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Relato erótico: “Noche descontrolada” (POR DOCTORBP)

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verano inolvidable2Era la primera vez que Roberto iba al pueblo de su novia. Sentía una mezcla de sentimientos puesto sin-tituloque sabía lo importante que era ese mundo para ella y deseaba por fin poder formar parte de aquello y no cagarla en el intento.

Habían salido con el coche temprano y no tardarían mucho en llegar. El planning del día era sencillo: llegar a la casa donde les recibirían los padres de ella, dejar todo lo que llevaban en el coche necesario para el tiempo que iban a pasar allí, comer tranquilamente y por la tarde irían a recorrer algunos de los lugares que ella tantas veces le había explicado y conocer a algunos de sus amigos con los que ella tanto había compartido. Seguramente por la noche saldrían ya que era el fin de semana grande de las fiestas y al día siguiente él tendría que regresar puesto que no tenía vacaciones.

Mercedes estaba entusiasmada viendo los altos árboles que pasaban rápidamente junto a ellos a medida que el coche avanzaba en dirección a su pueblo. Por fin llegaba. Durante todo el año esperaba la llegada de aquellas fechas, las fiestas de su pueblo, lo único que hasta ahora había sido más importante que cualquier otra cosa, incluido Roberto. Pero este año era diferente, esta vez pensó que ya era el momento en el que esto cambiara y que él debía formar parte de aquello y así podría disfrutar conjuntamente de las cosas que más deseaba: Roberto y esa mezcolanza de todo lo que siempre han significado esas fechas tan importantes para ella.

A pocos kilómetros de la entrada al pueblo, Mercedes empezó a explicarle a Roberto cada una de las cosas que iba divisando como si de un guía para turistas se tratara incluyendo pequeñas anécdotas vividas en años anteriores. Sin duda su entusiasmo era evidente. Una vez dentro del pueblo también le explicó todo lo que pudo: casas donde vivían amigos, lugares donde se reunía con ellos, campos en los que trabajan algunos vecinos o historias que ya le había contado otras veces.

Al llegar al destino, los padres de ella salieron a recibirlos tal y como habían quedado y mostraron la casa a Roberto mientras Merche iba sacando cosas del coche. Cuando se hubieron instalado tuvieron un momento de intimidad en la habitación, situada en la planta alta de la vivienda:

-¿Qué te parece? – le dijo ella.

-Es estupendo, tenía muchas ganas de estar aquí. Ven… – y se le acercó para darle un beso que ella recibió gustosamente.

-Mi madre me ha dicho que han preparado una paella. ¿Quieres descansar un rato o bajamos ya a comer?

-No, no, vamos ahora, que no quiero que tu madre se piense cosas raras.

-No seas idiota. Anda vamos.

Mientras bajaban al piso inferior donde estaba el salón Merche continuó la conversación:

-¿Qué querrás hacer esta tarde?

-Lo que tú quieras. Quiero que estos días actúes como siempre lo has hecho. No quiero que mi presencia cambie todo lo que esto significa para ti. Sé lo importante que es y no quiero que te preocupes por mí ni un solo segundo…

-Pero… – le interrumpió ella.

-… pero nada, ¿me lo prometes?

-Está bien… pero que sepas que tú no… bueno, de acuerdo, te lo prometo. Ya está.

Merche no sabía cómo explicarle que no necesitaba prometer nada, que era él el que no debía preocuparse por fastidiarle nada. Pero se limitó a contentarle haciéndole aquella absurda promesa que no significaba nada, pero que serviría para que Roberto se relajara y no se tomara aquella estancia como una prueba de su amor.

La comida transcurrió normalmente con los típicos formalismos entre yerno y suegros. Al terminar, Merche les preguntó a sus padres si Damián había llegado ya, a lo que respondieron afirmativamente. Damián era el vecino de toda la vida de Merche y su mejor amigo del pueblo. Le había hablado muchas veces de él a Roberto y estaba deseosa de que se conocieran así que le dijo a su novio que ya sabía lo que iban a hacer primero: visitar a Damián. Por desgracia no estaba en casa, pero sus padres le indicaron donde podía estar. No hacía falta que ellos se lo dijeran, sin duda estaría en el bar de la plaza, punto de reunión de todos los jóvenes del pueblo.

-Bueno, pues vamos entonces al bar – le dijo Merche a Roberto.

-Es el que me has indicado cuando pasábamos con el coche por la plaza, ¿no?

-Efectivamente, seguro que Damián está allí. Y con un poco de suerte nos encontraremos con más gente.

Como bien sabía Merche, Damián se encontraba en el bar y junto a él estaba la mayoría de gente de la cuadrilla. El bar era el punto de reunión habitual de todo aquel que tuviera intención de salir, tomar algo, echar unas partidas o simplemente pasar el rato y, por lo tanto, siempre estaba atestado de gente.

-¡Hola chicos! – saludó Merche al entrar en el bar y ver a su grupo de amigos entre los que se encontraba Damián.

-¡Hola Merche! – respondieron la mayoría al unísono.

-Mercedes, se me hace raro oír como aquí todo el mundo te llama Merche – le dijo Roberto por lo bajo mientras se acercaban a la mesa.

-Seguro que esta noche ya te habrás acostumbrado y tú también acabarás llamándome así sin darte cuenta… mira, este es Damián. Os presento: Damián, Roberto. Roberto, Damián.

-¡Hombre! Pero si es el famoso Roberto. Ya teníamos por aquí muchas ganas de conocerte. Pensábamos que Merche nunca te traería por estas tierras – le dijo Damián.

-Pues sí, ha costado, pero por fin estoy aquí y puedo conoceros a todos, aunque me ha hablado un montón de vosotros. Encantado.

Y así, Merche para todos y Mercedes para uno, fue presentando a su novio en sociedad. Tras los instantes más cohibidos iniciales y las conversaciones tópicas de rigor, con la ayuda de unas cervezas y la hospitalidad de los amigos de Merche, la cosa comenzó a fluir y al poco rato Roberto era uno más. Merche se sintió contenta, sabía que aquello iba a pasar, pero se alegró por él, lo había visto tenso durante el viaje y verlo ahora relajado, integrado con sus amigos le dio una satisfacción solo interrumpida por lo que pasó a continuación.

En la otra punta del bar comenzaron a oírse unos gritos. Merche sabía bien lo que estaba pasando. Algún idiota ya estaba provocando una pelea. Y seguramente se trataba de alguno de esos mocosos que se creen que por ponerse chulitos pueden comerse el mundo y, realmente, lo único que se podía comer era un buen guantazo de alguno a los que estaban provocando. Aquel idiota de no más de 20 años se estaba poniendo tonto con un tío de unos 30 años harto de trabajar en el monte y que sólo su mano era más grande y gruesa que la cabeza de aquel niñato.

Merche no estaba por la labor de ver cómo acababa aquel espectáculo bochornoso con lo que propuso que se fueran a otro lado. Ya era hora de cenar así que decidieron ir a una pizzería en el pueblo para después salir de marcha. Durante la cena, Roberto fue intimando cada vez más con los amigos de su novia. Sobre todo con Damián. En un momento en el que éste y su mejor amiga se quedaron solos Damián le comentó:

-Merche, estoy muy contento por ti. Roberto es un tío muy majo. Se ve que te quiere y que es un buen tío. Me alegro de veras por ti.

-Muchas gracias, Damián – le contestó ella y le dio un tierno abrazo como tantos otros le había dado en las múltiples ocasiones en las que estos 2 se habían ayudado ya sea con palabras como era el caso o de cualquier otra forma. –Eres un cielo – concluyó.

Cuando terminaron de cenar estuvieron decidiendo dónde irían. Roberto, más integrado que nunca, dijo que lo mejor sería ir primero a tomar algo y luego, ya con algo de alcohol en las venas, salir a darlo todo. Parecía que estaba animado. Todos estuvieron de acuerdo con su propuesta así que el grupo de chicos y chicas, todos en torno a los 25 años, se marcharon hacia el centro del pueblo, lugar en el que estaba situada la orquesta. Allí podrían comprar bebida y bailar la típica música que suelen tocar en este tipo de acontecimientos.

Una vez en mitad del gentío, Roberto se alejó ligeramente del grupo para contemplar a Mercedes. Estaba preciosa, morena, con el pelo recogido que dejaba ver sus orejas con más de un piercing. Llevaba una camiseta corta que dejaba entrever su ombligo y unos tejanos que, sin ser ajustados, marcaban su preciosa silueta. La veía bailar y se daba cuenta de lo afortunado que era, de lo mucho que le gustaba y lo mucho que la quería. Se movía con tal gracia que su atractivo rebosaba hasta inundar el lugar y eclipsar al resto de chicas que estaban a su alrededor. Mercedes era preciosa.

Junto a Mercedes estaba Damián, su mejor amigo. Un chico joven (tenía 23 años, 4 menos que Mercedes), alto y fuerte y, seguramente, también era guapo pensó Roberto. Quiso borrar cualquier mal pensamiento que le fuera a venir a la mente y pensó que su novia era afortunada al tener un amigo tan especial. Realmente, Damián parecía un buen tipo.

Tras bailar un rato con la música de la orquesta, jugar a algún juego en los puestos de feria que había dispersos por el pueblo, hacer unas cuantas tonterías, reír mucho y, sobre todo, beber lo suficiente, decidieron que podían ir a algunos de los garitos del pueblo. Ya era una buena hora para que el ambiente, constituido básicamente por gente joven del mismo pueblo y de los de alrededor, fuera bastante bueno.

Eran las 3 de la madrugada y habían pasado un par de horas yendo de un garito a otro bailando y bebiendo cuando Merche se dio cuenta de que no sabía dónde estaba Roberto. Empezó a mirar de un lado a otro intentando divisarlo en el local en el que se encontraba. A uno de los lados, a unos 5 metros escasos divisó a Damián. Lo llamó pero la música estaba demasiado alta como para que la oyera así que se acercó a él. Estaba de espaldas así que le rodeó con el brazo acariciándole el pecho para llamar su atención y se le arrimó lo más que pudo para gritarle al oído:

-¿Has visto a Roberto? ¿sabes dónde está?

-No tengo ni idea. No lo he vuelto a ver desde que me tiró la copa en el otro sitio – y se rió recordando lo cómico del momento.

-Anda, ¿por qué no me ayudas a buscarlo?

-Tranquila, estará con alguien. ¿No ves que nos hemos desperdigado todos?

-Va, por fa…

-Está bien, quédate aquí. Voy a dar una vuelta por fuera a ver si lo veo.

-Gracias – le dijo Merche y se lo agradeció con un piquito ante el cual Damián no se sorprendió ya que era un gesto habitual, señal de la gran confianza que había entre ambos.

Mientras, Roberto, en la calle, intentaba encontrar a su novia. No sabía cómo se había despistado, pero el caso es que se había quedado solo. Cuando se quiso dar cuenta, en el bar del que acababa de salir, se había visto rodeado de extraños y no quedaba ni rastro de Mercedes ni ninguno de sus amigos. Ni siquiera le sonaba la cara de alguien del pueblo, todos debían ser de los alrededores. Entonces, tras asegurarse que en aquel lugar no había ningún conocido salió a la calle en busca de Mercedes o, en su defecto, alguien mínimamente conocido.

Tras revisar cerca del centenar de rostros se encontró con un grupo de chicos jóvenes que estaban montando un follón considerable. Entre ellos una cara le resultó familiar.

-Hola, perdona – le dijo acercándose a él – Tú eres del pueblo, ¿verdad?

-¿Y a ti qué te importa de dónde soy? – le contestó en tono desafiante el chaval.

-Disculpa, pero es que estoy buscando a Mercedes y…

-¿Mercedes? ¿Quién coño es Mercedes? – le interrumpió.

-¡Ups! Lo siento, tal vez me haya equivocado…

-No espera, ya sé quién eres… tú eres el novio de Merche, ¿me equivoco?

Roberto empezó a mosquearse. Estaba convencido que aquel chico le había reconocido desde un principio así que se dispuso a vacilarle.

-Sí, correcto, de Mercedes, de Mercedes.

-Mercedes Benz… ¡no te jode! – y todos sus amigos soltaron una fuerte carcajada – Mi amiga se llama Merche y ser su novio no te da derecho a cambiarle el nombre.

-Lo que pasa es que tú no eres ni tan siquiera su amigo – le espetó Roberto ya bastante encendido.

-Mira tío, te he dicho que mi amiga se llama Merche.

El chaval se estaba poniendo bastante pesadito y sus argumentos no eran demasiado de peso por no decir que lo que decía era un sinsentido así que Roberto intentó desviar la atención y, de paso, conseguir lo que pretendía.

-Bueno, ¿la has visto? ¿sabes dónde la puedo encontrar?

-Tío, no me jodas. Déjame en paz y márchate que ella aquí siempre ha estado muy bien sola. No necesitamos que venga ningún novio toca pelotas a jodernos las fiestas.

-Es igual, ya buscaré yo solito a Mercedes.

Al oír nuevamente ese nombre, al chico se le cruzaron los cables y le arreó un puñetazo a Roberto al cual pilló desprevenido y cayó al suelo. Mientras lo hacía supo de qué le sonaba la cara de aquel desgraciado. Era el chico que buscaba pelea en el bar del pueblo. Al parecer no se había quedado contento y ahora él era el destino de su ira provocada por sus más que probables traumas infantiles.

-Mierda – pensó, lo último que quería era pelearse la primera vez que visitaba el pueblo de Mercedes – Merche, mierda, Merche – se dijo así mismo y se quedó en el suelo, en posición fetal, deseando que aquel loco se calmara y desistiera de seguir con lo que sea que pasaba por su mente cuando le soltó el puñetazo, para evitar que aquello fuera a mayores y, con un poco de suerte, que Merche – sí, Merche, sí – ni se enterara de aquello.

Pero aquel personaje no parecía estar por la labor y le lanzó una patada a las costillas que Roberto pudo medio evitar con el brazo. Por suerte, cuando el joven vándalo se disponía a lanzar la segunda patada vitoreado por todos sus amigos apareció Damián quién gritó mientras corría hacía ellos.

-¡Yeray!

El pateador se detuvo al escuchar su nombre y alzó la cabeza para ver llegar a Damián.

-Yeray, tío, ¿qué coño estás haciendo?

Roberto, al escuchar a Damián se levantó del suelo. Estaba avergonzado porque lo viera en aquella situación, pero al mismo tiempo se alegró enormemente de su llegada. ¿Qué habría pasado si no hubiera aparecido? No quería ni pensarlo.

-Hombre Damián, ¿has venido al rescate del chico de tu amiguita? ¡No me jodas! Será que no te revienta que se esté cepillando a tu queridísima Merche… ¡no me digas que no te jode! O acaso es que como ya te la has tirado te sientes culpable y por eso vienes a ayudarlo, para sentirte bien contigo mismo…

-Basta ya, Yeray. Nos vamos y deja de hacer y decir gilipolleces.

Roberto se sorprendió con el cambio de actitud de aquel chaval, el tal Yeray. Antes de la llegada de Damián no parecía tener tanta labia, más bien todo lo contrario. Y entonces se dio cuenta de que la actitud con él había sido porque de antemano estaba buscando pelea. Aquel chaval era odioso.

Mientras tanto, en el local en el que Damián y Merche se habían despedido se oyeron unos gritos.

-¡Pelea, pelea!

A Merche no le extrañó. Estas cosas eran más habituales de lo que le gustaría en este tipo de fiestas. Siempre había enemistades entre pueblos, viejas rencillas entre “machitos” que aún estaban pendientes o, simplemente, nuevas trifulcas por culpa del alcohol o las mujeres. A saber… Sin embargo se preocupó más cuando una de sus amigas le dijo que saliera, que en la pelea había alguien conocido. Pensó en Damián. Acababa de salir a buscar a Roberto y, aunque era un trozo de pan, muchos podían tenerle ganas precisamente por eso. Sólo de pensar que pudiera ser él, sintió pánico y su subconsciente la traicionó. Pensó en los muchos chicos que podían envidiarle por ser su mejor amigo, por tener esa relación tan íntima que tenían. Intentó calmarse, pero la rabia la consumía cada vez que tenía ese tipo de pensamiento. Ella sabía lo mucho que atraía a los hombres, sabía lo guapa, atractiva que era, pero se negaba a afrontarlo, se sentía mal con ese pensamiento y lo ocultaba siempre que podía.

Cuando llegó al lugar de la pelea escuchó a Yeray cómo le decía a Damián las palabras que tanto le dolieron.

-…te revienta que se esté cepillando a tu queridísima Merche… ¡no me digas que no te jode! O acaso es que como ya te la has tirado te sientes culpable y por eso vienes a ayudarlo, para sentirte bien contigo mismo…

Pero más le dolió ver que había sido Roberto el que… ¡maldito Yeray! ¡puto niñato! La rabia la inundó, pero se obligó a calmarse para controlar la situación y se acercó a Roberto y Damián.

-¿Qué ha pasado?

-Tranquila, no ha sido nada – le contestó Damián.

-Lo siento – le dijo Roberto.

-No tienes que sentir nada, mi amor. ¿Estás bien? – y lo besó antes de que pudiera contestar. Cuando sus bocas se separaron miró a Yeray con todo el desprecio que pudo y sus miradas se cruzaron durante unos segundos en las que él le mantuvo la mirada, desafiante. Merche se giró y los 3 tres se fueron hablando sobre lo que había pasado.

Roberto les convenció para que no se marcharan. Aún estaba empeñado en no fastidiar la noche de su chica e hizo el esfuerzo para que todo siguiera como si el incidente con Yeray no hubiera ocurrido. Así que se marcharon a otro local. Sin embargo, a pesar de todos sus esfuerzos, al cabo de una hora aproximadamente, empezó a encontrarse mal. Estaba cansado del viaje y el costado izquierdo le dolía ligeramente debido a la patada de Yeray. Por suerte, el puñetazo no había tenido demasiadas secuelas. Se acercó a Damián y le explicó cómo se encontraba. Le dijo que debía marcharse a casa, pero no quería estropear la noche a Mercedes.

-Tranquilo, si quieres te acompaño a casa. A Merche le decimos que estás cansado del viaje y que las 4 y media de la mañana ya es buena hora para que te vayas a descansar porque mañana vuelves a pillar el coche.

-Gracias, tío, te lo agradezco.

A Merche no le hizo mucha gracia la idea, pero volvió a pensar que la mejor forma de hacer que Roberto se sintiera mejor era quedarse de fiesta como habría hecho si no hubiera pasado nada así que accedió a regañadientes.

En cuanto Roberto se hubo marchado con Damián, Yeray entró al local sin que ninguno de ellos se percatara, pero Damián divisó rápidamente a Merche y cómo su novio y su mejor amigo abandonaban el local. Así, se dirigió directamente hacia ella.

El local estaba abarrotado y la música muy alta así que Merche no se dio cuenta de quién se acercaba hasta que lo tuvo prácticamente encima. Al verlo se asustó, no se lo esperaba y toda la rabia que había acumulado hacía una hora ya se había disipado. Sin embargo, la rabia que le tenía normalmente ya era suficiente como para cantarle las 40. Y justo cuando parecía que Yeray le iba a decir algo, pasó de largo sin mirarla, ignorándola por completo. Nuevamente la rabia volvió a crecer, pero el muy gilipollas había desaparecido entre la multitud. Yeray era un chico de Canarias que siempre que tenía ocasión venía al pueblo y, siempre que lo hacía, por un motivo u otro, había polémica, normalmente en forma de peleas. No era más que un niñato de 19 años que creía saberlo todo y que todo el mundo debía hacer lo que él quería en cada momento. Era de piel morena, con el pelo claro sin ser rubio del todo. Estaba fuerte y, si no fuera por el tipo de persona que era, Merche habría considerado que incluso era guapo.

No pasó mucho tiempo, cuando, estando despistada oyó que alguien le decía algo. No lo escuchó muy bien y entonces se lo repitieron mientras la cogían de la cintura.

-Lo siento – le dijo Yeray.

-¡No me toques! – le espetó ella mientras le apartaba la mano de la cintura con un brusco gesto al darse cuenta de quién era.

-Digo que lo siento – insistió él – No sabía que fuera tu novio.

Pero el ruido era ensordecedor.

-No te oigo – le dijo ella. Y él volvió a cogerla de la cintura para acercarse – He dicho que sin tocar – insistió y él apartó la mano antes de que ella volviera a golpearle.

-Está bien. – Y se fue. Ella se quedó con las ganas de saber lo que le había dicho. Aunque se esforzó por no darle importancia.

Merche seguía rodeada de algunas de sus amigas. Estaba bailando mientras pensaba si Roberto estaría bien. Se auto convenció de que con Damián estaba en buenas manos y se dejó llevar por la música y el alcohol que llevaba en el cuerpo. Algunos chicos se acercaron a ella y se pusieron a bailar para impresionarla. Lo de siempre, ya estaba acostumbrada a ello así que no le dio la mayor importancia y les siguió el juego hasta que se cansaban y se iban. Mientras ninguno de ellos insistiera más de lo debido no había problema. Uno de los chicos bailaba muy bien y se arrimó más de la cuenta. No pensó que fuera peligroso así que le siguió el rollo.

Yeray estaba viendo la escena y pensó que era el momento para un nuevo acercamiento. Se acercó a la pareja de baile en el momento en el que el chico estaba en la espalda de Merche. Le dio un empujón lo suficientemente fuerte como para apartar al chico y lo suficientemente sutil como para que ella no se percatara de la maniobra. Y lo consiguió. Siguió bailando con ella sin apartarse de su espalda. Intentó un acercamiento más arriesgado acariciándole la espalda. Al ver que ella aceptaba se envalentonó y se arrimó lo más que pudo frotándole la espalda y arrimando el paquete hasta su culo.

Cuando Merche sintió las manos de su improvisado acompañante de baile pensó en apartarle y cortar el acercamiento, pero le permitió acabar la canción. Total ya no quedaría mucho. Sin embargo, el muy idiota se arrimó más y empezó a palparle descaradamente la espalda. Sin duda se había sobrepasado y había perdido la oportunidad de seguir calentándose con el baile y las caricias simples en la espalda. Pero justo cuando iba a separarse de él y marcharse, el tío la sorprendió arrimándose aún más hasta… ¿qué era eso? Un enorme y duro bulto chocó contra su culo. No se lo podía creer. No sabía si reír o darse la vuelta y darle una ostia al tío. Lo que estaba claro es que tenía una buena herramienta y que el baile le había excitado más de lo que ella se pensaba. Entre la sorpresa por lo inesperado y la situación que le pareció más cómica que excitante decidió darle una oportunidad para ver qué hacía. Rodeada de sus amigas como estaba no corría ningún peligro. ¡Sus amigas! En ese momento se fijó en ellas que la miraban extrañadas. ¿Qué pasa? pensó y se dio la vuelta para encontrarse con el dueño de “aquello”. En ese instante la situación dejó de parecerle cómica. Lo malo es que tampoco le resultó desagradable. Jamás pensó que el niñato tuviera… ¿¡pero qué estaba pensando!?

-Hola Merche, bailas de puta madre – le soltó mientras la cogía de la cintura, esta vez, sin que ella le apartara la mano.

-Estás muy pesado esta noche – se le ocurrió decir.

-¿Lo dices por lo que me pesa esto? – le dijo el muy soez mientras se agarraba el paquete con la mano que tenía libre.

-Eres un asqueroso – pero no pudo reprimir fijarse en lo abultado que lo tenía y… ¡no! No podía seguir pensando y para evitarlo dijo lo primero que se le pasó por la cabeza – Oye, ¿qué me has dicho antes?

-¿Cómo? No te oigo –y puso la otra mano también sobre la cintura de ella de forma que la tenía rodeada. Ella le retiró la mano, pero dejó la que ya estaba antes. Se le acercó más al oído.

-Que digo que qué me dijiste antes.

Y mientras le repetía la pregunta se dio cuenta que realmente no le importaba, que no sabía que hacía hablando con este tipo y que…

-Que Damián me ha dicho una cosa para ti cuando se han ido – la interrumpió de sus pensamientos. ¿Era posible? Seguramente estaba mintiendo. Damián jamás confiaría en él para darle un recado, pero… ¿y si era importante y no había nadie más a quién decírselo? Tal vez era algún problema con Roberto… No, no podía ser… el niño la estaba vacilando… Pero sabía que se habían ido así que…

-¿Y qué te ha dicho?

-Si te portas bien luego te lo digo.

Y se fue. ¡Pero será idiota! pensó. Este tío es… ¡lo odio! Se convenció que le había vacilado y lo dejó pasar.

Serían las 5 y media de la mañana cuando volvió Damián. Le dijo que todo había ido bien y que su novio estaba durmiendo perfectamente como un lirón. Al oír esas palabras, Merche se relajó, se quedó tranquila y maldijo a Yeray por haber conseguido que la estancia de Roberto en las fiestas finalmente la hubiera turbado. Sin saber si era debido a la relajación o que Damián se había portado tan bien se fijó en él y, aunque ya lo sabía, pensó en lo guapo que era. En ese momento se habría acercado a él y lo habría besado. No le dio el pico que se merecía por miedo a darle algo más que eso. Se asustó de sus pensamientos y se aterrorizó al pensar el motivo que los provocaba. Desde el maldito baile con Yeray… lo había intentado ocultar, pero se había excitado y ahora tenía ganas de estar con Roberto y hacer el amor juntos por primera vez en su pueblo. Se relajó un poco al pensar que es lo que haría justo cuando llegara a casa.

A las 6 de la mañana Damián propuso cambiar de local. Era tarde así que visitarían el último y después a por unos churros con chocolate como ya era tradición en la pandilla. A Merche lo que le apetecía era llegar a casa y pegar un buen polvo, pero si lo decía era Damián quién la acompañaría y… al escucharle decir la palabra churro Merche únicamente pudo pensar en una cosa así que decidió que lo mejor sería no quedarse a solas con él… qué guapo estaba… Tenía que pensar algo rápido y se le ocurrió decir que estaba esperando que una chica volviera del garito de enfrente con la que había quedado para volver a casa. No parecieron muy convencidos, pero les dijo que había quedado con ella antes de saber si Damián volvería y eso pareció convencerles definitivamente.

Cuando se iban, Merche pensó en preguntarle a Damián si le había dicho algo a Yeray, pero si lo hacía y todo era mentira corría el riesgo de que Damián supiera que había estado hablando con el niñato que tanto odiaban y que acababa de pegarle una paliza a su novio. Pensó que no tenía motivos, pero… sin saber por qué, se sintió culpable. Sobre todo porque el motivo real por lo que no le dijo nada a su amigo eran las ganas que tenía de volver a preguntárselo a Yeray directamente.

Echó un vistazo al local y se encontró con la mirada de él que la estaba observando fijamente. Ella se temió lo peor, sin embargo, en cuanto Yeray se percató de su mirada, la bajó. Esto desconcertó a Merche que se dirigió hacia él.

-¿Quieres decirme de una maldita vez qué te ha dicho Damián? Me he portado bien, ¿no?

Él la cogió de la cintura y ella nuevamente le apartó la mano.

-He dicho que las manos quietas – le dijo seriamente.

-Acabas de estar con él. Se lo podrías haber preguntado, ¿no? – y le volvió a coger la cintura sin reacción alguna por parte de la chica. –¿Quieres bailar?

-¿Me estás vacilando?

-Antes lo hemos pasado bien.

-Ni de coña.

-Bailamos una y te cuento lo que me ha dicho.

-¿Pero en serio esperas que me lo crea?

-Pero si no pierdes nada. Es sólo una canción. Si acaba y no te digo nada tampoco te habrás muerto, digo yo… – le replicó mientras le acariciaba el costado con la mano que previamente le había colocado en la cadera. Ella no parecía enterarse.

-Espero que lo que te haya dicho valga la pena.

-Lo que no me explico es por qué no se lo has preguntado a él mismo –insistió Yeray. Ella se rió.

-¿Quieres ese baile o no?

Él la cogió del brazo y la arrastró hasta el mismo centro de la pista. Ella sintió la fuerza con la que la arrastraba y pensó que era un bruto y que si intentaba algo con ella estaba perdiendo el tiempo. Empezaron a bailar y, para su sorpresa, el chico no se intentó sobrepasar en ningún momento. Al contrario, él hizo unas cuantas payasadas y se rieron unas cuantas veces. Merche se lo estaba pasando bien. Así que acabó la canción y decidió esperar un poco para hacerle la pregunta. En el fondo sabía que el muy cabrón no le diría nada.

Con la siguiente canción la actitud de Yeray comenzó a cambiar. Seguía haciendo el tonto, pero ahora quería impresionarla. El chico bailaba mejor de lo que jamás se había fijado y pensó que era normal que se arrimara y bailaran más pegados.

-Te estás portando muy bien –le dijo Yeray.

-¿Qué? –ella no le oyó y se acercó aún más. Él la rodeó por la cintura con su brazo de forma que su mano quedó a escasos centímetros por encima de su culo.

-Digo que te estás portando muy bien.

-Pues tú estás siendo un poco malo – le dijo mirando hacia atrás indicando la mano que la rodeaba.

-Mujer, que sino no nos oímos –y acto seguido la empujó hacía él. Ella volvió a sentir el mismo bulto, pero esta vez lo sintió en la entrepierna y notó mucho calor, demasiado. Lo apartó bruscamente con las 2 manos, pero no le recriminó.

-Hace mucho calor –le dijo suavemente. –Voy a por un cubata. ¿Quieres algo?

-No, gracias. Te espero aquí.

Mientras Merche se marchaba hacia la barra, dándole la espalda, Yeray pensó en lo mucho que estaba disfrutando. Se fijó en el precioso culo de la mujer más deseada del pueblo y se imaginó todo lo que le gustaría hacerle. Pensó que jamás volvería a tener una oportunidad como esa así que decidió jugársela y se dirigió a la barra.

La barra del bar estaba abarrotada. Ya era tarde y la gente estaba pidiendo sus últimos cubatas. Le costó divisar a la chica, pero al fin la vio. Aún tardaría un rato en ser atendida así que decidió “atenderla” él mismo. Apartó a unas cuantas personas que se interponían en su camino hacia su objetivo.

-He cambiado de opinión – le dijo.

-¿Qué quieres? – le preguntó ella con una sonrisa.

-¿De verdad quieres saberlo? – le replicó mientras le acariciaba la espalda.

-Tío, déjate de tonterías. Si quieres algo lo dices.

Merche pensó que era mejor cortarle el rollo. Vale que se lo estuviera pasando bien, pero ya le había seguido el juego demasiado. En ese momento un grupo de borrachos empezó a empujar y todos los de delante se vieron abocados hacia la barra. Yeray se abalanzó sobre ella quien instintivamente puso la mano hacia atrás para pararlo con tan mala suerte que fue justo al paquete. No se esperaba tocar aquello ni mucho menos sentir la necesidad de magrearlo. Era grande y… fueron sólo unos segundos y tuvo la suficiente cabeza como para soltar aquello en cuanto Yeray se reincorporó.

-¿Te ha gustado? – le dijo con toda la picardía del mundo.

-No seas imbécil – le contestó ella enfadada, sobre todo consigo misma.

-Vale, perdona. – y se acercó más a ella hasta hacerla notar nuevamente el paquete en su culo.

Ella no dijo nada, solo se movió ligeramente y él pensó que simplemente quería sentirlo un poco más así que subió y bajó una vez para restregarle toda la polla por el culo. Ella ni se inmutaba con lo que el juego había empezado. Cuando por fin la atendieron decidió apartarse de ella. Merche se giró instintivamente y lo miró. Parecía rabiosa, seguramente estaba disfrutando la situación tanto como maldiciéndola. Aquello le puso más cachondo si cabe y notó que la polla empezaba a dolerle. Miró a la camarera y pensó cuál estaba más buena.

-¿Sabes ya lo que quieres? – le sacó de los pensamientos en los que estaba absorto.

-Quiero que la camarera me la chupe.

Merche se quedó a cuadros y la camarera, con cara de haberlas oído parecidas, le dijo que más valía que se fuera a dormir, que era muy tarde para los niños pequeños. Entonces el mameluco volvió a su gesto agarrándose el paquete.

-¿Crees que un niño pequeño tiene esto entre las piernas?

La camarera lo ignoró, pero Merche no pudo evitar fijarse, esta vez sí descaradamente, y quedarse petrificada ante lo que vio. ¿Qué tamaño podía haber ahí? Aquello debía ser como un vaso de tubo más o menos y se fijó en el vaso que tenía entre las manos que la camarera le acababa de servir. Un escalofrío le recorrió el cuerpo y sintió las ganas de cambiar el frío cristal con líquido diluido en su interior por la caliente carne con el líquido denso en su interior.

-Mira cómo me ha puesto la puta camarera – le dijo al ver que ella le miraba fijamente el trozo de carne que aún seguía agarrando.

-Pensé que esto había sido cosa mía – le replicó mientras pasaba a su lado para alejarse hacia la pista deslizando un dedo por la entrepierna del chaval.

-Será hija puta… – dijo en voz baja, para sus adentros.

Cuándo volvieron a la pista continuaron donde lo había dejado, bailando. Yeray ya se arrimaba a ella todo lo que podía y ella no oponía resistencia. Él la rodeó con un brazo para acariciarle la espalda nuevamente.

-¿Te has puesto celosa?

-¡¿Cómo?! Escucha, Yeray, vale que esta noche te estoy dejando hacer cosas que no debería, pero… estamos jugando un poco y punto.

-¡Será calientapollas! – pensó. Y se decidió a probarla definitivamente. Se puso a la espalda de ella sin dejar de rodearla con el brazo. Bajó hasta encontrar la parte baja de su camiseta e introdujo su mano para acceder a su vientre. Allí se entretuvo sin que ella le dijera nada. Aún subió más hasta tocarle su teta derecha. Ella reaccionó al instante y le bajó la mano mientras se giraba para decirle que no con la cabeza. Pero él no se dio por vencido y con su mano izquierda cogió la de ella y la acercó a su paquete. Antes de que hubiera contacto, a unos escasos centímetros, la liberó y fue ella quién se lanzó a masajearle la polla.

Justo tras decirle que estaban jugando un poco y punto, ella notó que él quería ponerla a prueba. Ella tenía claro que tenía dominada la situación así que no se preocupó. Desde un principio tenía claro que ese gilipollas no iba a conseguir nada con ella, pero los magreos que le estaba regalando pues eran bienvenidos antes del festín con Roberto. Sus sospechas se confirmaron cuando él se puso a su espalda y le tocó por debajo de la camiseta por primera vez. Sabía lo que iba a pasar y no estaba dispuesta a permitírselo así que en cuanto le tocó el pecho por primera vez le dejó claro que ese era el límite. Lo que no esperaba es que le cogiera la mano. ¿Iba a forzarla? Yeray era un cabrón, un niñato y se hacía el machito para conseguir lo que quería, pero de ahí a conseguir una chica por la fuerza… Por suerte no era eso. La estaba dirigiendo hacia el tubo, hacia la carne en forma de vaso de tubo. Ella no quería, pero si él la llevaba hasta allí no podía hacer nada… sin embargo el muy gilipollas se paró justo cuando estaba tan cerca de volver a sentir aquel enorme bulto. Bueno, por magrearle un poco tampoco pasa nada pensó.

Yeray pensó que si ella le tocaba la polla él estaba en su pleno derecho de tocarle las tetas. Así que volvió a meter su mano bajo la camiseta de Merche y volvió a subir hasta volver a tocarle la teta derecha. Esta vez no hubo reacción o, al menos, una que no fuera apretarle la verga con más fuerza.

Yeray pensó que por fin se cumplía su sueño. ¿Cuántas veces había soñado con este momento? Jamás había tenido problemas para conseguir las chicas que quisiera. Con las de su edad y la mayoría de mayores no tenía que esforzarse mucho. Con su cuerpo era suficiente, pero esta hija de puta se resistía, parecía que fuera necesario algo más que una cara bonita y un cuerpo fibrado. Aún no sabía bien bien cómo lo había conseguido, pero la tenía agarrada a su instrumento mientras se dejaba toquetear las peras así que no debería costarle mucho más echarle un buen polvo. Estaba casi seguro que la mamada la conseguiría.

Merche pensó que ya era suficiente. Estaba excitadísima, pero aquello se le había escapado de las manos, nunca mejor dicho ya que aquello no le cabía en la mano. Pensó que lo mejor era irse ahora antes de que fuera demasiado tarde. Sabía que en cuanto llegara a casa, le esperaba lo que estaba deseando. Apartó la mano de Yeray y se alejó de él.

-Me voy – le dijo.

-Está bien.

¿Cómo? ¿La iba a dejar marchar sin más? Debía tener un calentón del mil, no podía ser tan fácil. Se esforzó en pensar que era lo mejor.

-Te llevaré a casa – le dijo. Vale, a Merche eso ya le cuadraba más. – Son las 7 pasadas. No voy a dejar que te vayas sola a casa. – Ahora el muy idiota se ponía caballeroso. ¡Si no lo ha sido nunca! Aunque le jodiera tuvo que aceptar. No había nadie a quien conociera y no se iba a pegar la caminata hasta casa.

Mientras iban hacia el coche Merche le preguntó cómo iba, si había bebido mucho. Decidieron esperar un poco hasta coger el coche por petición expresa de ella. Mientras esperaban, ella volvió a preguntarle por lo que le había dicho Damián.

-Creo que la canción que te concedí ha acabado hace mucho rato – le dijo ella con toda la ironía que pudo. Él se rió.

-Ven, acércate que te lo cuento.

Ella le obedeció haciéndose la tonta y él empezó a hablar mientras metía la mano por debajo de la camiseta.

-Estaba entrando al local cuando me encontré con tu novio y Damián que salían juntos. Tu novio me dijo que estaba muy fuerte y que le encantaría ser como yo – ella le soltó un ¡ja! irónico de desaprobación y él aprovechó para subir hasta la copa del sostén y rodearla con su dedo índice. –Entonces le enseñé la polla y me dijo que la tenía tan grande y bonita que me la quería chupar.

-Va, ¿me lo vas a contar en serio o no?

-Está bien… – prosiguió mientras su dedo se paraba en la parte superior de la copa del sostén y comenzaba a bajarlo lentamente hasta liberar el pezón. –Me encontré con ellos como te decía, pero tu novio no me dijo nada, fue Damián quién se paró a hablar conmigo mientras tu chico se dirigía hacia el coche.

Yeray acarició el pecho bajando hasta el pezón, momento en el que se recreó en él y continuó.

-Me dijo que te pidiera perdón.

-¿Por qué? – preguntó intrigada.

-No me interrumpas – le dijo de malas formas y llevó su mano hacia la espalda de Merche para quitarle el cierre del sostén con una sola mano, en un único movimiento. Sin duda tenía práctica. –Como te decía me dijo que te pidiera perdón porque se había ofrecido llevar a casa a tu novio, pero en realidad lo que iba a hacer es… – hizo una pausa para meter la segunda mano por debajo de la camiseta y sobar concienzudamente los pechos. –…deshacerse de él porque está enamorado de ti. Por eso ha confiado en mí, porque sabía que era al único al que podría decírselo sin impedir que lo hiciera.

-¡Será mamón…! – pensó Merche. Menuda imaginación y qué ingenio para cuadrarlo todo, porque sería mentira, ¿no? Ahora encima el tío más despreciable que había conocido le estaba haciendo dudar de su mejor amigo, el trozo de pan más grande que habitaba en la tierra.

Yeray le vio la cara así que le dijo que era mentira, que Damián no le había dicho nada y que simplemente le había seguido el rollo para conseguir lo que tenía entre manos, nunca mejor dicho. En ese momento ella se percató de que aquel tío miserable, estafador, mentiroso, ruin… le estaba metiendo mano de forma tan evidente. ¿Cómo se había dejado engañar así? Le sacó las manos y le dio una buena ostia. Pero él no reaccionó demasiado bien.

-Como me vuelvas a pegar te mato. Creo que no has puesto mucha resistencia cuando te he quitado el sujetador así que no me vengas con hostias.

Lo malo es que tenía razón. Ella le había dejado hacer y ahora no tenía derecho a recriminarle por ello. Aunque la torta podía ser perfectamente por engañarla. Intentó recapacitar y pensar únicamente en Roberto. En cuando llegara le iba a echar el mejor polvo de su vida. Yeray la había calentado hasta el máximo e iba a ser su novio quien lo disfrutara.

Una vez en el coche empezó a pensar en Roberto. Tenía muchas ganas de llegar, bajarle los pantalones y los calzoncillos y empezar a masturbarle. No tenía una polla ni mucho menos tan grande como la del niñato, pero eso era lo de menos. Yeray pareció adivinarle los pensamientos y le dijo que mirara mientras se llevaba la mano a la bragueta. Empezó a desabrocharse los botones del pantalón. ¿Se iba a sacar el pito? No podía ser… no podía imaginar que en unos momentos iba a ver aquello… se moría de ganas. Yeray abrió todo lo que pudo la bragueta y se llevó la mano al calzoncillo, empezó a bajarlo lentamente y ella empezó a ver el trozo de carne que tanto le había gustado masajear a través del pantalón. Empezaron a asomar centímetros de carne hasta que finalmente apareció el capullo rosado. Merche se mordió el labio y fue él quien habló.

-Aquí la tienes, puedes hacer lo que quieras hasta que te lleve a casa.

¿Hasta que la lleve a casa? ¿Qué quería decir? ¿Qué tenía tan poco tiempo? No sabía qué hacer. Ella no quería hacer nada, estaba tan cerca de llegar junto a Roberto… pero precisamente al estar tan cerca, pensó que tal vez no le daría tiempo a tomar una decisión. ¿Quería hacerlo o no? y fue precisamente eso, el miedo a la falta de tiempo, lo que la hizo decidir. Alargó su mano y recorrió los aproximadamente 20 centímetros que debía medir aquello. No la tenía completamente erecta con lo que pensó que estaría bien averiguar cuánto debía de medirle en su máximo esplendor. Le agarró la polla y empezó a masturbarle. Notó como aquello se hinchaba aún más y notó las venas marcándose a fuego bajo su mano.

Yeray se desvió del camino hacia casa de Merche y paró el coche en un lugar apartado para que no se llevaran ninguna sorpresa.

-Ya está. Ya tienes todo el tiempo del mundo porque esto va para largo.

La maldita prepotencia del niñato la excitaba aún más. Sentía como si Yeray fuera un hombre insaciable, que conseguía todo lo que quería y por lo tanto podía escoger lo más selecto así que podía sentirse afortunada de estar con aquel espécimen único.

Siguió masturbándole durante un rato, pero el niño parecía tener resistencia. No podía estar así todo el día así que tenía que hacer algo. Ella nunca se la había chupado a Roberto así que desestimó esa opción en seguida. Por supuesto aquello no iba a pasar de ahí así que no le quedó otra que intentar aumentar el ritmo de las sacudidas. Al hacerlo contempló como una gotita de líquido preseminal apareció en lo más alto de la torre que tenía entre manos. Merche no supo por qué, pero se agachó más y recogió la gota pasando la lengua por el glande de Yeray. Este dio un respingo y ella notó como aquello crecía y se endurecía aún más si es que era posible. Se llenó de valor y coraje y sobre todo excitación, mucha excitación y volvió a pasar la lengua por el glande para luego bajar hasta la base y subir lamiéndole toda la verga al chico. Una vez en la parte superior abrió la boca y se introdujo la polla. Empezó a hacerle una mamada.

Cuando ella empezó a chupársela Yeray supo que este año se iba a follar a la dulce Merche. Y lo supo porque vio como ella se llevaba la mano a su entrepierna y empezaba a frotarse con esmero. Ella se esforzaba por complacerle, intentaba tragarse todo lo que podía de polla, pero jamás ninguna consiguió tragársela entera así que Merche no iba ser menos. Le encantaba el reguero de saliva que dejaba cada vez que se sacaba el cipote de la boca para respirar. Pero cuando las babas se acumularon hasta caer en el asiento del coche él se mosqueó.

-¡Tía, a ver si vas con más cuidado! – y la apartó levantándola de golpe.

Merche hizo caso omiso de lo que Yeray le acababa de gritar y se quedó mirando el instrumento de aquel chaval de apenas 19 años, ahora sí, en más que su máximo esplendor. Calculó por encima que la cosa rondaría los 23 centímetros. ¡Joder! 10 más que los de Roberto. En ese momento se dio cuenta de que tenía la mano en su sexo, la cual había llegado ahí instintivamente.

-Bueno, ¿qué? ¿Tú no te corres nunca o qué?

-Ya te dije que esto iba para largo. Si te quitaras algo tal vez ayudaría un poco…

Con una sonrisa, Merche se quitó la camiseta. Pero Yeray le recriminó.

-Eso ya lo tengo muy sobado. ¿Qué tal si te vas quitando los pantalones?

-Yeray… no… no puedo…

-Tú tranquila, que sólo quiero verte para que esto vaya más rápido – dijo señalándose la polla en un claro gesto de que se correría más rápido si ella estaba desnuda.

A regañadientes aceptó. Se bajó la cremallera y levantó el culo del asiento para bajarse los pantalones de un tirón. Bajo estos apareció un tanga rojo que maravilló a Yeray. Su polla dio un respingo.

-¿Ves? esto va a mejor…

Yeray le pidió que le mostrara el culo con lo que ella se puso de rodillas sobre el asiento mostrándole el pompis tapado por la fina tela del tanga. Se agachó un poco más y él pudo verle cómo tenía una pequeña mancha en la parte de su sexo, sin duda Merche ya debía estar bastante mojada. Él estiró una mano y le palpó los cachetes del culo.

-¿Te masturbas tú mientras me miras o cómo quieres hacerlo?

-Espera… – le contestó él y pasó su dedo por encima del tanga desde el culo hasta la ingle, el punto donde estaba la humedad.

-Yeray… – se quejó ella, pero no movió un solo músculo.

Él retiró la tela del tanga hacia un lado y, al hacerlo, pudo observar el flujo vaginal pegado a la tela haciendo puente entre el tanga y el sexo de Merche.

-Creo que te lo debo. No digas nada.

Ella obedeció y no dijo nada cuando él acercó su dedo al coño de Merche. Primero se regaló jugueteando por los alrededores con los labios vaginales y antes de que se impacientara demasiado le introdujo un dedo en la raja mientras con el resto acariciaba el clítoris. Esto pareció gustarle ya que el líquido viscoso empezó a aparecer con cada metida de dedos y caricia de clítoris. Ella empezó a soltar pequeños gemidos al ritmo de las acometidas, señal de que aquello iba por buen camino.

-Y esto también te lo debo – le dijo acercando su cara al coño. Cuando estuvo tan cerca como para oler perfectamente la excitación de Merche, Yeray sacó su lengua y empezó a saborear todos aquellos jugos que estaba emanando la chica.

Cuando Yeray intuyó que Merche estaba a punto de correrse se detuvo. Ella lo miró extrañada.

-Ahora no. – le dijo y se llevó la mano a la entrepierna pero él la detuvo.

-Ahora sí – le replicó y le hizo un gesto con la cabeza señalándole el camino que separaba su coño de la polla. Ella se hizo la tonta y lo malinterpretó adrede girándose y agachándose para volver a chuparle el pene. – No me refería a esto, pero también me vale – y alargó su brazo para, por encima de ella, llegar hasta su sexo.

Merche estaba indecisa. No quería follarse a aquel indeseable, pero necesitaba imperiosamente que alguien la penetrara. Nuevamente deseó que fuera Roberto quien estuviera en ese maldito coche herrumbroso, jamás le había sido infiel ni había tenido la necesidad de serlo, y se maldijo pensando qué había pasado esa noche, cómo había llegado a esa situación. Por un momento incluso deseó que fuera Damián a quien se la estuviera chupando, sin duda sería mucho menos humillante. De repente, Yeray la cogió de la cintura con una fuerza que no le conocía y la colocó a horcajadas sobre él. Merche pudo sentir muy cerca de su sexo el calor que desprendía la entrepierna del pequeño vándalo, incluso notó cómo la polla le golpeaba rítmicamente a la altura del ombligo. Sintió que se desvanecía, que la resistencia desaparecía y lo besó.

A Yeray el morreo le pilló por sorpresa. No pensó que la excitación de Merche llegara a tanto como para regalarle ese gesto completamente evitable. Cuántas veces había maldecido a Damián por ser el receptor de esos apetecibles picos pensó y se vanaglorió de ahora haber conseguido comerle la boca. Aquella era la señal definitiva, la volvió a levantar por las caderas para situarla encima de su polla y fue ella la que comenzó a bajar lentamente.

Cuando empezó a sentir primero el enorme glande abriéndose paso por su interior seguido del duro hierro que la llenaba por completo, Merche sintió que no tardaría en llegar al orgasmo. Toda la maldita noche intentando evitar aquello cuando inconscientemente sabía que era inevitable. Desde aquel inocente baile con el chiquillo que le había dado una paliza a su novio en el que notó por primera vez lo que escondía entre las piernas el final había sido ineludible.

Allí, montada sobre aquel pequeño caballo salvaje empezó a gemir cuando las hábiles manos del muchacho entraron en contacto con sus senos. Las caricias iban perfectamente acompasadas con sus propios saltos sobre el pollón del chico. La situación era desmesuradamente caliente y Merche se corrió con una serie de espasmos que contrajeron su vagina provocando un mayor placer al muchacho.

Cuando Yeray notó que Merche lo inundaba, pensó en todo lo que había pasado esa noche. Lo mucho que había conseguido y cómo lo había disfrutado. Por una vez más fue consciente de lo que había conseguido, un imposible y se sintió orgulloso de sí mismo. Sentirse tan poderoso, ser el único del pueblo que había conseguido lo que todos ansiaban le inundó de placer y, por fin, se dejó llevar para soltar todo lo que llevaba dentro en el interior de la mujer más deseable de la zona.

Merche notó cómo el semen de Yeray fluía por su interior. Antes de pensar en cualquier otra cosa, sintió lo mucho que le gustaba que él se hubiera corrido en su interior e hizo los últimos movimientos para darle el mayor goce posible y, de paso, sacarle toda gota que tuviera en sus huevos. Tras notar cómo Yeray terminaba de correrse volvió a dirigirse a su boca y volvió a introducirle la lengua buscando la suya con pasión. Y, tras unos segundos de morreo, se levantó apartándose de él notando por última vez cómo aquella verga le rozaba las paredes internas de su sexo. Cuando se separó completamente, la polla de Yeray cayó algo más flácida sobre su vientre con una mezcla de restos de semen y sus propios fluidos vaginales. No pudo evitar agacharse y limpiársela a lametazos. El muy hijo de puta le había ofrecido la noche más excitante de su vida y la había concluido con el mejor polvo que recordaba. Mientras se la chupaba, empezó a pensar en lo que había hecho y la conciencia empezó a hacerla sentir culpable, muy culpable.

Primero pensó en la corrida, pero se tranquilizó al pensar que no había riesgo de embarazo puesto que se tomada la pastilla. Pero… ¿y las enfermedades? A saber lo que podía pasarle ese tío asqueroso. Pensó que iría al ginecólogo en cuando Roberto se marchara y… Roberto, empezó a pensar en él y se hundió. Pensó que este polvo era él quién se lo merecía, tal y como había pensado durante toda la noche.

-Vístete – le dijo Yeray sacándola de su ensimismamiento. Él ya se había colocado los pantalones y estaba arrancando el coche. Al darse cuenta de su desnudez se puso colorada y la vergüenza la inundó.

-Bájate del coche – le dijo cuando se hubo vestido – Es muy tarde y no tengo tiempo de llevarte a casa.

-¿Cómo? – no se lo podía creer. ¿Iba dejarla allí tirada después de todo? Pensó que al fin y al cabo no era sorprendente, así era el desgraciado de Yeray y si aquella noche había parecido cualquier otra cosa era para conseguir acostarse con ella. Y el muy cabrón lo había conseguido. Pero pensó que aún había algo peor que eso así que decidió no mostrar su indignación y enfado. – No se lo dirás a nadie, ¿no? – le preguntó con toda la amabilidad que pudo reunir mientras abría la puerta para bajarse del coche. Lo último que quería era que alguien se enterara de lo que había hecho. Se maldijo porque no sería capaz de contárselo ni siquiera a Damián con quien siempre lo había compartido todo, pero haberse acostado con el niñato al que tanto odiaban era demasiado.

-No lo haré si te portas bien – la sorprendió mientras alargaba el brazo para cerrar la puerta y se alejaba a toda pastilla.

Merche se quedó petrificada. ¿Qué había querido decir? Se temía lo peor. Pensó lo que había acabado sucediendo esa noche por “portarse bien” con él. Y tuvo miedo, mucho miedo de las consecuencias que aquello pudiera tener. Intentó calmarse y arreglarse todo lo que pudo para llegar a casa y guardar las apariencias. De camino tenía un rato para pensar e intentar inventar la mejor excusa que se le ocurriera.

Llegó a su domicilio a las 9 y media de la mañana. De camino pudo verse en un espejo y pensó que tenía la suficientemente buena pinta como para que nadie sospechara de lo que había ocurrido. Por fortuna no se encontró a ningún conocido en el recorrido. Era una suerte que la gente se acostara y levantara tarde en fiestas. Cuando entró en casa todos estaban aún durmiendo con lo que pudo darse una ducha antes de acostarse junto a Roberto. Al hacerlo él se despertó.

-¿Te lo has pasado bien, cariño?

-Sí, ¿y tú cómo estás? ¿te duele? – le preguntó mientras le acariciaba el costado dolorido.

-Estoy bien. Con un par de días de descanso, en cuanto vuelvas de las vacaciones la semana que viene, ya te estaré echando polvos por la casa.

Ella se sintió culpable nuevamente al oírle decir eso.

-Buenas noches – le dijo. Tenía ganas de cerrar los ojos y caer en un profundo sueño para olvidar todo lo que había pasado. ¿Sería capaz de hacerlo? Pero al cerrar los ojos visualizó la enorme polla de Yeray desafiante, llena de verdes venas a punto de estallar y sintió cómo su cuerpo se excitaba nuevamente.

-Buenas noches – le contestó Roberto, pensando que ya era de día y que no tardaría mucho en levantarse. La miró y observó en ella esa expresión tan peculiar que se marcaba en su rostro cuando se excitaba. Pensó que era normal que llegara con ganas de marcha y se sintió culpable por no poder satisfacerla debido al maldito payaso que le había dejado dolorido con aquella patada. Se sintió feliz de estar con esa pedazo de mujer que tan bien lo comprendía y que era capaz de aguantarse un calentón por no hacerle sentir mal. Se acercó a ella, que ya había cerrado los ojos, y la besó en la mejilla.

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Relato erótico:”Cómo seducir a una top model en 5 pasos (27)” (POR JANIS)

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Gracias a todos.

Janis.

LA MISA NEGRA.

sin-tituloLos acerados ojos del anciano recayeron sobre los dos fisgones escondidos en la parte superior de la arcada. No hizo ningún gesto de sorpresa, como si supiera, desde el principio, que estaban allí. Sonreía, dando casi la impresión de que se trataba de un monje bonachón con un hábito demasiado oscuro. Con mirada desorbitada, Cristo contempló como todas las chicas alzaban la mano derecha, apuntando con el dedo índice hacia ellos. La letanía que surgía de sus labios, aclamando a las entidades infernales, cambió súbitamente entonando una muy diferente, que acojonó totalmente a ambos.

― Están ahí… intrusos… están ahí… intrusos – repetían, incansables.

― ¡Nos han descubierto! ¿Qué hacemos? – farfulló Spinny, adoptando una postura a gatas.

― ¡Salir por patas! – exclamó Cristo, poniéndose en pie de un salto.

Los dos jóvenes descendieron la rampa del arco de piedra y recorrieron a toda prisa el estrecho reborde del muro que les llevaría hasta las escaleras. Pero, como una marea humana, las chicas retrocedieron, copando el acceso y las escaleras, por completo. Se quedaron estáticas, esperando y obstruyendo el paso. Cristo buscó otra salida, otra manera de escapar, pero no la había en aquel sótano. Sentía a su amigo empujar a su espalda, loco por seguir corriendo, pero se quedaron sobre aquel murete, atrapados.

― Bueno, bueno… – elevó la voz el anciano sacerdote, dirigiéndose evidentemente a ellos. – Así que tenemos espectadores para nuestro pequeño ritual. ¿Conocidos? – le preguntó a Rowenna, quien seguía sujetando al agotado carnero por uno de sus cuernos.

― Sí, mi dueño. Uno de ellos es un compañero de trabajo, el otro, el pelirrojo, es su amigo.

― Ya veo. Quizás les gustaría unirse a nosotros, en nuestra celebración. Traedles.

Cristo y Spinny se vieron aferrados de los brazos y empujados rápidamente escaleras abajo hasta ser presentados ante el extraño altar de lápidas. El anciano se inclinó sobre ellos desde su altura. Sus ojos se clavaron en el gitano.

― Sí, te recuerdo del mostrador de recepción de la agencia. Llevo un rato observando como os aplastabais sobre el arco de piedra, pero no he querido cortar el interesante desarrollo de la profanación del altar. ¿Qué pensáis de la actuación de las chicas? Voluntariosas, ¿verdad? – Cristo se encogió de hombros, sin ganas de contestarle. — ¿Cómo habéis sabido de esta reunión?

Súbitamente, los dos jóvenes sintieron una fuerte presión en las sienes y en la nuca, como si unas tenazas invisibles abrazaran y apretaran sus cabezas. Cristo apretó los dientes e intentó enviar la molestia a su profundo pozo mental. A su lado, su amigo se envaró y sus ojos se enturbiaron, comenzando a hablar con el mismo tono de voz lánguido que usaban todas las chicas allí reunidas.

― Hemos seguido a las chicas. Cristo me habló de la reunión pero no sabíamos dónde se iba a celebrar. Así que hemos acechado a Calenda, a May Lin, Mayra y Ekanya, hasta seguirlas en coche hasta aquí…

― ¡Tío, córtate! – exclamó Cristo, aprovechando que su molestia mental se disipaba.

El sacerdote le miró con extrañeza, las blancas cejas alzadas.

― ¿Te resistes? – preguntó, mirándole. — ¿Cómo es posible? ¡Manos arriba!

Spinny levantó inmediatamente sus manos, por encima de los hombros, sin cambiar un ápice su expresión. Cristo se le quedó mirando, intrigado con su actitud. A continuación, una nueva ola de presión se abatió sobre su cerebro, esta vez mucho más intensa, lo que le obligó a caer sobre una de sus rodillas. Se llevó una mano a la frente, intentando frenar el dolor que producían las extrañas pulsaciones que recorrían su cabeza. Tragó saliva y se concentró en disminuir la presión. Construyó un muro mental con la esperanza de rechazar aquello que le asaltaba. Aunque no sabía qué le bombardeaba la mente, estaba medianamente seguro de que debía tratarse de algún tipo de onda o energía radiada por aquel extraño anciano.

Segundo tras segundo, las pulsaciones se calmaron hasta convertirse tan solo en un sordo rumor de fondo. El anciano sonrió y recobró una postura más erecta. Sus ojos brillaban y se movían rápidamente, como si estuviese excitado por una súbita idea.

― Eres como yo – musitó para sí mismo, pero Cristo captó el murmullo.

― ¿Cómo tú? – preguntó.

― Un prodigio…

― Hombre, me han llamado muchas cosas pero, hasta ahora, eso de “prodigio” no.

― Bien, me ocuparé de eso más tarde. Ahora mismo, lo importante es realizar la ceremonia y la invocación. Por el momento, participaréis también…

― ¡Eso no se lo cree ni el Tato! – exclamó Cristo con rebeldía.

― No puedo obligarte como a tu amigo, pero sé que tienes muchas amigas entre estas chicas. ¿No querrás que les pase algo malo por no aceptar unas simples órdenes?

Cristo se mordió el labio, cogido en falta. Ni siquiera había pensado en una amenaza tan física y directa. Asintió con la cabeza y buscó a Calenda con la mirada. Se encontraba lejos de él y ni siquiera le miraba, totalmente sumida en una expresión de adoración reservada a su oscuro amo.

― ¡Perfecto! – exclamo el anciano, frotando sus manos. – Queridas mías, traed mi trono y volved a unir el círculo.

Varias chicas caminaron hacia el fondo del amplio sótano y regresaron con un gran sillón forrado de paño carmesí, que subieron con esfuerzo sobre al altar. Era una especie de diván de alto respaldar, pero sin brazos, con la tela cayendo en volantes para ocultar sus patas. Sobre su tapizado reposaba un cofrecito repujado. Rowenna y Mayra, recuperadas de su asunto zoofílico, se encontraban a cuatro patas sobre las lápidas, dibujando con tizas de colores un gran pentagrama en las losas, contenido en un doble círculo. El carnero quedó en el centro de tal obra, muy quieto tras la lujuria sufrida. El sacerdote se mantuvo muy atento al trabajo de las dos chicas, rectificando líneas aquí y allá y ayudándoles con ciertas runas cabalísticas.

Cristo intentó hablar con Spinny y hacerle recobrar la razón, pero, por mucho que le chistó, gritó, escupió, y hasta pateó en la espinilla, el irlandés parecía una marioneta, tieso y quieto, esperando órdenes. “¿Qué ha querido decir con prodigio? ¿Tiene algo que ver con mi capacidad de memorizar? Mamaíta, que mal rollo…”, no dejaba de pensar en lo que parecía ser capaz de hacer aquel extraño viejo.

Las dos chicas sobre el altar acabaron con su trabajo y bajaron a reunirse con sus compañeras. El sacerdote tomó entre sus manos aquel cofrecillo y lo abrió, sacando de su interior un hermoso cáliz de plata, decorado con oscuros ópalos y cruces invertidas. Tras esto extrajo una pequeña daga, con aspecto de estar muy afilada. Dejó ambas cosas en el suelo y sacó cinco velas del fondo del cofre, unas velas gruesas y negras, que situó en cada esquina del pentagrama. Murmurando unas inteligibles palabras, las encendió con un mechero barato que sacó también de la caja de madera. Las llamas se alzaron con fuerza, pero no asustaron al animal, que debía de estar acostumbrado.

Acabado ese proceso, recogió de nuevo el cáliz y la daga y con un objeto en cada mano, se acercó al borde del altar.

― ¡Queridas mías, mis niñas preciosas – se dirigió a todas las chicas—, ha llegado el momento que os despojéis de vuestras ropas para la ceremonia!

Con un revuelo de suaves sonidos pero ni una sola palabra, las mujeres se fueron desnudando sin pudor alguno. Lanzaron sus ropas y zapatos a un par de metros a sus espaldas, como si no quisieran que les estorbasen. Cristo se quedó con la boca abierta, impresionado por toda aquella sorprendente desnudez. Jamás hubiera imaginado que llegaría a ver tantas modelos desnudas y juntas.

― ¡Padre de las Mentiras! ¡Glorioso hijo del lucero del alba! ¡Rey de los Infiernos! Nos humillamos ante ti para mayor honra y alabamos tu impía palabra – tronó la voz del sacerdote, con una resonancia que no parecía posible que surgiera de su sarmentoso cuerpo. — ¡Suplicamos tu venida, Maestro Impuro! Obsecro adventum tuum, Magister Inmunde!

Las desnudas mujeres repitieron el salmo en latín, aferradas de las manos, iniciando una nueva letanía repetitiva. El sacerdote tendió el cáliz y la daga hacia la chica más cercana al altar y le dio instrucciones con un murmullo. La joven asintió y tomó los objetos. Entregó el cáliz a su vecina y, sin un solo titubeo, realizó un profundo corte, en la cara interna de su propio antebrazo, cercana al codo. La sangre brotó profusamente mientras que ella apretaba el brazo y dirigía el reguero sanguinolento al interior de la copa, que su compañera mantenía firmemente. Tras unos segundos de sangría, pasó el cuchillo a la que mantenía la copa alzada, ésta, a su vez, entregó la copa a la chica siguiente. La que recibió la daga cortó su antebrazo en la misma forma que la primera y con igual decisión, mezclando su sangre en el cáliz. Entretanto el cántico seguía, sin interrupción.

Con los ojos desorbitados, Cristo miraba como, una a una, las chicas iban cortándose y llenando el cáliz de sangre. La primera en hacerlo se había agenciado vendas y esparadrapo y se dedicaba a cubrir las heridas, cortando las hemorragias. El cáliz sangriento llegó hasta ellos, quienes también fueron incluidos en la sangría, aunque, en el caso de Cristo, fue una de las chicas quien le hizo el corte. Sobre el altar, el anciano seguía salmodiando con los brazos alzados. En esa ocasión, no utilizaba el latín, sino que era castellano pronunciado al revés, detalle que Cristo atrapó en cuanto se repuso del dolor producido por el corte.

Cuando el cáliz recorrió todo el círculo de chicas, la primera en sangrar volvió a entregarlo al sacerdote, que lo recogió con infinito cuidado, ya que casi rebozaba. Se acercó al carnero reverenciado y alzó la copa llena de sangre por encima de su cabeza.

― Hic est census Pater bestialis tradens sanguinem qui invocant te …

La sangre cayó despacio sobre el pelaje de la bestia, empapándolo y amalgamando las guedejas con trazas de bermellón oscuro. El animal seguía sin moverse, como si estuviera en un trance que no debería estar al alcance de una mente tan simple. La sangre goteaba del lomo y cabeza del carnero, deslizándose por sus flancos y manchando las pulidas piedras mortuorias.

El hombre bajó del altar, con ayuda de los cajones traseros, y lo rodeó, quedando frente a Cristo y su amigo. Tendió el cáliz que aún llevaba entre las manos al gitano. Este lo tomó con repugnancia. Cristo estaba sintiendo el mayor juju que un gitano puede experimentar: una ofrenda al diablo. En la copa, aún quedaba un fondo de sangre de un par de dedos, al menos. El anciano clavó sus ojos en el y le sonrió. Manipuló un grueso medallón que llevaba al cuello, abriéndolo. Cristo pudo entrever algo blanco enterrado en un puñado de tierra.

― Es una hostia consagrada, enterrada en la tierra de una tumba – explicó el sacerdote, dejando caer la mezcla en su palma. Una gruesa lombriz se agitaba entre las migajas de la oblea y la tierra desgranada.

Volcó el contenido de su mano en el interior del cáliz, lombriz incluida, y por un instante, Cristo creyó ver la sangre emulsionarse. Cerró los ojos instintivamente y cuando los abrió, el denso líquido sanguíneo había regresado a la normalidad, o bien estaba viendo alucinaciones, se dijo. El anciano tomó la copa y, sin quitar los ojos de Cristo, se la llevó a los labios, bebiendo un largo trago.

“¡Joer, me cago en el Dó de Oroz! ¡Ni ziquiera ha hecho figurá! ¿Ezte tío quién ez? ¿El puto Drácula?”, pensó en su lengua materna.

― Queridas, giraos y presentadme vuestras nalgas, que es lo que más aprecia nuestro príncipe en nosotros – elevó su voz el sacerdote. Sus labios estaban manchados de sangre y un chorreón bajaba por su barbilla.

Todas las mujeres se giraron, inclinándose levemente para resaltar sus traseros. Incluso Spinny lo hizo, aún sin estar desnudo. A pesar de la situación, Cristo estuvo a punto de soltar una carcajada. El anciano introdujo un dedo en el cáliz, mojándolo en sangre, y dejó una simple línea en la frente de Cristo.

― ¡Echa payá, coño! – exclamó.

Sin darle importancia, el sacerdote hizo lo mismo con Spinny, y después se dedicó a untar el inicio de cada trasero femenino, justo por debajo de los riñones, donde más de una lucía un glamoroso tatuaje.

En el momento en que la sangre tocó su piel, Cristo notó como su pene se tensaba en el interior de sus pantalones, asombrándole. Debido al temor y la preocupación, ni siquiera se excitó con la visión de todas las chicas desnudas. Eso no quería decir que no las hubiera mirado bien a fondo, para un ulterior aprovechamiento, pero su pene ni siquiera se había estremecido. ¿Por qué lo hacía en ese momento? ¿La sangre tenía algo que ver, o quizás era la hostia sacrílega?

Pero él no era el único en sentir una súbita fiebre que alteraba sus sentidos, que hacía correr la sangre rauda por las venas. Las chicas empezaban a estirarse, a deslizar una mano por los endurecidos pezones, a mirar con deseo a sus compañeras, y, sobre todo, se relamían. Pasaban la lengua sobre sus labios como si intentaran degustar algo que los manchaban, algo delicioso.

El anciano, a medida que las marcaba, había escogido a tres de ellas para seguirle de nuevo sobre el altar y acompañarle en lo que denominaba su trono. Una de ellas era Britt, la pequeña nueva amiga de Cristo. Las otras dos elegidas eran Rowenna, quien parecía gozar de la estimación del sacerdote, y una exquisita sureña rubia llamada April Soxxen.

Las tres chicas elegidas se dirigieron sobre el altar mientras el anciano encaraba a todas las demás, chicos incluidos. Reclamó su atención, la cual se dispersaba cada vez más debido a la excitación.

― Queridas niñas… y niños, es hora de que gocéis y atraigáis de esa forma a nuestro Príncipe. Necesitará mucha, mucha lujuria. A partir de este momento, solo estaréis pendientes a vuestro estado de excitación. No existirá ningún límite, ningún freno a vuestras ansias y deseos; nada frenará la lujuria que recorre vuestros cuerpos. Solo queda la necesidad de satisfacer vuestros instintos más naturales. ¿Habéis comprendido?

Cristo se estremeció al escuchar el profundo “sí, amo” que surgió de las gargantas subyugadas. Solo entonces fue mínimamente consciente de que estaba a punto de participar en una orgia con la que siempre soñó. No supo si alegrarse o sentir aún más temor del que ya le embargaba. ¿Cómo se había visto envuelto en una situación tan extraña y apabullante? ¿Por qué tenía él que ser el único en ver aquel fantasma merodeador? ¿Por qué coño tenía que ser tan puñeteramente curioso? Su máma se lo había dicho muchas veces, que le perdería su manía de meter las narices en todas partes.

El viejo sacerdote regresó a su apoltronado diván, donde se hundió con languidez y despotismo, dejando que las tres chicas que había escogido se afanaran en sus atenciones y mimos. Una le quitó los zapatos, masajeando sus pies delicadamente, manteniéndolos sobre su regazo. Otra se ocupó de su nuca y hombros, recostándole sobre su desnudo pecho. La tercera, arrodillada sobre la piedra, se entretenía en desnudarle lentamente, tratando de no molestar a sus compañeras.

Cristo miró a su alrededor. Las chicas se emparejaban rápidamente e incluso aceptaban tercetos, sin escrúpulos algunos. “Tenía razón. Las modelos asumen una personalidad lésbica en la intimidad, quizás condicionadas por ser un producto para los ojos masculinos. Es como una compensación.”, pensó el gitano, con un raro destello de claridad.

Sin embargo, a su derecha, Spinny estaba siendo acariciado y desnudado por dos chicas, concretamente Alma y una mexicana de nombre raro, Betsania. Su amigo se dejaba hacer, sonriente y feliz como un Buda recién cenado. Cristo estuvo a punto de exclamar: “¿Y a mí, cuando me toca?”, cuando se dio cuenta que un grupito de modelos, encabezado por una altísima valquiria alemana, Hetta Gujtrer, venían hacia él con claras intenciones.

― ¡Madre mía! ¡Viene la Hitler! ¡Jesús! – exclamó entre dientes.

Alzó las manos como si se rindiera incondicionalmente ante las chicas, las cuales sonreían como lobas hambrientas, cosa que no ayudó demasiado en tranquilizarle. Pasó la mirada sobre ellas. Eran cinco. ¿No pensarían las cinco rifárselo, no? Hetta, como siempre, era la que comandaba sus chicas. Incluso estando subyugadas como estaban, mantenían su grupito de amigas nórdicas y seguía llevando la voz cantante. ¿Qué clase de control utilizaba el viejo? Hipnosis no era; al menos a él no había intentado hipnotizarle, pero no conseguía averiguar nada más.

Hetta se detuvo ante él, sonriente, los brazos en jarra, los puños contra sus caderas. No solo la despampanante alemana no daba importancia a su desnudez, sino que parecía ufanarse de ello. Sacaba sus mórbidos pechos hacia fuera, tiesos como obuses, que quedaban justamente a la altura de la boca del gitano. La modelo sopló hacia arriba para apartar parte de su largo flequillo de sus ojos.

― Queremos jugar contigo, Cristo – dijo con su marcado acento boche.

― Pero con cuidado, eh, que soy muy sensible – advirtió él.

Junto a Hetta, se encontraba otra compatriota alemana, más joven y más bajita: Gru Tasser. Sin embargo, no tenía aquel aire teutónico marcado. Su cabello era castaño claro, largo y lacio, pero poseía una mandíbula firme y cuadrada y una boca pequeña. Las tres que completaban el grupo pertenecían a diversas nacionalidades escandinavas. Bitta Monarssen era danesa y mestiza, una curiosa mezcla de padre rubio y madre indo asiática, concretamente de Sumatra. Katiana Dürgge provenía de la parte más al norte de Suecia y confirmaba el estereotipo más clásico de los arios nórdicos. Iselda Läkmass procedía de la costa de Noruega y era la más joven de todas ellas y quizás la más dulce.

Cristo no tenía apenas relación con aquel grupo de modelos, ya que se mantenían un tanto apartadas de las demás modelos. Todas ellas compartían un gran apartamento en Queens y, salvo algunos ansiolíticos que le compraban al gitano, no compartían gran cosa. Por eso mismo, se había quedado descuadrado cuando las había visto llegar en su busca. ¿Qué querían de él? ¡Si era muy poquita cosa para todas ellas!

Hetta no le dejó pensar más, ya que se clavó de rodillas delante de él y le desabrochó el pantalón hábilmente, bajándoselo de un tirón. Katiana se inclinó y manoseó su miembro por encima de los boxers, siempre sonriente. Gru se colocó a su espalda e introdujo sus manos bajo la prenda interior, aferrándole las nalgas. Cristo tragó saliva. No existían prolegómenos ni futilezas en sus mentes condicionadas. Iban directas al grano y eso acojonaba un tanto a nuestro gaditano.

Le dejaron totalmente desnudo en un abrir y cerrar de ojos. Se quedó allí, en pie, con las manos a la espalda, que Gru se encargaba de sujetar, expuesto a los ojos de las cinco chicas. Bitta disputó acariciar su pollita con Katiana, juguetonas pero no comentaron nada ofensivo sobre ella, algo que Cristo agradeció. Hetta hizo una seña a Iselda y ésta se acercó a ellos, pues se había quedado descolgada del grupo. La alemana, aún de rodillas, la situó ante Cristo y la obligó a abrirse de piernas. El gitano contempló aquel pubis sin vello y absolutamente delicioso. Con dos dedos, Hetta abrió los labios de la vagina, haciéndole ver que estaban húmedos y brillantes, al igual que los de todas ellas.

Se llevó los dedos a la boca, chupándolos. Arrodillada a su lado, Katiana se rió, envidiándola en el fondo. Con mirada maliciosa, Hetta empujó a Katiana sobre el pene de Cristo. La sueca no se hizo de rogar y engulló el penecito por completo, apretando el glande con su garganta. Sonriendo, Hetta se giró hacia la joven Iselda, y aplicó sus labios sobre aquel coño deseoso, consiguiendo que brotara un suspiro de los labios de la noruega.

Cristo alucinaba en colores, sujetado por las manos de Gru y de Bitta mientras la boca de Katiana le aspiraba con fuerza y pericia. “Dios… esto es la Gloria.”, se dijo, dejando que una atolondrada sonrisa separara sus labios. A su espalda, la otra alemana y la danesa unieron sus labios, sin dejar de sostener el cuerpo del gitano. A los ojos de Cristo, todo se desarrollaba con una simplicidad absolutamente diabólica. Todas las chicas parecían muy dispuestas a dejarse llevar por la lujuria y el desenfreno, tras ser imbuidas del signo sangriento que el viejo pintó en sus cuerpos. De hecho, el propio gitano podía dar fe de la fiebre interna que se había despertado en él, tras embadurnarle la frente.

A unos cuantos metros de distancia, Spinny había rodado por el suelo, abrazando tanto a Alma como a Betsania, entre risas y susurros. Ni siquiera parecían ser conscientes de que, a su alrededor, un par de docenas de jóvenes desnudas retozaban, alegremente concupiscentes. La guapa mexicana parecía un tanto obsesionada con el miembro del irlandés, pues no dejaba de sobetearlo y menearlo, como si fuese una zambomba navideña. Alma, totalmente enardecida, lo que pintaba sus mejillas de fuerte rubor, besaba tan apasionadamente a Spinny que sus trabadas bocas se llenaban de abundante saliva.

Sentada sobre el filo de una de las lápidas que formaban el incongruente altar, Mayra mantenía sus piernas bien abiertas y sujetaba el pelo oscuro de una de sus compañeras, quien realmente se atareaba en hundir la lengua en su vagina. Parecía dispuesta a perseguir cualquier traza de semen que el carnero pudiera haber dejado en el interior de su compañera. Mayra contoneaba sus caderas con garbo, aún a riesgo de raspar sus nalgas sobre la pétrea superficie, y gemía sordamente, enfrascada en la novedosa experiencia del cunnilingus.

Casi a los pies de Mayra y formando una cada vez más extensa alfombra humana, la mayoría de las modelos se agrupaban sobre el suelo de tierra batida. Calenda y May Lin fueron las primeras en besarse, acostumbradas a mantener una relación de este tipo en casa. Ekanya se unió rápidamente a ellas, acariciando las nalgas de ambas. Después fue Joselyn y Martine, y luego las hermanas Nerkeman, las que decidieron unírseles, por lo que el grupo acabó yéndose al suelo, para más comodidad.

Cinco mujeres acariciándose y besándose en el suelo atrajo la atención de las parejas lésbicas que se estaban formando a su alrededor. Era como si gravitaran alrededor de un cuerpo celeste mayor y, finalmente, fueran atraídas por su fuerza de gravedad. Una tras otra, fueron acomodándose a su alrededor, aumentando el número y, por lo tanto, su fuerza de atracción.

Annabelle, Leonor, Amaya, Ruby…

Calenda era quien mantenía más atenciones sobre ella, pues en verdad era una modelo muy estimada y envidiada. May Lin, demasiado acostumbrada a estrecharla en sus brazos mientras dormían, había cambiado de aires, dedicándose a la negra Ekanya, a quien le había echado el ojo desde su llegada a la agencia. Se lo demostraba mordisqueando sus oscuros pezones, tan erectos como balas del 38. Calenda, por su parte, estaba frotándose lánguidamente en una apretada tijera con una de las hermanas Nekerman, mientras la otra, arrodillada a su lado, le mantenía alzado el rostro para besarla sin comedimiento.

Sonriendo como todo un pachá, el viejo sacerdote admiraba su obra, tumbado en el viejo diván. Las chicas que le atendían le habían despojado de su oscura túnica y de las ropas que el hombre llevara debajo, quedando dispersas sobre las lápidas. Rowenna y April, arrodilladas en el suelo, se disputaban vorazmente cada centímetro de piel de su miembro viril. A pesar de la avanzada edad que representaba, su pene se encontraba dignamente encumbrado y duro, con unas dimensiones más que aceptables. Britt se dedicaba exclusivamente a besar al anciano, tanto en los labios, como en las mejillas y en el cuello.

El mal iluminado y profundo sótano, más bien una catacumba según diversas opiniones, se llenaba de suspiros, jadeos, y largos gemidos, a medida que la pasión se expandía. Los cuerpos desnudos se fusionaban e interconectaban, se deslizaban sinuosamente los unos sobre los otros, con las pieles impregnadas de sudor y deseo a partes iguales. Los febriles ojos entornados, oscurecidos por las largas y cómplices pestañas, no dejaban de buscar el sutil reconocimiento de la pasión admitida, del inequívoco gesto del más puro placer. La lujuria invadía lentamente la mente de cada participante, llenando sus lógicos pensamientos con una sola idea: “intégrate aún más en la orgia”.

Cristo, quien seguramente era la persona que más tiempo había mantenido la serenidad, ya no razonaba precisamente. Desnudado casi a tirones, había pasado de mano en mano, mejor dicho, de boca en boca, besando y mordisqueando los labios de cada una de las “nórdicas”, y no siempre de una en una. Hetta se había transformado en una bestia sexual, que solo gruñía y gemía, buscando cada vez más fricción entre sus piernas.

El gitano le ofreció una de sus profundas y concienzudas lamidas, que la llevó literalmente a aullar mientras se tensaba fuertemente bajo la lengua, pero solo sirvió para enardecerla aún más. Necesitaba sentir mucho más y sus compañeras tuvieron que volcarse todas sobre ella, ocasionándole orgasmos casi continuos.

Alma se atareaba en tragar el pene de Spinny, quien jugaba a pistonear tanto la vagina de la mexicana como la garganta de su colega pelirroja, enfrascadas en un cada vez más estrujador sesenta y nueve. Arrodillado entre las piernas abiertas de Betsania, se hundía en aquel delicioso coño latino, adornado con un zigzagueante rayo de vello; dos riñonadas profundas para conseguir uno de esos gemidos oriundos de Chiapas y vuelta a sacarla para, a continuación, enfrascarla en la garganta de Alma, que estaba más que dispuesta a degustarla tanto como los icores de la joven modelo azteca.

Deseaba que el joven se corriera en su boca, pues intuía que el semen era lo único que apagaría el fuego que brotaba de su esófago, pero Spinny se contenía asombrosamente, demostrando que estaba bien acostumbrado a follar. De hecho, ambas mujeres se habían corrido una vez al menos y se agitaban en busca de un horizonte aun más placentero. Alma apretó suavemente el glande violáceo con los dientes de su mandíbula inferior y su labio superior, antes de que Spinny la cacheteara suavemente en la mejilla, sacándola de su boca.

― ¡Ahí la llevas otra vez, Betsania! ¿Lo quieres fuerte o suave, pendón? – masculló entre dientes.

― Fuerte, huevón, todo lo fuerte que puedas – gimió la modelo mexicana, desde debajo del cuerpo de Alma.

Ésta se mordió el labio fuertemente cuando observó aquel pistón hundirse en la calenturienta sonrisa vertical, sin consideración alguna. Sintió los dientes de la latina morder dulcemente el interior de su muslo, como respuesta a la intrusión. Dos embistes más, un nuevo quejido, y vuelta a sacarla…

Ekanya se había entregado a toda aquella desconocida pasión; se había rendido incondicionalmente, con los ojos brillantes y las rodillas flaqueando. Nunca había experimentado algo así y se dijo, antes de ofuscarse completamente, que tendría que confesar sus pecados el domingo en misa. La lengua de May Lin la estaba torturando, posada sobre su clítoris. Su compañera era puro fuego y para impedir que los continuos gemidos que acudían a su garganta surgieran y la pusieran aún más en falta, había tomado el pie de Amaya, succionando sus dedos con pasión.

Arrodillada casi sobre el rostro de la negra, Calenda se afanaba por meter sus puños en el interior de las vaginas de las hermanas Nekerman. Ethel y Davina, las susodichas hermanas, chillaban fuertemente, sin saber si se trataba de gozo o de dolor. A Calenda no le importaba, pues las chicas la habían retado y ahora debían pagar las consecuencias. Con una mueca de suficiencia, la venezolana consiguió introducir el puño derecho completamente, sintiendo como Davina se estremecía toda y dejaba escapar un chorrito de pis, muñeca abajo.

― Vamos a por el otro – musitó con un gruñido, empujando su puño izquierdo.

Mayra se corrió en el momento de escuchar las palabras que gruñó Calenda. Se encontraba tumbada de costado sobre uno de los laterales del altar, sus piernas entrecruzadas con las de Sophie Presscott, sus sexos rozándose plenamente. Por fin reconocía que Calenda la ponía burra en cuanto la espiaba y que esa era la única razón de haberse hecho amiga de ella. La hubiera enloquecido tenerla entre sus piernas como a la imbécil de Sophie, pero no había tenido oportunidad. Entre los espasmos del fuerte orgasmo, se dijo que quizás aún no era tarde.

― ¡Me viene! ¡Jodida cochina, me corroooo! – exclamó la canadiense Sophie, arrancando una sonrisa a Mayra.

El viejo sacerdote intentaba estar al tanto de cuanto ocurría alrededor del altar. Por eso mismo, detuvo con un gesto a Rowenna y April, quienes sujetaban a la pequeña Britt entre sus manos. En la breve pausa, el anciano sintió débilmente los orgasmos de Mayra y Sophie y sonrió socarronamente. Se encontraba sentado sobre el diván, con las piernas extendidas ante él, en el suelo. Britt se acuclillaba sobre su erguido sexo, sujetada de los brazos por sus dos compañeras. Jadeaba, la mirada desenfocada. Sus pequeños senos subían y bajaban rápidamente, al ritmo de sus inspiraciones. Solo deseaba dejarse caer sobre aquel órgano que estaba fijo en su mente.

Sin embargo, aguardaba el permiso de quien era su dueño en aquel momento, al igual que sus dos nuevas amigas. Se la veía más joven de lo que era, quizás debido al mohín impaciente que se reflejaba en su rostro, o bien a su pequeño y esbelto cuerpo desnudo, que Rowenna y April manejaban como una marioneta.

― Vamos, jovencita, déjate caer… lo estás deseando, ¿verdad? – susurró el anciano.

Con una risita que quiso ser una respuesta y un alivio, al mismo tiempo, Britt quedó libre de sujeción. La mano de su amo mantenía empuñada la estaca de carne que deseaba en su interior, la cual se deslizó vagina adentro como una daga en su funda, hasta su totalidad.

― Aaah… putilla, estás acostumbrada a calibres gruesos… ¿a qué sí? – expuso el anciano mientras pellizcaba los grandes pezones de la joven.

― Sí, mi dueño. Mi ex la tenía grande – jadeó ella, mirándole a los ojos.

Con un gesto atrajo la atención de las dos modelos en pie, las cuales acercaron sus caderas para que las manos del sacerdote se apoderaran de sus sexos. Dos índices las penetraron inmediatamente, dejando claro que el interior estaba bien húmedo y dispuesto para lo que él quisiera. Muy pronto las tuvo a las tres con los ojos cerrados, las aletas de las narices comprimidas y la barbilla levantada al techo, suspirando y contoneándose en un glorioso terceto.

Los minutos pasaban raudamente, sin que nadie de los presentes controlase su avance. Primero una hora, luego otra más pasaron, sin que la compleja y viciosa sinfonía de gemidos y ruidos pasionales decayese lo más mínimo. El amplio sótano apestaba a tufo amoroso, a sexo desatado, a pesar que solo había tres hombres implicados. Sin embargo, el acre aroma a sudor y a humanidad en general enervaba las glándulas pituitarias.

De alguna manera, la satánica bendición del viejo sacerdote no solo exasperó la lujuria de los asistentes, sino que reforzó y aumentó su resistencia. A decir verdad, Cristo se había corrido ya dos veces, pero no pensaba en ello, ni siquiera era consciente de ese número ni condición.

Sudando como un gitano condenado a pico y pala, estaba sodomizando duramente a Katiana, quien arrodillada y con el culo expuesto, aullaba de gusto sobre la entrepierna de Gru. Ya no atinaba a pasar la lengua sobre la henchida vulva, por mucho que la reclamase. Para aprovechar el momento y no enfriarse, la alemana aumentó el ritmo de sus dos manos, inmersas en una bien orquestada fricción sobre los inflamados clítoris de Bitta e Iselda. Tanto la danesa como la noruega se encontraban de rodillas, las espaldas rectas y los muslos bien abiertos. Los dedos índices y corazón de cada mano de Gru penetraban al unísono los sexos de sus compañeras mientras ellas apretaban y torturaban sus propios pezones. Con las bocas entreabiertas y barbillas temblorosas, perseguían con celeridad una nueva explosión jubilosa.

Hetta había abandonado el grupo de sus amigas un rato antes, atraída por la mirada lujuriosa de Alma. Con su innato sentido de la dominación, consiguió que tanto la pelirroja como la mexicana quedaran de rodillas, con sus rostros hundidos en las intimidades de la hermosa alemana; Alma en la entrepierna, Betsania en la retaguardia.

Con sus manos bien aferradas a las esplendorosas cabelleras de las temporalmente sometidas, una de ellas rojiza y la otra casi azulada por su negrura, Hetta clamaba soeces insultos en puro alemán a medida que el éxtasis la alcanzaba. Todo su cuerpo delineado por duros ejercicios, se agitaba incontrolado y sus ojos casi vueltos evidenciaban que había llegado a su límite.

― Bastarde! Sie werden mich umbringen, bei Gott! Welche Sprachen! Verdammt amerikanischen Fotzen!

Con estas palabras, su cuerpo se desmadejó y cayó en brazos de las dos chupópteras, que se sonrieron mientras la tranquilizaban con caricias. Casi parecían dos libidinosas amantes del Drácula de Stocker, solo les faltaba relamerse la sangre de sus comisuras.

Spinny, cual sátiro resabiado, iba de flor en flor, ofreciendo su pene y sus besos a quien quisiera. Finalmente, Martine y Annabelle se aliaron para terminar con sus indecentes y provocativos punterazos. Sin dejar de besarse y abrazarse entre ellas, le hicieron el gesto de unirse a ellas. Annabelle alzó sus nalgas cuanto pudo para que el irlandés enfundara el miembro en su sexo y Martine, cuando lo hizo, le aferró con sus piernas.

Annabelle, esbelta rubia cobriza, agitó sus nalgas con una pericia desacostumbrada en una chica tan joven. Su compañera Martine la miraba a los ojos mientras el galope cada vez más exagerado de Spinny la llevaba al cielo. La jamaicana Martine decidió contribuir en el placer mutuo, llevando sus dedos tanto a su vulva como al clítoris de Annabelle. A punto de llegar al intenso final, Spinny se volcó sobre ellas y, como pudo, colocó su lengua entre las de las chicas, que no dudaron en aceptaron aquel beso a tres bandas, lleno de gemidos lúbricos cuando se derramó sobre el trasero de la chica.

También Cristo llegaba al éxtasis más absoluto en ese momento, follándose a toda máquina las bocas de Iselda y Bitta. Las dos estaban arrodilladas frente a frente, las manos a la espalda como a él le gustaba y las lenguas bien sacadas, para que Cristo pudiera meter su pene con toda eficacia. Katiana, detrás, le estimulaba el esfínter con un dedo, lo cual llevaba a nuestro gitano al más sublime paroxismo. La verdad es que echaba de menos ese tipo de caricias a las que Chessy le acostumbró. Gracias a ello, dejó varios chorros de semen en las bocas y barbillas de las dos modelos nórdicas, al mismo tiempo que dejaba escapar un gritito nada masculino.

El grupo numeroso de chicas había evolucionado hacia posturas de pura fantasía, agrupando el mayor número de participantes. Precisamente, en ese momento, todas ellas formaban un gran círculo sobre el suelo de tierra. Unas de espalda al suelo, otras cabalgando el rostro de las primeras, de forma alterna. De esta manera, conseguían estar todas conectadas en un sesenta y nueve general y grandioso.

Mayra, aprovechando el cambio de las chicas, se había unido a ellas, consiguiendo quedar bajo las caderas de su compañera favorita, Calenda. Lo único que le molestaba de esta magnífica oportunidad era no poder ver el rostro de Calenda cuando se corriese, pero, al menos, podría degustar su exquisito coñito totalmente depilado.

El círculo lésbico se asemejaba a unas extrañas plantas mecidas por ráfagas de cálido viento cuando las espaldas ondulaban y se curvaban, afectadas por el placer. Los gemidos parecían susurrados a las expuestas vulvas para brotar de nuevo en las cimbreantes lenguas de sus compañeras, pasando así de chica en chica. Las manos se aferraban a las desnudas nalgas, pinzaban los abiertos muslos, o bien se deslizaban buscando encajar en intimidades aún sin descubrir.

Finalmente, una a una, siguiendo un orden totalmente aleatorio, las chicas fueron alcanzadas por el último y determinante orgasmo que las hizo desfallecer y quedar adormiladas, las unas sobre las otras; las mejillas posadas sobre los olorosos sexos duramente manipulados. Algunas manos buscaron una última muestra de cariño, quedando asidas mientras recuperaban el aliento. Otras, como Mayra, susurraron un débil “te quiero”, como agradecimiento.

El sótano, poco a poco, se quedaba en silencio y tan solo una voz destacaba: la del viejo sacerdote.

― Eso es, mis bellas niñas. Habeis cargado el pentagrama con la suficiente energía – decía, de pie sobre el enmohecido diván.

