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Relato erótico: “Emputeciendo a una jovencita 2” (POR LUCKM)

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Antes de que me salten encima los odiadores. Siiiii, reeditado con correcciones básicamente de ortografía y alguna cosa que me chirriaba. Ah y si, por que así lo leen mas chicas, me alegra que los disfrutéis vosotros pero la verdad es que los escribí para conocer mujeres morbosas.

El Domingo a las 9 de la mañana sonó el timbre, era mi putita.

Yo- Hola Eva, no habíamos quedado a la hora de la siesta? no queremos que tus padres…

Eva- Se fueron al pueblo, a buscar algunas cosas que se habían dejado, no volverán hasta la noche, escuche como quedaban con sus amigos. Les dije que tenia que estudiar. Solo tengo que ir a la misa de doce por si preguntan al cura.

Yo- Jajaja, pareces ansiosa, y que quieres a estas horas?. – Me miro con cara de picara.

Eva- Follar?

Yo- Jajaja, si, se dice así. – Ella seguía en la puerta, vestía unos pantaloncitos cortos verde y una camiseta con algo de escote, se distinguían sus pezones duros y que no llevaba sujetador. Le hice una foto con el móvil para mi colección.

Yo- Bien, vamos, tengo que ir a comprar. – Ella me miro contrariada.

Eva- Bueno, espera que suba a cambiarme.

Yo- No, quiero ver como calientas pollas.

Eva- Pero en el barrio…

Yo- Tranquila, vamos al corte de Callao, no te reconocerá nadie.

La hice entrar un momento, me senté en el sofá y la hice acercarse. Le baje un poco los pantaloncitos hasta ver su coño, se notaba el calor que desprendía y con un rotulador escribí sobre su coño PUTITA, se los volví a subir, cogí las llaves del coche y salimos. Ella estaba nerviosa.

Eva- Nunca salí a la calle sin suje…

Yo- Tendrás que acostumbrarte. Quiero que descubras el poder que tienes sobre los hombres.

Llegamos al centro comercial, subimos por las escaleras mecánicas hasta la sección de jóvenes, ella me miro extrañada. Eran las nueve y media, no había casi nadie. Los dependientes no tardaron ni dos minutos en avistar a mi joven acompañante y vinieron corriendo, mirando disimuladamente sus tetas que se balanceaban al mas mínimo movimiento.

Dependiente- Hola, puedo ayudarles?

Yo- Si, quisiéramos algo de ropa de verano para la niña, ya sabe como crecen a estas edades, se le va quedando pequeña de un año para otro. – El dependiente sonrió aguantándose varios comentarios todos ellos inadecuados seguro. Eva estaba cada vez mas roja, trataba de no moverse, había notado que cuando sus jóvenes tetas se movían todos los ojos iban directas a ellas sin ningún pudor.

Dependiente- Que tipo de ropa?

Yo- Camisetas y pantaloncitos de esos bajos que llevan ahora, tiene un bonito cuerpo, le gusta lucirlo con el calor. – El dependiente nos acerco a una zona donde había montones de perchas con lo que le había dicho. Le di las gracias al dependiente y le dije que le avisaríamos.

Eva- No creo que mi papa le guste esta ropa…

Yo- Ni que me chupes la polla, pero no se lo diremos verdad?

Ella sonrió, escogió un par de cosas. eran del tipo un poco elástico. Me miro esperando mi aprobación.

Yo- No putita, sabes lo que pasara si te pones eso?

Eva- Que se marcara mucho.

Yo- el que?

Eva- Mi cuerpo.

Yo- El que?

Ella me miro sabiendo lo que esperaba.

Eva- Mis tetas.

Yo- Y que mas?

Eva- Mi coño.

Yo- Bien, ya sabes como me gusta que hables.

Eva- Estoy muy mojada, vamos a tu casa por favor.

Yo- Todavía no. – Le escogí dos o tres cosas y fuimos a los probadores mientras le decía…

Yo- La idea putita es insinuar, calentar, nunca enseñar, es mucho mejor que imaginen que que vean tu raja marcada. Eso es de putas.

Eva- Y no es lo que soy?

Yo- No, eres una mujercita, que seas una puta para mi no quiere decir que lo seas con los demás, al menos en ese sentido, aunque si vas a aprender a calentar pero con cierta elegancia, ya veras. La hice parar en el pasillo y le hice un par de fotos mas. Dentro del probador la hice desnudarse despacio mientras le sacaba mas fotos, cuando se quito la camiseta casi no puedo contenerme, su pechos me volvían loco. Seguí jugando con ella poniéndose los modelitos… posando para mi con la mejor de sus sonrisas, sacando pecho, jugando con sus pezones… Cuando termino la hice quedarse desnuda, cogí la ropa incluyendo la suya e hice el ademan de salir.

Eva- Mi ropa por favor.

Yo- No, te quedaras aquí desnuda un rato, así aprenderás a confiar en mi.

Eva- Pero, no puedes hacer eso, desnuda en una tienda sin móvil, en el centro de Madrid, y con esto escrito sobre…

Yo- Sobre que?

Eva- Sobre mi coño.

Yo- Claro que puedo – Salí y la deje allí, escuche como ponía el pestillo. Me di una vuelta por la sección de jovencitas durante 15 min. El dependiente me miraba extrañado mirando los probadores pensando en entrar seguro. Cogí un par de prendas mas y fui con Eva.

Ella me abrió muy nerviosa.

Eva- Creí que no volvías.

Yo- Jajaja putita, como iba a dejarte aquí?, quieres tu ropa?

Eva- Si.

Yo- Bien, a partir de ahora tendrás que hacer alguna guarrada u ofrecerte a hacerla siempre que quieras algo de mi.

Eva- Quieres follarme aquí?

Yo- No, eso luego, quiero que me chupes la polla, y hazlo bien por que después me limpiare la polla con tu camiseta, si dejas el mas mínimo rastro de semen saldrás de aquí con la camiseta manchada y te pasaras la mañana por el centro comercial para que todos puedan ver lo guarrilla que eres se arrodillo y metió mi polla en su boca. La hice ponerse de lado al espejo. Se veía sus tetas colgando, su carita de niña buena con mi polla en la boca, su culito un poco levantado…

Yo- Mira en lo que te estas convirtiendo – Ella se vio reflejada, par un momento de chupar pero luego siguió mientras se miraba… empezó a jugar con sus tetas estrujándolas.

Yo- Umm, que guarra eres, me encanta. – ella chupaba y chupaba… yo empecé a hacerle fotos, en cuanto vio el móvil paro de chupar y sonrió a la cámara, con la polla a dos cm de su boca.

Yo- Te gusta eh?

Eva- Me encanta, córrete por favor, quiero tu leche…

Yo- Un placer, chupa mas fuerte y acaricia muy suave mis huevos así saldrá mas…

No pude aguantar mucho mas, empecé a correrme, ella literalmente absorbía mi polla. Cuando termine apretó suavemente mi polla para que salieran las ultimas gotas…

Yo- Bien putita, ahora lame toda mi polla y mis huevos, déjalos completamente limpios.

La tuve así unos cinco minutos, era una delicia ver su larga lengua rosadita sobre mis pelotas y mi polla, empecé a empalmarme otra vez así que la pare.

Yo- Suficiente.

Le di dinero al salir de los probadores y le dije que fuera a pagar sola, había ya tres dependientes juntos, sin duda sabían lo que había pasado, nos habíamos tirado mas de 45 minutos para dos pantalones y dos camisetas. Ella ya no se cortaba, ando hacia ellos con total normalidad mientras ellos le miraban las tetas al acercarse, pago con su mejor sonrisa de niña buena. Luego vino hacia mi.

Yo- Desayunaste putita?

Eva- Mas bien si – guiñándome un ojo.

Yo- Jajaja, no, digo el otro desayuno.

Fuimos a la cafetería, yo necesitaba un café, mientras desayunamos charlamos como dos buenos amigos.

Eva- Me encanta todo esto.

Yo- Te gusto el semen?

Eva- Es raro, es fuerte pero me gusta, antes pensé que me iba a dar mucho asco cuando lo veía en fotos pero ahora estoy deseando chupártela otra vez.

Yo- Bien, por que en cuanto empieces las clases les dirás a tus padres que entras una hora antes, bajaras a mi casa y me despertaras con una buena mamada, quiero correrme en esa boquita todas las mañanas mientras me tomo el café, que por cierto, prepararas tu.

Eva- Sera un placer, no hay problema con la hora, salen de casa a las ocho menos algo, hay tiempo.

Yo- Bien, y sácame una copia de las llaves de tu casa.

Eva- Por?

Yo- Confianza putita, ya te dije que tendrías que confiar en mi al 100%. Eres mi puta, mi perra, tus tetas y tu coño son de mi propiedad, todavía no lo entendiste?

Eva- Cada vez que dices esas cosas me mojo mas todavía.

Yo- Ahora te follare ese coñito virgen, pero antes vamos a un sitio. La hice pasar a un baño y limpiarse lo de PUTITA, le costo un rato pero al final salió.

Eva- No había quien lo quitara.

La lleve a un centro de depilación que había unas plantas mas abajo, le dije que le depilaran completamente el coño, lo quería como el de una niña, le di dinero y quede con ella una hora mas tarde.

Eva- Que vergüenza, creo que la chica era les, llamo a una amiga para que la ayudara. Me dieron luego una crema para que no se me irritara y me la dieron las dos por turnos, creo que me corrí.

Yo- Jajaja, vamos, donde quieres perder la inocencia?

Eva- Creo que esa ya la perdí.

Yo- Si, dime.

Eva- En la cama de mis padres.

Yo- Que puta eres, donde tu papi deja mal follada a mama?


Eva- Era la cama de mi abuela, creo que ella perdió la virginidad en ella, y mi mama también, es justo no?

Yo- Si, seguro que tu padre esta de acuerdo que a su princesita se la follen en la misma cama, le llamamos y se lo preguntamos?.

Eva- Mejor no – Dijo riendo.

Llegamos a casa, subimos a mi casa a por mi cámara de video, quería inmortalizar el momento.

La hice desnudarse completamente y sentarse frente a la cámara, le indique lo que debía decir.

Hola mama, hoy es el día, ya se que tu esperabas que fuera virgen hasta casarme pero después de leer tu diario decidí que no quería lo mismo, follar a escondidas, con ropa puesta… si, lo leí, lo siento, no lo escondiste muy bien. El diario no esta, ya lo habrás descubierto, se lo di a Carlos, si, el vecino. El que papa y tu amablemente invitasteis a casa, por cierto, gracias. Esta cinta estará en su lugar, cuando la veas puedes enseñársela a papa, o bajar a pedirle tu diario, a partir de ahí es cosa tuya. Te dejo, necesito su polla, desde ayer me usa como quiere y no puedo parar, ya aprendí muchísimas cosas y me tiene chorreando todo el día, me hace decir cochinadas, chupársela, tragar su semen, y hoy, hoy va a meter su enorme polla en mi rajita, mira, me hizo depilarmela completamente.

Se levanto enseñando su cuerpo desnudo, hasta ese momento solo enfocaba a su carita, aumente el encuadre para captar toda la cama. Ella se tumbo de lado hacia la cámara, sus tetas se extendieron sobre su cuerpo… su rajita se veía completamente húmeda, me agache y le di unos lametazos… Ella agarro mi cabeza separándomela de su coño.

Eva- Por favor, eso luego, necesito tu polla, ya, dentro de mi.

Puse mi polla en su coño, mojado, moviendo la punta del capullo por su rajita hasta encontrar su agujerito. Ella cerro los ojos, jadeando un poco.

Yo- No, abre los ojos, quiero que veas quien te esta follando, quien mete su polla en tu coño por primera vez…

Ella los abrió, yo empuje un poco notando como entraba la cabeza de mi polla, ella abrió los ojos y me miro… seguí empujando, estaba empapada… notaba como su coño iba abriendo paso a mi polla, estaba apretado pero notaba como iba cediendo, no se la notaba nerviosa, llegue a su himen, intacto, que delicia, no me detuve… empuje un poco mas y ella abrió mas los ojos, la boca emitiendo un jadeo y clavo sus uñas en mi espalda, seguí… mi polla entro hasta el fondo, note mis huevos contra su coño. Me quede quieto un minuto. Empecé un mete saca muy despacio, la sacaba del todo y la volvía a meter, ella cada vez jadeaba mas, fui aumentando el ritmo clavándosela cada vez mas fuerte, la cogí por las rodillas subiéndoselas a la altura de los hombros para que mi polla entrara mas profundamente. Ella empezó a correrse, seguimos así un rato. Se corrió varias veces entre jadeos, y un si, si mas, por favor… no pares… que polla… Me corrí, como hacia años que no hacia, note mi semen saliendo hacia su coño desde lo mas profundo de mis huevos, como la inundaba, como su coño ya muy mojado se mojaba mas todavía con mi semen… caímos derrengados en la cama, ella busco mi boca y me beso con fuerza, nos abrazamos… le notaba su respiración agitada, su pechos contra mi…

Eva- Gracias – susurro en mi oído.

Saque mi polla y se agacho a lamerla, la fue dejando completamente limpia…

Sonó el teléfono de la mesilla.

Eva- Si?

– Papa? ah hola!.

Nada, me quede un poco dormida estudiando.

Mientras hablaba me acerque y agarre sus tetas jugando con las dos suavemente

– No, todavía no fui, voy a la de la una.

– Si, sin falta,

Te quiero, un beso.

Colgó, a mi verla hablando con papi me la había puesto dura otra vez.

Eva- Y ahora?

Yo- Lo sabes.

Eva- Mi culo – dijo mirándome con miedo.

Yo- Exacto.

Eva- Me dolerá?

Yo- No, un poco solo, estas muy relajada, lo note al desvirgarte.

Eva- Si, no se por que, estoy muy tranquila.

Yo- Bien, pues enseñémosle a mama como su niña recibe polla por el culo.

Ella miro la cámara con sorpresa, se había olvidado de ella. Sonrió.

Eva- Bien, que hago?

Yo- Ponte a cuatro patas mirando a la cámara, hazte una cola en el pelo para poder sujetarte, querré ver luego tu cara y tus tetas moviéndose.

Eva- Algún lubricante?

Yo- Tal y como chorrea tu coño con ese sobrara.

Empecé a meterle dos dedos en el coño recogiendo sus jugos y metiéndole primero un dedo en el culo, luego dos, tuve que darle un azote para que relajara el culito….

Yo- Bien putita, sabes que va ahora?

Eva- Si

Yo- que?

Eva- Me vas a desvirgar el culo?

Yo- Con?

Eva- Esa polla que adoro.

Me puse tras ella y le clave la polla en el coño para lubricarla bien…

Yo- Quien llamo antes?

Ella me miro.

Yo- Quiero que hables mientras te enculo, me gusta, te hará sentir mas puta, aparte de estar follando en la cama de papa estas grabándolo y ahora quiero que hables con mi polla en tu culo.

Eva- Mi papa.

Coloque mi polla en la entrada de su ano y empuje un poco, le costo entrar pero al final metí la punta.

Eva- uy, duele un poco.

La ignore y seguí empujando.

Yo- Y que quería papa de su niña?

Eva- Que fuera a misa.

Yo- Ah, claro, eso es bueno, y que hacéis allí?

Eva- Rezar, escuchar al cura. – Su voz temblaba.

Yo- Ah, pues no decepcionemos a papi, reza algo, un padre nuestro.

Eva- Como???

Yo- Veras, empieza, si paras te hundiré la polla de una sola vez y te dolerá bastante mas, mientras sigas rezando lo haré poco a poco.

Ella empezó….

Eva- Padre nuestro….

Seguí clavándosela, despacio, ella seguía con voz temblorosa… a veces paraba y le apretaba las tetas, sacándole la polla un poco como preparándome para clavársela del todo y enseguida seguía…

Cuando ya estaban 3/4 partes dentro se callo, le apreté las tetas… ella se giro y me miro…

Eva- Clávamela, vamos!! hasta el fondo!!

Me reí, y de un fuerte empujón hice lo que me pedía. Ella aulló, yo la saque rápidamente y se la volví a clavar hasta el fondo, volvió a aullar, volví a sacársela….

Eva- Dios!! como duele!!, no pares!!! follame el culo cabrón!!! eres un puto pervertido, aquí enculando a una pobre niña!!, joder que gusto!!! que polla!! me encanta!! mas!! mas fuerte!!! reviéntamelo cabronazo!!!!- se revolvía– Aullaba no paraba de hablar – Cabrón, mi culo, me lo vas a reventar!!! sigue!!! follamelo, que no me pueda sentar en una semana!!! – Seguí enculandola mas y mas hasta que no pude mas y me corrí. Ella se dejo caer en la cama, se saco despacio la polla del culo y se quedo un rato tranquila…

Eva- Joder, que polvo.

Yo- Si, estas echa toda una putita.

Eva- Y ahora?

Yo – Pues ahora me limpiaras la polla como siempre.

Eva- de mi culo? me da un poco de asquito.

Yo- me da igual.

Ella se agacho y lamiendo me la dejo otra vez impecable.

Yo. – Bien, ahora a misa putita.

Eva- Voy a ducharme

Yo- No, quiero que vayas con todos tus agujeros rebosando de leche. Y ponte unas bragas de esas grandes de tu madre, que se empapen bien de tus jugos y mi semen.

Ella fue a un cajón cogió unas que me parecieron enormes…

Eva- Creo que no será suficiente, me chorreara por las piernas.

Yo- Bien, ponte una falda larga.

Eva- Ok

Fue a su habitación y al rato apareció vestida como una niña recatada, se agacho y me dio un beso en la polla.

Yo- Ven después a mi casa, tendré preparado el cd para que lo dejes en el escondite de tu mama junto con sus bragas.

Bueno, una vez mas agradeceré todos los comentarios, mail y votos. Espero que os guste, como siempre quien quiera que me agregue

Skype luckmmm1000

Mail: 

luckm@hotmail.es


Relato erótico: “Dos rubias llamaron a mi puerta y les abrí 2” (POR GOLFO)

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Sin otra cosa qué hacer y mientras Tomasa metía la vajilla en el friegaplatos, decidí consultar en mi ordenador si alguien había denunciado la desaparición de esa crías. No quise llamar a Manuel, el policía. Preferí mirar si descubría algo en internet antes de ponerlas en bandeja de un desalmado que las reclamara como suyas. Curiosamente lo único que encontré fue una mención a la devastación sufrida en el bosque que los periodistas consideraban inexplicable y que buscando una razón sobre el origen de esa lengua de árboles quemados achacaban a la caída de un pequeño meteoro. 

            ―Serán amarillistas― me dije viendo poco creíble esa explicación. Sospechando en cambio que lo ocurrido se debía deber al accidente de una avioneta cargada con drogas que las autoridades querían evitar dar a conocer. Mientras leía la noticia, pegada a mí, la puñetera chavala no me perdía ojo.

            Mirándola, comenté que dado que se negaba a hablar debía al menos saber su nombre y por ello pegándome en el pecho, le dije que me llamaba Miguel. Tras repetírselo un par de veces y ver que no parecía entenderme, aproveché la llegada de la mulata con su cachorrito albino para acercándome a ella, repetir:

            ―Miguel, Tomasa. Tomasa, Miguel.

            Las rubias parecieron percatarse de lo que quería comunicarles y haciendo un esfuerzo fue la joven de mi empleada la que abriendo los ojos musitó algo parecido a “íel” y a “asa”. El aplauso de la mulata hizo que la mía lo intentara y por vez primera escuché que repetía “íel” y “asa”. Casi con el convencimiento que para esas criaturas esas dos palabras eran las primeras que pronunciaban, di por bueno que me llamaran así y posando mis manos sobre la que tenía a mi vera, quise saber su nombre. Al no dármelo, se me ocurrió decir mía. La preciosa bebita abrió sus labios y pegando la palma en su pecho repitió “ía”.  

            Alentado por ese gran paso, miré a su compañera y dando su lugar a la morena, la bauticé como tuya.

―Ua― musitó feliz de tener un nombre la jovencita.

Riendo a carcajadas, Tomasa puso su mano sobre mi pecho diciendo “Íel”, acto seguido tocó el suyo mientras decía “Asa” y posándola a continuación sobre los de las crías dijo sus nuevos apelativos “Ía” y “Ua”. Las desconocidas con alegría en su mirada la imitaron y alternando entre nosotros repitieron Íel, Asa, Ía y Ua.

Ya pudiendo diferenciarlas pedí a Ía que se acercara y dándole un abrazo le di la bienvenida a la que ya era su casa. La chavala debió de comprender al menos la esencia de mis palabras al reaccionar derramando una lágrima. Al repetir lo mismo con Ua, esta se mostró quizás más emocionada al sentir que era la primera vez que la abrazaba y posando su cara en mi pecho, comenzó a llorar.

―¿Tengo que ponerme celosa?― preguntó con dulzura la cuarentona mientras extendía sus brazos a Ía.

La criatura reaccionó igual que su compañera hundiendo la cara entre los hinchados pechos de la morera y sellando sin saberlo nuestro destino:

«Estas bebitas nos han adoptado como sus padres sin pedir nuestra opinión», sentencié observando la tierna escena preocupado, pero en absoluto molesto.

Nuestro siguiente problema vino al percatarnos de su cansancio e intentar que se acostaran en mi cama, ya que si bien eso nos resultó fácil tumbarlas al ver que nos levantábamos y las dejábamos solas, tanto Ía como Ua comenzaron a berrear temiendo quizás que las abandonáramos.

―Don Miguel, no nos queda más que acompañarlas mientras se duermen― murmuró indecisa por mi reacción mi cocinera.

Aceptando que era así, me quité los zapatos y me tumbé a un lado de la cama. Tomasa comprendió que le acababa de darle permiso de compartir mi cama y despojándose de sus sandalias, posó su cabeza en la almohada al otro extremo. Al acomodarnos, las dos albinas nos abrazaron y pegando sus cuerpos a los nuestros, sonrieron llenas de felicidad.

―Patrón, ¿qué vamos a hacer si el malnacido que las ha tenido cautivas viene y quiere quitárnoslas?― preguntó llena de tristeza buscando mi apoyo.

Sin pensar detenidamente, repliqué:

―Por encima de mi cadáver, se las lleva. Somos una familia.

Comprendí el alcance de mi respuesta cuando con voz tímida, ella contestó:

―Don Miguel, a partir de ahora no me quejaré cuando me llame mujer.

Con esa sencilla pero emotiva frase, la atractiva cuarentona me dio a entender que se entregaba a mí y no queriendo rechazar su oferta, le pedí que intentara descansar y que al día siguiente tendríamos tiempo de hablar. En vez de hacerme caso, acunando a Ua, empezó a canturrear una nana que parecía compuesta exprofeso para la situación que nos encontrábamos:

Los pollitos dicen pío, pío, pío

cuando tienen hambre

cuando tienen frío.

La gallina busca el maíz y el trigo

les da la comida y les presta abrigo.

Bajo de sus alas, acurrucaditos

¡duermen los pollitos

hasta el otro día!

Con su voz dulce resonando en la habitación cerré los ojos mientras meditaba sobre como la llegada de esa dos linduras había trastocado tanto mi vida como la de mi fiel empleada y espoleado por la dulce melodía, me quedé dormido. Reconozco que descansé como un bendito hasta que bien entrada la noche sentí unas manos acariciándome.

Al abrir los ojos contemplé que las dos desconocidas habían conseguido no solo desnudarme sino también a la mulata y que no satisfechas con ello, recorrían con sus dedos nuestra piel. Sin sentirme culpable espié a Ua acariciando el pecho de Tomasa mientras Ía hacia lo mismo con el mío. Cuando de pronto sentí que unos pequeños filamentos que salían de sus uñas se hundían en mi piel. En mi interior asumí por vez primera que esas dos nenas no eran siquiera humanas, pero por inaudito que parezca no me espanté y completamente tranquilo me pregunté qué estaban haciendo y lo que es más importante, qué eran esas criaturas.

Girándome hacia la mulata, advertí que también ella se había despertado y que al igual que yo contemplaba con una calma extraña cómo los extraños apéndices de Ua se incrustaban en su pecho.

―Miguel― sollozó al sentir bajo su epidermis un raro pero encantador escozor.

No pude contestar a su petición de ayuda al experimentar el placer que las insólitas extensiones que salía de Ía estaban provocando en mí.

―Íel no te preocupes soy tu bebé― me pareció escuchar en mi cerebro: ―Estoy devolviéndote tus atenciones.

No me preguntes porqué la creí, pero lo cierto es que una felicidad sin igual se apoderó de mí y alzando la voz, pregunté a la mulata si ella estaba sintiendo lo mismo.

―Ua está hurgando en mí, porque según ella necesito sus cuidados.

La ternura de su voz no pudo evitar que notara que estaba impregnada de deseo y alucinado admiré que tenía los pezones totalmente erectos.

―¿Qué le está haciendo?― comenté al ser que tenía esas incrustadas en mi pecho.

Nuevamente, me pareció escuchar su respuesta en mi mente.

―Mi hermana está reparando el aparato reproductor de su mujer para que pueda darle descendencia, mi Íel.

Intrigado en la naturaleza de esa ayuda, quise saber porque lo hacían y entonces ante mi sorpresa, Ía contestó:

―Fuimos creadas para cuidar de los “¿padres? ¿dueños?” – dudó al comunicarse: ―Esta tarde hemos perdido a nuestros antiguos “¿padres? ¿dueños?” – nuevamente titubeó: ―Pero la luz quiso que no tardáramos en encontrar sus sustitutos y que dándonos vuestro cuidado nos aceptarais como vuestras sanadoras.

Aturdido por sus palabras, pregunté que nos pedirían a cambio y entonces con una pícara sonrisa, ese bello ser respondió:

―Mi “¿padre? ¿dueño?” Ya lo sabes. Al igual que nuestros creadores sellaron el pacto con nuestra especie dándonos su esencia, tú firmaste nuestra entrega al regalarnos tu simiente.

―No hace falta que nos deis nada― contesté todavía pasmado al recordar la forma en que había actuado al ordeñarme. 

―Íel, no lo entiendes. Cuidar de nuestros “¿padres? ¿dueños?” y obtener nuestro sustento de ellos forma parte de nuestra naturaleza ― con una seguridad aplastante replicó mientras deslizaba sus manos por mi pecho.

 Al asumir que quería renovar su pacto miré a Tomasa y ésta sonriendo como si supiera lo que iba a suceder me pidió que diera de beber a nuestras niñas mientras azuzaba a Ua a acompañar a su casi gemela.  Supe por la naturalidad con la que se tomaba el que esas dos bellezas se abalanzaran sobre mi miembro que su “sanadora” le había explicado telepáticamente la clase de sustento que nos iban a exigir y que ella había aceptado.

―¡Dios!― gemí al sentir dos lenguas recorriendo mi pene.

El ataque coordinado de las albinas despertó mi lujuria y fijándome en la humana que tenía a mi lado, comprobé que también ella estaba excitada.

―Mujer, dame un beso― pedí sin saber si me había sobrepasado.

Su respuesta no pudo ser más elocuente y reptando hacia mí, buscó mi boca con una pasión que desbordó mis previsiones y más cuando murmurando a mi oído, me informó que llevaba soñando hacerlo desde que había conocido a su hombre. El deseo que impregnaba su voz me dio la confianza de acariciar sus senos mientras en mi entrepierna las dos jóvenes pugnaban entre ellas en buscar su alimento. La mulata al sentir mis yemas recorriendo sus areolas no se lo pensó y alzándose sobre la cama, me dio de mamar. Ante mi sorpresa, sus negros cantaros se desbordaron llenando mi boca con su leche. El sabor dulzón de ese inesperado manjar avivó mi apetito y en plan desesperado me puse a ordeñarla.

―Come mi niño, come de tu negra― musitó al reponerse de la impresión que también para ella era que sus tetas me pudiesen amamantar.

Sin hacer saber a nuestras sanadoras que habían cometido un error y que las humanas solo producían leche tras dar a luz, seguí recolectando son mi boca la láctea producción que manaba de sus tetas. Supe el placer que la proporcionaba al hacerlo cuando de improviso la sentí correrse y luciendo su alegría tras tantos años sin caricias, mi antigua cocinera y ahora pareja me agradeció el placer que la había brindado, acompañando a nuestras sanadoras en su misión. Tomasa nunca se imaginó al hundir mi pene en su garganta que al hacerlo estaba enseñando el camino a las dos crías y tras sacársela durante un instante para respirar, fue sustituida alternativamente por ellas, que impresionadas por ese novedoso método buscaron con mayor ahínco mi placer. No deseando que esta vez se desperdiciara nada de mi esencia, avisé a las chavalas de la cercanía de mi orgasmo y como dos cachorritas esperando que su dueño les diera de comer, aguardaron ansiosas que derramara su simiente sobre sus bocas sin moverse.

Riéndose de ellas, Tomasa les estaba explicando que pajeándome que con ese movimiento de muñeca podían acelerar la llegada de su sustento cuando de pronto me vi sumido en un orgasmo cómo nunca había sentido. La viuda al ver que mi polla explotaba repartió equitativamente entre ellas mi simiente. Las dos criaturas devoraron golosas mi ambrosia mientras su “¿madre? ¿dueña?” sonreía encantada con el pacto que nos uniría a ellas de por vida. Demostrando cómo había asumido su papel de protectora, esperó a que dejaran mi herramienta inmaculada para preguntar si seguían con hambre. Al contestar ellas afirmativamente con la cabeza, les informó que un hombre sano como yo era capaz de dar más de un biberón y que solo tenían que seguir lamiendo para que me recuperara. 

Ía me miró alucinada y hundiendo sus dedos en mí, preguntó si yo estaba de acuerdo. Esa pregunta disparatada me hizo sospechar de un maltrato y en plan gallego, quise saber por qué cuestionaba las palabras de la mulata.

―El macho de la pareja bajo la cual vivimos amparadas nos tenía racionada su esencia y solo cuando veía que no podíamos aguantar más, accedía a proporcionárnosla.

Dando por sentado que, al limitarles el acceso a su sustento, ese capullo se aseguraba su fidelidad, respondí acariciándola mientras buscaba con la mirada el permiso de Tomasa:

―Conmigo, no tendréis ese problema. Cuando tengáis hambre, decídmelo e intentaré complaceros.

Turbada por mi respuesta, la chavalita se la debió de hacerle llegar a su compañera y ésta metiendo sus apéndices en mí, me hizo saber que siempre tenían hambre. Asumiendo que cualquier hombre estaría encantado de alimentarlas, les pedí que tuviesen cuidado a quien se lo pedían porque si se llegaba a saber su existencia era posible que las encerraran para someterlas a estudio. Mi sincera preocupación las indignó y a través de sus dedos, me hicieron saber que siempre me serían fieles y que les enfadaba que pudiese pensar tan mal de ellas.

―Cuando una sanadora es adoptada por una pareja, es de por vida. Nunca podríamos siquiera plantearnos buscar otro macho que nos alimente― protestó Ua con el completo acuerdo de la otra.

El cabreo de esas criaturas era tal que incluso perdieron las ganas de alimentarse y fue mi buena Tomasa la que ejerciendo de “¿madre? ¿dueña?” les pidió que se tranquilizaran porque mi intención al advertirlas del peligro era motivada al cariño que sentíamos por ellas.

―¿Cariño? No entiendo― asombrada preguntó Ía: ―¿No es eso una forma de amor?

No sé a cuál de nosotros le sorprendió más esa pregunta, pero fue la mulata la que respondió:

―¿Acaso dudáis que daríamos la vida por vosotras? ¿Qué clase de existencia habéis tenido que no creéis que alguien pueda amaros?

Apoyando sus palabras, comenté:

―Aunque no somos ni vuestros padres ni vuestros dueños, nuestro deber es protegeros y quereros. Ya os dije que no necesitábamos que nos dieseis nada a cambio y os pido que nos consideréis como de la familia.

―Íel, ¿por qué dices que no sois nuestros dueños? Fuimos creadas para sanar, no para ser amadas.

Comprendí que se consideraban unos robots incapaces de tener sentimientos y menos de provocar los mismos. No podía hablar sobre su origen al desconocer como habían llegado al mundo, pero convencido de que eran unas niñas indefensas y no unas máquinas, sin alzar la voz, les hice ver su error lanzando un órdago a la grande respecto a los sentimientos de la morena:

―Cuando Tomasa accedió a ser mi mujer, no significó que pasara a ser de mi propiedad, sino que se comprometía a compartir conmigo los años que nos quedan. A igual que no soy su dueño, tampoco lo soy de vosotras. Si permanece a mi lado es porque ella quiere. Lo mismo os pido. Aunque deseo de corazón que os quedéis y que nos dejéis cuidaros, será solo si voluntariamente accedéis. No me sirve, no nos sirve― rectifiqué― que lo hagáis obligadas por una normas que no conozco ni quiero conocer.

―Si no somos vuestras, no lo seremos de nadie― con lágrimas en los ojos respondió Ua.

―Mi amorcito― interviniendo, la morena le dijo: ―Que no seáis de nuestra propiedad no quiere decir que no seáis nuestras… para Miguel y para mí sois un par de mujercitas que queremos tener a nuestro lado, pero sin ataduras. Queremos que os sintáis libres y no esclavizadas.

Tratando de asimilar lo que acababa de oír, Ía murmuró sin levantar su mirada:

―Si para vosotros somos vuestras mujercitas, ¿podemos considerar a Íel nuestro hombre y a ti nuestra mujer?

Aunque había malinterpretado sus palabras, sonriendo, Tomasa contestó:

―Por supuesto, cariño. Seremos una familia.

―¡Qué raros sois los humanos!― sentimos ambos que exclamaban al unísono esas dos bellas criaturas mientras se lanzaban a nuestros brazos.

Descojonado por esa reacción, me puse a hacerles cosquillas. Las chavalitas se quedaron petrificadas al sentir que sus cuerpos reaccionaban y que eran incapaces de dejar de reír. Pero cuando la negra me imitó fue cuando totalmente confundida Ía me pidió a través de sus hebras que parara y que le explicara qué les estaba haciendo.

Por un momento, creí que me estaba tomando el pelo, pero al observar su mirada comprendí que jamás había sentido algo así y sin ocultar mi sorpresa, le pedí perdón si se había sentido molesta.

―Me ha resultado raro el no poder contener la risa― respondió alucinada: ―Era como si no fuera dueña de mis actos.

Asumiendo lo mucho que esas crías tenían que aprender, volví a hacérselas mientras le decía:

―Es un juego que los humanos aprendemos de niños y es otra forma de demostrarnos cariño.

Impactada, se echó a llorar. Al creer que me había pasado nuevamente me disculpé, pero entonces sonriendo me reconoció que su antiguo dueño nunca había jugado con ellas y que no sabía cómo hacerlo.

―Tú imítame― repliqué mientras me lanzaba sobre Tomasa.

La mulata no se esperaba mi traicionero ataque y menos que sumándose a él, las dos nenas se dedicaran a hacerla reír.

―¡Qué rápido aprendéis lo malo!― desternillada comentó mientras se revolvía contra todos.

Al sentir las manos de la mujer, instintivamente cambié de juego y la besé. Ella olvidándose de las criaturas respondió con pasión cuando forcé sus labios y metiendo su lengua en mi boca, me pidió que la amara y sintiendo entre su piernas mi erección, no se lo pensó dos veces. Tomando mi pene entre sus manos, se empaló. A pesar de la rapidez con la que se embutió mi miembro, pude sentir cada uno de sus pliegues forzándose a aceptar esa intromisión y comprendiendo que no estaba acostumbrada a ser amada, decidí esperar antes de abalanzarme sobre ella.

―¡Dios mío!― sollozó la mulata al sentirse llena y con una mezcla se felicidad y de sorpresa volvió a rogarme que la tomara.

Lentamente, comencé a moverme disfrutando de la estrechez de su conducto. Al notar el vaivén de mis caderas, Tomasa me abrazó con sus piernas decidida a no dejar que me separara de ella.

―Disfruta y no pienses― susurré en su oído mientras lentamente iba incrementando el ritmo.

Las chavalas se habían quedado quietas. Y sin atreverse a intervenir,  observaban como nuestras respiraciones y nuestros corazones se iban acelerando. Concentrado en la mulata, no me percaté que parecían deslumbradas al sentirse copartícipes del momento. Sin prestarles atención, me agaché sobre los pechos de Tomasa y comencé a mamar de ellos. El doble estímulo magnificó la calentura de la morena y completamente entregada, chilló de gozo.

―Mi amor, mi hombre, mi vida.

Su grito de felicidad me permitió seguir, sin asumir que con cada una de mis penetraciones disolvía el recuerdo de su infausto matrimonio.

―¡Qué bello es veros amando!― escuché que Ua decía sin perder detalle de lo que estábamos haciendo.

 No caí en que esa exclamación llevaba implícita lo insólito que les resultaba el que dos seres pudieran dar y recibir placer al mismo tiempo. Centrado en lo que hacía profundicé en Tomasa con nuevas y continúas estocadas. Para entonces, los senos de mi recién estrenada pareja estaban en plena efervescencia y al no poder absorber toda su leche, pedí a las niñas que me ayudaran.

―¿Nos estás pidiendo que participemos?― preguntó Ía.

En vez de ser yo quien contestara, fue Tomasa la que lo hizo poniendo una de sus tetas a su disposición mientras decía:

―Sois nuestras mujercitas y nuestro amor debe ser también vuestro.

Indecisa, la joven acercó su boca al manantial en que se había convertido el pezón de la mujer e imitando la forma en que me había visto hacerlo, comenzó a mamar. La expresión de su cara reflejó su sorpresa al saborear ese blanco manjar y haciendo un gesto a su compañera, pidió que también ella lo probara. Ua titubeó antes de posar sus labios en la areola, pero en cuanto bebió las primeras gotas de leche humana, no se pudo reprimir y se lanzó a gozar de ese regalo. Tal era el hambre con el que las chiquillas competían por ese erecto botón que riendo les cedí el otro pecho y mientras mi pareja era dulcemente ordeñada por ellas, busqué con urgencia dar placer a la preciosa viuda. Sobrepasada por ese triple ataque, no tardó en gritar que nos amaba.

Su chillido me alertó de la cercanía de su orgasmo y queriendo compartir con ella el momento con fieras, pero dulces, estocadas incrementé mi acoso.

―Me corro― aulló al sentir que tras tantos años sola formaba parte de una familia y ante mis ojos y los de las dos nenas colapsó de gozo.

El clímax de Tomasa fue el acicate que me faltaba y olvidando que mi semen era el sustento de esos bellos seres, derramé mi esencia en ella. La negra al sentir en su vagina mis descargas se echó a llorar de alegría diciendo que por fin la había hecho mía. No creo que ni Ua ni Ía se dieran cuenta de lo que había sucedido al estar obsesionadas en que no se perdiera nada de la leche que seguía brotando sin parar de los pechos de la morena.

―No puedo más― suspiró la cuarentona al sentir que el placer seguía asolando sus neuronas.

Las chavalas ni la oyeron e involuntariamente contribuyeron a que presa de un nuevo orgasmo Tomasa comenzara a retorcerse sobre las sábanas. Observando el ansia con el que mamaban, permití que saciaran su hambre, aunque con ello mi adorada mulata fuera pasto de las llamas de su propia calentura y solo cuando la vi desplomarse agotada, separándolas de los inacabables cantaros, les pedí que pararan.

Ambas se quejaron al verse despojadas de los senos de la viuda y sin dejar de mirarlos con genuino apetito, preguntaron el porqué. En sus caras adiviné lo que pasaba y riendo señalé que si seguían ordeñando a la mujer la matarían. Lo dije metafóricamente, pero ellas se lo tomaron de manera literal y olvidándose del hambre que sentían, introdujeron sus hebras en ella preocupadas.

Despelotado de risa viendo en sus rostros que no encontraban nada que sanar, les aclaré lo que pasaba y que había querido decir que la pobre Tomasa estaba cansada, pero que al igual que mi pene, los pechos de la morena siempre estarían para ellas.

Ua respiró aliviada, pero fue Ía la que venciendo su timidez comentó que las perdonáramos y que se habían dejado llevar por la sorpresa de que las hembras humanas también fueran capaces de derramar su esencia. Recibí a carcajadas sus palabras y abrazando a las chiquillas les dije que tenían mucho que aprender de la anatomía humana.

Sin entender mi sentido del humor, Ua protestó diciendo que para adoptar la forma humana habían tenido que conocerla y que nada de ella le era desconocido. Obviando la información que me acababa de dar, contesté que si tanto conocían como era posible que no supieran la función que en nuestra especie tenía la leche materna.

Mis palabras las dejaron conmocionadas y entablando un dialogo sordo entre ellas al que no tuve acceso, se debieron hacer la misma pregunta. Tan agotado como Tomasa miré mi reloj y viendo que eran las cuatro de la mañana, les rogué que descansaran y dejaran para mañana sus dudas.

―Amado Íel, ¿me permitirías ser quien se abrace a ti?― con ojos tiernos, susurró Ua en mi oído, temiendo quizás que no quisiera.

Enternecido por esa suplica, le di un azote mientras le decía:

―No te lo permito, te lo exijo mi amada Ua.

Extrañamente complacida con esa ruda caricia, la joven posando su cara en mi pecho cerró sus ojos mientras su compañera se tumbaba junto a la morena.

―¿Mañana podremos desayunar tu esencia?― escuché que me decía.

Pasando mi mano por su cintura, no contesté.

Relato erótico: “MI DON: Raúl – Todo en contra (35)” (POR SAULILLO77)

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Alguna vez habeis ido a un buffet libre?, supongo que si, o al menos sabréis lo que es, un montón de comida, de todo tipo y te muchos lugares, te coges tu plato vacío y te plantas delante de decenas de bandejas con la comida llamándote, ensaladas, arroces, pastas, mariscos, fritos rebozados, carnes en salsa, pollo asado, sushi, churrasco argentino o wok oriental………..vas cogiendo un poco de cada cosa que te gusta hasta que te das cuenta de que tienes el plato lleno a rebosar, tapado por un trozo de pizza, si no os pasa ya os digo que a mi si, y luego vas a tu mesa, y te sientas delante del plato sin saber por donde atacar, ni como meterle mano a aquello. Algo así me pasaba, estaba sentado en la cama, con un puñado de papelitos en cada mano, leyendo notas cariñosas, amables y alguna subida de tono, llevaba casi 1 hora intentando decidir quien seria la 1º a la que llamaría, mi jefa tenia un polvazo y sus aires superiores me invitaban a bajarla de la nube a pollazos, aunque la monitora del gim era un escándalo de mujer, puestos a pensar las del parque que me perseguían cuando salía a correr por allí eran las ultimas que se habían ofrecido, pero la hija de Luz y sus aires caribeños aun eran recordados en mi mente, dios, que dolor de cabeza se me estaba poniendo, era plenamente consciente que cualquiera de ellas con una llamada y algo de mi encanto serian mías en breve tiempo, y puestos a disfrutar, sabia de cierto piso con 3 estudiantes, una a la que ya tenia medio entrenada de enormes tetas, otra que era mi “hermanita” con un trasero que ni J LO, y a una exuberante canaria cuyo papel andaba perdido en ese cajón desde Navidades, sin duda meterme en ese piso seria de lo mas estimulante, y mas desde que Manu se fue de allí, y su habitación la ocupó Helena Mara, la hermana de Alicia, cuyo papel había tenido en la mano hacia nada.

Mara, para abreviar, era un par de años mayor que su hermana, era arisca, seria y de difícil trato, por eso sus amistades, las de verdad, no eran muchas y pasaba mas tiempo con los amigos de su hermana que con los suyos, una mujer fría y seca que nunca demostró el menor interés en mi, mas que por mi aspecto previo sobretodo por mi afabilidad, mi sorna, y mi capacidad infinita para hacer el ridículo solo por hacer la gracia, chocaba directamente con su forma de ser, pero todo eso había cambiado, desde Navidades, desde que me vio con el traje de Eric arreglado, no solo me dio su papelito correspondiente, si no que había intensificado el numero de veces que quedaba con nuestro grupo, me llamaba o me mandaba mensajes a menudo, no cadenas de mensajes ni bromas, si no preguntarme que tal estaba, como me iba todo, que iba ha hacer ese día, que si iba a la fiesta de su hermana………..Pasaba de ella como de la mierda por eso, pero físicamente era atractiva, sin tanta cadera como su hermana, si tenia un culo prieto y bien levantado, le gustaba presumir de el con leggins y vaqueros ajustados, mayormente para suplir las carencias en su pecho, si llegaba a una 80 era de milagro, picaduras de avispa mas que senos, aun así su figura esbelta y su cuerpo fino había llenado mi mente en mas de una ocasión, usaba tacones casi siempre para realzar su trasero y tenia cierto estilo y clase a la hora de vestir, morena con los ojos negros y el pelo corto por lo hombros pero siempre con peinados complejos y estilizados, de los años 30, guapa y con una cualidad que a muchos no gusta pero a mi me llama la atención, ojos enormes y salientes. Estaba harta de vivir aun con su madre y que su hermana pequeña ya se hubiera independizado, no encontraba un novio que la soportara más de 3 meses, aunque se decía que follaba como una loba, y viendo la habitación libre se fue a vivir al piso de estudiantes. Sin duda todo un reclamo, meterme en esa casa era un sueño, yo solo con 4 pedazo de mujeres, adolescentes todavía, a las que adiestrar, 3 desde 0.Pero había un problema, yo ya tenia casa, y me había costado un mundo tenerla, no renunciaría a ella para meterme allí, con 4 mujeres cada una con su carácter, su ego y sus sentimientos, no me sentía ni física, ni mentalmente capaz de dominar la situación, y en ese momento necesitaba desahogarme, llevaba 1 mes largo sin follar y Alba apenas me había saciado, tenia un apetito voraz de sexo, y solo conocía a una persona que me domara, cogí el móvil y la llamé.

-YO: hola preciosa, ¿como te va la vida?

-MERCHE/LEONA: pues no muy bien ahora mismo uffff uffffffff.

-YO: ¿que te ocurre?

-MERCHE: que he roto aguas, me voy para el hospital, adiós……..- me colgó.

Me quedé medio tonto con el teléfono pegado a la oreja y una sonrisa estúpida, llevaba 1 año y varios meses sin hablar con ella, desde que Ana y yo la pedimos ayuda para buscar piso, donde me presentó a su prometido hablando de planes de boda, ni una sola noticia de ella hasta ese momento, y ahora, cuando mas la necesitaba mi leona estaba de parto con el cachorro de otro. Era mi plan A, no pasaba nada, ya tendría tiempo de retomarla cuando pasara un tiempo prudencial, hasta me alegré, no por que fuera madre si no por que dicen que cuando son madres a las mujeres les crecen las tetas, y Merche ya tenia un buen culo, con un buen par de tetas seria ideal, el pensamiento era cruel y poco apropiado, pero me convencí de que ese era mi nuevo yo, “que se joda, me buscare a otra”. La siguiente del ranking era Madamme, pero me negué en redondo, quería que Raúl fuera malo, no que Zeus regresara, y acostarme con Madamme sin ser Zeus seria perder todo el poder que tenia sobre ella, y bien me había servido con el ex de Eleonor. Descartada, ya tenia tachadas a las 4 mujeres que mejor follaban con las que había estado, Ana y Eleonor incluidas, a partir de ellas, el resto estaba lejos, y no por poco, Lara era la opción que me venia a la mente, pero a ella nunca la pude penetrar completamente y no estaba como para ir con remilgos, joder, me estaba costando mas de lo esperado, así que me serené, “Pensar, razonar y analizar”, era lo que me había enseñado Eli……….de golpe caí, Eli era la respuesta, era casi poético, como si el universo me estuviera hablando a gritos y no lo hubiera oído hasta ahora, si había renacido con una enfermera, como mi 1º experiencia, que menos que seguir las pautas, y volver a los brazos de Eli. Llamé al móvil que tenia de ella “El móvil al que llama no corresponde a ningún usuario”.

-YO: ¡¡me cago en tu puta madre!!- grité tan fuerte que se asomó Dani, la sirvienta.

-DANI: ¿que ocurrir?- sobresaltada mi miraba con restos de ropa sucia en las manos.

-YO: nada mujer, que por lo visto las mujeres me huyen hoy.- me miró sin entenderme del todo.

-DANI: su tu querer, yo follar ahora.- la miré sorprendido, la forma tan natural con la que lo decía parecía que se ofrecía a sacarme la basura y no a sexo. La miré dubitativo, más que nada por que parecía que los astros se habían aliado en mi contra, pero si la tomaba así, no seria diferente al resto y la había hecho una promesa de no tocarla ni pedirla nada hasta que ella quisiera.

-YO: no, ya te dije que tu decides, y no te ofendas, no creo que este a la altura de lo que necesito.- se encogió de hombros y se marchó como si nada.

Rebusqué en una vieja agenda el número fijo del gim de Eli donde me había adiestrado en las artes del amor.

-RECEPCIONISTA: Hola, buenos días, aquí Eli sports 1, ¿en que puedo ayudarle?- me sorprendió no oír a Eli, cuando estaba allí siempre lo cogía ella y menos tenia para una recepcionista, sabia que desde mi marcha le habían ido bien las cosas, pero como con todas, había perdido contacto durante esos 2 años de noviazgo con Ana.

-YO: si, hola, buenos días, preguntaba por Eli- se hizo un silencio incomodo.

-RECPECIONIISTA: ¿quien?

-YO: Eli, Elisabeth vamos, la jefa.- soltó una carcajada.

-RECEPCIONSTA: lo siento señor, la señorita Elisabeth no atiende al teléfono, es una señora muy ocupada como para andar contestando a cualquiera, dígame en que puedo ayudarle y le complaceré.

-YO: creo que no lo entiende, soy amigo suyo, y no la localizó.

-RECEPCIONISTA: puede concertar una cita si lo desea, dígame su nombre y ya le llamaremos cuando haya una hora disponible.- pareció ni escucharme, mascando chicle sonoramente.

-YO: esta bien, dígale que Raúl, su GRAN amigo, la anda buscando, dígaselo así y ella sabrá quien soy.

-RECPECIONISTA: esta bien, así se lo diré, pero le advierto que es una persona muy ocupada y no toleraremos que se gasten bromas.- me colgó bruscamente.

Me tumbé en la cama y me eché a reír de impotencia, al rato acudí a la cocina totalmente desnudo con Dani terminando de recoger sus cosas para irse, sin disimulo me miró la polla y se despidió con un abrazo cálido y un beso en la mejilla, bebí algo pensando la locura de situación, Eli misma me había llamado desde ese móvil hacia 1 mes al enterare de mi ruptura, ¿y ahora estaba cortada la línea?, comí algo decente y puestos a esperar, decidí retomar mis rutinas de ejercicio, cogí la bici, me puse el móvil en una funda para ir escuchando música y salí a dar una vuelta, se me notaba enquistado, los músculos se desperezaban y sentía como me costaba seguir un ritmo de pedaleo, estaba en baja forma, el mes de inactividad me paso factura, regresé a la hora y media a casa dándome un chapuzón en la piscina desnudo, cuando oí sonar el teléfono en el salón, como un rayo salté del agua y entré en el salón salpicando agua y con mi rabo dando vueltas, me costó sacar el móvil de entre la ropa de deporte, cuando por fin descolgué.

-YO: ¿si? – respondí respirando agitado.

-ELI: ¡¡¿que tal esta mi GRAN amigo?!!- gritó con alegría.

-YO: desesperado por verte, ¿que narices le pasa a tu móvil?

-ELI: nada, que como ahora soy famosa he tenido que cambiar de numero.- me quedé a cuadros.

-YO: ¿famosa de que?

-ELI: ¿no te acuerdas?, ya te lo dije la última vez que hablamos, hace 1 mes………

-YO: lo siento, hace 1 mes no estaba en mis cabales.

-ELI: ainsssss pues busca Eli sprots en Internet o las mañanas con Eli, y te enteras…..¿que tal tu?

-YO: mucho mejor, y recuperado, aunque ando algo atontado, me vendría bien quedar con una vieja amiga como tu para charlar.

-ELI: por supuesto, cuando quieras, ¿donde estas? que te paso a buscar con el coche – sonreí al ver su predisposición.

-YO: déjalo, ya voy yo con el mío, ¿donde?

-ELI: pues en el gim nuestro………..vamos en el que estuviste conmigo, ¿te vienes ya? Es que estoy liada pero luego tengo un rato..

-YO: si quieres……..

-ELI: claro tonto, vente pero si me ves ocupada espérate un rato que tengo trabajo aquí, ¡¡un beso y hasta ahora!!- sonó a autentica felicidad.

Me di una buena ducha, quitándome los pelos del pecho, no quería aparecer ante ella descuidado, me vestí con un pantalón de gimnasio ajustado pero sin slip, con la polla colgado y marcándose claramente al moverme, con una camiseta encima y nada mas, tal como iba a su gim, para establecer una conexión directa con ella según me viera y recordara aquellos tiempos, Eli era quien me lo había enseñado todo, al menos las bases de las que fui aprendiendo por mi cuenta, si iba a por ella tenia que tener esos detalles en cuenta, aunque era mas un juego que otra cosa, la iba ha hacer una demostración, estaba seguro de que solo con pedírselo nos acostaríamos sin que pusiera objeción alguna. Hice algo de tiempo mirando lo que me dijo en Internet, resultaba que su cadena de gimnasios se había expandido, y no 2 o 3 en Madrid, si no por toda España, tenia centros nuevos en Barcelona, Bilbao, Sevilla, Valencia y algunas ciudades mas, se había extendido como la pólvora y al ver la pagina web lo entendí, Eli llevó aquel ligero erotismo en sus clases para atraer clientes, a un nuevo nivel, parecía un pagina erótica o porno mas que de un gim, llena de hombres musculosos con el torso desnudo sudando y haciendo ejercicios, o de mujeres con poco mas que un biquini encima, exuberantes y sensuales agitándose ante la cámara. Cuando busqué “Las mañanas de Eli”, me harté de reírme, le habían dado media hora en una televisión nacional por las mañanas, dentro de esos matinales de 4 o 5 horas donde se hablan de política, salud y sociedad, le dejaban dar una clase rápida con “sus métodos”, ella misma salía en directo acompañada de 2 o 3 monitores/as y de algún colaborador del programa que hacia el tonto pero Eli aprovechaba para explicar lo sencillo y fructífero de su estilo de entrenarse. Todo muy creíble y bonito hasta que te dabas cuenta de que Eli hacia exactamente lo mismo que cuando la vi por 1º vez, si, las rutinas eran ejercicios, pero con el paso de los minutos se volvían eróticas y sensuales, Eli y su escote abierto o su trasero ceñido en ropa elástica de deporte eran consumidos por la cámara, y cuando no era ella, era uno de los monitores, un negro con una musculatura espectacular, hasta yo quedaría en evidencia delante de el, y como no , con la polla bien marcada en el pantalón corto, era grande y vistosa. Enmarcado en un programa de sociedad y salud, tenían picos de audiencia enormes en esos minutos, todos sabían lo que Eli hacia y a todos les parecía bien, y como tal, su popularidad había aumentado.

¿Que por que no me había enterado de anda de esto? muy fácil, ese matinal empieza a las 9 y Eli entraba a las 10 de la mañana, hora en la que siempre he estado dormido, follando o trabajando. Mientras me bestia, me llamo mi madre, por onceava vez me daba la charla sobre lo ocurrido con Ana tratando de sonsacarme, el tema de cortar con Ana así paso a 2º plano en el momento en que la dije que me quedaba el ático, no a vivir si no en propiedad. Lo de Ana fue un interrogatorio, pero averiguar como, o por que, era el dueño del piso, fue peor, ni la SS, trataba de hacerla ver que ya me dio el coche, y ese piso era otro regalo, pero no colaba, tarde o temprano tendría que inventarme una excusa mejor o decirla la verdad, estaba empezando a elaborar teorías descabelladas y en ninguna salía bien parado, pero tenia otras cosas en la cabeza.

Cogí mi coche, el de lujo que me regaló Eleonor por Navidades, al ponerlo a mi nombre entonces, ya era mío aunque se fuera, total, tenia otros 7 coches iguales, o mejores, y no sabia conducir, no la importó ni la oí nombrarlo. Acudí al gim teniendo que aparcar lejos, casi en el parque por el que tuve mis revelaciones en su día, relamiendo ante lo que había visto, Eli no solo se conservaba genial para sus 38 años, si no que por la TV me pareció mas guapa y mas exuberante. Había una cantidad de gente enorme agolpada cerca del gim, incluso prensa y luces de cámaras, me tuve que abrir paso hasta la entrada donde 2 gorilas impedían el acceso a la masa de gente, me presenté como Raúl, como me advirtió Eli en un SMS, y me dejaron pasar, subí a las ala donde había pasado 1 mes “entrenándome” con ella, no sin esfuerzo, había gente por la escalera y los pasillos, al llegar a la sala entré con cuidado, estaban haciendo un reportaje con Eli respondiendo amablemente a unos reporteros con un grupo de gente a su alrededor, haciendo fotos y con micros por todos lados, la sala estaba rodeada de conocidos de los clientes, que estaban dando una clase, mas ornamental que real, dirigidas por el negro de la TV, que hacia mas ruido que indicar.

Esperé calmado sonriendo al ver la atención que generaba Eli, aquella mujer que cuando acudí a ella estaba a punto de cerrar el gim por las deudas, ahora salía en la TV y era considerada la nueva gurú de la salud del país, con una docena de locales por todo la nación. En mitad de la entrevista, un reportero de la competencia de su programa, con algo o mucho de malicia, la dijo que por que no les hacia una demostración de una clase delante de todos, pero mas que una petición fue una encerrona, ella no estaba lista, ni preparada, estaba pillada al no esperárselo y sonriendo mantenía la compostura, les indicaba que su compañero lo hacia muy bien, pero era mentira, y era obvio, era una pantomima para que se viera algo de movimiento detrás de ella en la grabación, y el reportero lo sabia, buscó sangre insistiendo con muy mala leche, tono hiriente y algo obstinado.

-PERIODISTA: ¿acaso la reina del gim es solo un cuerpo bonito que no sabe lo que hace?- el silencio llenó un segundo la sala, ni el periodista amigo de la cadena donde salía tenia replica a aquello y Eli mostraba tristeza en los ojos, sonreí, no sabéis cuanto, llevaba mucho, no se cuanto en realidad, sin hacer el ganso.

-YO: ¿que le parece si damos la clase juntos?- me adelante al resto de gente que espera ávida de carnaza social, al instante 4 reporteros se me echaron encima, pero solo miraba a Eli, que se volvió con asombro y algo de alivio, al reconocerme se puso roja y se eché a reír.

-PERIODISTA2: disculpe ¿y usted quien es?

-YO: soy un antiguo cliente de Eli, yo era un gordo asqueroso que no se tenia el menor aprecio, pero entonces entré aquí y salí siendo el hombre que soy ahora y todo gracias a ella.- la señalé para dar mayor fuerza al momento, lo dicho no era del todo falso, ni del todo cierto, pero bastaba para ser creíble.- si tengo que dar la clase con ella para que veáis como funciona, lo haré.

Para cuando terminé de hablar la mitad de las mujeres de la sala ya tenían clavada su mirada en el bulto de mis pantalones, para cuando el periodista enemigo asintió con ira al frustrarse su ataque, y plantarme delante del negro con la mano extendida pidiendo que Eli me acompañara, todas las miradas, hombres incluidos, se centraron en mi, Eli podría haberse vestido de camionero y hacer malabares, que daría igual, yo seria el centro de atención, asumí esa carga para que si ella fallaba, nadie se diera cuenta. Hice unos ligeros estiramientos en articulaciones mientras Eli se ponía a mi lado quitándose la chaqueta deportiva y quedando con un top ajustado y escotado, unos leggins negros que eran una 2º piel, y su eterna coleta, me abrazó dándome un beso en la mejilla.

-ELI: gracias – me susurró al oído, era tan evidente lo que había echo como que su audiencia la veía por el morbo y no por el ejercicio, pero de nuevo era una verdad incomoda tapada con una farsa cómoda, yo y mi marcada polla enorme en el pantalón eran la atracción.

Salté hacia atrás encarándome al resto de personas que hacían los ejercicios de forma lamentable, mandé al negro, valga que es descriptivo y no denigrante, a poner la música que Eli usó cuando estaba yo, y ocupé su lugar, con Eli a mi lado, di fuertes palmadas y me encaré con varios chavales y mujeres para pedir que se activaran y que se lo tomaran en serio, ver a un tío de 1,94 y 92 kilos de músculos gritándote con rostro rudo, pone serio a cualquiera. Cuando estuvimos en posición Eli reconoció la primeras notas, al igual que todos, habrían echo esa rutina mil veces, hice la cuenta taras y comenzamos, como montar en bici, al 2º compás todos clavaban los movimientos, el periodista amigo hizo su trabajo y fue arengando a los demás y los aplausos y gritos de animo fueron llenando la sala hasta casi tapar el sonido de la música, pero no hacia falta, Eli clavaba los tiempos y yo la seguía con seguridad, tenia su cuerpo y sus gesto clavados a fuego en la memoria, había devorado su cuerpo con los ojos durante un mes, con solo ver moverse un músculo en su pantorrilla ya sabia que tocaba a continuación, fue tan divertido que no me di cuenta de que había fallado en un par de gestos con los brazos, miré al periodista enemigo que se disponía a abrir la boca pero entonces me salí de la formación pidiendo disculpas, haciendo gestos claros como si hubiera sido la camiseta la que me limitaba los movimientos, me la quité pausadamente y de forma sensual, las palabras y silbidos de las mujeres se elevaron por encima de todo, un millar de flash de las cámaras saltaron a su vez, y hasta Eli me aplaudía con la boca abierta, veían un torso trabajado, la tableta marcada, los pectorales grandes y llamativos y unos brazos bien definidos, no era una maquina de músculos como el negro, venas hasta casi reventar y con los mollas sobresaliendo de forma antinatural, no, era mas atractivo, mas definido y por los suspiros que me llegaban, mas sensual. Eli me volvió a abrazar.

-ELI: gracias de nuevo.

-YO: tú continúa y reza por que no vuelva a meter la pata, la próxima será quitarme los pantalones y no llevo nada debajo.- mascullé con sorna.

-ELI: lo se, trata de no fallar, aunque hace tanto tiempo que igual deberías ir bajándotelos………..- su ironía me sacó una carcajada.

Clavamos el final de las rutinas y entre aplausos comenzó la de los bailes, Eli y yo lo hicimos de lo mas natural, bien agarrados y dando giros sin parar, los cambios de música empezaron y con ellos los cambios de pareja, sobra decir que las primeras veces 4 o 5 de las mujeres, de todas las edades entre 17 y 58, se pegaban por mi, pero se fue haciendo mas ameno, mi pecho desnudo y sudoroso las atraía como miel a los osos, me acariciaban y se frotaban con descaro sintiendo mi polla en reposo entre sus muslos o en su vientre o entre sus nalgas, yo bailaba y me reía sin parar, al finalizar Eli y yo terminamos la rutina juntos con un baile avanzado que solo unos pocos imitaron, aun los recordaba de mis últimos días con ella, giros, alzamientos de ella, posturas, todo acompañado de aplausos y mas jolgorio, al acabar le ofrecí mi mano a Eli como las parejas de baile profesional, la cogió encantada y nos dirigí delante el periodista enemigo que estaba rojo de ira a punto de estallar, sin mas, hice un amplia reverencia con el torso, acavada la obra de teatro, con todos en pie, Eli me siguió con algo de reparo.

-REPORTERO: y aquí termina una de las famosas clases de Eli, esta vez dirigida por ella misma, dando una clase magistral de que el esfuerzo y la diversión, no tienen que ir separados.- su forma de hablar era tan tediosa y rimbombante como tenia que ser, para cerrar el reportaje.

Eli comenzó un pasamos despidiéndose de la prensa y de los participantes de la clase, haciéndose fotos y firmando autógrafos, el negro le trajo un toalla, estaba empapada en sudor y brillaba bajo los focos, preciosa, pero descubrí que lo que dicen de que la TV engorda era cierto, la voluptuosidad que había visto en los videos no era real, Eli seguía escuálida, con un cuero apetecible pero cincelado a base del ejercicio, si dejaba de hacerlo o cogía algún kilo no era tan joven para que fuera terso y bien colocado. Un grupo de mujeres fueron a por mi, he hicieron lo mismo, fotos, besos y como no, mas papelitos y números de teléfono, no me dejaban ponerme la camiseta ni secarme el sudor, así que tenia la camiseta echa un trapo encima de un hombro mientras charlaba con ellas para hacer tiempo. Al final se fueron todos, la ultima una cría de 17 años roja de calor y excitación que no lograba quitarme de encima hasta que Eli apareció en escena, nos fundimos en un cariñoso abrazo y la cría entendió que no había sitio para ella allí y se fue. Estaba de pie con Eli casi colgando de mi cuello, hasta el punto de doblar las 2 piernas en el aire, su coleta colgaba haciéndome cosquillas en los brazos, para cuando nos separamos solo en negro estaba de fondo recogiendo la sala.

-ELI: ¡¡ bueno que pasa!! , mírate estas hecho un “mazicorro” – me abrió lo brazos para admirar mi torso.- casi ni te he reconocido.

-YO: gracias, una pequeñas rutinas y mira, si es que donde hay buen material….

-ELI: claro, seguro que no tendrá nada que ver lo que aprendiste aquí, ¿no?- guiñó un ojo con celo, haciendo el gesto de que nos sentáramos en un par de sillas cercanas.

-YO: bueno, algo………. ¿y todo este follón?

-ELI: ya te dije que estaba liada, últimamente estoy rebotando de un sitio a otro, y no paro de trabajar.- se puso de morros haciendo ver cierto hastío.

-YO: no me extraña, ya he mirado algo, ¿que te va de cine no?

-ELI: si, la verdad es que no me puedo quejar, he ido abriendo mas centros y luego lo de la TV una locura, pero todo gracias a ti.- me sacudió la rodilla con cariño.

-YO: ¿y yo que he hecho ahora?

-ELI: desde que la duquesa y la hija del alcalde venían a mis clases, se empezó hablar de mi y muchos círculos, no daba abasto con las solicitudes, y al final tuve que expandirme, la duquesa se ha portado bien conmigo, no solo pagó el año entero de alquiler de aquí, si no que me ha estado apoyando como socia todo el tiempo.

-YO: ¿y lo de la TV?

-ELI: pufff, un locura, cuando fui a Barcelona a inaugurar un centro, una de las primeras chicas era la hija de un productor de TV, un día que su mujer no pudo llevar a la hija, fue el quien la trajo, y desde entonces no se perdió una sala de mis “clases”, hablamos y charlamos, se le ocurrió la idea de probar a ver como sentaba a la audiencia, claro esta, me tuve que acostar con el para “impulsar el proyecto”, pero después de las audiencias ya no hacia falta, y así estoy, trabando y viajando como una esclava.

-YO: me alegro mucho por ti, y de verte- ya era suficiente cháchara, yo estaba allí por sexo.

-ELI: pues anda que yo a ti, me has salvado de un buen apuro.

-YO: ¿te andan chinchando los de la competencia?

-ELI: no lo sabes tu bien, les he tenido que demandar y todo para que dejaran de seguirme, y ni aun así, me extraña que no hayas odio nada, me dedican horas en los programas rosas.

-YO: no veo mucho la TV la verdad, y menos esos programas.

-ELI: mejor para ti, pero esa es mi vida ahora, hasta me han ofrecido hacer una sesión de fotos y una portada de una de esas revistas eróticas, mi representante me ha dicho que me niegue, me haga la dura y la ofendida, así dentro de unos meses me ofrecerán mucho más dinero.

-YO: no, si te veo en los Oscars en breve jajajaja- la cogí de la mano y la di un beso en ella, torneó los ojos de forma dulce.

-ELI: ya basta de mi, ¿y tu que tal, andas mejor?- se refería a mi ruptura.

-YO: pues si, la verdad, lo he pasado mal, pero ya pasó, o eso creo.

-ELI: ¿y que pasó?, si puedo preguntar, parecías feliz con ella.- mi cara se entristeció.

-YO: pues que confié en ella ciegamente, y ella no lo hizo en mi, aparte de que pensando en como fue todo, aquello no tenia sentido, fuimos muy rápido y demasiado lejos para chicos tan jóvenes, la cosa se descontroló.

-ELI: vaya lamento oír eso –su forma de decirlo denotaba que no era cierto, estaba encantada de tenerme allí – si puedo hacer algo para ayudarte, sabes que estoy aquí para lo que necesites.- una lagrima resbalaba por mi mejilla, me la secó con un dedo alzando mi rostro, y me abrazó fuerte, quedándose así unos segundos.

Al separarnos lentamente me besó en la oreja, luego en la mejilla, y mas tarde al quedar cara a cara, me besó en los labios con ternura, queriendo sanar mi pobre corazón con su cariño, se separó lentamente y abrió los ojos, me clavó su mirada tierna y yo no aguanté mas, y se me escapó una carcajada corta, Eli me miró confundida, pero luego abrió los ojos y la boca sorprendía, me sacudió una palmada en el hombro.

-ELI: ¡¡¡serás cabron!!! Casi me la cuelas- rompí a reír grotescamente.- que mamón, ha sido de manual y me la he tragado.

-YO: soy buen aprendiz eh….- esquivaba y resistía una lluvia de manotazos furiosos de Eli, que se había dado cuenta al fin.

Desde antes de salir de mi casa había seguido paso a paso sus consejos, 1º sorpréndela, no deje que viniera ella a mi casa si no que fui yo a por ella, 2º analiza y estudia, la situación con el periodista me fue al pelo, 3º ayúdala en lo que necesite, se su héroe, había salvado la clase con soltura, y 4º, muéstrate sensible y sentimental, usar la baza de Ana me pareció creíble y en parte, era cierta. Todo pensado para que Eli se sintiera sorprendida, agradecida, complacida, en deuda y por ultimo con un pájaro herido al que desear curar entre las manos.

-ELI: eres un mamón, ¿como te atreves ha hacerme eso a mi? ¿Acaso Ana era tan poco? – cesó su vendaval de golpes.

-YO: lo siento, pero trato de pasar pagina, solo quería divertirme un poco, ¿que te ha parecido?

-ELI: no ha estado mal…….- le restó importancia, pero nunca sabré hasta donde hubiéramos llegado sin que se diera cuenta si no se me hubiera escapado aquella carcajada.-…..pero del todo inútil, no hacia falta que usaras trucos para………- paso su mano por mi muslo, peligrosamente cerca de la punta de m rabo marcada bajo la tela.

-YO: ya lo suponía, pero no tendría gracia si fuera fácil.

Pasamos casi media hora mas charlando y esta vez si contándole todo lo que me pasó con Ana, Eleonor y las demás, necesitaba desahogarme con alguien y Eli era la única con quien podía hacerlo, luego entre risas ayudamos al negro a terminar de recoger todo, al contarle lo de la llamada a su recepcionista la tuve que parar para que no la despidiera por teléfono allí mismo, Eli tenia un carácter colérico cuando se ofuscaba, aun tenia en la retina la imagen de Carla, su amiga, o ex amiga, que trajo en mi aprendizaje y que castigó al intentar follar conmigo si su permiso, metiéndola un consolador descomunal por el ano y dejándola así bastante tiempo, provocándola un repentino efecto estatua, y que no volviéramos a verla. Después la invité a cenar, bueno, se lo propuse, al final pago ella, charlamos de vanidades y ella bebió alguna copa de mas, y fue tedioso al ser interrumpidos constantemente por personas que la reconocían y la pedías autógrafos y fotos. Parecía muy interesada en mi vida sexual, la suya era simple, tenia un ritmo de vida que no la permitía estar mucho tiempo en un sitio, y cuando emergió el negocio dejó de dar clases “extra curriculares” de sexo para dejarlo en manos de sus monitores de confianza, salvo polvos con el negro cuando la lujuria la llenaba, o algún calentón repentino, no tenia mas.

Para cuando terminamos de cenar y dar un paseo hasta mi coche, ambos ya teníamos mas que claro que íbamos a follar, ya en el camino a mi casa Eli acariciaba mi brazo con dulzura, sin dejar de mirarme con ojos llenos de fuego y mordisqueándose el dedo anular de la otra mano, esa dulce sensación de ansia en el coche, en silencia, dedicándonos miradas ardientes y sonrisas picaras, sabiendo los 2 lo que iba a ocurrir, me tenia la polla a reventar, y sin slip sobresalía de forma grotesca, me la tenia que acomodar a cada instante para no darme con el volante, y ella se reía, no dejaba de reírse y de cruzarse de piernas de forma sensual, acomodándose de forma erótica el cinturón de seguridad. No cruzamos una sola palabra, ni siquiera cuando vio el bloque de lujo o ante el ascensor, parecía impresionada pero solo lo aprecia, no lo demostró ni por un instante, simplemente se agarró de mi brazo y no dejaba de frotarlo, una vez dentro del ascensor se puso delante de mi, rodeándonos con los brazos me sujetó la cabeza para darme un firme y refrescante beso.

-YO: te he echado de menos.

-ELI: mientes fatal.

-YO: ¿en que miento?

-ELI: no me echas de menos, quizá si, pero no estoy aquí por eso, me has traído para desquitarte.- sonrió levemente, con algo parecido a la pena en los ojos.

-YO: te he traído por que te necesito.

-ELI: lo se.- me volvió a besar con dulzura, de forma sonora.- y yo a ti.

Acarició mi pecho por encima de la camiseta tirando de mi nuca para besarla, le sacaba cabeza y media, se tenia que poner de puntillas pese a agacharme, la ayudé elevarse apretando su espalda contra mi y elevándola por mi cuerpo, mientras nuestras lenguas tenían una pequeña batalla, girábamos nuestras cabezas y abría los labios a su ritmo, ella cerró los ojos desde el principio, yo empecé como con todas, mirándola, pero ella me enseñó casi todo y por ende, al rememorar sus besos cerré los ojos y disfruté de la pasión que se estaba iniciando, cuando sonó el “ding” del ascensor al llegar al ático ella dio un salto y se me subió encima, la sujeté de los muslos y entre risas y caricias avancé hasta la puerta, me costó un mundo abrir la puta puerta, tenia a una gata salvaje subida encima apoyada contra ella, al abrir casi se me cae al suelo, pero se agarró bien al cuello y poso suavemente los pies en el suelo, acarició mi rostro antes de darme un ultimo beso y darse la vuelta, esta vez si, su rostro reflejo cierto asombro.

-ELI: madre mía, ¿esta es la casa que le levantaste a esa ricachona?

-YO: no esta es otra……….en realidad tengo 8 mas así por todo el mundo…..- la sorna era evidente.

-ELI: ¿tienes algo de beber?

-YO: tengo algún de refresco en la nevera…….- de golpe me sentí estúpido al verla reírse.

-ELI: jajajaja no tonto, digo vino o champan……..- sonreí para disimular, tan centrado estaba en su cuerpo deslizándose por la entrada que no había prestado atención.

-YO: ya sabes que no bebo, hay algunas botellas encima de la nevera, Eleonor no se las llevó, no se que son.

Fuimos a la cocina y tuve que estirarme para alcanzarlas al ver como Eli daba saltos de forma graciosa sin alcanzarlas, baje un par de botellas, tenían algo de polvo, y se las fui pasando, su cara de asombro fue tremenda.

-ELI: pero esto es un Rioja de 300€ y esto un blanco francés, esta de 700€ no baja……..- me las enseñó por si no me lo creía, asentí encogiéndome de hombros, se de vinos lo justo como para saber que eran buenos y poco mas.

-YO: pues a ver si están malos ya, tiene pinta de llevar ahí mucho tiempo.- soltó otra carcajada que me volvió a hacer sentir tan estúpido, o mas, que antes.

-ELI: no, cielo, estos vinos cuanto más tiempo pasen mejor, anda busca un sacacorchos que esto tiene que respirar.

Entre los cajones de la encimera encontré uno, se lo di y con ojos de aprendiz vi como hundía la punta y sacaba el corcho con una habilidad que me pareció increíble, la bajé un par de copas elegantes y nos fuimos al salón, nos sentamos en el sofá mientras dejamos la botella del Rioja abierta y el par de copas una a cada lado en la mesa, al sentarse Eli se clavó un trozo de madera saliente y dio un respingo.

-ELI: ¿que le pasa al sofá?

-YO: nada, que un día se me fue la cabeza y le rompí un par de tablas, tengo que cambiarlo…….- lo había pensado pero un sofá costaba bastante y la verdad es que lo usaba poco.

Hábilmente aprovechó la coyuntura para, quitándose la chaqueta de deporte quedando solo con un sujetador deportivo, sentarse pegada a mi, con el torso vencido sobre mi lado, pasé mi brazo por encima de su hombro, ella rozó con su mano en mi pecho y fue subiéndola por mi cuello y mi cara hasta que nos fundimos en un beso pasional, mientras ella frotaba su pecho contra mi costado, una mano jugaba con el cabello de mi nuca y la otra se apoyaba en el sofá para elevarse, yo acariciaba su espalda con una mano mientras la otra fue a su cintura, apretándola contra mi obligándola a doblar la espalda de forma sensual, estuvimos así unos minutos, probando nuestros labios y lenguas con un brillo especial en los ojos cuando parábamos a respirar, sirvió un par de copas, y pese a mis reticencias, probé la copa por su insistencia, ella pareció elevarse a los cielos al primer sorbo, lo saboreó con gusto y sonrío tapándose la boca con la mano, me volvió a insistir y ahora si, después de olerlo por encima y sentir un dulzor atractivo en la nariz, me mojé los labios. De pequeño mi madre dice que me pilló con 3 años sentado frente a la nevera bebiendo un brick de vino barato del que usaba mi padre en las comidas, desde entonces y salvo algún botellón con los amigos donde solo bebía calimocho, (una bebida típica mezcla de cola, vino, un toque de algún licor de frutas, ya sea mora o manzana y con muchos hielos.), siempre bañado en mucha mas cola que vino, no había tenido mas contacto con esa bebida. Al sentirlo en la boa de inmediato noté la diferencia entre el vino de brick y uno de alto nivel, era fresco, especiado y con un sabor a madera nada desagradable, aun asi al beberlo encogí el rostro y sacudí la cabeza al tragarlo, no podía negar que tenia un buen sabor, tampoco que no me gustaba.

Fue mejor ir probándolo de los labios de Eli, que intercalaba besos con sorbos, a media botella ya tenia a Eli subida encima montándome con una amazona, se había soltado la coleta y una melena caía hasta cubrirla lo pechos con dificultad, seguía con una copa en la mano bebiendo y frotando su pelvis contra mi polla tiesa a punto de romper la tela de mi pantalón, me quitó la camiseta y mientras llevaba su cadera de adelante a atrás friccionando con todo el largo de mi rabo, acariciaba mi pecho con la mano libre de la copa, yo acariciaba sus mulos desde la rodillas hasta los glúteos, aferrándome a su culo y acariciando de forma circular, aun recordaba que eso la ponía a 100, y cuando lo hacia se le ponía una sonrisa enorme, a la 3º vez se quitó el sujetador deportivo, tan prieto era que al sacarlo sus pechos rebotaron de forma deliciosa, cayeron unos centímetros, la edad podía mas que el ejercicio, pero aun así era apetecible, se tumbó sobre mi pecho besándome y llevando una mano a mi entre pierna, iba acariciando mi polla con suavidad, apreté su culo con fuerza para elevar su torso y en vez de besar sus labios, besar sus senos, los pezones erectos como estalactitas de hielo, al lamerlos oí su gemido, el ritmo era lento peor era un ritmo de sexo, se frotaba contra mi mientras yo masajeaba su trasero me comía sus tetas con dedicación militar, de alguna forma metió su mano por dentro del pantalón y estaba haciéndome una paja muy leve, mas bien solo pasaba sus dedos por la punta tirando de la piel hacia atrás, saboreando sus labios de nuevo. Pasados unos minutos se puso en pie y me dio la espalda para servirse otra copa, empecé a pensar que estaba bebiendo demasiado, tenia las mejillas coloradas y no sabia si era por mi o por el Rioja, dejé de pensar cuando de forma sensual y lenta se fue quitando los leggins o el pantalón elástico deportivo, lo fue enrollando y agachándose sin doblar las rodillas regalándome y una visión espectacular de su trasero, y del tanga rojo fuego que separaba sus nalgas, me alcé pera besar y acariciar aquellas pierdas de mármol, abultadas y redondas, pero duras y firmes, no me resistí a darla un cachete fuerte dejando que mi mano quedara plasmada en su nalga derecha, pero la carne apenas se movió.

-ELI: dios, ten cuidado, eso duele.- contorsionó su cuerpo para acariciar mi pelo mientras besaba y trataba de morder aquel culo, era como un perro intentando morder un balón de baloncesto, la piel era tan dura y firme que no se doblaba como para poder enganchar con los dientes.

-YO: eres preciosa.- sonrió con ira.

-ELI: no necesitas adularme para calentarme, solo fóllame como mejor sepas.- al oír eso me levanté y la rodeé con los brazos, agarrando sus tetas, masajeando con fuerza.

