…

― ¿Si? Supongo que es normal. La belleza enciende la sangre, ¿no?

― Y los celos y la envidia también – rió Cristo.

― Si, eso también. No te preocupes, no tardé en aprender. Dos años después, conocí a Rachel, mi súper amiga… Ella y yo nos desfloramos mutuamente…

Cristo se quedó con la boca abierta. A eso mismo se refería. Esther era capaz de soltarle una burrada como aquella, pero haciéndolo evidenciaba una gran timidez. ¿Si le resultaba molesto hablar de esas cosas, por qué las confesaba tan abiertamente? No la entendía y eso le incitaba a sonsacarle más cosas.

― Creía que los hombres eran los que debían hacer eso…

― Bueno. Tampoco está tan mal entre amigas. Hay confianza y no te puede dejar embarazada – se encogió de hombros Esther, con un mohín delicioso.

― Eso es cierto. ¿Se puede saber qué usasteis?

― Ella se trajo el consolador de su madre.

― Jajaja…

― ¡No te rías! – exclamó ella, con un nuevo mohín.

― Bueno, bueno… disculpa… sonó divertido. ¿Y qué tal con tu novio?

― Oh, que cotilla eres.

― Solo es curiosidad, Esther. Si prefieres preguntarme…

― Después lo haré. No creas que vas a librarte. Me acosté con mi chico a los tres meses de salir juntos. Pero procuro dejar el coito solo como una forma de recompensarle.

― ¿Ah, si?

― Si, de esa forma funciona genial. Solemos usar sexo oral para divertirnos y, en las celebraciones, más o menos una vez al mes, le dejo hacer el amor conmigo.

― Pobrecito…

― No seas malo, Cristo. Así se lo toma con más ganas.

― ¡Claro! Como tú tienes a tu amiga Rachel…

― Bueno, que use él a su amigo David – bromeó la chica.

― Jajajjaja…

― Cristo…

― ¿Si?

― ¿De verdad que Chessy es un transexual?

― Si, palabrita del Niño Jesús.

Cristo no podía verlo, pero, en el monitor de la joven, junto a la ventana abierta con la imagen retransmitida por la cámara, se mantenía abierta otra pequeña ventana, con algunas fotos de Chessy que Cristo envió días antes. Esther las contemplaba con fijeza, pues estaba obsesionada con ellas desde que Cristo se las envió, contándole su secreto.

― ¡Joder! ¡Aún no me lo creo del todo! ¡Es perfecta!

― Si. Ya te dije que me engañó totalmente – contestó él, alzando los hombros.

― No puedo imaginarme que es lo que se puede sentir en sus brazos… follar con ella – de nuevo enrojeció, al expresar su deseo.

― Bueno, si te digo la verdad, yo tampoco lo sé con certeza – confesó él.

― ¿Por qué? ¿No lo hacéis? – se asombró ella.

― Aún no. He ido sin prisas.

― No lo comprendo…

― Yo no estaba muy seguro de lo que sentía. Ambos quedamos en avanzar poco a poco…

― ¿Te daba asco?

― Eso creía, si, pero resultó ser solo una idea impuesta, que desapareció en cuanto sentí la primera pizca de placer. Ojala todos los prejuicios desaparecieran como esos…

― ¡Bien dicho, Cristo! – Esther le mandó un beso volado. – Entonces… ¿No os habéis acostado aún?

― No, pero es cuestión de días, a lo sumo. Como tú y tu novio, hemos echado mano al sexo oral…

― ¿Se la has… chupado?

― Si, aunque debo decir que no consigo tragarme todo su semen. Aún salta, dentro de mí, la alarma antigay y me produce arcadas…

― Bah, que tonto… ¿Es abundante?

― A veces si. Como cualquier hombre, supongo. Lo único que la hace diferente es que le cuesta mucho ponerse erecta, debido a los tratamientos hormonales a los que se sometió.

― ¿Y cómo hace para…? – preguntó ella, intrigada.

― Chessy es pasiva. Es una mujer, de pies a la cabeza.

― Ya veo, y muy bella…

― Ya te digo. Hemos ido varias veces a la piscina climatizada y te juro que no podrías distinguirla de una chica, cuando se coloca un bikini.

Con disimulo, la mano de Esther se deslizó hacia su entrepierna, amparándose de la cámara con el tablero de su escritorio. Acarició su sexo fuertemente, por encima del fino tejido de las mallas y de sus braguitas.

― ¿Es muy sexy? ¿Le gusta vestir de forma provocativa? – le preguntó Esther, más roja que nunca.

― Bueno, normalmente va en shorts o en mallas, incluso con prendas deportivas, dado su trabajo… lo que pone de manifiesto sus increíbles glúteos.

― Oh…

― Pero, si, tienes razón, es provocativa. Cuando salimos por ahí, el fin de semana, suele usar minifaldas muy cortitas y vestidos sensuales.

― Me gustaría verla…

― Procuraré hacerle más fotos, aunque no podré decirle que son para ti. Se pondría celosa…

― Claro, claro. ¿Solo le gustan los hombres? ¿Lo ha hecho con alguna mujer?

― Ella se considera una mujer heterosexual. Es lo que me costó tanto entender. No es un hombre disfrazado de mujer, un gay travestido y hormonado. Chessy es una mujer desde el día que nació, solo que con un cromosoma equivocado. No gusta de las mujeres, aunque no sé si, en algún momento, ha probado con una.

― Lástima… — Esther se estremeció con disimulo, con la barbilla apoyada en una mano, y la otra bajo la mesa.

― Esther…

― Uh…

― ¿Te estás acariciando? – preguntó Cristo, con suavidad.

― Uuh… no… ¿por qué lo preguntas?

― ¿Te pones cachonda con Chessy? ¡Si, es eso! – se asombró Cristo.

― Muucho… es algo muy fuerte, que nunca había experimentado – contestó ella, tapándose la cara con una mano.

― Eso es el morbo – susurró Cristo.

― Cuéntame más… por favor…

― Solo si me dejas verte.

― No… no puedo…

Y, con un rápido gesto, Esther cortó la conexión, saliéndose incluso del Messenger. Cristo quedó perplejo y, finalmente, le envió un mensaje, disculpándose por haberla presionado. Se dispuso a dejar el despacho limpio de evidencias cuando el conocido aviso de un mensaje recibido le hizo alzar la mirada. Esther le enviaba de nuevo la petición de conexión. Aceptó y la joven apareció, los ojos bajos, clavados sobre el teclado, y las dos manos apoyadas sobre el tablero. Sus mejillas estaban fuertemente encarnadas.

― Lo siento, Esther. No era mi intención…

― No, no… soy yo la que tiene que disculparse… me he excitado con tu novia – le contestó, sin levantar los ojos.

― Pero yo…

― ¿Aún quieres verme? – le preguntó ella, de sopetón.

― C-claro…

Se puso lentamente en pie, despojándose de la rebeca y dejándola sobre la cama. Sonrió tímidamente a la cámara y se sacó la camiseta, serigrafiada con las dos imponentes chicas hentai, por encima de la cabeza, alborotando su pelo. Se quedó un momento quieta, respirando con fuerza y mirando a la cámara. El blanco sujetador apenas podía contener sus senos, a causa de su agitada respiración. Cristo notó como los pezones se señalaban con fuerza.

Como si hubiese recuperado la confianza, Esther, se sentó de nuevo, para bajarse lentamente las mallas. Unas braguitas, del mismo color que el sujetador, pero teniendo unos encajes en las cintas laterales, quedaron a la vista. Una vez en ropa interior, volvió a ponerse en pie, con las manos a la espalda.

― ¿Quieres que me desnude del todo, Cristo? – preguntó ella, con un tono casi infantil.

― Solo si tú lo deseas también – respondió él, tras tragar saliva.

Con parsimonia, Esther se deshizo de su ropa interior, dejándola tirada en el suelo. Realmente, la chica merecía ser modelo. Poseía una figura perfecta, de buenas proporciones y debidamente entrenada. Unos pezones pequeños y duros, un ombligo a flor de piel, que daba ganas de jugar con él, y un pubis muy bien recortado, hasta dejar solo un pequeño triángulo de vello muy corto.

― Eres… impresionante – musitó Cristo.

― Gracias Cristo, muy amable. ¿Qué quieres que haga?

― Acaríciate, Esther… lento y suave…

Con una pequeña sonrisa, una de sus manos subió hasta su cuello, deslizándose allí con suavidad, mientras que la otra sopesaba uno de sus pechos, blancos y medianos, en forma de pera. Bajó las manos por sus flancos, acariciándolos con el dorso de sus dedos, y, finalmente, realizó algunas pequeñas espirales en sus ingles, produciéndole agradables cosquillas.

― Háblame de Chessy – suspiró ella.

Con los ojos clavados en el monitor, Cristo suspiró y empezó a hablar.

― Le encanta martirizarme en los sitios públicos, provocándome, acariciándome… hasta que me lleva a algún sitio oscuro, escondido, prohibido, donde satisfacemos nuestra lujuria.

― He fantaseado con ello, pero Martín, mi novio, no se atreve, ni Rachel tampoco – se quejó ella, en voz baja. — ¿Dónde lo habéis hecho?

― En un callejón, en el metro, y hasta en los lavabos de un McDonald…

― Joder… — Esther aferró con fuerza su pubis, cada vez más desenfrenada. – Me voy a sentar…

― Si, siéntate y pasa las piernas por encima de los brazos de la silla. Así… bien abierta, preciosa – dirigió Cristo a la chica, hasta que ésta quedó con las piernas encogidas y abiertas, sobre la silla, totalmente ofrecida a sus ojos.

― Sigue… Cristo.

― Sabe moverse mejor que cualquier chica, con esos tacones tan altos. Es como si flotara al andar, cimbreando su cintura, moviendo las caderas… ábrete el coñito con los dedos… deja que lo vea, Esther…

La joven abrió completamente sus labios menores, usando los dedos índices. Al hacerlo, se mordió suavemente el labio inferior, presa de una incontenible excitación. Solo con imaginarse a la hermosa Chessy acariciando obscenamente a aquel chico, su vagina se llenó de fluido, como si hubiera abierto un grifo.

― Tienes un coño muy bonito, Esther. Muy fotogénico.

― Si. Me encanta hacerle fotos con el móvil… — gimió ella.

― Seguro que tienes que tener una buena colección de fotos, entonces.

― Si… algún día te la enseñaré – sonrió, con los ojos entornados, mientras deslizaba un dedo por su abierta vagina.

― ¿Se la has mostrado a tu novio?

― ¡Ni de coña!

Cristo se rió con ganas, comprendiendo como pensaba Esther. En el fondo, su novio no era más que una garantía, un apuesto maniquí que ella utilizaba para sus salidas sociales, pero, sexualmente, no parecía estar a la altura de lo que ella deseaba, o, mejor dicho, lo que fantaseaba.

― ¿Así que nadie ha visto esas fotos?

― No, aún no. Ni siquiera mi amiga Rachel…

Pero se las enseñaría a él, pensó, agitando las caderas. Estaba muy excitada, como jamás se había sentido. Parecía que todo cuanto generaba morbo para ella, se había unido para calentarla hasta un nivel desconocido. Sentirse espiada, admirada, entrar en contacto con un mundillo con el que siempre soñó –Cristo le confesaba secretos y costumbres de unas divas casi perfectas—, y, por último, conocer a Chessy, aunque fuese en fotos, la había llevado a un estado desconocido hasta el momento. Se había entregado a aquel juego sensual, sin pensárselo. Deseaba desnudarse para Cristo, sentirse un pedazo de carne maleable, bajo sus indicaciones. Su peculiar acento erizaba el vello de sus brazos, así como sus pezones. Atisbar su rostro moreno y delicado, tan parecido al de un adolescente, totalmente atento a cada movimiento de ella. Por un momento, Esther tuvo la impresión de que aquel rostro podía surgir en cualquier calle de El Cairo, o de Nueva Delhi; uno de sus rateros urbanos, que se ofrecía a guiarla por las callejuelas.

Finalmente, intensificó la imagen mental del rostro de Cristo tomando delicadamente en su boca, el pene de Chessy. Si, sonrió, sin dejar de acariciar su clítoris. No le importaba, en absoluto, que Cristo la estuviera contemplando tan íntimamente, abierta y ofrecido como la zorra que era. Estaba deseando que aquella boca, de labios finos y pelusilla oscura por bigote, se abatiera sobre su almeja y la rechupeteara toda.

― ¿Te animarías a salir con nosotros, si vinieras a Nueva York? – le preguntó Cristo.

― ¿Contigo y con Chessy?

― Si, una noche. A cenar, o al parque… a divertirnos.

― M-me encantaría… Sería vuestra… devota… una esclava – jadeó, al pronunciar esa palabra que había comenzado a dar vueltas en su cabeza.

― ¿Nuestra esclava? ¿Seguro?

― Ssssiiii – siseó largamente, al introducir dos de sus dedos en la vagina, en un vano intento de calmar su delirio. Solo tenía ojos para la mirada de Cristo, aquellas oscuras y penetrantes pupilas que devoraban su mojada entrepierna. – Si dices que… Chessy no gusta de… las mujeres… así podría adorarla… acariciarla…

Por tercera vez, Cristo comprobó que estaba grabando sin problemas todo aquello. Estaba que se salía, con su pollita totalmente empinada bajo la mesa, pero no se atrevía a tocarse. No quería que Esther, por algún descuido, pudiera sentirse incómoda por algo que hiciese o viese. Ya habría tiempo de desahogarse repasando la grabación.

― ¿Esa es tu fantasía? ¿Entregarte en esclavitud? – preguntó suavemente, mirando como la chica se agitaba, literalmente, sobre la silla giratoria.

― No lo… sé… se me ha ocurrido… ahora… de repente…

― ¿Nunca lo habías pensado?

― No. De hecho, creía que era yo la dominante – Esther retrasó su goce, pellizcándose los pezones, con fuerza. Un entrecortado gemido surgió, al tiempo que su rostro se contraía en un delicioso mohín.

― Veo que ya estás dispuesta – susurró Cristo.

― Estoy esperando… a que me lo digas… Cristo…

― Creo que, en el fondo, solo deseas convertirte en una putilla, en una zorra consentida, envuelta en los melosos pliegues de la alta sociedad…

Esther solo asintió, la cabeza hacia atrás, los ojos cerrados, y la boca entreabierta.

― Pero eso no lo puedes conseguir en Berry, Kentucky.

― No…

― Para ello, tienes que venir ala GranManzanay sumergirte en su corazón. Conocer los verdaderos amos a quien servir, los grandes demonios de la lujuria, ¿verdad?

― ¡Siiiii! ¡Dios, joder! ¡No puedo mássss!

― Espera aún, puta – le dijo él, sonriendo.

― Aaah…

― Intentaré ayudarte en lo que pueda, desde aquí, pero, a cambio, tienes que mostrarme lo que guardas en secreto… el verdadero interior de Esther.

― Si, si, te enseñaré todo…

― Ya verás como haré de ti una putita de escándalo. ¡La mejor putona de Nueva York!

― Ooooh… ¡SI!

― Puedes correrte, zorrita. Dale a esos dedos hasta que te corras y mees toda… Pringa el suelo con tu orina, puta… Deja salir todo lo que tienes en tu interior, lo que te hace ser la más guarra de todo Berry… ¡Vamos!

Bajo aquella letanía de malsonantes epítetos, de medias verdades y fantasías completas, susurradas por los labios de un demonio de ojos candentes, que la miraba fijamente desde el monitor, Esther se dejó ir completamente, arqueando su espalda y hundiendo sus dedos, hasta donde pudo, en su tórrida vagina. Fue como el disparo del inicio de una carrera. Todo su cuerpo tembló, en un único espasmo que crispó los dedos de sus pies, abrió su boca en un amortiguado grito, y lanzó sus caderas hacia delante, como queriendo catapultar su orgasmo.

Cristo quedó alelado, pues nunca había contemplado un orgasmo tan potente. En plena cresta del goce, Esther siguió moviendo sus dedos sobre el clítoris, con rapidez pero sin control, alargando el placer cuanto podía, hasta que el deseo de orinar llegó con los últimos coletazos del orgasmo.

Esther empezó a reír, sin abrir los ojos, y su pelvis se movió como una serpiente atrapada, agitándose de un lado a otro. El chorro de orina mojó los dedos que aún acariciaban su coño. La risa brotó más fuerte, a medida que el suelo se encharcaba.

Cristo sonrió. La chica verdaderamente le había hecho caso, estaba soltando cuanto retenía dentro, y no solo orina, sino también malos tragos, y puede que hasta el disfraz de niña buena que mantenía como tapadera.

Bueno, se dijo, ya lo vería en los días venideros. Sin prisas.

CONTINUARÁ…

Relato erótico: “Prostituto 16 La modelo obsesionada con la leche” (POR GOLFO)

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Cuando conocemos o nos presentan a alguien famoso, todos sin distinción sufrimos un ataque de envidia y de alguna forma intentamos compararnos para después de analizar porque está forrado o forrada, tratar de justificar su éxito en la suerte y nos olvidamos que al igual que nosotros esos sujetos son personas con sus complejos y sus manías.