Britt, Rowenna y April estaban recostadas bajo sus piernas, con sus pies estirados sobre la piedra, las espaldas sobre el fieltro del mueble, y las nucas casi en ángulo recto, apoyadas en la curvatura del respaldo. Mantenían sus bocas bien abiertas y los ojos clavados en su amo.

― Así, así, las bocas abiertas para recibir la comunión – murmuraba el anciano, meneando frenéticamente su pene sobre ellas. La punta de una lengua algo blanquecina asomaba entre sus labios, en una mueca perversa. – En el nombre del Innombrable, m-me corro… sobre v-vosotras… amén…

El gran pene morado del anciano escupió una ingente cantidad de espeso esperma, de consistencia pegajosa y fuerte olor. El semen se deslizó sobre los tres rostros expuestos, manchando párpados, narices, bocas, mejillas, y hasta cabellos. El anciano se reía y bailoteaba sobre ellas, aprovechando los escasos huecos entre sus cuerpos. No contento con esto, miccionó largamente sobre ellas, derramando orina por rostros y cuerpos sin que las muchachas protestasen en absoluto.

Acabada su asquerosa ceremonia, se bajó de un cuidadoso saltito y avanzó hasta donde se encontraba el carnero ensangrentado, que no se había movido ni un ápice durante la larga orgia. Con un chasquido de sus dedos, atrajo la atención de los ojos del animal y se miraron largamente. Maldijo en voz baja.

― ¡Demonios, aún nada! Tendré que esperar a que concluya la jornada – murmuró para sí mismo. – Bueno, niñas, es hora de irse a casa…

CONTINUARÁ…

 

Relato erótico: “El pequeñin 5” (POR KAISER)

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MALCRIADA2El Pequeñín
 
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Por el patio del colegio, y en medio de varios silbidos y piropos, Susana avanza a paso firme. Normalmente la morena le sonríe a aquellos que le dicen cumplidos pero en esta ocasión esta muy apurada para ponerles atención. Deambula de un lugar a otro observando en todas direcciones hacia las bancas del patio, después va a la biblioteca, al quiosco y finalmente a la cafetería donde ve a sus amigas, exceptuando a una, “otra ves esa yegua” murmura.

 

Susana nuevamente se pone en marcha aunque esta vez va a otros lugares menos concurridos como el gimnasio, la bodega del tercer piso y cuando va llegando al baño al fondo del pasillo encuentra a quien buscaba, o en realidad a quienes buscaba. “¡Como siempre estuviste genial, eres mejor que tener un consolador listo a toda hora!” dice sin tapujos Jessica. Sebastián al ver a Susana y sobre todo al ver la expresión en su rostro se detiene en el acto. La morena esta de brazos cruzados y con una cara que deja muy en claro que no esta de buen humor. “¿Y bien?” pregunta Susana muy seria, Sebastián va responder pero Jessica se le adelanta, “¿y bien que?” contesta con un tono lleno de insolencia. “¿Dónde andaban?”, “¿y a ti que demonios te importa?” fue la dura respuesta de Jessica, Susana se mantiene seria, demasiado seria para Sebastián que la observa algo temeroso, cuando la morena esta en pie de guerra es de temer.

La relación entre Susana y Jessica se ha deteriorado bastante últimamente y Sebastián sabe bien cual es la causa, él. Desde que Jessica pudo comprobar de primera mano los, “atributos” de Sebastián casi no lo deja en paz y esto ha provocado los celos de Susana que en varias ocasiones quedo plantada por que su prima lo agarro, y esto muy literalmente, primero. Susana respondió de igual manera y desde entonces ambas se han lanzado palabras muy duras entre ellas y han hablado pestes la una de la otra ante Sebastián que ahora queda en medio de la pelea.
 
“Te lo estas acaparando” dice Susana sin cambiar su pose en ningún momento, “¿y cual es el problema?” le contesta Jessica que sigue maquillándose sin siquiera mirar a su prima, “es la tercera vez esta semana, y apenas es martes”, “yo no veo nada malo, tu te lo dejaste para ti sola por semanas, además ya era hora que Sebastián tenga a una mujer de verdad con la cual divertirse”. Esas palabras sonaron como una declaración de guerra para Susana, Sebastián podría jurar haber visto chispas salir de sus ojos, para la morena ese fue un golpe bajo y ciertamente no lo va a dejar pasar.
 
0021

“Pues, me parecería raro que Sebastián se conforme con tan poca cosa, y con algo que ha pasado por tantas manos y… vergas”, Sebastián da un paso atrás, para Jessica eso fue demasiado. De inmediato se voltea y se pone cara a cara a su prima, ahora la cosa es en serio. “Miren quien habla” dice en un tono burlesco mientras mira fijamente a Susana, “o acaso debo recordarte la fiesta en la playa del verano pasado, cuántos te follaron en esa cabaña, tres, cuatro, cinco sabes perdí la cuenta en esa ocasión”, Susana se desarma un poco, al parecer era un secreto muy bien guardado que tenia, o al menos creía que era secreto. “Al menos eso fue una vez, o acaso te olvidaste de todos los exámenes orales y prácticos que diste el año pasado para pasar de curso, el director los profes de química, castellano, ciencias, historia, matemáticas”, ahora Jessica se sonroja un poco, pero ciertamente esto no ha terminado.

 
Durante unos minutos que le parecieron una eternidad Sebastián se ve atrapado en la feroz discusión que ambas tienen, se sacan en cara cada una de sus “escapadas” y cada vez que él trata de mediar en el asunto lo hacen callar y cada vez que trata de irse, no lo dejan. “¡Aquí el único que puede resolver esto eres tu!” le dice Susana que le apunta con un dedo como si se tratara de una espada, “¡cierto, él ha estado con ambas y será juez y jurado!” agrega Jessica, “¡¿cuál de las dos es la mejor en el sexo?!” le dicen al mismo tiempo.
 Sebastián se queda de una pieza, ambas lo miran fijamente de tal manera que tiene la impresión que le están haciendo unos rayos X. “Eh, bueno este… es algo difícil de … yo creo que lo mejor es…”, “¡responde de una vez!” demandan ambas. Sebastián comienza a sudar debido a la presión y se pone colorado como un tomate. “¿Responder que?” dice una voz femenina bastante severa. En ese momento aparece Elena, la inspectora que se percata de la actitud sospechosa de los tres. Como nunca Sebastián esta feliz de verla aunque en ocasiones la aborrece, rápidamente toma su oportunidad para desaparecer. “Nada importante, permiso adiós” dice y se retira a paso ligero antes que Susana o Jessica lo detengan.
 
0031

Los días siguientes fueron una autentica pesadilla para Sebastián. Normalmente hubiera estado feliz de ser acosado por semejantes bellezas, pero ahora simplemente esta cansado, hastiado de esta situación. En los recreos, la colación, en la biblioteca, a la salida e incluso a la llegada al colegio ellas lo esperan. A veces es una sola la que trata de dar sus mejores “argumentos” para convencer a Sebastián que es la mejor en el sexo. Esto le ha generado múltiples problemas, desde llegar atrasado a clases hasta ser acusado por una profesora de estarse “propasando” con una compañera, aun cuando la situación fue a la inversa, más encima sus padres que fueron notificados de esto lo castigaron en el acto y tiene detención en las tardes en el colegio. Toda esta situación lo tiene bastante irritado y para peor no hay señal que Jessica o Susana vayan darse por vencidas en este asunto o al menos hacer las paces entre ellas.

 
De muy mal humor viene saliendo de detención, Elena lo hizo tener que ordenar toda la bodega del tercer piso y más encima hacer aseo en dos salas más, Sebastián esta exhausto y furioso, lo único que quiere es llegar a su casa darse una ducha, comer algo y dormir, no quiere saber nada más de nada ni de nadie. Esta por llegar a la salida cuando de una puerta alguien lo agarra por sorpresa y lo tira dentro, Sebastián pierde el paso y cae pesadamente, al levantar la vista lo primero que ve es a Susana y a Jessica.
 
“¡Por que rayos te has estado escondiendo de nosotras!” le reclama Susana, “¡desde hace días que queremos hablar contigo, aun tienes algo pendiente!” continua Jessica. Mientras ellas siguen insistiendo una y otra vez en lo mismo y continúan como si fueran un par gallinas que no se cansan nunca de cacarear, Sebastián se pone de pie tranquilamente, se arregla su ropa y recoge su mochila.
 
“¡SILENCIO!”………. Susana y Jessica se callan en el acto, “¡ustedes dos ya me tiene harto con este asunto, me tiene enfermo de los nervios y si alguna de ustedes dice una palabra más la ahorco aquí mismo!”. Ambas guardan silencio en el acto, al ver la cara de Sebastián, que parece que va a explotar ya que su rostro esta de un vivo color rojo, no se atreven siquiera a murmurar. “¡Mientras no dejen de pelear no quiero ver a ninguna de las dos!” dice después, “¡¿ESTA CLARO?!”, ambas llegan a saltar y solo atinan a mover la cabeza, Sebastián se retira diciendo barbaridades y dando un violento portazo tras de si.
 
El fin de semana fue tranquilo, solo sus hermanos y el castigo fueron un problema. Al llegar al colegio ve a Susana y Jessica juntas, pero Sebastián hace un notorio gesto de desprecio y pasa a su lado sin siquiera saludarlas conducta que mantuvo durante todo el día, a pesar que se cruzaron varias veces no les dijo una sola palabra.
 
Saliendo de detención Elena le encargo que llevara unas cajas con archivos a la bodega del tercer piso y después se fuera, es su ultima semana de castigo y esta aliviado que sea así. Tras dejar dos cajas cargadas de carpetas Sebastián recoge su mochila y ahí se topa cara a cara con Jessica y Susana.
 
“¡Si van a comenzar de nuevo con esto!” advierte, pero ellas lo tranquilizan, “¡no te enojes, no te enojes!” le pide la morena al ver como se sonroja de nuevo, “¡en serio con Susana hicimos las paces!” agrega Jessica rápidamente. Sebastián las observa, no esta muy convencido. “Ambas conversamos y llegamos a la conclusión que se nos fue la mano el otro día” dice Susana algo nerviosa, “así que decidimos hacer las paces y disculparnos contigo” continua Jessica.
 
Sebastián guarda silencio, sigue desconfiando de ambas pese a todas las garantías que le dan. “Mira sabemos que es difícil que nos creas después de todo lo sucedido”, “así que con Susana acordamos demostrarte que hablamos en serio y que en lugar de pelearnos mejor compartimos” sentencia Jessica. Susana avanza sobre Sebastián y lo hace sentarse en una silla, “solo mira”, entonces la morena se da media vuelta y con Jessica se dan un tremendo beso. Sebastián se frota los ojos para convencerse que esto es verdad, y en efecto lo es. Ambas siguen besándose cruzando sus lenguas entre si mientras sus manos recorren sus cuerpos lentamente.
 

0041Ellas hacen una pausa y observan la cara de Sebastián que al parecer aun trata de convencerse que lo que ve, es verdad. Así que Susana y Jessica siguen adelante. Jessica se muestra más activa, fiel a su personalidad, y le estruja los pechos a Susana, le abre su blusa y hunde su rostro entre los senos de su prima, se los besa y lame mientras poco a poco le va quitando el sostén. La morena esta apoyada contra un escritorio y deja que su prima le haga lo que quiera. Sebastián pronto siente como su miembro comienza a ponerse más duro que nunca, Susana al percatarse del notable bulto que se recorta en sus pantalones sonríe maliciosamente.

 
Jessica recuesta a Susana sobre el escritorio y Sebastián observa como le devora el coño, pasea su lengua ansiosamente sobre el clítoris de su prima y mete furiosamente sus dedos en el mientras Susana no deja de gemir y de acariciarse sus pechos, “¡ves, te dije que sabia como le gusta a mi prima!” le dice Jessica sonriente. Solo en revistas o películas pornográficas había visto una escena así antes, pero ahora la tiene frente a sus con dos chicas que siempre le habían quitado el sueño.
 
Al cabo de un rato ambas hacen un furioso 69 sobre la mesa, se lamen con tantas ganas que Sebastián ya no pudo más y saca su miembro de sus pantalones, de inmediato se extiende por completo como si lo hubiera tenido amarrado por mucho tiempo. Ellas siguieron dándose entre si por un instante hasta que vieron la enorme erección de Sebastián. “Oye míralo, ya es hora vamos a darle lo que se merece” dice Susana. Jessica se quita de encima y ambas van hacia él y se hincan en frente con sus pechos al descubierto.
 
“Disfrútalo” dice Jessica y entre las dos le comienzan a hacer una mamada, la mejor que Sebastián ha recibido. Las lenguas de ambas recorren todo su miembro, envuelven su roja cabeza y se deslizan por todos lados. Siente como Susana y luego Jessica chupan su miembro y después lo frotan con sus pechos, Sebastián sonríe de forma estúpida y suspira como si esto fuese un sueño, cierra sus ojos y disfruta de este momento que antes solo existía en su imaginación. Como para asegurarse que no es un sueño él toma de la cabeza a cada una como para asegurarse que son reales y las acompaña en el movimiento que hacen mientras sus lenguas se pasean sobre su miembro.
 
“¡QUE DEMONIOS SIGNIFICA ESTO!”, Sebastián abrió los ojos de golpe como si lo hubieran despertado de un sueño muy placentero con un balde de agua fría y cae de espaldas con la silla, en la puerta, con sus manos en las caderas y con una expresión de furia esta Elena. “¡Esta no es la conducta a esperar de unas alumnas de este colegio!” sigue gritando mientras Jessica y Susana se arreglan sus ropas rápidamente. Sebastián trata de manera desesperada de meter su miembro en sus pantalones de nuevo, pero le resulta algo casi imposible considerando la tremenda erección que tiene, luego de un rato pudo ponerlo en su sitio y ponerse de pie ante la severa mirada de Elena, “¡los tres vengan conmigo, y rápido!”.
 
Al llegar a la oficina Elena hace pasar a Jessica y Susana mientras Sebastián espera afuera. Los gritos de Elena retumban por todo el lugar mientras escucha como ellas le ruegan para que no llame a sus apoderados. Finalmente salen de la oficina y Sebastián mira fijo a Susana, “detención por un mes y dos anotaciones en nuestra hoja de vida por conducta impropia” dice Susana lamentándose, “la sacamos barata, muy barata” agrega Jessica que luce muy preocupada, Sebastián jamás la había visto así. Elena sale detrás y las llama, “¡tú espérame en mi oficina!” y Sebastián pasa.
 
0051

Él se siente como si estuviera esperando su ejecución. Pasaron unos extremadamente largos cinco minutos hasta que Elena volvió y tomo asiento sin levantar la vista ni mirar siquiera de reojo a Sebastián que guarda absoluto silencio. Se quita su chaqueta y la cuelga en su silla y después llena unos papeles y habla por teléfono. Sebastián no sabe si siquiera tiene permitido respirar y Elena continua con lo suyo sin prestarle atención.

 
De golpe ella cierra un libro de clases y Sebastián se sobresalta. Elena suspira profundamente se saca los lentes y suelta su cabello castaño que es bastante largo y se reclina en su silla con sus ojos cerrados. Sebastián no puede evitar notar que a pesar de todo lo que se ha dicho de Elena, ciertamente tiene sus encantos. “¿Y bien chico travieso que debería hacer contigo ahora?”, Sebastián, que espera una severa reprimenda a gritos, no comprende bien lo que Elena le dice. Lo observa fijamente y en sus ojos cafés se aprecia un extraño brillo al tiempo que sube sus piernas a su escritorio. De manera instintiva Sebastián las observa algo de lo que Elena se percata en el acto.
 
“Vaya numerito que tenias con tus amigas” agrega después mientras juega con un lápiz que desliza en sus labios. Su rostro es de facciones mas bien alargadas pero bastante armoniosas, nunca se había percatado de esa belleza sobria que Elena posee. Sebastián aun no se atreve a decir nada y le cueste entender que ella no le este gritando tras lo sucedido sabiendo lo estricta y moralista que es.
 
“¡Bien, ya es hora de que pagues por tu atrevida conducta!” dice repentinamente Elena golpeando la mesa, ella se pone de pie y avanza directamente hacia Sebastián que la mira de forma incrédula, antes que él pueda decir algo Elena se le arroja encima y comienza a besarlo apasionadamente al tempo que le abre los pantalones buscando ansiosamente su miembro. Sebastián esta a su completa merced y no sabe que hacer ante esta situación.
 
Elena se muestra terriblemente ardiente, con mucha fuerza le frota su miembro mientras lo sigue besando. Después se abre su blusa y le restriega sus pechos, de buen tamaño, en la cara. “Vaya pero esto es toda una novedad, con razón esas chiquillas te acosan tanto” dice Elena complacida. Antes que Sebastián le diga algo ella se lanza a mamar su verga la cual se pierde en su boca. Es una mamada mucho más intensa y Elena demuestra claramente que los años son de experiencia y lo hace acabar en su boca la cual se llena de semen, “pero que abundante y espeso es, eres todo un caso muchacho”.
 
Sebastián no alcanza a recuperar el aliento cuando Elena se le monta encima y se empala de una sola vez en su verga, “¡así pero que bien se siente tan dura, tan tiesa es excelente!”. Elena se lo hace de una manera más que salvaje, le cabalga con todo y el sillón llega a crujir con el movimiento, la recibe toda en su sexo y no le da ni un instante de respiro. Sus pechos no paran de moverse y Elena lo sujeta de tal manera que lo inmoviliza, Sebastián siente como si Elena lo estuviera violando.
 
006

Durante unos muy largos minutos Elena soltó toda su lujuria con él, como si por años no hubiera tenido sexo y quisiera recuperar el tiempo perdido. Sebastián se corre al menos tres veces pero incluso así Elena continua hasta dejarlo prácticamente seco y exhausto. Es la primera vez que una mujer hace trabajar así su miembro.

 
“Veo que eres todo un campeón chiquillo” le dice al oído con una sonrisa maquiavélica. Elena se pone de pie y se arregla su ropa. “Puedes irte” le dice y Sebastián como puede guarda todo y se dirige a la puerta, “de ahora en adelante te quiero en mi oficina los martes y los viernes después del horario de clases esta claro”, “yo no soy su juguete” replica Sebastián, Elena sonríe otra ves, “pues yo diría que si, ¿no querrás que tus padres reciban una comunicación donde les indico que te estabas aprovechando de un par de compañeras de colegio o si?”, la cara de horror de Sebastián lo dice todo.
 
“¿Acaso me esta chantajeando para tener sexo conmigo?” pregunta incrédulo, “pues claro, eso lo hace más excitante no crees” responde Elena con una sonrisa. Sebastián se retira y a la salida se encuentra con Susana y Jessica las cuales aun se lamentan por lo sucedido. “¿Y bien como te fue?” le pregunta la morena ansiosa, “eh, debo ir a hacer aseo a su oficina los martes y viernes después de clases” les responde aunque sin mirarlas a los ojos. “Vaya esa mujer es toda una perra” dice Jessica, “parece que necesita una buena cogida a ver si eso le arregla el carácter” agrega después, Sebastián se mantiene en absoluto silencio aunque concuerda con Jessica plenamente.008
 
 

Relato erótico: “Historias de Puta y Madre” (POR JAVIET)

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UNA EMBARAZADA2HISTORIAS DE PUTA MADRE, episodio piloto.

Versión reformada de acuerdo a las normas de la página.

sin-tituloHola me llamo Oscar, estoy prejubilado de la construcción a mis cuarenta y siete años por una lesión en la espalda y divorciado (amistosamente) mi paga actual no da para mucho así que vivo en un dúplex adosado de dos pisos en las afueras, la casa es muy luminosa y tiene garaje para dos coches, cuenta con tres dormitorios, salón comedor grande, una amplia cocina, dos cuartos de baño, uno con plato de ducha y el otro con bañera, y como colofón un patio trasero amplio en forma de L rodeado de vegetación alta.

Bueno en realidad su dueño lo alquilaba completo o por habitaciones, aproveché esta última opción por un precio bastante modesto, en breve fueron llegando los otros dos inquilinos, la convivencia con ellos en general era buena, gracias a eso y alguna chapucilla ocasional (en negro) voy tirando; cuando pasó esta historia mi vida transcurría sin demasiados alicientes, pero tampoco tenía problemas graves, daba paseos al sol por el parque, jugaba alguna partida de mus en un bar próximo, de vez en cuando iba al cine o practicaba algún baile de salón en un local cercano con gente madurita, una vez al mes iba de putas ya que no tenía pareja, en fin todo normalmente aburrido hasta que se fue uno de los inquilinos y apareció ELLA.

Se llamaba María Antonia, pero prefería que la llamaran Marian, era una muñeca de metro sesenta y cinco, pelirroja, pecosa de ojos verdes y pelo hasta media espalda, generalmente recogido en una larga coleta, poseía un cuerpo delgado con pechos de tamaño mediano y caderas algo anchas que le hacían un culo alto y firme, tenía 19 años y una preciosa niña de 6 meses, el dueño nos dijo que debíamos dejarla en la habitación grande de matrimonio por el tema de ganar espacio para la cuna y los cachivaches de la niña; así pues el otro inquilino que se llamaba Juan y trabajaba en un Bingo, se tuvo que cambiar de habitación a la que estaba libre, afortunadamente este joven de 30 años trabajaba de tarde/noche, por lo que regresaba muy de madrugada cuando todos dormíamos, así que habitualmente se libraba de los lloros de la pequeña y dormía casi hasta mediodía como un lirón.

Eso me dejaba muchas horas libres para conocer mejor a Marian, supongo que fue mi figura paterna la que hizo que pocos días después tras ganarme su confianza, me contara su historia entre lagrimas y algún abrazo, la cosa no paso de ahí, pero al menos me enteré de su vida. Ella venia de una familia de clase media/alta, los padres suponían que estudiaba, pero en realidad su vida no era tan simple, fumaba porros y le daba frecuentemente al botellón, eso junto con chicos guapos y coches molones con la música a tope la excitaban, estando colocada y borracha había sido follada multitud de noches en portales, en esquinas que olían a pis, en multitud de asientos traseros y en alguna cama, esa mezcla de diversión alcohólica, excesos fumetas y sexo, le habían dado un premio en forma de una niña preciosa sin padre conocido.

La reacción de la familia fue pedirla que abortara, pero la pelirroja se negó; meses después tras nacer la niña su padre la echó de casa, pues la joven aun dando de mamar a su hija, seguía pegándole a los porros y bebía, aunque mucho menos que antes, Marian actualmente solo tenía como ingresos una pequeña ayuda social y la pequeña cantidad que su madre la ingresaba a escondidas, con todo y debido a sus vicios, la joven lógicamente, solía tener problemas para llegar a final de mes.

Mi consejo fue que dejara lo antes posible sus vicios y se arreglase, pues en la zona de urbanizaciones cercanas había muchos críos y podría conseguir un trabajo de niñera con relativa facilidad, ella me hizo algo de caso y mejoró su aspecto, cada día salía con su niña en el carrito y daba largos paseos por el parque cercano, a veces yo la acompañaba un trecho o me la encontraba de vuelta casa, al principio solamente salía por la mañana pero dos semanas después lo hacía también por la tarde, su aspecto mejoró, estaba más alegre y su piel pálida se coloreo un poco, supuse que la joven había tomado por fin el buen camino.

Habría pasado mes y pico cuando un día entrando en el bar para la partida de mus, me cruce en el zaguán con un amigo que salía, este me sonrió ampliamente diciendo:

– Oscar granujilla, ¡qué suerte tienes tío!

– ¿Por qué lo dices?

– Esa chica pelirroja que vive en tu casa ¡canelita fina!

– Sí que es guapilla y la pequeña es preciosa.

– No te hagas el tonto que ya sabes de que te hablo, me voy que tengo prisa y me espera la María, ya hablaremos.

Se fue dejándome asombrado, todo el barrio había visto a Marian y algunos vecinos cercanos incluso sabían dónde vivía, una pelirroja joven de 19 añitos de buen tipo y con una niña en un carrito, no pasa muy desapercibida, eso era lógico, pero este era el primer comentario picarón que escuchaba y quede algo mosqueado.

Al principio del mes siguiente vino Luis el dueño de la casa a cobrar la mensualidad, estuvo con la pelirroja en su habitación un buen rato, repitió la visita en la de Oscar donde solo estuvo cinco minutos y luego vino al comedor donde le di mi dinero, me dijo que pasaría una vez por semana a revisar como estaba todo, esto me extrañó pues tanto interés del casero no era habitual, se me hizo evidente que algo no estaba bien en mi ecuación mental, Marian no había encontrado trabajo, ni de niñera ni de nada, su habitación olía ligeramente a porro, durante la cena bebía más vino de lo habitual, además estaba renovando su vestuario, al principio pensé que habría traído otra maleta o sacado de las anteriores algo que no había visto anteriormente, pero la vista de varias etiquetas con precios en la basura me sacaron del error, el calor reinante trajo más cambios, la pelirroja salía ahora de paseo en deportivas y pantalón de deportes muy cortito, por arriba solía llevar tops o camisetas cortas algo ceñidas o de tirantes finos, estas siempre tenían anagramas o algo escrito en el pecho, supongo que para ocultar o al menos disimular sus gruesos pezones, ya que estos a veces rezumaban tras dar de mamar a la niña, algo estaba pasando y tome la decisión de seguirla para descubrirlo.

El primer día que la seguí a distancia no vi nada raro, Marian paseaba por el parque empujando el carrito, recorría los paseos de tierra y se sentaba ocasionalmente a jugar con la pequeña, de vez en cuando se juntaba con otras madres o niñeras y charlaban o reían, en esas ocasiones la pelirroja dejaba a la niña al cuidado de las otras y acudía al servicio público, me senté en otro banco apartado controlando su salida del edificio, este es una casamata de ladrillo con los dos accesos en su frontal (Hombres y Mujeres) naturalmente yo había entrado allí varias veces y sabia la disposición del masculino, un lavabo con espejo frontal, dos urinarios y dos retretes no demasiado limpios, tras estos había una ventana que daba a la parte trasera, esta era larga y estrecha pues recorría casi toda la pared posterior, se componía de varios cristales, estos tenían bisagra en su base y quedaban entreabiertos por arriba para facilitar la ventilación, por tanto era frecuente escuchar voces femeninas mientras uno se aliviaba sentado, yo jamás había entrado en el de mujeres pero suponía que solo cambiaría el número de cabinas y lavabos, Marian salió quince minutos después, su expresión era alegre y se había refrescado un poco pues tenía el pelo algo húmedo, antes de ella había visto un abuelito que conocía, me pareció que salía del váter de mujeres pero en aquel momento no le di importancia, ya que el hombre solo cambio de puerta entrando en el de hombres, por lo que supuse una confusión inocente.

La mañana se me hizo aburrida, ella conversaba y de vez en cuando cogía a la niña acunándola, después tras mirar el reloj anduvo hacia otra zona del amplio parque, se sentó en un banco con demasiados arboles rodeándola y saco uno de sus pechos para amamantar a la niña, me aparté durante un rato por vergüenza y la perdí de vista, la volví a ver caminando media hora después, cerca había a un tío de mediana edad haciendo footing con cascos y muy sonriente, yo tenía dificultades para ocultarme al caminar en zonas poco arboladas, además comenzaba a tener la sensación de ser un pervertido tras tanto rato espiándola, por suerte Marian decidió volver a casa y yo me metí en un bar a tomar algo, media hora después volví a mi hogar y comimos juntos, por la tarde llovía y no salió apenas de su habitación.

Deje que pasaran tres días antes de seguirla de nuevo, lejos estaba de imaginar lo que ocurriría aquella mañana, la joven llevaba su pantalón corto de deportes azul y una camiseta gris de tirantes con el anagrama de Queen en rojo sobre su pecho, ese día en vez de una cola larga, se había hecho dos largas coletas tras las orejas sujetas con gomas marrones, su pelo rojo y la cara pecosa de ojos verdes añadidos a su indumentaria y juventud, la daban una pinta muy excitante de colegiala picara.

El paseo se repetía como la primera vez, todo normal, paseo, banco, paseo, charla etc. Serían las once y media cuando llegamos a las proximidades de la casamata de los servicios, Marian conversó un rato con las otras mamás, intuí que al igual que el otro día, dejaría a su hija a su cuidado y seguidamente se dirigiría al váter, pero esta vez yo me había adelantado, sabiendo o más bien intuyendo que lo haría, mientras la pelirroja hablaba con las otras madres, entré en el servicio de mujeres comprobando que estaba vacío, allí había dos lavabos y tres cabinas con sus correspondientes cajas para tirar compresas, quite el papel higiénico de dos de ellas y lo dejé solo en la más cercana a la pared que daba al servicio de hombres, de un vistazo comprobé que la ventana común estaba entreabierta y por allí podía escuchar todo lo que ocurriese; salí pasando al de caballeros y me senté en la cabina que daba a la pared de separación, sacando el móvil del bolsillo lo prepare para grabar, ahora todo estaba dispuesto, en cuanto escuchase su voz lo acercaría a la ventana asomándolo un poco y grabaría lo que ocurriese.

Marian entró en el servicio, reconocí sus familiares pasos y escuche su voz:

– ¡Vaya no hay papel! Aquí tampoco, ah aquí sí, pues este valdrá.

Escuche gemir la puerta paro no el ruido del pestillo, instantes después sonaron pisadas de hombre y la juvenil voz de la pelirroja diciendo:

– Aquí José, vamos entra –escuché la puerta cerrándose y correr el pestillo.

– Joder rojita, hoy pareces más joven y guapa, te sientan muy bien las coletas.

Reconocí la voz, el José era otro prejubilado mayor que yo, este siempre había tenido fama de putero, puse el móvil a grabar y de puntillas lo asomé un poquito por la ventana de comunicación, por suerte el teléfono es blanco y no destacaba demasiado del color de la pared, si no salía bien la imagen al menos tendría la voz.

– Gracias abuelito, ¿Qué va a ser hoy?

– Un polvito rápido guapa, pero me tendrás que fiar un par de Euros pues no me llegan.

– Pues pide otra cosa, yo no fio y sabes las tarifas 10 pajilla, 15 tetas y 20 boca, el polvo 30 y el anal 40.

– Vamos rojita se buena, solo me falta lo del café que tomé esperándote, la semana que viene te lo doy, lo prometo.

– Humm… vale porque eres habitual, pero si me chuleas paso de ti para siempre, una y no más santo Tomas.

– Que buena eres guapetona, toma el dinero van 28 Euritos.

– Vale gracias, ¡a ver sácatela! Creo que será mejor que te quedes quieto mientras te la acabo de poner tiesa, luego te sientas en la taza y me siento encima ¿vale?

– Si cariño dale bien, hoy estás muy guapa.

Vi la grabación más tarde, pero la contaré ahora para no romper el ritmo del relato. María estaba sentada pajeando la polla del hombre, se la chupó brevemente para conseguir la erección máxima y rápidamente se levantó, intercambiando el sitio mientras se quitaba los pantaloncitos y el tanga, José se había bajado los pantalones hasta las rodillas, esperando con la verga tiesa a su atractiva amazona pelirroja.

Marian se le vino encima tras pasarse dos dedos mojados de saliva por el coñito, le monto a horcajadas sentándose despacio sobre su polla, el tío la tocaba los pechos gimiendo mientras entraba en la joven, ella se abrazó un instante al hombre, pero comenzó a rotar las caderas y dar saltitos, en la estrechez del cubículo resonaban los suspiros de ambos, Marian se subió la camiseta y José chupo sus tetas ofrecidas, los movimientos pélvicos aumentaron así como los gemidos, ella levanto la cabeza con los ojos cerrados y la boca entreabierta, a través del móvil he visto muchas veces esa escena desde entonces, la pecosa Marian gozaba intensamente de la penetración, el hombre culeando intentando meterse hasta el fondo y la joven saltando encima, agitándose sobre él y basculando las caderas con frenesí, luego un gemido largo de ella, un grito sofocado del abuelete contra las tetas de la pelirroja anunciando su propia corrida, ambos se quedaron quietos un instante.

Retiro el móvil, no quiero que me descubran, escucho movimientos e imagino que estarán sacando el condon y recomponiendo sus ropas, salgo de mi cubículo y me alejo sentándome en un banco, estoy cachondo pues solo he oído lo ocurrido, ahora saco el móvil y puedo verlo mientras espero, ¡es la hostia! Tras el primer minuto de visionado tengo una erección total, no me recuerdo tan tieso desde que tenía 16 años, el cuerpo de la joven me pone mucho y su primer plano, con la bonita cara pecosa gozando casi hace que eyacule ahí mismo.

Me contengo con esfuerzo y guardo el teléfono, miro a los abuelitos, a los árboles, los pájaros y la hierba verde y ondulante, sigo empalmado, intento pensar en las musarañas, en coches, hasta en la velocidad de caída de las hojas desde los arboles al suelo, ¡todo inútil! sigo empalmado.

En el ínterin Marian ha salido y recogido a la niña, ahora camina por una vereda empujando el carrito, va sonriente luciendo su cuerpazo recién corrido, yo la sigo a distancia pero no lo tengo fácil, verla follándose a alguien ha hecho que logre la mítica erección de Duracel, si esa que es dura y que dura y dura… en estas condiciones se me hace difícil mantener la discreción y no llamar la atención, una cincuentona me ha dicho algo bajito mientras se lamia los labios al pasar a mi lado, los culos movedizos y las tetas saltarinas de dos chicas haciendo footing que pasan cerca no me ayudan a calmarme.

Un rato después y aun empalmado, veo dirigirse a la pelirroja al sitio aquel del primer día, el rodeado de arbolitos donde dará de mamar a la niña, es mi oportunidad de relajarme así que me adelanto por un lateral, ocupo un sitio oculto tras un árbol, desde donde veo el banco que ocupara y me bajo la cremallera, la perspectiva de pajearme viendo sus tetas no me mola mucho pero es lo que hay.

Marian se sienta sacando a la niña del carrito, la deja en el banco y cambia sus pañales, utiliza toallitas húmedas para limpiarla y después los usa en sus manos, el paquete oloroso va a la papelera y la joven tras sentarse de nuevo se pone la niña en el regazo, levanta la camiseta por un lado y da la teta a la criatura, he visto la escena avergonzado aunque excitado, la contemplación de su pecho me enardece pero la imagen de la niña alimentándose me corta, decido irme sigilosamente sin hacer nada, apenas doy dos pasos cuando una figura llega al lado de la pelirroja.

Reconozco al tío de mediana edad del otro día, me vuelvo a ocultar y saco el móvil, debe tener cuarenta y muchos años, mide metro setenta y es calvo, lleva pantalón de ciclista y camiseta oscura, se para de pie ante Marian quitándose los auriculares de la cabeza y dice:

– ¡Hola rojita! Ya veo que me has hecho caso y llevas coletas.

– Si Miguel ya sabes ¡el cliente manda!

– Me gustas mucho así con ese aire de jovencita picarona y guarrilla.

– Gracias, ¿Qué va a ser hoy?

– Una mamada guapetona, quiero ver tu carita pecosa salpicada de crema.

– Vale pero deberás esperar un poquito a que acabe con la pequeña.

– ¡Está bien, aunque llevo algo de prisa! –replico Miguel.

Marian acabo de dar el pecho y metió a la niña en su carrito, volvió a sentarse y tras beber un trago de agua miro al maduro diciendo:

– ¡Vaale pesado, ya está! Sácala ya y empecemos.

Había puesto el móvil a grabar, la conversación me había molestado pero decidí no intervenir, quería saber hasta dónde llegaría Marian en su nueva profesión como puta; el tal Miguel bajo un poco los pantalones y saco su polla de tamaño medio ya dura y dio un paso al frente, el banco y los arboles formaban una C algo apartada de la vereda, el hombre daba su espalda a la abertura y tapaba el banco con su cuerpo, nadie podría ver lo que ocurría sin acercarse, excepto yo que por suerte me ocultaba entre los árboles y grababa la escena.

La polla estaba a centímetros de la boca de Marian, pero esta no se movió hasta recibir los billetes en la mano, los guardo en su pantalón, tomo las pelotas de Miguel en la zurda atrayendo el cimbel a sus labios, vi su lengua salir al encuentro del glande y recorrerlo, el hombre suspiró bajito y tomó las coletas rojas en sus manos, luego dio un impulso entrando en aquella boca juvenil, más que mamada lo que ocurrió fue una follada oral, aquel tío era bastante brusco, veía su nabo entrando y saliendo sin pausa de la boquita abierta, la pelirroja gemía dejándose hacer con los labios formando un circulo y su saliva cayendo desde la barbilla, durante un instante todo paró, la joven había dado un apretón en las pelotas del hombre para sacarse la verga y respirar, escupió un borbotón de saliva y volvió a meterse la polla más suavemente, ella rodeo las nalgas masculinas con su brazo derecho e imaginé sus dedos en la raja del culo de Miguel.

El vaivén siguió más suave al principio, el hombre jadeaba de placer aunque no demasiado fuerte, Marian oscilaba lateralmente la cabeza, supuse que presionando con los labios y dedos, revolviendo la lengua contra aquel cabezón que mantenía dentro de su boca, debía ser la hostia del gusto porque vi como el tipo doblaba ligeramente las rodillas, se recuperó entre suspiros reanudando el vaivén oral tirando ligeramente de las coletas, veía las mejillas hundirse o engordar en cada vaivén, tras una serie larga de caderazos rapidos el maduro volvió a jadear, hasta que de repente se quedó muy quieto estirándose y gimiendo, imaginé un dedo diestro de la pelirroja presionando el ano masculino, mientras su polla enviaba oleadas de esperma a la garganta de la pelirroja, esta intento tragar pero acabo sacándose casi totalmente la verga y cerrando los ojos, Marian dejó que acabara de escupir su placer en sus labios y mejillas, su zurda ayudaba pajeando a que la descarga fuera total.

Vi como la lengua salía de su boca arrastrando hilillos blancos, Marian lamio la verga menguante sin prisas, la piel de sus mejillas brillaba húmeda, los ojos de Miguel no se apartaban de aquellas facciones pecosas salpicadas de semen, un minuto después tres limpiarse con un pañuelo tendio otro a la pelirroja y poniéndose bien la ropa dijo:

– Me gusta verte así salpicada y caliente.

– Sé que te gusta o no lo pedirías guapo, ¿Cuándo quedamos?

– En tres días, lo normal –respondió Miguel.

– ¿Alguna petición especial?

– No, ven como siempre con coleta, pero esta vez te echare un polvo ¿podrás?

– Si, pues aún no me toca el mes, me vale.

– Bueno chata me piro, espero que esta recarga de leche te venga bien.

– Tranquilo que alimenta, no es la primera que trago.

– Adiós guapísima, te veré en tres días a esta hora.

– Adiós Miguel.

El hombre se alejó corriendo con los cascos puestos, Marian había acabado de limpiarse la cara, sintió algo húmedo en la ropa y miró, era la mezcla de semen y saliva que había caído de su boca, vi su joven cuerpo estremecerse inclinando la cabeza, la joven se quedó mirando al carrito donde reposaba su hija adormilada.

Me aleje sigilosamente del lugar, la erección había durado todo el rato, casi me había corrido contra el árbol, pero aquella sensación de tristeza me enfrió de golpe, ¿Qué hacer, que decir, que pensar? Me sentía confuso pensando en la joven, ahora entendía su vuelta al alcohol y los porros, intentando olvidar lo puta que era por las mañanas y buena madre el resto del día, seguramente se sentía agobiada por problemas económicos y esta era la consiguiente salida fácil, ¿debería decir algo o actuar como uno más y tirármela sin historias? Yo no podía ayudarla económicamente, la chica merecía alguien mejor y más joven que la asegurase el porvenir, hecho un mar de dudas me aleje rumbo a casa, dejaría que el destino decidiese.

Continuara…

Tras la estupefacción por la retirada de la version original de este relato, decidí rehacerlo de acuerdo a las normas de la página, lamento si alguien se sintió ofendido por la corta edad de Marian (17 en la versión original, 19 en la actual) recomiendo que pongáis la cifra a vuestra elección, también me disculpo por la escena de la felación con la niña en brazos, tal acción solo pretendía cargar esta escena de morbo, repito mis disculpas pues no pretendía ofender o molestar a los lectores.

Para la protagonista me pareció oportuno presentar a una jovencita de hoy, como muchas de las que se ven en cualquier calle de cualquier ciudad, algunas haciendo cosas en público de las que los mayores nos avergonzamos, lamentablemente este relato solo da una idea de cómo podría ser el futuro de alguna de estas muchachas, ojalá me equivoque.

También espero que la persona que denunció mi relato, muestre el mismo celo con otros autores, que bajo la excusa de dominación u otras categorías, insultan repetidamente y propinan tratamientos vejatorios (espero que solo escritos) contra el bello sexo femenino; salta a la vista que las asociaciones feministas y el ministerio de igualdad para la mujer, no los leen.

Bien amigos lectores, otro capítulo piloto de una serie, vuestros comentarios e ideas así como el número de lecturas decidirán su continuación.

Sé que el principio se puede hacer espeso, pero es bueno conocer a los personajes al principio, para luego ir directos al grano en los demás capítulos, las historias solo comienzan aquí, esta Mamá aún debe darnos algunas sorpresas morbosas, aunque anuncio que alguna escena “fuertecilla” ya ha sido tirada a la basura tras el reporte, pero Marian se lo montara tanto con gente joven como con los abuelitos del parque.

¡SED FELICES!

 

Relato erótico: “A mi novia le gusta mostrar su culito” (POR MOSTRATE)

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NUERA4A mi novia le gusta mostrar su culito.

sin-tituloDespués de 2 años de pareja me entero que a mi novia le gusta mostras su culito y me lo demuestra con el portero y el de seguridad de nuestra casa.

La mayoria de las historias que leí destacan que son reales. No se cuanto habrá de verdad en eso. Lo que si les puedo asegurar que esta historia que les contaré sucedió tal cual se las relataré. Lo único que cambiaré serán los nombres de los personajes por motivos obvios.

Me llamo Sergio, vivo en Buenos Aires, Argentina, tengo 40 años y estoy viviendo en pareja hace 2 años con Marcela, una muy linda rubia de 25 años, 1,67 mts de estatura, 85 de pecho, 62 de cadera y una cola super paradita (a fuerza de mucho gimnasio) y con la piel muy suavecita. Al principio de nuestra relación en la cama siempre fuimos muy conservadores, nada de fantasias extrañas, nada de sexo anal, nada de películas porno ni nada de juguetes. Así como les cuento parece bastante aburrido, pero por lo recatada que siempre fue Marcela, yo no tenía otra opción que aguantarme una relación de esta forma.

Así transcurrían nuestros días hasta que en una ocación, yo estando en el baño de mi oficina escuche la conversación de dos compañeros, Eduardo y Leonardo, hablando de mi novia, la cual habían conocido en un evento para la presentación de unos nuevos productos que se había realizado el sábado anterior y al cual habíamos concurrido todos los integrantes de la empresa con sus respectivas novias o esposas.

Al escuchar el nombre de Marcela me escondí para no ser visto y al prestar atención no podía creer lo que escuchaba. A continuacíon les trancribo lo mas textual posible la charla:

– ¿Viste el culo que tiene la pareja de Jorge?, preguntó Eduardo

– Ni que lo digas, no pude dejar de mirarselo en toda la noche, contestó Leonardo

– También con ese pantalón que tenía y esa tanguita que se le marcaba toda.

– Además, me parece que le gusta mostrarlo, porque cada vez que notaba que la estaba mirando se hacía la tonta y lo paraba mas.

– Te parecerá a vos. Con Jorge siempre hablamos de lo tímida que es Marcela y lo que le cuesta a él realizar algunas de sus fantasias.

– Yo lo único que te digo es que me parece que esta es una putita barbara y que le encantaría que le rompan el culito de una buena vez y yo me anotaría en primer lugar.

En ese momento salieron del baño y yo me quedé con una sensación de bronca tan grande que solo era comparable a la calentura que me había dado escucharlos hablar así de Marcela.

A partir de ese día note lo que me exitaba saber lo deseada que era mi novia y cada vez que teníamos relaciones fantaseaba con la idea de que hubiera gente mirandole la cola a Marcela mientra ella la movía contenta de mostrarla. Así trascurrieron varios meses, hasta que en una oportunidad y en un momento que estabamos tomando sol en el balcon de casa, vi que se metía la tanga que tenía puesta bien adentro de la cola. Cuando le pregunte que hacía, me contesto que era para que no le quedaran las marcas de la malla, pero en realidad me di cuenta que se había levantado de la reposera y se había colocado de espaldas a la reja del balcón dandole un espectaculo barbaro a dos adolecentes que vivian en un edificio de enfrente y que no se podían despegar de la ventana. Al darme cuenta y creyendo que Marcela no se había dado cuenta le aviso:

– Marce, date vuelta que te estan mirando de enfrente.

– ¿En serio?

Da vuelta la cara y viendo a los chicos les saca la lengua, se las pasa por los labios, luego me mira y me dice:

– Dejalos que miren, me calienta pensar que esta noche van a hacerse una paja pensando en mi.

No podía creer lo que escuchaba y veía, la tan recatada de mi novia ofreciendo el culo para que unos desconocidos se lo miraran cuanto quisieran y además reconocer que eso la calentaba.

No supe que decir, automaticamente sentí que comenzaba a tener una erección monumental y comence a dar credito a lo que había mencionado mi compañero Leonardo en la ocación del baño.

Como pude, me pare de la reposera y me acerque a ella le di un beso en la boca y susurrandole al oido le comente que lo que estaba haciendo era una de mis fantasias de los ultimos meses y que si a ella le gustaba yo no me pondría celoso, al contrario, le ayudaría a desarrollar su fantasía y llegar hasta donde ella quisiera.

Cuando escucho esto, me miro fijo y me preguntó :

-¿ Llegar hasta donde yo quiera?

– Sí, ¿porqué? ¿hasta donde queres llegar?, le respondí.

– Me gustaría mostrarle la cola a estos chicos sin la mallita. ¿me dejás?

La conversacion había llegado al punto que yo ya no podía sopotar mas que mi chota estuviera encerrada en el pantalon.

Ella me miraba como esperando la respuesta, sin dejar por supuesto de arquearse cada vez más para mostrarse mejor a estos chicos que yá a esta altura y sin ningún disimulo habían sacado sus chotas y se estaban haciendo flor de paja.

– ¿No te parece que sería demasiado?, ¿no te da vergüenza? le pregunte.

– No, para nada, lo unico que me da un poquito de vergüenza es confesarte que siempre me gustó mostrarme y especialmente me excita muchisimo cuando los hombres me miran y desean mi colita.

Vi en su cara que contarme esto la calentaba terriblemente, y yo que con mi calentura no me quedaba atrás le seguí preguntando.

– ¿Le mostraste la colita a muchos señores en este ultimo tiempo?

– A varios, ¿querés que te cuente la última vez?

– Fue ayer cuando salí del edificio para el gimnasio con las calzas azules y al ver que Segio (el portero) y Ruben (el de seguridad) no podian sacarme los ojos de encima, me abrí un poco de piernas, me agache sin flexionar las rodillas y hice como que me ataba el cordon de las zapatillas, poniendole la cola a un metro de la cara de ellos. Me clavaron la vista y pude ver como Ruben se puso la mano en el pantalón y murmuro algo que no llegue a escuchar. Esto me calentó tanto que tuve que volver a casa a cambiarme porque me había mojado toda.

A medida que me contaba esto se había abierto un poco mas de piernas y empezaba a tocarse la conchita, siempre mostrando su culito a todos los que quisieran verlo en las ventanas de enfrente.

– Bueno, si no te da vergüenza, sacate la tanga, pero espera que me vaya para adentro, para mirarte desde ahí.

Lo único que yo quería era no perderme nada del espectaculo que estaba por dar mi novia, y lo quería ver mientras me hacía flor de paja.

Cuando la deje sola, giró la cabeza hacia los mirones, sacó la lengua pasandosela por los labios, tiró de cordón de uno de los costados de la maya desatando el nudo y voilá, ahí estaba parada en el balcon con las piernas abiertas, un dedo dentro de su conchita y apuntando su colita desnuda en plena luz del día a decenas de ventanas.

Se arqueaba cada vez más, se abria los cachetes con la mano, mostrando su lindo agujerito y siempre sin dejar de masturbarse, la escuchaba que decia en voz baja – ¿Les gusta mi cola? ¿Les gustaría chuparla?, aquí la tienen, toda para ustedes. De repente me miró a traves del vidrio y me rogó que le metiera la pija en la boca, cosa que no pude evitar ya que estaba por estallar. Asi que salí al balcon, la tome de los pelos, y ella me empezo a comer la chota, mientras yó ya fuera de sí, le gritaba ¿Te gusta que te vean la colita putita? ¿Te gustaria tener ahora otra pija por atrás? Ella asentía con la cabeza y gemía como nunca la había escuchado. Ya había acabado como 5 veces. Yo seguía: ¿Sabés todos los señores que se deben estar pajeando con tu culito?, ¿Te gustaría tenerlos todos aca, no puta?, Siiii decia ella, pero ya no aguante mas y tuve un orgasmo monumental, el cual Marcela se tragó hasta la última gota. Le dí una palmadita en la cola y nos metimos para adentro, sin antes ella darse vuelta y dirigir un beso hacia las ventanas.

Esa noche tuvimos el mejor sexo que habíamos tenido desde que nos conociamos, pero como se imaginarán la cosa no quedo ahí, y empezaron a pasar cosas que realmente nunca hubiese esperado que pasaran.

A la mañana siguiente al salir del edificio para dirigirme al trabajo, me cruzo en la puerta con Sergio y con Ruben, que como recordarán son el portero y el encargado de seguridad del edificio donde vivimos, los cuales, con una sonrisa, me comentan que ayer una persona había asentado una queja en la administración del edificio por las exhibiciones que había hecho mi novia en el balcon.

Imaginen la sorpresa y vergüenza mía enterandome que ya en el edificio sabían de las manías de Marcela. Por supuesto me hice el desentendido y se produjo este dialogo:

– ¿De que exhibiciones me hablan?, dije yo tratando de disimular.

– De mostrarse desnuda y con poses sexuales en el balcon, dijo Sergio.

– La verdad, no se de que me hablan, contesté.

– Con nosotros no tiene que disimular, ya hace rato que sabemos que a su mujer le gusta mostrar la cola, cada vez que pasa cerca nuestro se agacha o la saca para afuera y se queda un ratito en esa posición para que se la admiremos, dijo Ruben sonriendo.

Yo me quede mudo.

– Lo único, digale que en el balcon no lo haga más porque va a tener problemas con los vecinos, continuó Sergio.

– Digale que cuando quiera exhibir su culito, nosotros nos ofrecemos para mirarselo, no es cierto Sergio, dijo Ruben.

Ambos rieron y yo entre la vergüenza pero también la exitación que me producía la situación, solo atiné a contestarles – Se lo diré.

Todo el día en la oficina estuve con una calentura brutal. No veía la hora de volver a casa para contarle a Marcela lo que me había pasado a la mañana y ver la reacción que tendría.

De regreso a casa al llegar a la entrada del edificio me encuentro nuevamente con Ruben, el cual me saluda con una sonrisa y el caradura me dice que si mi mujer lo necesita a el y a Sergio esta noche, que cuente con ello porque hoy era su día libre y estaba disponible.

Yo no podia creer lo que escuchaba. No le conteste nada y subí lo mas rápido que pude a mi departamento.

Cuando abro la puerta me encuentro a Marcela cocinando vestida solamente con una tanguita roja de esas que se meten bien adentro de la cola. Se acerca a darme un beso y me dice que suerte que había llegado porque ya no se aguantaba mas de la calentura y quería que me la cojiera en el balcón a la vista de todos.

Le dije que eso ya no lo podíamos hacer mas, y le conte lo de la denuncia y cuando le conte el ofrecimiento que me habian hecho Ruben y Sergio pense que se moriria de vergüenza, pero no, estaba muy equivocado, me miro, se toco la conchita y despues de un gemidito me dijo:

– Que zarpados, y a vos amor ¿que te parece la idea?

– La verdad que me agarro por sorpresa, pero estuve todo el dia exitado.

– Vos sabes que a mi me encanta mostrar la colita todo el tiempo y si a vos no te molesta que me la miren mientras me cojes, podriamos decirle que subieran.

– Justamente hoy a la noche estan de franco, le dije.

– Porque no bajas y les avisas que vengan a las 10. Pero amor, no te olvides de aclararle muy bien que es solo mirar, no me voy a dejar tocar.

– Seguro, yo tampoco lo permitiría.

Así que baje, lo encare a Ruben y sin muchas vueltas, porque me daba bastante vergüenza, le dije que mi novia habia aceptado la propuesta de hoy a la noche.

– Estaba seguro que se moria de ganas de entregarnos el culito, me dijo.

– De entregar nada, le dije, es solo para que la miren, esta claro.

– Está bien, no hay ningún problema. Ya verle desnudo ese flor de culo que tiene me basta.

– Avisele a Sergio y suban a las diez, me despedí.

Volví al departamento y nos apuramos en preparar todo. Decidimos que lo haríamos en el living, porque es el lugar mas grande de la casa y podriamos poner distancia entre ellos y nosotros. Corrimos los sillones y los pusimos mirando hacia el colchon de la cama que tiramos en el piso. Trajimos una lampara de pie que daba un luz mas tenue, pero que a su vez iluminaba todo bien. Marcela se puso un vestidito de color turquesa que le llega un poquito arriba de las rodillas, de tela finita y ajustado lo suficiente como para dejar divisar la tanguita negra que apenas le cubría la cola y los pezones paraditos ya que no tenía puesto corpiño. Era la primera vez que iba a mostrar su colita desnuda a tan poca distancia a dos casi desconocidos. De solo pensarlo ya habia tenido un orgasmo mientras se cambiaba.

Ya se había hecho la hora, y como era de esperar, puntualmente tocaron a la puerta. Abrí, y ahí estaban Rubén y Sergio con una sonrisa y como cargandome Ruben me dice:

– Buenas noches, venimos a que su mujer nos muestre ese precioso culito que tiene, ¿podemos pasar?

– Adelante, los esta esperando, les dije para continuar la situación que me exitaba terriblemente.

– Mi amor, ya estan aca, vení a saludar, grite, mientras Ruben y Sergio se acomodaban en el sillon.

– Hola, como estan, dijo Marcela, como si se tratara solamente de una visita social, y estirando la cara le dio un beso en la mejilla a cada uno.

– Buenas noches señora, respondieron a duo, que por el grado de calentura que ya tenían les salio medio entrecortado.

– Esta muy hermosa, dijo Sergio, que siempre había sido el más galante.

– Y tiene el mejor culito del barrio, siguio Ruben, no veo la hora de que nos lo muestre desnudito. continuo, mientras ya se habia abierto el cierre del pantalón y se le notaba terrible erección.

– Así que quieren ver mi colita, contesto Marcela, mientras se mordia el labio, por la calentura que le habían producido las palabras de Rubén.

– Mi amor ¿vos me dejas que le muestre el culito a estos señores?, me preguntó.

– Si te gusta, hacelo, le contesté.

Se dio vuelta y fue caminando hasta el colchon, arqueo la espalda, abrió un poco las piernas, y se levanto un poco el vestido dejando al descubierto la mitad de su precioso culo. Los miró, saco la lengua para mojarse los labios y les preguntó

– ¿Les gusta mi colita?, ¿quieren verla toda?

– Por supuesto señora, pero espere que nos saquemos los pantalones, asi nos hacernos una buena paja con ese culito hermoso, contesto Ruben.

Así lo hicieron, se desnudaron por completo y dejaron ver dos miembros muchos mas grande que el mío y que estaban a punto de estallar. Cuando mi mujer dio vuelta la cara y vió terribles chotas no pudo evitar emitir un gemido de placer que hizo que Rubén me comentara:

– Me parece que a su mujer no solo le gusta que la miren sino tambíen ver pijas grandes.

– ¿es cierto eso mi amor?, le pregunté.

Marcela no contestó, pero se notaba en la cara que les había gustado, y que había llegado a un grado de calentura tal que casi de un tirón se arranco el vestido quedando solo con la tanguita negra que apenas le cubría el culo. Se puso en cuatro en el colchon, bajo la espalda y les entrego una fabulosa vista de su colita, mientras se metía un dedo en la conchita y preguntaba:

– ¿Les calienta mucho verme asi?

– La verdad me calienta que sea tan puta señora, contesto Sergio.

– ¿No tiene ganas de sacarse la bonbachita y mostrarnos el agujerito?, preguntó Ruben.

– ¿Me dejas mi amor que les muestre el agujerito a los señores?, me preguntó, mientras movia el culo para adelante y para atrás.

– Su marido le deja hacer lo que tenga ganas y como se que tiene ganas que alguno de nosotros le saque la tanguita, yo no voy a hacerla desear, le dijo Ruben.

En ese momento Ruben se paró del sillon y fue directo al colchon donde estaba Marcela. Ya todo se había descontrolado y pense que mi mujer se iba a resistir a que la tocara, pero me equivoque, al contrario, siguió en la misma posición y además se arqueó más para permitir que Rubén pudiera meter los dedos a los costados de la tanga y tirara hacia abajo dejando toda la cola de mi novia al aire.

– ¿Qué le parece mi agujerito?, le preguntó Marcela, tocandolo con un dedito.

Es un culito que necesita que le metan una lenguita, le contestó, y de inmediato se agacho y le introdujo la lengua en el culo de mi mujer, que ya fuera de si, se movía desesperadamente y gritaba cosas como:

– Si señor chupeme la colita por favor. Metame toda la lengua.

Rubén solo sacaba la boca del culo para gritarle barbaridades como:

– Yo estaba seguro que usted era muy calentona y que hacía rato que tenía ganas que le den dos hombres de verdad. Vení Sergio que entre los dos la vamos a partir al medio a esta putita.

Rubén se paró, me miró como pidiendome permiso y se dirigió directo a poner la boca en la cola de mi novia, lugar que le cedió Ruben, que se dirigió hacia la cara de Marcela y le comio la boca con un beso que ella respondió sacando la lengua y mirandolo de una forma que le pedía a gritos que le pusiera su tremenda chota en la boca, cosa que Rubén no se hizo rogar. No les puedo explicar con que desesperación se comía semejante miembro.

Yo a esta altura no podía creer lo que veía y me había sentado en el sillón y contemplaba la escena haciendome flor de paja.

– ¿Así que su señora no iba a dejar que la tocaran? Me dijo Ruben

– Digale a su marido lo puta que es, prosiguió.

Marcela solo se sacaba la pija de la boca para gritarme: – Mi amor, soy muy puta y me gusta que me chupen la colita. Siguieron así un rato y de repente Rubén le dijo a Sergio: – correte que le voy a romper ese agujero que tanto le gusta mostrar. Me quede atónito cuando Marcela, que nunca había tenido sexo anal, en vez de negarse, apoyo la cabeza en el colchon, sacó mas el culo para afuera, me miró y me dijo: ¿Mi amor me dejas que el señor me rompa la colita? Y enseguida se metíó el miembro de Sergio en la boca. Yo seguía la escena sin perderme detalle, y ya por el grado de calentura que tenía no podía ni hablar.

Ruben se arrodillo detrás de mi señora y de un saque le metió la pija hasta el fondo, lo que Marcela respondió con un grito mezcla de dolor y placer.

– ¿Con las ganas que tenía y su marido nunca le rompió el culito?, le preguntaba Rubén, mientras mi novia no paraba de moverse y gritar desaforadamente.

– Digale señora a su marido ¿cuantas pajas se hizo, imaginando mi pija en su culo?, continúo.

Mi mujer no contestaba, pero cada vez gritaba mas fuerte.

– Ahora se la va a meter Sergio y usted me la va a chupar y tragar toda la leche hasta la última gota, le ordenó.

Marcela por supuesto obedeció y mientras Sergio le destrozaba el culo con su pedazo, ella chupo hasta tragarse todo el semen de Rubén, y siguió chupando hasta que Sergio le lleno todo el orto con su leche.

Mientras yo ya no aguante más y largue toda mi leche, Marcela quedo tirada boca abajo exhauta y con un hilito de sermen que le salia de su culo y Ruben agarraba su ropa y le decía a mi novia: – Cuando quiera mostrarnos el culito otra vez, aviseme que tengo unos cuantos amigos que les va a encantar mirarselo, a lo que Marcela le respondío: – Me encantaría conocerlos, pero esto se los contaré en otro momento.

PARA CONTACTAR CON EL AUTOR:

jorge282828@hotmail.com

 

Relato erótico: “Novio en estado de coma 4 final” (POR MARTINA LEMMI)

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indefensa1
Y aquí me tienen: postrado, incapaz de actuar, imposibilitado de hablar y siendo sometido a la humillación de Sin-t-C3-ADtulo10escuchar cómo mi esposa es penetrada por el culo aquí, a mi lado… Si esto que digo le produce gracia al lector, hasta puedo entenderlo; también a mí me la produciría en una situación parecida: qué fácil que es todo cuando las cosas le están pasando a otro.  Pero me están pasando a mí… Liz suelta un grito que está a mitad de camino entre gemido y alarido lo cual hace evidente que el doctor ya ha entrado en su zona trasera con ese miembro que, según dicen por ahí, es tan portentoso.
        Ella jadea una y otra vez… y cada vez lo hace más cerca de mi oído.  Está bien claro que con cada nuevo empellón él la empuja un poco más hacia el lugar en que estoy, tanto que estoy seguro que algunos hilillos de baba caen de la boca de Liz hacia mi rostro.  Si ello es producto simplemente del frenesí del momento o bien él la empuja deliberadamente por puro morbo es algo que no puedo saber: posiblemente una combinación de ambas cosas.
          “Ahora sabés lo que es tener una verdadera pija en el culo – dice él con tono triunfal -.  Te aseguro que no te vas a acordar más del pendejito ése de diecinueve años que te la puso en la colita…”
           No sé si es mi imaginación o puedo perfectamente sentir el roce de los cabellos de ella contra mi piel, como que está cediendo, como que su rostro cae sobre la cama, aquí mismo, a mi lado… o sobre mí… No para de jadear mientras él no para de bombear…
            “Así putita, así – insiste él -.  A mí no me engañás… sé que desde el primer momento en que me viste soñaste con tener mi verga adentro de tu culo… ¿Estoy mintiendo?”
            Claramente estrella la palma de su mano contra una de las nalgas de Liz para rematar la pregunta.
           “N… no… no…” – balbucea ella como si estuviera siendo transportada a otro mundo.
          “Así puta, así – continúa él y masculla las palabras entre dientes como si estuviera incrementando la fuerza, lo cual da la pauta de que está penetrándola aun más profundo -.  Bien adentro… bien adentro, puta… Sentí mis huevos pegando contra tu culo… ¿Los sentís????”
          “S….s… ¡aaay! S… sí, sí… ¡los siento!”
          “Hmmmmm…. – él está obviamente empujando aún más -.  Sí, puta… bien adentro… Te la voy a sacar por la boca, puta de mierda… Y le voy a acabar en la cara a tu novio…”
           Ella no comenta ni objeta nada ante tal ordinariez… Ya está entregada… Todo lo que él pueda decirle, en lugar de hacerla enojar, parece al contrario excitarla… Qué perra… No puedo creerlo…
          “Tocate – le ordena él -.  Tocate, puta… ¡vamos!  Quiero que acabes con mi verga adentro de tu culo”
          “Hmmm… s… sí… sí… m… me toco… me…¡aay!! Me toco… aaaaahhh…hmmm…”
            El ritmo va in crescendo: la cama se zamarrea de un lado a otro y puedo percibirlo… La respiración de ambos se agita cada vez más… Él parece estar a punto de estallar… ella a punto de morir de placer.
              “Aaaaaaaahh”
              El que grita es él, pero casi de inmediato se le suma ella como haciéndole coro… Ambos están llegando… Es el orgasmo… Es el final… El tipo penetró a mi novia por el culo y no sólo le acabó adentro sino que también la hizo acabar… Por favor que alguien me mate… Que alguien me retire el suero de mierda que me mantiene vivo… ¿Vivo para qué?  Quiero morir… quiero morir… No soporto más…
               “Muy bien putita – la felicita él y acompaña sus palabras con el claro sonido de una palmadita en las nalgas de Liz -.  Te portaste muy bien…”
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               Los sonidos que siguen llegando a mis oídos evidencian que él se está incorporando y arreglando su ropa, subiéndose el pantalón: la hebilla tintinea varias veces.  En cambio no detecto nada que indique movimiento en ella: claramente está aún inclinada junto a mí con el rostro ladeado y apoyado sobre la cama y sí puedo percibir su respiración jadeante y entrecortada que, poco a poco, va recuperando su ritmo normal.  Está extenuada por la cogida que le han dado por detrás…
             “¿Qué hacés hoy? ¿A qué hora salís de acá?” – dice ella, al cabo de un rato y aún sin incorporarse  a juzgar por lo cercana que escucho su voz.
           “Ya me tengo que ir” – dice él.
            “¿No querés venir un rato para casa?” – le pregunta ella, ahora sí incorporándose por lo que se advierte auditivamente.
           “Hmm… me encantaría hermosura, pero hoy no creo que pueda” – contesta él como si se hiciera rogar o si buscara que ella se arrastrara aún más de lo que ya lo hace.  Y pensar que cuando ella dice “casa” se está refiriendo seguramente a la que iba a ser la nuestra, la que ocuparíamos después de casarnos.
            Ella se le echa encima y lo abraza; eso está bastante obvio.
            “Hmmm, ¡qué peeeena! – dice en un tono compungido que busca sonar a niñita desilusionada.
             “Mañana, putita” – le dice él y, como ya es costumbre, remata con una palmadita que seguramente se estrelló contra una de las nalgas de Liz.
             “Ufa…” – se queja ella y sus bocas se confunden en un claro beso.
             Él ya se ha ido.  Ella no tarda mucho en hacerlo; no sé por dónde andará pero ya ni siquiera se queda a mi lado a cuidarme.  El doctorcito la absorbió por completo.  ¿Y Gastón? ¿Qué será de él?  ¿Se seguirán viendo o el doctor ha copado todo su tiempo?  En algún momento me desvanezco, más aún de lo que ya estoy; cuando eso ocurre es como si entrara en un coma aun más profundo, un estado superior de la inconsciencia en el cual todo vestigio de conciencia queda atrás… Sueño, tengo pesadillas… El momento del accidente reaparece una y otra vez, pero por momentos mi cabeza viaja al hipotético momento del casamiento, ése que nunca se produjo.  Es como que me encuentro en el registro civil, en la iglesia o en el salón de fiestas y… siempre, invariablemente, el doctor está atrás de ella… Por todos lados aparece… No puedo precisar su rostro; es como que siempre me apareciera tapado…
         Los días transcurren.  No sé verdaderamente por cuánto se prolongan esos momentos de “sueño comatoso”, pero lo común es que cuando despierto no hay señales de ella.  Cada vez me visita menos, eso está bien claro… Y pareciera que apenas entra estuviera impaciente por quedar sola en la habitación, porque se retiren las enfermeras o mi madre o quien sea que esté allí.  Lo puedo advertir claramente porque reconozco la ansiedad en el tono de su voz o bien en sus pasos.  Cuando queda sola inevitablemente entorna la puerta y llama con el celular, por supuesto que siempre al doctor… A veces la visita, claro… Y es común que tenga que soportar diálogos en los cuales él la felicita por la lencería de encaje o por las medias que se ha puesto especialmente para él.  Ella ya no llama a Gastón: eso sí es notable; un par de veces ha llamado él y casi siempre lo que viene a continuación es una seguidilla de disculpas por parte de ella excusándose por no poderlo ver.  A juzgar por el tono de sus respuestas, da la impresión de que Gastón está ofuscado o impaciente por verla.  Bien hecho, pendejo pelotudo… Lástima que el costo de ello sea tener que escuchar cómo un joven médico la coge por el culo en mi presencia… Sí, en mi presencia, aunque no sé hasta qué punto ellos la sienten como tal; es algo que me pregunto.  ¿Intuirá ella que yo puedo oírla?  ¿Su desinhibición será producto del hecho de creer que yo estoy de algún modo ausente o, por el contrario, se verá alimentada por el morbo de suponer que quizás algo oigo o que estoy ahí, presente de alguna manera?  Son todas preguntas que, desde ya, no tienen respuesta…
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           Finalmente uno de los tantos días ocurre lo impensable… Él ha entrado en la habitación y ella corre a sus brazos y a sus labios: hasta allí no hay nada extraño.  Bueno, “no lo hay”… digamos que no lo hay en la medida en que increíblemente mis oídos se han ya acostumbrado a tal escena o a lo que viene después: una desenfrenada escena sexual de cogida salvaje entre ambos… Pero lo novedoso es lo que esta vez ocurre a continuación: cuando ellos están en pleno coito, la puerta se abre; de inmediato pienso en que han sido pillados por alguna enfermera desprevenida pero mi diagnóstico de la situación cambia cuando noto que ellos han interrumpido su momento íntimo, la respiración de Liz se corta y ahoga una exclamación en forma de gritito de espanto y sorpresa a la vez:
           “¡Gasti! ¿Qué… qué hacés acá?”
          Así que el pendejo ha venido a ver por sus ojos lo que los míos no pueden ver.  Imagino lo que debe estar sintiendo en este momento porque de algún modo yo también lo he vivido a través de mis oídos.
            “¿Así que éste es el que te coge?” – pregunta Gastón; muerde las palabras: el tono es iracundo y amenazante.
            “¡Pará, Gastón! – dice ella, cuyo tono de voz va virando cada vez más hacia la desesperación y la impotencia – ¿Qué… qué hacés?  ¡Bajá eso!!!”
           Así que “bajá eso”… ¿bajá qué?  ¿Qué está ocurriendo exactamente en la habitación ahora que el trío (o cuarteto) se halla reunido?
           “¿Quién es este pendejo? – ahora el que habla es Javier, el médico – ¿Cómo entró acá con un arma?”
            “¡Pará Gasti!  ¡Pará!!! – intenta detenerlo ella desesperadamente – No se te ocurra hacer una locura….”
            “Así que éste es tu macho nuevo… – continúa Gastón, mascullando las palabras y aparentemente indiferente ante el tono implorador de Liz – .  Así que éste es el motivo por el cual no me contestás los llamados ni los mensajes…”
           “Pe… pero Gasti… ¡yo te contesté! ¡Siempre lo hice!…”
            Ya no hay tiempo para decir más: las palabras de Liz quedan ahogadas bajo el estruendo del disparo y, casi como corolario, el sonido del cuerpo de alguien desplomándose.  ¿A quién de ambos le disparó?  Algo me desgarra por dentro de pensar que quizás le haya dado a Liz pero al mismo tiempo una parte de mí quiere que así sea… que la puta pague por lo que me ha hecho… Pero… pero… ¿qué ocurre?  ¿Por qué estoy viendo la imagen de un tubo de luz y un ventilador de techo sobre mí?  Es decir… estoy… ¡estoy viendo!  ¡Dios! ¡He vuelto!  No sé si habrá sido el disparo o qué, pero… ¡estoy despierto! ¡Estoy consciente!!!   Como un acto reflejo intento mover las manos pero no puedo…  Los músculos están entumecidos y es lógico… Con un esfuerzo sobrehumano giro los ojos hacia mi derecha ligeramente: los ojos, porque no logro girar la cabeza… Y ahora los veo…
           Gastón está allí, con un 38 en la mano… Liz tiene su rostro contraído en un rictus de espanto; mira hacia el piso sobre el cual yace seguramente su “machito”, el que la sedujo todos estos días… Te está bien hecho también, pedazo de puta… Quizás haya algo de justicia después de todo… Algo al menos.
        “¡Javi!!!! – aúlla ella y casi de inmediato se deja caer hacia el piso de rodillas junto a su amado, razón por la cual desaparece de mi campo visual – ¡Javiiiiii!!!!” – solloza, solloza y solloza; luego se dirige a Gastón que sigue de pie y con el arma en mano: de hecho él ha ido acompañando con el cañón el movimiento de Liz y ahora apunta claramente hacia abajo, hacia donde ella se encuentra.  Otra vez la tormenta interna: una parte de mí desea que no dispare, otra parte espera ansiosamente que lo haga…
        No pude saber si pensaba hacerlo o no.  Dos tipos de seguridad entran y lo aferran fuertemente haciendo caer el arma.  Bien… todo está terminado para dos: uno muerto, el otro posiblemente termine sus días en la cárcel o al menos pase buena parte de ellos.  Liz se quedó sin uno y sin el otro… Y yo estoy despierto: casi no podría imaginarse un mejor final.
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        La habitación se llena de gente… ¡Estoy despierto!!! ¿Es que nadie lo advierte?  Claro, es lógico que la escena que se está viviendo acapare en un ciento por ciento la atención de todos los presentes.  Es una lástima que no pueda llegar a ver el cuerpo ya sin vida de Javier desde la posición en la que estoy.  Por alguna razón, después de tantos días, necesito ponerle un rostro al responsable de mis sufrimientos.  Pero… ahora mi vista se está nublando.  Las imágenes, que de pronto se hicieron tan nítidas, vuelven a esfumarse… ¡Nooo!!! ¡Estoy regresando al coma! ¡No!  ¡Que alguien lo advierta!  Que alguien se percate de que desperté por unos instantes… ¡Que alguien haga algo, por favor!  Pero no… las imágenes desaparecen… y al rato también los sonidos… No sé cuánto tiempo transcurre; lo ignoro… Pero no sólo he vuelto al coma sino al sueño comatoso de la inconsciencia: las pesadillas vuelven, por supuesto, y ahora recrudecidas…
           De pronto vuelvo a escuchar; estoy oyendo nuevamente pero mis ojos no se abren… ¿qué está ocurriendo?
            “Se nos va… se nos va…” – dice alguien; el tono parece desesperado.
             “Ya no le encuentro el pulso” – dice otro.
            Da la impresión de que transcurrieron varios días desde el incidente.  Es de suponer que Gastón esté entre rejas y a la espera de un juicio y el doctor… algunos metros bajo tierra… ¿Y yo?  ¿Voy hacia allí también?
            De pronto cesan los forcejeos, las voces desesperadas…
           “Está muerto…” – cierra alguien.
            ¿Estoy muerto?  ¡Pero sigo oyendo!!! ¡Qué clase de muerte es ésta!!!  Mi madre rompe en sollozos pero no escucho a Liz; es bastante probable que ni siquiera esté en la habitación.  Después de un rato escucho su taconeo… pero en ningún momento llora.  Ya gastó demasiadas lágrimas en el doctorcito muerto al parecer…
             Al rato pide quedarse sola en la habitación, según dice, para despedirse.  Cabría esperar algún monólogo, pero no lo hace; quizás lo esté haciendo hacia adentro o tal vez no esté haciendo absolutamente nada y sólo lamentando el final que ha tenido todo: su prometido muerto, uno de sus amantes también, el otro en prisión…  Así es la vida Liz, no sé qué esperabas…
           Alguien entra en la habitación.
          “Quiero que sepa que lo siento mucho – dice con voz compungida -.  Hicimos todo lo posible…”
           “Lo sé, doctor, lo sé…” – responde ella en tono triste, aunque sin rastros de lágrimas.
            “Sé que fueron… demasiadas emociones juntas… Yo también perdí a un gran amigo en Javier…”
             Ella no dice nada; se produce un instante de silencio.  En un momento percibo claramente que él gira sobre sus talones.
             “Va  a ser mejor que la deje sola…” – dice.
             “¡No! – le detiene ella – ¡Espere doctor! ¡No se vaya!”
             Él se ha detenido… eso está bien claro.
           “¿Podría… cerrar la puerta?” – pregunta ella, con la voz temblorosa.
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             El médico no contesta.  Se nota que está sorprendido; simplemente hace lo que Liz le ha pedido y escucho el picaporte al momento de cerrarse la puerta.  Otra vez un momento de silencio; finalmente es ella quien habla:
              “Yo… había comprado esta lencería para Javier… y no se la llegué a mostrar”
            Claramente se advierte que se está desprendiendo de algunas prendas.
            “Es como que… – continúa -.  Necesito mostrársela a alguien.  Y usted… era su amigo… No puedo pensar en nadie mejor… No sé, se me hace como que si usted la ve, de alguna forma él la está viendo a través de sus ojos…”
               El médico no dice palabra: es bastante obvio que no sale de su asombro.
               “¿Le gusta?” – pregunta ella.
               “Es… hermosa… – contesta él -.  Terriblemente sexy… Usted es una mujer hermosa de hecho…”
               Ella se está apoyando sobre la cama de al lado.  Ya soy un experto en sonidos para esta altura y sé perfectamente que se está “poniendo en posición”.
                “Tengo la sensación – dice ella – de que si usted me coge, le habré dado a Javier la última cogida… la que no pudo darme… La despedida”
                 Otra vez silencio por un rato.
                “Pienso lo mismo – dice él finalmente -.  No se preocupe je, je… Sólo piense en él… Y creo que si le entrega el culo lo va a hacer doblemente feliz esté donde esté… No se me ocurre una mejor despedida”
                “A mí tampoco…” – cierra ella.
                 Y bien, amigos lectores, como les dije varias veces durante este relato, fueron muchas las oportunidades en que preferí estar muerto.  Ahora lo estoy… Por cierto, no es ningún alivio… Ahora sólo deseo estar bajo tierra… y no escuchar nada…
                                                                                 FINacfFvaXX
 

Relato erótico: “Memorias de un exhibicionista 4” (POR TALIBOS):