Seguí con mi cadera los giros que hacia Eli, mientras la besaba del cuello apartándola el pelo y continuaba trabajando con mis manos sus senos. Ella reía, gemía y bebía de la copa indistintamente, la aparté la copa de la mano y la dejé en la mesa, dándola vuelta para que quedar de frente a mi.

-YO: ¿por que bebes tanto?

-ELI: no lo se.

-YO: no me engañas, todo tiene un motivo, si no, no pasaría, eso me enseñaste.- sonrío orgullosa, y me besó con lujuria, luego me abrazó, susurrándome al oído.

-ELI: por que ahora me vas a follar y aun tiemblo cada noche al acostare recordando la ultima vez que me hiciste el amor, no puedo apartarte de mi mente, cada vez que me penetra alguien cierro los ojos y te imagino a ti, ya me pasaba antes, cuando dejaste el gim, incluso el negro y su buena polla no han logrado que te olvide, entonces soñaba con ese mes, ese mes en que fuiste mío y donde me enamoré de ti, y tonta de mi te deje ir, luego después de que aquella estudiante te diera la droga africana y en ese mismo gim me follaste hasta desvanecerme, y a la cubana también, pero cuando estuvimos con Madamme, en aquella cutre habitación de hotel, donde destrozaste a aquella chiquilla, y luego le abriste el culo a la Madamme hasta hacerla pedir auxilio, y aun así después exigiste que fuera tuya, y me partiste en dos como a una colegiala novata, hasta que sentí que nos fundíamos en uno solo, desde ese día me masturbó a diario pensando en ti, no quiero, se que es estúpido, has estado 2 años alejado de mi y aun así al saber que me habías llamado me dio un vuelco el corazón, al oír tu voz he sido mas feliz que en mi vida –cambio el tono lascivamente, mordiendo el lóbulo de mi oreja, – y al verte en el gim he mojado las bragas como un virgen.

Fue un discurso que tenia en la cabeza, habría pensado en el cientos de veces si era verdad aquello, en el momento en que me tuviera delante otra vez, no lo sabia, si, creía que teníamos cierto nivel de amistad, pero ella me lo había ensañado todo, era mi “maestra”, nunca pensé en que seria yo el dominante de la relación, que la tendría así, esperándome como si hubiera ido a la guerra y cogiera el papel de esposa devota, ansiando mi regreso.

-ELI: ¿no dices nada?

-YO: ¿que puedo decirte?- se separó lo justo para cogerme de la cara y sonreír de forma falsa.

-ELI: jajajajaja casi te la cuelo eh……..- reí por seguirle la broma.-……..te la he devuelto jajajjaja- si, tal vez quiso hacerlo así, la dejé pensar que me había pillado, y era cierto.

No tenia palabras, pe ro mientras su cara decía una cosa sus ojos decían otra, no soy tan tonto como para creer que una mujer como ella estaría mirando por la ventana día y noche por si iba a verla, pero sin duda había ocupado gran parte de sus pensamientos en esos 2 años, y de las primeras lecciones que me dio Eli fue que si vas a mentir en una relación añádele tanta verdad como sea posible, así será mas creíble, y sin estar seguro del todo, sabia que ella estaba haciendo lo mismo.

Dejé las elucubraciones al sentir sus labios en mi cuello, y sus manos metiéndose por dentro del pantalón en mi trasero, hacinado fuerza y arrodillándose a la vez que lo bajaba, mi polla saltó como un resorte golpeando con fuerza uno de sus brazos, me la agarró con ambas manos estrujándola y triando de la piel hacia atrás, si me faltaba algo por endurecer, un 1º lametón al glande me la puso a de piedra, se le escapó una sonrisita mientras masturbaba despacio.

-ELI: dios mío, había olvidado lo grande que parece.

-YO: pero la chupabas bien.- alzó la vista con orgullo y lujuria.

De un gesto constante y lento fue metiéndose la polla poco a poco en la boca, cuando se atragantaba paraba, pero no retrocedía, se acostumbraba y continuaba, le costó no vomitar pero ¾ de polla entraron en su gaznate, al salir tomó aire y un río de babas me bañaba el pene de arriba a abajo, con varios hilos haciendo de puente entre mi glande y su boca, roja y congestionada lamió y chupó hasta dejarla limpia de nuevo, trabajando el tronco y lamiendo los huevos con esmero, con una masturbación constante, me estaba matando, salvo Madamme no había otra que la chupara igual, cuando se dedicaba al grande su lengua era un pecado, y un truco con los dientes, pasarlos como si mordiera una fresa, como un incauto la dejé hacer mas de 20 minutos, donde se esforzó en no aparentar un dolor en la mandíbula terrible, pero logró su premio, sujeté su cabeza y eyaculé fuertemente notando como los chorros golpeaban en su garganta y la hacían toser, pero sin separar sus labios fue dejando que la llenara la boca y aun vez terminado, chupar como un helado hasta sacarse mi polla de la boca, sacó la lengua mostrándome parte de mi semen, se relamió con obscenidad y se repaso los labios con los dedos riendose, antes de tragárselo todo. La cogí de los brazos y tiré de ella para ponerla de pie, la besé con furia doblándole la espalda, saboreando los restas de mi leche con el olor a Rioja.

-YO: ¿como sabe la mezcla?

-ELI: es un sacrilegio estropear el vino así, pero tu semen esta bueno. ¿Hace cuanto que no te corres?, por que vaya cantidad, casi me ahogo, si lo se no ceno jajajaja- la carcajada fue de lo mas natural en ambos.

-YO: pues esta mañana me ha ayudado una enfermera, y ayer por la tarde a decir verdad, pero antes de eso, casi mes y medio.

-ELI: sin sexo, pero alguna paja habría caído……

-YO: pues la verdad, no lo se, puede que si, pero si pasó, no lo recuerdo.- era cierto y no haría el esfuerzo en recordarlo, me parecía vergonzoso reconocerlo.

-ELI: pobre mío, el atasco que debes de tener, deja que te ayude.- me agarró la polla de nuevo y con dos besos largos ya estaba empalmado de nuevo.

-YO: antes deja que iguale el marcador.

Me aparté y deje que Eli se pusiera a 4 patas sobre el sofá, me arrodillé tras ella y plante una mano en cada nalga, separándolas lo mas posible, solo con eso gimió de gusto, al quitarle el tanga y meter mi lengua en su coño casi le da un patatús, con un dedo frotaba los labios mayores mientras mi lengua repasaba cada recóndito lugar de su coño, al localizar el clítoris estuve 5 minutos lamiéndolo y chupándolo, sacándola gemidos y oyendo como golpeaba el respaldo del sofá, de nada la sirvió cuando mis dedo la penetraron y buscaron su punto G, allí comenzó a mover su cuerpo al ritmo de mis dedos, retorciéndose como aun serpiente sobre si misma, yo no dejaba de abrir y cerrar sus nalgas mientras mi boca hacia viguerías, las que ella me enseñó y otras que fui aprendiendo con otras mujeres, sus lamentos regalaban mis oídos, se dobló para agarrarme la cabeza por el pelo, como si estuviera cortada, y dando 3 fuertes gritos tembló del orgasmo provocado, pero me dio igual, seguí, como un minero, perforando su coño con 2 dedos y lamiéndola el clítoris, mientras mi otra mano dejó sus nalgas y con el pulgar fui acariciando su ano, de vez en cuando apretaba para ir haciendo sitio, ella volvía a gemir solamente pero no saltaba mi cabeza, no se si tenia miedo a que siguiera o que parara, pero así se sentiría mejoro, supongo. Al 4º intento mi pulgar entró en su ano provocándola un silencio roto por los suspiros, sin mucha dificultad el pulgar entró entero y salía y entraba con la misma facilidad que mis otras falanges en su vagina, ella hacia fuerza con la cadera hacia atrás hasta que llegaba un punto y se recostaba hacia delante, para volver a hacer fuerza, era delicioso y a los pocos minutos reventó dando coces en otro orgasmo que esta vez me bañó la cara, disfruté de ello y seguí un minuto mas lamiendo su interior.

-ELI: ¡¡ME CAGO EN TODO………….. JODER……………. SI……………..ASI SE COMOE UN COÑO……………. COMO DIOS MANDA!!- soltó un risa ahogada entre respiraciones jadeantes.

La di la vuelta para tumbarla boca arriba y meterme entre sus piernas quitándola del todo el tanga, cogí la botella de vino.

-YO: ahora quiero beber yo.- vertí lo que quedaba de la botella sobre el cuerpo de Eli, su coño, su vientre marcado y sus pechos, ella trató con recogerlo con las manos con una cara de asombro enorme.

-ELI: ¿¡¡¡pero que haces loco!!!?

Ni la respondí, desde su coño y sus muslos fui lamiendo y chupando todo el vino, su cara de asombro se esfumó cuando fui subiendo por su cuerpo hasta sus tetas, el aroma era hipnótico, a sexo y buen vino, me aferró a sus pechos que degusté como brío, tirando con los dientes de unos pezones que parecían que iban a estallar, al llegar a su cuello me agarró de la cabeza y probó el vino de mis labios, la lengua de ella era fuego, apenas podía seguirla el ritmo y mi polla daba cabezazos contra su vientre, ella estaba pegajosa, apestaba al vino y a sudor, a mi semen y a sus fluidos.

-ELI: eres un bestia, acabas de tirar una botella de 300€ y has destrozado lo que quedaba de este sofá – hizo fuerza para sacarme de encima y ponerse en pie, la silueta de su cuerpo estaba marcada en el cojín, con el vino manchando todo alrededor.- mira lo que has hecho…….- la abracé por detrás acercándome a su oído.

-YO: lo que te debe de preocupar es lo que te voy ha hacer arriba en la habitación, pienso follarte hasta caer agotado, y me va a dar igual que supliques, no parare hasta estar saciado.

Sentí un escalofrío que la recorrió todo el cuerpo, la piel de su hombro se puso de gallina, ella sabia que era capaz, y ansiaba que así fuera, fue aun amenaza poco potente dialécticamente, seguro que las hay mejores, pero mi padre me enseñó que una amenaza solo es tan fuerte como la capacidad que crean los demás que tienes para cumplirla, “te voy a pegar una hostia que te voy a mandar a Saturno” suena genial pero no es real, “te voy a romper la muñeca como me vuelvas a tocar” no es tan potente pero era tan real como que en 2º curso le partí la muñeca a un chico que estaba jugando a pasarse mi mochila entre varios gamberros de 3º curso, me costó que me echaran de las clases de yudo y un rapapolvo del colegio, pero desde ese día la amenaza fue tan efectiva que al final dejé de usarla, no hacia falta, ningún matón se me volvió a acercar nunca y eso me ayudó a mi vida social al ser el “héroe” que defendía a los débiles. Me voy por ramas, bien, esta amenaza a Eli era del 2º caso, ella era consciente de que era capaz de cumplirla y eso la incendió.

-ELI: no podemos ir así a tu cama, vamos a dejar las sabanas para la basura.- sonreí ante la idea de mi cabeza, ahora creo que ella me la implantó, pero en ese momento me dio igual.

La cogí de las piernas y me la puse al hombro como un saco de patatas, gritaba de euforia y reía hasta casi quedarse sin aire, fui a la puerta de la terraza y la abrí para dejar que el aire de la noche acariciara nuestra piel, al girarme ella vio la piscina, gritaba no, pero era uno de esos no que dicen si que ella me enseñó, corrí con cuidado de no resbalar y avisándola y poniéndola mas recta para que se preparara, salté al agua, a la zona mas profunda donde no nos haríamos daño, al emerger Eli se apartaba la espesa maraña de pelo de la cara pasándosela por todo su cabeza y quedando pegada a su nuca y espalda, reía mientras se limpiaba la nariz, su mirada era tenaz e inquisitiva, se frotaba el cuerpo quitándose la sensación de suciedad, yo solo me deleitaba de ver como se frotaba los pechos, al acabar con ella se me acercó y hizo lo mismo conmigo, sobretodo en mi hombro donde se había apoyado, yo buscaba su mirada mientras ella trabajaba, evitándome con una sonrisa clara.

-ELI: ¿a cuantas?

-YO: ¿que?

-ELI: ¿a cuantas te has tirado con el truco del piso y de la piscina?- sonreímos los 2 a la vez de la misma forma.

-YO: pues deja que recuerde, empecé con Yasmine, luego su madre, Eleonor, aunque el piso ya era suyo, después Ana, y ayer a la enfermera…………… ah bueno, y a la abogada de Eleonor, se pasó un día que estaba solo.

-ELI: pues no son tantas…….

-YO: ¿y que esperabas? ¿Un harén? – torció la cabeza apretando los labios, queriendo decir que algo parecido.

-ELI: no, bobo, pero creí que tendrías mas oportunidades……..- me miró confusa.

-YO: ven, te ensañaré algo.- salimos del agua, no puede contenerme a besarla y meterla mano al ver su cuerpo empapado goteando, tenia tal presión sanguínea que mi rabo miraba al cielo por pesado que fuera, llevé a Eli al piso de abajo y la enseñé el cajón con las decenas de papelitos y números.

-ELI: ¿y esto?

-YO: esto son las “oportunidades” que dices – me miró sobrepasada, cogiendo y leyendo algunos- no es que no tuviera oportunidades, es que amo a Ana………amaba a Ana, y la fui fiel mientras ella lo fue conmigo, y cuando lo fui fue con la abogada por interés, únicamente, podría haberme triado a decenas de chicas en este tiempo.

-ELI: ya veo…….hay algunas muy directas – me enseñó un papelito, era de Adriana, una compañera de trabajo “Cuando te canses de colocar hortalizas en el almacén puedes meter tu pepino en mi cámara cuando quieras” junto a su nº de móvil.

-YO: ya, esa me la dio el día que se metió en la cámara frigorífica a cócora los yogures junto a mi, el roce fue inevitable – suspiré- ahora que estoy libre pienso pasármelo bien con ese cajón.

-ELI: y si tienes el cajón ¿para que me llamas?

-YO: por que llevo 1 mes casi sin sexo, no quiero asustar a ninguna de esas novatas, y te lo creas o no, ahora que estas aquí, te echado de menos.

-ELI: ya, pero piensas acostarte con ellas, ¿no?- la tristeza la descubrió, sus palabras de antes no eran tan vacías como pretendía mostrar.

-YO: Eli, te tengo un profundo respeto y te debo todo, pero en su día quise quedarme a tu lado y me echaste, por mi bien, si por entonces pensabas así, ahora es igual, nunca te negaré un sitio en mi cama y en mi corazón, pero ahora mismo no quiero ni estoy listo para tener aun relación estable con nadie, y menos la que tu te mereces.

-ELI: ¿quien te ha dicho que quiero una relación estable?- sonrió desviando el tema con sabiduría.

-YO: si lo que buscas es sexo, por ahora tendrás todo el que quieras conmigo, esta casa es tuya, y podrás venir cuando quieras, pero ten claro que no serás la única, a la enfermera la he dicho lo mismo, y pienso decírselo a todas, voy a follar y voy a ser un carbón, engreído y mujeriego, y a quien no le guste ahí esta la puerta.- me arriesgue a que cogiera esa dirección y se fuera pero mas que decírselo a ella, era aun reafirmaron en mi decisión.

-ELI: me parece bien, yo tampoco puedo tener una relación normal con tanto trabajo, así que si no te parece mal, me pasaré por aquí de vez en cuando.- se contoneó hasta llegar a besarme el pecho.

-YO: perfecto, por que serás la 1º de mí lista y eres la que mejor folla que esta disponible.- me pegó en el pecho con fuerza.

-ELI: ¿como que “disponible”?

-YO: bueno, Madamme esta descartada, Ana y Eleonor ……- puse cara de circunstancias- ….., y mi Leona a estas alturas ya habrá dado a luz, así que hasta dentro de unos meses, que se recupere, si.- me volvió a pegar en el pecho, esta vez haciéndome algo de daño, pero ella también en la mano.

-ELI: que carbón, eso no se dice.- sacudió la mano

-YO: me da igual, bastante he soportado ya las mentiras y las falsedades de los demas, ahora voy a ser tan cruel y carbón como la verdad, así que vamos arriba a folla ya o tengo que llamar a 4 o 5 de estas¿?- señalé el cajón.- me miró a los ojos algo confundida, mis palabras eran rudas pero se me notaba en la cara que no había estado del todo convencido, deseaba tener a Eli de nuevo y era la 2º vez que la indicaba la salida.

-ELI: como quieras, pero así no encontraras a otra mujer como Ana……..- me acerqué a ella y la di tal beso que casi la parto en dos, la cogí del culo y me la subí encima con una facilidad pasmosa, me rodeó con las piernas hasta cruzarlas.

-YO: no quiero a otra como Ana, quiero follar sin parar y me da igual con quien.

-ELI: pues llévame arriba y hazme tuya.- le beso fue erótico, se me había bajado algo el empalme, pero de sentir su lengua se puso dura tan fuerte que casi penetró su coño sin querer, las cosquillas la hicieron gemir y todo el trote de escaleras fue sentir como le abría los labios mayores cada escalón.

Entre en la habitación dando un patada a la puerta encendí un luz palpando la pared con la mano mientras mi cara se perdía entre sus tetas, me senté en la cama y ella quedo a horcajadas sobre mi, me tumbé y ella se estiró sobre mi, contoneándose con mi polla aplastada por su vientre, y haciendo una paja con el cuerpo, su cabello resbalaba por la cara quedándose pegado por la humedad, goteaban partes de su cuerpo sobre mi, la besaba con lujuria mientras mis manos pellizcaban sus pezones sacándolas suspiros de placer, se volvió a bar de piernas y llevando su mano a mi polla la pajeó con fuerza hasta tenerla como una estaca, levantó una pierna para hacer sitio y se fue metiendo mi rabo lentamente, aguantando la respiración, poco a poco hasta que ya tenia medio miembro dentro y pudo plantar ambas rodillas en la cama.

-ELI: virgen santa vaya pedazo de…………cama – la solté un azote entre risas, su doble sentido fue ingenioso, y la cama era monstruosamente grande, casi un cuadrado de 4 metros de lado donde habíamos dormido Elonor, Ana, Lili y yo a la vez sin problemas.

Se tumbó sobre mi pecho para hacer algo mas de fuerza mientras siseaba con la boca, sentía como a partir de 3/4 de penetración había resistencia, hasta allí llegaría el negro, pero a mi me quedaban unos cuantos centímetros aun, casi podía oír sus dientes rechinar, para el estoque final no la di margen y di un golpe de cadera que la hizo toser de la impresión, sacudiendo la mano como si la tuviera en llamas, “madre mía”, lo repetía una y otra vez, cuando no llevaba la mano a su boca para amagar morderse los nudillos. Sentía sus paredes ceder lentamente a mi invasión, el calor y la fuerza de su pelvis se iban destensando, le acariciaba la espalda pasando los dedos por todo su contorno, quería besarla pero su rostro no respondía a mis gestos, solo me miraba con los ojos en órbita, cuando se le pasó la impresión respiró por fin, al menos de forma natural.

-ELI: como echaba de menos esta sensación, de estar……….llena, de la piel tirante cediendo ante el ancho de tu polla……….es increíble.

-YO: aun me descubro pensando en aquella 1º vez tirado en el suelo de tu gim.

-ELI: has cambiado mucho desde entonces.

-YO: hoy te mostraré cuanto.- se estremeció de nuevo.

Mis mano en su culo la separaron las nalgas lo que la hizo gemir y elevarse de mi pecho para quedar de rodillas sobre mi totalmente empalada, se frotó o separó sus labios mayores, y con un arranque de rabia movió su cintura con un gesto fluido y constante, como una ola que la recorría el cuerpo, se agarraba el pelo como si se le fuera a caer, sin dejar de mover su cintura, no sacaba un milímetro de polla pero si disfrutaba de esos movimientos, se estaba acostumbrándose aun cuando decidí dar un golpe de cintura leve, cada 10 segundos o así, algo que la hacia elevarse medio palmo y caer a plomo, al poco rato puso sus manos en mi pecho mordiéndose el labio y alzando sus caderas con un ritmo de penetración muy bueno, subía y bajaba un tiempo, para bajar aveces y tomar aire mientras hacia sus giros, acompañados con mis manos en su culo, que no se separaron en ningún momento, apretando y separando como sabia que a ella le gustaba. Para cuando se me ocurrió empezar a follármela ella se corrió de nuevo, se apretó los senos por agarrarse a algo cuando las descargas de su cuerpo la invadieron, fue idóneo, planté lo pies con firmeza y haciendo fuerza la elevé un palmo de la cama, lo justo para que tuviera las rodillas en contacto con la cama pero no para hacer fuerza para alejarse, y allí, sin aviso previo y dejándome de tonterías, solté a la bestia, ella fue la que presenció su nacimiento en aquella habitación cutre de hotel, vio como salió de la nada cuando perforaba el ano de Madamme y fue la que la sosegó después, pero aquella era aun bestia indómita, un animal grotesco y sin miramientos, el paso del tiempo me había dado para domesticarlo, educarlo y que fuera igual de animal, pero a mis ordenes. Sus gemidos fueron aumentando al ritmo de mis golpes de cadera, no terminaba de bajar de la anterior cuando llegaba otro, el sonido de mis genitales golpeando invadió todo y sus fluidos bajaban por mi verga, el sudor se mezcló con el agua de la piscina y ambos nos movíamos con fiereza, Eli daba el tipo mientras se volvía a correr una vez tras otra, a la 4º se corrió como una fuente saliendo de mi polla con un chorro que me manchó el pecho, pero al instante se la volvió a meter dentro, cayendo a mi pecho lamiendo sus fluidos y besándome apoyada en la cama con una mano a cada lado de mi cabeza, podía sentir su culo temblar como el mar rompiendo en olas en una playa, el viejo animal hubiera seguido así 2 o 3 horas, pero ahora no, tiré de la correa y paré lo justo para provocarla otro orgasmo.

Rodé sobre la cama para dejarla boca arriba y abriéndola de piernas la penetraba lentamente para sentir como le sacaba la energía con cada penetración, me eché sobre ella comiéndola la tetas y con la manos en posición de flexiones, retomé a la bestia, de las 4 primeras embestidas tuve que re-acomodar el cuerpo para “perseguir” a Eli por las sabanas, después quedo varada al tenerla agarrada de las piernas manteniéndola bien abierta de piernas y de rodillas seguí perforando sin piedad, ella se frotaba el clítoris cuando el placer se lo permitía, se agarraba los pechos para que dejarla de moverse o se tapaba la cara con vergüenza para después golpear con ambas palmas de las manos en las sabanas y aferrarse a ella con fuerza, con la cara roja y las venas del cuello por explotar con cada orgasmo nuevo, allí cedí a la lujuria y me desaté hasta correrme, sus patadas no evitaron que la llenara de leche su precioso coño totalmente depilado. Me lancé a sus pechos para dejarla claro que pese a sus suspiros de gusto aquello no había terminado, jugaba peinándome con los dedos en la cabeza, para cuando la tuve dura otra vez me tumbó boca arriba y se sentó en mi vientre dándome al espalda elevó su cuerpo apoyándose en las piernas y una mano, con la mano libre se metió mi polla en el coño húmedo y caliente, se dejó caer hasta tenerla penetrada del todo y mover sus caderas lo que su cuerpo la permitía, ella me había dejado seco en el pasado y yo aun estaba fresco cuando empezó a flaquear, sujeté de su cintura y volví al ataque con la bestia, de los botes que daba trataba de hacer fuerza para mantenerse lo mas arriba posible, pero cuando le fallaban las fuerzas por un rogamos era casi peor, la follaba brutalmente, cuando no aguantó mas dejo caer el culo y levantó las piernas, se las sujeté con los brazos para mantenérselas juntas y estiradas mientras seguí follándomela a gritos, la decía barbaridades que ni me acuerdo, ella solo gemía y aguantaba la respiración con cada corrida, estabamos chorreando de sudor, brillando como muñecos de cera. Se volvió a correr como una fuente saliendo de mi y poniéndose en pie de la inercia manchando mi cuerpo y la cama, dando un rodeo por la cama a pie, algo ida, me puse en pie y la empotré contra la cabeza de la cama, la pared cedió por que en el empujón final tiré de ella con algo de consciencia, rebotó contra ella cuando caí sobre sus pechos, la penetré por el coño sin darla descanso levantándola una pierna, de pie los 2 sobre la cama cara a cara, al sentirme dentro soltó manotazos de rabia, la cogí de la muñecas y las sujeté contra la pared, bien separadas, como crucificada, embistiéndola con tal energía que sus tetas no permanecían quietas, me rodeó con las piernas y dejó de posarse en la cama, colgada del aire de las muñecas, del agarre de sus muslos y de mis perforaciones, su mirada era suplica, una suplica inocente y desmedida, no dijo nada solo gemía y se dejaba follar como deseaba desde hacia 2 años, allí me desaté con un ritmo final endiablado bestia incluida, Eli se abalanzó sobre mi cuello mordiéndome el pecho y clavando las 10 uñas de sus dedos en mis omoplatos, al sentir mi semen bañarla por dentro de nuevo rompió a llorar de gozo con un orgasmo que la hizo temblar y tiritar.

-ELI: ¿ya?- espetó entre jadeos, la pregunta era una petición, pero no, pese a mi celibato de 1 mes, o gracias a el, aun tenia ganas de mas.

-YO: aun falta tu preciso culo, no me he olvidado de el.- me miró con ojos atónitos, entre lujuria y miedo.

Se dejó caer tumbándose sobre mi, ciamos a la cama, cogió mi mano y fue chupándome los dedos con desenfreno, el pulgar que la había penetrado antes recibió mas atención, como una polla pequeña, lo interpreté como lo que era, una aceptación al anal, tiré de su cuerpo hasta tener su culo en pompa sobre mi, y aquella mano se metió entre sus nalgas acariciando y luego penetrando su ano, cuando tenia 3 dedos dentro la estaba follando con ellos, mi polla dura estaba siendo acariciada por sus manos pero al sentir aquello se giró sobre si misma, y dándome la espalda se metió mi miembro por el culo, de rodillas mirando a la pared donde hacia nada había sido masacrada, yo la separé las nalgas y de un estacazo la metí de golpe, gritó desesperada, dio un bote enorme pero tiré de ella para volverla a meter de golpe, entendió que no había otra y rebotó una decena de veces hasta que el dolor se le pasó, y el placer la inundo la mente, me estaba follando ella a mi cuando me quise dar cuenta, su trasero era azotado con fuerza, tenia una visión privilegiada de ella de rodillas de espaldas a mi haciendo desaparecer una barra de carne inmensa para volverla a hacerla aparecer de la nada, era casi inhumano, mi polla le entraba entera cuando por pura física le debería de llegar hasta el estomago, pero gritaba y se movía con destreza, parecía recuperada, pero solo lo parecía, a los 10 minutos dejó de moverse y se ponía en tensión, me fui de debajo de ella y la dejé a 4 patas, me puse tras ella y la volvía follar el ano a lo bestia, siendo yo ahora el que estaba notando el paso del tiempo, me fallaban las piernas y la cadera pero mantenía un ritmo animal, ella fue gateando hasta aferrarse a uno de los embellecedores de la cabeza de la cama, un saliente en forma de bellota, se agarró a el como el mástil de un barco en mitad de una tempestad, mientras que el huracán a su espalda la abría el culo a pollazos, las nalgas eran sujetas con las manos cuando no la azotaba y no paraba de percutir su culo hasta hacerlo parecer hecho de flan casero, cuando llegó el orgasmo anal gritó tan fuerte que en otro tiempo me hubiera asustado, pero ahora no, demostré mi nueva faceta de carbón en ese momento y seguí follándola salvajemente hasta sacarla el 2º anal, en ese momento hizo tanta fuerza que rompió el embellecedor de madera y se quedó con el en la mano, su torso se desplomó sobre la cama y continué percutiendo en un culo inerte y rojo de los golpes, ella no decía nada, solo un hilo de sonido salido de su garganta denotaba consciencia, el ritmo de mis embestidas era lento y cansado, estaba por rendirme cuando la chispa de mi corrida llegó, apenas fueron un par de sacudidas y muy poco semen, pero me dio la sensación de que me había vaciado, justo lo que había buscado.

-YO: ya.- afirme antes de desplomarme sobre la cama, Eli tardó un par de minutos en dejar de tener el culo en pompa, se estiró hacia mi y me besó con las ultimas fuerzas que le quedaban, con espasmos musculares, ambos, y con una sonrisa enrome, ambos.

Dormí, con aquel hedor a sexo brutal llenando la habitación y con una hembra de bandera suspirando en mi pecho, abrazada, y tan cansada como yo, la amenaza quedó cumplida.

Al amanecer Eli me despertó horrorizada, eran las 9 y a las 10 tenia que estar en el plató para su matinal, por suerte no era lejos pero habíamos ido en mi coche y el suyo estaba en el gim, así que nos dimos una ducha rápida, no pude dejar de reírme al verla andar, escocida y separando los muslos, nos ducharnos uno en un baño diferente, y luego bajar a desayunar algo a toda prisa mal vistiéndonos, Dani llegó y se quedó blanca al ver el sofá, la dije que ni se molestara en limpiarlo ya que iría a la basura en breve, la di un beso en la mejilla para dejarle recoger la botella de vino y las marcas de agua que habíamos dejado por todo el piso, además de la habitación de arriba hecha totalmente una leonera, las risas y la tensión se mascaba en el coche, Eli no dejaba de mirar mi brazo, riéndose de la marca que había dejado el embellecedor al dormirme sobre el, en forma de bellota, llegamos con tiempo de sobra para que la dieran un golpe de maquillaje y algo de ropa sugerente, se cambió allí mismo delante de todos dejándose solo el tanga y me invitó a ver la sesión, mas que nada para llevarla de vuelta con el coche. Vi como a duras penas mantuvo el tipo al dar la clase, mientras el resto hacia tiempo hasta terminar la clase de Eli, y como la presentadora del matinal, una MILF que provocaba infartos a los ancianos que veían el programa con escotes y vestidos ceñidos o medio transparentes, se fijaba en mi, no era raro, con las prisas iba con una camiseta ajustada marcando musculatura y un bañador tipo bermuda apretado sin nada debajo marcando mi miembro claramente, se acercó a interesante por mi, muy agradable, y el maquillaje la hacia relucir mas, con un vestido amarillo elástico, amplio escote con minifalda, no era necesario para saber que le gustaba lo que veía, su mirada y su sonrisa eran esclarecedoras, pero insistió en que la ayudara con una cinta de velcro que se ponen las presentadoras en el muslo para ponerse la petaca del micrófono, “me pica mucho”, y me acompañó a una zona entre roperos mas discreta, movía su culo contoneándose con unos tacones de infarto, me arrodillé y, amablemente, se subió el vestido hasta dejarme ver su tanga para que no se notara en el vestido “para ayudar” dijo, la metí mano con el mayor descaro que estar rodeados de gente entre bastidores nos permitió, acaricié sus muslos y hasta la rocé el coño por encima de la prenda, cuando me puse en pie a su lado para tirar de la cinta de velcro lo mas arriba posible, lo hice con tal fuerza que se elevó medio palmo en un tirón, sonrió abriendo la boca de asombro, se aferró mi hombro y pecho con astucia, sentí mi verga morcillona palpitando en su pierna desnuda, a través de mi bañador, su impresión fue igual a su descaro, llevó una mano a mi polla y la palpó clavándome un par de hojazas azules que quitaban el hipo, morena con un peinado precioso que despejaba una cara preciosa, fue cuando se presentó, aunque no hacia falta, llevaba 15 años en antena y tenia cierta fama de meter la pata, sus videos en Internet eran frecuentes, ya fuera por decir alguna burrada o por su sensual vestimenta, Mariluz, dejando caer su pelo sobre mi rostro, aun elevada medio palmo del suelo sujeta por mi, me dio dos besos al decirle mi nombre.

-MARILUZ: bueno, vaya pedazo de herramienta, ¿y que eres, le novio de Eli?

-YO: no – a una mujer experimentada la intriga era lo que mejor funcionaba, los monosílabos eran ideales, y cuanto menos palabras, y más atrevidas, mejor.

-MARILUZ: has venido con ella, ¿no?

-YO: si.

-MARULUZ: pero entonces…… ¿salís o algo?

-YO: no.

-MARILUZ: entiendo, no quieres hablar de ello……

-YO: no hay nada que hablar.

-MARILUZ: pues un placer conocerte, y gracias por tu ayuda – paso un dedo con sensualidad por mi mentón.

-YO: el placer ha sido acariciarte los muslos.

-MARILUZ: jajaj que galán, un joven como tu no necesita ir halagando a viejas como yo.

-YO: no es un halago, me la has puesto dura.- sonrío de forma falsa.

-MARILUZ: gracias por el cumplido – elevó sus pechos sobre mi, sacudiéndose el pelo hacia atrás con estilo echando la cabeza hacia atrás para reír, la rodeé por la cintura, haciendo que aun en tacones rozara de puntillas el suelo, – quizá podríamos quedar algún ida para charlar.

.-YO: claro.- sonrío y me buscó el móvil del bolsillo, tardando en sacarlo de forma clara para seguir palpando mi polla medio tiesa, apuntó su móvil, y lo volvió a meter con la misma cautela, solo entronices cogió su móvil de su sujetador y apuntó el mío.

-MARILUZ: espero que Eli no la moleste.

-YO: tranquila.

-MARILUZ: ¿No hablas mucho verdad? ¿Ni siquiera te importa si estoy casada?- sonreí al ver como la treta funcionaba, la apreté mas contra mi y le agarré una teta estrujándola.

-YO: si quieres te hago mía aquí mismo y ahora.- su mirada escupía deseo, por que la mía destellaba seguridad.- por que cuando te este follando hasta tu te olvidaras de tu marido.- la tenia a punto de caramelo, pidiendo que la besara en ese momento. “2 minutos y volvemos” se oyó gritar de fondo.

La solté y la vi caminar con cierta confusión hacia fuera, saliendo de entre los roperos donde nos encontrábamos.

-YO: eh- llame su atención.

Se dio la vuelta el tiempo justo para verme caer sobre ella, la metí una mano en el coño levantándola del suelo y aprovechando que abrió la boca para meterle mi lengua hasta el esófago, sentí como mi mano se mojaba a través de la tela de su ropa intima, bajo hasta volver a posar los pies en el suelo lentamente, cuando nuestras lenguas aun se movían, la di un beso final que la devolvió el aliento, llevé mi mano a su nariz, cerró los ojos y olió su propia depravación con gusto, siguiendo la mano una vez que la alejé, abrió los ojos para quedar boquiabierta al ver mi rabo fuera del bañador rozándose con sus muslos.

-YO: esto para el camino, así tendremos algo que recordar hasta que te de lo que te mereces, tu mira bien esta polla por que te haré vibrar con ella, ahora sal a poner bien a Eli, y bájate la minifalda del vestido que ibas a salir enseñando el coño a media España – la di tal azote en una nalga desnuda por el tanga, que escupió un jadeo, asintiendo sin apartar la vista de mi miembro, tiré del vestido hasta bajárselo tanto que sus tetas casi se salen, las apreté y coloqué en su sitio de forma brusca, ella actuaba como si fuera un muñeca de trapo, y la di otro azote en el culo, esta vez sobre el vestido, antes de dejarla irse.

Ni siquiera la conocía, y en 5 minutos ya era mía, me estaba gustando ser un carbón, Eli regresó al par de minutos, abrazándome encharcada en sudor.

-ELI: ¿que tal?, espero que no te hayan dicho nada por estar aquí.

-YO: tranquila, he estado charlando con Mariluz.- me miró consternada.

-ELI: iba a decirte que tuvieras cuidado con ella, dicen que es una devoradora de yogurines, pero siendo tu, no se si advertirla a ella sobre ti.

-YO: tarde – le hice oler mi mano que aun desprendía olor a hembra en celo.- a esa me la cepillo en menos de una semana, se ha librado ahora por que tengo que llevarte a casa.

-ELI: joder no das tiempo a nada, aun estoy dolorida de anoche y ya estas………

-YO: no quiero ser grosero, pero ya te lo dije ayer, me voy a llevar a quien se ponga por delante.- guardó silencio.

-ELI: esta bien, deja que me de una ducha rápida en el camerino y me acercas al gim, que tengo allí el coche…….- la agarré del cuello y la di un fuerte beso, ella se resistió al principio pero luego se dejó hacer.

-YO: ¿que te parece si nos damos esa ducha juntos?- la sujeté del trasero con firmeza.

-ELI: ¿aquí?- se mordió el labio mirando alrededor.

-YO: si tú quieres, esa zorra me la ha puesto dura.

-ELI: podrías oírnos.

-YO: te oirán gritar, de eso me encargaría yo, pero a mi me da igual, tu decides.

-ELI: eres insaciable.- me besó acariciando mis mejillas.

-YO: ¿donde esta ese camerino?

Corrimos como el viento, pasamos el suyo y nos metimos en el mas alejado, nos desnudamos a la velocidad de la luz y bajo la ducha la volví a follar 2 veces, la 1º por el coño, cara a cara, montada sobre mi y manteniendo una ligera discreción, sujeta a la barra de la ducha y besándonos sin parar, la 2º por en culo, la puse de espaldas a mi y la penetré con aun habilidad pasmosa, eso no cambió que sus gritos llenaran los camerinos, cualquiera que estuviera en ellos nos oiría, y hasta en la zona del plató, pero cuando la bestia se corrió en su culo no pudo evitar gritar como una posesa. Al salir por la puerta, una de producción con los cascos en el cuello, rechoncha y con gafas, se me acercó mientras Eli se despedía de sus monitores.

-CHICA1: se os ha oído desde aquí, he oído todo

-YO: ¿y que?

-CHICA1: también te he visto con Mariluz.

-YO: ¿y que?

.CHICA1: podría hablar, pero si tu, quizá me……- la corté agarrándola de la mandíbula con fuerza.

-YO: a ti no te follaría ni aunque fuéramos la ultima pareja fértil de la tierra, ¡¡ballena!!- la grité tan fuerte que rompió a llorar, me sentí fatal al instante, viéndola salir escopeteada, pero tragué aire, y me convencí que era necesario para mi nuevo rol de carbón engreído.

Eli tardaba en volver, Mariluz le estaba entrevistando sobre la clase improvisada del día anterior en su gim, por lo visto había tenido cierto impacto mediático, o se iban a ocupar de que así fuera, Eli lo hizo bien en el sentido de que asumió toda la responsabilidad ocultando mi identidad ya que Mariluz y la cámara se habían fijado en mi, Mariluz se quedó ausente unos segundos en directo al ver en la pantalla mi rostros desnudo en la grabación. Al terminar nos fuimos en mi coche, el camino a su gim fue genial, le acariciaba la pierna siempre que no tenia que cambiar de marchas y ella me acariciaba el brazo, me obligó a aparcar algo lejos del gim, los de la prensa rosa conocían su coche y estaban alrededor de la calle parapetamos esperando verla aparecer. Nos dimos un beso largo y sensual.

-ELI: me tengo que ir- sonó triste.

-YO: me he alegrado mucho más de lo que pensaba al verte.

-ELI: seguro que si, pero no mas que yo, sabes, podría pasarme por tu casa después del matinal, algunas veces, me pilla de paso a la vuelta.

-YO: como quieras, pero………..

-ELI: ya lo se, no seré la única y puede que te pille machacando a alguna inocente mujercita.- asentí con una sonrisa cómplice.

-YO: la dejaré a medias y te dedicaría toda la mañana.- solté el cinturón de seguridad y metí mi mano entre sus mulos acariciando su coño caliente por encima de los leggins, se abrió de piernas para facilitar mi masaje y volví a besarla.- eres mi preferida, no lo olvides.

Se tuvo que contener para no lanzarse encima mía, y yo para no follarla en mitad de la calle, nos despedimos con cierta amistad, y la vi alejarse hacia su coche poniéndose las gafas de sol, en cuanto alguno la reconoció saltaron sobre ella varias cámaras, coger su coche e irse, al volver a casa comí algo con la TV puesta, vi algún programa rosa y no tardaron en hablar de Eli, de la clase del día anterior y de sus palabras “en exclusiva” de hacia una hora, mostraron a Eli esquivando a los periodistas antes de coger el coche, masacrándola a preguntas sobre aquel joven tan guapo y quien era, ella solo dijo “no hay comentarios”, Dani se rió al reconocerme en la TV, y mi madre me llamó esa tarde gritando de emoción, era adicta a esos programas, durante un par de días se habló de mi hasta que alguna cantante de copla española le dio por desheredar a su hijo y se olvidó el tema.

Me dio igual, obtuve lo que quería, había saciado mi sed gracias a Eli, y ahora estaba listo para empezar lo que tenia en mente.

CONTINUARA………..

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Relato erótico: “Gaby, mi hija 10 FINAL” (POR SOLITARIO)

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–No creo que pase nada chiquilla. Hablaremos las dos con él y lo entenderá. No quiero que te ocurra lo mismo que a mí. Dejar que pasaran veinte años para contarle mi locura. Ahora come algo, estarás agotada, por qué esta mañana, antes de irse te…

–Sí, ¿Cómo lo sabes? No hicimos ruido.

–Pero llevabas en tu chochete las pruebas del delito, lo reconocí enseguida por el sabor.

–¡¡Qué vergüenza!!

–¿Por qué? ¿Por haber follado con tu novio? Eso hay que hacerlo tan a menudo como se pueda. No te avergüences nunca de haber disfrutado.

Las chicas habían oído el final de nuestra conversación y se reían.

Me asee. Me marché con Lara a su casa. Al entrar, vino a recibirnos Martina, la muchacha que le ayudaba. Estaba nerviosa y apurada.

–¿Qué te ocurre, Martina?

–Lara, no tenían donde ir y les dije que podían quedarse aquí hasta que encontraran trabajo.

–Pero ¿De qué me estás hablando Martina?

Veo aparecer por el pasillo a dos chicas, parecen asustadas.

–Veras, son conocidas de mi familia, en Venezuela, venían a trabajar aquí y las han engañado. Les pagaron el pasaje desde Caracas hasta Barcelona, vía Miami y Roma, para trabajar en un restaurante, pero en realidad las llevaban a un prostíbulo. Han escapado de milagro, han recuperado la documentación, pero no tienen dinero, llevan dos días durmiendo en los parques.

–Les vamos a ayudar ¿Verdad Lara?

–Sí, Eva, trataremos de hacer lo que podamos por ellas.

Las chicas se acercan. Martina nos las presenta.

–Lara, la dueña de la casa y Eva una amiga. Ellas son Katia y Andrea.

Intercambiamos los besos de rigor. Parecen algo más animadas. Nos cuentan su odisea. El trayecto de Caracas a Roma no tuvo complicación, aunque estuvieron retenidas en Miami varias horas, pero el enlace Roma Barcelona tuvo problemas y hasta que se aclararon, estuvieron dos días en Fiumicino. Gastaron el poco dinero que traían en comer durante ese tiempo.

Al llegar aquí, las recogieron, junto a otras tres chicas y las llevaban a un burdel en la carretera. Andrea se dio cuenta, a tiempo, de lo que pretendían hacer con ellas, pudo coger la documentación de las dos, engañando al tipo que las vigilaba y escaparon.

Se colaron en la cabina de un camión y cuando se dio cuenta el conductor, enfadado, las obligó a bajarse, pero ya estaban aquí en Barcelona.

Katia llevaba en su monedero una dirección, que le había dado la madre de Martina, para que se llegara a verla. Y preguntando, llegaron hasta aquí.

–Tranquilizaos, podéis quedaros el tiempo que necesitéis. Ya veremos cómo nos las apañamos.

Con lágrimas en los ojos, agradecieron la ayuda.

–Martina, llévalas a la habitación de invitados, que se aseen, busca en los armarios y les facilitas ropa.

Se marcharon con Martina. Viéndolas andar por el pasillo, admiré las curvas de las dos, jóvenes, tendrían menos de veinticinco años y muy bonitas. Aunque se las veía muy cansadas.

Acompañé a Lara a la habitación donde nos desnudamos para cambiarnos. Solo con el mini tanga y las medias. No podía apartar la mirada de su cuerpo, se dio cuenta, vino hacia mí para besarme y le respondí golosa. No seguimos.

Nos pusimos unos vestidos de una pieza, amplios y cómodos, tipo chilaba árabe de satén y bajamos a la cocina a preparar la comida.

Al ver su cintura ceñida por el delantal sobre el vestido, mi mente viajó en el tiempo. Me acerqué a su espalda y acaricie sus hombros desnudos, giró la cara para ofrecerme su boca y la acepté. Mis manos, bajo sus brazos llegaron hasta los pechos. La emoción me embargo. Era como tener dos palomas, de suaves plumas, entre las manos. Cerré los ojos. ¡Lara, mi querida Lara!

–No sigas, por favor. No soy de piedra.

–Lo sé, mi amor, ya lo sé. Pero no puedo evitar la tentación de acariciarte…No me canso. Lo siento.

–No lo sientas, acaríciame, bésame.

Nos fundimos en un tórrido beso. Martina entra, rompiendo la magia del momento.

–Lo..lo siento, no sabía…

–No te apures, no pasa nada. ¿Qué querías?

–Veras Lara, les he comentado a las chicas a lo que te dedicabas, ellas, lo de trabajar como prostitutas, como que no, pero si no intervienen hombres, entre nosotras…Y si pueden ganar algo, no sé. ¿Cómo lo ves?

–Pues, en principio, bien. Le propuse a Eva hacer grabaciones, chicas con chicas y no sé la aceptación que tendrán. Pero vamos a intentarlo ¿De acuerdo?

–¡Chévere! Se los digo horita mismo.

Se marcha corriendo a dar la noticia. Nos miramos sonriendo. ¡Vaya tarde nos espera! Seguimos con la preparación de la comida.

Cuando aparecen, nos quedamos gratamente sorprendidas. Las dos muchachas, arregladas estaban de impresión. Martina les había facilitado unos top, que dejaban el ombligo a la vista y pantaloncitos que apenas cubrían los muslos, marcando la línea de sus sexos y dejando ver el comienzo de las nalgas. Sandalias con tacón fino y el pie casi descubierto. Se me hizo la boca agua. Lara me miró, asentimos, eran muy sexis.

–¡Vaya par de bombones! ¡Estáis preciosas! Vamos, sentaos a comer.

Al terminar, nos dimos cuenta que estaban cansadas, Lara, sonriendo.

–¿Queréis descansar un rato? Echaros una siesta. Os sentará bien.

–Grasias doñita, llevamos un rato sin descansar.

Suben a la habitación. Martina se queda con nosotras.

–Martina, ¿les has dicho que hay cámaras en todas las habitaciones?

–Sí, Lara. A ellas no les importa, creo que las excita.

–¿Podemos verlas, Lara? Me da morbo eso de ver por una pantalla.

–Ven, vamos al despacho.

Un mueble ocupa toda la pared, tiene dos puertas centrales de un metro cuadrado cada una. Abre las dos hacia los lados y aparece una gran pantalla. Lara, sentada en su sillón, manipula un teclado de ordenador y un ratón en la mesa y aparecen varias imágenes, de distintas cámaras.

Sitúa el puntero, sobre una de ellas y aparece la cama, donde están tumbadas las dos chicas. Solo cubiertas por dos diminutos tangas, se acarician mutuamente. La mano de cada una, bajo la tela de la braguita de la otra. Sus movimientos no dejan lugar a dudas. Hacen dedos. Se besan.

Katia, se desprende del tanga y se lo arrebata a Andrea, se encarama y cabalga sobre ella, como si de una yegua se tratara. Mueve el cuerpo, adelante y atrás, los empeines se rozan con frenesí. Las manos apresan las tetas, amasan y pellizcan los pezones. Unen los cuerpos para besarse.

Lara selecciona otra imagen, desde otro ángulo. ¡Y vaya imagen! Un primer plano desde los pies de la cama, se ven las piernas y los sexos de ambas, abiertos, palpitantes. Los golpes de cadera los unen y separan, chocando entre sí. Aceleran los movimientos hasta culminar en el orgasmo buscado. Tendidas se besan. Una llamada en mi móvil.

— Dime Gaby…………..

Carlos se ha enfadado por lo que le hemos hecho a Ainoa.

–Pásamelo. ………..Carlos, tranquilízate………no, no es una venganza……antes o después hubiera ocurrido………Ainoa es muy joven y quiere experimentar……….no, querido, tu relación no peligra. Puede que cambie algo, pero a mejor………mañana es sábado y no trabajas, iremos, hablaremos y lo aclararemos todo.

Lara mueve la cabeza dubitativa.

–¿Problemas con tu maridito?

–No creo, lo conozco bien, tiene un pronto que asusta, pero se le pasa enseguida y es un buenazo. Se calmará en cuanto hable con él, puede que antes.

–Eva, ¿Vamos de tiendas? Me gustaría comprar algo para las chicas, Martina sabe las tallas y los gustos. Vámonos las tres.

Y fuimos de compras. Y nos divertimos como adolescentes, provocando a los dependientes de los comercios, cuando llamábamos para cambiar una prenda, desde el probador, les hacíamos entrar y nos veían medio desnudas. En una de ellas, la dependienta era una jovencita. Al entrar y ver como Martina y yo nos besábamos, se quedo sorprendida, pero vi en sus ojos un brillo que delataba su excitación, cogí su mano y cerré la puerta tras ella, entre las tres la rodeamos, se dejaba hacer. Puse mi mano sobre su pecho izquierdo y aprecié los latidos de su corazón, acelerados, como los de un pajarillo asustado.

Posé mis labios sobre los suyos, suavemente, cerró los ojos y se abandonó. La besamos todas, la acariciábamos, desabrochamos los botones de la camisa del uniforme, y quitamos un sujetador con rellenos, bajo el cual, aparecieron dos preciosos pechitos, como los de una niña, que chupamos con verdadero deleite.

Lara se arrodillo ante ella, le subió la falda, bajo las braguitas y reveló su flor, que se apresuro a chupar y lamer como una posesa. La chica se apoyaba en la pared, flexionó las piernas para poder abrirlas y facilitar el ataque a su sexo, depiladito, sonrosado, brillante, húmedo. Lara hundía su cara en aquella belleza juvenil, mientras nosotras acariciábamos y besábamos el resto de sus atributos….

Cuando fuimos a la caja a pagar las prendas, la chica, ruborizada, quitó las alarmas, las puso en una bolsa y se la entregó a Lara.

–No debéis nada, este es mi regalo y gracias por el que me habéis hecho vosotras.

Tuvimos que entrar en el lavabo a arreglarnos, Lara tenía el rímel y el rojo de labios corrido. Pero aun así, estaba preciosa. La experiencia con la dependienta nos había dejado muy calientes. Por cierto, no le preguntamos cómo se llamaba. Volveré otro día para pedirle el teléfono.

Al llegar a casa, las chicas estaban recogiendo la cocina. Las llevamos arriba para enseñarles lo que les habíamos comprado. Nos sentamos en la cama a contemplar el pase de modelos con los conjuntos. Sin ningún pudor, se desnudaron y comenzó el espectáculo, que Lara, previéndolo, puso a grabar. Es delicioso, vernos a todas quitarnos y ponernos ropa, intercambiando prendas, besándonos, jugando como cuando éramos crías, subiendo la calentura, para terminar las cinco desnudas, revolcándonos, acariciándonos unas a otras…

Lara me indicó, con un gesto, que me dedicara a Katia, lo hice. Su piel era suave como la seda, caliente, la tendí boca abajo y me dediqué a acariciar su espalda, como un masaje, desde los talones de los pies, subiendo por las pantorrillas, besando la parte de atrás de las rodillas, los muslitos, deliciosos, dando pequeños mordisquitos en los globos de sus nalgas.

Tiene las caderas muy sensibles, al besarlas se estremece, sigo por la espalda hasta llegar al cuello, la nuca, se le eriza la piel de todo su cuerpo, ahora cubierto por el mío, siento su calor, tiembla de placer.

Abro mis rodillas, sobre sus caderas, giro su cuerpo, mi sexo sobre su sexo, mis pechos sobre los suyos, la deliciosa punzada de sus oscuros pezones, duros como piedras, en mis lolas. Jadea, respira con dificultad, sus manos se apropian de mis tetas, las pellizca, las bocas se unen en un delicioso acoplamiento.

El frote de nuestros coños se convierte en una dulce tortura. Grita, grita.

Yo me siento desfallecer, me muero de gusto, sobre todo al ver a Lara, en un ardoroso sesenta y nueve con Andrea, presas de espasmódicos movimientos que culminan en clamorosos orgasmos.

Martina, aparentemente fuera de juego, sentada en un sillón, viendo el espectáculo porno, que le ofrecemos. Está masturbándose con una mano, entera, dentro de su coño, los ojos desmesuradamente abiertos, jadeando y moviendo las caderas con violencia, para facilitar la penetración.

Un rugido desgarrador anuncia el tremendo orgasmo que recorre su cuerpo. Me acerco para ayudarla a sacar la mano de su vulva, me mira con ojos llorosos, beso su dulce boca al tiempo que tiro de la muñeca, suavemente, hasta sacarla del encierro. Se queda despatarrada en el asiento, quedo impactada por el enorme boquete de su coño. Se lo acaricia con las dos manos, me arrodillo ante ella, lamiendo los inflamados labios vaginales, hasta que se relaja y se normalizan.

Me incorporo al grupo de la cama.

Tendida junto a Lara, acaricio su vientre, beso sus labios, que saben a coño. Al coño de Andrea. Me giro para besar a la chica y el sabor de su boca ya lo conozco. Sabe a Lara. Ella a su vez se gira hacia Katia y se abrazan las dos. Creo que hay algo más que sexo entre ellas.

Todo lo ocurrido se ha grabado, desde cinco cámaras, desde cinco ángulos distintos. La película será muy, muy caliente.

Retozamos en la cama. Martina se va a preparar algo para comer.

Nos llama y bajamos a cenar. Termina la velada en el jardín, tomando chupitos de tequila. Lara y yo nos vamos a la cama, las chicas se quedan charlando.

Me viene a la memoria Sevilla, las noches en el piso de estudiantes. Dormíamos abrazadas, desnudas, sintiendo el calor de nuestros cuerpos.

¡Cuántas veces añoré esas noches, durante mi vida de casada! Cuando Carlos, después de un rapidito, me dejaba ardiendo y terminaba, dándome yo sola, sentada en la taza del WC. Lara jamás me dejo insatisfecha. Se dedicaba a mí, hasta hacerme gritar de placer. El sueño nos vence.

Otro día. ¿Por qué otro día? ¡No! Hoy es el primer día del resto de mi vida. Y estoy con mi querida Lara. Con mi amor, dormida a mi lado. Su pecho sube y baja con la respiración. Como tantas veces, en el pasado, aparto un mechón de pelo para admirar su rostro. La suave línea de su barbilla, las orejitas parecen dibujadas, los labios, rojos, carnosos, bajo una naricilla deliciosa, me enloquece mirarla. Mi pecho desborda amor. Cubro a mi amada con la sábana.

Oigo a las chicas, están levantadas, voy a ver que hacen. Están en la cocina, desnudas, preparando el desayuno. Ayudo a poner la mesa. Aparece Lara, soñolienta, el pelo revuelto, también desnuda, solo yo llevo la chilaba…Y me la quito. Nos sentamos, Lara a mi lado me besa, para mí es un regalo. El primero del día. Katia y Andrea cuchichean y se ríen.

–¿De qué os reís, guasonas?

–De nada malo Eva, decíamos que nos gustó mucho lo de anoche. ¿Cuándo lo repetiremos?

–Aah, putitas. ¿Queréis repetir eh? Pronto y seguramente con mas chicas. ¡Uy, qué tarde es! Voy a vestirme, que Carlos me espera para hablar. ¿Qué vas a hacer Lara?

–Quiero ir a casa de Mario y hablar con él. Le llevaré la grabación de ayer, a ver qué podemos hacer.

Subo a ducharme y vestirme. No sé lo que me espera en casa. Llamo al servicio de taxis para que envíen uno.

Llamo al porterillo de la casa, contesta Ainoa, me abre la cancela. Están todos en el salón, sentados, excepto Gaby que viene a darme dos besos. Silvia se levanta, Ainoa viene de la cocina, las dos me besan. Carlos no se mueve. La cabeza baja, está muy enfadado, tendré que utilizar todo mi poder de convicción para calmarlo.

–¡Por fin! ¡¿A quién te has estado follando esta noche?!

–Si quieres, lo puedes ver en video. Hemos grabado todo lo que hemos hecho, te traeré una copia.

–¡Encima cachondeo! ¡¿Qué coño crees que estás haciendo Eva?!

Bajo el tono de voz.

–Carlos, sé que esto ahora te rompe los esquemas. Unos esquemas que has aceptado, de una sociedad hipócrita, controlada por unos poderes hipócritas y ruines. Solo te pido que te calmes, nos escuches y no hagas nada de lo que tengas que arrepentirte.

–Papá, mamá tiene razón. Lo que ha ocurrido no es para ponerse así. Los tiempos han cambiado. Antes a los hombres se les permitía buscar nuevas experiencias. A la mujer se le prohibía todo, dependía de los hombres toda su vida, del padre, del novio, del marido, incluso de los hermanos. Hoy somos independientes, o tratamos de serlo. Buscamos nuevas experiencias, que nos abran puertas a otras formas de entender la vida. Lo que ha hecho Ainoa es, simplemente, buscarse a sí misma, tratar de conocerse mejor, conocer su cuerpo, sus emociones, sus sentimientos.

–¡Eso son palabras! Solo palabras vacías, de una pandilla de locas feministas, que odian a los hombres y se vengan de ellos, metiendo en vuestras cabezas, toda esa sarta de locas ideas.

Ainoa, a mi lado, llora, paso un brazo tras su cintura para atraerla. Descansa su cabeza en mi hombro. Me dirijo a Carlos, con calma.

–Tienes razón, Carlos. Nosotras, todas, estamos locas. Las ideas feministas nos han sorbido el seso y, como somos mujeres, estamos incapacitadas para pensar y mucho menos decidir qué queremos hacer con nuestras vidas, con nuestra sexualidad. Eso solo podéis decidirlo vosotros…..Carlos, en ningún momento quisimos hacerte daño. Ainoa solo pretendía definir su sexualidad, conocerse a sí misma y poder ofrecerte su amor, sin dudas, sin restricciones. Sabiendo que puede obtener placer con una mujer o con un hombre. Que el placer y el amor son dos cosas distintas, que son mejor cuando van juntas. Ahora ya no duda, está segura de su amor por ti. No de mí o de otra persona. Está enamorada de ti. Pero, cuidado, el amor es frágil, un mal gesto, una mala palabra, puede matarlo.

–¡Pero ha follado con vosotras y le ha gustado! ¡Me lo ha dicho!

Ainoa, entre sollozos.

–Si, Carlos, he follado con ellas y me gustó pero no voy a repetirlo, por ti. ¡Te quiero!

–¿Cómo me vas a querer a mí, si te corres pensando en lo que te hicieron?

Carlos viene hacia Ainoa. Me interpongo.

–¿Y eso es malo? Dime Carlos ¿Cuántas veces, estando conmigo, te has corrido mientras yo te contaba historias, en las que tú, estabas con dos o más mujeres? Por cierto ¿Lo has hecho alguna vez? ¿Has estado con dos mujeres?

–¡No! Yo no….

Ainoa aprieta con fuerza mi brazo. Se dirige a Carlos.

–¿Te gustaría? Dime la verdad. ¿Eva, lo harías con Carlos y conmigo?

–Si te soy sincera. Me encantaría. Y vaya por delante, que quiero a Lara con toda mi alma, pero…sí, me gustaría estar con vosotros. ¡Carlos despierta! ¡Sé que solo la idea te pone a mil! Te ha excitado cuando lo has imaginado, ahora puedes hacerlo realidad. Mírate, vas a romper el pantalón con la erección que tienes.

Y así era, todas miramos su bragueta. A pesar de la postura y sus intentos por disimularlo, la tensión de la tela era evidente. Vuelve a sentarse. Silvia miraba con los ojos muy abiertos, Gaby se reía, Ainoa, más tranquila, me habla al oído.

–¿De verdad lo harías por mí?

–Por ti, por mí, pero también por él. Si acepta y lo sabes llevar, conseguirás lo que quieras.

Estaba acalorado, la cara roja, movía las manos nervioso. Pocas veces lo he visto así. Me hacía gracia verlo, dudaba, pero yo tenía claro cuál sería su decisión.

–Bueno….¿Y cómo lo haríamos?

La carcajada fue apoteósica. Nos miraba a todas de hito en hito. Desconcertado, no sabía qué decir ni qué hacer.

Cogidas del brazo, nos acercamos Ainoa y yo, nos arrodillamos ante él, Ainoa lo besaba, yo le quitaba el cinturón y abría la cremallera del pantalón. Baje el slip y apareció la verga, tan conocida y manoseada por mí.

Silvia miraba con mucho interés, pero Gaby no le andaba a la zaga. Lo pusimos de pié para desnudarlo por completo, las chicas ayudaron.

Carlos, con los ojos cerrados, se dejaba hacer. ¡Como para no dejarse! En ese momento era el jeque de un harén, con todas las odaliscas a su disposición. Esta experiencia no la olvidaría jamás.

Mientras unas se despojaban de la ropa, las otras acariciaban al macho alfa. Las chicas apartaron la mesa, el sofá y los sillones, lo tendieron en la alfombra. Ainoa seguía besándolo, sorbiendo su aliento, como si fuera a escapársele. Por señas, le indiqué a Gaby que se apartara.

Ella también quería participar en el festín, pero yo sabía que era pronto para que su padre aceptara estar con ella. Podría estropearse todo. Silvia lo comprendió y la llevó a un rincón del salón, donde habían puesto el sofá. Se tumbaron abrazadas. Hablaban en susurros, Silvia, más sensata, trataba de hacerle ver que no era el momento, no convenía precipitar las cosas. Se besaban y acariciaban sus cuerpos.

Arrodillada, entre las piernas de mi marido, masajee el miembro, pocas veces lo había tenido tan rígido entre mis manos. Las suyas las ocupaba en manosear el coño de su novia, que, arrodillada, inclinada sobre él seguía bebiendo su boca y yo llevaba, a la mía, aquella polla, que tantas veces entró en mi coño.

Miraba a su hija con Silvia, comiéndose la una a la otra en el sofá. Y descargó. Me sorprendió, siempre había sido rápido, pero esta vez tenía motivos, la excitación era brutal. Quedó tendido en el suelo, Ainoa seguía besándolo, no sé que pretendía.

Dejé que se repusiera, me puse a la espalda de Ainoa, besé su cuello, respondió como si le hubiera picado una avispa. Dio un respingo, pasé mis brazos bajo los suyos y agarré las deliciosas tetas, amasé, pellizqué, acaricié, mordí su nuca, la excitación era más que evidente, cuando bajé una mano hasta su coño, encontré una charca. Giraba su cabeza para encontrar mi boca, mi mano, plana, pasaba a lo largo de su raja, donde metía uno, dos dedos, acariciaba el clítoris, subía la mano hasta mi boca, saboreaba sus jugos, los compartía con ella….

Miré a Carlos. Estaba sentado, nos contemplaba. No había cólera en su mirada, era curiosidad, estaba como alucinado, viendo a su novia, disfrutar como una loca, de las caricias de su mujer.

Al darse cuenta que lo observo, se levanta, viene hacia mí, se arrodilla a mi espalda, levanta mi grupa e inserta su aparato en mi coño. De nuevo duro como una piedra. Avanza los brazos hasta coger las tetas de su novia, mientras masajeo su vulva. Ella se gira hacia mí, se tiende de espalda en el suelo, abre sus rodillas y me ofrece su fruta, palpitante, caliente, muy mojada. No puedo resistirme, aplasto mi cara contra su coño, me sumerjo en las profundidades de aquel abismo, con sabor a mar.

El ataque de Carlos tiene sus consecuencias, al parecer ha aprendido algo más, por qué con su mano toquetea, torpemente, pero algo es algo, mi botoncito. Antes no sabía siquiera que existía. Me dejo arrastrar, no puedo oponerme a la corriente, que me empuja hacia un orgasmo brutal. De los mejores de mi vida. Coincidiendo con la descarga de semen, de Carlos, en mi coño. Un orgasmo simultaneo. Pero Ainoa, al ver el nuestro, acelera el suyo. Aprisiona mi cabeza con sus manos en mi nuca y apretando los muslos. Me asfixio, no puedo respirar, mi orgasmo es tan intenso que creo morir. Solo la violencia de los espasmos logran separarme de ellos.

Quedamos derrotados. Tendidos en el suelo. Tratando de normalizar la respiración.

Gaby se acerca, de pie, sobre su padre, las piernas abiertas y mostrando su sexo a su progenitor, que lo contempla con lascivia.

–Papá, ¿Me harías un favor?

–Pero ¿Qué dices, chiquilla? Soy tu padre.

–Ya lo sé, papi. No es a mí. Es para Silvia. Yo la desvirgué con un arnés, pero ella no ha conocido una verga real y quiere saber cómo es follar con un hombre. ¿Lo harías por mí? ¡Porfiiii! Piensa que es un chochito, donde no ha entrado ninguna polla nunca, tú serás el primero. Es mi regalo…. Por no enfadarte con nosotras.

Carlos alucinaba, Silvia se había colocado al lado de Gaby y desde el suelo,mi marido podía contemplar los dos coñitos, sonrosados, depilados….

–Bueno, qué le vamos a hacer, tendré que esforzarme.

Y nos reímos, mucho. Carlos se portó como un jabato follando a la novia de Gaby, que los miraba con envidia. Incluso se acerco a besarla y acariciarla, mientras su padre la penetraba.

Me coloqué a su espalda y le acaricié los pechitos, manosee su chochito, el padre nos miraba, aquello le producía un tremendo desasosiego, se excitaba contemplando a su hija, desnuda, siendo masturbada por su madre.

Ainoa se unió al grupo, acariciaba a Silvia, mamaba las tetitas de la chiquilla, al tiempo que dedeaba su botoncito, mientras la polla de su novio bombeaba su coñito. Carlos levantó las piernas de Silvia hasta colocarlas en sus hombros. Chupeteaba los deditos de los pies mientras la penetraba. El orgasmo llego, Silvia emitió un chillido intensísimo. Y se desmayó. Carlos se asustó.

–¡¿La he matado?!

–No tonto, solo es un ligero desmayo. La emoción ha sido muy intensa, a veces ocurre. No te apures, se repondrá enseguida. ¿Lo ves? Ya despierta…¿Cómo te sientes cariño?

–¿Qué ha pasado Gaby? Me he sentido morir. Que gusto Gaby, que gusto.

Se abrazan las dos. Carlos me mira implorante.

–Gracias Eva. Ha sido la mayor y mejor experiencia de toda mi vida, gracias a ti. Y lo que siento es que empiezo a conocerte ahora, cuando te he perdido.

–Nos habíamos perdido, Carlos, pero nos hemos reencontrado en otro espacio, acompañados de personas a las que amamos y que nos aman. Creo que tenemos mucha suerte.

Estamos sentados en círculo, en la alfombra, desnudos. Ainoa, junto a Carlos.

–Hablando de encuentros, he de decir que para mí han sido unas experiencias, inimaginables hace tan solo unos días. He encontrado el amor, el verdadero amor. He disfrutado mientras Carlos hacia el amor con Eva, sin celos, me sentía feliz con el placer que se daban los dos. Ha sido alucinante y me gustaría repetirlo junto a vosotras.

–¿Y yo? ¿No cuento? Todos lo habéis pasado bien menos yo, que he sido la convidada de piedra. Aunque debo reconocer que ver a Silvia, desmayarse de placer, ha sido la bomba. No podía imaginar algo así en mi chica. Ahora que sé que puede disfrutar también con un hombre, me siento mejor, es más como yo. Podemos compartirte papá. Jajaja.

No puedo evitar recordar mis momentos con Lara.

–Yo lo he pasado muy bien, pero me sigue faltando algo. No está Lara. Con ella aquí, mi felicidad sería completa.
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Relato erótico: “Dos rubias llamaron a mi puerta y les abrí 3” (POR GOLFO)

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3

Sobre las diez y media, desperté todavía abrazado a Ua. La joven debía de haber amanecido antes y al sentir que me movía, usando su voz en vez de sus hebras, me preguntó si había descansado. Sorprendido de que durante la noche hubiera aprendido a hablar y que lo hiciera con una mezcla de nuestros acentos, respondí que cómo era posible. Luciendo una sonrisa que me dejó embobado, me informó que ambas habían aprovechado las horas para practicar con sus cuerdas vocales.

            ―Tienes una voz preciosa― contesté regalándole un breve pico en sus labios.

            Al igual que cuando le di el azote, ese tierno gesto la cogió con el pie cambiado y abriendo los ojos de par en par quiso que le explicara porque la había besado.

            ―Porque eres preciosa― comenté repitiendo el mismo mimo.

            Sus mejillas se tiñeron de rojo con el piropo y bajando su mirada, avergonzada preguntó si era cierto. Impresionado de que no fuera consciente de su belleza, la atraje hacía mí y forzando su boca, la besé esta vez con pasión. Por un momento que me pareció eterno Ua se quedó petrificada y solo cuando sintió mi lengua jugando con la suya, decidió dejarse llevar. Durante un minuto, compartimos nuestros labios y si no me permití acariciarla, fue por estar convencido de que para esa cría el ser querida era difícil de asimilar.  Supe que estaba en lo cierto cuando dominada por una sensación desconocida no aguantó la presión y se echó a llorar.

―Tranquila, princesa. No pasa nada― entrelazando mis dedos en su pelo, murmuré.

Mi susurro, lejos de amortiguar sus lloros, los incrementó.

―¿Qué le pasa a este cuerpo?― aterrorizada preguntó.

Recordando que la noche anterior ella misma había dejado caer que habían adoptado recientemente la forma humana, comprendí que al hacerlo había sido con todas las consecuencias y que su angustia se debía a no saber reconocer que sentía. Queriendo saber más, le pedí que me dijera qué era lo que había experimentado con el beso.

―Mi respiración se aceleró al igual que mi corazón― respondió sin entender que al adquirir nuestra anatomía también se veía estimulada por los mismas hormonas que nosotros.

Midiendo mis palabras, le informé que esa reacción se debía a que lo que había experimentado era deseo y que debía aceptar que era humana.

―No soy una mujer, soy una sanadora― contestó sobrecogida.

Riendo la miré y acariciando uno de sus pechos, jugueteé con el rosado botón que lo decoraba. El pezón de Ua se contrajo excitado al sentir la acción de mis yemas.

―No es posible― musitó todavía incrédula.

No queriendo asustarla le pedí permiso para metérmelo en los labios. Convencida de su incapacidad de sentir, me lo dio. Dudé si estaba actuando correctamente ya que a pesar de parecer una veinteañera esa criatura acababa de renacer y con sumo cuidado, lamí los bordes de su areola para demostrar mi teoría. El sollozo que brotó de su garganta al notar esa húmeda caricia fue la prueba incontestable de su humanidad.  

―Santa luz― chilló superada cuando tomando el pezón mamé de él.

Su grito despertó a las dos durmientes y deseando que entendieran que no le pasaba nada, les expliqué lo que ocurría.

―Te equivocas, Íel. Debe ser otra cosa. Nunca he oído que una sanadora se vea atraída por su protector. Somos sexualmente inoperantes. Nuestra función no nos lo permite― contestó Ía.

Por alguna razón Tomasa no quiso intervenir ni tomar partido, por lo que nuevamente tuve que ser yo quien sacara a ese bello ser de su error.

―Si tan segura estás, te importa que haga la prueba contigo.

Dando por hecho que no sentiría nada, confiada puso un seno a mi disposición. Antes de metérmelo en la boca, observé que era más grande pero no por ello menos bello que el de su compañera.

―Tienes unos pechos maravillosos― desde el otro lado de la cama, la mulata confirmó mis pensamientos.

El rubor de sus mejillas me azuzó a acercarme y repitiendo la misma operación que con Ua, dediqué unos segundos a impregnar de saliva su pezón antes de abrir los labios. Desde el primer lametazo, la inexperta supo que se había equivocado al suponer que no se vería afectada, Intentando afianzar sus dudas decidí mordisquearlo suavemente antes de ponerme a mamar.

Fascinada y con la carne de gallina, recibió esa caricia como una derrota y echándose a sollozar, me rogó que parara.

―Hazlo Miguel, déjala asumir sus sentimientos― me rogó la morena al sentir como suya la angustia de la chavalilla.

Al ver que obedecía y ejerciendo como madre, Tomasa las abrazó sin decir nada. Sintiendo que mi presencia sobraba, me levanté al baño mientras dejaba a esas dos crías llorando en brazos de la morena. Reconozco que me sentía sucio. En mi paranoia por entender que eran,  las había forzado por encima de sus posibilidades y ahora no sabía cómo actuar. Mi corazón me pedía pedirles perdón, mientras mi cerebro intentaba convencerme de que había hecho lo correcto al revelarles hasta donde llegaba su parte humana. Al final venció mi corazón y hundido volví al cuarto.

Desde la puerta, contemplé a las niñas mamando de la viuda y no queriendo interrumpir ese momento, me senté frente a ellas sin hablar. La imagen no podía ser más tierna, desesperadas por lo que sus cuerpos experimentan se había lanzado a por sustento en un intento de rehuir sus sensaciones. No llevaba más de unos segundos cuando me percaté que involuntariamente las dos albinas comenzaban a restregar tímidamente sus sexos contra los muslos de la morena. Tomasa me guiñó un ojo al darse cuenta y pidiendo con la mirada que no interviniera, se quedó quieta sin moverse mientras notaba que las chavalas iban incrementando la velocidad con la que se auto estimulaban.

  ―Comed y no penséis― les dijo sin dar importancia a la creciente humedad de sus coñitos: ―Os quiero, mis pequeñas.

Desde mi privilegiado puesto de observación, recreé mi mirada en ellas y comprobé sus diferencias. Al igual que sus pechos, el trasero de Ía era más grande que el de su compañera y en contrapartida, Ua poseía un delicado equilibrio que la hacía igualmente atractiva.

«Son un sueño», medité mientras a mis oídos llegaban sus primeros gemidos.

Asumiendo que antes de tocarlas siquiera, debían explorar ellas solas su parte humana, la mujer observó inmóvil la creciente calentura de la crías. Para entonces e incluso para ellas era evidente su excitación y dejando por fin los pechos que las estaba amamantando, buscaron los besos de Tomasa. La viuda no rehuyó sus labios y alternando besos entre ellas, colaboró discretamente en su auto búsqueda.

El erotismo de la escena no me pasó inadvertido y con ganas de unirme a ellas, tuve que hacer un esfuerzo por evitarlo.  Gracias a ello, pude reparar en que Ua estaba al borde del orgasmo y que se ponía a temblar mientras seguía frotando su vulva contra la pierna de su teórica protegida.

―¡Soy una mujer!― gimió descompuesta al sentir que sus neuronas se consumían de placer.

La aceptación de su parte humana por parte de su compañera derritió los reparos de Ía y cayendo hacia atrás, lloró presa de su primer orgasmo. Testigo de su descubrimiento, esperé a que dejaran de moverse para acercarme y sin preguntar nada, las abracé.  Las dos crías recibieron nuestras caricias abochornadas al darse cuenta de que habían recibido un don sin dar nada a cambio y durante un largo rato, siguieron intentando entender y asumir que habían dejado de ser unos seres asexuados y que gracias a los genitales humanos conocían de primera mano lo que era amar.

Al escuchar el rugido de mi estómago, Ua se percató que no había comido nada desde la noche anterior y totalmente cortada, me preguntó porque seguía cuidándolas cuando era notorio que necesitaba alimento.

Acariciando su blanca melena, respondí:

―¿Crees que hay algo más importante para mí que cuidar a mis mujercitas?

Desconcertada por mi respuesta, dos gruesos lagrimones surcaron sus mejillas.

―Nunca creí que un día comprendería lo que realmente quería decir los humanos afirmaban que estaban enamorados, y ahora lo sé. Mi amor por ti solo es comparable a que siento por nuestra Asa.

Y dirigiéndose a su hermana, le preguntó si ella sentía lo mismo. Ía fue todavía más explícita:

―Gracias a vosotros, sé que es el amor y si lo permitís además de ser vuestra sanadora quiero ser vuestra mujer.

Besándola, Tomasa contestó:

―Ya lo eres pequeña hechicera. Tú y tu hermana sois nuestras mujeres y espero que aceptéis a esta anciana de la misma manera.

Riendo las dos chavalas le dijeron que no era vieja, que ellas llevaban viviendo vivido mucho más.

―¿Qué edad tenéis?― pregunté.

 Sin dar importancia al dato, tras calcularlo, Ua nos informó que ambas habían salido de la cuba de fertilización un primero de febrero de hacía ¡ciento noventa y tres años terrestres!

―¡Su puta madre! ¡Sois unas rucas!― exclamó muerta de risa la mulata: ¡Decidme qué crema os echáis que me la compro!

            Sin entender la guasa, comentaron que,  si de verdad quería parecer más joven, ellas podían conseguirlo. Tomasa se quedó pensando y tras darse cuenta de que, si de pronto aparecía por el pueblo sin arrugas, la gente empezaría a chismear y por eso les pidió que se abstuvieran de meterles mano.

―¿Y unos pechos más grandes?― insistieron apelando a la coquetería innata de las mujeres: ―¿O un trasero más firme?

―Eso no me vendría mal, ¿verdad?― comentó mirándome.

―Yo te veo maravillosa como estás― respondí evitando mojarme.

Conociendo a las féminas, mi negrita iba a hacer lo que quisiera y si dejaba caer que la retocaran, me iba a ir como en feria. Por eso permanecí callado mientras esa crías (me resultaba imposible pensar en ellas como unos seres que me quintuplicaban la edad) seguían tentando a la cocinera con distintos retoques, a pesar de saber que sería yo el beneficiado.

Lo malo fue cuando habían acabado de pactar los cambios en la mulata empezaron a conmigo. Acojonado por ser manipulado, solo permití que a través de sus manejos perdiera algo de grasa abdominal.

―¿Y no quieres que te toquemos el sexo? Podríamos hacerlo enorme.

―Ni de coña, me lo dejáis en paz― contesté temiendo convertirme en una especie de Rocky Siffredi.

Interviniendo Tomasa, se atrevió a comentar que dado que tendría que satisfacer dos bocas hambrientas y una mujer ardiente al menos debía permitir que me otorgaran más resistencia. Estaba a punto de mandarla a la mierda cuando, sonriendo un tanto avergonzada, Ía comentó que por ese aspecto no tenía que preocuparse ya que al mejorar mi estado físico y corregir un problema que habían visto en mi corazón, ahora tenía la fortaleza de un chaval de veinte. No supe si cabrearme o agradecérselo. Me habían mejorado, pero… sin mi permiso.

Mi cara debió de ser lo suficientemente elocuente porque entrando al saco, Ua intentó disculpar esa intromisión diciendo:

―Amado Íel, no nos podíamos permitir perderte en solo veinte años, tras las mejoras nos durarás al menos otros ochenta.

Que hubieran multiplicado por cuatro mi esperanza de vida era de agradecer, pero aun así seguía cabreado y de mala leche, contesté que ya hablaríamos porque me urgía una ducha, para acto seguido dejarlas en la habitación.

Ya en el baño, abrí el grifo y mientras esperaba a que tomara temperatura, me puse a pensar lo extraño que era la tranquilidad con la que, tanto Tomasa como yo, habíamos aceptado que no eran humanas sino unos seres de otro planeta.

«Lo lógico es que nos hubiéramos cagado encima y hubiésemos tratado de huir», medité, «en cambio nos pareció hasta normal».

La claridad de que ese planteamiento era acertado y que algo raro había, me hizo saber que de algún modo había actuado en la química de nuestros cerebros para que así fuera.

«Serán preciosas, dulces, encantadoras y demás, pero son unas zorras», dije para mí sin enfadarme.

Dando vueltas al asunto, estaba ya en la ducha cuando escuché que se abría la mampara, al girarme vi que era la mulata.

―Patrón, tenemos que hablar de lo que he hecho― musitó preocupada sin atreverse a entrar.

Que me llamara nuevamente “patrón” en vez de Miguel, me anticipó que lo que iba a escuchar no sería de mi agrado y por eso, decidí comportarme con ella como antes:

―Tu dirás, mujer.

La cuarentona tomó aire antes de decir:

―Siento que me he aprovechado de usted y de su bondad. Debo confesar que siempre me ha gustado y que muchas noches he soñado que entraba en mi habitación. Por ello cuando esta noche Ua estaba arreglando mis problemas, se dio cuenta que no éramos pareja y me preguntó por qué. Al enterarse que secretamente lo deseaba, me dijo que si la dejaba me podía ayudar a conseguirlo.

―¡Qué me hicieron! ¿Me tocaron el cerebro?― exclamé lleno de ira.

Llorando a moco tendido y sin mirarme, contestó:

―No, patrón. Fue a mí. Según ella, con solo un pequeño cambio en mis feromonas, me haría irresistible ante cualquier hombre. Tanto deseaba que usted me hiciera caso, que acepté.