Este capítulo va de eso. Os voy a contar el fin de semana que pasé escondiendo en mi casa a una modelo de pasarela que estaba atravesando un momento complicado en su vida.
Lo primero que debo hacer es contaros que al igual que tantas tardes, estaba en mi estudio pintando cuando me llamó una antigua clienta para tomar un café. Como no tenía nada que hacer y esa mujer era un encanto, quedé con ella en un discreto café de la quinta avenida. Ese local era uno de los preferidos de Ann, la ejecutiva de Microsoft que tan buenos ratos me había hecho pasar. Sé que le gustaba sobretodo porque, aunque estuviese en una de las calles principales de  Nueva York, conservaba el aroma siciliano de la patria natal del dueño.
-Un espresso-  pedí al camarero, saboreando de antemano su aroma.
Increíblemente en un país donde llaman café a agua sucia con un poco de color, en ese lugar era cojonudo. Se podía hasta masticar. Negro, amargo y concentrado era el mejor de la ciudad. Aprovechando que mi cita no había llegado, pude deleitar mis exigentes papilas con su sabor. Como dicen en Roma, “il caffé poco ma buono”. Acababa de dar cuenta del segundo cuando vi que la rubia entraba acompañada por una amiga. Extrañado de que no viniera sola, me quedé mirando a su acompañante. Ataviada con una enorme pamela y ocultando sus ojos con un par de gafas de un tamaño aún mayor, la mujer parecía estar escondiéndose de alguien.
-Hola cariño- me dijo Ann dándome un beso en la mejilla –te presento a Adriana-
Me quedé de piedra al reconocerla. La muchacha que tenía enfrente era “ella”. La mujer por excelencia. La más bella de todas las modelos de Victoria´s secret. Su disfraz había conseguido engañarme al principio pero en cuanto se sentó, tengo que reconocer que empecé a temblar como un crio.
-Encantado. Soy Alonso- me presenté dándole la mano.
Como comprenderéis, ni en el mejor de mis sueños pude imaginarme estar compartiendo mesa con semejante monumento y un tanto cortado, les pregunté qué querían tomar.
-Una caipirinha- contestó con un marcado acento brasileño mientras mi conocida pidió un café como el mío.
Por mucho que fuera de incógnito, esa morenaza estaba estupenda o como dicen en mi pueblo “para mojar pan”. No solo era impresionante por su casi metro ochenta, Adriana lo tenía todo, cara, culo, tipo y ojos… muchos ojos. Si la mirabas fijamente te sentías dominado por una sensación de inferioridad como la que debe sentir un mortal ante los pies de una diosa. Era alucinante, vestida de modo “casual”, con una camisa suelta y unos pantalones rotos, la chavala destilaba elegancia por todos sus poros. Era uno de esos seres que intimida sin necesidad de hacer nada pero cuando hablaba su atractivo se multiplicaba por mil, al tener su voz un tono dulce y sugerente que enamora y excita por igual.
Llevábamos charlando solo unos minutos y ya me había percatado que a esas dos les pasaba algo porque no dejaban de mirar a su alrededor buscando o temiendo que alguien apareciera. Era tan evidente que no pude evitar preguntarles que era lo que les ocurría. Tras unos instantes de duda, fue Ann la que tomando la voz cantante dijo:
-Necesitamos tu ayuda. Adriana ha roto con su pareja y necesita desaparecer durante unos días-
Sin saber cómo querían que se las prestara, les prometí mi ayuda y fue entonces cuando pidiendo permiso a su amiga, la brasileña me explicó:
-No puedo ir a un hotel o a casa de alguien conocido porque los paparazzis me encontrarían y al hacerlo ellos, mi novio también- mi cara de estupefacción debió de ser cristalina porque haciendo un inciso, dijo: -Sé a lo que te dedicas pero Ann me ha jurado que eres el hombre más decente que ha conocido, por eso te pregunto: ¿Me puedo quedar en tu casa hasta el lunes?-
Menos mal que me había terminado el café porque si llego a tener la taza en mi mano, de seguro, se me habría caído al decirme ese primor que quería esconderse de la prensa en mi apartamento.
-Te pagaríamos- recalcó mi amiga -si te lo pido es porque sé que además de ser honesto, me has demostrado que de haber dificultades no dudas en defender a tus clientas-
Supe de inmediato a que se refería; La noche que nos conocimos un borracho intentó agredirla y sin pensármelo dos veces, la defendí noqueándolo de un golpe.
-¿Tan agresivo es el cabrón?- pregunté.
Abriéndose la camisa, la modelo me mostró su hombro. Al ver el enorme moretón que lo cubría por completo, supe que no podía dejar que volviera a suceder y por eso contesté:
-Mi casa es tuya pero me niego a que me pagues y si por mala suerte ese tipejo se entera de donde estas, por su bien espero que ni se le ocurra tocar la puerta de mi apartamento-
Mi respuesta debió de ser tan sincera que comportándose como una cría, la morena me dio un beso en la mejilla y sin para de reír, se dio la vuelta y le dijo a Ann:
-¿Te imaginas como se pondría Peter si  se enterara que al dejarle me he ido a pasar el fin de semana con el más guapo prostituto de Nueva York?-
Se arrepintió nada más decirlo y pidiéndome perdón, me rogó que no se lo tomara en cuenta.
-Adriana, ¡Mira que eres bruta!- le regañó mi amiga –Alonso es ante todo un pintor cojonudo que aprovecha el don que tiene con las mujeres para vivir mejor-
Tratando de mediar entre las dos, solté una carcajada diciendo:
-No mientas, soy un prostituto que aprovecha su don para obtener modelos gratis a las que pintar-
Mi descaro pero sobre todo la natural aceptación que mostré sobre mi profesión diluyó su vergüenza y riendo, me contestó:
-Ya que no vas a cobrarme, en compensación, modelaré para uno de tus cuadros –y poniendo cara de inocente, me soltó: -Te juro que no te pediré que me muestres tus otros dones-
-Pues ¡No sabes lo que te pierdes!- exclamó mi amiga pasando las manos por sus pechos –Alonso es una droga, lo pruebas una vez y quieres más-
-¡Por eso!, me conozco y sé que si lo cato, ¡me tendrá modelándolo de por vida!- respondió siguiendo la guasa.
El ambiente festivo y dicharachero se prolongó durante media hora. Treinta interminables minutos que se me hicieron eternos al advertir que los pezones de la modelo se habían puesto duros al hablar de sexo. Mil ochocientos segundos durante los cuales no dejé de soñar despierto con ella. Aunque en teoría seguía atentamente la conversación, mi mente divagó imaginándome a esa mujer entre mis brazos.
Al despedirnos, recordé que la tendría que dar de cenar y por eso le pregunté qué tipo de comida le gustaba:
-Mataría por un buen churrasco con feijoada-
Confieso que me extrañó que alguien que se dedicara al modelaje internacional, se diera el lujo de zamparse una comida tan sustanciosa pero al tener en la esquina uno de los mejores restaurantes brasileños de la ciudad, le prometí que esa noche le cumpliría su antojo. Su cara se iluminó al oírme y diciéndome adiós, me preguntó si podía aparecer por casa en dos horas.
-Te espero- respondí dándole la mano, pero la muchacha obviando las normas de educación americanas, me dio un fuerte abrazo al modo de su país.
Su efusividad permitió que por primera vez me impregnara de su aroma juvenil, la muchacha desprendía un dulce olor a  flores. Un tanto cortado, me separé de ella para que no advirtiera el apretón de mi entrepierna. Mi pene dotado de vida propia había crecido revelando a gritos mi excitación. Sé que ella se dio cuenta porque poniendo una expresión pícara en su cara, le dijo a mi amiga que se dieran prisa para no hacerme esperar.
Como comprenderéis al verlas partir, estaba como en una nube. ¡Iba a pasar un fin de semana encerrado entre cuatro paredes con una de las mujeres más deseadas del mundo!. Sabiendo que jamás tendría una oportunidad como aquella, salí corriendo hacia mi apartamento pero antes de entrar, me pasé por el “Rodizio”. Al verme, la encargada se acercó a saludarme:
-Alonso, mi amor, llegas temprano y tenemos cerrada la cocina-
Su trato tan familiar se debía a que era un cliente asiduo y por eso después de decirle un piropo, le pedí si podían acercarme esa noche a casa la cena.
-¡Pillín!- respondió alegremente – ¿Por qué no te la traes aquí a cenar?, te puedo apartar un reservado-
Supe que había adivinado que era una dama con la que iba a compartir la comida que había encargado y adulando su feminidad, le contesté:
-La única mujer en mi vida eres tú. Esta noche y no te rías, tengo que cenar con un gordo seboso que quiere comprarme unos cuadros-
-Vale, te creo pero no te olvides de esta mulata y ven a comer uno de estos días- satisfecha pero incrédula respondió prometiéndome que a las ocho y media tendría en mi puerta el pedido.
Diciéndola adiós, salí del local y entrando en mi portal, subí hasta mi apartamento. Nada más entrar, me puse a recoger y limpiar porque quería causar una buena opinión en mi invitada. Sudando y angustiado al darme cuenta de la hora, dejé para el final el cuarto de invitados. Una vez allí, cambié las sábanas y poniendo un juego nuevo de toallas, decidí que estaba listo y me metí a duchar.
Mientras me bañaba decidí que esa mujer acababa de salir de una relación basada en el maltrato y que aunque se me pusiera a huevo, lo más sensato sería rechazarla. Una relación con alguien tan famoso me pondría en el candelero y eso no me convenía por dos motivos bien distintos: Como prostituto la publicidad no me vendría bien porque toda mujer que requiriera mis servicios se echaría hacia atrás al saber que en cualquier momento un fotógrafo podía inmortalizar su infidelidad y segundo, si algún día quisiera retirarme y dedicarme únicamente a la pintura, que la gente supiera el origen de mis otros ingresos, no me haría ninguna gracia. Por eso cuando salí del baño, en vez de acicalarme como haría con una clienta, decidí ponerme un pantalón corto, una camiseta roída y las chanclas más cutres y viejas que encontré. Quería que Adriana supiera a simple vista que no pensaba seducirla y que su estancia en mi casa no conllevaría sexo.
De todas formas, os tengo que confesar que esperé nervioso su llegada. No en vano, era un rendido admirador de su belleza. Siempre que salía en una revista, perdía el culo por comprarla y así admirar la perfección de sus curvas. No sé las veces que me quedé prendado mirando sus fotos, su camaleónico rostro pasaba de una dulzura angelical a la sensualidad extrema con solo pasar la página.  Por algo esa marca de lencería la había contratado para ser una de sus ángeles: Adriana era una diva fuera del alcance de la gente corriente.
Estaba todavía pensando en cómo comportarme con ella cuando sonó el timbre. En mi mente se agolparon las dudas mientras abría la puerta. Su actitud al recibirla no ayudó porque, con la mejor de sus sonrisas, me saludó diciendo:
-Hola guapo. Acabo de ver el cuadro que le hiciste a Ann y estoy deseando posar para ti-
Ese piropo lejos de hincharme de orgullo, me dejó helado al recordar que era una de las pinturas más sensuales que habían salido de mis pinceles. En ella, mi amiga estaba desnuda en una bañera mientras en vez de agua era leche lo que recorría su piel.
-¿Te gustó?- pregunté extrañado porque siempre había creído que Ann nunca reconocería ante nadie que ella había sido la modelo.
-Mucho, has sabido calcar su personalidad aunque no se le vea la cara- me contestó y poniéndome en un aprieto, prosiguió diciendo con tono desvergonzado: – Solo espero que no necesites follarme para captar mi esencia-
-No hace falta- respondí apabullado por su franqueza- con conocerte y charlar, me podré hacer una idea de tu personalidad-
-Perfecto- me dijo para acto seguido preguntarme donde se podía cambiar.
Mecánicamente le señalé la habitación de invitados mientras trataba de calmarme. Al verla por el pasillo fue cuando advertí que esa mujer solo traía como equipaje una pequeña bolsa donde difícilmente cabría más que su neceser y un par de camisas. Extrañado le pregunté:
-Adriana, ¿Dónde tienes el resto de tu ropa?-
Muerta de risa, me contestó:
-Traigo lo necesario, dos tops y tres tangas-
Su entrada había hecho trizas todos mis planes y ya solo pensaba en la pesadilla que sería convivir con esa belleza durante tres días. Si su comportamiento me descolocó, el verla salir del cuarto, descalza y como única vestimenta una camiseta de tirantes y bragas, me hizo enloquecer.
“Dios mío, ¡Qué buena está!” no pude dejar de exclamar mentalmente mientras le daba un repaso.
Era una belleza apabullante. La modelo consciente de su atractivo vino hacía mí luciéndose. Adriana no solo tenía unas piernas y un culo de ensueño sino que bajo la tela casi trasparente se podía descubrir que nada cubría los pechos duros con los que la naturaleza le había obsequiado.
“Joder” mascullé  al observar que ese engendro del demonio estaba disfrutando con mi confusión.
Provocando, me abrazó y después de darme un beso en los labios, me soltó:
-¿Tienes champagne? Me encantaría tomarme una copa mientras me enseñas el resto de tu obra-
No pude negarme a cumplir su deseo y yendo a la cocina, volví con dos copas y la primera de las muchas botellas de Dom Pérignom que abriría durante ese fin de semana. Al hacerlo me la encontré, sentada en el suelo frente al cuadro que había realizado para una clienta.
-¿Siempre pintas temas tan eróticos?- me preguntó pidiéndome con la mano que me sentara con ella.
-Casi siempre- respondí poniéndome a su lado- ¿Qué te dice este cuadro?-
Al oír mi pregunta, se puso roja y tras pensárselo bien, me respondió:
-Me pone bruta- y señalando las cuerdas alrededor del pecho de la morena, me dijo: -Todas las mujeres sueñan con ser atadas alguna vez y solo el miedo y la vergüenza hacen que solo unas pocas lo hayamos probado-
Sus palabras incluían un reconocimiento explícito de que había disfrutado de una sesión de bondage, cosa infrecuente pero que concordaba con el tipo de relación que había tenido con su último novio y tratando de desviar el tema, le pregunté cuál era su fantasía preferida.
-Ser fea – respondió terminándose la copa de un trago.
No me esperaba esa contestación y por eso no pude más que insistirla en que se explicase.
-Desde niña los hombres me han deseado. Me gustaría saber lo que se siente cuando un hombre te rechaza-
Acostumbrado a cumplir con las extravagancias de mis clientas, su antojo me pareció nimio e infantil y rellenando su copa, le dije:
-Espera aquí que ahora vuelvo-
Conocía el modo de complacerla y obviando su seguridad, llamé a una amiga maquilladora de efectos especiales. Janeth no tuvo reparo en dejar su tienda y coger los bártulos de su profesión con la promesa de una sustancial suma de dólares en compensación. De vuelta al salón, le expliqué mi plan y sonriendo, me manifestó sus dudas diciendo:
-Yo, hasta fea estoy guapa-
-No creo que nadie te mire cuando ella termine contigo. Es más me apuesto contigo que aunque lo intentes serás incapaz de conseguir que nadie te de siquiera un beso-
-Hecho- contestó divertida- si no consigo un beso, modelaré para ti gratis durante un año, pero si pierdes tendrás que cumplir todos mis caprichos hasta el lunes-
Conociendo la habilidad de mi conocida para crear monstruos, acepté la apuesta mientras volvía a llenar su vaso.
“Con ella como reclamo, mi próxima exposición será un éxito”  pensé saboreando mi triunfo de antemano.
Mientras esperábamos la llegada de la artista del maquillaje, fuimos repasando cada uno de los cuadros que teníamos en mi estudio. La modelo me demostró que la cabeza le servía para algo más que llevar melena y que en contra de lo que normalmente se suponía, esa belleza la tenía perfectamente amueblada. Entre bromas y risas, pasó la media hora que tardó mi amiga en llegar.
Cuando tocó el timbre, salí a recibirla y anticipándole que era lo que quería y a quien iba a transformar, le pedí discreción:
-¡Por quien me tomas!- respondió molesta y llevando a mi invitada al baño, me dijo:- Cuando vuelva, ni su madre la va a reconocer-
Satisfecho por su respuesta, las dejé a solas. Aprovechando que durante al menos una hora estarían ocupadas, me tumbé en el sillón para planear mis siguientes pasos. Confiaba tan ciegamente en sus capacidades que al relajarme, me quedé dormido.
Me había quedado tan profundamente dormido que tuvo que ser el repartidor del “Rodizio” quien me despertara. Tras pagarle, cogí nuestra cena y la llevé a la cocina. Estaba terminando de poner la mesa cuando la vi salir. Janeth ni siquiera tuvo el detalle de despedirse y saliendo del apartamento, me dejó solo con Adriana.
-Estás vomitiva- sentencié al observar el resultado.
La maquilladora había obrado un milagro. El ángel se había convertido en un orco asqueroso que repelía nada más verla. Repleta de acné supurante, el cutis de esa mujer parecía infectado por un virus tremebundo y no contenta con ello, Janeth había conseguido que en vez de una facciones armoniosas, esa mujer aparentara tener un ojo diminuto y hundido mientras el otro se le veía enorme y saltón. El sumun de la crueldad fue observar que le había puesto una camisa mía y bajo la cual, Adriana parecía tener chepa.
-¿Cómo ha conseguido que parezcas el jorobado de Notre Dame?- pregunté maravillado.
Muerta de risa y encantada con su aspecto, me explicó que le había colocado una almohada:
-Pero aun así, ganaré la apuesta- insistió sentándose a cenar.
-Ni de coña- reí convencido – te voy a tener esclavizada enfrente de un lienzo-
-Veremos-
La cena resultó divertidísima, la brasileña no perdió la ocasión de mostrarme el pus de los granos de su cara con el objetivo de asquearme. Pero en vez de eso, os tengo que reconocer que disfruté como un enano con la simpatía innata de esa mujer. Después de acabar con todo y habiéndose cebado como una cerda, Adriana aún tuvo ganas de tomarse un helado.
-Vámonos- le dije señalándole la puerta.
Increíblemente esa chavala acostumbrada a que todo el mundo se diera la vuelta para observar su belleza, no puso reparo alguno en salir hecha un adefesio y cogiendo su bolso, me esperó en el descansillo mientras yo cerraba el apartamento.
-Te pienso explotar cuando volvamos – me susurró al oído esperando al ascensor – ¡No soy fácil de satisfacer!-
Si dos horas antes, me hubiera musitado eso, de seguro me hubiese puesto bruto pero en ese momento al hablarme tan cerca, rozó mi cara con la suya dejándome sentir el pringue asqueroso con el que la habían maquillado y no pude reprimir un escalofrío. Era repugnante.
Al salir fuimos directamente a una heladería cercana caminando y por eso, no tardé en darme cuenta que mi plan iba más que rodado, la gente se daba la vuelta pero ¡Para no verla!. Todos intentaba evitar su vista con mayor o menor fortuna pero el colmo fue cuando un niño le dijo a su padre:
-Papa, ¿has visto?-
Su progenitor avergonzado, tiró de su brazo pidiéndole que se callara pero el chaval incapaz de hacerle caso, insistió:
-Es horrorosa-
Adriana soltó una carcajada al escucharlo y cogiéndome del brazo, alegremente aceleró su paso, diciendo:
-¡Quién ríe el último ríe mejor!-
Contra toda lógica, estaba emocionada. Harta de ser siempre la guapa y levantar la admiración a cada paso durante toda su vida, aparentar ser una cacatúa desplumada era una sensación nueva que quería explotar. Al llegar al establecimiento, no hizo ningún intento por esconderse. Deseando que la gente la mirara, se sentó en una mesa al lado de un grupo de ejecutivos y con todo el descaro del mundo, empezó a coquetear con ellos. Utilizó todas sus armas para llamar su atención, desde alzar la voz a enseñarles las piernas pero al revés de lo que estaba habituada, sus  intentos resultaron infructuosos.
En un momento dado, me resultó incluso duro oír como uno de esos encorbatados decía:
-¡A esa no me la follo ni con pito prestado!-
“Será idiota” pensé “si supiera quien es, estaría babeando por conseguir que lo mirara”. Creyendo que ya era bastante el castigo que estaba experimentando, le pregunté si cancelábamos la apuesta y volvíamos a casa.
-Para nada. Me lo estoy pasando bomba- contestó mientras le lanzaba un beso al impresentable que había soltado la impertinencia -¿Sabes lo que  es no poder salir a ningún sitio sin que un baboso intente hacerse el machito? Pienso disfrutar del momento pero te aviso que voy a ganar y  a cobrar mi premio-
Su seguridad me divirtió y pensando que nadie tendría los huevos de intentarse enrollar con ese adefesio, le dije bromeando con ella:
-Aunque dudo mucho que consigas que alguien te bese, ¿En qué recompensa estás pensando?-
-Voy a putear al hombre hasta sacar al animal que tienes dentro- me soltó descojonada.
-¿No te entiendo?- pregunté al no saber a qué se refería.
Con una sonrisa en los labios, me contestó:
-Eres demasiado perfecto. Alto, guapo y atento. Te voy a demostrar que eres igual que todos los demás, ¡Un perro!-
Sus palabras sacadas de contexto podían parecer un insulto pero la expresión de su cara me reveló que no quería denigrarme y por eso, completamente interesado, insistí:
-¿Y cómo lo vas a conseguir?-
Entornando sus ojos y poniendo cara de puta, me replicó diciendo:
-Has prometido cumplir todos mis caprichos. Una vez te haya vencido, te prohibiré tocarme pero pienso seducirte, excitarte, hasta que faltes a tu promesa y me fuerces a follar contigo-
Reconozco que al escuchar su amenaza, mi pene vibró con la perspectiva de tener a esa hembra pero sacando mi orgullo, dije:
-No tengo la certeza de que no haya un loco capaz de besarte así, pero te aseguro que por mucho que me tientes, jamás te obligaré a tener sexo-
 -Pues lo que tienes debajo del pantalón, ¡No piensa lo mismo!- respondió señalando el enorme bulto de mi entrepierna -¡No vas a durarme ni media hora!-
Avergonzado porque hubiese advertido la traición de mi miembro, intenté defenderme aludiendo a que por mucho que mis hormonas se alborotaran, mi mente era capaz de controlarlas.
-¡No te lo crees ni tú!- me avisó –En cuanto me veas desnuda, me vas a rogar que te libere de tu promesa-
Supe que era ingenuo creer que me resultaría sencillo dominarme al imaginarme a esa diosa en pelotas y tratando de cambiar de tema, le pregunté donde quería ir:
-A una discoteca-
No pude negarme y cogiéndola del brazo, llamé a un taxi. Estaba abriendo la puerta del mismo cuando escuché que, comportándose como unos cerdos, los ejecutivos me gritaban:
-¿Te la llevas al zoo?-
Estuve a punto de liarme a hostias pero cuando me giré, vi que mi acompañante, levantándose la falda, les enseñaba el trasero mientras les decía:
-Seré fea pero tengo un culo cojonudo y esta noche, ¡Será para mi hombre!-
Los rostros de esos idiotas palidecieron al comprobar que ese ser del que se descojonaban tenía el mejor pandero que hubiesen visto y por eso consideré que era suficiente castigo. Ya en el coche le pedí al taxista que nos llevara a  Marquee pero Adriana me pidió que fuéramos a otro sitio porque ese club famoso por ser el más exclusivo de la ciudad también era el local de su ex novio.
¿Dónde quieres ir?- pregunté.
-A un local de samba, me apetece moverme-
Su sangre brasileña le tiraba y por eso fuimos directamente a uno que conocía en el Soho. Gracias a que me conocían no tuvimos problemas para entrar. Ya una vez dentro, pedí una mesa pegada a la pista. Todavía no había pedido una copa cuando vi que mi pareja me dejaba solo y se ponía a bailar. Desde mi silla, observé que debido a lo grácil de sus movimientos, muchos hombres se acercaban a bailar con ella pero al verle la cara salían huyendo.
“¡Serán gilipollas!”
Confieso que varias veces estuve a punto de levantarme y acompañarla pero me mantuve sentado porque quería que esa preciosidad perdiera la apuesta. Durante dos horas, Adriana solo paró para beber pero daba un sorbo y rápidamente volvía a la pista. Lo extraño fue que en ningún momento hizo intento alguno por ligar, estaba disfrutando de que nadie la importunase. Eran cerca de las tres cuando acercándose a mí me dijo que estaba cansada. Creyendo que se daba por vencida pagué la cuenta y salimos del local, pero justo cuando esperábamos el taxi, me pidió veinte dólares.
-¿Y eso?-
-Son para ese pobre hombre- respondió señalando a un pordiosero tirado en la esquina
Os juro que se los di creyendo que era una buena obra y que esa muchacha, además de estar buena, tenía buen corazón, pero rápidamente comprendí su engaño. Acercándose al borracho habló con él y después de darle el billete, ese viejo maloliente sonrió y cogiéndola de la cintura, la besó.
-Eso es trampa- me quejé al verla llegar con una sonrisa de oreja a oreja.
-Para nada, la apuesta era que con estas pintas nadie tendría las narices de besarme y como has visto, ¡Has perdido!-
-¡Eres una cabrona!- respondí.
La muchacha agarrándose a mí, pegó su cuerpo al mío, diciendo:
-¿No creerás que he llegado donde estoy jugando limpio? Cuando algo me interesa, lo tomo y esta noche deseo divertirme a tu costa-.
-¡Puta!- contesté con tono serio aunque interiormente estaba descojonándome de risa. Había jugado con fuego y me había quemado.
Adriana se cobra la apuesta:
Nada más entrar a mi apartamento, Adriana me pidió que le pusiese una copa mientras iba a su cuarto a cambiarse, por lo que, bastante intrigado por sus planes, decidí que lo mejor era seguirle la corriente. Estaba sirviéndole una piña colada cuando la vi salir de su habitación sin restos de maquillaje y con el pelo recogido. Nunca me imaginé que saldría vestida con corpiño, tanga y medias negras y menos que al darle su bebida, me sonriera diciendo:
-Sírvemela en un plato y déjala aquí en el suelo-
Cumpliendo a rajatabla su capricho, pasé la piña colada a un plato y tal como me había pedido lo dejé en mitad del salón. Admito que me dejó helado observar que esa preciosidad se ponía de rodillas y gateando sin dejar de maullar, se acercaba al recipiente.
“¿Qué coño hace?” pensé alucinado mientras me sentaba en el sofá a disfrutar de la visión que gratuitamente me estaba dando.
Moviéndose lentamente como una pantera al acecho, Adriana se contorneaba dotando a sus meneos de una sensual ferocidad. Se había  convertido en una depredadora cuya presa era yo. Mirándome a los ojos, fue recorriendo centímetro a centímetro la distancia que le separaba de su objetivo mientras mi cuerpo empezaba a reaccionar.
“¡Será hija de perra!” maldije mentalmente al darme cuenta que no podía separar mis ojos del bamboleo de sus pechos y que mi pene había adquirido una considerable dureza solo con los preliminares.
Lo siguiente fue indescriptible, la brasileña al llegar hasta su bebida, agachó la cabeza y como si fuera una gatita se puso a beber directamente del plato. Jamás había visto algo tan erótico, esa mujer lo sujetaba con sus manos mientras sacaba una y otra vez su lengua recogiendo en cada movimiento un poco de líquido. Reconozco que de no ir una apuesta por medio, me hubiese levantado y la hubiese tomado allí mismo, sobre todo al observar como las gotas discurrían por su barbilla.
-A esta menina le gusta la leche- susurró al terminar y mientras se aproximaba a mi sofá, dijo con voz melosa: -tengo hambre y voy a por más-
Haciendo como si olisqueara en busca de su sustento, frunció la nariz hasta llegar a escasos centímetros de mi entrepierna y pasando su mano por la bragueta de mi pantalón, se quejó diciendo:
-Ya la he encontrado pero está fría, ¡Voy a calentarla!-
Aunque sabía que esa princesa estaba usando sus armas para someterme, os tengo que confesar que para aquel entonces, mi corazón bombeaba a toda velocidad. Impotente ante sus maniobras, me quedé paralizado mientras frotando su cuerpo contra el mío, esa chavala se sentaba encima de mis rodillas.
-¡Huy! ¡Qué calor!- exclamó con sus pechos a escasos centímetros de mi boca y antes que pudiera hacer algo por evitarlo, se bajó los tirantes de su sujetador y con una sonrisa en los labios, me miró mientras iba liberando de su encierro sus senos.
Aunque había visto en las revistas miles de veces sus pezones, tengo que admitir que en vivo y en directo eran aún más maravillosos. Grandes y de un color rosado claro, estaban claramente excitados cuando forzando mi entrega, esa mujer rozó con ellos mis labios sin dejar de ronronear. Reteniendo las ganas de abrir mi boca y con los dientes apoderarme de sus aureolas, seguí quieto como si esa demostración no fuera conmigo. Mi ausencia de reacción lejos de molestarle, fue incrementando poco a poco su calentura y golpeando mi cara con sus pechos, empezó a gemir.
-Esta gatita está bruta- maulló en mi oreja.
Como os imaginareis, mi pene había salido de su letargo y comprimiéndome el pantalón, me imploraba que cogiera a esa belleza y la terminara de desnudar: Pero, tal y como le había dicho, mi mente todavía seguía reteniendo a mis hormonas y por eso, permanecí inmóvil. No me cupo duda de que Adriana estaba disfrutando porque imprimiendo a sus caderas un suave movimiento, empezó a frotar su sexo contra mi entrepierna.
Lenta pero segura, incrustó mi miembro entre los pliegues de su vulva y obviando mi supuesto desinterés comenzó a masturbarse rozando su clítoris contra mi verga aún oculta.
-¡Me encanta que te hagas el duro!- me dijo mientras con sus dientes mordisqueaba mi oído -¡Cuánto más tardes mejor para mí!-
Para entonces, su pelvis se movía arriba y abajo a una velocidad pasmosa y por eso no me extrañó que lo que en un inicio eran débiles gemidos se hubieran convertido en aullidos de pasión. Cualquier otro no hubiera soportado esa tortura y hubiese liberado su tensión, follándosela pero yo me mantuve impertérrito y con cara de póker, observé como se corría.
-¡Deus!- gritó en portugués al sentir que, convulsionando sobre mis muslos, su sexo vibraba  dejando salir su placer: -¡Eu vou  ter um orgasmo!-
No me hizo falta traducción, mi brasileñita chilló su gozo mientras empapaba con su flujo todo mi pantalón. Durante un minuto que me pareció eterno, siguió frotando su pubis contra mí hasta que dejándose caer sobre mi pecho se quedó tranquila. En ese momento mi mente era un caos, por una parte estaba orgulloso de haber mantenido el tipo pero por otra estaba contrariado pensando que había perdido la oportunidad de estar con una diosa. Menos mal que Adriana me sacó del error, diciendo con una sonrisa:
-Seu multiorgamica e eu estou gostando-
Tampoco necesité que nadie me lo tradujese, esa chavala me estaba diciendo que ese placer era solo un aperitivo. Sus palabras se convirtieron en hechos cuando dejándose caer, se arrodilló frente a mí y poniendo cara de zorrón, llevó su mano a mi pantalón y desabrochándolo, me lo bajó hasta los pies.
-¡Ñao ha nada mais bonito do que o sexo de um homem!- exclamó en voz baja al librar a mi pene de su cárcel de tela.
Al oírla pensé que se estaba extralimitando porque según lo que me había explicado solo pensaba seducirme pero, como comprenderéis y de seguro perdonaréis, no hice ningún intento por pararla cuando acercando su cara a mi miembro, sacó su lengua y se puso a recorrer con ella los bordes de mi glande. Dejándome llevar, separé mis rodillas y acomodándome en el sofá, la dejé hacer. Adriana al advertir que no ponía ninguna pega a sus maniobras, me miró sonriendo y besando mi pene, me empezó a masturbar.
Quise protestar cuando usó sus manos en vez de sus labios, pero ella haciendo caso omiso a mi sugerencia, incrementó la velocidad de su paja. Admito que para entonces me daba igual, necesitaba descargar mi excitación  y más cuando sin dejar de frotar mi miembro, me dijo:
-Minha boca, ¡em seguida!-
Su promesa me tranquilizó momentáneamente porque en ese instante llevó la mano que le sobraba entre sus piernas y cogiendo su clítoris entre sus dedos, lo empezó a magrear con fiereza. Os juro que no sé cómo no me corrí al ver a esa preciosidad postrada ante mí mientras alegremente nos masturbaba a ambos, lo que sí me consta es que creí enloquecer al observar como volvía a alcanzar un segundo clímax sin necesidad de que yo interviniera. Pero al contrario que la vez anterior, en esta ocasión al terminar de sentir su placer, se concentró en el mío, acelerando aún más la velocidad de sus dedos.
Adriana, poseída por una extraña necesidad, me gritó de viva voz:
-¡Deixe-me saber!-
Aunque formulado en otro idiona, comprendí que esa mujer quería que le anticipara mi eyaculación. Aceptando pero sobre todo deseando mi destino, le prometí hacerlo antes de cerrar mis ojos para abstraerme en lo que estaba mi cuerpo experimentando. El cúmulo de sensaciones que llevaba acumuladas hizo que la espera fuese corta y cuando ya creía que no iba a aguantar más, se lo dije. La brasileña recibió mi aviso con alborozo y pegando su pecho a mi pene, buscó mi placer con más ahínco hasta que consiguió que explosionando brutalmente, descargara el semen acumulado.
Fue entonces cuando pegando un grito de alegría, Adriana me volvió a sorprender porque usándolo como si fuera una manguera, esparció mi simiente sobre sus pechos mientras decía:
-¡Que a quantidade de leite e so para mim!-     
No solo fueron sus palabras sino que al terminar de ordeñar mi miembro, se tumbó sobre el suelo y recogiendo con sus manos mi lefa, la extendió por todo su cuerpo diciendo:
-¡Eu gosto!-
Aunque suene raro, fue entonces cuando descubrí su verdadero fetiche: Adriana tirada en mitad del salón y con su cuerpo estremecido por el placer, se corrió nuevamente al sentir mi semen por su piel. Pero ese tercer orgasmo fue tan brutal que se prolongó durante minutos ante mi perpleja mirada. Pocas cosas se pueden comparar a ver a la mujer de tus sueños, berreando como una cierva en celo y gritando tu nombre mientras tú eres testigo mudo desde el sofá.
“¡Coño con la modelo!” pensé mientras ella seguía retorciéndose frente a mí uniendo un climax con el siguiente “¡En verdad, es multiorgásmica!”
Satisfecho pero sobre todo encantado con mi descubrimiento, esperé pacientemente a que se tranquilizara, tras lo cual cogiéndola entre mis brazos, la llevé hasta mi cama y suavemente la deposité sobre mis sábanas. La brasileña abriendo los ojos me miró con una sonrisa en los labios y me dijo:
-¿Quer me foder?-
-Sí, preciosa, pero antes me vas a hacer una mamada-
No tuve que insistir, con sus ojos brillando de alegría, Adriana me terminó de desvestir y tumbándome a su lado, susurró a mi oído:
-Voce ñao vai se arrepender-
¡Y por supuesto que no me arrepentí!. Nada más de decir esa frase tan sugerente, esa belleza me separó las rodillas e instalándose entre las piernas, se agachó y abriendo su boca, se fue introduciendo mi pene en su interior. Con una sensualidad sin límites, la morena absorbió mi extensión mientras sus manos acariciaban mis testículos. Si cuando me masturbó se había mostrado desatada, esta vez, se comportó con una dulzura y una ternura impresionante. Como si fuera un juego, mamaba mi falo para acto seguido sacárselo y colmarlo de besos antes de volvérselo a meter. Se notaba que acostumbrada al maltrato, mi actitud pasiva le encantaba y por eso eternizó sus caricias. Con una parsimonia que me estaba volviendo loco, la muchacha disfrutaba ralentizando mi placer hasta que sin poder resistir más, le pedí que se diera prisa.
Fue entonces cuando realmente valoré su pericia con las mamadas. Olvidándose de cualquier recato, la morena me miró eufórica tras lo cual abriendo su boca de par en par, devoró mi pene con un ansía difícil de narrar. No solo fue que lo introdujo hasta el fondo de su garganta sino que presionando con su lengua sobre su talle, convirtió sus labios y su boca en un sexo caliente y húmedo con el que me empezó a follar.
Sacando y metiendo toda mi extensión, dotó a sus movimientos de un ritmo infernal mientras sin pedirme permiso con sus dedos jugueteaba con mi esfínter. Una y otra vez, se lo empotraba hasta que sus labios besaban la base de mi pene `para volvérselo a extraer con gran satisfacción por mi parte.
“¡Menuda mamada!” sentencié al sentir que toda mi excitación se comprimía en mis huevos y que como una llamarada, el semen recorría el conducto de salida hasta mi glande. Adriana al percibir la cercanía de mi orgasmo cerró su boca, apretando con su lengua sobre el diminuto orificio de donde iba a brotar mi simiente, de manera que al explotar mi gozo se incrementara.
¡Y vaya si lo consiguió!.
Cuando eyaculé, el tampón formado por su lengua, no solo alargó mi éxtasis sino que lo aumentó de sobremanera, regalándome el mejor orgasmo de mi vida.
-¡Coño!- grité dominado por el placer y obviando mi promesa, cogí su cabeza y forzando sus labios, me derramé en el interior de su boca.
Mi morena no solo se tragó toda mi producción sino que saboreando hasta la última gota, limpió mi miembro con su lengua.  No os podéis imaginar su cara de satisfacción cuando muerta de risa, ese prodigio de la naturaleza me dijo:
-¡Eu preciso de foder!-
Soltando una carcajada, la atraje hacia mí y besando el moretón de su hombro, le pregunté:
-¿Duro o suave?-
-Amanha suave, ¡Agora mais que duro!-
El desparpajo con el que me dijo que dejara la suavidad para el día siguiente pero que, esa noche, le apetecía que fuera rudo me hizo reír y dándole un azote en su trasero, la puse a cuatro patas. Ella, olvidándose del portugués, giró su cabeza y mirándome, me soltó:
-Ves que tenía razón cuando dije que este culo iba ser para ti-
Ni la dejé terminar de hablar porque antes que lo hiciera, la mejor modelo del mundo ya tenía a mi pene retozando por el interior de sus intestinos.
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Posdata: perdonad mi portugués, es “made in Google”.
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Relato erótico: ” Hércules. Capítulo 29. Amor Griego.” (POR ALEX BLAME)