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PORTADA ALUMNA2CAPÍTULO 8: DOMINGO:
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Me sentía eufórico. Por fin lo había conseguido. Estaba follándome a Alicia.
Estábamos sentados en el parque, justo donde la había conocido, ocupando el mismo banco en que ella se había exhibido para el anciano y para mí. Bueno, la verdad es que era yo el que ocupaba el banco, pues Alicia estaba en cuclillas entre mis muslos abiertos, devorando mi polla con un ansia tal, que parecía estar a punto de comérsela de verdad.
Y la gente nos observaba. Joder. Menudo espectáculo estábamos brindando a la afición. Todo el que pasaba se nos quedaba mirando y yo devolvía las miradas con descaro, sintiendo cómo los hombres me envidiaban y cómo las mujeres suspiraban por ser ellas las que ocupasen el puesto de Alicia…
Ali, al parecer harta ya de chuparme la verga, se puso en pié mirándome con una expresión de lascivia tal, que se me erizaron los vellos de la nuca. Con una devastadora sonrisa libidinosa en los labios, se subió la falda hasta la cintura, revelando que, una vez más, iba sin ropa interior y, situándose a horcajadas sobre mis muslos, fue bajando las caderas hasta que mi polla empezó a enterrarse en…
………………………….
Como siempre me pasa, me desperté justo cuando mejor se ponía el sueño. Es una especie de maldición que padezco. No te rías, es así, siempre me despierto cuando estoy a punto de echar a volar, cuando mi número va a salir premiado en la lotería, cuando por fin descubro quien es el asesino… y, por supuesto, cuando por fin iba a calzarme a la moza. Qué se le iba a hacer. Siempre pasaba igual.
Me revolví ligeramente en la cama, solazándome con el delicioso calorcito que desprendía el lecho. Al moverme, mi trasero rozó con el de Tatiana, que yacía durmiendo como un tronco a mi lado. Sin ser consciente de ello, en mis labios se dibujó una sonrisa satisfecha a medida que los recuerdos de la noche anterior regresaban a mi mente. La verdad era que Tatiana me había hecho pasar un buen rato. Y yo a ella, qué demonios.
Sintiéndome muy feliz, me di la vuelta en el colchón y me abracé al cálido cuerpecito de mi novia, repegándome bien a ella, asegurándome de que mi incipiente erección quedara perfectamente alojada entre sus carnoso glúteos. Ella se revolvió suavemente, suspirando en sueños y siguió completamente dormida. Deslicé mi mano por su cadera y la abracé por la cintura, atrayéndola hacia mí, apretando su cuerpo contra el mío. Aspiré el aroma de su cabello, que olía deliciosamente a coco, a limpio, pues Tati no quiso ni oír hablar de acostarnos sin duchar la noche anterior, tras los acontecimientos del partido de fútbol.
Los dos teníamos la costumbre de dormir echados sobre un costado, pues a ninguno le gustaba hacerlo boca arriba. Normalmente era ella la que se abrazaba a mí, pero esa mañana de domingo invertí los papeles. Me sentía muy feliz. En ese momento sí que amaba de verdad a mi chica. Lo sé porque en ningún momento pensé en Alicia, la mujer que ya había empezado a apoderarse incluso de mis sueños. Sólo pensaba en Tati y en lo a gusto que me sentía allí con ella.
Y en lo a gusto que se sentía mi polla mientras crecía apretadita contra su culo.
Joder, qué caliente me puse. Sin poder evitarlo, en mi mente se dibujaron las imágenes de la velada anterior, de lo bien que me la había chupado, del polvazo impresionante que echamos en el salón…
Me excité. No pude evitarlo. La mano que la abrazaba por la cintura adquirió voluntad propia y, cuando quise darme cuenta, estaba magreando suavemente las tetas de mi novia, con cuidado, con cariño, procurando que no se despertara.
Podía sentir por el tacto que ella disfrutaba con mis caricias, sus tetas se endurecían bajo mi mano, sus pezones se ponían enhiestos y Tatiana, a pesar de seguir dormida, empezó a jadear y a gemir suavemente, poniéndome todavía más cachondo.
Mi polla latía completamente erecta dentro del pantalón del pijama, frotándose suavemente contra el cálido culito de mi novia. Cada vez más excitado, decidí que no era mala idea echarle un polvo sin que se despertara. A ver si era capaz de no importunarla.
Con una sonrisa de diablillo en los labios, le subí subrepticiamente el camisón y le bajé las bragas hasta medio muslo. Con cuidado, deslicé la mano entre sus piernas, descubriendo entusiasmado que la zona estaba bastante húmeda y dispuesta. Con cariño, empecé a acariciar dulcemente la vulva de Tatiana, separando los labios vaginales y estimulando la zona.
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Pronto no pude más y, con algo más de brusquedad, me bajé el pijama y los calzoncillos de un tirón, volviendo una vez más a frotar mi endurecido falo contra la grupa de mi novia, esta vez sin que el estorbo de las ropas impidiese el contacto directo. Me encantó sentir el calor que desprendía la piel de Tati contra mi polla, casi me corro con sólo frotarla contra ella.
Con cuidado, la deslicé entre sus muslos y sonreí al sentir el abrasador calor que brotaba de su gruta contra mi rabo. Gruñendo un poco embrutecido, empecé a mover las caderas adelante y atrás, restregando mi verga entre sus apretados muslos.
–         Ummmm – gimió entonces Tatiana – ¿Se puede saber qué haces?
–         Shsssssss – le susurré al oído- Sigue durmiendo cariño, que yo termino esto enseguida.
Aunque estaba de espaldas a mí, noté perfectamente que Tatiana sonreía. Ronroneando como una gatita, echó su cuerpo hacia atrás, apretándose contra mí. Justo entonces noté cómo su mano se deslizaba entre sus piernas hasta encontrarse con mi instrumento, que acarició y estrujó cariñosamente, haciéndome rugir de placer. Cuando sentí cómo sus uñas rozaban y arañaban delicadamente el glande, no pude más y, con un bramido, eyaculé abundantemente entre los muslos de mi novia, sin haber llegado siquiera a penetrarla.
Tatiana, deseosa de incrementar mi placer, no dejó de acariciar mi pene en ningún momento, mientras mi semilla se derramaba entre sus piernas, manchando nuestros cuerpos, las sábanas y los pijamas. Nos dio exactamente igual.
Cuando por fin acabé, me derrumbé boca arriba al lado de Tatiana, no sin antes darle un beso a su hombro desnudo, agradeciéndole el placer que me acababa de administrar.
Ella se tumbó a mi lado, también boca arriba, ya completamente despierta. Entonces sacó su mano de bajo las sábanas y la alzó para que pudiera verla a la luz de la mañana. Estaba completamente pringosa de semen.
–         Creo que vamos a tener que ducharnos otra vez – sentenció riendo.
Yo me incorporé y la besé, mientras ella me correspondía con entusiasmo.
…………………………………………..
Tras asearnos, le dije a Tatiana que esa mañana iríamos a donde ella quisiera, lo que la alegró muchísimo. Por mi trabajo, me pasaba mucho tiempo fuera de casa, así que los fines de semana me gustaba quedarme tranquilito en el piso, por lo que no salíamos tanto como a Tatiana le habría gustado.
Pero ese día amanecí con muchas ganas de tenerla contenta, me sentía feliz a su lado, así que me apetecía que lo pasara bien. Aunque, siendo sincero, el remordimiento por mi historia con Alicia tuvo bastante que ver en querer compensarla, aunque fuera sólo un poco. Me sentía culpable.
A pesar de que no me gusta mucho salir por ahí los domingos, he de reconocer que lo pasamos bastante bien. Fuimos al parque, donde habían instalado una especie de feria, con un tiovivo de estilo vintage y todo, en el que Tatiana logró convencerme para que nos montásemos. Nos hicimos un montón de fotos en las que se la ve simplemente risueña.
Yo, aunque no me gustan mucho las aglomeraciones de gente, disfruté simplemente sintiendo las miradas de envidia que me dirigían los hombres con los que nos cruzábamos y es que Tati estaba guapísima con sus pantalones ajustados y su suéter blanco, que realzaba sus curvas. Incluso el anorak sin mangas que llevaba le daba un aire desenfadado muy atractivo, lejos del aspecto de leñador que yo le había dicho que tenía cuando salimos, recibiendo a cambio un golpecito en el hombro y una mueca de burla. Y es que si de algo sabía Tatiana era de vestir bien. Todo lo que se ponía le sentaba estupendamente. Quizás por ello trabajaba en una boutique.
Como he dicho, pasamos un día maravilloso, en el que logré mantener alejada a Alicia de mi mente. Mérito de Tatiana, no mío.
Cuando volvimos a casa, ya anochecido, picamos algo en la cocina, vimos un rato la tele y, como el día había sido bastante ajetreado, Tati se acostó temprano, pues al otro día tenía turno de mañana en el trabajo.
En cuanto me quedé solo, el recuerdo de Alicia regresó con fuerza.
Fui a mi despacho, pues aún no había descargado el vídeo voyeur de mi anterior velada con Tatiana. El encargo de Alicia.
Como el archivo era grande, mientras se transfería abrí el correo electrónico. Para mi sorpresa, había un montón de mails de Alicia, en los que me interrogaba insistentemente sobre su encargo.
–         Pues sí que le ha dado fuerte – pensé, sintiendo cierto regocijo.
Le contesté inmediatamente indicándole que sí, que había cumplido su encargo al pie de la letra y que la semana siguiente encontraría un hueco para darle el vídeo.
Menos de un minuto después de haber enviado mi respuesta, se inició una sesión de Messenger. Alicia.
Yo arranqué mi programa e inmediatamente recibí respuesta de la mujer.
–         ¿Dónde has estado? ¿Por qué has tardado tanto en responderme?
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Me molestó un poco tanto interrogatorio. Pero bueno, no me enfadé, me bastaba con recordar el ansia que yo sentí cuando quedamos el día anterior. Si ella se sentía igual, era para sentirse orgulloso, no cabreado.
–         He salido con Tatiana. Hemos pasado el día fuera. Acabo de ver tus mensajes.
–         Ya veo. ¿Has grabado el vídeo?
–         Sí. Estoy descargándolo ahora mismo.
–         Envíamelo.
–         Imposible. El archivo va ya por más de un giga. No se puede mandar por mail. Esta semana quedamos y te lo paso en un pendrive.
–         Mañana.
Joder con Alicia. Pues sí que la tenía loquita. Sonreí al imaginármela desnuda frente a su ordenador, loca de excitación, muriéndose por mis huesitos. Seguro que, de haber podido quedar con ella al día siguiente, mi sueño de por la mañana se habría hecho realidad.
–         Imposible. Mañana tengo reunión con el jefe regional y un almuerzo con los de compras. No voy a tener un minuto libre – contesté.
–         Apáñatelas. Si quieres volver a verme, quiero ese vídeo mañana.
Me quedé atónito. Vaya con Alicia. Le había dado más fuerte de lo que yo creía.
–         Bueno. Podría mandarte el pendrive por mensajería a tu casa – respondí.
–         A casa no. Al trabajo.
Y me indicaba el nombre de su empresa y la dirección, así como su nombre completo.
–         Vale. Mañana lo tienes ahí. Mensajería urgente.
–         Estupendo. Muchas gracias.
Y cerró la sesión.
Me sentía un poco desconcertado por lo que acababa de pasar. Joder, a ver si al final iba a resultar que era ella la que se estaba obsesionando conmigo y no al revés. La verdad es que me parecía estupendo.
Cuando la descarga terminó al fin, usé un editor de vídeo para disminuir el tamaño del archivo, simplemente cortando el principio (antes de que Tatiana llegara al salón) y el final (después de que acabáramos de follar). Aún así, quedó un archivo de tamaño bastante respetable.
Lo copié en un pendrive, lo metí en un sobre acolchado con los datos de envío que me había dado Alicia (con un CONFIDENCIAL bien visible en el sobre) y lo guardé en mi maletín junto con la cámara, que me llevé para mantener la historia que le había contado a Tatiana de que tenía que usarla en el trabajo.
Y me puse a ver el vídeo. Joder, qué bien salíamos. Parecía una peli porno de bajo presupuesto, sólo que follábamos mejor.
Me excité tanto que tuve que masturbarme. Aunque la verdad es que la razón de que me calentara fue el saber que, al día siguiente, aquellas imágenes serían disfrutadas por Alicia.
Tardé poco en correrme.
CAPÍTULO 9: ALICIA SE DESMADRA:
El lunes. El martes. El miércoles. Días agotadores y frustrantes. Problemas en el trabajo. Falta de concentración. Alicia ocupando mi mente a todas horas…
No quiero aburrirte. Para qué entrar en detalles.
Lo único reseñable fue que le mandé el pendrive tal y como le había prometido. Esperé un correo para darme las gracias, para decirme qué le había parecido.
Nada. Me molestó un poco. No me sentó bien.
Pero entonces llegó el jueves. Y un mensaje en mi correo. Y todo el enfado que sentía se esfumó instantáneamente. Y regresaron el ansia y la avidez. La lujuria.
–         Quedemos para comer. A las dos y media.
Y la dirección de un restaurante.
–         Ok – respondí yo
Para qué más. No importaba que aquel día fuera de cabeza. Ni el follón de papeles que había en mi mesa. No importaba que esa semana no hubiera tenido tiempo de hacer visitas, teniendo que pasármela encerrado en la oficina, con lo que odiaba eso. No podía pensar en nada más.
Sólo importaba Alicia.
…………………..
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A las dos y cuarto yo ya estaba esperándola impaciente en la barra del restaurante. No sabía si teníamos reserva, o si estaba a nombre de ella o del mío, así que tuve que esperarla tomándome un vermouth en el bar.
Cuando la vi aparecer con puntualidad inglesa, el corazón me dio un brinco en el pecho. Estaba guapísima, vestida con un elegante conjunto de oficina, con falda y medias negras. Todos los hombres alzaron la vista para verla pasar.
–         Hola – me saludó simplemente, mientras yo hacía un gesto al camarero pidiendo una copa para ella.
–         Hola – respondí sin saber qué más decir.
Joder, habían bastado unos días sin verla para volver a convertirme en un quinceañero aturrullado.
–         Sírvanosla en la mesa – le dijo Alicia al camarero, dirigiéndose tranquilamente al comedor.
Yo la seguí como un perrito faldero, me faltaba únicamente mover el rabo (cosa que estaba deseando hacer). El maitre, que sin duda conocía a Alicia, nos condujo a nuestra mesa charlando amigablemente con ella (tras haberme saludado también a mí con exquisita educación).
Tras sentarnos y una vez con nuestras copas por delante, no pude resistirme a interrogar a Alicia.
–         ¿Por qué hemos quedado aquí? Se ve que te conocen… Tu prometido podría enterarse de que estás almorzando con otro hombre y, bueno…
–         Pues que se entere – respondió Ali con sequedad.
Se notaba que estaba un pelín cabreada, así que pensé que lo mejor era no insistir.
–         Además, hay otro motivo para quedar aquí.
–         ¿Cuál es? – indagué.
–         Pues que, cuando estoy contigo, me descontrolo. Y hoy quiero tan sólo hablar. Aquí seré capaz de estarme tranquilita, no voy a montar ningún escándalo donde conocen hasta a mis padres…
La decepción se dibujó tan claramente en mi rostro que la chica no pudo menos que reírse.
–         ¿Tan desilusionado estás? ¿Qué esperabas? ¿Que quedaríamos en cualquier bar de mala muerte y acabaríamos follando encima de una mesa?
–         Bueno – titubeé – Más o menos.
Mi franca respuesta la hizo reír.
–         Creí que no ibas  a intentar ligar conmigo.
–         No. Lo que dije fue que no haría nada que tú no quisieras – respondí.
–         Bien. Pues hoy lo que quiero es hablar. Esta vez quiero que seas tú el que escuche.
Resignado, asentí en silencio mientras apuraba mi copa. No quería contrariarla en lo más mínimo. Si quería hablar… hablaríamos.
–         ¿Y qué querías contarme?
Los labios de Ali esbozaron una sonrisilla seductora y sus ojos me miraron con picardía. Mientras lo hacía, jugueteaba distraídamente con la aceituna ensartada en un palillo que venía dentro de su copa. Fue entonces cuando me fijé en que le habían servido un martini en vez del vermouth que yo había pedido. Se notaba que era cliente habitual.
–         He sido muy mala – dijo ella sonriéndome sugerentemente por encima de su copa.
La garganta se me quedó seca. Sin poder evitarlo tosí un par de veces para recuperar el resuello.
–         ¿Muy mala? – conseguí articular a duras penas.
Alicia asintió lentamente con la cabeza.
–         Mucho. Merecería que me dieran unos azotes.
Joder. Allí estaba otra vez. La reina de las calientapollas. Decía que no quería jugar, que sólo íbamos a charlar un rato y ya había logrado ponérmela como el palo mayor.
–         ¿Qué has hecho? – pregunté muerto de curiosidad.
–         De todo.
Y la muy zorra se calló, dejándome con la miel en los labios. A un simple gesto suyo, un camarero acudió disparado a tomarnos nota. Ella pidió por los dos. Ni me di cuenta.
–         ¿Y bien? ¿No vas a contármelo? – pregunté cuando el camarero se hubo marchado, conteniendo la impaciencia a duras penas.
–         Pues claro. A eso he venido.
Sentí un inmenso alivio, no sé por qué. No entendía qué me pasaba, total, ya me había dicho que no iba a pasar nada de nada y allí bailábamos al son que ella tocaba, pero aún así… me moría por enterarme de qué había hecho.
–         El lunes estaba bastante nerviosa por saber si habrías hecho lo que te había pedido. Apenas pude pensar en nada más hasta que apareció el maldito mensajero. No me gusta reconocerlo, pero estaba cachonda perdida sólo de esperar por el maldito vídeo.
Mi ego se inflamó al oírla decir esas cosas.
–         Pero luego se fastidió todo, pues la dueña de la agencia, que nunca aparece por allí, decidió pasarse esa misma mañana, así que no pude ver el vídeo a solas en mi despacho, como me había propuesto. No te puedes ni imaginar lo largo que se me hizo el día, deseando poder largarme a mi casa para poder disfrutar de tu regalo.
Sí que podía imaginármelo.
–         Y lo peor fue que se le metió en la cabeza invitarme a comer, así que ni siquiera tuve la oportunidad de aprovechar la hora del almuerzo. Me sentía frustrada y enojada, apenas si hice caso de nada de lo que me dijo.
–         Te entiendo – asentí.
–         Pero por fin, por la noche, ya en casa… madre mía Víctor, no sabes cómo me puse viendo el vídeo. No sé ni cuantos orgasmos disfruté masturbándome mientras lo veía. Os quedó impresionante.
–         Me habría encantado verlo – dije sugerentemente, haciéndola sonreír.
–         Pero no es de eso de lo que quería hablarte…
–         No, no, Alicia, por mí no te cortes. Detalles, dame detalles – bromeé.
Ella me sonrió de nuevo, divertida, haciéndome estremecer. Me tenía en la palma de su mano.
–         Pues bien, a pesar de todo, me sentía un poco insatisfecha. Sentía envidia de ti y…
–         ¿Envidia de mí? – exclamé sorprendido, interrumpiéndola.
–         Sí. Envidia. Quería ser capaz de tener lo que tú tienes, de hacer esas cosas… Y decidí que iba a hacerlo.
La boca volvió a quedárseme seca. Era incapaz de percibir nada de lo que ocurría a nuestro alrededor. Mis cinco sentidos estaban centrados en Alicia.
–         Estuve tentada a poner en práctica alguna de las ideas que me diste el otro día, lo de la zapatería, lo del bus… pero no sé. Me faltaba valor. ¿Y si el vendedor me montaba una escena? ¿Y si se montaba un escándalo en el autobús y acababa en los periódicos?
–         Alicia… – traté de decir.
–         No, no – continuó ella sacudiendo la cabeza – No me malinterpretes. Estaba completamente decidida, sólo quería escoger el método mejor para mí y entonces me acordé de algo que me había comentado mi amiga Paqui hace un par de semanas.
–         ¿Qué te dijo Paqui? – pregunté aunque no tenía ni puñetera idea de quien sería la tal Paqui.
–         Me habló de un masajista italiano muy guapo que trabajaba en su gimnasio.
Empecé a intuir por donde iban los tiros.
–         Las dos somos socias de la misma cadena de gimnasios, no sé si la conoces, %&$/(·$$%& (trademark – copyright).
–         Sí, sí que la conozco – asentí.
–         Si eres socia, puedes ir a cualquiera de sus establecimientos y, aunque yo siempre voy al que me pilla más cerca de casa, pensé que podía pasarme por otro y buscar al tal Giancarlo…
–         Y darle un buen espectáculo – concluí haciéndola sonreír de nuevo.
–         Bingo. Además, como sabía que Paqui está de vacaciones con su marido en Holanda, allí no iba a encontrarme con ningún conocido…
–         Vaya, vaya, ya estás aprendiendo…
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–         Soy buena alumna – me dijo guiñándome un ojo – Pues bien, sin pensármelo más y, aunque tenía encima un acojone de proporciones bíblicas, me armé de valor y me planté en el gimnasio. El tal Giancarlo estaba muy solicitado, pero con una buena propina a la recepcionista, conseguí cita para un par de horas más tarde.
–         ¿Dos horas? Jo, menuda espera.
–         Sí, bueno. No se podía hacer otra cosa. Pero me dio igual, aproveché para hacer sesión de máquinas, un ratito de sauna, una buena ducha…
–         Y a por el italiano – dije un poco cortante.
Ella hizo como que no se dio cuenta de mi tono y continuó.
–         Exacto. Una joven muy educada me condujo a la sala y me indicó que podía, desnudarme allí, que el masajista vendría enseguida, bla, bla, bla, ya sabes cómo va eso…
–         Sí, claro – asentí.
–         Jo, tío, no puedo describirte lo nerviosa que me sentía. No paraba de repetirme que me había vuelto loca, que había dejado que me enredaras y que iba a acabar envuelta en un escándalo tremendo por culpa tuya…
–         ¿Mía? – exclamé sorprendido.
–         Pues claro que tuya. No sabes la de veces que te maldije en silencio mientras me desnudaba. Me sentía asustada, excitada, nerviosa, cachonda, impaciente… todo a la vez.
–         Te entiendo perfectamente. Es lo que se siente cada vez. Todo eso y más.
Alicia asintió mirándome fijamente.
–         Por fin estuve completamente desnuda. Sola, en el interior de la habitación, traté de serenarme un poco. Me miré en el espejo, me contemplé durante unos segundos, soñando, anhelando que todo fuera como yo lo esperaba… que el placer que me habías dicho que iba a sentir fuera real…
–         ¿Y lo fue? – pregunté sin poder resistirme.
–         Ay, amigo. Ya lo creo que sí.
Justo entonces llegó el camarero con la comida, poniendo punto y aparte a la conversación. Alicia, sin alterarse lo más mínimo, charló educadamente con el joven, llamándole por su nombre y bromeando sobre la comida. Apenas me enteré de nada, sólo deseaba que Ali siguiera con su relato, aunque como pude me las apañé para dar el visto bueno al vino que nos habían traído.
–         Venga, sigue – la apremié cuando el camarero se hubo marchado.
–         Como te decía – continuó Ali sin hacerse de rogar – me encontraba allí de pié, desnuda, mirándome en el espejo. Me di cuenta de que tenía los pezones erectos, rígidos y, sin darme cuenta, llevé las manos a mis pechos, acariciándolos y sopesándolos, comprobando que estaban duros como rocas.
–         Ni la mitad de dura que tengo yo lo polla ahora mismo – pensé para mí.
–         Y Víctor, mi vagina… estaba mojada por completo, me ardían las entrañas, estaba cachonda perdida y todavía no había pasado nada en absoluto. Eso fue lo que acabó de decidirme. Si estaba tan excitada sin que hubiera pasado nada, cuando pasase…
–         ¿Lo ves? Ya te lo dije. La expectación es placentera por sí misma. El corazón bombeando como loco, la sangre zumbándote en los oídos, las endorfinas recorriéndote el cuerpo…
Alicia me sonrió, demostrándome que era eso justo lo que había sentido. El nexo que nos unía se hizo todavía más estrecho.
–         Justo entonces llamaron a la puerta – continuó Ali – Cogí una sábana y me la eché por encima, pero, justo en el último momento, la abrí por delante, cubriéndome únicamente por detrás. Me di la vuelta, me puse de espaldas a la puerta y entonces di permiso para que entraran; la puerta se abrió y un morenazo de ojos verdes, insultantemente guapo penetró en la estancia. Durante una fracción de segundo, mantuve la sábana abierta, permitiéndole un primer vistazo de mi cuerpo gracias al reflejo del espejo.
–         ¿Te vio?
–         Sí, sí que lo hizo – susurró Alicia inclinándose hacia mí en la mesa – En el espejo pude ver que había podido echar un buen vistazo a mi cuerpo desnudo antes de cubrirme con la sábana y te juro por Dios Víctor que estuve a punto de correrme sólo con eso. Las rodillas me flaquearon, la excitación azotó mi cuerpo como una descarga eléctrica y, si no llego a sujetarme a la camilla, me habría caído de bruces.
–         Es normal, Ali. Es tu primera vez, con todo lo que eso conlleva…
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Dije eso sobre todo porque no quería pensar en que su excitación se debiera al “morenazo de ojos verdes insultantemente guapo”. Me sentía celoso.
–         Sé que el chico me dijo algo, aunque no me enteré de nada, porque, como dijiste antes, “la sangre me zumbaba en los oídos”. Supuse que me estaba dando las instrucciones de siempre, así que me tumbé toda temblorosa en la camilla, boca abajo, cubriéndome con la sábana, temiendo de veras estar a punto de sufrir un infarto.
–         Ja, ja. Te entiendo perfectamente.
–         Sí, tú ríete, pero en ese momento volví a acordarme de ti. Si te pillo en ese momento, te mato, estaba acojonadísima…
–         ¿Y no te sentías excitada? – inquirí sabiendo perfectamente la respuesta.
–         Como nunca antes.
Y se quedó callada, empezando a comer con toda la tranquilidad del mundo. Yo estaba deseando que continuara, pero ya la conocía lo suficiente para saber que no lo haría hasta que ella quisiera. Así que me puse también a comer.
Por fortuna, poco después retomó el relato.
–         Al principio todo fue muy normal, un masaje como tantos otros. Apenas si me di cuenta del contacto de sus manos, pues mi mente era un torbellino centrado en otras cosas. Podría haber estallado una bomba que yo no me habría enterado. Poco a poco fui serenándome, tratando de decidir si iba a seguir con aquello o no. Si me atrevía a dar el paso.
–         Y por supuesto lo hiciste.
Ali volvió a sonreír.
–         Aproveché que el chico se giraba a coger algo del carrito para subirme la sábana hasta el culo. Obviamente, él se dio cuenta, así que farfullé algo de que tenía mucha tensión en los muslos.
–         En los muslos y en todo lo demás – intervine.
–         Y tanto. Me acordé de ti, de lo que me contaste de la chica del masaje, la que te veía los cascabeles bajo la sábana…
Me reí al escucharla hablar así de mis testículos.
–         El chico empezó a masajearme las piernas, los gemelos, subiendo por los muslos. Era un masaje intenso, firme, no como a mí me gustan, que los prefiero un poco más delicados, pero la verdad es que me daba lo mismo. Lo único que quería era saber si estaría viéndome el coño bajo la sábana…
Asentí en silencio, completamente atrapado por la historia.
–         Fue infernal, te lo juro. No me había dado cuenta al tumbarme, pero el espejo quedaba a los pies de la camilla, con lo que no podía usarlo para espiar a Giancarlo y ver si estaba disfrutando o no del espectáculo. Nerviosa e inquieta, separé un poco más los muslos, para que pudiera mirar a sus anchas, pero, el no saber si estaba haciéndolo o no, me tenía frustrada y enfadada.
–         Tranquila, te aseguro que, si no era ciego, el tal Giancarlo estaba mirando con total seguridad.
Ali me sonrió, agradeciendo el cumplido.
–         Sí, supongo que sí – admitió – Pero yo quería verlo, quería disfrutar de su mirada sobre mí, quería…
–         Exhibirte para él.
–         ¡Exacto! – exclamó en voz alta, contenta de que yo comprendiese perfectamente lo que quería decir.
Joder, qué celoso me sentía. La historia de Ali me tenía nervioso y excitado, estaba deseando que continuara, pero, viendo el brillo en sus ojos, me temía que allí iba a haber mucho más que una simple sesión de exhibicionismo. Y eso no me gustaba…
–         Los siguientes minutos se me hicieron eternos. Sus fuertes manos se deslizaban por todas partes, untando mi piel de aceite, recorriendo mi cuerpo hasta el último centímetro, pero aquellas caricias no me enardecían, ni me relajaban como se supone que debe hacerlo un masaje. Lo único en que podía pensar era: “¿Me estará mirando?”
–         Por supuesto que sí  – pensé, aunque sin decir nada para no interrumpirla.
–         Y ya no pude más. Me armé de valor e, incorporándome en la camilla, me di bruscamente la vuelta, mientras farfullaba algo de que quería que continuara por delante.
Ali se tomó un respiro, bebiendo tranquilamente de su copa.
–         Estaba acojonadísima, el corazón parecía querer salírseme por la boca. Tan nerviosa estaba, que ni me di cuenta de que la sábana se había movido y las tetas se me habían quedado al aire, brindándole al italiano el espectáculo de toda mi anatomía, tanto el norte como el sur…
Aquella frase me hizo sonreír.
–         Entonces nuestras miradas se encontraron y te juro que tuve que apretar fuerte los muslos para contener la excitación. Sentía cómo el rubor teñía todo mi cuerpo, mi mente gritaba en silencio que me había vuelto loca, pero, cuando vi cómo me miraba, cómo sus ojos se deslizaban por mi piel… Dios. Creí que iba a enloquecer de excitación.
–         Y yo también – pensé en silencio, notando cómo mi erección amenazaba con hacer estallar la bragueta del pantalón.
–         Me recliné otra vez, dejándole continuar con el masaje. Él no dijo nada, se limitó a posar sus manos en mi cuerpo y reanudar las friegas. Y entonces, ni corto ni perezoso, sus manos empezaron a recorrer mi torso, rodeando estremecedoramente mis senos pero sin llegar a tocarlos. Yo estaba que me moría porque se decidiera a dar el paso, que se atreviera a cruzar la línea… pero él no hacía nada, seguía sin tocarme en ningún sitio inapropiado, aunque yo estaba ardiendo, deseando que lo hiciera de una vez…
–         Y por supuesto que lo hizo – intervine un poco picado.
–         Sí. Por fin lo hizo. Pudo ser sin querer, si embargo, pues simplemente rozó levemente uno de mis pechos, pero el gemido que escapó de mis labios fue prueba suficiente de qué era lo que yo quería. Cuando sus firmes manos se apoderaron por fin de mis senos, cerré los ojos y me abandoné al placer, mientras sus cálidas palmas describían movimientos circulares sobre mis tetas, cada vez más cerca de los pezones, hasta que estos se pusieron tan duros y sensibles que el más ligero roce estremecía mi cuerpo.
–         Que estabas muy cachonda, vaya – dije en tono cortante mientras vaciaba nuevamente mi copa.
Alicia me miró un segundo, sonriendo. Ambos sabíamos perfectamente lo que estaba sucediendo en mi interior, pero eso no la afectó en absoluto, así que siguió con su historia.
–         Cuando abrí los ojos, miré al lado, deseando comprobar si él estaba tan excitado como yo. Y lo estaba. Víctor, no te imaginas el enorme bulto que se apreciaba en su pantalón de hilo. Y no me contuve. Estiré una mano y la posé directamente en su entrepierna, ciñendo su poderosa erección por encima de la tela. El pobre no pudo reprimir un gemido de placer, lo que me hizo sonreír y sus manos apretaron con fuerza mis tetas, provocando que diera un gritito de sorpresa.
Joder con Alicia. La reina de las calientapollas estaba en su salsa. Se estaba riendo de mí a placer, convirtiéndome poco a poco en su esclavo. En ese instante habría sido capaz de matar simplemente por haber podido ocupar el sitio del cabrón de Giancarlo.
–         Y ya no se contuvo más, Víctor, estoy segura de que el italiano se había visto mezclado en ese tipo de escenas más de una vez. Antes de que me diera cuenta, se había desabrochado el pantalón, dejándolo deslizarse por sus piernas. Junto a mí apareció una hermosísima polla de dimensiones impresionantes. Dura, vigorosa, rezumando por el glande… y estaba así sólo por mí.
–         ¿Hermosísima? ¿Qué hacía ese bastardo, se la maquillaba? – mascullé para mí muy cabreado.
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–         Giancarlo se movió un paso a la derecha, de forma que su entrepierna quedó junto a mi cara. Echando las caderas hacia delante, ubicó su polla frente a mis ojos, suspendida a escasos centímetros sobre mi rostro, con lo que pude admirarla en primer plano. Qué bonita me pareció, hasta la última vena, hasta el más ínfimo pliegue me pareció hermoso y deseable…
–         Vale, vale, ya lo pillo. Tenía una buena polla – la interrumpí con sequedad.
Pero Ali no pareció molestarse en absoluto con mi exabrupto y no dijo nada, limitándose a sonreír levemente. La cosa salía tal y como ella había planeado.
–         Entonces Giancarlo hizo algo inesperado. Bueno, bien pensado no era tan inesperado, pero con mis ojos clavados en su polla no me di cuenta de que llevó una de sus manos a mi entrepierna y, repentinamente, sentí cómo uno de sus dedazos se introducía entre los labios de mi sobreexcitado coñito y empezaba a acariciarlo suavemente. Sorprendida por el placer inesperado, boqueé nerviosa y entreabrí la boca, jadeando, momento que él aprovechó para colocar su enhiesto falo entre mis labios y deslizarlo entre ellos, permitiéndome saborear su dureza.
–         Que te la metió en la boca para que se la chuparas, vaya – dije carcomido por los celos.
–         No. No me has entendido. No la deslizó dentro de mi boca, sino que la ubicó entre mis labios, como si fuera una salchicha entre las dos mitades de un bollo de perritos calientes.
–         Muy gráfica tu imagen – dije con aridez, haciéndola sonreír de nuevo.
–         Muy lentamente, empezó a mover las caderas adelante y atrás, deslizando su miembro entre mis labios, pero sin llegar a meterla en mi boca. Mi lengua no permaneció ociosa y empecé a lamerla y chuparla por debajo, haciéndole gemir esta vez a él, mientras sus hábiles dedos exploraban entre mis piernas, incrementando la excitación y la humedad si es que eso era posible.
Coño con el puto italiano. Tenía morbo el invento del tipo. Pensé que me apetecería probar eso alguna vez.
–         Pero a esas alturas yo ya no podía más. Sentía cómo el orgasmo se aproximaba inexorablemente, mis caderas bailaban convulsivamente sobre su mano, mientras mi lengua recorría su dura polla con frenesí. Bruscamente, me incorporé en la camilla y agarrándosela con fuerza, la atraje hacia mí y la engullí de un golpe, empezando por fin a chupársela como es debido. Cuando sentí su firme mano apoyándose en mi cabeza, marcándome el ritmo de la mamada, ya no pude más y el volcán entre mis piernas entró en erupción.
–         ¿Te corriste? – pregunté un tanto estúpidamente.
–         Como nunca antes. El sexo nunca había sido para mí tan bueno.
Los celos volvieron a azotarme.
–         ¿Se corrió en tu boca? – pregunté sin poderlo evitar.
Alicia me miró fijamente unos instantes antes de contestar.
–         No. En cuanto me corrí, Giancarlo la sacó de entre mis labios, mientras sus dedos seguían estimulando delicadamente mi vulva, alargando mi orgasmo. Así me permitía entregarme por completo al éxtasis, sin tener que preocuparme de darle placer a él al mismo tiempo. Se ve que entiende a las mujeres. Es un gran amante. – dijo Ali tratando de zaherirme.
–         O simplemente tuvo miedo de que le dieras un mordisco por estar “tan entregada al éxtasis” – respondí tragándome el anzuelo a lo bestia.
La joven volvió a sonreír, sin sentirse ofendida en absoluto.
–         En cuanto me recuperé, le atraje hacia mí y le besé con pasión. Estaba deseando sentirle dentro de mí ya de una vez. Su polla se apretaba contra mi  cuerpo, sin haber perdido un ápice de dureza por la pausa y yo me estremecí al pensar que enseguida tendría ese enorme émbolo martilleando mi cuerpo.
–         “¿Enorme émbolo?” – pregunté irónicamente.
–         Sí, la tenía así de grande – dijo Ali separando las manos una buena distancia.
Maldito cabrón italiano.
–         Y él también estaba decidido ya. Como dije antes, estoy segura de que no era la primera vez que Giancarlo se veía en una de esas situaciones.
–         Pues claro – la interrumpí – pregúntale a tu amiga Paqui…
Nuevamente, Ali ignoró por completo mi desplante.
–         Con firmeza, hizo que me diera la vuelta y apoyara las manos en la camilla, colocándose detrás de mí.
–         ¿Te sodomizó? – exclamé sorprendido.
–         No, tonto – respondió Ali riendo.
–         Sería porque no le apeteció. Porque tú no ibas a decirle que no a nada…
Esta vez quizás me pasé un poco. Ali pareció acusar el golpe, mirándome muy seria. Ya iba a disculparme cuando ella reanudó el relato como si tal cosa.
–         Con habilidad ubicó su hierro entre mis piernas y me penetró de un tirón, haciéndome gemir y resoplar de placer. Los brazos me flaquearon y a punto estuve de derrumbarme encima de la camilla, pero entonces sus manos volvieron a apoderarse de mis senos, estrujándolos y sosteniéndome en pie al mismo tiempo.
–         Y te folló a lo bestia – intervine, deseando que el relato terminara de una vez.
–         Vaya si lo hizo. Me folló como nunca antes. Su polla, como dije antes, era un émbolo que se abría paso en mi carne sin misericordia, penetrándome y horadando cada vez más profundamente. No tengo palabras para describirte el placer que sentí, Víctor, ni lo fuertes e intensos que fueron los orgasmos que experimenté. El polvo de mi vida.
–         Ya me imagino – dije con sequedad, sin mirarla a la cara.
–         En cierto momento, Giancarlo hizo que subiera uno de los pies a la camilla, mientras el otro permanecía en el suelo, obligándome a ofrecerme a él por completo, sin tapujos ni inhibiciones. Alzando la mirada, podía vernos follando desbocados en el espejo y te juro que a duras penas pude reconocerme en el reflejo. La mujer que estaba allí, siendo penetrada una y otra vez, no era yo, era otra que se me parecía…
–         Vaya, que te sacó el alma del cuerpo a pollazos. Tuviste una experiencia astral a base de cipotazos – dije a punto de estallar de ira.
Entonces Alicia se echó a reír y fue una risa musical, dulce y cristalina, mucho más próxima a la imagen de Alicia que yo tenía en mente, que a la de la puta ninfomaníaca que había estado torturándome durante la última hora.
–         Ay, Víctor – dijo con los ojos brillantes de lágrimas de risa – Si pudieras verte la cara…
–         ¿Qué? – dije sin comprender.
–         Cariño, perdona, no he podido evitarlo…
–         ¿Qué? – farfullé nuevamente.
–         Ay, hijo. Pues que he estado exagerando un poco, la cosa no fue del todo así…
–         No comprendo.
–         A ver. Desde que te conozco, has estado torturándome con tus historias, poniéndome a mil por hora y hoy he visto la ocasión de devolvértela…
–         ¿Quieres decir que te lo has inventado todo? – exclamé súbitamente esperanzado.
–         No, no, para nada. Todo es verdad.
No entendía a aquella mujer.
–         Entonces, ¿a qué te refieres? – pregunté completamente perdido.
–         Bueno… Pues que quizás haya exagerado un poco respecto a lo guapo que es Giancarlo… o sobre el tamaño descomunal de su miembro… o sobre lo bien que folla…
Aunque parezca una gilipollez, aquellas palabras significaron un enorme consuelo para mí. Me sentí mucho más sereno que en todo el almuerzo.
–         No, si ya me parecía a mí que tanta perfección no era posible…
–         Ja, ja – rió Alicia – ¿A que te has puesto celoso?
La miré fijamente a los ojos, muy serio. Mi orgullo masculino me empujaba a mentir, pero para qué, si ella sabía perfectamente lo que pasaba por mi mente.
–         Por supuesto que sí. Muerto de celos. Porque el mejor sexo de tu vide será el que tengas gracias a mí. No con ningún masajista italiano – sentencié.
–         Vaya, vaya – dijo Ali mirándome enigmáticamente por encima de su copa – ¿Y tu promesa de no intentar nada conmigo?
–         Al carajo con ella – respondí, haciéndola reír de nuevo.
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Nos quedamos callados unos instantes, mirándonos. Entonces nos interrumpió el camarero, preguntando si necesitábamos algo y mirando un tanto extrañado nuestros platos, que estaban casi sin tocar.
–         ¿Está todo bien señores? – nos preguntó.
–         Uy, sí, perdona Iñigo. Hacía tanto tiempo que no veía a mi amigo Víctor que nos hemos puesto a hablar y casi no hemos comido. Está todo exquisito.
Más tranquilo, el camarero se marchó y nosotros reanudamos el almuerzo. Al calmarme un poco, descubrí que, efectivamente, estaba hambriento.
Tras un rato comiendo y charlando de cosas intrascendentes, retomé el tema sin poder esperar un minuto más.
–         Pues qué quieres que te diga Alicia, lo que me has contado tiene poco que ver con el exhibicionismo. Simplemente me has narrado con todo lujo de detalles cómo le has puesto los cuernos a tu novio.
–         Ya te dije que había sido muy mala –  dijo ella con su sonrisilla maliciosa en los labios.
Le devolví la sonrisa sin poderlo evitar.
–         Y la verdad es que, aunque experimenté varios orgasmos en aquella habitación, estaba mucho más excitada cuando no sabía si él me miraba o no que cuando finalmente lo hicimos. Lo que pasó fue que, a esas alturas, yo estaba tan caliente que me hubiera corrido con sólo rozarme. Además, he de admitir que, mientras lo hacíamos, estuve pensando en ti.
La boca se me quedó seca. Clavé mis ojos en su rostro, donde se dibujaba aquella sonrisilla maliciosa que había empezado a conocer tan bien.
–         Joder, Ali – susurré – Yo trato de resistirme, pero qué difícil me lo pones…
–         Ojalá otros lo encontraran tan difícil como tú – dijo Ali muy seria.
–         Te refieres a tu prometido, ¿verdad? – indagué decidido a tomar el toro por los cuernos.
Alicia se encogió de hombros y, asintiendo con la cabeza, empezó a hablar de nuevo.
–         Sí, has acertado. Se trata de Javier. No sé lo que le pasa últimamente. Siento que no me desea.
Y empezó con una larga retahíla de lamentaciones. Al parecer, el tal Javier, abogado de profesión y haciendo sus primeros pinitos en política, tenía bastante abandonada a Alicia en los últimos tiempos. Según ella, nunca había sido muy fogoso, pero desde hacía unos meses prácticamente tenía que obligarlo para hacer el amor. Llevaban ya tiempo prometidos y ella comprendía que era normal que la pasión se enfriase un poco, pero el tal Javier estaba llevando las cosas al extremo.
Alicia sentía que, para él, su trabajo era lo primero y ella ocupaba con suerte el sexto o séptimo lugar en su lista de preferencias. Se sentía desdichada.
Yo, a esas alturas, sabía lo que le pasaba a Javier. Si no deseaba a esa chica es que simplemente era gilipollas. O quizás…
–         ¿Has pensado si no será gay? – la interrumpí.
–         ¿Cómo?
Se quedó callada por la sorpresa, rumiando en silencio mi respuesta.
–         No, no puede ser – argumentó – Hemos hecho el amor muchísimas veces…
–         ¿Y qué? No sería el primer gay que se acuesta con mujeres. Además, si está metido en política… A lo mejor está buscando una esposa florero…
La verdad es que lo dije medio en broma, pero la expresión pensativa de Alicia me demostró que ella no estaba de cachondeo precisamente. Mis palabras la habían impresionado y dado mucho en qué pensar.
–         Será posible – murmuró – No, no puede ser… Pero…
Yo la dejé desahogarse. Intuía que lo que ella necesitaba era un poco de apoyo.
Seguimos charlando una hora más. No te aburriré con los detalles. No creo que Alicia estuviera convencida de que su prometido fuera homosexual, pero lo que sí quedó claro fue que algo raro le pasaba. Con repetidos piropos y menciones a las miradas que todos los machos del restaurante le dirigían, logré mejorar el ánimo de Alicia, lo que nos hizo sentir mejor a ambos.
A las cuatro, Ali anunció que tenía que regresar al trabajo y yo suspiré recordando la montaña de papeles atrasados que me aguardaba.
–         Oye, gracias de verdad por escucharme. No sabía a quien acudir. Todos mis amigos de la ciudad son amigos también de Javier. Me ha venido muy bien desahogarme – me dijo Alicia al despedirse.
–         Tranquila, guapa, para eso est… amos.
Había estado a punto de decir “están los amigos”. Pero qué cojones, yo no quería que fuésemos amigos. Yo quería otra cosa.
–         ¿Quedamos el sábado para comer? – me dijo mientras se ponía el abrigo.
–         Claro – respondí sin pensar.
–         Esta vez elige tú el restaurante. Que sea uno donde no nos conozcan – añadió en voz baja guiñándome un ojo.
A mí también me subió el ánimo.
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……………………
Tras una tarde agotadora en el trabajo, conduje hacia casa dándole vueltas en la cabeza a todo lo acontecido ese día.
Por fin Alicia se había mostrado inclinada a tener una relación conmigo y no me había rehuido cuando insinué que estaba deseando acostarme con ella.
Pero yo no iba a conformarme con eso. No era sólo sexo lo que yo buscaba. La quería a ella. Sentía que había encontrado a mi media naranja. Y si, finalmente resultaba que el tal Javier era en realidad gay… el camino quedaba libre.
Bueno. No del todo. Aún me faltaba Tatiana…
Joder. Pobre Tatiana. La iba a matar del disgusto. Ella me quería a rabiar y tenía sentimientos hacia mí mucho más intensos que los que yo tenía hacia ella. Me maldije por no haber sido capaz de haberle puesto remedio antes, pues hacía tiempo que yo sabía que ella no era la adecuada para mí, incluso antes de conocer a Ali.
Yo la amaba, a mi manera y por nada del mundo quería hacerle daño, así que continué en la relación porque era más fácil y cómodo que ponerle fin y hacerla sufrir. Y ahora iba a pagarlo muy caro.
Tenía que ser honesto y poner fin a todo aquello. Al menos, la infidelidad aún no se había producido… del todo. No, no te creas, no soy tan cabronazo como para que esa excusa de mierda me hiciera sentir mejor. No fue así.
Y cuando llegué a casa, la cosa empeoró.
–         ¿Hola? ¿Tati? – pregunté extrañado cuando, tras abrir la puerta, Tatiana no salió a recibirme como había hecho todos los días desde que vivíamos juntos.
Aquello debía haberme indicado que algo no marchaba bien. Pero, tonto de mí, no sumé dos y dos hasta que entré en el salón y vi a Tatiana sentada en el sofá, el rostro rojo e hinchado por las lágrimas que corrían por sus mejillas. Me quedé atónito.
–         Tatiana, nena, ¿qué te pasa? ¿Te encuentras bien? ¿Ha pasado algo? ¿Tu madre es…
Las palabras murieron en mi boca cuando miré en el regazo de Tatiana y vi lo que sostenían sus manos… las bragas de Alicia que, imbécil de mí, había dejado en mi chaqueta tras almorzar con ella el sábado anterior.
Tatiana alzó sus ojos anegados por las lágrimas y los clavó en los míos, preguntándome en silencio por qué le había hecho eso.
Quería morirme.
TALIBOS
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ernestalibos@hotmail.comJennyPoussin_BlueDress80
 

“ESA MUJER INDEFENSA FUE MI PERDICIÓN” Libro para descargar (POR GOLFO)

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Sinopsis:

Conozco a través de su asistente social a una indefensa e ingenua jovencita, madre de una hija. Como ave de rapiña, decido aprovecharme de ella sin saber que quizás de cazador, me convertiría en presa. Consciente de la atracción que siento por ella, Malena se dedica a tontear conmigo en plan zorrón.
Pero cuando intento acercarme a ella, se comporta como una calientapollas sin permitir siquiera que la toque. Cada vez más cachondo, tengo que soportar que me deje al cuidado de su hija… ¡Coño! ¡No soy su padre!

Bájatelo pinchando en el banner o en el siguiente enlace:
 

Para que podías echarle un vistazo, os anexo los dos primeros capítulos
 

Capítulo 1

Reconozco que siempre he sido un cabrón y que a través de los años he aprovechado cualquier oportunidad para echar un polvo, sin importarme los sentimientos de la otra persona. Me he tirado casadas, divorciadas, solteras, altas, bajas, flacas y gordas, en cuanto se me han puesto a tiro.
Me traía sin cuidado las armas a usar para llevármelas a la cama. Buscando mi satisfacción personal, he desempeñado diferentes papeles para conseguirlo. Desde el tímido inexperto al más osado conquistador. Todo valía para aliviar mi calentura. Por ello cuando una mañana me enteré de la difícil situación en que había quedado una criatura, decidí aprovecharme y eso fue mi perdición.
Recuerdo como si fuera ayer, como supe de sus problemas. Estaba entre los brazos de María, una asistente social con la que compartía algo más que arrumacos, cuando recibió una llamada de una cliente. Como el cerdo que soy, al oír que mi amante le aconsejaba que rehacer su vida y olvidar al novio que la había dejado embarazada, no pude menos que poner atención a su conversación.
«Una posible víctima», pensé mientras escuchaba como María trataba de consolarla.
Así me enteré que la chavala en cuestión tenía apenas diecinueve años y que su pareja, en cuanto nació su hija, la había abandonado sin importarle que al hacerlo, la dejara desamparada y sin medios para cuidar a su retoño.
«Suena interesante», me dije poniendo todavía mayor atención a la charla.
Aunque ya estaba interesado, cuando escuché a mi polvo-amiga recriminarle que tenía que madurar y buscarse un trabajo con el que mantenerse, supe que sería bastante fácil conseguir una nueva muesca en mi escopeta.
Tras colgar y mientras la asistente social anotaba unos datos en su expediente, disimuladamente me acerqué y comprobé alborozado que la tal Malena no solo no era fea sino que era un auténtico bombón.
«Está buenísima», sentencié al observar la foto en la que su oscura melena hacía resaltar los ojos azules con los que la naturaleza la había dotado y para colmo todo ello enmarcado en un rostro dulce y bello.
Reconozco que tuve que retener las ganas de preguntar por ella. No quería que notara que había despertado mi interés, sobre todo porque sabía que mi conocida no tardaría en pedir mi ayuda para buscarle un trabajo.
Y así fue. Apenas volvimos a la cama, María me preguntó si podía encontrar un trabajo a una de sus clientes. Haciéndome el despistado, pregunté qué tipo de perfil tenía y si era de confianza.
―Pongo la mano en el fuego por esta cría― contestó ilusionada por hacer una buena obra y sin pensar en las consecuencias, me explicó que aunque no tenía una gran formación, era una niña inteligente y de buenos principios que la mala suerte la había hecho conocer a un desalmado que había abusado de ella.
―Pobre chavala― murmuré encantado y buscando sacar mayor información, insistí en que me dijera todo lo que sabía de ella.
Así me enteré que provenía de una familia humilde y que la extremada religiosidad de sus padres había provocado que, al enterarse que estaba preñada, la apartaran de su lado como si estuviera apestada.
«Indefensa y sola, ¡me gusta!», medité mentalmente mientras en mi rostro ponía una expresión indignada.
María desconocía mis turbias intenciones y por ello no puso reparo en explicarme que la estricta educación que había recibido desde niña, la había convertido en una presa fácil.
―No te entiendo― dejé caer cada vez más encantado con las posibilidades que se me abrían.
―Malena es una incauta que todavía cree en la bondad del ser humano y está tan desesperada por conseguir un modo de vivir, que me temo que caiga en manos de otro hijo de perra como su anterior novio.
―No será para tanto― insistí.
―Desgraciadamente es así. Sin experiencia ni formación, esa niña es carne de cañón de un prostíbulo sino consigue un trabajo que le permita mantener a su hijita.
Poniendo cara de comprender el problema, como si realmente me importara su futuro, insinué a su asistente social que resultaría complicado encontrar un puesto para ella pero que podría hacer un esfuerzo y darle cobijo en mi casa mientras tanto.
―¿Harías eso por mí?― exclamó encantada con la idea porque aunque me conocía de sobra, nunca supuso que sería tan ruin de aprovecharme de la desgracia de su cliente.
Muerto de risa, contesté:
―Si pero con una condición…―habiendo captado su atención, le dije: ―Tendrás que regalarme tu culo.
Sonriendo de oreja a oreja, María me contestó poniéndose a cuatro patas en el colchón…

Capítulo 2

Sabiendo que al día siguiente María me pondría en bandeja a esa criatura, utilicé el resto del día para prepararme. Lo primero que hice fui ir a la “tienda del espía” y comprar una serie de artilugios que necesitaría para convertir mi chalet en una trampa. Tras pagar una suculenta cuenta en ese local, me vi llevando a mi coche varias cámaras camufladas, así como un completo sistema de espionaje.
Ya en mi casa, coloqué una en el cuarto que iba a prestar a esa monada para que ella y su hijita durmieran, otra en el baño que ella usaría y las demás repartidas por la casa. Tras lo cual, pacientemente, programé el sistema para que en mi ausencia grabaran todo lo que ocurría para que al volver pudiera visualizarlo en la soledad de mi habitación. Mis intenciones eran claras, intentaría seducir a esa incauta pero de no caer en mis brazos, usaría las grabaciones para chantajearla.
«Malena será mía antes de darse cuenta», resolví esperanzado y por eso esa noche, salí a celebrarlo con un par de colegas.
Llevaba tres copas y otras tantas cervezas cuando de improviso, mi teléfono empezó a sonar. Extrañado porque alguien me llamara a esas horas, lo saqué de la chaqueta y descubrí que era María quien estaba al otro lado.
―Necesito que vengas a mi oficina― gritó nada más descolgar.
La urgencia con la que me habló me hizo saber que estaba en dificultades y aprovechando que estaba con mis amigos, les convencí para que me acompañaran.
Afortunadamente, Juan y Pedro son dos tíos con huevos porque al llegar al edificio de la asistente social nos encontramos con un energúmeno dando voces e intentando arrebatar un bebé de las manos de su madre mientras María intentaba evitarlo. Nadie tuvo que decirme quien eran, supe al instante que la desdichada muchacha era Malena y que ese animal era su antiguo novio.
Quizás gracias al alcohol, ni siquiera lo medité e interponiéndome entre ellos, recriminé al tipejo su comportamiento. El maldito al comprobar que éramos tres, los hombres que las defendían, se lo pensó mejor y retrocediendo hasta su coche, nos amenazó con terribles consecuencias si le dábamos amparo.
―Te estaré esperando― grité encarando al sujeto, el cual no tuvo más remedio que meterse en el automóvil y salir quemando ruedas. Habiendo huido, me giré y fue entonces cuando por primera vez comprendí que quizás me había equivocado al ofrecer mi ayuda.
¡Malena no era guapa! ¡Era una diosa!
Las lágrimas y su desesperación lejos de menguar su atractivo, lo realzaban al darle un aspecto angelical.
Todavía no me había dado tiempo de reponerme de la sorpresa cuando al presentarnos María, la muchacha se lanzó a mis brazos llorando como una magdalena.
―Tranquila. Si ese cabrón vuelve, tendrá que vérselas conmigo― susurré en su oído mientras intentaba tranquilizarla.
La muchacha al oírme, levantó su cara y me miró. Os juro que me quedé de piedra, incapaz de hablar, al ver en su rostro una devota expresión que iba más allá del mero agradecimiento. Lo creáis o no, me da igual. Malena me observaba como a un caballero andante bajo cuya protección nada malo le pasaría.
«Menuda pieza debe de ser su exnovio», pensé al leer, en sus ojos, el terror que le profesaba.
Tuvo que ser María quien rompiera el silencio que se había instalado sobre esa fría acera, al pedirme que nos fuéramos de allí.
―¿Dónde vamos?― pregunté todavía anonadado por la belleza de esa joven madre.
―Malena no puede volver a la pensión donde vive. Su ex debe de estarla esperando allí. Mejor vamos a tu casa.
Cómo con las prisas había dejado mi coche en el restaurante, los seis nos tuvimos que acomodar en el todoterreno de Juan. Mis colegas se pusieron delante, dejándome a mí con las dos mujeres y la bebé en la parte trasera.
Durante el trayecto, mi amiga se encargó de calmar a la castaña, diciendo que junto a mí, su novio no se atrevería a molestarla. Si ya de por sí que me atribuyera un valor que no tenía, me resultó incómodo, más lo fue escucharla decir que podía fiarse plenamente de mí porque era un buen hombre.
―Lo sé― contestó la cría mirándome con adoración― lo he notado nada más verlo.
Su respuesta me puso la piel de gallina porque creí intuir en ella una mezcla de amor, entrega y sumisión que nada tenía que ver con la imagen que me había hecho de ella.
Al llegar al chalet y mientras mis amigos se ponían la enésima copa, junto a María, acompañé a Malena a su cuarto. La cría estaba tan impresionada con el lujo que veía por doquier que no fue capaz de decir nada pero al entrar en la habitación y ver al lado de su cama una pequeña cuna para su hija, no pudo retener más el llanto y a moco tendido, se puso a llorar mientras me agradecía mis atenciones.
Totalmente cortado, la dejé en manos de mi amiga y pensando en el lio que me había metido, bajé a acompañar a los convulsos bebedores que había dejado en el salón. A María tampoco debió de resultarle sencillo consolarla porque tardó casi una hora en reunirse con nosotros. Su ausencia me permitió tomarme otras dos copas y bromear en plan machote de lo sucedido mientras interiormente, me daba vergüenza el haber instalado esas cámaras.
Una vez abajo, la asistente social rehusó ponerse un lingotazo y con expresión cansada, nos pidió que la acercáramos a su casa. Juan y Pedro se ofrecieron a hacerlo, de forma que me vi despidiéndome de los tres en la puerta.
«Seré un capullo pero esa cría no se merece que me aproveche de ella», dije para mis adentros por el pasillo camino a mi cuarto.
Ya en él, me desnudé y me metí en la cama, sin dejar de pensar en la desvalida muchacha que descansaba junto a su hija en la habitación de al lado. Sin ganas de dormir, encendí la tele y puse una serie policiaca que me hiciera olvidar su presencia. No habían pasado ni cinco minutos cuando escuché que tocaban a mi puerta.
―Pasa― respondí sabiendo que no podía ser otra que Malena.
Para lo que no estaba preparado fue para verla entrar únicamente vestida con una de mis camisas. La chavala se percató de mi mirada y tras pedirme perdón, me explicó que como, había dejado su ropa en la pensión, Maria se la había dado.
No sé si en ese momento, me impresionó más el dolor que traslucía por todos sus poros o el impresionante atractivo y la sensualidad de esa cría vestida de esa forma. Lo cierto es que no pude dejar de admirar la belleza de sus piernas desnudas mientras Malena se acercaba a mí pero fue al sentarse al borde de mi colchón cuando mi corazón se puso a mil al descubrir el alucinante canalillo que se adivinaba entre sus pechos.
―No importa― alcancé a decir― mañana te conseguiré algo que ponerte.
Mis palabras resultaron sinceras, a pesar que mi mente solo podía especular con desgarrar esa camisa y por ello, al escucharme, la joven se puso nuevamente a llorar mientras me decía que, de alguna forma, conseguiría compensar la ayuda que le estaba brindando.
Reconozco que, momentáneamente, me compadecí de ella y sin otras intenciones que calmarla, la abracé. Lo malo fue que al estrecharla entre mis brazos, sentí sus hinchados pechos presionando contra el mío e involuntariamente, mi pene se alzó bajo la sábana como pocas veces antes. Todavía desconozco si esa cría se percató de la violenta atracción que provocó en mí pero lo cierto es que si lo hizo, no le importó porque no hizo ningún intento de separarse.
«Tranquilo macho, no es el momento», me repetí tratando de evitar que mis hormonas me hicieran cometer una tontería.
Ajena a la tortura que suponía tenerla abrazada y buscando mi auxilio, Malena apoyó su cabeza en mi pecho y con tono quejumbroso, me dio nuevamente las gracias por lo que estaba haciendo por ella.
―No es nada― contesté, contemplando de reojo su busto, cada vez más excitado― cualquiera haría lo mismo.
―Eso no es cierto. Desde niña sé que si un hombre te ayuda es porque quiere algo. En cambio, tú me has ayudado sin pedirme nada a cambio.
El tono meloso de la muchacha incrementó mi turbación:
¡Parecía que estaba tonteando conmigo!
Asumiendo que no debía cometer una burrada, conseguí separarme de ella y mientras todo mi ser me pedía hundirme entre sus piernas, la mandé a su cuarto diciendo:
―Ya hablaremos en la mañana. Ahora es mejor que vayas con tu hija, no vaya a despertarse.
Frunciendo el ceño, Malena aceptó mi sugerencia pero antes de irse desde la puerta, me preguntó:
―¿A qué hora te despiertas?
―Aprovechando que es sábado, me levantaré a las diez. ¿Por qué lo preguntas?
Regalándome una dulce sonrisa, me respondió:
―Ya que nos permites vivir contigo, que menos que prepararte el desayuno.
Tras lo cual, se despidió de mí y tomó rumbo a su habitación, sin saber que mientras iba por el pasillo, me quedaba admirando el sensual meneo de sus nalgas al caminar.
«¡Menudo culo tiene!», exclamé absorto al certificar la dureza de ese trasero.
Ya solo, apagué la luz, deseando que el descanso me hiciera olvidar las ganas que tenía de poseerla. Desgraciadamente, la oscuridad de mi cuarto, en vez de relajarme, me excitó al no poder alejar la imagen de su belleza.
Era tanta mi calentura que todavía hoy me avergüenzo por haber dejado volar mi imaginación esa noche como mal menor. Sabiendo que, de no hacerlo, corría el riesgo de pasarme la noche en vela, me imaginé a esa preciosidad llegando hasta mi cama, diciendo:
―¿Puedo ayudarte a descansar?― tras lo cual sin pedir mi opinión, se arrodilló y metiendo su mano bajó las sábanas, empezó a acariciar mi entrepierna.
Cachondo por esa visión, forcé mi fantasía para que Malena, poniendo cara de putón desorejado, comentara mientras se subía sobre mí:
―Necesito agradecerte tu ayuda― y recalcando sus palabras, buscó el contacto de mis labios.
No tardé en responder a su beso con pasión. Malena al comprobar que cedía y que mis manos acariciaban su culo desnudo, llevó sus manos hasta mi pene y sacándolo de su encierro, me gritó:
―¡Tómame!
Incapaz de mantener la cordura, separé sus piernas y permití que acomodara mi miembro en su sexo. Contra toda lógica, ella pareció la más necesitada y con un breve movimiento se lo incrustó hasta dentro pegando un grito. Su chillido desencadeno mi lujuria y quitándole mi camisa, descubrí con placer la perfección de sus tetas. Dotadas con unos pezones grandes y negros, se me antojaron irresistibles y abriendo mi boca, me puse a saborear de ese manjar con sus gemidos como música ambiente.
Malena, presa por la pasión, se quedó quieta mientras mi lengua jugaba con los bordes de sus areolas, al tiempo que mis caricias se iban haciendo cada vez más obsesivas. Disfrutando de mi ataque, las caderas de esa onírica mujer comenzaron a moverse en busca del placer.
―Estoy cachonda― suspiró al sentir que sopesando con mis manos el tamaño de sus senos, pellizcaba uno de sus pezones.
Obviando su calentura, con un lento vaivén, fui haciéndome dueño con mi pene de su cueva. Ella al notar su sexo atiborrado, pegó un aullido y sin poder hacer nada, se vio sacudida por el placer mientras un torrente de flujo corría por mis muslos.
―Fóllame, mi caballero andante― suspiró totalmente indefensa― ¡soy toda tuya!
Su exacerbada petición me terminó de excitar y pellizcando nuevamente sus pezones, profundicé el ataque que soportaba su coño con mi pene. La cría, al experimentar la presión de mi glande chocando contra la pared de su vagina, gritó y retorciéndose como posesa, me pidió que no parara. Obedeciendo me apoderé de sus senos y usándolos como ancla, me afiancé en ellos antes de comenzar un suave trote con nuestros cuerpos. Fue entonces su cuando, berreando entre gemidos, chilló:
―Demuéstrame que eres un hombre.
Sus deseos me hicieron enloquecer y cómo un perturbado, incrementé la profundidad de mis caderas mientras ella, voz en grito, me azuzaba a que me dejara llevar y la preñara. La paranoia en la que estaba instalado no me permitió recordar que todo era producto de mi mente y al escucharla, convertí mi lento trotar en un desbocado galope cuyo único fin era satisfacer mi lujuria.
Mientras alcanzaba esa meta imaginaria, esa cría disfrutó sin pausa de una sucesión de ruidosos orgasmos. La entrega de la que hizo gala convirtió mi cerebro en una caldera a punto de explotar y por eso viendo que mi pene no tardaría en sembrar su vientre con mi simiente, la informé de lo que iba a ocurrir.
Malena, al escuchar mi aviso, contestó desesperada que me corriera dentro de ella y contrayendo los músculos de su vagina, obligó a mi pene a vaciarse en su interior.
―Mi caballero andante― sollozó al notar las descargas de mi miembro y sin dejar que lo sacara, convirtió su coño en una batidora que zarandeó sin descanso hasta que consiguió ordeñar todo el semen de mis huevos.
Agotado por el esfuerzo, me desplomé en la cama y aunque sabía que no era real, me encantó oír a esa morena decir mientras volvía a su alcoba:
―Esto es solo un anticipo del placer que te daré.
Ya relajado y con una sonrisa en los labios, cerré los ojos y caí en brazos de Morfeo…

 

Relato erótico: “Destructo III No puedo dejar de mirar el cielo” (POR VIERI32)

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herederas3I. Año 1368

sin-tituloEl calor ya se sentía intenso en las arenosas calles de la ciudad árabe de Bujará, reino de Corasmia, a pesar de que había amanecido hacía pocas horas. El sol se colaba en haces dentro de los pasillos del zoco principal, atravesando el entramado de madera del techo, en tanto los comerciantes armaban sus tiendas y extendían las alfombras con una rapidez y precisión propia de quien ha dominado la rutina durante años.

Un soldado mongol patrullaba por uno de los pasillos, llamando la atención con su radiante y largo sable envainado en el cinturón. Destacaba entre los mercaderes y beduinos que agachaban la cabeza a su paso, pues vestía una armadura de placas pintadas de rojo y dorado, colores propios del kanato de Persia, regida por el mongol Tamerlán.

Mijaíl, enfundado en una chilaba negra, reacomodó el largo rollo de tela sobre su hombro, esperando que nadie se percatara de su espada escondida allí. Aunque Bujará fuera completamente distinto al mundo que conocía en Nóvgorod, el miedo que percibía en la gente ante la presencia de un soldado mongol parecía ser siempre el mismo. De hecho, cuando él era niño y veía a los mongoles patrullar por las calles, se alejaba corriendo y sorteando los obstáculos, ágil como una gacela.

Luego recorrió los pasillos de un atestado zoco hasta que llegó a una fuente de agua, donde se sentó en el pretil de mármol y miró en derredor; le agobiaba el gentío tan bullicioso, incontables como hormigas, y los estrechos pasos. Nada en las tierras de Corasmia se asemejaba a su amada y fría Nóvgorod. Frío, eso era lo que deseó por enésima ocasión desde que dejara las estepas rusas. Agitó la mano frente a su rostro; deseó que una brisa polar se llevara los molestos mosquitos que dejaban ronchas a su paso.

Pensó en levantarse y comprar alguna fruta, pero llegó hasta él un beduino, enfundado en una túnica negra como la suya, con un pañuelo rojo, de lino, envolviéndole la cabeza. Se inclinó hacia la fuente, mojando las manos y luego el rostro.

—¡Loado sea Alá por este gran día, amigo!

El ruso dejó sobre el pretil una bolsa de cuero cargada de monedas y de un vistazo notó la lujuria en los ojos del árabe. El beduino se tocó la frente y agradeció el pago con un apenas perceptible “Assalamoe alaykum”.

—Mañana nos vamos, Yusuf —dijo Mijaíl en un forzado árabe—. Dame buenas noticias.

—He hablado con un par de amigos. Sirven como mensajeros del ejército de Tamerlán.

—¿Consideráis amigos a los mongoles? No veo que aquí os llevéis muy bien los unos con los otros.

El beduino recogió la bolsa discretamente y se sentó al lado del ruso. La abrió para contar las monedas, prosiguiendo con la conversación.

—No es un gobierno perfecto, Mi-jaíl, pero funciona. Podemos seguir con nuestras vidas. Tamerlán es un líder piadoso con los reinos que se someten a su voluntad. Ya lo estás viendo con tus propios ojos. Aquí en Bujará todo prospera

Mijaíl se rascó la barba, que había crecido bastante durante su viaje.

—Hay comercio, sí, y se ve muy activo. Pero, al final del día, gran parte de tu cosecha o tu ganancia van a parar a sus manos. Hay sometimiento. Este imperio no es sino un gobierno innatural y por lo tanto ilegítimo que algún día se derrumbará.

El ruso se sorprendió de sí mismo al notar cuánto había absorbido de sus conversaciones con el embajador de Koryo. Había oído tanto acerca de las doctrinas morales confucianas que las había aceptado de buen grado, aunque bufaba cada vez que discutían sobre religión.

—Interesante manera de verlo —asintió Yusuf—. Me recuerdas a un hombre que, con palabras parecidas, unió a otros hombres para poner fin a este imperio. Tamerlán lo metió dentro de un cañón y él mismo encendió la mecha.

—Solo cuéntame lo que te han dicho esos mensajeros.

—Luego de Bujará sigue el camino de comercio que llega hasta Kabul. Los orientales la recorren siempre y no os perderéis. Veréis puestos de vigía sobre las colinas, pero los comerciantes son muy apreciados y siempre que no reveléis vuestras armas, todo irá bien. El problema será cuando lleguéis al reino de Xin. Dicen que los locales se están alzando contra el Imperio. Si quieres llegar a Koryo, tendrás que atravesar un auténtico campo de guerra.

Mijaíl ahogó una risa. Era imposible no llamar la atención. Llevaba la chilaba negra para aparentar ser un mercader, pero ese embajador y su sirviente eran tan llamativos que durante su viaje fueron asaltados en tres ocasiones. Se les volvió necesario contratar un beduino que conociera el reino y les ayudara a tomar rutas más seguras.

—Si los xin son enemigos del Imperio mongol, les haremos ver que somos sus amigos —continuó el ruso.

—Como quieras. En estas tierras solo debéis temer a los asaltantes, si me preguntas.

Mijaíl se levantó.

—Eso es lo que quería oír, beduino. Estamos agradecidos por tus servicios.

—¿Es una despedida, Mi-jaíl?

—Por supuesto que sí.

—Podría acompañaros hasta Kabul. Aunque no haya mongoles, sí es probable que tengáis problemas en Transoxiana. Por un precio, seguiré vuestro camino.

Mijaíl hizo un ademán, alejándose. No iba a volver a solicitar sus servicios, menos ahora que aparentemente el peligro se diluiría a su avance. Aunque era verdad que al embajador de Koryo se le estaban acabando las monedas de oro y joyas, por lo que necesitaban ahorrar.

De hecho, recordó que era momento de volver junto a él y su sirviente, que estarían esperando en la habitación humilde que alquilaron. En parte para ahorrar costes, en parte para pasar desapercibidos. Aunque una simple cama ya era un lujo considerando que, en la mayoría de las noches, lejos de las ciudades y pueblos, dormían bajo la luz de las estrellas.

—¡Mi-jaíl! —insistió el árabe—. Si el problema son las monedas, podría ayudaros a cambio de esa espada que tienes. Llevarla sería demasiado problema para ti.

El ruso se acomodó el rollo sobre el hombro con una mueca. Las armas estaban prohibidas en Bujará y otros reinos vasallos del Imperio. Ni siquiera los guardias árabes contaban con sus conocidas cimitarras, lo que acrecentaba una desagradable sensación de sumisión. Cualquier problema o crimen era solucionado exclusivamente con los sables de los soldados mongoles.

—Es una shaska y no es una espada cualquiera. No está a la venta.

Mijaíl salió del zoco, dando un mordisco a una manzana recién comprada. Pero, ¡cómo se atrevió ese beduino a pedirle su espada!, pensó enfurruñado. Era cierto que cuando estaban abandonando las estepas rusas, Mijaíl prefería portar un sable grande y de hoja gruesa, como la que llevaba el sirviente del embajador. Brillaba tanto o más que la calva del oriental; era un tipo de arma que imponía miedo con solo verla.

Pero Wang Yao, el sirviente, se mofó aduciendo que “No podría darle una espada pesada a alguien que no sabe cómo bailar con ella”.

El oriental consiguió convencer a Mijaíl de quedarse con el arma que le regaló su hermano. Era la que estaba predestinada para él, decía. Era fina, sí, por ende, liviana. Más rápida. Wang Yao se ofreció a entrenarlo para que Mijaíl viera que la shaska era tan mortífera como su sable.

El ruso solo tenía que aprender a “bailar” con ella. Wang Yao resultó ser un hombre paciente y un excelente tutor; fuerte en cuerpo y mente. Para cuando llegaron a la ardiente y arenosa Corasmia, Mijaíl no podía pensarse con otra arma que no fuera la de su hermano. La shaska era el estandarte de la caballería rusa y ahora se sentía orgulloso de portarla. No la vendería por nada en el mundo.

Sorteando a los comerciantes y los pequeños correteando por doquier, se dirigió a los establos donde había dejado su caballo. De paso, no dejaba de contemplar todos los detalles que podía, absorbiendo hasta el último detalle de la ciudad. Bujará era un lugar distinto, ciertamente bello con sus cientos de edificaciones de adobe erigiéndose altísimas y bellos jardines repartidos, y no podía negar que prosperaba aún con los mongoles rondando por las calles. Luego se fijó en las lejanas murallas de contención y vio cómo patrullaban, a lo alto, tanto soldados árabes como arqueros mongoles. En lugares estratégicos contaban incluso con grandes cañones y se estremeció al recordar la historia de Tamerlán que le contó el beduino.

Se detuvo en medio de la calle cuando, justamente, el mismo beduino lo detuvo poniendo su mano abierta sobre el pecho del ruso. Sonreía y además esos ojos suyos brillaban.

El ruso apartó la mano y exigió respuestas.

—¿Me estabas buscando?

—Ciertamente, mi señor.

—Lo siento. Seguir pagándote significará bancarrota. No insistas.

Mijaíl oyó un par de quejidos y golpes, detrás del beduino, entre el gentío. Un comerciante dejó caer una jaula repleta de gallinas cuando alguien por detrás lo empujó. Una mujer cayó tropezada cuando alguien la tumbó al grito de un idioma que le resultaba familiar. Tragó saliva al ver cómo tres soldados mongoles se abrían paso en dirección al dúo. Apurados, ansiosos. Uno de ellos se fijó en él y agarró la empuñadura de su sable.

El beduino empuñó el blusón del ruso, intentando sujetarlo, pero Mijaíl dio un manotazo y retrocedió un par de pasos. Yusuf reveló sus dientes; si ya no le darían monedas, no le servirían más. Habló con sus contactos de la guardia de mongoles: quién no querría saber sobre el soldado ruso que viajaba por Corasmia, todo un enemigo natural del Imperio. La información valía oro, bien que lo sabía él. La espada de Mijaíl sería suya, y todo el oro y joyas de su señor serían repartidos como botín.

Mijaíl instintivamente deseó hundirle el puño en el rostro, pero no había tiempo. Le lanzó el pesado rollo, tirando la empuñadura su arma para recuperarla, y corrió en dirección al zoco, donde los trataría de perder. Debía advertir cuanto antes al embajador de Koryo y su sirviente. Puede que los mongoles fueran indulgentes con los asiáticos, después de todo provenían de un reino vasallo de su imperio, pero salvajes como eran, quién sabría.

Varias aves levantaron vuelo cuando se oyó el rugir de uno de los tres mongoles, que agitaba su sable al aire. La dura travesía por las áridas tierras de Persia solo comenzaba.

II. Año 2332

Un nutrido grupo de aves levantó vuelo sobre el tupido bosque de la reserva ecológica. Se habían inquietado al surgir un ángel de entre los árboles, elevándose lentamente. Pero quien levantara la vista y observara, notaría que no era un simple ser celestial como los cientos que ahora habitaban en la reserva china. Esas seis alas extendidas a cabalidad solo podían ser del Serafín Durandal. Y la pelirroja que cargaba en su espalda no era otra que la joven Querubín.

Atenazándolo con brazos y piernas, Perla se removió inquieta al percibir cuánto se alejaban del suelo. Por fin vestía una túnica angelical; sus amigas habían vuelto de los Campos Elíseos con uno perfecto.

Durandal se mostraba serio, echando un vistazo alrededor, comprobando que no tuvieran interrupciones de ningún tipo. La muchacha, en cambio, no podía disimular su sonrisa en su rostro enrojecido. Si ese era el tipo de entrenamiento que iban a llevar, los días se le harían muy llevaderos. Se acomodó como pudo, no quería caerse, y restregó, sin querer, su pelvis contra la baja espalda del Serafín.

—¡Lo siento! —chilló la Querubín, volviéndose a acomodar—. E-Estoy muy nerviosa.

Durandal deseaba estar concentrado en su tarea de entrenarla a volar, pero no podía dejar de pensar en aquel perfume de la Querubín que lo embriagaba. Nunca había olido algo como aquello. Y le agradaba. Ya ni decir el contacto de la joven hembra que despertaba unos deseos carnales que él creía haber enterrado.

—Presta atención —dijo el Serafín. En realidad, se lo dijo a sí mismo.

—S-sí, maestro.

Perla esbozó una ancha sonrisa al decirlo. Jamás en su vida pensó que llamaría al Serafín de esa manera. La noche anterior, en la habitación de Ámbar, apenas durmió de la emoción. A la mañana, durante su baño, utilizó un par de lociones. Sus alas eran intocables, solo podía rociarles agua, pero su cabellera era otro asunto. Conocía de aceites aromáticos, pero debía admitir que los “cultivados” en el reino humano estaban mejor hechos.

—Escúchame —prosiguió Durandal—. Extiende tus alas. Quiero verlas.

Perla así lo hizo. El Serafín echó la mirada hacia atrás y asintió. Luego volvió a mirar el horizonte.

—La clave es mantenerlas firmes. Siente el aire que las rodea, cómo se amoldan a tus alas al pasar. Siéntelo bajo el manto de plumas; imagínalo como una bolsa de aire que debes mantener. Cuando percibas que va perdiéndose, da un aleteo suave para recuperarlo y mantenerte en vuelo.

Perla achinó los ojos.

—S-sí, creo que lo siento.

—Bien. Te soltaré…

La Querubín apretó el abrazo y Durandal estaba sospechando que había algo más que una simple falta de pericia. Pareciera que Perla temiera volar. Cada vez que mencionaba la idea ella se aterrorizaba de una manera u otra.

—Te soltaré —insistió—. Y aletearás.

—¡Pero!… ¡Ah! Y si caigo… ¿Qué harás?

—Entonces caerás. Te veré caer.

Perla dobló las puntas de sus alas y frunció el ceño.

—No lo dirás en serio. ¿Acaso…? —miró el lejano suelo—. Dioses, ¿acaso no vas a recogerme…?

—¿Recogerte? ¿Es lo que hacían tus guardianes? Ese es el problema. Te han consentido demasiado y ahora tu cuerpo está acostumbrado a esperar una ayuda ante el fallo. Caerás. Caerás y te dolerá, pero eres un ángel, no tienes ese cuerpo frágil de los mortales. Si uno de ellos cae, con gusto iré a recogerlos antes de que caigan. Pero si tú quieres volar, aprenderás a caer. Te dolerá, sí. Que duela. ¿Me comprendes?

—¡Hmm! —gruñó, mirando para otro lado. La dureza de Durandal le recordaba demasiado a su antiguo maestro, el ángel mongol, Daritai. Pensó que debía ser un molesto denominador común en todos los grandes guerreros—. Bien. Adelante. Suéltame.

—Debes soltarte tú… —giró la cabeza hacia atrás—. Y no guardes las alas, extiéndelas.

Extendió las alas con cierto enfado. El truco, que había aprendido aquella vez que planeó con Ámbar, era no mirar hacia abajo durante el vuelo. Se consoló pensando que, como mucho, solo le esperaban rasguños y algún que otro moretón allá abajo. Se soltó del Serafín y dio un par de aleteos. Sintió la supuesta bolsa de aire bajo sus alas, tal como le había contado Durandal, por lo que volvió a dar un fuerte aleteo para mantenerla allí.

Por un momento, creyó conseguirlo.

Cayó como un bólido, con brazos, piernas y alas completamente desacomodadas. Chilló cuando miró el bosque bajo ella y comprendió lo realmente alto que habían volado. Y el solo imaginar cayendo entre ramas y luego impactando contra el suelo se le volvió abruptamente aterrador, por lo que instintivamente cerró los ojos, dando aleteadas, manotazos y patadas varias.

Durandal se pasó la mano por la cabellera. No podía ser cierto lo que sus ojos veían. Esa joven hembra era lo más torpe que había visto y eso que en la legión había unos cuantos.

Cuando Perla abrió los ojos pensó que se había estrellado, pero que el dolor por la caída aún no se sentía. Se sorprendió cuando notó que no había caído al suelo, sino que un ángel la cargaba en sus brazos, descendiendo juntos, lentamente, hasta la copa de un árbol.

A su alrededor, la Querubín vio a su maestra Zadekiel, posándose sobre la copa de otro árbol y con la ira dibujándole el rostro. Vino al rescate, pero no fue ella quien consiguió atraparla.

Cuando Perla levantó la mirada, no pudo ver el rostro de la rescatista que la cargaba, cortando el sol. La salvadora le habló, riéndose y agitando sus propias alas para burlarse.

—¡Dioses! Vuelas tan mal como cuando eras una niña.

Perla apretujó sus labios al oír la dulce voz de Celes, su guardiana. No podía creerse que había llegado al reino de los mortales; fue como una inyección de nostalgia que hizo que humedeciera sus ojos. Porque con ella descubrió cómo era tener una hermana; fue verla y recordar prácticamente toda su vida en los Campos Elíseos, desde que fuera una infanta hasta que su juventud. Alargó los brazos para tocarle el rostro, su nariz, su mejilla, sus labios; al final no pudo evitar llorar ahogadamente. Había vivido los peores días de su vida y cuánto la necesitaba.

La guardiana pegó su nariz a la de ella, susurrándole palabras de cariño que brotaban desde su corazón. Prosiguió una tanda de pequeños besos que caían por doquier; la enrojecida Querubín reía y pedía que se detuviera, pero Celes no iba a soltarla. Parecía haber pasado una eternidad desde que se separaran y esta vez no dejaría que nada las apartase.

El Serafín descendió cerca del grupillo con cara de pocos amigos. Iba a regañarles. A ambas. Cómo era posible que él buscase un lugar apartado para entrenarla, pero siempre hubiera alguien atenta a ella. Pero en el momento que abrió la boca, Zadekiel lo señaló con un dedo amenazador.

—¡Tú! Pero, ¿cómo te atreves a entrenarla de esta manera?

Durandal ladeó el rostro; no supo cómo reaccionar porque no se esperaba aquel exabrupto. Él era un ángel de rango superior y no estaba acostumbrado a que le hablaran así. Pronto aprendería que Zadekiel era toda una fiera a la hora de proteger a sus alumnas.

—A mí no se me ocurriría, Zadekiel, interrumpir tus clases de canto.

—No me interrumpirías ni tú ni nadie porque nunca me pasaría por la cabeza someter a una niña a un entrenamiento tan salvaje.

—Ese es precisamente el problema. Que la consideráis una niña a la que hay que vigilar. Aceptó mis condiciones para entrenar y deberíais respetar —miró a la guardiana y a la maestra cantora—. No volveréis a entrometeros.

Celes, que seguía cargando a su protegida, frunció el ceño al oírlo. Perla amagó salirse de los brazos de su guardiana, no quería quedar como niña consentida ante su maestro, pero esta era terca y no la soltó.

—No me separaré de ella. Soy su guardiana y es mi potestad.

Durandal hizo un ademán.

—Entonces vigilarás desde la distancia. Solo tú.

Zadekiel amagó rugir un “¡Inaceptable!”, pero dio un respingo cuando, tras ella, una joven hembra la tomó del hombro para nombrarla. Se giró, aún con el rostro rojo de ira, pero ni ella supo cómo no se desvaneció cuando tuvo frente a sí a una treintena de ángeles de rostros muy familiares; eran todas y cada una de sus alumnas del coro, esperándola sobre las copas de los demás árboles, entre risas que luego se volvieron vítores de celebración.

La maestra cerró y abrió los ojos, incrédula; esquivó a una que se lanzó para abrazarla. Extendió las alas y esquivó a otra, ahora con una sonrisa transformándole el semblante. ¡Sus alumnas habían llevado al reino humano! No podía ser verdad. Se elevó aún más, chillando un “¡Allí voy de nuevo!”, a lo que las cantoras no dudaron en responder un armónico “¡Montando el cielo!”. Zadekiel humedeció los ojos, ¡entonces no eran imaginación suya! Dobló las puntas de sus alas, cantando un débil y poco melodioso “Tocando los espejos de luz”.

Extendió brazos y alas, dejando que sus alumnas se abalanzaran sobre ella.

III. Año 1368

Mijaíl sorteó un par de angostos recodos y creyó perder a sus perseguidores en el auténtico laberinto que resultaba el zoco. ¡No se dejaría abalanzar por ninguno! Uno de los mongoles se dio de bruces contra un tablero de frutas, generando descontento entre los mercaderes y retrasando así a sus demás compañeros. El ruso no se detuvo; entró en una sección larga y estrecha, techada con entramados de madera, pues concluyó que sería difícil detectarlo entre la oscuridad y el bullicio.

Por un momento amagó agarrar la empuñadura de la espada de su hermano, por si debía prepararse para un choque de aceros, pero una lucha de ese tipo seguía aterrorizándolo y la dejó envainada en el cinturón.

Y es que, pese a entrenar en sus ratos libres con el sirviente del embajador, en el momento cumbre nunca pudo poner a prueba las enseñanzas recibidas. Todo era sencillo con su instructor, durante un bello atardecer en el desierto y con un par de camellos paseando como telón de fondo, pero con enemigos de verdad su corazón se aceleraba y las manos sudaban. De hecho, en las tres ocasiones que fueron asaltados, los bandidos fueron hábilmente despachados por Yang Wao mientras él lo miraba completamente petrificado.

Subió unas empinadísimas escaleras para escapar del zoco, entornando los ojos cuando salió a una angosta calle abarrotada y asada por el sol. Parecía que los había perdido, pero delante oyó unos lejanos casquetazos que iban acercándose, por lo que entró en alerta. La marabunta de comerciantes se abrió en dos para darle paso a un radiante caballo blanco. El animal relinchó al llegar y, montado sobre él, el sirviente Yang Wao empuñaba un largo sable, sosteniéndolo firme de manera horizontal en tanto que con la otra mano tensaba las riendas.

Mijaíl jamás se había sentido tan feliz de ver esa brillante cabeza afeitada.

—¡Agacha! —gritó el oriental.

El joven se lanzó al suelo. Yang Wao espoleó su montura. El ruso oyó un gruñido tras él y pronto la cabeza de un mongol rodó por el suelo, frente a sus atónitos ojos, dejando un abundante reguero de sangre sobre el empedrado. Se levantó, girándose para comprobar que aún quedaban dos guardias. Estos desenvainaron sus sables lanzándole improperios inentendibles tanto al ruso como al oriental. Yang Wao, tras ellos, se giró sobre su montura y adoptó de nuevo la pose de ataque para agarrarlos por detrás.

La calle, antes atestada, se había vaciado y solo contados curiosos asomaban en las esquinas viendo el singular duelo.

Yang Wao silbó a Mijaíl.

—¡El de tu izquierda es mío! Te dejo el más grande.

Mijaíl frunció el ceño, ¿por qué tenía que dejarle a él justamente el guerrero enorme? Pero asintió, tragando aire mientras desenvainaba su radiante shaska. Apretó los dientes en un intento de que las manos dejasen de temblarle. La clave era mantenerlas firmes, eso le decía el oriental cada vez que entrenaban. Pero cuánto le costaba. ¡Sería su primer duelo a muerte! Aunque, inesperadamente, sostener la espada de su hermano en un momento como aquel le resultó abruptamente tranquilizador.

Luego lo comprendió; con esas armaduras de escamas, los mongoles no eran muy ágiles. Sobre todo, aquel más grande. Y él mismo, solo con aquel blusón, tenía una gran ventaja y podría incluso hacerlo trizas con rapidez y agilidad. Se lo imaginó, lento como un camello, y él, ágil como una gacela, y se relajó al recordar sus entrenamientos en el desierto.

Yang Wao era un hombre sabio. No había dudas de por qué el embajador de Koryo lo eligió como sirviente.

Mijaíl tomó la empuñadura con ambas manos y acercó la hoja a su rostro, mirando a su enemigo, que se removió inquieto. Había un punto débil en esa armadura de escamas. El otro ya le había dado la espalda para encararse al jinete que le desafiaba.

Que comience el baile, susurró el novgorodiense.

El cruce fue rápido, con los dos mongoles, espalda contra espalda, esperándolos en ambos frentes. Tan rápido que la shaska del ruso fue solo un fulgor plateado atravesando la pechera del mongol, en tanto el oriental cruzó tan veloz que nadie entendió cómo un hombre tendría tiempo de realizar algún movimiento con ese sable largo y pesado.

Uno de los mongoles cayó de rodillas; su cabeza colgó hacia atrás, sostenida solo de la piel de su cuello, brutalmente cortado de un tajo. El otro, el más grande, aún estaba de pie, sosteniendo su sable como si el corte sangrante en su hombro no estuviera allí. En el momento que se giró para encararse de nuevo con Mijaíl, cayó en la cuenta de la rapidez del joven; el ruso clavó la hoja en la armadura, haciéndole lugar entre las costuras de las escamas para hundírsela hasta el corazón.

La sangre se roció en el estupefacto rostro del joven.

Yang Wao acercó su montura, admirando la técnica de su pupilo. Fue un buen ataque coordinado. Además, se sorprendió de sí mismo cuando sintió una repentina ola de orgullo por Mijaíl. Sí que ese pedante e irreverente soldado ruso se había ganado su simpatía, pensó sonriendo. Retiró un trapo de la montura y limpió su sable. Luego se fijó en su alumno, que estaba absorto viendo a su primera víctima mortal.

—¡Has bailado perfecto, Mijaíl! ¿Qué me dices? ¿Buscamos a los caballos?

El mongol cayó a los pies del ruso. Mijaíl asintió rápidamente, aunque sus ojos no conseguían despegarse del cadáver. Luego se inclinó para desclavar su espada, espabilando al recuperarla. El gentío poco a poco volvía, asustados ante la visión esperpéntica de los tres cadáveres mongoles. Sin embargo, ni uno solo los extrañaría.

—Por Dios… ¡Por Dios! ¿Lo has visto, Yang Wao?

—Era de esperar. Tienes un buen maestro.

—¡Pero…! ¿Y esa técnica con el caballo? La tenías bien escondida. Si te consideras buen maestro no tardarás en enseñármela.

—¿No se te olvida algo importante? Busquemos a mi señor y salgamos de la ciudad antes de que una horda se nos venga encima.

IV. Año 1368

Eran aún muchas las estrellas que parpadeaban en el cielo negro, aunque pronto la luz matutina empezaría a asomar tras la larga cadena de montes. Por el camino de tierra, la larga fila de jinetes xin marchaba lenta e inexorablemente rumbo a la frontera, dejando en la villa solo una docena de guardias. Habían pasado dos buenos días gozando de la cordialidad de los pueblerinos.

Al frente, el comandante Syaoran levantó la mano para llamar la atención de su escudero. Quería ordenarle que se adelantara con un grupo de centinelas para limpiarle el camino. Bostezó largamente, no había dormido bien. Luego miró hacia atrás al no encontrarlo.

Asintió a uno de los jinetes cerca de él y le inquirió.

—¿Dónde está Wezen?

El jinete se encogió de hombros. Es que ni siquiera habían visto a su amigo, el monje budista, desde que desarmaran las tiendas y se preparasen para continuar el viaje.

Syaoran miró luego hacia las lejanas casas en el pueblo, unas manchas negras sobre la hierba plateada. Si el chico prefería quedarse en su hogar, junto con su familia, no le guardaría rencor. Le había dado la opción de elegir, de continuar a su lado o quedarse a continuar su tranquila vida en las campiñas, y no podía culparlo. Si él no tuviera el peso de una nación sobre sus hombros, también elegiría a la familia por encima de todo.

Suspiró, dirigiéndose a sus hombres.

—Bien. Prosigamos nuestro camino. El embajador nos espera.

Xue despertó temprano, pero no lo suficiente. Se encontró sola en la cama, con la manta arremolinada por sus piernas y cintura. Buscó a su hermano con las manos y apretó los puños al no sentirlo; en el fondo sabía que Wezen no se quedaría; tenía asumido que su lugar no era en un simple pueblo perdido en la campiña, pero tampoco esperaba que de nuevo la dejara sin despedirse.

Se vistió presurosa con una túnica de algodón y salió en búsqueda del guerrero. Estaba desesperada y tropezó un par de veces. Miró en la habitación de Zhao, pero ya nadie estaba allí. No supo si sonreír o enfurecerse más. Ahora hasta el monje budista que ella misma había salvado la vida se había escurrido, pero, si su hermano iba a estar nuevamente afuera, expuesto al peligro de una guerra, qué mejor compañía que ese apacible hombre calvo. Era el único, además de ella, que lograría calmar al temperamental guerrero si la situación se descontrolaba.

Corrió hacia afuera, abriendo la puerta de golpe. ¡Tenía que verlo, aunque fuera solo una mota negruzca en la distancia! Se detuvo abruptamente al tenerlo frente a ella, esperándola, engalanado en su radiante armadura; una antorcha arrojaba una pálida luz sobre él, acrecentando el amarillo de sus ojos. Zhao, tras el guerrero, montaba un caballo y sostenía las riendas de otro.

Wezen reverenció.

—Lo siento, hermana. Pero volveré de Transoxiana. Prometo que haré que todo mejore. Si me honran con un cargo importante, no extrañarás la vida en el campo.

—Tal vez me guste la vida en el campo.

—Pues a mí no. Dejarás de hilar para que otros hagan vestidos de seda. Tú los vestirás.

—Si tardas demasiado, tal vez ya viva en otro lugar con algún buen hombre.

El guerrero sonrió con los labios apretados. Le hacía gracia que Xue fuera celosa, sí, pero no se esperó esa ira apabullante al imaginarla al lado de alguien más. Después de todo, habían crecido juntos. Por un momento, comprendió que fuera tan posesiva. Desenvainó su sable y la levantó; irradiaba bajo la luz de las estrellas.

—Míralo bien, Xue —sonrió blandiéndola al aire—. ¡Esto es lo que le espera a cualquiera que te pretenda!

La muchacha se cruzó de brazos. Pero, si él volvía a alejarse a una peligrosa travesía, ya no cometería el error de regañarlo como despedida. Quería que se llevara un grato recuerdo.

—Eres bien tonto. Mi corazón ya está ocupado.

Wezen echó la cabeza hacia atrás y rio estruendosamente. Luego guardó su sable en la montura de su caballo, subiendo de un enérgico salto. Tensó las riendas, mirándola por una última vez.

—Solo por si acaso, traeré una espada más grande.

—No hagas promesas que no puedas cumplir.

—¿Acaso ya no recuerdas? —y señaló el cielo, a las estrellas, dibujando la bestia mitológica que ella solía trazar de niña—. Nunca oses de dudar de un dragón.

Xue meneó la cabeza con una sonrisa e hizo una profunda reverencia. Luego se repuso, extendiendo ambos brazos a los lados.

—Entonces vuela, honorable dragón. Yo esperaré tu vuelta.

Wezen asintió; se giró sobre su montura y espoleó, iniciando una veloz cabalgata a través de la campiña plateada; la fría brisa azotaba su rostro; debía alcanzar cuanto antes al ejército de Syaoran. Se inclinó sobre el caballo para darle más velocidad y por un momento creyó poder incluso volar. Zhao lo siguió como buenamente pudo, pero qué difícil era alcanzar a aquel jinete.

Xue se abrazó a sí misma, tratando de protegerse de la fría brisa y a la vez consolarse.

—No dejaré de mirar el cielo —susurró—. Porque tengo la certeza de que volverás. Mi hermano, el dragón de las estrellas, me lo ha prometido.

V. Año 2332

Ámbar clavó una lanza ónice en la arena al llegar a lo alto de una duna. Su capa flameaba enérgica al viento y se retiró la capucha para echar un vistazo al desierto en aparente infinito que tenía frente a sí. Refulgía la espada zigzagueante, sujeta diagonalmente en la espalda. Jamás había sentido en carne propia un calor tan abrasador. Por un momento, deseó vestir una armadura táctica EXO para que regulase la temperatura, pero ya no contaba con una y además se había negado rotundamente a vestir un EXO de los cruzados del Vaticano por su condición de no creyente.

Condición que ya era ampliamente conocida en la organización.

Se giró y vio la decena de helicópteros descendiendo en los alrededores, en tanto que el propio Alonzo Raccheli subía por la duna, enfundado en un radiante EXO blanco, con la cruz del templario engalanando el pecho. Un dragón dorado se enroscaba por la cruz.

El hombre activó el casco para retirar la visera.

—¡Mujer! ¿Ya tienes idea de cuántos ángeles han llegado a la reserva? Mi hija acaba de enviarme los números…

—Los vi. Eran miles. No seas molesto y deja de insistir —luego señaló el cielo—. Con uno es suficiente.

Descendió suavemente frente a ella el ángel rastreador, de rango “Dominación” y de nombre Fomalhaut, removiendo un círculo de arena en su descenso. Sus alas y cabelleras plateadas prácticamente irradiaban de luz bajo el fuerte sol, pero él no se veía particularmente afectado por el clima. Ámbar lo conocía muy bien; era el ángel que protegió a Perla, en Nueva San Pablo, la noche que intentaron asesinarla. Por la nobleza de ese acto, la mujer confiaba en él.

El ser alado se sentó sobre una rodilla y se golpeó el pecho en señal de respeto, pues estaba ante la elegida como representante de los reinos:

—Nari-il.

Ámbar enarcó una ceja.

—Ya que estamos, hazme el favor de decirme qué significa esa palabra.

Fomalhaut lo pensó un momento. No había una traducción exacta, pero intentó darle un significado aproximado.

—“Representante sagrada”.

—¿Sagrada, has dicho? —se rascó la frente; en realidad que todo aquello la incomodaba sobre manera—. Deja de hablar raro y solo llámame Ámbar.

—Ámbar —dijo mirándola—. ¿Por qué os habéis detenido? Los dragones están más adelante. Mucho más.

La mujer se acuclilló frente al ángel.

—¿Qué pasa? ¿Estás ansioso?

Fomalhaut no respondió. Pero, de todos los dragones que conoció, tenía especial recuerdo de uno. El más veloz de su especie, tan veloz que ni el propio Dominio podía vencerlo. De vez en cuando recordaba las carreras que echaban sobre el Río Aqueronte, levantando el agua a sus rasantes pasos.

—Antes de la rebelión de Lucifer, conocí a uno. Su nombre era Nío y era un dragón albino.

—¿Y crees que sigue vivo?

—Bajo el comando del dragón Leviatán, decidieron aliarse a Lucifer en su lucha contra los hacedores. Murieron todos cuando enfrentaron a la legión de la Serafín Irisiel, hace milenios. Pero, saber que el dragón Leviatán está vivo de alguna manera, me hace creer que Nío también lo está.

—Ya veo. Vayamos en búsqueda de tu amigo, pues. Pero ten en cuenta que la misión se vuelve complicada para nosotros.

Fomalhaut no comprendió. Ámbar se levantó y señaló con el mentón el desierto que debían atravesar.

—Hace trescientos años, vuestro Arcángel descendió de los cielos en este mismo lugar. Bujará, de una antigua nación antes conocida como Uzbekistán. Fue el primer lugar que destruyó antes de ir a por Europa. Cuentan que el cielo, rojo como la sangre, escupió fuego sin cesar. Los beduinos aseguran que en algunas noches se pueden oír los lamentos de cientos de miles de voces que luego son acalladas de un golpe.

Fomalhaut se repuso también y miró el desierto. Sabía que, hacía trescientos años, los envilecidos Arcángeles habían destruido una parte del mundo y que, luego, la madre de Perla remató la faena. Aún así, él no se sentía especialmente culpable de nada, aunque comprendía por qué el reino humano odiaba a los ángeles.

—A las zonas donde el Arcángel descendió las llamamos “Mar radiante”; aun a día de hoy todo artefacto que entre en un radio de casi cien kilómetros deja de funcionar. En Vieja Europa hay uno, en Oceanía hay otro. Aquí también.

—Artefactos —repitió el Dominio.

—Sí, los artefactos dejarán de funcionar. Como esas navecitas que usamos para transportarnos. Por eso, amigo mío, vamos a continuar a pie. Así que regula las aleteadas, que no te podremos seguir el paso.

Ámbar se giró de nuevo, encarándose con el escuadrón que comandaría en el desierto, que ya subía por la duna. Era una treintena de hombres bien entrenados, cada uno contaba con arcos de polea, con carga sedante en las saetas como último recurso en caso de avistar un dragón hostil. Los rifles de impulsos plásmidos no funcionarían en el Mar Radiante.

Levantó una mano para que la oyeran.

—¡Escuchad! Si alguno de vosotros poseéis mejoras de rendimiento implantados en vuestros cuerpos, tengo que daros malas noticias. Vuestros dispositivos cocleares tampoco funcionarán, ni tampoco vuestros trajes tácticos. Estaremos incomunicados, por lo que permaneceremos juntos en todo momento. Os doy veinte minutos para que os pongáis algo más cómodo. Y no olvidéis llevar una capa para protegeros de la arena.

La pesadumbre fue notable. Uno se quitó el casco y frunció el ceño al sentir el repentino golpe de calor. Otro midió la temperatura a través de la visera y preguntó a sus compañeros si esos 50 grados eran una falla del sistema. Quién querría asarse bajo ese fuerte sol. Otros permanecieron allí, fijos, como si la mujer no les hubiera ordenado moverse. En realidad, esperaban la orden del Comandante Alonzo Raccheli, su auténtico líder. No estaban dispuestos a acatar órdenes de una no-creyente.

Ámbar lo notó, pero no hizo caso.

—Ya la habéis oído —les dijo Alonzo, retirándose el casco—. Montad un campamento. Veinte minutos y bienvenidos a la Edad Media.

—Me odian —susurró ella, destapando una cantimplora.

—No. Pero se preguntan qué motivos tuviste para rescatar al ángel de la milicia. Yo también.

—Tuve mis razones y no hubo un dios en ellas. Y si has escuchado al Serafín la noche que me nombró, mencionó a varios dioses, no a uno.

—Sí, lo oí. Puede que haya varios dioses. Puede que uno principal gobierne sobre ellos. Incluso puede que lo que ellos interpreten como “dios” no sea necesariamente lo mismo para nosotros.

—Piénsalo como quieras, no voy a discutir sobre eso. La orden de cambiarse también va para ti. Aunque, dada tu edad, te recomendaría quedarte en el campamento.

—¿Es una orden?

Ámbar se encogió de hombros.

—Haz lo que te plazca. No pondré peros si decides venir.

—Me quieres a tu lado, mujer, se nota. No soy quién para negarte un deseo.

Ámbar meneó la cabeza y se volvió a poner la capucha al sentir cómo el viento levantaba la arena. Se preguntó qué sería de la Querubín, entrenando su vuelo en la reserva ecológica. La noche anterior, antes de partir a Bujará, había compartido la cama con ella. Y fue devastador. No dejaba de moverse. No dejaba de abrazarla contra sí. Y para colmo esas molestas plumas que se desprendían de las alas y caían sobre su rostro. Pero, pese a todo, le agradó el momento que pasaron juntas. Lo veía como una segunda oportunidad de desarrollar un olvidado lado maternal.

Miró el horizonte, la extensa pero apenas perceptible supernova Betelgeuse asomaba tras las dunas, como los pétalos de una tenue flor azulada sobre un fondo celeste. De noche sería un espectáculo que quitaría el hipo, sin dudas, pero a ella solo le recordaba su difunta hija. Era una extraña mezcla de amargura, pero también de esperanza. Sentía que la miraba; que la confortaba donde fuera que estuviera.

“Aún no te olvido”, pensó desclavando la lanza. “Siempre que miro al cielo…”.

Perla cayó en el lago, pero no era profundo y se quedó allí, arrodillada e impotente. Extendió las alas e intentó dar un aleteo, solo por rabia, pero no se elevó. Luego levantó la mirada hacia las brillantes estrellas. Ya estaba enterada acerca de la peligrosa misión de Curasán en el Inframundo. Y estaba tan furiosa que ni siquiera se percataba del lejano cántico angelical del coro que provenía desde el interior del bosque. ¿Por qué habían enviado a su guardián?, se preguntaba una y otra vez; deseaba verlo, abrazarlo y dejarse consolar por quien consideraba como un hermano.

El Serafín Durandal, de pie a orillas del lago, se cruzó de brazos. El entrenamiento sería largo, sin dudas, pero la terquedad de esa joven hembra era hasta necesaria. Aunque él había ordenado descansar, ella prefirió seguir practicando. La Querubín prefería caer en el agua, eso sí, que caer en la tierra, de ahí que prefiriera practicar allí.

La guardiana de Perla, al lado del Serafín, decidió sentarse sobre la arena y abrazar sus rodillas. Celes también intentó convencer a su protegida para que descansara, pero fue en vano.

—He hablado con tus soldados —dijo Celes—. En este reino hay dragones. Pero lo que más me inquieta es que vosotros habéis decidido que iréis en su búsqueda.

—¿Algún problema?

—La mortal a quien nombraste “Nari-il” ha ordenado expresamente que los ángeles estemos aquí. Que el mundo afuera nos teme. Pese a todo esto, saldrás e irás en búsqueda de dragones. ¿Qué sentido tiene nombrarla Nari-il si ni siquiera vas a cumplir su orden?

Durandal se sentó a su lado, pero con la mirada fija en su alumna. Le hacía gracia que, tras haber nombrado a Ámbar como la representante del reino de los mortales, la primera orden que ella dictase fuera la de que ningún ángel saliese de la reserva ecológica. Como en los Campos Elíseos, se sentía “enjaulado” nuevamente. Pero él era un ángel rebelde y no había caso en intentar echarle cadenas.

—Lo siento por “Nari-il” —dijo él—, pero en verdad que nunca me llevé bien con las figuras autoritarias.

Celes frunció el ceño. Iba a recriminarle su actitud, pero el Serafín retiró de su cinturón una carta de papel de lino enrollada. La elevó entre sus dedos.