―Además de idiota, eres tonta. Si hubieses querido acostarte conmigo, solo tenías que pedirlo― grité indignado: ―Ahora que eres un afrodisiaco andante, ¿te vas a follar a todo el pueblo?

Usando mis palabras contra mí, preguntó si era verdad eso… que si antes que llegaran nuestras niñas ya la deseaba.

―Siempre has sido una mujer atractiva― musité al ver en sus ojos un hálito de esperanza: ―pero ahora no sé qué decir.

―Sigo siendo la misma negra enamorada de su patrón― sollozando contestó: ―Y si tan asquerosa le resulto, cojo mis cosas y me voy.

La angustia de esa buena mujer me derrumbó y tomándola del brazo, la metí conmigo bajo la ducha.

―No te vas a ninguna parte. Eres una puta, una golfa y una liante, pero quiero que seas mi puta, mi golfa y mi liante― respondí mientras forzaba su boca con mi lengua.

―Soy todo eso y más, mi señor, mi amado Íel― suspiró de alegría pegándose a mí.

El tacto de su piel despertó mi lujuria y cogiendo uno de sus hinchados senos, lo mordisqueé mientras deslizaba mi mano hasta su entrepierna. Al encontrarme sus pliegues llenos de flujo, comprendí que su entrega era total y aprovechándome de ello, decidí dar un salto en esa relación recién estrenada:

―Si te portas bien con tu patrón, a este no le importaría usarte de por vida.

El gemido de deseo que brotó de su garganta al oírme me alentó a continuar:

―Serás mía y solo mía. Y nunca miraras a otro.

―No lo haré― murmuró al sentir uno de mis dedos entrando en su coño.

―No te pondrás celosa cuando alimente a las niñas.

―Nunca, mi señor― gimoteó moviendo sus caderas.

―Te entregaras por completo y no te negaras a nada.

―Nunca podría negarme a mi señor― lloriqueó sintiendo que le flaqueaban las piernas.

Dándole la vuelta, comencé a recorrer sus negros cachetes enumerando sus obligaciones mientras le metía un dedo en el ojete:

―Me entregarás tu culo, tu boca y tu coño. Tu cuerpo por completo.

―Ya son suyos, mi adorado patrón.

Acercando mi glande a sus labios, comencé a jugar con su clítoris haciéndola saber que iba a volverla a tomar e incrustando un par de centímetros mi sexo, mordí su oreja diciendo:

―Tu renovado vientre me dará hijos y compartiré con ellos la leche de tus tetas.

Para la mulata más que una obligación fue una promesa y echándose hacia atrás se embutió toda mi erección diciendo:

―Su negra le dará negritos, mi señor.

―Y, para terminar, me ayudarás a adiestrar a esos seres.

―¿Adiestrar?― preguntó.

Le mordí la oreja diciendo:

―Mi querida Tomasa, ¿no te das cuenta de que si sus cuerpos son capaces de sentir deseo, es nuestro deber el enseñarles a ser humanas? Como mi pareja, deberás ayudarme a convertirlas en nuestras mujercitas en todos los sentidos. ¿Estás de acuerdo?

―¡¡¡Sí!!! Íel…

4

Tras desayunar, nos teníamos que enfrentar a una serie de problemas prácticos. El primero de ellos era su ropa. Revisando el armario de Tomasa, había poco en él que las sirviera. Siendo esta una mujer alta en términos costarricenses, las chavalas la llevaban unos quince centímetros y por ello todos los vestidos que las probamos les quedaban indecentemente cortos.

            ―Tendremos que comprarles de todo― comenté mientras Ía se probaba un sujetador de la mulata y comprobaba que le quedada enorme. Como la diferencia de pecho era todavía mayor en Ua, está ni siquiera lo intentó. Algo parecido ocurría con las bragas, al tener unas caderas menos exuberantes. Dándose por vencidas, Tomasa les cedió unos pantalones que además de ser demasiado holgados, les quedaban cortos.

―Antes de pensar en llevarlas al pueblo, deberíamos pintarles el pelo para darles un aspecto más normal.

Sabiendo que nunca podrían pasar desapercibidas por el color de su piel y antes de hacer algún cambio, decidí explicarle a ella la situación. Las dos crías comprendieron de inmediato el tema y por eso accedieron a que les tiñéramos sus melenas.

―No sería lógico que llevaran el mismo color― murmuré pensando en diferenciarlas y así evitar que parecieran gemelas.

Su apariencia nórdica era determinante a la hora de elegir las tonalidad y por eso sacándoles una foto, usé un programa de ordenador para irles mostrando cómo les quedarían. Lo que nunca me esperé fue que, en vez de elegir por ellas mismas, buscaran en nuestras reacciones cuál se pondrían.

―Yo quiero ese― sentenció Ua al comprobar el atractivo que provocaba en Tomasa la versión pelirroja.

No pude estar más de acuerdo, ese pelo unido a sus ojos azules le conferían una sensualidad casi adolescente. Ía, en cambio eligió un cambio menos drástico.

―Ese color dorado me pega más.

Supe que la razón que la habían inducido era que había leído en mis reacciones la atracción que sentía desde niño por las rubias, pero no lo comenté al no querer poner a prueba los celos de mi antigua empleada. Una vez decididos los cambios en sus melenas, debíamos pensar en una excusa para su presencia en la casa.

―Podríamos decir que son mis sobrinas― dejé caer.

―No, Miguel. Tarde o temprano, la gente sospecharía. Como se dice, más vale una vez rojo que ciento amarillo. Si decimos que son de tu familia y luego la gente descubre que estás con ellas, sería malo a la larga.  Es mejor que se escandalicen desde el principio.

―¿En qué has pensado?― pregunté.

Tomando su tiempo para acomodar sus ideas, mi fiel negra respondió:

―Cuando llegaron a nuestra puerta, pensamos que eran dos turistas que se habían perdido. ¿No es así?

Al ser una pregunta retórica, no respondí y esperé a que continuase.

―Si mantenemos que son dos mochileras que han venido de Europa a disfrutar de sol y playa a las que has dado cobijo, nadie sospechará si luego se quedan indefinidamente como tus amantes. Piense que en el pueblo se murmura que en España eras un tipo importante que ha venido a esconderse aquí huyendo de un lio de faldas. Qué unas mujeres con ganas de pasárselo bien se aprovechen de tu dinero para vivir en este paraíso, sería algo que la gente consideraría normal. Ya lo dicen de mí. Según las habladurías, llevo compartiendo cama y mantel contigo desde el día siguiente que entré a trabajar aquí.

Me quedé con la boca abierta al oír de sus labios los chismes que corrían por el pueblo, pero dando cierta razón a su planteamiento, accedí a presentarlas así.

―¡Pura vida!― exclamé descojonado al saber que si los habitantes de la zona pensaban que era un don Juan cualquier escándalo posterior quedaría amortiguado al asumir que se debía a mi vida licenciosa.

Habiéndonos inclinado por esa opción, debíamos en primer lugar ir a por ropa acorde con su edad y por tintes para el pelo, pero nos encontrábamos con la renuencia de ellas a separarse de nosotros. Seguíamos dando vueltas a cómo hacerlo cuando de pronto escuchamos que un coche se acercaba. Al mirar a través de la ventana, descubrí que el inesperado visitante era el sargento de policía que conocía y no queriendo que se enterara de su presencia, pedí a Tomasa que las escondiera en mi cuarto mientras salía a recibirle.

―¡Qué milagro!― exclamé con dos cervezas en las manos tratando de demostrar normalidad: ―¿A qué se debe tu visita?

El uniformado tomó el botellín con una sonrisa mientras me decía que venía por el incendio del monte cercano. Gracias a mi experiencia en el póker, me mantuve impertérrito mientras le explicaba que había visto la humareda pero que no me había acercado.

―Mejor, está lleno de gente del gobierno― comentó mientras vaciaba su cerveza.

Conociéndole había traído una buena provisión y dándole la segunda, quise que me contara que había pasado para suscitar el interés de la capital.  Manuel haciéndose el interesante, dio un buen trago antes de contarme que como representante de las fuerzas del orden se había acercado el primero a ese lugar y que por eso lo que me iba a contar era de primera mano.

―Me imagino que fue una avioneta la que se estrelló― dije a modo de anzuelo.

El agente sonrió y sin negar esa versión, me explicó que al llegar comprobó que la extensión de bosque dañada era de casi ochocientos metros de largo por cincuenta de ancho y que por ello había notificado el hecho directamente a la base. Tras lo cual me enseñó en su móvil una foto donde se vía un amasijo de hierros.

―Menuda leche se pegaron. Me imagino que no hubo supervivientes― comenté mientras daba buena cuenta de mi cerveza.

―Personalmente lo dudo, pero no hemos encontrado tampoco los cuerpos de sus ocupantes― respondió y pasando a la siguiente imagen, a modo de confidencia, musitó: ―Lo único que se han hallado son restos de lo que parecen ser unos pulpos enormes que llevaban en la bodega.   

No dije nada al observar en la pantalla dos masas informes que el paisano había identificado como cefalópodos. Al ver los cadáveres de los antiguos protectores de las muchachas, me quedé callado horrorizado ya que había dado por sentado que serían parecidos a los humanos. Viendo mi cara de sorpresa, el sargento me contó que al llegar los miembros del gobierno le habían ametrallado con preguntas y que, temiendo alguna infección bacteriológica, le habían hecho multitud de pruebas médicas mientras se llevaban en recipientes sellados esos despojos.

―La fijación de esos tipos con esos bichos me hace sospechar que los ocupantes de ese avión debían de ser traficantes de especies en peligro de extinción.

Sin dar importancia al dato, el hombretón me anticipó que, aunque se estaban centrando en el área que lindaba con el mar, tal y como se estaban comportando los enviados del gobierno era seguro que tarde o temprano pasaran por mi finca a preguntar.

―Gracias por avisar, pero como no les hable de las pencas que están creciendo en mis plataneros no sé qué van a sacar de mí― despelotado contesté mientras le despedía.

Tras decirle adiós, aguardé que desapareciera para acercarme a mi habitación con la intención de comunicarles lo que había averiguado. Al entrar me encontré con que las chavalas habían aprovechado mi ausencia para retocarse físicamente.

―¿Cómo narices os habéis pintado el pelo?― exclamé antes de darme cuenta de que su transformación iba más allá y que además de lucir el tono que habíamos hablado en sus melenas, la palidez de su piel también había desaparecido y ambas lucían un moreno que parecía producto de largas horas tomando el sol.

―¿Verdad que están preciosas?― Tomasa preguntó muerta de risa.

Esos retoques me dejaron sin palabras y mientras las crías exhibían sus renovados atributos ante mí supe que,  si antes ya eran bellas,  con esos cambios se habían convertido en dos diosas que bien podían competir en el concurso de Miss Mundo.

 «Joder, ahora pasaran todavía menos desapercibidas», me dije anonadado.

Ía quiso saber mi opinión meneando su nuevo cabello mientras comparaba su bronceado con el mío.

―Estáis guapísimas― reconocí incapaz de retirar la mirada de ambas.

Su compañera riendo comentó que habían hecho caso a la mulata respecto a lo delicadas que era la piel sin melanina y que por ello habían dotado a sus epidermis con ese pigmento.

―¿Crees que deberíamos hacernos crecer vello púbico?― insistió.

―Ni de coña. Me encanta tal y como los tenéis― susurré impresionado con la facilidad con la que mudaban y entrando en materia, les comenté las fotos que me había enseñado el policía.

―¿Esos seres eran vuestros simbiontes?― pregunté negándome a llamar protectores a esos capullos haciendo referencia a la simbiosis, esa asociación entre organismos de especies diferentes por la cual ambos se benefician.

Metiendo sus hebras bajo mi piel, la ahora rubia buscó en mi mente las imágenes de las que hablaba y tras hallarlas, llorando lo confirmó:

―No pudimos hacer nada por salvarlos. Cuando despertamos tras el accidente, ya estaban muertos y nosotras malheridas. Gracias a los datos que habíamos acumulado durante los años que nuestros “¿padres? ¿dueños?” se habían dedicado a estudiar la tierra, pudimos mudar en lo que ahora somos y así poder sobrevivir en esta atmósfera cargada de oxígeno.

Por su dolor comprendí que sentía que les habían fallado y por eso preferí cambiar de tema, diciendo que debíamos buscar un modo de crearles una coartada por si venían preguntando.

―¿Te refieres a un pasado?― susurró la joven.

―Sí― repliqué: ―Voy a intentar contactar con alguien que os falsifique unos pasaportes, aunque os reconozco que no tengo ni idea cómo hacerlo.

Sonriendo, la espectacular chavala me pidió permiso para entrar en mi ordenador. Sin nada que perder, accedí y encendiéndolo, le pasé el teclado.

―No lo necesito― respondió y sacando los mismos apéndices que usaba para entrar en mi mente, los insertó en la entrada USB.

Me quedé paralizado al ver pasar diferentes webs a una velocidad endiablada mientras me preguntaba si podían pasar por suecas.

―Perfectamente― murmuré sin saber qué se proponía.

―Íel, ¿te gustaría que tus mujercitas tuvieran estudios?― insistió mientras en la pantalla vi que entraba en mis finanzas: ―Sería bueno para poder explicar los consejos que te vamos a dar para que mantenernos no te cueste dinero.

―¿De qué coño hablas?― pregunté mientras observaba que a un ritmo vertiginoso se introducía en las bolsas de medio planeta.

Poniendo cara de niña buena, la pelirroja comentó:

―Sin otra cosa que hacer, aprendimos los rudimentarios esquemas con los que organizáis vuestro mundo y nos resultaría sencillo, transformarte en un hombre riquísimo sin dejar rastro alguno en sus ordenadores.

Estaba a punto de avisarles que no se pasaran cuando de pronto la impresora empezó a escupir papel. Al cogerlo, leí alucinado que en solo tres minutos maniobrando Ía había sido capaz de crearse un pasado tanto personal como académico y que sus nombres “legales” eran Ua Asasson e Ía Ielsson.

―Espero que no te moleste que me haya inspirado en vosotros para nuestros apellidos― comentó con una sonrisa de oreja a oreja.

―¿Hasta qué punto alguien podría descubrir el amaño?― preocupado pregunté.

―Nadie podrá nunca descubrirlo, me he ocupado de ello― soltando una carcajada, la puñetera cría respondió mientras seguía leyendo que mientras ella era la hija de un reverendo y de su mujer ambos ya fallecidos, Ua había pasado su infancia con sus abuelos en un pueblo perdido en las montañas.

            Si ya de por sí eso era increíble, cuando sacó mi historial financiero no supe que decir ya que de alguna forma había conseguido multiplicar por cien mis inversiones.

            ―Chavala, me preocupa tanto dinero a mi nombre― comenté horrorizado por sus implicaciones.

            Sin dejar de reír, pidió que terminara de leer las últimas páginas impresas. Al echarles un vistazo, vi que eran los certificados de varias auditorias que había soportado en las que la Hacienda española había llegado a la conclusión de un origen legítimo de esos fondos.

―Estas auditorias que se remontan a más de diez años.

―¿Te parece poco? ¿Quieres que vaya más lejos?― susurró. 

            Asombrado por lo sencillo que le había resultado meterse en los ordenadores de medio mundo, les pedí que no se pasaran ya que prefería mantener un perfil bajo.

            ―No te preocupes, mi amado Íel. Con nosotras velando por tus intereses, no tienes por qué preocuparte― la ahora pelirroja comentó e incrementando mi desconcierto, me informó que esa misma tarde podíamos ir a la embajada de Suecia a recoger sus pasaportes.

―¿Habláis sueco?― Tomasa que había permanecido en segundo plano preguntó, temiendo quizás que no lo hubiesen previsto. Para demostrar que era así nos echó una parrafada en vikingo, que por descontado queda que no entendimos.

Asumí cómo iba a cambiar mi ya acomodada existencia cuando le dije que era imposible que llegara a su cita ya que San José estaba a más de cinco horas de coche. Sin perder su sonrisa, Ua nos soltó:

―¿Nos vamos ya? Tenemos una avioneta esperándonos en Puerto Jimenez para llevarnos a la capital.

Dándolas por imposibles, no pregunté cómo lo habían conseguido ni cuánto les había costado y dirigiéndome a mi antigua empleada, susurré en su oído si alguna vez había ido a esa ciudad.

―Será mi primera vez― respondió mientras cogía el bolso.

Relato erótico: “Orgía con sorpresa” (PUBLICADO POR INCESTOR)

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Estaba yo aburrido, esperando a mi perra Carolina. Una zorra peruana, morena con tetas normales y culo normal. Debo decir que tengo unas cuantas perros a mi servicio. 

“Perra, quítate las bragas y vamonos, que es quedado con Carlos y sus zorras para ir a una orgia.”

“Si amo”

“Pero antes hazme una mamada so guarra”

Entonces mi puta empezó a succionar mi pequeña polla .

“Joder que cerda eres zorra”

“Ahhhh toma mi lefa, tragatela”

Y mi perra Carolina se trago mi lefa.

Llegamos a casa de mi amigo Carlos.

“Hola Iván, venid ya tengo a 20 zorras preparadas para ser usadas”

Entramos en una gran habitación dónde ya estaban siendo usadas varias zorras. Yo fui directo hacia la mujer de mi amigo Carlos. Marijose se llama la puta. Morena, tetuda y muy cerda.

Estaba siendo porculizada por un chaval joven.

“Marijose que puta eres, que ya tienes una polla dentro”

” Sí soy muy puta, pero necesito más pollas”

Entonces me pongo delante y la follo la boca.

Follandola la boca echo un vistazo. Hay una chica que me suena, de espaldas a mi y a 4 patas, haciéndole una mamada a Carlos. 

Carlos me ve y me señala que vaya a darla por culo.

Entonces al acercarme y sin que ella me vea, reconozco a mi hermana. 

Del morbazo que me da esa situación, me acerco por detrás y la meto la polla por su culo.

Entre tanta gente follando, ella no se sorprende de que la enculen. 

Yo ya la tengo enculada.

“Joder hermanita que ganas tenia de usarte”

Ella se sorprende al verme sodomizarla y dice

” ummm dame fuerte hermanito “

Bombeo y bombeo fuerte en ese culo prefecto

“Carmen abre la boca que quiero lefarte”

Mi hermana deja de comer la polla de Carlos y se pone de rodillas esperando mi leche.

“Agggggg hermanita tomás mi lefa, zorra “

Y me corro por toda su boca y cara. 

“Aggg puta, tragate a tus sobrinos zorra”

“Ahora que te follen 5 tios a la vez son cerda.”

“Herencia Envenenada” LIBRO PARA DESCARGAR (POR GOLFO)

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Sinopsis:
No quería saber nada del hombre que me había dado la vida, lo odiaba. Nos había dejado a mi madre y a mí cuando era un niño. Por eso cuando me informaron que había muerto, no lo sentí. Me daba igual, Ricardo Almeida nunca fue parte de mi vida y una vez fallecido menos.
O al menos eso quería porque fue imposible. Si bien en un principio cuando me enteré que ese grano en el culo al morir me había dejado toda su fortuna la rechacé, al explicarme mi abogado que si hacia eso mi mayor enemigo se haría con mi empresa tuve que aceptar, sin saber que irremediablemente unidas a su dinero venían cuatro científicas tan inteligentes y bellas como raras. 
 Bájatelo pinchando en el banner o en el siguiente enlace:

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Para que podías echarle un vistazo, os anexo los dos primeros capítulos:

INTRODUCCIÓN

Inmerso en el día a día de la oficina, mi secretaria me preguntó si podía recibir a mi abogado. Conociendo al sujeto, comprendí que esa visita no programada debía ser urgente, de no ser así, Manuel hubiese pedido cita. Sabiéndolo, pedí a Lara que lo hiciera pasar.
― ¿A qué se debe este placer? –pregunté nada más verle.
Bastante nervioso contestó que venía a cumplir el deseo póstumo de un cliente y antes que pudiera reaccionar, me informó que mi padre había fallecido.
No supe qué decir ni qué hacer porque a la sorpresa de la noticia se unía un total desprecio por esa figura paterna que nos había abandonado a mi madre y a mí, siendo yo un niño. El rencor que sentía por él no menguó al saber que había muerto y por ello esperé sentado a que me informase de su encomienda.
―Tu viejo me contrató hace dos años para servir de albacea porque se temía que una vez supieras que te había nombrado su heredero renunciaras por despecho.
―Y tenía razón, no quiero nada de ese hijo de perra. Cuando lo necesité, no estaba y ahora que soy rico, no lo necesito― respondí con ganas de soltarle un guantazo por tener la osadía de haberle aceptado como cliente.
―Lo sé y además comparto tu punto de vista― contestó consciente del odio visceral que sentía por mi padre porque no en vano además de mi abogado, Manuel era un buen amigo― pero creo que antes de tomar cualquier decisión debes saber las consecuencias de ese acto.
Por su tono supe que era mejor escuchar qué tenía que decirme y deseando acelerar ese trámite, le pedí que se explicara:
―Aunque teóricamente don Ricardo os dejó cuando tenías apenas seis años y que según tú muchas veces me has comentado nunca hizo nada por ti ni por tu madre, tengo documentos que demuestran que eso no es cierto. Tu padre no solo financió tu educación, sino que sus compañías fueron las que te apoyaron cuando necesitabas un inversor para hacer realidad tus sueños.
―Desconozco que te traes entre manos, pero puedo asegurarte de que no tuvo nada que ver. Estudié con una beca de una farmacéutica suiza que fue la misma que entró como accionista cuando fundé esta empresa.
―Dolbin Farma, ya lo sé― replicó y sacando unos papeles de su maletín, me soltó: ―Aunque no era del conocimiento público, él era el dueño y se aseguró que recibieras toda la ayuda que necesitaras de su organización sin que nadie te revelara quien estaba detrás de ese conglomerado.
― ¿Me estás diciendo que ese malnacido era millonario y que maniobró a mis espaldas para que nunca me enterara?
―Así es… no me preguntes sus motivos porque no los sé, pero lo que si tengo claro es que también era el propietario de Manchester Investment, la compañía con la que te acabas de fusionar.
Impresionado por esas noticias, me tomé unos segundos antes de contestar:
―Aun así, no quiero nada, que se meta por el culo su herencia.
Tomando un sorbo de agua, Manuel respondió:
―Será mejor que estudies antes su testamento. Si te niegas a aceptar lo que te deja, Antonio Flores será su heredero y con ello se convertirá en el accionista mayoritario de todo lo que has creado.
«Nadie más que un ser retorcido podría haber planeado algo así», pensé al escuchar que mi mayor enemigo, el tipo con el que llevaba en guerra casi diez años se convertiría en mi jefe si me negaba a aceptar su herencia y con un cabreo de narices, arrebaté el testamento de las manos de Manuel.
«No puede ser», exclamé en mi mente al leer todos los bienes que poseía ese indeseable, pero también al comprobar que mi abogado no había mentido cuando me hizo saber que, en la sombra, mi viejo había sido mi mayor socio desde que fundé mi empresa.
Enfrentado al dilema de aceptar algo de ese maldito o verme en la calle, seguí leyendo y casi al final descubrí que había puesto como condición necesaria para heredar que me comprometiera a vivir durante seis meses en un rancho en el suroeste mexicano y hacerme cargo de por vida de su mantenimiento, ¡con la prohibición expresa de venderlo!
Asumiendo que era una especie de trampa de ese cretino, pregunté a Manuel si sabía algo de esa finca.
― Solo sé que tu viejo vivía ahí, pero nada más.
― ¿Cuándo tengo que contestar? ― pregunté asumiendo que no me quedaba más remedio que viajar allí en cuanto pudiera.
― Tienes de aquí a un año, pero antes que transcurra ese plazo si al final aceptas, debes cumplir la condición de vivir ahí el periodo estipulado. Mientras tanto seré yo quien administre todo en su nombre― dijo mi amigo mientras guardaba todos los papeles en su maletín…

CAPÍTULO 1

Soltero y sin cargas personales, un mes después había organizado mi partida hacía la trampa urdida por mi progenitor y digo progenitor porque me niego a catalogarlo como padre porque nunca ejerció como tal. Mi ausencia tan dilatada me había obligado a dejar todos los asuntos de mi empresa bajo la dirección de mi mano derecha y eso me incomodaba.
La noche anterior a mi viaje, me fui con un par de amigos de juerga y suponiendo que en el “exilio” tendía pocas ocasiones de disfrutar de los placeres de la carne, tras la cena insistí en ir a un tugurio de mujeres alegres.
Mis acompañantes apenas pusieron objeción a mi capricho, de forma que directamente fuimos a uno de los puteros más famosos de Madrid. Lo malo fue que ya una vez dentro del burdel, perdí todo el interés al preguntarme uno de ellos cómo me había afectado lo del difunto.
―Ese capullo no existía para mí― respondí.
Pero lo cierto fue que por mucho que las meretrices intentaron vaciar nuestras carteras, al menos con la mía no lo consiguieron. Ya en el avión que me llevaría a cruzar el charco, me puse a pensar en mi destino y tengo que reconocer que odiaba todo lo referente a mi viaje. Incluso el nombre que el difunto había elegido para el rancho me escamaba y me jodía por igual.
«Solo a un imbécil se le puede ocurrir poner “el futuro del hombre” a una finca», murmuré mientras revisaba el itinerario que me llevaría hasta allí.
La información que había podido recolectar sobre esa hacienda no era mucha, aparte de unas fotos sacadas de Google Maps donde aparecía una mansión típicamente indiana y de la descripción de las escrituras, no sabía nada más.
«¿Qué se le habrá perdido ahí?», me preguntaba.
Me resultaba difícil de entender su importancia, algo debía tener para que un hombre tan rico como había sido ese cretino lo pusiese como condición indispensable para aceptar su herencia.
Me constaba que no era el valor económico porque ciento cincuenta hectáreas de selva montañosa no era algo representativo del total de su dinero, por lo que debía ser otra cosa. Y considerando que ese malnacido era incapaz de albergar sentimiento alguno en vida, tampoco creía que tuviese un valor afectivo.
«Una puta encerrona, eso debe ser», sentencié cabreado al saber que no me podía escabullir, pero también que iba preparado para no caer en ella.
«Seis meses, acepto su herencia y vuelvo a Madrid», me dije mientras me abrochaba el cinturón de seguridad de mi asiento.
Durante las once horas de viaje apenas pude dormir porque, cada vez que lo intentaba, el recuerdo de las penurias que ese cabrón había hecho pasar a mi madre volvía a mi mente. Por ello, al bajarme del avión, tenía un cabreo de narices y dado que Manuel había organizado que una persona de su confianza me recogiera en el aeropuerto, tuve que hacer el firme propósito de no demostrar de primeras mi disgusto por estar en ese país perdiendo el tiempo cuando tenía mucho trabajo en España.
Acababa de pasar la aduana mexicana cuando de pronto escuché mi nombre. Al darme la vuelta, me encontré de frente con una impresionante morena que reconocí al instante por haber asistido a un par de conferencias suyas.
―Doña Guadalupe… ¡qué casualidad encontrarme con usted! ― exclamé bastante cortado por el hecho que esa eminencia en terapias génicas me hubiese reconocido, no en vano solo había cruzado un par de palabras con ella.
Para mi sorpresa, Guadalupe Cienfuegos respondió:
―No podía ser de otra forma. En cuanto me enteré de que el hijo de don Ricardo venía a comprobar el estado de nuestras investigaciones, insistí en recibirle en persona.
Totalmente fuera de juego, me la quedé mirando y molesto por haber mencionado mi relación de parentesco con ese capullo sin alma, contesté:
―No sé de qué habla. Mi intención en este viaje es cumplir con las directrices del testamento y me temo que eso no tiene nada que ver con sus investigaciones. Vengo a una finca que fue de él y que por alguna causa quiere que conozca antes de aceptar o no ser su heredero.
Con una enigmática sonrisa, ese cerebro con tetas replicó:
―El futuro del Hombre no es una finca. Es el laboratorio de ideas que su padre creó con la intención de explorar nuevas técnicas, alejado del foco de los periódicos y de la lupa de los gobiernos.
― ¿Qué tipo de estudios o ensayos hacen ahí? ― pregunté sintiéndome engañado.
Mirando a su alrededor como si comprobara que no había nadie escuchando, contestó:
―No estamos en un área segura. Espere a que estemos en el helicóptero para ser más explícita. Solo le puedo decir que de tener éxito la empresa ¡usted cambiará la historia de la humanidad!
Por lógica que envolviera sus estudios en tanto misterio me debía de haber preocupado, pero lo que realmente me sacó de mis casillas fue enterarme que íbamos a usar ese medio de transporte para llevarnos a nuestro destino. Hoy seguramente me hubiese negado, pero la vergüenza a reconocer mi fobia ante esa mujer fue mayor que el miedo cerval que tenía a ese tipo de aparato. Por eso dejé que me condujera sin decir nada a un helipuerto cercano mientras interiormente me llevaban los demonios.
Aun así, mi nerviosismo no le pasó inadvertido y al ver las suspicacias con la que miraba el enorme Eurocopter posado en tierra, comentó:
―Está considerado el más seguro de su especie.
Si intentó tranquilizarme con su sonrisa no lo consiguió y cagándome en el muerto por enésima vez, me subí al bicharraco aquel. Una vez dentro, tengo que reconocer que me impresionó tanto el lujo de su cabina como la sensación de solidez que transmitía, nada que ver con las cajas de zapatos en las que había montado con anterioridad.
Más calmado me senté en uno de los asientos y deseando que el mal rato pasara pronto, pregunté cuanto iba a durar el viaje.
―Casi dos horas― comentó Guadalupe mientras se ajustaba el cinturón de seguridad.
Ese sencillo gesto provocó que me fijara en ella y contra todo pronóstico me puse a admirar su belleza en vez de estar atento al despegue. Y es que no era para menos porque esa mujer además de tener un cerebro privilegiado poseía otros dones que eran evidentes.
«Está buena la condenada», me dije mientras recorría disimuladamente sus piernas con la mirada.
Morena de ojos negros y pelo rizado, la señorita Cienfuegos era una preciosidad de casi uno ochenta muy alejada del estereotipo que tenemos los europeos de las mexicanas porque a su gran altura se le sumaba unos pechos generosos, una cintura estrecha, con la guinda de un trasero duro y bien formado, todo lo cual la hacía ser casi una diosa.
«No me importaría darme un revolcón con ella», pensé mientras intentaba recordar quien me la había presentado en el congreso farmacéutico de Londres.
«¡Fue Manuel!», exclamé mentalmente al percatarme que era demasiada casualidad que mi abogado fuera también el de mi padre y que encima conociera a esa mujer.
Asumiendo que mi amigo me debía otra explicación al resultar que no había sido algo casual, sino que premeditado, me abstuve de comentarlo y en vez de ello le pedí que me explicara qué hacían en nuestro destino.
―Consciente que el futuro de la industria estaba en el estudio de los genes y sus aplicaciones en el ser humano, su padre reunió un conjunto bastante heterogéneo de científicos con los que buscar sin ninguna cortapisa las soluciones que siempre han acosado al hombre― contestó en plan grandilocuente.
Con la mosca detrás de la oreja, insistí en que fuera más concreta y entonces fue cuando esa mujer dejó caer la bomba en forma de pregunta:
― ¿Ha oído hablar de la “Turritopsis Nutricula”?
―Cualquiera que trabaje en la industria farmacéutica conoce esa medusa― respondí con los pelos de punta al saber por primera vez cual era el objeto de tanto secretismo.
―Entonces sabrá que es el único animal que no muere de viejo y que es técnicamente inmortal porque es capaz de revertir su envejecimiento.
«No puede ser que gastara su dinero en esa entelequia», sentencié convencido de que era imposible reproducir en el ser humano ese proceso en el que, al llegar a su madurez sexual, en vez de originarse un deterioro irreversible, los miembros de esa variedad se ven afectados por una adolescencia al revés y comienzan un proceso de rejuvenecimiento hasta que el sujeto vuelve a ser una especie de bebé.
Resumiendo, en mi cerebro lo que sabía de la medusa, pensé:
«De una forma similar en que una serpiente pierde su piel sin dejar de ser ella misma, los Turritos se renuevan completamente, ¡manteniendo su identidad como individuo!».
La expresión de mi rostro, mitad estupefacción y mitad recochineo, la hizo reaccionar y adoptando un tono defensivo, me soltó:
―Como comprenderá no queremos llevar al límite ese proceso, pero queremos aprender de él para alargar la vida humana.
―En pocas palabras quieren conseguir la inmortalidad.
Sin cortarse en lo más mínimo, esa doctora en medicina replicó:
―Ese es el fin último, pero nuestros objetivos son más humildes. Nuestra prioridad es ralentizar el deterioro neuronal y conseguir la regeneración de miembros amputados o enfermos.
Que reconociera el buscar esa quimera sin ruborizarse, me extrañó. De decirlo en un entorno académico hubiera sido tachada irremediablemente de charlatana o lo que es peor de estafadora.
Aun así, insistí en el tema:
―Me imagino que están estudiando como consiguen transformar sus células a través de la transdiferenciación, pero como sabrá en la naturaleza solo se da en animales que pueden regenerar órganos o extremidades.
―Así es y la razón de centrarnos en esas medusas se debe a que los Turritos son los únicos que lo aplican invariablemente a todo su cuerpo al alcanzar determinado punto de sus ciclos.
―Personalmente no creo en ello― confesé midiendo mis palabras― pero no puedo emitir una opinión hasta estudiarlo.
Guadalupe estaba tan acostumbrada a que la tildaran de loca que tomó mi rechazo como un triunfo al darle la oportunidad de mostrarme sus hallazgos y con una alegría fuera de lugar, contestó:
―Don Ricardo me dijo antes de morir que no tendría problemas en continuar mis experimentos porque si de algo se vanagloriaba era de que su hijo poseía una mente una mente abierta, no anquilosada por prejuicios morales. Desde ahora le aseguro que no se arrepentirá… no sé cuánto tardaremos en tener éxito en humanos. Quizás tardemos años, pero al final demostraremos a la comunidad científica que estaba equivocada y usted aparecerá en los libros de historia como el salvador de la humanidad.
Esa perorata destinada a ensalzar mi figura no cumplió su objetivo de elevar mi ego porque fui capaz de vaciarla de palabras inútiles y caer en la cuenta del desliz que había cometido: Al decir que tardarían años en tener éxito con humanos, implícitamente estaba reconociendo que habían tenido éxito con otras especies.
Espantado por las consecuencias que podría acarrear ese descubrimiento de ser cierto, me quedé callado y mientras rumiaba toda esa información no pude más que aceptar que la sonrisa de ese cerebrito era hasta pecaminosa.
«No me importaría hacer con ella un ejercicio de anatomía comparada», mascullé mientras me preguntaba cómo sería en la cama…

CAPÍTULO 2

Desde el aire, nada podía hacer suponer que esa finca no fuera la típica hacienda productora de café y por mucho que busqué señales que delatara su verdadera función me resultó imposible.
«El camuflaje es perfecto», pensé al ver que el helicóptero tomaba tierra en una explanada cercana a la mansión y que incluso la pista de aterrizaje podía ser confundida con un vulgar prado.
Un automóvil nos esperaba y decidida a que no perdiéramos el tiempo, Guadalupe ni siquiera esperó a que recogieran el equipaje para ordenar que nos llevaran hasta el edificio principal.
«Se nota que tiene prisa por enseñar sus logros», pensé cuando ya en la escalinata de la mansión me tomó del brazo para forzar mi paso.
Tal y como había previsto, no se paró a mostrarme el lujoso salón por el que pasamos, sino que directamente me llevó a un ascensor escondido tras una cortina. Tampoco me extrañó que como tuvieran como medida de seguridad un escáner de retina, pero lo que realmente me dejó acojonado fue que antes de abrirse la puerta, ese cerebrito me informara que como éramos dos también tenía que pasar yo el examen de esa máquina.
―No tienen mi registro― contesté.
―Se equivoca, su padre insistió en grabar su pupila cuando instalamos este sistema.
Asumiendo que era verdad y que de alguna forma habían conseguido escanearla acerqué mi ojo al sensor. La puerta abriéndose confirmó sus palabras y con un cabreo del diez, entré junto a la morena.
«Llevan años preparando este momento», comprendí molesto por haber sido manipulado de esa forma y no haberme percatado de ello.
Mi desconcierto se incrementó exponencialmente al llegar a nuestro destino porque al abrirse el ascensor me encontré con un enorme laboratorio instalado bajo tierra donde pude observar que al menos trabajaban allí unas cuarenta personas.
«Debió de tener claro que debía mantener el secreto, para asumir la millonada que debió costar escarbar estas instalaciones», refunfuñé para mí mientras trataba de calcular cual sería el precio de mantenerlas abiertas y operativas tal y como mi progenitor establecía en su testamento.
Guadalupe aprovechó mi silencio y haciendo uso nuevamente de su arrebatadora sonrisa, comentó:
―He concertado una reunión con las máximas responsables para presentártelas.
En ese momento no caí en el género que había usado y por eso me sorprendió que fueran tres, las jóvenes científicas que estaban esperándonos en la sala a la que entramos.
―Alberto, te presento a Lucienne Bault, experta genetista de la universidad de Lausanne.
La aludida se levantó de su silla y llegando hasta mí, me saludó con un beso en la mejilla. Ignoro que fue más perturbador si esa forma de presentarse o que esa francesa me dijera medio en guasa que habían salido ganando con el cambio de jefe porque yo era mucho más guapo que mi padre.
―Gracias― alcancé a decir totalmente colorado antes que Guadalupe me introdujera al siguiente cerebrito señalando a una increíble hindú de ojos negros.
―Trisha Johar es nuestra heterodoxa bióloga y una de las culpables con sus teorías de que estemos aquí.
Al oír su nombre y su apellido caí en la cuenta de un artículo que había leído hacía años donde se criticaba con violencia unos enunciados teóricos de una doctora del Delhi Tech Institute en los que sostenía que era posible forzar la protógina en los mamíferos.
―Conozco sus estudios sobre el cambio de sexo en los animales― contesté francamente escandalizado por el tipo de investigación que me debería comprometer a mantener si aceptaba esa herencia.
«¿Qué coño esperaba ese cabrón obtener de estas locas?», pensé mientras observaba que al contrario que su predecesora esa morena se abstenía de acercarse a mí y desde su sitio me hacía la típica genuflexión de su país.
La tercera y última especialista resultó ser una candidata a premio nobel de la universidad de Chicago por sus investigaciones en la reproducción basada en el desarrollo de las células sexuales femeninas sin necesidad de ser fecundadas, la llamada partenogénesis.
A ella no hacía falta que la presentaran porque no en vano la conocía desde que, hacía casi diez años, habíamos coincidido en un curso impartido en Tokio donde presentaba el nacimiento de una rata engendrada sin necesidad de padre.
―Julie, me alegro de verte― comenté mientras esta vez yo era quien la saludaba de beso.
La treintañera se mantenía en plena forma y a pesar del tiempo transcurrido seguía con el mismo tipo exuberante que había intentado sin éxito conquistar. Alta, rubia y dotada de dos enormes ubres había sido la sensación de ese simposio, pero enfrascada en su carrera no conocía a nadie que se vanagloriara de habérsela llevado a la cama, a pesar de que fueron muchos los que al igual que yo lo habían pretendido.
Manteniendo las distancias, contestó tomando la palabra en nombre de sus compañeras:
―Estamos deseando mostrarte los avances que hemos conseguido en nuestras áreas. Te aseguro que te van a sorprender.
Durante un segundo temí que se pusieran a exponer sus locuras en ese instante, pero afortunadamente Guadalupe saliendo al quite comentó que era casi la hora de cenar y que todavía no me había instalado. Tras lo cual las informó de que esa noche la cena se retrasaría media hora para dar tiempo a que me diera una ducha.
― ¿Dónde vamos a cenar? ― pregunté inocentemente al no haber visto ningún restaurante por las cercanías.
―En la casa― y sin dar importancia a la información, me soltó: ― No te lo he dicho, pero durante la reforma de la hacienda, tu padre se reservó la parte noble de la mansión para alojar tanto a él como a sus más estrechas colaboradoras y así no perder el tiempo con los desplazamientos.
― ¿Me estás diciendo que viviré con vosotras? ― pregunté alucinado.
Con una sonrisa pícara, la mexicana contestó:
― ¿Tan desagradable te parece la idea? Piensa en el lado práctico, nos tendrás a tu disposición a todas horas.
Podía haber malinterpretado sus palabras si no se refiriera a ella y a los otros tres cerebritos porque tomándolas literalmente me estaba ofreciendo compartir algo más que sus conocimientos. Rechazando esa idea por absurda, tomé su frase desde una óptica profesional y contesté:
―Normalmente suelo separar el trabajo de los momentos de esparcimiento, pero lo tendré en cuenta si me surge alguna duda.
Lucienne soltó una carcajada al escuchar mi respuesta y deseando quizás acrecentar mi turbación, se permitió el lujo de intervenir diciendo:
―Por eso no te preocupes, hemos prohibido hablar de trabajo en casa. Bastantes horas trabajamos en este zulo, para llevarnos tarea a la cama.
Nuevamente al mirarlas, mi impresión fue que de algún modo estaban tanteando el terreno y que sin desear ser demasiado explicitas, se estaban ofreciendo como voluntarias a sudar conmigo entre las sábanas.
«O bien llevan tanto tiempo encerradas aquí que andan cachondas o bien han decidido darme la bienvenida tomándome el pelo», mascullé para mí.
Asumiendo que era la segunda opción, decidí seguir con su broma y sin cortarme, respondí:
― En eso estoy de acuerdo… en la cama se duerme o se estudia anatomía comparada.
Mi andanada lejos de reprimir a la francesa, la azuzó y riendo mi gracia, replicó:
―Ten cuidado con lo que dices. Somos cuatro y tú solo uno para comparar. No vaya a ser que te tomemos la palabra.
Sin pensar en las consecuencias, respondí mirándola a los ojos:
―Mi puerta siempre estará abierta para el estudio.
Si esperaba ver algún signo de vergüenza en ella, me equivoqué porque lo único que conseguí fue que, luciendo una sonrisa de oreja a oreja, esa muchacha me regalara la visión de su perfecta dentadura.
Guadalupe debió pensar que había que cortar esa conversación no fuera a ser que se despendolara y llamando a la calma, me recordó que todavía no me había mostrado la oficina que iba a ocupar a partir de ese día.
―Soy todo tuyo― respondí mientras teatralmente le ofrecía mi brazo.
La mexicana aceptó mi sugerencia y tras despedirse de sus compañeras, me llevó por los pasillos del laboratorio hasta una puerta con el mismo sensor que el ascensor y por segunda vez tuve que escanear mi retina para que el puñetero chisme se abriera.
―Resulta raro entrar aquí sin tu padre― murmuró la morena con tono apenado.
Me resultó extraño que alguien pudiese echar de menos a mi viejo, pero no queriendo indagar en sus sentimientos pasé a su interior con una mezcla de desconfianza e interés porque no en vano ese sujeto era un completo desconocido para mí.
Juro que me sorprendió descubrir lo mucho que se parecía a mi propia oficina. El mismo tipo de decoración, muebles muy semejantes pero lo que realmente me dejó impactado fue comprobar que al igual que ocurría en la mía, una de sus paredes lucía llena de pantallas.
―Se nota que os habéis inspirado en la reforma que hice en mi empresa― comenté al ver las semejanzas.
Guadalupe me preguntó porque lo decía y al explicarle lo mucho que se parecía a la oficina que había estrenado hacía unos seis meses, contestó:
―Debiste contratar al mismo decorador que don Ricardo porque lleva así al menos tres años que es cuando empecé a trabajar aquí.
No dije nada y me quedé pensando:
«Es imposible, yo mismo la decoré».
Que esa mujer me mintiera en algo tan nimio, despertó mis suspicacias y para no provocar que se pusiera a la defensiva, me puse a chismear el resto del despacho mientras mi cicerone se quedaba sentada en una de las sillas de cortesía.
«El cabrón de mi progenitor quiso que me sintiera cómodo trabajando aquí», deduje al no aceptar que fuese fortuita tanta similitud.
Habiendo satisfecho mi curiosidad, volví donde estaba la morena y le dije si nos íbamos.
―Todavía no. Tu padre me dejó instrucciones de traerte aquí ― replicó y antes que pudiese hacer nada por evitarlo, se encendieron los monitores y la figura de mi odiado ascendiente apareció en ellos.
―Hola hijo. Gracias por estar aquí― fue su entrada.
― ¿Me dejó un mensaje grabado? ― escandalizado pregunté a la mujer.
En vez de ella fue la voz de mi padre quién contestó:
―Sí y no. Lo que estas escuchando es un programa resultado de años de desarrollo con el que he querido anticiparme a las dudas que te surjan sobre este proyecto en el que embarqué mi vida. Se puede decir que es un compendio de mis vivencias y opiniones.
Por si fuera poco, acto seguido esa especie de inteligencia artificial pidió a mi acompañante que nos dejara solos. Me disgustó ver que Guadalupe obedecía como si realmente hubiese sido su antiguo jefe quien le hubiese ordenado desaparecer de escena.
Tomando asiento, esperé a ver qué era lo que esa condenada máquina quería decirme. Nada más cerrar la puerta la mexicana, escuché que me decía:
―Antes de nada, nunca os abandoné, sino que fue tu madre la que me prohibió todo contacto bajo la amenaza de hacer público la que considero que es la obra de mi vida.
Indignado porque metiera a mi santa en la conversación, espeté a su imagen:
―No te creo. Fuiste un maldito egoísta toda tu vida… ¡me alegro de que estés muerto!
Nada más soltarlo, caí en la cuenta de que estaba enfadado con un programa de ordenador y que, al gritarle, me había comportado exactamente igual que su subalterna. Si ya de por sí eso era humillante, más lo fue cuando con tono monótono, ese personaje virtual me contestó:
―No creo que sea la mejor forma de empezar nuestra relación, pero te puedo ofrecer pruebas de qué no miento.
Ni siquiera aguardé a que terminara de imprimirse, en cuanto escuché que la impresora se ponía en funcionamiento, salí de su despacho jurando no volver jamás…

Relato erótico: “Dos rubias llamaron a mi puerta y les abrí 4” (POR GOLFO)

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5

Al llegar al pequeño aeródromo del pueblo, la belleza de nuestras acompañantes despertó la curiosidad de los cinco empleados de esa instalación, los cuales sin cortarse nos acompañaron hasta la puerta del bimotor para así tener la oportunidad de contemplarlas por más tiempo. Ya estaba subiendo por la escalinata cuando escuché a uno alabar las tres hembras que se había agenciado el gallego.

            Extrañado que incluyeran a Tomasa, me giré y observé que. a pesar de nuestras advertencias, habían retocado a la mulata incrementando su ya de por sí natural atractivo.

            «Vaya par de tetas le han colocado», con ganas de probarlas, sentencié.

            No tuve tiempo de pensar en ello porque nada más cerrar la puerta, el piloto despegó y pegando un grito, la mulata nos informó que le daba miedo volar. Acercándose a ella, Ua la tranquilizó hundiendo sus dedos bajo su vestido mientras la rubia me decía lo fácil que sería modificar esa avioneta para hacerla más segura.

            ―Niña, ¿no has entendido nada cuando digo que no hay que hacerse notar?

            ―Lo sé, pero es que hay una posibilidad entre quince millones que nos estrellemos― susurró a modo de disculpa.

            Despelotado por que estuviera preocupada cuando apenas dos días antes habían tenido un accidente con sus antiguos dueños, respondí que la vuelta la haríamos en coche.

            ―¿Me dejarías elegirlo a mí? He leído que a los humanos les encantan los Bentley― comportándose como una niña eligiendo un caramelo, murmuró.

―Princesa, ¿porque quieres algo tan caro? No comprendes que es un lujo innecesario.

Pegándose a mí, replicó mientras hurgaba en mi bragueta:

―Nada es suficiente para Íel y sus tres amadas concubinas.

Agradecí que la avioneta contara con una separación entre la cabina y el pasaje cuando sin preguntar mi opinión la rubia sacó mi falo de su encierro.

―Tengo hambre― musitó abriendo sus labios de par en par para recibir su biberón.

El descaro de ese maravilloso ser me hizo pensar y decidido a que asimilaran cuanto antes su naturaleza humana, comencé a acariciar su trasero mientras se hundía mi erección en la garganta. Al principio, no dio síntomas de ser afectada por mis toqueteos hasta que pegando un gemido me hizo ver que si lo estaba. Con las yemas recorrí sus cachetes ahora morenos, sin que hiciera nada por evitarlo. Su respiración entrecortada ratificó su calentura cuando cambiando de meta acaricié los bordes de sus pliegues y los encontré ya húmedos. 

―Dime qué sientes― murmuré mientras localizaba su botón.

Asustada por la reacción de su cuerpo, me miró diciendo:

―Es raro, pero me gusta sentir que me tocas ahí abajo.

Sabiendo que debía ir paso a paso para no forzarla, me entretuve mimando su clítoris mientras de reojo observaba que Ua no perdía detalle de lo que estaba pasando con su compañera.

―Relájate― comenté al sacar un segundo suspiro de la joven.

Para entonces, mi empleada se había también dado cuenta y levantando el vestido de la pelirroja, me imitó tocando su entrepierna.

―¿Por qué siento esto cuando me tocas?― preguntó Ua al experimentar en sus carnes las carantoñas de la mulata.

No quiso anticiparle nada y siguiendo la petición que le había hecho respecto a educarlas sexualmente, se arrodilló ante ella. Tras separarle los muslos, le dio un primer lametazo. La joven no se esperaba el latigazo de deseo que brotó de su cuerpo y totalmente indefensa, insistió en pedir que le explicara el porqué de esa nueva sensación.

―Lo sabes perfectamente― regalando un segundo lametón entre sus pliegues comentó Tomasa mientras en nuestros asientos concentraba mis caricias en la misma zona de su compañera.

―No entiendo por qué estos cuerpos reaccionan así― no queriendo aceptar lo evidente gimió descompuesta mientras a mi lado, Ía reaccionaba moviendo sus caderas.

La excitación de las crías fue in crescendo y tras el tercer agasajo de la lengua de la mulata, Ua le rogó que parara.

―No voy a hacerlo― respondió Tomasa: ―Quiero devolverte un poco del placer que me has dado.

La pelirroja me miró buscando mi ayuda, pero al ver a Ía despatarrada recibiendo gozosa mis caricias se quedó muda. Su mutismo fue breve ya que, hundiendo la cara entre sus piernas, la costarricense se puso a mordisquear con los dientes su ya erecto botón. La boca de Tomasa provocó que el estremecimiento que sentía se profundizara y exteriorizando su perplejidad, preguntó porque buscábamos que derramaran su esencia.

―Es una forma en que los humanos demostramos nuestro amor― comenté desde mi sitio.

Para entonces la rubia se había olvidado de ordeñarme y permanecía atenta a las reacciones de su cuerpo, lo que me permitió tumbarla en el asiento y sumergiéndome entre sus muslos, catar por primera vez su sabor.

―Santa Luz― chilló al sentir que su cerebro había cedido el puesto y que eran las hormonas las que mandaban sobre ella.

Su entrega azuzó mis maniobras y separando los pliegues de su vulva, observé una telilla blanquecina cerrando el paso a su vagina. Reconociendo su himen, recordé que a pesar de tener casi dos siglos era una niña y aunque deseaba mandar al olvido su virginidad, postergué su estreno a otro momento prefiriendo acelerar su entrega con mi lengua.

Mi negrita debió de pensar lo mismo e incrementando la acción de la suya, consiguió despertar a la mujer que se escondía agazapada tras la pelirroja.

―Me encanta― sollozó Ua ya consciente de lo que le pasaba mientras forzaba el contacto presionando la cabeza de la morena contra su sexo.

La aceptación de su condición humana aceleró lo inevitable y mientras saboreaba la femineidad de la rubia llegó a mis oídos el placer de su compañera.

―Disfruta también, mi pequeña― susurré.

―No sé cómo hacerlo― respondió esta con el corazón a mil por hora.

Al oírla y viendo que la pelirroja ya había disfrutado,  la cocinera no se lo pensó y cogiendo los pechos de la rubia entre sus manos, se los empezó a amasar diciendo:

―Al igual que nuestro hombre no te limita su esencia, no debes impedirnos deleitarnos con la tuya.

Las palabras de Tomasa obraron mágicamente y dejándose llevar, el sexo de la chavala se licuó en mi boca llenando de flujo mis mejillas. El aroma a hembra satisfecha nubló mi buen entender y lanzándome desbocado, quise secar ese manantial. Mi insistencia prolongó y maximizó su orgasmo, llevándola en volandas a su propio descubrimiento y por ello, tras unir tres o cuatro clímax seguidos, Ía expelió su entrega pegando un largo y estridente chillido.

La constatación de que habían dado un paso para convertirse en mujeres cien por cien humanas nos alegró y solo el saber que estábamos a pocos minutos de aterrizar evitó que siguiéramos enseñando a esos seres todo lo que sus nuevos cuerpos eran capaces de sentir.

―Si me dejas, esta noche te daré otra lección de lo que consiste ser mujer― mordisqueando la oreja de la rubia comenté.

Desde su asiento Ua, demostrando que además de deseo era capaz de sentir celos, protestó:

―Íel, me toca a mí ser tu alumna.

 Mi carcajada retumbó en la aeronave mientras escuchábamos al piloto decir que nos abrocháramos los cinturones. Estaba obedeciendo esas instrucciones cuando en voz baja el diablo con cara de ángel que tenía a mi vera musitó que no se iba a dar por vencida:

―Sigo hambrienta, mi amado simbionte.

            La picardía de ese ser me hizo gracia y acercando mi boca, le prometí que una vez en tierra le daría su biberón. Por el brillo de sus ojos supe que no olvidaría esa promesa.

            Tras aterrizar, alquilamos un coche con conductor que nos llevara a la embajada. Entre los muros de esa delegación diplomática, me enteré de que, al igual que la negra era ya mucho más atractiva que antes de conocerlas, yo no me quedaba atrás. Y es que mientras un empleado se desvivía por conocer a sus dos impresionantes conciudadanas y a Tomasa, la embajadora de ese país saliendo de su despacho quiso conocerme.

            Tras presentarse ante mí y escuchar que mis acompañantes se iban de compras,  sin preguntar qué tipo de relación me unía con ellas, esa rubia de grandes pechos me invitó a comer.  Estaba rechazando cortésmente la invitación cuando mi empleada me sugirió que aceptara porque sin mi presencia ellas se sentirían más libres al elegir ropa y sin caer en que dejaba a su hombre en las garras de una loba, me pidió la tarjeta de crédito.

            ―Nuestras nenas nos han reservado habitación en el Sheraton― guiñándome un ojo se despidió de mí después de quedar conmigo allí.

La cara de satisfacción de la diplomática me debió alertar del peligro, pero mi falta de experiencia en lo que se refiere al súbito interés del sexo opuesto me hizo confiar y solo supe algo raro pasaba cuando tras desaparecer las tres, Agda se colgó de mi brazo.

―¿Te apetece que comamos en Silvestre?― me dijo sin soltarse ya en el ascensor.

El tono con el que susurró la elección del restaurante me hizo palidecer y más cuando al subirnos a la limusina pegándose a mi lado empezó con un intenso interrogatorio sobre mi vida. Al enterarse que llevaba viviendo un año en Costa Rica, directamente me preguntó cómo era posible que no hubiéramos coincidido antes.

―Apenas salgo de mi finca― respondí cortado al sentir que posaba una de sus manos en mi pierna.

Sin importarle la presencia de su chofer, la nórdica no solo no la retiró, sino que incrementando su acoso comenzó a recorrer con sus dedos mi muslo mientras me preguntaba si alguna de las mujeres que me acompañaba era mi pareja.

―Las tres lo son― contesté creyendo que con ello la cuarentona iba a contenerse.

Para mi sorpresa al saber que esas bellezas compartían mis caricias, esa rubia quiso saber si nuestra relación era cerrada o aceptábamos nuevos integrantes.   

―Eso deberías preguntárselo a ellas― comenté tratando de descargar en las tres la culpa de mi rechazo.

―Lo haré― respondió mientras tomando mi mano se la ponía en su rodilla.

El descaro de esa mujer me indujo a pensar que mis pequeñas se habían excedido en sus retoques y que me habían convertido en un afrodisiaco andante.  Queriendo descubrir hasta donde llegaba mi atractivo, dejé que mis yemas fueran subiendo por la pierna de la diplomática mientras hablaba con ella de camino al lugar. Comprendí que era brutal la fascinación que sentía esa mujer por mí cuando uno de mis dedos llegó a sus bragas y olvidando su responsabilidad como representante de su país, Agda abrió de par en par la entrada a su sexo mientras disimulaba hablando de lo que iba a pedir de comida.

―¿Seguro que es eso lo que deseas comer?― pregunté mientras exploraba la humedad de su gruta con un dedo

Asustada por la calentura que sentía, la rubia intentó disculparse diciendo que nunca se había comportado así ante un desconocido. Obviando sus disculpas, hurgué entre sus pliegues y tras localizar el hueso de melocotón en que se había convertido su botón, me entretuve en torturarla al contemplar el sudor que corría por su escote.

―¿Te importa que vayamos a mi casa?― costándole hasta respirar me preguntó colorada hasta decir basta.

Accediendo a sus deseos, seguí pajeándola mientras indicaba al conductor el cambio de destino. El empleado debía sospechar algo porque únicamente preguntó si deseaba que avisara que no iba a volver a la embajada.

―Por favor― sollozó sintiendo que se acumulaba en su vientre el placer.

Con ganas de prolongar su angustia, la liberé y llevando mi dedo impregnado a la boca, lo chupé mirándola fijamente a los ojos. El gemido que pegó al verme fue suficiente prueba de la lujuria que sentía y poniéndoselo en los labios, le pedí que probara su flujo. La cuarentona se volvió loca y sacando la lengua, se puso a lamerlo con avidez.

Riendo esperé a que lo dejara lleno de babas para volverlo a incrustar entre sus pliegues.  Al sentir esa nueva incursión, la diplomática se corrió mientras intentaba bajarme la bragueta.

―Tranquila, zorrita― susurré en su oído: ―Espera a que estemos solos y será para ti.

Creí que no iba a hacerme caso, pero luciendo una alegría impropia de su cargo aceptó mi promesa diciendo que era muy golosa.

«Si tu supieras», pensé recordando la dependencia que sentían por mi semen las causantes de mi inesperado éxito entre las damas y echándolas a ellas la culpa de lo que iba a ocurrir, vi que entrabamos en la casa donde vivía esa mujer.

Al bajarnos del vehículo Agda se mantuvo alejada en un intento de mantener su reputación, pero nada más cerrar la puerta y lejos de miradas indiscretas, se abalanzo sobre mí como si no hubiese un mañana. Sus ojos inyectados con una lujuria sin límite me hicieron saber que estaba en mis manos y demostrando quien mandaba, sin hablar me bajé los pantalones. La sueca al ver mi erección intentó agacharse, pero haciéndole saber que no era eso lo que buscaba, le di la vuelta y subiéndole el vestido, desgarré sus bragas.

La cuarentona se sintió desfallecer al sentir mi glande recorriendo los pliegues de la caldera en que se había convertido ya su sexo y apoyándose contra la pared, me rogó que la tomara. Me alegró comprobar su entrega y más que estaba empapada. Cambiando sobre la marcha de destino, cogí un poco del flujo que desbordaba su coño y embadurné con él su esfínter. Agda se giró sorprendida pero rápidamente me demostró que el sexo anal era algo habitual en ella cuando sin tenérselo que pedir separó sus nalgas con las manos. Había incursionado con mi verga brevemente en el interior de su ojete cuando escuché sus primeros gemidos. Incapaz de contenerse, la mujer moviendo su cintura buscó profundizar el contacto. Al sentir su entrega, presioné con mi glande en su entrada trasera.

―Fóllame mi don Juan― chilló al sentir que la iba empalando a través de su rosado ano. 

Poco a poco, mi extensión fue desapareciendo en su interior mientras hacía verdaderos esfuerzos para no gritar.

―¡Dios!― exclamó al sentir que finalmente había conseguido absorber la totalidad de mi extensión: ―¡La tienes enorme! Creí que no me iba a caber.

Contra toda lógica, el culo de esa madura se había tragado tanto el grosor como la longitud de mi miembro sin quejarse y felicitándola con un pequeño azote, le pregunté si podía empezar a moverme. El efecto de esa nalgada desbordó mis previsiones y comportándose como una puta, la diplomática me rogó que le regalara otra más fuerte. Ni que decir tiene que la hice caso y descargando una serie de sonoros golpes en sus cachetes, marqué el ritmo con el que desfloraba su culo mientras ella no dejaba de chillar lo mucho que le gustaba ese rudo trato. Tengo que confesar que no me había dado cuenta de que mientras metía y sacaba mi pene de su estrecho conducto, la sueca se las había ingeniado para masturbarse sin perder el equilibrio.

―Más duro, mi don Juan― pidió dando elevando el volumen de sus gritos.

Comprendiendo que esa mujer necesitaba caña, aceleré mis incursiones.  convirtiendo su empalamiento en algo totalmente alocado. Agda al sentir mis huevos rebotando contra su sexo, se volvió una hembra necesitada y presa de un frenesí que daba miedo, buscó que mi pene la apuñalara sin compasión.

―Me corro― aulló al sentir que la llenaba por completo y antes de poder hacer algo por evitarlo, se desplomó al suelo.

Al caer, me llevó con ella, de manera que, sin quererlo, mi pene forzó más allá de lo concebible su trasero. La rubia sollozó al notar que su esfínter había sobrepasado su límite, pero en vez de apartarse dejó que continuara cogiéndomela sin descanso.  Afortunadamente para su trasero, no tardé en sentir que se aproximaba mi propio orgasmo y sabiendo que posiblemente nunca volvería a disfrutar de ese cuerpo, me dejé llevar derramándome en el interior de su culo.

Tras unos minutos durante los cuales no pudo ni moverse, se levantó y acomodándose la ropa me pidió que siguiéramos en su dormitorio.

―¿No íbamos a comer?― pregunté mirándola.

Se veía a la legua que estaba encantada y que no quería perder tiempo con esa menudencia porque mientras recorríamos el pasillo en dirección a su cuarto,  me susurró al oído:

―Mientras esperamos que nos suban la comida, ¿te apetece hacer uso de mis otros agujeros?

Solté una carcajada al oírla y muerto de risa, la besé mientras respondía:

―Para ser embajadora, ¡eres de lo más puta!

Sonriendo, contestó:

―Todavía, ¡no sabes cuánto!

6

Las cinco horas que pasé con Agda me parecieron pocas. Si no llego a saber que Tomasa y las dos chavalas me esperaban en el Sheraton, me hubiese quedado disfrutando del maduro pero espectacular cuerpo de esa sueca. A ella le ocurría lo mismo, pero en su caso multiplicado por mil veces y mientras se despedía de mí en la puerta de su casa, no paró de llorar rogando que no la dejara sola. Al saber que su dolor era causado en gran medida por los cambios que habían hecho en mi cuerpo esos dos seres me compadecí de ella y depositando un dulce beso en sus labios, le prometí que cuando volviera a la capital le haría una visita.

            ―¿No puedo irte yo a ver a tu finca?― preguntó con lágrimas en los ojos.

            Desconociendo si en su naturaleza humana Ua e Ía sentirían celos, preferí decirle que antes de acceder primero tenía que hablar con las mujeres con las que vivía.

            ―Por favor, convéncelas que me dejen visitarte… aunque sea una vez al mes ir. No puedo pensar que no se repita. Siento que he nacido para ti― sollozando me pidió.

            La angustia de sus palabras me preocupó y sin mirar atrás, entré en la limusina de la embajada donde el chofer me esperaba para llevarme al hotel. Al cerrar la puerta, el costarricense comentó impresionado desde cuando conocía a su jefa, ya que era el primer hombre con el que la había visto entregarse. La constatación de que en Agda no era habitual ese tipo de contacto me hundió todavía más y sintiendo remordimientos,  juré nunca dejarme llevar por la lujuria con ninguna otra mujer.

            «¡No saben lo que han hecho!», exclamé para mí disculpando a las dos criaturas en vez de recriminárselo.

            La certeza de que en esos momentos la sueca debía de estar llorando mi ausencia incrementó mi zozobra y por ello fui incapaz de disfrutar de la perla que era esa ciudad. Los monumentos coloniales erigidos en sus calles pasaban a nuestro paso sin mirarlos y solo cuando la limusina aparcó frente a la entrada del hotel, sentí alivio al saber que pronto me reuniría con todas ellas, pero teniendo sobre todo presente a Tomasa, mi negra.

El recuerdo de su cariño genuinamente humano renovó mi ánimo y sacando fuerzas de él, entré al bar del establecimiento donde había quedado con las tres. Desde la entrada observé que estaban acompañadas por media docena de moscones. Sin gota de celos, me quedé observando como esos ejecutivos que competían entre sí buscando despertar el interés de las diosas que el destino había hecho recalar en ese lugar.

«Esos incautos no saben que su excitación es inducida», pensé apiadándome de ellos.

Las risas de las crías escuchando como Tomasa se defendía del cortés acoso al que la estaban sometiendo esos adinerados hombres no consiguieron hacerme olvidar que con seguridad era la primera vez que mi antigua cocinera despertaba el deseo de alguien de clase alta y viendo la satisfacción con la que se tomaba esos laureles, me abstuve de acercarme.

La belleza de la morena se había magnificado gracias al vestido de alta costura que llevaba puesto y sonriendo, me vi sacudido por la misma atracción que los tipos que revoleaban a su alrededor. La naturalidad con la que repartía sonrisas me preocupó pensando que quizás me había olvidado e incapaz de recriminarla nada cuando venía de ponerle los cuernos con la sueca, me quedé plantado sin atreverme a recorrer los cinco metros que me separaban de ella.

Afortunadamente Tomasa me vio y olvidando a sus pretendientes, con una felicidad difícil de esconder, corrió hacia mí.

―Mi amor, te echaba de menos― dijo lanzándose a mi cuello.

Sus besos disolvieron mis malos augurios y pasando mi mano por su cintura, la atraje hacia mí mientras reconocía en mi fuero interno que yo también la había extrañado.

 ―Tengo tantas cosas que contarte, que no sé por dónde empezar― dijo tomando mi mano.

Ese gesto me dio la energía para acercarme a nuestras dos sanadoras, ya que temía que al tenerlas en frente el rencor que sentía me hiciera repudiarlas. Ajenas a lo que su simbionte sentía, las crías se levantaron e imitando a la que consideraba ya mi mujer, me llenaron de caricias mientras me presentaban a sus rendidos admiradores como su marido y el único hombre que podrían amar.

Creí que la actitud y las palabras de esas bellezas provocarían el escándalo no solos de esos ricachones sino también el menosprecio de todos los presentes en el bar, pero para mi sorpresa los seis tipos se presentaron con sus nombres mientras alababan la suerte que tenía al poseer el afecto de esas inteligentes hermosuras. No me cupo duda alguna que esos angelicales seres se habían ocupado de normalizar la situación para que, al verse despreciados, no se comportaran como machos ante el semental que les cerraba la puerta de las hembras y sintiendo pena por ellos, me senté.

―Íel, me he permitido explicarles que podrías estar interesado en oír ofertas de negocios donde invertir tu dinero― comentó la pelirroja mientras a su lado Ía se mostraba de acuerdo.

Sonreí al percatarme que la avaricia de esos sujetos era la razón por la que no habían saltado sobre mi cuello y más tranquilo, escuché lo que querían proponerme. Así fue cómo me enteré de que eran los representantes de una sociedad americana que había adquirido una inmensa extensión de terrenos selváticos lindando con el mar Caribe e interesado por primera vez en esa inversión, me quedé impresionado el modo en que esos dos seres negociaban en mi nombre para hacerme dueño de un porcentaje del negocio.

―Estaríamos dispuestos a comprar al treinta por ciento del accionariado si con ellos nos garantizan que podremos adquirir la quinta Santa Lucía― comentó la rubia mientras sacaba un portátil.

No quise preguntar cuándo se había agenciado ese ordenador personal y solo pregunté qué era esa edificación. Como si hubiera sabido de antemano que iba a preguntarle por ella, dando la vuelta a la pantalla, Ía me mostró las fotos de un coqueto palacete francés ubicado en un paradisiaco paisaje.

―Quiero que nuestros hijos se críen en este lugar― musitó en mi oído la mulata.

Con poco que decir en algo que ya sabía que iban a conseguir, los cuatro esperamos que los jefes de esos ejecutivos dieran su consentimiento a la operación. Tras obtenerla, entrando en internet, la chavala que apenas unos días antes no sabía ni hablar cerró el acuerdo mandando a la cuenta que le habían proporcionado cinco millones de dólares en concepto de fianza.

―Espero que no te moleste que hayamos puesto la casa a nombre de nosotras tres, hemos creído que sería un buen regalo de bodas para tus mujercitas― dejó caer Ua provocando las risas de los ejecutivos.

La mirada amorosa de mi antigua empleada evitó que me indignara y cayendo que ese dinero había sido conseguido por ellas, di mi conformidad a ello.

―Por eso te queremos tanto― haciéndose las impresionadas y casi a la vez, me dijeron esas arpías recién caídas del cielo mientras los apoderados de la multinacional pedían un par de botellas de champagne con las que brindar por mi futuro enlace con esos tres monumentos.

Confieso que, en ese momento y aunque sabía que esos tipos estaban encantados no tanto por nosotros sino por lo que esa inversión significaría en sus bolsillos, me sentía extrañamente feliz y sospechando que esa jornada me depararía todavía muchas sorpresas, alcé mi copa por ellas.

―Por don Miguel Parejo también― dándome un lugar respondieron las muchachas mientras Tomasa se abrazaba a mí.

 La dulzura con la que pegó su cara sobre mi pecho me hizo retrotraer al momento en que la contraté y reconocí en sus ojos, la mujer humilde que incapaz de mirarme aceptó unir su destino a mí firmando un contrato laboral. Quizás eso motivó que, tomándola de la barbilla, le pidiera que se casara conmigo en presencia de todos.

―¿Vas en serio?― preguntó con alegría.

―Por supuesto, mi reina… pero piénsatelo bien porque si aceptas te llevas a demás a esas dos princesas― dije besándola tiernamente en los labios.

―Claro que acepto, mi amor― respondió mientras escuchaba los aplausos de los reunidos alrededor.

Olvidándose de ellos, buscó mis besos con pasión. Besos que no le fueron negados y a los que se unieron las bocas de las dos crías mientras un camarero rellanaba nuestras copas. El jolgorio que siguió a nuestro enlace no me permitió hasta que fue tarde caer en que los cuerpos de las chavalas no estaban habituados al alcohol.

―Estáis borrachas― exclamé muerto de risa a la media hora viendo que apenas podían mantenerse de pie.

Para ellas esa sensación era nueva e incapaces de reconocer que su alegría era inducida por ese vino espumoso, intentaron que les diese de comer frente a todos. Por suerte, los ejecutivos creyeron que iban de broma sino se hubiesen escandalizado al ver que intentaban bajarme la bragueta en medio del bar.

―Siento decirles que el deber me llama― siguiendo la guasa, comenté mientras con ayuda de Tomasa las sacaba rumbo a nuestra habitación.

―Tenemos hambre― con la voz tomada insistió Ua mientras las metíamos en el ascensor.

―Nos prometiste darnos tu esencia― apoyando a la pelirroja, su compañera protestó.

Repeliendo su ataque, conseguí llevarlas hasta el cuarto y solo cuando había cerrado la puerta, permití que me bajaran los pantalones.

―Cuanto echaba de menos mi biberón― susurró la rubia al ver mi erección.

―Sera mejor que te sientes en la cama― desternillada de risa, me aconsejó la viuda: ―Con la merluza que traen, son capaces de tirarte.

Fue una suerte porque, al ver que me sentaba y compitiendo entre ellas, se lanzaron sobre mi pene en busca de su sustento. Lo que no me esperaba fue que, al pegar el primer lametazo sobre mi extensión, la zorra de la rubia que notaba en mi sabor que me había acostado con la embajadora.

Girándome hacia la morena iba a disculparme cuando sonriendo esta susurró en mi oído que no me preocupara porque sabía que eso iba a ocurrir desde que había visto la atracción que sentía esa sueca por mí. Sorprendido pregunté si no le molestaba y entonces haciéndome una carantoña, me recordó que había prometido no cabrearse cuando alimentara a otras. No quise contradecirla y tomándola entre mis brazos, me puse a desnudarla, pero entonces las dos infernales criaturas protestaron.

―Nuestro biberón ya no nos quiere. No hace más que moverse― casi llorando Ua comentó.

Temiendo que producto de su melopea me hicieran daño, decidí facilitarles las cosas y tumbando a Tomasa, les comenté que dado que veían doble era preferible que esa noche lactaran de ella. La morena sonrió al escucharme y llamándolas, se pellizcó los pezones. Las chavalas al observar los dos grifos de blanca leche cambiaron de objetivo y reptando sobre las sábanas, llevaron sus bocas a los pechos de su ama de cría.

―Bebed mis niñas, bebed de vuestra negra― con cariño no exento de deseo, susurró la dueña de los dulces cántaros que mamaban.

Sin perder detalle de esa tierna escena esperé a que, con el estómago lleno, las alcoholizadas muchachas se quedaran dormidas. Tal y como preví, no tardaron más de diez minutos en quedarse cuajadas. Entonces y solo entonces, abrí el minibar preguntando a mi morena si le apetecía un ron.

―Por supuesto, eso no se pregunta― levantándose desnuda comentó.

Sirviendo dos vasos bien cargados, me senté en el sofá y mientras las veía dormitar, pregunté a Tomasa por su día. Pegándose a mí, me narró que tras dejarme en la embajada habían ido a un banco donde el gerente tras recibirlas abrió una cuenta a cada una. Me abstuve de preguntar con qué dinero porque sabía de antemano su origen y por ello únicamente comenté si le habían dado suficiente para sus gastos.

 ―Amor mío, ni despilfarrando puedo acabar con la suma que les autorizaste que pusieran a mi nombre― susurró mirándome embelesada.

No quise contrariarle diciendo que esas zorritas habían actuado de motu propio, pero tampoco adjudicarme un mérito que no me correspondía y por eso le pedí que me explicara que habían hecho después.

―Nuestras niñas me llevaron a una tienda Prêt―àporter. Yo no quería entrar, pero ellas insistieron diciendo que la hembra de la pareja que las protegía debía de vestir de acuerdo con su rango… te prometo que no usamos tu tarjeta sino la mía― comentó como si me importara algo lo que se habían gastado.

Mientras vomitaba avergonzada la cantidad de ropa que se había probado, me quedé pensando en el comportamiento de las crías y caí que, en su función simbiótica, no solo se creían en el deber de satisfacer mis necesidades materiales sino también las de su “¿madre? ¿dueña?”. Volviendo a la realidad, escuché que Ua e Ía se habían agenciado en otra boutique para gente de su edad un ajuar digno de una estrella de cine.

―Cariño, ¿tengo que recordarte que tienen casi doscientos años?― murmuré divertido.

―Para mí, son unas crías― respondió sin dar importancia a mis palabras, para acto seguido decirme que luego fueron a comprar mi regalo.

―¿Qué regalo?― pregunté, dada la facilidad con la que gastaban.

Levantándose del sofá, abrió el armario y me enseñó una colección de lencería que cuanto menos se podía catalogar como escandalosa.

―¿Quiere mi dueño que su negrita se pruebe un modelito?― murmuró en plan picantón.

―Lo estoy deseando― contesté dudando que algo me gustase más que verla desnuda.

La coquetería innata de la morena se vio satisfecha y tomando media docena de conjuntos, se metió al baño. Mientras esperaba su vuelta, me serví otra copa y mientras retornaba a mi sitio, escuché que la pelirroja hablaba en sueños. Creyendo que me decía algo, me acerqué y al preguntar qué quería, entre sueños respondió:

―Ya falta menos para que nuestros “¿padres? ¿dueños?” nos regalen hijos con los que emparejar a nuestras hermanas que se quedaron solas.

Comprendí que en su borrachera la joven creía que hablaba con Ía sobre unos planes y unas “hermanas” de las que jamás habían hablado.

―Sí cariño, ya falta menos― respondí intentando tirarle de la lengua.

―De la mano de nuestra prole, nuestra especie crecerá y hará más fuerte a los humanos para que juntos conquistemos la galaxia.

Me costó asimilar el engaño y por eso traté de que siguiera explicando la razón verdadera por la que habían llamado a nuestra puerta. Desgraciadamente,  se puso a susurrar en un inteligible idioma que debía ser el suyo natal y no conseguí nada más de ella. Seguía aterrorizado cuando saliendo con un modelo que dejaba poco a la imaginación, mi negrita me preguntó si me gustaba. Al ver mi cara, se dio cuenta que algo me pasaba y sin ahorrar detalle, le expliqué lo que había escuchado.

Tomasa atendió mis palabras en silencio con creciente indignación y solo cuando terminé de explayarme, abrazándome preguntó qué íbamos a hacer.

―No lo sé― reconocí a la única humana en que podía confiar y con la que compartía la responsabilidad de toda una especie.

Hundiendo su cara en mi pecho, mi adorada negrita comenzó a llorar…


Relato erótico: “Shadow Angel. historia de una superheroína 3” (POR SHADOWANGEL)

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Mikoto Amy, estudiante de segundo de ingeniería procedente de Japón ha llegado a Detroit para cursar un año de ingeniería en su prestigiosa universidad. Amy, a parte de una brillante estudiante, es sobrina del emperador de Japón, aunque no le gusta que la identifiquen como princesa, ya que se considera muy alejada de la línia de sucesión y no le interesa la política. Con sus 23 años posee un cuerpo bonito y atlético, mide menos de metro setenta y leva su larga melena suelta y perfectamente planchada. Lo que no saben sus compañeros de clase, y muy poca gente en Japón es que Amy durante su adolescencia recibió un duro entrenamiento por el más prestigioso maestro ninja de Japón. Durante más de 5 años convivió con su maestro y adquirió toda serie de habilidades mentales, atléticas, y de combate que la convierten en una luchadora casi sin parangón. Amy decidió usar sus habilidades para proteger a la gente y de noche vestida con su atuendo ninja y una máscara cubriendo su rostro adopta la personalidad de Shadow Angel, dispuesta a capturar a los delincuentes que son demasiado escurridizos para la policía. En su carrera como heroína solo se vio superada por una rival, Felina, ladrona que oculta su rostro bajo una máscara de gato.

Universidad de Detroit, viernes a la salida de clase.

Como acostumbraba desde que llegó a Detroit, al salir de las clases el viernes, Amy se dirigió a su céntrico apartamento, su intención era pasar el fin de semana repasando las asignaturas de la carrera y así poder obtener un rendimiento óptimo y a la noche salir como Shadow Angel en busca de los delincuentes a los que había seguido la pista durante la semana a través de la prensa local.

Amy caminaba pensativa por el Campus, pensando en esa banda de traficantes que llevaba semanas eludiendo a la policía cuando fue abordada por varios de sus compañeros de clase.

– Amy, ¿dónde vas tan deprisa? – Preguntó Tom, un chico rubio y atlético que se sentaba al lado de Amy en clase.

– Llevas des de que llegaste evitándonos durante los fines de semana.- Dijo Claire, una chica pelirroja, alta y esbelta.

– Sabéis que no es verdad, no os esquivo. En serio, el problema es que necesito el fin de semana para repasar las asignaturas y preparar las materias de la siguiente semana- Respondió Amy. Realmente si quería sacar un buen rendimiento universitario y continuar actuando como Shadow Angel debía sacrificar las relaciones personales con sus compañeros, los cuales le caían realmente bien, y lamentaba no poder salir con ellos el fin de semana. Especialmente en relación a Tom, chico con el que había empezado a sentir cierta atracción.

– Venga Amy, esta noche no están mis padres, así que hemos pensado cenar en mi piso y luego ver alguna película, jugar a las cartas… lo que surja.- Dijo Rubén un chico con el pelo largo y una profunda barba, de complexión robusta, las chicas del grupo estaban de acuerdo en que si se arreglara el pelo y vistiera con más estilo tendría más éxito con el sexo femenino.

– Si, estará genial, por que no te vienes?- Preguntó Elsa, una chica morena y bajita y las mejillas surcadas de pecas, un poco tímida pero buena estudiante. Ser la chica del grupo con menor tamaño de sujetador la incomodaba un poco, igual que no le gustaban sus pecas, consideraba que le daban un aspecto muy infantil. Pero no se podía negar que era atractiva. Si tuviera un poco más de confianza en si misma se daría cuenta como los chicos se giraban para mirarle su bonito trasero cuando pasaba.

– Sí Amy, vente, lo pasaremos genial. Nunca sales con nosotros el fin de semana, pero en cambio entre semana siempre eres la que más se ríe con nosotros cuando comemos juntos. Además, solo será la noche de viernes, sigues teniendo todo el sábado y domingo para las asignaturas. Así nos vemos un poco fuera de la universidad.- Insistió Tom.