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Capítulo 29. Amor griego.

La tempestad se hizo eterna, pero finalmente terminó y el barco pudo abandonar al mediodía el refugio de la ensenada para dirigirse a la costa este del islote. Tardaron menos de veinte minutos. Todos estaban ansiosos y expectantes. Todos podían sentir lo cerca que estaban de su objetivo y no podían contener su nerviosismo. El yate ancló a unos cien metros de la costa y bajaron un par de Zodiacs. En la primera iba Arabela, Hércules y los doctores Prados y Kovacs y en la otra iba un equipo de apoyo con trajes de buceo por si fuese necesario sumergirse.

El tubo de lava estaba oculto tras un pequeño laberinto de escollos que lo ocultaba de miradas curiosas. Era de unas dimensiones discretas y estaba inundado en sus tres cuartas partes de forma que apenas un metro de la boca sobresalía del nivel del agua de la marea baja. Conscientes de que tenían poco tiempo hasta que el canal se inundara de nuevo, se internaron en el tubo. Hércules tuvo que agacharse para no tocar con el duro basalto que forraba el pasadizo. Las dos lanchas avanzaban lentamente con los focos iluminando hacia adelante, previniendo la aparición de obstáculos.

—Justo como decía Crotón en su poema. —dijo Bela al acabarse el tubo de lava y penetrar en una espaciosa caverna.

La cueva era de enormes dimensiones Tenía unos veinte metros de alto y un diámetro de al menos cien. La luz penetraba en diversas grietas que se podían ver en el techo. Hércules no tenía ni puñetera idea de cómo se podía haber formado aquella cámara en una isla volcánica. No era un especialista en la materia, pero dudaba que ningún geólogo en todo el mundo tuviese alguna teoría que pudiese explicar la formación de aquel majestuoso lugar.

Las lanchas atracaron en el único lugar que no estaba inundado y Arabela fue la primera en poner el pie en el suelo pedregoso. Observó con aire emocionado la inmensa laguna de agua salada que dominaba la casi total extensión de la cueva. Solo el lugar donde estaban, una faja de terreno desigual de cincuenta metros de largo por menos de veinte de ancho emergía de las quietas aguas. Se acercó a la pared de la cueva y acarició el duro basalto casi con sensualidad preguntándole dónde escondía su secreto.

Sin pararse más tiempo prepararon los trajes de buceo mientras Hércules observaba el muro de basalto con atención. En sus cincuenta metros de longitud era casi perfectamente liso salvo una pequeña ranura de un par de centímetros que había en el extremo oeste. Iba a observarla con detenimiento cuando Arabela le llamó para que se pusiese el equipo y se sumergiese con ella.

El agua era de un tono verdoso y era sorprendentemente cálida. Debía haber manantiales termales en el fondo. La profundidad era de apenas unos quince metros y el fondo estaba formado por enormes bloques de basalto cubiertos por una fina capa de limo y detritus. Bancos de pequeños pececillos evolucionaban a su alrededor y se acercaban a los haces de las linternas, provocando extraños reflejos con sus vivos colores. Hércules se acercó a Arabela y rozó su pierna con uno de sus dedos. La mujer se estremeció, pero por señas le dijo que se dejase de tonterías y siguiese explorando el lugar.

Tras poco más de dos horas el nivel de oxígeno estaba bajando y se vieron obligados a volver a la orilla. Otra pareja les sustituyó internándose en las verdosas aguas.

Hércules se sentó en la orilla dando la espalda a la ranura. Estaba seguro de que aquella rendija era la clave para descubrir la caja, pero no estaba seguro de querer decírselo a Arabela. Estaba en un dilema; dejar que Arabela la descubriese o dejar que buscase inútilmente y arriesgarse a que cualquier imbécil la descubriese por casualidad.

Durante media hora estuvo debatiéndose, pero al final llegó a la conclusión de que su misión era recuperar la caja de Pandora no impedir que Arabela la encontrara. Sabía perfectamente que ninguna de aquellas personas podía impedir que se apoderase de la caja por las buenas o por las malas.

Se levantó del suelo dejando a Arabela haciendo ejercicios respiratorios, preparándose para las siguiente inmersión y fingió observar atentamente la pared aunque sabía perfectamente a dónde se dirigía.

—¡Eh! Mirad esto. —exclamó Hércules acercándose a la ranura.

En un instante todos se habían olvidado de los buceadores y estaban observando la estrecha ranura en la lisa pared de basalto.

—Una caverna con una laguna… ¿Dónde he leído algo parecido? —se preguntó el Doctor Kovacs con sorna.

En ese momento a todos les vino a la mente la imagen de Caronte atravesando con su barca las almas perdidas en la laguna Estigia.

—¡Una moneda! —gritó Arabela llevada por el entusiasmo— La moneda que permitía a las almas llegar a los dominios de Hades. ¡Es como la maquina dispensadora de Herón en el templo de Zeus!

Alguien le dejó una moneda de un euro a Arabela que respiró hondo y la dejó caer en la ranura. Escucharon con expectación el ruido que producían una serie de mecanismos moviendose durante unos segundos, aunque al final se oyó un golpe sordo y a continuación no paso nada.

—¿Qué demonios? —exclamó Bela contrariada.

—Quizás sea la moneda equivocada. —se aventuró a decir Hércules.

—Cojonudo. —dijo el Doctor Kovacs— ¿Alguien tiene un óbolo a mano?

Tímidamente, entre el contrariado grupo, Pili una de las becarias encargadas del equipo de submarinismo, se adelantó mostrando un llavero.

Todos se quedaron un instante petrificados mirando la antigua moneda colgando de una fina cadenilla de plata.

—La compre hace años en un viaje de Erasmus. —dijo la jovencita alargamdo a Hércules el llavero.

Hércules lo cogió con delicadeza y golpeándolo con un cuchillo, cortó la endeble cadenilla. Le dio los restos del llavero a Pili y la moneda a Arabela. El óbolo desapareció en la ranura y esta vez los golpes terminaron en el inconfundible ruido de una cadena y del agua corriendo en una especie de torrente.

Inmediatamente el nivel de la laguna empezó a bajar, a la vez que subía un muro de piedra que contenía el agua procedente del tubo de lava y emergía un estrecho pasadizo que llevaba a un promontorio de la pared opuesta. Arabela se internó en el pasadizo seguida por Hércules mientras los buzos se quitaban las máscaras y se dirigían a la orilla con el agua por las rodillas.

Cuando llegaron al promontorio no se entretuvieron mucho. Arabela parecía saber lo que tenía que hacer y no se demoró mucho. En pocos segundos había abierto una estrecha puerta que daba una pequeña cámara apenas iluminada por los débiles haces de las linternas.

En una peana había una pequeña caja de terracota finamente decorada con motivos florales. En medio de los flashes del Doctor Kovacs que no paraba de hacer fotografías de la cámara y la caja, Arabela se acercó y la cogió entre sus manos, con Hércules a su lado preparado para arrebatársela si amenazaba con abrirla. No ocurrió así. La mujer la metió en un contenedor especialmente diseñado antes de volver a salir por el estrecho pasadizo.

Al cerrarse la puerta de la pequeña cámara, el muro que contenía el mar fue bajando de nuevo dejando que el nivel de la laguna volviese a aumentar poco a poco, permitiendo al trió llegar a la orilla justo antes de que el pasadizo quedase bajo el nivel de las aguas.

Arabela puso la caja sobre la mesita de su camarote y los dos la observaron. Era pequeña y aparentemente no tenía ningún cierre. Los relieves era pequeños y coloridos, de una delicada factura. Arabela acarició la tapa con suavidad.

—No puedo esperar para abrirla. Debería hacerlo ahora mismo.

—No. —replicó Hércules posando una mano sobre la de la mujer— Es tu momento de triunfo. Todo el mundo debe ser testigo.

Arabela apartó su mirada de la caja y sus ojos verdes se fijaron en Hércules. El calor y la suavidad de sus manos se expandieron por su cuerpo provocando una placentera sensación. Hércules notó la excitación de la mujer y lo aprovechó para desviar su atención de la caja.

La besó y cogiéndola en brazos se la llevó a la habitación. Arabela se dejó llevar y apoyó su cabeza en el pecho del hombre, escuchando su corazón latir fuerte y apresurado por la pasión.

La depositó sobre la cama y se tumbó sobre ella. La mujer soltó un corto suspiro. Le encantaba estar bajo él, dejarse dominar por su envergadura y sentir el peso de su cuerpo. Hércules volvió a besarla. Sus lenguas se entrelazaron y lucharon, intercambiaron saliva y se separaron para coger aire y volver al ataque una y otra vez. Tras lo que le pareció una eternidad sus labios se separaron y él tiró de su camisón hacia abajo mientras besaba su cuello y sus hombros.

Apartando su cabello enterró la cara entre sus pechos y los lamió y los besó con avaricia. Los pezones de Arabela se hincharon y él los envolvió con su boca chupándolos con fuerza, haciendo que se retorciera de placer.

Bela gimió al sentir la lengua de su joven amante recorrer sus costillas y su vientre, juguetear con los pelos que cubrían su pubis y acabar acariciando los labios de su vulva.

Los labios se hincharon y se abrieron ante sus ojos, la pálida piel de la zona se puso rosada haciendo que su sexo semejase aun más a una delicada flor. Acercó de nuevo sus labios y rozó su clítoris con la delicadeza con la que una abeja libaría el néctar de una flor.

Arabela soltó un gemido y todo su cuerpo se crispó. Estaba tan excitada que cualquier roce era una deliciosa tortura. Abrió las piernas e intentó apretar a Hércules contra ella, pero él no la dejó y siguió torturándola. Recorriendo su sexo de arriba abajo mordisqueando el interior de sus muslos y obligándola a suplicar.

Finalmente cuando ella creyó que iba a reventar de deseo se lanzó sobre ella chupando y lamiendo con intensidad, golpeando su clítoris con violencia y penetrando apresuradamente en su encharcado sexo con sus dedos. Cuando notó que estaba a punto de correrse retiró los dedos y dando la vuelta a Arabela y poniéndole el culo en pompa, comenzó a tocar suavemente la abertura de su ano con la punta de la lengua. La millonaria jamás había dejado que nadie hurgara en su puerta trasera, pero la excitación y la confianza que tenía en su joven amante hicieron que se dejase someter si una protesta.

Hércules empapó dos de sus dedos en los abundantes flujos de la mujer para luego introducirlos en su ano.

—No seas brusco por favor nunca…

—Así que eres virgen. —le interrumpió Hércules penetrando más profundamente con sus dedos y abriéndolos para ensanchar un poco más la abertura.

Arabela soltó un quedo quejido, pero le dejó hacer a Hércules que siguió moviendo con suavidad sus dedos a la vez que con la mano libre la masturbaba. El esfínter se fue relajando poco a poco hasta que creyó que ya era suficiente. Retirando los dedos se escupió la polla y apretando con suavidad se la fue introduciendo poco a poco hasta tenerla totalmente enterrada en su culo.

Arabela soltó un prolongado quejido al notar como la polla penetraba arrasadora en sus entrañas. Mordió las sábanas para ahogar un nuevo grito de dolor y respiró superficialmente varias veces hasta que las caricias de Hércules suavizaron el escozor.

No sabía muy bien cómo, pero aquel joven adivinó cuando el dolor se había convertido en una leve incomodidad y comenzó a moverse con suavidad, sin apresurarse, dejando que fuese ella la que se acariciase el sexo con sus manos temblorosas.

Hércules se inclinó y le besó y le lamió la espalda antes de agarrarla por las caderas y aumentar el ritmo de sus empujones. Él gemía roncamente mientras ella soltaba cortos quejidos que trataba de ahogar para no atraer al resto de la tripulación a su camarote.

Tras un par de minutos la mujer comenzó a sentir como el placer se iba imponiendo poco a poco y los quejidos daban paso a gemidos de placer.

Hércules estaba disfrutando de verdad de aquel culo estrecho y cálido y empujaba con brío procurando que la mujer también disfrutase. Sus manos se desplazaron por la espalda de Arabela cubierta de sudor como el de una poderosa yegua alazana. Soltando un grito de triunfo se agarró a su melena en llamas y la penetró con todas sus fuerzas mientras ella retorcía las sabanas con sus manos y gemía ardiendo de placer.

Arabela se metió los dedos en el coño y se masturbó con violencia hasta que un fortísimo orgasmo la asaltó con una fuerza que paralizó hasta su respiración. Hércules siguió empujando unos segundos más antes de sacar la polla del culo de la mujer y correrse sobre su espalda. Gruesos chorros de su leche se mezclaron con su sudor cubriendo la espalda de la mujer mientras caía derrumbada gimiendo débilmente.

Con la polla aun palpitante Hércules acaricio el culo de la mujer, irritado, pero satisfecho y se tumbó a su lado, dejando que sintiese como su polla se iba encogiendo poco a poco.

Arabela se volvió y le miró, en sus ojos verdes como esmeraldas se podía adivinar el sometimiento y la adoración.

Hércules se sintió un traidor. Podía ver cómo aquella mujer se abría por primera vez sin reservas a un hombre y ese hombre la traicionaría acabando con su confianza en el sexo masculino para siempre. Estuvo a punto de contarle la verdad y pedirle que le entregase la caja, pero se jugaba demasiado. No tenía ninguna duda acerca de la naturaleza de la caja y lo que esta podía desencadenar. No tenía elección ¿O sí?

NOTA: Esta es una serie de treinta y seis capítulos, cada uno en una de las categorías de esta web. Trataré de publicar uno cada tres días y al final de cada uno indicaré cual es la categoría del capítulo siguiente. Además, si queréis leer esta serie desde el principio o saber algo más sobre ella, puedes hacerlo en el índice que he publicado en la sección de entrevistas/ info: http://www.todorelatos.com/relato/124900/

PRÓXIMO CAPÍTULO: CONTROL MENTAL

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Relato erótico:”Prostituto 17 Un perro se folla a mi clienta virgen” (POR GOLFO)

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No nos engañemos, la zoofilia está mal vista. Tanto los gays como los heteros, entre los que me incluyo, pensamos que dicha parafilia es una aberración de mentes trastornadas y por eso jamás creí que iba a ser participe activo de una sesión zoo. En este capítulo os voy a contar mi experiencia.