—Pero no lo hago por placer. Pólux envía reportes desde el Inframundo. Los envía a las Potestades y desde allí los reparten a los más altos rangos. El ejército de espectros se cuenta en millones; si los ángeles infiltrados no consiguen asesinar al Segador, este podría ordenar que invadiesen los Campos Elíseos a través del mismo el acceso por el cual entraron. Enviar a esos infiltrados era un arma de doble filo. Al igual que Nari-il, yo también necesito a esos dragones. O todos caeremos si los espectros invaden.

—Entiendo tu necesidad —asintió la guardiana—. Pero, ¿hace falta recordarte que los dragones son animales peligrosos? No pienses siquiera en llevar contigo a Perla.

—¿Por qué no? No es una niña.

—Ni siquiera sabe volar, ¿y pretendes que vaya a conocer a esas bestias? ¿Velarás por ella si son hostiles? Porque, en caso de que te hayas olvidado, ángeles y dragones fueron enemigos una vez.

—Y, antes de eso, éramos aliados. Como los mortales con sus jinetes.

—Ella no irá contigo a esa misión suicida. Eres su maestro, pero yo soy su guard…

El Serafín hizo un ademán para interrumpirla. Ya iban dos hembras en todo el día que estaban pisando su autoridad. Estaba ofuscado, pero, ¿podría culparlas? Al fin y al cabo, eran rebeldes como él. Y sabía que Perla había crecido abrigadas por ellas y era natural que la sobreprotegieran.

—Está bien. Ella se quedará aquí si con eso vosotras dejáis de estar encima de mí a cada decisión que haga.

Celes se acomodó, doblando las puntas de sus alas.

—Gracias, Serafín.

—Vamos —dijo—. Ayúdame a sacarla de ese lago.

Perla, a lo lejos, se levantó y extendió las alas mojadas, que salpicaron gotas aquí y allá. Corrió hasta que el agua le llegó a las rodillas y saltó, dando aleteadas torpes para luego volver a caer. Al reponerse mandó varios puñetazos al agua entre gritos de rabia.

Se volvió sobre sus pasos e invocó su sable, en cuya empuñadora ató el rollo de papel de lino que Celes le entregó. Era una carta de Curasán. La volvió a leer antes enrollarla y atarla de nuevo a la empuñadura. Des-invocó el arma. Volvió a extender las alas y, tras saltar, cayó indefectiblemente. Sus piernas eran dos brasas y de hecho sus propias alas ya se torcían involuntariamente, pero no se detendría.

Con el agua hasta la cintura, levantó una mano y acarició las estrellas. Su “hermano” estaba allí, solo había que volar y alcanzarlo. Meneó la cabeza, tratando de olvidarse del dolor y el cansancio.

Repitió en silencio la carta. El texto era largo, pero ella solo podía pensar en la última frase.

“No dejes de mirar el cielo; pronto volveré”.

Continuará.

 

Relato erótico: “Secreto de Familia: ¿Has hecho alguna vez un trio?” (POR MARQUESDUQUE)

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DE LOCA A LOCA PORTADA2Sandra:

sin-titulo-¿Has hecho alguna vez un trío?- La pregunta venía de una rubia de infarto, de esas que paran el tráfico y vuelven locos a los hombres, que estaba tumbada boca abajo desnuda en su cama ante mí. El pelo dorado y largo descansaba sobre sus hombros y se extendía a su espalda. Unas nalgas perfectas, redondeadas, tentadoras, sobresalían entre las sabanas. Al hacerme la pregunta me miró con esos brillantes ojos azules que parecían no tener final y se ladeó un poco mostrando un pecho terso, blanquecino, voluptuoso, coronado por un pezón del color de la tierra.

-Sí, respondí al fin. Dos veces.- No me atraían, por lo general, las mujeres, pero aquella tenía el cuerpo más espectacular que había visto en ser humano alguno, cualquiera que fuese su sexo. Era una cruel paradoja que siendo la fantasía erótica de todo hombre fuera lesbiana. Bueno, cruel para el sexo masculino, para las demás lesbianas era una dicha, especialmente para mi tía, que era su pareja, y para mí, que no era lesbiana, pero acababa de disfrutar de ella.

-¿Dos veces? ¿Y quiénes fueron los otros chicos, además de José?

-¿Quién te ha dicho que fuera con José?- miré divertida la cara de perplejidad que se le había quedado y decidí no escandalizarla gratuitamente. Ya tendría ocasión de escandalizarse con la verdad.- Era broma, claro que fue con José. La segunda vez lo hicimos con su amigo Manolo.

-¿Manolo, el chico que viene aquí a veces, su mejor amigo? ¿Y la primera?

-Bueno… la primera vez lo hicimos con Javi.

-¡Javi! ¿Tu hermano?- Ya había conseguido escandalizarla. Me acerque a ella. En el transcurso de la conversación se había dado la vuelta y podía ver su cuerpo en toda su plenitud. Aproximé la cara a la parte de arriba de su muslo, junto a su pubis y lo besé. La cercanía con su sexo mojó el mío. Ese sexo que había tenido entre mis labios minutos antes, que había acariciado con mi lengua hasta hacerlo estallar.- En realidad no es más hermano mío que José…- No sé si fue este último comentario o el beso lo que la enrojeció, pero el color había brotado en sus mejillas. Las acaricié y le di un breve beso en los labios.

-Sí, ya sé que Javi es adoptado- se recompuso ella- y bueno, también que tu padre es el padre biológico de José, pero no sabía que tu hermanito, con el que te criaste, formara parte de vuestros juegos sexuales.

-Tu también te has criado con José y forma parte de los tuyos- contraataqué divertida. Aquí su sonrojo fue ya evidente: estaba roja como un tomate.

-Eres un bicho- dijo riñéndome en broma e intentó hacerme cosquillas. Yo también estaba desnuda y aunque mi cuerpo no es de infarto, como el suyo, tampoco estoy mal. Además soy más joven. A penas tengo 19 años. Ella ya pasa la treintena, pero sigue siendo una diosa. Me reí ante sus caricias y nos besamos de nuevo, haciendo las paces. Esta vez mi lengua se coló traviesa en su boca y se encontró con la suya. Aspiré un poco de su saliva y me quedé con su sabor en los labios. Pese a su fingido enfado yo tenía razón. El único hombre con el que Lorena, que así se llamaba mi acompañante en aquella tarde, se había acostado era con José, mi novio. Eso no me ponía celosa en absoluto (al menos ya no), me alegraba por él. Sabía que era la mayor fantasía de toda su vida y no hubiera podido negársela. Al fin y al cabo llevaba soñando con ella desde que nació. Era la compañera sentimental de su madre, mi tía, lo que la convertía en su segunda madre, podríamos decir. De pequeño le había cambiado los pañales, había crecido adorándola, imaginando su cuerpo desnudo, tratando de rozarse con ella cuando se cruzaban en los pasillos. Al principio, eso me ponía celosa, pero aprendí a aceptarlo. Lo entendía perfectamente. Lorena era un cielo.- Entonces te acuestas con tu hermanito- volvió con el tema.

-Sí, el pobre me quiere mucho, y se sintió desplazado cuando José y yo empezamos a salir. Cuando nos enteramos que era adoptado aún me dio más pena. Sabía que yo le gustaba, habíamos tenido algún roce, ya sabes, y cuando me besaba con José ponía una cara de celos tremenda. Decidí que no pasaba nada por darle algún besito o hacerle alguna pajita.

El llanto de un bebé interrumpió mi discurso. Lorena se levantó, cogió al niño de la cuna y se puso a darle de mamar, sentada ante mí. Era una escena tan bella que me sobrecogió. Me acerqué a ella y la bese por encima de la rodilla. ¿Qué haces?, preguntó divertida. Me alejé de sus piernas y eso la animó a seguir con la conversación: Pero un besito o alguna pajita no es acostarse, hacer el amor…

-Follar sí, te he entendido, la interrumpí riendo, bueno, eso paso cuando José empezó a acostarse contigo y… bueno, cuando concebisteis al niño. Ya sé que yo te di permiso y me parece maravilloso que él y tu hayáis sido padres de esa joyita que tienes ahí, pero en aquel momento me sentí un poco… no sé, me alegraba por vosotros, pero yo me quedé algo vacía- era verdad, quería mucho a ese niño que Lorena devolvía a la cuna, una vez saciado su apetito, y yo misma les autoricé a ambos a concebirlo y tener relaciones, ellos nunca lo hubieran hecho a mis espaldas, me quieren y me respetan demasiado, pero en aquellos momentos… necesitaba cariño, y lo encontré en el mejor amigo de José, que estaba loco por mí, y en mi hermanito, que al ser adoptado, algo más pequeño y el tercero en discordia de nuestros juegos infantiles, se sentía siempre como me sentía yo en aquellas fechas, así que nuestros jugueteos sexuales fueron subiendo de tono hasta que una noche llegamos hasta el final.

-Pobrecita mi niña- dijo Lorena abrazándome por la espalda después de dejar a su bebe arropadito. Sus tetas se aplastaban contra mis omoplatos mientras me besaba la mejilla. Giré la cabeza y nos besamos en los labios. – Debió ser muy duro para ti, fui una egoísta pidiéndotelo.

-Tranquila cielo, me alegro de haber dicho que sí. Tu niño es una maravilla, somos una familia rara pero fantástica.- Nos volvimos a besar. Le acaricié las piernas, se sentó a mi lado y seguimos hablando.- El caso es que Javi y yo nos consolábamos mutuamente y terminamos follando, lo que fue bueno para los dos. Además hice algo con él que no había hecho nunca con José ni, bueno… con nadie… dejé que me la metiera por el culo…

-¿Sí? ¿Te dolió?

-Un poquito, pero fue excitante. Me corrí como una loca. Eso me ayudó a llevar mejor lo vuestro. Como antes acostarme con Manolo o también hacerlo contigo. Fui muy feliz cuando nosotras intimamos.

-Yo también cariño, dijo ella y nuestras manos se entrelazaron. Pero no sé cómo pude gustarte, estaba gorda y torpona.

-Estabas deliciosa, como ahora- me lancé a besarla y caímos sobre la cama. Era verdad que cuando nos acostamos por primera vez Lorena estaba embarazada y tenía la barriga enorme, pero también lo era que aún así estaba para comérsela. Mis pezones se aplastaron contra los suyos mientras le comía los labios y nuestras leguas se juntaban en su boca. Comenzó a hacerme cosquillas y riendo me aparté a un lado.

-Entonces también te acostaste con Manolo. ¿No fue raro siendo el mejor amigo de José?

-Todo es raro en esta familia, respondí encogiéndome de hombros. Sabía, porque José me lo había dicho y yo misma me había dado cuenta, que el pobre chico me adoraba… me sigue adorando, de hecho. Está un poco gordito y no es el mejor deportista, pero es guapo e inteligente. Debería tener más éxito con las chicas, pero no tiene suerte. José me explicó que sufría por su virginidad, por no encontrar a la mujer adecuada para perderla. Pensé que sería bonito ser yo quien se la arrebatara. Ya habíamos tenido algún roce con la aprobación de mi novio, incluso le dio unas fotos mías desnuda para que se masturbara mirándolas. Un día que él había quedado contigo para vuestras “sesiones de inseminación” yo quedé con Manolo, cenamos juntos e hicimos el amor. El pobre chico me dijo que me quería. Yo le contesté que le tenía mucho aprecio. Me dio algo de pena. Fue bonito estar con él. Y excitante. Ser su primera vez me calentó mucho- Mientras contaba esta historia Lorena dibujaba círculos con el dedo en mi vientre, alrededor del ombligo. Se había puesto de lado y sus pechos descansaban graciosamente uno sobre el otro. Cuando dejé de hablar me besó en la mejilla. Luego me metió la lengua en la oreja. Di un respingo y giré la cara para besarla. Su mano mientras tanto había bajado a mi pubis y jugueteaba con el escaso vello que no me había depilado. Acaricié sus senos delicadamente.

-¿Y los tríos?- preguntó de pronto interrumpiendo nuestro magreo.

-Bueno, eso surgió como algo natural. Un día estaba con José viendo la tele. Papa y mama habían salido, pero Javi andaba por su cuarto. Cuando vino a ver qué hacíamos nos estábamos besando. No podéis estar un rato quietos, murmuró, e hizo ademán de volver a su habitación. Ven aquí celosón, le grité para que no se fuera, se acercó al sofá y aproveché para agarrarlo de la camiseta y tirarlo sobre mí. José sabía lo mío con mi hermano, nos lo contamos todo, así que no vi motivo para disimular y comencé a besarme con los dos. A ellos tampoco parecía importarles la situación por lo que parecía. Así lo revelaban sus bultos en el pantalón. Me calenté en seguida. Javi me metía la lengua hasta la garganta mientras mi novio me mordía la oreja, como estabas haciendo tu hace un minuto, luego intercambiaban papeles. Me metían mano por todas partes, no en balde cuatro manos tocan más que dos. Yo tampoco me quedaba atrás y acariciaba sus dos paquetes. Animados me quitaron la ropa y tomaron posesión de mis tetas, una cada uno. Aquello se parecía al paraíso. Como si diera de mamar a gemelos mis dos chicos aprisionaban mis pezones con sus bocas. Deslicé mis dedos en sus pantalones y sus penes surgieron como impulsados por un resorte. Ya sabes cómo es la polla de José, Javi la tiene algo más fina, también deliciosa. Las palpaba las dos, una con cada mano, mientras las suyas recorrían mi cuerpo tocándome por todas partes. Subieron con sus bocas por mi cuello, los dos a la vez, como si estuvieran entrenados. Metieron sus lenguas en mis orejillas como siguiendo una coreografía, luego juntamos las tres lenguas en mi boca, creía que iba a estallar del gusto. José me frotaba el clítoris como él sabe hacer, como a mí me gusta, justo como estás haciendo tú ahora.- Era verdad, Lorena me besaba entre el cuello y el hombro mientras oía mi relato y su mano había encontrado alojamiento entre mis piernas. Primero me había acariciado la cara interna de los muslos con una delicadeza infinita y justo en ese momento me estimulaba el botoncito del placer con maestría. – Javi había regresado a mi pezón izquierdo y José me estaba mordiendo el lóbulo de la oreja- Lorena entonces mordió el mío, yo le pellizqué un pezón porque si seguía así no iba a poder seguir contando mi historia. Su mano abandonó mi sexo mojado y pasó el dedo índice por mi naricilla para que oliera mis propios jugos y luego por mi boca para que los probara. Acarició mis labios con la yema del dedo y luego se lo chupé como un caramelo. Cuando lo deje limpito retomé el hilo de la narración.

– Entre los dos se habían deshecho de mis bragas y Javi me metía el dedo por el culo, como para reclamar su territorio. José se seguía ocupando de mi coño con destreza, se notaba que tenía más experiencia como mi amante. Sus labios habían venido a buscar los míos y nuestras lenguas batallaban. Creí que solo con sus dedos me iban a hacer terminar, así que con gran esfuerzo me despegué de ellos y busqué sus miembros con mi boca. Chupé una, luego otra, las metí las dos en mi boca, las empapé de saliva, les di besitos en las puntas mientras las masturbaba con las manos, volví a chuparlas alternativamente, pajeando la que quedaba fuera de mi boca, jugué con ellas haciéndolas golpear mis mejillas, les lamí los huevos… me divertí a gusto con sus miembros. Al final levanté la vista hacia mis machos, los miré a los ojos con cara de niña buena y observé sus rostros que reflejaban éxtasis. Volvieron a besarme con agradecimiento, peleándose por meter su lengua en mi boca. José ejerció de novio e hizo valer sus derechos penetrándome primero. Estaba muy mojada, entró con toda facilidad. Sus movimientos me volvían loca. A su lado mi hermanito me besaba el cuello, la mejilla, la boca, volvía al cuello, José tomaba su relevo en mi boca… yo seguía con la polla de Javi en la mano y la de su primo seguía bombeándome. En un momento dado nos dimos la vuelta quedando yo encima. Javi ya sabía lo que era metérmela por el culo así que aprovechó un instante en que, desfallecidos, José y yo habíamos dejado de movernos, para apoyar su glande en mi orificio posterior. Me quedé totalmente quieta al sentirlo. Poco a poco su mástil iba adentrándose en mis entrañas. Primero la punta, luego el tronco, finalmente toda entera taladrándome el ano. Sentí dolor, pero también placer, me sentía tan… llena, era increíble. Comenzaron a moverse los dos rítmicamente. Primero despacio, a medida que cogieron confianza más rápido. Creía que iba a estallar. Javi me había agarrado las tetas lo que no impedía que los pezones frotaran el pecho de José, que me besaba extasiado, tratando de unir su lengua a la mía, lo que no era tan fácil con el traqueteo que nos llevábamos. Mi hermanito me besuqueaba el cuello desde atrás, giré un poco la cara para besarle en la boca, luego besé a José, sus pollas seguían embistiéndome, cada vez más duro. Después de unos minutos más exploté en un orgasmo intenso, largo, que parecía no acabarse nunca. José fue el primero de mis machos en correrse, en medio de mi éxtasis. Javi dio un par de sacudidas más y también descargó su jugo dentro de mí. Solo entonces mi orgasmo se apagó. Quedé desfallecida entre los dos.

-¡Guau! Mira que mojada estoy de oírte- y Lorena llevó mi mano a su entrepierna que, en efecto, estaba mojadísima.

-Yo también estoy excitada- me acerqué a ella y la besé. Nuestras lenguas se acariciaron. Moví la mano para hacerla gozar. Ella hizo lo mismo conmigo. Nuestras tetas se rozaban, sentía sus pezones tocado los míos. Le metí un dedo en el chochito. Luego otro. Ella me frotaba el botoncito con energía. Me estaba haciendo volar. Cambié de posición y busqué su clítoris con mis labios. Mi coño quedó a su alcance y ella se puso a lamérmelo con habilidad. Estábamos en pleno 69 y el olor a sexo y los gemidos llenaban la habitación. En ese momento se abrió la puerta y una voz con un tono de asombro más que de enfado dijo:

-Pero… ¿Qué está pasando aquí?

Saqué la cara de entre las piernas de mi diosa y miré al intruso. Hola José, me limité a contestar…

 

Relato erótico: “Piratas del espacio” (POR OMNICRON)

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el-elegido2Desperté de repente. En un momento, negrura y vacío absolutos. Al segundo siguiente, mis ojos sin-tituloestaban abiertos, asombrados, y mi boca se abría jadeando, como un pez que boquea fuera del agua. Estaba mirando hacia arriba, a través de un cristal de plástico transparente y, cuando traté de moverme, me di cuenta de que estaba confinado dentro de una caja acolchada, lo bastante grande para contenerme. Una escasa luz mortecina iluminaba aquel sarcófago de plástico y metal.

¿Dónde demonios estaba? En un primer momento, me invadió el terror. Ni siquiera recordaba mi nombre. ¿Qué hacía allí? ¿Quién era? ¿Qué estaba sucediendo? Estaba completamente desorientado. Sólo sentía un intenso frío que remitía poco a poco, sustituido por un agradable calor. Pronto, el vaho provocado por mi respiración fue desapareciendo con rapidez de los bordes del plástico situado sobre mí.

Calma, me dije, tienes que serenarte, calma, calma, respira hondo.

Entonces, los recuerdos empezaron a regresar a mi mente. Colono aprendiz de Tecnoingeniero de Grado C34 Alex Martínez, aunque todos me llamaban Lucky, dieciocho años, nacido en la Confederación de Naciones, en la vieja Tierra. Telépata de grado bajo, apenas un treinta por ciento en el test Randi de percepción extrasensorial.

Recordaba el puerto espacial, la multitud de cámaras y periodistas contenidos con firmeza por una hilera de soldados, cómo embarcamos en la nave de transporte CMX Hécate, la sonrisa cansada de la mujer mayor vestida de blanco mientras decía “No tengas miedo, cielo. Es sólo un pinchazo. Suerte en vuestro viaje a las Colonias.”

Recordé también la aguja, introduciéndose en mi brazo, con los aportes y vitaminas necesarios para un viaje criogenizado en animación suspendida. Y después… nada. Nada hasta esta cubierta transparente claustrofóbica que casi me tocaba la nariz.

Como si me hubiera leído el pensamiento, la cubierta de la cámara comenzó a abrirse con una especie de resoplido, expulsando algún chorro de vapor. Poco a poco, mientras mis músculos se quejaban, me incorporé.

Las luces se fueron conectando una tras otra. Aquello no era la sala de prácticas de la vieja Tierra, no eran las sesiones de prácticas y entrenamientos para el largo viaje. Estaba observando por primera vez un compartimento de hibernación de una nave intergaláctica de transporte.

Pero algo iba mal. ¿Dónde estaba el resto de la gente? Se me había dicho que cuando la nave espacial llegara a su destino, todo el mundo se despertaría a la vez. Y. sin embargo, allí estaba yo, completamente despierto, mientras que mis compañeros de viaje se encontraban en sus compartimentos, durmiendo. No se produjo ningún movimiento en ninguna de las otras cámaras de hibernación.

Intenté serenar mi respiración. Quizás fuera inevitable un lapso de tiempo de unos pocos minutos. Quizás yo hubiera sido el primero. Seguro que si esperaba un poco, el resto de sarcófagos comenzarían a abrirse, los cobertores de plástico se retirarían y mis compañeros de viaje se sentarían en las camas, parpadeando y recuperándose de años de sueño.

Así que decidí esperar.

Y esperé.

Esperé.

Esperé.

Pero no sucedió nada. No escuchaba ningún sonido, salvo el zumbido casi imperceptible de los motores de la nave, que la impulsaban a través de la oscuridad del vacío sideral, entre las estrellas.

Me sentí terriblemente solo. Y muy asustado.

Salí de mi compartimento, algo azorado por mi desnudez. Una reacción bastante estúpida, tenía que reconocerlo, porque estaba completamente solo, no había nadie que pudiera verme. La sensación del frío suelo de acero bajo mis pies desnudos me provocó un escalofrío. Me asomé al compartimento de hibernación más próximo. Dentro había un muchacho de aproximadamente mi edad, con la piel de un tono canela. Sus ojos cerrados en su atractivo rostro en un sueño profundo. Me acordé de su nombre. Era Carmelo Duncan, otro de los técnicos que, como yo, debían aportar sus conocimientos a la colonización del Sector 417-A.

La certeza me golpeó como una piedra. Todos estaban dormidos. Sólo yo me había despertado antes de que llegara el momento. La única persona despierta en una nave espacial, a varios cientos de millones de kilómetros de distancia de cualquier parte.

Calma, calma, calma. Sin duda todo se debía a algún tipo de error del ordenador de la nave. No tenía más que dirigirme al Centro de Control, arreglar el problema –crucé los dedos para que el problema tuviera solución –y volver a sumirme en el estado de hibernación hasta la llegada.

Primero me dirigí hacia una de las taquillas en las paredes. Un frío rótulo con letras negras. “Alexander Martínez – 784578 – C34”. Lo abrí y saqué una mochila negra de su interior. Sin duda dentro estaría mi mono de sintepiel gris con el que poder vestirme.

Al correr la cremallera de la mochila, mis manos palparon unos cables entrelazados. Enseguida me di cuenta de lo que era, una de las escasas pertenencias de la Tierra que había traído conmigo: un estimulador neuronal, un juguetito que, sujeto por una cinta a la sien, amplificaba las sensaciones. Cuando lo adquirí hace unos cuantos años, apenas había leído las instrucciones. Como casi todos los muchachos de mi edad, lo había usado, no pude evitar enrojecer, para mis sesiones masturbatorias.

No había más que colocarlo sobre la frente, ajustar la potencia y comenzar a pajearse. El estimulador mandaba las señales al cerebro multiplicadas por dos, tres o lo que uno marcara en el dial. Y vaya si lo había utilizado. De hecho, el uso lo había estropeado y no funcionaba del todo bien. Si uno lo ponía en las escalas máximas, las sensaciones eran demasiado intensas hasta llegar a ser peligrosas. Una de las últimas veces que lo había usado casi perdí la conciencia del placer.

Lo sostuve en mi mano, recordando aquellos momentos, mientras el espejo de la taquilla me devolvía mi imagen: un chaval de dieciocho años, completamente desnudo, de pelo negro y piel muy pálida, ojos achinados, estirado, estrecho de hombros y delgaducho, a pesar del duro entrenamiento al que había sido sometido, junto al resto de miembros de la tripulación, para sobrellevar el largo viaje. A pesar del momento inoportuno, tenía una erección. Lentamente, no pude evitar deslizar la mano hasta mi grueso pene, comenzando a acariciarlo, sintiéndolo pulsar, como si tuviera vida propia. Miré el amplificador neuronal, pensando en colocarlo sobre mi frente…

Con un bufido, metí el cacharro dentro de uno de los bolsillos del mono y me vestí lo más deprisa que pude. ¿Qué demonios estaba haciendo? Estaba en una situación angustiosa y yo me comportaba como un adolescente pajillero. Con rapidez, acomodándome como pude la erección dentro del mono gris, me vestí y me dispuse a salir al pasillo.

Las luces eran tenues en el estrecho corredor, con aberturas a ambos lados a intervalos regulares. Debía estar en la bodega de carga de la nave, donde se apilaban en filas los cientos de cámaras de hibernación, los colonos que repoblarían el Sector 147-A. Bajo mis pies estaban los generadores, con lo que sobre mí debían hallarse los paneles de control y los sistemas de soporte vital.

Por fin llegué a unas escaleras. Por encima del zumbido de los motores pude detectar otro sonido: palabras murmuradas, una conversación que cesó repentinamente. Durante un momento pensé que todo debía ser parte de mi imaginación, pero las pisadas de unos pies calzados con botas me sacaron de mi error. No estaba solo.

¿Habría alguien más despierto aparte de mí? En el trayecto hacia la Sala de Control no había visto ninguna otra cámara de hibernación abierta. Subí las escaleras con precaución, tratando de hacer el menor ruido posible. Pero a pesar de todo mi esfuerzo, uno de los peldaños metálicos chirrió. El susurro y los pasos se detuvieron. Respiré profundamente y continué, internándome en la cabina.

Dentro de la Sala de Control había dos personas. Eran dos mujeres, de aspecto duro y fibroso, ataviadas con sendos pantalones de uniforme militar y unas ceñidas camisetas pardas de tirantes. Ambas debían estar en torno a los veinticinco años, pero sus rudos rostros les daban una apariencia mayor.

Mi mirada se desvió instantáneamente hacia la mujer sentada en una silla. Su pelo rojo estaba recogido en unas rastas atadas en una cola de caballo en su nuca. Su actitud era desdeñosa, con las botas militares apoyadas encima de la mesa. En su hombro desnudo podía verse claramente un tatuaje con la insignia de algún regimiento militar. Pero lo que verdaderamente atraía la atención era el desfigurado lado izquierdo de su rostro. Intenté no mostrar ninguna mueca de repulsión, pero no estuve seguro de lograrlo. Sin duda, alguna herida de guerra, un impacto de láser, una explosión o algo similar había provocado unas profundas yagas que cubrían parte de su cara como complicados dibujos orientales. Su ojo izquierdo había desaparecido, siendo remplazado por un implante cibernético de mala calidad, un ojo biónico totalmente rojo, clavado en ese momento en mí.

Su compañera se hallaba de pie, era rubia y, a pesar de alguna cicatriz en su rostro, muy bella. Llevaba el pelo corto hasta la nuca y, como su compañera, un tatuaje militar adornaba uno de sus atléticos hombros. Me contemplaba con fijeza y no pude evitar estremecerme, como si estuviera siendo observado por un depredador que evalúa a su presa. Sobre la mesa pude ver una pistola láser, desenfundada. Me sentí intimidado. Ambas mujeres parecían fuertes, capaces de romperme el cuello como una rama seca simplemente con un roce de su mano.

Suspiré aliviado pero la inquietud no se disipó. Dos mujeres soldado, sin duda pertenecientes a alguno de los Regimientos Coloniales, tropas de hombres y mujeres destinadas a los sectores exteriores a Tierra para mantener la seguridad y proteger a los ciudadanos de las escasas incursiones alienígenas. No obstante, su actitud era extraña y me encontraba todavía demasiado débil por los efectos de la animación suspendida para emplear mis poderes telepáticos.

-Ho…hola…

Intenté hablar pero sólo un hilillo de voz escapó de mi garganta. El largo tiempo en hibernación provocó que tuviera que carraspear varias veces para hacerme oír.

Tras las mujeres había un panel de conmutadores que controlaban las unidades de hibernación. Absolutamente todos, excepto uno, estaban dirigidos hacia arriba. En ese momento comprendí por qué sólo yo había despertado.

-Me… me llamo Lucky… soy un… un ingeniero… ¿quiénes son ustedes?

Las dos mujeres sonrieron. La sonrisa del lobo que ha olido la sangre de su presa. La mujer rubia habló. Su voz era grave y dura.

-Me llamo Nash, y mi amiga es Karel. Somos militares… en misión de patrulla. Tenemos la misión de reconocer e inspeccionar las naves que vuelan por este sector. Por eso hemos acoplado nuestra nave a la vuestra y hemos subido a bordo. Tenemos unas cuantas preguntas que hacerte, chico.

-¿En qué año estamos? –pregunté repentinamente.

-2.634.

De acuerdo a nuestro plan de vuelo, deberíamos aterrizar en Nuevo Altair dentro de unos meses.

-He estado dormido durante más de cien años… -murmuré.

-Y dos princesas encantadas han venido a despertar al bello durmiente. –Dijo burlonamente Karel, sentada en la mesa.

Nash la miró con dureza antes de dirigirse hacia mí.

-Dije que yo haría las preguntas, chico, no tú. ¿Qué cargamento transporta esta nave?

Aquello empezaba a olerme realmente mal.

-¿No deberían ustedes saberlo? Supongo que un verdadero militar tendría acceso a alguna base de datos que…

Callé de repente. Un flash cruzó mi cerebro, casi dolorosamente. Mis poderes telepáticos empezaban a manifestarse. Varias imágenes se agolparon en mi mente.

“El capitán Hastus empuña su arma casi con desesperación. A su alrededor, las balas vuelan entre humeantes edificios en ruinas. La revuelta del planeta Morlian se ha ido de las manos. La compañía del 101 Regimiento enviada a sofocarla ha perdido más de las tres cuartas partes de sus efectivos. Los escasos soldados supervivientes tras la barricada apenas pueden levantar la cabeza sin que una bala o un láser se la vuele.

La voz del sargento Coporal apenas es audible por encima del tiroteo y las explosiones.

-¡Debemos replegarnos! ¡Pronto estaremos rodeados! ¡Si llegamos hasta ese edificio…!

-¡Negativo, sargento! Se nos encomendó la defensa de este cruce. Resistiremos aquí hasta que lleguen los refuerzos.

-¡Esos refuerzos no van a llegar, mi capitán! Estamos jodidos si no…

El sargento Coporal no llega a gritar. Un proyectil de mortero le ha reducido a pedazos a la vista de los aterrorizados soldados. Los gritos de los insurrectos se hacen ensordecedores mientras comienzan a cargar. El capitán levanta su pistola de plasma mientras grita a los soldados.

-¡Prepárense, soldados! ¡Por Tierra! ¡Venceremos o moriremos! ¡Yo mismo dispararé a quien retroceda un paso!

La cabo Nash contempla con los dientes apretados cómo sus compañeros comienzan a caer, abatidos como si fueran trigo maduro. Y es entonces cuando sabe qué tiene que hacer.

Grita sin poder oírse mientras empuña su rifle láser y hunde su bayoneta en el estómago del capitán. Éste la mira con incredulidad mientras su uniforme comienza a teñirse de carmesí y la sangre brota de su boca. Intenta levantar su revolver hacia ella, pero la vida escapa rápidamente de su cuerpo.

Nash sigue gritando, sin poder escucharse a si misma mientras retuerce su arma en las entrañas de su superior.

-¡Muere, hijo de puta! ¡Muere de una puta vez!”

Quedé con la boca abierta, estupefacto.

-Desertoras…

Me maldije por mi estupidez en cuanto aquella palabra escapó de mi boca. Las dos mujeres sonrieron. Una sonrisa cruel, gélida, desprovista del más mínimo humor.

-Un chico listo. –Dijo Karel.

-Mejor así, todo será más fácil. Podemos dejar de fingir. Sí, somos desertoras, chico listo. Piratas. Hemos robado y matado. Y volveremos a robar. Y puede que también tengamos que volver a matar. –La mano de Nash se cerró sobre la pistola encima de la mesa. Lentamente, el revólver se fue girando hasta encañonarme. Un sudor frío me envolvió. –Desnúdate, chico.

-¿Qué?

-Ya me has oído y nada de trucos. Quítate la ropa. Toda. Ya.

Me ruboricé hasta que mis mejillas adquirieron el color de la grana mientras obedecía a la mujer rubia. La intención era efectiva. Si intentaba resistirme, pelear desnudo genera una sensación de vulnerabilidad agudizada. Tuve que hacer un gran esfuerzo para no cubrir mi entrepierna de la vista de ellas. Las dos mujeres me contemplaban divertidas.

-No está nada mal aunque un poco paliducho, ¿eh Karel? ¿Qué opinas?

-Está bueno. –Dijo la pelirroja. Su sonrisa era la de un tiburón. No dije nada, completamente avergonzado.

Nash siguió hablando. Parecía llevar la voz cantante. Debía ser la jefa.

-Siéntate, chico mono. –Obedecí. –Y ahora prosigamos nuestra amena charla. ¿Qué hay en las bodegas?

-La Hécate es una nave colonial. Sólo llevábamos colonos en hibernación y maquinaria pesada. Nada de valor.

Nash me miró con dureza. La nave de aquellas dos saqueadoras, que sin duda debía haberse acoplado al casco puesto que no veía que ellas llevaran ningún astrotraje de vacío, debía ser un modelo pequeño y ellas dos los únicos miembros de su tripulación.

-Si esperabais encontrar un botín, habéis perdido el tiempo. Será mejor que os larguéis mientras…

-Creo que estás mintiendo, chico. Las naves suele transportar material pequeño en tamaño pero grande en valor… semillas, sueros, microlibros, herramientas miniaturizadas…

-No en la Hécate. Las cajas de las bodegas llevan tuneladoras y excavadoras. Pesan toneladas.

Karel frunció el ceño.

-Maldita sea…

Pero Nash no parecía dispuesta a darse por vencida.

-Mientes. –Me apuntó con la pistola. Sentí mi vejiga a punto de vaciarse. Cerré los ojos y apreté los dientes. ¿Cómo sería morir? Esperaba que no doliera demasiado. No dije nada. Estaba demasiado aterrorizado.

-Un chico valiente, además de listo. Puede que no te importe tu propia vida…

Abrí los ojos con miedo. Estaba paralizado por el miedo, aunque la mujer rubia lo había confundido equivocadamente con valor.

-… pero a lo mejor si te importa la de los demás. Vamos a jugar a un juego. Yo desconecto otra cámara de hibernación al azar. Y esperamos aquí, Karel, tú y yo, a que otro de tus confundidos amiguitos asome la cabeza por aquí, por el Centro de Control, como has hecho tú. Y en cuanto lo haga, le colocaré una bala entre ceja y ceja. Y así continuaremos hasta que nos digas la verdad. Un juego divertido, ¿no crees?

La mujer pelirroja empezó a incorporarse, confundida.

-Nash, dijimos que…

La mujer rubia no dejó de encañonarme.

-Silencio, Karel. ¿De acuerdo, Lucky? Vamos a empezar a jugar. Sólo tengo que apretar uno de los conmutadores… -El dedo de Nash se acercó a uno de los botones. -… Mmm… ¿Cuál? ¿Éste de aquí? –Dijo burlonamente –¿O este otro?

Yo respiraba agitadamente. ¿Sería un farol o la mujer estaba hablando en serio? Mi telepatía no funcionaba bien en situaciones de presión y no podía captar nada claro de sus pensamientos. Pero lo que yo les había dicho era cierto. No había material de valor en la nave. Piensa, piensa lo más deprisa, me dije a mí mismo, mientras mi cerebro trabajaba furiosamente.

-Está bien, está bien… tú ganas…

La sonrisa de Nash se ensanchó.

-Me dijeron que no lo dijera nunca, pero… si os hablo de uno de los objetos que transportamos, ¿prometeréis no dañar a nadie de la tripulación?

-Habla.

-Antes tenéis que prometerlo.

-Lo prometemos. Ahora escupe. –Dijo Karel antes de que Nash hablara.

-¿Habéis oído hablar alguna vez de las PCE?

Una mueca de extrañeza se pintó en el rostro de la mujer pelirroja. Pero un brillo de codicia se asomó a los ojos de Nash.

-¿Las Plantillas de Construcción Estándar?

-Exacto. Sistemas creados para ayudar a los colonizadores pioneros que se internaban en sistemas distantes. Contienen todas las aplicaciones y diseños tecnológicos para construir casi cualquier cosa: refugios, generadores, transportes…

-Estás mintiendo, chico. Los diseños de las PCE se perdieron tras la Gran Guerra Nuclear.

-Sí, es correcto. Pero en la vieja Tierra han podido volver a fabricarlas. En la bodega llevamos un prototipo que debía usarse en Nuevo Altair. –Resistí la tentación de cruzar los dedos ante la mentira que les estaba contando.

-¿Y esa cosa es valiosa? –Preguntó Karel.

-Tecnología que se creía perdida. Estaríamos hablando de millones de créditos en el mercado negro. –Respondió Nash sin dejar de escrutarme. Podía ver en sus ojos que no se fiaba, pero la tentación era demasiado grande para no correr el riesgo. Me limité a callar y dejar que la ambición de las dos piratas trabajara por mí.

-¡Por los dioses sagrados! –Karel quedó estupefacta. -¿Qué hacemos que no vamos a por ella?

-Está en la bodega L-12. Os acompañaré y podréis cog…

-No me fío. Puede ser un truco para ganar tiempo. O una trampa. Vamos a hacer una cosa, Karel, tú te quedarás con él y yo iré a buscarlo. Ay de ti si nos la has jugado, chico listo.

Intentando sonar lo más verosímil posible le describí una inexistente caja en uno de los compartimentos de carga más alejados y me estrujé el cerebro pensando en cómo salir de ese atolladero en el que me estaba metiendo.

La mujer pelirroja tocó su pistola enfundada mientras me dedicaba una mirada siniestra y volvió a sentarse en una silla en cuanto Nash hubo salido de la Sala. Sonreía.

-Millones de créditos… por los dioses, por fin Nash y yo podremos viajar muy lejos de aquí y dejar esta vida de mierda. No sé en qué voy a gastarlos, podré comprar cientos de vestidos y de zapatos. Qué coño, me compraré toda una puñetera fábrica textil para mí sola. Te daría un beso, Lucky.

-¿Por qué no lo haces?

Ni siquiera supe por qué había dicho eso. Karel me miró durante un momento pero enseguida apartó la vista, fingiendo no haberme oído.

Tenía que ser rápido. Pronto su compañera se daría cuenta de mi engaño y entonces las cosas se pondrían muy, muy negras para mí. ¿Podía intentar reducirla? Enseguida lo descarté. La mujer era a todas luces muy fuerte y tenía entrenamiento militar. Sin duda me aventajaba físicamente incluso con un brazo atado a su espalda. No. Tendría que engañarla de alguna forma.

El efecto de la hibernación casi había desaparecido. Intenté leer sus pensamientos, buscando la más mínima oportunidad de sobrevivir. Karel en ese momento se rozaba la escalofriante cicatriz de su rostro. De nuevo, varias imágenes aparecieron repentinamente en mi cerebro.

“Los disparos vuelan alrededor de los soldados. El caos del combate es absoluto pero la voz de Hastus puede oírse a duras penas, arengando a unos reclutas aterrorizados, incapaces de moverse, llorando como niños encogidos de miedo, pues no son más que niños enviados al matadero.

Justo en ese momento, un impacto de láser se estrella contra el rostro de la recluta Karel. La muchacha cae aullando al suelo, sus miembros agitándose espasmódicamente, parte de su rostro destrozado y cubierto de sangre y lágrimas.

-¡Karel! ¡Karel! Aguanta, joder. –La cabo Nash se arrodilla frente a ella y coge su mano. –Te sacaré de aquí, juro por lo más sagrado que saldremos de ésta.

-¡Prepárense, soldados! ¡Por Tierra! ¡Venceremos o moriremos! ¡Yo mismo dispararé a quien retroceda un paso!

Nash mira a su alrededor, y es entonces cuando sabe qué tiene que hacer.

Grita sin poder oírse mientras empuña su rifle láser y hunde su bayoneta en el estómago del capitán. Éste la mira con incredulidad mientras su uniforme comienza a teñirse de carmesí. Intenta levantar su revolver hacia ella, pero la vida escapa rápidamente de su cuerpo.

Nash sigue gritando, sin poder escucharse a si misma mientras retuerce su arma en las entrañas de su superior.

-¡Muere, hijo de puta! ¡Muere de una puta vez!

Acto seguido, la mujer soldado coge a la desmayada Karel, la deposita como un fardo sobre su hombro y abandona la trinchera, mientras las balas silban a su alrededor y los gritos de los vivos y los moribundos resuenan en sus oídos hasta quedar atrás.”

Descarté igualmente intentar volver a una pirata contra la otra. Ambas eran codiciosas, sí, pero la lealtad entre ambas probablemente fuera superior. Me sentí abatido. ¿Qué podía hacer?

Recorrí la vista por la habitación y mis ojos se posaron sobre mi ropa en el suelo. Uno de los cables del estimulador neuronal asomaba por uno de los bolsillos. Como si se tratara del perro de Pavlov, mi pene empezó a crecer. Dicen que las pollas tienen vida propia independiente del cerebro. En aquel momento pude certificarlo. Estaba a punto de morir pero con una erección de campeonato.

La voz burlona de Karel me sacó de mi ensimismamiento.

-Parece que tu… “soldadito” se ha despertado.

La contemplé primero a ella y después miré estúpidamente a mi erección. Un plan se empezó a dibujar en mi mente.

-La culpa es tuya, Karel. Es lo que tiene estar solo en una habitación con una mujer hermosa.

Karel se llevó la mano instintivamente hacia sus cicatrices. Dejó de sonreír.

-No me vaciles, Lucky.

-Te prometo que te digo la verdad. Estás muy buena. Nunca había conocido a una chica como tú.

-Estás burlándote de mí.

-Te equivocas. Además –bromeé –dicen que una erección es la muestra más genuina de atracción, ¿no?

Karel se ruborizó, azorada. Parecía indecisa. Seguí hablando.

-Antes has dicho que me darías un beso.

Me levanté y me dirigí hacia ella. Al principio se envaró, temiendo una jugarreta por mi parte. Su mano se posó en su pistola. No dije nada y continué avanzando lentamente. Ella sabía que yo no era lo suficientemente fuerte como para intentar nada.

-Basta, Lucky. Vuelve a tu silla.

Su voz sonaba vacía, sin convicción. Podía leer algunos fragmentos y retazos de sus pensamientos y emociones. Karel se hallaba excitada pero en su fuero interno, su deformidad pesaba enormemente. Se veía a sí misma como un monstruo desfigurado, feo, aborrecido por los demás, pero su cuerpo tenía las mismas necesidades que tenía todo el mundo.

Llegué hasta ella y mi mano se posó en sus cicatrices, acariciando su desfigurada mejilla y acerqué mis labios a los suyos.

-Eres preciosa, Karel, tan hermosa…

Me sentí un perfecto hijo de la gran puta cuando la pelirroja sonrió y respondió a mi beso. Su voz sonó enronquecida por el deseo.

-Lucky…

Sí, ella era una ladrona y una asesina, una saqueadora que acabaría con mi vida en cuanto Nash y ella se dieran cuenta de que no existía ninguna Plantilla de Construcción Estándar. Pero me sentía un miserable por jugar con los sentimientos de aquella mujer, aunque fuera para salvar mi vida.

Besé su cuello mientras acariciaba sus brazos y cintura. Karel cerró los ojos y suspiró, excitada. Respiré lentamente sobre su piel y pude notar cómo su pelo se ponía de gallina, mientras ella ahogaba una risita por el escalofrío.

-Lucky, yo…

-Sshhh… -Puse un dedo en sus labios, acallándola y empecé a meter una mano por debajo de su ceñida camiseta.

Pronto encontré uno de sus generosos pechos y lo acaricié con fuerza. Karel se dejaba hacer, gimiendo quedamente. Pronto noté cómo sus pezones se endurecían. Mi erección comenzaba a ser dolorosa.

Mis dedos continuaron bajando, rozando su musculado torso y su ombligo hasta llegar a su pantalón militar. Lo desabroché toscamente y metí un dedo para explorar. La tela de sus braguitas estaba empapada. Al deslizar uno de los dedos bajo el elástico, acaricie su suave vello e introduje con facilidad uno de ellos entre los labios húmedos, arrancándola un gemido. Karel abrió las piernas, invitándome a que continuara.

Ahora venía la parte fundamental. Agarré el amplificador neuronal y se lo empecé a colocar en la frente.

-Ponte esto.

-¿Qué es? –Una punzada de recelo en la voz de Karel, que pronto se diluyó y desapareció.

-Un amplificador neuronal. Potencia el placer.

-Qué sofisticados. –Sonríe. –En el ejército no teníamos estos aparatitos…

La besé sonriendo y conecté el indicador de la magnitud de la potencia al máximo, aún sabiendo que era peligroso pero no tenía otra alternativa si quería sobrevivir. Acto seguido bajé mi rostro hasta estar a la altura de su sexo. Un vello rojizo oscuro dejaba entrever unos labios hinchados y húmedos. Comencé a lamerlo con entusiasmo, con ansia. Los gemidos de Karel se intensificaron, mientras comenzaba a estremecerse sin control. El amplificador debía estar dando sus frutos.

Pronto tuve que sujetar las caderas de la pelirroja con mis manos, mientras sus gemidos se convertían en gritos, mientras sus muslos tapaban y destapaban mis oídos. Debido a sus movimientos espasmódicos, su mojada vulva se estrelló un par de veces contra mi cara, mojándome completamente. Proseguí el asalto clavando dos dedos y comenzando a follarla con ellos sin dejar de lamer su clítoris grande e hinchado, que ya expulsaba flujos como una cascada. Posé un dedo en su ano y comencé a penetrarlo poco a poco, moviéndolo en círculos. Antes incluso de lo previsto, Karel tuvo un orgasmo arrebatador, su cuerpo se tensó y su espalda se arqueó hasta casi romperse, mientras gritaba como si le arrancaran la vida, el potenciador neuronal colapsando su cerebro con miles de impulsos nerviosos amplificados hasta lo indecible. Más placer del que podía soportar.

Su sudoroso cuerpo quedó abatido en el suelo, desmadejado como una muñeca a la que han cortado las cuerdas, exhausto y jadeante, demasiado débil para resistirse. La mujer pelirroja perdió el control de su cuerpo e incluso un chorro de orina escapó de su sexo. No podía permitirme la piedad, así que volví al asalto. Sujeté mi polla, empalmada hasta casi doler, y apunté a la entrada de su sexo.

Karel no podía hablar, mucho menos oponer resistencia. Se quejó lastimeramente mientras mi verga se deslizaba húmedamente por su gruta encharcada. Su ojo derecho estaba entrecerrado pero su rojo ojo biónico parecía contemplarme suplicante. Un hilillo de saliva escapaba por la comisura de sus labios.

Me detuve. Si seguía penetrándola, el efecto del amplificador neuronal le podría acabar causando una apoplejía o la muerte. Yo no era un asesino, a pesar de que las dos mujeres tuvieran intención de matarme. Salí del esponjoso interior de mi mujer y apenas tuve que rozar mi pene para que numerosos chorros de semen brotaran de mi polla. Los pringosos latigazos de leche azotaron el sudado estómago de la pirata pelirroja, salpicando su tripa y ombligo.

Jadeando, busqué por la habitación algún tipo de cuerda con la que atar a Karel. Quizás en algún de los bolsillos de los pantalones de la mujer, que se hallaban por los tobillos de ella, encontrara unas esposas con las que inmovilizarla. Nada que pudiera utilizar, sólo un microtransmisor y algunos cacharros más. Bueno, no tenía importancia. Karel estaba completamente desmayada y no creía que se recobrara hasta un par de horas como mínimo.

Pero ahora venía el otro problema: Nash. En el suelo se hallaba la pistola láser. La miré con aprensión. ¿Me atrevería a usarla contra ella?

No tuve tiempo de vestirme. Un chasquido me sacó de mis reflexiones. Era el microtransmisor de la pirata, en otro de los sus bolsillos.

-¿Karel? Aquí Nash. El chaval nos la ha jugado. No he encontrado ni rastro de la PCE ni de nada por el estilo. En cuanto llegue le voy a…

Intenté que mi voz sonase lo más segura posible, a pesar de que estaba muerto de miedo.

-Ríndete, Nash, estás perdida. Si te rindes te prometo que…

-¿Lucky? ¿Dónde está Karel? ¿Qué has hecho con ella?

-Está a buen recaudo. Ríndete o… o…

-Escúchame, cabrón, si le has hecho algo a Karel te prometo por lo más sagrado que te arrancaré las pelotas y te las haré tragar. ¿Me has oído?

-Karel está bien. Tu situación es desesperada, Nash. Si te rindes, te prometo que te entregaré a las autoridades y Karel y tú tendréis un juicio just…

-Escúchame, renacuajo. Ahora mismo voy a ir a la Sala de Control y te voy a arrancar las entrañas y me las voy a comer. Te voy a joder como nunca te han jodido, pequeño bastardo.

La comunicación se cortó repentinamente. Vacilé. Agarré con fuerza la pistola y apunté hacia la puerta. Mis manos temblaban. No creo que acertara ni a un acorazado estelar. En breve llegaría la pirata. ¿Qué podía hacer?

Entonces se me ocurrió una idea. Lo más deprisa que pude me dirigí hacia el panel de control cercano a la puerta. Mis conocimientos de electricidad por fin me iban a ser útiles. Rápidamente desvié parte de la corriente eléctrica del generador de la Sala hacia la misma puerta. En cuanto alguien tocase el control de apertura…

Esperé tras la mesa, como si aquel mueble pudiera protegerme de la furia de la mujer si algo saliera mal. Mi corazón estaba a punto de salirse de mi pecho. Me pareció escuchar un paso en el pasillo. Crucé los dedos para que mi estratagema saliera bien. Al momento siguiente, Nash debió tocar el control de acceso. Se escuchó un chasquido eléctrico y las luces de la sala fluctuaron durante un segundo. Oí un gemido ahogado tras la puerta y el ruido de un cuerpo al caer al suelo.

Con rapidez anulé el desvío eléctrico y abrí la puerta. Nash estaba tumbada en el suelo, semiinconsciente. Al rozar el control de acceso para abrir la puerta, el desvío había provocado que una corriente penetrara en su cuerpo. No habían sido demasiados voltios pero sí lo suficiente para atontarla. Con un golpe del pie alejé su láser pero la mujer no tardaría mucho en recuperarse y, aún desarmada, no tendría muchos problemas en acabar conmigo.

Me mordí los labios. ¿Qué debía hacer? Nash gemía, aturdida por la descarga eléctrica. Miré la pistola láser pero sacudí la cabeza. No era un asesino. Decidí reducirla de la misma forma que había hecho con Karel. Mi polla volvió a crecer, como si le entusiasmase la idea.

Conecté el potenciador neuronal a la frente de la mujer y volví a ponerlo al máximo. Acto seguido, le di la vuelta y la puse boca abajo, dejando su culito respingón en pompa. Desabroché sus pantalones y los bajé con rudeza junto a sus bragas, revelando unas hermosas nalgas pálidas. Mis ávidas manos tocaron y masajearon a placer el cuerpo de Nash, aprovechando su indefensión. Acaricié la regata de su culo, estrujé sus deliciosos cachetes, abriéndolos, cerrándolos, besándolos, mordiéndolos.

Y acariciando y sobando esas nalgas, descubrí el ano de la mujer rubia, un delicioso orificio oscuro que parecía abrirse y cerrarse. Mi lengua se lanzó rápidamente a por ese tesoro y comencé a lamerlo con placer. Nash había empezado a despejarse pero no pudo resistirse. Un gemido escapó de sus labios. Una de mis manos fue a por su entrepierna. Estaba bastante húmeda, víctima del amplificador.

Durante un buen rato, mi lengua siguió lamiendo el arrugado agujerito de Nash, introduciéndose de vez en cuando hasta que su ano acogió ya en su interior más de media lengua mía, serpenteando y chapoteando. La mujer gemía, abandonada ya al placer. Uno de mis dedos se deslizó húmedamente dentro de su culo, sintiendo los calientes latidos.

De pronto me puse de rodillas, retiré el dedo y apoyé mi verga contra su ano. Nash gimió e intentó hablar, su voz ronca por la excitación.

-Mmm… mi… mi culo…

-Antes me dijiste que me ibas a joder como nunca me habían jodido. Creo que es justo que yo te joda a ti un poco.

Con un movimiento lento, presioné mi polla contra su orificio más estrecho y mi verga fue abriéndose paso poco a poco por el interior de Nash, incrustándose hasta ensartarla literalmente. Con sus últimas fuerzas, Nash intentó debatirse, pero lo único que consiguió fue que mi miembro se introdujera más y más, ganando terreno en sus cálidas entrañas y empalándola completamente. El amplificador neuronal provocó que Nash gritara, en parte por el dolor y parte por el placer.

Poco a poco, inicié una danza, meneando las caderas y entrando y saliendo viscosamente del ano de la pirata. La Sala de Control se inundó de los gemidos y quejidos de la mujer, junto con mis roncos jadeos y el húmedo golpeteo de la carne contra la carne.

Casi reí de la sorpresa cuando pude captar los pensamientos de la pirata. El amplificador neuronal había provocado que el placer fuera casi insoportable, pero a la vez casi adictivo. El hecho de que su enemigo la estuviera sometiendo, que un simple y debilucho chaval la estuviera sodomizando y humillando la excitaba como nunca.

-¿Te gusta, Nash?

La mujer no dijo nada, avergonzada. Yo, ebrio de gozo, busqué y encontré sus erectos pezones a través de la ceñida camiseta. Los retorcí y pellizqué, arrancándola un chillido.

-Vamos, dime, ¿te gusta?

-S… sí… Maldito… me… me corroooo!!!

Nash gritó mientras tenía un fortísimo orgasmo, provocando que su cuerpo se convulsionara como si de nuevo estuviera siendo sometida a la corriente eléctrica. Su clímax fue tan fuerte que sentí que su ano se dilataba y contraía sobre mi polla que llegó igualmente al orgasmo, llenando todas sus entrañas con mi semen, descargando toda mi leche en sus intestinos.

-¿Te… te rindes ya, Nash? –Logré jadear.

La mujer había quedado boca abajo, con los pantalones por los tobillos, sus seductoras nalgas a la vista, con un hilillo de semen escapando desde su ano abierto. No pudo contestarme. Había perdido la consciencia.

*************

Contemplé cómo la compuerta de plástico se cerraba sobre las cámaras de hibernación de las dos mujeres piratas. Las había sedado con unos narcóticos de la enfermería. Dormirían como dos adorables angelitos hasta llegar a Nuevo Altair, donde las autoridades se encargarían de ellas.

Comprobé que todos los sensores estuvieran correctos y me dirigí hacia mi propia cámara de hibernación. En breve llegaríamos hasta mi destino, el sector 417-A. En el entrenamiento en la Tierra se nos había dicho que era un sector inhóspito, hostil, peligroso. Sonreí. Si los incidentes que me esperaban allí eran la mitad de movidos que la que acababa de sufrir, me esperaban grandes aventuras.

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omicron_persei@yahoo.es

 

Relato erótico: “La casa en la playa 7.” (POR SAULILLO77)

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NUERA4La metamorfosis y sus complejos pasos

No se muy bien como explicarlo, al despertarme esa mañana no era el mismo chico que se acostó, o mejor dicho, se acostó un niño y se despertó un hombre, no pensé en mi miembro duro pegado a mi tía, ni en mi hermana escondida entre los brazos de Sara, no se que pasó de noche pero estaban las 2 en un lado y yo al otro, cuando al dormir estaba en medio, no pensé en apartarme para no molestar, ni en lo bien o mal que estaba acostarme con mi tía, y menos dormir con ella y mi hermana juntas y desnudas, por que el tanga de Marta no se podía considerar ir vestida.

El sol pegaba fuerte a esas horas y calentaba la habitación, y sin pensarlo mucho acaricié el culo de Sara con mimo, mientras la daba pequeños besos en el hombro y el cuello, ronroneaba al sentir me rozando en su culo y giró su cara para mirarme aún traspuesta.

-SARA: jajaja que alegre te has levantado…..- se sorprendió al lanzarme a sus labios, y me respondió con lengua pasados unos instantes.

-YO: tía, lo de ayer……me encantó.

-SARA: jajajaja y a mi, jajaja levaba mucho sin que nadie me dejara así, estás aprendiendo, con unos trucos más vas a dejar tiritando a cualquier mujer.

-YO: ahora solo quiero dejarte tiritando a ti – sonrió con una carcajada que despertó a Marta.

-MARTA: shhh quiero dormir….- Sara la pellizcó el culo y luego se lo azotó.

-SAR: arriba dormilona.

-MARTA: ¿por que?

-SARA: vamos a la playa, y no querrás ir con esas piernas llenas de pelos….- Marta se miró sorprendida.

-MARTA: ¿si?, podría darme un repaso…….supongo….- se levantó, no si antes jugar unos minutos con Sara a hacerse cosquillas, y se fue.

-YO: yo no la veo pelos en las piernas.

-SARA: ni los tiene…….era para quedarnos solos – y se aferró a mi cuello, me hacia reírme tanto que casi me dolía.

Trató de montarme para inmovilizarme, la cogía una mano pero se liberaba la otra y me acariciaba el cuello, hasta que la di la vuelta dejándola boca arriba en la cama, sujeta, el juego había subido nuestra temperatura y la besé con energía, Sara sonreía lujuriosa al sentir mi miembro dando cabezazos por salir, hasta que dejó de intentar liberarse cuando lamí su pezones, me apretaba la cabeza contra su cuerpo y remoloneaba con gracia y sensualidad bajo mi cuerpo. Entonces me bajó el calzoncillo y la penetré con dulzura, lentamente, daba respingos seguidos de cortos gritos agudos, pero le entró sin dificultades, me abrazó agarrándose a mi espalda mientras sentía como la iba abriendo con gestos lentos y pausados.

-SARA: cielo, que bien lo haces ya.

-YO: ¿así bien o más rápido?

-SARA: jajaja eso no se pregunta, lo sientes, como con la moto, te lo pide el cuerpo.

Embestí tan fuerte que se dio con la cabeza en la mesa de noche, sonrió tapándose la cabeza dolorida, pero gratamente complacida, para cuando quise darme cuenta la estaba follando salvajemente, o me lo pareció, me rodeó con las piernas y gritaba descontrolada, era increíble ver como toda la piel, desde sus senos hasta su barbilla, se ponía roja y tensa, se le marcaban las venas y pareciera de un momento a otro que su cabeza saldría disparada como el corcho de una botella. Rebajé el ritmo un poco, pretendía durar, así que Sara se relajó un poco y pudimos estar devorándonos un buen rato, hasta que se separó para chupármela con avidez lo que podía meterse en la boca, que no era mucho.

-SARA: ¿te gustaría aprender a comerte un coño?

-YO: claro, pero me da cosa…….- metió sus dedos en su húmedo interior y los sacó bañados.

-SARA: no es nada malo, ni repugnante, es algo amargo nada más, pruébalo – olí sus dedos asqueado, y ante su insistencia los lamí, esperaba un sabor mucho peor, fue agrio pero con un potente aroma sensual.

-YO: enséñame.

Sonrió y se abrió de piernas de cara a mi, comenzó a explicar como tocar bien, cosas que ya me había dicho, y otras nuevas, como el clítoris, un bultito que se debía tratar con manos de seda, y chupar o lamer con cuidado, luego me acercó a su entre pierna y me dijo que unos besos tenues en la cara interna de los muslos encienden a muchas mujeres, y lo constaté.

Salía un olor potente y un calor profundo de ella, al besarla en la vulva sentí como se estremecía, luego lamí un par de veces intrigado, y guiado por sus consejos ya me lo comía, se reía hasta que en un momento dado dejó de hacerlo, se tumbó y se dejó llevar, se amasaba los pechos con erotismo mientras le separaba los labios mayores y veía su rosado interior. Terminé metiéndole la lengua como su fuera una boca que besara. Sara se descompuso, sin llegar a bañarme pero tuvo un orgasmo intenso y lento, soltaba gemidos largos con la boca cerrada.

La volví a penetrar por sorpresa sacándola una tos entre el sobresalto y el disfrute, en 15 minutos me perdí entre sus caricias y besos, cambiamos a cuchara y luego de medio lado, hasta que aumenté tanto el ritmo que me creí desvanecer al llegar al orgasmo y sentir como la llenaba, lo que la hizo, esta vez si, correrse manchando las sabanas con un chorro fuerte y casi interminable, se quedó temblado con una gran sonrisa dibujada en la cara.

-SARA: jajajaja así, mucho mejor, te voy a dejar tan bien enseñado que Vanesa me tendrá que poner un monumento.

-YO: si es que me llama……

Sara retozaba a mi lado riendo y besando mi cuerpo, mordiéndose el labio traviesa y acariciándome con delicadeza. Más tarde me quedé en la cama descansando mientras Sara se duchaba y salía con uno de los biquinis nuevos, yo me di otra ducha y al bajar a desayunar todos nos miraban curiosos, notaba que mi madre miraba cómplice a Sara, esta se lo devolvía con cariño, y Jaime me miraba con aires de grandeza.

-JAIME: bueno, ¿fiesta?

-CARMEN: ¡si!, pero abrían la discoteca el mañana ¿no? – Marta y yo nos miramos.

-MARTA: si, ¿quieres ir?

-CARMEN: si, por fi, la semana pasada fue una locura pero me lo pasé genial, quiero repetir todo lo que pueda.

-SONIA: ¿y hoy jugamos a las cartas? – todas tenían ganas de fiesta.

-JAIME: claro.

-YO: a mi la cerveza me siente fatal – era verdad, y no era al único.

-SARA: a mi tampoco me gusta, ¿y si lo probamos con otras cosas?

-JAIME: decidme que os gusta y esta tarde vamos a comprarlo, ¿cuantos seremos?

-CAMREN: todos, aquí nadie se libra, eh Jony….- la miraba sin atreverse a hablar.

-MARTA: ¿y Vanesa se vendrá hermanito? – la miré sin saber que responder.

-YO: dijo que me llamaría, pero no he oído el móvil.

-MARTA: por que lo tienes en el suelo del cuarto de arriba, melón, se habrá caído de tanto vibrar cuando te estaba llamando Vanesa jajajaja – lo dijo de broma pero me sentí estúpido.

Mi móvil era para emergencias, no tenía amigos con los que mandarme mensajes constantes, y los únicos que me llamaban eran mi madre o mi hermana, que estaban allí conmigo, así que lo tenía por ahí perdido, pero ahora esperaba la llamada de Vanesa y se me había pasado por completo. Subí como el rayo a por el móvil entre risas de todos, lo encontré en el suelo al lado de la mesa de noche donde lo dejé, estaba apagado, y descargado, lo tuve que enchufar y pasarme 2 minutos viendo como cargaba para poder encenderlo, al hacerlo sonó varias veces, lo 1º fueron unos mensajes de mis otros amigos en Ibiza, chinchando con lo bien que se lo estaban pasando, la idea de que lo podría estar pasando yo mejor me hizo reír. El 2º mensaje fueron 2 llamadas pérdidas de mi padre, al que llamé al momento.

-YO: hola papá, siento no habértelo cogido, estabamos…..liados.

-ROBERTO: no pasa nada, solo quería saber como van las cosas por allí, hablo con tu madre pero me parece que sigue molesta, ¿se comporta de forma rara?

-YO: bueno…….- decirle algo era hundirnos a todos – ….. un poco, pero ya la conoces, siempre tan dispuesta a agradar a los demás…..- fue lo mejor que se me ocurrió sin mentirle.

-ROBERTO: ¿y tú y tu hermana?, siento haberme ido pero nos ha caído un caso gordo en la policía de Madrid, sale en las noticias a todas horas……..

-YO: no vemos mucho la televisión, estamos en la playa y divirtiéndonos, no te preocupes por irte.

-ROBERTO: está bien, confío en ti hijo, se que soy duro contigo pero se que harás lo que sea por cuidar de tu familia, dale un abrazo a tu hermana…….- como no, las últimas palabras dedicadas a Marta.

Me quedé mirando el móvil esperando más mensajes, pero no saltaban, así que lo dejé cargando desalentado, lo tenia en la mano con el número de Vanesa marcado, sin atreverme a llamar, casi perdiendo toda esperanza. Hasta que lo vi sonar, al mirar la pantalla era la foto lanzando un beso de Vanesa que puso de perfil al llamarme, se me aceleró el corazón llegando el punto en que no me atrevía a coger la llamada, quizá no lo hubiera hecho antes de todo aquello..

-YO: ¿si?

-VANESA: hola, soy yo………Vanesa…..ya sabes, del fin de semana……- “como si pudiera haberte olvidado”

-YO: si, se quien eres, estaba ansioso por ver si me llamabas.

-VANESA: ¿acaso no te fiabas de que lo hiciera?

-YO: pues un poco la verdad……..¿que tal el viaje?

-VANESA: un tostón, compañeras fingiendo ser niñas buenas, con familias pedantes y aburridas, ¿y tú, alguna aventura nueva?

-YO: alguna…….pero me gustaría contártelas en persona – eso no hubiera salido de mis labios en toda mi vida si no fuera por la locura transitoria que atravesaba.

-VANESA: ¿así que tienes ganas de verme?….- sonó ilusionada – … yo también, y no pocas, me lo pasé genial contigo.

-YO: ¿cuando puedo verte? – se me notó desesperado.

-VANESA: cuando quieras, ¿después de comer salimos a dar una vuelta…?

-YO: bueno……..en mi casa van a jugar a algo…..

-VANESA: estoy algo cansada de familias…. – “no creo que de la mía se pueda cansar nadie ahora” pensé –…. me gustaría pasar la tarde contigo, ya sabes, a solas, conocernos un poco mejor, sin tanto jaleo ¿te apetece? – de golpe dejar a Jaime solo en mi casa con todas me pareció aceptable.

-YO: si, desde luego……. me paso a buscarte en moto, y vamos donde quieras, ¿a que hora?

-VANESA: jajaja, pues a las 5 o así, que así no nos morimos de calor.

-YO: pues………. hasta luego, un beso…..

-VANESA: dámelo luego, MUUUUAK – me sacó una carcajada al lanzar el beso y la oí sonreír al colgar, sentí un hormigueo en mi vientre y me quedé con la oreja pegada al teléfono unos instantes.

Estaba enajenado, una noche y una llamada de teléfono, y ya pensaba en quien llevar de padrino a nuestra boda. Sara llamó a la puerta y me miró, torció el gesto leyendo mi cara como un cartel de carretea, y se sentó a mi lado.

SARA: era ella…….¿va a venir?

-YO: si….bueno, no, nos vamos ella y yo esta tarde a dar un paseo.

-SARA: jo…..en fin……cuidaré el fuerte por ti.

-YO: lo siento de verdad, pero………- no sabia que decir, “Vanesa es la mujer de mi vida” sonaba muy fuerte como para decirlo en alto, pero pensarlo era fácil.

-SARA: no pasa nada, te lo mereces, trátala con cariño y será tuya esta misma noche.

-YO: no se si querrá acostarse conmigo – me acarició la cara con calidez.

-SARA: no me refería a eso, cielo – un suave beso en los labios me supo a despedida.

Nos preparamos y fuimos a la playa, esta vez era yo quien no se atrevía a desnudarse, iba con el bañador nuevo, pero jaleado por las chicas me quité la camiseta y de nuevo noté esa sensación de poder, rara y extraña, muchas chicas me miraban al ir al mar, allí jugamos a hundirnos, con Sara muy melosa, supongo que quería aprovechar el tiempo que pudiera, si no hubiera tanta gente creo que me la hubiera follado en el agua, pero solo nos acariciamos con ternura. Salimos a tomar el sol y se quedaron con los senos al aire, eran un espectáculo boca arriba o boca abajo. Sentí de todas formas que su presencia espantaba a algunas chicas que se paseaban cerca de mi, quizá sin ellas hubiera regresado a casa con unos números de teléfono. En cambio lo que hice fue ir a comprar al supermercado con Jaime unas cuantas botellas de ron, tequila y vodka, para sus juegos.

-JAIME: ¿te vas y me dejas con ellas?

-YO: si.

-JAIME: jajaja muchas gracias, quizá me vuelva a follar a Sara y le recuerde quien es el que manda.

-YO: más te vale tratarlas con cuidado, como las pase algo……..

-JAIME: ya sabes lo que va a pasar – lo sabia, pero me daba igual, ¿que más daba? conmigo, o sin mi, no podía dominar sobre lo que ocurría.

Regresamos a casa y comimos entre risas, para echarnos una buena siesta, acostarme con Sara y mi hermana era una pequeña delicia, más con diminutos tangas. Me sonó el móvil varias veces, del que ahora no me despegaba, eran mensajes de Vanesa, tonterías como “no se que ponerme”, “estoy nerviosa”, “tengo ganas de verte”, apenas la contestaba con miedo a meter la pata. Al llegar la hora Sara jugó a no dejarme irme, pero me di una ducha concienzuda y me puse un pantalón de vestir y una camiseta, me pareció que iba bien y me preparé para todo, despidiéndome de mi madre, que me miró con curiosidad y salió a despedirme cuando cogí la moto.

Me fui a casa de Vanesa, era una idéntica a la nuestra, pero había 5 coches tuneados y una fiesta ya montada, con unas 30 personas fuera, al llegar a la puerta, la vi, de pie, hablando con una chica. Iba con un vestido de rayas horizontales negras y blancas, de tirantes con escote recatado y hasta medio muslo, elástico pegado a su contorno, con su melena rizada negra y las gafas de pasta, seguro que con tacones iría tremenda, pero con unas simples zapatillas sin calcetines estaba para comérsela. Al verme se le puso una sonrisa enorme y le susurró algo a la chica que me miró incrédula, le frotó el brazo con cariño y la dejó sola, se acercaba apartándose el pelo detrás de la oreja. Al tratar de aparcar estaba tan nervioso que no daba con el pie de cabra para dejar la moto apoyada, así que fingí quedarme montado por gusto.

-YO: ho…hola.

-VANESA: ¡hola! – se apoyó en mi hombro y me dio un dulce beso en la mejilla con su sonrisa llena de dientes blancos como perlas, y esa ligera separación entre los paletos.

-YO: vaya fiesta…….- miré detrás de ella para llamar su atención, por que no tenía otra forma de poder hablar, sus ojos azules brillaban por el sol y sentía que me llegaban al alma.

-VANESA: ¿has visto?, llevan así 2 semanas, estoy harta de tonterías de críos y sus fiestas de pacotilla.

-YO: ¿y por que viniste si no te gusta esto? – no necesitaba explicaciones, solo no parecer idiota.

-VANESA: por que quedarme en casa es más triste que no salir de vacaciones, la casa es del padre de una de mi clase, que nos la han dejado, era gratis y pensé que seria algo divertido, pero aquí todos se transforman, tengo amigas de matricula chupando pollas por una copa de 8€, estoy por volver a casa.

-YO: ¡no!, por favor, quédate…….- me abrazó girando su cabeza de forma alegre.

-VANESA: si no llegas a aparecer tú, lo mismo me voy, pero ahora tengo un motivo por el que quedarme – se me subió toda la sangre a la cara.

-YO: ¿solo por una noche?

-VANESA: ¡pero que noche……jajajaja!, venga, que no quiero que te vean las cotillas de mis amigas.

-YO: ¿y donde vamos?

-VANESA: me da igual, solo quiero alejarme de esta casa…..¿subo? – amagó con acercarse a la moto.

-YO: claro, pero…….ponte el casco…..- saqué uno del cajetín.

-VANESA: ¿y tú no llevas? Que alocado jajajaja – sentí su pecho cuando se pegó a mi al reírse, se lo puso con estilo, y su cabeza pareció más pequeña, el pelo el abultaba un montón.

Se subió atrás remangándose un poco el vestido y se me abrazó a la cintura, sus senos se aplastaron contra mi espalda y arranqué la moto, sin saber que dirección o donde ir, solo conducía y llegamos al pueblo del mercadillo, me lo señaló y allí paramos, nos sentamos a charlar tomando un refresco, y el tiempo me pasó volando. Era tan fácil hablar con ella, de los estudios, de un futuro trabajo, de un padre autoritario, todo encajaba y todo era divertido a su lado. Dimos un largo paseo y terminamos sentados en unas rocas viendo el atardecer, mientras se tomaba un helado de leche merengada.

-VANESA: ¿seguro que tú no quieres un helado?

-YO: no, trato de cuidarme un poco, cojo peso enseguida.

-VANESA: ya, yo también debería, pero es que no puedo controlarme jejjeje – verla darle lengüetazos al helado era hipnótico, y me miraba siendo consciente de cómo la admiraba.

-YO: eres preciosa…. – alzó la vista con las mejillas sonrosadas – ….quiero decir, que no tienes por que cuidarte, que estás muy buena… – creí meter la mata aún más- …perdona.

-VANESA: jajja no pasa nada, muchas gracias, así me sentiré menos culpable por tomarme el helado jajaja, ¿seguro que no quieres un poco del mío? Lo miras mucho – a quien miraba era a ella.

-YO: un poco – me lo ofreció sin reservas y lamí por un borde, era tan dulce que empalagaba.

-VANESA: ¿y que tal en tu casa?

-YO: puffff la verdad es que es una locura.

-VANESA: ¿pero buena o mala?

-YO: no se que decir……pasan cosas muy raras pero todos actúan de forma normal….

-VANESA: ¿tu madre sigue llevándose mulatos a casa?

-YO: no, ahora se acuesta con Jaime, mi amigo.

-VANESA: ¿y tú? Has estado con alguien…….- sonó terriblemente mal siendo aun pregunta inocente.

-YO: es que….bueno…..no se si ……tú….- me cogió la mano y la apretó.

-VANESA: tranquilo, si has estado me lo puedes decir, no soy una loca celosa.

-YO: bueno, es que si he estado con alguien……….mi tía – casi se le cae el helado.

-VANESA: jajaja ¿en serio?……… ¿y que tal?

-YO: bien…….bueno….raro…pero bien….creo que necesitaba reafirmarse ahora que Jaime pasa de ella……¿te molesta?

-VANESA: para nada, es más, me parece de lo más entretenido, y me gusta que seas tan sincero, ¿lo saben los demás?

-YO: si, como todo, parece que es normal, aunque no lo sea, ayer me pase media noche en una batalla de sexo, lo hicimos en el balcón mientras mi madre y Jaime lo hacían en la piscina, fue una locura.

-VANESA: allí no se aburre uno eh……- me dio con el hombro en el pecho recostándose sobre mi, fue tan raro verla aceptarlo, que pensé que estaba mal de la cabeza. Eso pensaba, pero mi mano bajó a su muslo y estaba acariciándola con los dedos, sin una sola muestra de desagrado.

-YO: eres muy extraña……- me miró a los ojos -….y me gustas mucho – sonrió feliz y sentí el sabor del helado de sus labios.

-VANESA: es raro, a mi me pasa lo mismo contigo, pareces un chico normal, pero estás lleno de sorpresas – y de un giro puso sus dos piernas juntas por encima de las mías, con mi mano apretando su piel, y tan cerca que sentía sus rizos acariciándome la cara.

La rodeé la cintura y me quedé abrazado tanto tiempo que se terminó el helado, y se acurrucó en mi pecho, mirando como el sol desaparecía en el horizonte. No sabia que hacer, así que no hacia nada, solo sentía su respiración sobre mí, creo que la gustaba escuchar mi corazón latir acelerado por su culpa.

-VANESA: te voy a parecer una chocha, pero..…tengo hambre, ¿cenamos? – como el tiempo se aceleraba a su lado no sabia si el helado se lo terminó hacia 10 minutos o una hora.

-YO: ¡claro!, si quieres…..

-VANESA: he visto un puesto de kebab ahí a lado, me vuelvan loca – me cogió de la mano y la seguí hasta puesto, donde el bullicio de la gente nos mezclaba con los demás, pero yo solo la veía a ella.

Se lo comió una con ansia, se reía cuando la salsa le manchaba un dedo al morder y después se lo chupaba, la miraba sin creerme como devoraba aquello, pensaba en la cantidad de chicas finas y educadas que comen como periquitos, dando pequeños bocados de una ensalada, y la vi a ella, dando mordiscos voraces a un panecillo lleno de carne y salsa, tan grande como su cara. Terminó antes que yo, y acabó comiéndose lo que me quedaba del mío. Charlábamos entre risas y me pasé otra hora paseando con ella cogida de la mano, para bajar la comida, después nos sentamos en el borde del paseo un marítimo, en un bloque de cemento, donde Vanesa se reía de si mima por no llegar al suelo con los pies allí sentada.

-VANESA: si es que soy enana……..- puso su pies en alto encima de mi regazo y se pegó a mi cuerpo buscando algo de calor corporal, olí su pelo.

-YO: los mejores perfumes vienen en frascos pequeños……- se mordió el labio al sonrosarse las mejillas.

-VANESA: eso dicen…..y los peores venenos – un mechón rizado cayó sobre su cara, y no pude evitar apartárselo con cariño, me miró tan profundamente que quise besarla.

-YO: aunque fueras el peor de todos los venenos, te volvería a besar sabiendo que moriría – me sentí tremendamente estúpido y bobalicón al decirlo, pero lo supe, sabia que si no lo decía, moriría a los 90 años en una cama, y mi último pensamiento seria aquel momento en que no lo dije a esa extraña mujer que la quería.

-VANESA: ohhhhhh que dulce… – creo que toda mujer aspira a que un hombre la diga algo así para poner “esa” cara entre el romanticismo y el amor, y allí la tenia delante de mi – …por suerte no soy venenosa.

Hizo fuerza para sentarse en mi regazo cruzándose de piernas de forma sensual, y apoyó sus manos en mis hombros, tan cerca que podía notar el aire salir de su boca, la cogí de la cadera para que no se cayera, o para meterla mano, y me buscó una primera vez con los labios, a la segunda no fallé, y nos fundimos en un beso de película. Arqueaba la espalda de forma generosa mostrándome sus pechos mientras que sus gafas incordiaban de forma divertida, repasaba el contorno de su pierna con una mano mientras que sentía sus labios tirar de los míos tras cada beso largo. Luego su lengua se abrió paso con delicadeza en mi boca, y al enlazarla con la mía se separó medio centímetro mordiéndose la lengua y apretando los ojos en una sonrisa que me derritió por completo.

-VANESA: besas muy bien, me gusta que me dejes llevar el ritmo – si la decía que era casi inexperto no me creería.

-YO: me gustas mucho Vanesa.

-VANESA: jajaja y tú a mi más, nunca había sentido nada tan fuerte por alguien al que casi no conozco.

-YO: ¿y por qué? no he hecho nada

-VANESA: puede que sea eso, que no eres un moscón que trata de lucirse, o que va tonteando con niñatas por un polvo rápido, no se…..

-YO: no me conoces tanto, quizá sea un cabrón, o un cerdo, solo nos hemos visto 2 veces.

-VANESA: puede, pero soy un poco bruja, y cuando veo a tío de esos los calo a la 1º, en cambio a ti…….eres raro, desde que te presente tu hermana, como hablas, o como bailas, como tocas, todo es diferente…..extraño, y me atrae – la pellizqué en la mejilla y sonrió un poco. La abracé y ya pensaba donde ir nuestra noche de bodas.

Eran las 2 de la mañana y aún no querría despedirme de ella, ni ella de mi creo, pero la vi gesto cansado, sin duda de volver de viaje, había hecho un esfuerzo para quedar conmigo, así que se agarró de mi brazo como una gran señora y volvimos a la moto, me daba miedo que se quedara dormida detrás de mi y se cayera, así que la senté delante y me puse detrás sujetándola, y me pase media hora conduciendo lentamente con ella adormecida sobre mi pecho, la rodeaba la cintura con una mano mientras conducía con la otra por la noche, y sentía su cuerpo tibio sobre mi. Al llegar a su casa y parar se despertó.

-VANESA: ¿ya estamos en tú casa?

-YO: no….bueno, pensé….querrás descansar…..estamos en la tuya.

-VANESA: ah….vale…gracias, la verdad es que no he sido bueno compañía al final, pero estoy muy cansada, lo siento.

-YO: ¡no, por dios!, ha sido perfecto, tú eres perfecta – la apreté del estomago y se río ante al presión.

-VANESA: como sigas diciéndome esas cosas al final me voy a enamorar – giró su cara y me dio un pico, largo y tenue.

Se quitó el casco, su melena negra brilló con la luz de la luna y sus rizos botaron alegres, lamenté no haberla llevado a mi casa. Me dio el casco y me cogió de la cara para volver a besarme, tantas veces que acabó adormeciéndose de nuevo en mis brazos. La cogí de la cintura y las piernas, como si fuera mi mujer en la noche de bodas, y la metí en su casa, se agarró de mi cuello y me iba diciendo donde era, la casa estaba llena de gente riendo, hablando y algunos dándose el lote, la dejé en su cuarto con un cuidado excesivo y se quedó hecha un bola sobre la almohada sin llegar a despedirse. Medité si quedarme a dormir con ella, pero simplemente la arropé le quité las zapatillas, las gafas, y me fui dándola un beso en la frente apartándola lo rizos.

-YO: hasta mañana princesa – solo recibí un mugido como respuesta.

Volví a mi casa diciéndome que no podía ser real, olía su perfume en el casco mientras pensaba que esa mujer era demasiado perfecta, encajábamos como 2 piezas de puzzles diferentes, pero encajábamos. Al llegar a casa se me pasaron los pensamientos de Vanesa, había un ruido estruendoso, mucha luz y gente gritando, “¡Jaime!”.

Al entrar era peor de lo que esperaba, todos desnudos. Sonia estaba en el sofá follando con Jaime, le montaba como a un caballo mientas él amasaba como podía sus senos. Mi madre se la estaba comiendo a Jony, que estaba tumbado inconsciente en el suelo, y Marta estaba haciendo la tijera con Sara, que la acariciaba el clítoris con el pulgar. Al verme, Sara se levantó dejando a Marta con ganas de más.

-SARA: ho, hola …..sooooobrino……- apestaba a alcohol y tenia el cuerpo pegajoso.

-YO: estas pringosa…….

-SARA: ya…ya.es que….. pedi atrevimiento y ……hip, me han usado como vaso, para beberse los chupitos de tequila, ja, me echaban la sal en el vientre, el limón en los pezones, y bebían de mi ombligo jajajajjaa.

-YO: ¿pero que ha pasado?

Y se pasó media hora repitiéndome lo mismo, por lo visto jugando a lo mismo de siempre, pero con chupitos de vodka, tequila y ron, se habían pasado desde la 7 de la tarde hasta ahora bebiendo sin parar, mano tras mano, hasta pulirse 6 botellas entre todos, a palo seco sin mezclar. Sonia había logrado mantenerse con ropa hasta el final, pero el resto no, y cuando Jony se sacó el rabo empezaron los problemas. Sonia tuvo que masturbarse con un pepino, mi hermana chupársela a Jony, mi madre comerse el coño de Sara, y Jaime masturbó a las 4 con las manos y se comió el culo de Marta. Mi madre reconoció que estaba deseando encontrarse con el mulato, Marta que se había cepillado a un profesor de la universidad, y Sara que Marta la ponía cachonda, lo que incitó a que Jaime hiciera a Marta comerse el coño de Sara. La sorpresa llegó en la última mano, la del sexo, perdió Sonia, y en vez de elegir a su noviete, escogió a Jaime, que la estaba follando desde entonces, y los demás estaban a su alrededor tratando de divertirse.

-SONIA: ¡JODER, QUE BIEN FOLLAS!

-JAIME: ¡me cago en dios, que par de tetas! – las aplastaba y luego las azotaba.

-SONIA: ¡quiero que me folles a partir de ahora, que gusto joder!

-JAIME: ¿y Jony?

-SONIA: que le den por el culo, ¡míralo!, una mamada de Carmen y se desmaya, tú si que sabes hacerme sentir mujer – se agachó y casi logró asfixiar a Jaime con sus pechos, él la separaba las nalgas mientras la destrozaba su coño con un ritmo que la tenía chorreando.

-SARA: ¿y tú que tal? – lo dijo mientras se abría de piernas sentándose en el sofá, y Marta acudía a seguir lamiéndola.

-YO: bien……..es un cielo de mujer.

-SARA: que lastima, por que Marta es hábil, pero no tiene polla, ¿esta noche puedes ayudarme?

-YO: no sé, tía, quiero tomarme en serio lo de Vanesa.

-JAIME: no te preocupes Sara, cuando termine con esta vaca, me voy a por ti – Sara sonrió, supongo que quería volver a sus brazos.

-SARA: pues date prisa.

Se la dio, sacó su miembro de Sonia y se la hizo chupar, recogiéndola toda la larga melena caoba, y luego follándola por a boca hasta llenarla de esperma hasta mancharla los senos. Luego cogió a Sara de la mano y se la llevó arriba, donde al rato ya se les oía follar.

-MARTA: tranquilo……la tía va como un cuba…….- lo decía como si ella no lo estuviera, de rodillas reposando los brazos en donde había estado Sara.

-YO: no me preocupa…..- sabía que quería volver con Jaime, y ya lo tenía.

-MARTA: es mamá la que me preocupa, lleva 1 hora chupándosela a un tío desmayado.

-YO: mamá, para – alzó la vista con los ojos entre cerrados.

-CARMEN: ¡ah……hola hijo!…..¿cuando has llegado? – casi se cae al ponerse en pie.

-YO: hace un rato, creo que deberías acostarte.

-CARMEN: estoy bien, solo necesito sentarme un rato…….- se derrumbó en el sofá, y antes de acercarme se quedó frita, tanto que ni zarandeándola se despertó.

-MARTA: tenemos que llevarla a la cama……

Lo dijo pero la realidad es que la llevé yo solo, y ella iba detrás tratando de no vomitar por el esfuerzo de cada escalón, no fue como con Vanesa, mi madre era un peso muerto, y por indicaciones de mi hermana la mojé la cabeza en la ducha, antes de ponerla un camisón y dejarla en la cama como un saco de patatas, pese a ponerla de lado pro si vomitaba, parecía tirada.

-MARTA: puffffff no vuelvas a faltar……esto se nos ha ido de madre…..

-YO: ya se iba de madre conmigo aquí.

-MARTA: no es lo mismo…….el puto Jaime me ha comido el culo, me ha puesto a mil con su lengua, es un cerdo, pero como sabe moverse el condenado.

-YO: deberías darte aun ducha.

-MARTA: si….pero me da miedo caerme………¿me ayudas? – no pude negárselo, no fue un treta sexual, casi se resbala al ponerse una zapatilla, en una bañera de cerámica era un desastre en potencia.

La metí en la bañera y la dejé sentada, como si fuera una bebé de 1 año, la mojaba la cabeza y frotaba la espalda con gel, me tiraba espuma a la cara y se reía, la di un aclarado y se puso como pudo unas bragas que la busqué, no eran ni suyas creo. Sonia se fue arriba a trompicones a dormír dejando da Jony en el suelo abajo, y mi hermana y yo nos acostamos en una habitación libre, se me abrazó y se durmió. Me pasé media noche tratando de saber que hacer con Jaime, si es que podía hacer algo, pero me dormí pensando en Vanesa, y sus rizos ocultando sus ojos azules.

Me despertó el peso de Sara acostándose a mi espalda, apartó a Marta y me obligó a abrazarla, su hedor de la noche dio paso a un fresco aroma a frutas en la piel y el cabello, se habría dado una ducha y estaba con el tanga biquini ya puesto abajo y los senos al aire.

-SARA: hola, ¿que tal ayer?

-YO: bien, llegué a las 2 pasadas, se os fue de las manos……..

-SARA: ¡ya te digo!, traté de que Jaime no se pasara, pero es listo el cabrón, usó a Marta para sacarme de quicio,

-YO: ¿has visto a mi madre?, estaba muy mal……..

-SARA: está bien, en la cama tirada como si la hubieran dejado caer …– entonces seguía como yo la dejé –… ¿y tu damisela?

-YO: bien, te lo dije anoche……

-SARA: cielo, no me acuerdo ni si cenamos…….

-YO: pues fue increíble, fuimos en moto, dimos un paseo, tomamos un helado, cenamos, y nos besamos durante mucho tiempo, al volver se quedó tan adormilada que tuve que llevarla a la cama.

-SARA: jajaj el viejo truco no falla, ¿bebisteis alcohol?

-YO: no, ¿que truco?

-SARA: cariño, somos mujeres, no marmotas, sobrias podemos despertarnos y acostarnos solas, pero de vez en cuando queremos que un apuesto hombre nos lleve en brazos a la cama, y que sea lo que dios quiera….- me sentí tonto al no quedarme con Vanesa.

-YO: ¿crees que lo hizo?

-SARA: si la cita fue bien, si.

-YO: no era una cita…

-SARA: jajaja ¿no? ¿Toda una tarde/noche de paseo por la playa, tomando helados, dando besos y cenando juntos? Claro que era una cita, pequeñín.

-YO: pero ella no lo dijo.

-SARA: que inocente eres, que lo diga es diferente a que lo sea, ¿iba mona?

-YO: ¡si!, con un vestido a rayas muy bonito…….- el gesto de Sara dándose la razón hizo que en mi cabeza se cayera un muro de estupidez.

-SARA: jajaja lo bueno es que le gustas de verdad, y si fuiste todo un caballero, ahora mismo estará pensando en ti, en tus fuertes brazos subiéndola por las escaleras, en el calor de tu cuerpo en contacto con el suyo, y el ritmo de tu corazón latiendo en tu pecho – lo decía mientras recorría con sus dedos mi cuerpo.

-YO: te follaste a Jaime – solté de golpe, eso la descolocó.

-SARA: bueno……..si…..estaba muy borracha…..pero si.

-YO: ¿ya no estás harta de él?

-SARA: no es eso, cielo, es solo que llevaba media tarde cachonda perdida, necesitaba apagarme, y tú me dijiste que no – en eso tenía razón.

-YO: es que quiero…….necesito que lo de Vanesa salga bien.

-SARA: ¿le dijiste algo? ¿de nosotros?

-YO: todo.

-SARA pues si lo sabe y continua, no sueltes a esa chica …– no pensaba hacerlo –… por cierto, toma tu móvil, no para de sonar.

Me lo dio y tenia 20 mensajes de Vanesa, todos eran sonrisas y guiños, palabras dulces y cariñosas, incluso me mandó una foto de ella despertado en la cama, parecía recién levantada pero no podía ser si ella misma se hacia la foto, aún así me gustó el detalle. Al responderla con un saludo me dijo que sus amigas iban a la playa, preguntando si iba a ir yo, dije que si con los ojos cerrados, y la mencioné donde solíamos ir. Me puse en pie y me di una buena ducha, la casa cogía vida y Jaime salió del cuarto de Sonia, a la que se había vuelto a tirar por la mañana. Nos encontramos a Jony en el sofá de abajo, ido, Sonia le sacó de casa a patadas y le dijo que no se molestara en buscarla más. Mi madre fue la última en salir, iba con una resaca enorme, me dio un abrazo y me preguntó por Vanesa, sonrió alegre al escucharme hablar de ella, y al saber que la vería en la paya apresuró a todos a prepararse.

-CARMEN: vamos chicos, que es un día largo, desayunen bien.

-YO: ¿largo?

-CARMEN: es jueves, ¡hoy abre la discoteca!

-MARTA: ¡jajaja eres insaciable mamá!, ¿quieres ir de verdad?

-CARMEN: ¡pues claro!, y esta tarde más juegos, quiero divertirme.

-SARA: jajaja os lo dije.

-JAIME: por mi vale.

-SONIA: pues ir buscando maromos, por que Jaime es mío esta noche, lo de ayer me dejó muerta.

-JAIME: jajaja, todo tuyo – la azotó con fuerza varias veces, fue como un ficha de dominó, y las 3 mujeres suspiraron al escuchar los azotes, ya se las había follado a las 4 y las tenia en su mano.

-YO: yo con Vanesa no sé si me quedaré….