– Vale… de acuerdo iré. A qué hora nos vemos?- La insistencia de Tom había terminado por convencer a Amy. Detroit podría pasar una noche sin Shadow Angel y realmente a ella le apetecía estar con Tom en un ambiente más informal, fuera de la universidad. Sus traficantes podrían esperar a la noche del sábado.

– A las 20.00 en mi casa. Hemos quedado que cada uno traerá algo para comer. Esperemos que nos traigas alguna delicia japonesa.- Dijo Rubén.

– Ahora que hemos conseguido que venga no la agobies con la comida. No hace falta que traigas nada, de verdad, yo traeré pizzas para todos y algo para picar. Mark se encargará de la bebida.- Dijo Claire señalando al tercer chico, que aún no había dicho nada. Mark era alto y de piel morena.

– De acuerdo, nos vemos luego. Ya intentaré sorprenderos con algo.- Dijo Amy mientras se despedía del grupo.

Amy llegó a su apartamento un poco nerviosa, pensando en como sorprender a sus nuevos amigos, especialmente a Tom.

Amy se presentó puntual en casa de Rubén, cuando le abrieron la puerta los dejó a todos con la boca abierta. Llevaba puesto un vestido tradicional de seda negra que le llegaba hasta las rodillas y con dos cortes a los laterales que subían hasta la cadera dejando sus bonitas piernas a la vista. Bajo el vestido llevaba unas medias de seda negra bajo las que se transparentaba su fina piel. Su cabello negro iba recogido en un moño. En una bandeja lacada llevaba varias raciones de sushi recién hecho y una botella del mejor sake.

Amy quería impresionar a Tom y lo había logrado, ni él ni el resto de chicos podían apartar su mirada de ella. Con un gesto Rubén la invitó a entrar y todos contemplaron como el vestido insinuaba su preciosa figura.

Claire, que para conseguir la atención de Tom se había vestido con una minifalda y un top ajustado, no pudo más que reconocer que la exótica belleza de Amy la había superado. En su interior deseaba que la japonesa diera un tropezón, se le subiera el vestido y quedara en ridículo delante de todos.

Durante la cena, Amy recibió toda la atención y todos, incluida Claire se volcaron en halagos hacia su sushi deliciosamente elaborado y lo delicioso que era el sake. Amy cortésmente elogió a Claire por la elección de las pizzas y a Mark por la deliciosa bebida que había traído.

Relamente Amy lo estaba pasando en grande con los chicos y no lamentaba haber aparcado a Shadow Angel por una noche. La ciudad sobreviviría un día sin su protectora. Evidentemente, la misteriosa justiciera enmascarada fue uno de los temas de la noche sin que ninguno de los presentes sospechara mínimamente que tenían enfrente a la famosa heroína.

Al cabo de un rato charlando y tomando algunos chupitos de alcohol, Rubén sacó una baraja de cartas.

– ¿Os apetecen unas partidas al póker?- Preguntó.

– Nunca he jugado, ni conozco las reglas.- Dijo Amy

Rubén indicó que las reglas eran muy sencillas. Tras varias partidas de prueba Amy llegó a dominar bien el juego. Aunque no acababa de entender del todo su dinámica, sus dotes de observación le daban ventaja para tender faroles o para intentar adivinar las intenciones de sus rivales.

– Venga ahora sí que empezamos en serio. ¿Qué nos apostamos, dinero, apuntes de la universidad…?- Preguntó Rubén.

– Ya que todos conocemos la mecánica del juego, porqué no jugamos fuerte y apostamos… Nuestra ropa?- Dijo Claire con una sonrisa picarona mientras miraba fijamente a Amy.

– ¿Qué? ¿Lo decís en serio?- Exclamó Amy al ver que todos de alguna forma u otra asentían a la propuesta.

– Qué pasa, tienes miedo de perder? O es que unos simples mortales como nosotros no pueden contemplar tu cuerpo de princesita?- Dijo Claire con clara intención de que Amy dijera que no y se marchara a su casa. Claire estaba molesta porque Tom no había apartado sus ojos de Amy en ningún momento.

– Perder, yo? Has pensado que puede que en menos de lo que te esperas te deje tal como viniste al mundo?- Replicó Amy.

– Bien, ya que todos estamos de acuerdo en apostarnos la ropa, qué os parece si introducimos otra variante para hacerlo más dinámico y divertido?- Dijo Mark – Si por lo que sea, alguien no quiera quitarse alguna prenda, deberá someterse a un reto que propondrá el que haya sacado la mejor mano. Podrá ser cualquier cosa, quién haya perdido si no acepta el reto siempre podrá desprenderse de una prenda o abandonar la partida.

Todos se mostraron de acuerdo. Amy se preguntaba si había sido una buena idea aceptar la partida y si no debería estar camino a casa. Pero la posibilidad de forzar a Tom a quitarse la ropa o a someterlo a un reto era demasiado tentadora, o quizá el alcohol había influido en su precipitada decisión. Sea como fuere, Amy era una chica segura de si misma y estaba convencida que su falta de experiencia en el póker la supliría con creces con su capacidad de observación y anticipación a los movimientos de sus rivales.

Los chicos despejaron la mesa y se sentaron alternando chicos y chicas. Tom llevaba una camisa apretada y unos tejanos, Claire una minifalda y un top escotado, Rubén llevaba pantalones negros y una camiseta de un grupo de rock, Elsa una falda hasta las rodillas y una camisa que disimulaba su cuerpo, Mark llevaba un pantalón de chándal y una camiseta surfera.

Las primeras rondas pasaron entre risas. Pronto quedaron todos sin calzado ni calcetines, Mark y Rubén estaban ya sin camiseta, los chicos estaban ansiosos por ver qué chica sería la primera en desprenderse de una prenda comprometida.

Amy perdió por segunda vez. La primera se había quitado sus bonitos zapatos. Ahora tenía el problema que su vestido era de una sola pieza y podía notar las miradas de todos sobre ella.

– Qué lástima por el vestido, realmente te queda muy bien.- Dijo Claire con una sonrisa, quería ver como Amy se moría de vergüenza o abandonaba la partida.

– Tienes razón, por eso sería una pena quitármelo.- Respondió Amy, que con un ágil gesto se quitó las medias. El vestido estaba tan bien diseñado que, para disgusto de todos, no mostró en ningún momento la ropa interior de la japonesa.

La burla de Claire no había pasado desapercibida a Amy, así que la ninja se aseguró que ella perdiera la siguiente ronda. Claire tenía que decidir entre el top o la falda. Se quitó el top, dejando a la vista un bonito sujetador de encaje de color rosa cubriendo sus bonitos pechos. Claire sonrió cuando se vio en el centro de las miradas de los chicos.

La siguiente en perder fue Elsa, que se quitó la camisa, revelando un sujetador negro. En las siguientes rondas Mark y Rubén se desprendieron de sus pantalones, quedando solo en calzoncillos. Por último, Tom perdió y se quitó la camisa ante la atenta mirada de las tres chicas, revelando un musculoso torso y unos abdominales definidos. La siguiente en perder fue Amy.

– Nos vas a deleitar con otro truquito o diremos adiós al vestido?- Dijo Claire – Claro que si te avergüenza mostrar tu cuerpo ante tus compañeros de clase siempre puedes abandonar la partida.

– Abandonar, yo?- Claire había tocado su fibra sensible. Amy por un momento pensó en repetir la misma jugada de antes y quitarse sus bragas pero pensó en el tatuaje de su pubis y qué pasaría si volvía a perder, así que se levantó y empezó a desabrocharse el vestido.

– Por fin la cosa se pone interesante.- Aplaudió Mark.

Poco a poco Amy fue bajando la cremallera del delicado vestido revelando su espalda, y poco a poco la prenda fue bajando por su cuerpo. Revelando un sujetador oscuro que contenía su voluminoso pecho y finalmente revelando un fino tanga a juego que cubría sus partes más íntimas pero dejaba su precioso culo al descubierto. Los chicos no pudieron resistir una exclamación al ver a Amy de aquella manera. Los acontecimientos no iban según Claire quería llevarlos, ella quería ver a Amy fuera de la partida o avergonzada, en cambio le estaba cediendo todo el protagonismo.

Claire decidió perder la siguiente mano aposta. Decidió quitarse la falda, de la forma más seductora posible, revelando un fino tanga de encaje rosa a juego con su sujetador. Cuando terminó, una sonrisa afloró en su cara. Volvía a tener la atención de Tom. También Elsa perdió una ronda, quitándose su falda revelando un a braguita brasileña que dejaba al descubierto la mitad de su bonito trasero.

– Caramba, quién iba a decir que bajo esa falda se escondía un culito tan mono.- Exclamó Rubén.- Si te vistieras de otra forma tendrías a media facultad detrás tuyo.-

Elsa replicó con una peineta.

En la siguiente ronda, Tom perdió sus pantalones, quedando ya todos los chicos en calzoncillos, y la siguiente la volvió a perder Amy.

– ¿Qué prenda te vas a quitar ahora? Creo que tengo claro cual será.- Dijo Claire burlona.

Realmente Amy no tenía muchas opciones, quitarse el tanga y dejar a la vista el humillante tatuaje que le había dejado Felina estaba completamente descartado. Por otro lado, quitarse el sujetador también era ir demasiado lejos. Solo tenía dos opciones.

– Proponme un reto!.- Dijo a un sorprendido Mark, que había obtenido la mano más alta en la ronda. El chico respondió casi al instante.

– De acuerdo, deberás bajar tal y como vas vestida por las escaleras, llegar al vestíbulo y llamar al timbre de afuera, y luego volver a subir. Si algún vecino sale a tirar la basura se llevará una grata sorpresa.- Dijo divertido.

– De acuerdo, acepto.- Dijo Amy para sorpresa de todos.

Los presentes contemplaron boquiabiertos como Amy salía del apartamento y, empujándose para mirar a través de la mirilla vieron como la japonesa bajaba poco a poco las escaleras. Amy se giró un momento y dirigió una sonrisa picarona a la mirilla por la que estaba segura la espiaban. Aprovechando su talento natural para el sigilo, bajar por la escalera sin hacer ningún ruido fue coser y cantar. Al llegar al vestíbulo esperó unos minutos a que no pasara nadie por la calle, salió y llamó al timbre. Los chicos esperaron unos segundos antes de abrir la puerta, pero Amy se había fundido en una sombra de la entrada y un hombre que pasó por delante del portal paseando un perro ni se percató de su presencia. Finalmente le abrieron la puerta y Amy subió hasta el piso. Al llegar vió algunas caras de decepción en los presentes, que deseaban que se hubiera cruzado con alguien. Había sido coser y cantar, si todos los retos eran así, Amy estaba segura que podía seguir perdiendo manos sin problema.

A la siguiente ronda Elsa abandonó la partida, no estaba dispuesta a perder más ropa ni a aguantar un reto como el que le habían propuesto a Amy, era demasiado tímida para ella. Se despidió del grupo asegurando haberlo pasado genial (cosa que era cierta) y agradeciendo a Amy otra vez por el trabajo de preparar el sushi y haber traído el delicioso sake.

Quedaban los tres chicos, Claire y Amy. La japonesa volvió a perder y esta vez fue Tom quien le propuso el reto. Tom iba a atar a Amy a la silla, si ella conseguía liberarse de las ataduras en menos de un minuto ganaba el reto, si no lo conseguía si o sí debía quitarse una prenda o abandonar el juego. Amy aceptó gustosa.

– En el palacio no jugabais con las cuerdas? Según tengo entendido los japoneses sois expertos en eso del bondage.- Dijo Claire picarona, a lo que Amy respondió con una carcajada.

Amy, a pesar de los intentos evidentes de Claire de avergonzarla, se lo estaba pasando en grande. Además disfrutaba viendo como los intentos de Claire eran en vano y a cada intento la japonesa salía reforzada. Por otro lado, Amy era una experta en escapar de todo tipo de ligaduras y ataduras gracias a su entrenamiento como ninja. Lo que nunca había contado a nadie es que des de el principio se había sentido excitada cuando la ataban aunque nunca había practicado el bondage con nadie. “Con nadie excepto una ladrona llamada Felina” recordó Amy quitándose el recuerdo de su cabeza. El hecho que Tom fuera a atarla la tenía excitadísima y nada ni nadie iba a estropear ese momento.

Al cabo de unos instantes, Rubén entregó a Tom varios cordones. Todos los presentes estaban pendientes de Amy. Primero Tom con delicadeza ató las manos de Amy detrás de la silla, luego con otra cuerda sujetó su cintura y la parte baja de sus pechos. Tom no podía disimular su erección hecho que divertía a Amy y solo deseaba que los presentes no se dieran cuenta de como de excitada estaba. Seguro que a través de su finísimo tanga había empapado la silla. Amy deseaba que Tom se intentara aprovechar de ese momento, que la manoseara un poco. Amy tiró su cuerpo hacia delante, tocando a Tom con su sujetador, el chico pareció no captar la indirecta y no hizo ningún ademán para aprovecharse de la chica a la que estaba atando. Finalmente Tom ató sus pies a la silla. Antes de empezar la cuenta atrás Mark quiso asegurarse que las ataduras eran firmes y que no había trampa, convencido inició la cuenta atrás.

Le hubiera bastado a Amy menos de 20 segundos para liberarse de las toscas ataduras, de nudos mucho peores había salido en menos de un minuto. Pero si lo hacía demasiado evidente, el grupo sospecharía de sus habilidades, así que intencionadamente dejó pasar el tiempo fingiendo que le costaba liberarse, para deleite de los presentes, que disfrutaban viendo como luchaba contra sus ataduras. Para decepción de todos, a los 55 segundos Amy estaba libre de sus ataduras y con una sonrisa en la cara.

La siguiente ronda la perdió Claire y la mano ganadora era de Amy. La pelirroja no quería desprenderse aún de su ropa interior así que pidió a Amy que le planteara un reto. Amy pensó en tomarse una pequeña venganza por los recientes comentarios de Claire y propuso a la chica que se levantara, pusiera sus manos contra la pared y recibiera un par de azotes en el trasero de parte de cada uno de los presentes. La chica aceptó gustosamente y uno a uno, los chicos fueron azotando su lindo culo. Finalmene Amy le dio un par de cachetadas y notó como Claire tenía el tanga empapado. La chica también lo estaba pasando en grande y no parecía avergonzada por los azotes recibidos. Habría que pensar en otra cosa para quitar esa permanente sonrisa de la cara de la pelirroja.

Los tres chicos habían quedado encantados con el reto al que se había sometido Claire, así que interiormente todos llegaron al acuerdo que debían hacer todo lo posible para que fuera siempre una chica la que perdiera la ronda. Ninguna de las dos parecía querer abandonar el juego ni estar dispuesta a desprenderse de ninguna prenda de ropa más. Los tres chicos estaban ansiosos por saber cómo de lejos podían llegar con el juego. Elsa se había retirado hacía un rato pero ni Amy ni Claire parecían dispuestas a rendirse fácilmente. Ninguno de los varones intentaba disimular la erección que marcaban sus calzoncillos.

Amy volvió a perder otra ronda, siendo Claire la ganadora. La pelirroja quería dejar fuera de juego a la japonesa si o sí, de forma que cuando Amy optó por el reto decidió explotar la única debilidad que le conocía.

– Debes mostrarnos cualquier tatuaje que tengas en el cuerpo.- Dijo Claire con una sonrisa victoriosa en la cara.

– Serás zorra.- Masculló Amy entre dientes visiblemente enfadada. Si las miradas mataran, la pelirroja habría caído fulminada al instante. Claire le había asegurado en el vestuario que no diría nada acerca de su tatuaje en el pubis (un “regalo” de su encuentro con Felina).

Para nada del mundo iba a mostrar su tatuaje ante los chicos, no iba a regalarles una visión de su rasurado pubis y no quería que Tom se llevara una imagen equivocada de Amy al ver su atrevido tatuaje (“en qué momento pensé que un tatuaje en el pubis era una buena idea, debería haber pedido a Felina que me lo hiciera en el tobillo como lleva casi todo el mundo, pero no, tuve que pensar en la reacción de mi familia al verme con un tatuaje” pensó la japonesa manifiestamente enfadada).

– ¿Claire, Amy, hay algún problema, se puede saber qué es ese rollo del tatuaje?- Preguntó Tom a ver la mirada de ira que la japonesa dirigía a la pelirroja.

– Veo entonces que te rindes. Continuaré el juego con los chicos entonces. Nos vemos el lunes.- Dijo Claire a Amy con una sonrisa.

– ¿Rendirme? Ni lo sueñes.- Dijo Amy mientras llevaba sus manos a su sujetador.

Por unos instantes ninguno de los presentes dijo nada, como hipnotizados contemplaban como la japonesa se quitaba el sujetador, revelando unos grandes, redondos y preciosos pechos, quedando únicamente su diminuto tanga cubriendo su piel. Ni en el mejor de sus sueños los chicos pensaron que el juego del strip poker podría llegar tan lejos. Ya se sorprendieron cuando las tres chicas se quedaron en ropa interior, pero ver los pechos de Amy, que no solamente era una belleza sino que además formaba parte de la familia real japonesa, era mucho más de lo que pudieron llegar a imaginar.

Otra vez la jugada no había salido como Claire esperaba. Estaba segura que con ese reto Amy quedaría fuera de juego, sabía que la chica para nada del mundo se atrevería a revelar su atrevido tatuaje, pero tampoco esperaba que tuviera el atrevimiento de quedarse en topless ante la atenta mirada de los chicos. Tom no apartaba los ojos de los pechos de Amy, pechos que Claire no pudo más que reconocer que eran perfectos. Se notaba como la disciplina deportiva de Amy la había dotado de un cuerpo envidiable.

En la siguiente ronda, Amy tuvo la oportunidad de tomarse la revancha con Claire y antes que la pelirroja escogiera, ya le había planteado el reto al que se debería someter si no se desprendía de una de sus prendas.

– Deberás bajar las escaleras hasta la calle, y a gatas, como si fueras una gatita callejera, deberás dirigirte hacia la esquina de la calle acompañando cada paso que des con un maullido, darte la vuelta y volver gateando y maullando hasta el edificio y te abriremos la puerta. Des de la ventana del comedor controlaremos que lo hagas bien, si no oímos tus maullidos no te abriremos.- Dijo Amy divertida.

– ¿Qué estúpida idea es esa?- respondió Claire.- Si a toda una princesa japonesa no le importa estar en topless delante de sus amigos, por qué debería avergonzarme a mí, una simple plebeya?.- Replicó la pelirroja mientras se desabrochaba el sujetador ante la atenta mirada de los presentes.

Otra vez se hizo el silencio mientras Claire dejaba sus grandes pechos al descubierto, unos grandes pechos de tez pálida con unos pezones muy rosados. Interiormente ambos chicos llegaron a la conclusión que los pechos de Claire eran más grandes y sus pezones más rosados que los de Amy pero que la japonesa tenía unos pechos mucho más firmes que Claire. Los tres chicos soñaban en lo que podrían hacer con los pechos de las chicas cuando empezó la siguiente ronda.

Amy, molesta por el atrevimiento que había tenido Claire al insinuar lo de su tatuaje, hizo gala de toda su habilidad para prever las intenciones de la gente, y otra vez, adivinando el farol de Claire, ganó la ronda a la pelirroja. Claire por segunda vez consecutiva volvía a estar en manos de Amy y solo le quedaba un diminuto tanga como prenda. Resignada le dijo a Amy que le planteara un reto, la japonesa, disfrutando del momento, lo pensó unos instantes y le propuso la prueba.

– Muy bien, tu reto será… Deberás arrastrarte por el suelo como una lagartija hasta la cocina, coger un tarro de miel, verterlo por encima de tu cuerpo y volver reptando hasta la mesa.- Dijo Amy con voz firme y una sonrisa de satisfacción.

– Qué?…- Claire empezó a protestar, pero la opinión de los demás era unánime. El reto había sido planteado y Claire debía cumplirlo o como alternativa abandonar la partida o entregar su última pieza de ropa.

El reto había ido demasiado lejos, Claire estaba furiosa con la japonesa, Amy quería humillarla, la partida había ido más allá del divertimiento, pero no iba a dar la satisfacción a la japonesa de verla abandonar. Poco a poco Claire se recostó en el suelo, dando a los presentes una linda visión de su culito y con ayuda de las manos y los pies se fue arrastrando hacia la cocina.

– ¿De dónde sacas esas ideas para los retos?- Preguntó Rubén- ¿Qué es, algún tipo de castigo a la japonesa o algo así?

– Algo así.- Respondió Amy pensativa “Maldita Felina, mira en lo qué me has convertido, en una zorra dominante” pensó para si misma mientras miraba divertida como Claire había llegado a la cocina y vertía sobre su cabeza el tarro de miel.

La miel resbaló por el pelo de Claire, llegando hasta los hombros y poco a poco descendiendo por su cuerpo, deslizándose por sus pechos, su espalda, su trasero… Los chicos la miraban hipnotizados. Cuando todo su cuerpo estaba impregnado de miel, Claire volvió arrastrándose hasta la mesa, dejando un rastro de miel y sudor por el piso. Cuando se sentó, Claire se volvía a sentir dueña de la situación, el reto había sido menos humillante de lo que había imaginado y ahora todos los chicos tenían la mirada fija en ella. La pelirroja había salido mejor librada de lo que Amy esperaba. La japonesa admiraba el comportamiento estoico de Claire ante el reto, Shadow Angel no había sido capaz de mantener su dignidad cuando Felina la había obligado a arrastrarse hasta el tanque de azúcar fundido. Distraída en sus pensamientos, Amy no se dió cuenta que acababa de perder la siguiente ronda. Rubén proponía el reto.

– Ya que fue idea tuya lo de la miel, y mira como está pringando el piso de mis padres, deberás limpiar el suelo y el cuerpo de Claire de miel solo utilizando tu lengua.- Propuso para deleite de los otros chicos.

Amy tuvo un deja-vu cuando escuchó la propuesta. Recordó cuando Felina la tenía esposada, completamente inmovilizada y con su lengua y sus manos recorría el cuerpo de la derrotada Shadow Angel, lamiendo el azúcar con el que estaba impregnado el cuerpo de la heroína.

– Espero que eso no me cause diabetes.- Dijo Amy mientras se levantaba y primero empezó a lamer los restos de miel del suelo.

La miel del suelo, mezclada con el sudor de Claire, tenía un gusto particular que excitaba a Amy. La japonesa siempre se había considerado heterosexual y nunca había sentido atracción por nadie de su mismo sexo. Pero esa perspectiva había cambiado desde su encuentro con Felina. La villana le había demostrado que una chica era capaz de excitar a Amy en sobremanera y procurarle un placer que nunca había sentido con ninguno de los chicos con los que discretamente (y a escondidas de su familia) había mantenido cortos romances. Mientras terminaba de limpiar el suelo, Amy se preguntaba como sería el cuerpo de Claire y si su lengua causaría la misma reacción en la pelirroja que la lengua de Felina había causado en el cuerpo de Shadow Angel.

Cuando llegó al cuerpo de Claire, Amy la hizo levantar de la silla y decidió empezar por su cara. Poniéndose de puntillas (la pelirroja superaba a la japonesa en estatura) lamió primero la poca miel que quedaba en su cabeza, continuando por sus orejas, sus mejillas, su cuello. Los chicos no pudieron evitar una exclamación al ver a Amy lamer la miel de los pechos de Claire. Ni en sus mayores fantasías habían llegado a imaginar tal cosa.

Claire no pudo reprimir gemidos de placer cuando la lengua de la japonesa recorría su cuerpo, lamiendo sus pechos, entreteniéndose en su barriguita y su espalda, eliminando cualquier rastro de miel con su hábil lengua. Amy llegó a su culito lamiendo hasta la última gota de miel de su bien redondeado trasero, solo faltaba retirar la miel que había quedado en el tanga de la pelirroja.

Sin reparos, Amy se situó ante el pubis de Claire y empezó a lamer el tejido de encaje de su tanga. La fina tela permitía a Claire sentir la lengua de Amy sobre su clítoris y su vagina, como si le estuviera realizando un cunilingus. Amy usó lo que había aprendido de Felina, deteniéndose el tiempo justo en el clítoris de Claire para excitarla hasta lo indecible pero sin permitir que la chica llegara al orgasmo. Los gemidos de Claire se hicieron más evidentes, la pelirroja quería llegar al orgasmo pero la japonesa hábilmente retiró la miel del delicado tanga antes que Claire se pudiera correr. Los chicos ante el espectáculo no habían podido evitar masturbarse, aquello era mucho más de lo que nunca podían llegar a imaginar que pudiera suceder. Amy estaba disfrutando mucho más de lo que estaba dispuesta a reconocer y la excitaba en sobremanera jugar de esa forma con el cuerpo de Claire delante de Tom. Nunca había pensado que una situación así, que debería ser embarazosa para ella, pudiera tenerla tan excitada.

-Ya está, creo que no me he dejado nada.- Dijo Amy cuando terminó de lamer la última gota de miel del cuerpo de Claire. Los tres chicos asintieron al unisono y Claire, agotada por la frustración de no haber obtenido su orgasmo se dejó caer de nuevo en la silla.

Ambas chicas estaban tan excitadas que perdieron la siguiente ronda en igualdad de puntos. Mark proponía el reto.

– Creo que lo que voy a proponer va a contar con la unanimidad de los presentes.- Empezó Mark.- Ambas habéis perdido en igualdad de puntos y habéis decidido someteros a un reto, bien os propongo un reto conjunto. Ambas deberéis hacer intentar llegar al orgasmo a la otra, con ese reto daremos por terminada nuestra partida de póker. La chica que más resista el orgasmo será proclamada la ganadora de esta noche y la que llegue primero al orgasmo le concederemos una honrosa medalla de plata.

Los otros chicos no podían estar más de acuerdo. El cebo había sido lanzado, solo faltaba saber si las chicas caerían en él o, en el peor de los casos, se plantarían y abandonarían la partida. Los tres chicos estaban excitadísimos y esperaron ansiosos la respuesta de las chicas.

– Aceptamos el reto.- Dijeron ambas chicas al unisono mirándose fijamente.

Los chicos no pudieron evitar una exclamación de alegría y se pusieron cómodos a disfrutar del espectáculo.

Amy cogió a Claire y la tumbó en el suelo, con su mano jugueteaba con la entrepierna de la pelirroja mientras con su lengua lamía su cuello buscando excitar a su rival al máximo. Claire, reaccionó inmediatamente colocando su muslo en la entrepierna de la asiática, buscando el roce con su clítoris mientras con sus manos jugaba con los jugosos pechos de la japonesa. Ambas chicas no disimulaban sus gemidos de placer pero estaban dispuestas a resistir al máximo para alzarse con la victoria. El juego había llegado demasiado lejos pero llegados a este punto ninguna de las dos estaba dispuesta a regalar la victoria a su rival. Amy aplicó sobre el cuerpo de Claire lo que había aprendido de Felina, lamía y acariciaba los mismos puntos que habían hecho vibrar de placer a Shadow Angel mientras era cautiva de la ladrona. Por otro lado Claire no parecía una desconocida sobre el cuerpo femenino, sus lametones y caricias se lo ponían muy difícil a Amy.

Los chicos alucinaban con el espectáculo que tenían enfrente y no podían resistir su deseo y de nuevo empezaron a masturbarse ante las chicas. Los varones ya se habían corrido un par de veces pero ambas chicas aún resistían los los placenteros envites de su rival.

Claire decidió hacer una apuesta fuerte y mientras con una mano acariciaba el clítoris de Amy, deslizó la otra hacia el trasero de la asiática y presionó su ano con su dedo.

– Qué te parece eso? Te gusta?- Le susurró al oído, a lo que Amy no pudo reprimir un gemido de placer. Claire lo estaba haciendo realmente bien y Amy sabía que no resistiría mucho tiempo más.

Aplicando las técnicas sobre autocontrol corporal que había aprendido de su maestro, la japonesa siguió resistiendo y haciendo gala de una agilidad envidiable se dio la vuelta y acercó su boca al pubis de Claire y con su lengua empezó a lamer su entrepierna.

Claire no pudo reprimir un gemido de placer. Aunque llevaba su tanga, el fino encaje no ofrecía ninguna protección ante la lengua de Amy, y la pelirroja notaba sus lametazos como si no llevara nada. Amy lo estaba haciendo mejor de lo que Claire había imaginado y la estaba poniendo contra las cuerdas.

Aprovechando la situación de sus cuerpos, Claire decidió acercar también su lengua a la vagina de Amy y empezó a lamer a la asiática mientras con su dedo seguía manteniendo la presión de su dedo sobre el culito de Amy. A ninguna de las chicas le importaba tragar los fluidos de su rival. Amy estaba segura que su capacidad de autocontrol era superior a la de Claire i que se alzaría con la victoria, pero el dedo de la pelirroja haciendo presión contra su ano era un estímulo con el que no contaba la asiática.

Amy intentó hacer lo mismo intentando buscar con la mano el culito de su rival, pero Claire, notando la maniobra y aprovechándose de que estaba debajo de la otra chica, apretó su cuerpo contra el suelo de forma que Amy no pudiera rozar su ano con su mano.

La japonesa, frustrada por la maniobra de Claire, desistió de buscar su trasero y dirigió su mano hacia la vagina de Claire, acariciando sus labios. El doble estímulo en su vagina, con la lengua y la mano a la vez, fue más de lo que la pelirroja podía soportar y por mucho que intentó resistirse, no pudo evitar sentir un intenso y desenfrenado orgasmo que no pudo disimular.

A la vez, la lengua de Claire sobre el clítoris de Amy sumada al estímulo que le causaba en su culito con el dedo, superó cualquier resistencia que la japonesa intentaba ofrecer. Al mismo tiempo que Claire, Amy no pudo resistir más el placer y se dejó vencer por un apasionado orgasmo, acompañado de un intenso gemido de placer.

Los chicos miraban alucinados, ambas chicas habían llegado al orgasmo a la vez, algo completamente increíble. Durante unos minutos nadie dijo nada, ambas chicas quedaron tumbadas una encima de la otra, sudando y jadeando. Los chicos clavados en su silla no se atrevían a decir nada. Amy rompió el silencio.

– ¿Todas vuestras cenas terminan así?- Preguntó con una sonrisa mirando a Claire. La pelirroja se sumó a la ironía con una sonora carcajada, seguido de un intenso aplauso por parte de los chicos.

Hubo unanimidad en proclamar un empate y nombrar ambas chicas ganadoras del concurso. Mientras todos reían y comentaban lo intenso, loco y divertido que había sido todo, Amy notó como Tom no apartaba sus ojos de ella en ningún momento. La japonesa le aguantó la mirada hasta que fue el momento de despedirse.

Aquella noche, Mikoto Amy durmió plácidamente con una sonrisa en la cara. Y en sus sueños, por primera vez en bastante tiempo, no aparecieron imágenes de delincuentes.

El lunes siguiente. Universidad de Detroit

Como era habitual, antes de empezar las clases, Amy sometía su cuerpo a un duro entrenamiento en el gimnasio. En el vestuario se encontró con Claire, que también se había aficionado al deporte por la mañana.

– Menudo espectáculo dimos a los chicos el viernes, eh?.- Le dijo Amy en un susurro.

– Y tanto! Les dimos un show que no olvidaran en la vida.- Respondió Claire con una carcajada.- Y yo que pensaba que eras una recatada y estrecha princesa.

– Lo de princesa, te lo dejo pasar, pero estrecha y recatada, yo?- Respondió la japonesa con una sonrisa.

– Si si, fuiste la revelación de la noche. Nos bien sorprendiste a todos. Lástima que Elsa no se quedara al final.

– Si, creo que a Elsa le falta tener un poco de confianza en si misma, sentir que tiene un cuerpo atractivo.- Respondió Amy.

– Por cierto, te debo una disculpa por sacar a relucir lo del tatuaje, sé que es algo que de momento quieres mantener en secreto y no quería traicionar tu confianza. Mi opinión ya la conoces, es que te queda muy sexy. Ojalá tuviera el atrevimiento de hacerme uno igual.- Dijo Claire.

– No te lo recomendaría.- Dijo Amy con una sonrisa.- No te preocupes, creo que el viernes dejamos atrás cualquier roce o rivalidad entre nosotras. No te lo tuve en cuenta.- La japonesa le guiñó el ojo.

– ¿Sabes?- Añadió Amy.- De hecho me estoy acostumbrando a él. Al principio me causaba cierto rechazo y pensaba en dejarme crecer el vello púbico para disimularlo. Pero cuanto más pienso en él más atractiva me siento con esa pequeña huella felina.

– Autoconfianza o algo así dijiste que representaba no?.- Respondió Claire.- Aunque es muy atrevido ni se te ocurra dejarte crecer el vello, te queda muy sexy el pubis depilado.

Con una sonrisa, ambas chicas se vistieron y se dirigieron a la clase. Por el camino se encontraron con Elsa.

– Hola chicas, qué tal terminó la fiesta?

– Un poco intensa. Creo que la próxima vez mejor dejamos el póker y vamos al cine o algún plan más tranquilo.- Dijo Amy. Claire y Elsa respondieron con una sonora carcajada.

– Sí, eso del póker es más agotador de lo que uno cree.- Dijo Claire guiñando el ojo a Amy.- Una pena que no te quedaras hasta el final. Sabes quién ganó? Las chicas nos proclamamos campeonas absolutas.- Añadió Claire haciendo el gesto de la victoria con los dedos.

– La próxima me quedaré hasta el final. Veo que lo pasasteis realmente bien.- Añadió Elsa.

Mientas las tres chicas se dirigían a clase, se cruzaron con Tom, Ruben y Mark que las miraron embobados. Rubén se percató que en lugar de una de sus faldas poco atractivas, Elsa ese día llevaba un short apretado y se sorprendió a si mismo mirando la forma de su culito. Alzó la vista y descubrió que el nuevo look de Elsa no había pasado desapercibido al resto de chicos del pasillo.

CONTINUARA…

PD: Espero que les haya gustado ese relato tanto como a mí escribirlo, no se si se puede considerar un relato de superhéroes. En su segunda aventura, quería hacer algo diferente, quería explorar la relación de Amy con sus compañeros de clase y quería una situación en que el tatuaje diera algo de juego. En su próxima aventura Shadow Angel volverá a la acción. Como siempre, no duden en comentar qué les ha parecido el relato y en escribir cualquier sugerencia que tengan, estoy abierto a incorporar vuestras propuestas e ideas en futuras aventuras de la heroína ninja

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Relato erótico: “Primera Sangre. Parte 3-” (POR ALEX BLAME)

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París, 17 de junio de 1918

Querido hermano:

Sí, soy yo. Aunque me veo obligado a utilizar a Carlucci como escribiente por verme impedido temporalmente para escribir por mi propia mano. No te preocupes, no es nada grave y los médicos me dicen que he tenido suerte y que me recuperaré totalmente.

Sé que la caligrafía y la ortografía de este espagueti es realmente horrorosa, pero tengo necesidad de contarte todo lo que me ha pasado estos meses.

Como te conté en mi última carta, nos incorporamos al frente a principios de diciembre. El general Pershing había insistido en mantener su postura frente a los aliados, que querían incorporarnos a sus unidades y finalmente nos integramos en un ejército propio.

Lo primero que descubrimos es que la guerra es incómoda. En cuanto llegamos nos guiaron hasta unas profundas trincheras en primera línea. Nunca había estado en un lugar tan repugnante. El agua helada y putrefacta que hay en el fondo nos llega casi hasta las rodillas y las ratas corren y nadan por ellas como si estuviesen en su casa. Afortunadamente solo teníamos que estar allí en caso de ataque o cuando montábamos guardia. El resto del tiempo estábamos en búnkeres, que por lo menos estaban secos, aunque pronto averiguamos que también tenían sus inconvenientes. En cuestión de días estábamos literalmente comidos por los piojos. Rosco y tres compañeros más fueron de cabeza al hospital de campaña, contagiados de tifus sin haber tenido la oportunidad de pegar un solo tiro.

A esto se le une el maldito fuego de artillería de los boches, que era especialmente frecuente de noche y que al principio, hasta que nos acostumbramos, apenas nos dejaba dormir.

Quince días después de llegar sufrimos el primer ataque por parte de los alemanes. Eran tipos veteranos y hábiles. Tropas de asalto las llamaban. Tras un bombardeo intenso aparecieron saltando de cráter en cráter apoyados por lanzallamas.

Los recibimos con un enérgico fuego de ametralladoras y artillería ligera que les detuvo a poco más de sesenta metros de nuestras líneas. Estaban intentando reorganizarse cuando Jessie, un tipo de la cuarta compañía, le acertó a uno de los bidones de uno de los portadores de los lanzallamas haciéndolo explotar y originando el caos en sus filas. Finalmente se retiraron dejando un par de cientos de muertos detrás. Era nuestra primera victoria. Estábamos vitoreando y cantando el himno cuando la artillería alemana volvió a disparar cubriendo la retirada de sus hombres. Uno de los proyectiles cayó en nuestra trinchera. A pesar de caer a más de treinta metros la onda expansiva me levantó del suelo y me lanzó contra la pared del refugio.

Cuando nos recuperamos, vimos que ocho de los hombres de la compañía estaban muertos. Nos acercamos. Jamás había visto algo parecido. De dos de ellos apenas quedaban unos girones de carne esparcidos por el cráter. El resto tenían espantosas heridas cuya vista nos conmocionó y nos impidió ayudar a los heridos durante unos minutos.

Ese fue el momento en que descubrí que la guerra no tiene nada de glorioso. Doscientos alemanes se habían sacrificado en un simple ataque para tantear nuestras fuerzas y una docena de nuestros hombres también habían caído sin siquiera ver quién les había disparado.

Desde aquel día, a pesar de que nuestra moral era alta, entendimos la mirada un tanto desencantada de nuestros instructores. No te engañes, la guerra es una mierda y una muerte heroica no la hace mejor.

Durante los siguientes meses estuvimos inmersos en una tediosa y peligrosa rutina, basada principalmente en realizar misiones de reconocimiento y en aguantar esporádicos pero terribles bombardeos.

La tensión era tan fuerte que cada poco tiempo nos tenían que retirar de primera línea para que esta situación no acabase con nuestros nervios. Cuando íbamos a descansar a la reserva nos pasábamos la mayor parte del tiempo borrachos, intentando acallar los gritos y borrar las imágenes que se nos habían grabado para siempre en nuestras mentes.

A principios de marzo llegaron rumores de que Rusia se había rendido y los alemanes estaban trasladando su ejército del este al oeste para una ofensiva que decían sería la definitiva.

Nuestra porción del frente, a unos sesenta kilómetros al noroeste de París estuvo tranquila hasta que el día veintisiete de mayo nos dijeron que teníamos que movernos para apoyar a los franceses que estaban recibiendo una buena paliza. Llegamos el treinta y relevamos a tres destrozadas divisiones francesas cerca de un lugar llamado Chateau—Tierry.

Los cabezas cuadradas no tardaron mucho en darnos una cálida bienvenida y pasaron parte de la noche bombardeando duramente nuestras posiciones. Por la mañana, tras un corto descanso, nos lanzaron una nueva salva, pero esta vez era especial. El grito de ¡Gas! se extendió por toda la línea.

Con toda la rapidez que pude me puse unos guantes y la máscara antigás y me preparé para el ataque. Estaba muerto de miedo. Varios obuses cayeron sobre la niebla estallando y liberando unas nubes amarillas. Pronto una niebla amarillenta nos envolvió. Las máscaras eran incómodas y agobiantes, pero eso no nos impidió darles a esos boches su merecido y resistimos su ataque durante tres interminables horas. Después de eso los alemanes se retiraron y cambiaron el eje de su ataque dándonos un respiro.

Con la niebla tóxica dispersada por el viento, algunos nos quitamos las máscaras deseando respirar aire fresco. Nuestros uniformes estaban cubiertos por una fina capa de una sustancia grasienta de color amarillo. La toqué con curiosidad sin saber que estaba cometiendo un terrible error.

Dos horas después empecé a sentir una ligera sensación de incomodidad, como si tuviese arenillas en los ojos y un poco más tarde empezaron a hinchárseme los parpados hasta que finalmente se me cerraron totalmente y no pude ver nada.

No puedes imaginar el terror de sentirme literalmente ciego. Mis compañeros me ayudaron a ir hasta retaguardia dónde un atareado médico me reconoció en tres minutos y me colgó del cuello una tarjeta que no pude leer. Entonces un enfermero me guio hasta un camino donde me cogió el brazo y me lo alzó hasta apoyarlo en el hombro de otra persona diciéndome que me limitase a seguir al compañero que tenía delante. Poco después noté que otra mano se posaba sobre mi hombro y tras diez minutos nos pusimos en marcha.

No puedo imaginar el triste espectáculo que debíamos representar una inacabable línea de soldados ciegos agarrados unos detrás de otros, siguiendo a uno que hacía de lazarillo.

Caminamos durante lo que me pareció una eternidad, tropezando, maldiciendo y lamentándonos hasta que llegamos a un hospital de campaña donde nos hicieron una cura de urgencia aliviando un poco nuestro dolor y nos enviaron en camiones a un hospital en las afueras de París donde llevo varios días recuperándome.

Nunca pensé que casi quedarme ciego pudiese resultar una bendición, pero así ha sido y confiando en la discreción de mi camarada Carlucci te contaré lo que me ocurrió cuando llegué a este lugar.

Llegué al hospital en un tremendo estado de agitación. Sin haber recibido ninguna información sobre la gravedad de mis lesiones me sentía totalmente turbado. Creía que me quedaría ciego para siempre y no puedes imaginar mi desconsuelo.

Permanecí en una cama hasta que llegó el doctor. Me tomó el pulso, me auscultó, me hizo unas cuantas preguntas que no entendí y sin decirme nada le dio una serie de instrucciones a alguien que estaba a su lado.

El médico se fue y la habitación se quedó en silencio. Creí que me había quedado solo en la oscuridad hasta que hoy el suave crujido de un tejido almidonado.

—¿Quién hay ahí? —pregunté yo.

—Hola, Douglas. Soy la enfermera Dawkins. —dijo una voz suave y tranquilizadora.

—¿Podría decirme, si voy… a quedarme ciego? — pregunté intentando infructuosamente que nos trasluciese toda la aprensión que sentía.

—¡Oh! No —respondió ella— ¿Nadie le ha dicho nada? El gas mostaza es una mierda pegajosa que sigue contaminando el lugar donde lo han esparcido, pero si la exposición no ha sido muy intensa los síntomas son pasajeros, y por lo que me ha dicho el doctor en cuestión de un par de meses te habrás recuperado totalmente. Ahora voy a cambiarte el vendaje y a aplicarte un ungüento para aliviar el dolor y bajar la inflamación.

No pude evitar un largo suspiro de alivio al oír la explicación de la mujer. En pocos instantes noté como la enfermera me quitaba el vendaje, procurando hacerme el menor daño posible. Yo apreté los dientes y aguante sin soltar un solo quejido. A continuación unos suaves dedos me aplicaron una espesa pomada por los doloridos párpados y pronto empecé a sentir un poco de alivio.

— Gracias, enfermera. Esto está mucho mejor. ¿De dónde es, enfermera Dawkins? —pregunté intentando distraerme mientras colocaba unos apósitos y me vendaba los ojos con habilidad.

—Del condado de Sufolk.

—¡Ah! El de las ovejas.

—Aunque no lo sepas, no solo hay ovejas y las ovejas sufolk se crían por toda Inglaterra. Yo he vivido toda mi vida en Ipswich, jamás he visto ninguna.

—Pues es una lástima, son unos animales muy bonitos.

—¿Eres granjero? —preguntó ella mientras me ahuecaba la almohada y la ponía tras mi cabeza.

—Mis padres tienen una granja de cincuenta mil acres en Montana. Criamos vacas y ovejas.

—¡Qué interesante! —dijo ella aunque yo no me lo creí demasiado— Ahora tengo que irme, pero tienes que contarme más cuando vuelva.

—¿Lo harás pronto? —pregunté con un deje de ansiedad en mi voz.

—Lo antes posible —respondió la enfermera acariciando mi mejilla.

Ya sé lo que pensaras Johnny, que soy un puñetero paleto al tener una conversación de ovejas con una mujer, pero en ese momento no tenía ni idea de lo que aquella mujer llegaría a significar para mí con el paso de las semanas.

Porque aquella misma noche se presentó me tomó las constantes vitales, como decía ella y charló conmigo un poco más de lo necesario. Al principio me imaginé que sería una matrona gorda y rubicunda que probablemente habría perdido un hijo y que se habría presentado voluntaria para intentar que otras madres no tuviesen que sufrir esa pérdida. Pero con las cada vez más largas conversaciones, me contó que tenía diecinueve años, que se había presentado voluntaria y la habían admitido en el cuerpo de enfermeras a pesar de que aun le faltaba un curso para graduarse.

Cada vez se quedaba más tiempo conmigo y en pocos días estaba deseando que aquella ceguera no terminase nunca para poder mantener aquellas amenas conversaciones. En ellas trataba de mostrarme optimista y hablarle de cualquier cosa que le ayudase a olvidarse de las terribles escenas de dolor y muerte que seguramente veía a diario.

Cuando empezaron a acabarse nuestros temas de conversación le pedí que me leyese alguna cosa para pasar el rato. La dejé elegir a ella y trajo una antología de Keats. Nunca había leído poesía y hasta ese momento nunca hacía pensado que pudiese ser tan interesante. Lisa, que así se llama mi enfermera, era una narradora magnifica, me atrapaba con el ritmo de su lectura y cuando se iba, los versos quedaban toda la noche rebotando en mi cabeza.

Finalmente una noche que estaba sentada a mi lado leyendo alargué mi mano y le acaricié el rostro. Era suave y cálido. Ella se puso un pelín tensa, pero yo le dije que solo quería saber cómo era. Lisa cogió mi mano y la desplazó por sus pómulos altos, su nariz pequeña, su frente despejada y su melena recogida en una tirante cola de caballo bajo la cofia, hasta que llegó a sus labios.

Los recorrí con mis dedos, eran gruesos y enmarcaban una boca grande. Lisa los abrió ligeramente y yo recorrí la comisura e introduje la punta de mis dedos por ella. Una lengua cálida y suave los rozó. Presioné un poco más hasta meter el dedo índice en su boca. Lisa lo chupó. Guiado por mis manos me incorporé y apartando mi dedo la besé con suavidad. Ella respondió. Nuestras lenguas se juntaron y durante los siguientes minutos solo nos separamos para respirar.

Mis manos resbalaron de su nuca hacia su espalda y de ahí a sus caderas y fue en ese momento cuando la enfermera se paró en seco, como si de repente hubiese recordado algo y sin despedirse se alejó.

La llamé tan fuerte como me atreví, pero solo oí un suave taconeo por toda respuesta.

Pasaron dos días sin que apareciese. Estaba convencido de que había metido la pata y me quede deprimido sentado en una silla al lado de mi cama. Si hubiese podido. Me hubiese dedicado a mirar por la ventana con aire melancólico la campiña francesa, pero como ni siquiera podía permitirme ese lujo, me quedé allí sentado mirando a la nada. En un par de ocasiones me pareció sentir que sus pasos ligeros y acompasados se acercaban, pero al final siempre resultaban ser un espejismo.

La tercera noche su perfume la delató. Siempre me admiraba del suave aroma a jazmín que emanaba a pesar de encontrarse rodeada de toda clase de apestosos hedores. Parecía que estaba por encima de toda aquella mierda y que esta no llegaba a rozarle.

—Hola Lisa. —dije en un susurro.

—¿Cómo…

—Al final resulta que es verdad lo que dicen de que si pierdes un sentido el resto se agudizan. —respondí yo— Tu perfume, es inconfundible.

Ella se sentó a mi lado y cogió mi mano. Noté que estaba húmeda y temblaba ligeramente. Estaba buscando las palabras.

—Verás, creo que lo que hicimos el otro día no está bien…

—¿Por qué? —pregunté yo— ¿Tienes novio?

—No, no es eso. Es solo que… —dudó ella.

—Sé que parece una locura, pero siento que nunca había conectado con una mujer de esa manera.

—Sí y ese es parte del problema. —dijo ella apretándome la mano con fuerza sin ser consciente de ello— Llevo en este hospital cerca de dos años y he visto lo que os hace la guerra y lo peor no es la muerte. Veo las brutales heridas que se niegan a curar, los miembros amputados, los casos de locura producidos por el intenso estrés. No puedo pensar en que te pueda pasar algo así. No quiero ignorar donde te encuentras, no quiero esperar que el siguiente cuerpo destrozado que llegue al hospital sea el tuyo. Sé que eso acabaría con mi cordura.

—Sabes, está guerra no es como me lo había imaginado. A mi también me preocupa que un obús me caiga encima y mis padres no tengan siquiera un cuerpo que enterrar. Me preocupa quedarme cojo o manco, pero me preocupa mucho más morir sin haber disfrutado al máximo lo que la vida me ofrece y ahora toda mi vida eres tú.

—Pero si ni siquiera conoces mi aspecto.

—Sé que eres una mujer dulce y adorable. Una enfermera hábil. Una trabajadora incansable y consigues que un paleto de Montana se interese en la poesía. No necesito saber nada más.

Solté su mano y cogiéndola torpemente por el cuello la besé. Fue un beso dulce, largo y sin humedades. Esperé un instante. Era el momento o se quedaba, o se iba para siempre. Finalmente se acercó e inclinándose sobre mí me dio un largo beso. Respondí a su beso con alivio y acaricié sus mejillas recorridas por gruesos lagrimones.

En ese momento sentí como si todos las emociones que habíamos estado conteniendo fuesen liberadas de repente. Oí como Lisa corría la cortina para conseguir un poco más de intimidad y sin darme tiempo a reaccionar se montó a horcajadas sobre mí, entrelazó sus manos con las mías y me dio un largo y húmedo beso.

El fino tejido de mi pijama no pudo ocultar mi considerable erección y ella retrasó sus caderas hasta que nuestros sexos estuvieron solo separados por dos finas capas de tela. Lisa se movió con suavidad sobre mi polla. Su respiración se aceleró y yo levanté mis caderas para hacer más íntimo el contacto.

Se agachó de nuevo y me besó sin soltar mis manos ni dejar de moverse deliciosamente sobre mi erección.

Finalmente me soltó y pude acariciar su cuello y su cara, recorrer sus finas cejas con mis dedos y acariciar su pelo y sus orejas cálidas y pequeñas.

—Quiero que sepas que me gustas mucho y que voy en serio, esto no es necesario… —dije yo al ver que Lisa abría apresuradamente mi pijama y metía la mano en él buscando mi miembro.

—Chsstt —me susurró ella a la vez que me cerraba la boca con un dedo— Tú mismo lo has dicho. Quién sabe lo que nos depara el futuro. Aprovechemos cada instante.

Sin atreverme a decir nada para no romper la magia del momento, le dejé hacer. Con un mano cogió mi polla y la guio hacia su sexo. Con suavidad fue dejándose caer sobre ella con un suspiro. Por un momento se quedo rígida suspendida sobre mi falo para luego clavárselo hasta el fondo con un ahogado quejido.

Al instante noté unas gotas de cálido fluido caer sobre mi pubis y enseguida comprendí que Lisa era virgen. Conmovido, me erguí para abrazarla y la apreté contra mi pecho, moviéndome suavemente en su interior. Tras unos instantes, se incorporó y apoyando las manos en mi pecho comenzó a mover sus caderas arriba y abajo. Yo me agarré a sus caderas disfrutando de su sexo virginal y escuchando su respiración agitada y el apresurado latido de su corazón.

Sin poder evitarlo adelante mis manos y a tientas las metí en el interior de su bata. Quería sentir con mis manos su calor, las palpitaciones de su corazón. Lisa se desembarazó de su ropa quedando totalmente desnuda. Mis manos recorrieron sus costados y se cerraron en torno a sus pechos. Eran grandes, cálidos y suaves. Rocé sus pezones y Lisa no pudo evitar un apagado suspiro. Con curiosidad infantil los acaricié y pellizqué suavemente hasta que estuvieron tan duros como la polla que estaba enterrando en sus entrañas.

Con un movimiento rápido la levanté en el aire y la di la vuelta poniéndome sobre ella. Hundí mi polla con fuerza y Lisa suspiró cruzando sus piernas en torno a mi espalda. Yo me agarré a sus muslos penetrándola profundamente y pegando mi torso contra el suyo deseando fundirme con ella.

Sus gemidos se volvieron más intensos y apresurados y sus suplicas más apremiantes. La follé tan profundo y rápido como fui capaz. Eyaculé en su interior, llenando su sexo con mi semilla hasta hacerlo rebosar, sin dejar de empujar en su interior, acariciándola y besándola, acogiéndola entre mis brazos y atrayéndola hasta mí hasta que su cuerpo se estremeció recorrido por un orgasmo. Disfruté de su placer y su abandono tanto como ella misma. Me tumbé a su lado y la atraje hacia mí de nuevo, pegándome a su cuerpo desnudo y sudoroso esperando a que su cuerpo se recuperase.

—Te amo Lisa Dawkins. —dije yo.

—No seas estúpido. —dijo ella con la respiración agitada—Ni siquiera has visto mi cara.

—¿Para que quiero saber cómo es tu cara si me he asomado a tu alma? Quiero compartir el resto de mi vida contigo. Cuando esta locura termine te llevaré a mi granja de Montana y tendremos un montón de mocosos.

—Por favor, no hagas planes, no ahora. No quiero saber nada de todo esto hasta que termine la guerra.

—¿Por qué?

—Porque no soportaría que te mataran.

—¿Entonces me esperarás? —pregunté yo.

—Pues claro que si, idiota, yo también te quiero. —respondió ella dándome un beso.

Y así, hermano, he pasado a estar formalmente comprometido. Nunca pensé que algo así pudiese pasar de esta manera, pero en fin, creo que estos son tiempos excepcionales y supongo que algo bueno tenía que salir de esta cochina guerra.

Mi amanuense se está empezando a quejar. Le duele la muñeca ya que lo más largo que suele escribir normalmente son rimas soeces en las letrinas, así que voy a terminar contándote que dentro de quince días más o menos me quitarán las vendas, podré ver los ojos grises y la melena castaña de mi prometida y seré un hombre totalmente feliz.

En cuanto a la guerra, hermano, hazme caso. No te apresures a participar en ella. Nada tiene de bello ni de glorioso. Cuídate y cuida de nuestros padres. Las noticias que vienen del frente son buenas, hemos detenido la gran ofensiva de los alemanes y pronto, con nuestra ayuda, los franceses echaran a esos boches de este gran país.

Un beso de tu hermano que te quiere:

Douglas.

PD: Te envio una foto de mi novia para que me la describas en la siguiente carta. Lisa insiste en ser particularmente parca en sus descripciones, no sé si por modestia o por timidez y Rosco y Carlucci se empeñan en describírmela como una bruja, una lamia o una harpía dependiendo de sus ganas de tomarme el pelo.

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Relato erótico: “Rompiéndole el culo a Mili (20)” (POR ADRIANRELOAD)

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Era tarde, pero me recibió en su jardín… pensar que en esa casa empezó el declive y buscaba que ahí empezara a solucionarse todo… él era el único que aparte de Mili, Vane, Javier y yo, sabía lo que sucedía y se había comportado como un amigo leal y discreto, ayudando a salvar situaciones… el buen Guille…

Quizás en aquella borrachera que tuvimos hace tiempo, confesé más de la cuenta de mis enredadas relaciones, cosa que me inhibió luego de su amistad y me aleje un poco, buscando mantener mi privacidad… lo cierto es que Guille nunca fue infidente con lo que le conté ni lo uso en mi contra…

– ¿Quieres entrar a conversar en la sala?… me ofreció Guille.

– No, solo caminemos por tu jardín y hablemos… respondí, no quería incomodar a sus padres, y agregue: por cierto, gracias por darnos tiempo en la oficina… Como supiste que Mili y yo…

– Vamos Dany, a quien engañas?, eres un verga loca, si te atreviste a tirarte a Mili bajo las gradas del coliseo y en mi baño… era de suponer que algo harían en la oficina… me explico.

Reímos y luego le comente la situación, como Mili y Vane se habían enfrascado en una pelea de egos, que había llegado al límite con la propuesta indecente, mejor dicho chantaje que me imponía Vane. Guille escuchaba mi explicación, por momentos hacía preguntas… y al final me dio su gran conclusión:

– Estas completamente jodido… hagas lo que hagas… vas a terminar cagándola… no hay forma que salgas bien de esto… sentencio sin tapujos Guille.

– Gracias por tu optimismo… me levantas la moral… le dije bromeando, aunque ya lo sabía.

– Es que es cierto… alguien va salir herido de todas maneras, ya sea Vane o Mili… si aceptas, Vane le puede contar a Mili en revancha y ella te odiara eternamente… si no aceptas Vane te odiara y contara lo que vio, dejando a Mili como un puta en la facultad, lo que también termine haciendo que se aleje de ti por llevarla a eso… dijo Guille, resumiendo.

– Sip… a grandes rasgos es eso… estoy más cagado que pañal de bebe… sentencie agobiado.

– Ah… y hay que agregar que Javier aun quiere desquitarse… agrego Guille.

En realidad más me preocupaban los “suegros”… el viejo de Mili era un ex militar ahora dedicado a brindar seguridad de manera privada, fácil me podía desaparecer sin rastro si dañaba a su nenita… el viejo de Vane era un gran empresario que hacia donaciones a la universidad, podía hacer que me voten e impedir que me den trabajo… Ni el Chapulín Colorado me salvaría de lo que vendría.

– Aunque todo depende de lo siguiente… ¿Amas a Mili?… inquirió Guille mirándome.

– Bueno… siento que la quiero, más allá de lo pasional nos llevamos bien… me gustaría descubrir si llegamos a eso… y esta situación lo dificulta todo…

– Entonces estas más jodido aun, hombre enamorado esta jodido por definición… si Mili no te importara irías con Vane sin problema… agrego Guille.

– A veces quisiera ser como Javier… follar sin remordimientos a toda mujer que camine… dije.

– Pero también Javier se coge cada espécimen… Mili fue su máximo logro… sin ofender…

– Oye, pero… casi siempre hablo de mis cosas contigo… y ¿tú?… ¿quién te gusta?… le pregunte, como para aliviarme un poco de mis problemas escuchando los suyos.

– Nadie Dany… mejor dejémoslo ahí… dijo un poco abrumado.

– No me digas que es un hombre… dije alejándome, lo único que faltaba era que fuera yo.

– No seas pendejo… claro que me gustan las mujeres… solo que la chica que me gusta está metida en este enredo y nunca me prestaría atención… dijo resignado.

– Aguanta… te considero mi amigo… pero no soy de compartir… le advertí, Mili era solo mía.

– Caraj… es Vane… me gusta Vane… me dijo casi gritando, desahogándose.

Mierd… como no lo vi antes, siempre era diligente con Vane, le hacía favores en clase, le prestaba sus apuntes, la acompañaba… creo que se pegó mucho a Vane y a ella no le gustó tanto. Al formar grupos para el trabajo del curso, Vane opto por un chico menos estudioso pero también de buena clase social…

Si bien Guille era de padres adinerados, por ser mestizo muchos creían que sus viejos eran narcos (incluido yo). Ese estigma del color de piel y clase social, no daban crédito que sus padres pudieran ser exitosos empresarios que empezaron de abajo… mientras Vane, era de piel clara, padres ricos y nadie dudaba del origen de su dinero, por más que se escuchaba que explotaba a sus trabajadores.

– Es curioso, ahora que lo pienso… En realidad te envidio sanamente… ¿Que tienes tú?… ¿por qué Mili y Vane llegan a este punto por ti?… dijo reflexivamente.

– Si lo supiera… no estaría acá, pidiendo tu concejo y ayuda… le dije dándole un palmazo, luego agregue.

Una morena que se me pego una vez en una fiesta de Guille, me dijo una vez que tenía un aire de enigma, de interesante, que algo ocultaba y le provocaba conocerme… bueno ocultaba relaciones enredadas, era reservado y eso le deba un tono atractivo a ciertas mujeres… luego era alto y no era feo… por lo demás soy un pobre diablo aburrido, eso lo descubrían solas después….

Guille no era un galán pero feo tampoco… éramos casi de la misma talla y contextura… solo que él era mestizo, y yo un blanquiñoso de clase media venida a menos. Y bueno también está la actitud ante las mujeres, vi a Guille confiado ante otras chicas, pero fue muy sometido ante Vane, quizás sintiéndose menos por su color piel y se notaba que Vane era algo selectiva respecto a quien elegía.

– Bueno, no tengo esperanzas con Vane y luego de su desplante al hacer grupos para el trabajo del curso, se me fue quitando el interés… resurgió en la fiesta, pero al ver que era más por ti… y tras lo que ahora me cuentas que te pide, creo que estoy más decepcionado que otra cosa… que no afecte tu decisión lo que te conté… dijo Guille dándome libertad de actuar con Vane.

Prácticamente me dio a entender que no habría resentimientos si decidía romperle el culo a Vane, que ya era cosa de su pasado, que en lo que pudiera me ayudaría… Ojala así hubiera pensado Javier… incluso Guille llego a ofrecerme un depa que tenían sus padres cerca de la universidad, que usaba para sus aventuras y me lo prestaría discretamente si decidía iniciar el ano de Vane… por momentos llegue a pensar que Guille lo hacía por despecho, ya que lo rechazo, quería que le desgarre el ano a Vane.

Pero dudaba que lo de Vane fuera cariño hacia mí, se había enfrascado en una competencia con Mili me parece desde antes. Si me pareció notar que Mili se interesó en mí desde hacía tiempo, pero no me la creí y en parte me recordaba a una relación con una prima… pero justo cuando Mili se mostró más interesada en mí, en ese curso, también Vane se interesa en mí.

Cuando Vane sospecho que algo había entre Mili y yo, justo viene a la fiesta a insinuarse. Después de ver como atoraba a Mili por el ano, resulta que ahora Vane quería lo mismo. Y ¿por qué no me pidió hacer grupo antes?, quizás la historia sería diferente y le hubiera desvirgado el ano a ella… quizás Vane no se atrevió, pero me parecía raro… siempre actuaba tras lo que Mili hacia… como cuando las hermanas por capricho buscan que arrebatarse los muñecos para no dejar jugar a la otra.

Me quede conversando con Guille… analizamos varias opciones y en algo me ayudo a desenredar el problema… Luego fui a mi casa, en el camino termine de definir qué hacer. Ya era tarde, pero me imagine que ella seguiría estudiando para los exámenes… así que la llame…

– Que sorpresa tu llamada!… exclamo feliz.

– Bueno, ya lo pensé… y… acepto tu propuesta Vane… dije algo resignado.

– Uyyy… que buena noticia… no puedo esperar sentirte dentro mío y que me hagas todo lo que sabes… dijo casi excitándose, luego pregunto curiosa: y ¿qué te llevo a decidirte?…

Quizás Vane esperaba que le de algún tipo de halago, que alimente su ego femenino, que muestre mi elección a ella por su superioridad física, académica o social frente a Mili, pero…

– Para que darle más vueltas y distraerme pensando en eso durante los exámenes… le dije, solo era prolongar mi agonía, pero para no magullar su ego, agregue: tampoco es mala la idea, no sabía que tenías una figura tan espectacular…

– Y no solo eso… veras que te hare disfrutar como nunca… prometió Vane, dándome a entender que no solo sus curvas sino se entrega me harían olvidar a Mili.

Coqueteamos unos minutos más con alusiones indirectas a lo que haríamos, pero en resumen nos veríamos ese sábado en la noche en el departamento que Guille me ofreció. Ya en la semana me encargaría de darle el pretexto a Mili de que tenía una reunión familiar, para tener esa noche libre.

Está bien soy hombre y débil, pero le rompería el culo a Vane para salvar el honor de Mili y quizás hasta para vengar el desplante de Vane a mi amigo Guille… ya tenía más o menos una estrategia para evitar que Vane se lo cuente a Mili o que chismee en la facultad lo que nos vio hacer, el asunto que el sacrificio de esa noche terminaría con todo… al menos eso quise creer justificándome por lo que haría…

Ese sábado en la noche Vane me espero frente al edificio, en realidad lucia hermosa, se arregló como para una fiesta (de iniciación anal), bien maquillada, con un saco largo que llegaba encima de las rodillas… me daba curiosidad saber que traía debajo… me leyó el pensamiento y mientras cruzaba la pista, se desabotono el saco y lo abrió mostrándome lo que se había puesto, como para que no me arrepienta y salga huyendo… me quede gratamente impresionado…

Traía unas panties oscuras, una minifalda negra ceñida a sus apetitosas curvas y apenas por debajo del pubis… subiendo más, tenía su blanca cintura descubierta y un pequeño polo que terminaba en escote mostrando sus medianos pero bien formados senos, coronados por unas pecas encantadoras…

– Muévete animal!… ¿Te quieres morir?… me grito un taxista que freno para no atropellarme mientras yo observaba embobado a Vane que se reía vestida como prostituta de lujo, alimentaba la fantasía de una secretaria esperando ser poseída por su jefe.

Me saludo con un beso entre el labio y la mejilla. No quise perder tiempo para evitar ser vistos e ingrese al edificio, en un séptimo piso estaba el departamento de Guille. En el camino no recuerdo de que hablamos, yo estaba nervioso y ella ansiosa. Me tarde en hacer diana con la llave en la puerta, ella sonreía al pensar que ojala si hiciera diana en su ano o pensó que su figura causo ese nerviosismo en mí, pero no solo era eso, era pensar en Mili y como nos afectaría lo que íbamos a hacer.

Al entrar era un depa de soltero, pequeño pero acogedor… los viejos de Guille se lo compraron para que este cerca de la universidad, pero el engreído ese no se acostumbró a hacer sus cosas solo, pasaba más tiempo en casa de sus padres donde lo atendían en todo… luego de la sala había un baño para visitas… una cocina kitchenette (abierta hacia la sala) y tras un pasillo un dormitorio con baño…

– Y ¿dónde va ser?… pregunto coqueta Vane quitándose el saco y mostrándome su bien trabajada silueta, como me dijo una vez, ella no se andaba con rodeos, directo al grano y a su ano.

– Sera acá, las camas son aburridas… le explique, si me obligo a esto al menos que sea a mi gusto.

– ¿Cómo quieres que sea?… pregunto abrazándome, restregándome su cuerpo como gata en celo.

Yo me resistía, comenzaba a excitarme pero debía guardar la compostura, sería una noche larga. En parte me hacía sentir como si yo fuera la chica que era llevada al matadero, que yo era la virgen, que ella disponía de todo y que yo era el que me hacia el difícil por mis miedos y dudas.

– Tengo algo en mente… espero que te guste… dije mostrándole un mueble peculiar.

– ¿Ahí?… y ¿para qué son las sogas?… pregunto extrañada.

Era una banca larga y acolchada, muy cómoda, con 4 patas… y debajo de ella unas sogas… como les dije si ella me obligo a esto, al menos le sacaría provecho a mi manera, con mi fantasía… jugaría con su morbo al estilo sadomasoquista de 50 sombras de Grey, obviamente sin golpes… le explique:

– Tú apoyas tu vientre aquí, quedas en 4, yo amarro tus extremidades al mueble… le dije seductor.

– Pero así no podre verte… me dijo entristecida, abrazándome como niña regañada.

– Esa es la idea… que no veas sino que sientas… le replique, dándole vuelta y abrazándola por detrás, le hice sentir mi verga entre sus bien formadas nalgas apenas apresadas por la mini, luego agregue a su oído: …debes magnificar tus sensaciones sin ver…

– Ok… uf…. Tu eres el maestro en esto… uf… dijo visiblemente acalorada entrecerrando sus piernas, seguramente la humedad comenzaba a invadir su conchita.

Sin decirle nada, presurosa como perrita amaestrada, se quitó los tacos, caminando descalza sobre la alfombrada sala, se ubicó sobre el mueble, arrodillándose sobre un cojín y poniendo el pecho sobre la banca… me dejo atarle las manos, las piernas y por si acaso la cintura… luego saque una venda oscura y se la puse en los ojos, ella no protesto… no debía ver… solo sentir…

– Hazlo con paciencia por favor… dijo invadida por el morbo y el temor a que le desgarren el ano.

– No te preocupes… le dije acariciando su cabello y espalda, le subí la pegada mini dejando a la vista sus blancas y firmes nalgas, baje su pequeña tanga entre su pubis y sus rodillas, luego dije viendo su virgen esfínter rosado y arrugado: bueno, ahora es tu turno…

– ¿Qué?… pregunto nerviosa Vane.

– Que ahora le toca a tu ano… le dije, quizás sonando revanchista, ese ano me las pagaría todas.

A Vane se le practicó la misma iniciación anal que a Mili (para mayor referencia ver capítulo 1 J)… ya venía abastecido de crema lubricante, se le hizo el masaje en su esfínter, ingresando dedo a dedo hasta que estuvo bien dilatado y ansioso por recibir aquel mazo de carne que la desvirgue analmente.

Vane lucia nerviosa, conteniendo su excitación… todo su aplomo y altivez las había perdido mientras unos dedos escarbaban en su interior… ella se retorcía enrojecida, contraía las nalgas, la espalda, por momentos retumbaba la banca, donde Vane esta vez no era una niña rica sino una esclava anal…

– Ouuu… ufff…. Musitaba mientras movía nerviosa su cuello.

Y llegó el momento en que su culo pagaría todas sus fechorías. Bajo la cabeza, lista para recibir un pene por primera vez en su ano. Primero la punta, de nuevo apretó las nalgas, nada que un palmazo y unas caricias no destraben… luego ingreso la cabeza del pene, mientras su ano palpitante se acostumbraba a ser violado, después lentamente, se le fue hundiendo la verga untada también en lubricante.

– Ay no puedo creer… que la tenga toda adentro… uf… uf… exclamaba triunfal, oficialmente tenía el culo roto y se sentía feliz, ahora estaba a la par con Mili.

Luego lentamente empezó a moverse algo en su interior, una estaca que la clavaba una y otra vez… como siempre, esa cálida fricción va dando pie a una mayor velocidad, propio del placer y la excitación que se sienten, el frenesí empieza en una cogida desbocada, un castigo propicio para una chantajista.

– Oh my god… oh my god… ohhh… comenzaba a gemir la gringa sumisa.

Cada vez la banca retumbaba más fuerte, sus blancas nalgas se mostraban rosadas por el continuo martilleo contra el cuerpo de su inquisidor, su musculoso trasero no rebotaba tanto como el carnoso culo de Mili, pero igual era un espectáculo ver sus nalgas temblar y sonar armónicamente, por momentos la tomaban de la mini para clavarla más fuerte o de las panties que ya estaban raídas.

Con cada embestida que Vane resistía contra el mueble, sus amarras se iban soltándole, dándole más movimiento a sus extremidades, llego a liberar más su cintura, arquear su espalda, liberar su cabeza y la venda que tenía en los ojos se fue cayendo… dándole libertad de girar y ver… le había advertido que no lo hiciera hasta que termine todo, pero en un momento pasional lo hizo…

– Queee… tuuu… nooo… Guille nooo… ouuuu… uffff… dijo contrayéndose por la sorpresa.

Era muy tarde, ya estaba siendo sometida por el buen Guille que la tenía enganchada por el ano y no pensaba soltarla, la tenía bien asida de la cintura, mientras su verga empalaba el hasta hace poco virgen ano de Vane… si, de aquella mujer que sintió que lo había despreciado por su color de piel…

– Uhmmm… ya nooo… Guille nooo… uhmmm oh my god… uhmmm… gemia Vane sometida.

3
Creo que al final Vane se resignó a ser sodomizada y en parte creo que aumento su morbo tener un mestizo clavándola hasta las tripas. Siempre su cuerpo se había entrelazado y fundido con otra piel clara de su misma clase, pero esta vez su blanquecina piel hacia contraste y era azotada carnalmente por la mestiza piel de Guille. Era como el plebeyo que se había revelado para someter a la rica del barrio.

– No… no… no puede serrr… uhmmm…. exclamo Vane retorciéndose de placer, no podía creer que la persona que no quiso de compañero de curso y que alejo, la había hecho explotar en un terrible orgasmo… como ese mestizo pelele le podía arrancar tamañas sensaciones.

Guille satisfecho, aun con la respiración agitada se acercó al otro lado de la banca, dejando al descubierto el enorme culo de Vane enrojecido, su ano abierto borboteando de leche. Pero Guille quería el servicio completo… Vane extasiada lo observo no dando fe a lo sucedido… luego su rostro se tornó en decepción por no haber sido cogida por el chico que ella esperaba…

Pero el buen Guille no estaba dispuesto a ser despreciado nuevamente, fue más incisivo poniéndole la verga a la altura de sus labios. Si hubiera estado ahí, le hubiera advertido que no lo hiciera, una hembra rencorosa y vengativa como Vane podía morderlo y hasta castrarlo en un arrebato de furia.

Sin embargo Vane lo dudo unos segundos, luego ella misma presa de la locura del momento, estiro el cuello para darle alcance a esa mestiza verga que la había llenado por primera vez del placer anal. A tanto llego la succión que le practicaba que termino atrayendo a la banca el cuerpo de Guille.

– Ufff… ufff… exclamaba ahora Guille aliviado.

Al principio Vane se la mamo con los ojos cerrados como para no verlo o imaginar que era un habitual amante blanquiñoso, luego presa de la excitación y gratitud lo miraba como una enferma golosa.

Algunos se preguntaran: ¿Qué? Cómo? Cuando… otros ya lo suponían, intuían o deducían por la forma en que fue descrita la iniciación sexual de Vane… en fin, les explico…

Decidí continuar con Mili, pero para mantener a Vane a raya tenía que buscar una forma de desquitarme… ella nos vio en pleno acto y conocía nuestro gusto por el sexo no convencional, ella podría vender a Mili como una puta o perra golosa, que lo era, pero solo conmigo, esa era nuestra privacidad y debía ser respetada, nadie en la facultad tenia por que saberlo.

Yo debía encontrar otra forma de tener un secreto de Vane, de tal manera de anular chisme con chisme, chantaje con chantaje… si yo tenía relaciones con ella iba a seguir en sus manos, pero si Guille lo hacía, se desquitaba él y yo tenía un secreto de ella también. No me atreví ni a grabarla o tomarle fotos, me parecía un exceso, aparte Vane tampoco tenía ese tipo de prueba de nosotros (eso creí), solo su palabra.

Cuando fui a pedirle la llave del depa a Guille, le conté mi plan… le debía varios favores y con esto hasta el me quedaba debiendo… lo dudo un poco, porque quizás no era la manera romántica en que él pensó iniciar algo con Vane, pero ella no le dio pie a eso… aparte por su comportamiento y el chantaje que nos hacía a Mili a mí, por hacernos votar del examen, Guille sentía que Vane merecía un castigo.

Por un momento pensé en cederle los honores de desvirgar el ano de Vane a Javier… como para congraciarme con él y zanjar el problema de Mili: ojo por ojo, un culo por otro… pero Javier era un bocón listo para difundir su hazaña y la idea no era perjudicar tampoco a Vane, y Guille aparte de su amistad me garantizaba discreción… con eso le pagaba sus favores y tenía su revancha con Vane.

El asunto es que tenía previsto que Guille espere en el interior del departamento, escondido en el dormitorio… después que amarre a Vane y le tape los ojos, le di paso a él, que sin hacer ruido, descalzo sobre la alfombra, tomo mi lugar e inicio la dilatación anal como le había explicado. Yo también descalzo, me escurrí al dormitorio, para no estar de fisgón e inhibir el accionar de Guille.

La contraseña para que Guille me reemplace detrás de Vane era “es tu turno”, esa palabra que hizo dudar a Vane, pero que tuve que disimular diciendo que era con su ano. Incluso el uso de la banca, las sogas y la venda, lo planifique de tal manera que ella no pudiera voltear ni ver quién la sometía.

Después de abandonar la sala, ya en el dormitorio, escuchaba los gemidos y cosas que Vane profería en su excitación. No sé por qué, pero sus gemidos y las cosas que decía no me excitaban tanto como las frases que Mili decía en sus momentos de placer. Sin embargo oír a Vane me provoco buscar a Mili.

Una vez terminada la faena… devolviéndole a Vane su ropa a su lugar, viendo que no actuaria violentamente, Guille la desato y ella se cubrió con su saco… entonces yo retorne del dormitorio a la sala… Vane no lucia altiva, amenazante o colérica como cuando nos descubrió a Mili y a mi… ahora, en la otra cara de la moneda, estando de víctima de la situación, Vane lucia nerviosa y avergonzada.

– Lamento que las cosas hayan llegado a esto, pero no me dejaste otra opción… no podía permitir que me chantajees o que hables mal de Mili en la facu… le explique racionalmente.

– Entiendo… yo… lleve las cosas a este extremo… y creo que… que me lo merecía por tratar de manipularte… respondió Vane, que ahora entendía lo que era estar en una situación así, expuesta a que se difundan rumores donde la califiquen de perra o puta, temerosa al borde de las lágrimas agrego: y ahora… ¿qué piensan hacer o decir?…

Veía a Vane aun pasmada, no asimilaba lo sucedido, tras sus arranques caprichosos luego pasionales ahora estaba avergonzada. Era como cuando uno va a una fiesta y en la borrachera se desinhibe por completo haciendo locuras, pero al día siguiente, en medio de la resaca empiezan los recuerdos y arrepentimientos, los “ojala nadie se haya dado cuenta” o “ojala nadie lo comente”… a pesar de todo nuestro afán no era revanchista, de hundir su imagen en la facultad, como ella si pensó hacerle a Mili…

– Las cosas ya se salieron de control… nosotros no diremos nada si tu no dices nada… estas venganzas, revanchas, odios, etc., se terminan aquí, esta noche… ¿de acuerdo?… agrego Guille.

– Entiendo… Guille, me llevas a mi casa por favor… dijo Vane avergonzada, ya no quería estar ahí.

Guille más bien se sintió feliz y gustoso de irse con Vane, pensó que tras lo hecho ella lo detestaría y jamás le hablaría… bueno, luego me contaría que en el camino ella no dijo mucho, solo que sentaba graciosamente sobre una nalga… ¿que esperaba? si le desvirgo el ano, aún estaba adolorida y no podía sentarse bien. Tras ese exorcismo anal, Vane parecía haber cambiado de actitud.

Vane se tomó un instante para avergonzada disculparse con Guille, por si sintió que lo lastimo tras todo lo amable que él había sido con ella, por elegir a otro para hacer grupo y por alejarse de el al notar que se interesaba en ella. Creo que la forma violenta en que vio que Guille le partía el culo, que si bien lo disfruto por ratos, sintió toda su rabia y odio por desquitarse de esa ofensa. Guille acepto la disculpa y a su vez también se disculpó por lo sucedido (romperle el culo sin que ella supiera que era el).

Ella quizás acostumbrada a tener todo lo que deseaba, manipular a los demás a su antojo para conseguir lo que quería, esta vez el tiro le salió por la culata. Usaron sus mismas tretas para hacerle a ella lo que ella acostumbraba a hacerle a los demás. Se dio cuenta que no era nada agradable lo que sentían los agraviados por sus caprichos… como se sintió Guille, Mili o yo tras sus desplantes, altaneras actitudes y chantajes… y en serio parecía sentirse arrepentida, según lo que me manifestaba Guille.

Para mí, en teoría todo encajaba perfecto… Vane no me chantajearía, Mili no temería a los chismes, Guille estaba resarcido, logre anular todas las amenazas potenciales… excepto Javier claro… pero termino el ciclo, estábamos de vacaciones, no me preocuparía de el por un tiempo… al menos eso creí triunfalistamente… pero la alegría me duraría poco… el único cabo suelto termino por cagarme la vida…

– Ay nooo… me olvide advertirle a Dany… nooo… llámalo por favor… exclamo Vane ya en su casa.

Guille me conto que Vane también tuvo su plan para terminar de vengarse de Mili: le aviso a Javier que yo iba a romperle el culo a ella, le dio la dirección del depa de Guille. Javier oculto, espero para tomarnos fotos a Vane y a mi entrando a ese edificio que fácil podría confundirse con un hotel…

Caraj… y recién me dicen, Javier había tenido suficiente tiempo para llamar a Mili o enviarle las fotos a su correo… inmediatamente le colgué a Guille y marque el número de Mili… vamos contesta…

– Alo ¿Mili?… dije apurado, quizás tenía algo de suerte y Mili no atendió la llamada de Javier o borro su correo, después de todo ya no quería nada con ese patán.

– ¿Cómo pudiste hacerme esto?… y con esa perr… Eres una maldita basura… me dijo colérica y agrego al borde del sollozo: No me vuelvas a hablar o buscar nunca más en tu asquerosa existencia… sentencio, luego, sin dejarme explicarle nada, me colgó violentamente el fono.