Todo comenzó un viernes en el que mi jefa me llamó para que le confirmara que estaba dispuesto a hacer un servicio un tanto especial, por lo visto, una conocida suya, una treintañera de mucho dinero quería contratarme para pasar un fin de semana en su cabaña de las montañas.
-Y eso, ¿Qué tiene de especial?- le contesté acostumbrado a ser alquilado no solo por una noche sino por semanas enteras.
 -Mucho- respondió – la mujer en cuestión es virgen y tiene la intención de dejar de serlo-.
El misterio con el que hablaba, me hizo intuir que había mucho más  y por eso le pregunté directamente que era lo que se había callado. Johana, un tanto nerviosa porque sabía de mis reparos a las relaciones que implicasen violencia, tardó en responderme:
-Rachel, aprovechando que no hay nadie en kilómetros, tiene la fantasía de recibirte en su casa, desnuda y actuando como una perra-.
-¡No entiendo!- exclamé- me estás diciendo que me voy a pasar un fin de semana con una chalada que quiere que la desvirgue mientras la trato como si fuera un animal-
-Eso es. Nuestra clienta me ha dado instrucciones estrictas de cómo quiere ser tratada. Deberás sacarla de paseo dos veces al día para que haga sus necesidades, no hablara sino que por medio de ladridos te mostrará su alegría o su disgusto, la harás comer en el suelo y la bañaras con una manguera en el patio. En resumen, tiene la fantasía de ser durante cuarenta y ocho horas un chucho y vivir como tal-
Conociendo a mi madame, le solté que aceptaba siempre y cuando eso no significara maltratarla:
-Por eso, no te preocupes. Le he dicho que eres un amante de los animales- respondió para acto seguido darme la dirección donde se hallaba esa cabaña.
Después de pensarlo durante un rato y como no tenía nada que hacer esa tarde, salí a comprar los utensilios que iba a necesitar para cumplir tan extraño cometido. Fui directamente a una tienda de mascotas y sin explicarle que era lo que tenía en mente, compré un collar, una correa y un bozal para mi cachorrita. Una vez pagado pensé que era insuficiente y por eso al salir me dirigí a un sex shop, donde me hice con otros aditamentos que sin duda iba a usar.
A la mañana siguiente, cogí mi coche y metiendo un par de mudas, me dirigí hacia la finca donde iba a pasar ese fin de semana. Durante el trayecto, no paré de pensar en esa mujer y que era lo que le había llevado a soñar con ser tratada de esa forma. No me cabía en la cabeza que una persona normal quisiera ser estrenada de esa forma pero como al final de cuentas ella pagaba, iba a cumplir a rajatabla sus deseos. Al irme acercando a mi destino, tuve que reconocer que nadie iba a sorprendernos porque ese lugar estaba en el culo del mundo. Llevaba más de media hora sin ver ningún rastro de civilización cuando llegue a la cabaña.
-¡Qué sitio más bonito!- pensé al bajarme del coche.
Rodeado de bosque, esa finca estaba en mitad de un prado de hierba perfectamente recortada. Estaba claro que alguien se ocupaba de ese jardín por el esmero con el que estaba diseñado y cuidado.  Al acercarme a la cabaña, oí un ladrido y a un enorme gran danés que se acercaba. Gracias a que estaba familiarizado con los perros no salí huyendo porque ese bicho lo único que quería era saludarme. Lo descubrí porque venía sin el pelo erizado sobre el lomo y moviendo la cola. Estaba todavía acariciándolo cuando oí llegar a mi clienta. Desnuda y ladrando como si fuera una perra, bajaba por la ladera. Sabiendo que era su fantasía, esperé que llegara a mi lado y rascándola detrás de la oreja, le dije:
-Así me gusta, que vengas a saludar a tu dueño-
Rachel meneó sus caderas de alegría y a cuatro patas, me guio hacia la casa. Como iba delante, tuve tiempo de observarla. Era una mujer de bastante buen ver con un cuerpo atlético y una melena rubia que le llegaba por la cadera. Para evitar daños al gatear, se había puesto unos guantes y unas rodilleras que le protegieran. Tengo que reconocer que aunque su aspecto era ridículo, algo en mí se empezó a calentar con la idea de desflorarla ambos agujeros.
Al entrar a la cabaña, con un ladrido me llamó a la cocina donde no tarde en descubrir unas instrucciones más precisas en la nevera. Descojonado por dentro leí el papel donde mi clienta me informaba que la perra se llamaba Reina y el perro era Sultán. Lo segundo que me decía era la rutina que debía de seguir y  que como no había podido darles de comer, encontraría su comida en la nevera. Ya por último me pedía que fuera bueno con ambos animales porque eran buenos y que lo único que necesitaban era un amo cariñoso que los cuidara.
-¿Tienes hambre Reina?- le dije pasando mi mano por su cuerpo.
La perrita ladró de placer al sentir que mi caricia se prolongaba y que sin ningún disimulo, recorría no solo su lomo sino que con toda la tranquilidad del mundo mis dedos acariciaron las esplendidas nalgas que formaban su culo. Sin esperar una respuesta que nunca llegaría, abrí el refrigerador y saqué un tupper con una etiqueta que me informaba que era la comida de ese día.
Al abrirlo y ver en qué consistía, me dije:
“Estará loca pero tienen buen gusto”, ya que era un guisado de carne que se me antojó riquísimo.
Pensando en su comodidad, calenté en el microondas su contenido y dividiéndolo entre dos platos, les día de comer a ambos. Sultán como era lógico, se lo tragó enseguida mientras que Reina menos acostumbrada a comer en el suelo tardó un poco más pero se lo terminó sin dejar de menear las caderas.
-Pobrecita- le dije abriendo una bolsa que traía- no tienes cola. ¿Quieres que tu amo te ponga una?-
La mujer se me quedó mirando extrañada y al ver que lo que tenía en mi mano era un plugging con una hermosa cola pegada, ladró de placer y se acercó a mi lado. Sin hablar, le abrí los dos cachetes para descubrir un ano virgen que me confirmó que esa mujer nunca había sido usada por ahí al menos, por lo que no queriendo hacerla daño, cogí un poco de crema y empecé a untar su esfínter con delicadeza. Reina se dejó hacer y al sentir mis yemas acariciando su ojete, empezó a ronronear de placer.
-Eres una perrita cachonda- le dije introduciendo mi primera falange en el interior de su entrada trasera.
Cada vez más excitada, sus pezones se pusieron duros como piedra al notar mi segundo dedo forzando su ano, y dejándose caer sobre el suelo levantó su culo para facilitar mis maniobras. Sabiendo que tenía dos días para follármela, me lo tomé con parsimonia y cogiendo el plugging se lo incrusté en el ojete.  Increíblemente al sentir que tenía cola empezó a mover el culo y a saltar de alegría. Pero tal demostración me pasó casi inadvertida porque al hacerlo, ví entre los pliegues de su coño que la rubia tenía el himen intacto.
“¡Coño! ¡Es cierto que es totalmente virgen!- exclamé al descubrir esa telita que lo demostraba.
La perspectiva de tirármela, hizo que dentro de mi pantalón mi pene se alzara y consiguiera una más que satisfactoria erección y  tratando de darle tiempo al tiempo, me concentré en las instrucciones que me había dejado. Después de comer, debía de dar un paseo con los perros atados con correa. Al sacar dos de un cajón, tanto el macho como la hembra vinieron a mí a que se las pusiera y por eso,  no me costó ajustar el cierre alrededor de sus collares.
Con una correa a cada mano, salí al jardín. Como es lógico el gran danés tiraba con más fuerza que la mujer de manera que tuve que azuzar su paso con una palmada en su trasero. Mi clienta al recibir el correctivo, aligeró su ritmo de forma que en pocos minutos habíamos dado un par de vueltas alrededor del jardín. Fue en ese momento cuando Sultán se puso junto a un árbol y empezó a mear. La mujer imitando al animal intentó hacer lo mismo pero cuando ya estaba haciendolo, le grité:
-Reina, las perras no levantan su pata-
Colorada al darse cuenta de su fallo, se agachó y en cuclillas liberó su vejiga sin mostrar vergüenza alguna. Una vez hubo terminado, los solté y cogiendo dos palos, se los tiré para que los recogieran. Nuevamente, el perro fue el primero en recogerlo y traérmelo en la boca mientras que la hembra tardó un poco más en retornar con el palo en su hocico. Lo grotesco de la situación no fue óbice para que me diera cuenta que esos días iban a ser divertidos, tratando de forzar los límites de mi clienta.
“Me lo voy a pasar bomba” pensé mientras volvía a lanzárselos esta vez mas lejos.
Estuve jugando con ambos durante casi media hora hasta que me percaté que Rachel estaba cansada. Jadeando y con el sudor recorriendo su cuerpo a la perrita le costaba correr en busca del palo por lo que sin decirle que iba a hacer, retorné hacia la casa. Al llegar al porche, recordé que Johana me había dicho que nuestra clienta le había dicho que una de sus fantasías era ser lavada con manguera por lo que llamándola a mi lado la até a un poste y cogiendo una, abrí el agua y empecé a bañarla.
La pobre mujer al sentir el agua helada, gritó pero rápidamente se dio cuenta de su error y ladró moviendo la cola. No os resultará difícil comprender que su entrega azuzó mi morbo y por eso, me entretuve más de lo debido lavándola. Me encantó ver como sus pezones se contraían por el frio y aprovechándome de ello les di un buen repaso con mis manos.  Rachel comportándose como Reina, dejó que mis dedos los pellizcaran sin quejarse. Una vez había quitado el sudor de su piel, decidí que mi cachorrita tenía el sexo sucio y tumbándola sobre la hierba, me ocupé de su vulva.
Ella al ver mis intenciones, cerró las piernas avergonzada pero mostrándome firme mientras le separaba las rodillas, le dije:
-Reina acabas de mear y no quiero que manches la alfombra-
Comprendiendo que tenía razón, sumisamente, se quedó quieta mientras me arrodillaba frente a ella. Su cara mostraba a la legua un deseo brutal de ser tomada cuando sin pedirle permiso empecé a recorrer los pliegues de su sexo con mis dedos. Al separar sus labios me encontré con un clítoris grande y duro que necesitaba ser mordido y venciendo sus miedos, acerqué mi cara a su  entrepierna. Cuidadosamente, lo cogí entre mis dientes y sin darle tiempo a reaccionar, empecé a juguetear con él mientras mis manos acariciaban sus pechos. La muchacha gimió a sentir mis maniobras y ladrando amigablemente me informó de su disposición.
No sé si fue su sabor o su sumisión absoluta lo que me llevó a penetrar con mi lengua su sexo mientras movía el plugging que llevaba en el culo, lo cierto es que inmerso en mi papel de amo, le susurré al oído:
-Esta noche mi perrita va a dejar de ser virgen-
Mis palabras la hicieron aullar de placer por lo que sabiendo que iba a conseguir descarga mi tensión en poco tiempo, forcé su obediencia metiendo un par de dedos en su trasero. Rachel suspiró mientras su cuerpo se agitaba sin parar sobre el césped. No me percaté que Sultán estaba a mi lado ni de que bajo su lomo su pene estaba totalmente excitado hasta que mi clienta alargó su mano y sin dejar de sollozar, lo empezó a masturbar.
Ese acto debió de hacerme comprender la naturaleza de su fantasía pero acostumbrado a satisfacer a mis clientas, seguí comiéndola el coño hasta que conseguí sacar de lo más profundo de esa mujer un brutal orgasmo. Tras lo cual y cortando la paja al pobre perro, me levanté y soltando su correa, la llevé a dentro del salón dejando a Sultán fuera.
Una vez dentro me senté en el sofá. Mi mente no dejaba de rememorar la escena anterior, de cómo esa mujer había pajeado al animal mientras yo me ocupaba de su entrepierna. Mientras lo hacía, ella se había acurrucado a mis pies, llorando y aullando de dolor.   Su congoja me hizo saber de la vergüenza que le causaba que hubiera descubierto su pecado y creyendo que era mi deber consolarla, le acaricié su lomo diciéndole:
-Sultán es tu amante-
Su confirmación me llegó en forma de ladrido y tratando de analizar que narices hacía entonces yo en su casa le dije:
-Entonces tu problema es que tienes miedo que te haga daño y por eso quieres que sea un humano quien te desvirgue y ayude luego a tu perro-
Levantando la cabeza, me miró con lágrimas en los ojos y sin poder aguantar su angustia empezó a llorar nuevamente. El sufrimiento de esa mujer hizo que me compadeciera de ella y le dije:
-Te voy a ayudar pero antes quiero que conozcas el placer que te puede dar un ser humano. ¿Estás de acuerdo?-
Sonriendo se puso a lamerme la cara mientras mostraba su alegría con ladridos. Aunque era una aberración lo que me pedía, mi pene no estaba de acuerdo y sin venir a cuento se irguió debajo de mi calzoncillo.  Ella al darse cuenta frotó su hocico contra mi cremallera pidiendo que lo liberara de su encierro. Sin hacerme de rogar, me levanté y en medio del salón me desnudé mientras mi perrita se mordía los labios con la perspectiva de comerse la primera verga humana de su vida.
Una vez en pelotas y siguiendo un guion de cualquier película porno, fui hasta la nevera y cogiendo un bote de crema, volví al sofá. Reina que se había quedado extrañada de mi salida, me recibió meneando su cola al ver y comprender cual eran mis intenciones.
-A todas las perras les gusta el chantilly- le informé mientras untaba mi miembro con gran cantidad de ese producto.
Rachel no esperó a que terminara y sacando la lengua empezó a lamer mi pene en busca de tan ansiado manjar. Reconozco que sentir su boca retirando la crema de mi extensión, terminó con los reparos que sentía y dejando que cumpliera su labor, me acomodé sobre los cojines. Mi clienta que en un principio se había mostrado modosa, se fue convirtiendo en una hembra ansiosa a la par que el chantilly desaparecía en el interior de su estómago y por eso al terminar con él, no paró de mamar sino que metiendo mi  miembro hasta el fondo de su garganta, se dedicó a darme placer con gran satisfacción de mi parte.
-También va a ser la primera vez que me folle a una perra- le dije en plan de guasa al sentir sus labios en la base de mi sexo.
Mis palabras le ratificaron que iba a seguir tratándola como un chucho y en vez de cortarla, incrementó su lujuria. Cuanto más excitada estaba, más movía su colita hasta que el meneo de su trasero me hizo caer en que tenía que prepararla. Por eso al sentir los primeros síntomas de mi orgasmo, se lo anticipé mientras cogía el plugging que llevaba incrustado en su culo y se lo empezaba a sacar y a meter.
Ella al sentir la intromisión, ladró de alegría y con más ahínco se dedicó a la mamada. Mi clímax no tardó en aparecer y  cuando tuvo lugar, mi perrita se relamió los labios al probar por vez primera mi semen. Debió de gustarle porque con un esmero digno de alabanza, exprimió mi pene hasta que acabó con la última gota. Entonces y como no podía ser de otra forma, se puso a cuatro patas sobre la alfombra y con un ladrido, me informó que estaba dispuesta a dejar de ser virgen.
 Lo lógico es que después de tan tremenda mamada, hubiera tardado en recuperarme pero al verla postrada a mis pies, me olvidé de mi cansancio y poniéndome detrás de ella, le di un sonoro azote mientras le susurraba al oído:
-Eres una perrita en celo-
No pudo reprimir una carcajada al oírme y meneando su trasero, buscó mi miembro. Con la poca lucidez que todavía conservaba, exploré su vulva antes de penetrarla. El descubrir que la tenía encharcada y que no necesitaba excitarla, aceleró mis planes y de un solo empujón rompí su himen todavía intacto. Rachel gritó al sentir hoyada su vulva pero no intentó separarse sino que forzando su dolor, empujó su cuerpo hacia tras hasta que mi miembro llenó su cavidad por completo.  Durante medio minuto esperé a que se relajara y entonces empecé con ritmo pausado a penetrarla.
Los gemidos de mi clienta me hicieron saber que le gustaba y por eso poco a poco fui incrementando el compás con el que sacaba y metía mi falo de su interior. Nuestra unión hubiera sido como cualquier otra si no llega a ser porque esa mujer en vez de chillar aullaba pero por lo demás fue igual. Se movía y gemía como cualquier otra hembra de mi especie y por eso la traté de la misma forma. Incrementando la velocidad de mis penetraciones cuando la veía enfriarse y ralentizando mis movimientos cuando sentía que iba a correrse, de forma que cuando lo hizo, tuvo un orgasmo tan brutal y sus aullidos fueron  tan intensos que, desde el exterior de la casa, su amante canino empezó a ladrar como descosido al darse cuenta de que su hembra estaba siendo montada por otro macho.
-¡Que se joda el chucho!- grité de mal humor y cogiéndola de la melena, llevé su cabeza hasta mi boca y sin cortarme un pelo, le solté: -Por hoy eres solo mía-
Cuando luego lo pensé, me di cuenta que estaba celoso pero en ese momento era un macho cubriendo a su perra y forzando su coño hasta lo indecible seguí apuñalándolo mientras ella enlazaba un orgasmo con otro. Fuera de mí, me agarré de sus pechos y profundicé mis penetraciones hasta que el placer me venció y caí agotado sobre ella. Mi clienta dejó mi pene en su interior mientras se relajaba y solo cuando se dio cuenta que se había deshinchado, se lo sacó y se quedó acurrucada entre mis brazos.  No sé cuánto tiempo estuvimos tirados sobre la alfombra porque os tengo que reconocer que me quedé dormido, lo que si os puedo contar es que al cabo de un rato desperté al sentir que Rachel me estaba lamiendo la cara.
Al abrir los ojos, vi que sonreía y sin esperar a que estuviera totalmente espabilado, bajó por mi cuerpo y buscó reanimar mi maltrecho pene.
-Eres una zorrita- le dije al sentir que con la lengua recorría mi glande.
Ella como respuesta movió su colita alegremente.
-Ya veo lo que quieres- exclamé al verla meneando su trasero- mi perra desea que la tome por detrás, ¿no es verdad?-
No contestó sino que afianzando su deseo se metió mi verga en su boca. Su labor tuvo un éxito rápido y cuando verificó que ya tenía suficiente dureza, se puso en posición de monta en mitad de la alfombra.
-Ni de coña- la espeté y cogiéndola del collar, la llevé hasta la cama. –Te voy a romper el culo como se lo haría a una humana aunque no seas más que una perra- y sin dejarla opinar, la tumbé en el colchón y usando las correas la até al cabecero.
Indefensa, aulló desesperada al sentir que inmovilizaba sus muñecas y que la dejaba boca abajo sobre las sábanas. Pero al notar que también le ataba los tobillos, trató de morderme.
-Grita cuanto quieras, nadie va a oírte- le dije dejándola con las piernas totalmente abiertas.
Sabiéndose en mis manos dejó de debatirse y en silencio esperó ser violada. Pero una vez sujeta, le acaricié la cabeza y con la voz más dulce que pude le dije:
-Nunca he poseído a una de tu especie por su entrada trasera y no quiero que me des un mordisco. ¿Lo comprendes?-
Asintió con la cabeza y esperó lo peor. Disfruté viendo que temblaba de miedo y solo cuando se calmó un poco, retiré su cola postiza y cogiendo crema empecé a embadurnarle su esfínter mientras le decía:
-Relájate, te voy a dejar lista para que al terminar, entre tu amante canino y termine lo que has soñado tantos años-
Mi promesa la liberó y dejándose hacer, aflojó sus músculos al sentir mis yemas recorriendo su ano. El haberla tenido durante una hora con el plugging en su culo facilitó mis maniobras de forma que en pocos minutos tenía a esa mujer donde yo quería, excitada hasta decir basta mientras dos de mis dedos entraban y salían con facilidad de su ano.
-¿Te gusta?- pregunté aunque sabía la respuesta porque su sexo estaba empapado y la mujer no podía evitar gemir de placer cada vez que sentía forzado su orificio.
Viendo que estaba lista, la liberé y poniéndola a cuatro patas, me acerque hasta ella con mi polla en la mano. Al girarse, su mirada era una mezcla de deseo y de miedo por lo que antes de forzarla le jugueteé con mi glande en su sexo. Ella al sentir mi cabeza rozando su clítoris, suspiró aliviada pero entonces cambié de destino y de un fuerte empujón, desfloré su entrada trasera.
-¡Ahh!- chilló dando un alarido muy humano e intentó zafarse de mi abrazo pero cada vez que intentaba sacarse mi miembro de sus intestinos lo único que conseguía era introducírselo más, de forma que a los pocos segundos, su culo había absorbido toda mi extensión en su interior.
Esperé a que se acostumbrara a tenerlo dentro y entonces acercándome a su oreja, le ordené que se masturbara con su mano. Incapaz de desobedecerme llevó sus dedos a su clítoris y empezó a acariciarlo mientras esperaba que yo comenzara a tomarla.
-¡Más rápido!- grité dando un azote en sus nalgas.
Sumisamente, Rachel-Reina aceleró sus toqueteos y cuando percibí que estaba suficientemente estimulada, comencé a mover mis caderas. Su auténtico gemido de placer me dio alas y asiéndome de sus pechos, inicié mi lento cabalgar. Mi perrita se convirtió en mi yegua y relinchando de lujuria, permitió que la montara.
-¡Qué bruto!- gritó por vez primera. -¡Me encanta!- berreó obviando que había optado por no hablar y gimiendo de gozo, me pidió que la siguiera tomando.
 Conociendo de ante mano que si esa mujer había abandonado su mutismo, era porque lo que estaba experimentando había desbordado sus previsiones, decidí que si había esperado treinta años para entregar su virginidad a un hombre, debía de esmerarme en hacerla sentir y por eso, alternando ternura y dureza, incrementé la velocidad de mi galope mientras le decía la maravillosa perrita que era.
-¡Me corro!- la oí decir con voz desencajada justo antes que su sexo se convirtiera en un torrente de temblado flujo que inundó mi piernas.
Cada vez que la penetraba, mis huevos al chocar contra su vulva como si de un frontón se tratase salpicaban sobre mis muslos el producto de su placer. La locura con la que recibía cada empujón, me hizo llevar al límite el ritmo de mi doma hasta que convulsionando entre mis piernas, esa mujer se desplomó gritando su entrega. No contento con ello, la cogí entre mis brazos y levantándola le chillé:
-Todavía yo no he terminado- y sin hacerle otra aclaración, y  seguí follando ese culo primoroso hasta que como si de un geiser se tratara, mi pene explotó regando sus entrañas con mi semilla.
Ella al notar mis sacudidas se volvió a correr sonoramente y juntos nos tumbamos en las sábanas. Al contrario que la otra vez, Rachel no se conformó con eso y mientras descansábamos me colmo de besos como solo una mujer puede hacer, tras lo cual, acomodándose entre mis brazos, me susurró contenta:
-Nunca creí que un hombre me podría dar tanto placer-
Fue entonces cuando comprendí que mi labor no había acabado y levantándome de la cama, abrí a Sultán. El enorme chucho entró corriendo en la habitación creyendo quizás que su dueña había sufrido algún tipo de daño pero al verla tranquila tumbada en la cama, se tranquilizó y empezó a menear su cola. Rachel sin conocer mis intenciones, acarició al perro y me preguntó porque lo había dejado entrar.
-Has disfrutado con un hombre siendo una perra, es hora que sepas si prefieres disfrutar como mujer con tu amante perro-
Alucinada por mi comprensión, me miró y me dijo:
-¿Seguro que no te importa?-
-Me has contratado para cumplir un sueño y ¿Qué clase de prostituto sería si no lograra hacer realidad tus fantasías?-
Con una alegría inenarrable, Rachel me agradeció mi ayuda y sacando de un cajón dos pares de calcetines, se los puso en las patas al animal. Al ver mi cara de sorpresa, se rio diciendo:
-No quiero que me arañe-
Al ver las garras del animal, comprendí y como si fuera algo normal le ayudé a colocar los patucos a Sultán. Una vez asegurado, cogí el bote de chantilly y le pedí que se tumbara en la cama. La expresión de su rostro mientras embadurnaba su coño con la crema me confirmó que deseaba ser tomada por el bicho y por eso nada mas terminar de hacerlo, acerqué al animal.
Fue increíble, el chucho se lanzó a lamer el coño de su dueña mientras esta se derretía cada vez que la lengua de su perro recorría los pliegues  de su sexo. Contra toda lógica verla pellizcando sus pezones mientras Sultán se daba su peculiar banquete, no me disgusto sino que colaborando con ella con interés rellené su esfínter para ver su reacción al sentir esa áspera lengua, introduciéndose en su orificio trasero. Todo perro es goloso por naturaleza y por eso al ver que había otra fuente de ese dulce manjar, el perro no tuvo reparo en buscar con gozo dentro de su trasero.
Mi clienta gimió al notar su caricia y poniéndose a cuatro patas, separó sus nalgas con sus manos para facilitar las maniobras del animal pero lo que no se esperaba fue que Sultán al oler las feromonas que desprendía su sexo, se excitara y tratara de montarla. Saltando encima de ella, Sultan intentó infructuosamente penetrarla por lo que tuve que ser yo quien venciendo mi natural reluctancia, guiara su pene hasta el interior de su vagina.
Os reconozco que una vez con su pene entre mis dedos, me sentí un veterinario ayudando en la monta de un semental y sin quejarme lo llevé hasta su sexo. El perro ayudo también porque al sentir su orificio, movió su cuerpo y de un solo empujón introdujo todo su extensión en su interior, llegando incluso a meter el nudo que se les formaba a los perros en su miembro.
Rachel azuzó a su mascota con dulces palabras hasta que dominada por un placer  se quedó quieta mientras el chucho la tomaba con velocidad.
-¿Qué sientes?- pregunté interesado.
-Es duro pero suave, me gusta- respondió la mujer.
En un momento dado el perro se quedó quieto mientras mi clienta empezaba a notar la seriedad de su acción.
-Es enorme- me dijo mordiéndose los labios al notar que el pene que tenía introducido se hinchaba cada vez más.
Quizás debía haber probado con un perro más pequeño, pensé al ver dos lagrimones saliendo de sus ojos. Queriéndole ayudar, le pregunté si podía hacer algo.
-Túmbate a mi lado- me pidió.
Haciéndola caso, me coloqué a su vera y mientras era tomada por el can, fui acariciando sus pechos. La muchacha gozando de su mascota, gemía como loca y viendo que no hacía nada allí, decidí irme a tomar agua. Al volver y tengo que reconocer que no supe como el perro estaba dado la vuelta sin dejar de tenerla ensartada. Fue entonces cuando comprendí el  rival con el que me había topado porque, una vez con su verga hacia atrás, pude observar su tremendo  grosor y a Rachel disfrutando introduciéndose ese tronco en su sexo. 
-¡Que pasada!- exclamé al comprobar que doblaba con facilidad mi tamaño.
Deslumbrado por Sultán, le pregunté qué cuanto tardaría en correrse el puto chucho y mi clienta con una sonrisa en los labios, me comentó:
-Espero que unos veinte minutos-
 