-CARMEN: tráetela, no pasa anda.

-MARTA: claro, si quiere que venga.

-YO: no se si nuestros juegos la gustarán.

-JAIME: solo nos divertimos, tú tráemela – de la mirada que le eché achantó la cabeza.

-YO: vendrá si ella y yo queremos venir…- mi madre me cogió del brazo, como hacia con mi padre cuando sabia que estaba enfurecido – …se lo preguntaré.

Fuimos a la playa y me pasé un rato buscando a Vanesa, mientras que Jaime se daba un festín con Sonia, todas con sus relucientes biquinis diminutos de tanga, hasta que en horizonte vi a un grupo de chicas, y a un lado a Vanesa, con una camiseta grande enseñando un hombro y tapándola hasta las rodillas.

-CARMEN: ¿es esa?, es mona.

-YO: es muy guapa.

-MARTA: jajaja tú tranquilo …– me frotó la cabeza, sabia que yo necesitaba que funcionara. Al verme Vanesa, correteó y dio un salto para llegar hasta mí, que me adelanté, me cogió de la nuca y me dio un beso corto y suave.

-VANESA: ¡hola! – se apoyó en mi pecho y levantando un pie de la arena.

-YO: hola, ¿has descansado?

-VANESA: si, fue muy dulce que me acostaras, deberías haberte quedado a dormí…….- “Sara tenia razón”.

-YO: es que estabas tan tranquila que no quería molestar.

-VANESA: tú nunca me molestas…….- me dio otro beso y vi como alguna de sus amigas la miraban sorprendidas, supongo que igual que mi madre y mi hermana nos miraban, detrás de mi.

-CARMEN: hola bonita, encantada, soy la madre de Samuel…….- le dio la mano.

-VANESA: jajaja si, ya la vi en la discoteca el otro día.

-CARMEN: espero que no hiciera el ridículo, hace mucho que no salgo jajajaja

-VANESA: nada mujer, yo tampoco, pero ese día mereció la pena salir……- me cogió de la mano y mi madre suspiró emocionada.

-CARMEN: jajja si, mi niño es especial.

-MARTA: hola, soy su hermana, Marta.

-VANESA: ¡ah, si! jajaja no para de hablar de ti, te pone por las nubes.

-MARTA: es muy amable, y un buen chico, no me gustara que le hicieran daño…….- salió la vena protectora de una hermana mayor.

-VANESA: Samuel es mucho más fuerte de lo que parece – no sabia si la cosa iba bien o mal, pero al menos Vanesa no se achantaba.

-CARMEN: pues un placer conocerte, y si no te parece muy osado, esta tarde vamos a jugara un rato en casa antes de ir a la discoteca, si te quieres venir, estás invitada – quería habérselo dicho yo antes.

-MARTA: no te sientas obligada, pero para ir conociéndonos y eso…….

-VANESA: claro….- me miró a los ojos buscando aprobación – …si no molesto – la abracé con dulzura.

-YO: tú nunca molestas – sonrió y me perdí en sus ojos.

-CARMEN: pues nada, nos vamos a dar un chapuzón, aquí os quedáis, “tortolitos” – se separaron y me quedé con Vanesa.

-YO: lo siento, quería decírtelo antes, pero……

-VANESA: no pasa nada.

-YO: si pasa, en esos juegos…..se bebe mucho, y Jaime se aprovecha, ayer se folló a Sonia, la tetona de ahí, la única que le quedaba sin estrenar, para luego tirarse a mi tía, la rubia de la lado, se las señalé

-VANESA: ¿esa es la que estos días te has…….? … – asentí – ….me voy a tener que poner celosa, es muy guapa jajajaja

-YO: si……parecía ir en serio con lo de hartarse de Jaime, pero cuando llegué me pidió que la tomara, y al decirla que no, se lío con Jaime.

-VANESA: ¿y por que le dijiste que no?

-YO: pues…….por ti…….¿no? – me cogió de la cara poniendo morritos, como si hubiera dicho el poema más hermoso jamás escrito.

-VANESA: jajaja no somos novios, y ayer ya te dije que no me molestaba.

-YO: pues me gustaría…..- giró la cabeza confusa.

-VANESA: ¿que me molestara?

-YO: no………..ya sabes….lo otro…….- estaba rojo de vergüenza, para ser una petición de noviazgo fue pobre, pero era a mi 1º vez.

-VANESA: ¡¿quieres que seamos novios?! – lo dijo tan ilusionada que me pareció irreal.

-YO: pues…….no se….ayer lo pasé muy bien….eres genial, y……..pensé que….- me cogió de la mano y se frotó la mejilla con el dorso.

-VANESA: ¡pues claro que si, bobo!, ¡me gustaría un montón jajaja! – se aferró a mi cuello y se estiró para besarme un par de veces.

Nos sentamos apartados bajo una sombrilla y hablamos un buen rato, me divertía mucho como hundía los pies en la arena y jugaba con los dedos mientras caía, luego se quitó las gafas y vi que era tan guapa con ellas como sin ellas, pero con ellas tenia un morbo especial. Se puso en pie y se sacó la camiseta, dejándose en biquini, era de colores vivos a rayas, con lazadas a los costados, la nuca y la espalda, amplio sostén para guardar la mayor parte de 2 pechos grandes y salientes, un culo firme, redondo y bien puesto, con un vientre fino y cintura diminuta, con buenos muslos pero el resto de piernas o brazos finos y esbeltos.

-VANESA: jajaja no me mires así, que me da vergüenza…..- “¿de qué?” quise saber.

-YO: lo siento…….es que……eres espectacular.

-VANESA: ¿de verdad lo crees?, yo me veo un poco rara, muy delgada por unas partes y ancha por otras…..- no mentía ni decían nada raro.

-YO: lo digo en serio.

-VANESA: ¡pues me has alegrado la mañana! jajjaja, ¿vamos al agua?, me estay asando aquí.

Al quitarme la camiseta creo que me sentí como ella, iba con el bañador nuevo y me veía arrebatador al observar como me comía con los ojos, como creí que nadie haría nunca. Me cogió de la mano y nos metimos en el agua, pensé en jugar a hundirnos con ella, pero antes de que pudiera hacer nada, se me echó encima, se subió a mi espalda, y entre risas nos hundía a los 2. Al rato, la vi con todo su pelo mojado, y sus indestructibles rizos, le daban un aire salvaje que me encantaba, pero creo que revolcada de mierda también me gustaría. Se acercó a mí contoneándose, escurriéndose el pelo con las manos en un hombro, y se me subió a pecho pegando sus senos a mi cara, la abracé con ganas de no volver a soltarla nunca, y nos quedamos flotando como nenúfares dejado que el oleaje nos meciera.

-VANESA: si no quieres, no iré esta tarde.

-YO: no es que no quiera, me da miedo.

-VANESA: ¿por lo que pueda ver? Ya vi a tu madre muy suelta…..

-YO: mientras solo sea ver….pero si juega Jaime se aprovechará, siempre lo hace.

-VANESA: ¿y tan malo es?

-YO: ¿y si te enamoras de él como ha hecho con todas?

-VANESA: jajaja no seas crédulo, no las tiene enamoradas, las tiene encoñadas, no las conozco así que no juzgaré, pero me suena a un chulo playa y 4 salidas.

-YO: tal vez……..eso querría pensar……pero el resultado es el mismo, se las folla a todas, y no quiero que te toque.

-VANESA: pues no iré, pero tarde o temprano tendré que acercarme tu casa si vamos a ser novios, no puedes evitarlo siempre.

-YO: ¿y que hago?

-VANESA: confiar en mi, como yo confío en ti, te has acostado con tu tía y no me afecta, tal vez haga alguna locura, y si bebo más, pero solo quiero estar a tu lado, y si para ello tengo que pasar un mal trago, lo haré.

-YO: ¿y si lo que pasas es un buen rato…..con él? – pasó sus dedos por mi cara.

-VANESA: lo disfrutaré, y volveré a tus brazos.

Quise abrazarla tan fuerte que nos convirtiéramos en un solo ser, lo notó y se dejó caer sobre mis brazos, nos dimos una serie de besos cariñosos antes de volver a la orilla, allí nos tumbamos, apartados, a tomar el solo. Me quedaba mirando su piel, las gotas de agua salada resbalar por su costado y el sol iluminando su espalda, a la 4º vez que me pilló, me cogió de la mano y pasamos media hora jugando a entrelazar los dedos.

-YO: ven…….contigo me siento firme y seguro.

-VANESA: iré, pero solo por ti, recuérdalo cuando pero lo estés pasando.

-YO: lo haré – rodé a su lado y me recibió de costado, dándonos besos y carantoñas un buen rato, hasta que sus amigas la avisaron, se iban ya, Vanesa las miró con ganas de mandarla a la mierda y quedarse conmigo, pero se puso la camiseta y me abrazó tanto tiempo que sus amigas ya si iban, corrió tras ellas, a saltos alegres, y gritando.

-VANESA: luego nos vemos.

Al volver con mi madre, estaban todas con los senos al aire, y Sonia besándose con Jaime, que le estrujaba de los pezones con descaro. Marta estaba escuchando música mientras Sara y mi madre estaban sentadas charlando, al decirlas que Vanesa venia se alegraron más que yo, y me frieron a preguntas sobre ella. Regresamos a casa, durante la comida no dejaba de recibir mensajes de Vanesa, de golpe entendía a todos esos que van con el móvil en la mano a todas horas, tonteábamos diciéndonos chorradas, y descubrí que en vez de mandar emoticonos con caritas, mandaba fotos de ella poniendo caras, me resultó tan originalmente divertido, que hacia lo mismo.

Me acosté con Sara y Marta, para echarme una siesta, y escuchar de fondo a Sonia gritar como una cerda siendo sacrificada mientras Jaime le destrozaba. Para cuando llegó la hora de ir a buscar a Vanesa, mi hermana y Sara ya estaban con sus juegos medio inocentes de hacerse cosquillas, siempre conmigo de por medio. Fui en la moto a buscar a Vanesa, eran pocas calles pero el asfalto abrasaba, al llegar había otra fiesta montada, y Vanesa me dijo que entrara ya que aún no estaba lista, con un mensaje. Había como 50 personas dentro, todos adolescentes exaltados, y subí a su cuarto, la pillé saliendo de la ducha con una toalla sin cerrar a su espalda, al verme saltó a mis brazos con un lluvia de besos tiernos, y se fue vistiendo, el biquini de por la mañana y la camiseta.

-YO: deberías ir con más ropa…….

-VANESA: ¿voy mal?

-YO: no…….es que…….

-VANESA: ¿tu madre es muy puritana?…..– la sorna era evidente – …por que las he visto esta mañana con sus mini biquinis jajaja

-YO: no…..es que….si vamos a jugar a algo…y si es lo siempre…..pagas prendas, es mejor llevar mucha ropa, o Jaime te tendrá desnuda antes de que te des cuenta.

-VANESA: ¡joder con el Jaime…..! – se quitó la camiseta y se puso una falda corta, una camiseta de tirantes con una camisa abierta y sudadera por encima, al cambiarse la vi en biquini, el sujetador era con refuerzos en el pecho, espectacular, con su melena rizada alborotada y sus gafas de pasta, estaba para comérsela.

-YO: ¿eres real? – me abrazó y luego me besó con ternura.

-VANESA: ¿tú que crees? jajaja eres muy dulce – “que ojos más azules”, la 1º noche no lo vi, pero ahora con la luz del sol eran 2 piedras cristalinas de cielo. Dimos un paseo de vuelta.

-YO: ¿y como es que no tienes novio?

-VANESA: ¿y tú novia?

-YO: pero tú eres mucho más guapa que yo – me cogió de la mano y me dio con el hombro con una sonrisa en los labios.

-VANESA: eres un encanto, pero no debes pensar así, eres mono, y de los pocos que saben como empieza el numero Pi por aquí….jajajaja además, tengo un síndrome raro, me gustan los chicos algo tímidos y retraídos, es como sacarlos del cascaron.

-YO: visto así……pero no entiendo por que estás sola, tendrías al hombre que quisieras.

-VANESA: y lo tengo………..cogido de la mano – me paré en seco, me quedé mirándola perplejo, llevó el dorso de mi la mano entre sus pechos y besó mis dedos, cerrando los ojos.

-YO: ¿donde has estado toda mi vida?

-VANESA: jajajaja buscándote – “Alberto, si, creo que es un buen nombre para nuestro 1º hijo varón”.

-YO: espero que no te asustes por lo que pueda pasar, pasan cosas muy locas con Jaime.

-VANESA: ese tal Jaime es un pieza, si no quieres no abriré la boca, pero me parece increíble que le dejes hacer esas cosas.

-YO: no le dejo, pero no puedo con él, sabe mucho de mujeres, las tiene a todas a su merced, mi hermana se había librado pero usó el juego para tomarla, se folla a mi tía, a mi madre y ahora al irme estaba machacando a Sonia, era cuestión de tiempo que cayeran una tras otra.

-VANESA: bueno, si lo desean, no soy nadie para criticarlas.

-YO: tú ten cuidado, Jaime también me ha dicho cosas de ti……..- “y casi le tiro por un balcón por ello”.

-VANESA: me empieza a caer mal el chico jajajaja – otra cosa que teníamos en común.

Llegamos, ya estaban todos sentados en una gran mesa en el salón, con una nevera llena de cervezas heladas, y 7 botellas de todo lo que se les ocurrió. Jaime comandando a las demás, por muy fuerte y grotesco que fuera el día anterior, las 4 mujeres estaban dispuestas a volver a jugar a aquello, pero iban preparadas.

Mi madre y Sara, camisón y falda, para sumar una prenda más, Sonia iba igual pero con medias, 2 prendas más. Mi hermana la siguió con las medias, sumando una gorra, y esta vez poniéndose una camiseta y una chaqueta fina, todas con el biquini minúsculo debajo. Jaime iba solo con el bañador, yo iba con uno también y una camiseta, pero me puse otra camisa abierta por encima, además de 2 calcetines. Charlamos un rato en el que Vanesa se mostró dulce y tierna con mi familia, pero tocaba jugar. Vanesa me dio otro beso que me dejó sin habla un buen rato, como para coger, o dar, fuerzas, y me acariciaba en el brazo.

-JAIME: bien, las reglas son las mismas, por deferencia a nuestra nueva amiga las repetiré, se reparten cartas, 1 por persona, la de menos valor pierde, una lata de cerveza o un chupito a palo seco, del tirón, y elige verdad o atrevimiento, puedes librarte de hacer nada quitándote una prenda, pero antes de decidir, nunca después, luego no puedes mentir ni negarte a nada, ¿entendido? – asintieron y empezamos de nuevo.

Mano tras manos el juego era algo inocente, como siempre al inicio, solo pasadas 2 horas Jaime empezó a hacer de las suyas, la bebida subía y la ropa bajaba. Antes de darnos cuenta mí madre estaba en biquini y Sara solo con la parte de abajo, Sonia había tenido que darse un par de chapuzones en la piscina marcando tetas, Marta había dicho que perdió la virginidad a los 15 con un mayor de edad, y yo había tenido que llamar a mi padre y gastarle una broma telefónica. Todos con un globo descomunal, hasta Vanesa sonreía sin motivo, aún tenia todo puesto menos la sudadera, y casi todas sus pruebas fueron besarme o hacerme cosas a mi, incitadas por mi madre o mi hermana, protegiéndola mientras eran capaces. Si las decisiones se tomaban en grupo, era inocente, pero en un momento dado Jaime volvió tomar el poder.

-JAIME: pierde Carmen – bebió la cerveza de turno con sonrisa tímida, luego eligió atrevimiento – necesito unos pechos normales jajaja los de Sonia me matan , ahora me comeré las suyas – mi madre se puso en pie ante el asombro de Vanesa, y se quitó la parte de arriba, sentándose en sus rodillas, Jaime le apretó los pezones y se los chupó, fue el disparo de salida, después de dejarle los pezones como pitorros de carretera la dio un azote y la dejó irse, se le olvidó volver a ponerse el biquini de arriba como prenda a poder pagar.

-CARMEN: uff…….voy a subir el aire acondicionado, que tengo calor…..- al repartir perdió Jaime, que pagó prenda y se quitó el bañador dejando su rabo tieso al aire, ya empezaba su show, pero de golpe Vanesa se rió a carcajadas, cosa que dejó descolocado a Jaime, que esperaba que se quedara perpleja, como las demás.

-YO: otra mano – quise pasar rápido, pero me gustaba como Vanesa le desmontó desde lejos, perdí yo.

-JAIME: quiero que….

-VANESA: ¡cómele las tetas a Sonia ..…!– soltó como sin querer, Sonia se levantó y, como mi madre, se quitó la parte de arriba del biquini, no me creía que grandes eran, las amasé como pude y lamí sus pechos con calma, se veían las marcas de dientes de Jaime.

Me pasé 3 manos sin jugar chupando sus pezones y mi polla golpeaba entre sus mulos sujeta por el bañador. Al volver a jugar, Sonia si se puso la parte de arriba, le di un beso de agradecimiento a Vanesa, que lejos de mostrarse celosa vi travesura en sus ojos. Siguiente mano, Jaime repartió para pasar a más. Perdí, tuve que hacerle un baile erótico…… ¡a Marta!, sentada en una silla, como iba medio empalmado y algo mareado, intentaba no tocarla pero la daba golpes con mi polla de vez en cuando, Marta se tapaba roja como un tomate, pero luego empezó a moverse y reír. La siguiente mano palmó Vanesa, que ya perjudicada, eligió atrevimiento.

-JAIME: bien, ¿que tal un buen morreo con tu futura suegra? – mi madre se fue a por ella, la puso en pie y la cogió de la cara, juntaron sus labios, una vez, y otra, hasta que abrió la boca y vi como mi madre le metía la lengua a una total desconocida, que yo me había follado, y conocía solo de haca 3 días. La respuesta de Vanesa fue cogerla el culo y devolverle el beso con lujuria.

-YO: ya basta, ¿no?

-JAIME: pero si te está gustando…..- era verdad, estéticamente era digno de admirar, pero no por ello dejaba de ser raro. Un par de últimos besos sonoros las separaron, al pasar por detrás de Jaime, azotó el trasero de mi madre con brío –… esa es mi chica.

-VANESA: ¡joder, tu madre besa de cine!, me ha puesto cachonda y todo – me susurraba.

-YO: ten cuidado, Jaime está al acecho – me guiñó un ojo en señal de confianza, esta vez perdió Jaime, que ya desnudo tuvo que elegir verdad.

-VANESA: ¿la tienes más grande que Samuel? – casi me caigo al suelo.

-JAIME: pues no lo sé, no las he medido……. – sabia que si.

-VANESA: ¡pues pollas a la mesa!…. – las chicas aplaudieron y yo obedecí sonrojado –…. pero tienen que estar bien duras, para saberlo, ¿una ayudita? – se arrodilló a mis pies, y comenzó una paja suave, para luego besar y chupar el glande. Al verlo, Sara se dedicó a lo mismo con Jaime, una vez duras nos pegamos junto a la mesa y las pusimos a lo largo, gané, y por goleada, no solo era ligeramente más larga, si no mucho más ancha.

-CARMEN: ¡vaya pedazo de polla gasta mi niño jajaja!

-SARA: ya te digo hermana…….. ¡Vanesa, eres afortunada! – Vanesa sonreía, veía algo en ella que yo no alcanza a divisar.

-VANESA: lo sé – me besó y me dio vueltas todo, pero pasado un rato entendí su jugada, todas las chicas dejaban de mirar a Jaime, y me miraban a mi. Otra mano, y perdió Sara, que desnuda eligió atrevimiento.

-JAIME: pufff yo después de la mamada no me quedo así, una cubana ahora mismo – Sara se sentó a sus pies, y Jaime se lucio apretando sus senos contra su miembro, le había dolido en el orgullo la comparación, y se cebó con Sara mientras los demás mirábamos. Sonia se masturbaba sin descaro, mi madre con disimulo y Vanesa se sentó en mi regazo y nos dábamos el lote a la espera de acabar, Jaime duró unos 15 minutos hasta que la llenó de semen el pecho, la dio tantos azotes que tenia el culo rojo, las chicas estaban de nuevo perdidas con Jaime, pero bastó una simple frase.

-VANESA: bueno…..no esta mal…..- cogiéndome de la mano y dedicándome un mirada perturbadora, una serie de sonrisas en todas subió el ambiente, comprendí que daba a entender que yo lo hacia mejor y ella lo sabia por propia experiencia, cuando no era así. Otra mano y perdió Vanesa, que se quito la parte de arriba y mostró sus tetas aprisionadas y rebosando en el biquini.

-JAIME: puffffff vaya par.

-VANESA: muy amable, Samuel dice que son perfectas – la miré confuso, ¿lo pensaba? ¿se lo había dicho?

-SONIA: bueno……..- los senos grandes era su terreno, y ahora tenia competencia. Otra mano y esta vez perdió Sonia que se quito la parte de arriba y se lució mostrando su pecho desnudo ante Vanesa, que la siguiente mano se la devolvió y quedaron la 2 enseñando 4 pechos que ni un Miguel Ángel salido.

-CARMEN: ¡por dios, ¿que os dan de comer ahora? jajaja! – perdí yo, y la verdad fue confesar que me había hecho pajas pensando en mi madre, o viendo a mi madre.

-JAIME: ¡es que es normal, con esa madre……! – otra mano y perdió Marta, que se quitó la parte de arriba, todas enseñando las tetas ya.

-MARTA: pufff es que con estas 2 cualquiera luce pecho aquí… jajajajaja – aún así, mientras que Vanesa y Sonia eran voluptuosas, el pecho de mi hermana era precioso. La siguiente mano perdió Sonia, que se vbebio su 10º chupito de ron.

-SONIA: atrevimiento.

-JAIME: jajja me parece que todos queremos ver esto, un masaje tuyo a Vanesa en sus pechos, usando aceité, y solo usando tus pechos jajajaja – hasta a mí me pareció una gran idea.

El espectáculo fue una autentica barbaridad, Sonia se sentó en su regazo y vació un bote de aceite corporal entre ambas, para, con las manos atrás, empezar a estrujarse las tetas de una contra la otra, Jaime no se cortó y se masturbaba ante aquello, y a mi me faltó poco.

-VANESA: pufff…..que calor……- estaba cachonda pedida, lo que buscaba Jaime, que en un par de manos mas tarde la pilló, perdió y pidió atrevimiento.

-JAIME: lo siento Samuel, pero quiero comerme las tetas de tu chica – sin 10 cervezas y 3/4 de Vodka a palo seco, le hubiera matado, solo decía que no con la mano.

-CARMEN: ¡jajaja que grosero, no, otra cosa!

-VANESA: no puedo negarme…..- me dio un beso largo y se subió a la mesa, sentando delante de él, abriéndose de piernas, Jaime se pasó 5 minutos lamiéndola y jugando con ella, yo estaba rojo de furia. Vanesa no era de piedra y gemía mientras se apretaba los senos, Jaime repasaba sus pezones con la lengua y lo chupaba hasta hacerla sonreír, en un completo silencio incómodo.

-JAIME: ¡dios, que bien sabes! – cogió de la nuca a Vanesa y la metió media lengua hasta el esófago, pero ella se apartó con una mano en su pecho.

-VANESA: ¡quieto!, eso no era parte de la prueba……. uffff……..buena lengua, eso si tengo que reconocerlo – temía haberla perdido, al volver me dio otra serie de besos, para cogerme de la mano por debajo de la mesa, cosa que me tranquilizó un poco. Otra mano y perdió Marta, que se quedó desnuda, después mi madre, y luego yo, a estas alturas todos elegimos quedarnos desnudos.

-CARMEN: ¡esto es divertidísimo! – la tocó palmar, atrevimiento.

-JAIME: tengo un idea pero es una burrada, pero si la digo no te puedes negar.

-CARMEN: jajaja dila.

-JAIME: ¿seguro?

-CARMEN: si, bobo.

-JAIME: cómale el coño a su hija mientras ella se lo come a usted – me puse en pie furioso, pero mi madre me chitó.

-CARMEN: son las normas…..no voy a ser menos que las demás……- Marta estaba tan perdida que, cuando la cogió en brazos y la subió a la mesa, metió su lengua en el coño del que nació sin pensarlo, mi madre en cambió tuvo algún reparo, pero al final separó los labios mayores y se lo comió, fue brutal, hasta para Jaime que ya estaba pajeándose de nuevo. Marta se corrió enseguida, pero mi madre tardó unos 5 minutos, en los que Marta se tuvo que esforzar.

JAIME: da gusto jugar con gente así……- perdió Sara, y en atrevimiento no pudo más.

-SARA: cómemelo Jaime – se recosto sobre la mesa arriendes de nalgas ofreciéndose, y Jaime acudió presto a meter su cabeza tras ella, la dejó rota en 10 minutos animales en que se corrió 3 veces, mi madre se masturbaba y Sonia le estaba regalando un dedo a Marta.

-VANESA: ¿y esto es así todos los días? – me susurró.

-YO: si, y me temo que en adelante seguirá,……- sonrió y me empezó a pajear.

-VANESA: me voy a tener que venir a vivir aquí jajajajaja – y se hundió mi miembro en la boca, lo que pudo, todo era una nube de sudor sexo y descontrol, gozaba de sus labios en mi glande y de sentir sus senos aplastados contra mi muslo. Me vacié en su boca y me dejo estupefacto verla tragárselo. Para entonces todos tenían un subidón de escándalo.

-JAIME: ¡bien, últimas 3 manos, cenamos y a la discoteca! – perdió Marta, que aún no se había recuperado de lo de antes, y escogió comérselo a Sonia.

-CARMEN: va a coger practica jajajajajja – la penúltima la palmó Vanesa, que en verdad reconoció cuantos hombres se habían acostado con ella, nombre y apellidos con el número de veces, fueron pocos la verdad, esperaba que muchos hombre se hubieran fijado en ella.

-JAIME:! la última la del sexo seguro!, quien pierda tiene que follar con quien elija del otro sexo – eran casi las 9 y media, y al darle la vuelta a las cartas, palmó mi hermana

-MARTA: ¡joder!………vamos Jaime….

-CARMEN: lo dices como si te costara jajajajaja

-MARTA: ¿y que hago? ¿me tiro a mi hermano? – fue retórica pero resonó en mi mente, Jaime sonreía, aquella jugada de la última mano le iba reportar muchos polvos.

Él se puso en pie y recostó a Marta sobre la mesa de espaldas, al abrió de piernas y la acarició hasta tenerla lista, la penetró con fuerza sacando un bramido dulce, y la cogió de los senos mientras comenzaba a ponerse serio con ella, Marta gemía y se ponía roja de pasión. Vanesa sonrió y me dedicó una mirada libidinosa, me besaba con lengua mientras la magreaba las tetas, y mi madre, a su ritmo, trataba de engullir los senos de Sonia.

Jaime hacia temblar la mesa y a Marta, mientras que Vanesa se dedicó a chupármela con vicio, se trababa por que sus labios no deban de si, pero pasaba del glande. Me corrí como un animal, di 4 latigazos largos y la manché la cara, la boca y el pecho, justo cuando Marta tuvo su un orgasmo. La dio la vuelta dejándola colgada de la cintura en la mesa y la embistió por detrás haciendo vibrar y gozar de sus movimientos de cadera a Marta. Para cuando Jaime se corrió mi hermana ya le pedía que no parara, metió sus dedos en ella y la llevó a otro orgasmo que encharcó el suelo, un aplauso general lo llenó todo.

Jaime se pasó unos minutos sobando y azotando a Marta, mientras los demás cenábamos, y por turnos nos duchamos y nos preparamos para la fiesta, esta vez fui menos arreglado, pero me sentía mucho más confiado, mientras que Jaime fue al revés, salió como un pincel, y creo que con la sensación de que había fallado un tiro claro con Vanesa.

Las chicas se vistieron para arrasar de nuevo, mi madre y mi hermana escogieron el mismo estilo, falda corta negra con vuelto, tacones y top llamativo, casi eran gemelas. Sara escogió un vestido rojo que era un rectángulo desde lo pechos hasta los muslos, con 2 ligeros tirantes en los hombros y toda la espalda al aire. El remate fue que Vanesa no tenia ganas, o fuerzas, para volver a cambiarse a su casa, y se puso ropa de Sonia, que si bien tenían tallas similares de busto, las caderas eran otra historia, así que Sonia salió con un vestido verde ceñido y ajustado a su piel, sin hombros, con solo un capa de tela a modo de collar bajando por su garganta hasta el resto del vestido, sus senos rebosaban por los lados. Vanesa salió con un vestido azul de tela brillante, sin sujetador y un escote hasta el ombligo dejando ver sus tetas en gran parte, con falda a las rodillas, pero con su cadera le subía hasta el muslo alto, resaltado su figura en forma de 8.

-YO: ¡madre mía, estás increíble! – quizá algo vulgar por el escote tan amplio, pero arrolladora.

-VANESA: jajaja gracias, ¡esta noche quemamos el local chicas!

-CARMEN: ¡si!

Se repitió el guión, chupitos nada más llegar, probamos la absenta y del pelotazo casi perdemos a Sonia. Teníamos a 5 mujeres y éramos 2 hombres, por suerte mi hermana encontró a unas amigas de la playa y se quedó con ellas, eso nos dejó un 2 vs 1, me quedé con Vanesa y Sara, mientras Jaime con mi madre y mi Sonia. No se quien salió ganando o perdiendo, se que estaba gozando. Mientras me centraba en Vanesa, Sonia se afanaba en frotar sus protuberancias contra mí.

-VANESA: creo que esta quiere montarte……

-YO: ¿Sara? Que va, ya la has visto con Jaime.

-VANESA: te toca mucho.

-YO: lo hace siempre, me hace cosquillas, no es raro…..

-VANESA: pues te mira con deseo, me voy a tener que esforzar, ahora eres mi chico, y te buscan muchas en esa casa.

-YO: ninguna quiere conmigo, quieren a Jaime.

-VANESA: después de lo de hoy, no, ¿has visto como te han mirado cuando habéis comparado trancas? jajaja y si no me crees, besa a Sara, hazme caso, cuando lo hagas la tendrás encima siempre que quieras.

-YO: pero a mi me gustas tú – me acarició la cara con torpeza.

-VANESA: y tú a mi, mucho jajajaja tienes que pensar que estoy un poco loca, pero me gusta la marcha, y tu casa es una locura, me encanta, pero Jaime…… puedo ayudarte contra él, si quieres – aquello me dejó pensativo, pero ya hablaríamos de eso sobrios.

Los mojitos aparecieron, y luego el “wish-cola” de toda la vida, iban tan cargados que parecía que les regalaban las botellas, Sara se bebió 3 y Vanesa 2. Pasado cierto tiempo las dejé retozando una con la otra y busqué a mi madre o mi Sonia. Encontré a Sonia, sin ropa, a 4 patas siendo follada desde atrás por Jaime, estaban en mitad de la discoteca, y de remate Sonia se la chupaba a otro tipo.

-YO: ¿que coño pasa?

-JAIME: aquí la niña, me ha dicho que quería follar como una puta, y aquí estoy, cobrando 10€ por mamada mientras me la tiro jajajaja – me fije y había una cola de 20 hombres, en el tiempo que estuve se la comió a 4, y cuando Jaime se corrió, Sonia terminó en el suelo en plan profesional con el vestido por la cintura, tenia una polla en cada mano, se la chupaba a otro y uno se follaba sus tetas. Según creo recordar, Jaime ganó 140€ aquel día, cubriendo las copas….al menos tuvo la decencia de que solo podían los que usaran condón.

-YO: ¿y mi madre?

-JAIME: adivina……

-YO: ¡el puto mulato!

-JAIME: te juro que he tratado que se quedara conmigo, tenia ganas de darle su merecido esta noche……pero ella misma se ha ido con él.

Me fui a buscarla, y la encontré con los 2 mismos del otro día, el grandullón estaba sujetándola de frente, pero el de atrás estaba con la polla fuera pajeándose usando el culo en tanga de mi madre, el grandullón le había bajado los tirantes del top y le comía los pezones.

-VANESA: ¡joder con tu madre!- me pilló alucinando.

-YO: ¡no me lo creo!

-VANESA: pues créetelo, por que está pasando – se puso pegada a mi, sentí su culo en mi miembro duro y mis manos buscaron sus senos, abrió el escote del vestido con facilidad, y acariciaba sus pezones con fuerza.

Mi madre estaba ida, se ponía de puntillas para ayudar al de atrás a frotarse su buena polla negra contra sus nalgas, mientras que ascendía por el otro, que intercambiaba los pezones con su boca al besar. El de atrás se corrió llenándola el culo de semen a mi madre, se lo azotó y se alejó, mientras que el grandullón la susurró al oído algo y ella asintió traviesa, al darse la vuelta me vio con Vanesa.

-CARMEN: hijo…..estoy mareada, este hombre me lleva a casa – señaló al mulato y sin más se fue.

-VANESA: ¿quieres que les sigamos como la otra vez?

-YO: ya se lo que harán, ahora te deseo a ti – busqué su entrepierna con la mano y sonrió halagada, froté su húmedo interior y lamí su pechos con mis nuevos conocimientos adquiridos.

-VANESA: ¿nos vamos a tu casa o me follas aquí mismo? Por que yo no puedo más….te necesito – dudé, no quería ir a casa, pero tampoco hacerlo allí.

-YO: vamos a la playa.

Me siguió alegre, nos separamos unos 400 metros y nos tumbamos en la oscuridad, Vanesa se quito el vestido y el tanga, me desnudó tumbándome boca arriba, me montó de rodillas, si pajeaba mi tranca ya como una barra candente, mientras acariciaba sus aureolas sacándola leves gemidos. Alzó la cadera y buscó la penetración dirigiendo con su mano, le costó horrores coordinarlo, al meterme en ella casi sentía su dolor y esfuerzo inicial, se apoyó en mi pecho y empezó a subir y bajar lentamente. Verla de fondo con las estrellas y la luna, sus ojos azules y sus gafas de pasta tras los rizos meciéndose, me volvieron loco, la cogí del culo y desaté un infierno entre sus piernas olvidándome de dosificarme. Vanesa gimió, maldijo, lloró, río, y gozó todo a la vez, cayó de lado en un orgasmo tenue, y la puse boca arriba de piernas abiertas apoyando su espalda en al arena, embistiendo furioso, una y otra vez, haciéndola levitar medio segundo entre cada golpe y amansando sus pechos.

-VANESA: ¡oh dios, que gusto, no pares, que polla, dios!

-YO: te quiero, te quiero – repetía cual estúpido, pero era verdad, la tomaba y la amaba.

Se dio la vuelta quedando tumbada boca abajo, la metí buscando su coño desde atrás, hundió las uñas en la arena al sentir como la fundía en su interior, se corrió como si la matara y luego se dejó llevar hasta que me vacié en ella, dándola 2 sonoros azotes en el culo, se giró con gesto de alivio, y me besó tan fuerte que se incorporó sobre mi.

-YO: jajaja mira la arena – estaba la marca de ella y sus pechos.

-VANESA: ¡casi me entierras jajaja! – me abrazó mientras repasaba su cuerpo con las manos sacándola la arena pegada a su piel por el sudor.

(Siento si no soy muy detallado en estas partes, pero la verdad, iba con un ciego como una catedral).

Nos vestimos y regresamos a la fiesta, Jaime seguía con Sonia y su “negocio”, Marta se despidió pronto y se fue a casa con un chico, si prestaba atención le esperaba una sorpresa en el cuarto de mi madre, y nos quedamos con Sara, que iba pero que nosotros inclusive.

-SARA: no voy borracha, solo tengo el puntillo…. – decía mientras no veía como su vestido se había girado y tenia una teta fuera, se lo coloqué demorando en colocárselas.

-YO: así está bien.

-SARA: gracias cielo ¿vamos a por otra copa?

-VANESA: ya vale por hoy, ¿no crees? Te has ventilado medio bar….jajajajaja

-SARA: jajaja pues si, necesito apagar mi fuego, estoy ardiendo y ha sido tu chico, me ha dejado que Jaime no me colma – eso me extrañó, Jaime follaba bien.

-VANESA: ya me ha dicho… – me abrazó para hablarme al oído – …está muy mal, como no te la lleves a casa le va a pasar algo.

-YO: venga tía, vamos a casa y descansamos.

-SARA: no, jajaja otra copa por fi, y luego en casa jugamos…..- puso su índice en mi pecho y se pegó a mi cuerpo.

-YO: no tía, otro día, ahora te llevo a casa

-SARA: jo, eres siempre tan bueno…..pero no me voy sin premio – miré a Vanesa que me la señaló con la cabeza, entre dándose razón y concediendo permiso, así que atrevido le cogí del culo a Sara hasta alzarla y darla un soberbio beso con lengua, no hubo fases, desde el 1º beso me lo devolvió y la degusté con mis labios, me cogió de la cara y se aferró sin soltarme.

-YO: dios, sabe a ron.

-VANESA: te lo dije, esta quiere mambo, y se lo vamos a dar – me la quitó de los brazos juntándose de forma sensual, Sara sonreía al notar como la acariciaba Vanesa, y la besó, que tampoco mostró resentimiento al sentir en las tetas las manos de la otra tocar con la maestría, ambas estaban rojas y deseando salir de allí.

-YO: vamos a casa.

El camino de vuelta lo hice con una en cada lado, cogiéndolas del culo, me sentí gigante por un momento y al llegar a casa las azoté hasta que subieron a mi cuarto, como hacia Jaime, se desnudaron torpemente y empezaron sin mí un festín lésbico memorable. Vanesa guiaba un títere que era Sara, la tenia abierta de piernas de cara y lamiéndola todo, yo me arrodillé detrás de Vanesa y se lo comía despacio chupando su clítoris. Al mirar, Vanesa masturbaba metiendo 2 dedos en mi tía, sin separar sus labios de su vulva, Sara se pellizcaba ofuscada en los senos, y gemía perdida, mientras Vanesa paraba a coger aire cuando sentía entre sus muslos una corriente eléctrica provocada por mi.

Me harté del juego y apunté mi miembro a la entrada de Vanesa, golpeé con mi tranca a lo largo de su coño, y arañó a Sara en las piernas al sentir como la penetraba lentamente, comencé un lento aviven para sacarla rueda, de manera que cada embestida repercutía en Sonia, fue colosal ver los senos de Vanesa rebotar sin que perdiera ritmo su lengua, y Sara explotó en un pequeño orgasmo en que cogió de la nuca a mi flamante novia y se la apretó contra su vulva. Sara al verme follándome a Vanesa se activó, apartó a Vanesa y me dejó caer sobre ella, la besé y lamía sus tetas mientras buscaba ser penetrada, al final sentí su calor y empujé letalmente, su cara cambió a todos los registros, y terminó cerrado los ojos y aguantando como una jabata hasta metérsela toda.

.SARA: ¡joder que polla, me mata, me abres mamón, fóllame, destrózame!

-VANESA: ya ha oído a la señorita.

Comente un violento ritmo que la sacó del universo, agarró un puñado de sabana con cada mano y su cara era su boca abierta de par en par, gritando, se la tapó Vanesa con sus senos, sabía como manejar tan tremendas tetas, Vanesa se puso encima de Sonia a 4 patas, mientras Sara la comía sus senos, yo acariciaba y masturbaba a Vanesa como me adiestró la que tenia debajo, y a la vez percutía en Sara, que no dejaba de gritar con cada inserción. Fue subiendo decibelios hasta reventar en un orgasmo que la sacó de mi frotándose posesa hasta vaciarse en unos chorros que mancharon media cama.

-VANESA: jaja mi turno – según lo dijo la penetré tal como estaba a 4 aptas, agarré su tetas y la pegue la espalda a mi pecho, podía apretárselos para llegar a lamerlos por encima de hombro desde atrás, mientras ella se frotaba el clítoris y gemía de forma descontrolada.

-YO: ¡que bien follas, me encantas, eres una diosa, eres mi diosa!

-ANESA: ¡si, lo soy, soy tu diosa, fóllame, dios, me encanta, ábreme! – daba largos suspiros de placer y volvía a repetirlo.

Todo era raro y nuevo, me gustaba, no obstante era mi 1º trío, probaba a acelerar a un buen ritmo mientras sentía sus senos rebotar en mis manos, era como tener un kilo de flanes en cada mano, y me llevó a dar tales golpes de cadera que sentía su trasero vibrar en mi pelvis. Sara estaba tumbada, casi cardiaca y reventada, acariciando a Vanesa sin alzarse, aguanté tanto que logré que Vanesa explotara en un orgasmo antes de llenarla de semen. Caí fundido a la cama con las 2 mujeres rotas, fue cuando vi a mi hermana en la cama del lado, desnuda y masturbándose.

-YO: ¿desde cuando estas aquí? – me tapé, aún hoy, no se por que.

-MARTA: desde que he escuchado a Sara gritar, ¡dios, como follas hermanito!

-YO: yo….es que…….verás…..

-MARTA: jajaja, a mi no tienes que explicarme nada, disfruta, te lo mereces

-YO: ¿y el chico de la disco?

-MARTA: me lo he tirado jajaja pero después de lo de Jaime en el juego, me ha sabido a poco…. – había subido a ver si era Jaime quien hacia gritar a Sara, y tirárselo, pero en cambio se pasó un buen rato frotándose ante mi, hasta correrse.

Al verla se me puso dura, y tomé a Sara de nuevo, estaba ida, pero mejor que Vanesa, hecha una bola temblando desde que la había follado. Sara no gemía ni nada, solo estaba roja y reía, ni cuando me corrí en sus tetas, a la par que en las de Vanesa, mostró sensación alguna más que tensión y placer.

Me di un ducha rápida para darlas paso a ellas, que una a una se asearon, nos acostamos abrazados los 4, y nos dormimos, caí en un sueño dulce y tranquilo sintiendo el calor del cuerpo de aquellas mujeres y un nuevo renacer en mi interior.

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poesiaerestu@outlook.es

 

Relato erótico: “16 dias cambiaron mi vida” (POR SOLITARIO)

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UNA EMBARAZADA2Lunes, 22 de abril de 2013.

Me llamo José, tengo treinta y nueve años y voy a acabar con mi vida.

Mi juventud transcurre en un pueblo de la provincia de Jaén, en el seno de una familia muy conservadora que explotaba algunas tierras de olivar.

Vivíamos desahogadamente. Estudié el bachillerato en un instituto religioso y mi formación fue bastante rígida en lo referente al sexo.

Para mí era lo normal, tocarse es pecado, la fornicación conduce al infierno, etc.

Me fue inculcada y yo acepte y asumí, la más estricta moral católica. Al finalizar mis estudios en el instituto me traslade a Madrid e ingresé en la Politécnica en el 93. Me hospedaba en una residencia gestionada por religiosos.

En el 97 conocí a Milagros, Mila, una muchachita preciosa, alegre, simpática y desenfadada y me enamoré de ella.

Estudiaba psicología en la Complutense. Tras unos meses de relaciones, durante los cuales nos vimos muy poco ya que los estudios no me lo permitían, se quedó embarazada y nos casamos.

Con la ayuda de nuestros padres alquilamos un piso y nos fuimos a vivir juntos pero seguimos estudiando hasta que yo terminé la carrera.

Tuvimos una niña preciosa, Ana, a finales del 99.

Conseguí un trabajo en una empresa importante de telecomunicación, donde ganaba lo suficiente para vivir bien.

Cuando en 2002 se quedo de nuevo embarazada decidimos cambiar de vivienda puesto que la que teníamos era muy pequeña. No se aun como Mila se enteró de que vendían un piso en una zona céntrica de Madrid, con cuatro dormitorios, dos baños, en fin, un sueño y sin pensarlo mucho lo compramos.

Tuvimos a José, Pepito, un crio maravilloso.

Dos años después vino al mundo Milagritos, Mili.

Llevaba cinco años trabajando en la misma empresa cuando decidimos, entre otro compañero y yo, asociarnos y crear una empresa para independizarnos. Nos fue bien hasta hoy. .

Este es un relato resumido de la que fue mi vida hasta hace dos semanas

Hoy le he vendido mi parte a Fede, el socio y he abandonado el negocio, con tristeza.

Estoy sentado en el saloncito donde tengo instalado mi puesto de observación.

Ante mi, en una mesa, varias pantallas de ordenador me ofrecen una vista casi total de la que, hasta hace quince días, era mi casa y la de mi familia.

Estoy viviendo los peores días de mi existencia.

Ni en la peor de mis pesadillas podría haber soñado lo que la realidad me ha deparado.

A lo largo de estos 16 días he recopilado en video y escrito en libretas de forma ordenada y cronológica, lo que he vivido, sentido, visto y oído y sufrido.

No soy muy bueno redactando, soy de ciencias y las letras no me atraen, pero voy a intentar describir, con la mayor claridad posible, unos hechos que han acabado con mi vida, mi mundo, mis intereses y mis ilusiones.

Ahora mismo, la vida, mi vida, carece de sentido.

Debo tomar la decisión más importante de toda mi existencia y barajo distintas opciones, a cual peor.

Si no creen lo que digo, lean y juzguen.

Lunes 8 de Abril de 2013

sin-tituloSuena el despertador, son las seis de la mañana me levanto con cuidado para no despertar a nadie, me ducho, me visto y recojo el equipaje, que tengo preparado en el recibidor, para salir de viaje.

Soy ingeniero electrónico y trabajo como representante de una marca conocida de sistemas de seguridad, atiendo una extensa zona del país haciendo las demostraciones pre-venta, instalando, supervisando y llevando el mantenimiento de las instalaciones en empresas, bancos, centros oficiales…

Hoy me desplazare a la provincia de Zamora donde tengo concertadas varias entrevistas con clientes durante tres días.

Algunas veces tengo que quedarme con un cliente hasta tarde, invitarlo a copas, clubs de striptease. Y en ocasiones he tenido que pagar alguna prostituta para que los acompañen y así facilitar el contrato. A mí el contacto con una profesional del sexo me repele. Solo tuve una experiencia a los dieciséis años y no la he repetido nunca más.

Todas las semanas viajo a una zona u otra, de lunes a miércoles y vuelvo el jueves a casa. Los viernes trabajo en la oficina. Así llevo tres años, es mucho esfuerzo pero lo hago con gusto, porque mi familia lo merece.

El negocio lo creamos Fede, un amigo, compañero de facultad y yo, hace ocho años y nos va bastante bien. De hecho en casa no hay problemas económicos para llegar a fin de mes, como les ocurre a otros.

Antes de salir entro en la habitación de los pequeños y les doy un beso sin despertarlos, Pepito de 10 años y Milagritos de 8, duermen como angelitos en sus camas.

Después paso por la habitación de mi niña, Ana, casi una mujer de 14 años. Al acercarme he tocado el ratón de su portátil y se ha iluminado la pantalla, la tenue luz me permite ver su rostro, le aparto el pelo castaño claro que cubre su cara y le doy un beso. Es preciosa.

Recojo el equipaje y me dirijo al garaje lo cargo en el coche y antes de subirme realizo una comprobación que ya se ha convertido en rutina y así asegurarme de que llevo todo lo necesario.

Mi equipaje, maleta con muestras, ordenadores.. En fin parece que esta todo.

Yo.-¡Vaya!. Me falta lo principal, la cartera con la documentación, tarjetas, dinero…! Pufff!, menos mal que me he dado cuenta antes de salir.

Subo al piso, abro la puerta lentamente y entro despacio, no quiero encender la luz, localizo la cartera en el mueble situado a mi izquierda en el recibidor.

Oigo hablar en la habitación.

Avanzo por el pasillo hasta llegar a la puerta de mi dormitorio que esta medio abierta, tal y como la deje al salir, me acerco por el pasillo, si Mila está despierta entrare a darle un beso.

Al acercar mi mano al pomo de la puerta la oigo reírse, parece que está hablando con alguien. ¿Tan temprano?. Me acerco y presto atención…

Mila.- ((Que si tonto, ya se ha ido, pero no puedes venir ahora, vete a casa a dormir la mona que yo tengo que levantar a los niños para llevarlos al colegio. -………- Que sí, que esta noche os espero , a Jorge también-……..- jajaja-…….-vale Manolo, como tú me digas, te esperaré con las piernas abiertas y sin bragas. A las once ya se habrán dormido los niños,-…….-si, seguro, porque les pongo una gotita del somnífero que me receta mi médico para dormir disuelto en la leche y no se despiertan ni a tiros,-…….- No, la mayor tampoco molestara, ella ya sabe que no debe decir nada, -……..- Vale pues os espero. Un beso en la puntita.))

Oigo colgar el teléfono, estoy a punto de desmayarme, los latidos del corazón me golpean el pecho como si fueran martillazos, las sienes me van a estallar, me mareo y estoy a punto de caerme.

Las manos me tiemblan y siento hormigueos en el dorso.

No puedo pensar, tengo escalofríos. Me apoyo de espaldas en el mueble del pasillo.

Doy la vuelta despacio, a tientas y salgo al recibidor abro la puerta principal salgo del piso y cierro sin hacer ruido.

En el garaje, subo al coche y me siento con la cabeza sobre el volante tratando de alejar de mi mente lo que ha ocurrido.

No puedo creerlo, Mila, la esposa perfecta, la que no se deja ver desnuda, que jamás me ha hecho una mamada, que ya hace años tengo que pedirle, por favor, que me deje hacerle el amor apenas una vez al mes..

¿Me engaña?. Y ¿con dos a la vez?.

Tengo que estar equivocado, he malinterpretado lo que he oído, esto debe tener una explicación sencilla y después me reiré de lo mal pensado que soy…

¡¡JODER!! Pero que estoy diciendo..

He oído a mi mujer decirle a alguien que lo esperará “con las piernas abiertas y sin bragas”.

Esto debe ser una broma de mal gusto.

Mi delicada esposa, a la que solo una vez desde que nos casamos he visto desnuda, incapaz de una palabra malsonante, hablando de bragas, piernas abiertas, besos en la puntita.

¿Qué puntita? ¿De quién?

Ha nombrado a Manolo y a Jorge

¿Quiénes serán Manolo y Jorge?

Mi cabeza es un torbellino de ideas confusas. Tengo que hacer algo. Intento serenarme y trato de pensar fríamente. Necesito averiguar qué está pasando.

¿Cómo puedo enterarme de lo que pasa en mi casa?.

¡¡Hostia, lo tengo a la mano!! ¡¡Si es a lo que me dedico!!

Trabajo en seguridad electrónica y dispongo de los medios para ver, oír y grabar, todo lo que quiera, solo tengo que instalar las cámaras de demostración en el piso y observar desde otro lugar.

Pero ¿desde dónde?.

Tengo que salir de aquí, dentro de un rato Mila vendrá por su coche para llevar los niños al colegio y no debe verme.

Salgo del garaje y estaciono el coche a dos manzanas, en un aparcamiento de pago, cojo la maleta de demostraciones y me dirijo a la cervecería cercana situada al otro lado de la calle __________, desde donde diviso el portal de mi bloque.

Pido un café, Mentalmente realizo un esquema de la instalación a realizar, donde situar los equipos, cuantos, que zonas me interesa controlar…

Son casi las ocho. Veo como sale mi hija Ana, corriendo hacia la esquina de la calle, a coger el autobús para su instituto.

Minutos después veo salir a Mila con los niños en su coche, un Peugeot 205, camino del colegio.

Mila tardará más de una hora en volver, es el tiempo del que dispongo. Pago el café que apenas he probado. Tengo la garganta cerrada.

Con la maleta me dirijo a casa, espero no encontrarme con ningún vecino, aunque en la planta solo está ocupado nuestro piso y la distribución de los accesos hace muy independiente la entrada y tenemos poca o ninguna relación con la vecindad.

Realmente no conozco a ningún vecino.

Entro en mi casa y me golpea el familiar aroma a desayuno, los olores matutinos de los baños.

Llevo cuatro cámaras, de última generación y alta definición, conectadas vía radio, con señal codificada en la banda de 2,4 Gh, un concentrador de cámaras conectado mediante modem móvil a la red de móviles e Internet.

Desde la puerta de entrada se accede al recibidor, a la derecha está situada la puerta de mi despacho, a la izquierda un mueble bajo y un espejo y a continuación la puerta del salón.

Frente a la puerta de entrada principal otra puerta permite el acceso al pasillo, donde, a la derecha, están las puertas de la habitación de los niños y a continuación la de Ana.

Al fondo del pasillo, al frente el baño pequeño y a la izquierda la puerta de mi habitación, a la que se llega por un pasillo de unos dos metros y medio, con la entrada al baño grande a la derecha.

Mi habitación tiene acceso a la terraza como también el salón y la ventana de la cocina.

La habitación de Ana y mi despacho tienen salida a la terraza de atrás y la de los niños, en medio, tiene la ventana orientada a la misma terraza.

Coloco la primera cámara en el salón, en el interior, sobre la puerta, apuntando hacia la zona del sofá y la terraza, aprovechando la moldura de escayola.

La entrada a la cocina que queda bajo la cámara, queda fuera de campo y no la puedo ver.

En el pasillo coloco la cámara sobre la puerta para ver al fondo la puerta del baño, la de Ana y la entrada a mi habitación.

El baño que queda dentro de mi dormitorio es alargado, la entrada tiene al frente un lavabo doble, a continuación, hacia la derecha, el bidet y el wáter, con la bañera al fondo, separada por una mampara de metacrilato.

Situó la cámara sobre la puerta, en el rincón desde donde se capta el bidet, WC y bañera.

En el dormitorio, el cabecero de la cama de un metro y medio de ancho, está a la derecha, vista desde la entrada, a los pies, separado por unos setenta centímetros, el armario empotrado que ocupa toda la pared.

Dejo la cámara, oculta, en la moldura del techo sobre la puerta, en el rincón que linda con el armario. Se divisa toda la cama, las mesillas de noche y gran parte de la habitación.

Instalo el concentrador, en un doble techo de escayola en el baño que da al pasillo.

Tuve que reparar una fuga de agua y deje un registro por si se repetía.

Llevo conmigo una tablet PC preparada para supervisar toda la instalación.

Realizo algunos ajustes, reorientando las cámaras.

Salgo tras recoger todo y comprobar que no dejo nada que pueda hacer sospechar lo que he hecho.

Al salir llamo a Eduardo, un amigo y compañero, para pedirle prestado por unos días un apartamento que tiene cerca de mi piso.

Por supuesto no le digo para qué, pero que por favor no le comente nada a nadie.

Me dice, riéndose, que soy un golfo y que me pase por su casa a en una hora para recoger las llaves. Su mujer Amalia, está en casa. Hoy no ha ido a trabajar.

Llamo a mi socio a la oficina.

Yo.- Fede?

Fede.- Si, dime José.

Yo.- Mira me ha surgido un problema del que ahora no te puedo hablar, solo te pido que no lo comentes con nadie. Necesito unos días para resolver. No voy a ir a Zamora. El viernes hablamos. Cúbreme. Y repito, nada a nadie.

Fede.- Coño, José, ¿En qué lio te has metido?. Vale, no te pregunto nada, confía en mi discreción, ya nos veremos.

Me traslado a un bar cerca de la casa de Eduardo, que vive con su esposa Amalia y dos hijos de ocho y seis años, no quiero que me vean, lo llamo por el móvil, le indico donde estoy y que por favor me acerque las llaves.

La mañana está fría y parece que va a llover.

Diez minutos después lo veo entrar en el bar, con un chándal y botines de deporte, alto y delgado, algo encorvado, con una cara angulosa.

Trabaja en mi empresa como administrativo pero realiza los trabajos desde su casa, teletrabajo, su mujer es profesora de instituto y él se hace cargo de los niños y la casa.

Se acerca con una sonrisa de complicidad en los labios y nos damos la mano. Pedimos unas cervezas y unos pinchos, charlamos de cosas intrascendentes, al despedirse me guiña un ojo.

El apartamento era su piso de soltero y yo sabía que se lo prestaba a algunos amigos para sus encuentros furtivos, seguramente pensaría que yo tenía algún lío y por eso lo necesitaba. Y no andaba equivocado. Tenía un solo dormitorio una sala con cocina americana y baño. En el mueble de la sala vi algunas botellas de licores.

Desde aquí, aunque cerca, no puedo ver mi piso, pero para Internet no hay barreras. Instalo el equipo de recepción de datos, y una vez en funcionamiento compruebo que tengo una visión muy buena del salón, el dormitorio, el baño grande, situado en mi habitación y el pasillo principal.

Y a esperar. Me extraña que Mila no haya vuelto de llevar a los niños, es tarde. Normalmente tarda una hora en ir y venir. A las diez suele estar en casa.

Son las tres de la tarde. Oigo el ruido de la puerta de entrada, no tengo visión del recibidor. Oigo hablar a Mila con alguien.

Mila.- Carlitos, métemelas aquí.

Carlitos.- ¿Aquí? Aquí te voy a meter otra cosa mira cógela. Y no me llames Carlitos que en el súper se ríen.

La pantalla me da una imagen de Mila entrando en el salón desde la cocina.

Alguien la sigue a su espalda, un muchacho que aparenta unos dieciocho o veinte años, de complexión atlética, de gimnasio, alto y rubio.

Pero ¿Qué es ésto?. ¡¡ESTÁ ABRAZANDO A MILA POR DETRÁS, COGIENDO SUS TETAS Y ESTRUJANDOLAS, MIENTRAS ELLA SE RIE Y LE ACARICIA LA BRAGUETA CON UNA MANO!!.

Me paso las manos por la cara y los ojos, no puedo creer lo que veo.

El chico le sube el vestido, que es de una sola pieza, y se lo saca por la cabeza, ella le ayuda, se quita el sujetador, se queda con las medias de color arena y el tanga. Yo no sabía que utilizara tanga y menos tan pequeño.

Se arrodilla frente al chico, desabrocha el cinturón y la bragueta del chaval, le baja los pantalones y los calzoncillos hasta los pies, mientras él se quita la camiseta y se deshace de los zapatos, aparece una pija morcillona que ella se apresura a acariciar con las dos manos y a lamer desde los huevos al prepucio.

El la empuja y se sienta en el suelo quitándose la ropa que le estorba por los pies, le arranca el tanga de un tirón y en un santiamén están los dos desnudos revolcándose sobre la alfombra.

Mila, arrodillada lo empuja hacia atrás tendiéndole boca arriba, se sitúa con las rodillas separadas sobre sus piernas, coge el pene del muchacho con una mano mientras la otra masajea sus pelotas, empieza a pasar la lengua a lo largo del tronco, lamiendo sus bolas, metiéndose la polla en la boca y chupándola como si de un manjar se tratara.

¡¡Es absolutamente asqueroso!!

Tiene el pene fláccido pero en pocos segundos se endurece y alcanza un tamaño considerable.

Ella se desliza de rodillas, con sus piernas abiertas a los lados de las caderas del muchacho, hasta hacer coincidir su coño sobre la polla y se la introduce lentamente, recreándose, subiendo y bajando como si una cuerda invisible tirara de ella hacia arriba y abajo. Cabalga sobre él como una amazona. Veo su espalda y como por debajo entra y sale de su coño aquella polla.

El muchacho le pellizca los pezones. Le amasa las tetas.

Que a mí me tenía prohibido tocárselas.

Veo su precioso cuerpo siendo penetrado por aquel mozalbete, quince años menor que ella. Sus pequeñas tetas botando arriba y abajo al ritmo de los movimientos de la copula.

Gruesas lágrimas que inundan mis ojos difuminan la terrible imagen que muestra la cámara, es indignante. Me resulta insoportable la visión de la pareja. No veo nunca porno, no me atrae, y esto es peor, porque es mi delicada mujercita la que está ahí follándose a un crio. Siento desgarrarse mis entrañas.

Cada vez que se deja caer sobre la picha, Mila exhala una especie de gemido gatuno, ronco.

El chico alarga su mano y le introduce un dedo en el culo al tiempo que ella acelera el ritmo, el chaval se mueve al compas empujando hacia arriba, ella grita

¡Más! ¡Más! ¡Dame máaaas!

Hasta alcanzar a un orgasmo que la derriba, quedando tendida sobre el pecho del chico.

Se besan con verdadera ansia, sus lenguas se entrelazan. El masajea los glúteos. Las tetas. Ella se incorpora.

Se sienta en el suelo frente a la cámara, eleva sus rodillas y las separa, acaricia su coño, llena los dedos de flujos y se los lleva a la boca, relamiéndose.

Se acaricia los pezones, se los pellizca y embadurna de los líquidos de su vulva y su saliva.

Carlitos.- Ponte de “perrito”.

Ella obedece, se arrodilla separa las piernas, se inclina hasta apoyar la cara en la alfombra, mueve los brazos hacia atrás hasta coger con una mano cada nalga y las separa ofreciendo el orificio abierto al chaval.

Mila.- Follame despacio que duele.

El introduce un dedo, lentamente, dos, tres, lo engrasa restregando su polla por el culo, recoge con los dedos el semen vertido en la espalda y lo unta en el recto, mete su verga en el coño y la saca bañada por los flujos, vuelve a acariciar el culo, escupe en el agujero, se masajea la polla hasta alcanzar la dureza adecuada, la coloca en el orificio de mi mujer y la introduce paulatinamente hasta la mitad en su rosado y redondo agujero.

Mila.- Quiero más.

El chico empuja despacio hasta enterrarla por completo en su culo.

Mila.- Más, necesito mucho más. ¡¡Rómpemelo!!

El chaval arremete con todas sus fuerzas. Su verga parece el pistón de un motor entrando y saliendo del cilindro, cada vez a mayor velocidad.

Parece que Mila está llorando, Carlitos se asusta.

Carlitos.- ¿Qué te pasa Mila? ¿Estás llorando?

Mila.- ¡¡Si, cabrón, lloro de gusto!! ¡¡No te pares!!

Mila grita, se retuerce, pero él la sujeta por las caderas.

Son unos minutos interminables para mí.

Mila profiere un grito y se estira a lo largo, sacando con su movimiento aquel aparato de su culo, en medio de convulsiones espasmódicas de su cuerpo, con la boca abierta parece que le falta el aire, queda como desmayada, mientras él con la verga en la mano termina meneándosela y derramando su esperma sobre las nalgas y la espalda de mi mujer.

Se deja caer en el suelo, al lado de mi esposa, se besan, se acarician.

Mila se levanta con cara desencajada.

Mila.-!!Dios, que tarde es, tengo que ir por los niños!!

Carlitos, la cuenta ya sabes.

Carlitos.- Si Mila, ya lo sé. La camuflaré, como siempre. Algún día me pillarán y acabaré en la calle.

Mila.- No te preocupes, si te despiden ven a verme que te encontrare trabajo. Con ese cuerpo y esa polla tienes futuro.

Se visten a toda prisa sin limpiarse y salen a la carrera del piso.

Estoy destrozado, las imágenes grabadas no dejan lugar a dudas, mi mujer es toda una puta, me ha estado engañando no se desde cuando, pero tengo que averiguarlo.

Tengo que hacer algo. Parte de mi trabajo es la planificación, el análisis científico de los problemas, la búsqueda y aplicación de soluciones. Tengo que aplicar mis conocimientos fríamente.

La primera idea que se me viene a la cabeza es la de entrar esta noche en plena faena y pegarles cuatro tiros de escopeta a los que estén en la cama.

Pero ¿y luego?, yo a la cárcel, mis hijos abandonados…

No, no puedo hacer eso. Tengo que averiguar qué ocurre en mi casa.

Debo actuar con la cabeza y no permitir que mis emociones me cieguen.

Por cierto, ¿mis hijos, serán míos?…

Primero tengo que recabar la mayor información posible, con cautela.

Hacer pruebas de ADN a mis hijos, eso me lo puede solucionar mi amigo Andrés.

Es médico en un servicio que trabaja para la policía, me debe un favor y creo que lo podrá hacer sin pedir demasiadas explicaciones.

Mientras tanto puedo estar controlando la vivienda y los movimientos de Mila por la calle.

Hasta que estén las pruebas de ADN y sepa a qué atenerme, tengo que disimular y fingir que no sé nada.

Mientras puedo seguir vigilando la casa, tendré que instalar más cámaras, en la cocina el recibidor y las habitaciones de los niños, que están fuera de visión.

También tengo que buscar otro lugar donde pueda establecer el centro de vigilancia. Tengo que dejar el apartamento de Edu en tres días y la vigilancia puede alargarse semanas.

Mientras elaboraba el plan a seguir, con un nudo en el estomago y una opresión en el pecho, sin dejar de llorar, me preguntaba porqué.

Porqué mi querida esposa me ha hecho esto.

¿Acaso tengo algo de culpa?, ¿Qué puedo haber hecho mal para empujarla a comportarse así? ¿O ella ha sido siempre así y yo no lo he visto, no he sabido verlo?.

Las preguntas y las dudas me roían las entrañas.

Encontréé una botella de whisky de Eduardo y tome un trago, que bajo arañándome la garganta.

Sentado en el sillón de la sala no quiero pensar, no puedo pensar con claridad. Intento relajarme.

Algo se mueve en la pantalla, veo entrar a mi mujercita con los dos pequeños.

Nada anormal. Meriendan y se ponen a hacer los deberes y a jugar.

Deje de grabar cuando salieron los dos amantes de casa y conectare la grabadora cuando haya “acción”.

Llega Ana y se encierra en su habitación. No puedo ver que hace pero se oye la música, “My only chance” de Eminem, que conozco porque la escucha continuamente.

Mila llama a los niños para cenar. Veo como se van a su habitación. Mila le lleva un vaso de leche a cada uno.

Supongo que llevan el somnífero que los aturde durante la noche, mientras ella se divierte.

Ana va a su cuarto.

Una sensación de ardor de estomago me invade. Siento fuego en mi pecho.

Intento calmarme.

Imágenes de lo visto por la tarde bombardean mi mente.

Mila mamándole el miembro a ese chaval.

Él dándole por el culo.

La rabia me corroe.

Mila entra en el baño, se desnuda.

Al ver su cuerpo un ramalazo de pasión hace que mi polla se endurezca.

Su cuerpo de curvas suaves, pechos pequeños se mantienen duros, a pesar de los embarazos. Un culo respingón precioso, suave.

Es muy bonita, me enamoré desde el primer momento que la vi en el campus de la universidad y la he amado desde entonces. Fue en el otoño del 97, ella tenía 19 años, estudiaba segundo curso de psicología y me la presentaron unos amigos comunes en el bar de mi facultad.

Alegre, vivaracha, me cautivó.

Poseía una elegancia natural, una seguridad en sí misma y una frescura, nada sofisticada. De media estatura, ojos oscuros y profundos, pelo castaño, recogido en un moño que realzaba la belleza de su rostro. Hablaba con pasión de sus estudios, mientras yo la miraba como un tonto a los ojos.

En la pantalla veo que coge algo de un cajoncito del mueble del baño, no puedo ver qué es. Entra con él en la ducha y los vapores no me dejan ver que hace. Coge la toalla y se seca. Se pone unas medias negras, sujetador “media copa” que deja sus pechos a la vista y encima un camisón que apenas le llega a las caderas, también negro, casi transparente que contrasta con la blancura de su piel, realzándola y dejando a la vista su delicioso cuerpo, sin bragas.

Hace quince años, en la noche de bodas, la vi así, pero ya me advirtió que era la primera y la última vez. Y así ha sido.

Yo respeté sus deseos por amor.

Hasta hoy, en que he podido verla a través de unas cámaras y preparándose para otro u otros. Traicionándome.

Algo que jamás se me pasó por la cabeza hacerle a ella. Y que ni en las peores pesadillas imaginé que me hiciera a mí.

Son las once y algo de la noche suena el portero electrónico.

Mila atraviesa el salón y responde desde el recibidor. Poco después abre la puerta y se oye una pequeña algarabía, risas, palmadas, grititos…entran en el salón dos individuos con Mila en medio, ella colgando, con un brazo sobre el hombro de cada uno de ellos, sus piernas abiertas y con las rodillas flexionadas como si fuera en una silla en alto y sin asiento. Le palmean el culo con la mano libre. Ella se vuelva para besarlos a uno y otro lado, le lamen la cara, la boca, los ojos.

De frente veo su coño abierto, reluciente.

¡!Esta mojada, brilla la parte interior de los muslos con su flujo!!.

¡!Conmigo siempre estaba seca!!.

La depositan en el sofá y uno de ellos, el más bajo, se arrodilla y mete la cabeza entre sus piernas chupando ruidosamente el coño y el culo, mientras el otro de pie a su lado le acerca su pija a la boca y ella, sin dudarlo, se la traga entera, con glotonería, con cara de viciosa, con la cara desencajada por la lujuria. Babeando y atragantándose.

Le dan arcadas pero ella sigue tragándose, hasta el fondo de su garganta la polla del alto. Su cara refleja la lujuria, el vicio.

Yo no la he visto así en quince años de matrimonio y uno de noviazgo.

¿Quién era Mila? ¡¡Una total desconocida para mí!!.

¿Me habría querido alguna vez?.

Y yo ¿La podría seguir amando tras conocer su faceta perversa?.

De pronto me fijo en el más alto, que está de pie, lo conozco, es Manolo, uno de los padres de la APA del colegio de los niños, al otro no lo conozco, supongo que será el tal Jorge y también estará relacionado con el colegio.

El trió se mueve con un extraño compás.

Mila llega al primer orgasmo con una facilidad pasmosa.

Conmigo era raro que llegara, yo pensaba que era frígida, ahora veo que no.

Me viene a la mente la frase “No hay mujer frígida, solo hombre inexperto”.

Pero me consuela recordar que yo intentaba, por todos los medios, que ella me permitía, hacerla llegar al orgasmo, pero solo lo lograba en contadas ocasiones. ¿Fingia?

Jorge se incorpora intentando la penetración mientras ella sigue sentada en el sofá pero no lo logra.

Manolo se sienta al lado de Mila, le pasa un brazo por su espalda, la levanta y ella se abre de piernas y se coloca sobre sus rodillas, dándole la espalda.

Con la mano, ella misma, coge su polla y se la lleva al coño sentándose encima y clavándosela hasta el fondo, mientras soltaba aire con un ¡¡AAHHHHH!!

Jorge sigue arrodillado y hunde su cara entre las piernas de los dos, lamiendo el coño de ella y la polla del otro cuando se sale, siendo él mismo quien la coge con la mano y la vuelve a meter. Mila grita al llegar al clímax, que coincide con el de Manolo.

Se deshace el grupo, se levantan y se desplazan hasta el dormitorio, “MI dormitorio”, observo como entran, gastándose bromas, con risas, con toques en su pubis, en las tetas, mientras ella agarraba un miembro con cada mano y tiraba de ellos hasta la cama.

Mila se deja caer de espalda, levantando y abriendo las piernas en V, ofreciendo, a los dos afortunados la vista de su sexo abierto y mojado.

Cada uno se dirige a una pierna y le quitan las medias.

Se lanzan sobre ella los dos a la vez, Jorge logra colocarse entre sus piernas y la penetra con violencia, con grandes golpes de cadera que producen un ruido, Chof, Chof, combinación del aire y los líquidos de su vulva al ser golpeados por la polla de él.

Mientras el otro se la folla por la boca provocándole nuevas arcadas, sin embargo ella no se queja, al contrario, intenta que entre mas y mas profundamente en su garganta.

De pronto lo empuja se saca el miembro de la boca para gritar de placer en un orgasmo que la empuja a levantar sus caderas, apoyando sus pies en la cama, buscando una mayor penetración. Levantando en vilo a Jorge.

Queda desmadejada sobre la cama, mientras ellos se tienden a ambos lados de ella, que acaricia sus pollas, una en cada mano, a su vez ellos se reparten sus tetas, chupándolas, amasándolas y pellizcándolas, mientras meten los dedos en su chorreante coño.

Manolo saca los dedos de su almeja chorreando de flujo y semen y se los mete en la boca.

Ella los saborea relamiéndose y cerrando los ojos con la cara de una niña traviesa, chupándolos como un sabroso caramelo.

Puedo ver moratones en sus pechos, claro, ese era el motivo por el que me decía que le dolían y no me permitía verlos y menos tocarlos. Por eso era tan púdica y recatada, siempre tapada como una monja. Y yo pensando que era por pudor.

Tras unos minutos hablando y riendo, haciéndose cosquillas, Manuel tendido como estaba de espaldas pasa un brazo por debajo y se la sube encima, frente a frente, ella rodea con sus piernas las caderas de Manuel, se deja caer sobre su pecho, pasa su mano entre los dos vientres le agarra la polla y se la introduce en su coño, iniciando un sensual movimiento de caderas adelante y atrás.

Mila.- ¡¡Ponte detrás Jorge, ponte detrás!!.

Jorge se coloca a su espalda acariciando sus pechos, uno en cada mano, fricciona su verga por la espalda y el culo.

Mila.- ¡METEMELA POR EL CULO!! ¡Cabrón, métela ya!.

Se deja caer sobre el pecho de Manuel, dejando su anito a la vista, el otro no se lo hace repetir, escupe en el culo, pasa su mano desde la vulva a su ano y de un golpe la penetra, haciéndola proferir un grito ¡!AAAAGGHH!!, e iniciando un vaivén al que se acoplan los tres, siendo penetrada por la vagina y el ano a la vez.

La cama cruje, parece que se va a desvencijar.

Por eso me decía que la cama tenía poco aguante y había que cambiarla.

Los gritos de los tres resuenan en la habitación, los vecinos deben oírlo todo.

Tras varios minutos moviéndose, Jorge la saca de su culo y se corre sobre la espalda, arqueándose y profiriendo un ronco rugido.

Mila.- Métemela hijo de puta no la saques, ¡AAHHHHGG! Llevo corriéndome desde que me la metiste por el culo, mamón, métela.

Jorge intenta meterla, pero esta floja y no entra.

Manuel debajo no puede más y se corre dentro de su coño.

¿Dentro de su coño? ¿Sin condón?. Y los embarazos, las enfermedades, Dios mío.

Se tienden en la cama y se quedan dormidos los tres despatarrados, uno a cada lado de ella. Las manos de ellos en sus tetas y coño, las de ella agarrando sus pollas.

No apagan la luz y media hora después, sobre las cuatro de la mañana, se levantan los dos amigos, entran en el baño y se duchan, lavándose, sospechosamente, uno a otro.

Al salir del baño entran en el dormitorio y despiertan a Mila a golpes de polla en su cara.

Pasan al salón donde se quitaron la ropa y se visten, ella sale desnuda, les besa en la boca y los acompaña a la puerta.

Vuelve al salón, trae en las manos el sostén y el camisón que se puso tras la ducha. Se va a la habitación y se acuesta desnuda, sin lavarse, huele la ropa de cama donde se ven las manchas de flujo y semen…

Apaga la luz y poco después se queda dormida, desnuda, sin taparse.

Debe tener la calefacción a tope para no tener frio así. Ahora entiendo en porque de las facturas de la electricidad.

La luz infrarroja me permite verla con una mórbida palidez.

¿Podre dejar de quererla algún día?.

A pesar de los acontecimientos me obligo a descansar, vestido, sin deshacer la cama me tumbo y me quedo dormido.

Tengo sueños extraños, me despierto empapado en sudor.

Hombres sin rostro me arrebataban a mi mujer y mis hijos, yo les cogía las manos pero ellos tiraban y tiraban de los míos para llevárselos.

PARA CONTACTAR CON EL AUTOR
noespabilo57@gmail.com

 

Relato erótico: “Nami se divierte – parte 1” (POR CANTYDERO)

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el-elegido2Era una noche profunda la que caía sobre el Going Merry, mecido suavemente por las olas en medio sin-titulodel mar. La tranquila noche fue rasgada por un bostezo que venía el mástil.

– ¡¡Woaaaaaaah!! – bostezó la joven pirata Nami desde el puesto de vigía de la nave.

El turno de vigilancia nunca era agradable, pero estaba acordado que cada noche le tocaba vigilar a uno de los piratas, por lo que pudiera ocurrir. Y Nami no se salvaba por ser chica.

– ¡Qué aburrimiento…! –musitó la pelirroja para sí. – Todos los demás están durmiendo y yo aquí como una tonta vigilando.

La noche era calurosa a pesar de que el sol ya se había escondido en el horizonte del mar hace ya horas. La luna iluminaba el mar estupendamente, casi como si conservara el calor del astro rey. Esa temperatura es la que hizo que Nami, en medio de su aburrimiento, tuviese una idea perversa…

Y es que su cuerpo voluptuoso sufría el calor, pero también guardaba un calor de otro tipo. Un calor que una mujer experimenta por mucho que quiera ocultarlo. Un calor que ni el desierto puede igualar, que sale de dentro y va a más si no se apaga… Ella vivía en contacto con hombres durante todo el día, respiraba su testosterona, pero ella guardaba las apariencias. Sin embargo, en privado, y cada vez más frecuentemente, se vendía a sus instintos de mujer.

Pensó en hacerlo desde lo alto del mástil. No podía estar más expuesta pero a la vez más protegida, y el solo pensar en masturbarse desde lo alto del barco le tentaba enormemente. De cualquier forma, todos dormían, ¿no era así?

Nami se rindió al deseo y a las hormonas. Empezó a deslizar su fina mano hacia su falda y metió sus dedos por debajo de la tela. Alcanzó a tocar su tanga, sintió como se moría por la anticipación del deseo que surgía de querer estar tocándose ya. Se sentó en el cubículo de vigilancia, y ya se había bajado la falda a la altura de las rodillas.

Los potentes muslos de Nami estaban ahora desnudos, sólo cubiertos por su tanguita fucsia. Nami se anticipó antes de cumplir su deseo, recorriendo con sus manos temblorosas de lujuria sus piernas tersas, suaves como la seda, recién depiladas. Frotando la parte interna de sus extremidades llegó hacia donde la tanguita la esperaba.

Sus dedos tocaron impunemente la parte hinchada de sus labios sexuales a través de la telita. Su órgano sexual estaba impaciente por ser frotado también.

Sus manos se pusieron a ambos lados de su cintura y deslazaron los nudos de la prenda interior sin esfuerzo. Su tanga cayó y la rajita de Nami quedó expuesta a la noche, al cielo.

Qué calor… Nami no pudo quedarse quieta y se liberó también de la camiseta que tapaba sus senos. Cualquiera que conozca a Nami no olvida sus generosos pechos…

En otra ocasión podría haberse inhibido, pero el deseo de sexo la había dejado completamente desnuda en lo alto del mástil. Sus prendas estaban a sus pies, ella estaba como la trajeron al mundo y a la merced de sus propios dedos.

Dedos que no tardaron en ser curiosos y acercarse a la vagina de su dueña, siguiendo sus órdenes. La vagina de Nami no tenía vello ninguno, estaba cerradita pero ligeramente húmeda cuando sufrió el tacto de las temas de sus dedos. Una sensación electrizante recorrió la vulva y el cuerpo entero de Nami, que sabía que a partir de aquí empezaba el placer sin límites al que se entregaba.

Sus dedos perdieron el control que imponía su dueña y se dedicaron a recorrer sin miramientos la abertura femenina, mientras con la otra mano se estrujaba uno de sus pechos contra el otro. Una de sus falanges se introdujo un poco en su intimidad mientras al mismo tiempo retorcía el clítoris con el pulgar.

– Ay, dios… Así… Y mis tetas….

Nami movía la masa de sus tetas de forma impresionante, sintiendo su contenido contra su piel, asfixiándose con su tacto. Su clítoris era víctima de toqueteos por todos sus ángulos.

– ¡¡Vamos, dame más!!

En un momento masturbatorio que ella conocía como la palma de su mano, coló una parte de su pecho en su propia boca, pezón incluido. Llenó su pecho de saliva jugosa. Sus tetas eran tan grandes que permitían esa pornográfica travesura.

– Mmmm… siiiiii… – decía Nami a duras penas, pues no es fácil gemir cuando se comía a sí misma las tetas.

Ahí, mientras succionaba su pezón con ahínco y machacaba su otra teta a manoseos, mientras su otra mano se fundía y casi penetraba su delicado coñito, Nami encontró el fuego que buscaba…

Sus pensamientos se agolpaban en su mente, imágenes de aquellos que la acompañaban usándola como juguete sexual para satisfacer su cansancio. Ella recibiendo todo de ellos, todo…

Cambió el pecho de su boca para llenarlo también con saliva. Su mano se retorcía a una velocidad de vértigo, como si fuese a robarle sus labios íntimos, y lo mismo con la que estaba retorciendo sus tetas como en un cuadro surrealista. Nami se daba a sí misma lo que ningún hombre le había dado.

– ¡¡mmmmmmmMMMMMMMM!!

Loca por el placer que sentía por todo su cuerpo, dejó de chuparse el pecho y siguió golpeando sus tetas y sobando su conejito… El clítoris parecía que iba a reventarla por dentro.

Sabía que lo que estaba a punto de hacer era una irresponsabilidad, pero le importó bien poco. En medio de la noche, se sentía sola. Nunca lo había hecho en su habitación mientras se tocaba, pero esa noche decidió gritar a pleno pulmón, dar rienda suelta a su faceta de hembra cachonda.

– ¡¡¡aaaaaaaaaaaaaAAAAAAAAAAAAAAAAAAAHHH!!! ¡Dameeee, ricooooo! ¡Así, así, maaaAAASS!

No pudo evitarlo, pero siguió. Se avecinaba el momento, sus extremidades frenéticas la llevaron a la humedad, al orgasmo que tenía que experimentar como castigo…

Nami sentía que iba a explotar y se corrió, loca de felicidad:

– ¡Dios! ¡aaaAAHH! ¡¡Me corro jodeeeeerr!! ¡¡AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAHHHHHHHH!! ¡¡SÍI!!

Y menudo orgasmo tuvo… No paraba de menearse, de convulsionarse contra los tablones…. Mientras, borbotones de fluido se abrieron paso desde el interior de la anatomía de Nami y salieron vertidos por su coño, mojando los labios, la pelvis y parte de los muslos de la mujercita. El sexo líquido chorreó de ella despedido como una fiera, y ella seguía gritando de placer por la masturbación que divinamente se había proporcionado.

Sus zonas de placer aún latían doloridas e hinchadas por el roce de sus propias manos, que yacían desfallecidas a ambos lados de su cuerpo. Nami notó como el placer se fue extinguiendo y su voz se fue apagando, mientras seguía sudando y con los ojos cerrados, paralizada por el placer…

Sin embargo, los gritos que habían rasgado la noche tenían una clara consecuencia. Alguien la estaba viendo empapada, desnuda y poseída por el autoplacer…

 

Relato erótico: “Mi venganza 2” (POR AMORBOSO)

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indefensa1En la actualidad

sin-tituloAl día siguiente, nos despertamos tarde. De hecho, pasaba de medio día del sábado. Yo hubiese seguido durmiendo, pero la boca que envolvía mi polla me impedía concentrarme en seguir durmiendo.

Como no me quedaba más remedio, dejé mi sueño y me concentré en el trabajo que Habiba estaba realizando.

Es una maestra. Sujeta mis huevos con una mano, separando el dedo medio, que apoya en mi perineo, mientras se la introduce despacio hasta el fondo de su garganta, la presiona con su lengua contra el paladar para aumentar el placer, al sacarla suavemente, la rodea y presiona con los labios entorno al glande a la vez que acaricia el borde con la punta de la lengua.

-MMMMM ¡Cómo me gusta como me la chupas! Hoy parece que hasta le estás poniendo más interés.

-Me alegra que te guste. Quiero agradecerte que anoche me hicieses la mujer más feliz del mundo. –Dijo sacándola de su boca.

-¿Por qué te hice la mujer más feliz?

-Porque anoche me utilizaste para tu placer. Cuando azotabas mi culo me excitaba pensando que mi dolor calmaba tu ira. Me sentí útil, sentí que estaba realmente a tu servicio y, sobre todo, me sentí tu esclava de placer.

Dicho esto, volvió a su tarea.

La hice acostarse boca arriba sobre la cama.

-Me apetece comerte el coño. Abre bien las piernas.

Obedeció de inmediato y me coloqué de arrodillado entre ellas. La levanté por el culo, hice que pasase sus piernas sobre mis hombros y me puse a recorrer con mi lengua los bordes de su coño. La encontré ya mojada y abierta, pero esta vez no era porque otro había dejado su lefa, ni siquiera la mía, que se había limpiado por la noche, era auténtico flujo generado por la excitación. No lo dudé más. Dejé resbalar su culo hasta la cama, manteniendo sus piernas elevadas y dejé entrar mi polla en su interior.

No estaba totalmente dura, pero resultó mejor, ya que entraba doblándose, lo que permitía que al mismo tiempo frotase su clítoris.

Estuve un buen rato entrando y saliendo despacio, procurando que sintiese bien el roce, lo que también aumentaba mi excitación y dureza, hasta que ya no se doblaba. Entonces empecé a moverme con rapidez, machacando el coño lo más rápido que podía, y golpeando mi pelvis contra la suya.

-OOOOOHHHHH qué gusto me das, me vas a hacer correrme ya.

Mis palabras fueron el detonante de su orgasmo, que, como siempre solamente evidenció con gemidos que inicialmente no supe si eran de placer o dolor.

-MMMMMMMMMMMMMMMMM

Yo seguí machacando un rato más, hasta que empecé a notar que se acercaba mi orgasmo, No se qué pasó por mi mente, pero solté sus piernas y comencé a abofetear sus pechos alternativamente, hasta que me corrí en su coño mientras me dejaba caer sobre ella, que al sentir mi corrida, alcanzó un nuevo orgasmo que no pudo disimular.

-AAAAAAAAAAAAAAAHHHHHHHHHHHHHHHH

-MMMMMMMMMMMMMM. AAAAAAAAAAAAHHHHHHHHHHH. SIIII.

Ambos quedamos agotados sobre la cama, donde permanecimos un buen rato, uno junto a otro dominados por un suave sopor.

Nos despertó una llamada a la puerta.

-Ya voy yo a ver quién es. –Dije, mientras me ponía unos pantalones y Habiba se dirigía a lavarse al baño.

Siempre recomiendan observar por la mirilla de la puerta por si acaso, sobre todo si es en un horario no habitual para visitas, pero no tuve en cuenta la recomendación y abrí sin más.

Allí estaba ella, más delgada y desmejorada. Me quedé paralizado durante un instante, pero me recuperé de inmediato cuando el dios de la ira derramó sobre mí todos sus dones.

-Hola (voy a decir que me llamo… Juan), ¿qué tal estas?

La primera idea que asaltó mi mente fue partirle la cara a puñetazos y luego estrangularla, de hecho, empecé a levantar mis puños cerrados. Afortunadamente, un poco de cordura que todavía me quedaba por algún rincón me dijo que no debía hacerlo.

Si habéis leído los relatos anteriores, comprenderéis que odie a mi ex hasta límites increíbles. Creo que es lo lógico después de estar años engañándome, y sobre todo, lo que más me dolió fue las veces que me dijo que se encontraba excitada, que me deseaba y me estaba esperando, cuando la realidad era que su humedad era consecuencia de la reciente corrida de su amante que todavía se encontraba en casa y que me entretenía para que pudiese salir sin ser visto.

Para mí, el sexo entre dos personas que se aman es el momento más sublime en un matrimonio o pareja. Son dos personas que se unen dando al otro lo mejor de si mismos para que disfrute y comparten lo más íntimo que tienen.

Ella se mofó de mis ideas al utilizarlas para presionar más en la herida del engaño.

-¿Qué haces aquí, maldita puta? Lárgate a follar con tu Jorge y no me molestes, si no quieres salir volando por la ventana.

-Lo siento, Juan, pero necesito hablar contigo y tu ayuda.

Esto último lo oí mientras me echaba hacia atrás y cerraba de un portazo.

-Por favor, Juan, necesito que me escuches. –Se escuchaba a través de la puerta.

Yo me dirigía hacia el interior, sin dirigirme a un lugar en concreto. Terminé en el dormitorio, donde Habiba estaba terminando de ponerse la falda y blusa que utilizaba cuando teníamos visitas.

-Juan, escúchame, por favor.-Se oía la voz llorosa.

-Amo, porqué no la escuchas. Tiene problemas. Quizá eso te beneficie y puedas sacar algún provecho. Si eso solamente sirve para incrementar tu ira, siempre puedes calmarla conmigo.

Oír eso ya me la empezó a poner morcillona. Ella conocía toda mi vida anterior y mi odio hacia mi ex, pero pensar en otra noche como la anterior, me estaba excitando.

-No se si podré escucharla sin saltarle al cuello y estrangularla.

-No te preocupes, yo estaré a tu lado para calmarte.

Me llevó hasta mi sofá favorito en el salón y me hizo sentarme mientas pasaba la mano por el pantalón, palpando mi incipiente erección y me decía.

-Espera aquí, amo, yo te la traeré.

Y se dirigió a la puerta, tras la que no había dejado de oírse la cantinela de lamentos: “Por favor, Juan…”

La hizo pasar al salón y la dejó de pié delante de mi. Nadie dijo nada. Habiba salió, dejándonos solos. Carla miró alrededor, y vi que dudaba entre sentarse o permanecer de pie. Al ver que yo no le decía nada, siguió de pié, mostrando sus nervios frotando sus manos entre si y sobre su ropa. Como yo seguía sin hablar, comenzó ella.

-Juan, no era mi intención molestarte, pero necesito ayuda y no se a quien más acudir. Ya,.. Ya se que no eres el más indicado para pedirle ayuda, pep… pero estoy desesperada. Sé que te hice daño, pero en recuerdo de aquel amor que nos teníamos, te pido ayuda. Es un caso de vida o muerte…

Mi cuerpo se convirtió de repente en una olla Express. Mi ira estaba ya saliendo por la válvula de seguridad mientras hacia el intento de levantarme para matarla, cuando Habiba entró en la estancia, totalmente desnuda, sorprendiéndonos a los dos, y dirigiéndose a mi, se arrodilló entre mis piernas, abrió mis pantalones y, a falta de otros impedimentos, sacó mi polla y se puso a hacerme una mamada.

¡Cuánto le debo a esta mujer! Mi ira se calmó de golpe, Carla quedó muda y durante unos segundos, no se oyó otra cosa que la mamada. Cuando iba a decir algo, se sacó la polla de la boca al tiempo que la cogía con su mano y tiraba hacia arriba, lo que me obligó a levantar el culo del sillón y ella aprovechó para bajarme los pantalones hasta los tobillos. Cuando volví a caer sobre el asiento, ella puso una mano en mis huevos y volvió a meterse la polla en la boca.

Pasado el primer impacto, volví a mirar a Carla no apartaba la vista de lo que estaba pasando y le dije mientras notaba que mi ira volvía:

-Maldita puta. ¿Ayuda? Lo que te voy a dar es una pal…

Una presión sobre mis huevos cerró mi boca y me hizo entender que quizá ese no era el camino.

-Perdóname, pero es un caso de vida o muerte…

-Eso ya lo has dicho. ¿Qué quieres? ¿Por qué has venido?

No voy a reproducir la conversación “tal cual” porque sería muy largo. Voy a resumir lo que me contó y logré sacarle con mis preguntas, sabiamente guiadas por Habiba, que presionaba mis huevos cuando el camino era equivocado y trabajaba presionaba mi polla con su lengua mientras la metía y sacaba de su boca cuando el camino era el correcto.

Parece ser que desde el día que yo salí de casa, Jorge ocupó mi lugar y ambos estuvieron viviendo con los ingresos que les proporcionaba el derecho sobre mi contrato de explotación de mi patente en mi antigua empresa, siempre con la promesa de que Jorge estaba buscaba trabajo y que pronto lo iba a encontrar. De hecho, todas las mañanas salía cerca de mediodía a buscarlo con la cartera llena y volvía a última hora de la tarde con la cartera vacía y bastante bebido.

“Que si un café con unos que pueden ofrecerme algo, que si unas cervezas con otros que me han prometido… Que si unas ginebras con esos que pueden…”

Si ella le recriminaba algo, le daba una paliza y luego la follaba por todos sus agujeros, si no decía nada, la follaba por todos sus agujeros. Luego, unas veces cenaban y otras se quedaban dormidos. Al día siguiente, follaban al despertar y el se iba con la promesa de ese día iba a encontrar trabajo.

Un día, Jorge volvió con un sobrecito que contenía un polvo blanco. Le dijo que era algo muy bueno que ya había probado en la cárcel. Ella le dijo que no quería saber nada de drogas, permaneciendo firme ante su insistencia. Le hice confirmar que no tomaba drogas. El, se encogió de hombros, se preparó una raya y la esnifó.