A la mierd… justo cuando todo parecía arreglado… me jodi de nuevo… y feo…Recordé las palabras sabias de Guille:Hagas lo que hagas… la vas a terminar cagando…

Continuara
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Relato erótico: “Dos rubias llamaron a mi puerta y les abrí 5” (POR GOLFO)

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7

La sensación de ser usado apenas me dejó dormir. En cuanto intentaba cerrar los ojos, el convencimiento que esos dos seres solo buscaban la supervivencia de las hembras de su especie volvía con fuerza a mi mente. Daba igual que personalmente no tuviera queja del trato que había llegado con ellas, me reconcomía saber que el futuro de la humanidad dependía de cómo con Tomasa afrontaríamos esa situación. Por la noche y gracias al alcohol, Ua me había revelado parte de sus planes y según la poca información que tenía, me querían usar como semental para dar un futuro a su gente. Tenía que averiguar qué coño eran esas criaturas y por qué habían elegido a los humanos como nuevos simbiontes. Al pensar en ello, caí en la cuenta de que por algún motivo habían decidido abandonar a los que hasta entonces les habían servido y buscarse un nuevo reino donde al amparo de los belicosos homínidos conquistar la galaxia y seguir creciendo. Meditando sobre ello, tampoco entendía que entre los siete mil millones de humanos me hubieran elegido. No creía en las casualidades y menos que tras un viaje de trillones de kilómetros, se hubiesen estrellado frente a mi casa.

            «Debió de algo ser premeditado», me dije dudando incluso que fuese un accidente.

            Según Manuel, la gente del gobierno no había encontrado nada útil entre los amasijos de hierros y por eso habían concentrado sus esfuerzos en los restos de los supuestos pulpos.

            «Si sospecharan que era un ovni lo que había colisionado, hasta la CIA se hubiese dejado caer por la zona y hubiera tomado el mando», concluí dando verisimilitud a la versión del policía.  Aunque era bueno en términos egoístas que buscaran supervivientes en el mar, no me quedaba ninguna duda que tarde o temprano mirarían tierra adentro y que acudirían a mi finca.

«Por eso se han buscado una identidad, antes de nada. No es lo mismo ser unas indocumentadas que habían aparecido por ahí sin nada que lo demostrase, a que cuando tocaran su puerta y preguntaran quién vivía ahí, fueran unas suecas con sus pasaportes en regla y con un pasado como coartada las que contestaran». Estaba pensando en ello cuando Ía se comenzó a desperezar a mi lado y como si nada hubiese pasado, me preguntara cómo habían llegado a la cama. Riendo, le expliqué que se habían emborrachado y que tuvimos que subirlas a la habitación antes de que hicieran una tontería.  

―¿Cómo te encuentras?― pregunté pensando que debía de tener resaca.

―Estupendamente y con hambre― respondió llevando sus manos a mi entrepierna.

No queriendo que sospechara nada, la dejé continuar y que buscara su sustento. Como otras veces, la rubia no se esmeró en los preparativos y directamente buscó con lametazos mi erección. Confieso que me molestó saber que para ella solo era un pedazo de carne en el que buscar la esencia que necesitaba y quizás eso motivó que a pesar de sus intentos no se me levantara.

―¿Qué te ocurre mi amado Íel? ¿Ya no te gusta tu mujercita?― preguntó al ver que mi sexo no daba muestras de excitación.

Temiendo que incrustara sus hebras en mí para averiguar mi falta de entusiasmo, decidí buscar una excusa y atrayéndola hacía mí, la besé mientras decía que si quería obtener mi semen debía de intentar al menos excitarme.

―No entiendo― contestó al sentir que comenzaba a acariciarla.

Sin dejar de recorrer con mis yemas su piel, comenté que los hombres necesitaban estimularse y que la mejor forma de conseguirlo era ver que sus parejas eran coparticipes de su excitación.

―¿Por eso cuando haces el amor con Tomasa os tocáis?― preguntó.

―Exactamente, preciosa.

―¿Y cómo lo hago?― insistió mientras seguía intentando inútilmente levantar mi tallo.

Echándole la culpa de mi falta de entusiasmo, le pedí que se tocara para que al verla se me contagiara su calentura. Mis palabras la hicieron dudar y buscando ayuda en su compañera, se percató que seguía profundamente dormida al igual que Tomasa.

―¿Me podrías ayudar?― me rogó: ―Estoy desfallecida.

Recordé que aun que se sirvieran del sexo para conseguir sus fines, seguía siendo una novata que ni siquiera era consciente de su sexualidad y por eso tumbándola a mi lado, comencé a recorrer con mi boca su cuello. El suspiro que salió de su garganta al sentir que besaba su cuello me dio la clave y dejando un surco con la lengua, me dirigí hacia sus pechos.

―No entiendo por qué me gusta que hagas esto― susurró al sentir que, bordeando su areola, me dedicaba a amasar lentamente su seno.

―Eres una mujer en brazos de tu hombre― respondí abriendo mis labios y tomando entre ellos, su rosado pezón que involuntariamente y siguiendo los dictados de los genes que había tomado prestados de los humanos, se encogió.

El sollozo de ese ser al percatarse de que realmente era la primera vez que me dedicaba a ella fue un aviso de que iba por buen camino y tomándolo entre mis labios, lo mordisqueé lentamente mientras mis manos seguían su camino recreándose en su trasero.

―¿Es esto el estar excitada?― quiso saber al notar que como en el avión su chumino se llenaba de humedad y que su respiración se entrecortaba.

―Eso es algo que tienes que averiguar por ti misma― dije mientras tomaba una de sus manos y la llevaba hasta su vulva.

―¿Qué quieres que haga? ― preguntó mientras como me había visto hacer con la mulata me ponía a mamar de sus tetas.

Haciendo un inciso, la miré y mostrándole el camino, le pedí que se tocara en el botón que escondía entre sus pliegues. Sin saber que le iba a pasar, Ía accedió a probar, pasando una de sus yemas por su clítoris. El gemido que pegó al hacerlo la asustó e intentó parar.

―Sigue putita. Para que se me levante, necesito verte haciéndolo― repliqué volviendo a llevar sus dedos entre sus muslos.

La sed que lo embargaba obligó a ese ser a volver a acariciar ese inhiesto apéndice y tal como había ocurrido antes, al acariciarlo sintió que su cuerpo reaccionaba.

―Hazlo un poquito más rápido― sin levantar la voz,  le pedí sospechando que para obtener de ella respuestas debía primero conocerse.

La joven no necesitó que insistiera mucho dado que de cierta forma estaba interesada en explorar qué eran esas sensaciones que estaba descubriendo y mientras seguía lamiendo sus pezones, se puso a masturbarse sin ser consciente de lo que hacía.

―Siento que ardo por dentro― balbuceó al sentir mis labios succionando de sus pechos y sin que se lo tuviese que decir imitó mis maniobras llevando sus yemas sobre el botón que acababa de descubrir en su sexo.

El brillo de su flujo manando de su coño me excitó y señalando mi creciente erección le pedí que continuase antes de lanzarse a buscar mi leche. Al contemplar que había crecido gracias a su toqueteos, su estómago rugió de hambre y convencida que solo la saciaría si lograba que se alzara, incrementó la velocidad con la que torturaba su clítoris.

―Avísame cuando es suficiente― rogó cerrando los ojos para concentrarse en la desconocida sensación que crecía entre sus piernas.

 La certeza de que esa extraño criatura debía terminar de descubrir que no necesitaba a nadie para obtener placer me obligó a mantenerme a distancia y cogiendo su mano libre, la posé sobre uno de sus pezones. Ía entendió la razón y tomándolo entre dos de sus yemas lo estiró. Al sentir al hacerlo que en su interior crecía su calentura, no se quedó ahí y lo retorció mientras hundía una de sus yemas dentro del coño. El chillido que pegó con ese doble ataque me informó de lo cerca que estaba su cuerpo del placer y le pedí que no parara aduciendo que mi pene necesitaba más.

―Falta poco para darte de comer― murmuré en su oído al ver que sus caderas seguían el ritmo de sus dedos al torturarse ella sola.

Ese susurro fue el acicate que la rubia necesitaba para dejarse llevar y pegando un gemido sintió que todo sus ser se licuaba y nuevamente le dio miedo. No queriendo que se enfriara, comprendí que debía de hacer algo y poniéndome de rodillas sobre el colchón acerqué mi pene ya erecto a su boca mientras le decía que no parara. Al posar mi glande sobre sus labios, vio culminado su deseo y acelerando la acción de sus dedos, abrió su boca.

―Sigue, mi pequeña. Sigue― le pedí mientras incrustaba mi verga en su garganta.

Incapaz de contenerse al saborear las gotas de mi líquido pre seminal, buscó con más ahínco y sin saber el origen de su placer mientras sentía mis acometidas.

―Santa luz― sollozó al estallar por dentro.

Asumiendo que se estaba corriendo, seguí con el papel de profesor y mientras metía y sacaba mi falo, la exigí que si quería que le diese de comer tenía que seguirse tocando. Mi insistencia hizo que el placer se intensificara y uniendo un segundo clímax al primero, la mujercita obedeció metiendo otro dedo dentro de su coño.

―Por favor― gritó no pudiendo asimilar las sensaciones de su cuerpo humano.

Para entonces, Ua se había despertado y alucinada nos observaba sin intervenir. En sus ojos vislumbré, además de incomprensión, deseo e impulsado por el morbo que me daba el ser espiado por ella, cogí la cabeza de su compañera con mis manos, y en plan salvaje follé su boca con largas y rápidas penetraciones.

―No puedo más― sollozó Ía al sentir que era imposible absorber todos los efectos que ese modo de buscar su sustento estaba provocando en ella.

―Sigue zorra, ya falta menos― mirando a la pelirroja, comenté al ver que no entendía por qué sus pechos le pedían que se los tocara.

Entregada por primera vez como mujer, sentía que le faltaba algo más a su cuerpo y creyendo que era mi semen permitió que forzara su garganta metiendo mi estoque hasta el fondo mientras a nuestro lado, su compañera de viaje se pellizcaba por instinto los pezones. La confirmación de que hasta la recién despierta estaba descubriendo el deseo, me terminó de excitar e informé a la chavala que estaba a punto de derramar mi esencia. Me sorprendió que, al sentir mi primera explosión, esta fuera directamente al estómago de Ía y que no compartiera con su hermana.

―Yo también tengo hambre― protestó Ua viendo que no le daba nada.

A regañadientes, la rubia la llamó a su lado y sacando mi verga de su garganta, le cedió las últimas migajas disculpándose diciendo que ella había tenido que trabajar para obtenerla y que se había dejado llevar. En plan hambriento, la pelirroja devoró lo poco que la había dejado mientras se echaba a llorar.

―Siempre habíamos compartido todo― sollozó destrozada al sentirse abandonada por el ser que había sido su pareja desde que nació.

―Lo sé y te pido que me perdones. No entiendo qué me ocurrió, pero caí en un estado raro en el que Íel era en lo único que podía pensar.

Sonriendo desde el otro lado de la cama, Tomasa comentó:

―Debes de compensarla.

―¿Cómo? – preguntó la rubia deseosa de hacerlo, pero indecisa de cómo llevarlo a cabo.

Como hombre entendí a lo que se refería, pero no sus intenciones y sabiendo que tarde o temprano me las contaría, atraje a la doliente pelirroja y la besé diciendo:

―Deja que te hagamos el amor entre los tres.

Tal y como había previsto, la mulata se acercó y señalando el camino a la rubia se apoderó de uno de los pechos de Ua. El pelirrojo ser pegó un sollozo al sentir los labios de la humana en su pezón. La rubia entendió qué debía hacer y arrojándose con una pasión desconocida en ella sobre el que estaba libre, buscó su leche como había hecho con los pechos de Tomasa. El no encontrar ese líquido en los cantaros de su compañera no la detuvo y sin parar de succionar siguió pidiéndola perdón. La sorprendida criatura al experimentar ese triple ataque dejó que mi lengua jugara con la suya mientras algo nuevo se iba apoderando de su cuerpo.

―Acompáñame, zorrita― le exigió la negra mientras se deslizaba por la pelirroja.

Ía se mostró reticente a seguirla, pero al escuchar que su compañera respondía con un profundo gemido cuando la humana le daba un primer lamentón entre los pliegues, creyó que su deber era imitarla y así compensar su pecado.  Nada en sus casi doscientos años, la habían preparado para experimentar el latigazo de energía que sintió cuando hundió su boca entre los muslos de su compañera e incapaz de mantener su cordura, echó a la humana al sentir que el agridulce sabor de Ua recorriendo sus papilas.

―Tu cuerpo está riquísimos― chilló sin percatarse de que la pelirroja ya no me besaba y que concentraba todos su ser en lo que estaba sintiendo mientras la hembra de su misma especie devoraba su sexo.

Esa comida de coño hizo renacer mi lujuria y viendo el húmedo coño de Ía abierto de par en par me acerqué a desflorarla, pero entonces Tomasa me retuvo diciendo:

―Todavía no ha llegado el momento en que las desvirgues. Déjalas que se exploren entre ellas― dijo mientras me tomaba de la mano y me sacaba casi a rastras de la cama.

«Tiene razón», pensé en mi cerebro y la seguí hasta la otra habitación de la suite. Los gemidos de las dos bellas inhumanas amándose por primera vez nos hicieron saber que podíamos hablar sin que nos escuchasen.

―Amor mío, me he pasado toda la noche meditando sobre lo que me dijiste― me susurró: ―y creo haber encontrado una forma de desbaratar sus planes.

La esperanza de sus ojos me hizo callar mientras seguía hablando:

―Estos seres y su especie están habituados a que las razas a las que se unen no interactúen con ellas y que únicamente les cedan los nutrientes que les falta para desarrollarse.

No sabiendo por donde iba, seguí instalado en mi mutismo.

―Somos los únicos animales que se aparean por mero placer y no solo para perpetuarse. Si como sospecho nunca se han enfrentado a esa singularidad, debemos aprovecharlo y forzarlas a dejarse llevar poco a poco por ella, haciéndose cada vez más humanas. Por lo que veo, nuestras niñitas están descubriéndolo en primera persona― sonrió al llegar a nuestros oídos los alaridos de Ua al correrse.

Tomasa acababa de sintetizar lo que me venía rondando por la cabeza y eso hizo que creciera mi respeto por ella. A pesar de no tener una extensa cultura, desbordaba sentido común por todos sus poros.

―¿Te he dicho alguna vez la suerte que tuve al conocerte?― comenté muerte de risa señalando que la estaban afectando los gemidos de esos seres al amarse dado lo erizado que lucían sus pezones.

―Deseo más que nada que vuelvas a tomar a tu negra, pero debemos guardar tus fuerzas para ellas. Te lo digo por el bien de los hijos que vamos a tener― musitó entre dientes al ver que extendía la manos hacia sus pechos.

―¿Te gustaría quedar embarazada aun sabiendo que eso es lo que desean?

Bajando su mirada, contestó:

―Siempre eché en falta una niña de grandes coletas que corriera por mi casa, mi amado patrón.

―No dudes que te la daré, pero espero que cuando lo haga ya tengamos controlada la amenaza que suponen las congéneres de esas dos― respondí pegándome a ella.

Tomasa suspiró al notar que estaba excitado y a mi pene presionando contra ella, pero imponiendo la cordura que me faltaba, me rogó que me separara y que retornara a la cama para dar de comer a esas hambrientas criaturas.

―Eres un capullo. Si sigues a pegado a mí, terminaré dejándome vencer por la tentación y buscaré que vuelvas a amarme.

―Ya te amo― lamí su oreja antes de dejarla y de volver al cuarto.

Al entrar acompañado de mi antigua empleada, Ua estaba comiendo el coño a su compañera mientras esta hacía lo mismo entre sus piernas. Sabiendo que no debíamos intervenir hasta que se hubiesen saciado entre ellas, pregunté a mi antigua empleada si tenía hambre.

―Mucha― respondió.

Cogiendo el teléfono y mientras la mulata se metía a duchar, llamé al servicio de habitaciones para que nos subieran el desayuno…

8

La llegada de la camarera con nuestro desayuno me informó de otro sutil cambio que ese par de putas habían realizado sin permiso en mi persona. Esa mujer era guapísima, pero lejos de atraerme me repelió al oler en ella algo que no supe definir hasta que al extender lo que traía, vi en sus brazos las marcas de pinchazos. En un principio aduje esos moretones a las drogas, pero la empleada del hotel me hizo saber involuntariamente que no era así cuando,  al destapar los pasteles que traía, se quejó de que por su enfermedad llevaba tres años sin probarlos.

―¿Es usted diabética?― pregunté.

―No, señor. Tengo una variante muy agresiva de intolerancia al gluten y tengo que pincharme para mantenerla a raya― respondió sin atreverse a tocar ni de lejos ese platón.

Escamado anoté el dato dando con la razón del rechazo que sentía a pesar de ser un monumento de mujer y agradeciendo con una generosa propina a la desdichada, me puse a comer. Ya había dado buena cuenta de un par de bollos cuando las zorras salieron del cuarto con cara de susto.

―Íel, ¿qué nos ha ocurrido?― preguntó la pelirroja totalmente colorada mientras se agachaba entre mis piernas― ¿Por qué no hemos podido parar de tocarnos? Ayúdanos a comprender, ni mi hermana ni yo entendemos estos cuerpos. No siento que tenga fiebre ni que esté enferma, pero mientras retozaba con Ía, sacié algo mi hambre. Y solo al verte, he vuelto a sentirla.

No queriendo descubrirles antes de tiempo mis sospechas de que los de su especie eran unos parásitos que se nutrían de la lujuria de otros y que por ello buscaban el cobijo de parejas para así conseguirlo, dejé que bajara mi bragueta. Esperé a que diera un par de lametazos a mi miembro y que este se irguiera, para decir:

―No pienses en ello y agradece a Ía mi erección. Necesitaba sentir su excitación para conseguirla.

Pensando en lo que les acababa de decir y sobre todo en cómo le había obligado a masturbarse, la rubia confirmó mis sospechas diciendo:

―¿Al tocarnos te dimos las fuerzas que necesitabas para darnos tu esencia?

―Así es. No siempre os lo pediré, pero es un estímulo que siempre me vendrá bien― respondí descojonado por la ingenuidad de esos seres mientras la pelirroja se metía mi verga en la garganta.

La rubia me creyó a pies juntillas y todavía avergonzada por su comportamiento anterior, decidió colaborar separando sus rodillas tocándose. Bajo la luz que entraba por la ventana, observé en el interior de su gruta su virginidad temblando y saber que no tardaría en romper esa tenue y tan sobrevalorada telilla, me excitó.

―Súbete a la mesa para que me llegue mejor tu olor― le pedí mientras Ua seguía enfrascada en conseguir su sustento.

Su rostro se tiñó de rojo al observar que no perdía detalle de cómo se tocaba y pegando un gemido me preguntó a qué se debía que le gustara sentir mi mirada al tocarse.

―La excitación entre los humanos es contagiosa― repliqué sabiendo que no debía tocarla para que ella sola se convirtiera en una olla a presión.

Dando por sentado que era cierto al experimentar nuevamente la fiebre que empezaba a dominar su anatomía, ese extraño pero bello ser incrementó su entrega pellizcándose las tetas mientras con voz entrecortada me daba las gracias por hacerla ver que lo suyo no era una enfermedad sino producto de los genes que había tomado prestados.

―Cada vez me siento más humana― chilló sumida en la lujuria.

Un gemido proveniente del suelo me hizo mirar a Ua y fue entonces cuando reparé que al contrario de las primeras veces en las que esos seres no se veían afectado por mis hormonas, la pelirroja se masturbaba con las dos manos mientras usaba su boca para extraer mi jugo.

«¡Les falta poco a esta dos para para convertirse en ninfómanas!», sentencié al ver la calentura que las dominaba sin ser conscientes de que las estaba manipulando.

―Si os corréis, antes os daré de comer― rugí al sentir los primeros retazos de placer.

Mi consejo las liberó y mientras eyaculaba en la boca de la pelirroja, llegaron a mis oídos los berridos del orgasmo que disfrutaban ambas. La voracidad con la que se lanzaron sobre mi simiente fue brutal y sin medir sus consecuencias, me ordeñaron como pocas veces. Acallaron unas quejas que nunca hice cuando comentaron que, al tocarse ellas, se incrementaba todavía mi esencia. Me guardé que estaba seguro de que ese cambio se debía a que involuntariamente se habían nutrido también del placer que habían sentido cada una de ellas y reafirmando en ellas esa creencia, únicamente les aconsejé que a partir de ese momento cada vez que sintieran hambre y buscaran en Tomasa o en mí saciarla, debían de recordar esa enseñanza.

―La esencia de los humanos se intensifica si nos tocamos― abriendo los ojos de par en par, concluyeron mientras se levantaban del suelo.

Tomasa que había estado presente durante gran parte de lo ocurrido me guiñó un ojo mientras les decía que su leche también les sabría más rica si se tocaban antes.

―Lo probaremos esta tarde, amada Asa― murmuró Ía convencida que sería así.

Tras el desayuno, comprendí que debíamos volver a casa para que llegado el caso los investigadores del accidente no vieran algo raro en nuestra marcha. Al comentarlo tanto la negra como las chavalas me dieron la razón y sin pensar en renovar los votos, se comenzaron a vestir. Mientras acomodaban sus compras en dos enormes maletas, dudé que entraran en un coche normal y pensé que tendríamos que pedir que nos hicieran llegar al menos una por una empresa de transporte.  Como Ua se había ocupado de todo, decidí esperar no fuera ser que ya lo hubiese previsto, por ello mientras se terminaban de acicalar bajé a pagar el hotel. Tal y como era lógico por lo lujoso del establecimiento, la cuenta que me presentó el de administración me resultó a todas luces desproporcionada, pero sabiendo que tenía las espaldas bien cubiertas por el dinero que me habían agenciado, di mi tarjeta de crédito sin sentir ningún tipo de remordimiento.

―Espero que todo haya sido de su agrado y que no duden en volver― dijo el tipo sin mirarme, ya que sus ojos estaban ocupados admirando a las tres bellezas que se acercaban a nosotros.

Evitando demostrar lo mucho que le gustaban mis acompañantes, me informó que acababan de traer del concesionario mi nuevo coche y que lo tenía ya en la puerta. Al girarme contemplé el sueño de todo hombre.

―No puede ser― exclamé al ver el Bentayga que a mis espaldas habían adquirido.

―Te dije que mi hombre se merecía un Bentley― riendo comentó la rubia mientras me daba las llaves.

La impresión de ser dueño de ese mostrenco de más de seiscientos caballos bajó el capó me impidió ocuparme de cosas tan nimias como el subir el equipaje y colocándome en el puesto del conductor, lo encendí. Confieso que casi me da un patatús al escuchar cómo rugía y sin pensar en los treinta litros que debía consumir si le daba caña, me hice el firme propósito de llegar a mi finca en menos de cuatro horas.

―¡Qué bonito es!― no pudo dejar de decir Tomasa y eso que debía ignorar que ese bicho en España y sin los impuestos costarricenses costaba doscientos cincuenta mil euros.

―¡Su puta madre! – chillé al acelerar y comprobar la sorprendente agilidad con las que movía sus dos toneladas de peso.

Desternillada de risa desde el asiento del copiloto, Ía comentó que en cuanto pudiera lo iba a retocar para reducir los 4,8 segundos que tardaba en llegar de cero a cien a menos de tres y que si no lo hacía todavía más rápido era debido a que su estructura no lo soportaría.

―Tal y como está, es perfecto― repliqué no queriendo que le metiera mano y que perdiera su espíritu británico.

Tomasa seguía impresionada tocando la piel con la que estaban cubiertos sus asientos y preguntando cómo se limpiaría. Encendiendo la radio desde el volante quise comprobar su sistema de sonido. Aunque las chavalas ya habían escuchado música, la melodía que salía de los altavoces las envolvió y babeando preguntaron qué era eso.

―Se llama “Mi tierra”― respondí creyendo que me pedían el título de esa canción de Gloria Estefan.

―Es preciosa― musitó Ua mientras escuchaba la cálida voz de esa cantante mezclada con el retumbar de los instrumentos.

―Invita a moverse― suspiró su compañera completamente entregada.

La sorpresa de las crías se incrementó cuando se pusieron realmente al caer en la letra y ante nuestro pasmo, se echaron a llorar mientras las trompetas se lucían. Pero fue cuando escucharon el estribillo cuando realmente se sintieron desbordadas:

La Tierra te duele, la tierra te da

En medio del alma cuando tú no estás.

La tierra te empuja de raíz y cal.

La tierra suspira si no te ve más.

«¿Qué les ocurre?», me pregunté al ver en sus rostros una mezcla de miedo y de emoción.

Salí de dudas cuando al terminar, Ía susurró tomando mi mano si era cierto lo que esa mujer contaba acerca de lo que producía este planeta. Al comprender que había malinterpretado la letra y que había creído que se refería a la Tierra y no al país de nacimiento de la cantante, no la saqué de su error y pedí a mi empleada que buscara en Spotify más canciones de la cubana.

La elección de Tomasa fue una romántica y siguiendo la canción, comenzó a cantar Mi buen amor mirando a los ojos:

Mi amor, mi buen amor, mi delirio

No pretendas que te olvide así, no más

Que tu amor fue mar cuando sedienta

Me arrimé a tu puerto a descansar

Que tu amor, amor, sólo el que un día

En tu pecho, vida mía, me dio la felicidad.

La belleza de la voz la morena terminó de subyugarlas y con lágrimas en los ojos pidieron más, ya que se habían sentido representadas en la letra y que al igual que en la canción acudían a mi sedientas. La costarricense sonrió y cuando empezó a sonar “Con los años que nos quedan”, les mostró la letra en el móvil y pidió que la acompañaran.

Con los años que me quedan
Yo viviré por darte amor
Borrando cada dolor
Con besos llenos de pasión
Como te amé por vez primera

Con los años que me quedan
Te haré olvidar cualquier error
No quise herirte, mi amor
Sabes que eres mi adoración
Y lo serás mi vida entera

Tímidamente comenzaron a leer sin entonar hasta que entusiasmadas por el descubrimiento sus voces, con más confianza se pusieron a corear una melodía tras otra sin pausa durante dos horas. A pesar de gustarme Gloria Estefan, después de oír todo su repertorio estaba hasta los cojones. Por ello al ver a un lado de la carretera una fonda, decidí parar a comer algo. Mientras no bajábamos las chavalas seguían tarareando y dándolas por imposible, pedí una mesa. La camarera una mestiza del montón me dio un buen repaso antes de caer en lo que le había dicho y con las mejillas coloradas, me señaló una del fondo.

―Me puede poner cuatro cervezas― ordené, molesto por la forma en que me miraba.

La paisana sonrió coquetamente y meneando el trasero, fue por ellas. Tomasa se percató de la atracción que provocaba en la camarera, pero se abstuvo de hacer ningún comentario. Supe de su cabreo cuando al entregarme la mía esa se agachó y me mostró el escote con descaro.

―¿No ve que esté hombre está acompañado?― escandalizada por el exhibicionismo de la desconocida, exclamó.

La mujer no se dignó a contestar y haciendo oídos sordos, con voz melosa me preguntó que deseaba de comer.    Mirando la carta me decidí por Gallo Pinto, un plato típico de la zona con frijoles y arroz. Tomasa y las dos chavalas se inclinaron por unos tamales de carne.

―¿No quieres nada más? Guapo mío― babeando, mientras garateaba en un papel la comanda, insistió la morena.

El enfado de la viuda se incrementó exponencialmente al observar la forma en que coqueteaba conmigo y si cuando ya se levantaba a tirarla de los pelos no la llego a parar, a buen seguro se hubiese montado un escándalo.

―¿Quién se cree esa puta?― rugió en voz alta para que lo oyera la susodicha.

―Asa, ¿por qué te enfadas? ¿No te das cuenta qué se siente atraída por nuestro macho?― preguntó Ía mientras se terminaba su bebida.

Mi mulata, girándose hacia ella, le explicó que esa mujer parecía en celo. La rubia sin perder la compostura replicó que era lógico que se viera atraída por el macho que compartían. Me quedé paralizado al oírla, al advertir que era la primera vez que hablaba de mí como “su” macho. Cegada por la ira, Tomasa no reparó en ello y trató de hacerlas entender que no era cortés coquetear con un hombre que estuviese en compañía femenina. Tratando de mediar, Ua puso la guinda al decir ingenuamente que las hormonas de esa señorita solo habían reaccionado a mi testosterona.

―Es algo normal, no se lo tomes en cuenta.

Comprendí que la humana se mordía la lengua para no comentar que esa reacción no era natural y reprimiendo su enojo, se quedó callada hasta que creyendo que lo entendería, la pelirroja la disculpó diciendo que esa hembra estaba en sus días fértiles, que su cuerpo solamente deseaba que yo la inseminara y que solo seguía su instinto.

―Pues si está cachonda que se meta el palo de una escoba― sentenció con ganas de bronca.

Afortunadamente el dueño del tugurio debió de percatarse y la cambió por un camarero, el cual al traernos la comida se puso a tontear con la viuda.

―Estamos empate― susurré mordiendo la oreja de mi indignada negrita.

Tomasa se ruborizó al reparar en el tonteo del que estaba siendo objeto y dirigiendo su ira contra las niñas dejó de hablarlas durante el tiempo que estuvimos sentados, rumiando quizás que ese par se había sobrepasado con las alteraciones que habían hecho en nuestros cuerpos. Por mi parte, no podía estar en desacuerdo y más cuando al ir al baño, la empleada del local intentó entrar conmigo a que le diese un revolcón. Admitiendo que no era su culpa, educadamente la rechacé y volví a la mesa, donde nos habían repuesto nuestras cervezas.

―¿Por qué no la has hecho caso? Se veía que estaba dispuesta― susurró en mi oído la rubia.

No queriendo decirle que no me atraía, preferí responder que estaba ahorrando mi esencia para ellas. La alegría que le hizo escucharlo y que me diera un beso, me hizo saber que poco a poco estaban convirtiéndose en humanas y decidido a acelerar ese paso, llevé una mano hasta su muslo mientras le prometía que esa noche tendría ración doble. Ese bello ser se avergonzó al sentir que bajo su blusa tenía los pezones erectos y tratando de calmar su excitación, dio buena cuenta de su bebida.

―Bebe con moderación― le pedí al recordar que ni ella ni su compañera estaban habituadas al alcohol.

Desde el otro lado de la mesa, Ua, que también se había bebido la suya, señaló a un niño que estaba pidiendo limosna y quiso saber qué hacía. Al contárselo, sus ojos se llenaron de lágrimas y levantándose de la mesa, fue a por él y lo sentó con nosotros.

―¿Qué te apetece comer criatura?― con dulzura le preguntó.

El chaval, totalmente cortado de que esa bella extranjera se hubiese fijado en el hambre que tenía, respondió que cualquier cosa. La pelirroja llamó al camarero y le pidió que le diera lo mismo que me había servido a mí. Tras traérselo y mientras en infortunado se lanzaba a devorar quizás su primera buena comida en semanas, mirándome a los ojos me preguntó cómo era posible que hubiese pobreza.

―La riqueza está mal repartida― respondí.

Ua se quedó meditando durante unos segundos y sin darse cuenta de lo que decía debido a lo que había bebido, me replicó:

―Mis hermanas no permitirían que ninguno de sus protegidos pasara penurias― y no contenta con ello, me pidió permiso para dedicar el veinte por ciento de mi dinero para intentar paliarlo. Disparando con pólvora ajena, accedí. No en vano sabía que el origen de mi fortuna se debía a ellas y qué si algún día necesitaba otra inyección de pasta, esos seres no dudarían en conseguirla.

«Me debería dar vergüenza, acaban de llegar y se preocupan mientras yo miraba hacia otro lado», mascullé en mi mente abochornado y llamando al propietario, le pedí que prepararan una despensa para que se la llevara el pequeñajo al terminar.

―Qué suerte tuve con que te eligieran cómo mi macho― complacida por mi acto, murmuró en mi oído la pelirroja mientras rebuscaba con su mano en mi bragueta.

Tomasa pidió la cuenta, temiendo que la alcoholizada muchacha montara un espectáculo porno a los presentes y separándola de mí, pidió a las dos que la acompañaran al coche. Tardé unos cinco minutos en pagar y cuando llegué al flamante Bentley me encontré con que no habían perdido el tiempo al verlas en el asiento trasero, mamando en plan obseso de las ubres de la morena.

―Llévanos a casa, mi amor― suspiró feliz la ama de cría mientras me guiñaba un ojo.

Una vez saciadas de leche humana, los dos seres se quedaron totalmente dormidas y eso permitió que la cocinera me preguntara si me había dado cuenta de que el alcohol daba carrete a sus lengua. Sin explayarme mucho, contesté que sí pero que esperara a quedarnos solos para tratar ese asunto. La costarricense lo entendió y cambiando de tema, exteriorizó su sorpresa por el comportamiento de nuestras acompañantes con la música. Dando vueltas a ello repliqué que en su mundo debía ser algo inexistente.

―No me extraña que hayan salido por patas, menudo aburrimiento― sentenció mientras me hacía participe de la ilusión que tenía en que nos cambiáramos de casa.

―¿No te gusta la que tenemos?― pregunté sorprendido.

―Mucho, pero prefiero vivir lejos― tomando mi mano, respondió: ―Ahí nadie nos conoce y no pensaran que soy aprovechada que me acuesto con mi patrón por su dinero.

―Ya no eres mi empleada, preciosa― contesté enternecido por sus palabras.

―¿Cuál es mi papel?― insistió mientras me miraba embelesada.

―Ser una vaca lechera― muerto de risa, repliqué recordando la escena que minutos antes había contemplado.

―Esta noche, te has quedado sin tu ración― sabiendo que iba de guasa, dijo mientras miraba hacia atrás para comprobar que seguían dormidas las lactantes.

Relato erótico: “Diario de George Geldof – 2” (POR AMORBOSO)

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Diario de George Geldof – 2

Contar lo que supuso mi experiencia allí, en Londres, sería largo de tiempo y no es para contarlo, sino para vivirlo.

Sí hubo algunas cosas que debo reflejar aquí. Mi hermano vino a vivir con nosotros durante los días que estuvimos allí, lo que me dio una gran alegría, y más cuando nos asignaron las habitaciones una frente a otra.

Desde que lo vi, estuve deseando contarle lo que había pasado, casi no dormí esa noche y al día siguiente estaba nervioso e impaciente, lo que mis padres achacaron a la novedad de estar en Londres.

A la mañana siguiente, fuimos todos a recorrer la ciudad, con mi hermano como guía, ya que llevaba mucho tiempo allí y conocía bastantes cosas, aunque mis padres habían estado también muchas veces.

Volvimos a casa a comer y mis padres fueron a acostarse, aludiendo cansancio. Entonces aproveché para contárselo a mi hermano:

-Oye John, tengo que contarte una cosa.

-Cuéntamela entonces.-Me dijo

-Pero me da vergüenza.

-No seas tonto y dímelo.

-Pues verás, el otro día me desperté por la noche y vi a nuestros padres …….

Y le conté todo.

-Hace años que lo sé. –Me dijo- Es normal que ahora te parezca algo asqueroso, dentro de unos años podrás comprobar que esos actos nos producen gran placer, al igual que otros que podrás ver más adelante. Papá es dominante y mamá sumisa, y eso significa que papá obtiene placer obligando a mamá a hacer cosas o humillándola de alguna forma. Al igual que mamá disfruta con las humillaciones y las cosas que papá le obliga a hacer.

-No lo entiendo –dije- ¿cómo puede gustarle a mamá que le pegue en el culo o que le haga chupar su pene hasta que orina esa cosa blanca y pringosa?

-Lo entenderás cuando seas un poco más mayor, de momento, debes saber que no a todos les gustan las mismas cosas y que cuando vayas con una mujer, tendrás que aprender primero sus gustos para satisfacerla.

-Pronto empezarás a fijarte en las niñas de tu edad, sus tetas, su culo, etc. Y desearás hacer con ellas lo que has visto y verás en los mayores.

-¡Que va! –dije yo- Las niñas son tontas. No saben manejar una espada, montan a caballo de lado, no les gusta jugar a ninguno de nuestros juegos. Solamente juegan a servir el té, con sus muñecas como si fuesen sus hijas, pero cuando les decimos de subir a los árboles a coger nidos nos miran con desprecio y nos despachan de su lado. ¡Yo no haré nada de eso con las niñas!

-Ya verás como, con el tiempo, cambiarás de ideas. –me dijo sonriendo.

Estuvimos un buen rato juntos, siempre aleccionándome, hasta que Desireé, la doncella más joven de la casa, vino para preguntarnos si deseábamos algo de merienda. Me pareció observar un gesto extraño en mi hermano, e inmediatamente dijo:

-Basta por hoy, George. Vamos a nuestras habitaciones a descansar un rato. Otro día seguiremos. Yo también estoy cansado.

Nos fuimos a nuestras habitaciones y me tumbé sobre mi cama. En mi cabeza daban vueltas las imágenes de mis padres y las explicaciones de mi hermano, hasta que recordé una cosa que no le había comentado: el enorme tamaño del pene de papá y lo pequeño que era el mío, por lo que, sin pensarlo dos veces, bajé de mi cama y fui a su habitación.

Al llegar a la puerta, oí ruidos en el interior y se me ocurrió mirar por la cerradura antes de entrar.

Lo que vi, volvió a impactarme de nuevo. John tumbado en la cama, con las piernas abiertas y entre ellas Desireé arrodillada y chupándole el pene.

Gracias a que la cama estaba perpendicular a la puerta, pude observar esas partes que no conocía de las mujeres. Desireé tenía el culo en alto y mostraba su ano sonrosado, debajo del cual se habría una hendidura que supuse que era por donde papá metía su pene a mamá. Desireé tenía la hendidura brillante y mojada, salpicada de algunas manchitas blancas.

Decidí que, ya que parecía ser que todos hacían lo mismo, debería aprender e informarme bien.

Permanecí espiando durante todo el tiempo que duró, a pesar de no entenderlo ni gustarme, e incluso parecerme asqueroso en algunos momentos. Así escuché decir a mi hermano.

-¡Mmmmm!. ¡Cómo he echado de menos tu boquita! ¡Cada vez lo haces mejor! ¿Has chupado muchas pollas en mi ausencia?

-Nnno mi señor –le contestó sin sacársela de la boca.

-¡Pues has aprendido mucho en este tiempo! ¡Estoy apunto de correrme!

Desireé aceleraba el ritmo de la mamada hasta que oía gemir a John, entonces bajaba el ritmo y le obligaba a decir

-¡Sigue puta, no pares! ¡Sigue! –mientras la cogía del pelo y le movía la cabeza arriba y abajo.

Yo podía observar todo desde mi posición. Podía ver su ano, su hendidura, las tetas moviéndose al ritmo de la mamada y el pene de mi hermano entrando y saliendo de su boca.

¿El pene? ¡Pero si era tan grande como el de papá! Volví a mirarme el mío, que en nada se parecía a ese, ni en tamaño ni en grosor. ¿Será que es hereditario y que yo no la tengo así porque mis padres fallecieron y soy adoptado? – pensé, pero unas palabras devolvieron mi atención a la habitación:

-¡Apártate puta, que quiero comerte el coño mientras me la chupas!

Desireé se apartó a un lado y mi hermano se dio la vuelta, ella volvió a colocarse encima, con una pierna a cada lado de su cabeza, se inclinó y siguió chupando su pene. Yo pensé que era una postura muy rara, porque ¿qué pasaría si se hiciese pis o algo? ¡Brrggg, que asco!, Y entonces hizo algo que me dejó alucinado: Levantó su cabeza un poco, sacó la lengua y empezó a pasársela por la raja.

Desireé soltó un gemido y aceleró el ritmo mientras mi hermano metía su lengua todo lo que daba de si, luego la sacaba y la frotaba hasta el otro extremo, donde observé una pequeña protuberancia que él chupaba con fruición. Ella volvía a gemir más fuerte y bajaba el ritmo, entones, mi hermano, se retiraba y le daba unas fuertes palmadas en el culo hasta que volvía a tomar el ritmo.

Observé variaciones sobre esto. Unas veces, cuando sacaba la lengua, metía un dedo hasta lo más profundo y lo movía hacia los lados, mientras lo sacaba y volvía a meter. Esto la hacía gemir más fuerte. Otras el dedo lo metía en su culo, moviéndolo para hacer sitio hasta poder meter dos.

Durante este tiempo, Desireé hubo tres veces que lanzó gemidos más fuertes, dejándose caer sobre mi hermano, el cual la obligaba a levantarse dándole fuertes palmadas en el culo.

De repente, mi hermano dijo:

-¡Me voy a correr! Sigue, sigue y trágatelo todo. ¡Como se pierda una gota te muelo a palos! AAAAAAAAHHHHHHHHHHHHHHHH. Sigue aaaaaaaaaaaahhhhhhhhhhhhh. Mmmmmrgsfmlmmmm ….

En ese momento observé que ella gemía otra vez más fuerte y presionaba con su raja la boca de mi hermano.

Tras esto, ambos se separaron quedando juntos. Ella acariciaba el pene, que estaba casi tan duro como antes, con suaves movimientos arriba y abajo, mientras tenía las piernas muy abiertas y mi hermano le metía dos dedos en el culo y con el pulgar frotaba la protuberancia.

Lo hacían despacio, sin prisas, mientras él le decía:

-Sí, pónmela bien dura otra vez, que quiero gozar de este culito

-Sabes que es todo tuyo, amo –respondió ella- puedes hacer conmigo lo que quieras.

-Entonces clávatela en el coño para lubricarla y luego en el culo.

Él volvió a colocarse boca arriba y ella se subió encima para hacer lo que le había pedido, cuando le dijo:

-Métetela, pero de espaldas a mi. Quiero ver bien cómo lo haces.

Ella se dio la vuelta, quedando de espaldas a nosotros, y eso me permitió ver como elevaba su cuerpo, tomaba el pene de mi hermano y lo frotaba a lo largo de su sexo una y otra vez, mientras ambos gemían, hasta que mi hermano le dio una palmada en el culo y le dijo:

-¡Clávatela de una puta vez!

A lo que ella respondió dejándose caer sobre ella.

A esto, siguieron unos meneos de cintura por parte de ella que observé curioso. Echaba el culo hacia atrás y se inclinaba hacia delante, luego lo echaba hacia delante y levantaba el cuerpo, al tiempo que movía uno de los brazos rápidamente. Mientras, mi hermano, se llevaba los dedos a la boca y se los metía por el culo. (Puagggggg, que asco) hasta el punto que ya le cabían tres. Al fin dijo.

-¡Venga puta, que ya estas lista! ¡Métetela por el culo!

A lo que ella respondió sacándosela y cogiéndola con una mano, la apuntó a su ano y fue metiéndosela poco a poco.

-¡Que estrecha estás, jodida puta! ¡Parece que sea la primera vez! –le decía mi hermano- ¡Cómo me la aprietas! Aaahhhhhhhh sigue, sigue.

Una vez metida toda dentro, la hizo moverse subiendo y bajando. Subía hasta casi salirse el pene para luego dejarse caer, y volvía a repetir

-¡AAAHHHH SIGUE, SIGUE, me voy a correeer! – Dijo de pronto mi hermano- ¡MAS RÁPIDO, MÁS!

Ella aceleró el ritmo, al tiempo que su respiración y sus gemidos se aceleraba también.

-¡ME VOY A CORRER, AMO! –dijo ella- ¡AAAAAAAAHHHHHHHHH!

-¡YO ME CORRO CONTIGO! –dijo él- ¡AAAAAAAAAAAAAHHHHHHHH! ¡Vaya culo que tienes! Podría tragarse todas las pollas del mundo.

Ella se separó, saliéndosele el pene, y dejando un ano del diámetro de un soberano de oro. Enseguida comenzó a salir una asquerosa mezcla de esa cosa blanca con manchas marrones, que le bajaba por las piernas, mientras ellos se giraban para besarse en la boca.

A estas alturas, he de reconocer que ya me empezaba a gustar ver lo que las parejas hacían, y notaba que mi pene, erecto y duro, me proporcionaba placer cuando lo tocaba o presionaba. No obstante, si era eso lo que los demás sentían, no era para tanto.

Recuerdo con mucha ilusión aquellos días, recorriendo calles, mercados y mercadillos, viendo tanta y tanta gente circulando por las calles, tantos edificios enormes. ¡Vi algunos de cuatro pisos! Los carruajes, visitamos museos, tiendas, fuimos en barco, hicimos compras ….. ¡Tantísimas cosas!

Lo cierto es que ya no volví a ver a mi hermano y la criada, ni a mis padres, que dormían en otro piso, porque durante el día no parábamos de un lado para otro y por las noches, me dormía nada más acostarme.

El viaje terminó y volvimos a casa, cada uno a su sitio. Yo volví a oír los gemidos de mi madre y mi padre en acción, y a seguir viendo lo que hacían. Hoy se que me había convertido en un voyeur.

Una de esas noches, se encontraba mi madre a cuatro patas y mi padre empujando por detrás, cuando se retiró y dándole una fuerte palmada en las nalgas, le dijo:

-¡Venga puta, que hoy me apetece castigarte!, ¡ponte en tu sitio!

Ella se levantó y desapareció de mi vista por un lateral, seguida de mi padre. Yo tenía una vista magnífica de su cama, pero no del resto de la habitación. Decidido a observar la novedad, pensé en cual sería el mejor lugar para verlos, y me arriesgué a salir de mi habitación e ir a la puerta principal de mis padres, ya que, al estar en un lateral, quedaba justo enfrente de donde se habían situado.

Cuando llegué a su puerta, rezando para que no tuviesen llave puesta, observé que, no solamente no estaba la llave, sino que además, la cerradura era algo más grande.

Al asomarme, vi que mi madre estaba sujeta por los brazos con unas correas a un gancho que colgaba del techo, totalmente desnuda, y en el que yo siempre había visto una lámpara que ahora descansaba a un lado, con las velas apagadas.

Mi padre estaba frente a un armario abierto (siempre estaba cerrado con llave), en el que se veían todo tipo de fustas, látigos y otros objetos extraños que nunca había visto y cuyo uso desconocía.

Escogió una fusta larga y fina, de algo trenzado, y con una parte plana como un cinturón, que mediría aproximadamente como dos palmos de los míos. También eligió una especie de pelota de madera o más bien en forma de bellota, con unas correas, la cual metió en la boca de mi madre, con la punta hacia dentro, y sujetándola en el cogote con las correas y un pañuelo grande y negro con el que tapó sus ojos.

Hecho esto, tensó la cuerda lo suficiente para que mi madre quedase suspendida hasta que solamente tocaban el suelo las puntas de los pies y procedió a dar una vuelta a su alrededor.

-¡Veo que ya empiezas a excitarte! ¡Tienes los pezones como velas de grandes y tiesos! –le decía mientras los retorcía a uno y otro lado, o tiraba de ellos, mientras mi madre emitía gemidos ahogados por lo que llevaba en la boca.

También bajaba la mano hasta su sexo y estiraba y retorcía la piel, metía los dedos y otras cosas que no vi bien.

Al pasar por su culo, se lo separó con ambas manos y algo manipuló, incluso creo que metió el mango de la fusta. No podía verlo porque estaba al otro lado.

Yo me había sacado mi pene y estaba tocándolo y recibiendo agradables sensaciones.

Cuando llegó a otro lado, llevaba la fusta sujeta por el mango, y le preguntaba:

-¿Por donde quieres que empiece, por las tetas, la tripa, los muslos, el culo?

-¡MMMMMM!

-¿No me respondes?…. ¡Ah claro, no puedes hablar! Entonces, permíteme que elija yo. ¿Te parece bien el culo? ¿Si?

-¡MMMMMM!

-¡Bueno, allá va! –esperó unos segundos y soltó un fuerte fustazo, con gran precisión, sobre los pezones. Las lágrimas saltaron por debajo de la venda de los ojos, mientras un apagado grito se oía.

-¡MMMMMMMMMMMMMMMMMMMM! ¡MMMMMMMMMMMMMMMMMMMMMM!

-¡Uy, me he equivocado …., pero veo que te ha gustado!, -le decía mi padre- ¿Probamos otra?

Volvió a esperar unos segundos, moviéndose en silencio mientras tanto, hasta que:

¡ZASSSS!

El fustazo en la tripa le marcó una línea ancha y roja, que cada vez aumentaba más de color.

-¡ MMMMMMMM! ¡MMMMMMM! ¡MMMMMMMMMMMM!

En ese momento, sentí una mano que se superponía a la mía sobre mi pene y un shhhhh muy bajito.

Me quedé helado. No me atrevía a girarme, ni a decir nada. La mano que sujetaba la mía y mi pene, se movió para retirar la mía y tomarlo con mucho cuidado. Vi que la cara conocida de Desireé, agachada a mi lado, se aproximaba a mi pene, que ya no estaba tieso, y decía muy bajito:

-¡mmmm! Pequeñita pero seguro que muy gustosa.

Y mirándome a los ojos, se lo metió en la boca. Yo me la quedé mirando sin saber si morirme, alegrarme o qué hacer. Afortunadamente, ella puso una mano sobre mi cabeza y me hizo volver a mirar por la cerradura.

Con un ojo sobre ella y otro en lo que hacían mis padres, empecé a disfrutar, mientras mi padre castigaba sin piedad las tetas, el culo, coño y cuerpo de mi madre.

Al fin, sudoroso por el esfuerzo, con su pene hinchado, y con mi madre con el cuerpo cosido a marcas rojas desde el cuello a los muslos, mi padre la soltó, le quitó la venda y el objeto que no la dejaba hablar y la llevó en brazos hasta la cama, dándole besos por todos los lugares que alcanzaba.

La depositó con sumo cuidado, abrió sus piernas, se metió entre ellas y procedió con un mete-saca continuo pero imparable, hasta que, con un fuerte gemido depositó su líquido blanco dentro de ella, siguió dentro un rato más y terminó acostándose a su lado mientras seguía besándola y diciéndole palabras cariñosas.

Es mi primer relato. Agradeceré las críticas constructivas y no echaré en saco roto las destructivas. Gracias por vuestras valoraciones. Sugerencias en privado a:

amorboso@hotmail.com

Relato erótico: “yo vampiro 13 y final de la historia” (PUBLICADO POR VALEROSO32)

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Como sabe el lector esta es mi última historia sobre yo vampiro espero que le guste el final como dije Nadia y yo después de enterarnos que había muerto Nosferatu decidimos volver a argentina ya que echaba de menos mis orígenes.

Esther decidió irse a y quedarse en Europa y volver a Francia la ciudad como decía ella del el amor ya que la encantaba los tríos. Nadia y yo nos despedimos de ella sin olvidarnos:
-espero que nos volvamos a haber –dije yo.
– iré a verte, te lo prometo charles y a ti también Nadia.
– si un día me necesitas llámame –dije.
– lo hare.
Así que cogimos el primer barco a argentina desde Bulgaria Nadia y yo el viaje trascurrió sin normalidad algún pasajero que se caía del barco o algún otro pasajero que olvidaba todo al ser mordido.
Llegamos a argentina y nos trasladamos a mi cueva Nadia me dijo que me ayudaría a ponerla habitable y hacerla fantástica ya que tenía un gusto exquisito como mujer y la cueva era inmensa y llena de laberintos que solo yo conocía. Así que arreglamos la cueva hasta hacerla habitable contratamos a los mejores diseñadores y trabajadores el dinero no era problema.
Nadia me ayudo a elegir como mujer muchas cosas si ustedes ven alguna película d oriente así más o menos quedo la cueva convertido como en un harén con camas talla King para acostarse todos con todos hicimos un jacuzzi inmenso para bañarnos ya que por la cueva corría agua caliente y bien limpia salía de un manantial de aguas sulfurosas.
Hice una entrada secreta para que nadie más que nosotros entráramos en la cueva Y una salida para poder salir en caso de necesidad que yo solo conociera.
Cuando terminamos los trabajos Nadia quedo encantada de como había quedado la cueva dijo:
– charles me gusta pero tantas camas como en un harén faltan las chicas no te parece.
Yo me reí y la dije:
– para que entonces te crees que he vinculado a las otras en los otros lugares donde hemos estado.
Mande mi espíritu y llame a todas las mujeres con las que había estado Maria carmen julia Nata Gina Fiorella etc. de los otros países.
Si el lector ha leído mis otras historias lo sabrá pretendíamos dar un baile para celébralo todas empezaron a llegar como les dije y les hable claramente les dije lo que soy al igual que Nadia y que si quería estar conmigo toda la vida para la eternidad disfrutando mucho de la vida y especialmente del sexo o preferirían su miserable vida de humanos que morirían y se harían viejos decrépitos.
todos eligieron ser vampiras entonces yo me abrí las venas y llenes varias copas al igual que Nadia y se las día a beber luego las di un veneno y todas murieron para despertase más bellas que nunca siendo vampiras las di sangre que tenía almacenada y elegantes vestidos que eligieran lo que quisieran era su casa empezamos a bailar ya que contrate músicos excepcionales y estaba bajo mi influencia sangre exquisita ya que tenía mucha reservas que había comprado al igual que alcohol no faltaba de nada y luego hicimos una orgia todas ya desnudas.
Yo y Nadia también empezamos a follar unos con otros me folle otra vez a carmen me dijo:
– mi señor ya echaba de menos tu poya.
Mientras Maria la comía el chocho a Nadia Gina y Fiorella se comían entre ellas matada y sus hijas hacían también bollos entre ellas y se comían los chochos de una y de la otra etc. follamos sin parar di a todas por el culo y chupe chochos a mas no poder ellas estaban encantadas con la nueva vida estaban siempre bellas y disfrutaban mucho follando un día ocurrió lo que voy a contar sentí la presencia de unos humanos que me llamaron y decían gritando:
– sal charles maldito vampiro sino mato a tu compañera.
Yo no sabía quién era así que salí y vi a varios cazadores con flechas y estacas y ajos y cuchillos tenían cogido a Esther ella estaba llorando enjaulada yo habla con ellos:
– dejarla aquí estoy.
– nada de eso- contesto la que llevaba la voz cantante -soy Rachel van Helsing y tú y todos moriréis a manos de nosotros. Mi padre no termino todavía con vosotros yo como su hija terminare con el último vampiro que hay sobre la tierra.
– tu eres hija de Abraham val Helsing aquel que la condesa Bazthory mato.
– si esa zorra ha pasado la mejor vida y ella te ha delatado y he cogido a esta que me dijo donde vivías. Pronto se desecara.
Miraba a Esther y estaba llorando pidiéndome perdón por haberme delatado yo la dije:
– iros ahora que podéis sino ya no saldréis más de la cueva.
– quien te crees que eres- dijo Rachel riéndose como todos los demás.
– soy el vampiro más poderoso de la tierra y nada ni nadie me puede hacer daño si lo veremos y me tiro una flecha con su ballesta la cual me dio y me la saque riéndome de ella luego me tiro agua bendita a los ojos yo me reí ella estaba aterrada me dispararon y nada balas de plata y nada y le dije eso es para los hombres lobo tía hay te equivocas como es posible nada te hace daño.
– no lo entiendo.
Ellos estaban aterrados porque yo soy un vampiro procedente de vampiros murciélagos auténticos no convertido por el diablo y las cosas sagradas no funcionan conmigo:
– y estas son mis hijas atacar hijas mías.
Los vampiros s tiraron sobre ellos y no dejaron a uno vivo excepto a Rachel yo tenía planes para ella saque a Esther de la jaula y ella quería matarla por haberla hecho sufrir.
– tranquila Esther te gustara lo que vamos hacerla a esta zorra. Vamos a darla su propia medicina, lo que más odia. Conviértela en vampiro.
Nadia la mordió y luego la dio su sangre y la hizo beber al cabo de un tiempo se despertó llorando:
-que me has hecho maldito.
– te he convertido para que aprendas y a partir de ahora vivirás solo para mí y nada más para mí en una palabra serás mi puta y la de las demás.
Los vampiros murciélagos dieron buena cuenta de los otros y enterramos sus cadáveres Rachel estaba llorando:
– mátame monstruo.
– no te matare pero de gusto, desnudarla y asearla y darla uno de los mejores vestidos.
Las vampiras la bañaron y la asearon ella estaba guapísima no se conocía al ser vampira había aumentado su belleza ya que ella vestía siempre como un tío
-ahora -dije yo -celebraremos un baile y una orgia para celébralo.
Esther estaba recuperada le dimos sangre y la alimentamos estaba también bellísima.
– charles perdóname por haberte traicionado.
– no me has traicionado ha sido esta perra pero tranquila que me ocupare de ella personalmente, chicas vamos todos a follar que es lo mejor de la vida.
– eso –dijeron- todas a follar.
Nos desnudamos y empezó la orgia cogí a Rachel e hizo que me comiera la poya ella dijo nunca cabrán se la metí de golpe en la boca y empecé a follármela y las otras follaban entre ellas y se corrían petra la alemana cogió a Fiorella y la comió bien las tetas mientras Gina la chupaba el ojete Nadia y Esther follaban entre ellas yo cogía a Rachel la cual se seguía resistiendo y se la metí en el chocho.
– toma puta disfruta.
– mátame cabrón hijo puta, te odio.
– te voy a matar pero de gusto, desearas mi poya a todas las horas.
Y empecé a fallármela y fallármela ella estaba gozando como nunca luego Esther la comió el chocho a Rachel.
– zorra- dijo- no me chupes ahí.
Pero Esther riéndose la dijo:
– te correrás y el amo y señor te convertirá en una buena puta como nosotras y vivirás para él y para su poya.
Luego cogí a Rachel y la di por el culo ella nunca se lo habían metido por ahí pego un grito:
– cabrón me partes en dos, me muero.
– si pero de gusto luego no querrás que la saque como a mis otras putas, verdad chicas -dije yo.
– si mi señor- contestó las otras- fóllatela a esta zorra, haz que sea una guarra como nosotras.
Cuando estaba a tope disfrutando se la saque.
– que haces cabrón- me dijo.
– te mato dime que eres mi puta o te quedas sin correrte.
– te mato hijo puta.
– serás mi puta o te moderas y te quedaras a medias.
– seré tu puta cabrón pero no dejes de follarme, lo necesito.
Yo me reí:
– vivirás solo para mí y serás una buena puta, dilo.
– lo hare -dijo ella- viviré solo para follar lo prometo ahora follaje por favor lo necesito.
Ya no he resistía se había convertido como a las otras. Esther me beso y me chupo la poya y me dijo:
– os amo mi señor por haberme salvado y echaba de menos esta poya también.
terminamos todos follando con todos y disfrutando mucho yo sigo con Nadia disfrutando de la vida muchas veces mando mi espíritu y hago que alguna mujer venga a mi sobre todo las rusas que son guapísimas aunque no desprecie a ninguna mujer si es bella.
Esther mucha veces aunque sigue en Europa en Francia viene a vernos y bueno la última vez trajo una jovencita francesa como regalo para mí a la que follamos todos y disfrutamos en fin lectores que tengo un harén con las mujeres más bellas de la tierra que más de alguno daría algo por follarlas disfrutar de la vida lectores que lo mejor y no dejéis de follar la próxima vez escribiré sobre otros relatos ya que esta serie termina aquí espero que os haya gustado

Relato erótico: “Dos rubias llamaron a mi puerta y les abrí 6” (POR GOLFO)

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9

Pasadas las cuatro de la tarde llegamos a la finca, donde preocupado descubrí la presencia de dos camionetas negras aparcadas en su puerta. No tuve que exprimirme mucho el cerebro para saber que eran miembros del gobierno y que nos harían preguntas. Repasando con las tres mujeres nuestra versión, me bajé del todoterreno. Los cinco forasteros, tres uniformados y dos de paisano con pinta de gringos se acercaron a nosotros y me preguntaron si era el dueño de la casa. Sacando mi pasaporte, me presenté como Miguel Parejo, el propietario. Viendo mis papeles en orden, les pidieron a las mujeres que me acompañaban los suyos. Tomasa les dio su cédula costarricense mientras las dos chavalas me pedían las llaves del vehículo porque los tenían en sus maletas. Tras traerlo y verificar el militar que no había nada raro en ellos, tocó el turno a los americanos. Por sus trajes impecables, supuse que eran de la CIA y haciendo que no tenía nada que ocultar, les invité a pasar adentro y disfrutar de aire acondicionado.

            La mujer, una asiática que se presentó como Sara Quan, fue la primera en aceptar mientras me preguntaba qué sabía del accidente de la avioneta.

            ―El incendio que provocó― contesté y señalando un montículo, expliqué que desde la casa solo pudimos divisar la estela de humo.

            ―Tenemos su llamada a la policía registrada y en ella usted hablaba de accidente.

            Advirtiendo que la tal Sara no era inmune a mis encantos, más tranquiló comenté que era la única explicación lógica dado que estábamos en época de lluvias y la selva estaba enfangada.

            ―Trata de hacer fuego con todo encharcado― sonreí mirándola a los ojos.

            La asiática rehuyó mi mirada, consciente de lo mucho que la atraía y pasando a las chavalas les preguntó por su presencia ahí. Ía recordando como los humanos se escandalizaban con el sexo, respondió:

            ―Follar como loca desde que Miguel me dio posada.

            La investigadora no se dejó engañar por la burrada y haciendo su trabajo,  la miró con desprecio mientras observaba que la pelirroja se había agarrado a mi brazo. Molesta por ese arrumaco, le preguntó a ella lo mismo.

            ―Disfrutar como una perra con este macho. No se imagina lo cerdo que es en la cama― replicó Ua frotando su sexo contra mí.

            La desfachatez de las muchachas la indignó y tomando sus pasaportes, fue a su coche a comprobar sus identidades mientras su compañero repetía las mismas preguntas a la mulata.

            ―Soy la cocinera, pregunte en el pueblo― contestó ésta disfrutando al ver el deseo reflejado en los ojos del rubio aquel: ―Deseas algo de picar, puedo traértelo de la cocina, muchachón.

            El agente enmudeció al sentir la mano de la mulata recorriendo su trasero y más cuando en plan coqueta, quiso saber si tenía novia. Por eso agradeció que Sara volviera con el portátil y se pusiera a corroborar con las dos suecas sus identidades.

            ―Por lo que veo, ambas han pedido una excedencia de dos años en sus trabajos, ¿puedo saber por qué?

            Tomando la palabra, Ua respondió siguiendo con el carácter descerebrado que había mostrado hasta entonces:

            ―Estábamos cansadas de la monotonía y decidimos hacer un paréntesis para vivir la vida. Usted hubiera hecho lo mismo si sus únicos amantes fueran descendientes de vikingos más interesados en beber que en complacerla. ¿No le apetece un mojito? La empleada de Miguel los prepara de lujo.

            ―No, gracias estoy de servicio― cabreada quizás al ver que esas crías habían podido realizar sus sueños y ella no, preguntó desde cuando me conocían.

            ―Cinco días con cinco largas noches― imitando a su teórica compatriota, Ía se pegó a mí mientras respondía.

            Al contemplar a esas dos insensatas colgadas de mis brazos, la oriental comprendió que poco iba a sacar de nosotros todos juntos y por ello, se dio por vencida todavía con la mosca tras la oreja.

            ―Jerry, tenemos que seguir― dijo al advertir que el rubio no podía retirar sus ojos del pandero de Tomasa y dirigiéndose a mí, me informó que si tenían preguntas volverían.

            ―Si vienen por la mañana, con seguridad estaremos en la playa. Este par están obsesionadas con tomar el sol ― respondí magreando los culos de las nórdicas.

            La cara de placer de las aludidas dio veracidad a mis palabras y sintiendo que estorbaban, los dos agentes acompañados por los militares se subieron a sus vehículos y se fueron. Al marcharse me quedé con la sensación de que esa tipa sospechaba algo y así se lo hice saber a las chavalas. Dando verosimilitud a mis palabras, Ía cogió su ordenador y se puso a rastrear qué clase de información había consultado la agente. Tras comprobar que no solo se había centrado en organismos oficiales, sino que también las había buscado en redes sociales, declaró muy ufana que no había problema y que lo tenía controlado.

            ―¿Me puedes enseñar tu perfil en Facebook?― pregunté.

            Al revisarlo confirmé mis temores. Era demasiado perfecto, preciso e impersonal, impropio de una joven de su edad. No había referencias a borracheras, fiestas o actitudes juveniles. Todo se circunscribía a sus estudios.

            ―Tenemos un problema― comenté haciéndoles partícipes de sus fallos.

            Comprendieron de inmediato a qué me refería. Bajo un prisma humano, esas ausencias hacían intuir una manipulación deliberada y que esa manipulación estaba destinada a ocultar una actividad poco clara. Asustadas, me pidieron consejo y fue entonces cuando nuevamente Tomasa demostró que, además de saber cocinar, tenía una mente bien amueblada:

            ―Hay que darle carnaza. Vi cómo os miraba y la indignación que sentía al veros en plan melosas con un hombre que teóricamente os dobla la edad. Si le dejáis que descubra un tejemaneje con Miguel, morderá el anzuelo y podréis dirigir sus pesquisas a otro lado.

―¿En qué piensas?― dije interesado.

―Según me habéis dicho, te han convertido en un hombre riquísimo mientras ellas lucen como un par de cerebritos. Debes hacerla creer que la has mentido y que al contrario de lo que la habéis dicho, las niñas llevan trabajando para ti desde hace tiempo en un proyecto secreto.

Pensando en voz alta, comenté que dado los múltiples sectores económicos en los que se suponía estaba involucrado, podían fungir como mis asesoras en la sombra y que por ello habían borrado cualquier tema que pudiera ser usado en su contra.

―Tiene que ser algo gordo. Un tiburón no deja de perseguir a una gran presa por que se le cruce una pequeña― recalcó la viuda.

Pensando que esos agentes estaban investigando una presencia alienígena no se me ocurría nada. Las prodigiosas mentes de esos seres viendo el problema se pusieron a trabajar y tras un par de minutos, Ua preguntó si sería suficiente un nuevo sistema de desalinización que no requiriera gran cantidad de energía. Aunque en un principio no caí en su relevancia, al meditar sobre lo que supondría hacer potable el agua del mar para la humanidad, comprendí su importancia dado que no solo se podría dar de beber a millones de personas, sino que teniéndola en ingentes cantidades podría ser usada para cultivar extensiones que hasta entonces eran secarrales.

―¡Se acabaría el hambre del mundo!― exclamé.

―Y el poseedor de las patentes se convertiría en uno de los hombres más poderosos del mundo. Sería capaz de tumbar gobiernos con la sola amenaza de dejarles fuera del reparto― dejó caer. 

Confieso que me dio vértigo el oírla porque no en vano me había retirado a ese edén huyendo del día a día de la que era mi empresa. La certeza que mi supuesta retirada de los negocios sería vista por los investigadores como lógica al concentrar todos mis recursos en ese hito me hizo acceder a que prepararan esa cuartada, sin olvidar el beneficio global que ese invento provocaría por todo el orbe. Por eso, únicamente pregunté cómo lo harían. Riendo a carcajadas y mientras volvía a insertar sus hebras en el ordenador, Ía comentó que ya era dueño desde hacía dos semanas de una veintena de patentes que la harían posible y que solo faltaba darlo a conocer.

―Para dar mayor credibilidad deberíamos aliarnos a una tecnológica de prestigio― respondí. Al ver sus sonrisas, comprendí que ante de decirlo había ya conseguido una candidata: ―¿Cuál tenéis en mente?

―¿Serviría Alfa Centauro?

No me pasó inadvertido que habían elegido esa gigantesca corporación sueca por algún motivo y cabreado porque me estuvieran soltando la información poco a poco, les exigí que se explicaran.

―Llevan años investigando sobre nanotecnología y ya que vamos a utilizar masivamente esos compuestos, es la que mejor encaja. Sus balances no están demasiado aseados y su actual presidente no vería con malos ojos que un inversor con dinero fresco se haga con la mayoría si con ello blinda su puesto.

―Contacta con él y pídele una cita― respondí viendo por otra parte que cualquier extraño no vería raro que eligiera una empresa del país natal de mis dos principales asesoras.

―Ya lo he hecho, mi amado Íel y está esperando tu llamada.

―Nena, ¿no te olvidas de algo? ¡No hablo su idioma!

―Tú no, pero yo sí― cayendo en el problema, comentó.

Mientras su compañera se dedicaba a conseguir los fondos que necesitaríamos deshaciendo posiciones de bolsa, la puñetera criatura tomó el teléfono y lo llamó. La conversación duró poco. Al cabo de cinco minutos,  luciendo la mejor de sus sonrisas, me contó que tal y como había previsto, el empresario se había mostrado interesado en reunirse con nosotros cuanto antes.

―¿Para cuándo nos has sacado los billetes de avión?― pregunté asumiendo que la cita sería en Estocolmo.

―Mañana a las siete de la mañana, Erik Anderson llegará a San José donde tomará otro vuelo hacia aquí― respondió para acto seguido demostrar por enésima vez que iba por delante de mí mil pueblos al decirme que sería conveniente que llamara a la embajadora por si quería acompañarlo.

―¿Qué tiene que ver Agda en este asunto?

Despelotada de risa, esa arpía replicó:

―Esa zorrita está rendidamente enamorada de ti y su presencia nos viene bien por si los de la CIA siguen indagando. Se andarán con pies de plomo para no crear un problema diplomático.

Fijándome en Tomasa, no vi en ella ningún rastro de celos y extrañado, decidí guardármelo para mí, sabiendo que tendría tiempo para averiguar los motivos por los que, al contrario de lo sucedido con la camarera, que la nórdica babeara por mí no despertaba sus iras.

Para entonces el reloj marcaba las cuatro y tal como era mi costumbre decidí contemplar el aguacero que se estaba formando desde el porche de la casa mientras me tomaba un whisky. La viuda vio mi petición como una normalidad a la que agarrarse y olvidando momentáneamente el cambio que esos seres habían provocado en nuestra rutinaria vida, fue por él. No me quedó duda que tampoco quería estar presente cuando llamara a la cuarentona y por eso, tomando mi móvil no esperé su vuelta para llamar a la embajadora. Agda no tardó en contestar. Al explicarle que deseaba que nos sirviera de enlace con su paisano y que le pedía que lo acompañara a verme, no dudó en aceptar. Y susurrando al micrófono me hizo saber que esperaba que durante la visita pudiera disfrutar de mis brazos.

―No he podido dejar de pensar en ti.

―Yo tampoco― le mentí mientras me despedía de ella hasta el día siguiente.

Todavía no había vuelto Tomasa con mi acostumbrado Cardhu cuando las primeras gotas hicieron su aparición regando los platanales. Ensimismado como tantas tardes con ese fenómeno, no pude dejar de pensar en la forma que solo unos días antes las chavalas que tenía a mi lado habían aparecido llenas de barro y temblando de frio. Sin ser capaz de valorar todavía los efectos que tendrían en mi futuro, comprendí que bien llevadas podían ser una bendición para el ser humano siempre y cuando no se apoderaran de su destino. No podía dejar de valorar su interés por el bien común, pero no por ello podía obviar el peligro que representaban esos seres.

 «Si dos son capaces de acabar con la sed en el mundo,  ¿qué harían miles o millones de ellas interactuando conjuntamente?», medité preocupado mientras escuchaba los pasos de la mulata acercándose.

Respetando mi concentración, tras dejar la bandeja sobre la mesa, Tomasa pidió a las crías que la acompañaran adentro para que no me molestaran. Agradecí el gesto y meneando con un dedo los hielos en el vaso, seguí disfrutando de las columnas de agua cayendo sobre la finca sin dejar de pensar en cómo afrontar el problema. Media hora más tarde el diluvio cesó, no habiendo obtenido una respuesta y meditabundo, entré a la casa. En el salón, Ua e Ía miraban absortas la televisión. Al fijarme en ellas, descubrí que estaban llorando y alucinado me senté a su lado con la intención de saber qué era lo que las había impactado tanto. Ante mi sorpresa estaban viendo “el lago azul”, la vieja película interpretada por una Brooke Shields adolescente que narraba la experiencia de dos niños que se había quedado varados en una isla desierta y cómo poco a poco habían descubierto su sexualidad.

«Esto ha sido cosa de la mulata», comprendí y que no había sido casual que el primer film que contemplaran fuera ese: «Dos huérfanos ante un ambiente desconocido y sin nadie que les explicara qué sucedía a sus cuerpos».

Las risas de las crías cuando en la pantalla Brooke descubre a su compañero masturbándose se convirtieron en lágrimas cuando se daban el primer beso y sintiéndose identificadas, giraron sus caras hacia mí al contemplar la dulce manera en que los protagonistas perdían su virginidad. Reconozco que me sentí incómodo al saber que de alguna forma el siguiente paso en su humanización pasaba por hacerles el amor y levantándome del asiento, dejé que terminar de ver la película ellas solas.

Sabiendo que Tomasa había seleccionado esa historia con un propósito, decidí salir de dudas hablando con ella. Encontré a la viuda preparando la cena ajena a lo que se le venía encima, pero al verla en sus actividades cotidianas no fui capaz de plantarle cara y cogiendo una silla, me puse a observarla en silencio. La belleza de su cuerpo y el meneo de su trasero mientras cocinaba me parecieron algo sublime.

«Es preciosa», sentencié admitiendo por fin que llevaba colado por ella mucho antes que esas mujercitas llegaran a nuestras vidas y que, si no había caído antes rendido ante ella, se debía a sus reparos a que la gente de su pueblo la catalogara como una buscavidas. También fui consciente de que los sutiles cambios en su anatomía solo habían hecho avivar la hoguera de mi interior, convirtiéndola en un incendio.

Saber que mi amor era correspondido me hacía más difícil comprender que no sintiera celos de Agda cuando no era un secreto que me había acostado con ella. Por ello cuando se percató que la espiaba, no pude dejar de atraerla hacia mí y besarla, tratando de compensar que al día siguiente esa rubia llegara a la que ahora era su casa por derecho. Riendo al recibir mis caricias, me pidió que la dejar terminar la cena no fuera a quemarse, pero obviando sus suplicas la abracé con más fuerza. Esta vez no rehuyó mis besos y reaccionando con una pasión que desbordó mis previsiones, me rogó que la amara. Desabrochando su delantal, lo dejé caer al suelo mientras Tomasa buscaba despojarme de la camisa. La urgencia con la que nos desnudamos fue una muestra del deseo que nos dominaba y sin importarnos la cazuela que seguía al fuego, nos lanzamos de cabeza a sellar nuestro amor.

―Tómame, lo necesito― sollozó mientras entrelazaba sus piernas alrededor de mi cintura.

Esa necesidad era la mía y por eso no dudé en acercar mi erección a su sexo. Al sentir mi glande rozando su vagina, la mulata se empaló lentamente dejándose caer. Esa calma me permitió disfrutar de cómo sus labios se iban abriendo y sentir cómo mi pene se sumergía en la hogareña humedad de su coño.

―Te amo, mi dulce negrita― susurré en su oído absorbiendo las sensaciones.

―Te amo, mi perverso blanquito― contestó feliz al notar que la llenaba por completo y con la misma parsimonia con la que se había empalado, comenzó a moverse mientras buscaba mis besos.

Nuestras lenguas se entrelazaron en su boca y mis manos recorrieron sus pechos al ritmo que ella marcaba izándose y dejándose caer sobre mi miembro. Poco a poco fue exigiéndome más forzando y alargando mis penetraciones hasta que ya presa de lujuria, buscó su placer pidiendo que mamara de sus pechos. Ni siquiera había aproximado la boca a sus areolas cuando de pronto vi dos pequeños chorros emergiendo de ellas. Incapaz de rehuir a su llamada, abrí mis labios para apoderarme de sus pezones. Al sentirlo, gimió descompuesta acelerando los movimientos que tanto placer la proporcionaban mientras me rogaba que, aunque sabía que me tendría que compartir, nunca la dejara.

 ―Mi corazón siempre será solo tuyo― respondí impresionado con la hondura de sus sentimientos.

Esa frase con la que ratificaba que lo nuestro no era solo sexual la impulsó a incrementar más si cabe la velocidad con la que buscaba que derramase mi simiente en su interior. No me importó que esa belleza de ébano zarandeara mi virilidad como tampoco que en su lujuria clavara sus uñas en mi espalda marcándome como suyo. Tenía claro que el destino y esas arpías iban a proporcionarme distintas mujeres para que las fertilizara, pero también que al llegar la noche buscaría siempre los brazos de Tomasa.  Asumiendo que quizás hubiesen reservado un papel parecido a la mujer que estaba amando, curiosamente lo comprendí.

«Para ese par, somos la Eva y el Adán que formalizaran el nuevo pacto con su especie», pensé mientras una y otra vez mi glande chocaba con la pared de su vagina. Los sollozos de Tomasa me hicieron volver a la realidad y no pude más que olvidando mis reparos, buscar complacerla sin que el oscuro nubarrón que se cernía sobre nosotros pudiera ocultar mi alegría al saber que siempre la tendría a ella iluminando mi existencia con su cariño.

El placer no tardó en llamar a su puerta dada la insistencia con la que estaba horadando su fértil sembradío y voz en grito me informó que se corría al sentir que un orgasmo brutal se iba formando en el fondo de sus entrañas. Queriendo que mi propio clímax coincidiera con el suyo, aceleré el compás de mis caderas.

―Me corro― repitió mientras su cuerpo ardía de gozo con el cambio de velocidad.

Dando un lugar prominente a mi amada pareja, me olvidé de mi placer y busqué únicamente que ella disfrutara mamando de sus pechos. Al sentir nuevamente mi boca succionando hambrienta en sus pezones, Tomasa rugió convertida en una pantera y mordió mi cuello marcándome para siempre como su propiedad. Todavía no comprendo, pero sus dientes hundiéndose en mi carne me liberaron y sucumbiendo ante ella, acepté su autoridad como la gestora de mi destino mientras esparcía mi semilla dentro de ella. 

Seguíamos abrazados sobre la mesa de la cocina, disfrutando con los estertores de nuestros orgasmos cuando a nosotros llegó el olor a quemado.  Muerta de risa mientras apagaba la lumbre y tiraba el guiso a la basura, mi adorada diosa me acusó de ser el culpable de que esa noche tuviésemos que salir a cenar fuera.

―¿Dónde te apetece ir? – descojonado reconocí el pecado.

10

De acuerdo en cenar fuera, fuimos a notificar a “nuestras niñas” que esa noche iríamos a un restaurante especializado en pescado. Al llegar al salón, ambas seguían absortas viendo el final de la película sin percatarse de nuestra llegada mientras en la pantalla los actores se dejaban llevar por la corriente pensando que era el final de sus días. Viendo la angustia con la que recibían esas imágenes decidí que terminaran de ver como el padre del muchacho los recogía de la balsa salvándoles la vida. Tal y como esperaba, al ver que acababa bien y que la pareja era rescatada, sonrieron sintiéndose quizás representadas.

―Veo que os ha gustado― comenté al advertir que respiraban relajadas con ese final.

―Sí― contestó Ua mientras se secaba con una de sus mangas las lágrimas: ―Me sentía fatal pensando que esos muchachos y su hijito iban a morir sin poder hacer nada por evitarlo.

Por sus palabras comprendí que creían que lo que habían estado viendo era algo real y no producto de la imaginación de unos guionistas. Sentándome junto a ellas, les expliqué que no era un documental sino una historia ficticia. Como no parecían comprender lo que les decía busqué en mi móvil a Brooke Shields en la actualidad y mostrándosela en la pantalla, comenté que la joven que habían visto en esa isla ya tenía cincuenta y cinco años.

―Entonces, ¿no era cierto? ¿El cocinero no murió? ¿Ni nada de lo que vimos pasó en la realidad?

Desconcertado al comprobar lo poco que sabían de los humanos a pesar de sus mentes prodigiosas, dediqué más de un cuarto de hora en explicarles que al igual que los escritores plasmaban en sus libros historias, que o bien habían oído o bien se habían inventado, los directores de un film hacían lo mismo. Cogían sus vivencias o las de otros, le daban forma y creaban un producto con el que los espectadores disfrutaran. Que como en “el lago azul” algunas veces podía ser en plan romántico, pero también podía ser una comedia o incluso una película de terror.

―¿Quién paga para pasar miedo?― preguntó la rubia escandalizada.

Me abstuve de anticiparla que también había de guerras o de desgracias naturales, si se quedaban en la tierra ya tendrían tiempo de saberlo y dándolas por imposibles, les comenté que debido a la torpeza de Asa tendríamos que salir a cenar fuera.

―Serás cretino, mi pérfido amor. Si se me quemó la cena fue por tu insistencia en desperdiciar una simiente que tanto necesitan nuestras zorritas― respondió haciéndome también responsable de que esos dos bellos seres pudiesen pasar hambre.

―No te preocupes, Asa― replicó la pelirroja acariciando las ubres de la cocinera:― Nuestro macho tiene suficiente reservado para nosotras y si no lo tiene, buscaremos nuestro sustento en ti.

No pude evitar la carcajada al ver crecer bajo la blusa de la mulata sus pitones e imprimiéndoles prisa, les pedí que se cambiaran porque el sitio al que íbamos era el más elegante del pueblo y quería que estuvieran guapas para los parroquianos del lugar. Aceptando mi sugerencia las tres mujeres se fueron a preparar mientras me quedaba pensando en qué más ignoraban esas criaturas de los humanos. Media hora tardaron en estar listas, pero no me quejé al comprobar el esmero con el que se habían acicalado y sintiéndome un jeque árabe en compañía de su harén, les abrí la puerta del coche para que se subieran. No habían aposentado sus traseros en los asientos cuando empecé a escuchar a Gloria Estefan cantando uno de sus éxitos.