Si ya eso era raro más lo fue cuando poniéndose boca arriba, acercó ese enorme trabuco a su coño y tirando de la cola del animal, se lo metió hasta el fondo.
-¡Qué disfrutes!- dije al ver su cara y sabiendo que sobraba, salí de la habitación.
Al llegar al salón, puse la tele en un intento de amortiguar sus gemidos pero fue en vano porque la mujer no paró de gritar durante un buen rato. Por vez primera comprendí que había un semental mejor que yo y rumiando mis penas me concentré en la película que estaban dando en la primera.  Por mucho que intenté olvidar mi humillación no pude por que continuamente volvía a mí la imagen de esa mujer empalándose con el miembro de su mascota.
Menos mal que pude conservar intacta mi autoestima cuando al cabo de una hora, la vi salir de su habitación recién bañada y al verme, sin hablar, sacó al perro fuera y poniéndose a cuatro patas, se acercó a donde yo estaba, ladrando. Era su manera de decirme que al menos por lo que quedaba de noche, prefería ser la perra de un amo que la amante de un perro.
Sonriendo al haber recuperado mi orgullo, `palmeé su lomo y cogiéndola del collar, la llevé a la cama. Mi perrita me siguió meneando su colita, sabiendo que durante las siguientes horas, iba a disfrutar de las caricias de ese ser humano.

 

Relato erótico: “De plebeyo a noble” (POR AMORBOSO)

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Quiero que esta historia sea un homenaje a mi amigo Peter. Sin él no habría conseguido nada de lo que tengo y, lo que es peor, probablemente estaría muerto.

Desde que tengo uso de razón y guardo recuerdos, el nombre por el que todos me conocen y por el que me han llamado es John. Sin embargo, mi apellido, Smit, no es el mío original. Nunca conocí a mis padres. Fui criado por una prostituta del barrio más pobre de Nottingham, mejor dicho, por las tres únicas putas que había, aunque la que me controlaba siempre era Edwina (curioso nombre para alguien que nunca tuvo un penique, en inglés antiguo, significa “amiga rica”), a la que llamaba madre.

Mi amigo Peter vivía en una casa donde acogían a niños huérfanos para educarlos y hacerles hombres y mujeres de provecho, aunque la realidad era que se dedicaban a iniciarlos en la mendicidad y la delincuencia. Les enseñaban a leer, escribir y algo de números. Lo justo para poder realizar mejor su trabajo.

Ambos estábamos siempre en la calle, donde pasábamos los días peleando entre nosotros y con los otros muchachos del barrio. Yo le ayudaba a conseguir las cantidades de monedas que le exigían sus benefactores, a pesar de los castigos que me aplicaba Edwina cuando se enteraba, y él me enseñaba las letras y números.

Se nos daba muy bien robar la bolsa a los borrachos, pero resultaba poco productivo, ya que solían llevarla casi vacía, pero por lo menos, conseguíamos que no fuese castigado.

Yo dormía en un rincón de la habitación en la que vivíamos y que mi madre también utilizaba para trabajar con sus clientes. Mi obligación era estar dormido o hacer que lo estaba, lo que me permitía ver lo que ocurría entre mi madre y los hombres que la visitaban.

Un día, oí que uno de los clientes le decía:

-Acuéstate bocarriba y levanta el culo, que te la voy a clavar en él.

Oí los movimientos, mientras permanecía con los ojos cerrados, haciéndome el dormido.

-Ooooohhhh. Qué estrecho lo tienes para ser puta. ¡Cómo lo voy a disfrutar!

Luego los sonidos y ruidos habituales, hasta que empecé a oír golpes. Abrí los ojos y vi a mi madre con las piernas abiertas y separadas, a su cliente que, mientras la enculaba, le daba puñetazos en las tetas y en la cara, hasta hacerle escupir sangre.

-Maldita zorra. Toma lo que te mereces… por puta… -Le decía mientras golpeaba.

Sin pensarlo, me levanté y fui corriendo hasta ellos, mordiendo con fuerza al castigador, hasta marcarle los dientes en su muslo.

Él se volvió rápidamente y con el mismo impulso, me dio una tremenda bofetada que me arrojó de la cama al suelo, hasta que choqué con la pared.

Eso originó un tremendo lío. El cliente se quería ir sin pagar, alegando que no se había corrido. Mi madre no se lo permitía después de lo que había tenido que soportar. Yo llorando e intentando aferrarme a mi madre…

Al final, me sacaron a la puerta con orden de esperar allí hasta que terminaran. Yo me senté en el suelo, con la espada pegada a la pared y seguí llorando durante mucho rato, hasta que me quedé dormido. Por la mañana, desperté en mi saco de paja.

Mi madre me explicó que había hombres que disfrutaban pegando a las mujeres y mujeres que disfrutaban siendo golpeadas y humilladas. Que el cliente de la noche, era de los que les gustaba pegar, y pagaba buenos chelines por ello, lo que contribuía a mejorar nuestra forma de vida.

Yo le dije que quería trabajar para llevar ese dinero a casa y que ella no tuviese que aguantar a esas personas. Ella solo me abrazó y la sentí llorar.

El caso es que esa escena me marcó para el futuro. Desde entonces, cuando robábamos a los borrachos, siempre se me escapaba algún golpe, junto con algún otro de mi amigo Peter, que también se aficionó.

No sé si fue por eso o por el afán de dinero, el caso fue que desde los ocho años (puestos a ojo, porque nadie supo cuando nací, y por eso celebraba mi cumpleaños el 1 de enero), mi madre Edwina, me alquilaba a los campesinos de la zona para ayudarles en el campo: retirar hierbas, amontonar heno, llevar a las vacas u ovejas a pastar, etc.

Unas veces, el trabajo resultaba agradable y descansado, otras era penoso y me castigaban duramente, golpeándome con cinchas de caballerías, palos o lo que tuviesen más a mano, para “animarme” y que me cundiese más.

Unas veces, el trabajo era de un día y volvía a casa a dormir, donde tenía que esperar a que mi madre o alguna de las otras se desocupase para poder acostarme en mi rincón. Otras veces duraba varios días o era tan tarde al terminar que tenía que dormir en las cuadras, pajares, o a la intemperie, cubierto por la paja o el heno de los montones que tenían los granjeros.

Algunas veces, las mujeres de los campesinos, me daban ropa vieja de sus maridos para que me la arreglase mi madre. O de sus hijos, que ya no se podía estirar más y se les había quedado pequeña.

Para mí, después de vivir siempre entre putas, el sexo no tenía secretos y tampoco el desnudo me producía pudor. Por eso, cuando las mujeres me hacían quitarme los pantalones o desnudarme delante de ellas, no tenía inconveniente, mostrando mis partes sin sonrojo, ya que la ropa interior me resultaba algo totalmente desconocido. Realmente, hace poco que he sabido de su existencia.

El caso es que muchas veces aprovechaban para acariciar y manipular disimuladamente mi sexo hasta ponerme el pene como una piedra, que siempre ha sido de buen tamaño, (según decían mis madres), para luego hacer bromas y reírse con la cara totalmente roja. ¡Cuántas veces me he pajeado después pensando en ellas!

De mis tres madres, Margaret, que estaba enferma desde hacía años, decían que del mal francés, y que no podía curarse por no tener dinero para el médico, murió cuando yo tenía quince años. Bebía mucho, y a veces se quedaba dormida por las esquinas. Cuando despertaba, solía estar con las faldas levantadas, medio desnuda y cubierta de esperma. Tosía mucho y a menudo echaba sangre. Los últimos días había permanecido en cama, con problemas para respirar y gran debilidad.

Fue al anochecer. Cuando volví del trabajo, me enteré que acababa de fallecer. Estuve horas llorando mientras la velaba, hasta que me quedé dormido. Por la mañana tuve que volver a trabajar, pues me tocaba ir durante dos días a una de las granjas, porque el marido iba a otra ciudad a vender unas cabezas de ganado y los productos del campo. Mientras tanto, yo tenía que ayudar a la esposa con los animales, sacarlos a pastar y recogerlos después, limpiar cuadras, ordeñar vacas, … En fin, todas las tareas que hay que hacer y él no podía. Por eso me dolió mucho no poder asistir a su entierro para darle el último adiós. Aunque tampoco fue algo muy sonado. La envolvieron con una sábana, la llevaron al cementerio y la echaron en la fosa de los pobres, según me contó mi madre.

Yo pasé el día entre triste y lloroso. La mujer, que se llamaba Candy, se interesó por mis penas y le conté lo que ocurría, apiadándose de mí y procurando, desde ese momento, consolarme con una sonrisa o acariciando mi cara cuando me veía más apenado.

Llegó la noche, cené en la casa y me dispuse a marchar a la cuadra para dormir mientras ella acostaba a sus dos hijos pequeños.

-No te vayas. No quiero que duermas solo en un día tan triste para ti. Como no está mi marido, duerme conmigo en nuestra cama, así estarás acompañado y yo no echaré de menos su falta. –Me dijo

-Como usted mande. De todas formas, voy a dar una vuelta por los animales, como me mandó su marido. –Le dije yo, saliendo hacia los establos y corrales.

Tras dar la vuelta y comprobar todo, volví a la casa, coloqué la tranca en la puerta y me dirigí al dormitorio. Realmente, solo había dos habitaciones, el salón, comedor, cocina, a la que se accedía directamente al entrar, y el dormitorio, donde estaba la cama de matrimonio y otra más pequeña donde dormían los dos niños.

Ella se encontraba ya en la cama. Yo me desnudé a la luz de la vela que alumbraba el cuarto y me metí bajo la sábana. Estaba totalmente desnudo, ya que, como he dicho antes, no usaba ropa interior.

La mujer me estuvo mirando todo el rato mientras lo hacía. Luego, me situé a un lado de la estrecha cama, casi en el borde.

-Te vas a caer. Ven un poco más cerca de mí. –Me susurró.

Yo me acerqué a ella pero sin tocarla.

-Te importa que te abrace. Con mi marido duermo abrazada a él, y si no lo hago me cuesta mucho alcanzar el sueño.

-No, señora, no me importa. –Le dije

Pasó su brazo por mi pecho y nos quedamos en silencio, aunque por mi parte, mi silencio se debió a que me había quedado dormido.

No sé cuánto tiempo pasó, pero algo me despertó en medio de la noche. Cuando me di cuenta de qué era, una mano acariciaba mi pene, mientras una vibración de la cama, junto a gemidos de ella me hizo darme cuenta de lo que pasaba.

-¿Le ocurre algo, señora? –Pregunté, aunque sabía lo que estaba pasando.

-¡Hey! ¿Qué? ¡Oh! ¡Qué vergüenza! …. Perdóname, pero soñaba que estaba con mi marido y no sé lo que he hecho. –Me dijo soltando mi pene.

-Por mí, puede seguir. Me estaba resultando muy agradable.

Quedó callada unos segundos, imagino que pensando.

-¿Has estado más veces con alguna mujer? –Me interrogó.

-No, la verdad es que esta es la primera.

-Entonces, déjate llevar, que yo te enseñaré.

Yo alargué mi mano para tocarla, topándome con un vasto camisón que me obligó a bajar la mano hasta más abajo de sus rodillas, para meterla por dentro y empezar a subirlo.

-¿Qué estás haciendo? –Me dijo.

-Quitarte la ropa esta.

-¿Cómo se te ocurre? ¡Ni mi marido me ha desnudado nunca! Eso es pecado.

-Bueno… Es que… Mi madre siempre lo hace desnuda.

-Pero tu madre es una puta. ¿Pretendes que yo lo sea también?

-No, claro, pero es lo que yo he visto siempre. Si no está desnuda, los hombres se van. Deben de disfrutar más.

Tras un momento de silencio, apagó la vela y deduje por sus movimientos que se estaba sacando el camisón. Volviendo a acostarse, pero ahora en el otro extremo de la cama.

Me acerqué a ella, dispuesto a poner en práctica lo mucho que había visto con mis madres.

Pasé mi mano por su vientre, subiendo hacia sus pechos. Mi otra mano y mi brazo, los pasé bajo su cuello para girarla hacia mí y besar sus labios. Hoy sé que ninguno de los dos sabíamos besar, pero hizo su efecto. Besé su cuello (a mi madre era lo que más le gustaba, según decía a sus amantes) y acaricié sus pezones, que también le gustaba.

-MMMMMM –Ella gemía de gusto.

Yo tenía el pene totalmente erecto, y a ella, cuando bajé mi mano hasta su sexo, una gran humedad lo inundaba. En ese punto, mi madre solía decir a su amante del momento: ¡Métemela ya, tengo el coño totalmente empapado! Y era cuando se abría de piernas y el hombre de turno se la metía.

Yo me coloqué entre sus piernas y se la metí. Entró sin problemas.

-Aaaaaaahhhhh. No es como la de mi marido, pero está muy bien. Por lo menos, no me hace daño.

Yo empecé un lento mete saca que solamente le hacía emitir suaves gemiditos. Entonces recordé algunas de las frases que mis madres decían a veces: ¡Súbete un poco más arriba para que me roces bien! Y cuando lo hacía, se la oía gritar hasta en la calle.

Hice lo mismo, me subí ligeramente y mi pene recorrió toda su raja.

-Oooooooohhhhh. ¿Qué me haces? ¡Qué gusto me das! No pareeeeeees.

Yo seguí dándole, mientras chupaba, lamía, besaba y mordía sus pezones.

-Sigue, sigue. –Era su frase más repetida, alternada con: ¡Más, más!

De repente exclamó:

-¡Dios mío! ¿Qué es esto? AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAA.

Estallando en un tremendo orgasmo, con tal grito, que ambos niños, de muy corta edad, se despertaron asustados.

-Buaaaa. Mamaaaaaa. Buaaaaa. –Gritaban ambos a la vez.

Ella, agotada, se encontraba incapaz de hacer nada, por lo que tuve que ser yo el que empezase a calmar a los niños hasta que ella se recuperó lo suficiente.

-¿Qué me has hecho? –Me preguntó mientras acunaba a uno de ellos y yo al otro.