Esa vez, la estuvo follando sin parar no supo cuanto tiempo. Terminó reventada. Al día siguiente, esnifó una segunda y volvieron a follar como conejos. Ese día ya no salió a pedir trabajo, ni al siguiente. A otro era fin de semana, y acostumbraban a no hacer nada, se pasaban el día follando, porque Jorge era una máquina de follar (aquí necesité un apretón de huevos tan fuerte que me hizo gritar). El domingo por la mañana, salió porque había quedado con amigos y cuando volvió llevaba otro sobre. A partir de ahí fue en aumento. No les llegaba con los ingresos de mi patente y empezaron a gastar los ahorros. Cada vez necesitaba más y ella no podía oponerse. Se quedaron sin ahorros y comenzaron las discusiones y peleas. Intentaron vender la casa, pero estaba a mi nombre y no pudieron hacerlo. El hacía pequeños robos que lo llevaron a comisaría varias veces, pero le soltaron porque no pudieron demostrarle nada. Al fin, con la promesa de Jorge de rehabilitarse, Carla pidió un préstamo al banco poniendo como garantía los ingresos de la patente.

Un mes después no les quedaba dinero, Jorge no había intentado rehabilitarse y perdieron los ingresos de la patente. Entonces Jorge dijo que un amigo le daba trabajo y fue a un prestamista mafioso y pidió cincuenta mil euros al módico interés del veinte por ciento mensual para mantenerse un mes o dos, hasta cobrar su primer sueldo. Fue a trabajar dos días y el dinero desapareció con rapidez. A los dos meses, el mafioso le reclamó el dinero, los setenta mil euros que no tenían. Con mentiras y engaños los entretuvo otro mes más, pero al final, le pegaron una paliza que estuvo una semana hospitalizado, además de amenazarle de muerte si no pagaba a final de mes.

Carla fue al prestamista a por ochenta mil euros en las mismas condiciones para que él pagase su deuda. Pagó la mitad consiguiendo una prórroga de otros dos meses y se quedó el resto. Esa semana vencía la deuda y no tenía absolutamente nada para pagar la de ninguno de los dos. Jorge había recibido una nueva paliza y estaba nuevamente hospitalizado, y ella sabía que los iban a matar.

Había sabido que las cosas me iban bien ahora. Necesitaba mi ayuda para que les prestase el dinero suficiente para saldar las deudas, que ella me lo reembolsaría como fuese.

Cuando terminó, estaba al borde del orgasmo. No tanto por el trabajo de Habiba como por el relato de desgracias de Carla.

-La verdad es que me alegra mucho oírte. No te preocupes, que de tu entierro me ocuparé yo. Ahora vete y no vuelvas nunca más…

Un fuerte apretón de huevos cortó en seco la incipiente corrida que se avecinaba tras decir estas palabras.

-Bueno, mejor dicho, voy a pensar en ello, llámame la semana que viene…

Chupada mientras empezaba. Apretón de huevos al final.

-O mejor dicho, llámame mañana…

Apretón de huevos.

-Mejor ven aquí mañana y hablaremos.

Habiba se aplicó conciencia y acto seguido me corrí en su boca con un gran orgasmo. Me limpió la polla, succionó de ella para que levantara mi culo mientras me subía los pantalones y dejó todo como estaba.

Se puso en pie y le dijo a Carla:

-Por aquí, por favor. –Y la acompañó a la puerta.

Cuando volvió le dije:

-¿Qué se te ha pasado por la cabeza?

-Amo, en mi país, cuando alguien hace mucho daño a otro, no se le mata directamente. Primero se le tortura hasta que no le quedan fuerzas y luego se le deja morir lentamente. Ella ha venido necesitada y puedes aprovecharte de ello. Hazle pagar sus desprecios y recupera todo lo que te quitó. Luego, que sea lo que Dios quiera.

A partir de ese momento, me hundí en mis reflexiones, durante largo rato. Recuerdo que Habiba me puso delante algunos fiambres y queso para comer, cosa que hice distraídamente. Horas después, coincidiendo con la llegada de Habiba para decirme que la cena estaba servida, di por terminada mi meditación.

-Gracias Habiba, ya tengo pensado lo que voy a hacer. Se lo conté mientras cenaba teniéndola a ella a mi lado, pues no había forma de que se sentase a la mesa conmigo. Ella me dio ideas nuevas y con todo ello configuré mi plan.

Increíblemente, después de cenar estaba nuevamente empalmado. Nos fuimos a la cama y me puse a practicar. La hice ponerse a cuatro patas sobre la cama, desnuda como estaba, y con la cabeza vuelta hacia mí.

Desde el costado, metí la polla en su boca que se cerró inmediatamente su alrededor, como si se tratase de un estrecho coño, y comencé a follársela. Al tiempo, le daba fuertes palmadas en su culo, alternando con ligeras masturbaciones de su clítoris. Le daba un par de folladas de boca y una fuerte palmada, otro par de folladas y una caricia de clítoris. Así cuatro o cinco veces. Entonces cambié. Le daba una follada y una palmada. A la siguiente un toque de clítoris, luego dos mas palmada y uno mas clítoris. Así fui alternando un buen rato, escuchando sus gemidos de placer, sintiendo como su flujo escurría por sus piernas y notando cuando llegaba a alcanzar uno de sus varios orgasmos, hasta que me coloqué detrás, se la metí por el coño sin esperar y estuve dándole duro hasta que me corrí. No se la cantidad de orgasmos de ella, pero estábamos totalmente agotados ambos y nos quedamos dormidos de inmediato, sin tiempo para hablar.

Al día siguiente, no madrugamos mucho, nos duchamos juntos y, aunque Habiba intentó reanimármela, fue totalmente imposible, ni incluso arrodillada ante mí mientras me afeitaba. Por mi parte, al terminar intenté comerle el coño, pero me dijo que lo tenía irritado y que mejor lo dejábamos para otro momento.

A media tarde, estábamos los dos abrazados y desnudos en el sofá de tres plazas, cubiertos por una sábana para no coger frío, mientras veíamos una película que había pasado mil veces por todas las cadenas, cuando llamaron a la puerta.

-Ella. –Me dijo Habiba.

No hizo falta más, Fue a abrir la puerta desnuda, acompañada de mi frase: “mira primero…”, volviendo al momento acompañada de Carla. Que llevaba un vestido de lana en marrón oscuro que se pegaba a su cuerpo como una funda, hasta el punto de que se le marcaba el sujetador y la braga.

-Hola Jua…

-Sssshhhh. Déjanos terminar la película.

Levanté la sábana para que Habiba se metiese conmigo y no le dije nada más a ella. Permaneció de pie al no haberle indicado que tomase asiento. No se de qué iba la película, pero el tenerla allí esperándome, con el culo de Habiba presionando mi polla y mi mano recorriendo bajo la sábana desde sus tetas al coño y viceversa mientras escuchaba sus breves gemidos de placer, me estaba haciendo disfrutar como nunca.

-Me puedo sentar un momento, he venido andan…

-¡No!

-…do desde casa porque no tengo dinero ni para el autobús.

-No y cállate o lárgate.

Noté las breves convulsiones de la risa de Habiba y seguí con lo mío hasta que acabó la película. Carla se dio cuenta de estaba haciendo todo eso para fastidiarla, pero aguantó estoicamente hasta que acabó la película.

-Has llegado pronto. Te esperaba más tarde.

-Perdona, pero estoy impaciente por saber tu respuesta.

-Tenemos que hablar largamente, pero lo haremos más tarde. Los domingos a esta hora nos dedicamos a follar, por lo que tendrás que esperar a que terminemos.

Aparté la sábana e indiqué a Habiba que colocase una rodilla a cada lado de mi cabeza para comerle el coño. Rápidamente y sonriendo, pues esto no estaba previsto, hizo lo que le había pedido. Recorrí su raja con mi lengua, húmeda y abierta gracias a mis manipulaciones anteriores, obligándola a soltar un suspiro de satisfacción.

-AAAHH.

Me hice un hueco para poder decirle a Carla.

-Si tienes mucha prisa, desnúdate y ve comiéndome la polla para terminar antes.

Ella dudó un rato mientras los gemidos de Habiba se iban haciendo más seguidos y fuertes. Al final, se desnudó, quedando con un viejo sujetador y unas bragas de rebajas y se acercó.

-No, así no. Desnuda como las buenas putas.

Terminó de quitarse todo y volvió para arrodillarse a mi lado, tomar mi polla y ponerse a mamar. Pude ver su cuerpo de reojo. Conservaba sus tetas bien puestas, su coño tenía el pelo de unos cuantos días sin arreglar, su cuerpo algo más delgado de lo que recordaba y al pelo le faltaba una buena sesión de peluquería.

No tenía la gracia de Habiba para hacer una mamada, pero tampoco era un desastre. Volví a separarme para hablar.

-Vaya mierda de puta que estás hecha. ¿No sabes comer bien una polla? ¿No se la comes a Jorge o es que no tenéis gusto por un trabajo bien hecho? –Alargué la mano y le di un pescozón en su cabeza que le metió la polla hasta la garganta.- Como no espabiles, esto va a durar toda la semana.

Seguí comiendo el coño a la vez que acariciaba sus pechos y frotaba sus pezones. Cuando alcanzó su primer orgasmo, la hice levantarse y dándole una palmada en la cabeza, le dije:

-Anda, deja eso, que se ve que no tienes mucha idea y vas a terminar dejándomela totalmente floja. Acuéstate de espaldas en el suelo. Habiba, tu arrodíllate y coloca tu coño sobre su cabeza para que te pase la lengua por el clítoris mientras yo te follo y ella me lame los huevos. ¡A ver si, por lo menos, sabe hacer eso!

Así lo hicieron y yo me coloqué tras ellas y se la metí despacio, sintiendo la lengua jugar con su clítoris y golpeármela con suaves lametazos. Luego volví a sacarla despacio, con el mismo efecto. Me gustó y estuve un buen rato dándole de esa manera. Habiba tuvo dos orgasmos en ese interludio.

-¿Y mis huevos? ¿Es que no les vas a prestar atención? Puta inútil.

Su lengua saltaba del clítoris a los huevos cuando la clavaba y volvía a él cuando la sacaba. Yo estaba que ya no podía aguantarme más.

-Vamos, puta inútil, mi mujer necesita cuatro orgasmos para quedarse a gusto y todavía le falta uno. Yo estoy a punto de correrme y si lo hago, tendremos que esperar un buen rato hasta que me recupere para empezar de nuevo.

Tenía que estar agotada. Llevábamos cerca de una hora con esta actividad. Debía de tener la boca seca, dolerle las mandíbulas de abrir la boca y el cuello de levantar la cabeza. Aceleró en sus lamidas y al poco Habiba se corrió con un fuerte orgasmo que la hizo gritar como nunca.

-AAAAAAAAAAHHHHHHHHHHHHHH

-Prepárate, puta, estoy apunto. Me quiero correr en tu boca, y ni se te ocurra escupir nada.

Habiba se echó hacia delante, saliéndose mi polla y dejándome su boca disponible, que enseguida llené metiéndola todo lo que pude y soltando toda mi corrida en el fondo.

Tosió, le dieron arcadas, estuvo a punto de vomitar, pero no desperdició nada. Yo, que la había sacado hasta sus labios, le dije mientras metía la punta en su boca de nuevo.

-Déjamela bien limpia si no quieres que te eche con cajas destempladas.

Ella lo hizo lo mejor que supo y pudo y cuando di por terminada la limpieza, unas palmadas sobre el culo de mi mujer la sacaron de su somnolencia y se apartó para ponernos todos de pie.

-Bueno, ahora podemos hablar. –Dije mientras me sentaba y Habiba salía de la habitación y Carla empezaba a vestirse.

-¿Te he dicho que te vistas?

-No, pero yo pensaba que ya habíamos terminado.

-Si piensas eso, ya te puedes ir.

-No, quería decir… que podía vestirme para hablar.

-No necesitas vestirte para hablar.

-¿Me puedo sentar?

-No.

Ella quedó en pie frente a mí. Puso una mano tapando su coño y otra sobre sus pechos.

-Te voy a ayudar, pero con mis condiciones. La primera de ellas es que siempre estarás desnuda, a no ser que te diga otra cosa, con los brazos a los lados o las manos juntas a la espalda y las piernas abiertas cuando estemos hablando. Si hay algo que no aceptas, te vistes y puedes marcharte para no volver. ¿Lo has entendido?

-Sssi

Esperé un rato para ver su reacción. Ella llevó sus manos a la espalda y separó sus piernas mostrándome su cuerpo. Su mirada estaba fija en el suelo y el rubor cubrió sus mejillas.

-Para empezar, dejarás de tener todo tipo de derechos. Te convertirás en una cosa que obedecerá lo que digamos Habiba o yo, o quien te digamos. ¿Entendido?

-Sssi

-Todas tus frases deberás terminarlas con amo o ama. Y dar las gracias cada vez que te demos algo o corrijamos tus fallos. ¿Entendido?

-Sssi.

-Si ¿qué?

-Ssi, amo.

-Empezaremos por deshacer todos nuestros acuerdos de divorcio y pasarás a ser mi esclava, sin derecho a nada. Harás todo lo que yo te diga sin protestar ni poner mala cara, nos mudaremos a “mi” casa y jamás volverás a ver a Jorge. Por cualquier desobediencia, mala cara, gesto o lo que sea, serás castigada duramente.

-Al principio pasarás un periodo de aprendizaje de tus nuevas funciones, que irás conociendo sobre la marcha, cuya duración dependerá del interés que pongas en ello.

-A cambio, yo negociaré tus deudas y las iré pagando en tu nombre. Al menor signo de desobediencia, o si no estás de acuerdo, te quedas con tus deudas y les haces frente como puedas. ¿Lo has entendido?

-Si, amo

-¿Lo aceptas?

-Si, amo, no me queda más remedio.

-No hace falta que hagas comentarios, pero verás como pronto me lo agradecerás. ¿Quién es tu acreedor?

-“El Fajinas” – Nombre ficticio de un conocido maleante, traficante de mujeres, drogas, tabaco, apuestas clandestinas y todo con lo que se pueda ganar dinero, sea legal o ilegal.

-¿”El Fajinas”? Mal elemento. De todos los que podíais haber elegido, habéis ido al peor. Pero, en fin, hablaré con él.

Creo que no dejé traslucir nada, pero conocía a “El Fajinas” de mi trabajo. Le diseñé e instalé un sistema de alarma y seguridad en su chalet que lo hizo impenetrable. La policía estuvo a punto de detenerlo dos veces porque sabían en él tenía una vez armas y otra droga, pero el sistema le avisó y pudieron ocultarlo todo en las áreas seguras e indetectables.

Quedó tan contento que la primera vez me regaló el poder asistir a su mejor casa de putas gratis para siempre y la segunda me dijo que quedaba en deuda conmigo y que le pidiese lo que fuera cuando necesitase de él.

-¿Cuál es tu número de teléfono, es el de antes?

-Ya no, ayer cortaron el servicio por falta de pago.

-Vístete y vete. Llámame mañana sobre las doce, y si no puedes, vuelve mañana por la tarde.

-Si amo

Comenzó a vestirse, poniéndose la braga y el sujetador que había traído, Mientras me acercaba y abría un cajón de un armario cercano, de donde extraje unas tijeras.

-Espera un momento. Si te vas a poner esa ropa harapienta, mejor ve sin nada. –Y corté los tirantes del sujetador y la tira horizontal, seguido de las bragas por ambos lados, cayendo todo al suelo.

-PPero…

Solo tuve que mirarla

-Si, amo, lo que tú digas.

Se puso su vestido, donde se le marcaban las tetas y los pezones, mientras que por detrás se le metía por la raja del culo.

Cuando daba la media vuelta para marchar…

-¡Espera, vuelve aquí un momento!

Cuando llegó a mi lado metí la mano bajo su falda hasta llegar a su coño, que encontré empapado.

-Otra cosa más. Cada vez que te encuentre excitada, serás castigada. Ahora ya puedes irte.

-Gracias, amo

Y se fue.

El tiempo había pasado volando. Habiba tenía preparada la cena y se apresuró a poner la mesa mientras me daba una ducha y me ponía algo de ropa.

-¿Lo has oído?

-Si, amo, lo he oído todo.

-¿Crees que hará lo que le digamos?

-No le queda más remedio. Además, lleva una gran puta dentro. El olor de su coño mientras me follabas me lo estaba gritando.

-Pues vamos pronto a la cama, que mañana me espera mucho trabajo…

 

Relato erótico: “Cartas de mis novias infieles: Alicia.” (POR JULIAKI)

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PORTADA ALUMNA2Alicia y yo lo teníamos casi todo preparado para casarnos, después de casi un año de noviazgo. Era sin-titulouna chica fantástica, en todos los sentidos, guapa, inteligente, cariñosa, con un cuerpo de vicio que sabía follar como nadie y que hacía unas mamadas antológicas, pero apenas una semana antes de nuestra boda recibí una terrible carta suya:

Hola Cariñito:

Se que nos queda poco para casarnos pero como me pediste que fuera sincera siempre, lo voy a ser ahora también y sé que esto va a costarnos la separación definitiva, pero te quiero y te lo tengo que explicar…

Ayer, acabé agotada, como tú estabas tan liado tuve que ocuparme yo solita de todos los preparativos: el restaurante, los invitados, la orquesta… y el baile, sí, si, una de las cosas que quería hacer bien era el baile, siempre he sido un poco patosa y deseaba que para el día de nuestra boda te sintieses orgulloso de mi, así que contraté un profesor de danza para ser la envidia de todos.

A la hora fijada llegó el que iba a hacer de profesor y resultó ser un chico muy simpático y muy guapo por cierto.

Le dije que deseaba por todos los medios ser una bailarina de primera y que el día de mi boda quería deslumbrar primero a mi marido y luego a todos mis invitados.

El sonrió, me estuvo observando y luego me piropeó. Me dijo que debíamos ponernos cómodos para el baile:

– Mira bonita, aquí lo importante es sentirse cómodos, y te sobra ropa, verás como así es más fácil…

Yo no entendía muy bien para que, pero él insistía que en una boda hay que dar todo de sí y que había que estar en contacto cuerpo a cuerpo para que las lecciones salieran bien.

No sé como me dejé engañar, ya sabes lo inocentona que soy, pero creyendo que era un experto en el tema me dejé llevar y allí estaba yo medio desnudita con aquel profesor de danza.

– Bonita, hay que quitar más ropa, así el cuerpo se adaptará mejor al baile, ¿no crees?, además que estas muy buena y así luce mucho más tu figura…

– Pero no puede ser, voy a acabar en pelotas – le dije irritada intentando parar todo aquello.

– Pues de eso se trata de tener cuanta menos ropa mejor, verás como así te desenvuelves mejor…

Estaba algo aturdida por la situación que aunque era algo violenta también era muy excitante, no se como explicártelo, pero ya sabes cuanto me gusta el sobeteo y los magreos, pues aquel hombre me estaba dando un gusto fuera de lo normal mientras me quitaba el vestido.

Ya se que esto es un poco raro pero aunque te parezca mentira, yo realmente creía que aquello formaba parte de la lección. Intentaba separarme de él, pero ese hombre insistía en que yo me pegara a su cuerpo que eso era lo mejor para aprender a bailar. Todo aquello era muy extraño y muy divertido a la vez. El profesor me repetía una y otra vez que tenía un cuerpo muy bonito que le encantaba el moreno de mi piel, que tenía unos ojos muy lindos y una serie de cosas que conseguían caldear el ambiente y ponerme cada vez más cachonda. Cariño no te lo vas a creer pero ni yo misma me creía que estaba desnuda delante de él.

Sus manos se apretaban en mis caderas haciendo fuerza para que mi cuerpo se pegara al suyo, pero yo me resistía todo lo que podía, pues aquello no me parecía nada bien.

De repente y con voz ronca me susurró al oído:

– Bonita quiero este cuerpo para mi…

Sus manos se apretaron contra mi culo y lo estrujó con fuerza sin dejar de susurrarme todo tipo de guarradas al oído.

Creo que fue en ese momento cuando perdí la noción del tiempo y de la responsabilidad, pero es que el gusto que sentía me superaba.

Se quitó la camiseta y me ordenó que le chupara las tetillas y yo obedeciendo fielmente a lo que me parecía una lección de danza hice lo que él me mandaba. Chupe con ahínco sus tetas y su sabor era delicioso.

Su piel estaba caliente y era muy muy suave. No dejaba de decirme cosas como:

– Eres un bombón y tu futuro marido estará contentísimo contigo ¿no?

– Espero que si. Me gustaría deslumbrarle el día de nuestra boda.

– Mira uno de los secretos del baile es saber cortejar a tu pareja, como si la desnudaras, verás, desnúdame mientras te contoneas y fíjate como me pones.

Seguí sus instrucciones y lentamente le bajé los pantalones. Cuando lo hice me quedé alucinada de lo bien dotado que estaba. Continuó con sus teorías:

– Mira nena, tu marido tiene que sentir en el baile toda tu sensualidad como si se la chuparas, hazlo y lo sentirás.

Cariño, reconozco que aquello era muy fuerte pero también era la situación la que me empujó a ello y casi sin quererlo me metí la polla de aquel tipo en la boca y comencé a chupársela con todas mis ganas y aunque no lo creas imaginaba que eras tú…

Con mi mano acariciaba su pecho y su tripita y agachada como estaba cerré los ojos y seguí chupando aquella deliciosa verga dura y caliente.

El hombre seguía dándome teorías y convenciéndome de que todo formaba parte de las lecciones baile, incluso tartamudeaba por culpa de mi mamada, sabes que aunque me esté mal el decirlo, la chupo como nadie y mi profesor estaba disfrutando de verdad con mi boca y con mi lengua, ponía los ojos en blanco y yo sabía que mi trabajo iba por buen camino.

Aun no entendía muy bien que tenía que ver todo aquello con el baile pero si lograba dar ese paso, lo demás vendría rodado. Reconozco que esa forma de dar clase no era muy normal, pero me dijeron que era el mejor profesor de baile y no iba a perder la oportunidad de aprender con él, ¿no crees?

Después de hacerle un buen repaso a todo aquel memorable instrumento, le chupé los huevos y le acaricié todo el cuerpo, él no dejaba de jadear y de recordarme lo bien que iba aprendiendo…

Quise dar todo de mi y me apliqué como buena alumna en el chupeteo de aquel duro pene y seguí mamándoselo como toda una experta, ya sabes que es mi especialidad, ¿a que sí cariño?

Después me ordenó que me tumbara y dijo que me relajara que le tocaba a él darme gusto.

Se agachó delante de mi coñito, que para entonces estaba bien mojado y sacando su lengua me dio una lamida que me hizo ver las estrellas, a continuación jugó con mi clítoris y en un instante entré en un orgasmo de los que hacen historia, sus manos acariciaban mi piel y yo le rogaba que no acabase así conmigo, que quería ser la mejor bailarina y haría lo que fuera para demostrarlo.

Solo me sonrió y me dijo:

– Quiero follarte niña, hasta que grites de gusto, entonces veras lo que es placer…

Y allí tumbada en el sofá cumplió su promesa, me metió su caliente polla hasta lo más hondo de mi ser. El gusto que yo sentía no te lo puedo explicar, pero si te aseguro que nunca me habían follado así.

Imagínate mi amor, como era la cosa. Mi chochito depilado estaba siendo atravesado por una gloriosa verga de todo un experto en la materia y sabía cuando tenía que apretar y cuando tenía que parar, de modo que sin darme apenas cuenta estaba entrando en el segundo orgasmo.

Y casi sin fuerza el tío me dijo que se aproximaba el final y que quería mostrarme como se acercaba el momento mas ardiente.

– Nena, estas buenísima – me repetía una y otra vez…

Se sentó en el sofá y me ordenó que me sentara yo sobre él. Aquella sensación me agradó tanto que no pude evitar lanzar un grito de gusto y decirle lo bien que lo hacía:

– Si, si, si que bien… como follas cariño….

Se que esas palabras solo deberían ser para ti, pero es que aquel hombre follaba como nadie, te lo juro. Nunca he sentido nada igual.

Creo que me volví loca cuando noté como aquel impresionante tronco crecía dentro de mi y sabía que se aproximaba el final, así que apreté fuertemente los labios de mi vagina sobre él y dejé que se corriera dentro de mi soltando miles de chorros de leche que me inundaron enterita.

Deberías haber visto como aquella polla no dejaba de emanar semen hasta que el líquido se salía por mi coño y se resbalaba por los huevos de mi excelente profesor.

Esto se que es el final, y que no vas a perdonar, pero solo quiero que entiendas que lo hice para ti y por que te quiero, pero perdí la cabeza y me dejé llevar.

Lo siento mucho…

Te quiero, mi vida.

Alicia.

PARA CONTACTAR CON EL AUTOR:
juliaki@ymail.com

 

Relato erótico: “El pecado y el vicio de la carne.” (POR ROGER DAVID)

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DE LOCA A LOCA PORTADA2El pecado y el vicio de la carne.

sin-tituloEl macabro y ya casi sexagenario hombre de nombre Ramón se había encargado de mandar a hacer un orificio muy bien camuflado en el techo del baño de las mujeres, precisamente justo arriba de las duchas. Su acalorada idea no era espiar a las viejas que ahí se bañaban a diario, su objetivo ocular era uno solo, y este era el mismo que estaba a punto de observar.

Con su obeso y grasiento cuerpo moreno y traspirado llevaba más de 10 minutos parapetado en su escondite hasta que estando ya casi al borde de la desesperación por fin la vio aparecer. Aunque la chica aun no se desnudaba el impaciente hombre igual sentía como se le iba parando la verga con solo imaginar ese tremendo cuerpazo que sus enrojecidos ojos de gozador ya estaban a punto de por fin poder admirar a sus anchas .

La joven criatura traía puesto solo una delgada camisa blanca que le llegaba hasta la altura de sus hermosas rodillas, el viejo con solo mirárselas caía en cuenta que para arriba de ellas y por debajo de la alba tela del camisón debían existir con toda seguridad unas fenomenales piernas, las cuales daban sujeción permitida al resto de aquella sublime y bien estilizada anatomía que él llevaba meses imaginando desnuda como a la misma vez intentando de adivinar cómo debían ser sus encantos. Y ahora después de haber estudiado de todas las maneras posibles de qué forma podría arreglárselas para verla completamente encuerada, estaba solo a minutos de que eso ocurriera.

El sátiro quien llevaba meses en un desquiciante estado de excitación tuvo que inventar goteras en distintos puntos del techo del antiguo y deteriorado edificio de concreto y de arquitectura colonial, lo que le permitió contratar los servicios de carpintería y albañilería en donde por una muy buena propina los esforzados hombretones le dejaron hecho el escondido cubículo en el cual ahora se encontraba oteando a su presa.

La joven Angi aunque sabiéndose a solas se daba a mirar en todas las direcciones posibles asegurándose de que nadie la viera, esta era una manía que la llevaba haciendo desde que era solo una niña.

Primero se sacó las trabas que llevaba puestas en sus sedosos cabellos oscuros los cuales los manejaba siempre tomados y sin lucirlos, para luego y otra vez mirando en todas direcciones con algo de temor que alguien pudiera verla desnuda procedió a retirarse el camisón desde sus piernas hacia arriba, despejando su bien marcada cintura con caderas bien proporcionadas, y hasta pasarlo por sus negros cabellos ahora enarbolados y dándole el real aspecto de hembra hecha y dispuesta para cometer con ella el delicioso pecado de la carne.

Por su parte el lujurioso hombre no se la podía creer, la mujer que sus ojos veían en esos precisos momentos nada tenían que ver con la pendeja que por tanto tiempo él había imaginado encuerada.

Aquella joven y curvilínea Amazona al desnudo se gastaba una tetas que sin ser grandotas como si se las gastaban otras putas que el ya había visto, ella las tenía del tamaño perfecto para ser bien manoseadas y succionadas al mismo tiempo, eran dos protuberancias de carne redondeadas y bien paraditas coronadas por unos pequeños pezones rosados que daban ganas echárselos a la boca y lamerlos hasta hacerlos desaparecer de las aureolas, a la vez que se asombraba de la nívea claridad y brillantes de su piel.

Desde su posición en las alturas la panorámica que veía el pobre hombre era casi criminal. La joven ninfa sabiéndose a solas se había dado a poner uno de sus pies sobre un escaño de madera ubicado a la orilla de las duchas quedando aquella curvilínea silueta de perfil ante la ardiente mirada de su secreto admirador.

Estando con su muslo ligeramente levantado ahora la bella joven Angi se daba a cortarse las uñitas de sus pies pensando en sus labores diarias, la hembrita ni se imaginaba que de la forma en que estaba inclinada le mostraba todo su redondo trasero empinado a un vejestorio que la espiaba escondido.

El vejete estaba que se infartaba con semejante espectáculo, esa hembra era todo un bombón de mujer, pensaba tragando copiosos cúmulos de babas que se le formaban una y otra vez, preguntándose para el mismo los motivos que habría tenido su familia para haberla enviado a un lugar como aquel, –Pero que desperdicio de mujer por Diossss…!!!! Si era todo un prodigioooo…!!!! Una escultura vivienteeee…!!!!, -se gritaba para sus adentros, pero en el momento en que la joven terminó de cortarse las uñas y enderezó su cuerpo para girarlo y quedar inconscientemente puesta diagonalmente de cara y frente a él, ahí sí que el pobrecito casi se desmaya de la impresión.

La tremenda chiquilla se mostraba ante su perversa mirada en toda su esplendorosa desnudes, por lo que inevitablemente se tuvo que agarrar la verga que estaba que le explotaba en lecherasos.

Aquella criatura de cuerpazo sin igual lo tenían hechizado, sobre todo por aquel atractivo triangulo de sedosos bellitos negros que tenía justo al medio de su escandaloso cuerpo, a la vez que veía y comprobaba que aquella virgen vagina no era muy peluda y tampoco muy depilada sencillamente estaba precisa para volver loco de calentura y de deseos insanos a cualquiera que pudiese admirarla de cerca, y el sexagenario hombre Ramón era el primer mortal del sexo masculino que tenía la dicha de poder mirarla a su antojo.

La joven Angi en esos delirantes momentos para el viejo femeninamente abría la llave de la ducha para ella ponerse abajo del chorro de agua y así en forma totalmente despreocupada se dio a bañar su cuerpo enjabonándolo y enjuagándolo.

El caliente hombretón vio casi en primera fila como las fragantes espumas se deslizaban despaciosamente por la suavidad de aquella blanca y reluciente piel, purificando y limpiando aun mas aquella loable anatomía femenina, mientras que su dueña totalmente ajena a las ardientes emociones del viejo que la espiaba solo se daba a pasar sus delicadas manitas por distintas partes de su cuerpo al mismo tiempo que murmuraba una de las tantas canciones que debía corear a diario.

Luego de varios minutos el excitado y maduro hombre con algo de fastidio veía como esa angelical imagen desnuda después de secar su cuerpo volvía a recoger sus cabellos escondiéndolos de todo el mundo con una gran cantidad de trabas, para luego proceder a ponerse esos feos trapos oscuros que comúnmente usaba de vestimenta con los que tapaba aquellos deliciosos encantos y tesoros que el suertudo viejo bien ahora sabía que ella poseía escondidos.

El facineroso y ardiente admirador de la joven una vez que salió de su escondite caminaba nerviosamente por los fríos pasillos del antiguo edificio sin dejar de pensar en lo que había visto, necesitaba urgentemente una copa de vino para estabilizar su ritmo cardiaco ya que unas insanas ideas de acostarse lo antes posible con aquella tremenda joven de cuerpo perfecto se habían instalado en su mente. Ahora debía pensar en cómo lo podría conseguir.

Con tales ideas en su acalorada conciencia Ramón por fin se encerró en su despacho a pensar en aquel asunto, lo haría con calma y estudiaría todas las posibilidades, ya que tenía muy claro que no sería tarea fácil llegar y solamente doblegarla, si la hembrita desde que había llegado a vivir en sus dominios no hubo un solo día que recurriera a su oficina a pedir consejo alguno.

El solitario edificio en que se sucedían estos extraños acontecimientos estaba ubicado en una perdida y oscura zona boscosa, rodeado de montes y cerros, por lo cual la única forma de llegar a este era por un solitario camino de tierra y barro que después de 2 horas de trayecto en vehículo se podía llegar al poblado más cercano, y de este ultimo 8 horas para llegar a la capital.

——————————————————

(Semanas más tarde)

El grupo de mujeres había escogido aquel solitario parque en el cual se encontraban para realizar su única salida anual del viejo edificio en el cual voluntariamente se encontraban enclaustradas por amor a Dios, en donde vivían solamente dedicadas a la contemplación del altísimo, a través del recogimiento y la oración.

El verdor y frescor de la gran diversidad de árboles y arbustos se conjugaban agradablemente con el aroma de los distintos tipos de flores y hierbas naturales que adornaban aquel idílico paraíso terrenal ubicado en un extremo de la gran ciudad capital. Las 5 religiosas se mantenían de rodillas leyendo en el pasto con un libro cada una, y muy concentradas en señal de espiritualidad.

Luego de una hora de lectura canónica y en el momento en que ya terminaban su tanda de oraciones, y cuando ya se preparaban para una opípara merienda a base de galletitas y pastelillos, la hermana María Escapulario mientras ordenaba la mesa de madera en donde se llevaría a cabo el santificado ágape, por pura casualidad puso atención en lo que hacía una pareja de enamorados que se encontraban en un lugar no muy alejado de donde estaban ellas.

Mientras sus compañeras de consagración ya tomaban asiento en el modesto mesón de madera quiso mirar un poco más, achicando sus ojillos dentro de su hábito para hacer más nítidas las imágenes, a lo lejos vio a una mujer rubia tirada en el pasto y acompañada de un hombre mucho más viejo que ella.

En un principio no entendía mucho por qué aquella mujer estaba con las piernas abiertas, eso lo encontraba raro. Luego descubrió que el sujeto que estaba recostado a un lado de ella, este tenía metida su mano en la altura de su estómago y que se reía de quizás que cosas, mientras la mujer se mantenía con sus muslos bien separados uno del otro y con cara de como si estuviera muy concentrada en algo, o como si de verdad padeciera de alguna dolencia.

La santa mujer no sabía cómo definirlo, solo notó que más debajo del estómago de aquella extraña mujer y como a la altura media de sus muslos algo se movía rápidamente por la forma en que subía y bajaba parte de su vestido, en ese momento y por la extraña expresión en su rostro de pronto y en forma escandalizada determinó que ellos estaban cometiendo pecado,

–Por la furia del altisimooooooo…!!, -exclamó la veterana religiosa a la vez que dejaba caer de sus manos una bolsa con galletas, llamando la atención de sus otras compañeras.

–Que pasa hermana…? porque pone esa cara de compungida?, -le preguntó una de las religiosas,

–Allá…!! Miren a esa pareja, e… es… es… tán… están haciendo cosas cochinas…!!!, -exclamó entrecortadamente a la vez que apuntaba con el dedo hacia donde estaba la mujer rubia con un viejo de mucha más edad que su compañera, mientras este último la seguía masturbando, según de a poco caían en cuenta.

Las 5 religiosas, todas con sus manos en la boca se quedaron mirando con estupefacción el escandaloso y mundano show que se estaban pegando la pareja de pecadores, ahora los veían besándose asquerosamente, como si estuviesen desesperados uno por el otro, ellas no estaban acostumbrados haber semejantes obscenidades, y cuando iniciaron este viaje a la capital nunca imaginaron que serían victimas en la observación de conductas tan mundanas y despreciables.

Las horrorizadas mujeres seguían viendo como la pareja de amantes continuaban en lo suyo de una forma más apasionada y desvergonzada que antes, el curvilíneo cuerpo de la mujer rubia se movía sugestivamente mientras la masturbaban sin ser consciente de las 5 escrutadoras miradas del grupo de hermanas en la fe.

El viejo que la manoseaba quien ya se había percatado que estaban siendo observados por un grupo de hermanas religiosas por alguna extraña razón quiso hacer más rica la situación y se dedicaba a masturbar mas notoriamente a su joven y hermosa manceba quien ya casi entregada se daba a mover su cintura de atrás y hacia adelante como si de verdad a ella la estuvieran poseyendo, a la vez que se esmeraba en abrir sus muslos al máximo posible, todo esto siendo observado por las horrorizadas religiosas.

–Tenemos que hacer algo por esa pobre mujer, dijo la hermana Trinidad del Rosario, quien estaba dispuesta hasta en ofrecer su propia vida por salvar de la perdición el alma de aquella perdida mujer, así de estricta era la orden a la cual ellas pertenecían.

–Pero y que podríamos hacer nosotras…!!?? Pongan atención en la cara que pone ella… es de lujuria, esa mala mujer disfruta como una endemoniada de cómo le flagelan sus carnes…, -decía la hermana María Escapulario, a la vez que se persignaba…

–Que le están haciendo!?, -les consultó la religiosa más joven del grupo, una verdadera preciosidad que hace muy poco había terminado su noviciado y que ahora estaba convertida en monjita, por las formas que se notaban en su cuerpo por debajo de su hábito se notaba que la exquisita religiosa ya estaba apta para merecer, era la misma que el lujurioso padre Ramón la espiaba a diario mientras ella se duchaba, y que en los actuales momentos con solo haber divisado que a una mujer algunos años mayor que ella le estaban tocando cierta parte prohibida del cuerpo, las extrañas palabras emitidas por sus compañeras espirituales le animaban a poner más atención aun de lo que estaba haciendo la pareja, y sobre todo de lo que le hacían a aquella pobre mujer. En su cristalina (y sin pecado alguno) mente pensaba en esas extrañas palabras y frases emitidas por ellas: “lujuria”; “esa mala mujer disfruta como una endemoniada de cómo le flagelan sus carnes”; “es… tán… están haciendo cosas cochinas…!!!”.

Esas inusuales frases y palabras las escuchaba por primera vez en su vida: –Pero qué tipo de cosas cochinas podrían hacer un hombre y una mujer juntos?. –Flagelación en sus carnes…!?, pero que era eso?, Lujuria…!?, -se preguntaba una y otra vez mientras seguía mirando las aberraciones que hacía la enardecida y desvergonzada pareja, situación que extrañamente a ella le iban formando un nudo de nerviosidad en su estomago que nunca antes en su vida había sentido, era extraña esa sensación se decía para sus adentros, además que le llamaba mucho la atención la forma en que la mujer abría sus muslos y de cómo se movía la mano del hombre por debajo del vestido negro, inconscientemente la joven religiosa abrió sus carnosos y rojos labios carmesí en señal de asombro mientras que sus preciosos ojos de color miel se cristalizaron enmarcados en la alba tela que forraban su exquisito rostro por debajo del negro hábito que escondían las bondades juveniles que a su tierna edad ya recién habían terminado en su desarrollo.

–Hermanas yo creo que deberíamos retirarnos…, -decía otra monja que en esos momentos volteaba su mirada para no ver aquellas atrocidades…

–Ustedes siempre andan apuradas…, además que ya no podremos salir en un año más… yo… yo creo que deberíamos quedarnos a mirar para ver lo que le harán a esa pobre mujer, para después ir a rezar por su alma, -decía la hermana Angelina sin quitar su vidriosa mirada de aquel mundano espectáculo que estaba presenciando y que en forma misteriosa le llamaban mucho la atención a pesar de no tener ni la más mínima idea de cuál era el significado de todo aquello.

La angelical monjita que sin ser ella consciente se gastaba un cuerpazo de escándalo escondido debajo de sus oscuras y beaticas vestimentas, y que ahora movía su cabeza buscando el mejor ángulo para no perder detalles de lo que estaba haciendo aquella caliente pareja, no sabía por qué motivos ella deseaba seguir mirando lo que hacían el hombre con la mujer.

Es necesario hacer notar que la joven religiosa su vida la había dedicado a la obra de Dios, ya que siendo la única hija de un beato matrimonio incognito estuvo desde su más tierna edad internada en un colegio religioso en el cual preparaban a las alumnas para entregar su vida a la Iglesia. Así luego de terminar sus estudios con los conocimientos académicos mínimos en forma automática pasó a internarse ya en forma definitiva en un convento iniciando su noviciado en la más absoluta abstinencia de todo lo que tuviera que ver con los pecados de la carne, y del vicio del hombre mundano, en otras palabras la joven y casi beata hermana Angelina de Sexo y de vicios no sabía nada.

–Pero que cosas está diciendo hermana Ange por Dios!!!, -bufó de pronto y con escándalo una de las monjas más viejas y que era la que andaba a cargo del grupo de religiosas, para luego ordenarle al oído y casi en cuchicheos a otra de las hermanas: –María Escapulario váyase en el acto a la Iglesia en que estamos pernoctando y llévese a la hermana Angelina, mañana mismo nos volvemos al Monasterio, no vaya a ser cosa que con semejante blasfemia ante sus impetuosos ojos de niña la vayan a despertar la comezón de la carne y la hagan caer en las garras del padre Ramón…!!!

Sor María Escapulario a sabiendas de lo que le podría ocurrir a su joven hermana recién llamada al servicio de Dios casi en el acto acató la orden de la monja superiora tomando a la joven de un brazo y sacándola del lugar lo más rápido posible, aquello no era apropiado para los ojos de semejante criatura solo entregada a los ojos y a la obra del señor, se iba diciendo mientras arrastraba a la bella criatura.

La erótica escena al otro lado del parque ya era tan escandalosa que al resto de monjas no le quedó más opción que renunciar a su salida anual y largarse del lugar lo antes posible para seguir los pasos de las hermanas Escapulario y Angelina.

Mientras se alejaban casi corriendo la única que volteaba con su semblante de interrogación y afirmándose el velo para que no se le cayera era la hermana más joven, a quien las monjas más viejas se la tuvieron que llevar casi arrastrándola, para que la consagración de la recién nombrada monjita no se les fuera a ir al traste con tanta lujuria en aquel pecaminoso parque.

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Una vez que ya estuvieron sanas y salvas al interior de su lúgubre y olvidado monasterio después de un viaje de vuelta que duro casi 10 horas de camino y siendo ya casi pasado el medio día, entre las 5 religiosas se daban a comentar y discrepar sobre lo ocurrido en el parque antes de retirarse descansar a sus celdas, siendo la superiora quien daba las órdenes de la discreción en que debían tratar aquel diabólico tema:

–Así que ya saben hermanas nada de lo observado en la capital se comentará dentro de los muros de este santuario, y por nada del mundo se lo deben mencionar a los demás clérigos que aquí residen… y por sobre todo al padre Ramón, les queda claro…!?

–Pero yo quiero saber qué era eso que estaban haciendo ese señor con la mujer?, el rostro de ella era extraño…, -dijo la joven monjita a la misma vez que miraba a la cara al resto de sus hermanas, casi todo el camino de regreso lo había hecho en el más absoluto silencio, pero ella tenía dudas y exigía que le dieran explicaciones: –Era como si de verdad a ella le doliera aquella parte de su cuerpo que le frotaban, pero de pronto se le veía una ligera sonrisa mezclada con preocupación, o un feliz sufrimiento… por favor no entiendo nada… explíquenmelo…!!!

Las 4 monjas ya todas cincuentonas y canosas se quedaron mirando con cara de asustadas por lo que estaban escuchando de los dulces y rojos labios de la joven novicia recién nombrada al servicio del altísimo, a la misma vez que ya tragaban saliva por lo enloquecedor que se estaba tornando todo aquello, hasta que fue la superiora quien se dio a poner paños fríos a la salida conversación:

–Usted no tiene que porque saberlo…!. –le dijo en forma cortante y con autoridad, –Lo que hacían ellos… es… es… obra del demonio, cosas innombrables y no apropiadas para el conocimiento de una joven religiosa como Usted hermana Angelina… eso… eso es todo lo que Usted necesita saber, ahora vaya a la capilla y rece hermana, mediante el ejercicio de la oración es la única forma en que se calmaran esos imprudentes ímpetus de querer saberlo todo, y ya no quiero más preguntas, le queda claro hermana…!?, -terminó diciéndole la superiora quien la miraba fríamente y con sus manos bien agarradas al grueso crucifijo con cadena que colgaba de su cuello.

La más joven de las religiosas ahí reunidas casi se quedó convertida en estatua de sal con la fulminante mirada de la madre superiora en el momento en que terminaba de aclararle la mente y la mandaba a rezar a una de las capillas, cayendo en cuenta que su misión era la obediencia y sumisión al interior de aquellas grises y altas murallas que la separaban de los vicios y abominaciones mundanas, que ella sin ni siquiera poder imaginarlas sabía que no eran cosas de Dios, por lo que simplemente se dio a contestar ahora mirando al suelo y con sus manitas entrelazadas y tapadas por las mangas de su largo y negro hábito:

–Si… si me queda claro hermana superiora…!, -le contestó la joven monjita con un hilillo de voz dándole a entender a su superiora su grado de humildad ante ella.

–Así está bien… y recuerde sor Angelina… recuerde que nuestras principales virtudes son la humildad y la obediencia, así que vaya y rece… rece para que vuelva a su estado normal, y ya no piense mas en esas imprecaciones demoniacas.

Una vez que las 4 monjas vieron entrar a una de las capillas a la más joven de su congregación, se persignaron y se retiraron a sus claustros a rezar por el alma de aquella perdida mujer rubia que habían visto gozando de los placeres y del vicio de la carne en aquel escandaloso parque capitalino.

Lo que no sabían aquellas desprevenidas mujeres era que con su salida anual acababan de dar rienda suelta a los deseos más mundanos, carnales y perversos que se desarrollarían al interior de su santificado lugar de recogimiento espiritual, la situación era una verdadera bomba de tiempo.

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El siniestro padre Ramón, había escuchado desde atrás de un árbol toda la conversación de aquellas 5 mujeres, tomando nota de las acaloradas apreciaciones de la más joven de las hermanas y que era objeto de sus mas inmorales sesiones masturbatorias, el perverso sátiro casi se había vuelto loco de ansiedad calenturienta en los tres días de ausencia de su admirada criatura, pero a sabiendas que ya la tendría encerrada nuevamente por un año entero, poco a poco su alterado estado iba volviendo a la normalidad.

Así que una vez que estuvo seguro que las monjas ya se habían retirado a sus claustros supo que debía mantener en observación a la hermanita Angelina, ya vería la forma en que lograría acostarse con ella hasta dejársela como su personal objeto de deseo sexual cogiéndosela una y otra vez por todo el tiempo que él lo quisiera, con estos depravados pensamientos se fue casi corriendo a la Iglesia principal, ya era hora de confesar a los esforzados creyentes que llegaban de a pie de los distintos puebluchos cercanos al antiguo monasterio.

En su trayecto el obeso y grasiento sacerdote que no se concentraba en su apaciguadora tarea de limpiar almas a través de la confesión notó que unos arbustos se movían misteriosamente solo a unos metros de donde habían estado hablando las hermanas, cayendo en cuenta en el acto de qué y de quien se trataba por lo que se dirigió en forma acelerada al lugar para poner orden en su congregación.

Entre fuertes patadas ciegas sacó de los arbustos a un extraño y flacuchento personaje que estaba vestido con una roída túnica café como las que usan los monjes, el hombre de unos 40 años por lo menos se bajaba la túnica tapándose una verga que la tenía temiblemente bien parada, obviamente el desequilibrado ser se había estado masturbando mirando a las religiosas.

–Anacleto…!, cuantas veces te voy a decir que no te pajees mirando a las hermanas hombre por Dios, si tantas ganas tienes de hacerlo perfectamente lo puedes hacer en tu casucha… o arriba en el campanario.

El delgado y huesudo hombrecillo solo miraba a su mentor con una ligera sonrisilla de idiota, claramente no tenía bien conectados los fusibles de la cabeza, si bien no era un loco de remate Anacleto sufría de severos desordenes mentales, su dificultad para hablar era evidente, solo lo hacía a base de monosílabos y gesticulaciones, aunque la gran mayoría de las cosas que le hablaban las entendía a medias, pero las entendía.

–Entiendo…! –le dijo de pronto el padre Ramón, –Antes no lo hacías tan a menudo, pero desde que llegó a nuestra casa la hermana Angelina te he visto mucho más efusivo, tú también la encuentras hermosa verdad?.

Como única respuesta de Anacleto el padre Ramón obtuvo una serie de gesticulaciones entre enfurecidas y lujuriosas, en donde el insano se agarraba la verga apretándosela y haciendo movimientos de coito.

–Ni lo pienses estúpido… ya te he dicho en varias ocasiones que con ella nooooooooo…!!!!

El clérigo entendía perfectamente que su pupilo estaba pidiéndole a su forma la autorización para cogérsela, o más bien dicho violársela, tal como ya lo había hecho con varias novicias que estuvieron de paso por la antigua abadía, mientras el insano continuaba con una serie de gesticulaciones.

–Te he dicho que Nooooo…!!! Entiéndelo…!!!, en tres meses más tendremos novicias haciendo practica, ahí si quieres te las puedes tirar a todas juntas pero a esta Nooooo… y para que no se te olvide pedazo de mierda ahora verás, y tú tienes la culpa Ehhhhh…!!!

El padre Ramón de entremedio de sus sotanas sacó un grueso cinturón de cuero en donde procedió a darle una severa madriza para que al campanero le quedara bien claro que con la hermana Angelina tenía prohibición absoluta de tocarla, esta ya era la tercera vez que se lo zurraba para frenarlo de sus incontrolables ganas de coger o de masturbarse en que el pobre infeliz se veía atacado de vez en cuando, claro que al pervertido religioso le importaba una verga a quien se cogiera Anacleto, pero si le importaba que no le tocara un solo pelo a la más bellas de sus novicias y recién convertida a monjita.

Una vez que le dio su tanda de fuertes correazos por el lomo le impartió sus órdenes:

–Ahora ve a lavar las escaleras del campanario… una vez que yo termine de confesar te llevaré tus medicamentos.

El asustado seudo sacristán salió corriendo y casi llorando a cumplir con la misión encomendada por su protector antes de que este le siguiera pegando, por el momento a punta de correazos le habían bajado la calentura y hecho entender que tenía prohibido poner sus flacuchentas manos en el poderoso cuerpo de sor Angelina, pero el futuro de los acontecimientos por los últimos sucesos acaecidos ya eran verdaderamente inciertos.

—————————

A los días posteriores de lo ultimo sucedido el macabro religioso (que de religioso no tenía nada) se dio a estudiar las reacciones de tan encomiable criatura que tenía enclaustrada al servicio de Dios en su monasterio, (o convento, o Iglesia, o no sé, la cosa era que en el viejo y alejado edificio en que se sucedían estos hechos habían varios curas y monjas encerrados haciendo penitencia).

Desde su pulpito de donde el padre Ramón se encargaba de dar la buena nueva aquel día domingo este se daba a observarla. La monjita estaba sentada junto a otras monjas, todas feas y rollizas, en un ala lateral de las naves de la Iglesia principal, solo eran unas pocas familias de sectores cercanos las que habían concurrido a la misa.

El fauno y panzón sacerdote la veía pensativa y cuando las demás religiosas cantaban los coros de alabanzas, se percataba que ella ni siquiera lo hacía con las demás, solo se mantenía metida dentro de su hábito con sus rojos labios bien cerrados, por lo que el depravado sacerdote entendía que la hermanita quizás en que tipos de puteadas andaba pensando que no se lograba concentrar, seguramente lo visto en la capital solo hace un par de semanas aun la confundían, señal inequívoca para el pensar que ya su intima y virgen rajadura de carne debía estar comenzándole a punzar de deseos placenteros, decidiendo así que ya era hora de actuar, si era precavido al fin podría lograr derrumbar sus convicciones sin hacerla sospechar en nada malo para terminar cogiéndosela tanto como él lo quería.

Tipo tres de la tarde de ese mismo día el calculador cura tras verificar que todas las hermanas se encontraban dadas a la oración al interior de sus celdas se pudo percatar que sor Angelina no se encontraba al interior de su claustro, rápidamente y al tener claro que esa era una perfecta oportunidad para que las demás monjas no notaran nada raro se dirigió a la sala de oración que estaba junto a la Iglesia principal.

El malévolo hombre apenas ingresó a la vieja edificación que como ya se dijo estaba ubicada en un ala del edificio principal observó que la joven hermana se encontraba tendida en el suelo y con su cara contra el piso, con sus dos brazos extendido se daba a susurrar oraciones que no se alcanzaban a escuchar del todo, por lo que el caliente cura desde su posición solo se daba a observar con sus ojos bien salidos de sus orbitas, a pesar de las oscuras y santurronas vestimentas de la monjita, esa hermosa y redondeada protuberancia que ella tenía levantada un poco más abajo de su cintura: –Tiene un culo exquisitoooo…!!!, –Que apretadito debe tenerlo esta condenada chiquilla, -meditaba recorriéndola e imaginando su cuerpo desnudo según tantas veces ya lo había visto estando escondido en su cubículo secreto.

Pero a sabiendas que esta era la ocasión perfecta para comenzar a corromperla se puso manos a la obra para ver si lograba obtener algo de ella en aquella calurosa tarde de día domingo.

–Hermana Angelina…!, -le habló con autoridad estando de pie a un lado de ella.

La monjita al escuchar esa gruesa voz masculina que tantas veces la había escuchado cuando el buen padre Ramón oficiaba la misa poco a poco fue levantando su mirada hasta que sus caras se quedaron mirando fijamente.

Los negros ojos del maduro sacerdote la miraban en forma penetrante, mientras los de la joven religiosa se daban a estudiarlo, veía esa regordeta cara enmarcada por sus lados de un extraño color verde oscuro, esto debido a la tupida barba del religioso que así se veía, y no era que este no se afeitara sino que eran tan fuertes sus hormonas masculinas que debía afeitarse dos veces al día ya que una vez que lo hacía a las horas ya nuevamente se le estaban asomando los tiesos pelos que porfiadamente le asomaban en forma espesa.

A parte de esto y desde su posición la hermanita lo veía grotescamente panzón ataviado por su negra sotana con capucha, el cordel de esta que se ubicaba a la altura de su supuesta cintura estaba que se cortaba por lo tirante que le quedaba al amarrársela, hasta que ella recordando su posición de religiosa humilde, sumisa y obediente lentamente se fue poniendo de rodillas para quedar mirando al suelo, mientras se daba a responderle:

–Padre Ramón… le pido su perdón por no encontrarme en mi celda en estas horas de oración pero…

–Le entiendo… y es por eso que la estaba buscando…, -le cortó rápidamente el envalentonado hombre.

La monjita encontraba raro eso de que el padrecito la estuviera buscando, ya que ellas por lo general y debido a su estricta disciplina espiritual muy rara vez necesitaban hablar con los sacerdotes de aquella orden.

–Me… me entiendeee…?, -le consultó en respuesta a lo que él le decía, siempre mirando a las ásperas baldosas en las que estaba arrodillada.

–Si hija te entiendo… y te entiendo porque se lo atormentada que debe estar tu alma al haber presenciado hace un par de semanas lo que hacían aquel hombre con aquella mujer en el parque ese día que estuvieron en la capital…, -el seudo religioso le hablaba versificando sus frases para que la hembrita le entrara en confianza.

–Pa… padre Ramón…!, y como lo sabe…!?, si la hermana superiora dijo…

–Yo lo sé todo hija mía…, -le volvió a cortar astutamente, –Así que no temáis y siéntete en confianza para que abordemos y tratemos ese tema que tantas aflicciones le ha traído a tu alma.

–Pero padreee…, y Usted como sabe eso, si yo después de lo ocurrido no le comentado con nadie…

–Recuerda hija mía que una de mis mas grandes virtudes es la observación… con ella he visto en todo este tiempo tu sufrimiento, por lo que me he dado a la oración día y noche para sacarte de tu estado, pero mis esfuerzos se han visto imposibilitados al ver día a día el calvario que estás viviendo…

–De verdad lo ha notado… y a estado orando por mi sufrimiento…?, -la monjita se sorprendía con las palabras de la máxima autoridad de aquel monasterio.

–Claro que si hija… es por eso que me vi en la obligación de venir a buscarte para que juntos nos dediquemos a sacar de tu interior esas fuerzas malignas con las que has luchado tu sola en todo este tiempo…, -al caliente sacerdote hasta se le secaba la garganta al ir inventando todas esas falacias con las cuales pretendía confundirla y corromperla, el viejo cura continuaba: –Es a través de la oración en que he clarificado que mi deber como tu superior es ayudarte… siempre y cuando tu lo quieras claro…, -le dijo finalmente mirando al techo del edificio haciéndose el weon para ver cómo reaccionaba la joven hermanita.

–Si, si padrecito necesito de su ayuda…, -le contestaba inocentemente la joven sor Angelina, –He… he… he… estado muy confundida, sabe?, también he orado mucho para sacar de mi mente lo que ese hombre con esa mujer hacían y no he podido lograrlo, además que mis hermanas no quisieron hablar más del tema…

–Ellas no quieren hablar de ese tema porque han sido víctimas de la envidia hija mía, así que en el más absoluto silencio deberás perdonarlas.

–Envidia?, -le consultó ahora mirándolo en forma extrañada, para luego volver a bajar su vista en señal de humildad y sumisión.

–Si hermana Angelina… envidia…!, porque ellas se han dado cuenta de tu fuerza interna y de la integridad que posees al intentar saber y quizás hacer actos a los cuales ellas han sido incapacitadas para realizar, -las primeras reacciones de la verga del cura ya se lo hacían notar, ya que irremediablemente para el al estar pronunciando tales vilezas a tan casta e inmaculada criatura sencillamente ya se le comenzaba a parar.

–Actos a los cuales ellas han sido incapacitadas para realizar?, pero y qué tipo de actos son esos padrecito, mire que me está confundiendo aun mas.

La monjita ahora ya no sabía que pensar, ella no tenía idea hasta ahora de lo valiente que era ella, porque si el buen padre Ramón lo estaba diciendo era porque así realmente debía ser.

–No vayas tan rápido hija mía, te das cuenta…?, tus ansias por obtener la sabiduría de la carne amenazan con superarte.

A medida que el malintencionado religioso dejaba salir sus salidas palabrotas en forma solapada, al mismo tiempo se le seguía parando la verga, por lo que en forma disimulada se la tenía que esconder debajo de la sotana para que la monjita no sospechara de nada, o al menos por ahora, para él era casi demencial estar diciéndole semejantes blasfemias calenturientas a la semejante y joven religiosa que hasta ese día su corazón era pura bondad, amor al prójimo, y solo entregada a la obra de Dios.

–Sabiduría de la carne?, -la jovencita con hábito de monja lo miraba de soslayo al estar ella pronunciando por primera vez en su vida esas villanías ocultas en palabras tan sencillas.

–Si hija… la sabiduría de la carne…!, a la cual tú has sido elegida para conocer y enriquecerte con ella…

Tras unos segundos de meditar en todo aquello y siempre puesta de rodillas la hermana Ange se daba a darle a conocer lo extraño que era todo eso para ella.

–No se…! no le entiendooo…!!

Y de verdad que la angelical monjita no sabía de qué mierda le hablaba el padre Ramón, pero de lo que si ella estaba segura es que estaba dispuesta a entender y a conocer todo lo que él quisiera explicarle, ese extraño nudo de nerviosismo que se le había formado en el estomago cuando sus castos ojos veían al hombre y a la mujer hacer cosas extrañas, ahora nuevamente se le instalaban al estar en tan inusual conversación con el viejo sacerdote de su monasterio. Por su parte el desvergonzado cura seguía con sus salidas explicaciones para confundirla hasta lograr enviciarla.

–Dime dulce criatura de Dios… de verdad que quieres tener el conocimiento de lo que tus propios ojos vieron allá en el mundo terrenal, y los motivos del porque de tu martirio…!?

–Si querido padrecito, de verdad que deseo adquirir ese conocimiento que Usted dice, como también el porqué de mi sufrimiento…

–Lo que pasa hermana Angelina es que después de Usted haber sido una simple observadora allá en el mundo, su cuerpo a reaccionado a tales visiones… y sencillamente le dieron ganas. –El aprovechador vejestorio le dijo este ultimo poniendo un tono de pesar en su voz, ahora solo era esperar a como se irían dando las cosas.

–Me dieron ganas…!?, -ahora sí que la joven no entendía nada, –Cuáles eran esas ganas de las que le hablaba el buen padre?, -se preguntaba, pero era este mismo quien seguía aclarándole las cosas.

–Si hermana… a Usted le dieron ganas…!, -el lujurioso sacerdote le decía esto último con un semblante serio, pero por dentro estaba que se largaba a reír al mantener aquel tipo de conversación con una joven religiosa perteneciente a una de las más estrictas ordenes existentes dentro de la Iglesia.

–Pero ganas de que…?, -insistía la atractiva monjita que inconscientemente se iba interesando cada vez más por todas esas cosas que le explicaba el padre Ramón.

–No es sencillo para ninguno de los dos abordar tan importantes y complicados detalles hija mía, pero al estar guiado por la divina providencia solamente te puedo adelantar es que yo soy el único que posee los conocimientos y los instrumentos necesarios para poder ayudarte a entender esas extrañas ansias en las que te has visto atormentada en todo este tiempo… Ahora si tu prefieres mantenerte en tal estado…, -el astuto cura hizo como que iba a darse vuelta para marcharse, en eso la joven religiosa lo tomó fuertemente de su sotana impidiendo que este se fuera así como así.

–Padre… padrecito… de verdad que yo no quiero seguir en este limbo… necesito saber eso de las ganas que Usted dice que yo tengo… por favor ayúdeme a salir de este estado,

–Está bien…!, está bien…!!, yo te ayudaré hija mía, pero antes debes prometer ante Dios y ante mí el más absoluto silencio en los temas y acciones que abordaremos antes de iniciar el antiguo ritual con el cual deberé purificarte.

–Un ritual para mi purificación?, -le consultó aun manteniéndolo agarrado de su sotana, esta se la mantenía tirante.

–Si hija mía, con el ritual de purificación es la única forma de que se te quiten las ganas en las cuales te estás viendo asaltada, pero no te preocupes que de a poco iras entendiéndolo todo y para cuando llegue el momento del ritual tu ya estarás preparada para recibirlo.

–Y quien me va a preparar… acaso la hermana sup…

–Nooo…!, -le cortó en forma automática el ya excitado hombre, –Ya te dije que esto debemos manejarlo con mucho cuidado y en el más estricto secreto, ninguna de tus hermanas debe enterarse, solo seré yo quien te va a preparar…

La jovencita pensando rápidamente en las extrañas explicaciones que le daba el padre Ramón recordó la reacción de las demás hermanas el día en que ella quiso saber sobre lo que hacía esa pareja en el parque capitalino, de cómo ellas se negaron a darles las razones y los motivos de porque no debían abordar el espinudo tema, y ahora era el buen padrecito quien si estaba dispuesto a sacarla de sus dudas y que mas encima estaba dispuesto a practicarle un antiguo ritual para sacarla de sus tormentos.

–Lo entiendo…, -le dijo finalmente la monjita quien le encontraba sentido a las palabras del sacerdote, –Y cuándo comenzará la preparación para eso que va a hacerme para que se me quiten las ganas…?

–Para tu suerte hermana Angelina… comenzaremos mañana en la noche…

–Mañana en la noche?, -sorsita Angelina no sabía que pensar, si se suponía que ellas las monjas de su disciplinada orden ya a las 6 de la tarde estaban encerradas y orando hasta el siguiente día.

–Si, será en la noche… y escúchame con atención, tu bien sabes que las demás hermanas se encierran en sus claustros muy temprano, al igual que tu, la única diferencia será que mañana después que terminen sus actividades y se enclaustren, te las deberás de arreglar para salir de tu celda y te dirigirás a mi habitación que es la más alejada del pabellón del segundo piso.

–Será en su habitación…!? Pero porque…!? Si siempre los rituales se hacen al interior de la Iglesia, o al aire libre…

–Inevitablemente debe ser así hija mía… tu preparación debe comenzar al interior de mi habitación ya que para este milenario y ancestral ritual debemos contar con el uso de una cama, -el caliente cura llegaba a traspirar por el inmenso morbo que le causaba estar diciéndole todo ese tipo de cosas a la hermosa monjita, su corazón le latía a mil por hora y su erecta verga ya se mantenía levantándole la sotana la cual el ya no se preocupaba de esconder, por lo que seguía explicándole e intentado confundirla aun mas, –Recuerda hija mía que para que esto resulte se debe mantener en la más estricta reserva, además y dependiendo del empeño que le pongas hay muchas posibilidades que para esa misma noche te tenga lista para dar inicio al ritual.

–Ohhh… mi buen padre Ramón me esforzaré mucho para que eso así sea y Usted me pueda practicar ese solemne ritual que tanto dice para alejarme de mis aflicciones…

–No te preocupes hija mía… con la muy buenota que estas… ejemmm…!! Perdón, es que tengo la garganta seca, -el caliente clérigo estaba muy caliente y ya casi no contralaba sus impulsos y palabras, por lo que casi se le salen los primeros improperios en que este ya quería comenzar a tratarla, pero lo corrigió al instante, –con lo buena y pura que eres del alma no costará mucho trabajo tenerte en las condiciones necesarias para que puedas someterte al acto de sacrificio carnal con lo que culminará tu purificación… así que recuerda… mañana en la noche sin falta.

–No se preocupe que ahí estaré… pero padre… aun no entiendo eso de las ganas que Usted dice que yo tengo…, y nadie tampoco me ha explicado lo que hacían ese hombre con la mujer.

El caliente y degenerado sacerdote no encontraba la forma de ocultar su erección, la chica en vez de apaciguarlo más lo excitaba con sus preguntas y con su carita de inocencia en que lo miraba, hasta que ya entregándose a los hechos se dio a comenzar ahora mismo a lo que ya casi era inminente.

–Está bien hermana Angelina, le explicaré y le adelantaré un poco de eso que Usted quiere saber, pero necesito que se aplique al máximo, y lo que no pueda ver necesito que lo imagine.

–Así será padrecito… así será… ahora explíqueme por favor…, -la monjita se mantenía arrodillada y con sus manitas entrelazadas a la altura de su cintura, su sumisa mirada en todo momento era hacia al suelo tal como lo había aprendido en sus años de formación espiritual.

–Bien, antes que nada quiero que Usted misma me diga y explique detalladamente lo que le hacían a esa mujer que vieron en el parque, y que cosa de todo eso es lo que más la atormenta.

–Ehhhhhhh… es que me da algo de pena decirselooo… es que según las hermanas eso era algo pecaminoso y diabólico, le dijo desde su posición y mirándolo de soslayo.

–Solo dilo hija mía… y no temas a nada, tú estás conmigo ahora…,

–Ehhh… recuerdo que la mujer estaba con sus piernas abiertas, mientras un hombre le sobajeaba cierta parte de su cuerpo, -inconscientemente la bella religiosa se mordió su labio inferior producto de su nerviosidad al estar confiándole al sacerdote lo que ella había visto, no entendía el porqué, pero el caso era que aquella conversación la enervaban los sentidos.

–Que parte de su cuerpo más precisamente era el que le manoseaban a la mujer…!?, -el cura cada vez estaba más salido, y ya quería lanzarse sobre ella para quitarle esas feas ropas y sencillamente proceder a culearsela en el mismo piso de la solitaria sala de oración que estaba llena de imágenes, esculturas y mosaicos religiosos.

–Recuerdo que era como la parte de al medio de su cuerpo, le detallaba la hembra que al decir eso ultimo su extraño nudo en el estomago bajaba peligrosamente a su zona vaginal.

–Indícame con tu dedo índice en tu cuerpo para tenerlo más claro… cual era la zona que le sobajeaban…!?, -el padre Ramón junto con hacerle la pregunta se pasaba un pañuelo por su frente y por su cuello para sacarse el sudor, el hombre estaba excitadísimo.

–Ehhh creo que era aquí…, -la monjita le señalaba con su dedito apuntando a su propia vagina, claro que esta estaba tapada por el hábito.

–Estas segura que era ahí?

–Si padrecito estoy segura que era ahí…

–Ohhhh Dios mío…!!!, esto es más grave de lo que yo pensaba…!!!, es por eso hijo mía que a ti también te han bajado las ganas, así que continua…

–Por la cara que ponía la mujer parecía que sufría, pero también dejaba ver una extraña sonrisa, Usted ha visto alguna vez a una mujer que se ría pero que también sufra al mismo tiempo…!?, pues esa mujer sí que tenía esa cara…

–Si lo entiendo hija mía, y efectivamente hay situaciones en que las mujeres ponen esa cara, por eso mismo ahora te lo explicaré… la cara de esa mujer estaba en esas condiciones porque ella también tenía ganas…

–Tenía ganas? Las mismas ganas que yo tengo…!?, -la monjita recién a estas alturas se daba cuenta que al padrecito se le levantaba la sotana con algo alargado por debajo de esta.

–Si hija mía ella tenía ganas… las mismas ganas que a ti te han atacado en este último tiempo y que de ahora en adelante te atacaran con mas ferocidad. –Mientras le explicaba todo esto al caliente sacerdote poco a poco sus ojos se le iban inyectando en sangre por lo traumático y morboso que era el darse cuenta que la joven y atractiva religiosa le hablaba mirándole la verga tapada con su sotana, pero él debía actuar con naturalidad para no espantarla.

–Ohhh que horror…!!!, pero porque ese hombre le sobaba en esa parte?, -le consultaba sor Angelina sin quitar su cristalina mirada del notorio levantamiento de la sotana del clérigo.

–Es que esta es la parte más difícil de explicar hija mía, y créeme que para mí no es tarea fácil entregarme a tal sacrificio…

–Solo explíquemelo mi buen padre Ramón, así estaré mejor preparada para cuando llegue el momento de que me purifique con el ritual…

–Ponte de pie hija, así lo entenderás mejor, antes de que entremos en detalles más importantes debo enseñarte algo…

–Así está bien?, -la joven ya estaba de pie mirándole desde el interior de su habito.

–Así está perfecto hermana… pero ahora tendrás que ser muy valiente por lo que vas a ver y sentir…

–No se preocupe por eso… podré entregarme a cualquier tipo de sacrificio si soy guiada por Usted mi buen padrecito…

–Pues necesito que toques y sientas esto…!!, le dijo el cura a la misma vez que le agarraba una de sus manitas y se la ponía en la verga.

–Ohhhh…!!!, pero que es esto padre…!!!, -exclamó algo asustada la joven, pero al saberse segura en la compañía del sacerdote en ningún momento pensó en soltarse de ese grueso instrumento que la habían obligado a agarrar.

–Dime… que es lo que sientes…!?. -La pareja estaba muy junta una a la otra, y la joven religiosa ahora se agarraba con sus dos manos a la gruesa herramienta del padre Ramón, mirándola y tanteándola, por lo que luego de tragar saliva se dio a decirle lo que ella estaba sintiendo.

–Es algo duro… y muy largo… es… es… está bien grueso… es como un palo muy endurecido, pero porque lo esconde debajo de sus ropas…!?

–Luego te lo explicaré hija mía…, por ahora solo tócalo a plenitud, apriétalo si así lo quieres, necesito que te familiarices con este santo instrumento… Ohhhhh…!!!

–Padrecito y porque cierra sus ojos y pone esa cara, le duele algo…!?, la joven religiosa se preocupaba por ver la cara congestionada del sacerdote en los momentos en que ella le agarraba inocentemente la verga.

–No te preocupes hija… solo es parte de la iniciación del ritual… por favor sigue recorriéndolo con tus manitas…

La chica sintiéndose autorizada por el buen sacerdote le hizo caso y siguió sintiéndola y tanteándola.

–Ohhh… padrecito… este instrumento esta algo caliente, su calor traspasa la tela de su sotana… y mis manos se humedecen por un extraño líquido que al parecer sale del bendito instrumento.

–Quieres que te lo enseñe al descubierto…!?

–Si es necesario que lo vea descubierto para estar preparada para el ritual creo que si… enséñemelo… quiero verlo…, -la monjita a cada segundo se iba desatando y de verdad que sin ni siquiera ella poder entenderlo ya se sentía conectada por que aquella gruesa dureza que el padre Ramón le estaba enseñando.

–Pues vee…

Los sonoros pasos del grupo de hermanas que se venían acercando sacaron a la pareja de la ardiente plática a la cual estaba entregados, fue el sacerdote quien cuando estuvo a punto de subirse la sotana para dejar al descubierto su verga cayó en cuenta que las demás monjas ya debían estar por ingresar a la sala, así que acomodándose la verga rápidamente le ordenó.

–Sigue orando tal cual como estabas… yo echaré incienso para que las demás hermanas no se den cuenta de lo que estábamos haciendo, y recuerda hija mía, la envidia les corroe el alma a esas pobres mujeres es por eso que no se deben enterar de nada lo que haremos juntos de ahora en adelante, y que es por tu bien.

–No se preocupe padrecito… que yo no se lo diré a nadie…

–Y recuerda, mañana en la noche te podré enseñar esta herramienta que es la principal para llevar a cabo el ritual que te he dicho, así cuando ya estemos encerrados en mi cuarto te seguiré explicando que era lo que deseaban hacer el hombre con la mujer que tú me decías.

–Delo por hecho mi buen padre que ahí estaré para aprender, y para que me muestre ese instrumento que esconde ahí abajo.

–Ahí vienen ponte a orar. –La joven monjita rápidamente se lanzó al suelo con sus brazos extendidos, mientras el sacerdote se perdía por detrás de unas largas cortinas moradas oscuras que se veían al fondo de aquella sala.

Aquella tarde el grupo de hermanas se había encontrado a la joven sor Angelina de bruces en el suelo y con sus manos extendidas en clara señal de estar entregada a la oración, mientras que el padre Ramón se dedicaba a esparcir fragancias de incienso por toda la sala, ellas por su parte se unieron a la oración junto a la más joven de las monjas de aquel perdido monasterio.

El resto de la tarde la joven y atractiva religiosa no pudo entregarse a la oración después de todo lo hablado por el viejo sacerdote. –El padre Ramón era el único que estaba de su parte, -pensaba al interior de su claustro, la jovencita estaba vestida solamente con un delgado camisón de dormir que le llegaba hasta las rodillas y esta vez nuevamente estaba con sus largos cabellos sueltos. La pensativa y confundida hembrita se arrodillaba a los pies de su cama, se extendía en el suelo y aun así no lograba concentrarse, solo pensaba en eso de que a ella le habían dado ganas, e increíblemente ya deseaba que llegase lo más pronto posible la noche siguiente para ella ir a presentarse a la habitación del obeso cura para iniciar la preparación del ancestral ritual que a ella le correspondía según las palabras de este mismo.

Ya al siguiente día las hermanas en general incluyendo a la joven hermanita Angelina se dedicaron a sus tareas diarias en la más completa normalidad: sesiones de oración, remendar ropas donadas para ser repartidas a los más pobres de la comunidad, y a los hogares de huérfanos que dependían del monasterio.

Por su parte la religiosilla que nos confiere estaba de muy buen ánimo, y en sus oraciones matinales pedía porque todo saliera bien esa noche en que ella se iba a someter al secreto ritual en manos del padre Ramón, como también oraba por este mismo para que el altísimo le concediera la sabiduría necesaria para el poder prepararla y guiarla, y por sobre todos para poder sobre llevar el asunto ese de que a ella le habían dado ganas, ya que sabía que el buen padrecito con su ritual le sacarían esas arrebatadores deseos que ella ya creía llevar adentro de su cuerpo, ni mencionar de que otras ansias mas grandes todavía casi la carcomían por ver al descubierto ese robusto instrumento que el padre llevaba bajos sus negras vestimentas y que ella misma había sentido y tanteado con sus manitas por sobre la tela.

Por su parte el buen padre Ramón estuvo gran parte del día tentado a masturbarse, la hermanita lo había dejado muy caliente, y con el solo hecho de ya haber pasado gran parte del día sin que la madre superiora viniese a recriminarle por algo relacionado a lo que él vilmente le había hablado a sor Angelina tenía un solo significado, y ese significado era uno solo, la muy guarrilla no les había ido con el cuento a las demás religiosas, por lo que la presencia de ella con todas esas cositas ricas que se cargaba debajo de su hábito con toda seguridad las tendría a su merced en muy pocas horas.

Ya casi al atardecer del día acordado con el padre Ramón la hermana Angelina temblaba de nerviosismo apoyando su cuerpo contra la gruesa puerta de hierro fundido de su humilde celda, de sopetón le vinieron unos extraños remordimientos de conciencia ya que en los años que llevaba de novicia y el escaso tiempo de monja (solo un par de meses) nunca había contradicho las exigencias de su orden, y ahora estaba solo a minutos de quebrantar una de sus más rigurosas normas, ellas tenían estrictamente prohibido dejar sus celdas desde las 18:00 hasta las 08:00 del día siguiente, pero lo hablado con el buen padrecito solo hace un día había sido todo tan convincente y sin ninguna mala intención de por medio, además que según sus palabras él iba a hacer un tremendo sacrificio para sacarla de su estado, era lo que pensaba la vacilante religiosa, pero con solo recordar que parte de su preparación también ella iba a conocer el venerable instrumento que el padre Ramón guardaba celosamente debajo de su sotana, con solo eso la monjita dio media vuelta con su cuerpo para llevar su manita al asa de la puerta y definitivamente la giró, su suerte ya estaba echada, ella debía asistir a la habitación del buen clérigo.

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El obeso hombre había puesto una buena botella de vino tinto con dos copas en una redonda mesa que estaba ubicada en un rincón de su alcoba, al gozador sacerdote realmente le gustaba pasarlo bien cuando se daba a estos menesteres, también sobre la misma mesa había ubicado varios velones que ya estaban encendidos todo para darle un ambiente más clerical al asunto que ahí se llevaría a cabo, pero al contrario de todo ello el único ambiente que en aquella habitación predominaba era el de la perversión, el muy miserable estaba decidido a esa misma noche cogerse a la mas joven de las monjas que estaban bajo su tutela, y como no iba a desearlo si la hermana Angelina había nacido con un cuerpazo que ya hasta casi hacían revivir de calentura a todas las estatuas de aquel olvidado monasterio.

–Dios bendito…! gracias… muchas gracias…!, -murmuró el muy infame cuando siendo las 18 horas con 40 minutos alguien tocaba a su puerta, y ese alguien ya todos sabemos quién era.

–Hermana Angelina… llega con más de media hora de retraso…, -fue lo primero que le dijo el aprovechador una vez que la joven religiosa estuvo adentro de su habitación con el ya cerrando con llave su puerta sin antes echar una buena mirada con cara de sátiro, asegurándose que por los pasillos del edificio no hubiese andado deambulando algún alma perdida.

–Perdóneme padre…!, pero me vi asaltada por muchas dudas antes de quebrantar una de las más estrictas normas de nuestra orden… Usted sabe que nos…

–Es normal hija mía, esa fue otra obra de Satanás quien intenta por todos los medios impedir el santo ritual del cual tú serás objeto esta noche. –Le dijo a la misma vez que ya servía dos copas llenas de vino tinto y le extendía una a la sorprendida hermanita que nunca antes en su vida había bebido una sola gota de alcohol.

–Mi buen padrecito yo… yo… no bebo… soy religiosa…

–Lo sé hija… lo sé, pero es necesario que lo hagas, esto también es parte del ritual, con el solo hecho que tu ya estés decididamente entregada y que sea conmigo con quien lo llevarás a cabo ya estas perdonada, así que solo bebe.

La monjita pensando en las sabias palabras de su autoridad espiritual le encontró toda la razón del mundo, si era el mismo padrecito quien le había servido la copa de vino, que problemas podría haber con ello. En eso temblando de una extraña emoción al estar en el dormitorio del sacerdote puso atención en la opulencia de la habitación del cura, que contrastaba en un 100% a la humildad de su reducida celda que solo eran 4 paredes y suelo de cemento, y que a parte de un crucifijo de madera lo único que cabía en su claustro era una cama, una silla y un baúl para guardar sus escasas ropas de monja y otros pocos efectos personales que solo eran libros de oraciones y similares.

Mientras le daba los primeros sorbos al vino, la hermana Angelina veía con admiración un tremendo crucifijo de casi dos metros de altura hecho de metales relucientes que estaba ubicado en el muro en que se encontraba arrimada la gran cama del sacerdote, esta también era metálica y de altos pilares dorados en sus 4 puntas, la joven calculaba que ahí perfectamente podrían dormir sin incomodidades unas 5 personas, toda la habitación era alfombrada y de color colcho vino, un cielo alto en donde perfectamente podría alcanzar para otro piso, y fijándose en los gruesos cortinajes que estaba cerrados no dejando ver los grandes ventanales fue cuando otra vez escuchó la áspera voz del sacerdote.

–Te gusta lo que estás viendo…?, -el sacerdote le preguntaba con orgullo al caer en cuenta de cómo la muchacha estaba encandilada con los lujos de su habitación.

–Mi buen padrecito… perdóneme, pero es… esto… esto es muy oneroso, nuestra orden se caracteriza por la humildad y el sacrificio…

–No te preocupes hija mía que así es, -le cortó el ahora fastidiado sacerdote al notar las mamadas con las que le estaba saliendo la atractiva monjita, por lo que siguió intentando de convencerla, –Todo lo que tu vez aquí son bendiciones de nuestro señor, verás… esa cruz que estás viendo fue donada por un ricachón de la comarca, la compró directamente en Europa para donarla a nuestro monasterio, y yo decidí ponerla aquí en mi habitación ya que si la ponía en la Iglesia o en otra parte perdería su valor… tu sabes de la ignorancia de la gente común, no le darían la importancia y el valor que realmente esta tiene…

–Pero entonces a lo mejor se podría haber vendido para darles de comer a los más po…

–Otro día podremos dedicarnos a debatir de este apasionante tema, -le cortó otra vez el muy descarado, para luego seguir: –por ahora solo nos dedicaremos al asunto que nos confiere, te parece?

La obediente hermana Angi otra vez recordaba su posición ante el obeso sacerdote, por lo que solo se dio a bajar su mirada para decirle:

–Perdóneme mi buen padre yo no soy quien para contradecir sus determinaciones, una vez que terminemos con el ritual me daré a la oración para corregir mis indiscretos impulsos que con toda seguridad provienen del mismísimo demonio.

El muy infeliz veía con regocijo como la hembra escondida dentro de ese hábito se humillaba ante él, pensando que hoy en día este era el mayor problema existente en la vida del hombre común, si hasta habían guarrillas que se daban el gusto de mandar en los hogares, situación tan repudiable como reprobable para él y toda su cofradía, lo bueno que este tipo de contrariedades aun no lograba traspasar las barreras de su aislado monasterio donde él era amo y señor.

–Lo sé hija… lo sé… que tal si ya comenzamos con tu preparación… estoy seguro que anoche no pudiste orar nada debido a tus ganas, no es así?

La joven religiosa recordando al instante los motivos por los cuales ella se encontraba en la habitación del clérigo, casi con emoción olvido la suntuosidad desmedida de la alcoba en la cual la tenían metida para entregarse en cuerpo y alma a la preparación del caliente cura, claro que esto último ella no lo sabía y menos aun lo entendía.

–Si, así es, mi buen padre Ramón, las ganas esas que Usted dice que yo tengo ya casi me superan, anoche estuve horas intentando orar y no pude, necesito que hagamos el ritual lo antes posibleeee…!, -ahora la monjita lo miraba directamente a sus pequeños y porcinos ojos negros. Le veía su morena cara mofletuda, y sus pelos canosos enmarañados, con vistosas patillas bajando por cada lado de sus cachetes dándole un aire muy empobrecido de los hombres nobles en los años 1800.

–Entiendo hermana Angi, le puedo decir así verdad?, he escuchado que algunas hermanas así le llaman…

–Ehhhh… si Usted así lo desea… yo no soy quien para oponerme a sus deseos.

“…yo no soy quien para oponerme a sus deseos…”, pero que frase más exquisita se gritó el vejete al instante después de haberla escuchado, la tarea le estaba resultando más fácil de lo que había pensado, aun así sabía que debía irse con cuidado, la hembrita por muy inocente que fuera igual había puesto atención de la desmedida opulencia en que a él le gustaba vivir.

–Bien hermana Angi, entonces como primera parte de iniciación antes del ritual necesito que se saque el velo y descubra sus cabellos…

–Pero padre…!!!, eso… eso no puedo hacerloooo…!!!, –la carita de la monjita era de escandalizada, –Tengo estricta prohibición de quitarme…

–Solo hágalo…!!!, y no se preocupe…, -la interrumpió el sacerdote mientras serenamente se dedicaba a llenar otras dos copas de vino, –Ya le dije que al estar entregada a este ritual todas sus acciones por muy pecaminosas que parezcan estarán perdonadas, vamos quítese el velo y descubra sus cabellos, es necesario…

La joven y casi adolescente religiosa poco a poco llevó sus manos a la parte superior de su cabeza y lentamente fue descubriendo su negra cabellera la cual también liberó de sus trabas quedando con sus desordenadas sedosidades adornando seductoramente su hermosa cara.

El viejo cura con solo tenerla en esas condiciones ya tenía ganas de besarla, al tener a la chica tan cerca de él sin el velo, y con distintos mechones castaños oscuros revoloteando por su rostro caía en cuenta que era más hermosa aun de lo que él veía cuando la espiaba desde el techo de los baños, tenía unos ojos café claros preciosos, una naricita muy bien perfilada y unos labios tan rojos como las frambuesas.

–Así… así está bien?, -le consultó con sus manitas entrelazadas a la altura de su cintura.

–Si… así está bien hermana Angi… ahora acérquese…

La chica nerviosamente se acercó al grotesco cuerpo del obeso sacerdote, este era un verdadero elefante de 1.90 metros por lo menos, contra el 1.68 de la bien proporcionada jovencita.

–En que estábamos ayer?, -le volvió a consultar el ansioso vejete, quien se relamía sus gruesos labios oscuros al estarle mirando su angelical rostro de tan cerca.

–U… Us… Usted me había enseñado un instrumento que guarda bajo su sotana, -le dijo la nerviosa monjita ahora con sus cabellos sueltos y apuntando débilmente hacia la verga del feliz y descarado cura.

–Ahhh claro, ya recuerdo y dime… te gustó lo que tocaste ayer…?. –el miserable ni se arrugó para encender un cigarro delante de la chica, quien no entendía que un hombre de Dios fuera tan entregado a algunos vicios mundanos, aun así le contesto con la verdad.

–No lo sé… pero sentí algo raro, era tan tieso y estaba algo afiebrado…, -la chica poco a poco se iba soltando además que con la segunda copa de vino y al no estar para nada acostumbrada al alcohol su nivel de deshinibimiento iba en franco aumento.

–Dime hija, anoche pensaste en mi herramienta, o sea, intentaste imaginártela…?

–Claro que si padrecito…!, -la respuesta fue en forma enfervorizada por parte de la hembrita, ella entendía muy bien que cuando el clérigo se refería al instrumento o a la herramienta se refería a la misma cosa, por lo que continuó, –El motivo principal del porque no me pude dar a la oración fue por pensar en lo alargada y gruesa que era su herramienta…!

–Entiendo…! entiendo…!!, y es por eso que hice que te acercaras, -le contestaba el facineroso sacerdote tomando aire para lo que ahora estaba dispuesto a realizar, –Así que bebe esta otra copa de vino y ponte de rodillas, la posición en que empezaremos la preparación del ritual es contigo de rodillas y con una actitud de sumisión por tu parte.

Angelina ni se la pensó para beberse la tercera copa de vino al seco, para luego casi arrojarse a los pies del buen padre Ramón.

–Y ahora que viene padrecito?, -le consultó desde abajo.

–Tantea mi sotana y sondea el instrumento que tanto deseas… con este ya en tus manos entenderás muchas cosas hija mía, vamos búscala tu misma.

La chica con algo de temor fue subiendo una de sus manitas para tantear la parte baja de la cintura del grueso religioso quien veía la operación fumando su cigarrillo, estaba feliz con los logros alcanzados, pensó que fue un verdadero acierto haberla dejado en su monasterio cuando la chica llegó solo como una más de las tantas novicias que pasaban por este.

–Ohhh…!, lo encontré padre Ramón, pero ahora siento la herramienta mucho más blanda que anoche…, -la cara de la monjita era de desconcierto, esta manguera que otra vez agarraba por encima de la sotana no tenía nada que ver con la que ella había conocido una noche atrás.

–Solo tantea y sobajéala hija, ya verás que gracias a ti esta va adquirir dimensiones considerables y ya estará en condiciones para que la puedas admirar a plenitud.

Tras unos breves minutos, uno o dos tal vez, la hembrita otra vez se dirigía al sacerdote pero ahora con un dejo de entusiasmo en su voz.

–Si… lo siento padrecito su bendita herramienta crece cada vez más, mire como le levanta la sotana…, -y efectivamente con semejante tratamiento manual la gruesa verga del aprovechador cura había adquirido una erección temible, su sotana se levantaba de tal forma que la joven Angi veía partes de sus flacuchentas y blancas piernas que solamente tenía pelos en algunas partes de ellas.

–Ponte de pie hija, ya es hora de dar el primer paso antes de que te la muestre.

Una vez que Ange se puso de pie el oscuro sacerdote puso sus dos manos en los hombros de ella, dándose a contemplarla con su negro hábito caído hacia tras de sus cabellos mientras la monjita respiraba por su boca ya que sabía que algo le iba a hacer el buen padrecito, este ultimo diciéndose para sus adentros que la atractiva muchacha así tal como estaba parecía una verdadera sacerdotisa hecha para las artes tanto carnales como amatorias, así que ya no esperando mas se dio a decirle:

–Esto… esto es obra de la divina providencia hermana… solo piensa en esoooo…, -y sin más bajó sus manos a su estrecha cintura y le estampó su asquerosa bocota abierta en los cerrados labios de ella comenzando a besarla efusivamente abrazándola y atracándola contra su obeso cuerpo.

La contrariada y joven religiosa recibió el húmedo besuqueo con espanto, solo se quedaba quieta con sus ojos bien abiertos intentando comprender que era lo que estaba pasando, ahora recordaba que eso que le estaba haciendo el padre Ramón era lo mismo que le hacía el hombre del parque a la mujer rubia.

Luego de un rato en que en la clerical habitación solo se escuchaban los chapoteantes labios del cura este se separó de la boca de su víctima para aclararle como era la cosa de ahora en adelante.

–Abre tu boca cuando yo te este besando Angelina… o acaso quieres arder en las llamas del infierno…!? Esto es parte del ritual…!!!

–Ohhh…!!!, no padrecitoooo…!!!, yo no quiero arder en el infierno…!!!

–Entonces abre tu boca…!!!

En el mismo momento en que el asqueroso religioso otra vez se lanzó contra los vírgenes labios de la chica ella abrió su boca casi en el acto sintiendo como la gruesa lengua del padre Ramón invadía con toda potestad la suya.

–Ahora necesito que muevas tu lengua contra la mía… así debe ser hija, recuerda que una de tus virtudes es la de la obediencia…, -le dijo en un momento que otra vez se separaba de sus rojos labios, para luego volver al ataque.

Esta vez la joven monjita con el viejo sacerdote se besaban como si de verdad ellos lo desearan. Por parte del aprovechador clérigo así era, él la deseaba con bravura y ahora que sentía su fresca lengua batirse con la de él sabia que ya una parte de la persona de la chica le pertenecía, pero él la quería entera e iba a dar su vida con tal de lograr poseerla esta misma noche.

Por parte de la asombrada hembrita ella solo correspondía a eso que le hacían porque se lo estaban ordenando, nunca en su vida había escuchado que un hombre con una mujer juntaran sus bocas y lenguas para demostrarse afecto, simplemente ella no tenía ni mierda de idea de lo que estaba haciendo tan comedidamente, pero si puso atención de algo duro que le oprimía el buen padre a la altura de su abdomen, al instante cayó en cuenta de que se trataba del bendito instrumento que si ella quería conocer.

El viejo casi se la estaba devorando, más que besos eran verdaderos tarascones los que le plantaba con ferocidad en su dulce boquita, sus regordetas manos sobajeaban todo lo que podía, y muy peligrosamente se acercaban a las prominentes y redondeadas nalgas de la joven, para luego volver a pasearlas por sus caderas y sentir aquella estrecha cintura, sencillamente la joven hermanita Angelina era una hembra de infarto se decía para sus adentros mientras no se cansaba de comérsela.

–Ahhhhh…!!!, tu boca es tan dulce como la mejor miel del oriente… ya tendré tiempo de seguir probándola, ahora ha llegado el segundo paso de tu preparación, -le dijo una vez que la liberó de su opresión mientras la asustada religiosa intentaba recuperar la respiración. El caliente cura le había arrebatado hasta el último aliento.

–Como Usted diga padrecito…!, -fue lo único que atinó a decir una vez liberada.