«Menos mal que nos les ha dado por el Heavy», sonriendo medité pensando que, si ese hubiera sido el caso, cualquier mañana me hubiesen despertado con el vocalista de Iron Maiden desgañitándose.

Los quince kilómetros hasta Puerto Jimenez me parecieron pocos al volante de ese prodigio de la ingeniería y apenas diez minutos después aparqué frente a Soda Marbella. Al ver la humildad de ese sitio, temí que la comida fuera acorde con el ambiente, pero Tomasa viendo mi cara me aseguró que era el mejor lugar para comer marisco de toda la zona. Creyéndola, apagué el coche y nos bajamos. Al aparecer en el local, la dueña dejó todo y acudió a saludar a su paisana. El afecto con el que las dos mulatas se trataron me tranquilizó ya que era seguro que la tal María se esmeraría en darnos de cenar estando su amiga entre nosotros. Lo que no preví fue que Manuel, el sargento, estuviese cenando en una de sus mesas con los gringos y menos que alzando la voz, nos invitase a acompañarnos. No deseando mostrar las pocas ganas que tenía de disfrutar de la compañía de los agentes de la CIA intenté disculparme, pero entonces actuando con una temeridad indiscutible vi que Ua e Ía se sentaban, dejando a Tomasa entre los dos hombres y a mí a la derecha de Sara.

―Me viene estupendo su llegada― dijo la oriental en cuanto tomé asiento y señalando discretamente a las supuestas nórdicas preguntó: ―¿Me puede explicar por qué prefirió que pasaran como sus amantes y no como sus estrechas colaboradoras?

 Tomando la servilleta y llevándola a mis piernas, contesté:

―Secreto industrial. Si me da dos días, comprenderá porque estas crías se han desplazado hasta aquí.

―¿No puedes anticiparme algo?― insistió tuteándome por vez primera.

Por su tono, intuí que esa monada de ojos rasgados estaba afectada por mis hormonas y que lo que realmente quería era saber si tendría alguna posibilidad de acabar en mi cama. Sonriendo, cogí su mano y murmuré en su oído:

―Pasado mañana, la invito a cenar y le cuento todo lo que usted ya sabe.

No supe si enrojeció al sentir mis dedos jugueteando con los suyos o porque hubiese descubierto que había violado mi intimidad escarbando en mis negocios, lo cierto es que no hizo ningún intento de quitarla mientras las dos criaturas no perdían detalle de mi comportamiento. Y no menciono a Tomasa, porque bastante tenía la pobre con defenderse del acoso al que la estaban sometiendo tanto Manuel como el rubio gigantón compitiendo entre ellos para que les hiciera caso.

―Sara, ¿tienes un marido o una pareja esperando en Estados Unidos?― con desfachatez preguntó Ua forzándola a descubrirse.

Para mi sorpresa, la agente no se quejó de esa intromisión en su vida privada y sin dejar de mirarme a los ojos, le respondió que vivía en San José y que estaba soltera y sin compromiso. Juro que me quedé helado al ver que disimuladamente la pelirroja hundía sus hembras en el brazo de la oriental y más cuando satisfecha con lo que había encontrado en ese breve examen, sin preguntarme le ofreció que la próxima vez que viniera a la zona se quedara en mi casa.

―No me gustaría molestar― ajena a haber sido auscultada, respondió diplomáticamente no queriendo evidenciar la ilusión que le había hecho esa propuesta.

Supe que habían visto algo en los genes de la investigadora que cuadraba con su misión, pero nunca me imaginé que desde el otro lado de la mesa y apoyando a Ua, Ía insistiera:

―No molestaría, Miguel tiene una cama grande donde le haríamos un sitio.

O bien durante el examen habían preparado el terreno con una inyección de estrógenos o por el contrario esa joven policía tenía la sexualidad a flor de piel, porque en vez de escandalizarse se mordió los labios mientras contestaba que se lo pensaría. Nuevamente Ua, haciéndole una carantoña en la mejilla, traspasó los limites susurrando en su oreja el placer que obtendría cuando yo, su amado jefe, hundiera mi boca entre sus piernas. En vez de levantarse e irse, Sara instintivamente cerró sus rodillas al imaginarse mi lengua jugando en su sexo. Su entrega hizo que bajando la mano por debajo del mantel la pelirroja comenzara a recorrer con sus dedos los muslos de la mujer mientras las miraba petrificado.

―Una cerveza― pedí al camarero consciente de que en esos precisos instantes Ua estaba explorando los límites a los que podría llegar la calentura de esa asiática.

―Otra para mí― sollozó ésta al sentir una yema hurgando por debajo del tanga que llevaba puesto.

Tras comprobar la pelirroja la humedad que anegaba la entrepierna de su víctima, decidió que era suficiente. Sacando su mano de debajo de la mesa, llevó sus dedos impregnados de flujo mientras dulcemente me pedía que se los lamiera para que así pudiese confirmar si me iba a gustar el conejo que pasado mañana tendría para cenar. Al comprobar que Sara esperaba ansiosa el resultado, saqué la lengua y caté por anticipado ese manjar. No mentí cuando cediendo a mi propia lujuria, respondí que estaba delicioso pero que prefería tomarlo directamente de su envase. Al escuchar mi burrada, la agente empezó a temblar y ante mi sorpresa, se corrió calladamente mientras, ignorando el orgasmo que estaba sufriendo su compañera, Erik contaba un chiste a la mulata, tratando de ganarse su favor.

Con las risas de Tomasa todavía resonando en sus oídos, Sara se disculpó diciendo que necesitaba ir al baño y levantándose, huyó. Ua esperó a que desapareciera para reírse de sus prisas en ir a masturbarse y como si fuera una información que me interesara, me hizo saber que estaba en sus días fértiles por lo que, si la acompañaba al servicio, era seguro que la dejaría embarazada.

―Los hombres no siempre buscan tener descendencia al tomar a una mujer― musité en voz baja: ―La mayoría de las ocasiones es lo último que queremos. Con el placer nos basta.

Mis palabras las dejaron pensando y fue la rubia la que finalmente me hizo la pregunta que debía estar rondando en sus mentes desde hace un par de días:

―Entonces, no te importaría amarnos como mujer sabiendo que con ello no tendrías un hijo.

Tal y como había planeado si se entregaban a mí, eso las haría humanizarse y por eso,  contesté :

―No tenéis por qué preocuparos al no querer ser madres. Si algún día decidís que os tome, decídmelo y lo haré encantado.

―¿Puede ser hoy? Mi amado Íel― preguntó totalmente colorada su compinche.

Comprendí que la dichosa película y la forma en que la protagonista había descubierto su sexualidad les había entusiasmado cuando, acompañando a la pelirroja, la rubia propuso esa noche que durmiéramos en la playa.

―¿No preferís la cama? Es bastante más cómodo para vuestra primera vez.

 Para mi sorpresa, aceptaron siempre que me comprometiera a amarlas otro día a la luz de la luna con el rumor de las olas como música ambiente. No me quedó duda que esa cursilada la habían sacado de una canción. Lanzándolas un beso, se lo prometí mientras pedía una botella de vino para saciar la sed que esa petición había creado en mi garganta. Si bien era algo que buscaba, saber que en cuanto llegara a casa las tendría por fin me tenía de los nervios, ya que no recordaba haber desvirgado a alguien.

«La primera vez es importante», me dije pensando en mi ex y en los miedos que un estreno lamentable había provocado en ella y que, por culpa del bruto de su novio de entonces, quedó marcada para siempre.

Seguía pensando en eso cuando acomodándose la ropa Sara salió del baño y volvió a la mesa. Su sofoco no había desaparecido y por eso cuando se sentó le costó hablar y permaneció callada mientras Erik monopolizaba la conversación contando anécdotas de su trabajo. La cordialidad que mostraban los investigadores asignados al accidente me informó que nos habían descartados como sospechosos y por eso me permití preguntar a la oriental cómo iban sus pesquisas.

―Estamos en un callejón sin salida― reconoció: ―Todo lo que envuelve a este caso es muy raro. Nuestros jefes nos mandaron a indagar creyendo que era o una nave rusa o una china dado que según el radar apareció de improviso a más de diez mil de altura y solo los aviones militares llegan a esa altura. Al tomar muestras del amasijo de hierros, nuestros científicos comprobaron que eran de una aleación desconocida de la que nunca habíamos oído hablar.

―Entonces habéis llegado a la conclusión que sea de quién sea os llevan la delantera― comenté.

―Eso pensaban, pero tras un segundo análisis descubrieron la presencia de metales que no existen mas que teóricamente y eso ha abierto otras posibilidades― declaró en voz baja, temiendo ser oída.

Esa locuacidad en una espía no era normal en una espía y con el convencimiento de que algo habían tenido que ver Ua y su examen, insistí en qué país centraban ahora sus sospechas. Viendo que Erik seguía tonteando con mi mulata, musitó:

―Una parte de los expertos consultados no creen posible que su origen sea terráqueo.

Quitando importancia a la confidencia que me acababa de hacer, me reí haciéndole ver que solo los muy crédulos creían en Ovnis.

―Eso pensé al principio, pero al investigar los restos biológicos llegaron a la conclusión que esos seres respiraban amoniaco.

Esa información sobre los antiguos protectores de las muchachas me interesaba y a pesar de que intenté que no se me notara, no estoy muy seguro de que lo hubiera conseguido al preguntar:

―¿Me estás diciendo que lo que en teoría eran unos pulpos en realidad eran los tripulantes y que encima eran alienígenas?

Dudó antes de responder:

―Que no eran de aquí, parece claro… pero gracias a que sus cuerpos estaban casi intactos los biólogos pudieron examinarlos y hallaron que, por el tamaño de sus cerebros, esos bichos no podía ser los pilotos ya que debían tener una inteligencia muy limitada.

Mi cara de sorpresa alertó a las crías que algo pasaba y por ello pudieron escuchar a la oriental comentando que esa era la razón por la que ellos seguían ahí, ya que buscaban supervivientes.

―No habéis pensado en que pudiera ser una nave no tripulada― pregunté tratando de abrir otra línea de investigación.

            ―Lo hemos contemplado, pero la trayectoria que siguió antes de estrellarse sugiere que esa nave dejó algo en la superficie antes de volverse a elevar y estrellarse.

            Olvidándome de ella, observé a las crías y descubrí que rehuían mi mirada al darse cuenta de que Sara acababa de desmontar la versión que nos habían dado. El accidente era una coartada para ocultar que premeditadamente las habían dejado frente a mi casa. Mi cabreo no evitó que siguiera indagando y acomodando mis ideas, pregunté si entre las diversas hipótesis de trabajo creían que los pasajeros del ovni habían desembarcado con anterioridad al accidente. Temiendo quizás haber hablado ya de más, Sara aprovechó que llegaba el camarero con la comida para no responder. Reconozco que me quedé con ganas de averiguar qué más sospechaban,  pero sabiendo que en dos días cenaría con ella a solas, decidí no insistir y probé mi langosta.

Al comprobar que Tomasa no había mentido al alabar la cocina del lugar, miré a la negrita y comprobé que estaba gozando con las atenciones del gigantón. Recordando lo mal que lo pasó durante su matrimonio y que apenas acababa de redescubrir el sexo, no quise que dejara de disfrutar de su renovado atractivo y me dediqué a agasajar a Sara preguntándole por su vida. Así me enteré de que llevaba en Costa Rica dos años y que antes había estado destinada en México. Nuevamente la oriental se fue de la lengua comentando pasajes por los que ni siquiera le había interrogado y me explicó que su novio la había dejado apenas hacia seis meses por que no aguantaba sus prolongadas ausencias.

―No podía aceptar que antepusiera mi trabajo― se quejó.

Rompiendo el mutismo en que se había instalado, Ía le preguntó si se había buscado alguien que le supliera.

―No he tenido ni tiempo ni ganas hasta ahora― respondió buscando en mis ojos una señal que le permitiera creer que estaba interesado en ella.

Su desamparo me impactó porque no en vano la había catalogado como una persona autosuficiente, capaz de conseguir al hombre que le viniese en gana. Al saber que no era así y que tras la fachada de funcionaria de inteligencia se escondía una mujer indecisa, me permití decir:

―No te preocupes ya llegará tu momento. Eres una mujer preciosa.

Mi piropo consiguió el efecto contrario al que quería. En vez de sonreír, Sara se echó a llorar desconsolada diciendo que su tren había pasado. Para mi sorpresa, Ua que estaba a su lado dejó de comer y la acogió entre sus brazos, intentando consolarla.

―Desahógate, estás entre amigos― susurró mientras acariciaba a la joven.

Desde mi silla, estaba observando que esos mimos no tenían ninguna connotación sexual y que únicamente buscaban confortarla, cuando de repente caí en las lágrimas que recorrían las mejillas de la pelirroja. Intrigado miré a su compañera y descubrí en sus ojos, que de alguna forma ambas estaban compartiendo el dolor de Sara.

«No pueden dejar de sentir empatía por ella», me dije viendo en ello un arma que usar contra esos seres.

La confirmación que en su naturaleza estaba el solidarizarse con los desafortunados e intentar hacerles mas llevaderas su angustia vino cuando imitando a Ua, la rubia acercó su silla a donde permanecían abrazadas y trató de ayudarla preguntando qué podía hacer para que se sintiera mejor mientras hundía sus apéndices bajo el pelo de la oriental. Consciente que nadie podía ver lo que estaba haciendo, me quedé esperando el resultado de su examen. Solo habían pasado unos segundos cuando, girándose hacia mí, Ía me rogó que tomara de la mano a Sara.

―Necesita tu contacto― me dijo con tono dulce confirmando de esa manera que había visto en la mente de la oriental que yo era la solución a sus problemas.

No pensé en cómo lo había averiguado ni en que quizás la congoja de esa mujer se había visto magnificada por haber sido manipulada por ellas e instintivamente cogí la mano de Sara. Tal y como había previsto la rubia, ese gesto consiguió aplacar la espiral autodestructiva de la agente y poco a poco se fue tranquilizando.

―Gracias― sin soltarme, musitó ya más repuesta y viendo que del otro lado de la mesa su asistente seguía charlando animadamente con Tomasa, intentó disculpar su arrebato bajando el volumen de su voz.

―No has hecho nada por lo que tengas que pedir perdón― le dije mientras recriminaba con los ojos a los dos seres su supuesta metedura de pata. Confirmé que era así y que habían contribuido a incrementar la zozobra de esa agente cuando totalmente avergonzadas fueron incapaces de sostenerme la mirada.

«Eso les ocurre por sentirse Dios», murmuré para mí cabreado: «No comprenden a los humanos y aun así se atreven a manipularnos».

Haciendo un gesto a la rubia, le pedí que me acompañara al baño. Sabiendo sus culpas, Ía se levantó acojonada y en silencio me siguió por el restaurante. Cuando ya nadie podía vernos, la cogí del brazo y le eché una bronca que no estaba destinada solo a ella sino a las dos, acusándolas de ser una irresponsables al no saber medir sus actos.

―Los humanos no somos vuestras mascotas y menos vuestras cobayas― le dije mientras la zarandeaba.

Hoy sé que me pasé de violento y que no medí mi fuerza, pero estaba fuera de mí cuando al ver que no parecía comprender su pecado le solté un tortazo que la tumbó. Lejos de compadecerme de ella al verla despatarrada en el suelo, volví a mi sitio. Ua supo que algo había pasado al verme solo y disculpándose con la oriental, fue en busca de su compañera. Sara aprovechó que se habían ido para comentar la suerte que tenía al tener dos colaboradoras tan amables.

«Amables, ¡mis huevos! ¡Son un par de zorras!», mentalmente exclamé sin exteriorizar mi disgusto ante ella.

Al cabo de unos minutos y cuando ya estábamos en el postre, retornaron cabizbajas y en silencio se sentaron lo más alejado posible de mí. Pasando de ellas,  pedí un whisky que me hiciera olvidar mi enfado. Tomasa que hasta entonces se había mantenido al margen se percató al instante de la actitud reservada que mantenían y corriendo a su lado, les preguntó que había ocurrido. Con lágrimas en los ojos, Ía se lo explicó creyendo quizás que obtendría consuelo, pero en vez de ello, la mulata se indignó y les dijo que ella les hubiese dado una paliza por irresponsables.

―Habéis tenido suerte que fuera Miguel y no yo― les espetó dejándolas solas rumiando su desesperación.


Relato erótico: “Exhibiendome en la playa 3” (POR JESSICA99)

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Jueves.

Al abrir los ojos por la mañana, siento a mi novio justo a mi lado, aun dormido. Yo estoy acostada de costado, dándole la espalda, pero siento su brazo sobre mi cuerpo desnudo. Me giro lentamente aun acostada, para quedar de frente a él, y lo primero que noto es su desnudez, y su pene erecto, de seguro debe estar soñando algo interesante. Siento entre mis piernas como mi humedad empieza a incrementar, así que me incorporo un poco para poder bajar hasta el miembro de mi novio, el cual primero empiezo a contemplar en todo su esplendor, para pasar pocos segundos después a lamer suavemente. Mi novio sigue dormido, a pesar de que ya no solamente paso mi lengua por su pene si no que más bien empiezo a mamar su pene ya en toda regla, primero solo entra su cabeza en mi boca, pero mi excitación me lleva a seguir más y más, y al poco rato ya estoy tragándome todo lo que me es posible de ese enorme falo, que por sus dimensiones nunca me es posible tragármelo completo.

El, increíblemente sigue dormido, o al menos, tiene los ojos cerrados, y no ha dicho nada, igual, a mí no me preocupa, estoy muy entretenida en lo mío. Mientras estoy en mi faena, noto como poco a poco él se ha ido girando hasta estar acostado sobre su espalda, pues al inicio estaba recostado de lado, y mi posición ha cambiado también, ahora ya estoy a 4 patas sobre la cama, aunque mi boca no se ha despegado de aquel aparato de placer. Siento que ya mi vagina está inundada, y palpitando a más no poder, la noche anterior no tuve placer por ese orificio, lo que me provoca aun mayor deseo. Ya no puedo más, por lo que mi boca abandona su labor, subo como una gata sobre el cuerpo de mi amante y sin mayor dificultad ingreso la cabeza del pene en mi chochita… uffff!!!! Que placer tan inmenso, no doy tregua a mi desesperación y me dejo caer sobre toda la longitud de esa deliciosa picha, siento como me llega a lo más profundo de mi ser y de mi boca se escapa un chillido de placer, seguido por el inicio de mis movimientos arriba y abajo. Me coloco con mi culito en pompa, y bajo mi torso hasta tener mis tetas prácticamente rozando la cara de mi pareja, en ese momento siento como su lengua empieza a jugar con mis pezones, señal inequívoca que ya él está despierto y totalmente consiente de la situación, lo que provoca en mí una excitación aun mayor y mi sube y baja aumenta de ritmo. Mis gemidos ya son gritos, estoy totalmente fuera de mí y mi primer orgasmo no tarda en llegar, es enorme, largo, ayudado por mi novio, quien ya en ese momento no lame mis pezones, los devora!!! Mis tetas están en sus manos y boca, muerde mis pezones, y con una mano jala del pezón que está libre, llegando a provocarme dolor, pero es un dolor placentero. Mi mano izquierda busca mi culo, que se mueve a un ritmo de infarto, arriba abajo, toco el pene de mi novio, que por momentos queda prácticamente fuera de mí, para volver a insertarse por completo en mi vagina, la cual siento totalmente mojada, en exceso quizás, mis dedos están llenos del fluido que emana mi cuerpo, y mi excitación me lleva a meterme mi dedo medio en mi ano, necesito sentirme llena ahí también, en ese momento llega mi segundo orgasmo, y casi en seguida, al introducir mi dedo índice en mi culo junto al medio siento el tercer orgasmo, aun sobre el segundo si es eso posible. Mi novio se percató de la situación, y fue el detonante para que inundara mis entrañas con su lechita caliente. Una vez término de correrse escuché como me susurraba al oído:

-Espero que me dejes la pinga así de reluciente como la tenía antes de que te sentaras sobre ella.

-Si amor, enseguida estará limpiecita, le contesté yo, mientras me sacaba su tranca de mi chochito y cambiaba de postura colocándome en posición del 69 para limpiarle su pene con mi boca y al mismo tiempo darle mi chochito para que el haga lo que quisiera. Empecé por lamer todo aquel instrumento en todo su largo, por todos sus costados, al mismo tiempo que engullía de vez en vez toda la tranca hasta donde mi garganta me lo permitía, que aun cuando ya su pene no estaba en su máximo esplendor, aun así es lo suficientemente grande como para ahogarme al intentar introducirla toda en mi boca. Al momento de estar en este proceso, siento como mi novio no pierde tiempo y comienza la misma labor en mi vagina, pasando su lengua por todo mi sexo, provocándome una sensación maravillosa y sacándome varios gritos de placer.

-Te gusta esto verdad perrita, me decía él.

-Si amor, me encanta como me haces sentir.

-Hoy has empezado el día siendo una buena zorrita, seguía él.

-Soy lo que tú quieres que sea, y haré lo que me pidas amor, todo para satisfacerte.

-Así me gusta perrita, hoy te estas portando de maravilla, por lo que hoy te daré el día para que sean las cosas a tu gusto. Eso fue como recibir un premio para mí. Al poco rato, ya había terminado de saborear la mezcla de jugos míos y de mi novio y su pene estaba totalmente limpio, igual él había terminado su faena en mi sexo, me incorporé y levante de la cama, el vino atrás mío y se fue directo a la ducha, donde se bañó y en menos de cinco minutos ya estaba listo para salir a su rutina de ejercicios.

-Ya me voy Jess, regreso al rato.

-Está bien amor, le dije, y agregue como con cierta duda, que debo ponerme hoy amor?

-Lo que tú desees, hoy es tu día perrita. Dicho esto, salió por la puerta dejándola abierta el muy carbón. Me acerque a la puerta para cerrarla y vi que nuevamente estaban en la piscina los chicos del día anterior de la limpieza. “Vaya servicio de limpieza, todos los días” pensé para mis adentros. En ese momento observé como mi novio se encontraba con Carlos, el novio de Andrea que justo estaba saliendo de su habitación, se quedaron platicando juntos por unos instantes y luego se marcharon juntos. Cerré la puerta antes de que los chicos de la piscina notaran mi presencia, y me fui a dar una ducha. Sabía que mi novio estaría fuera al menos por dos horas, y no tenía ninguna intención de quedarme todo ese tiempo en la habitación, así que me duche y una vez terminado fui en busca de mi maleta. Busqué el bikini que usaría ese día, y pensando en la presencia de mi amiga pues iba a ponerme el bikini completo, aun cuando no tengo ninguno que cubra en realidad mucho, al menos escogería uno que tenga la parte superior, ya que en la parte inferior todos son prácticamente iguales, es decir, micro bikinis. Escogí uno, que si bien no es el más grande, si me sentía muy cómoda en el, la parte superior tiene en lugar de triangulitos para tapar los senos, o más bien los pezones en mi caso, unos pedazos de tela como en forma de gota, que si bien son más chicos que los triángulos y apenas llegan a tapar las aureolas de mis pechos, no dan la sensación que si provocan los triángulos de que los senos se te salen por la parte de abajo. Lo único con este bikini es que la parte inferior también es un retazo en forma de gota lo que cubre a duras penas el sexo, y a parte del tamaño, es en color azul como escarchado, por lo que es muy notorio el tamaño. Igual me lo puse y me admiré como era de esperar en el espejo. En seguida busqué entre los zapatos que traía, y encontré los zapatos azules, de tiritas que cubren todo el pie y que suben hasta los tobillos, claro, de tacón de aguja, y estos súper altos, con plataforma en el frente. Me los puse y en eso vi sobre la maleta las bolitas chinas del día anterior, las cuales tomé sin dudarlo y sin ninguna contemplación me las introduje en mi vagina una tras otra sin ningún tipo de lubricante y pegando un aullido con la entrada de cada una de las tres bolitas, dando alguna dificultad la tercera pues al intentar meterla, las otras dos que ya estaban dentro no la dejaban entrar, y al no estar lubricada no se querían mover, pero al fin las forcé y entraron, no sin sentir un poquito de dolor y pegar un grito más fuerte. Hecho esto, me recompuse el bikini, o en realidad coloqué nuevamente el hilito entre mis labios, pues el bikini a la altura de mi vagina es solo el hilito. Busqué un pareo a juego, en color azul, que es como de ceda transparente, me lo coloqué, tome la toalla, el bronceador y mis anteojos de sol y me fui hacia la piscina.

Al salir de la habitación, lo primero que acapara mi atención es la mirada de los chicos de la piscina, quienes parecía que estaban más pendientes del momento en que saldría por la puerta que de su trabajo. Esta sensación de ser el centro de atracción me causa cierto morbo, por lo que mi forma de moverme se vuelve más sugerente, camino con pasos más firmes, de modo que mis tetas se bambolean de un lado a otro, esta vez con la seguridad de que el bikini no permite que mis pezones se escapen y la parte baja es más ajustada también que la del día anterior, así que, por más movimiento no habrán “accidentes” el día de hoy. Dejo mis cosas sobre la misma silla de ayer, y me dirijo ahora hacia la habitación de Andre. Toco su puerta y en seguida sale ella. Andrea está igual que yo, con un bikini puesto, bastante más recatado que el que traigo yo, en color negro, y aunque es de hilo, es de esos que tienen tela en toda su extensión, no simples tiritas como los que yo uso, aparte lleva unas sandalias tipo “chanclas” en sus pies.

-Hola Andre, la saludé.

-Hola Jessi, contesta ella al verme, y después de hacerme un repaso de arriba abajo me dice:

-Veo que vas a dar de que hablar hoy!!!

-Ja j aja, pues si, como siempre, le contesto de forma picara.

-Vienes a la piscina? le pregunté.

-Justo me estaba terminando de alistar para salir, respondió ella.

-Como que estamos coordinadas, le dije riendo un poco. Dale, te espero acá, trae tus cosas!!!

-Voy, solo déjame buscar la toalla. Dicho esto, se dio media vuelta y fue por su toalla. Regresó y salió junto a mí y nos dirigimos a la piscina. Ahora éramos dos chicas para admirar lo que tendrían los de la limpieza.

-Vamos a tener público hoy, le dije a Andre.

-Estoy notándolo, pero igual sé que serás el centro de las miradas!!! Ja j aja

-Espero que no me dejes sola!!!

-Aquí estaré, no me voy a ir, me dijo Andre como eludiendo la cosa.}

-Andre, me refiero a las acciones, sabes que como mínimo haré topless, y espero que no te cortes, le dije yo con plena sinceridad.

-Ya veremos, me dijo ella con una sonrisa maliciosa, cosa que le conozco muy bien cuando sé que tiene algo entre manos. Esa situación no me tranquilizó del todo, pero igual sabía a lo que venía yo. Mientras veníamos conversando hasta llegar a las sillas, los chicos de la limpieza no perdían detalle alguno, al llegar a las sillas, miré a Pedro y le saludé a la distancia con un “hola” y un gesto con la mano, aparte de mirarlo de una manera muy picara. En seguida nos colocamos cada una en una silla. Yo tomé la toalla que había dejado ahí y la estiré para colocarla en la silla de la misma forma que hice el día anterior, dándole la espalda a la piscina, y por ende a los chicos, y sin flexionar las rodillas me inclinaba sobre la silla acomodando la toalla. Andrea realizó la misma acción, claro, sin ser descarada como yo, y más bien tratando de ocultar lo más posible su anatomía. Las sillas estaban separadas escasamente por 10 centímetro, por lo que al recostarnos en las sillas podíamos platicar en voz baja sin que nadie más escuchara. Nos recostamos las dos, e inmediatamente Andrea me comentó:

-Veo que ya tienes amiguitos aquí.

-Pues sí, ayer estaban aquí también limpiando la piscina.

-Ahh… debo imaginar que el chico delgado fue el afortunado. Por desgracia, Andrea me conoce muy bien, y sabe de mi afición a darle privilegios al chico menos agraciado de un grupo.

-Pues sí, como siempre, no te equivocas, ayer estaba sola, y ya sabes, no puedo darme crema en la espalda. Dicho esto, tomé la botella de bronceador y empecé a rosearme el cuerpo con él. Miré a Andrea, ella también estaba en lo mismo, colocándose crema por el cuerpo. Sin pensarlo mucho, solté la parte superior de mi bikini y dejé mis tetas al aire. Andrea me miró con cara de desaprobación primero, pero luego se hecho una risa y me dijo:

-No esperes que yo haga lo mismo.

-Porque no? No sería la primera vez que lo haces. Se lo dije porque más de una vez que fuimos juntas a la playa hacíamos topless juntas, incluso en algunas ocasiones ellas se animó a hacer nudismo con migo.

-Lo sé, pero con Carlos no me gusta hacerlo, él podría no agradarle verme así, te digo, la primera vez que me vio en hilo no le agradó mucho. Eso me puso a pensar un poco en la situación, y si bien el día anterior ya Carlos se había deleitado viéndome las tetas, le dije a Andrea:

-Andre, si te molesta que Carlos me mire en tetas me pongo la parte superior, no quiero ser el motivo para situación incómoda.

-Tranquila Jess, más bien quédate así, con suerte Carlos cuando viene al verte así no se pone celeste si yo te imito, que ya sabes que igual me gusta estar en tetas…

-Ahh, entonces más bien si quieres me quito la parte de abajo!!! Le dije ya eso con un tono un tanto jocoso.

-No tienes que convencerme para saber que eres capaz de desnudarte aquí mismo, con lo descarada que eres. Nos echamos una risa las dos, me coloque las gafas y me recosté un poco. Empecé a mirar a nuestros observadores, quienes no habían perdido detalle alguno de nuestras acciones, yo aún me estaba masajeando las tetas con el bronceador, y luego baje mis manos hasta mi sexo, como para reacomodar un poco la tanguita y emparejar en esa zona también el bronceador. Los chicos seguían enfocados en mi cuerpo, especialmente Roberto, el chico grandulón. Terminé de masajearme, y procedí a tirar mis brazos atrás, por sobre mi cabeza, y arqueando un poco mi cuerpo hacia atrás, levantando un poco la espalda, como en posición de estiramiento. Tenía una pierna totalmente estirada, y la otra flexionada un poco, como si estuviera posando para una fotografía. En esa posición me mantuve un largo rato, hasta que decidí que era hora de darme vuelta. En ese mismo instante, vi que Andrea había tomado la misma decisión, e inmediatamente me miro y me dijo:

-Me podrías pasar el bronceador por la espalda Jess???

-Ja ja ja, justamente te iba pedir lo mismo. Yo te lo pongo a ti primero, luego tú lo harás con migo, le dije.

-No, yo lo colocaré primero, dijo ella, a lo que accedí. Me tumbé boca abajo y ella comenzó a colocar el bronceador en mi espalda, glúteos y piernas. Una vez me tuvo atomizada, comenzó con el masaje, desde mi cuello, y fue bajando lentamente, hasta llegar a mi trasero, donde se detuvo y de pronto exclamó:

-Qué es esto Jess!!!! Claro, había visto el hilito que salía de mi vagina, eran las bolitas chinas, y yo lo había olvidado por completo.

-Shhhhhhhhhhhhh, cállate, que te va a escuchar todo el mundo.

-Pero que eres puta Jess, dijo ella ya en voz muy baja.

-Sí, sí, pero ya, no te fijes más y sigue con lo que estabas Andre. Andrea sin embargo no me hizo caso, y tomó el hilito y lo empezó a jalar hasta lograr sacar una bolita de mi vagina. Eso hizo que mi sexo empezara a palpitar, yo no podía más que disfrutar el momento, y más bien levante mi culo un poco para que ella tuviera un mejor acceso a él. Ella se había sentado al lado de mi silla, por lo que los chicos de la limpieza no tenían una buena visión de lo que sucedía en ese momento, o al menos así calculé yo según su posición, mientras tanto, Andrea siguió tirando del cordón y saco la segunda bolita, a lo que volvió a exclamar.

-Pero de cuantas es Jess???

-Queda una más, le dije yo con una voz jadeante.

-Por lo menos hoy no traes nada en tu culo cabrona. Esto lo dijo con un tono que para mi criterio los chicos sin duda tuvieron que escucharlo, y pues, no estaba equivocada, Roberto lo vi que se empezó a aproximar con la red de limpieza hacia nosotras, bordeando la piscina desde el costado donde estaba Andrea sentada en mi silla. Esa situación me hizo calentarme aún más, ya que Andrea de eso no se podía percatar, pues Roberto venía a sus espaldas, y de todas formas ella estaba muy concentrada en mi juguete. Justo cuando sentí que Roberto estaba atrás mío, con una visión inmejorable de mi trasero, sentí como Andrea volvía a dar un tirón de la cuerda sacando la última bolita de mi vagina, momento en el cual escuche un gran estruendo en la piscina, a lo que reaccionamos ambas a mirar y la sorpresa era que Roberto estaba en la alberca, cosa que no pudimos saber ninguna de las dos si fue por la impresión de ver a Andrea sacando las bolitas de mi vagina, o por estar viendo la situación se tropezó y cayó en la piscina. Nos levantamos las dos de nuestras sillas, y al mismo tiempo Pedro corrió desde el lado contrario de la piscina hasta nosotras, para ayudar a su compañero, el cual salió por sus medios de la piscina y comenzó a excusarse que se resbaló en la orilla de la piscina al intentar atraer unas hojas que estaban a la mitad del tanque. Andrea y yo regresamos a nuestro sitio, mirándonos una a la otra y riendo, Andrea había dejado las bolas chinas sobre mi silla, a plena vista, así que al llegar a mi sitio tome las bolitas y me acosté nuevamente en mi sitio, para que Andrea siguiera con lo que no había terminado. Yo empecé a lamer una a una las bolitas, ya con un poco de descaro, aunque mi cabeza estaba al lado contrario del sitio donde estaba Andrea y los chicos, al menos Andrea sabía lo que hacía.

-Que pretendes con esas bolitas Jess? Pregunto Andrea mientras me masajeaba las piernas.

-Pues que las coloques en su sitio nuevamente, le dije con mucha naturalidad.

-No, no, eso lo tendrás que hacer tu misma.

-Pero tú las has sacado, protesté yo, como en súplica.

-Mmm, bueno, dame acá eso entonces, me dijo ella de manera maliciosa. Andrea tomo las bolitas que ya yo había ensalivado bastante, y me dio una nalgada para que levantase el culo, yo lo hice y giré mi cabeza para intentar observar la situación. Los dos chicos no se habían ido, estaban como estatuas observando la acción, incluso me sorprendí un poco de ver que Andrea no se había cortado lo mas mínimo por eso, tomó las bolas y coloco la primera sobre mi vagina, apartó el hilito que estaba metido entre mis labios y ejerció presión sobre la bolita, la cual entró esta vez sin ninguna dificultad dado que el morbo de la situación me había excitado y ya mis jugos se hacían presentes en mi sexo. Sin perder tiempo, colocó la segunda bolita y la metió de igual forma, con esta yo solté un gemido leve, pero audible. Andrea tomó la tercera bolita, que colgaba entre mis piernas, pero esta vez no se apresuró, empezó un masaje con la bolita por mi sexo, y sobre todo en mi clítoris, calentándome sobre manera, entonces me preguntó:

-Quieres que la meta???

-Siii… contesté yo casi suplicando.

-Mmm… o prefieres que siga con esto, volvió a decir, mientras seguía con su masaje en mi clítoris.

-Métela por favor Andre, no seas malita que me estás haciendo sufrir… Le dije yo ya muy jadeante, y sin importarme si los chicos me escuchaban o no. Andrea siguió algunos segundos más con su juego y en seguida me metió la última bolita en mi clítoris, seguido por su dedo índice, el cual igual se fue hasta el fondo empujando las bolitas y todo el cordón también.

-Así no se te ve el cordón Jess, me dijo la cabrona como para que no replicara yo. Igual no lo haría. Ella saco su dedo, coloco el hilo de mi bikini nuevamente en su lugar y me dijo:

-Estas lista!!! Con una sonrisa como que acá no ha pasado nada. Andrea regreso a su sitio, y yo me quede tendida en la misma posición por al menos medio minuto mientras me recuperaba de la situación. Acto seguido la volví a ver y ella igual me miraba:

-Qué esperas? tienes que ponerme el bronceador, dijo ella. Reaccioné con lentitud, aún estaba un poco aturdida por lo sucedido, y no tanto por lo que me hizo, sino más bien por el morbo que me provocó el que Andrea hiciera lo que hizo y que no le importara el hecho que los dos tipos estaban observando detenidamente todo. Me incorporé lentamente, me senté sobre mi silla y luego me levanté, como buscando posicionarme para proceder a darle crema a André. Note que ya los dos tipos de la piscina habían retomado sus labores, claro, no dejaban de mirar hacia nosotras, por lo que me sentí nuevamente excitada y pensé por un instante mi siguiente movimiento. Me coloqué a cuatro patas sobre mi silla, inclinada hacia Andrea, que en ese momento miraba hacia el frente de ella sin ver lo que yo hacía, mucho menos lo que hacían nuestros observadores, de esta forma, mi trasero daba hacia la piscina y hacia ellos por ende. Tomé la botella de bronceador de Andrea, y me puse un poco de crema en las manos, comencé a esparcir la crema por su espalda, despacio y lo más sensualmente posible. Andrea llevaba su bikini completo, por lo que sin decirle nada tome las cintas que amarraban su bikini por atrás y las solté. Ella inmediatamente reaccionó y me miro sobre su hombro, pero no dijo nada, y con una sonrisa colocó su cabeza nuevamente en la posición que tenía. Yo seguí con el masaje, y fui bajando poco a poco hasta llegar a la parte baja de su espalda. En ese momento, eché mi vista atrás y vi que nuevamente los chicos estaban totalmente idos con nuestro accionar, y claro, también tenían una vista fenomenal de mi culo, y posiblemente de mi vagina que sentía como el hilo de mi bikini ya estaba totalmente hundido entre mis labios. No me importaba, y más bien traté de levantar más el culo si eso era posible, y abrí un poco más mis piernas para dar una mejor visión, al tiempo que empezaba a magrear el culo de Andrea. Ella empezó a notar que mis manos ya hacían más que simplemente poner bronceador en sus nalgas, ahora era mi turno de hacerla sufrir al menos un poco, por lo que empecé a adentrar mis dedos entre sus dos cachetes, hundiendo tolo lo que fuese posible su hilo entre las nalgas. En cuanto mis dedos llegaron a tocar su sexo por sobre la tela del bikini, ella dio un saltito como tratando de negarse, pero yo seguí un poco más, aunque entendí que Andrea estaba ya un tanto incomoda con la situación, por lo que no insistí mucho y baje mis manos hacia sus piernas para terminar con el bronceador. Andrea no dijo nada, pero su gesto fue de agradecimiento evidente cuando se dio cuenta que había terminado con el bronceador y yo regresaba a mi sitio.

Al poco rato escuche que llegaba mi novio, alcé la mirada y lo vi venir con Carlos, habían ido a correr juntos. Noté también que Roberto y Pedro ya se habían retirado, cosa que no me había dado cuenta. Mi novio y Carlos se acercaron a nosotras, momento en el que me incorporé para darle un beso a mi novio. Andrea no se había dado cuenta aun, y no fue hasta que Carlos estuvo a su lado que ella reacciono, inmediatamente hecho sus manos a las cintas de su sujetador y las amarró en la espalda, acto seguido se incorporó y saludo a su novio.

-Veo que estabas tomando el sol sin dejar marcas en tu espalda, le dijo Carlos a Andrea. Ella de momento no supo contestar así que fui yo quien tomó la palabra.

-Yo le coloque el bronceador, y le solté el nudo de su bikini para que no se le marcara en la espalda.

-Me parece muy bien, dijo Carlos, y agregó mirando a Andrea, mira a tu amiga, se ve que no le gustan las marcas de bronceado en su cuerpo, deberías ser igual!!! Andrea lo miró un tanto incrédula, y después de una pausa dijo.

-Carlos, pensé que no te gustaba que me exhibiera de esa manera.

-Pues no es que me gusta que te exhibas, pero me gustan los pechos bien bronceados, y las marcas de tanguita como los de Jessica. Andrea no daba crédito a lo que escuchaba, a lo que dijo:

-Cuando me puse por primera vez este bikini vi en tu cara un gesto como de desaprobación.

-Pues estas muy equivocada, me encantó que usaras bikini de hilo, más bien quizás lo que quería es que fuera más chico!!! Yo miraba a Andrea, quien parecía no entender la situación, aunque se le miraba algo entusiasmada con lo que estaba escuchando.

-Pues entonces estaba totalmente confundida, dijo Andrea, y en seguida tomó a Carlos y se fundió en un beso increíble. Yo me reía de la situación, momento en el que escuche un estruendo nuevamente en la piscina, era mi novio que se había tirado al agua, y nos invitaba a entrar. Yo no me hice de rogar, me quité los zapatos y me lance de un clavado al agua también. Atrás de mi vino Andrea y Carlos, y empezamos a chapotear en el agua. Mi novio propuso jugar a las luchas, cosa que todos aceptamos de buena gana, subí en los hombros de mi novio y Andrea en los hombros de Carlos, noté que Juan ya estaba pendiente desde la recepción a toda la situación, cosa que me agradó. En cuanto nos acercamos, yo fijé mi objetivo, que no era botar a Andrea precisamente, sino más bien dejarla en tetas. En el primer acercamiento no logré mucho, y más bien Andrea si logró su objetivo y yo fui a dar al fondo de la piscina, nos incorporamos rápidamente y pensé que sería más fácil dejar a Andre en tetas si iba por el objetivo de tirarla al agua, cosa que intente en el segundo acercamiento y tuve éxito completo, los chicos se acercaron mucho esta vez, y yo me agarre del cuerpo de Andrea firmemente, y gracias a mi mayor tamaño la empecé a desestabilizar hasta el punto donde vi que ya no tenía retorno, entonces la solté pero antes me asegure de tomar entre mis dedos su parte superior del bikini, el cual al ir cayendo Andre se soltó de su espalda, dejándola con los senos al aire. Andre se incorporó y al salir a medio cuerpo del agua se vio semidesnuda, intentó amarrar su bra pero Carlos lo evito.

-Déjalo Andre, igual Jessica esta sin nada. Ella me miró y entonces tomo su bra y lo arrojo fuera de la piscina, volvió a su sitio sobre los hombros de Carlos y fueron nuevamente por la acción hacia nosotros. Al acercarse vi en la cara de Andrea la malicia, y en seguida sabía que tenía algo en mente, y en efecto, al llegar a nosotros sentí como sus manos me tomaron por mi hilito y empezó a forcejear, tratando de arrancármelo de mi cuerpo, sentí como el hilo no iba a resistir mucho, por lo que me deje caer al agua momento en el cual Andrea sin soltar el hilo logró prácticamente bajármelo hasta las rodillas en mi caída. Al estar bajo el agua pensé que sería mejor quedar desnuda antes que dejar que Andrea rompiera mí ya maltratado hilito, por lo que al salir a flote nuevamente me termine de bajar el hilo.

-Andreeeee, me has dejado desnuda!!! Esta la pagas!!! Grité yo como si estuviera furiosa, claro, tenía una risa de malula que no me creían nada seguro. El que sí que reacciono fue Juan, quien salió de la recepción de manera disimulada, y aunque tuve la sensación que ni mi novio ni Andrea y Carlos lo habían notado a mí me dio un gran morbo el ver como observaba todo. Me subí nuevamente a los hombros de mi novio, ya estaba totalmente desnuda en ese momento, sabía que dejar a Andrea desnuda sería prácticamente imposible, su tanguita era por mucho más resistente que la que yo tenía, por lo que no se rasgaría nunca, y lograr quitárselo sería una hazaña muy difícil, aun así al acercarnos la tome por su hilo, y se lo empecé a tirar hacia todos lados, Andrea estaba totalmente mentalizada en tirarme al agua, cosa que estaba a punto de lograr, por lo que me aferré a ella, y si me caía al agua ella vendría con migo, cosa que sucedió, y las dos fuimos a dar hasta el fondo del agua, momento en que aproveché para seguir tirando de su hilito hasta dejárselo casi a las rodillas, ella lucho por no perderlo del todo y ya en ese momento no tenía aire para seguir en la faena, por lo que tuve que dejarla y salir a la superficie. Los chicos ya para ese momento iban hacia la orilla de la piscina, estábamos todos agotados, mire a mi alrededor y no veía mi hilito, traté de mirar bajo el agua pero igual, no lo localicé, entonces vi que mi novio al salir del agua lo tenía en sus manos. Supe que quería que saliera totalmente desnuda, pero no sería la única que saldría así. Ya Andrea había emprendido el viaje hacia la escalerilla, por lo que me apresuré a alcanzarla antes de que saliera, y justo cuando calcule alcanzarla me lance bajo el agua y la tome de su hilito bajándolo por completo, ella intentó resistirse un poco, pero en vano, ya había logrado mi objetivo y ella igual que yo, estaba desnuda. Salí a la superficie con su tanguita en la mano, y lo mostré como si de un trofeo se tratara, en seguida lo lance hacia las sillas y le dije a Andrea:

-Ese fue el desquite!!! Ahora estamos iguales.

-Esta me la vas a pagar cabrona, me dijo Andrea entre risas. Siguió adelante y llego a la escalerilla, subió por ella y dejó ver toda su desnudes, el sexo lo tenía totalmente depilado, no había un solo pelito ahí, a diferencia del mío. Yo la seguí y salí también de la alberca, Juan desde el otro costado no daba crédito a lo que sus ojos veían, dos chicas caminando por la piscina de su hotel totalmente desnudas. Andrea llegó hasta las sillas, y como era de esperar se colocó la parte de debajo de su bikini, yo hice lo mismo para no dejarla en mal con su novio. Nos colocamos nuevamente en las sillas y nuestros chicos al lado nuestro. Estuvimos un rato más ahí tomando el sol, ya ahora Andre al igual que yo, estaba con sus tetas al aire. En la cara de Carlos se notaba el agrado de ver a su chica en esa situación, y más bien parecía que quería que estuviera totalmente desnuda. Cada vez que le ponía el bronceador la magreaba bien, quizás hasta con más sensualidad de lo que hacía por su parte mi novio sobre mi cuerpo. Yo disfrutaba por mi lado el ver toda la situación, y como las cosas habían cambiado para mi amiga de un momento a otro, si bien ella no es tan exhibicionista ni atrevida como yo, en las playas cuando íbamos juntas siempre hacia topless, y como dije antes, en algunas ocasiones hicimos nudismo en algunas playas que estaban más desiertas.

Al ser cerca del mediodía, decidimos que iríamos a las habitaciones para alistarnos y buscar un lugar para almorzar. Nos dirigimos cada pareja a su sitio, y tuve la sensación de que mi amiga y su novio no perderían el tiempo en su cuarto, echarían un polvo de campeonato, por lo que estaba decidida a que en mi cuarto seria de la misma manera. Al llegar a nuestra habitación, no tuve que buscar a mi novio para el polvo, el mismo me agarró y empezó a besarme no más entrar en nuestro aposento. A como pude le baje la bermuda que traía, y empecé a mamar como una posesa su falo que ya estaba con un tamaño considerable. La desesperación de mi novio era más que evidente, pues de un momento a otro me tomo por las caderas, me levanto de la posición en que estaba y me dio vuelta, dejándome de espaldas a él con mis manos sobre el respaldo delantero de la cama. El colocó su pene en la entrada de mi vagina, momento en el cual recordé que aun tenia las bolas chinas dentro de mí. No pude reaccionar a tiempo, y ya el pene de mi novio se estaba introduciendo en mi vagina, llegando a tocar las bolitas, momento en el cual exclamó:

-Que traes ahí dentro perra?

-Las bolitas chinas amor…

Valla que las tenías bien adentro, ni el cordoncito dejaste fuera.

-En realidad no fui y quien las metió ahí…

-Ahhh no? Entonces quien fue?

-Andrea…

-Ahhh, pues entonces ahí se quedan. Dicho esto sacó su pene de mi vagina y lo apunto al agujero de mi culo.

-Espero este si esté vacío.

-Si amor, no hay nada ahí, pero si quieres saco las bolitas y me das por mi panochita.

-No, no, ahora te va tocar por el culo perra. No dio más tregua, y de inmediato empezó a hacer presión con su pene por mi ano, no le fue difícil entrar, más que su pene ya había entrado un poco en mi vagina y se había lubricado con mis jugos. Empezó el mete saca, yo por mi parte empecé a gritar como loca, sentía el pene de mi novio en mi culo, y las bolitas ahora no daban tregua en mi vagina, rápidamente llegue a mi orgasmo, y mi novio al sentirme terminar se corrió en mi culo también. Sacó su picha de mi ano y me la puso en mi cara, yo inmediatamente procedí a limpiar como es debido, saboreando mi propio culo y el placentero manjar de la lechita de mi novio.

Al momento, y sin decir nada, mi novio entró a la ducha, pensé en seguirle, pero al mismo tiempo me entró la curiosidad por espiar a mi amiga, estaba totalmente segura que estarían en las mismas que nosotros, por lo que sin pensármelo mucho salí de nuestra habitación, desnuda, y me fui a escondidas entre las matas por atrás de la habitación contigua a la nuestra, es decir la 12, para llegar al cuarto de mi amiga, el 11. Al llegar ahí, traté primero de escuchar, pero no había ningún tipo de ruido. Me acerqué a la ventana, sabiendo que eso sería bastante riesgoso, pues de día es fácil ver las sombras desde adentro, y bueno, también al estar yo desnuda más bien la sorprendida podría ser yo misma, pero más podía mi curiosidad, así que me asomé por una esquina de la ventana, la cortina estaba un poco desacomodada, por lo que había un pequeño espacio por donde mirar adentro, y para mi sorpresa, o más bien, no era sorpresa, Andrea estaba de rodillas frente a Carlos mamándole su miembro, estaban justo de lado con respecto a mi posición, así que no estaba en la línea de vista de ninguno de los dos a menos de que miraran a un costado, y por la situación dudaba que lo fueran a hacer, Andrea miraba hacia arriba, viéndole la cara a Carlos, mientras el pene de su chico entraba y salía de la boca de ella sin cesar. El pene de Carlos es más bien normalito, de unos 15 cm, pero Andrea se notaba disfrutaba de él, y Carlos ni se diga, estaba como desorbitado, abandonado totalmente disfrutando del placer seguramente. En esa posición estuvieron por al menos unos 3 minutos, hasta que escuche alguien que me llamaba:

-Jessicaaaa!!! Mierda pensé yo, mi novio, está en la puerta llamándome, me tuve que alejar de la ventana para no ser descubierta por mi chico, regrese sobre mis pasos, pero al llegar a la parte trasera de la 12 me quedé pensando que excusa le daría a mi novio para haber salido, y desnuda!!! Estaba totalmente mojada de la excitación de ver a mis amigos en plena acción, y si no me hubiera tenido que venir seguramente hubiese terminado masturbándome frente a esa ventana, pero bueno, era hora de salir de mi escondite.

-Aquí estoy amor! Le dije a mi novio que seguía en la puerta del cuarto. En cuanto me vio desnuda se echó una carcajada y me dijo:

-No te voy a preguntar nada cabrona, valla puta que estas hecha hoy!!! Yo preferí no decir nada tampoco, entré en la habitación y me dirigí al baño directamente. Al entrar a la ducha escuche a mi novio que desde la puerta me dijo:

-Regreso en seguida, voy a la recepción, espero estés lista.Escuche como cerró la puerta al salir. Comprendí que era el momento justo para terminar lo que había iniciado justo un par de minutos antes, así que me empecé a dar con los deditos placer en mi clítoris, estaba empapada, estaba claro que el asunto no tardaría prácticamente nada, así que con mi mano derecha me penetre por adelante mi vagina, primero con el dedo medio, seguido casi de inmediato por el índice, al tiempo que mi mano izquierda se abría campo desde atrás en mi ano, y el dedo medio se metía hasta el fondo del agujerito trasero. Con mi dedo pulgar de la mano derecha seguía masajeando mi clítoris, y la situación no tardó más de 30 segundos creo, exploté en un orgasmo que casi me tumbó en la ducha. Tarde unos 30 segundos más en recuperarme, momento en el que me levante y me duché rápidamente para intentar estar lista para cuando regresara mi novio. Salí del baño, me sequé pronto y ya estaba buscando mi ropa en la maleta cuando escuche la puerta abrirse. Mi novio estaba de regreso:

-Apúrate perrita, ya tus amigos están en la recepción!!! Me sorprendí por esa afirmación, pues a mi juicio hace apenas unos minutos estaban en plena acción. Al momento comprendí que el tiempo había transcurrido mucho más rápido de lo que yo pensaba, y que posiblemente el tiempo de mi masturbación fue mucho mayor.

-Ya voy amor, quieres que me ponga algo en especial?

-No zorrita, colócate lo que tu desees, es posible que vayamos a la playa en la tarde, después del almuerzo, así que lleva tu bikini mejor, vi que tu amiga lo llevaba puesto por abajo. Busque pues en mi maleta algo para ponerme. Saque un short de mezclilla que yo misma había recortado de un pantalón viejo, estaba algo maltratado y bueno, muy recortado, más parece un bikini que un short. Me volví a poner el bikini de la mañana, aunque en esta ocasión solo la parte de abajo, y me puse el short encima. Luego busqué una camiseta sin mangas, blanca, también recortada por mi misma, tiene el cuello muy amplio, mostrando un generoso escote, y de los pechos para abajo no existe, es decir, es como un top más bien, le hice un nudo en mi espalda para que se ciñera a mi cuerpo, resaltando mis pezones por la fina tela. Finalmente me volví a poner los zapatos de la mañana, y en menos de 5 minutos estaba lista para salir. Tomé mi bolsito con mis cosas y salimos de la habitación. Efectivamente, Andrea y Carlos estaban ya frente a la recepción, platicaban con Juan, al vernos exclamaron:

-Por fin vienen Jess!!!

-Sip, nos demoramos un poco, pero ya estamos.

-Nos demoramos? Dijo mi novio de manera sarcástica.

-Si Jessi, es cierto, tu novio estaba aquí hace rato. Me debí poner colorada nuevamente, preferí no decir nada. Nos pusimos en marcha, y yo la verdad no sabía ni hacia dónde íbamos, pero me dio la impresión que todos sabían hacia dónde íbamos, claro, yo era la que me había demorado, y prefería mantenerme en mi ignorancia que preguntar y nuevamente sacar a relucir mi llegada tardía. Salimos del hotel, y caminábamos en sentido contrario de la playa. Mi novio y mis amigos tenían una conversación a la cual no estaba yo poniendo cuidado, aunque si tuve la sensación que ellos querían como jugarme una broma, pues iban como conversando en código sobre el almuerzo, de manera que yo no entendía. En ese momento escuche:

-Jess, qué opinas tú? Me dijo Andrea.

-Ehhh, sobre que, disculpa, es que no he puesto mucho cuidado, dije yo como delatando mi total ignorancia.

-Pues lo que venimos hablando, que si prefieres mariscos o carnes? Replico Andrea.

-Mmm, yo la verdad prefiero las carnes, le dije inocente, a lo que los tres explotaron de risa. No logre entender para nada la situación, pero era evidente que me habían tomado del pelo. Una vez terminadas las carcajadas Andrea se acercó a mí y me dijo:

-Hay Jessi, discúlpame, pero es que vienes como un zombi, se nota que el atraso fue por algo serio. Me volví a poner colorada, y nuevamente mi silencio daba crédito a lo que ella decía, ahora no solo que no sabía para dónde íbamos, sino que parecía que todos sabían que yo me había masturbado en el baño!!! Seguimos caminando por un rato más, íbamos como subiendo por una calle, yo iba con mi novio adelante, tomados de la mano. Observé que adelante se miraba un restaurante, tenía un mirador desde donde se podría apreciar toda la playa, y efectivamente nos dirigíamos hacia ahí. Entramos y nos ubicamos en una de las mesas, era un sitio bastante amplio y había bastante gente. Traté de entrar sin fijarme mucho en las personas, igual, no me sentía tan provocativa en ese momento, si bien tenia los cachetes de mis nalgas al aire libre, en una zona como estas eso debía ser normal. El mesero llego y nos entregó las cartas. Estuvimos analizando lo que almorzaríamos, y decidimos por un plato mixto de carnes para los cuatro. Yo necesitaba ir al servicio, quería refrescarme la cara, así que me disculpé y me levante para ir al lavabo, Andrea se levantó y me siguió. Cuando entramos al servicio ella empezó a preguntar, cosa que me esperaba.

-Que te sucede Jess?

-No me pasa nada Andre.

-No me digas eso, sabes que te conozco.

-Nos es nada, ando un poco cansada, y bueno, ya sabes lo que paso en la habitación, de hecho me parece que todos lo saben.

-Ja ja ja, si, lo supusimos, de hecho, cuando tu novio llegó solo al lobby del hotel, yo lo interrogue, y como él no me decía nada me fui a tu habitación a espiar, aunque no hubo necesidad de mirar nada para enterarme. Al decirme eso me paralicé. No solo había durado más de lo que yo había pensado, pero por lo que me decía Andre aparte había hecho algo de ruido, por lo que le pregunte:

-Me escuchaste Andre???

-Que si te escuche Jess? Prácticamente pegabas alaridos, creo que te pude haber escuchado desde el lobby del hotel!! Nuevamente me puse como un tomate, y no es que me de vergüenza el que se enteren que me masturbo o tengo sexo, pero con Andre era algo distinto, es más como familia mía, por lo que la sensación es como si fuera mi hermana.

-Hay Andre, que vergüenza con tigo, no sé qué decirte.

-No tienes que decir nada, y más bien yo debería disculparme con tigo, ya que al escucharte me regrese con los chicos y les conté lo que había escuchado, fue entonces cuando tu novio regreso a la habitación para apresurarte. Esas palabras, sin ser una disculpa, me dieron como una cierta paz interior, y pude recobrar mi actitud normal.

-Bueno, lo hecho, hecho está, ahora disfrutemos el resto del día, le dije a mi amiga, mientras me acercaba al lavabo y me echaba agua en la cara.

-Está bien Jess, pero hagamos interesante la tarde entonces! Y mientras decía esto, se acercó al lavabo de la par, abrió el tubo y sin decirme nada sentí como me tiro con sus manos un par de palmos de agua en mis tetas, mojando la camiseta totalmente.

-Peeeeeeeeeeeeeeerooooooooooooo que haces Andreeeeeeeee!!!!! Grite yo sorprendida.

-Pues que hoy andas muy tapadita Jess, hay que darle algo que ver a los pobres camareros de este sitio, y a los comensales.

-Andre, pero mírame como me has dejado, como voy a salir así ahora, enseñar está bien, pero esto? Como lo justifico?

-No sé, dirás que el grifo está malo y te has mojado, eres tú la que esta empapada, no yo!!! Dijo Andrea al tiempo que soltaba una carcajada. Yo la miré, como con intención de desquitarme, pero si bien ella traía un vestidito blanco de tela finita, abajo traía su bikini completo, así que por más agua que le echara, no iba mostrar nada más, mientras que en mi caso, la camiseta con el agua estaba totalmente transparente, mis tetas estaban prácticamente desnudas.

-Uyyy Andre, estas me las cobro, que eres cabrona.

-Ja ja ja ja ja, bueno, pero vamos, que luego van a pensar que estamos teniendo sexo lésbico!!! Dicho esto, Andrea emprendió la salida, y pues, tenía que salir con ella, al menos junto a ella me sentía un poco más segura, ya que deberíamos atravesar todo el restaurante pues nuestra mesa estaba al otro lado, en el mirador. No hice más que salir del lavabo, y ya tenía los ojos de varios chicos sobre mí, específicamente en mis tetas. Andre noto lo mismo, por lo que se acercó y me dijo al oído mientras avanzábamos:

-Ya vez, ahora si te miran con deseo amiguita!

-Si, por tu culpa, no era mi idea que fuera así. Seguimos caminando, mientras prácticamente todos en el restaurante se fijaron en mis tetas. Al fin llegamos a nuestra mesa, donde mi novio y Carlos me miraron sorprendidos, a lo que mi novio me preguntó:

-Pero que te pasó Jess???

-El grifo est… empezó a decir Andrea, pero la interrumpí inmediatamente.

-El grifo estaba perfecto, pero Andrea me hecho dos palmos de agua en mis tetas, y bueno, ahora estoy así. Carlos me miraba fijamente las tetas, era quien tenía la mejor visual, pues estaba justo frente a mí, mientras tanto Andrea volvió a decir:

-Hay Jess, es una bromita, para ponerle el picante a la situación.

-Sí, claro, el picante es que todos en el restaurante me han visto ya las tetas, contesté.

-Hay Jessica, si las andas enseñando a todos cuantos te topas de frente., dijo Andre de nuevo.

-Bueno bueno, ya no hablemos más del asunto, que me hacen recordar lo fría que estaba el agua., les dije.

-Bueno, eso del agua fría es bastante evidente, me dijo mi novio, mirando los pezones de mis tetas, que estaban totalmente erguidos. En cierta forma, lo bueno era que esa situación disimulaba la realidad, que era mi excitación por estarme exhibiendo de esta manera frente a todos en el lugar. Tomé asiento en mi sitio, por estar en la terracita, el viento nos golpeaba constantemente, por lo que supe que mi camiseta no tardaría mucho tiempo en volver a secarse, y mi exhibición terminaría ahí mismo. Igual, antes de que eso sucediera, el mesero vino con nuestro pedido, así que estuvo contemplando mis pechos durante ese rato. Mientras comimos, conversábamos de varios temas, trabajo, cosas personales entre otros, yo intenté en la medida de lo posible no poner atención fuera de lo que pasaba en nuestra mesa, era suficiente con tener a Carlos viéndome constantemente los senos. Al terminar de almorzar, casi tenia seca la camiseta, y ya mis tetas estaban nuevamente ocultas, la brisa había hecho ya su trabajo. Mi novio y Carlos pagaron la cuenta y nos dispusimos a retirarnos del sitio. Cuando íbamos saliendo, me di cuenta que uno de los meseros entró al sitio donde estaba la caja saliendo enseguida con unos papeles, y se vino rápidamente hasta lograr alcanzarnos en la puerta, donde se dirigió directamente hacia mí:

-Disculpe muchacha, quisiera entregarle este volante e invitarla a que participe del evento, sería genial contar con su presencia, y también la suya señorita, esto último dirigiéndose a Andrea y entregándole un volante igual al que me había dado a mi unos segundos antes. Yo lo miré rápidamente y vi que se trataba de un concurso de camisetas mojadas, lo cual me dio algo de risa al tiempo que me dio un poquito de vergüenza, y con cierto aire de timidez le contesté:

-Creo que ya les he dado un espectáculo hoy! Le dije al mesero.

-Sí, así es, y por eso creo que no te costaría para nada repetirlo machita!

-Ya veremos, le dije como en tono de decir no. No tenía ningún interés en ese momento de participar en un concurso de esa clase, primero porque estaba con mi novio, y segundo, porque estaba con mis amigos también. Si bien es cierto, años atrás había participado un par de veces en eventos como ese, ahora no tenía ninguna intención de hacerlo. Salimos del restaurante, boté el volante en un basurero justo al frente del comercio, en un basurero, posiblemente hasta el mesero me vio hacerlo, poco me importaba, pero lo que yo creí que sería asunto enterrado, está lejos de serlo. No habíamos empezado a caminar de regreso cuando Andrea me preguntó:

-Jessica, entraras en el concurso cierto?

-Nooo, como se te ocurre Andrea, si quieres entras tú! Le contesté como con sorpresa.

-Ja ja ja ja, yo Jessica, si eres tú la que le gustan esos concursos, hoy diste un gran espectáculo, no sería más que eso!

-No, no y no, y listo, no hablo más del asunto, les dije muy seria y decidida. En ese momento terminó la discusión sobre el tema, y por otro lado empezó un lio en mi mente de pensamientos, que si lo hecho por Andrea en el lavabo había sido premeditado, posiblemente sabia lo del concurso, quizás hasta le había dicho al mesero que me diera el volante, en fin, mi mente se perdió en esos pensamientos y discusiones mentales hasta que nuevamente fue una voz la que me trajo a tierra:

-Estás de acuerdo Jessica? Me dijo mi novio, y yo otra vez no sabía que es lo que habían hablado.

-Ehhh, que paso? Dije!

-Otra vez Jessica, andas como fuera de este mundo! Hablamos sobre donde iremos en la tarde, quedamos de ir a la playa donde estuvimos ayer, te parece? Me repitió mi novio.

-Si si, perfecto, contesté. Seguimos andando hasta que llegamos a la playa. Una vez ahí, buscamos un sitio con una sombra, bajo una palmera en la playa, colocamos nuestras cosas, extendimos nuestras toallas y nos alistamos para la tarde de playa. Yo por mi parte me quité mi short primero, quedando con el hilito que tenía por la mañana, y luego, sin pensármelo mucho, me quité la camiseta, tumbándome en seguida boca abajo para tomar el sol. Le pedí a mi novio que me colocara bronceador en la espalda, cosa que hizo de muy buena gana y de manera extraña, se aplicó en ello muy bien, llegando hasta incluso hacer que me excitara un poco. Andrea por su parte, imitándome, se tumbó boca abajo en su toalla y Carlos le dio crema en su espalda, soltándole su bra y dejándola igual que yo, en topless. Así estuvimos un rato, hasta que decidí incorporarme para darme la vuelta, nuevamente mi novio me dio crema por todo el cuerpo, primero dándose gusto en mis tetas, y finalmente llegando a mi sexo y tocándome al punto que tuve que soltar un par de gemidos que seguro no pasaron desapercibidos a los oídos de mis amigos.

-Te gusta eso perrita? Me pregunto mi novio al oído. Yo no pude contestar nada, estaba tan excitada que las palabras no me salían, pero igual él sabía que la respuesta era afirmativa. Me dejo ya para tomar el sol, y no me di cuenta cuanto tiempo había transcurrido ni lo que estaba pasando hasta que mi novio me volvió a hablar:

-Vamos Jess, vamos al agua un rato. Al abrir los ojos, ya Andrea y Carlos se dirigían al mar, yo me levanté con ayuda de mi novio y corrimos al agua. Estaba deliciosa, entramos bastante profundo, atrás de la zona donde revientan las olas, por ratos nuestro pies no tocaban fondo, ahí empezamos a nadar un rato, luego nos fuimos saliendo poco a poco hasta llegar a una zona donde ya podíamos estar de pie, aunque había que tener cuidado con las olas que eran bastante fuertes. Hasta ese momento fue que miré hacia la playa, a la zona donde estaban nuestras cosas y vi que prácticamente estábamos solos en el lugar, fuera de nosotros, había solamente una pareja más y bastante alejada de nuestro sitio. Miré a Andrea, quien al igual que yo, estaba en topless, me agradó mirarla así y saber que estaba a gusto. Nos divertimos por un rato, luego salimos del mar y regresamos a tomar sol por un rato más. Así pasamos la tarde hasta que el sol empezó a desaparecer por el horizonte a eso de las 17:30. A esa hora, fuimos a echar un último baño al agua, para liberarnos de la arena de nuestros cuerpos, al regresar a nuestro sitio procedimos a vestirnos nuevamente, al menos nosotras, ya que los chicos no tenían nada más que ponerse. Yo me puse mi camiseta, la que inmediatamente se pegó a mi cuerpo por lo mojada que estaba, dejando mis pechos a la vista nuevamente, me coloqué los zapados limpiándome los pies con el paño para quitar la arena y tome el short y lo eché en el bolsito, no me lo pondría. Nos fuimos hacia el hotel, trayecto que no tuvo mayor incidente a parte de algunas miradas a mis tetas y culo. Ya en el hotel, como siempre, Juan estaba atento a nuestro paso, y aparte de él, noté como el hotel estaba bastante más lleno, y había mucha gente moviéndose por todos lados, y bueno, era jueves, día en el que los agentes vendedores parecía que frecuentaban más la zona. Cuando llegamos a la entradita de la habitación de Andrea ella nos dijo:

-Bueno chicos, aquí nos quedamos nosotros. Para la cena tengo planeado una reunión en nuestra habitación, si les parece, traeremos la comida acá para no salir y estar más tranquilos, podremos platicar un rato, quizás jugar un rato a las cartas!

-De acuerdo Andre, contestó mi novio. Yo no dije nada, simplemente sonreí y seguimos nuestro camino hacia la habitación. Una vez en nuestro cuarto, me tumbé en la cama, estaba tan cansada que me dormí en poco rato. Desperté al toque de unos labios en mi oreja, era mi novio, dándome un beso que me hizo erizar todo el cuerpo:

-Levántate perrita, ya tu amiga nos debe estar esperando en su habitación y tú ni te has bañado aun, me dijo mi novio. Miré el reloj, eran casi las 21 horas, había dormido mucho rato. Me fui directo al baño, me di una ducha rápida y salí casi de inmediato. Mi novio ya había sacado de mi maleta un vestido y un par de zapatos para que usara esa noche. El vestido era algo atrevido, el negro que ya había descrito en el primer relato, aquel que es muy ajustado en la parte de abajo, la espalda totalmente desnuda, y dos tiras de unos 8 cm de ancho que suben separadas desde más abajo del ombligo para amarrarlas tras el cuello, dejando ver prácticamente todo. Me lo puse sin decir más, pero en lugar de los zapatos le dije a mi novio:

-Puedo cambiar los zapatos por las botas negras? Creo me lucen más para hoy.

-Está bien perrita, me dijo él. Dicho esto, busqué mis botas y me las puse. Mi novio extendió hacia mí su mano derecha, tenía mis bolitas chinas en ella:

-Colócatelas… y haciendo una pausa mientras me las daba continuó diciendo… en el culo! Lo miré a los ojos y vi ese fuego de deseo que me encanta en él, lo que inmediatamente me hizo excitar y no dudar un momento. Eché algo de saliva en mis dedos, y acercando las bolitas a mi culo me empecé a introducir una a una las tres bolitas, la última la introduje bien adentro para que no se fuera a salir, y el cordón atrás de ella, de manera que no sobresalía nada de mi culo. Sentía un placer enorme en ese momento, no tanto por las bolitas, sino más bien por el morbo de la situación. Hecho esto, estaba lista para salir.

-Estoy lista amor.

-Bien, vamos perrita. Salimos sin más demora de nuestra habitación, y nos fuimos directamente al cuarto de Andrea. Golpeamos la puerta y nos abrió Carlos, se quedó mirándome por un instante y en seguida nos invitó a pasar, no sin antes decirme:

-Luces increíble como siempre Jessica.

-Gracias Carlos, el vestido lo escogió mi novio, agregué. Pasamos adentro y nos sentamos en las sillas que había alrededor de una mesa pequeña. Andrea estaba sentada en la cama, llevaba una enagua corta de mezclilla y una blusita tipo polo, muy de estar en la habitación, no como yo que más parecía iba para una disco!

-Hemos pedido una pizza chicos, dijo Carlos en seguida. Debe llegar en cualquier momento ya que la solicitamos hace ya algo de rato. No terminaba de decir eso cuando tocaban a la puerta, Era la pizza supuse. Carlos se levantó para abrir pero mi novio le detuvo.

No Carlos, que la reciba Jess, para que el mensajero se dé gusto de mirarla! Anda Jess, ábrele! Me dijo mi novio con una risita en sus labios. Yo accedí de buena gana, y fui de inmediato a la puerta, al abrirla, efectivamente había un chico con una caja enorme de pizza, quien al verme se le pusieron los ojos como platos:

-Hola! Saludé.

-Ho… hola, acá pi… pidieron una pizza?

-Sí, te estábamos esperando, le dije.

-Aquí tienes, ahí está la factura. Tome la caja de pizza, y arriba de ella estaba la factura, pero no podía agarrarla ya que mis manos estaban en la caja.

-Me ayudas, le dije al pizzero.

-Claro, respondió, y tomó el papel, en seguida salió Carlos quien tomo la pizza y entregó el dinero al chico, quien se marchó con una sonrisa notable. Regresamos a la mesa y nos sentamos a cenar, ya había un refresco en la nevera para acompañar la pizza. Al terminar, empezamos a platicar por un rato, y en eso Andrea sugirió que jugáramos a las cartas. Me pareció buena idea, hasta que Andrea agregó:

-Pero para hacerlo interesante, jugaremos póker de prendas! Momento en el que dejó de ser interesante para mí.

-No es justo, protesté.

-Porque no Jessica? Pregunto Carlos como ingenuo.

-Porque… por un momento no supe cómo decir que aparte del vestido no había nada más sobre mi cuerpo, y opté por dar una razón diferente. Porque no se jugar al póker, dije, cosa que no era muy inteligente, pues a pesar de no ser del todo mentira, si sabía algo, y bueno, en realidad no hay que saber mucho para jugar.

-Naaa Jessi, dijo Carlos, es muy fácil, aprendes sobre la marcha, ya verás.

-Bueno, al menos hagamos una primera sin apuesta, para acordarme más menos. Dije

-Está bien, dijo Carlos. Ya tenía un mazo de cartas entre sus manos, las cuales barajaba como todo un profesional, cosa que no me daba un buen augurio de la situación. Repartieron la primera mano, dos cartas para cada quien, y tres boca arriba sobre la mesa, En ese momento Andrea hablo:

-Bueno, como es por prendas, no habrá apuestas, así que jugaremos rápido, el que pierde se debe quitar una prenda, simple.

-Nadie se puede retirar y los zapatos no valen por prendas, agregó mi novio. Esas palabras a mí me sonaron en lo más profundo, pues ya había pensado en retirarme en todas!!! En ese momento pensé en que pasaría si alguien se quedaba sin prendas, pues en mi caso sería a la primera que perdiera, por lo que pregunté:

-Y el que se queda sin prenda?

-Ja ja ja ja, rieron todos. Cosa que para mí no era nada gracioso.

-Bueno, el que se queda sin prenda deberá cumplir un castigo impuesto por el ganador cuando pierda y debiera quitarse una prenda. Dijo mi novio. Me puse a pensar un poco sobre ello, y sonaba muy interesante al tiempo que peligroso, pero para mí misma pensé “que puede pasar”, estamos entre amigos!

Sin dar más tiempo, las cartas cayeron sobre la mesa, era el juego sin apuesta.

-Muy bien, vamos sin apuesta esta vez, dijo Carlos, quien era el repartidor. Puso las tres cartas sobre la mesa boca arriba, y en seguida agregó dos más, no podría decir que cartas eran, ni las que tenía yo en mis manos, no las recuerdo ya, mentiría si las digo, pero en el momento que Carlos colocó la quinta carta todos empezamos a mostrar lo que teníamos, y al revisar yo era la ganadora de esa ronda. Me emocioné en ese momento y pensé que esto sería pan comido.

-Muy bien Jessi, ganaste la primera, Andrea, tú has perdido, pero bueno, esta era la de prueba, dijo Carlos. En seguida recogieron las cartas, las barajaron nuevamente y ya volvía Carlos a tirar las cartas a la mesa. Tome las mías, mientras Carlos colocaba las tres cartas boca arriba sobre la mesa.

-Empieza el juego, esta va en serio. Dijo Carlos. Coloco esta vez lentamente la cuarta carta, yo la verdad solo sabía que hacer parejas era bueno, y no tenía ninguna, el resto no sabía nada, mientras eso, observé a mis oponentes, Andrea llevaba falda y blusa, abajo brasier y supuse que un tanguita, por lo que tenía mínimo 4 prendas, tanto Carlos como mi novio iban en bermudas y camiseta, y obviamente calzoncillos, por lo que al menos cada uno tendría tres prendas, y yo, finalmente, vestido y, y nada más, una prenda. Mientras pensaba todo esto, Carlos colocaba la quinta carta sobre la mesa, y uno a uno todos iban mostrando su juego, mi turno fue el último, yo sabía que no tenía ningún par tan siquiera, pero no había analizado las cartas de los otros, simplemente mostré mi juego y después de un pequeño silencio Carlos sentenció:

-Jessica, tu pierdes, y tu novio es el ganador. Yo pierdo??? Cómo???, pero si es la primera apenas, no puede ser pensé. Miré a mi novio quien se le dibujaba una enorme sonrisa de maldad en su rostro. Sin más que decir, me levanté y llevé mis manos a mi nuca, desaté las tiras de mi vestido y deje caer la parte superior, mis tetas estaban al aire, por un momento pensé en que podría sugerir que esa era mi primera prenda, y que la falda sería la segunda, por lo que así lo dije:

-Listo, sigamos el juego, pronuncie confiada.

-No Jess, dijo mi novio, quiero la prenda que me he ganado. Lo miré y vi un brillo en sus ojos, como cuando dice las cosas con mucha lujuria. Grrrr, gruñí, y me volví a levantar de mi silla para terminar de quitarme el vestidito. En ese momento mi novio dijo:

-Hazlo despacio amor, bailando! Pufffff, tras de que me iba a desnudar quería que lo hiciera despacio y bailando… bueno me dije, que le voy a hacer, nadie me tiene aceptando este juego. Empecé a moverme, primero con un poco de vergüenza, pero al momento empecé a sentirme excitada por la situación, por lo que me solté y me fui bajando el vestido, enseñando poco a poco mi culo.

-Ya veo porque era injusto, dijo Andrea al verme que había quedado totalmente desnuda.

-Bueno, bueno, sigamos jugando, pronuncié una vez que me había quitado el vestido y se lo arrojé en la cara a mi novio. Nos sentamos de nuevo todos y Carlos volvió a tirar las cartas. Y bueno, increíblemente, volví a perder! Carlos había ganado esta vez, por lo que debía darme un castigo. Evidentemente era quien tenía menos confianza con migo, y seguramente se sentía un poco cortado, por lo que primero dudo en que pedir, y terminó diciendo:

-Quiero verte como lames tus propios pezones.

-Naaa, eso es muy fácil, dijo Andrea.

-El ya pidió, dije yo, e inmediatamente tome mis tetas y comencé a chuparme los pezones hasta sentir que mi excitación aumentaba y se me iban poniendo duros. Estaba listo, el castigo había sido cumplido y podíamos volver al juego. Tenía en claro que ese iba a ser mi último castigo sencillo, por lo que esperaba tener más suerte de ahí en adelante. Carlos volvió a repartir las cartas, esta vez perdió mi novio, quien se quitó su camiseta, luego le tocó perder a Carlos, quien le imitó, al siguiente volvió a perder Carlos, y ya estaba solo con unos bóxer, luego perdió Andrea por primera vez, se quitó su blusa, y volvió a perder ella misma, se tuvo que quitar la falda quedando en bra y tanga, ya empezaba a sentir que tendría mucha suerte, pero al siguiente turno perdí yo nuevamente, mi novio fue el ganador, y parecía que estaba deseando eso:

-Muy bien amor, me toca ponerte castigo.

-Si amor, contesté.

-Bien, quiero que nos enseñes a todos que traes oculto. Oculto? Pensé, por unos segundos no entendí a lo que se refería, pero de inmediato me acorde de las bolitas chinas. Grrrrrrrr, volví a gruñir. Ya me había levantado y me iba a meter las manos atrás de mi cuerpo para empezar a sacar cuando mi novio me interrumpió de nuevo:

-No amor, quiero que todos podamos ver bien, súbete a cuatro sobre la mesa, y dicho esto quitaron las cartas de la mesa para darme espacio. Los colores se me subieron al rostro, pero no había escapatoria, así que me subí a 4 patas sobre la mesa, abrí las piernas y comencé a hurgar en mi culo con un dedo, mostrando todo mi sexo a los presentes. Los gemidos no se hicieron esperar, y de mis labios salían chillidos cada vez que mi dedo se movía dentro de mi culo tratando de jalar el cordoncito. La tarea se me empezó a complicar, supe que si no metía dos dedos no podría asir el cordón, por lo que no me quedó otro remedio que meter un dedo más en mi culo. Grité al hacerlo, pero por fin logré tomar el cordón y empezar a tirar de él. Inmediatamente salió la primera bolita, momento en que mi novio dijo:

-Despacio amor, despacio. Hice caso, y la segunda bolita la deje un poco más en mi culo, tiraba del cordón pero más suave, y la bolita se resistía a salir, observé el rostro de Carlos, quien atrás mío estaba totalmente concentrado con la boca abierta en mi culo. Al fin salió la segunda bolita, quedando solo una más en mi ano. Seguí tirando del cordón y en ese momento mi novio me detuvo:

-Así está bien, sigamos jugando. Apuntó. El cabrón me iba dejar con las bolitas chinas así, dos fuera y una dentro, pero no tenía derecho de protestar, así que me bajé y tome asiento de nuevo. Las cartas corrieron nuevamente, y, para mi fortuna, perdió Andrea, cosa que celebré pues tendría que quitarse su bra y quedar en topless, al menos ya había alguien más mostrando algo. Pero mi alegría tardo muy poco, en la siguiente ronda perdía yo, y justamente Andrea era la ganadora, vi en su mirada la alegría del triunfo y de la venganza por celebrar su derrota anterior. En seguida se levantó, fue a la cama y de su bolso que ahí se encontraba sacó un papel. Era el volante que el mesero le había entregado en la hora del almuerzo, la propaganda del concurso de camisetas mojadas. Me lo entregó y me dijo.