-¿No sabes lo que es un orgasmo? ¿No has tenido ninguno nunca?

-Pues… Esta ha sido la primera vez que he sentido esto.

-¿Tu marido no te hace llegar? ¿O tu cuando te tocas?

-Con mi marido solamente la mete por el agujero de mi camisón, se mueve un poco y alcanza su placer. Luego se da media vuelta y se duerme. Yo suelo tocarme un rato más para disfrutar, pero eso es un gran pecado, y me da mucha vergüenza de que me pueda pillar, por eso nunca llego tan lejos. Así ha sido durante los cuatro años de matrimonio.

Luego recapacitó.

-Dios mío, ¿no me habrás echado tu semilla dentro? ¡No quiero quedarme embarazada!

-Tranquila, no he llegado todavía. Volvamos a la cama.

Seguimos acariciándonos un rato más. Yo estaba con la polla a reventar. Fui besando su cuerpo ya excitado nuevamente hasta bajar a su sexo, donde intenté meter mi lengua como había visto hacer, pero no lo hacía bien, porque ella me agarró del pelo y empezó a mover mi cabeza arriba y abajo.

-Oooooooooooohhhhhhhhh ¡Qué maravilla! Sigue ahí, sigue ahí. Aaaaaa ¡Que gusto! –Decía conteniéndose para no despertar a los niños.

Ahí descubrí una protuberancia que era sobre la que ella quería que pasase mi lengua. Me dediqué a lamerla y chuparla, hasta que nuevamente alcanzó su orgasmo. Esta vez mordiendo la ropa de cama y solamente dejando oírse:

-MMMMM. Fuuu. Fuuu. –Sus gemidos y su fuerte resoplar.

No tardó en reponerse y pedirme que la follara como al principio, cosa que hice de inmediato.

-Pero no llegues dentro. –Me suplicó.

-No te preocupes, que no lo haré. –Dije con un convencimiento que no tenía.

La estuve follando despacio, recorriendo su raja con mi pene y metiendo y sacándolo, en un juego que duró mucho rato. Cuando sus gemidos aumentaron, también aumentaron mis movimientos, hasta que volvió a correrse con una mano mía en su boca, mi boca en su pezón y mi pene machacando su sexo hasta que terminó.

Entonces, la saqué, me la menee un poco y me corrí abundantemente sobre su vientre,

Estuvimos durante muchas horas, hasta que, ya de madrugada, quedamos dormidos abrazados. No sé cuántas veces disfrutó, yo lo hice tres, pero a la tercera no solamente no me salió nada, sino que sentí un cierto escozor.

Nos despertaron los niños. El sol ya estaba alto, los animales pedían a su manera la comida y bebida que debían haber recibido varias horas antes.

Yo salí corriendo a atenderlos, mientras ella lo hacía con los niños para luego venir a ayudarme. Estábamos repartiendo heno en los pesebres cuando me dijo.

-Esta noche he hecho, me has hecho y he disfrutado de cosas de las que jamás en mi vida había pensado que pudiesen existir. Muchas gracias John.

-No tienes por qué dármelas. Es más, podemos repetirlo cuando quieras.

-¿Hoy también? –Me dijo.

-Ahora, si quieres.

Ella se colgó de mi cuello y empezó a darme besos, mis manos fueron a su cuerpo para desnudarla, pero no me dejó hacerlo.

-No podemos desnudarnos. Tengo que controlar a los niños que están sentados en la puerta de la casa y, además, podría venir alguien y sorprendernos.

Enseguida encontramos la solución. La puerta del establo estaba dividida en dos mitades. Cerramos la inferior y abrimos la superior. Ella se situó apoyada con los brazos cruzados sobre la inferior, mientras se asomaba hacia fuera y observaba a los niños y el camino hacia la casa.

Yo me situé detrás. Levanté su falda, saqué mi pene ya erecto y la hice separar las piernas. Luego comencé a recorrer su raja frotando bien el glande por todas partes, pero sin meterlo.

-MMMMMMMM. Siiiiiii. ¡Qué bueno! –Decía conteniéndose.

-Te gusta, ¿verdad?

-Siiiii.

-¿Quieres que te la meta ya?

-Siiiiii. ¡Por favor, métela ya!

Así que se la metí todo lo que pude y empecé a darle con fuerza. Solamente se oían mis jadeos, los golpes de mi pelvis contra su culo y sus gemidos acallados por su mano situada en su boca.

-Uufffffff, uuffffff, uuffffff.

Plas, plas, plas.

-MMMMM. AAAAAAA. SIIIIIII.

Poco tardó en alcanzar su orgasmo, que resaltó con un grito apagado y contracciones de su cuerpo.

-Aaaaaaaagggggggggggg. Mmmmmmmmmmmmmmmmmm.

Yo no detuve mis movimientos. Cuando quiso enderezarse, la tomé del pelo para obligarla a mantener la postura, mientras me inclinaba sobre su espalda para que no se moviera, como había visto hacer, y llevaba mi otra mano a su coño, buscado su protuberancia, que ahora sabía por qué le metían mano a las mujeres por delante, para tocarla, presionarla y hacerle una paja.

Con estos procedimientos, aún alcanzó dos orgasmos más, hasta que sentí que me iba a correr y, sacándola, me la meneé un poco y eché toda mi lefa sobre sus glúteos, riñones y parte del vestido.

Después de esto, preparamos un carrito tirado por una cabra, que el marido había hecho y colocamos en él a los niños, saliendo todos con el ganado hacia los pastos.

Siendo los niños tan pequeños, correteaban con el ganado, se cansaban y los acostaba en el carrito a dormir, momento que aprovechábamos nosotros para volver a follar, hasta que los despertaba con sus gritos. Aún conseguí sacarle un par de orgasmos más, sin que yo pudiese alcanzar el mío.

A última hora de la tarde, cuando regresamos, volvió el marido, algo pasado de bebida y probablemente con sus deseos de sexo ya calmados. Recogimos a los animales, me pagó y volví a mi casa.

En los días y meses siguientes, parecía que me habían puesto un letrero en la frente de “desvirgado” y “follador”, porque empecé a recibir invitaciones de casi todas las mujeres de la zona. Curiosamente, todas necesitaban ayuda cuando sus maridos se iban a otra ciudad.

Yo las hice disfrutar a todas. Luego me enteré que dos vecinas que iban a Nottingham nos vieron a Candy y a mí follando. Sobre todo, la oyeron a ella gritar y pedir más. Fue la comidilla entre las mujeres durante bastantes días. Todas lo comentaban entre risitas pícaras y comentarios maledicentes, pero todas empezaron a sentir curiosidad y a buscarme para que les hiciese sentir lo mismo.

Yo procuré dejarlas bien contentas a todas, al fin y al cabo, todas me pedían algo que yo sabía hacer bastante bien. Pero hubo una que me pidió algo distinto: Quería que se la metiese por el culo.

No era nada nuevo, pues a mi madre se lo pedían a menudo. La frase: quiero metértela por el culo, era una de las más oídas. Y la de mi madre diciendo: voy por la manteca, la siguiente.

Era la esposa, aunque las malas lenguas decían que había trabajado en un burdel hasta que él la retiró, de un campesino bastante bien situado. Las tierras y el ganado eran suyos y todo le resultaba muy productivo, lo que les generaba buenos beneficios, parte de los cuales gastaba en la taberna y parte con mi madre.

Estaba follándola por delante, cuando tuvo un nuevo orgasmo, que no sé qué numero hacía, pero en vez de dejarme seguir, me hizo sacarla, se puso a cuatro patas y fue cuando me dijo.

-Métemela por el culo. Fóllame el culo y podrás correrte dentro. –Me había prohibido correrme en su coño.

-Si señora. ¿Y la manteca?

-¿Manteca? ¿Para qué coño quieres la manteca? Métemela de una puta vez y olvídate de la manteca. Mójala en mi coño y adentro.

Yo la mojé con los líquidos que salían de su raja, pero mi falta de experiencia hacía que no supiese metérsela. Todos mis intentos fallaban y mi pene terminaba dentro de su coño.

-¿Nunca se la has metido a nadie por el culo?

-No, señora, es la primera vez.

Cambiamos de lugar, acostándome yo bocarriba, con mi pene como un árbol, y poniéndose ella a caballo sobre mí. Tomó mi pene y se lo puso en la entrada de su ano, metiéndoselo poco a poco hasta encajarlo todo.

-Uffff. ¡Hacía mucho tiempo que no sentía esto!

Y empezó a moverse, acelerando cada vez más. Era tal el ritmo, que se salía muchas veces y tenía que parar para volver a meterla. La presión sobre mi pene era mucho mayor, y me costaba no correrme, a pesar de que el roce me estaba irritando el glande. Llevó una mano a su clítoris y se estuvo masturbando al tiempo que se enculaba. Cada vez me resultaba más difícil aguantar. Por suerte, ella se corrió pronto, y yo a continuación.

Me dijo que le había gustado mucho, que su marido no quería pero a ella, ya desde muy joven, siempre le había gustado.

Cuando volví a casa, se lo conté a mi madre y, sobre todo la irritación que tenía en el pene. Primero me aplicó una pomada, y mientras me hacía efecto, fue contándome cómo había que hacerlo y otras muchas cosas sobre el sexo. Durante bastantes días, cuando no estaba ocupada, ampliaba mis conocimientos.

Repetí muchas veces más, y gracias a ellos, conseguí dejarla completamente satisfecha por todos sus agujeros. No solamente a ella, sino también a otras más que, aunque no lo pidieron, yo se les insinué y convencí.

Cuando cumplí los 18 años, ya habían muerto las dos madres que me quedaban y veía que mi futuro era muy incierto, por eso le di muchas vueltas a los comentarios que se oían por las tabernas:

Al parecer, en las nuevas tierras del sur, exploradas por un tal James Cook, se estaban haciendo grandes negocios con la cría de ovejas en grandes explotaciones. Había mucho trabajo y muchas posibilidades de hacer fortuna.

Mi amigo Peter, que venía de vez en cuando y desaparecía durante largas temporadas, vino por aquella época, y también me habló de las nuevas tierras. Él se había embarcado muchas veces y recorrido mares y océanos, y en cada puerto que recalaban, se oía lo mismo. Estuvimos fantaseando durante varios días con enrolarnos como marineros, viajar hasta ellas y hacernos ricos, mientras dábamos cuenta de unas buenas jarras de cerveza, hasta terminar totalmente borrachos.

Por fin, el mismo día que Peter se marchaba, me decidí y nos fuimos a Southampton, ciudad junto al mar, con uno de los puertos de donde salían los barcos hacia las nuevas tierras, generalmente llevando convictos y trayendo madera.

Cuando llegamos, nos enteramos que el barco había salido dos días antes y que teníamos que esperar al siguiente, seis meses después.

Para las primeras semanas, no tuvimos problemas. Alquilamos una habitación que nos resultó muy barata, cerca del puerto y comíamos en una taberna justo en frente de la casa. Llevábamos dinero para comer y dormir, pero nuestros gustos por la bebida y las putas hicieron que antes de un mes, nos quedásemos sin un penique, por lo que tuvimos que buscarnos trabajo.

Gracias a Peter, que tenía contactos y conocimientos de otras veces, conseguimos enrolarnos en barcos pesqueros, lo que nos permitía ahorrar una o dos semanas para gastarlo en la siguiente. Cuando no podíamos enrolarnos, nos dedicábamos a algo que conocíamos bien, robar a los borrachos o salir de la ciudad a realizar labores en el campo.

A los tres meses de espera, tuvimos la suerte de coincidir en la entrada con un hombre, al parecer acaudalado, al que seguimos hasta la posada donde se iba a alojar. Estuvimos controlando todo lo que hizo hasta que se fue a dormir. En ese momento, forzamos la puerta de la habitación, entramos coincidiendo cuando se quitaba el jubón por la cabeza, por lo que nos resultó fácil sujetarlo y sacudirle un fuerte golpe en la cabeza, que lo mató sin emitir más que un quedo gemido.

Buscamos entre sus ropas y en la habitación, encontrando bajo el colchón un par de bolsas llenas de monedas. Bastantes libras y muchos chelines. Lo terminamos de desnudar, le pusimos su camisón y lo dejamos en la cama como dormido.

De allí nos fuimos a la casa de putas más cara y de mejor género de la ciudad, en la que ya habíamos estado alguna vez y donde teníamos echado el ojo a un par de putas que eran lo mejor de la casa.

Bebimos y follamos hasta caer rendidos. Cuando nos despertamos por la mañana, no recordábamos nada, y nos fuimos hasta la posada donde nos alojábamos, y donde poco después apareció el sheriff para detenernos, acusados del asesinato de un rico prohombre de Londres que iba de paso hacia su casa.

Nos cachearon, encontrándonos solamente unas monedas, nos colocaron cadenas y nos llevaron ante el juez para tomar declaración.

Nosotros negamos nuestra culpabilidad, alegando que habíamos pasado el día trabajando en el campo y la noche con las putas. El juez, conocedor de lo que costaban, nos preguntó de dónde habíamos sacado el dinero, porque también sabía que el muerto llevaba una buena cantidad. Ahí Peter estuvo rápido, respondiendo que habíamos cobrado trabajos de los campesinos, que también era cierto, dando un par de nombres cuya paga bastaba para cubrir el gasto de las putas, para que pudiesen comprobarlo, y que apenas nos quedaban las monedas que nos habían encontrado.

Tras el interrogatorio, el juez nos envió al calabozo hasta realizar las comprobaciones oportunas donde nos encerraron en celdas separadas sin contacto con nadie durante toda la mañana y casi toda la tarde.

Poco antes del anochecer, el ruido de la cerradura me hizo pensar que me traían algo para comer, después del ayuno desde la noche anterior. Cuando se abrió la puerta de mi celda, entraron los dos ayudantes del carcelero, que sin decir nada me tomaron uno de cada brazo y me llevaron fuera.

-¿Qué pasa? ¿Dónde me lleváis? ¿Me vais a soltar? Tengo sed. Dadme agua.

Ellos no hablaron. Me llevaron a un habitáculo, directamente a una mesa que había en el centro, colocándome boca abajo, con el pecho sobre ella y los pies en el suelo, quedando ellos delante, mientras me sujetaban las manos para que no me moviese.

-¡Por favor, no me peguéis! ¡No he hecho nada! ¡Lo juro! ¡Yo no tengo nada que ver! ¡Si ni siquiera lo conocía! No me peguéis. Por favor…

Había oído de las palizas que les daban a los presos para que hablasen. En ese momento entró el carcelero.

-Bueno, buenoooo, ¿a veeeer que tenemos aquíiiii? ¡Pero si es un jovencito asesino!

-Señor, yo no he hecho nada, todo esto es un error.

-Pchst, pchst. El guarda de la puerta ha dicho que os vio entrar siguiéndole. Ibais en busca de su dinero, ¿no?

-No, señor, solamente coincidimos en la entrada, pero no lo conocíamos de nada. Nosotros no hemos hecho nada, solamente nos fuimos de putas…

-Vaya, vaya, ¿así que sois puteros, os gustan las putas? ¿Sabes?, a mí sin embargo me gustan más los jovencitos como tú, de culo respingón y apretadito. Me va a encantar rompértelo.

-¿Cómo dice? No lo entiendo. –Nunca había conocido el sexo entre hombres, mis madres sí que se acostaban con hombres y yo siempre lo había hecho con mujeres.

-No te preocupes, que lo entenderás enseguida.

Se situó a mi espalda y bajó de un tirón mis calzones hasta los tobillos. Yo intenté revolverme, pero los carceleros eran más fuertes y no me permitieron más que un leve forcejeo.

Él ya se había bajado los suyos y debía estar ya muy empalmado, pues sentí su polla que estaba como una piedra mientras iba recorriendo la raja de mi culo y dejando un rastro húmedo.

Debía tener un pollón enorme y gordo, pues se encontraba separado de mí, y sin embargo, sentía un buen trozo rozándome. De repente, se acercó hasta quedar pegado, encajando su polla entre mis cachetes, forzando su separación.

Con ella encajada a lo largo de mi raja, sentí como su mano manipulaba mi polla, a la vez que también movía la suya que asomaba bajo mis cojones. Estuvo haciéndolo un buen rato, hasta que consiguió ponérmela algo morcillona.

-Verás cómo te va a gustar y lo que te voy a hacer disfrutar. –Me dijo.

Seguidamente, retiró su polla de mi culo, colocando su punta justo bajo mi ano. Entonces, lanzó un gran salivazo, que restregó por él y que le sirvió para empujar y abrirlo ligeramente. Otro escupitajo para presionar un poco más.

-Ahora viene lo bueno. Prepárate a sentir como nunca lo has hecho.

Y dicho eso, dio un fuerte empujón que clavó el tablero de la mesa en mi vientre, pero que fue lo que menos noté. Su polla entró en mi ano produciéndome un dolor terrible.

En el primer momento, no conseguí articular ningún sonido. Cuando fui consciente de todo el dolor, un terrible grito escapó de mi boca:

-AAAAAAAAAAAAAGGGGGGGGGGGGGGGGGGGGGGGG.

-NOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOO DÉJEMEEEEE. ES HORRIBLEEEE.

-Relájate, disfruta. Me encanta ver como disfrutáis de la follada. –Decía en respuesta a mis gritos.

Con mis movimientos intentaba retirarme de la mesa y sacar la polla de mi culo pero con ello, además de no conseguirlo, estaba haciendo disfrutar más a mi violador.

-Siiiii. Muévete más, putita. Me estás dando mucho placer. –Repetía constantemente.- Cómo me gusta esta visión. Cada vez me excitas más.

Mis movimientos cesaron conforme el dolor disminuyó y mi ano se acostumbró a la invasión. Entonces inició un movimiento de entrada y salida que me hizo gritar nuevamente.

-¿Estás disfrutando? –Me decía el cabrón.

Yo no podía hablar del dolor, solamente gritar e intentar quitármelo de encima, cosa imposible, mientras el añadía al dolor fuertes palmadas en mis glúteos.

No sé cuánto tiempo duro. Pero el martirio se me hizo eterno. Al fin, sentí que me la clavaba hasta el fondo, se quedaba quieto unos instantes y soltaba un gemido de placer, mientras me llenaba el culo con su asquerosa lefa.

-MMMMMMMMMMMMM AAAAAAAAAAAAAAHHHHHHHHHH.