–Vuelve a arrodillarte ante mí en señal de sumisión y humildad, -la voz del viejo sacerdote era grave y autoritaria. La joven otra vez estaba de rodillas mirándolo hacia arriba y mirando de reojo la tremenda carpa que se formaba a la altura del apéndice del religioso.

–Que paso viene ahora…?, -le consultó mirándolo alternadamente a él y a la verga aun oculta por la oscura ropa del sacerdote.

–El paso que viene es esteeeee…!!!!, -el descarado cura simplemente abrió su sotana para dejar a la vista de la muchacha una grotesca verga temiblemente bien parada, eran por lo menos 25 centímetros de carne oscura que se bamboleaba orgullosamente ante los atemorizados ojos de la joven monjita, fue el viejo quien rompía el hielo ante tan enloquecedora situación, –Te gusta mi instrumento…!?

La hermana Angi, solo tragaba saliva estudiando ese descomunal falo de carne que hasta ese día desconocía que los hombres tuvieran. Lo que veían sus escépticos ojos claros de la ahora confundida religiosa era un miembro enorme y muy gordo, algo así como una manguera hecha de carne, se decía para sus adentros, esta estaba llena de venas multicolores que pulsaban rápidamente producto de la acelerada presión sanguínea de su dueño, notando que ese descomunal y alargado trozo de carne que nacía desde mas debajo de la peluda panza del padre Ramón también tenía debajo de su base dos bolsas de piel bien arrugadas pero que al parecer tenían dos pelotas del porte de un durazno conservero al interior de ellas, nunca en su vida había visto o imaginado algo parecido, como a la misma vez se sorprendía con esa espesa mata de pelos gruesos entre negros y canosos que abundaba en la base del bendito instrumento que por fin conocía y veía tan cerca de su cara.

–Contéstame hija… te gusta mi instrumento…!?, -el pernicioso cura ya resoplaba como un toro embravecido.

Angelina como una verdadera zombi solo se dio a contestarle sin quitar su vista de aquella preciosidad recién descubierta.

–Creo que siiiii…!, su… su instrumento me llama mucho la atención padrecito…!, es… es… hermosoooo…!!, -le dijo ahora respirando un poco mas aceleradamente.

–Entonces vamos…! tómalo como lo hiciste hace un rato… es todo tuyoooo…!!!

La chica sin pensar en lo bueno ni en lo malo ya solo actuaba guiada por su propia sensualidad y por su instinto de hembra, en forma refleja subió ahora sus dos manitas quedando firmemente asida a la gruesa verga del cura, la pobrecita ni se imaginaba aun lo que le deparaba cuando el clérigo decidiera metérsela.

–Ohhhh… padrecitoooo…!!!, el bendito instrumento late como si tuviera vida propiaaaa…!!!, lo siento en mis manos como pulsa aceleradamenteeee…!!!, -las palabras de Angi le nacían del alma, y como era que no si la monjita había quedado caliente del mismo día que había estado en la capital, solamente que ella no lo sabía.

–Te gustaaa como pulsaaa…!!??

–Me… me… encantaaaa…!!

–Dale un beso…!!!

–Un… un beso…!?, -ahora la monjita lo volvía a mirar hacia arriba.

El padre Ramón acordándose que la monjita era novata en esas lides se dio a enseñarle cómo hacerlo.

–Si… debes fruncir tus labios y estamparle un beso en la punta que es esa parte morada que estás viendo…,

La muchacha entendiendo que eso era parte de su preparación movió sus exquisitos labios rojos como anteponiéndose a lo que iba a realizar, hasta que por fin:

–Muachsss…!, así… así está bien…!?, -le consultó después de su primer ósculo a una verga.

–Siii… pero ahora le darás un beso con lengua…!!!, así lo demanda el ritual hija mía, vamos… hazlo de una vez, yo se que tu puedes hacerlo.

–Con lenguaaa?, no entiendo padre…!!

–Debes abrir tu boca y meterte todo lo que puedas al interior de ella, y una vez que ya no caiga mas debes acariciarla con tu lengua y frotarla con los labios… esa es la forma hija mía… vamos hazlo, que esperas?

La joven entusiasmada con tan tentadora tarea poco a poco fue acercando sus rojos labios al aceitado glande del padre Ramón, lo notaba inmenso y achatado, y la punta de la uretra parecía ser el ojo de un ciclope que la miraba para comérsela, así que aguantando ese fuerte aroma a orina que expelía de aquel aparato carnal ella simplemente fue abriendo su boca lo que más pudo para meterse por primera vez en su vida una verga entre los labios.

El excitado cura desde su posición veía que la joven monjita se acababa de comer todo el glande de verga, es que su aparato era tan robusto y grueso que difícilmente la chica podría ahondar más en la oral tarea, por lo que el hombre rápidamente le empezó a dar instrucciones:

–Así… así está bien hermana… ahora retire sus manos de mi herramienta y aplíquese solamente con los labios y la lenguaaaa…, -esto se lo decía con sus ojos salidos para afuera.

La curvilínea y portentosa monjita hizo caso en el acto, al parecer ya se le había pasado el miedo a lo desconocido, ni siquiera pensaba en sus demás hermanas que a esas horas estaban dadas a la oración mientras ella le practicaba la primera felación de su vida al padre Ramón.

La inexperta mamada que le estaban propinando al obeso y asqueroso cura se le hacía exquisita para este mismo, en varias ocasiones la hermana Angi se la mordía debido a su ignorancia en estas artes, pero el sexagenario sacerdote las aguantaba con estoicismo, ya que veía que la joven poco a poco iba tomando su propia técnica.

La veía de a momentos parar para tomar un poco de aire, lo hacía sin sacarse el trozo de carne de entre medio de sus labios, para luego volver a succionarla metiéndosela cada vez un poco más adentro de la boca.

Por su parte la joven Angelina ahora gracias a sus fuertes y rítmicas succiones y movimientos linguales se la sentía más dura y más recia que antes cuando le rozaba el paladar, la verga ya lograba metérsela hasta un cuarto de su longitud, y esta pasaba a llevar su campanilla por cada empujón que le ponía el sacerdote cuando ella iba en avance, y por cada vez que miraba al cura como queriendo preguntarle si se la estaba chupando bien veía que este solo le sonreía en forma desvergonzada, hasta que escuchó nuevamente el tercer paso de lo que le tocaba hacer,

–Ya déjala… déjala hija… que ahora viene tu tercer paso en la preparación…, -el cura había tenido que casi quitarle su aparato a la chica que con entusiasmo se la había seguido chupando cuando este pretendía sacarla de su boca.

–Ohhhh el tercer paso… ordene padrecito… como cree que lo estoy haciendo, me podrá sacar esas ganas que Usted dice que tengo…!?, -la jovencita religiosa se lo preguntaba aun puesta de rodillas, con varios ríos de líquidos pre seminales adornando su barbilla.

–Vas muy bien hija…! vas muy bien…!!, pero esta prueba que viene ahora es un poco más complicada que las anteriores, pero es crucial para poder llevar a cabo el ritual.

–Yo seré obediente mi buen padrecito… solo continuemos con mi preparación…, -dentro de su inocencia la chica juraba que lo estaba haciendo bien, además que con su nivel de humildad y sumisión según lo ordenaba su orden quedaría muy bien puesta a los ojos del cura.

Por su parte el despreciable hombre continuaba con sus instrucciones con la sola intención de seguir pervirtiéndola.

–Así sea hija mía, bien, ahora que ya te has congraciado oralmente con la herramienta con la que te haré el trabajo…

–Será con el bendito instrumento con lo que me quitara las ganas…!?, -le interrumpió la joven monjita no dejándolo terminar, sus ojos cristalinos ya estaban casi vidriosos.

–Ehhh… no me gusta que me interrumpas…!, -el padre Ramón, buscaba rápidamente en su mente una respuesta convincente que darle a la chica, así que no le quedó más remedio que confirmárselo concluyendo que si la hembrita no se había hecho problemas para mamársela con esta otra nueva idea tampoco deberían haberlos, –Pero ya que lo preguntas debo confiarte que así es… será con esta herramienta con la que trabajaré en el ritual. –El viejo ya estaba con toda su sotana abierta y agitándose la verga delante de ella mientras le decía lo último.

–Pero que me hará con ella, no entiendo…!!!. –Angi estaba cautivada con todas estas nuevas emociones recién descubiertas en su sensualidad, incluso ya casi no le espantaba ver al sacerdote casi desnudo, sus ojos no se cansaban de ver esa tremenda panza peluda y que en su pecho la densidad de pelos canoso se hacían más tupidos y lago plomizos.

–Hermana… ya lo entenderás cuando estemos acostados…! Ahora solo qui…

–Nos acostaremoss…? Pero porque…!?, -le volvió a preguntar Angi al cura, eso de acostarse con él para nada estaba en sus libros, nunca había escuchado de ese tipo de rituales, algo en su mente la estaba asustando y poniéndola en alerta, pero ese extraño nudo en el estomago y que se expandía hacia ciertas partes de su cuerpo la animaban a continuar.

El obeso sacerdote volvió a tomar aire para seguir buscando las palabras necesarias para hacerla caer con ella poniendo de su parte.

–Si hija, debo ponerte en antecedente que nos acostaremos, y será así porque el ritual así lo demanda hija,

La chica pensando ahora seriamente en el asunto, y por muy rica que hubiese encontrado la herramienta que le había enseñado el sacerdote y que hace solo un rato había tenido puesta entre sus labios, creía entender que a pesar de sus palabras eso de acostarse con el no era apropiado.

–Ohhh… mi buen padre no sé si seré capaz de hacer eso… yo nunca…

–No temas hija mía, -ahora era el viejo quien rápidamente no la dejaba terminar, –Recuerda que yo soy la autoridad máxima en este monasterio, y tu orden te exige obediencia y sumisión, ya verás que serás santificada con este bendito instrumento con el que has dado claras muestras de aceptarlo.

La monjita ahora un poco dudosa no sabía si realmente sería capaz de tenderse en la misma cama junto al sacerdote, pero las palabras del aprovechador clérigo aun le sonaban algo coherentes, hasta que otra vez recordando cuáles eran sus virtudes dentro de su orden le dijo:

–Si, es verdad… entonces cual es el paso que viene ahora padre Ramón…?, extrañamente la chica ahora ya no lo trataba de mi buen padrecito, esto era producto de los tremendos nervios que la embargaban.

–El paso que ahora te toca superar hermana es el retirar toda la ropa de tu cuerpo, debes quedar totalmente desnuda ante mi presencia.

–Padreeee…!!, es que no sé si eso sea correcto…!, -la cara de la joven Angelina se desfiguró por lo escandaloso de la prueba que ahora le tocaba realizar.

–Ya te lo dije Angita… tú me debes obediencia porque así lo has jurado antes Dios, vamos yo te ayudaré con esta difícil tarea, ya verás que en poco tiempo te acostumbrarás a estar encuerada ante mi presencia, Jejeje…

El viejo poco a poco iba corriendo la cortina de lo que el realmente deseaba obtener de la incauta monjita.

La ahora si asustada hermana Angelina que en un principio había imaginado estar recostada sobre la gran cama del sacerdote aprendiendo cosas nuevas, ahora con solo verle la cara de depravado que este había puesto cuando le pedía que se quitara la ropa pensó que quizás todos eso de las ganas y del famoso ritual que este decía podrían ser puras patrañas para hacer cosas horrendas con ella, así que rápidamente se puso de pie mientras le decía,

–Padreeee…, yo creo que hasta aquí ya esta bueno, ahora me iré a mi celda y me entregaré a la oración para ped…

El salido sacerdote viendo que su joven hermanita se le quería echar a volar automáticamente se abalanzó sobre su cuerpo para arrojarla sobre la cama y comenzar el mismo a quitarle el hábito, en tanto la asustada monjita solo se dejaba desnudar estando paralizada por el pánico.

–Noooo, pa…dreeee… que haceeee…!?

–No temas dulzura… esto es necesario para iniciar el ritual… y te anticipo que en un principio tu misión será de martirio, pero luego cuando ya lo estemos haciendo firme serás bendecida por el mismísimo espíritu santo… no es una maravilla…!?, -el viejo sacerdote resollaba mientras a puros jaloneos le iba quitando sus oscuras vestimentas, que ella débilmente intentaba sujetar con sus manitas.

Pero el viejo sacerdote era mucho más fuerte que ella, este prácticamente a puros tirones le arrancó el hábito y su ropa interior que no era muy mojigata para ser monja, esta era blanca y del tamaño normal, dejando a la joven religiosa totalmente desnuda, enseguida de debajo de sus almohadas saco dos par de esposas con las cuales rápidamente la dejó inmovilizada con ambos brazos extendidos y sujetos a los fierros centrales del respaldo de la cama,

–Que hace padre Ramón… porque me amarra a la cama…?, – la desnuda muchacha le preguntaba jalando sus brazos y cayendo en cuenta que de ninguna manera podría liberarse, si es que no lo hacía el cura.

–Ya te dije que no debes poner en dudas mis actos hija mía, solo lo hice por tu propia seguridad… el rito es muy peligroso y podrías hacerte daño, pero cuando yo vea que te has entregado a él te liberare para que sucumbas a sus exquisiteces…, -fue en eso cuando su ardiente mirada dio con aquel sedoso triangulo de tiernos pelitos negros y brillosos quedando literalmente hechizado con ellos.

–Acaso… acaso me va a hacer un exorcismo…?

El padre Ramón casi no la escuchaba, por fin la tenía desnuda y tendida en su cama tanto como él lo había soñado desde que la criatura había llegado a su monasterio, sin embargo por ahora solo se daba a devorársela de pies a cabeza, pero que buena estaba la muchacha se decía en forma boquiabierta sin quitar sus porcinos ojos ahora puestos fijamente en sus tetas que si ser grandotas eran del tamaño perfecto para cualquiera, pero lo que si tenía muy bien desarrollado según su análisis era toda la parte de su cuerpo desde su ombliguito y estrecha cintura para abajo, deliraba con esas caderotas muy remarcadas que daban paso a unos muslos fuertes y muy bien formados, la más joven de sus monjas era un verdadero monumento de mujer se gritaba para sus adentros, y cuando por fin se convencía de la suculenta hembra que estaba solo a minutos de cogerse, se dio a contestarle lo que ella le había preguntado.

–A… al… algo parecido hija… algo muy parecidoooo…!, solo que con este ritual te sacaré esas tremendas ganas que llevas dentro…

Junto con decirle lo ultimo el gozador y casi infartado clérigo como un verdadero poseso se lanzó a las piernas de la chica abriéndoselas de par en par y con fuerzas desmedidas, sin importarle el dolor que le causaba a la aterrorizada hermana, para luego de tenerla con ambos muslos abiertos y recogidos ir acercándose a la apretada y virgen vagina para proceder a olerla, el aroma que desprendía la tierna panocha de la joven Angi era para enloquecer a cualquier hombre, la miró bien de cerca y se la olió hasta el cansancio, y una vez que el sentido de su olfato ya estuvo impregnado de aroma a hembra fue cuando le dijo:

–Ahhhh… que rico hueles aquí abajo hija mía, de verdad que huele a hembra caliente y sedienta de verga, jejeje,

La asustada muchacha que no imaginaba lo que le iba a ocurrir igual se dio a preguntar por esa extraña palabra que por primera vez en su vida escuchaba:

–Sedienta de verga…!!?? Padrecitoooo… que es la vergaaa…!!??,

–Pues la verga es el bendito instrumento que entusiasmadamente estuviste mamando solo hace un rato, esta es la vergaaaa…!!!, -le bufó a la misma vez en que rápidamente se retiraba su sotana y se ubicaba ahora totalmente desnudo a la altura de su rostro para comenzar a azotar su endurecido miembro contra su cara. –Mírala bien hija, que en un rato mas te la voy a meter, jajajaja…!!!

Diciendo esto último otra vez se desplazó hacia la parte central de sus muslos para volver a abrírselos, acto seguido abrió su bocota babeante y lentamente se fue acercando a esa atrayente y virgen panocha para comenzar a devorársela a su total antojo.

El padre Ramón lamía y succionaba aquella núbil hendidura como un verdadero endemoniado, estaba fascinado con ese cuerpo de fabula que tantas veces había soñado después de espiarla en los baños, se la chupaba, se la lamía y se la escupía, para luego explorársela con sus gruesos dedos regordetes, todo aquello era más que excitante para el lujurioso cura, y lo que más le calentaba era saber que estaba solo a minutos de ser él quien iba a desvirgar a tan apetitosa hembra creyente que tuvo la mala suerte de caer en su monasterio.

La joven hermana Angelina ahora sentía un poco de aversión por todo lo que le estaban haciendo, pero al saber que ella también le había succionado su cosa al padre Ramón, pensaba que quizás esas lamidas en su parte intima no estaban muy lejos de ser normal para lo que era su preparación, luego una lejana parte de su mente le hacían pensar que eso que le estaban haciendo era una acción de lo mas reprobable para una sor recién nombrada al servicio de Dios, pero lo que no imaginaba la pobre jovencita era que lo peor estaba por venir.

En tanto el perverso cura abría todo lo que pudo su asquerosa boca goteante de babas y se sumía en esa exquisita y joven vagina que se estaba comiendo, Angi por su parte de un momento a otro ya era víctima de un desfalleciente hormigueo en su casto tajito al sentir los gruesos labios del padre Ramón abarcarle toda la extensión de su pequeña fisura carnal y sintiendo como su áspera lengua hurgaba intentando adentrarse al interior de su rendija, fue abriendo ella misma y en forma voluntaria lentamente sus piernas, hasta quedar totalmente abierta de patas.

Los gemidos de la joven religiosa no tardaron en llegar a los oídos del caliente clérigo por lo rico que estaba sintiendo.

El padre Ramón abiertamente le estaba comiendo la zorra, adentraba su lengua lo que más podía, sorbía y saboreaba todo ese exquisito elixir femenino que la concha de la hermana Angelina le iba soltando.

La joven gradualmente se había empezado a menear con suaves movimientos pélvicos, preguntándose a ella misma que era eso tan rico que estaba sintiendo, acaso esas serían sus ganas?, era lo que se preguntaba a la vez que hacía cortos movimientos con sus brazos esposados a la cama, obviamente ella como hembra deseaba llevar sus manos al cuerpo del macho para alentarlo a que siguiera haciéndole cosas, estaba sintiendo muy rico.

La joven y hermosa religiosa seguía con esos siniestros movimientos y meneadas con sus caderas, ahora su acalorada panochita arremetía contra la bocaza del padre Ramón, no quería que esa maravillosa y caliente lengua la abandonara. Pensaba que si la mamada al bendito instrumento le había gustado un montón esto que le hacía ahora el buen padrecito a ella lo encontraba celestial y hasta casi bíblico.

Por su parte el descarado sacerdote sabía que la joven monjita estaba gozando como una verdadera puta, desde ahora se le haría aun más fácil poseerla, así que cuando ya se cansó de chupar, lamer y jugar con su virgen hendidura otra vez le abrió las piernas doblándoselas y haciendo que se quedara con ellas recogidas, para luego empezar a montarse sobre su curvilínea anatomía, la chica sin entender porque el padre Ramón se subía sobre su cuerpo tiraba sus brazos con tal de sujetar su pecho para que no la aplastara, pero era ahí cuando se sabía inmovilizada, ahora el miserable vejete ya estaba sobre ella con claras intenciones de meterle aquella monstruosidad de verga que mantenía más tiesa y parada que nunca.

La joven religiosa que no sabía los motivos del porque ese tremendo animal estaba montado sobre su cuerpo sentía como este paseaba su virilidad por sus labios vaginales expuestos, su mente trabajo a mil, la verga del hombre estaba a la misma altura de su vagina, el mismo le había dicho que se la iba a meter, lo que en un principio no entendió mucho, pero ahora al saber en la posición en que ambos estaban y como este ejercía presión en aquella zona, fue cuando supo que era lo que le iban a meter y por donde, por lo que instintivamente comenzó una frenética lucha para defender su integridad, el pomo de la gruesa herramienta del cura era tan gruesa y redonda como el diámetro de una pelota de tenis calculaba en comparación de su estrecha ranura intima que si esta no se rajaba en el intento el instrumento del padre Ramón jamás entraría, pensaba rápidamente en forma enajenada mientras seguía sintiendo como el obeso hombre se acomodaba sobre sus muslos para hacerle eso, un tremendo pánico se apoderó de su persona con solo imaginarse estar siendo penetrada por semejante herramienta.

Pero el padre Ramón ya estaba caliente al máximo y no iba a dejar pasar esa oportunidad y ya sintiéndose en condiciones sobre su blanco, curvilíneo e inmaculado cuerpo se dio a notificarle de lo que ahora le iba a ocurrir,

–Ahora vas a saber lo que realmente iban a hacer ese hombre con esa mujer que viste en el parque, jajajjaaaa…!!!! Así que no temáis, ya estás en edad de ser gozada por un hombre de verdad…!!!,

–Padrecito…mi buen padre que me va a hacer ahora…!?, no se los motivos pero tengo miedoooo…!!, y que era lo que iban a hacer ese hombre con la mujer…!!??

La chica a pesar de que la tenían desnuda y a punto de desvirgarla aun sentía atracción por lo que hacían el hombre con la mujer del parque.

–Ellos…ellos iban a “culear” hijaaaa… lo mismo que nosotros vamos a hacer ahora, así que solo mantente quietecita que yo hare el trabajo más difícil tu solo debes aguantar…

–Iban a “culear”…!?, pero… pero que es eso…!?

–Es el acto principal del ancestral y milenario ritual que te dije, este debe ser llevado a cabo por un hombre y una mujer, deben hacerlo desnudos y en una cama, o sea, tal cual como ya estamos nosotros…

La enajenante conversación se llevaba con la joven esposada a la cama y con sus muslos abiertos y recogidos como una M con el obeso hombre montado sobre su estilizado cuerpo, mirándola muy cerca de su cara y con su rostro descongestionado por la lujuria.

–Y como se supone que se culea… yo no sé cómo hacerlo…, -seguía consultándole la contrariada jovencita que de apoco le iba perdiendo el miedo a la situación y sintiéndose cada vez más interesada por el enajenante tema.

–Este se lleva a cabo con la inserción de mi verga al interior de tu cuerpo, deberás comértela toda…

–Comérmela toda…!? Pero por donde me la deberé comerrr…!!??

–Sera por aquí…, -le dijo en forma resuelta el asqueroso cura a la misma vez que metía su mano por entre medio de los cuerpos y posaba su cabezón cipote en los apretados labios vaginales de la joven y aun asustada monjita.

–Veo difícil que su instrumento pueda deslizarse por ahí… siento que esa parte de mi cuerpo la tengo muy cerrada y apretada… su… su cosa es muy grandeee…!!! Además… además que no sabré como hacerlo…!!!

–Sera el espíritu divino quien te guiara a cómo hacerlo, el te dirá como moverte cuando ya lo hayas recibido en tus carnes… y una vez que te hayas congraciado con este acto carnal deberás comparecer a diario en esta habitación para que sigamos culeando todo lo que queramos.

La impetuosa mente de la joven Angelina trabajaba a mil imaginando todas esas cosas que le decía el pervertido sacerdote, a la misma vez que increíblemente para todos nosotros su joven panocha ya había comenzado a destilar jugos vaginales preparándose ella sola para la penetración, sin que su misma dueña lo supiera, hasta que ya sin querer darle más vueltas al asunto la inexperta joven ya le daba su autorización al descarado hombre:

–Ohhhh…!! Que así sea…!!! Mi buen padre Ramón… solo hágamelo…!!!, yo serviré de instrumento carnal para llevar a cabo el ritual… creo que me las arreglaré para recibirlo y aprenderé a culear tanto como Usted quiere.

En eso la joven escuchaba al padre Ramón recitar algo raro, era como la oración antes de comenzar el ritual, por lo menos eso era lo que pensaba ella:

–“Bieeeeennnn… ya que ahooooora”… “eres tú mismaaaaaa quien lo está pidieeeendooooo…”, “ha llegadoooooo el momentooooo…” “Para que meta mi saaaaanta vergaaaaaa” “en tu sagrada panochaaaaaaa…”, -el viejo cura ridículamente le decía esto último si como estuviera cantando en forma gregoriana, solo para seguir embaucando a su víctima y hacerle creer esas mamadas del santo ritual y demás falacias con las que se estaba encargando de enguarrecerla.

Una vez que el descarado religioso terminó con su canto gregoriano se acomodó entre medio de esas exquisitas y potentes piernas pensando que ya no había nada que esperar.

Angi esperaba su iniciación con su respiración fuertemente agitada y sus blancos muslos flexionados y abiertos, con el viejo cura encima de ella, quien ya acomodaba su verga en la entrada de su última vez virginal entrada intima.

El padre Ramón afianzó su tranca en el jugoso tajo que le estaban ofreciendo, mientras su dueña aguardaba ansiosa por lo que le iba a suceder, quería que ese robusto trazo de carne se deslizara hacia su interior, fue en eso que el caliente clérigo presionó con su verga para adentrarse al interior del prodigioso cuerpo de la desprevenida y bella monjita.

La cerrada vagina que estaba siendo por primera vez profanada resistió el primer y solido empujón, la verga del sacerdote resbaló y salió expulsada de esa zona virginal, acompañado de un sonoro gemido de dolor por parte de la joven Angelina, aun así ella estaba decidida a recibírsela.

La respiración de la joven religiosa se volvió aun más agitada que antes, sentía como se le tapaban las fosas nasales, a raíz de las alteradas emociones que la atacaban, pero la valiente Angi continuaba quieta con sus piernas bien abiertas y ofreciéndole al buen padrecito su más sagrado tesoro.

Por lo que el excitado padre Ramón otra vez volvía a la carga, nuevamente posó su cabezón instrumento en el pequeño y apretado conducto intimo de la joven hembra, para luego meter sus peludos brazos por debajo de los suaves hombros de ella para afianzársela mejor debido al bestial espolonazo que pensaba mandarle a la dulce criatura,

–Prepárate hija que ahora si lo vas a recibir…

Junto con decirle lo último el sanguinario hombre cerró sus ojos y de un solo empujón logró meter la grotesca punta de su tranca en el interior de la pequeña vagina de la bella monjita, la cabeza de esa descomunal verga había quedado atorada justo en la pared en que se encontraba el sello de garantía y calidad que le certificaban al horrendo cura el estado de pureza y virginidad en que se encontraba la casi ensartada muchacha.

La reacción corporal y síquica de la curvilínea Angelina fue automática, en el acto desaparecieron de su mente todas las ricas sensaciones y hormigueos que había estado sintiendo hasta ese mismo momento:

–Nooooo…!!, por favor padre Ramonnnnn…!! sáquelaaaaa…!!! no me la voy a poderrrrrr…!!! No me la metaaaaaaaaa…! ay…!! ay…!!! ay…!!!!!, -gritaba martirizadamente por cada movimiento que hacía el obeso sacerdote sobre su cuerpo.

–Ya es tarde para arrepentiros hijaaaaa!! te la debo meter todaaaaa…!!! Solo así serás santificadaaaa…!!!, -le decía el sacerdote con sus ojos abiertos como paltos producto de saberse en la misma ante sala del placer desenfrenado.

–Nooo… por favooor…!!! yo no quiero ser santificadaaaa…!!! Snifffs…!!! Snifffs…!!!, -lloraba y le decía desconsoladamente la mortificada monjita.

–Lo siento pero debes ser culeada… así me lo ha mostrado la divina providenciaaaa…!!! ahora solo tienes que aguantar…!!!

–Nooooo… Snifffs… Snifffs…!!! yo no quiero ser culeadaaaa…!!! Snifffs…!!! Snifffs…!!! Sáquemela padre que me dueleeee…!!!!

Mientras Angi lloraba y le pedía al viejo que se la sacara este mismo volvía a empujar hacia adentro.

–Nooooooo…! no lo hagaaa…!! No empuje que me dueeeleee… Ahhhh…!!! me dueleeee…!!!, -gritaba de pavor la desesperada muchacha pensando que literalmente su verdugo quería partirla en dos con su verga, mientras este mismo y que era el buen padre Ramón ejercía presión con fuerzas descomunales contra el cuerpo de la angustiada hembrita, pero la membrana de castidad de la joven doncella resistía y no le daba cabida a esa verga grandota y hedionda que quería colarse por esas tibias carnes.

Por cada a empujón que le asestaba el enloquecido clérigo con su enorme tranca, a la adolorida joven le parecía estarle destrozándola por dentro, pero de pronto sintió que el dolor se hacía cada vez más intenso e insoportable, con sus ojos bañados en lagrimas veía como el viejo cura hacía fuerzas desmesuradas por meter su herramienta lo que más pudiera adentro de su apretada y aun casi virgen conchita que se negaba a recibirlo por completo. Ambos cuerpos sudaban, y el suplicio para Angi ni siquiera comenzaba aun.

El padre Ramón quien estaba decidido en convertirla en su mujer volvió a acomodarse en los abiertos y blancos muslos de la joven religiosa, la miró a sus ojos color miel metiendo sus gruesas y peludas manos regordetas por entremedio de sus sedosos cabellos negros para estamparle un asqueroso beso con lengua que la joven recibió entre sollozos, hasta que ella lo vio separarse de sus labios y cerrar sus ojos como si este viejo asqueroso se concentrara en algo, y fue en ese mismo momento cuando se sintió intensamente invadida por un extraño objeto alargado al interior de su cuerpo. Sor Angelina ya no era virgen.

–Nooooooooooooooooooooooo…!!!!!, -fue el primer desgarrador grito que se sintió por todos los rincones del aislado monasterio.

El siniestro cura había empujado firme y en forma salvaje alojándole su gruesa verga al interior de su cuerpo en toda su extensión, su virgen vagina ya no lo era, se lo había comido todo y los ríos de sangre que manaba desde el interior de su vagina así lo confirmaban,

–Ahhhhhhhhhhhhyyyyyyyyyyyy…!!!! Saqueloooooo…!!! Buahhhhhhhh!!!! Buaaahhhhhh…!!!! Ayyyyyyyyyyy…!!!! Ayyyyyyyyyy…!!!!, -gritaba le recién desvirgada chica por cada empujón que le ponía el sacerdote intentando adentrarse aun mas al interior de su cuerpo.

La hermanita Angelina lloraba con su carita desencajada por el inmenso dolor que le causaba el sentir su rajadura intima abierta y ensartada por una verga que según ella y como la sentía le llegaba hasta la misma altura de su cintura.

La cara del padre Ramón era la de un autentico depravado sexual, solo se daba a mirarla con degeneramiento mientras ahora la mantenía ensartada, en tanto la carita de la joven Angi era solo de dolor y pavor al mismo tiempo.

El obeso viejo no se movía, solo se mantenía teniéndola bien clavada hasta el fondo de sus entrañas, a la vez que sentía como las tibias carnes interiores de la joven monjita le apretaban deliciosamente su verga,

–Ahhh… por fin te la has comido hijaaaaa…!!!, Ahora eres miaaaa…!!! solo miaaaa…!!! –le gritaba mirándola a sus claros ojos y a la misma vez que empujaba su verga mas para adentro a la adolorida muchacha.

Por su parte la hermana Angelina solo lo escuchaba y dejaba hacer, su cuerpo era como el de una muñeca inflable, que podían hacer con ella lo que quisieran, y eso era lo que estaba haciendo el obeso y peludo sacerdote quien ahora le arremetía con lentos movimientos de mete y saca con ella resistiendo los inmensos dolores vaginales que esto le causaba, aun así la chica sentía como los gelatinosos jadeos de sacerdote cada vez se iban haciendo mas rápidos.

El padre Ramón ya aserruchaba con mas fuerzas, le clavaba la verga y se la ensartaba sin piedad, los gemidos del dolor que emitía la recién desflorada doncella rápidamente se transformaron en gritos, la religiosa gritaba de la misma forma en que la estuvieran torturando, y la verdad era que si la estaban torturando ya que sentía que la punta superior de su vagina () en cualquier momento se iba a rajar al mantenerse dolorosamente distendida y estirada al soportar el grosor de la verga que la taladraba libremente en su interior.

Pero la femenina sensualidad de la hembra ya daba los primeros signos del porque la hembrita se encontraba en tal delirante y acalorada situación, recordemos que ella misma se había calentado con el solo ver a una pareja magreándose en un parque. Ahora su mente solo se concentraba en imaginar los acelerados ingresos que hacía la verga del cura hacia el interior de su cuerpo, su concentración solo se centraba en la fricción que hacía el bendito instrumento al deslizarse por su estrecha ranura imaginándolo largo grueso y nudoso.

Con estos escandalosos pensamientos el curvilíneo cuerpo de la joven monjita recibía las primeras oleadas de placer puro, que por cada estocada que le daba el padre Ramón en el interior de su panocha esas ricas sensaciones se ramificaban hacia todas sus articulaciones, recorriendo todos los rincones de su exquisita y delineada figura, ahora ella misma alentada por unas extrañas emociones intentaba con su vagina apretar y comprimir la verga de buen padrecito, como si se la estuviera sorbiendo con su panocha para que se le metiera mas para adentro.

La monjita lentamente fue subiendo sus muslos flexionados, para abrirlos más todavía y de un momento a otro ya se estaba meneando sincronizadamente tal como lo hacía su violador.

–Shhhhhh… Ahhhhh…!!!!, -fue el primer y exquisito gemido de autentico placer que emitió la bella Angelina al saberse participe de tan exquisito y milenario ritual, –Ahhhhhhhh!!… Ohhhh…!!! Ahhh…!!!, -continuaba gimiendo por cada una de las clavadas que le asestaba el grotesco sacerdote las cuales combinaba con una serie de movimientos circulares con su cintura pero siempre empujando hacia adentro, obviamente el muy miserable se la quería agrandar para el metérsela en forma mas cómoda.

–Así…! así hermanaaa…!!!, comenzó a bufar el padre Ramón cuando cayó en cuenta que la bella Angi ya se meneaba junto con él, por lo que seguía animándola: –Así muéveteeeee… muévete todo lo que quierassss…!!!!, veo que ya te acostúmbrate a la vergaaaa…!!!! Así…!!!! Así…!!! Que luego nos comenzaremos a mover más fuerteeeee…!!!! Ohhhh…!!!! Ahhhhhh…!!!! Que delicia de hembra que eresssss…!!!!, -le decía el depravado cura mientras estiraba una de las manos al velador y procedía a liberar las manitas de la chica de las esposas.

Angi rápidamente al sentirse liberada y por autentico instinto de hembra necesitada de macho se abrazó férreamente a las anchas espaldas del obeso y peludo hombre, entregándose en cuerpo y alma a la culeada que le estaban pegando, la cama de fierro rechinaba al ritmo de los jadeos, meciéndose de arriba y hacia abajo al mismo vaivén de los movimientos de los amantes.

En el sagrado ambiente de la eclesiástica habitación ahora todo era suspiros y sonidos de cuerpos que se frotaban y chocaban uno contra el otro, a la misma vez que el fuerte aroma a sexo mezclado con el de coño y a verga lentamente la iban impregnando todo.

El padre Ramón seguía penetrándola con todas sus fuerzas, y el dolor ya había desaparecido del cuerpo de Angi, a estas alturas su vagina estaba hecha agua a la misma vez que se comía en toda su extensión la gruesa verga del excitado sacerdote quien se mantenía aserruchándola firme, y así estuvieron por largos minutos, lo que sentía la joven religiosa en esos momentos era algo totalmente nuevo para ella, eran oleadas de ricos escalofríos que la recorrían entera animándola a seguir expuesta y completamente abierta para que el sacerdote le hiciera todo lo que el quisiera.

El buen Padre Ramón se la estuvo culiando por un buen rato, la cogida ya iba como para más de una hora por lo menos con la monjita moviéndose al mismo ritmo con que le empujaban la verga para adentro.

Estando la hermana Angelina cogiendo abajo del cuerpo del cura con sus ojos cerrados y con sus cejas fruncidas como si estuviese enojada sentía que mientras ella más firme empujara contra la verga más rico y delicioso era el placer que le otorgaba su sistema nervioso.

En eso estaba la recién desflorada monjita cuando sintió una sensación de como si se le fuera a parar el corazón pero la sensaciones se multiplicaban a mil de cómo había estado sintiendo, como una verdadera poseída empezó a menear su cuerpo en forma acelerada jadeando y gimiendo como una vulgar puta, mientras que el buen padre babeaba de gusto y calentura, la hermana Angelina ya culeaba como una verdadera mujer y él era el causante de ello y quien le había enseñado, así que sin aguantarse más el asqueroso hombre volvió a juntar su bocota de depredador junto a los rojos labios de la hembrita quien lo recibió con un exquisito beso con lengua.

Ambos amantes no se daban cuenta de la forma salvaje en que estaban cogiendo, el sacerdote como pudo la giró en la cama para quedar con ella montada sobre su redonda y prominente panza peluda, para luego dedicarse a alabarla:

–Lo ves hijaaaaaa…!? Yo sabía que te iba a encantar la vergaaaa…!!!, -la monjita casi no lo escuchaba solo estaba concentrada en moverse y refregarse bien refregada la verga del viejo en su ensangrentada hendidura,

–Ohhhh…!!! Si…!!! Si padrecitoooo…!!! su vergaaaa…!!! la siento a la misma altura de mi ombligooooo…!!!!, -mientras le decía lo anterior sus tetas saltaban exquisitamente al mismo ritmo en que la monjita hacía sus movimientos copulatorios, su pelvis se movía desquiciantemente de atrás para adelante en tanto se comía la verga, combinando estos movimientos con firmes subidas y bajadas de caderas para luego hacer unas diabólicas ondulaciones como si de verdad quisiera despacharse al pobre hombre para el otro mundo.

El salido sacerdote comenzó a darle unas fuertes estocadas hacia arriba, ensartándola con ferocidad…

–Ohhhhh…!!!!, –Ahhhhhh…!!!, -gesticulaba inconscientemente la ensartada hembra con sus dos manitas apoyadas en la peluda panza del hombre.

–Te gusta zorraaaaa…???!!! Te gusta este ritual…???!!!

–Siiiiiii…!!! es muy… ri cooooooo…!!! Su bendita herramienta me pone como loca padre Ramonnnnnn…!!!!, -le confirmaba la transpirada monjita sin dejar de menearse, y menos de ponerse a pensar porque ahora el cura la trataba de zorra.

–Jajajajaja…!!!!, yo sabía que te iba a gustar hija mía… desde hoy eres mi hembraaaa…!!! Y deberás venir todas las noches para que hagamos esto mismo… lo harás hermana Angelinaaaa…!?

–Si…! Si lo haré mi buen padrecito…!!! Usted me culea muy ricoooooo…!!!, es así como se le dice a esto no…!? yo vendré todas las noches a acostarme con Ustedddd…!!! Ohhhhhh…!!! auchhhhh…!!! que ricoooo es culear…!!!, -le decía la caliente religiosa sin ni siquiera saber lo que estaba diciendo.

–Así es hija mía…!!!, así es…!!! culear es el verbo…!!!

Tras la ardiente conversación en que en ningún momento dejaron de moverse el padre Ramón la atrajo hacia él abrazándola con sus peludos brazos, a la vez que le daba sendas chupadas a las duras tetas que se gastaba la joven sor Angelina, ella ya lo disfrutaba todo, su mente estaba en blanco, solo sentía oleadas de placer por todo lo que le hacía el buen padrecito, premiándolo con exquisitos movimientos coitales sobre aquella grandiosa verga que se la tenían ensartada en lo más recóndito de su espléndida anatomía.

Pero el perverso cura deseaba poseerla en forma completa, así que sacando fuerzas de contención para no correrse se la desclavó dándole un fuerte empujón en donde la joven Angi quedo tirada a un lado de la gran cama del sacerdote, por un momento no entendía nada pero fue el mismo padre Ramón quien le aclaraba la situación,

–Bien hija, ya superaste la primera parte del ritual, así que ahora viene la parte culmine en donde si quedaras totalmente santificada.

Angi lo veía puesto de rodillas en la cama y masajeándose la verga mientras este la hablaba.

–Mi buen padrecito… y en qué consiste la parte culmine del sacro ritual…!?, -la imagen de la bella joven desnuda y recién cogida en la cama era para el recuerdo, el vejete también así lo veía, pero el ya estaba que se corría por lo que ahora pensaba hacerle.

–Ya lo entenderás Angelina, por lo pronto debes ponerte en 4 patas…!

–En 4 patas…!?, -la monjita ahora sí que no entendía nada, ella no tenía patas.

–Si putaaaaa…!!!, en 4 patas, debes sostener tu cuerpo con tus brazos y tus piernas, tal cual como lo hacen las perras…

La mente de la joven rápidamente le indicó cual era la posición solicitada, y atraída por ese soez vocabulario que el cura empezaba a ocupar cuando se dirigía a ella, poco a poco la iban cautivando, ni siquiera sabía que era una puta, pero le gustaba que el hombre la llamara de esa forma, así que moviendo todas sus curvas de un momento a otro ya estuvo tal como le habían ordenado.

–Así… así está bien…?, -le consultó mirándole con todos sus cabellos enarbolados y en la perruna posición.

–Exacto, ahora solo debes esperar que yo me encargo…

El padre Ramón avanzó de rodillas hacia ella hasta ubicarse justo detrás del redondo trasero, con sus manos temblorosas se dio a posarlas una en cada nalga de la nerviosa joven para proceder a abrírselas y estudiar su cerrado orificio posterior que era tan rosado como el pétalo de una rosa cuando recién se abre del capullo, así que ya sin pensársela mas se lanzó a lamerle el culo como si este estuviese hecho de manjar.

Angelina sentía muy rico, la sensación de la lengua del padre Ramón en su esfínter casi la enloquecieron, ni siquiera su mente le permitió pensar en lo asqueroso que era eso que le hacía el aprovechador sacerdote en su orificio posterior que ella habitualmente ocupaba para otra cosa, solo se daba a reconocer que le encantaba sentir la lengua y boca del clérigo chapotear en su redondo trasero, pero cuando notó que el viejo se acomodaba con verga en mano en la misma entrada de su orificio y que este sin darle tiempo de reacción ya empujaba con ella intentando perforarla por este otro nuevo reducto, otra vez cayó en pánico:

–Nooooo!!!, noooo!!, noooo!, por favor padrecito eso Nooooo…!!! Otra vez Nooooo…!!!!, -le decía con su vocecita muy asustada y mirándolo hacia atrás de su cuerpo.

Pero el sacerdote no le tuvo compasión, una vez que acomodó la verga en el cerrado orificio posterior de la hermana Angelina, y no escuchando sus suplicas se afianzó con sus dos manazas a las suaves caderas de la chica y simplemente empujó con brutalidad enterrándose por completo en el culo de la bella monjita.

Angelina recibió el salvaje apuntalamiento de carne con un ahogado grito de tortuoso dolor, sus ojos se abrieron como platos como no creyendo que se la acababan de envainar por el trasero, al mismo tiempo que sus manitas empuñaban fuertemente las colchas de la cama del sacerdote, quedándose estática y con su boquita completamente abierta simulando gritar de dolor, con la única diferencia que su grito fue ahogado por el demencial laceramiento anal que estaba sintiendo, simplemente creía que el cura en cualquier momento le reventaría el culo.

El traspirado sacerdote al saber de tenerla firmemente enculada simplemente comenzó a meter y sacar su verga solo hasta la mitad de su extensión, se la metía con rabia y con fuerzas desmedidas, su cara se descongestionaba por cada clavada que le ponía, mientras que ahora a sus oídos llegaban los primeros gemidos y sollozos de dolor por parte de su bella víctima:

–Ayyyyyyy…!!! Ohhhhhhh…!!!! Padre Ramonnnnn…!!!, no tan fuerte por favor…!!!! que me va a partir por el culoooooooooo…!!!!! –le gritaba en forma desfalleciente la nuevamente adolorida monjita.

Pero el depravado cura que estaba bañado en sudor solo seguía enculandola como un poseído, –Plafff…!!! Plafff…!!!! Plaffff…!!!!!, -retumbaban las redondas y antojables nalgotas da la joven hermana Angelina ante el enardecido ataque del caliente religioso.

La monjita ahora aguantaba el brutal enculamiento mordiendo una de las almohadas con sus ojos fuertemente cerrados. Ante cada bestial clavada de verga del lujurioso padre, de sus rojos labios de azúcar se manifestaban grandilocuentes alaridos que más parecían de placer que de dolor, así lo confirmaba también su respiración agitada y excitada, el intenso dolor anal y el saberse puesta en cuatro patas le hacían sentirse más mujer, más hembra y más perra que como una verdadera religiosa tal como lo era ella.

El padre Ramón se la estaba culeando como un verdadero enloquecido, miraba ese portentoso y tremendo cuerpazo que la monjita habitualmente escondía debajo de sus oscuras ropas, le miraba ese glorioso par de nalgotas que le sorbían sus 25 centímetros de verga casi en su totalidad,

–Ayyyyyy…! mi buen y venerable padrecitooooo…!!! me dueleeee…!!! pero me gustaaaaa…!!! que es esto Dios mioooooo…???!!! , -le gritaba mirándolo hacia atrás y con espanto.

–Este es el exquisito placer de carne zorra inmunda…!!!!, y tu estas destinada para ello…!!!!, has sido llamada para el sacrificio y el vicio de la carneeeee…!!!!, -Todo esto se lo decía el insolente hombre apuntalándola una y otra vez reciamente, –Por eso mismo tomaaaa…!!!!, -le gritó empujando su verga con mas bestialidad que antes.

–Ayyyyyyyyyyyyyyyyyyyyy…!!!!, -fue el fuerte alarido que pegó la bella Angelina ahora bramando con su cara mirando hacia el techo cuando el viejo le mandó el feroz enculamiento ultimo, a la misma vez que girando su cara hacia atrás también le preguntaba por eso que él le decía: –De verdad…!!?? De verdad que yo he sido llamada para cumplir con tan sacrificada tarea…!!??

–Así es putaaaa…!!! y no te extrañes por las palabras que ocupo, todo es parte del ritual…!!!! Tomaaaa…!!!! Toma inmunda perra asquerosaaaaaa…!!!! Desde hoy estas destinada a ser una viciosaaaaaaa…!!!!!

–Ahhhh…!!!! Ohhhhh…!!!! que rico padrecitooooo…!!!! Siento que el bendito instrumento me llena por completoooo…!!!! Eso… eso… también es parte del vicio al cual fui llamadaaa…!!??

–Siiiii…!!! este es el verdadero vicioooo hijaaaa…!!!, y como ya te dije tú has sido llamada para congraciarte con este mismo, también con la lujuria, y con todo lo que tenga que ver con los placeres mundanos…!!!!!

La hermosa monjita de pelos sedosamente negros y blanca piel gozaba como una verdadera fulana, estaba casi enloquecida de calentura al escuchar ese lenguaje soez y vulgar con que la trataba el miserable cura mientras la seguía enculando fieramente, sin mencionar que en su mente aun retumbaban las palabrotas del sacerdote en donde le notificaba que ella había sido llamada para congraciarse con el verdadero vicio de la carne y los placeres mundanos.

Las estocadas que le daban por el culo a la enviciada hermana Angelina cada vez eran más recias y profundas y ellas las sentía muy ricas y placenteras, sensaciones que la obligaban a retorcerse de gusto intentando de atornillar con su trasero a aquella gruesa verga que tan deliciosamente la perforaba.

El escultural cuerpo de la monjita ya no podía aguantar más de tanto placer que le estaban otorgando, por su parte el padre Ramón al notar de lo bien que se lo estaba pasando la tierna chiquilla la tomó violentamente de sus cabellos de la frente jalándoselos fuertemente hacia atrás, para luego comenzar a darle más duro por el culo, mientras que con su otra mano la levantaba y…

–Plaffffff…! Plaffffff…!! Plaffffff…!!! Plaffffff…!!!! Plaffffff…!!!!! Plaffffff…!!!!!! Plaffffff…!!!!!!, -las fuertes nalgadas de ida vuelta mientras la tenían agarrada de los cabellos fueron de menos a más, las firmes carnes de su trasero vibraban ante las lacerantes firmes palmadas que el viejo cura le ponía sin misericordia.

–Toma…!!! toma maldita zorraaaa…!!! esto se merecen las viciosas como tú que se calientan apenas ven algo guarro, jajajaja… Tomaaaa…!!!!, -El Padre Ramón soltándole de sus cabellos posó esa mano férreamente en una de sus caderas para sujetarla y con la otra siguió nalgueándola a su total antojo.

–Plaffffff…! Plaffffff…!! Plaffffff…!!! Plaffffff…!!!! Plaffffff…!!!!! Plaffffff…!!!!!! Plaffffff…!!!!!!, -seguían retumbando en la habitación otra serie de sonoros y aun mas fuertes palmetazos en las tiernas carnes prietas de la atractiva monjita.

Esto fue demasiado para la pobre hermana Angelina, simplemente la joven sor se llegó a mear de tanto placer al sentir como le flagelaban sus carnes de una forma tan humillante y bestial…

–Ayyy padrecitoooo… siento algo raroooo…!!! Ohhhh que esto por Diosssss…!!! Ohhhhh que ricoooooo…!!! Ohhhh…!!! Ahhhhhh…!!!!, -hasta que la joven explotó con todas sus energías reprimidas en los años de abstinencia sexual en un enloquecedor y fenomenal orgasmo, –Ayyyyyy que me meooooo…!!! Ayyyy padreeeeee… que me meooooooo…!!!! Asiiiiiiii…!!!! Deme más durooooo…!!!! Pégueme más fuerteeeee…!!!! Padrecitoooooo…!!!! Ya no aguanto masssss…!!!! Me meoooooo…!!!! Me meoooooooooooo…!!!!!

Mientras el sacerdote ahora agarrado firmemente a sus dos caderas clavándole sus uñas en la suave piel de aquella parte de su cuerpo y seguía metiéndosela bestialmente por el ano, desde su vagina salían fuertes chorros de líquidos vaginales producto del celestial orgasmo anal en que la joven estaba inmersa, y ella al no tener experiencia pensaba que se estaba meando, aunque por la cantidad que le salían igual parecía que esto así fuera.

Por su parte el desvergonzado cura que aun aguantaba sus fuerzas la desclavó de una, Angelina sintió su orificio posterior vacío en el mismo momento en que se le llenó de aire para luego proceder a cerrase apretadamente como por obra de magia, su cuerpo estaba electrizado, aun se sentía dependiente de aquella monstruosa verga que la había convertido en mujer, ahora con cara de viciosa se puso de espaldas sobre la cama del sacerdote y abrió sus muslos todo lo que pudo, para demandar lo que a ella le correspondía, su nuevo instinto de hembra le decía que el cura también debía sentir algo parecido a lo de ella y que este aun no lo hacía.

El lujurioso sacerdote quien estaba tan conectado con la joven hembra solo se daba a mirarla, la carita de la joven sor en aquellos momentos era el de una verdadera viciosa, así que ya no aguantando más se abalanzó sobre su cuerpo y comenzó a besarla frenética y asquerosamente, le metía su inmunda lengua en su inmaculada boquita de azúcar.

La monjita recibía sus babas y batía su lengüita con la de él para de a momentos dedicarse a lamerle los grasientos cachetes de su cara verdosa con puntas de pelos gruesos que la pinchaban, su fuerte sabor a viejo la tenían cautivada y quería todo lo de él.

Por su parte el excitado padre Ramón ya estaba que se corría con tanta pasión por parte de la joven hermanita, sentía que su tranca ya estaba nuevamente en su máxima erección, así que estando totalmente enardecido recorría con sus peludas y grotescas manos el suave y curvilíneo cuerpazo de la hermana Angelina, que a puros gemidos parecía estar rogando por que la ensartaran nuevamente, sin esperar nada mas el viejo sacerdote se montó nuevamente a su desesperado cuerpo sediento de verga y ubicó su gruesa tranca en el recién estrenado reducto de amor de la nena, poco a poco se la fue metiendo mientras le decía a sus perfumados oídos,

–Que apretadita que tienes la concha monjita caliente… esto es lo que querías…!?

–Mmmmmm…, -gimió Angi al ir sintiendo como otra vez se la ensartaban por delante, imaginaba que el buen padrecito jamás acabaría de meterle la verga, y le encantaba sentirlo así, sus jadeos no demoraron en hacerse presente en aquella cama.

–Jejeje… que hermanita más rica es a la que me estoy culeando, -le decía mientras empujaba profundo sobre el acalorado cuerpo de la joven el cual también jadeaba en forma exquisita, –Lo ves putita como a terminado por encantarte la verga…!? Te mueves bien rico a la hora culear… eres una verdadera viciocillaaaa… jejejee…!!!

Luego de decirle lo ultimo el padre Ramón empezó con los rudos movimientos de mete y saca, ya estaba casi por llegar al tan ansiado orgasmo…

–Ahhhhh…!!! Padre Ramonnnnn…!!! Masssss…!!! Masssss…!!! Deme masssssssss…!!!!, -le rogaba la monjita quien se movía totalmente aferrada de las anchas y peludas espaldas de su amante.

–Pues tomaaaa…!!!! Tomaaaaa…!!!! -Le decía el salido sacerdote apuntalándola con bestialidad, –Toma perraaaaa calienteeee…!!!!

La panochita de la joven religiosa nuevamente chorreaba cuantiosas cantidades de líquidos vaginales, la verga del venerable padre entraba y salía sin ningún impedimento de la resbalosa entrada intima de la joven quien también empujaba sus caderas hacia adelante en busca de verga, el viejo prácticamente la estaba matando de placer, hasta que las tibiezas de sus carnes le ganaron al empeñoso aguante del aprovechador sacerdote,

–Ohhhh…!!! que rico estoy sintiendo zorraaaaaaaaa…!!!!! te lo voy a darrr…!!!!!

La joven Angelina inmediatamente acertó en que el buen padre Ramón algo tenía para darle, por lo que ella en el acto se puso a exigir lo que le correspondía:

–Demelooooooo…!!!! lo quieroooooooo…!!!! demeloooo todoooooooo…!!!!

La joven monjita y el viejo cura se pusieron a culear rápidamente, con sus respiraciones totalmente agitadas y entre mezcladas, –Ah…! Ohhh…! Ha…! Si…!!! Ah…! Diosss…!!! Ha…!! Uffff…!!! Ah…!! Mmmm…!!! Ha…!! Ricooo…!!! Ah…!!! Putitaaa…!!!! Ha…!!! Siiiii…!!!! Ah…!!! Mmmm…!!! Ha…!!!! -Se decían entre ellos mientras se daban como desesperados, hasta que el lujurioso cura sintió como si algo al interior de la apretada concha le estuviese succionando la verga:

–Arrrrrggggggggggggg…!!! Me corroooooooo…!!! Es increíble cómo me sorbes la vergaaaa…!!!! Tomaaaaaa zorraaaaaaaa…!!!!, Aahhhhhhh…!!!! que rico me la comes…!!!!! Arrrrrggggggggggggg…!!! Mmmmmmfsssss…!!!!!

La joven Angelina en los mismos momentos en que el cura le daba aviso que se corría sentía en su vagina como la gruesa herramienta de este se inflamaba y como esta aumentaba de volumen, para luego sentir por primera vez en su vida como una inmensa vergota escupía con fuerzas y rápidamente varias inyecciones de cuantiosas cantidades de un líquido espeso y caliente al interior de su cuerpo.

Por lo anterior la monjita nuevamente no se aguantó más y volvió a mearse de una verdadera y genuina calentura, a la misma vez que solo meneaba muy despacito su cintura para que aquel grueso falo al cual ella estaba bañando con sus calientes líquidos y que tan exquisitamente la estaba fertilizando (claro que esto ella ni se lo imaginaba, porque sencillamente no lo entendía) no se le saliera ningún centímetro de su interior. Solo sintió que su cuerpo se desintegraba, y mordiéndose su labio inferior gozó deleitosamente morbosa de su propio orgasmo atenazada con piernas y brazos al cuerpo de su macho, hasta que sintió que este dejó de hacer fuerzas con su verga. Ambos se quedaron pegados y tendidos en la cama por unos buenos minutos.

Al rato de lo sucedido el padre Ramón una vez que la desclavo limpiándose su verga con el negro hábito de la monjita se vio atacado por un profundo sueño que lo sacó del combate, mientras la hermana Angelina ahora ya más recuperada y al estar con la mente fría se vestía viéndose asaltada por un verdadero vendaval de dudas y señales contradictorias.

Eran casi las 4 de la mañana cuando ella cruzaba el frío pasillo de donde dormían las demás monjas, iba llegando a su celda con su negro hábito mal trecho y manchado de un extraño liquido viscoso, con ella hedionda a verga y a semen.

Desde atrás de uno de los pilares y desde las sombras dos figuras veían en las condiciones en que la monjita volvía a su claustro.

–Te lo dije Anacleto… tarde o temprano esta guarrilla se iba a aparecer, mañana investigaremos en donde estuvo metida todas estas horas, y si es así como yo lo pienso te aseguro que tu obtendrás eso que quieres de ella, jejejeje… -reía el bajo y gordo padre el Cayetano, un asqueroso cura que mantenía afeitado el centro de su cabeza y que los pelos restantes que la circundaban eran tan tiesos y negros como el crin de los caballos. Con su fea cara llena de verrugas miraba como la hembrita ya entraba a su celda mientras le daba unas palmaditas en las huesudas espaldas del infeliz de Anacleto.

La pareja de pervertidos había llegado a la misma hora de todas las noches para espiar a sor Angelina cuando ella solo en camisa de dormir oraba en el suelo y con su trasero bien levantado, pero al ver que no se encontraba en su celda en vez de dar aviso decidieron esperar para ver qué era lo que pasaba.

 

Relato erótico: “Las pozas” (POR DOCTORBP)

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el-elegido2Acababa de terminar el verano cuando Rubén conducía el coche en dirección a su pueblo junto a su novia Marta y sin-titulounos amigos del pueblo de ella. La novia de Rubén ya conocía el lugar y hacía tiempo que quería pasar allí unos días con algunos amigos suyos, especialmente David y Esther, sus mejores amigos. El último integrante del grupo era Abel.

Hacía tiempo que pretendían hacer aquel viaje, pero no fue hasta ese año que habían conseguido todos tener unos días libres en septiembre. Las intenciones eran pasar unos días tranquilos disfrutando de la zona: salir a pasear por el bosque, visitar los pueblos cercanos y los sitios más carismáticos, bañarse en las famosas pozas del pueblo o disfrutar de una buena parrillada de carne.

-Sarna con gusto, no pica – dijo Marta.

-¡Me la has quitado! – le replicó Abel haciéndose el indignado. – Tendré que usar mi comodín… ¡maldita sea!

Los demás se rieron. Para amenizar el viaje en coche estaban jugando a un juego que consistía en decir un refrán cada uno por orden de forma que el primero que no supiera qué decir o repitiera quedaba eliminado.

Aún debía pasar la ronda por Esther y David así que Rubén desconectó del juego para inundarse en sus propios pensamientos. Imaginó lo mucho que tendría que hacer cuando llegaran. Era su casa y, por tanto, el anfitrión. Debería prepararlo todo para que todos se sintieran cómodos y que así Marta estuviera contenta. También sería el encargado de proponer lo que podrían hacer y, en algunos casos, decidir directamente. Se sintió preparado para ello.

-Lo prometido es deuda – instó David y, por lo tanto, pasó el turno a Rubén.

Mientras tanto, Abel pensó lo bien que se lo iban a pasar. Él, en un principio, no debía ir con ellos pero, casualidades de la vida, coincidió que tenía vacaciones durante las mismas fechas que el resto del grupo, los cuales las habían solicitado con previsión para este viaje. Y de ese modo, casi auto invitándose, había acabado allí. Mejor, compartir unos días con Marta en la misma casa no estaría nada mal, pensó. Era el mayor del grupo con 33 años y no podía evitar ver a la novia de Rubén como lo que era, una preciosa chica morena tanto de pelo como de piel de 28 años muy bien llevados. Un escalofrío le recorrió el cuerpo pensando en la preciosa figura de su amiga.

-Lo que no mata, engorda – dijo Marta. Le tocaba nuevamente a Abel, quién despertó de sus pensamientos de golpe.

David era el mejor amigo de Marta. Ambos se llevaban muy bien, tenían una gran relación de amistad y complicidad y, como tal, se sintió contento de visitar junto a ella el pueblo de su novio. Estaba deseoso de conocer más profundamente a Rubén y ver si era la clase de persona que su amiga se merecía. Estaba convencido de que sí. Rápidamente oyó el refrán de Esther y se dispuso a soltar el que guardaba hacía rato en la recámara.

-Juventud, divino tesoro – dijo. Y comenzó la amistosa discusión.

-Eso no es un refrán – espetó Abel.

-Sí lo es – le replicó Esther. Y todo el mundo dio su opinión al respecto.

Marta, divertida por la discusión, se ensimismó pensando que en aquel coche estaba una parte muy importante de su vida. Rubén, su novio desde hacía ya 10 años cuando apenas tenían ella 18 y él 19. Y sus mejores amigos, David y Esther, con los que tanto había compartido, cada uno a su manera. Con David podía compartirlo todo, era un chico abierto, comprensivo y racional mientras que Esther era más visceral, a ella no se le podían contar según qué cosas.

-Bueno, habrá que votar entonces – reflexionó Esther para resolver la discusión sobre si el refrán de David era correcto. – Yo voto que sí, lo doy por bueno. – Al resto les pareció bien la solución y empezaron las votaciones.

Esther era una chica algo acomplejada. Su exagerado sobrepeso la acompañaba siempre allá donde fuere, por mucho que a ella no le gustara. Y pensó la poca gracia que le hacía visitar las pozas donde no tendría excusa para no meterse. De todos modos, lo haría por Marta, ella era lo mejor que tenía en la vida y bien valía olvidarse de complejos si su mejor amiga era el motivo.

Por suerte para David, su refrán fue admitido cuando, por fin, llegaron al magnífico pueblo de Rubén. Era tarde y pronto tendrían que cenar así que decidieron ir a la casa directamente y preparar algo sencillo tras la rigurosa muestra del hogar a los invitados. Tras la cena decidieron irse a dormir pues había sido un viaje largo y cansado y al día siguiente querían estar frescos para todo lo que les esperaba.

A la mañana siguiente fueron a visitar el pueblo más cercano que, casualmente, también era el mayor de la zona. Aprovecharon para comprar comida y todo lo que necesitaran que no hubieran traído en el coche. Por la tarde fueron a la pista de frontón del pueblo y allí estuvieron jugando un rato todos menos Esther, que se quedó leyendo en uno de los bancos que había junto a la pista.

-Yo paso de jugar a eso – les dijo. Y todos aceptaron sabiendo que para Esther aquello seguramente no era lo más divertido que podían hacer.

Por la noche llegó el primer plato fuerte de las vacaciones. Después de cenar visitarían las pozas. ¡Cómo le gustaban a Marta! Y era precisamente por ese aspecto tan peculiar del pueblo por el que tantas veces les había hablado de él a David y Esther. Y justamente por eso David también tenía tantas ganas de ir.

Decidieron ponerse la ropa de baño, pero debido a la época del año y a lo que refrescaba por las noches, Rubén les aconsejó que encima se pusieran más ropa. Marta decidió ponerse el bikini rojo. Cuando Rubén la vio pensó en el cuerpo tan espectacular que tenía su novia. Normalmente vestía con camisetas bastante holgadas que no permitían apreciar esa talla 90 de pecho que tan bien se ajustaba a su cuerpo. Pensó que cualquiera que no la conociera se sorprendería al verla en bikini.

Mientras se dirigían a las pozas andando, Rubén les explicó:

-Se trata de unas aguas termales que provienen de debajo de la tierra y, por tanto, tienen una temperatura elevada. Por eso, aunque haga frío no os preocupéis, que dentro del agua estaremos de puta madre. – y prosiguió – Hoy no creo que haya mucha gente, pero de todos modos el sitio es grande. Hace años lo arreglaron y, con piedra, hicieron una especie de piscinas cuadradas de unos 5 metros cuadrados cada una más o menos. Hay 3, una al lado de la otra.

-¿Pero es profundo? – preguntó Abel que era el que estaba más desinformado de todos.

-No, no – le respondió Marta – de pie el agua te llega por encima de las rodillas más o menos.

Finalmente, cuando llegaron al cabo de unos 5 minutos caminando, se encontraron que no estaban solos. Había varia gente dispersa, no eran muchos, 6 personas en total, pero como había dicho Rubén, no era un problema, había espacio suficiente para todos.

Marta, ansiosa, fue la primera que se despojó de la ropa para quedarse en bikini. Abel no pudo evitar echar un vistazo y quedarse petrificado al ver el culo de Marta mientras esta se agachaba para zafarse de los pantalones que llevaba. Sólo hubo una parte del chico que no quedó petrificada, así que esperó un rato para quitarse la ropa disimulando mientras se interesaba por Esther.

-¿Tú no te metes? – los otros 3 ya estaban metiendo los pies en el agua caliente cuando Esther aún no se había empezado a desnudar.

-Sí, sí… – le dijo y empezó a quitarse ropa mientras interiormente maldecía a todas las modelos del mundo.

David estaba literalmente flipando con aquello. ¿Cómo era posible que aquel agua estuviera tan caliente? Le gustó mucho la sensación, ese contraste entre el frío ambiente y el calor de las pozas. Sin embargo, para él estaba tan caliente que le costaba acabar de meterse.

Finalmente, los 5 acabaron metidos, sentados y con el agua hasta el cuello, nada de figuradamente, se entiende. Entre charlas y risas pasó el tiempo y, cuando se dieron cuenta, el resto de gente había desaparecido. Únicamente quedaba un hombre que estaba en el mismo cuadro que ellos.

-¿Sois de la zona? – preguntó.

-Sí, yo soy del pueblo – respondió amablemente Rubén.

-¡Ah! ¿y el resto?

-Bueno, nosotros venimos todos juntos del pueblo de ella – dijo Diego señalando a Marta. – Está un “poquito” lejos de aquí – remarcó dejando claro que la distancia era bastante grande.

-¿Y tú de dónde eres? – le dijo Abel.

-Yo vengo del País Vasco. Me llamo Montxo.

-Abel. Encantado – le dio la mano. Y así, todos, por orden, se fueron presentando.

-¿Habéis probado de cambiar de poza? – les dijo el nuevo invitado. – En esta el agua está mucho más caliente – y se levantó dejando ver su completa desnudez.

¡El tío estaba desnudo! Marta no se lo podía creer. Le pilló por sorpresa y no pudo evitar mirar allí donde todo el mundo echó un vistazo. El tipo estaba bastante gordo. Entre eso y el abundante vello púbico apenas se le veía el diminuto pene. Marta pensó que la escena era bastante desagradable.

Tras la sorpresa inicial todos hicieron caso a Montxo y cambiaron de sitio. Efectivamente, en el nuevo lugar la temperatura del agua aún era mayor.

-¿Sabéis lo que os queda por probar? – les dijo Rubén – Montxo, seguro que esto no lo has probado. Lo mejor es bajar un momento al río y probar el contraste entre el agua caliente de las pozas y el agua fría del río. Y luego nuevamente al calorcito.

Junto a las pozas, a unos 5 metros tras el descenso de un pequeño terraplén pasaba el río del pueblo. El agua no era abundante, únicamente la suficiente para mojarte los pies y poco más, pero podías tumbarte en el suelo y notar cómo el agua fría te inundaba por completo.

Esther decidió quedarse y no bajar, al igual que Montxo. Para no quedarse a solas con él le pidió a Marta que se quedara para acompañarla. Ella accedió pues otros años ya había probado lo del río. Y Rubén no se preocupó de que se quedaran solas con el desnudo desconocido pues sabía que lo de bañarse sin ropa en las pozas era algo relativamente habitual.

Rubén, Abel y David bajaron con cuidado y, tras el doloroso contraste inicial, pudieron sentir cómo sus músculos agradecían ese cambio de temperatura que, eso sí, no aguantaron durante demasiado tiempo. Al volver a las pozas nuevamente volvieron a sentir el calor inicial que la costumbre ya les había hecho perder.

No tardaron mucho en decidir volver a casa y cuando se iban Montxo les preguntó si volverían al día siguiente.

-No lo sabemos aún, vamos decidiendo sobre la marcha – le comentó Rubén.

-Como queráis. Traeré cerveza – le dijo con una sonrisa.

A la mañana siguiente, Abel se despertó el primero con una erección de órdago. Había soñado con Marta y su bikini rojo y eso le había producido aquel estado. Salió de su cuarto situado en la planta más alta de las 4 que tenía la casa y se dispuso a bajar hasta la planta baja donde estaba la cocina para comer algo mientras se le bajaba el hinchazón. Pero por el camino, en la segunda planta donde dormían Marta y Rubén, vio algo que no se esperaba. En la baranda de las escaleras estaba el bikini de Marta. Lo había dejado allí para que se secara. Abel quiso refrenar sus instintos, pero… por echar un vistazo no pasaba nada, pensó. Se acercó a la tela y pasó un dedo por la parte interna de la prenda inferior, aquella que se supone había estado en contacto con el sexo de Marta la noche anterior. Su aparato aumentó de tamaño ostensiblemente. Se fijó bien y vio que en el bikini había un pelo y parecía… sí, debía ser un pelo de su pubis, pensó. Eso le llevó a recoger la prensa y llevársela a la nariz para inspirar lo más profundo que pudo el olor que… pero aquello no olía a nada. ¿Cómo era posible? Él esperaba oler a coño, pero no. ¿Por qué era tan limpia? se preguntó. Aún así aquello fue lo suficientemente morboso como para subir al lavabo de su planta y cascarse la gran paja, en honor a Marta, que tanto se merecía su excitante amiga.

Esa mañana estuvieron preparando la parrillada de carne que se comieron al mediodía. Tras la comilona no había ganas de mucho más así que por la tarde decidieron dar un paseo para conocer el pueblo y, de paso, rebajar todo lo que se habían comido. Durante la caminata decidieron lo que podrían hacer esa noche tras la cena.

-Yo volvería a las pozas – dijo Abel seguramente pensando en Marta.

-Hombre, yo preferiría hacer alguna otra cosa – le contestó Esther que no tenía muchas ganas de volver a mostrarse en bañador.

-A ver, hay varias opciones. Podemos ir a tomar algo a algún bar del pueblo si queréis. – aportó Rubén, decidido a que nadie se quedara insatisfecho con la visita a su pueblo.

-A mí no me importaría volver a las pozas – replicó Marta – Ya sabes lo mucho que me gustan – continuó mirando a su novio para acabar besándolo.

-Además Montxo dijo que traería cerveza. Puede estar bien. Nos estará esperando – concluyó David.

-Está bien… – cedió Esther finalmente ante la opinión de la mayoría.

Así, decidieron que esa noche volverían a las pozas.

Tras la cena volvieron a cambiarse y recorrer el camino que les separaba desde la casa de Rubén hasta las aguas termales. Y una vez allí volvieron a quitarse la ropa para quedarse con bañadores unos y bikini otra. Abel volvió a fijarse en Marta y le gustó pensar que hacía escasas horas su dedo había estado en contacto con la tela que ahora rozaba su sexo.

Montxo aún no había llegado. David pensó que tal vez no viniera y deseó que hubieran sido ellos los que trajeran las cervezas. Para no quedarse con las ganas decidió que lo mejor que podía hacer era liarse un canuto. Se acercó al montón donde el grupo había dejado todas las cosas y se dispuso a hacer el peta.

-¿Alguien quiere? – ofreció.

Marta odiaba sobremanera toda droga dura y antinatural. Pensaba que todo aquel que se dejara llevar por psicotrópicos químicos perdía toda la pena que podía valer. Sin embargo, pensaba que las drogas naturales como la marihuana o las setas eran… pues eso, naturales. Así que se animó.

-Yo daré alguna calada. No más que me sienta mal.

-Haz uno y yo lo comparto con ella – dijo Rubén.

El novio de Marta no solía fumar, pero lo hacía en ocasiones como aquella más por ella que por él. Sabía lo que Marta pensaba de las drogas, pero tenía la sensación de que ella pensaba que fumar porros era “guay”. Y quería que su chica pensara que él era “guay”.

Esther también se apuntó al grupo de alguna calada mientras que Abel se apuntó al grupo de David.

Mientras el mejor amigo de Marta terminaba de preparar los porros llegó Montxo.

-Buenas noches – les dijo.

-Muy buenas – contestaron el resto al unísono.

-Veo que al final os habéis animado. Perdonad la tardanza. Aquí traigo las cervezas – dijo mientras las depositaba en el suelo junto a las pozas y se fijaba en lo que David estaba preparando. – Pero veo que no me estabais esperando – dijo con una sonrisa.

-¿Quieres uno?

-No, gracias, por ahora no – y se bajó los pantalones dejando al aire libre su pequeña colita.

Esther pensó cómo aquel tío tan desagradable podía tener tan poco pudor. Es cierto que no estaba tan gordo como ella, pero sin duda tenía suficiente barriga como para no verse los pies él mismo. Las piernas y brazos no tenían grasa, pero la barriga cervecera era demasiado. Además no era muy agraciado de cara, más bien era feo y de edad debía rondar los 40 años o más. Pensó cómo estaría ella a esa edad viendo cómo estaba ahora a los 27 y se deprimió más de lo que estaba.

Sería entorno a medianoche cuando los 6 se quedaron solos en las termas. El ambiente estaba distendido ayudado por los porros y la cerveza. Todos estaban en la poza central. Rubén estaba sentado fuera con los pies en el agua caliente, a su derecha, en el lateral siguiente de la poza, estaba Montxo dentro del agua con su cerveza en la mano, a su lado estaba Abel y, enfrente, en otro lateral, estaban Marta y Esther una al lado de la otra. David estaba en medio de la poza, sin apoyarse en ningún lateral justo enfrente de Marta.

La novia de Rubén tenía los pies estirados con lo que prácticamente tocaba con ellos a su mejor amigo quien comenzó a masajearlos sin decir nada. Marta no se molestó, ni mucho menos, era algo bastante habitual que David le hiciera masajes pues a ella le encantaba que le tocaran los pies como bien sabía Rubén. La diferencia es que a su novio no le gustaba demasiado hacerle los masajes mientras que a David no parecía importarle. Cuando Esther se dio cuenta de lo que sucedía alargó sus piernas para que David también la masajeara. Y este accedió sin problemas como siempre.

Rubén notó algo extraño cuando David empezó a tocar los pies de Marta. No sabía lo que estaban haciendo y, aunque él no era desconfiado, no le gustó no saber lo que pasaba. Marta le había hablado muchas veces de David, pero jamás llegó a imaginárselo así físicamente. Tenía 26 años, moreno con el pelo corto, no era precisamente feo y estaba bastante fuertecito. Lo que posiblemente más destacaba de él eran esas fuertes abdominales. David tenía una tableta de chocolate considerable. Marta nunca le había dado motivos para desconfiar y unido a que él no era precisamente celoso no supo por qué aquel gesto de David le molestó. En seguida se tranquilizó al ver que aquello que estaba haciendo con su novia también empezó a hacerlo con Esther. Además pudo confirmar que no era más que un masaje de pies y sabiendo lo mucho que le gustaba a Marta que se los tocaran no pensó nada malo.

David le había masajeado los pies cientos de veces así que Marta se desconcertó al sentir tanto placer con este masaje. No supo si fue el esmero de David, el calor de las pozas o la presencia de Rubén, pero sin duda aquel fue el mejor masaje de pies que le había regalado su amigo.

David pensó que era una putada que Esther se hubiera apuntado a la “fiesta”. Cierto es que le encantaban los pies de Marta, aunque tampoco es que le diera mucha importancia a eso. Lo malo eran los pies de Esther, le olían demasiado y luego le quedaba impregnada la peste en las manos. Tenía mucho aprecio a su amiga, pero es que el olor era demasiado desagradable.

Y así, estando en esa situación, Rubén empezó una nueva conversación.

-Es una lástima que esta noche esté tan nublado– Era cierto, esa noche la luna estaba oculta tras las nubes y la visibilidad era mucho más escasa que la noche anterior.

-Espero que nos haga bueno el resto de días – subrayó Marta quien se sorprendió al escuchar las palabras de Montxo.

-Oye, Marta, ¿no serás locutora de radio por casualidad?

-¿Cómo?

-Sí, tienes una voz muy bonita, como la típica que se oye en los programas de radio nocturnos.

Ella se rió y continuó la conversación.

-Es la primera vez que me dicen algo así. No, no trabajo en la radio ni mucho menos. Además no creo que tenga la voz bonita.

-Bueno, no es lo único que tienes bonito.

¿Cómo? Rubén alucinó con lo que acababa de escuchar. ¿Le estaba tirando los trastos a su chica? En unos segundos pasó de la incredulidad a la diversión. Sabía que Marta no entraba en esos juegos y pronto le pararía los pies así que se permitió no intervenir. Sin embargo…

-¿Y qué es lo que tengo bonito? – le dijo. – Sorpréndeme.

Y justo cuando hablaba y antes de que el vasco le pudiera contestar aparecieron 2 nuevos personajes completamente inesperados. Eran 2 chicos jóvenes de 18 y 19 años respectivamente que habían decidido darse un baño relajante antes de irse a dormir. Todos se giraron para ver a los nuevos inquilinos de las pozas preguntándose quiénes debían ser. Todos menos Rubén.

Él los conocía perfectamente. El menor era Alberto y el otro era un chico de origen marroquí que se llamaba Yamil. A Rubén no le hizo mucha gracia la llegada de estos dos jóvenes delincuentes que lo único que podían hacer era joderles la tranquila noche que estaban pasando. Y no exageraba pues lo mejor que estos habían hecho en la vida era no buscar pelea por estar colocados hasta las cejas hasta el punto de no poder moverse del sitio en el que estaban. Por suerte, parecían ir bastante a su bola y se fueron a la poza de al lado.

-Perdona, pero acabaría antes diciéndote lo que no tienes bonito – prosiguió Montxo con su conversación con Marta.

-Sí, claro…

-Bueno, ya está… – al final fue David quien intervino en la conversación viendo que Rubén no decía nada. Parecía que la llegada de Alberto y Yamil lo hubiera extraído de la conversación.

-¡Ostras! ¡Cerveza! – Alberto vio las latas que tenía el vasco – ¡Ey, tío! ¿por qué no nos das unas latas?

-Por supuesto, las he traído para todos.

-De puta madre – concluyó Yamil. Y se pasaron a la poza central donde ahora estaban los 8.

A Rubén no le hizo mucha gracia la presencia de los 2 jóvenes y se fue a la primera poza. Lo acompañaron Abel y Esther que querían sentir el agua más caliente.

-Vigila con estos – le susurró Rubén a su novia cuando pasó por su lado – son unos macarrillas del pueblo.

-Ok – le dijo. Y cuando se hubo alejado se dirigió a David – Menudo masaje me has hecho – le confesó finalizando con un suspiro.

-¿Sí? – se rió – Suerte que se ha ido Esther, mira como huele – y le acercó la mano a la nariz.

-¡Quita! – le dijo Marta con un aspaviento y los 2 se pusieron a reír.

-Marta – les interrumpió Montxo – tú debes ser una chica bastante osada, ¿no?

-¿Por?

-Bueno, estar aquí sola, en bikini, con el agua caliente rodeada de tanto tío…

-Vaya tontería, además también está Esther.

-Bueno, ahora mismo en esta poza estás tú sola rodeada de 4 tíos.

-Bueno, yo siempre he estado rodeada de tíos generalmente, más que de chicas.

Tras acabar la frase se paró a pensar y se dio cuenta que no sonaba demasiado bien, pero creyó que se había entendido perfectamente.

-Oye, ¿y por qué no te desnudas?

-¿¡Cómo!? – le soltó David.

-Sí, claro… lo digo porque es una sensación acojonante. Probad, ya veréis.

-Ni de coña – concluyó Marta – soy una chica valiente, pero no tanto – le sonrió.

-Tú te lo pierdes – y se levantó dejando ver nuevamente su desnudez.

Marta intentó fijarse, pero si estaba en erección era imposible saberlo, la tenía demasiado pequeña y no se veía nada entre tanto pelo. Sintió un escalofrío producido por el asco que le dio aquel pene.

-¡Ostras! ¡Si el hijo puta está desnudo! – gritó Yamil.

-¡Joder! Yamil, ¿por qué no nos desnudamos nosotros? – propuso Alberto. Y a su amigo le pareció buena idea de modo que se puso de pie y se bajó de golpe el bañador.

Debido a los gritos de Yamil, Marta le estaba mirando en el momento en el que se bajó el bañador y pudo ver su larga y gruesa polla que estando flácida ya debía rozar los 20 centímetros. Le pareció desproporcionada, sobretodo en comparación con la de Montxo. Incluso las sensaciones al ver una y otra le parecieron completamente opuestas. Dejó de mirar en cuanto se percató de que no debía hacerlo y pensó que aquel tamaño debía ser debido a la raza del muchacho.

Alberto, al ver a su compañero, también se quitó el bañador, pero lo hizo sin levantarse de modo que nadie vio lo que tenía entre las piernas. Los 2 muchachos se jactaron de la nueva situación y de las sensaciones de tenerlo todo en libertad absoluta.

-¿Ves? – insistió Montxo – si no pasa nada.

Pero Marta y David lo ignoraron por completo.

Con el escándalo de los 2 chicos jóvenes regresaron los de la otra poza y se volvieron a reunir todos nuevamente. A Esther y Rubén no les hizo mucha gracia ver a Yamil desnudo que aún seguía de pie pavoneándose mostrando su instrumento todo lo que le daba la gana. Sin embargo Abel pensó que era la excusa perfecta para desnudarse delante de Marta. Lo malo es que si lo hacía tendría una erección de mil demonios y no quedaría demasiado bien así que se aguantó las ganas.

Sobre la 1 y pico de la madrugada Yamil fue a buscar algo entre sus cosas y cuando regresó a la poza le hizo un gesto a Alberto para que se acercara. Mientras lo hacía empezó a preparar las rayas para él y su amigo. En cuanto Marta se percató le entró toda la repulsa que hasta ahora no había sentido hacía los chicos a pesar de las advertencias de su novio. Cuando les vio acercarse el polvo blanco a la nariz y esnifarlo sintió un total desprecio hacia ellos.

Cuando terminaron de meterse la primera raya Montxo les preguntó si se podía apuntar. Le dijeron que sí y Yamil se sentó sobre el lateral saliendo del agua para preparar la coca. Marta volvió a fijarse en su polla que había quedado caída sobre uno de sus muslos y en cómo se hinchaba y se levantaba cuando el niño se metía la raya. Marta sintió una sensación extraña, le entraron ganas de acercarse y ver más detenidamente cómo reaccionaba aquel trozo de carne venéreo ante la droga… Detuvo aquellos pensamientos infernales y se concentró en los masajes de David.

Su mejor amigo seguía trabajándole los pies y prefirió hacerle parar puesto que notaba que algo no iba bien. Para hacerlo disimuladamente alargó la mano y le tocó el pecho en señal de alejarlo. Pero ante ella aparecieron las abdominales del chico y no se pudo reprimir a acariciarlas para sentir cada una de las tabletas. Aquello estaba tan duro… David se sorprendió, pero pensó que si era normal que él le tocara los pies también lo era que ella le tocara las abdominales.

Mientras tanto, Rubén, al ver el “espectáculo” que estaban montando los 3 desconocidos, pensó que Marta no debía sentirse muy a gusto y que no tardarían mucho en marcharse de allí. De hecho al verle la cara a su novia notó que estaba incómoda, pero esperó a que fuera ella la que dijera de marcharse, él no quería estropear la estancia de nadie.

Cuando terminaron de meterse, Montxo volvió a su posición y Alberto le siguió. Yamil se fue a la primera poza. Para hacerlo pasó justo por al lado de Marta quien tuvo la oportunidad de verle la polla más de cerca. Se fijó que también tenía mucho vello púbico, pero que eso no le impedía mostrar una gran polla. Mientras se acercaba aquello que le colgaba se iba bamboleando de un lado a otro golpeando contra los muslos del chico y a cada bandazo dejaba entrever una bolsa testicular grande en la que los huevos le colgaban como alforjas. Sin duda el chico magrebí estaba muy bien desarrollado para su edad. Cuando fue a pasar a la otra poza levantó una pierna de modo que la polla quedó colgando a escasos centímetros de la boca de Marta, que tuvo que reprimirse las ganas de chupársela. ¡Pero qué le estaba pasando! A todo esto seguían los magreos entre ella y David con lo que la calentura no bajaba. Y encima Montxo, colocado hasta arriba, continuó a lo suyo.

-Va, Marta, demuestra que eres una chica valiente y quítate al menos la parte de arriba que a tu novio no le importa – le dijo refiriéndose a David.

-Perdona, pero su novio soy yo y a mí sí me importa- le espetó Rubén.

-¡Ay! perdona, es que pensé que era él que está todo el rato pendiente de ella.

-No pasa nada – pero no pudo evitar un regusto amargo por aquella confesión. Era cierto que David había estado toda la noche pendiente de su chica, pero… era normal, era su mejor amigo y hacía tiempo que no se veían, pensó.

-Bueno – insistió el vasco – ¿qué me dices? ¿te animas? – pero Marta reafirmó la negativa.

Aquella conversación calentó más si cabe a Abel que estaba deseando que Marta se animara y poder verle los pechos que tanto había deseado. Su cabeza le estaba jugando malas pasadas llegando a pensar en sacarse la polla bajo el agua y masturbarse o acercarse a la chica y meterle mano. Se estaba empezando a obsesionar así que cuando Esther dijo que se quería marchar sintió que era lo mejor que podían hacer si no quería acabar cometiendo una locura.

Marta y David dijeron que aún se quedarían un rato más así que Rubén se vio obligado a marcharse para acompañar a la casa a Esther y Abel.

-¿Volverás? – le preguntó Marta.

-No sé, cuando llegue veré si tengo ganas, si no me quedaré ya en casa.

-De acuerdo – y se levantó para darle un beso de despedida.

Cuando lo hizo David se fijó en su amiga. Sabía que estaba buena, pero nunca la había visto desde ese prisma, sin embargo, esta vez se fijó en su vientre plano precedido de unos grandes pechos en proporción con el resto de su cuerpo. Además Marta estaba marcando pezones y David pensó que para que se marcaran en un bikini la cosa tenía que estar muy dura. Pensó si tanto sus pensamientos como la actitud de Marta se debían a las caricias que ambos se habían procurado. ¿Tal vez se habían calentado mutuamente sin querer? Muy a su pesar sintió que ojalá Rubén se quedara en casa y no volviera.

Cuando Abel se metió en la cama lo hizo pensando en Marta y soñó con haberse quedado en las pozas, haber cometido una de las locuras que se le habían pasado por la cabeza y que ella lo disfrutara. Pero sabía que eso era imposible. Lástima. Metió una mano bajo el pantalón del pijama y pensó “sarna con gusto, no pica”.

Esther se sintió una desgraciada por culpa de Montxo. Vale que Marta era preciosa y despertaba la admiración de todo tío que se acercaba a ella, pero cómo la había ignorado ese tío tan feo y gordo mientras le dedicaba todas las atenciones a su amiga le había afectado. De todas formas se acostó con la seguridad de la integridad de su amiga. Aquel tío se tendría que hacer una paja pensando en Marta pues era lo máximo que iba a conseguir de ella.

Eran las 2 y media de la mañana cuando Abel y Esther se acostaron y Rubén pensó si volver a las pozas. Por un lado quería volver y no dejar a Marta sola con aquellos 2 vándalos, un gordo salido y otro que no la dejaba a solas ni un momento. Pero por otro lado precisamente lo último que quería era ver a esos 2 críos indeseables, enfrentarse a la humillación de que piensen que otro tío era el novio de su chica o ponerse celoso por culpa del mejor amigo de Marta. Las mismas razones para ir que para quedarse. Pensó que era un sinsentido y decidió no volver.

-Bueno, ahora que se ha ido tu chico, sí que no tendrás impedimentos en quitarte eso – insistió Montxo una vez más señalando la parte de arriba del bikini de Marta.

¡Qué tío más pesado! pensó. Y fue Yamil quien a su espalda la sorprendió.

-¡Déjala! No ves que es una mojigata. No sé qué cojones se pensará que es, como si lo que guarda ahí fuera un tesoro. – Alberto se rió.

David estaba a punto de saltar, pero Marta se dio cuenta y lo quiso impedir para que las cosas no se fueran de madre.

-Está bien – dijo evitando la reacción de su amigo – me lo quitaré si él también se queda desnudo – dijo señalando a David quién parecía aturdido ante aquella respuesta.

Marta, al oír las palabras de Yamil sintió una punzada, como si le hubieran tocado el orgullo y quiso dejar claro a aquel niñato que ella no era ninguna mojigata. De todas formas pensó que David no entraría en el juego así que pensó que aquella era la mejor respuesta que podía ofrecer. Sin embargo…

-Está bien, si así lo quieres… – y David se sacó el bañador sin salir del agua.

¡Madre mía! La cara de sorpresa de Marta era más que evidente. No sólo ahora se veía obligada a desnudar su pecho sino que… no se veía mucho pues había poca luz, pero su mejor amigo seguía a su lado y, desdibujada por el agua, la polla de David no parecía pequeña precisamente… Sin saber cómo se había metido en esa situación, se encontraba rodeada de 4 tíos completamente desnudos y sintió cómo los pezones empezaron a dolerle. Pensó que ya que tenía que cumplir y liberarlos podría masajearlos discretamente para evitar momentáneamente el dolor. Y así lo hizo. Cuando se despojó de la parte superior del bikini se quedó inmóvil con el agua a la altura de su cuello para evitar que cualquier pudiera ver lo que ella no pretendía enseñar.

-¡Muy bien! Ahora relájate y verás cómo la sensación con el agua caliente es mucho más placentera sin ropa de por medio – Montxo ya había conseguido parte de lo que quería.

-¿Quieres una cerveza? – le propuso David.

-Está bien, pero ¿podrás acercármela tú? – ella no quería moverse ni un ápice.

-Claro – le dijo él con una risotada y se acercó a Montxo. Allí se quedó un rato conversando.

Como Marta no quería moverse y la noche cada vez estaba más cerrada no divisaba del todo bien quién era quién entre David, Montxo y Alberto que estaban hablando sobre cervezas. Ella tenía las piernas estiradas y sintió como alguien juntaba sus pies con los suyos, planta con planta para jugar subiendo y bajando a un lado y a otro las piernas sin separar las suelas. Supo sin duda que era David. Sin embargo, cuando llevaba un rato vio más claramente que se trataba de Alberto, el chico pequeño que había llegado junto a Yamil. Rápidamente Marta encogió las piernas y le pidió perdón.

-Disculpa, te había confundido con…

-No tienes que pedir perdón – le cortó el chico – además, ¿con quién me has confundido? si tu novio no está… ¿o acaso es que te doy asco o algo por el estilo?

-No, no es eso – se asustó Marta al recordar las advertencias de Rubén – es que… como comprenderás… no dejo que cualquiera me toque los pies…

-Ya… tranquila, te entiendo – le dijo terminando la conversación con brusquedad.

Marta se tranquilizó y se fijó en David quién se había levantado y volvía con la cerveza. Se quedó expectante, tenía ganas de vérsela, simple curiosidad. Tantos años de amistad y nunca habían hecho ni tan siquiera referencia a ello. Y la espera no defraudó. David tenía una verga larga, más fina que la de Yamil, pero que no tenía nada que envidiar al marroquí en cuando a extensión. La visión de la polla de su amigo volvió a calentarla y se olvidó de sus pechos desnudos cuando se alzó para recoger la lata.

Se oyeron vítores de los chicos cuando los hermosos senos de la dama aparecieron entre las aguas como si de un submarino se tratase. Las aureolas abarcaban un gran terreno del seno y los pezones completamente erectos desafiaban a los muchachos.

-¡Ay! – Marta reaccionó en seguida tapándose con un brazo y volviendo a meter los pechos bajo el agua. – Perdón – espetó con toda la timidez del mundo.

Ahora se oyeron abucheos que fueron seguidos de risas a las que también se apuntó la propia Marta.

Una vez a su lado David continuó el masaje de pies y ella directamente le arañó las abdominales, pero él no se quejó. Marta pensó lo cerca que tenía el pene desnudo de su amigo y tenía que refrenar las ganas de bajar la mano hasta su entrepierna. En ese momento volvió a pasar Yamil mostrando su enorme rabo y Marta deseó… finalmente bajó la mano hasta tocar los pelos púbicos de su amigo. Allí se entretuvo enredando sus dedos, pero no bajó más, no debía hacerlo.