-Quiero que vayas a la recepción, le preguntes al chico, que aún debe estar ahí pues sale a las diez, que si sabe dónde se realizará eso, que tú quieres participar pero no sabes donde es. Luego le vas a preguntar qué opina sobre ti, si tienes posibilidad en el concurso, tienes que extender la conversación por al menos cinco minutos. Tanto Carlos como mi novio se quedaron helados, el castigo era ya muy fuerte, pero yo la verdad no pensaba echar atrás, me levanté decidida con el volante en la mano, me dirigí a la puerta, abrí y salí de la habitación dejando la puerta abierta tras de mí. Efectivamente la recepción aún estaba abierta, desde lejos pude observar que no había nadie más aparte de Juan ahí, me alivió eso, también pude notar como Juan se percató al escuchar el sonido de los tacos de mis botas que me aproximaba, y claro, la sorpresa de él fue mayúscula cuando me vio entrar por la puerta totalmente desnuda. Con la mayor naturalidad posible me acerqué hasta el mostrador y le dije:

-Hola Juan, que tal tu día?

-Bien gracias Jessica, que sorpresa, en que te puedo ayudar?

-Es que quería preguntarte si sabes donde es esto, quiero participar pero no sé dónde queda, mientras le decía eso le entregaba el volante a Juan quien ponía los ojos como platos, bueno, si es que ya no los tenía así.

-Ah, es el restaurante que se encuentra acá cerca, subiendo por la calle de en frente, contestó el. Me sorprendió la confianza con que me hablaba, como que no estuviera una chica desnuda frente a él.

-Ah bueno. Y dime, crees que tengo con que para participar ahí? Pregunte con voz algo tímida, como de niña buena.

-Que si tienes Jessica? Creo que arrasas, dudo mucho que participe otra chica con tus atributos!

-Tú crees Juan? Dije de nuevo en el mismo tono de niña inocente.

-Por su puesto Jessica, hazte para atrás un poco y date una vuelta para admirarte mejor. Yo me fui hacia atrás, momento en que recordé que las bolitas chicas colgaban de mi culo, visible totalmente, pero bueno, qué más da, estaba desnuda frente a Juan exhibiéndome como la más puta del mundo, al diablo, que vea todo me dije! Sin más empecé a contornear mi cuerpo y fui dando vuelta lentamente, las bolitas golpeaban mis nalgas al ritmo de mis contorciones, y en el momento en que eso fue visible para Juan lo escuche decir en voz baja:

-Pero que puta! Yo seguí, como si no escuchara eso, y le pregunté:

-Qué opinas Juan, te gusta? Tardó algunos segundos en contestar.

-Estas hecha una diosa Jessica, arrasas, te lo digo. En ese momento pensé que ya el tiempo era suficiente, por lo que agradecí a Juan y salí de regreso al cuarto. Al llegar, los chicos estaban en la puerta, me estuvieron vigilando todo el rato, se rieron un poco y me felicitaron por la valentía. En ese momento Carlos dijo:

-Jugamos una más para terminar, alguien más debe quedar desnudo!!! Yo por mi parte estaba de acuerdo, quería terminar por ese día con el jueguito, que no me había ido nada bien. Nos sentamos en las sillas y Carlos volvió a tirar las cartas, y bueno, para cerrar con broche de oro, volví a perder, y Andrea nuevamente se alzaba con la victoria. Esta vez, me miró a los ojos y me dijo:

-Tu castigo es participar. Señaló. Estaba más que claro, los chicos sonrieron, ambos, como dando su aprobación al castigo, yo sabía que no había marcha atrás, igual no protesté, desde el castigo anterior para mi estaba claro que eso sucedería. En ese momento nos despedimos y nos retiramos a nuestra habitación. Nos acostamos en nuestra cama y mi novio me preguntó:

-Qué piensas amor, participarás en el concurso?

-Si amor, contesté yo, sabes bien que no tengo ningún inconveniente en ello, y me parece es lo que tu deseas también.

-Pues sí, efectivamente me gusta la idea de verte en acción de nuevo.

-Bueno, así será, verás de nuevo a tu novia dando de qué hablar. Dicho esto, empezamos un juego de besos y terminamos haciendo el amor como dos enamorados.

PARA CONTACTAR CON LA AUTORA:
jessicaact@hotmail.com

“PROSTITUTO POR ERROR” LIBRO PARA DESCARGAR (POR GOLFO)

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Sinopsis:

Un caliente y divertido recorrido por las distintas formas de sexualidad a través de la vida de un joven que llegó a prostituto de manera casual. 
Alonso, nuestro protagonista llega a Nueva York y durante su primera noche en esa ciudad, se acuesta con una cuarentona. A la mañana siguiente descubre que le ha dejado dinero sobre la mesilla, pensando que es un hombre de alquiler. 
A partir de ahí junto con Johana, su madame, va conociendo a diferentes clientas y ellas le enseñaran que el sexo es variado e interesante. 
Narrado en capítulos independientes, el autor va desgranando los distintos modos de vivir la sexualidad con un sentido optimista que aun así hará al lector pensar mientras disfruta de su carga erótica. 

PARA QUE PODAÍS HACEROS UNA IDEA OS INCLUYO LOS DOS PRIMEROS CAPÍTULOS:

Capítulo 1     Ángela, la azafata buenorra.

La jodida vida da alegrías cuando menos te lo esperas. Acababa de terminar con mi novia de entonces, cuando me surgió un viaje a Nueva York. Ese día de otoño no me podía esperar que la casualidad me llevara a conocer una mujer que cambiaría mi existencia. Por el aquel entonces, tenía veintitrés años y aun siendo un puto crio, no veía límites a mi apetito por experimentar sensaciones nuevas. Con la irreflexiva alegría que da la juventud, me monté en ese avión sin ser consciente de cómo ese viaje iba a trastocar mi futuro.

Ya en mi asiento tuve que soportar los típicos avisos de seguridad que todas las aerolíneas están obligadas a realizar antes de cada vuelo. Ensimismado en mis problemas, no me percaté en ese momento de la preciosa azafata que, de pie en medio del pasillo, iba mecánicamente desgranando las aburridas instrucciones tantas veces repetidas. Deseaba llegar para desmadrarme, correrme una juerga de campeonato que  me hiciera olvidar a esa novia que sin ningún complejo ni sentimiento culpa me acababa de dejar. Quizás fue mi propia juventud lo que me impidió apreciar las cualidades de Ángela, la cuarentona que en mitad del pasillo gesticulaba mientras nadie del pasaje hacía caso a la mecánica voz que salía de los altavoces.

No comprendo cómo no valoré en ese instante la sensualidad que se escondía tras ese uniforme. Fue imperdonable que no atendiera sus explicaciones,  ningún chaval de mi edad hubiera dejado pasar la oportunidad de contemplar a esa dama y menos de disfrutar del culo que permanecía oculto bajo su minifalda.

Rubia de peluquería, maravillosamente conservada para su edad, esa criatura despedía sensualidad en cada zancada. Contra toda lógica debí de ser el único representante del género masculino que no ensuciara con sus babas la impersonal alfombra de business. Fue imperdonable que no estimara en su justa medida la rotundidad de sus nalgas y que tuviera que ser ella la, que al servirme las bebidas del bufet, se luciera moviendo ese pandero de película a escasos centímetros de mi cara.

« ¡Cojones con la vieja!», exclamé mentalmente cuando con verdadera admiración observé sus movimientos al servir los refrigerios a los presentes. Con una blusa una talla menor a la requerida, era la comidilla de todo el pasaje. Sin exceptuar a los pasajeros acompañados por sus esposas, todos los hombres de su sección se pusieron verracos al disfrutar del maravilloso escote que lucía  orgullosa esa hembra. Yo no pude ser menos. Aunque estaba en la inopia, cuando ese pedazo de mujer, poniendo una hipócrita sonrisa, me preguntó qué era lo que quería, estuve a un tris de contestarle que a ella.

No tenía puta madre lo buena que estaba. Era el sueño, la fantasía sexual de todos los que estábamos sentados en primera. Sus pechos no solo eran enormes sino que se les notaba que eran producto de largas horas de ejercicio y su cara, aún marcada por alguna arruga, era el morbo hecho mujer. Sus labios, quizás alterados por la mano de la cirugía estética, pedían a gritos ser mordidos.

Mi propio pene que se había mantenido aletargado hasta ese momento, no pudo evitar removerse inquieto bajo mi bragueta al contemplar como esa rubia, que me doblaba la edad, se contorneaba a cada paso por el avión.

« ¡Quién pudiera darle de comer a ese culo!», pensé sin poder retirar la mirada de su silueta mientras se alejaba de mí.

El vaivén que imprimía a sus nalgas en cada paso era hipnótico por lo que no fui capaz de retraer mi mirada de ese par de monumentos que decoraban sus piernas y ya completamente erecto, me tuve que tapar mi entrepierna cuando con una profesionalidad digna de admiración, me pidió que bajara la mesa extraíble del asiento frente a mí.

Cortado por la tremenda erección de mi sexo, obedecí sin rechistar, lo que no me esperaba fue que ella soltando una risita, me aconsejara que me calmase porque si seguía tan alborotado iba a tirar la  bandeja con la insípida comida.

― No te comprendo― respondí.

La cuarentona sonrió al ver mi cara y sin cortarse un pelo, al poner la comida rozó con su mano mi entrepierna mientras me decía al oído:

― Está claro que te pongo cachondo ― dejando patente que se había dado cuenta de la excitación que me dominaba.

― A mí y a todos― contesté con rubor, no en vano era un muchacho y ella todo una mujer.

Soltó una carcajada mientras pasaba la bandeja al tipo de mi izquierda. Descaradamente, esa diosa restregó sus pechos contra mi cara y sin darle importancia continuó repartiendo las raciones al resto del pasaje. Podréis comprender que no cabía en mí al haber sido objeto de las atenciones de semejante portento y por eso durante las siete horas del trayecto, intenté hacerme notar sin resultado. Esa mujer no me hizo ni puñetero caso. Ni siquiera tuve la oportunidad  de despedirme de ella al salir del avión porque era otra la azafata que esperaba en el finger de acceso a la terminal.

La realidad es que no me importó:

¡Estaba en Nueva York!.

Tampoco me afectó soportar durante casi tres cuartos de hora a los pesados de la aduana americana. Nada de lo que pasara cambiaba el hecho de estar, allí, en la ciudad de los rascacielos. Mi estancia era por una semana pero ya tenía decidido que si las cosas me iban bien, prolongaría el viaje hasta que se me terminara el dinero. Recién salido de la universidad, no me apetecía ponerme a trabajar y sabía que si permanecía en Madrid, mi viejo me iba a obligar al menos a buscar trabajo. Cargado de ilusión, cogí un taxi hacia Manhattan. Todo lo que veía a través del cristal me parecía conocido. Las calles y edificios que nos cruzábamos, tantas veces vistos en películas y series, eran parte de mi vida. Inmerso en una especie de “ deja vu” , la ciudad me resultaba familiar. Ese trayecto lejos de parecerme aburrido, fue una experiencia extraña donde se mezclaban mis propias experiencias con la de los personajes de cine. Me sentí Al Pacino en el Padrino, Jack Nicholson en Mejor Imposible e incluso me vi subiendo el Empire State como King Kong.

Los cincuenta y dos dólares que tuve que pagar al conductor me dolieron pero aun así, al entrar en el hotel que había reservado, estaba en la gloria. El Westin de Times Square me sorprendió y no solo por estar ubicado en mitad de esa plaza sino por su propia arquitectura. Parece en sí mismo una escultura cubista, formado por figuras geométricas de muchos colores, era el edificio más extraño que había visto en toda mi vida.

Ansioso por irme a dar una vuelta por la ciudad, me inscribí y nada más recibir las llaves de la habitación, dejé mi maleta y sin pararme a deshacerla, salí sin rumbo fijo. No os podéis imaginar lo que representó para mí esa caminata. A cada paso que daba, mis ojos no daban crédito a lo que veían. Brodway,  el Madison Square Garden, el edificio Chrysler… Esa urbe era la puñetera capital del mundo. Durante tres horas, fui deambulando por sus calles como hipnotizado. Me sentía un enano ante tamañas construcciones y sí, hice lo que todo turista, hace en Nueva York:

¡Me subí al Empire State!

Sera una horterada, un paletada pero me encantó contemplar todo Manhattan desde las alturas. A todo el que ha tenido la suerte de conocerlo le parece increíble que se hubiese construido en los años veinte del siglo pasado. Hasta su decoración art deco es maravillosa y por eso al salir, estaba con nuevos ánimos. Comí a base de Hotdogs en un puesto a la entrada del parque central y completamente agotado, llegué al hotel.

Tras una ducha relajante, salí de mi habitación. Aunque tenía ganas de marcha, el dolor de pies que me atenazaba me impidió salir a correrme una juerga. Contrariado, me senté en el bar del office a observar a la fauna allí reunida. No tengo ni idea de cuantas nacionalidades diferentes se congregaban en ese Hall. Blancos, negros, amarillos e incluso un par de tipos de aspecto extraterrestre alternaban sin importarles que ese españolito les observara desde la barra del local. Inmersos en sus propias vidas era entretenido el intentar averiguar de qué lugar del orbe habían llegado.  Ya iba por la segunda copa cuando vi entrar a la espectacular azafata de mi vuelo acompañada por el piloto. Sé que resulta un tópico pero al no perderlos de vista, comprendí que ese par compartían algo más que trabajo.

Lo que había empezado como una reunión de amantes, terminó a los gritos. La mujer le recriminaba que se hubiera enrollado con la miembro más joven de la tripulación a lo que él le contestó que, entre ellos, todo había terminado y sin más, levantándose de la mesa, tomó el ascensor.

«Menudo idiota», pensé al ver que había dejado tirada a ese mujerón.

La rubia estuvo llorando desconsoladamente hasta que el camarero le preguntó si quería algo de tomar. Disimulando, señaló un coctel de la extensa carta y mirando a su alrededor, me vio. Creí que me había reconocido porque tras pensarlo durante unos segundos, me hizo señas de que me acercara. Tardé en comprender que se refería a mí. Al ratificar que era yo el objeto de sus señas, me acerqué cortado y sentándome a su lado le pregunté qué quería.

― ¿Con quién vas a cenar?― me preguntó luciendo una espectacular sonrisa.

― Contigo― respondí sin creerme mi suerte.

Tras una breve presentación, me dijo al oído:

― Estoy seguro que has visto lo que acaba de ocurrir― asentí al escuchar sus palabras, tras lo cual la mujer prosiguió diciendo: ― Voy a usarte para darle celos a ese cabrón.

Quizás fueron las dos copas que llevaba ingeridas lo que me hizo contestar:

― Siendo tú, dejo que hasta me violes esta noche.

Ella soltó una carcajada al oír mi descarada respuesta y posando delicadamente sus labios en los míos, me contestó:

―No creo que lleguemos a tanto pero nunca se sabe― y cogiendo su bolso, me susurró: ― El sitio donde te voy a llevar es muy elegante, vamos a cambiarnos de ropa.

Completamente desolado le tuve que reconocer que no traía en mi maleta nada elegante. Ángela al ver mi turbación, sonrió y cogiéndome de la mano me llevó fuera del local, diciéndome:

― No te preocupes. Esta noche eres mi gigolo. Irás hecho un adonis.

Ni pude ni quise protestar, la mujer me llevó a una tienda sita en el hall del hotel y encantada de su papel, Ángela se puso a elegir la ropa que iba a llevar en nuestra cita. No escatimó en gastos, eligió no solo el traje sino la camisa, los zapatos, calcetines e incluso los calzoncillos de manera que en menos de cinco minutos, me volvió a coger del brazo y casi a empujones, me llevó al probador.

Sin saber cómo actuar cuando comprobé que entraba en el habitáculo conmigo, me quité la camiseta que llevaba. La azafata que para el aquel entonces se había sentado en una silla, no me quitaba ojo de encima y al ver que me ruborizaba, me comentó:

― Ya que voy a pagar, quiero ver la mercancía.

― Dime al menos si te gusta lo que ves― le respondí orgulloso de mis músculos, no en vano me machacaba diariamente en el gimnasio.

No me contestó pero al percatarme que bajo su blusa, sus pezones se marcaban, comprendí que al menos asco no era lo que le daba. Envalentonado por su reacción, me quité los zapatos, dando inicio a un lento striptease. Botón a botón fui desabrochándome el vaquero, sabiéndome objeto de un escrutinio nada profesional. La cuarentona seguía con sus ojos las maniobras de mis manos y no pudo evitar morderse los labios cuando me bajé el pantalón.

Dándole toda la parsimonia que me fue posible,  me lo saqué por los pies y acercándome a la mujer dejé que contemplara que bajo mis boxers, mi pene había salido de su letargo:

― ¿Quieres que siga?― le pregunté con recochineo al advertir  que mi interlocutora había cerrado sus piernas, tratando de evitar la calentura que la estaba poseyendo por momentos.

―Sí― respondió con mirada hambrienta.

Por su tono, supe que lo que había empezado como un juego para ella, se estaba volviendo peligrosamente excitante. No comprendo todavía como me atreví a decirle, mientras la acercaba a mi paquete:

―Desenvuelve tú, tu regalo.

La rubia que hasta ese momento se había mantenido expectante, me pidió que me diera la vuelta, tras lo cual, cogió con sus dos manos la tela de mis calzoncillos y lentamente empezó a bajármelos. Con satisfacción, la escuché decir al ver mis glúteos desnudos:

― ¡Qué maravilla!

Lo que no me esperaba era que llevando sus manos a mi trasero, lo empezara a acariciar y menos que venciendo cualquier reparo, lo empezara a besar. Si alguien me hubiera dicho que estaría con esa preciosidad de mujer en un probador nunca le hubiese creído pero, si además, me hubiese asegurado que iba ella a estar besando mis nalgas lo hubiera tildado de loco y por eso, tratando de no romper ese mágico instante, esperé sus órdenes. Ni que decir tiene que mi sexo había ya alcanzado una tremenda erección. Queriendo colaborar apoyé mis manos en la pared y abrí las piernas, dejando libre todo mi cuerpo a sus maniobras.  Por el ruido, supe que se había puesto en pie pero todavía no sabía lo que iba a ocurrir pero me lo imaginaba. La confirmación de sus deseos vino al advertir la humedad de su lengua recorriendo mi espalda, mientras se apoderaba de mi pene.

― No te muevas―  me pidió imprimiendo a la mano que tenía agarrado mi sexo de un suave movimiento.

Manteniéndome quieto, obedecí. La azafata, restregándose contra mi cuerpo, gimió en silencio. Poseída por un frenesí sin igual, me masturbaba mientras susurraba a mi oído lo cachonda que estaba. Cuando le informé que estaba a punto de correrme, me obligó a darme la vuelta y poniéndose de rodillas, se introdujo toda mi extensión hasta el fondo de su garganta. Fue alucinante, esa cuarentona no solo estaba buena sino que era toda una maestra haciendo mamadas y por eso, no pude evitar desparramarme dentro de su boca. Que no le avisara de mi eyaculación no le molestó, al contrario, demostrando una pasión incontrolada, se bebió todo mi semen sin escatimar ni una sola gota.

Si de por si eso ya era impresionante, más fue verla levantarse y que acomodándose su ropa, se volviera a sentar en la silla mientras decía:

― Ya no me acordaba lo que era una buena polla, llevo demasiado tiempo tirándome a cincuentones― y dirigiéndose a mí, exclamó: ― Vístete, quiero comprobar cómo le queda a ese cuerpo la ropa que he elegido.

A nadie le amarga un piropo de labios de una espectacular mujer y por eso no pude reprimir una sonrisa mientras me vestía. Ángela, ya sin ningún reparo, me ayudó a ponerme la ropa sin perder la oportunidad de volver a dar algún que otro magreo a mi pene, de manera que ya completamente vestido era evidente que me había vuelto a excitar. La azafata soltó una carcajada al comprobar mis problemas para acomodar mi miembro y poniendo cara de viciosa, me avisó que iba a cobrarme en carne los dólares que se había gastado conmigo.

― Soy esclavo de tu belleza― respondí cogiendo por primera vez uno de sus pechos entre mis manos y sin pedirle permiso, lo pellizqué con dulzura.

Ángela gimió al sentir la caricia sobre su pezón y separándose de mí, protestó diciendo que si seguía tendría que violarme nuevamente. Fue entonces cuando estrechándola entre mis brazos la besé. Su boca se abrió para permitir el paso de mi lengua en su interior mientras mis manos se apoderaban de ese trasero de ensueño. Dominado por la calentura, pose mi extensión en su vulva, dejándola saber que estaba dispuesto.

Tuvo que ser la cuarentona la que poniendo algo de cordura, se deshiciera de mi abrazo y abriendo la puerta, dijera:

―Tengo que cambiarme.

Al ir a pagar la cuenta, advirtió que la dependienta me miraba más allá de lo razonable y pasando su brazo por mi cintura, le dejó claro que el mozo que llevaba era su captura y que no estaba dispuesta a que nadie se la arrebatara. Creyendo que íbamos a continuar en su cuarto la acompañé hasta la puerta, pero cuando hice ademán de entrar, me contestó que le diera media hora y que la esperara en el hall. Comportándose como una clienta exigente, me ordenó que me volviera a duchar y que me afeitara porque no quería que mi barba de dos días le terminara rozando. Al ver mi cara de extrañeza, me aclaró:

―Esta noche tendrás que devolverme la mamada que te he hecho― y cerrando la puerta en mis narices, me dejó en mitad del pasillo, solo y alborotado.

Ya en mi cuarto, obedecí sus órdenes de forma que a la media hora, estaba esperándola en mitad del recibidor del hotel. Como la coqueta que era, tardó quince minutos más en aparecer pero cuando lo hizo no me quedé defraudado, venía embutida en un traje de raso rojo que  realzaba sus formas. Embobado con la visión de ese portento, disfruté de cada centímetro de su anatomía. Estaba preciosa por lo que nada más saludarme con un beso, la piropeé diciendo:

― Dios va a regañar a san Pedro por dejarse la puerta abierta, se le ha escapado un ángel.

Ruborizándose por completo, me contestó:

― Eso se lo dirás a todas tus clientas.

Fue entonces cuando la realidad de nuestra relación cayó sobre mí como una losa. Esa mujer creía que era un prostituto de hotel, dispuesto a hacer realidad las fantasías de las mujeres solas. No había reconocido en mí al pasajero sino que estaba convencida de que era un hombre de alquiler. Estuve a punto de sacarla de su error pero temiendo que si se lo decía no iba a pasar la noche con ella, decidí callarme y esperar a la mañana siguiente para aclarárselo. Y por eso, pasando mi brazo por su estrecha cintura le pregunté:

―¿Dónde quiere la señora ir a cenar?

―Al Sosa Borella.

Me quedé helado, había leído una crítica de ese restaurante italo―argentino y sabía que la cuenta no iba a bajar de los trescientos dólares. Cómo pagaba ella, no puse ningún reparo. Al preguntarle al botones por un taxi para ir,  me informó que estaba al lado del hotel por lo que no era necesario pedir uno ya que se podía ir andando. La perspectiva de ir luciendo esa estupenda pareja por las calles, me pareció buenísima y pegándola a mi cuerpo, le acaricié el trasero mientras andábamos.

Si me quedaba alguna duda de mi función en esa opereta, me la quitó al entrar en el local. Era un sitio pequeño de forma que no tardamos en ver que el piloto con el que había discutido estaba sentado en una mesa a escasos tres metros de la nuestra. Poniéndose nerviosa, me suplicó que si su ex amante se acercaba, le dijera que era un amigo de otros viajes a Nueva York.

― No te preocupes― le respondí. ―Somos amigos desde hace un par de años. Te parece que le diga que nos conocimos en el Metropolitan.

―Perfecto― suspiro aliviada y cambiando de tema, me preguntó que quería beber.

―Si te digo la verdad, lo que me apetece es beber champagne sobre tus pechos desnudos pero mientras tanto con un vino me conformo.

Mi ocurrencia le hizo gracia y pasando su mano por mis piernas, me aseguró que esa noche lo probaríamos. Sus caricias hicieron que mi pene se volviera a alborotar, cosa que no le pasó inadvertida y mostrando una genuina sonrisa de mujer en celo, llamó al camarero. El empleado tomó nota con profesionalidad, lo que me dio oportunidad de fijarme en la pareja del piloto. La muchacha aun siendo guapa no podía compararse con ella y así se lo comenté:

―Mentiroso― me contestó encantada.

―Es verdad― le aseguré. ―Si tuviera que elegir con quien irme a una isla desierta, no dudaría en ir contigo. Tienes un cuerpo precioso y unos pechos que son una locura.

―Tonto― me susurró dándome un beso en la mejilla.

Y recalcando su belleza, acaricié uno de sus pechos mientras le decía:

―Ese tipo es un cretino. Debe estar majara para no darse cuenta.

―Te lo agradezco― contestó y completamente nerviosa, me informó de la llegada del susodicho.

El inútil del cincuentón venía con una sonrisa de superioridad que me encabronó y por eso cuando sin pedir permiso se sentó en nuestra mesa, directamente le pregunté:

―Disculpe, ¿le conozco?

La fiereza de mi mirada le descolocó y ya bajado de su pedestal, me saludó con la mano mientras me decía:

― Soy Pascual, el compañero de Ángela.

Sabiendo que tenía que hundirle en su miseria, puse  un tono despectivo al contestarle:

― Ah, el chofer del avión― y dirigiéndome a mi pareja, le recriminé: ―No sabía cuándo me sacaste de la reunión del banco que íbamos a comer con más gente. Te dije que era importante y que solo dejaría mis asuntos si cenábamos solos.

Completamente indignado, el piloto se levantó de la mesa diciendo:

― Solo venía a saludar pero ya veo que no soy bien recibido.

―¡Coño! Has captado mi indirecta, tendré que cambiar mi opinión sobre tu gremio. Hasta hoy pensaba que estaba compuesto por ignorantes sin escrúpulos ni moral que no dudan en cambiar a sus parejas por carne más joven.

Mi intencionado insulto consiguió mi propósito y el tipejo al llegar a su asiento, agarró a la muchacha y tirándole del brazo, abandonó el local. Mientras eso ocurría, mi acompañante no levantó la cara del  plato. Creyendo que me había pasado, me disculpé con la mujer, la cual al percatarse de que se había ido, soltó una carcajada, diciendo:

―¡Que se joda! Menuda cara ha puesto el muy mamón. Se debe haber quedado acojonado que me haya repuesto tan pronto y que la misma noche de ser dejada, le haya sustituido por un modelo como tú.

―Siento haber sido tan despótico.

Su reacción fue besarme y pegando su pecho al mío, susurrarme:

―Esta noche, te dejo que lo seas. Me has puesto como una moto con ese papel de hombre dominante.

La cara de la azafata dejaba entrever que deseaba sexo duro y por eso, le ordené que se quitara la ropa interior. Sin comprender que era lo que quería exactamente, me miró indecisa por lo que tuve que aclarárselo diciendo:

―Sin levantarte, dame tus bragas. Quiero ponérmelas de pañuelo en la chaqueta.

No me cupo ninguna duda, del efecto de mis palabras. Los pezones de la mujer se pusieron duros al instante y mordiéndose el labio, disimulando se las quitó. La calentura que la embriagaba era patente y acomodándose en la silla, esperó a ver que hacía.

No dudé un instante, llevándome el tanga rojo a mi nariz, le dije:

―Estoy deseando comerte entera.

Con los ojos inyectados de lujuria, se removió inquieta mientras unas gotas de sudor hacían su aparición en su rotundo escote. Gotas que recogí con mis dedos y me llevé a la boca, diciendo:

―Abre tus piernas.

La mujer aterrada pero excitada, separó sus rodillas dándome libre acceso a su entrepierna. Al ver que mi mano empezaba a acariciar su sexo por encima del vestido, disimulando puso la servilleta, intentando que nadie se diera cuenta que la estaba masturbando. Imbuido en mi papel, no dejé de susurrarle lo bella que era y lo mucho que me apetecía disfrutar esa noche con ella. Ángela, dominada por mis toqueteos, se subió la falda dejando su sexo desnudo a mi alcance.  Pegó un quejido al sentir que me apoderaba de su clítoris y roja como un tomate, se entregó a mis maniobras. Era tal la calentura de esa azafata que no tardó en correrse silenciosamente entre mis dedos, tras lo cual, casi llorando, se levantó al baño.

Por segunda vez, creí que me había extralimitado y bastante nervioso, esperé que volviera temiendo no solo por la cuenta sino por perder la ocasión de disfrutar de ese pedazo de hembra. Afortunadamente, no tardó en regresar con una sonrisa en los labios y al sentarse en su silla, me recriminó mi comportamiento:

―Eres un bruto insensible. ¿No te da vergüenza haberme dado el mayor orgasmo de mi vida en la mesa de un restaurante? ¡Para eso están las habitaciones!.

Su respuesta hizo que mi maquiavélica mente se pusiera a funcionar y acariciándole la mejilla, le dijera:

―      ¿Has hecho el amor en el metro?

― No― respondió descompuesta, aunque en su fuero interno deseara ser tomada en un vagón.

― Pues esta noche, lo harás.

Mi determinación le impidió protestar y bajando su mirada, empezó a cenar. Yo por mi parte, supe que al salir nos montaríamos en uno. Tratando de relajarla, le pregunté por su vida. La mujer agradeciendo el cambio de tema, se explayó contándome que estaba divorciada con dos hijos.

― Y tu marido, ¿qué hace?

― Vive en Mónaco con su segunda mujer, una cría de veinticinco años―, contestó con un deje de amargura. Al ver mi cara de comprensión, sonrió, diciendo: ―No te preocupes, ese cabrón me pasa una buena mensualidad. Trabajo para salir de casa no porque lo necesite.

Durante el resto de la cena, no paró de hablar y solo cuando vino el camarero con la cuenta, se empezó a poner nerviosa.  Estaba horrorizada por mi amenaza pero a la vez, expectante de disfrutar si al final la cumplía. Al salir del local, no le di opción y cogiéndola por la cintura, nos metimos en el suburbano. La sensación de tenerla en mis manos era de por sí subyugante pero aún más al reparar en que mi pareja estaba completamente excitada con la idea. Mientras esperábamos en el andén la llegada del metro, pasé mi mano por su trasero. Ese sencillo gesto provocó que la rubia pegara su pubis a mi entrepierna y se empezara a restregar contra mi sexo. Se notaba a la legua que esa hembra estaba ansiosa de que rellenara su interior con mi extensión.

Afortunadamente para mis intenciones, el vagón estaba vacío por lo que sin esperar a que se arrepintiera la puse dándome la espalda sobre mis piernas y sin mediar más palabras empecé a acariciarle los pechos mientras le decía lo puta que era.  Al no haber público se relajó y llevando sus manos a mi bragueta, sacó mi pene de su encierro.  No tuve que decirle nada más, hecha una energúmena se levantó el vestido y de un solo golpe se incrustó todo mi aparato en su interior.

― ¿Te gusta?― pregunté mientras mis dedos pellizcaban  sus pezones.

― ¡Sí!― sollozó sin dejar de mover su cintura.

La calidez de su cueva me envolvió y forzando el movimiento de sus caderas con mis brazos, conseguí que mi estoque se clavara en su sexo a un ritmo infernal.

― ¡No puede ser!― aulló al sentir los primeros síntomas de su orgasmo.

Fue impresionante, berreando como cierva en celo, todo su cuerpo convulsionó sobre mis rodillas mientras no dejaba de gritar.

― ¡Qué gozada!― chilló liberándose por fin de la humillación del abandono y levantándose del asiento, se dio la vuelta y nuevamente encajó mi pene en su vagina mientras me suplicaba que le chupara los pechos.

No tuvo que pedírmelo dos veces, sacando uno de sus senos, llevé mi lengua a su pezón. Lo hallé más que duro y por eso cogiéndolo entre mis dientes, lo mordisqueé suavemente.

― Sigue, por favor― me pidió apabullada por el placer.

Ángela, desquiciada por entero, rogaba a voz en grito que continuara mamando mientras no dejaba de ejercer sobre mi sexo un meneo endemoniado. Con la cabeza hacia atrás, dejó que posara mi cara entre sus pechos y atrapándolos entre mis manos, los estrujé sus pechos sin piedad. Su segundo orgasmo coincidió con mi clímax. Su flujo y mi semen se juntaron mientras ella desfallecía agotada. La dejé descansar sobre mi pecho durante dos estaciones y entonces sacándola de su  ensueño, la levanté de mis piernas y acomodándome la ropa, le dije que teníamos que volver al hotel.

― ¿Te quedarás conmigo toda la noche? o ¿Tienes otro compromiso?― preguntó temiendo que diera por terminada la velada.

Me dio ternura su angustia y llevando sus labios a los míos, la besé dulcemente mientras le decía:

― Por nada del mundo me perdería una noche en tu compañía.

Casi llorando, la mujer me empezó a besar. Sus besos eran una demostración de su entrega y con ella entre los brazos, llegamos a nuestro hotel. Nada más entrar en su habitación se  arrodilló a mis pies con la intención de hacerme otra mamada pero levantándola del suelo, le llevé en brazos hasta la cama.

―Desnúdate― pedí.

Mi acompañante dejó caer su vestido sobre las sábanas. Casi me desmayo al ver por primera vez su cuerpo desnudo, era preciosa. Sus cuarenta y tres años no habían conseguido aminorar ni un ápice su belleza. Sin dejar de mirarla, me quité la chaqueta. Increíblemente la mujer suspiró de deseo al ver que empezaba a desabrochar los botones de mi camisa. Al advertir la avidez que sentía al disfrutar de mi striptease, lo ejecuté lentamente.

―Tócate para mí― ordené con dulzura al quitarme la camisa y quedarme con el torso al descubierto.

Ángela no se hizo de rogar y abriendo sus piernas de par en par, se empezó a masturbar sin dejar de observar cómo me deshacía del cinturón. La sensación de tener en mi poder a ese monumento, me excitó en demasía y bajándome la bragueta, busqué incrementar la lujuria de la mujer. Ella, indefensa, llevó una de sus manos a su pecho y lo pellizcó a la par que imprimía a su clítoris una tortura salvaje.

Al dejar deslizarse mi pantalón por mi piernas, la mujer no pudo más y chillando se corrió sin hacer falta que la tocase. Ver a su cuerpo cediendo al deseo de un modo  tan brutal, fue el aliciente que necesitaba para sentirme su dueño y terminando de desnudarme, me uní a ella en la cama. La cuarentona creyó que quería poseerla y cogiendo mi pene entre sus manos, intentó que la penetrara pero, separándola un instante, le dije:

―Te debo algo.

Incapaz de sobreponerse a la calentura que le envolvía, la mujer gritó al comprobar que le separaba las rodillas y me entretenía mirando su entrepierna. Su sexo brillaba encharcado de flujo, expandiendo el aroma a hembra en celo por la habitación. Pausadamente, cogí una de sus piernas y con la lengua fui recorriendo centímetro a centímetro la distancia que me separaba de su pubis. Fue una delicia advertir que Ángela se retorcía sobre las sábanas ante mi avance, de manera que todavía no había llegado a apoderarme de los labios de su sexo cuando ésta empezó a bramar como descosida por el placer que le estaba obsequiando.

― ¡Fóllame!― imploró con el sudor recorriendo su piel.

Haciendo caso omiso a sus ruegos, prolongué su hambruna  bordeando con la lengua los bordes de su clítoris. La necesidad de la mujer se hizo todavía más patente cuando tomé entre los dientes su ardiente botón y a base de ligeros mordiscos afiancé mi dominio. Moviendo sus caderas, buscó apaciguar el fuego que la consumía. Sin darle ni un segundo de tregua, introduje una de mis yemas en su cueva y dotándole de un suave giro, conseguí sacar de su cuerpo otro orgasmo pero esta vez, de su sexo empezó a manar una ingente cantidad de flujo que me confirmó lo que ya sabía, que no era otra cosa más que la dulce azafata era multi orgásmica.

La tremenda erección de mi pene me impelía a penetrarla y por eso dándole la vuelta, la puse a cuatro patas y de un solo empujón se lo clavé hasta el fondo. Entonces se desató la verdadera Ángela y comportándose como una perturbada me pidió que la tomara sin compasión. No tuvo que repetir su pedido y asiéndome de sus pechos, comencé a cabalgarla salvajemente. Sus gemidos se convirtieron en alaridos al poco de verse penetrada y cayendo sobre la almohada me pidió que la dejase descansar.

No la hice caso e incrementando el compás de mis incursiones, asolé todas sus defensas mientras a ella le costaba hasta respirar. Sometida a mis deseos, cogí su melena rubia y azuzándola con ella le obligué a seguir moviéndose. Para el aquel entonces, sus muslos estaban empapados del líquido que salía de su sexo y su cara empezaba a notar los efectos del cansancio. Afortunadamente para ella, no pude soportar más la excitación y dando un berrido, le informé de la cercanía de mi clímax. Mis palabras le sirvieron de acicate y convirtiendo sus caderas en una máquina de ordeñar, agitó su trasero en busca de mi liberación. La tensión acumulada por mi miembro explotó sonoramente, regando su vagina de mi simiente mientras la mujer no dejaba de gritar por el placer que había sentido.

Agotado, me desplomé a su lado y tras unos minutos, descansado abrazado a ella, le pregunté que le había parecido:

―Ha sido maravilloso― me contestó con una sonrisa en los labios, ―nadie nunca me había dado tanto placer.

Encantado por su respuesta, le di un beso en los labios y dándole un azote a ese trasero que me traía loco, solté una carcajada:

―Todavía me falta probar este culito― le solté.

Poniendo cara de pena, me rogó que la dejara descansar pero me prometió que a la mañana siguiente me lo daría y  acurrucándose en mi pecho se quedó dormida. Desgraciadamente, cuando amanecimos se nos hizo tarde y solo pudimos ducharnos juntos porque tenía prisa. Después de vestirnos me pidió que la acompañara a la recepción y mientras bajábamos por el ascensor me pidió mi teléfono, al decirle que todavía no tenía, le di mi email y ella encantada, puso un sobre en mis manos mientras se despedía.

― ¿Y esto?― pregunté.

― Tu pago por la noche más increíble de toda mi vida.

La llegada de sus compañeros de tripulación impidió que le aclarara que no era un prostituto y por eso, me despedí de ella pidiéndole que me escribiera.

―Lo haré― contestó con ilusión por poder volverme a ver.

Desde la puerta del hotel, observé su marcha y solo cuando el taxi donde se habían montado había desaparecido por la octava avenida, abrí el sobre para comprobar que esa mujer me había dejado dos mil dólares. Sin poderme creer la suerte de haber poseído a esa mujer y que encima me hubiese regalado tanta pasta, entré sonriendo en el hall.

Estaba todavía analizando lo ocurrido cuando desde la boutique de la noche anterior, la dependienta que nos había atendido me llamó con señas. Intrigado me acerqué a ver que quería. La muchacha llevándome a la trastienda, me dijo:

― He visto que te has quedado libre, anoche una de mis clientas se quedó prendada de ti. ¿Tienes algo que hacer hoy?

Asustado de la franqueza de la mujer, le contesté que estaba cansado pero ella insistiendo, me soltó:

―Te ofrece tres mil porque la acompañes a una cena.

« Joder», exclamé mentalmente y todavía indeciso, le pregunté a bocajarro:

― Y tú, ¿Qué ganas?

― Me llevo el veinte por ciento y quizás si hacemos más negocio, exigiré probar la mercancía.

Solté una carcajada y dándole la mano, cerré el trato.

Todo esto ocurrió hace dos años. Hoy en  día sigo viviendo en Nueva york pero ahora tengo un apartamento en la quinta avenida con vistas al Central Park. Gracias a Johana, he conseguido una clientela habitual formada por doce mujeres que mensualmente me hacen una visita. Conduzco un porche y como se ha corrido la voz, he tenido que subir mi tarifa, pero eso sí: Ángela sigue pagando lo mismo. Cada quince días voy a recogerla al avión y para sus compañeros soy su novio. Solo ella sabe que soy su chico de alquiler.

Capítulo 2      Helen, enculando a la gorda.

Los primero que hice después de irse mi primera clienta fue descansar, esa azafata cuarentona me había dejado agotado y confuso. Nunca me imaginé que me podría ganar la vida como prostituto y menos que me pagaran tanto por hacer algo que hubiera hecho gratis. Os tengo que reconocer que una parte de mí luchaba contra la idea de convertirme en un gigolo, pero el peso de los billetes en mi cartera fue razón suficiente para librarme de todos los prejuicios morales.

Me desperté sobre las doce y tras darme una ducha, decidí salir a visitar museos, no en vano la pintura era mi pasión favorita a la que no me pude dedicar por tener que estudiar una carrera que odiaba. Acababa de salir del MOMA cuando, caminando por la séptima avenida, me topé con una tienda de arte y sin pensármelo dos veces me compré un caballete, oleos y unos cuantos lienzos.

« Si me voy a dedicar a esto, voy a tener tiempo suficiente para practicar», me dije mientras pagaba doscientos cincuenta y tres putos dólares por mi capricho.

Era una pasta pero podía permitírmelo y por eso además, viendo que iba a necesitar un móvil, contraté uno en  una tienda de Sprint. Es misma noche, mi billetera iba a estar nuevamente repleta. Después de comer en un restaurante hindú, pasé por una farmacia y tras dar una “ propina” descomunal,  me agencié dos cajas de viagras. No es que lo necesitase, pero como no tenía ni idea de qué tipo de mujer tendría que tirarme esa noche, decidí que no era malo el poder confiar en una ayudita química por si la tía era horrorosa.

Al llegar a mi habitación, tenía una llamada de Johana, la dependienta de la tienda de ropa que me había conseguido la cita, por lo que nada más dejar mis compras sobre la cama, la llamé temiendo que la clienta se hubiese echado atrás. Afortunadamente mis temores resultaron infundados y lo que quería era decirme la habitación donde tenía que recoger a la mujer, así como avisarme que tenía que pasar por su local a probarme un traje de etiqueta. Queriendo saber a qué atenerme, le pregunté si sabía el porqué de esa vestimenta; la pelirroja muerta de risa me comentó que me tenía que hacer pasar por el novio buenorro de la clienta en una cena de antiguos alumnos de un instituto.

―Okay― le contesté ―ahora bajo a probarme el smoking.

Cinco minutos después estaba con ella en su tienda. Como no necesitaba tomarme medidas porque el día anterior Ángela me había comprado allí, pasé directamente al probador. Lo que no me esperaba fue que al igual que la azafata, mi nueva jefa se metiera conmigo a ver cómo me cambiaba.

« Me tendré que acostumbrar», pensé mirándola mientras me quitaba la camisa.

Johana era la típica pecosa americana. Con veintitantos años sin ser un monumento, tenía gracia. En otras palabras, no le diría que no a un buen polvo con ella, pero al contrario de lo que ocurrió el día anterior, esa tarde solo me observó sin tratar de hacer ningún acercamiento. Parcialmente desilusionado me terminé de vestir y digo parcialmente, porque aunque la muchacha no dejó translucir ningún tipo de excitación, cuando salimos del probador, me soltó:

― No me extraña que paguen tanto por una noche contigo: ¡Estás buenísimo!

Cortado por el piropo, le di las gracias y tratando de romper el silencio que se había instalado entre nosotros, le pregunté el nombre de mi cita.

― Helen. Verás que es diferente a la pantera de anoche. Es la clásica soltera a la que le da vergüenza que sus amigos de la infancia sepan que sigue sola.

― Y ¿cómo es?― pregunté interesado en su físico.

― Una mojigata, tendrás que esforzarte― contestó sin darme más detalles.

No sabiendo a qué atenerme y como me quedaba una hora para ir a recogerla, decidí ir a tomarme una coca cola al bar. Ya sentado en la barra, recapacité en las palabras de Johana y sacando una de las pastillitas azules de mi bolsillo, me la tomé temiéndome lo peor. Llevaba unos veinte minutos allí cuando se me acercaron dos cincuentonas con ganas de marcha.

«Joder, este sitio es una mina», sentencié al darme cuenta de las intenciones de ambas.

Dicho y hecho, esas mujeres tras una breve conversación, me insinuaron si me iba con ellas de farra. Poniendo cara de desconsolado, me disculpé aludiendo que tenía una cita pero previendo que podían ser futuras clientas, le dije que si querían nos veíamos al día siguiente.

― No puede ser― me contestó la más interesada, ―mañana  nos vamos.

Cómo no podía estar en dos sitios a la vez, les di mi recién estrenado teléfono para que la próxima vez que volvieran a Nueva York, me avisaran. Comprendí que al menos la más joven contactaría conmigo cuando al despedirme, la mujer rozó con disimulo mi entrepierna. Le debió de gustar lo que se encontró porque mordiéndose los labios, insistió en que me quedara con ellas:

―Lo siento, debo irme― susurré a su oído mientras le devolvía la caricia con un pellizco en su trasero. –Llámame y te haré pasar una noche de fantasía.

Con los ánimos repuestos, salí del bar y cogiendo el ascensor, me dirigí hacia la habitación 1511, donde me esperaba mi pareja por esa noche. Con los nervios de punta, llamé a la puerta. Al instante me abrió una mujer de unos treinta años, guapa pero con quince o veinte kilos de más. «Está jamona», dictaminé mientras la saludaba con un beso en la mejilla:

―Soy Alonso.

Sé que era un puto principiante, pero ni hoy en día que estoy curtido de todo, me hubiese dejado de sorprender que la mujer poniéndose a llorar se tumbara en la cama.

―¿Qué te ocurre?―, le dije sentándome a su lado.

Helen, completamente descompuesta, me dijo que había sido un error, que nadie se creería que yo era su novio.

―Y eso, ¿por qué?― respondí acariciándole la cabeza.

La muchacha, sin dejar de llorar, me contestó si no la había visto bien, que ella era una gorda asquerosa mientras yo era un modelo de revista. Comprendiendo que corrían peligro mis tres mil dólares, le di la vuelta y llevando su mano a mi pene, le contesté:

― Hagamos una cosa, si no se me levanta en medio minuto, me voy. Pero tengo que decirte que me pareces preciosa, siempre me han gustado las mujeres como tú y no las esqueléticas tan de moda últimamente.

Estoy convencido que no hubiera necesitado del viagra pero al habérmelo tomado, en segundos mi pene consiguió una dureza total. Helen al ver la reacción, se tranquilizó y dándome las gracias, insistió en que el vestido que había elegido le sentaba fatal.

―Levántate― ordené.

«Puta madre», exclamé mentalmente. Tenía razón, el vestido era horrible. Con él puesto, parecía un saco de patatas. Ese día comprendí que mi labor iba a ser cumplir las fantasías de las mujeres que me contrataran y por eso le pregunté:

―¿A qué hora es la cena?

―A partir de las ocho.

Mirando mi reloj, vi que nos quedaba dos horas. Analizando la situación decidí que esa muchacha necesitaba ayuda y aunque no fuese la función por la que me pagaba, le dije si confiaba en mí. Al ver que me contestaba afirmativamente, tomé el teléfono y llamé a Johana. Tras explicarle expliqué la situación, mi contacto me dio la dirección de una boutique al lado del hotel. Sin darle oportunidad de echarse atrás, cogí a Helen del brazo y la saqué de su habitación.

La gordita se quejó, diciendo que era imposible, pero acariciando su cara la convencí que se dejara hacer. Al llegar, todo estaba preparado. Mi jefa había hablado con la dependienta, de manera, que rápidamente me preguntó qué era lo que tenía en mente.

―Mi amiga necesita un vestido que realce su belleza. Debe ser escotado y elegante, que le marque bien los pechos.

Helen como convidada de piedra no se creía lo que estaba ocurriendo. La empleada resultó una experta y en menos de cinco minutos, nos trajo cinco vestidos a cada cual más sugerente. Mirando a los ojos a mi clienta, le pedí que se metiera en el probador con el primero. Al salir, no me gustó como le quedaba, por lo que le exigí que se pusiera el segundo. Este resultó ser un vestido rojo con un escoté brutal que le dotaba de un aspecto de femme fatal que me encantó y por eso, decidiendo por ella, dije que nos quedábamos con ese.

―Ahora necesitamos ropa interior acorde con el vestido y que sea sexy― insistí.

Nada más volver con las prendas supe que había acertado, en sus manos traía un coqueto body transparente que se complementaba con un minúsculo tanga negro.

― ¡Es perfecto!― sentencié nada más verlo.

La gordita protestó diciendo que parecería una fulana pero al ver que me mantenía firme, no tuvo más remedio que aceptar y llevándoselo al vestidor, se fue a cambiar. Mientras lo hacía le elegí unos zapatos de plataforma con un enorme tacón porque con ellos se disimularía esos kilos de más. Una vez seleccionados, la dependienta se los llevó y ya tranquilo esperé que saliera Helen ya transformada.

Cuando al cabo de cinco minutos se reunió conmigo, no pude evitar soltarle un piropo. La muchacha estaba impresionante. Elevada sobre esos taconazos y engalanada en ese vestido, era un pedazo de hembra que no dejaría a nadie indiferente. Sus enormes pechos que siempre llevaba escondidos,  se mostraban orgullosos, dándole el aspecto  de mujer sensual que quería conseguir y por eso, acariciándole su trasero, susurré a su oído:

― Estás para comerte.

Por la expresión que descubrí en su cara también mi clienta estaba encantada,  incluso la encargada de la boutique, estaba alucinada. La anodina muchacha se había convertido en una mujer de “ rompe y rasga” con la única ayuda de unos trapos. Mientras pagaba, le pregunté cómo íbamos a ir a la cena:

―Había pensado en coger un taxi― respondió avergonzada.

― De eso nada, quiero que dejes boquiabiertos a esos payasos. Vamos en limusina― le solté sabiendo que si se podía gasta tres mil  dólares en contratarme, ese pequeño gasto extra no le importaría.

Desde la propia tienda, llamaron a la empresa de ese tipo de vehículos y en menos de cuarto de hora, abriéndole la puerta a la gordita entramos en su interior. Nada más acomodarnos en el asiento, la besé. La muchacha me respondió con pasión y durante diez minutos, estuvimos magreándonos ante la mirada alucinada del chófer. Mi pene ayudado por la química se  alzó a lo bestia y sabiendo que si continuaba sobando a esa mujer, me iba a dar un dolor de huevos, separándome de ella, le comenté:

―Tenemos que planear nuestra actuación.

―No sé a qué te refieres― respondió.

Poniendo mi mano en sus rodillas, le expliqué que quería que esa noche triunfase y por eso, debíamos de pensar en cómo comportarnos frente a sus amigos.

― ¿Qué tienes pensado?― dijo avergonzada.

― Por lo que me has contado, en el instituto, tenías fama de empollona y ninguno de esos cretinos te pidió salir por lo que vas a comportarte conmigo como una autentica déspota. Quiero que todos ellos piensen  en lo que se han perdido.

― No sé si podré. Aunque en el trabajo soy así, con un hombre me veo incapaz.

― Podrás― le respondí y forzando su aceptación, le pedí que me comentara si tenía alguna fantasía.

Bajando su mirada y completamente colorada, me confesó que nadie le había hecho el sexo oral. Al oírla comprendí que esa mujer había disfrutado pocas veces de la compañía de un hombre. Cerrando la ventanilla que nos separaba del chófer, me puse de rodillas frente a ella y le solté:

―Pídemelo.

Creyendo que era parte de la actuación, Helen me dijo con voz sensual:

― ¡Cómeme!

― Sus deseos son órdenes― respondí mientras le separaba las rodillas y empezaba a recorrer con la lengua sus muslos.

Alucinada y completamente cortada, la mujer me miró y sin saber cómo reaccionar se quedó quieta en su asiento mientras yo subía por su piel. Tengo que reconocer que el morbo de hacerlo en mitad del tráfico de Manhattan, me afectó y con mi sexo pidiendo guerra, dejé un sendero húmedo por sus piernas mientras me acercaba a la meta que me había marcado.

Levantándola el vestido, metí mi cabeza bajo la tela y marcando mi territorio con pequeños mordiscos, me fui aproximando a su tanga. No tardé en escuchar los gemidos callados que salían de la garganta de la mujer, la cual deslizándose por el asiento, puso su pubis a mi disposición. Intentando no presionarla en demasía,  mordisqueé su sexo por encima del encaje antes de bajarle las bragas. Helen no cabía de gozo al ver que se las quitaba y volvía a acercarme con mi boca a su entrepierna. Supe que estaba excitada al sentir sus manos sobre mi cabeza y por eso, tanteé con mi lengua alrededor de su clítoris antes de decidirme a tomar posesión de mi feudo. El olor dulzón de su vulva me cautivó y ya sin ningún recato, di rienda libre a mi pasión apoderándome de su sexo.

La muchacha gritó al sentir que jugaba con su botón y separando aún más sus rodillas, facilitó mis  maniobras. Me encantó darme cuenta que se liberaba y continuando con mi labor, introduje mi lengua en el interior de su sexo mientras con mis dedos las masturbaba.

―No me lo puedo creer― aulló a sentir la invasión y agitándose sobre su asiento, se vio desbordada por las sensaciones.

Los gemidos de mi clienta me anticiparon su orgasmo y recreándome, con mis manos le pellizqué los pezones sin dejar de comerle su sexo. Helen pegando un chillido se corrió sonoramente, momento que aproveché para recoger con mi lengua en flujo que manaba de su cueva, no fuera a ser que se manchara el vestido y levantándome del suelo, la besé mientras le decía:

―Eres mi dueña. Haré todo lo que me digas.

Increíblemente mis palabras fueron el acicate que esa mujer necesitaba para terminárselo de creer. En ese preciso instante, el conductor nos informó que estábamos llegando. Helen, nerviosa,  se acomodó la ropa  y adoptando su papel, me ordenó:

―Cuando salgamos, ábreme la puerta.

Cumpliendo al pie de la letra sus órdenes, como el novio sumiso que habíamos acordado me bajé antes que ella, de manera, que todo los presentes en la entrada del polideportivo donde iba a tener lugar la cena se quedaron mirando tratando de adivinar quién era la pasajera de la limusina. Al salir Helen de su interior, escuché que comentaban entre ellos el cambio experimentado por mi clienta en los años que no la veían y sabiendo que debía de reforzar esa imagen le pedí que me tomara de la cintura.

La mujer hizo más, posó su mano en mi trasero y pegando un buen sobeteo a mis nalgas, me llevó a la sala donde estaban sirviendo el aperitivo. Nuestra espectacular entrada cumplió su función y tal como había planeado un nutrido grupo de ex alumnos vino a comprobar que, ese hembra, era la gordita callada de su curso. Tras un breve saludo, Helen me presentó a sus dos mejores amigas de la clase. Al observarla, comprendí que esas dos mujeres de seguro que la tenían de mascota, porque no solo estaban dotadas de un cuerpazo sino que se podía decir sin temor a equivocarse que eran las más guapas de la reunión.

Sabiendo que era su noche, le pregunté si quería algo de tomar.

―Tráeme un poco de ponche― me pidió con un sonoro azote.

Sus compañeras se quedaron alucinadas cuando en vez de indignarme por el modo con el que me trataba, con una sonrisa, le pedí perdón por anticipado ya que la barra estaba repleta.

―Vale, pero date prisa― respondió con voz altanera.

Como había previsto, tardé más de diez minutos en volver y cuando lo hice, Helen me regañó por haber tardado tanto. Actuando sumisamente, me excusé mientras sentía las miradas de sus dos amigas clavadas en mi cuerpo y mi clienta al percatarse,  me exigió que le diese un beso. Exagerando mi papel, la besé tímidamente. A lo que ella respondió restregando su sexo contra el mío y diciendo a sus conocidas:

― Si no fuera porque está bueno y es una fiera en la cama, lo mandaría a la mierda. Es demasiado vergonzoso―

― ¡Cómo te pasas!― soltó una de sus interlocutoras mientras daba un buen repaso a mi paquete, ―Yo lo tendría en palmitas.

― Si quieres cuando me canse de él, te lo paso― dijo muerta de risa mi clienta.

Su descaro provocó la risa de todos y mordiéndome un huevo, puse cara de pena.  En ese instante, pidieron que pasáramos a cenar. En la mesa que teníamos asignada, se sentaron sus amigas y dos de sus compañeros de clase con sus novias. Durante una hora tuve que soportar poniendo una sonrisa, las anécdotas de colegio de los presentes. Helen con su papel totalmente asumido, se comportó como una devora hombres, simpática y divertida mientras sus compañeros no daban crédito a su transformación.

Estábamos en el postre cuando me levanté al baño sin percatarme que tras de mí, Alice, una de las rubias macizorras me  seguía. Al no encontrar su ubicación, me giré topándome de frente con ella, le pedí me explicara cómo ir.  Entonces comprendí que al menos esa mujer se había creído a pies juntillas mi actuación, porque sin cortarse un pelo no solo me llevó hasta allí sino que abusando de mi teórico carácter sumiso, se metió conmigo en el baño, diciendo mientras me desabrochaba el pantalón:

―Vamos a ver si eres tan bueno como dice.

Esa loba no sabía dónde se metía, llevaba sobreexcitado más de dos horas y  por eso, agarrándola, le di la vuelta y pegándola contra la pared, le dije:

―Te equivocas conmigo. La razón por la que aguanto el carácter de Helen es porque estoy colado por ella pero una putita, como tú, está para servir no para ser servida. ¿Lo entiendes?.

Sin pedirle su opinión, le levanté la falda y tras bajarle sus bragas, la penetré salvajemente mientras me reía de ella. La mujer gritó al sentir su interior horadado por mi miembro y en contra de lo que había venido a buscar, se vio poseída con brutalidad mientras sus pechos eran estrujados por mis manos.

―Ves, así se trata a una zorra― le solté acelerando el ritmo de mis incursiones.

El modo tan brutal con el que la trataba, la excitó y berreando me gritó que la usara.   No hacía falta que me lo pidiera porque con el estímulo químico del viagra, necesitaba liberar mi tensión. Acuchillando repetidamente su interior con mi miembro, conseguí que esa puta se corriera. Abundando en su vergüenza, fui azotando su trasero siguiendo el compás de mis incursiones hasta que derramando mi simiente en su vagina, encontré el orgasmo que tanto necesitaba. Tras lo cual, me puse a mear y al terminar le exigí que me lo limpiara con su lengua.

Esa golfa nunca había sido maltratada de esa forma y comportándose como una sumisa se arrodilló y servilmente se introdujo mi miembro en su boca. Me encantó haberle bajado los ánimos a esa pretenciosa y por eso al terminar, volví a mi asiento contento tras decirle que era mejor que nadie supiera lo que había ocurrido. En la mesa, Helen estaba disfrutando de las atenciones de un par de tipos y sabiendo que no debía interponerme fui a por una copa. Desde la barra observé que esos dos hombres competían entre sí para ver quien conseguía los favores de mi clienta. Se la veía esplendida y por eso, unos minutos esperé antes de volver.

Cuando retorné, Alice me miró desde su silla con una mezcla de deseo y frustración que no le pasó inadvertida a la gordita que disimulando me preguntó qué había pasado:

―Tuve que bajarle los humos― susurré a su oído.

Comprendiendo lo ocurrido, soltó una carcajada y llevándome a la pista, me sacó a bailar. Durante dos horas, fuimos la pareja  a la que todos envidiaban y por eso al terminar la fiesta, Helen me comentó emocionada que había sido la mejor noche de su vida.

―Todavía no hemos terminado― contesté.

―Si quieres no hace falta que me acompañes a la habitación. Has hecho por mí suficiente―

Acariciando su trasero, le dije en voz baja:

―No puedes dejarme así― y señalando mi entrepierna,―solo y alborotado.

La muchacha soltó una carcajada al percibir que bajo mi pantalón, mi sexo estaba erecto y pasando su mano por la bragueta, me dijo mientras se apoderaba  de mi extensión:

―Tendré que hacer algo para consolarte.

Juro que estuve a punto de correrme con solo oír su tono meloso y por eso sacándola del lugar, la llevé hasta la limusina. No me había acomodado en el asiento cuando vi que ella se empezaba a desnudar. Ni siquiera había tenido la previsión de subir antes la ventanilla del conductor. Si a ella le daba morbo que nos vieran era su problema, yo estaba desesperado por acariciar esos enormes melones que sensualmente mi clienta me estaba poniendo en la boca. Con auténtica lujuria me así a sus pechos y mordisqueando sus pezones, empecé a mamar de ellos mientras Helen terminaba de liberar mi miembro de su encierro.

Fue la primera vez que la vi completamente desnuda. Siendo rolliza su cuerpo era enormemente atractivo y por eso no hizo falta mucha ayuda para ponerme verraco. Ella por su parte estaba como poseída y sin más dilación se puso a horcajadas sobre mí y se fue introduciendo mi sexo en su interior. La lentitud con la que se fue empalando, permitió que sintiera cada uno de los pliegues de su vulva recorriendo la piel de pene mientras se metía por el estrecho conducto que daba paso a su vagina.

― ¡Cómo me gusta!― la escuché decir al notar que mi glande rellenando su interior.

Lentamente, la mujer fue moviendo sus caderas dotando a su meneo de una sensualidad difícil de superar. No me podía creer que esa mojigata se hubiese deshecho de sus prejuicios y como por arte de magia se hubiera convertido en la desinhibida que en ese instante estaba poseyéndome.  Desde mi asiento me fijé que el chófer no perdía el tiempo y usando el retrovisor, disfrutaba de la escena que le estábamos brindando.

― Nos está viendo― susurré a mi clienta.

Sentirse observada, lejos de cortarla, incrementó su calentura y sin medir las consecuencias, empezó a gemir sonoramente mientras incrementaba la cadencia con la que se penetraba.

― Me excita que nos mire― confesó cogiendo uno de sus pechos.

Comprendí que era lo que quería y sin importarme ser observado, lo cogí entre mis dientes y ejerciendo una suave presión, lo mordisqueé. La mujer aulló al sentir los mordiscos y convirtiendo su trote en un desenfrenado galope, me rogó que no tuviera piedad. Cogiéndola de las caderas, forcé tanto la velocidad como la profundidad con la que se ensartaba, de manera que no tardé en escuchar los primeros síntomas de su orgasmo.

― ¡Córrete!― le ordené.

La gordita no se hizo de rogar y a voz en grito,  su cuerpo se licuó entre mis piernas. Agotada quiso zafarse pero reteniéndola entre mis piernas, le prohibí sacar mi pene de su interior hasta que me hubiese corrido. Mi orden le dio nuevos ímpetus y  buscando mi orgasmo, reanudó los movimientos de sus caderas. Su respuesta fue brutal, Helen convirtió su sexo en una ordeñadora y como si le fuera la vida con ello, se siguió empalando sin dejar de gemir.

Su entrega se maximizó cuando al irme a besar, inconscientemente, le mordí sus labios. El morbo de sentirse follada en público, la acción de mi miembro en su vagina y el dolor del mordisco, se aliaron provocando que mi cliente se volviera a sobre excitar y aullando me pidiera que regara su interior con mi simiente.

No pude seguir retrasando mi liberación. Como un tsunami, el placer asoló mis defensas y gritando, mi cuerpo convulsionó mientras explotaba llenando de semen su vagina. Ella al sentir mi orgasmo, se corrió desplomándose sobre mí.

― ¡Qué locura!― sentenció al comprobar que mi sexo seguía clavado en su vulva sin perder un ápice de dureza. – ¡No puedo más!

―Ves que no te mentía cuando te dije que estabas buenísima.

Satisfecha por mis palabras, mi clienta sonrió y bajando de mis piernas, mientras se empezaba a vestir, me contestó:

― Te juro que cuando por la mañana nos despidamos, no tendrás ganas de follar durante una semana.

Afortunadamente no tardamos en llegar al hotel y tras pagar al chófer, rápidamente subimos a su cuarto. Nada más entrar, la gordita me rogó que le dejara irse a cambiar al baño. Aprovechando su ausencia, me desvestí y poniéndome un albornoz, esperé que saliera. Estaba sirviendo unas copas del minibar, cuando escuché que se abría la puerta. Al darme la vuelta, me quedé sorprendido al verla vestida con un coqueto picardías de encaje negro.

― ¿Te gusta?

Sus curvas lejos de resultar desagradables me parecieron cautivadoras y por eso, babeando le contesté que estaba esplendida. Sonrió al escuchar mi piropo y poniendo cara de puta,  se dio la vuelta para que apreciara en justa medida el pedazo de mujer que iba  a volverme a follar. Al disfrutar de la visión de su trasero, como si de un resorte se tratara, mi pene se puso erecto, dejándose ver a través del albornoz.

« Menudo culo», exclamé mentalmente al observar sus dos nalgas.  Enormes pero sobre todo apetecibles, me parecieron un manjar que debía de catar y por eso, le pedí que se acercara. Lo que no me esperaba fue que esa mujer poniéndose de rodillas, viniera gateando mientras no dejaba de ronronear.

Al comprobar el cambio de actitud de esa mujer y que en menos de cuatro horas había pasado de ser una amargada a una hembra satisfecha, hizo que mi miembro se elevara aún más y le esperara totalmente tieso. Me pareció una eternidad los pocos segundos que tardó en llegar hasta mí. Helen se había transformado y nada quedaba de sus antiguos resquemores y por eso al verme a su alcance, no esperó que le diese nuevas instrucciones y cogiendo mi sexo entre sus manos, se lo llevó a su boca y sensualmente, lo empezó a besar mientras acariciaba mis testículos. De pie sobre la alfombra, sentí sus labios abrirse y cómo con una tranquilidad pasmosa, esa gordita lo iba introduciendo en su interior. Devorando dulcemente cada uno de los centímetros de mi piel, mi cliente fue absorbiendo mi extensión hasta que consiguió besar la base. Con él completamente embutido en su garganta, me miró como pidiendo permiso.

Al comprobar mi disposición, empezó a sacárselo lentamente para acto seguido volvérselo a meter con un secuencia in crescendo que me dejó maravillado. Esa mujer estaba utilizando su boca como si de su sexo se tratara y cada vez más rápido me estaba haciendo el amor sin usar ninguna otra parte de su cuerpo. No puedo describir su maestría. Su lengua presionando mi pene, conseguía que sintiera que era un estrecho coño, el orificio donde estaba metiéndolo y por eso, completamente absorto en su mamada, llevé mis manos a su cabeza y forzando el contacto, comencé un brutal mete―saca en su garganta. No me importó que mis maniobras, le provocaran arcadas. Estaba imbuido en mi placer y obsesionado por correrme, me olvidé que ella era la clienta y que debía satisfacerla.

Acojonada por el trato, clavó sus uñas en mi culo pero en vez de conseguir que parara, eso me dio alas y salvajemente seguí penetrando su garganta. Felizmente para ella,  mi orgasmo no tardó en llegar y al fin conseguí descargar en su boca la tensión acumulada, momento que aprovechó la gordita para recriminarme el modo en que la había usado.

        ―Perdona― le dije al comprender que me había pasado.

Helen soltó una carcajada al escuchar mis escusas y con un fulgor en sus ojos que no me pasó inadvertido, sonrió mientras me pedía que quería que cumpliera otra de sus fantasías:

― ¿Cuál?― pregunté.

― Quiero que me desvirgues el trasero― contestó poniéndose a cuatro patas sobre la cama.

Verla separándose los glúteos con sus manos mientras me exigía que tomara posesión de su ano, fue demasiado para mí y como un autómata, me acerqué y sacando la lengua empecé a recorrer los bordes de su ano mientras acariciaba su clítoris con mi mano. La muchacha no me había mentido, su entrada trasera estaba incólume, nadie la había hoyado y por eso se me mostró cerrada y rosada, dispuesta a que fuera yo quien la tomara por primera vez.

Sabiendo que podía desgarrarla y que eso no era bueno para el negocio, le pregunté si no tenía crema:

― Tengo algo mejor― contestó sacando del cajón de la mesilla un bote de lubricante anal.

Al ver la enorme sonrisa que iluminó su cara, comprendí que esa mujer había más que fantaseado y que al contratarme tenía previsto entregarme su culo. La disposición de Helen, me permitió no tener que convencerla de algo que deseaba desde que había visto su enorme pandero desnudo y por eso abriendo el bote, cogí una enorme cantidad entre mis dedos. Sin más preliminares,   le unté su ano con la mezcla y tranquilamente empecé a relajar su esfínter.

― ¡Me encanta!― chilló al sentir que uno de mis dedos se abría paso y reptando por la cama, apoyó su cabeza en la almohada mientras levantaba su trasero.

La nueva posición me permitió observar con tranquilidad que los muslos rollizos de la mujer temblaban cada vez que introducía mi falange en su interior y ya más seguro de mí mismo, decidí dar otro paso y dándole un azote a una de sus nalgas, metí las yemas de dos dedos dentro de su orificio.

― Ahhhh― gritó mordiéndose el labio.

Su gemido fue un aviso de que tenía que tener cuidado y por eso volví a lubricar su ano mientras esperaba a que se relajase. La gordita moviendo sus caderas me informó que estaba dispuesta. Esta vez, tuve cuidado y moviendo mis falanges alrededor de su cerrado músculo, fui dilatándolo mientras que con la otra mano, la empezaba a masturbar.

― ¡No puede ser!― aulló al sentir sus dos entradas siendo objeto de mi caricias.

La mujer se llevó las manos a sus pechos y pellizcando sus pezones, buscó agrandar su excitación. Increíblemente al terminar de meter los dos dedos, se corrió sonoramente mientras su cuerpo convulsionaba sobre las sábanas. Sin dejarla reposar, embadurné mi órgano con el lubricante y poniéndome detrás de ella, llevé mi glande ante su entrada:

― ¿Estás lista?― pregunté mientras jugueteaba con su esfínter.

Ni siquiera esperó a que terminara de hablar, llevando su cuerpo hacia atrás lentamente fue metiéndoselo, permitiéndome sentir cada rugosidad de su ano apartándose ante el avance de mi miembro. Sin gritar pero con un rictus de dolor en su cara, prosiguió con su labor hasta que sintió mi cuerpo chocando con su culo y entonces y solo entonces, se permitió quejarse del sufrimiento que había experimentado.

― ¡Cómo duele!― exclamó cayendo rendida sobre el colchón.

Venciendo las ganas que tenía de empezar a disfrutar de semejante culo, esperé que fuera ella quien decidiera el momento. Tratando que no se me enfriara, aceleré mis caricias sobre su clítoris, de manera que, en medio minuto, la muchacha se había relajado y levantando su cara de la almohada me rogó que comenzara a cabalgarla. Su expresión de deseo me terminó de convencer y con ritmo pausado, fui extrayendo mi sexo de su interior. Casi había terminado de sacarlo cuando Helen con un movimiento de sus caderas se lo volvió a introducir, dando inicio a un juego por el cual yo intentaba recuperarlo y ella lo impedía al volvérselo a embutir. Poco a poco, el compás con el que nos meneábamos se fue acelerando, convirtiendo nuestro tranquilo trotar en un desbocado galope, donde ella no dejaba de gritar y yo tuve que afianzarme cogiéndome de sus pechos para no descabalgar.

― ¡Sigue!― me ordenó cuando, para tomar aire, disminuí el ritmo de mis acometidas.

― ¡Serás puta!― le contesté molesto por su tono le di un fuerte azote.

― ¡Qué gusto!― gritó al sentir mi mano y comportándose como una puta, me imploró que quería más.

No tuvo que volver a decírmelo, alternando de una nalga a otra, le fui propinando sonoros cachetadas cada vez que sacaba mi pene de su interior de forma que dimos inicio a un extraño concierto de gemidos, azotes y suspiros que dotaron a la habitación de una peculiar armonía. Helen ya tenía el culo completamente rojo cuando cayendo sobre la cama, empezó a estremecerse al sentir los síntomas de un orgasmo brutal. Fue impresionante ver a esa gordita, temblando de dicha mientras de su garganta no dejaban de salir improperios y demás lindezas.

― ¡No dejes de follarme!, ¡Cabrón!― aulló al sentir que el placer desgarraba su interior.

Su actitud dominante fue el acicate que me faltaba y cogiendo sus pezones entre mis dedos, los pellizqué con dureza mientras usaba su enorme culo como frontón.  Al gritar de dolor, perdió el control y agitando sus caderas se corrió. De su sexo brotó un enorme caudal de flujo que empapó mis piernas.

Su actitud dominante fue el acicate que me faltaba y cogiendo sus pezones entre mis dedos, los pellizqué con dureza mientras usaba su enorme culo como frontón.  Al gritar de dolor, perdió el control y agitando sus caderas se corrió. De su sexo brotó un enorme caudal de flujo que empapó mis piernas.

Fue entonces cuando ya dándome igual ella, me concentré en mí y forzando su esfínter al máximo, empecé a usar mi miembro como si de un cuchillo de se tratara y cuchillada tras cuchillada, fui violando su intestino mientras la gordita no dejaba de aullar desesperada.

Mi orgasmo fue total, todas las células de mi cuerpo compartieron mi gozo mientras me vertía en el interior de sus intestinos. Agotado y exhausto, me tumbé al lado de Helen, la cual me recibió con las brazos abiertos. Mientras me besaba, no dejó de agradecerme el haberla liberado y en esa posición, se quedó dormida.

Os parecerá extraño pero estaba contento por el trabajo bien hecho. Esa mujer me había contratado para realizar una fantasía y no solo había cubierto sus expectativas sino que le había ayudado a desprenderse de los complejos que le habían maniatado desde niña.,

« Helen ha dejado atrás a la gorda», pensé mientras me levantaba al baño a limpiar mi pene.

Al volver a la cama y verla dormida, me percaté que nunca más la volvería a ver. Ya no me necesitaba y por eso, queriendo guardar un recuerdo, cogí mi teléfono y subrepticiamente, le saqué una foto. Estaba preciosa, con la cara relajada era una mujer feliz

A la mañana siguiente, me pagó y despidiéndose de mí, como de un viejo amigo, la vi marcharse de la habitación sin mirar atrás. Yo por mi parte, me fui a mi cuarto y tras darme una ducha, decidí ir a pagar a Johana su porcentaje. Cuando entré a la boutique, mi jefa dejó lo que estaba haciendo y se acercó a mí.

― Toma― le dije depositando un sobre con el veinte por ciento.

― No hace falta. No sé qué le has dado, pero esa gordita me ha dado una propina que duplica lo acordado. A este paso, dejó la tienda y me pongo a trabajar en exclusiva contigo― contestó. Y soltando una carcajada, me informó que ya me había conseguido una cita para el sábado, ―Tienes dos días libres, búscate un apartamento.

Relato erótico: “Shadow Angel cap. 4, Derrota y humillación” (POR SHADOWANGEL)

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Viernes por la mañana. Universidad de Detroit

El tema del día en la universidad y en todo Detroit fue que por fin la prensa había publicado una fotografía del misterioso justiciero conocido como Shadow Angel. La foto había salido publicada en el periódico de la mañana y mostraba al misterioso personaje borroso y de espaldas. Pese a la poca calidad de la fotografía (tomada por una cámara de seguridad) se apreciaban unas curvas femeninas en su silueta. Mientras Amy comía con sus amigos, no hablaban de otra cosa.

– A mi me parece un ninja de esos. ¿Eso que lleva en la espalda no es una katana?- Dijo Mark intrigado.- Oye Amy, ¿no será una paisana tuya?

– Ja ja ja muy gracioso Mark. Qué pasa, ¿que todos los japoneses somos ninjas o es que no puede haber ninjas occidentales? ¿Has visto alguna vez un japonés haciendo de ninja en una pelicula de ninjas? No verdad? Todos son actores occidentales.- Replicó la japonesa un poco alarmada. Por suerte al menos Mark no había insinuado que la máscara de Shadow Angel podía esconder la identidad de Mikoto Amy

El grupo estalló en una carcajada al escuchar la divertida respuesta de Amy. La verdad es que les gustaba pinchar a la japonesa con todo tipo de tópicos asiáticos. A Amy no le molestaba y se reía de sus bromas tanto o más que sus compañeros.

Viernes por la noche. Zona industrial de Detroit

Una ágil figura de oscura ropa y rostro tapado por una máscara patrullaba ágilmente por una zona de almacenes abandonados, refugio habitual de malhechores y delincuentes. Un ruido en un callejón captó su atención. Sigilosamente Shadow Angel se dirigió hasta allí.

La ninja subió hasta el tejado de un almacén abandonado y oculta entre las sombras contempló la triste escena que sucedía en el callejón, alumbrado por una farola.

Siete pandilleros estaban apaleando a un pobre chico más joven que la heroína. Tendría poco más de 18 años y con su complexión flaca y baja estatura no era rival para los siete fornidos villanos. Uno lo tenía sujetado por la espalda mientras los otros seis, entre risas, se turnaban para pegarle puñetazos y patadas.

Los pandilleros no vieron lo que se les venía encima. Sin hacer ningún ruido una oscura figura saltó sobre ellos y con ágiles patadas y golpes de manos y codos derribó a los siete maleantes sin casi esfuerzo. Cuando vio a los pandilleros derrotados en el suelo, el chico aliviado miró a su salvadora, lágrimas de agradecimiento surcaban sus mejillas. Su pesadilla había terminado.

– Shadow Angel! Sabía que me rescatarías, no se como puedo agradecértelo.- Dijo el chico mientras se dirigió a la heroína y le dio un fuerte abrazo.

– No! Espera! Eso aún no ha terminado.- Protestó la ninja al verse inmobilizada por el agradecido abrazo de su rescatado. Pero ya era demasiado tarde, los siete pandilleros se habían levantado.

Uno de los pandilleros cogió un cubo de basura y golpeó con él a la heroína, para sorpresa del chico que aún la abrazaba. Shadow Angel cayó al suelo e inmediatamente cinco pandilleros saltaron encima suyo y empezaron a golpearla y a patearla ante la aterrorizada mirada del chico al que acababa de salvar.

En la pelea, los matones arrebataron a Shadow Angel su cinturón donde tenía sus gadgets y le quitaron su katana, la heroína des del suelo poco pudo hacer para evitarlo. Los cinco pandilleros disfrutaban propinando a Shadow Angel la paliza de su vida saboreando su victoria sobre la heroína. Pero la ninja tenía una habilidad de combate muy superior a los cinco pandilleros. Con un ágil juego de piernas la heroína derribó a dos de ellos y con un salto ágil se puso en pie, con un solo movimiento paró un puñetazo dirigido a su cara y retorció el brazo del sorprendido villano, empujándolo contra otro de los pandilleros cayendo los dos al suelo tras un sonoro cabezazo. El quinto pandillero sorprendido poco pudo hacer para evitar que Shadow Angel con un rápido golpe en su nuca lo dejara fuera de combate.

En menos de diez segundos la hábil ninja había dado un vuelco a la situación pasando de estar al suelo recibiendo una paliza a tener a sus cinco atacantes a sus pies fuera de combate. Un grito de alerta la hizo girarse rápidamente.

“Mierda” pensó la heroína. Los otros dos pandilleros, que no habían intervenido en la refriega sujetaban al chico amenazándolo con sendos cuchillos, uno apuntando al cuello del joven y otro a su pecho. Estaban a una distancia de cinco metros de la ninja, demasiado lejos para que Shadow Angel pudiera llegar a ellos antes que uno de ellos hiriera al rehén con su cuchillo.

– Quédate quietecita o le hacemos un segundo ombligo a tu amiguete.- Dijo el que parecía ser el líder de la banda mientras movía el cuchillo sobre la barriga del indefenso chico.

Shadow Angel se quedó quieta pero tensa y en posición defensiva, meditando sus opciones. Si no hubiera perdido su cinturón, no le hubiera sido difícil dejar a esos dos fuera de combate con un par de dardos tranquilizantes. Sin ninguno de sus gadgets a mano solo podía depender de sus habilidades físicas y ella sabía que no podía asegurar al cien por cien que el chico al que retenían saliera ileso.

No, en la situación actual no podía hacer nada, debería hacer ver que se rendía y esperar un mejor momento para liberar al chico. Shadow Angel levantó sus manos en señal de rendición. Los cinco pandilleros que había tumbado en el suelo poco a poco se iban levantando y la sujetaron firmemente por los brazos y las piernas. Aquello cada vez tenía peor pinta para la joven heroína.

Mientras los otros cinco la sujetaban fuertemente, la ninja vio como el que parecía el líder rodeaba el cuello del muchacho con alambre de espino, provocándole pequeñas heridas y anudaba una cuerda al improvisado collar espinoso. El chico, aterrorizado parecía una burda representación de un perro sujetado con collar y correa, salvo que en este caso el collar provocaba dolor al muchacho. “¿Qué pretende este sádico?” pensó la heroína manteniendo una mirada desafiante.

– No hagas daño al muchacho o te juro que te romperé el cuello. Me has visto luchar y sabes de lo que soy capaz.- Dijo Shadow Angel al líder.