Cuando su erección bajó, se salió de mi culo, dejando un dolor sordo, un fuerte escozor y una extraña sensación de vacío. No sé cómo ocurrió, pero en un instante, me habían vuelto boca arriba y mi cabeza colgaba por un lado. El carcelero colocó un cuchillo en mi cuello y metiendo su asquerosa polla en mi boca, me dijo.

-Como intentes algo o no me la dejes bien limpia, vas a llenar este suelo con tu sangre. –Y presionó ligeramente el cuchillo.

En ese momento, la sensación de mi ano dilatado, dio paso a unas fuertes ganas de defecar, que no pude contener, y solté lo poco que llevaba dentro entre grandes explosiones y dejando un terrible hedor.

Los carceleros se reían y hacían comentarios jocosos, mientras yo chupaba la polla, recogiendo el sabor de su corrida y de mi mierda.

Cuando se cansaron, me dieron un cubo con agua y un trapo y me hicieron limpiarlo todo, sin dejarme subir los calzones. Cuando quedaron satisfechos con la limpieza, volvieron a dejarme en mi celda, donde pude vestirme y recostarme como pude.

Esa noche no pude dormir. Cualquier movimiento me daba fuertes latigazos de dolor y el escozor estaba implantado permanentemente. Increíblemente, mi polla se puso dura la mayor parte del tiempo.

Solamente me toqué la parte dolorida un par de veces, sintiendo la sensación de que se me había salido el intestino y retirándola manchada de sangre.

A pesar de todo, al día siguiente me encontraba bastante mejor. A mediodía, se abrió de nuevo la puerta, acurrucándome, entre grandes dolores, en el rincón más alejado, de nuevo pensando que volvían para repetir la experiencia.

Por suerte no fue así, me sacaron de la celda y me colocaron junto a Peter, que también lo habían sacado.

-Preparaos que vais a ir de nuevo ante el juez. –Nos dijo el carcelero.

Una vez ante él, nos informó que nuestra coartada era correcta y, aunque dijo no creernos, nos dio la libertad.

Conté a mi amigo la amarga experiencia que había tenido y que él no había pasado, pero que lo habían dejado justamente para ese día. Él se encargó de ir a la botica a por cremas y mejunjes, que todos los días repartía con mucha suavidad y risas sobre mi ano, consiguiendo que poco a poco recuperase su apariencia y desapareciese el dolor.

No obstante, lo primero que hicimos nada más ser puestos en libertad fue visitar a las putas. Nada más vernos, empezaron a balbucear frases inconexas excusándose e intentando decirnos que nos habían guardado el dinero, que no habían dicho nada y otras cosas más.

-Por no haber dicho nada, no os mataremos, -dijo Peter- pero entregadnos todo el dinero ahora mismo.

Subimos a la habitación y nos entregaron el dinero que tenían escondido bajo el colchón. No pudimos reprimir la tentación de darles unas fuertes bofetadas y algún puñetazo.

-Ha… Habéis dicho que no nos matarías.

-Y no os mataremos, esto solamente es para que aprendáis.

Seguidamente, Peter se folló a una de ellas y, pese a mi dolor anal, yo conseguí correrme estando de pie, mientras la otra, arrodillada, me hacía una mamada con tal pasión que no he vuelto a tener otra igual.

Les dejamos una buena cantidad por sus molestias y en agradecimiento por sus servicios y nos fuimos de allí.

Peter me dijo que había estado pensando en la cárcel sobre qué hacer si recuperábamos el dinero, y me dijo que debíamos comprar unos pasajes en el barco, así iríamos como pasajeros, en vez de como marineros, que era nuestra primera intención.

Sacamos nuestros pasajes y con lo que quedó, encargamos unas vestiduras que nos hiciesen aparecer como acaudalados, todo esto, siguiendo las instrucciones de Peter. Las ropas las guardamos en nuestra habitación, una vez que nos las entregaron confeccionadas. Todos los días nos las poníamos un rato, sin salir de la habitación, para que no resultasen demasiado nuevas en su momento.

El resto de los días, seguimos trabajando y actuando como hasta entonces, con la salvedad de que no nos emborrachábamos y nuestras visitas a las putas disminuyeron drásticamente, hasta el punto de que llegamos a ahorrar algunos chelines.

Y por fin vino el barco…

La salida fue fijada para un mes después, nosotros hicimos varios trabajos y dejamos la última semana para otro trabajo que me tenía obsesionado: La venganza sobre el carcelero. Matarlo.

El carcelero vivía en una casa adosada al edificio de piedra donde se ubicaba el juzgado y casa del juez en la planta superior y los calabozos y cárcel en la planta calle y sótano. Esta casa estaba hecha de madera, de una sola planta y en ella vivía el carcelero, su mujer y su hija.

Actuamos la noche antes de partir. Abrir la puerta sin ruido, no fue problema para nosotros. Llegar hasta su habitación y sacudirle unos golpes en la cabeza mientras Peter sujetaba a la mujer, tampoco. El problema surgió cuando la mujer, forcejeando, se soltó de Peter e intentó escapar gritando. Tuve que soltar el palo y sujetarla, tapando su boca para silenciarla.

-Como emitas un solo sonido sin que nosotros te lo hayamos pedido, te retuerzo el cuello y te dejo seca. ¿Entendido?… -Al no decir nada, le grité: ¡ENTENDIDO!

Asintió con la cabeza. El carcelero intentó levantarse, pero cayó pesadamente al suelo una brecha en su cabeza hacía que la sangre machase su cara. Estaba bastante más muerto que vivo como consecuencia de los golpes.

En ese momento, apareció la hija en la puerta, alertada por los gritos de la madre.

-¡Papá! ¡Mamá! ¿Qué ocurre? ¿Quiénes son estos…?

Peter estuvo rápido y cayó sobre ella, inmovilizándola y tapando su boca.

Me dirigí a un armario que había y, tras avisarle que cualquier movimiento extraño significaría la muerte de su hija y de ella, solté la mano de su boca, lo abrí y extraje el cinturón de un vestido, que me sirvió para atar sus manos. Un par de pañuelos silenciaron su boca y otro par sujetaron sus pies.

Libre de ella, busqué nuevas prendas para sujetar a la hija y dejarla en la misma posición, quedando libres para rematar al carcelero. Cuando tomé el palo, Peter me interrumpió.

-¡Espera! Se me ha ocurrido una idea.

-¿Qué has pensado?

-Sentir el cuerpo de esa jovencita presionado contra mi cuerpo y desnudo bajo su camisa de dormir, me la ha puesto dura…

-A mí la madre me ha producido el mismo efecto.

-¿Por qué no nos las follamos delante de él, antes de acabar con su vida?

-Me gusta la idea. Adelante.

-Vamos a curarle primero la herida y lo atamos a una silla en la cocina. En cuando se recupere un poco, empezamos con ellas.

Y eso hicimos. Buscamos y encontramos cuerdas con las que atamos en una silla de la cocina al hombre, curamos de cualquier manera la herida de su cabeza y nos dispusimos a esperar a que se recuperase. Mientras tanto, cogimos a la madre, desatamos manos y pies y la llevamos también a la cocina, le quitamos su camisa de dormir, dejándola totalmente desnuda y la tumbamos sobre la mesa, boca arriba, las manos las atamos a las patas de un lado, y las piernas, las atamos dobladas, muslo con tobillo y luego, bien abiertas a las otras patas, quedando totalmente expuesta.

La verdad es que estaba muy bien. Sus tetas grandes, pero no en exceso, sin tripa, un hermoso culo y un coño escondido bajo una suave pelambrera. Sus rodillas y manos evidenciaban las horas de fregar suelos, platos y lavar ropas, pero no afeaban el conjunto.

Yo me dediqué a lamer su cuello, sus pechos y chupar los pezones, mientras mi amigo acariciaba sus muslos y besaba los labios de su coño. Los pezones empezaron a crecer y ponerse duros, al tiempo que coño empezó a abrirse también poco a poco.

-MMMMMmomimto. Djmme pfooo –Se le oía decir mientras las lágrimas recorrían su cara.

No le hicimos caso, siguiendo con lo nuestro. Peter se chupaba el dedo y se lo iba metiendo por el ano. Pronto lo mojaba metiéndoselo en el coño para seguir dilatando su ano, cosa que no le resultó nada difícil.

-Pffff. Pffff. –Eran los nuevos sonidos de ella.

De repente empezó a gemir más fuerte y a tensarse como si tuviese convulsiones.

-MMMMMMMMMMMM. MMMMMMMMMMMMMMMMMMM

-Ja, ja, ja. Se ha corrido. –Dijo Peter.

La dejamos recuperarse y mientras nos volvimos a mirar a nuestro prisionero. Se había recuperado bastante su boca tapada también emitía sonidos apagados que no habíamos escuchado mientras estábamos entretenidos.

-Bueno, bueno, mi querido carcelero. Como sé que te gusta ver cómo disfrutan los demás, te vamos a ofrecer un espectáculo que te va a encantar: Nos vamos a follar a tu mujer y tu hija por todos sus agujeros.

-NNNNNNNNNNN HIMPTA NNNNNNNNNNNNNNNN –Decía él.

-NNNNNNNNNNN MMMHA NNNNNNNNNNNNNNN. Decía ella.

Nos desnudamos y Peter me cedió el primer turno, por lo que me acerqué a ella, la forcé a colocar su culo en el borde de la mesa y me decidí a metérsela por su ano, que se encontraba lubricado por las manipulaciones anteriores y por el flujo que escurría de su coño.

Primero apoyé la punta, haciendo una ligera presión, mientras con mi mano acariciaba su coño por encima de su pelambrera. Poco a poco fue entrando, mientras sentía como ella se iba excitando nuevamente, a pesar de los esfuerzos que hacía para que no se le notase.

No buscaba hacerle daño, al contrario, quería que disfrutase y que el cerdo de su marido la viese hacerlo para humillarlo al máximo.

Poco a poco ella fue relajando su ano, a la vez que su coño volvía a soltar líquidos y ella gemía de nuevo.

-MMMMMMMMMMMMM.

-Peter, quítale la mordaza. Y tú, si se te ocurre gritar, os matamos a los tres.

Una vez con la boca libre, ya no se cortó lo más mínimo.

-AAAAAAAAAAAAAAAAHHHHHHHHH SIIIII AAAAAAAAAAAHHHHHHHHHHHH.

-Por favor, Peter, ciérrale la boca. Se va a enterar toda la ciudad.

Peter se subió a la mesa, se arrodilló sobre ella, sentándose sobre sus tetas y le metió la polla en la boca. Los sonidos cambiaron nuevamente.

-MMMMMMMMMMM GLLLLLUPPPP

Yo empecé a follar su culo, sin dejar mis caricias sobre su coño, pero también sin permitir que su orgasmo llegase por mi acción sobre su clítoris.

A pesar de todo, no tardó mucho en alcanzar su segundo orgasmo, y poco después me corría en su culo.

Peter siguió follándosela por la boca un rato más, hasta que, debiendo estar a punto de correrse, se bajó de la mesa, la volvió a ajustar al borde y se la metió por el coño, encharcado desde hacía rato.

Yo me incliné sobre ellos y estuve dando lengüetazos en el clítoris de ella y rozando la polla de él en algunos momentos. Un nuevo y largo orgasmo la sacudió, al sentir la corrida de mi amigo en su interior.

Tras esto, llevamos a la hija a la cocina, soltamos a la mujer y nos dispusimos a descansar, pidiendo a la mujer que preparase algo rápido de comer y beber. Intentó ponerse su camisa de dormir, pero se lo impedí.

Preparó algunos embutidos y salazones, de las que dimos buena cuenta a la vez que las acompañábamos de unas pintas de cerveza, mientras contábamos a la mujer y a la hija las actividades del cabrón en la cárcel con los presos, todo ello ante la mirada de odio del carcelero.

Cuando terminamos me acerqué al carcelero y, con el mismo cuchillo que había cortado la comida, corté de abajo arriba su camisa de dormir dejando su cuerpo descubierto.

-Chúpasela hasta que esté a punto de correrse, pero que no lo haga. –Le dije a la mujer.

-No sé hacerlo. No la he chupado nunca, me da mucho asco.

-Pues empieza ahora y verás cómo aprendes rápidamente y se te pasa el asco.

-No, por favor, dejadnos ya. Ya os habéis divertido bastante. Marchad por favor.-Dijo con voz suplicante.

-Todavía nos queda tu hija. –Le dije.

-Noooo. Mi hija nooo. Haced conmigo lo que queráis, pero dejad a mi hija.

-Ponte a chupársela y procura que se le ponga bien dura.

Se arrodilló entre sus piernas e intentó meterse la polla en la boca. Lo hizo con torpeza, y dado el descomunal tamaño de la polla, tanto en longitud como en grosor, no le resultaba fácil.

-Pásale la lengua lamiéndola en toda su longitud, y recréate en la punta, métetela en la boca y acaríciala con la lengua. –Le dije.

Poco a poco fue lamiendo la polla, se metía la punta en la boca y se veía mover la lengua dando vueltas a su alrededor. La polla de su marido, que inicialmente estaba dormida, fue despertando poco a poco hasta que alcanzó todo su tamaño y ya no cabía en la boca de la mujer.

En ese momento, le pedí que se lo follase. Ella se situó frente a él, colocó una pierna a cada lado y, sujetando la polla y apuntando a su ano, fue metiéndosela poco a poco.

Con la polla encajada completamente, empezó un movimiento circular con el culo.

-¡Detente! No te muevas. Abrázalo y pégate bien a él.

Hizo lo que le pedía. Su abrazo incluía la silla, a la que procedí a atar sus manos para que no pudieran separarse. Hecho esto, forcé y sujeté las piernas de él para que quedasen abiertas al máximo…

-¿Qué estás haciendo? –Me pregunto Peter.

-Voy a capar a este cabrón. No quiero que vuelva a follar a nadie más. Así que tú –dirigiéndome a ella- aprovecha los últimos momentos.

-NNNNNNNNNNNNNNNNNNN NNNNNNNNNNNNNNNNNNNNNNNNN

Intentaba gritar él al tiempo que se movía lo poco que le permitían las sujeciones.

-¿Pero sabes hacerlo?

-He ayudado a hacerlo con muchos animales. Este no es otra cosa que un cerdo más.

Con la ayuda de Peter, tomé el cuchillo y lo acerqué a la parte del escroto donde resaltaba el testículo que Peter sujetaba.

Con el cuchillo, hice una incisión en la piel hasta que pude soltar el testículo. Luego hice lo mismo con el otro. Luego, viendo que goteaba sangre y no queriendo acabar con él tan pronto, busqué por la casa y encontré una madeja de lana preparada para hacer jersey, de la que tomé un trozo con el que até fuertemente el escroto para que no sangrase.

Fue una suerte que estuviese amordazado, porque no hubiésemos podido aguantar sus gritos.

Una vez terminado solté a la mujer y le pedí que me la chupase para seguir follando, ella lo hizo entre lágrimas y acciones torpes, pero consiguió el objetivo. La hice colocarse boca abajo sobre la mesa, pero dejando sitio para llegar a su clítoris.

Se la metí despacio, hasta que los cuerpos chocaron. Estuve un buen rato follándola despacio, al tiempo que acariciaba su clítoris. Cuando nuevamente excitada empezó a gemir, aceleré mis envestidas y las caricias buscando que alcanzase su placer porque yo estaba al límite de mi aguante.

Pronto me recompensó con su explosión y pude correrme de una vez ya.

-AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHH

-SIIIII. Yo también me corrooo.

Después de mí, Peter, que volvía a estar excitado, le pidió que terminase de ponérsela dura con la boca, para luego colocarla en la misma posición y encularla.

-Tiene el culo más abierto que he visto nunca, casi no la siento. –Dijo.

La hicimos apretar fuerte las piernas y así consiguió follarla. Le hacía aflojar y apretar las piernas, según su excitación, hasta que ella obtuvo otro orgasmo más y el acabó en sus intestinos.

A ella la vimos agotada, por lo que la dejamos sentada en el suelo, donde poco a poco fue resbalando hasta quedar tumbada, de lado y con los ojos cerrados.

Entonces, tomé a la hija, la desnudé y coloqué boca abajo en la mesa, situándome tras ella. El padre intentaba gritar para que la dejásemos. Estábamos colocados de forma que él nos veía desde atrás, pero sin detalle, por lo que, no queriendo hacer más daño del necesario, me dediqué a frotar mi polla por el exterior de su raja, en movimientos atrás y adelante, mientras la presionaba con mi mano, haciéndome una paja con su coño y clítoris. Indiqué a Peter que se la fuese follando por la boca, porque dudaba de que ella supiese chuparla.

Los apagados gemidos y lloros del padre se escuchaban de fondo. Pronto se unieron los gemidos de la hija, también apagados por la polla que amordazaba su boca y contenidos cuando tosía y expulsaba babas, hasta que con un último gemido, la recorrió un temblor, señalando su orgasmo.

Entonces pedí a Peter cambiar para que hiciese lo mismo que yo. El siguió masturbándose con el coño de la niña y yo follándole la boca. Ninguno de los dos tardó mucho, pero la niña nos ganó alcanzando otro que hizo que nos corriésemos casi conjuntamente.

Nos retiramos dejándola sobre la mesa, tosiendo, escupiendo leche, que también le escurría de su pubis junto a sus propios líquidos que caían por sus piernas.

Ya empezaba a amanecer, por lo que dejamos a las mujeres y nos encaramos con él.

-Has tenido mucha suerte, cabrón. Había venido a matarte sin que llegaras a enterarte de lo que había pasado, pero todo ha salido distinto a lo planeado. –Le dije.- pero de esta no te libras. Voy a cortarte la polla, y espero que mueras desangrado. Y si sobrevives, por lo menos no podrás violar a más hombres y mujeres.

Y eso hice, con el mismo cuchillo le corté la polla a poca distancia de la base, corté también las cuerdas que lo sujetaban, lo que le hizo llevar sus manos rápidamente a la tremenda hemorragia y nos fuimos rápidamente a nuestra habitación. Nos lavamos y cambiamos de ropa, poniéndonos las nuevas y con nuestro pequeño equipaje ya preparado anteriormente, nos fuimos al barco, al que subimos por separado con un breve intervalo.

Escasos minutos después, terminaron la carga de provisiones, mercancías y prisioneros y comenzó la maniobra de desatraque. Estábamos a unos pocos metros cuando se acercaron los hombres del sheriff preguntando a gritos si habían subido una pareja de delincuentes, a lo que el capitán respondió que abordo solamente había un matrimonio y dos importantes comerciantes que habían llegado por separado.

Los soldados se fueron y el barco partió hacia las nuevas tierras.

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