David no se esperaba que ella hiciera eso y, caliente como estaba, empezó a subir sus manos por las piernas de Marta hasta llegar a sus muslos…

-¿No te importa? – le preguntó temeroso.

-No subas más, ¿vale? – quiso limitar la situación cuando sintió cómo otra mano le acariciaba los pies. Se preguntó si David podía llegar hasta allí abarcando tanto terreno. Claro que no podía – ¡¿Qué haces?! – le preguntó enfadada Marta a Alberto, su improvisado nuevo masajista.

-Nada, pensé que no te importaría después de haber estado “jugando” antes.

-Pues sí mi importa. ¡Largo! – y el chavalín le hizo caso.

Cuando Yamil volvió lo hizo con una nueva sorpresa. Pastillas de anfetaminas. Esta vez ofreció a todo el grupo, pero sólo él y Alberto las tomaron.

-Paso, chavales, con la coca tengo suficiente – dijo Montxo.

-No deberíais hacer eso… – les recriminó David haciendo referencia a la mezcla entre alcohol y drogas que estaban tomando.

Marta no dijo nada, pero pensó que aquello acababa de cortar todo el buen rollo que se había creado. Y volvió a sentir desprecio por los 2 niños pequeños que se pensaban que aquello era una especie de discoteca de Ibiza. Y sintió ganas de irse a casa, pero antes pensó fugazmente si las pastis tendrían el mismo efecto sobre Yamil que la coca. ¡Maldita sea! Otra vez aquellos pensamientos libidinosos que le hacían olvidar el asco que sentía por aquel comportamiento. Pero cuando finalmente desaprobó definitivamente aquella actitud, Yamil le dio la solución a sus dudas. El chico se acercó a ella, de pie a menos de un metro, y se tomó la pastilla. Esta vez la polla no reaccionó y Marta le dio un empujón en el muslo.

-Aparta de aquí – le gritó – no te acerques y menos para tomarte esa mierda delante de mí.

-¿De verdad que no quieres? Seguro que se te quita esa amargura que tienes y disfrutas de la noche como lo hacemos Alberto y yo.

-Pero es que yo no necesito nada para disfrutar. Ese es vuestro problema, que tenéis que meteros mierda para sentir o experimentar cosas que yo siento y experimento de forma natural.

-Pues aún te quedan cosas por experimentar, – intervino Montxo – aún puedes quedarte completamente desnuda y así nos demostrarás que no necesitas drogas para experimentar.

-Buen intento – soltó David, entre risas, que ya se esperaba algo así por parte del señor vasco.

-Bueno, puedo experimentar dejando que un niño pequeño me toque los pies – y miró a Alberto.

-Sí, claro, niño pequeño… – se quejó, pero respondió rápidamente – venga, vale. – y alargó los brazos para acariciar nuevamente los ya sobados pies de la chica.

-Pues podrías experimentar con más gente – se reía Montxo.

-Lo siento, contigo no quiero experimentar nada.

-¿Quieres decir que con algún otro de nosotros sí? – preguntó sagazmente.

David no creyó que Marta respondiera a eso. Aunque aquella noche estaba más desatada que nunca, era inviable que ella tuviera un comportamiento más allá de lo que hasta ahora había sucedido, que ya le parecía mucho. Pero pensó que, si fuera posible que ella contestara sería con él con quién querría experimentar lo que fuera. O tal vez eran las ganas de que eso sucediera las que le hacían pensar así.

-Lo siento, pero no voy a contestar a eso. – ¡Bien! David había acertado.

-¡Sosa! – le espetó jocosamente Montxo.

Marta se guardó la respuesta pues se asustó sólo con pensarla. Estaba demasiado desinhibida. Ella no era así, no necesitaba esto, jamás lo había buscado, ella tenía más que suficiente con Rubén… despertó de sus pensamientos cuando notó tantas manos acariciándola. David seguía acariciando su muslo izquierdo, ahora la parte interna, pero Alberto había dejado de tocarle los pies y le estaba acariciando los gemelos y subiendo. No sabía qué hacer, cómo reaccionar, se le agolpaban los pensamientos y las sensaciones y no podía pensar con claridad. Se dio cuenta que su mano estaba aún hundida en los pelos del pubis de David así que no le pareció bien decirle nada a él. Quería parar a Alberto cuando notó como David llevó uno de sus dedos hasta la tela de su bikini. Se olvidó del adolescente y se centró en lo que su mejor amigo pensaba hacer…

David vio que aquello estaba descontrolado. Efectivamente Marta no respondió a Montxo, pero estaba dejando que Alberto la sobara a conciencia. Él había respetado el límite que ella le había marcado, pero si no hacía nada sería un chico de 18 años a quién no conocía el que acabaría llegando a donde a él le habían prohibido así que se envalentonó y, a costa de la posibilidad de perder la gran amistad que le unía a Marta, llevó su dedo hasta su entrepierna. Al ver que ella no se lo impedía, pasó el dedo por su sexo frotándoselo primero con suavidad y luego con mayor brusquedad. Acto seguido comenzó a apartar la tela del bañador y ella abrió más las piernas para que tuviera mejor acceso. David repitió la maniobra pero esta vez sin tela de por medio, sintiendo los labios de la vagina que estaban hinchados por la excitación de su mejor amiga.

Marta no sabía cómo reaccionar. Cuando David le separó la tela abrió las piernas instintivamente, pero eso dio alas a Alberto que parecía coger confianza y cada vez la magreaba más cerca de su sexo. No quería bajo ningún concepto que el chaval llegara a su objetivo, pero si lo hacía sentía que se correría al instante. Así que decidió parar la situación de raíz.

-¡Ya vale! – dijo levantándose de golpe y recolocándose rápidamente el bikini. Esta vez no le importó mostrar los pechos – me voy al río, necesito un poco de agua fría. – ¡Y tanto que la necesitaba con el calentón que llevaba encima!

-Está bien, yo te acompaño – le dijo Montxo – y así aprovecho que ayer no probé lo del cambio de temperatura. – A Marta no le importó.

Al llegar al río, esta vez Marta sí pudo observar que Montxo tenía una erección, pero volvió a pensar que era prácticamente imperceptible. Ella se tumbó en el río y dejó que el frío la inundara. Sintió sus músculos reaccionar, pero lo más importante, notó como la excitación iba disminuyendo. Pero no era lo único que disminuía. De reojo pudo ver cómo la erección de Montxo iba desapareciendo hasta ser su pito lo que desaparecía por culpa del frío a pesar de tenerla allí a su lado, semidesnuda, tumbada en el suelo con los pechos al aire y los pezones tiesos como rocas.

Cuando se notó lo suficientemente calmada le dijo a Montxo de volver. Al subir por el terraplén estuvo a punto de caerse así que el hombre mayor se ofreció a ayudarla. Desde arriba le dio la mano y cuando estaba a punto de subir el señor le puso la mano en el culo para darle el último empujón. A Marta no le hizo especialmente gracia, pero tampoco le dijo nada.

Montxo, al ver la indiferencia de la hembra, la cogió de la cintura. Necesitaba tocar carne aunque sólo fuera el magnífico vientre moreno de aquella mujer 15 años menor que él. Ella no reaccionó así que empezó a frotarle la espalda, los brazos… mientras llegaban a las pozas con la excusa de quitarle el frío. Cuando Montxo pasó al vientre y fue subiendo en dirección a los senos de la chica ella le cortó.

-Montxo… que está usted muy mayor para esto – le soltó para quitar hierro al asunto.

-Y tú para dejarte calentar por chavales de menos de 20 años – le contrarrestó él.

-Yo no me he calentado…

-Así que admites que te han hecho algo aunque no te hayas calentado – la cortó. Marta maldijo la labia del tío del País Vasco.

-Yo no he dicho eso…

-¿Qué pasa? – les interrumpió David.

-No pasa nada, ¿verdad, Montxo? – le dijo mirando desafiante a su “partner” dialéctico.

-Nada, nada…

Marta parecía encontrarse mucho mejor. Lo malo es con qué cara iba a mirar ahora a David. ¿Y Alberto? ¿Qué pasaría si intentaba un nuevo acercamiento? Por Montxo no debía preocuparse. Pero ¿y de Yamil? había estado pasivo con ella durante toda la noche, pero ¿y si le daba por dejar de serlo? ¿y si simplemente le volvía a dejar ver aquella magnífica polla que…? ¡Alto! ¿Es que acaso quería volver a calentarse? Debía dejar de tener esa clase de pensamientos. Es más, debía marcharse ya de allí. Se lo iba a decir a David cuando…

-Marta, me parece injusto que nosotros estemos en bolas y tú no – insistió una vez más el pesado de Montxo.

-Perdona, pero si estás en bolas es porque tú lo has decidido. Nadie te ha obligado.

-Ahí te ha dado – soltó David jocosamente.

-Bueno, precisamente David se ha desnudado por ti. No deberías hacerle ese feo.

-Perdona, pero a mí no me está haciendo ningún feo.

-Está bien, está bien – siguió el vasco – ¿al menos nos dirás ahora con quién de nosotros quieres experimentar?

¿Será cabrón? pensó Marta. El muy perro tenía razón, no había respondido a esa pregunta cuando en realidad sí había respuesta. Intentó despistarle con otra pregunta.

-Primero tendría que saber quién de vosotros está dispuesto a dejar que experimente con él.

-Creo que eso está claro, nena – le respondió Montxo.

¡Uy! ¡Nena! Qué mal le sonó eso a Marta.

-¿Sí? Pues yo no lo tengo claro – intentó ponerlo entre la espada y la pared con la esperanza de que dejara ya el temita. Pero el tío insistía sin parar.

-A ver, chicos. ¿Quién no se dejaría experimentar por Marta?

Silencio.

Todos pensaron que estaba claro, que era una respuesta obvia. Todos menos uno.

-Yo – dijo Yamil – a mí esta zorra ni se me acerca.

¡Será…! Marta intentó calmarse, aunque le doliera ese rechazo vio la posibilidad de escapar del embrollo.

-Lástima… era con Yamil con quien quería experimentar así que…

David no se lo podía creer, aunque pensándolo bien Marta había sido lista. Desde que había vuelto del frío río su actitud había cambiado y aunque él se quedara con el calentón, prefería ver a la Marta de siempre. Ahora había llevado la conversación a su terreno y había conseguido dar esquinazo a las marrullerías de Montxo. No obstante, no pudo evitar sentir una pequeña decepción a oírla decir el nombre del magrebí ante aquella pregunta. ¿O tal vez la decepción era por no haber escuchado su nombre?

-¿Y qué quieres experimentar con él? – dijo Montxo.

¿Pero es que este tío no se cansaba nunca? pensó Marta.

-Da igual, si él no quiere…

-Prueba a ver… o tal vez podrías hacerlo con algún otro, ¿no?

-¡Ni de coña!

-Vaya… veo que tienes claro que ha de ser con él…

Y tenía razón. La respuesta verdadera a la pregunta seguía siendo Yamil y pensó si responder a la nueva pregunta serviría para que la dejara en paz. Y si lo hacía… ¿mejor decir la verdad o inventarse algo? Suponía que daba igual puesto que el cabrón del marroquí no quería nada.

-Está bien. Te respondo si prometes dejarme en paz. Cuento lo que me gustaría experimentar con Yamil y me voy a casa, que ya es tarde – eran las 4 de la mañana.

-Prometido – “Lo prometido es deuda” pensó ella.

-Bien, me gustaría experimentar con Yamil… – decir la verdad o no… no sabía qué hacer ni tenía tiempo para decidirlo así que dijo la verdad – … me gustaría ver y palpar sus testículos – le parecieron enormes bolas bamboleantes, pero no llegó a verlo con claridad y le apetecía quitarse la duda. – Ya está. Ya lo he dicho. Nos vamos.

Pero antes de que Montxo pudiera contestar se oyó a Yamil.

-Espera. He cambiado de opinión. Puede experimentarlo.

¡¿Qué?! Ahora que estaba a punto de marcharse al criajo se le ocurre cambiar de opinión… o tal vez… tal vez le había jugado una mala pasada y había dicho que no desde un principio para llegar a esta situación. Aquello se salía de madre, era demasiado. Debía salir de ahí inmediatamente, pero entonces Yamil se plantó delante de ella nuevamente con la polla a la altura de su cara.

-Aquí los tienes. Experimenta.

Los demás estaban expectantes por saber cómo reaccionaría la chica. Alberto estaba convencido de que experimentaría. Conocía a su amigo y sabía que ninguna chica se resistía a él y menos tras verle desnudo. Yamil no solo tenía una polla enorme, sino que estaba completamente fibrado. No era guapo, pero tenía un aire de lo que era, de macarra, que a las chicas les encantaba.

Montxo no sabía lo que pasaría, pero deseó que sus esfuerzos durante toda la noche para llegar a esa situación valieran la pena y la chica se envalentonara y experimentara tal y como había dicho que quería hacerlo. Si lo hacía estaba claro que ya no habría marcha atrás.

Por el contrario David pensó que Marta no caería. Había estado luchando para evitar esa situación y estaba tan cerca de lograrlo… nunca ningún chico, por pesado que se hubiera puesto, había conseguido nada con Marta y estos no iban a ser más. Además estaba convencido que todo lo que había dicho se lo había inventado para evitar lo que los tíos aquellos pretendían.

-Así no puedo acceder a los testículos – sorprendió Marta haciendo clara alusión a que la polla de Yamil se interponía en su camino.

-Nadie dijo que fuera fácil – le espetó Yamil – si algo te molesta apártalo tú misma.

¿Qué estaba insinuando? ¿que le tocara la polla? David supo que Marta no lo haría, pero… Marta agarró, con dos dedos de su mano derecha y suma delicadeza, la polla del niño. Sintió el grosor, el peso, el tacto y cómo se le escapaba de los dedos. Tuvo que emplear el resto para poder sujetarla y acomodarla contra el pecho del muchacho. Así tuvo acceso directo a la bolsa testicular del chico. Primero la miró y, como se había imaginado, era grande. Los huevos le colgaban hasta unos diez centímetros desde la base, más o menos a la mitad de la polla en estado flácido. Le pareció impresionante y se limitó a cumplir con la experimentación. Alargó la mano libre y le palpó los huevos. Primero subiéndolos y bajándolos con la palma de la mano abierta, después los frotó a conciencia y, por fin, caliente como estaba, se agachó para lamérselos.

-Alto ahí – la paró Yamil. – En esto no habíamos quedado.

-¿Cómo? ¿Me estás diciendo que no quieres que te la chupe? – No era su intención, pero le sorprendió que el niñato tuviera ese autocontrol.

-A mí no – la desconcertó.

-¿A ti no? ¿A quién?

-A mi amigo – le dijo señalando a Alberto.

Eso sí que era imposible pensó David. Marta podía haberse excitado por el miembro de Yamil, pero el de Alberto ni había asomado así que era imposible. Además, mientras el marroquí estaba fuerte y tenía un halo de superioridad, Alberto era un chico del montón, ni guapo ni feo, ni fuerte, ni fofo, además de que parecía mucho más crío que Yamil, no aparentaba ni los 18 que tenía. Seguro que Marta no se iba a excitar con él.

-Está bien – sorprendió a todo el mundo – pero con una condición.

-Dime – le siguió Yamil.

-Que luego dejes que te lo haga a ti.

-Por un amigo lo que sea – dijo sin perder el aire de superioridad que tenía.

A Marta le pudo la autosuficiencia de Yamil. Cuánto más le negaba algo ella más ganas tenía de conseguirlo sólo por fastidiarlo. Así, cuando él le negó chuparle los huevos sintió frustración por sentir cómo por primera vez un hombre la hacía sentir inferior. Eso, unido a la magnífica polla del niñato, forjaba que pudiera hacer cualquier cosa por chupársela.

Y por fin Alberto salió del agua y mostró su polla por primera vez. La tenía morcillona cosa que a Marta le gustó aunque sólo fuera por displicencia a Yamil. Su polla no era tan larga como la de David y el marroquí, más bien era bastante normal, pero sin embargo era mucho más gruesa. Y el glande aún lo era más, unos centímetros más grueso que el tronco de la polla de forma que parecía un pene casi irreal. De todos modos, le apeteció meterse aquello en la boca y sentir aquellas desproporciones a través de la lengua.

En cuanto se la metió en la boca, la polla de Alberto se puso dura como una piedra y rígida como el metal. Cada vez que realizaba una chupada debía saltar como si de un escalón se tratara del glande al tronco y del tronco al glande. Le gustó la sensación. Antes de acabar, Marta empezó a rodear el grueso glande con la lengua hasta que notó que el chico se iba a correr. No pensaba mancharse con la corrida así que dirigió la polla hacia fuera de las pozas. Tampoco le apetecía que dejara una colonia de pequeños Albertitos blancos nadando por las aguas termales.

-Ahora te toca a ti – le dijo a Yamil con una sonrisa maliciosa que intentaba provocarlo. Pero el chaval no parecía impresionado.

-Como quieras – dijo sin moverse del sitio. ¡Cómo odiaba Marta esa indiferencia! Se acercó a él, que ni se inmutó y volvió a cogerle el pollón.

Esta vez sopesó bien lo que tenía entre manos y pudo notar el enorme peso de aquella barbaridad de la naturaleza. Sintió cómo se excitaba más ahora que estaba casi completamente desinhibida. Volvió a llevar la polla contra el vientre del joven para volver a la posición en la que se quedó antes de que él la repudiara y le lamió los huevos como intentara previamente. Esta vez, el pequeño marroquí se dejó hacer. Mientras le lamía los testículos empezó a masturbarlo y empezaron a aparecer los primeros síntomas de excitación en el muchacho. Ella empezó a notar cómo aumentaba el peso de lo que tenía en la mano y, sobretodo, el grosor. Ya no podía abarcar el tronco con la mano, igual que con la polla de Alberto. La sorpresa fue cuando dejó de chuparle el escroto para visionar el crecimiento de la polla. Aquello ya debía rondar los 25 centímetros y aún no estaba completamente erecta. Marta se sirvió de las 2 manos para seguir con la paja mientras miraba a Yamil cuya cara ya había cambiado de expresión. Se sintió poderosa y se llevó el pollón a la boca. Se dio cuenta que aún con las 2 manos aferradas al tronco y la polla metida hasta la garganta le faltaban un par de centímetros para cubrirla completamente. Eran los 2 centímetros que ganó el pene de Yamil en la boca de Marta para llegar a sus totales 27 centímetros.

Alberto parecía que ya se estaba recuperando. Muestra de ello es que ya se estaba masturbando viendo cómo aquella mujer espectacular le mamaba la polla a su amigo. No tardó en ponerse a tono nuevamente y pensó que era hora de que, como tantas otras veces, se las chuparan a los 2 juntos. Así que se acercó a Marta. Esta le vio con el rabillo del ojo y alargó la mano para sustituirle en la masturbación.

David no se podía creer lo que estaba viendo. Su mejor amiga, la chica más sexy y, al mismo tiempo, más centrada y racional que conocía estaba de rodillas mamando y pajeando la polla a dos niños que estaban de pie frente a ella y que tenían prácticamente 10 años menos. ¿Cómo era posible? La misma Marta le sacó de la Babia.

-Ven, acércate – le dijo girándose y haciéndole un gesto con la mano para que se uniera al trío.

Cuando Marta se giró buscando a David se encontró con que su mejor amigo estaba completamente empalmado, señal de que no le reprocharía lo que estaba haciendo, ni mucho menos lo que iba a hacer. Se sintió ligeramente aliviada.

La polla de David en erección era muy larga. Parecía menos espectacular que la de Yamil porque era más fina, pero debía medir cerca de los 25 centímetros. ¡Impresionante! Tantos años al lado de ese semental, compartiendo tantas cosas y… ¡qué ganas tenía de chupársela y darle todo el placer que se merecía por haber sido tan bueno con ella durante tanto tiempo!

David se puso de pie al lado de Yamil con lo que ella se separó de la polla del marroquí y se amorró a la de su amigo girando la cabeza hacia la izquierda mientras seguía masturbando a los 2 jovenzuelos a cada uno con una mano. Al poco rato Alberto volvió a correrse. El chico no parecía aguantar mucho aunque parecía recuperarse con facilidad. Esta vez Marta no pudo estar por todo y el semen se esparció por el agua menos el primer y más potente chorro que fue a parar sobre hombro de la chica. Ella se separó de los otros 2 un momento para limpiarse con asco los restos de Alberto con la misma agua de las pozas.

Marta se quedó a solas con las 2 grandes pollas de la noche. Agarró cada una con una mano y comenzó a intercalar chupadas y lametazos a uno y otro lado. Estos parecían tener más resistencia así que se convenció que el resto de la noche sería larga. Eran casi las 5 de la mañana.

Mientras se concentraba en los 2 machos que tenía agarrados, Marta no vio venir a Montxo quien se había portado hasta ahora. El vasco se acercó por detrás de ella mientras David cerraba los ojos para contener el placer que le proporcionaba su amiga. Marta notó que alguien hurgaba en su entrepierna. Pensó en Alberto que ya debía volver a tener ganas de marcha. Pero se giró y se asustó al ver al señor mayor. No se lo esperaba.

-No, no… – le dijo con toda la picardía que pudo acompañado con un movimiento de cabeza como negativa.

-No me jodas… ¡mira cómo estoy! – le dijo señalando su micropene erecto.

-Chico, si es que ahí no veo nada – se burló de él. No quería ser mala, pero es que aquel tío no… no la ponía nada. Era un imposible.

Él insistió, esta vez buscando lo mismo que los demás. Se puso de pie frente a Marta entre los 2 sementales suplicando con la carita más triste que pudo poner. A ella le hizo gracia y pensó “lo que no mata, engorda”. Y hundió la cara en el matojo de pelo lacio que tenía aquel tipo en el pubis. A duras penas, Marta pudo encontrar la polla de Montxo e intentó chupársela aunque no era fácil. Mientras lo hacía inexorablemente tuvo que desatender a los otros 2 que se esforzaron por buscar otros entretenimientos.

David comenzó a masajear los turgentes pechos de su amiga. Jamás se imaginó que fueran tan perfectos. Le excitaban aquellas aureolas que le ocupaban buena parte de la redondez. Tenían el tamaño perfecto, lo justo para poder abarcarlos completamente con la mano sin que falte ni sobre nada. Notó los pezones y ahora supo porque los marcaba a través del bikini. Eran grandes y estaban completamente duros.

Por otro lado, Yamil, ahora más activo, se dedicó a buscar el tesoro que Marta le había negado a Montxo. Se sentó y metió la mano entre las piernas de Marta para buscar su sexo que quedaba a escasos milímetros del agua. Primero le rozó la parte interna de los muslos, pero no se recreó y rápidamente le separó la tela para encontrarse con un coño completamente lubricado. Yamil metió sus dedos en la raja de Marta y los sacó completamente empapados para llevárselos a la boca y saborear las mieles internas de aquella hembra.

Marta pudo reprimir las nauseas que le provocaba Montxo gracias a las atenciones de David y Yamil. Era mucho mayor el placer que esos 2 le provocaban que el asco que sentía por el gordo. Para poder chuparle la polla tenía que ladear la cabeza para evitar la barriga y si hacía algún movimiento brusco perdía la referencia y tenía que volver a buscarle el pene chupando a ciegas. Era una mezcla entre desagradable, grotesco, ruin, sucio o humillante y morboso, diferente, desafiante, tierno o lujurioso.

Yamil ya le había bajado el bikini hasta las rodillas y la estaba masturbando con tales sacudidas que cada vez que sacaba los dedos del coño de Marta salían disparados sus flujos vaginales. Cuando David apretó uno de sus pezones se dejó llevar por el océano de sensaciones que la situación le provocó. Apretó su cara sobre la peluda barriga de Montxo y explotó inundando la poza con su monumental corrida.

Montxo aprovechó para llevarse la mano a la entrepierna y, con dos dedos, masturbarse para correrse rápidamente sobre Marta antes de que recobrara el control. Montxo no tardó ni 10 segundos en soltar un único chorro de semen sobre las tetas de la mujer. Esta reaccionó al instante.

-¡¿Pero qué haces?! – ya había dejado claras señas de que no le gustaba el contacto con el semen – Serás cerdo… – y se apartó de él para sumergirse en el agua y limpiarse el resultado del orgasmo del hombre de 43 años. – No se os ocurra a ninguno hacer algo parecido – dijo saliendo del agua mientras se quitaba la parte de abajo del bikini – Si cae algo por descuido como ha sido con Alberto, vale, pero a mí no me gusta el semen así que nada de correrse encima, y mucho menos en la cara ni, por supuesto, boca. Jamás lo he probado, ni ganas.

-¿Y corrernos dentro podemos? – la sorprendió Alberto que parecía recuperado.

-Creo que nadie ha hablado de follar.

-No, es cierto – dijo Montxo jadeante – pero si quieres lo hablamos ahora.

Las risas de Alberto y Yamil fueron estruendosas.

-Ya sabes que no has de hacer nada que no quieras – le recordó David.

-Lo sé – confirmó ella con indignación – lo sé. – Y pensó todo lo que había hecho que no quería hacer. Se asustó de hasta dónde estaba dispuesta a llegar.

Por el momento se dispuso a continuar donde lo había dejado. Esta vez se llevó a los chicos al lateral de la poza para que se sentaran y echaran para atrás sus cuerpos mientras dejaban las piernas en contacto con el agua. Así, las 2 pollas de 25 o más centímetros quedaron desafiantes mirando al cielo. Ella se acercó y primero le dedicó unos segundos a los huevos de Yamil, a ese espectacular escroto que parecía tener vida propia debido a su tamaño y longitud. Para que no se impacientara alargó la mano derecha y masturbó a David mientras se dedicaba al joven.

Mientras, esta vez fue Alberto quien se acercó por detrás. Llevó su mano al culo de Marta y lo apretó con destreza. Ella echó un vistazo hacia atrás y al ver su nuevo invasor hizo un gesto de aprobación.

-Tan cerca que lo tuve antes… y ahora, por fin, tengo acceso a tu sexo… – le indicó Alberto.

-¿Ya estás de vuelta otra vez? – ironizó ella – Sí que te recuperas rápido, chico – “Juventud, divino tesoro” pensó.

Él exploró todo su sexo: labios, clítoris, cavidad interna e hizo pequeñas incursiones en su ano. Ella no parecía molestarse. Se levantó y, con la polla, totalmente tiesa otra vez, la golpeó en la espalda.

-Va… déjame que te la meta…

-No.

-Va, por fa…

-No…

-Joder…

-No puedo…

-Solo un poquito…

-Lo siento…

Marta se sintió realmente apenada por el muchacho, parecía realmente deseoso de penetrarla, pero no podía permitirlo. Eso no. De repente, algo la sorprendió. Notó algo grueso y caliente que lamía su sexo. Era la polla de Alberto que se la estaba restregando por todo el coño.

-Alberto… – le dijo con calma.

-Tranquila, que no habrá penetración si no quieres. Pero ya querrás, ya.

Ella se rió y le dejó hacer. Lo cierto es que aquellas friegas de polla la estaban poniendo a cien. Pensó en aquel enorme glande tan cerca de su coño y que un simple gesto del espabilado adolescente haría que lo notara dentro y…

Alberto notó como al poco rato de pasarle la polla por el coño, Marta empezó a lubricar nuevamente. ¡Qué tía más cachonda! pensó. Así que no desistió en las caricias.

Con las nuevas sensaciones que le producía el más joven de sus amantes, Marta no se vio venir la corrida de Yamil. Justo estaba acercando su boca a la polla del muchacho mientras no paraba de masturbarlo con la mano izquierda cuando el marroquí descargó toda su lefa, que no era poca. Marta tuvo tiempo de cerrar la boca, pero no pudo evitar que el primer chorretón le alcanzara el pómulo, la frente y el resto se escapara hacia el pelo. Instintivamente se habría retirado, pero en aquella ocasión el instinto le dijo que se quedara a recibir el siguiente chorro y los sucesivos. El segundo no parecía haber perdido fuerza y le espetó con violencia en los labios sellados a fuego, las salpicaduras del impacto le mancharon la nariz y el párpado. Los siguientes chorros sí parecían perder ímpetu, pero aún soltó 6 más que Marta recibió en la cara con toda la lascivia que tenía escondida.

-¡Joder…! Y a ti no te gustaba el semen… – le recriminó Montxo.

Todos miraron a Marta con cara de expectación y vieron su precioso rostro moreno en contraste con todo el blanco que le chorreaba por la cara.

-Mierda… – dijo ella casi sin poder hablar por la leche que le colgaba de los labios. – me ha pillado de improviso – mintió definitivamente.

Se separó de los chicos y hundió la cara en el agua para limpiarse todos los restos de lefa magrebí juvenil.

-Bueno, ya sólo queda uno. – dijo al terminar de limpiarse y se dirigió nuevamente a su amigo.

-Marta, esto que estás haciendo es maravilloso. Jamás pensé en ti como alguien que… pero, en serio, lo estoy disfrutando mucho – le dijo mientras se acercaba.

-Calla y disfruta – le aconsejó Marta mientras le agarraba la polla y se la metía en la boca.

Tras unos minutos Marta, esta vez sí, notó que la corrida de su mejor amigo era inminente. Él la apartó y se giró en el suelo para ladearse y echar la leche en la piedra, pero Marta lo empujó para volver a ponerlo de espaldas.

-Si estos desgraciados me han tocado con su semen tú no vas a ser menos, de hecho vas a ser más – y acercó su boca al glande de David convencida de recoger todo lo que llegara.

Para David eso fue demasiado y explotó en la boca de su amiga. El primer fuerte chorro de lefa le llegó hasta la campanilla y estuvo a punto de soltarlo todo por culpa de la primera nausea. Era la primera vez que probaba el salado semen y, unido a la gran cantidad y la fuerza con la que su amigo lo soltaba, lo más normal hubiera sido que hubiera acabado potando, pero después de los 2 primeros e intensos chorros se acostumbró y pudo retener todo aquel espeso líquido hasta el punto de apreciarlo lo suficiente como para no arrepentirse de haberlo hecho. Cuando notó como los espasmos de David desaparecieron, Marta se apartó y abrió la boca dejando caer en la orilla de la poza todo el semen que había retenido.

Cuando pensó que todo había acabado, el insistente Montxo volvió a la carga.

-Supongo que si tragas lefa después de todo lo que nos has dicho, no te negarás a que te follemos, ¿no?

-Perdona, pero no me la he tragado – y lo demostró señalando el charco que había formado la mezcla de semen y babas que acababa de escupir.

-Es cierto, lo único que te has tragado han sido tus palabras – concluyó Yamil.

-Tío, no te pases – le recriminó David.

-Está bien, chicos, no discutáis – intervino Marta para proteger a su amigo.

-¿Te lo piensas entonces? – insistió el vasco como siempre.

Marta no contestó. Se limitó a echar un vistazo a su alrededor y contemplar el panorama. A su espalda, más alejado que el resto, estaba Alberto, de pie, con la polla completamente erecta. Se fijó en las gotitas que salían del enorme glande y pensó que debería estar a punto de correrse por tercera vez. A su izquierda estaba el chico de origen marroquí sentado en el lateral de la poza, con aire chulesco y con la polla completamente flácida. Deseó tirárselo. David seguía tumbado en la misma posición en la que le había hecho la mamada y con la polla morcillona sobre su vientre debido al flamante orgasmo. A su derecha quedaba Montxo, de pie, quien se acercó peligrosamente.

-Venga, no seas tonta… – le dijo mientras le acariciaba suavemente uno de sus senos. – si sé que lo estás deseando.

Marta quiso evitar las caricias del viejo gordo así que se limitó a dejar de pensar y dejarse llevar.

-Tú, ven aquí – le espetó a Yamil mientras se alejaba de Montxo. El joven la seguía con la mirada.

Marta llegó a la altura del adolescente y le agarró la polla mientras pasaba a la poza contigua. En un movimiento acompasado Yamil giró sobre sí mismo dando la espalda al resto de chicos. Marta, sin soltar el cipote, se arrodilló y volvió a chupársela.

Cuando aparecieron nuevamente los 27 centímetros, Yamil se levantó sujetando a Marta por los brazos y alzándola mientras le daba la vuelta. En un rápido movimiento bajó su mano derecha para levantar la pierna de la chica colocándola sobre las piedras del lateral de la poza. Con la otra mano se agarró el instrumento y lo acercó al coño de Marta.

Ella no se esperaba la reacción del chico cuando se levantó y la apartó de su polla. Cuando se quiso dar cuenta estaba a su merced y a punto de ser penetrada por aquel mástil. Ella no quería, pero al mismo tiempo lo estaba deseando. No quería que aquello sucediera, pero la lujuria pudo con ella y se dejó hacer sin decir nada. Cuando sintió el inicio de la penetración creyó que se desmayaría. Nunca nada tan grande la había habitado. Cerró los ojos y dejó que el chico le diera placer con cada embestida.

Yamil terminó, sacando la polla y manchando la espalda de su compañera. A Marta ya no parecía importarle demasiado el contacto con el semen. Tras limpiarse volvió a la poza central.

-Lo siento mucho, Montxito, pero creo que tú te quedarás sin premio – le dijo con una larga sonrisa para hacerlo rabiar.

-Serás puta… – ella le ignoró y se dirigió a David que seguía tumbado en la misma posición, pero su polla se había recuperado viendo el espectáculo que acababa de ofrecerse en la otra poza.

Marta pasó una pierna sobre su amigo para ponerse a horcajadas sobre él. Comenzó a bajar lentamente mientras David dirigía su polla hacia el chocho de Marta. Cuando ella llegó a los 25 centímetros que le separaban de David se detuvo y él únicamente pudo restregarle el glande por el coño. Ella volvió a subir separándose de él, desesperándolo, haciéndole desearla más. Repitió la operación y su mejor amigo volvió a mover su polla rozando los labios vaginales de Marta que se deshacían a cada caricia. Por fin Marta le perdonó y terminó el suplicio del chico cuando se dejó caer sintiendo la penetración hasta los mismísimos huevos. Allí, con todo el miembro dentro de su cuerpo se paró para agacharse y besar a su mejor amigo. Ambos se fundieron en un tórrido morreo mientras Marta comenzaba el rítmico movimiento con el que comenzó a subir y bajar sobre la tiesa polla de David.

Alberto no tardó nada en acercarse. Llevaba demasiado tiempo con el hinchazón y comenzaba a dolerle. Mientras Marta cabalgaba sobre David, él se dedicó a magrearla. Comenzó acariciándole la espalda para pasar a sobarle las tetas que aún no había tanteado. Y finalmente se dirigió al ano de Marta, su obsesión desde que hiciera aquellos pequeños escarceos sin que ella se molestara.

Cuando Marta notó cómo Alberto incidía sutilmente en su ano se detuvo. Más que para recriminarle intentaba ser un gesto sutil de invitación. Alberto la miró y, al cruzarse con la mirada expectante de Marta, la sonrió mientras le introducía un dedo en el culo. A ella se le escapó una sonrisa nerviosa y volvió al vaivén sobre David pero a un ritmo tranquilo para que Alberto pudiera seguir explorando la zona.

El pequeño pero experimentado niño fue dilatando el agujero poco a poco con maestría. Cuando ya hubo introducido un par de dedos durante un rato salió de la poza y pasó una pierna por encima de Marta. Esta volvió a detenerse para que Alberto pudiera acercar la polla a la cueva. El enorme glande del adolescente pidió paso y Marta sitió que los ojos se le desencajaban de las órbitas. El agujero del culo se fue dilatando poco a poco mientras el pequeño empujaba con delicadeza la gorda picha. Alberto soltó un salivazo sobre el ano de Marta para que el proceso fuera menos seco. Cuando por fin el glande entró por completo Marta sintió una oleada de placer y el resto del proceso fue más sencillo.

Mientras el trío intentaba acompasarse Montxo aprovechó para meterle mano a Marta. Ahora no podía estar por él con lo que no le rechazaría. Y efectivamente, aunque Marta le hubiera detenido de buen grado fue incapaz de reaccionar. Lo único que sentía era placer y cerró los ojos cuando el hombre le tocó las tetas. Pero los volvió a abrir cuando oyó la voz del macho marroquí.

-Marta… – dijo con voz grave.

Cuando abrió los ojos mientras giraba el rostro se encontró con el pollón del chico a escasos centímetros de la cara y entendió por qué la llamaba. No pensó hacerle el feo y abrió la boca para saborear nuevamente la carne de Marruecos. Mientras intentaba subir y bajar sobre la polla de su amigo, recibía las enculadas del más joven, asumía las obscenas caricias del viejo y chupaba la polla más grande que jamás había visto mientras masajeaba los huevos del prepotente macarra sintió que llegaba el mayor de los orgasmos que había tenido jamás. La explosión de sensaciones estuvo a punto de hacerle perder el conocimiento pero pudo aguantar apoyándose en las esculturales abdominales de su mejor amigo que habitaba bajo ella.

Alberto parecía aguantar más debido a las corridas anteriores, pero aún así fue el primero en separarse de la estampa cuando notó cercano el orgasmo.

-Marta… – le suplicó con cara y voz de pena.

Ella se giró y lo vio de pie, nuevamente en la poza, con la mano meneándose la polla e intentando poner cara de pena. Se fijó bien en el rostro del adolescente y se dio cuenta que no aparentaba tener más de 15 años, incluso tenía algún grano típico del acné juvenil y, a pesar de saber que no era más que una pose, sintió algo de ternura por el muchacho y se decidió a darle lo que sabía que le estaba pidiendo.

Se separó de David retirando con brusquedad las manos que aún le sobaban los pechos y se acercó a Alberto arrodillándose ante él y abriendo la boca para que el pequeño apuntara su descarga. Ya le quedaban pocas reservas y un único chorro cayó sobre la lengua de Marta. El resto de semen se quedó en el mismo glande, saliendo sin fuerzas a través de la abertura de la uretra. Pero Marta, como una buena chica, se acercó al pequeño y le succionó los restos para reunirlos con el primer chorro. El chico le dio las gracias tembloroso por desfallecimiento.

David vio como Marta volvía hacia él y, tras soltar la corrida del chico fuera del agua, nuevamente pasó una pierna sobre su mejor amigo, pero esta vez dándole la espalda. Dobló las rodillas y se insertó nuevamente la estaca, esta vez sin rodeos. Antes de que Marta buscara a Yamil, Montxo se precipitó, loco de excitación, y volvió a sobarle las tetas a la chica. Ella, ahora más serena, le recriminó dándole un manotazo en la mano y diciéndole que no con la cabeza. Montxo se retiró aturdido mientras Marta buscaba con la mirada al magrebí que se acercó con la verga completamente desafiante.

David sintió que no podía más. Quiso avisar, pero no pudo y se corrió dentro de su mejor amiga. A ella no pareció importarte, más bien todo lo contrario pues pausó la mamada al joven para mirar a su mejor amigo mientras le acariciaba los músculos estomacales. Cuando terminó de correrse ella se levantó lentamente de forma que David pudo sentir cómo su polla rasgaba por última vez el interior del coño de aquella diosa llamada Marta.

La chica estaba muy cansada, pero quería hacer culminar a Yamil que estaba aguantando mucho para correrse por tercera vez. La mandíbula empezaba a dolerle, notaba el coño escocido y el culo dolorido por los tamaños y/o el número de veces que habían pasado por cada uno de sus agujeros. Estaba demasiado cansada como para negarse a lo que pasó a continuación.

Montxo intentó un último acercamiento. Sabía la mucha culpa que tenía para que todo hubiera llegado a esta situación y pensó que era injusta la poca participación que había tenido. Cierto es que la mamada de Marta, correrse en su pecho y sobarla como lo había hecho era un premio más que suficiente para lo que él era, un viejo feo y gordo. Sin embargo volvió a intentar una aproximación. Primero la rodeó con los brazos alcanzando nuevamente las sobadas peras de la chica. Había perdido la cuenta de los pellizcos que se habían llevado esos oscuros pezones. Ante la indiferencia de la fémina bajó las manos por su vientre hasta llegar al pubis. Allí tocó los pocos pero arreglados pelos de la mujer y su polla se puso más dura de lo que había estado nunca.

Marta fue incapaz de parar a Montxo. Estaba centrando todas sus escasas fuerzas en la búsqueda de la corrida del semental y no pudo sacar fuerzas de flaqueza para detener al engendro que hacía incursión en su sexo. Sintió que la mano del seboso alcanzaba su clítoris y, para su sorpresa, lo tocaba con maestría. Se puso rígido al instante y una nueva vitalidad inundó su concha. Cuando Montxo se tumbó en el suelo metiendo la cabeza entre sus piernas, asomando a la altura de su coño, ella ya estaba chorreando y el hombre mayor pudo saborear todos sus fluidos. Aquel fue el último orgasmo de Marta.

Tras las sacudidas producidas por la eyaculación, Marta agarró con las 2 manos, una encima de la otra, el descomunal artefacto de Yamil. Mientras lo masturbaba con sus doloridos brazos empezó a succionarle el glande lamiendo con avidez el frenillo del muchacho. Así, por fin, consiguió que el chico se corriera y lo hizo con el mismo ímpetu que la primera vez. Esta vez Marta quiso saborear lo que llegaba de tierras moras y adosó la boca a la punta de la polla del pequeño semental. Los 2 primeros manantiales ya le inundaron la boca así que Marta no pudo retener los siguientes chorros y el semen empezó a brotar por la comisura de sus labios. Ella intentaba recogerlo con la lengua, pero lo que recuperaba por un lado lo perdía por el otro así que, ante la sorpresa de todos, Marta empezó a tragarse la leche de aquel niñato.

David se fijó en la cara de asco que puso su amiga ante el primer trago, pero la cara fue cambiando a medida que seguía con las ingestiones. Tuvo que tragar 5 veces para vaciar por completo el denso líquido blanquecino. Cuando hubo terminado se llevó la mano a la cara para recoger los restos que se le habían escapado y le chorreaban por el rostro llevándoselos a la boca. Acabó relamiéndose la propia mano.

Montxo, curiosamente, fue el último en correrse tras culminar la paja que se estaba haciendo viendo a aquella mujer hecha y derecha saborear las mieles que hasta hacía unas escasas horas tanto había repudiado.

Eran las 6 y media de la mañana cuando empezaban a atisbarse los primeros rayos de luz del nuevo día. Alberto estaba sentado en la poza metido en el agua completamente satisfecho y con la polla, por fin, sin ganas de continuar dando guerra. David seguía tumbado en el mismo sitio desde hacía prácticamente una hora ensimismado pensando en lo que acaba de pasar, en la noche mágica e irreal que acababa de vivir. Yamil se había apartado de Marta y ya se estaba vistiendo para marcharse de allí. Montxo, cansado debido a la paja que acababa de culminar, estaba orgulloso, convencido de que él había sido el culpable de conseguir que Marta hubiera protagonizado aquel extraordinario gang bang. Por último, Marta, desnuda y fatigada, empezó a sentir vergüenza de la situación y se dirigió a David mientras buscaba sus prendas de ropa.

-Vámonos de aquí – y antes de que su amigo pudiera contestar, culminó: – ¡Ya!

Tras una limpieza rápida con el agua de las termas y ponerse la ropa, David y Marta fueron los primeros en marcharse. El resto lo haría seguidamente.

De camino a casa de Rubén, David rompió el sepulcral silencio.

-Marta, no te preocupes. ¿Cuánto hace que nos conocemos? Te conozco bien y sé que ahora mismo te sientes como una mierda, pero… en serio, tía, no te preocupes. Ha sido un desliz, algo que sabes que no volverá a pasar. Esto no tiene porqué joderte la vida. Todo lo contrario. Todos hemos disfrutado y mucho, así que tómatelo como una experiencia de la vida, maravillosa, por qué no decirlo, que te servirá para saber a partir de ahora donde están tus límites – intentó tranquilizarla y, aunque ella no contestó, lo consiguió a medias – Por mi parte te puedo asegurar que nada va a cambiar. Espero que sigamos siendo los de siempre, con más complicidad si cabe – Marta sonrió – Esto no tiene que afectarnos ni, por supuesto, repetirse y…

Justo llegaron a la puerta de la casa cuando Marta le indicó que guardara silencio llevándose un dedo a la boca. Y cuando David se calló de golpe ella le abrazó como señal de agradecimiento por sus palabras.

Pocas horas después de la llegada a la casa de David y Marta fue Abel nuevamente el primero en levantarse. Y lo hizo decidido a volver a tropezarse con el bikini de su amiga. Sin embargo, esta vez no había rastro del mismo y se tuvo que conformar con ver la tele mientras se levantaba el resto de la pandilla.

-Buenos días – saludó Esther al entrar en el salón donde ya se encontraban Abel y Rubén.

-Buenos días.

-¿Aún no se han levantado estos dos? – preguntó haciendo referencia a los que se quedaron en las pozas.

-Que va… – le contestó Rubén – si llegaron a las tantas. Marta se acostó que serían las 7 y media de la mañana más o menos.

-Joder… sí que se lo pasarían bien – aventuró Abel. No podía ni imaginárselo.

Cuando por fin se levantaron era casi la hora de comer así que no elaboraron mucho la comida y por la tarde decidieron ir a visitar una ermita cercana situada en lo alto de un monte. Al igual que la comida, el paseo por el bosque fue un tanto extraño pues no eran normales los largos silencios que únicamente se evaporaban momentáneamente por comentarios esporádicos de alguno de los 5 amigos. Cuando volvieron de la visita aún era pronto y, debido al enrarecido ambiente, decidieron quedarse en casa terminando la tarde tranquilos pensando que tal vez el cansancio de David y Marta era el causante de la chocante situación.

Pero el real motivo era el sentimiento de culpa de Marta que no se había evaporado a pesar de las intencionadas palabras de David de la noche anterior. Y también influía la sensación de traición a Rubén que David estaba experimentando desde que se había levantado y lo había visto en el salón ajeno a la verdad.

Una vez en la casa Abel se escapó un momento en dirección a su cuarto. Pero al pasar por en frente de la habitación de Marta y ver la puerta entreabierta le entró la curiosidad. Entró con cuidado, procurando no hacer ruido y se dirigió al cuarto de baño particular de la habitación de matrimonio. Instintivamente pensó que allí podría encontrarse con algo que valiera la pena y, efectivamente, en un cesto de mimbre divisó la ropa sucia de la pareja. Y allí estaba el preciado bikini de Marta.

Abel recogió la tela con el pulso acelerado. Se la acercó a la cara con la esperanza de que… ¿¡pero qué era eso!? Un olor fuerte lo tiró para atrás. La tela inferior del bikini de Marta olía intensamente a sexo, un olor penetrante que provocó una fuerte erección en el hombre. Era un olor caliente, a la par que húmedo y agrio. Abel se convenció de que Marta había pasado una noche divertida y se la imaginó excitada ante la polla de aquel niño de origen marroquí. No quiso pensar que seguramente Rubén ya le había quitado la calentura y se imaginó que aún conservaba las ganas de marcha desde la noche anterior mientras olfateaba la prenda sintiendo cómo el olor le impregnaba las fosas nasales hasta sentir un escozor insoportable.

Con la mano libre Abel comenzó a bajarse la cremallera del pantalón y, antes de sacarse la verga, se restregó el bikini sobre el calzoncillo. Eso le puso más cachondo si cabe. Cuando se volvió a llevar la tela a la nariz se fijó en las manchas del forro interior. Aquello debían ser los restos de las humedades de Marta. Pensó incluso si se habría llegado a correr sobre el bikini. Aquello fue mucho y no pudo reprimir bajarse los calzoncillos para agarrarse la polla y empezar a masturbarse.

Cuando Marta entró al cuarto de baño de su habitación no se esperaba encontrar semejante escena. Abel estaba encorvado con un trozo de tela rojo en la nariz, los pantalones bajados y los calzoncillos a la altura de las rodillas mientras se hacía una paja. Tras la desagradable sorpresa inicial Marta se fijó en la polla de su amigo mayor. Un pito bastante normal que no llegaba a los 15 centímetros y de un grosor acorde con el tamaño.

-¡¿Pero se puede saber qué estás haciendo?! – le recriminó.

Abel se asustó y dejó caer el bikini mientras se tapaba rápidamente subiéndose los pantalones. En ese momento Marta se percató de que la tela roja era la parte baja de su bikini y sintió una punzada en el estómago.

-Abel, tío, ¿qué estás haciendo…? – le insistió mientras se agachaba a coger el pequeño trozo de ropa.

-Vamos, Marta… ¿qué pasó anoche? He olido tus braguitas y lo que ahí ha calado no es normal… – se envalentonó Abel pensando más con la polla que con la cabeza debido a la excitación. – Yo puedo echarte una mano si aún estás…

Marta no sabía si asustarte o simplemente sorprenderse. ¿Abel la estaba descubriendo o simplemente se estaba ofreciendo sexualmente? Aún estaba agachada, a la altura del paquete de su amigo, cuando Abel volvió a descubrir sus partes con la esperanza de que Marta cumpliera alguna de las fantasías que había tenido durante toda la estancia en el pueblo del novio de ella.

Marta se asustó. Tuvo miedo de que se volviera a repetir la pesadilla de la noche anterior, pero se calmó cuando ante la erecta polla de Abel, húmeda y desafiante, no sintió nada, ni el más mínimo atisbo de excitación tal y como debería haber sido siempre. Se cargó de confianza y le dijo a Abel que se vistiera y que no se le ocurriera volver a hacer ni insinuar algo parecido.

-Abel, me lo voy a tomar como un malentendido y no le voy a dar más importancia. Pero más te vale que no vuelva a pasar jamás nada parecido. Vamos a olvidarnos de este asunto.

-De acuerdo, de acuerdo – le dijo Abel nerviosísimo mientras se volvía a subir los calzoncillos y los pantalones completamente avergonzado por la escena que acababa de protagonizar.

Cuando Abel se marchó, Marta se sintió bien y pudo entender perfectamente las palabras que David le había regalado la noche anterior para tranquilizarla. Lo que pasó, pasó y no volverá a pasar.

Por la noche, durante la cena, acordaron marcharse al día siguiente, a primera hora. Cuando Rubén lo propuso todos estuvieron de acuerdo. Para Abel fue una bendición, pues tras la humillación sufrida poco antes no le apetecía seguir compartiendo casa con Marta ni su novio. Además le vendría bien dejar de obsesionarse con esa mujer. Por otro lado Esther se sintió mejor al saber que no volvería a las pozas y, por tanto, no volvería a sentirse ridícula embutida en un bañador que no tapaba el exceso de grasa de su cuerpo. Por último, David se sintió aliviado al ver que pronto se marcharían para escapar de los remordimientos de lo que había hecho la noche anterior. Por suerte, al ver la actitud de Rubén, tuvo la certeza de que era un gran tipo y de que sin duda se merecía el amor de Marta. Pensó que si convivir con el remordimiento le había servido para asegurarse de que su mejor amiga pasaba el resto de su vida con alguien que merecía la pena, la cosa había valido para algo. Además, nadie le iba quitar, por otro lado, el buen recuerdo que le quedaría para siempre de la sensacional noche vivida con su mejor amiga.

La confesión de Marta a Rubén sobre lo que había pasado con Abel y la petición de esta a su novio de marcharse sin montar ningún espectáculo fue lo que hizo que Rubén propusiera acabar las vacaciones. Además, de este modo, Marta podía desviar la atención sobre Abel para que Rubén no llegara a sospechar nada de lo que había pasado en las pozas. No se sintió especialmente bien por ello, pero pensó que era la mejor forma de proteger a su novio y su relación con él.

Esa noche no se acostaron tarde pues todos tenían ganas de que la mañana llegara lo antes posible para partir temprano y olvidar la estancia que tan bien había comenzado y tan mal había terminado.

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Relato erótico: “Historias de Puta y Madre 2” (POR JAVIET)

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UNA EMBARAZADA2Hola amigos soy Oscar, os contare las aventuras de Marian mi compañera de casa, como recordareis sin-tituloesta es una joven madre soltera de 19 años, físicamente es pelirroja atractiva y pecosa, mide 1.65 de estatura, tiene cuerpo delgado pero bien formado la calculo 55 Kg, su carácter es algo fuerte pero lo compensa con la dulzura en el trato diario, su hija es una muñequita rubia de seis meses y pico, con ojos verdes como su mama, estoy cogiendo cariño a la pequeña pues conmigo es toda sonrisas.

Pero vayamos al asunto, como recordareis Miriam se ganaba un dinerillo haciendo de puta mientras paseaba a la nena por el cercano parque público, sé que suena fatal pero es cierto, la mañana que lo descubrí apenas podía creer lo que veía, ya tenía algunas sospechas pero comprobarlo me produjo un choque emocional, de echo evité mirarla o conversar durante aquella tarde y el día después, pero el siguiente era sábado y la joven salió por la mañana a pasear a la niña como un día más.

La curiosidad me pudo y decidí seguirla, dentro de mi cabía una duda, ¿lo que había visto era un episodio esporádico de puterio o una costumbre asentada? Antes de dar un mal paso tenia que comprobar los hechos, la seguí a distancia en su recorrido diario por las veredas arboladas, todo era normal y la joven no hacía nada sospechoso, paseo lento, juegos con la niña, charla con conocidas etc, Fue de nuevo al llegar cerca de los servicios cuando me puse en guardia, cerca de la caseta estaba José el abuelito del otro día, pero acompañado por otro abuelo conversando en plan confidencial sentados en un banco, en un determinado momento José señaló brevemente con un dedo a Marian y el otro la observó valorándola.

Tuve el presentimiento de que algo pasaría en los servicios, supongo que sabéis de qué tipo de sensación hablo, así que me fui al aseo femenino y repetí la operación del otro día, quitando rollos de papel higiénico para asegurarme que la pelirroja fuera a la cabina adecuada, después pasé al aseo masculino y tras meterme en la cabina preparé el móvil para grabar, pocos minutos después escuche los pasos de Marian e instantes después varias pisadas masculinas, active la cámara y asome un poco el móvil.

Marian estaba sentada en la taza, la puerta abierta y los dos abuelitos de pie en el marco, ambos eran de parecido tamaño y ambos tenían el pelo gris, si bien Jesús era algo más grueso y usaba un gorro claro de ala estrecha, las ropas de ambos eran modestas pero limpias, José decía en ese momento:

– ¡Pero qué guapa estas rojita, esa camiseta blanca te realza las peras.

– ¿Peras? ¡Más bien naranjas y de las gordas! –dijo el otro, mirándolas con deseo.

– Gracias –respondió la pelirroja, añadiendo- ¿solo vais a mirar o qué?

– Vale guapa no te mosquees –dijo José- yo hoy no quiero nada, con lo de anteayer ya voy servido para el fin de semana, pero este amigo es Jesús y quería probarte, te advierto que le he contado como lo haces de bien y ya sabe tus tarifas.

– ¡Vaya! Pues encantada Jesús, supongo que también te habrá dicho que debes ser muy discreto y no hacer nada que me delate ante las otras madres,

– ¡Si ya me lo a explicado! –respondió Jesús.

– ¿Qué vas a querer como primera vez?

– Una pajilla pero con tus tetas, me encantaría una cubanita bien hecha –dijo el otro abuelete con los ojos saliéndose de las orbitas.

– Pues me parece bien, vale José sal del servicio y que tú amigo pase y cierre.

– Pensaba que me dejarías mirar.

– ¡Si claro y te la cascas mirando gratis –contestó Marian- por no mencionar que tres personas en una cabina no pasan desapercibidas, anda sal que ya te contara Jesús lo que le voy a hacer.

– ¡Vaale! Pasadlo bien –el abuelito resignado salió y cerró la puerta.

Marian cogió el dinero y lo guardó, a continuación se quitó la camiseta dejando sus pechos al aire bajo la atenta mirada de Jesús, busco en el bolso hasta hallar la botellita de aceite para bebes y se puso una buena dosis en las manos, se froto los pechos despacio sosteniendo la mirada lasciva del hombre, seguidamente hizo un gesto al hombre para que se acercase, este tras abrir y bajarse un poco los pantalones y el eslip obedeció, estaba ya empalmado tras el espectáculo con lo cual su verga de tamaño medio quedo a escasos centímetros del torso femenino, la pelirroja se puso algo más de aceite y tomó la polla en sus manos.

Marian tomo en sus manos aceitadas la verga, procediendo a untarla con suaves movimientos de sus dedos, con la mano izquierda frotaba el tallo y movía ligeramente la piel de arriba hacia abajo, al mismo tiempo usaba la derecha para frotar el glande con la palma, sus dedos tamborileaban el prepucio en derredor y bajo la corona como si le hiciera cosquillas, el hombre cerro los ojos mientras soltaba un gemido fruto del placer que sentía, aquello duro un par de minutos, el tío estaba de lo más excitado y toco la cabeza femenina atrayéndola, la pelirroja entendió y soltó la verga cogiéndose los pechos con las manos.

Jesús estaba maravillado, su cara era una imagen del deseo cuando arremetió con su polla por el canal mamario, el móvil grababa la escena, aquel prepucio amoratado surgía y se volvía a hundir entre los globos carnosos salpicados de pecas, Marian agitaba los pechos en una soberbia paja, el aceite facilitaba el frotamiento, el hombre jadeaba suavemente y se ponía de puntillas apoyando las manos en los hombros de la joven, unos chorritos de leche surgieron de los pezones bajo la presión de las manos, aquello salpico el vientre masculino y lubrico el movimiento haciéndolo más rápido, lo cual excito aún más al hombre pues su verga se movió frenética entre las tetas de la pelirroja, el veterano no tardo en gruñir y jadear en voz alta, chorros blancos surgieron tumultuosos salpicando la barbilla y cuello de la joven Marian, el esperma resbalaba por aquel torso juvenil en viscosos hilos blancos empapando su tetas.

Mientras Jesús se recuperaba apoyado en la puerta contemplo la escena, La joven pelirroja se limpiaba el torso con papel higiénico mientras sonreía, al acabar se inclinó y tras coger un poco más de papel le tomo de nuevo la polla, antes de limpiarla se metió su prepucio menguante en la boca y chupo los restos de semen entre suspiros del hombre, que apenas podía creer su suerte.

– Uuuf, ¡que boca! –dijo Jesús temblando de gusto.

– Espero que te haya gustado y vuelvas a por mas –contesto Marian tras dejar la verga.

– Eso dalo por hecho bonita, intentare repetirlo al menos dos o tres veces al mes.

– Me gustáis los abuelitos, sois muy agradecidos.

Salí del lavabo sentándome en un banco a repasar la grabación, desde allí vi salir a Jesús que se reunió con su amigo alejándose ambos charlando animadamente, Marian no tardo en reunirse con las otras madres y ponerse a hablar un buen rato, el resto del paseo fue tranquilo sin paradas largas ni más clientes, ya cerca de mediodía regresamos a casa, aunque yo me perdí unos minutos entrando en un bar cercano para no despertar sospechas.

Más tarde después de comer y dormir a la pequeña, la pelirroja se sentó a mi lado en el sofá para ver la tele, yo vestia una camiseta azul y un pantalón de chándal, , intentó entablar una conversación pero yo apenas contestaba más que monosílabos, aquella joven había pasado en mi conciencia de pobre jovencita a puta descarada, me sentía defraudado y por tanto el mosqueo que sentía me impedía ser cordial.

Desperté un par de horas después, la peli era un rollo y debí quedarme dormido, ella aun lo estaba, inclinada y con la cabeza apoyada en mi brazo, tenía una de sus manos sobre la mía y la otra en el reposabrazos del tresillo, escuché ruidos en la cocina y supuse que sería Juan el otro compañero de casa, seguramente estaría preparándose la cena para llevársela a su trabajo en el Bingo. El peso de la cabeza pelirroja sobre mi hombro me gustó, gire unos centímetros el cuerpo para contemplar bien su rostro relajado, el movimiento la hizo inclinar la cabeza hacia atrás, asi pude contemplar bien su cara, esa frente alta, los ojos cerrados, aquellas mejillas salpicadas de pecas, su barbilla fina, la naricilla estrecha y recta del tamaño justo, contemple su boca algo abierta y sin pintar, aquellos labios me resultaban tentadores, la mire un buen rato con sentimientos contradictorios, por un lado deseaba besarla, por otro recordaba aquel rostro en las grabaciones del teléfono, mientras se follaba a José en los servicios, también recordé aquella linda boca llena con la verga y el semen de Miguel el corredor, además del tío de aquella misma mañana, acerque un poco la cara notando su respiración en mi barbilla.

Juan salió en ese momento de la cocina, el hombre tiene buen carácter, es algo regordete, tiene 30 años y moreno con el cabello como un cepillo, llevaba pantalón de pijama y camiseta, traía un par de tapers en la mano camino de su habitación, le hice un gesto y se paró al pasar al lado del sofá diciéndome en voz baja;

– Menuda escena, parecéis padre e hija.

– Me he despertado y estaba así dormida –respondí.

– Es normal, cuando volví esta madrugada la escuché en su habitación y la niña lloraba, así que debe haber sido una noche movidita para ella.

– La dejare dormir un poco más, ¿ya te vas al curro?

– Si colega, lo que tarde en cambiarme y salir, no sé a qué hora volveré pues es sábado –dijo guiñándome un ojo- ya sabes lo que suele pasar con las bingeras maduritas sin suerte.

– Que suerte tienes cabrito, ¡aprovecha!

Juan fue a su habitación dejándome sonriente, claro que sabía lo de las bingeras maduras sin suerte ni dinero para pagar el taxi de vuelta a casa, el mismo me lo había contado con pelos y señales, si caías bien a una perdedora te insinuabas discretamente, si aceptaba te esperaba tomando algo por cuenta tuya hasta el cierre, después la llevabas a su casa en tu coche y redondeabas la noche con un polvo, lo dicho el Juanito tenia suerte y un pequeño harén de perdedoras maduritas todavía guapas.

Volví mi atención a Marian, más concretamente a su barbilla y cuello, aquella piel fina y suave moviéndose levemente al compás de la respiración, parecía reclamar multitud de caricias, siempre fui un romántico, me costaba enmarcar aquel rostro angelical en el clásico estereotipo de puta callejera, casi sin darme cuenta mis ojos siguieron bajando por sus hombros, ella llevaba una holgada camisetita blanca de tirantes finos y un corto pantaloncito de pijama de color rosa fuerte, no pude evitar pasear mis ojos por su escote, los pechos abultaban generosos bajo la tela, eran de tamaño medio, aunque hinchados por el tema de la lactancia y me habían llamado la atención en numerosas ocasiones, pero tenerlos ahí al alcance de la mano me estaba excitando, me atraía el movimiento de estos al compás de su respiración, además la tela holgada me permitió entrever sus aureolas rosáceas mientras los pezones presionaban la tela, tuve una visión fugaz del semen de aquel maduro salpicando y resbalando por aquellas tetas, eso había sido hacia unas horas, ahora la chica parecía totalmente inocente aunque tentadora.

Por suerte la niña lloró en su habitación, Marian no pareció enterarse, su cara relajada apenas se alteró, por lo que me levanté con cuidado y fui a ver a la pequeña, mientras cambiaba sus pañales escuche la Voz de Juan en la puerta del cuarto diciendo:

– ¡Me voy tío! ¿Qué tal la nena?

– Está bien pero algo irritada.

– Oscar tío, estas hecho un padrazo ¡y por duplicado! me da que eres algo blando.

– ¡Gracias capullo! Con Marian agotada y la pequeña llorando no me quedaban opciones.

– Supongo que llevas razón –contestó sonriente- pero si cedes a menudo acabaras haciendo de niñera permanente, tenlo en cuenta.

– Ya lo sé – respondí algo más serio.

– Pues lo dicho que me abro, pásalo bien con las chicas.

– Pásalo tú mejor con las maduras, y cuídate.

Juan se fue y yo acabe de cambiar y acunar a la pequeña, tras devolverla dormida a su cuna volví al salón, la pelirroja apenas había cambiado de postura, me senté a su lado pero dejando un poco de separación entre ambos, fue inútil, supongo que fue mi peso o el crujir del sofá, Marian pareció resbalar lateralmente hasta quedar apoyada en mi brazo izquierdo, su mano derecha me cogió la muñeca, su cabeza se asentó en mi brazo a la altura del codo con un gemido, aquella postura me molestaba un poco, así que moví el brazo dejando su cabeza sobre mi muslo a modo de almohada, la mano quedo sobre el hombro de la joven.

¡No la mires, no recuerdes, no desees a esta hermosa joven! La conciencia me estaba dando la tabarra, la parte noble me decía que la respetara, por ella y por la pequeña, el ambiente domestico debía ser seguro y confortable para ambas, pero la parte mezquina de la conciencia también argüía, ¿por qué ir de putas lejos si tenía una en casa? ella podía aliviarme gratis o al menos a menor precio si cuidaba de la niña, además su cuerpo me ponía bastante, ¿se lo propondría? y si lo hacía ¿cómo respondería? podría aceptar o montarme un escándalo, me imagine avergonzado ante el dueño de la casa, él podría dar crédito a la joven y hacer que me fuera, en ese caso solo tendría que enseñarle las grabaciones del móvil y Marian seria expulsada sin duda, ¿tendría el futuro de la joven y su niña en mi conciencia?

Di otro vistazo al cuerpazo de la pelirroja, ¿tendría posibilidades de montármelo con ella? Fruncí el ceño ante mi propia respuesta negativa, ¡NO! yo no podría follarme gratis a una tía así ni aunque beber mi semen curara el cáncer, soy un tío normal con un cuerpo aun fuerte y algunas entradas en el pelo, pero tengo mis limitaciones y 28 años más que este pedazo de chavala, eso sin mencionar mi espalda fastidiada ni que soy pensionista y sin demasiado dinero, supuse que de todos modos debía intentarlo, en el peor de los casos solo le daría la pasta que ya estaba dando a otra putita, pero me molaría seducirla por puro amor propio.

Perdido en mis pensamientos no me había dado cuenta de dos cosas, la primera era que mi mano había iniciado, por su cuenta, una serie de caricias por los hombros y parte de la espalda de la pelirroja, la segunda era que tenía una erección tremenda, sentí la pujanza de la verga dentro del pantalón, pero dada la postura Marian debía sentirla entre la oreja y la coronilla, estaba a punto de moverme para cambiar de postura cuando la joven se movió levemente, puso una mano en mi rodilla y tras hacer un par de ruidos soltó un bostezo, vi como abría los ojos pestañeando asombrada y dijo:

– Humm, me he dormido.

– Bueno de eso hace más de una hora, debías estar muy cansada.

– Si esta noche la pequeña no me dejaba en paz.

Su voz era suave, me miraba a los ojos tras mover un poco la cabeza, sentí mi verga contra su coronilla, pero la pelirroja no hizo nada por cambiar de postura, solo añadió:

– He sentido caricias en mi espalda.

– Era yo, lo siento si te he molestado, apenas me di cuenta de que lo hacía.

– No es molestia sino más bien placer, me gustaría que siguieses pero he de ver a la pequeña.

– Hace un rato lloró, pero estabas roque y no te despertabas, así que la atendí y después de cambiarla hice que se durmiera.

– ¿Fue luego cuando pusiste mi cabeza en tu muslo?

– No fue aposta –debí de sonrojarme- apoyabas la cabeza en mi hombro y fuiste resbalando, al llegar al antebrazo me moví y quedaste como estas ahora, no cambie de postura para no despertarte.

– Parece que no hubo mala intención.

Marian había respondido en plan niña juguetona moviendo ligeramente la cabeza a los lados, debía de sentir mi erección contra su cabeza, yo desde luego que la sentía a ella y no podía apartar mis ojos de los suyos, la boca se me resecaba a causa del deseo, dije con voz ronca:

– Bueno, uno de los dos debería moverse.

– Yo estoy cómoda, pero echo de menos tus manos en mi espalda y te siento algo… tenso.

– Tu eres una mujercita muy bonita y yo aunque parezca tu padre no lo soy, solo un hombre con sus necesidades y…

– ¿Deseos? –su mirada seguía fija en mis ojos, estudiando sus reacciones.

– ¡Si deseos! Si te molestan lo siento, pero eres joven y hermosa, déjame levantarme y pasemos página, aquí no ha pasado nada.

– Llevas razón, vale iré a ver a la niña, no te muevas y te traeré una cerveza como premio por hacerte cargo de la nena.

Se incorporó delante de mí estirándose felinamente, su cuerpazo apenas cubierto se recortaba contra la luz del televisor, sentí su calor, olfatee su perfume sutil, estuve a punto de alargar los brazos hacia su cintura y atraerla, pero me contuve como pude aunque mi erección se hizo dolorosa, ella miraba de reojo y sonrió levemente antes de alejarse con paso lento hacia la cocina, sus caderas se movían algo exageradamente sabedora de que mis ojos la seguían.

No tardó en volver con una cerveza fría, me acaricio el pelo mientras me la daba desde atrás, juro que sentí una de sus tetas en la coronilla mientras decía con voz susurrante:

– Ahora vuelvo, mientras refréscate un poco pues debes tener la boca seca.

Asentí mientras se metía en la habitación, Marian tenía razón, boca seca, la tensión alta y una erección como la de un chaval, mi decisión de entrarla e intentar algo era tan firme como la dureza de mi polla, escuchaba como trasteaba en la habitación y jugaba con la niña, la espera se me hizo eterna, me tome la cerveza viendo chorradas y películas repetidas en la tele, la pelirroja tardó media hora en venir a mi lado, hizo algo que jamás había intentado, se me sentó sobre mis muslos de lado, yo quedé estupefacto, ella sonriéndome a dos palmos de la cara dijo:

– ¿Ya estas más tranquilo Oscar?

– Humm…¿sinceramente? No.

– Vaya, al final me vas a resultar un salidillo- su sonrisa se hizo más intensa.

– Es que no soy de piedra pelirroja y tú estás… ¡pero que muy bien!

– Habrá que darte algún premio por cuidar a la niña, como compensación.

Decidí en ese momento ser más audaz, si íbamos a jugar a calentar al otro no me quedaría quieto, pase mi brazo izquierdo por su espalda aprovechando para bajar uno de los tirantes de su camisetita con mis dedos, ella pareció ignorar el gesto pero se dejó acariciar el hombro, nuestros ojos se encontraron, los mios con interés, los suyos chispeaban de picardía, mis dedos seguían acariciando su hombro pero deslizándose hacia el cuello de la joven, ella no tardó en cerrar los ojos e inclinarse hacia mi cuerpo, momento en que aproveche para acercar mi cara y besarla en la oreja.

– Huuumm –Exclamo Marian, dejándose hacer- aahhm, siii.

– ¿Quieres que siga?

– Si por favor, me gusta mucho. -respondió la pelirroja.

La complací durante unos minutos, mi mano izquierda se paseó por su espalda tanto por encima como por debajo de su camiseta, llegando desde su nuca y cuello hasta la cintura, yo veía sus pezones totalmente erectos pujantes contra la tela, oía sus suspiros, tenía peligrosamente cerca sus atractivos labios, finalmente decidí dejar actuar a mi mano derecha, acaricie con ella sus pechos, un gemido alto me indico cuanto la gustaba la caricia, los dedos no podían abarcar bien aquellos senos hinchados, metí la mano bajo la tela sintiendo por fin su calor, no tardé en pellizcar uno de los pezones y su dueña se dejó caer gimiendo contra mi pecho.

Me gustaba el cariz que tomaba la situación, pero mientras mis manos no cesaban de acariciarla y cada vez más excitado por sus gemidos y suspiros, yo pensaba en cómo ser alguien especial para Marian, la chica actualmente iba sobrada de pollas y de posturas, la había grabado mamando y follando, incluso tenía pendiente un polvo para el día siguiente con el corredor, rápidamente me di cuenta de algo que seguramente no tendría a menudo y que me abría posibilidades, ¡la comería el chochete! Eso seguramente si que lo echaría de menos, al menos yo no había visto que nadie se lo pidiera, pero a fin de esquivar recriminaciones dije:

– Me parece que esto se nos esta yendo de las manos Marian.

– ¡No pares por dios…! – vi su pecosa cara a centímetros de mis ojos, le temblaban los labios tentadores cuando añadió- ¡Me estas poniendo a cien!

– ¿Estas segura nena?

– ¿Cállate y sigue joder! Me tienes ardiendo.

Aquello me dejo claro el tema y disipó mis dudas, si la pelirroja quería correrse yo lo haría posible, deje de acariciarla para abrazarla con fuerza a la vez que me incorporaba levemente, ante nosotros estaba la mesa baja del comedor, lugar habitual del mando a distancia y varias revistas, la hice sentar en ella y me incliné entre sus piernas, ante mi estaban los bajos de su pantaloncito corto de color rosa fuerte, una mancha de humedad resaltaba el color haciéndolo mas oscuro sobre su coño, acaricié la unión de sus muslos con el pubis sobre la tela, lentamente aparté el obstáculo, el aroma a hembra cachonda llegaba a mis narices, era intenso, mis dedos se humedecieron al contacto con la tela empapada de fluidos vaginales, en segundos había echado a un lado el liviano obstáculo del pantaloncito y el tanga, ambos casi chorreando.

Miré hacia arriba, Marian estaba allí sentada, ligeramente inclinada y apoyada en sus codos, podía ver su liso vientre y más allá la camiseta donde abultaban sus tetas con los pezones insultantemente erectos, la cara delataba deseo con sus atractivos labios entreabiertos, percibía claramente sus suspiros; no esperé más y volví mi atención al conejo depilado de mi víctima, su monte de venus era abultado con aquella atractiva rajita en medio bien dibujada, pasé la lengua por ella saboreando el flujo, a la vez presionaba lateralmente abriéndola para descubrir bien el terreno a lamer, su chochete era de un atractivo color salmón, el clítoris no era muy grande, pero comenzaba a asomar de su funda, los labios vaginales eran cortitos pero muy sensibles, recorrí toda la zona con mi lengua varias veces, cada vez con más fuerza y ganas antes de aplicar toda mi boca sobre aquel coño ansioso de placer, lamí con ganas toda la zona haciendo el vacío, no me corté en hacer ruidos de succión o chapoteo, aquello la puso frenética y escuche sus gemidos, centré mi atención en chupar el clítoris mientras metía un dedo en la vagina, rotándolo ligeramente a la vez que iniciaba un lento vaivén.

Escuché sus grititos y jadeos de gusto, advertí como caían objetos y revistas cuando la fallaron las fuerzas y se dejó caer hacia atrás, quedando atravesada sobre la mesa, naturalmente aquella caída no me detuvo en mis quehaceres, la pelirroja me empapaba la cara con su salsa intima, aquel sabor me enardecía, así que redoble la velocidad de lengua y dedo en sus bajos, sentí temblar su coño contra mis encías, su vagina parecía estrujarme el dedo en cada vaivén, procedí a meter un segundo dedo dentro, entrándolos y sacándolos en toda su longitud a buena velocidad, para colmo Marian comenzó a agitar el vientre pidiéndome entre jadeos que no parase, sentí una de sus manos en mi cabeza presionando mientras la joven gritaba que estaba a punto de correrse, efectivamente y bajo mis intensas caricias el orgasmo no se hizo esperar, sentí en la boca un sabor mas intenso, el cuerpo de la joven se estremeció repetidamente y su dueña jadeó con fuerza, su voz enronqueció al gritar:

– ¡Me corooo… ahhh… ahhhss, asiii… aahhy.

Naturalmente no pare de repente, solo fui ralentizando mis movimientos dactilares y orales hasta reducirlos del todo, sabía que aquello prolongaría su orgasmo y placer durante uno o dos minutos, lo suficiente para que me recordara como un buen comecoños y buena opción para futuras ocasiones.

Me incorpore secándome la cara y pude ver bien a la pelirroja, esta yacía desmadejada tras el orgasmo, dado el escaso ancho de la mesa pude ver que la joven solo tenía apoyado el culo y hasta media espalda en su superficie, dejando colgar tanto las piernas como brazos y cabeza, rápidamente rodee el mueble y me bajé el pantalón, a estas alturas mi rabo había perdido algo de erección al centrarme en dar a la chavala una buena mamada, había llegado el momento de recuperar el vigor, aquella boca entreabierta me había dado ideas.

Flexione las rodillas dejando la polla ente su boca, sentí su aliento en la piel, ella aún mantenía los ojos cerrados ignorando lo que se la venia encima, seguidamente metí las manos bajo su camisetita y tome sus pechos, los acaricie sin dudar centrándome en subir hacia los pezones, aquel doble pellizco la hizo gemir y abrir los ojos, vio mi verga y pelotas sobre sus ojos y se alarmo un tanto, pero antes de protestar o decir nada yo había impulsado el miembro contra sus labios, Marian reacciono estupendamente pues lo acepto sin protestar, sentí la verga hundiéndose en aquella boca caliente, su lengua se movía ágilmente por el glande, transmitiéndome sensaciones intensas y muy placenteras, yo intente devolverla el favor acariciando sus pechos sin pausa; durante unos minutos mantuvimos aquella posición, mi polla alcanzo el máximo esplendor en aquella boca, al mismo tiempo que mis bolas chocaban con su nariz, ella estaba tan excitada como al principio, a juzgar por el tamaño de sus pezones que yo no podía dejar de acariciar y apretar, pero un ligero calambre en la espalda me obligaba a cambiar de postura.

– ¿Quieres cambiar un rato cielo?- pregunté.

– Si gracias –contesto Marian- se me va la sangre a la cabeza.

La sujeté ayudándola a levantarse, estaba algo mareada según dijo, aproveche aquel abrazo para buscar sus labios y la di un beso en plena boca en el que colaboró ardientemente, después me soltó y se acercó al sofá apoyándose con una mano mientras se quitaba el pantaloncito y el tanga a la vez, ver aquel culo alto y bien hecho, durito y muy blanco con algunas pecas en su piel, me hizo el efecto de reclamo, me acerque por detrás y la hice inclinarse mientras guiaba la verga hacia su coñito, ella se dejó hacer mientras se arrodillaba en los asientos apoyando la cabeza en el respaldo, mi polla entro sin problemas en su vagina aun húmeda, pude sentir perfectamente la presión de su estrecha grieta al penetrarla, ella gimió de nuevo abriéndose cuanto pudo para facilitarme la entrada, en tres envites había conseguido metérsela hasta la raíz, ella se mojaba cada vez mas y nuestros suspiros delataban el placer que sentíamos.

– Oohh es algo grande, para mí –exclamo la pelirroja entre dos suspiros- pero me gusta.

– Nunca se me han quejado, espera y veras como te ajustas al tamaño con el tiempo.

– Eso espero, aahh… sigue, dámelo todo.

Vaya si se lo di, la tome de las caderas y empuje a fondo una y otra vez, ella se agitaba y contraía las paredes internas masajeándome la verga como podía, ambos jadeábamos inmersos en el placer, parecíamos dos posesos que no podían parar de follar, minutos después ella exhalo un grito y se corrió agitándose como loca, intente aguantar sus estremecimientos y puse las manos en sus pechos acariciándoselos con ganas, no podía parar de entrar y salir de su coño, mi propio orgasmo llegaba rápido, pero no me detuve y conseguí que la joven gozara de nuevo antes de llenar su vagina con mi corrida, esta fue muy intensa y larga, solte tanto esperma que chorreaba por mi polla aun estando insertada profundamente en mi joven amiga.

Aquel orgasmo compartido nos dejó exhaustos, momentos después nos sentamos en el sofá semidesnudos y Marian me limpio la verga con su boca, después se me abrazo y dijo:

– La mezcla de sabores me encanta Oscar, pero la próxima vez quiero beber tu leche.

– ¡No me seas guarrilla Marian!

– No es guarreria Oscar, ¡mira parecerá una tontería! pero estoy convencida de que reconoceré al hombre de mi vida por el sabor de su leche, siempre lo he sabido.

– Pues deberás haber probado a muchos por lo que me contaste.

– Si a muchos… y nada de momento, pero no me rindo y tú… ¡nada déjalo!

– Dices que no te rindes, eso quiere decir que aun sigues… digamos que probando tíos.

– Alguno que otro ha caído, pero ya hablaremos de eso, tengo que pedirte algún favor.

– ¿De qué tipo? Ya sabes que dinero tengo poco.

– ¡No hombre! Es por si me puedes cuidar a la niña alguna tarde, ya te iré contando…

Sí que me lo contaría, pero algo más adelante pues la niña se puso a llorar e interrumpió la charla, en resumen la chavala me gustaba y habíamos echado un polvo, el futuro se me presentaba bien, ya veríamos como se desarrollaban los acontecimientos.

Continuara…

Bien amigos, esta entrega se ha hecho esperar por problemas personales y economicos, (un mes y pico en que solo me salía uno o dos párrafos a la semana) añadidos a una depresión post cornamenta y las fiestas familiares, añadid esto al tema del paro y haceros una idea, ¡En fin! espero que el siguiente capítulo no se haga esperar mucho.

Voy remontando y este año va a ser la leche.

Sed felices

 

Relato erótico: “A mi novia le gusta mostrar su culito 2” (POR MOSTRATE)

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MALCRIADA2A mi novia le gusta mostrar su culito (2)

Mi novia sigue con el vicio de mostrar su cola a cada vez mas gente. Además por los pedidos que recibí les muestro una foto de ella.

Después de la experiencia que me hizo vivir mi novia con el encargado y el de seguridad de nuestro edificio, nuestra vida cambió rotundamente. Ella se mostraba avergonzada por haber llegado tan lejos ese día y me reclamaba que no la hubiese parado a tiempo. Yo tenía un extraño sentimiento de culpa por haberla dejado que dos casi desconocidos le rompieran por primera vez ese culito tan hermoso, pero a su vez solo recordar esa escena me exitaba de tal forma que me hacía tremendas pajas imaginandola encamada con cada tipo que yo conocía.

Así transcurrían nuestros días aparentando entre nosotros que lo que había pasado había quedado en el olvido.

sin-tituloMarcela se vestía mas recatada y con pantalones amplios que casi no dejaban ver la fabulosa cola que tanto le gustaba mostrar, y había vuelto a ser la mujer recatada de cuando la había conocido.

Sexualmente todo pasaba sin ningún condimento extra, y ninguno de los dos nos confesabamos nuestras fantasías, pero estaba seguro que a ella le calentaba terriblemente recordar lo que habíamos pasado. Y no me equivocaba.

Una mañana saliendo del edificio junto a ella nos cruzamos con Rubén, que como recordarán es el de seguridad, y luego de intercambiar un buenos dias la encara a Marcela:

– Señora, no sabe lo que extraño ver su precioso culito. ¿cuándo me lo va a volver a mostrar?

– Nunca Rubén, le conteste yo.

– ¿Lo que dice su marido es verdad? ¿no recuerda lo que le gustó cuando se lo abrimos en dos con Sergio?, continuó Ruben.

Marcela no decia palabra, pero se notaba que le calentaba lo que Ruben le decía.

– Le cuento que hay dos albañiles de la obra de enfrente que siempre que la ven salir se cruzan y me preguntan por usted y se la pasan elogiando su cola. ¿no tiene ganas que se la vean mas de cerca?, prosiguió el zorro de Ruben sabiendo que eso la ponía a mil.

Marcela se mordió el labio inferior para aguantarse la calentura que tenía y le contesto haciendose la ofendida:

– No, eso ya no me gusta más, no creyendo ni ella misma lo que decía.

Rubén largo una carcajada, por lo evidente de la mentira que había sido la respuesta y continuó:

– Bueno si asi lo quiere, es una lástima, usted se lo pierde. Si cambia de idea la esperamos esta tarde en la cochera cuando regrese del gimnasio.

– No gracias, contesto Marcela y nos retiramos hacia nuestros trabajos sin hacer ningún comentario de lo sucedido.

En mi oficina me imaginaba constantemente a mi novia agachada ante los dos albañiles exhibiendo su culito y eso me tuvo toda la tarde como un fuego. Hasta llegue a lamentar que ella no quisiera.

En mi regreso a casa me extrañó no encontrar a Rubén en la casilla de seguridad de la entrada por lo que le pregunté al reemplazante:

– ¿Qué le pasó a Rubén?

– Nada señor, está ayudando a unos albañiles a hacer un trabajo en las cocheras, por eso lo estoy reemplazando. Acaba de bajar, asi que si necesita hablar con el lo puede alcanzar, me contestó.

No podía ser tanta coincidencia, en esto tenía que ver mi novia, así que apuré el paso y baje las escaleras que dan a las cochera tratando de no hacer ruido. En el primer nivel no se escuchaba nada, así que segui bajando hasta el último nivel que es el lugar donde no se guardan coches, sino las herramientas y maquinas para la mantención del edificio. Al escuchar un murmullo me acerque y ahí estaba Marcela apoyada de frente en una pared con la espalda un poco arqueada, sacando el culito para afuera, vestida con un top blanco y unas calzas azules de gimnasia. Frente a ella y sentados en el suelo estaban Rubén y no dos sino tres tipos de aproximadamente 50 años sin pantalones y con los miembros en la mano. Mi novia les movia el culo y cada tanto daba vuelta la cara y los miraba con una expresion de puta que los volvía locos, mientras Rubén le decía:

– Ya me parecía que no había dejado de ser viciosa y que le sigue gustando mostrar ese culito roto.

– Mire que dura se la está poniendo a los señores. Hagale un buen espectaculo que de premio la vamos a ensartar entre los cuatro.

– No, dijo Marcela mirando seria a Rubén, habíamos quedado que ninguno me puede tocar, solo pueden mirarme, o es así o no continuamos.

– Esta bien señora hagamos como usted quiera, le contesto Rubén.

– Ya que solamente podemos mirar ¿que espera para mostrarnos la tanguita señora?, dijo uno de los albañiles.

– Si bajese la calza y muestrenos esa bombachita de putita que usa, pidió Ruben.

Marcela metió los dedos en el costado de la calza y tiró hacia abajo muy despacio hasta dejarla a la altura de las rodillas y dejando al descubierto una tanguita rosa tan disminuta que dejaba ver el precioso culito que tiene. Se abrió un poco de piernas y se agachó dando una vista impresionante a los tipos que ya a esta altura estaban con sus miembros totalmente erectos. En eso Rubén se paro fue hasta donde estaba mi novia y le ayudo a sacarse las calzas y el top quedando solamente vestida con la tanga rosa y las zapatillas.

Mi novia le agradeció que la ayudara a desvestirse, pero le ordenó que volviera a su lugar.

Rubén así lo hizo, se desnudó por completo y se sento al lado de los albañiles, que yá a esta altura se masturbaban freneticamente, mientras Marcela se ponía en cuatro con las piernas abiertas, con la tanguita un poco corrida y con un dedito dentro de la conchita.

Yo miraba todo con una calentura terrible y no podía creer que mi señora se animara a hacer tremendo espectaculo sin que yo estuviera presente para cuidarla si alguno se quería zarpar. Evidentemente por el dialogo caliente que se generó entre los cinco, Marcela ni había pensado en ello.

– No les dije que la señora tiene un culito hermoso, dijo Rubén a los otros.

– Cuentele a los señores como le comimos la colita hace unos días, continuó.

– ¿Asi que ya tuvo varias lenguas en su culito señora? preguntó uno se los albañiles.

– ¿Le gustó que se lo comieran?, preguntó otro.

– Me encanto que me lo chupara Rubén, contesto Marcela, que por el grado de calentura que tenía le salíó la voz entrecortada.

– Mire que es putita, pensar que su marido esta trabajando y usted toda desnudita abriendo el culo para cuatro tipos, dijo Rubén.

Cuando escuchó esto, Marcela dio vuelta la cara, los miro, se paso la lengua por los labios y les preguntó:

– ¿Quieren ver mi agujerito roto?, mientras el dedo que tenia en la conchita entraba y salía a un ritmo mayor.

No esperando la respuesta ya que sabía que iba a ser afirmativa, se corrio hacia un costado toda la tangua y dejo al aire su precioso hoyito.

– ¿Qué les parece? preguntó.

– De aca no lo vemos muy bien, ¿podemos acercarnos sin que usted se enoje?, preguntó el tipo que hasta ahora no había dicho palabra.

– Bueno, está bien, acerquense un poco, pero solo un poco.

Todos se pararon, se terminaron de desnudar y fueron a donde estaba mi señora que, por la forma que los miraba y gemia demostraba que había perdido totalmente el control de la situacíón. Cosa que aprovecharon Rubén y los tres tipos, acercandose a centimetros y sentandose en semicírculo alrededor del culo de mi novia.

– ¿Señora, no se metería un dedito en ese agujerito para nosotros?, preguntó uno.

Cuando Marcela acercaba el dedo al culo, el tipo le detuvo la mano y le dijo:

– Espere señora, deje que antes se lo lubrique un poquito asi le entra mas fácil, e inmediatamente acercó la boca al hoyo y le metió la lengua de tal forma que mi novia por el gemido que pegó se notó que lo disfrutó terriblemente. Al darse cuenta los otros que Marcela se retorcía de placer, comenzaron a meterle manos por todos lados. Mientras le tocaban las tetas, la conchita y le metían dedos en la boca le decian:

– ¿Está que explota de la calentura?, eh señora.

– ¿Le gusta las cuatro pijas que se va a comer?

– Le vamos a destrozar ese culito hermoso que tiene, le decian mientras se turnaban para pasar la lengua por el culo de mi novia.

En un momento Rubén se paro y le ordenó: – Metase esta pija que tanto le gusta en la boca, a lo que Marcela obedeció enseguida, chupandosela desesperadamente.

Ruben le gritaba: – Pongala bien dura señora así le gusta mas cuando la tenga en su culo, y seguía – ¿No tiene ganas que la empecemos a ensartar?. Marcela solo gemia y asentía con la cabeza, a lo que el tipo que estaba comiendole la cola se levantó apoyó su tremenda verga en la entrada y de una embestida se la ensartó hasta el fondo. Mi novia gritaba y se retorcía, se sacaba una pija de la boca y se metía otra, una y otra vez, estaba como poseida. Se pasaban el culo, salia uno y se lo entregaba a otro tipo y éste después de unas cuantas sacudidas, le dejaba lugar a otro, le chupaban la espalda, los pies, le sacaban la verga de la boca y la besaban metiendole la lengua hasta la garganta. Mientras tanto yo no podia creer ver a mi novia tan rubiecita, tan joven, con esa piel tan suavecita y dejandose dar por tres albañiles morochos y de 50 años y dejandose meter las manos sucias de cemento en cada centimetro de su cuerpo, y lo peor de todo que se veía que lo disfrutaba tremendamente.

De repente Rubén se separó de mi novia y les ordernó a los otros que también lo hicieran. Les indicó que se fueran a sentar, el fue con ellos y mientras tanto Marcela desconcertada lo miraba y aprovechaba para descansar las rodillas acostandose boca abajo.

– Ahora quiero que se de vuelta y se masturbe mirando estas cuatro pijas, le ordenó Ruben.

– Ella se dio vuelta, apoyo la espalda en la pared, se metió dos dedos en la conchita y con la otra se tocaba los pechos.

– ¿Está necesitada de estas cuatro pijas grandes no?, dijo un tipo.

Marcela los miraba con cara de putita y les sacaba la lengua.

– Mirelas bien, asi puede pejearse recordandolas cuando este sola o con el cornudo de su marido, dijo el otro albañil.

– Quiero que nos pida que le llenemos de leche todos sus agujeros a la vez, continuó Ruben.

– Si, por favor rompanme toda, suplicó Marcela.

– ¿Me promete que cuando yo quiera compartir ese precioso culito con otros amigos nunca se va a negar? preguntó Ruben.

– Si se lo prometo, pero por favor cojanme ya.

– Venga y sientese en mi verga, ordeno Ruben.

A lo que mi novia lo hizo inmediatamente ensartandose la verga en la conchita y quedando de frente con Ruben, a lo que éste aprovecho y le encajó un terrible beso de lengua. Marcela se amacaba desesperada. De pronto dos albañiles se pararon y le pusieron las pijas a la altura de la cara, las que mi señora chupaba un rato a cada una. Y como era de esperar el tercer albañil se dirigió directo a su culito y la penetró hasta el fondo. Todo era un concierto de gemidos, les estaban dando por todos lados y mi novia cabalgaba con ganas. Estuvieron asi un rato hasta que comenzaron a rociarla de semen; primero le llenaron la boca, despues el culo y por último Ruben le inundó la conchita.

Todos tomaron su ropa y se retiraron dejando a Marcela acostada en el suelo con semen chorreando de todos los agujeros. Yo a esa altura ya había tenido dos orgasmos, asi que en silencio me dirigí a mi departamento para esperar a mi novia a ver si me contaba lo sucedido.

En el proximo relato les contaré como siguió esto.

PARA CONTACTAR CON EL AUTOR:

jorge282828@hotmail.com

 
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