– No te preocupes, ese muchacho no va a sufrir ningún daño, a no ser que me vea obligado a ello debido a un mal comportamiento tuyo.- Dijo el líder con una sonrisa en la cara.- Como ves, tengo a tu admirador atado como un perro, si tiro de la cuerda, las púas del alambre penetrarán en su cuello y se hará mucho daño, pudiendo incluso perforarse una arteria vital.

– ¿Qué quieres?- Dijo la ninja, aún firmemente sujetada.

– Ahora, ese chico que tanto te admira se va acercar hasta ti. Como soy una persona generosa, voy a hacer realidad el que estoy seguro que es su fantasía. El chico te va a desnudar, y tu como una buena chica vas a dejar que te quite la ropa. El menor gesto de resistencia por tu parte y voy a tirar fuertemente de esta cuerda y no respondo del daño que el collar pueda hacer a tu admirador.- Dijo el líder con una sonrisa victoriosa.

– Maldito! Me las pagarás.- Masculló Shadow Angel. La ninja sabía que no tenía opción debía seguir el juego del pandillero hasta que encontrara su oportunidad. En la situación actual era imposible vencer a la banda sin poner en peligro la vida del muchacho, algo que la heroína ni se planteaba.

“Todo por culpa de ese maldito abrazo de agradecimiento” pensó la ninja mientras notaba que los cinco pandilleros que la sujetaban aflojaban su presión. El chico, con lágrimas en los ojos se acercaba lentamente a su heroína, la que hasta hacía unos instantes era su salvadora y por culpa de su imprudencia había quedado a merced de esa banda. El líder de la banda, observaba atentamente con la cuerda bien sujeta. En sus ojos mostraba una determinación que Shadow Angel, no dudó en ningún instante que no dudaría en tirar de la cuerda aunque con ello matara al chico, al menor signo de resistencia por parte de ella.

– Lo… lo siento mucho… de verdad.- Dijo el chico entre sollozos cuando estuvo enfrente de la heroína.

– No te preocupes, todo saldrá bien, ya lo verás.- Dijo Shadow Angel para tranquilizarle, los pinchazos en el cuello al ponerle el collar no parecían graves a ojos de la ninja.

– Ahora haz lo que te han dicho, ya encontraremos una oportunidad para luchar.- Le susurró la ninja mientras le tendía las manos para facilitar que el chico le pudiera quitar los guantes.

Con manos temblorosas, el chico desabrochó los guantes de la ninja y se los quitó, recogiéndolos inmediatamente uno de los pandilleros. Luego el chico se arrodilló y lentamente empezó a desabrochar los cordones de las botas de la ninja mientras la miraba como implorando que hiciera algo para salvarlo de esa situación.

La heroína observaba impotente como el joven le quitaba sus botas con lentitud, como si quisiera darle tiempo para que ella hiciera algo. Pero ¿qué podía hacer Shadow Angel? Cualquier movimiento por parte de ella pondría en peligro la vida del chico y era un riesgo que ella no estaba dispuesta a asumir. Sus pies descalzos finalmente tocaron el frío asfalto del callejón.

Lentamente el chico subió sus manos y agarró la parte inferior de su máscara. Shadow Angel estuvo a punto de dar un grito de súplica cuando sonó la voz autoritaria del líder de la banda.

– No, la máscara no se la quites.- dijo para alivio de Shadow Angel.- No queremos follarnos a una putita cualquiera, quedemos gozar de la misteriosa heroína de la que todo el mundo habla. Esa máscara es lo único que la diferencia de una zorra barata.

Shadow Angel no sabía como tomarse esas palabras. Por un lado estaba aliviada porque no tenían interés en conocer su identidad. Ni siquiera sospechaban que tras la máscara pudiera haber una persona conocida y mucho menos imaginaban que pudiera ocultar una miembro de la familia real japonesa. Pero por otro lado, las palabras del líder eran toda una carta de intenciones sobre lo que sucedería a la heroína si no encontraba una forma de revertir esa situación de impotencia en que se encontraba.

El chico entonces dirigió sus manos hasta la base de la camiseta. Con lágrimas en los ojos parecía implorar a la heroína que hiciera algo, como si el chico quisiera evitar la humillación de la heroína por la que tanta admiración sentía. Shadow Angel, resignada, alzó los brazos para facilitar que el chico le quitara su oscura camiseta de manga larga y tela flexible. La heroína sintió la mirada lasciva que dirigían todos los pandilleros hacia su barriga desnuda y como miraban su escote y su top deportivo como si fuera una golosina. La ninja se fijó que el muchacho tampoco pudo resistir fijar su mirada en su generoso escote.

El chico se dirigió hacia las mallas oscuras de la ninja, antes de tocar la resistente ropa, no pudo evitar detener su mano en la barriga plana de la ninja, acariciando su fina piel. Una mirada de Shadow Angel lo hizo reaccionar y empezó a bajar la prenda. Los villanos situados detrás de ella no pudieron evitar una exclamación al ver como debajo de esas oscuras mallas la ninja llevaba un tanga negro, revelando a los pandilleros sus redondos y firmes glúteos antes de lo que ellos esperaban. El chico una vez retirada la prenda, se detuvo unos segundos a contemplar la hermosa figura de la heroína en ropa interior. Pese al dolor que le causaban las púas del collar, no podía evitar sentirse excitado al estar desnudando a su admirada heroína, su fantasía hecha realidad, aunque en unas circunstancias diferentes a la que él había soñado en sus fantasías.

– Eh! No te entretengas! Todos queremos disfrutar del espectáculo! Aún veo ropa por quitar.- Dijo el jefe de la banda que con un tirón de la cuerda devolvió al chico a la realidad.

El chico dirigió sus manos hacia el top de la heroína. Amy ya no veía en sus ojos esa mirada de lástima que había visto al principio sino otra mirada distinta, de deseo al ver como los redondos y firmes pechos de la ninja iba apareciendo a medida que levantaba su top.

Los pandilleros aplaudieron y silbaron cuando el chico retiró el top del cuerpo de Amy. Estaban rebosantes de excitación al ver como la chica que hacía unos instantes les había pegado una paliza ahora poco a poco se iba mostrando tal como vino al mundo.

Finalmente el chico, sin que nadie le dijera nada, bajó el tanga de Shadow Angel. El líder de la banda no pudo evitar una exclamación al ver su depilado pubis marcado con un tatuaje de una huella de gatito.

– Vaya vaya, sabía que estabas hecha toda una perrita. ¿El tanga, el chochito depilado y ese atrevido tatuaje forman parte del uniforme oficial de una heroína?- Preguntó burlón.

Amy no dijo nada. El hecho que vieran su cuerpo desnudo y su tatuaje la llenó de vergüenza. El contacto del aire frío de la noche con su piel desnuda le causó un estremecimiento que le puso la piel de gallina, para mayor deleite de todos los que la observaban. El chico aunque estuviera prisionero no podía evitar sentirse excitado ante la visión de su rescatadora completamente desnuda y a merced de la banda, dirigió sus manos hacia los senos de la chica pero el líder tiró de la cuerda y lo apartó.

– Quieto, no es tu turno.- Dijo con voz autoritaria mientras pasaba la cuerda a otro pandillero y se acercaba hacia la desnuda ninja, que con sus manos intentaba cubrirse lo mejor que podía.

“Muy bien Amy, ahora que estás completamente desnuda, ¿cómo te lo harás para salir de esta?” Pensó la chica.

El líder de la banda se detuvo a su lado y acercó su nariz a su cuello, como oliendo una presa. Sin llegar a tocarla dijo.

– Eres toda una perrita, ¿y sabes qué hacen las perritas? Buscan comida en los contenedores.- dijo mientras señalaba un contenedor cercano.- Quiero que como la guarra que eres vayas a cuatro patas hasta ese contenedor, te metas dentro y salgas con cualquier trozo de comida que encuentres.

Los pandilleros estallaron en carcajadas al oír la propuesta de su líder.

– Como te niegues, tu fan número uno lo va a pasar realmente mal.- dijo el líder mientras señalaba al chico al que un pandillero mantenía sujeto mientras con un cuchillo iba señalando partes de su cuerpo.

Amy pensó primero en negarse. No iba a humillarse de esa forma, estaba segura que el líder se marcaba un farol, necesitaban al chico vivo o se acabaría la fiesta con su prisionera, pero luego una idea pasó por su mente. “¡El contenedor!” seguro que allí dentro habría alguna cosa que pudiera usar contra esos matones, su maestro le había enseñado como convertir cualquier objeto corriente en un arma. Estaba segura que allí dentro encontraría un palo, una botella de cristal… cualquier cosa que le sirviera de arma.

Con la mirada fija en el líder, Shadow Angel se puso de rodillas y a cuatro patas se dirigió hacia el cercano contenedor mientras los varones la seguían con la mirada y marcaban cada paso que daba la chica con una palmada de manos.

Shadow Angel tuvo que hacer un gran esfuerzo para no llorar al verse humillada de esa forma, dando a esos matones precisamente lo que deseaban, un buen espectáculo. Tragándose su vergüenza llegó hasta el contenedor, un fétido hedor le llegaba desde dentro. La ninja evitando respirar, levantó la tapa y se metió dentro.

Los pandilleros no creían lo que acababan de ver. Shadow Angel, la heroína que durante unos meses había sido el temor de cualquier delincuente de Detroit se acababa de arrastrar desnuda ante ellos y se había metido en un contenedor de basura. Los pandilleros daban palmadas a su líder en señal de respeto por la brillante idea que había tenido.

Dentro del contenedor, Shadow Angel buscó y buscó, decepcionada no encontró ninguna botella, ni un palo, ni ningún objeto contundente que pudiera usar como arma, estaba a punto de darse por vencida cuando sus manos palparon un objeto duro. “Bingo” pensó mientras cogía un trozo de cristal roto acabado en punta y lo metía en su puño. “Seguro que esos depravados estarán más concentrados mirando mis senos que en pensar que esconde mi puño cerrado” pensó. Salió del contenedor sin haber cogido ningún trozo de comida “qué os jodan, os vais a llevar una sorpresa” pensó.

Asombrados, los pandilleros vieron como Shadow Angel volvía a emerger del contenedor. Su líder fue el único que se fijó en que no llevaba en su boca ningún trozo de comida.

– ¿Qué perrita, no has encontrado nada para comer?- Dijo burlón.

– Nada de nada, en ese contenedor solo habían cartones y bolsas de plástico.- Respondió la ninja mientras se acercaba a la banda y con un rápido gesto, casi imperceptible, lanzó el trozo de cristal hacía el cuello del rufián que sujetaba la correa del chico.

– Ahora! Huye!- Gritó mientras empezó a golpear al malhechor que tenía más cerca.

Aún desnuda, Shadow Angel era una luchadora difícil de vencer, los seis pandilleros se lanzaron encima suyo, intentando agarrarla, pero la ninja eludía todos sus intentos y golpes. Parecía que la heroína tuviera un millar de piernas y de manos. Pateaba y golpeaba a un ritmo frenético. Shadow Angel había recuperado el control de la situación hasta que un grito de dolor del chico la frenó en seco.

El pandillero que sujetaba la cuerda no estaba muerto como la ninja pensó, aunque de su cuello brotaba abundante sangre. El trozo de cristal no tenía suficiente punta o suficiente filo para llegar a cortar la arteria del villano, que con una mano sujetaba su cuello y con la otra tiraba de la cuerda ahogando al chico con el collar de púas. Un puñetazo de uno de los pandilleros en su barriga la dejó sin aliento y la derribó al suelo. Inmediatamente notó como el resto ponía sus botas encima suyo, inmovilizándola.

– ¡Esa zorra casi me corta el cuello!.- Gritaba el pandillero mientras sujetaba la cuerda.- Acabad con ella!

El líder de la banda se acercó a su compañero.

– Es sólo una herida superficial. Ja! buen lanzamiento perrita, casi te sales con la tuya. Lástima que ese trozo de cristal no estuviera más afilado.- Dijo el líder mientras sellaba la herida del otro con cinta aislante.- No te preocupes, sobrevivirás. Sujeta a ese mocoso que parece ser lo único que frena a nuestra perrita.

El líder de la banda se acercó a Shadow Angel que seguía en el suelo inmovilizada por los otros pandilleros.

– Vaya vaya, nuestra perrita nos ha intentado morder. Perrita mala.- Dijo mientras le propinaba una patada que volvía a dejar a la ninja sin aliento.

– A las perritas que no se portan bien, hay que castigarlas.- Dijo mientras le daba otra patada. Esta vez la heroína gritó de dolor.

– Para… por favor… me vas a matar.- Dijo ella entre balbuceos.

– Y tu casi intentas matar a mi amigo. Habrá que enseñarte modales perrita.- Dijo mientras le propinaba otra patada.

– Me… portaré… bien… lo prometo.- Dijo la dolorida heroína mientras intentaba coger aire.

– ¿Y qué hacen las perritas para demostrar que se portan bien?- Dijo el líder mientras apretaba su bota contra la cabeza de la ninja.

– ¿Guau… guau?- Derrotada, la heroína intentó imitar el ladrido de un perro.

Aquello provocó una carcajada en todos los pandilleros.

– Ja ja ja! No, pero es un buen comienzo.- Dijo el líder intentando aguantarse la risa.- Una buena perrita lame los pies de su amo! Así que ya estás limpiándome las botas con tu lengua.

Shadow Angel se sentía derrotada completamente, demasiado débil para luchar. Con sus ladridos había entregado su dignidad a la banda y ahora pagaría el precio. Sin pensarlo dos veces empezó a lamer las botas del odioso líder. Cualquier cosa con tal de evitar que la siguiera pateando como un saco.

– Bien bien perrita.- Dijo el líder satisfecho.- Vayamos a un lugar más tranquilo.

La pandilla condujo al chico, aún atado con la correa y a Shadow Angel, que se arrastraba a cuatro patas, hasta un cercano almacén abandonado. Mientras la ninja iba gateando, los pandilleros se turnaban para propinarle cachetadas y puntadas de pie en su trasero.

– Espabila perrita! Ven chucho!- Iban diciendo a modo de burla.

Shadow Angel entró en el almacén, un amplio espacio con algunas sillas y cajas tiradas. El pandillero herido se recostó entre unas cajas, mientras otro con la cuerda ataba al chico por el cuello a una biga del techo.

Amy vió como uno de los pandilleros cogía una fregona y con un cuchillo recortaba el palo de la fregona y se acercó a ella.

– Sujetadla fuerte.- dijo mientras se acercaba a la indefensa heroína con la fregona.

Cuatro villanos sujetaron firmemente a Shadow Angel por los brazos y las piernas. La heroína empezó a temblar de miedo ante lo que pretendía hacer el otro con esa fregona. Empezó a llorar cuando notó que le introducía el palo por el culo.

– Por favor… eso no… no me hagáis daño.- Suplicó la ninja entre sollozos, ante la divertida mirada de los otros dos.

– Ya está, la perrita ya tiene su colita.- Dijo divertido el pandillero que había introducido la fregona por su ano. Los otros estallaron en carcajadas y soltaron a la derrotada ninja.

Amy quedó temblando en el suelo unos segundos, el palo de la fregona en su ano le hacía daño, pero parecía que no iba a más, por un momento se había temido lo peor. “Tranquilizate, no les des lo que quieren, solo quieren humillarme, de momento no pretenden hacerme daño” se intentó tranquilizar la ninja mientras dirigía una mano a su culo para palpar la fregona.

– No no no, ¿qué pasa, no te gusta tu colita? Perrita!.- dijo el líder de la banda.- Ni se te ocurra quitártela o tendremos que metertela más profundamente, y entonces sí que vas a llorar de verdad. Eres nuestra perrita y como tal vas a llevar esa cola.

Amy obedientemente retiró su mano de su culo, y se quedó tumbada en el suelo aguantando el dolor y la humillación.

– ¿No está contenta la perrita con su colita nueva?- Preguntó burlón el pandillero que le había colocado la fregona.

– S..sí.- susurró Amy.

– No te hemos oído!- Gritó el líder.

– S.. sí… gracias por darle una cola a esa perrita.- Dijo Shadow Angel más alto.

Los pandilleros estallaron en carcajadas al escuchar su divertida respuesta. Con un simple “Sí” bien alto habrían tenido suficiente.

– ¿Y cómo agradecen las cosas las perritas?- Preguntó divertido otro pandillero.

-!Guau!… ¡Guau!… ¡Guau!.- Shadow Angel imitaba el ladrido de un perro mientras sacaba la lengua y movía su culito, haciendo balancear los flecos de la fregona.

Los pandilleros no salían de su asombro, la formidable Shadow Angel se estaba comportando delante de ellos como su mascota. A modo de burla uno a uno los pandilleros la acariciaron como si de un animal se tratara. Unos le palpaban la cabeza como si fuera un perrito, otro le masajeó la espalda, otro le tocaba el culito y apretaba el palo de la fregona. Shadow Angel seguía ladrando, sacando la lengua y moviendo el culo cuando se acercó el líder.

– Carai! Hueles como un auténtico perro mojado.- Dijo divertido al notar el hedor a basura que desprendía la ninja.

– Y todo eso lo hace por tí! Mira como se arrastra como una perra solo para evitar que te hagamos daño.- Añadió dirigiéndose al chaval que estaba atado por el cuello.

– Ven perrita! Acércate a él.- Dijo el líder señalando al chico. Shadow Angel a cuatro patas se dirigió hacia el muchacho, su boca quedó a la altura de sus genitales.

– Mira por dónde, la altura perfecta.- Se burló un pandillero.

– Mira perrita ese chico tiene heridas en el cuello. ¿Sabes por qué son? Son porque la perrita no se ha portado bien con nosotros y ha intentado hacernos daño. Qué le vas a decir al pobrecito?

– Lo… siento… antes me porté mal… ahora soy una perra buena.- Shadow Angel dió su respuesta casi sin pensar. Debajo de la máscara notaba sus mejillas ardiendo de la vergüenza que estaba pasando y las notaba húmedas por sus lágrimas de humillación.

– Porque no tienes un gesto de agradecimiento con el pobrecito? Que vea que la perrita ahora se va a portar bien.- Dijo el líder.

Amy empezó a lamer los zapatos del chico pero la voz del líder la detuvo.

– No no no, eso ya lo hemos visto… Seguro que el chico quiere algo un poco más… intenso!- Dijo mientras señalaba la entrepierna del muchacho.

Amy obediente se puso de rodillas, desabrochó los pantalones del chico, y le bajó la bragueta. Sus calzoncillos no disimulaban la erección del chico. Aún prisionero de aquella banda, con un alambre de espinos en su cuello y herido, el chico se sentía excitado al ver humillada a su heroína de esa forma.

Amy le bajo los calzoncillos y dudó un segundo. Aunque con anterioridad había tenido experiencias sexuales con hombres, nunca había practicado sexo oral con un varón. “No debe ser muy difícil, no morder con los dientes, solamente juego de labios y de lengua” pensó antes de meterse el pene del chico en la boca.

El chico, colgado de la biga, no pudo reprimir un gemido de placer al notar como su ídolo introducía su pene en su boca, era como en sus fantasías eróticas donde se imaginaba seduciendo a la heroína y llevándola a su casa. El olor a basura que desprendía Shadow Angel, lo devolvió a la realidad, no, aquella no era la Shadow Angel de sus sueños, aquella era una perrita y las perritas necesitan caricias. La Shadow Angel de sus sueños no olía a basura, la perrita sí. El chico cogió con sus manos la cabeza de Shadow Angel y la apretó contra sus genitales. La heroína sorprendida, casi se ahoga al notar entrar de golpe todo el pene del chico en su boca. Intentó protestar pero pensó que dada su situación era mejor no decir nada así que siguió chupando.

Pasados unos minutos el chico estalló de placer y se corrió en toda la boca de la ninja. Satisfecho vio como su leche se derramaba por la boca de la heroína, o mejor dicho, por la boca de la perrita. Shadow Angel hizo un ademán de escupir, pero otra vez la voz autoritaria del líder la detuvo.

– No! A las perritas les gusta la leche verdad?- Shadow Angel no tuvo ninguna duda sobre lo que tenía que hacer para tener a esa banda contenta, así que con un gesto de desprecio se tragó el semen del chaval.

A un gesto del líder de la banda, cuatro pandilleros sujetaron fuertemente a la ninja.

– ¿Qué te parece chico? ¿La perrita se ha portado bien contigo verdad? ¿Sabes que les gusta a las perritas? Que les hagan regalos.- El chico iba asintiendo mientras el líder le quitaba el collar del cuello y lo dejaba libre.

– Creo que ya no necesitaremos más ese collar. Además creo que ya te estaba haciendo daño.- Dijo el líder mientras se dirigía a una de las cajas.

El chico ya se había subido los pantalones y estaba limpiándose con agua sus heridas del cuello cuando apareció el líder llevando unas cadenas.

– ¿Sabes que les encanta a las perritas? Tener un collar nuevo. Venga pónselo.- Dijo el líder mientras le entregaba las cadenas al chico.

Shadow Angel sabía que ese era el momento que había estado esperando, era ahora o nunca. El chico estaba libre y no corría peligro, así que intentó liberarse de los pandilleros que la sujetaban. Pero para su sorpresa la agarraban más fuertemente de lo que ella imaginaba y sus intentos fueron en vano. Sus músculos no podían vencer la fuerza de los pandilleros, motivados por la excitación que sentían al ver como se comportaba la heroína. No estaban dispuestos a dejar que ella se escapara de ninguna manera. El trozo de fregona insertado en su culito la debilitaba, haciendo que tampoco contara con sus fuerzas al cien por cien. El chico se le acercaba con las cadenas.

– Aprovecha! Ahora! Huye y no te preocupes por mí ya encontraré la manera de escapar!- Le dijo Amy. Pero el chico no parecía hacerle caso, seguía acercándose a ella con una sonrisa en la cara.

El chico estuvo frente a frente con su admirada heroína, libre del alambre en su cuello, podía admirarla con más calma. Sin prisa desenrolló las cadenas, Amy vio que había cinco argollas. El chico cogió la argolla más grande y la ajustó firmemente en el cuello de la ninja, dejando el espacio justo para que no le privara la respiración. Un pandillero acercó al chico uno de los brazos de la heroína y él le colocó una argolla en la muñeca, luego lo mismo con la otra muñeca. Los pandilleros arrodillaron a Shadow Angel contra el suelo y el chico le colocó las dos argollas restantes en sus tobillos. Acto seguido los pandilleros dejaron de sujetar a la heroína y se alejaron unos pasos.

Al sentirse libre de los pandilleros el primer impulso de Amy fue levantarse rápidamente, pero un tirón en el cuello le impidió estar de pie. Escuchó a sus espaldas la risa de los pandilleros y “¿la del muchacho?”. Un escalofrío recorrió su cuerpo, nerviosa intentó ponerse de pie y tas vanos intentos comprendió el porque no podía.

La cadena que unía la argolla de su cuello con la de los pies apenas tenía más de un metro de longitud, la cadena que unía sus tobillos medía menos de medio metro, y la cadena que sujetaba sus muñecas debía medir medio metro, la cadena de sus muñecas además pasaba entre los eslabones de la cadena que unía la argolla de su cuello con las de sus tobillos. Aquellas cadenas estaban diseñadas para limitar al máximo los movimientos de la persona esposada. Tras varios intentos intentando moverse, se dio cuenta que las cadenas tenían la longitud justa para permitirle andar a cuatro patas pero impedían que la heroína se pudiera poner en pie y limitaban al máximo los movimientos de sus manos y sus pies. En su situación actual era imposible defenderse, no podía pegar patadas y sus brazos apenas podían moverse unos centímetros.

Amy comprendió que aquellas cadenas no solamente estaban diseñadas para evitar que la víctima pudiera defenderse sino que la obligaban a estar arrodillada o a cuatro patas. Una posición que era de lo más humillante para la ninja con sangre real, a la que habían inculcado un sentido del honor y el orgullo muy estricto. Ni cuando estuvo en manos de Felina se había sentido tan indefensa, tan humillada, tan poca cosa. Gracias a la máscara, los pandilleros no veían sus lágrimas surcar su cara, aunque lo debían imaginar.

– ¿No te gusta tu nuevo regalo?- Dijo el líder burlón.- Ahora te vas a sentir como la perrita que realmente eres, vas a descubrir tu verdadera naturaleza.- Todos los presentes, incluido el chico estallaron en carcajadas. Amy no entendía nada.

– ¿Sorprendida?- Dijo el líder de la banda.- Verás, aquí el chico que es un poco tímido nos vino un día y… Mejor te cuenta él la historia que se le dará mejor!-

El joven tomó la palabra.

– Tú no te acordarás, pero hace unas semanas capturaste una banda de atracadores. Esos atracadores iban detrás mío, al saltar sobre ellos debiste pensar que yo había huído, pero no. Al verte caer tan ágilmente sobre ellos me escondí debajo de una furgoneta y observé. Y te vi luchando, tu sola contra esos cinco, tu oscura ropa no ocultaba tus formas femeninas. Observando tu esbelta figura luchar contra ellos me sorprendí pensando en que prefería que ellos te derrotaran, quería ver como te superaban en número y te vencían. Y luego yo saldría escondido y con un palo les pegaría y te salvaría en el último momento, tu estarías aturdida, quizá herida, y te llevaría a mi casa y te curaría tus heridas, te dejaría descansar, te daría comida, agua… Y tu me agradecerías la ayuda y me darías un beso, nos acurrucaríamos en nuestra cama, nos abrazaríamos y exploraríamos nuestros cuerpos. Pero no, tú resultaste ser demasiado hábil y esos matones no eran rival para tí y los derrotaste en un abrir y cerrar de ojos y los dejaste atados a una farola. Y yo me volví decepcionado a casa. Pensándolo bien, aunque hubiera sucedido tal como yo imaginaba, seguramente en mi casa no habrías hecho ni el menor gesto de intimar conmigo. Tú tienes un cuerpo de diosa, en cambio yo, a mis 19 años soy el más bajito y flacucho de mi curso.

– ¡Espera un momento!- Lo interrumpió Shadow Angel desesperada.- ¿Has montado todo eso porque un día te salvé de unos atracadores y no pudiste meterme mano? Estabas allí escondido y ni siquiera tuviste el valor de salir y darme las gracias!

– Ya te dije que el chico es un poco tímido.- dijo el líder.- pero déjalo continuar, ahora viene la mejor parte.

– Seguramente eres una de esas zorras que van provocando pero son unas arrogantes que se creen superiores a los demás.- Dijo el chico ante la mirada de ira de Amy.- Día tras día, pensaba en esa noche y en lo que podría haber sido, acudías en todos mis sueños y estabas presente en mis fantasías eróticas. Un día, mi hermano mayor me sorprendió masturbándome y se lo conté todo. Entonces él tuvo una idea, conocía unos chicos un poco chungos.- dijo señalando los siete pandilleros.- y después de hablar con ellos ideamos un plan. Te tenderíamos una trampa y te haríamos bajar de tu pedestal. Haríamos que la diosa bajase a la tierra, que sufriera la humillación y la derrota que no sufriste ese día. Quería borrar esa mirada arrogante de tu rostro. Esa sonrisa de superioridad con la que derrotaste esos atracadores. Ya no quería una fantasía romántica contigo, quería dominarte, humillarte, verte reducida a la perra que realmente eres por dentro.

– Eres un malnacido.- Exclamó Shadow Angel entre sollozos.- Me he rendido a esos hijos de puta… he dejado que me desnudaras… me he arrastrado por la basura… he actuado como un perro… te la he chupado… He hecho todo eso, y más que habría hecho, solo para protegerte, para evitar que te hicieran daño. Y tú… tú por dentro… lo estabas pasando en grande viéndome degradada de esa forma.

– Quieres que te diga la verdad? Sí, lo he gozado en grande. Al principio tenía mis dudas, estaba convencido que no saldría bien la jugada, que escaparías y me dejarías tirado antes de tener que humillarte. Yo no sabía si sería del todo convincente en mi papel de rehén. Aunque ese alambre de espinos hiriéndome el cuello de verdad le dio toda la credibilidad a la escena. Y sabes qué te digo? Que estoy convencida que tú has disfrutado humillándote de esa forma, nadie tiene ese sentido del deber como para humillarse tanto para salvar a alguien que no conoce de nada. Estoy seguro que en tu interior disfrutabas cada vez que te hacíamos arrastrar por el suelo, con cada ladrido que dabas, seguro que gozaste cuando ese palo entró en tu ano.

– No es verdad, lo hice para protegerte.- Sollozó Shadow Angel. Aunque no era del todo verdad. Desde su encuentro con Felina, Amy había descubierto que estar indefensa a merced de un enemigo la excitaba. Alguna que otra vez había fantaseado, en la comodidad de su cama, con un villano que la derrotaba. ¿Qué haría un delincuente con una derrotada heroína? Amy se imaginaba todo tipo de situaciones estimulantes. Y sí, para qué negarlo, una parte dentro de ella había disfrutado actuando como un perrito, desde la comodidad del anonimato que garantizaba su máscara. Qué podrían decir? Que Shadow Angel se había comportado como una puta? Quién era Shadow Angel? El día siguiente Mikoto Amy seguiría siendo una tímida estudiante y nadie sospecharía nada.

– Bueno chico, basta de cháchara, hemos venido aquí a disfrutar.- El líder interrumpió los pensamientos de Amy, se acercó a la indefensa heroína y se dispuso a penetrarla.

– Venga perrita, ladra para nosotros!- Dijo el líder mientras azotaba el culo de la ninja. Amy no tenía muchas opciones así que empezó a ladrar par acontentar a la banda.

– Chicos la perrita está húmeda! El chico tenía razón!- Dijo el líder para mayor vergüenza de Shadow Angel mientras con pausados movimientos empezó a penetrarla.

Shadow Angel al principio intentó luchar contra las cadenas, al cabo de unos minutos aceptó que no podía escapar y adoptó una postura más sumisa, dejándose hacer. El líder la penetraba suavemente, sin prisa, disfrutando el momento. No todos los días uno podía gozar de la vagina de la heroína de la que hablan todos los periódicos. El cabo de unos minutos, Amy notó que el líder estaba a punto de correrse.

– Dentro no… por favor.- Dijo suplicando, para mayor divertimiento de la banda.

– Ja ja ja! Qué os parece chicos? La perrita no quiere que nos corramos dentro. Elige qué prefieres, me corro dentro tuyo o en tu preciosa cara, sobre tu preciada máscara?-

– En mi cara… por favor… correos en mi cara.- dijo la derrotada heroína en un sollozo.

Segundos después, la heroína notó como el líder se corría en su cara, impregnando su máscara con sus fluidos. A pesar de la tela, la chica sentía como el caliente y espeso líquido resbalaba por su rostro.

– Ahora le toca el turno al chico, pero no os preocupéis, todos tendréis vuestro momento.- Dijo el líder subiéndose los pantalones.

Después del chico la penetró uno de los pandilleros.

– Un huesito duro para la perrita que se porta bien.- Dijo otro mientras le metía su polla en la boca. El primer impulso de Shadow Angel fue mordérsela, pero se dio cuenta que tenía las de perder, así que tragándose su orgullo empezó a succionar el miembro erecto de su enemigo. Cuando terminó de correrse en su boca, sin dar tiempo a Amy de escupir, otro pandillero metió su pene en la boca, y así mientras uno se la metía por la boca, otro la penetraba vaginalmente. Aunque Amy nunca lo reconocería ni a si misma, de alguna forma, sentirse ultrajada de esa manera, la excitaba. Notar el palo de la fregona metido en su trasero contribuía a aumentar el estímulo que los miembros de los bandidos causaban en sus vagina.

Al cabo de unas horas, todos la habían penetrado varias veces y la máscara y la boca de Shadow Angel chorreaba semen por doquier. Aunque le avergonzaba admitirlo, la ninja había tenído varios orgasmos mientras era penetrada por los villanos. Los hombres parecían contentos y exhaustos, habían cumplido con creces sus fantasías. La heroína se acurrucó y no hizo ningún sonido, deseando que se fueran y la dejaran allí, que se olvidaran de ella.

– Esto ha sido mucho mejor de lo que nunca llegué a pensar.- Dijo el líder, rompiendo el silencio, mientras daba una palmada al chico. Todos los varones asintieron.

– ¿Qué hacemos con ella?- Dijo el chico señalando la derrotada heroína.

– No te preocupes por ella. Nunca más verá la luz del sol.- Shadow Angel levantó la mirada asustada al escuchar esas palabras.- Llamaré a un amigo que tiene un burdel clandestino para que venga a recogerla. Su carrera como heroína ha terminado, ahora será una más de las putitas de Detroit. No va a causarnos problemas, y además sacaremos un dinerito.

Amy al escuchar aquello se rompió a llorar. Su situación era mucho peor de lo que ella llegó a imaginar. No tenía escapatoria, las cadenas le impedían huir o luchar, estaba completamente a merced de esa banda, y pretendían venderla como un trozo de carne.

Impotente, recordó que su maestro un día le había dicho que un ninja siempre tenía una última salida. Su maestro le había indicado que en una situación así, siempre podría morderse la lengua y en escasos segundos se desangraría casi sin dolor. “Es una salida honrosa si estás a punto de perder tu honor” le había dicho. Pero Amy no se atrevía, era joven, no quería morir, quería vivir, tenía toda la vida por delante. Y mucho peor, no quería morir de esta forma, desnuda, sucia, y esposada en un almacén abandonado. Así que Amy, tragándose las lágrimas hizo lo único que en su desesperada situación podía hacer.

– Por… favor… eso no… no me vendáis. Haré cualquier cosa que me pidáis, seré vuestra perrita sumisa, pedidme algo, lo que sea, seré vuestra esclava. Os prometo que olvidaré esto y nunca más volveréis a saber de mí. Pero por favor… no me hagáis esto.- Imploró con ojos llorones al líder.

– ¿No te has degradado y humillado suficiente por hoy, perrita?- Dijo el chico con una sonrisa.

– Me habéis derrotado… me habéis humillado como nadie lo ha hecho… he sido vuestra perrita buena… habéis tenido vuestra diversión y vuestra victoria… ¿por qué me queréis hacer eso? Os juro que no contaré nada de eso a nadie, no os buscaré… no os perseguiré… lo prometo.- Sollozó Shadow Angel.

– Me gustaría creerte perrita.- Respondió el líder.- Y sinceramente, me encantaría tenerte como mascota, estoy seguro que serías una perrita obediente. Pero sabes la cantidad de dinero que nos va a pagar mi amigo por tí? No solo por tu cuerpo, envidiable como pocos. ¿Sabes lo que estará dispuesto a pagar cualquier cliente por follarse a la heroína de Detroit? Piénsalo de esta forma, vas a conocer a la alta sociedad, todos los millonarios harán cola para tenerte. Serás la perrita más famosa de la ciudad.

Amy empezó a temblar de miedo al darse cuenta de lo impotente y desesperada que era su situación. Shadow Angel estaba derrotada. Su última súplica, su último intento desesperado, no había tenido ningún efecto en los crueles pandilleros. En retrospectiva pensó que debería haber luchado más, que no debería haberse rendido cuando el líder empezó a patearla, que dentro del almacén debería haberse resistido con más fuerza para evitar que la encadenaran. Ahora en la situación actual, no podía hacer nada, estaba indefensa y completamente a merced de la banda. Se empezó a hacer la idea de que sería vendida como prostituta.

– Estáis muy equivocados.- Dijo una voz desde una de las bigas del techo.- NO es una perrita, es una gatita y por cierto ya tiene dueño

“¿Felina?”Pensó Amy mientras la ágil ladrona, con su característica máscara de gato y su ropa táctica descendía ágilmente por la biga.

Totalmente sorprendidos y sin ningún rehén, el chico y la pandilla no eran rivales para una luchadora con la habilidad de Felina. La ladrona con su látigo cruzó la cara de todos los hombres, los golpeó y pateó con furia hasta que quedaron inconscientes en el suelo, y aún así siguió golpeándolos con el látigo.

– Malditos cerdos.- Masculló la ladrona mientras uno a uno, haciendo muestra de una fuerza poco común en una chica, los levantó en brazos y los fue tirando uno por uno al contenedor en el que hacía unas horas habían hecho meter a la ninja. Cuando todos los pandilleros, chico incluido, estuvieron en el contenedor, Felina lo cerró con una cadena y un candado.

– Aquí os vais a sentir como en casa.- Dijo antes de dirigirse a Shadow Angel.

– Pobrecita, mira lo que te han hecho. No sabes la suerte que has tenido. Pasaba por aquí camino de dar un golpe cuando escuché alguien ladrar dentro de ese almacén y me acerqué a curiosear.- Le dijo mientras retiraba la fregona del culito de la ninja y acariciaba a la derrotada heroína, que rompió en sollozos.

– Tranquila, tranquila, ya estás a salvo, deja que te cuide.

Felina le quitó la máscara a la ninja, le vendó los ojos y la llevó a su guarida. Una vez allí, le quitó los grilletes, la metió en una amplia bañera, la enjabonó y limpió su cuerpo mientras la tranquilizaba con sus palabras.

Shadow Angel, se dejaba hacer, Felina era su rival y ahora tenía una oportunidad perfecta si quería derrotarla y llevarla a la justicia, seguramente el vídeo que le había hecho semanas antes estaría por aquí cerca. Pero la ninja estaba demasiado asustada y demasiado débil como para plantearse si quiera luchar. Felina lo sabía y gozaba con la sensación de control que tenía sobre la joven heroína.

Cuando Felina terminó de limpiar a Amy, la cogió en brazos y la depositó en una amplia y cómoda cama. Ambas chicas se abrazaron y no tardaron en dormirse.

Cuando Amy se despertó el sol se filtraba por una claraboya del techo. La habitación no tenía ninguna ventana que permitiera a la ninja llegar a sospechar donde estaba, y a través de la claraboya únicamente se veía el cielo, nada que pudiera orientarla. A un lado de la cama, la joven vio su traje de ninja, con todos sus accesorios y su katana limpio y perfectamente doblado. Amy no sabía que pensar de todo aquello. Poco a poco se vistió, cuando terminó, Felina entró en la habitación con una bandeja con dos tazas de leche y unas tostadas con mantequilla.

– ¿Ya te encuentras mejor?- Preguntó Felina, que en ningún momento se había retirado su característica máscara en forma de gato. La ladrona vestía solo un camisón.

– Si, me duele un poco la cabeza y me siento como si me hubiera atropellado un camión, pero ya se me pasó el susto.- Respondió la ninja.

– No te preocupes, tuviste mucha suerte que te encontrara. Ahora estás a salvo, descansa unos días y ya verás como en menos de lo que esperas volverás a tener ganas de patrullar las calles. Un desliz lo tiene cualquiera.- La tranquilizó Felina.

– Muchas gracias… la verdad, no se porqué has hecho esto por mí… y no se cómo podré agradecértelo.- Le dijo Amy confundida. Felina no pudo ocultar una sonrisa, esperaba llegar a este punto.

– En cuanto al porque… Porque eres mi gatita, llevas mi marca y como te dije en nuestro último encuentro, tu cuerpo y tu mente me pertenecen, sigo guardando tus vídeos y siempre tendrás el recuerdo que fui yo la primera en vencerte. Y además te vencí yo sola.

– En cuanto a darme las gracias…- Añadió Felina con un maullido.- Conozco el sentido del honor que impera en vuestro país, el bushido y todas esas cosas que os inculcan de pequeños, seguro que tu familia fue muy estricta en ese sentido. Sabes que te he librado de una buena y me debes algo más que tu vida, estás en deuda conmigo. Así que me debes un favor, no se ni cuando, ni como ni qué será, pero un día acudiré a tí y te pediré que hagas algo por mí, algo a lo que no podrás negarte. Hasta ese día y hasta que cumplas con lo que te pida, estarás en deuda conmigo.

Amy asintió. Felina tenía razón, tenía una deuda de honor con ella. Por poco que le gustara, debía admitir que Felina la había rescatado de una situación de la que ella misma no hubiera podido salir. Así que estaba en sus manos, cuando Felina se lo quisiera, debía hacer cualquier cosa que le pidiera. Desde pequeña le habían inculcado que los favores generan una deuda que no se salda hasta que se devuelve a la persona un favor equivalente.

Cuando Amy terminó el desayuno que Felina le había preparado, se sentía mucho mejor. Notaba como la energía volvía a recorrer su cuerpo. Lo sucedido la noche pasada solo era un vago recuerdo en la mente de la japonesa, una pesadilla que olvidar. Felina volvió a vendar los ojos de Shadow Angel y la llevó fuera de su guarida, a un lugar apartado y se despidió de ella con un beso en los labios.

El lunes siguiente. Gimnasio de la universidad de Detroit

Como era habitual, Amy había empezado el día con un duro entrenamiento en el gimnasio. En el vestuario, como casi cada día, se encontró con Claire.

– Mira que intento seguirte el ritmo Amy, no se como te lo haces pero tienes un fondo y una energía inacabable.- Dijo admirada la pelirroja mientras se cambiaba de ropa.

– Es solo fuerza de voluntad y perseverancia en el entrenamiento.- Respondió la japonesa “y haber recibido durante años un duro entrenamiento a manos del mejor maestro ninja también ayuda” pensó para si misma mientras se quitaba la ropa y se dirigía a la ducha.

– ¡Amy! ¿Pero que te ha pasado?- Exclamó Claire preocupada al ver diversos moratones en el cuerpo de la asiática.

– ¿Eso? Verás, el viernes tuve un susto. Te lo cuento a tí porque eres mi amiga, pero por favor no lo vayas contando por ahí.- Dijo Amy.- Fue al atardecer, salí de mi apartamento para comprar unas cosas y me atacaron una banda de ladrones, intenté defenderme pero entre todos me golpearon fuerte. Por suerte alguien acudió en mi ayuda y pude escapar con solo estas magulladuras.

– Vaya! Qué miedo.- respondió Claire.- Suerte que todo quedara en un susto. A saber que hubieran hecho esos tipos con mi princesita. Por cierto, quién te salvó fue esa misteriosa Shadow Angel?

– Puede ser, no le vi la cara, estaba muy asustada.- Respondió Amy aliviada al ver que Claire estaba convencida que ella no era la misteriosa heroína.

– No te preocupes, ya pasó todo. Mi princesita es fuerte pero no invencible.- Claire abrazó a Amy y le dio un tierno beso en la frente, para reconfortarla.

– Como me entere que alguien se vuelve a meter contigo te juro que me las pagará.- Añadió la pelirroja mientras hacía fuerza con los brazos y adoptaba una postura agresiva. Aquello hizo sonreír a Amy.

Con amigos así, podía enfrentarse a cualquier adversidad que se le planteara. Shadow Angel pronto volvería a patrullar la ciudad, para proteger a los inocentes, a gente como Claire y sus amigos. Amy no se iba a rendir ante ningún revés.

CONTINUARA…

Relato erótico: “Dos rubias llamaron a mi puerta y les abrí 7” (POR GOLFO)

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11

No sé quién estaba más cabreado al salir del restaurante, si Tomasa o yo. Lo cierto es que ninguno de los dos hablamos en el camino de vuelta, pero lo cierto es que, al llegar a la casa, fue la mulata la que dio con la puerta en las narices a las crías. De acuerdo con ella, hice oídos sordos a los lamentos de esas putas pidiéndonos perdón. Se habían pasado dos pueblos y se merecían una reprimenda para darse cuenta de que no se podía jugar con los humanos. La viuda estaba tan indignada que tampoco dijo nada mientras se metía desnuda en mi cama y solo cuando cediendo al cariño que la tenía la abracé, fue cuando bajando el volumen me preguntó qué íbamos a hacer con ellas.

―No tengo ni idea, lo único que sé es que hoy no duermen con nosotros.

―¿No deberíamos decirles que usen mi cama?― preguntó un tanto preocupada con la incapacidad que tenían para valerse por sí solas.

Admitiendo parcialmente sus temores, le conté la conversación de Sara en la que me había confiado que el gobierno estadounidense creía que el accidente era una pantomima para ocultar la presencia de los tripulantes de esa nave en la tierra:

―Tan indefensas no están― concluí.

La viuda al conocer las pesquisas de la oriental y sus sospechas se indignó. Sintiéndose engañada,  se olvidó de sus anteriores reparos y susurrando en mi oído, comentó que un poco de hambre no les vendría mal a ese par de zorras pero que las castigara a ellas sin sexo no significaba que eso se aplicara a ella.

―Vienes cachonda perdida― riendo susurré mientras la acariciaba.

Colorada, me reconoció que el gringo la había puesto como una moto y que si no se lo había tirado era por mí.

―Cariño― respondí: ― Si realmente te apetece echarle un polvo, hazlo. Al igual que tu no me recriminaste cuando me tiré a la sueca, yo tampoco te lo echaré en cara. Es más, lo comprendo. Al igual que hicieron con la oriental, no tengo duda de que esas cabronas también nos han exacerbado la sexualidad a nosotros.

―¿En serio no te importaría?― preguntó.

―Mientras sea solo sexo, no. Otra cosa es si pensaras en algo más. Te recuerdo que eres mía y que yo soy tuyo.

Sonriendo al escucharme, buscó con sus manos mi virilidad mientras me decía que solo tenía ojos para mí. Desternillado por su cara dura, dejé que se empalara con ella antes de decir:

―Como pasado mañana he quedado con Sara, quiero que aproveches y te folles al gigantón.

Sus risas me hicieron saber que me iba a hacer caso y demostrando que una vez había recuperado el interés por lo hombres, no iba a olvidarlo, me dijo que la amara moviendo sus caderas. La facilidad con la que mi miembro campeaba en su interior me permitió profundizar en mis embestidas mientras una parte de mi ser se preguntaba si sentiría celos cuando se acostara con otro.

«Sería un capullo si me sentara mal», me dije sabiendo que al día siguiente Agda me haría una visita y que la sueca aprovecharía para darse un revolcón conmigo.

Tomasa debía estar pensando en lo mismo porque mientras aceleraba sus movimientos me preguntó si al día siguiente le permitiría disfrutar a ella también del cuerpo de ese mujeron.

―¿Te apetece probar que se siente?― quise saber un tanto extrañado porque no en vano la negra me había confesado que jamás había estado con alguien de su mismo sexo, exceptuando a las dos crías.

Sonrojada contestó:

―Sí. Me da morbo estar contigo en la cama mientras te la follas.

El tamaño que habían adquirido sus pezones fueron la prueba que necesitaba para confirmar la calentura que le producía esa posibilidad y tomándolos entre mis dedos, le prometí que ambos disfrutaríamos de la embajadora.

―Te amo― rugió satisfecha al ver que con mi colaboración se iba a hacer realidad ese sueño…

Tras la primera noche a solas con ella, nos despertaron unos sollozos que venían desde el salón. Intrigada por si el motivo de esos gemidos era que “nuestras niñas” estaban descubriendo sus cuerpos sin nosotros, Tomasa se levantó a espiarlas. Ni siquiera había salido del cuarto cuando escuché su grito angustiado mientras salía corriendo hacia ellas.

            ―Miguel, algo les ocurre― chilló al verlas temblando.

            Por su tono comprendí que no bromeaba y que iba en serio. Asustado por si ese par había hecho alguna tontería, salí de la cama y fui a ver. Al llegar, comprobé que tanto Ía como Ua tenían los labios amoratados.

            ―¿Qué les pasa?― se preguntó aterrorizada al observar que no reaccionaban.

            La debilidad que mostraban me preocupó y consciente de su insistencia en hacernos saber que para ellos mi esencia era una necesidad física, recordé que no me habían ordeñado desde San José. La forma en que esos seres se lanzaron sobre los pechos de la mulata no hizo más que ratificar mis sospechas.

―Están desfallecidas de hambre― musité.

―No puede ser, ayer antes de cenar las di de mamar.

Desolado al caer en que la leche de Tomasa debía de ser un sucedáneo a todas luces insuficiente y que al castigarlas había puesto en peligro sus vidas, me sentí paralizado.

―Hazme una mamada para levantármela― pedí a la mujer poniendo mi pene totalmente flácido en sus labios.

No hizo falta que se lo explicara y mientras se aferraban desesperadamente a sus pechos, comenzó a pajearme con desesperación.

―Por dios, date prisa― me pidió francamente asustada.

Todavía hoy no comprendo cómo consiguió que se me pusiese dura, pero lo cierto es que, tras un par de lametazos, mi pene se irguió. Las chavalas al ver mi erección dejaron las ubres de las que lactaban y se pusieron a intentar lamer mi verga como posesas. Confieso que no me importó el modo en que zarandearon mi pene al ver el hambre que lucían sus rostros. Tomasa suspiró aliviada al ver que intentaban obtener su sustento sacando fuerzas y decidida a ayudarlas, unió sus labios a los de ellas. Al sentir que eran las tres las que me ordeñaban, mi calentura me hizo olvidar sus afrentas y aprovechando que Ua se había metido mi verga en la garganta, busqué eyacular follándola su boca.

Afortunadamente, no tardé en sentir que pronto liberaría mi simiente y sacando mi verga, no esperé a nada y me pajeé. Recibieron mi primera andanada con ansia y ambas intentaron apoderarse de la siguiente. Mientras otras veces, habían hecho gala de generosidad una con la otra, en esta ocasión no fue así y fue Ía quien se apropió de la segunda olvidando a su compañera. Comprendiendo que ese comportamiento se debía a su estado, pedí a la mulata que me ayudara a repartir equitativamente mi semilla. La hambruna la tenía dominada y por ello Tomasa tuvo que usar la violencia para separar a la rubia para que Ua pudiese obtener su parte.

―Dale un poco a tu hermana― con un sonoro bofetón le exigió.

Por segunda vez en pocas horas, Ía sufrió un castigo corporal de sus protectores y creyéndose no querida, comenzó a llorar.

―Tranquila, hay para las dos― enternecida por el volumen de sus llantos, intentó tranquilizarla, pero no lo consiguió y fue la pelirroja la que disfrutó de las dos siguientes explosiones.

―He dicho que compartáis― dando a Ua otro bofetón, ordenó.

La expresión de congoja con la que recibió el golpe fue tal que comprendí que la pelirroja jamás había recibido un correctivo físico y deseando quitar hierro al asunto, la acaricié mientras dejaba que su compañera recibiera las ultimas migajas.

―Tranquilas, dadme unos minutos para que me reponga y os daré más― les dije viendo que seguían con un apetito atroz.

―¿Cómo podemos ayudarte? ¿Necesitas ver que nos amamos? – preguntaron casi al unísono.

Ni siquiera me dieron tiempo a contestar y tumbándose en el suelo, comenzaron a comerse los coños, pensando que con ello acelerarían mi recuperación. Curiosamente fue así. Al ver sus sexos abiertos y recordar que la noche anterior me habían pedido que las desvirgara, como por arte de magia mi erección volvió con una fuerza inusitada y aprovechando que la rubia era la que tenía más cerca, usé mi glande para juguetear con su ella. Ía me sorprendió porque al sentir que recorría sus pliegues, me rogó que la tomara. No sabiendo cómo actuar, busqué a Tomasa con la mirada.

―Fóllatela― fue lo único que dijo.

Con su permiso en la mente, separé los muslos de la criatura y posando mi pene en su entrada, de un empujón se la clavé hasta el fondo. El chillido de dolor que brotó de su garganta me hizo palidecer y por un segundo, dudé si seguir. Pero entonces la mulata insistió en que la tomara. Lentamente saqué unos centímetros mi estoque para acto seguido volvérselo a incrustar. Al repetir la maniobra, la rubia comenzó a gemir descompuesta pidiendo más. La urgencia de la muchacha me azuzó y acelerando la velocidad con la que la penetraba, intenté alargar el momento.

―No puede ser― aulló al experimentar que el dolor había desaparecido y abrazándome con las piernas, fue ella la que se embutió violentamente mi tallo. La humedad que destilaba su sexo facilitó el trance y sin apenas oposición, acuchillé su interior repetidamente cada vez más rápido.

A pesar de no ser un novato, tengo que reconocer que me asustó observar que en sus ojos un placer nunca visto mientras la tomaba. Mi exempleada debió de contagiarse de su calentura y tomando de los pelos a la pelirroja, la obligó a meterse uno de los pezones de Ía en la boca mientras ella se apropiaba del que se había quedado libre.

―Ayudemos a tu amiga― exigió a Ua.

No tardé en sentir que la rubia se corría y eso lejos de apaciguar mis embates, los aguijoneó y mientras las otras le mordían los pechos, llevé al límite mi ataque. El rugido de gozo de la joven retumbó en el salón al experimentar que su cuerpo humano ya no le respondía.

―Santa Luz― bramó al tiempo que el instinto animal la poseía.

El geiser que brotó de su coño empapó mis piernas y con un ímpetu descomunal, sus caderas buscaron que descargara mi simiente mientras unía ese primer orgasmo con el siguiente. El chapoteo que producía mi pene al entrar en su cueva me hizo saber que estaba lista para recibir mi simiente y dejándome llevar inundé de blanco su vagina mientras su cara reflejaba una sorpresa que en un principio no supe interpretar.

―Es demasiado― exclamó al recibir por esa vía su sustento un segundo antes de caer desplomada al suelo.

He de reconocer que me acojonó la forma en que ese ser comenzó a convulsionar violentamente y no fui el único. Ua al ver que su compañera se retorcía sobre la alfombra, se asustó y metiendo sus hebras en Ía, buscó una explicación.  Confieso que se me hicieron eternos los segundos que tardó en examinarla.

―¿Qué le pasa?― pregunté pálido al contemplar que seguía presa de una especie de ataque epiléptico.

Afortunadamente, la cara de preocupación de Ua desapareció al entender que ocurría y girándose hacía mí, preguntó:

―¿Por qué no nos habías dicho que esta es la forma más eficiente de saciarnos?

Solo pude contestar que para mí también era nuevo.  La pelirroja me creyó y sin dejar de sonreír, hundió su cara entre los muslos de su compañera en busca de mi simiente. Durante más de un minuto, sorbió con satisfacción el flujo mezclado con sangre y semen que desbordaba el coño de Ía mientras Tomasa y yo alucinábamos tratando de sacar algo en claro.

Ya con su estómago lleno y la cara teñida de rojo, me dio las gracias diciendo:

―Con esto podré aguantar hasta mañana.

Al pedirla que se explicase, ese bello ser nos reveló que al ser inseminada su hermana había absorbido los nutrientes que necesitaba directamente en las venas de su vagina sin que se perdiera nada en el aparato digestivo.

―Cuando la has poseído ― musitó sorprendida: ―no solo las has hecho sentir mujer. ¡Le has dado reservas para una semana!

―Joder, menudo susto que nos habéis dado― exclamé: ―Creía que la había matado.

 Con una sonrisa de oreja a oreja, contestó acercándose en plan meloso:

―Estoy deseando que me poseas y así sentirme plenamente tuya, mi amado Íel.

Tomasa no desaprovechó el momento y separándola de mí, le dijo que no tendría esa suerte mientras no prometiera pedir permiso antes de interactuar con otro humano haciendo referencia a lo sucedido con la oriental.

―Amada Asa, hemos aprendido la lección y desde ahora te pido que, si se nos olvida, nos reprendas. Jamás olvidaré tu castigo ni la vergüenza que sentí cuando buscando sustento olvidé mi deber de compartir.

Las palabras de la pelirroja amortiguaron el cabrero de la negra, pero no queriendo dar su brazo a torcer, le pidió que confesara porque nos habían mentido al llegar a nuestra puerta tras el accidente. Temblando de miedo, la joven respondió:

―Supimos por los resultados de un análisis que se hizo hace tres meses que Íel era el espécimen que mi raza había estado buscando para su renacer y por eso forzamos el encuentro.

Elevando su voz, Tomasa insistió en que se explicara. Sonrojada hasta decir basta y sin ser capaz de levantar su mirada, contestó:

―Nuestros antiguos protectores llevan milenios en franca decadencia. Su inteligencia ha ido menguando poco a poco y actualmente no se puede decir que sean inteligentes. Su carácter pasivo ha provocado que se encerraran en ellos mismos dando por buena su existencia.

Al escucharla, mis rencores renacieron con fuerza y rechazando de plano colaborar en la decadencia del ser humano,  le exterioricé que prefería el suicidio a ser la causa del holocausto que supondría la presencia de su raza para el hombre.

―Amado Íel, somos conscientes del error que cometimos al unir nuestro destino con una raza tan dócil. Por eso nuestras ancianas decidieron buscar una especie cuya naturaleza les impida someterse. Una cuyo espíritu guerrero e insatisfecho sea imposible de subyugar y que nos obligue por primera vez a buscar una alianza de igual a igual. Un pacto beneficioso para ambos. Sin nuestra ayuda hemos calculado que la humanidad se aniquilará a sí misma en setenta años, pero con nosotros crecerá y se expandirá por las galaxias.

―¿Cómo creeros?― pregunté con desprecio, pero anotando en mi interior el peligro que según ellas se cernía sobre nosotros.

Despertando de su estado, Ía respondió:

―¿No te basta saber que moriríamos por ti? Nunca nadie de nuestra raza se ha entregado a un protector como yo he hecho. Prefiero informar que hemos fracasado a vivir sabiendo que me odias.

El dolor de su tono me hizo dudar, pero dado que me estaba jugando el porvenir de miles de millones de hombres, mujeres y niños me mantuve firme. Tomasa, buscando un punto de acuerdo, comentó:

―¿Esto es algo que debamos decidir hoy? O podemos darnos un tiempo antes de tomar un solución.

Esperanzada, Ua replicó:

―Os podemos asegurar que no habrá más naves hasta que enviemos vuestra aceptación al consejo. Si no la obtenemos, ninguna de mis hermanas vendrá a la tierra y el planeta quedará cerrado para nosotras.

Sin llegar a aceptar sus palabras, comprendí que al menos tendría tiempo para pensar. Postergando el tema decidí centrarme en ese día y por eso les avisé que teníamos que desayunar, ya que en dos horas tendríamos visita. Como si nunca hubiésemos discutido, mostrando una alegría total, esos dos puñeteros seres me soltaron que tenían el estómago lleno pero que, si insistía, no les importaría volver a recibir mi esencia…

12

Sin decírmelo, las dos chavalas habían preparado a conciencia la visita del CEO de la compañía que deseaban comprar. No solo habían elaborado un extenso dosier técnico sobre las nuevas potabilizadoras sino también un estudio de mercado, el impacto medioambiental y social de las mismas. Tras un rápido vistazo me quedé impresionado porque de ser ciertos sus cálculos solo con ese invento mejoraría la calidad de vida de mas de dos mil millones de personas y se podrían evitar una media de quinientas mil muertes por año.

            «¡Su puta madre!», exclamé mentalmente al darme cuenta del alcance que tendría esas instalaciones en la sociedad global. Mis carencias me impidieron formarme una opinión sobre si eran posibles o solo una entelequia, pero dado la inteligencia que habían demostrado esos seres no pude mas que dar por buena su propuesta.

            Tampoco me pasó inadvertido el aspecto económico, ya que según sus previsiones el beneficio en los próximos veinte años era tal que Alfa Centauro se convertiría en el mayor conglomerado a nivel mundial, rivalizando con la mayoría de los países en cuanto renta.

            «Bill Gates sería un pobretón a nuestro lado», me dije asustado por las consecuencias personales que eso acarraría. 

            También habían preparado un estudio sobre nuestro futuro socio, el cual me dejó bastante tranquilo al descubrir que a pesar de ser un ejecutivo de éxito Erik Anderson nunca había descuidado su deber con la sociedad y era un conocido filántropo.

            «Podríamos formar un buen equipo», sentencié tras leer en esos papeles que fuera el sueco la cabeza visible del proyecto, quedando nosotros en un segundo plano.

            Lo que no me esperaba fue que, en un apartado especial, totalmente separado, esas dos arpías hubiesen elaborado un documento sobre Agda y sobre Sara, en el cual plasmaban que con un poco de ayuda esas dos mujeres podrían en poco tiempo llegar a ser unas figuras de relieve en sus países de origen. A la sueca le pronosticaban una carrera diplomática que terminaría como presidenta de la Unión Europea, mientras para la agente, vislumbraban que acabaría al mando de la CIA.

«Estas zorras están seleccionando los mejores especímenes humanos para formar parte de mi harén», preocupado concluí al caer que si las cosas de desarrollaban según tenían previsto se quedarían embarazadas y mis descendientes gobernarían la tierra. Su planes me recordaron a las alianzas matrimoniales que fraguaron los reyes católicos colocando a las distintas infantas en los tronos de Austria, Portugal e Inglaterra.

La facilidad con la que asimilé todos esos datos y sus conclusiones me hizo nuevamente sospechar que habían manipulado mi interior para incrementar mi inteligencia. Temiendo que esos cambios hubiesen afectado a mi personalidad hice un examen de conciencia tras el cual comprendí que seguía siendo el mismo hombre, con sus miedos y sus esperanzas.

«Sigo siendo yo», concluí aliviado mientras Tomasa me informaba de la llegada de nuestras visitas.

Dejando aparcados esos temas, salí a recibirlos. Desde el primer momento el vikingo me cayó bien y más cuando tras las oportunas presentaciones, descubrí que Erik se defendía en español. Lo que no me esperaba fue la forma tan liberal con la que la embajadora demostró su complicidad conmigo y es que, contrariando las normas de etiqueta, al verme esperando en la puerta, se lanzó a mis brazos. No tuve que ser un genio para percatarme de que durante el viaje Agda había reconocido a su compatriota nuestro affaire, ya que mi futuro socio no se mostró sorprendido de los besos que me daba. Lo que sí me dio que pensar fue la forma tan amigable con la que Tomasa se había tomado esas carantoñas y que lejos de enfadarse me guiñara un ojo haciéndome recordar mi promesa de que compartiría con ella a la cuarentona.

-Erik, muchas gracias por venir. ¿Te apetece un café?- haciéndose notar junto a su compañera, Ía preguntó.

El sueco no pudo evitar darles un buen repaso con la mirada. Las fotografías que había visto en sus perfiles no hacían honor a su belleza debió decidir porque tras saludarlas, me tomó del brazo y sonriendo, me comentó que a pesar de no ser hetero eran tan guapas que estaba dudando si cambiarse de acera.  Esa confidencia me alucinó porque nada se decía en los papeles que me habían preparado. Asumiendo que. si fueran humanas, no hubiesen obviado ese detalle, sonreí mientras le contestaba que las cuatro mujeres presentes eran territorio vedado pero que si necesitaba ayuda para buscar compañía podía buscarle un par de adonis para esa noche.

-Lo pensaré – exclamó muerto de risa al ver que aceptaba de buena gana su orientación sexual.

Ya en el salón, Ua le hizo una breve exposición de lo que le proponíamos y de los fondos que contábamos para llevarlo a cabo. Mirando de reojo su reacción vi que a priori estaba interesado. Pero cuando Ía tomó la palabra y le explicó con detalle las investigaciones que teóricamente yo había financiado fue cuando su cara cambió y con los ojos abiertos de par en par, pidió que le proporcionamos un ejemplar en papel para que pudiese asimilar su contenido.

-Erik, para ti somos un libro abierto. Confío tanto en que vamos a ser socios que no solo te vamos a proporcionar lo que nos pides, sino que te ofrezco que mis ayudantes se queden para resolver tus dudas mientras aprovecho para enseñar a Agda la finca.

No pudo más que agradecer el gesto y tan entusiasmado estaba con lo que le habían anticipado que ni siquiera se despidió de nosotros. Tomasa viendo que su presencia también sobraba, no se lo pensó dos veces y tomando del brazo a la embajadora, le fue mostrando la casa mientras coqueteaba descaradamente con ella. Curiosamente ese galanteo fue bien recibido y por ello cuando al enseñarle mi habitación le anticipó que esa noche ella dormiría allí, la rubia no pudo evitar preguntar a la mulata si acaso no era mi amante.

Interviniendo respondí que era mi mujer, pero que teníamos una relación un tanto peculiar ya que por nuestra cama también pasaban sus dos compatriotas.

-¿Y no te molesta?- insistió mirando fijamente a la morena.

La costarricense, dando un salto al vacío, llevó sus manos a la mejilla de la mujer devolviendo la pregunta:

-Cuando te acostaste con Miguel ya sabías que lo que compartíamos y no por ello, dejaste de hacerlo. ¿Me puedes decir por qué?

La dulzura con la que se lo dijo destanteó a la nórdica, que totalmente colorada reconoció que no había podido evitarlo ya que se sentía cautivada por mí. Al contemplar que el efecto que esa caricia había tenido en Agda, Tomasa insistió preguntando si no sentía lo mismo con ella. Como por arte de magia, dos reveladores bultos emergieran bajo la blusa de la embajadora al sentir los dedos de la mulata recorriendo sus pechos y con la respiración entrecortada, reconoció sus miedos a protagonizar un trio.

-No pienso forzarte a nada- replicó separándose de ella mientras le preguntaba si sabía montar.

Al responder que sí, le ofreció dar una vuelta por la finca a lomos de un caballo.

-Me encantaría- contestó aliviada.

Viendo que venía en pantalones, no tuvimos que esperar a que se cambiara y nos fuimos a seleccionar nuestras monturas sin saber que esa mujer era una experta amazona. Rápidamente me percaté que Agda sabía mucho más que yo al elegir para ella un potro de tres años que acababa de comprar hacía solo un par de meses mientras mi pareja elegía una yegua mucho más fácil de montar. Habiendo elegido ellas primero, me tuve que conformar con “Sagaz”, un testarudo alazán entrado en años que dependiendo del día era una delicia o una tortura. Afortunadamente, esa mañana el jamelgo estaba de buenas y se dejó montar sin demostrar su carácter. El paseo resultó un éxito, ya que comportándose como una perfecta anfitriona la mulata fue describiendo durante todo el trayecto las diversas plantas y árboles con los que nos encontrábamos. EL calor tropical no tardó en hacer su aparición y por eso cuando al llegar a una pequeña laguna, Tomasa preguntó si no nos apetecía un baño. Para esa cuarentona las cristalinas aguas de ese inesperado paraíso le parecieron una tentación irresistible, pero se negó aduciendo que no traía bikini.

-Pensaba que nos bañáramos desnudas- muerta de risa respondió mi adorada viuda mientras alegremente se empezaba a despojar de ropa.

Por un momento, Agda dudó, pero al ver que me estaba quitando la camisa, decidió acompañarnos. La belleza de su cuerpo maduro me resultó impresionante y mas cuando al entrar corriendo a la laguna, observé como rebotaban arriba y abajo sus pechos.

  «Está bien buena, pero Tomasa aún más», decidí tras comparar a mis dos acompañantes. Todavía estaba despojándome de los calzones cuando desde el interior de esas aguas escuché las risas de la sueca al ser mojada y sonriendo observé que devolvía la afrenta tratando de hacerle una aguadilla a su atacante.

-¿A que esperas?- preguntó mi amada empleada mientras la embajadora se ponía a nadar cruzando el pequeño lago.

Venciendo la natural reluctancia de un hombre de secano, me fui metiendo poco a poco para dar tiempo a que el castellano que llevaba dentro se acostumbrara a la sensación de estar mojado. Tomasa no me esperó y demostrando que también ella era una buena nadadora siguió la estela de Agda hasta la otra orilla.

-Qué maravilla es este lugar- oí comentar a la vikinga señalando el Edén natural en el que se hallaba.

-¡Pura vida!- respondió Tomasa orgullosa de las tierras en las que había nacido.

La cordialidad con la que cuchicheaban entre ellas me debió de poner sobre aviso, pero no lo hizo y por ello cuando llegué a su lado, su ataque me pilló desprevenido. Acababa de darles alcance cuando esas dos bellezas me hundieron la cabeza jugando. Por un momento no pude pensar en otra cosa que no fuera respirar, pero reponiéndome al instante las abracé para devolver la afrenta. Para mi sorpresa, Tomasa buscó mis besos mientras su compinche pegaba sus pechos al mío. Sus pieles restregándose contra mí despertaron mi lujuria y tras dejar los labios de mi morena busqué y encontré los de la rubia. Agda recibió mi boca con pasión y demostrando que era algo pactado, no le importó que al posar su mano en mi miembro se encontrara con la de Tomasa.

-Sois un par de salidas- exclamé al sentir que se coordinaban haciéndome una paja.

 Supe que lo habían hablado cuando desternilladas de risa me dejaron de lado y se pusieron a besar entre ellas. Esa escena lésbica elevó mi calentura de golpe y ya totalmente erecto intenté que me hicieran caso, pero para mi consternación ambas estaban demasiado interesadas en la sensación de estar con otra mujer para tomarme en cuenta. Aunque Tomasa había disfrutado de las caricias de “nuestras niñas” jamás había besado a una humana y por ello al sentir la dulzura de unos labios femeninos recorriendo su cuello, gimió excitada. Agda por su parte tampoco entendía la atracción que sentía con los hinchados pechos de la mulata y por ello antes de decidirse a asaltarlos, tímidamente preguntó si podía. El sonrojo que lucía la nórdica mirando sus negras tetas enterneció a la viuda y tomando ella la iniciativa, bajó la cabeza y se apoderó de las areolas que el destino había puesto en su camino. Agda al sentir la lengua de la mujer recorriendo sus pezones sollozó gozosa y atrayéndola hacia ella, le pidió que mamara de sus senos.

Con un gesto, Tomasa me rogó que me apoderase del que había dejado libre y como todo el mundo comprenderá, no puse ningún reparo en apoderarme de ese rosado botón que solo unos días antes había sido mío mientras acariciaba su trasero con mis dedos. Nuestro acoso acrecentó la excitación de la embajadora y ya sin recato alguno, aceptó la oferta de hacer un trio llevando su boca a los cantaros de la morena sin saber que al chupar de ellos su boca se iba a llenar de leche. El sabor dulzón de esa secreción inesperada la volvió loca y en plan goloso, se puso a devorarla mientras sentía los dedos de Tomasa hurgando entre sus pliegues.

-¡Dios!- chilló al ser consciente de lo cerca que estaba de correrse, pero no por ello trató de zafarse e instintivamente separó sus rodillas para facilitar el acceso a su sexo.

La calentura de la vikinga azuzó a mi mulata y centrándose en el botón que crecía entre los labios del coño de su oponente, se dedicó a torturarlo mientras susurraba a la mujer que siempre sería bienvenida en nuestros brazos. Agda al escucharlo aulló descompuesta dejando que un potente orgasmo se apoderara de ella. La confirmación de que esa noche sería todo menos tranquila llegó cuando en mitad de su clímax, la rubia alzando la voz juró que jamás se había sentido tan completa como entonces.

-Quiero que sepas que Miguel y yo lo compartimos todo y que me ha dicho lo mucho que le apetece hacerte un hijo- murmuró la viuda mientras sumergía uno de sus dedos en la húmeda cavidad de la cuarentona.

 El ser madre debía ser un sueño insatisfecho porque al escuchar esa nada velada propuesta Agda experimentó un nuevo orgasmo todavía más potente.

-Quiero ver como la tomas- me pidió Tomasa mientras la tomaba de la mano y la sacaba del agua.

Ni que decir tiene que al ver la alegría de Agda me vi tentado en hacerlo en ese instante, pero recordando que en la casa nos estaban esperando, decidí que debía posponerlo por unas horas. La decepción con la que ambas recibieron mis palabras me hizo prometerles que después de cenar me entregaría a ellas en cuerpo y alma.

-¿Nos lo juras?- preguntó la diplomática y haciendo gala de su oficio, regateó conmigo las condiciones obligándome a aceptar que al menos una vez al mes ella podría visitarnos.

-Dalo por hecho- la viuda respondió por mí: -Nuestra casa es tu casa y desde ahora te digo que te puedes venir a vivir a nuestro lado.

La felicidad con la que Agda recibió esa invitación me hizo saber que, si bien no creía que se mudara, era posible que todas las semanas viniera a compartir nuestras caricias. Por ello no me extrañó que una vez vestidas, las dos mujeres caminaran cogidas de la mano hacia los caballos.

            «A este paso, tendré que agenciarme una buena provisión de viagra», pensé al saber que entre ellas y las dos chavalas iban a exprimirme mas de lo que era natural…

Relato erótico: “En una isla 1” (PUBLICADO POR VALEROSO32)

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Bien lectores esta es otra de mis historias espero que le guste viajaba yo en un barco rumbo a las azores. Al barco no le faltaba de nada, iba a ser un viaje de ensueño cuando el barco tuvo una avería y empezó a entrar agua. No me lo podía creer fue todo tan rápidamente que tuvimos que salvarnos y tirarnos al agua muchas personas murieron y yo quedé en la deriva con un bote y unas cuantas mujeres que pude salvar.

Quedaba poca agua y poca comida la que pudimos coger para unos días en ese momento pensábamos que íbamos a morir ya que pasaron los días y no encontramos ni un barco y la comida y el agua se acababa. Conmigo había una madre y una hija y la madre tendría unos 40 años buen ver pelo rubio y la hija de 26 años morena con ojos azules muy bella pero que ahora estábamos echo una pena debido a las calamidades que pasábamos.
Casi sin agua y sin comida y dos más mujeres que eran hermanas que hacían un viaje de placer juntas tendrían unos 44 y 47 años también muy bellas. Llevábamos vatios días en alta mar cuando vimos una isla y nos apresuramos a llegar a allí.
Remamos con las fuerzas que nos quedaban y al final llegamos a tierra y nos tiramos en la tierra y nos quedamos dormidos desechos por el esfuerzo ya más adelante no despertamos y desperté a las mujeres dije:
– hay que ver si está habitada para ver si nos pueden ayudar -dije -y hacer un refugio mientras nos recatan.
La isla era muy grande para explorarla en un solo día así que dije a las mujeres que me ayudaran a construir un refugio. Ellas no sabían nada de construir así que las dije que cogieran ramas y cosas que nos pudieran ayudar a hacer el refugio descubrir que la isla tenía mucha fruta y por tanto no nos moriríamos de hambre.
Me hice un hacha de piedra con una horquilla de tronco y una piedra entre medias y empecé atarla con caña y ramas ellas empezaron a llorar que iban a morir y que a donde estaban yo las dije:
– basta de llorar, tenemos que luchar por sobreviví. Entendido .a partir de ahora haréis lo que yo os diga sin rechistar. Entendido.
Ellas dijeron que sí. Fuimos a buscar agua y encontramos un manantial con agua limpia que nos podía servir para beber así que construir una puerta cerca de una cueva pusimos antorchas y nos servía.
Para comer construí una mesa con 4 patas con mi hacha y podíamos comer encima. Hice fuego como los hombres primitivos frotando dos piedras hasta que salto la chispa e hicimos una lumbre para calentarnos ya que por la noche hacia frio, ellas tenían lo puesto.
Construí unas camas con hojas y ramas para las 4 mujeres con mi hacha de momento teníamos comida y agua ósea fruta y agua del manantial que era bebible y un refugio donde meternos por la noche tendríamos que explorar la isla pero ya se haría.,
Conseguí un sedal e hice como un anzuelo para pescar y poner cebo para que picaran los peces así teníamos pescado fresco. Me hice también un arco con mi hacha ya que había muchos animales aunque no sabía de cuantas especies había para procurarnos carne.
Las mujeres estaban más animadas.
– bueno a ver, escuchadme. Lo que voy a decir no sé dónde estamos ni que isla es esta pero tenemos que hacer lo posible para sobrevivir, entendido.
– sí- dijeron todas sin ánimos.
– lo principal es que tenemos comida y agua y que no nos muramos de hambre por la noche hace mucho frio es mejor dormir desnudos junto a la lumbre aquí hace mucha humedad así que desnudaos las 4 sin vergüenza ninguna.
Las mujeres empezaron a protestar.
– y procurar que la lumbre no se apague, entendido. Los vestidos se romperán con el tiempo es mejor que os lo cortéis aquí. En esta isla no valen así que hacerlo lo más corto posible.
Ellas lo entendieron. La madre y su hija que por cierto se llamaba Beatriz y Carolina las daba vergüenza pero las dije:
– vosotras veréis la ropa esta humedad con este clima. Os moriréis de frio tenemos que pegarnos uno con otros para aguantar el frio.
Las hermanas dijeron:
– si pero tú eres el único hombre y nos da vergüenza que no veas.
-lo sé pero quitaros la vergüenza u os moriréis de frio. Aquí hay mucha humedad y frio si lo aguantáis vosotras veréis. Hasta mañana.
Ellas empezaron a tiritar por la noche yo tuve que desnudarme también y pegarnos unos con otros al hacerlo no pue evitar excitarme con el roce de las mujeres y ella lo notaron y vieron mi verga toda recta.
Ellas se pusieron coloradas de vergüenza. Carolina se lo dijo a su madre que estaba media dormida riéndose:
– vaya -dijo Beatriz- parece que tú verga no siente el frio.
La perdí perdón pero dijeron:
– lo entendemos.
Luego ya dormidos nos quedamos a media noche ellas se pegaba a mi cuerpo como una lapa del frio que hacía, les daba igual restregar su sexo con el mío. El frío era horrible y la humedad en la cueva y eso que teníamos la lumbre y la manteníamos encendida para calentarnos y también para cocinar.
Yo no pude evitar excitarme viendo a 4 mujeres desnudas bellísimas todas pegadas a mí y unas a las otras y por lo que veía ellas tampoco ellas se despertaron a media noche y nos miramos y dije:
– que pasa no podéis dormir.
– no tenemos frio y encima estamos excitadas viéndote la verga.
Así que Mónica y marta que era el nombre de las hermanas me cogieron la verga y comenzaron a chupármela.
– ahora sí que estamos bien -dijo Marta.
Carolina y Beatriz se despertaron también y al verme decían:
– que vergüenza sois un par de putas y tú eres un cabrón por consentirlo y aprovecharte de la situación.
– señora yo no hecho nada han sido ellas la que me cogieron la verga.
Pero marta y Mónica no la hacían caso y decían:
– peor para vosotras porque está bien rica y ahora sí que estamos caliente y no tenemos frio ninguno.
Mientras Beatriz y Carolina temblaban de frio.
– mama yo estoy helada. Así que mama pégate a ellos y déjate de vergüenza. No quiero morir en esta mierda de isla.
– pero que dices hija.
– que si tengo que ser una puta lo seré pero no moriré de frio. Entendido. Si me tiene que follar par estar caliente lo hare, así que tú veras- y carolina me cogió la verga y se la metió en el chocho mientras me abrazaba y suspiraba y me decía: – fóllame cabrón, quítame este frio con tu poya.
La madre o sea Beatriz la daba mucha vergüenza pero mientras yo me tiraba a su hija las otras hermanas se follaban entre si y disfrutaban como locas.
– que gusto esto tenía que haber pasado antes.
Beatriz a ver tanto sexo se empezó a masturbase ella sola luego saque la verga del coño de la hija y se lo metí a ella.
– que gusto- me decía -que tonta he sido.
Dije yo:
– a partir de ahora no habrá vergüenza entre nosotros, follaremos todas las noches para entrar en calor y dormir bien entendido y así nos quitaremos el frio ya que cuerpo contra cuerpo produce mucho calor más que una manta.
Con el tiempo yo me sentí como tarzán ya que me hice un taparrabos y ellas casi medio desnudas. Tenia a mis 4 mujeres para mí solo habían pasado varios meses y aquí no había pasado ningún barco.
La isla era inmensa para verla entera habíamos inspeccionado algo pero nada de barcos ni señales de humanos eso si por la noche follábamos como animales en celo ya no teníamos frio en pelotas yo y todas las mujeres. Después de cenar algún pez que cogiera yo o alguna fruta que cogimos de los arboles pues había muchos cocos y piñas y fruta tropical follábamos como descosidos ya sin vergüenza yo creo que ya era por vicio. Estaban todas deseando.
– cógeme la poya y chuparla.
Hasta Beatriz se hizo una de las más putas y empezamos a follar.
– chúpame la poya.
Carolina encantada mientras las hermanas marta y Mónica le comía el chocho a Beatriz.
-así cabronas.
– va hacer que me corra que gusto.
-luego no querías. Como te has vuelto de puta, cabrona.
– como todas nosotras, estamos emputecidas por la poya de este y por el sexo- refiriéndose a mí.
– dala por culo a mi hija, cabrón- me decía Beatriz -que sea tan puta como su madre.
– yo seré más- decía Carolina abriéndose el ojete para que le entrara mi poya.
-ahora zorras -dije yo a carolina y a Beatriz -chuparme la poya. Quiero correrme en vuestras bocas. Tomad mi lefa, zorras.
– que gusto.
Ellas empezaron a chuparme otra vez la verga después de correrme y se puso al cabo de un tiempo otra vez dura ahora a las hermanas.
– quiero follaros abrir vuestros chochos.
– si aquí tienes- dijo Mónica- y marta fóllanos, llénanos de leche cabrón.
Se la metí a marta hasta los huevos mientras Mónica me chupaba el culo luego cambiamos la di por el culo a Mónica mientras marta me comía las pelotas. Fue una orgia apoteósica no paramos de follar los 4 luego nos quedamos dormidos como unos benditos.
Al día siguiente vimos varias huellas y estábamos asustados. Eran huellas de pies descalzos pensábamos que eran salvajes pero encontramos varios trajes de pieles femeninos eran mujeres no hombres.
Continuara.
Espero que les hay gustado este relato seguiré con el próximo en esta nueva serie en una isla

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